Anarquía Coronada

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Colectivo Situaciones: Obras completas

De lo posible se sabe demasiado: una introducción al Colectivo Situaciones // Facundo Abramovich y León Lewkowicz

Todo el ruido de lo ya pensado, impide la escucha del presente, de lo desconocido.

Henri Meschonnic

Hacer una lectura política quiere decir contextuarla en la ciudad, en la teoría de la ciudad en el sentido más amplio.

David Viñas

 

I

No es fácil pensar una época a través de una obra ni lograr que un texto le hable al presente. De este modo se puede comprender la dificultad que atraviesa el bienpensante de izquierda: en cuanto su tiempo no le brinda respuestas, la impotencia obtura la efectividad de su pensamiento. La eterna lógica de buscar en la historia lecciones –o errores de los que «aprender para no repetir”– es desafiada con el surgimiento de fenómenos imprevistos o situaciones de nuevo tipo. Quizás el problema no radique tanto en la selección de textos, sino más bien en nuestra hermenéutica: la “dificultad” se resuelve, en parte, en el modo como los lectorxs decidimos enfrentarnos a los textos.

II

Pueden señalarse, entonces, dos tipos de lectura: la lectura a la que recurren lxs eruditxs y acumuladorxs de información y, en la vereda opuesta, aquella que funciona como insumo habilitante de una lectura activa para las nuevas luchas.

Un archivo no puede entenderse sino como una derivación de estas formas de lectura. Así, por un lado, encontramos el museo inerte académico y, por otro, el archivo militante donde los conceptos y saberes de otras épocas pueden ser, también, parte del combate en el presente. Uno presupone el conocimiento como fin en sí mismo, el segundo, como búsqueda de nuevas aperturas colectivas.

Escribimos y publicamos esto en momentos en que el retroceso de los gobiernos progresistas en la región y, en particular, la brutalidad del gobierno de la Alianza Cambiemos nos obligan a revisar las dos últimas décadas en búsqueda de claves explicativas. La inauguración del nuevo milenio bajo las luchas contra el neoliberalismo pueden ser, en este contexto, un punto de partida esencial para quienes nos proponemos comprender y combatir nuestra actual coyuntura.

III

Aún más difícil es leer estos textos cuando el período de radicalización denominado “2001” (que podemos llamar, como Mariano Pacheco, De Cutral-Có a Puente Pueyrredón, 1996-2002) se presenta cada vez de modo más oscuro. Múltiples lecturas, demonizaciones y reivindicaciones se han hecho de esos años. En 2015, las campañas electorales de los distintos espectros políticos estuvieron basadas en el fantasma de “no volver” al 2001.

Entonces, ¿qué es esa cosa llamada “2001”?, ¿qué esa “cosa” hoy? Ante todo, “2001” como pregunta, como fantasma que resuena en los saqueos, en cada diciembre, en los piquetes, en las ollas populares, en los índices económicos, en las luchas, en el FMI, en los movimientos sociales, en el movimiento de mujeres, en los trueques, en los discursos securitistas, en el macrismo, en el -kirchnerismo. La apelación al “2001” fue una constante para ordenar o desordenar, ya sea desde los discursos de los gobiernos –y sus aliadxs– hasta por experiencias que, desde abajo, piensan cómo cambiar lo que hay.

IV

El Colectivo Situaciones es una de tantas experiencias que brotaron en este periodo. La época los lleva a abandonar la agrupación El Mate, surgida en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, para abocar sus esfuerzos militantes en las nuevas experiencias que surgían en la Ciudad de Buenos Aires y en la zona sur del Conurbano. En ese sentido, CS no fue una “patrulla perdida”, sino un diálogo permanente con heterogéneas experiencias y elaboraciones teóricas: MTD Solano, la coordinadora Aníbal Verón, H.I.J.O.S, Madres de Plaza de Mayo, ATE, CTA, MOCASE, MLN-Tupamaros, la Universidad Trashumante, la escuela Creciendo Juntos de Moreno, el zapatismo, Mujeres Creando, Grupo de Arte Callejero, Toni Negri, Miguel Benasayag, Luis Mattini, Rubén Dri, León Rozitchner, Suely Rolnik, Horacio González, Jacques Rancière, Silvia Rivera Cusicanqui, Colectivo Simbiosis Cultural, Raquel Gutiérrez Aguilar, Paolo Virno, John Holloway, Ignacio Lewkowicz, Mauricio Lazzarato, Peter Pál Pelbart, Mezzadra, Amador Fernández-Savater, Franco “Bifo” Berardi, Santiago López Petit, Spain en Blanc, el colectivo Precarias la Deriva, Editorial Traficantes de Sueños y tantxs otrxs. Dentro de esta red, se propusieron producir un pensamiento a la altura de la recomposición del movimiento popular luego de años de “democracia de la derrota”, donde, gobernara quien gobernara, el programa era el mismo. Son muchos los textos que forman parte del “Archivo Situaciones”. Cada uno de ellos fue escrito como un análisis concreto de situaciones concretas. Lo componen 14 libros, 67 artículos y declaraciones, 14 conferencias y entrevistas. Además, como toda obra, tiene sus derivas, sus continuidades por otros medios. Una de ellas –sin la cual no hubiera sido posible este archivo– es Tinta Limón Ediciones, que luego de más de 10 años sigue produciendo y editando, siendo un insumo cada vez más consultado por las nuevas y viejas generaciones que están en el ring por nuevas formas de vida.

 V

“Por ejemplo, la investigación militante. Bueno, es una investigación. Pero ¿cuál es el marco teórico? Qué sé yo: decime cuál es el problema, y después te digo qué podemos leer. ¿Y cuándo termina? No sé, depende de financiamiento, tengo financiamiento para estudiar movimientos sociales durante un año. Ahí dijimos: así no

En estos meses, ha sido extensa la bibliografía sobre cómo el macrismo surge interpretando el 2001. Sin embargo, se deja sin responder una serie de preguntas urgentes: ¿Qué 2001 leemos nosotrxs? ¿Cómo se piensa una política emancipatoria una vez que el Estado ya no es el centro que organiza el sentido de la sociedad (es decir, luego del pasaje de una “subjetividad ciudadana” a una “subjetividad de mercado”)? ¿Cómo podemos volver a pensar el Estado luego de que los gobiernos populares o progresistas hayan intentado reponerlo como centro de organización de las vidas? ¿Fue esa política eficaz o la disputa territorial con actores de nuevas escalas (narcotráfico, policía, punteros, iglesias) nos fuerza a pensar nuevamente nuestras luchas? ¿No nos sigue exigiendo 2001 un pensamiento más allá del Estado? ¿Acaso ya se cerraron las heridas infligidas por el 19 y 20?

Por eso interesa la obra de CS: permite una epistemología propia de las luchas actuales. El CS se define a sí mismo como un intento de realizar una “lectura ‘interna’ de las luchas, una fenomenología (una genealogía), y no una descripción ‘objetiva’”, ya que así el “pensamiento asume una función creadora, afirmativa” a partir de que “las luchas persisten y crecen, y eso es todo un punto de partida”. Una zona abierta, entonces, donde el “pensamiento abandona toda posición de poder sobre la experiencia de la que participa”. La figura del investigador militante, además, permite evadir las dos derivas estériles ya mencionadas: la del pensamiento académico que, lejos de aportar a las luchas emergentes, las utiliza meramente como “objeto de estudio” y la del militante ‘anti-intelectual’ que, sin rumbo, queda triste e impotente cuando la realidad no se transforma al ritmo de su voluntad. De alguna manera, el investigador militante plantea las preguntas que Deleuze señalaba en Foucault: “¿qué nuevo tipo de luchas hay, si es que hay?, ¿qué nuevo tipo de resistencia al poder?, ¿hay hoy en día, aquí y ahora, un rol particular que sería el rol del intelectual?, ¿qué significa aquí y ahora ser un sujeto?”. Podríamos agregar: ¿frente a qué poderes se lucha? y la pregunta sobre la vocación historizante (¿con qué otras experiencias, épocas y luchas dialoga?).

VI

Pensar y habitar una situación es un gesto radical en sí mismo: consiste en concebir cada momento de creación y experimentación por lo que tiene de novedoso para la vida estandarizada (en el sentido en que nos lleva “más allá”). Se trata de ver y re-valorizar la potencia actuante, de observar qué posibilidades se abren en el tiempo propio de crisis, es decir, en cada momento donde las premisas que organizan nuestras vidas caen. Situacional, aclara CS, no significa local, sino que “consiste en la afirmación práctica de que el todo no existe separado de la parte, sino en la parte”, aquel recorte espacio-temporal donde se elabora sentido.

De lo posible se sabe demasiado en varios sentidos: porque, por momentos, sabemos muy bien vivir de manera neoliberal, porque el llamado “leninismo” (quienes hablaron en nombre de Lenin), lejos de pensar en situaciones concretas, intentó aplicar el mismo esquema en diferentes experiencias (Partido, Vanguardia, Verdad-Programa, toma del Estado, etc.) y esa incapacidad se volvió a expresar en aquellos años. CS expresa una necesidad todavía latente: repensar las teorías y prácticas emancipatorias que no han sido eficaces. No se trata de una reivindicación utópica de “lo imposible”, sino de una operación que consiste en observar rigurosamente las aperturas. Si de lo posible se sabe demasiado, el desafío consiste, como afirman siguiendo a Badiou, en pensar como un “agujerear” el saber (lo posible-sabido) en –y de– una situación. 

VII

“¿Cómo habitar una época cuyas claves no terminamos de comprender?”, se pregunta el CS en Contrapoder (2000). Dieciocho años después nos persigue la pregunta: ¿qué contrapoderes están actuando, aquí y ahora? Contrapoder, dice Negri, es resistencia, insurrección y poder constituyente. Como lxs piqueterxs en ese ciclo de luchas, que “en plena tierra de nadie trabajan resistiendo el juego des-reglado para fundar nuevas consistencias sociales, políticas y culturales”. ¿Dónde se está desarmando el juego capitalista para afirmar y activar nuevas consistencias, un nuevo reparto de lo sensible?

La irrupción del movimiento de mujeres y disidencias sexuales, la actual CTEP, las nuevas experiencias sindicales, el surgimiento de ex-hijxs dan cuenta de que una nueva hipótesis estratégica no puede prescindir de una nueva “cartografía”. Parte de estas experiencias recientes merecen ser pensadas a la luz del período 2001: quizás las ollas populares de ayer explican el verde de hoy y al feminismo popular; quizás la única reconciliación posible sea entre H.I.J.O.S y ex-hijxs en busca de verdad y justicia; quizás los MTD puedan, aún hoy, alumbrar la actual experiencia organizativa para lxs trabajadorxs de la economía popular; quizás, sólo quizás, en la vieja CTA encontremos el germen de un nuevo sindicalismo de base.

 VIII

Si algo nos recuerda a aquella época, es la actual situación “defensiva-estratégica”, donde una modificación sustancial de las correlaciones de fuerzas en favor del bloque dominante implicaría una derrota de largo aliento para el movimiento popular. Por el contrario, la resistencia a la consolidación del proyecto neoliberal puede llevarnos a nuevas experimentaciones políticas y sociales.

En tiempos donde el “debate 2019” amenaza con eclipsar el conjunto de nuestras discusiones, el concepto de autonomía parece haber quedado en el fuego del pasado. Sin embargo, las preguntas que este envuelve no pueden ser rápidamente desechadas. No se trata de una reivindicación vacía que lleva a una rápida impostura anti-estatista, sino de una actualización para (y en) los días que corren. Prudencia y audacia en el pensamiento, en búsqueda de una nueva radicalidad social. Prudencia y audacia como armas contra el presente.

Son muchas las tareas que quedan pendientes para posibilitar una contraofensiva. He aquí este humilde aporte que es el Archivo Situaciones: un intento de poner sobre la mesa ciertas claves teóricas y prácticas que susciten nuevas preguntas en los años por venir.

Septiembre 2018


ARCHIVO SITUACIONES

Año 2000 y 2001

1 – Libro: Política y Situación. Diego Sztulwark y Miguel Benasayag. abr-00
2 – Declaración pública frente al golpe: Resistir es crear 24/03/2001
3  – Segunda declaración del colectivo Situaciones: Marines de los Mandarines  marzo/2001
4 – Cuaderno número 2: la experiencia MLN-Tupamaros. may-01
5 – Acompañar la resistencia y multiplicarla (A propósito de la represión en la provincia de Salta). 20/06/2001
6 – Libro: Cuaderno número 3: MOCASE. 01-sep
7 – Notas para la reflexión política (a propósito de la lucha piquetera) 20/09/2001
8 – Dossier: Borradores de investigación #02 sep-01
9 – Libro: Contrapoder nov-01
10 – La fuerza del ¡»NO»! Cuarta declaración del Colectivo Situaciones (sobre la insurrección argentina de los días 19 y 20)  25/12/2001

Año 2002

11 – Asambleas, cacerolas y piquetes.(Sobre las nuevas formas de protagonismo social) 12/02/2002
12 – Libro:  19 y 20. Apuntes para el nuevo protagonismo social abr-02
13 – Quinta declaración del Colectivo Situaciones. Ante el golpe en Venezuela. -Imperialismo e imperio- 13/04/2002
14 – Ante la salvaje represión ocurrida en la Argentina el día 26 de junio 26/06/2002
15 – Argentina, December 19th and 20th, 2001: A New Type of Insurrection. By Colectivo Situaciones sep-02
16 – Revista ContraElPoder. Entrevista al Colectivo Situaciones (Bs.As/Madrid Septiembre 2002) sep-02
17 – ¿Cerca de la revolución? sep-02
18 – Los efectos del diciembre argentino oct-02
19 – Cuaderno 5+1 Mesa escrache situaciones.  oct-02
20 – Anexo a la edición española: Sobre el Club del Trueque.Por el Colectivo Situaciones nov-02
21 – La sociedad paralela: una revolución en el desierto nov-02
22 – Libro: Hipótesis 891, más allá de los piquetes. (Colectivo Situaciones y MTD Solano)  nov-02
23 – Argentina Piquetera 30/11/2002
24 – Entrevista al Colectivo Situaciones[1]. Buenos Aires, (UTPREBA) dic-02

Año 2003

25 –  Carta a los compañeros del Colectivo Editor de DeriveApprodi 28/02/2003
26 –  Argentina. A través y más allá de la crisis mar-03
27 – Entrevista al cura Berardo mar-03
28 – The Shock of the New. An Interview with Colectivo Situaciones By Marina Sitrin 25/04/2003
29 – Causas y azares 18/05/2003
30 – De príncipes y velatorios. Bs-As. 12/09/2003
31 – Sobre el Investigador militantes (Para Canadá) (20/09/03)
32 – El silencio de los caracoles (Algunas hipótesis para conversar con los zapatistas, desde Buenos Aires, a diez años de su insurrección) 17/10/2003

Año 2004

33 – Algo más sobre la Militancia de Investigación 29/02/2004
34 – El carnaval de un poder destituido. Entrevista al Colectivo Situaciones. Por Sandro Mezzadra. jun-04
35 – De umbrales y lenguajes (Notas sobre la conflictividad post 19 y 20) 29/06/2004
36 – Política de las imágenes. Buenos Aires, 22 de septiembre del 2004. Diego Sztulwark y Verónica Gago 22/09/2004
37 – Libro: Universidad Trashumante. oct-04
38 – Agujero Negro (Cuaderno PRESAS) 07/12/2004

Año 2005

39 – Taller del maestro ignorante. MTD Solano y Colectivo Situaciones ene-05
40 – Altitude Sickness.Notes on a Trip to Bolivia*. By Colectivo Situaciones may-05
41 – Intuición y movimiento (Prólogo a Mujeres Creando) 01/06/2005
42 – Apuntes sobre Acá no… de Juan Pablo Hudson jul-05
43 – Blanco Móvil – en diálogo con el Grupo de Arte Callejero oct-05
44 – Entrevista al Colectivo Situaciones. Por Sandro Mezzadra. oct-05
45 – LA METÁFORA (SIN METÁFORA) DE CROMAÑÓN nov-05
46 – Libro: Bienvenidos a la selva dic-05
47 – Libro: Mal de altura. dic-05
48 – Diagrama argentino de la normalización: trama y reverso. 10/12/2005

Año 2006

49 –  Colectivo Situaciones y la “nueva gobernabilidad” latinoamericana. Entrevista en LaVaca 23/01/2006
50 – Notas sobre la noción de “comunidad” a propósito de Dispersar el poder feb-06
51 – ¿Hay una «nueva gobernabilidad»? 16/03/2006
52 – Por una nueva madurez de los movimientos. Por el Colectivo Situaciones. Texto leído en el Global Meeting. Venecia,  30/03/2006
53 – Entrevista a Maurizio Lazzarato: Gobierno del miedo e insubordinación. Por el Colectivo Situaciones jun-06
54 – Leer a Macherey (Hardt y C.S 2006) 01/07/2006
55 – Entrevista a Paolo Virno: La madurez de los tiempos: la actualidad de la multitud sep-06
56 – Preguntas para compartir (A propósito de la desaparición de Julio López) 23/10/2006
57 – Libro: ¿Quién habla? dic-06
58 – La construcción de un poder destituyente, para Página/12. 20/12/2006

Año 2007

59 – ¿La vuelta de la política? 13/02/2007
60 – Politizar la tristeza 13/02/2007
61 – Carta a nuestras hermanas Sonia y María 17/05/2007
62 – Un devenir pos-humano. Entrevista a Franco Berardi «Bifo» Octubre-2007
63 – Postscript. Diálogo entre Alice Creischer y el Colectivo Situaciones.(Berlín – Buenos Aires) 10-octubre-2007

Año 2008

64 – Introducción a “Politizar la tristeza” (Para Barcelona) jun-08
65 – Anotaciones para compartir en El Levante. Rosario. 20/09/2008
66 – Libro: Un elefante en la escuela. Pibes y maestros del conurbano nov-08
67 – Palabras previas a Los ritmos del pachakuti, Raquel Gutierrez Aguilar nov-08
68- Entrevista a Peter Pál Pelbart. Cuando uno piensa está en guerra contra sí mismo… Por el Colectivo Situaciones. En Filosofía de la deserción dic-08

Año 2009

69 – Romanticismo (Respuesta a Grimson) 13/05/09 13/05/2009
70 – Cartografías disidentes (28.5.09) 28/05/2009
71 – Video: Entrevista Situaciones https://vimeo.com/36570490 ago-09
72 – Libro: Inquietudes en el impasse. sep-09
73 – Libro: Conversaciones en el impasse. sep-09
74 – Conferencia: “Inquietudes en el impasse a partir de la situación latinoamericana”- 10/12/2009

Año 2010

75 – Entrevista a Jacques Rancière: “Desarrollar la temporalidad de los momentos de igualdad” por el Colectivo Situaciones. En Noche de los proletarios mar-10
76 – Conferencia en Granada: «La investigación militante en el impasse». 05/03/2010
77 – ¿Nostalgia del presente? Por Verónica Gago y Diego Sztulwark may-10
78- El campo minado del bicentenario. Por el Colectivo Situaciones  18/05/2010
79 – Educación liberadora: pedagogías críticas, colectivas y dialógicas. Riobamba, Ecuador (Verónica Gago y Diego Sztulwark) 20/10/2010
80 – Entrevista del Colectivo Situaciones para Radio La Tribu dic-10
81 – De aperturas y nuevas politizaciones. A propósito del fallecimiento de Néstor Kirchner 06/12/2010

Año 2011

82 – De chuequistas y overlockas. Una discusión en torno a los talleres textiles (Colectivo Simbiosis y Colectivo Situaciones) abr-11
83 – Notas de la coyuntura argentina 01/12/2011
84 – Después del neoliberalismo. A 10 del 2001. dic-11

Año 2012

85 – Manifiesto de infrapolítica. El pasaje de las micropolíticas de la crisis a las del impasse. Verónica Gago y Diego Sztulwark 10/01/2012
86 – Discutir la Multitud: Cacerolas bastardas 01/09/2012


Año 2013

87 – Por una política más allá de la “vuelta” a la política. Entrevista a Mario Santucho abr-13

Algunos artículos sin fechar

88 – Notas sobre el posneoliberalismo en Argentina. Por Verónica Gago y Diego Sztulwark (Colectivo Situaciones)
89 – La ambivalente relación entre la lucha de los movimientos y la nueva gobernabilidad latinoamericana. Artículo a Jungle Word.
90- La crisis, el protagonismo social y la investigación militante.Notas en el impasse. Por Diego Sztulwark, Verónica Gago y Sebastián Scolnik (Colectivo Situaciones)
91 – ¿Postneoliberalismo?
92 – Segundo intercambio con Espai en Blanc
93 – Artículo para Common
94 – Situaciones por Situaciones para LaVaca
95 – Tres afirmaciones sobre nuestra militancia
96 -Movimiento y autonomia

“La situación de Venezuela puso en su lugar a los revolucionarios de manual” // Entrevista a José Duque

Por Mariano Pacheco

“Estamos en un momento en que ya se hace urgente e inevitable hacer un recuento de lo que hemos hecho como pueblo y como sociedad”, subraya José Roberto Duque, periodista y escritor venezolano, en esta entrevista con revista Zoom.

Me interesa comenzar esta conversación poniendo el foco en una afirmación (“estamos en guerra y en revolución”), que aparece en tu libro, para relacionarla con la consigna chavista de “Socialismo del siglo XXI”, para desde allí proponerte pensar en aquello que, en su libro “Sobre la Revolución”, Hannah Arendt dice respecto del Siglo XX. A saber: que no puede pensarse el siglo XX sin tener en cuenta los conceptos (y las experiencias) de guerra y de revolución. El siglo XXI de algún modo se caracterizó por iniciarse con un discurso de fin de la historia, fin de las guerras y fin de las revoluciones. Pero el alzamiento zapatista en México (1994)y la emergencia del proceso bolivariano en Venezuela (triunfo de Chávez en 1999, a una década del “Caracazo”) dieron cuenta de lo efímero del discurso del fin de la historia, así como las agresiones desatadas por EE. UU contra Irak (1991)  dieron cuenta de lo efímero del discurso del fin de las guerras. ¿Qué pasa con la revolución? Pocos o casi ninguno de los denominados “gobiernos progresistas Latinoamericanos se refirió a sí mismo como “Revolución”. Pero la Venezuela Bolivariana sí.

¿Qué hay de guerra, qué hay de revolución, entonces, en el proceso venezolano?

La guerra es la situación más obvia que tenemos acá ahora, y no sería honesto restringir esa conclusión a lo que ocurre en Venezuela, es una situación planetaria. En algunos países esa situación es más evidente y dramática que en otros, pero es obvio que esta generación asiste a un momento de confrontaciones bastante duras y con objetivos físicos y simbólicos muy claros: desde las simples movidas geopolíticas, que en ajedrez vendrían a llamarse “posicionales”, hasta el control efectivo y violento de territorios y recursos. El gobierno de Estados Unidos ha dicho que derrocará por cualquier vía al gobierno de Venezuela, ya eso es una declaración de guerra. Pero incluso ya sin esa declaración palmaria y directa tenemos noticias del despojo de recursos y entidades por parte de Estados Unidos y sus satélites, tenemos unos preparativos de intervención armada desde Colombia y media docena de planes invasores y magnicidas, descubiertos y derrotados: eso se llama estar en guerra.

Las evidencias de que en Venezuela existe una Revolución en marcha trascienden el ámbito de la acción gubernamental. Es decir, los países no necesitan que su gobierno declare que es revolucionario para comprobar que está ocurriendo una Revolución. Si forzamos un poco el análisis y lo emparentamos con el modo de acercarnos a la evidencia de la guerra, pudiera decir que en todo el planeta hay una Revolución en marcha, con distintos grados de desarrollo según los países y regiones. Al final, las revoluciones no las hacen los gobiernos sino los pueblos, y no las propicia una vanguardia sino un estado de cosas. Caso concreto de Venezuela: Estados Unidos quiere hacer colapsar el tipo de sociedad que el mismo Estados Unidos impuso acá, y esa misión coincide con la misión de los revolucionarios. Los dos bandos en pugna hacen esfuerzos para alcanzar el mismo objetivo: el colapso de un modo de vida. Es tan peligroso como fascinante. Es una situación de crisis revolucionaria.

 

En la gacetilla de prensa de la editorial Tinta limón, con la que se promociona tu libro en Argentina, puede leerse: “En el mapa político llamado Revolución Bolivariana el autor se define como un defensor del proceso que sostiene al chavismo en el poder pero no sujeto a líneas oficiales o partidistas”. Teniendo en cuenta cierto peso que el stalinismo tuvo en la intelectualidad de izquierda Latinoamericana y el camino recorrido por el chavismo en estas ya dos décadas de existencia: ¿Cómo caracterizarías la relación entre chavismo e intelectualidad crítica venezolana?

Como suele suceder cuando se producen situaciones de conmoción real y radical en el sistema de costumbres, cuando hay un estremecimiento en las zonas de confort y en la apacible cotidianidad o “normalidad”, la revolución que ocurre suele desbordar la paciencia y la capacidad de análisis y de resistencia de algunos sujetos. Muchos intelectuales de izquierda parecen muy radicales en el discurso, pero su modo de vida es más bien pequeñoburgués, acomodado o alejado del pueblo que sufre. Como la gente no es lo que dice sino lo que hace, la situación venezolana ha puesto en su lugar a muchas luminarias que invocaron y teorizaron sobre una revolución de manuales y libros durante décadas, y ahora se espantan ante la dureza de una Revolución de verdad.

En un mundo cada vez más tomado por la lógica de la instantaneidad (redes sociales, frases cortas, primacía de la imagen por sobre la palabra), me interesa conocer tu punto de vista respecto del trabajo que implica escribir un libro como el que recientemente publicaste.

Lo que seduce o invita a leer no es la frase corta, es el sabor y la magia con que la escribes. Estoy convencido de que el interés por las largas lecturas no ha desaparecido, al menos no por culpa de la pereza mental de los lectores. Creo más bien que hay demasiados autores pesados, discursos insufribles, análisis pretendidamente densos que, al diseccionarlos, no son profundos ni importantes sino simplemente aburridos. Hay autores capaces de hacerte bostezar incluso en una entrega o trino de Twitter. La captación de nuevos, interesados e interesantes lectores la logra el esfuerzo de quien escribe, no la capacidad o disposición de los lectores para seguirte. O escribes para una élite de momias, habitantes de catacumbas seudofilosóficas, o escribes para el pueblo que desea y entiende propuestas de lectura terrenales, callejeras y musicales. Esta generación no es floja ni propensa a las lecturas superficiales (y muchas lecturas cortas no lo son), sino que hay autores que, sencillamente, no provocan leer.

¿Cómo vivís este doble trabajo que implica escribir un libro y ponerlo a circular, pero también, escribir un libro en el que –como sucede en “Cómo fue que la historia nos trajo hasta aquí”– se busca inscribir la actualidad en su historicidad?

Creo que es un solo trabajo, no dos: estás incrustado inevitablemente en un mundo actual, sobre el que tienes muchas cosas que decir, y no puedes decir nada interesante sobre esa actualidad si no volteas a ver qué te trajo a este momento.

Por último: el libro salió en un contexto de pandemia mundial. ¿Alguna reflexión que quieras compartir al respecto? Sobre el modo en que Venezuela enfrenta esta situación, o las implicancias que el virus trae a la realidad actual de la humanidad.

Al principio me invitaste a reflexionar sobre dos asuntos en marcha en Venezuela: guerra y revolución. Hay un tercer asunto que completa el panorama y el carácter de este tiempo, tal vez porque es la consecuencia lógica de los dos anteriores: el colapso. Con los síntomas del colapso hemos vivido varias veces los venezolanos durante este siglo, pero esos síntomas no se habían instalado en nuestra cotidianidad con la potencia con que los vivimos ahora mismo. La pandemia ha hecho que el proceso o la sensación de colapso sea más patente, más opresiva e incluso más dolorosa. Aunque en Venezuela no tenemos la situación dramática de otros países del entorno, respecto a los efectos o estragos del Covid 19 (altísima mortalidad, sensación de desamparo médico o sanitario, desinterés o negligencia de las autoridades respecto a la pandemia) estamos en un momento en que ya se hace urgente e inevitable hacer un recuento de lo que hemos hecho como pueblo y como sociedad. Es un buen momento para un libro que busca hacer precisamente ese ejercicio. Esto último parece una declaración un poco oportunista y cínica, y seguramente lo es. Porque no es hora de fiestas ni celebraciones, sino de ajustarnos el cinturón y saltar hacia otro tipo de relación de la especie humana con el planeta.

en Revista Zoom

Diálogos: La ofensiva sensible [Episodio 1] // Sztulwark – Horowicz

Primera de una serie de piezas audiovisuales que produjimos Caja Negra Editora en alianza con Fiørd tomando como punto de partida LA OFENSIVA SENSIBLE, el libro de Diego Sztulwark que publicamos a fines del año pasado. A partir del diálogo del autor con otrxs autorxs buscaremos expandir y profundizar las premisas del libro, confrontarlas con la coyuntura y con otras lecturas y conceptos. En esta oportunidad, el invitado es el historiador y ensayista Alejandro Horowicz, autor de libros como «Los cuatro peronismos» y «El huracán rojo». Los límites del progresismo, el propio malestar como índice de verdad histórica, la situación actual en Chile, la diferencia entre el peronismo como populismo y como plebeyismo, son algunos de los ejes sobre los que trabajaron. Esperamos que les guste y aspiramos a que sea la primera emisión de CAJA NEGRA TV.
 
Idea y realización: Fiørd Estudio
Música: Países Bajos (gentileza de Priusdiscos)
Muebles y escenografìa: Gonzalo Arbutti

La institución de lo común: ¿un principio revolucionario para el siglo XXI? // Entrevista a Pierre Dardot y Christian Laval

En Común. Ensayo sobre la revolución en el siglo XXI (2015), el filósofo Pierre Dardot y el sociólogo Christian Laval definen el principio de lo común como una actividad experimental e instituyente de autogobierno, profundamente democrática, capaz de crear dinámicas sociales, políticas y económicas opuestas a la racionalidad neoliberal. Previamente, habían estudiado esta racionalidad, en términos de gubernamentalidad, en La nueva razón del mundo. Ensayo sobre la sociedad neoliberal (2013), y después la analizaron en la coyuntura de su reconstrucción poderosa, luego de la crisis financiera de 2007, en La pesadilla que no acaba nunca. El neoliberalismo contra la democracia (2017). Inspirados por la puesta en marcha del principio de lo común en numerosas experimentaciones políticas y contestatarias actuales, dispersas en el mundo, los autores inscriben su idea de un comunismo de los comunes en una renovación crítica, transectorial y cosmopolítica del comunismo y de la izquierda.

Común en singular y comunismo

Patrick Cingolani (PC) y Anders Fjeld (AF): En Común. Ensayo sobre la revolución en el siglo XXI, ustedes insisten en la importancia de definir lo común en singular, como principio político transversal con respecto a las luchas actuales, como aprehensión institucional de bienes comunes y como dinámica emancipadora frente al neoliberalismo. Una cuestión central es la del comunismo, en lo que se refiere a sus orígenes, sus formas diferentes y su destino en el siglo XX. Su último libro, La sombra de Octubre1917-2017 (2017), profundiza en esta reflexión. Para empezar, ¿podrían explicar su insistencia en el singular de lo común? Y, partiendo de allí, ¿podrían explicar cómo intervienen ustedes en la tradición comunista para repensar las luchas actuales y la cuestión de la emancipación hoy?

Pierre Dardot (PD): La referencia al plural, los comunes, era de uso corriente cuando publicamos Común, en su versión francesa, en 2014; incluso bajo la forma de bienes comunes. En cambio, el uso del singular era raro, para no decir inexistente. Ahora bien, no insistimos en el singular para oponerlo al plural, sino para aclarar la relación entre el singular y el plural. Lo que realmente nos interesaba en nuestra arqueología de lo común era tratar de ver cómo un principio atraviesa las luchas actuales. No buscamos superponer, de manera artificial, un principio metafísico a las situaciones que conocemos, que vivimos, sino, al contrario, identificar un principio que parecía estar funcionando en las experimentaciones más interesantes alrededor de la cuestión de los comunes. Fue, sobre todo, a partir de los movimientos de las plazas —y por tanto de los comunes urbanos— que nos planteamos la cuestión de la definición de este principio, y nos dimos cuenta de que había allí algo muy profundo. Para retomar la expresión de los españoles del movimiento del 15M, había una reivindicación de “democracia real”, en el sentido de una democracia que se pretendía y que se decía “verdadera”, en oposición a la democracia representativa, sospechosa de disimular los intereses de una oligarquía. Esto se retomó después en diferentes movimientos, hasta el del parque Gezi, en Turquía.

Cuando estábamos elaborando el libro, teníamos presente todos estos ejemplos, que todavía estaban bastante vivos, con prolongaciones diferentes. Paralelamente, afrontábamos todas las dificultades de propagar tal movimiento en Francia. Me acuerdo de mítines de 150 personas en la plaza de la Bastilla, cuyo fin era emular, en el espíritu de sus iniciadores, lo que pasaba en España. Era un fiasco, en parte por razones que tienen que ver con la situación francesa, obviamente. Pero también por el hecho de que no es posible repetir nada de forma pura y simple; porque no se puede proyectar algo, como si fuera una receta, sobre una situación nacional, completamente particular.

Es importante subrayar estas experiencias porque, contrariamente a los que consideran que lo común sería para nosotros un principio metafísico, nuestra intención nunca ha sido reconectarnos con la herencia de la metafísica occidental para identificar una suerte de principio superior que permitiría juzgar o condenar, según tal o cual situación, una experimentación, sosteniendo que no se ajusta al principio de lo común tal como este fue postulado en su sentido original. Al respecto, insistimos en que se trata de un principio “meta-institucional”. “Meta-” no debe entenderse en el sentido de “por encima”, sino como algo que está en obra en la experimentación de nuevas instituciones. Consideramos, fundamentalmente, que los comunes son instituciones, en un sentido amplio que se inspira más en Cornelius Castoriadis (1975), que en una sociología de lo instituido. Estas instituciones de los comunes se experimentan hoy a gran escala. Aunque a menudo se trata de experimentaciones locales y situadas, tienen, no obstante, un alcance que va más allá de tal o cual población; un alcance que, con frecuencia, es inmediatamente mundial. La articulación que planteamos entre el singular y el plural se encuentra ahí, en esta relación entre los comunes institucionales y el principio que los anima desde el interior y que llamamos el principio meta-institucional de lo común.

Nosotros sustantivamos lo común, pero nos mantenemos muy atentos a no absolutizarlo, lo cual sigue siendo un gran riesgo. La tradición en Francia ha sido no sustantivar y más bien relegar lo común al rango de un adjetivo, y, entonces, hablar de los “bienes comunes” o del “bien común” (siendo este último un tópico de la filosofía política desde Aristóteles). Además, “los comunes” se han basado, sobre todo, en un enfoque de tipo económico y jurídico —los dos son a menudo mezclados— que nos parece reductor porque pone el acento sobre las propiedades o las características de ciertas cosas y no sobre la dimensión de la actividad. Si nos pareció tan importante definir este díptico entre lo común y los comunes fue, en efecto, para insistir en la dimensión de la actividad instituyente.

Christian Laval (CL): El uso teórico de lo común, en singular, proviene del trabajo de Michael Hardt y Antonio Negri, que son los primeros en promover este concepto en la década del 2000, a partir de la publicación de su libro Imperio (2002). Fue en nuestro intercambio con Negri, con su grupo y con sus amigos, en el marco de un seminario en el Collège International de Philosophie, y por medio de una relación a la vez amigable y conflictual en el plano teórico y político, que desarrollamos nuestra propia concepción. Nuestro primer libro en común, Sauver Marx? (2007), está efectivamente dedicado a la crítica de los trabajos de Hardt y Negri. Lo más curioso es que fue el propio Negri quien vino a buscarnos para hacer un trabajo con nosotros. Sin duda sabía que no íbamos a ser sus discípulos, y desde entonces los caminos, en efecto, se han bifurcado. Nuestra concepción de lo común está muy ligada a la institución y a la praxis instituyente, mientras que, por el lado de la corriente post-operaista de Negri,3 lo común es comprendido como una producción espontánea. Si Negri dice que nunca hemos estado tan cerca del comunismo, es porque ve que en las multitudes se desarrollan múltiples formas de interconexión, de commoning. El problema es que no tiene en cuenta la creación institucional, el acto de institución.

Esto nos lleva a la pregunta sobre el comunismo, que al mismo tiempo nos acerca y nos separa de Negri. Nos une el hecho de volver a poner la cuestión de lo común en el centro de esta pregunta. Curiosamente, la tradición comunista no ha dicho gran cosa sobre lo común. Siempre lo ha remitido rápidamente a la propiedad colectiva de los medios de producción y nada más. En los raros casos en los que los teóricos comunistas, como Lenin, han intentado definir lo común, ha sido para enunciar despropósitos del tipo “todo es común, incluso el trabajo”. Esto es, por cierto, extremadamente inquietante si uno piensa en el hecho de que Lenin lo pronuncia al comienzo de los años 1920, bajo el comunismo del periodo llamado “comunismo de guerra”. Uno tiene la impresión de que Lenin está hablando de un Estado que puede apoderarse de todo.

De todas formas, es curioso parecer ser los pioneros de una investigación que consiste en preguntarse qué quiere decir realmente “lo común”, lo que ha sido en la historia, las formas que ha tomado. Reinventar el comunismo, intentar pensar el comunismo hoy, es para nosotros indisociable de una interrogación sobre las formas que lo común ha tomado durante siglos. También notamos que el término mismo tiene una increíble riqueza significante. Había que sacarla, no para encontrar ahí una suerte de origen sagrado, donde todo se encuentra ya en el término mismo, sino para ver por qué este término ha tenido diferentes destinos y por qué se halla en el corazón del léxico político hoy, y durante siglos, en expresiones como comunidadcomunacomunismo, etcétera.

PD: El término “comunismo” se utiliza con demasiada frecuencia con una suerte de connivencia retórica, como si hubiera una significación común para todos sus usos. Es por esta razón que hemos querido mostrar, en particular en La sombra de Octubre, que cada vez que se habla de comunismo hay un entendimiento previo y particular de la naturaleza de lo común. Existe el comunismo de la comunidad, de 1830 a 1840, donde lo común se entiende como común de vida, un común moral, espiritual. La obligación es impuesta desde arriba, por el conjunto de la comunidad, a cada uno de sus miembros individualmente. Luego está lo común del que habla Marx, que es ante todo un común de producción, en el sentido de un común producido por la dinámica objetiva del capitalismo. Y está lo común del comunismo de Estado, que no es un común de producción, sino sobre todo un común estatal (y evidentemente no un común político, en el sentido en que lo entendemos nosotros). En la perspectiva del comunismo de Estado, es del común estatal que se deriva el establecimiento de los medios de producción. Hay que recordar que para Lenin, es el Estado el que debe establecer todo. En primer lugar, debe establecer el capitalismo en toda Rusia para lograr que el país pueda, de alguna manera, ponerse al día. Dicho de otro modo, debe hacer que se desarrolle en Rusia lo que se ha llamado la acumulación primitiva, pero bajo la dirección directa del poder de Estado, lo que implica una asignación totalmente autoritaria y terrorífica de la fuerza de trabajo, sobre todo a partir del periodo 1932-1934. Esta idea según la cual la actividad del trabajo debe ser la propiedad del Estado es algo que nunca se encuentra en Marx.

La naturaleza de lo común para nosotros, y de lo que llamamos el “comunismo de los comunes”, no es para nada la misma que se presenta en estas tres formas anteriores del comunismo.

Democracia, identidad y frontera

PC y AF: Una recuperación del sentido de la democracia es decisiva en su teoría de lo común. En La pesadilla que no acaba nunca, dicen: “Si, como creemos, el contenido de [la alternativa al neoliberalismo] no puede ser otro que el de la democracia llevada hasta sus límites, la elaboración de la alternativa debe consistir en la experimentación de tal democracia, es decir, en la experimentación de un común político” (2016 [2017], 225). ¿Esta idea de democracia no corre el riesgo de encontrarse atrapada entre una determinación negativa, ligada a la crítica del carácter antidemocrático del neoliberalismo, y una determinación derivativa de lo común, como si esta no fuera más que un corolario del principio de lo común? Para ustedes, ¿la democracia y lo común forman una suerte de alianza inherente e irreductible hasta el punto de hacerse indistinguibles, o hay diferencias, con tensiones posibles, en la forma de prácticas y orientaciones que pueden divergir? Partiendo de la teoría de lo común, ¿cómo pensarían ustedes estas dimensiones que son tan centrales en la concepción que elabora Jacques Rancière de la democracia: la conflictividad, la ambigüedad de las identidades y la incertidumbre de las fronteras?

PD: Bajo nuestra perspectiva, entre lo común y la democracia hay una identidad pura y simple. El principio de lo común no es otro que el principio del autogobierno, es decir, el principio de la democracia. Entonces, no hay la más mínima diferenciación para poder pensar en términos de tensión. Esto es decisivo en nuestra reflexión. Dicho esto, podemos distinguir la democracia como régimen, como principio y como experimentación.

Evidentemente, la democracia como régimen no se puede reducir a la elección de los dirigentes por parte de los ciudadanos. Esa es la acepción en extremo pobre, insulsa, en la que ha caído el término, en especial bajo la influencia del neoliberalismo. Nosotros oponemos la democracia a esta acepción y, al contrario de Rancière, nos parece completamente admisible hablar de la democracia como régimen. Pero hay que precisar sus condiciones y darle contenido. La regla de alternancia, según la cual cada uno debe ser, por turnos, gobernado y gobernante —que Aristóteles define en la ciudad antigua—, nos parece absolutamente fundamental. No hay democracia como régimen si no existe el respeto práctico de esta regla, así como la de la rotación de los mandatos, la de los principios constitutivos de lo que se llama el Estado de derecho, la de la división de los poderes, la de la independencia de la rama judicial; todos elementos evidentes que Castoriadis ha recordado de manera reiterada.

  • 4 “Nuit debout” hace referencia a un conjunto de manifestaciones contra la reforma de las leyes del t (…)

Luego, están la democracia como principio —principio de autogobierno— y la democracia como experimentación del principio de lo común. Aunque haya sido muy efímero, y con formas a veces extremadamente limitadas, consideramos, no obstante, que Nuit Debout4 fue una experiencia de puesta en práctica del principio de lo común a escala de un común político, esencialmente urbano.

CL: La pregunta presupone que nuestra idea de democracia está desarrollada de manera demasiado parcial, porque partiría de una determinación negativa. En efecto, en Común, después de La nueva razón del mundo, mostramos cómo el principio de lo común —que anima experimentaciones, luchas y movilizaciones— emerge precisamente contra el neoliberalismo. Pero para nosotros, esto no es para nada la marca de una debilidad de lo común. De manera muy curiosa, y de pronto al mismo tiempo muy lógicamente, es en las formas explícitas de oposición al neoliberalismo donde se encuentra la temática de los comunes, y es a partir de esta oposición que se puede establecer un análisis del contenido político de la reivindicación de los comunes. En este sentido, la oposición al neoliberalismo no concierne meramente a los principios económicos y políticos (como la manera de revitalizar la economía, el lugar del Estado, etcétera). En el altermundialismo y la ecología política, el neoliberalismo es criticado por su puesta en crisis sistemática y profunda de la democracia, incluso en sus formas más limitadas como la de la democracia liberal y representativa. La oposición efectiva al neoliberalismo implica la reivindicación de una democracia real, y esto es lo que para nosotros forja la identidad entre la democracia y lo común.

Nos apoyamos en un texto famoso de Naomi Klein, “Reclaiming the Commons” (2001) [Reclamando los comunes], donde después de Seattle, y en el momento del primer Foro Social Mundial de Porto Alegre, intenta definir el sentido del altermundialismo. Describe al neoliberalismo como una vasta empresa de apropiación no meramente de recursos naturales sino también de las condiciones sociales y políticas de la vida en común. Al instante, los comunes aparecen, entonces, como una respuesta a la racionalidad neoliberal. Estas formas alternativas se plantean como instituciones democráticas. No es una invención de nuestra parte; es lo que hemos observado en las grandes movilizaciones de las ciudades, en las ocupaciones de las plazas, en todos los lugares donde la cuestión de la democracia se ha planteado de manera muy explícita, no en un sentido que es de entrada teórico, sino práctico. Aunque hay a veces formas ingenuas y muchos impasses, en el fondo las movilizaciones de los últimos años y los movimientos de las plazas plantean de manera práctica la cuestión de lo que es una democracia real.

PD: En lo que concierne a la cuestión de la desidentificación y de la conflictividad, no tenemos ningún desacuerdo con Rancière. Pensamos la democracia como un principio conflictual, y nunca hemos contemplado la idea de hacer de lo común algo del orden de un consenso pacificador. Por el contrario, la conflictividad está presente en todas las experimentaciones que se han hecho; basta mirarlas. Para nosotros, no hay política como actividad sin conflictividad.

En cuanto a las identidades, en efecto puede haber aquí o allá ambigüedades con respecto al tratamiento de esta cuestión, o de hecho, su no-tratamiento, incluso tal vez una ceguera ante la cuestión de la identidad entre los que participan en las experimentaciones de lo común. Pero lo importante es entender que los comunes no corresponden, en general, a comunidades cerradas, o de pertenencia, lo cual se ve bien en las experimentaciones de hoy y en las de hace unos años. Incluso los comunes urbanos, por ejemplo, las ocupaciones en Italia, no responden a la experiencia clásica de las okupas. Hay edificios que están ocupados, pero se presenta también, inmediatamente, una apertura hacia la ciudad, tanto en Italia como en Quebec. Lo que nos interesa de la cuestión de la identidad es la manera en que los límites institucionales son reglas, sin ser fronteras; límites que no son fronteras. Aun en los comunes habituales y tradicionales, que se reinventan en la lucha contra la oligarquía neoliberal, hay a menudo —no siempre, sino a menudo— un tratamiento de la cuestión de la identidad que no es identitario, como en el caso de los Mapuche. En sus luchas actuales, en Argentina, así como en Chile, dado que viven en los dos lados de la frontera, hay una defensa de su identidad cultural que, sin embargo, no procede de una lógica identitaria. No es el caso en todos lados. No lo es, por ejemplo, en Bolivia, donde hay, por el contrario, comunidades que adoptan una dimensión de comunidad de pertinencia bastante cerrada. No obstante, hay comunes tradicionales que se reinventan en la oposición al neoliberalismo, como una forma de reinstitución, en un sentido democrático.

Lo común, el Estado y el servicio público

PC y AF: La nueva razón del mundo analiza la degradación neoliberal del Estado y de sus servicios, que están sometidos a los principios de competencia y de rendimiento, a la maximización de los resultados. El libro presenta una crítica de la colonización neoliberal del Estado. En Común, ustedes separan claramente lo común de lo estatal, y en un subtítulo, de hecho sostienen que “hay que liberar lo común de su captura estatal”. Paralelamente, esbozan algunas pistas de lo común, en especial en el sector asociativo, insistiendo sobre el carácter decisivo de la acción colectiva y, por consiguiente, de lo político. Ahora bien, nos parece que aquí se presenta una tensión entre dos figuras de lo social, una estatal y otra no-estatal, lo que parece confirmarse cuando vuelven sobre estas cuestiones en sus propuestas políticas al final del libro. Mientras parecen mantener la relación entre el Estado y el servicio público —donde se da prioridad al ethos del profesional de la “mano izquierda” del Estado—, quieren, al mismo tiempo, abrir el servicio público a los ciudadanos y a una democracia participativa efectiva. Sin embargo, ¿sería esto suficiente para superar a la vez la colonización neoliberal del ethos profesional y el endurecimiento burocrático? ¿Hasta qué punto puede el ciudadano ser un actor del servicio público? ¿No sería también lo común una forma de subversión de la relación saber/poder y, por lo tanto, de cierta identidad del profesional y de las relaciones instituidas alrededor de él? ¿Cómo relacionan dicho servicio público con lo asociativo, que, según ustedes, debe preparar la sociedad de lo común, pero al mismo tiempo está atrapado en los mecanismos de depredación mercantil de las nuevas formas de la socialización?

CL: Después de proponer una crítica de la racionalidad neoliberal en La nueva razón del mundo, efectivamente intentamos pensar, en Común, los tipos de alternativas que se presentaban en el campo político, así como en el campo social y económico. Nos pareció muy notable que a la sociedad de competencia generalizada impuesta por el neoliberalismo —que despoja a los individuos y a las colectividades de todo control sobre sus propios destinos y dinámicas— se opusiera otra forma de relaciones humanas, sociales y políticas fundadas sobre la puesta en común y sobre la elaboración colectiva de sus reglas. Es importante subrayar, por un lado, la inseparabilidad entre la manera de pensar las relaciones entre la gente en las actividades que llevan a cabo, y, por el otro, la elaboración colectiva de las reglas que rigen esta puesta en común. En este sentido, el principio de lo común no es precisamente un principio sectorial. No es un principio que se aplicaría sólo a la economía social y solidaria, o a los servicios públicos, o a las cooperativas, o de manera exclusiva a otras formas de experimentación. Es un principio transversal.

Así pues, nuestra pregunta, que podemos llamar estratégica y que aparece en particular bajo la forma de propuestas finales en el libro Común, es cómo este principio político de lo común puede avanzar, desplegarse, desarrollarse en los diferentes sectores sin privilegiar a ninguno. Esto se opone a dos visiones sectoriales típicas de ciertas izquierdas: una izquierda estatal y una asociativa. Existe, por un lado, y conformemente a una vieja figura de la izquierda, encarnada a fines del siglo XIX por Paul Brousse —que creía que todo debía volverse servicio público, que todo debía volverse Estado—, una izquierda que piensa la transformación social en términos del desarrollo de los servicios públicos y que piensa, entonces, la socialización como una extensión de la esfera del Estado, incluso como una apropiación de los medios de producción por parte del Estado. Es un rótulo muy típico de la izquierda francesa, obviamente ligado a la historia de Francia. Por el otro lado, existe lo que a veces se llama la “segunda izquierda”. Esta ha pensado el desarrollo de la autogestión y de otras alternativas al capitalismo bajo la forma de la asociación, la cual podría volverse un “tercer sector” entre el mercado capitalista y el Estado. El socialismo se desarrollaría, así, mediante una extensión progresiva de la economía social y solidaria, que contendría en sí misma los principios clave del socialismo.

Intentamos superar estas visiones sectoriales del socialismo —la versión estatal y la versión asociativa— al pensar lo común como un principio que debería encontrar en cada sector sus modalidades de desarrollo. No partimos de cero, no hacemos tabula rasa. En el sector asociativo, que hoy se llama economía social y solidaria, hay elementos y gérmenes de desarrollo de lo común. Muchos actores del sector —opuestos a la tendencia neoliberal, bastante fuerte hoy en día, que busca la transformación de dicho sector en emprendimiento social— recurren a los comunes precisamente para encontrar en su propio campo un sentido político más claro y más potente para su acción. Es lo que llaman los “comunes sociales”. Se trata de una reinterpretación política de la economía social y solidaria que coincide completamente con lo que acabamos de decir sobre la manera en que hoy toma forma la alternativa al neoliberalismo.

También observamos que los servicios públicos, en su historia y en sus propios principios, contienen componentes que remiten al principio de lo común, aunque hayan sido desviados y capturados por formas burocráticas. Nosotros intentamos mostrar cómo los servicios públicos pueden ser tratados como servicios e instituciones de lo común, justamente porque se trata, a escala de una sociedad, de una puesta en común de recursos, de tiempo, de medios diversos, ya sean materiales o inmateriales; es decir, de una puesta en común de medios destinados a satisfacer necesidades fundamentales a través del uso colectivo de los recursos.

En la actualidad, los servicios públicos están evidentemente dominados por las burocracias y las oligarquías neoliberales, lo que se corresponde con lo que hemos llamado la transformación neoliberal del Estado. Por lo tanto, no se trata, para nosotros, de sólo defender los servicios públicos. De ahí nuestra crítica a Pierre Bourdieu, quien, a partir de 1995, pensaba que la prioridad era hacer esta defensa, y que esta debía constituir la base de alianza que él buscaba entre las grandes organizaciones sindicales. Sin duda hay que defender los servicios públicos contra las ofensivas neoliberales, pero para nosotros se trata también de pensar su transformación. Más precisamente, se trata de pensar las formas de una democratización auténtica de los servicios públicos. Esto implica repensar, bajo una forma ampliada de la democracia de la empresa, la articulación entre la participación en estos servicios de los asalariados, de los usuarios y de los ciudadanos. ¿Qué significa para una escuela, una universidad, o un servicio público de transporte o de salud, incluir en realidad a los usuarios y a los ciudadanos en una deliberación, una decisión, una elaboración democrática? ¿Cómo puede un servicio público desligarse del control burocrático y oligárquico para volverse una institución de lo común según los principios del autogobierno? Se plantean aquí una cantidad de problemas, entre ellos el problema de la escala. Está claro que una escuela o una estación de tren no puede simplemente autogobernarse desde lo local. Depende de otras escalas determinar y elaborar reglas colectivas. No nos lo imaginamos de otro modo. Si cada escuela tuviera que determinar sus propias reglas de funcionamiento, recaeríamos en la lógica del mercado puro. De ahí la cuestión de la organización de las escalas bajo la forma federativa, tal como nos la imaginamos al final de Común. No buscamos establecer un programa político o proponer medidas, sino abrir el campo de la reflexión.

PD: A propósito de los servicios públicos, es esencial entender que lo que vivimos hoy no es en absoluto una tensión entre la administración burocrática y la gestión neoliberal, sino, por el contrario, una alianza perfecta entre ambas. Afirmar, como lo hacen algunos en la izquierda, bajo el pretexto de lucha contra el neoliberalismo, que este último es el reinado del mercado puro sin burocracia estatal y que, por lo tanto, hay que defender el Estado, incluso en su forma burocrática, nos parece un completo callejón sin salida. Basta observar cómo son gestionados hoy los hospitales, para darse cuenta de que son cada vez más neoliberales. Esto se nota, por ejemplo, en la creación de gigantes burocráticos, como los llamados agrupamientos hospitalarios de territorio. Frente a esto, la cuestión es cómo enfrentar la burocracia en los servicios públicos. No podemos pretender que no existe.

Para replantear hoy la cuestión de los servicios públicos, hay que partir de la ambición inherente a la noción de servicio público, esto es, de la exigencia del igual acceso para todos, de la universalidad. El monopolio que tiene la administración estatal en la actividad de deliberación y de decisión nos parece que prohíbe, justamente, que esta universalidad sea efectiva. Ir más allá de este monopolio implica permitir a los ciudadanos intervenir, participar de un modo directo en la elección de la orientación, con estructuras que pueden ser muy diferentes y diferenciadas en escala. No se trata simplemente de que sean consultados, como en las encuestas de satisfacción, sino que deben tener la posibilidad de participar en las grandes decisiones concernientes a las elecciones de orientación de los servicios públicos. Todo esto exige poner por completo en tela de juicio la lógica de gestión y la lógica burocrática.

Por lo tanto, hay que partir del hecho de que los servicios públicos son una obligación positiva del Estado, y afirmamos con Léon Duguit que dicha obligación está en contradicción con la soberanía del Estado. Defender a la vez la soberanía del Estado y los servicios públicos, como lo hace mucha gente en la izquierda, es un absurdo y es una herencia de la que incluso Bourdieu es deudor. Se trata, por el contrario, de pensar los servicios públicos contra la soberanía del Estado porque, precisamente, el Estado no puede hacer lo que quiere al respecto. Es la razón por la cual hay que proceder a una desestatalización de los servicios públicos, para poner en cuestión el monopolio de la administración burocrática y hacer prevalecer el principio del autogobierno, incluso en la forma en que los propios servicios públicos son gobernados. Por supuesto, esto también implica poner en tela de juicio cierto monopolio de la experticia y del saber que excluye la participación de los ciudadanos.

La cuestión de la escala: las finanzas y la Unión Europea

PC y AF: ¿Qué sucede con los territorios más hostiles, así como con los que están situados en otra escala, como las finanzas y la Unión Europea? Parece que hay fuerzas, presentes en todas las escalas, que obstaculizan poderosamente cualquier práctica de lo común y su capacidad para institucionalizarse, para influenciar las escalas superiores y transformar las instituciones existentes. ¿No habría, en este sentido, un dilema en su teoría, en lo que concierne al anclaje situado de lo común, en relación con la extensión difusa y totalizante del neoliberalismo? Con respecto a la Unión Europea (UE), ustedes muestran en La pesadilla que no acaba nunca cómo su constitución económica coloca los principios económicos del neoliberalismo por encima de toda influencia política, sellando su futuro ordoliberal y eliminando toda alternativa para los gobiernos nacionales. ¿Cuál podría ser el peso del principio de lo común en este nivel? ¿No se requeriría una concepción menos decidida de lo estatal y de la consolidación de las fuerzas? Y en lo que se refiere al poder de las finanzas, ¿piensan que el principio de lo común debe actuar como una fuerza enteramente exógena e inasimilable, en un combate continuo contra el mundo de las finanzas, o este mundo puede ser reorganizado desde dentro, con el fin de volver a movilizar sus mecanismos para fomentar y apoyar la creación de lo común?

CL: Es necesario hacer dos observaciones preliminares con respecto a los supuestos de estas preguntas.

Primero, la expresión “anclaje situado” puede dar la impresión de que nuestro trabajo se refiere a microinstituciones, pequeños colectivos que se autoorganizan y se autogobiernan, lugares situados de manera muy local… Es una visión de la cual intentamos escapar. Para nosotros, el autogobierno está incuestionablemente situado; no podemos pensar la democracia por fuera de colectividades concretas, pero no reivindicamos ni un esquema anarquista de autoorganización de pequeños átomos sociales y de pequeñas comunidades humanas, ni un esquema socialista de pequeñas repúblicas en el seno de talleres que conformarían una coalición. Hay que pensar la organización del conjunto de la sociedad según el principio de lo común, y es ahí donde surgen una serie de cuestiones prácticas e institucionales que están lejos de haber sido resueltas por la experiencia histórica.

Segundo, la pregunta puede sugerir la idea de que eliminamos completamente el Estado de nuestro razonamiento. Sin embargo, intentamos pensar la transformación del Estado por medio de lo que hemos llamado su “relativización”. Esta relativización opera, por un lado, mediante la extensión de las formas democráticas locales y productivas, y, por el otro, a través de una reorientación de las instituciones políticas internacionales, según una nueva cosmopolítica, que llamamos la “cosmopolítica de los comunes”. Se ha comenzado a comprender que ya es hora de instituir comunes mundiales —en especial el medioambiente o los océanos—, según formas institucionales específicas, por supuesto.

¿Qué podría ser entonces una institución financiera regida por el principio de lo común? Es evidente que no podría ser simplemente un banco estatal que se haría cargo del conjunto del financiamiento de la economía, ni bancos privados que continuarían el trabajo de los bancos de hoy. ¿Qué podría ser entonces un banco cooperativo, realmente cooperativo, que obedeciera a principios democráticos y que financiara las actividades de asociaciones, cooperativas, servicios públicos, en función de todo lo que hace falta hoy y que debe ser producido o mantenido? Todavía no hemos escrito sobre este problema de las finanzas, pero pienso que se puede articular con lo que decimos sobre la empresa, es decir, la manera como la empresa puede convertirse en una institución de lo común que dé cabida a los usuarios de los productos, los recursos y los servicios de la empresa. Nos volvemos a encontrar con lo que dijimos anteriormente sobre los servicios públicos: transformar al consumidor o al cliente en un usuario ciudadano, es decir, en alguien que tiene el derecho de participar en la definición y en la elaboración de las políticas llevadas a cabo por las empresas, y esto en un sector tan sensible como el del financiamiento de las actividades.

PD: Con respecto a la cuestión de las finanzas, hay que tener cuidado con la expresión “reorganizar desde dentro”. Esta nos llevaría rápidamente a pensar, como lo ha intentado hacer Negri, que sería posible transformar desde el interior la actividad de las finanzas tal como existe hoy, sin poner fundamentalmente en cuestión el lugar que ha tenido en el mundo desde los últimos cuarenta años. Tal estrategia, que ha sido la de una parte de la izquierda —y que consiste en querer situarse en el terreno del enemigo para disputar desde dentro la hegemonía que él ejerce sobre este terreno—, amerita una interrogación crítica, puesto que puede bloquear cualquier iniciativa. Podemos imaginar, de hecho, un funcionamiento de las finanzas por completo diferente, tanto a escala nacional como internacional. Christian hacía referencia a un banco para apoyar las iniciativas de unidades de producción o de cooperativas. Podríamos imaginar, como lo propone Benoît Borrits en Au-delà de la propriété (2018) [Más allá de la propiedad], un fondo social de inversión, que no se corresponde exactamente con el crédito popular de Proudhon, aunque vemos allí una fuente de inspiración. Podríamos también reflexionar sobre la reinstitución de la moneda como común, pero justo sería imposible aislarla del resto. Estos elementos bien podrían integrarse a la discusión sobre la transformación de las finanzas, pero precisamente no se trata de “reorganizarlas desde dentro”, sino de transformarlas muy profundamente a partir de una lógica de reinstitución de la sociedad en su conjunto.

Defendemos esta misma idea en lo que concierne a los gobiernos nacionales. Es verdad que surge la pregunta de cómo, llegado el caso, esta escala puede ser utilizada, por ejemplo, en la lucha contra los planes de la UE. A este respecto, hay experiencias que deben ser interrogadas, en particular la de Grecia. Cuando vemos que Alexis Tsipras se enorgullece hoy de la política que ha seguido desde 2015, diciendo que el pueblo griego por fin será emancipado de la UE porque el Gobierno griego ha cumplido su “contrato”, tenemos muchas razones para inquietarnos sobre el modo como el nivel nacional se pone en práctica.

No excluimos la llegada al poder de un gobierno que esté en realidad animado por un proyecto de crítica radical de las bases de la UE; incluso esto nos parece completamente necesario. Pero en este punto hay que saber a qué se compromete, saber lo que significa resistirse en la práctica a los planes de la UE. Primero, debe enfatizarse que no hay ninguna contradicción entre el nivel nacional y el nivel casi federal de la UE, sino una forma de ordenación de las exigencias de la UE por parte del gobierno nacional. El tipo de razonamiento, bastante corriente hoy, que confiere al nivel nacional una virtud que estaría ausente del nivel europeo es completamente desconcertante, en la medida en que la racionalidad neoliberal de la UE y la implementación de sus planes pasan por los gobiernos nacionales y por cierta apropiación de la soberanía del Estado-nación. Por lo tanto, hay que evitar plantear la cuestión de manera abstracta a partir de una oposición tajante entre la soberanía del Estado-nación, por un lado, y la malvada Unión, por el otro, y más bien insistir en el hecho de que un gobierno nacional sólo puede obtener concesiones importantes desde el momento en que fomenta, excita y estimula un movimiento de naturaleza extraestatal. De lo contrario, permanece preso de la lógica neoliberal, como es el caso de la mayoría de los gobiernos que han llegado al poder y que han tenido que renunciar por completo a sus programas de transformación. Abogamos, en este sentido, por una federación democrática de los pueblos europeos, lo que evidentemente implica una crítica fundamental de las bases de la UE establecidas en el momento de su fundación. Hay mucho por hacer, porque en realidad se necesita la construcción de una alianza con otras fuerzas extraestatales, fuerzas de la sociedad, a nivel europeo.

A modo de ejemplo, podemos observar cómo el gobierno de Rajoy en España desempeñó el papel de vector de imposición de las medidas de la UE y cómo las municipalidades llamadas “rebeldes” han resistido. Sobre la base de un artículo de la Constitución de España, que obliga a priorizar el reembolso de la deuda a todos los niveles, el gobierno conservador ordenó a todas las municipalidades, y en particular a las “rebeldes”, no “desviar” el dinero para aumentar el gasto social. Cuando la alcaldía de Madrid quiso liberar una suma adicional de 600.000 euros para gastos de asistencia social, tal acción fue prohibida y se llevó a cabo un chantaje que condujo a la renuncia de la municipalidad de Madrid. Es interesante observar estos mecanismos por medio de los cuales el gobierno nacional impone a las municipalidades desobedientes la ley del chantaje ordoliberal de la UE. Ilustra bien el hecho de que la alternativa no es entre el nivel nacional y el nivel europeo. Y es aún más interesante ver cómo ciertas municipalidades resisten. Son municipalidades que precisamente no se encierran en una relación directa y nacional con el gobierno nacional; que intentan aflojar el tornillo uniéndose no sólo entre sí, sino también con otras fuerzas en España y a escala europea, con otras ciudades a escala mundial, para pesar en las relaciones de fuerza. Y esto permite hacer cosas interesantes, como, por ejemplo, las dos multas de 600.000 euros impuestas por la municipalidad de Barcelona a Airbnb. No es en absoluto una lógica nacionalista, o una lógica centrada en las nacionalidades. Es una lógica del transnacionalismo de las prácticas.

CL: Podemos constatar que el internacionalismo obrero, socialista y comunista está en quiebra, y que también es a causa de este fracaso en los siglos XIX y XX que el capitalismo neoliberal ha podido generalizarse. En algún momento lanzamos un ciclo de encuentros llamado “Por un nuevo internacionalismo”, que planteaba la pregunta de cómo poner en común las fuerzas provenientes no sólo de sectores diferentes —para nosotros la convergencia de fuerzas sectoriales es absolutamente indispensable—, sino también de diferentes naciones. Vemos que en el movimiento de plazas se presenta una suerte de internacionalismo punteado por las formas de mimetismo y por las resonancias con luchas en otros lugares, pero todavía no ha habido una verdadera coordinación de las movilizaciones. Este es un vacío por llenar, en particular a nivel europeo. Por esta razón hemos explicado, en diferentes encuentros con actores europeos, que es necesario hacer listas transnacionales a partir de un proyecto de Europa en común, en la óptica de una federación democrática de los pueblos europeos. En nuestra opinión, esta es la única manera de contrarrestar el proyecto ordoliberal de la UE y de contrarrestar al mismo tiempo la emergencia poderosa de los soberanismos, los nacionalismos y las formas de xenofobia que observamos hoy en Europa y que amenazan directamente cualquier proyecto europeo. Pero esto se ha hecho difícil por este prisma nacional, incluso nacionalista, al que se refería Pierre, y que corresponde a una vieja fórmula de la izquierda —también presente en el marxismo— que considera que el espacio nacional es el único espacio político pertinente, que hay que arreglar primero las cuentas con la burguesía nacional antes de pensar en la revolución mundial. Pero en este momento de estallido de Europa —sólo hay que ver lo que está sucediendo actualmente en Italia, uno de los países cuya opinión fue, durante mucho tiempo, la más europea—, podemos esperar que la idea se abra camino. No vemos otra solución.

Sobre América Latina

PC y AF: En muchas discusiones sobre el neoliberalismo, América Latina ocupa un lugar singular. Por un lado, como “laboratorio” de políticas neoliberales (el Chile de Pinochet después del golpe de Estado de 1973, las pioneras políticas de reestructuración, el Consenso de Washington). Por otro lado, en relación con la diversidad y la intensidad de las luchas contra un capitalismo que, a menudo, ha sido particularmente violento, crudo, devastador y colonizador en este continente. ¿Qué lugar ocupa América Latina en su estudio del neoliberalismo y en su teoría de lo común con respecto a la especificidad de las luchas? ¿Habría en este punto una diferencia entre su concepción del neoliberalismo como razón del mundo y el enfoque de David Harvey en términos de tendencias de neoliberalización, relativas a los contextos nacionales y geopolíticos?

PD: La dimensión de laboratorio es una pregunta importante que se nos ha planteado con frecuencia, particularmente en Chile, y la mencionada referencia a la política económica neoliberal de Pinochet con los “Chicago Boys” es absolutamente indiscutible. Sin embargo, en esa época no se había experimentado todavía lo que llamamos, en La nueva razón del mundo, la gubernamentalidad neoliberal. Me parece importante hacer la distinción entre política económica y gubernamentalidad, puesto que esta última sólo comienza en Chile a principios de los años 1990, a partir del momento en que Pinochet es apartado del poder. Esta distinción no significa, de ningún modo, que ignoremos que el neoliberalismo fue capaz de adoptar caras menos amables antes de ese periodo, como puede observarse claramente en ese país, donde una especie de aplanadora se prolongó en las formas de gubernamentalidad, apoyándose incluso sobre lo que había sido arrancado a la fuerza por la dictadura de Pinochet. Lo mismo podría decirse en los casos de Brasil y Argentina, aunque siempre hay que prestar atención al contexto nacional para ver cómo sucedieron las cosas. En el origen de la gubernamentalidad neoliberal se presentan, a menudo, violencias, más o menos abiertas, que toman diferentes formas. Hubo, por supuesto, violencia en la implementación del neoliberalismo de Thatcher y en el aplastamiento de la huelga de los mineros, que fueron enfrentados por la policía y el ejército, lo que develó una violencia de Estado. Obviamente, son situaciones diferentes a la dictadura de Pinochet, pero ello no impide señalar que con frecuencia se presentan violencias de ese tipo en el comienzo; una violencia inaugural que de ninguna manera debe pasarse por alto.

No vemos ninguna contradicción a este nivel con David Harvey. No hacemos de la racionalidad neoliberal un principio unitario capaz de borrar todas las singularidades nacionales y las diferencias de situación, y, a la inversa, insistimos en el hecho de que el principio de lo común no es en ningún sentido un principio unitario. No se trata de una confrontación abstracta entre dos principios generales, en especial cuando el neoliberalismo ha mostrado, y lo muestra todavía hoy, que es capaz de adaptarse, e, incluso, más que simplemente adaptarse, de reinventarse en función de las relaciones de fuerza y de lo que encuentra en las distintas situaciones. Resulta extraordinario constatar cómo el neoliberalismo, cuando se establece, se ve conducido a anexar, a colonizar las cosas que ya están ahí, a menudo de manera muy violenta, pero también muy perversa o muy sutil, como reorganizaciones desde el interior. Y no hay absolutamente ninguna uniformidad a este respecto. Desde luego, existe cierta uniformidad cuando los principios del FMI se codifican en los acuerdos internacionales, pero esto no significa que haya modelos que sean privilegiados en la implementación. El Consenso de Washington evidentemente no les imponía a todos los gobiernos seguir el modelo de Reagan o de Thatcher. Ellos observan lo que funciona, lo que fracasa, lo que es problemático en las diferentes experimentaciones, y tratan de evitar los mismos problemas en las reformas estructurales en otro país con tradiciones diferentes. No hay que subestimarlos, ellos también son capaces de hacer diferencias. El principio de competencia no es de ningún modo un principio unitario que puede ser aplicado desde el exterior y desde arriba por los gobiernos, independiente de la atención prestada a las situaciones nacionales.

CL: Quisiera volver a nuestra propia historia para responder a esta pregunta. En el pasado fuimos militantes internacionalistas trotskistas y fuimos muy sensibles a las dinámicas y los procesos políticos de América Latina desde finales de los años sesenta. Cuando abandonamos dichas organizaciones internacionalistas, nos alejamos un poco de esos procesos. Esto se refleja desafortunadamente en La nueva razón del mundo, que, sin duda, no se ocupa lo suficiente de América Latina.

En efecto, es muy importante tener en cuenta, como lo dijo Pierre, cómo las condiciones de instauración del neoliberalismo en América Latina fueron creadas por violencias inaugurales que no se conocieron en otras regiones. Me refiero a los golpes de Estado y a las dictaduras militares. Es muy diferente a lo que pasó en otras partes, donde no hubo un aplastamiento por medio de la violencia, la tortura y el asesinato de militantes del movimiento obrero y de la izquierda, sino más bien un debilitamiento y a veces una descomposición de fuerzas sindicales y políticas. También notamos hasta qué punto neoliberales como Hayek y Friedman presentaron a América Latina, y a Chile en particular, como laboratorios, como lugares muy importantes donde se aplicaban sus preceptos económicos. Existen entrevistas con Hayek en las cuales explica que él prefería una dictadura que respetara el mercado, en lugar de una democracia que pusiera en cuestión el funcionamiento cataláctico del orden espontáneo.

Sin embargo, luego de la publicación de La nueva razón del mundo retomamos las preguntas planteadas por la situación de América Latina, gracias a una serie de invitaciones por parte de investigadores y militantes que se interesaron en nuestros trabajos, a pesar de cierto euro-americano-centrismo presente en el libro mencionado. Al respecto, nos hicieron notar que ellos tuvieron una experiencia mucho más violenta y desafortunada que la que tuvimos nosotros como europeos.

Nos interesaron en especial los trabajos de Guillaume Boccara y Paola Bolados sobre la “etnogubernamentalidad”, esto es, la articulación del multiculturalismo y del neoliberalismo. La pregunta que se plantean, y que no es ajena a las promociones del multiculturalismo en otras regiones del mundo, es cómo después de una fase de asimilación de las poblaciones indígenas se intenta promover progresivamente una cultura indígena y al mismo tiempo se recupera de modo mercantil, de manera competitiva, insistiendo en la identidad de cada grupo o etnia para encerrarla en dicha identidad. Esto nos parece muy interesante, puesto que muestra que no hay una oposición radical entre la perspectiva neoliberal y un cierto identitarismo; que puede haber ahí más bien una promoción de identidades que funcionan un poco como marcas comerciales.

También estamos muy interesados en lo que Jérôme Baschet llama las “rebeliones creadoras”, es decir, la manera como un cierto número de revueltas, entre ellas la de los zapatistas, no son retornos a identidades originarias ni repliegues en las comunidades, sino reinvenciones democráticas de la tradición en una perspectiva cosmopolítica, incluso “intergaláctica”, como diría el Subcomandante Marcos. Es en realidad impresionante para nosotros observar cómo justo la identidad puede no funcionar en absoluto como un repliegue o como un cierre según las perspectivas culturalistas, sino, al contrario, como un proyecto político completamente nuevo de puesta en común de diferencias regionales, étnicas o culturales, a la escala de un país o de un continente.

En cuanto a Brasil, estamos interesados en lo que comienza a llamarse allá comunes de lucha y de supervivencia, y que designan la manera como las comunidades de habitantes, en particular de favelas o de zonas rurales ocupadas, interpretan su acción no sólo como la ocupación de un lugar, sino también como un común autogobernado. Nos parece que esto tiene mucha resonancia con lo que hemos pensado como principio de lo común.

En la actualidad, el libro Común está traducido al español y al portugués, y parece interesarles a grupos de investigadores y de militantes con los cuales estamos entrando progresivamente en contacto. Para nosotros es definitivamente una región del mundo que nos importa cada vez más. Es también ahí donde, desafortunadamente, el neoliberalismo retoma cuerpo y vigor a partir de toda una serie de límites y de derrotas de las izquierdas latinoamericanas. Pensamos, por ejemplo, en el golpe de Estado constitucional de Temer, en la victoria de Macri en Argentina o de Piñera en Chile.

PD: Esto también permite volver a poner en cuestión la hipótesis del posneoliberalismo, según la cual Chávez, Lula, Morales y otros habrían inaugurado una era “posneoliberal”. Es interesante ver cómo, en todas esas experiencias, se presentan muchas lógicas neoliberales, a menudo a pesar de las intenciones declaradas de los gobernantes. Por ejemplo, la forma como bajo Lula, y en particular el último Lula, las ayudas sociales eran canalizadas, lo cual reconducía a una lógica de individualización que de ningún modo antagonizaba con la lógica neoliberal. Todo lo contrario. Cuando llegamos a Brasil, advertimos que no podíamos plantear la cuestión de la defensa de las instituciones del Estado social del mismo modo que en Europa occidental, en la medida en que en ese país casi no hay un Estado social. En efecto, se nos señaló que se trataba de inventar todo, y es por esta razón que aquello que los amigos brasileños han llamado “comunes de supervivencia” nos ha parecido tan importante. Aprendimos mucho en Brasil. Esto ha sido también muy relevante porque en dicho país hubo una acogida de La nueva razón del mundo que no esperábamos en absoluto. Se volvió un libro de referencia; fue el segundo libro más vendido de no-ficción de la editorial Boitempo en 2016, para dar sólo una idea de su difusión. No simplemente se apropiaron de él los investigadores en las universidades, sino también los militantes y activistas. Esto también trajo consigo responsabilidades, como tener en cuenta la manera como los temas de nuestro libro son retomados a partir de una situación muy específica. De hecho, desde hace tres años, América Latina se ha convertido en una preocupación central en nuestra reflexión.

¿Cuál estrategia para lo común?

PC y AF: Para continuar con Harvey, su análisis del neoliberalismo en términos de acumulación por desposesión abre la esperanza de una alianza transversal de los desposeídos del neoliberalismo, resignificando de este modo la lucha de clases. Al partir de experiencias de privación, Harvey parece pensar una estrategia más defensiva que la de ustedes. ¿Cómo sitúan su teoría de lo común frente a la acumulación por desposesión de Harvey y cómo piensan la estrategia política?

CL: La oposición entre Harvey y nosotros radica, en efecto, en el hecho de que su problemática de la desposesión, cuyo origen es claramente luxemburguista, significa, para él, que los comunes son cosas y dominios que existen de antemano, como cosas dadas que posteriormente son acaparadas, destruidas o captadas por el capitalismo. Esto devela una lógica defensiva: a grandes rasgos, Harvey nos dice que debemos defender nuestros comunes contra las lógicas de apropiación. Por esta vía, Harvey hace eco, sin duda, de muchas temáticas del movimiento altermundialista y ecologista. Es una mirada parcial de los comunes. Todo lo que pertenece a la creación y a la institución de los comunes es dejado a un lado. Es como si Harvey, en el fondo, permaneciera en perfecta armonía con el pensamiento económico y jurídico dominante, que reconoce sin ningún problema la existencia de bienes comunes, siempre que sean cosas dadas, que estén ahí, que no tengan propietarios, y que sean apropiables. Que lo viviente, los conocimientos, las tierras, el sector público, se conviertan en objetos de propiedad y en bienes de mercado responde a la concepción marxista tradicional de la extensión de la mercantilización y de la acumulación del capital. Esto nos mantiene bajo la idea de que sólo el capitalismo tiene iniciativa, que desde el lado de los dominados no hay creación original, capacidad de institución. Nosotros pensamos lo contrario. Lo que vemos, más allá de los “comunes naturales”, es que hay una proliferación de nuevas instituciones que relevan los comunes y que dan lugar a estrategias muy diferentes que no son sólo defensivas, que permiten, por el contrario, repensar la ofensiva antineoliberal en términos de formas económicas y políticas alternativas.

PD: Lo que está aquí en discusión es la dimensión instituyente. En efecto, en Harvey esta dimensión está menos presente, puesto que su reactivación del tema de la lucha de clases contiene la idea de que los desposeídos constituyen el nuevo proletariado, y esto en razón de la situación que crea el neoliberalismo para un cierto número de estratos sociales. Evidentemente es interesante que este análisis permita vincular a los trabajadores del sector público con la gente que es expropiada de su tierra, etcétera. Sin embargo, al mismo tiempo, esta concepción se basa en la idea de lo ya constituido, de lo ya dado. Por ejemplo, el sector público aparece como algo que es atacado por el neoliberalismo y que debe ser simplemente defendido de ese ataque. Se parte, así, de la idea de que uno podrá apoyarse en lo dado, en vez de poner en marcha una actividad instituyente. Para nosotros, en cambio, lo que está fundamentalmente en juego es la primacía de la actividad instituyente, y esto acarrea diferencias mayores con respecto a la noción de estrategia. Ella misma debe ser reelaborada a la luz de lo que llamamos el principio de lo común como principio de autogobierno.

La cuestión es, entonces, saber cuál es, en efecto, la estrategia fundamental que podemos imaginar. Foucault distinguía tres sentidos principales de la estrategia: la racionalidad en la elección de los medios en relación con ciertos objetivos; el juego, es decir, el hecho de tener influencia sobre el adversario (por ejemplo, el juego de cartas, del que por cierto se sirve Clausewitz); y, finalmente, la guerra. Sobre todo, destacaba la importancia de diferenciar los sentidos de la estrategia y no mezclar todo. Nos parece, en verdad, que la cuestión de fondo es la de la estrategia entendida como la elección de medios relativos a un cierto fin. Es muy importante no descuidar ese sentido. Podemos decir que es un sentido extremadamente clásico, pero no es menos importante interrogar la nueva forma en que podemos retomar este sentido a la luz de lo que está sucediendo hoy en el mundo.

Una de las dificultades que ha experimentado el movimiento obrero en toda su historia es precisamente la de pensar la relación entre los medios implementados y el “gran fin”, y con demasiada frecuencia tendemos a confiar en la idea de que los medios, cualquiera que sea su naturaleza, deberían permitirnos avanzar hacia ese fin, lo cual conlleva el riesgo de sacrificar los principios en nombre de la lucha final o de lo que debe suceder. Pensamos más bien que es necesario retomar una idea bastante antigua, de origen aristotélico, según la cual los medios no son instrumentos, porque, al reflexionar sobre el principio de lo común como principio estratégico, se advierte que debe haber una cierta inmanencia del fin en la lucha por el fin, o en la implementación de los medios que permiten avanzar hacia ese fin. Sin eso, llegamos muy rápidamente a utilizar medios por completo contradictorios con el fin que queríamos alcanzar, y después somos los primeros en arrepentirnos por haberlos utilizado. Son medios que al final le dan al adversario la opción de las armas. En ese momento, uno se sitúa en su terreno y le da la posibilidad de condenar ese tipo de experiencias en nombre de grandes principios morales. No deberíamos darle esa oportunidad, ya tiene suficientes, no vale la pena hacerle ese regalo. Por lo tanto, nos parece de suma importancia llevar a cabo una reflexión de fondo sobre la estrategia.

El trabajo y la empresa

PC y AF: “Hay que instituir la empresa común”, dicen ustedes. La cuestión de lo común en relación con el trabajo parece emerger del interior, del lado de una recuperación de la autonomía y de la democracia, que encuentra su resorte, por así decirlo, en lo que ustedes llaman “lo inapropiable de lo común profesional”. Da la impresión de que la figura consejista está aquí en el horizonte de lo común. Al articular democracia y empresa, ustedes retoman las reflexiones de Yves Clot (2008), por ejemplo, y, más allá de Bruno Trentin (2012), se refieren especialmente a Rudolf Bahro (1979). Sin embargo, parece que para ustedes no existe una exterioridad a la empresa. ¿Su perspectiva sobre lo común no privilegia aquí una relación “internalista”? Si ese es efectivamente el caso, ¿no habría potencialidades que vendrían del exterior en el momento en que la fragmentación, pero también la desterritorialización de la empresa (a través de las nuevas tecnologías), ponen en cuestión las alternativas? ¿Alternativas que no partirían necesariamente de las figuras instituidas de la empresa para poder incluir también, por ejemplo, a independientes, a trabajadores precarios, incluso a amateurs? Y esto nos lleva, a su vez, a la siguiente pregunta: ¿qué lugar ocupa el trabajo en su pensamiento de lo común? Si el trabajo ha sido la figura industrial por excelencia, ¿cómo se sitúan ustedes frente a este antiguo paradigma? ¿O piensan ustedes lo común fundamentalmente fuera de la idea de un centro?

CL: Esta pregunta permite prolongar la reflexión sobre la estrategia. Ella no parte de la figura del explotado ni del desposeído, en el sentido más general de Harvey. Partimos de sujetos instituyentes, de sujetos que realizan una praxis instituyente, y que son instituidos por su propio movimiento de institución. Es esta figura revolucionaria la que nos parece interesante hoy, y que, por cierto, no es ajena a la forma en que Marx pensaba la actividad condicionada-condicionante.

Nosotros perseguimos un hilo del pensamiento de Marx que pusimos de manifiesto en Marx, prénom: Karl [Marx, nombre: Karl] (2012), a propósito de la idea de que las capacidades instituyentes son transversales o generales. Cualquiera sea el lugar donde se encuentre un individuo —en el servicio público, en la empresa o incluso en situación de desempleo—, siempre hay que apostarle a esta capacidad de los sujetos de inventar y de instituir nuevas formas prácticas. Esto es lo que los sociólogos del trabajo han mostrado desde hace mucho tiempo: los trabajadores, incluso en las formas más dominadas del trabajo, son perfectamente capaces de inventar relaciones que no están inscritas dentro del organigrama oficial. También es un lugar común de la sociología del trabajo mostrar que la producción y la empresa no podrían funcionar si uno se atiene sólo a sus reglas formales. Esto es importante para nosotros, puesto que la manera como pensamos la relación entre lo común y el trabajo se basa en esta constatación de que el trabajo nunca ha sido sólo esta forma dominada y completamente moldeada por el capital. Existe una dimensión de praxis, incluso en las formas más dominadas del trabajo. De ahí que en el campo del trabajo y de la producción siempre sea posible apostarle a la capacidad de institución de la cooperación. No es exactamente lo mismo en Marx, quien esperaba de la desposesión del trabajador, de su sumisión completa al capital, la emergencia del trabajador colectivo capaz de tomar en sus manos el conjunto del proceso productivo.

Estos análisis, provenientes de la sociología del trabajo, nos han aportado mucho. Pensar la transformación del trabajo en términos de praxis instituyente, como actividad creadora de sus propias reglas, significa para nosotros pensar formas democráticas de organización de la producción. Es en este punto donde planteamos la cuestión de la empresa, organización típica del capitalismo desde hace cinco o seis siglos, que no podemos eludir. Llego, así, a los términos de la pregunta con los que estoy de acuerdo. En efecto, hay gente que piensa que la única manera de desarrollar formas alternativas al capitalismo sería al exterior de la empresa. Pero es evidente que no podemos simplemente pensar que las formas actuales del precariado, o que las plataformas digitales, van a constituir bases suficientes para engendrar formas poscapitalistas de producción. No hay que dejar por su propia cuenta las formas instituidas del capitalismo; hay que transformarlas, subvertirlas. La cuestión que nos planteamos es, entonces, cómo hacer de la empresa una institución común, sabiendo que la empresa no existe jurídicamente. Ella ni siquiera es reconocida por el derecho, que sólo reconoce a la “sociedad”, forma jurídica de la puesta en común de los capitales. En este sentido, todo está por hacerse para transformar la empresa en una institución de cooperación productiva en el plano jurídico y en el plano político. Este proyecto es absolutamente esencial para nuestro enfoque, sin que sea prioritario sobre los demás.

PD: Existen, en efecto, contribuciones muy importantes en la sociología sobre este punto preciso. Por ejemplo, en el libro La fabrique de l’homme nouveau de Jean-Pierre Durand (2017) se discuten diferentes figuras del trabajo. En lo que respecta a la emergencia del trabajador individual, Durand se niega a hablar del trabajador independiente, puesto que “independiente” connota un cierto número de cosas que son del orden de una valorización, lo que es muy difícil de sostener, dado que se trata de trabajadores que se ven obligados a pagar, ellos mismos, sus propios medios de producción, que se encuentran en una situación de dependencia con un contratista principal, con quien entran en relaciones de acuerdo directo. Por lo tanto, no podemos decir, como lo hacen en particular los negrianos, que todo lo que sucede al exterior es portador de una dinámica que hará estallar al capitalismo. No hay que desertar el terreno de la empresa clásica, pensando que como los trabajadores de la empresa clásica están bajo la condición de asalariados, son incapaces de emancipación, y, por esta razón, hay que abandonarlos, y crear algo en el exterior que los desborde. Eso nos parece una trampa. Pero tal cosa no nos lleva, claramente, a afirmar que hay que privilegiar las formas instituidas de la empresa. Lo interesante es la manera como esto nos permite reflexionar sobre lo que implica la lógica de institución de la empresa.

Hay que llegar a pensar la institución de la empresa como el resultado de una alianza o de una combinación entre formas de trabajo muy diversas, tal como ellas se viven y se experimentan hoy en día. Las plataformas cooperativas pueden ser muy interesantes, en la medida en que pueden dar lugar a invenciones colectivas en términos de cooperación. Hay ahí una aspiración a conjugar, por un lado, la experiencia de lo común en el trabajo y, por otro, una cierta forma de autonomía, e incluso a vincular autonomía y protección. Durand muestra, por ejemplo, que en el capitalismo contemporáneo existe un retorno de lo que Marx llamaba la subsunción formal en ciertos focos de la sociedad. Tiene razón en este punto de vista. Para Marx, era la subsunción real la que debía preparar el terreno de la victoria futura del proletariado, en el sentido de que la profundización de la sumisión llevaría a crear las condiciones de dicha victoria. De modo inverso, podríamos decir que en Negri hay, más bien, una valorización política de la subsunción formal. Salvo que habría que tener en cuenta, obviamente, el tipo de sector. El capitalismo no es por completo idiota. Sabe bien que hay sectores de actividades en los que se debe privilegiar esta subsunción formal, donde, de hecho, hay que provocarla, pero esto no significa que se retorne a la subsunción formal anterior al capitalismo. Es una ilusión total valorizar esas formas haciendo de ellas una especie de focos ideales a partir de los cuales el comunismo, que ya está ahí, podría desarrollarse.

CL: Como dice Pierre, el capitalismo no es completamente idiota, y podemos agregar que los mánager no son completamente estúpidos. Resulta primordial constatar cómo hoy en día los consumidores son llevados a contribuir, en comunidad y en actividad de trabajo y de colaboración, al servicio de la empresa, aunque sólo sea mediante las encuestas de satisfacción. Hay ahí una cierta relación entre la empresa y el cliente que se pone en marcha hoy, con otra configuración de la empresa, una ampliación de su campo que va de la mano con una ampliación del campo de trabajo. Es decir que las fronteras de trabajo se han ampliado, en lugar de restringirse. Para nosotros, la cuestión no es de ningún modo limitar la empresa sólo a los profesionales, sino pensar en la manera como los usuarios ciudadanos pueden participar en su actividad, sin que sean asalariados de la empresa o los sustituyan. Este es un terreno de reflexión y de práctica en extremo importante para nosotros.

Traducción del francés de Anders Fjeld y Diego Paredes Goicochea.

“Está explotando una bomba de tiempo que nadie quiso ver” // Entrevista a Vladimir Safatle

Según Safatle, la herencia nunca resuelta de la dictadura y la resistencia al programa neoliberal del pueblo brasileño marcan las condiciones en que los neoliberales decidieron que el único camino para implementar sus políticas es el autoritarismo. La no-campaña de Bolsonaro inaugura una forma de la política post liberal, llevada adelante por fuera del espacio público con un inaudito bombardeo de fake news.

Por João Soares para Deutsche Welle

 

Publicado el 9 de octubre de 2018

DW: ¿Cómo se explica la creciente adhesión al autoritarismo en Brasil?

 

Vladimir Safatle: Nada de la actual situación es comprensible sin remitirnos a lo que sucedió con el fin de la dictadura militar. Brasil fracasó rotundamente en conseguir superar su pasado dictatorial, que vuelve a asombrar ahora. Ningún país de América Latina tiene un riesgo tan explicito de militarización e incluso de un golpe de estado en los modos tradicionales como Brasil. Ninguno tiene una presencia tan fuerte en las Fuerzas Armadas en el cotidiano de la vida pública. Esto muestra, muy claramente, que la solución conciliatoria producida por la transición en dirección a la democracia fue la mayor cobardía histórica que el país conoció.

Ese paso conciliatorio conservó sectores de la clase política que estaban completamente vinculados a la dictadura, asi como preservó, en el seno de las Fuerzas Armadas, una mentalidad que justificaba situaciones de excepción que ahora vuelve. También preservó, en el seno de la sociedad civil, un potencial de apoyo a gobiernos aparentemente fuertes y autoritarios debido al hecho de que Brasil, en ningún momento, impuso un deber de memoria y justicia de transición, que sería fundamental para que no estuviésemos viendo regresiones como las de ahora.

DW: ¿Y cuál fue el papel de la Constitución de 1988, que acaba de cumplir 30 años, en este proceso?

VS: La Constitución de 1988 fue la expresión de esa gran política conciliatoria. Se dice mucho que es una constitución ciudadana, que garantiza derechos fundamentales. Por un lado, fue una constitución sin vigencia. Hasta hoy, tuvimos 95 enmiendas constitucionales, más o menos tres por año. Para aprobar una enmienda, el Congreso necesita de dos tercios. En el caso brasileño, esa negociación dura meses. Se llega a la conclusión muy clara, de que la función del Congreso Nacional desde el fin de la Constituyente fue simplemente de des-constituir la Constitución. Nació ya con este sello.

Por otro lado, 30 años después, hay leyes constitucionales que nunca fueron implementadas por falta de leyes complementarias. Es una aberración. La ley que establece el impuesto sobre las grandes fortunas es constitucional y nunca fue aplicada, por mera falta de ley complementaria. La constitución nace letra muerta.

Por otro lado, ella era resultado de una gran estructura de conciliación entre varios sectores de la sociedad brasileña, inclusive ligados a la vida militar. El ejercito llegó con 28 párrafos cerrados, prácticamente haciéndoselos tragar a los constituyentes. Entre ellos, el artículo que define la función de las Fuerzas Armadas. En el caso brasileño, la preservación del orden, otra aberración completa, porque la función de las FFAA es la defensa de la integridad del territorio nacional y punto. Entonces, lo que está explotando ahora era una bomba de tiempo que nadie quiso ver.

DW: ¿Es posible pensar en un gobierno de Bolsonaro en los moldes tradicionales, articulando en el Congreso para gobernar con mayoría?

VS: Dentro de un posible gobierno de Bolsonaro, varias opciones se ponen sobre la mesa. Estas van a depender mucho de los sistemas de resistencia que sucedan. Ahora, es importante recordar algunas cosas. La primera es que Brasil es una cierta aberración desde el punto de vista de los ajustes neoliberales hasta hoy.

Debido a los pactos de la Nueva República, no había condición de avanzar mucho, tampoco de retroceder. Había fuerzas sociales claramente constituidas que creaban un cierto equilibrio. Esto hizo, por ejemplo, que los grandes ajustes neoliberales aplicados en otros países latinoamericanos, como Argentina, no fuesen hechos acá.

Brasil llega a 2018 con dos de las más grandes empresas siendo públicas, así como dos de los más grandes bancos. Además de esto, con un sistema de salud que cubre 207 millones de personas y es gratuito, universal, cosa que ningún país con más de 100 millones de habitantes tiene. Hay, también, 57 universidades federales completamente gratuitas. No son universidades para la élite. Solo en la Universidad de San Pablo, 60% de los alumnos vienen de familias que ganan hasta diez salarios mínimos. Se percibe que Brasil llega a los días actuales en un situación muy atípica desde el punto de vista del neoliberalismo.

Los defensores de la agenda neoliberal comprendieron que la única manera de imponer sus reformas sería de una manera autoritaria, como en el modelo chileno de Pinochet. Es un neoliberalismo claramente autoritario, diferente del que tienen en Europa. Allá, la extrema derecha es anti liberal, proteccionista, que incorpora ciertas demandas sociales provenientes de la izquierda y usa la lucha contra el sistema financiero en su discurso.

Exactamente por esto, el neoliberalismo en Europa tiene que ser implementado por figuras más de centro. No es lo que sucede en Brasil. Hasta por que las encuestas muestran que 68% de la población brasileña está contra las privatizaciones; 71% contra as reformas en las leyes de trabajo y 85% contra las reformas previsionales.

DW: ¿La adopción de esta genda sería, por lo tanto, electoralmente inviable?

VS: Solo tienen una manera de implementarla: escondiéndola, no dejando que sea claramente expuesta y tematizada. La única forma de hacer eso es alimentar y resucitar los peores fantasmas autoritarios de la sociedad brasileña, colocandolos en el centro del debate político. Todas esas bravuconadas prejuiciosas son piezas fundamentales en la estrategia retórica de anulación del espacio político. Lo que vimos fue una anti-campaña, basada en el vaciamiento del espacio político, por medio de ese tipo de provocación a las minorías vulnerables –negros, mujeres, LGBT– que se movilizan, con toda justicia, y ese juego ocupa toda la escena de la campaña.

Por un lado, un potencial fascista que estaba más o menos reprimido gana derecho de existencia y aflora de manera muy fuerte. Esto viene de lejos. La dictadura militar tuvo apoyos civiles, y la gente conoce muy bien el patrón racista y prejuicioso de muchos sectores de la sociedad brasileña. Por otro lado, hay un elemento fundamental y absolutamente impresionante: la campaña sale del espacio público y se desplaza hacia el ambiente virtual, difícil de ser compartido por la sociedad. En ese espacio, la producción continua de imágenes y vídeos falsos de fuerte interpelación retorica, que pueden ser compartidos, termina poniendo el tono.

Vimos lo que pasó con los actos del sábado pasado [las movilizaciones contra Bolsonaro, con la consigna #EleNao]: grandes manifestaciones populares que ocuparon las calles de Brasil y, de repente, fueron anuladas. Nadie estaba sabiendo exactamente lo que sucedió. Justo después de esas manifestaciones, Bolsonaro tuvo un salto en las encuestas. Después fuimos entendiendo. Con una organización impresionante, una red muy vasta de circulación de imágenes, profesionalmente construida, se buscó anular ese acto con la construcción de un acontecimiento falso en su lugar. Hacían circular fotos que no tenían nada que ver con aquellas protestas, con el objetivo claro de denigrar sus propuestas. Consiguieron anular un acontecimiento callejero por medio de una movilización virtual.

Estos dos elementos constituyen otro modelo de campaña completamente fuera de los patrones tradicionales de la democracia liberal. Ella ya tiene sus límites, pero estaba obligada a conservar un espacio público al interior del cual la sociedad, como un todo, podía operar una opocisión. Ese elemento fue brutalmente retirado. El candidato Bolsonaro recibió una cuchillada y pasó la campaña entera fuera de ella. Todas las veces en que su vice o su economista hacían una declaración, eran dichos catastróficos, inmediatamente rechazadas. O sea, no hubo campaña, en el sentido tradicional del termino.

DW: Esta elección ya está marcada por la circulación masiva de las noticias falsas y el rechazo al periodismo. ¿Cómo es posible que haya debate si algunos grupos están cerrados a las discrepancias?

VS: La política nunca fue una cuestión de argumentación. Es un error creer eso. Se trata de la movilización de afectos, que, a su vez, expresan adhesiones a formas de vida distrintas y conflictivas. Vos no podes argumentar contra afectos, sino que los descontituís. Es un proceso diferente. No obstante, los afectos no son irracionales. Ellos tienen una dinámica propia y deben ser comprendidos en su especificidad. En cierto sentido, en una situación tecnológica como la nuestra, cualquiera puede producir fake news.

Cuando eran solo sectores consolidados de la prensa, existían manera de utilizar procesos judiciales para reaccionar y saber quien había sido. De una forma o de otra, un cierto nivel era preservado, pero, incluso así, está lejos de ser una cosa simple. Hay varias modalidades de construcción de noticias, utilizadas constantemente por grupos mediáticos. Pero ahora, hay un proceso en el cual esta función es invisible: uno no sabe quien lo produjo.

La campaña de Bolsonaro parecía un mamarracho, amateur, hecha a las apuradas. Pero empezamos a notar que no era así. Era extremadamente organizada, por la calidad del material que circulaba. Los materiales que anularon la manifestación contra él, comenzaron a circular horas después de los actos y eran extremadamente bien producidos. Yo me pregunto: ¿quién fue el responsable? ¿En qué productora fue hecho?

Ni siquiera se sabe quien es el publicista de Bolsonaro. ¿Será, entonces, que no había estrategia de campaña o, en realidad, ella está siendo pensada en otro lugar donde no llegamos siquiera a ver? Nada cierra en esta historia. Son organizadas redes en WhatsApp con más de 8 mil personas, que se articulan entre sí y proliferan un conjunto enorme de imágenes extremadamente bien editadas por profesionales.

DW: Los cientístas políticos acostumbran analizar la actual crisis política partiendo de la elección de 2014. ¿Pero cual es la relación del momento actual con las protestas de 2013?

VS: ese es un acontecimiento fundamental de la historia brasileña. El fenomeno de 2013 fue la mayor oportunidad perdida por la izquierda. Era una manifestación popular, que dejaba muy claro e nivel de descontento, frustración social, con una perspectiva de enriquecimiento que no ocurrió.

Podría, si, haber sido utilizada por la izquierda para decir: “Estamos presos de una camisa de fuerza para conseguir hacer un segundo ciclo de políticas de crecimiento y redistribución de renta. La gente precisa asumir esto y luchar contra varias barreras políticas” y cosas de esta naturaleza. Pero eso no fue hecho. La izquierda quedó con miedo del hecho de que las manifestaciones llevaron a la calle tanto a quienes estaban dispuestos a ir más lejos, como a sectores reactivos de la sociedad.

Toda manifestación popular convoca a los sujetos emergentes y a los reactivos. Si vos no sabes dar forma a los emergente, los reactivos toman la situación. Fue eso lo que sucedió. Un clásico, literalmente. Marx mostraba esto desde 1848, cuando intentó investigar como la revolución proletaria se perdió, transformándose en el ascenso de Napoleón Tercero, por el golpe del 18 Brumario.

Las protestas de 2013 muestran imágenes del pueblo contra el poder. Ante las imágenes del pueblo que fue a romper el Congreso Nacional y acabó prendiendo fuego el Palacio Itamaraty, siempre tenes aquellos que empiezan a gritar “orden”.

Comenzaron a hacer eso, y ahí llegó 2014. Después de la elección, yo escribí en el diario Folha de S. Paulo que la polarización no terminaría la semana siguiente y sólo iba a  profundizarse. Que era necesario estar preparados para eso. Que no iba a ayudar imaginar que la elección había pasado y ahora todo iba a volver a la normalidad. Pero el gobierno creyó que eso sí era posible e intentó crear un modelo de conciliación. Juntó a todos los sectores conservadores dentro del gobierno, desmovilizó su lado, mientras el otro lado fue para arriba ante el vacío, porque no había movilización en reacción.

En una sociedad polarizada, la primer cosa que tenés que hacer es fortalecer tu polo, porque a única posibilidad de sobrevivir es una especia de balance, juego de pelota parada. Vos ves que si avanzar demasiado el otro avanza también. Eso no fue hecho.

La izquierda brasileña quedó embalsamando un cadáver, que es el lulismo. Dio lo que tenía que dar, no daba más. Se dice que Lula tendría el 40% de los votos, y es verdad. Si estuviese en campaña, él ganaría, eso está claro. 

Por ese motivo, tuvo que ser puesto en prisión. En caso contrario, se volvía presidente. Pero el hecho es que esto ocurriría por una lógica muy racional de la población. El presente es catastrófico; el futuro, completamente incierto. Por lo tanto, vuelvo al pasado, que era mejor. De hecho, lo era. Esto no tiene nada que ver con el potencial de transformación que Lula representa, sino con una situación de pavor social. En tanto dinámica de transformación, el lulismo es un cadáver, aún cuando ganara.  

La ambivalente relación entre la lucha de los movimientos y la nueva gobernabilidad latinoamericana // Colectivo Situaciones

La crisis social, económica y política sin precedentes que se vivenció en Argentina –desde mediados de los años 90– no logro ocultar el desarrollo de novedosas experiencias de autoorganización que, a veces en condiciones muy duras, han conseguido recrear posibilidades de vida en medio de la guerra declarada por el neoliberalismo. Y es que la singularidad de estos diversos movimientos estuvo marcada por una determinación común:  este nuevo protagonismo social desplegó en los hechos nuevas estrategias de poder por fuera de los partidos políticos y los sindicatos, forjando modos de interpretación, de acción y de vínculos que, bajo influencias diversas de la experiencia zapatista, anticiparon hipótesis de construcción de un contrapoder que sin embargo, luego del 2003, ingresó en una fase de “repliegue”.

Durante las jornadas insurreccionales de diciembre del 2001, bajo la consigna “que se vayan todos”, se hizo evidente una altísima capacidad de destitución política, sin precedentes respecto de los poderes constitucionales. Como es sabido, a las oleadas populares suelen seguir largos momentos introspectivos. Esos momentos, sin embargo, no pueden ser comprendidos sin evaluar la composición y las decisiones tomadas por las fuerzas contestatarias, pero tampoco sin considerar las operaciones que los poderes, en su faz reconstructiva, lanzan sobre los propios movimientos.

Y bien, la actual situación política argentina, presentada oficialmente frente al mundo como la  reconstrucción de una soberanía fundada en una renovada representación popular y en la búsqueda de un nuevo modelo de desarrollo económico y social post Consenso de Washington, no se comprende sin tener en cuenta este cuadro complejo formado por la crisis de las políticas neoliberales plasmada en el “que se vayan todos”, el “tempo” /en el sentido de temporalidad propia (espacio-tiempo] político de los movimientos –muchos de los cuales decidieron apostar a una participación subordinada en este proceso– y los modos en que continúan los viejos dispositivos de poder tanto políticos como económicos y sociales, jamás desmantelados ni sustituidos.

Un balance precario de esta nueva fisonomía de la Argentina a más de dos años del gobierno de Kirchner muestra, entonces, esta ambivalencia: si de un lado, el consenso neoliberal ha sido destrozado en sus pretensiones simbólicas de legitimidad, subsiste sin embargo en las condiciones de existencia de la vida social; al tiempo que los movimientos que con mayor radicalidad buscaron innovar los lenguajes y prácticas de la lucha política, tomando como inspiración la autonomía como función organizativa y política, se vieron ante la alternativa de participar subordinadamente de una nueva legitimidad simbólica que ha logrado –a través del reconocimiento del lenguaje y los símbolos de las luchas populares– recomponer ciertos niveles de estatalidad, o bien resistir, con una pérdida considerable de influencia social, en una subterránea y frágil reorganización de los modos del contrapoder.

El debilitamiento en la tentativa de abrir un terreno político propio de y para los movimientos, ha llevado, por el momento al menos, a una reducción de horizontes y de capacidades. El desafío entonces, en nuestra interpretación, consiste en la preservación y desarrollo de un plano propio de los movimientos que se distingue claramente tanto de la dimensión puramente económica social y restringida a las negociaciones de los movimientos con los gobiernos, como de la dimensión estrechamente representativa del sistema político. Cuando este desarrollo se combinó con la descomposición de la dimensión institucional y representativa, en el período 2001 – 2003, la dispersión de los movimientos, lejos de ser un estorbo, dio lugar a una potencia de movilización y habilitó niveles cada vez más altos y articulados de coordinación. Durante los últimos años, la recomposición del mando político aceleró la fragmentación de este espacio y de modo paralelo se fue destejiendo la trama de nociones internas capaces de leer y producir hipótesis activas de recomposición.

La complejidad de exponer este apresurado cuadro surge del hecho de que los balances sobre las propias estrategias de este nuevo protagonismo social no han alcanzado aún una madurez que permita retomar y revitalizar las líneas de investigación política, pero no es esperable tampoco que estos balances se hagan de modo independiente a las nuevas apuestas y prácticas que ya se despliegan con relativa fuerza en todo el país. Hoy, mientras los protagonistas de las luchas previas al 2003 están en un proceso de reorganización, surgen una serie de resistencias y explosiones vinculadas con la gestión neoliberal de la existencia de la población, tales como los estallidos recurrentes en torno a los servicios de agua y transporte privatizados hasta las protestas en colegios secundarios por las condiciones edilicias, la recomposición salarial en torno a nuevas representaciones asamblearias o alrededor de las víctimas de catástrofes sucedidas debido a la propia trama irregular de gobierno y empresariado que se evidenció, por ejemplo, en la masacre de Cromañón, un espacio de recitales de rock que se incendió cobrándose la vida de 194 jóvenes.

Paralelamente, es difícil considerar la situación Argentina, sin tener en cuenta una serie de discusiones que vienen desplegándose en el escenario latinoamericano, y que a partir de su carácter experimental concentra  atención en todos los rincones del planeta, que no siempre logra sustraerse a la idealización.

La reactivación de las luchas bolivianas, a partir del 2003, plantea entre nosotros una problemática nueva en torno a los recursos naturales, la cuestión indígena y la posibilidad de nuevos modos de autogestión y renovación de lo público que entroncan de manera directa con la naturaleza de la nueva conflictividad. Pero también, el surgimiento de una nueva situación latinoamericana, cuyo común denominador ha sido, en el último tiempo, la tentativa generalizada de abandonar los parámetros impuestos por la retórica neoliberal, que busca configurar modos de gobierno capaces de compatibilizar ciertas formas de desarrollo económico y social con una nueva legitimidad política. Uruguay, Brasil, Argentina y Venezuela, Bolivia hasta ahora, y probablemente México en pocos meses, forman así, a partir de situaciones diversas y con suerte dispar, intentos particulares de forjar una nueva configuración política.

Este contexto está caracterizado por una relativa autonomía conquistada en el Cono Sur de América debido a la reorganización de capacidades y prioridades de los Estados Unidos, pero también por los desarrollos durante las últimas décadas de los movimientos sociales como actores organizados de un descontento mucho más amplio de las resistencias contra el neoliberalismo. Son estos movimientos, de hecho, los que dieron forma y duración a una perspectiva constructiva en torno a cuestiones fundamentales: la discusión sobre una nueva relación gobernante-gobernado, los usos de los recursos naturales y el rechazo a la militarización de los conflictos y la criminalización de la protesta. Esto ha permitido una reapertura del juego político, dando lugar a un escenario extremadamente ambiguo e inestable que, como en el caso argentino, navega a dos aguas entre el agotamiento de la potencia de legitimación del discurso político y económico neoliberal y la consolidación de una existencia social determinada por la subsistencia de condiciones neoliberales (caracterizadas por el desfondamiento de la vieja estructura estatal-desarrollista y la emergencia de nuevos modos subjetivos y de socialización).

En el caso de Brasil y Uruguay, además, se suma el hecho de que los nuevos gobiernos han sido conformados tras décadas de paciente organización política popular y de las izquierdas, abriendo una gran expectativa sobre la posibilidad de adecuar una nueva representación política para todos aquellos que rechazan el modelo neoliberal impuesto en la región. Situación ésta que supone, en el primer caso, que la frustración respecto del PT repercute negativamente sobre los movimientos que de alguna manera se fueron articulando en el proceso y, en el segundo, es más bien la carencia de toda otra construcción social y política lo que marca la gravedad de un eventual fracaso político del Frente Amplio. En ambos casos, lo que parece estar en juego es el modo en que las expectativas en la representación política, tal como surge de su calco sobre el concepto de soberanía del viejo estado nación, restringe la imaginación de los movimientos.

La propia situación de Venezuela parece dar la clave del proceso ya que si, de un lado, los movimientos venezolanos han decidido dar apoyo a Chávez a cambio de obtener condiciones inéditas para su propio desarrollo, la disputa por los recursos naturales a escala global ha hecho de Chávez una presencia valiosa para todos los cálculos geopolíticos continentales.

En todo caso, el dilema que queda planteado a partir de la creciente influencia bolivariana es si la actividad popular que se despertó en su seno será capaz de reabrir una y otra vez la imaginación política de sus protagonistas o si esta representación exige una subordinación creciente de las autonomías conquistadas por los movimientos a una nueva jefatura. Todo lo cual cuenta especialmente en un continente que no se sustrae a la gestión del orden bélico del planeta. La militarización que se desarrolla en todo América Latina parece trazarse tanto en torno a la cartografía de los recursos naturales estratégicos como sobre las líneas del narcotráfico y de las resistencias sociales más desarrolladas. Tanto las coyunturas de Colombia como la de la región andina parecen encajar especialmente en esta geografía de guerra, mientras que se anuncian en estos días las invitaciones a Paraguay para reforzar las posiciones militares en la zona sur del continente.

Es a partir de esta nueva apertura de la coyuntura en América Latina que se replantean los modos de concebir las relaciones entre gobiernos y movimientos (pero también entre gobiernos, regiones y potencias), renovándose el interés por forjar nuevas hipótesis políticas y cobrando relevancia el experimento social que se desarrolla actualmente en Bolivia –donde los movimientos sociales  protagonizan una auténtica guerra contra la estructura colonial del estado afrontando incluso riesgos de secesión nacional– pero también en Chiapas, donde la producción de una propuesta como la Sexta Declaración abre nuevas discusiones sobre el curso a seguir por los movimientos.

Conferencia en Londres: “Inquietudes en el impasse a partir de la situación latinoamericana” (10/12/09) // Colectivo Situaciones

La anomalía latinoamericana

 

Los movimientos sociales obligaron en la última década a una inflexión del paradigma gubernamental neoliberal en buena parte de América latina. Lo hicieron a través de las resistencias al neoliberalismo lo cual implicó, en algunas circunstancias, una ruptura con el mando directo de las elites globales. Los rasgos centrales de aquel ciclo de luchas fueron la acción multitudinaria y destituyente, capaz de coaligar actores tan disímiles entre sí como movimientos de desocupados, poblaciones originarias, pobres urbanos y campesinos, y movimientos comunitarios contra la privatización de lo público. En general, estas insubordinaciones desplegaron sus dinámicas por fuera de los instrumentos tradicionales de organización, forjando en muchos casos movimientos políticos que hoy se encuentran en el gobierno.

Los así llamados gobiernos progresistas se desarrollan hoy como mixtura entre las viejas izquierdas políticas y los movimientos de resistencia al neoliberalismo según relaciones variables, que dan lugar a situaciones diversas. En todas ellas se juega, en alguna proporción, la interlocución con lo producido por aquellos movimientos sociales: la vocación de impulsar premisas post-neoliberales en la gestión de la vida colectiva. En este sentido, se discute actualmente en buena parte del continente la distribución de los recursos económicos, sociales y simbólicos: a través de políticas sociales, de ciertos enfrentamientos con las empresas que controlan los medios de comunicación, y por medio de la estatización de empresas así como la renegociación de las rentas extractivas de recursos naturales. En algunos países la situación de democratización política (especialmente a través de asambleas constituyentes) dio lugar a procesos de refundación parcial de la voluntad de intervención del estado.

Sin embargo, es necesario remarcar que es el “nuevo protagonismo social” el sujeto que da inicio a la secuencia que comienza con las primeras resistencias, que se desarrolla como desobediencia general a la legitimidad neoliberal pura y dura y abre los espacios para la constitución de gobiernos progresistas más o menos permeables a sus demandas, según los casos.  

¿Cuáles son las novedades políticas que producen estos movimientos? Buena parte de ellas pueden agruparse en la consigna indígena, tomada por los zapatistas, del “mandar obedeciendo”  que, por un lado, actualiza, extiende y vuelve contemporáneo un rasgo perteneciente a las culturas comunitarias, como es la proximidad y reversibilidad de las relaciones de mando y obediencia, y por otro provee nuevas imágenes para pensar la relación entre institucionalidad política y poder popular desde abajo, cuando ya no se postula de manera real y creíble la hipótesis de la toma revolucionaria del poder.

Del “poder destituyente” a la exigencia de “buen gobierno”, tal vez el punto mas alto de visibilidad de este trayecto singular haya sido la cita de Evo Morales durante su asunción como presidente de la república de Bolivia, en la cual él mismo se colocaba bajo la exigencia del “mandar obedeciendo”.

En buena parte del continente los cambios son más moderados. Existen gobiernos más ambiguos, que mixturan continuidades profundas del neoliberalismo con una mayor interlocución con la agenda de los movimientos sociales. Llamamos “nueva gobernabilidad” a esta interfase –plagada de avances y retrocesos- que consiste en una dialéctica de reconocimientos parciales, que posibilita puntos de ruptura e innovación en la búsqueda de un momento post neoliberal, favorecido por la actual coyuntura de una mayor autonomía regional, claramente esbozada en Sudamérica.

La llamada anomalía latinoamericana resulta incomprensible si se la pretende concebir a partir de una única temporalidad. El nuevo protagonismo social se caracteriza, precisamente, por la pluralidad de tiempos y de lenguas que incorpora. Tiempos y lenguas de la descolonización, de la comunidad,  de la metrópoli compleja, con sus periferias y las diversas capas de migración, etc. Esta comprensión de los ritmos y lenguas está en la base de cualquier tentativa de creación de nuevas hipótesis emancipatorias.

La secuencia de la que hablamos cobra nueva importancia a la luz de la crisis.  De buena parte de América Latina puede decirse que la crisis fue empujada por los propios movimientos, que obligan a tratar con ella y aceleran el proceso de interrogación sobre el momento post-neoliberal.

Hipótesis I: Lo que ofrece América Latina como anomalía es un hábito de la crisis, capaz de anticiparla  y de atravesarla desplegando en ella recursos subjetivos para una problematización  más democrática de su desarrollo.

Las prácticas de Investigación Militante (1), en el contexto de la emergencia de un nuevo protagonismo social, tuvieron que hacerse un espacio propio por fuera de la academia y de la militancia política tradicional, para encontrarse cara a cara con las luchas y desarrollar co-investigaciones capaces de crear conceptos.     

La investigación militante funciona –cuando lo hace- como una experiencia de transversalidad, y prioriza la creación de un lenguaje desarrollado en situación. Como tal, no separa sujeto de saber y objeto de conocimiento, ni aspira a un lenguaje prescriptivo o normativo. Se echa a perder de inmediato cuando se la intenta convertir en método o modelo.

De nuestra parte, los años que van desde la incubación de la crisis hasta el 2004 fueron años febriles. No sólo desarrollando talleres con diversas experiencias, sino también intentando escribir de conjunto lo que ocurría en aquella investigación política. 

 

La Argentina de las crisis

Intentaremos referirnos brevemente a la particularidad del proceso argentino. La crisis del 2001 implicó el fin de la legitimidad de las instituciones del modelo neoliberal a secas tal como había sido anticipado por la última dictadura militar, y desarrollado por largas décadas de una democracia castrada. A partir de mediados de la década del 90 convergen diversas luchas de tipo asamblearias y dadas a la acción directa tales como la de los desocupados (piqueteros), de derechos humanos (Madres de Plaza de Mayo, Hijos de desaparecidos), de trabajadores ( de Fábricas recuperadas), de movimientos de lucha por la tierra, asambleas barriales y de sectores medios perjudicados con la expropiación de sus ahorros, en una compleja coyuntura política que acabó con la caída de al menos tres gobiernos en unos pocos días. El rasgo determinante de este movimiento heterogéneo fue su dinámica “destituyente”

A partir del 2003 un nuevo gobierno crea expectativas sobre el proceso político al tejer al mismo tiempo, los deseos de trasladar el lenguaje y las demandas de los movimientos al nivel del estado, junto al anhelo igualmente extendido de normalización de la vida social, económica y política.

Seis años después, encontramos en las perseverantes marcas que los movimientos dejaron impresas en las instituciones políticas las claves para comprender la ambigüedad del proceso actual: junto a rasgos muy fuertes de normalización y debilitamiento de los movimientos, permanece vivo el juego de los reconocimientos parciales, complejos y ambivalentes. Tal juego de reconocimientos ha permitido recomponer fuerzas para enfrentar a algunos actores poderosos de las élites neoliberales, y, al mismo tiempo, ha excluido o debilitado la perspectiva más radical de reapropiación autónoma de lo común.

Sobre este campo de complejidades actuales se juega la reinterpretación constante de los  enunciados democráticos que surgieron de la crisis. Podemos considerar, al respecto, dos momentos o axiomas fundamentales: la recusación del lenguaje neoliberal (fundado en la idea de ajuste de la economía, y la subordinación a la hegemonía de las finanzas globales y las privatizaciones), y de la represión al conflicto social, apoyado en una recuperación de la narración de las luchas de la década del 70, y la de los derechos humanos.

La tendencia más fuerte, en este sentido, es la que se constituye desde un paradigma neodesarrollista, capaz de reinterpretar la genealogía del cuestionamiento a las relaciones salariales y a la forma-estado-neoliberal por parte del nuevo protagonismo social, concibiéndolas como demandas de reproletarización. De este modo, una problematización central de nuestra época pasó de ser pensada como necesidad de un “trabajo digno” (consigna creada por los movimientos piqueteros) a ser re-inscripta dentro de la mitología fordista del pleno empleo (bajo el slogan de “empleo decente”). La valiosa información producida por los movimientos sociales (es decir: las formas colectivas de organización del trabajo que tendía a independizar producción de valor de empleo) fue utilizada por el estado para reorganizar su política social y para gestionar la crisis del trabajo.

Hipótesis II: El dilema hoy es cómo crear dinámicas de problematización desde abajo, en un contexto anómalo, de fuerte polarización política que atraviesa la región, partiendo de un impasse de las prácticas y de las hipótesis emancipatorias luego de un ciclo intenso de experimentación.

La investigación militante (2) consistió a partir del 2004 en abrir un espacio para pensar, desde las prácticas, la sensación de repliegue. En aquel momento con un grupo de compañeros nos propusimos “politizar la tristeza”. ¿Qué tristeza? La de la idealización y la nostalgia de un contrapoder disminuido, y la de la captura o instrumentalización de lo creado, con un sentido inverso. Un modo de hacerlo fue, sobre todo, ampliar nuestra interlocución con las experiencias de autonomía más allá de la Argentina. Particularmente las Juntas del Bueno Gobierno del zapatismo en Chiapas, y el complejo movimiento social boliviano.

En esos años dimos forma a una editorial militante, Tinta Limón Ediciones, que trabaja como un colectivo que difunde y propone continuar e intercambiar nuevas producciones en torno a la investigación política y teórica autónoma.

 

Impasse

Decimos impasse, porque no cabe hablar aquí de victorias plenas, ni de derrotas irreversibles, sino de una convivencia compleja de algunos elementos surgidos de la rebelión, junto a otros tantos que operan como reconducción conservadora del proceso.

Si toda rebelión puede ser comprendida como la elaboración de preguntas, con la expectativa de que la época sepa decodificarlas, su traducción a la lengua de las demandas y de la “reparación”, en un contexto de fuerte polarización política, y sobre un suelo ultramediático, devalúa y desestima su potencial creativo.

La estabilización de las lenguas críticas coloca en suspenso el potencial democrático de los movimientos, arrojándolos a los cánones del economicismo y/o del institucionalismo.

Proponemos asumir el impasse como un espacio de consistencia fangosa, barrosa, pleno en reversibilidades, idas y vueltas, desplazamientos inconclusos y tramado por un tiempo en suspenso, que no podemos pensar meramente como “tránsito a”, sino como transcurso mismo de lo paradojal.

En el impasse, los hechos y las narraciones se sitúan a medio camino entre la innovación y el dejá vù, entre el presente abierto al acto, y una sensación claustrofóbica de lo presente como ya-vivido.

En el impasse, pasamos de la im-potencia (ausencia de todo posible concreto) a la in-quietud (ausencia de todo conformismo).

Hipótesis III: el impasse no es victoria ni derrota de las luchas anteriores. Suspende las dinámicas de cuestionamiento social, al tiempo que se aceleran las de los binarismos mediáticos. Sin embargo, la problematización autónoma sería un voluntarismo si no surgiese junto a un balance profundo y realista de las aporías del ciclo de luchas previo.

La militancia de investigación (3) en la medida que implica una instancia colectiva precisa de una reflexión continua sobre el modo en que compartimos los lenguajes, en que elaboramos las sensaciones, en que valoramos los efectos y los afectos en lo que hacemos.

El conformismo y la auto-complacencia constituyen un límite fundamental para cualquier práctica.

El atascamiento de las dinámicas colectivas puso en crisis al propio colectivo, obligándonos a una puesta en común más exigente y menos benévola para con nosotros mismos. Lo común no preexiste ni resulta de automatismos: exige cada vez una práctica que lo vaya creando.

 

Promiscuidad/estereotipo/profanación 

Partimos de una coexistencia, de una mezcla e interpenetración (promiscua) de elementos de hegemonía capitalista y de contrapoder. La lengua que hablamos no queda indemne en esta hibridación.

Constatamos una crisis de la palabra política. La fábrica del sentido es expropiada por la esfera mediático-gestionaria en detrimento del pensar colectivo.

No se trata de una mera despolitización sino de algo más complejo. De una proliferación de discursos sobre la política que no alcanza a politizar lo social.

La mediatización produce estereotipos continuos, en tiempo real, aptos para organizar simplificando la complejidad, pero expropiando la capacidad misma de problematización.

A su vez, el pensar crítico se torna encapsulado, hermético, un nuevo estereotipo.

La inquietud en el impasse es acto profano (lúdico, humorístico, antangonista): desacraliza todo aquello que la lógica productora de estereotipos consagra como jerarquía.

Hipótesis IV: Tal profanación resulta inseparable de un materialismo perceptivo capaz de leer los signos mínimos, es decir, de valorar las asimetrías que recorren las situaciones, de  retomar los usos comunes de todo aquello que el estigma y la cultura mediático-mercantil separan y segmentan como recursos  para la acumulación.

La investigación militante se plantea entonces (4) bajo qué modos se actualiza lo colectivo cuando las formas experimentadas durante el auge de los movimientos sociales ya no opera como orientación concreta para la acción. La necesidad es la de un pasaje: de la perplejidad por la disminución de una potencia pública a la exigencia de una nueva proximidad con la potencia que permanece aun encapsulada. Se trata, sin embargo, de un doble movimiento: del reconocimiento de la propia posibilidad codificada, y de los modos o puentes que se tienden entre cápsulas sin lengua común.

Para esto es preciso, creemos, una nueva capacidad de fabular: ya no sustentada en la subjetividad heroica, sino apegada a valorar las asimetrías que resultan invisibles desde la percepción mediatizada o nostálgica.

Es un problema de perspectivas: ¿cómo transversalizar nuevas experiencias que parecen estar fuera de todo código, incluso los que provienen de luchas anteriores?

 

La investigación militante como arbitrariedad

La arbitrariedad forma parte de la inquietud de la que hablamos. Partimos, en cierto modo, de un malestar. El malestar se torna motor de la inquietud, es decir, movimiento, por mínimo que sea. Este movimiento abre el estereotipo y nos deja ante aquello que no tiene imagen aún. Lo que no tiene imagen porque no es un “posible prefigurado”,  ni una utopía, sino una chance, una fuerza del aquí y el ahora, la posibilidad como tal.

 

Pero la arbitrariedad no es capricho. El valor de la potencia que viabiliza el mundo  se valora en prácticas.

 

Nos llega el mensaje de un desconocido que dice: “si quieren conocer un agujero negro, vean lo que es un call center”. Un grupo de maestros desafiados, nos invita a trabajar con ellos diciéndonos que “cuesta atravesar la distancia con los chicos”. Una trabajadora boliviana que nos habla de “Ayllus” -quechuas y aymaras- en el centro mismo de la ciudad de Buenos Aires o un grupo de jóvenes dispuestos a cuestionar la guetificación urbana y laboral en la que viven.

 

“Creación”, “experimentación”: no son palabras que podamos usar con ingenuidad. Entre sus usos mas deplorables están las jergas, y los esteticismos que entregan todo potencial problematizante a las fuerzas conformistas de la pura apariencia.

 

La inquietud precisa también de colectivos, pero ¿qué cosa son hoy los colectivos? Seguro que no se confunden con los grupos. Lo colectivo es una instancia de individuación, un ir más allá de cada quien. Es una instancia de las prácticas. Lo colectivo, más que nunca, siente el horror a los guetos y a las microempresas del sí mismo.

Según nuestra experiencia no siempre el grupo es espacio para lo colectivo, especialmente cuando sedimenta como una coordinación de personas ya hechas, con opiniones y sentimientos definidos, con identidades estables.

Pero lo colectivo que aquí estamos nombrando, consiste en tres operaciones: temporalización, testimonio y registro. En este sentido, es fundamento trans-individual que sostiene las voces y los cuerpos, en su esfuerzo por agrupar fuerzas, para ir más allá de lo que somos o fuimos. Lo colectivo existe en la capacidad de inventarse funciones que se despliegan de manera autodeterminada. ¿Qué es esta autodeterminación que siendo libre no es caprichosa, porque supone una convergencia de deseos, una puesta en movimiento de lo social? ¿Qué es lo colectivo cuando no se conforma con la unidad y el consenso, porque prefiere seguir de cerca el intuir laborioso de una energía social que siempre está desplazándose? ¿Cómo obviar hoy esta dimensión de lo colectivo, cuando los relatos vuelven a entrar en disputa y nuevamente se entreabre la necesidad de inventar formas expresivas, ahora abrumados por la complejidad y la caotización semiótica?

 

Hipótesis V: El impasse debe ser también suspensión de todo atajo retórico. La investigación militante se ve inmersa en la artesanalidad, pero no porque abandone su impulso, sino porque, al contrario, insiste en buscar transversalidades: universalidades, pero concretas.  

 

En la investigación militante (5) entonces partimos de la inquietud. Si ya no contamos con referencias claras, señales orientativas, apelamos a otro desarrollo sensible, capaz de reconocer procesos en la discontinuidad. Una investigación sobre las formas de explotación del alma en las luchas desarrolladas en los Call center de Buenos Aires, una pesquisa sobre las formas de crear espacios de imaginación en las experiencias educativas de la periferia de la ciudad,  o el grito contenido de los jóvenes trabajadores ilegales, sometidos al más duro de los racismos. Una nueva transversalidad surge, creemos, de una disponibilidad en la desorientación, es decir, de una inclinación hacia los otros sin contar con un código previo compartido (que el capital nos ofrece cada vez). Este es el desafío capaz de reabrir una y otra vez la investigación. 

 

CS, Londres 2009-10-12

 

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 II. Taller: “Desafíos de la investigación militante en el impasse”

           

  1. El impasse latinoamericano

           

  • Apertura de una mayor autonomía a partir de gobiernos del Conosur, y deshilache por debajo: consolidación del racismo y la guetificación como jerarquías étnico-laborales.
  • La crisis de imaginación para superar el neodesarrollismo: trabajo, salario, estado.
  • Nueva configuración de los miedos: de la calle como espacio de movimientos, a la calle como espacio bajo amenaza.
  • Reposición de imaginarios tradicionales, en detrimento de la innovación.

 

b. El problemas de lo colectivo/expresión

 

  • Crisis de discursos y prácticas del último ciclo de luchas.
  • Estabilización y recuperación de estos discursos y procedimientos (del guetho a la microempresa, pasando por los matices del encapsulamiento).
  • Los usos políticos del tiempo.
  • Arbitrariedad como “gesto que insiste” en el impasse.
  • Política de expresión para una “potencia sin imagen” (contra el esteticismo).

 

 

Libro: Bienvenidos a la selva (Diciembre 2005) // Colectivo Situaciones

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Altitude Sickness. Notes on a Trip to Bolivia* (October, 2005) // Colectivo Situaciones

1. In its heterogeneity and permanent movement, Bolivia is at the same time the experience and the fracture of magma. It is there where faces, bodies, and languages tell stories that challenge those seeking to understand, accompany, and enjoy. Our trip, in February 2005, was a struggle between this attempt to understand and the difficulties of adaptation (of which altitude was not the least of obstacles). It is also a wager on the distinctive outlook opened by what took place in recent years in Argentina. And this dialogue between processes of de-institution-construction is vital for both.

2. To arrive in Bolivia is to be surprised at an atmosphere that concentrates an extreme tension between different elements, a polymorphous dynamic that today characterizes, in different ways, the syntaxis of the movements and struggles of a good portion of Latin America. To connect with Bolivia is part of a necessary and renovated literacy. It looks as though any image let itself be seen and read. Today the space referred to as “Latin American” appears to the public through the emergence of so-called “leftist” national governments. The literacy we propose is one that allows us to have new keys to read this process. These governments—each in its own way—function as an extension, interpellation, substitution, subordination, displacement and/or reorganization of the movements and experiments that strive, in entire regions of the continent—precisely the hotter and more creative ones—to unfold a politics from below. This democratic impulse does not thrive without moments of insurrection, which spatialize and open new terrains, but, evidently, nor does it emphasize the constructive and innovative dimension of the processes that have been opened.

3. As with the “piqueteros” in Argentina, in Bolivia the struggles summon new expressions. The media invent new ways of naming each irruption. Thus, the aggressiveness displayed by the struggles is immediately called “war for” (water, coca, gas). These “wars,” however, are not moments of organization within a designed and consistent strategy over the control of the apparatus of the state, as it could have been conceived only two decades ago, althought it is evident that the consequences of these conflicts have a bearing on a constant politicization and a neutralization and erosion of central power’s ability to command. The so-called violence in the struggles in Bolivia is not decided and deployed by traditional revolutionary organizations, but by communitarian impulses more or less configured as such. This is why the coexistence of an electoral strategy of indigenous and popular groups along with harder or hidden resistances is not only highly conflictive but also persistent and even partially articulable at some moments.

4. Another feeling we have about the construction of this social grammar has to do with what we could quickly call questions of mobility. The territories of “war” constitute at the same time the terrain of a settlement and a recomposition of the large internal migrations. This component of re-territorialization of population flows has a double dimension. With the process of neoliberal relocalization of the campesino and mining labour power in the 1980s and ’90s a reorganization of the economic profile of Bolivia took place, decomposing, at the same time, an experience of modes of struggle and identification achieved after decades of popular political work. And at the same time, after two decades, it is possible to perceive the beginning of the weaving of new links from the reviving of elements of the earlier life (as in the mining neighbourhoods of El Alto) that operates as a contribution of the unionist tradition to urban struggle, to the invention that arises from adaptating and creating new modes of linkage and new subjects of struggle. This reorganization appears, in different ways, with the Aymaras, the Queshua campesinos, and the Landless Peasants Movement (MST) of Bolivia.

5. In Bolivia, as in many other places, it is not possibile to give up a mixed regime of understanding. There is not “ONE” explanatory principle of the audible and visible phenomena. There is an unconcealable social fracture, of course; but the rigidity that this image presupposes hides the magmatic fluidity (sometimes hotter and more dynamic toward revolt, other times colder and slower). The same happens with the old and the new. It seems that certain pinnacles of classical philosophical thought admit a doctrine according to which the old is not the oldest, nor is the new the most recent, but rather the old is born old and the new is so for eternity. The old is not anachronistic and the new does not admit the logic of fashion and snobbism. The old would be that which is separated from the ability to create. The new, in contrast, is the ancient possibility of production. All this to say that in Bolivia there is an ancient and wide-ranging self-management capacity that is actualized today configuring networks of everyday life, and, at the same time, it harbours a capacity to develop struggles without excessively specializing specific and professional organizations. However, these networks coexist and are regarded, once and again, as unproductive, patriarchical, and strategistic logics. Both tendencies survive.

6. Another aspect in relation to the aptitudes of the Bolivian resistance movement is linked with the experiments of constructing what we could call (with all the objections we have regarding the use of the term “institution” as a name for this phenomenon) “non-statist institutions of counterpower.” We are witnessing the instauration of methods of organization, selection, and production of a limited representativity, exercised by very controlled delegation and mandate, following the assembly model, with broad and permanent coordinating bodies. From the FEJUVE (a federation of 500 assemblies from the El Alto area) to the coordinating committees for the defense of natural resources (which already consist of levels of self-management of public enterprises) or the Ayllus (productive communities from the Altiplano) and the extended experiences of community [s1]control all anticipate modes of appropriation of resources that are outlined in situations of organization of collective power (potencia)1 very different from the classical demand for the state ownership of public services. Its non-statist character, however, does not elude a fundamental ambiguity: as much in its imaginaries as in its discourses elements of a non-statist sociability mix with the continuance of a statist horizon.

7. Of course the political, social, linguistic and economic elites operate upon the ambivalence that runs through the popular networks. The strategy with which this bloc confronts the present crisis of domination is plural and includes aspects from the direct dispute over rent and the extractive productive profile to the autonomization of strategic regions and the appeal to international tribunals to condition the capacities of Bolivian sovereignty (Aguas de Illimani-Suez Lyonnaise de Aux and Aguas de Tunari-Bechtel); to the nomination of new candidates from the right to the preparation of paramilitary groups to confront the campesinos that seize land; to the “contention” by the neighboring countries (Argentina and Brazil) to the regional preparation of the United States in order to be able to place a material-military limit to an eventual outburst of social unrest. (The concern of the U.S. military apparatus about what is going on in Bolivia seems to retroactively confirm Che Guevara’s intuition with respect to its geostrategic potential in the heart of South America.)

8. The depth of the revolution that is developing in Bolivia can be assessed by the importance of what it brings to bear: a) The affirmation of a new complex popular subject that aspires to its full right to speak politics, which questions the structure of hierarchies that organize society and upon which the state finds support; b) the recomposition of communitary forms of life and their correlates in modes of struggle; c) the antagonism with the transnational structure of the colonial state. In any of the possible variants, however, a principle of organization develops which totally or partially questions the regime of autonomy of a sphere of politics and reconsiders the terms of a popular democracy. Because of the complexity of the process no linear vision can be sustained without problems.

9. In short: in Bolivia there is a social creativity that is alive, althought it is also possible to say that it is—paradoxically—“in crisis.” In Bolivia the problems of counterpower are concentrated and highly developed, but still this is not an “exhaustive sampling.” Moreover, it is possible that, in regard to many of the aspects inside the movements that cause “crisis,” there are in Chiapas, but also in some other movements in Argentina and the rest of the continent, more advanced experiments.

Bolivia implies a certain contraction of general problems, which it displays with a certain accentuation, but it represents neither the heart nor the sole point where the essence of the process unfolds. We could not say that Latin America’s counterpower is at stake in Bolivia, but we could say, perhaps, that “without Bolivia” we miss the general grammar of the struggles of present day Latin America. And in this grammar we perceive that it is essential to link the experience and elaboration of two poles so similar and yet so different: the movements in Bolivia and the Zapatista experience in Mexico. After trying out a series of strategies of construction that encompass from the constitution of a voice and an imaginary of their own to the creation of free municipalities and autonomous regions (Juntas of Good Government), Zapatismo feels they have arrived at a limit of their experience and as such are calling for the constitution of a new broad political strategy (Sixth Declaration of the EZLN). As much in Bolivia as in Mexico, the radical movements have to articulate their civilizatory perspectives and the construction of their autonomies to certain tactics in order to confront the dynamics that disperse them. Both Bolivia and Mexico are torn today over the nature of possible progressive governments that might result from the next elections. In both countries there is a counterpower that attempts to position itself in relation to what is coming, but in addition both had some time to watch, in Argentina and in Brazil (two different cases), the functioning of a complex relation between three terms: democratic governments with progressive aspirations, neoliberal conditions of existence, and the life of movements.

Colectivo Situaciones

October, 2005

Translated by Nate Holdren and Sebastian Touza


Situaciones is the name of an ongoing militant research around which our collective is organized. We have been working together for more than five years, and we do it, fundamentally, in workshops in which we think along with experiments of the new radicality. Among others, we have participated in co-research with the group H.I.J.O.S. and Mesa de Escrache Popular, the Campesino Movement of Santiago del Estero (MOCASE), the Movement of Unemployed Workers (MTD) of Solano, with experiments in alternative education, such as the Educational Community Creciendo Juntos (Growing Together) and the Universidad Trashumante (Transhumant University), with counterinformation collectives, such as lavaca, and art collectives, such as the Grupo de Arte Callejero (Street Art Group), and with people from this country and other regions. Since we came together we elaborated an autonomous press, in order to publish and disseminate the expressions of this work. This has grown to become a militant-press which we call Tinta Limon ediciones (www.tintalimonediciones.org).

* This is an excerpt from a longer piece that will be published soon in the book Mal de altura (Buenos Aires: Tinta Limon Ediciones, 2005).

1 In Spanish there are two words corresponding to the English word ‘power’: potencia and poder. Potencia refers to power as capacity – the power to act, power in the sense of ‘empower’. Poder refers to constituted power in institutions, in the sense of ‘the powers that be’ or ‘state power’. –Tr.

“Liberoamericanas: 80 poetas contemporáneas” // Cosecha Roja.

¿Cómo contar las experiencias de mujeres en América Latina y en otros países? Las violencias machistas, la sexualidad disidente, la sororidad y la rabia pueden reflejarse en la poesía. “Liberoamericanas: 80 poetas contemporáneas” es una antología que reúne las nuevas voces de mujeres de toda la región, Portugal y España. El libro fue publicado por la Editorial Liberoamérica. Acá, compartimos tres poemas para sentir y repensarse.

Mere Echagüe

– Argentina –
Posadas, 1987

Si me matan un lunes
no digas que me lo busqué.
Decí que salí de laburar
y me tomé tarde el tren
no tuve tiempo de preparar la cena el resto ya lo sabés.

Si me matan un martes
no digas que me lo busqué.
No creas que quiero
que mis hijos pierdan a su madre y transiten la angustia de saber que me han dolido hasta la muerte los golpes de miles de puños que hace siglos denuncié.

Si me matan un miércoles
no digas que me lo busqué.
Decí que me puse una pollerita
y salí a fumar un faso
a la plaza de mi barrio
adonde vos también fumás
y ves cómo me venden en papelitos cómo me agarran el culo cómo me muestran el arma
la que cuelga de la cintura
la que cuelga entre las piernas.

Si me matan un jueves
no digas que me lo busqué.
Decí que soy una piba como cualquier otra que salió a bailar con las amigas
que le gusta la cerveza
que le gusta la coca y el fernet
que cuando dice no, es no
y no lo podés entender.

Si me matan un viernes no digas que me lo busqué. Decí que salí a romper iglesias porque mi santo no está de turno mis derechos tampoco
porque una vez no di limosna porque unas cuantas veces pequé.

Si me matan un sábado
no digas que me lo busqué.
Decí que me metieron presa
por sacarme de adentro tu semilla
que yo no quiero
ni vos
y me morí de impotencia.

Si me matan un domingo
no digas que me lo busqué.
Gritá bien fuerte
que lo hicieron porque soy mujer.

Jess Velarde

– Bolivia –
La Paz, 1990

¿Qué me hace ser mujer?
Ser bisexual, ¿me hace mujer?
Que me hayan perforado las orejas cuando era bebé, ¿me hace mujer?
Tener cabello largo, ¿me hace mujer?
Tener ovarios, ¿me hace mujer?
Que sangre cada 28 días, ¿me hace mujer?
Quedar embarazada, ¿me hace mujer?
Tener tetas, ¿me hace mujer?
Tener pene, ¿me hace mujer?
Tener migraña, ¿me hace mujer?
Usar ropa rosada, ¿me hace mujer?
Usar velo, ¿me hace mujer?
Tener las uñas largas, ¿me hace mujer?
Tener clítoris, ¿me hace mujer?
Ser soprano, ¿me hace mujer?
Cambiar de humor según el ciclo lunar, ¿me hace mujer?
Ser de Venus, ¿me hace mujer? (Teniendo en cuenta que en
Venus hace mucho calor y las mujeres odiamos el calor).
Mis cromosomas XX, ¿me hacen mujer?
Que los adjetivos que usen al señalarme terminen en «a», ¿me hace mujer?
Usar ropa de hombre, ¿me hace mujer?
Ser lesbiana, ¿me hace mujer?
Tener bigote, ¿me hace mujer?
Que la gente se escandalice al ver mi torso desnudo, ¿me hace mujer?
Tener las pestañas largas, ¿me hace mujer?
Haber convivido sólo con mujeres en mi infancia, ¿me hace mujer?
Que me guste el pop, ¿me hace mujer?
Que menee el trasero al bailar reguetón, ¿me hace mujer?
Que resuelva mis problemas hablando y no a golpes, ¿me hace mujer?
Que me hayan hecho usar falda y tacones el día de mi graduación, ¿me hace mujer?
Que quiera ser madre, ¿me hace mujer?
Que quiera abortar, ¿me hace mujer?
Que ame usar panty medias, ¿me hace mujer?
Que de niña haya querido ser María Antonieta, Marilyn Monroe o la Power Ranger Rosada, ¿me hace mujer?
Que me guste que un hombre me penetre, ¿me hace mujer?
Que use pantalón, ¿me hace mujer?
Que use brassier, ¿me hace mujer?
Que mi madre me diga: «Tienes que aprender a cocinar», ¿me hace mujer?
Que la carcasa de mi celular sea de color violeta, ¿me hace mujer?
Que ame ver lencería y me imagine modelándola, ¿me hace mujer?
Que los hombres me saluden dándome la mano, ¿me hace mujer?
Que los policías se espanten al verme caminar sola en la noche, ¿me hace mujer?
Que los taxistas me digan que me llevan gratis, ¿me hace mujer?
Que el docente me preste más atención a mí que a mis compañeros, ¿me hace mujer?
Marchar en un «parade» feminista, ¿me hace mujer? Tener que estar de acuerdo con mis amigas feministas, ¿me hace mujer?
Ver a un bebé y emocionarme, ¿me hace mujer? Ver a un cachorro y emocionarme, ¿me hace mujer? Derretirme ante un detalle con flores, globos y peluches, ¿me hace mujer?

Excitarme y que nadie lo note, ¿me hace mujer?
Que mis pechos se sonrojen cuando veo a quien me gusta, ¿me hace mujer?
Que sepa defenderme ante quien quiera hacerme daño, ¿me hace mujer?
Tener mi banda de sólo mujeres, ¿me hace mujer?
Llorar hasta quedarme dormida, ¿me hace mujer?
Que mi padre haya sido mi primer héroe, ¿me hace mujer?
Que me digan: «Mamacita», ¿me hace mujer?
Entrar fácilmente al trabajo sexual, ¿me hace mujer?
Saber diferenciar colores, ¿me hace mujer?
Saber combinar colores, ¿me hace mujer?
Saber maquillarme, ¿me hace mujer?
Tener el nombre de una virgen o una santa, ¿me hace mujer?
Que mi esposo sea 40 años mayor que yo, ¿me hace mujer?
Tener que llegar virgen al matrimonio, ¿me hace mujer?
Que no pueda hacer nada cuando me asaltan, ¿me hace mujer?
Que no tenga dinero para pagar la cena, ¿me hace mujer? Que tenga que esperar a que la otra persona se me declare, ¿me hace mujer?
Que me den sopapos y no puñetazos, ¿me hace mujer?
Que se espanten al verme ebria, ¿me hace mujer?
Que la Biología diga que mi rol es incubar vida, ¿me hace mujer?
Que un biólogo o mi macho me diga: «Eres hembra», ¿me hace mujer?
Que pueda cantar canciones de Johnny Cash o Elvis Presley, ¿me hace mujer?
Que sepa montar caballos, ¿me hace mujer?
Que no pueda comer plátano sin que se burlen de mí, ¿me hace mujer?
Que al usar bikini me vean mi entrepierna todo el tiempo, ¿me hace mujer?
Que al caminar por la calle la gente se voltee a verme, ¿me hace mujer?
Que pueda decirle a un amigo: «Es que eres hombre, no entiendes», ¿me hace mujer?
Que duerma en la misma cama con un amigo y que al día siguiente los demás tengan por seguro que tuvimos relaciones sexuales, ¿me hace mujer?
Que pueda decir: «Estoy embarazada» sin que mis amigas se caguen de risa, ¿me hace mujer?
Que un ancianito me diga: «Señorita, pase, primero las damas», ¿me hace mujer?
Que me saquen a jalonadas del baño de chicos, ¿me hace mujer?
Tener alrededor un equipo de hombres construyendo mi carrera y mi trabajo, ¿me hace mujer?
Que las personas me digan: «Es que tú eres el hombre de la relación», ¿me hace mujer?
Que las páginas de mi diario hayan tenido ositos y florecitas ¿me hace mujer?
Que de niña haya jugado a la cocinita con mis muñecas ¿me hace mujer?
Nacer y que el doctor diga: «es mujer», ¿me hace mujer? Morir y que en el Certificado de Defunción diga «sexo femenino», ¿me hace mujer? ¿Qué me hace mujer?

Quisiera saberlo
Porque yo no sé,
no puedo encontrar
el semema
que defina lo que es ser mujer
Pero de todos modos
Yo soy mujer

Thaís Espaillat

– Caribe –
Santo Domingo, 1994

Quizás no debí escribir esto

Quería escribirte un poema
que empezaba así:
«Qué bueno que existen pastillas
para no parirte un hijo».
Pero nunca lo hice.
Me dio miedo desperdiciar
la rabia
en el papel
el celular
la computadora
y que cuando estúpidamente te lo mandara pretendiendo que la cerveza me había ganado ya todo dejaría de tener sentido. Nomás te quiero partir la cara.
Violencia, violencia, violencia,
te odio,
te escupo, te dejo hacerme perder el tiempo
y el público apático de la casa en la calle sin salida
aplaudiendo entre bostezos en la distancia.
Después,
ya no estás
Inserte aquí una pausa dramática Un día,
Nazario nos hizo un regalo que olía a muerte húmeda y la música sonaba desde cada hoja del parque y me reí
y la basura y los carros quisieron evangelizarnos todavía no llegabas

y nos reímos
y jugamos
y escuchamos música
y comoquiera la tristeza pudo más.
Nunca sentí una tristeza tan pura,

tan te-muerdo-los-intestinos-con-una-sonrisa
como cuando miraba el agua caer en el baño de Inoa
y pensé
y supe con certeza
que las palabras no sirven de nada.
Que son adornos
en los árboles de Navidad
que la gente deja hasta Febrero
porque es más fácil
que mirar los sonidos que hace el viento y no poder con los celos. Quise crear un idioma nuevo
en tres minutos
con sonidos producidos por mis dedos en un pote de gelatina, mi lengua estrellándose con el cielo de la boca,
la explosión de todas y cada una de mis células en la ducha.
Escribir algún último poema en las tuberías.
Algo igual de grande
que el vacío
que siempre dejan
las manchas de sangre
en la ropa interior.

Banda de Guerra // Yeguada Latinoamericana [manifiesto]

 

No seguiremos portando e inscribiendo en nuestras cuerpas ningún tipo de norma o mandato sexual. Por el contrario, decidimos tensionar y estallar en las fisuras de aquellas imposiciones naturalizadas y reproducidas como verdad. Nos rebelamos, escupimos y deformamos el “deber ser mujer” hetero-normada en Chile y Latinoamérica. Por ello, entre todas componemos una yeguada, caballada, existencia disociada, nos transformamos en animalas no humanas, no mujeres, recogemos lo primitivo, lo mitológico, lo fundante, para aparecer visibles, sujetas públicas, esparciendo el flujo indecoroso por las calles del ombligo de Santiago, bestias lúbricas, marchando, pisoteando decididas el cemento que dirige a los cuerpos productivos. Deformamos el cuerpo dócil, transitamos indecentes, a pasos del “santo padre”, el tótem cristiano, el Estado-nación. Nos autodenominamos “yeguada” y recordamos el proceso de colonización que introdujo animales no originarixs de estos territorios con el objetivo de instrumentalizarles, disciplinarles, someter su movimiento, su existencia y   utilizarles como tecnología militar. En su segunda visita, Colón trajo una yeguada de 7 hembras con el propósito de esclavizarlas para reproducción y carga. Hacemos ahí un cruce con nuestras propias cuerpas fragmentadas, cosificadas, etiquetadas para el consumo. Nuestros órganos son nombrados por la tecnología política del cuerpo como “órganos reproductores”, mutilando el deseo, el sexo, invisibilizando y negando la utilización de éstos para el placer, castigando la transgresión.

Nosotras hemos decidido abortar el silencio y la posición subalterna. Abortamos la patria como fundamento, así como la identidad chilena, para gritar que somos latinoamericanas yeguas y mestizas, mutantes. Nos burlamos de la historia colonial vestidas de jumpers de color “verde institucional”, que representan el uniforme de esos cuerpos dóciles, deformados y esculpidos por la institución de Carabineros de Chile, dotados de coerción directa y poder fácil, sucio, represivo. El uniforme borra las diferencias y define un ejercicio controlado. Los cuerpos restringen su movimiento, aprenden el desfile, controlan el esfínter, definen un peinado, el vestido, la falda, el maquillaje. El uniforme define límites con les otres, impone identificación, permite cierto estatus público. Y esto ocurre con el escolar, el carabinero o el doctor. Los cuerpos se instruyen y educan: la palabra, el silencio, lo bueno y lo malo, el ideal… Las, los y les cuerpes de todes les actores sociales portan prótesis que moldean su desplazamiento e incluso sus deseos, así como lo hacen los uniformes policiales que indistinguen y borronean la piel, los huesos, el miedo, el criterio, la voluntad.

Como yeguas rechazamos la posición subalterna en la que los humanos han situado a les animales no humanes, así como la estructura patriarcal ha sitiado y situado a la mujer. Concretamente en esta contingencia nos oponemos al uso de la denominada bestia, a su uso como mano de obra esclava, sometida y destinada a resguardar los intereses de las instituciones de poder. Nos reconocemos como sujetas insumisas frente a esa construcción histórica que ha hecho el hombre blanco, heterosexual y cisgénero, el cual nos ha posicionado y calificado como inferiores, mutilando nuestra animalidad e instintos. Cuando nos rebelamos o decidimos subvertir nuestras prácticas se nos persigue y busca castigar, denigrar con insultos especistas de animales no humanos feminizados, intentando hacer también de nuestras libertades estigmas y patologías. Si aquel es el costo de la transgresión a la norma, declaramos que somos las yeguas, las perras, las zorras, las cerdas, las vacas, y todas aquellas sometidas por el antropocentrismo patriarcal, colonizador y neoliberal, que explota e invisibiliza todo cuerpo no hegemónico, lo controla y somete en nombre de la “humanidad” y el progreso.

Re-inventamos nuestro modo de manifestarnos, siendo irreverentes e inmorales para la mayoría de las personas a quienes el Estado y la Iglesia tienen anestesiades. Usamos sus estrategias para incomodar. El bronce marca el paso y produce una atmósfera apocalíptica que la propia institución escolta, permitiendo con ello evidenciar la extraña familiaridad que evoca nuestra presencia, su instrucción militar puesta en conflicto y en impotencia. No concebimos que se le dé bienvenida al jefe de la Iglesia Católica, pues esta institución fue actor protagónico en el proceso de sometimiento de los pueblos originarios. No olvidamos, ni silenciamos el hecho de que aún existen iglesias y conventos en territorios mapuche usurpados. Por ello nos preguntamos ¿Para qué una visita del Papa en un país “laico” desde 1925, si no es para pedir disculpas y devolver lo que se ha robado?, ¿para qué su presencia y espectáculo, si no es para dar cara  ante tanta violación y abuso infantil por parte de los que encarnan la Iglesia? ¿Cómo recibir de brazos abiertos a un Papa que justifica a pedófilos y pederastas, hablando de “calumnias” ¿Un ridículo defensor de la paz y la justicia, que no es capaz de interceder por la injusta persecución a la machi Francisca Linconao y tantos otros perseguidxs políticxs? La denominada autoridad católica omite y sataniza los debates de identidad de género, aborto libre y sin causales y matrimonio igualitario, entre otras consignas contingentes, normalizando y reproduciendo prácticas opresivas y de sometimiento.

Por todo lo anterior y en base a la recepción violenta que ha tenido nuestra acción, ante los vínculos tácitos y aún latentes entre Iglesia-Estado, la valoración mesiánica del empresariado y las grandes élites nacionales, ante la elección de un reconocido delincuente como presidente de la República: declaramos que estamos en guerra, en resistencia, como yeguas locas, indisciplinadas, haciendo sonar nuestras trompetas en el cielo y en las cuerpas.

 

http://dystopica.org

“Hoy autonomía significa buscar lo común” // Antonio Negri

La voluminosa obra del militante y pensador italiano Antonio “Toni” Negri destaca en el marxismo del siglo XX por su defensa de la autonomía de las luchas obreras y su caracterización de las transformaciones del capitalismo contemporáneo. En las últimas décadas, libros como Marx más allá de MarxImperio, o el recientemente publicado Assembly, han sido claves en la construcción teórica y política de una nueva izquierda anticapitalista, crítica de las formas jerárquicas de la organización y de las renuncias socialdemócratas al ideal comunista.

En esta entrevista, Antonio Negri discute sobre los procesos sociales y políticos contemporáneos, repasa el renacimiento de los populismos de derecha, la traición de la socialdemocracia y la emergencia de una nueva autonomía y participación. Con la generosidad que emana del compromiso, Negri compartió algunas de sus ideas en esta entrevista realizada para Cuadernos de Coyuntura, durante el Coloquio Internacional de Teoría Crítica realizado en la Universidad Católica de Valparaíso en mayo del presente año.

 

 

Entrevista por

Alejandro Fielbaum | Sociólogo y licenciado en filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Magíster en Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Chile.

Afshin Irani | Estudiante de Filosofía de la Universidad de Chile.

 

 


Dinámicas y luchas globales: Estados Unidos, Europa y Latinoamérica

Entrevistadores (E): A propósito del nuevo escenario político global y sus alternativas, particularmente en torno a Trump. ¿Cómo explicas su triunfo y el uso del populismo como estrategia política por la derecha?

Antonio Negri (AN): El populismo es un efecto del neoliberalismo. Ante el desastre de una mundialización hegemonizada plenamente por el neoliberalismo, al que solo unos pocos países algo han podido resistir defendiendo algunas dimensiones cualitativas de la vida, el proletariado ha quedado sin defensa. El previo bloque de defensa de conquistas del proletariado, construido desde finales de la guerra hasta finales de los ochenta, fue destruido a la vez que emerge, con Blair, un socialismo que adhiere a ese proceso pensando que el neoliberalismo podía generar riquezas que luego podrían dividirse. Sin embargo, ha habido una impresionante creación de riqueza sin distribución alguna hasta la crisis del 2007-2008.

En ese marco, se puede entender que entre los votantes de Trump y Le Pen hay fracciones viejas de población racista y fascistas que existen en todas partes, sin embargo, estos votantes provienen fundamentalmente de estratos de población excluidos del desarrollo, lo que es responsabilidad de la socialdemocracia. A los liberales no se les puede acusar por el liberalismo, pero la socialdemocracia sí es responsable de haber dado el giro que genera la exclusión y permite la emergencia populista.

Solo la reorganización de un gran movimiento socialista, agresivo y fuerte, que corresponda a la nueva constitución proletaria, puede permitirnos salir de esta situación. Es necesario insistir en que este nuevo movimiento no puede contentarse con resultados electorales, este es un movimiento que debe introducir un proceso de reconstitución excepcional, radical. Para ello es necesario imaginar, de forma más concreta que utópica, un nuevo sistema que pueda dirimir quién dirige las industrias y las relaciones sociales más importantes, qué tipo de disfrute de la vida y extracción de valor social pueden generar un contrapoder efectivo para alcanzar la emancipación. Necesitamos hacer esas preguntas para pensar transformaciones radicales.

E: En esa línea, la experiencia de cierta izquierda europea, no del todo lejana a una política populista, parece mostrar los límites de una estrategia que se centre en la toma del Estado. Pensamos, por supuesto, en los procesos de España y Grecia. ¿Cómo pensar la izquierda en Europa después de esas experiencias?

AN: La pregunta por la izquierda europea es muy complicada, dados sus distintos estratos. Por una parte, hay un estrato dominante de tipo socialdemócrata, característico de los años ochenta y noventa y ejemplificado por Blair en Inglaterra, Hollande en Francia, Renzi en Italia y la mayoría de los socialdemócratas alemanes. Por otra parte, sigue resistiendo un estrato residual de la socialdemocracia más antigua que viene de la refundación comunista y resiste con figuras como Mélenchon en Francia, Corbyn en Inglaterra y sectores de la Linke alemana. A ello se suma un tercer estrato, más moderno, que emerge con una nueva clase trabajadora, que yo llamo multitud. Esto es un proletariado nuevo de tipo móvil, flexible y cooperativo, vinculado particularmente al trabajo inmaterial y feminizado. Este nuevo tipo de trabajo ha construido un nuevo tipo de pensamiento, de subjetividades y de movimientos, como los movimientos autónomos en Italia.

Ese tipo de movimientos se dio de manera muy fuerte en España y Grecia. Por ejemplo en Grecia, en torno a la batalla de la migración, el que era un hotel de lujo ha sido ocupado y transformado en el espacio de trabajo donde migrantes producen distintas iniciativas. Es un nuevo tipo de soviet. En España, por otra parte, estos movimientos fueron fuertes en distintas comunas. Aunque, es difícil hacerles un juicio, pero creo que a nivel local terminan quedando bloqueados. Solo cuando produzcan cierta unidad europea podrán tener una importancia decisiva.

Dentro de los procesos electorales que se mencionan, los resultados son distintos una vez que se disputan las elecciones. La experiencia de Syriza ha sido muy dura. Nació con los movimientos de inicios de los 2000, adquirió fuerza el 2013 y su éxito electoral terminó siendo, tras el quiebre con Alemania, suicida, ya que las instituciones europeas crearon la posibilidad de un desastre. Con respecto a Podemos tengo un juicio más positivo, particularmente sobre lo que están haciendo los compañeros alrededor de Barcelona. Es una experiencia seria, importante. Sin embargo, creo que siguen teniendo el problema de no querer definirse. Les falta una dialéctica social interna entre base e institución, la que ha quedado algo bloqueada por la dificultad de combinar todas las variables del discurso político, las que no se reducen al discurso entre los de abajo y los de arriba. Antes bien, hay otras condiciones, como el problema de la nacionalidad española en el contexto de las luchas de vascos y catalanes, además de la pregunta por las relaciones con los socialistas si acaso se desea tomar el poder. Creo que su límite fundamental está siendo apuntar al gobierno antes que abrir y profundizar la capacidad de expansión de los movimientos sociales que emergieron tras la movilización de los indignados.

Con ello no quiero afirmar que las elecciones sean inútiles. Al contrario, son absolutamente necesarias, ya que a las instituciones se les puede dar tanto un uso demoníaco como un uso proletario. El desafío está en mantenerlas abiertas a nuevas formas y contenidos, vincularlas a movimientos sociales de tipo cooperativo en lugar de limitarse a instituciones representativas, para gestar una cooperación que no se reduzca al contacto de un movimiento con otro, sino que pueda ir generando consensos entre sus fuerzas.

E: A propósito de tales usos de las instituciones. Ante la emergencia de gobiernos de izquierda en América Latina, usted escribió un libro hace poco más de una década. ¿Qué opinión tiene hoy de esas experiencias políticas y sus transformaciones?

AN: Ha habido una gran transformación de América Latina a partir de los años noventa, liderada por Brasil, dada la dimensión y fuerza del país. Allí se dio una revolución muy extraña, muy calmada, pero con efectos importantes en el mundo. Brasil desarrolló una política de crecimiento y redistribución que llevó a América Latina al terreno mundial. Ya no es más el patio trasero de los Estados Unidos, es un continente inserto en la globalización. En Argentina esto también ha sido central, gracias a su inteligencia para ir estableciendo relaciones Sur-Sur que van rompiendo la jerarquía del norte. Hay datos positivos, en Brasil hubo millones que salieron de la pobreza, pero también hubo procesos de reformas que fueron totalmente bloqueados.

Creo que hay que comprender esos procesos dentro de la globalización en general, la que ha desarrollado sistemas de redistribución de riqueza siempre en niveles nacionales, salvo en los proyectos de construir una banca de perspectiva continental. Los grandes bloques continentales, como América Latina, podrían haber construido unidad recíproca, pero hoy más bien parece darse la tendencia contraria, incluso con perspectiva de guerra. Como América Latina se suma a ese proceso como un bloque de constitución más tardía, tuvo una presencia más débil y una caída enorme en los años recientes en países como Argentina, Brasil o Venezuela, caso donde la crisis no es solo del gobierno, sino de todo un modelo social muy anclado en el paradigma del siglo XX.

Creo que solamente podrá retomarse el proceso de transformación si Argentina o Brasil pueden volver a hacerlo. Hoy se dan movimientos interesantes que defienden algo del bienestar social, tanto en términos de la producción como de la reproducción, lo que es una idea muy notable porque implica asumir que una sociedad capitalista no es solo un orden de producción, sino también de reproducción social. Esto es clave para ir generando conexiones entre las luchas. Cuando las mujeres se asumen como obreras de la reproducción, con perspectiva feminista, se abre una clave revolucionaria fundamental que comprende que los trabajadores ya no son solo los obreros. Aparecen entonces cuestiones importantes dentro de la construcción de un modelo de la emancipación, vinculadas a la crianza, la educación, la salud y otras formas de reproducción social. Esta relación recíproca entre reproducción y producción es fundamental en un modelo de liberación capaz de asumir la producción de la vida dentro de la dimensión de clase.

E: También dentro del contexto latinoamericano. ¿Cómo evalúa los gobiernos que han tratado de encarar, desde otra perspectiva, la transformación del Estado nacional a partir de cierta conexión con el movimiento indígena, como en Ecuador y Bolivia?

AN: En Ecuador, Correa ha desarrollado una política que ha frenado a un movimiento indígena que había abierto un camino, ya que ha priorizado la alianza con las transnacionales, favoreciendo la explotación del petróleo y la destrucción de los bosques. Esto ha quebrado el tejido que había llevado a Correa al poder, siendo algo muy peligroso. En Bolivia, en cambio, se ha hecho un gran esfuerzo para hacer cambios constitucionales que asuman la multiplicidad constitutiva del pueblo, de una multitud abigarrada como ha sido considerada, en la que conviven tradiciones y leyes indígenas con la vieja clase obrera, los campesinos cocaleros y las nuevas poblaciones urbanas, con todas las tensiones que allí se dan. La Constitución boliviana enfrenta estos problemas, es una experiencia extraordinaria. Ciertamente, subsisten problemas ecológicos enormes, sobre todo desde la perspectiva de grupos más jóvenes que buscan construir, junto con una nueva política, una nueva ética.

 

Ideas para la transformación: Marxismo, partido y autonomía

E: ¿Cómo entiende hoy la pregunta por la construcción de un movimiento político?

AN: Yo creo que no hay que partir preguntándose por la construcción discursiva, sino por qué es el movimiento social, en qué se ha transformado. Esto es algo que, por ejemplo, el movimiento de los indignados ha comprendido, asumiendo el nuevo tipo de proletariado antes descrito y la necesidad de comprender su complejidad. Es necesario partir preguntándose cuánto es posible construir en común al interior de este tipo de proletariado. Esta pregunta es previa a la organización del Partido y su lucha electoral e institucional. La prioridad debe estar en el trabajo político de base, en la construcción de laboratorios de lucha que puedan ver desde abajo el desarrollo capitalista y luchar contra él.

E: ¿Qué elementos de la tradición marxista, en esa dirección, pueden ser de interés hoy para pensar lo común?

AN: Es muy importante la concepción del capitalismo que hay en Marx, quien explica que sin la presencia del trabajo obrero, el capital no existe. El capital no es una esencia necesaria, solo existe porque explota al trabajador. Si no hay trabajador, no hay más capital, ya que el capital es trabajo muerto que succiona trabajo vivo. El capital es modificado por el comportamiento del trabajador. Por este motivo, cuando se analiza el capitalismo es necesario preguntarse cómo se comporta la clase trabajadora. En el caso del capitalismo contemporáneo, cómo se comporta, organiza y lucha la multitud.

En el balance de cada país, debemos siempre preguntarnos a qué intereses sirve cada cuestión. El poder está siempre un punto de vista en la lucha de clases, los patrones luchan contra nosotros porque eso les trae beneficios. Cada vez que dicen que algo les interesa a todos, es falso, o al menos algo vinculado a sus intereses particulares en la lucha de clases.

E: ¿Cómo evalúa, en esa línea, el trabajo de movimientos contemporáneos que interpretan el marxismo de Gramsci en clave populista?

AN: La interpretación de Gramsci es siempre compleja. En Italia, el Partido Comunista italiano construye tras su muerte un Gramsci leninista, ligado al centralismo democrático, clásico de los Partidos Comunistas europeos, que terminaban presentándolo como un defensor de un Partido fuerte y centralizado desde el cual construir grandes alianzas. Posteriormente, pasó de ser interpretado como un teórico de la dictadura del proletariado a ser leído como un teórico de la sociedad civil, como sucede en la lectura, muy difundida en Italia, de Norberto Bobbio. Allí aparece una noción de hegemonía de la sociedad civil que evita la cuestión de la lucha de clases, lo que desfigura el concepto gramsciano de hegemonía.

Hoy existe una nueva avanzada de interpretaciones no clasistas de Gramsci, como la de Laclau, cuya interpretación del capitalismo es muy distinta a las lecturas vinculadas al marxismo y el obrerismo. Laclau interpretó al Gramsci del Partido Comunista italiano con un psicoanálisis social muy frágil e inconsistente. La lectura de Laclau, y algunas líneas de Podemos, pueden llevarnos hacia resultados desastrosos. Creo que respecto de Podemos hay un cierto equilibrio, más práctico que teórico, en su desarrollo. Son compañeros muy inteligentes, muy cercanos a la realidad social, que destacan sobre todo en administraciones locales. En particular, el caso de Barcelona es muy importante. Podemos es una gran experiencia de novedad que debe ser estudiada a fondo. El discurso a la Laclau, en cambio, puede terminar siendo peligroso y desviar una experiencia seria.

En Gramsci, en particular dentro del discurso del obrerismo podemos destacar un análisis como el de Americanismo y fordismo. Allí presenta un análisis de las transformaciones de la clase obrera y el tipo de hegemonía que está en juego en la composición técnica y política de este proletariado. Este es un elemento absolutamente central en Gramsci. Otros conceptos como los de contrahegemonía o revolución pasiva permiten leer las transformaciones de la clase obrera en situación de subordinación. Creo que esos análisis se distancian de una interpretación de Gramsci como teórico de la autonomía de la política.

E: Frente a esa noción de la autonomía y considerando el diagnóstico que sus libros brindan acerca de la creciente interdependencia económica, financiera y política del mundo. ¿Qué significado político le podríamos dar hoy día a la noción de autonomía?

AN: La autonomía política siempre es una noción muy complicada, por ende, es preciso indagar el concepto en términos concretos. Hoy autonomía significa buscar lo común. Este es el verdadero problema para ver con luces marxianas: dónde y cómo se produce y reproduce lo común, asumiendo que la cooperación productiva se ha vuelto fundamental. Estas formas de cooperación en la producción y reproducción deben ir acompañadas de una toma de conciencia que no puede ser representada, pero debe ser organizada, adquiriendo un carácter político. Esto es hoy autonomía, lo que no tiene nada de anárquico. La institución esfundamental.

 Fuente:Nodo XXI

Podemos desde las prácticas autónomas de lucha e investigación construir un diagnóstico de las coyunturas políticas actuales en Latinoamérica? // Conversación con Diego Sztulwark

entrevista radial en Vitrina Distópica

¿Podemos desde las prácticas autónomas de lucha e investigación construir un diagnóstico de las coyunturas políticas actuales en Latinoamérica?. Aproximándonos a las diversas inteligencias grupales en la historia reciente de argentina y de otros procesos de politización latinoamericanos, ¿cuáles son las urgencias y los desafíos que hacen emerger una nueva imaginación política para traducir las transformaciones del capitalismo y la sofisticación de los mecanismos de explotación del cuerpo y las subjetividades?. Desde la experiencia del ex-colectivo Situaciones ¿Cuáles fueron las coyunturas históricas en Argentina que lo constituyeron y las estrategias e inventivas que propusieron para enfrentarlas?¿Qué pistas nos entregan las inventivas políticas, como lo fue la investigación militante, para traducir el contexto actual de una pedagogía de la crueldad y una desensibilización entre los grupos sociales?. Frente a este contexto ¿cómo asumir una sensibilidad del desafío entre colectivos, grupos sociales, microprácticas de organización que logren interrumpir la codificación neoliberal de la vida?
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