Anarquía Coronada

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La víctima, el político y el diluvio

por Marcelo Laponia y Diego Valeriano


“Sólo la victima descubre descarnadamente la ficción de la vida en sociedad, la victima ya sin nada que perder comienza un camino de restituciones y justicia, la victima deja de ser cómplice, a la víctima le cambia el escenario de su vida. Reconfigurando su futuro y sus temores”
I.
Desde el origen de los tiempos el diluvio depura, la catástrofe elimina a los injustos. El arca que preserva la vida ya no es la de Noé con sus animalitos, sino una fuerza movilizadora en torno a la víctima, que ha dejado de ser una figura pasiva para volverse el motivo más potente de movilización.
II.
La catástrofe es general porque además de la ruina de las vidas privadas lo que se destruye es el mecanismo mismo de hacer sociedad, de hacer ciudad. La catástrofe pone en descubierto que nadie está a salvo: ¡welcome to hell!
III.
Juan Cabandié –que no es precisamente una luminaria— fue quien vio más claro el asunto cuando dijo: “sin militancia, no hay estado”. Porque si un saldo, además de los muertos y los destrozos, dejó esta catástrofe es que las redes de solidaridad hicieron las veces de la “militancia”, y la militancia se convirtió en el dispositivo de emergencia para que el estado se haga –bien o mal– presente.
IV.
Entre los bienes destrozados conviene contabilizar también la idea misma de que el estado popular (en vías de desarrollo a tazas chinas) garantiza la seguridad de la población a través de la creación de infraestructura pública y de un cuidado pastoral sobre las vidas. Never in the puta life.
V.
Porque, al fin y al cabo, qué es la política sino el arte de someter a discusión aquello que no se discute. Así entendida (y tal como anotó esa tal Rosa Lugano), la política ya no existe entre nosotros. Hemos vivido en el pasado momentos intensos de política en los que los militantes inventaban organizaciones revolucionarias para tomar el poder del estado y acabar con las miserias estructurales, económicas y morales. Desde que esos militantes fueron derrotados política y militarmente quedó fuera de la discusión la propiedad de los medios de producción y apropiación de las riquezas. Incluso, bien obvio, el problema de la desigualdad. Siempre y cuando sostengas los niveles de consumo.
VI.
Desde entonces (salvo la irrupción de movimientos sociales de nuevo tipo en torno a la crisis del 2001) lo que hay espolíticos sin política. Los políticos hacen muchas cosas: por ejemplo, participan del espacio mediático y representativo. También asumen responsabilidades de gestión en ésta o aquella repartición pública. De allí que tengan discursos, equipos, imagen. Sin embargo, ninguno de esos atributos le es esencial. Un político puede cambiar de partido, de discurso, de equipos y de repartición pública.  Lo único que es real, en serio, para el político es su carrera (el self made man). Nada que reprochar en esto. Al contrario, este hecho elemental lo aproxima a personas que en las más diversas situaciones tienen también como real más verdadero su propia carrera (sea ésta en una empresa, en la universidad, en los medios, en el deporte, etc. etc.). Sin embargo, la carrera de un político es particularmente difícil: debe poner en juego surostro y exigir al máximo cuerpo, en especial para ascender; debe poder entrar y salir de todo tipo de discusiones. Pero, ante todo, debe “medir”: su dependencia de la imagen, de la encuesta, del mercado es implacable.
VII.
El odio a los “políticos” es demasiado fácil y está exageradamente difundido. Lo que se odia en el político son dos cosas. Una más evidente: se le acusa de que vela por el bien común con un ojo puesto en sus cálculos personales. Otra es más solapada: se le recrimina el no disponer de una voluntad suficiente para transformar la sociedad en un sentido de mayor justicia. La hipocresía que se agita en este tipo de odio es también doble: no solo porque se reniega del hecho de que todos nosotros somos parte de ese mercado post-político que se ilusiona y decepciona con los políticos, linchándolos cuando la desilusión es grande; sino además porque se espera del político una fuerza de cambio que sólo tendría si hubiese una fuerza popular colectiva en la que ya no creemos.
VIII.
El político debe saber de -y posicionarse ante- todos los temas: energía, matrimonio igualitario, ley de medios, despenalización del faso, reformas fiscales, vericuetos de la justicia y política internacional. Solo un tema le es ajeno: elrégimen de propiedad de la tierra, el control de los resortes de producción de riqueza, la invención de los modos dereapropiación de la riqueza. En esto el político se debe a su pueblo: si el pueblo no lucha, el político no se ilusiona con causas poco realistas que exigen demasiado esfuerzo.
IX.
En épocas en que no hay política la reflexión colectiva se aplana y el único vector consistente es el consumo. El consumo popular libera, moviliza, incentiva, asusta, forja aprendizajes. Aunque, sin duda, también condiciona (a nivel económico menos que a nivel del imaginario). La ausencia de política conduce, en este contexto, al encuentro catastrófico: consumo sin infraestructura del común.
X.
Bajo esas condiciones, sólo catástrofe hacer pensar: Once, Cromagnon, La Plata, pero también la inseguridad o la trata.En la catástrofe emerge la potencia de las víctimas.
XI.
No hay militantes revolucionarios. Hay políticos, a veces en alta, otras en baja. No hay más organizaciones sociales, sino kiosquitos en los territorios y redes de protagonismo basadas en una nueva ciudadanía popular profundamente vinculada a esta potencia de las víctimas.
XII.
Esa potencia hace las veces de diluvio purificador. Solo van a sobrevivir quienes en esas aguas se bañen. En ese poder redentor que hoy encandila se arropan las nuevas militancias,proyectando la imagen “bergogliana” de unos políticosnuevos que ya no tendrían por meta central sus propias carreras. ¿Será?
XIII.
En las calles anegadas hemos visto solidaridad, coraje y vidas runflas.

Llego la hora de la verdad

La lealtad como tragedia o como esperanza radical
por Roland Denis

Los votos lo dijeron clarito, el pueblo del 27 de febrero, el pueblo leal al mensaje libertario y la obra justiciera de Chávez, salvaron al límite este proceso en el momento en que ha podido desmoronarse por la acumulación arrogancias y garrafales errores que vienen conjugándose con los años. La votación prácticamente 50 a 50 tiene sus antecedentes en estos 14 años, pero en este caso no es lo mismo ni mucho menos tomando en cuenta los altos índices de participación electoral, en este caso se trató de un ejercicio estrictamente de lealtad (y reitero lo de la lealtad porque mucho del clientelismo político comprado por la maquinaria burocrática en este caso desvío por centenares de miles sus votos a la derecha sin complejo) hacia el propósito revolucionario. No obstante y no estando Chávez como candidato podemos asumir que es inmensa la sombra revolucionaria regada como hegemonía de los valores transformadores en estos años la que garantizó la ínfima victoria.

Pero al mismo tiempo tal y como le sucedieron en los terribles años treinta europeos a aquellos dirigentes como Bujarin o Zinoviev y casi toda la dirigencia bolchevique original, esa lealtad se vivió en sus últimos días como una tragedia, como aquellos que aceptaron ser acusados como los más viles conspiradores a la patria y la revolución obrera solo por salvar la causa final revolucionaria aunque el déspota de Stalin sea quien la liderice. Dieron toda su vida -fueron fusilados- y su gloria por la causa final del pueblo, al menos así los ha salvado la historia al interpretarlos de esa manera. Si tuvo sentido o no el gesto degradante de sumisión al déspota de aquellos hombres en el momento histórico que les tocó vivir, todavía podemos discutirlo. Lo que sí no tiene ningún sentido es que nosotros, esa mitad del pueblo venezolano, en una circunstancia radicalmente distinta, donde no hay déspota de por medio y no son nuestras vidas vidas individuales las que tenemos que medir en valor frente a una gigantesca causa revolucionaria, que vivamos igualmente esto como una tragedia. Es decir, que la lealtad del voto expuesto este 14 de Abril se convierta en un acto donde a conciencia oculta sabemos que esto es una causa perdida bajo el esquema de política, mando y comunicaciones que se ha solidificado a través de la costra corporativa-burocrática impuesta, pero aún así como último gesto y por odio a la vieja oligarquía tan bien sintetizada políticamente en Capriles, nos tiremos al río sin hacer nada y nos convirtamos en un “voto despido” por sumisión y por silencio.

Esa tragedia en nuestro caso es inaceptable precisamente porque al contrario de la URSS aquí no hay otro despotismo que el potencial fascismo de la derecha, porque nosotros podemos decirle ¡basta! con todo derecho y moral para hacerlo a toda esa realidad que ha supuesto el quiebre monetario, la vida del cacique Sabino entre tantos, el desmoronamiento del salario por inflación, la burocratización del liderazgo popular, el lenguaje moralista en boca de quienes lo niegan todos los días con su corrupción, el cierre del debate y la transparencia de verdades en los sistemas públicos de comunicaciones, el verticalismo cooptativo de partido, las finanzas para banqueros y jamás para el desarrollo autogestionario de inmensas fuerzas productivas que podríamos potenciar, la misión social social en manos de camarillas burocráticas inútiles y arrogantes. No hay derecho a que nuestra ínfima mayoría nos comportemos como Bujarín o Zinoviev. Aquí por razón de vida o muerte de la revolución por el contrario hay que alzar la palabra, lo otro es por seguro una guerra que la gran burguesía ya tiene todas las posibilidades de desatar de nuevo pero en este caso con un pueblo desmoralizado porque perdió la guerra inmediata contra los monstruos que nosotros mismos hemos dejado que se creen que crezcan y terminen hegemonizando el comportamiento real y discursivo del gobierno. No tenemos derecho a ello. Ni el más beneficiado por el consentimiento monetario del gobierno a tantos grupos de base tienen derecho a ello. El silencio, la autocensura, la criminalización del disenso y la lucha, el no ejercicio con dignidad y sin descanso de los derechos populares conquistados, es la traición originaria, el “salto de talanquera” es solo que viene a consecuencia, así nos fusilamos éticamente hasta no valer nada.

La lealtad por tanto tenemos que vivirla hoy como nunca como una esperanza radical. Como una autocrítica profunda frente a la quietud del silencio y la falta de autonomía política del pueblo en lucha, frente a la sumisión que muchos cuadros nobles de gobierno aceptan por lealtad a un ideal genérico que nada tiene que ver con sus jefes. Como una conciencia de que estamos a las puertas de una nueva ofensiva fascista que puede sin mayor problema desatar una conspiración inmensa contando con la traición interna que hoy se va a desatar y que ayer 14 de Abril mismo comenzó a funcionar al dar falsos avances de victoria al mediodía y desmovilizar a última hora la capacidad de arrastre que pueden tener las “multitudes movilizadas” como en efecto pasó el 7 de Octubre. Prácticamente ocho millones o más de cuerpos y conciencias que han hecho de la revolución verdadera su deseo y su necesidad vital es un caudal inmenso para enfrentar lo que venga, un milagro maravilloso de nuestra rebelión. Pero aquí es obligatorio actuar sin compasión con nada, el gesto compasivo como dicen los brujos naguales mexicanos no es más que una compasión hacia nosotros mismos, un gesto de miedo y debilidad que nos impide mover las energías internas necesarias para comprender y enfrentar la realidad que sea, desdoblándonos en los propios hechos, ayudando al otro aplastado a alzarse contra su condición y sin compasión. Por ello se trata de una esperanza radical donde asumimos de raíz nuestra condición de revolucionarios pase lo que pase. Los retos más difíciles, la contrarrevolución más agresiva como siempre ha sido desde hace 24 para acá debe engrandecernos. Lo que pasó ayer nos debe en ese sentido llenar de alegría porque hacía falta un hecho crucial, al límite de un definitivo abismo para hacer renacer el alma real de la historia actual venezolana, y nuevamente llegamos a él para poner a prueba la verdad libertadora que hemos defendido. Desde Nicolás para abajo, independientemente de juicios y de quien es y ha sido el presidente y quien el simple militante pero que lo mueve todo, estamos obligados a entrar en esa lealtad esperanzada que no se somete a nada, no tenemos derecho al sometimiento. Pero igual, estas alturas y priori no podemos creer en nadie, ese privilegio con justificación o no solo lo tuvo Chávez y ya no está y todo lo dejó…cada quien tendrá que probarse en los hechos y en su inteligencia, en su capacidad comunicante, organizadora y luchadora, en su capacidad de inventar en su terreno toda esa política hoy más que nunca posible de crear una patria libre y de autogobierno del pueblo, armas en mano. Vivir en la alegría y el reto de la esperanza, asumir de lleno lo fuerte y hermoso que es ¡por fin! vencer la opresión imperial y capitalista….nuevamente llegó la hora de la verdad ¡somos Chávez!, pero en este caso ya ésta no tiene después.

Cuatro sensaciones apresuradas sobre anteayer

por D.S.


1.

Hubo derrota anteayer en Venezuela. Por suerte, la cosa no fue tan trágica como para entregar el gobierno a Capriles. Pero todo indica que empezó a tomar forma el “post-chavismo” a nivel regional. 

La estrategia parece ser la de despojar al espacio BRICs de toda retórica emancipatoria. Parece imposible no sospechar que la movida que transformó a Bergoglio en el Papa Latinoamericano juega un papel en todo esto. No hay economía sin subjetividad: en este caso se trataría de convertir el conflictivo proceso de integración sur-sur en un amor desexuado por los pobres. El paso de Gianni Vattimo estos días por en Buenos Aires pareció alinear en ese sentido: se trata de borrar la marca de la insurrección para hablar ahora de valores cristianos. Maduro mismo tomó este camino en su discurso del domingo a la noche. 

De ahí que el «neodesarrollismo» avance ahora como lo que es: una reorganización geopolítica a nivel global sustentada en un crecimiento macroeconómico que, sin cuestionar jerarquías ni desigualdades, dispone una inclusión vía consumo. No es que no haya transformaciones importantes. Sino que estas derivan de la configuración misma del Brics, y se pierde la perspectiva emancipativa. En este cuadro, y sin saber cómo seguirá el proceso venezolano, las elecciones de anoche inquietan.

2.

El último domingo a la noche el programa de Lanata transmitió en TV un informe sobre un supuesto caso de corrupción del círculo más íntimo del gobierno. La información que se ofreció y el tratamiento de los símbolos políticos fueron despiadados. La fluidez con que se pasa de la denuncia a la condena, la falta de toda consideración al decir “chorro” al fantasma de Néstor Kirchner que habla desde el cielo revelan una desafección brutal respecto de los símbolos políticos del presente. Los efectos inmediatos de esta operación apuntan a anticipar a las cacerolas bastardas del próximo jueves, así como a fogonear a la oposición electoral. 

Con todo, la pobreza –no precisamente franciscana– de la oposición, su carencia de imaginación para sacar tajada sobre cada “tropezón” oficial lleva a preguntarse si no es precisamente Lanata nuestro Capriles. El tipo es el único creador efectivo de imágenes desapegadas del relato y la afectividad del kirchnerismo. Los que creen que Lanata representa al “mal”, pueden estar tranquilos con el hecho de que sus golpes no encuentran, por el momento, traducción electoral. Los más creyentes, los que creen que el kirchnerismo en bloque es “bueno”, pueden sentirse personalmente agraviados. Sin adoptar este punto de vista moralista –que empobrece el campo político– lo que espanta de Lanata es, por un lado, lo que sacar a la luz: ese tipo de operaciones ilegales que solemos suponer inevitables en todo gobierno puede coexistir con la política sin dañar los procesos de construcción de legitimidad siempre que sepan solaparse, disimularse, siempre que nos aparezcan como meros rumores, delitos ilocalizables.

Lo que de Lanata espanta, en segundo lugar, es su inscripción en una lógica canalla: lo que finalmente se pueda verificar como verdadero de lo denunciado (ya veremos) no hace sino alimentar un esquema cínico y postpolítico que sólo promete intensificar, con sucesivos estertores periodísticos, una guerra entre miserables.  

3.

La diferencia anteayer la hizo el CELS al lograr reabrir la cuestión de las cautelares que el gobierno no quería poner en discusión como parte del paquete destinado a reformar la justicia. La argumentación puesta en juego (es legítimo despojar del recurso a las cautelares al estado por parte de los poderosos, pero no a los “condenados de la tierra”) muestra que existe un modo de producción política muy diferente del electoral, vía privilegiada sino exclusiva para buena parte de la militancia actual. Horacio Verbitsky, director del CELS, puso en juego en este caso un tipo de influencia y una capacidad de abrir discusiones relevantes que no exhibe casi ningún otro sector del kirchnerismo (ni hablar de legisladores, intendentes y gobernadores que tienen legitimidad electoral propia).

Hay algo de este tipo de autonomía práctica –bastante excepcional– que por momentos logra evitar el cierre automático de quienes participan del dispositivo de gobierno. El CELS, más allá de la figura de su director, construye este tipo de legitimidad de la naturaleza de su trabajo constante con problemas que tienen que ver con la conflictividad social. Esa articulación entre prácticas y enunciados permite momentos luminosos como éste, en el que se interviene políticamente sin confirmar las dinámicas de polarización y, lo más interesante, no se intenta corregir el rumbo del gobierno en nombre de salvar al gobierno mismo de sus errores, sino a partir de la coherencia con la propia trayectoria de investigación jurídica y política. Hay algo que aprender de este episodio.

4.

A nivel regional y a nivel nacional es preciso dar curso a otro tipo de narraciones, es necesario que nunca articular procesos prácticos y enunciados políticos. Más allá del lenguaje jurídico, militante y periodístico –que conduce todo acontecimiento a su propio código–, hace falta retomar la capacidad de plantear de un modo más abierto y menos conservador los problemas de nuestro presente. Esta capacidad no se suele ejercitar al interior del gobierno (lo del CELS, dijimos, es una rara, aunque no única, excepción) y sería casi imposible buscarla con interés en las expresiones de la llamada “oposición”.   

Estas narraciones no pueden eludir una nueva violencia que circula en los territorios. La denuncia y la catástrofe son pésimas instancias para dar lugar a una reflexión de otra calidad. Ambas llevan a reforzar el paradigma gestionario del control.

No somos pocos quienes venimos imaginando la necesidad de inscribir los episodios que hablan de una nueva conflictividad en el marco renovado de la investigación militante bajo la siguiente hipótesis: la nueva conflictividad social se comprende mucho mejor al interior de la máquina financiera de gobierno sobre lo social, sobre los procesos de producción de lo común. En ese marco, poco importa que “lo financiero”, en sí mismo, no produzca valor: los procesos de valorización capitalistas funcionan hoy a partir de dispositivos propiamente financieros de captura de la riqueza y de gestión de la economía y la subjetividad.

Se ha dicho hasta el cansancio que América Latina es el lugar de una anomalía. Cada uno de los rasgos que la caracterizan co-funcionan (maquinalmente, como diría Guattari) en torno a “lo financiero”.  Esta modalidad global de apropiación y gobierno de la riqueza social (es decir, generada colectivamente), regla la producción de valor de un modo cada vez más exterior del proceso de valorización comunitaria. Tal “exterioridad” es abstracción, y determina, coaccionándolos, los procesos de producción/reproducción de lo común, sometiendo la trama colectiva de producción de la vida a mecanismos de valorización dineraria y a la desposesión de equipamientos sociales de bienestar.    

Hablamos de “investigación”, pero no en el sentido universitario (o jurídico o periodístico) del término.  Estas investigaciones intentan dar cuenta de lo que sucede en la dimensión “visible” del fenómenos (es decir, las regulaciones explicitas, la normativa legal, la legitimidad tal y como se organiza en la opinión pública). No importa lo bien conocido que sea este 50% del fenómeno social, nos deja siempre ante el siguiente dilema: o bien cerrarse sobre lo que se puede conocer, pero desconociendo todo aquello que permanece oscuro al saber; o bien admitir que los conocimientos producidos, por precisos que sean, no dan cuenta de la totalidad de la maquinaria del poder.

Entre quienes se atreven a dar un paso más en la investigación siguiendo la realidad en sus oscuros desdoblamientos se plantea la cuestión de los signos, episodios trágicos (o mórbidos) que nos indican el estado actual del cuerpo social sin darnos un conocimiento sobre las relaciones que explican estos fenómenos. Una serie de asesinatos en el conurbano de una ciudad del sur de la región opera como signo, llamada de atención.

Es el camino que seguía Rodolfo Walsh hace medio siglo y es la vía que nos propone hoy la antropóloga Rita Segato (en un texto de inminente aparición por Tinta Limón Ediciones) cuando nos presenta la hipótesis de la violencia expresiva. A diferencia de la “violencia instrumental”, necesaria en la búsqueda de un cierto fin, la violencia expresiva engloba y concierne a unas relaciones determinadas y comprensibles entre los cuerpos, entre las personas, entre fuerzas sociales de un territorio. 

Se trata de una violencia que produce reglas implícitas, a través de la cual circulan consignas de poder (no legales ni explícitas, pero sí ultra efectivas). En otro momento hemos hablado, varios, de “investigación militante”. El nombre siempre es lo de menos. Lo que importa, en cambio, es que quiénes nos hacemos este tipo de preguntas nos vemos cada vez arrojados a interpretar este tipo de signos, a leer en ellos la pugna de nuevas fuerzas en los territorios, expresión de la naturaleza dual de una máquina soberana que se desdobla permanente entre regla y excepción, jerarquía y diferencia. En este desdoblamiento –que se observa en casi todas las instituciones de regulación, de los bancos a la policía– funciona lo que hay que desentrañar: la magia y la fuerza con la cual los dispositivos de control identifican y subsumen las máquinas de guerra en los territorios, en la economía. 

Se trata de crear una nueva sección en nuestro pensamiento para sacar de la página de “policiales” el tratamiento de estos problemas (que son monetarios, sociológicos, subjetivos, corpóreos y varios etcéteras): hacer de la investigación el oficio de nuevos detectives (salvajes) que sitúan en ese nivel, las claves del nuevo conflicto social que recorre el continente.

Sexo y política en Lugano

Por Marcelo Laponia


A partir de una involuntaria recomendación de mi viejo camarada Diego Valeriano he seguido con el mayor interés las tesis presentadas por Rosa Lugano en estas mismas páginas, así como las polémicas que éstas han generado entre sus sagaces lectores. A contracorriente de la tendencia politicista dominante en este tipo de intercambios, voy a enfatizar una perspectiva otra desde la que interpelar lo que se juega en estas escrituras vinculadas al peculiar momento político que estamos transitando.

Y lo hago a partir de la preocupación que me causa la “desatención” con las que son tratadas las cuestiones vinculadas al deseo y a la sexualidad en los debates que se vienen auspiciando. Como parte de una generación que vivió en carne propia la represión cultural y política (que son, obviamente, casi la misma cosa) no puedo sino llamar la atención sobre el riesgo –muy real a mi juicio– de insistir con un lenguaje irónico y un tono cínico que no hacen más que reproducir una cultura de muerte y de desapego afectivo que ya de por sí domina en la gramática de los grandes fenómenos de comunicación. Pero, ¿cuál es la tonalidad específica de nuestra generación? ¿Sobre qué signos –o sobre qué sentidos– se afianza?

El recordado Juan Pablo Maccia –a quien lamentablemente no he llegado a conocer más que por sus luminosos textos– escribió hacia el final de su vida sobre la fundamental cuestión de la represión en relación con las distintas generaciones. En ese sentido, los más jóvenes parecen vivir el fin de la violencia política ejercida por el Estado como una liberación absoluta. Sin embargo, no parece indagarse lo suficiente sobre el tipo de terror que produce el poderoso régimen neoliberal de circulación de las mercancías.

La circulación mercantil es, ante todo, un régimen de enunciados (Lacan lo llamaba el “discurso del Amo” o del “Capitalista”). Un régimen de enunciados y una disposición de los cuerpos y de las almas. Una reorganización de las voluntades y de las energías sociales e individuales. Es así como un nuevo tipo de servidumbre voluntaria comenzó a difundirse, sobre todo, entre los más jóvenes como resultado del proceso mediante el cual el capitalismo neoliberal aprende a ligar las búsquedas de un plus de goce con la máquina de la producción/circulación de mercancías. Y todo en nombre de valores tales como la libertad, la autenticidad y la creatividad. Este es el sesgo del Nuevo Amo.

¿Qué nos muestra la maquinal escritura de la bella Rosa sino, justamente, la impotencia del sujeto crítico –de la subjetividad política– ante la imposibilidad de “tomar el poder” de un destino colectivo orientado al goce de las multitudes? Melancolía pura. El objeto perdido no es sólo el de la política revolucionaria, sino el mismo discurso del saber –decía Lacan– universitario.

Los lectores de Lugano malentienden lo que está en juego cuando le piden, no sin cierta candidez, “ejemplos y demostraciones” a fin de hacer más consistente y persuasivo su discurso del saber. La malinterpretan cuando la creen decepcionada de un ideal estatal-desarrollista o cuando le espetan un izquierdismo abstracto que bordea lo reaccionario. Malheridos por una espina de su pétalo, equivocan el camino (porque lo sobre-politizan). Pues lo que se afirma en los textos de Rosa Lugano es la lógica femenina del No-Todo (que de Lacan a Adorno constituye un modelo potente de racionalidad contra la consistencia de lo fal(s)o-universal).

La escritura de Lugano (como ya evidenciaba hace mucho tiempo en sus maravillosas polémicas con Maccia) hace del discurso político una ocasión para desmontar esa totalidad ilusoria que sostiene la coherencia discursiva de lo político, junto a un irrefrenable deseo de huida. Es notable que los lectores que intervienen en la polémica no hayan destacado lo que a mi juicio es la gran enseñanza de esta aguda pensadora: el vínculo entre poder pastoral y sexualidad en la Tesis 11 (al margen, es demasiado obvio, Rosa, incluso infantil, el juego con aquella tesis 11 sobre Feuerbach en la que Marx llama a la praxis transformadora).
No pueden clausurarse estas reflexiones sin atender –aunque sea de modo sucinto– a los artículos de mi compadre Diego Valeriano. Con los matices del caso, creo que no se llega a apreciar tampoco aquí el papel jugado por el elemento sexual en lo que creo es, esencialmente, un discurso del deseo. Valeriano, lo conozco bien, es un perfecto perverso, en la medida en que su tentativa es la de destruir toda nostalgia crítica: esa a la que Lugano se apega para agujerear el Todo, para re-investir una realidad-Todo, afirmándola por entero y, a la vez, apaciguando lo que en ella hay de siniestro para revestirla de “vitalidad”. La fórmula principal, la insigne Vida Runfla, positiviza (masculiniza) y arma plenitud donde Rosa Lugano ubicaría la inconsistencias.

   

Los textos de Valeriano hablan de otro modo hasta constituirse en un intento de “fuga hacia adelante” (y no de repliegue o de huida hacia otra lógica): renuevan la realidad como fuente de goce. Su fuerza proviene del gesto viril de poner el pecho a la frustración narcisista (un intento de enmascarar la herida subjetiva, en medio la melancolía generalizada). Valeriano es una máquina libidinal de re-investimento sobre “todo lo que existe” (una versión potente de aquel viejo y deprimente “es lo que hay”) sobre fondo de un mundo des-erotizado, en el que escasea el vigor como rasgo estratégico de constitución subjetiva.

La astucia de Valeriano –su singular “perversión” – consiste, pues, en violentar los puntos de apoyo de la subjetivación crítica, acudiendo para ello a una –demasiado voluntarista, a mi juicio– hipostación de la “vida”.  El famoso vitalismo del mundo runfla: el consumo “libera” en la que se pierde lo rico –el No-Todo– de la operación de subjetivación: el corte que distancia y reorganiza las fronteras entre vida y lenguaje. No es sino la fragilidad en la que se mueve quien palpa y hace mundo en la inconsistencia de las cosas del mundo.

Esta subordinación sutil de lo simbólico a lo real tiene por meta eliminar el momento propiamente vaginal de la política. Borrar toda hendidura en lo real, todo no saber del lenguaje. Tal forzamiento (sin duda una vil violación) es lo que hay que desmontar. Su tarea apunta a dar por ya-hecho lo que la operación subjetiva debiera justamente poner en juego. Es la coartada última del perverso: la geni(t)al operación de Narciso-herido que hace del ultravitalismo el borramiento final de toda política femenina (de un goce no conocido).

Como se aprecia, lo que importa tras la apariencia del discurso político es la diferencia sexual. No quisiera excederme con el análisis emprendido. Continúo fiel al principio según el cual toda interpretación fuera de situación –terapéutica– equivale a una agresión. Sólo quiero indicar que los textos de Rosa Lugano (en contraposición con los de Valeriano), leídos como una política del deseo, dan en la tecla al permitirnos comprender nuestro presente en torno a la reanimación del “nombre del Papa”; así como nos permiten acceder a lo que se juega en la escena política fundamental de nuestro país en la cual una sensual-mujer-presidenta debe resistir los embates de un Padre cuya debilidad fálica lo conduce a sobreactuar un amor puramente espiritual.

Y, ya lo dijo Rozitchner, no es joda la figura del Padre que oculta su impotencia castrando a sus hijos: no es otra cosa que lo social afectando de castidad a las diferentes figuras del mundo político y penetrando con su mortífera vocación patriarcal a los pobres, esos sujetos que se han dedicado a gozar de estos años consumo y que hoy se intenta convertir –vía castración del espíritu– al amor-asexuado.

Creo que no debiéramos dejar pasar la ocasión para repolitizar la dimensión sexual del deseo que las militancias políticas –ellas mismas eunucas– debieran promover.

No Olvidamos

Documental del LAC en memoria de los seis niños y jóvenes de la comunidad boliviana que murieron durante el incendio del taller textil clandestino en donde trabajaban sus padres, ocurrido el 30 de marzo de 2006. El registro muestra una actividad realizada a dos años de la tragedia que puso en foco la esclavitud y las condiciones denigrantes del trabajo de muchos inmigrantes en el barrio de Caballito. Un grupo de personas se reunieron frente a las instalaciones abandonadas del local, en la calle Luis Viale 1269, para recordar a las víctimas y reclamar justicia.

Estar disponible


La “atención flotante” que Freud prescribe a los psicoanalistas es –para el autor de este texto– manifestación de un valor que se llama disponibilidad y que “no se ha desarrollado porque alteraría demasiado el edificio occidental del dominio de sí”. En China, en cambio, “la disponibilidad está en el principio del comportamiento del Sabio”, ya que “la capacidad de conocimiento tiene como condición el vaciamiento de la mente: conocer no es hacerse una idea de algo, sino volverse disponible a algo”.
  
Por François Jullien


“Disponibilidad” es una noción que permanece subdesarrollada en el pensamiento europeo: se la refiere a los bienes, posesiones y funciones, pero casi no tiene consistencia del lado de la persona o del sujeto. A lo sumo, es un término del escritor André Gide: “Toda novedad debe encontrarnos siempre enteramente disponibles”. Dado que no pertenece al orden de la moral ni tampoco al de la psicología, no es prescriptiva (o, si lo es, no podríamos precisar de qué) ni tampoco explicativa, por lo tanto no puede pensarse ni como virtud ni como facultad, que son los dos grandes pilares sobre los cuales hemos erigido nuestra concepción de la persona en Europa. La noción de disponibilidad queda en el estadio de la vaga exhortación, o se vierte en el subjetivismo y su emoción fácil, el mismo que mancha también la frase gideana. En suma, no ha ingresado en una construcción efectiva de nuestra interioridad. La posibilidad de que, a partir de ella, se elabore una categoría completa, ética y cognitiva a la vez, nunca se desarrolló.
¿Por qué ese subdesarrollo? ¿No será que, para promover la disponibilidad como categoría a la vez ética y cognitiva, haría falta que saliéramos del viejo tándem de la moral y la psicología, de las virtudes y facultades, y modificáramos profundamente la concepción misma de nuestro ethos? (N. de la R.: Este término suele referirse al conjunto de rasgos y modos de comportamiento que conforman el carácter o la identidad de una persona o una comunidad.) Porque, discretamente, sin estridencias, deslizada incidentalmente entre nuestras frases, esa noción no deja de entablar una revolución. Socava el andamiaje en función del cual nos representamos: el sujeto pasa a concebirse ya no como pleno, sino como hueco. Para el sujeto se trata, nada menos, que de renunciar a su iniciativa de “sujeto”: un sujeto que presume y proyecta, elige, decide, se fija fines y se procura los medios. Si renuncia momentáneamente a ese poder de dominio, a lo cual lo invita la disponibilidad, entonces teme que la iniciativa de la que se vale no tenga límites y se vuelva intempestiva; que le cierre el paso a la “oportunidad”, lo bloquee en una conversación estéril consigo mismo y ya no lo deje acceder a nada. Pero, ¿acceder a qué? Justamente, no sabe “a qué”. Si el sujeto renuncia a su propia herencia, si desconfía de su propiedad, es porque presiente que el privilegio que se confiere a sí mismo, atándolo a sí mismo, lo encierra dentro de límites que ni siquiera puede sospechar.
Que es preciso abstenerse de privilegiar nada, presumir o proyectar nada; que por lo tanto es preciso mantener en pie de igualdad todo lo que se escucha para no dejar pasar el menor indicio que pondría sobre la pista, por más incongruente (inesperado) que parezca; que por consiguiente es preciso mantener la atención difusa y no focalizada, es decir, no regida por alguna intencionalidad, éste constituye el primer consejo que Freud le dirige al psicoanalistas (“Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico”, 1912). En el fondo, es el único que hay que observar. Porque todos los demás, de cerca o de lejos, conducen a él. La noción de “disponibilidad” no aparece allí, pero me parece que la reflexión de Freud gira alrededor de ella, e incluso diría que es aquello que aporta como su verdad.
Freud llega a ese punto por un interés estratégico, puesto que se trata de abrir una primera brecha en el sistema de defensa del paciente. No obstante, esa concepción de una captación que se realiza por desprendimiento alteraría demasiado todo el edificio occidental del dominio de sí como para ser abordada por él más explícitamente. Y Freud se interna en ese camino con extrema prudencia, en puntas de pie. Expone una fórmula que retomará varias veces: “atención flotante” o, traduzcamos del alemán con más precisión, “sobrevolando en igual suspenso”. La fórmula es paradójica: “atención” pero “flotante”: la mente se dirige hacia, se tiende hacia, pero sin nada en particular a lo cual estaría atenta. Se concentra (atención), pero sobre todo a la vez (dispersión). Que Freud no pueda expresar sino en una fórmula que roza la contradicción la primera regla práctica del psicoanalista ya deja ver bastante bien hasta qué punto ésta socava nuestro credo teórico, que realza las facultades (del conocimiento) y su capacidad de “control”.
¿Qué sería una atención que, sin embargo, se abstiene a su vez de concentrarse? O bien, ¿qué es una atención, pero que no se deja conducir por su intencionalidad? Al mismo tiempo que está atenta, desconfía del objeto de su atención. Porque desconfía sobre todo de aquello que, en lo que dice el analizante, le interesaría de entrada y la acapararía y, por ello, la haría pasar de largo; desconfía de aquello que le hablaría al oído al psicoanalista (en el sentido familiar, interesado, de “eso me suena”) y le impediría conservar el oído abierto, vigilante, y escuchar efectivamente.
Ya que resulta evidente que, al promover la figura autónoma del sujeto y su estructuración interior pensada a partir de sus facultades, el pensamiento occidental ha obstaculizado una capacidad de apertura semejante –salvo por un tratamiento reactivo y compensatorio en un plano místico–, ¿no es ya tiempo de buscar otras perspectivas? Pero la noción de disponibilidad sólo puede ser pensada como una manera de operar. Ars operandi: ya no separar lo ético y lo teórico de lo estratégico o, como sucede en el pensamiento chino, no separar la sabiduría de la eficacia. Es que, en China, la disponibilidad resulta ser el fondo mismo del pensamiento.
Sabio sin yo
La disponibilidad está en el principio mismo del comportamiento del Sabio: es anterior a todas las virtudes. Aunque es un principio que no es principio: erigir la disponibilidad como principio la contradeciría, por la misma razón que la disponibilidad es una disposición sin disposición fija. En esto concuerdan, ya sea que la aborden desde una u otra perspectiva, todas las escuelas chinas desde la Antigüedad(lo que denomino un fondo de acuerdo del pensamiento). E incluso resumiría la enseñanza del pensamiento chino de la siguiente manera: es sabio quien sabe acceder a la disponibilidad; con eso basta. Por tal motivo, el pensamiento chino nos sorprende con su antidogmatismo (aunque lo compense el ritualismo).
Podemos empezar por aproximarnos negativamente a la disponibilidad, tal como en esta fórmula de las Analectas de Confucio (IX, 4): “Cuatro cosas que el maestro no tenía: ni idea, ni necesidad, ni posición, ni yo”. La evidencia china (digo “evidencia” porque no es algo cuestionado) es que tener una idea o, mejor dicho, exponer una idea, ya implica dejar a las otras en sombras; es privilegiar un aspecto de las cosas en detrimento de otros y caer por ello en la parcialidad. Porque toda idea expuesta es al mismo tiempo un prejuicio sobre las cosas, que impide considerarlas en su conjunto, en un mismo plano y con equidad. Se ha entrado en la preferencia y la prevención. En efecto, hay que leer la fórmula en su continuidad. Si exponemos una “idea”, se nos impone entonces una “necesidad” (un “hay que” proyectado sobre la conducta); a consecuencia de este “hay que” al cual obedecemos, resulta una posición fijada en la que la mente se estanca y ya no evoluciona; por último, de ese bloqueo en una “posición” adviene un “yo”: un yo fijo en su surco y que presenta un carácter. Ese “yo”, preso de su “posición”, ha perdido su disponibilidad. Pero la fórmula también hace un círculo: debido a que el comportamiento se fijó en un “yo”, ese yo expone una “idea”, etcétera.
En las Analectas de Confucio, abundan las fórmulas en ese sentido: el hombre de bien es “completo” (II, 14), es decir que no pierde de vista la globalidad, no deja que el campo de los posibles se restrinja por ningún lado. No “se empeña a favor ni en contra”, sino que “se inclina” hacia lo que llama la situación (IV, 10). O bien, dice Confucio acerca de sí mismo, “no hay nada que pueda o no pueda hacer” (XVIII, 8). Dicho de otro modo, el Sabio mantiene abiertas todas las posibilidades, sin excluir a priori ninguna, y se mantiene dentro de lo componible. Por tal razón, no posee un carácter y no se lo podría calificar: sus discípulos no saben qué decir de él (Analectas, VII, 18). O bien cuando se clasifica a los sabios en categorías –por un lado, los intransigentes, que se niegan a sacar siquiera un poco la mano por el bien del mundo, y por otro lado, los acomodaticios, dispuestos a cualquier compromiso para salvarlo–, ¿qué dirán de Confucio? ¿Es intransigente? ¿Es acomodaticio? ¿Dónde ubicarlo (qué “posición” atribuirle) en esa tipología? Mencio responderá que “la sabiduría es el momento”: tan intransigente como los más intransigentes cuando conviene; tan acomodaticio como los más acomodaticios, también cuando conviene. Ya no está ligado a una u otra postura, sólo el “momento” sirve de referencia. Porque la “sabiduría” no tiene un contenido que la oriente o la predisponga; o bien no tiene otro contenido que volverse disponible en ocasión del momento, renovándose incesantemente.
Vemos así que el “justo medio”, un tema tedioso como pocos y que creeríamos que se deriva de la sabiduría popular, sale al fin de su chatura. Adquiere un relieve inesperado. Ya no es banal, sino radical. Ya no consiste en quedarse en un ámbito endeble, miedoso, a medio camino entre los opuestos y temiendo el exceso (“ni tanto ni tan poco”, como dice el refrán); evitando prudentemente aventurarse tanto hacia un lado como hacia el otro y afirmar fuertemente su preferencia. “Mediocridad” que no es “dorada”, como escribió Horacio (Aurea mediocritas), sino opaca, gris. En cambio, el justo medio, para quien sabe pensarlo con rigor (Wang Fuzhi) es poder hacer tanto lo uno como lo otro, ser capaz tanto de un extremo como del otro. Tres años de luto por la muerte del padre, nos dicen, no es demasiado; aunque beber copas sin medida durante un banquete tampoco es demasiado –de ningún modo exagero–. El riesgo consiste más bien en estancarse en un lado y que se nos cierre la otra posibilidad. En oposición a ello, la disponibilidad consistirá en mantener el abanico completamente abierto –sin rigidez ni evasión– de manera de responder plenamente a cada solicitación que surge. Plenamente quiere decir: sin dejar de lado ni desatender nada, porque ningún carácter o sedimentación interior habrá de obstaculizar esa ductilidad.
El pensamiento chino supo percibir especialmente la diferencia que hay entre “estar en el medio” y “estar ligado al medio”. Por un lado están aquellos que no sacrificarían un pelo por el bien del mundo, y por el otro aquellos que están dispuestos a hacerse masacrar por su salvación: un “tercer hombre”, que está en el medio de esas posturas adversas, parece “más próximo” (Mencio). Pero “estar ligado a ese medio sin sopesar la diversidad de los casos es aferrar una sola posibilidad” y “dejar ir otras cien”; y por lo tanto es “arruinar el camino”. Desde el momento en que nos atenemos a una posición, se fija un “yo”, el comportamiento se estanca, algún imperativo o algún “hay que” se estabiliza y ya no estamos en armonía: la plenitud pierde su amplitud y ya no reaccionamos a la diversidad que se ofrece. Porque la disponibilidad, como disposición interior que se abre a la diversidad, va acompañada de la oportunidad: está disponible aquel que sabe –como también dijo Montaigne aunque sin convertirlo en disposición del conocimiento– “vivir en buen momento”.
Este pensamiento, como dije, no es privativo en China de una escuela particular, y la misma capacidad de conocimiento tiene como condición el vaciamiento de la mente: el “conocer” chino no es tanto hacerse una idea de algo cuanto volverse disponible a algo. Se produce una purgación interior, no por medio de la duda que elimina los prejuicios, sino mediante un abandono generalizado, que se efectúa no a nivel del intelecto sino del comportamiento. De allí surge el desprendimiento, que le da su amplitud al acceso. Hay que cuidarse de dejar que la mente se vuelva una mente “dada”, dice Zhuangzi. Una mente dada, rígida, constituida, cuya actividad entonces se paraliza y que se encierra dentro de su perspectiva, se vuelve sin saberlo un punto de vista. Porque la primera exigencia, ya sin proyectar una preferencia o una reticencia, es mantener todas las cosas “en pie de igualdad”. Es incluso porque sabe mantener todo en un pie de igualdad, como muestra pertinentemente Zhuangzi, y está en condiciones de remontarse al fondo indiferenciado, “del tao”, de donde brotan todas las diferencias, que el Sabio está en condiciones de acoger la menor diferencia en su oportunidad, sin reducirla ni dejarla pasar. El “yo”, que deja de ser un obstáculo (lo que significa “perder su yo”, wang wo), puede escuchar entonces todas las músicas del mundo, diversas como son, en su espontáneo ser “así”, a placer, acompañando su despliegue singular.

Clinämen: ¿Estamos ante la apertura de una etapa poschavista?

Conversamos sobre la coyuntura política a partir de tres hechos: la ajustada victoria de Maduro en Venezuela, la posición del CELS ante el proyecto oficial de reforma del Poder Judicial y las denuncias de Lanata al kirchnerismo.

Si la realidad es tozuda… ¡las palabras insisten!

Cacerolas Bastardas

por el Colectivo Situaciones



Las cacerolas marcan los tiempos

No es sencillo de reconocer para la elite dirigente y sus numerosos militantes/adherentes: las cacerolas y las movilizaciones vuelven a marcar los tiempos. Queda en evidencia hasta qué punto la dinámica política en nuestro país (sobre todo en esta última década) tiene en la movilización callejera su fuerza. Es erróneo simplificar el cacerolazo del 13 de septiembre como si viniese de arriba (si bien es cierto que las grandes corporaciones prestaron logística simbólica-política, no orquestaron la movilización). Valorar el fenómeno nos exige reconstruir su contexto.
La impugnación de las cacerolas al gobierno coexiste con el fuerte respaldo del que sigue gozando el kirchnerismo, consolidado en base a una sucesión de políticas exitosas y a una eficaz maquinaria enunciativa. La oposición se muestra –por el momento- incapaz de ofrecer un horizonte estratégico y programático alternativo al movimiento de las cacerolas.
¿Qué significa, entonces, “marcar los tiempos”? El kirchnerismo es, luego del huracán destituyente de 2001, la única fuerza política capaz de re-inventar una y otra vez formas eficaces de gobierno de lo social. Solo que esta vez  se encontró frente a una plaza ajena que le cuestionó abiertamente y sin eufemismos la gestión de la crisis: las restricciones al cambio de moneda extranjera, el aumento de la presión impositiva, la política de medios de comunicación, la tentativa de relección, la política de planes sociales del gobierno, etc.
2001
Con los años se fue haciendo unánime el reconocimiento de cómo “la crisis de 2001” reorganizó (incluso de modo irreversible) la sensibilidad política. De ahí que, a lo largo de esta década, el 2001 no haya dejado de repetirse bajo mil máscaras. Se sigue soslayando (mistificando), sin embargo, lo que esa “crisis” arrojó como novedad: la irrupción intempestiva de lo que muchos teóricos han llamado (de un modo nunca lo suficientemente claro) las “luchas biopolíticas”.
¿Qué significa esto? Que el gobierno de lo social asume como problema central –de modo claro y directo– la gestión de la vida misma de la población (de las mayorías, de la fuerza de trabajo, etc.). Y que debe hacerlo desde el piso emplazado por el ciclo de luchas sociales que, desde mediados de los 90, confrontaron al neoliberalismo (ese modo, precisamente, más próximo al despojo de las vidas) con un conjunto de imágenes, movimientos, prácticas y enunciados que condicionaron la emergencia del kirchnerismo (como parte de los llamados gobiernos progresistas de la región). Desde entonces, la soberanía alimentaria y el problema de la representación/participación política; el uso de los recursos naturales y de la inteligencia colectiva, de las formas de vida, de trabajo y de ocio no han dejado de ser cuestiones de intensa disputa.
Esta situación se torna más clara desde el arribo, en 2003, de Néstor Kirchner al gobierno. Desde entonces, la polarización política se sustenta sobre dos interpretaciones contrapuestas: quienes entienden este gobierno de lo social como un modo de perfeccionamiento del neoliberalismo bajo nuevas condiciones y quienes, en cambio, asumen este hacerse cargo de la vida del pueblo como un cambio de fondo, un tránsito que niega y supera al neoliberalismo. Ambas perspectivas deben lidiar con un mismo desafío: ¿cómo evitar la autonomización de las resistencias biopolíticas?
De ahí que gobernar exija innovar en las formas de leer y de capturar la producción que surge de diferentes dinámicas sociales. Y esto a través de dispositivos de escucha, de contención y respuesta –siempre contingentes, siempre precarios–, que, no obstante, producen una escena política novedosa en términos de lenguaje, de articulaciones institucionales y de las formas de interpelación social.
Las paradojas del kirchnerismo se encuentran, de este modo, mucho menos en la siempre invocada mitología del viejo peronismo y mucho más en las modalidades propias de gobierno que trabaja bajo los efectos de una movilidad social a la que, en el mismo gesto, convoca y subordina para soldar un tipo de capitalismo inclusivo y de corte neodesarrollista.
Al mismo tiempo, 2001 ya no existe y está por todos lados.
El misterioso 54
Los números arrastran misterios. El 54% de los votos a favor de Cristina Kirchner obtenidos en la elección presidencial de octubre de 2011 posee significados diversos, la mayoría de los cuales sólo pueden comprenderse con el paso del tiempo y con el despliegue de los procesos que cruzan, determinan y explican –al menos parcialmente– nuestro presente. Destaquemos algunas claves.
La primera es evidente: luego de la crisis desatada por el conflicto sobre las retenciones “al campo” (2008) y la derrota en las elecciones parlamentarias (2009), el kirchnerismo se reinventa a partir de iniciativas capaces de construir nuevas y visibles mayorías: el Fútbol para todos, la estatización de las AFJP (antecedente de la reciente estatización de YPF), las leyes de Medios y de Matrimonio Igualitario y la Asignación Universal por Hijo.
Una segunda clave es el fenómeno político de convocatoria a los jóvenes tras la muerte de Néstor Kirchner. Aunque se la rodea –de parte de propios y ajenos– de significados insondables, lo cierto es que la desaparición física del ex presidente soldó en torno a la figura de Cristina Fernández de Kirchner una serie de significaciones, de sentidos, de afectos, producidos a lo largo de una década entera. Desde entonces, CFK no es una política más.
La tercera clave tiene que ver con la contundente decisión de apostar al mercado interno. Lo aseveró la Presidenta una vez afianzada sobre la cifra mágica: capitalismo es consumo. Y en la medida en que, para consumir, alguien tiene que producir, se trata de orientar al capital a la inversión productiva. Eso es lo que se llama, con cierta liviandad, “crecimiento” y que los críticos, por derecha, consideran una modalidad perversa del desarrollo planificado. La doctrina oficial se dice en una ecuación sencilla: cuando el capital invierte en la producción crea trabajo; cuando hay consumo, hay democracia¨.[1] La democracia afianzada sobre la ampliación del consumo es la lección aprendida post-2001 para garantizar la estabilidad de un sistema político y conjurar la amenaza destituyente.
No obstante, esta apuesta al “consumo” merece varias consideraciones. Una primera es que el consumo depende de una cierta relación con un mercado mundial en acelerada trasformación. El pasaje de una modalidad unilateral a otra multilateral (lo que se conoce como proceso de emergencia y consolidación del bloque BRIC) permitió a países como el nuestro una exitosa inserción global, sobre todo a partir de exportaciones de base extractivo-agropecuaria. La economía industrial ligada al esquema del biodisel y la soja, junto a la exportación de minerales y el posible cambio en la ecuación energética, constituyen un rasgo central del entramado del aumento de consumo.
De este modo –y tomemos la que sigue como una cuarta clave– en el 54% se juntan al menos tres procesos estructurales de la Argentina actual: (a) retórica oficial basada en los derechos humanos y sociales; (b) articulación entre exportación y consumo interno y (c) ensamble entre soberanía y desarrollo. Es sobre ese marco que CKF suele diagnosticar que la Argentina del futuro crecerá en torno a tres grandes aportes: alimentos, energía y conocimiento. No es fácil discutir este programa. De hecho, ningún partido político argentino lo hace de modo serio. El 54% es también la invención y delimitación de un espacio político al que podemos denominar ultracentro, apoyado en una articulación de las estructuras del viejo peronismo (sindicatos, intendencias, gobernaciones) y sectores progresistas (intelectuales, organismos de derechos humanos y organizaciones sociales).
Finalmente, quinta y última clave, en ese 54% hubo un mensaje para la llamada “oposición política”. Votar al oficialismo (FpV) fue un modo de castigar la mediocridad opositora por parte de un segmento del electorado que no tiene mayores compromisos con la política kirchnerista.
Acerca de la estupidez política
La estupidez es la autocomplacencia en el pensamiento, también en política. Pero, esta vez, la más visible es la estupidez cacerolera. No se trata, como dicen los intelectuales de izquierda, de un problema sociológico de las clases medias, ni de su escasa predisposición a embarrarse, ni siquiera de su congénito racismo. Se trata, más bien, de un modo de ser político –no exclusivo de las clases medias– que se organiza a partir de una premisa incuestionable: la constitución de una individualidad que irrumpe en la esfera pública animada en su estética y en sus lenguajes por el implícito de la propiedad privada.
En este marco, pareciera que uno de los motores principales de la movilización es el temor a que un tipo de inserción “con inclusión social” en un mercado mundial en crisis conduzca a poner en cuestión la propiedad privada. Lo que no es sino una lectura maniquea de las estatizaciones y demás políticas oficiales. De allí emergen afirmaciones –desacertadas y efectistas– del tipo “vivimos en una dictadura” (juicio “sustentado” en la proliferación de cadenas nacionales, en el laberíntico procedimiento para la obtención de dólares, en las ambiciones re-electoralistas; es decir, en la “chavización estatista” del país). Este tipo de afirmaciones evidencian la pobreza de las nociones de libertad, de seguridad, de democracia circulantes por esos espacios [2] y la absoluta ceguera respecto del papel neural del estado en el aseguramiento de los procesos de mercado.
En síntesis, es este “secretito” –la propiedad privada – el que subyace, de modo estúpido, a los reclamos y que permite una constitución subjetiva que va mucho más allá de la genéticamente anémica noción de clase media.
Hay otra estupidez en juego, una propiamente kirchnerista. Ya no se trata de esa movilización de naturaleza reaccionaria cuyo sentido primero es la defensa de la propiedad privada, sino la que surge de la ultraconcentración de la decisión política.
La idea de que la concentración de la decisión por parte de un grupo o persona que conduce un proceso político puede desencadenar una democratización mayor resulta del todo inconsistente. De este modo, la vuelta de la política que el oficialismo dice encarnar aparece, ante todo, como la operación de reponer un tipo de jerarquía, de mando y de demarcación entre los que deciden y aquellos a quienes se les comunican las decisiones –y en última instancia, bancan— la política. La política se reduce así a un fenómeno de comunicación (explicación y justificación), en lugar de ser el proceso de ampliación de las decisiones. El corolario de esta modalidad decisoria es una infantilización de las estructuras políticas militantes que redunda, por un lado, en una negación de la implicación entre estado, corporaciones y mercado y, por otro, en un bloqueo para la invención de procesos verdaderamente constituyentes.
Finalmente, “nuestra” propia estupidez: cierta complacencia con una fenomenología de la multitud (organización en red, autoconvocatorias relativamente espontáneas, ocupación callejera de los “muchos”, etc.) que desestima el carácter reaccionario que pueden adoptar estos procesos. Por este motivo, la analogía formal de estos fenómenos (cacerolazos recientes) con otras manifestaciones de la crisis global (“primavera árabe”, Occupy Wall Street, 15-M) no supone, de ningún modo, un contenido político equiparable.
Si Paolo Virno nos enseñó a pensar la “ambivalencia de la multitud” a partir del “tono afectivo” del territorio metropolitano (lo que explica la analogía formal), Toni Negri –desde hace décadas– insiste en ubicar en el corazón de la multitud el proceso real de constitución del “común” que la caracteriza (lo que explica la diferencia radical de contenido).[3]
Lo que vimos constituirse como contenido político en los últimos cacerolazos es un frente reaccionario que pone a la propiedad privada como base de constitución de toda subjetividad. En este sentido, la propiedad privada se vuelve condición transcendental o a priori de toda racionalidad pública. Nuestro problema, como eje de la politización que nos interesa, es exactamente el contrario: una política que toma como punto de partida y programa a crear las dinámicas de los movimientos que tienden a disolver el paradigma soberanista del poder, inventando nuevos modos de coordinación de la vida en común. Una producción de lo común, de la cooperación colectiva, que exige la invención de estructuras de decisión cada vez más amplias.
Escenarios
Bajo estas condiciones, los cacerolazos tensionan tres niveles de la coyuntura política: el modo de gobernar la crisis, la discusión sobre la “salida del neoliberalismo” (entendida como pasaje de un poder absoluto de los mercados a un paradigma de tipo “estatista”) y la posibilidad de armado de un frente anti-releccionista que aspira a bloquear la iniciativa oficial.
El virtual enhebrado de una “oposición arcoíris” (los blancos racistas de las cacerolas y los negros representados por la conducción de la CGT de Moyano) tiene consecuencias en varios niveles: por un lado, desplaza hacia la superestructura política –y a la pantalla de los grandes medios–  una extensa conflictividad entre modos de vida; por otro, tiende a promover candidaturas presidenciales capaces de “aterrizar” los componentes más irritativos de la fase política abierta a partir del 2001 y, finalmente, tiende a proponer una estrategia de boicot, en el tiempo, a la iniciativa política oficial (elecciones 2013/2015).
Al trenzar de este modo las dinámicas colectivas (relección vs. anti-relección; oficialismo vs. oposición), lo que se anula es la vía democrática en torno a la ampliación de las estructuras de decisión. A lo que no podemos más que contraponerle, una y otra vez, la necesidad de invención de nuevas formas de articular la decisión política en el nivel en el que se crean y arraigan los modos de vida.
Colectivo Situaciones
Buenos Aires, 21 de septiembre de 2012
***

[1] No hay más que recordar la publicidad clandestina del Frente para la Victoria unos días antes de las elecciones (“No seas rata, Rodolfo”) para comprender la variedad de la composición del 54%.

[2] No deja de ser curioso es que este mamarracho se presente bajo la forma de una verdadera fiesta de la clase media; “sujeto histórico” que, vaya uno a saber por qué motivos, acostumbra a presentarse como garantía de la democracia, de la honestidad y de la transparencia. “La que ya se está yendo de la plaza porque mañana tiene que trabajar”. “La que no vino en micro naranja ni por el plan social”. “La que se manifiesta por propia conciencia y voluntad”. Es una constante de la clase media (o clase mediática) asumir como universales sus representaciones y sus modos vida.

[3] Hay otra serie de “estupideces políticas” que aquí no vamos a desarrollar. Por ejemplo, una estupidez propiamente laborista –que bien encarna Hugo Moyano– que consiste en la incapacidad de advertir que el “trabajo” (el empleo formal asalariado) no es desde hace rato la única variable a mano para concebir las formas de reproducción de la vida popular, ni tampoco el horizonte hacia el que evoluciona una suerte de razón nacional-productiva, momificada en las veinte verdades peronistas. O la estupidez creciente dentro de la clase dirigente (de intendentes a gerentes de todos los partidos) en torno a un cierto espiritualismo: la idea de que la “paz interior” resuelve problemas políticos supone que estos se deben al stress y a las reacciones violentas. Además de banalizar saberes imprescindibles para la vida, este manotazo de chiches ideológicos new age no son sino una muestra más de la incapacidad por parte de quienes se conciben “dirigentes políticos” para pensar complejamente la situación.

Días de Derecha

(Notas para una psicología del kirchnerismo)
Por Marcelo Laponia

Podemos llamar “días de derecha” a aquellos en los que los ánimos se exacerban, las sensibilidades se enervan, las pasiones se desinhiben y los pensamientos confusos entran en irrefrenable ebullición. Los llamo así por una razón sencilla: porque nos vuelven más conservadores de nuestras estabilidades (no importa cuán precarias sean).
Entre nosotros,  las recientes denuncias sobre el manejo de dinero en negro por parte de empresarios íntimamente ligados a la cúspide del poder político desencadenan insólitas reacciones. Me detengo en una que afecta a parte de la militancia oficialista: la negación. Me interesa sobre todo desde el punto de vista terapéutico. Se trata de un cuadro complejo, característico de la psicología kirchnerista. Ante la desorganización de las referencias que sostienen la creencia política se ensaya todo tipo de cancelaciones parciales de la realidad vivida. Las últimas 48hs pude verificar el desarrollo de esta patología en muchos compañeros de ruta.
El síndrome denegatorio opera del siguiente modo: ante la gravedad de la denuncia televisiva del programa Periodismo para todos –que conduce el impiadoso Jorge Lanata– se responde que la denuncia carece de efecto por ser éticamente nefasta, al tiempo que se la priva de toda connotación vinculante en la esfera jurídica. Se lee lo ocurrido, en efecto,  como “farandulización” de la política.
El mecanismo de compensación psíquico es razonable porque protege: sustituye lo que no se puede soportar (la amenaza directa a la continuidad del gobierno) por aquello que sí se puede asumir con menos costos subjetivos (la banalidad bajo la forma de una estética pseudo-menemista). En la jerga profesional hablamos de forclusión.
Si no fuese por el costo histórico que conlleva, sería un férreo partidario de este sistema de auto-sostén de la propia estima en mis propios pacientes. Porque, si no equivoco el diagnóstico (me refiero esta vez al político), el costo de “farandulizar” al kirchnerismo es aún mayor, en términos de legitimidad y de calidad moral del vínculo político, que la eventualidad de afrontar un proceso penal en personas próximas a la presidenta. El razonamiento que sigo es simple: angostar la diferencia política con el menemismo incluye a suprimir la singularidad del kirchnerismo.
No es un buen día para plantear esto, lo sé. Los días de derecha son inapropiados para pensar serena y radicalmente. En días como hoy todos nosotros somos oficialistas, sobre todo por razones conservadoras. Tememos que se nos acabe la estabilidad actual. Que vuelva la reacción. Que se pinche la economía. Que se manchen las banderas (sobre todo la de los Derechos Humanos). Por esos sostenemos negando y apoyando.
De entre todos mis amigos, en días como estos me consuelo escuchando al sabio José, que dice así: “Hasta hace unos años, salían a la calle los más pobres, salían a luchar, soportando la miseria y la represión. Hace unos años, en nuestros países la cosa ha cambiado. Los que salen son los más ricos, irritados y racistas, y se les garantiza hasta el extremo su derecho al patetismo público”. Esta noche, cuando los escuchemos las cacerolas vamos a poder sentir diáfana la diferencia. No seremos nosotros quienes le demos cuerpo, pero la ensancharemos al máximo. Cuando las cosas se serenen, cuando volvamos a plantearnos cuestiones radicales, tarde o temprano, nos veremos ante el dilema de revisar los efectos de esta psicología que el kirchnerismo nos ha forjado.   

La multitud volatil

por Horacio González

¿Es fácil reunir multitudes? ¿No es la historia moderna la historia de las grandes masas movilizadas? Estamos tentados a responder: absolutamente sí. Pero ahí comienzan los problemas. El concepto de multitud comenzó a gozar de gran prestigio, al punto de reemplazar el concepto de pueblo, cuando la alta teoría política entendió que la multitud era un evento volátil proveniente de la disolución de las clases trabajadoras organizadas, de las lógicas comunicacionales de contenido pulsional subterráneo que consumen signos consumibles y siguen a los grandes poderes mediáticos, pero también pueden desbordarlos.
No es fácil decir si este giro que hace unas décadas tomó el concepto de multitud –luego de significar para el análisis positivista una expresión rebajada de la opinión ilustrada– puede contribuir a entender el modo en que hoy se manifiesta una parte considerable de la población argentina. Da la impresión de que las tesis de cuño articulador de diferencias que propuso Ernesto Laclau tienen en estas multitudes televisivas –es esencial que se expresen en tomas televisivas que consagran esa multiplicidad errática– una consagración especial. Casi apoteósica. Es lo televisivo por excelencia: tomas largas, cortas, cámaras elevadas, contrapicado, montajes abruptos, multiplicidad territorial. Si es un anudamiento de diversidades, con las que Laclau caracterizó al populismo, aquí se daría, pero con fuertes connotaciones de derecha. ¿Pero, señor, usted no vio que están los representantes del socialismo, de la izquierda, personas jóvenes y sinceras que reclaman por cosas justas, que nadie podría negar en su sano juicio? Lo vi, sí que lo vi. Pero cuando digo derecha es necesario percibir que en esta configuración de la multitud populista tal como se ha manifestado –legítimanente, en democracia, creyéndose víctima de una dictadura inexistente, es decir, una multitud fuertemente imaginaria, protagonista con derecho propio a vivir de una ilusión– es necesario percibir, repito, un fuerte envión tan voluntario como involuntario, de una porción de gran importancia de la población argentina, hacia una derecha imaginaria, pero efectiva.
¿Qué es una derecha imaginaria? En principio, la componen dirigentes de todo tipo. Algunos de derecha o ultraderecha declarados. Pero la derecha imaginaria está conformada esencialmente por personas que no son ni nunca fueron de derecha. Dirigentes de antiguas trayectorias de interés social, incluyendo antiguos luchadores, que sería injusto decirles de derecha, pero no es injusto advertir que son protagonistas de una nueva experiencia de la derecha. Son centroizquierdistas con una aureola imaginaria –que no quiere decir que no sea efectiva– que tiene sobredeterminaciones de derecha. Esto quiere decir una sola cosa. Vivimos en sociedades donde se ha producido una brutal expropiación del lenguaje político. Las izquierdas pueden hacer un papel cuya estructura de efectos sea de derecha. Esta realidad no es posible adjudicársela a nadie en especial. Quizá la doctora Carrió, con su peculiar lenguaje abismal y conspirativo, con sus deidades intrigantes encerradas en sus miradas oblicuas, pudiera ser un verdadero ejemplo de esta política espectacular de las derechas que se saben tales. Carrió perdió votos, pero marcó un modo de la política donde es posible ser de una derecha inasible, espectral, inmune en su práctica semiológica, perdidosa de votos, pero feliz en su capacidad desestabilizadora.
Nada nuevo. Gobernar hoy, sobre todo si hay un proceso complejo, con tropezones que nadie niega, errancias existenciales que sin duda podrían evitarse, pero afloran como fatalidad de una tradición popular hija de escurridizos realismos políticos, mientras que la política de la multitud televisada tiene su fuerza semiológica en lo irreal del concepto. No es imaginación política, es política imaginaria. Pero nos equivocaríamos si no viéramos que produce realidades trans-políticas. El periodismo convertido en un lenguaje que reemplaza a la verdad por las artes nunca desdeñables del comediante, la movilización que se ve en el goce íntimo de estar atomizada, en estado válido para insultar libremente –no solo porque hay libertad total de insulto, forma expresiva consagrada por la era de la imagen– sino porque el ciudadano republicano que honestamente sale a la calle por lo que considera un bien perdido –¿y quién no los tiene?– en el estado de multitud sin forma ni rostro adquiere uno posible: la condición insultante.
¿Pero no hay política? ¿No habló Gil Lavedra con su sonrisa un poco sobradora y su análisis siempre escuchable? ¿No nos dijo Prat Gay que estábamos ante el pueblo real, cansado de la política de los “chorros y palafreneros”? Claro que hay. Hay una gran intensidad política que desborda a esos rostros políticos satisfechos porque les proponen lo que no entienden. Si el deber del Gobierno es entender profundamente lo que está pasando –porque todo gobierno es un ejercicio superior de entendimiento– no parece suceder lo mismo con estos dirigentes –que nos interesan, pues muchas veces dialogamos con ellos– que se ven inmersos por fin en la gloria multitudinaria que les prestan las imágenes que construyen el ser atmosférico –numeroso, sí, popular, sí, incluso democráticamente festejable– que juega con el abismo de las instituciones que dicen defender.
La naturaleza de la política ha cambiado. Hombres de partido gozan de sumergirse en la anulación de esos organismos a destiempo. Intelectuales del viejo liberalismo que no había abandonado el sentido de que la política es de índole nacional, que ocurre en naciones concretas, con lenguas cívicas efectivas, existentes en las pedagogías conocidas, gozan con la pérdida del lenguaje político clásico. En el mapa de las movilizaciones llenas de descontento –y éste sí es deber del Gobierno analizarlo con más precisión– se encierran viejos secretos de un nuevo miedo que ha crecido en las tradicionales profesiones intelectuales, en los acervos últimos de lo que durante mucho tiempo se llamó clase media, en los horizontes resquebrajados que durante largos ciclos históricos fue una dirigencia sindical forjada en doctrinas, ditirambos y canciones. Miedo a un estilo reformista moderado, que tiene en su haber muchas transformaciones y no pocos errores, en general reconocidos –aunque no con la palabra autocrítica, que se escucha aun sin ser dicha– y que es acusado desde arruinar la naturaleza hasta cerrar el país a las inversiones, desde promover la inseguridad hasta provocar escenas de tiranía y autoritarismo. En la profunda quiebra intelectual que esto supone del viejo andamiaje de las clases medias, sus intelectuales más caracterizados están de luto por la muerte de Margaret Thatcher y están dispuestos a pasar por alto que una palabra como “yegua” puede disimularse cual si fuera un argumento político, llamar a la conversación cívica, pero considerar a Bergoglio el mesías de ese diálogo, dispuestos a pasar por alto que es hijo de las encíclicas sociales más conservadoras de la Iglesia del siglo XX. Eran laicos. Ahora son de las religiones que subyacen en las operaciones periodísticas, en el uso más envilecido de las redes sociales y en muchos casos, aun reconociendo la absoluta congoja con la que muchos escriben, se tornan autores de refinados actos de retorno a las tesis de los dos demonios y del fin del ciclo de los derechos humanos.
Son multitudes reales, sí. Están en los cruces simbólicos que toda ciudad tiene como emblema, como Times Square o Ipiranga y avenida São João en San Pablo. Aquí: Acoyte y Rivadavia. ¡Salud! ¡Santa Fe y Callao! ¡Salud! Plaza de Mayo/Catedral. ¡Salud! Los saludamos, compañeros de las nuevas multitudes. No creemos que sean de derecha ni golpistas ni desagradables ni violentos. Nada de eso son, pero hay algo más para decir, que es la esencia de lo que muestran por televisión. No en el momento en que salen de su casa, en familia, para protagonizar lo que sin duda es un acto contundente. No, no allí. Sino en pantalla, en las pantallas cuyas bambalinas son la sede de vastas operaciones de sentido, de aglutinamiento pulsional, de un cóctel de sentidos cuya suma no da cero, sino una infinitud antojadiza. No porque no tengan reclamos reales dirigidos a un gobierno, un gobierno que debe sopesar, discutir, atender, recrear y hasta refutar. Es algo más que eso, es la marcha flotante y ligera de miles y miles de almas hacia una brutal expulsión en sus vidas de un sentido de la historia. La historia dura, inclemente de estos tiempos, donde restos de un lenguaje pasado –ridiculizado por sus virtudes, no por sus errores– luchan por establecer sentimientos colectivos válidos para transitar lo que pensadores como Mariátegui –qué antiguo, ¿no?– llamaron “la escena contemporánea” u hombres como José Ingenieros –más añoso, aún– llamaron “el difícil tiempo nuevo”. Esta marcha del 18 de abril no es una sigla ni una ordalía que llevará a la verdad por el sacrificio. Es el lugar que se llama 18 A, convertido en sigla abstracta o en gargantas desgarradas que cada vez que deforman el abecedario –korrupción, kretina, etc.– demoran la posibilidad de una vida política más plena. La tiranía que avizoran es lo que les permite tener la espectacularidad que originará nuevas discusiones. Escuchen. Escuchémonos. Escuchémoslos. Escúchense. Oíganse en el interior oscuro de esas vísceras de la historia que desprecian. Camínense en sus viejas heridas en sentido de mano y contramano. La verdad nunca surge fácil.
La historia no es amable y no se reencamina con injurias ni dando argumentos de izquierda para acciones de una regocijada derecha. El verdadero regocijo es el de la búsqueda de nuevas significaciones para renovar las estructuras de sentido que habitamos y nos habitan. Medios comunicacionales, instancias públicas de decisión, tribunales de justicia, concepciones sociales sobre la justicia social y el derecho público. Que la multitud volátil sepa llegar a esos pensamientos: cuando dicen que los tienen, y en muchos casos es cierto, es también preciso que los pongan en lugares más adecuados. No en el palimpsesto de las venganzas argentinas sino en el reconocimiento de diferencias válidas, no de grietas que en el deleite de la multitud pueden enviarnos por correo certificado a los buzones de muchas décadas atrás.

La clase media es el Otro

Por Diego Valeriano y Juan Pablo Maccia[1]


Todavía existe la política por el impulso constante de los sectores medios. De hecho, si no fuera por la clase media en este país no militaría absolutamente nadie. Nadie. 

Y esto se debe a que la clase media ostenta una moral superior basada en cuestiones estrictamente estéticas. Es esta moral la que le da fuerzas para entrar a la arena pública, para hacer vivir la política y para triunfar en ella. Ningún otro sector social se siente poseedor esas verdades, ni de los argumentos para confirmarlas.

Hay una cuestión de voluntad, claro: la clase media tiene ganas de militar, le gusta, lo necesita, cree que es importante. Discuten de política en las redes sociales, alzan la voz en las cenas familiares y tienen verdaderas peleas entre amigos de muchísimos años. La clase media crea y nutre, una y otra vez, cualquier ideología, le pone palabras e imágenes a cada grupo político que ande por ahí. 



Todos nosotros sabemos que la clase media es la clase que gestiona lo simbólico: los ricos controlan la riqueza y la vida runfla tiene lógicas que pasan por otros lados. La clase media es la que lee y escribe, la que comunica, la que administra los asuntos del alma y del sentido. La clase media se encarga de la ley, de la moral, de la literatura y de las ciencias. De la universidad, la universalidad y la cultura. La clase media es la clase que hace pedagogía, la que sabe y la que aprende. ¡Y la única con auténtica conciencia de clase! 

Se trata, en síntesis, de una clase que no quiere trabajar y que no tiene de qué vivir por fuera de esta gestión de los símbolos.

Por todo esto, la clase media es la clase del estado. Haciendo política hace estado y haciendo estado encuentra su verdadero destino en sociedad (La clase media sólo fue genuinamente anti-estatal cuando no hubo promesa de estado –entre el fracaso de la Alianza y los logros de Duhalde– que anticipaban ya al actual kirchnerismo, rebosante fiesta de la middle class).

Solo la clase media hace política, solo ella piensa en el otro, habla por el otro. Sólo ella vibra deseosa de representar a los otros. Habla que te habla de Trabajadorxs, de Niñxs, de Originarixs, de Justicia, de Pueblo, de Tercerizados, de Derechos Humanos, de Republica, de Soberanía, de Inclusión, de Patria, de Libertad. Hablan, ponen el cuerpo y se lukean

Así, hacer política queda siempre entre lo absurdo y lo heroico: lo absurdo se da en el modo de vestirse con la piel del otro, impostando y creyendo; lo heroico se da al jugarse por el otro hasta pagar con la propia vida. Lo que está en juego es el simbolismo en torno al cuerpo de la víctima: ir hacia ella y, en el límite, ocupar su lugar. Si la Patria es el Otro la solidaridad es la mejor de sus arma; y el sacrificio su ejemplo más extremo.

Las vidas runflas no hacen política, no les interesa perder tiempo en la fórmula del otro. La heroicidad o el absurdo son mucho más cotidianos: no es necesario salir a buscarlo afuera. Las vidas runfla se liberan de la política desde el consumo para no ser, siquiera, espectadores. 

La política es el Otro, esa es sin duda la mejor fórmula para la nación. El Otro es la categoría ética superior de nuestra política de clase media.

Clinämen: «Por una economía al cuidado de las vidas»

Conversamos con Natalia Quiroga Díaz, economista e investigadora en temas de economía feminista y economía social, sobre la actualidad en la región: desarrollismo y extractivismo, capitalismo y patriarcado,  mercadocentrismo, economía popular.

Memoria desdentada: Traición y Violencia

(A 40 años del triunfo de Héctor Cámpora)


por Bruno Nápoli




La repetición ponzoñosa de escenas, no pasadas, sino incubadas en la construcción de algún pasado (glorioso o maldito) por momentos se presenta como un quiste para la actual administración. Una gestión puntillosa de recuerdos rehabilitados con muchos esfuerzos, y con inmensos hiatos que prefiguran lo difícil (y a la vez efectivo) de la empresa. Pero de todas formas, en esa cadena de imágenes para traer u olvidar, está el Perón que muere y está su esposa que sigue su camino como presidenta. Claro que es imposible la comparación, por mil y un motivos: allí no hubo elecciones, ella era su vice, la actual presidenta legitima su mandato con millones de votos y sabe gobernar, y tantos, pero tantos etc. más; de todas formas la inclinación a las vidas paralelas es un hábito que por la negativa también se construye maliciosamente, y se intenta desanudar, pues la actual primera dama (segunda mujer en ejercer la presidencia de la Argentina, mal que nos pese) intenta la mímesis con la otra, con “esa” mujer, la peronista de verdad, la Eva, en un gesto por alejar cualquier fantasma de prefiguración asimilable al matrimonio peronista de los 70.

Pero a la vez, el juego direccional de las palabras en cada discurso, como reivindicación de una militancia tenaz combatiendo por una “patria justa”, desata los demonios de esa contradictoria rememoración. Si por un lado hay que parecerse al primer peronismo por nacimiento y pertenencia, hay que parecerse al “setentista”, por estrategia y representación política volcada a una apuesta con recambio generacional, que prefigure la imagen de una “militancia revolucionaria”. Los dos peronismos, el que en junio de este 2013 cumple 70 años de vida desde su nacimiento con un golpe de Estado, y el setentista, que se sabe decir “militante” del proyecto nacional y popular de mayo del ´73, se funden en la figura de Cámpora. Su imagen pareciera ser la conjunción perfecta, el número mágico para una igualación útil y efectiva, en la programación del actual formato de ejercicio de la política: la acumulación simbólica. La representación por voluntad de reivindicación y necesidad de diferenciarse de los últimos peronistas que gobernaron el país: Juan Perón, Isabel Perón y Carlos Menem.


Cámpora cumple los requisitos. Nace con el peronismo. Es funcionario del gobierno militar producto del golpe de Estado de junio de 1943, designado por esa dictadura, que lo junta con Perón en la función pública en 1944. Y es el presidente del peronismo de la resistencia de 18 años de proscripción que nace acunado en la idea del regreso del mismo Perón. Entre esos dos eventos constituidos como un solo relato que marcó la historia argentina (y sigue definiendo sus tiempos políticos) la gestación de la figura de Cámpora parece querer desentrañar, desde un olvido persistente, la revuelta emancipadora que su breve gobierno intentó capturar. Un “interinato” fugaz y contundente, que habla de revolución y liberación nacional, “…en mi calidad de presidente electo de los argentinos -dirá luego de su triunfo electoral- me dirijo al pueblo que el 11 de marzo me designó para encabezar el proceso revolucionario de liberación y reconstrucción nacional. Ese proceso revolucionario fue plebiscitado en las urnas. Ese mandato será ejecutado desde el principio, y hasta sus últimas consecuencias, en beneficio de todos nuestros compatriotas”; y que pretendió cambiar las nociones de violencia política de su presente, poniendo el acento en la crítica a la violencia represiva estatal.

Lamentablemente, la retahíla deshilachada de ofrendas que el relato actual le hace a la memoria política, desentona con la Historia y con sus eventos más absolutos: los de la Traición y la Violencia, como sucedáneos de una lealtad extemporánea. Una historia circular por momentos cancelada, que nos dice en los hechos que Perón va a reivindicar como propia la liberación nacional en el mismo acto de su regreso, pero anulando con esos dos conceptos en su diccionario, todo lo hecho por Cámpora. 

La Violencia

Con solo leer los fundamentos de la Amnistía Social propuesta por Cámpora en su discurso del 25 de mayo de 1973[1] es imposible no ver el cuestionamiento que supone al sistema de representación estatal de su tiempo. Una represión con basamento institucional de todos sus órdenes, impuesta por monopolio de la fuerza y de la historia de años de proscripción que el breve presidente, intenta socavar con su proyecto. Propone una amnistía para todos los presos condenados o procesados por delitos calificados de políticos, pero además pone en cuestión todos los procesos judiciales para presos comunes, pues sostiene que “si bien (…) nos ceñimos en esta ocasión a los presos políticos gremiales y estudiantiles, como a todos aquellos que han sufrido sanciones por su alzamiento contra el sistema, también es verdad que de una manera lógica debiera incluirse la pretensión de revisar la situación de quienes han sido presos o condenados por los denominados delitos comunes sin ninguna vinculación directa con fines políticos. Parecerá extraña esta afirmación, pero los considerandos expuestos en la parte denominada ‘la violencia como sistema’ muestran que es injusto haber penado a quienes en actitud de defensa por la vida, han violado las normas del Código Penal, dictadas sobre la base –que no se da en nuestro caso- de que el orden social es justo. Por vía de ejemplo cabría señalar que resulta irritante reconocer la existencia de millares de personas condenadas por la violación del derecho de propiedad en un país como el nuestro, en que son millones los que no tienen fuente de trabajo…”.[2] Sin rodeos, la cuestión así planteada reconoce sus palabras en las consignas que las organizaciones de resistencia convocaron para ejercer el derecho de violencia como continuación de una lucha que en el terreno político legal parecía agotada. Y los sucedáneos de estas propuestas serán la revisión de esas condenas, la libertad inmediata de los “presos de guerra” (como los definía “El Descamisado”) y la disolución inmediata de la Cámara Federal en lo Penal (CaFePe) un organismo que solo dedicó sus esfuerzos a encerrar militantes para “mantener el orden constitucional” bajo las órdenes de Onganía y Lanusse.

Quienes acompañaron este esquema con épica revolucionaria, fueron un grupo de gobernadores (Santa Cruz, Salta, Córdoba, Mendoza, Formosa y Buenos Aires) y otros tantos diputados de la juventud peronista, mas un espacio de poder importante en ministerios y secretarías. De todos modos, la decisión salvadora de incubar desde el Estado decisiones “revolucionarias” invitando a miles de voluntades a aunar fuerzas alrededor del proyecto liberador, no fue un suficiente dique de contención para detener las inveteradas alianzas que las burocracias repletas de privilegios habían establecido con un Estado represor e injusto, que ahora se ponía en cuestión. Un monopolio de fuerza y organización capaz de resistir cualquier vendaval revoltoso, por mas institucional que fuera.

La traición

En un marco de engaños y certezas, quienes determinaron su formación a base de privilegios prebendarios y no de trincheras polvorientas, no dudaron en descorazonar la capacidad de acción política de los “imberbes”, su proyecto de desembarco en pos de la “patria socialista”, y los eventuales socios que pudieran conseguir. Pero sobre todo, contaban con la figura patriótica, general, casi mítica, que podía desenfundar su sable sin ningún problema en beneficio de unos sobre otros. Sus pares, sus institucionales pares de la burocracia que lo ungieron en el 46 y ahora, viejos pero con todas las cartas marcadas, reclamaban lugar en la toma del Estado que tanto les había dado, exigieron el escarnio ante tanta irreverencia.

Con la presión sobre sus hombres y sus vidas, Cámpora es retirado de la escena sin siquiera la sombra de una victoria, y el programa de Reconstrucción Nacional prontamente será tomado por quienes se reivindican como los hacedores de la patria contra los antipatria. Y el Perón electo presidente firma el 1 de Octubre el documento que reza: “los grupos o sectores que en cada lugar actúen invocando adhesión al peronismo y al General Perón, deberán definirse públicamente en esta situación de guerra contra los grupos marxistas y deberán participar activamente en la acciones…” (Clarín, 02/10/73)*[3]

A los pocos días le toca el turno al más “leal” de todos, al que lo había traído del exilio, al que había aceptado ser presidente para no serlo: Cámpora es intimado por el Consejo Superior Peronista, a ratificar o rectificar si adhiere o no a la juventud peronista que agravia a Perón. (La Prensa, de Lima, el 23/10/73, bajo el título “Depuración Ideológica sigue”, destaca la inquina contra un ex presidente argentino. De todos modos y a pesar de sus dichos, echan a Cámpora del peronismo en mayo del ´74).

Mientras tanto, el gobierno de Córdoba está jaqueado y el de Mendoza sufre el paro total que declaran la CGT y la UOM locales, porque “se niega a la depuración ideológica de su gabinete”. Finalmente, el Consejo Superior Peronista “separa del peronismo al Gobernador de Mendoza”. (Télam, cable fechado el lunes 29/10/73)

En enero de 1974, una acción del ERP destruye las pocas vallas de autocontención que delimitaban la matanza ya comenzada y se desbocan los caballos: Perón invierte todo lo hecho por Cámpora impulsando profundas reformas del Código Penal (Clarín, 26/01/74) haciendo de este instrumento tan revoltosamente cuestionado por su antecesor, la herramienta de todo el rigor represivo del Estado en un formato legal. Es la inversión exacta de lo que la primavera camporista había planeado pocos meses antes. Y el presidente en ejercicio Juan Perón, vestido de uniforme, advierte: “a la lucha (…) no hay nada que hacerle, mas que imponerle y enfrentarla con la lucha. (..) nosotros desgraciadamente tenemos que actuar dentro de la ley porque si en este momento no tuviéramos que actuar dentro de la ley ya habríamos terminado en una semana. Estamos con las manos atadas dentro de la ley (…). Nosotros vamos a proceder de acuerdo con la necesidad, cualquiera sean las medios. Si no hay ley, fuera de la ley también, y lo vamos a hacer violentamente”. (Clarín. 23/01/74)*

Mercenarios Asesinos y Drogadictos

En paralelo, la tropilla hace loas de este retorno a las fuentes: las burocracias comienzan a firmar declaraciones de guerra y a la vez apoyo al antiguo líder.

“Contra los delirantes de la revolución utópica que hacen el juego con el terrorismo anárquico a la extrema derecha. (…) terminar con las sectas asalariadas que asesinan sin ningún freno”. Federación Argentina de Luz y Fuerza y Sindicado de Luz y Fuerza de Capital Federal. (La Razón. 22/01/74)

“Unidos contra la agresión apátrida”. Sindicato Obrero Marítimo (La Razón.23/01/74)

“Los intendentes de la tercera sección electoral unidos en la doctrina para la reconstrucción y la liberación nacional. Contra la barbarie de un minúsculo grupo de inadaptados y representantes de intereses antinacionales.” Firman los intendentes: Herminio Iglesias, Manuel Quindimil, José Rivela, Nicolas Milazzo, Oscar Alberto Blanco. (Clarín. 23/01/74)

“Una sola patria: la justicialista. Una sola bandera: la azul y blanca. Un solo líder: Juan Perón”. Unión Obrera Metalúrgica. (Clarín. 23/01/74)

“…repudiar a los agentes de la sinarquía internacional que van del brazo del comunismo apátrida. CGT La Matanza. (Clarín 25/01/74)
“La consigna es: a muerte defender a Perón”. Consejo Directivo de la Unión de Trabajadores Gastronómicos.

Los trabajadores de Sanidad, acusando a “infiltrados de afuera (…) tendencia izquierdizante y apátrida, bajo el pomposo título de Juventud Trabajadora Peronista deciden disolver su agrupación Eva Perón dentro del Gremio porque sostienen que “ante esa siniestra conjura de la izquierda trasnochada, preferimos quemar la nave antes que entregarla a los enemigos” Firma: Teresa Nocetti. (Clarín. 26/01/74)

 “…que las reformas en el código penal sean una valla de contención  a la reacción vil  y apátrida”. Agrupación Metalúrgica Peronista José Ignacio Rucci. (Clarín. 29/01/74)

Pero las palmas se las lleva una propaganda que aparecía en los diarios de la época, y ordenaba: argentino, no permitas que mercenarios asesinos y drogadictos destruyan tu país”; firmada por la Agrupación de Liberación Nacional, el texto era acompañado por la imagen de un joven barbudo golpeando y cortando un mapa de la Argentina con un martillo y una hoz. (en archivo FDCL s/f). Este discurso es coincidente con la declaración del Consejo de Seguridad Nacional formado por Perón en diciembre del 73, en el que dice: Deben ser reprimidos con mayor preocupación y severidad el tráfico de drogas, armas y literaturas que instruyan en la subversión y el caos, conscientes de que tales males, sería ingenuo no reconocerlo, responden al deseo de crear estados de angustia colectivos que no se compadecen de la realidad que construye el país día a día” (La Opinión, 21/12/73)*

El escarnio

Pronto, los gobernadores de la Tendencia serán borrados del mapa por el mismo Perón: el gobernador de Formosa (A. Gauna) debe renunciar en noviembre del ´73. Oscar Bidegain renuncia a la provincia de Bs As en enero del 74; al mes siguiente, el jefe de policía de Córdoba da un golpe de Estado y detiene al gobernador Obregón Cano (Perón dirá “que se cocinen en su propia salsa”, y una semana mas tarde envía a Antonio Cafiero como interventor) y en junio deja el cargo Martinez Baca, gobernador de Mendoza. Los dos restantes soportan un poco mas el asedio, pero ya con Isabel Perón como presidente de la nación (luego de la muerte de Juan Perón) Ragone en Salta es derrocado (y desaparecido por el mismo gobierno, aun permanece en esa situación) y Cepernic deja el sillón de Santa Cruz para ocupar un calabozo por años.
Un diario de La Paz publica La Juventud Peronista se reveló contra Perón”, destacando que no asistieron a la tradicional reunión de los jueves con el General. (diario Hoy, 29/01/74) A la semana siguiente, Perón les dice a los jóvenes que “es hora de dejar de pelear, porque si no saco un decreto de movilización y esto se acabó” (La Razón, 07/02/74). Para completar una imagen que condensa la temperatura de ese tiempo, el interventor de la Universidad del Comahue, Remus Tetú, ordena sacar la placa que bautizaba el aula magna con el nombre de Salvador Allende. (Diario de Neuquén, nota de Issca Gdansky, 29/01/74)

Definitivamente la violencia estatal, puesta en cuestión por Cámpora, había sido devuelta a la escena de mano de la traición. El Terrorismo de Estado había comenzado con Juan Perón, y continuaría con Isabel y sus jefes militares. Los discursos todos, son difíciles de diferenciar en autoría:

“Estamos en presencia de verdaderos enemigos de la Patria, organizados para luchar en fuerza contra el Estado (…) pido a todas las fuerzas políticas y al pueblo en general que tomen partido activo en defensa de la República que es la afectada”. (Juan Perón 02/01/74). “Si es preciso, en la Argentina deberán morir todas las personas necesarias para lograr la seguridad del país (Jorge Rafael Videla a “La Prensa” 24/10/75). “Yo quiero significar que la ciudadanía argentina no es victima de la represión, la represión es contra una minoría a quien no consideramos argentina (Jorge Rafael Videla a “Clarín” 19/12/77)

Dos generales hablando el mismo idioma, en sintonía: los enemigos de la patria, los no argentinos, la lucha por la república y la seguridad….el mal absoluto contra los jóvenes.[4]

Epílogo inconcluso

La calificación de “setentistas” a las promesas de tribuna que, declamadas con más vigor que convicción, se desprenden de la construcción política mediática como formato de acumulación de voluntades, es pronunciada casi como reflejo impotente de los nostálgicos, más que como adjetivo inquino. Tiene poco vigor ya la palabra a la vista de estos hechos, y contiene más su peyorativo deseo de calificación, que su intensa significancia apocalíptica original. La gravitación de esas voluntades humanas que en los setenta denostaron modelos imperantes, combatieron al Estado, y pensaron que una Revolución es eso o nada, tiene muy poca comunión (en su sentido mas religioso) con la viralidad de palabras que se utilizan hoy para definir políticas de Estado, mas allá de la potencia de los símbolos actuales.
Si la memoria es un imprescindible juego de olvidos masacrados, que la construyen para saldar pasados, repararlos o sepultarlos, los ejercicios repetitorios de símbolos en blanco y negro, puestos ahora en color y con desagradables entonaciones histriónicas, no hacen más que obligarnos a pensar en las genealogías de esos olvidos. Y en los motivos de algunas desmemorias.

Las cualidades “revolucionarias” de los planteos camporistas originales, tal vez tengan poco que ver con el liberalismo capitalista exitoso que hoy se aplica y que no pretende ya una “patria socialista” sino todo lo contario: una patria sin socialistas ni “anarco-capitalistas”. Pareciera ser una reedición de los múltiples rostros que los peronismos mostraron en los últimos decenios: el industrialista, el militante, el neoliberal y el actual de “capitalismo humano”. Todos juntos en diferentes medidas y gestos. Y de todos esos, los actuales exégetas del buen militante rescatan solo 49 días para sus propios jóvenes. Más no estaría nada mal que esos mismos jóvenes se permitieran conocer de manera crítica la complejidad de todo el periodo, sobre todo para poder reconocerse herederos de algo mas que un fragata llena de marinos (símbolo de la Esma y el genocidio para miles de víctimas) o de la copa de leche Néstor Kirchner repartida en los pagos del conurbano. Y no nos referimos a los jóvenes funcionarios (esos solo están dedicados a acumular dinero y poder) sino a los sinceros militantes barriales que día a día patean la calle rememorando lo mejor de un relato que de todos modos, les es esquivo.


[1] Amnistía que se hace efectiva el mismo día que asume, mediante un decreto-indulto, y se aprueba en forma de ley dos días después.
[2] Sandler, Héctor, De la amnistía a la represión, imprenta del HCN, 1974.
[3] Todas las citas de Hemeroteca pertenecen al archivo personal del autor excepto las tres señaladas* que  figuran en  Franco, Marina, Un enemigo para la nación, FCE 2012.
[4] Juan Perón, en diciembre de 1973 designó a Videla Jefe del Estado Mayor del Ejército, y a Masera Comandante en Jefe de la Armada (la condición de peronista de este último le valió la confianza de Perón y fue el almirante  más joven en ese cargo, lo que obligó a pasar a retiro a 14 marinos para que asuma)

En pocas palabras

(para un país sin lenguaje político)
Por Rosa Lugano
Cuando dicen Pueblo, hay que ser capaz de oír “comando exitoso de las relaciones de producción”.
Cuando dicen Nación, hay que ser capaz de oír “espacio para el despliegue de ese comando”.
Cuando se dice que hay Corrupción, hay que ser capaz de oír “modelo de acumulación política”.
Cuando se dice Corporación, hay que ser capaz de oír “grupo de poder que no pertenece al armado propio”.
Cuando se dice Yegua, hay que ser capaz de oír “odio oligárquico”.
Cuando se dice Inclusión, hay que ser capaz de oír “revolución pasiva” (Gramsci dixit).
Cuando se dice Democracia, hay que ser capaz de leer “subordinación activa”.
Cuando se dice Peronismo, hay que ser capaz de oír “síntesis de pueblo y capital (nacional)”
Cuando se dice Antiperonismo, hay que ser capaz de oír “síntesis de ciudadanos y capital (global)”
Cuando se dice Crecimiento de la Economía, hay que ser capaz de oír “crecimiento del capitalismo”.
Cuando se dice Capitalismo en serio, hay que ser capaz de oír “capitalismo en serio” (es decir, Mundo-Bric).
Cuando se dice Soberanía, hay que ser capaz de oír “teología política”.
Cuando se dice República, hay que ser capaz de oír “propiedad privada”.
Cuando se dice Modelo, hay que ser capaz de oír post-neoliberalismo (no superación, sino continuidad con modificaciones).
Cuando se dice Neodesarrollismo, hay que ser capaz de oír “neoextractivismo”.
Cuando se dice que Vuelta del Trabajo y la Dignidad, hay que ser capaz de oír que “vuelta del consumismo” (aumento de la circulación del dinero sin correlatos de lazo social).
Cuando se dice Intervención del estado, hay que ser capaz de oír “esfuerzos por sostener el embrujo del mercado”.
Cuando se dice Que la crisis la paguen los ricos, hay que ser capaz de oír la “ineficacia de toda izquierda abstracta”.
Cuando se dice Aquí hay una dictadura chavista, hay que ser capaz de oír “acá hay un nabo que no entiende donde está parado”.
Cuando se dice Militancia juvenil, hay que ser capaz de oír “clase media que gestiona estéticas e ideologías”.

Nombrar un nuevo conflicto social:

entrevista a Neka Jara y Alberto Spagnolo, 

(del Movimiento de Colectivos “Maximiliano Kosteki” de Florencio Varela)


Por Maura Brighenti


– La noche del 30 de agosto representa un momento crucial en las experiencias de vida de ustedes. Un plan bien organizado que culmina con el robo y el incendio de su casa puso en evidencia la carga de violencia brutal que subyace en la nueva disputa por el control del territorio. Con el coraje de siempre, y gracias a la red de amigos, compañeros y organizaciones sociales que trabajan con ustedes, consiguieron de inmediato denunciar lo que pasó y revertir el diseño orquestado por una banda narco y sus varios cómplices. A la distancia de los meses transcurridos desde entonces, ¿cómo analizan políticamente lo que pasó aquella noche? 

– Lo que nos pasó a nosotros es la manifestación de una situación compleja que están viviendo muchos otros barrios del Conurbano bonaerense, y no sólo allí. A través de la complicidad política, judicial y policial funciona una red delictiva que gestiona, entre otros negocios, el narcotráfico. Esta red extiende su influencia a lo largo de todos los territorios urbanos, y no es sólo Buenos Aires, hay que ver lo que está pasando en Rosario.

Dicho esto, nosotros nunca buscamos un enfrentamiento directo con las bandas narcos. No nos consideramos jamás como “luchadores contra la droga”. El tema de la droga merece un debate profundo, serio: no todo se puede poner en la misma bolsa. Nuestra tarea ha sido otra, nos hemos dedicado a trabajar con los jóvenes, generando diferentes ámbitos de encuentro (clases de artes marciales, talleres de música, de baile folklórico, campamentos), momentos de una fuerte dimensión grupal que a los chicos les permite resignificar sus vidas que transcurren en contextos muy duros marcados por la agresividad de un neoliberalismo que afectó sistemáticamente la existencia de familias bombardeadas permanentemente por un ideal de consumo que exige tener un montón de cosas que están completamente fuera del alcance de nuestras economías. Los chicos viven constantemente con ese tipo de presión, que lleva muchas veces a considerar la posibilidad de hacer plata fácil. Es difícil no caer en esa. Este es el origen de una serie de problemáticas muy presentes en nuestros barrios como es el tráfico del paco.


No hablamos de “droga” sino de paco que es un veneno que se extendió en todos los barrios generando unas dinámicas bien específicas: primero hacen adictos a los chicos (haciéndoles cercano el paco, llevándolo hasta el colegio), después comienza el reclutamiento. En el barrio Pico de Oro (Partido de Florencio Varela), adonde vivíamos nosotros, comenzaron a llegar en un momento más de cien chicos-soldados, que andaban en bicicleta, hacían vigilancia, distribución, y con familias que también les brindaban apoyo y cobertura a la red narco (lugares donde se guardaban las armas, substancias químicas, mercadería). Se trata de una organización muy difundida, con ramificaciones en el los poderes del estado (policía, políticos, poder judicial), y que funciona bajo la forma de una red, dedicada a la producción y distribución del paco.

Todo esto nos llevó a intentar no chocar de frente con estas redes, aunque sí tuvimos siempre una práctica con los jóvenes, procurándoles un ámbito que ofrezca y promueva cosas que tienen que ver con la vida. Sin buscarlo fuimos entrando en un antagonismo con las banditas narcos del barrio. De pronto nos vimos completamente inmersos en una disputa por el territorio que no deseábamos, pero sobre todo por la vida de estos chicos que entraban en contacto con las cosas que hacíamos y planteábamos desde el movimiento y muchas veces comenzaban a modificar las percepciones y los deseos en relación a sus propias vidas. Muchos de estos pibes que andaban con las banditas narco pasaron a formar parte de los grupos y las actividades que veníamos promoviendo.

Es en este contexto que uno de los narcos empezó a vender paco en frente de nuestra casa y comenzaron los problemas, empezamos a recibir todo tipo de presiones y amenazas, hasta que se concreta una maniobra ideada de manera inteligente contra nosotros, contra el movimiento: inventaron una denuncia gravísima de abuso y nos acusaron a nosotros, el asunto estaba completamente coordinado con la comisaría primera de Varela, de modo que mientras la banda nos atacaba en el barrio (saqueando e incendiando nuestra casa), la policía actuaba (dejando zona liberada a la patota y circulando el rumor que nos inculpaba) en completa complicidad con ellos.

Pudimos reaccionar a tiempo, llegamos a demostrar lo ilegítimo de todo lo que se planteaba, denunciamos a las cuatro o cinco personas que idearon la maniobra (siempre ligadas al narco). Una de estas personas está presa, otra está prófuga, y varios otros siguen aún sueltos. Lo que ellos buscaban era destruir una forma de vida que el movimiento tiene desde hace años y para lograrlo se propusieron golpear sobre nosotros de esta manera. Si les salía bien nosotros éramos linchados en el barrio, o en la comisaría. Y una cosa es morirte por militante, ¡otra muy distinta es que te cuelguen un rotulo infamante! Por suerte alcanzamos a revertir su maniobra.

– A la urgencia de la denuncia política siguió pronto la necesidad de analizar la situación más general. Un trabajo colectivo todavía en su comienzo, pero que ya expresa una doble voluntad política: entender, nombrar y visibilizar un “nuevo conflicto social” que está teniendo lugar en el conurbano de Buenos Aires como en muchos otros territorios del país y, al mismo tiempo, construir y consolidar una red de organizaciones y movimientos sociales alrededor de esta cuestión. Partimos del primer punto: ¿cómo se está diseñando este nuevo mapa de poder y control social en un territorio como Florencio Varela?

– Hoy en los barrios se están delineando relaciones de poder muy diferentes a las que se daban por ejemplo con los punteros. Con los punteros políticos era una disputa de territorio pero desde el punto de vista de una construcción mucho más política. Hoy la disputa es a partir del delito, de lo ilegal y es mucho más delicada porque las prácticas que tienen que ver con esto son muchos más oscuras. Toda la organización en torno al narco, específicamente en torno al paco (porque drogas hubo siempre en estos barrios, pero con otra lógica de venta, de consumo, de relaciones sociales) es sumamente disruptiva. La situación de poder que se genera es en torno al territorio, y por eso a nosotros nos quemaron la casa, por eso quieren que nos vayamos. A pesar de las diferencias de contexto, no es tan diferente lo que pasa en el norte, en Santiago del Estero, donde matan a campesinos que están trabajando la tierra para “limpiar” tierras y ponerlas a la venta para la producción de soja o madera. Se trata siempre de una matriz de negocios cuyo fundamento está ligado al delito, y a la violencia contra las riquezas comunes (como los lazos sociales, la tierra), y que se da siempre a partir del amparo por parte de poderes judiciales, policiales y políticos. Toda esta ilegalidad tiene un costado legal, porque la violencia y la depredación se legalizan, se amparan, no podemos pensar estos procesos sin el tipo de construcción mafiosa que las acompaña.

Es por eso que nosotros estamos ahora hablando de un “nuevo conflicto social”,  con otras formas, otros métodos, mucho más difusos. Es más complejo organizarte para enfrentar esta conflictividad porque muchas veces no sabés delante de quién estás parado. Por ahí estás hablando con un vecino y al otro día te enterás que en su casa se esconde el paco; que en la casa de otro vecino alguien de la familia hace de mulo, etc. Entonces hay un control mucho más complejo de lo que tenía el puntero político hace unos años atrás. Y por lo tanto hay nuevos desafíos, nuevas preguntas. Nos requiere pensar de nuevo cómo trabajar en el barrio, porque el territorio es una disputa importante.

– En los últimos meses comenzaron a pensar este nuevo conflicto social como algo que pertenece a la lógica neo-extractivista que sostiene el actual modelo de acumulación y valorización capitalista en Argentina como, más en general, en América latina. En este sentido, podríamos decir que las dinámicas complejas ligadas al narcotráfico desarticulan el tejido social que los movimientos y las redes de cooperación social y comunitaria produjeron en los territorios del Conurbano. Con una dinámica parecida, el agro-negocio desarticularía  una manera de vivir y producir practicada hace mucho por las comunidades indígenas y campesinas. En ambos casos, el neo-extractivismo parece incorporar una dinámica mortífera: desarticula, desertifica y mata. ¿Podríamos decir que es el reconocimiento de esta dinámica común la que los llevó a reencontrar los compañeros del Mocase? 

– Ciertamente. Porque la dinámica que hoy se está implementando tiene este trasfondo. La necesidad de tierra, de espacios territoriales que tienen las transnacionales, y sobre todo los sojeros, incorpora esta manera de contrainsurgencia que si bien parece muy distinta tiene una similitud en el hecho que la implementación del choque con esos campesinos a quien quieren quitarle la tierra lo están tratando de hacer aparecer como un problema que no tiene nada que ver con la empresa, ni tampoco con la política. Lo cual es un riesgo enorme porque ante la sociedad es mucho más complicada la visibilización.

Nos contaban, por ejemplo, que en Santiago del Estero hay bandas formadas, tal vez por lazos familiares, que  reclutan gente pobre, van a desalojar a los campesinos, se quedan con la tierra y luego llega la empresa y se instala. Entonces, ya el choque no es de forma directa con la policía, con una fuerza de represión, sino que hay más bien una terciarización de la contrainsurgencia. En nuestro caso también: aquellos que nos reprimieron actúan hoy de una forma mucho más sofisticada, porque el conflicto aparece como un caso policial, se despolitiza, no aparece como un choque entre fuerzas antagónicas y, de esta manera, ellos logran quedarse afuera del conflicto mismo.

Entonces para nosotros la similitud es muy grande y de allí la necesidad de articular de manera permanente –no sólo cuando matan a un compañero– para desarrollar una inteligencia común ante situaciones que son de mucho riesgo.

– Hay algo que ya subrayaron y que me llamó la atención acerca de las primeras representaciones políticas y periodísticas que intentan marcar también el sentido común: la idea de que lo que les pasó a ustedes –y no sólo a ustedes– sería un mero conflicto entre bandas barriales. Del mismo modo se pretende dar la imagen de que el asesinato de los dos compañeros del Mocase se debe a una dinámica atávica de cuchillo fácil todavía en boga entre las lejanas provincias del norte del país. Son formas de encubrimiento del conflicto social y de la complejidad de sus dinámicas bajo el manto de un cierto folklore… 

– Es un mecanismo grave por lo que encubre, por lo que quita a las organizaciones, porque de alguna manera desarticula una reacción como respuesta política. En Florencio Varela, cuando los narcos sacaron de sus viviendas a cinco familias paraguayas, hubo resistencia, se generó un enfrentamiento que los periódicos salieron de inmediato a describir como una pelea entre bandas. Fue la manera que tenían la policía y el Intendente de tapar un conflicto donde hay banda delictiva operando contra gente trabajadora. Lo grave es la injusticia que esto produce. Porque nosotros por ser conocidos, por tener una red de militancia desde hace muchos años, todo esto lo podemos revertir, pero esta gente del Paraguay no pudo, porque son gente pobre, sin esa red de contactos.

Es una manera para eliminar sistemáticamente a quien se opone, a lo que ven como el adversario, el enemigo. Es grave porque te deja en una situación de gran fragilidad. Y a menudo los medios alternativos no son suficientes para revertir la versión reproducida por los diarios cómplices. En Florencio Varela también el comisario tiene un diario propio, y es el primero que salió a dar una versión que curiosamente es la misma versión de la banda. Requiere mucho trabajo deconstruir todo esto cuando circula un montón de guita para la compra de voluntades, cuando están implicados partes importantes del poder político, judicial, de las fuerzas policiales: todo los que se pueden comprar se compran. Es un fenómeno que nos pone a la vez en una situación de fragilidad pero también de desafíos enormes para que los movimientos se desarrollen, crezcan y tengan también sus herramientas de defensa.  Que es lo que después de estos acontecimientos tenemos que gestar. Tenemos que repolitizar el conflicto. Ya lo hicimos hace años en el Puente Pueyrredón, cuando mataron a Darío y Maxi. Tenemos que seguir con esta tarea de resignificar y renombrar el conflicto que va asumiendo modalidades diferentes.

– Otra representación que funciona tanto para la lógica del narco como del agro-negocio es la de “zonas liberadas”, espacios “vacíos” que se “conquistan” para la actividad económica (sea para la venta del paco, sea para explotar masivamente con los monocultivos). En ambos casos se da la desarticulación de vínculos sociales y afectivos…

– La referencia a las zonas liberadas es muy llamativa. En realidad se trata de “zonas de control” más que de zonas liberadas. Las zonas liberadas son las de Chiapas, las creadas por los compañeros. Estas son zonas de dominación y de control. Son zonas de guerra, una guerra nunca declarada, pero que destruye el tejido social, el tejido comunitario y todo intento de cambio. Esto involucra, sobre todo, a la vida de los más jóvenes. Porque ellos son la fuente de energía para una transformación y están golpeando precisamente en los recambios generacionales. La juventud tiene en sí una vitalidad, una fuerza de cambio que a veces con los años uno va perdiendo. Entonces son los que van a continuar las luchas, van a continuar el empuje para una trasformación de esta sociedad.

Si antes el poder golpeaba de manera más evidente, hoy usa estrategias más sofisticadas, pero siguen siendo tareas del poder, nosotros no lo desvinculamos del poder. Escuché un comentario sobre los narcos en Brasil, que había un sector que no era tan jodido, que era más popular, y sinceramente nosotros no rescatamos nada porque se trata siempre de la acumulación de dinero que se lleva puesta de la vida de los de abajo. Porque el jefe de la banda seguramente irá a misa, tiene una familia modelo, es un buen padre…. Es un fantasma al que no conocemos. Porque la visibilización del narco en el barrio es el morocho, es el pobre, es él quien vive en el barrio y aparece como un peligro. Ya lo era antes como piquetero, y ahora el peligro se potencia: ¡piquetero y narco! Categorías que el sistema va inventando para desplazar siempre más la frontera social, para constituir una sociedad del control siempre más ancha. 

La gente tiene miedo y es un miedo real, no un miedo inventado. Es un miedo que se va cultivando, precisamente, para seguir desarticulando todo. Porque sobre el miedo no se construye nueva articulación, sino puro control. Entonces vamos a pasar de una etapa de democracia progresista a una etapa de fascismo con consenso, porque es la propia gente la que va a pedir rigor, va a pedir cámara, militares en la calle y si fusilan a veinte pibes de una villa, mucho mejor: ¡son veinte pibes menos! 

Entonces para nosotros ponerle palabras significa decir que hay una justicia elitista: en el momento en que tuvieron que actuar, allanaron las casas de los pibes de nuestro barrio, no del centro de Varela, ni de los jefes. Hay una cuestión racial, elitista, dominante que juega con la vida de los nuestros. Nosotros sabemos que no es el pibe nuestro enemigo: el enemigo está invisible, es un fantasma. ¡Tenemos que ser los “cazadores de fantasmas”! 

– Ya lo dijeron, pero me gustaría insistir sobre este punto: si bien de forma muy distinta, el agro-negocio y el narco constituyen modos de acumulación y valorización capitalista que van más allá de la frontera entre legal y ilegal. Las redes narcos cumplen una actividad ilegal amparada por el poder legal mientras que el agro-negocio es una actividad formalmente legal que, con el mismo tipo de cobertura política, recurre a las bandas para “liberar” de forma delictiva el acceso a la tierra… 

– El tema del agro-negocio tiene que ver con la etapa de desarrollo que estamos viviendo, y se vincula con una destrucción subjetiva de años. Lo grave del agro-negocio es el modo en que impacta sobre la comunidad, que sufre sus consecuencias. Pero a nivel general, a nivel social –en las ciudades por ejemplo– no es algo que se vea demasiado, no es algo que se cuestione.

Entonces, hay una situación planteada de tal modo que todo esto sea posible: es en nombre de la alimentación, de la energía, es en nombre del progreso y de la calidad de vida que se desarrolla todo este agro-negocio. Y no se ve al otro lado hasta que –como pasó con nosotros con los narcos– te queman la casa. Cuesta medir las consecuencias cuando todavía no tuviste un choque directo. Es tan fino el modo en que avanza esta nueva modalidad de capitalismo, prepara tan bien las cosas, tiene un modo de hacer posible todo esto…

Lo que pasa en Santiago del Estero, como decíamos antes, puede comparable con lo que nos pasó a nosotros. Hay una conexión similar entre construcción económica y política. Por ejemplo, en un contexto local como es Florencio Varela se ve bien cómo los narcos sostienen una campaña política, como funcionan en esquemas en donde la guita del negocio va a parar en partes para la policía y para los jueces. Hay complicidad directa de parte de estas instancias. Es un modelo de acumulación y de muerte que se sustenta sobre este entramado de poderes y complicidades. 

Es un modelo de poder que funciona a partir de la desarticulación de las redes y de las organizaciones existentes. No es un buen momento para los movimientos sociales que, si bien siguen actuando, no tienen hoy la visibilización y la capacidad de presionar que tuvieron durante el 2001. Sin embargo, lo que hacen representa una amenaza y por eso se produce el choque. Los compañeros del Mocase-Vía Campesina, por ejemplo, no tienen la pretensión de ocupar toda la tierra de Santiago del Estero, pero es su propia presencia la que pone en tensión la extensión del agro-negocio.

Estamos tratando de ponerle palabras a un fenómeno complejo que nos desconcierta y muchas veces nos deja sin respuestas. Los movimientos viven una etapa de incertidumbre, no pueden todavía ver con precisión y de aquí la importancia de construir una inteligencia colectiva, de construir red, primero para salvar nuestras vidas… En los últimos meses tuvimos una riquísima posibilidad de intercambio. Tenemos que aprender de las experiencias llevadas a cabo en regiones de América latina, como Colombia y México, que sufren hace muchos años este tipo de situación de violencia contrainsurgente, por supuesto. Entonces, ponernos en contactos con ellos va a significar para nosotros poder investigar, profundizar, ponerle palabras y crear nuevas prácticas de lucha. 

Otro desafío importante que tenemos como movimientos sociales en distintas partes del mundo es pensar el tema de la alimentación, cómo consumimos, el impacto que tienen nuestro hábitos de consumo en la reconfiguración del poder y de la desarticulación social y territorial. Tenemos que reflexionar sobre la alimentación industrializada, porque todo lo que se produce de esta manera se consume en algún lugar. El tipo de industrialización de la alimentación al que asistimos es muerte, y nosotros nos cuestionamos por ser parte de esa cultura.

Deberíamos también profundizar el debate sobre los derechos de la tierra y del ambiente, sobre cómo preservarlos. Un avance que se dio sobre todo en Bolivia.

– Me conecto a este último tema. Si bien de forma distinta, la acción del narco y del agro-negocio plantean la cuestión compleja del consumo. Por un lado, a través de las ganancias del agro-negocio, el gobierno pudo extender desarrollar una política para incentivar el consumo entre las clases populares, vía los planes sociales, por ejemplo. Por otro lado, parece difundirse una lógica de consumo desenfrenado, al que apelan tanto los narcos como las trasnacionales del agro-negocio que no dejan de extender su influencia. Da la impresión de que en el campo político-institucional ni el gobierno ni las diferentes vertientes de la oposición tienen algo por decir al sobre este modelo de acumulación neoextractivista y sobre el conflicto social que genera. ¿Cómo se puede en este contexto retomar la iniciativa?

– A pesar de que haya algún cuestionamiento y críticas de sectores de la oposición no está hoy planteada algo distinto al neo-extractivismo, a este tipo de construcción que sigue siendo mortal para las poblaciones. Creemos que es un desafío enorme hacia los movimientos. Se nos intenta hacer creer que esta es la única manera de pensarse en sociedad, y nosotros tenemos que deconstruir esta mirada, esto es lo más difícil: ¿cómo se sale de esta idea de progreso? Hoy todos hablan de progreso a partir de la explotación del campo, de la industria que se genera a través de la producción en torno a la soja, etc. No discutimos que hace falta industria, pero tenemos que pensar la actividad económica con otro cuidado de nuestros recursos. Estamos calculando todo al cortísimo plazo: ¡estamos jugando a la ruleta rusa!

Por contraste, notamos mucho la circulación de un deseo de liberación, de zafar de la situación del poder, de la dominación. Es algo que estalla en los momentos de crisis, como pasó en el 2001. O cuando se organizaba la ocupación de tierras por el problema de la vivienda. El punto es que cuando la crisis pasa, todo parece reacomodarse en el estado anterior. De pronto uno ve cosas y piensa: ¡esto es revolucionario! El famoso “¡Qué se vayan todos!”… romper con la representación…, y de pronto todo se reacomoda. En el 2001 esto está clarísimo: la clase media sale con todo el quilombo económico y al año todo se reacomoda de forma impresionante. Es la misma clase media la que hoy pide a gritos más policía en la calle que la que puteaba contra la “representación” en el 2001.

Son como momentos cíclicos que hay que alcanzar a leer para poder dar un paso más allá, para ir reinventando y poniéndole palabras nuevas a todo lo que se viene después. Sin esta capacidad de lectura no es posible salir del repliegue, construir nuevas prácticas de lucha.

– ¿Qué rol pueden tener los movimientos sociales hoy? 

– La idea misma de “movimientos sociales” es compleja. Hoy no se sabe mucho qué se entiende cuando se dice “movimientos sociales”. En el caso nuestro, por ejemplo, somos un conjunto de colectivos haciendo distintas cosas, pero si vos hoy decís “movimiento social” no decís mucho hacia afuera, porque el movimiento social hoy es el Movimiento Evita, que sigue una lógica bien distinta de que se veníamos construyendo los movimientos de hace unos años atrás. Se trata de una organización interna al estado, que se dedica a sostener la construcción social hecha por el kirchnerismo. Hay, claro, otros movimientos kirchneristas y después está la mayoría de los movimientos que se quedaron afuera, y que se encuentran hoy bastante desarmados, con muchas prácticas interesantes pero sin la posibilidad de ponerle un nombre y de darle una fuerza hacia afuera. 

Por eso hay también que repensar a esta idea del “movimiento social”. Esto es parte del desafío más general de articular, mapear y ponerle palabras a lo que está sucediendo. De ir proponiendo también construcciones concretas, nuevas formas de resistencia antes de que esta situación avance. 

Quizás sea esto lo que hoy tenemos en común los distintos movimientos a lo largo del país (y del continente): que seguimos creando mientras enfrentamos situaciones oscuras, poco claras, frente a las cuales no es fácil decidir cómo actuar. Esta intuición es la que nos está poniendo hoy en relación con las realidades que se viven en otros lugares. Estamos tratando de crear las maneras para resistir la fuerza con que estas situaciones se nos imponen, tanto en el campo como en la ciudad. Son muchas las personas que transcurren su vida defendiéndose de la agresiva expansión neo-extractivista. Se trata de alimentar una inteligencia colectiva, a partir de estas prácticas de resistencia. Necesitamos ponerlas en común, y si bien no creemos que se puedan replicar automáticamente, tenemos que estudiarlas, ubicarlas en nuestros contextos, y desarrollarlas. 

No tenemos mucha esperanza de que las instituciones existentes vayan a cambiar para mejor, que los jueces se vayan a volver más éticos, que la Policía Bonaerense se vaya a transformar en milicias que expresen los intereses populares… Somos los movimientos quienes debemos generar las condiciones para que lo que vaya creciendo encuentre otro tipo de acogida, de contención, de protección en base a las compañeras y los compañeros decididos a defenderlo. Debemos crear herramientas de presión hacia las instituciones, seguir denunciando y, al mismo tiempo, generar nuestra propia fuerza, nuestras propias dinámicas para la preservación de la vida. Debemos retirarle a las estructuras de poder todo lo que en estos años aprendieron de –y gracias a– nosotros (¡y cómo se nota); quitárselo, cambiárselo: es un flor de laburo. ¡Pura creación!

El problema del consumo en Diego Valeriano


(Subimos esta bien interesante reseña que nos envía el taller de Cartografías Políticasen el que, parece, se están discutiendo los textos de Diego Valeriano sobre Capitalismo Runfla).
Introducción
Analizamos una serie de textos de Diego Valeriano sobre capitalismo runfla, que es la fórmula con la que el autor se refiere a lo que pasa en los territorios luego de la transición de una situación de miseria hacia un contexto de cierta abundancia. La circulación de dinero trae aparejada un aumento de la capacidad de consumo, que Valeriano asocia a una mayor vitalidad en las periferias. El consumo, entonces, no queda automáticamente ligado al apaciguamiento y el control de los grupos sociales marginales, sino que introduce una complejidad que requiere ser pensada. 
Acerca de este nuevo escenario, la serie de textos sostiene las siguientes afirmaciones:
·          Hay una intensificación del capitalismo a través de la abundancia y no una “salida” del capitalismo.
·          La runfla reemplaza la organización social solidaria de la época de la crisis. 
·          Hay protagonismo de una ciudadanía popular centrada en la figura de la víctima.
·          La vida runfla es la instancia más activa en la lucha contra los ajustes del liberalismo económico.
Hipótesis
En torno a la vitalidad, Walter Benjamín dice en su “tesis IV” de Sobre el concepto de historia: “La lucha de clases es una lucha por las cosas burdas y materiales y sin las cuales no habrá las espirituales y refinadas… Pese a todo, estas últimas se encuentran presentes en la lucha de clases, pero no como la idea de un botín que gana el vencedor. En esta lucha están vivas en tanto que confianza, valentía, humor o astucia”.
A partir de esta cita, podemos preguntarnos si es pensable que aquella vitalidad que el marxismo preveía que se daría en la lucha de clases se esté dando hoy bajo la forma de una movilidad ligada al consumo. 
Decimos
·          No se trata de un fenómeno de inclusión en un modelo de las clases medias como producto de un ascenso social (vía consumo): aunque las clases bajas consuman más no ingresan al modelo cultural tradicional de la “clase media”. Esa topografía social (de lo alto- lo medio-lo bajo) se desacopla. Por eso, es muy impreciso hablar de “inclusión vía consumo”.
 
·          Cuando sectores antes postergados acceden al consumo, se genera una lucha por el sentido (por la significación) de los bienes, por los valores que traen asociados. Se abre una disputa que afecta al juego de la imagen de las marcas, por ejemplo. En este punto, el consumo puede ser democratizador.
·          Durante el primer peronismo hubo un acceso masivo de las clases populares al consumo. Habitualmente, este antecedente es narrado en términos de inclusión y de adquisición de derechos vinculados al mundo salarial del trabajo.
·          Para saber qué pasa en acceso actual al consumo quizás sea necesario mirar lo que sucede “antes” del consumo: ¿cómo se accede al poder de adquirir? Hay fuentes múltiples de ingresos: se llega al consumo a través del trabajo en blanco, en negro, ilegal; cobrando un plan social, una renta, un subsidio; o mediante el robo, el saqueo, etc. Un aspecto a tomar en cuenta cuando se busca una dimensión “emancipativa” está asociada al desacople entre consumo y trabajo.
·          Es posible pensar que la vitalidad asociada al consumo sea también una vitalidad que se genera a partir de una nueva productividad social, ya que las poblaciones de las periferias pasaron de una situación de exclusión del sistema de producción de valor a ser la franja más activa de la economía.
·          La tesis que asocia libertad y consumo (extensivo a sectores populares) pertenece a un neoliberalismo modificado, no-noventista. No hablamos de un neoliberalismo de austeridad y privatización (que avanza vía exclusión), sino de uno en el cual el consumo no es potestad exclusiva de las elites.
·          El caso argentino no es asimilable al neoliberalismo actual en los países europeos (similar al de los ‘90 en Argentina y al aún vigente en Chile). ¿Se trata, por eso, de un modelo no-neoliberal? ¿O estaremos en una “segunda etapa” del neoliberalismo (al que podemos llamar “post-neoliberal”)?
·          En la genealogía del capitalismo runfla ocupa un lugar central el peronismo, que, desde sus inicios, afirma el derecho popular al goce (al consumo) hasta entrelazar altos índices de consumo popular con legitimidad política del gobierno. En ese sentido, no se trataría de un desarrollismo de manual, en el cual el Estado piensa en términos estratégicos qué sectores potenciar para generar un tipo de crecimiento económico integral y sustentable, sino de una apuesta al crecimiento guiado por el derecho al goce para todos.  
·          Que la preocupación del Estado sea cómo hacer para asegurar que todos los sectores accedan al consumo genera la necesidad de sostener una velocidad de crecimiento, unas fuentes de energía, una determinada gestión de la divisa, del ambiente… En este contexto, la concepción de desarrollo deviene inseparable de una determinada concepción de la política.  
Próxima Reunión: Intensidades: afectos y hábitos en política
Materiales para la próxima: Prólogo y cap. 1 del libro “Poshegemonía”, de Jon Beasley Murray.
Taller Cartografías Políticas – partesnaturales@gmail.com

“No nos dejemos arrebatar las preguntas que la crisis nos impone”

Entrevista a Amador Fernández-Savater

por Daniel Arjona


Tan fuera de lugar que no resulta fácil presentarle. ¿Activista? ¿Pensador? ¿Periodista? ¿Editor? ¿Alien? Es esta última genealogía la que aduce Amador Fernández-Savater (Madrid, 1974) en el prólogo de su último libro, Fuera de lugar (Acuarela, 2013). En sus páginas reúne, prologadas y actualizadas, un puñado de inhabituales y sabrosas entrevistas publicadas en su momento en el extinto diario Público en el que el autor/entrevistador desarrolló una conflictiva y ambivalente actividad. Fernández-Savater decidió un día abandonar el camino de la militancia en los movimientos sociales para, sin por ello reconciliarse con el orden del mundo, interrogar las nuevas “politizaciones enigmáticas” que brotaban en torno suyo y cuya cosecha recogió el 15-M. Incómodo con la posición de “opinador” con respuesta para todo, decidió dedicarse más bien a recolectar un ramillete de voces que piensan el mundo desde diversos lugares: Franco Berardi (Bifo), Guillem Martínez, Jesús Palacios, María Naredo, Santiago López-Petit, Luis Navarro, Jacques Rancière, Margarita Padilla… El caleidoscópico resultado ofrece una topología de urgencia de la sociedad y la cultura que merece la pena visitar.

Pregunta.- Relata en el prólogo su viaje de hace unos años “fuera de los movimientos sociales” que habitaba. ¿De dónde partía y cuáles eran las razones de ese viaje?

Respuesta.- Partía de movimientos sociales como el estudiantil, la insumisión, la okupación o el movimiento antiglobalización, en los que participé o a los que estuve muy cercano durante los años 90. Movimientos con una fuerza enorme donde ya se prefiguraba una forma de entender y hacer política que no pasa simplemente por la delegación de la deliberación y la decisión sobre los asuntos comunes en los partidos políticos. Pero el “no a la guerra” en 2003, la reacción social a los atentados del 11-M en 2004 o el movimiento V de Vivienda en 2006 suponen un salto muy importante. Ni siquiera podemos hablar ya de movimientos sociales, sino de movimientos de la sociedad misma, en los cuales la gente común, la gente sin experiencia de politización previa, es la protagonista (ya no tanto los activistas de movimientos sociales ni, menos aún, los militantes de partidos políticos). En esa política al alcance de cualquiera, a la altura de la vida de cualquiera, y ya no sólo de los expertos o los especialistas, me pareció percibir una posibilidad de renovación de la vida política colectiva que yo quería entender, para lo cual necesité salir de mis espacios y ponerme a la escucha.

P.- Perseguía entender nuevas “politizaciones enigmáticas”, ¿cuál era el enigma común que ilustraban todos esos movimientos tan distintos y qué razones le convocaban a desvelarlo?

R.- Creo que hay varios elementos comunes a todos ellos, que el 15-M también comparte. Por un lado, la idea convencional de la política es que se trata de algo de lo que se ocupan “los que saben”. De ahí la potencia disruptiva que tiene la participación de la gente común y cualquiera, los concernidos por las decisiones de la política. Por otro lado, esos movimientos no se identifican a izquierda o derecha de nuestro tablero de ajedrez, sino que redefinen el mapa de posibilidades abriendo espacios donde cualquiera puede implicarse en primera persona (lo que el 15-M ha nombrado como “política de la inclusividad”). Atención: las movilizaciones más potentes de los últimos quince años ni se entienden ni se piensan a sí mismas en el eje izquierda/derecha. Por último, son movimientos que no buscan destruir este mundo para construir otro, sino proteger y enriquecer el mundo común que es el único que hay. La lucha actual contra los desahucios es muy ilustrativa de todo ello: los afectados directos son los protagonistas, el movimiento no se identifica en la dicotomía izquierda/derecha y se lucha por cuidar el mundo compartido y a tus vecinos, son luchas post-utópicas.

P.- Y entonces, en 2007, Público se cruza en su camino. ¿Por qué dice que comienza a participar “como un contrabandista, un ‘alien’?

R.- Público se dirigía muy claramente a esa sensibilidad que nace al calor de las nuevas politizaciones, por eso decidí colaborar. El problema es la figura de “opinador” que se me ofrecía para hacerlo. Pensar no consiste para mí en opinar sobre lo que la agenda político-mediática nos pone ante los ojos a cada momento, ni enjuiciar, cargarse de razón o “dar caña” al de enfrente (los de izquierdas a los de derechas y viceversa), sino “aprender de nuevo a ver”, como decía Albert Camus. Para hacerlo en un medio de comunicación hay que inventarse un dispositivo que permita otra relación con la actualidad y con los temas de los que se habla, otra voz e incluso otro uso del nombre propio. “Fuera de Lugar”, la sección de entrevistas y del blog que la acompañaba, fue el nombre del mío. Un cuerpo extraño, otra onda.

P.- ¿Y por qué aplicarse al género de la entrevista?

R.- La entrevista permite acompañar, catalizar y dar a conocer a otros el pensamiento de otros. En lugar de opinar sobre todo y cualquier cosa, se trataba de buscar y dar la palabra a algunas voces (más o menos visibles o escondidas) que investigan sobre cuestiones específicas. No hice ninguna entrevista de encargo o de relleno, sino que me dediqué a entrevistar a las personas a través de las cuales yo mismo pienso el mundo. Por eso el libro puede leerse como una especie de investigación coral sobre nuestra realidad en crisis y los modos de transformarla. No es simplemente una yuxtaposición de voces heterogéneas, sino una red de pensamiento donde resuenan preguntas, problemas y perspectivas compartidos. En el libro sugiero esas conexiones a través del ordenamiento en capítulos y de los tags que marcan cada entrevista.

P.- Creo que le interesan especialmente las posibilidades que ofrece la red para la interacción con los lectores.

R.- El papel y la red configuran dos esferas públicas de discusión muy distintas: una silenciosa y distante, la otra muy cercana y participada. En la red se va hilando una conversación colectiva. Diferida, muy precaria, llena de malentendidos, pero una conversación. Esto es un lujo y una gozada para quienes partimos de una pasión por compartir. Por supuesto hay muchos problemas. Ruido, porque la conversación no se da sólo entre amigos, sino en abierto y con cualquiera. Una presión constante a la producción: si no estás siempre visible, desapareces. Una “cultura del follower” poco exigente y distinta de la amistad intelectual. O una ansiedad de la recepción contra la que hay hacer un trabajo de, digamos, “disciplina espiritual”, porque los rebotes más interesantes no llegan siempre inmediatamente y pensar pasa por abrir preguntas incómodas. Pero son todos problemas de una esfera pública donde hay participación y conversación en lugar de silencio y jerarquía, así que bienvenidos sean. Podemos hacer algo con ellos.

P.- Las entrevistas recogidas en el libro van de 2008 a mediados de 2011 y abrazan así el nacimiento y auge de la crisis. Una crisis que para usted no se describe sólo con recortes, sino que es algo más, “un cambio radical de escenario” que fuerza a “pensar-crear”.

R.- Este libro es un libro sobre la crisis, pero en un sentido amplio. No sólo como crisis económica, sino como crisis de modelos, cultural, antropológica incluso. El libro la piensa desde lo filosófico (Peter Pal o Santiago López Petit), lo psicológico (Guillermo Rendueles), lo cinematográfico (Jesús Palacios), lo educativo (Concha Fernández Martorell), lo ecológico (Ramón Fernández Durán o Frederic Neyrat), lo artístico (Jacques Rancière, George Didi-Huberman o Leónidas Martín), etc. O desde lo que se plantea en las nuevas formas de hacer política (Antonio Lafuente, Amparo Lasén, Michel Bauwens, Margarita Padilla o Luis Navarro). Lo que hoy está en cuestión de forma profunda es una forma de relacionarnos con el mundo. La indiferencia a lo que tenemos en común, la concepción del yo como fortaleza, la delegación de los asuntos comunes en instancias externas de gestión y control, etc. Pero en toda crisis hay un enorme potencial de renovación de la vida individual y colectiva, no es sólo algo de lo que tengamos que salir o una avería que haya que reparar. Lo importante es no dejarnos arrebatar (por miedo o por comodidad) las preguntas que la crisis nos impone, no aferrarnos a la promesa de que todo siga igual que nos hacen quienes pretenden gestionar la crisis en nuestro nombre y por nosotros, salir de la posición de víctimas.

P.- Interpelar periodísticamente a esa nueva generación 15-M, que no está dispuesta a pagar por el periodismo y sostenerlo, ¿no es una aventura suicida?

R.- Hoy existen numerosos proyectos, aventuras arriesgadas y creativas, que además ponen en la red libremente sus contenidos y a la vez están sostenidas por sus socios/lectores, cuestionando lo que dice. Es en torno a los movimientos de cultura libre donde puedes encontrar a más gente dispuesta a pagar por los proyectos que asumen que el mundo es y será infinitamente reproducible. El “gratis total” es la falacia del hombre de paja. No hay receta y nada asegura la continuidad de esos proyectos, pero al menos están experimentando con las reglas del mundo que es y que viene.

P.- Esa metáfora de Baudrillard que cita en el prólogo sobre la política (representativa) como “un estadio vacío”. En ese estadio, ¿cuál es la tarea de quien intenta comprender?

R.- En ese estadio de que habla Baudrillard hay quien habla pero nadie puede contestar. Es la metáfora de la política que se hace sin gente, del pensamiento que se desarrolla sin conversación. La política-espectáculo es así: un modelo-televisión, donde sólo hablan los expertos y el público es simple audiencia. El 15-M ha significado por el contrario una rebelión de los públicos. De pronto hay alguien al otro lado, que te puede contradecir, silbar o con el que puedes hablar. Quizá ahora no hay un “gran relato” como fue el marxismo, pero hay muchas voces en conversación. Quizá tampoco hay un gran filósofo, pero hay redes de conceptos. La idea de autor con la que trabajo es la de alguien que acompaña y cuida esa conversación, retomándola y relanzándola, alguien que teje y pone en circulación fragmentos de discurso. Un punto de paso, ni comienzo ni fin. 

“Los gobiernos y los Estados aprenden de las luchas populares”

Entrevista a Carlos Aguirre Rojas


Desde el zapatismo mexicano, Aguirre Rojas reivindica el autonomismo de los movimientos sociales que tuvieron auge a principios del 2000 y que después fueron eclipsados por los gobiernos progresistas del continente.


– Cuando habla de los movimientos antisistémicos que incluye a los Sin tierra en Brasil, a las organizaciones campesinas en Bolivia y de los pueblos originarios en Perú, Colombia ¿cómo encaran su problemática y con qué métodos de lucha en América latina?

–El término de movimientos antisistémicos lo inventó el sociólogo norteamericano Emanuel Wallerstein. El lo utiliza para englobar tanto a los movimientos socialistas del centro del sistema como a los movimientos de liberación de la periferia, pero trato de darle otro sentido al término. Creo que hay movimientos anticapitalistas que luchan contra la explotación económica, el estado capitalista, las clases y la cultura capitalista, pero hay movimientos que se construyeron a partir de 1968 en adelante y que nos recuerdan una tesis de Marx que es muy valiosa pero muy poco recuperada, Marx nos dice en varios de sus textos que cuando el capitalismo termine se va a dar el fin de toda sociedad posible dividida en clases sociales y se va a dar el fin de la prehistoria humana y del reino de la necesidad se dará paso al reino de la libertad. El sentido del movimiento antisistema tiene justo este sentido, los movimientos actuales en la etapa de la crisis terminal del capitalismo no sólo luchan contra la explotación sino que luchan contra toda la herencia de la sociedades de clase y por eso emerge el movimiento feminista que lucha contra el machismo y el patriarcado o emerge el movimiento ecologista que lucha contra esta relación prepotente instrumental que el hombre estableció con la naturaleza desde hace cinco siglos o lucha contra la división entre el trabajo manual e intelectual. La lucha contra estas herencias de la sociedad clasista e incluso de la prehistoria humana forman el núcleo de la lucha antisistémica. En América latina los movimientos que están dando no sólo una lucha anticapitalista, sino también antisistémica serían, por ejemplo, de manera más desarrollada el zapatismo mexicano, el movimiento Sin Tierra en Brasil, más las bases del movimiento, ya que muchos de sus líderes poco a poco han adoptado una posición menos antisistémica y se han separado de las bases, por eso en diciembre pasado hubo una salida importante de 51 dirigentes del MST y pienso lo mismo de un sector de la Conaie (Confederación de Nacionalidades Indígenas) ecuatoriana, sobre todo el sector amazónico, y pienso en el movimiento de Felipe Quispe en Bolivia o las Juntas Vecinales del Alto o sectores del movimiento mapuche o del movimiento indígena del Perú.


– Estos movimientos cómo se enmarcan en la nueva realidad del continente pues hay nuevos aires con la revolución bolivariana, con Correa, Evo, Dilma, Pepe Mujica ¿Estos movimientos ayudan a construir una nueva realidad como sujeto social?

– Hay tres grandes fuerzas que se disputan el escenario político en América latina. Una la ligada al pasado, la más retardataria y la más regresiva que sería una derecha-ultraderecha que está representada en el gobierno de México de Felipe Calderón que acaba de salir pero también en el gobierno de Enrique Peña Nieto, que parece ser que está desarrollando más continuidades que diferencias respecto del gobierno anterior a pesar que uno sea del PAN y otro del PRI, pero también representado por el gobierno de Colombia de Juan Manuel Santos y el gobierno de Sebastián Piñera en Chile. Hay un sector de la derecha militante que se ha vuelto una derecha cínica, desvergonzada que ahora pelea por el poder político en las elecciones y lo gana a veces mediante el fraude como en México, pero es la fuerza que se está batiendo en retirada. En el otro extremo estos movimientos sociales antisistémicos que cada vez mas están ejerciendo una presión social fuerte y en todo el planeta aunque muchos de ellos se encuentran en América latina. Sólo ellos fueron capaces de derrotar con movilizaciones a gobiernos nacionales en Argentina, en Bolivia, en Ecuador y a gobiernos locales como sucedió en Chiapas por ejemplo. Sólo ellos tuvieron la iniciativa de organizar el Foro Social Mundial que es una iniciativa que fue muy importante y muy legítima en sus primeras cinco ediciones y después dejó de ser anti sistémica y se homogeneizó (nota de R: se refiere a parte de las ONG) y se volvió muchísimo más reformista, pero no debemos olvidar que nació en América latina, son movimientos que ya tienen 15 años, 20 años luchando y tienen una tradición de lucha consolidada que está sirviendo de modelo y de referente a nivel mundial. Y ubicaría a estos gobiernos que usted mencionaba: la revolución bolivariana, Rafael Correa, Evo Morales, Dilma Rousseff y otros, creo que son una expresión intermedia de esta presión popular que ha sido tan fuerte y ha provocado una crisis política tan grande que ha llevado al poder a grupos reformistas que representan hoy una opción social demócrata, es decir que mantiene el neoliberalismo pero ya no como neoliberalismo salvaje sino como neoliberalismo moderado y que lo tratan de emparchar con toda una serie de políticas sociales contra la pobreza, de becas familiares, o a través de formas que le dan más prioridad al gasto social pero manteniendo las estructuras capitalistas fundamentales, lo que hacen es representar a sus burguesías nacionales. Creo que sí son genuinamente antiimperialistas y están defendiendo los recursos naturales para el estado por lo cual se llevan a cabo renacionalizaciones del gas en Bolivia, YPF aquí, estimular el gasto social es para hacer crecer el mercado interno de sus respectivos países con lo cual se beneficia a sus burguesías nacionales porque produce para el mercado nacional. Dentro de una perspectiva temporal más larga creo que ellos son como una etapa de transición creada por esta fuerza creciente de los movimientos populares. Quiero ser optimista, creo que el día de mañana estos movimientos populares tendrán la fuerza y lograrán instaurar autogobiernos populares.

– ¿Lo dice porque no tocan la estructura de dominación?

– No tocan la estructura de dominación capitalista, el estado capitalista se ha mantenido en lo fundamental, en cambio lo social tiene un poco más de margen, se trata de ayudar a los sectores más desprotegidos, a las madres solteras o becas a los estudiantes pero la naturaleza del Estado capitalista que domina y despoja a los ciudadanos de sus derechos políticos no se ha eliminado. Es curioso lo que decían representantes del gobierno venezolano cuando definen el socialismo del siglo XXI: “No vamos a expropiar más que aquellos latifundios que estén ociosos pero los productivos los respetaremos”. Dicen: “socialismo no es atacar la propiedad privada sino que redistribuyan mejor sus ganancias” y decía que el socialismo era lo mismo que el cristianismo a nivel cultural.

– ¿Usted está planteando que el capitalismo tiene mucho maquillaje en la polvera pero cuál es la razón, entonces, de que la gran prensa esté tan en contra de estos gobiernos y actúe como un partido político de oposición variopinta?

– En México vivimos una situación similar. A nivel de la TV tenemos un monopolio, un grupo que se llama Televisa que incluso está presente en Estados Unidos y que muchos de sus programas se exportan a muchos países de América latina y Europa, Televisa ocupa el 80 por ciento del espectro de la televisión mexicana. Muchísimo. Los gobiernos han ido debilitando su capacidad de construcción de consenso, la gente cree cada vez menos en los Estados.

– Le preguntaba por el rol de la prensa que se ensaña con los gobiernos progresistas.

– Creo que estos grupos que están en los medios de comunicación adquirieron tal poder que se han propuesto fabricar presidentes y quitarlos. En México un candidato, Vicente Fox, fue fabricado por Televisa y ahora en la llegada al poder de Enrique Peña Nieto, del PRI, Televisa jugó un papel fundamental y ellos sienten que ese poder se ve amenazado por estos gobiernos progresistas. Lo mismo sucede con el grupo O Globo en Brasil. Ellos actúan cuando estos estados neo keynesianos y neo desarrollistas empiezan a avanzar con una política que toca un poco sus intereses porque, por ejemplo, casi todos estos gobiernos construyen sus canales estatales o proponen reformas para tener construcción de consenso y legitimarse. Esto agrede los intereses de estos grupos y es ahí donde ellos reaccionan con esta virulencia porque siempre quieren tener capacidad para manipular la información.

– Hay muchos que opinan que el capitalismo va a seguir ¿hay alguna posibilidad que estos movimientos antisistémicos triunfen en la perspectiva de una sociedad más solidaria?

– Aquí yo sigo los puntos de vista del propio Emmanuel Wallerstein que hace 20 años analiza la crisis terminal del capitalismo. El señala que en los últimos 30 años vivimos fenómenos que nunca habíamos vivido en el capitalismo por ejemplo con la crisis ecológica actual se está llegando a un punto de no retorno donde el hombre arriesga mucho. Y grandes científicos dicen que si seguimos este esquema depredador y de visión instrumental de la naturaleza donde pensamos como amo y señor y así explotarla sin límites, estamos produciendo el calentamiento global y el achicamiento de los polos o los fenómenos del Niño. Si la humanidad no cambia su modo de relacionarse se puede acabar la especie humana. Fue el capitalismo el que llevó esta postura depredatoria sin límites respecto del propio entorno natural. En la crisis económica los economistas decían que si hay estancamiento no hay inflación y si había inflación era porque había crecimiento, las mercancías y riquezas producidas ya son excedentarias para los circuitos capitalistas. ¿Por qué crecen los mercados negros en todo el mundo? Porque la producción de riqueza se siente constreñida en los circuitos de distribución y de comercio capitalista y eso construye las economías paralelas.

– Y la barbarie y la guerra, muchos conflictos armados se dan por la puja por el excedente.

– Así es. Esa idea de que los jóvenes ya no creen en la política, ese dicho que los argentinos inventaron y exportaron con éxito: “Que se vayan todos que no quede ni uno solo”, esta deslegitimación no sólo de los Estados sino de las clases políticas es un fenómeno que no se vivió antes, los jóvenes son educados en el individualismo y egoísmo feroz que cuando se lleva a la práctica provoca autodestrucción. La política está en crisis, la situación ecológica y económica, las relaciones sociales y la cultura creo que nos autorizan a hablar de una crisis terminal del sistema capitalista como esquema civilizatorio. Ya dio todo lo que pudo dar en términos positivos y llegó a su fin y esto acrecienta las chances de los movimientos anti sistémicos, nunca tuvieron más oportunidades de vencer que hoy.

– ¿Tampoco se ve una alternativa política?

– Hoy América latina es el frente de vanguardia mundial de la lucha antisistémica, aquí se está construyendo el germen, los nuevos mundos que podrían darnos el modelo de cómo será una sociedad distinta por ejemplo las Juntas de Buen Gobierno zapatistas, ahí se desarrollan otras relaciones económicas otro tipo de comercio otra relación con la naturaleza, la idea de la madre tierra que es una idea indígena, otra forma de hacer política, otro modo de cultura. En los barrios piqueteros acá, que empiezan a reestructurar su modelo pedagógico educativo o el proyecto de las fábricas recuperadas, son gérmenes de cómo puede funcionar una sociedad nueva sin relaciones de opresión ni discriminación. Estos movimientos vienen de un modelo que se remonta a la Comuna de París o los soviets y que fue recuperada por el movimiento de consejistas del movimiento socialista pero la tradición hegemónica era “tomen hagan el modelo stalinista, construyan desde arriba” y el pueblo vuelve a quedar marginado y eso nos da el socialismo fallido del siglo XX.
– ¿Podrán los movimientos sociales como el zapatismo evitar las presiones cada vez más fuertes de los sectores dominantes de los Estados Unidos?

– En el Manifiesto del Partido Comunista Marx escribió que cuando la lucha llega a un punto crítico las clases se enfrascan en un conflicto abierto y sólo hay dos opciones. O se construye una nueva sociedad o puede venir una barbarie en la que todo se destruye. Estados Unidos es una potencia cada vez más en decadencia, está sufriendo una derrota en el plano tecnológico, financiero geo político, económico cultural pero sigue siendo la primera potencia militar y puede utilizar el poder militar para revertir la situación y ahí corremos un riesgo todos pero debemos ser optimistas, creo que la humanidad es inteligente y el pueblo norteamericano reaccionará y los pueblos de Europa se levantarán contra todo aquel que quisiera hundirlos en una tercera guerra mundial.

– ¿En ese escenario usted ve que hay sectores de izquierda que terminan por coincidir de hecho con las acciones de la oposición conservadora y los intereses de las grandes corporaciones para acabar con el avance progresista en América latina?

– Los gobiernos y los Estados aprenden de las luchas populares y la burguesía trata de desactivar de reducir, de achicar y lo digo en el caso chiapaneco en México, donde el estado utilizó todas las estrategias y todas le han fracasado para enfrentarnos. Confrontar y el concepto de autonomía es un concepto de todos los movimientos de izquierda. En Bolivia la derecha pretende la autonomía de Santa Cruz. Si uno hace una crítica de estos gobiernos progresistas correría un riesgo de ser recapturado por la derecha pero creo que hay una manera muy sencilla de evitar eso y es precisamente reclamarles a estos gobiernos demandas anticapitalistas y antisistémicas que son irrecuperables por la propia derecha. Pongo un ejemplo claro: en México surgió el Movimiento 132 de los jóvenes y ellos decían al principio “democraticemos los medios de comunicación” y al no darle contenido, Carlos Slim, que es el hombre más rico del mundo, dijo “democraticemos porque yo quiero tener mi propia cadena de TV, que se abran otros 5 canales yo los compro todos”. Para darle un sentido anticapitalista y antisistémico a la idea de democratizar los medios de comunicación, no hay que plantearlo en abstracto sino devolverle a los medios de comunicación al pueblo, crear 200 radios comunitarias, 40 canales de TV de los movimientos sociales, en cada universidad que podamos hacer revistas, periódicos que se difundan ampliamente.

– Daría la impresión de que esos cambios se producen en forma gradual y no todo proceso es nacional del todo, siempre tiene algo que ver con lo internacional y lo que ocurre en Europa repercute aquí. ¿Cómo ve usted esta situación en el Viejo Continente?

– Son expresiones de la crisis terminal del capitalismo. Durante varias décadas Europa, Estados Unidos y Japón pudieron desplazar a la periferia sus crisis y ahora le llegó al corazón mismo. Francia y Alemania que son los pivotes que están imponiendo la peor de las recetas porque están creyendo que con más neoliberalismo, más austeridad y con más ajuste es como van a salvar la crisis y es como echarle gasolina al fuego. La crisis llegará a Francia y Alemania y provoca que la gente se comience a movilizar. En España la manifestación del 25 de septiembre de 2012 fue duramente reprimida porque la gente se citó alrededor del parlamento y planteó un nueva asamblea constituyente y en Grecia han estado a punto de tomar el parlamento todas las marchas alrededor de la Plaza Sintagma muy cerca del centro del poder político. Allí en las revueltas piden las mismas demandas de los zapatistas del primero de enero de 1994, luchan por libertad, luchan por democracia, luchan por educación, por alimentación, por vivienda. Son las once o doce demandas zapatistas tierra, techo trabajo y las mismas demandas zapatistas están reapareciendo en el primer mundo con sus modalidades y sus variantes, es una protesta que se está volviendo mundial. El lado triste de esta historia es que esa crisis nos va a pegar a nosotros. Estos gobiernos están haciendo medidas antiimperialistas, renacionalizan, incentivan el mercado interno propio y atemperan los efectos de la crisis, pero no pueden dar más y para que den más se necesitan gobiernos mucho más a la izquierda y que se tomen medidas radicales.

– ¿Cómo se trabaja en la subjetividad dado que hubo marchas antigubernamentales fogoneadas por la derecha y los grandes medios de comunicación?

– Los medios de comunicación mienten de una manera tan descarada y absurda que llega un punto en que la gente que vive en el mundo real se da cuenta que no corresponde con lo que le están contando, creo que se está erosionando la credibilidad de los medios de comunicación. Los movimientos sociales tienen que activar una estrategia de contra información y los medios tecnológicos dan muchas posibilidades. Un muchacho puede comprar una cámara y la imagen la puede difundir para dar la información verdadera y desarrollar un trabajo de concientización. Los medios de comunicación son cada día más autistas, más falsos, mas monopolizados y del otro lado la gente está apostando a otras maneras de informarse. Cuando hacemos análisis políticos creo que vale lo que decía Fernand Braudel que nos dejamos llevar por el ritmo de la coyuntura política pero por debajo de lo que está aconteciendo hay que tratar de ver la tendencia. Todo este poder de los medios de comunicación está reñida con el protagonismo de las clases populares, están poniendo en la agenda diaria tema centrales, en los últimos 30 años el grado de maduración política de las clases populares en América latina, de su conciencia y claridad con los logros de derrocar gobiernos les enseña que pueden hacerlo de una manera pacífica para pasar de un repliegue a una ofensiva en cada país según particularidades, según su historia. Aquí en el 2001 vi un libro que me gustó mucho cuyo título era Cuando el país entero era una asamblea. La sociedad argentina está movilizada. Gramsci tenía razón, se va construyendo un bloque nuevo que va creando consensos diferentes, crea una nueva cultura y termina por imponerse por la fuerza de las cosas, las clases dominantes ya no tiene nada que ofrecer.

Potencia de lo plebeyo

Conversación con Raúl Zelik

por D.S.

Henos aquí recibiendo la visita de Raúl Zelik, joven escritor y ensayista que por razones biográficas y políticas se mueve fluidamente tanto en la situación alemana como en la colombiana y venezolana. Raúl es algo así como un hombre orquesta. Combina la preocupación política con la literatura. De hecho, su paso por Buenos Aires se debe a la presentación que la prometedora editorial Cruce hace de su novela Situaciones Berlinesas.
En relación con la teoría política, Raúl enseña Ciencias Política en Colombia y se empeña en explicar el papel ambivalente del estado en los procesos reformistas de los años ‘80 en Europa y los actuales en Sudamérica. Para ello, intenta deshacerse de las imágenes del marxismo determinista que piensa las coyunturas a partir de una “evolución” que recorre la “correlación de fuerzas”, para pensar la complejidad del juego institucional (Poulantzas) y la noción de “agenciamiento” (Deleuze y Guattari). En sus términos, por ejemplo, el chavismo es un fenómeno plebeyo, tan singular como inaprensible, que habría que poder pensar como “agenciamiento productivo y problemático de prácticas de emancipación, oportunidades y nuevas segmentaciones”.
Este es su punto de enfoque respecto de los gobiernos de centroizquierda latinoamericanos (básicamente los que tuvieron asambleas constituyentes, Venezuela, Ecuador y Bolivia, y en alguna medida, la Argentina). Ellos pueden ser concebidos a partir del hecho de haber “generado las condiciones para un fortalecimiento del Estado que, si bien ha tenido efectos positivos para las clases populares en cuanto a la distribución de las riquezas, también contribuye a la profundización del modelo de desarrollo imperante y de las estructuras neo-exctractivistas”.[1] 

Zelik agrega respecto de Venezuela un punto importante en la construcción de una mirada crítica de los gobiernos progresistas de la región:

No es sólo el legado histórico del Estado colonial y luego rentista, el que genera unas contradicciones tan marcadas entre un discurso socio-económico transformador y la realidad de los países. La profundización del extractivismo tiene que ver con el propio proceso de transformación, en el cual unas élites  estatales emergentes se ven obligadas a legitimarse mediante la demostración de poder y éxito económico. La propuesta de convertir a Venezuela en una “potencia energética mundial” es obviamente contradictoria con las ideas del desarrollo endógeno o del eco-socialismo, defendidas por el mismo gobierno de Chávez y la empresa estatal petrolera PDVSA. Todos saben, además, que los intentos de incrementar la producción agrícola estarán condenados al fracaso si no se reduce drásticamente la importancia del petróleo para la economía nacional. Pero las lógicas de las nuevas estructuras estatales bolivarianas no son tan diferentes de aquellas que guiaron las viejas élites ‘puntofijistas’. Ésas también tratan de asegurar su persistencia como grupo social, mediante la reproducción de la estructura estatal-rentista y tienen que legitimar su rol de conducción a través de un asistencialismo a las clases populares”.

Perspectivas como las de Zelik no pueden inscribirse en el código binario de la polarización regional (que se plantea crecientemente en términos de pro o contra). Sus posiciones expresan un cuadro más amplio, en el que aparece una disidencia de izquierda interior a los procesos mismos de transformación, que se comprometen con los movimientos sociales que están en la base y el origen de estos procesos y desconfían sistemáticamente de aspectos importantes (la cara burocrática y funcional al capital global) de los gobiernos nacionales. Dice:

Para salir de este círculo vicioso, haría falta una democratización de la sociedad que implicaría un empoderamiento de las clases subalternas frente a las élites capitalistas tradicionales, por un lado, y frente al Estado fortalecido, por el otro. La proclamación de Venezuela como “democracia participativa y protagónica” ha abierto puertas en este sentido, pero no garantiza la materialización de los postulados. En la práctica se observa más bien lo contrario: muchas de las reformas democratizadoras como, por ejemplo, la Ley de los Consejos Comunales (que amplía los espacios de auto y cogestión comunitaria), han quedado paralizadas o revertidas. En una conferencia reciente en Caracas, el sociólogo Edgardo Lander (cf. 2010 y 2011) ha afirmado que esta restricción tiene rasgos sistemáticos. Según Lander, el Estado bolivariano busca imponer techos a las reformas democráticas. Si bien las comunidades han obtenido el poder de gestionar recursos y debatir problemas locales, siguen siendo excluidas de las decisiones económicas y políticas estructurales”.


En los actuales procesos latinoamercanos, voces como la de Raúl  desempeñan un papel esencial, dado que articulan el enfrentamiento al neoliberalismo y a las élites tradicionales, pero también al neopopulismo de las elites actuales, identificando mediante una mirada cartográfica los puntos de cierre y de apertura (sobre todo a partir de las tácticas de los plebeyos) del proceso en curso: 

El rechazo de la población a las maquinarias partidistas, incluyendo el izquierdista PSUV, ha hecho que la misma campaña electoral –normalmente un espacio poco apto para procesos de emancipación– haya permitido la articulación de movimientos populares. De este modo, el movimiento de pobladores (conformado por asambleas de inquilinos, conserjes, comités de tierra urbana, ocupadores de edificios, ‘campamentos’ urbanos y damnificados), la coordinadora de medios alternativos y las organizaciones campesinas, se movilizan para la defensa del presidente contra la oposición derechista. Esta integración a la campaña electoral chavista, que parte de una posición de autonomía ante los partidos, hace que las elecciones se conviertan en un foro de debates sobre los diferentes proyectos de país. Además, los movimientos han obtenido, de esta manera, una interlocución con el gobierno y conquistado algunas reformas legales favorables. Si bien se podría objetar que se trata sólo de pequeños nichos en el panorama político, tampoco se deben desconocer los logros de estas transformaciones. Los ocupadores de terrenos urbanos ociosos, por ejemplo, el llamado “Movimiento de Campamentos de Pioneros” que se plantea la creación de comunas urbanas auto-gestionadas, lograron que el Estado les garantizara los recursos financieros para la construcción de sus proyectos. Es cierto que estas medidas se podrían comparar con el apoyo económico prestado por gobiernos regionales europeos, para pacificar a los movimientos ‘ocupas’ de los años 1980. Pero justamente de esto se trata: la productividad de constelaciones políticas no depende primordialmente de los gobiernos”.

En ese sentido, la posición de Zelik se inscribe en la larga tradición que entre nosotros insiste en pensar la democracia como algo diferente a un momento de legitimación de estructuras y más como una dinámica de radicalización continua:

Comprender la democracia como un proceso inconcluso de apropiación social, define puntos de fuga para los proyectos de emancipación que van mucho más allá de las discusiones en torno a políticas gobernante”.

En su paso por Buenos Aires, Raúl se interesa por entender cómo se dan estas tensiones entre nosotros y cuáles pueden ser las dinámicas de radicalización plebeya, pregunta que también nos hacemos, y que, salta a la vista, precisar ser desarrollada en sus aspectos prácticos, no sólo en los teóricos.


[1] Las citas textuales pertenecen al artículo “De constelaciones y hegemonías. Sobre la necesidad de diferenciar entre gobiernos alternativos y políticas de emancipación”; publicado en el libro ¿Otros mundos posibles?: crisis, gobiernos progresistas, alternativas de sociedad / compiladores Daniel Pardo… [et al.]. – Berlín, Ger; Fundación Rosa Luxemburgo; Medellín, Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Ciencias Humanas y Económicas, 2012.

Clinämen: Soberanía, cristianismo y estado

 
Conversamos con Oscar Ariel Cabezas, profesor de Literatura y Cultura Hispanoamericana en University of British Columbia, sobre su libro «Postsoberanía. Literatura, política y trabajo».

No a Macri nunca MAS

To: Mauricio Macri y Guillermo Montenegro, Jefe de Gobierno BsAs – Ministro de seguridad del GCBA ; Helio Dante Rebot, Presidente Comisión Asuntos Institucionales de la Legislatura Porteña

Pedido de juicio político

Como ciudadano exijo el pedido de juicio político al jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires , la renuncia del ministro de seguridad y jefe de la policía Metropolitana responsables de la violenta represión que tuvo lugar en el hospital Salud Mental J. Borda dejando un saldo de mas de 50 heridos y una persona en grave estado

También exigimos que los responsables de que la policía Metropolitana sean llevados a la justicia ya que no solo trabajadores del hospital Borda resultaron heridos sino también periodistas y trabajadores de prensa que cubrían el hecho ocurrido esta mañana sufrieron impedimentos por parte de la misma policía para poder trabajar en el lugar y ademas varios de ellos sufrieron alguna agresión física y o verbal por parte de las autoridades presentes. 

Sinceramente, 
                  Lobo Suelto!

Movimiento Indígena exige verdad, justicia y reparación integral a las FARC


Señor:
TIMOLEÓN JIMÉNEZ
Comandante de las FARC
Demás miembros del Secretariado.
Con nuestro saludo.
Dolidos y preocupados por las consecuencias que deja la guerra en nuestros territorios pero a la vez con esperanza y expectativas porque en La Habana se negocie la terminación del conflicto armado, los indígenas del Cauca agrupados en ACIN, CRIC y ONIC, nos dirigimos a usted señor Timoleón Jiménez, comandante del Estado Mayor de las FARC para expresarle lo siguiente:
Desde nuestra visión de pueblos milenarios y desde nuestras acciones comunitarias autónomas de manera radical decidimos atravesarnos a la guerra, no obstante de los riesgos que esto significa porque nos cansamos de llorar nuestros muertos, reconociendo también el dolor de los demás.  Por eso, igual que una gran mayoría de colombianos le apostamos a que en Colombia se abra un verdadero proceso de paz que termine en justicia social, libertad, bienestar y dignidad desde la diversidad para el país. Así se demostró en la gigantesca, diversa y multitudinaria movilización del 9 de abril pasado en donde participamos los indígenas con convicción junto a comunidades que llegaron desde diferentes rincones de Colombia. Anhelo este que igual se manifestó en el pasado Congreso Nacional de Paz que se realizó en la ciudad de Bogotá entre el 19 y el 22 de abril en la sede de la Universidad Nacional.La gente quiere vivir en paz igual que ustedes señor comandante. En ambos espacios, con sus palabras, ustedes presentaron sus saludos, su vocación de paz y su compromiso con la sociedad por alcanzarla o ayudarla a construir. Así lo entendimos nosotros.
Desafortunadamente las conversas para abordar asuntos humanitarios que hemos realizado en diversas ocasiones con ustedes en la región por allá a finales de los 80s, en los 90s y los últimos realizados alrededor de los actuales diálogos de paz en La Habana, solo terminaron en discursos vacíos de parte de ustedes porque una cosa es lo que ustedes pregonan en ciertos escenarios, y otra cosa es la realidad que nos toca sufrir en las comunidades debido al accionar de sus subordinados combatientes. Lo decimos con dignidad y responsabilidad porque sabemos que ningún guerrillero, miliciano o comandante acciona las armas sin consentimiento, orden y directriz previa de los comandantes supremos, o sea ustedes. Mejor dicho señor comandante, todo esto hace parte de un cuidadoso plan de guerra finamente elaborado que no solo busca desestabilizar al gobierno oligárquico de Colombia, sino también a los gobiernos autónomos, legítimos y ancestrales de los pueblos indígenas del país. Es innegable que el modus operandi, las víctimas, los métodos son los mismos que ustedes utilizan en el Cauca, Nariño, Valle del Cauca, el Chocó, la Orinoquia, la Sierra Nevada entre otras regiones. Mire no mas señor comandante, tal y como sucedió en la década de los 80s, solo en los últimos tres meses han sido asesinados ocho comuneros entre los que se encuentran cuatro The’walas – Médicos Tradicionales del pueblo nasa – asesinados por milicianos de la organización que usted dirige, situación que se agrava si le sumamos los constantes señalamientos, el reclutamiento de menores, amenazas a líderes y miembros de la guardia indígena y las reiteradas campañas de estigmatización a nuestras organizaciones. Por eso nos toca decir que somos víctimas de toda una política sistemática para exterminar nuestro proceso. Quien haya dado la orden de muerte de nuestros The Walas – Médicos Tradicionales – señor comandante, odia nuestra cultura, y evidentemente no es un revolucionario.
Por eso y al no ver voluntad expresa por mejorar las cosas por parte de las fuerzas guerrilleras que operan en la región, el día 29 de abril del año en curso, haciendo uso legítimo en el marco de los Usos y Costumbres, aplicamos remedio a 2 milicianos de su organización, responsables del asesinato de nuestro guía espiritual Benancio Taquinás del resguardo de Jambaló. Reiterándole que así se seguirá haciendo en todo hecho donde resulten involucrados miembros de los grupos armados.
Pero como es costumbre en los pueblos indígenas, no obstante de estas dificultades, hoy volvemos a reiterar nuestra vocación de diálogo para superar precisamente estas dificultades. Por eso las condiciones que exigimos para el diálogo son: que nos dejen de matar, de señalar y de dividir. Que establezcamos como primer punto una agenda de diálogo como mecanismo satisfactorio de verificación internacional y de las propias comunidades. Que respeten nuestras autoridades indígenas y comunidad en general, y sobre todo, que respeten nuestro ejercicio de control territorial y que asuman Verdad, Justicia y Reparación. Si así lo considera usted señor comandante, la invitación pública y expresa a usted y a todo el secretariado para conversar, queda abierta para la fecha, la hora y el lugar que se acuerde. Por nuestra parte cuente con toda la disposición para preparar un posible encuentro. Quedamos atentos y esperamos encontrar eco positivo a nuestra solicitud.
C.c. Mesa de diálogo y negociación de la Habana
Atentamente,
AUTORIDADES INDÍGENAS, CONSEJO REGIONAL INDÍGENA DEL CAUCA – CRIC, ASOCIACIÓN DE CABILDOS INDÍGENAS DEL NORTE DEL CAUCA – ACIN – CXHAB WALA KIWE, ORGANIZACIÓN NACIONAL INDÍGENA DE COLOMBIA – ONIC
Toribío -. Cauca – Colombia, abril 29 de 2013.
“Cuenten con nosotros para la PAZnunca para la GUERRA

Mosquitos

por Diego Valeriano



Ya pasó un mes de las trágicas inundaciones en La Plata, el agua por suerte bajó y dejó al descubierto la inexistencia de la política. Lo primero que descubrimos ni bien el agua comenzó a irse fue la mezquindad y sectarismo del gobierno nacional, la inoperancia del provincial y la mentira y desorientación del municipal.  

El gobierno nacional decidió dejar la asistencia a las víctimas en manos de una ONG de militantes voluntarista y solidarios, pero sin ningún conocimiento del territorio y con un faccionismo obtuso. La provincia, responsable legal de la cuenca hídrica, se desentendió en absoluto del tema. Y el municipio hace y deshace pequeñas cosas sin una orientación clara.

Sería injusto –si hablamos de política­– quedarnos en los oficialismo gobernantes y no ahondar en cómo jugaron (sí, jugaron) las demás fuerzas (y fuercitas) políticas. Podemos hablar de las asambleas de vecinos, que justo son todos vecinos troskistas, orgánicos e inorgánicos. Como una remake del 2002 el PO salta de asamblea en asamblea agitando y creyendo, ¡vaya uno a saber por qué!, que pueden ser portavoces de las víctimas.

Pero no solo el PO hace “entrismo” y nutre las asambleas, el FAP también lo hace, pero esgrimiendo moderación, profesionalismo, socialmendemocracia y buscando votos para el futuro cercano.

El PTS tuvo su punto alto cortando, al otro día de la catástrofe, la esquina donde llegaban y salían las donaciones: después de semejante demostración de genialidad clasista no se los vio más.

Las organizaciones universitarias –felices como perro con dos colas– iban de aula en aula denunciando a todos por esconder los 370 muertos. ¿Cuánto peor mejor?: la catástrofe es el momento ideal para poner en juego las dos o tres pobres ideas/consignas que se tienen.

Y hablando de consignas, el Frente Popular Darío Santillán –siempre original–, salió a pintar una muy piola que ahora no recuerdo.

Antes de irme de los grupos políticos formales, quería hacer una especial mención a Vilma Ripoll que engalanó con su cara sonriente, su delineador celeste y su peluca ochentosa unos afiches que exigía que el gobierno dijera el número real de muertos por el temporal, y que Bruera, Cristina y Scioli eran los verdaderos culpables de las muertes.

Los que hacen política desde la antipolítica también tuvieron su momento de gloria; ya sea Caritas, el La Plata Rugby Club o la sociedad de fomento de Cadorna hicieron todo lo posible por ser la esperanza blanca de la solidaridad y esgrimirse como los verdaderos asistentes de las víctimas.

El agua bajó y dejó barro. En el barro nacieron unos mosquitos así de grandes (va mi mano como evidencia). Mosquitos fuertes,  robustos y grandotes, bien distintos a la política y sus hacedores.

Tema del traidor y del héroe

por Horacio González
¿Puede un hombre bueno, llegado su momento de revisión acongojada de los episodios superados de su vida, escribir un texto tan equivocado? Creo que sí, y los profundos errores que comete serán también los errores de un hombre bueno. Héctor Leis acaba de publicar un testamento de los años ’70, que por un lado es una interesante memoria personal, y por otro un extravío enorme que lastima. Cobra especial significación en el libro el relato de un incidente olvidado (no por todos) en un acto de conmemoración de los fusilamientos de 1956 en José León Suárez. Ese acto fue en 1973. Leis era militante montonero y portaba un arma. Al acudir en defensa de una compañera, él también debe disparar. Este hecho tiene carácter testimonial, pero se halla en su camino de revelaciones personales. Estas revelaciones, sin duda, nos deben acompañar siempre. La situación tiene cierta envergadura borgeana; se semeja al tiroteo en Tilsit que decide la vida posterior de un militante nacionalsocialista, el oficial Otto Dietrich Zur Linde. Con Héctor Leis es lo contrario, no solo por la diversidad radical del campo ideológico involucrado. Este evento adquiere estatura mítica para Leis y se inscribe en una tradición autorreflexiva, el inicio de una piedad necesaria en relación con lo que hacemos, con lo que nos hacen con lo que hacemos, y los daños que inadvertidamente podemos provocar. Una vida entera puede o no puede luego explicarlos.

La opción por las armas de toda una generación política puede poseer relatos como éste o muy parecidos. El momento iniciático de la política, si es un hecho de armas, puede desplegarse en el interior de una conciencia de múltiples maneras. Podemos optar por decir que lo explica la época, y la culpabilidad se escabulle hacia la epistemología social general en la que un historiador podrá hurgar luego. O podemos decir que nadie puede vivir la muerte ni los hechos vitales de otros, y que soy solo yo responsable de esos actos, por más que mediaran órdenes y recomendaciones organizativas. Lo que narra Leis es efectivamente interesante, tal como lo ocurrido con Hugo, en Las manos sucias, de Sartre, al exclamar “estoy solo en la historia con un cadáver”. Aunque Leis no resuelve en su relato el resultado final del disparo que saliera de su arma. No lo cuenta como el grito personal, como una hipótesis de trágica intimidad, que hace años decidió a Oscar del Barco a convertir en una escritura escueta y estremecedora el llamado a no matar, como una metafísica interior del alma política capaz de volver sobre sus pasos. No nos parece que sea el mismo caso de Héctor Leis.
Veo allí un sentido totalmente ajustado al debate actual, el sorprendente error de vaciar la historia argentina de sus clásicos enfrentamientos, no por haber sido violentos, sino por haber contado con un tipo de decisión armada por parte de los grupos insurreccionales de la época que no habrían poseído habilitación ética de ninguna especie. Esto no es así. Una cosa es condenar la violencia, sobre todo la que emana de órganos políticos que de alguna manera se burocratizan en torno de un lenguaje militar que anula la autorreflexión, y otra cosa es trocar en el alma del hablante el signo que lo hacía ser un joven militante armado (con críticas incluso muy drásticas a esas organizaciones) y asumir hoy la equívoca santidad de hablar desde el punto de vista de los otros. Para eso le sirve su tesis generacional, donde en vez de ver una tragedia de cuño elevado –como las tantas historias de esa índole que hay en la Argentina– en el cruce de vidas casi inenarrables que hay entre el general Alsogaray y su hijo muerto en la guerrilla, el ángulo de reflexión del que se parte es el que permite la figura del primero y no la del segundo. No se puede, en verdad, querer ser la voz del Padre y del Hijo al mismo tiempo. El Padre nunca lo es enteramente, y Leis comete el trágico error de querer sólo ser padre, abandonando el hijo que hay en todo padre. Abandonando así, siquiera traicionando ni desdiciendo, su propia historia.
Sería absurdo que no comprendiéramos estos dramas y no extrajéramos de allí todos los desmanes del espíritu que no estuvieron a nuestro alcance apreciar en aquel momento. Pero cuál es la razón para que, al apreciarlos ahora, cultivemos un esteticismo de la traición en vez de rodearnos de conmiseración autocrítica, menos silente que en estado de expansión. Esto nos llevaría a decisiones políticas incomprensibles. Sí, son decisiones de esa índole, querido Héctor, decir ahora que hay que hacer “una lista común de víctimas”, dejar “los muertos en paz”, “que nadie hable por mi condición humana, pues siempre puedo cambiar”, reclamar “un memorial conjunto de las víctimas que incluya desde los soldados muertos en Formosa hasta los estudiantes desaparecidos en La Plata”.
Se entiende la dificultad del problema. La que ocurrió entre nosotros no fue la que le permitió a René Char escribir el gran poemario de Feuillets d’Hypnos, en tiempos de la resistencia francesa al nazismo. La guerrilla, bajo la forma del llamado a una revolución social, corre muchos riesgos en su acción, no solo personales. Mueren inocentes a los que no se les puede aplicar, desde luego, el veredicto de la “astucia de la razón”, esos inconvenientes necesarios para que triunfe una razón superior. No lo dice sólo Leis. Es interesante que esto haya sido dicho desde las mentalidades revolucionarias del inmediato pasado. En su obra La Medida, Brecht, un comunista, trata justamente este tema. Leis no descubre nada nuevo, salvo el interés de su historia y de su escueta autobiografía, un testimonio valiente, pero que toma un partido inadecuado, ofensivo, para los que tenemos biografías parecidas, no fuimos ni somos violentos, y decidimos no tener como orgullo personal inmarcesible el “don de escapar de la historia”. No quisimos ser almas angelicales. Por eso nos tocó el llamado de Del Barco, respecto de la responsabilidad, atrevido llamado, pues incluía una autopunición espantosa de considerarnos victimarios sin haberlo sido. El vacío de justificación fáctica que tendría el proclamarnos agentes de un daño material que no hemos hecho es comprensible desde el punto de vista de una ética kantiana con cierto revestimiento válido, acaso sacerdotal.
Pero decirlo ahora, en medio de una idea de la historia paralizada, cerrando el ciclo de los juicios encarados desde los derechos humanos, ignorando que el dolor por lo pasado es transpolítico, que no solo abarca aquellos conscriptos sino cualquier otra situación de decisión política resuelta en términos de juicio sumarísimo de muerte, decirlo ahora, y decirlo en forma unilineal, es pues la peor forma de interrumpir ese río interior de la sociedad argentina, donde también se lucha por ganar el derecho de hacerse cargo de una explicación más duradera de lo ocurrido, y sostenida en antiguos saberes humanistas. El libro de Leis me suena como si esa responsabilidad por el signo de una interpretación quedase por fin en manos de las viejas fuerzas reaccionarias del país –habilitadas por una conversión sacrificial y personal que ellos publicarían muy contentos en sus diarios, impidiendo algo muy interesante en lo que hubiéramos debido esperar que alguna vez Leis participara–. La rara, póstuma e irrisoria ecuanimidad sobre la vida de los muertos, pero no antes de hacer el doloroso tránsito por la convicción de que solo desnutridas religiones mustias pueden igualar todas las situaciones. No, es preciso seguir sosteniendo que un modo de ser víctima, la de aquellos jóvenes de cuando el propio Leis era otro, que sin embargo pudieron haber matado pero estando a su vez casi todos muertos y desaparecidos, sigue sosteniendo el hilo de humanidad crítica de la nación argentina, y no el tipo de víctima que Leis dice que –fusionando todo con todo– llevaría a un “memorial conjunto”. Al desmitologizador de la historia le esperan más saludos conservadores que aplausos del historiador racionalista. Le amputarían la lengua social, crítica y democrática al país.
Me decidí a escribir estas breves líneas cuando, en la inauguración de la Feria del Libro, se escuchó al secretario de Cultura de la Ciudad, del gobierno de Macri, recomendar la lectura de Leis. Entre tantos números de libros que se mencionaron, este único libro me movió a señalar en el contexto de qué injusticia se mueve. Hay números implícitos en el libro de Leis que comienzan a manifestarse: hágase el cómputo de las balas de goma lanzadas por doquier en el Borda. En nuestras pequeñas conmemoraciones reconciliantes, ¿incluiríamos a la Policía Metropolitana en el listado común con algún sindicalista o periodista herido? Hay heridos de ambos lados, pero llamamos ética a la capacidad de condenar toda ejecución de un daño, desde un lugar explícito, humano, visible, que es único, puesto que en su excepcionalidad nos toca: el lugar que no desmantele la noción misma de justicia y de historia, que casi vendrían a ser lo mismo. Ni Borges equiparó en su famoso cuento la aparente complementariedad del traidor y del héroe.

Sábado 4: Parri-Cine en La Cazona de Flores


IXIMULEW – TIERRA REVUELTA

de Vaca Bonsai y Productora Estrella (Guatemala)

IXIMULEW – TIERRA REVUELTA se presenta a sí misma como «otra película sobre el cambio de era». Y se permite la ironía porque sabe que está bien lejos de ser vagón de cola de un tren apocalíptico que nunca llegó a tal destino. ¿Alguien se acuerda del fin del mundo? Durante el año 2012, mientras en el mundo se mercantilizaban las profecías mayas con dudosas interpretaciones, los realizadores de este documental polifónico se adentraron en tierras mayas, en el corazón de Guatemala, para escuchar, para atesorar, para compartir las voces del 13 B´ak´tun.

La ciencia indígena, base para revertir al maíz transgénico

Por Brisa Araujo

En Oaxaca, donde se detectaron los primeros casos de contaminación transgénica de maíz, organizaciones indígenas y campesinas, científicos e intelectuales se reunieron para examinar la responsabilidad del gobierno en el ataque a los maíces nativos.



La contaminación transgénica del maíz nativo de México es un crimen del que el Estado mexicano es responsable. Corresponde a una estrategia perversa que consiste en controlar el mercado de semillas, que representa mil 200 millones de dólares al año, señalan Camila Montesinos, Gustavo Esteva y Joel Aquino, dictaminadores de la preaudiencia relativa a la contaminación transgénica dentro del Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP), en una sesión que se llevó a cabo en esta entidad.

La contaminación de plantas de maíz por los cultivos transgénicos se extiende al menos de Oaxaca a Chihuahua. En un muestreo realizado por la Red en Defensa del Maíz en 138 comunidades analizadas, se detectó contaminación en 33 de ellas, en los estados de Morelos, Durango, Chihuahua, Estado de México, San Luis Potosí, Puebla, Oaxaca, Tlaxcala y Veracruz. De la misma manera, otros estudios de organizaciones campesinas y sociales detectaron, a partir de  2003, malformaciones en las plantas nativas en otros estados.

Con la entrada de las semillas genéticamente modificadas, inducida principalmente desde los programas gubernamentales, el Estado mexicano viola las disposiciones legales nacionales e internacionales sobre protección a la biodiversidad y pone en peligro la integridad de varios ecosistemas y la biodiversidad del maíz criollo, “sustento de la alimentación de los mexicanos y base de la vida de los pueblos indígenas, campesinos y de los agricultores”, señaló Armando de la Cruz, lector del resumen de la demanda interpuesta por organizaciones civiles y campesinas ante el TPP.

Ante la extensión de la contaminación, los conocimientos y prácticas de los pueblos indígenas en agricultura representan una alternativa real, señaló la científica india Vandana Shiva –testigo de honor de la preaudiencia y una de las luchadoras contra los transgénicos más conocidas en el mundo.

Si se contempla la defensa del maíz nativo como una batalla a largo plazo, “hay tiempo para detener a los transgénicos y para sanar a las plantas enfermas, pero es urgente hacerlo”, señaló en entrevista conDesinformémonos Camila Montesinos, también integrante de GRAIN Chile.
Los transgénicos y el juego del poder

Benigno Calzonzin, campesino de la zona de la Cuenca de la Independencia, en Guanajuato, señaló que “las empresas transnacionales y el neoliberalismo se están apoderando de la tenencia de la tierra. A los campesinos que siembran maíz se les dicen que quiten sus siembras. Un día los amenazan y al día siguiente llegan a su milpa para verla cortada”.

Ana de Ita, parte de los expertos que impulsaron la preaudiencia, coincide con a la denuncia del campesino. Para la socióloga, la raíz estructural de la contaminación transgénica es la orientación política neoliberal iniciada en México en los años ochenta y concretada por la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), en 1994. En la época del acuerdo, señaló, México se comprometió a ponerle límites a los transgénicos debido a que el país es centro de origen y reservorio genético del maíz.

Lo que siguió a la firma del TLCAN fue que las importaciones de granos básicos de Estados Unidos escalaron y el precio del maíz se redujo en 59 por ciento, lo que llevó a la quiebra o a un estado de vulnerabilidad a los campesinos mexicanos.  Para el 2001, nueve empresas controlaban 50 por ciento del mercado del maíz en México. Los campesinos empobrecidos migraron, señaló el zapoteco Fernando Santillán, las familias se fracturaron y el campo quedó abandonado.

Por su parte, la investigadora Silvia Ribeiro acusa que, asociado al mismo proceso, se creó un oligopolio en el marcado de las semillas: Monsanto, la principal productora de transgénicos, logró controlar el 85 por ciento del mercado, dominado por solamente seis empresas. Ribeiro afirmó en la preaudiencia que el Estado es criminal y comete desvío de poder al pactar con las transnacionales y al contaminar intencionalmente al maíz criollo de México. “Es un proyecto de apropiación, desde las semillas hasta lo que comemos. Buscan reemplazar lo que comemos por lo que nos quieren vender”, señaló.

El inicio de la contaminación

“Los oaxaqueños no entendemos la vida sin el maíz”, afirma Fernando Santillán, presidente municipal de Santa Catarina Ixtepeji, en la sierra norte de Oaxaca, al presentar su testimonio en representación de su pueblo. “Es el fundamento de nuestra cultura, él nos indica cómo sembrarlo, cuándo hay que hacer los rituales, nos hace fuertes cuando hay que cumplir con los cargos y las fiestas en la comunidad”.

Una campesina de Oaxaca encontró un día frente a su casa una rara planta de maíz, mucho más alta que las demás, su mazorca no tenían granos. En otra comunidad, a centenares de kilómetros de distancia, se encontró una planta que traía cinco jilotes (mazorcas jóvenes que aún no producen grano), uno dentro del otro. La causa de estos fenómenos es una: la mutación genética del maíz por contaminación de las plantas transgénicas.

Estas anomalías aparecieron a inicios del siglo en milpas de todo México y se detectaron por primera vez en Oaxaca. En la década siguiente, comunidades indígenas, campesinos y un grupo reducido de científicos desarrollaron un mapeo para identificar las fuentes de contaminación, la compleja red de intereses políticos involucrados y las consecuencias de la penetración de semillas transgénicas de maíz en el centro de origen del cultivo.

Cuando los habitantes de Santa Catarina supieron en 2001 de la contaminación transgénica en su zona, “nos preguntamos cómo vamos a entender a un maíz contaminado, cómo le vamos a hablar, cómo lo vamos a tratar. No es lo mismo que nuestros maíces, ¿qué va a pasar con ellos ahora?”, agregó el presidente municipal.

A la fecha, los habitantes –dedicados en su gran parte a hacer y vender tostadas- no saben dónde se encontró la contaminación porque los estudios gubernamentales no se difundieron hacia las comunidades. “Por eso denunciamos la perversidad con la que las instituciones han tratado este problema”, señaló el presidente municipal. Santillán recuerda que los funcionarios gubernamentales les dijeron que era posible sembrar transgénicos sin problemas, y en 2004, tres años después de los primeros estudios dijeron que la contaminación desapareció sola. Flor Hernández, investigadora del Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano (CECCAM), encontró en 2006 en la sierra de Oaxaca 12 plantas con deformaciones y con proteínas provenientes de plantas transgénicas.

Los testimonios de los habitantes de al menos diez zonas rurales de México, vertidos durante la preaudiencia nacional sobre la contaminación transgénica del maíz nativo, parte del Tribunal Permanente de los Pueblos, coinciden en que la llegada de las semillas transgénicas comenzó principalmente a través de programas gubernamentales, como PROCAMPO.

Otro ejemplo es el PROMAF, que –como anuncia en su página- ofrece apoyos a los productores condicionados al aumento de la productividad, buscando inducir a cambios tecnológicos, entre ellos el uso de semillas mejoradas y el uso de fertilizantes. Según denunciaron los campesinos, esta “inducción” no siempre es pacífica y muchas veces los obliga a plantar con las semillas indicadas por el gobierno.

La investigadora Silvia Ribeiro afirmó que los programas del gobierno que distribuyen semillas genéticamente modificadas son parte de un plan estatal más amplio que a largo plazo destruirá las formas tradicionales de diversificación genética de las semillas. Ribeiro declara que el discurso del gobierno y de los científicos pro-transgénicos, que afirman que es posible restringir los cultivos de transgénicos a áreas específicas, es una mentira.

Tanto la contaminación por el polen –dado que el maíz es una planta de polinización abierta- como la costumbre ancestral de los pueblos de intercambiar semillas, señala Ribeiro, son ignoradas por los planes estatales.

La resistencia y el Tribunal Permanente de los Pueblos
Las comunidades que se dieron cuenta de la contaminación –que les fue confirmada, en algunos casos, por estudios independientes- no se quedaron de brazos cruzados. “Nos organizamos desde 2004 para no permitir la contaminación de nuestro maíz con las semillas del gobierno”, afirma Virgilio Hernández, representante de las comunidades nahuas de la huasteca hidalguense.

Santillán señaló que siguen sembrando sus propios maíces “en contra de un sistema que quiere acabar con el campo, usando programas y políticas gubernamentales que nos obligan a usar paquetes tecnológicos que nos limitan las zonas de siembra tradicionales y que nos dividen con las migajas que dan”.

La resistencia ante la entrada de transgénicos dio lugar a diversas organizaciones, por ejemplo, la Red en Defensa del Maíz, conformada tanto por comunidades indígenas como por organizaciones civiles, y que tiene más de diez años de existencia. Con la decisión de realizar el Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP) en México –iniciado en 2011 y que los organizadores planean que culmine en 2014- las organizaciones promovieron la inclusión de un eje para exponer las agresiones contra el maíz nativo.

El TPP convocó a representantes de comunidades, activistas y científicos a la preaudiencia nacional sobre la contaminación transgénica del maíz nativo, realizada el 26 y 27 de abril en la ciudad de Oaxaca. Alrededor de 500 asistentes escucharon los testimonios de representantes de comunidades de los estados de Oaxaca, Chihuahua, Veracruz, Puebla, Hidalgo, Guanajuato y Jalisco, así como de miembros de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad.

El Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP) fue fundado en Italia y su objetivo es examinar las causas de la violación de los derechos fundamentales de los pueblos y denunciarlas ante la opinión pública internacional. Los trabajos del Tribunal en México fueron propuestos en 2010 con la finalidad de visibilizar el problema de la violencia estructural en este país e “intentar desnudar los mecanismos de simulación y desvío de poder que sistemáticamente ejerce el Estado mexicano para mantener en pie su política económica liberal”, señala la instancia en sus documentos.

El tema general del capítulo mexicano de la TPP es Libre Comercio, Guerra Sucia, Impunidad y Derechos de los Pueblos, dividido en siete audiencias temáticas específicas. La preaudiencia de abril estuvo incluida en el eje “Violencia contra el maíz, la soberanía alimentaria y la autonomía”.

Vandana Shiva señaló que la estrategia de Monsanto es introducir variedades transgénicas a los centros de origen y diversificación de determinadas plantas para acabar con ellas –el algodón en India, el maíz en México. Por eso, resaltó para ella fue importante asistir, ya que el proceso es similar a lo que sucedió en India.

Las falsedades y los ataques

El discurso de aumento de productividad con el que se defiende la entrada de transgénicos desde las empresas resultó falso, se señaló en la preaudiencia. Se estima que si las semillas de la agricultura tradicional son sustituidas por transgénicas, la producción caerá a la mitad. La razón de esto, explicó el científico Antonio Turrent, es que la diversidad de climas y suelos existentes en México, aunada a la práctica ancestral de intercambio de semillas, hacen que cada variedad de maíz criollo esté completamente adaptada a la región en la que crece.

“Nosotros trabajamos con el ciclo corto, de tres a cuatro meses para la cosecha, por el suelo ácido que tenemos. Por eso nunca se adaptaron las semillas transgénicas y hubo veces en las cuales no tuvimos nada para cosechar. Y aun así nos las quieren imponer”, denunció Abel García, de Guanajuato.

Ignacio Chapela y Antonio Turrent, miembros de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad (UCCS), denunciaron la manipulación de resultados de investigaciones por parte de académicos cercanos al gobierno con el objetivo de maquillar el mapa de la contaminación genética en México. Chapela realizó en 2001 el estudio que reveló la contaminación del maíz nativo mexicano con maíz transgénico en la Sierra Norte de Oaxaca. Su investigación derribó el discurso de las transnacionales y del gobierno mexicano de que es posible la coexistencia entre ambas plantas sin contaminación – y, por lo tanto, que es posible determinar un área para el plantío de transgénicos sin perjudicar los cultivos nativos. Tras divulgar los resultados de su investigación, sufrió ataques y amenazas de la industria transgénica.

Elena Álvarez-Buylla, coordinadora del Laboratorio de Genética Molecular del Desarrollo y Evolución de Plantas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) relató la presencia de investigadores con intereses corporativos infiltrados en su grupo, que posteriormente participaron de una campaña de descrédito a sus resultados -que fueron los mismos que los del estudio de 2001. Ambos investigadores afirman, sin embargo, que la contaminación es reversible y que no es demasiado tarde para el campo mexicano.

El veredicto: crímenes de Estado

Los dictaminadores de la preaudiencia, Montesinos, Esteva y Aquino, enfatizaron que el problema de la contaminación genética del maíz tiene como fondo los abusos contra la soberanía del pueblo mexicano. Al reducir el maíz a una mercancía y transferir el dominio del suelo a empresas transnacionales por medio de concesiones, señalaron en su dictamen previo, el Estado comete un desvío de poder y un crimen contra los mexicanos.

Agregaron que los cultivos transgénicos fueron utilizados como herramienta de control de la agricultura y como medio de acabar con la autosuficiencia de los pueblos en beneficio de la mercantilización de la vida campesina. “La invasión transgénica preparada desde el gobierno corresponde a una estrategia perversa: controlar el mercado de semillas, que representa 200 mil toneladas y mil 200 millones de dólares al año”, denunciaron.

El dominio de los transgénicos acabará con la soberanía alimentaria de los pueblos, lo que se refleja no solamente en la capacidad de producir, sino también en la reproducción del patrimonio socio-cultural de todo el pueblo mexicano. “El maíz nos inventó como pueblo y se estableció como la base de nuestra cultura. La contaminación transgénica hará desaparecer buena parte de lo que comemos”, alertaron. La pérdida de la autosuficiencia no es consecuencia del crecimiento demográfico o de condiciones climáticas, señalaron, ya que el gobierno invirtió inmensos recursos para lograr acabar con el maíz.

Después de exponer una sentencia que señala como culpable al Estado mexicano, los representantes del TPP presentaron una lista necesidades para revertir del cuadro presentado. Entre ellas, señalaron la prohibición de la entrada de semillas transgénicas de cualquier tipo y de la siembra comercial en México; declarar al maíz patrimonio simbólico de la población mexicana, lo que incluye implementar políticas de apoyo a la cultura del maíz; revisar las políticas agrarias que causaron la crisis del campo; revisar el TLCAN para acabar con el dumping a productores; y expulsar las empresas transnacionales responsables de la contaminación, como Monsanto, Novartis, Dupont y Aventis.

Juanita Vázquez, partera zapoteca y última en tomar el micrófono en la preaudiencia, denunció a la Cruzada contra el Hambre de Enrique Peña Nieto. “Quieren llenarnos de programas para acabar con el hambre cuando todos sabemos que al hambre la causa el mal gobierno y la exclusión de los pueblos”, declaró, llenando el espacio de aplausos.
La ciencia indígena tiene las respuestas

Los expositores en la preaudiencia también coincidieron en que las trasnacionales no han ganado la batalla. Antonio Turrent señaló que “la acción de las comunidades puede remediar los daños. Necesitamos hacer ciencia comprometida que sepa articular sus métodos con la ciencia indígena”, afirmó el presidente de la UCCS.

La ganadora del premio Nobel alternativo, Vandana Shiva, reafirmó la importancia de reconocer los saberes del pueblo. “Hay muchos otros tipos de locura asociados a los transgénicos. Una es la locura de pensar que esta asombrosa herencia de siglos de innovación e inteligencia colectiva de los campesinos mexicanos es inventada, que el maíz fue inventado en el momento en que Monsanto puso un gen tóxico dentro de él. Sólo un loco puede creer esto”, afirmó.

Joel Aquino destacó la autosuficiencia y autonomía de la cultura tradicional indígena, usando como ejemplo el sistema de gobierno zapoteco y su policía comunitaria – que se encargó de la seguridad del evento-. Defender el maíz “es tarea de todos, porque los únicos que no comen tortilla son la aristocracia mexicana”.Oaxaca, México. La contaminación transgénica del maíz nativo de México es un crimen del que el Estado mexicano es responsable. Corresponde a una estrategia perversa que consiste en controlar el mercado de semillas, que representa mil 200 millones de dólares al año, señalan Camila Montesinos, Gustavo Esteva y Joel Aquino, dictaminadores de la preaudiencia relativa a la contaminación transgénica dentro del Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP), en una sesión que se llevó a cabo en esta entidad.

La contaminación de plantas de maíz por los cultivos transgénicos se extiende al menos de Oaxaca a Chihuahua. En un muestreo realizado por la Red en Defensa del Maíz en 138 comunidades analizadas, se detectó contaminación en 33 de ellas, en los estados de Morelos, Durango, Chihuahua, Estado de México, San Luis Potosí, Puebla, Oaxaca, Tlaxcala y Veracruz. De la misma manera, otros estudios de organizaciones campesinas y sociales detectaron, a partir de  2003, malformaciones en las plantas nativas en otros estados.

Con la entrada de las semillas genéticamente modificadas, inducida principalmente desde los programas gubernamentales, el Estado mexicano viola las disposiciones legales nacionales e internacionales sobre protección a la biodiversidad y pone en peligro la integridad de varios ecosistemas y la biodiversidad del maíz criollo, “sustento de la alimentación de los mexicanos y base de la vida de los pueblos indígenas, campesinos y de los agricultores”, señaló Armando de la Cruz, lector del resumen de la demanda interpuesta por organizaciones civiles y campesinas ante el TPP.

Ante la extensión de la contaminación, los conocimientos y prácticas de los pueblos indígenas en agricultura representan una alternativa real, señaló la científica india Vandana Shiva –testigo de honor de la preaudiencia y una de las luchadoras contra los transgénicos más conocidas en el mundo.

Si se contempla la defensa del maíz nativo como una batalla a largo plazo, “hay tiempo para detener a los transgénicos y para sanar a las plantas enfermas, pero es urgente hacerlo”, señaló en entrevista conDesinformémonos Camila Montesinos, también integrante de GRAIN Chile.
Los transgénicos y el juego del poder

Benigno Calzonzin, campesino de la zona de la Cuenca de la Independencia, en Guanajuato, señaló que “las empresas transnacionales y el neoliberalismo se están apoderando de la tenencia de la tierra. A los campesinos que siembran maíz se les dicen que quiten sus siembras. Un día los amenazan y al día siguiente llegan a su milpa para verla cortada”.
Ana de Ita, parte de los expertos que impulsaron la preaudiencia, coincide con a la denuncia del campesino. Para la socióloga, la raíz estructural de la contaminación transgénica es la orientación política neoliberal iniciada en México en los años ochenta y concretada por la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), en 1994. En la época del acuerdo, señaló, México se comprometió a ponerle límites a los transgénicos debido a que el país es centro de origen y reservorio genético del maíz.

Lo que siguió a la firma del TLCAN fue que las importaciones de granos básicos de Estados Unidos escalaron y el precio del maíz se redujo en 59 por ciento, lo que llevó a la quiebra o a un estado de vulnerabilidad a los campesinos mexicanos.  Para el 2001, nueve empresas controlaban 50 por ciento del mercado del maíz en México. Los campesinos empobrecidos migraron, señaló el zapoteco Fernando Santillán, las familias se fracturaron y el campo quedó abandonado.

Por su parte, la investigadora Silvia Ribeiro acusa que, asociado al mismo proceso, se creó un oligopolio en el marcado de las semillas: Monsanto, la principal productora de transgénicos, logró controlar el 85 por ciento del mercado, dominado por solamente seis empresas. Ribeiro afirmó en la preaudiencia que el Estado es criminal y comete desvío de poder al pactar con las transnacionales y al contaminar intencionalmente al maíz criollo de México. “Es un proyecto de apropiación, desde las semillas hasta lo que comemos. Buscan reemplazar lo que comemos por lo que nos quieren vender”, señaló.

El inicio de la contaminación

“Los oaxaqueños no entendemos la vida sin el maíz”, afirma Fernando Santillán, presidente municipal de Santa Catarina Ixtepeji, en la sierra norte de Oaxaca, al presentar su testimonio en representación de su pueblo. “Es el fundamento de nuestra cultura, él nos indica cómo sembrarlo, cuándo hay que hacer los rituales, nos hace fuertes cuando hay que cumplir con los cargos y las fiestas en la comunidad”.

Una campesina de Oaxaca encontró un día frente a su casa una rara planta de maíz, mucho más alta que las demás, su mazorca no tenían granos. En otra comunidad, a centenares de kilómetros de distancia, se encontró una planta que traía cinco jilotes (mazorcas jóvenes que aún no producen grano), uno dentro del otro. La causa de estos fenómenos es una: la mutación genética del maíz por contaminación de las plantas transgénicas.

Estas anomalías aparecieron a inicios del siglo en milpas de todo México y se detectaron por primera vez en Oaxaca. En la década siguiente, comunidades indígenas, campesinos y un grupo reducido de científicos desarrollaron un mapeo para identificar las fuentes de contaminación, la compleja red de intereses políticos involucrados y las consecuencias de la penetración de semillas transgénicas de maíz en el centro de origen del cultivo.

Cuando los habitantes de Santa Catarina supieron en 2001 de la contaminación transgénica en su zona, “nos preguntamos cómo vamos a entender a un maíz contaminado, cómo le vamos a hablar, cómo lo vamos a tratar. No es lo mismo que nuestros maíces, ¿qué va a pasar con ellos ahora?”, agregó el presidente municipal.

A la fecha, los habitantes –dedicados en su gran parte a hacer y vender tostadas- no saben dónde se encontró la contaminación porque los estudios gubernamentales no se difundieron hacia las comunidades. “Por eso denunciamos la perversidad con la que las instituciones han tratado este problema”, señaló el presidente municipal. Santillán recuerda que los funcionarios gubernamentales les dijeron que era posible sembrar transgénicos sin problemas, y en 2004, tres años después de los primeros estudios dijeron que la contaminación desapareció sola. Flor Hernández, investigadora del Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano (CECCAM), encontró en 2006 en la sierra de Oaxaca 12 plantas con deformaciones y con proteínas provenientes de plantas transgénicas.

Los testimonios de los habitantes de al menos diez zonas rurales de México, vertidos durante la preaudiencia nacional sobre la contaminación transgénica del maíz nativo, parte del Tribunal Permanente de los Pueblos, coinciden en que la llegada de las semillas transgénicas comenzó principalmente a través de programas gubernamentales, como PROCAMPO.

Otro ejemplo es el PROMAF, que –como anuncia en su página- ofrece apoyos a los productores condicionados al aumento de la productividad, buscando inducir a cambios tecnológicos, entre ellos el uso de semillas mejoradas y el uso de fertilizantes. Según denunciaron los campesinos, esta “inducción” no siempre es pacífica y muchas veces los obliga a plantar con las semillas indicadas por el gobierno.

La investigadora Silvia Ribeiro afirmó que los programas del gobierno que distribuyen semillas genéticamente modificadas son parte de un plan estatal más amplio que a largo plazo destruirá las formas tradicionales de diversificación genética de las semillas. Ribeiro declara que el discurso del gobierno y de los científicos pro-transgénicos, que afirman que es posible restringir los cultivos de transgénicos a áreas específicas, es una mentira.

Tanto la contaminación por el polen –dado que el maíz es una planta de polinización abierta- como la costumbre ancestral de los pueblos de intercambiar semillas, señala Ribeiro, son ignoradas por los planes estatales.

La resistencia y el Tribunal Permanente de los Pueblos
Las comunidades que se dieron cuenta de la contaminación –que les fue confirmada, en algunos casos, por estudios independientes- no se quedaron de brazos cruzados. “Nos organizamos desde 2004 para no permitir la contaminación de nuestro maíz con las semillas del gobierno”, afirma Virgilio Hernández, representante de las comunidades nahuas de la huasteca hidalguense.

Santillán señaló que siguen sembrando sus propios maíces “en contra de un sistema que quiere acabar con el campo, usando programas y políticas gubernamentales que nos obligan a usar paquetes tecnológicos que nos limitan las zonas de siembra tradicionales y que nos dividen con las migajas que dan”.

La resistencia ante la entrada de transgénicos dio lugar a diversas organizaciones, por ejemplo, la Red en Defensa del Maíz, conformada tanto por comunidades indígenas como por organizaciones civiles, y que tiene más de diez años de existencia. Con la decisión de realizar el Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP) en México –iniciado en 2011 y que los organizadores planean que culmine en 2014- las organizaciones promovieron la inclusión de un eje para exponer las agresiones contra el maíz nativo.

El TPP convocó a representantes de comunidades, activistas y científicos a la preaudiencia nacional sobre la contaminación transgénica del maíz nativo, realizada el 26 y 27 de abril en la ciudad de Oaxaca. Alrededor de 500 asistentes escucharon los testimonios de representantes de comunidades de los estados de Oaxaca, Chihuahua, Veracruz, Puebla, Hidalgo, Guanajuato y Jalisco, así como de miembros de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad.

El Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP) fue fundado en Italia y su objetivo es examinar las causas de la violación de los derechos fundamentales de los pueblos y denunciarlas ante la opinión pública internacional. Los trabajos del Tribunal en México fueron propuestos en 2010 con la finalidad de visibilizar el problema de la violencia estructural en este país e “intentar desnudar los mecanismos de simulación y desvío de poder que sistemáticamente ejerce el Estado mexicano para mantener en pie su política económica liberal”, señala la instancia en sus documentos.

El tema general del capítulo mexicano de la TPP es Libre Comercio, Guerra Sucia, Impunidad y Derechos de los Pueblos, dividido en siete audiencias temáticas específicas. La preaudiencia de abril estuvo incluida en el eje “Violencia contra el maíz, la soberanía alimentaria y la autonomía”.

Vandana Shiva señaló que la estrategia de Monsanto es introducir variedades transgénicas a los centros de origen y diversificación de determinadas plantas para acabar con ellas –el algodón en India, el maíz en México. Por eso, resaltó para ella fue importante asistir, ya que el proceso es similar a lo que sucedió en India.

Las falsedades y los ataques

El discurso de aumento de productividad con el que se defiende la entrada de transgénicos desde las empresas resultó falso, se señaló en la preaudiencia. Se estima que si las semillas de la agricultura tradicional son sustituidas por transgénicas, la producción caerá a la mitad. La razón de esto, explicó el científico Antonio Turrent, es que la diversidad de climas y suelos existentes en México, aunada a la práctica ancestral de intercambio de semillas, hacen que cada variedad de maíz criollo esté completamente adaptada a la región en la que crece.

“Nosotros trabajamos con el ciclo corto, de tres a cuatro meses para la cosecha, por el suelo ácido que tenemos. Por eso nunca se adaptaron las semillas transgénicas y hubo veces en las cuales no tuvimos nada para cosechar. Y aun así nos las quieren imponer”, denunció Abel García, de Guanajuato.

Ignacio Chapela y Antonio Turrent, miembros de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad (UCCS), denunciaron la manipulación de resultados de investigaciones por parte de académicos cercanos al gobierno con el objetivo de maquillar el mapa de la contaminación genética en México. Chapela realizó en 2001 el estudio que reveló la contaminación del maíz nativo mexicano con maíz transgénico en la Sierra Norte de Oaxaca. Su investigación derribó el discurso de las transnacionales y del gobierno mexicano de que es posible la coexistencia entre ambas plantas sin contaminación – y, por lo tanto, que es posible determinar un área para el plantío de transgénicos sin perjudicar los cultivos nativos. Tras divulgar los resultados de su investigación, sufrió ataques y amenazas de la industria transgénica.

Elena Álvarez-Buylla, coordinadora del Laboratorio de Genética Molecular del Desarrollo y Evolución de Plantas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) relató la presencia de investigadores con intereses corporativos infiltrados en su grupo, que posteriormente participaron de una campaña de descrédito a sus resultados -que fueron los mismos que los del estudio de 2001. Ambos investigadores afirman, sin embargo, que la contaminación es reversible y que no es demasiado tarde para el campo mexicano.

El veredicto: crímenes de Estado

Los dictaminadores de la preaudiencia, Montesinos, Esteva y Aquino, enfatizaron que el problema de la contaminación genética del maíz tiene como fondo los abusos contra la soberanía del pueblo mexicano. Al reducir el maíz a una mercancía y transferir el dominio del suelo a empresas transnacionales por medio de concesiones, señalaron en su dictamen previo, el Estado comete un desvío de poder y un crimen contra los mexicanos.

Agregaron que los cultivos transgénicos fueron utilizados como herramienta de control de la agricultura y como medio de acabar con la autosuficiencia de los pueblos en beneficio de la mercantilización de la vida campesina. “La invasión transgénica preparada desde el gobierno corresponde a una estrategia perversa: controlar el mercado de semillas, que representa 200 mil toneladas y mil 200 millones de dólares al año”, denunciaron.

El dominio de los transgénicos acabará con la soberanía alimentaria de los pueblos, lo que se refleja no solamente en la capacidad de producir, sino también en la reproducción del patrimonio socio-cultural de todo el pueblo mexicano. “El maíz nos inventó como pueblo y se estableció como la base de nuestra cultura. La contaminación transgénica hará desaparecer buena parte de lo que comemos”, alertaron. La pérdida de la autosuficiencia no es consecuencia del crecimiento demográfico o de condiciones climáticas, señalaron, ya que el gobierno invirtió inmensos recursos para lograr acabar con el maíz.

Después de exponer una sentencia que señala como culpable al Estado mexicano, los representantes del TPP presentaron una lista necesidades para revertir del cuadro presentado. Entre ellas, señalaron la prohibición de la entrada de semillas transgénicas de cualquier tipo y de la siembra comercial en México; declarar al maíz patrimonio simbólico de la población mexicana, lo que incluye implementar políticas de apoyo a la cultura del maíz; revisar las políticas agrarias que causaron la crisis del campo; revisar el TLCAN para acabar con el dumping a productores; y expulsar las empresas transnacionales responsables de la contaminación, como Monsanto, Novartis, Dupont y Aventis.

Juanita Vázquez, partera zapoteca y última en tomar el micrófono en la preaudiencia, denunció a la Cruzada contra el Hambre de Enrique Peña Nieto. “Quieren llenarnos de programas para acabar con el hambre cuando todos sabemos que al hambre la causa el mal gobierno y la exclusión de los pueblos”, declaró, llenando el espacio de aplausos.
La ciencia indígena tiene las respuestas

Los expositores en la preaudiencia también coincidieron en que las trasnacionales no han ganado la batalla. Antonio Turrent señaló que “la acción de las comunidades puede remediar los daños. Necesitamos hacer ciencia comprometida que sepa articular sus métodos con la ciencia indígena”, afirmó el presidente de la UCCS.

La ganadora del premio Nobel alternativo, Vandana Shiva, reafirmó la importancia de reconocer los saberes del pueblo. “Hay muchos otros tipos de locura asociados a los transgénicos. Una es la locura de pensar que esta asombrosa herencia de siglos de innovación e inteligencia colectiva de los campesinos mexicanos es inventada, que el maíz fue inventado en el momento en que Monsanto puso un gen tóxico dentro de él. Sólo un loco puede creer esto”, afirmó.

Joel Aquino destacó la autosuficiencia y autonomía de la cultura tradicional indígena, usando como ejemplo el sistema de gobierno zapoteco y su policía comunitaria – que se encargó de la seguridad del evento-. Defender el maíz “es tarea de todos, porque los únicos que no comen tortilla son la aristocracia mexicana”.

Obras de los pasajes pospolíticos


Un escena extraída de un prologo anterior

Explanada del castillo
Fantasma de la política: (cubierto de pies cabeza con una sábana blanca, pero lleva gorra de policía y tiene voz de botón): Documento de politicidad, por favor.
Camilo C. Tusam: Me lo dejé en casa… digo, en el castillo.
Fantasma de la política: ¡Egoísta, autocentrado, onanista, privatista!
Camilo C. Tusam: ¿Ser o no ser? ¡Esa es la cuestión!… ¡No ser! (y huye desaforadamente de la escena)  



Una declaración polémica

“Hay que dejar de hablar de la política, lo político y la politicidad por 2 años y ver qué pasa” (Luis Barrionuevo).

Una cita

“Tampoco pretendo decir que no sea legítimo, si se quiere, odiar al Estado. Me parece, sin embargo, que lo que no debemos hacer es imaginarnos que describimos un proceso real, actual y que nos concierne cuando denunciamos la estatización o la fascistización, el establecimiento de una violencia estatal, etc. Todos los que participan en la gran fobia al Estado, sepan bien que están siguiendo la corriente y que, en efecto, por doquier se anuncia desde hace años y años una disminución efectiva del Estado, de la estatización y de la gubernamentalidad estatizante y estatizada” (Foucault, Nacimiento de la biopolítica).   

Una reminiscencia onírica

Interior de un sucucho en una Facultad de la UBA, paredes descascaradas, el piso lleno de volantes.

Militante 1: Si ganamos las elecciones, hay que disolver el Centro de estudiantes.
(Primer plano del Centro de estudiantes en un rincón del sucucho: una fotocopiadora y una bandera)

Militante 2: (con cara horror) ¡No, no! ¡Si dejamos el vacío, lo van a ocupar Ellos! (Primerísimo plano de la cara de Militante 2. Se ve el detalle: era cara de horror… vacui)

Patio exterior de la misma Facultad. Dos perros famélicos efectivamente se ocupan del vacío que Militante 1 y 2 efectivamente dejaron… despreocupadamente en la parrilla. Terminada la faena del vacío, siguen vorazmente con las entrañas.

Entra a escena un pelado de anteojos, que mira a los perros y ríe. Acaricia a los perros mientras comen y se mata cada vez más de risa mirando a cámara.

Otra cita

“Como muy bien sabemos, el Estado no tiene entrañas, y no simplemente en el sentido de que no tenga sentimientos, ni buenos ni malos, sino que no tiene entrañas en el sentido de que no tiene interior. El Estado no es otra cosa más que el efecto móvil de un régimen de gubernamentalidad múltiple” (Foucault, La vida los hombres infames).

Un blanco

Asumir la hipótesis de que el problema nuestras libertades no pasa exclusivamente, y ni siquiera principalmente en torno del Estado, tiene sus problemas. El primero y fundamental es quizá que las nociones de la política, lo político, o la politicidad van perdiendo gradualmente consistencia y entrando correlativamente cada vez más en el régimen de las luchas por la significación y la resignificación. Que no es el régimen de las luchas por nuestras libertades. Entonces, hacerle caso a Barrionuevo: dejar el significante imperial por dos años y ver qué pasa. El problema es qué pasa. Estamos tan acostumbrados a pensar el problema de nuestras libertades en el lenguaje de la política, lo política, la politicidad, que obligarse a pensar más allá es casi obligarse al silencio.

Un griterío

Un político, un intelectual, un periodista, un panelista, un técnico, un ciudadano de bien: ¡Boronbonbón, boronbonbón, es la política, que ya volvió!

Un pelado de anteojos inoportuno: (Interrumpiendo el coro con serenidad) Usted dijo capacidades institucionales, usted en cambio dijo debate y reflexión, usted dijo opinión, usted administración y consumo, y usted, sí, usted, reconocimiento (Perdiendo la paciencia, furioso) ¡Dije régimen de gubernamentalidad múltiple, carajo!

Una iluminación postpolítica

Dijo “régimen gubernamentalidad múltiple”. Y nadie puede decir que no se trata del problema nuestras libertades y de los poderes, porque “gubernamentalidad” es “dirección de las conductas”. Es el problema de la libertad y el poder sin suponer el centro y las distribuciones binarias de la política, lo político, la politicidad. Porque las direcciones de nuestras conductas suponen un campo de vectores, un campo de las fuerzas que son las que dirigen. Y esas fuerzas son puntos singulares. A cada cual, entonces, o a varios, o a muchos, la constelación de los puntos singulares y el campo de vectores que dirigen efectivamente las conductas, los visibles y los enunciables, la humanidad. Y habrá que ver después cómo entran en ese mapa Cristina, Mauricio, el consumo y la exportación de soja, y si lo hacen del lado del poder o de la resistencia.      



Un comentario bloguero

Anónimo
Este tipo de rechazo parece el de los hippies de la década del ’60.
Anónimo
¿Y?
Anónimo
Está perimido, los hippies fueron derrotados.
Anónimo 
¿En Ayohuma? ¿En Waterloo?
Anónimo
No lograron cambiar el mundo
Anónimo
¿?
Anónimo
En todo caso, no sirve para volver a pensar el retorno de la política.   
Anónimo
¿Y?

Cartografías políticas: Posthegemonía

(apuntes de un taller)



Introducción

Jon Beasley Murray, en la Introducción de su libro Poshegemonía, dice: “La hegemonía no existe, ni nunca ha existido. Vivimos en tiempos poshegemónicos y cínicos: nadie parece estar demasiado convencido por ideologías que alguna vez parecieron fundamentales para asegurar el orden social.” Le llama hegemonía al hecho de que las ideologías puedan asegurar el orden social y afirma que la política nunca funcionó de esa manera.
            Para Beasley Murray el nivel donde se asegura el orden o se producen las rupturas de carácter político no es el de las ideologías y los discursos, sino el nivel de la  los afectos y los hábitos. Los afectos son aquello que sentimos por encontrarnos con otros y hábito es una coordinación de afectos. Según este planteo, hay orden social cuando la capacidad de los cuerpos de producir nuevas formas de sentir o de coordinarse (poder constituyente) es atribuida a una instancia de poder (poder constituido; pueblo, o sociedad civil), y hay cambio, crisis o ruptura cuando los propios afectos y hábitos ya no se atribuyen al poder constituido (sino a la multitud).
Hipótesis
Todo lo que pasa a nivel discursivo está siempre trabajado, por debajo, por algo que no se puede reducir a lo discursivo y remite a los cuerpos.
Decimos
·          Cuando Beasley Murray habla de “ideologías” pareciera que se refiere a un corpus de ideas y discursos políticos. El cristianismo, en tanto forma de organizar a los cuerpos, no sería ideología, intervendría en el orden de los afectos.
·          Las formas de expresión política que surgen en nuestros días a partir de las catástrofes –tragedia de Once, inundaciones, etc.- parten menos de un a priori ideológico y más de una situación afectiva (corporal): son cuerpos no dan más, que están en el límite.  
·          La política varía cuando varían los afectos y los hábitos. En cada momento histórico los afectos y hábitos se pliegan sobre ideologías, que también van variando.
·          Por ciertos períodos, un conjunto de deseos y prácticas aceptan adherirse a un discurso, aceptan transferir un poder a una institución e identificarse con ella.
·          Hay momentos en que la coordinación de los afectos existente entra en crisis, en que los poderes no pueden garantizar la estabilidad de los hábitos. Eso pone en riesgo la aceptación e identificación de los grupos sociales con el discurso dominante.
·          La tarea de los políticos o los intelectuales no sería ya la de convencer a la gente, la de crear consensos, sino la de ligar y coordinar los afectos. Sobre esa capacidad de gestión de los afectos se montan las operaciones discursivas, como una instancia segunda.
·          En este sentido, la destreza retórica del kirchnerismo frente a la pobreza discursiva de los caceroleros no implica por sí misma una mayor intensidad política. La eficacia política del gobierno, al igual que la de sus opositores, se juega en la capacidad para asegurar cierta estabilidad afectiva/y de hábitos (vinculados, por ejemplo, al nivel de consumo).
·          Es como si, en el último tiempo, ocupar la calle hubiera perdido valor en política. Puede haber movilizaciones opositoras multitudinarias, pero eso no parece poner en riesgo la continuidad del gobierno. Desde el oficialismo ya no se habla de una “amenaza destiyuyente”, como en 2008, sino de “democracia” y expresión de las diferencias.
·          Pareciera que cuando el kirchnerismo pierde en un terreno político, ese terreno deja de ser clave: las multitudes en la calle, los medios de comunicación, las denuncias de corrupción. Quizás sea que el gobierno no se juega su suerte en estos escenarios mientras pueda garantizar la estabilidad de afectos y hábitos: el dominio en el terreno de movilización social, así como en el de la opinión altisonante o la trama mediática de los juicios morales y las denuncias no parecen ser en este momento lo decisivo.
·          La forma política que se podría ver emerger en los cacerolazos es más cercana al neoliberalismo que al populismo. Hay un espíritu de devolución de centralidad a la sociedad civil, que desplazaría del centro al estado. Neoliberalismo y populismo son para Beasley Murray dos formas de estabilización y gestión de los afectos.
·          Se hace política, necesariamente, ante la catástrofe. Más decisiva que la aparición mediática es la reacción ante la tragedia, por ejemplo. Una fiesta juvenil, la calidad del transporte o la infraestructura urbana pueden ser fuente de una desestabilización de las intensidades. Cromañón, Once, inundación en La plata. En La Plata se ensayó un dispositivo solidario-militante organizado por la militancia de La Cámpora. Cabandié dijo “no hay estado sin militancia”.
·          Grandes momentos “afectivos” del kirchnerismo: Néstor Kirchner bajando el cuadro de Videla, o en su discurso de la Esma; la muerte de Néstor Kirchner; el anuncio de expropiación de acciones de Repsol YPF. Momentos que apuntan modificar hábitos: políticas sociales, paritarias, etc.
·          Si hacer política es crear espacios de coordinación de los hábitos, ¿dónde se está haciendo política hoy? ¿qué modula los afectos y qué los encausa?
Próxima Reunión
Vamos a ver si se puede explicar al peronismo como un sistema de hábitos y afectos, teniendo en cuenta que el peronismo es la base explicativa de las teorías de la hegemonía populista, en la línea de autores como Ernesto Laclau.
Materiales para la próxima
Capítulo 1 del libro “Poshegemonía”, de Jon Beasley Murray.

Para pasar el finde: Antonio Negri

Antonio Negri es filósofo e investigador de la teoría jurídica del Estado. En esta entrevista explica de forma resumida qué es una constitución y por qué se da la crisis de los modelos constitucionales existentes. También explica el proceso de reconstitucionalización que está llevando a cabo el capitalismo y cómo se pueden pensar procesos constituyentes que permitan construir otros modelos constitucionales adaptados a las transformaciones productivas actuales (basadas en la red, la cooperación, y el trabajo social).

Indicios sobre la ciudad de Buenos Aires:

mitología multicultural sobre el territorio vivo

por Diego Picotto y Emilio Sadier



“La ciudad no ha sido nunca un lugar armónico, libre de confusión, conflictos, violencia (…) La calma y el civismo son la excepción, y no la regla, en la historia urbana. Lo que de verdad interesa es si los resultados son creativos o destructivos. Normalmente son ambas cosas: la ciudad es el escenario histórico de la destrucción creativa”.
David Harvey

1. La política es, centralmente, un pensamiento sobre la ciudad y sobre los modos de vida que ésta habilita. Un pensamiento que interviene sobre la ciudad (la polis) y sus formas de vida. Dicho de otro modo: si nos entregamos a los salmos de la política es, precisamente, porque permite una intervención problematizadora sobre ese punto en el que convergen la vida y la ciudad.

2. Pero, por otra parte, si la ciudad es el mito fundante de la política, la fundación mítica de la ciudad remite –en nuestro más acá de Buenos Aires– a una experiencia singular, en buena medida intransferible: la borgiana “manzana pareja que persiste en mi barrio”. Entre intimidad y política, la ciudad se recorta como cuento “tan eterno como el agua y el aire”, como espacio a interrogar y, al mismo tiempo, como figuración a poblar y disputar.

3. ¿Qué tipos de vida habilita –y a qué tipo de vida nos condena– la ciudad? O a la inversa: ¿qué tipo de ciudad es la que irremediablemente nos organiza la vida? Ciudad Multicultural. Ciudad Global. Ciudad Digital. Ciudad Verde. Ciudad Marca. Ciudad Turística. Ciudad Friendly: ¿cuál es la calidad y la consistencia de estos atributos? La Buenos Aires contemporánea parece ser el producto-fantasía de la superposición arbitraria de adjetivaciones acumuladas durante más de veinte años de mutaciones sociales; pinceladas de marketing que, con una impronta en cierta medida espectacular, pueden servir para comprender la lógica que signa la producción del territorio urbano.

4. La configuración de la Buenos Aires actual es en muchos sentidos una continuidad de la shoppinizaciónde los años noventa bajo otras formas. Mejor dicho: la ampliación, sobre el conjunto del territorio, de las reglas y valores elaborados en aquellos laboratorios urbanos que fueron, y que son, los shopping center desde los 90 (una genealogía que se remonta a aquel Alto Palermo inaugurado significativamente por el presidente Menem el 17 de octubre de 1990). En un breve y lúcido ensayo escrito en aquellos años (“El Centro comercial”), Beatriz Sarlo advierte –a la vez que lamenta– una ciudad que se segmenta, que se fractura, que se desintegra a partir del desplazamiento del tradicional “centro” por esa “cápsula espacial acondicionada por la estética del mercado” que son los shopping center. Las dinámicas citadinas ligadas al habitar son arrasadas por la velocidad del flujo mercantil: el shopping no tributa a tradiciones y carece de memoria urbana. Es un espacio desmarcado vacante para las marcas y su mundo. El shopping center es un simulacro de ciudad de servicios en miniatura, donde todos los extremos de lo urbano han sido liquidados”, nos dice Sarlo. Así, en su capacidad de construir hábitos, de convertirse en punto de referencia, de acomodar la ciudad a su presencia, de acostumbrar a la gente a vivir en él, es todo futuro. Mirado en perspectiva, el shopping fue la punta de lanza de una embestida mucho mayor: al advenimiento de estos edificios exhibe-marcas le sigue la organización de su entorno –la ciudad– a su imagen y semejanza. Con la desaparición de ese espacio simbólico común, unificador del centro urbano, la ciudad deja de existir más que como entorno difuso del shopping.

5. A su imagen y semejanza: una urbe segmentada pensada más como espacio de intercambio de mercancía y espectáculos que como hábitat, que como lugar de construcción de comunidad. En el caso de Buenos Aires, el mote de palermización podría designar a este proceso de subsunción de todo vínculo, objeto, sujeto, afecto o tradición de uso de la ciudad a la mercancía. Palermo es la cristalización de una ciudad en la que la vida cotidiana de sus habituales moradores es mediada completamente por el dinero, es decir, por el consumo. La historia vuelta objeto de mercado y espectáculo. La preservación del pasado ya no supone tradición, ni base subjetiva de un presente afianzado en un desarrollo nacional: deviene atractivo turístico, objeto de consumo cultural.

6. En cierta medida, Palermo es inaprehensible: no es la avenida, ni es la peatonal, ni es una esquina o una zona. Es una red de zonas que, para el no habitué, se entretejen de modo indescifrable. No es el centro, bien delimitado; tampoco la avenida Corrientes, o la peatonal Florida o la avenida 9 de Julio. Palermo es un barrio que se vuelve zona y marca, ultravalorizada comercialmente, un centro/shopping difuso en términos espaciales que se sirve de su pasado barrial para ofrecer a la experiencia de transitarlo un aire artificiosamente anacrónico. En Palermo, la historia es usada funcionalmente como decoración. Un pasado armado a medida del presente, con los signos que cada quien tenga a mano: un barrio semiológico y cool, de día y de noche. Hábitat de las productoras y de las marcas, de los restó y de las librerías, Palermo es sinónimo de diseño, en donde prima lo artificioso por naturaleza. Territorio libre de rigideces y objeto de deseo intergeneracional y polideológico. Punto de convergencia de jóvenes y adultos, de cualquier sexo, sea macristas o camporistas, bolicheros o trotskistas, ecologistas, alternativos, intelectuales, putañeros, hipsters, rockeros, rastafaris o merqueros; es decir, cualquiera de nosotros, los enamorados de Palermo y su hálito global. En el Palermo de la circulación y el consumo –al igual que otros puntos de la ciudad, de San Telmo a Puerto Madero, aunque cada uno con particularidades y derivas diversas– lo barrial es contraseña de una dinámica global impresa sobre el territorio urbano. Y en tanto zona global, al igual que en el caso del shopping, posee una doble relación con la ciudad que la rodea: de indiferencia (que diferencia), por un lado, en tanto el resto de la ciudad aparece como un espacio exterior con el que hay que evitar mezclarse; de voracidad, por otro, en la medida en que le disputa a la ciudad no solamente espacio físico –así la proliferación de etiquetas palermitanas (Hollywood, Soho Rojo, Vip, Dead, Queens), donde ciertas subzonas son ganadas a barrios lindantes– sino al mismo tiempo la tonalidad cultural de la ciudad en términos generales. Palermo es, en el caso de Buenos Aires, uno de los modos quizás hoy más eficaces de volver imagen el slogan “ciudad multicultural”.

7. La ciudad multicultural es la ciudad de las diferencias en dos sentidos enfrentados: la ciudad en la que las diferencias sociales se acentúan a partir de que la ultra-valorización del precio de la tierra la vuelve expulsiva, en lugar de integradora; pero, al mismo tiempo, es una ciudad de ficción en la que reina la armonía de lo diferente (y no el racismo acostumbrado). O mejor: la mistificación de la diferencia como correlato de la evidente marginación social y de su capacidad expulsiva y extorsionadora. La ciudad multicultural: una ciudad en la que todo el mundo es bienvenido aunque no ya para habitarla, sino para circular por ella, disfrutarla y ser parte de su utopía de participación a través del mercado.

8. El dinero como equivalente general también funciona en el caso de la amistosidad urbana: sea turism-friendly, youth-friendly, gay-friendly o vecino-friendly la ciudad friendly es, siempre, money friendly. Ocio, juvenilismo, sexualidad, costumbrismo barrial: diferentes targets y, a la vez, expresiones de la diferencia como negocio redituable en términos tanto económicos como políticos. La diferencia amigable es el núcleo y resultante del discurso del orden democrático de las últimas décadas: orden que hace de lo urbano –y sus representaciones mediáticas, las imágenes de la ciudad en los medios masivos– el ámbito principal, cotidiano y excluyente de la política.

9. Pero la ciudad amigable tiene sus límites. La expansión del shopping al territorio no puede ser pensada sino en relación al proceso de gentrificación de la que aquella es objeto. El aumento sostenido y desmedido del precio del suelo dispara un proceso de transformación urbana –especialmente en sectores o barrios poco valorizados en términos inmobiliarios– que progresivamente desplaza y remplaza a sus moradores “originales” por otros de mayor nivel adquisitivo. La ciudad, por definición convocante, se torna expulsiva.

10. La contracara de esta mistificada ciudad global y multicultural es la ciudad de supervivencia, una ciudad otra, aunque también productora de valor. Las marcas y el turismo, el diseño y la moda son inescindibles de dinámicas de explotación y de precarización de las vidas contemporáneas. El trabajo estallay se disemina sobre la ciudad y sobre el tiempo de la vida.[1] Porque la cuestión del tiempo siempre fue central en relación al trabajo. En ciudad-fábrica lo primero que se dispersa es el tiempo –y las relaciones que éste supone, entre trabajo y no trabajo, entre producción y ocio–, pero también la propia condición del trabajo, donde una parte importante se clandestiniza: del taller textil hasta los diversos grados de informalidadque afecta a gran parte de la masa laboral.[2] La ciudad y la coexistencia de opuestos: la villa y los edificios inteligentes, la feria y el shopping, historia conocida.[3] Ciudad de infinitos planos. –propone Vecinocracia, escrito colectivo del grupo de investigación Hacer Ciudad– Pseudo-ambiente vivo, saturado de información. Ciudad-drama de los procesos de lo común y de la guerra civil de los modos de vida. Ciudad espejo –a veces ajustado/ casi siempre distorsionado– de las fórmulas de producción de valor. Ciudad biopolítica cuando es objeto de mecanismos de apropiación del valor social, cuando es espacio de resistencias a los mecanismos de control, cuando es territorio dinámico de nuevas percepciones y modos del conocer. Ciudad productiva, fábrica de las formas de vida que en ella se mezclan, se distinguen y se entretejen. Ciudad-arcón de memorias, sentidos y conflictos. Bienvenidos a la fábrica misma de la ciudad, a la fábrica social.La ciudad del trabajo es, definitivamente, la ciudad de la superviviencia. Lejos de ser un mero contenedor de sujetos en busca de su ciudadanía, el espacio urbano deviene acumulación y condensación de formas contemporáneas de explotación capitalista. Como dispositivo de gestión de la vida, organiza el trabajo sobre el tiempo estallado de una ciudad caótica y desbordada, pero que es, al mismo tiempo, foco de producción de estéticas, de sentidos fluidificados, de formas de vida, de afectos.[4]

11.  De los bolivianos de verdulería a los congoleños de los relojes en valija hasta los estudiantes –en general de posgrado– latinoamericanos (y europeos), al margen de las dominicanas prostituidas, los super chinos y los albañiles paraguayos: necesario y a la vez repelido de la polis global, el migrante se recorta como un sujeto central y velado de este proceso; por su capacidad de dejar marcas, de empujar tendencias, lo que vuelve reactivo cualquier discurso sobre lo originario o lo propio. No tiene la más mínima importancia dónde se haya nacido: los migrantes son, antes que nada, fuerza disruptiva, evidencia de la amplitud y multiplicidad del mundo; flujos que ni los estados (aun en sus relativas resurrecciones) ni el mercado (con su altísima capacidad subjetivante) terminan de controlar. La migración es el elemento soslayado del (neo)desarrollismo (trans)nacional.

12. Elemento soslayado y temido: especialmente, cuando los migrantes ya no constituyen colonias aisladas, sino que expresan la experiencia común de la vida urbana, incluso de aquellos que habitan la ciudad desde siempre. El miedo es la sensibilidad, la pasión triste desarrollada a la par de la Ciudad Multicultural. De la “inseguridad” al terrorismo internacional, la ciudad aterrorizada es tipificada y segmentada y un juego nada sutil de estigmatizaciones provoca, sobre la crispación de las relaciones subjetivo-humanitarias, un modo de control de las vidas y de los territorios. La ciudad multicultural y global es al mismo tiempo una ciudad que ha sido incautada a sus atemorizados pobladores. Vidas expropiadas que se disponen, no obstante, sobre un territorio vivo en el que se libra una guerra de modos de vida.

13. La ciudad es hoy la más intensa y destructora experiencia común de la especie: en su materialidad semiótica no hace sino expresar un modo de vida en continua aceleración, un conjunto de afectos e imágenes –fragmentadas y caóticas– propiamente humanos que se vuelven compartidos. Es desde todas estas fuerzas en juego en tensión que se puede leer (y hacer) la ciudad: desde los procesos de expulsión, desde los procesos de cierre, desde los procesos de resistencia a estas dos tendencias a partir de la producción de dinámicas y espacios de encuentro. La ciudad como territorio (vivo) de la guerra de los modos de vida, cuyo trasfondo es la tensión entre la tendencia al cierre, al gueto (en el country, en la villa, en shopping, sobre el propio living-comedor, en la configuración de zonas de exclusividad) y la tendencia a la apertura, a la producción de dinámicas de relacionamiento entre las vidas, los cuerpos que habitan y componen el territorio, la invención de espacios donde la disponibilidad al encuentro permita vislumbrar horizontes de habitabilidad más felices –aun cuando, a diferencia de hace una década, sea tan difícil detectar formas de vida resistentes como complejo crear y sostener espacios de encuentro.

14. Una pregunta, sin embargo, persiste: ¿cómo reponer un sentido que neutralice y reconduzca las pasiones más tristes y reactivas de la ciudad –el miedo, el racismo, la (auto)explotación– hacia un común que, a diferencia de las tradiciones nacionales clásicas, no hay que buscarlo hacia atrás en el tiempo, sino hacia adelante? Pero ¿desde dónde reponer este sentido? ¿Es posible hablarle a la ciudad? ¿Es hablarle a la ciudad hacerciudad? ¿Es imaginable una política del común inmanente a cada situación, en lugar de una que cree valores morales y juicios genéricos? ¿O ya en la modulación misma de la idea de racismo o explotación está sellada su trascendencia, su exterioridad en relación a los cuerpos concretos, a las vidas que los experimentan (y solo así una experiencia es, precisamente, política)? Lo común –que no es lo público-estatal es una construcción de artesanos, una condición vital a asumir. La pregunta por lo común, por la comunidad, es precisamente la pregunta por el modo en que deseamos vivir. La discusión sobre la ciudad –sobre esta ciudad mítica y real, tan eterna como el agua y como el aire– es la discusión sobre la posibilidad de la vida en común, principal disputa política del siglo XXI.


[1] Lo que tiene como correlato la invención de profesiones, oficios y dinámicas laborales, o bien replegadas sobre el espacio hogareño (aprovechando Internet), o bien a cielo abierto; es decir, desde los cada vez más numerosos docentes a distancia, on line, y los miles de micro-empresarios trabajando desde algún café, o desde su cada hasta los motoqueros y los pasea-perros.
[2] Véase De Chuequistas y Overlockas. Una discusión en torno a los talleres textiles, una co-investigación entre Simbiosis Cultural y el Colectivo Situaciones. Se puede disfrutar del texto descargándolo de http://tintalimon.com.ar/libro/DE-CHUEQUISTAS-Y-OVERLOCKAS.
[3] Véase en la revista Pampa Nº 7 (www.pampa.org.ar) o en Lobo Suelto! (anarquiacoronada@blogspot.com.ar ) el texto “Alfa y Omega de nuestra Economía Nacional”.
[4]Disponible gratuitamente en www.tintalimon.com.ar/libro/VECINOCRACIA

Extractivismo en las grandes ciudades

por Raúl Zibechi


Un hondo malestar asciende desde las entrañas de la ciudad. Pegajoso como este otoño cálido y húmedo. Irritante como las obras que están enrejando parques y destruyendo el paisaje de la convivencia. Un descontento generalizado que se escala en reproches, insultos y hasta se desborda en violencia contaminando la vida toda. Buenos Aires, ciudad atravesada por todas las contradicciones que genera el extractivismo urbano.

Enrique Viale, abogado ambientalista, miembro del Colectivo por la Igualdad, tiene el mérito de haber forjado este concepto en un reciente artículo en el que a dos semanas de las trágicas inundaciones reflexiona: El extractivismo ha llegado a las grandes ciudades. Pero no son los terratenientes soyeros ni las megamineras, sino la especulación inmobiliaria la que aquí expulsa y provoca desplazamientos de población, aglutina riqueza y territorio. Concluye que el modelo provoca degradación institucional y social.


Tiene mucho sentido hablar de extractivismo urbano en una ciudad como Buenos Aires, algo que vale para todas las grandes ciudades de nuestro continente. Tal vez del mundo. La particularidad del caso es que va de la mano, como a todo lo ancho y largo del modelo extractivo, de resistencia popular y represión. Vale la pena destacar un par de episodios.
El jueves 25 se realizaron 22 cortes simultáneos, sobre las seis de la tarde, impulsados por otras tantas asambleas urbanas agrupadas bajo una sigla: Asamblea en Defensa de lo Público. En la convocatoria se lee: “Shoppings en lugar de espacios verdes, megatorres en lugar de urbanización, fiestas privadas en lugar de arte y cultura popular, complejos de oficinas en lugar de hospitales”. Diez días antes hubo una convocatoria similar contra una ciudad excluyente, expulsiva, privatista y mercantilizada.

No hace falta más que caminar por la ciudad para comprobarlo. Los parques y plazas, sin excepción, han sido o están siendo enrejados. Un sistema de transporte denominado Metrobús está siendo erigido en la avenida 9 de Julio, destruyendo áreas verdes. Y así. No resulta extraño que un puñado de asambleas sobrevivientes del levantamiento de diciembre de 2001 se estén rearticulando y que se vayan creando nuevos agrupamientos.

El viernes 26, el desastre. La Policía Metropolitana dirigida por el gobierno de la ciudad, a cargo de Mauricio Macri, ingresó al Hospital Borda (de salud mental) y atacó con extrema violencia a médicos, enfermeros, pacientes y periodistas, con un saldo de más de 30 heridos. La intervención policial fue para proteger el derribo de parte de las instalaciones del hospital para poder construir un centro cívico, que es denunciado como parte de la especulación inmobiliaria que alienta el gobierno de la ciudad.

Es la misma lógica que lleva a las autoridades a amenazar con el desalojo de las villas miseria donde se alojan cientos de miles de pobres urbanos, muchos de ellos paraguayos, peruanos, bolivianos y argentinos de las provincias del norte. La acumulación por desposesión, sabemos, provoca concentración de riqueza y marginalización de las mayorías; expropia el espacio público; destruye la ciudad; y eso sólo puede hacerse con represión.

El modelo extractivo desarticula incluso la justicia del sistema. La policía ingresó al Hospital Borda sin orden judicial. Derribó el Taller Protegido 19, cerrado por Macri, cuando la justicia de la ciudad había ordenado reabrirlo en enero de este año. El negocio inmobiliario, pata urbana de la acumulación por desposesión, es una aplanadora insaciable que no se detiene ante el interés colectivo ni ante las leyes. Sólo entiende el lenguaje de la fuerza.

El caso de Buenos Aires no es el único, por cierto. Ahí está Río de Janeiro y otras 11 capitales brasileñas, donde la especulación para el Mundial de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016 está destruyendo barrios enteros para levantar autopistas, aeropuertos y arenas para megaespectáculos. Cada uno y cada una encontrarán en su ciudad decenas de ejemplos de extractivismo urbano.

El modelo instalado en las grandes ciudades muestra por lo menos dos facetas a tener en cuenta. La primera es que la diferencia entre izquierda y derecha, entre progresismo y conservadurismo, se evapora. Los principales proyectos de especulación urbana en Buenos Aires fueron aprobados con los votos del oficialismo y de la oposición.

La segunda es que las grandes catástrofes, como las recientes inundaciones en La Plata y Buenos Aires, o la contaminación del agua en Montevideo, o el pésimo sistema de transporte de Santiago de Chile, por mencionar unos pocos ejemplos, revelan que el modelo afecta también a las ciudades que hasta ahora se creían a salvo del modelo de la megaminería y los monocultivos.

Según los medios, el núcleo de la Policía Metropolitana proviene de la Fe­deral, “de una tradición de Rambos”, que actúan con autonomía, órdenes abiertas y amplio margen a los policías para que actúen según su criterio (Página 12, 28 de abril). Esa autonomía les permite disparar balas de plomo en vez de las reglamentarias de goma en disturbios.

Por cierto, tenemos mucho que aprender de esta escalada extractiva que ahora parasita las ciudades. La autonomía de los represores es parte del modelo, que va de la mano de la autonomía concedida por los estados al capital para acumular a su antojo. El segundo aprendizaje es que la represión no es un desborde puntual de un gobernante o de un jefe policial. Es la marca de fábrica del modelo: para robarle a la gente hay que someterla.

Por último, la potencia del modelo de despojo y guerra nos fuerza a establecer puentes entre los afectados del campo y de la ciudad, entre los que resisten la minería en lugares apartados, los que ponen el cuerpo al glifosato y el agronegocio, y los que vivimos en ciudades cada vez más caras, enrejadas y represivas. Es una misma lucha, pero los vínculos entre las poblaciones del campo y la ciudad no vienen dados, deben ser construidos. En eso están los movimientos.

El autor del desencanto

Entrevista a Leonardo Padura
Entrevista a Leonardo Padura, autor de El hombre que amaba a los perros (Tusquets) y de la serie de novelas policiales protagonizadas por el Teniente Mario Conde. “En cada novela voy tratando de empujar los techos de tolerancia de la sociedad cubana y creo que el último empujón se lo di con El hombre que amaba los perros”, dice.

Por Patricio Zunini

Leonardo Padura es un periodista y escritor cubano, autor de la serie de policiales negros protagonizados por el Teniente Mario Conde, que se inició conPasado Perfecto y que se continúa en siete títulos, siendo el más reciente La cola de la serpiente. Padura ganó renombre internacional a partir de El hombre que amaba a los perros, novela que aborda la vida de León Trotsky y su asesino, Ramón Mercader, y desde la que elabora una crítica profunda de la sociedad cubana. Por esta novela ha recibido diferentes premios como el Roger Callois, el Francesco Gelmi e incluso el Premio de la Crítica en su país.
De paso por Buenos Aires, donde participó en la Feria del Libro de Buenos Aires, Leonardo Padura habló con Eterna Cadencia. Esto nos dijo.
*
Ser escritor en Cuba es complicado. Y ser un escritor como yo lo es todavía un poquito más. Pero yo siempre digo que soy un escritor cubano que vive en Cuba y que decidió vivir y escribir en Cuba por voluntad personal. Vivo en Cuba porque yo sabía que tenía que escribir sobre Cuba y que únicamente podía hacerlo viviendo en Cuba.
Mi primer libro, que fue mi tesis, se publicó en el ochenta y cuatro. En aquella época pasaban cuatro años desde que un libro entraba a la editorial hasta que se publicaba. Mi segundo libro es una novela que se llama Fiebre de caballos, escrita en el ’84 y publicada en el ’88. El tercero es Pasado perfecto, el primero de la serie de Mario Conde. Hasta los ochenta, los espacios de expresión fueron muy reducidos; mi generación empezó a tratar de cambiar esa relación. De mi generación son Senel Paz (Fresa y chocolate), Arturo Arango (Una lección de anatomía), Eliseo Alberto (Informe contra mí mismo), la poeta Reina María Rodríguez. Empezamos a tratar de ganar espacios moviendo la perspectiva de la literatura del hecho colectivo al conflicto individual: queríamos poner al individuo en el centro. Sucedió que con la desaparición de la Unión Soviética y el Período Especial en Cuba se produce, por primera vez en treinta años, una distancia entre la industria cultural del Estado y los escritores. Por qué: porque la industria cultural no podía publicar los libros que se escribían. No había papel, no había tinta, no había electricidad. Eso nos llevó a buscar una relación independiente con editoriales fuera de Cuba. Esa coyuntura fue muy complicada en lo económico, pero me permitió tener conciencia de la posibilidad de convertirme en un escritor independiente. Por eso en el ’95 decidí, con sólo 400 dólares ahorrados, dejar mi puesto en La gaceta de Cuba y me dediqué a escribir. Ya había publicado Pasado perfecto y Vientos de cuaresma, pero no sabía qué iba a hacer. Al poco tiempo tuve la suerte de ganar el premio Café Gijón en España, que daba dos millones de pesetas —alrededor de 16 mil dólares—, hice contrato con Tusquets y ahí comenzaron a aparecer ediciones en Italia, Francia, Portugal, Alemania. Recuerdo que el editing de la novela lo hicimos por teléfono, porque yo todavía no tenía correo electrónico. Ahora lo hacemos todo a través de internet.
Yo tengo algo bien claro: tanto en mis novelas de carácter histórico como en mis novelas policiales e incluso en mis ensayos y en mi periodismo, la literatura tiene como fin la comunicación. Me interesa comunicarme con el lector. Decirle cosas. Más que preguntarse porqué uno escribe debe preguntarse para qué escribe. Esa pregunta en el caso de El hombre que amaba a los perros es esencial. Por qué: hay muchas razones. Para qué: pues para contar por qué la generación de cubanos a la que yo pertenezco vio, en un momento determinado de su vida, frustrarse unas esperanzas, una credulidad, unas ilusiones que la habían sostenido. El hombre que amaba a los perros es una novela que me persiguió durante años. En la época en que estudié en la universidad —terminé en 1980— empecé a sentir una curiosidad insatisfecha por Trotsky porque en Cuba no existía literatura sobre él. Las primeras noticias inquietantes sobre él recién aparecieron en las revistas soviéticas de la PerestroikaNovedades de MoscúSputnik—; de todas maneras, aquel interés ya estaba. Tal vez porque, justamente, estaba prohibido. O quizá porque cuando se hablaba de él se lo hacía en términos muy degradantes como traidor o revisionista. En 1989 fui por primera vez a México y le pedí a un amigo que me llevara a la casa de Trotsky en Coyoacán. Me provocó una gran conmoción ver aquel lugar abandonado en las afueras de la ciudad, donde fue a dar uno de los líderes revolucionarios más importantes del siglo XX y hasta donde llegó la mano de Stalin para matarlo. Y luego tuve una segunda conmoción, que fue decisiva, cuando supe que Ramón Mercader había vivido en Cuba y que perfectamente yo podría haberme encontrado con ese hombre, tal como le pasa a mi personaje Iván. A finales de los noventa, principios de los dos mil, escribí La novela de mi vida donde hice una importante investigación histórica sobre el poeta José María Heredia. Esa novela me dio una idea sobre cómo construir una novela histórica con otras dimensiones, otras ambiciones, otras proyecciones distintas a las novelas de Mario Conde. Todo eso fue una suma de elementos que me permitió madurar y decidirme a escribir la novela. Ya desde el comienzo tenía en claro que sería sobre cómo y porqué habían asesinado a Trotsky, pero que también sería una novela cubana. Tenía que verlo desde la perspectiva cubana. Tanto así que lo primero que escribí fue la historia de Iván —una historia diferente a la que quedó en la novela; tuve que reescribirla por completo—. Así, a través de tres personajes muy diferentes —un líder revolucionario ruso ucraniano de origen judío, un republicano español comunista y un joven cubano al que los resultados de la historia le caen en la cabeza—, se cuenta la historia de la utopía o de la frustración de la utopía en el siglo XX. La dificultad principal estaba en contar una historia en la que el lector, antes de leer en la primera página, ya sabe lo que había ocurrido en el punto climático de la historia, es decir: que Mercader había matado a Trotsky. Fue muy complicado construir una estructura para que la novela no perdiera interés.
Lo mismo sucede con las novelas de Mario Conde. A mí me gusta contar una historia. La literatura que prefiero leer es la literatura que me cuenta historias. La novela policial tiene a su favor el hecho de que inevitablemente tiene que contar una historia, porque si no cómo tu armas ese relato. Y el relato de la novela policial te cuenta una historia que generalmente habla de la parte más oscura de la sociedad. Hay robos, violaciones, violencia. Eso me permite escribir un tipo de novela que se acerca más a lo social, que es mi interés. Carpentier en una ocasión dijo que los escritores no debían develar sus influencias, porque cuando hablaban de quienes lo habían influido descubrían la esencia de su trabajo. A mí eso no me importa, tengo tantas que las puedo reconocer. Hemingway, Dos Passos, Salinger. Y también Vázquez Montalbán: cuando empecé a leer sus novelas y vi cómo desde una novela policial contaba el fracaso de la transición española, el fracaso de las ideologías, pensé que esa era la literatura que quería escribir. Empecé entonces a darle una carácter mucho más social que policiaco a mis historias.
Escribí Pasado perfecto en 1990. No tenía idea que iba a escribir una serie; yo quería escribir una novela policiaca. Por eso los acontecimientos ocurren en el año 1989. Pero, después cuando escribí Vientos de cuaresma ya había empezado el Período Especial y la situación en Cuba se había puesto demasiado peculiar: no había autobús, no había comida, no había cigarros, no había nada. Escribir una novela en la cual tú tienes que explicar cada una de las acciones de los personajes en función de lo que hay o no, me parecía que iba a trabar el desarrollo y por eso decidí mantener las siguientes en aquel 1989. La cola de la serpiente empezó siendo un cuento largo que de tan largo que no se podía publicar en las revistas, pero tan corto que no se podía publicar como libro. Lo escribí en el ‘95 o ’96 y lo reescribí en el 2000 —creció 20 páginas—. En Cuba se publicó junto con Adiós, Hemingway. Hace dos años, propuse incluirlo en mi libro de cuentos, pero mi editor de Tusquets me dijo que aquí había una novela a la que le faltaba trabajo. Entonces la releí y pensé en hacer el intento. Hay un trabajo mayor sobre la figura de Mario Conde y el misterio relacionado con el universo chino en Cuba tiene cierto encanto y permite abrir determinadas claves de lo que fue la inmigración china en Cuba y de lo que fue la vida de los chinos en Cuba. Interiormente las novelas evolucionan porque yo evoluciono. El Padura de Pasado perfecto es más desencantado con respecto al de Vientos de Cuaresma, en Máscaras lo es más y en Paisaje de otoño lo es mucho más. A la vez soy más libre, en cada una de las novelas voy ganando espacios, tratando de empujar los techos de tolerancia de la sociedad cubana y creo que el último empujón se lo di con El hombre que amaba los perros.
Hay dos novelas que leo constantemente, sobre todo cuando voy a empezar a escribir una nueva: El largo adiós y Conversaciones en la catedral. Son dos novelas que me sirven como fuente de inspiración. Leo escritores policiacos muy diversos, desde Juan-Claude Izzo hasta Hening Mankell. Leo los latinoamericanos: Paco Ignacio Taibo, Sasturain, Saccomanno, Feinmann, Rubem Fonseca. He leído mucha literatura latinoamericana porque, aunque las sociedades no son esencialmente iguales que la cubana, los contextos culturales son muy parecidos y esas referencias son muy importantes. El escritor le debe mucho a la lectura. La mejor manera de aprender a escribir es leyendo a los que escriben bien y, sobre todo, a los que escriben bien en la lengua de uno, por eso leo tanto literatura hispanoamericana. Y también leo también literatura norteamericana porque creo que los novelistas norteamericanos son los que mejor saben contar una historia.

“Si hubiera habido un asomo de Trotsky en Cuba, hubiera sido el Che”

Entrevista a Leonardo Padura (2)

La última vez que Leonardo Padura estuvo en la Argentina fue en 1994. Todavía hacía ruido la caída de la URSS, el “período especial” arreciaba en Cuba y aquí nos hacían creer que un peso era igual a un dólar. El cubano apenas había publicado las primeras historias de su detective Mario Conde en La Habana y paseaba por esta feria como un perfecto desconocido. “Yo era otro escritor” dice ahora, en esta entrevista con Clarín. Gran parte de ese salto a la fama se lo debe a El hombre que amaba a los perros. Publicó ese libro en 2009, y desde allí no para de ganar lectores y premios, en Cuba y en Francia, en México y en España. Pero aquí ha ocurrido algo curioso, la difusión de esa obra se hace de boca en boca. Así, Padura –que vino al país invitado por la revista Nueva Sociedad– es hoy el autor más vendido de Tusquets en esta feria, superando a Milan Kundera, a Henning Mankell y al mismo Haruki Murakami. Cubano mata japonés, sueco y checo también.

En su libro más celebrado, Padura desanda los caminos del asesinato de Trotsky. Indaga este hecho crucial para el Siglo XX a través de la víctima y su victimario, Ramón Mercader. Lo hace desde una perspectiva cubana, la suya, la de un autor que siempre vivió en La Habana. Pero es un libro universal. “Me llevó cinco años escribirlo, con una búsqueda documental intensa y extensa. De Trotsky había abundante información, de Mercader casi nada ”, recuerda. ¿Por qué eligió contar esta historia? Padura dice que allí puede haber algo de nostalgia, pero también del resentimiento que le provocó encontrar a los culpables. “ De pronto entendí algunas de las razones por las que se pervirtió la utopía. El papel del stalinismo, la herencia de su figura, fue algo terrible”, dice, y lo asume en carne propia. Está hablando deuna revolución traicionada cuando cuenta la muerte de Trotsky.

Para motorizar la historia, Padura inventó al escritor Iván Cárdenas Maturell, quien en 1977 conoce a un tal López, un enigmático personaje que pasea por la playa dos hermosos galgos rusos, un hombre dispuesto a confiarle los detalles más profundos de la vida de Ramón Mercader, el verdugo de Trotsky. Trotski tiene perros, Mercader los tiene, también Iván.


–¿Qué son los perros, Padura?

–Recursos que utilizo para ir por encima de las perspectivas históricas y encontrar elementos de permanencia.


Eso dice. Y habla de otras dos novelas suyas, una anterior donde el personaje es el poeta José María Heredia y de Herejes, su nuevo trabajo, que verá la luz en septiembre y que está enfocado en Rembrandt, el pintor. “Me identifiqué con Heredia cuando descubrí que le gustaba un plato cubano que también me gusta a mí. La sopa dequimbombó . En el caso de Rembrandt me acercó el hecho que sufriera dolores de muela, de que no tuviera casi dentadura, porque le gustaba comer caramelos en Holanda”. Perros, guisos, dolores de muela. Así se mete en los personajes Padura. Así y con mucha investigación bibliográfica.

Mientras investigaba para El hombre que amaba…, iba sumando bronca el cubano. “Encontré un documento que me conmovió. Un editorial de un periódico mexicano comunista de los años 30, stalinista claro, celebraba la muerte de Sandino. Decía que había muerto como un pequeño burgués, y solo como un perro, porque la visión de Sandino violaba los códigos que se querían imponer a través de la Tercera Internacional. Cuando vi esa mezquindad empecé a preocuparme por esas historias perversas”.

Esa perversión, esa ceguera la refleja Mercader en la historia. Una ceguera que arrasó a figuras como Andreu Nin, el trotskista español que timoneó el POUM y a los mismísimos hijos de Trotsky, entre tantos otros. A través de Iván, el escritor cubano que timonea la historia, Padura busca explicar a Mercader al mismo tiempo que se va acercando a la figura de Trotsky cuya magnitud lo envuelve y enamora a la vez. Liev Davídovich Bronstein, Trotsky.
Sostiene Padura que uno de los problemas que tiene la literatura cubana es su falta de universalidad. Esa es su gran preocupación, algo que aprendió de Alejo Carpentier, que a su vez lo había tomado de Miguel de Unamuno. Celebra que en la isla la literatura tenga hoy un espacio mayor que la prensa en Cuba. Pero sufre la falta difusión.

–Cuando alguien en el año 2040 lea una de mis novelas y lea un periódico Granma va a pensar que se trata de dos países diferentes. Y creo que el país mío se parece más a la realidad que el del periódico.

Y suma que ése es un problema que el propio Gobierno cubano critica. “Conozco poco el fenómeno de los blogs, pero allí hay un embrión para hacer un periodismo diferente”, sugiere. Y dice que su independencia como escritor quizá radique en que nunca militó en la Juventud Comunista. “ Ellos no me quisieron ”, aclara y dice que pasó mucho tiempo hasta que notó la importancia de ese hecho. Hoy Padura tiene mejores condiciones de vida que la mayoría de sus compatriotas. Y celebra algunos de los cambios que se están produciendo, aunque la cambia la cara cuando cuenta que está encerrado en trámites burocráticos para comprarse un auto: “No pueden darse una idea”.


–¿Hay dos Paduras, un autor de policiales y otro que hace un trabajo más documental y periodístico?

–No. Mi obra tiene una preocupación fundamental, la búsqueda de los orígenes. En los policiales hay una búsqueda, la de la verdad. Y en novelas como El hombre… también utilizo ciertas estructuras de la novela policial para hacer más marcada esa búsqueda de una verdad que puede ser filosófica, histórica o política.


–Conde, el detective de sus policiales, e Iván, el escritor que desovilla la historia de Mercader, tienen puntos comunes entonces…


–Conde es la expresión de mi generación, una figura metafórica. Iván es un personaje simbólico al que le agrego elementos que lo superan como individuo. Tiene una vida tan llena de frustraciones y contradicciones que traspasa lo verosímil. Yo necesitaba esa vuelta de tuerca, para que ese solo personaje significara lo que pudo haber sido la frustración de un pensamiento, de una vocación de las ideas de una persona en Cuba.



–¿Iván, o Padura, sienten compasión por Mercader?

–Se siente tentado a la compasión. Y es posible que la sienta, pero no estoy seguro. Ese fue un matiz que discutí mucho conmigo mismo y con los amigos que siempre leen mis libros. En el fondo Mercader también fue una víctima, pero fue un hombre que obedeció y en esa obediencia llegó a la perversión ética más elemental. No le sirvió de nada, porque lo destinaron al ostracismo, primero en Moscú y luego en Cuba, viviendo bajo otra identidad. Quizá eso mueva a compasión, pero no tengo la respuesta todavía.


– Me permito una crítica, los espías rusos, la NKVD, parecen tomados de una película de Hollywood.

–Los espías son parecidos en todo el mundo. Es un trabajo sucio en el que tienes que mentir, utilizar a los demás, esa esencia es común. Pero no niego que pueda haber una influencia de John LeCarré. Sus espías, hombres infelices e incompletos, me fascinan.


–¿Hubo un Trotsky en la revolución cubana?

–No lo creo. La culpa del giro político de Cuba, para muchos, la tiene la política norteamericana. En aquellos años los Estados Unidos estaban acostumbrados a gobernar América latina de una manera, y la revolución les rompió los esquemas. En esa época el Che Guevara empieza a hacer desde el poder de sus cargos determinadas lecturas y declaraciones que, vistas en perspectiva, resultaban antisoviéticas. Si hubiera habido un asomo de Trotsky en Cuba, ese hubiera sido el argentino. Se cuenta que el Che tuvo una relación muy cercana con el grupo de trotskistas originales cubanos. A principios de la revolución, la proyección socialista del gobierno cubano no estaba definida. Pero sí había allí un grupo de revolucionarios trotskista con quienes el Che se relacionaba. Llegó un momento en el que el Che salió de Cuba y cuando regresó habían sacado de sus puestos a muchos de estos trotskistas. Y gracias al Che muchos recuperaron sus puestos. Es quiere decir que había un conocimiento y una simpatía hacia el pensamiento trotskista.


La Habana, Cuba, es un imán para el mundo, ¿corre con ventaja escribiendo desde allí?

–Siempre la cultura cubana ha sido más grande que la geografía de la isla. Escribir desde La Habana es tener cierta ventaja. Como Buenos Aires, tiene una tradición cultural reconocida.


–¿Qué rescataría de su experiencia para el futuro de la vida socialista?

–Hay una experiencia que considero fundamental. Es la de poder realizar la libertad individual. El individuo que no puede ejercitar su propia libertad no puede construir una sociedad libre. Hay que resolver los problemas individuales para luego resolver los colectivos. Uno de los problemas del socialismo es que se hizo al revés. Si a una persona creyente le dices que tiene que dejar de creer ya para esa persona ese mundo no es mejor.

Clinämen: El dominio político de las finanzas

 
Conversamos con Pablo Miguez, investigador y docente en Economía del conocimiento, sobre el dominio político de las finanzas y hegemonía del valor-conocimiento.
http://ciudadclinamen.blogspot.com.ar/

Rosas Rojas

por Gonzalo Salesky
http://gonzalosalesky.blogspot.com.ar 



En la puerta del hospital de urgencias, donde estacionan las ambulancias, había una pelea entre dos hombres. Me llamó la atención porque solamente uno de los dos golpeaba al otro, que no caía al piso a pesar de los tremendos puñetazos que le aplicaban en el rostro.

Habían comenzado dentro de un taxi y bajado de él a los tumbos. Quien recibía los golpes ni siquiera sacaba las manos de sus bolsillos, como si en ellos estuviera protegiendo algo valioso. No ofrecía ningún tipo de resistencia, sólo buscaba evitar los impactos. Pero no lograba hacerlo del todo, y el que golpeaba de manera feroz que por su ropa parecía ser el taxista le asestó varias trompadas más hasta que el agredido, al fin, se decidió a correr.

Me pareció extraño que no hubiera intentado defenderse o al menos, alejarse cuanto antes.
Perdí de vista a los dos hombres y seguí caminando. Entré al hospital por una de las puertas laterales. Venía bastante apurado, como siempre. Iba a visitar a un pariente internado y sólo llevaba un ramo de rosas rojas en mi mano derecha.
Unos segundos después, sentí que me empujaban desde atrás. Trastabillé y casi caigo al suelo. En una de las galerías, cerca de la terapia intensiva, el mismo hombre que había recibido los golpes me tomó del brazo y con un arma pequeña apuntó a mi pecho.

Haciendo ademanes, me obligó a acompañarlo. No dudé un segundo. Estaba muy lastimado y de su ojo izquierdo parecía caer sangre. Su camisa blanca, llena de pequeñas manchas de color oscuro. Y sus dientes…

Corrimos un largo trecho. La gente se horrorizaba al ver su cara destrozada y el revólver que llevaba en su mano derecha. Parecía algo grotesco, un hombre desequilibrado corriendo al lado de otro que seguía sosteniendo, como si fuera un trofeo, un ramo de flores. No entiendo por qué en ese momento no pude soltarlo.

Entramos a un pequeño ascensor. Allí bajó su arma y me miró a los ojos por primera vez. Sacó de su bolsillo una pequeña caja de color blanco, cerrada con cinta adhesiva, y me la entregó sin decir nada.

Al detenernos en el segundo piso, volvió a tomarme del brazo y así corrimos hasta el borde de un balcón que se encontraba unos pasos delante de nosotros.

Abajo, la gente había empezado a congregarse. Extrañamente, a pesar de todo, yo me encontraba tranquilo y seguro de que no iba a lastimarme. Algo en su mirada lo decía. Pero aún no llegaba a entender por qué me había dado la caja.
No la abras todavía. Sólo después que me vaya. No cometas los mismos errores que yo.
Habló como si estuviera leyendo mi mente.

No tuve tiempo de preguntarle nada. Acercó la punta del revólver a su garganta, debajo de la nuez de Adán, y disparó.

Se desplomó sobre mí. Y la sangre… ¡por Dios! Tanta sangre a borbotones sobre mi ropa, mis zapatos y el ramo de flores.

Me lo saqué de encima. Sentía vergüenza de pensar más en el asco que me producía ensuciarme que en la locura y el drama de ese pobre hombre.

En pocos minutos llegó la policía. Tarde, como en las películas. Sólo atiné a quedarme sentado, apoyado contra la pequeña pared que nos rodeaba.

Guardé la caja en el bolsillo. Tuve la tentación de dejarla tirada o de esconderla en el pantalón del suicida, pero preferí respetar su último deseo. Cuando todos se fueran, la abriría.
Ya en mi departamento, cerca de las cinco, aún no había podido almorzar. Seguía asqueado por la horrible sensación de la sangre caliente sobre mi cuerpo. Volvía a verla, manando con violencia, mojando mis manos y mis pies.

Me senté en el living. Acababa de llamar la policía para pedir algunos datos y ver si podía aportar algo más. De paso, me avisaron que el psicópata no había muerto todavía. Estaba muy grave, internado en el mismo hospital de esta mañana. Era prácticamente imposible que sanara o despertara, según el comisario a cargo de la investigación.

Sin embargo, algo me impulsó a ir a verlo. Para saber más de él o de su vida. Además, me tentaba la idea de dejar la cajita blanca de bordes plateados entre sus pertenencias.

Pero no iba a poder hacerlo.
Unos minutos más tarde estaba camino del hospital, por segunda vez en pocas horas.

Llegué a la sala de terapia intensiva pero dos oficiales me impidieron el paso. Estaban parados al lado de la puerta, uno de cada lado.

Me preguntaron si tenía relación con él, si era familiar o pariente. No quise decirles mi nombre, sólo contesté que lo había conocido hace poco tiempo. El más joven me dio el pésame por anticipado y me informó que podía quedarme por allí, para esperar el obvio desenlace.

Les agradecí. Di media vuelta y busqué la salida. Había sido un día bastante largo.
Después de subir a un taxi para volver a casa, tomé la caja y me decidí a abrirla. De una vez por todas.

Nunca hubiera podido imaginarme lo que contenía.
Tenía que entregársela a alguien. Pero no a cualquiera. Alguien que fuera capaz de llevar a cabo lo que la caja pedía.

Vi por el espejo retrovisor que el taxista había observado lo mismo que yo. Y supe que comenzó a desearla, con todas sus fuerzas.

Estacionó a los pocos metros, cerca del sector de entrada y salida de ambulancias, y giró hacia mí. Me exigió la caja y no quise dársela. Por eso mismo comenzó a golpearme. En el rostro, en los oídos, en el estómago… pero no la solté. La guardé en mi bolsillo, a salvo de todo.

Tratando de esquivar sus trompadas, bajé del auto. Sin saber hacia dónde iba, empecé a buscar al próximo destinatario.

Advertí que desde lejos nos estaban mirando. Era un hombre calvo, como yo, que parecía llevar algo pesado en sus manos.

Lo seguí. Enceguecido por el impulso de compartir con alguien especial el contenido de la caja, fui hacia la galería donde se encontraba. Aún sin saber cómo iba a convencerlo de que aceptara.

Se me ocurrió quitarle el arma a un guardia del hospital. Lo hice y corrí con todas mis fuerzas por uno de los pasillos. Mi corazón latía cada vez más rápido. La sangre ensuciaba mi camisa. Tenía el ojo izquierdo semicerrado y mis dientes…

Encontré al calvo y lo tomé del brazo. Con la pistola apunté a su pecho y lo obligué a correr junto a mí, para alejarnos de todo.

Nos refugiamos en un ascensor. Cuando bajamos en el segundo piso, casi sin aliento, le di la caja y le indiqué:
No la abras todavía. Sólo después que me vaya. No cometas los mismos errores que yo.
No tuvo tiempo de preguntarme nada. Allí mismo, cerca del balcón, acerqué la punta del pequeño revólver a mi garganta y disparé.

Caí sobre él. Y mi sangre… por Dios, tanta sangre a borbotones sobre su ropa, sus zapatos y el ramo de rosas rojas que él seguía sosteniendo entre sus manos, como si fuera un maldito trofeo.

El pensamiento argentino en el exilio

 Reseña de Controversia: una lengua del exilio, de Verónica Gago  

por Gerardo Muñoz

En los últimos años la editorial de la Biblioteca Nacional de la Argentina ha venido exhumando libros valiosos, olvidados y de difícil acceso en su mayoría, para un público lector más amplio. Ya sean los facsímiles de revistas fundamentales para el pensamiento nacional y latinoamericano como Contorno o Los Libros, reediciones de Ezequiel Martínez Estrada  de las obras completas del pensador freudo-marxista León Rozitchner, esta colección ya ha comenzado a circular una enorme cantidad de valioso material para la discusión sobre la cultura política argentina del pasado siglo. 


Uno de los más recientes libros de esta serie – en realidad publicado dentro de la «Colección ademanes»  de esta editorial – es el pequeño estudio Controversia: una lengua del exilio por la profesora y ensayista Verónica Gago, quien estudia los debates que surgieron en el interior de la revista argentina Controversia, publicada por varios intelectuales de izquierda exiliados en México. Como afirma la propia Gago en el prefacio del libro, Controversia  fue la condición de posibilidad para un pensamiento que logró poner en marcha «la construcción de un nuevo vocabulario político que devendrá tonalidad de época en los años 80» (p.11). 

La revista que reunió a un prolífico grupo intelectuales de izquierda como José Aricó y Nicolás Casullo, Juan Carlos Portantiero y Héctor Schmucler, Oscar Terán y Oscar del Barco,  activó más de un dispositivo para el pensamiento teórico y  político luego del último golpe militar de 1976. Por esas páginas circularon, como repasa Gago a lo largo de su ensayo, debates alrededor de la crisis del marxismo, las contradicciones del peronismo, la significación misma del concepto del «fracaso», la experiencia del exilio, y los dilemas de pensar la democracia en conjunto con el socialismo. Como otras revistas de intelectuales instalados en el exilio a causa de dictaduras, instalados en el espacio discursivo nacional, estos pensadores argentinos articularon una zona plural del pensamiento, en la cual la controversia, valga la redundancia, fue el eje central de intensos desacuerdos y polémicas.

Justamente la estructura de este breve estudio (apenas topando las 130 páginas y de formato pequeño) traza un mapa de aquellas polémicas en donde la ensayista se detiene en cada uno de los temas en disputa. En más de una forma este análisis hace posible entender aquel proyecto intelectual como una intervención que supuso nuevos los lenguajes políticos, culturales, y filosóficos de una generación atravesada por la derrota. En capítulos como «La derrota como definición pragmática» o «La derrota como experiencia gramsciana», Gago sugiere que el punto de partida de aquella publicación del destierro consintió en: «…un nuevo pensamiento sobre las relaciones de fuerza, sobre los modos también ilusorios en que esas fuerzas fueron evaluadas y, de manera más profunda, una redefinición de dónde radica la fuerza propia…Controversiaes una revista de la derrota. Para declara, asumir, y pensar la derrota» (p.15). Claro está, como demuestran estos dos incisos, la manera en que la derrota fue entendida y trabajada por estos intelectuales no fue homogénea en su forma ni uniforme en sus orientaciones. Al igual que el debate posterior sobre la condición del exilio, la derrota para un pensador como León Rozitchner, quien filosofaba sobre la importancia del psicoanálisis para entender el terror que había atravesado las militancias armadas, era muy distinta a la de Héctor Schmucler o Rodolfo Terragno, para quienes la derrota daba cuenta y explicitaba la instancia de enunciación del desterrado en su condición misma de intelectual exiliado.

Además de la derrota y del exilio como modos de articulación de una experiencia del afuera, los intelectuales de Controversia también discutieron la crisis del marxismo y la relación del peronismo con la democracia como núcleos fundamentales de una búsqueda que diera cuenta de fracasos históricos como el Cordobazo de 1969, el problema histórico del proletariado y el desarrollismo en la modernización nacional, o la irrupción de la violencia armada que dio lugar a la tomar del poder de la junta militar de 1976.

La discusión en torno a la crisis del marxismo, en particular el debate encarado por Oscar del Barco de un lado y los comunistas españoles Ludolfio Paramia y Jorge M. Reverte del otro, excedió la coyuntura de marxismo nacional,  localizando el debate críticamente sobre la crisis del marxismo a partir de acontecimientos como los posibles debates de la Tercera Internacional, las posibilidades teóricas y políticas del Eurocomunismo, los legados del ’68,  y el nuevo marxismo historicista inglés de la escuela de E. P. Thompson y Eric Hobsbawm.  Otros intelectuales, como Oscar Terán, José Aricó, o Emilio de Ipola argumentarían, a diferencia de los debates contemporáneos donde el pensamiento neo-marxista ha recobrado una fuerza importante en el discurso intelectual, que la crisis del marxismo era «irreversible» (sic) como condición de todo pensamiento político real. Aun siendo así, los intelectuales argentinos de Controversia, en lugar de pasar a las filas del desencanto ideológico, encararon la crisis del marxismo y abrieron el espacio para relecturas y divergencias disímiles dentro de las amplia tradición del socialismo y del comunismo a través de figuras como Antonio Gramsci, Nicos Poulantzas, o Cornelius Castoriadis. En el revés de la discusión sobre los marxismos, intelectuales más cercanos a la tradición nacional-popular como Nicolás Casullo, J.C. Portantiero, o Emilio De Ipola, discutirán en números posteriores de la revista, el cruce entre posibilidad democrática-popular dentro y fuera de la compleja tradición peronista que, como argumenta Gago varias veces en el libro, adelantó una de las discusiones medulares durante la transición a la democracia con la llegada del alfonsinismo.

Los últimos capítulos del libro – «José Aricó: la experiencia de Controversia» y «La desviación en el origen: notas sobre la investigación en José Aricó» – se tejen como un anexo en el libro que vuelve sobre la singularidad del autor de Marx y América Latina en relación con los debates, así como sobre el lugar de Controversia como proyecto de intervención intelectual en la vida cultural de la nación. Situando la Controversia como proyecto bisagra entre la gramsciana Pasado & Presente y la publicación social demócrata La Ciudad Futura, Gago sugiere que pensemos la labor de Aricó de modo contextual, es decir, partiendo de una redefinición de la «investigación filosófica» como otro modo de ejercer el compromiso intelectual. Verónica Gago escribe:

«Antes habría que precisar la cuestión de fondo: a qué llamamos investigación filosófica y porqué el trabajo de Aricó se deja pensar desde esas coordenadas. Si una investigación filosófica es aquella que trata de indagar las voluntades que está detrás de cada construcción de conceptos que se identifican con el nombre de un autor pero que realmente obedecen a un problema que distribuye elementos y retaza fronteras dando contorno justamente a ese problema encontramos en ese zigzagueo pensamiento un modo de la escritura investigativa«. (p.110).

Aunque sin dudas es imposible no escuchar en esta afirmación una reiteración del concepto del «investigador militante» puesto en marcha por Colectivo Situaciones hace ya casi una década atrás, el itinerario intelectual de Aricó es leído como un «pensamiento en coyuntura», siempre bordeando los límites de una situación concreta fuera de toda sistematización concebida a priori. Aricó, entonces, figura como pensador de eso que Louis Althusser llamó en la última etapa de su labor filosófica un «materialismo aleatorio» o del «encuentro», propenso a las desviaciones y abierto a la contingencia de la irrupción transitoria en el devenir histórico. En esa vuelta a Aricó que se ejercita hacia final del libro, Gago retoma la cuestión del marxismo como plataforma central del debate político latinoamericano, Gramsci y Mariátegui mediante, para renovar las condiciones de lo político y reconstruir pensamientos comunes que se resisten al olvido, y que fomentan nuevas relecturas desde diversos perfiles intelectuales.  

Controversia: una lengua del exilio se lee como una cartografía de una revista fundamental para la compresión de los debates políticos y culturales producidos durante las últimas décadas en América Latina. Esa dimensión cartográfica hace que, quizás por cuestión de espacio y edición, el análisis y las conexiones historiográficas sean limitadas o sintetizadas (aunque Gago en momentos, cita pedazos de entrevistas que ella misma condujo a intelectuales de Controversiacon el propósito de la publicación del libro) en el curso de la elaboración argumentativa del libro. Otro momento del estudio que sin dudas el lector hubiera querido más elaboración, recae sobre los debates producidos en el interior de Controversia y su reaparición en la discusión con la llegada de la democracia en el país. Si en efecto Controversia fundó «una nueva lengua política», ¿cómo pensar sus diferencias desde la década del 80 y la llegada de la democracia? ¿De qué forma fue el «pensamiento de la coyuntura» del Aricó de La Ciudad Futura distinto al de Controversia?

Preguntas como estas se generan a partir de la lectura de Controversia: una lengua del exilio, de modo que no deberían tomarse como límites congénitos de este estudio, sino como signos de un debate que anuncia y permite abrir un espacio de debate en torno a otras lenguas y pasados intelectuales que devienen pensables y decibles. Controversia es un modo de reconstrucción de la historia intelectual, pero acaso es algo más: es la recuperación de una lengua que se activa para la coyuntura de una actualidad. La cartografía que se explora en Controversia permite ahora, por vez primera, escavar sobre la materia de una lengua, y a su vez recomponer una serie de ideas de las cuales hoy no vendría nada mal potenciar para el debate teórico contemporáneo. 

Ver lo invisible: sobre unicornios y 15-M

Por Amador Fernández-Savater

Mayo es época de exámenes y el 15-M no se libra. Las celebración del segundo aniversario es una ocasión propicia para el juicio mediático: ¿está aún vivo el 15-M, qué queda? ¿Son más, son menos? ¿Y qué han conseguido?




“Un prosista chino ha observado que el unicornio, en razón misma de lo anómalo que es, ha de pasar inadvertido. Los ojos ven lo que están habituados a ver” (Jorge Luis Borges)

Mayo es época de exámenes y el 15-M no se libra. Las celebración del segundo aniversario es una ocasión propicia para el juicio mediático: ¿está aún vivo el 15-M, qué queda? ¿Son más, son menos? ¿Y qué han conseguido? Son ojos que ven lo que están habituados a ver: el evento y no el proceso, la identidad y no las metamorfosis, lo espectacular y no lo cotidiano, lo macro y no lo micro, lo cuantitativo y no lo cualitativo, los resultados y no los efectos. Mirada clínica, mirada exterior, mirada del Padre, el mayor problema es que la interioricemos y nos conformemos a sus normas. Por eso, el otro día una amiga protestaba diciendo: “a la mierda el aniversario, luchamos todos los días, lo podríamos celebrar el 3 de febrero o el 11 de junio. Si los medios nos dan por muertos, pues mejor, así trabajaremos más tranquilos”.
El unicornio no es exactamente un caballo. Y del mismo modo, el 15-M, las mareas o la PAH tampoco son movimientos sociales al uso, sino los nombres y las máscaras que se da a sí mismo un proceso verdaderamente insólito de politización social. A la vez el mismo y siempre diferente, en transformación. El desafío no pasa tanto por responder el sinnúmero de mentiras o clichés que se encuentran a diario en los medios, como por aprender a vernos y narrarnos distinto. Saber nombrar, dar valor y comunicar lo extraordinario de lo que estamos haciendo y viviendo.

Milagros
Atención a la actualidad política, implicación personal en iniciativas, protesta y organización, hoy el malestar social se expresa y se comparte, no sólo con amigos y en los bares, sino con desconocidos y en la calle. Se convierte en acción. Esto no es mecánico, automático, necesario, no tendría porqué ser así. De hecho, no es lo que está pasando en otros países europeos afectados por la crisis/estafa. Lo más normal sería la generalización del miedo, la resignación, la culpa y la individualización. Ese es por ejemplo el efecto pasivizante que persigue sembrar el relato oficial de que “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”: somos pecadores, no tenemos por tanto ninguna legitimidad para la protesta, en el castigo hallaremos nuestra expiación, bienvenidos sean pues los recortes de Merkel y Rajoy (figuras del Padre castigador). Pero ese relato no ha conseguido imponerse como hegemónico. Lo privado se vuelve común y compartido. La depresión se politiza. Se hunden los sentidos que sostenían nuestra existencia (propiedad, éxito, consumo), pero también somos capaces de inventar otros con otros. Nos movemos a partir de los lugares que habitamos para hacernos cargo de la situación colectiva. Responsabilización contra culpa. (De hecho, y seguramente por esto mismo, no es en absoluto seguro que la tendencia de suicidios en la crisis sea al alza.)
Perroflautas, funcionarios, bomberos, policías, personal sanitario, jueces, profesores, gente cualquiera… El sujeto del 15-M, las mareas o la PAH es el 99%. No son luchas corporativas, sino inclusivas y “por lo de todos”. En primer lugar, agrupan en torno a evidencias comunes y objetivos concretos a gentes de procedencia ideológica muy diversa, neutralizando el escenario de enfrentamiento entre “las dos Españas” tan funcional a los poderes. En segundo lugar, rompen la división tradicional entre actores y espectadores de la política: la comunidad de lucha y sentido de la marea verde son los padres, los profesores y los alumnos; en el caso de la marea blanca, los médicos, los trabajadores y los usuarios del sistema público de salud; en el de la PAH, los afectados directos, activistas con distintos recorridos y gente cualquiera, etc. Por último, comparten momentos de protesta pública (como el pasado 23-F), un repertorio de acción (asambleas, cortes de calle, encierros) y un mismo relato sobre la naturaleza de lo que ocurre: “no somos mercancías en manos de políticos y banqueros”.
Esto no es mecánico, automático, necesario, no tendría porqué ser así. Lo más normal sería la autorreferencialidad y la fragmentación, corporativa o ideológica. Luchas que van a lo suyo, sin resonar con las demás, sin abrir preguntas comunes sobre la sociedad en que vivimos, sin inventar nuevas posibilidades contagiosas para la acción colectiva, sin ir más allá de la definición sectorial de los problemas. Eso es lo normal. Un activista griego recientemente de paso por Madrid contaba que la Plaza Syntagma siempre había estado dividida por identidades: anarquistas, comunistas, etc. Y se asombraba escuchando que en las plazas del 15-M creamos un “nosotros” abierto e incluyente que trascendía las diferencias sin abolirlas.
¿Y no es la narrativa del 99% contra el 1%, esa resimbolización de lo común desde abajo, lo que ha conjurado por el momento la posibilidad de un Amanecer Dorado a la española, con sus chivos expiatorios y su violencia callejera? El activista griego explicaba que el grupo neonazi está sostenido en buena medida por la policía. Y se quedaba a cuadros cuando le enumerábamos los gestos insólitos que hemos visto proliferar aquí entre los agentes del orden: manifestaciones, críticas hacia los políticos y los mandos, acciones de desobediencia, negativas a participar en desahucios, etc. El enemigo se busca por arriba (1%), no al lado.
Lo más normal sería también, como no paran de repetirnos los medios de comunicación, que se diera “un estallido”. No se sabe muy bien qué es eso, pero imaginemos: saqueos y pillaje, aumento incontrolado de la delincuencia, guerra de todos contra todos. Y, en consecuencia, relegitimación de la autoridad estatal como árbitro necesario de la convivencia. No está pasando. Por un lado, se ha activado un tejido de solidaridad formal e informal en torno a los problemas materiales de la precariedad y la pobreza (desde las redes de economía solidaria hasta las redes familiares y de amistad). Y por otro, eso que desde arriba llaman “antipolítica” (pienso por ejemplo en la PAH) elabora el malestar social en un sentido creativo y colectivo, de dignidad, que suscita alegría incluso en medio de la desesperación.
Lo imposible
En La doctrina del shock, Naomi Klein explica cómo “el capitalismo del desastre” aprovecha las atmósferas de pánico y depresión social para catalizar un salto hacia adelante en la transformación neoliberal de las sociedades. En el Chile de Pinochet, en la Polonia post-soviética, en el Nueva Orleans devastado por el Katrina, una mezcla de shocks represivos y económicos noquearon a las poblaciones, quebrando la solidaridad social, contagiando la parálisis, la renuncia y el miedo al otro, fomentando la dependencia de un padre protector. El objetivo principal de las doctrinas del shock, explica la Klein, es romper las defensas de sentido de una sociedad: barrer las narrativas autónomas y las formas independientes de hacer legible el mundo que tiene la gente común, aprovechando la desorientación consiguiente para instalar el sálvese quien pueda como definición dominante de la realidad.
La doctrina del shock no triunfa aquí como debiera. Lo podemos observar incluso al trasluz de la irritación con que los economistas neoliberales analizan la sociedad española y la crisis: el problema para ellos es nuestra persistencia tenaz en pensarnos de otra forma que como átomos sin derechos colectivos ni apego ninguno por seres o lugares, movidos exclusivamente por la idea del éxito y la autorrealización individual (“rigideces normativas”, “insuficiente movilidad geográfica”, “limitado espíritu emprendedor”, “colchón familiar”, etc.).
No hay shock porque hay política. Según el filósofo francés Jacques Rancière, la política hace tres movimientos. Primero, interrumpe lo necesario (lo-que-hay-es-lo-que-hay, es-la-crisis, no-hay-dinero, no-hay, de-donde-no-hay…). Segundo, crea otro mapa de lo posible: lo que es posible ver, sentir, hacer y pensar. Por ejemplo, ver un desahucio donde uno no debería ver nada o sólo la “ejecución rutinaria del impago de una hipoteca”. Sentir que son intolerables, no correctos, necesarios o fatales, y que nos conciernen. Organizarse colectivamente para detenerlos. Y tercero, inventa nuevos sujetos: redefine quiénes son capaces de ver, sentir, hacer o pensar. La política no es la expresión de sujetos previos o preconstituidos (ideológicos o sociológicos), sino la creación de espacios de subjetivación que no existían antes, donde los supuestamente “incapaces e ignorantes” toman la palabra y actúan, pasando así de víctimas a actores.
La política dibuja un nuevo mapa de conexiones. Lo más potente en España no es que haya muchos grupos haciendo cosas, sino que se ha configurado un plano (o “clima”) de politización que atraviesa las divisiones sociales: a la vez un espacio de altísima conductibilidad donde las palabras, las acciones y los afectos circulan, un ecosistema más amplio que la suma de sus partes, un campo de fuerzas y resonancias, un relato común de sentido sobre lo que (nos) pasa.Hay electricidad en el aire.
Sólo vemos lo que estamos habituados a ver: lo normal y no lo imposible. Pero desde el 15 de mayo de 2011 vivimos en lo imposible. El desacato de todas las probabilidades, de todas las fatalidades, de todos los destinos. Necesitamos por tanto un “pensamiento de lo imposible”. Un pensamiento que deshabitúe nuestros ojos para que podamos ver (y valorar) lo que pasa y no tendría que estar pasando, lo que no pasa y tendría (“por lógica”) que estar sucediendo. Un pensamiento des-naturalizador, capaz de ver la creación y no sólo la repetición, la acción y no sólo los determinismos sociales o causales. Para sentir la potencia de lo que hacemos, para persistir en ella y prolongarla en direcciones imprevistas.

Por una resignificación política de la izquierda

por Víctor Manuel Moncayo

Como ocurre con muchas otras expresiones que habitualmente utilizamos, de manera paradójica al hablar de izquierda pareciera que todos supiéramos de su significación, pero al mismo tiempo difícilmente podemos coincidir en precisar cuál es su sentido.
El vocablo etimológicamente remite, en casi todos los idiomas pero principalmente en español, francés o inglés, al lado corporal correspondiente al corazón por oposición a la extremidad más utilizada, asociado también a la palabra siniestro que evoca los malos augurios que hacían en la antigüedad los adivinos cuando las aves aparecían por ese costado. Es decir, se trata de una connotación exclusivamente posicional, de orientación o ubicación, o sea espacial o topográfica.
Y de allí proviene precisamente su matiz político. En la Asamblea Nacional Constituyente de la Revolución francesa, desde septiembre de 1789, quienes pertenecían a las agrupaciones que definitivamente optaban por una ruptura radical con el Ancien Regimen y por la proclamación de la soberanía nacional, se situaban a la izquierda de quien la presidía, por oposición a los sectores afectos a la conservación de poderes monárquicos o reales. Eran los jacobinos que entre 1792 y 1794, liderados por Robespierre y Danton y con el apoyo de los Sans Culottes, impusieron el terror contra todos los opositores a la Revolución.[1] Desde entonces, la izquierda está asociada al cambio de manera profunda y sin concesiones, y la derecha a la conservación del orden.

LAS VARIANTES DE CONTENIDO
La historia posterior ha reproducido en forma permanente esa distinción, hasta el punto de concebir un espectro político que se mueve de la derecha a la izquierda con múltiples matices que, según la época y las circunstancias disímiles de cada sociedad, se llena de contenidos diferentes.
En ese contexto, de manera oscilante, se presenta a la izquierda como la tendencia que se reclama de manera retórica y genérica a favor de los sectores populares o de los oprimidos o excluidos, o de los menos favorecidos o cualquiera otra expresión análoga, o la que reivindica la democracia en general, o la posición que enfrenta y combate las tendencias autoritarias o más recientemente las neoliberales.
Igualmente, en ese espectro lineal de posiciones políticas, se sigue hablando, sin  ningún referente, de izquierda, derecha y centro, e incluso algunos plantean que ya han caducado esas denominaciones. Es así como la llamada social-democracia, se plantea como izquierda o como centro-izquierda, pero en la práctica juega el papel de ocultación o defensa del sistema capitalista de manera confesa o ingenua. Su contribución real es la cooptación de las expresiones de confrontación, conflicto o rechazo del sistema capitalista, mediante la formulación permanente y renovada de supuestas y engañosas alternativas de desarrollo que solucionen los efectos negativos en todos los órdenes. En muchos casos, los partidos o agrupaciones que se reclaman de esa orientación aún dicen ser abanderados de la clase obrera o de las clases medias o, para ponerse a tono con la nueva realidad del capitalismo, defensores de los ciudadanos, de la vida, del medio ambiente o de la protección de los recursos naturales, pero en realidad poco o nada saben de las transformaciones que han ocurrido y vienen ocurriendo en la organización social de la producción, y lo que es peor son en muchos casos ciegos y sordos a las evidencias que sus propios centros de análisis o sus gobiernos establecen.
En el mismo campo, aunque afirmen ser diferentes, se ubican quienes se reivindican de alternativas calificadas como izquierdistas, que aún asumen el esquema de la necesidad de la toma del poder, para desde él derramar beneficios para los explotados, e incluso para organizar su hegemonía, desconociendo la dura realidad de las experiencias que a partir del campo soviético se vivieron. Para ellos, poco o nada ha cambiado, seguiría aún la vieja confrontación patronos y proletarios, en el mismo marco del Estado-nación y de las relaciones de dominación de unas sociedades por otras. Su perspectiva especular al poder existente, que busca por lo tanto sustituirlo, cuando en efecto se instaura en el gobierno termina por reproducirlo y con él las mismas relaciones de organización capitalista que pregona combatir.
En el extremo de la posiciones de derecha, por el contrario, a pesar de que no obedezcan a entendimientos o conceptualizaciones adecuadas o muy pertinentes sobre las transformaciones del capitalismo, tienen muy claros sus propósitos y alternativas, pues tienen algo así como una intuitiva inteligencia superior para captar la realidad renovada y adecuarse a ella. En esa dirección se mueven de manera independiente o comprometiendo en sus mismos propósitos a la social democracia e incluso a la extrema izquierda, que generalmente lo que hacen en la práctica cuando acceden a la dirección del Estado es realizar, con matices y maquillajes, idénticos objetivos.
En esa definición de contenido, obviamente, tampoco está ausente la reflexión filosófico-política que ha buscado atribuirle a la izquierda una significación trascendente. Es el caso, muy ilustrativo por cierto, de Norberto Bobbio[2] para quien el criterio que permite caracterizar la izquierda es la defensa de la igualdad, complementada con la libertad para enfrentar las tendencias autoritarias, lo cual conduce artificiosamente a excluir la llamada extrema izquierda para únicamente admitir como izquierda las orientaciones social-demócratas. La construcción, además, remite a las múltiples conceptualizaciones de la igualdad. De similar alcance son las vertientes que apelan a la fraternidad como característica definitoria de la izquierda a la manera de Louis Blanc, tendencia muy enlazada con las orientaciones socialistas o incluso religiosas.[3]
COMO REPLANTEAR LA IZQUIERDA
Lo central en esta discusión es que la izquierda, más allá de la visión topográfica y de sus variantes retóricas o reales o filosóficas, no tiene una sustancia ontológica, sino que siempre remite a variaciones de contenido como hemos buscado ilustrarlo. Por ello, resulta claro que definir la izquierda es también una posición política, aunque parezca tautológico. Así tenemos que asumirlo y plantearlo en el escenario de las luchas, aunque quizás esta pretensión nos desborda, pues plantea indudables y gigantescos retos. En mi ayuda, como siempre, vendrán muchas elaboraciones que de manera permanente e incesante estudiamos con el afán de encontrar esas nuevas respuestas. No hay, pues, en estos desarrollos nada original ni mucho menos tenemos la absurda aspiración de que tengan ese carácter. Sabemos también que el terreno que pisamos en esta dirección es difícil, sensible y frágil; es como una “fábrica de porcelana”[4], para parodiar el título con el cual Negri bautizó una de sus obras. El desafío es encontrar para el efecto, el sendero de un nuevo vocabulario y una nueva gramática, como es necesario hacerlo también en muchas otras dimensiones[5] . Pero, no se trata sólo de un desafío teórico, sino de una responsabilidad ética frente a una realidad como la contemporánea que no compartimos y que quisiéramos contribuir a superar.
En ese contexto, son muchas las dificultades que es preciso encarar, entre las cuales las más destacadas hacen relación a la distancia que estas reflexiones tienen respecto de las prácticas político-electorales; a los sesgos y deformaciones propias de quienes nos movemos en el mundo del discurso académico; a los inevitables e insalvables vínculos con nuestras posiciones en el campo teórico-político e ideológico; a los riesgos de caer en lugares comunes; a la incapacidad de lograr comunicar nuevas u otras formulaciones de manera adecuada, sobre todo porque es preciso vencer el enceguecimiento o el deslumbramiento que ciertas apreciaciones producen en la llamada opinión pública y también en quienes dicen practicar el conocimiento de las relaciones sociales; a la urgencia de enfrentar el tabú que se ha erigido y agigantado sobre las posiciones que osan insistir en una perspectiva antisistema, llamando por su nombre al capitalismo que no cesa de regir y dominar; y a los efectos de esa especie de mal de coyuntura, derivado de la asfixiante angustia producida por ciertos regímenes políticos, que nos hace ceder ante la tentación de lo inmediato desdeñando los problemas más significativos o estructurales.
De otra parte, tenemos que estar vigilantes para no sucumbir a los lugares comunes y para poder sustraernos a las divagaciones y ambigüedades que siempre se tejen alrededor de la expresión izquierda, pues, no hay duda que hasta la utilización misma de la palabra comporta ya sesgos difíciles de conjurar.
UNA IZQUIERDA FRENTE A QUE?
Si algún contenido queremos otorgarle a una posición de izquierda, necesariamente tenemos que identificar cual es el referente económico-social y político frente al cual nos situamos. Así como en los tiempos ya lejanos de la revolución burguesa, hoy tenemos que saber cual es el Ancien Regimen contemporáneo al cual nos dirigimos, pues al fin y al cabo se trata no de convivir con él sino de negarlo para pretender sustituirlo.
A este respecto, es preciso avanzar una tesis inicial: El sistema capitalista, que cuenta ya con siglos de existencia, vive una nueva época, cuyos rasgos y características tenemos que identificar con herramientas conceptuales renovadas, que no estén manchadas por las huellas de instrumentos teóricos concebidos y utilizados en fases anteriores del mismo sistema de dominación. Sólo así la posición de izquierda que se quisiera formular puede enfrentarlo. En otras palabras, se trata de contribuir a la necesaria nueva respuesta que debe y puede darse hoy, en la dirección de confrontación del sistema de explotación ahora completamente transformado, que pueda estar en definitiva más allá de las agendas de conservación o reproducción, explícitas o no, que se mueven en el espectro político, o que claman por el retorno a viejas ilusiones y experiencias ya derrotadas o frustradas, o que definitivamente han perdido su vigencia histórica.
Si ese cambio ha comprometido toda la organización de la producción y del trabajo, hasta el punto que el poder se ejerce ahora más sobre la vida misma, el conflicto y las formas de resistencia tienen que ser forzosamente nuevos y, entre ellas, la posición de izquierda. Es preciso abrir perspectivas de otra construcción social y política positiva, que permita nuevos escenarios bajo formas de democracia diferentes a las que han acompañado y servido al capitalismo.
En ese plano, por consiguiente, la consideración esencial hace referencia a la urgencia de entender los rasgos y la significación del capitalismo post-industrial o cognitivo, o como quiera llamársele[6]. En especial, es preciso tener en cuenta que ya no podemos seguir interrogando la explotación en términos de la medición propia de la teoría del valor-trabajo, dada la caducidad de toda forma de medida, que se deriva del desplazamiento predominante del Intelecto General del capital fijo hacia los cerebros de los sujetos, y de la indeterminación temporal y espacial de su concurso a la actividad productiva en razón del carácter biopolítico de la producción.
Igualmente, será indispensable comprender que el Estado ha salido plenamente transformado, dejando atrás la soberanía que antes lo definía, para pasar a ser un instrumento de biopoder que busca invadir todos los espacios e intersticios de la vida, bajo un esquema de excepcionalidad permanente, en el contexto general de un orden imperial en construcción que no reposa sobre la dominación de una o varias sociedades sobre otras.[7]
Y, lo que es quizás más importante, será preciso ser consciente de que el nuevo orden capitalista es irreversible y que avanza progresivamente en su organización, de tal manera que no son admisibles las pretensiones de retorno a otras fases superadas, a las cuales se acude con nostalgia, quizás por ser territorios conocidos con la esperanza de que es más práctico actuar en ellos, que experimentar creativamente en los nuevos. Por la misma razón, tampoco será posible continuar utilizando las mismas formas organizativas y expresivas del conflicto, como las partidistas o sindicales, pues a la nueva época corresponden otras resistencias y, por lo tanto, diferentes modalidades de identificación y antagonismo.
La nueva gran transformación del capitalismo no nos ha colocado, a quienes seguimos insistiendo en el rechazo de ese sistema de organización social, en una situación de derrota, sino en el camino difícil de reconocimiento del cambio producido, para orientar una acción cuyo norte sea la construcción de otro mundo posible. Las posibilidades que antes se tenían han sido en efecto estranguladas, pero se abre el panorama virgen de la construcción de otras.
En esa dirección, un factor favorable son, sin duda, las lecciones que la historia nos ha dado. En particular, el derrumbe del socialismo real que nos ha liberado de lo que él significó como impostura y, sobre todo, que ha evidenciado el fracaso de la estrategia de las dos etapas, que nos hizo creer que era preciso tomar el poder para desde él transformar el mundo. Son las prácticas colectivas, los movimientos y sus luchas, las que tienen ahora la palabra para experimentar otra vía histórica, un éxodo. La izquierda debe reinventarse en  estrecha relación con ellas, sin pretender imponerles derroteros categóricos. En este sentido, a partir de la aproximación a la nueva realidad del capitalismo y de su reconocimiento, sólo son posibles orientaciones provisionales en muchas dimensiones, como las que en este escrito presentamos y que estimamos centrales.
Tenemos que tener, por lo tanto, como punto de partida, el reconocimiento de que el orden del capitalismo industrial ha sido transformado radicalmente, tanto en el centro como en la periferia. Que no se trata sólo de efectos producidos por nuevas políticas públicas, como las que se engloban bajo la expresión neoliberalismo, sino de un cambio estructural que tiene que ver con nuevas formas de explotación y de acumulación en el marco de una renovación de la función del sector financiero.
COMO LA IZQUIERDA PUEDE TRASCENDER EL PODER? RESISTENCIA Y EXODO
Situados desde otra perspectiva, es preciso señalar que una izquierda reinventada es inseparable de una necesaria superación de la interpretación unívoca del poder que ha logrado construir la modernidad, conforme a la cual el poder siempre es trascedente y soberano, como puede advertirse en las corrientes teóricas más diversas.[8] Nos coloca frente al poder con una sola alternativa posible: se acepta el poder  o se reniega totalmente de él, sin que haya posibilidad de otro camino, obligándonos a permanecer en el mismo paradigma. La cuestión es clara, incluso en el Lenin de El Estado y la Revolución, pues a la trascedencia del Estado se opone como simetría inversa su desaparición, de tal manera que la liberación queda inmersa en la relación dialéctica con el poder. En otras palabras, como se acostumbraba decir, el poder burgués se sustituye por el poder proletario. He allí la necesidad de Lenin de insistir en el dualismo de poder, en la transición y en la dictadura del proletariado durante ella, con todas las consecuencias que sabemos históricamente tuvo. El llamado, por lo tanto, es a abandonar el paradigma del poder creado por la modernidad, para moverse en un escenario diferente, en el cual prevalezcan sobre el poder  las razones de la asociación política y de la dinámica democrática.
De lo que se trata, por lo tanto, como lo ha planteado Holloway, es de asumir que “lo que está en discusión en la transformación revolucionaria del mundo, no es de quien es el poder sino la existencia misma del poder. Lo que está en discusión no es quien ejerce el poder sino como crear un mundo basado en el mutuo reconocimiento de la dignidad humana, en la construcción de relaciones sociales que no sean relaciones de poder”.[9] Para ese efecto, hay que salir del paradigma del Estado, que lo aísla para atribuirle una autonomía que no tiene, y para ocultar que está limitado y condicionado por un nodo de relaciones sociales, centrado sobre la forma de organización del trabajo en la sociedad.
Como en otras épocas del capitalismo, en la actual la resistencia a sus formas de dominación le es consustancial, pues el conflicto subsiste aunque asuma otras modalidades. Habiéndose llegado a un alto grado de subsunción real  de la sociedad por el capital, las resistencias no cesan, sino que tienen otras expresiones, en todas las modalidades y momentos de la vida, y ya no sólo en los límites estrechos de las instalaciones fabriles.
Claro está que entender como son esas resistencias no es sólo un problema teórico, pues ellas antes que todo son determinaciones surgidas del proceso histórico y de las voluntades colectivas, sin que nadie pueda prefigurarlas o definirlas antes de que se produzcan.
Lo que es central es que esas resistencias tomen el camino del éxodo, para evitar repetir los senderos especulares atados al paradigma del poder. Se trata, en efecto, de un recorrido que va de la identidad y la diferencia para afirmar una superación creativa, para luego alcanzar una nueva figura ontológica, unas nuevas subjetividades, que se traduzcan finalmente en otra estructura de vida y de existencia. No es, pues, una simple fuga, sino poder salir de lo existente hacia una realidad diferente. Como tal es un proceso conflictivo, que en lo posible no debe ser violento, precisamente para no reeditar el carácter del poder capitalista que se abandona. Por lo tanto, se identifica con un proceso de paz, aún cuando eventualmente requiera una fuerza defensiva de lo nuevo.
Se trata de valorar la opción de abandono o de huida frente a la de la simple protesta, sin oponerle reticencias morales. Como lo ha advertido Virno “la desobediencia y la fuga no son, por otra parte, un gesto negativo, que libere de la acción y de la responsabilidad. Al contrario: Desertar significa modificar las condiciones dentro de las cuales se desenvuelve el conflicto, más aún, aumentarlo. Y la construcción positiva de un escenario favorable exige más empuje que el encuentro con condiciones prefijadas. Un “hacer” afirmativo cualifica la defección, imprimiéndole un gusto sensual y operativo para el presente. El conflicto se entabla a partir de lo que se ha construido huyendo, para defender relaciones sociales y formas de vida nuevas, a partir de las cuales ya está construyendo experiencia. A la antigua idea de huir para golpear mejor, se une la seguridad de que la lucha será tanto más eficaz, cuanto más se tenga algo que perder más allá que las propias cadenas.”[10]
En ese éxodo, habrá transiciones o etapas intermedias, en las cuales no son descartable las reformas, no como soluciones sino como medios para abrir nuevas contradicciones y ahondarlas, de manera que aporten al proceso de ruptura, que permitan dar saltos hacia adelante, siempre con un norte no capitalista, de negación del Estado y de construcción de otra esfera pública no estatal.[11]
LA IZQUIERDA AL RESCATE DE LA MULTITUD
Es en esa dirección que el debate teórico reciente busca rescatar la Multitud como nuevo sujeto, lo cual supone reactualizar la oposición Hobbes-Spinoza para enfrentar este nuevo siglo XVII, de tránsito hacia otro mundo posible no capitalista.
Mas allá del significado habitual de la expresión que remite a un número plural de elementos, sean ellos personas, cosas u otros, la multitud ha sido un concepto de la filosofía y, en particular, de la filosofía política. En efecto, si pensamos en las categorías aristotélicas, la Multitud se considera como un ente sin causa formal ni eficiente, ni tampoco causa final, respecto del cual es preciso actuar desde el exterior, para formarlo, para organizarlo. Esa manera de entenderla podría decirse que aún se mantiene. Es una comprensión ciertamente negativa, que asocia el número plural de elementos a la ausencia de orden, a una materia a la cual se le debe otorgar coherencia, sistematicidad.
Como nos lo recuerda Virno, el debate sobre su significación aparece con especial fuerza a propósito de las controversias teóricas, filosóficas y prácticas que se escenifican en los procesos históricos del siglo XVII, en la antesala de la organización de los estados nacionales modernos. Es así como Spinoza[12], en el contexto de su concepción teológico-política, asume la multiplicidad de singularidades con un sentido propio que carece de causación exterior, que tiene una dimensión inmanente y materialista, es decir que no es posible atribuirle su existencia a una potencia ordenadora exterior a la realidad. De esta manera se erige la multitud como un concepto subversivo contra las teorías del Estado y de la democracia que desarrollaban las sectas protestantes, bajo el esplendor de la monarquía absoluta, que la restringían a un conjunto de subjetividades dirigidas hacia Dios para observar su mandato. Las subjetividades no son metafísicas, sino que se explican siempre  como resultado de las relaciones en el conjunto de las singularidades.
Para Spinoza, en consecuencia, el concepto de multitud se refiere a una pluralidad que se mantiene en la dimensión pública, en los quehaceres comunes, sin que un movimiento centrípeto la haga converger en una Unidad. Es la forma de existencia social y política de los muchos en tanto son muchos; es una forma permanente, no episódica, y como tal es el fundamento de las libertades civiles.
Tienen razón, por lo tanto, quienes afirman que “con Spinoza, la multiplicidad de potencias deseantes es pensada bajo una figura que hace de ella un sujeto político: la multitud. Esta multitud está surcada por antagonismos, no puede ser nunca una unidad. Los muchos subsisten como muchos sin aspirar a la unidad estatal.” Virno valora así la obra del hereje Spinoza, para poder, además, pensar la posibilidad de la irrupción de una democracia no-representativa, de una ampliación del espacio público más allá de la incidencia del Estado.[13]
Por el contrario, Hobbes enfrenta la multitud, pues estima que la existencia social y política de los muchos en tanto muchos, sin converger en una Unidad, representa una amenaza suprema para la existencia de la soberanía estatal. La multitud es inherente al “estado de naturaleza”, por eso es renuente a la unidad política, a la obediencia, se niega a transferir derechos al soberano. La multitud es antiestatal y por esto mismo antipopular: “Los ciudadanos, en tanto se rebelan ante el Estado, son la multitud contra el pueblo”.[14] Es la idea individualista hobbesiana, en virtud de la cual los hombres no se relacionan por amor sino por miedo y egoísmo, y buscan resolver el conflicto natural mediante un acuerdo que permita salir de la guerra e instaurar la paz. Enajenan su poder como individuos en un  poder soberano y de esa manera se convierten en pueblo. La multitud confluye así en la unidad del pueblo, que explica la existencia del Estado. El pueblo, por consiguiente, sintetiza, reduce y unifica la pluralidad y multiplicidad de la multitud.
Sin embargo, esa multitud a pesar de haber sido desterrada del escenario de los estados nacionales por la noción de pueblo, siempre se ha expresado bajo formas tenues y casi ocultas.  A  ella se alude por el liberalismo cuando se admite que, además de lo público, sobrevive la dimensión privada, en la cual los muchos no tienen rostro y están lejos de la esfera de los asuntos colectivos. Algo similar ocurre en el pensamiento social-demócrata que opone lo colectivo a lo individual, en sus divisiones y multiplicaciones.
Hoy, como lo busca explicar Virno, después de la prevalencia durante siglos de la categoría de pueblo y, por ende, de la dimensión del estado-nación, con la crisis profunda de la teoría política de la modernidad reaparece la multitud como expresión de numerosos comportamientos contemporáneos, reviviéndose el debate bajo nuevas perspectivas, en lo que se ha denominado otro siglo XVII, pues los novedosos fenómenos de la producción contemporánea son inexplicables sin tener como punto de partida el modo de ser de los muchos.
La  multitud tiene tras de si un Uno representado por el lenguaje, el intelecto como recurso público e intersíquico, en pocas palabras las facultades genéricas de la especie. Por el contrario, el pueblo supone individuos como átomos desligados de su unidad básica precedente, que buscan hallar otra unidad en el cuerpo nacional de un Estado que los somete.
Las transformaciones contemporáneas han provocado que los cuerpos de la multitud hayan recuperado su carácter irreductible, convirtiéndose cada vez más en cuerpos extraños y rebeldes a las fuerzas de la disciplina y la normalización. El predominio del trabajo inmaterial, del intelecto general, los ha convertido en cybercuerpos que se mueven libremente más allá de los límites que separaban al hombre de la máquina. Y en el nuevo orden de la globalización, se han creado nuevos circuitos de cooperación y colaboración, que se extienden sin distinción de naciones y continentes y hacen posible un número infinito de encuentros. No nos hemos vuelto iguales, sino que sobre la base de nuestras diferencias podemos comunicarnos y actuar juntos.
Es lo que ha conducido a Toni Negri a retomar el concepto de Multitud así entendido, para plantear que la multitud contemporánea no está compuesta por “ciudadanos”  ni por “productores”, pues se ha roto la distinción entre lo individual y lo colectivo, entre lo público y lo privado. Los muchos de la multitud ya no necesitan la unidad de la forma del estado-nacional, por que han reencontrado su unidad en las facultades genéricas de la especie humana. Estamos ante una multitud como un concepto de clase, ya no de la clase obrera, sino de la clase de todas las singularidades productivas, de todos los obreros del  trabajo material e inmaterial. Es una potencia ontológica que encarna un  dispositivo que busca representar el deseo de transformar el mundo.
La multitud como conjunto de singularidades vuelve a expresarse y no admite que sus diferencias sean reducidas a otra Unidad distinta de aquella que la precede: las facultades comunes propias de la especie. En tal sentido, desconoce la soberanía, pues puede regirse por sí misma,  puede ser carne viva que se gobierna a sí misma. Como tal, además, puede hacer realidad la democracia como gobierno de todos para todos. Siendo hoy la producción biopolítica, es decir que comprende todos los aspectos de la vida, la multitud es el sujeto común del trabajo, aunque siga sometida por la categoría de pueblo nacional.
A diferencia de lo que ocurrió en el siglo XVII cuando la burguesía como nueva clase social emergente, sobrepuso a la multitud una soberanía edificada sobre el concepto de pueblo nacional, hoy en la soberanía del nuevo orden global, la multitud irrumpe para imponer una sociedad alternativa que no disuelva las diferencias que se edifican a partir de nuestra unidad  como especie.
 LA OSCILACION AMBIVALENTE DE LA MULTITUD
Llegamos así a la ambivalencia descrita como un predicado o rasgo de la Multitud, sobre la cual insiste Virno en casi todos sus escritos, a propósito de las diferentes características de la Multitud contemporánea.
En textos recientes, Virno plantea como esa indagación sobre la “naturaleza humana” está enlazada con la lucha política.[15] No se trata, sin embargo, de la tontería de deducir una estrategia y una táctica políticas de los rasgos distintivos de nuestra especie[16]. Por el contrario, cuando la naturaleza humana, las aptitudes invariantes de nuestra especie son un recurso económico central del capitalismo postfordista, ella no es la solución sino parte del problema. La definición de Marx de que la fuerza de trabajo es “el conjunto de las capacidades psíquicas y físicas de un cuerpo humano”, se ha vuelto sólo hoy plenamente verdadera, pues es ahora cuando esas competencias básicas cognitivas y lingüísticas han sido puestas a trabajar. Por ello quien “descuida la indagación sobre la “naturaleza humana”, no está en condiciones de comprender las características sobresalientes de la fuerza de trabajo contemporánea. El panorama teórico actual está atestado de naturalistas ciegos a la historia y de historicistas que se indignan si se habla de naturaleza”.[17]
Pues bien, para Virno hay que luchar contra la carga destructiva inscripta en nuestra especie, con la “negatividad” de un ser dotado de lenguaje. Así como las aptitudes genéricas hacen posible la innovación, también alimentan la agresividad en los enfrentamientos entre semejantes, y de allí que “pensar que la multitud es absoluta positividad es una tontería inexcusable. La multitud está sujeta a disgregación, corrupción, violencia intestina”, [18] y tenemos que asumir la responsabilidad de “asumir toda la realidad de lo negativo, en lugar de excluirlo o velarlo”, pues conocerla nos puede servir para “inventar nuevos y más satisfactorios modos de vivir”[19]
La oscilación permitida por la Multitud en su ambivalencia, por ejemplo, da lugar a que a pesar de la crisis del estado central moderno, se reproduzca mediante una serie de metamorfosis inquietantes. Es el “Estado de excepción permanente”, como “uno de los modos en que la soberanía sobrevive a sí misma, prolonga indefinidamente la propia decadencia”, hasta el punto que reproduciendo el símil marxista de la propiedad privada superada por la misma propiedad privada en la sociedad por acciones, el “estado de excepción permanente” indica una superación de la forma-estado sobre la base misma de la estatalidad”. Aunque, también puede verse esa “perpetuación del estado, de la soberanía”, como “la exhibición de su propia crisis irreversible, de la plena madurez de una república ya no estatal”[20]
Del otro lado, está la aptitud de la multitud para la innovación y la creatividad. No son admisibles las comparaciones, pero si estamos ante un nuevo siglo XVII, se reedita bajo otras formas la necesidad de la manifestación de la Multitud sin buscar un Uno distinto de aquel que la precede, como lo ha sido desde entonces el pueblo. La Multitud de hoy, como la de ayer, está a la búsqueda de “fomentar el colapso de la representación política, no cómo gesto anarquista sino como búsqueda realista de nuevas formas políticas. Ya Hobbes se ponía en guardia contra la tendencia de la Multitud a dotarse de organismos políticos irregulares. Pero, es obvio que la democracia no representativa basada en el General Intellect es algo muy distinto de aquello contra lo que arremetía Hobbes. Nada de intersticial, marginal, residual: más bien, la concreta apropiación y rearticulación del saber/poder hoy congelado en los aparatos administrativos del Estado”.[21]
Existen muchas dificultades en esta materia, pues la Multitud rescatada como categoría histórica carece del léxico, del vocabulario conceptual adecuado, y de las codificaciones que sí ha adquirido el Pueblo a lo largo de los siglos, pero de todas maneras en medio de su ambivalencia la Multitud es extraordinariamente fértil, hasta el punto de que como lo afirma  Carl Schmitt, recordado por Virno, “si reaparece la multitud, desaparece el pueblo”: “La época de la estatalidad está llegando a su fin (…) El Estado como modelo de unidad política, el Estado como titular del más extraordinario de todos los monopolios, el monopolio de la decisión política, está por ser destronado”[22]
Pero, no se trata de un “antiestatismo ingenuo”, a partir de una supuesta bondad originaria de la multitud, sino siempre de cara a su ambivalencia, y teniendo en cuenta que la crítica radical del capitalismo es difícil, pues él valoriza a su manera la naturaleza humana. No podemos tampoco negar que las “instituciones” son decisivas, pues “son el modo en que nuestra especie se protege del peligro y se da reglas para potenciar la propia praxis”, pero “el desafío es individualizar cuáles son las instituciones que se colocan más allá del monopolio de la decisión política encarnado en el estado. O incluso: ¿Cuáles son las instituciones a la altura del “General Intellect” del que hablaba Marx, de aquel “cerebro social” que es, al mismo tiempo, la principal fuerza productiva y un principio de organización republicana?”[23]
LAS DIMENSIONES ANTICAPITALISTAS DE LA IZQUIERDA
Más allá de toda pretensión de otorgar a la izquierda un sentido unívoco, pues seguirá utilizándose la expresión con múltiples y variados matices, calificándola de mil maneras como democrática, popular, radical, proletaria, unida, revolucionaria, progresista, alternativa, etc etc, acogiéndonos al criterio de que su contenido es una opción política, su resignificación la entendemos necesariamente como una confrontación definitiva del sistema capitalista con los rasgos que ha asumido en nuestra contemporaneidad, de tal manera que la comprendemos y la asumimos en sus dimensiones anticapitalistas.
Es decir, aunque continuemos usando la expresión izquierda, enraizada en ese origen topográfico de la Asamblea Nacional de la Revolución Francesa, tenemos que identificarla ahora, más allá de la retórica del favorecimiento a los sectores populares, como la posición social y política de confrontación del sistema capitalista, en la perspectiva de superarlo y sustituirlo.
No se trata, en consecuencia, de aceptar la convivencia con el sistema capitalista aún vigente, pretendiendo ingenuamente que puede tener una faz benefactora de los excluidos y explotados, mediante reformas llamadas redistributivas o accediendo al poder del Estado para redireccionar su gestión. La acción, por el contrario, ha de descreer plenamente del paradigma del poder y de su entendimiento trascendente, para no detenerse en los vicios o perversiones de su organización y funcionamiento, que evidentemente existen y puede existir, ni mucho menos ambicionar que todo puede ser distinto si se accede a él. El objetivo debe ser construir otra forma de vida que corresponda al común y cuyas instituciones estén presididas por una democracia no representativa, en una esfera pública no estatal, que no repose sobre el monopolio de las decisiones ni mucho menos de la fuerza. Se aceptan sí las transiciones y las etapas intermedias, pero siempre hacia el mismo fin, así como las reformas, pero no como soluciones sino como instrumentos para garantizar el éxodo.
Tales dimensiones anticapitalistas si bien adquieren su particularidad en el contexto específico de cada sociedad, pueden dibujarse de manera más general teniendo en cuenta la realidad de la época actual del capitalismo a que hemos hecho alusión atrás, es decir pensando en la perspectiva de salir de ella hacia organizaciones societarias de signo alternativo. Con toda la cautela que en este caso se impone, y sólo en términos de formulaciones provisorias para el debate, consideraremos las que, a partir de las elaboraciones teórico-políticas en las cuales abrevamos, estimamos como cardinales para esa resignificación de la izquierda en nuestro tiempo.[24]
1.                 De las prácticas destituyentes a los procesos constituyentes
Como lo planteara Marx en una de sus cartas a Ruge[25], una nueva tendencia no debe anticipar dogmáticamente el mundo, sino buscar “encontrar el nuevo mundo a través de la crítica del viejo”, teniendo en cuenta que “construir el futuro y asentar todo definitivamente no es nuestro asunto”, pero en el presente debemos llevar a cabo “la crítica despiadada de todo lo existente”. En este sentido, en el necesario comienzo están las prácticas destituyentes de las instituciones vigentes y de las ideas dominantes.
Son esas prácticas de ruptura con lo preexistente, las que permiten expresar el deseo de una nueva sociedad y activar la potencia de generar, animar y regular nuevas formas de vida; las que crean circunstancias bajo las cuales pueden crecer relaciones más iguales, comunes y sostenibles; en fin las que crean la base real para nuevos procesos constituyentes que nos coloquen más allá de la realidad rechazada, sin que estos procesos se confundan con los denominados también constituyentes que conducen a la estabilidad y remozamiento de los estados nacionales, acudiendo como siempre a la idea democrático-representativa.[26]
La izquierda tiene que alentar esas prácticas destituyentes, es decir de crítica de todo lo existente,  con la ambición de encontrar, más allá de la resistencia y el rechazo, procesos constituyentes de una realidad nueva mediante la experimentación social y política. Nada ni nadie asegura el éxito, pero son el único camino del éxodo que en determinado momento histórico deben florecer. No son inútiles.[27]
En esa ruta de lo destituyente a lo constituyente, hay que encontrar acciones encaminadas  a “garantizar los derechos de la vida y proporcionar las necesidades para una existencia segura, saludable y digna”[28], que detengan “la degradación y la destrucción de especies vegetales y animales y la contaminación de la tierra y de los mares”; que satisfagan las necesidades humanas de alimentación, salud y vivienda, y que pongan fin a la guerra y al estado de guerra.
Como lo advierte Negri: “en este esfuerzo resulta absolutamente esencial el trabajo que muchos están llevando a cabo hoy en día, utilizando los medios legales de los sistemas nacionales e internacionales como una especie de contrapoder. Demandas colectivas contra las corporaciones contaminantes; demandas de derechos humanos contra la guerra, la tortura y los abusos policiales; y defensa de refugiados, migrantes y presos; estas acciones usan el poder del juez contra el rey, explotando elementos del sistema jurídico contra el poder soberano. Sin embargo, aunque sean esenciales, las operaciones de esos contrapoderes son siempre limitadas y están circunscritas por el poder soberano al que apelan, ya sean los Estados-nación o los sistemas internacionales. Por añadidura, su poder se ve cada vez más limitado a medida que los poderes soberanos de los Estados-nación y de las organizaciones internacionales se ven hoy progresivamente mermados”.
“La biopolítica necesita armas de coerción a su disposición, más allá de los medios de apelación proporcionados por el derecho nacional e internacional, para construir contrapoderes. Los contrapoderes democráticos  deben ser capaces de forzar a las corporaciones y a los Estados-nación a abrir el acceso al común, a repartir la riqueza equitativamente al objeto de que todo el mundo vea satisfechas sus necesidades básicas, y de detener la destrucción y reparar el daño hecho a los sistemas sociales y los ecosistemas, a las poblaciones y al planeta. ¿Cómo pueden ser construidos esos contrapoderes y de donde sacan su fuerza? No tenemos claro como habrá de ocurrir esto. Pero lo que está claro son las necesidades urgentes de la humanidad y de la tierra, y las incapacidades de todos los poderes existentes para satisfacer esas necesidades”.
“Todo esto es una de las principales preocupaciones de quienes están en la lucha hoy. Toda persona que haya siquiera pasado por una acampada ha batallado con estos problemas. Y tienen además otra preocupación, más local e incluso mundana: ¿Qué significa contrapoder, y que tipo de fuerza es adecuada cuando la policía ataca y las fuerzas del orden intentan desalojarles? Tampoco tenemos una respuesta satisfactoria para esta pregunta, tan solo la convicción de que los pacientes procesos constituyentes deben verse complementados por contrapoderes inmediatamente activos”.[29]
2. La construcción de nuevas categorías.
Poniendo siempre el acento en que son las experiencias colectivas de éxodo las que deben desembocar en nuevas categorías, que no son, por lo tanto, creaciones del espíritu ni elaboraciones conceptuales de mentes lúcidas, ni obra de pensadores o filósofos, la izquierda debe contribuir a ese proceso eliminando de su accionar todas aquellas abstracciones que han acompañado y fortalecido la idea del Estado nacional, fundamentado en el pueblo como Unidad que borra la realidad primera de la Multitud. En esta misma dirección, deberá insistir en la singularidad como predicado de la Multitud para oponerla a la idea de individuo construida por el liberalismo. En lugar de los individuos como origen primario de una Unidad posterior que los somete y domina, como lo ha sido y sigue siéndolo el Estado, hay que tener como punto de partida nuestra singularidad que sólo reconoce como Unidad nuestras aptitudes genéricas como especie.
La izquierda ha de enarbolar un discurso sobre las singularidades y no sobre las individualidades a la manera liberal, para así reconocer el ser de la Multitud, como expresión de clase, y no continuar valorando la categoría pueblo, fuente de los lazos de dominación que cristaliza el Estado, ni mucho menos permitir el advenimiento de otra forma de Unidad que la desconozca y la someta. Sólo reconociéndonos como singulares y no como individuales, podremos en verdad estar juntos, formar parte del común. “Solo una subjetividad singular descubre que no hay acontecimiento sin una recomposición con otras singularidades”.[30]
Hay que abrir perspectivas para la expresión de los muchos, es decir de las singularidades que como conjunto constituyen la Multitud, aunque aún sigan enlazadas por la Unidad que representa la categoría de pueblo nacional. Frente a ellos, la izquierda debe reconocer las diferencias irreductibles de los seres humanos, impidiendo que  se borren en virtud de unidades integradoras. Ha de tener vigilancia sobre la unidad nacional y sobre todo sobre su exacerbación nacionalista, que abunda tanto en la derecha como en muchas formas de la izquierda. Todo ello para contribuir a que se despliegue la Multitud con su riqueza, controlando su ambivalencia.
3. Contra la máquina democrático-representativa.
A partir de la atomización individual y de su doble presencia en las esferas civil y política que caracteriza la organización capitalista, se admite la participación individual a través del mecanismo de la representación, núcleo de la ideología democrática. Es la realidad teorizada por quienes construyeron las elaboraciones del contrato o pacto social en su múltiples versiones, a la manera hobbesiana o rousseauniana, por ejemplo, repetidas y coreadas luego por todos quienes afirman acercarse al Estado como objeto de conocimiento, con muy pocas excepciones.
Conforme a tal ideología los individuos construyen una voluntad general diferente de las voluntades particulares, cada uno se niega  así mismo para permitir que se entronice el Estado y su orden jurídico; abren el camino a una institucionalidad que se desprende de su fuente originaria y que puede hasta llegar a desconocer  o a desbordar a las individualidades que son sus gestoras. Para ese efecto funciona la teoría de la representación, que aunque se inspire en la figura del mandato individual, se desdibuja en la anonimia de la comunidad ciudadana nacional, para que se borre toda posibilidad de remisión a las singularidades originales. Así funciona, entonces, la esfera representativa del interés general , separada y distinta de la voluntad de quienes contribuyen a su organización y a su funcionamiento que, además, explica y legitima la existencia de un cuerpo especializado de representantes, la clase política, que responde a la imposibilidad de que exista un vínculo real entre el Estado y las singularidades; un verdadero tránsito metafísico de la “voluntad de todos” que constituye la sociedad a la “voluntad general”, es decir, la voluntad de los preseleccionados por todos  pero que no responden ante nadie”[31] .
Todo ello nunca lo ponemos en duda; por el contrario siempre lo reiteramos y fortalecemos. “No nos inquieta el esquema, que de manera expresa admitimos, sino sus elementos circunstanciales y aleatorios, como la composición de la clase política, su renovabilidad, la mayor movilidad para acceder a ella, la pureza de sus comportamientos, la duración de su “mandato”, la objetividad de su selección, la eliminación de las prácticas viciosas de participación electoral, etc.”[32]
Pues bien, gracias precisamente a las expresiones recientes de la multitud en todas las latitudes y ante sociedades estatales con regímenes distintos, la verdadera Izquierda de los movimientos ha abierto ya el camino de ruptura y de confrontación del sistema representativo. Obviamente, a ello ha contribuido el derrumbe de la soberanía estatal por el paso avasallador del gobierno global aún en proceso de construcción de su institucionalidad,  que ha permitido que las decisiones ya no circulen por los cuerpos representativos de los Estados nacionales y que no se apele para legitimarlas a la función representantiva. Ahí están las consignas que evidencian ese encuentro de ruptura: “que se vayan todos!”. “Esa deuda no es nuestra, no la pagamos!”. “Democracia real ya!”.
Este es un horizonte nuevo de la Izquierda. Aún cuando muchas de las  orientaciones en este campo no pueden estar desligadas de la problemática de cada sociedad particular, en términos generales puede decirse que la izquierda debe denunciar la significación del régimen representativo y no sólo sus vicios, deformaciones e imperfecciones; descalificar la utilidad real del régimen de partidos, más allá de las fórmulas múltiples que pueden regularlo; confrontar todo régimen autoritario y de excepción; controvertir todas las tendencias, reformas y políticas adecuadas a la transformación capitalista en curso; advertir los peligros de cooptación e ideológicos que se esconden tras las llamadas formas de democracia participativa y comunitaria; deslegitimar la viabilidad de soluciones reales mediante reformas constitucionales o legales o políticas públicas, bajo el actual sistema de organización social-productiva y el régimen político vigente; evitar la celada del reordenamiento del sistema político para atender sus anomalías tales como el clientelismo, la corrupción, el burocratismo, etc; controvertir y rechazar las nuevas formas del orden capitalista global; considerar la posibilidad de construir formas de transición en la dirección señalada por el éxodo; y en fin impulsar etapas  de transición postcapitalista cuando las condiciones así lo exijan y lo permitan.
4. De lo público y lo privado a lo común.
La gran transformación del capitalismo en la época que vivimos, ha determinado que el Estado-nación ya no esté en capacidad de ejercer el control de la relación del capital, pues las luchas obreras internas a que dió lugar el Estado-nación así como las luchas antimperialistas y anticoloniales, agotaron esa forma histórica como modalidad garante del desarrollo capitalista. Ha llegado a su fin la fase imperialista del desarrollo capitalista, entendida como proceso expansivo del poder del Estado-nación y, de igual manera, ha concluido el mundo del “socialismo real” cuya soberanía hizo crisis por la reivindicación de libertad.
La subsunción real del trabajo al capital iniciada por el maquinismo, ahora ha comprometido a todo el conjunto de la vida social, de tal manera que la explotación ya no remite a la teoría del valor-trabajo y a la relación salarial clásica, pues ha quedado atrás la prevalencia del trabajo material sustituido por la dominación hegemónica del trabajo inmaterial. Estamos en la “época de la producción biopolítica”.
Es por ello que la Izquierda tiene que dar una respuesta nueva y satisfactoria a la caducidad de las categorías con las cuales se comprendía la explotación capitalista en otro momento. El clásico concepto marxista de plusvalía ya no da cuenta de la realidad, ni apoya la acción política, como empezó a pensarlo Negri en su obra “Marx más allá de Marx”[33], concebida y escrita en la prisión. Según su expresión hay que “reconocer que el sujeto del trabajo y la rebelión han cambiado profundamente”.
Es en ese contexto donde reaparece la Multitud, desligada por completo de lo que significa en el mundo pre-social hobbesiano (en el cual es igual a la plebe o al pueblo que el Estado domina); recuperándose así el verdadero contra-pensamiento de la modernidad concebido por Spinoza. La multitud en la sociedad posmoderna le «quita al poder toda transparencia posible”, y hace que “sólo pueda ser dominada en forma parasitaria y por tanto feroz”. La multitud debe encontrar la forma de erigirse como sujeto político, debe llegar a ser Posse[34], el poder de la multitud, que integre ser y conocer.
La multitud contemporánea no está compuesta por “ciudadanos”  ni por “productores”, pues se ha roto la distinción entre lo individual y lo colectivo, entre lo privado y lo público. Los muchos de la multitud ya no necesitan la unidad de la forma del estado-nacional, por que han reencontrado su unidad en las facultades genéricas de la especie humana. Estamos ante una multitud como un concepto de clase, ya no de la clase obrera, sino de la clase de todas las singularidades productivas, de todos los obreros del  trabajo material e inmaterial. Es una potencia ontológica que encarna un  dispositivo que busca representar el deseo de transformar el mundo.
La multitud como conjunto de singularidades vuelve a expresarse, y no admite que sus diferencias sean reducidas a otra Unidad distinta de la que la precede y que remite a su comunidad como especie. En tal sentido, desconoce la soberanía, pues puede regirse por sí misma,  puede ser carne viva que se gobierna a sí misma. Como tal, además, puede hacer realidad la democracia como gobierno de todos para todos. Siendo hoy la producción biopolítica, es decir que comprende todos los aspectos de la vida, la multitud es el sujeto común del trabajo, aunque aún siga sometida por la categoría de pueblo nacional.
A diferencia de lo que ocurrió cuando la burguesía como nueva clase social emergente, sobrepuso a la multitud una soberanía edificada sobre el concepto de pueblo nacional, hoy en la soberanía del nuevo orden global, la multitud resurge para imponer una sociedad alternativa que no disuelva las diferencias que se edifican a partir de nuestra unidad  como especie.
Es esa multitud que va al rescate de lo común, con todas sus implicaciones en los movimientos que hoy se escenifican en todas las latitudes, y que son definitivamente al mismo tiempo la realidad y el porvenir de las luchas anticapitalistas en el mundo global al cual pertenecemos.
El capitalismo contemporáneo ha llevado a desdibujar casi por completo la noción de lo público por oposición a lo privado, haciendo añicos esa distinción y evidenciando que lo público nada tiene que ver con el interés general. En ese proceso se observa, por lo tanto, no sólo un traslado amplio y progresivo de sectores abandonados por el Estado al ámbito de la empresa privada, sino una redefinición de las instituciones públicas para acercarlas al carácter y a la lógica empresariales, hasta el punto que en la práctica en nada se distingan de aquellas, salvo por la formalidad jurídica de su origen y naturaleza. Ese es el verdadero sentido de la privatización: no se trata sólo que agentes privados asuman la producción de determinados bienes y servicios, sino también que las entidades públicas continúen atendiendo algunas de esas producciones pero bajo reglas de operación análogas a las privadas.
La Izquierda está en capacidad, por lo tanto, de ir más allá de la separación entre lo público y lo privado que estructuraba la organización capitalista y, sobre todo, de evitar caer en la valoración y sublimación de lo público, cuya realidad se ha evidenciado como desligada totalmente del “interés general” que proclama ideológicamente. Debe tener la audacia de ir en pos de lo común, no sólo en términos de acceso a los bienes naturales o construidos socialmente, sino de una gestión no privada ni estatal de los mismos, confiada a las prácticas autónomas y verdaderamente democráticas del obrar común.
COLOFON
Todo lo dicho sabemos que adolece de muchas deficiencias y limitaciones, atribuibles a factores personales, pero sobre todo a las dificultades planteadas por la comprensión y reconocimiento  de la nueva época del capitalismo. El mensaje principal, sin embargo, va dirigido a plantear para la izquierda un camino que la conduzca a abandonar la vieja tendencia de aspirar a tomar el poder, que bien sabemos siempre ha concluido en reemplazar a los capitalistas en la gestión del mismo sistema, para situarse en la ruta de la búsqueda de lo común, que no es lo mismo que lo colectivo o lo público como agregación de individualidades; común que es el único espacio posible para que se despliegue un proceso constituyente, que sea respuesta alternativa a la modernidad capitalista sumida en una crisis para la cual no tiene diagnósticos ni recetas.


[1] No hay que dejar de lado tampoco, que en esa distinción también influye el simbolismo tradicional de la «diestra» y la «siniestra», por la práctica en los templos cristianos conforme a la cual  los fieles de las clases más solventes  ocupaban los bancos de la derecha (respecto del Altar) y los fieles de las clases más «populares» los lugares situados más a la izquierda del templo.BUENO,Gustavo.En torno al concepto de «izquierda política». Fundación Gustavo Bueno. Oviedo. 2001.
[2] BOBBIO, Norberto. Derecha e Izquierda. Edit Punto de Lectura, Madrid, 2000.
[3] BUENO, Gustavo. Op. Cit.
[4] NEGRI, Antonio. Fabrique de Porcelaine. Ed. Stock, Paris,2006.
[5] MONCAYO, Víctor Manuel. Hacia una nueva gramática del Estado en América Latina, en América Latina en Disputa. Seminario Marx Vive. Edit Universidad Nacional de Colombia. Bogotá, 2012.
[6] MONCAYO, Víctor Manuel. Transformaciones del capitalismo, conocimiento y formación académica, en Trabajo y Capital en el Siglo XXI. Ed. ILSA, Bogotá, 2010. En este escrito se plantea este proceso de transformación, al cual remitimos al lector, dado que su presentación y análisis desborda los límites del presente artículo.
[7] MONCAYO, Víctor Manuel. El Leviatán Derrotado. Ed Norma, Bogotá, 2005 y Hacia una nueva gramática del Estado en América Latina, en América Latina en Disputa. Seminario Marx Vive. Edit Universidad Nacional de Colombia. Bogotá, 2012.
[8] A este respecto es iluminador el análisis iniciado por Negri en su obra Fabrique de Porcelaine: esa interpretación puede encontrarse tanto en la posición liberal-funcionalista de corte weberiano, como en el esquema conservador y totalitario de Schmitt, como en la perspectiva revolucionaria de Lenin. Ver op.  pp 17 y ss.
[9] HOLLOWAY,John. Cambiar el mundo sin tomar el poder. Ediciones El Viejo Topo, España, 2002. p 33.
[10] VIRNO. Paolo. “Crear una nueva esfera pública sin Estado”, en Clarín, Buenos Aires, diciembre 24 de 2004
[11] Al respecto VIRNO advierte: “La multitud no tiene el problema de tomar el poder, tiene el problema en todo caso de limitarlo y hacer decaer el Estado construyendo instituciones y una esfera pública fuera de él. Entonces, desde ese punto de vista el enemigo está, pero se parece más al faraón del Libro éxodo de la Biblia que persigue un éxodo, una fuga. No se trata de una fuga en el espacio. Es una fuga en el sentido de salir de las categorías de las instituciones estatales. Enemigo hay, pero ya no es el enemigo que está enfrente  y ha constituido el modelo de las guerras civiles o está detrás de la idea de la toma del poder. Es un enemigo que traba, sabotea la construcción de democracia no representativa, de nuevas experiencias comunitarias.”Ver Entrevista a Paolo VIRNO, “Crear una nueva esfera pública, sin Estado”. Op.cit.
[12] SPINOZA, Barutch. Etica demostrada según el orden geométrico. Ed Orbis.Hispamérica. Buenos Aires, 1983.
[13] VIRNO, Paolo. Ambivalencia de la Multitud. Ed. Tinta Limón. Buenos Aires, 2006.
[14] HOBBES, Thomas. El Leviatán. Ed FCE, México, 1998.
[15] VIRNO, Paolo. Ambivalencia de la Multitud. Editorial Tinta Limón, Buenos Aires, 2006. p 6
[16] En opinión de VIRNO esto es “lo que hace CHOMSKY (admirable, por otra parte, por el vigor con el que pelea contra los canallas de la administración de los Estados Unidos) cuando dice: el animal humano, dotado por motivos filogenéticos de un lenguaje capaz de hacer cosas siempre nuevas, debe batirse contra los poderes que mortifican su congénita creatividad. Buenísimo, ¿pero que ocurre si la creatividad lingüística se vuelve recurso económico fundamental en el capitalismo posfordista?”. VIRNO, Paolo. Ambivalencia de la Multitud. Op. Cit. p 6.
[17] VIRNO, Paolo. Ambivalencia de la Multitud. Op. Cit. p 7. El subrayado es nuestro.
[18] VIRNO, Paolo.Ambivalencia de la Multitud. Op.cit.  p 9.El  subrayado es nuestro.
[19] VIRNO, Paolo.Ambivalencia de la Multitud. Op. Cit. P-9.
[20] VIRNO, Paolo.Ambivalencia de la Multitud. Op.cit  p 10 y ss.
[21] VIRNO, Paolo. Gramática de la Multitud. Ed. Colihue, Buenos Aires, 2003. Op.cit. p 37
[22] VIRNO, Paolo. Gramática de la Multitud. Op.cit. pp 38.39
[23] VIRNO, Paolo. Ambivalencia de la Multitud. Op.cit  pp 11 y ss
[24] Ver intentos de replanteamiento de la Izquierda cercanas a esta aproximación.WALLERSTEIN, Immanuel. Una política de Izquierdas para una época de transición, en Movimientos de Resistencia al Capitalismo Global. Dialnet, Madrid, 2005. Y NEGRI, Antonio y HARDT, Michael. La constitución del común y las razones de la izquierda. Traducción: César Altamira. Publicado en el sitio Uninomade 2.0 http://uninomade.org.
[25] MARX, Carlos. Escritos de Juventud. Fondo de Cultura Económica. México, 1982. Ver Carta de septiembre de 1843- Anales Franco alemanes 1844.
[26] HARDT, Michael y NEGRI, Antonio. Declaración. Ed. Akal, Madrid, 2012. p.64.
[27] HARDT, Michael y NEGRI, Antonio. Declaración. Ed. Akal, Madrid, 2012. pp 59-60.
[28] HARDT, Michael y NEGRI, Antonio. Declaración. Ed. Akal, Madrid, 2012. p.64.
[29] HARDT, Michael y NEGRI, Antonio. Op cit pp. 66-67
[30] HARDT, Michael y NEGRI, Antonio. Op cit pp. 40-41.
[31] HARDT, Michael y NEGRI, Antonio. Op cit p. 35.Los autores agregan: “Como dice Carl Schmitt, representar significa hacer presente una ausencia o, en realidad, a nadie en concreto. La conclusión de Schmitt es perfectamente coherente con los presupuestos de Rousseau, que a su vez se expresan en la constitución estadounidense y en las constituciones de la Revolución Francesa. La paradoja de la representación es completa. Lo único que sorprende es que pudiera funcionar durante tanto tiempo y, en su vaciedad, solo podía hacerlo respaldada por la voluntad de los poderosos, de los poseedores de riqueza, de los productores de información y de los instigadores del miedo, predicadores de la superstición y la violencia”.
[32] MONCAYO, Víctor Manuel. El Leviatán Derrotado. Op. Cit. p.67.
[33] NEGRI, Antonio. Marx au-delà de Marx. Ed Cristian Bourgois. Paris, 1979.
[34] Nombre de la revista italiana que dirigió y animó Antonio NEGRI.

La frente (y la) marchita: duelo del kirchnerismo

Por Juan Pablo Maccia


Agua mineral, natural. Mirada perdida: “no me aguanto más este juego, los guachos ganan una y otra vez, como si el 54% no significara nada ¿Qué quieren que desconfiemos de la democracia, que busquemos otros medios?”. Así escucho a mi prima Laura, luego de un par de meses de ausencias. Empujada por una angustia que viene de lejos, su discurso se extravía. No es que los índices electorales no den derechos, sino que la representación es más compleja de lo que aparenta. En democracia, sí señorita, votan a los mismos candidatos personas muy diferentes. La cantidad, por eso, no se traduce tan fácilmente en radicalidad. Agreguemos el hecho de que quienes votan a otras fuerzas participan también de la síntesis institucional. La democracia es así, es esto, Lau.
Antes de partir, veía posibilidades para que se realicen mis deseos políticos: la reelección presidencial de Cristina. Ahora, regresando, dudo bastante de que la cosa se nos pueda dar. Los problemas de la economía –el dólar, la inflación- abandonan, a una velocidad inusitada, toda pertenencia al mundo técnico-monetario, y al de la gestión administrativa del estado para ocupar un lugar central en la gestión de los ánimos. El domingo, cuando por fin pude ver la nueva temporada de la serie que conduce Lanata me quedé pasmado. El juego ha alcanzando una sutileza y una agresividad que no esperaba. Ya no se lucha por construir alternativas, sino que se apunta a destruir la fuerza del gobierno, de desmoralizarlo. ¿Golpismo? No, algo mucho más elemental: desafección.  
La cosa se da así. En las filas del kirchnerismo son varios los militantes que creen, los más peronistas, que Néstor era mejor que Cristina. Que era más astuto, más atento a los grises, mejor conductor, más prolijo para los cierres. No estoy de acuerdo. Creo que los compañeros que así piensan  –los hay, incluso, que elogian la torpe verba de Néstor, convirtiendo al hombre sin oratoria en un Bartleby patagónico- exageran el valor del tartamudeo en política. Romanticismo. El asunto no es para inocentes. La reivindicación mítica del ex presidente fallecido se ha transformado en el mejor flanco de ataque al gobierno. Sea Mujica “La vieja es mas terca que el tuerto”, o Lanata (diciéndole “chorro” al fantasma de Néstor). Los compañeros que en secreto más añoran a Néstor constituyen, mutantis mutando, el recurso afectivo más valioso para atacar a Cristina, porque de ella se trata.
***
Conviven en su habitación sin aparente fastidio las obras de Adorno y las fotos de Néstor Kirchner. Soy demasiado laico para dejarme afectar en lo personal por un presidente que ya no es. A lo sumo he echado lágrimas adolescentes frente a la imagen heroica de algún revolucionario ido. Será esa relativa insensibilidad la que me hacer ver estas cosas con una perspectiva de cierta distancia. Cosa que Lau (sólo a veces) agradece.

Lo cierto es que haber construido de Néstor un mito en donde amparar a la desprovista subjetividad política kirchnerista implicó, a la corta, ofrecer un inesperado flanco de ataque. En efecto, lo que hace la parte más astuta de la oposición es intentar bloquear el único proyecto serio oficial (la re-re de Cristina) a través de un trabajo de demolición de la escasa mitología k. Se trata de desacreditar la legitimidad simbólica (y los afectivos que la sostienen) a fin de desacreditar toda connotación valorativa positiva vinculada a las políticas en marcha para gestionar la crisis. La tesis opositora apunta a desnudar una supuesta falla psicológica en la estructura de la personalidad oficialista: la falta sustento racional y coherencia práctica en las políticas oficiales explicaría una creciente fuga espiritual hacia la figura del líder fallecido.
En el fondo, se trata de distinguir al interior de un mismo llanto, las diferencias entre las lágrimas de cocodrilo vertidas por Néstor, de las que infundieron lealtad al General Perón. Con Perón muerto, no hay viuda que resista. No es sólo que la primera presidenta haya sido Isabel. Eva y su amor a Perón, tampoco hubiesen podido. Esto es lo que no saben quienes –como Lau- lloran ante una foto. Que Néstor no es Perón. Y más importante aún,  que Cristina no es la “leal” mujer del líder.  
***
Los libros de Adorno deberían tomar la palabra. No sólo la razón occidental, instrumental, está en crisis, sino también la sentimentalidad que la sostiene y compensa. Me refiero al peronismo, claro. Ni Néstor es Perón, la conducción, el padre eterno, un Cristina es Evita, amor obrero, gran mediadora, servil del patriarca. Siendo muchos menos, Néstor y Cristina han logrado ser más: él frágil para Jefe, ha protagonizado una política de afectos anti-militares que alcanza incluso al General del Pueblo; ella conduce, y lo hace con una decisión que cualquier de esos progresistas que anda por ahí añorando la superación del peronismo debiera sacarse el sombrero.
Sucede que esta conducción post-peronista irrita a los compañeros más sensibles, no son pocos. ¿Qué de donde le viene este “post?”. Es claro: del 2001. Digan lo que digan los compañeritos de larga memoria, Cristina representa –solita en el sistema de partidos- la ruptura del 2001 con el peronismo.
Solo a un cuadro amasado en las arenas del viejo peronismo le era dable realizar, sin estar destinado a ellos, el milagro histórico de dirigir al peronismo desde un exterior que lo supera. Si me apuran afirmaría que la felicidad que movilizó en la tristeza a los cientos de miles jóvenes que desfilaron ante el féretro de Néstor ofrendaba, desde lo más hondo, sus cuerpos y corazones para trazar, a partir de lo conquistado una política ya-nunca-mas-peronista. Hacer de Néstor un mito no suponía necesariamente hacer peronismo. Sostengo, al contrario, que la operación consagratoria iba dirigida a hacer lugar en el santoral de un nuevo movimiento desplazando hacia el fondo la figura del primer trabajador.
***
El juego de las lágrimas es demasiado complejo, demasiado sutiles los intercambios en la serie de los nombres y los rostros. Los compañeros que así no lo entienden (y el propio discurso del comandante Chávez fallaba a menudo al respecto cuando a Perón de un modo que nuestra presidenta no acostumbra) le hacen el caldo gordo a la vuelta del peronismo, máxima aspiración estratégica de la derecha argentina.    
Como nunca ser peronista es hoy dejar de serlo. El peronismo es el ancla y la hipoteca más reaccionaria para quienes movidos por la sensibilidad social y las tentativas de justicia política intentan renovar las posibilidades espacio-temporales de la emancipación: el peronismo es nacional, mientras que el kirchnerismo de Cristina es regional; el peronismo soñado es mejora subordinada de los trabajadores, mientras que el kirchnerismo soñado por Cristina tiene como condición ineluctable la centralidad creciente de un proletariado plebeyo extendido en los territorios (cosa ante la cual reaccionan no sólo los mediocres dirigentes de la CGT oficialista sino, sobre todo,  dirigentes como Moyano, el heredero de José Ignacio Rucci); el peronismo es, en su memoria, fiesta y goce, acompasada con una dosis nada menor de social cristianismo, mientras que el kirchnerismo de Cristina es un jardín de mil flores, laico y racionalista, fundado en una conciencia profunda del lugar de los derechos humanos y sociales; el peronismo es estado-céntrico y keynesiano (cuando no mercado-céntrico y neoliberal), mientras que el kirchnerismo de Cristina es tanto postestatal como postmercantil, en la medida en que utiliza al estado y al mercado a fin de realizar un programa abierto y en construcción que intenta desbordar ambas categorías.
***
Sucede últimamente a los más entrañables cuadros del kirchnerismo una desagradable pérdida del buen humor. Justo ellos, que lo tuvieron más que nadie. El humor, recordémoslo, es una condición estricta para superar la lógica formal. Sólo quien puede reír con ganas es apto para el pensamiento paradojal. Perder esta batalla es adocenarse en el más rígido de los pensamientos.
Y eso es lo que no deben lograr los ataques enemigos. Sean las valijas (esa forma nómade y viajera de la riqueza colectiva), la insípida reforma de la justicia, la postergada ley de medios, se trata, aquí y allá de ensuciar la voluntad reformista y democratizadora sin la cual el sentido mismo y la justificación histórica del kirchnerismo no serían nada. 
Algo debemos estar haciendo mal, intuyo, cuando la única literatura política con pretensiones estratégicas que recibo, convaleciente, en mi cristiana Santa Fe cristiana llevan la firma de José Pablo Feinmann, Hernán Brienza o de Ricardo Foster: egocentrismo, cinismo, filisteísmo rabínico.  No son, le digo a la embelesada Lau, los mejores perfiles para atravesar discursivamente este momento difícil de la vida del país. La autocomplacencia -estética e ideológica- es la peor de las enfermedades que hace nido en lo más íntimo de nuestras fuerzas.
***
Economía, corrupción, peronismo, república y medios. No es un combo fácil. Y no es bueno responder a los ataques arteros con boludeces de bajo calibre. Enfrentamos una tentativa para destruir el proyecto de los movimientos sociales argentinos. Precisamos relanzar una ofensiva en todos los frentes. Una ofensiva capaz de reponer la “diferencia” que caracterizó al proyecto kirchnerista en todos los planos. A nivel económico debemos apuntalar la infraestructura de la vida popular y combatir sin embragues la inflación, en lugar de insistir tanto en lastimosas políticas “sociales”, o en garantizar “confiabilidad” a los dueños del capital; en el judicial, debemos dar un contenido efectivamente popular a la “democratización” a partir del mapa de las luchas contra el delito social, institucional y económico; en el mediático es urgente reponer la superioridad moral e intelectual de un proyecto que pueda dibujar la diferencia entre la vida del común y el cinismo neoliberal; en el plano simbólico debemos abandonar el ensalzamientos canónico de Néstor y producir nuevos referentes legítimos del proyecto que expresen la radicalización de la lucha por nuevos derechos sociales; y en el político, esto es lo más difícil, pero también lo más importante, debemos redoblar esfuerzos por reforzar el objetivo táctico de la alicaída re-re-elección de Cristina.
Lau sonríe ante semejante programa. Cree, además, que está en marcha. Le pregunto: ¿Quién se toma en serio estas tareas? La Cámpora, responde. No es suficiente, me digo. El peronismo aliado de los Scioli/Massa siguen siendo los más temibles amigos. El FPV a lo Tomada (cuyas conocidas  conversaciones con el convicto Pedraza resuenan aún, amargas, entre los más sanos cuadros del FpV de las provincias) deprimen. Lo mismo el periodismo staliniano de la TV pública dedicado casi toda una semana a perseguir ideológicamente a un triste movilero del propio canal.
La iniciativa ahora mismo la tiene la economía: es el equipo oficial y la propia presidenta la deben mostrar triunfos inmediatos. No hay mucho más tiempo. La gente banca, por suerte, pero se requieren signos claros. Estamos en tiempo de descuento, haciendo literatura sin escritores. Somos, ahorita, como Don Quijote sin Sancho ni romanticismo. No es que los molinos sean ilusorios, sino que –a pesar de tanto Néstor-nauta- se ha apostado todo al héroe solitario. Abajo, a media altura, la burocracia y el facilismo pueden arruinarlo todo. Eso es lo que entiende Laura.

Entrevista a Toni Negri: vanguardias artísticas y experiencias políticas

Por Raúl Sánchez Cedillo
Hemos entrevistado a Toni Negri en busca de un punto de vista crítico-biográfico sobre las relaciones entre las vanguardias artísticas y las experiencias políticas de autonomía obrera de la segunda mitad de los años 60 y principios de los 70 en Italia. Relaciones de influencia, de comunicación y de afinidad política. Pero también relaciones de tipo conceptual: los temas de la abstracción capitalista del trabajo (y por ende de la explotación) respecto y contra el valor de uso del trabajo colectivo tanto en la práctica artística como en la fábrica social del fordismo-taylorismo tardío. Cuentan también los nexos locales y geográficos entre personas y grupos en un determinado momento, así como los acontecimientos en los que tensiones de la crítica artística se politizaron, encontrándose con dispositivos del movimiento obrero y estudiantil, donde las protestas contra la Bienal de Venecia de 1968 ocupan un lugar ejemplar, pero donde también podemos encontrar otros ejemplos, circunstancias y encuentros de este tipo, menos conocidos, pero tal vez más ricos en detalles, indicios y matices.
¿Cuál fue, en vuestra experiencia operaista de los años 60 (con las revistasQuaderni rossi, Classe operaia), el impacto, la influencia y la colaboración con grupos artísticos de vanguardia? ¿Cuáles fueron entonces los encuentros, citas y acontecimientos importantes a este respecto, incluida la Bienal de Venecia de 1968?
En los años 60, en el Véneto tan solo existía aquel Potere operaio véneto-emiliano, el único que intervenía en el Petroquímico de Marghera, y un pequeño partido marxista-leninista, Viva il leninismo, que estaban completamente ausentes del ámbito cultural, con la excepción de uno de sus miembros, Enrico Duse, que era un magnífico musicólogo, pero limitado a la música veneciana del siglo XVII. También estaba un extraordinario filósofo, Ferruccio Rossi-Landi, que era analítico pero estaba trasladando su discurso hacia el lenguaje, y que estuvo muy presente en el debate entre la filosofía analítica y la filosofía política o, para ser más exactos, la filosofía marxista. A su vez, en el terreno cultural los movimientos, entre Venecia y Padua, estaban emprendiendo esa suerte de reconstrucción del marxismo que fue el operaismo, esto es, una reconstrucción bastante sofisticada del discurso marxiano, después de haberse distanciado de manera nítida de la dogmática tanto soviética como del PCI. El momento de ruptura profunda fue en 1956: el momento en el que una buena parte de los intelectuales italianos se apartan del togliattismo. De mis recuerdos vénetos en particular rescato cosas muy extrañas: por ejemplo, estaba el grupo de Venecia, compuesto por Tinto Brass, que luego empezaría a hacer películas pornográficas, y que entonces hacía películas muy hermosas, entre ellas una que se llamaba Chi lavora è perduto (1963), que se coloca plenamente dentro de la temática del rechazo del trabajo. Allí estaba también Corto Maltés, es decir, Hugo Pratt, que formaba parte de nuestros grupos. En aquel periodo hay algo que no es ni completamente nuevo ni completamente viejo, como aquel grupo en torno a Teresa Rampazzi, que colaboraba con Il progresso veneto (y, por lo tanto, con Potere operaio veneto), una personalidad muy importante que hacía de enlace o, si se quiere, de mediación entre Luigi Nono y John Cage. Ella trajo a John Cage a Padua y era amiga-enemiga de Nono. Pero pensemos también en el Gruppo 63’, que era importante en el Véneto, aunque menos de lo que suele pensarse. Y luego está todo cuanto sucede en torno a las Bienales, la cinematográfica y sobre todo la pictórica. Hay una enorme diferencia entre la intensidad del mercado y de las propuestas que vienen de la Bienal y del Guggenheim y las tradiciones y la continuidad de la pintura tradicional. A este respecto hay dos personalidades muy importantes de la izquierda que son, por un lado, Giuseppe Zigaina, un realista que se aproxima al expresionismo, y Emilio Vedova, comprometido con los movimientos.

Puede decirse que en la Bienal de Venecia de 1968, en la primera fase, es decir, la dedicada a la pintura en junio, la resistencia es organizada, junto a los estudiantes, por Nono y Vedova. ¡Son ellos los que dirigen incluso los enfrentamientos físicos! Son ellos los que se defienden con las sillas de los grandes cafés de la Plaza de San Marcos, donde la policía se ve obligada al cuerpo a cuerpo, porque allí no pueden acceder con las furgonetas ni las tanquetas de agua. Para nosotros, los que estábamos vinculados a las fábricas, todo esto nos resultaba muy divertido. Estábamos completamente de acuerdo y les apoyábamos, pero lo veíamos con un cierta ironía. Era una revuelta de la cultura, sacrosanta, importante, pero no hay que olvidar que ellos mismos formaban parte del mercado. También ellos se reían de sí mismos: Nono, que era un comunista muy sólido, muy centroeuropeo, se ríe también de sí mismo, de esa revuelta de la cultura. Sin embargo, a finales de agosto, cuando comienza la Bienal del cine, la cosa se torna más seria, porque no solo hay una deliberada provocación de la policía, que “encuentra” una bomba para justificar la militarización del festival, sino que aquí es preciso decir que Zavattini y toda una serie de directores y guionistas, se rebelan con mucha fuerza, tanto contra la provocación como contra el discurso sobre el “cine de Estado”, y exigen una gestión autónoma del festival. Ten presente que, desde el punto de vista ideológico -si se puede utilizar la palabra “ideológico”- tenemos la presencia de todo tipo de actitudes, pero el elemento ideológico fuerte es esta crítica interna del marxismo. Si quieres, un punto de referencia a este respecto es Franco Fortini, que más tarde es recuperado directamente por el operaismo de los Quaderni rossi, y que expresa argumentos muy próximos a los de Socialisme ou barbarie, y a toda una serie de personajes que en realidad nosotros aún no conocíamos, y que no son otros que miembros de la Escuela de Francfort, aquellos que terminarán siendo protagonistas del 1968 alemán. No olvides que en Italia, prácticamente hasta la década de 1980, la relación con la cultura alemana es fundamental, mucho más importante que la relación con la cultura francesa o anglosajona. La relación con la Mitteleuropa es absolutamente fundamental. Antes de leer a Sartre, los jóvenes leen a Heidegger, que era considerado como “existencialismo alemán”. Por ese motivo Nono era para nosotros más importante que Cage. Hay que partir siempre de ese presupuesto, que solo se modificará con el 68.
Cabría decir entonces que vuestra relación con la cuestión cultural se plantea entonces dentro de los términos de una dialéctica negativa…
Sí, fundamentalmente es así. Por ejemplo, si echas un vistazo a La horda de oro, no encontrarás una palabra sobre el arte en lo que se refiere a los años de preparación general del periodo 60-70, nada en lo fundamental. Y esto es algo que hay que subrayar, porque refuta toda una serie de interpretaciones, como las de Cullinam, que son completamente banales, cuando no falsas.
De hecho, creo que habría que insistir en esa otra “vanguardia”, la del arte cinético (Gruppo enne3, gruppo T), precisamente porque, además de compartir sus problemas, hubo una participación directa, al menos en el caso de Manfredo Massironi, en el proyecto operaista (la revista Classe operaia). Una experiencia desconocida para los recientes fans del Arte povera en Estados Unidos.
Hay que tener en cuenta que son una minoría importante, que comienza a surgir dentro de lo que podríamos llamar la “crítica de las máquinas”. ¿Cuál es la gran diferencia entre estos compañeros -que se mueven de una manera muy provincial e ingenua- respecto al Arte povera? A mí modo de ver consiste en que los grupos del arte cinético consideran que su problema es el maquinismo, lo simbólico representado, los mecanismos de la representación, y reaccionan de manera al mismo tiempo deconstructiva e hiperconstructivista. Mientras que los otros se mueven con arreglo a una especie de situacionismo, es decir, prestando una gran atención a la polémica contra el consumismo; a los momentos de explosión, al acontecimiento y, por supuesto, a la alienación. El discurso sobre la alienación, como dialéctica negativa, se generalizada en aquel periodo, todos hablan del tema. Pero al mismo tiempo, y con mayor importancia, está el discurso sobre la crisis de la ley del valor, la crisis de la medida. Son dos discursos que luchan entre sí, pero este último es sumamente importante: la cuestión del maquinismo, la medida del valor a través de las máquinas, la representación del valor a través de las máquinas, es decir, temas que forman el zócalo de lo que no me atrevería a llamar nuestra “ideología”, pero un poco sí que lo es. El problema fundamental para miembros del Gruppo enne como Manfredo Massironi es tanto la abstracción del trabajo como comprender la máquina y la posibilidad de determinar la alternativa desde dentro de la máquina. Massironi es amigo de Merz, se frecuentaron durante un periodo muy largo, y luego se distanciaron por el hecho de que en torno a esta cuestión de la alienación, Merz fue volviéndose cada vez más “exhibicionista”, mientras que Manfredo fue volviéndose cada vez más “maquinista”, dando lugar a una ruptura que tiene este contenido específico. Luego hay en aquel periodo cosas muy divertidas: por ejemplo, si relees el manifiesto de Celant, “Appunti per una guerriglia”, descubres un error espantoso: en el mismo se cita la frase, “no somos nunca contemporáneos de nuestro propio presente”, frase que se atribuye a (Regis) “Débray”… ¡cuando es de Débord! Es algo absurdo. Hay que tener en cuenta asimismo que Débord tenía contactos con estas historias, porque la primera exposición del Arte povera se hace en Génova en 1967, y Débord, con Sanguinetti, vivía en los alrededores, y los documentos del situacionismo son publicados en Liguria. Tenemos así una serie de tránsitos interesantes, pero que al mismo tiempo están verificados desde el punto de vista filológico, si se quiere. Estamos ante una vanguardia clásica, pero que ni siquiera pasa por el contexto amplio de la crítica de las obras estadounidenses, sino que es una vanguardia que, a mi modo de ver, recoge y desarrolla a Burri y Fontana, esto es, italianos, y desde este punto de vista se aproxima en gran medida al pensamiento débil. Cuando en el Arte povera se habla de pobreza, o de trabajo, ¡lo único que queda claro es que nunca habían visto una fábrica de verdad! Realidades de masificación del trabajo como las de la FIAT Mirafiori de Turín, o la Montedison de Marghera, en las que trabajaban cientos de miles de personas, llegan a resultar completamente inimaginables. En este sentido, de haber una relación con la autonomía obrera de aquel periodo, se trata de una relación completamente exterior. A fin de cuentas, lo único verdaderamente divertido en todos ellos es lo grotesco, el modo en que aferran lo grotesco de la situación, con un tono muy italiano, esto es, el de una cultura cansada pero que aún está viva en la risa, en una risa amarga como la que suele acompañar a lo grotesco.
El Gruppo enne fue una experiencia muy pequeña, tampoco hay que exagerar al respecto. Emprenden un trabajo que no llegan a terminar ni a formular como un proyecto, pero dentro de este terreno son terriblemente honestos. Un trabajo de deconstrucción que, pasando a través de las máquinas, debería llegar a la percepción. Su discurso es siempre ese: tenemos máquinas que amplían y constriñen nuestra percepción del mundo; estar alienados es estar subordinados a la máquina. Es preciso rebelarse, pero para rebelarse es preciso deconstruir. De ahí que la relación humano-máquina tenga que plantearse en términos de deconstrucción, pero de una deconstrucción que llegue a comprender cómo es la composición de los cuerpos que se ponen ante la máquina. Y así el trabajo artístico es fundamentalmente un trabajo de desvelamiento de esa relación humano-máquina y de inversión de la alienación a través de un acto que es de penetración en lo abstracto del maquinismo, pero que se torna concreto en el análisis de los cuerpos.
¿Y entonces cómo se plantea el problema ético y político dentro de esta analítica?
El problema ético y político consiste en rebelarse contra la alienación. Ahora bien, ¿quién debe rebelarse? Debe rebelarse el colectivo, sobre esto no cabe ninguna duda. Permíteme que recuerde lo que escribía en la carta “A Manfredo, sobre el trabajo colectivo” que aparece en Arte y multitudo: “[…] llegamos aquí, pues, a una nueva fase, la fase constituyente del obrero social… ¿Constituyente de qué, cuándo, dónde? ¿Pero de qué queréis que sea constituyente sino de comunismo? Repíteselo, Manfredo, hoy como entonces, cuando sobre la trama de nuestro deseo identificábamos la palabra del futuro. El arte, lo hemos dicho, vive de producción. La producción vive de lo colectivo. Lo colectivo se construye en la abstracción —ahora, esta abstracción colectiva productiva se busca como sujeto”. Volvemos así a la relación entre composición técnica y composición política. La composición técnica, es decir, la abstracción del trabajo ofrece la base a la composición política, que es mutación colectiva de la composición técnica y de su posibilidad de tornarse, justamente, en fuerza subjetiva.
A tu modo de ver, entonces, las experiencias de vanguardia artística de los años 60 en Italia no abordan el problema de la dimensión constitutiva o constituyente de la metamorfosis de la composición del trabajo a través de la abstracción y de la desmesura, salvo acaso el Gruppo enne…
Exacto. Los primeros, esto es, el Arte povera, están atrapados en una concepción “situacionista” de la abstracción, en una posición de izquierda hegeliana o, si quieres, propia de la Escuela de Francfort, en su apogeo “reduccionista”; mientras que los segundos entienden perfectamente el trabajo de desmistificación y de deconstrucción, pero no tienen al fin y al cabo la fuerza para salir de ahí. Pienso que los únicos que supieron salir de ahí fueron los cineastas, entre Fellini y Pasolini, aunque personalmente sean unos reaccionarios… pero en realidad logran reconstruir un punto de vista subjetivo.
Pero también es el caso de Gigi Nono: sus últimas obras, como Prometeo, redescubren el mito como sustituto de la crítica. Y termina en lo grotesco. Y, sin embargo, pese a todo, él es el elemento más vivo de toda esta experiencia.
¿Piensas que esa separación o no comunicación entre las experiencias de la “centralidad obrera” de los años 60 y las de estas elites y vanguardias, contribuye a explicar el gran vacío de los años 80?
Sin duda, porque en ese momento los años 80 pierden también la referencia simbólica del arte con la vanguardia, se convierte en un objeto mercantil y punto. En los años 80, es decir, cuando termina la conflictividad social o, para ser más exactos, cuando esta es reprimida, encerrada, en ese momento no queda más que un enorme vacío, y los elementos de ruptura que podía haber habido en ese arte se ven devueltos a un régimen de pensamiento único, de pensamiento débil, a unarealité marchande. Craxi es un producto perfecto de este proceso, y podría haber sido representato por un Kounellis, por ejemplo, que también hacía fotografías. En este periodo se pierde incluso la violencia grotesca de las primeras obras. Este caso italiano es sumamente importante, porque es una expresión ejemplar de una crisis general. Se trata una postmodernidad que llega a destruir toda ilusión -pensemos, por ejemplo, en aquellos que recuperan el Arte povera, que hacen presentable el Arte povera, los Koons, en definitiva, y ahí vemos hasta qué punto el Pop art se ha alimentado del Arte povera.
En este sentido queda pendiente una narración de ese periodo, necesariamente ambigua, puesto que no hay duda de que tenemos una crítica de la sociedad en términos de alienación, de unificación mercantil, es decir, de una “izquierda hegeliana” que es tan clásica en aquel momento, y que traduce esa alienación generalizada en una impotencia generalizada. Y a este respecto hay cosas que resultan completamente cómicas: la idea del artista explotado que se convertiría en guerrillero. Volvemos aquí a esa dimensión puramente cómica, grotesca o carnavalesca que se mueve dentro de estos marcos. Unos marcos que, sin embargo, presentan además una continuidad en la profundización estilística que tiene tras de sí unas cuantas cosas grandes: Burri, Fontana, pero también Duchamp. Remontándonos llegamos a ellos, y en este sentido el Arte povera no innova extraordinariamente. Frente a ellos, hay un intento que aparece, por ejemplo, con el Arte cinético o el Arte óptico, como tentativa alternativa, pero demasiado naive. Esto tiene que ver con el error de centrarse en el análisis perceptivo, con el que no podían ir muy lejos, salvo para convertirse, como fue el caso de Masseroni, en un buen profesor de psicología de la percepción. La cuestión de la percepción estaba entonces en el air du temps. No hay que olvidar la enorme importancia de laFenomenología de la percepción de Merleau-Ponty, también desde el punto de vista de la reconstrucción de una estética, y siempre he pensado que de ahí parte un comportamiento político, de ahí parte también Foucault, parte una fuerte subjetivación de los comportamientos políticos contra el objetivismo del marxismo clásico que nos era transmitido, y en este sentido hubo un deslumbramiento “correcto”, un error o una ilusión “justificada”, por así decirlo.
¿Qué cabría recoger del arte cinético, desde el punto de vista de los problemas que planteó?
Ha hecho referencia al problema de la reconstrucción de la conciencia a través y más allá de las máquinas, que, por cierto, es lo que sucede con el trabajo cognitivo, aunque no juraría que fueran conscientes de ello… Pero no cabe duda que se trata de procesos de anticipación, en los términos de una ontología del trabajo que pasa a través de la máquina, lo que presenta una importancia extrema. Se inserta en un proceso que lleva del obrero masa, al obrero social y al obrero cognitivo, en el que el obrero masa es concebido como materialidad, el obrero social es concebido como colectividad y el obrero cognitivo es concebido como percepción, representación, subjetivación.
En los años 70 la primera aparición de lo que tú teorizabas como “obrero social”, ¿podemos encontrar una dimensión creativa y artística en aquel movimiento completamente nuevo?
Sin duda, hay una dimensión creativa que se centra en los aspectos lingüísticos, que a duras penas puede ser encerrada en una dimensión artística. Por ejemplo, estoy plenamente convencido de que cuando Luciano Lama fue expulsado de la universidad de Roma, aparte de los momentos de violencia que tuvieron lugar entre los servicios de orden del sindicato y de los estudiantes, se trató de un enorme happening, en parte genial y en parte farsesco. La farsa era sin duda muy importante, y aquel fue al fin y al cabo un gran espectáculo picaresco. Y allí se expresa, como lo hacía en los que entonces se llamaban los “Circoli del proletariato giovanile”, una creatividad sobre todo en la producción de fanzines, de montajes gráficos y tipográficos. En los años 70 se produce un desplazamiento desde las experiencias artísticas y de vanguardia a la vanguardia de masas, y esto presenta una enorme importancia, sobre todo en las grandes metrópolis. Los centros pasan ser Milán y Roma, en vez de Turín. En Milán tenemos la expansión del proletariado de las periferias, y las grandes fiestas, como el festival del Parco Lambro. En cierto modo, el happening de masas se torna en la forma artística central. Si consideras, por ejemplo, la fuerza tipográfica de las portadas del periódico Rosso, que eran el resultado de una investigación constante acerca de lo que se quería comunicar, en ellas se expresa el triunfo de los fanzines. Pero puede encontrarse un inicio conQuindici, una revista que es maquetada precisamente por Mari. Allí estaba también Nanni Balestrini, que colabora con Potere operaio, que publica un periódico que es como un cartel, y de Potere operaio se pasa a Rosso, que se torna en un órgano de la vanguardia de masas. Todo esto será recuperado en los años 80 por posiciones “malas”. Para terminar con un ejemplo, piensa en la evolución de un gran fotógrafo como Oliviero Toscani, que en los años 70 es un fotógrafo de tendencias sociales para revistas de moda y en los años 80 se pone al servicio de Benetton. La diferencia es enorme, colosal: las palabras utilizadas son las mismas, pero el modo de ver y hacer publicidad es completamente distinto, de la exaltación de la fisicidad y la sensualidad de los cuerpos con sus fotografías de modelos para la marca de vaqueros Jesus, pasa al shockvertising de los “United colors of Benetton”.

Famatina. Represión, periodismo y silencio oficial

Por Darío Aranda


Represión contra quienes cuestionan la megaminería. El rol de los gobiernos. La complicidad (por acción u omisión) del periodismo. Corporaciones mineras y el intento de mejorar su imagen. El Borda y Famatina. ¿Represiones de primera y de segunda? El twitter presidencial que no fue. Y las preguntas sin respuesta.


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Paula Ríos está en el suelo, caída y, frente a ella, de pie, un policía amenazante, arma en mano.


Sábado al mediodía. Famatina. La Rioja.

Paula Ríos cometió el delito de protestar contra la posible visita del gobernador Luis Beder Herrera, impulsor de la megaminería en la provincia.

Paula Ríos no fue la única víctima de la represión. Otras once personas recibieron balazos de goma, golpes policiales y piedrazos de militantes del PJ local y de supuestos empleados mineros.

“Antimineros provocaron disturbios en Famatina”, tituló el recuadro del diario Tiempo Argentino. Quince líneas con una versión alejada de la realidad: “Un nutrido grupo de ambientalistas y antimineros agredieron a militantes del Partido Justicialista (…) Algunos militantes actuaron en defensa propia y la policía intervino para que el hecho no pasara a mayores”.

El diario Tiempo Argentino no habló con Paula Ríos.

Sí lo hizo la FM Mirador, de Chilecito. “El policía me pateó la cabeza. Me pisó el hombro con su bota. Me puteó. Me dijo ‘levantate, vieja de mierda, o te cago matando’. Yo no podía pararme. Me levantó del cabello. Me puso el arma sobre el cuerpo. Y me dijo ‘esto no lo vas a volver a hacer nunca más, si te dejo viva date por dichosa’. Me puso el arma en la cabeza”.

Paula pensó que la mataban. Le pidió a Dios. Pensó en sus hijos.

El policía no la mató. Sí le dio cinco balazos de goma en la espalda y uno en la pierna. “Si te encuentro, te cago matando”, la amenazó.

El relato eriza la piel.


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“La crisis causó dos nuevas muertes”. Tituló el diario Clarín del 27 de junio de 2002, referido al asesinato de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki.

No fue la Policía, ni la Prefectura, ni el gobierno de Eduardo Duhalde. Fue la “crisis”.

En facultades de periodismo se lo enseña como ejemplo del antiperiodismo. Y Clarín hizo claros méritos para ser el antiejemplo.

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El 23 de noviembre de 2010, la Policía de Formosa reprimió a la comunidad qom La Primavera. Asesinaron al qom Roberto López y al policía Eber Falcón, veinte heridos y una decena de casas incendiadas (por la propia policía).

Los medios de comunicación alineados con el Gobierno Nacional enfocaron inicialmente la represión como un enfrentamiento (lo mismo habían hechos medios cercanos a Duhalde en la masacre de Avellaneda). Cuando la realidad ya no se pudo esconder, apuntaron como único responsable político al gobernador Gildo Insfrán. Ese fue el límite. Muy rara vez esos medios apuntaron a la complicidad del Gobierno Nacional con las políticas de Insfrán.

Los grandes medios que actúan como oposición política (sobre todo luego de la Resolución 125) apuntaron desde un primer momento a la alianza Insfrán-Cristina Fernández de Kirchner. Dejaron en evidencia a la estructura del Estado Nacional, siempre en apoyo a Insfrán, siempre en contra de la comunidad qom. Clarín y La Nación, por mencionar dos de los medios emblemáticos, nunca citaron el fondo de la represión que se da contra campesinos e indígenas: el modelo agropecuario, que avanza con soja, ganadería, desmontes, contaminación, desalojos y violencia.

El periodismo ya no es importante por lo que dice, sino por lo que oculta.
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El 16 de noviembre de 2011 asesinaron a Cristian Ferreyra, 23 años, padre de un niño, militante del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase-VC) en el paraje San Antonio, norte de la provincia.

La Agencia de Noticias Télam tituló: “La muerte de un campesino en Santiago del Estero fue por una disputa entre vecinos”.

Como contrapunto, Clarín y La Nación hablaron de “asesinato”, pero (otra vez) eludieron hablar del corrimiento de frontera agropecuaria que arrasa montes y vidas.
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Desde 2003, lucha de Esquel mediante, la megaminería nunca tuvo la bendición de la opinión pública.

La consultora Aresco hizo pública en 2010 una encuesta: siete de cada diez personas rechazan la actividad minera a cielo abierto en las provincias con esa actividad. El estudio abarcó seis provincias cordilleranas y señaló que sólo el 17 por ciento se mostró a favor de la actividad. La investigación afirmó que existe un convencimiento alto sobre la contaminación que produce la actividad, reveló que los encuestados priorizan mayoritariamente el cuidado del ambiente por sobre la posibilidad de empleo y se explicitó un amplio rechazo a los beneficios impositivos que tiene la actividad.

“Estudio sobre minería a cielo abierto en provincias mineras”, es el nombre del relevamiento realizado en septiembre de 2010 por la consultora Aresco. Con una muestra de 802 casos abarcó Catamarca, La Rioja, San Juan, Neuquén, Chubut y Santa Cruz. Consultados sobre el posible “acuerdo con la producción minera a cielo abierto a nivel nacional”, el 76,6 por ciento afirmó estar “poco/nada de acuerdo” y sólo el 17,4 por ciento se mostró a favor. Cuando la consulta se realiza sobre la actividad a nivel provincial, el 31,3 por ciento optó por el “nada de acuerdo” y el 30,1 por ciento “poco de acuerdo”. El rechazo provincial llega así al 61,5 por ciento. El 12,9 por ciento se mostró “muy de acuerdo” y el 14,8 “bastante de acuerdo”.

“Gran parte de la población de las seis provincias, dado el impacto sobre el ambiente, no muestra acuerdo con el desarrollo de la minería a cielo abierto y con los beneficios impositivos que se otorguen a las empresas”, fue una de las conclusiones del trabajo.
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Las compañías mineras decidieron meterse de lleno en la batalla comunicacional. La Cámara de Empresarios Mineros (CAEM), que nuclea a todas las grandes empresas del sector, contrató en 2010 a la consultora internacional Hill & Knowton (acusada de inventar testimonios sobre el accionar de soldados iraquíes en Kuwait). Solicitadas en diarios de tirada nacional, presencia de trabajadores mineros en canales de televisión y campañas de publicidad fueron  algunos de los ejes de la lucha mediática. El objetivo inicial fue frenar en el Congreso un proyecto de ley para prohibir la minería. A mediano plazo, revertir la mala imagen que pesa sobre la megaminería.

“Se evaluó que tuvimos errores en la comunicación, hacia las comunidades y también hacia los medios. Por eso decidimos contratar a Hill & Knowton, diseñar una estrategia de comunicación y posicionar en la opinión pública el sector minero”, explicó el gerente general de la CAEM, Damián Altgelt.

En el sitio de internet de Hill & Knowton figura una de las premisas de la empresa: “El objetivo principal de nuestro servicio es ayudar a los clientes a generar las condiciones regulatorias y de opinión pública que hagan viable su negocio en el mediano y largo plazo”.

Sobrevino una campaña en TV, radio y gráfica sobre “minería responsable” y publicidad sobre la presencia de “metales en la vida cotidiana”. Poco más y culpaban a los asambleístas por la posible falta de anteojos, la escases de sillas de ruedas y la ausencia de camillas en los hospitales.

La campaña publicitaria estuvo presente, incluso, en programas y diarios con perfil crítico a la megaminería.

Las corporaciones mineras movían su primera ficha.
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famatina 5La Rioja prohibió la megaminería en julio de 2007. El entonces vicegobernador Luis Beder Herrera se transformó en férreo opositor del gobernador Ángel Mazza. Logró la destitución de su ex socio político y asumió el Ejecutivo provincial. En los diarios de la provincia se publicaron artículos con su discurso antiminero y fotos de Beder Herrera con carteles que rechazan la actividad.


En agosto de 2008, el propio Beder Herrera derogó la ley que prohibía la minería y permitió el avance de la empresa Barrick Gold. Beder Herrera, oriundo de Famatina, no se animó a volver a su pueblo natal.

Famatina y Chilecito (La Rioja) fueron epicentro en el verano de 2012 de la resistencia contra la megaminería. Habían echado en 2008 a la multinacional  Barrick Gold. Pero a fines de 2011 ya era notoria la presencia de la minera Osisko Mining Corp para explorar el cerro Famatina. Volvió el estado de movilización. Que tuvo su pico cuando los asambleístas descubrieron una carpeta de la empresa con información de los activistas. “Listas negras”, al mejor estilo de la última dictadura militar, en las que se detallaban lugares de trabajo y nivel de participación en las asambleas.

El 2 de enero de 2012 comenzó el corte en Alto Carrizal, camino vecinal por donde debiera pasar la empresa para explorar el cerro Famatina. Semanas de corte, que se transformó en un acampe permanente y masivo. El 12 de enero hubo movilización, en respaldo a la lucha riojana, en seis provincias (Mendoza, Río Negro, Catamarca, Córdoba, Chubut y Buenos Aires).
Famatina se instaló en la agenda nacional. Los medios opositores al Gobierno transmitían en directo y dedicaban tapas a la movilización popular. Todos sabían (en primer lugar las asambleas) que no era casual esa presencia: transmitían un hecho real y que lo ameritaba, pero también lo usaban como denuncia contra el Gobierno (el estratega y responsable de la avanzada minera).

Los medios alineados con el oficialismo inicialmente ignoraron la pueblada. Luego dieron cuenta del hecho, pero siempre con el menor espacio posible.
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Sobrevino un trabajo de pinzas.

Las empresas mineras redoblaron la campaña publicitaria (más publicidad, más dinero para las empresas periodísticas).

Y el Gobierno conformó, el 15 de febrero de 2012, la Organización Federal de Estados Mineros (Ofemi), integrada por Jujuy, Salta, La Rioja, San Juan, Mendoza, Río Negro, Chubut, Santa Cruz, Neuquén y Catamarca. Un claro respaldo a la actividad minera y una fina articulación política para desactivar resistencias.

La Cámara Argentina de Empresarios Mineros (CAEM), que reúne a las grandes empresas del sector, celebró la creación de la Ofemi (incluso firmó el acta de conformación).

En tiempos de medios polarizados, las empresas periodísticas comenzaron a leer las críticas a la actividad minera en clave de pauta (empresaria y/o gubernamental).

La resistencia de base contra la minería notó rápidamente como ambos polos mediáticos tomaban distancia de las luchas territoriales.

No hubo más tapas contra la megaminería. No hubo más transmisiones en directo desde los cortes. Los minutos de radio escasearon.
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La Secretaría de Minería de Nación, mediante su informe “La minería en números”, en 2003 había sólo 40 proyectos mineros. En 2009 ya eran 336 (840 por ciento). La misma Secretaría de Minería reconoce que en 2012 se llegó a 600 proyectos mineros en estudio: un 1500 por ciento más que en 2003.

Nunca antes la megaminería, de la mano de las corporaciones, había crecido tanto.
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El 12 de mayo, en Tinogasta, la policía avanzó sobre un bloqueo de ruta y detuvo a tres asambleístas. El 1 de junio, la gobernadora Lucía Corpacci solicitó a la Corte de Justicia provincial que ordene el desalojo de otro bloqueo selectivo de Tinogasta. La presidenta de la Corte Suprema de Justicia de Catamarca, Amelia Sesto de Leiva, señaló que “la cárcel es la solución para los ambientalistas”.

El 20 de julio, en Cerro Negro (Catamarca, intersección de rutas 40 y 60) la policía provincial y un grupo de choque prominero reprimieron un corte de ruta que bloqueaba el paso a camiones de Minera Alumbrera. Como en Andalgalá, quedó en evidencia la alianza represiva estatal-minera.

“Los principales responsables de esta represión son la gobernadora Lucía Corpacci y el gobierno nacional que es el aliado incondicional de las corporaciones mineras”, denunció Jorge Ramos, asambleísta de Andalgalá.

En noviembre de 2012, en Rawson (Chubut), decenas de asambleístas fueron heridos por una patota de la Uocra en las afueras de la legislatura provincial. El gobernador Martín Buzzi pretendía modificar la ley provincial y habilitar la megaminería. Las asambleas marcharon y la golpiza fue feroz. “Una carnicería”, definieron las asambleas de Chubut. Las fotos y videos explicitaron hombres y mujeres sangrando. Otra vez, represión terciarizada.

Las tres represiones tuvieron un punto común: la escasa cobertura de los “medios nacionales”.
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Este Gobierno no reprime la protesta social”, fue el anuncio de Néstor Kirchner al llegar a la presidencia. Con el 22 por ciento de los votos, y la memoria fresca de la masacre de Avellaneda, se cumplió en los primeros años de gobierno.

Pero los funcionarios y militantes siguen repitiendo lo que la realidad ya desmintió: la represión en el Parque Indoamericano (diciembre de 2010, donde la Policía Federal y Metropolitana reprimieron por igual), la zona liberada (por la  Federal) en el asesinato de Mariano Ferreyra y la detención en agosto pasado de 65 personas (incluidos nueve menores de edad) en Campo de Mayo (lugar emblemático de la dictadura militar) son sólo algunos hechos concretos que se imponen al relato.

Y la represión está terciarizada: policías provinciales, sicarios de empresarios rurales, grupos de choque de sindicatos y empresas extractivas.
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El 26 de abril, la Policía Metropolitana (bajo la responsabilidad política de Mauricio Macri) reprimió en el Hospital Borda a médicos, pacientes, vecinos,  militantes y periodistas.

Por internet circuló una imagen muy clara donde se veía que la enorme mayoría de los medios impresos y web hablaron de “incidentes” y “disturbios” (entre ellos La Nación y Clarín). Página12 fue uno de los pocos medios que tituló de manera clara y sujeta a la realidad: “Represión”. La tapa del sábado 27 de abril mostraba a policías apuntando. Y hubo amplia cobertura.

Dos semanas después, en Famatina, la policía del kirchnerista Luis Beder Herrera reprimió a asambleístas que rechazan la megaminería. La versión impresa de Página12 le dedicó un recuadro, 986 caracteres.

El diario La Nación (versión impresa) lo omitió por completo. Al igual que la Agencia Telam, que el sábado (día de los hechos) no publicó ni una línea. Recién al día siguiente (domingo a las 11.50 –casi 24 horas después de los hechos, muy tarde para una agencia de noticias–), emitió un artículo: “Volvió la calma a Famatina tras incidentes con asambleístas antiminería”.

Nobleza obliga: la Agencia DYN (de Clarín y La Nación) sí lo cubrió. Emitió cables el sábado y el domingo. Siempre con el título de represión. Y Clarín, edición papel domingo, también dio cuenta de la represión (3.000 caracteres).
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Marcela Crabbe, asambleístas de Chilecito, estaba en el lugar de la represión. “Fue terrible. Hubo un ensañamiento criminal. Pasaron un límite. Ya podemos esperar cualquier cosa. Ayer salió el Gobernador y sus funcionarios a justificar la represión y pedir que la Justicia nos criminalice. Represión y cárcel. Eso pretenden para nosotros”.
Jenny Luján, también asambleísta, explicó que el gobierno provincial los acusa de “asociación ilícita” para utilizar la Ley Antiterrorista. “Dicen que nosotros somos los violentos. ¡Qué por favor vengan a ver cómo están los compañeros reprimidos! Esto es un plan de disciplinamiento que busca acabar con la resistencia de las comunidades”, denunció Luján.

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   La represión en Famatina no fue tapa de diarios porteños.
   ¿Por pauta de las empresas mineras?
   ¿Por pauta del oficialismo?
   ¿Porque el gobernador Beder Herrera es aliado del Gobierno Nacional?
   ¿Porque no fue el PRO?
   ¿Porque fue “más allá” de le General Paz?
   ¿Simple “línea editorial”?
   ¿O un poco de todo eso?
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Un estudiante de primer año de Periodismo ya sabe lo que son los grandes medios de comunicación: empresas con intereses económicos y políticos. Que denuncian y callan según su conveniencia. Y donde (¿muchos?) trabajadores de prensa intentan aprovechar las “grietas” para escribir según dicta la conciencia.
Pero, lo que el estudiante (¿y los periodistas?) no pregunta: ¿qué responsabilidad nos cabe a los laburantes de esos medios a la hora de no contar lo que realmente pasa?
¿Se debe naturalizar el silencio empresario ante las represiones?
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El 23 de marzo de 2013 hubo una masiva e histórica marcha en Esquel. Se celebraron los diez años del plebiscito que rechazó la instalación de una empresa minera y marcó un quiebre en las luchas socioambientales de Argentina.
La movilización fue invisibilizada por la gran mayoría de los grandes medios de comunicación de Ciudad de Buenos Aires.
Y Esquel volvió a dar otra lección. En la marcha, un cartel escrito a mano: “Frente al silencio mediático, periodismo hormiga“. Y una leyenda anónima: “Lo que los medios grandes te quieren ocultar, seguro lo encontrás en los buenos medios: los autogestivos, los comunitarios, los cooperativos. Porque los buenos medios tienen un compromiso con vos e informan lo que pasa en las calles, no lo que ´funcionarios públicos´ que se hacen llamar periodistas deciden desde un escritorio o una gacetilla de prensa oficial”.
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«En el Borda hubo una increíble represión”, destacó la Presidenta a través de su cuenta de Twitter al día siguiente de la represión y señaló la “impresionante protección mediática” que recibió el gobierno de Mauricio Macri. La Presidenta cuestionó la cobertura benigna de los medios de comunicación y consideró que “debería incluirse como materia en las facultades de comunicación social de todo el país”.
A 72 horas de la represión en Famatina, la Presidenta no se refirió al tema. Tampoco lo hizo ningún ministro. Tampoco los intelectuales orgánicos del oficialismo.
Con la represión en el Borda, los habituales voceros del Gobierno hacían cola para denunciar la violencia. Pero Famatina no les ameritó el mismo rechazo.
El gobierno nacional no suele repudiaron las represiones que padecen quienes luchan contra el extractivismo (y muchos menos si esas provincias son de gobiernos aliados). El gobierno nacional nunca condenó los asesinatos de campesinos e indígenas (que suelen tener como trasfondo el modelo de agronegocios).
El caso más notorio, la recurrente violencia contra la comunidad qom La Primavera. Nora Cortiñas, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, participó el jueves pasado de una conferencia de prensa junto a otros organismos de derechos humanos que exigen el fin de la violencia contra el Pueblo Qom. En tono, pero también de enojo, Cortiñas no anduvo con vueltas: “Hemos intentado llegar a la Presidenta y y no hubo respuesta. El silencio nos ofende y nos humilla”.

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Paula Ríos recuerda que el sábado fue “muy doloroso”. Describe lo golpes, el maltrato físico y psicológico.

El relato es duro, las entrevistadoras se conmueven.
Sufrió seis disparos de goma, le pisaron la cabeza con un borcego policial, la levantaron de los cabellos, pensó en sus hijos, creyó que la mataban. Y, pese a todo, no la quebraron: “No me van hacer bajar los brazos. Hay necesidad acá, pero tenemos dignidad, cosa que ellos no. Estas cosas no dan fuerzas para no claudicar. Nada nos va hacer retroceder. Estamos más fuerte que nunca”.

El papel del movimiento 15-M en los orígenes de Occupy Wall Street

El 99% en el 1º de mayo de 2012 (foto: Leónidas Martín)

El 99% en el 1º de mayo de 2012 (foto: Leónidas Martín)
Recordábamos hace unos días algunos logros invisibles del 15-M, en su segundo aniversario. Pues aquí va otro, y no es menor. Se trata de una historia casi desconocida sobre el movimiento Occupy Wall Street: cómo un grupo de españoles atravesados por la experiencia del 15-M llevaron hasta Nueva York el ADN de las plazas («la política de cualquiera») fertilizando así el lenguaje («we’re the 99%») y el imaginario político de Occupy. Lo cuenta Jeff Lawrence, investigador sobre cultura contemporánea y movimientos sociales, a quien conocí el año pasado en EEUU. El texto que vas a leer ahora (puedes hacerlo también en PDF) es una versión reducida y traducida de un trabajo de investigación escrito en inglés y que se publicará próximamente en Estados Unidos.  
El 19 de septiembre de 2011, dos días después del comienzo de la ocupación de Zucotti Park en Nueva York, dos de los españoles del 15-M que participaron en la organización de Occupy Wall Street estaban preocupados. Como los demás simpatizantes del 15-M que asistían a las reuniones preparatorias, Begonia Santa Cecilia y Luis Moreno-Caballud habían imaginado que el campamento en el corazón de Wall Street sería algo parecido a las acampadas que habían visto en España ese mismo año: espacios hospitalarios y abiertos en plazas públicas donde se congregaban grupos diversos de gente. Sin embargo, las cosas no eran así. El parque estaba rodeado de furgonetas de policía y los escasos y homogéneos manifestantes gritaban a los agentes y a los curiosos que pasaban por allí. Además, las propias asambleas se habían vuelto rápidamente conflictivas. Moreno-Caballud y Santa Cecilia decidieron proponer un cambio de táctica, enviando un email al grupo de trabajo de Extensión, que se ocupaba de comunicar el mensaje de Occupy al exterior.

El propósito de ese email era simple. Occupy tenía que enfatizar que no era una protesta más “contra el sistema”, sino un movimiento que estaba creando un espacio físico y conceptual en el que la gente podía encontrarse para hablar, escuchar y formular soluciones alternativas a la crisis económica y política global. Releyendo los emails organizativos y pensando retroactivamente sobre los debates de las asambleas preparatorias, los dos españoles decidieron revitalizar un slogan que había sido formulado a través de un proceso colectivo en los días previos a la ocupación: “Somos el 99%”. Enviaron un email con el asunto “#Occupy Wall Street sobrevive transformándose en #Somos el 99%”:
«Parece que #Occupy Wall Street necesita urgentemente una operación masiva de ampliación para sobrevivir. La clave para el éxito del movimiento es que sea inclusivo. Ahora mismo el movimiento es demasiado homogéneo, debido al imaginario y al lenguaje “activista” con que se identifica… Propongo que empecemos hoy una rápida y masiva campaña de extensión con esta idea: #SomosEl99% -Este es el plan: ponemos toda nuestra energía y recursos en anunciar el día de #SomosEl99%, que tendrá lugar el próximo sábado 23, en nuestro espacio en Zuccotti/Liberty Park.”
Dos días después, Justin Molito, otro miembro del grupo de Extensión, empezó a imprimir flyers. Para el fin de semana, la campaña del 99% estaba en marcha y #WeAreThe99% (“SomosEl99%”) era “trending topic” en Twitter. En dos semanas, aparecieron acampadas en más de cincuenta ciudades norteamericanas. Se coreaba “Somos el 99%” en todo el país, y después en todo el mundo. El movimiento del 99% se había hecho global.
Resulta útil pararse un momento a recordar lo profundamente que caló el slogan “Somos el 99%” en la conciencia nacional americana, a partir de los meses de octubre y noviembre de 2011. Quizás estamos todavía demasiado cerca de esos meses de Occupy para entender completamente cómo, en un país que se enorgullece de hablar en nombre de la clase media, la retórica del 99% y del 1% ha reconfigurado el vocabulario político. De hecho, parece probable que dentro de unos diez años esos meses sean vistos como el momento clave para las elecciones presidenciales de 2012: el momento en que un Obama muy tocado por los desastrosos resultados de las elecciones legislativas y por su fracaso en el conflicto del “techo de deuda” con los republicanos pudo por fin apuntarse un tanto populista, gracias al vocabulario introducido por Occupy. Pero, ¿cómo llego a suceder todo esto?
Hay muchas percepciones falsas sobre la historia del movimiento Occupy en EE.UU. Desde los primeros días de Occupy Wall Street, cuando la periodista del New York Times Gina Belafonte se refirió al campamento de Zucotti Park como “la protesta política convertida en espectáculo”, los medios masivos norteamericanos presentaron a Occupy como un hatajo de individuos insatisfechos y con dificultades para encontrar un propósito en sus vidas. Al mismo tiempo, los simpatizantes del movimiento a menudo han dado una versión sobre sus orígenes que gira en torno a las actividades de un grupo de organizadores americanos que consiguieron de alguna manera capturar la imaginación pública. Este texto propone una narrativa diferente: la historia de cómo un grupo de extranjeros que trajeron tácticas y experiencias de movimientos sociales recientes en otros países articularon algunas de las ideas más persuasivas y de las prácticas más duraderas que iban a surgir del movimiento Occupy.
OWS en Zuccotti Park
OWS en Zuccotti Park


La política de cualquiera en Occupy
Desde el 13 de agosto al 10 de septiembre de 2011, asistí a los encuentros de la Asamblea General de Nueva York (AGNY) en el parque de Tompkins Square, en Manhattan. En estas “asambleas generales” semanales, abiertas a cualquiera que quisiera participar, un grupo de unas cincuenta o sesenta personas planeó la acampada y la ocupación de Wall Street para el 17 de septiembre. La historia estándar de Occupy Wall Street en los Estados Unidos es que la izquierda americana fue capaz finalmente de promover un movimiento colectivo para combatir los abusos de las élites político-financieras, en la estela de la crisis económica de 2008. Incluso los artículos que han reconocido las conexiones internacionales de Occupy normalmente las han caracterizado en términos de inspiración indirecta de los movimientos sociales de 2011 en Egipto, Grecia, España y otros lugares.
Sin embargo, lo que yo vi en estos encuentros y lo que he sido capaz de reconstruir estudiando los primeros documentos de la Asamblea General de NYC, es que cerca de un 40 o 50% de los participantes en las asambleas de agosto y septiembre de 2011 provenían de lugares que no eran Estados Unidos: España, Brasil, Irán, Grecia, Armenia, Japón, India, Palestina, Argentina, Rusia e Italia, además de la nación Choctaw y Puerto Rico. Solamente un artículo aparecido en los medios durante el primer mes de Occupy Wall Street se enfocaba parcialmente en las raíces internacionales del movimiento, “Cómo empezó realmente Occupy Wall Street”, publicado por Andy Kroll en la revista Mother Jones el día 17 de octubre. Bajo mi punto de vista, su provocadora pero legítima afirmación de que los participantes extranjeros eran al menos tan importantes como los americanos en la organización de Occupy Wall Street, no fue tomada en serio en ningún otro lugar.
Pero mi objetivo aquí, en cualquier caso, no es simplemente recuperar la importancia de los participantes internacionales. Desde los primeros días de la Asamblea General de NYC y de la organización de Occupy Wall Street, existieron visiones distintas sobre los propósitos del movimiento. Paradójicamente, aunque la mayoría de las interpretaciones de Occupy han tendido a marginalizar a las voces extranjeras del movimiento, fueron éstas las que resonaron más profundamente tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo. Esto es especialmente cierto en el caso del contingente español de Occupy Wall Street, que a menudo constituía entre un diez y un veinte por cierto de las pequeñas asambleas organizativas de la AGNY. Recuerdo a un americano refiriéndose en términos cuasi-religiosos a la “inquebrantable fe” de los españoles, y a otro que se lamentaba (un poco menos solemnemente) de ser uno de las pocas personas en la AGNY, extranjeras o americanas, que no hablaba español. Como Santa-Cecilia y Moreno-Caballud, varios españoles más habían regresado recientemente de Madrid, donde habían participado en distintas fases del movimiento 15-M durante el verano de 2011. Además del entusiasmo y la convicción nacidos de haber sido testigos de ese movimiento verdaderamente popular, el contingente español de Occupy trajo también un principio que se había gestado en las acampadas españolas.
Este principio era lo que estos españoles comenzaron a llamar “la política de cualquiera”: la creencia en que los movimientos sociales deberían estar compuestos por cualquiera que quiera participar en ellos. Aunque “horizontalidad” se había convertido en un palabra clave en los movimientos autónomos y anti-globalización de los 80’s y 90’s para referirse al proceso de creación de consenso en las asambleas populares, la concepción de Occupy que tenían los españoles estaba menos orientada hacia esas actividades internas de las asambleas –grupos “autónomos” que practican la “acción directa”- que hacia la participación de la gente en general, estuvieran o no en las asambleas. Es decir, les preocupaba más la inclusividad que lahorizontalidad del movimiento. Para ellos un movimiento “sin líderes” era importante no sólo porque estableciera un protocolo para asambleas no-jerárquicas, sino sobre todo porque desdibujaba los límites entre el “dentro” y el “fuera” del movimiento.
El contingente español a menudo repetía la frase: “nos importa menos el propio Occupy que lo que Occupy genera”. Les había impresionado la manera en que, durante el 15-M, los activistas habían cedido autoridad y agencia a cualquiera que llegaba para participar en las acampadas, y exigían que el lenguaje del movimiento fuera accesible para quienes no eran activistas ni académicos. Por todo ello, consideraban que la acampada en Wall Street no debía ser sólo un lugar para protestar contra los excesos de las instituciones financieras americanas, sino también, más fundamentalmente, un espacio para la construcción de una sociedad alternativa en la que la cooperación y la ayuda mutua sustituyera a la competición económica. En cierto sentido, esta idea concordaba con los principios anarquistas de auto-gestión que su compañero de asambleas, el antropólogo David Graeber, expuso en su ahora ya icónico artículo “Las raíces anarquistas de Occupy Wall Street”. Graeber, una de las caras más visibles del movimiento en la escena internacional, ha reconocido por lo demás en numerosas ocasiones la importancia de la contribución de los “indignados” españoles a la creación de Occupy Wall Street (por ejemplo,aquí). Pero a la mayoría de los españoles de Occupy les preocupaba que un énfasis exagerado en los procesos asamblearios pudiera crear un aislamiento de la comunidad “radical” en lugar de un movimiento inclusivo. El éxito de Occupy Wall Street, pensaban, no consistiría en “traer a gente al movimiento” para que escuchara su retórica, sino en expandir el movimiento –sus propósitos, su vocabulario y sus prácticas- para que cualquiera pudiera contribuir a su construcción.
Como la mayoría de los españoles en la península o en el extranjero, los que participaron en Occupy se habían visto atraídos por el 15-M precisamente porque el lenguaje de las acampadas iba más allá de los discursos tradicionales de la izquierda. Aunque muchos de ellos tenían educación post-graduada -Santa-Cecilia, Moreno-Caballud, Lauren Dapena Fraiz, Mónica López, Guillem Álvarez Berrocal, Ángel Luis Lara, Maleni Romero, Lucía Rey, Vicente Rubio, Xavi Acarín, y Nikki Schiller— a todos les cautivó la sencillez de los slogans provenientes de las acampadas del 15-M. Casi todos los participantes en la Asamblea General de Nueva York estaban versados en la tradición política radical, y habían leído desde Marx a Franz Fanon, pasando por Deleuze y Guattari, desde Gayatri Spivak a Jacques Rancière, pasando por Hardt y Negri. La diferencia fundamental, en mi opinión, era la manera en que los participantes se relacionaban con estos pensadores. Mientras algunos (no todos) de los activistas americanos expresaban sus sentimientos anti-capitalistas en el idioma de la teoría académica, el contingente español se preocupaba por reformular y traducir las ideas que surgían de la asamblea para que fueran accesibles más allá de la comunidad activista y académica. Les habían inspirado los posts publicados por Amador Fernández-Savater durante las primeras semanas del 15-M, defendiendo la potencia política del lenguaje común (en expresiones como “democracia real ya” o “somos personas”) frente a quienes insistían en la vaciedad e ingenuidad política de este vocabulario cotidiano. La convicción de que las formulaciones del movimiento debían ser lo suficientemente abiertas para que todo el mundo cupiera era uno de los principios operativos del contingente español de Occupy.
Manifestación del 1º de mayo, 2012
Manifestación del 1º de mayo, 2012


El 15-M en Nueva York y el 99%
El transito de estas gentes, prácticas e ideas entre España y Estados Unidos en el verano de 2011 generó mucha de la energía que iba a impulsar los esfuerzos organizativos de Occupy en agosto y septiembre del mismo año. Por supuesto muchos tipos de protesta y tendencias políticas diferentes convergieron en la formación de Occupy Wall Street. El movimiento debe mucho a las campañas anti-globalización de Seattle y Argentina en el cambio de milenio, a las protestas pro-democracia de la primavera árabe cuya onda expansiva circulaba ya por Occidente y a la llamada a la propagación de acampadas de protesta americanas realizada por la revista canadiense Adbusters durante los calurosos días del verano de 2011. En julio, la coalición New Yorkers Against Budget Cuts (“Neoyorquinos contra los recortes de presupuesto”) probó la idea erigiendo unas pocas tiendas de campaña junto al City Hall: el campamento que llamaron “Bloombergville” (en referencia al alcalde de la ciudad, Michael Bloomberg).
Pero incluso antes de estas iniciativas norteamericanas, el impulso para lo que se convertiría en el movimiento Occupy empezó en Nueva York con una manifestación en solidaridad con el movimiento 15-M en Washington Square, el día 21 de Mayo de 2011. Durante las seis semanas siguientes, un grupo de españoles reunidos bajo el nombre “Democracia Real Ya – NYC”, entre ellos algunos que llevaban bastante tiempo viviendo en Nueva York, se dieron cita semanalmente en el salón de actos de un bar español para solidarizarse con el 15-M y comentar la posibilidad de que un movimiento similar pudiera suceder en Estados Unidos. César Arenas-Mena y Moreno-Caballud comenzaron a asistir a las reuniones de New Yorkers Against Budget Cuts hacia mitad de julio, y el día 27 del mismo mes, tuvo lugar una charla informativa sobre el 15-M en la librería feminista de Manhattan Bluestockings. El momento clave de esta fase previa, sin embargo, lo constituyó un encuentro organizativo en el espacio de arte y activismo situado en el corazón de Wall Street 16Beaver, el día 31 de julio. El encuentro, llamado “For General Assemblies in Every Part of the World” (“Por asambleas generales en todas partes del mundo”) y organizado por Ayreen Anastas, Rene Gabri, Xavi Acarin y Moreno-Caballlud, entre otros, reunió a participantes en acampadas españolas con griegos que protestaban en la plaza Syntagma, además de activistas japoneses, palestinos y americanos (los organizadores de Bloombergville entre ellos). En esta reunión se anunció la primera asamblea de la Asamblea General de Nueva York (en aquel momento conocida como la Asamblea General Popular sobre los Recortes), que iba a tener lugar el 2 de agosto.
Durante los días siguientes, la frase más icónica y duradera de Occupy, “Somos el 99%”, fue acuñada por una serie de participantes de la Asamblea General de NY. El contingente español fue absolutamente crucial en esta articulación. El 4 de agosto, se inició un hilo de emails titulado “Una única demanda”, en la recién creada lista de correo “Septiembre 17”. Willie Osterweil comenzó la discusión señalando que esta “única demanda” del movimiento debería ser lo suficientemente amplia para incluir a todo el mundo: “No queremos observadores, queremos participantes”. Lorenzo Serna, un miembro latino e hispanohablante del grupo de Extensión respondió diciendo que tal vez lo que necesitaba no era una única demanda sino un mensaje único, algo que pudiera ser “fácilmente transferible de mi a cualquiera”. Isham Christie entonces enfatizó la diferencia entre una “demanda”, “que se dirige al estado o a las élites económicas” y un “mensaje”, “que se dirige a la gente que intentamos traer al movimiento”. En definitiva, el consenso “online” al que se llegó fue que Occupy Wall Street debía definirse menos por el qué de su posición política que por el quiénde sus participantes. Moreno-Caballud sugirió entonces que la identidad del movimiento se definiría según su capacidad de generar un mensaje que fuera fácil de entender y que combinara lo político con lo económico, como había hecho el 15-M con su “No somos mercancías en manos de políticos y banqueros”. Amin Husain añadió un eco populista de la constitución americana ofreciendo el slogan: “Nosotros, la gente, estamos tomando las calles porque el gobierno no nos escucha”. Finalmente, David Graeber, inspirado por un artículo del economista Joseph Stiglitz sobre “la política del 1%”, propuso la expresión que se convertiría en sinónimo de Occupy: “¿Qué os parece “el movimiento del 99%”?”. Graeber continuó: “Los dos partidos políticos gobiernan en nombre de el 1% de americanos que han recibido casi todos los beneficios del crecimiento económico, que son los únicos completamente recuperados de la recesión de 2008, que controlan el sistema político y la casi totalidad de la riqueza económica. Así que si los dos partidos representan al 1%, nosotros representamos a ese 99% cuyas vidas han quedado esencialmente fuera de la ecuación”.
Al día siguiente Santa-Cecilia y Moreno-Caballud imprimieron un flyer, añadiendo el pronombre “nosotros” al 99%, creando así una “identidad colectiva” para el “todos” y el “cualquiera” que formaría parte del movimiento: “Nosotros, el 99% llamamos a una asamblea general el 9 de agosto a las 7:30 en el Potato Famine Memorial”. El concepto del 99% empezó a circular por las calles de Nueva York. Más tarde, el activista y bloggero Chris lo transformó en su forma final: “Somos el 99%”, que dio nombre a una página de Tumblr. Estas fueron las palabras y el concepto que Santa-Cecilia y Moreno-Caballud recuperaron en su email de septiembre, durante la primera semana de la acampada.
Asamblea en español, Occupy en Zuccotti
Asamblea en español, Occupy en Zuccotti


Coda: ¿Occupy ama al 15-M?
¿Cómo, entonces, llegó a ser virtualmente borrado el papel del contingente español en la prehistoria de Occupy Wall Street? Me resulta más que anecdótico que el grupo que más se preocupó y trabajó por la inclusividad del movimiento haya sido efectivamente excluido de las principales narrativas sobre los orígenes de Occupy. ¿Por qué ha sucedido esto? Principalmente, porque el contingente español estaba más determinado que muchos de los demás participantes en la Asamblea de Nueva York a llevar la creencia en un movimiento sin líderes a un nivel cotidiano y orgánico. Como a menudo los participantes de las acampadas españolas rechazaban dar sus apellidos en entrevistas, esta práctica fue replicada inicialmente por el contingente español de Occupy. Especialmente en los primeros días del campamento de Zuccoti, esta táctica de despersonalización fue habitualmente recibida con confusión, hostilidad y, sobre todo, indiferencia por una sociedad americana fuertemente afectada por el culto a la celebridad. La falta de auto-promoción por parte del contingente español de Occupy supuso la progresiva disminución de su visibilidad y su influencia en el movimiento. Para el momento en que Occupy Wall Street había capturado la imaginación popular, en los últimos días de septiembre, los españoles ya no tenían una presencia decisiva en los principales órganos del movimiento, ni en Zucotti Park ni fuera del parque. Este giro confirmó, en parte, la efectividad de su concepto de un movimiento del 99%. Pero, por otro lado, el hecho de que fueran menos visibles que otros participante hizo que los medios globales –y en consecuencia, los activistas y académicos que, a pesar de toda nuestra retórica, continuamos estando fuertemente atados a esos canales estrechos de información- básicamente ignoraran las continuidades entre el 15-M y Occupy.
En el primero de mayo de 2012, durante una marcha a través de las calles de Manhattan, un grupo de participantes de Occupy intentaron reconstruir los puentes entre los dos movimientos. Preocupados por el hecho de que la gente tanto en Estados Unidos como en España siguieran viendo a Occupy como un movimiento local enfocado en el sistema político americano, llevaron una pancarta que decía: “Occupy Loves 15-M (Spain)”. Tengo fotos del contingente español llevando esa pancarta desde Union Square por todo Broadway hasta Zucotti, pero no creo que mucha otra gente reparara en ellos. La pancarta era una especie de testimonio de cierta derrota. Siendo cierto que muchos en Occupy “amaban” al 15-M, se había vuelto ya casi imposible afirmar una verdad mucho más profunda: que el 15-M era, o al menos era una parte fundamental, de Occupy Wall Street.

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