Una memoria en femenino // Marina Chena

¿Es posible pensar una memoria en femenino como propone Raquel Gutiérrez sobre la política? ¿Una memoria viva construida sin mediaciones patriarcales? Es posible un descentramiento semejante?

No se trata de hacer una memoria biográfica de mujeres, no se trata de reemplazar los nombres heroicos masculinos por heroínas femeninas, no se trata de recalcar la diferente afectación en los cuerpos de las mujeres, que produjo el  Terrorismo de Estado. La pregunta es si el ejercicio del recuerdo hará posible habilitar otra relación con el tiempo, otra relación con los cuerpos, otra relación con la tierra. Una pregunta por cómo vamos a tramar los modos de vivir que nos resulten urgentes, cómo vamos a armar nuestras alianzas afectivas, quiénes podrán vivir una vida que no se reduzca a tratar de no morir. Preguntas que actualizan el pasado y lo sostienen vivo. 

Una memoria comunitaria que reconoce la centralidad de la reproducción de la vida y permite trazar una genealogía no lineal de todas las luchas que, precediéndonos, han dejado sus huellas en los territorios de la desobediencia, en los cuerpos insurrectos.   Una memoria que restituya la fuerza de las capacidades políticas colectivas, frente a las prácticas de despojo. 

Una memoria sin conmemoraciones, ni fechas, ni héroes, ni relato mítico, ni el imperativo de “no olvidar” si es una consigna sin cuerpo. Memorias múltiples, cuya historicidad desafíe lo que se estabiliza en cada época e irrumpa creando posibilidades nuevas.

Una memoria en femenino. Lo que aprendimos sobre cómo se ejercen las  violencias sobre los cuerpos como otra forma de la violencia política, de la violencia económica. Sobre cómo las mujeres y todos los cuerpos no hegemónicos, pagamos el costo de la acumulación originaria. 

Dice Pál Pelbart “Solo si dejamos de comportarnos con la historia como si fuéramos eunucos que la miran de modo castrador y castrado, que la vigilan para que de ella no salgan más que historias, solo si dejamos de ser esos guardianes impotentes, es que de ella podemos liberar en lugar de historias, acontecimientos”. Liberarnos del miedo en que se funda nuestro presente para saber dónde está hoy lo que amenaza la vida. 

Una memoria en acto, que en su hacer subvierta las relaciones de obediencia, que politice el cotidiano como politizamos las calles. Una memoria que nos enlaza con lo que antecede pero también nos liga a lo que vendrá, una conversación entre generaciones que –como dice Benjamin- nos señala que hemos sido esperados sobre la tierra. 

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