Anarquía Coronada

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De la Serie: Guerra por el consumo

Expertos
por Diego Valeriano


Desde todas las  UNICEF ya sea Oriente Medio, el Norte de África o Latinoamérica se ha advertido de que el alargamiento de los conflictos armados podría estar dejando cicatrices «duraderas» e «invisibles» en los niñxs, debido a una exposición prolongada a la violencia, al estrés, a los múltiples desplazamientos y a la pérdida de familiares y amigos.

La guerra despliega su mayor crueldad provocando innumerables “cicatrices” en las nenas y nenes. Pesadillas, mojar la cama de noche, sensación de miedo extremo, mayor «retraimiento y apego», perder  la capacidad de conectar emocionalmente con los demás y consigo mismos y existe la posibilidad de que se «paralicen» sus sentimientos básicos, haciéndoles incapaces de pensar en el futuro o recordar eventos recientes; son muestra de esto.

La guerra por el consumo no es analizada por las autoridades de UNICEF, que en su vademécum no aparecemos como zona de conflicto armada. Tal vez por eso más que cicatrices lxs pibes tienen nuevos hábitos. Ludmila, con solo cuatro años sabe qué días la mamá cobra la asignación, se le nota a todos en la cara. Mayra pide en la estación de Hurlingan, con su hermana se compraron dos Sansung Galaxi y tienen que cubrir la cuota de la tarjeta del papá; le quedan solo cuatro meses. Mauro se quedo sin dos dientes pero con las zapatillas; sabe lo que le costaron a la vieja como que esos pibitos lo puedan arrebatar así de fácil. A Brian le robaron el celu, creen que por no ser argentino se iba a quedar sin hacer nada, con su hermano ya agarraron a dos y hay uno que anda refugiado.

Hábitos y cicatrices son siempre simbólicos ¿Quién no se lame las heridas de acuerdo a como corren los tiempos? Hay, eso sí, juegos y nuevas formas. UNICEF no entiende nada o ¿acaso que un pibe a los tres años juegue al allanamiento no es signo de que estamos en guerra?

@valeriano2015

Narcomundo, una comedia de enredos sangrienta

por Ricardo Rogendorfer


Más allá de su presente auge en las tapas de los diarios, el papel gerencial de las  agencias policiales argentinas en el negocio de las drogas constituye una tradición muy arraigada en el país. Basta recordar la escandalosa disolución en la Bonaerense del área de Narcotráfico a mediados de 1996, tras una cámara oculta de Telenoche que mostraba a uno de sus jefes –el comisario Roberto Calzolaio– en tratativas comerciales con distribuidores de cocaína en Quilmes. El caso probó que los dividendos del asunto subían hasta la máxima autoridad de la Maldita Policía, Pedro Klodczyk, y que desde su escritorio un porcentaje era desviado hacia los bolsillos de ciertos actores del poder político y judicial. Ahora, a 17 años de ello, la historia se repite o, mejor dicho, se propaga como una enorme mancha venenosa en Santa Fe y Córdoba. En la provincia gobernada por el socialista Antonio Bonfatti, el comisario general Hugo Tognoli (foto) tuvo el embarazoso mérito de haber sido el primer jefe en funciones de una fuerza de seguridad que terminó tras las rejas; la razón: su afinidad con redes de narcos y proxenetas. En la provincia gobernada por el justicialista José Manuel de la Sota, la denuncia televisiva de un soplón «arrepentido» provocó el arresto del mismísimo titular de la División de Drogas Peligrosas junto a su plana mayor, además del supuesto suicidio de un colaborador, el desplazamiento del jefe de la policía y la renuncia del ministro de Seguridad; la razón: proteger redes de traficantes y armar causas a inocentes. Un estilo de trabajo que impera en todo el territorio nacional. Lo notable es que justamente con tales agentes de la ley se pretende dar batalla al delito, en consonancia con los actuales paradigmas de lucha asumidas por los estados del continente contra las corporaciones del crimen organizado. Una sangrienta comedia de enredos, en la que Argentina configura un escenario singular. Bien vale analizar algunas diferencias.

A fines de 2010, la imagen de soldados izando la bandera verde-amarela en la cima del Complexo Do Alemao, en Río de Janeiro, dio la vuelta al mundo como un ícono de soberanía estatal sobre el territorio gobernado hasta entonces por el Comando Vermelho. Lo cierto es que el hecho en sí trajo cierta reminiscencia a lo adelantado por la Escuela de Guerra de los Estados Unidos en cuanto a cómo se desarrollarán los conflictos bélicos en el siglo XXI: «La guerra estará en las calles, en las alcantarillas, en los rascacielos y en las casas expandidas que forman las ciudades arruinadas del mundo.»

De hecho, el caso brasileño se inscribe en la estrategia que recomienda la Drugs Enforcement Administration (DEA), en su cruzada integral contra los cárteles latinoamericanos con el propósito de controlar el fabuloso flujo monetario que se desliza a través de sus arcas. Su paralelismo más remoto: las Guerras del Opio en el siglo XIX entre Inglaterra y China, a raíz de la pretensión británica de eliminar todo obstáculo que impedía el comercio de dicha pócima en el país oriental.  

En occidente, el origen del crimen organizado tuvo una relación directa con la revolución industrial. Y su expansión estaría atada a la del capitalismo. Así nació en 1860 la mafia de Sicilia en coincidencia con el desembarco de Giuseppe Garibaldi en la isla y como efecto socioeconómico de la unidad italiana. La ilegalidad fue la respuesta con la que los habitantes de la región más postergada del flamante Estado cifraron su existencia frente a la industrialización del norte peninsular. Desde entonces, las organizaciones mafiosas han atravesado el mundo –y a sus sistemas económicos– como un fantasma apenas disimulado. 

América Latina no ha sido una excepción. El surgimiento –a mediados de los años ’70– de los carteles colombianos, el increíble volumen de su facturación y la posterior debacle por enfrentamientos entre estructuras rivales –alentadas por la DEA– no acabó con el negocio sino que lo condujo hacia una nueva tierra de promisión: México. Los resultados están a la vista. Desde 2007, cuando, presionado por Washington, el presidente Felipe Calderón lanzó su gran ofensiva contra el narcotráfico, la ola de violencia ha causado en ese país unos 70 mil muertos. Esa es la contabilidad de tres guerras simultáneas: la de los cárteles entre sí por el control de territorios; la de los Zetas (constituidos por ex militares y ex policías), que practican secuestros y robos contra la población, y la de los militares contra los propios ciudadanos. 

Por su lado, pese a las incursiones militarizadas en los arrabales cariocas, los narcos más buscados en Río de Janeiro supieron apelar al infalible recurso del soborno para escapar del cerco represivo. Al igual que sus colegas mexicanos; tal fue el caso del afamado jefe del cártel de Juárez, Amado Carrillo Fuentes, quien tuvo a sueldo nada menos que al zar antidroga del país azteca, el general del Ejército, Jesús Gutiérrez Rebollo, detenido en 1997. 

Lo cierto es que esta constelación de hechos y circunstancias traza entre sus actores un denominador común: la presencia de organizaciones autárquicas; o sea: enfrentadas al Estado. Ello –como ya se ha visto– no excluye la figura del policía corrupto. Pero cuando los hay en países como Italia, México, Brasil o Colombia es porque han sido comprados por la mafia. 

En Argentina es exactamente al revés: la policía compra delincuentes.

Ahora en la Zavaleta manda la comunidad: Control popular sobre las fuerzas de seguridad

Acompañamos el comunicado de La Poderosa, que convoca este domingo a un festival en el barrio desde las 14

  
Con toda la impotencia atragantada por el asesinato de Kevin y hartos de esperar inútilmente alguna respuesta real en relación al hostigamiento de Gendarmería y Prefectura, la asamblea poderosa de Zavaleta decidió poner en marcha un modelo de «Control Popular sobre las Fuerzas de Seguridad», sin ningún padrinazgo partidario, ni financiero. Desde el próximo domingo, una comisión de vecinos elegidos por otros vecinos y organizados en turnos rotativos controlará el accionar de los uniformados, con el fin de poder señalar sus irregularidades sistemáticas, en comunicación directa con el CELS, la fiscalía, la Procuraduría contra la Violencia Institucional (Procuvin) y una red de periodistas comprometidos con la causa.
Ubicados en una casilla que construimos con nuestros propios lomos y ladrillos, frente a la Plaza Kevin, los «vecinos sin gorra» no tendrán como objetivo interpelar a otros habitantes del barrio, ni reemplazar a las Fuerzas de Seguridad, ni caer en la trampa de las acusaciones entre vecinos, sino exclusivamente registrar a los efectivos que intenten amedrentarnos sin identificación, armarnos causas o rompernos puertas sin órdenes de allanamiento, como así también denunciar los abusos de autoridad que resultan recurrentes sobre los pibes más desprotegidos.
A partir de las tremendas evidencias que se desprenden del caso Kevin, en relación a la connivencia de quienes deberían cuidarnos con los que administran los delitos desde afuera de nuestros barrios, elegimos no quedarnos en los meros reclamos, ni en las investigaciones del episodio aislado, sino vomitar una estrategia comunitaria que nos permita mantenernos a salvo de estos fantasmas con gorra y escopeta, que hasta el día de hoy se pasean por nuestros pasillos con la impunidad que les otorga el poder y ese chaleco sin nombre, por encima de la camisa que en teoría garantiza su gracia a la vista.
De este modo, no sólo intentaremos afrontar el miedo y las prácticas ilegales a las que permanentemente estamos sometidos los vecinos de las villas, por parte de la corrupción uniformada, sino también alumbrar la institucionalización de un método de participación ciudadana capaz de mejorar la seguridad en los barrios humildes, donde las muertes por violencia institucional ya ni siquiera hacen eco en los medios, ni en la política, ni en la Justicia. Y a su vez, aportaremos así nuestra mirada barrial a los expedientes judiciales que suelen ser una mera transcripción de las versiones policiales.
Acompañados por las escuelas de la comuna, el CELS, la Procuvin, numerosas organizaciones sociales y diversos organismos de Derechos Humanos, desde La Poderosa los invitamos este domingo 29 al gran festival que haremos los amigos y familiares de Kevin para presentar el único modo que encontramos de irnos a dormir con la tranquilidad de que no perderemos ningún otro pibe por la acción o inacción de las Fuerzas. Desde ya, hacemos cargo al Estado de su responsabilidad sobre la seguridad de todos nosotros, incluídos los vecinos y vecinas que oficiarán como reguladores de las instituciones que, por sí solas, no han querido o no han sabido regularse, para garantizar nuestros derechos. Con o sin ayuda, la fuerza de Kevin nos bastará para cambiar esta realidad: hay una comunidad al servicio de la comunidad.
A QUIENES QUIERAN PARTICIPAR DEL FESTIVAL, LOS ESPERAMOS EL DOMINGO A LAS 14, EN LA INTERSECCIÓN DE AMANCIO ALCORTA Y PERITO MORENO, PARA IR JUNTOS HASTA LA PLAZA KEVIN. GRACIAS POR EL APOYO, DE CORAZÓN.

Hagamos oír la voz de Zavaleta: ni un pibe menos

Llamamiento a los trabajadores y trabajadoras de prensa sobre el “Control Popular de las Fuerzas de Seguridad”

Desde este domingo se abre una nueva etapa en el barrio Zavaleta, donde la comunidad estará al servicio de la comunidad. Una etapa que reclama mayor atención y compromiso de los trabajadores de prensa. Dos semanas atrás nos enterábamos del asesinato de Kevin, un niño de nueve años, por una bala perdida de las más de cien que fueron disparadas durante un tiroteo. La Garganta Poderosa, una revista realizada por las asambleas de distintas villas, dio a conocer esta noticia en medio de su propio dolor, quebrados por haber perdido a un pibe, acompañando a Roxana, la mamá, en lo que hiciera falta. El hecho tuvo mucha repercusión en las redes sociales, pero casi nula en los grandes medios de comunicación. Y en los pocos lugares donde se dijo algo sobre el tema, se dijo mal o no se le dio continuidad informativa.
Después de esto, los vecinos y familiares de Kevin sólo recibieron burlas y hostigamientos por parte de efectivos de Gendarmería y Prefectura que forman parte del operativo Cinturón Sur y que en la mañana en la que mataron a Kevin liberaron la zona. Prueba de ello es que a esa misma hora había no menos de 15 efectivos en una garita a 120 metros de donde se disparó ese centenar de balas de pistolas, fusiles y ametralladoras Uzi. El lunes, en cambio, los gendarmes se movieron, aunque para realizar intimidaciones contra la revista, los vecinos y los miembros de la organización.
Por eso, la asamblea de La Poderosa en Zavaleta resolvió instalar una casilla de “Control Popular de las Fuerzas de Seguridad”. Allí habrá “vecinos sin gorra” sin ningún interés de interpelar a otros habitantes del barrio ni hacer jamás acusaciones entre vecinos. El único objetivo –el único- es evitar que los efectivos de seguridad realicen allanamientos sin una orden, armen causas o abusen de los pibes más desprotegidos. Por eso también sus únicas armas serán una cámara de fotos y una planilla para registrar los abusos. La comunidad de Zavaleta le dice basta a esos fantasmas de uniforme, que nunca tienen identificación, que siempre creen que pueden llevarse a todos por delante.
El Colectivo de Trabajadores de Prensa hace un llamado a los compañeros y colegas de los medios para que difundan lo que pasa en el barrio. En el CTP creemos en un periodismo al servicio del pueblo. Es muy importante, sin embargo, que la difusión sea responsable: ni siquiera en pos de difundir vale que se saque de contexto lo que digan los vecinos del lugar. Que nadie confunda ni busque eufemismos, las cosas como son: “Control popular de las fuerzas de seguridad”.
Pedimos a todos los trabajadores de prensa, a los compañeros y compañeras que nos leen, a quienes tienen un espacio en radio, en televisión, en diarios y revistas, que se hagan eco de esta información. Y que la sigan, como se sigue una noticia. Desde el CTP sacaremos informes periódicos desde el barrio cada vez que sea necesario. Y es necesario ahora. Ya nadie puede decir que no conoce el tema. La Poderosa está acompañada por el CELS, la PROCUVIN, organizaciones sociales y organismos de derechos humanos.
En el barrio hay una pared que mira hacia la plaza Kevin, una plaza que se llamaba Kevin por otro amiguito suyo que perdió la vida hace cuatro años por otra “bala perdida”. Pero ahora también está su foto y también es su plaza. Esa pared lo dice todo: “Ni un pibe menos”. Es un grito que sale desde las entrañas.
Acompañamos el comunicado de La Poderosa, que convoca este domingo a un festival en el barrio desde las 14

El docente paracaidista: una figura escolar

Por Leandro y Andrés
  

         
1.  Caímos en la escuela.
En una trayectoria laboral que galopa en lo precario –poca guita, muleo, hacer cosas que no nos caben, escasos beneficios sociales- nos vemos hoy dando clase. El dar clase es algo que encontramos más que un lugar buscado: a los tumbos, cansados de habitar un espacio agotado, olfateamos la posibilidad y dimos el salto. Y aterrizamos.
Como paracaidistas sabemos que no cualquiera es un buen objetivo de caída. Hay lugares más acogedores que otros. Los colegios privados con su flexibilidad legal –llevar un currículum y no mucho más- es un sistema más poroso en su recibimiento que la burocracia estatal, con trámites infinitos, cortocircuitos permanentes y la quisquilles por “los títulos habilitantes”
Docentes paracaidistas: legalmente posibilitados, si, pero no estrictamente preparados. Con credenciales académicas pero con un paso fugaz –o nulo- por profesorados o institutos de formación pedagógica, se da una caída abrupta en un terreno inédito. ¿Qué es una planificación? ¿Cuáles son los criterios para corregir un examen? ¿Cómo mido los contenidos por edad? ¿Qué le podes dar a un pibito de 12, 13 años para leer? Algunas preguntas posibles -y hay más.
Tenemos la información sensible que portamos de nuestra época de alumnos (no tan lejana en el tiempo). Pero es una memoria distorsionada. Pocas coordenadas para un escenario novedoso, esta actualidad educativa muestra un cambio de pantalla radical.
En lo efectivo, como docentes paracaidistas estamos despojados de habilidades áulicas e institucionales. Pero si en un plano es necesario marcarnos –y cocernos- con los efectos de institución, en otro podemos ser puestos inmediatamente a funcionar en la gestión de las aulas. ¿Por qué? Muy simple: como paracaidistas nos ponemos la pilcha de un rol cuyos saberes para ocuparlo están deshilachados. Nosotros no estamos capacitados dijimos; mucho no hubiera servido. El paracaidista es un ignorante pero los demás también. Todos estamos sin red en las escolaridades precarias y sin referencias a mano que expresa hoy el mundillo escolar; tanto para los que se prepararon como para los que no. Pero como paracaidista corremos con una ventaja. Veamos cual.
 
2-      La ciudad precaria como profesorado
Nuestra potencia como paracaidistas es nuestra inocencia práctica. Sin brújulas para la acción áulica debemos inventarnos en nuestro propio devenir; la rutina se hace aventura. Mientras para los demás en el terreno desconocido que es un aula se transita haciendo que se hace, renegando que las cosas ya no son como antes, nosotros estamos obligados a crear un escenario habitable (el paracaidista está más cerca de un forastero, de un visitante extraño, que de un desertor que se prepara para el éxodo de sí mismo).
Crudo en las aulas por recién llegado, el docente paracaidista está curtido en el afuera escolar. Su socialización es extra-escolar; en el mercado laboral precario en el que se desplazo por varios años y en la calle. En sentido amplio, la calle como economía de signos y afectos, como fábrica de imágenes que emplea para gobernar un aula. La calle (“tener calle”) que sirve para surfear esa sensibilidad cambiante del aula, para modular esos cuerpos que saltan afuera de la subjetividades que los contienen, o que se diluyen por debajo.
            El docente paracaidista percibe a los alumnos como pibes y pibas (y a él como un oportunista, o como un precarizado con suerte que rapiño un laburo posiblemente mejor a los otros disponibles) que en mucho casos trata con imágenes de factoría callejera y social (como sea, extra-escolares). Imágenes que importa al aula. Por eso tiene un nivel de soportabilidad mayor frente a quilombos de aula; ruido-ambiente en vez de silencio –tan anhelado por los docentes tradicionales- invasión de celulares y mp3´s, contestaciones “irrespetuosas”, retrasos en entrega de trabajos prácticos, tolerancia a las excusas por ausencias…
No soporta por voluntad flexible, sino por no encontrar en este mundo nada diferente a lo vivido en su pasaje por la precariedad laboral y por la calle (que a veces es lo mismo). El docente paracaidista antes fue cadete, empleado de atención al público, motoquero, encuestador,  mulo de todo tipo… ¿Cómo pedirle silencio a un pibe -o que apague el celular a una piba- cuando no pudo hacerlo frente al monstruoso ruido, indiferencia o violencia de la gran ciudad?, ¿Cómo pedir lo que ya no existe en la vida precaria?  
Un docente no se hace en las aulas (ni en los marcajes de su formación previa). Allí –o en las salas de profesores- es en donde adquiere los clichés necesarios para su rol institucional (el trato con las autoridades, las palabras para comunicarse con padres y madres de alumnos, la gestión de un acto, etc.). Los saberes, los yeites, la información práctica la trae de afuera. Y ese saber fundamental con el que contamos como paracaidistas es el de constituir en el movimiento salvaje, de poder instituir en el remolino desbaratador de las rutinas caóticas que atraviesan nuestra época. Célibe en las trayectorias del mundo-escolar, el docente paracaidista es promiscuo en las andanzas por la ciudad precaria.
Pero hay otro saber importante con el cual contamos: un saber más de tipo sensible. No tenemos mucha idea de cómo interpelar a un alumno desde los cánones de la didáctica, es verdad, pero no les tenemos bronca. No somos antipibe. Para muchos docentes pareciera que ya hay una brecha afectiva con los pibes que hacen de alumnos: lejos de ser un par como que representan algo exterior a su cartografía sensible que se manifiesta como amenazante. Y por más que acumulen cursos, carreras, años de recorrido y experiencia, son ignorantes de la otredad constitutiva de uno mismo que expresan los alumnos como personas en sí mismas.
3-      Excepción y cinismo
Un paracaidista por necesidad no puede ser cauteloso. A veces, hay situaciones en las que se fuerza un fuera de rol, y se encuentran docentes y alumnos moviéndose en estados de excepción áulicos. Son esos momentos de conexión copada que se retrotraen al lugar común docente alumno. Hablando con unos pibes me dicen: “No boludo… Uuuh! Diculpe…” ¿Qué dicen esos lapsus? ¿Por qué caretear esos gestos si en cualquier otro lado nos hablaríamos así? En estos márgenes de lo institucional-escolar (márgenes que en verdad conforman la realidad escolar cotidiana) el docente paracaidista se siente jugando de local; bardeadas a un alumno, cargadas futboleras, lenguaje informal a pleno, aceptación de una gastada o un trato amistoso (de par). Estado de fuera de rol que, codificado por el discurso del docente clásico, devendría en actas disciplinarias para el alumno o en sumarios para el docente. En estos momentos de empate hegemónico (y no de dominio de docentes o de alumnos) se visibiliza ese cinismo escolar: los docentes paracaidistas no son lo que imaginan las autoridades y las familias, pero los alumnos tampoco.
A veces,  el docente paracaidista actúa como un cínico en un sentido opuesto;  percibe al desnudo las reglas que organizan la acción áulica, y no se las creé del todo, pero sabe que debe operar en esa ficción con la teatralización del como sí. Corrientes de fuerzas que nos empujan a atrincherarnos en una función que no nos cabe pero que estamos obligados a encarnar: quilombo en el aula, pibes que se quejan, la demanda de intervenir como profesores-gendarmes (“Vení, mirá lo que me hizo… Hace algo!”).
A pesar de la incomodidad que provocan estas secuencias, del talento de armar esa ficción depende el sueldo a fin de mes. Por eso, una desafección muchas veces potente, puede volverse peligrosa para el futuro laboral (uy, me zarpe), y de ese equilibrio depende nuestro éxito. Mientras tanto –está convencido, quizás por las huellas profundas de la precariedad- que esto es pasajero- no siente pánico moral por el comportamiento de los pibes o pibas, no carga con la culpa de una generación-adulta (¡Que hicimos con nuestros hijos!), y no se siente responsable por la seguridad de nadie (menos que menos por la de él mismo).
 
Conclusión: como paracaidistas caímos en la escuela. Con escasos saberes genuinamente escolares, portamos la habilidad de armar condiciones de posibilidad para. Pero en la escuela ese para es la gestión áulica, para la cual por un lado no estamos muy curtidos, pero al mismo tiempo, los saberes que alguna vez funcionaron ahí hoy descarrilan. Nosotros como paracaidistas tenemos dos opciones: o incorporamos frenéticamente los berretines educativos heredados –lo cual tampoco sirve de mucho- o nos dedicamos a crear otra cosa, explorando, tanteando, y dispuestos a ver qué onda.

El gen protestante angloamericano

por Sandino Nuñez


1.
¿Es en sí interesante, teóricamente, el cruce más o menos reciente Chomsky-Zizek? No. En absoluto. Es obvio que Chomsky no califica ni siquiera parasparring de Zizek. Están parados en dos universos ontológicos distintos, además, y eso quiere decir que la pelea sería más bien aburrida porque ninguno llegaría, con sus golpes, al cuerpo del otro. Sin embargo, puede enseñarnos algo. El asunto es sí interesante como síntoma u “objeto” de investigación o de interpretación. El malhumor y la rabieta de Chomsky es parte del ritual y de la rutina coreográfica. Ya lo sabemos. Cada tanto el empirismo o el pragmatismo protestante angloamericano se enoja y rezonga y pone el grito en el cielo y le responde con amargas objeciones de ininteligibilidad, falta de rigor y seriedad a lo que ellos llaman vagamente la French Theory y a todo el delirio barroco e insustancial posmoderno. Es vacío, irresponsable, ineficaz, se presta para las modas y las poses cool, y en ese furor es capaz de estropear, estetizándolo en una dimensión sublime, teológica e inalcanzable (a la que sus ejecutores llaman “teoría”), el orden estrictamente práctico y positivo (conviene no olvidar que, con Chomsky, estamos frente a una de las “caras izquierdistas” del positivismo) de los movimientos insurreccionales, las organizaciones colectivas y las revueltas.

También tuvimos, en su momento, las reacciones avinagradas de Harold Bloom. O las más graves de Stanley Fish. O el alegre simulacro o el hoax (o más exactamente, el simulacro dehoax) del “caso Sokal”, índice penoso de la edad mental del cientificismo americano que por un lado se dedica a hacer zapatos con microchips o a imprimir carne porque entiende que la hambruna mundial tiene que ver con el atraso tecnológico, y por otro juega a burlar a Social Text, una revista arbitrada de ciencias sociales, para probar que su comité editorial está lleno de timadores y embusteros. En fin.

Parece claro que el empirismo sajón está discutiendo siempre consigo mismo, a derecha y a izquierda. Discute con su ciega tendencia acrítica inherente, pues la sabe capaz de multiplicar superficialmente esos fenómenos extranjeros y amariconados (metafísicos, oscurantistas, nihilistas, teológicos) a la interna de su comunidad y de su vida institucional y académica. ¿No son, en cierto modo y en cierta medida, tanto Derrida como incluso Foucault, “inventos” retroactivos de la doxa académico-literaria norteamericana? ¿No es el austero pragmatismo comunitario y provinciano de los Estados Unidos el hermano mayor, ausente pero central, de los excesos retóricos y de la dispersa insustancialidad del textualismo, del multiculturalismo, del descololialismo, del subalternismo y la deconstrucción, de los relativismos groseros, estúpidos y bienpensantes de la new left, de las “desterritorializaciones” contra los poderes centralizantes y totalizadores, etc.? En otras palabras: ¿no es el positivismo empírico pragmático el padre real de todo movimiento discursivo, refractario o reactivo que proclama nuestra súbita y gozosa liberación del poder del objeto, de la cosa o de la naturaleza, y en el que, de pronto, “todo lo sólido se disuelve en el aire”?

Pero también, en suma, y ése es el problema: ¿no es acaso la brutal hegemonía del positivismo de la ciencia natural lo real de toda la filosofía occidental moderna, desde Descartes a Althusser, pasando ciertamente por Kant y Hegel, los “antifilósofos” (al decir de Alain Badiou) Nietzsche o Wittgenstein, y también por Marx y Freud y toda la muchachada de Frankfort? Acá, de más está decirlo, conviene andar con cuidado. Pues son dos oposiciones diferentes: en alcance, valor y profundidad.
2.
Comencemos por la más próxima de estas oposiciones, la más inmediata y la que menos nos va a complicar argumentativamente: positivismo pragmático protestante americano vs. teorías alternativas protestantes americanas. Comencemos por aquí, independientemente del hecho de que en gran medida la otra oposición, la más problemática y profunda (cientificismo empírico-positivista vs. filosofía crítica moderna), estará implícita e incrustada en ésta, aunque sólo podrá ser explicitada más tarde. Impostemos un giro expresivo que bien podría provenir del propio Chomsky: el pensamiento protestante angloamericano es genéticamente positivista, empirista, realista y pragmático. Cree en una realidad de cosas en sí que son descriptibles, medibles y fotografiables sin mediación, y que están gobernadas por leyes inmanentes que pueden ser enunciadas por un lenguaje claro y distinto. Ése es el núcleo duro de su arquitectura y sus variantes históricas: mientras ese núcleo duro, ese Real, ese “pragmatogen” o ese “órgano positivista” no sea confrontado, con cierta seriedad o valentía terapéuticas y teóricas, todas las fantasías de producciones discursivas alternativas, de utopías de insustancialidad y de ruptura con el poder y el hechizo de la cosa, de diseminación de culturas y voces, o de performances contra las normativas y los mandatos sociales, etc., provendrán fatalmente de ese “gen” o de ese “órgano”, serán un sueño y una fantasía de la propia máquina positivo-pragmática.

Quiso un azar un poco inquietante, que también a Zizek le hubiera tocado, oportunamente, batirse a duelo con Judith Butler en un proyecto editorial llamado Contingencia, hegemonía, universalidad que también incluía a Ernesto Laclau. En esa discusión uno puede intuir el negativo gestáltico o fotográfico de lo que imagina sería la discusión de Zizek con Chomsky (“de lo que uno imagina que sería la discusión” digo, ya que tal discusión no ha tenido lugar, y me parece que, razonablemente, no lo habrá de tener). Butler sostiene allí una postura intelectualmente laxa y éticamente bonachona: toda identidad (social, sexual, cultural, étnica) se apoya en un sistema de diferencias y no puede afirmarse sin excluir a otras identidades; cuando esa identidad alcanza cierto estatuto conceptual o simbólico y se reserva el derecho de teorizar o traducir otras identidades, no está sino en un punto autoritario que por lo general se legitima en la apelación a cierta naturaleza ahistórica o suprahistórica (la idea de género proviene del autoritarismo falocéntrico del mandato heterosexual que se legitima en una supuesta diferencia sexual natural, etc.). Así, del magma imaginario de las identidades parciales se dibuja una identidad singular que por razones histórico-contingentes aparece como dominante y cuya “visión del mundo” se impone apelando a una naturalización ahistórica de su condición y de su dominio. Digámoslo así: todo es imaginariolo simbólico(como cierta capacidad de teoría) sólo puede provenir de un golpe autoritario y normativo, y lo real (el sexo, los genes, Dios) sería la justificación natural ahistórica de esa norma, el gran dogma fundamentalista. Lo imaginario puro sería entonces la utopía de cierta democracia igualitaria y tolerante, una utopía de buena vecindad horizontal en la que reconozco que mi identidad, mi opinión o mi ontología no son ni más ni menos que ninguna otra, y que todo es cuestión de diálogos o negociaciones prácticas o “traducciones mutuas”, siempre parciales y locales. Es obvio que el problema de la nueva izquierda americana (llamémosla así) no es el de la crítica emancipatoria sino más bien el del reconocimiento de las identidades subalternas o menores, y su finalidad es, podría decirse, tristemente conservadora o puritana: asegurar el buen funcionamiento de la comunidad pragmática, corrigiendo sus excesos y tentaciones, aún (o, quizá, sobre todo) a nivel de litigios jurídicos. Se trata menos de luchar contra un dictador o un déspota que de montar una extenuante coreografía obsesivo-paranoica (un simulacro) para impedir la aparición futura del déspota. Es una de las características reactivas de la comunidad protestante anglo-americana: el horror a la trascendencia como horror al totalitarismo, a la teoría unificadora y a todo lo que pueda atentar contra la libre circulación de las voces, los cuerpos y las cosas.

Ahora bien: ¿por qué Butler habría de diluir completamente lo simbólico en lo imaginario sino por cierto exceso refractario, es decir, porque efectivamente cree, en última instancia, con cierto horror sagrado, en lo real sustancial, positivo o empírico?, ¿por qué aliviarme diciendo “no hay tal determinación biológica (los genes), luego todo es imaginario (el mandato social es arbitrario y detrás nunca hay una razón o una autoridad final que lo justifique, etc.)”, o “Dios no existe, luego todo es un embuste”, o “el alma no existe, luego hay que dejar que los cuerpos corran libres de sus ataduras sociosimbólicas, etc.”, si no fuera porque mi profunda tendencia a creer en lo real-sustancial me horroriza, y porque en algún momento le he creído a Dios y le he creído al alma, en lugar de pensar que Dios o el alma son más bien metáforas o conceptos simbólicos que no se agotan en el juego estúpido de existen-no existen? ¿No es, de este modo, irreductiblemente realista la postura de Butler, tanto como lo es la de Chomsky al postular su real-positivo-sustancial, su órgano del lenguaje, una gramática universal generativa que se defiende razonablemente en el arte de una argumentación consistente, o empíricamente relevante, contra todo oscurantismo metafísico y sobrenatural? Ambas lo son, aunque parezcan situarse en las antípodas. Chomsky se sitúa en un real naturalista absoluto y Butler en un imaginario historicista absoluto. El Instituto Tecnológico de Massachusetts contra la literatura comparada, las cátedras de retórica, los estudios feministas y las teorías queer. Y ambos se reúnen en un escenario superficial o un malentendido llamado “izquierda”. Pero Chomsky es un técnico o un cientista que dictamina la palabra última y definitiva de un objeto real cuya existencia se testimonia y defiende con elegancia y seriedad argumentativas británicas, mientras Butler hace morisquetas y performances paródicas francesas y rabelaisianas para mostrar que ese objeto real no es sino la máscara de la postura autoritaria del falogocentrismo. Chomsky tiene una verdad que es una certeza empírica y la defiende de esos charlatanes e impostores llamados filósofos metafísicos o literatos (entre quienes incluye, presumo, a Butler). Butler tiene la certeza de que toda verdad es autoritaria y defiende la pluralidad horizontal de los intercambios de esos déspotas llamados filósofos metafísicos o técnicos. En la cultura intelectual americana hay un cortocircuito, una lucha a muerte entre el técnico y el literato, sin síntesis y sin superación. Y en el medio, el filósofo muere de incomprensión o de olvido: el técnico entiende que la metafísica es literatura y retórica, y el literato que la metafísica es técnica y autoritaria.
3.
Ahora bien ¿qué hace Zizek en el medio, entre Chomsky y Butler? ¿Es esa síntesis o esa superación hegeliana que está faltando entre el despotismo de lo real positivo y la laxitud loca y voluble de lo imaginario? En principio estoy tentado de decir: no. No, en tanto esa síntesis no parece que pudiera ocurrir en la cultura americana: ahí parecería tratarse siempre de una carnicería bárbara de procesos primarios, alianzas profundas y elementales entre un Superyó mandón y un Ello gozoso, es decir, sin un Yo (o mejor, sin un Sujeto), sin un tercero que se sitúe fuera y por encima de la oposición para decirla y pensarla. Mientras Butler y Chomsky se tiran piedras (aún sin saberlo) es bastante probable que alguna de ellas le pegue a Zizek, porque él es el fantasma que está en lugar del objetivo real de los verdaderos agonistas. Es muy probable que para Butler Zizek sea machista, estalinista, antihistoricista, dogmático de la verdad, de los universales y de lo Real (porque aunque Zizek sobreactúe paródicamente esos rasgos, los suspicaces siempre pueden suponer que el verdadero objetivo de esa exageración es ocultar tales rasgos). Y sabemos explícitamente que para Chomsky Zizek es un charlatán lacaniano oscurantista, un payaso incomprensible sin argumentos empíricos razonables o sostenibles. Zizek es el objeto fantasmático que ocupa el lugar de Chomsky para Butler y el lugar de Butler para Chomsky. Pero seguramente Zizek sabe que no hay un verdadero antagonismo entre Chomsky y Butler y que sus diferencias, en el fondo, se apoyan en una identidad basal (lo que llamamos el “gen” protestante angloamericano): uno es el sueño o la pesadilla del otro. Entre los dos componen un universo cerrado endogámico, insisto, sin superación ni síntesis. Inevitablemente la intervención de Zizek termina como la de quien quiere mediar en la pelea de una antigua pareja: el mediador liga la peor parte y la pareja termina por apretar todavía más su lazo imaginario. La mediación (o tercerización) simbólica ha fracasado.

Entonces, así, nos damos cuenta de que, guste o no, acá Zizek está encarnando el lugar de la propia filosofía y de la Verdad: un lugar ingrato sobre el cual llueven las piedras de científicos y literatos. Porque si el filósofo le dice al cientista, como lo hubieran hecho Kant o Hegel, “vea, usted comete la tontería de creer que se las ve con cosas en sí o con objetos dados positivamente a su entendimiento; tendría que considerar que en tanto Sujeto (social e histórico) usted conceptualiza (y está precedido y determinado por) sus propias prácticas (sociales e históricas), y que entre esas prácticas no podemos dejar de contar a la propia objetalización y a la propia conceptualización”, etc., el cientista seguramente reaccione con cierta molestia y responda algo así como “lo que usted me dice es nihilista y poco claro, piensa usted como un teólogo, atenta contra la lógica práctica, obstaculiza el desarrollo y el progreso”, o, “seguramente quiere usted conservar sus viejos privilegios y poderes mágicos o inquisidores bajo una forma secular o académica, y apagar esa luz con que la razón positiva iluminó tantos siglos de oscurantismo dogmático”, etc. Y si el filósofo le dice al poeta, como lo hizo Platón, “mire, usted disculpe, no quiero parecer arrogante, pero a mí me parece que sus prácticas están alejadas de la verdad y la razón en tanto destituyen o anulan la razón como proceso o camino dialéctico a la verdad, una verdad cuyo fundamento no es la existencia sino la necesidad”, el poeta seguramente responda “¿quién se cree usted que es para decirme a mí o a cualquiera qué es o dónde está la verdad? usted es autoritario, aristócrata, iluminado, mesiánico, universalista abstracto, fundamentalista de la Idea”, o, “seguramente quiere usted conservar sus viejos privilegios y poderes mágicos o inquisidores bajo una forma secular o académica, cuando hace tiempo ya que sabemos que Dios ha muerto y que esa muerte desautoriza a todos sus ángeles y burócratas en la tierra”.

La objeción del filósofo al poeta (o al sofista) es el punto que funda y da el tono a la metafísica clásica. La objeción del filósofo a la ciencia positiva y a la técnica es el punto que funda y da el tono a la metafísica moderna. La primera define a la Verdad como antagonista de la opinión (va contra el enunciado “no hay verdad sino múltiples verdades”). La segunda define a la Verdad como antagonista de la evidencia (va contra el enunciado “no hay verdad sino en la presencia del ente en el entendimiento”). La asimetría de esa ecuación es que la antigua metafísica no debía lidiar con una crítica a la ciencia positiva, mientras que la filosofía moderna está siempre ya, fatal y simultáneamente, entre los dos enemigos: la opinión y la evidencia. El filósofo moderno entonces no puede dejar de incluir, como su propio antecedente póstumo, al filósofo clásico (de ahí que a veces se oiga que la antigüedad clásica griega es un invento de la modernidad europea o incluso del romanticismo alemán, etc.).

Hoy, para sus dos enemigos, cientistas y poetas, el filósofo es siempre un residuo de los tiempos oscuros del dogma religioso trascendente (ambos dicen “usted quiere conservar sus viejos privilegios y poderes mágicos o inquisidores bajo una forma secular o académica”): para el primero porque Dios ha sido superado como una hipótesis primitiva y animista por la evidencia inmanente de la cosa, y para el segundo porque Dios ha muerto y ya no hay ninguna garantía de Verdad y entonces podemos consagrarnos al gesto pleno y afirmativo de la vida siempre múltiple y plural. Quizás por eso ciertas líneas del discurso filosófico contemporáneo utilicen en forma tan explícita, provocadora y hasta abusiva tantas figuras o metáforas netamente religiosas: Badiou, Agamben, el propio Zizek, etc.
4.
Para terminar, vuelvo al punto en el que poetas y cientistas, literatos y técnicos, imaginario y real, opinión y evidencia, se funden sin fisuras, y casi gozosamente se diría, en la figura religiosa absoluta (que es lo mismo que decir una figura pagana absoluta) del capitalismo moderno. Me dejo conducir, como tantas veces, por Walter Benjamin (su artículo “El capitalismo como religión”), aunque quiero agregar aspectos más actuales. “El capitalismo es una religión de rituales y cultos y no de doctrinas o ideas”, dice Benjamin. Agreguemos: el fetichismo del culto y la inmanencia del ritual, contra la trascendencia de la idea. Es una religión de obediencia, hábitos, disciplina y ethos, y no de sentido o pensamiento. El culto a la cosa real del tecnocientífico, su lenguaje como testimonio de la cosa, o como imagen sin mediaciones de la cosa (la fotografía, la medida, las cifras, las cantidades, la precisión), son perfectamente solidarios con los rituales comunicativos democráticos de la opinión, la pluralidad de los sentidos y los intercambios generalizados (de cosas, de enunciados, de energías y cuerpos). Y digo “solidarios” desde un punto de vista formal, sin desconocer que entre ellos hay un sordo y oscuro rencor, y que su solidaridad ocurre precisamente en el rencor y en la rivalidad. Y hasta en su lucha a muerte.

En el fondo, ambos, técnicos y literatos, tienen que ver con una ontología positivista pragmática prefilosófica incapaz de (o, lo que es más o menos lo mismo, sin interés por) entender la metafísica, la idea, la verdad o la dialéctica. Los primeros son de culto y testimonio (la verticalidad absoluta de la evidencia que congela todo proceso significante), los segundos de ritual e intercambio (la horizontalidad absoluta de la opinión y la comunicación que licúa toda estructura significante). Y en el fondo, tanto el objeto real de técnicos y cientistas como la discursividad imaginaria y las identidades diferenciales de las teorías culturales democráticas, hacen máquina con las dos caras visibles del capitalismo: a. apropiación y control (de la naturaleza, las cosas, la vida, los cuerpos, la fuerza de trabajo: el biopoder), o b. mercado abierto y circulación liberal (de cosas, vidas y cuerpos: mera variante orgiástica y festiva del biopoder, pues también ella está profundamente marcada y atravesada por la disciplina y el control inmanentes). De ahí provienen ambos —y ése es, en suma, eso que he llamado su gen. Poco importa que cualquiera de los dos se diga, se proclame o se entienda de izquierda. Ser de izquierda o de derecha es, en este esquema, completamente trivial.
P.S. Quiero hacer una aclaración aunque tal vez sea innecesaria: se entenderá que cuando digo “gen” hablo de ciertas condiciones de determinación y de posibilidad de un sujeto, que se anudan doblemente con él, y que (por tanto) resultan siempre resistentes a sus esfuerzos intelectuales. Cuando hablo del capitalismo protestante angloamericano como genéticamentepositivista, empirista, realista y pragmático no me refiero ciertamente a cierta tendencia natural del organismo a ser afín a tales o cuales doctrinas, sino a que esos rasgos son siempre ya parte de las prácticas de ese sujeto llamado capitalismo protestante angloamericano, es decir, que tales prácticas lejos de ser sólo ciertas propiedades, características o predicados contingentes, son constitutivas de sujeto. Además, estas prácticas, en tanto son punto de partida de conceptualizaciones y teorías en las que el propio sujeto nace, se emplaza y se reconoce, son algo así como un punto ciego de ese sujeto, un núcleo resistente a la conceptualización y a la crítica, el punto de no-descontrucción. Ser realista, positivista o pragmático no es una opción ni es el resultado de una elección soberana de ese sujeto: él está determinado por su pragmatismo, su realismo, su empirismo.

No todo es absorbible en el esquema tranquilo de la superación y la crítica. Entre Zizek y Chomsky o entre Zizek y Butler no hay ningún diálogo posible, ningún intercambio razonable, liberal y civilizado de argumentos, en el que uno persuade a su interlocutor o se deja persuadir por él para flexibilizar sus posturas, etc. Por eso me parece tentadora la metáfora delgen para hablar de ese núcleo duro determinante: se parece a lo real en el sentido en que esa palabra aparece en glosas de la cura o del acto analítico lacanianos en expresiones del tipo “enfrentar al otro a lo real”.

Sé apocalíptico: Por qué lo radical se ha vuelto normal

por Roberto Jensen
¿Sientes ansiedad vital en esta sociedad destrozada, en este planeta saturado? No es de extrañar. La vida, tal y como la concebíamos, está a punto de desaparecer. Mientras que la cultura dominante impulsa la negación disfuncional −tómate una pastilla, vete de compras, encuentra la felicidad− existe una estrategia más sensata: acepta la ansiedad, asume la angustia profunda, y ponte apocalíptico.
Nos hallamos ante una cascada de múltiples crisis ecológicas. Lidiamos con instituciones políticas y económicas incapaces de asumir, y mucho menos solucionar, estas amenazas a la familia humana y al mundo natural en su conjunto. Estamos intensificando un asalto sobre los ecosistemas de los que dependemos, mermando la capacidad del mundo natural para sustentar una presencia humana a gran escala en el futuro. Cuando el mundo se oscurece, fijarse en el lado bueno deja de ser virtud para convertirse en señal de irracionalidad.
En semejantes circunstancias, la ansiedad se vuelve racional y la angustia sana. Ya no son señales de debilidad sino de valentía. El dolor profundo por lo que estamos perdiendo −y lo que ya hemos perdido, y quizá jamás recuperemos− es apropiado. En vez de reprimir estas emociones, podemos confrontarlas, no como individuos aislados sino colectivamente, y no sólo por el bien de nuestra salud mental, sino para incrementar la  eficacia de nuestra organización a favor de la justicia social y la sostenibilidad ecológica que aún esté a nuestro alcance. Una vez procesadas estas reacciones, podemos volvernos apocalípticos y empezar el trabajo de verdad.
Puede sonar extraño, dado que normalmente se nos recomienda superar nuestros miedos y no ceder a la desesperación. Defender el apocalipticismo puede resultar aún más raro, debido a su asociación con reaccionarios religiosos que se preparan para “el fin de los tiempos” o con pesimistas laicos obsesionados con la supervivencia. Las personas con sensibilidad crítica, los que nos preocupamos por la justicia y la sostenibilidad, nos vemos como realistas y menos propensos a caer en fantasías teológicas o de ciencia ficción.
Muchos asocian la “apocalipsis” con los delirios de rapto derivados de ciertas interpretaciones del Libro de las Revelaciones cristiano (o el Apocalipsis de Juan), pero conviene recordar que el significado original de la palabra no es “fin del mundo”. El significado tanto de “revelación”, del latín, como de “apocalipsis”, del griego, alude al levantamiento del velo, la divulgación de lo oculto y la llegada de la claridad. En este contexto, hablar apocalípticamente puede ahondar en nuestra comprensión de las crisis y ayudarnos a ver a través de la maraña de ilusiones tejida por las personas e instituciones del poder.
Pero hay un final que tenemos que afrontar. Una vez que nos hayamos enfrentado honestamente a las crisis, podremos ocuparnos de aquéllo que está acabando, que no es el mundo entero sino los sistemas que estructuran nuestras vidas en la actualidad. La vida tal y como la conocemos está, indudablemente, llegando a su final.
Empecemos con las ilusiones: Algunas de las historias que nos hemos contado −afirmaciones provenientes de personas blancas, hombres, o ciudadanos estadounidenses que ven la dominación como algo natural y apropiado− son relativamente fáciles de desmentir (aunque aún son muchos los que se aferran a ellas). Otras aseveraciones delirantes, como la aserción de que el capitalismo es compatible con los principios morales básicos, una democracia sólida y la sostenibilidad ecológica, son más difíciles de desmontar (tal vez porque no parece haber alternativa).
Pero quizás la más difícil de desbancar sea la creencia central de la economía extractiva del mundo industrial: que somos capaces de sostener una presencia humana a gran escala indefinidamente manteniendo los niveles actuales de consumo del Primer Mundo. El cometido de aquéllos con sensibilidad social no es sólo resistirse a normas sociales opresivas y a la autoridad ilegítima, sino proclamar una simple verdad que casi nadie quiere admitir: la vida de alta energía/alta tecnología de las sociedades pudientes supone un callejón sin salida. No podemos predecir con precisión los efectos de la competición por recursos o de la degradación ecológica en las décadas venideras, pero tratar al planeta como una mera mina de la que extraemos y un vertedero al que tirar después los desechos es puro ecocidio.
No podemos saber con certeza cuándo va a acabar la fiesta, pero la fiesta se ha acabado.
¿Parece histriónico? ¿Excesivamente alarmista? Fijémonos en cualquier indicador decisivo sobre la salud de la ecosfera que habitamos −agotamiento de aguas subterráneas, pérdida de suelo fértil, contaminación química, incremento de la toxicidad en nuestros propios cuerpos, la cantidad y extensión de “zonas muertas” en los océanos, la aceleración en la extinción de las especies y la reducción de la biodiversidad− y planteémonos una sencilla pregunta: ¿Hacia dónde nos dirigimos?
Tampoco olvidemos que vivimos en un mundo basado en el petróleo que está agotando rápidamente todo el petróleo barato y fácilmente accesible, lo cual significa que nos enfrentamos a una reconfiguración a gran escala de las infraestructuras que soportan nuestra vida cotidiana. Mientras tanto, la desesperación por evitar tal reconfiguración nos ha llevado a una era de “energía extrema” y a la utilización de tecnologías cada vez más peligrosas y destructivas (fracturación hidráulica, extracción en aguas profundas, minería de extracción de cimas de montaña, extracción en arenas de alquitrán).
Ah, ¿se me ha pasado mencionar la indiscutible progresión del calentamiento global/cambio climático/perturbación climática?
Vivimos en una época en la que los científicos hablan de momentos críticos y de fronteras planetarias, sobre cómo la actividad humana está lastrando la Tierra más allá de su capacidad. Hace poco, 22 científicos de prestigio advirtieron que es probable que los humanos estemos forzando una transición crítica y a escala planetaria “con el riesgo de una rápida e irreversible transformación de la Tierra hasta llegar a un estado desconocido en la experiencia humana”, y eso significa que “los recursos biológicos que ahora damos por sentados pueden verse sujetos a transformaciones rápidas e imprevisibles en cuestión de unas pocas generaciones humanas”.
Tal conclusión se deriva de la ciencia y del sentido común, no de creencias sobrenaturales ni de teorías conspiratorias. Las implicaciones sociopolíticas son evidentes: no habrá solución a nuestros problemas mientras insistamos en salvaguardar el estilo de vida de alta energía/alta tecnología predominante en gran parte del mundo industrializado (y que anhelan muchos de los que, en estos momentos, se ven privados del mismo). Hay mucha gente dura de pelar que, aun estando dispuesta a cuestionar otros sistemas opresivos, se agarra férreamente a esta forma de vivir. El crítico Frederic Jameson ha escrito: “Es más fácil imaginar el fin del mundo que imaginar el fin del capitalismo”, pero eso sólo es parte del problema. Para algunos es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del aire acondicionado.
Es cierto, vivimos en una especie de fin de los tiempos. No es el fin del mundo −el planeta seguirá existiendo con o sin nosotros− sino el fin de los sistemas humanos que estructuran nuestra política, economía y vida social. “Apocalipsis” no tiene porqué implicar fantasías de rescate celestial ni el culto a la supervivencia del más fuerte; ser apocalíptico significa ver las cosas claras y comprometernos a recuperar los valores fundamentales.
En primer lugar, debemos reiterar el valor de nuestro trabajo en pro de la justicia y la sostenibilidad, aun sin la garantía de poder cambiar la trayectoria desastrosa de la sociedad contemporánea. Asumimos proyectos, incluso sabiendo que pueden fracasar, porque es lo correcto y, al asumirlos, creamos nuevas oportunidades tanto para nosotros mismos como para el mundo. Al igual que, aun siendo conscientes de que todos moriremos algún día, seguimos levantándonos cada mañana, una evaluación honesta de la realidad planetaria no tiene porqué paralizarnos.
Así pues, abandonemos tópicos tan sobados como: “El pueblo americano hará lo correcto si conoce la verdad” o “Los movimientos sociales del pasado demuestran que nada es imposible”.
No hay ninguna evidencia de que ser conscientes de una injusticia incite automáticamente a la ciudadanía estadounidense, o a cualquier otra, a corregirla. Cuando las personas creen que la injusticia es un mal necesario para mantener su comodidad material, algunas aceptan esas condiciones sin rechistar.
Los movimientos sociales centrados en temas raciales, de género y de orientación sexual han conseguido cambiar leyes y prácticas opresivas y, en menor grado, alterar creencias arraigadas. Pero los movimientos que celebramos más a menudo, como la lucha por los derechos civiles tras la Segunda Guerra Mundial, operaban dentro de una cultura que daba por garantizada la continuidad de la expansión económica. Ahora vivimos en una era de contracción permanente −cada vez habrá menos de todo, no más. Presionar a un grupo dominante a renunciar a ciertos privilegios cuando hay expectativas de abundancia ilimitada para todos es un proyecto muy distinto a hacerlo cuando hay una intensa competencia por acumular recursos. Esto no presupone que seamos incapaces de avanzar en nuestro afán de justicia y sostenibilidad, pero tampoco debemos caer en el simplismo de creer en su inevitabilidad.
Otro tópico a desechar: La necesidad es la madre de la invención. Durante la edad industrial, y gracias a la explotación de nuevos suministros de energía concentrada, la humanidad ha generado una cantidad inaudita de innovación tecnológica, y en poco tiempo. Pero esto no es garantía de que exista una solución tecnológica para cada uno de nuestros problemas; vivimos en un sistema con límites físicos y toda la evidencia apunta a que estamos muy cerca de esos límites. El fundamentalismo tecnológico −dícese de esa creencia cuasi-religiosa que mantiene que la aplicación de la tecnología más avanzada siempre es apropiada, y que todo problema provocado por cualquier consecuencia no intencionada se puede remediar mediante más tecnología− es una promesa tan vacía como cualquier otro fundamentalismo.
Si todo esto nos resulta inaguantable, es porque lo es. Nos enfrentamos a nuevos retos, cada vez más expansivos. En ningún momento de la historia de la humanidad nos habíamos enfrentado a tantas catástrofes potenciales a nivel global; jamás nos habíamos visto amenazados por tantas crisis sociales y ecológicas simultáneamente; jamás habíamos tenido tal abundancia de información sobre las amenazas que hemos de asimilar.
Es fácil huir de nuestra incapacidad de enfrentarnos a ello proyectándola sobre los demás. Cuando alguien me dice: “Estoy de acuerdo con tu evaluación pero la gente no puede asimilarlo”, entiendo que lo que esa persona me está diciendo en realidad es: “Yo no puedo asimilarlo.” Pero asimilarlo es, a fin de cuentas, la única opción sensata.
Los políticos establecidos continuarán protegiendo los sistemas de poder existentes, los directivos de empresas seguirán maximizando ganancias sin importarles nada más y la mayoría de la gente continuará evadiendo estos temas. La tarea de aquéllos con sensibilidad crítica −aquéllos que defienden continuamente la justicia y la sostenibilidad, incluso cuando resulta difícil− es no echarse atrás por el simple hecho de que el mundo se ha vuelto más ominoso.
La adopción de este esquema apocalíptico no supone separarse de la sociedad convencional ni dejar de lado proyectos que busquen un mundo más justo dentro de los sistemas existentes. Soy profesor en una universidad que no comparte ni mis valores ni mi análisis pero, aun así, sigo enseñando allí. En mi comunidad, formo parte de un grupo que ayuda a la gente a crear cooperativas que operarán dentro de un sistema capitalista que, a mi modo de ver, es un callejón sin salida. Pertenezco a una parroquia que lucha por radicalizar el Cristianismo sin dejar de formar parte de una confesión religiosa cautelosa y, a menudo, cobarde.
Soy apocalíptico, pero no me interesa una retórica vacía extraída de movimientos revolucionarios de antaño. Sí, necesitamos una revolución, muchas revoluciones, pero la estrategia aún no está clara. Por tanto, mientras trabajamos pacientemente en proyectos reformistas, podemos seguir ofreciendo un análisis radical y experimentando con nuevas formas de trabajar juntos. Podemos contribuir a reforzar las redes e instituciones que pueden servir de base para los cambios radicales que necesitamos sin dejar de implicarnos en la educación y el activismo a nivel local para obtener objetivos modestos e inmediatos. En estos espacios podemos articular, y vivir, a día de hoy los valores de solidaridad e igualdad que siempre serán esenciales.
Adoptar una visión apocalíptica no es abandonar la esperanza sino reafirmar la vida. Como dijo James Baldwin hace varias décadas, debemos recordar “que la vida es el único punto de referencia y que la vida es peligrosa y que, sin la alegre aceptación de tal peligro, nunca habrá seguridad para nadie, jamás y en ningún lugar”. Evitar la dura realidad de nuestro momento histórico no nos garantiza seguridad alguna, tan sólo sirve para erosionar el potencial de las luchas por la justicia y la sostenibilidad.
Tal y como dijo Baldwin de manera tan aguda en ese mismo ensayo de 1962: “No todo a lo que nos enfrentamos puede cambiarse, pero no podemos cambiar nada hasta que nos enfrentemos a ello”.
Es hora de ponernos apocalípticos, o quitarnos de en medio.

De la serie: Guerra por el Consumo: Máquina de Guerra

por Diego Valeriano

Cuando no hay un puto peso ni para cargar una tarjeta, Carina siempre recurre a Mara: de sus hijas más grandes es la única que no tiene hijos, a las más chicas todavía no les puede pedir esa entrega. Sus hijos varones son unos egoístas que no colaboran nunca, y con su marido no puede contar absolutamente para nada. Si el muy turro cada vez que cobra la asignación se pone en pedo con los borrachines del barrio. Además Mara conoce mucha gente que siempre la ayuda. Mara es un cuerpo nuevo que descubre la plenitud y el vacío. Tiene amigos por todos lados, que si ella se los pide le prestan plata y después va viendo cómo se la devuelve. También las gendarmes del puesto que pusieron en el barrio hace dos años son amigas de ella y la llevan a sus casa para que limpie por hora o le cuide a sus hijos. Hay veces que trabaja cama adentro, o eso quiere creer su mamá, y no vuelve por quince días.
El consumo es una maravilla: le enseña a ser ella misma. Es una princesa, una bailarina, una máquina de guerra, un tubo que cilíndricamente se conecta con el devenir mercancía. El consumo es placer, su cuerpo es placer: cada vez que exista el placer existirá ella. Le gusta verse cogiendo. No entiende bien porque, pero le gusta más verse que coger. Disfruta muchísimo que la quieran coger, la cara que ponen los chabones cuando se sienta arriba de ellos y comienza a moverse con un determinado ritmo. El placer por lo que obtiene y la conexión con lo que obtiene la acercan momentáneamente a cierta plenitud. Siempre va arriba así los tiene más controlados, así los mira mejor. Los mira a los ojos y descubre el instante exacto que ya no dan más, cuando solo quieren metérsela, cuando solo quieren acabarla. Domina el ritmo, siempre lo hace; acelera cuando es preciso y baila según el momento se lo indique. Transpirados, agitados y desnudos son muy débiles, casi accesibles. Esos tipos, en la vida real, tienen mucha más fuerza que ella. Si quisieran agarrarla ella no podría zafarse. Con sus catorce, caería presa de ellos; pero en la guerra no hay edades. Esos tipos, en tiempos de paz, de un empujón la podrían hacer volar por el aire (en tiempo de guerra también lo hacen), pero cuando ella está desnuda su pequeño cuerpo adquiere más poder que el de ellos, y se deja llevar por ese poder de dominarlos a su antojo, al tiempo que descubre otras superficies de inscripción, mucho más hondas.

De la serie «La guerra por el consumo»: Armisticios

Por Diego Valeriano


Partamos de la base de que un  armisticio es una situación de facto que no equivale a un tratado de paz. En la guerra por el consumo, desatada en todas las periferias del mundo, la paz es solo un lujo de los que ya no quieren nada. Un armisticioconsiste en la suspensión momentánea de las agresiones en pequeños territorios (¿momentos?).
Entendamos que armisticio no es tampoco una tregua, es decir, una suspensión más extendida, más duradera y más pensada de la guerra. El consumo no da treguas.
Momentos de alto el fuego se viven a diario, sin que esto signifique reacomodamientos o claudicaciones. Roli fue detenido con un 25 y llevado a la 3era de Pacheco. Después que le armaron la causa y antes de dejarlo ir el oficial a cargo le preguntó si tenía más plata para ir a comprar de nuevo. Roli medio asombrado le contestó que no, y el oficial le regaló dos porros, aclarándole que eran flores.
Dicen que en Padua hay un jefe de calle que se apiada de los pibitos que arrebatan a los descuidados. Si bien los persigue, los agarra y les pega; también los deja ir y los reta como un padre. Incluso algunas veces les da plata de su bolsillo.
A las doce de la noche de un miércoles caminar por cualquier calle de un barrio es el peor lugar para una mujer sola. Luana eso lo sabía pero no le quedaba otra e iba apurando la marcha. Y pasó lo que tenía que pasar: dos pibes un poco más chicos que ellas la cruzaron y le pidieron el celular y la billetera. No sé si fue por sus ojos negros y enormes, por el celular de mierda que tiene o porque sí, pero la cosa es que los pibes desistieron de robarla y le ofrecieron de acompañarla hasta la avenida.
Hay un killer runfla en la zona de Brian que a las doñas cuando le roba el celu les devuelve el chip.
En ruta 4, a la altura de Transradio, se estaba dando una toma muy grande. La policía de Berazategui había sido superada y la Gendarmería intentaba poner orden. Era diciembre y la temperatura estaba cerca de los 40. Los muchachos de verde, cuando cambiaron de turno, en lugar de volver a Campo de Mayo le pidieron permiso a la gente del camping del sindicato textil que estaba a dos cuadras de la toma para comer un asadito y usar las instalaciones. Al poco tiempo de estar relajados unos quince muchachos de los que estaban en la toma fuero a pedirle a los gendarmes que intercedan con las autoridades del camping para que les permitan hacer un asado a ellos también. Una vez finalizados ambos asados, compartieron la pileta y jugaron varios partidos al vóley.
Los armisticios no dejan de ser excepciones que nos confirman que estamos en guerra.

Clinämen: Las fuerzas de seguridad en los territorios

 

Conversamos con Leonardo Grosso, diputado nacional por la Provincia de Buenos Aires por la JP Evita y coordinador de la Campaña Nacional contra la Violencia Institucional. La “inseguridad” en el centro de la campaña electoral. Los casos de jefes policiales involucrados en casos de narcotráfico (Rosario y Córdoba). Las fuerzas de seguridad como principal problema (sistema penitenciario, las policías, la gendarmería). El intento en barrio Zabaleta de impulsar control ciudadano sobre las fuerzas de seguridad.

Grecia luego de la revuelta: El auge político de la ultraderecha


En 3 años, el partido de ultraderecha griego, Aurora Dorada, ha pasado de fuerza irrelevante a tener 18 escaños. Sus propuestas están subordinadas a un excluyente «solo para griegos». Su caso sirve de epítome de una Europa donde la ultraderecha avanza.
Se presentan como un partido nacionalista preocupado por la profunda crisis que padece Grecia, pero las propuestas de Aurora Dorada (o Amanecer Dorado, según las traducciones) son excluyentes, «sólo para griegos», y no dudan en ejercer la intimidación y la violencia contra sus oponentes y, sobre todo, contra su gran objetivo: los inmigrantes.
Aurora Dorada en las instituciones.
Han entrado en las institucionales nacionales y también en las europeas. Eleni Zarulia, esposa del líder de Aurora Dorada, Nikolaos Mijaloliákos, y que no dudó en calificar de ‘subhumanos’ a los inmigrantes, representa a Grecia en el Consejo de Europa. Paradójicamente esta institución paneuropea pero que no tiene relación alguna con la Unión Europea, ha alertado sobre la violencia racista de este partido.
En un informe del pasado abril, el Comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europa, Nils Muiznieks, advertía sobre el racismo creciente, del discurso y las medidas que estigmatizan a los inmigrantes, de la impunidad de la violencia racista. Por ello, pedía incluso la ilegalización de Aurora Dorada, propuesta considerada ‘contraproducente’ por el gobierno de Samarás.
Los tentáculos de la ultraderecha en Europa
Cámbiense los detalles y peculiaridades nacionales y Aurora Dorada sirve de epítome de una Europa donde extienden sus tentáculos la ultraderecha, los grupos neonazis y fascistas, que medran y atraen los votos con discursos xenófobos (en Grecia son los inmigrantes; en Hungría, los gitanos), que saben instrumentalizar a su favor del descrédito de los partidos tradicionales, el antieuropeísmo, la inseguridad y el miedo de poblaciones que se sienten amenazadas por la crisis.
[…]
La CEDADE como referente.
El periodista Dimitris Psarrás, buen conocedor de la extrema derecha griega, analiza en su última obra, ‘El libro negro de Aurora Dorada’, su origen, su ideología, sus conexiones con la dictadura de los Coroneles, así como sus referencias nazis y fascistas, incluida su admiración por la Falange de José Antonio Primo de Rivera.

Según Psarrás, «una de las primeras fuentes de inspiración de Aurora Dorada era la organización española CEDADE, que ya no existe, pero de quienes copiaron una forma particular de nazismo y hubo encuentros comunes. CEDADE intentó crear una especie de organización europea a principios de los años 80. Se juntaron en España algunas organizaciones, incluida Aurora Dorada. En aquel momento, también jugó un papel relevante Léon Degrelle, que vivía en España».

En la entrevista con En Portada, el diputado y portavoz de Aurora Dorada, Ilias Kasidiaris, reconoce que «recientemente uno de nuestros representantes fue invitado a alguna reunión de algún partido nacionalista español. En este momento, estamos en fase de contacto pero no hemos puesto en marcha ninguna colaboración con ningún grupo europeo».

Segunda y última entrega: material audiovisual de la Escuelita zapatista



Escuelita Zapatista DVD 1: 

La Libertad según l@s Zapatistas




Escuelita Zapatista DVD 2: 

La Libertad según l@s Zapatistas






Muchas fotos de la Escuelita Zapatista: 




Más Material importantísimo del DVD del Congresos de Pueblos Originarios (mucho video, audios y fotos): 

acá   –    acá   –   acá   –   acá  –   acá 




Audio de Hugo Blanco despachándose con mucha fuerza sobre temas medioambientales y sobre el poder que ejercen las corporaciones.



Una película importante realizada por el Movimiento Zapatista, «Corazón del Tiempo»: 


Esto es todo: ¡qué lo disfruten!

El gobierno de las bandas en Florencio Varela

Fuerte intimidación al Centro de Participación Popular Monseñor Angelelli

Ayer, durante la mañana del martes 1 de octubre, fue atacada violentamente la sede del Centro de Participación Popular Monseñor Angelelli por una banda de cuatro personas. La causa aparente del ataque fue un robo. Sin embargo, hay muchos indicios que desmienten que esa haya sido la única finalidad del ataque.

La frecuencia e intensidad que adquieren estos hechos en el territorio de Varela confirman en lo esencial los rasgos violentos de un nuevo conflicto social que recorre varios puntos del país. Tanto en Pico de Oro (hace un año de la quema de la casa de dos compañeros del Movimiento de Colectivos, de Florencio Varela, a manos de bandas armadas, coordinadas con la policía, y parte de la justicia y del poder político) como ahora en el Angelelli, se agrede abiertamente a organizaciones sociales de los barrios con una ferocidad inusitada. No se trata de hechos policiales aislados sino de un modo de gobernar los territorios disputados entre bandas cada vez mejor organizadas, ligadas a la policía, y a parte de la justicia y del poder político.

Los hechos sucedidos ayer en Varela, como tantos otros que se reproducen en todo el país, tienen que ser comprendidos como una seria advertencia sobre la complejidad que adopta la lucha social y política en este tiempo, y por lo tanto, exigen la innovación y el fortalecimiento de redes organizativas capaces de mejorar el cuidado –es decir: la capacidad de comunicación, de investigación, y de articulación con otros sectores– de las organizaciones.
Los hechos

El clima venía espeso. Durante las últimas semanas la organización ya había registrado robos inusuales en dos centros comunitarios del barrio Tres de Mayo y San Cayetano.
En el día de ayer, 1 de octubre, pasadas las 10.30 hs tres hombres preguntan por “Gabi” en la sede del Centro Angelelli. Ya adentro, le dicen a Gabi: “a ustedes los entregaron: dónde está la guita”. Los tipos actuaron con llamativa serenidad en todo momento (ni estaban bajo efecto de drogas, ni actuaban alterados: no eran “cachivaches”). Fueron directamente a la oficina de administración.

Como en el Angelelli no se manejan grandes sumas de dinero en efectivo, pudieron llevarse no más de unos 2500 pesos, que es lo que había.

Cuando los tipos salen, los esperaba la policía de la Comisaría 2ª de Varela, que había sido avisada a partir de que un chiquito que estaba en uno de los talleres que se dictan en ese centro notó algo extraño y avisó a su “profe” de la situación, y este último se comunicó con la Policía, que llegó en unos pocos minutos.

Ante la presencia de la policía, los tipos intentan escapar usando sus armas. Un cuarto miembro de la banda, que esperaba afuera en un auto logra escapar. Los otros tres (armados con una 22 especial y una 9mm), toman a Gabi como escudo humano (rehén) y se retiran disparando de modo sostenido.

El tiroteo se desarrolla a plena luz del día y en una zona muy concurrida, a pocas cuadras de la estación de tren, paso obligatorio para la escuela y un jardín infantil.
En un cierto momento Gabi tropezó, en medio de la intensa balacera y los tipos se rajan. Uno de ellos logra escapar por el fondo. Fueron varias decenas de balas las que se dispararon en ambas direcciones.

En estas circunstancias, fueron heridos y capturados Rodrigo Ramsky, de 23 años, hijo de un efectivo en actividad de la bonaerense de Remedios de Escalada (que vive en el barrio de Santa Inés, de Varela), y Pablo Daniel Galeano de 28 años, con último domicilio fijado en barrio Los Álamos de Quilmes, con pedido de captura y fugado de la Unidad 24 en la que estuvo detenidos unos años.
Tanto Ramsky como Galeano se han recuperado de sus heridas, y se encontraban, hasta el día de hoy detenidos en la Comisaría 2ª. La causa está en manos de la Fiscalía 4 descentralizada de Varela, a cargo de Nuria Gutiérrez.

Datos que llaman la atención

Cuando cae, y la policía le pide identificación, Pablo Daniel Galeano, desde el piso y herido le dice “averiguá vos que sos rati, la puta que te parió”. Esta actitud se mantuvo durante las primeras horas de detención.

·      Los que escaparon: El Negro, conocido en Varela por estar implicado en drogas y robos; y El Pato, cuñado de Ramsky, que manejaba el auto, quien tiene conocimiento de la actividad del Angelelli en el barrio.


·     Los detenidos: Pablo Daniel Galeano estuvo preso algunos años en la Unidad 24 de Varela con Américo Claudio Mena, jefe de una banda vinculada al PJ local que traficaba y mataba con protección policial, detenido a partir del asesinato de Carlos Gabriel Fretes, durante febrero del 2012.

·       Tanto el comisario González (de la Comisaría 1ª, cuya jurisdicción incluye al barrio Pico de Oro), como el comisario Peressutti de la 2ª (que abarca la zona donde está el Angelelli), debieron abandonar sus cargos en el último año como consecuencia de las denuncias por los hechos violentos arriba señalados, los cuales originaron causas en las que aún se los investiga. Sin embargo, ambos comisarios, lejos de ser exonerados, se desempeñan hoy como jefes de turno en la Jefatura Departamental de Quilmes. En todos estos episodios y conflictos en los asentamientos, se verifica una alianza entre bandas armadas y sectores de la policía.
Por las características del robo y de quienes lo protagonizaron, podemos inferir que no se trató de un hecho al voleo, y que por lo tanto: a) los dos detenidos son los autores materiales, pero evidentemente no los autores intelectuales del hecho, y b) más que como un robo debe ser leído como un apriete o un mensaje hacia el Angelelli.
Hipótesis

Alguien los mandó con el objetivo de meter miedo, y posiblemente se les dijo que se podía sacar de allí algún mango. Pero lo más probable es que les hayan pagado por entrar y sembrar miedo, como parte de la disputa en marcha por el control territorial. Les salió mal cuando llegó la policía.

La banda que entró al lugar lo conocía, y no demostró improvisación. Sí llama especialmente la atención la fiereza del tiroteo, su actitud desafiante ante la policía. De ahora en más, resulta fundamental la tarea de la fiscal a cargo para que la investigación no quede limitada a los dos detenidos, sino que se avance sobre los autores intelectuales. 
Sobre el modo de trabajo del Centro Angelelli

El Centro Angelelli es una organización dedicada a la defensa de los derechos humanos y a la inclusión social con más de veinte años de trayectoria. Uno de sus principales ejes de trabajo consiste en realizar tareas de regularización y ordenamiento de asentamientos informales, pero también de lucha y demanda ante las autoridades. Cuenta con un alto nivel de inserción territorial, que se refleja en la legitimidad de la que goza entre los más variados actores locales, incluyendo al propio Estado. Entre sus actividades se incluye el funcionamiento de una escuela secundaria para adultos, talleres de oficios para jóvenes, una radio comunitaria, trabajo con colectividades migrantes y la coordinación del Espacio de Tierras Para Todos y Todas.

El Espacio de Tierras fue creado hace ocho años con el objeto de articular y fortalecer las demandas al Estado motorizadas por los distintos asentamientos vinculados al Centro Angelelli, así como ampliar la capacidad de gestión de conflictos y producir un diálogo fluido entre los asentamientos. Funciona como asamblea abierta integrada por delegados y vecinos de los asentamientos (con preponderante participación de mujeres y colectividades migrantes), en la que se exponen las circunstancias de cada barrio y se discuten las acciones y estrategias frente al grado de avance de los compromisos asumidos por el Estado y las empresas de servicios en el caso de asentamientos constituidos. También se desarrollan las acciones vinculadas a nuevas tomas (frenar un desalojo si ese riesgo existe, evaluar alternativas si es inevitable que se produzca, abrir el diálogo con el Estado, etc.) que, cada vez con mayor frecuencia, se incorporan al universo del Espacio de Tierras. Actualmente está conformado por más de veinte asentamientos y los plenarios tienen una concurrencia próxima a 250 delegados/as.

La modalidad de intervención del Centro Angelelli, en relación a las demandas por acceso a la tierra, en Varela, puede caracterizarse bajo cuatro categorías: asambleas, plenarios –reuniones que convocan a vecinos de todos los barrios en los que interviene el Centro Angelelli, donde se realiza una puesta en común de los principales conflictos y acciones que se están desarrollando, así como la elaboración de estrategias conjuntas–, espacios de negociación –definidos por cualquier instancia en la que el Estado habilita una interlocución– y acciones de presión –movilizaciones, toma sin interrupción de actividades de edificios públicos, cortes de calle y otros actos de carácter público orientados a convocar la atención del Estado sobre las demandas motorizadas y forzar una respuesta–.
Nuevo Conflicto Social

Una nueva conflictividad social ha irrumpido en los territorios, a partir de la proliferación de negocios que necesitan de una violencia creciente para imponerse y subordinar las lógicas organizativas comunitarias.
El uso de bandas armadas por parte de empresarios, la complicidad de las distintas instituciones policiales, y la participación de jueces y fiscales así como de sectores del poder  político en estas tramas de negocios, resultan hoy moneda común.
Es preciso crear los modos de dar visibilidad a estos nuevos conflictos, a través de una narración que no se quede en la crónica policial de los hechos. Es urgente mejorar la articulación de una red de experiencias insertas en diferentes territorios, con la intención de desplegar una acción y un pensamiento conjunto orientado a la resistencia y el mutuo cuidado; y mejorar nuestra capacidad de interlocución con dimensiones institucionales que sean capaces y estén dispuestas a acompañar un proceso de elaboración e intervención colectiva.
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Apéndice de prensa:
COMUNICADO DE PRENSA del Centro Angelelli


Hoy 1 de octubre de 2013, en la sede del Centro de Participación Popular Monseñor Enrique Angelelli, hemos sufrido otro hecho de violencia, han ingresado a robar armados, tomando de rehenes a compañeras de la organización, una de ellas fue llevada como escudo humano en el momento que se enfrenaban con la policía.


Manifestamos nuestra preocupación por lo ocurrido ya que lamentablemente no es un hecho aislado sino que forma parte del hostigamiento que venimos sufriendo a raíz del trabajo que llevamos adelante desde hace mas de 20 años en el distrito en defensa de la vida , la dignidad y la búsqueda de la justicia. Identificamos desde hace tiempo un avance de las redes mafiosas en el territorio amparadas por el poder político, policial y judicial; mafias que atentan contra la vida de nuestras comunidades, de nuestros pibes.

Motivo por el cual convocamos a una CONFERENCIA DE PRENSA para el DIA MIERCOLES 02 DE OCTUBRE a las 10:30 horas – en la sede del Centro de Participación Popular Monseñor Enrique Angelelli – calle 542 y 511 del Villa Argentina – Florencio Varela

Contactos 011-41938180

                 011-31637641
INFOJUS

http://www.infojusnoticias.gov.ar/provinciales/florencio-varela-un-robo-a-una-organizacion-social-despierta-sospechas-647.html

Ayer al mediodía
Florencio Varela: un robo a una organización social despierta sospechas”.

Lo que pasa ahora en la Zabaleta

Por favor, difundan esto que acaba de pasar en Zavaleta:
Persiguiendo a una moto sin que haya habido ningún tiroteo ni ninguna situación que lo ameritaba, efectivos de Gendarmería dispararon balas de fuego en la Plaza Kevin. Tenemos un cartucho de escopeta a tres metros de la casilla de “Control Popular sobre las Fuerzas de Seguridad”, y una bala en la puerta de la redacción de La Garganta.

Cuando salimos todos a la calle para poner el cuerpo por nuestros pibes, y para fotografiar a los Gendarmes que abrieron el fuego, el grupo completo que estaba signado para custodiar la Plaza Kevin, huyó de las cámaras para no quedar escrachado.

Minutos después se hicieron presentes hombres de Prefectura, que ahora deberán ser nuestros testigos sobre el accionar de Gendarmería. En este momento, estamos parados sobre las balas para que la Justicia tome nota de la situación, sin que pueda fraguarla como lo hace en general.

Somos muchos los vecinos reunidos en la impotencia y los pibitos que están llorando adentro de nuestras casas. Estas mismas Fuerzas que nunca pusieron el cuerpo cuando hizo falta, ahora lo ponen paraamedrentarnos a quienes decidimos regularlas.

No tenemos miedo, ni a sus armas ni a la exposición, porque tomamos una decisión que no tiene vuelta atrás: ¡Ni un pibe menos, ni una bala más!

De la serie: La guerra por el consumo: «Experimentación, subsistencia y creación»

por Diego Valeriano



No tiene la menor duda de que a la persona que más quiere es a Ludmila, su sobrinita. A ella le compra todo lo que puede y si alguna vez piensa en una casa, es para que Ludmila la disfrute. Quiere/imagina una piecita para ella sola, llena de Barbies,  peluches y un equipo de música. Cuando Caro quedó embarazada la envidió secretamente. Ya a sus trece sabía que jamás le pasaría a ella. ¿Una Ludmila le traería algo de paz?

El papá de Ludmi es un pibe que trabaja de remisero cuando puede y también cuando puede hace de padre, o eso dice él hábilmente cada vez que parte de la familia le pide que se haga cargo de su hija, o que por lo menos le pase plata; algo, unos pesos para los pañales. A Mara íntimamente no le importa que el pibe aporte, cree que lo mejor sería criarse sin ese gil: está segura de que ellas la puedan educar y cuidar mejor. Si se le puede sacar plata mejor, siempre que eso no implique que vaya a su casa a pasar días con él o, peor aún, con su mamá que es re conventillera y arma siempre bondis mal.
Ahora Ludmi tiene casi un año y quieren programar un gran cumpleaños. Mara en algún momento soñó con un gran cumpleaños de quince, pero en este momento le parece una chiquilinada. Sabe que lo que la haría muy feliz es organizar el cumpleaños más grande y lindo para Ludmila. Hace un mes que con Caro se la pasan armando cada cosa que van a hacer para la fiestita y sacando cuentas de cuánto les va a costar todo.
Pocas veces sale tan temprano de su casa: es domingo y casi no durmió porque se quedó con otras pibas del barrio charlando y escuchando música toda la noche. Después del bondi, se toma el tren y tras una hora y media de viaje llega a Chacarita, donde la espera Ramón. Caminan por Corrientes para el lado del centro, hablan de la historia de Ramón, de porque es gendarme, de cómo extraña a su hija y que cree que en tres o cuatro semanas va a poder ir a verla. Doblan dos o tres veces, entran en calles como laberintos. Llegan a una casa vieja y destruida, los dos se miran sabiendo que llegaron. Ramón golpea la puerta, antes de que alguien las atienda le explica que el no puede entrar, que no se preocupe por nada, que va a ser bien tratada y que después pasa a buscarla. Una señora de unos 60 años pero que aparenta un millón, la hace pasar indicándole que espere sentada en una silla de madera, a los diez minutos vuelve y le pregunta si sabe para qué vino. Mara sabe para qué vino, no es tan boluda, y también sabe por qué Ramón le dijo a ella y no a otra piba. Sabe bien qué tiene y cómo usarlo. La lleva hasta una habitación y le pide que espere, hay una cama y no mucho más; el primer tipo que pasa es horrible y huele más horrible aun, pero le gusta la cara que pone al verla. Pasaron cuatro tipos en poco tiempo aunque se le hizo eterno, no la trataron mal pero tampoco bien, la señora entra y le dice que puede descansar un par de horas que vaya para el fondo que están las demás chicas. El fondo es un cuartito oscuro donde hay tres camas ocupadas y dos colchones en el piso.
En estos tres días estuvo con dieciséis hombres; ya se vuelve para su casa y tiene que arreglar los números con Haydee. Se sientan en la  habitación oficina y le da mucha menos plata de la que Ramón le había dicho: “te cobro alquiler de la habitación y comida, además fueron catorce tipos, no dieciséis”. No le queda otra que aceptar. Ramón la espera afuera, cuando le da su parte nota que es bastante menor de lo que esperaba pero no se queja, le pregunta si no quiere ir a tomar un café con leche, pero ella prefiere volver a su casa. Ramón la acompaña hasta la estación, pero se despide antes que venga el tren desde retiro. Tiene que ir a Campo de Mayo y si no se apura va a llegar tarde.
En el tren de vuelta Mara hace cálculos y cree que puede hacer mejor las cosas. Este acontecimiento muestra lo que su vida tiene de intolerable, pero también siente que le aparecen nuevas opciones (de experimentación, de subsistencia, de creación). Entender que se está en guerra abre posibilidades nuevas y reacomoda los deseos. Sus «posibles» le generan contradicciones que no le interesa resolver. Le duele todo el cuerpo, solo quiere llegar a su casa, estar con Ludmila y, si tiene suerte, dormir un poco.

Entrevista a Raúl Cerdeiras: A 20 años de la aparición de la revista Acontecimiento

Por Pablo Chacón
Cerdeiras, un abogado que se dedicó a la filosofía política, amigo de Badiou, fue el primero en invitar al francés a Buenos Aires, donde lo conocían pocos y ninguno. Esa estrella es su lujo.



PChAcontecimiento cumplió 20 años. ¿Qué reflexión podes hacer de esos 20 años de trabajar, escribir, pensar, convocar, estudiar? 

C: Acontecimiento lleva como subtítulo: Revista para pensar la política, así que todo balance debe respetar esa perspectiva. Cuando inicia su recorrido, en junio de l991, los proyectos políticos emancipativos que se sostuvieron en el siglo XX alrededor de la idea del comunismo habían colapsado y ya estaba en marcha el aluvión del neoliberalismo. De repente la política se transforma en gestión gubernamental hecha desde el Estado, dentro de un régimen representativo de partidos y confrontando programas que son un apéndice de la economía y los intereses que de ella derivan. La revista sale sostenida en una apuesta que afirma la necesidad de reiniciar un nuevo ciclo de políticas emancipativas, para lo cual era necesario hacer el balance de la secuencia pasada y abrir una crítica de lo que vino a ocupar su lugar. Todo el esfuerzo de los compañeros que se fueron nucleando a su alrededor y el mío propio se enfocó en esa dirección, y creo que se dieron algunos pasos importantes. Por ejemplo, redefinir el papel del estado en las políticas de ruptura; plantear la necesidad de que la política, para que asuma su capacidad de transformación real, debe ser autónoma de la lógica que rige la vida social y los mecanismos del estado; cuestionar el dispositivo de la representación y proponer las posibilidades de la presentación; despegar la cuestión del sujeto político de su vínculo con las clases o los nuevos conjuntos sociales, para desplegar nuestra convicción de que un sujeto político es la invención de un cuerpo colectivo organizado alrededor de ideas y que no representa a nadie. El concepto mismo de acontecimiento, para nombrar la irrupción de una excepción que no se puede reducir a la legalidad que regula la situación en que se inscribe y que exige se piense y se haga algo diferente al orden establecido. Es difícil afirmar la existencia de un acontecimiento clave, para sancionarlo hay que ver sus efectos en el tiempo; entretanto, opera como una apuesta que orienta la acción y el pensamiento. Pero si miramos a América Latina, creo que la emergencia del zapatismo y el discurso que lo acompañó, sobre todo en su primera etapa, tuvo un impacto decisivo para nuestros propósitos; renunciar a la toma del poder del Estado y plantear nuevas relaciones al interior de las organizaciones políticas eran dos principios que  veníamos sosteniendo hacía más de cuatro años. En cuanto a nuestro país, sin duda que las jornadas del 19/20 de diciembre de 2001 producen un corte desde el cual se puede conformar el cuadro político nacional según sea el posicionamiento que se tome al respecto,  y exige un esfuerzo creativo a los que pensamos en su capacidad disruptiva.
PCH: Cuando Alain Badiou vino (invitado por vos) por primera vez a la Argentina, acá lo conocía poca gente. Después volvió y vino también el año pasado. ¿Qué cambió de tu visión de la Argentina de aquel momento y la de ahora? 

C: Es cierto que en aquella época Badiou era un ilustre desconocido en esta parte del mundo. Pero la amistad que habíamos sellado, primero por correspondencia y luego personalmente en 1986, se cimentó sobre una inmediata comunidad respecto a los problemas político-filosóficos y la dirección en que debían encaminarse los esfuerzos para salir de esa situación. En virtud de ese suelo común pudimos hacer un esfuerzo para que nos visitara el segundo semestre de 1994. Luego vino también en el 2000 a presentar la edición en castellano de El ser y el acontecimiento que traduje junto a Prados y Cerletti. Es cierto, no puedo hablar por él sino trasmitirte lo que dijo en diversas charlas en su última visita. Badiou afirma que no solo en la Argentina sino en otros países de América Latina se han producido modificaciones, pero a la hora de evaluarlas comprueba que la afirmación de la democracia como régimen político y el desarrollo del capitalismo como meta económica,  no significan la apertura de una novedad radical sino el rumbo político que lleva adelante Occidente.

PCH: Los grupos de reflexión y trabajo que animás desde hace tantos años, ¿se enriquecieron con las visitas al país de Roberto Esposito, Toni Negri, Slavoj Zizek, los lacanianos? ¿Que sumaron ellos al trabajo tuyo y al trabajo de Badiou?

C: En diferentes campos y con intensidades desiguales debo decirte que sí. Las personas que nombrás representan intentos serios para salir del relativismo posmoderno, sin volver al pasado. El pasado en filosofía se llama fenomenología, criticismo kantiano o neopositivismo, y en política, es la cáscara de un marxismo agotado que se intenta mantener sin una revisión que esté a la altura tanto de su significación histórica como de su desfondamiento e impotencia actual. Creo que Negri, en tanto que su aparato conceptual se inscribe en la estela de (Gilles) Deleuze, ha sido importante. Deleuze y Badiou son los únicos filósofos-políticos que han lanzado al pensamiento hacia nuevos rumbos. En cuanto a Badiou, se ha encargado en diversos trabajos de realzar la importancia que tuvo (Jacques) Lacan (lo llama mi maestro) en su trayectoria, por el coraje que exhibió para reponer la cuestión del sujeto cuando las corrientes dominantes habían decretado que toda teoría del sujeto desemboca en un totalitarismo intelectual. Se justificaba esa descalificación conservadora puesto que todo pensamiento del cambio real no puede ahorrarse reponer la cuestión del sujeto. Pero no es casual que el giro que da Badiou en su trayectoria intelectual a fines de los 70 se condense en un libro que tituló Teoría del Sujeto.

Creo que Marcos es el portador de un pensamiento enlazado a un hacer que irrumpió como lo más original que se produjo en nuestro continente. Una bocanada de aire fresco que fue una fuente de entusiasmo porque veía que en una situación tan diferente a la nuestra podía circular también lo común que, para mi, son las ideas y pensamientos políticos. De golpe la política era arrancada de  uno de sus peores lastres que era considerarla como la expresión de una realidad particular. Los zapatistas habían seguido el camino de poner a la política como un pensamiento que se afirma en una serie de principios ofrecidos a cualquiera, operativo para todos al margen de la idiosincrasia de su particularidad. Nosotros veníamos trabajando la idea de separar la política del poder del Estado, de poner las bases de una verdadera subversión que cambiara a la política tal como se nos presentaba. El balance final de esta experiencia está en suspenso, como lo están ellos también. Otros sectores del llamado mundo intelectual, pusieron el acento en la identidad de los pueblos originarios dentro de una visión -que no comparto- de reinscribir la política en función de representar a los nuevos actores sociales que van llegando a la superficie según sea la intensidad de sus luchas. Así se corre el riesgo de compartimentar a la política en el interior de un dispositivo tendiente a compatibilizar estas luchas centradas en las demandas de cada grupo, por más justas que sean. Yo creo que hay en el zapatismo un mensaje que se puede vislumbrar en esta afirmación: el zapatismo es el síntoma de algo más grande que está pasando en todo el mundo y que ya nos corresponde a muchos. A todos corresponde ya definir esto y darle rumbo, se puede llamar como se vaya a llamar, pero el zapatismo como lo que ocurrió en el 94 , en toda la guerra de palabras que se ha llevado desde entonces, es el síntoma de algo más que está pasando en Sudamérica, en Norteamérica, Europa, Asia, África y Oceanía”.
PCH: ¿Podrías explicar que se dice cuando se dice capital-parlamentarismo, y si es posible quebrar el espinazo de esa organización para suplantarla por cual? ¿O la idea de suplantar está equivocada?

C: Podría decirse que es la manera contemporánea de reafirmar una gran verdad de Marx cuando decía hace más de un siglo que el estado de las naciones burguesas era la oficina de administración del capital. Ahora se reemplaza estado por democracia representativa, que existe en muchos países, bajo la forma parlamentaria, y es el modo hegemónico que las potencias mundiales buscan imponer. Lo cierto es que el tema de la democracia como categoría política ha quedado reducido por el capitalismo a una serie de aparatos de gestión que son dirigidos por expertos técnicos en la materia. La soberanía se achica a la consulta electoral cada tantos años para que se elija un menú que viene cocinado en otra parte. Y los medios consolidan un sentido común y una visión que deja a la gente prisionera en una ratonera que muchas veces desea. La crisis del mundo financiero dejó claro que el estado nunca estuvo ausentó y que jamás soltó la mano de la economía, porque cuando (la economía) amenazó colapsar, (el estado) intervino para salvarla con transferencias de dinero millonarias. Eso es la Democracia S.A. Pero sin duda, es posible cambiar el mundo. Es una tesis filosófica. Siempre le dije a Badiou que toda su obra está disparada por su deseo de cambiar las cosas. Se puede quebrar el espinazo del capital-parlamentarismo, lo difícil es decir cómo, puesto que hemos abandonado el determinismo  histórico. Creo que hay que hacer existir algunas ideas que produzcan las condiciones de posibilidad de ese cambio. Esas ideas pretenden subjetivar políticamente de otra manera. Ese nuevo horizonte nos obliga a estar atentos a toda irrupción para trabajar en dirección de construir trayectos políticos inéditos. La primavera árabe, los indignados, los okupas, Grecia, el zapatismo, nuestro 19/20 de diciembre, los Sin Tierra, son experiencias  que tienen dos características generales que las atraviesan y reúnen: la primera, su capacidad de salirse de los moldes habituales, lo que precipita un cuadro en el que las fuerzas conservadoras (entre las que incluyo a la vieja izquierda) tratan de reducirlas a una variante más del orden en el que se mueven; la segunda, es la incertidumbre que abren, para aquellos que apostamos que algo nuevo pueda estar naciendo.

PCH: Durante estos 20 años de política en la Argentina, se supone que las cosas cambiaron cuando Kirchner ganó las elecciones del 2003. ¿Pensás que es así? ¿Qué creés que cambió? 

C: Sin duda hubo un cambio, pero hay que analizarlo. Para los que pensamos que las jornadas de diciembre del 2001 dejaron una huella que puede marcar un antes y un después, es este el acontecimiento que debe organizar la respuesta a tu pregunta. Cada vez que hay un cimbronazo en el tablero político y asoma la posibilidad de un nuevo presente, la derecha reacciona de dos maneras: una, reactiva, consiste en aceptar esa realidad para diluirla; y otra, oscura, consiste en la negación del cimbronazo. Diremos democracia para el sujeto reactivo y fascismo para el oscuro. El kirchnerismo es un sujeto reactivo. Su reconocimiento del traumatismo lo obliga a tomar medidas claramente diferentes a la oscuridad que se puede leer en la masacre de Avellaneda urdida por (Eduardo) Duhalde. Que haya naufragado el proyecto oscuro, muestra la profundidad de lo que había sucedido  en el 2001. La década kirchnerista hay que entenderla como una tensión entre una tarea de encauzamiento del desmadre y la potencia real de ese desmadre.

PCH: La perspectiva biopolítica, ¿estás interesado en esa cuestión? 

C: Me interesa, y no hay duda que la política está capturada dentro de ese horizonte. Cuando el peso de la existencia pasa a ser soportado por los cuerpos vivientes  -ya sean los sufrientes o los consumidores- lo que gobierna a estas sociedades es la muerte. Y eso se trasluce en el despliegue de una existencia gobernada por la amenaza constante, el peligro, el miedo. Así, el hombre pasa a ser definido al interior de una mirada ampliada de la animalidad. Como afirma Badiou, los derechos del hombre y los derechos del viviente son una misma cosa. Esta historia comenzó con el tema de la bioética y las comisiones estatales. Pero resulta evidente que toda legislación sobre el bien nacer y el bien morir llevan en sus entrañas un racismo inconfesado (eutanasia y eugenesia) pronto a liberarse en cualquier momento. Está también la industria de los fármacos y los consorcios médicos. Y los medios dedican amplios espacios para regular, aconsejar e inducir al cuidado del cuerpo. Lo que decía Foucault respecto al control de las poblaciones se redobla en nuestra época con la no distinción entre pura vida (biológica) y formas de vida, que son las distintas maneras que un humano tiene para que su cuerpo sostenga la decisión de ponerse al servicio de una idea. Esta distinción se borró. Quedó el soporte biológico como fundamento, un consenso en las poblaciones, sobre el cual se deposita el entramado de la política contemporánea. Por eso domina la economía, la satisfacción de las necesidades inmediatas y la seguridad que protege cuerpos y bienes. No veo inconveniente en llamar a eso biopolítica. 

Entrevista a Zygmunt Bauman: “Ahora sé que el exceso de información es peor que su escasez”

Previa a su participación en el Foro Social del festival de reggae Rototom Sunsplash, el cual está teniendo lugar en la comunidad valenciana de Benicàssim (16-22 de agosto), el sociólogo polaco Zygmunt Bauman concedió una charla al diario español El País en la que habló de temas actuales como la democracia en Internet, el 15M, la precarización de las condiciones de existencia y el rol de los intelectuales en la promoción de nuevos valores en la sociedad. A continuación reproducimos algunos fragmentos disponibles de la entrevista.
“La información es muy fácil de conseguir ahora. Vas a Google, haces una pregunta y recibes una respuesta. El problema es que no es una sola, sino que son millones. Cuando yo era joven anhelaba tener la clase de acceso a la información que tengo ahora, pero con el pasar de los años he descubierto que el exceso de información es peor que la escasez. Ahora los temas cambian continuamente. El interés de las personas fluctúa con enorme facilidad”.
“Nos estamos distanciando del pasado a toda velocidad, de lo cual resulta el impacto de dos fuerzas, una es la fuerza del olvido y la otra, la de la memoria. No hay tiempo para entrar en materia, de modo que la memoria guarda un recuerdo deformado del pasado. No sabemos cuánto van a durar las concepciones que se establecen con unos cimientos tan débiles. Esto no es serio. El problema es cómo conseguir llegar a la información relevante, cómo distingues la basura de lo relevante. Se trataría de saber si un año después le interesa a alguien lo sucedido el año anterior, si dejó algún rastro”.
“Simpatizo con el movimiento del 15-M, aunque no les veo capaces de cambiar nada. Pero no los culpo por ello. Sucedió lo mismo con Wall Street, tuvo un enorme eco en los medios, en la cultura, los políticos, incluso en los críticos sociales… ¿Sabe quiénes fueron los únicos que irónicamente ni se enteraron? Los peces gordos de Wall Street. Están buscando nuevas formas de cambiar las cosas, y eso es loable, pero de momento no las han encontrado. En esta confusión tiene mucho que ver el fenómeno de las redes sociales. Si un chico pasa tres horas diarias en Facebook tejiendo formas de comunicación alternativa es natural que crea la ilusión de que ha construido un espacio de democracia diferente. Cuando no hay ninguna sola prueba de que esta sea efectiva”.
“Nada es estable. Es muy propio de la modernidad líquida. Antes construías el conocimiento como quien construye una casa. Ahora se parece más bien a un tren que pasa sobre los raíles y no deja ninguna huella en la tierra”.
“Cuando escribí el libro [Esto no es un diario, editado por Paidós], la economía estadounidense daba signos de recuperación. Pero curiosamente el 93% de los ingresos extras provenientes de esa recuperación fue para el 1% de la población. Los problemas sociales siguen con nosotros y no tienen muchos visos de solucionarse. Nadie sabe a ciencia cierta cuánto tardará el problema del desempleo en arreglarse en España. Da la impresión de que todo anda fuera control”.
“Los políticos en esta época de la modernidad líquida se encuentran en una encrucijada. Por un lado, está la presión de los electores. Y por el otro están acogotados por la presión de la austeridad. Los recortes nadie los quiere. Hacen la vida más difícil. Por un lado desean mantener el estado de bienestar, pero por el otro tienen la orden de aniquilarlo. Cada cuatro años hay una nueva elección y entonces tendrán que escuchar lo que dicen los electores. Por el otro, están los mercados, que carecen de escrúpulos, de la solidaridad comunal. Es una situación complicada. Nominalmente el gobierno es responsable de lo que sus electores desean; por el otro, sufren factores que son extraterritoriales”.
“El proceso de la globalización es tortuoso. Hay fuerzas que están globalizadas: las finanzas, los mercados, el terrorismo, el tráfico de armas y de drogas. Mientras tanto, los poderes democráticos siguen siendo locales, nacionales. Aún vivimos bajo la sombra del Tratado de Westfalia. Acabó con la Guerra de los 100 años, y eso fue bueno. Básicamente vino a decir que cada rey, cada príncipe podía decidir en qué clase de dios sus súbditos deben creer. Nació el concepto de la soberanía nacional. Seguimos operando con el viejo patrón, pero con una intolerable presión proveniente de la globalización”.
Es la primera vez en que la generación más joven tienen las mejores expectativas (buena educación, idiomas) y ningún futuro“Toda mi vida, y he tenido una larga existencia, siempre he tenido la impresión de que las jóvenes generaciones si se aplicaban al estudio y obtenían buenos niveles de educación, les aguardaba una larga carrera. Las nuevas generaciones comenzaban donde habían terminado las anteriores. Se daba por sentado. Es la primera vez en que la generación más joven tienen las mejores expectativas (buena educación, idiomas) y ningún futuro. La juventud está cerca de acabar en la cuneta, corre el riesgo de ser redundante”
“Ocupar la plaza, como se ha hecho en Madrid o en Wall Street, no soluciona el principal problema y es que el poder ya no lo controlan los políticos y que la política carece de poder para cambiar nada. Tampoco creo que sirva ocupar un supermercado, como se está viendo estos días en España”.
“Como estamos padeciendo una crisis detrás de otra, no prestamos atención a lo que es definitivo: no podemos seguir viviendo como vivíamos, no podemos consumir como antes. Y eso es un hecho. Hay que olvidar de una vez que la felicidad esté relacionada con la adquisición de bienes”.
“La clase política durante mucho tiempo ha aplicado una sola idea a la resolución de los problemas sociales: incrementar el consumo. Vivimos en un planeta que no admite más explotación de los recursos. Extender los patrones de consumo de los países desarrollados al resto del planeta es impensable si queremos pervivir”.
Hoy, los herederos de Ford pueden coger su iPhone traspasar todo su capital a un país en el que la gente sigue viviendo por un dólar diario“Estamos alcanzando niveles de desigualdad cercanos a los del siglo XIX. En la antigua sociedad de los productores, los jefes y los empleadores eran dependientes entre sí. Ahora esa relación se ha quebrado. Antes, un trabajador de la Fiat o de Ford estaba empleado en la compañía durante treinta o cuarenta años. Ahora, la media de permanencia en una empresa de un trabajador de Silicon Valley es de ocho meses. Creo que la diferencia es elocuente por sí misma. Hoy, los herederos de Ford pueden coger su iPhone traspasar todo su capital a un país en el que la gente sigue viviendo por un dólar diario. Y donde la fuerza laboral es barata, no hay sindicatos y los gobiernos corruptos están dispuestos a cualquier cosa. Pueden mudarse, pero los trabajadores no pueden. La dependencia mutua ha sido sustituida por la unilateralidad. Los empleados necesita al patrón, pero no al revés”.
“Preguntas como si los ciudadanos tenían más miedo hace cien años que ahora, si sufrían más o no son imposibles de contestar. Esa gente que sufría entonces no estaba en la misma situación que nosotros ahora, por lo que no es posible la comparación. El hecho de haber vivido mucho permite a un sociólogo experimentar muchos momentos diferentes. Mi conclusión hoy, a los 88 años, es que no he encontrado ninguna sociedad perfecta. La felicidad nunca es completa. Cada sociedad tiene sus problemas. Lo más inquietante de la sociedad contemporánea, y la idea es del filósofo francogriego Cornelius Castoriadis, es que ha dejado de hacerse preguntas a sí misma. El gran peligro es cuando crees haber dado con la sociedad perfecta. La búsqueda de la sociedad perfecta no tiene fin y eso es bueno. El afán por mejorar es uno de las mejores cosas de la condición humana”.
La figura del intelectual debería usar su autoridad pública, su influencia para aportar a la solución de los problemas, a la creación de valores sociales.“Cuando sucedió la revolución verde en Irán, Hillary Clinton saludó el nacimiento del nuevo Irán para felicitarse por haber presenciado de la primera revolución de Internet. Se oyeron cosas como que la gente disparó con sus Twitters en respuesta a las balas reales del poder. Luego quedó demostrado que solo unas 60 personas realmente tienen esa herramienta en Irán. Y que al final resultó una revolución de las de toda la vida, en la que la gente se involucró por las vías tradicionales, por el trato personal. Al final, nada cambió, salvo una cosa: nunca resultó tan fácil para la dictadura atrapar a los líderes de la revolución. Solo tuvieron que teclear los nombres en Google. Clinton celebrando la libertad de Internet es un gesto irónico, sobre todo ahora que sabemos que quieren cortarle la cabeza a Julian Assange por emplear la libertad de expresión en la Red. Lo que en Irán consideraba un gran paso para la democracia, en EE UU es un atentado contra la seguridad nacional. Es de locos”.
“La extinción de los intelectuales daría para una larga charla aparte. Resulta una cuestión dolorosa, en cualquier caso. Michel Foucault explicó que uno de los grandes problemas de nuestro tiempo llegó cuando pasamos del concepto del intelectual total al del intelectual parcial. Según esa idea, cada cual defiende lo suyo. La figura del intelectual debería usar su autoridad pública, su influencia para aportar a la solución de los problemas, a la creación de valores sociales. El intelectual parcial que solo defiende lo suyo es en sí mismo una contradicción. Cuando yo era joven la palabra intelectual se empleaba asociada con la idea de la gente, de la comunidad. Esta conjunción ha sido rota. El contrato entre la sociedad y el intelectual se ha quebrado. Además, ya no tiene la capacidad para llegar a nadie. Ese poder lo tienen los medios”.

Tomar las tomas

Por S.R.L.

No les importamos. Esta más que claro que lo que le ofrecemos no tiene la menor importancia ni el más mínimo valor para ellos. Sus pelos, sus tatuajes, los piercings, sus consumos, sus gestos, sus lenguajes, sus modos de grupalidad no guardan ni la menor referencia con las formas obsoletas con las que los invitamos a formar parte del (nuestro)  mundo.
No es rebeldía ni rabia, no: es simple indiferencia. Y con algo de razón: somos la primera generación de adultos que no tenemos casi nada interesante para pasarles a las que vienen, es hora de admitirlo. Las formas en las que nos socializaron –que son las que pretendemos imponerles ya no sirven, no dan la clave para vivir estos tiempos.
Entre los escombros de los dispositivos heredados (familia, escuela, trabajo) podemos ahora vislumbrar sus piezas desmembradas, sus operatorias más escondidas. Ya dejó de ser un secreto que las instituciones fueron lugares de encierro para introyectar la jerarquía y la obediencia, para producir cuerpos dóciles y útiles para la acumulación necesaria del capitalismo emergente. La disciplina que evita que el hombre sea el lobo del hombre era la clave para vivir en sociedad que se organizaba en torno al (a la explotación del) trabajo: el Estado y sus instituciones fueron los garantes de esta “pacificación” forzada. Claro que también la revuelta fue siempre el gesto libertario que intentó clausurar o limitar esa enajenación programada de la vida.
Es por eso que la escuela no fue nunca el lugar del encuentro, ahora lo sabemos. Un encuentro es siempre la ruina de la expectativa, el exceso de lo que pensamos debe pasar, la realidad como el plus y la devastación de nuestras previsiones, y la escuela con su sistema de roles y posiciones fijas fue siempre todo lo contrario. Esto no quiere decir que no haya habido encuentros, pero estos no fueron más que “daños colaterales” en el intento de doblegar almas para reconducir energías a la lógica mercantil. Por suerte las presencias, muchas veces desbordaron las re-presentaciones, pero el dispositivo no estaba pensado para el encuentro sino para el sometimiento. Después de todo, en el mundo adulto había que dejarse doblegar al mando del capital por unas cuantas horas, y esta guerra que se desataba alrededor de la fábrica era más eficiente y menos costosa y riesgosa moralizarla en temprana edad, que debatirse en lucha en su interior, por eso es que  llegamos a decir alegremente que: el trabajo dignifica, mientras marchábamos hacia (nuestra) explotación.
En tiempos donde el capitalismo es la realidad, donde el modelo de la guerra ya no es la fábrica sino simplemente la vida, esta operación se vuelve obsoleta. Esta nueva guerra debe ser entendida en el marco de que el proceso de trabajo que se ha generalizado.
La movilización de la vida por el capital ya no necesita disciplina sino aspiración de consumo, vivir. La vida endeudada que tenemos nos obliga a inventarnos las formas en las que nuestras vidas van a ser vividas (al mando del capital). Los guardianes del orden están (estamos) en retirada, porque la guerra ya está desatada.
Nos lo dicen sus cuerpos joviales que portan mucha más energía e información de este tiempo que los nuestros, o por lo menos, no tan contaminados del que ya fue.
Estamos desorientados. Mientras algunos intentan recomponer el barco averiado con curitas o sacar el agua con una cuchara, otros vivimos la experiencia del naufragio. Ahora que estamos en el desastre, no nos queda otra que afirmarnos en él o perecer.
Hace unos días los chicos volvieron a tomar las escuelas. Tanto no les importamos que cada tanto nos “exportan” a nuestras casas. Patéticamente el rector del Nacional Buenos Aires (emblemática escuela cuna de la intelectualidad argentina) se indignaba en los medios, impotente, cual niño que le sacaron el juguete: “no podemos entrar a nuestras escuelas” explicaba.
Esta mítica escuela, es hoy la insignia de la guerra desatada. No solo ultrajaron el templo del saber al tomar la escuela, sino también el templo de la fe, (hicieron destrozos en una iglesia contigua). ¡Estamos perdidos! En tiempos “sólidos” éramos los adultos los que mandábamos a las casas a los chicos a hacer la tarea y a los que se portaban mal. Las conductas “desviadas” eran sancionadas y los chicos eran conminados a reflexionar sobre sus acciones (y a reconducir sus energías a la lógica racional del valor), mientras la escuela quedaba incólume.

Hoy somos los adultos los que nos mandan a las casas, a hacer la tarea y a pensar como son las cosas. Y aquí me encuentro, intentando hacer los palotes…

De la serie: “La guerra por el consumo”: Poema conjetural

Por Diego Valeriano


Zumban las balas en la tarde última. Hay viento y hay cenizas en el viento, se dispersan el día y la batalla deforme, la victoria es de los otros. Hay dos killers enchalecados y fierros por todos lados.
Las doñas no entienden bien cuál es la pelea y la quiosquera pone los tablones en la ventana para evitar que las balas se metan. Vencen los bárbaros; los gauchos vencen; vencen los transas.
Los Rosales superados en número y actitud se saben perdidos, huyen hacia el fondo de Zavaleta por arrabales últimos. Como aquel capitán del Purgatorio que, huyendo a pie y ensangrentando el llano, fue cegado y tumbado por la muerte. La noche lateral de los pantanos y zanjones acecha y demora.
En estas guerras, ya lo dijimos, no se toman prisioneros. Facundo está rodeado -las befas de su muerte, los jinetes, las crines, los caballos- se ciernen sobre él… Ya el primer golpe, ya el duro hierro que le raja el pecho, el íntimo cuchillo en la garganta.
Aparecidos como del humo de la quema, Jorge y Laprida entran a los tiros para rescatarlo. Las balas salen en todas las direcciones. El momento es de ellos, pero afecta todo el territorio
Cuando la bala perdida atravesó su cuerpo descubrimos que Kevin al fin se encontraba con su destino conurbano. A esta ruinosa tarde lo llevaba el laberinto múltiple de pasos que sus días tejieron desde un día de la niñez.

En el espejo de esta noche alcanzo su insospechado rostro eterno.

La «banalidad del bien». Sobre «Hannah Arendt» (2012), de Margarethe von Trotta

Por Rosa Lugano


El pensamiento es un diálogo solitario que mantenemos con nosotros mismos, es una potencia que caracteriza a lo humano, una fuerza que disponemos y en la cual podemos cifrar nuestras esperanzas. Cuando el ex jefe nazi Eichmann, secuestrado en Buenos Aires hace décadas por la policía secreta israelí, fue sometido a juicio en Jerusalén, Arendt, filósofa dilecta de Heidegger, decidió asistir al juicio ¿y qué encontró? Una verdad infame sobre un hombre, otra sobre un pueblo. Las llamó “mal”. Y al mal lo asoció con una defección del pensar.
El juicio no fue un acto de justicia. Allí no se juzgaron los hechos cometidos por un hombre, que merecía morir en la horca. Sino a un sistema, que había salido inmune de Nüremberg. Eichmann es, a los ojos de Arendt, el perfecto ensamble entre el burócrata y el perverso. El mal radical se da en él como intento de substraer lo que en él podría haber de decisión personal, de “pensamiento”. Eichmann no es una figura demoníaca, sino un pobre diablo, un “don nadie”. Y lo peor del nazismo es el modo en que derrumba entre los suyos, pero también entre las víctimas y –atención!: en la humanidad toda (¿tal su auténtico triunfo?)- el pensamiento, la capacidad de pensar. Una catástrofe tal del pensar se da en la obediencia a un mando, a una estructura, o a una situación de hecho.
Cuando la judía alemana Arendt publicó este tipo de cosas en el New Yorker se la quisieron comer. Los ataques no se hicieron esperar y fueron virulentos. Y es que otra de sus sentencias apuntaba directamente al pueblo judío: sus líderes pactaron con Eichmann y su organización permitió que millones de judíos subieran pacíficamente a los trenes. Desorganizados, los judíos no podrían haber sido asesinados en esas cantidades, sostiene Arendt. La pregunta que se nos impone es: ¿cómo pensar ese espacio que en plena barbarie se abre entre la resistencia (no siempre se puede resistir) y la abierta cooperación con el desastre?
No apuremos respuesta alguna. Meditemos la radicalidad de la pregunta. Olvidemos a esa camarilla de berlineses fumadores, que preferían no tener hijos para vivir en la intimidad de sus atormentadas almas de sobrevivientes su pasado heideggeriano (o bien comunista, como sucede con Heinrich) y su envidiable presente (en las universidades de un “paraíso” como EE.UU: ¡imaginen lo que hubiese sido de esta pandilla en la URSS de los años 60!).
No es la exaltación del intelectual liberal (a la Sarlo) lo que aquí interesa, sino algo bien diferente. Tampoco se trata de volver sobre el remanido “Caso Heidegger”, soñado por su joven amante (Heidegger aparece como un recuerdo, como un pantano afectivo irresoluble, pero cargado de riquezas para su propia meditación).
No. Se trata de otra cosa. Al menos vista desde la Argentina actual. Lo que introduce la película es una denuncia clara y oportuna de la “banalidad del bien” en la que vivimos. Empleo esa expresión para dar cuenta de la volatilización de la experiencia del pensamiento que prolifera en la venerable conjunción de una buena conciencia fundada en los ademanes de los derechos humanos, la esmerada satisfacción de la situación personal y familiar de acuerdo a los códigos establecidos (códigos que a su vez hay que sostener con esfuerzo, ya que lo precario de su establecimiento es notable) y, sobre todo, de acuerdo con la máxima del capital de esta época: la entrega de la vida al consumo, hasta el último suspiro en todas las clases sociales.
El dispositivo del bien, alimentado con mercancías capitalistas de todo tipo (incluyendo muy particularmente las del espíritu) y con un sostenido esfuerzo por arroparse bajo el influjo sensible de las marcas, es la maldita banalidad de nuestra época. Con una enorme diferencia: ya no se sabe nada de los muertos. 
La arrogante y valiente filósofa Arendt no fue bella en vida. Von Trotta la embellece y la acerca a su memorable retrato de Rosa Luxemburgo. Fue sí, una disidente fuerte y corajuda. En la agonía de su amado Kurt Blumemberg, y reprochado por éste, por atacar a las víctimas de Israel que, en definitiva, es “su pueblo” (igual reproche le hará Hans Jonas), Hanna responde: “Siempre supiste que no amo a ningún pueblo, ¿por qué amaría al judío? Sólo amo a mis amigos, a ti te amo”.

Política contra automatismos (una lectura crítica de «Sociofobia» de César Rendueles)

Por Amador Fernández-Savater

Lo que puedes leer abajo son los apuntes que redacté para la presentación de Sociofobia el jueves 3 de octubre en La Tercera junto a Belén Gopegui y César Rendueles. Es algo pensado para ser contado y escuchado pero creo que se deja leer bien. Eso sí, me temo que es terriblemente largo para los estándares de la Red. Pero decir algo no banal sobre el libro de César creo que requiere un poco de tiempo, espacio y atención. Puedes imprimir o leer el texto en PDF aquí. Fue un auténtico gustazo debatir con César, con Belén y con el público en la sala sobre lo que cada cual expuso en torno al libro en una presentación que no fue la convencional de palmada en el hombro y puro agasajo.
La política: convivencia y acción
He dividido mi intervención en dos partes. En la primera, voy a comentar uno de los hilos del libro que más me ha interesado e interpelado. No se tratará de un resumen, sino de una interpretación, es decir, no es exactamente lo que piensa César sino lo que a mí me ha dado qué pensar. En la segunda parte quería plantear cinco dudas, preguntas y calas críticas sobre algunos desarrollos para seguir pensando juntos la pregunta que está en el fondo del libro: en qué puede consistir hoy una política de emancipación.
Arranco con la siguiente cita de la filósofa Hannah Arendt: “Escapar de la fragilidad de los asuntos humanos se ha recomendado tanto que la mayor parte de la filosofía política desde Platón podría interpretarse fácilmente como los diversos intentos de encontrar bases teóricas y formas prácticas que permitan escapar de la política por completo”.
Escapar de la política, ¿de cuál? No estamos hablando de la política de los políticos precisamente. Una definición más adecuada podría ser la siguiente: la política consiste en la práctica de hacernos cargo en común de los asuntos comunes. Podríamos distinguir dos dimensiones de ese “hacerse cargo”. Por un lado, la invención de formas de con-vivencia (vivir juntos) en el elemento humano de la diferencia. Es decir, cuando el otro no es como yo, ni lo he escogido yo (como escogemos, por ejemplo, a nuestros amigos) y ni siquiera me gusta un pelo. Por otro lado, la invención colectiva del porvenir. Es decir, cómo poner el destino en nuestras manos (y no delegarlo). Es el problema de la acción.
¿Por qué buscamos “escapar de la política por completo”? En la cita de Hannah Arendt se utiliza una palabra que puede darnos una pista (y que es una palabra clave en el ensayo de César):fragilidad. Los asuntos humanos son frágiles. ¿Por qué, en qué sentido? Por un lado, son frágiles porque la vida de cada cual no empieza y acaba en cada cual, sino que está entrelazada necesariamente con la de los demás (y los demás, recordemos, no son como yo ni como a mí me gustaría que fuesen). La autosuficiencia es una ilusión, dependemos unos de otros y nos necesitamos unos a otros. Por otro lado, son frágiles porque la acción humana siempre es impredecible e irreversible. No hay ciencia de la política, a la hora de actuar nos apoyamos siempre en saberes fragmentarios y provisionales.
Pues bien, al parecer esta fragilidad es superior a nuestras fuerzas. Paradójicamente: no tenemos fuerzas para tanta fragilidad. Entonces buscamos ansiosamente una solución para los problemas entrelazados de la convivencia y de la acción (y que juntos forman el problema de la política). Podemos entender el termino “sociofobia” precisamente como el deseo de liberarse de una vez por todas de la fragilidad de la política, del vivir juntos y de la acción.
Hannah Arendt dice que podemos entender toda la filosofía política como el intento de encontrar “bases teóricas” y “formas prácticas” que den carpetazo (por fin) al engorro de la política. En efecto, desde el Rey-filósofo de Platón hasta la “administración de cosas” que según el marxismo sustituiría a la política después de la revolución, se han ofrecido mil remedios para el “mal” de la política. El que se analiza críticamente en este libro se llama ciberfetichismo.
La puerilización del pensamiento político: el ciberfetichismo
Podemos desglosar al menos dos sentidos posibles del término “fetichismo”: por un lado, es la creencia en el poder y la influencia mágica de algo (el fetiche). Por otro, es un producto sin proceso. Este sería el significado del “fetichismo de la mercancía” según Marx: el capitalismo nos hace ver un resultado (la mercancía en el escaparate) pero tapa lo que hay detrás (el proceso de trabajo real). Nos quedamos en la superficie y la apariencia. Vemos el producto, no el proceso.
Ahora podemos aproximarnos mejor al significado de “ciberfetichismo”. Ciberfetichismo sería la ideología que nos propone una solución a los problemas de la convivencia y de la acción. Esa solución es Internet. Según el ciberfetichismo, por un lado, Internet nos permitiría una sociabilidad fácil y cómoda, sin costes ni demasiados compromisos, un vivir juntos sin conflictos ni fricciones. El otro está y no está cuando yo lo deseo: me conecto y me desconecto. Por otro lado, Internet nos libraría supuestamente del problema de la acción, porque produce automáticamente ciudadanos activos, es decir, críticos, es decir, políticos.
La mala noticia que nos da este libro es que todo esto es un espejismo (una palabra que le gusta mucho a César y que da nombre a su blog: “espejismos digitales”). Internet no soluciona ni el problema del vivir juntos ni el problema de la acción colectiva porque ambos requieren de relaciones y compromisos duraderos e Internet no los produce automáticamente. Vivir juntos no es conectarse y desconectarse. Porque en la vida del mundo de los átomos no siempre se puede hacer un “fork”. Porque una cosa es “hacer cosas juntos y otra hacer cosas a la vez”.
Por otro lado, Internet tampoco nos libra del problema de la acción porque no hay arquitectura, diseño, método o formalismo que, repitiéndose y replicándonse por todos lados, cambie por sí mismo la sociedad y el mundo. El ciberfetichismo reduce la política a técnica e ingeniería social y esto tiene al menos tres problemas muy serios: 1) implica que debe gobernar o mandar el que sabe (el ingeniero, el científico social que diseña el método o el formalismo); 2) nos hace olvidar que en política, para que algo tenga algún valor, tiene que haber necesariamente un trabajo de (re)creación. No sólo copia mímica, no sólo reproducción en serie de un modelo o prototipo, no sólo producto sino también proceso, un trabajo constante de (re)elaboración, (re)apropiación y transformación. Un método puede ser en todo caso un punto de partida (y hay mucho que pensar y experimentar sobre ello), pero nunca una solución: la confusión entre punto de partida y solución es un efecto de la ideología ciberfetichista. Y 3) presupone una visión mecánica del mundo donde, como se ha escrito, “se puede dominar, programar y determinar el ser humano y la vida, la sociedad y su devenir”. Y esto deja fuera el material básico de la política: lo que no sabemos, lo que no funciona, lo que no encaja, lo incalculable, lo impredecible, lo incontrolable, lo que nos opone resistencia. En dos palabras, “la fragilidad de los asuntos humanos”.
El ciberfetichismo es una expresión más de la puerilización del pensamiento político. Un pensamiento político pueril es el que nos vende una solución en lugar de invitarnos a pensar un problema. Es la propaganda, el agit-prop o el marketing: vender una solución, seducirnos con una receta. Un pensamiento que no nos requiere ningún trabajo o elaboración: sólo adhesión. Y que por tanto no emancipa, sean cuales sean sus contenidos. Un pensamiento que niega la realidad o la empobrece.
Hasta aquí algo de lo que el libro de César me ha dado qué pensar. Creo que está muy bien poner estas críticas encima de la mesa e interrogar algunas palabras que se han vuelto desgraciadamente fetiches o palabras-solución: cooperación, proceso, comunidad, participación, etc.
Cinco calas críticas
A partir de ahora, planteo cinco preguntas, dudas o críticas que me surgen con algunos aspectos del libro.
— La primera sería sobre la historia y los contornos de la ideología ciberfetichista. No están nada claros. Es más, no hay ni una sola cita de un autor de la ideología ciberfetichista, lo que resulta sorprendente en un libro que pretende su refutación. ¿Quiénes son los ciberfetichistas? ¿Con quién está discutiendo César? Es un poco misterioso. Uno llega a pensar en la famosa “falacia del hombre de paja”: inventarse los argumentos del adversario para luego vapulearlo a placer. Pero consideremos mejor que este libro no quiere discutir con nadie en concreto, sino más bien con un “se dice”. Esto es, con estereotipos, consignas y respuestas automáticas que están en el ambiente y “se dicen”. El problema es que sin las precisiones necesarias corremos el riesgo de aplanar realidades heteróclitas y perder finura en el discurso poniéndonos las cosas demasiado fáciles.
Pienso en concreto en los mundos del copyleft, el ciberactivismo o los “bienes comunes” que según César están “contaminados” de ciberfetichismo (y que son, yo supongo, los que le preocupan, no tanto el ciberfetichismo de Steve Jobs o Bill Gates). César afirma por ejemplo que en el movimiento copyleft las licencias jurídicas funcionan como un fetiche-solución y se pasan por alto las cuestiones del acceso a la información, la “calidad” de los contenidos o los remuneración de los trabajadores culturales. Pero ¿con quién se esta discutiendo? ¿Con Enrique Dans, con Traficantes de Sueños…? No hay ninguna distinción entre la versión «liberal» y la versión «radical» del copyleft o los bienes comunes. O en el caso del ciberactivismo, ¿quiénes serían los activistas digitales que piensan cambiar el mundo desde la comodidad de sus teclados? ¿Change.org, Hacktivistas, David de Ugarte, Margarita Padilla? Y además, ¿no ha evolucionado muchísimo el discurso ciberactivista desde (pongamos) la “Declaración de independencia del ciberespacio” de John Perry Barlow (un texto utópico y pionero que retrospectivamente es fácil tachar de «ingenuo»)?
El copyleft, el ciberactivismo y el discurso de los bienes comunes no son bloques homogéneos (que sólo podemos criticar desde fuera), sino más bien “campos de tensiones” o terrenos abiertos de experimentación teórica y práctica donde podemos encontrar diferentes posiciones (y conflictos y complicidades entre ellas). Sin precisiones, distinciones y un poco de historia, perdemos la posibilidad de construir conversaciones, de encontrar interlocutores y alianzas, personas y colectivos que están planteando hace años problemas similares desde dentro.
— Mi segunda pregunta sería por qué contraponer vínculos duraderos y vínculos débiles. Una vez disuelto el espejismo de que un contacto en Facebook es lo mismo que un amigo, una vez distinguido el tipo de cooperación necesario para desarrollar Wikipedia y el tipo de compromisos que exige cuidar a los hijos, ¿por qué contraponerlos? ¿Por qué desechar los vínculos débiles (basados en la operación conexión-desconexión)? ¿Por qué un “o” y no un “y”? Las iniciativas más sólidas y duraderas que he conocido consisten en una combinación de “relaciones densas y permanentes” y de “relaciones anónimas y discontinuas”. Está muy bien no confundirlas, pero ¿por qué oponerlas? Un proyecto cualquiera necesita siempre de lo que solemos llamar “núcleo duro” donde efectivamente las relaciones son densas y permanentes, los compromisos fuertes y estables. Pero no sólo. Requiere también de aportaciones puntuales, de engarces momentáneos, de colaboraciones ocasionales (muchas veces de desconocidos), de gente que entra y sale (y en ese entrar y salir mueve las cosas, hace circular los saberes y las informaciones). Unas veces uno está en el “núcleo duro” de un proyecto y otras mil veces uno se conecta y desconecta cómo y cuando puede. Es un error grave desechar esa aportación o verla como “parasitismo”. Y no digo “grave” por exagerar, sino porque uno de los desafíos políticos más serios que tenemos por delante es precisamente inventar formas y espacios políticos habitables por cualquiera (y no sólo para especialistas, militantes o activistas). Desgraciadamente, las formas y espacios que tenemos (por ejemplo, las asambleas), por muy presenciales y analógicas que sean, no saben qué hacer con la diversidad que las puebla (diversidad de situaciones de vida y hábitos, de modos de expresión y relación)  y finalmente se vacían. En todos los planos, necesitamos urgentemente aprender a combinar las dos cosas (ni confundidas ni contrapuestas): relaciones densas y permanentes, relaciones anónimas y discontinuas. Poner una «y» en lugar de una «o».
— La tercera duda o crítica es sobre el término mismo de “sociofobia”, una duda más abstracta o histórica quizá. A mí, como sé que le pasa también a César, me fascina el pensamiento reaccionario. Hace ya años organizamos un número en la revista Archipiélago sobre el tema y César colaboró con un gran artículo sobre el pensamiento reaccionario en la novela negra. Hay entre los autores reaccionarios una lucidez muy inquietante, un “realismo” muy oscuro pero también estimulante para pensar. Pues bien, curiosamente lo que los reaccionarios y contrarrevolucionarios han reprochado siempre a los revolucionarios ha sido su “sociofobia”.
Reaccionarios como De Bonald o De Maistre explican que la vida en el Antiguo Régimen era “muy humana”, que las comunidades aldeanas eran comunidades “de verdad”, que en el mundo tradicional había un sentido muy extendido de la honestidad, de la reciprocidad y de las obligaciones sociales que alcanzaba incluso a los “señores” que, lejos de ser simples “parásitos explotadores”, constituían toda una red de contraprestaciones y obligaciones mutuas vasallo-señor, etc. (Todo ello a condición por supuesto de poner entre paréntesis la cuestión del poder.) Para estos pensadores reaccionarios, la Revolución Francesa fue fruto de la rebelión del “individuo desafiliado” (anónimo, sin antepasados, sin tradición, sin religión, sin comunidad) contra el vínculo social y la autoridad común. (Todo esto lo cuentan muy bien filósofos como Cornelius Castoriadis o Jacqués Rancière)
Y más o menos las mismas cosas se han dicho después de las rebeliones de los obreros, las mujeres, los negros o los homosexuales (y hace muy poco de Mayo del 68). Por eso pienso que tal vez merezca la pena especificar mejor el término “sociofobia”. No estamos ante una pelea con dos contendientes: capitalismo y vínculo social. Hay que precisar qué tipo de vínculo queremos, de qué materiales está hecho, porque un vínculo denso y permanente puede estar hecho perfectamente de desigualdades, silencios y expulsiones.
César dice que el capitalismo “nos ha apartado de la norma antropológica” y que la política debe “reconciliarnos con las fuerzas antropológicas profundas”. Esta fundamentación de la política en una antropología o naturaleza humana me parece muy problemática. Pienso que la acción política no nos “reconcilia” con ninguna norma antropológica, sino que más bien crea nuevas posibilidades de lo humano (más igualitarias, justas y cooperativas, pero tan artificiales como las demás). Y en ese sentido no creo que los reaccionarios se equivocasen al considerar a los sujetos y a los movimientos revolucionarios como “monstruos”, “locuras” o “quimeras”: no hay antropología política, en todo caso la política es creación antropológica (de formas de vida).
— La cuarta cuestión es la discusión entre Walter Benjamin y Pier Paolo Pasolini que se plantea al final del libro. Ese diálogo imaginario es muy sugestivo. No hace falta conocer a los autores. Benjamin representa en el diálogo una consideración de la naturaleza ambivalente de la experiencia del presente. Registra la “volatilidad” del sujeto consumista, pero también por ejemplo su capacidad para “habitar la inseguridad y la incertidumbre” (que son finalmente el suelo de lo humano). Pasolini, el Pasolini de los Escritos Corsarios o las Cartas Luteranas, al final de su vida, representa por el contrario un diagnóstico sin ambivalencias del presente: con un solo color, el negro.
Son fascinantes estos dos libros de Pasolini y rebosan amor por todas partes. Es una crítica del presente movida por el amor, el amor que sentía Pasolini por las formas de vida pre-industriales: los jóvenes de las barriadas, los dialectos, la cultura de la pobreza, el lenguaje de las cosas (cuando no eran tan sólo bienes de consumo), el artesanado, el mundo campesino, etc. Pasolini ama tanto todo aquello que se rebela desesperadamente contra su aplastamiento en y por la sociedad de consumo (que él consideraba por cierto una “mutación antropológica” que convertía a los jóvenes en “monstruos”). Todo eso lo escribe Pasolini en 1975. Pues bien, dos años más tarde esa misma juventud “monstruosa y desarraigada” protagoniza el movimiento del 77. Ya no desde lugares claros y sólidos (como la fábrica), sino desde los territorios más difusos de la vida. Ya no desde lenguajes puros y propios (los dialectos y las jergas), sino usando -creativa, irónicamente- los lenguajes de los media y el consumo. Pero en todo caso lanzando un desafio formidable contra la muerte en vida del trabajo alienado y creando espacios y relaciones que permitían otra experiencia de vida.
Me pregunto si no habrá pasado lo mismo con el 15-M. Donde supuestamente ya no había más que barbarie, consumidores infantilizados y atontados, emerge de pronto una cantidad de gente capaz de poner de nuevo en el centro de nuestras sociedades la pregunta política por excelencia: ¿cómo queremos vivir juntos? Sin tradiciones políticas ni lenguajes predefinidos, en el mayor de los caos y las confusiones, como huérfanos y niños perdidos que somos. Frente a la posición reactiva y nostálgica del último Pasolini, me parece políticamente más interesante la consideración ambivalente de la experiencia del presente en Benjamin. Ver las potencias, no sólo las pérdidas. El libro de César es mucho más pasoliniano que benjaminiano en este sentido: no se ve la ambivalencia del presente, ni tampoco sus potencias.
— Por último, me gustaría hacer un comentario sobre mi experiencia cercana o implicada en los mundos inspirados por la cultura política hacker. En un sentido al menos, los hackers son las personas menos ciberfetichistas del mundo que he conocido. El ciberfetichista es más bien cualquier “ciudadano medio” (como yo mismo) que se pone frente al ordenador todos los días sin saber por qué funciona como funciona ni (desde luego) cómo podría modificar ese funcionamiento. Los hackers hacen todo lo contrario: tocan el código, es decir, lo que hay detrás de lo que vemos. Si lo sagrado es aquello con lo que nos relacionamos desde la distancia de un temor reverencial, los hackers desacralizan: cacharrean y alteran la tecnología para ponerla a su servicio (y que no sea al revés). Y no sólo para ellos, sino para todos.
Si hoy Internet es lo que es y permite lo que permite (potencialidades que no se le escapan a César), es precisamente porque se trata de una “tecnología intervenida”. Cierta gente -con una visión del mundo y de la  sociedad buena– se propuso en su momento y consiguió torcer su rumbo como tecnología militar, transformarla. Para ello los hackers han construido a lo largo de los años toda una cultura política y material: con lenguaje y ficciones (como el cyberpunk), con códigos y normas, con una filosofía bien interesante y sugerente (que confía en la autonomía e inteligencia de los demás y no en ningún “centro director”) y, muy especialmente, con una enorme preocupación por combinar espacios en línea y espacios presenciales (pensemos en los hacklabs, los hackmeetings o las cooperativas de software libre). Es decir, la cultura hacker sabe muy bien (y desde hace ya años) que se trata de cruzar lo físico y lo digital porque cada uno puede algo que el otro no puede. Aquí un fragmento de la presentación que hacía de sí mismo el hacklab “Cielito lindo” de Lavapiés hace ya más de diez años: “porque resulta poco útil y hasta triste experimentar en solitario aquellas cosas que puedes hacer fácilmente con otros, porque no queremos aislarnos del mundo que nos rodea sino todo lo contrario, porque el cuarto de cada uno es demasiado pequeño para montar redes de ordenadores, porque lo digital no sustituye a lo orgánico, porque es gozoso aprender y hacer cosas juntos”.
Entonces, lo que yo me pregunto es si lo que necesitamos hoy no es más “tecnopolítica” y no menos. Y por tecnopolítica entiendo simplemente un acercamiento, un hacer y un pensar políticamente la tecnología. Precisamente porque no se trata de confiar en ninguna varita mágica, sino en la capacidad humana para subvertir, reapropiarse y transformar la tecnología, dándole una dirección emancipadora. El libro de César tiene utilidad como advertencia crítica contra toda varita mágica, pero no encuentro orientaciones prácticas para pensar ese otro acercamiento político a la tecnología que necesitamos hoy más que nunca.  
Apostilla
Me alegro realmente de poder participar con estas palabras en la recepción tan intensa que se está haciendo del libro de César -con múltiples comentarios, reseñas y debates en blogs, redes sociales, etc.- y me pregunto si esa riqueza no tiene algo que ver también con la naturaleza del espacio público que se abre con Internet, donde la palabra ya no está monopolizada en manos del crítico de Babelia o del suplemento cultural de turno, sino mucho más en nuestras manos.

Chicanas: las migrantes fronterizas

Mabel Bellucci*



Durante la década de los setenta, emergió el movimiento chicano por los Derechos Civiles orgulloso de su origen mexicano emigrado hacia el Norte o nacido en los Estados Unidos. Con su conformación, no sólo había un interés por reivindicar la conquista de justicia social e igualdad sino también por concientizar a su comunidad en cuanto al racismo y a la discriminación. Por lo tanto, el chicano o “mexican o latin-american”, desde sus orígenes, presentó aristas diversas, complejas y dinámicas en relación al “anglo” que no es más que cualquier persona blanca de habla inglesa. Una buena parte de sus iniciativas consistía en establecer una variedad de objetivos relacionados a la educación: reducir la deserción escolar; mejorar los logros educativos; llevar a cabo programas bilingües y biculturales. Además, con tales iniciativas intentaban incrementar materias con temáticas propias en el plan de estudios, creación de cursos y programas de conocimientos chicanos junto con el aumento de profesores de ese origen. Por esa razón y muchas otras más, miles de estudiantas/es se movilizaron y formaron organizaciones que apuntaban a la reforma educativa, al activismo por la visibilidad como una intervención política en el ámbito público.

Un elemento de significativa trascendencia para el reconocimiento del movimiento en Estados Unidos, consistió en realzar el arte chicano en su diversidad de expresiones que fue floreciendo a pasos acrecentados. Asimismo, irrumpió en el campo universitario, en las organizaciones políticas y sindicales. En fin, todas estas apuestas partieron de una urgencia imperativa por parte de dicha comunidad en decir “acá estamos”.

En cuanto a las mujeres, en los años setenta, al irrumpir el movimiento chicano junto con el feminismo de la Segunda Ola, en un escenario histórico más que estruendoso por la incursión polifónica de los activismos en Estados Unidos, ambas corrientes le proporcionaron nuevos marcos teóricos como perspectivas de lucha. Así al inicio de esa década, las chicanas se organizaron en colectivos autónomos y autogestivos. Entre los más conocidos, se podría recordar “La Hija de Cuauthémoc” de California; “Las Mujeres Chicanas” de los Ángeles y “La Comisión femenil Mexicana”. Un año más tarde, “La Conferencia de Mujeres por la Raza”, celebrada en Houston, reunió a más de 600 mujeres de diferentes regiones del país del Norte. Este evento simbolizó un nuevo espíritu de cambio a largo plazo[1]. Precisamente, ellas comenzaron a manifestar sus malestares de opresión dentro de la propia comunidad. De esta manera, se lanzaron a la búsqueda de propuestas legislativas en cuanto a educación y a empleo que representaban sus situaciones más vulnerables. Por esta razón, accionaron para conquistar derechos de las minorías y, al mismo tiempo, para impugnar la discriminación que emana desde las entrañas del Imperio.  En resumidas cuentas, estas mujeres al transitar una triple exclusión -género, raza y clase- atravesaron situaciones desventajosas no solo en el interior de su misma cultura sino también en la sociedad estadounidense, conocida como la “América Blanca Patriarcal”.

Y sin más, esta primera camada tuvo como desafío batallar contra la pobreza marginal, la segregación racista y el sexismo, todo al mismo tiempo. Después de haber pasado mucha agua bajo el puente, las chicanas descubrieron que tanto el feminismo dominado por las blancas – que enfatizaba al género como único origen de su propia opresión- como el machismo voluptuoso y homofóbico de sus pares masculinos, las dejaban de lado. Entonces decidieron cortar por lo sano. Como el camino a recorrer era largo y lento, optaron por construir un movimiento independiente, es decir, se negaron a estar bajo la sombra del movimiento sociopolítico chicano y  además del movimiento feminista blanco. La profesora en estudios culturales Marisa Belausteguigoitia sintetizó su visión en estos términos: “Pueden servir de puente tanto a lo mexicano como a lo americano, pero constituyendo algo nuevo que no es ni lo uno ni lo otro. Las chicanas son mujeres migrantes o fronterizas, por los que pueden circular lo mexicano en Estados Unidos o viceversa. Son migrantes que crean con sus lenguas y sus espaldas, al trabajar intensamente para que las culturas, sexos, géneros y naciones diferentes puedan entenderse y convivir”.[2]

Ahora bien, hacia fines de los años setenta, comenzaron a utilizar la expresión “mujeres de color”, una forma de distinción política (que incluye a otras ascendencias raciales y étnicas) frente a la cultura hegemónica. Norma Alarcón, Cherríe Moraga, Gloria Anzaldúa o Yolanda López son algunos nombres de escritoras y artistas chicanas que suenan en las capillas académicas y en las huestes del activismo callejero. En 1981, se aunaron voluntades para publicar This Bridge Called My Back: Writings by Radical Women of  Color,bajo la mirada atenta de Cherríe Moraga y Gloria Anzaldúa. Siete años después, Ana Castillo y Norma Alarcón lo tradujeron y adaptaron al castellano con otro nombre Esta puente, mi espalda. Voces de mujeres tercermundista en los Estados Unidos, editado por Ism Press, San Francisco. En rigor, esta antología feminista -ensayos, narraciones personales, poesía y teoría política- se compone de escritos por chicanas, asiáticas, afroamericanas, indígenas y latinas, o sea, mujeres de color que viven en los Estados Unidos. A partir de la publicación de Esta puente, mi espalda la conciencia feminista se esparció en todos los sectores culturales, sociales y económicos en un intento de abrir caminos para enlazar mujeres de color estadounidense junto con hispanoamericanas.

En el prólogo de esta colección, llamado “En el sueño, siempre se me recibe en el río”,  Cherríe Moraga propone lo siguiente: “ Dada las varias comunidades que representamos -como mujeres y como obreras pobres- las mujeres de color podemos servir como la puenta entre las columnas de las ideologías políticas y la distancia geográfica, ya que en nuestros cuerpos coexisten las identidades de opresiones múltiples a las que hasta ahora ningún movimiento político, no obstante su origen geográfico, ha podido dirigirse simultáneamente”. En suma, Esta puente, mi espalda ha servido como testimonio de la existencia del feminismo tercermundista en los Estados Unidos y, además, como catalizador del avance de ese movimiento en un ascenso permanente.

* Activista feminista queer. Autora de Historia de una desobediencia. Aborto y Feminismo. Editorial Capital Intelectual.


[1]S/R ( 1988): “La nueva ola del feminismo en México”, Año 12, N°63, México, FEM .p.32. 
[2]Belausteguigoitia, Marisa( 2004): “Las nuevas malinches: Mujeres fronterizas“ , n°14, México, Nexos, p. 29

A propósito de Raúl

por D.S.


Subvertir la política (Buenos Aires, Quadrata, 2013) es el título del tan esperado –al menos por sus numerosos lectores–  libro de Raúl Cerdeiras. ¿Cómo pueden preceder tantos lectores al autor de un primer libro? Sencillo: el autor es un intelectual militante que edita hace 22 años la revista Acontecimiento. Y los textos que se reúnen en este volumen deben mucho a la coherencia de ese trayecto.
Alain Badiou lo describe autor como un “Sócrates de Buenos Aires”. Un retrato de Raúl no debería excluir algunos datos de su biografía (abogado de oficio, estudió filosofía con Sciarreta y se inició en política con Silvio Frondizi y estuvo próximo a Montoneros, fue althusseriano, tradujo El Ser y el Acontecimiento de su amigo Badiou, enseña filosofía en grupos de estudio) ni algunos rasgos de su personalidad (la insistencia o  la perseverancia -la “fidelidad”-; el “cuestionamiento”, la afectuosa dureza). Exista o no la expresión “inclaudicabilidad”, bien le cabría.
Raúl es una figura apartada, pero no ignorada en la densa trama intelectual-psiconalítica y política de Buenos Aires. Lo que hay en él de solitario obedece, creo, a su obtusa confianza en la fuerza de “la Idea”. No es fácil vivir contra la evidencia.   
En el último número de la revista Acontecimiento (N. 43-44 de 2013) firma tres artículos. Uno de ellos, “la economía no existe”, propone un ejercicio capaz de explicar en términos muy prácticos su  “tesis”. Hagamos el intento de pasar un día entero sustituyendo la palabra “economía” (ligada en los discursos habituales a “crecimiento” y a “desarrollo”) por la palabra “capitalismo” (que ya nadie dice, pero que es el único significado real para el significante “economía”) y veremos desnudarse ante nosotros la verdad de nuestro presente.
Esa verdad no es negativa sólo por la infamia con que carga el capitalismo en términos de opresión y de explotación. Lo es también por otra razón: la “economía” suprime el pensamiento y la política. En efecto la política no es poder y economía, como se cree –dice nuestro Sócrates- sino “un pensamiento de la gente”. Y ese pensamiento requiere de unas ciertas condiciones que el poder y la economía (el capital) aplastan.
La política es el pensar de los muchos cuando se “desligan” de la máquina objetiva de la reproducción del capital. Y “acontecimiento” es el nombre de esa ruptura con el desenvolvimiento del sistema de la opresión, que en el presente se viste con un manto progresista y democrático, aunque se muestra totalmente incapaz de detener o regular siquiera su barbarie. La “Idea”, a su vez, es la constitución de una verdad por parte de los sujetos que participan de la ruptura con este orden, y se entregan a la creación colectiva, por definición a distancia del poder del Estado y el capital. Se comprende que el sujeto de la política (Raúl lo identifica con nombre y apellido: las Madres de Plaza de Mayo en la postdictadura, los Zapatistas después de 1994, los movimientos sociales autónomos de fin de siglo en Venezuela o Argentina) constituyen el reverso absoluto del discurso de la víctima y sus “derechos”.      
Si alguien decidió vivir a fondo el revés de esta “década ganada” (para bien y para mal) ese es Raúl. El kirchnerismo fue para él la gestión reaccionaria del acontecimiento 2001. Y el antikirchnerismo (tanto para él como muchos de nosotros) algo aún peor.
Todo esto se escribe ahora en pasado. La salida del libro, sin ser Zaratustra, divide el tiempo. Lo que debimos pensar estos años (zona de despeje), ya no se parecerá a lo que afrontemos de aquí en más. Se trata ahora de vislumbrar (tarea a la que se entrega Raúl en uno de sus artículos de la revista, con la expresión: “amanece una chance”).

De la serie «La Guerra por el Consumo»: Gente mirando Luján

Por Diego Valeriano


Bily bajó del 86 en Liniers, la peregrinación oficial estaba por comenzar y buscó un lugar para ponerse a trabajar. No podía creer la cantidad de gente que había, toda la calle era un río de creyentes que se alborotaba por estar cerca de la virgen más grande. Nunca había estado en un lugar con tanta gente y tenía miedo de perderse.
Caminó hasta encontrar un lugar sobre la Rivadavia después de la General Paz, sin dejar de mirar asombrado a toda esa gente que pasaba cantando, riendo y rezando. Se puso a armar su paño con fotos de la Virgen, de Francisco y pins con imágenes de la Basílica. El humo de los choripanes era el olor de fondo de la fe de todos los que encaraban para Luján. A su lado una peruana se ponía a vender remeras con la imagen de la virgen y más allá su hermana -o hija, o pariente- se ponía a vender banderas.
Sobre su espacio -o lo que el creía que era su espacio-, se metió un tipo con una heladerita repleta de latas de cerveza. Bily lo miró entre asombrado y enojado, pero el gordo intruso tenía una cara de bueno que lo pudo y le dijo de muy buena manera que había lugar “para los dos”.
Con su paño listo se dispuso a trabajar. Dispuso también su cuerpo: sus piernas, su voz, su mirada, su atención, su estado de ánimo. Miró al gordo, miro a la peruana, observó un poco más allá y vio cómo los del puesto de chori no paraban de vender.
A los 5 minutos de laburar ya había vendido trece fotos de Francisco a diez mangos y el gordo se había tomado dos cervezas. Otros habían querido meterse en su espacio y el gordo les aclaró, elevando el tono de su elevada voz, que ese era el lugar de ellos dos.
A la media hora de laburo, dos pibes con camiseta de Velez vinieron a cobrarles a todos por estar ahí. Bily ya había visto que el viejito que vendía soquetes les había dado 100 pesos y que habían sacado a un pibito de su misma edad que vendía agua natural. Él no podía darles esa plata, ni ninguna plata. Tenía miedo de que lo echen o, peor, de que le peguen y le saquen la guita.
Por lo de la peruana apenas pasaron, ella algo les dijo que hizo que ni se detengan. Cuando llegaron a su puesto y le pidieron 200 mangos se le estrujo el bolsillo. Doscientos mangos era lo que a él le quedaba después de darle al viejo, pensó que ni en pedo le daba esa plata y que si se tenía que parar de mano prefería que le peguen e irse a poner la guita.
El gordo saltó en su auxilio. Le dio una cerveza a cada uno y les explicó que el pibito estaba trabajando porque la mamá estaba internada y que a él no lo jodan porque era amigo de Cepillo y que paraba en la parrillita de Néstor con todos los demás. Los pibes se retiraron y el gordo abriendo otra cerveza le guiño un ojo.
Las peruanas, el viejito, los del chori y todos los que estaban a la orilla de Rivadavia no paraban de vender lo que sea. Hasta al gordo, que estaba más preocupado por escabiar que por vender, le sacaban las cervezas de la mano. Bily hizo cuentas y estaba más que satisfecho, había ganado bastante en poco tiempo. Podía volver al barrio mucho más temprano e iba a pasar por lo de Joel a jugar a la Play.
Le quedaban cinco pins, pero decidió que el día había terminado. Cuando doblaba su paño para retirarse sintió la pezada mano del gordo sobre su hombro: “¿Sabés por qué te fue bien?” le dijo apenas modulando: “Porque yo te cuide”. Y, acto seguido, le exigió 500 mangos.
¿500 mangos?, pensó Bily indignado mientras intentaba zafarse de la garra enorme del gordo. ¿Éste está loco? Miró a su alrededor, todos seguían en la suya. Gritó, pero entre la música, los rezos y las risas su súplica quedó apagada. El gordo debería pesar 100 kilos más que él y le llevaría unos 30 años pero a eso Bily qué podía importarle: tenía que zafarse como sea. Le ofreció 100 y el gordo, con media sonrisa, más amenazante que borracho, movió la cabeza de derecha a izquierda varias veces. Miró para todos lados en busca de ayuda… pero nada, solo pasaba gente mirando Luján.

Política y enfermedad: diagnostico “ilusionitis”

por Juan Pablo Maccia


Cristina está convaleciente. He pasado por estados de gravedad y me siento autorizado a reflexionar sobre este asunto. Es preciso ser claros al respecto: debemos denunciar a los mediocres que hacen palanca de este episodio como clave para comprender el presente político. Su tesis última es la siguiente: la enfermedad de Cristina ofrece un punto débil en el cuerpo de una presidenta que se negaba a debilitarse en momentos de evidente fragilidad política de su gobierno. Se insiste en la debilidad “encarnada” por alguien que –esto es lo que desean subrayar- está arropada de una fuerza especial, mítica.
Las derechas espiritualistas quieren decirnos que el traspié presidencial –sobre el cual no me pronuncio por prudencia  y por pudor- demuestra que la presidenta no es sagrada, sino mortal. Anticipan, así, la fiesta que vivieron a comienzos de año con Chávez.
Para estos energúmenos de Vaticano, la prueba de humanidad constituye motivo de alivio. Es necesario que no caigamos nosotros, quienes sostenemos y apoyamos a la presidenta, en este tipo de delirio místico. Seamos claros entonces: la densidad afectiva que corona a la figura presidencial no proviene (ni se evapora) a partir de instancias sobre-humanas, sino del modo en que han circulado en política las pasiones colectivas durante la última década larga. 
No podemos dejar que la relación entre enfermedad, muerte y política quede en manos de las religiones y las derechas más delirantes. Al contrario, debemos ser nosotros –médicos materialistas- quienes hagamos el mejor de los diagnósticos (que es siempre el que explica los delirios políticos colectivos) y desorganicemos las locuras de un cristianismo renovado o de un cientismo liberal al estilo del “estrábico doctor Nelson Castro”.
Analicemos primero las patologías políticas más típicas e intentemos, luego, un breve diagnóstico del mal que nos acosa a los kirchneristas:
a.       La enfermedad que ataca a quienes hacen de la política una aceptación desprejuiciada de las cosas tal y como son (tipo “la única verdad es la realidad”) es un delirio extremo de fijación. Esta patología enfatiza el “hay lo que hay” produciendo violentos ataques de ira contra todo aquello que, como matorral silvestre, se salga del cuadro paranoico de este hiper-realismo (enfermedad habitual en el peronismo tradicional o de derecha).
b.      El delirio que padecen quienes hacen de la política un ejercicio de búsqueda de posibilidades “creativas” dentro de lo que existe, suele expresarse como “voluntarismo in extremis”, patología por la cual se pierde el sentido de las relaciones efectivas en juego y da lugar a posiciones suicidas y/o depresivas (enfermedad habitual de ciertas izquierdas autonomistas y populistas).
c.       El mal que suele invadir a quienes entienden la política como persecución de la  utopía en tanto motor del presente consiste en una intensa pasión escatológica que obliga, ora a exagerar su vocación de “dar testimonio”, ora a desarrollar todo tipo de interpretación retorcida y/o oportunistas de los signos del presente a fin de confirmar los propios esquemas proféticos (enfermedad habitual en cristianos, izquierdistas idealistas y católicos de derecha).
d.      El síndrome que amenaza a quienes practican la política a partir de esquemas racionales, los cuales deberían ser impuestos por las buenas o por las malas a las conductas humanas, se trate de fórmulas racionales o morales, es totalitario y mesiánico y lleva a las mayores de las catástrofes durante el siglo XX (enfermedad habitual en moralistas, racionalistas marxistas, republicanos y neoliberales puros).
A la pregunta ¿en qué términos podemos diagnosticar la enfermedad política del kirchnerismo? Respondo lo siguiente: “ilusionisitis”. Se trata de una degeneración patológica, que consiste en una mezcla mal digerida (oscilante e inconsistente) de los componentes del movimiento, que hay que explicar a partir de las patologías descriptas en los puntos a y b. ¿Contamos con terapias laicas para este tipo flagelo?

Las terapias laicas

Por Pablo E. Chacón

A la pregunta de si existen terapias laicas capaces de curar enfermedades en su materialidad o en su representación simbólica, habría que calificarla de retórica: no sólo no existen sino que en los pasillos de los hospitales -el ejemplo es absurdo- curas y monjas se pasean como peces en el agua repartiendo bendiciones, biblias y estampitas. Al grano: también yo tengo experiencia en hospitales, de esa que se adquiere viendo morir internos, médicos apretando enfermeras, abnegación, corrupción, pobreza. La equivalencia entre la descomposición de un gobierno y el cuerpo herido de su encarnación es un viejo tema de la teología política. Pero pocas veces se habrán escuchado tantas canalladas como estos días.
¿A quién le importa si la señora presidente hubiera pensado que sacarse de encima al gobernador de la provincia en las próximas elecciones, para retornar pasados cuatro años después del 2015, incluiría un mecanismo de relojería tan ajustado como darse uno, dos o tres palos para conseguir un hematoma en la cabeza, una operación de urgencia? A los burócratas de los diarios que viven del mercado de conferencias, como Carlos Pagni, o al señor Néstor Castro, esa tía que quiere lo mejor para nosotros sin advertir que algunos de nosotros no quiere lo mejor para nosotros. Ese furor sanandis ni siquiera es susceptible de pensarse como un expediente oblicuo que festejaría la muerte de la señora. Demasiado fácil, no debe ser cierto, decía Oscar Masotta. Masotta era un tipo inteligente, no una estrella de los medios en la era de la reproducción digital. El punto es que Pagni y Castro son personajes respetados, se les cree, se cree lo que escriben o dicen sólo por mostrar las culatas. Eso sí es descomposición social. ¿Alguien está en contra de que piensen como piensan? Sería otra ingenuidad. Al profesor de historia, como al señor Castro, sólo les interesa el dinero -es un destino, un deseo tan respetable como cualquier otro. Pero de lo que deberían cuidarse es de la materia que usan para amasar sus módicas fortunas.
Pagni escribió sobre el síndrome de Moria. Castro sobre el síndrome de Hubrys. La señora padecería esos síndromes que activados, neutralizarían las inhibiciones que impone la ley de hierro del dispositivo neuronal, hasta el punto de provocar una suerte de manía que por ejemplo, la habría empujado a elegir como vice al señor Amado Boudou. En un rapto de locura, diría Franco Lindner, de Noticias o Perfil. Sin calcular las ventajas de tener al motoquero de la Ucedé en el gobierno. La hubrysque tanto preocupa al señor Castro existe en los diccionarios de griego. Pero no existe en ningún manual de desórdenes psiquiátricos. Es una palabra que traducida, aproximadamente quiere decir desmesura. Descontrol, desmadre, estar fuera de sí, decir barbaridades, romper el protocolo: hubrys. Si la señora Ruth Padel escuchara semejante burrada, entendería por qué razón en el periodismo argentino no se concursan los cargos.
Finalmente digamos que no otra vez, no existen terapias laicas no sólo en la Argentina sino en ninguna parte del mundo. Si usted se muere, encomendarse a no sé qué entidad sobrenatural es pensarse por fuera del discurso de la ciencia y del discurso del capital: eso puede encaminar su camino en el más allá, tal vez, y acá, servir para explotar ajenidades, porque la salida a determinados intríngulisviene del futuro.
Así como reconocer derechos humanos a los aborígenes es una reparación que a Buffalo Bill deja en paz, reconocer derechos humanos a tipos como Pagni y Castro es un deber institucional. Pero pensar, no ya que digan la verdad sino que digan algo que no sea una estupidez, es otra estupidez que duplicada y reduplicada supone el albur de convertirse en una verdad.

Basta de impunidad a las mafias en Florencio Varela


Durante la mañana del martes 1 de octubre, fue atacada violentamente la sede del Centro de Participación Popular Monseñor Angelelli por una banda de cuatro personas. La causa aparente del ataque fue un robo. Sin embargo, hay muchos indicios que desmienten que esa haya sido la única finalidad del ataque.


La frecuencia e intensidad que adquieren estos hechos en el territorio de Varela confirman en lo esencial los rasgos violentos de un nuevo conflicto social que recorre varios puntos del país. Tanto en Pico de Oro (hace un año de la quema de la casa de dos compañeros del Movimiento de Colectivos, de Florencio Varela, a manos de bandas armadas, coordinadas con la policía, y parte de la justicia y del poder político) como ahora en el Angelelli, se agrede abiertamente a organizaciones sociales de los barrios con una ferocidad inusitada.

No se trata de hechos policiales aislados sino de un modo de gobernar los territorios disputados entre bandas cada vez mejor organizadas, ligadas a la policía, y a parte de la justicia y del poder político. Los hechos sucedidos en Varela, como tantos otros que se reproducen en todo el país, tienen que ser comprendidos como una seria advertencia sobre la complejidad que adopta la lucha social y política en este tiempo, y por lo tanto, exigen la innovación y el fortalecimiento de redes organizativas capaces de mejorar el cuidado –es decir: la capacidad de comunicación, de investigación, y de articulación con otros sectores–  de las organizaciones.

Con el asesinato de Carlos Gabriel Fretes el 11 de diciembre del 2011 en el barrio Agustín Ramírez de Florencio Varela, sale a luz una realidad que los que diariamente somos parte de la lucha por construir una sociedad mas justa ya conocemos y muchas veces denunciamos: la existencia de una trama delictiva que vincula sectores de la policía bonaerense, del gobierno municipal y bandas vinculadas a la venta de droga.

Fruto de la lucha de su familia, vecinos/as y diferentes organizaciones populares, el 9 de febrero de 2013 es intervenida la comisaría 2° de Florencio Varela. También son detenidos Américo Claudio MENA, quien era referente del Frente Para la Victoria del barrio, y Santiago Montt, mano derecha de Mena y testigo encubierto en causas por drogas en las que intervenía la DDI de Esteban Echeverría. Ambos se encuentran detenidos y este año van a ser juzgados en juicio oral. Sin embargo, a pesar de que en la causa existe información que vincula a MENA con Jorge Roldán, funcionario actual del municipio, la gestión municipal de Julio Pereyra no inició ninguna investigación legal al respecto, limitándose a un sumario interno que tampoco prospero.

En febrero del 2012, durante la intervención de la comisaría 2 acargo del comisario Montagnese, es asesinado en barrio Don José Gastón Martínez. Sus asesinos simulan un accidente de transito arrojándolo a la Avenida Charcas. La entonces sub-comisaria Contreras, de puño y letra notifica a la familia de esa hipótesis y no escucha los argumentos de que fue asesinado en una casa del barrio; ello permite que la casa sea incendiada y se perdieran pruebas vitales. Solo la lucha de la familia y vecinos permite la detención de los tres que participan en el asesinato  y posteriormente es detenido “El Cani”,  vendedor de drogas e instigador del  asesinato de Gastón. Todos permanecen detenidos a la espera del juicio oral.

En marzo del 2012 es designado el comisario Juan Carlos Peressutti, quien profundiza el autofinanciamiento de la seccional a partir de actividades ilícitas que solo funcionan con el amparo político. A partir de ese momento se desarrolla un proceso signado por la violencia, la persecución a los/as  militantes de las organizaciones y la llegada a la zona de bandas que gozan de protección policial- política.

El 11 de Julio es detenida  Cristina Rodríguez, militante social del barrio Lujan, quien sufre vejámenes y privación ilegitima de la libertad; en septiembre, en una asamblea de delegados/as del asentamiento Lujan que se realizaba en la Capilla,  personas armadas irrumpen y varios compañeros deben permanecer dentro de la misma  por más de dos horas mientras afuera había personas armadas y la policía nunca intervino. Los agresores provenían de Villa Olimpo, Lomas de Zamora, casualmente último destino del comisario Peressutti.
Por orden de este comisario fuimos reiteradas veces filmados, fotografiados, “escrachados” por la policía y dicho material publicado en la redes sociales en perfiles de facebook, siendo el más notorio el del pseudoperiodista Marcelo Alarcón, quien en realidad mantiene vínculos con la policía bonaerense y sectores políticos locales. Por  el mismo comisario fuimos tildados   en reuniones vecinales de “comunistas a los que hay que eliminar». Personaje  que desde sus practicas y dichos nos remota a los hechos mas trágicos de nuestro país dejando en claro que la ideología represiva  de las fuerzas de seguridad   siguen vigentes.

Gracias a la lucha de las organizaciones sociales  se ha  logrado que este oscuro personaje deje de cumplir funciones en la comisaría segunda del distrito, pero lamentablemente el poder político y la bonaerense lo  han premiado ascendiéndolo a Jefe de Turno Departamental quilmes.

Además de los hechos ya mencionados, debemos sumar la intimidación a militantes de Libres del Sur, la detención e intento de judicialización de militantes del Partido Obrero, la detención ilegal de estudiantes de la SB318. Hechos que dan cuenta de la intencionalidad represiva de las fuerzas de seguridad, el poder político (pese a enarbolar banderas “progresistas”) y la servidumbre del poder judicial a estos objetivos.

Otra de las caras  de esta trama mafiosa son las consecuencias que deben padecer   nuestros pibes, los jóvenes pobres son  reclutados como mano de obra barata por estas bandas (policía, narcos) y/  o nuestras niñas  víctimas de  las redes de prostitución. Para nosotros los que luchamos por la vida nuestros  pibes y pibas  son verdaderamente el presente y  futuro de nuestra sociedad,  por eso es que denunciamos a  estas  mafias y sus protectores.

 La impunidad en nuestro distrito  encuentra una continuidad histórica: a la protección política, policial  y judicial de las mafias que se apoderan de nuestras comunidades, de la  vida de nuestros pibes y pibas; a esto  debemos sumarle el intento atroz de ocultar la verdad de quienes han sido los  responsables  civiles   en nuestra localidad  en los oscuros años de la última dictadura; pese a los reclamos de familiares de  detenidos/desaparecidos  y organizaciones sociales el intendente Julio Pereyra se niega a abrir los archivos  municipales.

Motivos por los cuales  las organizaciones  abajo firmantes expresamos nuestra preocupación por la integridad de los/as militantes/as sociales, – políticos, nuestros pibes y nuestras comunidades

·        Decimos BASTA al accionar de estas  redes mafiosas que operan en nuestro distrito amparadas por  el poder político, la bonaerense y  el poder judicial.
·        Exigimos  investigación para identificar los actores intelectuales de los  ataques padecidos.
·        Exigimos que los fiscales investiguen la conexión  política entre narcos y funcionarios/ narcos y la policía.

ADHIEREN: PROCELAC (Procuraduría de criminalidad económica y lavado de activos – Ministerio Público Fiscal); Adolfo Pérez Esquivel SERPAJ Servicio Paz y Justicia, Comisión de Homenaje a   Madres de Plaza de Mayo  de Quilmes;  Comisión por la Memoriala Verdad y la Justicia FlorencioVarela; APDH La Matanza; Departamento Justicia y Paz del Obispado de Quilmes; Caritas Obispado de Quilmes; Fundación Jorge Novak Obispado de Quilmes;JPIC Argentina-Uruguay (Comisión de Justicia, Paz e Integracion de la Creación Claretianos); Centro de Participación Popular Mons. Enrique Angelelli;  Parroquia San Jorge; Espacio de Tierras para Todos y Todas; Parroquia San Cayetano;  Graneros de Sueños; Ruca Hueney, Hijos del Campo, Chicos del Sur,; El Transformador; Encuentro Niñez y Territorio; Cable a Tierra; Equipo de Trabajo Centro de Día Arcángel Gabriel; Colectivo de a Pie; RAE (Red de Apoyos Escolares); Coordinadora de jardines Maternales de La Matanza; Red Comunitaria de Centros de Educación Popular (Red Andando);  Dr. Marcelo Ruiz Rector de la Universidad de Río Cuarto, Córdoba –  Arturo Blatezky MEDH Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos – Programa Niñez, Derechos Humanos y Políticas Públicas de la Universidad de La Plata  REDBA Red de Hogares y Centros de Día de la Provincia de Buenos Aires – EONA Encuentro de Organizaciones de Niñez y Adolescencia de la Provincia de Buenos Aires – El Transformador, Centro de Día y de Noche – Cable a Tierra – Portal del Sol – Asociación Tierra y Dignidad – Fundación Ayuda a la Niñez y Juventud CHE PIBE – Fundación Emmanuel – Hogar Pichuca Gutiérrez de La Plata – Hogar Don Bosco – Centro de Día Rayuela – Lobo Suelto! – Movimiento Teresa Rodríguez; Corriente Clasista Combativa Varela, Berazategui; Quilmes; Movimiento Independiente de Jubilados y Pensionados(MIJP), MUS (Movimiento de Unidad Secundaria),; Equipo de Trabajo Centro de Día Arcángel Gabriel; Movimiento Libres del Sur; Frente Popular Darío Santillán Corriente Nacional; Encuentro por la Unidad Latinoamericana; Instituto de Investigaciones y Experimentación  Política, Colectivo Situaciones; Revista Crisis; Centro de Estudios Urbanos de Rosario; Radio FM La Tribu; FM La Barriada; Movimiento de Colectivos Maximiliano Kosteky; Corriente por una Nueva Universidad(UNRC-Universidad Río Cuarto); Red El Encuentro; Centro de Día Rayuela; Lista Marrón (Suteba de Fcio. Varela);  Hugo “Cachorro” Godoy (Sec Gral. de ATE Nacional), Oscar “Coló” Isasi (Sec. Gral. de ATE Provincia Buenos de Aires); Carlos Chile (Sec. Gral. de CTA Capital Federal), Laura García Tuñon (Legisladora de la Ciudadde Bs As); Fabio Basteiro (Legislador de la Ciudad de Bs As); Lozano Claudio (Diputado Nacional UNIDADPOPULAR); Isturraspe Graciela (Diputada Nacional UNIDAD POPULAR); Margarita Stolbizer (Presidente Bloque de Diputados Nacionales GEN/FAP); Gerardo Milman (Secretario General GEN Pcia. Buenos Aires); Fernanda Rosselli (Secretaria General Fcio. Varela); Víctor De Genaro (Diputado Nacional Unidad Popular); Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST); Partido Obrero en el Frente de Izquierda (PO); Partido Comunista Revolucionario (PCR),  CEPPAS (Centro de Políticas Publicas para el Socialismo); (Confluencia Política Camino de los Libres; Frente Progresista Cívico Social de Fcio. Varela … siguen  las adhesiones…

Entrevista a Giuseppe Cocco: “Un país como Brasil no se sustenta sin una producción y reproducción sistemática del miedo»


Militante, cientista político y profesor universitario, Giuseppe Cocco señala que las manifestaciones callejeras están en un momento de intermediación entre la explosión inicial de junio y la constitución de un nuevo orden de cosas. Según la evaluación del italiano, las manifestaciones callejeras ocurridas en todo el país a partir de junio son la primera huelga general metropolitana. Para entender el argumento, presentado en conferencia en el Sindicato de los Docentes de las Universidades Federales del Estado de Ceará (Adufc), en julio, es necesario tener en cuenta el disparador de las marchas.

Iniciadas por el aumento de los pasajes en los transportes urbanos, se terminaron volcando hacia otras cuestiones, tanto estructurales como coyunturales. La idea de Cocco es que, con la economía mucho más volcada a los servicios que a la industria, el transporte es el elemento esencial para estar inserto social, económica y culturalmente en las ciudades. Dentro de esto, las manifestaciones son “la cara más salvaje” de los dos gobiernos de Lula. Estallan por las manos de la nueva clase media, que ahora exige más de los gobernantes, y ponen al PT un problema que la presidenta Dilma, según Cocco, no ha sabido resolver. Partiendo de ese contexto, afirma que las protestas cuestionan nuestra democracia, son un punto de inflexión entre la destrucción de los viejos órdenes y la constitución de uno nuevo y son una radicalización democrática, lleno de un disenso que no debe ser unificado sino, por el contrario, comprendido.

Cocco analiza también los Puntos de Cultura como una iniciativa importante de auto-organización  popular de la multitud, afirma que no existe “vandalismo” sino “aquel del poder” y clava: “Esta violencia es la construcción de la paz”
¿Qué es lo que las manifestaciones dicen acerca de nuestra democracia?

Podemos abrir la reflexión sobre el tema de la democracia en varias direcciones. Por un lado, la represión determina una mayor movilización –inclusive una movilización radical. Todas esas manifestaciones tuvieron una participación de jóvenes más o menos determinados a la confrontación, claramente inspirados por un cierto tipo de exasperación con respecto a los cambios, al hecho de que los cambios estén colocados a largo plazo, de que toca esperar, pero también con inspiración en lo que sucedió con las Revoluciones Árabes y en Estambul. Y, en estas movilizaciones, vemos a los sectores jóvenes, desorganizados o no tradicionales, yendo hacia el enfrentamiento y afirmando que esto no es una verdadera democracia. Lo cual es verdad.

Y aunque, en un principio, la mayoría de los manifestantes fuesen del movimiento estudiantil, de clase media metropolitana, rápidamente hubo una movilización de jóvenes de la periferia que también tiene acceso a la universidad, pero por las políticas de inclusión del gobierno (Prouni, Reuni, expansión de la enseñanza técnica…), que entraron en esa brecha criticando la democracia y practicando otra democracia. Democracia es esa posibilidad del conflicto, de que acontezca el conflicto, de decir: “Yo quiero ir hasta el estadio. Si la policía hace una barrera para que permanezca a cuatro kilómetros para que nadie pueda vernos, voy a encontrar una manera de que todo el mundo lo vea. Yo quiero protestar”. Es una práctica de democracia que se llena con otro contenido, donde los conflictos puedan acontecer y no sean gobernados como estos son gobernados ahora.

Pero nuestra democracia es bipolar, es una gran conciliación entre los partidos, una dinámica que hace a los gobiernos todos iguales con pequeños matices. Por otro lado, la regulación de los pobres continúa siendo ultraviolenta, basada en el poder de excepción de una policía que puede matar al pobre cuando quiera. Este movimiento, más allá del tipo de política de la movilización, abrió una brecha, colocando a la democracia en un terreno más material y dándole un nuevo contenido.
¿Qué indicios dan las manifestaciones de lo que puede ser esa nueva democracia que se anhela?

Con certeza, las manifestaciones que continúan apuntan para otro horizonte, que es el de la radicalización democrática. La democracia no es la pacificación en el sentido del miedo y de la armonía como necesario terreno para escamotear la lucha de clases, la lucha entre diferentes intereses. La democracia es el espacio donde esa lucha puede acontecer sin que signifique una violencia generalizada o el retorno al totalitarismo. Lo paradójico de la izquierda del poder y de sectores de izquierda que sentían que estaban con el movimiento fue decir que las movilizaciones eran fascistas –cuando en verdad, es la postura del estado ante esto. Después de esta fase formidable de manifestaciones masivas, el movimiento pasa por una fase de difusión, que puede ser un reflujo, como en Sao Paulo que ya no acontece casi nada más, o puede ser una difusión como otra respiración, la experimentación de otros movimientos. Para que efectivamente esa radicalización democrática pase del momento insurreccional, que es destituyente, al momento instituyente, necesita encontrar espacios, medidas, métricas adecuadas.
¿Usted encuentra que estamos en este período?

Sí. Estamos en esta inflexión. Las ocupaciones que han surgido en las Cámaras y Asambleas Legislativas son los primeros momentos en este sentido. Hubo en Porto Alegre, en Belo Horizonte, en Espírito Santo, en Belém. Después hubo una multiplicación de asambleas populares, plenarios. En Rio de Janeiro está lleno. Nadie sabe cuántas reuniones están efectivamente sucediendo. También puede suceder que en esta inflexión el movimiento se va diluyendo o refluye.
¿Cuál es la diferencia entre estas reuniones ahora y las reuniones que siempre ocurrieron en las periferias de las ciudades, con los movimientos sociales?

La diferencia es enorme. En primer lugar, este movimiento no viene de la nada. Ha habido generaciones de militantes, de organizaciones que en el movimiento se juntaron. Pero fue el terreno de una transformación antropológica que llevó a mucha gente a creer en las manifestaciones, en sí mismas, en el uso de las redes. Las características son que las movilizaciones tienen mucha gente, cuando antes usted tenía apenas los segmentos organizados –incluso de los márgenes del MST, Sin Techo, Tercer Sector-; eran siempre esas redes que multiplicaban los momentos de resistencia, pero no conseguían masificar. El momento electoral partidario, de las grandes organizaciones sindicales, prevalecía con un cuadro de desvalorización, cooptación y represión de movilizaciones pequeñas. Incluso las movilizaciones descentralizadas, tienen en la actualidad cerca de 300 o 400 personas. Existe una gran determinación de participación, una generación completamente nueva. Esto significa que la crisis de representación no es solamente del gobierno, sino de todas las formas organizadas, inclusive del MST, etc. No significa que fueran impugnados directamente, pero quedaron completamente desplazados ante esta práctica.
Entonces, ¿cómo conjugar ideas tan antagónicas al respecto, por ejemplo, de economía, política, derechos humanos?

El verdadero problema es que, para lidiar con eso o pensar esta dinámica de lo destituyente a lo instituyente, es preciso (lo cual no es fácil, la reacción automática de los partidos y del gobierno va en sentido contrario) renunciar inicialmente a conjugar eso. La característica de este movimiento de multitud es que no se unifica. La verdadera política adecuada ante eso sería abrirse a dejarse atravesar por un movimiento de multiplicidad de iniciativas. Ningún partido, ni siquiera de extrema izquierda, estaría en condiciones de hacerlo, porque por definición, tienen un modo de funcionamiento unificado, sintetizado. Francamente, si yo estuviese en el gobierno, tampoco sabría qué hacer. Pero hay horizontes que la gente podría definir como horizontes posibles.
¿Cuáles?

El gobierno federal, que tiene más condiciones, podría, aunque ya ha pasado el tiempo, haber divisado en ese movimiento un guiño hacia la izquierda y haber hecho una reforma ministerial que habría sido una reforma en términos de comunicación, simbólica, pero que marcase esa apertura. Por ejemplo, colocando en los Derechos Humanos una figura reconocida por su historia y su práctica, construyendo el ministerio de la Ciudad y el Transporte juntos, colocando una figura reconocida del movimiento de reforma urbana, reorganizando también el ministerio de Cultura. Esos tres momentos habrían sido fundamentales. El PT no tiene esa capacidad, esa lucidez. La presidenta Dilma, todavía menos. La cosa curiosa es que el gobierno de Lula tiene experiencia de política de la multitud, de la multiplicidad, que fue destruida por Dilma. Ella no le dio la menor bola. Para ella, el problema es la mega-represa. La política de los Puntos de Cultura es un ejemplo de la política de la multitud. Usted usa un recurso público, doblegándolo al reconocimiento de las dinámicas de auto-organización  que existen en la sociedad.
¿Cuál es el lugar de la violencia y de los enfrentamientos en las manifestaciones?

La violencia es un terreno de organización del poder y organización del poder en torno de algo bien específico que es el miedo. Un país como Brasil no se sustenta sin una producción y reproducción sistemática del miedo. El nivel de desigualdad, de injusticia, de miseria que caracteriza a todas las ciudades brasileras sólo se sustenta porque el poder está organizado en torno al miedo. No es casualidad que, en ciudades como Río de Janeiro, exista una tropa de elite que tiene como símbolo la calavera, es decir, la muerte. Estas manifestaciones fueron de un nivel diferente, una determinación de no ser rituales. Uno de los mecanismos de masificación fue que, desde el inicio, ellas contenían un elemento de radicalidad que implicaba el hecho de decir: “Nosotros no vamos a manifestarnos de manera ritual. Vamos a marcar nuestra presencia incluso enfrentando las limitaciones que el estado nos impone y eventualmente atacando algunos símbolos del poder”. Eso pegó.
¿Cómo se entiende lo que se llama “vandalismo”?

Creo que la gente debe deconstruir el término. No existe ningún vandalismo a no ser el del poder. Por ejemplo, ¿qué sentido tiene hablar de vandalismo en San Paulo después de todo lo que sucedió con aquellas centenas de muertos ligados al enfrentamiento entre la Policía Militar y los comandos de criminalidad organizada, las matanzas que ocurrían en toda la ciudad? El término vandalismo es una hipocresía más de los medios de comunicación que no se miran al espejo. El vandalismo aquí es una pura invención mediática. En Río de Janeiro, por ejemplo, cuando la gente habla de lo que es la gestión del gobernador Sergio Cabral, del prefecto Eduardo Paes y del ex-prefecto César Maia, podemos hacer una lista de más de diez grandes inversiones, cada una de ellas más o menos billonarias, tiradas a la basura. Una o dos ventanas, un  mobiliario urbano roto es menos que nada ante la Ciudad de la Música, construida por César Maia, que costó por lo menos medio billón y está cerrada hace más de cuatro años. Está allí, enorme, gigantesca, en el medio de un mar de favelas en el medio de Barria da Tijuca, cerca de Cidade de Deus. Algunos comercios rotos por aquellos de Cidade de Deus es nada delante de ese medio billón que no tiene ningún uso. El Maracaná fue rehecho en 2007, rehecho ahora y, después de la Copa del Mundo, será rehecho de nuevo para los Juegos Olímpicos. Es una fiesta vandálica. Los vándalos están en el poder. Fueron los muchachos quienes dieron y siguen dando a estas manifestaciones una característica alejada del ritual o el vacío de una procesión, que repite una liturgia para que los dirigentes continúen con sus negocios. Eso dio a este movimiento su dinámica y caracterización innovadoras.
Hay un involucramiento de los propios cuerpos de los manifestantes en el enfrentamiento…

Sí. En tanto enfrentan la radicalización de la policía para que la manifestación no sea limitada, ritualizada, esclavizada, defienden la manifestación con el propio cuerpo, y la política de la multitud aparece como la política de los cuerpos. No más la política de los números de las estadísticas electorales. Cosa que no entra en la cabeza de Dilma y del PT, que continúan consultando a los agentes de marketing. Este movimiento destruyó todas las funciones matemáticas y estadísticas usadas por el marketing, por los economistas. Porque los cuerpos no son números. Ellos interactúan según otra dinámica. Podemos utilizar la metáfora del amor, el amor que tienen estas luchas. “Existe amor” no es un decreto, sino una constitución que pasa por la lucha. Es la lucha que constituye al amor.
¿Qué es lo que lo que la “multitud” enseña al “pueblo”?

El pueblo no existe más en tanto pueblo, sino en tanto fragmento. El otro lado de esa existencia del pueblo en tanto fragmento –que en Brasil conoce por causa del subdesarrollo- reaparece en la forma de constitución de hacerse de la multitud. Ese hacer escamotea la problemática del pueblo. La multitud no es pueblo. La violencia de la multitud es una violencia de resistencia. Si, por un lado, tiene una determinación de radicalización para que la manifestación no sea ritual, por otro, el comportamiento de ese grupo más radical, muchas veces de la periferia, sin ninguna centralización, funciona como un enjambre. Ellos permanecen allá, se juntan, se expanden. Su práctica de la violencia es defensiva. Hay imágenes increíbles de ese enjambre de jóvenes subiendo con vallas, barras de hierro, piedras contra los carros de la policía, incluso caminando encima de los carros blindados. ¿Por qué pueden hacer eso? Esos, que suben, conocen este carro blindado que mata todo el día en la favela. Porque, en la avenida, tenía la condición de hacer eso sin que el carro lo matase. Es un odio contra la policía asesina; y también destrucción del miedo y la construcción de una verdadera paz. No hay paz con miedo. La paz es de los ciudadanos que no tienen miedo. Esta violencia es la construcción de la paz.
¿Cómo entiende la relación entre la crisis de representatividad que alcanza a los partidos políticos y el odio a los medios de comunicación, con autos de la prensa quemados y hostilización a los periodistas? ¿Las dos cosas forman parte del mismo movimiento?

En primer lugar, los medios de comunicación sólo lograron permanecer en estas manifestaciones de manera camuflada. Por eso se llevaron muchas balas de goma. Hubo una gran cantidad de periodistas heridos. La izquierda y el PT  decían que era un movimiento manipulado por los grandes medios de comunicación de derecha. Cuando los manifestantes atacan la Red Globo, como sucedió en Leblon, dicen que son infiltrados, vándalos. Ellos lloran por la campaña mediática de la asignación mensual, pero no pueden ver el hecho de que la multitud es profundamente enemiga de los medios de comunicación porque la identifica con todo el sistema de poder del estado. Si existe un rechazo de los partidos a estas manifestaciones, existe un odio a la policía, al estado, que es equivalente al odio a los medios de comunicación. La cuestión de los partidos es porque los movimientos son irrepresentables. Si un partido pretende imponerse, porque cree que tiene una bandera limpia como el caso de la izquierda opositora, de la extrema izquierda, como el PSTU, éste es visto como una imposición. Si se impone, es visto aún de peor manera –como fue el caso de los sindicatos. El rechazo a las banderas de afuera no significa rechazo de formas de organización y constitución. La fase por la que pasa el movimiento en este momento, es la de decir: “Bueno, una vez que la gente cuestiona sistemáticamente todas las formas de organización, ¿cómo es que la gente se organiza? Nadie sabe cómo.
En la época del lanzamiento de Mundobraz, usted afirmó: “La crisis está abierta, ella puede ser una perspectiva de construcción de otros valores. En ese horizonte está la posibilidad de construir (…) una esfera de lo común”. ¿Las manifestaciones están construyendo esa esfera de lo común?

Todavía no. Ellas señalan una esfera que no es ni aquella estatal, ni aquella del mercado. Son profundamente antiestatales, contra la representación; y profundamente contra el mercado, contra el capitalismo. Este movimiento tira la ropa de todo el mundo. Todo el mundo queda desnudo, hablando un montón de mierda. Pero creo que señala para ese territorio de constitución de lo común. Sólo el movimiento inventa, sólo la lucha enseña. Ese movimiento transmuta todos los valores. Antes del movimiento, eso que yo decía permanecía en la indiferencia, como un dato folclórico, interesante, en el régimen de la producción artística. Ahora se puede decir: “Está allí”. Aunque el movimiento pueda pasar ahora por un reflujo total, es un evento único que abre todos los horizontes de lo posible.

Traducción: Santiago Sburlatti

Por una democracia del común. Entrevista a Michael Hardt


Declaración, el último libro de Michael Hardt y Toni Negri, fue escrito al calor de la serie de «revoluciones conectadas» que irrumpieron en el 2011: Primavera Árabe, 15M, Occupy Wall Street. La obra está constituida por algunas ideas extraídas de las prácticas que se generaron en estas revueltas y que pueden ser útiles para impulsar el paso de un llamamiento a rebelarse contra la crisis y la falsa democracia, a la constitución de una nueva sociedad. Es decir, a la creación de instituciones y nuevos derechos a partir de los prototipos organizativos que se han dado en las redes y las plazas.Las obras anteriores de los autores –Imperio, Multitud y Commonwealth– constituyen una referencia fundamental del pensamiento político actual. Lo que las distingue de la pura especulación filosófica o académica es la articulación de sus autores con los movimientos sociales y las luchas reales del ciclo global de conflictos todavía en curso. En esta entrevista le preguntamos al autor sobre los movimientos contra la deuda como importante derivación de estas revueltas y respecto a su relación con la construcción de una democracia real basada en el común.
En Declaración planteás que estudiar la deuda desde la posición de los endeudados resulta útil para entender el proceso de mercantilización de los derechos. ¿De qué manera transforma la deuda el vínculo entre ciudadanía y derechos?
Nuestras sociedades han pasado de un sistema basado en el bienestar (Welfare) a otro basado en la deuda (Debtfare). Las necesidades básicas para la vida que debían ser cubiertas por la estructuras del Estado del Bienestar ahora son solo accesibles mediante el endeudamiento personal. Necesitas un préstamo para estudiar en la universidad, adquirir una casa o ser atendido en un hospital. Es una grave injusticia que estas necesidades vitales queden además fuera del alcance de muchas personas. Pero lo importante es reconocer la naturaleza social y colectiva de este fenómeno, que forma parte de un proceso neoliberal más general en curso desde la década de 1980, intensificado en años recientes. Las luchas contra la deuda se basan hoy en reconocer que endeudarse no es una elección personal, mucho menos el resultado de un frívolo gasto excesivo. Se trata más bien de un fenómeno socialmente determinado. Cuando reconocemos que no estamos solos en nuestro endeudamiento podemos empezar a luchar juntos.
 
Judith Butler ha propuesto la «fragilidad» como el punto de partida para una alianza política que ya no se basa en la homogeneidad, sino en las diferencias. Esta idea parece sugerente dada la compleja composición del «99%», el «nosotros» que hablaba en Occupy. La proliferación de la confianza y el apoyo mutuo, rechazando la disciplina de la homogeneidad, ¿son ahora condiciones para organizar la revolución? ¿Cómo articulamos la relación entre el uno y el muchos, partiendo de nuestra condición finita, dependiente y vulnerable, contrarrestando el aislamiento que produce la individualización?
Es importante combatir los dispositivos de individualización masiva que aíslan a las personas haciéndolas sentirse responsables e incluso culpables de su propia subordinación, abandonadas en su impotencia. La deuda es un dispositivo que produce este tipo de individualización mediante la retórica de la autosuficiencia individual. Pero sería erróneo obsesionarnos con nuestra victimización. Mediante redes de cooperación social podemos desplazar la perspectiva de la dependencia individual a la interdependencia colectiva. No se trata de imaginarnos inmunes, sino de crear un contexto social en el que podamos sentir una seguridad real. En la relación de unas personas con otras nuestras vidas pueden dejar de ser precarias. Los movimientos recientes contra la deuda en Estados Unidos, España y otros lugares han generado poderosos efectos de desindividualización: no solo bloquean la amenaza acreedora, sino que también –y esto es aún más importante– construyen redes autónomas de interdependencia y apoyo. Me gusta pensar en términos de «poder de la interdependencia». Sin embargo, huir del individualismo forzado de la sociedad del débito no significa fundirse indiferenciadamente en la masa. El asunto plantea un reto teórico y político importante. Tenemos que demostrar que el individuo aislado no es el único espacio de la diferencia, pero también que nuestras redes de cooperación social autónoma funcionan porque somos diversos y solo perduran en la medida en que nos permiten seguir siéndolo. 
¿Cómo opera el «comunero», el sujeto que a vuestro juicio produce «el común»?

Resulta útil pensar al comunero como alguien que no solo hace uso o participa del común, sino que también lo produce. El común debe ser producido y reproducido continuamente. Todo lo que es común o susceptible de devenir común —incluso el agua, la tierra y los bosques— forma parte, siempre, de una relación de cuidado e interacción. También las formas inmateriales de lo común —las ideas, las imágenes y los códigos— deben ser producidas y de tal manera que puedan ser compartidas de forma sostenible. En una escala mayor, debemos pensar en la metrópolis misma y en todas las relaciones sociales insertas en ella como una gigantesca producción y un vasto reservorio del común. El punto clave es entender que el común no es espontáneo ni automático, que necesita del comunero que es quien lo produce y sustenta.
¿Cómo se organiza ese común que no es privado pero que tampoco responde al imaginario de lo público-estatal presente en las demandas de parte de los movimientos y del pensamiento de izquierda?
El común no se define sencillamente por la falta de control privado o estatal, sino también por el establecimiento de un modo de gestión alternativo: la autogestión democrática colectiva. Tales prácticas de autogestión son lo que Toni Negri y yo llamamos «instituciones del común». Mientras algunos sostienen que el común puede ser gestionado únicamente por comunidades claramente delimitadas y reducidas, nosotros concebimos un común definido por el libre acceso y la participación expansiva. El común se debe caracterizar no exclusivamente por la homogeneidad en pequeña escala, sino también por la mezcla y la pluralidad en una escala mayor. Esta discusión es paralela a una conocida divergencia en las teorías sobre la democracia. Hay quienes sostienen que una democracia real solo puede funcionar en el marco de unas comunidades reducidas y limitadas, mientras otros —entre quienes nos incluimos— imaginamos y luchamos por la democracia de una población a gran escala, heterogénea y activa. Tal democracia real no existe aún de un modo significativo y su realización futura no está en modo alguno garantizada, pero constituye el horizonte —una estrella que guía en la imaginación política— para un número cada vez mayor de personas alrededor del mundo. Una democracia real y unas relaciones abiertas y expansivas del común son promesas por las que debemos luchar.
¿En qué estado se encuentra la organización del movimiento contra la deuda en Estados Unidos después de Occupy? ¿Te parece que las iniciativas contra la deuda se pueden considerar un «comunero colectivo» en oposición al «capitalista colectivo»?
Existen numerosas campañas contra los desahucios organizadas a nivel local en Estados Unidos, pero el proyecto contra la deuda de coordinación más extendida es Strike Debt. Uno de sus aspectos más útiles es la manera en que reúne las luchas contra diferentes formas de deuda: estudiantil, sanitaria e hipotecaria.
Sin duda, iniciativas como también la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) en España y otras similares crean un común en la medida en que combaten la segregación de la ciudad fragmentada y privatizada, y dotan a las personas de herramientas con las que crear espacios comunes para vivir. ¿Qué significaría hacer realmente una metrópolis común? Es una cuestión de peso difícil de responder. No me cabe duda de que Strike Debt o la PAHofrecen parte de la solución.
¿Dónde radica la posibilidad de romper con la individualización del tiempo, para afirmar una temporalidad de los «comuneros»? ¿Cómo podemos romper con la temporalidad de la deuda y afirmar un tiempo de la compartición, organizando la vida en común?
Para constituir una nueva temporalidad, tenemos que empezar por investigar la naturaleza del tiempo en que vivimos hoy. El historiador E. P. Thompson teorizó cómo la industrialización conllevó un cambio en nuestro «tiempo interno». Mientras anteriormente se medía el tiempo en términos de ciclos naturales y tareas materiales, el dominio de la industria introdujo una medida homogénea y regular del tiempo que se propagó desde la fábrica hacia toda la sociedad. Thompson señala también que el movimiento obrero industrial dedicaba una parte importante de su esfuerzo a las luchas sobre el tiempo. La lucha por reducir la jornada laboral operaba en el terreno de la temporalidad industrial. Thompson propone reconstruir nuestro sentido del «tiempo interno» en términos de qué hacemos, cuáles son nuestras prácticas cotidianas y cómo cooperamos productivamente unas personas con otras. Es una tarea difícil, pero este me parece por lo menos un punto de partida. El estallido de la fábrica como modo de producción ha dado como resultado una fragmentación de tiempos de la producción. La temporalidad del sujeto endeudado forma parte de esta nueva pluralidad. Tenemos que dar cuenta en detalle de los diversos modos de producción y de cooperación de los sujetos endeudados, para poder identificar cómo constituyen en concreto su sentido del «tiempo interno» e investigar qué potencialidades de revuelta se abren en este terreno.

Inactualidad, demora y repetición: prólogo a Kamchatka, de Mariano Pacheco

por Omar Acha


Los ensayos reunidos en este libro de Mariano Pacheco, en mi lectura, confluyen en un nudo problemático, gravitan alrededor de un eje conceptual. Asedian las convicciones básicas del progresismo intelectual afirmado en América Latina durante las últimas décadas. Intervienen, entonces, en el panorama cultural heredado tras el disciplinamiento con que las dictaduras anochecieron el suelo de las democracias capitalistas.

Hoy el progresismo intelectual –el caso argentino es al respecto ejemplar– ha encontrado su clímax, pues campea en oficialismos y en oposiciones. Se ha constituido en un puntal del complejo establishment cultural local. Sus matices son oportunidad de ventas en librerías y notas en “revistas de cultura”. Pero sobre todo, estimulan alineamientos aparentemente antagónicos en torno a convicciones compartidas. Es innecesario ironizar al respecto, pues quienes mejor piensan dentro de la estela progresista saben bien, y lo han dejado entrever, que sus divergencias se componen en el seno de lo que no es cuestionado: la economía y la democracia capitalistas.
Para reconocer el nervio ideológico del progresismo intelectual es suficiente recordar las palabras claves de lo que desde 1983 se impuso como el deseo de una nueva “cultura política”: democracia, derechos humanos, inclusión social, república. Esa “cultura política” no fue exclusividad de un único cuartel doctrinario. Justamente, prosperó como establishment cultural porque fue el suelo donde se plantearon las disputas posteriores entre las voces audibles, entre posturas “razonables”. Fue, y hoy lo es más que nunca, el a priori incuestionable e impensable de la hegemonía intelectual del país burgués. Todo “pensamiento” y todo desacuerdo se emplazan en la naturalización y universalización de los puntos de partidas progresistas.
¿Quién se atreve a cuestionar de qué se habla, políticamente, cuando se utilizan los “derechos humanos” como arma de legitimación del dominio? Porque hoy solo es un signo de la libertad, borrándose el horizonte burgués que consagra. ¿Quién pone en suspenso la virginal impunidad de la “democracia”? Porque ya no se plantea su funcionalidad con la opresión partidocrática y clasista sobre la decisión popular. ¿Cuándo será posible denunciar la degradación del asistencialismo que conserva a los pobres en una pobreza un poco menor? Porque es indecible que ese asistencialismo legitima a las élites dominantes en su supremacía para la que se reclama, además, la gratitud de “los humildes”. Aquellas y otras preguntas del mismo estilo están ausentes en la discursividad vigente. Lo están porque sus supuestos han quedado en el pasado arcaico: la transformación social, la democracia plebeya, el poder popular, el socialismo. Son éstas, y no las otras (democracia, capitalismo), las palabras prohibidas, impronunciables por gente cuerda. No las pronuncian las dos ramas del progresismo intelectual: la vertiente liberal-socialdemócrata y la vertiente nacional-popular. Si creemos a los discursos progresistas de hoy, las vindicaciones revolucionarias son patrimonio de despreciadas “sectas políticas”, tan atenazadas en sus monólogos como externas de la realidad. La democracia sin adjetivos es el nicho sagrado de todas las posturas “críticas”.
La pulsión de inactualidad respecto al consenso reformista late en la prosa con que Mariano Pacheco contraviene la serenidad ideológica de la cultura progresista. Lo hace siguiendo los trazos de tres nombres: Nietzsche, Freud y Arlt. Son más que citas oportunas. En verdad, las tres referencias no bastan –ellas solas– para consolidar una posición. Sabemos que las citas de referencias “prestigiosas” son obligadas tanto para las carreras académicas como para las escrituras progres. Pululan por doquier ponencias, artículos y libros en tren de “publicar” o brindar apoyos a las opciones sistémicas de nuestro tiempo.
No es entonces cuestión de citas lo que Pacheco nos propone. Es más bien una intersección de enigmas poco compatibles con los remilgos del pensamiento progresista. Retorno, repetición, traición, son las palabras claves de este libro. Antes de insistir en la decisiva cuestión de la repetición –ese intríngulis teórico de toda escritura inactual– me interesa destacar algo más sobre el cuestionamiento de la monocordia progresista.

Hoy surgen cada tanto agrupaciones intelectuales con sus respectivas “declaraciones”. Pareciera que vivimos, por ende, en un tiempo de renacimiento intelectual. Se dice que los intelectuales han regresado a la política. Sin embargo, un consenso poco sorprendente atraviesa y hermana las disputas aparentes, de superficie, entre las tribus intelectuales. Los desacuerdos suelen ordenarse alrededor de cómo se sitúan ante el kirchnerismo, aunque ese lugar antes estuvo ocupado por el alfonsinismo y el menemismo. De allí que la cuestión de fondo no sea el kirchnerismo. El tema general es la base progresista de todas las alternativas, con excepciones de las presuntas y desoídas manías de la izquierda “ultra” (y decir “ultra” ya es situar al otro en lo que es y hace nada, ni interlocutor ni antagonista porque es incomunicable). El galardón por el que se torean es cuál vertiente es realmente la progresista, mientras las otras lo serían de manera equívoca o inconsecuente. Debaten por la misma razón y con la misma razón. Pero eso no es un debate.
Contrastadas con las fisuras emergidas durante el bienio 2001-2002, son discusiones restauracionistas, es decir, relegitiman los problemas que la crisis vino a desnudar y sin embargo no eran radicalmente nuevos. En nuestros días el establishment intelectual se nutre de una agenda progresista remozada, matizada por las exigencias que esa crisis legó, pero sin que la mueva una fidelidad al evento ni la perplejidad ante sus promesas irresueltas.
En este panorama adquiere un nítido perfil la demora en el nacimiento de una nueva generación intelectual en la Argentina, la suspensión de un advenimiento que se anuncia en mil indicios pero cuya coagulación es todavía una espera. No me refiero a las invocaciones “generacionales” que reclaman transmisiones de legitimidad y sentido para las camadas más jóvenes, sin un apreciable esfuerzo por acometer la injusticia de erigir una palabra propia. Que intelectuales de menor edad asuman las ideas de intelectuales más viejos (no interesa que añadan alguna acotación marginal sin alterar el fondo) es bien distinto del pronunciamientogeneracional.
El pronunciamiento debe eludir atorarse en el circuito infernal del resentimiento. Para exaltar su vitalidad requiere la invención de perspectivas, la producción de obras. Las apelaciones que nos propone Mariano Pacheco no son las únicas posibles, pero ciertamente los usos de Arlt, Freud y Nietzsche que nos ofrece convergen en la emergencia de un programa de invención no progresista. Traer esos nombres a la palestra, ya no como citas en mercancías académicas, ni tampoco solo como pimienta para arrojar a los ojos somnolientos del gradualismo intelectual. Más bien, como nutrientes para conversaciones con la nueva generación.

La heterogeneidad de Freud, Arlt y Nietzsche se hace vector alrededor de la repetición. La repetición delata el doblez de la “integración”, desnuda la ideología del “progreso”, la hipocresía de la “inclusión” condescendiente. Mientras el pensamiento progresista pretende “avanzar”, realizar prudentes “pasos adelante” hacia una mejoría justipreciable “en el contexto” (como esos sindicalistas que “entienden la situación” y acuerdan bajas salariales), la revelación de lo repetitivo cruza el vector confiado y progrediente con la certidumbre de su hipocresía.
La repetición revoca el origen y la meta para lanzarnos al cuadrilátero del antagonismo, donde se gana o se pierde, donde todo empate oculta algún ardid. Escenas que se reiteran, pugnas perpetuas engalanadas pero no eliminadas. En el orden ideológico de nuestras convicciones ordinarias, la repetición se pliega en el cuerpo y la muerte, ese destino de toda carne.
Pensar radicalmente no es separable del hacer físico. Una muy prolongada tradición ha escindido el quehacer intelectual del olor y el calor que acompañan a la flexión muscular, al choque de los huesos. Refigurar la praxis intelectual como movimiento corporal agresivo, diverso del mero daño, es un envase adecuado para exceder los conformismos progresistas. Leo los escritos de Mariano Pacheco anudados a vigorosas formas corporales, por ende en sesgo adverso respecto de la cópula sin fricciones del adaptacionismo académico (que regurgita cualquier obra como “tema de tesis”) y de los malabares castratorios con los que el progresismo licua adaptativamente la conflictividad raigal de la crítica. Por eso distingo gotas de transpiración viñesca –por David– en este libro.  
Nos hallamos en la demora de una gestación del quehacer intelectual emancipado del progresismo. Esa demora no la decide la providencia. Tampoco es el resultado de una conspiración de los viejos de alma o de nacimiento. Anida en ella la apertura para un comienzo de la creación intelectual. Pues si es cierto que el capital y la democracia burguesa reinan en nuestra tierra, las realidades mundiales están henchidas de impulsos para pensar, escribir o filmar de otro modo. También las situaciones argentinas y latinoamericanas avistan potencialidades de insurgencia, aunque también revienten de hegemonía y adaptación. El capítulo intelectual de esa novedad acompaña el vilo de nuestro tiempo. Un primer paso en ese sentido consiste en avanzar contra el legado político-ideológico de la represión política de la última dictadura: el progresismo. Demora, inactualidad y repetición, entonces, son las claves con las que quiero invitar a recorrer los ensayos de Mariano Pacheco. Ejercicios de desavenencia con el tiempo dominante, con todos sus guardianes y sus oportunistas.
 Balvanera, enero de 2013

Ecologistas de panza llena… de plomo

Por Joan Martínez Alier

He coleccionado declaraciones de presidentes latinoamericanos, de Daniel Ortega por la izquierda hasta Juan Manuel Santos por la derecha, pasando por Cristina Kirchner, Evo Morales y su vicepresidente, el caducado Sebastián Piñera y también Ollanta Humala, Rafael Correa y el ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva.

Adivinen quién dijo qué:

…ningún gringuito con la barriga llena puede venir a reclamar ni darnos lecciones de ambientalismo…

…(El presidente) critica ambientalistas al defender la construcción de centrales hidroelétricas…

…rechazamos posiciones extremas: el agua o el oro. Nosotros planteamos una posición sensata: el agua y el oro…

“…calificó al ambientalismo de ‘estrategia imperial’ durante su intervención en la cumbre… Río+20…”

…no es una ley fundamentalista ni por el lado del productivismo, ni fundamentalista por el lado del ecologismo, es una ley equilibrada…

…es loable la defensa de la fauna y de la flora, pero más importante es cuidar a la especie humana para que tenga trabajo, agua, cloacas…

“…ha manifestado su oposición, en la última cumbre del ALBA, a ese ‘fundamentalismo indigenista’ que se opone a toda explotación de los recursos naturales y propugna un ecologismo radical que detiene por completo el progreso”.

Mientras los dirigentes de Bolivia aseguran que el ecologismo es el nuevo colonialismo, Mario Vargas Llosa escribe lo contrario: Hay una izquierda radical que ha encontrado en el ecologismo una bandera que le permite resucitar los viejos problemas. Pero vean cómo coinciden en la inquina contra el ecologismo.
Si ampliamos el campo, encontramos repetidas menciones al ecologismo de panza llena. Los ecologistas dicen lo que dicen porque tienen la panza llena. La oposición ecologista a los transgénicos es elitista y conservadora. Vean el elaborado discurso de Tarsicio Granizo, de Ecuador: Sectorizar la lucha ambiental no es más que una respuesta pequeño-burguesa al problema de pobreza, exclusión y desigualdad. Pero claro, ¡es fácil hablar con la barriga llena! Por cierto, en muchos de nuestros países el ecologismo (como lo conocemos en la actualidad) está vinculado a las clases dominantes… Otro defensor del presidente Correa, Carlos Viteri, declaró: Para el que tiene la barriga llena es fácil decir: No se toque el Yasuní.
Adivinen si un político que dice lo siguiente es de derecha, de centro o de izquierda tradicional: Sin desarrollo no hay trabajo, ni calidad de vida, ni posibilidad de que la gente viva bien, con lo que no hay posibilidad de preservar nada. Con la barriga llena se pueden preservar muchas cosas, pero con la barriga vacía no se preserva nada.
Pasemos ahora a reseñar sólo algunos de los cientos de casos de ecologistas o ambientalistas populares que han sido asesinados por las fuerzas estatales o por paramilitares o sicarios de latifundistas o de compañías mineras o petroleras. ¿Dónde empezar? En Filipinas, el 9 de mayo de 2012, el líder ecologista Margarito Cabal fue asesinado en la provincia de Bukidnon, en Mindanao. La ONG local Karapatan aseguró que en dos años 76 líderes y activistas de los derechos humanos han sido asesinados en Filipinas. Trece de ellos estaban comprometidos sobre todo con la protección del ambiente (aunque sea difícil separar la protección del ambiente natural de los derechos humanos).
Sólo en América Latina hay cientos de muertos ecologistas mencionados en la prensa en los últimos 25 años, incluyendo al menos 20 o 30 mujeres, como Betty Cariño, en México; Maria do Espirito Santo con su marido José Claudio, en Pará, Brasil, en 2012… Muertas y muertos con barrigas llenas del plomo de las balas asesinas, como el activista antipetrolero Ángel Shingre, en Orellana, Ecuador.
Veamos casos recientes. El 15 de julio de 2013, en Honduras, un indígena lenca murió y otro resultó herido cuando militares atacaron a tiros a pobladores que se manifestaban contra la construcción de hidroeléctricas. Eso ocurrió en el departamento de Intibucá. En México, también en un conflicto hidroeléctrico, el ecologista Noé Vázquez Ortiz fue asesinado en Veracruz el 2 de agosto de 2013, aunque no a tiros, sino a pedradas. En Guatemala, el abogado Rafael Maldonado presenta una cuenta que parece corta: 50 asesinatos de ambientalistas que se oponían a proyectos mineros e hidroeléctricos entre 1989 y 2012, recogidos en informes sobre ataques a derechos humanos que ha sistematizado el Centro de Acción Legal, Ambiental y Social. Podríamos ir bajando hacia el cono sur: Panamá, Colombia, Brasil, Perú… un reguero de ecologistas muertos, incluyendo algunos, muy pocos, puramente conservacionistas. No me queda espacio. En Venezuela, el 3 de marzo de 2013, el cacique yukpa Sabino Romero fue acribillado por pistoleros. Era conocido por su defensa del territorio ancestral en la sierra de Perijá, en Zulia, rico en carbón y otros minerales.

El nacional-bolchevique y los negrazos

por Pablo Stefanoni

Nacer en una ciudad que lleva el nombre del creador de la policía secreta ya es un dato, pero sin duda lo es menos en la URSS, donde Félix Dzerzhinski era uno de los héroes revolucionarios y llegó a ese panteón luego de fundar la Cheka, la policía política que luego sería conocida como GPU, NKVD, KGB y hoy día FSB. Su monumento de la Plaza Lubyanka de Moscú fue derribado en 1991 pero Vladimir Putin repuso una escultura en su honor en el Ministerio del interior. Si hubiera vivido más, seguramente hubiera sido fusilado, pero falleció de un ataque cardíaco en 1926, y como ya no representaba ningún peligro, Stalin bautizó una ciudad con su nombre.
Ahora estamos en 1942, en la ciudad de Dzerzhinsk, donde fue concebido Eduard Veniaminovich Savienko. Eran los años del sitio a Stalingrado. Poco después sus padres emigraron a Járkov, un centro industrial y ferroviario de Ucrania. Allí se “socializó” –por decirlo de alguna manera- el niño que más tarde se rebautizaría como Eduard Limónov. Su padre era un chekista de bajo rango, encargado de trasladar presos o cuidar instalaciones, sin el orgullo de haber combatido en la Gran Guerra Patriótica. Al comienzo, Eduard lo admiraba, al final terminó considerándolo un imbécil, un fracasado. Por esos años, las ciudades rusas estaban llenas de pandillas de niños ladrones, asesinos –huérfanos o no-, lo que llevó al Estado a bajar la edad de imputabilidad penal (incluida la pena de muerte) a doce años. PeroEdichka –el diminutivo ruso de Eduard- combinaba su participación en estas hordas de niños y adolescentes con su vocación por la poesía. Además aprendió que quienes inspiran verdaderamente respeto no son quienes están mejor entrenados o son más grandotes sino quienes están dispuestos a matar. Y él lo estaba; llevaba siempre una navaja.
Es la vida de Eduard Limónov la que reconstruye en forma de biografía novelada (aunque no tanto) Emmanuel Carrère (Limonov, Anagrama, 2013) –el hijo de la famosa sovietóloga Hélène Carrère d’Encausse, a su vez hija de georgianos blancos que abandonaron Rusia tras la revolución de 1917. Emmanuel Carrère conoció a Eduard, ya bautizado Limónov, en París a comienzo de los años 80. Por ese entonces, el chico de Jarkóv que podía ir con sus amigos de pandilla a presentar un poema a un concurso oficial de poesía e incluso ganarlo, había pasado por muchos mundos. Para Limónov, la vida se divide entre fracasados y exitosos, el problema es que su visión del éxito es a menudo perturbadora e inestable. Primero quiere –y llega- a la bohemia de Jarkóv y más tarde a la de Moscú. Pero eso, que era lo que más ansiaba, no le quita el desprecio que siente por esos disidentes que se reúnen en sótanos, leen samizdat (copias clandestinas de textos prohibidos) y adoran a figuras como el poeta Joseph Brodsky. Limónov, que siempre combinó grandes dosis de idealismo y pensamiento “ácido”, -y se ganaba la vida como sastre- decía irónicamente que la ventaja del sistema de censura soviético era que podía haber “grandes escritores” que nunca publicaban nada; es más, que cuanto menos publicaban eran más heroicos porque se los suponía más perseguidos.
Limónov era –al mismo tiempo- un duro que podía pasar largas jornadas de zapói –unas borracheras de varios días que pueden incluir viajes en trenes sin saber a dónde van, confiar los secretos más íntimos a desconocidos casuales y diversos vagabundeos luego olvidados por la pérdida de conciencia- y de igual modo podía caer en grandes depresiones por amor (o al menos por mujeres que lo dejaban).
Su autoexilio a Nueva York no calmó su búsqueda; al final no estaba muy seguro de querer ser un “Charles Manson de las letras”, un revolucionario profesional o un escritor de éxito. En Nueva York se juntó con los exiliados soviéticos pero no los soportaba; llegó a ser parte de las fiestas de la familia de Alex Liberman –un rico emigrado ucraniano, encargado de la dirección editorial de la revista Vogue– y al final rechazó ser comparsa de millonarios y famosos.
En Occidente, su inconformismo perpetuo –pero no carente de cierta coherencia- lo llevó a posiciones polémicas –y para muchos escandalosas. Su bautismo de fuego fue un artículo en ocasión de la concesión del Premio Nóbel de la Paz a Sájarov. Limónov escribe un artículo titulado “Desilusión” para explicar que los disidentes están aislados del pueblo, que sólo se representan a sí mismos y, en el caso de Sájarov, a los intereses de su casta, la nomenklatura científica. Que la vida en la URSS es gris y aburrida pero no es el campo de concentración que esos disidentes describen. Y finalmente, que Occidente no es mejor y que los emigrados, pagan cruelmente haber abandonado su país porque la triste verdad es que en Estados Unidos nadie los necesita.
Pero el escándalo no provino de su publicación en una revista marginal (nadie había querido publicárselo) sino de su repercusión en la URSS, donde el Komsomólkaia Pravda publicó: “El poeta Limónov dice toda la verdad sobre los disidentes y la emigración”. Sus compañeros del deprimente periódico Russkoe Dielo pasaron a considerarlo un agente del KGB. Pero Limónov estaba lejos de ello.
Por esos tiempos vivía en un hotelucho de mala muerte con prostitutas, drogadictos y delincuentes, muchos de ellos afroamericanos. Su esposa Elena, que lo había acompañado en su aventura neoyorkina lo abandona. Por momentos el poeta ruso parece acabado. En una de sus decisiones que mezclan desesperación, necesidad de experimentar nuevas sensaciones y redimirse de él mismo, “decide” volverse homosexual. Para ello vagabundea por los parques de la ciudad donde se hace follar por negros igualmente vagabundos. De ese wild side nacerá el libro autobiográfico (como todas sus obras) que un editor francés tan escandaloso como él tituló El poeta ruso prefiere a  los negrazos. Luego publicaría Diario de un fracasadoRetrato de un bandido adolescenteHistoria de un canalla, e Historia de un servidor. En este último cuenta sus aventuras como mayordomo de un multimillonario de Manhattan –una de sus tareas que combinaron necesidad y un poco de excentricidad.
Así, cuando esperaba poco del futuro, y pensaba en alguna hazaña suicida, un editor parisino decidió publicarlo. El poeta ruso… fue un éxito escandaloso y se mudó a Francia.
Allá se vinculó con Jean-Edern Hallier, fundador  de L’Idiot international a fines de la década del 60. El tono panfletario y alborotador de la revista era un espacio ideal para Limónov, y allí se codeó con algunos exponentes de la extrema derecha francesa como Jean-Marie Le Pen.
Mientras tanto, la Unión Soviética comenzaba a crujir. Pero Limónov estuvo lejos de alegrarse. Todo lo contrario. Fiel a su hostilidad a lo políticamente correcto detestó a Gorbachov. Después detestará a Yeltsin y hoy lucha a muerte contra Putin. Al capitalismo criminal que comienza a regir tras la caída de la URSS lo lee como pura humillación de un país entero, con ex jerarcas que de la noche a la mañana se hicieron multimillonarios ostentosos, a costa de la expropiación masiva del Estado y la población. Millones de rusos –entre los cuales los jubilados se llevaron la peor parte- quedaron en la miseria. La frontera entre buenos y malos se desdibujó, también la de demócratas y reaccionarios. “Ahora lo más terrible es que creo que la verdad está del lado de las personas a las que siempre he considerado mis enemigos”, dice el demócrata y disidente histórico Andrey Siniavsky.
Después de su primer regreso a Moscú, Limónov emprende otra huida redimidora y termina como combatiente voluntario en la República Serbia de Krajina –un Estado que nunca llegó a existir- y donde se codea con diversos criminales de la guerra de los Balcanes. Al final decide volver a hacer la revolución a su propia tierra.
Entra en contacto con Aleksadr Duguin, un politólogo nacionalista –partidario de un imperio euroasiático- que construyó un panteón donde pueden convivir sin problemas Lenin, Mussolini, Hitler, Leni Riefenstahl, Maiakovski, Julius Evola, Jung, el Che Guevara, Rosa Luxemburgo, el historiador francés George Dumézil, Lao-Tsé, Guy Debord y varios otros. De esa amistad nacerá el Partido Nacional-bolchevique, cuyos símbolos son una bandera nazi pero con la hoz y el martillo en lugar de la esvástica y el saludo hitleriano pero con el puño cerrado. 
Pero esta mezcla de estalinistas, fascistas, nacionalistas, anarquistas, punk, góticos, escritores, cabezas rapadas y rockeros (en su enorme mayoría jóvenes) está lejos de entrar en la categoría tradicional de partido neonazi o milicia de skinheads. El propio Carrère se sorprendió cuando, atento al tema para escribir su libro, encontró que la respetada y después asesinada periodista Anna Politkóvskaya –de indudables credenciales democráticas- defendía con voz alta y firme a los jóvenes nas-bol que eran enviados a las cárceles y molidos a palos por la policía. Finalmente, en un país destrozado por el cinismo, con una sociedad pasiva, consumista, superficial y atomizada, estos chicos no sólo creen en algo sino que ponen su vida al servicio de sus ideales. Es más, a Politkóvskaya estos jóvenes íntegros y valientes son casi los únicos que le inspiraban confianza en el futuro moral del país. En gran medida, el nacional-bolchevismo –ilegalizado desde mediados de los 2000- funcionó como un espacio de contracultura más que como un proyecto con chances de llegar al poder. El propio Limónov fue encarcelado en 2001 bajo delitos de terrorismo, organización de banda armada, posesión ilícita de armas de fuego e incitación a actividades extremistas. Estuvo tres años preso en cárceles de alta seguridad.
En una de esas cárceles llamada campo de Engels, a la orilla del Volga (los presos la llaman “Eurogulag” por su modernidad arquitectónica y su carácter modélico) Limónov encontró que los lavabos del baño le recordaban a los diseñados por el arquitecto Philippe Starck en un refinado hotel neoyorkino. A partir de ahí pensó en su recorrido: ninguno de los presos había conocido los trabajos de Starck y ninguno de los alojados en ese hotel habían estado presos con criminales variados en una cárcel rusa. Esos son los muchos Limónov que aparecen en el libro de Carrère –que más que una biografía condensa las propias autobiografías del poeta ruso.
Últimamente Limónov, de 70 años, ha dado un nuevo giro y se ha aliado a sectores liberales en la alianza Otra Rusia, que  intentan sin éxito desplazar de poder a Putin. ¿Paradójico? Carrère destaca las afinidades de Edichka con el Presidente ruso: niñez humilde, padre militar de bajo rango, nostalgia por el comunismo y desprecio por la debilidad. Putin dijo una vez que «quien no añora la URSS no tiene corazón, y quien quiere reconstruirla tal como era no tiene cerebro».

La paternidad como resaca

Por César Rendueles

1. La paternidad by Ikea son papis maduros pero fibrosos, vestidos con jersey de cuello de pico y tumbados en pufs junto a angelicales rubiecitos que picotean fruta fresca de un bol Bland Blank. Cuidar de un niño es, básicamente, lo contrario. No dormir (nunca). Inventar cuentos en medio de un atasco bajo la supervisión de un inmisericorde crítico literario de tres años que señala cualquier incoherencia desde el asiento de atrás. Echar broncas homéricas por nimiedades. No dormir (nunca). Tratar de inmovilizar a dos niños convertidos en croquetas de arena para untarlos de protección solar. Introducir a empujones en el colegio a un niño histérico con la desoladora certeza de que le estás arruinando la vida. Llegar a una reunión de trabajo con restos de vómito de bebé en la camisa y que te la sude. Recorrer de noche las farmacias como en Perros Callejeros en busca de la única marca de tetina que acepta una lactante sibarita. ¿He comentado ya lo de no dormir (nunca)?… Por eso los padres modernos no existen. Son una leyenda urbana. Al menos hasta que H&M saque una línea de ropa con estampado de papilla regurgitada.
2. Tengo un amigo que es muy buen escalador y de vez en cuando hace su buena obra del mes llevándonos a unos cuantos paquetes a hacer el ridículo en alguna pared de la Sierra de Madrid. A veces, cuando estás asegurando con la cuerda a alguien que está escalando y ves que lo está pasando mal le preguntas: “¿Quieres que te baje?”. Mi amigo se pone frenético: “¿Por qué le dices eso?”, nos grita. “Claro que quiere que le bajes. Está colgando de una roca a veinte metros del suelo. ¿Qué crees que te va a responder? ¡Sácame de aquí! Lo que tienes que hacer es animarle a que siga”. No se me ocurre mejor forma de explicar en qué consiste tener un hijo y, en general, cuidar voluntariamente de otras personas o incluso de animales. Una parte muy importante de la experiencia del cuidado no tiene nada que ver con algo que queramos. No preferimos cambiar pañales o dar conversación a un anciano senil o pasear a un perro a las siete de la mañana bajo la lluvia. Tampoco son exactamente obligaciones morales, como cuando te fuerzas a ti mismo a decir la verdad aunque te vendría bien mentir. Si cada vez que nuestros hijos nos despiertan por la noche tuviéramos que acordarnos del imperativo categórico, los orfanatos estarían abarrotados.
   
3. Por eso para mucha gente la paternidad es una experiencia explosiva que saca a la luz contradicciones profundas. Todo a nuestro alrededor está diseñado para que nuestros gustos, casi siempre mediados por el consumo, sean nuestras principales señas de identidad. En un mundo de trabajos precarios donde la ideología política es un chiste sin gracia, somos lo que consumimos. Nos definimos por la lista de la compra. La crianza es prácticamente incompatible con esa comprensión de uno mismo como un agregado de preferencias más o menos cool. Cada padre, cada madre, lo vive como puede, claro. Algunos con alegría. Otros con sufrimiento. Hay quien lo sobrelleva vampirizando el tiempo de otras personas. Y hay quien tiene el dinero suficiente para pagar por fingir que puede seguir con su vida como si tal cosa. En la mayoría de los casos, supongo, hay un poco de todo ello. Cuidar de los demás no te hace necesariamente mejor persona. Es más, a menudo saca lo peor de uno mismo. Tampoco hay nada particularmente mágico en relacionarse con gente muy bajita y menos inteligente que un chimpancé. Y, desde luego, la idea de que la vida familiar es una fuente sistemática de bienestar es puro buenrollismo cursi (y si no mira a Orestes). Pero, a pesar de todo, con frecuencia la paternidad nos hace ver que buena parte de nuestra vida estaba, al menos en parte, basada en presupuestos falsos.

 

4. No tienes una carrera laboral, sino una mierda de trabajo que te hace encontrarte con tus hijos cansado e irritable. No vives en un mundo repleto de excitantes innovaciones culturales, eres un zombie del supermercado del entretenimiento. Sobre todo, descubres que el cuidado mutuo siempre había estado ahí, aunque no fueras capaz de verlo. A lo largo de nuestra vida adulta casi siempre estamos inmersos en una red de cuidados más o menos densa: acompañamos, limpiamos, aconsejamos, cocinamos, auxiliamos y, al mismo, tiempo recibimos todas esas atenciones. Es algo que los padres de mi generación hemos descubierto tarde y mal. El primer recién nacido que muchos de nosotros cogimos en brazos fue nuestro propio hijo. Eso no nos hizo desear irnos a vivir una leprosería a dedicarnos 24/7 a ser héroes morales. Más bien nos ha hecho entender que el mundo es una gran leprosería donde hemos construido búnkers comerciales en los que nos encerramos unos poquitos años a escenificar una falsa independencia. El cuidado mutuo no había desaparecido, sencillamente lo habíamos sepultado bajo un piso compartido, unos cuantos viajes y demasiadas tracklists.
5. Por cierto, no hay ninguna necesidad de tener hijos. Pero si estás pensando en ello puede que no sea mala idea hacerlo cuanto antes. Si aún eres lo suficientemente joven como para aguantar de fiesta de jueves a domingo tal vez puedas cuidar de un bebé sin esta sensación de resaca permanente aunque no hayas bebido ni una gota de alcohol. 

El gobierno de lo social

por Juan Pablo Maccia


Cortita y la pié: asistimos a la dislocación de la arquitectura que organizaba la compatibilidad entre gobierno jurídicamente constituido (estado democrático) y gobierno efectivo de lo social (gubernamentalidad).
El primero, tras levantar grandes expectativas, acepta mansamente finalizar ante la autoridad de una cláusula constitucional (no-reelección). El gobierno políticamente constituido es aquel que dramatiza la soberanía representativa, es decir, el manejo de la ley común, del aparato del estado y de la producción retórica que produce “efecto sociedad”. La falta de alternativas, así como de continuidades previsibles empalidece el panorama.
El segundo (el gobierno efectivo de lo social) se desarrolla ininterrumpidamente según canales «alegales«. Tal gubernamentalidad se pone en juego en la regulación fáctica de tres variables esenciales: la circulación monetaria (valores, mercancías), de las imágenes (medios, marcas, acciones colectivas) y de las armas (y las municiones).
Durante el tiempo en que cada una de estas instancias opera como condición de posibilidad de la acción de la otra, hablamos de estabilidad y felicidad. Durante los momentos de crisis extrañamos este círculo virtuoso, y nos referimos a él como época de “normalidad” y de seguridad.
Estos círculos se han descentrado entre sí. La falta de coherencia entre ellos produce inquietud general. Demasiado dinero en negro (fracaso del blanqueo de capitales, y de control público de la renta agraria, sojera, urbana). Demasiada permisividad en la circulación de armas y municiones (autogobierno policial). Imposibilidad de regular efectivamente la circulación de imágenes (imposibilidad de aplicar de hecho y en forma plena la ley de medios). No se trata tanto de una nueva dificultad del estado a la hora de regular, como del hecho de que esta incapacidad se haga evidente. De que se la padezca demasiado.
La fragua que el PJ prepara en el plano político es el correlato inevitable del fracaso kirchnerista por estabilizar un programa económico, político y social de alcance nacional y regional. La carencia absoluta de alternativas amenaza con enloquecerlo todo.
Y no hay peor conducta, ante la inestabilidad de origen político, que enfatizar en la convocatoria fundada exclusivamente en tópicos afectivos e imaginarios. Estos, con ser imprescindibles, precisan ser sostenidos por un  programa que argamase intereses concretos y de peso. O de lo contrario la epidemia del tiempo pasado puede afectarlo todo. Y los que hasta ayer parecían ser novedad aparecer de modo irreversible como sujetos despojados de vigencia.

A Tajo Abierto



Largometraje documental dirigido por Gianni Converso y producido por Gianni Converso y Daniel Santana, basado en el tema de la minería a cielo abierto.

En las cimas de los andes peruanos se encuentra Yanacocha, una de los complejos de minería de oro más grandes del mundo y el más productivo en América. Actualmente, este proyecto en constante estado de expansión amenaza con los recursos naturales de la región de Cajamarca, poniendo en peligro de extinción una forma de vida que sus habitantes han disfrutado desde tiempos pre-Incas.

A tajo abierto es un documental de carácter periodístico investigativo que descubre la naturaleza de la industria del oro y expone las amenazas que esta ofrece a las poblaciones en regiones afectadas. El objetivo del film es exponer a través de especialistas de todos los ámbitos, representantes gubernamentales y nativos de la zona andina cuál es el verdadero valor del oro y cuanto estamos dispuestos a pagar por sus beneficios financieros.

Carta abierta 14

Juan Pablo Maccia

Modernidad y religión van de la mano. Leo los diarios día a día (ingenuidad del hombre moderno), con más ceremonial los días domingos (¿Por qué avergonzarse de la propia liturgia?). El día de hoy forma parte de lo que vivo como días políticamente tristes del último año. Tristeza fechada en la hora en que el liderazgo político del gobierno nacional y la burocracia que la rodea  aceptó casi sin chistar respetar el artículo de no-re-re-elección, que clausura el proceso político kirchnerista. 

El día de hoy, digo, se publica una nueva Carta Abierta. En ella se hace mención a que vivimos entre la “urgencia” y la “esperanza” y se advierte que está en juego -en las próximas elecciones- la salud del proyecto nacional, popular y democrático en curso en nuestro país desde mayo del 2003.
La carta tiene algo en su favor y algo en contra. A favor, que no habla de “modelo”,  ni repite “vengo bancando este proyecto” como cantan tantos compas. Más adecuado a nuestras historias militantes, los “proyectos” se discuten. En contra: se insiste en una posición entre victimista y profética, de buena conciencia intelectual-progresista, que no llega a advertir la impotencia política-práctica que destila.
Solo un par de preguntas para los amigos, que como tantos otros no pudieron –aunque algunos lo intentaron y no supieron cómo hacerlo, tal vez por estar siempre demasiados pendientes del tacticismo de la rosada- organizar, en el momento oportuno (aquel del 54%), el necesario camino de la re-re-elección.  
La primera pregunta es esta: ¿por qué creen que el destino del proyecto se pone en juego precisamente ahora, luego de unas PASO perdidas y no antes, cuando aún era posible pensar a la ofensiva, re-abriendo el proceso re-re-electoral?  ¿Por qué introducir ahora esa carga pública de dramatismo, cuando se aceptó en privado el camino a la derrota, sin hacer público entonces un balance a la altura de las circunstancias?
La segunda pregunta es esta: ¿para qué sirven los discursos cómo estos dirigidos sólo a quien ya estaba de acuerdo con ellos antes de leerlos?  El círculo vicioso anula la vitalidad política. ¿No hubiese sido mejor que recitar la historia del mundo y del país, como hilván de una serie de episodios en los que los malos “destituyen” a los buenos, plantear de modo directo que la derrota política de las PASO ha llevado al Frente para la Victoria a una política oportunista (¿cómo se pudo avalar a Granados en Seguridad y silenciar el “efecto Francisco”?), y liquidacionista de muchos de los principios que la carta esboza?
La próxima carta, compañeros, ¿llamará a votar a Scioli en 2015?

La Colombia del Futuro

por Arturo Escobar

La Colombia de hoy es una Colombia de devastación. Las décadas del “desarrollo” solo han exacerbado la desigualdad social, la concentración de la tierra, la injusticia, la violencia, la dependencia y la destrucción ambiental. Las llamadas locomotoras del desarrollo económico y el tratado de libre comercio solo lograrán profundizar estas tendencias.
La Colombia del futuro requiere de un modelo radicalmente diferente; tiene que romper con los imaginarios caducos de los siglos 19 y 20 (“progreso”, “desarrollo”, modernidad, crecimiento material, etc.). Dado que la crisis ambiental y social es global, hay que re-imaginarse a Colombia pensando ecológica y políticamente con América Latina y el mundo (especialmente los debates sobre el Buen Vivir y los derechos de la naturaleza), en vez de adaptarse a la fuerza a los dictados de la “globalización”. Esto implica pensar en una verdadera transición ecológica y cultural hacia una sociedad muy diferente a la que conocemos. Muchos visionarios nos hablan de las características de estas transiciones: la restructuración de la producción de los alimentos en base a la descentralización, el cultivo orgánico y la biodiversidad; la democracia participativa; las autonomías locales; el uso menos intenso de los recursos; la reducción del consumo de energía y fuentes alternativas de esta; y las economías sociales y solidarias. Post-petróleo, post-carbono, post-capitalismo, post-extractivismo, postdesarrollo son algunos de los imaginarios emergentes. En sus formas más avanzadas, estas narrativas nos hablan de un cambio de modelo civilizatorio, más allá del extractivismo y el consumismo de la modernidad capitalista.
No es tan difícil imaginarse estos mundos diferentes. Imaginémonos por ejemplo un Valle del Cauca sin caña de azúcar y ganadería extensiva, lleno de pequeñas y medianas fincas dedicadas al cultivo agroecológico de frutales, hortalizas, granos, animales, etc., orientadas hacia los mercados regionales y nacionales, y solo de forma secundaria a la exportación. Durante más de dos siglos, este impresionante Valle ha sido sistemáticamente empobrecido ambiental, social, y culturalmente por una elite insensible y racista, que se ha enriquecido inmensamente para su propio beneficio; como se sabe, la caña agota las tierras, las aguas y las gentes (en especial la gente negra) y la ganadería extensiva ha desnudado montes y laderas. En el nuevo Valle se restaurarían los paisajes, se erradicaría la pobreza, muchos que aun quieren tener tierra la tendrían, de-crecerían las ciudades y se repoblarían campos y poblados, resurgiría la cultura, se lucharía abiertamente contra el racismo y el sexismo, y todos y todas tendrían acceso a educación de buena calidad y a las tecnologías de la información. Podemos hacer un ejercicio de la imaginación similar con cualquiera otra región del país. El Pacífico, por ejemplo, como lo visualizan los movimientos de afrodescendientes e indígenas, sería un Territorio-Región inter-cultural con comunidades integradas al medio ambiente, “sin retros, ni coca, ni palma”, como dicen los activistas –es decir, sin las locomotoras del desarrollo que desde los ochenta lo destruyen a pasos agigantados.
La Colombia del futuro se debe pensar de abajo hacia arriba. Hay, sin duda, requisitos básicos para ello: una redistribución radical de la tierra, una política de convivencia inter-cultural basada en el fortalecimiento cultural y social de las comunidades, políticas de ciencia y tecnología plurales que se surtan de los múltiples conocimientos y concepciones de vida de los diversos grupos sociales, e infraestructuras de apoyo en cada localidad y región para la transición al post-extractivismo. Gracias a las visiones sobre la transición, lo imposible se vuelve pensable, lo pensable realizable. Surgirá otra “Colombia”, verdaderamente ecológica y plural, a medida que deja atrás ese llamado desarrollo que hoy la devasta.

¿Continua el paro agrario en Colombia? Acuerdos parciales y un conflicto latente

por Diego M. Higuera 
(Integrante del colectivo Colombianxs en el Sur)


La centralidad del histórico paro agrario que se adelantó durante los últimos meses se ha visto opacada por otros temas nodales del país, entre ellos se encuentra el proceso de paz con las FARC, las elecciones parlamentarias de octubre y el relanzamiento de la ultraderecha a través de un nuevo partido -liderado por el expresidente Álvaro Uribe- que ya cuenta con varios integrantes cuestionados judicialmente por sus vínculos con el paramilitarismo y la corrupción. El desarrollo de estos temas no es, desde luego, ajeno a la problemática agraria. Si bien el paro no se ha extendido en su forma de protesta masiva, no quiere decir que las condiciones que lo gestaron se hayan modificado, de hecho, el ministro de defensa presentó a comienzos de octubre un proyecto de ley que criminaliza la protesta social e incluye la tipificación de la “obstrucción de vías” como un delito punible. Esto es un instrumento que anticipa lo que viene: protestas en el marco del paro agrario y los reclamos de otros sectores en crisis, entre los que se destacan la universidad pública, la salud, la pequeña y mediana minería.

En el artículo anterior describimos la situación general del paro, su contexto de emergencia marcado por las consecuencias negativas de las políticas neoliberales y el hito que significó la movilización de diversos sectores sociales, como hace mucho tiempo no ocurría (http://anarquiacoronada.blogspot.com.ar/2013/09/paro-agrario-en-colombia-modelo.html). Señalamos que la articulación de distintos grupos, sectores y gremios, así como la efectiva denuncia de la violenta respuesta estatal, había potenciado los reclamos con enorme repercusión en el ámbito urbano.

Mencionamos que la ruana de los campesinos de tierras frías se alzó como una de las principales banderas, tocando “sentimientos nacionalistas” que impulsaron a miles de personas no movilizadas y ampliaron la difusión de discusiones y argumentos ocultados por la supuesta neutralidad técnica de la ortodoxia neoliberal, que ha formulado las políticas públicas de las últimas décadas en el país. Sin embargo, la visibilización urbana y mediática de la ruana no debe hacernos olvidar el papel de organizaciones populares, indígenas y afro, cuya presencia alerta sobre un fenómeno que en alguna medida ha sido ajeno a “la ruana”: la antigüedad de la agenda construida por los sectores movilizados durante los últimos años (recordemos la Minga indígena de 2008) y cómo, durante las últimas tres décadas, millones de campesinos de tierras bajas y de colonización han sido despojados de sus tierras, sin haber alcanzado un tipo de solidaridad como la vista en los últimos meses. Por eso, no es extraño que el gobierno haga enormes esfuerzos para regionalizar y fraccionar la protesta, bajo la conocida fórmula: dividir para luego atacar al eslabón más “débil” y “poco visible” de la cadena, es decir, los campesinos colonos, los que están buscando titular sus tierras y quienes defienden la propiedad colectiva. Como dijimos, el escenario es más complejo y las oportunidades abiertas por las movilizaciones de septiembre deben examinarse con más cuidado.

Ahora repasaremos la estrategia del Estado luego de las movilizaciones, hablaremos del escenario actual y señalaremos que los factores impulsores del paro tienden a profundizarse debido a la aplicación de más clausulas de los Tratados de Libre Comercio y la profundización de la política agraria favorable a la acumulación de tierras y la especulación inmobiliaria. Subrayaremos que los movimientos sociales y los diversos sectores que exigen una política social amplia, la soberanía alimentaria y el respeto de los derechos políticos de las organizaciones de base, tienen que converger en propuestas que combinen demandas al Estado con estrategias para difundir y decretar mandatos populares que detengan el poder de los grupos económicos locales y trasnacionales, frente a los que los Estados no disponen de mecanismos para detenerlos, como muestra, por ejemplo, la hasta ahora inamovible y expansiva presencia de la agroindustria transgénica en algunos países del Cono Sur.
El gobierno busca acuerdos parciales

A finales de agosto, el presidente Juan Manuel Santos recorrió en helicóptero las zonas aledañas a Bogotá declaradas en paro. En tierra repudió la muerte de un policía con arma de fuego a manos de “infiltrados” dentro del paro el cual, según el presidente, sólo era un reclamo aislado de algunos productores: “el tal paro nacional agrario, no existe”, sentenció. Ese día se frustró una negociación con esos campesinos y sus vecinos del andino departamento de Boyacá. El paro siguió y en pocos días los 16 ministros y altos consejeros de Estado presentaron su renuncia. Los titulares de las carteras competentes al paro fueron relevados (Agricultura, Minas y Energía, y Ambiente), así como los dos ministerios de mayor relevancia política (Interior y Justicia). Al finalizar la ceremonia de posesión de los ministros, Santos anunció orgulloso: “Creo que hemos posesionado a un equipo de lujo”.
La mayor parte de los bloqueos a vías se levantaron después del 8 de septiembre, luego que el vicepresidente Angelino Garzón (ex sindicalista y ex militante de izquierda) negociara con los camioneros en la capital del departamento del Cauca. Garzón también invitó a paperos y cebolleros –los campesinos andinos de zonas aledañas a Bogotá- a firmar un pacto. No lo consiguió, pero estableció la fecha de otro encuentro. El 12 en Bogotá, se convocó a diversos sectores, gobernadores y alcaldes para la creación del “Pacto Nacional por el Agro y el Desarrollo Rural”. Algunos productores y grupos movilizados acudieron a la convocatoria, una parte manifestó su rechazo porque no había una agenda de trabajo clara y por el lugar privilegiado que ocuparían los grandes productores y el nuevo ministro de agricultura, el caucano Rubén Darío Lizarralde. El abogado y economista del partido conservador aceptó el nombramiento y renunció a la gerencia general de INDUPALMA, que ocupaba desde 1994. Esa compañía palmicultora –registrada en Panamá y cuyos dueños se desconocen- ha despojado de tierras a campesinos de la región Caribe y eliminó cualquier forma de sindicalización de sus empleados, según denuncias del senador Jorge Robledo (http://www.moir.org.co/Las-hazanas-del-ministro.html). Además, INDUPALMA impulsó, con toda la diligencia de Lizarralde, una forma de negocio espuria que ha llevado a la quiebra a cientos de pequeños productores (http://www.semana.com/opinion/articulo/marco-real-marco-teorico/357501-3).

En el encuentro de Bogotá, los representantes campesinos y el alcalde de la ciudad (un ex integrante de la guerrilla del M-19 que encabeza el movimiento “Progresistas”), le dijeron al gobierno nacional que una mesa amplia de negociación tenía el propósito de formular políticas y leyes alrededor del campesino y no en su contra, como ocurrió en 1972 durante el llamado “pacto de Chicoral”, que enterró el último y tímido intento de reforma agraria en el país. Algunos dirigentes campesinos y el acalde señalaron que no participarían de un “pacto de Chicoral II”, que consolidará la política regresiva favorable a los grandes capitales y terratenientes, muchos de ellos aliados con el narcotráfico y el paramilitarismo (https://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=lPOc5H2xNmw#t=32). 
De manera simultánea, en el campus de la Universidad Nacional, se realizó la “Cumbre Nacional Agraria, Campesina y Popular”. Allí convergieron diversos sectores sociales con el protagonismo de: “El Coordinador Nacional Agrario (CNA)” y “la Mesa de Interlocución y Acuerdos (MIA)”. Al final del encuentro se presentó la “Declaración Política de la Cumbre Nacional Agraria, Campesina y Popular”, que reitera las críticas al gobierno y denuncia que la represión estatal ha provocado la pérdida de 12 vidas humanas y 4 personas desaparecidas, así como cientos de violaciones a los derechos humanos. La declaración aborda con detalle las exigencias del paro: una política de reforma agraria integral; la defensa de los territorios colectivos de las comunidades indígenas, campesinas y afro; un Estado activo que garantice la sustentabilidad de la producción agraria; una política de hidrocarburos y minera a favor de los intereses nacionales. Lo anterior supone el reconocimiento de los derechos políticos de la población rural y su efectiva participación en la formulación de las políticas (http://colombiainforma.info/index.php/movilizacion/1008-declaracion-final-de-la-cumbre-agraria-y-popular-nueva-convocatoria-para-octubre).
Es necesario distinguir las características de las tres organizaciones que nuclean a los grupos movilizados, lo haremos con base en un interesante análisis publicado por el Centro de Estudios Interculturales de la Universidad Javeriana de Cali (disponible en: (http://www.javerianacali.edu.co/sites/ujc/files/node/field-documents/field_document_file/el_paro_nacional_agrario-_un_analisis_de_los_actores_agrarios_y_los_procesos_organizativos_del_campesinado_colombiano._centro_de_estudios_interculturales._.pdf).

1. “El Coordinador Nacional Agrario (CNA)”, integrado por organizaciones locales y regionales de campesinos pequeños propietarios productores de alimentos, agromineros, pequeños ganaderos y cafeteros. El CNA surgió de los Foros Nacionales Agrarios realizados entre 1997 y 1998, y venían del proceso de lucha de los pequeños cafeteros. Muchos de ellos han hecho parte de procesos de formalización de la tierra, pero están muy lejos de poder vincularse económicamente a mercados regionales y nacionales de gran escala, y aún están basados en el trabajo y la colaboración familiar para producir. El CNA hace parte del “Congreso de los Pueblos” en el que se articulan organizaciones indígenas, afro y campesinas.

2. La “Mesa de Interlocución y Acuerdos (MIA)” surge por iniciativa de la Federación Sindical Unitaria Agraria -que históricamente ha reivindicado a los colonos de tierras bajas- y sectores campesinos del movimiento Marcha Patriótica. En general son personas de agricultura familiar de subsistencia pues viven en condiciones precarias, con poco acceso a tierras (muchas veces de manera informal), y su vinculación con el mercado es precaria o casi nula. Ese sector reivindica fuertemente la constitución de las Zonas de Reserva Campesina.

3. “Dignidad Agraria” y las “Dignidades” gremiales. Agrupan buena parte de los productores de tierras frías (los de ruana mencionados antes) y otros de tierras cálidas (arroceros, paneleros, cacaoteros, cafeteros) que se han venido organizando para reclamar prerrogativas dentro de los TLCs para que no se afecte su producción. Manejan un tipo de “agricultura familiar consolidada”, porque tienen un nivel mucho más desarrollado de las condiciones económicas, acceso a la tierra e infraestructura para producir mercancías de mejor manera y poder relacionarse con el mercado a nivel local, regional y nacional. Una parte de este sector ha estado históricamente vinculada al Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario, que hoy hace parte de la coalición de izquierda “Polo Democrático”.

Dadas las características de las tres organizaciones, no extraña el liderazgo de la MIA y la CNA en la cumbre alternativa de Bogotá, mientras que los miembros de las Dignidades asistieron simultáneamente al encuentro con el gobierno nacional y con las otras organizaciones. Tenemos, entonces, que la complejidad del paro obedece a diferencias regionales, históricas, políticas, organizacionales y de condiciones productivas y de vida de aquéllos que llevan adelante este proceso. La formulación de tres pliegos distintos al iniciar el paro, es una muestra clara de dicha situación (al respecto ver la síntesis de Dorado: http://alainet.org/active/66493). El gobierno reconoce esas diferencias, ha propuesto múltiples diálogos regionales y sectoriales con el fin de aplacar algunas demandas, mientras silencia y reprime otras. Santos y sus asesores pensaron que la articulación entre los sectores no se concretaría o no tendría las repercusiones que tuvo, de ahí la subestimación del paro. La experiencia de los últimos meses es muy relevante porque ha consolidado estrategias organizativas y ha generado “vasos comunicantes” entre diversos sectores de un país extremadamente fragmentado y desigual.

Las instancias de diálogo regional y sectorial abiertas por el gobierno han logrado débiles acuerdos sobre importación de productos, tipos de subsidios, baja en el costo de insumos y medidas de protección. Son débiles porque tienen un acotado alcance y lo respaldan las firmas de funcionarios gubernamentales de bajo nivel jerárquico. El 30 Septiembre Dignidad Agropecuaria le dirigió una carta al presidente con el título: “Santos: nada de lo que pactaron sus delegados se ha cumplido”. El encabezado resume el balance de las negociaciones, luego la misiva concluye: “su gobierno tomó el camino de adoptar medidas inocuas que se presentan ante la galería como trascendentales pero que son una burla a un justo reclamo de los más de 2,5 millones de productores del campo”.

En esos días, Julio Fuentes de la MIA afirmó que no se había llegado a ningún acuerdo y las negociaciones habían dejado en evidencia las enormes discrepancias con el gobierno, relacionadas con la falta de una política agraria integral, la propiedad de la tierra, la titulación colectiva, los derechos de las comunidades y la estigmatización de la protesta social (http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=Tl2D013ZPlw).
Sigue el paro agrario. Hacia un mandato de soberanía alimentaria
El nuevo ministro de agricultura dijo que “no es amigo de los subsidios” y precisó con respecto al sector cafetero que “el país ni el gobierno pueden financiar por sécula seculórum las ineficiencias”. También anunció un proyecto de ley sobre baldíos que, supuestamente, atraerá inversiones nacionales y extranjeras, modernizará el campo y permitirá la adjudicación de terrenos a las familias campesinas. Como han mostrado los trabajos de Héctor Mondragón, en Colombia los precios de la tierra son muy elevados, a tal punto que ciertas agroindustrias, como el etanol subsidiado, no son rentables. Las grandes propiedades hacen parte de un modelo de acumulación y especulación inmobiliaria muy antiguo, sobre el que se asientan los poderes tradicionales y sus recientes aliados ilegales. Mondragón señala que el proyecto del ministro Lizarralde busca adjudicar nuevas tierras a bajo costo para los grandes propietarios y así continuar el modelo especulativo, mientras las 16,6 millones de hectáreas aptas para agricultura desperdiciadas en manos de los terratenientes no son objeto de transformación por alguna ley o política. El Estado renunció a la soberanía alimentaria para traer alimento vía TLCs, mientras apuesta por el retroceso industrial y el estancamiento agrario con el fin de volver a una economía colonial extractiva de minerales y petróleo con base en inversiones. Estas formas de especulación subordinan toda la economía al sector financiero (http://viva.org.co/cajavirtual/svc0371/articulo05.html), que ha sido el de mayor rentabilidad en los últimos años y en 2012 llegó a ser el segundo más rentable del mundo (http://www.americaeconomia.com/economia-mercados/finanzas/bolsa-colombiana-es-la-segunda-con-mayor-rentabilidad-en-el-mundo-en-2012)
En este mes, distintas ciudades del país tuvieron “cacerolazos” en respaldo al paro agrario y reclamos salariales de los docentes. Durante la semana del 14 de octubre se realizará una gran movilización indígena en 29 puntos del país y la Mesa Amplia Nacional Estudiantil iniciará jornadas para exigir soluciones al grave déficit presupuestal de las 32 universidades públicas. Las diversas luchas continuarán por las esquivas respuestas del gobierno, que se sintetizan en tres premisas: no se renegociarán los TLCs, no se formulará una política agraria integral y no se generará un modelo alternativo para garantizar los derechos a salud y educación de los colombianos. Dichas premisas quedaron al descubierto en el “Pacto Nacional por el Agro y el Desarrollo Rural”, mencionado anteriormente, cuyos compromisos no superan los dos años de vigencia, y no son más que paliativos a un problema estructural que no ha contado con la voluntad política para su solución.

El nombramiento del ministro Lizarralde es otra muestra de la postura cínica y dogmática del gobierno. Se hace necesario buscar que los pueblos decreten mandatos que obliguen al Estado a garantizar la soberanía alimentaria y una política a favor de los medianos y pequeños mineros. En este sentido, la MIA ha impulsando una Constituyente Agrominera con el apoyo de diversos sectores sociales. Estamos atravesando una coyuntura que marca un quiebre, por la masividad y articulación de los reclamos que han puesto en evidencia cómo las políticas de los últimos años han favorecido a las transnacionales, los acumuladores de tierras y unas pocas empresas locales, sus aliados políticos y los tecnócratas neoliberales. La satisfacción de las demandas básicas del paro puede convertirse en el inicio, y único camino, para modificar el núcleo de la problemática social colombiana.

El espiritualismo y el poder terapéutico

 
Conversamos con Santiago López Petit, químico y filósofo español, profesor de Filosofía en la Universidad de Barcelona. El espiritualismo y los dispositivos terapéuticos del capitalismo. El espacio interior como espacio de miedo. La construcción de la individualidad. El gesto político: hacer de la enfermedad un arma.

El malestar social en una sociedad terapéutica // Espai En Blanc

En el primer número de la revista de Espai en Blanc empezamos a abordar la relación que existe entre vida y política. No se trataba tanto de defender un cierto vitalismo – por otro lado difícil de eludir cuando no hay sujetos históricos ni horizontes emancipatorios – como de empezar a explorar la relación misma que liga vida y política, o dicho de otra manera, la multiplicidad de sentidos que se encierran en la cópula “y” que vincula ambos términos.

Se puede afirmar que la característica definitoria de la época global en la que estamos consiste en que realidad y capitalismo se han identificado. Esta identificación se produce después de una Gran Transformación de más de treinta años que ha visto desaparecer lo que antiguamente se llamaba “la cuestión social”. No hace falta insistir, una vez más, que la derrota política del Movimiento Obrero está en la base de estas consideraciones. La coincidencia entre capitalismo y realidad significa antes que nada, que ya no hay afuera. Más exactamente, que ya no hay afuera del capital. Todavía dentro del marxismo clásico si bien renovado se ha querido aprehender esta transformación como una subsunción de la sociedad en el capital, y a la vez, como una generalización del trabajo a todos los ámbitos de la sociedad. Aquí es donde entra la vida en tanto que problemática. Subsunción implicaría que la vida (subjetividad, afectos…) es puesta directamente a trabajar para el capital. Este análisis aunque cierto, es insuficiente porque desconoce justamente esa multiplicidad de sentidos que contiene la relación entre vida y política, por lo que nos acaba empujando hacia una posición política equivocada.

Consecuentes con este planteamiento creemos que tendríamos que pasar de un paradigma de la explotación a un paradigma de la movilización global. Evidentemente, este tránsito no implica el fin de la explotación capitalista sino justamente, al contrario, su máxima exacerbación. Desde esta nueva perspectiva, no es que la vida sea puesta a trabajar, es que la vida misma deja de ser un dato objetivo para convertirse en algo subjetivo: vivir es “trabajar” nuestra propia vida, o dicho más claramente, vivir es gestionar nuestra propia vida. Se ha dicho muchas veces que el trabajo era la mejor terapia para tener controlados a los enfermos mentales, especialmente, a los más violentos. “Coged a un furioso, introducidlo en una celda, destrozará todos los obstáculos y se abandonará a las más ciegas embestidas de furor. Ahora contempladlo acarreando tierra: empuja la carretilla con una actividad desbordante, y regresa con la misma petulancia a buscar un nuevo fardo que debe igualmente acarrear: es verdad que grita, que jura a la vez que conduce la carretilla… Pero su exaltación delirante no hace más que activar su energía muscular que se encauza en beneficio del propio trabajo.” S. Pinel: Traité complet du régime donataire des aliénés. Paris 1836. Pues bien, hoy habría que afirmar que la vida misma es esa terapia. Una terapia de control y de dominio. Aunque pueda parecer inusitado, el efecto represivo que jugaba la obligación del trabajo se reformula como obligación de tener una vida. Ahora se entiende porque la tesis central a la que llegamos – y se trata simplemente de un corolario de la definición que establecíamos de la época global – puede resumirse así: hoy la vida es el campo de batalla. La vida, en este sentido, no consiste más que en una actividad privada cuya finalidad es producir una vida privada. No somos más que vidas (privatizadas) movilizadas para reproducir esta realidad hecha una con el capitalismo. Esta movilización global reserva un destino diferente a cada vida. A unas las convierte en vidas hipotecadas, a otras en residuales, a otras en emprendedores de sí mismos. El resultado es, sin embargo, común por cuanto en todas ellas el estado que prima es el del “estar solo”. Porque en la sociedad-red, en definitiva, estar conectado paradójicamente es estar solo. El malestar social será el nombre de este no-poder, de esa imposibilidad de expresar una resistencia común y liberadora frente a las nuevas condiciones de la realidad. El malestar social no es más que el bloqueo del camino hacia una subjetivización política capaz de enfrentarse al mundo.

Pero para que la movilización funcione este malestar social tiene que encauzarse, y ese encauzamiento debe comportar, en última instancia, su inutilización política. Para ello toda dimensión colectiva del malestar tiene que ser borrada: el malestar social será reconducido a una cuestión personal. Así cada vida se adapta e integra en la propia movilización. El querer vivir del hombre anónimo funciona entonces dentro de la movilización, y como su principal impulsor. De esta manera, vivir acaba siendo sinónimo de movilización. Es por eso que el poder tiene que ser fundamentalmente un poder terapéutico dirigido a mantener funcionando una sociedad enferma. El poder terapéutico no pasa tanto por el internamiento como por la intervención sobre toda la sociedad. Su intervención no perseguirá curar, sino prevenir, evaluar riesgos, chequear aptitudes, y sobre todo, tratar cada caso como particular. Este es el secreto del modo terapéutico de ejercicio del poder.

Es importante describir sociológicamente este malestar, y así dar cuenta de las múltiples enfermedades del vacío (estados de pánico, depresiones…) que, surgidas por doquier, gestiona el poder terapéutico. Pero lo verdaderamente importante, y es lo que en verdad nos interesa, es politizar ese malestar social. De aquí que la reflexión sobre la sociedad terapéutica tenga que ir acompañada de un análisis del estatuto de lo político en la actualidad. Que la vida es actualmente el campo (político) de batalla nos obliga a pensar nuevamente qué significa politizarse, ya que la politización parece ser esencialmente un proceso de autotransformación personal. Si toda politización tiene que arrancar de la propia vida, y habrá que ver lo que eso comporta, ocurre que una política que se ponga como objetivo la politización de la existencia adopta, paradójicamente, la forma de una terapia. Este resultado tiene mucho de autocontradictorio y es inaceptable, por cuanto la “forma” terapia implica la existencia de un experto, y en definitiva, una relación jerárquica. Pero no es fácil salir del atolladero. Si forzosamente estamos obligados a acercar nuestra política – la política que impulsa la politización de la existencia – a una terapia, entonces hay que pensar una política-terapia que se libere de la terapia misma. No sabemos cuál es el camino, pero estamos convencidos de la necesidad de apuntar más lejos del horizonte terapéutico. El Colectivo Socialista de Pacientes (SPK) defendió valientemente que había que “hacer de la enfermedad, un arma.” Este puede ser un buen lema para pensar la interrupción de la movilización global, y encarar así esa vía que desconstruye desde dentro mismo la propia terapia.

Serie «Guerra por el Consumo»: Desambientados

por Diego Valeriano
En sus mentes reina la confusión, todo cambia a su alrededor y buscan explicaciones en sus otras vidas sin advertir hasta qué punto sus viejas creencias se van transformando en aire y vacío.
Incapaces de hallar nuevos enlaces a la situación, buscan refugio en idea en desuso. La vida tal como la conocían ha dejado de existir y no se muestran aptos para asimilar lo que ha sobrevenido en su lugar. Desambientados. Así viven quienes nacieron en otra época, o por motivos diversos intentan escapar al territorio de las periferias. Apelan a recuerdos  de una vida anterior y distinta de esta que hoy los consume. Y emplean enormes esfuerzos para sobrevivir sin entrar en combate directo. Sus impulsos inhibidos han arruinado sus reflejos y ya ni saben reaccionar ante los hechos más habituales. Del mismo modo en que son inoperantes para actuar, lo son para pensar.
Hipersensibles. Les duele tanto mirar lo que hay que ver que apartan la vista e incluso cierran los ojos. Se sumergen sistemáticamente en el desconcierto. ¿Vieron realmente lo que vieron? Acuden a abstracciones para completar la realidad dolorosa que se les escapa. Rellenan los agujeros por medio de un notable esfuerzo explicativo: “condición social”, “lógica del Sistema”, “historia de las últimas décadas”… Historia. Observan con “categorías” para desentenderse de aquello a lo que le han quitado la mirada, y los habría puesto en riesgo. La observación preservativa es una actividad que sirve para “conocer” y no para linkear mundos posibles. No usan los órganos de acuerdo a la exigencias de la guerra: no ven en superficie: sólo quieren ver en profundidad… entender.
De allí que se les presenta este dilema: si por un lado precisan sobrevivir, adaptarse, actualizarse, defenderse y aceptar las cosas tal cual son; por otro lado, para alcanzar ese estado deben aceptar, junto a la imposición de esta realidad, la destrucción de aquellas razones y motivos por las que se sintieron alguna vez nobles animales políticos.
Para vivir la vida runfla plenamente es necesario morir políticamente y no quedar atado a apelaciones nostálgicas, explicaciones absurdas y artificios morales. Morir como gesto: soltar el cuerpo político como último cuerpo posible.
Pero, ¿quién deserta del último bastión moral? Cuando el mundo de los otros se vuelve inabarcable; cuando la guerra por el consumo anuncia nuevas formas de vida resistente a todo moldeado político, el gesto político moralista deviene banalidad extrema como último recurso.

A esta clase de último hombre (el militante, el investigador, el moralista) se le impone la vida runfla, se le vuelve inexorable, y así y todo la resisten: no saben, no quieren, no pueden entender la metamorfosis. Así y todo se ven involucrados en ella, forman su parte más retrasada, más conservadora, más impotente.

Serie “Guerra por el consumo”: Veterana de guerra

por Diego Valeriano


Camina y va acomodando su cuerpo a los gestos de aprobación que recibe de los otros. Es permeable a cada mirada, crece con ellas, se fortalece. En compañía de las miradas deja las frustraciones y tristezas bien atrás. Su estado de ánimo es el otro.
Dobla en la esquina, toma la calle asfaltada y los conos naranjas le marcan el camino por donde debe pasar. Mantiene el paso firme, serena por fuera pero en ebullición por dentro. Sus hormonas pujan por salir, le dictan desafíos. Ahí están sus enemigos, su salida, sus posibles, sus verdugos.
Es la hora justa: todos ellos están más relajados, ya casi no pasan autos. Como una peleadora (street fighter) los encara en busca de sus miradas. Es el momento hora ideal para luchar. Cruza el puesto y casi todos los gendarmes se dan vuelta para mirarla, le dicen algún piropo entre dientes, ella -de tan impune que se siente y dentro de lo que cabe- le devuelve una mirada a cada uno.
A sus quince es una veterana de guerra. Cada secuela se le transforma en hábito; cada faena en un entrenamiento para la improvisación. Zafó una y mil veces del destino conurbano, del peligro que le toca en suerte por el sólo hecho de ser mujer. Y todavía no lo reconoce, la veteranía la confía demasiado.
Ella sabe, porque lo vio, que un elevado porcentaje de veteranos de guerra tiene secuelas físicas o psicológicas de tal seriedad que les impide encontrar el camino a la normalidad (o felicidad) y recurren al suicidio o a la vida común, como salida a sus problemas.
Lejos de cualquier aplanamiento de la vida en un fetiche amoroso, la curiosidad que la saca a la calle expande su práctica de vida hacia una multiplicidad de figuras corpóreas en una guerra que se define cuerpo a cuerpo e intenta encontrar allí su tránsito hacia una pequeña trascendencia.
Programa su estrategia de combate: alguna pasada más por el puesto de control -ella sola como cebo, como guerrillera-, jugando al límite del kamikaze. Luego empujar a sus amigas para que la acompañen, sostener la mirada lo suficiente y seguir siendo así de linda. 

Serie “Guerra por el Consumo”: Micro-química

por Diego Valeriano


Todxs hemos sufrido de manera inexorablemente transformaciones en esta guerra. La alteración de lxs cuerpos, desde su composición material hasta su estructura y sus propiedades ha sido notable en lo que va desde que todo esto comenzó.
Desde un punto de vista microscópico, lxs cuerpos involucradxs en esta guerra han padecido por efecto de innumerables reacciones químicas, producto del intercambio constante de energía con su entorno.  Da igual que se trate de víctimas, victimarios, mujeres, killers o veteranos. Todxs, fatalmente, hemos visto aumentar en lo que va de esta guerra, el contacto con tales reacciones químicas. Y lo que es peor: ya no podemos abandonar el círculo vicioso que se constituye como flujo de energía entre el sistema y su campo de influencia.
Nuestra guerra no posee formas definidas explícitamente, su dinamismo es completamente abierto, inacabado. Se transforman los cuerpos y el deseo en función del contacto con la energía, y con de modo en que ella nos influye.  Está allí, entre las cosas, entre todas las cosas, en todos los actos, en la envidia, en la misma voluntad, en el cuerpo que siente, en las compras, en los estados de ánimo, en las mutaciones, en todos los encuentros.
La guerra produjo la transfiguración continua de los territorios hasta volverlos incomprensibles, inabarcables, irracionalizables e ingobernables. Química y disputa, energía y acción. Pequeñas partículas de energía que de tan vitales se vuelven universales.
Tal macroquímica de la guerra orienta los mecanismos de combate hacia los cuerpos mutantes, como vapores que han penetrado la epidermis, y se apoderaron de los gestos, de los comportamientos. Nos hemos vuelto volátiles, nuestra materia ha devenido en constante cambio por la oscilación de la energía que atraviesa nuestros territorios. Hemos llegado a ser impredecibles: el consumo nos ha liberado de la fijeza de nuestros antiguos roles.
De un tiempo a esta parte han caído en desuso hasta volverse completamente impensables antiguas nociones “aprendizaje” y “mejoramiento”. Hay quien aún las nombra, pero ya no aportan nada. Hemos quedado instalados en un presente exclusivo y total. Vivimos este presente en el cual lo que define es el dinamismo de la energía buscando reacciones. En este espacio todo lo relevante se convierte en individual, en una lucha apasionada de transformación de la materia.
No cabe duda alguna que el consumo libera. Una potente energía ha sido emancipada y sin cause recorre como un fantasma la alegría y la vitalidad de los de abajo.

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