Anarquía Coronada

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Basta de guerra: repensar las políticas sobre drogas

por Lucas Gordon

En torno a las actuales discusiones respecto de las políticas de drogas en el mundo, mucho se habla de los posibles efectos positivos de la legalización: vaciar la fuente de renta del crimen organizado, acercar los usuarios al sistema público de salud, controlar la calidad de las sustancias consumidas, liberar el desarrollo de investigaciones científicas con sustancias hoy ilegales y demonizadas, liberar de la tutela del Estado el uso de su propio cuerpo por parte de los individuos. Por otro lado, también mucho se argumenta sobre los efectos supuestos de la prohibición: impedir el acceso de la población a las drogas, proteger a la sociedad de los males de las drogas, combatir el crimen organizado. Muy fácilmente hoy se encuentra material en donde se refuta cada uno de estos argumentos prohibicionistas, dado que el uso de drogas aumenta a cada año, la magnitud de los daños de las drogas es cada año peor y los narcotraficantes cada vez más están orgánicamente vinculados a políticos y fuerzas estatales. Lo que hace falta es llamar la atención acerca de los otros efectos de la prohibición, no en el sentido de lo que la prohibición impide sino de los efectos «escondidos», no comentados ni alabados, que esta guerra impone a la sociedad.
Aunque algún tipo de prohibición de una u otra sustancia sea común a prácticamente todos los países ya antes de la mitad del siglo XX, es importante tomar en cuenta que el contexto en el cual las leyes más rígidas fueron adoptadas en América Latina se caracteriza por imposiciones de tratados internacionales de la ONU y por épocas de dictaduras (Brasil y Argentina). Los países andinos son el caso claro de cómo las leyes prohibicionistas más duras de la región llegan por influencia externa de políticas globales, diseminadas en el mundo por el modelo estadounidense y su presunta «war on drugs»(guerra a las drogas). La contradicción hoy es aberrante, dado que muchos estados de EEUU tienen legislaciones de legalización de la marihuana medicinal (y recreativa) mientras el gobierno federal sigue imponiendo sus políticas e ideología prohibicionistas al resto del mundo.
Criminalización de la pobreza – Los EEUU tienen el 5% de la población mundial, pero albergan el 25% de la población encarcelada de todo el mundo. Su modelo de criminalización generalizada tiene en la «guerra contra las drogas» un fuerte auxilio operativo. En Argentina eso se puede observar también en los números: en 1985, los crimines relacionados a las drogas eran causantes del encarcelamiento del 1% del total de la población carcelaria, en el año 2000 este porcentaje alcanza al 27%, según un estudio publicado en 2010 por la WOLA (Washington Office on Latin America). No hay dudas de que la parte vulnerable del sistema del narcotráfico son las clases más pobres: el brazo armado, descartable; los pequeños traficantes; individuos que deciden comercializar para alcanzar un ingreso mínimo. El machismo también cumple su rol en este caso: las mujeres suelen tener los puestos más bajos en este negocio y tienen que recurrir a él para garantizar la renta de una familia que a veces no tiene una fuente de renta paterna. El resultado: En Argentina entre un 65% y 80% (dependiendo de la penitenciaria) de las mujeres detenidas están en la cárcel por crímenes relacionados a las drogas. Muchas de las familias de estas mujeres se encuentran entonces en condiciones de mayor vulnerabilidad social, que empuja a los jóvenes a opciones de riesgo.
Los datos de la propia ONU nos dicen que menos del 5% del valor del monto total generado por el narcotráfico global se queda en los países productores, más del 95% termina girando en bancos estadounidenses y europeos. Esta lógica es la misma en términos sociales: los pobres sacan una parte ínfima del lucro del negocio del narcotráfico pero son la parte más vulnerable a sufrir las penalidades de la ley, encima sirven de supuesta prueba de que la represión funciona: todos los días en los noticieros nos informan que un narcotraficante más fue preso, pero nunca es una persona blanca, rica, amigo de políticos o político mismo, estos no son los verdaderos objetivos de la actual represión.
Precarización de la salud del pueblo – Uno de los grandes temas actuales de preocupación de los medios corporativos de comunicación es el crack/paco. Lo presentan como el demonio en forma de piedra. Lo que no se comenta es que el paco es un resultado directo de la represión a la producción de las drogas: con el objetivo de dificultar el refinamiento de la cocaína, los gobiernos dificultaron el acceso a ciertas sustancias necesarias para su producción. ¿Qué hizo entonces el mercado negro, empujado por la lógica del lucro capitalista? Bajó la calidad del producto para mantener el lucro, empezaron a vender droga de muy baja calidad, que no necesita del proceso de refinamiento que la cocaína requiere. Este fenómeno no es exclusivo de la cocaína: de hecho, la mayor parte de las muertes por sobredosis de drogas como heroína y coca se deben a que los usuarios no tienen control sobre la calidad de la sustancia que consumen, y cuando por suerte o azar consiguen algo muy puro terminan por usar algo mucho más concentrado de lo que su cuerpo esta acostumbrado, entrando así en colapso. La lógica del capital funciona así incluso para las sustancias hoy legales: se aumenta el impuesto sobre el alcohol y el tabaco y el resultado de eso es que los ricos siguen consumiendo sus drogas de buena calidad, mientras que los que tienen menos ingresos tienen que recurrir a versiones «truchas», falsificadas, y de obviamente menor calidad. No solo opera el estigma de usuario de droga ilegal que aparta muchas veces al individuo del sistema de salud pública, sino que también las lógicas prohibicionistas y capitalistas afectan la salud de los usuarios de las drogas hoy legales.
Tutelaje estatal sobre los cuerpos – Así como en el caso de la criminalización del aborto, la prohibición de las drogas genera una injerencia del Estado sobre el cuerpo de los individuos, moraliza los actos privados con reglamentos y morales muchas veces de orden religiosa. El Estado no reconoce la autonomía de los individuos en relación a su propio cuerpo, lo cual es un contrasentido jurídico aberrante, en la medida que el intento de suicidio no es legislado como crimen. La misma sociedad que promueve el trabajo intenso e insalubre, la vida en ciudades polucionadas y llenas de accidentes de autos, que se alimenta de vegetales y carnes llenas de venenos, criminaliza a los individuos por elegir por voluntad propia consumir una sustancia específica, y dice hacerlo para proteger su salud.
El contexto actual de movilización internacional y notoriedad del fracaso de la actual «guerra contra las drogas» es propicio para el debate sobre las políticas de drogas. Toca a la izquierda tener en cuenta los diversos efectos que la actual política proporciona y pensar sus propias alternativas, de lo contrario el espacio va a estar abierto a las soluciones liberales y capitalistas, que mucho tienen para lucrar con la apertura de un nuevo mercado combinado con la manutención del encarcelamiento masivo.

Apuntes sobre la Militancia

por Diego Valeriano


Militantes que rebosan solidaridad ante la Catástrofe, activistas aplicados que controlan precios o que viajan cientos de kilómetros para festejar el tiempo ganado; militante que gritan, lloran y le ponen el pecho al Proyecto; militantes organizados y militantes de la vida: cuanto más evidente es que la militancia ya no existe, más se la invoca. Y cuanto más resuena en nuestros oídos, más muestra su inexistencia. La presidenta de los 40 millones no deja de nombrarla cada vez que necesita que el Estado realice alguna tarea específica: ya lo dijo Juan Cabandié, “sin militancia, no hay Estado”.
Hablamos de festejos, hablemos del 25 de Mayo, esa formidable puesta en escena de la inexistencia de la militancia. La Plaza explotaba de gente (¿cuánta gente había? ¿500 mil almas, de las buenas?) Se puso guita, logística y simbología en abundancia. Y no pasó nada de nada. Bellas teatralizaciones, puro fuego de artificio. Un día entero de obviedades y no mucho más. Un feliz domingo de la juventud, para todos y todas.
Para que sea más claro lo que quiero decir, comparemos lo del 25 con el día que murió Néstor: misma lugar, distinto día. Ese 27 por la noche la plaza no estaba para nada llena, se podía ir y venir con bastante comodidad y casi no había banderas. Había dolor, tristeza, pocos militantes y la convicción de que se estaba allí «por si las moscas», sin saber bien para qué. Tal vez se estaba en ese lugar para lo mismo que el 19 y 20 de diciembre. La plaza del 27 fue contundente, imponente y determinante para lo que vendría, para estos últimos años. La del 25, en cambio, se diluyó de inmediato en su esterilidad.
Otro lugar en donde flamea –siempre inexistente- esta palabrita mágica es en las redes sociales, ligada en general a cuestiones de Derechos Humanos. Su día de mayor esplendor fue el de la muerte del viejo choto de Videla. Gran desfile de forros indignados o con algo para decir y compartir entre amig@s y seguidor@s. Murió Videla, 7 “me gusta”. Los dinosaurios van a desaparecer, 15 “me gusta” y 3 veces compartido. Y mejor ni hablar del grupete de mercedinos que sobreactuó la oposición a que los restos de ese siervo de la Iglesia fuesen enterrado en su ciudad. ¿Por qué alguien haría algo así, más que para salir en Página/12? Preciosa combinación de militancia y DDHH: noble y fácil.
Pero cuando pensaba que ya no había más nada que agregar y me disponía a dar una vuelta de página en la historia de la política vernácula, cuando creía que el kirchnerismo era el evidente fin de la historia militante, entro a mi bitácora cotidiana y veo una, qué digo una ¡DOS notas haciéndole bombo a ese mamarracho autodenominado Marea Popular! ¿Lobo Suelto! cerró un acuerdo con ellos? ¿Se sumó ese frente “emancipador” cuyos paladines son el gordo Lozano y esa especie de nieto no reconocido de Rolando Hanglin?
Posta que ni me importa, pero de elegir preferiría que no. Igual, como estaba al pedo me puso a ver el video al que llevaba el link y descubrí, no sin cierto estupor, que son una especie de izquierda descontracturada y silvestre que se sitúa estéticamente entre los troskos y La Cámpora, y que –herederos bastardos del 2001– busca ocupar el escenario militante con colores propios y palabras cuidadas.
Sobre llovido, mojado, pensé: en mi próxima clase en la Universidad Austral voy a usar este video para demostrar, una vez más, la absoluta inexistencia de la militancia.
Desde hace décadas, quizá incluso desde la dictadura, no existe la militancia. Desde hace décadas, los procesos de transformación y cambio los llevan adelante, o bien las víctimas, o bien el mercado con sus condimentos de Estado, mafias, catástrofes naturales, accidentes enormes, precio de la soja, suerte y alguna otra cosita.
Nadie más.
A menos que llamemos “militante” como llamaríamos “músico” al que rasga impiadoso la guitarra o “escritor” al que luce sus pavaditas en algún blog ignoto: solo son cosas para llenar la vida mientras nos vamos muriendo.

¿La patria es el otro?

por S.R.L.


El Estado ya no centraliza ni monopoliza, ahora gestiona. El Proceso de Reorganización Nacional se encargó de dictarle acta de defunción a la política de masas (militancia, partidos políticos, clases sociales, sindicatos, Soberanía Estatal, representación política, etc. etc.); el alfonsinismo con sus “felices pascuas” y su hiperinflación constató prácticamente su agotamiento; y el menemismo inauguró la fase neoliberal “alopática” (ir al foco del dolor); mientras que el delarruismo lo hizo en su fase “autista” hasta el estallido del 2001.


Una novedosa tecnología de gobernabilidad “ah hoc” se hace presente a partir de aquí una y otra vez intentando la captura sobre una multiplicidad intratable desde el viejo paradigma del estado de soberanía, y de la que los gobiernos actuales no pueden desentenderse, si quieren perpetuarse como tales, como nos ha enseñado el 2001 argentino y la dominancia del Capital así lo requiere.

La complejísima e indómita multiplicidad social no se deja atrapar de una vez y para siempre, y su captura es ahora por la vía gestionaría e imaginal.

La patria es el otro es la frase con que este gobierno intenta interpretar el momento (y a la patria), y la de mayor eficacia para dar cuenta de esta sutil pero radical mutación. Ya no más la patria es lo común, el territorio, la Ley que nos rige y nos vuelve semejantes, sino lo que se reconoce y captura por la vía gestionaría. Exaltación de las diferencias, que en su mismo acto celebratorio, las reduce e impotentiza.

Siguiendo con la metáfora clínica, el kirchnerismo sería la fase homeopática post dosmiluno del mismo proceso. Ya no más focalizar males para conjurarlos, ni simplemente ningunearlos, ahora la vía de conquista es por la de la reorganización del siempre frágil equilibrio del que crónicamente está amenazada la paz del cuerpo social. Para que el organismo funcione hay que estar muy atento (obsesivamente) de sus partes teniendo en cuenta el equilibrio necesario para la reproducción vital. La gestión de las vidas en su plano reproductivo pasa a un plano principal, no solo a nivel general sino al de cada vida en particular, imitando cada quien ese plano casi obsesivo de reproducción vital.

Alguien dijo que vivir es conquistar un “cuerpo sin órganos”. Si bien la frase siempre me resultó un poco oscura y rebuscada, lo que interpreto es que la vida no puede reducirse a ser un simple funcionamiento orgánico. O mejor dicho que la vida es justamente ese más allá del funcionamiento orgánico, vida, que en estos tiempos tiende a reducirse a eso. Lo voy a graficar con dos escenas que me sucedieron últimamente:
      

Me encuentro una tarde con un amigo de la adolescencia en la calle. Después de los saludos, mimos y reconocimientos de rigor, empezamos a recordar nuestras andanzas de juventud. Al cabo de un rato, y de mirar un par de veces cada quien sus respectivos relojes, nos saludamos prometiéndonos volver a vernos (¡no te pierdas!), pero sabiendo que más allá de las ganas ese hipotético reencuentro quedará en mera intención.

Estoy con otro amigo (ahora en el trabajo) charlando y éste me dice después de divagar un poco “hay que ganar la calle” haciendo referencia a una actividad que estamos planificando hacer en nuestro lugar de laburo. Los dos compartimos años y experiencias callejeras. Me lo quedo mirando y asiento, sí, ¡hay que ganar la calle!


¿Qué nos pasó que nos han robado el tiempo y la calle? ¿Cómo fue que ya no los tenemos?. La calle es (o fue) para nuestra generación, el lugar donde la vida era vida y no solo reproducción, poco importaba ahí el páncreas, o la presión arterial, y donde el tiempo transcurría sin requerirnos permiso ni medición.

¿Qué nos pasó que empezamos a funcionar “más allá de nuestras ganas”? O peor aún, que nuestras ganas son ahora “más allá de nuestras ganas”. ¿No es esto quedarnos con el mero funcionamiento orgánico?

Otra manera menos afrancesada pero igual de europea de decir lo mismo es de otro señor que nos habla de “odiar la vida”. Conquistar un cuerpo sin órganos y odiar la vida vienen en estos tiempos a ser sinónimos.

Nos pretenden gestionar la vida que vivimos gestionando: ¿a esto le llamamos vida? Para decirlo ahora en porteño, ¡a la mierda con esta puta vida!

El neoliberalismo como “proyecto de clase”. Entrevista con David Harvey

Harvey, David. Geógrafo y Urbanista inglés, nacido en Kent en 1935. Ha desarrollado el grueso de su carrera en los Estados Unidos y pertenece a la cátedra de antropología del College University de Nueva York, tras haber enseñado geografía y urbanismo en Oxford y Baltimore durante más de treinta años. Estudioso en profundidad de la obra de Marx, en 1982 publica una obra destacada de teoría económica, Los límites del capital. En 1985 publica dos libros de ensayos sobre urbanismo, La conciencia y la experiencia urbana y La urbanización del capital, y en 1989 aparece La condición de la postmodernidad (publicado en español por Amorrortu), probablemente su obra más conocida, donde investiga la emergencia de la cultura y del arte postmodernos como un efecto de las transformaciones del capitalismo y de la aparición del postfordismo. Además de las obras ya mencionadas es autor de Espacios de esperanza, Akal, (2000) y El nuevo Imperialismo, Akal (2003). En esta entrevista realizada por Elsa Roulet David Harvey retoma el análisis de la crisis del capitalismo, entendida como crisis del “proyecto de clase” que es el neoliberalismo. Evoca asimismo las transformaciones de la clase obrera, la situación en Europa y en EE UU, el papel que pueden desempeñar los intelectuales críticos, y defiende la necesidad de construir una visión utópica si se desea cambiar el mundo.
E. R. – Usted ha teorizado la adopción del neoliberalismo como una transición del fordismo a un régimen de acumulación flexible [1]. ¿Cree que la crisis económica que estalló en 2008 demuestra el fracaso de este modo de acumulación flexible?

David Harvey – Esto depende de la manera en que se define el modelo de acumulación flexible. Si se concibe como modelo para revitalizar el capitalismo en su conjunto, yo diría que sí, pero que ya fracasó desde el principio. Si el modelo se diseñó para concentrar y aumentar el poder de la clase capitalista, y en particular de determinadas franjas de la clase capitalista, ha sido todo un éxito. El crack de 2008 no fue sin duda un acontecimiento especial si se contemplan todos los cracks que han tenido lugar desde 1997: el de Asia oriental y sudoriental en 1998, los de Sudamérica en 2001. Todo ese periodo se caracterizó por breves etapas de crecimientos interrumpidas por otros tantos cracks, pero es indiscutible que estos cracks desempeñaron una función muy importante en la consolidación de una riqueza y poder cada vez mayores en fracciones cada vez más pequeñas de la clase capitalista. Creo que 2008 marcó simplemente un paso más en esta vía hacia la concentración de riqueza y poder. Por mi parte, comprendo el neoliberalismo ante todo como un proyecto de clase, de consolidación y de refuerzo de la dominación. Creo que 2008 no marcó el final de todo esto, una crisis de este proyecto de clase, sino un paso más.

Pero se podría decir que el liberalismo también era un proyecto de clase. ¿Cuál es entonces la diferencia entre el liberalismo y el neoliberalismo?
Creo que la diferencia radica en el hecho de que el proyecto de clase que se planteó a finales de la década de 1960 y comenzó a cristalizar realmente a mediados de la de 1970 estaba mucho más centralizado, en la medida en que el poder se había desplazado significativamente a favor del sector financiero. Este último se convirtió en cierto modo en el agente principal. No ocurrió lo mismo con el liberalismo. En la época del liberalismo se entendía que el sector financiero debía facilitar la actividad productiva y su función era más la de un lubricante que la de un motor del proceso de acumulación. Creo que el neoliberalismo se caracteriza en mayor medida por lo que llamo la acumulación por desposesión, y no por las formas clásicas de acumulación por expansión, por crecimiento, formas clásicas que en determinados periodos no estaban en contradicción con la idea del aumento del nivel de vida de los trabajadores. En muchas partes del mundo, el aumento del nivel de vida de los trabajadores en las décadas de 1960 y 1970 pudo producirse, en una época en que las tasas de acumulación eran muy altas. Era un periodo en que los poderes financieros eran significativos, pero no predominantes. Después surgió esta economía caracterizada mucho más por la desposesión, a partir de los años setenta.

En esta evolución hacia el neoliberalismo, ¿cómo interpreta por un lado el papel de las finanzas y por otro el de la globalización?
Ambas cosas están íntimamente ligadas. La moneda es lo que llamo la “forma mariposa” del capital, que puede volar a donde le dé la gana. Las mercancías son una especie de “forma oruga” del capital: se desplazan, pero lo hacen más bien lentamente. La producción tiende a fijar la “forma crisálida” del capital. Al otorgar más poder a las finanzas, se refuerza la “forma mariposa” del capital, que tiene la capacidad de trasladarse casi a donde le plazca. Creo que ha habido un proceso deliberado de refuerzo de la “forma mariposa” del capital, de modo que ha podido posarse en territorios donde, por ejemplo, el coste de la mano de obra es muy bajo, donde los impuestos son muy bajos. Así, los traslados resultan más fáciles, con el resultado de que esto ha permitido rebajar los salarios de los trabajadores en las antiguas zonas industriales del Norte, de América, de Europa, etcétera. Asistimos por tanto a una desindustrialización de los centros de producción clásicos. Esta desindustrialización se nutre del desplazamiento de los puestos de trabajo a otros lugares y hacía falta algo que la facilitara; ese algo fue la financiarización.

Parece que asistimos a una mercantilización creciente de “bienes immateriales” como las ideas (con el fuerte aumento del número de patentes), la educación, la cultura, así como a una mercantilización de la naturaleza (títulos financieros sobre los genes, la lluvia, etcétera). ¿Cómo interpreta esta tendencia? ¿Qué papel desempeña en esta crisis del capitalismo?

Producimos una cantidad cada vez mayor de plusvalía. Desde hace muchos años existe ya un verdadero problema para encontrar lugares en los que colocar este capital. Lo que ha sucedido en los últimos 30 o 40 años es que el capital se ha interesado mucho más por el aumento del valor de los activos y por la especulación en torno al valor de los activos. Sin embargo, en este proceso se interesa cada vez más por la rentas, como hemos visto en particular con respecto a la propiedad inmobiliaria, la renta de la tierra, los precios del suelo. Y, desde luego, por los derechos de propiedad intelectual. De golpe se ha producido una explosión de lo que se llama el sector rentista de la economía capitalista. El sector rentista siempre ha sido muy importante. Por ejemplo: todo indica que en los siglos XVIII y XIX el dinero que ganaban las clases superiores con el arrendamiento y la apropiación de tierras era más cuantioso que el que sacaban del sector manufacturero. Así que el sector rentista siempre ha sido importante, en particular en la construcción de las ciudades. Y está claro que sigue siéndolo; en determinadas áreas avanzadas del mundo capitalista, los rendimientos de la propiedad de tierras y de activos son muy altos, y la propiedad intelectual es una nueva forma de propiedad, que siempre ha estado presente de alguna manera, pero que ahora ha cobrado mucha importancia. Y si uno puede ganar dinero por el mero hecho de ser propietario de patentes, si uno puede obtener buenos rendimientos del capital sin necesidad de emplear a ningún trabajador, ¿por qué iba a molestarse en producir? Así pues pienso que en el curso de los últimos 30 a 40 años ha habido numerosos signos de que estaba construyéndose un potente sector rentista, con ingresos procedentes de las rentas de toda clase de fuentes: tierra, propiedad de recursos, propiedad de derechos de distinta naturaleza, entre ellos, por supuesto, los derechos de propiedad intelectual. Este sector en su conjunto es ahora mucho más significativo en la actividad capitalista y además no emplea a muchos trabajadores.

Usted ha elaborado el concepto de acumulación por desposesión, que ha suscitado numerosos debates. En ocasiones se ha considerado que es demasiado amplio. ¿Qué conclusiones teóricas y políticas extrae de estos debates?
Creo que en cierto modo era un argumento muy general y que existen diversas clases de desposesión. Algunos han preguntado, por ejemplo, si acaso lo que ocurre en el proceso de producción no es una desposesión del excedente que producen los trabajadores. Es una forma de desposesión, pero no se presta atención a las distintas formas de desposesión que se producen en otros ámbitos, en la circulación del capital. Esto es lo que yo quería formular teóricamente al analizar el circuito del capital. Cuando contemplamos el circuito del capital, vemos que está el circuito de las mercancías, el circuito de la moneda, el circuito de la producción, todo ello está en el segundo tomo de El Capital. Estos distintos circuitos están integrados entre sí, pero cada uno tiene su agente: el circuito de la moneda tiene el sector financiero, el circuito de la producción tiene el sector industrial, el circuito de las mercancías tiene el sector comercial. Entonces la cuestión que se plantea es la siguiente: ¿de qué manera estas esferas distintas reivindican el excedente y cómo se apropian efectivamente de él? Mi tesis es que el sector financiero y el circuito de las mercancías operan según un principio de acumulación por desposesión, porque lo que hacen es utilizar su control sobre las mercancías o su control sobre la moneda para detraer una tasa, una tasa que arrebatan a los trabajadores. Por tanto, en cierto modo la burguesía puede recuperar a través de los banqueros y los financieros todo lo que puede conceder en el ámbito de la producción. Analicemos la cuestión de saber dónde se realiza la plusvalía, por oposición a dónde se produce. Marx explica que se crea en la producción, cosa que no pongo en duda en absoluto. Con lo que no estoy de acuerdo es con la suposición de que, por crearse en la producción, también se realiza en la producción. De hecho, es posible que tan solo una parte muy pequeña de la plusvalía se realice en la producción. Si contemplamos el ejemplo que ya he utilizado y que es el de [la cadena de supermercados] Wall Mart, que es una organización comercial capitalista, veremos que obtiene elevadísimas tasas de beneficio sobre la base de la subcontratación a productores chinos, que a su vez obtienen unas tasas de beneficio muy bajas. Se trata por tanto de una relación de acumulación por desposesión. Podemos ir todavía más lejos con la cuestión que ya he planteado de saber cómo el capitalismo adquiere activos y luego trata de valorizar esos activos. Pues bien, a menudo los roban a los miembros de otras clases. Hay algo así como seis millones de viviendas en EE. UU. que han sido desahuciadas, es decir, seis millones de familias que han perdido su hogar. ¿Qué ocurre con esas viviendas? De momento tienen un precio muy bajo. Han sido adquiridas por grandes grupos capitalistas que las mantienen durante dos o tres años, a la espera de que el mercado se recupere, y entonces se llenan los bolsillos. Viviendas recuperadas al precio de, pongamos, 200.000 dólares por unidad se venderán entonces a 300.000 o 400.000 dólares cada una, siempre que el mercado se relance. Se trata de una actividad especulativa, es lo que llamo acumulación por desposesión. También existen formas de atraco directo cuando se suprimen las pensiones de jubilación, se recortan los derechos a la sanidad, o cuando un bien gratuito producido hasta ahora por el Estado se vuelve oneroso, como por ejemplo la universidad o la educación en general. Yo pude gozar de una educación gratuita en Gran Bretaña, pero ahora los que estudian tienen que pagar. En EE. UU. el coste de la educación aumenta cada vez más, los estudiantes se endeudan y ya existe una enorme deuda estudiantil. Esto también es una economía de desposesión. Lo que deduzco de todo esto es que las formas que adopta la desposesión son muy variadas, y como término general resulta probablemente demasiado ambiguo decir tan solo que “es una economía de desposesión”. Debemos estar más atentos a las formas de desposesión que se producen y dónde se producen. Creo que es buena idea desarrollar una comprensión más sofisticada de las distintas formas que puede adoptar la desposesión, esto es lo que concluyo de los debates. Pero no quiero en modo alguno replantear la idea de que constituye una parte muy importante de la estructura de la explotación en una economía capitalista.

Y políticamente, ¿qué conclusión saca usted de estos debates en torno al concepto de desposesión?
Desde el punto de vista político, lo que deduzco es la idea de la resistencia a la acumulación por desposesión. Que hay mucha resistencia, en todas partes, y que esas formas de lucha forman parte de la dinámica general de la lucha de clases. Esto desplaza el centro de atención de la organización y de la teorización política, alejándolo de lo que a menudo ha sido el centro de atención exclusivo de determinadas organizaciones de izquierda, a saber, la fábrica, para trasladarlo, por ejemplo, a la ciudad. Si contemplamos las estructuras de la explotación en y alrededor de una ciudad, veremos la explotación rentista, la explotación comercial. De este modo empezamos a tener una noción muy distinta de lo que es la política de resistencia a la acumulación capitalista, una vez se integran todas estas demás formas de explotación en el paisaje.

En un artículo publicado en Counterpunch en 2009, usted escribió que la clase obrera no siempre está, y no lo está en todos los países, en condiciones de situarse en la vanguardia de la lucha social y política. ¿Puede desarrollar esta idea?
Hay dos maneras de verlo. Podría decir que la clase obrera, tal como ha sido definida tradicionalmente, no está en condiciones de estar en la vanguardia y que en ciertos casos los movimientos sociales o políticos han estado en la vanguardia. Si examinamos fenómenos como la revuelta zapatista, veremos que no fue una revuelta de la clase obrera, sino una revuelta campesina. Era también una revuelta contra la acumulación por desposesión; y lo mismo ocurre, por ejemplo, con respecto a las guerras del agua en Bolivia, en Cochabamba, donde también se trataba de una lucha contra la acumulación por desposesión. Y las luchas en El Alto, donde una ciudad entera se rebela y destruye el poder presidencial y abre la vía de acceso al poder de Evo Morales. Estos movimientos revolucionarios han sido muy fuertes y potentes, y no se basaron en una clase obrera tradicional. Lo que quiero decir es que si analizamos las dinámicas de la urbanización y nos planteamos la cuestión de “¿quién produce la ciudad, quién reproduce la ciudad?”, y si decimos que todos los que producen y reproducen la ciudad forman parte de la clase obrera urbana, entonces esta abarca mucho más que los trabajadores fabriles, para incluir al personal doméstico, a los taxistas, por lo que tenemos una concepción diferente de la clase obrera. Estoy a favor de cambiar nuestra concepción de quién constituye la clase obrera y de qué tipos de puesto de trabajo son cruciales. Hemos visto ejemplos, he mencionado El Alto, la gran fuerza que tenían sus habitantes para bloquear totalmente la ciudad, lo que de hecho es una huelga general, una huelga en el espacio urbano. Pienso que las huelgas de transportes son muy eficaces; en Francia, por ejemplo, ha habido huelgas muy importantes en los transportes, en la década de 1990 y en la de 2000. Se puede paralizar una ciudad, y paralizar una ciudad es un tipo de instrumento muy eficaz en la lucha de clases. Y no son únicamente los trabajadores de las fábricas quienes van a hacerlo, hace falta que sea la ciudad entera la que secunde esta acción. Por tanto, o bien decimos que “la clase obrera está aquí” y “aquellos” son otros movimientos sociales, o bien cambiamos nuestra concepción de la clase obrera. Pienso que es preferible cambiar nuestra concepción de la clase obrera.

¿Cómo interpreta usted la crisis de la Unión Europea? Parece que estamos asistiendo a un proceso de radicalización neoliberal, justo en el momento en que surgen relaciones neocoloniales entre el centro de Europa y la periferia, en particular con la crisis de la deuda griega.
Me parece que hay que analizar la crisis de la U.E. en términos de clase. No cabe duda alguna de que la creación del euro, por ejemplo, fue una operación muy ventajosa para la clase capitalista, y en particular para las fracciones de la clase capitalista que se hallaban en los sectores más avanzados, en los países más avanzados de la Unión. Tenemos por tanto un ámbito geográfico desigual en el que se produce una unificación, que resulta muy ventajosa para Alemania en particular, aunque no solo para Alemania. Alemania ha ganado mucho con la creación del euro, y cuando se examina lo ocurrido con las economías del sur de Europa en general, y de Grecia en particular… No diré que los griegos no hayan causado por sí mismos algunos de los desastres, al llevar a cabo toda clase de engaños contables, etcétera, pero por otro lado Grecia se ha convertido en un mercado maravilloso para Alemania, que ha podido explotarla al amparo de sus superiores capacidades productivas y de organización. Alemania, en efecto, ha podido aplicar una política de acumulación por desposesión a través de Grecia y reducir la capacidad productiva de Grecia. Y cuando han surgido los problemas, está claro que no había ninguna obligación por parte de ningún miembro de la Unión de ayudar a otro miembro. A partir de entonces se produjo un desarrollo geográfico desigual de la crisis, que se abate sobre las poblaciones y los territorios más vulnerables. Un caso análogo en EE. UU. sería el del Estado de California, que ha conocido dificultades notables, pero que no ha corrido la misma suerte que Grecia porque el gobierno federal ha tenido que pagar el Medicare etcétera, mientras que con respecto a Grecia no existe esta obligación. Asistimos entonces a circunstancias extraordinarias en que la gente se hunde en una penuria total en Grecia, en muchos aspectos a causa de la política de austeridad impuesta por los poderes de la clase capitalista, cuyos intereses principales están concentrados en Alemania y el norte de Europa. Me parece que esta geografía desigual no cambiará a corto plazo. Tampoco percibo ningún cambio de política, por lo que creo que este va a ser un problema duradero para Europa, que no necesariamente se resolverá con la salida del euro de los países del sur. Por tanto, se trata de una especie de dilema permanente que a mi juicio solo podrá resolverse mediante una completa federalización de la base social de la economía, mediante una colectivización de los derechos de pensión y este tipo de cosas, cosa que políticamente es imposible, no creo que nadie votaría por eso.

¿Cree que en estos momentos asistimos a un viraje de tipo keynesiano en EE. UU.? ¿Es posible que el gobierno de Obama se aleje del neoliberalismo y aplique políticas más keynesianas?  
EE. UU. nunca ha sido puramente neoliberal, sino bastante keynesiano hasta ahora. Ha sido neoliberal de palabra, particularmente en aspectos como el salario social y la protección social, etcétera, pero jamás ha sido estricto con respecto a la financiación por el déficit. El déficit de George Bush II financió dos guerras, reducciones de impuestos para los ricos y un enorme programa social de acceso a los medicamentos que fue muy beneficioso para las compañías farmacéuticas. Ronald Reagan, que es una de las figuras asociadas al neoliberalismo, era de hecho un keynesiano en materia de defensa y financió la pulseada con la URSS a través de la deuda pública. EE. UU. siempre ha sido un caso particular: su retórica sobre el sector público siempre ha sido muy neoliberal, pero sus prácticas siempre han sido parcialmente keynesianas. Lo que resulta interesante en la coyuntura actual es que el Partido Republicano, que de hecho compartió bajo George Bush este enfoque de tipo keynesiano para hacer la guerra, cuando perdió el poder decidió llevar de verdad hasta el extremo la política de austeridad. Así trata de impedir la posibilidad de un programa ligeramente expansionista, vagamente keynesiano, que preconiza el gobierno de Obama desde el principio. Pienso que están pisando terreno resbaladizo, pues no controlan más que la Cámara de Representantes, y si se puede demostrar a los estadounidenses que lo que impide la recuperación de EE. UU. es la manera en que el Partido Republicano actúa en la Cámara de Representantes, entonces asistiremos en las elecciones de 2014 a la transferencia del poder a los Demócratas, el Partido Republicano estará acabado. Claro que también es posible que esto no suceda, se trata de una situación muy compleja. Creo que hay miembros del Partido Republicano que se dan cuenta de que se hallan en terreno resbaladizo y que intentan cambiar, aunque sin mucho éxito de momento. Hasta ahora nunca se ha dudado en EE. UU. en emplear prácticas keynesianas, en particular la financiación por el déficit, y en ser antikeynesianos en materia de programas sociales, de protección social, y resueltamente antikeynesianos cuando se trata de otorgar más poder a las organizaciones e instituciones de la clase obrera. El neoliberalismo de EE. UU. siempre ha sido sospechoso, su pragmatismo le ha llevado siempre a hacer lo que beneficia a las clases superiores, y ha sido limitado por este criterio. No creo que esto vaya a cambiar gran cosa, aunque pienso que en este momento el gobierno de Obama tiene muy claro que la tasa de crecimiento de EE. UU. es muy baja y que existe la posibilidad de una segunda recesión. Este gobierno, si tuviera las manos libres, apostaría por prácticas expansionistas, hasta cierto punto incluso por prácticas expansionistas que implicaran otorgar más poder a las organizaciones e instituciones de la clase obrera. Creo que la idea de una política ligera y parcialmente keynesiana bajo el gobierno de Obama ya se ha planteado y aceptado, pero no será refrendada por la Cámara de Representantes controlada por los Republicanos, a menos que estos últimos comprendan que esto les llevará a un desastre electoral si la gente percibe que ellos son el obstáculo. Está por ver cómo evolucionan las cosas.

A su juicio, ¿cuál puede y debe ser el papel de los intelectuales o universitarios críticos?
Hay dos cosas. Lo que ocurre en el mundo universitario forma parte, desde luego, de la lucha de clases, es la lucha de clases en el ámbito de las ideas. Por tanto, una cosa que me gustaría que hiciéramos todos es luchar en el mundo universitario por diferentes tipos de producción de saberes, de reproducción de saberes. Los que están fuera de la universidad piensan a menudo que esta es una torre de marfil, pero no es así, la universidad es un terreno de lucha bastante encarnizada. Durante un tiempo estuve tratando de mantener abiertos los espacios en el interior de la universidad en los que pudieran desarrollarse cosas como las que centraban mi trabajo, y es muy duro cuando se hace frente a las presiones de la transformación neoliberal y administrativa de las organizarse en el seno de la universidad, y eso lleva mucho tiempo. Pero creo que también tenemos la obligación de tomar ciertas cosas sobre las que reflexionamos y presentarlas de manera que sean comprensibles para un público amplio, pensando en cómo la gente puede leer esto y extraer sus propias conclusiones. No creo que los universitarios conozcamos mejor el mundo que cualquier otra persona. Mi opinión es que cuando trabajo con organizaciones sociales, estas saben qué es lo que quieren y lo hacen mejor que yo, y no es mi tarea decirles qué tienen que hacer, eso ni se me ocurriría. Pero el momento en que tal vez yo puedo ser útil es cuando quieren saber cómo lo que están haciendo se relaciona con lo que ocurre en el capitalismo, cuál es la relación entre lo que hacen y la lucha anticapitalista. Si quieren reflexionar sobre esta relación, podemos sentarnos juntos y tratar de comprender lo que hacen en relación con prácticas y cuestiones más amplias. Creo que en el mundo universitario tratamos de desarrollar este panorama de cómo funciona la economía, o cómo se aplica la política, y a veces esto es útil para las organizaciones políticas y los movimientos sociales. Así que creo que es preciso mantener abiertos los espacios en el interior del mundo universitario para trabajos progresistas y estrechar lazos con organizaciones sociales para aprender de ellas y que ellas aprendan de nosotros en el proceso de lucha política.

Sin embargo, con las tendencias a la privatización de la educación, en particular de la enseñanza superior, parece más difícil mantener este espacio y esos debates en el seno de la universidad.
Así es. Todos estamos siendo atacados, inclusive en la universidad. Y por supuesto, si contemplamos el proceso de trabajo en el mundo académico, en EE. UU. ahora la mayor parte de la enseñanza corre a cargo de empleados que no tienen un contrato fijo y que viven en unas condiciones económicas muy precarias. Este es otro campo de batalla en relación con las condiciones de vida de las personas empleadas en las universidades. No es una situación fácil, pero ¿qué se puede hacer? Hay que organizarse y luchar, como en todas partes.

¿Cuál es su visión personal de una sociedad socialista [2], si “socialista” es la palabra adecuada?
Hay varias maneras de construir una visión utópica. Creo que siempre existe la necesidad de tener en mente una visión utópica, de una manera u otra, un lugar al que deseamos llegar, aunque al final no lleguemos, en cierto sentido no importa mucho si se llega o no. Si se tiene una visión, tratando de cambiar las cosas, estas se mueven en una dirección u otra. No tengo un esquema fijo, he escrito uno en el apéndice a un libro que se titula Spaces of hope, una especie de descripción utópica de una sociedad construida durante un periodo de 20 años. Y creo que necesitamos un modo de construcción por la negación. Si se comprenden los aspectos del capitalismo que no nos gustan, ¿qué rechazaríamos, cómo sería una sociedad que ya no funcionara sobre la base del valor de cambio, sino sobre la base del valor de uso, qué formas de coordinación de la división social del trabajo se crearían, cómo se implementaría para asegurar que el abastecimiento de cada uno en valor de uso fuera suficiente, que no se produjeran bloqueos completos ni rupturas, ni penurias? Son cuestiones muy pragmáticas. Es posible por tanto trabajar sobre esta clase de ideas, construir por negación: no queremos hacer esto coordinándonos a través del mercado, queremos hacerlo de una manera distinta, a través de los trabajadores asociados en colaboración, los trabajadores asociados que organizan la división social del trabajo de manera que todo el mundo tenga lo que necesita. Con la informática tenemos la posibilidad de coordinar los inputs y outputs[3]/3 de un modo distinto. Algunas fábricas recuperadas en Argentina funcionan ahora en red gracias a los ordenadores y organizan los flujos de inputs y outputs de manera que comienzan a coordinarse entre sí, pero no se trata de una planificación centralizada, es algo que se organiza en red, sin ningún planificador central. Creo que con las tecnologías que tenemos ahora existen nuevas posibilidades de plantear estas cuestiones de un modo distinto y que podemos construir una visión utópica en la que los trabajadores asociados controlen los medios de producción, se organicen y tomen sus propias decisiones en cada unidad productiva, pudiendo coordinarse entre sí, comunicarse entre sí para responder a las necesidades de todos y todas.


[1] La acumulación flexible designa el fenómeno de la “flexibilización” del trabajo desde la década de 1970: la subcontratación, la jornada parcial, la producción “justo a tiempo”, las actividades informales se han convertido en elementos cruciales del procedo de producción. Esta “flexibilización” (o dicho de otro modo, precarización) no se implanta del mismo modo en todas partes y es más importante en los “países emergentes”. Corresponde a una transformación de la gestión de las empresas, centrada cada vez más en un funcionamiento de mercado (subcontratación de actividades, asegurando rentas importantes a los accionistas) en detrimento de una gestión “interna” de la empresa.
[2] En inglés “socialist”.
[3] Términos que designan lo que “entra” (inputs) en el proceso de producción (materias primas, fuerza de trabajo) y lo que “sale” (outputs: productos, mercancías).

Poesía Metropolitana


Visita de escritores independientes al stand de la

Policia Metropolitana

en la Feria del Libro de la Rural en la ciudad de

Buenos Aires el 10 de mayo de 2013. Visita de escritores independientes al stand de la


Policia Metropolitana

en la Feria del Libro de la Rural en la ciudad de

Buenos Aires el 10 de mayo de 2013. 

La Boca en el Mundo: quieren criminalizar la libertad total

São Paulo: el Director de Teatro José Celso Martinez Corrêa es intimado a declarar ante la Policía. Su respuesta pública


Así es. He recibido esta intimación policial dirigida al “Ilustrísimo Sr. Director de la Asociación Teat(r)o Oficina Uzyna Uzona», para que se presente ante el 23º DISTRITO POLICIAL DE PERDIZES, el día 11 de junio, uno de nuestros tecnoartistas asociados para dilucidar los hechos, y también para reconocer a los actores de teatro en fotos o videos posteados en la web bajo el título de “Decapitación del Papa en la PUC”, en la “Ocupación de la PUC por la Democracia”.
Francamente, el documento me pareció delicado, educado; es más, hasta afectuoso. Pero… el hecho es que nos están procesando una vez más aquéllos a quienes deberíamos procesar por la falta de respeto al Teatro y al Estado Laico Brasileño: los “Fundamentalistas Católicos Apostólicos ROMANOS”, que consideran que la actuación teatral farsesca es más irrespetuosa que el propio acto de estos Fundamentalistas al violar el espacio hasta entonces libremente sagrado de la Universidad Católica de São Paulo.
Los alumnos y muchos docentes ocuparon la Universidad en virtud del nombramiento para hacerse cargo de la Rectoría de una candidata ubicada en 3º lugar en la elección, pero que fue escogida antidemocráticamente por los representantes del Vaticano en Brasil por estar de acuerdo en transformar a la PUC en un “Recinto de la Prédica Fundamentalista ROMANA”.
Quedamos pasmados al ver todos los días y las noches las epidemias mundiales asesinas en la violencia que ejercen los Monoteísmos Fundamentalistas de todos aquéllos que se consideran dueños de “Una Verdad Absoluta” y “Un solo Camino”.
Antes de ser Benedicto XVI, Ratzinger había castrado al movimiento de la Teología de la Liberación, de inmensa importancia en la vida cultural, religiosa y social en Brasil.
El año pasado, cuando su fe como Papa ya se estaba perdiendo, el representante de Dios en la Tierra quiso hacer de la PUC aquello que era en sus comienzos.
Yo cursé dos años de Filosofía en la PUC durante esa fase inicial, antes de los años ‘60, al tiempo que cursaba Derecho en la São Francisco.
Dejé  entre otras cosas porque nuestro profesor Alexandre Correia, por ejemplo, explicaba en Lógica, la materia que dictaba, y con argumentos, la transustanciación de la Eucaristía en el Cuerpo de Cristo… ¿Pueden creerlo?
El Libro de Filosofía que se usaba era un Catecismo transmediocre del Padre Leonel Franco. Pero después la PUC evolucionó siguiendo la evolución de la Iglesia en los años ‘60, ‘70 y ’80, y se transformó efectivamente en un reducto de las más decisivas luchas para acabar con la Dictadura Militar en Brasil.
El viejo fundamentalismo en la enseñanza había sido superado y la Universidad Católica de Perdizes se volvió entonces Ejemplar en Brasil y en el mundo, debido a su ejercicio de la Libertad Creadora en la Enseñanza de la Ciencia, las Tecnologías y las Artes.
El año pasado, estudiantes de la PUC nos fueron a buscar  cuando estábamos haciendo la obra “Acordes”, de Bertolt Brecht, convocándonos otra vez a la lucha por la Libertad de la Enseñanza Laica en el Estado Laico Brasileño en la PUC, amenazada por la regresión hacia una Universidad Fundamentalista Católica Apostólica ROMANA.
Los estudiantes habían ocupado la PUC y no permitían la entrada de la rectora impuesta por los representantes del Papa en São Paulo. 
En la obra “Acordes” había un Muñeco Gigante que representaba al Capitalismo y era despedazado por dos Payasos en una Escena de Circo de los Horrores, al tradicional estilo teatral de “Grand Guignol”. Entonces adaptamos el texto a la situación que sufría la PUC y presentamos esta escena clásica del “Circo Teatro” de Todos los Tiempos: el Desmontaje, la Desparamentación, el retiro de una Máscara Papal, tal como lo hizo el propio Ratzinger, quien terminó él mismo zafándose, saliéndose de ella.
¿No será que la Brujería Teatral tiene ese poder? ¿Liberó a Ratzinger de la propia Estructura de su Disfraz Papal?
El Teatro tiene ese poder: el de mostrar al ser humano mortal Paramentado con las vestiduras que le confieren Autoridad, muchas veces destruyendo la propia humanidad de los que se Paramentan, que pasan a obrar como Aparatos, pues la Máscara se les pega a la piel.
Jean Genet, en su Ópera Prima “El Balcón”, muestra un Burdel en donde los clientes usan las máscaras sociales de Papa, de Juez, de Reina, de General, de Policía, etc.… para transar/copular su “p(h)oder” [“p(j)oder”] con las putas, que fingen que creen en sus representaciones.
En la obra se produce una Revolución y estas Máscaras de las Autoridades son depuestas, pero los partidarios antirrevolucionarios que restan van al Burdel y exigen que los clientes que frecuentaban el Putero aparezcan en el Balcón del Palacio del Gobernador con sus Disfraces para contener con ellos a la humanidad revoltosa: con sus Máscaras de Poder.
Bertolt Brecht tiene en “Galileo Galilei” una de las más hermosas escenas de teatro: muestra a un Cardenal a favor de la libertad de la Ciencia, un amigo de Galileo que se va a convertir en Papa; pero, a medida que se va paramentando como Cardenal de la Santa Inquisición, pasa a argumentar a favor de la prisión y la tortura del gran físico Galileo, pues éste afirma que la Terra gira.
Al final del Paramento, cuando recibe la Mitra, el Cardenal Libertario coincide con la intimación a su ídolo: el físico GG, a las salas de Tortura de la Policía de la Inquisición.
Querer incriminar a los artistas de Teat(r)o por esta escena constituye un atentado a la libertad de expresión del actor, esto es, al “Anarquista Coronado”, al decir de Artaud, uno de los mayores sacerdotes Chamanes del Teatro.
El Teatro es realmente el lugar donde todo lo que es humano, transhumano, subhumano, animal, vegetal, mineral, puede vivirse en forma de Máscaras de Dionisos, su dios.

Es el espacio de la Libertad Total. Los de las Artes, los que luchamos contribuyendo para abolir la Censura en Brasil durante la Dictadura Militar y ganamos esta conquista, no podemos retroceder y aceptar la CENSURA contra nuestra actividad.
Esta criminalización de la etherna actividad teatral, contra la Libertad de “reír corrigiendo las costumbres” demuestra que quien nos procesa quiere criminalmente el retorno del “Imperialismo Romano Católico Apostólico”, entrometiéndose en el Estado Democrático y Laico brasileño en forma de Criminalización Inquisitorial.
Brasil es el país con la mayor cantidad de católicos del mundo. Yo mismo fui bautizado y tomé la Primera Comunión, pero por tener una educación religiosa fundamentalista retiré mi Cuerpo de ese campo minado de Perversiones.
Los brasileños católicos no son romanos, son católicos antropófagos –frecuentan el espiritismo, la Macumba, el Candomblé, la Umbanda, el Budismo–  y cogen con forros, por ende, no solo lo hacen para fabricar hijos, sino por el placer de esta práctica sagrada que es el acto sexual en sí mismo: un acto de amor, de creación y procreación cuando existe consentimiento entre las partes. Se casan, como los gays de hoy. Si la mujer que es mujer sabe lo que quiere y quiere abortar, aborta y después se confiesa y comulga.
Soy vecino de un barrio en donde de 15 en 15 días se encuentran parejas católicas carismáticas que pasan los sábados y domingos bailando al son del Tambor con repiques hasta de Mãe Menininha.
Como dice Oswald de Andrade, existe un sentimiento religioso “órfico” en todos nosotros ante el Misterio de la Vida en el Cosmos.
Nuestros ancestros –mi abuela paterna era india– eran antropófagos, comían carne humana tanto del enemigo más fuerte, para adquirir sus cualidades, como de los seres queridos: hijos, hermanos, padres, abuelos, mujeres y maridos.
No era una Ceremonia para saciar el hambre, sino una ceremonia religiosa como la Eucaristía Católica, que es una sublimación de la Antropofagia.
A lo mejor por eso en Brasil el catolicismo popular de la mayoría no tiene la rigidez de otras religiones.
El Fundamentalismo es impuesto por la religión del Hemisferio Norte, que antropofagió al Imperio Romano con sus cristianos entregados a los leones y se convirtió en la Religión Católica Apostólica del Imperio Romano, con sus ambiciones colonialistas e imperiales en todo el mundo.
Ese tiempo ya pasó.
Vivimos de acuerdo con lo que deseamos para nosotros mismos y para todos, lo que más nos gusta.
La sumisión a podridos poderes es un asunto que está queriendo retornar desde aquéllos que se sienten inseguros ante las revoluciones que están trayendo otros vientos a nuestros tiempos desde 1967.
Por eso, ante esta intimación delicada, que tiene por detrás a los fundamentalistas que quieren criminalizarnos, pongo LA BOCA EN EL MUNDO.
José Celso Martinez Corrêa
Orgullosamente
Presidente de la Asociación Teat(r)o Oficina Uzyna Uzona
Paz Humor Amor y Mucho Más

Davi Kopenawa: La crítica de un chamán al capitalismo



Hace cincuenta años los yanomami fueron dados a conocer en todo el mundo como “los últimos hombres de la Edad de la Piedra” al ser “descubiertos” por la civilización occidental. A principios del siglo XXI, con un panorama catastrófico de la ocupación no-indígena en la Amazonia, una de las críticas más duras y profundas hacía ese modelo de “civilización” vino justamente de la boca de un chamán yanomami. Los primitivos, quién lo diría, somos nosotros.

Desde los años ochenta, Davi Kopenawa figuró como uno de los líderes indígenas más conocidos de la Amazonia. La profundidad y complejidad de sus reflexiones políticas lo levó más lejos. Además de premios de renombre (como el Premio Global 500 de la ONU), hoy su pensamiento es reconocido internacionalmente. Recientemente lanzó en París, Francia, el libro La queda del cielo. Palabras de un chamán yanomami, donde en más de 800 páginas su amigo desde hace más de 30 años, el etnólogo Bruce Albert, plasma sus pensamientos en yanomami.

El pensamiento de Davi es una crítica radical al capitalismo que llega desde los confines de la foresta. Para él, los occidentales, el “pueblo de la mercancía”, están enfermos, dada su incapacidad de escuchar. Y los riesgos de esto no son pocos. Kopenawa sabe bien lo que dice. La carrera por el oro casi llevó su pueblo al exterminio por epidemias y conflictos provocados por las actividades mineras en la década de 1980. Su actuación política en contra de los buscadores de metales y piedras preciosas fue fundamental para la demarcación de la tierra indígena yanomami en 1992, al norte de la Amazonia, en la frontera con Venezuela.

“Vamos lanzar este libro. Vamos ver si los jóvenes abren los oídos”, dice Davi, “si el ‘pueblo de la mercancía’ no quiere que el cielo le caiga encima, necesita ayudar a impedir la muerte de los indígenas. El día que el último indígena muera, será el fin del mundo”. A continuación, la entrevista concedida en Belém, Pará, donde participó en un encuentro internacional de Antropología.

Sobre su miedo al hombre blanco

Yo tenía razón. He crecido y todavía miro al hombre blanco con desconfianza. Ahora estoy aquí en la ciudad, pero yo no conocía el movimiento de una ciudad, con muchos autos, mucha gente, mucho ruido. He crecido y encontré al hombre blanco interesado en nuestras tierras y riquezas, engañando al pueblo indígena. Cuando me volví hombre, a los 20 años, comencé la lucha contra el hombre de la ciudad, el hombre político que no quiere saber de nosotros, no quiere respetar el derecho del pueblo indígena, del pueblo yanomami. He adoptado esta pelea. Hoy estoy defendiendo a mi pueblo, peleando con el político para no dejar a mi pueblo sufrir.

El papel de Davi en esta lucha

Soy un hijo de yanomami que mira y reclama a los políticos. El hombre grande de la ciudad, el gobierno, para mí significa un gigante, un Goliat. Él es un espíritu grande que quiere tomar toda nuestra foresta y destruirla. Quieren acabar con el pueblo indígena de Brasil. Pero he reforzado la lucha y fui enviado para enfrentar al hombre. La fuerza de la naturaleza nos enseñó el camino para que mi pueblo vaya adelante, como se juega el fútbol. Mi lucha es como el fútbol, en ella se reciben muchas embestidas, embestidas de los políticos, es un juego en el que debemos aprender a defendernos. Hace falta mucha valentía para enfrentar al hombre.

Hoy estoy aquí, charlando con antropólogos, con autoridades, para que cambien su pensamiento y para que borren el prejuicio que tienen. Todos tenemos prejuicios, seamos indígenas u hombres blancos. Entonces tienen que escuchar nuestras voces. Nuestro gobierno cuidando el país y ustedes leyendo mi escrito en el papel que mi amigo escribió [Bruce Albert], que yo le pedí que difundiera con los estudiantes, los profesores. Considero que esto es importante para construir una barrera que impida que nos hagan más daño.

Nosotros somos gente, somos seres humanos legítimos de esta tierra. Eso es lo que he aprendido y ahora soy líder del pueblo yanomami, representándolo en Brasil y en el mundo. Actualmente todo el mundo conoce el nombre del pueblo yanomami. Tus hijos, tu hija, seguirán leyendo, escuchando el nombre de los indígenas de Brasil que están luchando. Esa es nuestra lucha para poder vivir. Sin lucha, sin reclamos hay muerte, mucha gente se muere.

De los daños causados por quienes buscan metales preciosos

Esa es una historia muy triste para mí, pero la puedo contar. El auge del tiempo del los buscadores de tesoros fue entre 1985 y 1986, cuando más de 40 mil de ellos invadieron nuestra tierra. La Funai (Fundación Nacional Indígena) se declaró en contra de esta intromisión, pero no hizo ningún esfuerzo para sacarlos rápido. La búsqueda de metales preciosos en la tierra yanomami fue muy dañina, muy fuerte, porque el propio gobierno abrió las puertas para que los saqueadores “trabajaran” e invadieran nuestra tierra. Los buscadores mataron a muchos yanomami y, después de la invasión, llegaron las enfermedades: malaria, tuberculosis, gripe, alcoholismo. Y también la enfermedad del hombre malo que mata la gente, eso pasó, y sufrí demasiado por mi pueblo. Yo soy un sobreviviente, reforzamos la lucha para que no murieran los parientes yanomami en el tiempo de exploración y búsqueda de metales, lo cual contaminó nuestro río con veneno, aceite y gasolina. Mataron peces, destruyeron todo nuestro río.

Las consecuencias de las exploraciones

Aún hoy no han terminado las enfermedades. Porque a la enfermedad nadie la atrapa, a la enfermedad la policía no la puede expulsar. Cuando la enfermedad ya entró, sigue. Yo tuve suerte. Unos y otros líderes dijeron mi nombre a la ONU. El premio Global 500 trajo consigo la oportunidad de que yo pudiera salir. Porque aquí en Brasil yo no lo consigo, no hay gobierno bueno, aquí hay puras promesas. Fue la ONU que me dio el apoyo para que yo saliera de mi país y fuera a otro lugar del mundo a contar la historia del pueblo yanomami, decir lo que el gobierno está haciendo, que está dejando morir a mi pueblo, que los buscadores de tesoros están destruyendo la naturaleza.

El gobierno de Collor resolvió expulsar a los exploradores y demarcar nuestras tierras. Ellos se fueron, pero después regresaron y su presencia ha aumentado. Ésa es nuestra preocupación. Los buscadores de metales preciosos son animales, como el puerco, meten la nariz en el suelo. Son puercos. Y las exploraciones siguen. Entraron de nuevo a nuestras tierras, y siguen allá “trabajando” y ensuciando nuestro río. Eso no ha cambiado.

El “pueblo de la mercancía” ¿sabe que construye un camino oscuro?

Lo que llamas planeta, nosotros lo llamamos Hutomosi, palabra que significa “lo que queda arriba de nosotros”. Ahí está el peligro. Nadie está mirando hacia él, nadie está soñando con lo que va suceder. El mensaje que sale de mi boca es que el cielo sólo va caer cuando no haya más indios, cuando no haya más foresta, más río, más pueblo indígena. Sin chamán, la foresta se acaba y el mundo se va inundar, y va pensar en aquel que le mató: el hombre blanco que mató mi pueblo, mató la foresta, destruyó todo. Sin indio en la tierra, entonces nuestro mundo (lo que llamamos Hutukara) se va a vengar para matar al pueblo de la tierra.

Es eso lo que dije a mi amigo [Bruce Albert] que escribiera en el papel para que el pueblo lo crea. Eso es el mensaje. Si hay indios, chamanes, eso no va a pasar. Nada de eso va acontecer y nosotros todavía vamos vivir. Por esa razón ustedes tienen que pensar y difundir para que otros también piensen y defiendan a nuestra foresta, a nuestro pueblo.
Antiguamente el cielo que está aquí cayó, mató al pueblo. Nosotros somos sobrevivientes de lo humano. Ése es mi trabajo junto con los chamanes, con Pata no dejar que se acabe mi pueblo yanomami, que no muera de enfermedad, gripe, malaria. Entonces estoy aquí platicando con autoridades de la ciudad, para que ellos nos cuiden. Si ellos no nos quieren cuidar y si nos morimos todos nosotros, los indígenas, sin ayuda, entonces yo digo: sin indio, sin la foresta, el mundo se va caer, el mundo se va vengar como ya ha pasado antiguamente.

Salud para que no se extingan los chamanes ni los indígenas

Los chamanes yanomami necesitan apoyo de salud. El gobierno brasileño tiene el deber de cuidar la salud yanomami y no sólo la de ellos, sino la de otros hermanos: tikuna, makuxi, wapixana, waiwai, waimiri-atroari, xavante, kayapó. El gobierno brasileño tiene que cuidar la salud, dar vacunas, medicinas, para que ellos se curen. Tiene que haber salud de calidad para cuidar de mi pueblo, para que no mueran los chamanes que están cuidando nuestro mundo.

Sobre las epidemias

Mi pueblo y yo llamamos a las epidemias de xawara. Xawara es un espíritu malo que transmite enfermedades como la gripe, el sarampión, la malaria, la tuberculosis y otras enfermedades. Xawara viene de Europa, otros pueblos la traen de otros países. Aquí en Brasil no había xawara, pero hoy sí, porque ellos la trajeron en sus cuerpos, en avión, en navíos. Así llegó xawara para quedarse en las aldeas, en las comunidades. Ella nos ataca, ataca nuestras almas, ataca a nuestros hijos, a nuestras mujeres, ellos se enferman. Xawara significa “caníbal” en portugués.

¿Qué hacer para que el “pueblo de la mercancía” escuche el mensaje?

Es complicado, es difícil. Nosotros ya hablamos mucho, pero ese pueblo quiere destruir todo para hacer mercancías que se quedan bajo la tierra. La mercancía de los blancos significa destruir la naturaleza para sacar riqueza de la tierra: oro, diamantes, piedras preciosas y madera. Eso es el pensamiento del hombre blanco. Ninguna medicina logra que dejen de hacerlo. No hay cura para él. Porque la raíz del pensamiento que los hace querer sacar mercancía de la tierra es profunda. La raíz está en el pensamiento de la autoridad, que no va a parar de pensar. Ella va seguir pensando, sacando cada vez más la riqueza de la tierra. Esos hombres están locos, tienen el pensamiento enfermo. No piensan, no nos escuchan, no leen, no nos creen. Sólo creen en ellos mismos, porque tienen dinero en las manos. Dinero, aviones, carros, navíos, armas pesadas y los ejércitos están con ellos. El hombre blanco no se quiere detener. No se va a detener. Pero yo sigo intentando, platicando para que paren de destruir la naturaleza.

Sobre una posible cura

No hay cura, no hay medicina. Sólo podría haber una cura, si hubiese un cambio, algo así como lavar una olla. El hombre que nos domina, que nos manipula no piensa en nosotros, no piensa en ustedes. Nosotros le decimos, pero él no quiere perder mercancía, no quiere parar de destruir, no quiere dejar de fabricar. Fabrica más para vender más, para negociar más. Creo que eso es difícil de ser cambiado. Tal vez con un gobierno nuevo, un gobierno bueno. Yo no conozco a un jefe en esa tierra, no tengo un buen amigo para gobernar el mundo. Para gobernar y controlar esa fábrica de mercancía: pantalones, carros, productos electrónicos, internet, televisión. Él no se da cuenta, porque es un hombre enfermo. Nosotros intentamos hacer que escuche, pero no escucha. Es un hombre necio, no quiere parar de sacar mercancía. Mercancía para mí significa vaciar la tierra para hacer ladrillo, cemento, madera, oro, diamante; para hacer vidrio, para hacer televisión. Todo eso es material, es mercancía de la tierra. Es un saqueo de la tierra.

Un “nuevo biberón” en el gobierno

Para parar de fabricar, de sacar mercancías, es preciso cambiar el biberón del gobierno, el biberón de todos los gobiernos que han sido electos en el país. Existe un único biberón. Cuando un gobierno sale y viene otro, éste mama en el mismo biberón. El biberón está sucio, el gobierno no quiere cambiarlo. Nosotros yanomami, decimos que hay que cambiar el biberón, hay que cambiar a un gobierno bueno, honesto, que quiera ayudar el pueblo indígena. Hoy la presidente de Brasil está mamando en el mismo biberón que José Sarney mamó, que Collor mamó, que Lula mamó. Nada ha cambiado. Yo pensaba que una presidente mujer iba a usar biberón nuevo y una silla nueva.

Nosotros no podemos cambiar ese biberón. Depende del pueblo, porque el pueblo tiene miedo de reclamar. El pueblo tiene ganas de cambio, pero la autoridad no quiere cambiar, porque quiere el dinero del pueblo, no sabe qué pasaría si hubiese un cambio. Ni Dios lo va cambiar. Así siempre ha funcionado nuestro país, nuestro jefe, nuestra autoridad, seguirán maltratando a nuestro pueblo. No hay empleo, no hay vivienda, no hay comida para los niños, muchos en las calles están comiendo basura. Los niños viven en la favela, el jefe no les da casa. No les da empleo. Uno se queda triste y el otro se queda contento porque tiene buen sueldo, mercancías, comida de primera calidad. Eso es lo que el gobierno come. ¿Y nosotros? Comemos cabeza, oreja, tripa, ésa es nuestra comida. En relación a la mercancía, cambiar la cabeza del hombre es difícil.

La vida política

Sigo viviendo junto a mi pueblo yanomami. No puedo dejar a mi pueblo sufrir solo. Estoy aquí porque soy representante de mi pueblo, portavoz de mi pueblo. No tengo casa para quedarme en la ciudad, mi casa está en la aldea, mis hijos, familia y mujer, están todos allá. Tengo un rincón, una casa en la ciudad, se llama Asociación Hutukara Yanomami. Creamos una asociación en el 2004 para poder estar cerca del gobierno. Si me quedo todo el tiempo en la aldea, no se resuelve nada, no puedo reclamar porque no estoy viendo qué sucede. Si me voy cerca de la ciudad, y pongo mis ojos en los ojos de la Funai, del gobernador, del presidente, puedo reclamar. Por eso me quedo en la ciudad dos meses, después regreso a la aldea. Mi casa está en la aldea, no en la ciudad. No vivo en la ciudad, sólo trabajo. Soy como un guardián de mi pueblo, me quedo vigiando, cerca de la computadora para poder comunicar lo que está pasando a la gente de Sao Paulo, de Brasilia, de Manaus, comunicarme con todo mundo.

Un mensaje para quienes pueden escuchar y cambiar el mundo

Quisiera dejar un mensaje para los niños y los estudiantes que no saben sobre nosotros, que no conocen la foresta, ni la comunidad, ni a mi pueblo; un mensaje para quienes no conocen las costumbres tradicionales, ni a los chamanes o a las curanderas que viven en mi aldea. La gente de la ciudad que estudia, necesita acercarse a nosotros. Necesitamos acercar a nuestros hijos para que hagan amistad, para que se hagan amigos, para que se defiendan y luchen juntos. Ése es mi mensaje para el pueblo de la ciudad. Si les parece buena mi idea, aquí la dejo grabada para que se difunda entre quienes la quieran escuchar: el profesor y la profesora, para que enseñen buenas cosas y se preserve la naturaleza. Y que esto sirva a los pueblos de todo el mundo: Venezuela, Colombia, Ecuador, Brasil, México, Europa, Argentina, Japón. Quisiera que el mensaje llegara a otra gente que escuche y tenga voluntad de ayudar. Nuestra lucha es importante para nuestro pueblo y para el pueblo brasileño, no sólo para el pueblo yanomami. Hay que tener indios en esta tierra. El pueblo de la foresta también necesita ayudar al pueblo no-indio. Sabemos que mi piel es diferente, pero somos un único ser humano. No tenemos distinción. La sangre, la piel es diferente, pero el creador del mundo, Omamë, dice que somos todos hermanos, un sólo ser humano. Corre una sola sangre.

La épica de la oposición

por Juan Pablo Maccia



El fenómeno político Lanataquedaría incompleto si durante las semanas próximas la épica del show no se extendiese al campo político: toca a la oposición capitalizar el trabajo que cada domingo despliega Periodismo para Todos. Una tarea que no es fácil y que es vivida no sin cierto dramatismo.

Este dramatismo que recorre a la opo se debe a que será la última vez en la que enfrentará al kirchnerismo en su conformación actual (con poder y con perspectivas de continuidad, con una economía que no le juega en contra).

Las encuestas de tipo sociológicas empobrecen el fenómeno de la opo al definirla abstractamente a partir de tres espacios que oscilan de modo variable los tres tercios: el tercio kirchnerista, el antikirchnerista y el amplio tercio de quienes oscila en cada elección entre ambos polos.

Los armadores políticos son más concretos en su tarea de constituir tres espacios electorales: el tercio mayor corresponde al oficialista Frente para la Victoria (única fuerza política nacional vivaz y consolidada) y los tercios menores de la opoatravesados por la dispersión: el bloque que va del radicalismo a la centro izquierda y aquel otro que va hacia la centro derecha, abarcando al macrismo y a sectores del peronismo opositor.

Con todo, prefiero analizar la coyuntura desde otro punto de vista: el de los proyectos de poder en disputa. Perón entendía al proyecto de poder como la capacidad de “gobernar el desorden”. Desde ese punto de vista es claro que, después del 2001, sólo el kirchnerismo se ha constituido como fuerza política con proyecto.

En una reciente entrevista Agustín Rossi (actual Ministro de Defensa) se refirió al liderazgo de la presidenta como “intenso”. Un liderazgo tal puede no ser tan extendido (como lo fue el de Perón o el de Menem) y ser capaz –sobre todo en ausencia de competencia- de promover momentos mayoritarios.

Sin liderazgo ni proyecto, el objetivo estratégico de la opo se reduce a bloquear el liderazgo de la presidenta, sobre todo en impedir su reelección. Se trata de forzar un escenario post-cristinista. De iniciar el tránsito desde la actual situación de miserabilidad estructural (dada por la obligación de juntarse entre muchos para intentar arruinar a quien gobierna) a una situación de competencia por el gobierno.

En esa batalla, el objetivo táctico fundamental, en vistas al 2015, es la captura de dos piezas fundamentales del kirchnerismo bonaerense: Scioli y Massa: sólo una elección mediocre del oficialismo en el más determinante de sus distritos podría desgarrar al peronismo.

Se trata de una tarea titánica, casi una utopía. Pero no todo es hostil al propósito de la opo. Al menos cuatro factores le favorecen: un postergado sentimiento de revancha, la colosal mediocridad de las estructuras del Frente para la Victoria (sobre todo en las provincias), el invaluable GPS del “compañero” Lanata y un papa peronista. Solo falta, quien sabe se les de, la mística de la hora.

¿Qué está pasando en Estambul? (video + fotos)


y algunas, por cierto, muy buenas fotos:

Tear gas surrounds a protestor holding a Turkish flag with a portrait of the founder of modern Turkey, Mustafa Kemal Ataturk, as he takes part in protests against the Turkish Prime Minister and his ruling Justice and Development Party (AKP) in Ankara on June 1, 2013. (Adem Altan/AFP/Getty Images)

A wounded protestor is carried away during confrontations with riot police as they demonstrated against the demolition of Taksim Gezi Park on May 31, 2013 in Taksim Square in Istanbul. (Bulent Kilic/AFP/Getty Images) #

Protestors clash with riot policemen on May 31, 2013 during a protest against the demolition of the Taksim Gezi Park in Taksim Square in Istanbul. (Gurcan Ozturk/AFP/Getty Images) #

Protestors clash with Turkish riot policemen during a protest against the demolition of Taksim Gezi Park on May 31, 2013, in Taksim quarter of Istanbul. (Bulent Kilic/AFP/Getty Images) #

Volunteer doctors help injured protestors inside a mosque during a clash with Turkish riot police at Besiktas district in Istanbul on June 3, 2013. (Ahmet Sik/EPA) #

Protestors clash with riot police near Turkish prime minister Recep Tayyip Erdogan’s office in Istanbul on June 3, 2013. (Gurcan Ozturk/AFP/Getty Images) #

Thousands of people walk on Istiklal Street holding Turkish flags during a demonstration against the conservative government of Prime Minister Recep Tayyip Erdogan in Istanbul on June 2, 2013. (Tolga Bozoglu/EPA) #

Protestors shout during a demonstration against the conservative government of Prime Minister Recep Tayyip Erdogan in Istanbul on June 2, 2013. (Tolga Bozoglu/EPA) #

Demonstrators flee from a water cannon during clashes with riot police on May 31, 2013 during a protest against the demolition of Taksim Gezi Park, in Taksim Square in Istanbul. (Stringer/AFP/Getty Images) #

A man is hit by a water cannon during a protest against Turkey’s Prime Minister Tayyip Erdogan and his ruling Justice and Development Party (AKP) in central Ankara on June 1, 2013. (Umit Bektas/Reuters) #

Demonstrators clash with a police water cannon outside Turkish Prime Minister Recep Tayyip Erdogan’s working office in Besiktas Istanbul on June 2, 2013. (Ozan Kose/AFP/Getty Images) #

Volunteer doctors help injured protestors inside a mosque during a clash with Turkish riot police in the Besiktas district in Istanbul on June 3, 2013. (Ahmet Sik/EPA) #

Demonstrators set fire to barricades as they clash with riot police during an anti-government protest at Taksim Square in central Istanbul May 31, 2013. (Murad Sezer/Reuters) #

Riot police use tear gas to disperse the crowd during a protest at Taksim Square in central Istanbul on May 31, 2013. (Murad Sezer/Reuters) #

A demonstrator waves Turkey’s national flag as he sits on a monument during a protest in central Ankara on June 2, 2013. (Umit Bektas/Reuters) #

An anti-government protester holds a Turkish national flag with a portrait of Mustafa Kemal Ataturk, founder of modern Turkey, on it during a demonstration in Ankara on June 2, 2013. (Umit Bektas /Reuters) #

Protesters carry the Turkish flag and shout anti-government slogans during a demonstration at Gezi Park near Taksim Square in central Istanbul on June 3, 2013. (Stoyan Nenov/Reuters) #

Protesters shout anti-government slogans during a demonstration in Ankara on June 3, 2013. (Umit Bektas/Reuters) #

Protestors clash with Turkish riot policemen during a protest against the demolition of Taksim Gezi Park on May 31, 2013 in Istanbul. (Bulent Kilic/AFP/Getty Images) #

Protestors clash with riot policemen over the demolition of Taksim Gezi Park on May 31, 2013 in Istanbul. (Bulent Kilic/AFP/Getty Images) #

Riot police mass against protestors on Istiklal street on June 1, 2013 during a protest against the demolition of Taksim Gezi Park in Taksim Square in Istanbul. (Ozan Kose/AFP/Getty Images) #

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An injured demonstrator is cared for during protests in Ankara on June 1, 2013. (Adem Altan/AFP/Getty Images) #

A policeman fires tear gas during a protest against Turkey’s Prime Minister Tayyip Erdogan in central Ankara on June 1, 2013. (Adem Altan/AFP/Getty Images)#

An injured demonstrator is helped during clashes between riot police and demonstrators in Ankara on June 1, 2013. (Adem Altan/AFP/Getty Images) #

Demonstrators clash with police during a protest against Turkey’s Prime Minister Tayyip Erdogan in central Ankara on June 1, 2013. (Adem Altan/AFP/Getty Images) #

Graffiti covers a shop window on Taksim square in Istanbul on June 3, 2013 after days of protests. (Bulent Kilic/AFP/Getty Images) #

People distribute free food to protestors in Taksim Gezi park in Istanbul on June 3, 2013. (Bulent Kilic/AFP/Getty Images) #

Protestors clash with riot police near Turkish prime minister Recep Tayyip Erdogan’s office in Istanbul on June 3, 2013. (Gurcan Ozturk/AFP/Getty Images) #

A couple celebrates their wedding with demonstrators near Taksim square on June 2, 2013. (Gurcan Ozturk/AFP/Getty Images) #

A Turkish boy jumps through fire during clashes in the Gazi district of Istanbul on June 11, 2013. (Bulent Kilic/AFP/Getty Images) #

A protestor hit by police water cannon falls during clashes in Taksim Square in Istanbul on June 11, 2013. (Kerim Okten/EPA) #

People flee tear gas on Taksim square on June 11, 2013. (Bulent Kilic/AFP/Getty Images) #

Protesters run as riot police fire teargas and water cannons in Taksim Square in Istanbul on June 11, 2013. (Osman Orsal/Reuters) #

Riot police fire tear gas to disperse the crowd during a demonstration near Taksim Square on June 11, 2013 in Istanbul. (Lam Yik Fei/Getty Images) #

Riot police fire tear gas to disperse the crowd during a demonstration near Taksim Square, on June 11, 2013 in Istanbul. (Lam Yik Fei/Getty Images) #

A protestor attacks a police water cannon vehicle in Taksim Square on June 11, 2013 in Istanbul. (Gurcan Ozturk/AFP/Getty Images)#

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Protesters carry a wounded man in Taksim Square in Istanbul on June 11, 2013. (Murad Sezer/Reuters) #

A woman reacts to tear gas in Istanbul’s Taksim Square on June 11, 2013. (Aris Messinis/AFP/Getty Images)#ry 

Hipótesis contra-fáctica

por Juan Pablo Maccia


Imaginemos que a estas horas el intendente de Tigre, Sergio Massa, se reúne con su par Mauricio Macri para ultimar detalles. Los tiempos políticos se aceleran. De los cinco campos de batalla disponibles se avanza sobre tres: lo mediático, lo jurídico y lo electoral. La cosa no estalla aún del todo en la economía ni desborda a las calles.
Imaginemos que la decisión de declarar inconstitucional la elección en primarias de los miembros del Concejo de la Magistratura (que no importa tanto en relación a la intrascendente “democratización de la justicia”, pero que sí impacta en la táctica electoral del Frente para la Victoria, que cuenta con esa lista para nacionalizar una elección en la que no tiene candidatos locales convincentes) queda en firme.
Imaginemos el inminente anuncio de la candidatura de Sergio Massa, retoño liberal, crecido en las tierras más fértiles del peronismo menemista y duhaldista, con un armado bien tejido alrededor suyo.
Imaginemos, en fin, que cae la máscara con la cual se logró durante estos años que el PJ gobierne en nuestro nombre, ¿tal cosa sería admisible por nosotros?, ¿qué haríamos ante una situación como esta?
¿Y qué nos quedaría? ¿Rezar para que Scioli sea leal a la presidenta? ¿La candidatura presidencial de Scioli?, ¿Scioli contra la derecha? ¿Scioli, de nuevo, como héroe salvador?
Si así fuera –y sé bien que nada es tan así y que esto no más que literatura- habría que admitir que nos hemos equivocado todos. Quienes no se adentraron en Unidos y Organizados, por obnubilados. Quienes sí lo hicimos por ausencia de iniciativa propia. Y la jefa (y los jefecitos) por confiar en exceso en las virtudes del encuadramiento y la conspiración.
Sin candidatos locales de peso, precisamos a la presidenta. Sólo ella puede indicarnos en esta hora eventual cómo sigue esta lucha. Precisamos saber en quién(es) hemos de confiar. Si es ella, que sea y, si no, ¿en quién? Al héroe colectivo se le caen las bolas al suelo de sólo imaginar al danielnauta.
¿Ante un escenario así, como no habríamos de preguntarnos si no hemos cometido errores? Quizás el más grande de ellos fuera –llegado el caso de asumirlos- el haber pasado de la “fobia” al “amor” por estado, sin estaciones. No supimos desconfiar. Pasamos del escepticismo a la credulidad sin mediación alguna.
Hemos chocado dos veces con la misma piedra. No hemos reparado ni entonces ni ahora en que no existe un concepto llamado Estadomás allá de los estados empíricamente existentes. Y estos son heterogéneos y cambiantes. Existen, sí, las coyunturas, las formas estatales concretas, procesos y estructuras. Nada del orden trascendente o de la salvación.

Luchar contra el estado neoliberal no suponía desconocer la importancia del orden institucional. Construir el estado postneoliberal no suponía “amar al estado”. La estatalidad, si a ella íbamos a entregarnos, era ya síntesis burguesa de las diferencias. En su regazo solo se alimenta la separación organizada, los mercados más o menos asistidos, las justificaciones más o menos progresistas de la desigualdad.
Éste, nuestro error, vale por dos. No haber confiado más en la promoción de dirigentes provenientes del movimiento social, con potencia política (y electoral) propia; haber llevado el proceso político al choque con la legalidad. Se trata de dos caras de una misma subordinación de la irrupción democrática del 2001 al sistema político como representación y al juego institucional como contrato social.

La droga es el otro.

por Diego Valeriano
Legalizar o no la droga parece una discusión bastante demodé, se me hace que es  un debate de foros internacionales o de medios de comunicación que creen que como algunas personas lo creen de la patria, la droga es el otro. Es más, me arriesgo a decir que es algo más bien de la década de los noventa, cuando el consumo de drogas comenzaba a masificarse y las políticas represivas no iban para ningún lado. En ese sentido me gustaría debatir algunos de los términos esgrimidos en este mismo medio Lucas Gordon,con nota Basta de guerra: repensar la política sobre drogas.
En el capitalismo runfla la legalidad o ilegalidad solo son categorías validas cuando a alguien le conviene ¿en que se modificaría la legalidad de la droga? Según el articulo citado, “la liberación  vaciaría la fuente de renta del crimen organizado, controlaría la calidad de las sustancias consumidas, liberaría el desarrollo de investigaciones científicas con sustancias hoy ilegales y demonizadas”; pienso en negocios que no están para nada prohibidos como la venta de ropa y siguiendo el mismo razonamiento noto que la ropa que todxs consumimos cada vez es de inferior calidad, esta manchada con sangre de las víctimas de la trata, financiando la renta del crimen organizado ¿alguna actividad más? Pensemos en la minería, una remiseria en el Doque o los agrocultivos; siendo supuestamente legales (ay! Maravillosa soja) están tan manchados de muerte, injusticias y sangre como la pasta base.
Otro de los datos alentadores que nos da la nota  es que liberar de la tutela del Estado” el uso de su propio cuerpo por parte de los individuo ¿Dónde pasa eso realmente? Cualquier consumidor de cualquier cosa hace con su cuerpo cualquier cosa menos estar bajo la tutela estatal ¿Qué legalidad estatal separa a un  individuo del consumo de merca? En el capitalismo runfla el Estado es un actor más que lejos de regular negocia y disputa con dispar éxito algunas pocas cosas. ¿Tutela estatal del uso del propio cuerpo de un pibe de 12 en la 1.11.14 a la hora de fumar base?
El nuevo capitalismo runfla, el de la abundancia y los cuerpos, donde el consumo libera está lejos de moverse en términos de legalidades o ilegalidades. Todo negocio es sangriento y se lleva puesto a los dóciles por  supuesto que hay gente que va presa o no, que hay jueces y policías pero solo como otros actores más del negocio. Muchas veces principales y muchas no.
¿Legalizar o deslegalizar? No cambiaría absolutamente nada porque  ya no importa. Despenalizar es un buen paso para evitar que nos hinche las bolas algún rati mala leche, aunque los usuarios ya llevamos la despenalización a las calles.

Apuntes para la militancia II

por Diego Valeriano
Un sinnúmero de llamados telefónicos, de mails, de guatsap, de comentario en radios y blogs, de gritos por la calle, varias amenazas y algún agradecimiento (¡Es lo que siempre quise decir y no sabía como decirlo», me dijo un petiso de sandalias ayer en la cola del chino) fue el saldo de mi última intervención. Ejemplos y más ejemplos de la inexistencia de la militancia, pidieron unos; que explique por qué agotada la militancia solo la víctima es política, indagaron otros con sinceridad. Ambas cuentas son saldadas aquí abajo. Y el que se envicie o le sobre paciencia puede pasar a las inevitable reflexiones críticas que me asaltaron al encontrarme con esta nota en este mismo pasquín (allí sugiero que nada es más estéril y anacrónico que impulsar la legalización de las drogas) y que se encuentran en la entrada siguiente.
1- Militancia, ¡no existís!


2- Sólo la víctima es política
Retomo allí donde habíamos dejado: la militancia no existe. Las ideologías y la organización no son más que ficciones. Flacos simulacros. Nadie que haga política y tenga más de veinticinco años puede contradecir, con una mínima convicción, esta realidad. ¿Qué es, entonces, aquello que existe en el lugar de la militancia y de los militantes? Existen los negocios, las carreras personales, los egos, la guita, organizar el tiempo en torno a algunas cosas, las excusas, las necesidades, el vedetismo, la gestión y administración, los guetos y microempresas, la búsqueda de trascendencia, el deseo, el ascenso social, las ganas de ser parte, las pertenencias, el amor, el odio, la inquietud, la vergüenza, la competencia, la potencia y la venganza. Mi dirán: ¡una crítica moral! Nada más lejos: no hay aquí valoración, sino juiciosa descripción.
Existen, eso sí, las víctimas ¿Qué es una víctima? Es una persona que, por una acción u omisión externa, vio truncado el tranquilo y normal desarrollo de su vida. Cuando hablo de “acción u omisión”, especifiquemos, me refiero al Estado. El Estado no pudo, no supo, no quiso, entonces, evitar que se vea transformado negativamente el normal desarrollo de la vida, de una o de un grupo de personas. Lo que la habilitará a encarnar un tipo de ciudadanía popular basada en la búsqueda de justicia. “Cuando la persona que perdió un ser amado se potencia en la búsqueda de justicia construye esa lucha una suerte de ciudadanía popular que nos interpela a tod@s”, decíamos en un apunte anterior.
Sin embargo, hay que afinar más el lápiz y buscar algo de precisión, sobre todo para repeler el obvio todos somos víctimas. Cuando hablo de “transformación del normal desarrollo de una vida”, me refiero a una transformación radical: que por mi otrora apacible cuadra comience a pasar La Lujanera o que construyan un edificio al lado de casa con jardín no me vuelve víctima, más allá que entorpece el normal desarrollo de mi vida. Cuando hablo de transformación radical digo: muerte, secuestro, desalojo, deshecho de un modelo económico, incautación del futuro familiar.
La existencia de las víctimas es la clara muestra de la particular existencia de la política, precisamente allí donde ya no exista. Mejor dicho: existe en tanto orden que regula con eficacia nuestras vidas y el que, por acción u omisión, todos estamos de acuerdo, pero no una herramienta organizada de transformación que se oponga al mercado.
La guita deja un tendal de cuerpos, no siempre víctimas. Un narco boleteado bajo las reglas correspondientes por la policía, no es una víctima –como no es el “barra brava” que ayer mató la yuta. El hijo de un falso ingeniero secuestrado y asesinado por una banda mixta, sí –por no hablar de la piba de la que hablan todas las radios. Un pibe chorro muerto por un tiro en la espalda es una discusión.
Dos categorías diferentes, entonces.: la víctima purala pre (o semi) víctima. La víctima pura accede inmediatamente al welfare mediático y a los derechos que éste habilita. El pibe chorro es una pre-víctimasus familiares y amigos deberán dar una primera pelea por transformarlo en víctima plena y así intentar conquistar la opinión pública. El pibe chorro deviene victima si ciertas almas nobles que habitan medios, palacios gubernamentales y juzgados logran sensibilizarse frente a su historia. La pre-víctima comienza un trabajo desde el dolor para ser escuchada y comprendida. 
Porque si no se es víctima, no se es nada.

Entre los fierros

por Diego Valeriano

Entre los fierros brota sangre y cansancio. Ya el Sarmiento no da ni bronca, solo hastío. Pienso, no ya en la vieja herida que hace dos minutos ayudé a bajar del tren, ni en el pibe que vi quebrado, sino en cómo mierda voy a la facultad. El 136 que me deja cerca de Rivadavia y Puán no para en ningún lado y, según dicen, en Ituzaingó cortaron Rivadavia. Busco un remis y tampoco hay ninguno por ningún lado. Viendo el panorama, decido irme a un barcito que esta frente a la estación: ¿que hago ahora varado en Castelar? Intento llamar por teléfono y no tengo servicio de red. El mozo me explica que, por el accidente, el ministerio de seguridad (recién pasó Berni), bloquea todas las lineas para liberar el espectro. Lo miro con asombro y le pido un café con leche con dos medialunas. Estoy al medio de todo, ni en casa ni en el trabajo y, para colmo, me olvidé la notebook. Leo el diario y según las especulaciones, la lista del FPV la encabezan Insaurralde, Randazzo y algunos más. Me imagino a Randazzo ahora con cara de «me quiero matar» y despidiéndose de esa lista… aunque uno nunca sabe. 
¿Y ahora? La Patria es el Otro, pero las penas son de nosotros. Las ambulancias van y vienen, dos helicópteros sobrevuelan la zona. 
Estoy aturdido y con las bolas llenas. No sé para que lado salir. Pago y salgo a la calle, miro para ambos lados de la vía y decido salir caminando para casa, por ahí en tres o cuatro horas llego.

Desprecio

por Diego Valeriano


No sé bien qué significa el “desprecio”, pero creo que tiene que ver con la falta de respeto por el otro, por lo que el otro es, por lo que significa. Medio que vivimos en ciudades donde nos despreciamos todxs: solo con estar un día fuera de tu casa sobreviviendo somos despreciados 287 veces y desprecias unos 301. Odiamos y tememos muchas más. Despreciar al otro te permite volver a casa a salvo.

Despreciar es como odiar, pero peor. El despreciado es un ser indigno, es (soy) tomado por boludo. El despreciador mira con desdén, con altanería y superioridad. Devalúa arteramente al otro.

Pero desprecio, lo que se dice desprecio, es lo que sienten muchos de los que hacen política con las víctimas. Para comprobarlo basta leer a los ciber-militantes en twitter o facebook que, sin saber una goma, tiran desde teorías conspirativas (no sólo el gordo tranza piquetero) hasta culpabilidades absurdas; denunciadores felices posteando a lo pavote. Declaraciones altisonantes, dirigentes de mini partidos mendigando aire, noteros de TN, programadores de noticieros, vecinos de enfrente: todos despreciando a las víctimas con tal de aparecer, o ser.

Superando con creces a los militantes (como corresponde institucionalmente) a operadores y demás, los Pimpinella recargados fueron más allá y se la jugaron con todo: acorde con las mejores escenas del desprecio por la vida volvieron a hacer de las suyas:

Joaquín Galán: “¡Yo también sufrí un hecho traumático y sé lo que se siente!”.

Lucía Galán: «Además de la solidaridad también tengo que decirlo, siento un poco de bronca e impotencia, ¡porque la verdad es que estamos poniéndole todo!«.


No sé bien qué significa el “desprecio”, pero me doy cuenta al toque que en su mundito siempre un poco mugriento no es un problema importante.

Orden y Progreso: ¿Para quién?

Sobre las protestas urbanas en San Pablo durante los últimos días
por Lucas Amaral de Olivera y Rafael de Souza
Brasil es una democracia representativa. De tiempo en tiempo podemos levantarnos e ir a elegir a nuestros gobernantes, con la esperanza –muchas veces mínima- de poder promover cambios efectivos en nuestro país. También estamos seguros que habrá relevos en los liderazgos políticos de las distintas coaliciones y los cargos a los que aspiran. Es decir, existe toda una arquitectura institucional funcionando regularmente que, felizmente, no da señales de poder rupturas sustantivas en cuanto a sus mecanismos democráticos de constitución del orden. Sin embargo, no sólo de elecciones se hace una democracia.
No podemos negar que Brasil pasa hoy por tiempos mejores, sobre todo si comparamos respecto a los años de la tiranía de la dictadura. El país está en una posición privilegiada, con una moneda fuerte, el desempleo alcanza cerca del 4% de la población económicamente activa, el consumo es considerablemente alto; sin dudas que la economía está en su mejor condición en muchos años. Sin embargo, no sólo del PIB vive la democracia.
En ningún momento todo ello se invirtió en una mejora significativa para la mayoría de la población. Tenemos una democracia, si. Sin embargo podemos definirla como una “democracia ritual”. Al contrario de lo que se dice recurrentemente, en Brasil no se vive un Estado de bienestar social y de libertad amplia de derechos. Una democracia plena debiera reflejar el grado de adhesión a una cultura del disenso. Es decir, el conflicto de ideas, valores y utopías debería ser fundamental para la creación de nuevos proyectos sociales y la implementación de una relación mutuamente constitutiva entre la sociedad civil y el Estado. Sin embargo, las banderas de la “cooperación” y el “orden social” como condiciones para alcanzar el “progreso” económico, han obligado al Estado brasileño a un tipo de desarrollo sostenido en la exclusión sistemática de los movimientos sociales y las alternativas políticas que cuestionen el modelo actual de crecimiento.


La tolerancia respecto a las expresiones de disenso debiera ser el logro máximo de los principios republicanos de participación, inclusión social y ejercicio legítimo de la libertad de expresión. Los movimientos sociales, en sus múltiples dimensiones y ámbitos de interés, representan justamente los impulsos de auto-transformación y auto-gobierno de una sociedad.

Aquí tiene sentido traer al debate el concepto sociológico de “cultura política”, referido a un conjunto de ideas y valores que dan cuenta de la relación de la ciudadanía con las instituciones políticas. La cultura política orienta, de manera general, el modo en que las personas dan sentido a las instituciones, la clase política y los episodios de conflicto. Ella se puede expresar también en la forma en que las autoridades políticas lidian con el conflicto social, promoviendo o excluyendo determinados derechos ciudadanos.
En la fatídica noche del pasado jueves 13 de Junio, São Paulo quedó envuelta por una nube de gas lacrimógeno y su piel marcada por las balas de goma. La ciudad más grande de América Latina, la “locomotora de Brasil”, vio como más de diez mil personas salían a la calle a demostrar su insatisfacción por una serie de cuestiones, que van mucho más allá del mero aumento del precio del pasaje del transporte público –que subió de R$ 3.00 a R$3,20 la última semana-. Fue la cuarta gran manifestación en la ciudad, organizada por el Movimiento Passe Livre (MPL), en protesta por los precios abusivos del transporte público. Tuvimos una noche de jueves llena de escenas casi de guerra –la militarización del centro de la ciudad fue una realidad-, con un balance de más de 250 detenidos y cerca de 50 heridos, entre ellos siete reporteros de Folha de São Paulo, el periódico de mayor circulación de la ciudad.


La Policía Militar del Estado de São Paulo (PM), truculenta como siempre –no podía ser de otra forma, dada su herencia patológicamente militar y dictatorial-, creó un caos en las avenidas centrales de la capital paulistana, deteniendo inocentes, la mayoría de ellos desarmados que gritaban a cada instante “sin violencia” (não-violência), agrediendo a reporteros, y disparando balas de goma contra jóvenes que imploraban por calma.  Además, como dijo un periodista respecto a la cobertura mayoritaria de los medios de comunicación, “mientras ayer orinaban sobre las personas, la prensa decía que era lluvia”.
Sin embargo, el movimiento demostró que las protestas no podían ser sólo resumidas bajo la consigna de veinte centavos; más bien, abrieron la duda sobre la ceguera e incompetencia de los gobernantes por entender lo que la ciudadanía está comenzando a reclamar: un país mejor, una nación que tenga el derecho a salir a la calle a reivindicar un futuro más digno y una democracia más sustantiva. Es importante decir algo fundamental: obviamente –y no es necesaria demasiada inteligencia, información ni formación política para entenderlo- no se trata de sólo de los 20 centavos. Nunca lo fue. Más bien, esos centavos fueron la gota que rebalsó el vaso de la insatisfacción generalizada.
El descontento se expresa contra un modelo de ciudad y de administración de la misma, en el cual el transporte colectivo, basado en concesiones privadas, cobra tarifas que están lejos de ser proporcionales a la calidad de los servicios ofrecidos. Se trata también del hecho que 37 millones de brasileños están excluidos del sistema de transporte por no tener cómo pagarlo –consideremos que el transporte es, en promedio, el tercer mayor gasto de los brasileños, según los reportes del Instituto Brasileiro de Geografía e Estatística (IBGE)-. Se trata de la diferencia casi esquizofrénica entre los mínimos aumentos del salario mínimo, las tarifas del transporte público y la inflación. Se trata de la pésima calidad y eficiencia del sistema –basta andar en bus, metro o tren en São Paulo-. Se trata también de la suma de muchos otros malestares que están también manifestándose en otras país: el derecho a utilizar los espacios públicos de una ciudad culturalmente rica y supuestamente libre, pero que es caótica, inasible y casi completamente entregada al capital privado. Pero también se trata del derecho a existir a pie, en pie, a ser un peatón con voz, distinto de los artefactos metálicos que circulan sobre ruedas y a bocinazos por las calles de la ciudad.
Nuestra ciudad no son solamente automóviles, desarrollos inmobiliarios y centros comerciales para recibir con entusiasmo a los turistas de la Copa del Mundo. Al menos, no debiera serlo en una sociedad verdaderamente democrática preocupada por la calidad de vida y los derechos de sus ciudadanos. Las manifestaciones, cuya mecha fue prendida por el aumento de la tarifa del transporte colectivo, tienen como telón de fondo un proceso de años que ha venido transformando nuestras ciudades cada vez en espacios más hostiles y ajenos a quienes las habitan. De eso se trata.
La policía, obedeciendo ordenes del gobierno estadual –e instigada por las editoriales de los diarios de mayor circulación del Estado, Folha de São Paulo y O Estado de São Paulo- utilizó la noche del jueves todo su aparato pesado, incluyendo las fuerzas de choque, helicópteros, perros y caballos, con el objetivo de impedir que la marcha llegase a la avenida más importante del país, la Avenida Paulista. Para impedir que los manifestantes tomaran la avenida, la policía actuó haciéndose del control de la misma; así comenzaron los enfrentamientos más graves, que incluyeron agresiones unilaterales de las fuerzas del orden, arrestos injustificados y “preventivos”, muchos de ellos sin pruebas o, en algunos casos, completamente ilegales y arbitrarios –entre ellos la irónica detención de un hombre por portar una botella con vinagre en su mochila, que utilizaría para apaciguar el ardor de los gases lacrimógenos y el gas pimienta-.  Todo fue registrado por la televisión y cientos de celulares. Sin embargo, el gobierno del Estado, apoyado por el gobierno de la ciudad, dejó en claro que no se puede atentar contra el patrimonio público, pero sí, impunemente, atentar contra la ciudadanía y convertir un área completa en un estado de excepción.


El jueves quedó demostrado que en Brasil existe una cultura política que afirma que cualquier respeto por derechos fundamentales debe ser sometido al escrutinio vigilante de las burocracias oficiales. En vez de una manifestación libre donde se expresen las divergencias –un derecho que debiera ser universal e irrestricto-, tenemos una situación de jerarquización de los individuos en función de su identidad como ciudadanos. Con esto, el Estado está diciendo que ser ciudadano no significa organizarse, protestar, hacer valer la propia voz, proponer cambios para una mejor sociedad.
En un Estado que se dice democrático, la integridad física y moral de sus ciudadanos debiera siempre ser un valor mayor que la integridad de las vías para la circulación fluidas de los vehículos. Es cierto, hubo algunos vidrios quebrados, algunas avenidas fueron bloqueadas, se quemó basura, etc.; pero nada de ello se compara con la violencia y el sádico frenesí de algunos miembros de la policía –tanto en la periferia, donde es recurrente y poco reportada, como ahora en el centro de nuestra ciudad excluyente-. Nada tienen que ver con las acciones de esta institución que nació enferma, y que sigue siendo la principal patología del Estado paulista. Se puede argumentar –cómo se hace con frecuencia y no sin razón- que la policía está compuesta también por trabajadores precarios, aunque no por eso son inocentes. No es posible sostener la teoría de la subordinación absoluta y la disciplina ciega como para justificar crímenes y violencia. Si la policía golpea y dispara por la espalda y a los ojos de los manifestantes, todo el aparato militar de la policía paulista debe ser examinado. La misma institución que  frecuentemente es puesta en tela de juicio por organismos internacionales y cuyo cierre ha sido promovido por la ONU. Si con las cámaras prendidas actúan de ese modo, ¿cuál será el modus operandi y la eficiencia táctica de esta policía –según investigaciones, la que más personas asesina en el mundo- en el “silencio de la noche” y en los rincones paulistas donde no llega la prensa? Nuestra hipótesis es que lo que hemos visto estos días en el centro de São Paulo es sólo una sinopsis, un teaser, un pequeño trozo de lo que ocurre cotidianamente en las periferias de las grandes ciudades brasileñas.
Lavarse las manos en un momento como éste, tal como lo ha estado haciendo hasta ahora el prefecto Fernando Haddad, es pactar con la ignominia, es ser indiferente a las luchas y las demandas de la población. Sociológicamente hablando, nuestra democracia política está más o menos paralizada, como quedó en evidencia el pasado jueves cuando el discurso que primaba era el del conflicto social como mera expresión del desempleo o manifestación de alienados contra la dirección política del gobierno. Cualquier manifestación demandando derechos o exigiendo mejor calidad en la provisión de los bienes públicos ha sido encarada por la clase política y las burocracias estatales a través como protestas mínimas o expresiones marginales frente al orden social. La participación y la disidencia son vigiladas y reguladas en función de su cooperación a la mantención del orden. Tal vez más que nunca Brasil esté desplegando con fuerza, de manera jerarquizada y autoritaria, el lema de su bandera: Orden y Progreso.

Estalló Brasil: “Nuestros 20 céntimos son el parque de Estambul”

por Francisco Peregil, desde San Pablo

Salieron de Facebook y tomaron las calles de Brasil como no se recordaba desde la época en que terminó la dictadura (1964-1985) cuando el pueblo exigía democracia, y desde los reclamos a favor de un juicio político contra el presidente Fernando Collor, en agosto de 1992. Lo que comenzó este viernes 14 de junio en São Paulo como un movimiento contra la subida de la tarifa del transporte público derivó el lunes en un grito histórico de indignación: cien mil personas en Río de Janeiro, 65.000 en São Paulo y decenas de miles en Brasilia, Maceió, Porto Alegre, Fortaleza, Salvador, Vitória, Curitiba, Belém y Belo Horizonte. En total, más de 240.000 ciudadanos, sin ningún líder visible, ni ninguna organización dominante, clamaron contra la mala gestión del transporte, la corrupción y la violencia policial, entre otras cuestiones.

Por encima de las pequeñas escenas aisladas de violencia, la noticia fue el orden y la paz con la que discurrieron las marchas. En Río de Janeiro un grupo de manifestantes invadió la Asamblea Legislativa. En São Paulo, otro pequeño grupo fue repelido por las fuerzas de seguridad cuando intentaron invadir el Palacio de de Gobierno. En Porto Alegre, la policía tuvo que dispersar con gas a varios manifestantes que apedrearon a los agentes. En Brasilia, decenas de manifestantes tomaron durante varios minutos el tejado del Congreso. Pero nada de eso logró empañar la estampa de cientos de miles de personas caminando pacíficamente por las principales capitales del país.
En São Paulo, donde se produjeron el mayor número de heridos y detenidos el pasado jueves, la policía se mantuvo a un prudente distancia y con escasísima presencia, mientras los manifestantes coreaban: “¡Que coincidencia, no hay policía y no hay violencia!». Había cientos de manifestantes, filmando, fotografiando, tuiteando todo lo que sucedía ante sus ojos. Y miles de ellos portaban cartulinas blancas, minipancartas, con pequeños mensajes dirigidos al mundo.
En las cartulinas había de todo. Desde el clásico “haz el amor y no la guerra” hasta “libertad para [Julian] Assange”, escrito en inglés; “No venga al Mundial”, también en inglés; “Disculpen las molestias, estamos mudando el país”; “No son los céntimos, son los derechos”; “Si algún céntimo fuera para educación, yo no estaría aquí”; “Por una vida sin tornos [en referencia a los del metro]”; “el transporte no es mercadería”; “Hace ocho meses éramos electores. Ahora somos vándalos; “Estamos luchando por usted”. Entre los cánticos de São Pablo el más repetido, acompañado por decenas de tambores en un ambiente plenamente festivo, fue el que invitaba a salir a la calle contra la subida de las tarifas en el transporte.
Diez días, más de 100 heridos y 230 detenidos después de su primera marcha en Sao Pablo, el Movimiento por el Pase Libre, que reclama el acceso gratuito al transporte público, ha hecho historia en el país. Pero ahora, las razones de la protesta son más vagas y ambiciosas. Cuando se pide a los entrevistados escoger una sola razón entre todas las que le han llevado a la calle, la respuesta casi nunca surge al instante. Pero termina llegando.
“Yo me manifiesto por los derechos humanos de los indígenas, de los homosexuales, de las minorías”, explica la activista Rebeca Lerer, de 36 años. “El aumento de la tarifa es sólo la gota que colmó el vaso”, añade. “Fuera de Brasil se dice que está todo bien, todo lindo, pero la cuestión de fondo es que no estamos solucionando los problemas históricos de desigualdad”.
Rebeca Lerer cree que la gestión del transporte en la ciudad más poblada de Brasil, con 11 millones de habitantes, fomenta esa “desigualdad histórica”. “La mayor parte de los recursos se destinan a la industria del automóvil y se deja a un lado el transporte público. El tráfico es un caos, mucha gente tarda tres y cuatro horas en llegar a su trabajo. Y entre las doce y las cinco de la mañana no hay transporte. En la periferia hay como islas de gente que nunca viaja al centro, porque para ellos trasladarse es un lujo. La ida y la vuelta desde casa al trabajo cuestan seis reales diarios (2,1 euros). Eso ya es mucha plata para muchos. Con esas condiciones, ¿cómo se puede permitir una subida?”.
“Los 20 céntimos de aquí son el parque de Estambul”, explica un grafitero de São Paulo, en referencia a las protestas que se desencadenaron en Turquía por la construcción de un centro comercial sobre un parque adyacente a la plaza de Taksim. “Yo llevaba varios años pintando grafitis en contra de las subidas”, añade el citado grafitero, quien prefiere no revelar su nombre. “Hace unos tres años, cuando subieron el precio a tres reales ya dije que era un robo. También pinté hace cuatro años contra la forma en que se estaba gestionando el mundial. Se está llevando por debajo de la mesa, sin transparencia. Y escribí en un gran muro donde decía que si se jugase la Copa de la Corrupción, Brasil ya la habría ganado. Pinté también muchas veces la frase ‘Vamos a las calles’, porque Facebook no basta. Y de pronto la gente respondió. Hay pancartas que decían ‘Hemos salido de Facebook”.
¿Por qué ahora? “Por dos factores: Estambul y la llegada del Mundial en 2014”, continúa el grafitero. «Lo de Estambul empezó porque el Gobierno pretendía destruir una plaza para construir viviendas. Y nosotros tenemos aquí mucha más tierra verde arrasada en la Amazonia que en toda Turquía. Así que ves a la gente de Estambul protestando y te preguntas qué hacemos parados. Y por otro lado, está el Mundial de 2014. Sabemos que todo el mundo nos mira y que somos el país del fútbol. Pero no queremos ser conocidos sólo por el fútbol”.
Su amigo y compañero militante en la tarea de difundir la protesta por las redes sociales, el fotógrafo Rafael Vilela, responde: “Yo me manifiesto porque creo que otro mundo es posible. Y quién sabe si dentro de unos años la gente recordará que todo comenzó por 20 céntimos”.
“Yo me manifiesto para pedir respeto”, añade el economista Caio Tendolini, de 28 años. “Hay falta de respeto de la comunidad religiosa a los gais. Y también de ciertas organizaciones gais que afirman que todos los evangélicos son racistas y homófobos. Hay falta de respeto hacia las mujeres que quiere abortar. Y el Congreso pretende aprobar un proyecto donde se prohíbe el aborto incluso en caso de violación. No se respeta a los pueblos indígenas porque se pretende destruir su hábitat en la selva para construir la presa hidroeléctrica de Belo Monte…” 
Esta semana la revista brasileña Veja se preguntaba de forma irónica en su portada: “¿Después del precio de los billetes, llegará el turno para la corrupción y la violencia?” “Eso es lo que nos critican los medios de la derecha”, señala Caio Tendolini. “Ellos atacan al Gobierno por la corrupción y la inseguridad. Y pretenden ridiculizar la protesta. Pero reclamar que no suba el precio del transporte es algo tangible, concreto. Acabar con la corrupción, no”.

Rousseff: «

Es así (un demo de sensaciones breves y profundas)

por Marcelo Laponia



Lado A:

El kirchnerismo es lo mejor que nos pudo pasar. Los juicios por derechos humanos y la consagración de varios derechos sociales. Estuve en la marcha del 25 de mayo. Vi a los pibes laburando durante las inundaciones, sobre todo en la Ciudad de La Plata. Hay mejores leyes en varios terrenos (asignación universal, YPF, jubilaciones, medios, etc). Veo fútbol gratis para todxs. Hay un esfuerzo porque la guita circule. Hay una disputa creciente con las diversas corporaciones mediáticas, financieras, judiciales. Pueden, si lo desean, comparar con las alternativas que nos presentan otras fuerzas políticas.

Ladp B

El kirchnerismo es una porquería atroz. Insensible a las tragedias;  arbitrario en el beneficio de la obra pública; aliado con poderes económicos (cerealeras, hipermercaodos, mineras, petroleras), mafias (sindicales, empresariales) y con personajes horribles como Vila o Manzano); sosteniendo en lo peor de las gobernaciones e intendencias (de Insfrán a Julio Pereyra, por nombrar uno de cada), identificado con un modelo neoliberal de consumo (Puerto Madero, Récord de venta de autos).

El kirchnerismo es una mierda: es lo mejor que nos pudo pasar.

Clinämen: Conflictividad y finanzas

 
Conversamos con Pedro Biscay, investigador de ilegalismos financieros y coordinador del área Fraudes Económicos y Bancarios de PROCELAC en el Ministerio Público de la Nación, sobre conflictividad y finanzas. El endeudamiento como vía de sujeción. YPF vista a la luz de la disputa por el ahorro y de la orientación de las inversiones. Blanqueo económico: asimetría entre poder financiero y poder político.

Victimas y victimistas

por Diego Valeriano
(@valeriano2015 )


Sabemos que la víctima es la única que hace política. Si no hay víctima no hay política. También sabemos que no es fácil ser víctima: es una compleja construcción de valores, una disputa del sentido común, alianzas, coyunturas y legitimaciones. Ninguna víctima nace víctima.
La victima siempre está en el centro de la escena política, las gestiones siguen su itinerario; ya sea para atenderlas, atacarlas o anularlas. Un hecho que produce víctimas cambia la agenda sí o sí; hace sonar teléfonos, genera reuniones, opera medios, despierta ambiciones.
Ahora bien, la víctima hace política y otros hacen política desde la víctima. Estos serían los «victimistas». Algunas fuerzas política cooptan su propia víctima afín a su ideario; otras corren desesperadas tras alguna victimas vacante.

Hay, sí, grupos especialmente victimistas. La izquierda es victimista por excelencia, desde los Mártires de Chicago hasta nuestros días. Es celebratoriamente victimista: lo confirman sus efemérides así lo confirman. El victimismo de la derecha lo asumen, en general, los medios de comunicación y se centra sobre la víctima anónima y común. Y cuanto más anónima, mejor: así pueden moldearla a su imagen y semejanza. 

También hay víctimas a disputar y los victimistas que las persiguen van cambiando con los años y las coyunturas. El kirchnerismo/cristinismo también asume una política victimista y, al hacerlo desde el Estado, le otorga un plus sorprendente. Sale a la caza de las víctimas y las va ganando una a una… y no duda en disputárselas, incluso, a sus familiares. Muy pocas víctimas quedaron fuera de su influencia: las legitima hasta destrozar su legitimidad. Juega con ellas, las pone a su merced como el gato maula. Pero en este proceso las reconoce, les da el valor que jamás tuvieron y hasta consigue que obtengan esa justicia que buscaban y nunca nadie les había dado.

Tarea difícil, entonces, la de las victimas que en su lucha por la ciudadanía popular van  dotándose de sufrimientos, dolores y algunas victorias. Victorias testimoniales y nobles, unas; y otras contundentes, pero pírricas.

Brasil en las calles

por Salvador Schavelzon (especial para Lobo Suelto!)

No fue un “cacerolazo brasileiro” contra un gobierno progresista o de izquierda, como algunos que ven a Dilma aliada de Cristina se apresuran a clasificar. Tampoco una primavera árabe tropical, ni una protesta convencional por un aumento. Dejó a todos “aturdidos”, decían analistas en los medios.

Fue algo nuevo. Fue política. Fue grande. Con respeto de su singularidad digamos que más que cacerolazo destituyente hubo mucho de Que Se Vayan Todos contra un gobierno autista, alejado de la gente, un sistema de partidos allá en lo alto y que no presenta (más?) ninguna alternativa o causas para endosar desde abajo…  Fueron movilizaciones con mucho abierto todavía, mucho por descubrir por la gente que ganó la calle después de mucho tiempo y que seguirá dándole sentido desde dentro.

El escenario donde ocurre: 15 mil millones gastados para organizar la copa del mundo en un país que continua teniendo decenas de millones de pobres, mala educación y salud, pésimo transporte y los bancos como mayores beneficiarios de todo el dinero que está entrando. No es un detalle el dato del Mundial… quizás los 30 mil millones de Belo Monte sean aún más escandalosos, pero la organización del mundial y olimpiadas trae al Brasil un clima de megalomanía y entusiasmo totalmente comercializado, chauvinista y imperial. Y en la calle de 11 ciudades, el 17 de junio, este delirio parecía estar siendo realmente cuestionado.

Un aumento de 20 centavos en el pasaje de colectivo y subte de San Pablo, y de otro tanto en el resto de las ciudades (decidido por cada gobierno) fue la chispa. “El pueblo despertó” cantaba la gente. “Venga a la calle contra el aumento” invitaban mientras circulaba sin rumbo pre-definido por la ciudad. En otra se le preguntaba a Dilma si Neymar valía más que la salud y la educación, no me acuerdo bien…

Fueron las movilizaciones más grandes desde 1992 (affaire Collor de Mello) y la falta de banderas, canciones conocidas por todos, camiones de sonido, vendedores de bebidas, puntos de concentración y caminos de desconcentración establecidos mostraban eso. Se cantaban canciones de la cancha, o inventadas en el momento. La concentración fue en una zona recientemente reurbanizada de la ciudad, redescubierta. Como no había recorrido establecido los automovilistas debieron esperar muchas horas en las esquinas de las avenidas tomadas, sentados al lado o dentro de sus autos. La movilización se dispersó por lo menos por tres caminos en San Pablo, ciudad donde participamos y desde donde escribo. Unos fueron para el palacio del gobernador del Estado (Provincia), que fue uno de los que decretó el aumento, otras dos columnas fueron para la Av. Paulista a donde la policía no había permitido entrar el jueves pasado, en la ya quinta movilización por el mismo tema en pocos días (desde el 6 de junio).

El grupo que organiza es el Movimiento Passe Livre, que en distintos estados organiza de forma horizontal y apartidaria la lucha por un boleto estudiantil, pero también por “tarifa cero” para todos y que viene poniendo nerviosos a gobernantes que no encuentran interlocutores, líderes o procedimientos previsibles.



Dilma venía de una mala semana, la habían silbado en la inauguración de la Copa de Confederaciones, ensayo para el mundial. La policía reprimió a manifestantes anti-copa y el ministro de deportes advirtió que no serían admitidas esas protestas. Ahora hubo grandes movilizaciones en ciudades con intendentes o gobernadores petistas, como São Paulo. Aquí, Fernando Haddad –ex profesor de ciencias políticas de la USP con tesis sobre Marx y Habermas, y ex ministro de educación – se mostró inflexible, con argumentos técnicos y justificando por ejemplo la represión policial de la marcha anterior. Mientras escribimos esto, sin embargo, parece venirse la anulación del aumento, o al menos la suspensión con discusión, a partir de la convocatoria de un Consejo de fuerzas Vivas de la Ciudad. Si no retrocede, como ya hicieron otros gobiernos (Porto Alegre) enfrentaría la calle nuevamente. Aunque la novedad tampoco permite prever si será in crescendo o no. Ya hay convocada una marcha para hoy a las 18, esta vez cerca de su sede de gobierno.


El día de las protestas, 17 de junio, el gobierno nacional sólo atinó a hablar de sus planes sociales. El ministro de Justicia había dispuesto la semana anterior tropas federales de la policía para frenar el “vandalismo”, como cuando enfrentan narcos en las favelas. En las redes sociales se expandió la interpretación de que eran movilizacion s golpistas de derecha (“cacerolazos”?), que recordaban las que antecedieron el golpe de 64, impulsadas por la derecha.  Alimentando esa interpretación habló Arnaldo Jabor, un famoso periodista de horario central de la TVGlobo, que se apresuró a decir que no eran todos vándalos, como la prensa los reconoció la primer semana, y que la protesta debía ser apoyada. Pero en la calle se sentía otra cosa. La gente rápidamente inventó canciones contra Jabor, y las protestas contra el aumento del transporte más bien ocupaban un vacío dejado por el partido que supo representar las demandas sociales y progresistas. Hubo hasta banderas del PT en la marcha.

Aunque mucho de la protesta y de las personas que salen por primera vez a la calle tiene mucho de inclasificable, desordenado, de a ser inventado… la interpretación del golpismo no procede. Comenzando porque los intereses del proyecto de la dictadura no están siendo amenazados por el PT. El prefecto Haddad, con mucha proyección después de haber ganado en una ciudad donde en general gana la oposición, sigue a la presidenta en la derechización de un partido que gobierna aliada a los sectores más conservadores: los ruralistas, las iglesias, los antiguos rivales reciclados de la dictadura que ahora acompañan al PT con las mismas reacciones, respuestas, interpretaciones que llegan desde el gobierno. El proyecto del PT tiene que ver con aumentar el consumo, “compren autos” recomendaba Lula, mientras Dilma ocupa sus horas en administrar una empresa constructora llamada Brasil, realizando los lugares comunes del neoliberalismo mezclado con desarrollismo de los ‘60y tecnocracia burocratizada.

Lejos de un “cacerolazo” de la clase media conservadora, entonces, fue más bien una ciudad recuperando su calle. La respuesta de la policía contra “vándalos”, cagándolos a palos y gasificando la semana pasada, llevó mucha gente a la calle, especialmente jóvenes y muchos históricos votantes del PT. El autismo de este partido contribuyó en un momento que parece contener fuerza que puede cambiar la política brasileira. No todavía de forma generalizada, en un país donde las largas transiciones con continuidad son más bien la regla. Pero ya sí para los que encontraron la calle y descubrieron un mundo nuevo.

Lo que convocó directamente, además de la violencia policial fue la indignación por un boleto de un dólar y medio que representa un tercio del salario de las familias trabajadoras. Un transporte público que es parte del gran problema del tránsito y costos de transporte para toda la ciudad. Pero junto a la consigna contra el aumento de 20 centavos, se escuchaba “no son sólo los 20 centavos”. “Los 20 centavos son nuestro parque de Turquía”, algunos explicaban. Se trata de participar, encontrar una voz propia en una ciudad recuperada.

Era un nuevo San Pablo fluyendo por las calles, ciudad que solía ser más conservadora que otras (Brasilia, donde ayer se ocupó el congreso; Río de Janeiro, donde se reprimió con balas de plomo) y que ahora inició estas nuevas movilizaciones. No hay indicios de qué pasará. Partidos de izquierda que intentan entrar y explicar u orientar, un gobierno que apuesta a que la ciudad vuelva a la inercia. Las políticas sociales como credencial de un gobierno que sólo se sostiene para el votante progresista movilizando el fantasma de la derecha, que hipotéticamente sería mucho peor, porque supuestamente cortaría el Bolsa Familia y privatizaría Petrobrás.

Pero la civilización de los autos paró por un día. La gente marchando por lugares de la ciudad que generalmente es tomada por el tránsito lento y edificios espejados fue de la protesta, el arte, el encuentro. Muchos calculan, especulan, pregunta en qué se va a transformar todo esto. Preguntas que dicotomizan y polarizan no entendiendo que lo importante es lo que ya pasó, lo que significaba la gente en la calle, y lo que seguirá significando, por caminos nuevos abiertos por las avenidas ocupadas y la fuerza descubierta para soñar.

Good Show: la disputa por la percepción (entre Periodismo Para Todos y «Unidos y Organizados»)

por Partes Naturales

La batalla por lo que se ve y lo que se dice

Si Perodismo para todos (PPT) fuera simplemente un show bien hecho, en el sentido de “despolitizado”, tal y como apuntaron recientemente desde 6,7,8, no incomodaría tanto al oficialismo. Después de todo, un programa banal que capta público banal no puede preocupar a un gobierno movilizado.

Encender la alarma ante el presentimiento de que los banales puedan ser muchos, roza el prejuicio que el prestigioso Jacques Ranciére denominó el “odio a la democracia” (por lo que no consideramos esta opción).

Si 6,7,8 habla se obsesiona con el tema, es porque el tema importa. Y es que una cosa no quita a la otra: un show que triunfa como show político importa en la medida en que sea capaz de hacer un buraco a ciertas pretensiones comunicativas oficiales.

Todo lo cual refuerza nuestra impresión de que lo que está aquí en disputa son los umbrales de percepción de la población. Y esa lucha se da sobre todo en el plano de los medios.
Tras las denuncias de corrupción hay más que mera oposición

Lanata no es, como se dice, el jefe de la oposición. Es más que eso. Es el único rival de peso que enfrenta al kirchnerismo en la batalla desatada en torno de la percepción de la realidad; encarnizada disputa por decidir qué cosa tenemos que entender por “país real”, y qué otra debemos descartar como “país virtual”.

Se trata de una guerra discursiva en un sentido amplio. Una guerra en la que el lenguaje adquiere su sentido a partir de -y apunta a operar sobre- las capas no-linguísticas del sentido.

No se trata sólo de instalar el tema de la corrupción. Más radicalmente, la corrupción opera como tópico común en torno al cual proponer un lenguaje (unos gestos, unos modos de reconocimiento) para un público que día a día defiende su derecho no ya a ciertos parámetros de consumo, sino también (y sobre todo) a una tonalidad emotiva (cínica) legítimamente adquirida en las arenas ultra-competitivas de la calle y los mercados.

Cinismo y moralismo

Ese público (que domingo tras domingo deviene público-espectador) no se organiza políticamente según las teorías liberales de los partidos políticos, ni según las teorías populistas de la militancia.

Se trata de un público neoliberal, en el sentido no peyarativo del término. Su forma política tendencial es la “sociedad civil”; es decir, un conjunto de reglas y hábitos a partir de las cuales se negocian horizontalmente las diferencias; una racionalidad de emprendedores a la cual el gobierno debiera satisfacer.

Su expresión política electoral es débil y oscilante, porque opera por identificaciones fugaces. Su horizonte es la constitución de una forma estado capaz de seguir, liberal, los humores de la hoy irritada sociedad civil, que rechaza la gestualidad pública del oficialismo.
La corrupción es -siempre lo fue- el gran tema de Lanata. El punto de entrecruzamiento entre los umbrales de percepción (lo que se ve, lo que se dice) y los umbrales morales (lo que se debe hacer, lo que no se debe); cinismo y moralismo como revestimiento de una enunciación belicosa, eficaz a la hora de conquistar el control –y el lenguaje- de las redes sociales.      
Un enfrentamiento de regímenes de signos (ejercicio de pragmática)

El mundo-Lanata y el mundo-de-la-militancia (Unidos y organizados), constituyen constelaciones semióticas propias diferenciadas, hoy enfrentadas. Asistimos a un choque estratégico de regímenes de signos. El kirchnerismo emplea unos signos y el lanatismo otros. Podemos aprovecharlos para hacer ejercicios de pragmática: ¿qué pone en juego, qué enuncia cada uno, qué fuerzas agencian?

Lanata organiza un público-clientela-consumidor-espectador de show político, y Cristina unifica y organiza, como un vértice mítico-institucional a una militancia, social y política, joven y no tanto, orgánica y no sólo.

Contra la creencia emanada de las aulas de la carrera de comunicación de la UBA, analizar regímenes de signos no es acotarse al plano idealista de la lingüística, siempre abstracta, pero nunca lo suficiente como para captar el funcionamiento efectivo de los hechos.

Al suponer que la atención a los discursos subestima el campo material-contextual de la realidad histórica reducen (los licenciados de la comunicación) por su cuenta el discurso a lo lingüístico (como termina haciendo la politología de Ernesto Laclau).

Pero las cosas no se dan así. La realidad más real, esa que determina incluso al lenguaje, se da dentro del discurso mismo. Cuando tratamos de analizar lo real-político no podemos menos que tratar su materia prima: los signos. 
Los signos, que remiten a fuerzas, que refieren a cuerpos

Todo régimen de signos remite a una política (o maquínica) de los cuerpos. Para el caso del lanatismo (PPT) se trata de dotar de una gestualidad y de lenguaje posible a cuerpos que practican un ideal movilidad, un cierto sentido común del tipo de “idioma compartido” para el animal urbano cualquiera.

Se trata de una afectividad, una lengua y unos códigos que se reconocen en la ciudad y que organizan la conversación. Quizás coagulen de vez en cuando en escenas caceroleras, pero la cosa va más allá.

Incluso cuando no coagule, opera como trasfondo de un estilo compartido, una cierta opinología de conversa o de red social destinada a contra-restar afectividad de kirchnerismo, y a su retórica percibida como contundente y con respuestas para todo.
Un ademán y una palabra para la hegemonía progresista

Y es que PPT logró la proeza da dotar de ademán y palabra, posición y afectividad común a una constelación anti-kirchnerismo nada cómoda con el mote de “gorila”: un mundo de gente que deseaba oponerse a un kirchnerismo considero como demasiado extremo, sin sentirse “de derecha”.

La enunciación (y el tono) de PPT viene a satisfacer la necesidad de un posicionamiento tal. Hacía falta poder decir, acorde a la aplastante hegemonía progresista de estos tiempos: “somos una mayoritaria progresista y antikirchnerista; dado que el kirchnerismo malversa al progresismo con todo su aparataje de soldados-militantes tan obedientes como dispuestos al enfrentamiento”.

Ahora bien, todo lo que Lanata produce como mundo de sentido, carece una de traducción electoral. Tal vez su interpelación anticipe una dispersa mayoría electoral, no lo sabemos. Lo que es seguro sí es que incluso si se constatara una amplia influencia del lenguaje de PPT en el plano político, esta no se traduciría en una fuerza política militante comparable con Unidos y organizados (UyO).

La crítica y el mundo de los enunciados: UyO

Nada se esconde en el mundo de los enunciados. La crítica no devela sus secretos sino que expone las reglas de su constitución. “Unidos y organizados” (UyO) y “Periodismo Para Todos” (PPT) son más que consignas.

UyO es un enunciado proveniente del mundo de las técnicas organizativas y refiere de modo directo a la idea de que hace falta una cierta disciplina, una claridad común de conciencia, un determinado compromiso y sobre todo una capacidad de movilización, si lo que se quiere es que lo que se empezó a transformar post crisis siga su curso.

UyO constituye una máquina capaz de controlar, dentro de lo posible, oscuras oficinas de un estado difícil de hacer funcionar; capaz de gobernar las capas siempre rebeldes de los peronismos que no obedecen a la presidenta; capaz de montar escenarios sociales que anticipan y viabilizan intervenciones provenientes de la voluntad presidencial; capaz de enfrentar al poder que, según entienden, no está en las instituciones democráticas sino en las corporaciones a las que se trata de enfrentar según una gradual y cuidada estrategia.

UyO quiere nombrar, sobre todo, una transformación incorporal de los cuerpos que se entregan a la militancia. El kirchnerismo no es una impostura ni una ilusión sino un juego de desterritorialización y reterritorialización de los cuerpos llamados militantes, movilizados primero encuadrados a partir de una nueva concepción que combina hábilmente retazos de mitologizacion y tecnologías de organización política.

Por supuesto, este movimiento de las militancias resulta inseparable de una sociedad en movimiento (desde el 2001 por lo menos), y de una preocupación centrada en dar gobernabilidad. Desde el derecho al matrimonio homosexual al reconocimiento de la organización Milagros Salas en Jujuy, pasando por los nuevos sindicatos y agrupaciones estudiantiles, el movimiento se traduce en organización, y la organización en capacidad de gobierno. Dicho proceso supone tanto una modificación de las diversas situaciones como una fijación de esos movimientos en torno a unos ejes simbólicos y modos de ser a veces muy tradicionales.

El mundo PPT

Volvamos al régimen de signos de PPT, a su relación con el mundo de los hábitos. Sucede allí una también lo que cierto lenguaje filosófico llamaría una “desterritorialización relativa”, ligada a cierta vitalidad del mercado y a la movilidad individual (expresada en las redes sociales) a la que viene aparejada. Esta desterritorialización relativa va acompañada por una “reterritorialización” muy fuerte en torno a los paradigmas del consumo, al valor de la moneda y el poder de la pantalla televisiva (y a las tramas empresariales que la organizan).

PPT no sería posible en época de escases: le habla a sujetos orgullosos de su capacidad de circulación/confort (al flujo de las redes económicas y comunicativas). El valor de esta movilidad, vinculado al imaginario del viaje (turístico/de estudios/profesional), a la libre disposición de la propiedad acumulada y a la libre apropiación (y usufructuo) de la moneda.

Pero PPT le habla también a subjetividades flexibles (y flexibilizadas) en relación con el trabajo, los vínculos familiares y en general a subjetividades post-disciplinarias que no reverencias viejas formas de autoridad. Junto a estos elementos de circulación y flexibilidad encontramos también un valor-velocidad (subjetividadzapping, oportunista, de calle y de red).

¿Existe un potencial de efectividad política, además de comunicacional, en este régimen de signos? El cacerolazo es un tipo de organización política que liga muy bien con estos modos relativamente desterritorializados de los centros urbanos (en oposición por ejemplo, al piquete como forma muy territorializada). Necesitamos entender, darle una lectura más adecuada a estas disposiciones corporales concretas heredadas del neoliberalismo, formas de desterritorialización relativa específicamente capitalistas: libre cambio de moneda, libre intercambio, autoempresarialidad.  Es un fenómeno de movilidad sí, pero relativa, en la medida en que reconduce toda actividad, todo movimiento a la forma mercancía, a la forma valor.

Por su cuenta el kirchnerismo también supone un juego de desterritorialización relativa, que se beneficiada de la alta desterritorialización previa (de cuerpos, asambleas, piquetes, derivas caceroleras urbanas, toma de fábricas, cartoneo; de enunciados: “sin patrón”, “que se vayan todos”, “dignidad”) efectuada por los movimientos sociales a partir de la crisis del 2001; y que opera un proceso posterior de ampliación del consumo, es decir, del desarrollo de diferentes axiomas a partir de los cuales ampliar el movimiento mercantil ligado a una reterritorialización a partir de nuevos accionas en el aparato del estado y en cierto uso de la memoria histórica.

En el kirchnerismo se reterritorilaza el movimiento social en los territorios, la juventud en la memoria histórica, y los flujos de mercado en gestión política.

PPT y UyO son enunciados límpidos, que no agotan el paisaje mediático, pero que nos permiten desplazar nuestra atención a los titulares políticos a la batalla por la percepción que se realiza hoy día, sobre todo a partir de los medios. Queda mucho por penar en esa dirección. Lo que quisimos mostrar es que para avanzar en esta línea poseen valor práctico conceptos como régimen de signos, y desterritorialización relativa. No como categorías, sino como imágenes plásticas. No como buenos alumnos, sino como función analítica de nuestro presente.

Para pasar el finde XXL: Diablo (2011)


Marcos Wainsberg es un boxeador de mediana edad, retirado después de matar a un contrincante en el ring de un sólo puñetazo. Un día, mientras espera la llegada de su ex novia para intentar recomponer la relación cae en su casa su primo Huguito, el clásico chanta porteño, con la camisa manchada de sangre. Al mismo tiempo, Franco Robles, un poderoso magnate corpororativo, se encuentra hospitalizado esperando un transplante de hígado. Pero alguien se lo robó, y la vida de Robles pende de un hilo. Mientras un grupo de parapolicías trata de encontrar el hígado perdido, Marcos desconfía de las intenciones de su primo. La ciudad está en caos, y hay rumores de que el mismísmo Satán está regalando narcodólares a los pobres. Sumémosle a esto la avaricia de la hija de Robles y un delirante personaje llamado Café con Leche y el resultado es un cocktail molotov de humor negro, mala leche, sangre, huesos rotos, algo más de mala leche y un poquito más de sangre.
Dirección: Nicanor Loreti
Guión: Nicanor Loreti, Nicolás Galvagno

Brasil: el precio del progreso

por Boaventura de Sousa Santos

Con la elección de la presidenta Dilma Roussef, Brasil quiso acelerar el paso para convertirse en una potencia global. Muchas de las iniciativas en ese sentido venían de atrás, pero tuvieron un nuevo impulso: Conferencia de la ONU sobre el Medio Ambiente, Rio+20 en 2012, Mundial de Fútbol en 2014, Juegos Olímpicos en 2016, lucha por un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, papel activo en el creciente protagonismo de las “economías emergentes”, los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y África del Sur), nombramiento de José Graziano da Silva como director general de la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO) en 2012 y de Roberto Azevedo como director general de la Organización Mundial del Comercio a partir de 2013, una política agresiva de explotación de los recursos naturales, tanto en Brasil como en África, principalmente en Mozambique, fomento de la gran agricultura industrial, sobre todo para la producción de soja, agrocombustibles y la cría de ganado.
Beneficiado por una buena imagen pública internacional granjeada por el presidente Lula y sus políticas de inclusión social, este Brasil desarrollista se impone ante el mundo como una potencia de nuevo tipo, benévola e inclusiva. No podía, pues, ser mayor la sorpresa internacional ante las manifestaciones que en la última semana sacaron a la calle a centenares de miles de personas en las principales ciudades del país. Si ante las recientes manifestaciones en Turquía la lectura sobre las “dos Turquías” fue inmediata, en el caso de Brasil fue más difícil reconocer la existencia de “dos Brasiles”. Pero está ahí a ojos de todos. La dificultad para reconocerla reside en la propia naturaleza del “otro Brasil”, un Brasil furtivo a análisis simplistas. Ese Brasil está hecho de tres narrativas y temporalidades. La primera es la narrativa de la exclusión social (uno de los países más desiguales del mundo), de las oligarquías latifundistas, del caciquismo violento, de las élites políticas restrictas y racistas, una narrativa que se remonta a la colonia y se ha reproducido sobre formas siempre mutantes hasta hoy. La segunda narrativa es la de la reivindicación de la democracia participativa, que se remonta a los últimos 25 años y tuvo sus puntos más altos en el proceso constituyente que condujo a la Constitución de 1988, en los presupuestos participativos sobre políticas urbanas en centenares de municipios, en el impeachment del presidente Collor de Mello en 1992, en la creación de consejos de ciudadanos en las principales áreas de políticas públicas, especialmente en salud y educación, a diferentes niveles de la acción estatal (municipal, regional y federal). La tercera narrativa tiene apenas diez años de edad y versa sobre las vastas políticas de inclusión social adoptadas por el presidente Lula da Silva a partir de 2003, que condujeron a una significativa reducción de la pobreza, a la creación de una clase media con elevada vocación consumista, al reconocimiento de la discriminación racial contra la población afrodescendiente e indígena y a las políticas de acción afirmativa, y a la ampliación del reconocimiento de territorios y quilombolas [descendientes de esclavos] e indígenas.
Lo que sucedió desde que la presidenta Dilma asumió el cargo fue la desaceleración o incluso el estancamiento de las dos últimas narrativas. Y como en política no existe el vacío, ese terreno baldío que dejaron fue aprovechado por la primera y más antigua narrativa, fortalecida bajo los nuevos ropajes del desarrollo capitalista y las nuevas (y viejas) formas de corrupción. Las formas de democracia participativa fueron cooptadas, neutralizadas en el dominio de las grandes infraestructuras y megaproyectos, y dejaron de motivar a las generaciones más jóvenes, huérfanas de vida familiar y comunitaria integradora, deslumbradas por el nuevo consumismo u obcecadas  por el deseo de éste. Las políticas de inclusión social se agotaron y dejaron de responder a las expectativas de quien se sentía merecedor de más y mejor. La calidad de vida urbana empeoró en nombre de los eventos de prestigio internacional, que absorbieron las inversiones que debían mejorar los transportes, la educación y los servicios públicos en general. El racismo mostró su persistencia en el tejido social y en las fuerzas policiales. Aumentó el asesinato de líderes indígenas y campesinos, demonizados por el poder político como “obstáculos al crecimiento” simplemente por luchar por sus tierras y formas de vida, contra el agronegocio y los megaproyectos mineros e hidroeléctricos (como la presa de Belo Monte, destinada a abastecer de energía barata a la industria extractiva).
La presidenta Dilma fue el termómetro de este cambio insidioso. Asumió una actitud de indisimulable hostilidad hacia los movimientos sociales y los pueblos indígenas, un cambio drástico respecto a su antecesor. Luchó contra la corrupción, pero dejó para los aliados políticos más conservadores las agendas que consideró menos importantes. Así, la Comisión de Derechos Humanos, históricamente comprometida con los derechos de las minorías, fue entregada a un pastor evangélico homófobo, que promovió una propuesta legislativa conocida como cura gay. Las manifestaciones revelan que, lejos de haber sido el país que se despertó, fue la presidenta quien se despertó. Con los ojos puestos en la experiencia internacional y también en las elecciones presidenciales de 2014, la presidenta Dilma dejó claro que las respuestas represivas solo agudizan los conflictos y aislan a los gobiernos. En ese sentido, los alcaldes de nueve capitales ya han decidido bajar el precio de los transportes. Es apenas un comienzo. Para que sea consistente, es necesario que las dos narrativas (democracia participativa e inclusión social intercultural) retomen el dinamismo que ya habían tenido. Si fuese así, Brasil mostrará al mundo que sólo merece la pena pagar el precio del progreso profundizando en la democracia, redistribuyendo la riqueza generada y reconociendo la diferencia cultural y política de aquellos que consideran que el progreso sin dignidad es retroceso.

Los pliegues de las movilizaciones en Brasil

por Salvador Schavelzon 
(especial para Lobo Suelto!)


¿Había un fondo fascista por detrás de los jóvenes movilizados? ¿o el horizonte sigue siendo el de nuevas luchas en una calle ganada, a pesar de voces minoritarias desprestigiadas? Lo que para algunos es fascismo y amenaza de golpe sobredeterminando las movilizaciones, especialmente después de que los distintos gobiernos locales dieran marcha atrás en los aumentos del transporte, para otros es esperanza en cambios profundos con una población que salió de la inercia consumista… ¿es un movimiento de izquierda contra un gobierno autista y conservador o hay que salir a apoyar el gobierno?

Quizás reversibilidad de una historia sin dirección pre-definida, con fantasmas del pasado que se chocan los hombros con deseos de cambiar el país, y que afloran en un país que empieza a hablar desde las calles después de cambios subterráneos profundos. En estas voces difíciles de codificar, se escucha mucho que ya no hay izquierda y derecha pero al mismo tiempo nunca parecieron estar tan marcadas las posiciones en el debate. Una masiva movilización generada por lo que se entendía como abuso, y expresiones violentas que las mayorías denuncian  pero que no es difícil entenderlas también como continuidad más radicalizada de tendencias que recorrieron la política de estos días.

Después de dos semanas desde que empezaron las protestas y cuatro días de que el reclamo se volviera masivo, algunos descubrieron que pueden hacer un país más justo desde la movilización. Pero con el gobierno fuera del centro de atención, la continuidad de las movilizaciones se encontró en Rio de Janeiro y otros lugares con la vocación violenta y descontrolada de la policía militar, protegida por la TV Globo, que trabajaba codo a codo con la policía para cubrir con su relato el accionar represivo, mientras buscaba direccionar el sentido de las calles a una crítica que vendría de fuera de la política, del televidente indignado, contra la corrupción. Al mismo tiempo, en São Paulo y otros lugares, un nacionalismo de extrema derecha instigó repudios violentos contra bandera rojas de partidos, apoyados por vecinos que llevaban carteles contra las “limosnas” (el Programa social Bolsa Familia) o insultaban a Dilma, provocando la retirada inmediata de muchos de los que se movilizaron los primeros días, y dejando un gusto amargo que varios interpretan como intento de golpe de Estado.

Una semana que comenzó con movilizaciones inesperadas que sorprendieron recolocando la política en las calles del Brasil, terminó así despertando una serie de monstruos que hasta entonces no salían mucho de las pequeñas cajas de comentarios en Internet. Distintas camadas superpuestas nos fueron llevando del tema de la decisión de escritorio de administradores de ciudad, a los límites constitucionales y morales de una república que está en crisis y se reencuentra con los grandes perfiles de su historia, sus excluidos, sus miedos y deseos de transformación.

Cuánto más crecía y se expandía más Imposible era indicar sus causas y composición con precisión. La protesta alcanzó decenas de ciudades, salió de grupos de jóvenes recién llegados a la política en universidades en expansión, pero por la mitad de la semana incluyó protestas en las periferias. Después del triunfo de la movilización –con la revocación del aumento en los precios del transporte– continuó en las calles con millones de motivos acumulados y arrojados contra las puertas de un poder público que las mantenía cerradas y que no pudo general aún una respuesta a la altura de las circunstancias, confundida y mandando la policía.

No eran sectores emergentes pidiendo derechos de establecidos, tampoco excluidos que en el Brasil potencia buscan incluirse con demandas. No es tampoco un Brasil que sale en tiempos de crisis, como se apresuran los que siguen datos macroeconómicos que ven un freno en la curva progresiva. Era política desordenada, sin líder, sin nombre, sin un único sentido. No era un intento desestabilizador contra el PT y se vieron en las marchas, más bien, grupos del PT que buscaron sumarse, el jueves especialmente, cuando el gobierno expresó simpatía con las movilizaciones. Tampoco era manipulación de la prensa, que más bien se perdió enredada en la cuestión del “vandalismo”, aunque sin duda plantó consignas –como la de la lucha contra la corrupción, fácil herramienta del rating televisivo– y llevó manifestantes a la calle, enrareciendo, complejizando y dando letra a los impulsos iniciales. Había carteles anti Dilma, pero no era golpista la intención de los millones movilizados y más bien esa interpretación parece hablar de la sordera de arriba que esta semana mostró un Brasil en las calles.

El precio del transporte, no debe ser olvidado en cualquier intento de caracterización. No eran sólo 20 centavos, quedó claro en estos días, cuando su valor representa un tercio del salario mínimo y no se condice con las pésimas condiciones de viaje en ciudades colapsadas. Este primer catalizador que se mostró convocante y legítimo, es interesante porque no es ajeno al tipo de demandas que están en la conciencia y formación histórica del PT. Mientras los gobiernos de las ciudades más grandes iban reaccionando ante la fuerza de la calle, se empezó a saber algo de un mundo con costos del transporte maquillado por las empresas, financiamiento del servicio que recaen sobre las espaldas del usuario en mayor porcentaje que en otros lugares del mundo (sólo el 10% es de la empresa) y un tema central en las ciudades de hoy que se estructura de manera muy injusta, y además resulta familiar con como todos los temas estatales se organizan. En este sentido la respuesta gubernamental inicial de silencio o represión policial, sea cual fuera el partido del poder, no podía sino reforzar la lectura de un vacío, donde en el pasado podía estar el PT proponiendo otra política.

En la calle, las críticas a la magnitud de dinero transferido de cofres públicos a un pequeño grupo de empresas, en el transporte, se conectó inmediatamente con el caso del financiamiento público al mundial de fútbol, justo cuando la FIFA organiza un ensayo para el mundial con la Copa de las Confederaciones, que fue blanco de protestas. Del transporte, se pasaba al fútbol, permitiendo aflorar algo de lo que expulsión de habitantes en zonas turísticas, faraonismo megalomaníaco y contratos demasiado grandes con demasiado poco control habían venido alimentando. Algo de esto también se encuentra con el ciudadano que está harto de la corrupción, pero más bien se conecta con conflictos locales que no alcanzaron tanta difusión, como algunos que acompañaron obras del metro en São Paulo, o la demolición de un histórico museo indígena en Río de Janeiro para la ampliación del estadio Maracaná. Ciudad que recibirá la final de la copa del mundo y antes al papa Francisco –en una visita cuyos gastos también son criticados- ponen un alerta que hasta ahora sólo tiene desde el gobierno un plan de contingencia militar.

Otra de las discusiones que recorrieron la semana tuvo que ver con las formas de participación política. Un movimiento horizontal surgido en el Foro Social Mundial de 2005 y que propone anular las tarifas del transporte, dejó nerviosos a negociadores políticos, inteligencia del Estado, la policía y periodistas que buscaban individualizar y entender formas políticas que con fuerza se muestran como la contra cara de un poder político autista, que siguió mandando la policía y sólo atinó a cancelar inversiones para suspender el aumento como medida de emergencia que buscaba restablecer el orden, sin realmente sentarse a discutir una respuesta relacionada con la problemática que se discutía. El Movimiento Passe Livre además abría discusiones sobre lo colectivo, no sólo para pensar políticas de Estado sino desde la propia forma de organización y manifestación política.

El jueves, ya con la medida anulada, se manifestaron más de un millón de personas en varias ciudades, según los datos de la prensa que hasta entonces se caracterizó más bien por minimizar los números de movilizados. Ahí cobró sentido una idea que recorría las manifestaciones desde el principio: “no son sólo 20 centavos”, “queremos más”. Era cuando los partidos de izquierda y jóvenes que habían iniciado la protesta con pocas personas a principio de mes, se encontraban ahora con grupos embanderados de verde y amarillo gritando contra la corrupción, grupos fascistas que agredían y quemaban banderas de partidos, además de mucha gente suelta que pedía más u otra cosa, con carteles hechos en casa o en el patio de la facultad, contra la homofobia que el congreso había expresado en la misma semana (con la propuesta de la “cura” gay), por salud y educación, o simplemente por encontrarse y tomar las calles.

El contenido fascista afloraba  de un movimiento que era fuerte por su capacidad para discutir un tema sensible de un sistema injusto. Mientras entusiasmaba la posibilidad de un nuevo Brasil que en los últimos años no había salido a las calles, la izquierda se encontraba con una reacción que no quedaba claro si se trataba de una coincidencia incómoda o si era en sí misma una respuesta intolerante contra fuerzas de cambio que se habían liberado. Emir Sader, un conocido operador petista de las redes sociales, mostraba el desconcierto. A la mañana del jueves manifestó que ese día iría a las manifestaciones con su camiseta roja, como parte del movimiento de algunas bases del PT, y de las propias declaraciones de Dilma y Lula que saludaron las protestas del lunes. A la vuelta, escribía para sus contactos que “a partir de hoy, los que participen de estas manifestaciones estarán apoyando las hordas fascistas que quieren terminar con la democracia en Brasil”.

¿Pero por qué el PT? Preguntará el lector que no estuvo leyendo sobre las alianzas de Dilma con el viejo poder, con los ruralistas en la invasión de territorios indígenas y destrucción de la Amazonia, con las demandas religiosas de derecha y homofóbicas, con el poder financiero y las grandes constructoras que generaron no pocas reacciones y protestas de menor visibilidad. ¿No es que el Brasil crece y le va bien, con millones de personas recién llegadas a la clase media, desarrollo con inclusión social, exportaciones en expansión, protagonismo en el mundo y éxito en la organización de eventos deportivos internacionales? Vemos en las revistas que los brasileros son compradores de departamentos caros en Manhattan y tienen en San Pablo representantes de las tiendas y marcas más exclusivas del mundo. Dilma, además, hasta la semana pasada al menos contaba con 80% de aprobación según esas encuestas que forman parte de los modos de existencia de un poder encerrado en sí.

Evidentemente hay más que un Brasil, y eso es lo que quedó claro esta semana con las movilizaciones y en las propias movilizaciones, para muchos. No hace falta recurrir a estadísticas para retratarlo. Si te tocó estar en el lado más difícil en la ciudad, no tendrás buena escuela y hospital, viajarás varias horas hasta el trabajo por día y posiblemente sufras de violencia policial. Si no sos de los reducidos grupos económicos con ganancias extraordinarias, sin duda tendrás mucho para acercarte con simpatía al nuevo Brasil de la movilización. Un Brasil que se encontró con sus monstruos en la calle pero también con su yo de la política en sus manos, que hasta ahora parecía nomás ser su otro. 

Revuelta Brasileña: entrevista a Giuseppe Cocco

por Patrícia Fachin
(Especialmente para Lobo Suelto!)


Hubo manifestaciones sociales masivas descontentas con la política y la economía en Oriente, España, Wall Street. Ahora llegan a Brasil. ¿Por qué? ¿Qué representan las manifestaciones sociales de estos días?

Podemos empezar diciendo que lo que caracteriza a estas manifestaciones es que no representan exactamente nada, a la vez que, por un tiempo más o menos largo, expresan y constituyen todo. Tienen una dinámica intempestiva, huyen de cualquier modelo de organización política (no sólo de los viejos partidos o de los sindicatos, sino también del tercer sector, de las ONGs) y afirman una democracia radical articulada entre las redes y las calles: auto-convocatoria y debates en las redes sociales, participación masiva en las manifestaciones callejeras, capacidad y determinación para enfrentar la represión, e incluso capacidad de construcción y de autogestión de espacios urbanos como fueron la Plaza Tahrir, las acampadas españolas, los intentos de Occupy Wall Street y la Plaza Taksim en Estambul (Turquía). Para cada una de esas olas y para cada una de las que llamamos “primaveras[1]” hubo un disparador específico, pero todas disponen de una misma base social (por diferenciadas que sean las trayectorias socio-económicas de los diferentes países) y de los mismos procesos de subjetivación. En el caso de Brasil, todo el mundo sabe que el disparador fueron las protestas contra el aumento de precio de los boletos de los transportes públicos. Como en el caso de otras marchas, la manifestación en San Pablo fue violentamente reprimida por la Policía Militar. Sólo que esta vez la chispa no se apagó en una “marcha de la libertad” e incendió San Pablo y todo el País. Pero saber que ese fue el disparador no nos permite avanzar en el análisis.

¿Por qué ahora? Es difícil responder y tal vez la característica propia de este tipo de movimiento sea que nadie sabe proponer explicaciones “objetivas” indiscutibles. Así y todo, podemos avanzar en 3: la primera tiene la forma de un segundo “disparador”, y es la casi coincidencia entre la represión de la marcha por el pase libre en San Pablo, y la renovación de las primaveras árabes y del 15M español en las durísimas luchas de la multitud turca en la Plaza Taksim, en Estambul (no por nada, en la segunda manifestación carioca, que juntó diez mil personas, uno de los gritos era: “acabou a mordomia, o Rio vai virar uma Turquia” [Se acabó la mayordomía, Rio va a ser otra Turquía]); una segunda explicación reside en el hecho de que este ciclo de “revoluciones 2.0” empieza a tener una duración consistente (de más de 3 años) y entró en el imaginario, en el lenguaje de generaciones de jóvenes que ya no se forman opiniones en la prensa, sino directamente en las redes sociales; la tercera explicación es más consistente, y la más importante, y se relaciona con estas “nuevas generaciones” del Brasil de hoy, o sea, estas generaciones de jóvenes que sólo conocieron el Brasil de Lula. Lo increíble y hasta irónico es que el propio PT no lo haya previsto y haya sido incapaz hasta hoy de percibir este dato importantísimo. 

¿Qué puntos en común existen entre las manifestaciones brasileñas y las que vienen ocurriendo en otros países del mundo?

Como ya dijimos, los puntos en común son más importantes que las diferencias, que sólo resaltan la cualidad específica de cada evento.

En un primer nivel, tienen en común una articulación entre las redes y las calles como proceso de auto-convocatoria a las marchas que nadie consigue representar, ni siquiera las organizaciones que se encontraban en el epicentro de la  primera convocatoria: el intento de “empoderar” a los pibes del Movimento pelo Passe Livre em São Paulo (“oficializados” por la presencia en el Roda Viva y en la negociación con la Municipalidad y el Estado de San Pablo) demostró que ellos no controlan ni dirigen un movimiento que se auto-reproduce de manera rizomática (las manifestaciones ocurrían al mismo tiempo sin respetar ningún tipo de “tregua”).

En un segundo nivel, tienen en común el agotamiento de la representación política. En Brasil, este fenómeno fue totalmente subestimado por la “izquierda” y, sobre todo, por el PT, porque no lo entendieron (y no lo entienden). Inicialmente pensaron que era un problema de las autocracias del Norte de África (Túnez y Egipto); después, que era la incapacidad de los socialistas españoles (el PSOE) de responder de manera soberana a las injerencias de las agencias internacionales de calificación o del Banco Central Europeo (BCE). Después creyeron que el 15M español no conseguía encontrar una nueva dinámica electoral, mientras que el partido de Beppe Grillo mostraba en Italia un fenómeno electoral totalmente nuevo y desgobernado. Enseguida, pensaron que Egipto y Túnez habían sido normalizados electoralmente por el islamismo conservador, cuando se da el levantamiento turco contra el gobierno islámico moderado. En Brasil, el PT y su gobierno (y su coalición) pensaban que estaban blindados por los recientes éxitos electorales (la elección de Haddad en el municipio de San Pablo, la reelección casi plebiscitaria de Paes en el municipio de Rio), por estar en un ciclo económico positivo y por haber creído, en fin, que el santo grial del “nuevo modelo” económico consistiría en realidad en reeditar el viejo nacional-desarrollismo, rebautizado como neo-desarrollismo. Lo que la izquierda como un todo y el PT en Brasil no entendieron es que la crisis de representación es general (aún si tiene síntomas y manifestaciones diferenciadas) y que los levantamientos de la multitud en Egipto, Túnez, España, Turquía y ahora Brasil son la expresión, entre otras cosas, de un rechazo radical a esa manera auto-referencial de pensar de los gobiernos y los partidos políticos.

En un tercer nivel, hay un punto en común central entre todos estos movimientos: la base social de esta producción de subjetividad es el nuevo tipo de trabajo que caracteriza al capitalismo cognitivo. Las redes que protestan y se constituyen en las calles de Madrid, Lisboa, Roma, Atenas, Estambul, Nueva York y ahora de todas las ciudades brasileñas se forman en el trabajo inmaterial: estudiantes, universitarios, jóvenes precarios, inmigrantes, pobres, indios …. o sea, la composición heterogénea del trabajo metropolitano. No por nada, por un lado, una de sus principales formas de lucha fue la “acampada” o el “occupy” y, por el otro, el levantamiento turco y el brasileño tuvieron como disparador la defensa de las formas de vida de la multitud del trabajo metropolitano: la defensa del parque contra la especulación inmobiliaria (la construcción de un Shopping) en Estambul y la lucha contra el aumento del costo de los transportes en el caso de Brasil.

En comparación con estos puntos en común, las diferencias son mucho menores, aun cuando existen (y son incluso obvias). Podemos aprehender esas diferencias desde el punto de vista de las condiciones objetivas de cada país y desde el punto de vista de cómo cada uno de esos movimientos fue transformando (o no) la fase destituyente en momento constituyente. Así, el 15M español se presenta como la experiencia que logró durar más, pese a no haber revertido las políticas económicas. Las revoluciones árabes fueron normalizadas con las victorias electorales conservadoras, pero los levantamientos se hacen endémicos. En Turquía e incluso en Brasil, no sabemos –literalmente– qué es lo que va a pasar. Es en el plano de las condiciones objetivas que encontramos la mayor diferencia: en España y en el Mediterráneo en general, las revoluciones están marcadas por los procesos de “desclasificación” de las clases medias. En Brasil es exactamente lo contrario: todo esto ocurre en el ámbito y en el momento de la emergencia de la “nueva clase media”. Sólo que esta nueva composición de clase es, en realidad, la nueva composición del trabajo metropolitano, que lucha por los parques o por los transportes públicos: ascendiendo socialmente, los pobres brasileños se convierten en aquello en que las clases medias europeas se convierten bajando: en la nueva composición técnica del trabajo inmaterial de las metrópolis.

Además del aumento del precio de los boletos, ¿qué otros motivos que desencadenaron las manifestaciones?

Podemos adelantar dos respuestas.

La primera es que, bien pensada, esa pregunta encuentra su respuesta en una simple reformulación: “¿por qué en las ciudades y metrópolis brasileñas no hay más luchas y más levantamientos por el sin número de motivos que los justificarían?” ¡En Brasil no faltan razones! Una vez que “pegó”, basta con elegir: la lista es infinita. Voy a dar sólo un ejemplo, contando una anécdota: un día fui a asistir a un Foro de la UPP [Unidad de Pacificación Policial] Social (que ya no existe) en dos favelitas de la Zona Norte de Rio, muy precarias. Toda la parafernalia de los gobiernos del estado y del municipio se había movilizado, con sus autos de función, para darle sentido a la pacificación. Los pocos habitantes de las favelas que hablaron se refirieron a dos problemas esenciales: primero, dijeron, vivimos en medio de las cloacas; segundo, los policías actúan de manera violenta y arbitraria. Las decenas de secretarios y otros servidores presentes no consiguieron decir nada sobre cómo iba a resolverse ese problema básico de saneamiento. Saliendo de la favelita, pasé delante de un centenar de adolescentes que estaba en la entrada sin hacer nada, y en el camino de regreso al Centro de Rio, a 5 minutos en auto, pasé frente a una obra gigantesca, faraónica: ¡el Maracanã! La pregunta de arriba encuentra una respuesta igual a la de Keynes en 1919: “no siempre las personas aceptan morir en silencio”. Había en Rio de Janeiro y en Brasil (y sigue habiendo) un sinnúmero de movimientos de protesta y de resistencia, particularmente por causa de los efectos de los mega-eventos, y hoy esos movimientos se juntaron, confluyendo con la multitud de la nueva composición del trabajo metropolitano: en Rio, los manifestantes siempre se juntan para dirigir invectivas pesadas al gobernador Sergio Cabral y al intendente Eduardo Paes.

Llegamos así a la segunda respuesta: ¡el movimiento sí que se armó para evitar la suba de 20 centavos! Sólo que ese “poco” es en realidad “mucho”. ¿Por qué? Porque la cuestión de los transportes y más en general de los servicios es estratégica para el trabajo metropolitano. Los obreros fordistas luchaban por salarios y horarios. Los trabajadores inmateriales tienen como fábrica la metrópolis y luchan por una calidad de vida de que dependerá su inserción en un trabajo que ya no es un empleo, sino una “empleabilidad”. Los obreros fordistas luchaban para reducir parte de la carga horaria que iba embutida como lucro en los autos que producían; los trabajadores inmateriales en la metrópolis desvían los slogans publicitarios de una montadora (“Vem Pra Rua” [Vení a la calle]) para re-significar los agenciamientos productivos que se diseñan en la circulación. Los obreros fordistas luchaban contra el trabajo. Los trabajadores inmateriales luchan en el terreno de la producción de subjetividad. Es en la circulación que la subjetividad se produce y produce valor de renta.

Los manifestantes dejan en claro que son a-partidarios, no quieren violencia y no tienen líderes. ¿Cómo interpreta ese discurso? ¿Cómo pensar un nuevo modelo político a partir de estas características?

Sin duda, una de las dimensiones constitutivas de la Revolución 2.0 es la crisis de representación y esta es una cuestión central. Precisamos recordar que la anticipación de la revolución 2.0 como crítica radical de la representación e sudamericana. El “Que se vayan todos” argentino anticipó en 10 años el “No nos representan” español. Sólo que las dimensiones de esta crisis son procesadas por el discurso oficial –o sea, partidario– de manera invertida. Y esa inversión no es fortuita. Por cierto, las últimas articulaciones del movimiento (las agresiones contra los partidos de izquierda en las manifestaciones del 20 de junio) nos muestran muy bien cómo funciona esa inversión. Los partidos (sobre todo los que están en el gobierno) dicen que esos movimientos son limitados porque rechazan los partidos, no son “orgánicos”, porque tienen una “ideología” que los rechaza y por lo tanto son potencialmente anti-democráticos. Obviamente, eso es correcto, pero esconde dos lindas falsificaciones. La primera también es obvia: los “grupos” que rezan por una crítica fundamentalista de la representación tienen poca consistencia social y ninguna capacidad de determinar, siquiera de influir movimientos de ese tamaño. La segunda falsificación es una consecuencia de la primera: los partidos atribuyen la crisis de representación a un proceso y a una crítica que vendría de afuera, cuando en realidad los mayores y únicos responsables de esa crisis ¡son ellos! Y la responsabilidad está en la indiferenciación del clivaje derecha/izquierda, o sea, en el hecho de que los gobiernos cambien y continúen haciendo las mismas cosas, inclusive con el reciclaje de las mismas figuras políticas. Así, el PSOE español le atribuyó al 15M su derrota electoral, cuando en realidad el 15M es apenas la consecuencia del hecho de que los socialistas españoles hacían la misma política económica de la derecha. Es exactamente lo que terminó pasando en el Brasil de Lula y sobre todo de Dilma. El movimiento que nació con la lucha contra el aumento rechaza las dimensiones autoritarias y arrogantes de las coaliciones y de esos consensos que reúnen derecha e izquierda en la reproducción de los intereses de siempre. Era Haddad el que tenía que representar lo nuevo y se presenta junto a Alkmin para decir lo mismo: que la reducción de la tarifa tendrá un costo (¡sic!). Es la coalición conservadora que gobierna el Estado y el Municipio de Rio y donde el PT planea y ejecuta remociones de pobres no respetando a la propia LOM. Son las alianzas espurias con los ruralistas de un ministro de izquierda. Es la conducción autoritaria de las mega-obras e de los mega-eventos. Es la entrega de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara a un fundamentalista que, exactamente al día siguiente de la gran manifestación del lunes, hizo votar el proyecto de Ley que define la homosexualidad como una enfermedad.

La extrema izquierda o la izquierda radical yerran cuando piensan que están “a salvo” de esta situación. Los partidos de izquierda son incapaces de entender que este movimiento se forma en el rechazo –confuso, flotante, ambiguo y hasta peligroso– del partido, de la organización separada, de la bandera. Eso porque el rechazo es general y no hace distinciones y funciona como rechazo de cualquier plataforma ideológica preparada y determinada por lógicas de aparatos separados: en eso hay una percepción de que uno de los problemas de la política es la construcción de aparatos que tienden, antes que nada, a reproducirse a sí mismos.

La agresión de un grupo organizado contra el grupo de banderas del PSTU, del PSOL y del PCB en la marcha del jueves 20 de junio quebró las ilusiones de que la crisis sería solamente del PT y asustó a todo el mundo. Con todo, en ese episodio lamentable encontramos una vez más el funcionamiento perverso de la lógica de la representación. Los grupos agresores estaban claramente organizados y tenían esos objetivos tan claros como el proceso de organización indica las manipulaciones más jodidas. Todos los análisis y denuncias que inmediatamente se hicieron identificaron a esos grupos (que claramente actuaban respondiendo a una intención de provocar esa situación) con la manifestación en general. En realidad, el apoyo genérico de los jóvenes a la palabra de orden “¡sin partidos!” no tiene ninguna significación lineal y mucho menos “fascista”. Paradójicamente, el rechazo a los partidos, inclusive a los “radicales” y a sus banderas, es el rechazo –claro que confuso y contradictorio– a la homologación entre derecha e izquierda y una demanda por una “verdadera izquierda”. Esta demanda no es idealista y no se la puede trabar con lenguajes y símbolos obsoletos (las banderas rojas, por ejemplo). Para volver a erguir las banderas rojas ¡es preciso dejarlas en casa por un buen rato! La bandera roja tiene que abandonar su dimensión ideal y transcendente (o sea, vacía) y volver a ser interna (inmanente) a los lenguajes de las luchas tal como estos son. En ese terreno es posible y necesario construir otra representación y, sobre todo, reforzar la democracia.

Usted publicó recientemente en Twitter que “las luchas de la multitud en San Pablo y en Rio son el mejor resultado de los gobiernos de Lula. Tan bueno que nadie en el PT fue capaz de anticiparlo”. ¿Nos puede explicar esta idea? ¿Se trata de la entrada en quiebra de la política?

Comencemos por el final: no estamos frente a la “quiebra de la política”. Al contrario, ¡se trata de la persistencia de la política! Frente a todo lo que los partidos de izquierda hacen para proveer de municiones al viejo discurso anti-democrático y moralista de la elite, estos movimientos muestran que la política está viva, ¡pese a los Felicianos, los Aldos, la tecnocracia neo-desarrollista y la corrupción! Estar contra el moralismo de la derecha no significa que sean “graciosos” los comportamientos inmorales de la izquierda en el poder. Se trata sólo de no caer en las trampas de la derecha, pero haciendo un esfuerzo de conjunción ética de los fines y los medios.

Este movimiento, cualquiera sea su desenlace, es el movimiento de la multitud del trabajo metropolitano, el más puro producto de los 10 años de gobierno del PT. Vamos a profundizar y aclarar esta afirmación em dos momentos. En un primer momento, esta afirmación es una valoración positiva del gobierno Lula-Dilma. Una evaluación positiva no porque hayan sido de “izquierda” o socialistas, sino porque se dejaron atravesar –sin querer– por una serie de líneas de cambio: políticas de acceso, cupos de color, políticas sociales, creación de empleos, valorización del salario mínimo, expansión del crédito. La izquierda radical juzgaba esas políticas exactamente como ahora juzgan la cuestión de las “banderas”: idealmente. “¿Lula está implementando otro modelo, otra sociedad socialista?”, se preguntaba y criticaba. Ahora, nadie implementa un modelo alternativo, aun cuando está en el gobierno. Puede apenas tener la sensibilidad de aprehender las dinámicas reales que, en la sociedad, podrán amplificarse y producir algo nuevo. Los gobiernos Lula-Dilma asociaron el gobierno de la interdependencia en la globalización a la producción, tímida y real, de una nueva generación de derechos y de inclusión productiva. Estadísticamente, eso se tradujo en la movilidad ascendente de los niveles de rendimiento de más de 50 millones de brasileños y por la entrada en las escuelas técnicas y en las universidades de nuevas generaciones. Lula no quiso saber de banderas y hasta declaró que él “nunca había sido socialista”. Quedó dentro de la sociedad yendo atrás de los lenguajes, de los símbolos y de las políticas que él entendía. Al pasar a la década de 2010, ese proceso se consolidó en dos fenómenos mayores: el primero es electoral y tiene el nombre de “lulismo”, o sea, la capacidad que Lula tiene de ganar y sobre todo de hacer ganar elecciones mayoritarias: empezando por la Presidente Dilma y llegando al Intendente Haddad; el segundo es el régimen discursivo de la emergencia de una “nueva clase media”, con base en los trabajos del economista Marcelo Neri. Con la crisis del capitalismo global (2007/8) y la llegada de Dilma al poder, el discurso de la “Nueva Clase Media” fue más allá de las preocupaciones del marketing electoral, para tornarse la base social de un giro que ve en el papel del Estado junto a las Grande Empresas el Alfa y el Omega de un nuevo modelo desarrollista (neo- desarrollista). Sociológicamente, el objetivo de neo-desarrollismo es transformar a los pobres en “clase media”, y para eso hace falta, económicamente, de un Brasil Más Grande, capaz de reindustrializarse[2]. El gobierno Dilma llegó a bajar los intereses y multiplicó los subsidios a las industrias productoras de bienes de consumo durables, en particular de los autos, y a la construcción civil. Lo que el movimiento afirmó y certificó fue la dimensión ilusoria de ese supuesto modelo (lo que no significa que el modelo no será implementado, sino simplemente que perdió la pátina de consenso que lo legitimaba y deberá mostrarse cada vez más autoritario). En el plano macro-económico, la inflexión tecnocrática no funcionó, pues el intento  a tentativa de intervenir en los intereses resultó en el retorno de la inflación de los precios (que está en la base de la revuelta). La inflación de los intereses y las de los precios volvieron a presentarse como las dos caras de una impasse renovada que sólo una movilización productiva (de la cual no hay señales) puede resolver[3]. En el plano sociológico, la “nueva clase media” no existe, porque lo que se constituye es una nueva composición social cuyas características técnicas son las de trabajar directamente en las redes de circulación y servicios de la metrópolis. La figura económica (el “promedio” en el nivel de ingresos) esconde el contenido sociológico de una inclusión productiva que no pasa más por la previa implementación en la relación salarial. Este trabajo de los incluidos en tanto excluidos es un trabajo de tipo diferente: es precarizado (desde el punto de vista de la relación de empleo); inmaterial (desde el punto de vista que depende de la recomposición subjetiva y comunicativa del trabajo manual e intelectual) y terciario (desde el punto de vista de la cadena productiva: la de los servicios). La calidad de inserción productiva de este trabajo depende directamente de los derechos previos a los cuales tiene acceso y que a la vez produce: por ejemplo, ¡poder circular por la metrópolis! Es exactamente esa composición técnica y social del trabajo metropolitano la que constituye la otra cara de la “nueva clase media” oriunda del período Lula. A la vez que fue la base electoral de las sucesivas derrotas del neoliberalismo, se opone hoy, en su recomposición política, al neo-desarrollismo: para ella, la cuestión de la movilidad urbana tiene la misma dimensión que tenía el salario para los obreros, a la vez que el segmento estratégico es el de los servicios. Las ciudades y metrópolis brasileñas, y no la reindustrialización, constituyen el mayor cuello de botella, a la vez social, político y económico. La ideología y la coalición de intereses que están con Dilma no muestran hasta ahora la menor capacidad de percibir este dato. Más aún, esta nueva composición del trabajo inmaterial y metropolitano produce, a partir de formas de vida, otras formas de vida. Por eso, el movimiento del pase libre, como el de Estambul que defendía un parque, fue juntando todos los focos de resistencia que existen en las metrópolis, hasta esparcirse -como está haciendo en este momento, dramática y asombrosamente– por las periferias donde nunca hubo ninguna manifestación de masas. Lo que este “levantamiento” de la multitud del trabajo inmaterial nos muestra es que el “legado” de los 10 años de gobierno Lula está en disputa y lo más interesante es quedarse por dentro de esas alternativas, en lugar de querer poner una bandera u otra. La política y los movimientos están dentro y contra. Pensemos, por ejemplo, en la cuestión de los mega-eventos, de la Copa de las Confederaciones, el Mundial y las Olimpíadas. Muchos de los focos de resistencia en las metrópolis son movimientos que critican los gastos en obras, estadios, favelas que resisten las remociones, etc. A la vez, la posibilidad de que el movimiento se haya dado sin una represión brutal, por ahora, se debe también a la Confederation Cup. Una vez más, el conflicto es adentro y contra.

¿Qué es posible vislumbrar en el escenario político a partir de estas manifestaciones?

Creo que el evento es tan potente e imprevisto que nadie sabe cómo responder. Sobre todo en este momento: todos los días, y tal vez de hora en hora, cambian algunos datos fundamentales. Lo que podemos decir es que el escenario electoral de 2014 y hasta 2018 estaba diseñado y las variables vislumbradas eran macro-económicas. El movimiento se invitó a esa discusión. Sólo que no hay nadie que pueda sentarse a esa mesa eventual diciendo que lo representa. La tierra tembló y sigue temblando, sólo que el humo que se levantó no nos deja ver todavía qué edificios cayeron y cuales quedarán en pie. En este escenario, podemos hacer dos conjeturas. En una primera, la Presidente Dilma puede abrir por izquierda, por ejemplo con una reforma ministerial que pondría personas calificadas y altamente progresistas en Ministerios clave como los de Justicia, Ciudad y Transportes, Cultura y Educación y convocando a la sociedad a constituirse –en todos los niveles posibles– en asambleas participativas para discutir las urgencias metropolitanas. En la segunda (que, a mí me parece, es la que anunció en el discurso del 21 de junio), ella se limita a reconocer la existencia de otra composición social en el movimiento y la construcción de un gran pacto en torno a los servicios públicos, pero no anuncia nada nuevo a no ser algunas banderas de largo plazo (como destinar el 100% de los royalties del petróleo a la educación) y enfatiza la cuestión del orden: represión de los “violentos” y respeto por los mega-eventos (o sea, más represión. Y eso después de los hechos bien sombríos del jueves (la aparición de esos grupos pagos para agredir a los partidos y, en Rio, represión generalizada de la manifestación, con la persecución de cientos de miles de participantes durante toda la dispersión). El escenario que vislumbro es pesimista: me parece que buena parte de los militantes de izquierda está cayendo en la trampa de las “banderas”, que eso acabará realmente por entregar el movimiento a la derecha y, para colmo, habrá represión, eventualmente también de las opiniones. En este escenario, muy probable, para salvarse a sí mismos y evitar una renovación general, las burocracias y otros fisiologismos abroquelados en los diferentes gobiernos y coaliciones, están destruyendo las posibilidades de una gran renovación de la izquierda y arrastrando a todo el mundo al agujero que será el resultado electoral de 2014. Pero me gustaría mucho equivocarme. Si fuese verdad que me equivoco, serán las luchas de la multitud las que lo dirán. Pero el escenario que tienen que enfrentar es muy, muy complejo.

[1] Cf. Giuseppe Cocco y Sarita Albagli (orgs.), Revolução 2.0, Garamond, Rio de Janeiro, 2013.
[2] Cf Giuseppe Cocco, “Não existe amor no Brasil Maior”, Le Monde Diplomatique/Brasil, mayo de 2013.
[3] Y de la que hablamos Antonio Negri y yo en GlobAL:biopoder e luta em uma América Latina globalizada, Record, Rio de Janeiro, 2005.

Primer paso de la contienda electoral: el Acontecimiento-Massa como novedad y la eficaz máquina política del kirchnerismo

Por Juan Pablo Maccia



Qué hay de nuevo tras el cierre de listas? Pregunto así porque de “novedad” hablaron los grandes medios los últimos días. ¿Y qué sería entonces “lo nuevo”? La decisión del intendente de Tigre, Sergio Massa, de candidatearse por fuera de la lista oficial como diputado nacional por la provincia de Buenos Aires. Concedamos, sin queja, a responder la consigna y tratemos de entender en qué consiste esta supuesta novedad.

Ante todo, parece, que esta decisión de armar un frente “renovador” evidencia y anuncia el fin de ciclo de la gestión kirchnerista. Este razonamiento, podríamos diagnosticar, tiene todos los tics de la eyaculación precoz. Pues es evidente para cualquier ser sensato que la presidenta sigue conservando todo su poder. Quienes lo contrario sostienen señala con ahínco, como principal evidencia, que la caja negra del kirchnerismo (una caja negra ocupada, en general, por Cristina Fernández) se encuentra en un proceso de marcado debilitamiento, cuyo signo distintivo es la pérdida de influencia (admiten que relativa) respecto de la CGT, de la justicia, de cierta prensa, de la iglesia, del dólar, ahora de algunos intendentes del FpV.

Pero es una verdad de Perogrullo que el precoz, en su celeridad, pierde de vista la materialidad real del tiempo. Se pasa, así, por alto que, lejos de ser un proceso en desintegración y de reconfiguración de nuevos poderes político-electorales, fue la misma presidenta quien decidió y forzó la ruptura con sectores de la corpo sindical, judicial, periodística, financiera y eclesial. Y hasta con algunos intendentes; lo que incluye la casi ruptura con el principal gobernador del FpV.

Sin embargo, es evidente que con sólo ganar las próximas elecciones (algo que parece de lo más previsible), esta caja negra –y la presidenta en primer lugar– recuperaría buena parte de su influencia sobre el sistema político y social. El “fin de ciclo” no es un fenómeno natural, evidentemente, sino el horizonte de deseo de la oposición. Y sería su principal objetivo político sino fuera que su debilidad le impide imaginarse grandes metas.

Podría arriesgarse que la demasiado macrista novedadde fenómeno Massa sería el retorno recargado de la vieja post-democracia. Es decir, la preeminencia de un modo de gobernar en el cual los números de las encuestas, la audacia en la construcción, mayormente mediática, de sí mismo y los negocios constituyen las variables fundamentales del poder constituido.

Pero esta novedad que le estamos atribuyendo a Massa, no es difícil darse cuenta, tiene mucho de kirchnerista. Veamos por qué.

Después del 2001, la construcción de un sólido sistema político es la utopía, impotente en su nostalgia, de todos los sectores de poder. Indica la genealogía que fue sin dudas Duhalde el padre y primer gestor del “retorno de la política”. La emergencia sorpresiva del kirchnerimo –continuación del duhaldismo por otros medios… progresistas– vino a enturbiar la escena con elementos propios: con más épica (Néstor) y glamour (Cristina), la década ganada por el “proyecto” tiene como rasgo principal la puesta en juego de una capacidad de hiper-gobernabilidad fundada en la proliferación de excepción permanente.

O dicho en otras palabras: la caída de Duhalde –a causa de adoptar la opción represiva ante el movimiento piquetero– abrió las puertas a Néstor, un maestro de la política que supo consolidar poder ampliando su base de sustentación hacia elementos por naturaleza inestables(movimientos sociales, sindicales, de derechos humanos, intelectuales críticos, juventud).

También Cristina demostró su maestría en la alquimia de la política dotando a estos elementos (nuevos en la formación del estado) en un eficaz dispositivo de gobierno del peronismo. Con solo mirar el cierre de listas uno puede hacerse la idea de hasta qué punto este sistema de poder sigue funcionando a la hora de subordinar a un sector electoralmente muy importante del PJ, sobre todo en las Provincias. Y caso Scioli y su andar dubitativo son un ejemplo palpable de este funcionamiento. La novedad Massa, entonces, encuentra su primera y principal contracara en el problema de cómo sostener su ciclo, re-inventando su sistema de liderazgo.

Del lado de la oposición, el panorama hace rato que está claro: se trata de ver quién logra ponerse el disfraz de Capriles y aparecer como opción convincente de recambio. La “centro izquierda” intenta jugar de local y ganar de aquí al 2015 la Ciudad de Buenos Aires. El peronismo disidente procurará sostener sus votos en Córdoba y Provincia de Buenos Aires. Pero, insistimos, ¿cuál es la novedad de Massa en este entramado?

En perspectiva histórica, Massa aparece como el primer dirigente de la derecha del Frente para la Victoria que se decide a desobedecer al sistema de poder que hegemoniza cristina, sin pasarse a la oposición  antikirchnerista. Si Scioli aspira –no sin cierta ingenuidad– heredar un kirchnerismo sin reelección ni candidato de recambio (el Daniel-Nauta), Massa inaugura una modalidad mucho más activa de convocatoria y conducción política. Se trata de anticipar el tono y los modales del postkirchnerismo, apurando al kirchnerismo en su punto más flojo: su incapacidad para el relevo en el vértice de la conducción política.

En síntesis, si la poco alentadora novedad Massa existe pareciera hacerlo como radicalización de la ultra-gobernabilidad kirchnerista, pero en este caso enfatizando en la neutralización definitiva de aquellos elementos inestables que fueron la base de la rebelión del 2001 (la juventud, el cambio, la organización social).

¿Puede funcionar tal cosa entre nosotros? Espero que no.

¿Podemos esperar reacciones ante tal tentativa? Imagino que sí.

Pues, por imperceptible que sea, este paso a la moderación y la insensatez implica cruzar la invisible línea roja a partir de la cual la iniciativa pasa a ser definitiva de la reacción. 

Brasil: ¿Qué pasa en Recife?

por el Primo 
 

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No es fácil escribir sobre qué está aconteciendo en el Brasil. Ni lxs brasilerxs entienden que está pasando, imagínense uno, argentino, que está conociendo algunas ciudades de este gran país.
Voy a contar mi experiencia y mis sensaciones desde una ciudad que recién el lunes pasado (17 de junio) se movilizó por primera vez. Ese día, algunos partidos políticos y organizaciones sociales convocaron a una reunión en el Directorio Central de la Universidad Católica de Pernambuco. De tantas personas que fueron, la reunión se convirtió en una asamblea de más de 500 personas, en su mayoría jóvenes. Luego de discutir desordenadamente a dónde se iba a movilizar el jueves 20 y a qué hora, había voluntad de hacer algo en ese momento. Fuimos marchando por el centro de la ciudad, por la Avenida Boa Vista hasta Agamenon Magallahes, donde queda la plaza del Derby. De a poco, la gente se fue desconcentrado.
El martes nos enteramos que el gobernador de la provincia de Pernambuco, Eduardo Campos, había rebajado la tarifa en 10 centavos, anticipándose a la manifestación del jueves. No por eso, la indignación de las personas bajó.
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A través de facebook, más de cien mil personas habían confirmado su asistencia para el jueves. Las calles desbordaban de gente. La convocatoria era a las 16 hs en la plaza del Derby. Sin embargo, desde las 14.30 hs, cuando llegamos, ya había una gran cantidad de personas. En el camino hacia el Derby, se veían grupos reunidos en estaciones de servicios, camino al lugar de la protesta.
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Pocos minutos antes del horario pautado, ya se estaba marchando camino a Recife Antiguo por la avenida Boa Vista. Carteles y consignas había tan variados como personas en la calle. Desde reclamos y exigencias de hospitales y escuelas con padrón FIFA; reclamos contra el gobernador de Pernambuco, Eduardo Campos y contra la presidente Dilma Roussef; legalización de la marihuana. No había un consigna específica a pesar de que el elemento convocante, en un primer momento, era la tarifa y calidad del transporte público.
Una bandera unificó el reclamo: el verde y amarillo de la bandera brasilera. Caras pintadas, banderas flameando o cayendo desde los hombros, remeras de fútbol entre otros objetos que hacían referencia a la patria. Flamearon algunas banderas del estado de Pernambuco.
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Situaciones bizarras no faltaron. A mi me produjo cierta indignación. El abrazo entre una policía y una manifestante, mientras la policía militar (PM) resguardaban de cualquier tipo de ataque una sede de la Iglesia Universal; de paso, los PMs arrancaron una impresión pegada en la puerta de la iglesia con la bandera del orgullo GLBT. No faltaron personas que entregaron rosas blancas a la policía; al desconcentrar, algunos manifestantes aplaudían a la policía por su accionar “pacífico”. Asimismo, cuando alguien iba a pintar una pared o hacer una pegatina, muchos manifestantes chiflaban o señalaban a la persona, con la intención de entregarla a la policía. Es decir, en Recife estuvo muy presente un elemento reaccionario entre los manifestantes, lo que me generó cierta indignación y un poco de miedo por los rumbos que puedan tomar este tipo de protestas.
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“Brasil despertó”, “Ven para la calle”, “Contra la corrupción”, “No es por 10 centavos, es por derechos”, “Sin violencia”, “Paz”, fueron algunas de los tantos carteles que pude leer. En varias ocasiones se escucharon los primeros versos del himno brasilero o una canción que empieza: “Yo soy brasilero, con mucho orgullo, con mucho amor…” También se hicieron algunas pocas pegatinas bajo la atenta y hasta el abucheo de muchos de los manifestantes. “Violenta es la tarifa”, “Con 10 centavos ni compro un Dudu”(en referencia al gobernador Eduardo Campos)
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La Policía estaba concentrada en grupos de diez en diferentes lugares del centro: cerca de bancos, estaciones de servicio y algunos otros puntos de la ciudad.
Muchas personas tiraban fotos como para subir al FB, junto a banderas; o posaban con su cartel encima de su cabeza. Los edificios de la Av. Boa Vista también dieron su show al prender y apagar las luces: la respuesta de la multitud fue la ovación.
No dejó de llamarme la atención la cantidad de máscaras y caretas -predominaban las de “V de Vendetta”-. Lxs compañerxs explicaban que ya se han sucedido situaciones en que la policía identifica, a través de las más de 400 cámaras que hay instaladas en el centro de la ciudad, a los manifestantes y, después de la protesta, lxs detiene. Por eso, para muchxs era importante la cuestión del anonimato, como medida de seguridad.
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No llegamos hasta Recife Antiguo. Cuando volvíamos para la plaza del Derby, vimos que todavía había gente cortando Agamenon. Decidimos apoyar uno de esos cortes y nos quedamos, bajo la garua. Había idas y venidas, varias. Un grupo de cuatro personas comentaba que la marcha había parecido una “peregrinación” de lo tranquila que había sido.
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El corte se sostuvo durante dos horas aproximadamente. La policía empezó a llegar. Hubo confusión, aunque se notaba que las fuerzas policiales estaban indicadas de no reprimir.
Como todavía quedaban compañerxs en el Derby, las doscientas personas que estábamos por ahí nos fuimos para dicha plaza. Al llegar, nos recibió la represión policial que no sólo nos esperaba de frente, sino que también nos había pseudo acorralado por atrás. Corrimos por las calles de Recife hasta que lograron dispersarnos. Pasados unos minutos, con dos compas volvimos al centro a ver qué había pasado. Charlamos con unas personas que habían recibido balas de goma en la pierna y en la espalda.
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Audios de la represión

 

 


 

Quedó resonando en mi cabeza la consigna del Movimiento Pase Libre: Por una vida sin molinetes, pase libre ya!
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Las protestas en Brasil y la representación colectiva

por Bruno Lima Rocha

Porto Alegre, Goiânia, San Pablo y Río de Janeiro son capitales con algo en común, las protestas sociales. Estos centros metropolitanos están pasando por un momento contradictorio. Por un lado el orgullo en torno a la realización de la copa del mundo abre precedentes para los discursos modernizadores, y de cajón para la asunción de discursos de valoración urbana, que afianzan los derechos de la ciudad. Por otro, las protestas recientes contra el aumento de los pasajes de autobús revela un sector de la población consciente de estos derechos y queriendo subordinar los contratos con las empresas concesionarias al poder otorgante. Considerando que la escalada de movilizaciones no estaba prevista en la víspera de la Copa de Confederaciones de fútbol, los gestores de estos municipios –y los respectivos gobiernos estatales– acabaron endureciendo el brazo represor.
La última década fue de profunda transformación en la sociedad brasilera. Se vive mejor, tenemos consumo accesible –casi suntuoso– oferta masiva de créditos y visibles avances materiales en las condiciones de vida. La versión nada agradable de este avance es el cogobierno entre casi todas las fuerzas políticas, saliendo victorioso ideológicamente el Consenso de Brasilia, como es referido en la literatura política y de relaciones internacionales, la suma de ortodoxia macroeconómica con el peso puesto en la generación de empleo directo y el fortalecimiento del mercado interno. Tal Consenso genera acomodación de fuerzas sociales y poco o ningún espacio para la política institucional más a la izquierda. En períodos de reflujo, nos queda el Internet. Se protesta mucho a través de las redes sociales en Brasil y esta opinión encuentra eco en los poderes de facto. La consecuencia es la canalización de estas demandas legítimas, colocando contra la pared al Brasil moderno e inclusivo que se quiere vender hacia fuera.
Nada es más universal que el transporte colectivo en metrópolis totalmente congestionadas por la expansión del automóvil individual. Al enfrentar los márgenes de lucro de las concesionarias de autobús, los manifestantes afirman que el derecho de movilidad debe subordinar a los intereses empresariales del sector. Como casi siempre, cualquier Poder Ejecutivo está del lado de los empresarios, alegando el riesgo sistémico o la quiebra de ese sector de la economía. De ahí que apelar a la represión desenfrenada es siempre una opción. El nivel de violencia es el reflejo de esta escogencia de los ejecutivos municipales. Considerando que el control urbano aumenta en períodos de grandes eventos deportivos, se concluye que los episodios como éstos tenderán a repetirse.
Quien organiza esta cultura política del conflicto
Síndrome de la profecía anunciada, los episodios de la noche del lunes 17 de junio deberían haber ocurrido en el año 2005, en el auge del desencanto con el escándalo Mensalão. En el año siguiente poco antes de la Copa de 2006, tuvimos una gota del evento cuando el MLST entró en forma abrupta al “muy noble y valeroso” Congreso Nacional, cuyo actual presidente de la Cámara Baja “no sabe la motivación de estas personas”. La semana pasada cuando las protestas por el derecho a la movilidad urbana se nacionalizaron, después de la victoria parcial lograda en Porto Alegre, afirmé que estas luchas traspasaban al Consenso de Brasilia y que materializaban años de trabajo acumulado por agrupaciones políticas de izquierda, catapultadas por las redes sociales. No dio para más.
La representación colectiva tiene dos grandes motivaciones. La primera de ellas es el peso de la ideología anarquista. Al contrario de lo que se afirma en red nacional, a pesar del silencio de buena parte de los grandes medios, el conjunto de ideas que orienta estos actos es de base libertaria y tiene la incidencia directa del anarquismo, tanto en su forma más difusa como en la orgánica vinculada a la Coordinación Anarquista Brasilera (CAB). Son la presencia de este conjunto de ideas y formas de acción las que alimentan el repudio a la presencia de banderas político-electorales, mismo aun de partidos más a la izquierda como el PSTU y el PSOL. La tesis anarquista es simple: fortalecer a las entidades de base y a las redes de movimientos populares. A partir de la fuerza de estas colectividades ir a conquistar derechos, disminuyendo el margen de actuación de empresarios y gobiernos.
Otra motivación para el repudio a la presencia de banderas político-electorales es la relación directa de éstas con el llamado oportunismo. La paranoia está suelta y basta leer los medios de Internet más vinculados al gobierno de Dilma para ver que circula en el aire un discurso de “golpe electoral”. Una preocupación más probable es que en el pleito de 2014, legítimamente surjan candidatos de izquierda tomando como bandera su participación en estos actos. El problema –para quien escoja la vía electoral– es que la mayor parte de los activistas que ocupan las calles de capitales y ciudades de mediano tamaño del país, repudian esta forma de capital político. Luego, llevar banderas rojas o amarillas, asociadas a una sigla electoral, es hoy una actividad mal vista.
Delante de este universo de actitudes políticas, es casi inevitable el ataque a los símbolos de los poderes constituidos, sean estos estatales o privados. El avance de este movimiento puede solidificar otra forma de hacer política en el país.

“Reconstruir el sentido común disidente”. Entrevista a Raquel Gutiérrez Aguilar

por Verónica Gago
Investigadora en la Universidad de Puebla y la UNAM, la mexicana Gutiérrez Aguilar estudió y documentó los procesos de asambleas constituyentes del continente. Aquí propone repensar el cambio social en los países de la región en busca de “una política de lo común”.
@Raquel Gutiérrez Aguilar nació en México. Estudió filosofía y matemáticas y se comprometió con la lucha de los salvadoreños del FMLN en el exilio. Luego, en la década del ’80, se fue a Bolivia. Allí estuvo entre los miembros fundadores del EGTK (Ejército Guerrillero Tupak Katari) junto a su entonces compañero y hoy vicepresidente, Alvaro García Linera. Tras acompañar las insurgencias de las comunidades aymaras y quechuas, pasó varios años en la cárcel, durante la década del ‘90. Luego, integró el grupo Comuna. Volvió a México ya avanzado este siglo y se dedicó a escribir su tesis de doctorado sobre la experiencia de la guerra del agua en Bolivia, que la tuvo también como activista. Como investigadora en la Universidad de Puebla y en la UNAM, estudió y documentó con especial atención los procesos de asambleas constituyentes del continente, comparando los casos de Ecuador y Bolivia. De visita en Buenos Aires, mañana a las 18 dará una conferencia en el programa Lectura Mundi de la Unsam titulada: “Hacia una política de lo común: repensar el cambio social en América latina” y el viernes 28, a las 20, estará en la Casona de Flores convocada por la pregunta “¿Qué pueden los movimientos sociales contra el narco? Intuiciones desde el presente mexicano”. Aquí un diálogo sobre su preocupación principal: cómo construir un sentido común disidente.

–¿Cómo pensar la situación actual en América latina? Hay sectores que plantean un fin de ciclo de los llamados gobiernos progresistas.

–No estoy muy segura de que la expresión “fin de ciclo” pueda aplicarse a los gobiernos progresistas en América latina… Hay algunos desfases en los procesos que siguen, por ejemplo, Bolivia y Ecuador con respecto a Venezuela, sobre todo tras la muerte de Chávez. Sin embargo, más que un “fin de ciclo” creo que estamos presenciando la consolidación política de un ciclo que comenzó después de los procesos constituyentes, tanto en Bolivia como en Ecuador. Creo que lo que presenciamos es más bien la consolidación creciente del monopolio de las prerrogativas sobre las decisiones políticas más importantes, en manos de pequeños conjuntos de funcionarios políticos. Este “taponamiento” –por expresarlo de alguna manera– de las otras miradas y caminos políticos que se abrieron hace años es lo que, en mi perspectiva, ha llegado a un punto de saturación extraordinaria.

–¿En qué se expresa esa saturación?

–Hay, creo, en Bolivia y Ecuador un momento fuerte de consolidación estatal y de creciente tutelaje de las iniciativas populares e indígenas, que tienen que ceñirse cada vez más a lo que es decidido por otro. Eso es lo que miro: reiteración de formas liberales de lo político afianzadas en la expropiación de la capacidad social de intervenir en los asuntos públicos que le incumben.

–¿Hay reconfiguraciones del Estado que pueden llamarse posneoliberales?

–Creo que el momento actual no es igual al momento liberal de la política y de lo político que asoló América latina durante los ‘90. Eso es fácilmente contrastable viviendo, como lo hago ahora, en México, donde todavía está presente y vigente en la discusión política oficial el ideario (neo)liberal de reforma estructural que limita la intervención estatal, agrede lo que suele llamarse “conquistas sociales” e impulsa el predominio de los intereses empresariales monopólicos mediante la coartada del predominio del mercado. Eso, creo yo, ya no ocurre, ya no se escucha en los países donde hubo movilizaciones vigorosas y enérgicas durante la década pasada, que atravesaron procesos constituyentes y que tienen gobiernos progresistas.

–Tras esas movilizaciones y los cambios a nivel del Estado, ¿se arma un nuevo tipo de conflictividad?

–Lo que es tremendo es que en los países donde la movilización social fue fuerte sigue vigente el predomino pleno de los intereses del capital transnacional más poderoso, que ahora parece haber “capturado” también a las formas estatales reconstruidas tras la sacudida de la década pasada. Esto es lo que una encuentra cuando busca entender lo que pasa desde la similitud de los conflictos que se despliegan en países, como México, cada vez más liberalizados y formalmente “democráticos”; o como en Ecuador o Bolivia, donde los pueblos indígenas una y otra vez tienen que defender sus territorios y sus vidas amenazados de nuevos afanes de saqueo y luchar contra la imposición totalmente inconsulta de políticas que, en el Sur, supuestamente se impulsan “por el bien” de esos mismos pueblos que se defienden. Está en cuestión lo que despuntó en los tiempos agitados y rebeldes nuevamente como un horizonte de lo común, que dislocó fuertemente los términos del discurso político liberal moderno.

–¿Qué significa el horizonte de lo común como política?

–Desde mi punto de vista, lo que hace algunos años se vislumbró como posibilidad política fue una especie de disposición colectiva sintonizada no exenta de tensiones internas para reapropiarse tanto de riqueza material como de capacidades políticas anteriormente expropiadas. Esta clave de lectura te permite entender las recurrentes luchas que buscaron tanto establecer límites a la acción expropiadora-privatizadora del capital más poderoso, como los esfuerzos por establecer nuevos términos de control social de la riqueza recuperada –fueran aguas, bosques o hidrocarburos–; a partir de este conjunto de acciones de lucha, las sociedades paulatinamente recuperaron y reconstruyeron capacidades políticas en el sentido más amplio: posibilidades de gestionar colectivamente lo que a todos incumbe porque a todos afecta. Eso tendencialmente erosionó y amenazó con disolver ciertos términos modernos de comprensión de lo político, como la distinción privado/público. Y la amenaza de disolución de esta añeja distinción, que funda una gran parte de nuestra comprensión de lo político pues los momentos de la lucha también fueron tiempos enérgicos de producción y reproducción de lo común. Lo común no es una categoría clasificatoria que aluda a la propiedad sino que es una idea-fuerza central de la reorganización de la convivencia social.

–¿Supone una nueva forma de cooperación y de autoridad? ¿Cuál es su diferencia con lo público?

–Lo común es aquello que se produce colectivamente y cuyo control y decisión no se delega en otras mediaciones políticas que no sean los mismos que lo producen. Lo común es una manera de nombrar eso “público no-estatal”. El horizonte de lo común es, ante todo, una perspectiva de lucha que se lanza a reapropiarse y recuperar directa y colectivamente lo que ha sido arrebatado de las manos de las colectividades. En tal sentido, lo común no es algo meramente heredado sino que, ante todo, es producción reiterada de sentido y de vínculo para dotarse colectivamente de capacidades de intervención en asuntos generales.

–¿Cómo se puede leer la violencia actual en México? ¿Cómo juega la cuestión del narcotráfico respecto de los movimientos sociales?

–Este es un asunto abrumador… Te presento un par de claves de interpretación: más allá de la llamada “transición democrática”, en México sigue plenamente vigente una forma de lo político que se sostiene en un patrimonialismo descarnado. México es el país de los monopolios y de su defensa por todos los medios. En ese contexto, la guerra contra las drogas –impulsada por Estados Unidos y que en México fue desatada, sobre todo, durante el segundo gobierno del conservador Partido Acción Nacional (PAN) de Calderón– obligó a una redefinición de los términos de uno de los negocios más rentables que existen en México: el de la producción y trasiego de sustancias controladas. Esto ha desatado una auténtica guerra en varios frentes y con muchos actores, cuya posible identificación no siempre es clara. Así, se ha generalizado una confrontación en la que se distinguen dos niveles: por un lado, la violenta pugna entre mafias que ejercen control territorial como garantía de la permanencia de sus negocios y, por otro, una soterrada guerra contra los pueblos y la población civil, a la que se pretende obligar a obedecer a balazos y sumando asesinatos. Todo esto es no sólo muy confuso sino altamente peligroso. Y lo peor de todo es que esta auténtica disolución de la autoridad estatal –en muchos lugares de la República– está cubierta con un velo de opacidad casi total, pues la información difícilmente circula. Lo que es cierto es la proliferación de una infinidad de luchas locales autodefensivas de múltiples comunidades, localidades, pueblos y regiones. En estas luchas hay esperanza de reconstrucción de las ruinas en las que habitamos.

–Ante esta situación, ¿cuáles son los desafíos para las militancias?

–Este es un tiempo para las palabras y las conversaciones. Necesitamos reconstruir el sentido común disidente y de lucha, pues casi todo lo que alcanzamos a aclarar en la anterior ola de movilizaciones y levantamientos ha sido “recodificado” en términos estatales; primero ocurrió una “captura” semántica de nuestras palabras, que ya no designaban con claridad aquello a lo que nosotros aludíamos en los tiempos de mayor crisis política; a esto le sigue una “captura” política y luego, “organizativa”, de los contenidos políticos más filosos de nuestras luchas. Por eso conviene volver a centrar la discusión no tanto en lo que actualmente hacen los Estados y los distintos gobiernos, sino en lo que han sido nuestros aprendizajes.

–¿Sirve el concepto de dignidad, que en su momento lanzaron los zapatistas, para pensar las luchas actuales?

–La dignidad, para mí, es siempre el punto de partida de la autonomía política y moral; así como de las fisuras que se les imprimen a las jaulas del miedo y la desconfianza. Podría decirse, siendo formales, que la dignidad siempre es necesaria, aunque puede no ser suficiente en el despliegue de las luchas por la transformación social y política. El ¿qué más es necesario? constituye, creo, el corazón del debate político militante contemporáneo.

La política de calles se hizo presente

por Norma Giarraca
Brasil nos ha dejado sin palabras. El “gran país” que supo regular su crecimiento, mantener las variables macroeconómicas bajo control; el país donde la población piensa sus demandas en términos de “partidos”, que acompañó con alegría la llegada del PT al gobierno, estrena con una fuerte irrupción la política de calles. Miles de brasileños en 80 ciudades expresando rebeldía, disconformidad, gritando la injusticia inherente al desarrollo capitalista… ¿qué pasó?
Este blog publicó excelentes análisis de quienes viven allá y de quienes siguen nuestros países con miradas que nos hacen falta, como las de Salvador Schavelzon y  Boaventura de Sousa Santos. De las condiciones de contorno y del polisémico sentido de las protestas hay muy poco que agregar. Querríamos aportar dos reflexiones que hacen a una posible comparación entre Brasil y la Argentina. En primer lugar, hablemos de las diferencias entre las dos tradiciones culturales de la política rebelde. La Argentina siempre fue un país de protestas “plebeyas”; por la influencia anarquista antes del peronismo y por los rasgos propios del fenómeno político que irrumpió en 1945, a partir de allí. Brasil casi siempre se movilizó a través de una institución, el Partido Comunista de los años ’20 y ’30 con Luis Carlos Prestes a la cabeza, por ejemplo, y la importancia de la formación desde debajo de un nuevo partido con apoyo de las iglesias, de los grandes sindicatos, que concentró la esperanza del Brasil rebelde durante las últimas décadas.
El presidente Lula supo concentrar expectativas de transformación en uno de los países más desiguales del mundo y, aunque quedaba cada vez más claro que el gobierno “popular” no iba más allá de políticas sociales de inclusión, se le seguía creyendo, respetando, aceptando, por ejemplo, su elección por las semillas transgénicas (a pesar de la promesa electoral) y los sectores “progres” (con dignas excepciones) comentaban con orgullo nacional cómo el país se convertía en el gran banquero latinoamericano, en el “Brasil potencia”. Los colegas que habían seguido los derroteros del los Sem Terra consideraban un hecho natural la subordinación de este gran movimiento al partido de gobierno. Las críticas a la paralización del reparto agrario fueron cada vez en tonos más bajos. No obstante, aprendimos de otros colegas la importancia del concepto “sufrimiento social” para entender el vasto país: las grandes hidroeléctricas, los desplazados…
Por eso estamos anonadados, una rebeldía claramente antiinstitucional, sin partidos, sin grandes centrales obreras. Lo que está en las calles no son los movimientos, son jóvenes sin partidos, sin centrales, sin organizaciones; tal vez intuyen los límites de las instituciones en estos capitalismos en que nos ha tocado vivir, tal vez se hartaron de pedir por los canales institucionales. Lo que está ocurriendo no es fácil, el gran Brasil mostró su rasgo rebelde, plebeyo, y hay que estar atentos a lo que pasa porque estamos frente a un fenómeno nuevo.
La segunda reflexión que deseamos hacer es sobre algunos intentos oportunistas de dirigentes políticos o caceroleros argentinos que quieren compararse o, más grave aún, sumarse al fenómeno. Es lamentable la falta de sensibilidad para comprender los procesos, las rebeldías, las broncas legítimas de las poblaciones de América latina. Los caceroleros modelo nacional marcharon con partidos de centro y centroderecha, no tuvieron una sola palabra hacia los sectores más sufrientes de este modelo y fueron apañados y estimulados por los medios de comunicación concentrados. Los sentidos de las protestas pueden ser difíciles de comprender, pero aquí estuvo bastante claro y no hay comparación posible con las que se desarrollan en Brasil.
Los caceroleros quieren más institucionalidad, allá cuestionan la institucionalidad. Aquí se oyeron voces personalizadas de partidos u organizaciones, allá la queja del gobierno es que no tiene con quien negociar. Aunque Patricia Bullrich o Lilita Carrió quieran ver en los caceroleros argentinos espacios de “expansión democrática”, existen muchas dudas de que puedan salir de esas imágenes de señoras insolidarias y llenas de bronca personal hacia la figura presidencial. En Brasil, la figura de Dilma no es importante, no es contra ella; lo central es una población que vio generar riqueza y distribuirla de un modo tacaño, egoísta, considerando clase media a quien dejó de caminar sin calzado. La imagen del 99 por ciento contra el uno por ciento de los que se quedan con las riquezas, que en Brasil como en el resto de América latina provienen básicamente de bienes comunes, funciona como una idea muy potente y articuladora en estos mundos rebeldes. Es decir, por un lado el neoliberalismo da la imagen de haberse instalado muy cómodamente con la aceptación de las instituciones (de gobiernos conservadores o “progresistas”) y, por otro, un fantasma recorre el mundo dando miles de vueltas por todos lados para inquietarlo y limitarlo.

El poder constituyente en las calles y plazas de Brasil

Por Adriano Pilatti, Antonio Negri y Giuseppe Cocco


Mientras escribíamos este artículo llegó la noticia del asesinato de nueve habitantes de una favela carioca en manos de las fuerzas policiales. Indignados, leemos un columnista insinuar que es bajo la forma de una supuesta “amenaza a la democracia” el modo en que la presidenta Dilma asimila a los movimientos de estos últimos días y suseventuales bases teóricas, lo que incluye –veremos líneas abajo— la teoría del poder constituyente.[1]

Los acontecimientos de estos días en Brasil sorprendieron a todos, internos y externos. Brasil parecía el país sudamericano más estable y, de repente, “la tierra entró en trance”. Independientemente de las evoluciones futuras, la multitud mostró su potencia. A derecha y a izquierda –se dice con escándalo  el movimiento no tiene “organicidad”, ni “línea”, ni “liderazgos”.  Incluso la llamada izquierda radical tuvo que reconocer que no existen banderas “abstractas” que puedan ser impuestas “de afuera hacia adentro” al magma que se constituía desde abajo. “¿Cómo es eso posible? ¿Cómo se atreven?”.

Pero el movimiento continúa, se vuelve difuso, acelerando sus ritmos: en los centros y periferias, en las grandes y pequeñas ciudades, multiplicando las reivindicaciones. Las protestas parecen inventar nuevas formas de lucha. El poder constituyente está ahí y, en este aquí y ahora se presenta como incontrolable, aunque también vulnerable a las aventuras reaccionarias. ¿Cómo organizar el pensamiento en esta aceleración del tiempo y de esta innovación radical? ¿Cómo aprovechar las aperturas y evitar o combatir las amenazas?

Vayamos un poco para atrás. En el 2005 publicamos dos libros en Brasil: Multitud[2] yGlobAL[3]. En Multitud decíamos que el trabajo pasaba a ser explotado fuera de las fábricas, sin pasar por la relación salarial. Si esto implica una pérdida de derechos por la mayor fragmentación y precariedad de la relación salarial, al mismo tiempo solo puede funcionar si la autonomía del trabajo aumenta y se produce y reproduce dentro y por las redes.

Es decir, por un lado, el capital descompuso la clase trabajadora en un sinnúmero de fragmentos; por otro, por detrás de esos fragmentos, existen singularidades que pueden cooperar entre sí y perseverar como tales. En el capitalismo contemporáneo, la explotación es exactamente el hecho de que los agenciamientos de los deseos (cognitivos, culturales, institucionales, empresariales) ajusten los “fragmentos” sin abrirse a las modulaciones de las singularidades.

La multitud de la que hablamos no se confunde con la definición sociológica y determinista del devenir “líquido” de la sociedad post-moderna. Al contrario, la multitud es un concepto político y ontológico de clase: la clase que se constituye en esa cooperación entre singularidades. Sólo hay multitud cuando ella se hace a sí misma, como sucede en este momento en Brasil. Es todo lo contrario de esa masa de fragmentos que los medios de comunicación y la derecha quieren fusionar al entonar el Himno Nacional.

Ya en GlobAL saludábamos la llegada de nuevos gobiernos en América del Sur (sin dedicar, sin embargo, una palabra a Venezuela) y, al mismo tiempo, decíamos que ellos deberían tener dos cuidados: primero, no caer en la ilusión de que habría un nuevo modelo a ser implementado; segundo, que las oscilaciones entre la inflación de las tasas de interés y de los precios son apenas las dos caras de la falta de democracia, y esta depende de las dimensiones biopolíticas de las luchas: las luchas por la vida y de la vida de los pobres que persisten ante el terror que el Estado impone en las favelas y en las periferias.

El libro pasó totalmente desapercibido. Los intelectuales críticos al gobierno teorizaban el “estado de excepción” y aquellos próximos al PT preferían ver en Lula la increíble reencarnación de Vargas. Después de la crisis global, el gobierno intervino para descubrir que el desarrollismo era el nuevo modelo (sic).

Y fue justo en el centro de esta fiesta vip que la tierra se estremeció. A la derecha, el gobernador de São Paulo utilizó la violencia sin máscaras de la policía. A la izquierda, el ministro de Justicia se propuso enviar todavía más policía, a reprimir aún más. Cuando tuvieron que retirarse, derecha e izquierda aparecieron juntas, únicamente diferenciadas por el color de las corbatas, para decir que la reducción del precio de los pasajes acarrearía el recorte de otros gastos sociales. A la derecha y a la izquierda se echó leña al fuego de la crisis de representación, insistiendo en pensar la política desde el extraño punto de vista del clientelismo y la tecnocracia.

Desde el lunes 24 de junio, la élite y sus medios de comunicación corporativos cambiaron el blanco de sus armas y pasaron a usar su poder concentrado (anti-democrático) para intentar manipular la conmoción nacional en un sentido reaccionario. El aturdido columnista explicitó ese proyecto la noche del jueves pasado, en medio de la represión de miles de manifestantes: usar el Congreso para aplicar al Brasil el golpe institucional ya realizado en Honduras y en Paraguay.

Pero la presidenta comenzó a reaccionar, aunque de manera tardía y tímida, proponiendo un plebiscito y una “constituyente”. Al columnista no le gustó y señaló, como base de esa supuesta “amenaza” a la democracia, el ya referido Poder Constituyente. Sucede que la teoría del poder constituyente y su realidad (aquella que está abiertamente en las calles del Brasil entero) es una teoría de la democracia radical. Ella no está en contra de la representación, pero sí en contra de la separación de ésta de su fuente: la soberanía popular. La corrupción está allí, en esta separación de los medios de los fines. Y quienes se aprovechan de ella son los que concentran los medios económicos y los medios de comunicación, incluso cuando la condenan, de manera moralista, sólo para aumentarla en su favor.

Nosotros avalamos positivamente, en su conjunto, las medidas de Dilma, pero pensamos que la solución no pasa ni por un plebiscito, ni por la convocatoria de pactos con supuestos representantes de los movimientos. El desafío es abrir un verdadero “proceso constituyente”, es decir abrir la polis a la participación efectiva de los demos, en las calles y más allá –aunque resulte confuso al principio- para unir movilización y creación de nuevas institucionalidades. El poder constituyente no es nada sin la multitud que lo hace vivir.  


[1] Antonio Negri, El Poder Constituyente, traducción de Adriano Pilatti, introducción de Adriano Pilatti y Giuseppe Cocco, Rio de Janeiro.
[2] Antonio Negri y Michael Hardt, Multitud, Rio de Janeiro, 2005.
[3] Antonio Negri y Giuseppe Cocco, GlobAL: Biopoder y Lucha en la América Latina Globalizada, Rio de Janeiro, 2005.

Brasil: Carta del Movimiento Passe Livre a la Presidenta Rousseff

Presidenta Dilma Rousseff:
Nos sorprendió la invitación a esta reunión. Imaginamos que también está sorprendida por lo que está sucediendo en el país en las últimas semanas. Este gesto de diálogo dista del tratamiento que le dio el gobierno federal a los movimientos sociales que han marcado la política de esta administración. Parece que las revueltas que se propagan a través de las ciudades de Brasil desde el día 06 de junio ha roto molinetes viejos y ha abiertos nuevos caminos.
El Movimiento Passe Livre, desde el principio, fue parte de ese proceso. Somos un movimiento social autónomo, horizontal y no partidista, que nunca tuvo la intención de representar el número de manifestantes que salieron a las calles del país. Nuestra palabra es una más entre los que gritaban en las calles, erigido en carteles, en las paredes pintadas. En San Pablo hicimos un llamado a las manifestaciones con una demanda clara y concreta: derogar el aumento [del boleto de ómnibus, de 3,20 a 3 reales]. Antes parecía imposible, hemos demostrado que no lo era y avanzamos en la lucha por lo que es y siempre ha sido nuestra bandera un transporte verdaderamente público. Por eso llegamos a Brasilia.
El transporte puede ser público si es realmente accesible para todas las personas, es decir, entendida como un derecho universal. La injusticia de la tarifa se hace más evidente con cada aumento, cada vez más personas ya no tienen dinero para pagar el pasaje. Cuestionar los aumentos es cuestionar la lógica de la política arancelaria, que somete a los empresarios del transporte a los beneficios, no las necesidades de la población. Pagar por la circulación en la ciudad significa tratar a la movilidad no como un derecho sino como una mercancía. Esto pone a los demás derechos en jaque: ir a la escuela, al hospital, ir al parque necesita tener un precio accesible para todos. El transporte se limita a ir y volver del trabajo y cierra las puertas a sus habitantes. Y para abrirlas, necesitamos un arancel cero.
En este sentido, nos gustaría conocer la posición de la presidente sobre la tarifa cero en el transporte público y en el PEC 90/11, que incluye el transporte en el envío de la lista de los derechos sociales en el artículo 6 de la Constitución. Se entiende que el transporte debe ser tratado como un derecho social, el pleno y sin restricciones; creemos que es necesario ir más allá de la política que se limita a un segmento particular de la sociedad, como los estudiantes, en el caso de que el estudiante obtenga el ‘pase libre’. Defendemos el pase libre a todas y todos!
Aunque la prioridad al transporte público está en el discurso de todos los gobiernos, en la práctica, Brasil invierte once veces más en el transporte individual a través de las obras viales y las políticas de crédito para el uso de automóviles (IPEA, 2011). El dinero público debe ser invertido en el transporte público! Nos preguntamos por qué la Presidente vetó el artículo V del artículo 16 de la Política Nacional de Movilidad Urbana (Ley N º 12.587/12), que culpó a la Unión Europea para el apoyo financiero a los municipios que adoptan políticas de priorización del transporte público. Como dejó claro su artículo 9, este proyecto de ley prioriza un modelo de gestión basado en lo privada, adoptando el punto de vista de las empresas y no de los usuarios. El gobierno federal tiene que tomar la iniciativa en el proceso de construcción de un verdadero transporte público. La municipalización de la CIDE, y su asignación completa y exclusiva al transporte público, representan un paso en este camino hacia el arancel cero.
La exención de impuestos, históricamente defendida por las empresas de transporte, será en la dirección opuesta. Renunciar a los impuestos significa perder el poder sobre el dinero público, liberando fondos para las mafias del transporte ciegas, sin ninguna transparencia y control. Para satisfacer las demandas populares de transporte, es necesario construir herramientas que ponen en el centro de la decisión que realmente deben tener sus necesidades cubiertas: los usuarios y los trabajadores en el sistema.
Esta reunión con el presidente fue arrancada por la fuerza de las calles, que avanzó sobre las bombas, las balas y las cárceles. Los movimientos sociales en Brasil siempre han sufrido la represión y la criminalización. Hasta ahora, 2013 no fue diferente: en Mato Grosso do Sul, se ha producido una matanza de indígenas y Fuerza Nacional asesinado el mes pasado, el liderazgo Terena durante la toma de posesión, el Distrito Federal, a cinco militantes del Movimiento de Trabajadores sin Techo (MTST) fueron detenidos hace unas semanas en medio de las protestas contra los impactos de la Copa Mundial de la FIFA. La respuesta policial a las protestas iniciadas en junio no están en conflicto con las otras que han tenido: bombas de gas fueron arrojadas dentro de los hospitales y colegios, los manifestantes fueron perseguidos y golpeados por la policía militar, otros fueron asesinados, cientos de personas fueron detenidas arbitrariamente, algunos están acusados de conspiración e incitación al asesinato, un hombre perdió la vista, una niña fue agredida sexualmente por la policía, una mujer asfixiada por el gas lacrimógeno. La violencia real que fuimos testigos de esto en junio provino del Estado, en todas sus esferas.
La desmilitarización de la policía, con el apoyo de la ONU, y una política nacional para regular las armas menos letales, prohibidos en muchos países y condenado por los organismos internacionales, son urgentes. Al ofrecer la Fuerza Nacional de Seguridad para contener las manifestaciones, el Ministro de Justicia puso de manifiesto que el gobierno federal insiste en tratar a los movimientos sociales como un asunto de la policía. Noticias de los militantes de supervisión realizadas por la Policía Federal y de la ABIN van en la misma dirección: la criminalización de la lucha popular.
Esperamos que esta reunión marca un cambio en la actitud del gobierno federal que se extiende a otras luchas sociales: los pueblos indígenas, los cuales, al igual que los Guarani-Kaiowá y Mundurukú, ha sufrido varios ataques de los terratenientes y el gobierno, los las comunidades afectadas por el traslado, los sin techo, los sin tierra y las madres que tuvieron sus hijos asesinados por la policía en los suburbios. Ese mismo enfoque también se extiende a todas las ciudades que luchan contra el aumento de precios y otro modelo de envío: São José dos Campos, Florianópolis, Recife, Rio de Janeiro, Salvador, Goiânia, y muchos otros.
En lugar de sentarse a la mesa y hablar, lo que importa es satisfacer las demandas claras ya planteadas por los movimientos sociales de todo el país. Contra todos los aumentos en el transporte público, en contra de la tarifa, que continuará en las calles! Arancel cero ahora!
Toda la fuerza para los que luchan!
Movimento Passe Livre São Paulo
24 de junio 2013

Entrevista con João Pedro Stedile: El significado y las perspectivas de las movilizaciones callejeras en Brasil

por Nilton Viana
Traducción: Facundo Ramos
Brasildefato: ¿Como usted analiza las recientes manifestaciones sacudieron a Brasil en las últimas semanas? ¿Cuál es la base económica para que ellas acontezcan?

Joao Pedro Stedile: Hay muchas evaluaciones de porque están ocurriendo estas manifestaciones. Me sumo al análisis de la profesora Erminia Maricato, que es nuestra mayor especialista en temas urbanos y ya actuó en el Ministerio de las ciudades durante la gestión de Olivio Dutra. Ella defiende la tesis de que hay una crisis urbana instalada en las ciudades brasileras provocada por esta etapa del capitalismo financiero. Hubo una enorme especulación inmobiliaria que elevo los precios de los alquileres y de los terrenos 150% en los últimos 3 años. El capital financió sin ningún control gubernamental la venta de automóviles para enviar el dinero para el exterior y transformo nuestro transito en un caosY en los últimos 10 años no hubo inversión en transporte públicoEl programa habitacional «Mi casa, mi vida», empujó a los pobres para las periferias, sin condiciones de infraestructura

Todo eso genero una crisis estructural en la que las personas están viviendo en un infierno en las grandes ciudades, perdiendo tres o cuatro horas por día en el transito, cuando podrían estar con la familia, estudiando o teniendo actividades culturales. Sumado a eso, la pésima calidad de los servicios públicos, en especial en la salud e igualmente en la educación, desde la escuela primaria, educación media, en la que los estudiantes salen sin saber hacer una redacción. Y la educación superior se convirtió en tiendas de venta de diplomas a crédito, donde está el 70% de los estudiantes universitarios.

Brasilde fato: Y desde el punto de vista político, ¿por qué pasó?

JPS: Los quince años de neoliberalismo sumado a los últimos diez años de gobierno de conciliación de clases transformo a la política en rehén de los intereses del capitalLos partidos quedaron viejos en sus prácticas y se transformaron en meras siglas que aglutinan, en su mayoría, oportunistas para ascender a cargos públicos o disputar recursos públicos para sus intereses. Toda la juventud nacida después de los gobiernos de derecha, no tuvo oportunidad de participar en política. Hoy, para disputar cualquier cargo, por ejemplo, de consejal, el sujeto necesita tener más de un millón de reales, de diputado cuesta alrededor de diez millones. Los capitalistas pagan y después los políticos obedecen. La juventud está harta de esa forma de hacer política burguesa y mercantil. 
Pero lo más grave fue que los partidos de la izquierda institucional, todos ellos, se amoldaron a esos métodos. Y por lo tanto genero en la juventud una repulsión a la forma de actuar de los partidos. La juventud no es apolítica, al contrario, tanto lo es que llevo la política a las calles, aun sin tener consciencia de su significado. Pero está diciendo que no aguanta más ver por televisión esas prácticas políticas, que secuestran el voto de las personas, basadas en la mentira y en la manipulación.

Brasildefato: ¿Y por qué las manifestaciones explotaron solo ahora?

JPSProbablemente haya sido más producto de la suma de diversos factores de carácter de la psicología de las masas, que de alguna decisión política planificada. Se sumo todo el clima que comente, además de las denuncias de sobrefacturación de las obras de los estadios, que es una provocación al pueblo. Vean algunos casos: la red globo recibió del gobierno del estado de Rio y de la Intendencia, 20 millones de reales de dinero público, para organizar el showcito de apenas dos horas del sorteo de los partidos de la copa de las confederaciones. El estadio de Brasilia costo 1400 millones y no hay colectivos en la ciudad!
Es la dictadura explicita que la FIFA impuso y todos los gobiernos se sometieron.
La reinauguración del Maracaná fue una bofetada para el pueblo brasilero. Las fotos eran claras, en el mayor templo del futbol mundial no había ningún negro o mestizo!
Y ahí con el aumento de las tarifas de colectivo, fue la gota que rebalso el vaso. Fue apenas la chispa para encender el sentimiento generalizado de revuelta, de indignación. En buena hora la juventud se puso de pie.

Brasil de fato: ¿Por qué la clase trabajadora todavía no salió a las calles?

JPS: Es verdad, la clase trabajadora todavía no fue para las calles. Quienes están en la calle son los hijos de la clase media, de la clase media baja y también algunos jóvenes de lo que Andre Singer llamaría sub-proletariado, que estudian y trabajan en los sectores de servicios, que mejoraron las condiciones de consumo, pero quieren ser escuchados.
La reducción de la tarifa interesaba mucho a todo el pueblo y ese fue el acierto del movimiento “passe livre”, supo convocar movilizaciones en nombre de los intereses del pueblo. Y el pueblo apoyo las manifestaciones y esto se expresa en los índices de popularidad de los jóvenes, sobre todo cuando fueron reprimidos.

La clase trabajadora tarda en movilizarse, pero cuando se mueve, afecta directamente al capital. Cosa que todavía no comenzó a pasar. Creo que las organizaciones que hacen de mediadoras con la clase trabajadora todavía no comprendieron el momento y están un poco tímidas. Pero la clase, como clase, creo que está dispuesta también a luchar. Vea, que el número de huelgas por mejoras salariales ya recupero los valores promedio de la década del 80. Creo que es apenas una cuestión de tiempo, y si las mediaciones aciertan en las banderas que pueden motivar a la clase a movilizarse.
En los últimos días, ya se percibe que en algunas ciudades menores y en las periferias de las grandes ciudades ya comenzaron a haber manifestaciones con banderas de reivindicaciones bien localizadas. Y eso es muy importante.

Brasildefato: Y ustedes, del MST y de los campesinos tampoco se movieron todavía…

JPS: Es verdad. En las capitales donde tenemos asentamientos y agricultores familiares más cerca ya estamos participando. E inclusive soy testigo de que fuimos muy bien recibidos con nuestra bandera roja y con nuestra reivindicación de reforma agraria y alimentos saludables y baratos para todo el pueblo. Creo que en las próximas semanas podrá haber una adhesión mayor, inclusive realizando manifestaciones de los campesinos en las rutas y municipios del interior. Dentro de nuestra militancia esta todo el mundo loco para entrar en la pelea y movilizarse. Espero que también se muevan rápidamente…

Brasil de fato: ¿Cuál es, en su opinión, el origen de la violencia que aconteció en algunas manifestaciones?

JPS: Primero vamos a relativizar, la burguesía a través de sus televisoras ha usado la táctica de asustar al pueblo colocando solo la propaganda de los alborotadores y rompelotodo. Son minoritarios e insignificantes delante de las miles de personas que se movilizaronA la derecha le interesa colocar en el imaginario de la población que esto es solo desorden, y al final si hay caos, colocar la culpa en el gobierno y exigir la presencia de las fuerzas armadas. Espero que el gobierno no cometa esa bestialidad de llamar a la guardia nacional y a las fuerzas armadas para reprimir a las manifestaciones. Es todo lo que la derecha sueña!
Quien está provocando las escenas de violencia es la forma de intervención de la policía militar. Son grupos derechistas organizados con orientaciones de hacer provocaciones y saqueos. En San Pablo actuaron grupos fascistas. En Rio de Janeiro actuaron las milicias organizadas que protegen sus políticos conservadores. Es claro, hay también un sustrato de lumpenismo que aparece en cualquier movilización popular, sea en los estadios, carnaval, hasta en las fiestas de la iglesia, intentando sacar sus provechos.

Brasildefato: ¿Hay entonces una lucha de clases en las calles o es solo la juventud manifestando su indignación?

JPS: Es claro que hay una lucha de clases en la calle. Si bien todavía concentrada en la disputa ideológica. Y lo que es más grave, la propia juventud movilizada, por su origen de clase, no tiene consciencia de que está participando en una lucha ideológica.
Miren, ellos están haciendo política de la mejor forma posible, en las calles. Y ahí escriben en los carteles: somos contra los partidos y la política? Es por eso que han sido tan difundidos los mensajes en los carteles. Está ocurriendo en cada ciudad, en cada manifestación, una disputa ideológica permanente de la lucha de los intereses de clase. Los jóvenes están siendo disputados por las ideas de derecha y por la izquierda. Por los capitalistas y por la clase trabajadora.

Brasildefato: ¿Cuáles son los objetivos de la derecha y sus propuestas?

JPS: La clase dominante, los capitalistas y sus portavoces ideológicos que aparecen en la televisión todos los días, tienen un gran objetivo: desgastar al máximo al gobierno de Dilma, debilitar las formas organizativas de la clase trabajadora, debilitar las propuestas de cambio estructural en la sociedad brasilera y ganar las elecciones de 2014, para recomponer una hegemonía total en el comando del estado brasilero, que ahora está en disputa.
Para alcanzar esos objetivos ellos todavía están tanteando, alternando sus tácticas. A veces provocan la violencia, para desenfocar los objetivos de la juventud. A veces colocan en las pancartas de los jóvenes sus mensajes. Por ejemplo, en la manifestación del sábado, si bien pequeña, en San Pablo, fue totalmente manipulada por sectores derechistas que pautaron solamente la lucha contra el PEC 37, con pancartas iguales… canticos iguales. Ciertamente la mayoría de los jóvenes ni saben de lo que se trata. Y es un tema secundario para la clase trabajadora, pero la derecha está intentando levantar las banderas de la moralidad, como hizo con la UDN en tiempos pasados.
He visto en las redes sociales controladas por las derechas, que sus banderas, además de la PEC 37, son: Salida de Renan del senado; CPI o transparencia de los gastos de la COPA; declarar a la corrupción crimen grave y terminar con los fueros especiales para los políticos. Ya los grupos más fascistas dicen FUERA DILMA y abajo firman con las acusaciones. Felizmente esas banderas no tienen nada que ver con las condiciones de vida de las masas, aunque ellas puedan ser manipuladas por los medios de comunicación. Y objetivamente son un tiro en el pie. Al final es la burguesía brasilera, sus empresarios y políticos los que son los mayores corruptos y corruptores. Quien se apropio de los gastos exagerados de la copa? La red globo y las empresas contratistas!

BRASILDEFATO: ¿Cuáles son los desafíos que están colocados para la clase trabajadora y las organizaciones populares y partidos de izquierda?

JPS: Los desafíos son muchos. Primero debemos tener consciencia de la naturaleza de estas manifestaciones, y salir todos a la calle, disputar corazones y mentes para politizar esa juventud que no tiene experiencia en la lucha de clases. Segundo, la clase trabajadora precisa movilizarse. Salir a la calle, manifestase en las fabricas, campos y construcciones, como diría Geraldo Vandré. Levantar sus demandas para resolver los problemas concretos de la clase, desde el punto de vista económico y político.
Necesitamos tomar la iniciativa de pautar el debate en la sociedad y exigir la aprobación del proyecto de reducción de la jornada de trabajo para 40 horas; exigir que la prioridad de las inversiones púbicas sea en salud, educación, reforma agraria. Pero para esto el gobierno necesita reducir intereses y dislocar los recursos del superávit primario, aquellos 200 mil millones que todos los años van apenas para 20 mil ricos, rentistas, acreedores de una deuda interna que nunca contrajimos, dislocarlo para inversiones productivas y sociales.
Aprobar en régimen de urgencia para que entre en vigencia en las próximas elecciones una reforma política de aliento, que mínimamente instituya el financiamiento público exclusivo de la campaña, derecho a la revocación de mandatos y plebiscitos populares auto convocados.
Necesitamos una reforma tributaria que vuelva a cobrar ICms de las exportaciones primarias y penalice la riqueza de los ricos, y alivie los impuestos de los pobres, que son los que más pagan.
Necesitamos que el gobierno suspenda las subastas del petróleo y todas las concesiones privatizantes de mineras y otras áreas públicas. De nada sirve invertir todos los royalties del petróleo en educación, si los royalties representaran apenas el 8% de la renta petrolera, y los 92% restantes irán para las empresas trasnacionales que se van a quedar con el petróleo en las subastas!

Una reforma urbana estructural, que vuelva a priorizar el transporte público, de calidad y con tarifa cero. Ya está comprobado que no es caro, ni difícil instituir transporte gratuito para las masas de las capitales. Y controlar la especulación inmobiliaria.
Y finalmente, necesitamos aprovechar y aprobar el proyecto de la conferencia nacional de la comunicación, ampliamente representativa, de democratización de los medios de comunicación. Para acabar con el monopolio de la globo, y para que el pueblo y sus organizaciones populares tengan amplio acceso a comunicarse, crear sus propios medios de comunicación, con recursos públicos. Escuche de diversos movimientos de la juventud que están articulando las marchas, que tal vez esa sea la única bandera que los unifica a todos: abajo el monopolio de la globo!
Pero para que esas banderas resuenen en la sociedad y presionen al gobierno y los políticos, se tiene que movilizar la clase trabajadora, solamente así esto sucederá.

BRASILDEFATO: Ustedes desde los movimientos sociales presentaron una carta pidiendo reunión con la presidenta Dilma y ella acepto y respondió por televisión, ¿qué van a llevarle a ella?

jps: Tengo fe en que esa audiencia acontezca pronto. Y allí ciertamente el conjunto de los movimientos sociales van a enviar a sus jóvenes representantes que estuvieron en las calles, y llevaran la plataforma que describí. Espero que ella tenga la sensibilidad de oír a los jóvenes.

brasildefato: ¿Qué es lo que el gobierno debería hacer ahora?

JPS: Espero que el gobierno tenga la sensibilidad y la inteligencia de aprovechar ente apoyo, este clamor que viene de las calles, que es solo una síntesis de una consciencia difundida en la sociedad, de que es hora de cambiar. Y de cambiar a favor del pueblo. Y para eso el gobierno necesita enfrentar a la clase dominante, en todos los aspectos. Enfrentar a la burguesía rentista, dislocando el pago de intereses para inversiones en áreas que resuelvan los problemas del pueblo. Promover pronto las reformas políticas, tributarias. Encaminar la aprobación del proyecto de democratización de los medios de comunicación. Crear mecanismos para inversiones pesadas en transporte público, orientados a la tarifa cero. Acelerar la reforma agraria y un plan de producción de alimentos sanos para el mercado interno.
Garantizar pronto la aplicación del 10% del PBI en recursos públicos para la educación en todos los niveles, desde los jardines infantiles en las grandes ciudades, educación primaria de calidad hasta la universalización del acceso de los jóvenes a la universidad pública.
Sin esto, habrá una decepción, y el gobierno entregara para la derecha la iniciativa de las banderas, que llevaran a nuevas manifestaciones, viendo en desgastar al gobierno hasta las elecciones del 2014. Es hora de que el gobierno se alíe al pueblo, o pague las facturas en el futuro.

Brasildefato: ¿Y qué perspectivas esas movilizaciones pueden traer para el país en los próximos meses?

JPS:Todo es una incógnita todavía. Porque los jóvenes y las masas están en disputa. Por eso es que las fuerzas populares y los partidos de izquierda necesitan colocar todas sus energías, para salir a las calles. Manifestarse, colocar como banderas de lucha las demandas que interesan al pueblo. Porque la derecha va a hacer las mismas cosas y colocar sus banderas, conservadoras, atrasadas, de criminalización y estigmatización de las ideas de cambio social. Estamos en medio de una batalla ideológica, de la cual nadie sabe todavía cuál será el resultado. En cada ciudad, cada manifestación, precisamos disputar corazones y mentes. Y quien se quede afuera, quedara afuera de la historia.

Clinämen: ¿Cómo entender lo que pasa hoy en Brasil?

Conversamos con Salvador Schavelzon, antropólogo y activista argentino que vive en San Pablo. Ni cacerola, ni primavera árabe, ¿cómo entender lo que pasa hoy en Brasil?

Clinämen: ¿Qué pueden los movimientos sociales?



Conversamos con Raquel Gutiérrez Aguilar, investigadora en la Universidad de Puebla y la Universidad Nacional Autónoma de México, sobre los movimientos sociales en épocas de neodesarrollismo y sobre la política en femenino.

“Queremos derribar las injusticias y la exclusión”: entrevista a Matheus Rando, militante del movimiento por Pase Libre


La chispa del MPL devino incendio. Detrás de los reclamos contra el aumento del colectivo y el metro vinieron las demandas por mejor salud pública, educación, el repudio a la represión, la corrupción y el derroche mundialista.
  
por Darío Pignotti (desde Brasilia)

Matheus Rando Pries, 19 años, militante del Movimiento por el Pase Libre, fue a las movilizaciones en San Pablo y a la reunión con la presidenta Dilma Rousseff, en Brasilia, vestido del mismo modo: zapatillas y remera negra ilustrada con un chico derribando el molinete del subte. Esa patada furiosa es el icono, o uno de tantos surgidos de esta revuelta que estalló sin aviso.
El Movimiento por el Pase Libre (o por el pasaje gratuito, MPL) encabezó las marchas paulistas hace un mes, donde ganó credibilidad en el movimiento popular al conquistar lo que parecía imposible, la baja del precio del transporte público.
Fue sólo el comienzo, detrás de los reclamos contra el aumento del colectivo y el metro vinieron las demandas por mejor salud pública, educación, el repudio a la represión policial, la corrupción y el derroche en la organización de la Copa del Mundo. La chispa del MPL devino incendio. Y si bien Dilma no es el principal blanco de los manifestantes que dejaron el país patas para arriba, la aprobación de su gobierno cayó verticalmente del 57 al 30 por ciento, según una encuesta aparecida ayer y la reelección ya no es incontestable, su intención de voto bajó del 51 al 30 por ciento, según la misma encuesta.

–¿El desgaste del gobierno favorece la estrategia del MPL?
–Nosotros no queremos derribar a nadie, no estamos metidos en una disputa partidaria o por la conquista del gobierno. Nuestra disputa es para que se apliquen otras políticas públicas, lo que nosotros queremos es derribar las injusticias… derribar la exclusión.

–¿Dilma es una compañera o una enemiga?

–Ehhh, en fin… después de la reunión que tuvimos con ella el lunes (úlimo, en el Palacio del Planalto), decimos que en el actual momento en que nos encontramos de la lucha por el transporte, todas las propuestas de ella fueron iguales a las de la patronal. Queremos seguir bajando las tarifas con más inversiones en el transporte, llegar a cero, y ella lo que hace es dar una rebaja en el boleto reduciéndoles los impuestos a los empresarios, sin tocarles las ganancias, esto no resuelva nada.

–¿Ven diferencias entre Rousseff y el Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB, principal fuerza de derecha)?
–No son lo mismo, si el PSDB (de Fernando Henrique Cardoso) estuviera en la presidencia la represión sería mucho más descarada, desvergonzada, la policía vendría abiertamente a atacarnos, como lo hizo al principio de las marchas en San Pablo. El PT (Partido de los Trabajadores de Dilma) es distinto al PSDB, el PT es contradictorio, por un lado está contra la represión y por otro lado apostó en el desgaste de nuestro movimiento. El PT es menos duro que el PSDB en la defensa de los patrones.

–Después de la reunión entre ustedes y Dilma, el secretario general de la presidencia Gilberto Carvalho declaró que no existe democracia sin partidos. ¿Coincide?
–Mi opinión, no la de todo el MPL, es que no se necesitan partidos para que haya democracia. Partido se necesita para tener el poder de un Estado burgués, pero nosotros nos organizamos por fuera de la institucionalidad, los partidos obstruyen nuestra lucha queriendo amarrarla a sus intereses.
No se precisa de un programa totalizante para pelear por el transporte gratis, nosotros somos de izquierda pero no partimos de un planteo totalizante para pelear por el boleto, damos la pelea, y luego vamos a lo ideológico –sostiene el muchacho de la remera negra con el símbolo del molinete hecho trizas, vestimenta que iguala a los activistas del MPL.
Tal vez Brasil no vuelva a ser el país que era después de 15 días de protagonismo popular primario. Aluvional. Hay una disputa abierta por el sentido ideólogico de la revuelta, de momento inclinada a la izquierda, y el rumbo político hacia donde marchan los millones de indignados en Río, Brasilia, Salvador, Belo Horizonte y decenas de ciudades, luego de que el minúsculo MPL irrumpió como un rayo en la Avenida Paulista, la principal de San Pablo, catalizando la rabia por lo caro y malo del transporte en la mayor ciudad del país.

–El origen de la revuelta tuvo una inspiración progresista, con el correr de los días se vieron grupos diciendo “Lula andate a Cuba” y hasta quienes reivindicaron a los militares.
–Seguramente esa gente fue apareciendo en las marchas, vemos esos grupos con mucho cuidado, para que no copen las marchas, pero en ningún momento el sentido amplio, social, de izquierda se ha perdido. Creo que se mantiene el control político de las movilizaciones, pero no- sotros no somos la dirección de todo esto.

–¿El MPL se define como una organización que hace uso de la violencia política?
–La violencia existe desde el Estado que nos impone este transporte, esta educación, y nosotros nos oponemos a aceptar esas imposiciones que parecen algo natural. Nuestro lema es “si el boleto no baja, la ciudad para”, nosotros utilizamos una violencia política para impedir el funcionamiento de la ciudad, no estamos a favor de agredir a nadie, ni atacar predios públicos. Es una violencia que está en el símbolo de la ruptura del molinete, violencia contra una ciudad donde las personas circulan como mercaderías. El discurso de la paz esconde las contradicciones de la sociedad, nosotros estamos contra ese discurso pacifista de la prensa hegemónica. La realidad es que no existe paz, el Estado manda la policía a matar en la periferia, los hospitales matan a la gente con un servicio malo.
Los chicos del MPL, en general no pasan de 25 años, son un éxito mediático en Brasil y en la prensa internacional, donde aún prevalece la matriz de opinión anglosajona que equipara al fenómeno brasileño con la “primavera árabe” sin reparar en otras analogías existentes en Latinoamérica.

–El caso brasileño es lo suficientemente ecléctico, pero ¿no sería más apropiado compararlo con el proceso encabezado por los jóvenes “pingüinos” de Chile antes que con el mundo árabe?
–Es verdad, hay comparaciones erradas. Yo no discutí esto con mis compañeros, pero creo que tal vez sea más preciso ser comparados con los estudiantes chilenos que con los jóvenes árabes, porque nosotros igual que los chilenos peleamos por una agenda puntual, ellos por la educación gratuita y pública, acá nosotros por el transporte. No-sotros no vamos a la calle como los árabes que iban contra algunas dictaduras, contra el sistema. Nosotros usamos un método parecido al de los chilenos, enfrentar a todo el Estado en un punto claro, el transporte, con acciones directas. En Chile se inviabilizó el funcionamiento de las universidades, en San Pablo la ciudad dejó funcionar. Nosotros no pedimos la caída de Dilma contra los egipcios que pedían la salida de (Hosni) Mubarak.
Después del transporte, otra demanda cada vez más extendida en las marchas es el repudio a los gastos excesivos y no siempre transparentes para la Copa de las Confederaciones, que concluye hoy con el choque entre Brasil y España, en el Maracaná.

–Es curioso que en el país del fútbol haya tamaña protesta contra la Copa.
–Nosotros estamos viendo que esto fue creciendo en cada partido de la Copa (Confederaciones), nos parece que las cosas están creciendo como para que haya una multitud protestando el domingo frente al Maracaná.
Hace dos meses había movilizaciones fuertes en Río contra el dinero gastado para reformar el Maracaná, por el desalojo de los indígenas (ocupantes de un predio que debe ser demolido), pero no se puede comparar con lo que puede pasar el domingo en la final. Además, se suma la indignación por la masacre de 10 personas en la favela Maré, el lunes. En Río al principio las marchas eran de clase media, ahora empieza a sumarse la periferia. Igual está pasando en San Pablo, en las últimas marchas vimos que comenzó a sumarse mucha gente que viene de los movimientos barriales del Este, donde están las favelas más importantes.

–Pelé recomendó no ir a las marchas y ver los partidos en casa.
–Eso muestra su falta de compromiso completo con la realidad política que está saltando en todas partes. Es una pena que una figura pública importante esté incentivando a la gente a no manifestarse, que considere que sea más importante el fútbol que las reivindicaciones sociales.
A mí me gusta el fútbol, no soy hincha, me gusta jugarlo, pero lo de Pelé no me gusta nada.

Brasil, lalalalalalá… (Notas obre la fertilidad política)

por Rosa Lugano


¡Brasil tiembla!
Mirar al Brasil, se nos pide por derechas y por izquierdas, Lo hacemos ahora con gusto. Una potencia emergente, global, en desarrollo ha estallado. La política de lxs muchxs ha hecho su re-ingreso a la región por la puerta grande. Ya no es la miseria (o la “economía”, o la “crisis”), ahora es la política. ¿A quiénes incomoda la emergencia de una política de lxs muchxs? ¿Qué afectos produce?
El odio infértil de los soberanistas
Frunce el ceño ante tamaña irrupción la tribu de los adoradores de la soberanía estatal: advierten el peligro de lo intempestivo. Las movilizaciones, descontroladas, provocan acidez estomacal entre quienes –a izquierda y derecha- ejercen el poder de mando sobre el orden social. Artífices del neo-contractualismo, los “soberanistas” viven apesadumbrados estos días de retorno al estado de naturaleza, en los que jóvenes consumistas, caceroleros indignados, nacionalistas, incluso fascistas –en sus millones de variantes–; entes manipulados por los grandes medios de masas y demás emigrantes inesperados del modelo “nacional y popular”.
Las mujeres hemos visto crecer en nosotras una fina semiótica de la vida. Llamamos “eternos femenino” a la capacidad de suspender las percepciones habituales –fundadas en representaciones de conciencia– a tal punto que sea posible reconocerle fertilidad a cualquier terreno. Los odiadores de hoy, son los estériles de siempre. Odian, en el alboroto callejero, la neutralización de las relaciones de mando que sufren estos días las instituciones (incluida la Fifa).
Estos días son felices, en cambio, para la política en femenino. Esa que obliga a los estados a coordinar, a expresar, a articular, en una palabra, a negociar con lxs muchxs y anónimxs, con una multitud amorfa e incontenible, con un indescifrable nosotrxs. En Brasil, parece, se está forzando una negociación: asamblea constituyente. ¿Ocurrirá? Y si ocurre, ¿servirá para algo? Nadie lo puede saber a priori.
El infértil odio de los “críticos”
Pero no sólo entre los políticos reconocemos el dejo amargo. Podemos reconocer (por su ceño fruncido por la eterna desconfianza por la subjetividad de las masas) a los aristocráticos adoradores de la Teorías Crítica. Adustos, graves, siempre-preocupados, no saben sino advertir sobre el peligro del nazismo. La primera reacción de estos germanófilos consiste en adjudicar a las personas una imperdonable compulsión al consumo, al goce de sus impulsos, en fin, a lo que llaman su en jerga reproducción de la lógica cultural del capitalismo tardío.
Estos epígonos involuntarios de la moral (¡a la Bergoglio!) nos enseñan otro de los caminos de lo infértil. Brasil para ellos es una tierra anacrónica y salvaje, en la que el deseo circula, silvestre y amenazantes, al margen de toda sanción de normas sobre el matrimonio homosexual. No confían en lo público sino tal y como lo define el estado. De alma y cuerpo se han habituado a identificar razón con poder disciplinario. Nunca fue tan clara la familiaridad entre hobbesianismo político y tradición dialéctica como en estos articulados inoculadores de trascendencia, izquierdosa medrosa, enamorada de la mediación progresista. 
Adiestrada en los mercados y ferias, la vida popular sabe olfatear cuándo la cosa viene para el repliegue y cuándo para la expansión. Es curioso cómo el crítico cultural del capitalismo tardío desplaza el objeto de su crítica al entusiasmarse con el acople entre estado centralizado y economía capitalista, al mismo tiempo que se ensañan –exclusivamente– con el deseo popular desencuadrado.
Encontramos aquí, en el estado capitalista que da derechos, otra cara de lo estéril, ya que esos derechos se asientan en el ensamble entre gobiernos y mercado.
En ruptura con esta cultura patriarcal, las calles del Brasil nos muestra el lado fértil de este compost de movimientos sociales, gobiernos progresistas y crecimiento capitalista: allí están los hijos del PT, efectivizando su derecho más igualitario, el de hacer las cosas a su modo y de luchar por bienes públicos de mejor calidad, de establecer –como lo dijo en la tv estos días una mexicana bien chingona que paso estos días por Buenos Aires— un horizonte apropiador.
El odio populista a la democracia radical
Finalmente, reconocemos también por su ceño fruncido y su bipolaridad creciente a los amigos del pueblo, los adoradores populistas de los liderazgos y las identidades nacionales. Estas arañas sólo conciben su amor a las masas en andas de emotivos discursos presidenciales, o en el peor de los casos votando –ya desarticuladas- un plebiscito. Vaya vaya con estos seres articuladores de demandas y cultores de la identidad cultural de su pueblo: basta que unas movilizaciones se realicen en contexto de gobierno progresista y “pobristas” para que comiencen con su lloroso lamento de “golpes” y ataques a la democracia.
Odian, telúricos, la tierra fértil: consideran inadmisible que la democracia y la gestión colectiva sea algo al alcance efectivo de la gente que hace sus vidas por fuera de las relaciones de mando. Temen la irreverencia juvenil, desconfían de la constitución de nuevos deseos y subordinan toda dinámica efectiva de defensa de la calidad de los bienes públicos a la creación de instituciones a la guerra mística contra la “derecha” (con la que, igualmente, siempre tranzan). Amantes de lo estéril, se refugian en su fe ciega por el sistema-político (al que llaman “la política”) y en sus transacciones económico-financieras (las únicas legítimas) a partir de su inserción “realista” en el mercado mundial.
Pues bien, las prácticas de la crianza –que no es sino el cuidado de la vida misma– nos han enseñado a reconocer en lo inesperado los signos de lo vivo que pugna por engendrarse colectivamente. No hay promesa emancipatoria en esa multitud amorfa e incontenible, no hay garantías de avance en ese indescifrable y aluvional movimiento.
Es sólo la gente que quiere negociar su existencia. Nada más que eso; nada menos que eso.

Izquierda / Pueblo / Critica / Estado / Derechos / Derechos humanos / Militancia / Inclusión: ¿no hemos aprendido ya a reconocer en esta lengua pedagógica el caparazón en la que el mando patriarcal capitalista anula nuestras sensibilidades?

La crisis política pegó un salto de calidad: la hora de los intendentes

Por Alejandro Horowicz

La renovación política, en el sentido de una nueva política con nuevos protagonistas, todavía no sucedió.  La crisis mundial también ha golpeado a Brasil. El flujo de capitales que alimentó las arcas de su Banco Central da muestras de inequívoca volatilidad. La política de la Reserva Federal estadounidense, en su lógica ortodoxa, vuelve a funcionar como aspiradora monetaria; los capitales tienden a abandonar la periferia; la estabilidad financiera y cambiaria paulista pareciera haber concluido.
La crisis mundial también ha golpeado a Brasil. El flujo de capitales que alimentó las arcas de su Banco Central da muestras de inequívoca volatilidad. La política de la Reserva Federal estadounidense, en su lógica ortodoxa, vuelve a funcionar como aspiradora monetaria; los capitales tienden a abandonar la periferia; la estabilidad financiera y cambiaria paulista pareciera haber concluido. 

En todo caso depende, para recuperarse, de una decisión estratégica de Beijing. Si el Banco Central chino auxiliara con sus gigantescas reservas a su principal socio en el BRIC, las aguas cariocas bajarían relativamente mansas. Al menos por un rato. En cambio, el movimiento de resistencia popular ante el desmadre financiero es apenas una posibilidad. O el gobierno de Dilma Rousseff vira e intenta sumarlo, o el gobierno se debilita, y la fragmentación volverá a hacer de las suyas. En suma, la inestabilidad redibujará brutalmente el tablero. Todo el tablero político sudamericano.

Solo China conserva su juego, y nadie sabe por cuánto tiempo, ni en qué dirección.  La próxima decisión del gigante asiático todavía no abandonó los recoletos pasillos del politburó del viejo partido de Mao. Mientras tanto, las llamaradas de la crisis global amenazan devorar las apuestas «independientes», y la política sudamericana enunciada para enfrentarla (Banco Sudamericano, moneda común, construcción de un nuevo bloque supranacional) corre el serio riesgo de morir en las gateras. 

En esa situación estamos. No sólo falleció el comandante Chávez, el tenue trazo de su política indicativa parece amenazado por idéntica suerte. 

La Europa del Manifiesto Comunista hace décadas que ya no existe. Ni la burguesía, ni el proletariado disponen de partidos delimitados. El Muro de Berlín se derrumbó sobre sus cabezas. La bancocracia los remplazó sin mucho aspaviento, y se vote como se vote las recetas recesivas del Fondo Monetario Internacional siguen su curso. 

Ángela Merkel hizo saber que no habrá trabajo para los desocupados. Al menos no ahora. Lo que olvidó señalar es que habrá muchos más desocupados; todo su intento pasa por que ese «crecimiento» no afecte demasiado a los alemanes. Incluso esa módica fantasía tampoco tiene demasiados visos de posibilidad.
La crisis global no sólo no se detuvo, más bien se apresta a golpear con renovada intensidad, sin que sus víctimas muestren aptitud para la resistencia política. A la derrota histórica de los socialismos se sobreimprime la debacle de los sectores populares. No sólo no avanza una corriente revolucionaria, sino que las tendencias hacia la despolitización siguen siendo muy potentes. No cabe duda de que la mayoría de los europeos se opone a sus respectivos gobiernos; ahora bien, esa mayoría no ha sabido, podido, transformar su no en un sí propositivo: un nuevo proyecto europeo común, y el nacionalismo más ramplón avanza. 
La política de la sociedad argentina no escapa, no puede escapar, a tan complejo entramado. Eso sí, esta problemática «que no preocupa a la gente», tampoco taladró las frágiles molleras de los intendentes bonaerenses. Aun así, la música que bailan tiene, al menos en parte, ese origen. Vale la pena considerar sus particularidades extraeconómicas, ya que no tienen poca incidencia en el comportamiento electoral de los argentinos. 
ESTAMPIDA DE INTENDENTES O ESTAMPIDA ELECTORAL. 

Los expertos en contar votos nos explican cómo afectará la irrupción de Sergio Massa. Quién conservará su banca y quién probablemente abandonará la Cámara. Los resultados obseden. Única obsesión cierta de los políticos en actividad: las encuestas, y su continuación obvia: octubre. Las lecturas oficialistas subrayan la evidente fragmentación de «la oposición»; en la vereda de enfrente hacen lo propio, es decir, le cuentan las costillas al cristinismo. No dejo de leer las encuestas, tampoco los «análisis profesionales», y me asombra la facilidad para ganar dinero de los expertos en encuestología política.

Nada que no salga en una encuesta reclama su capturada atención. De modo que no termina de quedar claro si la superficialidad de su clientela les organiza la agenda, o si la labilidad de sus instrumentos refuerza la despolitización general. Algo sí resulta indiscutible: una nueva generación irrumpió, sus miembros no integran precisamente La Cámpora, y para formar parte del pelotón resulta imprescindible disponer de poder territorial. La renovación política, en el sentido de una nueva política con nuevos protagonistas, todavía no sucedió, y la pregunta sobre si sucederá no pasa de retórica televisiva. Casi nadie apuesta en esa dirección.

La sociedad argentina debe computar un dato relevante: a doce años de una brutal explosión sistémica, salvo la inevitable modificación del paso del tiempo, todo discurre por los mismos canales. La interna del peronismo sigue siendo la madre de todas las internas, y su capacidad de renovación no excede el nivel de los nombres propios: intendentes, mejor dicho. El proceso de descomposición político prosigue, y la sociedad parece haber hecho suyo el celebrado aforismo del Chacho Jaroslavsky: «Si las internas coinciden con la política nacional, la UCR tiene política nacional, si no siguen las internas.» 

En 1946, cuando el naciente peronismo enfrentaba a los partidos de la Unión Democrática, el welfare state ya era un programa común. El partido del Estado tenía programa, versiones del Plan Pinedo, y se trataba de ver qué alineación de fuerzas era capaz de llevarlo a cabo. En 1975 terminó por quedar claro que el fracaso excedía el arco parlamentario, ese programa terminó archivado y los negocios ocuparon su lugar. 

La dictadura burguesa terrorista inaugurada en 1976 ancló ese «nuevo programa» mediante una increíble deuda externa. La política económica de ahí en más se redujo a pagarla, y la convertibilidad aseguró que todo siguiera igual. Hasta que voló por los aires, y no hubo modo de seguir por la trillada senda de siempre. 

Néstor Kirchner lo entendió muy rápido, y a caballo de la crisis dibujó un mapa elemental: permitió que la relación entre los delitos y las penas fuera restablecida, vía decisión de la Corte Suprema, y puso fin a la impunidad de la casta militar. Las condiciones para la renovación de la política estaban dadas. Ahora bien, la sociedad no sólo no avanzó en esa valiosa dirección, sino que todo el tiempo amenaza con volver hacia atrás. Al menos discursivamente.

El gobierno no sólo no aportó para la elaboración de un nuevo programa del partido del Estado, sino que hizo una peligrosa finta: actuar como si ya existiera, como si un conjunto de medidas defensivas básicas fueran un «modelo»; y por tanto, como si no hubiera demasiado que discutir. Entonces surgen los expertos en gestión, palabreja que organiza la política de los que carecen de estrategia, y los expertos en gestión, qué duda cabe, son los intendentes. Esa es la cosecha que expresa Massa, y en esos términos discurrirán las próximas elecciones.
Cuando la presidenta ganó en 2011, el gobernador de la provincia de Buenos Aires hizo saber que aspiraba a sucederla. En un mapa político donde la «traición» sigue siendo la principal categoría analítica, donde las explicaciones no abandonan la pobreza del juicio moral, Daniel Scioli hace saber una y otra vez que él es leal. Negarlo es casi imposible. No sólo cortó la hemorragia parlamentaria de 2008, evitando el derrumbe del gobierno en medio de la disputa campera, cada vez que el oficialismo fue puesto en la picota respaldó al gobierno. Claro que los K más corridos a izquierda y la juventud siempre lo miraron con absoluta suspicacia. Ahora bien, la irrupción de Massa aportará el próximo milagro: los que hasta ayer lo denostaban, a partir de octubre lo verán como un heredero razonable del ciclo iniciado en 2003. Y ese será el nuevo milagro de la política K en la Argentina.

Moreno

@valeriano2015



Sobre fines del 2006 fue re-inaugurada la estación de Moreno: el país estaba en pleno despegue y esta construcción moderna intentaba acompañar ese despegue. La mega obra de más de 11 mil metros cuadrados fue pensada para recuperar el uso residencial revitalizando, reordenando y renovando el uso comercial, recreativo y cultural de la ciudad de Moreno.

El país estaba en pleno despegue, pero al carretear todo se fue transformando. El vuelo devino runfla y el crecimiento no fue todo lo estéticamente ordenado que puede soñar un urbanista.

Lejos de las bonitas intenciones y bajo esos 11 mil metros fue creciendo el capitalismo de los de debajo con prepotencia, abundancia y desorden. El sujeto feria, el pensar runfla es un collage que se amontona y expande en cualquier superficie.

Si bajas del tren más o menos a la mitad te vas a encontrar con un ascensor (único en el Sarmiento) que no sabemos si funciona o no porque justo delante de su puerta hay dos caballetes y una tabla. Detrás de ellos, una señora vende todo lo posible que se pueda comer. Subimos las escaleras y nos dirigimos a la dársena de los bondis, tras el puente de unos cincuenta metros entramos de lleno a un centro comercial que explota de camisetas de fútbol, equipitos de audio chinos que saturan hasta el infinito,s joggings, vendedoras con colas rebosantes, zapatillas, cedés, maquinitas de peluches, ropa interior, camperones de barra, dvd, celulares libres. Todo moviéndose en la danza de los millones con Nene Malo de fondo… compran las rochas, también las chetas.

Bajo las escaleras y un oficial de la federal ya entrado en años cancherea con una pibita que vende algodones dulces de color lila, unos metros mas allá dos pibitos relojean todo para ver a quien caerle. La dársena explota: es domingo y miles de familias vuelven a sus casas. Como están con hijos e hijas compran y comprar para calmarlos. En la entrada de la estación una señora de mi edad vende pollitos bebé teñidos de varios colores; a unos metros su hijo, que también podría tener mi edad, tiene unas cotorritas también teñidas. 

El chipá fresco sale como trompada. Cruzo la calle y compro Guerra Mundial Z (me asegura que es calidad final), dos flacos me apuran de mal modo para que les compre unos alfajorcitos espantosos que hicieron en su granja de rehabilitación, por su boca pastosa pareciera que estuvieron comiendo los alfajorcitos de maicena que venden. Logro esquivarlos, pero en el movimiento pateo dos frascos de Plusbelle en el puesto de un tipo que tenía artículos de limpieza a la venta; nos miramos a lo ojos, me insulta, algunos transeúntes también nos miran; miro los precios: ¡dos Plusbelle diez mangos! Compro. Lo doy un billete de 20 y el muy cararrota me dice que no tiene cambio “llevate un rexona”, acepto porque me conviene. Me dirijo a la remiseria que esta a diez metros de los semáforos, sobre la esquina hay unos pibes oscuros, pero no tanto, que hacen hip hop. Dudo entre acercarme con carpa a escuchar lo que cantan o alejarme con carpa y matar  una tuca: el 504 destartalado que me toca en suerte anula toda vacilación. 

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