Anarquía Coronada

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Raffo y Noriega: los Muppets de la crítica cultural

por Pablo Chacón


En Progresismo, el octavo pasajero, los periodistas Guillermo Raffo y Gustavo Noriega simulan una deconstrucción de lo que suponen una corriente política en estado terminal -que de una manera u otra identifican con el actual gobierno- con el objeto no confeso de reivindicar al capital-parlamentarismo de última generación.

En el supuesto del libro que acaba de publicar la casa Random House Mondadori, los autores no saben que saben o ignoran que acaso sus criticados y denostados  progresistas están buscando construir lo mismo que ellos simulan deconstruir.

Si se trata del malentendido que destruyó la política argentina, de ese malentendido, el ingenio de Raffo y Noriega se alimenta: es tan fácil calificar una política en marcha (sea la del gobierno nacional o la de Mauricio Macri) como ir en busca del tiempo perdido, cuando ni siquiera se pensaba en construir un capital-parlamentarismo de última generación.

Para muestra: al final del capítulo 11, Raffo cuenta un encuentro, a fines de 1988, con Jorge Baños: “Lo encontré desmejorado, con una barba que hoy sólo puede remitirme a Al Qaeda (…) Nos describió alarmado una conspiración golpista que incluso en esa época sonaba inverosímil”.

“Yo ya no tenía nada que ver con la izquierda. Le dije: Estás loco. Descansá, dormí  bien. No pasa nada”. La cuestión es que este joven saludable seguramente no sabía que sí pasaba algo, y que lo que pasó es tan oscuro (el disparate del ataque al cuartel de La Tablada) que todavía no se ha mensurado las responsabilidades de algunos de los héroes de estos muchachos, llámese Nosiglia, Menem o Alconada Sempé.
Raffo  es guionista cinematográfico por la Universidad del Sur de California, y cineasta, escritor, dibujante, fotógrafo, pianista, padre y fundador del sitio Los Trabajos Prácticos.

Noriega es licenciado en Ciencias Biológicas, apasionado de las estadísticas, trabajó en el Indec, fundó la revista de cine El Amante, participó del programa de TV Duro de domar y es columnista de Luis Majul.

Progresismo… va y viene por la historia del cine argentino (¡hay que tener ganas de perder el tiempo!), disquisiciones sobre Stalin, sobre Fidel Castro, sobre el comunismo de Agosti, pero se concentra en el gobierno peronista que subió al poder en el 2003, epítome del sentido común argentino: el progresismo.

Lo que los argentinos hemos perdido viajando en la nave del progresismo: la honestidad republicana de don Raúl Ricardo Alfonsín (sin Pacto de Olivos, sin Carlos Alderete, sin Juan Vital Sourrouille), el ejemplo del juicio a las Juntas (sin leyes de punto final y obediencia debida, y para completar: la metamorfosis de ¡Luis Puenzo!

Sin dudas, lo mejor del libro son las entrevistas a Roberto Gargarella y a Tomás Abraham, no está mal la de Julio Bárbaro, sobre todo porque si alguien cree que estos muchachos están esclarecidos y de vuelta de todo (que es nada), Bárbaro, que sí está esclarecido y de vuelta de todo (que es nada) les escupe en la sopa lo que es el buen cinismo del político parlamentario.

¿Esclarecido? ¿Es ese guiño barato de comparar a Kirchner con el Ku Klux Klan? ¿Esa cacería, más barata, de las buenas intenciones de la juventud maravillosa? Extraño que este par de buenos católicos ignore que el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones.

Progresismo…lleva en sus entrañas el alien que probablemente convierta al libro en saldo en pocos meses -como sucede con cualquier libro periodístico- pero con el agravante de que no será tan fácil retornar a la arena pública después de que esta colección de boutades sea, una por una, refutada por alguno de sus entrevistados. 

Los campos de la desolación

por Gastón Gordillo


El sudeste de la provincia de Salta en torno a Las Lajitas es el epicentro del boom sojero en el norte argentino y el escenario de una de las más dramáticas transformaciones espaciales que se han dado en las últimas décadas en el Cono Sur. El pueblo está rodeado de vastos campos similares a los de la llanura pampeana y trabajados por maquinarias agrícolas de última generación, muchas de ellas automatizadas. Las camionetas doble cabina último modelo son una presencia recurrente en las rutas y estaciones de servicio. Los enormes silos manejados por Bunge, Olmedo Agropecuaria o Noble Argentina en Las Lajitas y Piquete Cabado son las estructuras más grandes de toda la región y la materialización del modelo de agricultura industrial que ha colonizado su espacio. Para los apologistas de la soja en la zona, la mayoría de ellos venidos “del sur” (Rosario, Buenos Aires), éste es el tipo de espacio que define al desarrollo y al progreso.
Pero éste es un paisaje que esconde los escombros de una geografía destruida a fuerza de desalojos, topadoras y quemazones. La gente criolla que ha vivido en la región por generaciones en base a una ganadería de monte conoce mejor que nadie el proceso de expropiación y devastación que creó a esos campos. Si bien los desmontes alrededor de Las Lajitas comenzaron en la década de 1970, se intensificaron con la introducción de la soja transgénica de Monsanto en 1996 y sobre todo con la devaluación de 2002, que creó condiciones favorables para la exportación de soja. La aceleración de los desmontes por topadoras que trituraban millones de árboles a los que luego se les prendía fuego hizo que el umbral al Chaco salteño pareciera por momentos, como recordaba un amigo activista, “una zona de guerra”. Columnas de humo se elevaban en varios lugares en el horizonte, marcando que la creación de campos de soja requería la reducción a cenizas de los densos montes que cubrían la región, de sus abigarradas formas de vida animal y vegetal, y de los hogares y corrales de familias criollas que había definido a esta región como uno de los bastiones de la “cultura gaucha” de Salta.
Hace unos días, me reencontré en Joaquín V. González, al sur de Las Lajitas, con una familia con la que entablé amistad en mis previas visitas a la región, gente criolla que se crió cuidando ganado en el monte. Estábamos hablando sobre los campos que hoy dominan el paisaje entre González y Las Lajitas y Juan, un hombre de 35 años, me dijo: “Es todo campo. Es una desolación”. La contundencia de su descripción de lo que para él significan esos campos me impresionó. Poco después, mencioné nuestra visita, años atrás, a un lugar conocido como “Los Indiecitos” y que los criollos de la zona veneraban como fuente de poderes milagrosos, en una zona entonces resguardada de desmontes. El lugar consistía en dos tumbas muy modestas, donde descansaban los restos de niños indígenas muertos en un pasado distante, ubicadas en un pequeño monte donde la gente dejaba ofrendas de velas y botellas de agua para pedirles milagros. Cuando mencioné a “Los Indiecitos”, la madre de Juan, que estaba con nosotros, suspiró un “uh” que sonó como un lamento. “Ya no queda nada”, me dijo con un dejo de tristeza mientras sacudía la cabeza. “Han desmontado todo”. Las topadoras habían arrasado con las tumbas al igual que lo han hecho con pequeños cementerios rurales cuyos escombros de huesos son hoy parte de los campos de soja. Los desmontes, en otras palabras, han destruido además de bosques y hogares una infinidad de otros lugares cargados de afectos y significados. El padre de Juan agregó, indignado: “Los desmontes van a dejar un desierto”.
“El desierto” ha sido uno de los tópicos favoritos de las elites argentinas desde Sarmiento, que han repetido hasta el cansancio que su objetivo ha sido colonizar y modernizar “el desierto” del Chaco y la Patagonia. Aprincipios del siglo XXI, el desierto a conquistar por los agronegocios es el de los últimos lugares criollos e indígenas del Chaco argentino. A los empresarios que hacen fortunas con la soja les gusta repetir que ellos han traído desarrollo donde antes “no había nada”: la “nada” de bosques rebosantes de vida vegetal y animal y de formas subalternas de vida colectiva que no registran como valiosas en la sensibilidad burguesa, que ve al espacio como algo abstracto, cuantificable y apropiable. La gente criolla del sudeste de Salta revierte estos imaginarios de clase para resaltar que “la conquista del desierto” hecha en nombre de la soja ha creado un nuevo tipo de desierto. Y este “desierto” es más que una alegoría de la desolación social creada por los desmontes. En días de viento, el cielo de la zona sojera salteña se tiñe de un tono marrón, el resultado de las miles de toneladas de tierra barridas y esparcidas por el viento. Los trastornos respiratorios y las alergias son hoy en día parte de la vida cotidiana en la región. La gente concuerda que estas polvaredas y los fuertes vientos no existían cuando la zona estaba cubierta de monte. En General Pizarro al norte de Las Lajitas, donde los desmontes masivos han sido más recientes, las calles están permanente cubiertas de una arenilla rojiza que crea la sensación de que el pueblo está rodeado, efectivamente, de un desierto.
La desolación de los campos de soja se expresa también en el tipo de vida que crece en su seno. Un rasgo definitorio de los agronegocios es que su alta mecanización requiere muy poca mano de obra. El manejar por la ruta provincial 5 al norte y al sur de Las Lajitas es encontrarse con campos que se sienten socialmente vacíos, pues en ellos vive muy poca gente y casi no hay viviendas. Estos campos son regularmente rociados del veneno fabricado por Monsanto para matar cualquier tipo de forma viviente que atente contra el crecimiento de las plantas de soja, modificadas genéticamente por Monsanto para resistir sus herbicidas y pesticidas. Los agronegocios son por ello un proyecto de administración geográfica que buscan limitar a través de la saturación química del espacio que lo único que crezca en vastas extensiones sea una sola forma de vida: en este caso, la soja patentada por Monsanto. Al igual que en el resto de la Argentina sojera, en la zona se escuchan historias, en general contadas en voz baja, sobre el aumento de casos de cáncer, sobre personas fumigadas por aviones “como si fueran moscas” y de la “deriva” del veneno hacia los pueblos debido a los vientos.
En los comedores de las estaciones de servicio de la región, muchas veces almuerzo o tomo un café al lado de mesas llenas de hombres que se acaban de bajar de camionetas doble cabina. La mayoría tiene acento rosarino o porteño; por lo general no hablan de otra cosa, entre ellos o en sus teléfonos celulares, que de las vicisitudes del cultivo y el mercado de la soja. En Las Lajitas he conversado con varios de ellos. Si hay algo que los define es su indiferencia por esos paisajes desolados donde para ellos antes no había nada.

Voto Cantado

por Juan Pablo Maccia


Los liberals creen que es “honesto” que quien opina diga “desde donde” lo hace anunciando su voto. Pienso volver a votar al Frente para la Victoria (aún si reconozco que a nivel local votaría a la izquierda independiente).
La historia reciente nos habla de modo contundente sobre el hecho de que el centro de lo político en la Argentina sigue pasando por la activación de esa estructura de sentimientos cristiano-popular que sigue expresándose en el peronismo.  Que se active hacia la izquierda, como esta última década, o hacia la derecha, como en los años 90, es la gran disputa.
Lo demás no existe. O existe sólo cuando esa estructura se apaga. Esa es la condena del liberalismo puro y de la izquierda pura: solo pueden influenciar políticamente atacando la formación sentimental-popular.
El escenario político del presente no se divide, como muchos creen, entre peronismo y no-peronismo, sino al interior mismo del peronismo. No creo exagerar si afirmo lo siguiente: si existe en el país una fuerza capaz de causar una derrota al kirchnerismo esa fuerza se llama Frente para la Victoria. No hay otra fuerza con capacidad de derrotarlo. A diferencia de lo ocurrido en 2009, fue parte de esa fuerza la que derrotó al kirchnerismo en las PASO de julio.
Esa derrota obedece a una secuencia paradojal: la muerte de Néstor activó el sentimiento popular al tiempo que privó al movimiento de su líder estratégico. Esto es: en el momento en que el kirchnerismo se expandía a través de las fibras sensibles del pueblo y la juventud, se afectaba de manera notable la política de cuadros (reducida a La Cámpora) y de masas (reducida a Unidos y Organizados). Demasiado alto el piso, demasiado bajo el techo.
El mejor gobierno que uno pueda recordar, se sustenta en una fuerza en dispersión. La falta de jefe se revela en la falta del sentido del kariós. Una inercia burocrática sustituyó al impulso político. El cristinismo se ha convertido en una vertiente pasiva del kirchnerismo: aquella que se resigna de modo desesperante al vencimiento de los  de los plazos del calendario electoral, 2015
De entre todos los kirchnerismos posibles (porque kirchneristas “somos todos”) sobresale –por programa y capacidad de continuidad institucional– el desarrollista de Daniel Scioli. Es decir, la estructura del PJ. Con ella no se gana, pero sin ella es difícil.
El domingo veremos sin termina, o no, por despuntar otro kirchnerismo: uno más parecido al de Menem (¿y al propio Néstor?): el líder populista. Sin partido, sin estructura y sin programa, Massa se postula como una sorpresa, una fuerza por descubrir (aunque el amarre en el mundo empresarial parece ser bastante sólido).
¿Massa o Scioli? Nada se resolverá este domingo, pero habrá que estar atento a los resultados: si Massa da paliza (arriba de 12 puntos de diferencia) o si con un diferencial menor a los 10 puntos surge un Scioli jefe y orientador del peronismo nacional. Gane quien gane, se consagra la política pequeña.
¿Quién pierde en estos escenarios? El kirchnerismo de los “derechos”, es decir, aquel que tras acompañar hechos con palabras amenaza con quedar pedaleando en la pura verba. Esos somos nosotros. Quienes hemos bregado por la Gran Políticade la apertura y el desborde.
Curioso el papel de Bergoglio en todo esto: hace Gran política vaticana y colabora para empequeñecerla a nivel local.
Mi voto, sin embargo, no es a perdedor. Le doy un sentido resistente. El de una convocatoria a los kirchneristas a no entregar lo que hemos logrado y defendido sin luchar.

Tratamiento de guerra a la Minga colombiana

El gobierno colombiano da tratamiento militar a una movilización social y ataca a los pueblos indígenas como si fueran actores armados, denuncian las organizaciones convocantes de la Minga Social, Indígena y Popular.
Las movilizaciones, iniciadas el 14 de octubre, fueron respondidas con “ráfagas indiscriminadas de armas de largo alcance, gases tóxicos y otro tipo de armas, con prohibición de uso en el marco del Derecho Internacional Humanitario”, informó la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC).
La Minga “se desarrolla en cumplimiento de lo mandatado por las organizaciones de 44 expresiones que hacen presencia en 28 departamentos del país, quienes representan las cuatro quintas partes del Movimiento Indígena Colombiano”, afirmó la ONIC en un balance público. Para el 19 de octubre, la organización reportó 15 mil indígenas movilizados en Córdoba, mil en la Gobernación del Cesar, 4 mil en Antioquia, mil 100 en el Huila, 3 mil 500 en el Tolima, 4 mil en el Valle del Cauca, mil en la Guajira, 600 en Nariño y 500 en Sucre. Las movilizaciones incluyen reuniones de pueblos, encuentros culturales, discusiones, bloqueos carreteros parciales y marchas pacíficas. Éstas últimas fueron atacadas por el Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD).
Las demandas centrales de la Minga en esencia son contra el libre comercio y los megaproyectos de las transnacionales, y se corresponden con las del mismo evento de 2004. Esta vez -aunque con modificaciones repentinas- se resumen en territorio y tierras, consulta previa en agenda minero-energética, ejercicio de autonomía y gobierno propio, Tratado de Libre Comercio y política agraria, y derechos humanos, conflicto armado y paz.
“El accionar desmedido, desproporcionado y violento de la fuerza pública el día de hoy se suma a los sistemáticos incumplimientos del Estado colombiano en contra de los pueblos indígenas”, señaló el Tejido de Comunicación de la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca (ACIN), organización a quien le bloquearon las listas de correo electrónico. Los indígenas denunciaron el 18 de octubre que en tan sólo 20 minutos de ataques de los escuadrones antiguerrilla contra las columnas de marchantes, se produjeron 14 heridos. Para la tarde del mismo día, los heridos se elevaron a 39.
Los convocantes anunciaron que la Minga seguirá, y denunciaron el uso excesivo de la fuerza, siembra de minas antipersona, amenazas a líderes, uso de armas de largo alcance y gases tóxicos, retención injustificada de mil indígenas y disparos del ejército contra los manifestantes inermes y la guardia indígena. Se teme una masacre, pues el grupo paramilitar Los Rastrojos lanzó el 19 de octubre una amenaza contra la Minga y los comunicadores populares. Las fuerzas policiacas y militares utilizan también artefactos explosivos y machetes en sus ataques, denuncian desde la Minga, y le amputaron la mano a un indígena. “El salvajismo de la acción de la fuerza pública no tiene precedentes. Mientras esto es así, hay un casi absoluto hermetismo en los medios de comunicación comerciales. No existe para ellos la movilización indígena ni sus causas”, denunció el médico y acompañante de los pueblos Manuel Rozental.
El ministro del Interior, Aurelio Irigorri, declaró que revisará las peticiones de los indígenas, pero advirtió que de ninguna manera considerarán la desmilitarización de los territorios. El consejero mayor del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), Eduardo Camayo, en entrevista a través del informativo Kueta Susuksa de Radio Pa´yumat, comentó que el domingo 20 de octubre, ¨la comisión de la Minga Indígena y Popular se reúne con delegados del gobierno nacional en la María Piendamó para negociar los cinco puntos de agenda”. Dijo que hasta el momento no han tocado los temas estructurales y que están en el debate de lo jurídico. “Apenas vamos en el primer punto de la agenda. Cuando tomamos una decisión la informamos a las comunidades movilizadas y hasta el momento eso ha sido bien recibido”, puntualizó.
Con la advertencia de que sus movilizaciones no deben ser utilizadas “por algunos únicamente para alcanzar los resultados que pretenden de antemano en mesas de negociación con el mal gobierno”, la organización de cabildos señaló que seguirán en sus acciones no sólo contra el modelo económico del extractivismo “y el mal llamado libre comercio”, contra el terror y la guerra “que nos mata y nos desplaza” y contra la legislación del despojo, “sino que vamos a seguir construyendo nuestra sociedad-otra y vamos a seguir ejerciendo desde abajo nuestro control territorial, frente a todo actor y flagelo que desarmonice nuestro territorio”.
La primera Minga, una movilización de amplio alcance, se desarrolló de 2004 a 2008 y se basó en cinco puntos. “Levantarnos en Minga es simultáneamente rechazar a quienes han pretendido mandar, vengan de donde vengan”, declaró el Tejido de Comunicación. En 2009, el académicos y activista Manuel Rozental explicó que “La Minga es una práctica ancestral de los pueblos indígenas de los Andes, que se nombra de otras maneras entre  otros pueblos y procesos en el  resto del continente y del mundo. Es el trabajo colectivo para lograr un propósito común. Las Mingas no tienen dueños”.
Escenario de guerra
 “La Policía, Ejército, ESMAD (antimotines) y efectivos policiales vestidos de civil, están rodeando a la gente, disparan indiscriminadamente, entrando a los campamentos ubicados a cuatro kilómetros de la carretera Panamericana, donde se resguardan mujeres, niños y niñas”, denunció la ONIC, mientras los servicios sanitarios no tienen acceso a los heridos.
“Escuadrones antiguerrilla se ubican en las montañas disparando en contra de la Minga. La Policía, Ejército, ESMAD y efectivos policiales vestidos de civil, están rodeando a la gente, disparan indiscriminadamente, entrando a los campamentos ubicados a cuatro kilómetros de la carretera Panamericana, donde se resguardan mujeres, niños y niñas”, relató la organización indígena.
El consejero mayor de la ONIC, Luis Fernando Arias, dijo a Telesur que “las represiones se intensificaron desde primera hora de este viernes a pesar del compromiso del ministro del Interior, Aurelio Iragorri, de retirar a la Policía y el Ejército de los puntos de concentración de los indígenas”.
“Dentro de las acciones legitimas de las comunidades indígenas en defensa de la vida y del territorio, la autonomía, y los derechos humanos; se retuvo a un miembro del ESMAT, de nombre Jorge Luis Feria Salgado, oriundo de la ciudad de Cali-Valle, al cual se ha respetado la su integridad física, y en el momento se encuentra custodiado por la autoridad tradicional y la guardia indígena, hasta que hayan las condiciones para la entrega a los organismos defensores de derecho humanos”, destacó la ACIN.
Las autoridades tradicionales indígenas solicitaron la intervención de defensores de derechos humanos nacionales e internacionales para frenar el uso de la fuerza del Estado contra los manifestantes. Telesur informa que los manifestantes continuarán en forma indefinida la Minga nacional, hasta que el presidente Juan Manuel Santos reciba a sus representantes para debatir con ellos el pliego de peticiones, que consta de 95 páginas, y asuma el compromiso de solucionarlos.
Los wayuu mantienen parcialmente tomada una vía férrea en protesta por la represión a la Minga. Estos comuneros –ubicados en el departamento de La Guajira- están afectados por la minería, y exigen el cese del extractivismo y la salida de las empresas multinacionales. Los campesinos también amenazaron con reiniciar su paro agrario, debido al incumplimiento de los compromisos adquiridos por el gobierno.
A la Minga se agrega la posibilidad de que el paro agrario se retome de forma inminente, pues los campesinos organizados en las Dignidades Agrarias, que protagonizaron el reciente paro, se levantaron el 19 de octubre de las mesas de diálogo con el gobierno, cansados de las tácticas de dilación y los incumplimientos del gobierno.

#parapasarelfinde: RIP: A Remix Manifesto



Película documental de 2008 dirigida por Brett Gaylor. El protagonista central es Girl Talk, un músico que basa sus canciones en samples de otras bandas, y también participan el fundador de Creative Commons, Lawrence Lessig, el músico y ex ministro de Cultura de Brasil Gilberto Gil y el crítico de cultura pop Cory Doctorow.

Serie «Guerra por el Consumo»: Destino Conurbano

por Diego Valeriano



Al destino  -como a la vida runfla- le agradan las repeticiones, las variantes, las simetrías…
…Mili sale de la escuela casi volando, se toma el 163 y mientras hace la tarea arriba del bondi juega a que sueña cosas. Quiere ser maestra o cantante o maestra de música. Baja en la estación de Bella Vista, cruza la barrera corriendo y ayuda a la mamá a prender el fuego para hacer las tortillas…
…el Iraki que no para de cortar shāwarmā en cada feria que gana. Escapo de una guerra para desembarcar en otra, tiene marcas que habitan su mundo, su veteranía se constituye de momentos feroces. Es un desertor y ese gesto es el indicado para su nueva guerra…
…Marina no es varias cosas y además vende chipá, Marina es un cuerpo mercado, un estado de ánimo que consume. Se desgarra recorriendo las calles para encontrar un pequeño lugar para ponerse. Es un organismo unicelular que necesita guita diaria. Vende chipá, relojea con precaución al paraguayo que vende Cds, mira su suerte en cada devoto de San Cayetano, postea en Facebook, hace cuentas mientras canta y baila al ritmo del Get Lucky…
… Martha tomó un despojo y con la fuerza que solo tiene un maternaje lo fue transformando. Primero en animal humano y después en hijo. En ese camino hizo todo, se paró frente a la casa del transa y con toda  voz que tenía le aclaro que si le volvía a envenenar a su hijo era hombre muerto. Hablo con el jefe de calle y le pidió comprensión. Expulsó de su casa al padrastro que no entendió que Milko era lo más importante; no tuvo miedo de quedar sola y con el tiempo se dio cuenta de que era lo mejor…
… robaba cables de teléfono, fue pequeño transa de faso, seguridad de la Verón, chofer de salideras, pintor en altura, hizo dos supermercados. Silvio había hecho todo lo que se podía hacer y esquivado casi todo lo que se podía esquivar. Cansado de muchas cosas, consiguió un puesto en una cooperativa de la municipalidad. Cuando lo efectivizaron compró un LCD y, a los meses, una motito en cuotas. No la había usado ni tres semanas cuando un camión de La Serenísima lo pasó por arriba…
… todos se encontraban, al final, con su destino conurbano.

Los que toman la posta: Melancokirchnerismo 2

Por Leopoldo Laborde


Votamos. Y hace tres años que se murió Néstor. Cómo no recordar ese día, cada minuto. Existe una vinculación emocional con el kirchnerismo. Indiscutible. Explicable tan solo a veces, parcialmente.
¿Es el kirchnerismo simbólico la alianza de padres setentistas con sus hijos criados en los noventa?
¿Es el kirchnerismo la coctelera de viajes a Brasil a dólar barato junto al reclamo por el vaciamiento de lo público?
Ahí estamos, aguantando. Sabiendo que estos años serán recordado como una primavera.
Los que lo critican con bronca nos parecen bajos, desalmados.
El kirchnerismo es una emoción. Una emoción asociada a la nostalgia de un relato, de uno que nunca vivimos, el que nos contaron nuestros padres de su juventud.
Los resultados de las elecciones podrán ser cualquier número, pero una sola sensación. La de la nostalgia. La melancolía por lo que pasa.

Porque para mi generación, el kirchnerismo son los padres.

(se pueden ver más melancohistorias de padres e hijos acá)

De palizas, puertas y portazos

por Víctor Perico

Siete u ochos canales transmiten en vivo. Periodistas y encuestadores opinan y operan; saltan de búnker en búnker, todos hechos de  música y cotillón. En el momento cúlmine de la jornada, los discursos exaltan triunfos o asumen derrotas. Sobran ambiciones y escasean oradores consistentes.

Fuera del espectro de visibilidad, no resulta difícil imagina la cantidad de champú descorchado por un sector importante del poder político, empresarial, mediático (y varios etcéteras más) festejando, en esta batalla estratégica, una victoria contundente. Porque sorpresas, lo que se dice sorpresas, no hubo. Pero la derrota del kirchnerismo en las provincias más importantes, en particular en la provincia de Buenos Aires (donde perdió por más de 12 puntos) fue contundente. Tan contundente que logra reabrir un juego que parecía clausurado por aquel –no menos contundentes, pero absurdamente lejano– 54%.

La cuestión central es que, con los vaivenes que los caracterizaron, desde 2003 el kirchnerismo venía controlando muy bien el escenario político. Pero ese control, al menos desde las PASO, parece resquebrajado. Y el kirchnerismo, que en circunstancias similares salió airoso, quedó sorprendido e inmóvil, falto de reflejos, incluso de energía, para reaccionar. 

Faltan análisis lúcidos y sobran argumentos exculpatorios. En función de sus deseos presidenciables, Massa y  Macri (incluso Binner) arman un relato para persuadir a un otro, para proyectase nacionalmente. El kirchnerismo –única fuerza de alcance realmente nacional– se arma un relato para sí mismos, para autoconvencerse de que nada muy trascendente está pasando, de que siguen siendo la primera mayoría y de que el problema no es que hay políticas a revisar sino que la argentina se derechizó.  
Y en ese espacio liberado del control, abierto, crecen –es verdad, mayormente «por derecha»— nuevos figuras con deseos y posibilidades de proyección nacional. Los obvios Macri y Massa, que ayer rompieron su brumosa alianza y se lanzaron en carrera tras el mismo objetivo. La inserción en el peronismo y la posibilidad de aglutinar los que saltan con garrocha desde el kirchnerismo (algo que viene haciendo desde hace seis meses en el Conurbano) sitúa en un buen lugar al hombre del Tigre. Pero también Macri tiene lo suyo, sobre todo porque hace ya varios años que viene intentando proyectar su fuerza a nivel nacional, porque cuenta con una estructura partidaria consolidada y con recursos y apoyos mediáticos contundentes. 

Scioli quedó lastimado: la derrota en la provincia de Buenos Aires fue mayor a la esperada y se perdió en lugares donde, es evidente, los barones del conurbano, como quien diría, le sacaron el culo a la jeringa. Pero su alta capacidad de reciclaje, el escaso desgaste de su figura por no haber competido directamente y el haberse transformado en uno de las pocas alternativas oficialistas con posibilidades reales de competir por la presidencia de la nación lo vuelve alguien a atender. 

En esa lista podrían sumarse Cobos –que luego de su patético paso por la vicepresidencia ensaya un en proceso de recuperación– y Binner, que si no fuera tan gris y no tuviera su provincia estallada por la violencia narco y la corrupción policiaco-judicial, tendría un margen bastante amplio para acumular. Es esa centro izquierda republicana, socialista-radical, que tiene un variopinto conjunto de “referentes” que van de Solanas y Carrió hasta Donda y Alfonsín o Stolbizer (al margen, los que le puteaban a Pino la alianza-engendro que armó con Carrió –y con UNEN en general– debieran reconocer a esta altura que si el objetivo central era plantar un pino en el senado, eso está logrado.

Ya como elemento decorativo (incluso en su significativo crecimiento) la izquierda troskista, que hace dos años atrás pedía un milagro para no dejar de existir y hoy fabulan ser la alternativa obrera que, de Salta a la Patagonia, recorre fantasmagóricamente la Argentina.

Con todo, sería insensato creer que la fuerza que durante una década gobernó el país no sin eficacia e inteligencia (junto con altísimos niveles de improvisación)  deje que su década ganada se disperse hasta desaparecer sin dar pelea, sin al menos intentar cobrar lo que le corresponde. Del modo que reaccione dependerá lo que viene. El cierre conservador y la concentración vertical del mando y la decisión no parecen dar buenos resultados. Quizá sea el momento de conjurar el autismo, de salirse del micromundo sonso y autocomplaciente y, como otras ocasiones, doblar la apuesta. ¿Será capaz el kirchnerismo de refundarse a partir de asumir un conjunto de problemáticas no olvidadas por sus políticas sino producto de las mismas, de su modelo de desarrollo? ¿Tendrá la capacidad de ser sensible ante nuevos conflictos y derechos sociales que van emergiendo en los distintos territorios a lo largo y ancho del país? ¿Logrará volver a interpelar a las fuerzas más vitales de la sociedad o serguirá descansando sobre su coro de adherentes?

Paradójicamente, la llave de la política de los próximos años parece seguir en los bolsillo oficialistas. Pero será necesario dejar de empujar puertas que ya están abiertas y asumir con inteligencia y coraje, antes de que sea demasiado tarde, cuáles son los nuevos desafíos a asumir.

¿Y ahora qué?

Por Juan Pablo Maccia


Terminó la campaña: empieza la discusión política. Lo primero es lo primero: el FpV, a tres años de la muerte de su conductor, sigue siendo una fuerza importante. Mucho de lo que ocurra de acá en más depende de ver el modo de corregir la penosa escena de anoche, en la que el “equipo de Cristina” festejaba para contener la propia fuerza. Tras el telón, sin embargo, comienza el debate a fondo. Si como dijo Artemio Lopez, el voto a Massa en la Provincia de Buenos Aires es el de la población más necesitada: ¿por qué ocurrió esa fuga de votos? Y sobre todo ¿qué se hará para revertir ese escenario?
Massa fue el hombre de la noche. Un puro semblante. Todo lo que parece tener bobo como orador, lo tiene de astuto para el armado. Sin partido ni programa, con pura juventud y apelaciones a la unidad, la tolerancia y la seguridad ganó prácticamente en todo el conurbano. En su discurso, además de anunciar la guerra contra los “chorros”, se animó a lo que jamás se hubiese animado el propio Menem en campaña: anunció la unidad de empresarios del campo y de la industria: la unidad, bajo el mando de las finanzas, de las clases dominantes. Con Francisco en el corazón. Más tarde, en conferencia de prensa, dijo que su diferencia con De Narváez -ganador y dilapidador de una victoria mucho más ajustada en 2009-, es que él no “es un empresario, sino un militante político”.
En su primera elección derrotó, sin decir casi palabra, a Cristina y a Scioli: ¿cómo se detiene semejante aluvión?
Los hombres relevantes que tomaron la palabra, sobre el final de la elección, provienen de la UCDé. Jóvenes, festejados, visibles, patéticos. Uno es vice, el otro desafía el poder organizado del peronismo bonaerense desde el corazón del territorio bonaerense. Esta novedad histórica impide ligar la figura de Scioli a la de Cafiero del 88.
Desde el punto de vista formal, el gobierno tiene la estabilidad institucional necesaria para terminar su ciclo. El sistema político argentino pasa de los tres tercios (derecha pura, kirchnerismo, socialdemocracia) a los cuatro cuartos desparejos (FpV; Massa; Macri; socialismo-radicalismo). Nadie la tiene regalada. El peronismo crece dividido, y en un panorama atomizado pasa a contar la segunda vuelta. En un escenario congelado en la elección de ayer el kirchnerismo seria derrotado por alguna de las tres minorías que lo desafían.
Triste panorama. Scioli tendrá que recomponer lo que se jugó y perdió en esta campaña. Habría que recompensarlo de algún modo: puso su geta en donde no estaba la de la jefa. Sin el (desde todo punto de vista) indigno giro a la derecha de la campaña (Granados en Seguridad; Insaurralde hablando de bajar la imputabilidad a los menores) la derrota hubiese sido aun mas fulminante.
En las provincias de mayor electorado la cosa merece un análisis más detallado. Bien Córdoba, donde el 15% del FpV es muy interesante. Un desastre en Santa Fe. O en Mendoza. Importante lo de Entre Ríos.
Ahora todo puede y debe ser rediscutido. A la espera de Cristina, y con Cristina. Incluido el fracaso estrepitoso de Unidos y Organizados. Es prematuro avanzar mucho más en estas primeras reflexiones. Pero quizás haya que insistir en algo: dentro del 30% de quienes votamos al FpV, habemos quienes hemos decidido no entregarnos, dar la pelea, arrojar cascotes, mear a los forros y oportunistas que saltan de bando, escrachar a los camaleones, sustituir a los que se deprimen. A los que crean que la tienen fácil le decimos: la década ganada, es la de los pibes dispuestos a resistir.

La Revolución

por Leopoldo Laborde


La revolución no podía ser tan fácil.
La primera confirmación que me da el día después de estas elecciones es la de la certeza que la política hecha de esta forma genera electorados tan escurridizos como desatentos. Los argentinos votaron a un ex jefe de gabinete y peronista como voto castigo al gobierno. También votaron trasparencia en Ocaña, integrante de las filas de De Narvaez, a quien nadie iría a reclamarle el papel de hombre honesto.
Pero la sensación más honda es esa que me queda de confirmar que existía un desacople entre los cantos y las realidades de mis compañeros. «A pesar de las bombas, de los fusilamientos, de los compañeros muertos» cantaban a pesar de ejercer sus funciones de oficinistas, o de militantes part time en donde los sueños de proletarización, las bombas y los compañeros muertos eran relatos de nuestros padres. Creíamos que éramos la continuación de algo con lo que no teníamos ningún vínculo ni afectivo, ni político: los pobres no son nuestros. Y ayer quedó demostrado que les seguimos siendo extraños. Y que con este modo de hacer política del espectáculo, de la pura representación, cualquiera que prometa ejercer la administración ordenada de la pobreza podrá ser un sucesor.
Quizás sea el cambio de época, y sea irrecuperable una idea de construcción política enraizada, de la misma forma que se dice que la educación ilustrada es cosa del pasado. No lo sé. Pero si hay que estar advertidos que a cada modo de militancia le corresponde un electorado, y lo que construimos, cantando las canciones de nuestros padres pero renunciando a sus formas más radicales de compromiso, es que el vínculo con el que creemos nuestro pueblo es débil, o fluctuante al menos. Lo peor que podría pasar es enojarse con el electorado que procesa de forma casi desatenta lo que ocurre. La revolución no podía ser tan fácil, tan cómoda, con tanto charme. O quizás no haya más revoluciones como las de antes, y  tengamos que admitir que se ha convertido para siempre en un sueño eterno.

Cuando falla la Corte

Por Juan Pablo Maccia


La Corte falló a favor de la Ley de Medios. Nada extraordinario: una ley votada por ambas cámaras, precedida por un amplio debate democrático, ¿por qué iba a ser «inconstitucional»? El contenido anti-monopólico de la ley, sumado a los plazos que se tomó la corte (nombrada por Kirchner) y a la necesidad de la presidencia de promover retóricas calientes empujó a buena parte del gobierno y del FpV a acusar a la Corte de conspiración golpista a favor del Grupo Clarín. Pero las cosas son como son y la prudencia de los jueces acaba por dejar lecciones inesperadas.
Entre ellas, hay una de vital importancia: el gobierno de un país no pasa exclusivamente por el poder ejecutivo. En lo que muchos califican como un momento de debilidad del gobierno –Cristina momentáneamente alejada, derrota electoral, fin del proyecto de la reelección- la corte disuelve, mediante un enunciado institucional sensato, toda fantasía conspirativa de los ansiosos vencedores del domingo.
Hay también una lección política. El kirchnerismo tiene dos años de gobierno por delante. Hasta ahora se ha impuesto entre la dirigencia del FpV la línea del giro oportunista a la derecha. La demagogia punitiva ha sido su bandera electoral. Los resultados del domingo arrojan ya luz suficiente para un primer balance: si bien la conducción de algunos gobernadores ha logrado contener al tercio peronista (y en menor medida progresista) que se alinea con el FpV, esa contención se ha hecho al precio de un fuerte paso a la defensiva y al camuflaje respecto de las banderas enemigas.

Cuando aun tratamos de entender los pormenores de las elecciones del domingo, la corte le otorga al kirchnerismo una nueva posibilidad de embellecimiento. No tanto por los contenidos del fallo, sino en razón de su sentido de la oportunidad. ¿Conservará el FpV reflejos para activar y aprovechar los aires democratizantes que el fallo sugiere? Lo sabremos pronto.

Judith Revel: Contraimperio y biopolitica

por Pablo Chacón
La ensayista francesa Judith Revel –a punto de llegar a la Argentina junto a su compañero Toni Negri invitados por Lobo Suelto!– reflexiona en este texto sobre los modos en que el poder se dispersa y se pliega sobre la vida entera de los sujetos.

“Hablar de biopolítica implica excavar en la genealogía misma del concepto. Este trabajo preliminar debe no sólo observar con precisión el uso teórico y político que queremos hacer de la palabra biopolítica, sino encontrar algunos elementos que están cerca de ella, no siempre de modo articulado, y todavía con una insistencia que obliga a detenernos sobre ellos: comenzando con este contraimperio que da  nombre al texto. Prosiguiendo por la distinción entre contraimperio y contrapoder y adentro y afuera. Interrogando las palabras multitud, masa, pueblo, singularidad, individuo, y más, ciudadano, no-lugar, común, hasta la esfera pública de la cual tanto se habla y que no es propiamente el común. Detrás del concepto de biopolítica se encuentra una renovación del vocabulario y de la práctica política, y nunca como hoy dotarnos de una lengua ha sido un gesto más inmediatamente político, porque hablar una nueva lengua de todos significa experimentar una nueva política de todos, una política de la multitud.
En los medios, en los discursos filosóficos y políticos, el término biopolítica está siendo usado hace años de modo muchas veces útil pero con una gran variedad de sentidos. Incluso Bill Clinton, algunos años atrás, lo ha hecho suyo: había sido decodificada y escrita la primera secuencia del ADN, y esta conquista llegaba nombrada por Clinton en vivo por la TV ante los ciudadanos norteamericanos, como una nueva frontera biopolítica. Hace un extraño efecto el oír, después de la frontera estelar del escudo espacial de Reagan, la definición de un nuevo horizonte del poder estadounidense en esos términos. Un horizonte de expansión ahora jugado no más en el espacio sino en la vida, sobre la vida. Pero también es otras cosas. Biopolítica es Seattle, Génova, Porto Alegre. Biopolítica es el movimiento de los movimientos. Nos compete a nosotros recobrar la palabra, antes que pase a ser parte del vocabulario de los noticieros.
¿Qué cosa es la biopolítica? Es un término que irrumpe en el pensamiento de (Michel) Foucault a fines de los 70 -y la fecha no es algo debido al azar, así como no es por azar que los 70 hayan sido vividos por Foucault con una grandísima curiosidad por cuanto sucedía en Italia, con una preocupación y un deseo de información, de vinculaciones y de discusiones que eran permanentes, a menudo conflictivas, pero muy fuertes.
Delante de biopolítica encontramos en Foucault toda una serie de términos que señalan su recorrido dentro de la filosofía política, partiendo del concepto de poder -término que luego Foucault negará haberlo usado como sustantivo unívoco y unitario, prefiriendo la expresión más dúctil de voluntad de poder-, para arribar luego a los conceptos de disciplina, control y biopoderes. Cronológicamente, biopolítica es el último de esta cadena léxica extendida a lo largo de casi diez años, del 68 a fines de los 70.
Son dos las razones en filosofía para usar o dejar pasar un término: la primera es que el objeto del cual se trata ha devenido otro y esto obliga a buscar otra nominación; la segunda, es que el paradigma con el cual yo describo, analizo o confronto con aquel objeto también es otro: no es aquí el objeto el que ha cambiado, sino el sujeto que lo mira.
Desde este punto de vista, el pasaje terminológico de la disciplina al control corresponde a un cambio de objeto: históricamente, el objeto descripto por Foucault bajo el nombre de disciplina, esto es, la modalidad de aplicación del poder que aparece a fines del siglo XVIII, y que se caracteriza por un cierto número de dispositivos coercitivos que juegan sobre el cuerpo y la visibilidad, cambia. Ciertamente, las dos dimensiones en parte se superponen, y sería inútil pensar esa distinción en la forma reductiva de la sucesión: así, el control es históricamente posterior al nacimiento de la disciplina, aunque disciplina y control puedan convivir y enlazarse, jugar una forma con la otra y una sobre la otra. Cambio de objeto, por consiguiente: cambio de objeto en la historia. El pasaje del control al biopoder y a la biopolítica no es un cambio de objeto sino un cambio de paradigma. En la medida que la subjetividad que se confronta con los mecanismos del poder cambia, eso interesa: hablar de biopolítica quiere decir hablar de una modificación, una renovación una producción de nueva subjetividad.
Foucault no trata más al poder como una entidad coherente, unitaria y estable, sino que estudia relaciones de poder que por un lado suponen determinadas condiciones históricas, y por otro producen efectos múltiples, incluso afuera de lo que el análisis filosófico identifica tradicionalmente como el campo del poder. Aunque a veces parece haber puesto en discusión la importancia del tema del poder en su obra (No es por lo tanto el poder sino el sujeto el que constituye el tema general de mis investigaciones), sus análisis efectúan dos desplazamientos esenciales: si es verdad que no hay poder que no sea ejercido por unos sobre otros -los unos y los otros no siendo más fijados en un rol sino ocupando, por turno o simultáneamente, los polos de la relación–, esto implica una genealogía inseparable de una historia de la subjetividad; y si el poder no existe sino en acto, se vuelve central la problematización de su modalidad, la emergencia histórica de sus modos de aplicación, los instrumentos que usa, los campos sobre los cuales interviene, la red que diseña y los efectos que determina en una época. En ningún caso se trata de describir un principio de poder que funcionaría como fundamento, sino de poner en evidencia una articulación -agenciamiento diría Deleuze- entre prácticas, saberes e instituciones en los cuales el objetivo no se reduce al dominio sino que no pertenece a nadie.
Este análisis del poder, como modo de aplicación o acción sobre los otros, tiene consecuencias. La más difícil de aceptar, es que el poder se realiza sobre sujetos (individuos o colectivos) necesariamente libres: porque si no existe la posibilidad de la elección del propio comportamiento, adelantarse o resistir, obedecer o desobedecer, paradójicamente el poder se agota. Foucault: ahí donde las determinaciones (de poder) están saturadas, no hay relación de poder. El análisis foucaultiano destruye la idea de una confrontación directa entre poder  y libertad. Porque tenemos poder, deseamos libertad y no hay libertad que se ejerza sin poder. Es un desplazamiento de la resistencia al poder dentro de una esfera que es ya siempre la del poder y que no sale más hacia una improbable esfera de la libertad. Dos efectos: el primero es una crítica de la lectura marxista de la historia como mecánica dialéctica de la lucha de clases. El segundo es la imposibilidad de mantener la distinción entre adentro y afuera, entre poder y transgresión, entre límite y pasaje del límite, entre sujeción y liberación. La paradoja está en reconocer que el cerco dialéctico se cierra trágicamente cuando se busca separarlos, mientras que cuando se reconoce su articulación, existe la posibilidad de sacar la mordaza.
Esta genealogía posee una última característica. En la historia del pensamiento occidental, la definición de poder ha tenido constantes variables: una es la antinomia entre saber y poder, que es otra manera de decir que los hombres de la ciencia resultarían una garantía contra los excesos del poder (basta pensar que, si se mete un médico notable en la dirección del ministerio de Salud, todos nosotros estamos, al margen del color político, un poco más seguros). Foucault busca disolver la separación entre saber y poder, y reconstruir el modo en que el poder se ha entrelazado con el saber, y provocado efectos de verdad.
Mientras la articulación entre saber y poder en el medioevo pasa a través del reconocimiento de signos de fidelidad y extracción de bienes, desde el siglo XV en adelante el enlace entre saber y poder se organiza a partir de las ideas de producción y de prestación. Obtener de los individuos prestaciones productivas significa salir fuera del cuadro jurídico tradicional del poder para integrar la especificidad de la fuerza-trabajo en cuanto tal: el cuerpo de los individuos, sus propios gestos, su propia vida, sus enfermedades, su salud, todo lo que hace de un individuo puesto a trabajar un agente de producción y de reproducción de valor. En esto consiste la idea moderna del poder.
A este poder, Foucault lo describe al principio como un conjunto de disciplinas, como un tipo de gobernabilidad cuya racionalidad es una economía política. En realidad, se trata de constituir un par político que funcionará desde fines del siglo XVIII en adelante: el par servidumbre-utilidad. El individuo debe ser tan obediente como productivo: quizá debemos ser más conscientes del hecho de que la desobediencia, así como viene propuesta hoy, es la tentativa reiterada para salir fuera de este tipo de disciplina.
El poder se ha descubierto productivo. Las disciplinas son articuladas sobre el cuerpo y no trabajan bajo represión sino bajo la prevención: el castigo es siempre rotura de la producción mientras que la prevención permite mantener la continuidad productiva. El agente-cuerpo productivo, átomo singular de esta vasta fuerza-trabajo en la que se ha convertido la población de los hombres -devenida poblaciones, por una gestión más holgada de los flujos, su movilidad y control- pierde especificidad: la anticipación permite su sustitución en caso de necesidad. La idea de población permite al poder una mayor apropiación sobre los hombres y una independencia de los individuos: en suma, una gestión perfecta de la fuerza de trabajo fordista.
Es sobre esta base que la introducción del concepto de biopolítica representa un momento esencial en el análisis de Foucault. El término biopolítica indica la manera en la cual el poder tiende a transformarse, entre fines del siglo XVIII e inicios del XIX, para gobernar no sólo a los individuos a través de un cierto número de instituciones disciplinarias, sino al mismo tiempo a los vivientes constituidos en poblaciones. La biopolítica implica así necesariamente un análisis histórico del cuadro de racionalidad en el cual aparece -en la práctica, el nacimiento del liberalismo. Para el liberalismo, hace falta comprender un ejercicio del gobierno que no sólo tienda a maximizar sus efectos y a reducir sus costos, según el modelo de la producción industrial, sino que afirma además que se arriesga siempre a gobernar demasiado.
Según Foucault, mientras lo que llama razón de estado, es decir, la racionalidad asociada al nacimiento de la figura del estado-nación en el siglo XVII, había buscado desarrollar su poder a través del crecimiento mismo de ese estado, la reflexión liberal no parte de la existencia del estado sino de la de la sociedad, que se encuentra en una compleja relación de exterioridad-interioridad respecto al estado. Este nuevo tipo de gobernabilidad, que no se reduce a un análisis jurídico ni a una lectura económica, se presenta como una nueva tecnología de poder dotada de un nuevo sujeto, la población. Es preciso ocuparse de un conjunto de seres vivientes y coexistentes que presentan fragmentos biológicos y patológicos particulares, y cuya vida misma es susceptible de ser controlada para asegurar una mejor gestión de la fuerza de trabajo. Foucault: con el descubrimiento del individuo y del cuerpo adiestrable, el descubrimiento de la población es el otro gran núcleo tecnológico en torno al cual se han transformado los procedimientos políticos de Occidente. Ha sido inventada la que llamaré, en oposición a la anatomo-política de la cual hablaba antes, la biopolítica. Mientras la disciplina se presenta como anatomo-política de los cuerpos y se aplica esencialmente a los individuos, la biopolítica representa esta gran medicina social que se aplica a la población para gobernar la vida. El concepto de biopolítica trae dos problemas. El primero está ligado a una contradicción que se encuentra en Foucault mismo: en los primeros textos en los que aparece el término, él parece relacionado a aquello que los alemanes han llamado en el siglo XVIII la Polizeiwissenschaft, el mantenimiento del orden y de la disciplina a través del crecimiento del estado. Sin embargo, luego, la biopolítica parece señalar el movimiento de superación de la dicotomía estado-sociedad a favor de una economía política de la vida en general. Es en esta segunda formulación que nace el otro problema: ¿deberíamos pensar la biopolítica como un conjunto de bio-poderes, o bien (en la medida en que decir que el poder ha investido la vida significa también que la vida ha devenido poder) podríamos localizar en la vida misma –vale decir, en el trabajo y en el lenguaje pero también en los cuerpos, en los afectos, en los deseos y en la sensualidad– el espacio de emergencia de un contra-poder, el lugar de una producción de subjetividad que se afirma como momento de desujetamiento? En tal caso, el concepto de biopolítica deviene fundamental en la reformulación ética de la relación con lo político que caracteriza los últimos análisis de Foucault. Mejor: la biopolítica representa el momento de pasaje de la política a la ética o, como dice a veces Foucault, a una política sobreentendida como una ética.
Una biopolítica de la multitud significa hoy la recuperación problematizada de tal pasaje. Significa la voluntad de afirmar la positividad de nuestra resistencia. El contraimperio, si lo hacemos, no puede limitarse a ser sólo un contrapoder, es decir, al pie de la letra, lo otro del poder. Contraimperio es éxodo y desobediencia. Es potencia de vida y de la subjetividad, es recuperación de la producción del valor y del sentido, es producción de un vocabulario conceptual y de experiencias políticas nuevas, es dimensión constituyente. Nuestra resistencia reconoce al mismo tiempo las tres dimensiones tradicionales de las luchas -resistencia, insurrección y dimensión constituyente- en el momento en el que se reconoce como biopolítica, porque deviene expresión de la potencia de la vida. Oponerse y producir, oponerse produciendo, producir oponiéndose: muchas son las dimensiones de la potencia.
Algunos problemas permanecen abiertos: la articulación entre singularidad y lo común; el lenguaje, la refundación de una caja de herramientas léxica a la altura de la nueva situación imperial; la relación entre los saberes y la estrategia de desobediencia. La biopolítica debe repartirse entre la urgencia de estos nudos y nuestra práctica. Queda en nosotros hacer de la biopolítica no sólo un concepto teórico sino el nuevo nombre de un espacio de vida, práctica e invención que sea capaz de resolver estos tres puntos. Desearía que biopolítica fuese el nombre de aquel mundo que estamos inventando, el nombre de un posible que no ha sido jamás tan potente.

Colombia, vientos de guerra en Corferias

por Héctor Riveros



La Convención de Uribe Centro Democrático se inició con una proposición relacionada con la decisión de la Corte Constitucional que declaró inexequible el acto legislativo que modificaba el fuero militar. Al exministro Fernando Londoño le encargaron la misión de ambientar la propuesta y se vino con una diatriba contra el proceso de paz y contra la “pandilla judicial” que mantiene a los militares presos.
Se pidió un minuto de silencio por los soldados caídos en el combate y Londoño arengó diciendo que las sociedades requerían de héroes y recordando que sus alumnos deberían haber aprendido la importancia de la fuerza para el derecho.
Después alguno de los precandidatos hizo poner de pie a los oficiales en retiro que estuvieron en la reunión para rendirles un homenaje y varias veces se pidió aplausos para el Coronel Plazas Vega condenado por los hechos del Palacio de Justicia. La verdad no fue el único preso que recibió aplausos, también los hubo –entre otros- para Luis Alfredo Ramos detenido por orden de la Corte Suprema de Justicia por supuestos vínculos con la parapolítica.
Inmediatamente después, el expresidente Uribe dijo que en los Talleres democráticos se había aprobado pedirle a los pre-candidatos presidenciales que, en caso de resultar elegido alguno de ellos como Presidente, el 8 de Agosto del 2014 sobrepasara el meridiano 82 como una demostración de soberanía frente a Nicaragua. La proposición fue aclamada.
Después vino una declaración contra el socialismo del siglo XXI y la dictadura venezolana, que se repitió a lo largo de los dos días de la Convención.
Cada uno de los candidatos –en diferentes tonos- dijo que daría por terminado el proceso de paz que adelantan los negociadores escogidos por el Gobierno colombiano y el grupo guerrillero de las Farc. “Se acabó la fiesta de La Habana” se repitió una y otra vez.
Oscar Iván Zuluaga, el candidato previamente escogido por los directivos del movimiento, entregó un corto programa cuya primera propuesta es: “Recuperar la política de seguridad democrática y complementarla con una justicia eficaz. La verdadera paz se construye con más seguridad y más justicia, no a partir de impunidad y privilegios políticos para los violentos”.
En su discurso de aceptación de la candidatura dijo que con las Farc no hay nada que negociar y que la paz son los cinco pilares del uribismo.
Fueron casi veinte horas de discursos altisonantes en el que no se mencionaron a las víctimas y en los que la palabra “conflicto” estaba proscrita: en Colombia no hay un conflicto hay una amenaza terrorista.
El lenguaje militar fue el que más se uso: ”soy un soldado de esta causa”; “el Presidente tiene que volver a ser el primer soldado”; “hasta la batalla final” fueron estribillos que se oyeron varias veces y el discurso de unción de Uribe a Zuluaga terminó diciendo: “en sus pulcras manos entrego esta batalla”.
Nadie habló de una sociedad más igualitaria y cuando se usaba la palabra democracia era para denotar cosas distintas de las que le corresponden. Nadie dijo, por ejemplo, que esa palabra proscribe intenciones de perpetuarse en el poder, o que obliga a respetar el sistema de controles y la separación de poderes, o que exige dar garantías a la oposición, o que obliga a respetar las reglas como la que ellos mismos habían adoptado de hacer una consulta para elegir su candidato. Es otra democracia la que ofrecen.
Quiérase que no, las próximas elecciones son un referendo por la paz. Con acuerdo o sin acuerdo en La Habanalo que se decide primero en marzo, en las elecciones de Congreso, o en mayo en las elecciones presidenciales es si los colombianos vamos a resolver el conflicto por la vía militar o por la vía negociada, si vamos a fortalecer nuestra Fuerza Armada para confrontar al vecindario, si en la lucha contra el crimen vamos a tener como máxima que el fin justifica los medios o si –en cambio- nos decidimos por apostarle al proceso de paz y a una sociedad más respetuosa de las reglas democráticas.
El uribismo se opone a que se convoque un referendo para aprobar o no un eventual acuerdo de La Habanapero en la práctica lo que plantea como estrategia electoral es que lo que se decida sea eso. La diferencia es que el eje que se propone es el de la guerra y no el de la paz.
El Congreso aprobó una reforma a la ley estatutaria para abrir la posibilidad de que un eventual referendo se pueda hacer el día de las elecciones. Para marzo es imposible por razones de tiempo y para mayo tampoco parece posible. Pero con ese referendo o sin él la disyuntiva será la misma.
En términos electorales la dificultad está en que quienes están del lado de la paz están divididos: hay unos con el Presidente Santos, quien cada vez parece más decidido a asumir que éste es el tema y otros: “la tercería” que buscan un candidato porque no les gusta Santos, pero que respaldan el proceso de paz. Éstos últimos perdieron una parte de su discurso electoral con la bajada de Uribe a Pacho Santos. El estribillo de lo patético que resultaba tener que escoger entre dos Santos Calderón se acabó.
Hay además un amplio sector de la opinión que no está organizada, que no tiene voceros, que no está alienado ni con la reelección, ni con “la tercería” que en realidad es una tendencia de sectores de izquierda hasta ahora minoritarios. Quizás la clave está en que esa fuerza se active para promover una especie de coalición “pro-paz”
Si no, si el aire marcial que se respiraba por estos días en Corferias en Bogotá se llega a propagar, habrá que aprovisionarse para tiempos de guerra.

Nuevo Conflicto Social: «Ciudad del Boom – Ciudad del Bang»



Un nuevo tipo de conflicto social perfora la actual bonanza latinoamericana. La renta extraordinaria surgida de las industrias extractivas derrama sobre las urbes, convencida de su rol como agente de progreso. El aluvión sojero-minero-petrolero se entremezcla con el dinero narco, adopta formato financiero y se vuelca a la especulación inmobiliaria. Rosario es un caso testigo.
Pero no es el único. Rosario arde, a pura adrenalina arde.
Y en esa hoguera promiscua quizás se dibuje una nueva imaginación política.
Revista Crisis y Club de Investigaciones Urbanas presentan
«Ciudad del boom, ciudad del bang»
Realización: Martín Céspedes

Guión e Investigación: Club de Investigaciones Urbanas / Mario Antonio Santucho

“El erotismo de la sublevación”, entrevista a Franco Berardi, Bifo.

Por Benedetta Pinzari y Marianna Sica

Antes del 19 de octubre has difundido una reflexión en la que hablabas de sublevación. ¿Qué significa para vos sublevación?
Sublevación es una palabra rara y también ambigua, originaria de un léxico militar. La he usado en un librito de hace un par de años, precisando con mucha insistencia el hecho de que la sublevación que necesitamos hoy tiene que ser un proceso casi físico. Un sublevarse del cuerpo, que no puede tener nada de militar pero sí debe tener muchísimo de erótico. Estoy hablando de la reconstrucción de una energía social que parece haber desaparecido. Me pareció importante volver sobre esa palabra desde el momento que me di cuenta que otros en el movimiento sentían su fascinación, incluso debo decir su rica ambigüedad. Por esta razón me pareció casi necesario decir algo al respecto. El mensaje que he difundido tenía más que nada un carácter de esperanza, la esperanza del proceso iniciado el 14 de diciembre de 2010, con los estudiantes sublevados en Roma e Inglaterra, de manera muy dura y al mismo tiempo muy feliz, contra la barbarie que el capitalismo financiero europeo estaba provocando.
Tres años después las cosas han cambiado mucho, posiblemente para peor, en términos de relaciones sociales  y también dentro del cuerpo social de la realidad europea. Así que mi mensaje intentaba decir que lo que debemos hacer es salir del error de la batalla final. Una equivocación en la que esta vez nadie ha caído porque un poco de ejercicio anti-policial es parte de lo inevitable en una situación como ésta. Ahora espero sobre todo la continuidad del proceso. Es el único modo de que la sublevación salga de las explosiones de ira y se transforme en un proceso de efectiva autonomía social. Naturalmente esto es un deseo. No creo que en este momento estemos asistiendo a un proceso que tenga características de continuidad. Es verdad que las explosiones se están multiplicando en estas últimas semanas, empezando por por la manifestación por la defensa de la constitución, que puede tener las características ambiguas que se quiera, pero representa uno de los muchos elementos de oposición contra la dictadura financiera.
La huelga de los sindicatos de base, el 19 y lo que venga, todavía esporádico, tiene un efecto en las plazas: una explosión que debe traducirse en la cotidianeidad. ¿Conseguiremos superar este límite y dar continuidad al proceso de luchas y de autonomía? Esta es la pregunta que debemos plantearnos.
¿Sobre qué contenidos generales debe apoyarse un proceso de sublevación continua?
Hay una palabra que ha salido de Bolonia hace un par de años, que es de absoluta actualidad, y que se ha desarrollado muy poco. Esta palabra es insolvencia. La insolvencia es el núcleo más profundo de una posible revuelta de la sociedad europea. Insolvencia no sólo significa la negativa a pagar una deuda que no hemos contraído, sino también la negativa a pagar la deuda simbólica de una democracia que no tiene ya ningún contenido ni ninguna realidad. Es una deuda simbólica que confirma la subordinación política, por tanto la subordinación económica. Lo primero, la insolvencia. En segundo lugar, autorganización del trabajo cognitivo. La ofensiva financiera golpea primeramente el sistema educativo y el sistema cultural. El trabajo cognitivo autónomo, cuya energía es innovadora, es el verdadero núcleo central en el variopinto conjunto del trabajo precario contemporáneo.
Por tanto, insolvencia y autorganización del trabajo cognitivo son, en mi opinión, dos núcleos temáticos sobre los que el movimiento podría y debería construir su continuidad.
¿En qué situación europea y transnacional se daría este proceso de sublevación permanente?
En primer lugar debemos ser capaces de evaluar en qué punto se encuentra la penumbra en Europa. La noche es larga porque cuando se razona sobre procesos que no son únicamente políticos, sino también sociales y culturales, no basta confiarse a la inventiva o a la acción imprevisible que en política es siempre posible y factible. Es necesario tener en cuenta qué hay en las profundidades de las relaciones sociales de la sociedad europea y también en la cultura. Yo diría en el psiquismo de la sociedad europea. Allí se encuentra algo que da miedo, esta es la cuestión. La sociedad europea, en la impotencia política que ha golpeado al trabajo, es cada vez más incapaz de recomponerse para resistir y para invertir la ofensiva. En esta larga condición de impotencia, Europa está viendo emerger las formas conocidas del populismo, del fascismo, del racismo, del miedo, de la agresividad de la disgregación, del aislamiento, de la depresión. Esto es lo que emerge y se traduce en términos políticos. Oímos hablar de lo que está sucediendo en Francia, que junto con Italia es el país más triste de todo el continente en este momento. Oímos hablar de la confirmación electoral y el crecimiento inexorable del Frente Nacional. Cualquiera que haya estudiado un manual de historia de secundaria sabe que esto está en el orden de lo inevitable. La clase dirigente europea no puede fingir que no sabe que la palabra nación en Francia, desde hace al menos dos siglos, está extremadamente ligada con las palabras pueblo y Estado, no como en Italia o en España. En Francia el pacto de estabilidad de la señora Merkel, la imposición del equilibrio presupuestario impuesto por los agentes de Goldman Sachs –como el señor Mario Draghi y los otros Mario que circulan por el territorio europeo– significa una ofensa intolerable para la trinidad estado-pueblo-nación. Y esto puede gustar o no, a mí no me gusta, pero es un hecho.
La derecha y la izquierda se han unido horriblemente en este tema en el referéndum del 2005 contra la denominada constitución europea, en el que el Frente Nacional y la izquierda derrotaron  conjuntamente al neoliberalismo europeo. Esto debería enseñarnos algo, que Francia es un país donde el nacionalismo y la defensa de la sociedad pueden llegar a identificarse en el momento que son atacados, como ocurre actualmente, por una entidad política extranjera como Alemania. Siento decir esto, pero la cuestión es que vamos hacia la quinta guerra franco-alemana. De Napoleón a la guerra franco-prusiana, de la primera a la segunda guerra mundial, la historia del mundo en los últimos dos siglos se ha caracterizado por el resurgimiento de un conflicto que no solamente tiene caracteres nacionales, sino que se manifiesta bajo la forma de plaga nacionalista. El Banco Central Europeo ha despertado a la bestia nacionalista precisamente en el país en que esta bestia se vuelve más poderosa cuando resurge. ¿Estamos a tiempo de parar esta locura, que lleva directamente al hundimiento de la Unión Europea y al fascismo, a la guerra? ¿Estamos a tiempo? ¿Somos capaces de detenerla? Esta es la pregunta que me hago. Y también me pregunto si hay alguien en la clase política europea que se dé cuenta del absurdo que estamos permitiendo a la clase financiera. ¿Hay alguien que diga al menos en la situación de impotencia en que la política parece encontrarse?
Volviendo al 19 de octubre, los media mainstream han construido y propalado una narración que por un lado ha silenciado e intentado ocultar el proceso de construcción de la jornada, y por otro ha creado un clima de tensión y de criminalización a su alrededor, utilizando y agitando el clásico dispositivo del miedo. Viendo la gran participación del 19 de octubre parece que este dispositivo del miedo ha fallado: ¿ha sido así en tu opinión, y dónde hay que buscar las razones de su fracaso?
Recuerdo los días previos a Génova en el 2001, cuando algún indeseable corrió la voz de que se habría arrojado sangre infecta sobre la policía o incluso que trescientos treinta féretros estaban llegando a Génova. En esos días oí decir que en los hospitales de Roma había que hacer sitio para los posibles heridos.
El dispositivo del miedo puede haber funcionado en cierta medida porque quizás en vez de 80-90.000 personas podrían haber sido 200.000. Esto prueba no tanto que el dispositivo del miedo ya no funcione, sino más bien que la gente ya no puede más, es decir que las dimensiones de la rabia han alcanzado niveles de peligro, y todo el mundo lo sabe. Sin embargo no podemos contentarnos con esto. La rabia por sí sola no beneficia a la sociedad. Cuando la rabia no lograr encontrar una estrategia, no se traduce en formas de vida, de reorganización, de autonomía, amenazando con provocar autolesiones. Por tanto el dato de la manifestación es impresionante: se esperaban 25.000 personas y han sido al menos el triple. Sin embargo no podemos limitarnos a contar cuántos somos. No podemos limitarnos tampoco a repetir cada mes el ritual. Es un ritual útil por razones simbólicas, también por razones de autoreconocimiento que no hay que subestimar, pero tras este autoreconocimiento hay que llevarlo a alguna parte: a la vida diaria, al trabajo, a la escuela, a la universidad, a los barrios. Mientras no consigamos trasvasar esa fuerza al día a día corremos el riesgo de que se presente de manera estéril.
Otra significativa mistificación mediática de la plaza el 19 de octubre tiene que ver con su composición y con el intento de describir a los precarios, a los okupas, a los migrantes, a los estudiantes que han llenado las calles de Roma como jóvenes sin esperanza, fracasados, protestones y parásitos contraponiéndolos a una juventud autoemprendedora, dinámica, que se pone en juego a sí misma y sus propias competencias, empeñada en la construcción de un futuro deseado. ¿Qué te parece a ti, a este respecto, la jornada del 19 de octubre, en relación a su composición real y a sus reivindicaciones y expresiones?
Uno de los límites de la movilización y de la iniciativa está precisamente en el hecho de que, por ejemplo, nos cuesta relacionar y poner en común el trabajo precario en general, trabajo precario cognitivo y trabajo dependiente. Esta es una de las dificultades más dramáticas de nuestro tiempo. Es una dificultad tan profunda en el plano estructural, que ni siquiera estoy seguro que la consigamos superar. En los últimos años hemos asistido a explosiones obreras -pienso en Cerdeña, Taranto, el rol que la FIOM ha jugado en muchos momentos, que no logramos componer, si no es en la plaza, ritual e  intermitentemente, en un proceso de autorganización de la sociedad con el movimiento de los estudiantes o con las fatigosas y descoordinadas explosiones del trabajo precario. En definitiva, ¿qué necesitamos? Necesitamos una institución política, una consigna. El plan es el del salario para todos, el salario o la renta de ciudadanía desligada de la contingencia laboral. Sin embargo me parece más importante la reducción general del horario de trabajo, -ya sé que decir esto provoca risa. Pero mientras no nos demos cuenta de que el tiempo de trabajo es el verdadero núcleo esencial de la esclavitud contemporánea y de la división entre ocupados y desocupados, o de nuevo entre jóvenes y mayores, no llegaremos al núcleo central de la cuestión. Mientras no nos demos cuenta de que esto tiene que convertirse en el centro del discurso, estaremos siempre a la defensiva. Pensemos en lo siguiente, que no deja de escandalizarme: el que durante treinta años intentan convencernos de que si los jóvenes quieren tener una renta entonces los mayores tienen que trabajar más tiempo. Al decirlo me da la risa. Y tengo que reírme doblemente al pensar que toda la clase política lo repite diariamente y gran parte de la sociedad lo cree. Esto es contrario a las leyes fundamentales de la lógica antes incluso que a las de la sociedad y la política. Por tanto, una ofensiva cultural sobre este tema es probablemente una de las claves que nos permitirían recomponer una sociedad que por el momento, a parte de los gloriosos sábados por la tarde, para el resto se encuentra incapaz de solidez unificada y de autonomía compartida.
¿Crees que tiene algún fundamento real la representación mediática de una fractura dentro de la sociedad entre una masa de “empobrecidos” que demandan casa y renta y una presunta clase de “cognitarios” que en cambio tiene la posibilidad de construir a partir de sí misma y del autoemprendimiento un modo para mantenerse en medio de la crisis? En relación al discurso que sostienes respecto al tiempo de trabajo, ¿cuánto se explota o se autoexplota un “autoemprendedor”?, ¿cuánto tiempo de trabajo invierte diariamente?
En los años noventa, por repensar la historia reciente, la división entre trabajo precario y trabajo cognitivo tenía su fundamento real y salarial dado que el trabajo cognitivo se encontraba en condiciones de fuerza contractual y de agrado de la empresa, del hacer empresa en condiciones de crecimiento. Desde el inicio del nuevo decenio esta situación ha cambiado. Se trataría de entender por qué ha cambiado, qué ha pasado en la relación entre capital innovador y capital tradicional, qué ha pasado dentro de la composición del trabajo. En los últimos diez o quince años ya no existe ninguna condición de privilegio del trabajo cognitivo. Es cierto que existen raras excepciones de enriquecimiento y fortuna de la autoempresa, pero el trabajo cognitivo se identifica cada vez más con el trabajo precario, del que constituye gran parte. Por tanto, es cierto que el trabajador cognitivo se ve obligado a ejercer sobre sí mismo una violencia permanente, porque más que otros se ve obligado a vivir como competencia su situación social. A este nivel habría que desarrollar una crítica cultural que recoja precisamente los efectos de auto-violencia y de auto-empobrecimiento que comporta. Recientemente he leído un libro de un autor inglés, Jonathan Crary, titulado “24/7,” veinticuatro horas al día y siete días a la semana. Es un libro sobre el sueño, en el que el autor explica que al inicio del siglo XX la humanidad dormía diez horas por noche, en los años sesenta la media era ocho horas, mientras que hoy el americano medio duerme seis horas. ¿Qué ha pasado? Quien se ve obligado a dormir poco, no sólo sufre y empeora su calidad de vida, sino que también hace tonterías en su vida cotidiana. Es por esto que la autoexplotación no produce efectos de enriquecimiento, ni para la sociedad ni para el propio trabajador.

¿Cómo no confundir cookies con personas?

por Carolina di Palma


Paso el día adentro del shopping. Asisto a las jornadas del Interactive Advertising Boreau. Todas las salas de los cines transmitiendo en simultáneo con un montón de participantes a oscuras conectados a sus dispositivos móviles. Todos miran hacia abajo y la pantalla de cine digital esta encendida con un montón de logos. En los traductores se escucha: «cómo no confundir cookies con personas». Lo digital explota. Mientras se mantienen discusiones sobre la Ley de Medios en Tribunales, el mercado hace estrago multiplataforma. Ayer fue un día de jornada donde se juntaron los CEOs de «brands» o «digital or interactive agencies», Facebook, Google, Telefe, Youtube, Clarin Global, y más, a poner de manifiesto el nuevo motor de búsqueda: cómo monetizar el tiempo de ocio. Los «profesionales digitlaes» hablan del «pasaje del dolar analógico a los centavos digitales» que multiplicados hasta el infnito, dan infinitos millones de dólares.  Hablan de la «vida multiscreen», de crear una cultura “empredorista” dentro de las empresas enfocada en «mobile innovations». En este sentido, Facebook migra a movile, investigó a Latam y sabe que hay más «features phones» que «smarphones», entonces despliega sus «apps» en ese sentido, les importan los clicks, los Me gusta,  «las señales del presente». Sabe que hay 4 billones de celulares en el mundo y 14 millones son usuarios argentinos, un tercio de nuestra población. Un poco más cercano, hablando de territorios, algo del pasado, Telefe muta a multiplatadorma  y tiene «in progress» la Comunidad de producción. Aliados tuvo 350 millones de visitas con nueve horas de aire. Vieron el programa por TV 600 mil personas, por la web, 6 millones, 29 millones de views, el primer capitulo 150 mil reproducciones, 5.5 millones de reproducciones en el primer mes, los webisodes se vieron en un 95%. Todo esto es presentado de manera espectacular, en video, con sonido high definition, y Cris Morena al micrófono con gorro de navidad. Yo creo que vi un gorro de navidad, quizá era un gorro de duendes pero estaba oscuro. Mundo Gaturro tiene 10 millones de usuarios y una nueva red social para niños, Picapon con una «fan page» de 900 mil. Google habla de la Generacion C, curadores, creadores, conectados, comunidad, que generan contenidos, el perfil no es más etáreo, es «actitudinal». Google dice que el 88% de las interacciones son con pantallas y que un 60% ve mas video on line que por tv. La generación  C es mas del 50% de la audiencia en Youtube. Dicen que Latinoamérica es la región que más usa las redes sociales, que «Argentina es el pasis de los amigos» y que hay 5 billones de celulares en el mundo y sólo 4 billones de cepillos de dientes.
Ahora espero el 161 y unas niñas de 13 cantan una canción de ese «contenido» mirando sus BBs. Dicen: ¡ahí viene, despierten, apaguen sus celulares! Dejan de cantar, suben al bondi.

Serie: “Nuevo conflicto social. Extractivismo y política de lo común”: Entrevista a Raquel Gutiérrez

por Maura Brighenti


Para una política no estadocéntrica


Para empezar, querría retomar algo de la charla que diste en la CaZonade Flores (¿Qué pueden los movimientos sociales contra el narco? Intuiciones desde el presente mexicano) durante tu vistita a Buenos Aires en junio. En aquella ocasión hablaste del cambio que ocurrió en la gestión del narcotráfico en México cuando intervino el paradigma de la «guerra a la droga». ¿Qué efectos tuvo ese cambio en el control de los territorios?

La situación sigue siendo desastrosa. En 2006 hubo un proceso electoral fraudulento y una posterior disputa en torno a los resultados electorales que terminó con la continuación del gobierno del PAN, un partido absolutamente de derecha, empresarial, y clerical. Después de seis años, en 2012, el PRI se reinstala al gobierno con una capacidad prácticamente exhaustiva de controlar el territorio a nivel local. Ahí su gran desafío: el intento de volver a sujetar, a establecer los términos de una actividad empresarial muy redituable. No tenemos manera de comparar el narcotráfico en términos de rentabilidad, pero en términos de volumen, de divisas que mueve, creo que es la segunda actividad económica después del petróleo. De esto estamos hablando, de cómo se van a gestionar los términos en que se efectúa la segunda actividad económica más importante en un país.

Si bien el tráfico de droga está ilegalizado desde hace mucho, varían sin embargo los términos en los cuales se administra esta ilegalización, sobre cómo se efectúa. En un país donde ha habido tradicionalmente amplia producción y trasiego de droga, estaban establecidos unos términos –no formales- para regular dicha actividad; habían diferentes clases sociales implicadas: quiénes producían, quiénes se encargaban del transporte, quiénes financiaban, etc. Y, aun si el uso de la fuerza estaba siempre a flor de piel, sin embargo habían ciertos códigos, ciertos términos morales, pactos entre las mafias que gestionaban el negocio; y entre las mafias y las autoridades. Son precisamente esos términos, esos pactos que se van rompiendo en el gobierno de Felipe Calderón y de ahí lo que se conoce como «guerra a las drogas».

Creo que habría que leer esta guerra como un esfuerzo político con una doble finalidad, una más bien ligada al control estadounidense del tráfico y otra más interna. Por un lado, un intento de controlar un actividad empresarial que es porosa en su conjunto: de la producción al trasiego, a la ganancia que siempre se les escapa de las manos. En este sentido, la guerra contra la droga ha sido un esfuerzo enorme del gobierno estadounidense para establecer, por ejemplo, precios y destinos de la mercancía; es decir, por establecer términos de control del negocio. Algo similar primero lo hicieron en Colombia, después lo trataron de hacer en Bolivia, y ahora lo hacen en México.

Por otro lado, la guerra a la droga tuvo que ver con la necesidad de garantizar la existencia de un gobierno ilegítimo, implicado desde su ascenso al poder en una serie de escándalos que exhibieron la separación total entre política y aspiración social. No es mi intención, de ninguna manera, proponer una clave de interpretación que contraponga un «gobierno ilegítimo» a un supuesto «gobierno legítimo» (como proponía el candidato que en mi opinión ganó las elecciones en 2006, Andrés Manuel López Obrador). Lo que me interesa destacar es el desencuentro radical entre la esfera estatal –y sus proyectos y acciones- y las aspiraciones muy diversas provenientes de la sociedad mexicana centradas en detener tanto el empobrecimiento acelerado como la concentración de la riqueza; y en lograr cierta democratización de la vida pública.

En el período que va desde 1992 hasta el 2006, en efecto, hubo en México un proceso creciente y sorprendente de acumulación de luchas, de ampliación de la capacidad social de intervenir en la vida pública; durante el cual, la cuestión de la autonomía política del estado devino algo muy abarcativo, configuró un sentido común: desde la aparición del zapatismo, la lucha por la tierra-territorio y contra el libre comercio, el planteamiento del reconocimiento legal de figuras colectivas –los pueblos indígenas- que fueran sujeto de derecho público; hasta acciones antiautoritarias de gran envergadura que se reapropiaron colectivamente de riqueza social como el levantamiento en la ciudad de Oaxaca durante 2006, cuando una ciudad vivió una insurrección popular durante seis meses con diversos medios de comunicación tomados por la gente, con las decisiones y los proyectos políticos asumidos de forma autogestionada, etc. Entonces, de 1994 a 2006, pues, vivimos un período de acumulación de luchas, de clarificación, de diversos ensayos de enlace y articulación política desde abajo. Todo ocurriendo de forma tumultuosa, caótica, enérgica. Sólo para ilustrarte: el primero de mayo de 2006 hubieron manifestaciones en Ciudad de México durante todo el día. La primera fue un desfile gigante de los obreros pertenecientes a los sindicados corporativizados tradicionales que, aun siendo los sectores más sujetos al control del estado, mostraban mucha bronca y dejaban ver claras fisuras en la posibilidad de ser controlados. Después vino el turno de los sindicatos independientes, otra marcha enorme, muy radical, muy enojada, centrando la cuestión de la defensa de lo público, por supuesto en clave estatal, como hace el sindicato, pero denunciando y confrontando privatizaciones, desmantelamiento de los derechos, etc. Y la tercera, con la delegación zapatista de la Otra campaña que habían llegado dos días antes a Ciudad de México. Una manifestación totalmente heterogénea, vital, festiva, encabezada por un conjunto de zapatistas encapuchados que caminaban por las calles principales de la ciudad. La energía era asombrosa, se gestaba una fuerza social de gran alcance. Una lo sentía, comenzábamos a ser una sociedad en movimiento.

Yo creo que está ahí lo que hay que leer para entender la posterior “guerra a las drogas” que se nos vino encima. Quizás te lo estoy contando de manera un poco apresurada, pero la intención es trasmitirte esa vitalidad que se sentía. Una vitalidad que se expresaba en la capacidad de dar palabras a las cosas que estaban pasando, de plantear una articulación de consignas explícitas, muy claras. Si tomamos, por ejemplo, el cariño con que muchos otros movimientos nutrían al zapatismo, nos damos cuenta de la gran empatía que circulaba; pese a las dificultades y contradicciones que también existían. No se trataba de seguir una línea, sino más bien de generar lazos para abrir el diálogo entre diversas luchas. Bueno, a mi juicio, la clase dominante leyó lo que ocurría reconociéndolo como, justamente, lo que había que cortar. Así se explican los dos niveles de la «guerra a la droga»: un negocio que hay que controlar estableciendo términos centralizados para su administración –básicamente el interés de los EE.UU.- y la desarticulación de un proceso interesante y potente de acumulación política en marcha. Ese es el contenido político contrainsurgente y represivo de lo que ocurrió después. Y ahí encontramos otra clave de lectura.

Es bien interesante esta cuestión de esta clave de lectura. El tuyo es un intento de restituir una clave de lectura política a un conflicto social cada vez más violento y encubierto. En la charla en la CaZona de Flores dedicaste mucha atención a la dificultad de comprender lo que está pasando en México. Se establecen unos falsos términos del conflicto (por ejemplo la representación binaria de una lucha entre el bien y el mal o la reducción de la violencia a una mera luchas entre bandas narcos) para inhibir otras maneras de comprender, dejarte sin las claves analíticas necesarias. En este sentido, podríamos quizás pensar la «guerra a la droga» también como una guerra de sentido, mediante la cual se intenta encubrir la violencia implícita en la disputa por el control de una empresa económica tan rentable. Me parece un tema particularmente importante que merece ser pensado más allá del especifico contexto mexicano. Teniendo en cuenta las diferencias profundas de cada experiencia nacional, la impresión es que América Latina en su conjunto vive al interior de un modelo contemporáneo de acumulación capitalista de tipo extractivo, que captura valor de una articulación territorial compleja y difusa, donde resultan cada vez menos distinguibles economía formal e informal, legalidad e ilegalidad. Al mismo tiempo, para gobernar, los aparatos estatales necesitan reconducir esa misma realidad a una retórica discursiva legal-formal que inhibe la posibilidad de visibilizar, entender, narrar la articulación compleja de poder y conflictos que se dan a su interior. Para retomar una expresión tuya, ¿podemos hablar de una «captura semántica» generalizada?

Creo que esto que dices de la captura semántica tiene relación con un tipo de dispositivo contrainsurgente que se empezó a ensayar en Estados Unidos después de los atentados del 2001. Lo he visto pasar en varios países de América Latina, en momentos duros, de confrontación social y política tensa. Antes la cuestión era muy distinta. Por un lado, los políticos, los medios, enunciaban mentiras; por otro, era posible contar versiones que contradijeran lo que estaba siendo proferido, pero, y este es el punto relevante, desde un piso común de los términos de comprensión. El par clasificatorio mentira/verdad estaba vigente en el sentido clásico del término, de la correspondencia entre palabras y cosas. En la última década, me parece que se da un movimiento que busca inhibir profundamente la posibilidad de comprensión. Siento que este es el paso nuevo en términos contrainsurgentes. Esta estrategia se puede encontrar de manera muy clara, por ejemplo, en Bolivia durante 2008, en el momento más álgido de la confrontación con la oligarquía terrateniente del oriente ya durante el gobierno de Evo Morales. Todo lo que tuvo que ver con la movilización de la derecha en Santa Cruz y con los afanes separatistas o “autonomistas” que se proferían consistió, básicamente, en generar pura confusión: discursos que estaban siendo proferidos en distintos niveles, de diferente manera, como en una especie de orquestación dirigida a que no lograras comprender lo que estaba en juego. Qué no pudieras ver lo que pasaba. Esa misma orquestación, esa inoculación de confusión difusa y superpuesta, se puede percibir en México en otros niveles. Y está costando mucho trabajo restituir, producir colectivamente, un hilo de comprensión.

Ensayé la noción de captura semántica para estudiar la manera en que el estado se enfrenta a experiencias de luchas muy profundas. Cuando una aspiración social es puesta con fuerza en el tapete de la discusión pública, el estado toma el desafío pero tratando de decodificarlo para recodificarlo: con frecuencia usa las mismas palabras, desnaturalizándolas. Por eso hablo de captura semántica, de una manera muy trabajada de desnaturalizar las demandas, las exigencias, las aspiraciones que surgen desde abajo: “pides pan, no te dan, te dan un hueso… que te se atora en el pescuezo”, ese es un dicho mexicano que si bien no describe exactamente lo que digo, si lo vuelve comprensible. O sea, el estado y sus funcionarios, simulan todo el tiempo, ni hacen ni “conceden” lo que está a discusión, no dialogan con los de abajo pues: toman las palabras, las vacían de contenido, las llevan a otro lugar y luego proclaman que “ya cumplieron”. Es muy confuso.

Sin embargo, en la “guerra contra las drogas” parecería como si hubiera una especie de captura semántica hacia la sociedad en su conjunto. Es decir, como si la pregunta fuera, ¿cómo se inhibe la posibilidad de entender de manera general lo que ocurre? Creo que esta es una parte fundamental de esa inoculación de miedo que en México ha tenido tanto éxito. Los años 2006, 2007, 2008 fueron propiamente pavorosos. Y el punto máximo de este ensayo fue, no sé si te acuerdas, cuando nos lanzaron la amenaza de la epidemia de gripe aviar y a 20 millones de personas –los que vivimos en el DF y zona conurbada- nos taparon la boca en el sentido literal, obligándonos a usar cubre-bocas en el espacio público –trapos que eran completamente inútiles en caso de que la susodicha epidemia fuera real.

Fue muy impactante…

Si. Fue tremendo: los datos sobre la epidemia no cuadraban nunca, la información que brindaban las autoridades –y con la que saturaban el espacio público- era completamente fragmentaria y era imposible tratar de componer un argumento general sobre lo que pasaba. Eso genera un enorme miedo. En mi opinión, todo tenía que ver con impedirte entender lo que estaba ocurriendo. No se trataba entonces no más de mentirte, sino de impedirte entender, que no es lo mismo. Deberíamos desarrollar un análisis más en detalle de esta forma contrainsurgente.

Entonces, para retomar lo que venís planteando: nos encontramos con una potente acumulación social producida desde abajo que en un punto se enfrenta con el nivel estatal. El estado toma el desafío, cede algo, y modifica parcialmente sus instituciones para poder incorporar por lo menos una parte de esa acumulación al interior de su propia dinámica, para «capturarla». ¿Cómo te plantearías la relación entre «capturas semánticas» y «capturas materiales»?; vale decir, ¿entre la captura de sentido (impedirte entender) y la captura de la riqueza producida por la cooperación social?

Yo siempre pienso en tres niveles de captura, no necesariamente secuenciales, sino a menudos sobrepuestos y combinados. En primer lugar, la captura semántica de la cual hablamos, ya que ahí se arrebata el hilo y sentido a las palabras producidas por el movimiento, se las obliga a designar cosas distintas, se las empuja a ir hacia otro lugar. Después, una captura política y, por fin, una captura organizativa. Es una dinámica muy clara si tomamos por ejemplo el caso de la Asamblea constituyente en Bolivia. En el momento en que esa consigna alcanzó una fuerza tal como para volverse un horizonte de aspiración común, se produjo una disputa en torno de su sentido que se tradujo, al final, en su inserción en otro orden discursivo. En Bolivia se decía, durante los años de lucha: “Asamblea constituyente sin representación partidaria para producir el país donde queremos vivir”. Eso no pasó.

Esto de las “capturas” es parte de lo que solemos también llamar cooptación: un fenómeno que se da de maneras muy distintas y que, creo, debemos tomar muy en serio. La cooptación no remite a una mera entrega, una rendición, sino más bien a una confusión, confusión inoculada, también. Ya no es claro de que estamos hablando, ya no es claro por qué estamos peleando; se trata de fisurar aquello que producimos en común. Y ocurre que las discusiones acerca de los pasos a seguir empiezan a variar. Este es un punto muy importante: cuando tenés claridad en el horizonte que persigues, tenés también un criterio moral de cómo lograrlo, una claridad política que te sirve por sí misma. Es precisamente esto lo que hay que romper, lo que hay que capturar. Y así el horizonte se va moviendo hacia su captura política: ya no tenemos más un proyecto de reapropiación y control social, estamos construyendo un estado plurinacional. Así funciona la captura política: una cosa no es otra, pero la segunda se nutre de la primera. Se trata de un proceso muy tenso, donde empiezan a construirse las estructuras que van a sostener la captura política, las estructuras da la captura organizativa.

Y entonces la necesidad de volver nuevamente a escapar, no para irte a otro lugar. Por supuesto tenés que salirte, porque si te quedas capturado va a continuar el proceso de digestión de tu fuerza anterior por el capital y el estado para que se vuelva fuerza nutricia de ellos. Tenés que salirte para volver a empezar, para generar una nueva impugnación.

Me parece muy relevante pensar la relación entre esas formas de capturas -el riesgo de volverse elemento pasivo de digestión estatal y capitalista- y la persistencia de una pulsión autonomista en las formas de vidas que se dan en los territorios. ¿Cómo la ves?

Bueno, estoy elaborando una idea. La necesidad de ir pensando los elementos de una política no estadocéntrica. No me gusta la palabra no estatal, porque termina remitiendo al estado, en el sentido que sigue teniendo al estado como unidad de medida. O sea que vas a entender el no-estatal a partir de lo estatal y entonces tus prácticas van a seguir definiéndose en negativo por el otro término, en una especie de reflejo infinito. ¿Qué tal si pensamos una política no estadocéntrica donde nos salgamos de este binarismo? Claro: está el estado, está el capital, igual estamos nosotros, todo está en el mundo. Ahora la pregunta sería: ¿cómo nos reacomodamos en el mundo? Quizás inhibiendo paulatinamente capacidades de los otros términos (el estado y el capital) y conservando y agrandando capacidades y potencias nuestras. ¡Una especie de lucha popular prolongada general! –parafraseando al maoismo, centrada en la defensa y expansión de nuestras posibilidades y condiciones de reproducción; es asunto es que si no tomamos una visión de largo aliento, parece que no podemos mantener vivas muchas de las creaciones que logramos durante los momentos álgidos de lucha. Parece como si fuera siempre la empresa de Sísifo. Es decir, nos enriquecemos colectivamente por momentos –pues conseguimos fuerza social y creamos todo tipo de cosas-, pero solamente para volvernos a empobrecer. Para mantener esa capacidad creo que debemos cambiar los términos del pensamiento de lo político y la política: en lugar de quedarnos bloqueados en el interior de las dicotomías de una situación heredada, tratar siempre de moverlas, de trastocarlas. Esta es para mí una política no estadocéntrica; que se centra, por el contrario, en nuestras propias creaciones y alcances; en lo que se ha conseguido desde abajo en una lucha.

Me parece que en Argentina esto no ha alcanzado a pasar tras las luchas de comienzos de siglo. Fue quizás aquí, el lugar donde más claramente la cuestión del estatal/no-estatal marcó todo, y de ahí la historia de un estatalismo populista contrapuesto a otro estatalismo, violento, militar. En México la historia del estatalismo es mucho más larga y más aguda, pues durante muchas décadas vivimos en el estado que se reconstruyó después de la revolución de 1910-1921 –que fue muy profunda; por eso la idea clave en México de que para trasformar cualquier cosas tenés que asumir una posición autónoma del estado. Es una idea inmediata, que se puede ver y escuchar de forma muy general, aunque es muy difícil practicarla. El problema es que ese antiestatalismo contiene en si otro tipo de condena, que se ha discutido bastante en los movimientos: o te concentras en el durísimo esfuerzo por mantenerte lo más lejos posible del estado –y del capital- o te conviertes, de manera muy directa, en alimento del poder, como si fuera una maldición. Me pregunto si esa es la única posibilidad. ¿No tenemos capacidad de pensar y concentrarnos en crear otros lugares donde podemos movernos de manera más fluida y desde donde podemos impugnar los designios estatales y capitalistas de manera más contundente?, ¿dónde podemos dar la pelea de otra manera, sin asumir esos pares dicotómicos típicos de la política estadocéntrica –por la positiva o por la negativa? Yo creo que sí se puede, o al menos trato de pensarlo. Y lo que veo es que un buen punto de partida para pensar en esto es, como dice Silvia Federici, desde el ámbito de la reproducción social en su conjunto.

A propósito de la necesidad de plantear una política no estado-céntrica… En una ocasión usaste una fórmula que me encantó: dijiste que necesitamos encontrar un «tono de voz». ¿De qué se trata?

El tono de voz está relacionado con el hablar entre nosotros. Es que tenemos otro gran problema que es la articulación. En el curso de la luchas, ya lo hablamos, se dan momentos importantísimos de unificación, cuando se disuelven muchas barreras, los diferentes puntos de vista se acomodan, y se va produciendo, juntos, no tersamente, pero más o menos juntos, un horizonte común. Pero ¿cómo se mantiene esa unificación en ausencia de una confrontación tensa y generalizada? En los momentos menos aguerridos de la lucha es donde empiezan las fisuras y lo que al principio funcionaba como distinción qué se acomodaba en un horizonte compartido, ahora pone seriamente en riesgo la posibilidad misma de la unificación: es el riesgo de la atomización, de la disgregación. Entonces el problema de la articulación adquiere mucha importancia: ¿cómo podemos articular cuestiones diferentes en un horizonte común? o, lo que es lo mismo, ¿cómo podemos hacer palabras comunes, cómo podemos hablar entre nosotros? De ahí la idea del tono de voz, la búsqueda de cómo conservar, en cada momento, unas palabras para nosotros, unos guiños, unas señas; como nos autoconstruimos algún tipo de mecanismo, algún tipo de lenguaje que nos permita reconocernos.

Vamos reanudando los hilos de la conversación. Hablaste de cómo los territorios están al centro de una disputa por el control de negocios económicamente muy rentables (el narco sería unos de éstos); y de cómo al interior de tal disputa ocurren estrategias de captura cada vez más finas y generalizadas. En una perspectiva no estadocéntrica como la que venís trazando, ¿cómo plantearías la cuestión de la producción de riqueza?

Es un tema muy complejo. Hay ensayos, quizás convendría volver a repasarlos. Por un lado, está la idea de las empresas recuperadas, con sus diferentes experiencias. Se recupera la propiedad y se la establece entre algunos. No se trata precisamente de una propiedad común: en un nivel local, entre los trabajadores, se establece una propiedad colectiva, pero en nivel más general, sigue funcionando como una propiedad privada, por tanto que sea solidaria y reformule los términos de gestión. Es una posibilidad.

Hay toda una serie de experiencias, en Grecia por ejemplo, donde se está trabajando a partir de esa idea. Y otros esfuerzos que tratan de sustraerse más radicalmente de la economía capitalista: inventan sus monedas, se vuelven pequeños productores de cosas que intercambian entre ellos, y se arman una vida. Una clave, como señalaba, de todo este proceso, es que se trata de reconstruir la vida en su conjunto para garantizar condiciones para su reproducción: ahí se despliegan una enorme cantidad de esfuerzos y luchas cuyo centro es la reproducción colectiva –y expansiva- de la vida; ese es el lugar, creo de la postura no-estadocéntrica.

Tenemos para nutrirnos también, por supuesto, de toda la experiencia zapatista que en muchos sentidos se parece a estas últimas de Grecia, con la diferencia relevante de estar inserta en un territorio continuo que abarca la totalidad de la vida. Ellos han mostrado: “aquí estamos y aquí nos autogobernamos nuestra forma de vida, nos la vamos auto-produciendo, con todo lo que esto comporta”. Hay muchas dificultades en un camino como este, que puede mirarse –desde fuera- como lleno de renuncias, por ejemplo, a toda una serie de mercancías que circulan para valorizar el capital; algunas de las cuales son finalmente útiles, aunque muchísimas sean inútiles. Entonces, hay que renunciar a ciertas mercancías, aunque vale la pena destacar otro conjunto de valores de uso que se producen de manera autónoma. Esas mercancías que hasta ahora se producen solo de manera capitalista son un problema. Al mismo tiempo, hay muchas otras cosas que se pueden recuperar de otras maneras de producir y ensayar otras formas de intercambiar. Se produce otro tipo de riqueza, centrada en la producción de condiciones para la reproducción de la vida en general, que no es sólo consumo de mercancías –aunque muchas hagan falta. En fin, por ahí lo pienso.

La cuestión es si se puede pensar en esto como en un proyecto general. La cuestión es, centrándonos en la crucial cuestión de la reproducción de la vida, de su garantía y expansión (que el capital sistemáticamente niega), como también incluimos en nuestra lucha, una vez más, el asunto añejo de la reapropiación de otra clase de riqueza material que hoy sólo tiene forma de mercancía. Al fin de cuentas, se trata de la vieja cuestión de defender y producir lo común, planteada en el siglo XIX y ahora vuelta a pensar con todas las experiencias del siglo XX y todas las cosas que nos han alumbrado las oleadas de luchas que nos precedieron.

¡Desde hace dos siglos nuestros abuelos en lucha se toparon una y otra vez con el problema de la propiedad privada, de la monopolización de la riqueza y de la voz! La propiedad de la tierra, de la naturaleza y la propiedad, en general, de la riqueza material. Tenemos la necesidad de plantearnos la reapropiación de estas cosas: ¿cómo podemos hacerlo? Ya se ensayó la conversión de esa propiedad privada en propiedad estatal; que a la larga se mostró nomás como otra forma de propiedad privada. Se trata ahora, creo, de centrarnos en la producción de lo común que es algo bastante distinto; pues comienza con rechazar la fractura entre reproducción y producción que está en la base de la producción de capital. Y ahí se funda el no estado-centrismo.

La reapropiación común de la riqueza material es un camino, no un modelo. Considero que esta es una pregunta política central y, ¡ojo!, no tiene que ver con la toma del poder del estado. Reapropiación común de la riqueza y toma del estado son dos cuestiones muy distintas que quedaron enganchadas desde el comienzo del siglo XX; desde esa confusión es que creo que, al hacer la crítica, se terminó tirando al niño junto con el agua sucia… O sea, cuando colectivamente tiramos a la basura la cuestión de la estrategia política contra-hegemónica, del andar acumulando partidariamente poder y de orientar nuestros pasos de lucha por la “toma del poder”, etc.; terminamos confundidos en relación a la central cuestión de la re-apropiación común de la riqueza socialmente producida para que ésta deje de ser capital. Ahí, me parece están aspectos relevantes de nuestras dificultades políticas actuales.

Cambiaria, pues, el objeto de tu pregunta en verbo. ¿Cómo podemos volver a plantearnos la cuestión de la apropiación colectiva –y tendencialmente común-de las cosas que existen al tiempo que nos proponemos producir y reproducir otras maneras de producir la vida en su conjunto? El primer paso de todo esto es la lucha contra los nuevos despojos, que se expresan mediante ese conjunto de esfuerzos colectivos que dicen “NO”: “No te lleves el agua”, “No te apropies de la tierra”, “No destruyas el bosque que hemos producido”, etc. Hay muchísimas comunidades y pueblos levantados en contra de esto a todo lo largo de América Latina. Este es el punto de partida, sin embargo, la fórmula que necesitamos sería más bien: «no me quites, y esto que ya me quitaste ¡a ver cabrón, ahora me lo devolvés!».Es es un gran problema y debemos encontrar la manera de plantearlo y articularlo. Ya está volviendo a aparecer.

Las recientes movilizaciones en Brasil fueron un intento de repropiarse de su propio mundial, de su fútbol. Podemos tratar de leerlas en esta clave. Es decir, estaba la cuestión del transporte, pero estaba también el esfuerzo por conformar un cuerpo colectivo en las calles para ponerle límites a la expropiación salvaje de su deporte favorito y del  espectáculo fantástico que consideran suyo. Las luchas recientes en Brasil son, en este sentido, acciones que tienden también a la reapropiación de la riqueza social. Si las leemos desde esta perspectiva podemos entender esos esfuerzos de lucha desde una clave distinta y podemos contribuir a producir una forma de politización distinta: una politización no estadocéntrica. En fin, necesitamos de todos estos tipos de experiencias, como las de Chiapas, las de Grecia, las de las empresas recuperadas y de las cooperativas; y también necesitamos entender de otro modo el asunto de las luchas tumultuosas y enérgicas, necesitamos contribuir a ampliar el significado de esos anhelos. El nudo sigue siendo la cuestión de la re-apropiación de la riqueza colectiva y socialmente producida y privadamente monopolizada. Y este es un lado del problema político central desde el siglo XIX. El otro lado de ese mismo asunto es garantizar para nosotros mismos, de manera expansiva, condiciones para la reproducción de la vida en su conjunto. La cuestión claramente, es difícil; pero somos muchos, muchísimos, pensando en esto. De ahí la importancia de poder conversar.

El clima electoral no sacude a casi nadie

Por Alejandro Horowicz


Los resultados son relativamente conocidos de antemano, lo que quita dramatismo al recuento de porotos.  Con más del 40% de los votos escrutados la tendencia es clara. En la provincia de Buenos Aires el Frente Renovador  taladró el techo del 43% con su lista de diputados; el Frente Para la Victoria alcanzó el 31,6% ; el Frente Progresista se sostuvo en derredor del 13% ; y el Frente de Izquierda alcanzó un histórico 4,81 por ciento. En la Capital Federal el Pro conquistó con Gabriela Michetti el 38,8% ; Pino Solanas sumó el 27,4% y Daniel Filmus se tuvo que conformar con el 23,9 por ciento.
Con más del 40% de los votos escrutados la tendencia es clara. En la provincia de Buenos Aires el Frente Renovador  taladró el techo del 43% con su lista de diputados; el Frente Para la Victoria alcanzó el 31,6% ; el Frente Progresista se sostuvo en derredor del 13% ; y el Frente de Izquierda alcanzó un histórico 4,81 por ciento. En la Capital Federal el Pro conquistó con Gabriela Michetti el 38,8% ; Pino Solanas sumó el 27,4% y Daniel Filmus se tuvo que conformar con el 23,9 por ciento.
Sucedió, puntito más puntito menos, lo que las PASO auguraron. No faltarán por cierto los profesionales del optimismo que demuestren en cuánto levantaron la puntería. Sobre todo si comparan estas cifras con las de 2009. Tampoco sorprenderán en demasía. Hace tiempo que el clima electoral no sacude a casi nadie. El debate, de algún modo tenemos que llamarlo, no remontó vuelo. Las campañas nunca abandonaron la  generalidad marketinera vacía y ramplona. Las disputas jamás excedieron los nombres propios (con o sin balas, con o sin videos), y nada parecido a un relevamiento estratégico, a un mapa conceptual de los problemas nacionales, ingresó a la agenda pública. Y la mediática la siguió puntualmente. 
La batalla de los intendentes, con la gestión como estrella conceptual, siguió su curso. Y una idea de pesadez decadente, «a mí qué me importa», ganó a la sociedad, y la razón macrista por excelencia (¿alguien conoce algo más aburrido que un debate parlamentario?, por eso, mejor que un cierre de campaña, una suelta de globos)  se instaló ¿definitivamente?
La política solo interesa a los políticos, los demás desean vivir tranquilos. Entonces, se vota «normalmente» y todo sigue por el mismo andarivel, al menos hasta 2015.
Por una parte los resultados electorales son relativamente conocidos de antemano, lo que quita dramatismo al recuento de porotos, y por la otra, para la compacta mayoría, más del 50% de los electores, la política es lo más parecido a un mal imposible de evitar. Para los defensores de la «democracia abstracta», esos que festejan la «continuidad» inaugurada en diciembre del 83, el fetichismo de las urnas sigue siendo el corazón del sistema político. Los que no compartimos las alegrías fáciles, señalamos que democracia sin igualdad ante la ley (igual delito, igual pena) con impunidad sistémica para los crímenes de lesa humanidad, una democracia que conservaba en las tinieblas a los beneficiarios de la dictadura burguesa terrorista del ’76, no es siquiera formal; más bien se trata del mismo programa del partido del estado bajo control parlamentario; tan así, que votaras lo que votaras los mismos hacían lo mismo para beneficiar del mismo modo a idéntico bloque, y por tanto, en lugar de celebrar «continuidades» como las tres décadas democráticas nosotros festejamos discontinuidades, puntos de ruptura, estallidos sistémicos.
El 19 y 20 de diciembre del 2001, el «que se vayan todos», sigue siendo para mi lectura la referencia democrática a considerar. Y el restablecimiento de la relación entre los delitos y las penas, entre representación y representados, entre la política y la sociedad,  contiene el rasgo pertinente, la divisoria de aguas, el piso de cualquier programa republicano y democrático serio. Desde el momento en que la Suprema Corte de Justicia anulara las «leyes» de obediencia debida y punto final, a pedido del Congreso, la relación entre política y sociedad quedó restablecida. Entonces  la segunda oleada de conservatismo se abrió paso: los Derechos Humanos pasaron a ser un asunto del pasado, y con juzgar a todos los oficiales responsables, el tenebroso asunto quedaba clausurado. Pero nó, los poderosos de la Argentina, los que se beneficiaron con el Rodrigazo del ’75, con la cacería de activistas dinámicos reiniciada a otra escala tras el 24 de marzo del ’76, los que se llenaron las alforjas con las tasas de interés fuertemente positivas en dólares hasta la hiperinflación del 89, los perpetuos cobradores de la deuda externa, los ganadores con la convertibilidad y su estallido en el 2001, siguen siendo el inmodificado núcleo duro del bloque de clases dominantes.
Y si bien el oficialismo logró elevar el escandaloso piso de la catástrofe social (un país que produce alimentos para 350 millones de personas, no logra alimentar decorosamente a 40 millones) no logró plasmar un nuevo proyecto colectivo, ni cambiar el bloque de clases dominantes, ni terminar de alterar el sistema de valores compartidos. Ganar sigue siendo la regla de oro del menemismo líquido. Y los ganadores –basta mirar de cerca a los competidores– se parecen como gotas de ácido nítrico. Dicho de un tirón, el gobierno k restableció la posibilidad de la política, sin conformar una nueva estrategia política.  Es posible sostener: ¿quién pide tanto? Debemos admitir esta verdad miserable. Y aun así no dejamos de señalar que los problemas que nos plantea el devenir, la marcha de la crisis global, lo exigen a grito pelado; sin embargo, ni la sociedad argentina, ni al parecer ninguna otra, se terminan de hacer cargo de semejante falencia.
–Vamos Horowicz, no haga trampa. Usted no nos cuenta lo obvio: el oficialismo perdió en todos los grandes centros urbanos, y la provincia de Buenos Aires, bastión histórico de todos los peronismos, le volvió a dar la espalda. Y esto poco tiene que ver con la marcha de la «crisis global». 
Comparto la data, pero leo otra cosa. No cabe duda que el partido del descontento sigue siendo el partido mayoritario. Ahora bien, presuponer que los motivos del descontento son idénticos, contiene un sencillismo enceguecedor. Esta ha sido la hipótesis de los analistas «tradicionales», el oficialismo  nuclea una «minoría ideologizada», dicen, la compacta mayoría –los «vecinos», la «gente» – quiere otra cosa. Y la otra cosa –al menos la que se registra electoralmente – es el viejo y peludo peronismo federal. Duhaldismo sin Eduardo Duhalde. Es decir, los retoños del desflecado cuarto peronismo que añoran el mundo de la convertibilidad, en un mercado que avanza a toda velocidad en otra dirección.
Horowicz, admítalo, si quieren lo mismo; si desean vivir en el primer mundo, consumir como en los Estados Unidos, que la política no sea una aventura permanente, que la inflación no les devore los ingresos, y que la seguridad personal abandone el reino de las promesas incumplidas ¿Cuáles son los cambios que permitirán semejante evolución? ¿Votar a Sergio Massa? ¿Restablecer la convertibilidad? ¿Poner presos a los oficialistas corruptos? ¿Meter bala y bajar la edad de la imputación penal? Todo eso ya se intentó y sobrevino el 2001. Sin una política de estado sobre el narcotráfico, sin rehacer las FF AA, la seguridad seguirá siendo un argumento mendaz. Y la reforma de su cuadro de oficiales, de un modelo de construcción militar democrático, sin la tradicional «escuela de oficiales»,  no es proyecto de nadie.
En cuanto a vivir en el primer mundo, conviene mirarlo de nuevo: Europa se está cayendo a pedazos. No se trata de una «circunstancia», sino de una novedad histórica de bulto. Una nueva crisis sin antecedentes golpea la aldea global. La anterior se devoró al «socialismo real», esta destruye los restos del welfare state. El mundo del trabajo no conoció, después de 1890, condiciones similares. Los actuales sindicatos ya no son instrumentos adecuados para la defensa del salario obrero. El sindicato «nacional» no puede enfrentar la «fábrica mundial». Mientras tanto, la única política global es la de los bancos, y si así fuera,  si la nueva derrota popular fuera la principal consecuencia de la crisis en marcha, el destino de la sociedad argentina no pareciera excesivamente venturoso.
En 1935, antes que la crisis europea terminara en guerra mundial, Johan Huizinga sostuvo en Entre las sombras del mañana: «Ningún paralelo histórico permite sacar la conclusión de que todo esto acabará por arreglarse. Seguimos lanzados hacia lo desconocido». Todo lleva a pensar que esa es exactamente nuestra situación actual.

Carta Abierta al pensamiento

Por Raúl Cerdeiras

No soy quien para juzgar a los compañeros que suscribieron la última Carta Abierta. Porque tanto ellos como esta pequeña apuesta en que se sostienen las palabras que voy a escribir, soportan las inclemencias de un vacío producido ante nuestros ojos consistente en el desmoronamiento del ideal emancipativo del comunismo y la feroz consecuencia de la mundialización del capitalismo. El comunismo fue el primer proyecto político laico que afirmó la posibilidad de liberar a la humanidad en su conjunto de toda dominación, poniéndolo efectivamente en marcha; el capitalismo realiza por primera vez un tipo de sociedad que cubre, atenaza, atraviesa y condiciona, directa o indirectamente, a toda la humanidad. Vivimos en el “entre” que se ha formado, por un lado, por la  caída de una Idea política universal de emancipación y, por el otro, por la instalación universal de un sistema de explotación salvaje que arrincona a la condición humana hasta reducirla al simple anhelo de sobrevivir a cualquier precio. Estamos en el medio de dos universales, pero intrínsecamente diferentes, no sólo por su contenido (emancipación vs. dominación) sino por el significado mismo del término universal.
Pese a todo, ante semejante circunstancias, ¡qué antigua resulta la Carta Abierta n°14! Ella se anuncia diciendo que “vivimos tiempos de urgencia y de esperanza”. Sin duda la devastación que ha sufrido el pensamiento político emancipador es muy profunda. ¿Cómo puede ser que en el 2013 se siga navegando en una gelatina compuesta con las imágenes de un populismo de la década del 50 entreverado con un marxismo lavado e históricamente agotado? ¿Podemos seguir esbozando discursos políticos que coquetean con la palabra emancipación en los que se mezclan una rémora de nociones, imágenes, figuras, frases, slogans, etc. que corresponden a un pasado hoy inerte? Los gobiernos progresistas de América Latina ¿están ratificando lo que en su momento dijo Marx que los hechos y personajes de la historia se producen dos veces: “una vez como tragedia y otra vez como farsa”? ¿No es hora de abrir una nueva etapa y “dejar que los muertos entierren a sus muertos”? ¡Si, es hora! Y ese es el lugar en el que me ubico para dialogar con los compañeros de Carta Abierta, sabiendo que entre las cosas que hay que enterrar hay muchas que pertenecen al mismo Marx y sus descendientes, pero para dar un paso más, es decir, para inventar y proponer nuevos trayectos políticos que se inscriban en el horizonte que él abrió para siempre. Además, aspiro a que me escuchen como uno más que acepta la invitación que hacen para “convocar a compañeros que buscan destinos similares a los nuestros y permanecen fuera del proyecto”.  El único destino que nos acerca es una palabra que usamos en común: emancipación.
Alrededor de esta palabra, que es una idea latente en busca de una nueva significación, se juega el destino político de la humanidad. Parto del supuesto que ustedes no se suman a la legión que comanda el capitalismo más salvaje que ha sustituido, para mejor dominar a los pueblos, esa palabra por la de gestión. Pero tampoco soy tan ciego para no comprender que el gobierno de la década Kirchnerista esta enterrada, y para mí absolutamente maniatada, dentro de la lógica de la política entendida como gestión. Aquí parece abrirse un inmenso abismo, sin embargo debemos encontrar el terreno de las dificultades comunes que tiendan puentes. Eso obliga a delimitar el ámbito de las cuestiones sobre el cual verter nuestras ideas.
La historia como tragedia.
En América Latina en la década de los sesenta cuando los jóvenes nos asomábamos a la política encontrábamos un mundo solidamente conformado alrededor de dos opciones: el capitalismo o el comunismo. Eso no significaba que del lado revolucionario había paz, nada de eso. Las discusiones en ese territorio eran intensas pero las unificaba un eje en común. Las organizaciones debían ser vanguardias del pueblo (pero se discutía el tipo de organización y la composición de clase de ese pueblo); la toma del poder del Estado era el fin absoluto para todos (pero se discutía las formas de capturarlo); desde el Estado conquistado comenzaría la ardua tarea de cambiar la sociedad en una nueva llamada socialista (pero ya se adelantaban discusiones basadas en las experiencias de diversos países para llevar esa tarea adelante). El influjo de la Revolución Cubana fue decisivo para que la lucha armada pasara a ser el núcleo de todas las aspiraciones revolucionarias. Una de esas corrientes, Montoneros, resulta de un proyecto de articular al pueblo, esencialmente al proletariado encarnado en el peronismo proscripto, con las ideas marxistas. Muchos, yo entre ellos, formamos parte de ese aluvión político-militar desde diversos lugares. Como toda lucha de ese tipo abrazó la gloria, los errores y también las miserias. No me arrepiento. Ese intento ya había fracasado políticamente antes de ser exterminado militarmente. Políticamente, por la gestión del Estado democrático que hizo Perón (expulsión de la Plaza de Mayo de la juventud maravillosa) y militarmente por el Estado dictatorial. Fin de la historia como tragedia.
En vísperas del desmoronamiento del “campo socialista” y el fin de la “Revolución Cultural” de Mao, las dictaduras militares desde la griega y las de toda nuestra región, al mismo tiempo que aniquilan todos los intentos subversivos abren las economías de sus países para que se establezca la primera cabeza de puente de lo que luego sería el desembarco neoliberal. Jimmy Carter hace girar toda la política exterior de su país poniendo como principio de su accionar diplomático la Defensa de los Derechos Humanos. Luego viene el Consenso de Washington, la caída del Muro y la oleada antitotalitarismo en nombre de la Democracia. Desde ese momento la política se divorcia de la emancipación y se fusiona con la gestión, y la única elección real que imponen los amos del mundo en el campo de la política es la disyuntiva entre dictadura o democracia, esta última presentada piadosamente como el mal menor. Simultáneamente se anuncia el fin de la Historia, de la Filosofía, de las Ideologías, etc. La mesa está servida: entramos en la era posmoderna del capitalismo mundial cuya estandarte reza: vive sin ideas.
Los jóvenes que se asoman a la vida política en la década del ochenta encuentran activo otro cuadro político. El tema central es la transición de la dictadura a la democracia. La juventud se viste de color morado y su líder es Alfonsín. Empieza a consolidarse el sistema político de la Democracia, y una inmensa cantidad de intelectuales que veinte años atrás se proclamaban revolucionarios, vuelven de su exilio (no solamente los exiliados) y pasan por el altar de la Democracia a confesar y arrepentirse del pecado de haberse sumado a la locura totalitaria. Y en ese gesto también arrojaron al fondo de la historia, con en el paquete que decía “totalitarismo”, a la idea misma de la emancipación. “Antes queríamos cambiar el mundo, ahora nos conformamos con arreglar el jardín de la vereda”, se le oyó decir a muchos.
Cada uno a su manera, tanto Galtieri como Alfonsín no captaron la esencia del nuevo tiempo político que se abría en el mundo. El primero pensaba que como brazo armado de la destrucción de la subversión, al momento del manotazo de ahogado de invadir las Malvinas los EE.UU le harían un guiño y mirarían para otro lado. Mientras  Alfonsín, que aturdía gritando todas las cosas que se podían hacer con la Democracia (comer, estudiar…etc. etc.), en plena inflación motorizada por la ley inflexible del capital, confesó que le fue a hablar a los empresarios con el corazón y le contestaron con el bolsillo. Tuvo que irse más pronto que ligero. Galtieri no entendió que el momento de la limpieza había terminado, que para la mundialización del capitalismo era imprescindible el consenso democrático. Alfonsín (¿ingenuo?) nunca se percató que la Democracia no es otra cosa que la Democracia S.A, es decir, la forma política de administrar y gestionar los intereses y conflictos de la globalización en expansión. Comienza a montarse el escenario para representarse la historia como farsa.
Creo que el lapso que va desde la transición a la democracia (vía Alfonsín) seguido de la transición al neoliberalismo sin trabas (por la vía de Menem) anudado entre ambos en el Pacto de Olivos, es crucial. ¿Por qué? Porque toda la clase política y sus intelectuales progresistas compraron y aceptaron sin beneficio de inventario, un proyecto de estructuración de la política destinado no a la transformación sino a la administración de la realidad. Ante la esterilidad y el desamparo en que habían quedado, tanto las izquierdas revolucionarias como el populismo que se pretendía con capacidad de ruptura, en vez de encarar una revisión de toda esa secuencia hasta llegar a sus raíces, algunos se empecinaron en seguir encerrados en la vieja doctrina (la izquierda retórica) y otros se alistaron en el horizonte que proponía el balance que la derecha hizo del siglo XX. El populismo ahora pasa a ser nacional y democrático.
Otros pocos decidieron (me incluyo) encarar un análisis lo más profundo posible de los fundamentos del proyecto político que nace en el Manifiesto de 1848 hasta su agotamiento pero rechazando de plano el pescado podrido que vendía el capitalismo bajo el ropaje de elegir entre dictadura o democracia.
La historia como farsa.
Cuando la juventud de nuestro país se asoma a la política en la primera década del año 2000, se encuentra con una situación inédita: no se le ofrece nada para elegir. Ni capitalismo o comunismo; ni democracia o dictadura. Tiempos difíciles: no se puede elegir¡no queda más remedio que decidir! En diciembre del 2001, la muchedumbre mezclada sale a tomar las calles, como el fogonazo de un relámpago, una serie de luchas no tradicionales que se venían sosteniendo se arremolinan en un confuso y tenso escenario pero destinado a dejar varias huellas para el futuro  entre ellas, quizás la más profunda, portadora de inquietantes interrogantes: “¡que se vayan todos y no quede ni uno solo!”
Es este el primer dato real incontrastable que en la política tal cual funcionaba algo había concluido. No estuvimos a la altura de los acontecimientos. Toda la diferencia que tengo con el Kirchnerismo y los intelectuales que honestamente promueven su proyecto, es que ante el nuevo presente político que abrió los sucesos de diciembre del 2001, creo que esa huella debe ser sostenida como imborrable, en el sentido de tomarla como punto real de referencia para desplegar e inventar todas sus posibilidades; mientras que Kirchner considerará un trofeo mayor de su política haberla borrado. Llamamos a esa política el producto de un sujeto reactivo, sin duda diferente al que pudo haber desatado un sujeto oscuro una de cuyas muestras es la masacre del Puente Pueyrredón instrumentado por el Dhualdismo.
La derecha y el orden constituido cambian su táctica y su discurso en momentos en que un nuevo presente emancipativo los amenaza. También parecen reconocerlo ustedes cuando hacen referencia a la ilusión de un capitalismo humano y  que el fin del ciclo de los estados de bienestar fue revelador de que se trataba de una “estrategia” frente al mundo socialista. Debería profundizarse el alcance de este argumento, puesto que no solo era una competencia con el mundo socialista, había algo más peligroso para el reino del capitalismo. Después  la Segunda Guerra, con un capitalismo debilitado y el ascenso del fantasma del comunismo montado en las rebeliones obreras de Europa, se desata la última oleada revolucionaria comandada desde el Tercer Mundo. China y su Revolución Cultural, Cuba, el Che, Argelia, Lumumba, Allende, Indochina, Vietnam, etc. etc. El imperialismo desparrama para ahogar ese nuevo presente político en Europa, primero el Plan Marshall y luego monta el Estado de bienestar; y en América Latina la Alianza para el Progreso. Eran sujetos reactivos. El sujeto oscuro emergía según las circunstancias, como por ejemplo la invasión militar a Cuba, etc. Finalmente, se comprobó que a la larga el sujeto reactivo no es un dique seguro respecto a las fuerzas oscuras y que finalmente terminan trabajando para ellas, o preparando el terreno para que puedan restaurar sin medias tintas su dominio.
La farsa consiste que en el 2000, las fuerzas políticas que 40 años atrás, trabajando en el interior de una lógica revolucionaria plenamente vigente en el mundo (Marx-Lenin-Mao, articulada con las variantes nacionales), hoy reaparecen en el escenario para representar un simulacro de ese pasado. La farsa consiste en disfrazar con los antiguos ropajes de una epopeya pasada a una política ahora destinada a sofocar  (borrar la huella, apagar el incendio) un nuevo presente que sigue estando a la espera de su propio e inédito despliegue.
Sin embargo la carta afirma que la década Kirchnerista “se atrevió a desafiar el orden establecido” y que se “abrió una grieta en esta humanidad desolada”. Y aquí está la braza candente de una disputa política que sería desastroso no enfrentarla abiertamente. Porque es en el acontecimiento del 19/20 de diciembre de 2001 que se abrió una grieta y se desafió al orden establecido. Por el contrario, el kirchnerismo produjo con su política “reparadora” no solo el necesario socorro a las víctimas del desastre neoliberal, sino la reparación integral del sistema político y económico de nuestro país. Esto significa: la política entendida como la gestión dentro del sistema democrático y apresada en el dispositivo del Estado; y la economía como sinónimo del desarrollo del capitalismo. Democracia y capitalismo, así de crudo.
Entonces la farsa puede peligrosamente volverse una tragedia pero esta vez sin tragedia. La juventud, decíamos, no tenía al comienzo de este siglo nada que elegir, pero Kirchner parece decirles que no había nada que elegir por que la política estaba ausente y ahora volvía. Pero lo que se les entregó como el renacimiento de la política no es otra cosa que los restos funerarios de un pasado de la política agotado, y junto con ellos, los emblemas del poderoso Mundo Libre de Occidente: democracia y capitalismo, así de crudo. Tan crudo como decir que el kirchnerismo intenta dar una batalla (con un aroma de liberación) cuarenta años después contra los dueños del mundo, pero con las armas que le dan esos mismos amos, que son el resultado de su triunfo de hace 40 años.
Miremos la política real tal como se muestra alrededor de su acto sublime: las elecciones. Cumple al pié de la letra las exigencias que imponen los recalcitrantes enemigos. Basta observar una tira de propaganda de todos los partidos para sentir una sensación de repugnancia e indignación, que hace renacer el deseo de gritar nuevamente “que se vayan todos y no quede ni uno solo”. Es la prueba aplastante de la esterilidad de todo este andamiaje de la Democracia S.A., de la manera en que se maniata toda capacidad de decidir, pensar y actuar autónomamente a la gente. Transforman al pueblo en simples animales vivientes encerrados en el corral de la Democracia S.A., y los políticos sonrientes subidos en las empalizadas ofreciendo “lo que la gente quiere”: ser feliz. Una felicidad hecha de seguridad, salud, comida, educación, familia, bienestar, proyectando una nación cada vez más grande y…etc. ¡Si quieren todo eso, vótenme! afirman con gesto adusto y firme. Ustedes solos no pueden hacer casi nada, parecen decirle, porque no tienen el poder que a nosotros nos da el Estado. ¿No se enteraron que volvió la política? ¡Alegría: sí, volvió! Ahora el Estado se ha convertido en un arma que puede poner orden y límites a todas las injusticias que se desparraman por el mundo. Por fin, exclaman, ¡un mal menor ilumina nuestro horizonte! Después de todo esto, cualquiera que sean los resultados, nadie, absolutamente nadie, dejará de decir que ha sido “un triunfo de la democracia”. Es la única verdad que la casta política pronuncia en estas circunstancias.
Una revolución copernicana en las políticas de emancipación.
Se que suena grandilocuente pero estoy convencido que vivimos tiempos de re-fundación. Hoy algunos síntomas recorren el mundo que nos comprometen aún más a prepararnos para producir y recibir una nueva experiencia de pensamiento y acción política cuyas formas apenas si podemos balbucear. He llegado a algunas conclusiones y desde ellas intentaré articular este diálogo que supongo difícil pero fraterno.
La primera liberación es la que tenemos que hacer nosotros mismos respecto a una vieja matriz que ha condenado a la política que se pretende emancipativa a quedar atada y dependiendo férreamente de fuerzas sociales ya preconstituidas y del Estado como su lugar de ejercicio natural. Una revolución copernicana es sacudir profundamente esa idea que parece tan evidente para todos como lo era en su momento la certeza de que la Tierra se hallaba inmóvil y el sol, junto con el resto de la bóveda celeste, giraba a su alrededor.
La idea es sencilla, se trata de afirmar la autonomía de la política. Considerar que su capacidad de transformación depende de que no esté sujeta al tejido que impone el régimen social dominante (el capitalismo) y debe renunciar a pensar que el Estado es un instrumento de transformación si está en manos de revolucionarios o de regresión si lo manejan las fuerzas conservadoras. El Estado, que ha sido la tumba de todas las revoluciones del siglo pasado, tiene una sola función: garantizar el orden establecido, apenas si le hace cosquillas quien lo ocupe. Una fórmula se ha acuñado para sintetizar esta idea: la política no es representativa y debe practicarse a distancia del Estado.
La idea es clara pero las consecuencias son tremendas. ¿Porqué la política tiene que repetir eternamente la misma cantinela de los partidos y sus programas, la representación, el voto (o las armas) para llegar al Estado? La experiencia debería ser suficiente como para sacar la conclusión de que esa vía es el fracaso, la impotencia: nunca la humanidad ha estado tan aplastada política y económicamente como en nuestra época. Nuevamente mi pregunta acompaña el desafío hecho en su momento por Marx, cuando afirmaba que “la tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro el  de los vivos”,  y se indignaba al ver que cuando los vivos “se disponen precisamente a revolucionarse y a revolucionar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionarias” entonces se conjuraban todos los espíritus del pasado para abortar este nacimiento vistiéndolo con los antiguos ropajes. Lo que vino después del 19/20 de diciembre del 2001 puede ser un caso emblemático de esta conjura del pasado. Pero el mundo no cesa de manera cada vez más testaruda de ofrecernos esas explosiones de presencias en las calles apuntando no tan directamente al sistema de explotación capitalista sino a las formas políticas que la apuntalan y administran.
Desarticular el sistema capitalista global que nos tiene atenazados en cuanto a nuestra subsistencia inmediata resulta una tarea casi imposible (ni tampoco es seguro que nadie esté en condiciones de controlar sus complejos dispositivos y sus efectos). Pero distinta es la posibilidad que cualquiera tiene de intentar pensamientos, organizaciones, luchas, etc. que vayan abriendo otra subjetividad política, otras experiencias que debiliten el armazón político establecido y vayan creando nuevos. Por dar un solo ejemplo, una huelga general es algo que el capitalismo asimila sin mayores problemas, pero –hagamos casi ficción– una abstención masiva de votantes puede conmover el andamiaje de la legitimación del poder y, además, la subjetividad que debe acompañar esa decisión implicará sin lugar a dudas una nueva mirada política de la situación. No es una propuesta, es algo que debe pensarse. No se trata de construir formas económicas “autónomas” en las orillas del capitalismo, sino de inventar políticas autónomas a la lógica del capital (es decir, liberar a la política de su determinante en última instancia) y situarla a distancia del Estado. Esta autonomía de la política no puede sino desembocar en un tercer principio en el cual recostar esta revolución copernicana. Es la afirmación de que la política es un pensamiento. Sí, la gente piensa, y es ese pensamiento el que crea una secuencia política, mínima o no. Por eso un pensamiento político no es para nada un conocimiento riguroso de una realidad política que se supone objetiva, como si fuera una montaña y los políticos geólogos que la escudriñan. No, la política es el pensamiento mismo de lo que se declara como político a lo largo de su historia. Es una invención, no una revelación. Pero ese pensamiento conlleva una práctica, una organización y una disciplina respecto a sus consecuencias. Finalmente, lo que no es sino un punto de partida, se lo puede resumir así: La política es un pensamiento autónomo de la red que organiza los lazos sociales y del orden político que organiza el Estado, y es por eso que tiene la capacidad de procesar ideas y practicas emancipatorias.
Política  o gestión: el nudo real de la cuestión.
Si hablamos de proyectos de liberación cabe hablar de política. Si se trata de administrar desde el Estado la realidad tal cual es, entonces la palabra política debe dejar su lugar y en su reemplazo hay que decir gestión.Cuando una política de emancipación se pone en marcha, cabe hablar de políticas reactivas  (o democráticas) y políticas oscuras (o fascistas). El mando afirmativo y creador pasa al campo de las políticas de rupturas que son las que  obligan a que el orden constituido se defienda por vía de estos dos sujetos políticos: el reactivo y el oscuro.
Reivindicando en este punto preciso a Borges –que decía que la democracia es un abuso de la estadística– creo que en un futuro no muy lejano si irrumpen experiencias políticas revolucionarias respecto al formato hoy vigente, se va a empezar procesar una distinción entre ser un estadista y hacer política. Llamaremos “estadistas” a esa clase encaramada en la gestión gubernamental del Estado, sabiendo que el núcleo central de su acción será el contenido real de una política que no podrá ser pensada ni practicada con los parámetros propios de una medida de gobierno. Después de todo un estadistano es otra cosa que una persona versada en los negocios concernientes a la dirección de los Estados, mientras que estadísticaes el recuento de la población y de los recursos naturales, industriales o de cualquier otra manifestación de un estado, provincia, etc. Asombrosa coincidencia que entregan los diccionarios. Y todo esto regido, lo sabemos, por el número.
El capitalismo mundial obtuvo un triunfo de consecuencias funestas al lograr que la palabra política quede diluida en aquello de lo que es una política. Liberan  así el cuchicheo ensordecedor propio de toda gestión: política de transporte, política de seguridad, política económica, política sanitaria, etc., etc., pero jamás política política, es decir, la política en la afirmación de su autonomía y potencia transformadora. Por supuesto que las medidas que toma un gobierno son importantes pero la evaluación de las mismas debe ser política. Si abandonamos este principio entonces nos entregamos encadenados a las pretensiones de los que nos dominan que no cejan de insistir en que, al revés, toda política sea valorada por la gestión.
En el plano de la gestión de los intereses inmediatos de la población hay medidas que benefician a un sector o a otro. El interés y el beneficio junto con el reconocimiento de derechos, son los parámetros más importantes que se ponen en juego al momento de evaluar una gestión con los recursos que son los propios de la lógica gestionaria.
Pongamos por caso el matrimonio igualitario. Desde el punto de vista del reconocimiento de los derechos de las minorías y la igualdad ante la ley, es una medida progresista porque progresa hacia ese objetivo frente a los que piensan lo contrario, es decir, los conservadores. Pero la ideología política que se promueve es, desde una visión emancipativa, reaccionaria. ¿Por qué? Porque es totalmente concordante con el fortalecimiento de la institución familia, abortando toda la fuerza que tuvieron las luchas de hace 30 o 40 años de las “minorías sexuales” que buscaban subvertir la institución de la familia y no adaptarse y ser reconocidos como parte de la misma y sus derechos. Y, además, es plenamente coincidente con uno de los caballitos ideológicos de la posmodernidad neoliberal que se llama el multiculturalismo, que es la reducción de toda política al reconocimiento de los derechos individuales y de las diversas identidades. Si hoy estuvieran activas las luchas que en otro tiempo llevaron adelante Foucault, Leo Bersani, etc., esta ley sería conservadora. Estamos festejando un mal menor, las ruinas de una lucha que seguro renacerá por otros medios.
Mis conclusiones son tres: a) si una gestión no encuentra ningún otro obstáculo que otra gestión entonces tenemos un reforzamiento pleno del orden; b) nada impide que gobiernos fascistas puedan gestionar medidas progresistas, (la reactivación de la industria y la inclusión de miles de desocupados producto de la derrota de Alemania y la crisis del 30, fue decisivo para consolidar al nazismo en el poder); c) un programa de medidas progresistas, en especial económicas, puede inclinar ideológicamente a la población hacia posiciones de derecha. Este es el caso nuestro, según interpreto los resultados electorales del 27 de octubre. ¿Qué puede ambicionar una clase media que quiere consolidarse (se habla de 9.000.000 de ascendidos a esa condición) como tal, sino defender el bolsillo (inflación) o que no se lo roben (seguridad)? ¿Por qué será, como dice siempre el gobierno, que los que se quejan son aquellos que les van bien?
Finalmente, mi anhelo sería que los compañeros que invitan a dialogar sinceramente, estén dispuestos a salir de la impronta ideológica que sella la dupla gestión-Estado, y hacernos cargo no de una promesa por venir sino de la vigencia real aquí y ahora de la palabra que, insisto, es el único puente que habilita este intento: emancipación.

Buenos Aires, 31 de octubre de 2013

Hacia un nuevo ciclo de luchas en América Latina

Por Raúl Zibechi


«Los pobres organizados en movimientos desarticularon las viejas gobernabilidades», sostiene el autor, que considera que los actuales gobiernos progresistas de la región serían incomprensibles sin aquel ciclo de luchas. Observa y presenta multitud de datos del repunte de un nuevo ciclo, centrado en la minería, los monocultivos y la especulación urbana que cree profundizará los cambios iniciados hace más de una década.
Cada vez que los sectores populares lanzaron desafíos profundos a las clases dominantes, consiguieron modificar el escenario político, tanto a escala regional como en cada uno de los países integran la región. En la década de los sesenta y parte de los setenta, fueron demandas obreras, campesinas y estudiantiles por derechos democráticos que se defendieron con tanta intensidad que hicieron tambalear las estructuras de poder y se saldaron, en general, con la instalación de regímenes autoritarios alineados con Estados Unidos.
Movimientos campesinos en Brasil, Paraguay, Perú y Bolivia; levantamientos obreros en Argentina (los célebres Cordobazo y Rosariazo), mineros en Bolivia y de todos los sectores populares en Chile, cuya potencia puede expresarse en un solo dato: en 1970 cerca de la mitad de la ciudad de Santiago estaba «tomada» por pobladores que autoconstruían barrios, viviendas y servicios. Algo similar sucedía en otras capitales, conformando un amplio desborde popular desde abajo que sólo pudo ser contenido con represión y muerte.
Dos décadas después, cuando el modelo neoliberal hizo estragos entre los sectores populares y las capas medias, comenzó un nuevo ciclo que volvió a modificar el escenario político de la región, pero en sentido inverso, desgastando a los partidos tradicionales y facilitando así el acceso a los gobiernos de fuerzas progresistas y de izquierda. El punto de partida de este ciclo de protestas suele considerarse el Caracazo de febrero de 1989, el levantamiento masivo y macizo de la población de Caracas contra un paquete de alzas de precios decretado por el socialdemócrata Carlos Andrés Pérez (amigo personal de Felipe González).
El gobierno lanzó a los militares contra la población. Según las diversas fuentes masacraron entre 400 y tres mil personas, sobre todo en los cerros, los barrios más pobres de la capital. Fue el comienzo del fin del bipartidismo venezolano que despejó el camino al triunfo electoral de Hugo Chávez en 1998. Luego suceden una decena de insurrecciones populares en Ecuador (donde cayeron tres presidentes), en Bolivia (dos «guerras» por el gas y una por el agua), en Argentina, Perú y Paraguay, además de importantes movilizaciones en Brasil, Chile y Uruguay. Este impresionante ciclo popular puso a la defensiva tanto a las derechas como a las burguesías aliadas de Washington y modificó el escenario político por lo menos durante una década.
Los actuales gobiernos progresistas de la región serían incomprensibles sin este ciclo de luchas que desbordó las instituciones existentes, tanto las estatales como las políticas. Los partidos que gobiernan Bolivia, Venezuela y Ecuador, por ejemplo, no existían antes que los pobres organizados en movimientos desarticularan las viejas gobernabilidades. A diferencia del ciclo de los sesenta, donde se registró un fuerte protagonismo de las guerrillas y los partidos comunistas, en el de los noventa los movimientos fueron capaces de auto-organizarse en base a sus comunidades territoriales en campos y ciudades. Mientras el primer ciclo fue protagonizado por obreros, campesinos y estudiantes, en el segundo jugaron un papel destacado los indígenas y los pobres urbanos y rurales, los llamados «marginales» por la sociología y parte de las izquierdas.
Ante nuestros ojos está despuntando, al parecer, un nuevo ciclo de protestas y movilizaciones. La resistencia está centrada en la minería y los monocultivos, en particular la soja, así como en la especulación urbana, o sea en los diversos modos que asume el extractivismo. Según el Observatorio de Conflictos Mineros en la región hay 197 conflictos activos por la minería que afectan a 296 comunidades. Perú y Chile, con 34 conflictos cada uno, seguidos de Brasil, México y Argentina, son los países más afectados.
La resistencia es particularmente potente en Perú, donde el 25% del territorio fue concesionado a multinacionales mineras. La conflictividad hizo caer dos gabinetes del gobierno de Ollanta Humala, llevó a la militarización de varias provincias y provocó la muerte 195 activistas entre 2006 y 2011. El proyecto Conga de minería aurífera en el norteño departamento de Cajamarca, sigue paralizado por la contumaz resistencia de miles de comuneros que acampan en las lagunas para impedir su contaminación.
La cordillera andina registra importante actividad anti-minera en Chile y Argentina. La canadiense Barrick Gold, la principal productora de oro del mundo, se vio forzada a suspender su proyecto Pascua Lama en la frontera entre Chile y Argentina, por la presión social que forzó decisiones judiciales adversas. La minería no sólo contamina sino que fuerza la construcción de mega-represas hidroeléctricas para sostener el elevado consumo de energía que requieren.
La resistencia a la soja, el principal cultivo transgénico en la región, se está haciendo sentir con fuerza en Argentina. Primero fueron las Madres de Ituzaingó que ganaron un juicio contra productores y fumigadores que provocaron muertes y enfermedades en la localidad de seis mil habitantes del sur de Córdoba, rodeada de campos de soja. Un pequeño grupo de madres descubrieron que los índices de cáncer son 41 veces superiores al promedio nacional, porque el agua que consumen está contaminada con plaguicidas por las fumigaciones aéreas. El 80% de los niños de Ituzaingó tienen agroquímicos en la sangre y el 33% de las muertes son por tumores.
Estos días Monsanto debió paralizar la construcción de una enorme planta cerca de Córdoba, donde pretende instalar 240 silos de semillas de maíz transgénico con el objetivo de llegar a 3,5 millones de hectáreas sembradas. Decenas de militantes acampan frente a las entradas de la planta en construcción y durante un mes impidieron el ingreso de camiones con amplio apoyo de la población. La cuestión ambiental está instalada en toda la región, pero lo novedoso es que ya no sólo se denuncia sino que se empiezan a conseguir victorias.
En Chile los estudiantes y los mapuche han conseguido un amplio apoyo a sus demandas. En Colombia se registró, entre agosto y setiembre, la mayor movilización campesina en décadas contra las consecuencias del TLC con Estados Unidos. El paro agrario nacional movilizó a miles de productores de alimentos que atraviesan una profunda crisis que los está forzando a abandonar tierras y cultivos. Sus movilizaciones confluyeron con los camioneros, los pequeños y medianos mineros y con una parte de la población urbana insatisfecha, como los trabajadores de la salud y la educación.
Finalmente, en junio estallaron las ciudades brasileñas. Luego de un intenso mes donde millones de manifestantes ocuparon las calles en 140 ciudades y consiguieron revertir los aumentos del precio del transporte en más de cien ciudades, una nueva juventud sigue en las calles demandando el derecho a la ciudad y la democratización de la vida urbana, lo que pasa por acotar la especulación y las grandes obras que demandan eventos como el Mundial de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016 en Rio de Janeiro.
Aún es pronto para saber si este ciclo incipiente se consolidará. Menos aún para detectar los rumbos que irá tomando. Lo cierto es que apunta contra las facetas más depredadoras del modelo extractivo, tanto en las áreas rurales como en las urbanas, y parece destinado a profundizar los cambios iniciados hace más de una década.

Santo Tomás: teoría del hospital

Por Horacio González


Las noches nos suelen exponer a un desequilibrio en nuestras propias imágenes diurnas. A la mañana siguiente luchamos para reconocerlas. Suponemos palparlas y enseguida se evaden. En el Hospital Santo Tomás de Panamá, la pesadilla tiene el crudo realismo de gemidos en la penumbra, que en cualquier momento se tornan aullido. Gritos como garabatos casuales tallados por un preso en la pared. Hay permanentes jadeos, como trasfondo de un temor que parece confidencial.
Estoy en la Sala 14-A del Santo Tomás, junto a otros hombres desvalidos, casi todos hijos de la negritud. La mayoría de los médicos, enfermeras, residentes, tienen ese ascendiente, el viejo brillo fanoniano apagado ya en los cuerpos. El doctor Fernando Gracia, jefe de neurología, afamado, dictamina con rigor y experiencia. Ha sido o es el ministro de Salud de su país. La calma de los grandes médicos hace también al sigiloso pánico de los pacientes. Habiéndome desplomado en el Aeropuerto, lo que iba a ser un vuelo previsible hacia la Argentina se transformó en una internación de urgencia, porque un “rayo misterioso”, para hablar gardelianamente, se había alojado en mi cabeza y eso compondría lo que las enfermeras de la Terminal Aérea llamarían ACV, fatídica sigla, si es que casi todas las de esa índole no lo son. De modo que ambulancia y hospital en vez de avión.
En la guardia del Santo Tomás debo dejar mis pertenencias, llaves, dinero, documentos, los clásicos signos civiles de una identidad que creemos firme, pero es mucho más pasajera en los hospitales que en los aeropuertos. Todo cabe en una bolsita transparente. Una simple tira plástica que ponemos sobre nuestra desnudez. Como todo despojamiento, aun siéndolo en beneficio del despojado, nos exonera súbitamente de lo que creemos imprescriptible. Tienen razón las instituciones: todo documento prescribe.
Una de las noches fui tomado por un gran chucho de frío y llamé a la enfermera de ojos hindúes, descubriendo entonces que no dominaba el habla. Me salían palabras guturales. Después recordé mis tiempos de profesor, donde insistía en la palabra con buenos oropeles. Ni intenté decir la expresión “chucho” por creerla un “argentinismo”. Venía yo de un Congreso de la Lengua. ¿Pero si hubiera sido un vocablo afro-antillano? Nada más adecuado que allí. Un joven médico corre con mi camilla hacia el subsuelo, donde están los equipamientos tomográficos, que en el caso del Hospital Santo Tomás, el santo aristotélico, son los más avanzados en materia de computación. El hospital es público, universitario, popular, rumoroso, rutinario y también desesperante. Los panameños dicen reiteradamente dos cosas; que en nuestro continente son el segundo país en “desarrollo humano” luego de Chile, y que son un “crisol de razas”. Entre nosotros esta expresión ha sido abandonada por no poder ocultar su aspecto de unidad compulsiva o forzada de las vetas culturales heterogéneas. Y hasta lo que escucho, los tecnólogos sociales no han impuesto demasiado en nosotros esa complaciente y oficinesca categoría de desarrollo humano.
Los rasgos de los jóvenes estudiantes residentes y practicantes son jaraneros. A todo momento hablando de sus cosas, desenfadados. En aquel subsuelo, se habían congregado en esa madrugada, muchos de ellos a ver un partido de basquet de dos selecciones: la de las provincias de San Juan y Mendoza. ¿Así volvía hacia mí la Argentina? No había quien hiciera funcionar una poderosa máquina General Electric. Una joven que pasaba rápido hacia el televisor, pregunta “¿pero éste no es un paciente a cabo?”. No conocía la expresión pero imaginé lo peor. El joven médico responde: “No, es de la Sala 14-A”. Fui feliz al escuchar esa definición que me enviaba otra vez al mundo conocido. Allí estaba la confraternidad a la que pertenecía, con aquellos quejidos, con aquellos llagados y baleados. Hombres que lloraban por la noche y murmuraban un léxico ininteligible. Luego le deslicé al médico una opinión que procurase no delatar arrogancia: “¿No es la profesión médica una ética que aspira a un humanismo de urgencia?”. El tenía la respuesta y la dio mientras manipulaba los artefactos. Concordó, un tanto ofendido, y agregó que él se basaba en los ejemplos del doctor Favaloro. Ese apellido me sonó como venido de otro estrato del tiempo, como una lección de extrañeza en la circulación de ideas.
Un grupo de médicos con sus estudiantes forman un inusual espectáculo de enseñanza, entre el taller medieval y el patio filosófico de los griegos. La médica que me tocó a mí, con su actitud efectiva y cáustica, reforzaba su distante belleza como fruto maduro de lejanos ribetes silenciosamente adjuntados, que susurran indigenismo y Africa, a lo largo de un tiempo colonial que se desgrana con dificultad ante las memorias que desean ser más vertiginosas. Castañetea los dedos de repente y un enjambre de estetoscopios aprendices se abalanzan sobre mi pecho. “Arritmia paroxística.” Otra vez hablan los griegos al pie de cualquier cama del universo.
Otra noche, un alerta: “¡Paro! ¡Paro!”. Se organiza la corrida hacia la cama, a dos de distancia de la mía. Los primeros en llegar inician las maniobras de reanimación. Los retrasados siguen con sus bromas y charlas particulares. Parecen distraídos pero son un cortejo atento, la coreografía del dolor que desde siempre ha tolerado un manto de supuesta indiferencia, una mueca carnavalesca. La mañana después la cama tiene su manta prolijamente doblada. Aquel hombre no está más y poco después lo reemplaza otro hombre de similar edad, durmiendo plácidamente en el mismo lugar. Es también un hombre negro.
Había ido yo al Congreso de la Lengua organizado por el Instituto Cervantes de España, con el cual mantenemos distintas diferencias muchos de los que en la Argentina estamos interesados en el tema, siguiendo la tradición de la Generación del ’37, de Arlt, Borges, Masotta y María Elena Walsh. Caballerescos, aun sabiendo, quizá, de las diferencias, los cervantinos se acercaron también al hospital. De un momento a otro había pasado yo del Príncipe de Asturias a la conversación real de un pueblo. Del cóctel a la enfermedad, y una vez más se comprobaba que la verdadera emisión de lenguas sale de lo último antes que de lo primero, aunque interese el contraste. El dolor funda la lengua. Los evangelistas, que pululan por todo el hospital, bendiciendo por doquier con estilo engolado e hiperbólico, han descubierto algo pero, a pesar de su éxito literal, se apresuran en encasillar lo que es necesario decir con fórmulas predeterminadas y estentóreas. Creen fácil decir “adoración”, “lloro ante tus pies”. Los demás intentamos recrear lenguas sin evitar verlas como actos de redención, pero siendo infinitamente pudorosos, imperceptibles. Nos va mal. El evangelismo habla como la televisión y como el hospital –pobre Santo Tomás– y la televisión y el hospital hablan como el evangelismo. Debemos encontrar el lenguaje que no sea el de la Corona ni el de las Espinas. Y escuchar el silencio de nuestro espíritu cuando vemos lo que dicen quienes suponen poseer el ensalmo.
Ya en el Sanatorio Anchorena de Buenos Aires extraño el Santo Tomás y a mis compañeros, delirantes nocturnos. Vuelvo a ser porteño y encuentro solidaridad a cada paso. Las escenas se repiten, estoy en manos expertas, pero no consigo sacar de mi cabeza a Sergio, el joven costarricense evangélico que escuchaba, hasta altas horas de la noche, baladas muy profesionales sobre el seguro encuentro con Dios. No tenía nada para dejarle. Le regalé mis chancletas, que a su vez me había traído Armando, un amigo argentino. Muchas de mis noches allá las pasé conversando con Alejandro Herrera y Jaime Dri. Viejas historias argentinas; Dri, memorioso, vive en Panamá. Al final, salir, se sale. Es más fácil contando con la eficaz simpatía de la embajadora argentina, de la doctora Silvia Kochen, de los tantos amigos que nos trae el destino, de los compañeros de la Biblioteca y de nuestra turbada vida política, y del doctor Juan Carlos “Tano” Biani, un verdadero chamán de las instituciones de la salud argentinas.

Monsanto. La transversalidad del mal



«Monsanto. La transversalidad del mal», es un corto sobre el acampe de los vecinos de la ciudad de Malvinas e integrantes de la Asamblea Malvinas Lucha por la Vidacontra Monsanto, en Córdoba. Fue realizado por el equipo Verdes al Sur, dirigido por Pablo Bergel. 

La Lengua Subalterna II – Conversación con Rita Segato




Rita Segato supo desde muy chica que se dedicaría a la antropología.  Hija de una feminista intensamente racista, cree que la raza “es el punto ciego del discurso latinoamericano sobre la otredad”.Vivió en Venezuela, Nicaragua, Brasil , Irlanda del Norte, la Patagonia y Tilcara, donde se enamoró, como cuando era casi niña. Investigadora del feminicidio en Ciudad Juárez, la religión y el territorio, los límites de las fronteras nacionales y los discursos sobre la alteridad son parte del mundo de Segato, coautora del primer proyecto de ley de cupos para estudiantes negros e indígenas en las universidades brasileñas. Aquí, la segunda entrevista de La lengua subalterna.

Cola de Caballo

Por Helena Pérez Bellas


Cuando llega el calor mi principal problema es qué hacer con tanto pelo. Considero una aberración tener el pelo corto, esa entonces no es la salida. Usar el pelo corto para mí es tener un poder menos. No están las cosas, nunca estuvieron, para prescindir de un poder. Una llega a está vida y bang a los 14 años ya se da cuenta de con qué poderes cuenta y no tarda mucho tiempo más en descubrir cómo usarlos. En el camino, a veces, hay olvido. Pero nunca hay que olvidar. Nunca hay que olvidarse del poder.
Una de las quejas que más recibo es: estás dejando pelo por todos lados. Es verdad, ahora pienso que debe ser complicado tomarse el trabajo de matarme porque a la pregunta de qué hacer con el cuerpo se le suma qué hacer con el pelo. Supongamos que él, que me muestra las líneas de pelo negro en la cama y en el baño, se determina a matarme. O ni siquiera, supongamos que por un accidente yo me muero ahí y tiene que deshacerse del cuerpo porque no hay manera de explicarle a la policía cómo una chica sana se murió. Debe ser una tarea titánica ir buscando centímetro por centímetro del departamento pelo mío. Lo de las sábanas se resuelve rápido. Desde mi perspectiva veo dos opciones: prenderlas fuego o mandarlas a lavar. Quedan el colchón y el respaldo de la cama, para ambas cosas lo más conveniente sería buscarse alguna de esas aspiradoras en miniatura. La silla de la computadora y el escritorio representan un problema porque son igual de negros que mi pelo y convengamos que algún desprendimiento más breve se puede camuflar bien. Quedan el piso en toda su superficie, el sillón y cada uno de sus almohadones y el baño, Encerar y pulir son las opciones para el piso aparte nunca vienen mal. El baño es un tema porque los desagües suelen ser bastante traidores y nunca se sabe con qué se puede encontrar uno en la rejilla del baño. Guantes de látex y a meter la mano. Nadie se puede dar el lujo de ir preso por algo tan absurdo como un poco de pelo negro.
El baño me produce una manía extrema. Si me toca dormir fuera de casa me apena mucho un baño vacío, minimalista, carente de opciones. Un baño tiene que tener muchas cosas en donde se pueda elegir como pulir una mejor versión de sí mismo. Un baño que no está manejado por una mujer es un páramo. En mi caso, no se trata de invadir o marcar territorio: se trata de vivir mejor, poder ocupar el distrito conocido como baño y dotarlo de novedades. Sobretodo por el tema del pelo ¿Qué es este detergente que algunos hombres califican de shampoo? ¿Cómo puede ser que un ser humano que no tiene 90 años recurra a Heno de Pravia? ¿Dónde está el jabón líquido? ¿Cómo alguien cree que sin acondicionador se pueden desenredar 15 centímetros de pelo incluso más? No se trata de invadir y tampoco se trata de igualdad. Es todo lo contrario a la igualdad: es ir en contra del pedido de la igualdad. A mí me sobra lo que a vos te falta y no, por favor, bajo ningún concepto ese shampoo es para pelo graso.
El ADN  se cristaliza con el calor, es un lío. Es un lío si vas a vivir, es un lío si vas a matar. Cuando te vas a dormir se te pega el pelo contra la espalda en una especie de unión entre el sudor, que encima tiende a enfriarse, y las altas tempertaturas. En las sábanas se forman como bolitas de algodón y manchas de humedad y si son dos entre esos charcos secos de desierto se forma un ADN mixto en dónde cada uno aporta lo suyo. Yo aporto el pelo. Que es lo que me sobra, que es lo mejor que tengo para ofrecer. Después te ven cepillándote y te dicen te vas a arrancar todo ese pelo. Pero siempre hay más, mañana crece otra vez. En el tacho de basura están los detalles, en esa bolsa que se cierra también me voy yo. Sacarme en una bolsa de consorcio es un hecho, es un hecho semanal. Ahí también se pegó el pelo entre la yerba, los restos del helado y las cáscaras de las naranjas. Es una batalla por vez, es una sangría, un día no voy a tener más. Ya se acaba igual, llega el verano. Entonces tirás mas fuerte con el cepillo mientras te miran y te dicen ¿no te duele la cabeza? No, le digo, pero no hablo. Muevo la cola de caballo.

Un cuerpo

Por Diego Valeriano


Suenan disparos alborotados, el ruido seco a chapa silencia la tarde. ¿De quién es un cuerpo tirado en la calle?
Al principio solo se acercan los perros, huelen sangre y lamentan lo sucedido. Luego, un grito que sale desde el fondo de un terreno llega corriendo… noooo, no, no y las lagrimas vuelven ininteligible el resto. ¿Quién reclama genuinamente para sí a un pibe de 11 años, al Chuni, atravesado por siete perdigones de una recortada?
Los vecinos salen de a poco, un par de guachines corren a sus casas, todavía hay olor a pólvora que dejo el enfrentamiento. ¿Y ahora?
Alguien llama al 911. El puntero llama al jefe de calle. ¿Qué es el cuerpo de un pibito tirado tan cerca de la zanja que la sangre se une con el agua? Se acuerdan que hay que llamar a la ambulancia, también llaman a la remisería; la llaman a los gritos porque está a una cuadra. ¿Quién debe pagar?
La hermana mayor agarra unas piedras y comienza a tirarlas contra la casa de Cuchillo, inmediatamente se suman sus amigas. ¿Debe pagar alguien por los daños colaterales?
Con lo que le queda de movilidad, la mamá de Cuchillose arrastra con muletas y le grita a Daiana; le hace entender que ellos no tienen nada que ver y le señala la casilla perforada por los tiros. ¿Cuánto vale un guachín?
Daiana llora hasta desmayarse a la vez que Cuchillose escapa por el fondo, corre mientras todos gritan y lo putean; corre como para nunca más volver aunque no tenga ni idea a dónde donde ir ¿Qué es lo que puede un cuerpo?
Fermín tira radios frenéticamente, quiere anoticiar al Jefe de Gabinete antes de que se arme un escándalo y debilite aun más al Intendente: un guachín muerto a los tiros siempre es un problema político ¿Cómo se aprovecha un muerto?
El padrastro enfierrado y bastante en pedo balbucea preguntas, acusa a la mamá de Cuchillo hasta que llega un Bora, lo levantan y salen cagando para el barrio de los paraguayos a buscar a los pibes que hicieron los disparos. ¿Puede Chuniser bandera?
Fermín mira de reojo, están llegando los del comedor de la otra cuadra y empiezan a agitar con que esto pasa porque la policía liberó la zona. Llega la ambulancia. ¡Vayamos a la comisaría! grita uno de los flacos y los pibitos son los primeros en encarar. ¿La política es el comercio por otros medios?
Los flacos del comedor copan la situación, agitan y dicen que van a llamar a los abogados. Del otro lado del teléfono, la abogada llama a los medios y arma el comunicado. Tiene uno estándar, basta con cambiar un par de cositas. ¿La mamá de Chuni comprende el hecho político de la muerte?
El secretario del Jefe de Gabinete llega un minuto después de que casi todos arrancasen para la comisaria. Daiana, que no se puede ni mover, habla con el jefe de calle que esperó que se vayan todos para acercarse. Fermín vuelve a copar la situación y se asegura de que esos flacos tengan problemas si deciden volver. ¿Todo muerto es sujeto político?
A los manifestantes los espera pacientemente la infantería. La abogada está llegando justo a tiempo para declarar frente a las cámaras. ¿Un nuevo ciclo de luchas políticas?
Una lluvia de piedras cae sobre la infantería que tiene la orden de mirar. Cada vez se suman más pibitos y más militantes compañeros de los del comedor. El Jefe de Gabinete habla con el comisario, con el Intendente, con el Ministro; el jefe de calle con su transa del barrio de los paraguayos, la abogada con la radio ¿Nuevo conflicto social?
Los pibes saquean el kiosco que está enfrente a la comisaría y después queman un auto, los ratis de civil los esperan a una cuadra, las cámaras del municipio captan y avisan. La orden es clara: no detengan a los militantes. ¿Nuevo mapa de poder y control social en un territorio?
El jefe de gabinete ordena que detengan a los que mataron a Chuni o los maten o al que sea; el ministro anuncia que descabeza la cúpula de la tercera, el jefe de calle entra a la villa de los paraguayos y todos se corren. Nadie defiende a unos atrevidos que mataron un guachín. Llega a la casilla donde le señalaron que se esconden. Ya quemaron diez motos, dos patrulleros y saquearon dos locales… ya fue demasiado, la infantería actúa. La abogada acusa a la policía de represión y denuncia que sigue intacto el aparato represivo de la dictadura ¿Cómo se construye una víctima?
El quilombo no le conviene a casi nadie, ni a los de adentro, ni a los que entran ¿Cuánto vale un victimario?
Los pibes que supuestamente mataron a Chunison recontracagados a palos en el lugar donde fueron encontrados, también le pegaron a la novia de uno de ellos y no la violaron porque no tuvieron tiempo. Camino a la comisaría le gatillan varias veces. El secretario del Intendente llama al de policiales del canal para avisarle que van para la departamental con los culpables del asesinato. Intendente, cámara y patrullero legan a la vez. ¿Inseguridad?

Daiana consiguió un par de pastas para estar más tranquila: hace guardia en la morgue para saber cuándo le entregan el cuerpito. Su mamá no puede más del dolor y es consolada por la madre del Cuchillo; las dos aun están tiradas en la calle de tierra cerquita de la zanja.

Contra la pared

Por Dolores García Bello

Hoy mientras me metía los dedos a la primera hora de la mañana, no eran más de las siete pero el sol ya pega fuerte, me dijo shh no hagas ruido. Hice un poco de ruido y me volvió a decir lo mismo mientras le preguntaba, con lo que me sobra de lenguaje, por qué. Si lo que te vuelve loco no te va más yo me pierdo, yo no sirvo, no me gusta. Me agarró la cara fuerte, así medio bruto, para decirme que los vecinos se quejaron. Le vi la vergüenza le vi las ganas; le vi una sonrisita de orgullo, como si fuera mérito de él. Si me calla explotó para adentro, pensé. Pero igual se te van las cosas de las manos y empezás a putear a los edificios nuevos que vienen con paredes tan finas. Me duele la concha porque anoche no lo hicimos y para demoler paredes vine al mundo. ¿Por qué la gente se queja de escuchar coger? ¿Qué prefiere? ¿Escuchar morir? Elcorazón también hace sus ruidos durante lasístole y la diástole. Se estruja, impulsa sangre y se relaja para llenarse. ¿Tampoco quieren escuchar este ruido? ¿Pero ni pajeros son estos vecinos?
Me puse contra la pared para escuchar mejor. Si siento como te pones, me hago cargo de cómo te tengo. Soy responsable de mis actos, aunque a la mitad ya me perdí, ya quede alejada de esa forrada moral. Saco más calor que la losa radiante que me está por sacar ampollas y me pego a la pared pensando que sino querés escuchar entonces vas a sentir. Descontrol y me doy las cabeza contra la pared un par de veces. Que el vecino esté atento a saber si estoy penetrando la pared con los clavos de una biblioteca o si me están dando la cabeza contra la pared porque escuchar coger es escuchar morir un poco. Me sangra la frente, siento que una gota baja muy suavemente, llega a la ceja y se divide hasta perderse. Acabas y te vas ahí: una línea entre estar muy vivo y pisar el terreno de los muertos. Lo pienso positivo porque de morir mi deseo es quedar estancada en la repetición del entra y sale, el entra y sale.
Un mantra asesino, una repetición universal. Contracción del corazón, diástole del clítoris. No pará, pará… contracción de los dedos de la mano que ya no alcanzan para cubrir nada. En esa repetición invoco un dios y no querés que grite, ese es problema de la pared de quince, de la inmobiliaria, del vecino y del consorcio. Mi cabeza pega, la cama también pega; el universo-habitación se suma al ritmo y pega contra la pared dejándola llena de  marcas que vas a tener que tapar con enduído cuando lo devuelvas. Agarrame la cara a lo bruto, pedime estupideces y vas a tener que comprar dos kilos de enduído.
Estamos muertos los dos, el colchón empapado, la pared lastimada, todo en reposo. Estamos muy vivos los dos. Siento arritmia en su pecho y creo que es lo menos que me podes dar. Lamentablemente hablás, todavía no escucho. Estoy ahora más muerta que viva y entro en un estado de conciencia en que activo las funciones neurocognitivas superiores, percibo el conocimiento del mundo psíquico individual y del mundo que nos rodea, escucho la radio del vecino ¿la subió o siempre escucha así? Un perro ladra frenéticamente, vos haces ruido en el baño aunque tu arritmia sigue en la cama. ¿No te bancas una alteración en la sucesión de tus latidos que la dejas en la cama?

Clinämen: Racialización del espacio y efectos del neoextractivismo

Conversamos con Gastón Gordillo, antropólogo de la universidad British Columbia (Canadá), investigador en temas de memoria, espacio, historia y movilizaciones políticas entre tobas criollos y guaraníes en el Gran Chaco y el noroeste argentino. La organización racial del territorio. El impacto del modelo sojero en el norte argentino. El proyecto de la «Argentina blanca».

Entrevista a Pablo Farrés: “Nuestro reglamento hoy es la crónica, la memoria neurótica, el minimalismo de taller”

 Por Pablo Chacón


En El desmadre y El reglamento, sus dos flamantes novelas, el escritor Pablo Farrés despliega un universo de discurso por afuera del canon y del lugar común generacional que están colonizando una zona de la literatura local, la más festejada por el mercado y por los premios literarios, con las excepciones de rigor. Los libros -publicados por Pánico el Pánico y Letra Viva- son un prodigio de densidad narrativa y teórica. Farrés nació en La Matanzaen 1974. Publicó El punto idiota y Literatura argentina. Este es el diálogo que sostuvo con Lobo Suelto!
En principio, ¿qué semejanzas (de estilo o procedimiento) encontrás en El desmadre y El reglamento?
Veo que en los dos libros, los narradores escriben para un receptor que sostienen alguna jerarquía sobre ellos. La Asociación de Madres de la Memoria en un caso, y el Ministro de Educación del Régimen en el otro. En este sentido, los narradores están compelidos a explicar sus imposibilidades, la de escribir el reglamento que le han exigido, y la de escribir las memorias de una madre que ha perdido su condición con la desaparición de su hijo. Estas imposibilidades no remiten a un derrotero subjetivo, sino a ciertas lógicas paradojales. En una, la imposibilidad de una ley que justifique la existencia de la ley. En la otra, el desarrollo de una serie más compleja pero que me parece guarda su racionalidad: la pérdida de un hijo implica un desmadre, pero a su vez un desmadre implica un desconche, y si la narradora se desconcha es porque le sale un pene -de allí el problema, ¿cómo sostener la condición de madre con cierto pene decorando su entrepierna? 
No sé cómo lo trabajarán otros escritores; en mi caso, el estilo surge de intentar ocupar el lugar de esas experiencias imposibles. El estilo no responde a ninguna decisión, más bien es una cuestión de intensidades definidas por aquello de lo que se está escribiendo. Doy un ejemplo para explicarme: Carlos Ríos tiene un estilo de escritura tremendamente definido, pero ese estilo ¿responde a Carlos Ríos o al paisaje donde se instala su escritura -Manigua, Pripyat, etcétera? ¿Se puede escribir desde Manigua de otro modo, o es que Manigua ya es ese modo, es decir, ese estilo? Respuesta apurada: el estilo no es de Carlos Ríos sino que ese estilo ya es Manigua. En otras palabras, la escritura es el estilo, pero la escritura nace de un lugar que está fuera de las palabras.
En El desmadre, el narrador, ¿practica una parodia de un escritor como Osvaldo Lamborghini o está afirmando un juicio sobre su propia práctica?
No hay parodia. Ninguna parodia. Escribo con toda la seriedad de la que soy capaz. Casas decía que Aira nos cagó. Pobre Casas. El que nos cagó fue Lamborghini. La intertextualidad delirante de Lamborghini hizo que los juegos abstractos y meta-literarios de Borges se cierren en el trabajo de la frase. Lamborghini es una clausura de la literatura que Borges abrió, y por ello mismo nos condena a escribir en el desierto. Aira escribe en el desierto, pero el desierto no termina y por eso Aira sigue escribiendo máquinas autosuficientes. Cuando Casas dice que Aira nos cagó es porque Casas no se aguanta el desierto y necesita del barrio, de los amigos, de la historia y de cualquier cosa que venga a tapar el desierto. Respondo entonces: no hay parodia posible sobre Lamborghini porque Lamborghini inventó su propia parodia (la llanura del chiste), lo que hay es un desierto por el que avanzar sacándose de encima lo que nos pesa -las madres y los reglamentos políticos, culturales y literarios. Después vemos a dónde llegamos, si es que llegamos a alguna parte.
La pregunta anterior se relaciona con esa especie de oposición Gelman-Lamborghini donde pareciera que inventar algo por fuera de ese canon resultara imposible. ¿Es imposible inventar algo por fuera de ese canon en la Argentinacontemporánea?
La lógica del adentro y del afuera, me parece que responde a la trampa en la que la misma vanguardia planteó y terminó cayendo. La noción del afuera remite a cierta necesidad de novedad, en la que no me interesa participar. Me gusta pensar la literatura en términos de simultaneidad, más que en función del par viejo o nuevo.
Ciertamente, en El desmadre aparece cierta oposición entre la figura de Gelman y la figura no nombrada de Lamborghini. Pienso El desmadre como una novela política, y en este sentido, la novela, de un modo lateral, interviene sobre ciertos discursos que se han vuelto hegemónicos.
En términos culturales, Gelman ha ganado. Y ganó porque nuestra cultura es la de la derrota, la memoria de la derrota, y la crónica de los derrotados. Nietzsche habla de los sacerdotes del ideal ascético: hay sacerdotes de la derrota que hacen triunfar su voluntad usando el resentimiento común. Contra ello, aparece El desmadre, como un modo de sacarme de encima las ataduras culturales y personales de la memoria. La desmemoria sana, nos vuelve más livianos. Y no se trata de negación ni del olvido, se trata de hacerse cargo del horror pero para vivirlo con la gracia del don (en la novela, por ejemplo, cuando a la madre se le revela su propio pene y por ello la necesidad de volver a reconsiderar su estatuto de madre), de lo contrario sólo nos queda el resentimiento. En el resentimiento no hay literatura posible, salvo que el resentimiento se transforme en una fiesta desmadrada. Pero para eso hay que pensar el lugar de las Madres. Pienso en el imperativo Verdad, Memoria y Justicia, y me digo que desde ahí no hay creación posible. Prefiero Ficción, Desmemoria y Fiesta.
En este sentido, la pregunta acerca de la invención literaria, me parece que no debe remitir al problema del canon. El canon no importa. Y si a alguien le importa es porque no leyó sino a los tres o cuatro que dicen qué hay que leer. En todo caso, el canon funciona como un reglamento que no dice nada. Por eso el tema de la invención se relaciona mejor con lo que está fuera del reglamento. Por ejemplo, ¿cómo es posible el desmadre?
Treinta años de democracia. ¿Cómo ves el funcionamiento de la institución-literatura en la época que te ha tocado vivir de esos treinta años?
Un poco te respondí en la pregunta anterior. Siento que la literatura estuvo anclada en la memoria, omitiendo los procesos ficcionales -selección, desplazamiento, superposición, travestismo, etcétera-, siempre perversos, de la memoria. Permitime oponer dos libros paradigmáticos: Los topos, de Félix Bruzzone, y justamente de Bruzzone -digo porque hay algo de valentía que se juega en que sea justamente Bruzzone el que escribió ese libro- trabaja con esos procedimientos que hacen de la memoria una herramienta de creación. Frente a ese hermoso libro, hay que leer el de (Patricio) Pron, El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia, donde se plantea la búsqueda de una verdad que reduce la literatura a mera crónica, cae en todos los clichés generacionales, propone una épica que sólo sirve para desnudar nuestras imposibilidades contemporáneas, y finalmente se dibuja a sí mismo con un autor comprometido con los valores morales de nuestra sociedad que tan bien deben ser leídos en Europa. En uno hay creación, en el otro sólo un posicionamiento cultural que conlleva algunas regalías. La oposición que planteo es sintomática de nuestra cultura de los últimos treinta años. Una memoria reactiva y clasificatoria (bueno-malo, negro-blanco) contra una memoria creativa que expone sus procedimientos desmadrados (mezcla, travestismo, contaminación). Gelman ganó, del mismo modo que Pron va a ganar.
No sé qué van a ganar, pero no importa. Otro libro sintomático es el de (Elsa) Drucaroff, Los prisioneros de la torre, donde se plantea una lectura de ciertas obras recortadas en términos generacionales y definidas bajo la noción de post-dictadura. Ni yo ni nadie quiere sentirse post-nada, y la noción de desmadre intenta plantear la posibilidad de escribir desde ninguna generación (generación = madre). Finalmente, con esto quiero decir que nuestra democracia se ha sustentado en ciertos modos de captura cultural y discursiva que nos condenan al encierro en una generación, en la reverencia a la figura materna (el sufrimiento, la conciencia moral, el llamado al hogar, la verdad histórica, y esas cosas), en cierto higienismo bienpensante que pone al horror como un monstruo ajeno como si no fuera parte de cada uno de nosotros y de nuestras relaciones.
Siento que la literatura no ha podido hacer mucho frente a esas imposiciones de nuestra democracia, y terminó haciéndole el juego. Nos enseñaron a tenerle miedo al horror, y reducir nuestras experiencias a un código neurótico -de ahí la actual novelística. Nuestra democracia siempre está al borde del fascismo, ahí donde el sueño fascista por excelencia es el de aniquilar el horror por medio del horror legitimado. El único favor que la literatura puede hacerle a la democracia es devolverle el horror como su parte más propia.
¿Es posible que la práctica literaria vernácula esté más cerca del universo de El reglamento que el de El desmadre? Si es así, ¿por qué?
Sí, completamente. Nuestro reglamento literario hoy es la crónica, la memoria neurótica, el minimalismo de taller, y la apología tecnológica que reduce la literatura a Facebook. El problema es que estamos re-contentos con nuestro reglamento generacional. Pero la trampa también es apostar por la transgresión del reglamento. No se necesita ninguna transgresión de nada. Eso es vulgaridad. Cuando hablamos de desmadre hablamos de modos de hacer una fuga que reconfigure la narración del pasado y del origen, no volviendo a ellos sino llevándolos consigo lo más lejos posible, casi hasta perderlos.

Apuntes y preguntas para la visita de Sandro Mezzadra a la Cazona de Flores

Por el Instituto de Investigación y Experimentación Política (IIEP)


La visita de Sandro nos ofrece una oportunidad para discutir algunas cuestiones que nos preocupan y que tienen que ver con el problema de la investigación política, de la creación de nuevas iniciativas e instituciones populares, en un escenario como el actual, caracterizado por cierto cierre del ciclo de los gobiernos progresistas -no sólo a nivel nacional, sino también a escala regional- y, sobre todo, por la emergencia de una nueva conflictividad social.

Y es que la crisis, a la larga, todo lo corroe. 2001 es una fecha clave para entender este proceso. El impacto de aquella insurrección popular contra las políticas neoliberales en todo el continente fue decisivo. En su aspecto constituyente, esas luchas dieron lugar a nuevos sujetos y abrieron el ciclo de los gobiernos progresistas. En su aspecto destituyente tuvieron éxitos extraordinarios, deslegitimando al neoliberalismo en la región.

Sin embargo, es claro que las rebeliones de principios de siglo no alcanzaron a constituir formas políticas a la altura de lo que su propio protagonismo proponía. Este desfasaje entre capacidad destituyente e imposibilidad de plasmar instituciones de nuevo tipo caracteriza también, al parecer, los ciclos de luchas que se dan hoy en día en muchas partes del mundo.

Entre nosotros, el consenso neoliberal ha sido derrotado. Pero enfrentamos de todas formas la hegemonía del capital financiero, que se hace presente en la determinación misma del modo de acumulación (los precios de los comodities, por ejemplo, dependen de dinámicas financieras), se expresa en la producción de subjetividades en torno al consumo, y hasta en el modo de funcionamiento de las instituciones del estado.

Esto se nota cuando miramos la política de los gobiernos de la región. Muchos han puesto en marcha, con diferencias importantes entre sí, políticas de reconocimiento simbólico, de reparación de daños y de distribución del ingreso. Todos ellos, con variantes, han colocado al estado como actor capaz de jugar un papel influyente en la inserción en el mercado mundial, en la captura de parte de la renta, en la construcción de un mercado interno, y en la financiación de políticas de inclusión. Pero no podría decirse que hemos asistido, durante los últimos años, a una reposición del estado anterior al neoliberalismo. Un giro fuertemente territorial les ha permitido a las instituciones gobernar una sociedad que había mutado de manera irreversible.

A nivel de las dinámicas sociales, la novedad es una puesta en movimiento de las economías informales que hace del mundo popular algo más que una población a ser asistida. El evidente crecimiento del consumo ha consolidado la proliferación de lo que podríamos llamar un “neoliberalismo desde abajo”.

¿Y qué ha pasado con los movimientos sociales? Decir simplemente que fueron cooptados nos impide ver la participación efectiva de estos sujetos en la gubernamentalidad contemporánea.

Quizás la propia idea de movimientos sociales ha entrado en crisis. Las ciencias sociales los clasifican como agentes que formulan “demandas” a los partidos y al estado, para que estos las procesen. El lenguaje militante identifica movimientos sociales con “organizaciones populares”. Pero ni los partidos logran “procesar” las “demandas” de los movimientos, ni las organizaciones populares, con todo lo interesante que pueden ser en determinadas ocasiones, alcanzan a superar el marco de la gubernamentalidad. Los movimientos sociales están en crisis, en la medida en que no logran abrir un nuevo horizonte de posibilidades políticas.

El momento actual está signado por el probable agotamiento de la hegemonía kirchnerista. Los mismos rasgos políticos que le permitieron mantener las riendas durante una década, hoy le impiden relanzar el gobierno y anticipan una posible “salida por derecha”: la centralización extrema del sistema de decisiones; su incapacidad para democratizar las estructuras institucionales y productivas, habilitando la expansión de racionalidades mercantiles; la apuesta por una polarización empobrecedora de todo debate significativo y la subordinación de las principales conquistas sociales en función de un esquema de alianzas que garantiza (por sobre todas las cosas) la gobernabilidad.

Las derechas utilizan un lenguaje pueril. Hablan de “corrupción”, “inseguridad” e “inflación”. Es el lenguaje de los síntomas: la inflación es síntoma de la precariedad del modelo económico; la corrupción como síntoma de la naturaleza “espuria” de la gubernamentalidad y la inseguridad como síntoma de los límites de la inclusión social y de la activación de nuevos mercados.

Por nuestra parte, preferimos hablar de un nuevo conflicto social, que desafía a las organizaciones populares y es la consecuencia de los rasgos más agresivos de los modos de acumulación desarrollados durante la última década, como las industrias extractivas, el narco, el boom inmobiliario y los agro-bussines. Este devenir rentístico de los negocios origina una conflictividad muy diferente a la que vivimos en el 2001. Territorios que antes eran considerados periféricos hoy adquieren centralidad (expansión de las fronteras agrarias y mineras, valorización especulativa de las periferias urbanas), y son penetrados por dispositivos de una soberanía paraestatal, en torno a formas de propiedad articulados por instrumentos financieros muy abstractos, con dinámicas represivas en manos de bandas y de una policía en estado de excepción.
Las nuevas soberanías regulan a su manera los territorios, sustentando, penetrando, desbordando y amenazando a las instituciones públicas. Esta “segunda realidad”, que reorganiza al propio estado, es una verdadera trampa posmoderna para cualquier pretensión de restauración republicana, en tanto carcome elementos fundamentales del herramental democrático construido por las luchas de los derechos humanos desde 1983 (derechos civiles contra la intervención de las FF.AA), y a partir del 2001 (derechos sociales).

En este contexto, la investigación militante debe ser recreada, en pos de una nueva eficacia. La creación del Instituto de Investigación y Experimentación Política, plantea (entre otros) los siguientes desafíos:

– si la apropiación privada de lo que es común se organiza en torno a actividades rentísticas, en economías más poderosas, difusas y profundamente ambiguas, la pregunta es: ¿cómo se lucha contra la renta?

– resulta fundamental hacer converger el acumulado de experiencia del movimiento de derechos humanos con las estrategias judiciales y de autodefensa que el nuevo conflicto social está comenzando a desarrollar.

– se trata de construir nuevas instituciones populares, pos-estatales: ni fuera ni dentro del estado sino replanteando la naturaleza de los problemas y articulando intervenciones complejas, en todos los niveles: territoriales, comunicacional y en el plano del pensamiento.

– se impone imaginar y constituir nuevos tipos de organización política con trozos de viejas y nuevas militancias, con segmentos de los activismos sociales, de investigación, y con experiencias organizadas dentro y fuera del estado.

– la investigación militante tiene la intención de crear redes entre sujetos que luchan en situaciones conflictivas, y colaborar en la creación de enunciados e imágenes, alentando el surgimiento de una nueva narrativa política.

– esta narración cumple al menos dos funciones: nombrar nuevas realidades de las que no sabemos hablar; e impedir quedar envueltos por retóricas de derecha que interpretan el nuevo conflicto de modo reaccionario, como el caso de la “lucha contra la inseguridad” y la “guerra contra el narco”.

A partir de estas preocupaciones y desafíos, tiene sentido abrir algunas preguntas. ¿Cómo perciben el agotamiento de las formas de gubernamentalidad? ¿Cómo integrar en un análisis la geografía de la crisis y la democracia del común? ¿Creen que la investigación militante puede ser un modo de impulsar la organización política? ¿Cómo pensar instituciones populares en este marco? 

Buenos Aires, 7 de noviembre

Ilumíname la vida

por Helena Pérez Bellas



Hace mil años cuando murió mi papá estuve sola. No había nadie en la clínica y tuve que pelear durante horas para que me dejaran verlo. Una cosa es que alguien se muera y otra cosa es sentarte a ver a alguien morir y esperar en ese pasillo de tránsito entre la vida y la muerte que se vaya. Escribí de esto mil veces y escribiré mil más. Hasta encontrarle la vuelta desde el lenguaje. Cuando yo llegué mi papá ya no hablaba, se había despedido de la capacidad del lenguaje, del don del habla. Sentada ahí empecé a tener una conversación imaginaria con él. Ya sé, una locura hablar con quién no te habla. Es hablarle a alguien offline. Pero es increíble cómo intentás abogar por un milagro. Tenía la mitad de la cabeza rapada por la operación y le dije: papá parecés un punk; sos punk, papa. Y le tocaba el pelo que era como una coronita gris, rubia y blanca para acomodárselo mejor. Todos lo que estaban en esa sala iban a morir lo que no sabés, de verdad no lo sabés, es que vos también te empezás a morir ahí.
La última vez que mi papá fue mi papá yo tenía 26 años y empezaba a vivir en mi propia casa. Siempre que lo llamaba por teléfono se ponía a llorar, se emocionaba mucho. Un día me dejaron así con total brutalidad y yo lloré. Y haces lo que hacen todos los enamorados dejados, fumas y caminas, fumas y caminas. Vos ves a la gente pero no estás en contacto con la gente.  Estaba en Palermo caminando sin razón y vi venir el 34 y me lo tomé. Me baje en Juan B Justo y San Blas, camine hasta la casa en donde crecí, entré sin saludar a mi mamá y subí directo a la habitación donde mi papá ya pasaba sus días postrado para siempre. Y me acuerdo, lo juro, como si fuera hoy, porque es hoy, que simplemente me abracé a él llorando y lo único que le decía es papá, papá, me dejó, papá no me quiere, papá yo sí lo quiero, papá me dejó, papá no me quiere, hace que me quiera. Y largué todo, se hizo un río, moje la almohada, moje las sábanas, se me nubló la vista y me quedé ahí no sé cuánto tiempo, no sé cuántas horas, si se que se hizo de noche y él lloró conmigo. Ahora camino, camino y no tengo a dónde ir.
No tengo lenguaje cuando se impone el amor. Me antecede, es más primitivo. Me quedé sin lenguaje. No elaboro discurso cuando quiero. Yo quiero y punto. ¿Por qué lo quiero? No lo sé. ¿Por qué le aguanto todo? No lo sé. Te quiero, pero me quedé sin lenguaje. Tengo poesía igual para estallar en la prosa. Es su cuerpo mi amor repartido en mil estrellas. Son las estrellas la constelación de mi afecto. Cuando se apagan no tengo cómo volver a mi casa. Estoy perdida y sin lenguaje. Me traga la noche. Comer, dormir, es para los que funcionan. Iluminame el cielo. Necesito volver a casa.

Comunicado: el MoCaSE exige la libertad de Don Aníbal Santillán

El Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE) denuncia, repudia y exige la libertad inmediata de Don Aníbal Santillán, que fue detenido el jueves 7 del corriente mes en la ciudad de tintina, de manera arbitraria. La denuncia fue formulada por Antonio Azar en representación de la Empresa Mayo Investiment S.A. en contra de Hugo, Jorge y el propio Anibal, todos de apellido Santillan y pertenecen al mismo núcleo familiar, ellos viven en el Cade, Departamento Alberdi entre las inmediaciones de los pueblos de Tintina y campo Gallo, a mas de 200 kilómetros al norte de la ciudad Capital. Se los acusa de un supuesto delito de USURPACION de propiedad, daños, amenazas calificadas, abuso de armas y HOMICIDIO en grado de tentativa, el expediente se tramita en el Juzgado Criminal y Correccional de Primera Nominación a cargo de la Jueza Lucrecia Llanos Martínez.
Don Anibal tiene 73 años, vive con su esposa e hijos en el lote el Cade, que fue herencia de su papá Nolasco, allí nacieron y crecieron sus hermanos formaron sus familias y viven de la cría de vacas, en un lote de mas de 10.000 hectáreas y desde Junio del año pasado llegó la Empresa “Oro Esperanza Agro S.A.” que pertenece a un grupo de empresarios chinos.
El operativo se llevó a cabo por orden de la jueza Llanos Martínez, el día jueves a las 6,30 horas aproximadamente, cuando la familia descansaba, la fuerza policial D6 (Servicio de Inteligencia), irrumpió violentamente la ventana de la casa, donde, también se encontraba don Anibal, pero antes habían roto dos y después recién pudieron ingresar por la parte de atrás al domicilio y lo sacaron a los arrastrones ante los gritos desesperantes de su esposa, hija y nietas que miraban y no entendían nada, porque a su abuelo le apuntaban con varias armas estos monstruos vestidos de negro; luego lo llevaron a la sub. Comisaría de Tintina y allí quedó detenido, hasta estos momentos. Don Anibal, no esta bien de salud (sufre de hipertensión y otras cuestiones que también son muy delicadas), por eso fue trasladado al hospital de Tintina, por orden del médico de la policía, doctor Luis Salomón. El profesional de la salud del nosocomio también había dado la orden de que se quedara internado por su situación delicada.
Una cuestión de sentido común que denunciamos hasta el hartazgo y lo seguiremos haciendo y recriminándole a los jueces que NUNCA UN CAMPESINO QUE VIVE EN SU PROPIO LUGAR DE VIDA PUEDE SER UN USURPADOR, otra cuestión que ya estamos acostumbrados en esta lucha, es el armado de causas, a dirigentes campesinos y a familias que se resisten por defender lo suyo, que por derecho les corresponde. Con la inmediatez que actúa la policía con sus informes para que una jueza o juez sin investigación o sin la veracidad de la situación del conflicto emiten estas órdenes en desmedro del sector campesino que una ves más se repite, dejando muchas dudas en varios sentidos del accionar de policías y jueces, y ante este tipo de procedimientos con mucha liviandad, solo dejan la malicia de la duda que actúan por pesos de por medio.
La empresa China (Oro Esperanza Agro S.A.), con sucursales en Córdoba que actualmente mantiene un conflicto con las familias Santillan tiene una relación laboral con Mayo Investiment S.A. con su sede en la Capital porteña y es la que radicó la denuncia en la dependencia policial de Santiago del Estero (capital), esta firma realiza el trabajo de limpieza del campo usurpado por los chinos y que tiene a todos sus empleados en esclavitud y en negro.
Anibal Santillan, hoy lunes 11 fue trasladado desde el hospital de Tintina a la alcaldía de tribunales, sin importarles su estado de salud, donde tampoco quisieron recibirlo en ninguno de los hospitales públicos de la ciudad capital porque “NO HABIA LUGAR”. Su familia esta muy preocupada y desesperada pidiendo JUSTICIA.
La persecución a campesinos, campesinas y a las familias Indígenas siempre han usado este modo para debilitarnos a que desistamos de la resistencia por NUESTRA TIERRA. Pero la mala noticia para este sistema corrupto, es que el movimiento Campesino, jamás se dará por vencido, y claudicará de su lucha. POR ESO EXIGIMOS LA INMEDIATA LIBERTAD DE NUESTRO COMPAÑERO, PORQUE DE LO CONTRARIO, LE LLEGARA A OCACIONAR ALGUN PERJUICIO GRAVE EN SU SALUD, LO REZPONSABILIZAMOS A LA FUERZA POLICIAL D6 Y A LA JUEZA QUE SENTENCIO LA ORDEN. Como Mocase una ves mas levantamos la vos para decir ¡BASTA DE TANTOS ATROPELLOS! ¡¡¡ LA TIERRA ES NUESTRA!!!
MOCASE

La acción común y los límites del Capital

por Toni Negri



1. Es en la postguerra cuando se afirma la intuición de Pollock –elaborada en la época weimariana– de que el mercado capitalista no puede ser considerado de manera simplista y retórica como libertad (incluso anarquía) de circulación y realización del valor de las mercancías sino al contrario y fundamentalmente como unidad de mando a nivel social, como “planificación”. Este concepto socialista, aborrecido por el pensamiento económico capitalista, regresaba gloriosamente a las categorías de la ciencia económica. El concepto de “capital social” (es decir, de un capital unificado en su extensión social, dentro y sobre el mercado, entendido como dispositivo de garantía del funcionamiento del propio mercado), en definitiva como seña de una dirección efectiva capitalista de la sociedad, está cada vez más ampliamente desarrollado.

Particularmente importante desde este punto de vista es el debate desarrollado en la izquierda comunista occidental, referido a la Unión Soviética. La disidencia obrerista en el trotskismo elabora en los años 40 el concepto de “capitalismo de estado” para definir al régimen soviético, asumiendo el Termidor de la Revolución Rusa no como pasaje contingente en la transición al comunismo sino como función específica y progresiva de la propia reorganización del capitalismo maduro. En el debate italiano de los años 50, ante la modernización capitalista en el periodo de la reconstrucción, el concepto de “capital social” es elaborado en particular por Raniero Panzieri –traductor italiano del segundo volumen de El Capital de Marx y fundador de los Quaderni Rossi. Basándose en el análisis de los procesos de circulación del capital, Panzieri desarrolla el concepto de “capital social”, desmitificando las concepciones del “libre-mercado” y recuperando, además de la citada disidencia trotskista, elementos del pensamiento liberal europeo –que, con Keynes, había hecho del capital social y de la planificación monetaria el centro de la programación democrática del desarrollo fordista. Pero es sobre todo la Escuela de Frankfurt (siguiendo a Pollock) quien asume el concepto de desarrollo capitalista como totalidad y progresivamente elabora la teoría de la “subsunción de la sociedad en el capital” –ya sea desde un punto de vista estructural (toda  la sociedad comprendida en el dominio capitalista), o desde el punto de vista espacial (desde el imperialismo al sistema-mundo), o (con más fina intuición) como  proceso continuo de traducción recíproca de las tecnologías y de las transformaciones antropológicas. Es sobre este complejo terreno, ante esta ontología social y dinámica que se ha propuesto la temática de la emancipación y las prácticas consecuentes.

Por el contrario, y fuera de aquella fuerte metodología materialista, en el marxismo occidental entre ambas guerras e inmediatamente después, y en los epígonos de Frankfurt el espacio de la emancipación se construye principalmente reducido a un horizonte moral (ético) y el de la liberación se define como utópico, imponiéndose una perspectiva idealista. Las consecuencias de la teoría del “capital-social” son asumidas en una dialéctica que no revive la experiencia de la explotación. Mientras el capital parece constituir lo inhumano y el Aufklaerungse ha traducido en su opuesto, dentro de esta empobrecida lectura nace una tradición que considera la emancipación o la liberación como un “afuera”. Estamos en el reino de la metafísica, donde el comunismo se presenta como producto de un pensamiento que de manera absoluta realiza lo universal o como reflejo inactivo de un ser sustraído a la historia. Badiou y Agamben han retomado actualmente esas viejas frustraciones, sustrayendo así el deseo a la vida, sin darse cuenta que aquellas ilusiones llevan las luchas por la emancipación a la impotencia y a la derrota, a un destino de obediencia y de dolor.

Retomamos aquí, en cambio, el pensamiento de los operaistas. En Marx, el concepto de capital se da siempre, contra toda posición idealista que consolide unitariamente la figura, como “relación social”. El capital, el capitalismo, las dimensiones del mando social, etc… no pueden darse como totalidad acabada: la subsunción capitalista de lo social es la subsunción de una contradicción, de una relación antagonista que permanece. Pero hay más: toda epistemología del desarrollo capitalista no puede sino darse a partir de una posición antagonista dentro del propio desarrollo. El análisis es siempre “dentro” y para estar dentro será “contra”. Y si el mando social implica siempre un otro sobre el que ejercerse, esta relación es “intransitiva”, rehúye toda solución de la dialéctica, toda superación del movimiento antagonista, imponiendo un movimiento de resistencia no sólo ético sino epistémico. Apuntamos aquí algunas consecuencias sobre las que volveremos más adelante. La primera es –a nivel “macro”– aquella que nos permite interpretar el desarrollo (y las crisis) del capitalismo como un proceso antagonista cuya dinámica está marcada por continuas, aunque distintas, intensidades conflictuales. Siempre hay quien gana y quien pierde, dentro de este proceso abierto e indefinido. La segunda consecuencia, a nivel “micro”, es la continua modificación de la composición social de los sujetos, tanto desde el punto de vista técnico como político –la distinta densidad de la relación capitalista empuja las contradicciones hacia figuras cada vez más singularizadas e irreductibles. La tercera consecuencia consiste en que, a partir de la relación entre la intensidad y la densidad propias del antagonismo, surgen nuevas cualidadesde los sujetos que participan en el desarrollo. Cuando, como ocurre en la sociedad postfordista, la relación social que constituye el capital, abarca toda la sociedad y determina la productividad, cuando la productividad deviene cognitiva, inmaterial, afectiva, cooperativa, etc… , en definitiva “producción de subjetividad”, entonces el cambio deviene ontológico y asistimos a una profundización del antagonismo que inviste a los sujetos –en particular las figuras del trabajo vivo que son cada vez más capaces de apropiarse partes de capital-fijo y desarrollar autónomamente, de forma cooperativa, eficacia productiva.

2. Antes de avanzar la discusión, permítasenos insistir aquí en la importancia del pensamiento foucaultiano para hacer proceder en este sentido la investigación. Ello ha sido fundamental tanto para redefinir el desarrollo capitalista como desarrollo de una relación “intransitiva” entre biopoderes y resistencias subjetivas, como para introducir el análisis de las transformaciones antropológicas que se siguen de esta intransitividad de la relación. La resistencia (replegándose sobre sí misma, produciendo subjetividades autónomas) se configura cada vez más como producción de singularidad y las instancias ontológicas de singularización, que Deleuze había claramente definido, encuentran concreción en la teoría foucaultiana del “dispositivo”. El dispositivo es la tensión productiva que está impresa en el sujeto, es la tendencia al desarrollo de la producción de subjetividad dentro de procesos cooperativos y a su metamorfosis colectiva. El dispositivo foucaultiano es un conatus maquínico y una cupiditasproductiva que impulsan la autonomía de los sujetos en la resistencia al capital –dentro y contra, por tanto, la relación capitalista. Cuando se habla del marxismo de Foucault se habla de esta máquina de inmanencia que reencuentra, ya no en las estructuras industriales de la lucha de clases sino en la consistencia social del dominio capitalista, la potencia de la resistencia, de la ruptura, de la alternativa. Es un nuevo mundo que deviene real, donde al biopoder se le opone la creatividad biopolitica.

3.  Tengamos ahora presentes las conclusiones extraídas en el punto 1 y profundicemos finalmente en el tema “límites del capitalismo”.

En el tercer volumen de El Capital, Marx afirma que el propio capital es el límite del capitalismo. Llega a esta afirmación a partir de la demostración de la caída tendencial de la tasa de ganancia en el desarrollo de la composición orgánica del capital. Si la valorización capitalista (y por tanto los beneficios) viene dada por el empleo de “trabajo vivo” (y por la explotación/extorsión de su creatividad), cuanto más se extiende la mecanización del trabajo (y por tanto la valorización se desplaza y se sitúa sobre los elementos constantes del capital), tanto menos se incrementará el valor del capital porque el empleo (la explotación) de la fuerza de trabajo disminuirá.

En el siglo XIX y a principios del XX esta ley a menudo se ha interpretado como catastrófica para el desarrollo capitalista. Sin embargo, no ha funcionado en estos términos: el límite no se ha demostrado en relación y a medida de la ampliación de la acumulación tecnológica del sistema capitalista y la transformación de las subjetividades puestas a trabajar más bien ha aumentado que restringido el campo de la acumulación, de la explotación y del mando. Esto no significa que el límite haya desaparecido –permanece y los capitalistas siempre sienten dramáticamente su inminencia– pero este límite se ha desplazado y relocalizado ante las nuevas subjetivaciones producidas. De ello se desprende que, como habíamos ya recordado repensando la contribución de la escuela de Frankfurt, el carácter antagonista del desarrollo capitalista no puede ser reconocido ni revelado sobre el terreno objetivo: sólo puede ser  interpretado cuando se observa esas nuevas subjetividades que ha producido el desarrollo –o, si se quiere, la materialidad de las nuevas figuras antropológicas, singulares y subjetivamente relevantes– en definitiva, las transformaciones antropológicas introducidas por el propio desarrollo capitalista, las mutaciones de la fuerza de trabajo, y la nueva dialéctica entre fuerza de trabajo inmaterial y reapropiación de capital-fijo.

Quiere decirse con esto que si la catástrofe capitalista ligada a la caída de la tasa de ganancia no se ha producido, no se debe al poder capitalista para evitarla mediante sucesivas oleadas de innovación tecnológica, de expansión territorial y de adecuación y transformación de los instrumentos de mando (la relevancia del mando financiero respecto a las políticas industriales es el ejemplo más reciente). La catástrofe más bien se ha reconfigurado y reenviado a través de la transferencia de la capacidad de producir y de acumular de los patronos a los trabajadores; de la potencia del capital-constante a la difusión de los procesos de reapropiación proletaria de capital-fijo. El límite del capitalismo se revela aquí por la extensión de su dominio, por el hecho de haber subsumido el planeta, pero de este modo, en el curso de este proceso, por haberse visto obligado a ceder a los productores cada vez más singularizados, cada vez más fuertes en su cooperación autónoma, la capacidad de existir y de producir fuera de la obsesión homologante del comando (capitalista) y de construir, caóticamente de manera alternativa, su independencia ontológica.

4. ¿Por qué resurge hoy el problema del “límite del capitalismo”? Parece a primera vista que el problema se limitase simplemente al terreno político, es decir, que surja de la crisis de la relación entre desarrollo capitalista y democracia, esto es de la crisis del Estado democrático, del Estado de derecho, representativo y parlamentario. ¿Verdaderamente son incompatibles capitalismo y democracia entendidos desde el punto de vista constitucional? Lo son y no lo son: lo que es cierto es que, en las actuales condiciones, el capital no es compatible con una democracia igualitaria y progresiva. Probablemente hay que leer la crisis de la socialdemocracia en este terreno.

Estas consideraciones son todavía insuficientes para definir las dificultades que se presentan actualmente en la relación capitalismo-democracia. No cabe duda que la democracia constitucional tiene dificultades cuando se confronta con las instancias de igualdad que surgen de un mundo productivo cada vez más cooperativo, y que el orden económico de la propiedad privada está igualmente en dificultades cuando se confronta a aquellas instancias del “común” que se rebelan cada vez más en la actual condición productiva. Se trata de una fuerza de trabajo cognitiva  que no se consume en el uso y que se implementa en la cooperación, que no se utiliza sino en su composición cooperativa y dinámica, en su “excedencia” –por tanto– frente a toda medida y autónoma de todo comando extrínseco. Este es el carácter “común” de la fuerza productiva actual –lingüística, afectiva, cognitiva, inmaterial y cooperativa. El orden económico del individualismo posesivo y de la propiedad privada ya no tiene ninguna consistencia ontológica. En este punto, el constitucionalismo moderno y el mundo de la vida chocan de manera irreductible. Por tanto concluimos que esta relación está en crisis, al menos por dos razones, que van más allá de la crisis del Estado de derecho: la primera es que el dinero ha superado el trabajo; la segunda es que la técnica ha superado la vida.

5.  Al término de nuestra intervención veremos como estas dos contradicciones encuentran su causa en la tendencial ruptura de la propia relación del capital: el uno del poder, de la moneda, del capital, se ha dividido en dos y no se puede recomponer. Pero antes de considerar este elemento de fondo, abramos la discusión acerca de la problemática hasta aquí aproximada.

Que el dinero ha superado el trabajo está claro cuando se analiza la estructura del capital financiero que ha introducido claves de control de la fuerza de trabajo que, además de extenderse socialmente, sitúan la relación del capital fuera de toda medida material. El beneficio se separa de manera abismal del trabajo, la ley del valor-trabajo se disuelve por completo. La globalización interviene sobre esta tendencia, distendiéndola en el espacio mundial y haciéndola aún más incontrolable.
La posesión del dinero –la convención financiera– se establece como norma reguladora de las actividades sociales y productivas y, por tanto, como acceso a una “realidad propietaria” cuya eficacia ya sólo se basa sobre  la función monetaria más arbitraria. La propiedad deviene papel, monetaria o accionarial, móvil y/o inmobiliaria, tiene naturaleza convencional y jurídica. André Orléan y Christian Marazzi –dos autores que considero fundamentales en la presente coyuntura– han insistido oportunamente sobre esta transformación. Se trata de considerar la convención financiera como un comando independiente de toda determinación ontológica: esta convención fija y consolida un “signo propietario” (en los términos de la “propiedad privada”) rigiendo también cuando se presenta como “excedencia” no simplemente respecto a las viejas y estáticas determinaciones del valor-trabajo sino también referida a aquella “anticipación” y a aquel “incremento” continuos que le son propios al ejercer la captación financiera del valor socialmente producido al operar a nivel global. Está claro que, en esta nueva configuración de la regla propietaria, permanece la base material de la ley del valor. Y sin embargo no se trata –al leer la ley del valor– de trabajo individual que deviene abstracto, sino de trabajo inmediatamente social, común, como tal directamente explotado por el capital. La regla financiera puede darse de manera hegemónica porque en el nuevo modo de producción el comúnemerge como potencia eminente, como sustancia de las relaciones de producción, invadiendo cada vez más el espacio social como norma de valorización. El capital financiero persigue esta extensión del común, pretende traducirlo directamente en beneficio, apremia la renta mobiliaria e inmobiliaria anticipándola como renta financiera. Bien dice otro economista, Harribey, discutiendo con Orléan que si el valor ya no se presenta aquí en términos sustanciales, no se muestra sino como una simple fantasmagoría contable; más bien es el signo de un común productivo, mistificado pero efectivo, que se desarrolla cada vez más intensa y extensamente. Por tanto el dinero ha superado el trabajo y ahora lo ve como una meta lejana que no es necesario conseguir –en la ilusión que esta abstracción pueda durar, que la corrupción de los valores y la especulación monetaria siempre pueda avanzar.

Y en segundo lugar, la técnica ha superado la vida. Cuando se dice esto se insiste en dos elementos: el primero se refiere a la disolución de la homogeneidad funcional que la actividad industrial determinaba entre desarrollo tecnológico y desarrollo de la fuerza de trabajo. Por el contrario, hoy, dentro de las estructuras productivas (ya no sólo industriales) la subjetivización de la fuerza de trabajo se da de manera cada vez menos resoluble en el comando productivo. En efecto no se asiste ya simplemente al robo del plustrabajo por parte del capital-constante, se asiste paralelamente a la apropiación de capital-fijo por parte de la fuerza de trabajo. El comando tecnológico ya no consigue mantener firme la relación con la autónoma socialización cooperativa del trabajo. Estamos aquí frente a una primera paradoja referida a la producciónconsistente en que el capitalismo financiero representa la forma más abstracta y distanciada de comando en el mismo momento en que concretamente inviste la vida en su conjunto. La “reificación” de la vida y la “alienación” de los sujetos son producidos por un mando productivo que deviene –en el nuevo modo de producción, organizado por el capital financiero– totalmente trascendente, sobre una fuerza de trabajo cognitiva –que, sin embargo, se revela autónomamente productiva cuando es obligada a producir plusvalor, precisamente por ser cognitiva, inmaterial, creativa, no inmediatamente consumible.

La paradoja se presenta completa cuando se considera que, basándose la producción esencialmente en la “cooperación social” (ya sea informática, en la atención, en los servicios, etc… ), la valorización del capital ya no entra en conflicto simplemente con la masificación del “capital variable” sino con la resistencia y la autonomía de una multitud que se ha reapropiado de una “parte” del capital fijo (presentándose por tanto, si se quiere, como “sujeto maquínico”) y de una continua “relativa” capacidad para organizar las redes de cooperación social.

Esta paradoja y esta contradicción contraponen de manera violentísima al “capital constante” (en su forma financiera) y al “capital variable” (en la forma híbrida que asume habiendo incorporado “capital fijo”) –y, por tanto, implementa tendencialmente la verticalización del mando y la ruptura de las estructuras representativas del Estado de derecho.

Una segunda contradicción la verificamos cuando advertimos que, a causa de estos procesos de apropiación de partes de capital-fijo por parte de los trabajadores, por un lado el comando capitalista se extiende y explota la vida de los trabajadores, la sociedad en su plena extensión –y por tanto se define como “biocapital”–, y por otro encuentra dificultades cada vez más insuperables al enfrentarse con los “cuerpos de los trabajadores”.

Aquí, el conflicto, la contradicción, el antagonismo se establece cuando el capital (en la fase postindustrial, en la época en que deviene hegemónico el capital cognitivo) debe poner directamente a producir los cuerpos humanos convirtiéndolos en máquinas singulares, no ya simplemente subsumiéndolos como mercancía de trabajo. Así (en los nuevos procesos de producción) los cuerpos se especializan cada vez con más eficacia y conquistan autonomía de modo que, a través de la resistencia y las luchas de la fuerza de trabajo maquínica, se desarrolla  cada vez más expresamente la demanda de una “producción del hombre por el hombre”, esto es por la máquina vivente “humana”.

De hecho, en el momento en que el trabajador se reapropia de una parte del “capital fijo” y se presenta, de manera variable, a menudo caótica, como actor cooperante en los procesos de valorización, como “sujeto precario” pero “autónomo” de la valorización del capital, se da una completa inversión en la relación trabajo-capital: el trabajador ya no es sólo el instrumento que el capital usa para conquistar la naturaleza –dicho banalmente, producir mercancías–, sino que el trabajador, habiendo incorporado el instrumento, habiéndose metamorfoseado desde el punto de vista antropológico, reconquista “valor de uso”, actúa maquínicamente, en una alteridad y autonomía del capital, que buscan ser completas. Entre esta tendencia objetiva y los dispositivos prácticos de constitución de este trabajador maquínico, se sitúa la “lucha de clases” que hoy podemos denominar “biopolítica”.

6. Estas paradojas siguen sin resolverse en la acción del capital. En consecuencia, cuanto más fuerte es la resistencia, más duro es el intento de restauración del poder por parte del Estado. Toda resistencia es condenada como ejercicio ilegal de contrapoder, toda manifestación de rebeldía se define como devastación y saqueo. Ulterior paradoja –esta vez pura mistificación– al ejercitar el máximo de violencia, el capital y el Estado tienen la necesidad de mostrarse como figura inevitable y neutra: el máximo de la violencia se ejercita por instrumentos y/o por órganos “técnicos”. “No hay alternativa”, proclamaba Thatcher. Aquí, en nombre de este mando inevitable (racional en la lógica capitalista), la tecnología supera la vida de forma extrema, no por ello menos típicas y generalizables. Es característico el caso del “estado nuclear”: en este modelo la tecnología se sitúa como garantía forzosa de la soberanía, como chantaje permanente de los poderes públicos contra cualquier fuerza o movimiento (sobre todo en la política interna) que quiera o pueda imponerse al “legítimo soberano”. Estos son, probablemente, los fenómenos que extreman la relación de capital y determinan la crisis de la democracia incluso como simple forma de control social-democrático del desarrollo.

Efectivamente, “Estado nuclear” es aquel que quiere imponer la “excepción” soberana en términos físicos y plasmar la autonomía “de lo político estatal” dentro de una insuperable figura tecnológica, como garantía del predominio del capitalismo y de la imposibilidad de ir más allá. Aquí la soberanía moderna se hace definitivamente “biopoder”. ¿No se renueva, a través del “poder terrible” del “Estado nuclear”, a través de la función tecnológica, aquella tradición de poder del soberano que, en la historia, tanto ha caracterizado la tradición del absolutismo?

En este último caso, El Estado nuclear, se da el límite del capitalismo –es la catástrofe misma de la vida. Pero se trata de un caso extremo –no ontológicamente necesario aunque lógicamente posible. Esta dimensión catastrófica seduce a los espíritus reaccionarios: Heidegger pudo, sobre esta traza, hacer extensible a la vida entera el peligro atómico, generalizar los efectos de la tecnología nuclear en el propio concepto de técnica. Nosotros consideramos que la potencia de la vida y la alegría de la libertad pueden evitarnos estas amenazas trascendentales, oponiéndoles resistencias ontológicas, arrancando la tecnología de las manos del capital, la incorporamos no como hábito de esclavos sino como instrumento corpóreo de emancipación.

7. Entonces, ¿dónde está el límite del capital? Este está siempre en el lugar subjetivo donde la explotación del trabajo se rompe y la esclavitud de la propiedad privada y del dominio monetaria desaparece –en el lugar donde nos reapropiamos no sólo de las tecnologías sino del mando sobre ellas. Y puesto que las tecnologías son prótesis de lo humano, el problema es hacer de la tecnología prótesis de nuestra resistencia, de nuestra rebelión y nuestra humanidad. Es en la construcción del “común” donde nos reapropiamos de las tecnologías y devenimos potentes –el proceso histórico del desarrollo capitalista (en el momento mismo en el que ha alcanzado –en la forma financiera– el poder capitalista una exagerada y vacía transcendencia) ha permitido una transformación antropológica que va en el sentido de una singularización cooperativa. No de un proceso de individualización de sujetos posesivos sino de una proliferación de singularidades cooperativas. Intensidades tecnológicas, densidades cooperativas, cualidades singulares son el producto de y producen nuevas figuras antropológicas. El común no es un compacto orgánico sino un conjunto cooperativo de singularidades. Aquí reconocemos el lugar subjetivo donde se sitúa el límite del capitalismo porque aquí se sitúa la intransitividad de la relación que define al propio capital.

Observando sin embargo el proceso que hasta aquí hemos descrito, desde el punto de vista de aquellos filósofos que hemos estigmatizado por haber expresado una crítica idealista y moral de la relación del capital, se podría objetar qué singularidad podrá darse, qué límite podrá darse si se produce de manera tan impura, si se ha contaminado a través de la reapropiación de capital-fijo. Hay que decir claramente, respondiendo a estas objeciones que no hay liberación, no hay subjetividad que no esté completamente llena de historicidad e inmersa en la violencia de la relación del capital. No hay lugar donde la humanidad pueda ingenua o desesperadamente recomponerse o redimirse. El “hombre universal” que interpretaba la idea del común, ¿dónde lo encontraremos después de la catástrofe del “socialismo real”? ¿O el hombre desnudo? Pero el hombre desnudo es sólo un colmo de la abyección, que el poder ha producido, del cual toda dignidad ontológica ha desaparecido. El rebelde, el resistente, el hombre ético está tan contaminado como lo estaba el filosofo cínico (nos recuerda Foucault) y se hace cargo de toda la historicidad. ¿En qué consiste entonces aquel proceso de apropiación que arma la subjetividad? Consiste en hacer propia, en aferrar, en fabricar prótesis corpóreas y mentales, lingüísticas y afectivas, es decir, en reconducir en la propia singularidad algunas capacidades que antes sólo eran reconocidas propias de las máquinas con las que se trabajaba, y en incorporar estas características maquínicas como actitudes y comportamientos primarios de la actividad de los sujetos del trabajo. En la separación establecida entre los dos sujetos de la relación capitalista (el patrón y el trabajador) se da, por parte de las singularidades, una reapropiación di capital-fijo, una adquisición irreversible de elementos maquínicos sustraídos a la capacidad valorizante del capital.

Ahora bien, toda reapropiación es destitución del mando capitalista. Este proceso de reapropiación, especialmente el realizado por los trabajadores inmateriales –actualmente mayoritarios en los procesos de valorización–  es efectivamente muy fuerte, eficaz en su desarrollo, y determina la crisis. Pero no se daría esta crisis si considerásemos que la misma surge espontáneamente de los procesos de reapropiación y de destitución. No es así. La crisis necesita de un choque, de una realidad política que se mueva hacia la destrucción no ya simplemente de la relación de explotación sino de la condición forzosa que la sostiene. De hecho cuando se habla de reapropiación por parte del sujeto antagonista, no se habla simplemente de la modificación de la calidad de la fuerza de trabajo (que deriva de la absorción de partes de capital-fijo). Se habla esencialmente de la reapropiación de la cooperación que en la restructuración capitalista de la producción ha sido incentivada y posteriormente expropiada –y que representa el drama esencial de esta fase crítica. Cuando se dice recuperación de capital-fijo, reapropiación –lejos de expresarse en términos maquínicos economicistas– el análisis entra más bien en el terreno de la cooperación que hoy se regula en términos biopolíticospor el capital: destituir al capital de esta función significa recuperar para la fuerza de trabajo autónoma capacidad de cooperación.

Traducción: de Nemo Niente

Clinämen: Explotación y democracia en tiempo del capital financiero-extractivo

Conversamos con Sandro Mezzadra, investigador y activista italiano. Cuando el extractivismo de las finanzas va más allá los “bienes comunes”. Economía y política. La investigación militante. Cuando la construcción política enfrenta la relativa “exterioridad” del capital. El lugar de lo estatal.

Serie «La Guerra por el Consumo»: Todo se torna un poco peor

por Diego Valeriano



Siempre vuelve tarde del trabajo, 12 o 1 según la suerte en el bondi. La abuela le enseñó que lleve un pedazo baldosa en la cartera por si alguien se quería propasar. La abuela volvió a Tucumán hace mucho y el barrio se volvió uno de los peores lugares posibles del mundo. No usa cartera, tiene mochila con los apuntes de enfermería,  un gas pimienta que le regalo la señora donde trabajaba hace un año y no mucho más. Nunca lo usó, solo lo deja para una situación extrema. ¿Una tocada de culo no es extrema? El 238 la deja a cinco cuadras o a dos según decida ella cruzar o no el terreno siempre azaroso de la Base. Medita como puede sus opciones. La posibilidad de cruzar el terreno conlleva enfrentarse con los pibes que eran amigos de su hermanito, piensa que la memoria de él la puede proteger pero no puede estar segura ¿hasta qué hora un recuerdo es inviolable? Sabe lo que les paso a las dos pibitas hace un mes. La posibilidad de llegar antes a su casa la arroja por el sendero que hace diagonal en el terreno ¿Cuántas veces puede poner en juego su suerte? A medida que camina por el terreno escucha la estropeada música que sale de un celular, camina confiando en que no van a concretar la repetida y secreta amenaza de violarla. Le encantaría pensar que no son ellos cuando hacen giladas pero los conoce muy bien. Camina sabiendo que si la rodean tiene que tener la templanza suficiente y no demostrar temor, eso los excita, lo incentiva, les da la razón. Los olores se mezclan, pero sobresale el inconfundible olor a plástico quemado, saca el gas de la mochila y prepara todo su cuerpo para el enfrentamiento. Se arrepiente un poco del camino elegido, pero ya no puede volver, está a diez metros de encontrarse con ellos. Retroceder y que la descubran le anularía la posibilidad de caminar tranquila de aquí a la eternidad. Dudar es peor que lo que le puede pasar si no lo hace. Camina y las risotadas imbéciles cesan al ver que se acerca. Ojala se acuerden de Migue, de que paraba con ellos, de que eran amigos. Uno de los pibes se mueve de su lugar, no sabe si es para dejarla pasar o para tomar carrera y lanzarse sobre ella, dos la observan detenidamente moviendo apenas la cabeza, cree ella que calculándola. Los mira rápidamente, quiere entender el territorio donde se puede librar la batalla. Quiere no pensar, que se suspenda todo y llegue a su casa sin problema alguno, para dormir y poder descansar. Apenas desacelera el paso para inmediatamente volver a acelerarlo, siente que el corazón le va a salir por la boca y sabe que si es así no puede parar a buscarlo. Tiene miedo, estaría muy bien en este relato decir que los pibes también lo tienen pero no es así; ellos no le temen a una piba indefensa, solo la esperan. Cortan el sendero por donde tiene que pasar Cecilia, la hermana de Migue, la que cuando ellos eran más guachines siempre los hacía delirar por Zumba y Gordillo que paraban con ella. La que los despreciaba y les decía negros. La que no se tatuó una lagrima negra, la que ni lloro cuando mataron a Migue, la que quiere ser enfermera del ejército. Tienen memoria y eso los hace indefectiblemente malditos. Está a menos de dos metros y los pibes no se mueven, nota que conoce a todos -como creció Joel- tiene que decidir si continúa por el sendero esperando que se hagan a un lado o si los rodea brevemente. Sus arterias se expanden, frunce el seño como para observar mejor; ve muy poco aunque hay luna llena. Joel, que está más lúcido que de costumbre, se aparte del sendero, da un paso atrás, la mira y con un gesto de desprecio le indica que puede pasar sin problemas. Ella no entiende el gesto y decide rodearlos para pasar por detrás de los otros dos pibes que no se acuerda como se llaman, pero sabe que haga lo que haga lo siguiente a eso es darles la espalda a esos negros de mierda y todo se torna un poco peor.
@valeriano2015

Actualidad del proceso de Paz en Colombia: actores y perspectivas. A propósito del grano y la paja.

por Laura Acebedo Pérez
(Colombianxs en el Sur)


El 25 de septiembre del presente año los medios anunciaron que la guerrilla de las FARC preparaba un informe sobre  el «estado actual y verdadero del proceso de paz», que este grupo insurgente adelanta con el gobierno de Juan Manuel Santos, en La Habana. El revuelo que causó esta noticia generó en los principales medios de comunicación una serie de críticas, comentarios y opiniones de diversa índole que en su mayoría mostraban preocupación respecto a declaraciones que pudieran poner en riesgo la continuación de los diálogos, imputando la irresponsabilidad del comandante en jefe Timoleon Jimenez. El informe fue presentado el 3 de octubre al inicio de la ronda número 15 de las conversaciones y finalmente tuvo poco revuelo en los medios que habían emitido duras críticas, mientras que los medios alternativos le dieron mayor difusión al informe en su totalidad[1].
Con dicho documento, más que grandes revelaciones secretas (como insinuaron los principales medios), el grupo insurgente, pretendió mostrar su posición y reivindicar su palabra, tras la permanente tergiversación ante la opinión pública desde los medios. Allí se relatan los avances en materia de tierras y se adelantan puntos de la discusión respecto al marco jurídico para la paz[2](definido unilateralmente por el gobierno), el tema de víctimas que está contemplado en el quinto punto de la agenda (se acaban de definir los acuerdos sobre el segundo punto: participación política[3]), y la propuesta del gobierno de refrendar los acuerdos ante la ciudadanía. Las FARC son enfáticas al reiterar, primero, que las decisiones no pueden ser en ningún momento unilaterales y, a la par que reconocen la voluntad política del gobierno, critican la posición que presenta éste en la mesa de diálogo, pues asumen que las FARC debería simplemente aceptar sus propuestas, bajo la presunción de estar dialogando con un grupo derrotado militar y políticamente. Segundo, la responsabilidad del Estado Colombiano en el conflicto interno, que ha contribuido a la crisis humanitaria y la agudización del conflicto social, político y económico, que aunque se intenta discutir en la mesa, la realidad es que los avances que allí se logren no serán sino, posiblemente, puntas de lanza para los grandes temas por los que viene luchando desde tiempo atrás el movimiento social en Colombia.
Ese mismo día, 25 de septiembre, Yesid Arteta, publicó un documento titulado «Acuerdo de paz: el grano y la paja»[4], donde expone un claro panorama sobre las tensiones y perspectivas del proceso de paz, la posición del mapa de actores y, las responsabilidades a futuro para concretar con éxito la dejación de las armas por parte del grupo insurgente, es decir, un proceso que de fin efectivo al conflicto, por lo menos el armado, mediante una transición lenta que no reproduzca otros ciclos de violencia descontrolada como en el caso de México, Guatemala y El Salvador. Su lectura del proceso es bastante clara, propia de un hombre que recorrió los caminos de la militancia estudiantil, los fragores de la guerra como ideólogo de las FARC, la experiencia de 10 años de cárcel luego de caer preso en un enfrentamiento con el ejército en 1996 y finalmente, la ruta del exilio, en donde trabaja en la Escuela de Cultura de Paz de la Universidad Autónoma de Barcelona, comprometido con la salida política y negociada del conflicto interno colombiano[5].
Sin embargo, hay algunos puntos de su artículo sobre los que vale la pena detenerse. En primer lugar, el tema de la voluntad política para concretar un escenario de transición. Arteta expresa que el éxito del proceso de paz, apenas se inicia con la firma de acuerdos, pero requiere un trabajo de hormiga que va más allá de este primer paso. Debe contar con la activa participación de la Comunidad Internacional, y con el desmonte paulatino de los ejércitos. Es decir, un  proceso de paz que logre superar las presiones, y se convierta en una política de Estado encaminada hacia la paz y no sólo a la dejación de las armas. Los problemas de este planteamiento tienen que ver con los ejemplos históricos en la historia colombiana respecto a los procesos de paz, desmovilización, desarme, reinserción e inclusión a la vida política. Dichos momentos en Colombia, se han traducido en el incremento de los asesinatos a líderes de izquierda que se incorporaron a la vida civil, recrudecimiento de la violencia política y de reposicionamientos estratégicos de las fuerzas en conflicto. Recordemos que la clase dirigente en Colombia ha gobernado por décadas y décadas el país, no valió Gaitán, ni Galán, ni Bernardo Jaramillo, ni Pardo Leal, ni Carlos Pizarro[6]que pudieran competir en el escenario electoral sin ser asesinados, y que la Constitución de 1991 en donde al parecer se abría la posibilidad de disputar pluralmente la escena política partidista, no garantizó el ejercicio de la oposición por las vías legales, después del exterminio de finales de los ochentas de la Unión Patriótica[7].
En segundo lugar, Arteta analiza la relación de las Fuerzas Armadas y el papel que deberían cumplir en un escenario de postconflicto. Una posición arriesgada y quizás imaginable, si las Fuerzas Militares y la Policía representaran el ideal de respeto a la población civil. Sin embargo, la depuración de estas instituciones, no es tarea fácil. No sólo son ciertos sectores políticos los que se declaran enemigos de las negociaciones de paz -como el ex presidente Uribe-, quienes poseen un gran poder, económico y político, sino también integrantes de las Fuerzas Armadas ligadas a estos grupos de poder, y a las mafias paramilitares que ejercen control local en diferentes regiones del país. Así las cosas, no se trata solo de depurar la institución militar, sino de un cambio profundo tanto en la política como en el modelo que defienden los agentes armados del Estado.
No en balde, uno de los primeros proyectos de Ley adelantados por el gobierno de Juan Manuel Santos al llegar a la presidencia, fue la ampliación del «Fuero Penal Militar» que buscaba que los crímenes cometidos por la Fuerza Pública en el marco del conflicto armado, sean juzgados por esa misma institución. En el papel, los crímenes de Lesa Humanidad serían juzgados por la justicia ordinaria en cumplimiento con el DIH, sin embargo, la interpretación respecto  a qué casos constituirían un crimen de Lesa Humanidad quedaría bajo la competencia de la Justicia Penal Militar. Y para ello, se define a su vez, lo que constituye un «blanco legítimo” con el fin de establecer las diferencias respecto a los crímenes ordinarios.
El Ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, explicó en el Congreso los criterios que definirían un “blanco legítimo”, ya que este punto causó bastante revuelo en la opinión pública, pues en definitiva, blindaba los abusos de la Fuerza Pública tras la solapa de lo que estarían en legitimidad de hacer en ejercicio de su labor. Así, los casos para los que aplica son: violencia inusitada contra la población civil o las entidades del Estado, contar con mando y control unificado, y haber superado la capacidad del Estado. A su vez, agregó que se consideraría «blanco legítimo» las operaciones contra la población, en la medida en que esta actué en defensa de un grupo armado. Ese supuesto fue la base de la Doctrina de Seguridad Nacional desarrollada y promovida por EEUU en el marco de la Guerra Fría, y ha generado que incontables crímenes contra la población civil, hayan sido justificados en esta lógica militarista del Estado y permanezcan en la impunidad.
El proyecto de Ley, después de ser aprobado por el Congreso de la Nación, fue derogado por la Corte Constitucional pues encontró vicios de procedimiento en su aprobación. Es un gran paso, aunque aún falta ganar terreno en el debate sobre la responsabilidad del Estado en un importante número de crímenes, que permita resguardar el escenario político frente a los nuevos intentos de establecer mecanismos que favorezcan la impunidad, como ocurrió en otros procesos de paz o transición democrática en América Latina y el Caribe, como en El Salvador, Chile, Brasil y Argentina, que aun siendo diferentes entre sí, tuvieron en común la aplicación de leyes de impunidad que algunos casos más que en otros, han podido ser superadas en pro de la justicia.
Un tercer aspecto de discusión con Arteta es el papel de la comunidad internacional en las dos vías que menciona: financiación para el proceso de transición y protección de los miembros de la guerrilla (protección militar, que señala, «hay que dar por descontado»). Este aspecto es difícil desligarlo de los intereses geopolíticos que existen sobre Colombia y por supuesto, de los intereses de inversionistas extranjeros que se han estado beneficiando con la firma de acuerdos de libre comercio, «finalmente”, concretados durante la administración Santos. Ni que decir de la existencia de siete bases militares estadounidenses implantadas en el territorio colombiano[8]y la participación directa de personal militar privado, en operaciones conjuntas con el ejército colombiano en protección a multinacionales mineras, acciones que han derivado en masacres y asesinatos contra la población civil. Igualmente, ya se conocen las consecuencias que dejan las intervenciones militares extranjeras sobre territorios en conflicto. La pregunta sería ¿para qué mas ejércitos, y peor, extranjeros, si se está buscando la concreción efectiva del proceso de paz?, ¿No resulta contradictorio que después de desarmadas las FARC, necesiten de fuerzas extranjeras para ser protegidas?
En este sentido, Pilar Calveiro[9]ha señalado cómo la transición del mundo bipolar al mundo global, no acepta más el uso de la violencia… por fuera del monopolio del Estado, destinado en su mayoría a la lucha antiterrorista para mantener el modelo concentracionario. Así las cosas plantea que «El terrorismo comprende el uso de la violencia indiscriminada, por su intensidad y por sus medios, ejercida principalmente sobre población civil con el objeto de controlarla a través del terror. Como es evidente, el terrorismo más frecuente y feroz, tanto del mundo bipolar como del global, no es otro que el terrorismo de Estado».
Y es en este aspecto sobre el que se ha avanzado poco. En el contexto de barbarie simétrica de Colombia, según Iván Orozco, el terrorismo, entendido como la utilización de métodos que generan terror, ha sido ejercido por todos los actores armados, incluidas las fuerzas del Estado. Sin embargo, por  la duración y complejidad del conflicto colombiano, el concepto de Terrorismo de Estado no ha tenido la fuerza explicativa suficiente para dar cuenta de la violación de los derechos humanos por parte del Estado, como lo ha tenido en otros países como Argentina o Chile donde existieron dictaduras militares. Por ello, los movimientos de derechos humanos han recurrido a la figura de Crímenes de Estado. La situación que se resalta es la misma, la violación de los derechos humanos por parte de la institución que está obligada a protegerla, sin embargo, esta diferenciación da cuenta del tipo de violencia que ha existido en el país. No debe perderse de vista que, sea Terrorismo de Estado o Crímenes de Estado, el carácter sistemático es un asunto trascendental, pues evoca la existencia de unas causas de fondo por las que dicho terror es ejercido contra la población. Sin olvidar que es el Estado el que «cuenta, de lejos, con los mayores recursos de poder, incluida la fuerza»[10] y agregaría, los medios de inteligencia y espionaje[11].
Y así lo ha intentado plantear reiteradamente el movimiento de derechos humanos ante la indiferencia -no tanto del Estado como sería esperable- sino, sobre todo de la población colombiana en general. Las cifras de las violaciones a los derechos humanos por parte del Estado no han sido destacadas en ninguno de los informes producidos recientemente por el Centro de Memoria Histórica[12], pero si han venido siendo documentadas en los informes del «Proyecto Colombia Nunca Más»[13], la Corporación Jurídica Libertad, el Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo, el CINEP, entre otros. El caso del exterminio de la UP constituye un ejemplo emblemático del accionar del Estado. A tal punto que la Corte Interamericana de Derechos Humanos categorizó ese crimen como un genocidio, sentando una novedad histórica pues incluyó las razones políticas en ese delito contra la humanidad que desde su tipificación después de la Segunda Guerra Mundial estaba restringido a las razones étnicas.
Finalmente, valga resaltar una posición compartida plenamente con Arteta respecto al papel central que cumplen los movimientos sociales, que si bien no están sentados en la mesa, son trascendentales para lograr una paz con justicia social que llegue a ser duradera. Su trabajo no está en La Habana, ni en las conversaciones bilaterales entre el gobierno y las FARC, sino en la capacidad de construir una agenda propia que permita avanzar en materia de derechos sociales y políticos, así como realizar transformaciones fundamentales respecto a los problemas estructurales del país. Son estos, y no las FARC, quienes están en condiciones de garantizarle al país, un futuro diferente.


[5] En el Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos de Buenos Aires, se presentaron siete cortos sobre Colombia entre los que estaba “palabras armadas” (http://vimeo.com/39212071), un documental sobre la vida de Yedid Arteta.
[6] Jorge Eliecer Gaitan 1903-1948, candidato presidencial del partido Liberal, su asesinato desencadenó el Bogotazo. Luis Carlos Galán 1943-1989, candidato presidencial por el mismo partido. Jaime Pardo Leal 1941- 1987, candidato presidencial de la Unión Patriótica. Bernardo Jaramillo 1955-1990, candidato presidencial de la Unión Patriótica.  Carlos Pizzarro 1951- 1990 comandante del M-19, candidato presidencial por la Alianza Democrática M-19 tras la dejación de las armas.
[7] La Unión Patriótica fue un partido político fundado a mediados de los ochenta, constituía en principio, la posibilidad de participación política legal de varios grupos guerrilleros y principalmente de las FARC. Sin embargo, derivó en un distanciamiento de los grupos insurgentes, frente a la apuesta por lograr una paz negociada soportada en el escenario de las urnas. Contó con más de 5000 militantes en todo el territorio nacional, y fue el mayor genocidio cometido en el territorio por parte del Estado y de las fuerzas paramilitares, para acallar un movimiento político de oposición.
[8] Para tener un panorama exhaustivo de las implicaciones de las bases militares en Colombia y en el mundo ver artículo escrito por Renán Vega Cantor: http://www.herramienta.com.ar/revista-herramienta-n-52/las-bases-militares-en-america-latina-colombia-en-la-geopolitica-imperialis
[9]Pilar Calveiro. Usos políticos de la memoria. En: sujetos sociales y nuevas formas de la protesta. 2006
[10] Iván Orozco. Sobre los límites de la conciencia humanitaria. Dilemas de la paz y la justicia en América Latina. 2005
[11] Ver el caso del Departamento Administrativo de Seguridad durante el gobierno de Álvaro Uribe Velez: http://lasillavacia.com/historia/10436
[12] reconociendo sin embargo, sus adelantos en otras materias del conflicto. http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/micrositios/informeGeneral/

Serie «La guerra por el consumo»: Beliebers

por Diego Valeriano


Jesús y William están detonados, son las 4 de la tarde del domingo y recién entran al barrio después de uno de los fines de semana más largos de sus vidas.
Es jueves 3 de la tarde, William está cuidando su sobrinita mirando la justinmania en la tele, y no para de cagarse de risa de esas pibitas. Llega Jesús con un par de cervezas y siguen mirando la tele. A las 9 cuando llega su hermana, la pendeja hace una hora que llora de hambre pero ya tomaron demasiadas cervezas como para darse cuenta.  A los empujones son echados a la calle, William agarra un par de piedras y arremete contra el rancho de la hermana con tanta mala puntería que le rompe un vidrio al paraguayo y tienen que salir corriendo antes que los caguen a palo.
Sigue siendo jueves cuando se cruzan al Boli y a Ricardito, vienen de laburar y les fue muy bien. Tienen tres Ipod, cuatro celulares y como 200 violetas.  Se ponen manija con lo que les cuentan y deciden hacer lo mismo. Toman un par de cervezas cortesía de los amigos y se van para la parada del 136 para comenzar a acercarse a Puerto Madero.

Ya es viernes cuando un grupo de pibes que viajaban en el bondi los obligan a bajarse en Liniers, Jesús venía siendo un atrevido desde Haedo con unas pibitas y sus amigos no lo soportaron más. Cuando le pidieron que no las joda más, él intento copar la situación y se comió una mano que lo tiró en los asientos de atrás, William no llegó a sacarse el cinturón cuando lo agarran entre dos y con la complicidad del chofer lo arrojan a la calle. Jesús fue devuelto por el 136 dos cuadras más allá, lleno de moretones y con un puntazo en la pierna derecha. No sangra mucho, se ríen bastante y se van a la parada del 8 que los deja cerca del Faena Hotel.
Liniers explota de fiesta, no saben si seguir o quedarse por acá con todas estas pibitas bien turras que hay, también hay bolitas para robar. Se tientan mucho,  caminan  por Rivadavia y sus luces que nunca descansan los hipnotizan, ven en la tele del superpancho que la Justinmania continúa y recuerdan cuál es su objetivo. Esperan el 8 pacientemente.
Lo primero que hacen ni bien ponen un pie en Puerto Madero es correr de la prefectura, corren y los prefectos corren atrás de ellos. Corren hasta que dos tipos enormes los agarran y los tiran contra el suelo. Willians recibe en sopapo en la oreja que lo deja mareado, los ponen de pie y él vuelve a caer. Llegan los prefectos y Jesús grita que vienen a ver a Justin. Los de seguridad del Faena y los prefectos se les cagan de risa. Les precintan las muñecas y esperan a que venga el patrullero. Jesús observa desde el suelo que todo está lleno de ratis, hace una hora que están tirados sin que venga el patrullero y un tipo super trajeado que parece del hotel le pegunta al prefecto que se está comiendo el garrón de vigilarlos si no los pueden llevar a otro lado que están despejando la zona.
Nunca llega el patrullero, sí una camioneta del hotel. Ahí los suben, pero el prefecto no los acompaña. Toman por Avenida de Mayo y nuevamente Rivadavia, en Once el patova que los acompañaba en la caja les corta los precintos y les pide amablemente que se bajen. Jesús lo mira como para atacarlo y el chabón con dulzura y sabiduría le hace una seña que ni lo intente. Es viernes 4 o 5 de la mañana, sienten olor a cable quemado y se acercan al grupito de pibes.
La resaca de la base es pura ansiedad de seguir fumando, de seguir quedándose ahí con esos pibes, para siempre. El cuerpo les duele como si casi tuvieran cuarenta, con un enorme esfuerzo se despegan de esos pibes. Jesús sabe lo arruina guacho que es la base, lo arranca a William y lo lleva hasta el baño de Miserere. Cagan, mean y se lavan la cara mientras dos trolos dueños de ese mundo los miran. Jesús los putea y ni se inmutan. William especula, quiere volver a fumar y no tiene plata. Sin mediación alguna y sin consultar a su compañero le pregunta a los dos cuanta plata le dan si se los coge. Jesús lo mira enojado, los otro dos con desprecio. Con vos no cogería jamás negro paquero y andáte de mi baño que me lo estas llenando de olor. Jesús se ríe, William se indigna. Son cuatro en un baño diminuto, algo va a tener que pasar. El más alto saca de su cartera una picana diminuta y con la elegancia propia de quien sabe moverse en esos territorios  se la apoya en el cuello. William abre los ojos, está tirado debajo de la escalera que sube a Once y no entiende cómo llegó ahí, Jesús  sentado a su lado en silencio fuma tabaco.
River es un mundo de gente, tardaron demasiado en llegar y se perdieron la previa. Justin suena en el Monumental. Calculan que trabajito pueden hacer, observan y no se les ocurre nada. Caminan sin rumbo cuando se cruzan a Quilqui, un pibe del barrio que vende banderas y vinchas en casi todos los recitales. Se prepara para la salida, acomoda su espacio y productos. El pibe no les pasa cabida, es un laburante y conoce bien a estos dos. Lo cargosean un poco, le piden que les regale un par de banderas para hacer unos pesos, le dicen que lo ayudan, insisten un poco más y se sientan cerca de él a observarlo. Sentados deciden que cuando venda todo lo roban y listo. Lo quisimos ayudar y no quiso, le va a recaber por gil.
Ya es sábado cuando siguen a una prudente (eso creen ellos) distancia a Quilqui, es un mar de pibitas super fáciles para robar, pero ellos quieren dársela al gil ese. Sospechan que se va a encontrar con alguien para darle la recaudación y las banderas que sobraron, saben que tienen que actuar antes que eso pase y apuran el paso para alcanzarlo. Ahí lo tienen, a su merced, a tiro de caminar a su lado y con dos o tres certeras amenazas quitarle todo. Ya están uno de cada lado, Quilqui los mira y busca algún aliado para zafar de lo inexorable. Jesús que sabe un poco más le dice en voz baja alguna amenaza certera, William lo va midiendo para arrebatarlo por si quiere salir corriendo. Jesús lo seduce, lo persuade, Quilqui saca 300 mangos de un bolsillo y se los da, William le pega un cachetazo en la nuca y le exige la plata de verdad. Eso no, esa no la da aunque lo lastimen de verdad. Caminan 50 metros más hasta que Quilque se detiene. Jesús le da a entender a William que ya hay que irse. Caminan muchísimas cuadras hasta encontrar una parrilla abierta, se sienta en una mesa de la calle y piden una parrillada y cerveza. Gasta 245 pesos. Es sábado 4 de la mañana y se quedan dormidos en cualquier lado, creen que están por el río De La Plata.
No hace mucho calor pero igual se tiran al rio, en la rambla hay gente tomando mate y hasta algunos pescadores, pero en el agua son los únicos. Se secan tomando sol, tienen hambre y se van a comprar unas facturas. Camino a River se roban un par de viseras de esas que son bien caras y dos entradas. Es sábado por la noche y ya están adentro del estadio, nunca habían visto tanta gente junta. Las pibitas se están impacientando, ellos entran en la impaciencia general… sale Justin y el Monumental explota.
Justin suspende el show. Una chica llora, otra se desmaya, otra se descompone o algo así un poco más allá. Nunca vieron a tantas pibas llorar a la vez. Ya tienen dos celulares Sansung Galaxi, Jesús quiere un Ipod o un Iphone, Willian rescato una campera para su hermanita. La marea humana de hormonas y llanto los lleva hacia la salida, ellos se van riendo y nadie lo nota. Las cámaras de TV registran el dolor de las pibas y la indignación de las madres. Un grupo de Beliebers salta y canta demostrando el aguante, cada vez se suman más y más.  Se suman ellos también al aguante, están felices de gritar y saltar. Las cámaras se acercan y William en estado de inconsciencia absoluta se ríe ante un micrófono de estas pibas y cuestiona las dotes artísticas del canadiense, cerrando su opinión con un aguante la cumbia.
Una belieber que lo escuchó lo escupió en la cara y de ahí en adelante todo fue un caos. William le respondió con una trompada y dos amigas de ella se le fueron encima. Jesús fue a sacarlas y le rociaron la cara con gas pimienta, su cara dejo de ser de él. Ojos primero y garganta después se sumieron en un escándalo tal que ni sintió las patadas que le pegaban las demás chicas. Cuando pudo abrir los ojos vio a Jesús tendido y recibiendo millones de patadas al mismo tiempo que una piba o pibe muy parecido a Justin le robaba las zapatillas. Intento pararse para rescatar a su amigo, trastabillo y volvió a caer, estaba mareado y sin coordinación. Un golpe durísimo le sacudió las costillas y otro más en las piernas. William ya no podía reaccionar, no presentaba batalla y eso tranquilizo un poco a las Beliebers que dejaron de pegarle. Jesús pedía por favor que no le peguen más, mientras se arrastraba hacia su amigo. Dos chicas le sacaron todo lo que tenía encima, dejándolo solo con el pantalón y una remera. Llego junto a Willian y pensó que podía estar muerto, lleno de odio las insultó, pero ya nadie los miraba. Cuando el tumulto se iba alejando, una chica se acercó a ellos, con toda tranquilidad se agacho y les roció la cara con un aerosol. Era pintura.
Era domingo.

@valeriano2015

Marx por Sandro Mezzadra

por Los pibes de Sandro


Lo que siguen son unos apuntes tomados por alumnos del seminario ¿Qué hacer con Marx?, dictado por Sandro Mezzadra entre octubre y noviembre 2013, en el marco del programa lectura Mundi de la UNSAM.
Sandro Mezzadra hace una doble demarcación con relación a su lectura de Marx:
a.       Marx sin la imagen de Marx construida por el marxismo del siglo XX.

b.      No es un autor entre otros: es no-academizable. No un “autor” entre otros, ni clásico. Relación con Marx, confrontación política dl presente. 

Choque entre voluntad de sistema y materialidad de la historia y la política, que impidió el cierre. Las derrotas de Marx son puntos-oportunidad para leer su obra como obra abierta.
La importancia de los textos de Marx como flujo de cuadernos, notas inéditos. Desproporción llamativa en relación con el material editado.
Preguntas sobre relación entre capital y heterogeneidad, bajo perspectiva de sujeto y del espacio.
Sobre el concepto Trabajo abstracto.
¿La centralidad del concepto de trabajo abstracto apunta a la constitución de un sujeto antagonista homogéneo (clase obrera)?
Ir más allá de la imagen de homogeneidad del sujeto antagonista dentro del capital. Por razones de composición del trabajo y  en relación a las luchas de los últimos 50 años (papel del género y raza).
Sobre el concepto de Mercado mundial. ¿Apunta necesariamente a una homogeneización del espacio? ¿El espacio global de la acumulación y valorización capitalista implica una tendencia l homogeniezación del espacio, o espacio de reproducción de heterogeneidades?
Tres conceptos claves en Marx para discutir en torno al trabajo:
1.       Trabajo vivo
2.       Fuerza de trabajo
3.       Trabajo abstracto

La fuerza de trabajo es definida por Marx en términos de potencia, conjunto de facultades físicas e intelectuales que son contenidas en una corporeidad viviente.
(Atender al desfasaje entre conjunto de facultades y corporeidad viviente).
Facultades: potencialidades/Ej: facultad de lenguaje.
La fuerza de trabajo es una mercancía peculiar. Como la fuerza de trabajo el dinero juega un papel importante en la producción de subjetividad.
División entre el modo en que los sujetos constituyen el mundo en relación con la fuerza de trabajo/potencia; vs quienes habitan el mundo en relación con el dinero/poder/Cristalización del poder social (sobre objetos y sujetos). Capitalismo: encuentro entre sujetos/subjetividades (potencia-poder). Encuentro poder/potencia = origen del modo de producción capitalista.  
Concepto de trabajo desde el punto de vista de la producción de la subjetividad. Desde el punto de vista de la crítica de la economía política, el sujeto no es el ser humano/hombre, sino que se dividen las subjetividades. Divisiones: entre trabajo abstracto/concreto; productivo/improductivo; trabajo necesario /plusvalía, etc.
Persiste en Marx (de la critica de la economía política) la definición de trabajo de los manuscritos del 44: en primer término, el trabajo la actividad vital, la vida productiva misma aparece ante el hombre solo como el medio para satisfacer una necesidad, la necesidad de mantener su vida física. La vida productiva es sin embargo vida genérica, vida que produce vida, en la forma de la actividad vital reside el carácter genérico, la actividad libre, la vida misma como medio de vida.
Para Marx el trabajo es vida que crea vida, producción del hombre por el hombre. Hay una relación entre vida y actividad. El trabajo es definido como actividad que apunta a su alcance ontológico. El trabajo produce un mundo objetivo y al mismo tiempo produce al hombre. Hacer resonar esta definición con el Marx de Grundrisse y El Capital, para evitar cierres economicistas.  Dejar abierta la frontera abierta entre trabajo, actividad y vida. La distinción entre estos conceptos se hace elusivo.
Sobre el Trabajo vivo/Grundrisse (57/59). Cuadernos redactados furiosamente, luego de la crisis europea del 56, tras la derrota del 48.En medio de la reflexión entre crisis y apertura de la situación revolucionaria. Toman lugar las primeras líneas de la crítica de la economía política: “prioridad ontológica del trabajo” (central metodológica en la mirada de Marx). En Grundrisse, el trabajo es el único sujeto: el trabajo vivo comienza un movimiento de objetivación. Solo en un segundo momento entra en escena el capitalista para apropiarse de esos objetos. La apropiación determina estos objetos como algo diferentes, una cristalización de estos objetos bajo la forma de condiciones objetivas de trabajo. El capital nace en este proceso de apropiación y se coloca como condición necesaria del trabajo solo porque ha sido capaz de apropiarse de objetos. El capital, para Marx es “transubstanciación” del trabajo. Depende del trabajo. Lo vampiriza.
En el momento en que el capital convierte a los objetos apropiados en condiciones objetivas del trabajo surge la “personalidad” del capitalista. Esta subjetivación del capital nace como una objetividad a la segunda potencia (ver la relación entre “Persona” y “Mascara” de teatro (en El Capital). Personalidad, aquí es personalidad jurídica/relación de propiedad).   
Hay una asimetría fundamental entre trabajo vivo y capitalista, y un exceso constitutivo del trabajo en la relación del capital. El trabajo objetivado se da en el espacio (condiciones objetivas de trabajo, maquina, instalación). Son condiciones producidas en el pasado por trabajo vivo. El presente es cristalizado en el espacio. A ese trabajo objetivado Marx lo llama “trabajo muerto”.
El capital es el trabajo existente en el tiempo.
E punto de vista de la crítica de Marx enraíza en la idea de un exceso constitutivo del trabajo. Es una crítica que apunta  a rescatar la potencia social del trabajo (riqueza social como potencia general encarnada en el trabajo vivo) y no la mera critica a la pobreza.
Sobre Fuerza de trabajo. Presente recién en el primer tomo de El Capital. Distinción entre fuerza de trabajo como potencia y mercancía, y trabajo como actualización de la fuerza de trabajo es la base de la teoría de la explotación. Para Marx el trabajo no es una mercancía.
Concepto de Fuerza de trabajo (en referencia al trabajo vivo): la prioridad ontológica y exceso constitutivo del trabajo es replanteada: en El capital el trabajo es potencia que pasa al acto en el trabajo.  Esto es lo que ocurre en la oculta cede de la producción/”encuentro”; el comprador consume la fuerza de trabajo haciéndola trabajar.  Esta cuestión concierne a una serie de dispositivos de poder que no son reducibles a la teoría política y constitucional tradicional. Se ponen en juego herramientas de disciplinamiento que son distintas de las que prescriben las convencionales teorías constitucionales y del estado.
La fuerza de trabajo es mercancía, con su dualidad fundamental (valor de uso y de cambio: salario/trabajo necesario para producir la fuerza de trabajo, o conjunto de facultades inseparables de la corporeidad viviente): problema de la reproducción de la fuerza de trabajo/mercancía. 
Trabajo pretérito y trabajo vivo en el sujeto obrero son dos magnitudes diferentes. Trabajo pasado y vivo ahora se presentan dentro mismo de la mercancía fuerza de trabajo. Porque en el momento en el que se actualiza la fuerza de trabajo el trabajador, para Marx, produce nuevo valor, un exceso de valor con respecto al valor de cambio de la mercancía fuerza de trabajo pagada por el capitalista. El capitalista tenía my presente esta distinción de valor cuando adquirió la fuerza de trabajo. Su propiedad útil era una condición indispensable. Pero es el valor de uso específico de la mercancía, de producir valor, lo decisivo. Es ahora el sujeto trabajador mismo el que es escindido en tanto que mercancía.
Sobre el concepto de Trabajo Abstracto. Marx lo presenta al comienzo del primer tomo de El capital, en relación a la dualidad del trabajo representado como mercancía.  Hay en juego una dinámica de representación que Marx describe al nivel lógico, pero está en juego también la cuestión de la representación política. Hablamos, en definitiva, del trabajo representado en la mercancía.
Hay una relación directa entre trabajo abstracto y valor de cambio (medida del valor de cambio); trabajo concreto y de uso. Trabajo abstracto es la cantidad de trabajo necesario para producir. Es una codificación del trabajo, una unidad de medida que produce tendencialmente una homogeneidad entre diferentes trabajos.
El trabajo abstracto es un concepto complejo (trabajo social, sencillo, en general). Destacar el trabajo abstracto como unidad de medida, codificación y representación de la actividad humana. Así como hay una forma mercancía hay una forma trabajo que corresponde a una situación en la cual el trabajo y la actividad humana se desarrollan bajo la presión de la medida capitalista.  Medida que se aplica también en la mercancía fuerza de trabajo.
El trabajo abstracto imprime la forma mercancía (el espectro, objetividad espectral de la mercancía) en la forma trabajo. Espectralidad que se introduce en la subjetividad de la fuerza de trabajo.
Sobre la noción de representación (del trabajo en la mercancía). El trabajo es representado en cuanto trabajo abstracto. Contrapone la abstracción del trabajo a la multiplicidad de los individuos que habitan el mundo de las mercancías.
Una lectura política (con conceptos políticos) del primer tratado de El capital: se contrapone la fuerza de trabajo total de la sociedad, idéntica forma del trabajo humano, y la multiplicidad de trabajo individual; como sucede con la representación soberana de Hobbes, y la multitud de individuos que de ella participan.
Hay una reformulación del problema de la enajenación política de La cuestión judía. La frontera hoy entre trabajo y actividad humana ha devenido cada vez mas elusiva y este tipo de lectura nos puede ayudar a reformular el concepto mismo de “explotación” que Marx desarrolló con referencia a una situación específica.
Un punto, el tema del cuerpo: el desarrollo de procesos de subjetivación a partir de la noción de fuerza de trabajo. ¿Cómo se “subjetiviza”? Marx pensaba en que el sujeto posesor de su fuerza de trabajo es producto de un proceso de desposesión que lo lleva a contar solo con su fuerza de trabajo. Encuentra al poseedor del dinero y se convierte en un trabajador de fabrica bajo un régimen de trabajo asalariado “libre” (el capitalismo requiere de un contrato de asalariado libre para regularse): hay que problematizar este punto del contrato: desde el principio del capitalismo a nivel global el trabajo asalariado libre ha sido más una excepción que una norma.
Si producción de fuerza de trabajo como mercancía es procreación y reproducción, se trata de actividades constitutivas de las mujeres, no asalariadas. Marx no se detiene sobre esta particularidad fundamental en la formación del proletariado. Empieza a desarticularse la imagen homogénea de la fuerza de trabajo.
Esto se profundiza ante el elemento de la raza. En muchas partes del mundo la raza ha jugado -y lo sigue haciendo-, un papel fundamental en la determinación del valor de la fuerza de trabajo.  
Hay que subrayar mas desfasaje entre fuerza de trabajo entre conjunto de facultades y corporeidad del viviente. El modo en que cada sujeto se relaciona consigo mismo como fuerza de trabajo depende de la acción de dispositivos de poder que producen heterogeneidad en el proletariado. 
Otro punto, relación entre singular y común: en la misma definición de fuerza de trabajo se apunta a lo común (facultades generalmente humanas). El problema de la individualidad en relación con la fuerza de trabajo significa plantear el problema de la relación entre la individualidad y una fuerza de trabajo que se presenta como algo común. Y como algo enraizado en lo común.
Pero hay en Marx algo más: en el primer libro de El capital (11/sobre la cooperación). El tema de la individualidad obrera y el modo en que se abre a la configuración colectiva. Habla de “objeto combinado”. Obrero social, colectivo. La cooperación es una fuerza de masa, un diferencial de fuerza generado por el simple contacto social. Escribe que en la cooperación planificada con otros el obrero se despoja de sus trabas individuales y desarrolla su capacidad en tanto parte de un género, más allá de la individualidad. Retorna el “ser genérico” de los años 40.
Sin embargo, este ir más allá, nos encontramos con un problema que podemos describir en términos de conceptos políticos clásicos como problema de la representación. La conexión entre la unidad como cuerpo productivo global radica fuera de los obreros. Radica en el capital que los organiza y cohesiona. El capital opera como poder, despótica, voluntad ajena que somete a los trabajadores a los objetivos de la valorización.   
Juega acá las tecnologías de poder anómalas con respecto a Estado y constitución: el poder de mando del capital. La palabra es “comando” (sentido militar). Es el mando del capital, metáfora militar, en la gran industria. Pero para entender este mando en la fábrica se utiliza la imagen del director de orquesta., aumentando la modulación de modos del mando. El mando es función de explotación social de la cooperación del trabajo. Con esto crece también la resistencia. Resistencia obrera y mando del capital es un conflicto y lucha al interior mismo del cuerpo de los obreros y de su combinación.
¿Qué pasa cuando la cooperación rompe los muros de la fábrica y se abre en toda la heterogeneidad?
Preguntas que haría
¿Qué relación se plantea entre poder constitucional y poder anómalo?
¿Cómo pensar esta teoría de la subjetividad, sujeto dividido como mercancía, fuera de la gran industria?
¿Qué surge de un retorno sobre la Cuestión judía? ¿Cómo se actualiza “el cristianismo”?
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Clase Tres
El eje fundamental con que Mezzadra lee el mercado mundial en Marx es la relación entre el capital y el espacio. Al mismo tiempo, con referencia a Marx no se puede hablar de espacio sin tomar en cuenta el tiempo, su materialismo histórico. De ahí la necesidad de integrar el materialismo histórico con un materialismo geográfico. Si esa cuestión remite especialmente a Gramsci, en los últimos años se está desarrollando una geografía marxista -David Harvay entre otros- que habla explícitamente de materialismo histórico-geográfico.
Si se analiza el concepto alemán de Weltgeschichte usado por Marx -literalmente: historia del mundo- tenemos una referencia geográfica que se pierde en la traducción «historia universal». La dimensión geográfica es muy importante en la Ideología alemana, pero también en el Manifiesto, donde la escala del capitalismo aparece desde su comienzo como mundial, con una radicalidad que no se encuentra en ningún economista clásico.
Dos líneas de los Grundrisse: «la tendencia a crear el mercado mundial está dada en el mismo concepto de capital: todo límite se presenta al capital como una barrera a superar». La escala mundial es fundamental no solo para entender el régimen de la acumulación. Marx subraya explícitamente el hecho que también las figuras subjetivas son materialmente impensables afuera de esta escala global: sin mercado mundial no hay capital, no hay trabajador y capitalista.
«El mercado mundial es al mismo tiempo presupuesto y resultado de la producción capitalista». Marx  utiliza la misma fórmula (presupuesto y resultado) cuando habla de las figuras subjetivas. Discutir de espacio no es otra cosa que discutir de sujetos. Pero, ¿cómo se resuelve en Marx esta fórmula paradójica? A través de la «acumulación originaria» o «primitiva».
La acumulación originaria es el momento de quiebre radical de la continuidad histórica que consiente el comienzo de la dimensión circular del capital. La condición de este movimiento circular de reproducción continua del mercado mundial es una absoluta violencia, que marca la escena de la acumulación originaria: violencia y desposesión.
Es la escena del origen de la propiedad privada a través de un movimiento de cercamiento de la tierra que es también movimiento de desposesión. Sin este movimiento no sería posible la producción de la subjetividad especifica del trabajador, obligado a trasformar sus facultades humanas en mercancías. En este mismo momento se abre el mercado mundial. Marx subraya el rol del colonialismo.
Para Marx este análisis crítico de la acumulación originaria resuelve el paradojo entre presupuesto y resultado en el sentido que él la planteaba como algo de literalmente originario, la prehistoria del capital. En este punto hay que ir más allá de Marx: los procedimientos y las problemáticas ligadas a la acumulación originaria nos remiten a rasgos estructurales de la historia del capitalismo, y no se limitan solamente a su origen. Debemos tomar en serio la idea de una repetición continua de la prehistoria del capital, que rompe la linealidad de su desarrollo.
Desde un punto de vista histórico, Marx muestra la relación muy estrecha entre capitalismo y colonialismo. La abertura del mercado mundial coexiste con la conquista colonial. Esa abertura (tema muy desarrollado por Rosa Luxemburgo) es la abertura de un espacio abstracto, en la medida en que puede ser organizado de maneras distintas. La abertura del mercado mundial es la abertura de un espacio para la expansión del capital. Es abstracto en la medida en que apunta a la expansión global del capital, pero las medidas concretas de la expansión de la frontera del capital cambian históricamente.
Es importante aquí el tema de la articulación: como la frontera de expansión se articula con numerosas líneas de demarcación (confines), por ejemplo: la distinción entre centro y periferia, líneas de demarcación meta-geográficas que se articulan con la expansión del capital; o la entre los ciclos económicos (teoría del sistema-mundo).
Volvimos a la cita marxiana: «tendencia a crear el mercado mundial». Marx está claramente fascinado con su propio descubrimiento: la tendencia tiene que realizarse ante posible. Es a partir de esa fascinación que podemos leer la apología del colonialismo que Marx hace en sus escritos sobre India. Pero Marx atribuye cada vez más importancia al encuentro entre el capital y su límite, la barrera a superar. Ese encuentro es el momento en que la tendencia universalizante del capital está obligada a enraizarse en cuerpos distintos, a producir heterogeneidad.
¿Hay un afuera del capital? Si la tesis de Imperio es que no hay más afuera (a esa se contraponen quien dicen que existe un no capital que se realizaría en forma de economías populares y comunitarias), es interesante volver más bien al planteo de Rosa Luxemburgo, para la cual el capital necesita de un medio ambiente de formas no capitalista de valorización. Si Rosa tomaba el límite en sentido literal, como limite geográfico, se precisa ir más allá del sentido literal, que no significa dejar de lado el propio espacio como límite, sino más bien tomar en serio la posibilidad que el capital abra a su acumulación espacios que ya habían sido conquistados por el capital en otra forma histórica, en una época previa del capital.
Este momento de abertura y de cierre es un momento intensivo y extensivo. El concepto de límite tiene dos significados: espacial-geográfico; social.
Para profundizar la relación del capital con su límite y su expansión, tomamos la teoría del plusvalor. Para Marx la producción de plusvalor relativo requiere la producción de nuevo consumo, y más precisamente: – ampliación cuantitativa del consumo existente; – producción de nuevas necesidades; – descubrimiento de nuevos valores de uso. En esto proceso expansivo del plusvalor relativo, se generan nuevos límites no vinculados con formas-precapitalistas: el trabajo vivo es el límite de la expansión del capital.
Si consideramos las subsunción formal y la subsunción real del trabajo al capital (cap. VI inédito del Capital) vemos como la relación entre capital y su límite se complica: si con la subsunción formal el capital se limita a apropiarse de formas que existen independientemente y le valoriza de forma capitalista, cuando el capital empieza a intervenir directamente en la organización de la producción, crece la productividad y se produce un aumento relativo del plusvalor producido por la cooperación social bajo el mando del capital y por la intervención de la ciencia, de las maquinas. Es necesario ir más allá de la tentación de leer la relación entre las dos subsunciones en términos de transición lineal-progresiva. En los últimos años por ejemplo se invirtió la tendencia secular a la reducción de la jornada de trabajo: los dos rasgos formal y real se presentan juntos.
El capital financiero, por ejemplo, actúa en una modalidad que vuelve elusiva la propia distinción real/formal. Es una herramienta de subsunción real, ¿pero qué relación produce con los sujetos? Tiene con la cooperación social que explota una relación de exterioridad, que funciona de la misma forma con que Marx describe la renta. Si tomamos la relación estricta entre capital financiero y renta y su calidad de exterioridad con la cooperación social que explota, podemos usar la categoría de extracción: se extrae valor plusvalor en lugar de producirlo.
A esta altura se vuelve fundamental el tema de la desposesión, más allá de la distinción entre economía por desposesión o explotación. Hoy en día la desposesión es cada vez más un momento constitutivo de la explotación. Debemos repensar políticamente el concepto de explotación como algo capaz de incluir a su interior la desposesión para superar la separación entre luchas contra la desposesión y lucha contra la explotación, pensar nuevas formas de articulación.

#CristianFerreyraPresente – Pronunciamiento urgente sobre conflicto de tierras en Santiago del Estero



Los abajo firmantes expresamos nuestro repudio al accionar represivo de la policía de la Provincia de Santiago del Estero, contra los miembros de la Familia Santillán que habitan en la región del CADE, Departamento Alberdi.
Demandamos el inmediato esclarecimiento y deslinde de responsabilidad por la situación hecha padecer a Don Aníbal Santillán (73 años), quien al momento de la privación de su libertad se encontraba en delicado estado de salud.
Y exigimos la intervención de los organismos públicos competentes (provinciales y nacionales), con el objetivo de brindar garantías a los campesinos originarios de las tierras en conflicto, en su lucha contra las empresas que buscan instalar en estos parajes el insaciable esquema de los agro-negocios, basado en una visión depredatoria de los derechos humanos esenciales y motivado en un exclusivo fin de lucro.
Estamos ante un nuevo caso donde el sistema judicial (representado por la jueza Lucrecia Llanos Martínez) y las fuerzas de seguridad, se ponen al servicio de las necesidades empresariales, con el objetivo de garantizarles el acceso al territorio y remover los “obstáculos” a su acumulación. En esta oportunidad, los beneficiarios son el grupo Oro Esperanza Agro S.A., conformado por capitales chinos, inscripto comercialmente en nuestro país en noviembre de 2011 con el objetivo de desarrollar emprendimientos agrícolas orientados a la exportación (http://boletinoficial.cba.gov.ar/archivos11_02/211111_seccion3.pdf), quienes actúan a través de otra empresa, esta vez de capitales uruguayos, de nombre Mayo Investment SA especialmente dedicada a la “limpieza de campos” (http://www.publicampo.com/mayo-investment-sa/) y cuyo representante legal en Argentina es Guillermo Cavanagh (quien figura en los registros como “agricultor”, pero es más conocido por edificios que llevan el nombre su patricia familia).
El conflicto comienza hace diez años, cuando un empresario cordobés de apellido Giordano fraguó los títulos de propiedad de un campo de 14 mil hectáreas perteneciente a la familia Santillán, originaria de este paraje ubicado entre las ciudades Tintina y Campo Gallo, en el noreste santiagueño. Las denuncias y movilizaciones del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE), en su momento, consiguieron detener los primeros intentos de desmonte.
El 19 de diciembre de 2011 el campo fue vendido (en una nueva operación fraudulenta) a Oro Esperanza Agro SA, apenas un mes después de su constitución legal en la Argentina. Pero es en junio de 2012 cuando los campesinos tienen las primeras noticias de los capitalistas chinos, a través de los servicios de desmonte brindados por la empresa Mayo Investment SA, quienes toman posesión introduciendo decenas de topadoras y tractores. Las nuevas denuncias e intervenciones interpuestas por la familia Santillán y el MOCASE, a pesar de contar con importante difusión, esta vez no lograron el objetivo.
El 30 de abril de 2013, una inspección de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) en predios rurales ubicados en el camino vecinal Tintina a Campo Alegre, propiedad de Oro Esperanza Agro SA, detectó 34 trabajadores en condiciones precarias e insalubres, a cargo de Mayo Investment SA. Dos semanas después, el 15 de mayo de 2013, la AFIP inició una causa penal contra ambas empresas ante el Juzgado Federal de Santiago del Estero y la Fiscalía Primera de la misma ciudad, por reducción a servidumbre de sus empleados. Para demostrarlo, la agencia federal presentó el acta de la inspección y un CD con la filmación de lo actuado. La causa fue caratulada como “presunta infracción de artículo 140 del código penal/infractores son Oro Esperanza Agro y otro”, con número de expediente 039095/2013.
No obstante todos estos antecedentes, la intervención del pasado día jueves 7 de noviembre, ordenada por la Jueza Provincial Lucrecia Llanos Martínez, y ejecutada con extrema violencia por la División Criminalística D6 de la Policía de Santiago del Estero, contribuye a la agudización del conflicto y constituye un siniestro aval a las prácticas depredatorias de los agrobussines.
Don Aníbal Santillán es un mediano productor de 73 años, nacido y criado junto a su familia en el lote de 14 mil hectáreas en disputa. Es poseedor de más de mil cabezas de ganado que pastan a campo abierto, y de los papeles legales que certifican su posesión. Sin embargo, su casa y todo su dispositivo productivo (laguna, canales, corrales), hoy se encuentra ubicado al interior del terreno cuya propiedad reclama la empresa de capitales chinos, con la aquiescencia de la justicia provincial.
Desde el jueves a las 7 am Don Aníbal permanece detenido, a pesar de complicaciones en la próstata y de complicaciones generadas por la hipertensión. Además, dos de sus hermanos se encuentran prófugos, pues también habían sido objetos de las órdenes de detención. A todos se los acusa de amenazas contra los empresarios, y de usurpación.
¿Por qué la Justicia hace lugar a las exigencias de los poderosos por sobre las comunidades que ancestralmente habitan esas tierras? ¿A qué se debe la inactividad de los sectores gubernamentales en lo que respecta al respeto de los derechos humanos y sociales básicos, de las poblaciones involucradas en esta nueva conflictividad social?
La respuesta, lógicamente, es múltiple. Involucran el alarmante elitismo de instituciones tradicionales como la Justicia, lindante con el racismo; la opacidad de los sistemas notariales y de registro de tierras en todo el país;  ciertas tramas de características feudales que aún ostentan los poderes locales en algunas regiones del interior, articuladas sin embargo a los esquemas de gobernabilidad a nivel nacional.
Pero más allá de lo anterior, y de otra cantidad de circunstancias que seguramente se nos escapan, consideramos urgente reaccionar de manera decidida ante un modo de articulación de negocios que repercute de forma extremadamente violenta sobre los territorios, descomponiendo los lazos comunitarios y sociales, en función de una renta extraordinaria.
Desde los parajes campesinos de Monte Quemado hasta las periferias de Rosario (y especialmente el castigado barrio Ludueña), pasando por los pueblos hostigados por las industrias extractivas, por los asentamientos y villas del conurbano bonaerense… Ya sea que hablemos de agro-negocios o de minería, de especulación inmobiliaria o narcotráfico…
Un mismo patrón de acumulación se expande, y carcome las instituciones públicas, configurándose como una verdadera trampa de la democracia contemporánea.
Es hora de decirle basta.

Ramiro Fresneda – Director de Apoyo a las Organizaciones. Subsecretaria de Agricultura Familiar de la Nación / Marcelo Ruiz – Rector Universidad Nacional de Río Cuarto / Hugo Cañón – Copresidente de la Comisión por la Memoria de la provincia de Buenos Aires / Claudio Lozano – Diputado Nacional. Presidente del Bloque Unidad Popular / Facundo Moyano – Diputado Nacional / Horacio González – Director de la Biblioteca Nacional Argentina / Observatorio de Conflictos Socio-Ambientales de la Universidad Nacional de Río Cuarto / Instituto de Investigación y Experimentación Política / Club de Investigaciones Urbanas (Rosario) / Bodegón Cultural Casa de Pocho (Ludueña, Rosario) / Centro Angelelli (Florencio Varela) / Movimiento de Colectivos (Florencio Varela) / Observatorio de Prácticas de Derechos Humanas de la Universidad Nacional de Córdoba / CEPPAS (Centro de Políticas Públicas para el Socialismo) / Carta Abierta / Central de Trabajadores de la Argentina (CTA) / Revista Crisis / FM La Tribu / Liliana Herrero / Rita Segato – Antropóloga / Maristella Svampa / Roberto Gargarella / Iconoclasistas / Movimiento Social y Cultural El Gleyser / Itai Hagman – Dirigente de MAREA Popular / Frente Popular Darío Santillán / Madreselva (Santa Fé) / Federación Argentina de Estudiantes de Comunicación / Federación Universitaria de Río Cuarto / Martha Linares – Presidenta de la Federación Universitaria de Buenos Aires / Luis Pedreira y Pilar Vázquez – Consejero Superior UBA / La Dársena Plataforma de Pensamiento e Intervención Artística / Movimiento de Participación Estudiantil / Cazona de Flores / Karina Bidaseca / Frente Popular Darío Santillán / Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la Facultad de Agronomía de la UBA / Frente Popular Darío Santillán Corriente Nacional-Patria Grande / Centro de Estudios y Actualización en Pensamiento Político, Decolonialidad e Interculturalidad – Universidad Nacional del Comahue / Santiago Grandi  – programa «Está En Vos», FM Red TL 105.5 (Rosario) / Centro Cultural “El Cántaro” / Casona Ecuménica de los Trabajadores “José De Luca” / Patricia Zangaro / Lourdes Maria de los Angeles Martin (Mendoza) / Laura Giussani (periodista) / Cesar Altamira / Sebastián Tuza / Josefina Azcárate / María Florencia Fernández Nancy Viviana Piñeiro – colectivo Upside Down World sobre activismo y política en América Latina / Dra. Mirta Alejandra Antonelli – Docente Investigadora. Facultad de Filosofía y Humanidades. Univ. Nac. de Córdoba / Sergio Lesbergueris – director del Centro de Formación Profesional #24 de la Ciudad de Buenos Aires / Doctor José Luis Grosso – Director de Posgrados Facutad de Humanidades, Universidad Nacional de Catamarca

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