Anarquía Coronada

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Brasil en las calles

por Salvador Schavelzon (especial para Lobo Suelto!)

No fue un “cacerolazo brasileiro” contra un gobierno progresista o de izquierda, como algunos que ven a Dilma aliada de Cristina se apresuran a clasificar. Tampoco una primavera árabe tropical, ni una protesta convencional por un aumento. Dejó a todos “aturdidos”, decían analistas en los medios.

Fue algo nuevo. Fue política. Fue grande. Con respeto de su singularidad digamos que más que cacerolazo destituyente hubo mucho de Que Se Vayan Todos contra un gobierno autista, alejado de la gente, un sistema de partidos allá en lo alto y que no presenta (más?) ninguna alternativa o causas para endosar desde abajo…  Fueron movilizaciones con mucho abierto todavía, mucho por descubrir por la gente que ganó la calle después de mucho tiempo y que seguirá dándole sentido desde dentro.

El escenario donde ocurre: 15 mil millones gastados para organizar la copa del mundo en un país que continua teniendo decenas de millones de pobres, mala educación y salud, pésimo transporte y los bancos como mayores beneficiarios de todo el dinero que está entrando. No es un detalle el dato del Mundial… quizás los 30 mil millones de Belo Monte sean aún más escandalosos, pero la organización del mundial y olimpiadas trae al Brasil un clima de megalomanía y entusiasmo totalmente comercializado, chauvinista y imperial. Y en la calle de 11 ciudades, el 17 de junio, este delirio parecía estar siendo realmente cuestionado.

Un aumento de 20 centavos en el pasaje de colectivo y subte de San Pablo, y de otro tanto en el resto de las ciudades (decidido por cada gobierno) fue la chispa. “El pueblo despertó” cantaba la gente. “Venga a la calle contra el aumento” invitaban mientras circulaba sin rumbo pre-definido por la ciudad. En otra se le preguntaba a Dilma si Neymar valía más que la salud y la educación, no me acuerdo bien…

Fueron las movilizaciones más grandes desde 1992 (affaire Collor de Mello) y la falta de banderas, canciones conocidas por todos, camiones de sonido, vendedores de bebidas, puntos de concentración y caminos de desconcentración establecidos mostraban eso. Se cantaban canciones de la cancha, o inventadas en el momento. La concentración fue en una zona recientemente reurbanizada de la ciudad, redescubierta. Como no había recorrido establecido los automovilistas debieron esperar muchas horas en las esquinas de las avenidas tomadas, sentados al lado o dentro de sus autos. La movilización se dispersó por lo menos por tres caminos en San Pablo, ciudad donde participamos y desde donde escribo. Unos fueron para el palacio del gobernador del Estado (Provincia), que fue uno de los que decretó el aumento, otras dos columnas fueron para la Av. Paulista a donde la policía no había permitido entrar el jueves pasado, en la ya quinta movilización por el mismo tema en pocos días (desde el 6 de junio).

El grupo que organiza es el Movimiento Passe Livre, que en distintos estados organiza de forma horizontal y apartidaria la lucha por un boleto estudiantil, pero también por “tarifa cero” para todos y que viene poniendo nerviosos a gobernantes que no encuentran interlocutores, líderes o procedimientos previsibles.



Dilma venía de una mala semana, la habían silbado en la inauguración de la Copa de Confederaciones, ensayo para el mundial. La policía reprimió a manifestantes anti-copa y el ministro de deportes advirtió que no serían admitidas esas protestas. Ahora hubo grandes movilizaciones en ciudades con intendentes o gobernadores petistas, como São Paulo. Aquí, Fernando Haddad –ex profesor de ciencias políticas de la USP con tesis sobre Marx y Habermas, y ex ministro de educación – se mostró inflexible, con argumentos técnicos y justificando por ejemplo la represión policial de la marcha anterior. Mientras escribimos esto, sin embargo, parece venirse la anulación del aumento, o al menos la suspensión con discusión, a partir de la convocatoria de un Consejo de fuerzas Vivas de la Ciudad. Si no retrocede, como ya hicieron otros gobiernos (Porto Alegre) enfrentaría la calle nuevamente. Aunque la novedad tampoco permite prever si será in crescendo o no. Ya hay convocada una marcha para hoy a las 18, esta vez cerca de su sede de gobierno.


El día de las protestas, 17 de junio, el gobierno nacional sólo atinó a hablar de sus planes sociales. El ministro de Justicia había dispuesto la semana anterior tropas federales de la policía para frenar el “vandalismo”, como cuando enfrentan narcos en las favelas. En las redes sociales se expandió la interpretación de que eran movilizacion s golpistas de derecha (“cacerolazos”?), que recordaban las que antecedieron el golpe de 64, impulsadas por la derecha.  Alimentando esa interpretación habló Arnaldo Jabor, un famoso periodista de horario central de la TVGlobo, que se apresuró a decir que no eran todos vándalos, como la prensa los reconoció la primer semana, y que la protesta debía ser apoyada. Pero en la calle se sentía otra cosa. La gente rápidamente inventó canciones contra Jabor, y las protestas contra el aumento del transporte más bien ocupaban un vacío dejado por el partido que supo representar las demandas sociales y progresistas. Hubo hasta banderas del PT en la marcha.

Aunque mucho de la protesta y de las personas que salen por primera vez a la calle tiene mucho de inclasificable, desordenado, de a ser inventado… la interpretación del golpismo no procede. Comenzando porque los intereses del proyecto de la dictadura no están siendo amenazados por el PT. El prefecto Haddad, con mucha proyección después de haber ganado en una ciudad donde en general gana la oposición, sigue a la presidenta en la derechización de un partido que gobierna aliada a los sectores más conservadores: los ruralistas, las iglesias, los antiguos rivales reciclados de la dictadura que ahora acompañan al PT con las mismas reacciones, respuestas, interpretaciones que llegan desde el gobierno. El proyecto del PT tiene que ver con aumentar el consumo, “compren autos” recomendaba Lula, mientras Dilma ocupa sus horas en administrar una empresa constructora llamada Brasil, realizando los lugares comunes del neoliberalismo mezclado con desarrollismo de los ‘60y tecnocracia burocratizada.

Lejos de un “cacerolazo” de la clase media conservadora, entonces, fue más bien una ciudad recuperando su calle. La respuesta de la policía contra “vándalos”, cagándolos a palos y gasificando la semana pasada, llevó mucha gente a la calle, especialmente jóvenes y muchos históricos votantes del PT. El autismo de este partido contribuyó en un momento que parece contener fuerza que puede cambiar la política brasileira. No todavía de forma generalizada, en un país donde las largas transiciones con continuidad son más bien la regla. Pero ya sí para los que encontraron la calle y descubrieron un mundo nuevo.

Lo que convocó directamente, además de la violencia policial fue la indignación por un boleto de un dólar y medio que representa un tercio del salario de las familias trabajadoras. Un transporte público que es parte del gran problema del tránsito y costos de transporte para toda la ciudad. Pero junto a la consigna contra el aumento de 20 centavos, se escuchaba “no son sólo los 20 centavos”. “Los 20 centavos son nuestro parque de Turquía”, algunos explicaban. Se trata de participar, encontrar una voz propia en una ciudad recuperada.

Era un nuevo San Pablo fluyendo por las calles, ciudad que solía ser más conservadora que otras (Brasilia, donde ayer se ocupó el congreso; Río de Janeiro, donde se reprimió con balas de plomo) y que ahora inició estas nuevas movilizaciones. No hay indicios de qué pasará. Partidos de izquierda que intentan entrar y explicar u orientar, un gobierno que apuesta a que la ciudad vuelva a la inercia. Las políticas sociales como credencial de un gobierno que sólo se sostiene para el votante progresista movilizando el fantasma de la derecha, que hipotéticamente sería mucho peor, porque supuestamente cortaría el Bolsa Familia y privatizaría Petrobrás.

Pero la civilización de los autos paró por un día. La gente marchando por lugares de la ciudad que generalmente es tomada por el tránsito lento y edificios espejados fue de la protesta, el arte, el encuentro. Muchos calculan, especulan, pregunta en qué se va a transformar todo esto. Preguntas que dicotomizan y polarizan no entendiendo que lo importante es lo que ya pasó, lo que significaba la gente en la calle, y lo que seguirá significando, por caminos nuevos abiertos por las avenidas ocupadas y la fuerza descubierta para soñar.

Good Show: la disputa por la percepción (entre Periodismo Para Todos y «Unidos y Organizados»)

por Partes Naturales

La batalla por lo que se ve y lo que se dice

Si Perodismo para todos (PPT) fuera simplemente un show bien hecho, en el sentido de “despolitizado”, tal y como apuntaron recientemente desde 6,7,8, no incomodaría tanto al oficialismo. Después de todo, un programa banal que capta público banal no puede preocupar a un gobierno movilizado.

Encender la alarma ante el presentimiento de que los banales puedan ser muchos, roza el prejuicio que el prestigioso Jacques Ranciére denominó el “odio a la democracia” (por lo que no consideramos esta opción).

Si 6,7,8 habla se obsesiona con el tema, es porque el tema importa. Y es que una cosa no quita a la otra: un show que triunfa como show político importa en la medida en que sea capaz de hacer un buraco a ciertas pretensiones comunicativas oficiales.

Todo lo cual refuerza nuestra impresión de que lo que está aquí en disputa son los umbrales de percepción de la población. Y esa lucha se da sobre todo en el plano de los medios.
Tras las denuncias de corrupción hay más que mera oposición

Lanata no es, como se dice, el jefe de la oposición. Es más que eso. Es el único rival de peso que enfrenta al kirchnerismo en la batalla desatada en torno de la percepción de la realidad; encarnizada disputa por decidir qué cosa tenemos que entender por “país real”, y qué otra debemos descartar como “país virtual”.

Se trata de una guerra discursiva en un sentido amplio. Una guerra en la que el lenguaje adquiere su sentido a partir de -y apunta a operar sobre- las capas no-linguísticas del sentido.

No se trata sólo de instalar el tema de la corrupción. Más radicalmente, la corrupción opera como tópico común en torno al cual proponer un lenguaje (unos gestos, unos modos de reconocimiento) para un público que día a día defiende su derecho no ya a ciertos parámetros de consumo, sino también (y sobre todo) a una tonalidad emotiva (cínica) legítimamente adquirida en las arenas ultra-competitivas de la calle y los mercados.

Cinismo y moralismo

Ese público (que domingo tras domingo deviene público-espectador) no se organiza políticamente según las teorías liberales de los partidos políticos, ni según las teorías populistas de la militancia.

Se trata de un público neoliberal, en el sentido no peyarativo del término. Su forma política tendencial es la “sociedad civil”; es decir, un conjunto de reglas y hábitos a partir de las cuales se negocian horizontalmente las diferencias; una racionalidad de emprendedores a la cual el gobierno debiera satisfacer.

Su expresión política electoral es débil y oscilante, porque opera por identificaciones fugaces. Su horizonte es la constitución de una forma estado capaz de seguir, liberal, los humores de la hoy irritada sociedad civil, que rechaza la gestualidad pública del oficialismo.
La corrupción es -siempre lo fue- el gran tema de Lanata. El punto de entrecruzamiento entre los umbrales de percepción (lo que se ve, lo que se dice) y los umbrales morales (lo que se debe hacer, lo que no se debe); cinismo y moralismo como revestimiento de una enunciación belicosa, eficaz a la hora de conquistar el control –y el lenguaje- de las redes sociales.      
Un enfrentamiento de regímenes de signos (ejercicio de pragmática)

El mundo-Lanata y el mundo-de-la-militancia (Unidos y organizados), constituyen constelaciones semióticas propias diferenciadas, hoy enfrentadas. Asistimos a un choque estratégico de regímenes de signos. El kirchnerismo emplea unos signos y el lanatismo otros. Podemos aprovecharlos para hacer ejercicios de pragmática: ¿qué pone en juego, qué enuncia cada uno, qué fuerzas agencian?

Lanata organiza un público-clientela-consumidor-espectador de show político, y Cristina unifica y organiza, como un vértice mítico-institucional a una militancia, social y política, joven y no tanto, orgánica y no sólo.

Contra la creencia emanada de las aulas de la carrera de comunicación de la UBA, analizar regímenes de signos no es acotarse al plano idealista de la lingüística, siempre abstracta, pero nunca lo suficiente como para captar el funcionamiento efectivo de los hechos.

Al suponer que la atención a los discursos subestima el campo material-contextual de la realidad histórica reducen (los licenciados de la comunicación) por su cuenta el discurso a lo lingüístico (como termina haciendo la politología de Ernesto Laclau).

Pero las cosas no se dan así. La realidad más real, esa que determina incluso al lenguaje, se da dentro del discurso mismo. Cuando tratamos de analizar lo real-político no podemos menos que tratar su materia prima: los signos. 
Los signos, que remiten a fuerzas, que refieren a cuerpos

Todo régimen de signos remite a una política (o maquínica) de los cuerpos. Para el caso del lanatismo (PPT) se trata de dotar de una gestualidad y de lenguaje posible a cuerpos que practican un ideal movilidad, un cierto sentido común del tipo de “idioma compartido” para el animal urbano cualquiera.

Se trata de una afectividad, una lengua y unos códigos que se reconocen en la ciudad y que organizan la conversación. Quizás coagulen de vez en cuando en escenas caceroleras, pero la cosa va más allá.

Incluso cuando no coagule, opera como trasfondo de un estilo compartido, una cierta opinología de conversa o de red social destinada a contra-restar afectividad de kirchnerismo, y a su retórica percibida como contundente y con respuestas para todo.
Un ademán y una palabra para la hegemonía progresista

Y es que PPT logró la proeza da dotar de ademán y palabra, posición y afectividad común a una constelación anti-kirchnerismo nada cómoda con el mote de “gorila”: un mundo de gente que deseaba oponerse a un kirchnerismo considero como demasiado extremo, sin sentirse “de derecha”.

La enunciación (y el tono) de PPT viene a satisfacer la necesidad de un posicionamiento tal. Hacía falta poder decir, acorde a la aplastante hegemonía progresista de estos tiempos: “somos una mayoritaria progresista y antikirchnerista; dado que el kirchnerismo malversa al progresismo con todo su aparataje de soldados-militantes tan obedientes como dispuestos al enfrentamiento”.

Ahora bien, todo lo que Lanata produce como mundo de sentido, carece una de traducción electoral. Tal vez su interpelación anticipe una dispersa mayoría electoral, no lo sabemos. Lo que es seguro sí es que incluso si se constatara una amplia influencia del lenguaje de PPT en el plano político, esta no se traduciría en una fuerza política militante comparable con Unidos y organizados (UyO).

La crítica y el mundo de los enunciados: UyO

Nada se esconde en el mundo de los enunciados. La crítica no devela sus secretos sino que expone las reglas de su constitución. “Unidos y organizados” (UyO) y “Periodismo Para Todos” (PPT) son más que consignas.

UyO es un enunciado proveniente del mundo de las técnicas organizativas y refiere de modo directo a la idea de que hace falta una cierta disciplina, una claridad común de conciencia, un determinado compromiso y sobre todo una capacidad de movilización, si lo que se quiere es que lo que se empezó a transformar post crisis siga su curso.

UyO constituye una máquina capaz de controlar, dentro de lo posible, oscuras oficinas de un estado difícil de hacer funcionar; capaz de gobernar las capas siempre rebeldes de los peronismos que no obedecen a la presidenta; capaz de montar escenarios sociales que anticipan y viabilizan intervenciones provenientes de la voluntad presidencial; capaz de enfrentar al poder que, según entienden, no está en las instituciones democráticas sino en las corporaciones a las que se trata de enfrentar según una gradual y cuidada estrategia.

UyO quiere nombrar, sobre todo, una transformación incorporal de los cuerpos que se entregan a la militancia. El kirchnerismo no es una impostura ni una ilusión sino un juego de desterritorialización y reterritorialización de los cuerpos llamados militantes, movilizados primero encuadrados a partir de una nueva concepción que combina hábilmente retazos de mitologizacion y tecnologías de organización política.

Por supuesto, este movimiento de las militancias resulta inseparable de una sociedad en movimiento (desde el 2001 por lo menos), y de una preocupación centrada en dar gobernabilidad. Desde el derecho al matrimonio homosexual al reconocimiento de la organización Milagros Salas en Jujuy, pasando por los nuevos sindicatos y agrupaciones estudiantiles, el movimiento se traduce en organización, y la organización en capacidad de gobierno. Dicho proceso supone tanto una modificación de las diversas situaciones como una fijación de esos movimientos en torno a unos ejes simbólicos y modos de ser a veces muy tradicionales.

El mundo PPT

Volvamos al régimen de signos de PPT, a su relación con el mundo de los hábitos. Sucede allí una también lo que cierto lenguaje filosófico llamaría una “desterritorialización relativa”, ligada a cierta vitalidad del mercado y a la movilidad individual (expresada en las redes sociales) a la que viene aparejada. Esta desterritorialización relativa va acompañada por una “reterritorialización” muy fuerte en torno a los paradigmas del consumo, al valor de la moneda y el poder de la pantalla televisiva (y a las tramas empresariales que la organizan).

PPT no sería posible en época de escases: le habla a sujetos orgullosos de su capacidad de circulación/confort (al flujo de las redes económicas y comunicativas). El valor de esta movilidad, vinculado al imaginario del viaje (turístico/de estudios/profesional), a la libre disposición de la propiedad acumulada y a la libre apropiación (y usufructuo) de la moneda.

Pero PPT le habla también a subjetividades flexibles (y flexibilizadas) en relación con el trabajo, los vínculos familiares y en general a subjetividades post-disciplinarias que no reverencias viejas formas de autoridad. Junto a estos elementos de circulación y flexibilidad encontramos también un valor-velocidad (subjetividadzapping, oportunista, de calle y de red).

¿Existe un potencial de efectividad política, además de comunicacional, en este régimen de signos? El cacerolazo es un tipo de organización política que liga muy bien con estos modos relativamente desterritorializados de los centros urbanos (en oposición por ejemplo, al piquete como forma muy territorializada). Necesitamos entender, darle una lectura más adecuada a estas disposiciones corporales concretas heredadas del neoliberalismo, formas de desterritorialización relativa específicamente capitalistas: libre cambio de moneda, libre intercambio, autoempresarialidad.  Es un fenómeno de movilidad sí, pero relativa, en la medida en que reconduce toda actividad, todo movimiento a la forma mercancía, a la forma valor.

Por su cuenta el kirchnerismo también supone un juego de desterritorialización relativa, que se beneficiada de la alta desterritorialización previa (de cuerpos, asambleas, piquetes, derivas caceroleras urbanas, toma de fábricas, cartoneo; de enunciados: “sin patrón”, “que se vayan todos”, “dignidad”) efectuada por los movimientos sociales a partir de la crisis del 2001; y que opera un proceso posterior de ampliación del consumo, es decir, del desarrollo de diferentes axiomas a partir de los cuales ampliar el movimiento mercantil ligado a una reterritorialización a partir de nuevos accionas en el aparato del estado y en cierto uso de la memoria histórica.

En el kirchnerismo se reterritorilaza el movimiento social en los territorios, la juventud en la memoria histórica, y los flujos de mercado en gestión política.

PPT y UyO son enunciados límpidos, que no agotan el paisaje mediático, pero que nos permiten desplazar nuestra atención a los titulares políticos a la batalla por la percepción que se realiza hoy día, sobre todo a partir de los medios. Queda mucho por penar en esa dirección. Lo que quisimos mostrar es que para avanzar en esta línea poseen valor práctico conceptos como régimen de signos, y desterritorialización relativa. No como categorías, sino como imágenes plásticas. No como buenos alumnos, sino como función analítica de nuestro presente.

Para pasar el finde XXL: Diablo (2011)


Marcos Wainsberg es un boxeador de mediana edad, retirado después de matar a un contrincante en el ring de un sólo puñetazo. Un día, mientras espera la llegada de su ex novia para intentar recomponer la relación cae en su casa su primo Huguito, el clásico chanta porteño, con la camisa manchada de sangre. Al mismo tiempo, Franco Robles, un poderoso magnate corpororativo, se encuentra hospitalizado esperando un transplante de hígado. Pero alguien se lo robó, y la vida de Robles pende de un hilo. Mientras un grupo de parapolicías trata de encontrar el hígado perdido, Marcos desconfía de las intenciones de su primo. La ciudad está en caos, y hay rumores de que el mismísmo Satán está regalando narcodólares a los pobres. Sumémosle a esto la avaricia de la hija de Robles y un delirante personaje llamado Café con Leche y el resultado es un cocktail molotov de humor negro, mala leche, sangre, huesos rotos, algo más de mala leche y un poquito más de sangre.
Dirección: Nicanor Loreti
Guión: Nicanor Loreti, Nicolás Galvagno

Brasil: el precio del progreso

por Boaventura de Sousa Santos

Con la elección de la presidenta Dilma Roussef, Brasil quiso acelerar el paso para convertirse en una potencia global. Muchas de las iniciativas en ese sentido venían de atrás, pero tuvieron un nuevo impulso: Conferencia de la ONU sobre el Medio Ambiente, Rio+20 en 2012, Mundial de Fútbol en 2014, Juegos Olímpicos en 2016, lucha por un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, papel activo en el creciente protagonismo de las “economías emergentes”, los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y África del Sur), nombramiento de José Graziano da Silva como director general de la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO) en 2012 y de Roberto Azevedo como director general de la Organización Mundial del Comercio a partir de 2013, una política agresiva de explotación de los recursos naturales, tanto en Brasil como en África, principalmente en Mozambique, fomento de la gran agricultura industrial, sobre todo para la producción de soja, agrocombustibles y la cría de ganado.
Beneficiado por una buena imagen pública internacional granjeada por el presidente Lula y sus políticas de inclusión social, este Brasil desarrollista se impone ante el mundo como una potencia de nuevo tipo, benévola e inclusiva. No podía, pues, ser mayor la sorpresa internacional ante las manifestaciones que en la última semana sacaron a la calle a centenares de miles de personas en las principales ciudades del país. Si ante las recientes manifestaciones en Turquía la lectura sobre las “dos Turquías” fue inmediata, en el caso de Brasil fue más difícil reconocer la existencia de “dos Brasiles”. Pero está ahí a ojos de todos. La dificultad para reconocerla reside en la propia naturaleza del “otro Brasil”, un Brasil furtivo a análisis simplistas. Ese Brasil está hecho de tres narrativas y temporalidades. La primera es la narrativa de la exclusión social (uno de los países más desiguales del mundo), de las oligarquías latifundistas, del caciquismo violento, de las élites políticas restrictas y racistas, una narrativa que se remonta a la colonia y se ha reproducido sobre formas siempre mutantes hasta hoy. La segunda narrativa es la de la reivindicación de la democracia participativa, que se remonta a los últimos 25 años y tuvo sus puntos más altos en el proceso constituyente que condujo a la Constitución de 1988, en los presupuestos participativos sobre políticas urbanas en centenares de municipios, en el impeachment del presidente Collor de Mello en 1992, en la creación de consejos de ciudadanos en las principales áreas de políticas públicas, especialmente en salud y educación, a diferentes niveles de la acción estatal (municipal, regional y federal). La tercera narrativa tiene apenas diez años de edad y versa sobre las vastas políticas de inclusión social adoptadas por el presidente Lula da Silva a partir de 2003, que condujeron a una significativa reducción de la pobreza, a la creación de una clase media con elevada vocación consumista, al reconocimiento de la discriminación racial contra la población afrodescendiente e indígena y a las políticas de acción afirmativa, y a la ampliación del reconocimiento de territorios y quilombolas [descendientes de esclavos] e indígenas.
Lo que sucedió desde que la presidenta Dilma asumió el cargo fue la desaceleración o incluso el estancamiento de las dos últimas narrativas. Y como en política no existe el vacío, ese terreno baldío que dejaron fue aprovechado por la primera y más antigua narrativa, fortalecida bajo los nuevos ropajes del desarrollo capitalista y las nuevas (y viejas) formas de corrupción. Las formas de democracia participativa fueron cooptadas, neutralizadas en el dominio de las grandes infraestructuras y megaproyectos, y dejaron de motivar a las generaciones más jóvenes, huérfanas de vida familiar y comunitaria integradora, deslumbradas por el nuevo consumismo u obcecadas  por el deseo de éste. Las políticas de inclusión social se agotaron y dejaron de responder a las expectativas de quien se sentía merecedor de más y mejor. La calidad de vida urbana empeoró en nombre de los eventos de prestigio internacional, que absorbieron las inversiones que debían mejorar los transportes, la educación y los servicios públicos en general. El racismo mostró su persistencia en el tejido social y en las fuerzas policiales. Aumentó el asesinato de líderes indígenas y campesinos, demonizados por el poder político como “obstáculos al crecimiento” simplemente por luchar por sus tierras y formas de vida, contra el agronegocio y los megaproyectos mineros e hidroeléctricos (como la presa de Belo Monte, destinada a abastecer de energía barata a la industria extractiva).
La presidenta Dilma fue el termómetro de este cambio insidioso. Asumió una actitud de indisimulable hostilidad hacia los movimientos sociales y los pueblos indígenas, un cambio drástico respecto a su antecesor. Luchó contra la corrupción, pero dejó para los aliados políticos más conservadores las agendas que consideró menos importantes. Así, la Comisión de Derechos Humanos, históricamente comprometida con los derechos de las minorías, fue entregada a un pastor evangélico homófobo, que promovió una propuesta legislativa conocida como cura gay. Las manifestaciones revelan que, lejos de haber sido el país que se despertó, fue la presidenta quien se despertó. Con los ojos puestos en la experiencia internacional y también en las elecciones presidenciales de 2014, la presidenta Dilma dejó claro que las respuestas represivas solo agudizan los conflictos y aislan a los gobiernos. En ese sentido, los alcaldes de nueve capitales ya han decidido bajar el precio de los transportes. Es apenas un comienzo. Para que sea consistente, es necesario que las dos narrativas (democracia participativa e inclusión social intercultural) retomen el dinamismo que ya habían tenido. Si fuese así, Brasil mostrará al mundo que sólo merece la pena pagar el precio del progreso profundizando en la democracia, redistribuyendo la riqueza generada y reconociendo la diferencia cultural y política de aquellos que consideran que el progreso sin dignidad es retroceso.

Los pliegues de las movilizaciones en Brasil

por Salvador Schavelzon 
(especial para Lobo Suelto!)


¿Había un fondo fascista por detrás de los jóvenes movilizados? ¿o el horizonte sigue siendo el de nuevas luchas en una calle ganada, a pesar de voces minoritarias desprestigiadas? Lo que para algunos es fascismo y amenaza de golpe sobredeterminando las movilizaciones, especialmente después de que los distintos gobiernos locales dieran marcha atrás en los aumentos del transporte, para otros es esperanza en cambios profundos con una población que salió de la inercia consumista… ¿es un movimiento de izquierda contra un gobierno autista y conservador o hay que salir a apoyar el gobierno?

Quizás reversibilidad de una historia sin dirección pre-definida, con fantasmas del pasado que se chocan los hombros con deseos de cambiar el país, y que afloran en un país que empieza a hablar desde las calles después de cambios subterráneos profundos. En estas voces difíciles de codificar, se escucha mucho que ya no hay izquierda y derecha pero al mismo tiempo nunca parecieron estar tan marcadas las posiciones en el debate. Una masiva movilización generada por lo que se entendía como abuso, y expresiones violentas que las mayorías denuncian  pero que no es difícil entenderlas también como continuidad más radicalizada de tendencias que recorrieron la política de estos días.

Después de dos semanas desde que empezaron las protestas y cuatro días de que el reclamo se volviera masivo, algunos descubrieron que pueden hacer un país más justo desde la movilización. Pero con el gobierno fuera del centro de atención, la continuidad de las movilizaciones se encontró en Rio de Janeiro y otros lugares con la vocación violenta y descontrolada de la policía militar, protegida por la TV Globo, que trabajaba codo a codo con la policía para cubrir con su relato el accionar represivo, mientras buscaba direccionar el sentido de las calles a una crítica que vendría de fuera de la política, del televidente indignado, contra la corrupción. Al mismo tiempo, en São Paulo y otros lugares, un nacionalismo de extrema derecha instigó repudios violentos contra bandera rojas de partidos, apoyados por vecinos que llevaban carteles contra las “limosnas” (el Programa social Bolsa Familia) o insultaban a Dilma, provocando la retirada inmediata de muchos de los que se movilizaron los primeros días, y dejando un gusto amargo que varios interpretan como intento de golpe de Estado.

Una semana que comenzó con movilizaciones inesperadas que sorprendieron recolocando la política en las calles del Brasil, terminó así despertando una serie de monstruos que hasta entonces no salían mucho de las pequeñas cajas de comentarios en Internet. Distintas camadas superpuestas nos fueron llevando del tema de la decisión de escritorio de administradores de ciudad, a los límites constitucionales y morales de una república que está en crisis y se reencuentra con los grandes perfiles de su historia, sus excluidos, sus miedos y deseos de transformación.

Cuánto más crecía y se expandía más Imposible era indicar sus causas y composición con precisión. La protesta alcanzó decenas de ciudades, salió de grupos de jóvenes recién llegados a la política en universidades en expansión, pero por la mitad de la semana incluyó protestas en las periferias. Después del triunfo de la movilización –con la revocación del aumento en los precios del transporte– continuó en las calles con millones de motivos acumulados y arrojados contra las puertas de un poder público que las mantenía cerradas y que no pudo general aún una respuesta a la altura de las circunstancias, confundida y mandando la policía.

No eran sectores emergentes pidiendo derechos de establecidos, tampoco excluidos que en el Brasil potencia buscan incluirse con demandas. No es tampoco un Brasil que sale en tiempos de crisis, como se apresuran los que siguen datos macroeconómicos que ven un freno en la curva progresiva. Era política desordenada, sin líder, sin nombre, sin un único sentido. No era un intento desestabilizador contra el PT y se vieron en las marchas, más bien, grupos del PT que buscaron sumarse, el jueves especialmente, cuando el gobierno expresó simpatía con las movilizaciones. Tampoco era manipulación de la prensa, que más bien se perdió enredada en la cuestión del “vandalismo”, aunque sin duda plantó consignas –como la de la lucha contra la corrupción, fácil herramienta del rating televisivo– y llevó manifestantes a la calle, enrareciendo, complejizando y dando letra a los impulsos iniciales. Había carteles anti Dilma, pero no era golpista la intención de los millones movilizados y más bien esa interpretación parece hablar de la sordera de arriba que esta semana mostró un Brasil en las calles.

El precio del transporte, no debe ser olvidado en cualquier intento de caracterización. No eran sólo 20 centavos, quedó claro en estos días, cuando su valor representa un tercio del salario mínimo y no se condice con las pésimas condiciones de viaje en ciudades colapsadas. Este primer catalizador que se mostró convocante y legítimo, es interesante porque no es ajeno al tipo de demandas que están en la conciencia y formación histórica del PT. Mientras los gobiernos de las ciudades más grandes iban reaccionando ante la fuerza de la calle, se empezó a saber algo de un mundo con costos del transporte maquillado por las empresas, financiamiento del servicio que recaen sobre las espaldas del usuario en mayor porcentaje que en otros lugares del mundo (sólo el 10% es de la empresa) y un tema central en las ciudades de hoy que se estructura de manera muy injusta, y además resulta familiar con como todos los temas estatales se organizan. En este sentido la respuesta gubernamental inicial de silencio o represión policial, sea cual fuera el partido del poder, no podía sino reforzar la lectura de un vacío, donde en el pasado podía estar el PT proponiendo otra política.

En la calle, las críticas a la magnitud de dinero transferido de cofres públicos a un pequeño grupo de empresas, en el transporte, se conectó inmediatamente con el caso del financiamiento público al mundial de fútbol, justo cuando la FIFA organiza un ensayo para el mundial con la Copa de las Confederaciones, que fue blanco de protestas. Del transporte, se pasaba al fútbol, permitiendo aflorar algo de lo que expulsión de habitantes en zonas turísticas, faraonismo megalomaníaco y contratos demasiado grandes con demasiado poco control habían venido alimentando. Algo de esto también se encuentra con el ciudadano que está harto de la corrupción, pero más bien se conecta con conflictos locales que no alcanzaron tanta difusión, como algunos que acompañaron obras del metro en São Paulo, o la demolición de un histórico museo indígena en Río de Janeiro para la ampliación del estadio Maracaná. Ciudad que recibirá la final de la copa del mundo y antes al papa Francisco –en una visita cuyos gastos también son criticados- ponen un alerta que hasta ahora sólo tiene desde el gobierno un plan de contingencia militar.

Otra de las discusiones que recorrieron la semana tuvo que ver con las formas de participación política. Un movimiento horizontal surgido en el Foro Social Mundial de 2005 y que propone anular las tarifas del transporte, dejó nerviosos a negociadores políticos, inteligencia del Estado, la policía y periodistas que buscaban individualizar y entender formas políticas que con fuerza se muestran como la contra cara de un poder político autista, que siguió mandando la policía y sólo atinó a cancelar inversiones para suspender el aumento como medida de emergencia que buscaba restablecer el orden, sin realmente sentarse a discutir una respuesta relacionada con la problemática que se discutía. El Movimiento Passe Livre además abría discusiones sobre lo colectivo, no sólo para pensar políticas de Estado sino desde la propia forma de organización y manifestación política.

El jueves, ya con la medida anulada, se manifestaron más de un millón de personas en varias ciudades, según los datos de la prensa que hasta entonces se caracterizó más bien por minimizar los números de movilizados. Ahí cobró sentido una idea que recorría las manifestaciones desde el principio: “no son sólo 20 centavos”, “queremos más”. Era cuando los partidos de izquierda y jóvenes que habían iniciado la protesta con pocas personas a principio de mes, se encontraban ahora con grupos embanderados de verde y amarillo gritando contra la corrupción, grupos fascistas que agredían y quemaban banderas de partidos, además de mucha gente suelta que pedía más u otra cosa, con carteles hechos en casa o en el patio de la facultad, contra la homofobia que el congreso había expresado en la misma semana (con la propuesta de la “cura” gay), por salud y educación, o simplemente por encontrarse y tomar las calles.

El contenido fascista afloraba  de un movimiento que era fuerte por su capacidad para discutir un tema sensible de un sistema injusto. Mientras entusiasmaba la posibilidad de un nuevo Brasil que en los últimos años no había salido a las calles, la izquierda se encontraba con una reacción que no quedaba claro si se trataba de una coincidencia incómoda o si era en sí misma una respuesta intolerante contra fuerzas de cambio que se habían liberado. Emir Sader, un conocido operador petista de las redes sociales, mostraba el desconcierto. A la mañana del jueves manifestó que ese día iría a las manifestaciones con su camiseta roja, como parte del movimiento de algunas bases del PT, y de las propias declaraciones de Dilma y Lula que saludaron las protestas del lunes. A la vuelta, escribía para sus contactos que “a partir de hoy, los que participen de estas manifestaciones estarán apoyando las hordas fascistas que quieren terminar con la democracia en Brasil”.

¿Pero por qué el PT? Preguntará el lector que no estuvo leyendo sobre las alianzas de Dilma con el viejo poder, con los ruralistas en la invasión de territorios indígenas y destrucción de la Amazonia, con las demandas religiosas de derecha y homofóbicas, con el poder financiero y las grandes constructoras que generaron no pocas reacciones y protestas de menor visibilidad. ¿No es que el Brasil crece y le va bien, con millones de personas recién llegadas a la clase media, desarrollo con inclusión social, exportaciones en expansión, protagonismo en el mundo y éxito en la organización de eventos deportivos internacionales? Vemos en las revistas que los brasileros son compradores de departamentos caros en Manhattan y tienen en San Pablo representantes de las tiendas y marcas más exclusivas del mundo. Dilma, además, hasta la semana pasada al menos contaba con 80% de aprobación según esas encuestas que forman parte de los modos de existencia de un poder encerrado en sí.

Evidentemente hay más que un Brasil, y eso es lo que quedó claro esta semana con las movilizaciones y en las propias movilizaciones, para muchos. No hace falta recurrir a estadísticas para retratarlo. Si te tocó estar en el lado más difícil en la ciudad, no tendrás buena escuela y hospital, viajarás varias horas hasta el trabajo por día y posiblemente sufras de violencia policial. Si no sos de los reducidos grupos económicos con ganancias extraordinarias, sin duda tendrás mucho para acercarte con simpatía al nuevo Brasil de la movilización. Un Brasil que se encontró con sus monstruos en la calle pero también con su yo de la política en sus manos, que hasta ahora parecía nomás ser su otro. 

Revuelta Brasileña: entrevista a Giuseppe Cocco

por Patrícia Fachin
(Especialmente para Lobo Suelto!)


Hubo manifestaciones sociales masivas descontentas con la política y la economía en Oriente, España, Wall Street. Ahora llegan a Brasil. ¿Por qué? ¿Qué representan las manifestaciones sociales de estos días?

Podemos empezar diciendo que lo que caracteriza a estas manifestaciones es que no representan exactamente nada, a la vez que, por un tiempo más o menos largo, expresan y constituyen todo. Tienen una dinámica intempestiva, huyen de cualquier modelo de organización política (no sólo de los viejos partidos o de los sindicatos, sino también del tercer sector, de las ONGs) y afirman una democracia radical articulada entre las redes y las calles: auto-convocatoria y debates en las redes sociales, participación masiva en las manifestaciones callejeras, capacidad y determinación para enfrentar la represión, e incluso capacidad de construcción y de autogestión de espacios urbanos como fueron la Plaza Tahrir, las acampadas españolas, los intentos de Occupy Wall Street y la Plaza Taksim en Estambul (Turquía). Para cada una de esas olas y para cada una de las que llamamos “primaveras[1]” hubo un disparador específico, pero todas disponen de una misma base social (por diferenciadas que sean las trayectorias socio-económicas de los diferentes países) y de los mismos procesos de subjetivación. En el caso de Brasil, todo el mundo sabe que el disparador fueron las protestas contra el aumento de precio de los boletos de los transportes públicos. Como en el caso de otras marchas, la manifestación en San Pablo fue violentamente reprimida por la Policía Militar. Sólo que esta vez la chispa no se apagó en una “marcha de la libertad” e incendió San Pablo y todo el País. Pero saber que ese fue el disparador no nos permite avanzar en el análisis.

¿Por qué ahora? Es difícil responder y tal vez la característica propia de este tipo de movimiento sea que nadie sabe proponer explicaciones “objetivas” indiscutibles. Así y todo, podemos avanzar en 3: la primera tiene la forma de un segundo “disparador”, y es la casi coincidencia entre la represión de la marcha por el pase libre en San Pablo, y la renovación de las primaveras árabes y del 15M español en las durísimas luchas de la multitud turca en la Plaza Taksim, en Estambul (no por nada, en la segunda manifestación carioca, que juntó diez mil personas, uno de los gritos era: “acabou a mordomia, o Rio vai virar uma Turquia” [Se acabó la mayordomía, Rio va a ser otra Turquía]); una segunda explicación reside en el hecho de que este ciclo de “revoluciones 2.0” empieza a tener una duración consistente (de más de 3 años) y entró en el imaginario, en el lenguaje de generaciones de jóvenes que ya no se forman opiniones en la prensa, sino directamente en las redes sociales; la tercera explicación es más consistente, y la más importante, y se relaciona con estas “nuevas generaciones” del Brasil de hoy, o sea, estas generaciones de jóvenes que sólo conocieron el Brasil de Lula. Lo increíble y hasta irónico es que el propio PT no lo haya previsto y haya sido incapaz hasta hoy de percibir este dato importantísimo. 

¿Qué puntos en común existen entre las manifestaciones brasileñas y las que vienen ocurriendo en otros países del mundo?

Como ya dijimos, los puntos en común son más importantes que las diferencias, que sólo resaltan la cualidad específica de cada evento.

En un primer nivel, tienen en común una articulación entre las redes y las calles como proceso de auto-convocatoria a las marchas que nadie consigue representar, ni siquiera las organizaciones que se encontraban en el epicentro de la  primera convocatoria: el intento de “empoderar” a los pibes del Movimento pelo Passe Livre em São Paulo (“oficializados” por la presencia en el Roda Viva y en la negociación con la Municipalidad y el Estado de San Pablo) demostró que ellos no controlan ni dirigen un movimiento que se auto-reproduce de manera rizomática (las manifestaciones ocurrían al mismo tiempo sin respetar ningún tipo de “tregua”).

En un segundo nivel, tienen en común el agotamiento de la representación política. En Brasil, este fenómeno fue totalmente subestimado por la “izquierda” y, sobre todo, por el PT, porque no lo entendieron (y no lo entienden). Inicialmente pensaron que era un problema de las autocracias del Norte de África (Túnez y Egipto); después, que era la incapacidad de los socialistas españoles (el PSOE) de responder de manera soberana a las injerencias de las agencias internacionales de calificación o del Banco Central Europeo (BCE). Después creyeron que el 15M español no conseguía encontrar una nueva dinámica electoral, mientras que el partido de Beppe Grillo mostraba en Italia un fenómeno electoral totalmente nuevo y desgobernado. Enseguida, pensaron que Egipto y Túnez habían sido normalizados electoralmente por el islamismo conservador, cuando se da el levantamiento turco contra el gobierno islámico moderado. En Brasil, el PT y su gobierno (y su coalición) pensaban que estaban blindados por los recientes éxitos electorales (la elección de Haddad en el municipio de San Pablo, la reelección casi plebiscitaria de Paes en el municipio de Rio), por estar en un ciclo económico positivo y por haber creído, en fin, que el santo grial del “nuevo modelo” económico consistiría en realidad en reeditar el viejo nacional-desarrollismo, rebautizado como neo-desarrollismo. Lo que la izquierda como un todo y el PT en Brasil no entendieron es que la crisis de representación es general (aún si tiene síntomas y manifestaciones diferenciadas) y que los levantamientos de la multitud en Egipto, Túnez, España, Turquía y ahora Brasil son la expresión, entre otras cosas, de un rechazo radical a esa manera auto-referencial de pensar de los gobiernos y los partidos políticos.

En un tercer nivel, hay un punto en común central entre todos estos movimientos: la base social de esta producción de subjetividad es el nuevo tipo de trabajo que caracteriza al capitalismo cognitivo. Las redes que protestan y se constituyen en las calles de Madrid, Lisboa, Roma, Atenas, Estambul, Nueva York y ahora de todas las ciudades brasileñas se forman en el trabajo inmaterial: estudiantes, universitarios, jóvenes precarios, inmigrantes, pobres, indios …. o sea, la composición heterogénea del trabajo metropolitano. No por nada, por un lado, una de sus principales formas de lucha fue la “acampada” o el “occupy” y, por el otro, el levantamiento turco y el brasileño tuvieron como disparador la defensa de las formas de vida de la multitud del trabajo metropolitano: la defensa del parque contra la especulación inmobiliaria (la construcción de un Shopping) en Estambul y la lucha contra el aumento del costo de los transportes en el caso de Brasil.

En comparación con estos puntos en común, las diferencias son mucho menores, aun cuando existen (y son incluso obvias). Podemos aprehender esas diferencias desde el punto de vista de las condiciones objetivas de cada país y desde el punto de vista de cómo cada uno de esos movimientos fue transformando (o no) la fase destituyente en momento constituyente. Así, el 15M español se presenta como la experiencia que logró durar más, pese a no haber revertido las políticas económicas. Las revoluciones árabes fueron normalizadas con las victorias electorales conservadoras, pero los levantamientos se hacen endémicos. En Turquía e incluso en Brasil, no sabemos –literalmente– qué es lo que va a pasar. Es en el plano de las condiciones objetivas que encontramos la mayor diferencia: en España y en el Mediterráneo en general, las revoluciones están marcadas por los procesos de “desclasificación” de las clases medias. En Brasil es exactamente lo contrario: todo esto ocurre en el ámbito y en el momento de la emergencia de la “nueva clase media”. Sólo que esta nueva composición de clase es, en realidad, la nueva composición del trabajo metropolitano, que lucha por los parques o por los transportes públicos: ascendiendo socialmente, los pobres brasileños se convierten en aquello en que las clases medias europeas se convierten bajando: en la nueva composición técnica del trabajo inmaterial de las metrópolis.

Además del aumento del precio de los boletos, ¿qué otros motivos que desencadenaron las manifestaciones?

Podemos adelantar dos respuestas.

La primera es que, bien pensada, esa pregunta encuentra su respuesta en una simple reformulación: “¿por qué en las ciudades y metrópolis brasileñas no hay más luchas y más levantamientos por el sin número de motivos que los justificarían?” ¡En Brasil no faltan razones! Una vez que “pegó”, basta con elegir: la lista es infinita. Voy a dar sólo un ejemplo, contando una anécdota: un día fui a asistir a un Foro de la UPP [Unidad de Pacificación Policial] Social (que ya no existe) en dos favelitas de la Zona Norte de Rio, muy precarias. Toda la parafernalia de los gobiernos del estado y del municipio se había movilizado, con sus autos de función, para darle sentido a la pacificación. Los pocos habitantes de las favelas que hablaron se refirieron a dos problemas esenciales: primero, dijeron, vivimos en medio de las cloacas; segundo, los policías actúan de manera violenta y arbitraria. Las decenas de secretarios y otros servidores presentes no consiguieron decir nada sobre cómo iba a resolverse ese problema básico de saneamiento. Saliendo de la favelita, pasé delante de un centenar de adolescentes que estaba en la entrada sin hacer nada, y en el camino de regreso al Centro de Rio, a 5 minutos en auto, pasé frente a una obra gigantesca, faraónica: ¡el Maracanã! La pregunta de arriba encuentra una respuesta igual a la de Keynes en 1919: “no siempre las personas aceptan morir en silencio”. Había en Rio de Janeiro y en Brasil (y sigue habiendo) un sinnúmero de movimientos de protesta y de resistencia, particularmente por causa de los efectos de los mega-eventos, y hoy esos movimientos se juntaron, confluyendo con la multitud de la nueva composición del trabajo metropolitano: en Rio, los manifestantes siempre se juntan para dirigir invectivas pesadas al gobernador Sergio Cabral y al intendente Eduardo Paes.

Llegamos así a la segunda respuesta: ¡el movimiento sí que se armó para evitar la suba de 20 centavos! Sólo que ese “poco” es en realidad “mucho”. ¿Por qué? Porque la cuestión de los transportes y más en general de los servicios es estratégica para el trabajo metropolitano. Los obreros fordistas luchaban por salarios y horarios. Los trabajadores inmateriales tienen como fábrica la metrópolis y luchan por una calidad de vida de que dependerá su inserción en un trabajo que ya no es un empleo, sino una “empleabilidad”. Los obreros fordistas luchaban para reducir parte de la carga horaria que iba embutida como lucro en los autos que producían; los trabajadores inmateriales en la metrópolis desvían los slogans publicitarios de una montadora (“Vem Pra Rua” [Vení a la calle]) para re-significar los agenciamientos productivos que se diseñan en la circulación. Los obreros fordistas luchaban contra el trabajo. Los trabajadores inmateriales luchan en el terreno de la producción de subjetividad. Es en la circulación que la subjetividad se produce y produce valor de renta.

Los manifestantes dejan en claro que son a-partidarios, no quieren violencia y no tienen líderes. ¿Cómo interpreta ese discurso? ¿Cómo pensar un nuevo modelo político a partir de estas características?

Sin duda, una de las dimensiones constitutivas de la Revolución 2.0 es la crisis de representación y esta es una cuestión central. Precisamos recordar que la anticipación de la revolución 2.0 como crítica radical de la representación e sudamericana. El “Que se vayan todos” argentino anticipó en 10 años el “No nos representan” español. Sólo que las dimensiones de esta crisis son procesadas por el discurso oficial –o sea, partidario– de manera invertida. Y esa inversión no es fortuita. Por cierto, las últimas articulaciones del movimiento (las agresiones contra los partidos de izquierda en las manifestaciones del 20 de junio) nos muestran muy bien cómo funciona esa inversión. Los partidos (sobre todo los que están en el gobierno) dicen que esos movimientos son limitados porque rechazan los partidos, no son “orgánicos”, porque tienen una “ideología” que los rechaza y por lo tanto son potencialmente anti-democráticos. Obviamente, eso es correcto, pero esconde dos lindas falsificaciones. La primera también es obvia: los “grupos” que rezan por una crítica fundamentalista de la representación tienen poca consistencia social y ninguna capacidad de determinar, siquiera de influir movimientos de ese tamaño. La segunda falsificación es una consecuencia de la primera: los partidos atribuyen la crisis de representación a un proceso y a una crítica que vendría de afuera, cuando en realidad los mayores y únicos responsables de esa crisis ¡son ellos! Y la responsabilidad está en la indiferenciación del clivaje derecha/izquierda, o sea, en el hecho de que los gobiernos cambien y continúen haciendo las mismas cosas, inclusive con el reciclaje de las mismas figuras políticas. Así, el PSOE español le atribuyó al 15M su derrota electoral, cuando en realidad el 15M es apenas la consecuencia del hecho de que los socialistas españoles hacían la misma política económica de la derecha. Es exactamente lo que terminó pasando en el Brasil de Lula y sobre todo de Dilma. El movimiento que nació con la lucha contra el aumento rechaza las dimensiones autoritarias y arrogantes de las coaliciones y de esos consensos que reúnen derecha e izquierda en la reproducción de los intereses de siempre. Era Haddad el que tenía que representar lo nuevo y se presenta junto a Alkmin para decir lo mismo: que la reducción de la tarifa tendrá un costo (¡sic!). Es la coalición conservadora que gobierna el Estado y el Municipio de Rio y donde el PT planea y ejecuta remociones de pobres no respetando a la propia LOM. Son las alianzas espurias con los ruralistas de un ministro de izquierda. Es la conducción autoritaria de las mega-obras e de los mega-eventos. Es la entrega de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara a un fundamentalista que, exactamente al día siguiente de la gran manifestación del lunes, hizo votar el proyecto de Ley que define la homosexualidad como una enfermedad.

La extrema izquierda o la izquierda radical yerran cuando piensan que están “a salvo” de esta situación. Los partidos de izquierda son incapaces de entender que este movimiento se forma en el rechazo –confuso, flotante, ambiguo y hasta peligroso– del partido, de la organización separada, de la bandera. Eso porque el rechazo es general y no hace distinciones y funciona como rechazo de cualquier plataforma ideológica preparada y determinada por lógicas de aparatos separados: en eso hay una percepción de que uno de los problemas de la política es la construcción de aparatos que tienden, antes que nada, a reproducirse a sí mismos.

La agresión de un grupo organizado contra el grupo de banderas del PSTU, del PSOL y del PCB en la marcha del jueves 20 de junio quebró las ilusiones de que la crisis sería solamente del PT y asustó a todo el mundo. Con todo, en ese episodio lamentable encontramos una vez más el funcionamiento perverso de la lógica de la representación. Los grupos agresores estaban claramente organizados y tenían esos objetivos tan claros como el proceso de organización indica las manipulaciones más jodidas. Todos los análisis y denuncias que inmediatamente se hicieron identificaron a esos grupos (que claramente actuaban respondiendo a una intención de provocar esa situación) con la manifestación en general. En realidad, el apoyo genérico de los jóvenes a la palabra de orden “¡sin partidos!” no tiene ninguna significación lineal y mucho menos “fascista”. Paradójicamente, el rechazo a los partidos, inclusive a los “radicales” y a sus banderas, es el rechazo –claro que confuso y contradictorio– a la homologación entre derecha e izquierda y una demanda por una “verdadera izquierda”. Esta demanda no es idealista y no se la puede trabar con lenguajes y símbolos obsoletos (las banderas rojas, por ejemplo). Para volver a erguir las banderas rojas ¡es preciso dejarlas en casa por un buen rato! La bandera roja tiene que abandonar su dimensión ideal y transcendente (o sea, vacía) y volver a ser interna (inmanente) a los lenguajes de las luchas tal como estos son. En ese terreno es posible y necesario construir otra representación y, sobre todo, reforzar la democracia.

Usted publicó recientemente en Twitter que “las luchas de la multitud en San Pablo y en Rio son el mejor resultado de los gobiernos de Lula. Tan bueno que nadie en el PT fue capaz de anticiparlo”. ¿Nos puede explicar esta idea? ¿Se trata de la entrada en quiebra de la política?

Comencemos por el final: no estamos frente a la “quiebra de la política”. Al contrario, ¡se trata de la persistencia de la política! Frente a todo lo que los partidos de izquierda hacen para proveer de municiones al viejo discurso anti-democrático y moralista de la elite, estos movimientos muestran que la política está viva, ¡pese a los Felicianos, los Aldos, la tecnocracia neo-desarrollista y la corrupción! Estar contra el moralismo de la derecha no significa que sean “graciosos” los comportamientos inmorales de la izquierda en el poder. Se trata sólo de no caer en las trampas de la derecha, pero haciendo un esfuerzo de conjunción ética de los fines y los medios.

Este movimiento, cualquiera sea su desenlace, es el movimiento de la multitud del trabajo metropolitano, el más puro producto de los 10 años de gobierno del PT. Vamos a profundizar y aclarar esta afirmación em dos momentos. En un primer momento, esta afirmación es una valoración positiva del gobierno Lula-Dilma. Una evaluación positiva no porque hayan sido de “izquierda” o socialistas, sino porque se dejaron atravesar –sin querer– por una serie de líneas de cambio: políticas de acceso, cupos de color, políticas sociales, creación de empleos, valorización del salario mínimo, expansión del crédito. La izquierda radical juzgaba esas políticas exactamente como ahora juzgan la cuestión de las “banderas”: idealmente. “¿Lula está implementando otro modelo, otra sociedad socialista?”, se preguntaba y criticaba. Ahora, nadie implementa un modelo alternativo, aun cuando está en el gobierno. Puede apenas tener la sensibilidad de aprehender las dinámicas reales que, en la sociedad, podrán amplificarse y producir algo nuevo. Los gobiernos Lula-Dilma asociaron el gobierno de la interdependencia en la globalización a la producción, tímida y real, de una nueva generación de derechos y de inclusión productiva. Estadísticamente, eso se tradujo en la movilidad ascendente de los niveles de rendimiento de más de 50 millones de brasileños y por la entrada en las escuelas técnicas y en las universidades de nuevas generaciones. Lula no quiso saber de banderas y hasta declaró que él “nunca había sido socialista”. Quedó dentro de la sociedad yendo atrás de los lenguajes, de los símbolos y de las políticas que él entendía. Al pasar a la década de 2010, ese proceso se consolidó en dos fenómenos mayores: el primero es electoral y tiene el nombre de “lulismo”, o sea, la capacidad que Lula tiene de ganar y sobre todo de hacer ganar elecciones mayoritarias: empezando por la Presidente Dilma y llegando al Intendente Haddad; el segundo es el régimen discursivo de la emergencia de una “nueva clase media”, con base en los trabajos del economista Marcelo Neri. Con la crisis del capitalismo global (2007/8) y la llegada de Dilma al poder, el discurso de la “Nueva Clase Media” fue más allá de las preocupaciones del marketing electoral, para tornarse la base social de un giro que ve en el papel del Estado junto a las Grande Empresas el Alfa y el Omega de un nuevo modelo desarrollista (neo- desarrollista). Sociológicamente, el objetivo de neo-desarrollismo es transformar a los pobres en “clase media”, y para eso hace falta, económicamente, de un Brasil Más Grande, capaz de reindustrializarse[2]. El gobierno Dilma llegó a bajar los intereses y multiplicó los subsidios a las industrias productoras de bienes de consumo durables, en particular de los autos, y a la construcción civil. Lo que el movimiento afirmó y certificó fue la dimensión ilusoria de ese supuesto modelo (lo que no significa que el modelo no será implementado, sino simplemente que perdió la pátina de consenso que lo legitimaba y deberá mostrarse cada vez más autoritario). En el plano macro-económico, la inflexión tecnocrática no funcionó, pues el intento  a tentativa de intervenir en los intereses resultó en el retorno de la inflación de los precios (que está en la base de la revuelta). La inflación de los intereses y las de los precios volvieron a presentarse como las dos caras de una impasse renovada que sólo una movilización productiva (de la cual no hay señales) puede resolver[3]. En el plano sociológico, la “nueva clase media” no existe, porque lo que se constituye es una nueva composición social cuyas características técnicas son las de trabajar directamente en las redes de circulación y servicios de la metrópolis. La figura económica (el “promedio” en el nivel de ingresos) esconde el contenido sociológico de una inclusión productiva que no pasa más por la previa implementación en la relación salarial. Este trabajo de los incluidos en tanto excluidos es un trabajo de tipo diferente: es precarizado (desde el punto de vista de la relación de empleo); inmaterial (desde el punto de vista que depende de la recomposición subjetiva y comunicativa del trabajo manual e intelectual) y terciario (desde el punto de vista de la cadena productiva: la de los servicios). La calidad de inserción productiva de este trabajo depende directamente de los derechos previos a los cuales tiene acceso y que a la vez produce: por ejemplo, ¡poder circular por la metrópolis! Es exactamente esa composición técnica y social del trabajo metropolitano la que constituye la otra cara de la “nueva clase media” oriunda del período Lula. A la vez que fue la base electoral de las sucesivas derrotas del neoliberalismo, se opone hoy, en su recomposición política, al neo-desarrollismo: para ella, la cuestión de la movilidad urbana tiene la misma dimensión que tenía el salario para los obreros, a la vez que el segmento estratégico es el de los servicios. Las ciudades y metrópolis brasileñas, y no la reindustrialización, constituyen el mayor cuello de botella, a la vez social, político y económico. La ideología y la coalición de intereses que están con Dilma no muestran hasta ahora la menor capacidad de percibir este dato. Más aún, esta nueva composición del trabajo inmaterial y metropolitano produce, a partir de formas de vida, otras formas de vida. Por eso, el movimiento del pase libre, como el de Estambul que defendía un parque, fue juntando todos los focos de resistencia que existen en las metrópolis, hasta esparcirse -como está haciendo en este momento, dramática y asombrosamente– por las periferias donde nunca hubo ninguna manifestación de masas. Lo que este “levantamiento” de la multitud del trabajo inmaterial nos muestra es que el “legado” de los 10 años de gobierno Lula está en disputa y lo más interesante es quedarse por dentro de esas alternativas, en lugar de querer poner una bandera u otra. La política y los movimientos están dentro y contra. Pensemos, por ejemplo, en la cuestión de los mega-eventos, de la Copa de las Confederaciones, el Mundial y las Olimpíadas. Muchos de los focos de resistencia en las metrópolis son movimientos que critican los gastos en obras, estadios, favelas que resisten las remociones, etc. A la vez, la posibilidad de que el movimiento se haya dado sin una represión brutal, por ahora, se debe también a la Confederation Cup. Una vez más, el conflicto es adentro y contra.

¿Qué es posible vislumbrar en el escenario político a partir de estas manifestaciones?

Creo que el evento es tan potente e imprevisto que nadie sabe cómo responder. Sobre todo en este momento: todos los días, y tal vez de hora en hora, cambian algunos datos fundamentales. Lo que podemos decir es que el escenario electoral de 2014 y hasta 2018 estaba diseñado y las variables vislumbradas eran macro-económicas. El movimiento se invitó a esa discusión. Sólo que no hay nadie que pueda sentarse a esa mesa eventual diciendo que lo representa. La tierra tembló y sigue temblando, sólo que el humo que se levantó no nos deja ver todavía qué edificios cayeron y cuales quedarán en pie. En este escenario, podemos hacer dos conjeturas. En una primera, la Presidente Dilma puede abrir por izquierda, por ejemplo con una reforma ministerial que pondría personas calificadas y altamente progresistas en Ministerios clave como los de Justicia, Ciudad y Transportes, Cultura y Educación y convocando a la sociedad a constituirse –en todos los niveles posibles– en asambleas participativas para discutir las urgencias metropolitanas. En la segunda (que, a mí me parece, es la que anunció en el discurso del 21 de junio), ella se limita a reconocer la existencia de otra composición social en el movimiento y la construcción de un gran pacto en torno a los servicios públicos, pero no anuncia nada nuevo a no ser algunas banderas de largo plazo (como destinar el 100% de los royalties del petróleo a la educación) y enfatiza la cuestión del orden: represión de los “violentos” y respeto por los mega-eventos (o sea, más represión. Y eso después de los hechos bien sombríos del jueves (la aparición de esos grupos pagos para agredir a los partidos y, en Rio, represión generalizada de la manifestación, con la persecución de cientos de miles de participantes durante toda la dispersión). El escenario que vislumbro es pesimista: me parece que buena parte de los militantes de izquierda está cayendo en la trampa de las “banderas”, que eso acabará realmente por entregar el movimiento a la derecha y, para colmo, habrá represión, eventualmente también de las opiniones. En este escenario, muy probable, para salvarse a sí mismos y evitar una renovación general, las burocracias y otros fisiologismos abroquelados en los diferentes gobiernos y coaliciones, están destruyendo las posibilidades de una gran renovación de la izquierda y arrastrando a todo el mundo al agujero que será el resultado electoral de 2014. Pero me gustaría mucho equivocarme. Si fuese verdad que me equivoco, serán las luchas de la multitud las que lo dirán. Pero el escenario que tienen que enfrentar es muy, muy complejo.

[1] Cf. Giuseppe Cocco y Sarita Albagli (orgs.), Revolução 2.0, Garamond, Rio de Janeiro, 2013.
[2] Cf Giuseppe Cocco, “Não existe amor no Brasil Maior”, Le Monde Diplomatique/Brasil, mayo de 2013.
[3] Y de la que hablamos Antonio Negri y yo en GlobAL:biopoder e luta em uma América Latina globalizada, Record, Rio de Janeiro, 2005.

Primer paso de la contienda electoral: el Acontecimiento-Massa como novedad y la eficaz máquina política del kirchnerismo

Por Juan Pablo Maccia



Qué hay de nuevo tras el cierre de listas? Pregunto así porque de “novedad” hablaron los grandes medios los últimos días. ¿Y qué sería entonces “lo nuevo”? La decisión del intendente de Tigre, Sergio Massa, de candidatearse por fuera de la lista oficial como diputado nacional por la provincia de Buenos Aires. Concedamos, sin queja, a responder la consigna y tratemos de entender en qué consiste esta supuesta novedad.

Ante todo, parece, que esta decisión de armar un frente “renovador” evidencia y anuncia el fin de ciclo de la gestión kirchnerista. Este razonamiento, podríamos diagnosticar, tiene todos los tics de la eyaculación precoz. Pues es evidente para cualquier ser sensato que la presidenta sigue conservando todo su poder. Quienes lo contrario sostienen señala con ahínco, como principal evidencia, que la caja negra del kirchnerismo (una caja negra ocupada, en general, por Cristina Fernández) se encuentra en un proceso de marcado debilitamiento, cuyo signo distintivo es la pérdida de influencia (admiten que relativa) respecto de la CGT, de la justicia, de cierta prensa, de la iglesia, del dólar, ahora de algunos intendentes del FpV.

Pero es una verdad de Perogrullo que el precoz, en su celeridad, pierde de vista la materialidad real del tiempo. Se pasa, así, por alto que, lejos de ser un proceso en desintegración y de reconfiguración de nuevos poderes político-electorales, fue la misma presidenta quien decidió y forzó la ruptura con sectores de la corpo sindical, judicial, periodística, financiera y eclesial. Y hasta con algunos intendentes; lo que incluye la casi ruptura con el principal gobernador del FpV.

Sin embargo, es evidente que con sólo ganar las próximas elecciones (algo que parece de lo más previsible), esta caja negra –y la presidenta en primer lugar– recuperaría buena parte de su influencia sobre el sistema político y social. El “fin de ciclo” no es un fenómeno natural, evidentemente, sino el horizonte de deseo de la oposición. Y sería su principal objetivo político sino fuera que su debilidad le impide imaginarse grandes metas.

Podría arriesgarse que la demasiado macrista novedadde fenómeno Massa sería el retorno recargado de la vieja post-democracia. Es decir, la preeminencia de un modo de gobernar en el cual los números de las encuestas, la audacia en la construcción, mayormente mediática, de sí mismo y los negocios constituyen las variables fundamentales del poder constituido.

Pero esta novedad que le estamos atribuyendo a Massa, no es difícil darse cuenta, tiene mucho de kirchnerista. Veamos por qué.

Después del 2001, la construcción de un sólido sistema político es la utopía, impotente en su nostalgia, de todos los sectores de poder. Indica la genealogía que fue sin dudas Duhalde el padre y primer gestor del “retorno de la política”. La emergencia sorpresiva del kirchnerimo –continuación del duhaldismo por otros medios… progresistas– vino a enturbiar la escena con elementos propios: con más épica (Néstor) y glamour (Cristina), la década ganada por el “proyecto” tiene como rasgo principal la puesta en juego de una capacidad de hiper-gobernabilidad fundada en la proliferación de excepción permanente.

O dicho en otras palabras: la caída de Duhalde –a causa de adoptar la opción represiva ante el movimiento piquetero– abrió las puertas a Néstor, un maestro de la política que supo consolidar poder ampliando su base de sustentación hacia elementos por naturaleza inestables(movimientos sociales, sindicales, de derechos humanos, intelectuales críticos, juventud).

También Cristina demostró su maestría en la alquimia de la política dotando a estos elementos (nuevos en la formación del estado) en un eficaz dispositivo de gobierno del peronismo. Con solo mirar el cierre de listas uno puede hacerse la idea de hasta qué punto este sistema de poder sigue funcionando a la hora de subordinar a un sector electoralmente muy importante del PJ, sobre todo en las Provincias. Y caso Scioli y su andar dubitativo son un ejemplo palpable de este funcionamiento. La novedad Massa, entonces, encuentra su primera y principal contracara en el problema de cómo sostener su ciclo, re-inventando su sistema de liderazgo.

Del lado de la oposición, el panorama hace rato que está claro: se trata de ver quién logra ponerse el disfraz de Capriles y aparecer como opción convincente de recambio. La “centro izquierda” intenta jugar de local y ganar de aquí al 2015 la Ciudad de Buenos Aires. El peronismo disidente procurará sostener sus votos en Córdoba y Provincia de Buenos Aires. Pero, insistimos, ¿cuál es la novedad de Massa en este entramado?

En perspectiva histórica, Massa aparece como el primer dirigente de la derecha del Frente para la Victoria que se decide a desobedecer al sistema de poder que hegemoniza cristina, sin pasarse a la oposición  antikirchnerista. Si Scioli aspira –no sin cierta ingenuidad– heredar un kirchnerismo sin reelección ni candidato de recambio (el Daniel-Nauta), Massa inaugura una modalidad mucho más activa de convocatoria y conducción política. Se trata de anticipar el tono y los modales del postkirchnerismo, apurando al kirchnerismo en su punto más flojo: su incapacidad para el relevo en el vértice de la conducción política.

En síntesis, si la poco alentadora novedad Massa existe pareciera hacerlo como radicalización de la ultra-gobernabilidad kirchnerista, pero en este caso enfatizando en la neutralización definitiva de aquellos elementos inestables que fueron la base de la rebelión del 2001 (la juventud, el cambio, la organización social).

¿Puede funcionar tal cosa entre nosotros? Espero que no.

¿Podemos esperar reacciones ante tal tentativa? Imagino que sí.

Pues, por imperceptible que sea, este paso a la moderación y la insensatez implica cruzar la invisible línea roja a partir de la cual la iniciativa pasa a ser definitiva de la reacción. 

Brasil: ¿Qué pasa en Recife?

por el Primo 
 

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No es fácil escribir sobre qué está aconteciendo en el Brasil. Ni lxs brasilerxs entienden que está pasando, imagínense uno, argentino, que está conociendo algunas ciudades de este gran país.
Voy a contar mi experiencia y mis sensaciones desde una ciudad que recién el lunes pasado (17 de junio) se movilizó por primera vez. Ese día, algunos partidos políticos y organizaciones sociales convocaron a una reunión en el Directorio Central de la Universidad Católica de Pernambuco. De tantas personas que fueron, la reunión se convirtió en una asamblea de más de 500 personas, en su mayoría jóvenes. Luego de discutir desordenadamente a dónde se iba a movilizar el jueves 20 y a qué hora, había voluntad de hacer algo en ese momento. Fuimos marchando por el centro de la ciudad, por la Avenida Boa Vista hasta Agamenon Magallahes, donde queda la plaza del Derby. De a poco, la gente se fue desconcentrado.
El martes nos enteramos que el gobernador de la provincia de Pernambuco, Eduardo Campos, había rebajado la tarifa en 10 centavos, anticipándose a la manifestación del jueves. No por eso, la indignación de las personas bajó.
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A través de facebook, más de cien mil personas habían confirmado su asistencia para el jueves. Las calles desbordaban de gente. La convocatoria era a las 16 hs en la plaza del Derby. Sin embargo, desde las 14.30 hs, cuando llegamos, ya había una gran cantidad de personas. En el camino hacia el Derby, se veían grupos reunidos en estaciones de servicios, camino al lugar de la protesta.
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Pocos minutos antes del horario pautado, ya se estaba marchando camino a Recife Antiguo por la avenida Boa Vista. Carteles y consignas había tan variados como personas en la calle. Desde reclamos y exigencias de hospitales y escuelas con padrón FIFA; reclamos contra el gobernador de Pernambuco, Eduardo Campos y contra la presidente Dilma Roussef; legalización de la marihuana. No había un consigna específica a pesar de que el elemento convocante, en un primer momento, era la tarifa y calidad del transporte público.
Una bandera unificó el reclamo: el verde y amarillo de la bandera brasilera. Caras pintadas, banderas flameando o cayendo desde los hombros, remeras de fútbol entre otros objetos que hacían referencia a la patria. Flamearon algunas banderas del estado de Pernambuco.
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Situaciones bizarras no faltaron. A mi me produjo cierta indignación. El abrazo entre una policía y una manifestante, mientras la policía militar (PM) resguardaban de cualquier tipo de ataque una sede de la Iglesia Universal; de paso, los PMs arrancaron una impresión pegada en la puerta de la iglesia con la bandera del orgullo GLBT. No faltaron personas que entregaron rosas blancas a la policía; al desconcentrar, algunos manifestantes aplaudían a la policía por su accionar “pacífico”. Asimismo, cuando alguien iba a pintar una pared o hacer una pegatina, muchos manifestantes chiflaban o señalaban a la persona, con la intención de entregarla a la policía. Es decir, en Recife estuvo muy presente un elemento reaccionario entre los manifestantes, lo que me generó cierta indignación y un poco de miedo por los rumbos que puedan tomar este tipo de protestas.
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“Brasil despertó”, “Ven para la calle”, “Contra la corrupción”, “No es por 10 centavos, es por derechos”, “Sin violencia”, “Paz”, fueron algunas de los tantos carteles que pude leer. En varias ocasiones se escucharon los primeros versos del himno brasilero o una canción que empieza: “Yo soy brasilero, con mucho orgullo, con mucho amor…” También se hicieron algunas pocas pegatinas bajo la atenta y hasta el abucheo de muchos de los manifestantes. “Violenta es la tarifa”, “Con 10 centavos ni compro un Dudu”(en referencia al gobernador Eduardo Campos)
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La Policía estaba concentrada en grupos de diez en diferentes lugares del centro: cerca de bancos, estaciones de servicio y algunos otros puntos de la ciudad.
Muchas personas tiraban fotos como para subir al FB, junto a banderas; o posaban con su cartel encima de su cabeza. Los edificios de la Av. Boa Vista también dieron su show al prender y apagar las luces: la respuesta de la multitud fue la ovación.
No dejó de llamarme la atención la cantidad de máscaras y caretas -predominaban las de “V de Vendetta”-. Lxs compañerxs explicaban que ya se han sucedido situaciones en que la policía identifica, a través de las más de 400 cámaras que hay instaladas en el centro de la ciudad, a los manifestantes y, después de la protesta, lxs detiene. Por eso, para muchxs era importante la cuestión del anonimato, como medida de seguridad.
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No llegamos hasta Recife Antiguo. Cuando volvíamos para la plaza del Derby, vimos que todavía había gente cortando Agamenon. Decidimos apoyar uno de esos cortes y nos quedamos, bajo la garua. Había idas y venidas, varias. Un grupo de cuatro personas comentaba que la marcha había parecido una “peregrinación” de lo tranquila que había sido.
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El corte se sostuvo durante dos horas aproximadamente. La policía empezó a llegar. Hubo confusión, aunque se notaba que las fuerzas policiales estaban indicadas de no reprimir.
Como todavía quedaban compañerxs en el Derby, las doscientas personas que estábamos por ahí nos fuimos para dicha plaza. Al llegar, nos recibió la represión policial que no sólo nos esperaba de frente, sino que también nos había pseudo acorralado por atrás. Corrimos por las calles de Recife hasta que lograron dispersarnos. Pasados unos minutos, con dos compas volvimos al centro a ver qué había pasado. Charlamos con unas personas que habían recibido balas de goma en la pierna y en la espalda.
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Audios de la represión

 

 


 

Quedó resonando en mi cabeza la consigna del Movimiento Pase Libre: Por una vida sin molinetes, pase libre ya!
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Las protestas en Brasil y la representación colectiva

por Bruno Lima Rocha

Porto Alegre, Goiânia, San Pablo y Río de Janeiro son capitales con algo en común, las protestas sociales. Estos centros metropolitanos están pasando por un momento contradictorio. Por un lado el orgullo en torno a la realización de la copa del mundo abre precedentes para los discursos modernizadores, y de cajón para la asunción de discursos de valoración urbana, que afianzan los derechos de la ciudad. Por otro, las protestas recientes contra el aumento de los pasajes de autobús revela un sector de la población consciente de estos derechos y queriendo subordinar los contratos con las empresas concesionarias al poder otorgante. Considerando que la escalada de movilizaciones no estaba prevista en la víspera de la Copa de Confederaciones de fútbol, los gestores de estos municipios –y los respectivos gobiernos estatales– acabaron endureciendo el brazo represor.
La última década fue de profunda transformación en la sociedad brasilera. Se vive mejor, tenemos consumo accesible –casi suntuoso– oferta masiva de créditos y visibles avances materiales en las condiciones de vida. La versión nada agradable de este avance es el cogobierno entre casi todas las fuerzas políticas, saliendo victorioso ideológicamente el Consenso de Brasilia, como es referido en la literatura política y de relaciones internacionales, la suma de ortodoxia macroeconómica con el peso puesto en la generación de empleo directo y el fortalecimiento del mercado interno. Tal Consenso genera acomodación de fuerzas sociales y poco o ningún espacio para la política institucional más a la izquierda. En períodos de reflujo, nos queda el Internet. Se protesta mucho a través de las redes sociales en Brasil y esta opinión encuentra eco en los poderes de facto. La consecuencia es la canalización de estas demandas legítimas, colocando contra la pared al Brasil moderno e inclusivo que se quiere vender hacia fuera.
Nada es más universal que el transporte colectivo en metrópolis totalmente congestionadas por la expansión del automóvil individual. Al enfrentar los márgenes de lucro de las concesionarias de autobús, los manifestantes afirman que el derecho de movilidad debe subordinar a los intereses empresariales del sector. Como casi siempre, cualquier Poder Ejecutivo está del lado de los empresarios, alegando el riesgo sistémico o la quiebra de ese sector de la economía. De ahí que apelar a la represión desenfrenada es siempre una opción. El nivel de violencia es el reflejo de esta escogencia de los ejecutivos municipales. Considerando que el control urbano aumenta en períodos de grandes eventos deportivos, se concluye que los episodios como éstos tenderán a repetirse.
Quien organiza esta cultura política del conflicto
Síndrome de la profecía anunciada, los episodios de la noche del lunes 17 de junio deberían haber ocurrido en el año 2005, en el auge del desencanto con el escándalo Mensalão. En el año siguiente poco antes de la Copa de 2006, tuvimos una gota del evento cuando el MLST entró en forma abrupta al “muy noble y valeroso” Congreso Nacional, cuyo actual presidente de la Cámara Baja “no sabe la motivación de estas personas”. La semana pasada cuando las protestas por el derecho a la movilidad urbana se nacionalizaron, después de la victoria parcial lograda en Porto Alegre, afirmé que estas luchas traspasaban al Consenso de Brasilia y que materializaban años de trabajo acumulado por agrupaciones políticas de izquierda, catapultadas por las redes sociales. No dio para más.
La representación colectiva tiene dos grandes motivaciones. La primera de ellas es el peso de la ideología anarquista. Al contrario de lo que se afirma en red nacional, a pesar del silencio de buena parte de los grandes medios, el conjunto de ideas que orienta estos actos es de base libertaria y tiene la incidencia directa del anarquismo, tanto en su forma más difusa como en la orgánica vinculada a la Coordinación Anarquista Brasilera (CAB). Son la presencia de este conjunto de ideas y formas de acción las que alimentan el repudio a la presencia de banderas político-electorales, mismo aun de partidos más a la izquierda como el PSTU y el PSOL. La tesis anarquista es simple: fortalecer a las entidades de base y a las redes de movimientos populares. A partir de la fuerza de estas colectividades ir a conquistar derechos, disminuyendo el margen de actuación de empresarios y gobiernos.
Otra motivación para el repudio a la presencia de banderas político-electorales es la relación directa de éstas con el llamado oportunismo. La paranoia está suelta y basta leer los medios de Internet más vinculados al gobierno de Dilma para ver que circula en el aire un discurso de “golpe electoral”. Una preocupación más probable es que en el pleito de 2014, legítimamente surjan candidatos de izquierda tomando como bandera su participación en estos actos. El problema –para quien escoja la vía electoral– es que la mayor parte de los activistas que ocupan las calles de capitales y ciudades de mediano tamaño del país, repudian esta forma de capital político. Luego, llevar banderas rojas o amarillas, asociadas a una sigla electoral, es hoy una actividad mal vista.
Delante de este universo de actitudes políticas, es casi inevitable el ataque a los símbolos de los poderes constituidos, sean estos estatales o privados. El avance de este movimiento puede solidificar otra forma de hacer política en el país.

“Reconstruir el sentido común disidente”. Entrevista a Raquel Gutiérrez Aguilar

por Verónica Gago
Investigadora en la Universidad de Puebla y la UNAM, la mexicana Gutiérrez Aguilar estudió y documentó los procesos de asambleas constituyentes del continente. Aquí propone repensar el cambio social en los países de la región en busca de “una política de lo común”.
@Raquel Gutiérrez Aguilar nació en México. Estudió filosofía y matemáticas y se comprometió con la lucha de los salvadoreños del FMLN en el exilio. Luego, en la década del ’80, se fue a Bolivia. Allí estuvo entre los miembros fundadores del EGTK (Ejército Guerrillero Tupak Katari) junto a su entonces compañero y hoy vicepresidente, Alvaro García Linera. Tras acompañar las insurgencias de las comunidades aymaras y quechuas, pasó varios años en la cárcel, durante la década del ‘90. Luego, integró el grupo Comuna. Volvió a México ya avanzado este siglo y se dedicó a escribir su tesis de doctorado sobre la experiencia de la guerra del agua en Bolivia, que la tuvo también como activista. Como investigadora en la Universidad de Puebla y en la UNAM, estudió y documentó con especial atención los procesos de asambleas constituyentes del continente, comparando los casos de Ecuador y Bolivia. De visita en Buenos Aires, mañana a las 18 dará una conferencia en el programa Lectura Mundi de la Unsam titulada: “Hacia una política de lo común: repensar el cambio social en América latina” y el viernes 28, a las 20, estará en la Casona de Flores convocada por la pregunta “¿Qué pueden los movimientos sociales contra el narco? Intuiciones desde el presente mexicano”. Aquí un diálogo sobre su preocupación principal: cómo construir un sentido común disidente.

–¿Cómo pensar la situación actual en América latina? Hay sectores que plantean un fin de ciclo de los llamados gobiernos progresistas.

–No estoy muy segura de que la expresión “fin de ciclo” pueda aplicarse a los gobiernos progresistas en América latina… Hay algunos desfases en los procesos que siguen, por ejemplo, Bolivia y Ecuador con respecto a Venezuela, sobre todo tras la muerte de Chávez. Sin embargo, más que un “fin de ciclo” creo que estamos presenciando la consolidación política de un ciclo que comenzó después de los procesos constituyentes, tanto en Bolivia como en Ecuador. Creo que lo que presenciamos es más bien la consolidación creciente del monopolio de las prerrogativas sobre las decisiones políticas más importantes, en manos de pequeños conjuntos de funcionarios políticos. Este “taponamiento” –por expresarlo de alguna manera– de las otras miradas y caminos políticos que se abrieron hace años es lo que, en mi perspectiva, ha llegado a un punto de saturación extraordinaria.

–¿En qué se expresa esa saturación?

–Hay, creo, en Bolivia y Ecuador un momento fuerte de consolidación estatal y de creciente tutelaje de las iniciativas populares e indígenas, que tienen que ceñirse cada vez más a lo que es decidido por otro. Eso es lo que miro: reiteración de formas liberales de lo político afianzadas en la expropiación de la capacidad social de intervenir en los asuntos públicos que le incumben.

–¿Hay reconfiguraciones del Estado que pueden llamarse posneoliberales?

–Creo que el momento actual no es igual al momento liberal de la política y de lo político que asoló América latina durante los ‘90. Eso es fácilmente contrastable viviendo, como lo hago ahora, en México, donde todavía está presente y vigente en la discusión política oficial el ideario (neo)liberal de reforma estructural que limita la intervención estatal, agrede lo que suele llamarse “conquistas sociales” e impulsa el predominio de los intereses empresariales monopólicos mediante la coartada del predominio del mercado. Eso, creo yo, ya no ocurre, ya no se escucha en los países donde hubo movilizaciones vigorosas y enérgicas durante la década pasada, que atravesaron procesos constituyentes y que tienen gobiernos progresistas.

–Tras esas movilizaciones y los cambios a nivel del Estado, ¿se arma un nuevo tipo de conflictividad?

–Lo que es tremendo es que en los países donde la movilización social fue fuerte sigue vigente el predomino pleno de los intereses del capital transnacional más poderoso, que ahora parece haber “capturado” también a las formas estatales reconstruidas tras la sacudida de la década pasada. Esto es lo que una encuentra cuando busca entender lo que pasa desde la similitud de los conflictos que se despliegan en países, como México, cada vez más liberalizados y formalmente “democráticos”; o como en Ecuador o Bolivia, donde los pueblos indígenas una y otra vez tienen que defender sus territorios y sus vidas amenazados de nuevos afanes de saqueo y luchar contra la imposición totalmente inconsulta de políticas que, en el Sur, supuestamente se impulsan “por el bien” de esos mismos pueblos que se defienden. Está en cuestión lo que despuntó en los tiempos agitados y rebeldes nuevamente como un horizonte de lo común, que dislocó fuertemente los términos del discurso político liberal moderno.

–¿Qué significa el horizonte de lo común como política?

–Desde mi punto de vista, lo que hace algunos años se vislumbró como posibilidad política fue una especie de disposición colectiva sintonizada no exenta de tensiones internas para reapropiarse tanto de riqueza material como de capacidades políticas anteriormente expropiadas. Esta clave de lectura te permite entender las recurrentes luchas que buscaron tanto establecer límites a la acción expropiadora-privatizadora del capital más poderoso, como los esfuerzos por establecer nuevos términos de control social de la riqueza recuperada –fueran aguas, bosques o hidrocarburos–; a partir de este conjunto de acciones de lucha, las sociedades paulatinamente recuperaron y reconstruyeron capacidades políticas en el sentido más amplio: posibilidades de gestionar colectivamente lo que a todos incumbe porque a todos afecta. Eso tendencialmente erosionó y amenazó con disolver ciertos términos modernos de comprensión de lo político, como la distinción privado/público. Y la amenaza de disolución de esta añeja distinción, que funda una gran parte de nuestra comprensión de lo político pues los momentos de la lucha también fueron tiempos enérgicos de producción y reproducción de lo común. Lo común no es una categoría clasificatoria que aluda a la propiedad sino que es una idea-fuerza central de la reorganización de la convivencia social.

–¿Supone una nueva forma de cooperación y de autoridad? ¿Cuál es su diferencia con lo público?

–Lo común es aquello que se produce colectivamente y cuyo control y decisión no se delega en otras mediaciones políticas que no sean los mismos que lo producen. Lo común es una manera de nombrar eso “público no-estatal”. El horizonte de lo común es, ante todo, una perspectiva de lucha que se lanza a reapropiarse y recuperar directa y colectivamente lo que ha sido arrebatado de las manos de las colectividades. En tal sentido, lo común no es algo meramente heredado sino que, ante todo, es producción reiterada de sentido y de vínculo para dotarse colectivamente de capacidades de intervención en asuntos generales.

–¿Cómo se puede leer la violencia actual en México? ¿Cómo juega la cuestión del narcotráfico respecto de los movimientos sociales?

–Este es un asunto abrumador… Te presento un par de claves de interpretación: más allá de la llamada “transición democrática”, en México sigue plenamente vigente una forma de lo político que se sostiene en un patrimonialismo descarnado. México es el país de los monopolios y de su defensa por todos los medios. En ese contexto, la guerra contra las drogas –impulsada por Estados Unidos y que en México fue desatada, sobre todo, durante el segundo gobierno del conservador Partido Acción Nacional (PAN) de Calderón– obligó a una redefinición de los términos de uno de los negocios más rentables que existen en México: el de la producción y trasiego de sustancias controladas. Esto ha desatado una auténtica guerra en varios frentes y con muchos actores, cuya posible identificación no siempre es clara. Así, se ha generalizado una confrontación en la que se distinguen dos niveles: por un lado, la violenta pugna entre mafias que ejercen control territorial como garantía de la permanencia de sus negocios y, por otro, una soterrada guerra contra los pueblos y la población civil, a la que se pretende obligar a obedecer a balazos y sumando asesinatos. Todo esto es no sólo muy confuso sino altamente peligroso. Y lo peor de todo es que esta auténtica disolución de la autoridad estatal –en muchos lugares de la República– está cubierta con un velo de opacidad casi total, pues la información difícilmente circula. Lo que es cierto es la proliferación de una infinidad de luchas locales autodefensivas de múltiples comunidades, localidades, pueblos y regiones. En estas luchas hay esperanza de reconstrucción de las ruinas en las que habitamos.

–Ante esta situación, ¿cuáles son los desafíos para las militancias?

–Este es un tiempo para las palabras y las conversaciones. Necesitamos reconstruir el sentido común disidente y de lucha, pues casi todo lo que alcanzamos a aclarar en la anterior ola de movilizaciones y levantamientos ha sido “recodificado” en términos estatales; primero ocurrió una “captura” semántica de nuestras palabras, que ya no designaban con claridad aquello a lo que nosotros aludíamos en los tiempos de mayor crisis política; a esto le sigue una “captura” política y luego, “organizativa”, de los contenidos políticos más filosos de nuestras luchas. Por eso conviene volver a centrar la discusión no tanto en lo que actualmente hacen los Estados y los distintos gobiernos, sino en lo que han sido nuestros aprendizajes.

–¿Sirve el concepto de dignidad, que en su momento lanzaron los zapatistas, para pensar las luchas actuales?

–La dignidad, para mí, es siempre el punto de partida de la autonomía política y moral; así como de las fisuras que se les imprimen a las jaulas del miedo y la desconfianza. Podría decirse, siendo formales, que la dignidad siempre es necesaria, aunque puede no ser suficiente en el despliegue de las luchas por la transformación social y política. El ¿qué más es necesario? constituye, creo, el corazón del debate político militante contemporáneo.

La política de calles se hizo presente

por Norma Giarraca
Brasil nos ha dejado sin palabras. El “gran país” que supo regular su crecimiento, mantener las variables macroeconómicas bajo control; el país donde la población piensa sus demandas en términos de “partidos”, que acompañó con alegría la llegada del PT al gobierno, estrena con una fuerte irrupción la política de calles. Miles de brasileños en 80 ciudades expresando rebeldía, disconformidad, gritando la injusticia inherente al desarrollo capitalista… ¿qué pasó?
Este blog publicó excelentes análisis de quienes viven allá y de quienes siguen nuestros países con miradas que nos hacen falta, como las de Salvador Schavelzon y  Boaventura de Sousa Santos. De las condiciones de contorno y del polisémico sentido de las protestas hay muy poco que agregar. Querríamos aportar dos reflexiones que hacen a una posible comparación entre Brasil y la Argentina. En primer lugar, hablemos de las diferencias entre las dos tradiciones culturales de la política rebelde. La Argentina siempre fue un país de protestas “plebeyas”; por la influencia anarquista antes del peronismo y por los rasgos propios del fenómeno político que irrumpió en 1945, a partir de allí. Brasil casi siempre se movilizó a través de una institución, el Partido Comunista de los años ’20 y ’30 con Luis Carlos Prestes a la cabeza, por ejemplo, y la importancia de la formación desde debajo de un nuevo partido con apoyo de las iglesias, de los grandes sindicatos, que concentró la esperanza del Brasil rebelde durante las últimas décadas.
El presidente Lula supo concentrar expectativas de transformación en uno de los países más desiguales del mundo y, aunque quedaba cada vez más claro que el gobierno “popular” no iba más allá de políticas sociales de inclusión, se le seguía creyendo, respetando, aceptando, por ejemplo, su elección por las semillas transgénicas (a pesar de la promesa electoral) y los sectores “progres” (con dignas excepciones) comentaban con orgullo nacional cómo el país se convertía en el gran banquero latinoamericano, en el “Brasil potencia”. Los colegas que habían seguido los derroteros del los Sem Terra consideraban un hecho natural la subordinación de este gran movimiento al partido de gobierno. Las críticas a la paralización del reparto agrario fueron cada vez en tonos más bajos. No obstante, aprendimos de otros colegas la importancia del concepto “sufrimiento social” para entender el vasto país: las grandes hidroeléctricas, los desplazados…
Por eso estamos anonadados, una rebeldía claramente antiinstitucional, sin partidos, sin grandes centrales obreras. Lo que está en las calles no son los movimientos, son jóvenes sin partidos, sin centrales, sin organizaciones; tal vez intuyen los límites de las instituciones en estos capitalismos en que nos ha tocado vivir, tal vez se hartaron de pedir por los canales institucionales. Lo que está ocurriendo no es fácil, el gran Brasil mostró su rasgo rebelde, plebeyo, y hay que estar atentos a lo que pasa porque estamos frente a un fenómeno nuevo.
La segunda reflexión que deseamos hacer es sobre algunos intentos oportunistas de dirigentes políticos o caceroleros argentinos que quieren compararse o, más grave aún, sumarse al fenómeno. Es lamentable la falta de sensibilidad para comprender los procesos, las rebeldías, las broncas legítimas de las poblaciones de América latina. Los caceroleros modelo nacional marcharon con partidos de centro y centroderecha, no tuvieron una sola palabra hacia los sectores más sufrientes de este modelo y fueron apañados y estimulados por los medios de comunicación concentrados. Los sentidos de las protestas pueden ser difíciles de comprender, pero aquí estuvo bastante claro y no hay comparación posible con las que se desarrollan en Brasil.
Los caceroleros quieren más institucionalidad, allá cuestionan la institucionalidad. Aquí se oyeron voces personalizadas de partidos u organizaciones, allá la queja del gobierno es que no tiene con quien negociar. Aunque Patricia Bullrich o Lilita Carrió quieran ver en los caceroleros argentinos espacios de “expansión democrática”, existen muchas dudas de que puedan salir de esas imágenes de señoras insolidarias y llenas de bronca personal hacia la figura presidencial. En Brasil, la figura de Dilma no es importante, no es contra ella; lo central es una población que vio generar riqueza y distribuirla de un modo tacaño, egoísta, considerando clase media a quien dejó de caminar sin calzado. La imagen del 99 por ciento contra el uno por ciento de los que se quedan con las riquezas, que en Brasil como en el resto de América latina provienen básicamente de bienes comunes, funciona como una idea muy potente y articuladora en estos mundos rebeldes. Es decir, por un lado el neoliberalismo da la imagen de haberse instalado muy cómodamente con la aceptación de las instituciones (de gobiernos conservadores o “progresistas”) y, por otro, un fantasma recorre el mundo dando miles de vueltas por todos lados para inquietarlo y limitarlo.

El poder constituyente en las calles y plazas de Brasil

Por Adriano Pilatti, Antonio Negri y Giuseppe Cocco


Mientras escribíamos este artículo llegó la noticia del asesinato de nueve habitantes de una favela carioca en manos de las fuerzas policiales. Indignados, leemos un columnista insinuar que es bajo la forma de una supuesta “amenaza a la democracia” el modo en que la presidenta Dilma asimila a los movimientos de estos últimos días y suseventuales bases teóricas, lo que incluye –veremos líneas abajo— la teoría del poder constituyente.[1]

Los acontecimientos de estos días en Brasil sorprendieron a todos, internos y externos. Brasil parecía el país sudamericano más estable y, de repente, “la tierra entró en trance”. Independientemente de las evoluciones futuras, la multitud mostró su potencia. A derecha y a izquierda –se dice con escándalo  el movimiento no tiene “organicidad”, ni “línea”, ni “liderazgos”.  Incluso la llamada izquierda radical tuvo que reconocer que no existen banderas “abstractas” que puedan ser impuestas “de afuera hacia adentro” al magma que se constituía desde abajo. “¿Cómo es eso posible? ¿Cómo se atreven?”.

Pero el movimiento continúa, se vuelve difuso, acelerando sus ritmos: en los centros y periferias, en las grandes y pequeñas ciudades, multiplicando las reivindicaciones. Las protestas parecen inventar nuevas formas de lucha. El poder constituyente está ahí y, en este aquí y ahora se presenta como incontrolable, aunque también vulnerable a las aventuras reaccionarias. ¿Cómo organizar el pensamiento en esta aceleración del tiempo y de esta innovación radical? ¿Cómo aprovechar las aperturas y evitar o combatir las amenazas?

Vayamos un poco para atrás. En el 2005 publicamos dos libros en Brasil: Multitud[2] yGlobAL[3]. En Multitud decíamos que el trabajo pasaba a ser explotado fuera de las fábricas, sin pasar por la relación salarial. Si esto implica una pérdida de derechos por la mayor fragmentación y precariedad de la relación salarial, al mismo tiempo solo puede funcionar si la autonomía del trabajo aumenta y se produce y reproduce dentro y por las redes.

Es decir, por un lado, el capital descompuso la clase trabajadora en un sinnúmero de fragmentos; por otro, por detrás de esos fragmentos, existen singularidades que pueden cooperar entre sí y perseverar como tales. En el capitalismo contemporáneo, la explotación es exactamente el hecho de que los agenciamientos de los deseos (cognitivos, culturales, institucionales, empresariales) ajusten los “fragmentos” sin abrirse a las modulaciones de las singularidades.

La multitud de la que hablamos no se confunde con la definición sociológica y determinista del devenir “líquido” de la sociedad post-moderna. Al contrario, la multitud es un concepto político y ontológico de clase: la clase que se constituye en esa cooperación entre singularidades. Sólo hay multitud cuando ella se hace a sí misma, como sucede en este momento en Brasil. Es todo lo contrario de esa masa de fragmentos que los medios de comunicación y la derecha quieren fusionar al entonar el Himno Nacional.

Ya en GlobAL saludábamos la llegada de nuevos gobiernos en América del Sur (sin dedicar, sin embargo, una palabra a Venezuela) y, al mismo tiempo, decíamos que ellos deberían tener dos cuidados: primero, no caer en la ilusión de que habría un nuevo modelo a ser implementado; segundo, que las oscilaciones entre la inflación de las tasas de interés y de los precios son apenas las dos caras de la falta de democracia, y esta depende de las dimensiones biopolíticas de las luchas: las luchas por la vida y de la vida de los pobres que persisten ante el terror que el Estado impone en las favelas y en las periferias.

El libro pasó totalmente desapercibido. Los intelectuales críticos al gobierno teorizaban el “estado de excepción” y aquellos próximos al PT preferían ver en Lula la increíble reencarnación de Vargas. Después de la crisis global, el gobierno intervino para descubrir que el desarrollismo era el nuevo modelo (sic).

Y fue justo en el centro de esta fiesta vip que la tierra se estremeció. A la derecha, el gobernador de São Paulo utilizó la violencia sin máscaras de la policía. A la izquierda, el ministro de Justicia se propuso enviar todavía más policía, a reprimir aún más. Cuando tuvieron que retirarse, derecha e izquierda aparecieron juntas, únicamente diferenciadas por el color de las corbatas, para decir que la reducción del precio de los pasajes acarrearía el recorte de otros gastos sociales. A la derecha y a la izquierda se echó leña al fuego de la crisis de representación, insistiendo en pensar la política desde el extraño punto de vista del clientelismo y la tecnocracia.

Desde el lunes 24 de junio, la élite y sus medios de comunicación corporativos cambiaron el blanco de sus armas y pasaron a usar su poder concentrado (anti-democrático) para intentar manipular la conmoción nacional en un sentido reaccionario. El aturdido columnista explicitó ese proyecto la noche del jueves pasado, en medio de la represión de miles de manifestantes: usar el Congreso para aplicar al Brasil el golpe institucional ya realizado en Honduras y en Paraguay.

Pero la presidenta comenzó a reaccionar, aunque de manera tardía y tímida, proponiendo un plebiscito y una “constituyente”. Al columnista no le gustó y señaló, como base de esa supuesta “amenaza” a la democracia, el ya referido Poder Constituyente. Sucede que la teoría del poder constituyente y su realidad (aquella que está abiertamente en las calles del Brasil entero) es una teoría de la democracia radical. Ella no está en contra de la representación, pero sí en contra de la separación de ésta de su fuente: la soberanía popular. La corrupción está allí, en esta separación de los medios de los fines. Y quienes se aprovechan de ella son los que concentran los medios económicos y los medios de comunicación, incluso cuando la condenan, de manera moralista, sólo para aumentarla en su favor.

Nosotros avalamos positivamente, en su conjunto, las medidas de Dilma, pero pensamos que la solución no pasa ni por un plebiscito, ni por la convocatoria de pactos con supuestos representantes de los movimientos. El desafío es abrir un verdadero “proceso constituyente”, es decir abrir la polis a la participación efectiva de los demos, en las calles y más allá –aunque resulte confuso al principio- para unir movilización y creación de nuevas institucionalidades. El poder constituyente no es nada sin la multitud que lo hace vivir.  


[1] Antonio Negri, El Poder Constituyente, traducción de Adriano Pilatti, introducción de Adriano Pilatti y Giuseppe Cocco, Rio de Janeiro.
[2] Antonio Negri y Michael Hardt, Multitud, Rio de Janeiro, 2005.
[3] Antonio Negri y Giuseppe Cocco, GlobAL: Biopoder y Lucha en la América Latina Globalizada, Rio de Janeiro, 2005.

Brasil: Carta del Movimiento Passe Livre a la Presidenta Rousseff

Presidenta Dilma Rousseff:
Nos sorprendió la invitación a esta reunión. Imaginamos que también está sorprendida por lo que está sucediendo en el país en las últimas semanas. Este gesto de diálogo dista del tratamiento que le dio el gobierno federal a los movimientos sociales que han marcado la política de esta administración. Parece que las revueltas que se propagan a través de las ciudades de Brasil desde el día 06 de junio ha roto molinetes viejos y ha abiertos nuevos caminos.
El Movimiento Passe Livre, desde el principio, fue parte de ese proceso. Somos un movimiento social autónomo, horizontal y no partidista, que nunca tuvo la intención de representar el número de manifestantes que salieron a las calles del país. Nuestra palabra es una más entre los que gritaban en las calles, erigido en carteles, en las paredes pintadas. En San Pablo hicimos un llamado a las manifestaciones con una demanda clara y concreta: derogar el aumento [del boleto de ómnibus, de 3,20 a 3 reales]. Antes parecía imposible, hemos demostrado que no lo era y avanzamos en la lucha por lo que es y siempre ha sido nuestra bandera un transporte verdaderamente público. Por eso llegamos a Brasilia.
El transporte puede ser público si es realmente accesible para todas las personas, es decir, entendida como un derecho universal. La injusticia de la tarifa se hace más evidente con cada aumento, cada vez más personas ya no tienen dinero para pagar el pasaje. Cuestionar los aumentos es cuestionar la lógica de la política arancelaria, que somete a los empresarios del transporte a los beneficios, no las necesidades de la población. Pagar por la circulación en la ciudad significa tratar a la movilidad no como un derecho sino como una mercancía. Esto pone a los demás derechos en jaque: ir a la escuela, al hospital, ir al parque necesita tener un precio accesible para todos. El transporte se limita a ir y volver del trabajo y cierra las puertas a sus habitantes. Y para abrirlas, necesitamos un arancel cero.
En este sentido, nos gustaría conocer la posición de la presidente sobre la tarifa cero en el transporte público y en el PEC 90/11, que incluye el transporte en el envío de la lista de los derechos sociales en el artículo 6 de la Constitución. Se entiende que el transporte debe ser tratado como un derecho social, el pleno y sin restricciones; creemos que es necesario ir más allá de la política que se limita a un segmento particular de la sociedad, como los estudiantes, en el caso de que el estudiante obtenga el ‘pase libre’. Defendemos el pase libre a todas y todos!
Aunque la prioridad al transporte público está en el discurso de todos los gobiernos, en la práctica, Brasil invierte once veces más en el transporte individual a través de las obras viales y las políticas de crédito para el uso de automóviles (IPEA, 2011). El dinero público debe ser invertido en el transporte público! Nos preguntamos por qué la Presidente vetó el artículo V del artículo 16 de la Política Nacional de Movilidad Urbana (Ley N º 12.587/12), que culpó a la Unión Europea para el apoyo financiero a los municipios que adoptan políticas de priorización del transporte público. Como dejó claro su artículo 9, este proyecto de ley prioriza un modelo de gestión basado en lo privada, adoptando el punto de vista de las empresas y no de los usuarios. El gobierno federal tiene que tomar la iniciativa en el proceso de construcción de un verdadero transporte público. La municipalización de la CIDE, y su asignación completa y exclusiva al transporte público, representan un paso en este camino hacia el arancel cero.
La exención de impuestos, históricamente defendida por las empresas de transporte, será en la dirección opuesta. Renunciar a los impuestos significa perder el poder sobre el dinero público, liberando fondos para las mafias del transporte ciegas, sin ninguna transparencia y control. Para satisfacer las demandas populares de transporte, es necesario construir herramientas que ponen en el centro de la decisión que realmente deben tener sus necesidades cubiertas: los usuarios y los trabajadores en el sistema.
Esta reunión con el presidente fue arrancada por la fuerza de las calles, que avanzó sobre las bombas, las balas y las cárceles. Los movimientos sociales en Brasil siempre han sufrido la represión y la criminalización. Hasta ahora, 2013 no fue diferente: en Mato Grosso do Sul, se ha producido una matanza de indígenas y Fuerza Nacional asesinado el mes pasado, el liderazgo Terena durante la toma de posesión, el Distrito Federal, a cinco militantes del Movimiento de Trabajadores sin Techo (MTST) fueron detenidos hace unas semanas en medio de las protestas contra los impactos de la Copa Mundial de la FIFA. La respuesta policial a las protestas iniciadas en junio no están en conflicto con las otras que han tenido: bombas de gas fueron arrojadas dentro de los hospitales y colegios, los manifestantes fueron perseguidos y golpeados por la policía militar, otros fueron asesinados, cientos de personas fueron detenidas arbitrariamente, algunos están acusados de conspiración e incitación al asesinato, un hombre perdió la vista, una niña fue agredida sexualmente por la policía, una mujer asfixiada por el gas lacrimógeno. La violencia real que fuimos testigos de esto en junio provino del Estado, en todas sus esferas.
La desmilitarización de la policía, con el apoyo de la ONU, y una política nacional para regular las armas menos letales, prohibidos en muchos países y condenado por los organismos internacionales, son urgentes. Al ofrecer la Fuerza Nacional de Seguridad para contener las manifestaciones, el Ministro de Justicia puso de manifiesto que el gobierno federal insiste en tratar a los movimientos sociales como un asunto de la policía. Noticias de los militantes de supervisión realizadas por la Policía Federal y de la ABIN van en la misma dirección: la criminalización de la lucha popular.
Esperamos que esta reunión marca un cambio en la actitud del gobierno federal que se extiende a otras luchas sociales: los pueblos indígenas, los cuales, al igual que los Guarani-Kaiowá y Mundurukú, ha sufrido varios ataques de los terratenientes y el gobierno, los las comunidades afectadas por el traslado, los sin techo, los sin tierra y las madres que tuvieron sus hijos asesinados por la policía en los suburbios. Ese mismo enfoque también se extiende a todas las ciudades que luchan contra el aumento de precios y otro modelo de envío: São José dos Campos, Florianópolis, Recife, Rio de Janeiro, Salvador, Goiânia, y muchos otros.
En lugar de sentarse a la mesa y hablar, lo que importa es satisfacer las demandas claras ya planteadas por los movimientos sociales de todo el país. Contra todos los aumentos en el transporte público, en contra de la tarifa, que continuará en las calles! Arancel cero ahora!
Toda la fuerza para los que luchan!
Movimento Passe Livre São Paulo
24 de junio 2013

Entrevista con João Pedro Stedile: El significado y las perspectivas de las movilizaciones callejeras en Brasil

por Nilton Viana
Traducción: Facundo Ramos
Brasildefato: ¿Como usted analiza las recientes manifestaciones sacudieron a Brasil en las últimas semanas? ¿Cuál es la base económica para que ellas acontezcan?

Joao Pedro Stedile: Hay muchas evaluaciones de porque están ocurriendo estas manifestaciones. Me sumo al análisis de la profesora Erminia Maricato, que es nuestra mayor especialista en temas urbanos y ya actuó en el Ministerio de las ciudades durante la gestión de Olivio Dutra. Ella defiende la tesis de que hay una crisis urbana instalada en las ciudades brasileras provocada por esta etapa del capitalismo financiero. Hubo una enorme especulación inmobiliaria que elevo los precios de los alquileres y de los terrenos 150% en los últimos 3 años. El capital financió sin ningún control gubernamental la venta de automóviles para enviar el dinero para el exterior y transformo nuestro transito en un caosY en los últimos 10 años no hubo inversión en transporte públicoEl programa habitacional «Mi casa, mi vida», empujó a los pobres para las periferias, sin condiciones de infraestructura

Todo eso genero una crisis estructural en la que las personas están viviendo en un infierno en las grandes ciudades, perdiendo tres o cuatro horas por día en el transito, cuando podrían estar con la familia, estudiando o teniendo actividades culturales. Sumado a eso, la pésima calidad de los servicios públicos, en especial en la salud e igualmente en la educación, desde la escuela primaria, educación media, en la que los estudiantes salen sin saber hacer una redacción. Y la educación superior se convirtió en tiendas de venta de diplomas a crédito, donde está el 70% de los estudiantes universitarios.

Brasilde fato: Y desde el punto de vista político, ¿por qué pasó?

JPS: Los quince años de neoliberalismo sumado a los últimos diez años de gobierno de conciliación de clases transformo a la política en rehén de los intereses del capitalLos partidos quedaron viejos en sus prácticas y se transformaron en meras siglas que aglutinan, en su mayoría, oportunistas para ascender a cargos públicos o disputar recursos públicos para sus intereses. Toda la juventud nacida después de los gobiernos de derecha, no tuvo oportunidad de participar en política. Hoy, para disputar cualquier cargo, por ejemplo, de consejal, el sujeto necesita tener más de un millón de reales, de diputado cuesta alrededor de diez millones. Los capitalistas pagan y después los políticos obedecen. La juventud está harta de esa forma de hacer política burguesa y mercantil. 
Pero lo más grave fue que los partidos de la izquierda institucional, todos ellos, se amoldaron a esos métodos. Y por lo tanto genero en la juventud una repulsión a la forma de actuar de los partidos. La juventud no es apolítica, al contrario, tanto lo es que llevo la política a las calles, aun sin tener consciencia de su significado. Pero está diciendo que no aguanta más ver por televisión esas prácticas políticas, que secuestran el voto de las personas, basadas en la mentira y en la manipulación.

Brasildefato: ¿Y por qué las manifestaciones explotaron solo ahora?

JPSProbablemente haya sido más producto de la suma de diversos factores de carácter de la psicología de las masas, que de alguna decisión política planificada. Se sumo todo el clima que comente, además de las denuncias de sobrefacturación de las obras de los estadios, que es una provocación al pueblo. Vean algunos casos: la red globo recibió del gobierno del estado de Rio y de la Intendencia, 20 millones de reales de dinero público, para organizar el showcito de apenas dos horas del sorteo de los partidos de la copa de las confederaciones. El estadio de Brasilia costo 1400 millones y no hay colectivos en la ciudad!
Es la dictadura explicita que la FIFA impuso y todos los gobiernos se sometieron.
La reinauguración del Maracaná fue una bofetada para el pueblo brasilero. Las fotos eran claras, en el mayor templo del futbol mundial no había ningún negro o mestizo!
Y ahí con el aumento de las tarifas de colectivo, fue la gota que rebalso el vaso. Fue apenas la chispa para encender el sentimiento generalizado de revuelta, de indignación. En buena hora la juventud se puso de pie.

Brasil de fato: ¿Por qué la clase trabajadora todavía no salió a las calles?

JPS: Es verdad, la clase trabajadora todavía no fue para las calles. Quienes están en la calle son los hijos de la clase media, de la clase media baja y también algunos jóvenes de lo que Andre Singer llamaría sub-proletariado, que estudian y trabajan en los sectores de servicios, que mejoraron las condiciones de consumo, pero quieren ser escuchados.
La reducción de la tarifa interesaba mucho a todo el pueblo y ese fue el acierto del movimiento “passe livre”, supo convocar movilizaciones en nombre de los intereses del pueblo. Y el pueblo apoyo las manifestaciones y esto se expresa en los índices de popularidad de los jóvenes, sobre todo cuando fueron reprimidos.

La clase trabajadora tarda en movilizarse, pero cuando se mueve, afecta directamente al capital. Cosa que todavía no comenzó a pasar. Creo que las organizaciones que hacen de mediadoras con la clase trabajadora todavía no comprendieron el momento y están un poco tímidas. Pero la clase, como clase, creo que está dispuesta también a luchar. Vea, que el número de huelgas por mejoras salariales ya recupero los valores promedio de la década del 80. Creo que es apenas una cuestión de tiempo, y si las mediaciones aciertan en las banderas que pueden motivar a la clase a movilizarse.
En los últimos días, ya se percibe que en algunas ciudades menores y en las periferias de las grandes ciudades ya comenzaron a haber manifestaciones con banderas de reivindicaciones bien localizadas. Y eso es muy importante.

Brasildefato: Y ustedes, del MST y de los campesinos tampoco se movieron todavía…

JPS: Es verdad. En las capitales donde tenemos asentamientos y agricultores familiares más cerca ya estamos participando. E inclusive soy testigo de que fuimos muy bien recibidos con nuestra bandera roja y con nuestra reivindicación de reforma agraria y alimentos saludables y baratos para todo el pueblo. Creo que en las próximas semanas podrá haber una adhesión mayor, inclusive realizando manifestaciones de los campesinos en las rutas y municipios del interior. Dentro de nuestra militancia esta todo el mundo loco para entrar en la pelea y movilizarse. Espero que también se muevan rápidamente…

Brasil de fato: ¿Cuál es, en su opinión, el origen de la violencia que aconteció en algunas manifestaciones?

JPS: Primero vamos a relativizar, la burguesía a través de sus televisoras ha usado la táctica de asustar al pueblo colocando solo la propaganda de los alborotadores y rompelotodo. Son minoritarios e insignificantes delante de las miles de personas que se movilizaronA la derecha le interesa colocar en el imaginario de la población que esto es solo desorden, y al final si hay caos, colocar la culpa en el gobierno y exigir la presencia de las fuerzas armadas. Espero que el gobierno no cometa esa bestialidad de llamar a la guardia nacional y a las fuerzas armadas para reprimir a las manifestaciones. Es todo lo que la derecha sueña!
Quien está provocando las escenas de violencia es la forma de intervención de la policía militar. Son grupos derechistas organizados con orientaciones de hacer provocaciones y saqueos. En San Pablo actuaron grupos fascistas. En Rio de Janeiro actuaron las milicias organizadas que protegen sus políticos conservadores. Es claro, hay también un sustrato de lumpenismo que aparece en cualquier movilización popular, sea en los estadios, carnaval, hasta en las fiestas de la iglesia, intentando sacar sus provechos.

Brasildefato: ¿Hay entonces una lucha de clases en las calles o es solo la juventud manifestando su indignación?

JPS: Es claro que hay una lucha de clases en la calle. Si bien todavía concentrada en la disputa ideológica. Y lo que es más grave, la propia juventud movilizada, por su origen de clase, no tiene consciencia de que está participando en una lucha ideológica.
Miren, ellos están haciendo política de la mejor forma posible, en las calles. Y ahí escriben en los carteles: somos contra los partidos y la política? Es por eso que han sido tan difundidos los mensajes en los carteles. Está ocurriendo en cada ciudad, en cada manifestación, una disputa ideológica permanente de la lucha de los intereses de clase. Los jóvenes están siendo disputados por las ideas de derecha y por la izquierda. Por los capitalistas y por la clase trabajadora.

Brasildefato: ¿Cuáles son los objetivos de la derecha y sus propuestas?

JPS: La clase dominante, los capitalistas y sus portavoces ideológicos que aparecen en la televisión todos los días, tienen un gran objetivo: desgastar al máximo al gobierno de Dilma, debilitar las formas organizativas de la clase trabajadora, debilitar las propuestas de cambio estructural en la sociedad brasilera y ganar las elecciones de 2014, para recomponer una hegemonía total en el comando del estado brasilero, que ahora está en disputa.
Para alcanzar esos objetivos ellos todavía están tanteando, alternando sus tácticas. A veces provocan la violencia, para desenfocar los objetivos de la juventud. A veces colocan en las pancartas de los jóvenes sus mensajes. Por ejemplo, en la manifestación del sábado, si bien pequeña, en San Pablo, fue totalmente manipulada por sectores derechistas que pautaron solamente la lucha contra el PEC 37, con pancartas iguales… canticos iguales. Ciertamente la mayoría de los jóvenes ni saben de lo que se trata. Y es un tema secundario para la clase trabajadora, pero la derecha está intentando levantar las banderas de la moralidad, como hizo con la UDN en tiempos pasados.
He visto en las redes sociales controladas por las derechas, que sus banderas, además de la PEC 37, son: Salida de Renan del senado; CPI o transparencia de los gastos de la COPA; declarar a la corrupción crimen grave y terminar con los fueros especiales para los políticos. Ya los grupos más fascistas dicen FUERA DILMA y abajo firman con las acusaciones. Felizmente esas banderas no tienen nada que ver con las condiciones de vida de las masas, aunque ellas puedan ser manipuladas por los medios de comunicación. Y objetivamente son un tiro en el pie. Al final es la burguesía brasilera, sus empresarios y políticos los que son los mayores corruptos y corruptores. Quien se apropio de los gastos exagerados de la copa? La red globo y las empresas contratistas!

BRASILDEFATO: ¿Cuáles son los desafíos que están colocados para la clase trabajadora y las organizaciones populares y partidos de izquierda?

JPS: Los desafíos son muchos. Primero debemos tener consciencia de la naturaleza de estas manifestaciones, y salir todos a la calle, disputar corazones y mentes para politizar esa juventud que no tiene experiencia en la lucha de clases. Segundo, la clase trabajadora precisa movilizarse. Salir a la calle, manifestase en las fabricas, campos y construcciones, como diría Geraldo Vandré. Levantar sus demandas para resolver los problemas concretos de la clase, desde el punto de vista económico y político.
Necesitamos tomar la iniciativa de pautar el debate en la sociedad y exigir la aprobación del proyecto de reducción de la jornada de trabajo para 40 horas; exigir que la prioridad de las inversiones púbicas sea en salud, educación, reforma agraria. Pero para esto el gobierno necesita reducir intereses y dislocar los recursos del superávit primario, aquellos 200 mil millones que todos los años van apenas para 20 mil ricos, rentistas, acreedores de una deuda interna que nunca contrajimos, dislocarlo para inversiones productivas y sociales.
Aprobar en régimen de urgencia para que entre en vigencia en las próximas elecciones una reforma política de aliento, que mínimamente instituya el financiamiento público exclusivo de la campaña, derecho a la revocación de mandatos y plebiscitos populares auto convocados.
Necesitamos una reforma tributaria que vuelva a cobrar ICms de las exportaciones primarias y penalice la riqueza de los ricos, y alivie los impuestos de los pobres, que son los que más pagan.
Necesitamos que el gobierno suspenda las subastas del petróleo y todas las concesiones privatizantes de mineras y otras áreas públicas. De nada sirve invertir todos los royalties del petróleo en educación, si los royalties representaran apenas el 8% de la renta petrolera, y los 92% restantes irán para las empresas trasnacionales que se van a quedar con el petróleo en las subastas!

Una reforma urbana estructural, que vuelva a priorizar el transporte público, de calidad y con tarifa cero. Ya está comprobado que no es caro, ni difícil instituir transporte gratuito para las masas de las capitales. Y controlar la especulación inmobiliaria.
Y finalmente, necesitamos aprovechar y aprobar el proyecto de la conferencia nacional de la comunicación, ampliamente representativa, de democratización de los medios de comunicación. Para acabar con el monopolio de la globo, y para que el pueblo y sus organizaciones populares tengan amplio acceso a comunicarse, crear sus propios medios de comunicación, con recursos públicos. Escuche de diversos movimientos de la juventud que están articulando las marchas, que tal vez esa sea la única bandera que los unifica a todos: abajo el monopolio de la globo!
Pero para que esas banderas resuenen en la sociedad y presionen al gobierno y los políticos, se tiene que movilizar la clase trabajadora, solamente así esto sucederá.

BRASILDEFATO: Ustedes desde los movimientos sociales presentaron una carta pidiendo reunión con la presidenta Dilma y ella acepto y respondió por televisión, ¿qué van a llevarle a ella?

jps: Tengo fe en que esa audiencia acontezca pronto. Y allí ciertamente el conjunto de los movimientos sociales van a enviar a sus jóvenes representantes que estuvieron en las calles, y llevaran la plataforma que describí. Espero que ella tenga la sensibilidad de oír a los jóvenes.

brasildefato: ¿Qué es lo que el gobierno debería hacer ahora?

JPS: Espero que el gobierno tenga la sensibilidad y la inteligencia de aprovechar ente apoyo, este clamor que viene de las calles, que es solo una síntesis de una consciencia difundida en la sociedad, de que es hora de cambiar. Y de cambiar a favor del pueblo. Y para eso el gobierno necesita enfrentar a la clase dominante, en todos los aspectos. Enfrentar a la burguesía rentista, dislocando el pago de intereses para inversiones en áreas que resuelvan los problemas del pueblo. Promover pronto las reformas políticas, tributarias. Encaminar la aprobación del proyecto de democratización de los medios de comunicación. Crear mecanismos para inversiones pesadas en transporte público, orientados a la tarifa cero. Acelerar la reforma agraria y un plan de producción de alimentos sanos para el mercado interno.
Garantizar pronto la aplicación del 10% del PBI en recursos públicos para la educación en todos los niveles, desde los jardines infantiles en las grandes ciudades, educación primaria de calidad hasta la universalización del acceso de los jóvenes a la universidad pública.
Sin esto, habrá una decepción, y el gobierno entregara para la derecha la iniciativa de las banderas, que llevaran a nuevas manifestaciones, viendo en desgastar al gobierno hasta las elecciones del 2014. Es hora de que el gobierno se alíe al pueblo, o pague las facturas en el futuro.

Brasildefato: ¿Y qué perspectivas esas movilizaciones pueden traer para el país en los próximos meses?

JPS:Todo es una incógnita todavía. Porque los jóvenes y las masas están en disputa. Por eso es que las fuerzas populares y los partidos de izquierda necesitan colocar todas sus energías, para salir a las calles. Manifestarse, colocar como banderas de lucha las demandas que interesan al pueblo. Porque la derecha va a hacer las mismas cosas y colocar sus banderas, conservadoras, atrasadas, de criminalización y estigmatización de las ideas de cambio social. Estamos en medio de una batalla ideológica, de la cual nadie sabe todavía cuál será el resultado. En cada ciudad, cada manifestación, precisamos disputar corazones y mentes. Y quien se quede afuera, quedara afuera de la historia.

Clinämen: ¿Cómo entender lo que pasa hoy en Brasil?

Conversamos con Salvador Schavelzon, antropólogo y activista argentino que vive en San Pablo. Ni cacerola, ni primavera árabe, ¿cómo entender lo que pasa hoy en Brasil?

Clinämen: ¿Qué pueden los movimientos sociales?



Conversamos con Raquel Gutiérrez Aguilar, investigadora en la Universidad de Puebla y la Universidad Nacional Autónoma de México, sobre los movimientos sociales en épocas de neodesarrollismo y sobre la política en femenino.

“Queremos derribar las injusticias y la exclusión”: entrevista a Matheus Rando, militante del movimiento por Pase Libre


La chispa del MPL devino incendio. Detrás de los reclamos contra el aumento del colectivo y el metro vinieron las demandas por mejor salud pública, educación, el repudio a la represión, la corrupción y el derroche mundialista.
  
por Darío Pignotti (desde Brasilia)

Matheus Rando Pries, 19 años, militante del Movimiento por el Pase Libre, fue a las movilizaciones en San Pablo y a la reunión con la presidenta Dilma Rousseff, en Brasilia, vestido del mismo modo: zapatillas y remera negra ilustrada con un chico derribando el molinete del subte. Esa patada furiosa es el icono, o uno de tantos surgidos de esta revuelta que estalló sin aviso.
El Movimiento por el Pase Libre (o por el pasaje gratuito, MPL) encabezó las marchas paulistas hace un mes, donde ganó credibilidad en el movimiento popular al conquistar lo que parecía imposible, la baja del precio del transporte público.
Fue sólo el comienzo, detrás de los reclamos contra el aumento del colectivo y el metro vinieron las demandas por mejor salud pública, educación, el repudio a la represión policial, la corrupción y el derroche en la organización de la Copa del Mundo. La chispa del MPL devino incendio. Y si bien Dilma no es el principal blanco de los manifestantes que dejaron el país patas para arriba, la aprobación de su gobierno cayó verticalmente del 57 al 30 por ciento, según una encuesta aparecida ayer y la reelección ya no es incontestable, su intención de voto bajó del 51 al 30 por ciento, según la misma encuesta.

–¿El desgaste del gobierno favorece la estrategia del MPL?
–Nosotros no queremos derribar a nadie, no estamos metidos en una disputa partidaria o por la conquista del gobierno. Nuestra disputa es para que se apliquen otras políticas públicas, lo que nosotros queremos es derribar las injusticias… derribar la exclusión.

–¿Dilma es una compañera o una enemiga?

–Ehhh, en fin… después de la reunión que tuvimos con ella el lunes (úlimo, en el Palacio del Planalto), decimos que en el actual momento en que nos encontramos de la lucha por el transporte, todas las propuestas de ella fueron iguales a las de la patronal. Queremos seguir bajando las tarifas con más inversiones en el transporte, llegar a cero, y ella lo que hace es dar una rebaja en el boleto reduciéndoles los impuestos a los empresarios, sin tocarles las ganancias, esto no resuelva nada.

–¿Ven diferencias entre Rousseff y el Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB, principal fuerza de derecha)?
–No son lo mismo, si el PSDB (de Fernando Henrique Cardoso) estuviera en la presidencia la represión sería mucho más descarada, desvergonzada, la policía vendría abiertamente a atacarnos, como lo hizo al principio de las marchas en San Pablo. El PT (Partido de los Trabajadores de Dilma) es distinto al PSDB, el PT es contradictorio, por un lado está contra la represión y por otro lado apostó en el desgaste de nuestro movimiento. El PT es menos duro que el PSDB en la defensa de los patrones.

–Después de la reunión entre ustedes y Dilma, el secretario general de la presidencia Gilberto Carvalho declaró que no existe democracia sin partidos. ¿Coincide?
–Mi opinión, no la de todo el MPL, es que no se necesitan partidos para que haya democracia. Partido se necesita para tener el poder de un Estado burgués, pero nosotros nos organizamos por fuera de la institucionalidad, los partidos obstruyen nuestra lucha queriendo amarrarla a sus intereses.
No se precisa de un programa totalizante para pelear por el transporte gratis, nosotros somos de izquierda pero no partimos de un planteo totalizante para pelear por el boleto, damos la pelea, y luego vamos a lo ideológico –sostiene el muchacho de la remera negra con el símbolo del molinete hecho trizas, vestimenta que iguala a los activistas del MPL.
Tal vez Brasil no vuelva a ser el país que era después de 15 días de protagonismo popular primario. Aluvional. Hay una disputa abierta por el sentido ideólogico de la revuelta, de momento inclinada a la izquierda, y el rumbo político hacia donde marchan los millones de indignados en Río, Brasilia, Salvador, Belo Horizonte y decenas de ciudades, luego de que el minúsculo MPL irrumpió como un rayo en la Avenida Paulista, la principal de San Pablo, catalizando la rabia por lo caro y malo del transporte en la mayor ciudad del país.

–El origen de la revuelta tuvo una inspiración progresista, con el correr de los días se vieron grupos diciendo “Lula andate a Cuba” y hasta quienes reivindicaron a los militares.
–Seguramente esa gente fue apareciendo en las marchas, vemos esos grupos con mucho cuidado, para que no copen las marchas, pero en ningún momento el sentido amplio, social, de izquierda se ha perdido. Creo que se mantiene el control político de las movilizaciones, pero no- sotros no somos la dirección de todo esto.

–¿El MPL se define como una organización que hace uso de la violencia política?
–La violencia existe desde el Estado que nos impone este transporte, esta educación, y nosotros nos oponemos a aceptar esas imposiciones que parecen algo natural. Nuestro lema es “si el boleto no baja, la ciudad para”, nosotros utilizamos una violencia política para impedir el funcionamiento de la ciudad, no estamos a favor de agredir a nadie, ni atacar predios públicos. Es una violencia que está en el símbolo de la ruptura del molinete, violencia contra una ciudad donde las personas circulan como mercaderías. El discurso de la paz esconde las contradicciones de la sociedad, nosotros estamos contra ese discurso pacifista de la prensa hegemónica. La realidad es que no existe paz, el Estado manda la policía a matar en la periferia, los hospitales matan a la gente con un servicio malo.
Los chicos del MPL, en general no pasan de 25 años, son un éxito mediático en Brasil y en la prensa internacional, donde aún prevalece la matriz de opinión anglosajona que equipara al fenómeno brasileño con la “primavera árabe” sin reparar en otras analogías existentes en Latinoamérica.

–El caso brasileño es lo suficientemente ecléctico, pero ¿no sería más apropiado compararlo con el proceso encabezado por los jóvenes “pingüinos” de Chile antes que con el mundo árabe?
–Es verdad, hay comparaciones erradas. Yo no discutí esto con mis compañeros, pero creo que tal vez sea más preciso ser comparados con los estudiantes chilenos que con los jóvenes árabes, porque nosotros igual que los chilenos peleamos por una agenda puntual, ellos por la educación gratuita y pública, acá nosotros por el transporte. No-sotros no vamos a la calle como los árabes que iban contra algunas dictaduras, contra el sistema. Nosotros usamos un método parecido al de los chilenos, enfrentar a todo el Estado en un punto claro, el transporte, con acciones directas. En Chile se inviabilizó el funcionamiento de las universidades, en San Pablo la ciudad dejó funcionar. Nosotros no pedimos la caída de Dilma contra los egipcios que pedían la salida de (Hosni) Mubarak.
Después del transporte, otra demanda cada vez más extendida en las marchas es el repudio a los gastos excesivos y no siempre transparentes para la Copa de las Confederaciones, que concluye hoy con el choque entre Brasil y España, en el Maracaná.

–Es curioso que en el país del fútbol haya tamaña protesta contra la Copa.
–Nosotros estamos viendo que esto fue creciendo en cada partido de la Copa (Confederaciones), nos parece que las cosas están creciendo como para que haya una multitud protestando el domingo frente al Maracaná.
Hace dos meses había movilizaciones fuertes en Río contra el dinero gastado para reformar el Maracaná, por el desalojo de los indígenas (ocupantes de un predio que debe ser demolido), pero no se puede comparar con lo que puede pasar el domingo en la final. Además, se suma la indignación por la masacre de 10 personas en la favela Maré, el lunes. En Río al principio las marchas eran de clase media, ahora empieza a sumarse la periferia. Igual está pasando en San Pablo, en las últimas marchas vimos que comenzó a sumarse mucha gente que viene de los movimientos barriales del Este, donde están las favelas más importantes.

–Pelé recomendó no ir a las marchas y ver los partidos en casa.
–Eso muestra su falta de compromiso completo con la realidad política que está saltando en todas partes. Es una pena que una figura pública importante esté incentivando a la gente a no manifestarse, que considere que sea más importante el fútbol que las reivindicaciones sociales.
A mí me gusta el fútbol, no soy hincha, me gusta jugarlo, pero lo de Pelé no me gusta nada.

Brasil, lalalalalalá… (Notas obre la fertilidad política)

por Rosa Lugano


¡Brasil tiembla!
Mirar al Brasil, se nos pide por derechas y por izquierdas, Lo hacemos ahora con gusto. Una potencia emergente, global, en desarrollo ha estallado. La política de lxs muchxs ha hecho su re-ingreso a la región por la puerta grande. Ya no es la miseria (o la “economía”, o la “crisis”), ahora es la política. ¿A quiénes incomoda la emergencia de una política de lxs muchxs? ¿Qué afectos produce?
El odio infértil de los soberanistas
Frunce el ceño ante tamaña irrupción la tribu de los adoradores de la soberanía estatal: advierten el peligro de lo intempestivo. Las movilizaciones, descontroladas, provocan acidez estomacal entre quienes –a izquierda y derecha- ejercen el poder de mando sobre el orden social. Artífices del neo-contractualismo, los “soberanistas” viven apesadumbrados estos días de retorno al estado de naturaleza, en los que jóvenes consumistas, caceroleros indignados, nacionalistas, incluso fascistas –en sus millones de variantes–; entes manipulados por los grandes medios de masas y demás emigrantes inesperados del modelo “nacional y popular”.
Las mujeres hemos visto crecer en nosotras una fina semiótica de la vida. Llamamos “eternos femenino” a la capacidad de suspender las percepciones habituales –fundadas en representaciones de conciencia– a tal punto que sea posible reconocerle fertilidad a cualquier terreno. Los odiadores de hoy, son los estériles de siempre. Odian, en el alboroto callejero, la neutralización de las relaciones de mando que sufren estos días las instituciones (incluida la Fifa).
Estos días son felices, en cambio, para la política en femenino. Esa que obliga a los estados a coordinar, a expresar, a articular, en una palabra, a negociar con lxs muchxs y anónimxs, con una multitud amorfa e incontenible, con un indescifrable nosotrxs. En Brasil, parece, se está forzando una negociación: asamblea constituyente. ¿Ocurrirá? Y si ocurre, ¿servirá para algo? Nadie lo puede saber a priori.
El infértil odio de los “críticos”
Pero no sólo entre los políticos reconocemos el dejo amargo. Podemos reconocer (por su ceño fruncido por la eterna desconfianza por la subjetividad de las masas) a los aristocráticos adoradores de la Teorías Crítica. Adustos, graves, siempre-preocupados, no saben sino advertir sobre el peligro del nazismo. La primera reacción de estos germanófilos consiste en adjudicar a las personas una imperdonable compulsión al consumo, al goce de sus impulsos, en fin, a lo que llaman su en jerga reproducción de la lógica cultural del capitalismo tardío.
Estos epígonos involuntarios de la moral (¡a la Bergoglio!) nos enseñan otro de los caminos de lo infértil. Brasil para ellos es una tierra anacrónica y salvaje, en la que el deseo circula, silvestre y amenazantes, al margen de toda sanción de normas sobre el matrimonio homosexual. No confían en lo público sino tal y como lo define el estado. De alma y cuerpo se han habituado a identificar razón con poder disciplinario. Nunca fue tan clara la familiaridad entre hobbesianismo político y tradición dialéctica como en estos articulados inoculadores de trascendencia, izquierdosa medrosa, enamorada de la mediación progresista. 
Adiestrada en los mercados y ferias, la vida popular sabe olfatear cuándo la cosa viene para el repliegue y cuándo para la expansión. Es curioso cómo el crítico cultural del capitalismo tardío desplaza el objeto de su crítica al entusiasmarse con el acople entre estado centralizado y economía capitalista, al mismo tiempo que se ensañan –exclusivamente– con el deseo popular desencuadrado.
Encontramos aquí, en el estado capitalista que da derechos, otra cara de lo estéril, ya que esos derechos se asientan en el ensamble entre gobiernos y mercado.
En ruptura con esta cultura patriarcal, las calles del Brasil nos muestra el lado fértil de este compost de movimientos sociales, gobiernos progresistas y crecimiento capitalista: allí están los hijos del PT, efectivizando su derecho más igualitario, el de hacer las cosas a su modo y de luchar por bienes públicos de mejor calidad, de establecer –como lo dijo en la tv estos días una mexicana bien chingona que paso estos días por Buenos Aires— un horizonte apropiador.
El odio populista a la democracia radical
Finalmente, reconocemos también por su ceño fruncido y su bipolaridad creciente a los amigos del pueblo, los adoradores populistas de los liderazgos y las identidades nacionales. Estas arañas sólo conciben su amor a las masas en andas de emotivos discursos presidenciales, o en el peor de los casos votando –ya desarticuladas- un plebiscito. Vaya vaya con estos seres articuladores de demandas y cultores de la identidad cultural de su pueblo: basta que unas movilizaciones se realicen en contexto de gobierno progresista y “pobristas” para que comiencen con su lloroso lamento de “golpes” y ataques a la democracia.
Odian, telúricos, la tierra fértil: consideran inadmisible que la democracia y la gestión colectiva sea algo al alcance efectivo de la gente que hace sus vidas por fuera de las relaciones de mando. Temen la irreverencia juvenil, desconfían de la constitución de nuevos deseos y subordinan toda dinámica efectiva de defensa de la calidad de los bienes públicos a la creación de instituciones a la guerra mística contra la “derecha” (con la que, igualmente, siempre tranzan). Amantes de lo estéril, se refugian en su fe ciega por el sistema-político (al que llaman “la política”) y en sus transacciones económico-financieras (las únicas legítimas) a partir de su inserción “realista” en el mercado mundial.
Pues bien, las prácticas de la crianza –que no es sino el cuidado de la vida misma– nos han enseñado a reconocer en lo inesperado los signos de lo vivo que pugna por engendrarse colectivamente. No hay promesa emancipatoria en esa multitud amorfa e incontenible, no hay garantías de avance en ese indescifrable y aluvional movimiento.
Es sólo la gente que quiere negociar su existencia. Nada más que eso; nada menos que eso.

Izquierda / Pueblo / Critica / Estado / Derechos / Derechos humanos / Militancia / Inclusión: ¿no hemos aprendido ya a reconocer en esta lengua pedagógica el caparazón en la que el mando patriarcal capitalista anula nuestras sensibilidades?

La crisis política pegó un salto de calidad: la hora de los intendentes

Por Alejandro Horowicz

La renovación política, en el sentido de una nueva política con nuevos protagonistas, todavía no sucedió.  La crisis mundial también ha golpeado a Brasil. El flujo de capitales que alimentó las arcas de su Banco Central da muestras de inequívoca volatilidad. La política de la Reserva Federal estadounidense, en su lógica ortodoxa, vuelve a funcionar como aspiradora monetaria; los capitales tienden a abandonar la periferia; la estabilidad financiera y cambiaria paulista pareciera haber concluido.
La crisis mundial también ha golpeado a Brasil. El flujo de capitales que alimentó las arcas de su Banco Central da muestras de inequívoca volatilidad. La política de la Reserva Federal estadounidense, en su lógica ortodoxa, vuelve a funcionar como aspiradora monetaria; los capitales tienden a abandonar la periferia; la estabilidad financiera y cambiaria paulista pareciera haber concluido. 

En todo caso depende, para recuperarse, de una decisión estratégica de Beijing. Si el Banco Central chino auxiliara con sus gigantescas reservas a su principal socio en el BRIC, las aguas cariocas bajarían relativamente mansas. Al menos por un rato. En cambio, el movimiento de resistencia popular ante el desmadre financiero es apenas una posibilidad. O el gobierno de Dilma Rousseff vira e intenta sumarlo, o el gobierno se debilita, y la fragmentación volverá a hacer de las suyas. En suma, la inestabilidad redibujará brutalmente el tablero. Todo el tablero político sudamericano.

Solo China conserva su juego, y nadie sabe por cuánto tiempo, ni en qué dirección.  La próxima decisión del gigante asiático todavía no abandonó los recoletos pasillos del politburó del viejo partido de Mao. Mientras tanto, las llamaradas de la crisis global amenazan devorar las apuestas «independientes», y la política sudamericana enunciada para enfrentarla (Banco Sudamericano, moneda común, construcción de un nuevo bloque supranacional) corre el serio riesgo de morir en las gateras. 

En esa situación estamos. No sólo falleció el comandante Chávez, el tenue trazo de su política indicativa parece amenazado por idéntica suerte. 

La Europa del Manifiesto Comunista hace décadas que ya no existe. Ni la burguesía, ni el proletariado disponen de partidos delimitados. El Muro de Berlín se derrumbó sobre sus cabezas. La bancocracia los remplazó sin mucho aspaviento, y se vote como se vote las recetas recesivas del Fondo Monetario Internacional siguen su curso. 

Ángela Merkel hizo saber que no habrá trabajo para los desocupados. Al menos no ahora. Lo que olvidó señalar es que habrá muchos más desocupados; todo su intento pasa por que ese «crecimiento» no afecte demasiado a los alemanes. Incluso esa módica fantasía tampoco tiene demasiados visos de posibilidad.
La crisis global no sólo no se detuvo, más bien se apresta a golpear con renovada intensidad, sin que sus víctimas muestren aptitud para la resistencia política. A la derrota histórica de los socialismos se sobreimprime la debacle de los sectores populares. No sólo no avanza una corriente revolucionaria, sino que las tendencias hacia la despolitización siguen siendo muy potentes. No cabe duda de que la mayoría de los europeos se opone a sus respectivos gobiernos; ahora bien, esa mayoría no ha sabido, podido, transformar su no en un sí propositivo: un nuevo proyecto europeo común, y el nacionalismo más ramplón avanza. 
La política de la sociedad argentina no escapa, no puede escapar, a tan complejo entramado. Eso sí, esta problemática «que no preocupa a la gente», tampoco taladró las frágiles molleras de los intendentes bonaerenses. Aun así, la música que bailan tiene, al menos en parte, ese origen. Vale la pena considerar sus particularidades extraeconómicas, ya que no tienen poca incidencia en el comportamiento electoral de los argentinos. 
ESTAMPIDA DE INTENDENTES O ESTAMPIDA ELECTORAL. 

Los expertos en contar votos nos explican cómo afectará la irrupción de Sergio Massa. Quién conservará su banca y quién probablemente abandonará la Cámara. Los resultados obseden. Única obsesión cierta de los políticos en actividad: las encuestas, y su continuación obvia: octubre. Las lecturas oficialistas subrayan la evidente fragmentación de «la oposición»; en la vereda de enfrente hacen lo propio, es decir, le cuentan las costillas al cristinismo. No dejo de leer las encuestas, tampoco los «análisis profesionales», y me asombra la facilidad para ganar dinero de los expertos en encuestología política.

Nada que no salga en una encuesta reclama su capturada atención. De modo que no termina de quedar claro si la superficialidad de su clientela les organiza la agenda, o si la labilidad de sus instrumentos refuerza la despolitización general. Algo sí resulta indiscutible: una nueva generación irrumpió, sus miembros no integran precisamente La Cámpora, y para formar parte del pelotón resulta imprescindible disponer de poder territorial. La renovación política, en el sentido de una nueva política con nuevos protagonistas, todavía no sucedió, y la pregunta sobre si sucederá no pasa de retórica televisiva. Casi nadie apuesta en esa dirección.

La sociedad argentina debe computar un dato relevante: a doce años de una brutal explosión sistémica, salvo la inevitable modificación del paso del tiempo, todo discurre por los mismos canales. La interna del peronismo sigue siendo la madre de todas las internas, y su capacidad de renovación no excede el nivel de los nombres propios: intendentes, mejor dicho. El proceso de descomposición político prosigue, y la sociedad parece haber hecho suyo el celebrado aforismo del Chacho Jaroslavsky: «Si las internas coinciden con la política nacional, la UCR tiene política nacional, si no siguen las internas.» 

En 1946, cuando el naciente peronismo enfrentaba a los partidos de la Unión Democrática, el welfare state ya era un programa común. El partido del Estado tenía programa, versiones del Plan Pinedo, y se trataba de ver qué alineación de fuerzas era capaz de llevarlo a cabo. En 1975 terminó por quedar claro que el fracaso excedía el arco parlamentario, ese programa terminó archivado y los negocios ocuparon su lugar. 

La dictadura burguesa terrorista inaugurada en 1976 ancló ese «nuevo programa» mediante una increíble deuda externa. La política económica de ahí en más se redujo a pagarla, y la convertibilidad aseguró que todo siguiera igual. Hasta que voló por los aires, y no hubo modo de seguir por la trillada senda de siempre. 

Néstor Kirchner lo entendió muy rápido, y a caballo de la crisis dibujó un mapa elemental: permitió que la relación entre los delitos y las penas fuera restablecida, vía decisión de la Corte Suprema, y puso fin a la impunidad de la casta militar. Las condiciones para la renovación de la política estaban dadas. Ahora bien, la sociedad no sólo no avanzó en esa valiosa dirección, sino que todo el tiempo amenaza con volver hacia atrás. Al menos discursivamente.

El gobierno no sólo no aportó para la elaboración de un nuevo programa del partido del Estado, sino que hizo una peligrosa finta: actuar como si ya existiera, como si un conjunto de medidas defensivas básicas fueran un «modelo»; y por tanto, como si no hubiera demasiado que discutir. Entonces surgen los expertos en gestión, palabreja que organiza la política de los que carecen de estrategia, y los expertos en gestión, qué duda cabe, son los intendentes. Esa es la cosecha que expresa Massa, y en esos términos discurrirán las próximas elecciones.
Cuando la presidenta ganó en 2011, el gobernador de la provincia de Buenos Aires hizo saber que aspiraba a sucederla. En un mapa político donde la «traición» sigue siendo la principal categoría analítica, donde las explicaciones no abandonan la pobreza del juicio moral, Daniel Scioli hace saber una y otra vez que él es leal. Negarlo es casi imposible. No sólo cortó la hemorragia parlamentaria de 2008, evitando el derrumbe del gobierno en medio de la disputa campera, cada vez que el oficialismo fue puesto en la picota respaldó al gobierno. Claro que los K más corridos a izquierda y la juventud siempre lo miraron con absoluta suspicacia. Ahora bien, la irrupción de Massa aportará el próximo milagro: los que hasta ayer lo denostaban, a partir de octubre lo verán como un heredero razonable del ciclo iniciado en 2003. Y ese será el nuevo milagro de la política K en la Argentina.

Moreno

@valeriano2015



Sobre fines del 2006 fue re-inaugurada la estación de Moreno: el país estaba en pleno despegue y esta construcción moderna intentaba acompañar ese despegue. La mega obra de más de 11 mil metros cuadrados fue pensada para recuperar el uso residencial revitalizando, reordenando y renovando el uso comercial, recreativo y cultural de la ciudad de Moreno.

El país estaba en pleno despegue, pero al carretear todo se fue transformando. El vuelo devino runfla y el crecimiento no fue todo lo estéticamente ordenado que puede soñar un urbanista.

Lejos de las bonitas intenciones y bajo esos 11 mil metros fue creciendo el capitalismo de los de debajo con prepotencia, abundancia y desorden. El sujeto feria, el pensar runfla es un collage que se amontona y expande en cualquier superficie.

Si bajas del tren más o menos a la mitad te vas a encontrar con un ascensor (único en el Sarmiento) que no sabemos si funciona o no porque justo delante de su puerta hay dos caballetes y una tabla. Detrás de ellos, una señora vende todo lo posible que se pueda comer. Subimos las escaleras y nos dirigimos a la dársena de los bondis, tras el puente de unos cincuenta metros entramos de lleno a un centro comercial que explota de camisetas de fútbol, equipitos de audio chinos que saturan hasta el infinito,s joggings, vendedoras con colas rebosantes, zapatillas, cedés, maquinitas de peluches, ropa interior, camperones de barra, dvd, celulares libres. Todo moviéndose en la danza de los millones con Nene Malo de fondo… compran las rochas, también las chetas.

Bajo las escaleras y un oficial de la federal ya entrado en años cancherea con una pibita que vende algodones dulces de color lila, unos metros mas allá dos pibitos relojean todo para ver a quien caerle. La dársena explota: es domingo y miles de familias vuelven a sus casas. Como están con hijos e hijas compran y comprar para calmarlos. En la entrada de la estación una señora de mi edad vende pollitos bebé teñidos de varios colores; a unos metros su hijo, que también podría tener mi edad, tiene unas cotorritas también teñidas. 

El chipá fresco sale como trompada. Cruzo la calle y compro Guerra Mundial Z (me asegura que es calidad final), dos flacos me apuran de mal modo para que les compre unos alfajorcitos espantosos que hicieron en su granja de rehabilitación, por su boca pastosa pareciera que estuvieron comiendo los alfajorcitos de maicena que venden. Logro esquivarlos, pero en el movimiento pateo dos frascos de Plusbelle en el puesto de un tipo que tenía artículos de limpieza a la venta; nos miramos a lo ojos, me insulta, algunos transeúntes también nos miran; miro los precios: ¡dos Plusbelle diez mangos! Compro. Lo doy un billete de 20 y el muy cararrota me dice que no tiene cambio “llevate un rexona”, acepto porque me conviene. Me dirijo a la remiseria que esta a diez metros de los semáforos, sobre la esquina hay unos pibes oscuros, pero no tanto, que hacen hip hop. Dudo entre acercarme con carpa a escuchar lo que cantan o alejarme con carpa y matar  una tuca: el 504 destartalado que me toca en suerte anula toda vacilación. 

Clinämen: Brasil, la política en las calles

Conversamos con Guiseppe Cocco, profesor de la Universidad de Río de Janeiro y miembro de Universidad Nómada, sobre la situación en Brasil. Lo que expresan las movilizaciones. La representación en crisis. El cognitariado y las condiciones de vida en la ciudad. La fase destituyente y la constituyente.

http://ciudadclinamen.blogspot.com.ar/

Estallido y expansión de las protestas del junio brasilero

por Salvador Schavelzon

Mientras se prepara para ser sede del mundial de fútbol 2014, Brasil arde. Una decisión gubernamental desató una de las protestas más importantes de toda su historia. ¿Cómo estalló? ¿Cómo se expande? ¿Qué deja? Las preguntas que son respondidas en este  análisis de un dossier que ofrecemos para comprender que es lo que está sucediendo en tierras del gigante sudamericano. 

I. Cómo estalla

En la ciudad de San Pablo, después de varios días se sigue hablando de aquel “lunes”, del que en toda reunión de amigos, compañeros de trabajo o estudios hay algo para comentar. La ciudad paró y sorpresivamente para locales y extraños ocurrió una histórica movilización imposible de prever. Por recorridos nuevos en la ciudad, con muchos jóvenes saliendo a la calle por primera vez, con fuerza transformadora que tendrá consecuencias que se seguirán observando por mucho tiempo pero que fundamentalmente ya cambió al país, a la ciudad y a los que salieron ese lunes 17 de junio a manifestarse.

Era la quinta movilización convocada por el Movimiento Passe Livre (MPL-São Paulo) en oposición a un aumento en el pasaje del transporte público que en esta ciudad pasaría de 3 a 3,20 reales (1,5 dólares) pero que, como muchos decían, “no es sólo por 20 centavos”. El aumento era semejante en varios estados del Brasil, donde habría una ola de movilizaciones que alcanzaría también ciudades pequeñas y un número de manifestantes que superarían el millón, según la prensa. En Río de Janeiro se recordaría aquel “jueves” en que se llenó la Avenida Presidente Vargas, y lo mismo en otras ciudades…

El MPL de San Pablo está formado por un núcleo de 40 participantes, comentaba uno de sus miembros en el programa Roda Viva de la televisión, el mismo lunes de la quinta movilización. Pero habían conseguido tocar las fibras de una sociedad que evidentemente tenía mucho para decir. La policía ayudó al crecimiento de las protestas: su obstinación y violencia para evitar que los movilizados llegaran a la Avenida Paulista, habían permitido llamar la atención en las primeras convocatorias que comenzaron el 6 de junio y fueron creciendo en número hasta el jueves 13, cuando la violencia policial llegó a la tapa de los diarios denunciada como abuso, y ya no como acciones adecuadas contra el “vandalismo”. Varios fotógrafos y periodistas de importantes medios habían sido alcanzados por balas de goma y gas de efecto moral. Sólo entonces sus periódicos dejaron de tratar las movilizaciones como minorías que desobedecían la ley, sumándose a las voces indignadas que confluyeron el lunes 17. En pocos días las convocatorias pasaron de cientos a cientos de miles de participantes.

La violencia policial, sin embargo, es sólo uno de los elementos para explicar la convocatoria que sorprendió aquel lunes. Hubo otras manifestaciones fuertemente reprimidas en el pasado reciente que no crecieron de la misma manera. El tema del transporte como unificador también explica la convocatoria masiva en una ciudad donde la velocidad promedio de los ómnibus es de 12 km por hora y su precio representa el segundo gasto más alto y un tercio del salario mínimo de un trabajador. Mucho incentivo desde el gobierno de Lula a la industria automotriz, uno de los vectores de expansión del consumo, no desentonan con una realidad en que el transporte es un problema urbano y social de primer nivel en las preocupaciones cotidianas. Pero las movilizaciones por este tema también fueron convocadas en otros años sin este resultado.  

Con Lula no hubiera salido tanta gente con críticas al gobierno, algunos piensan, destacando su carácter conciliador y flexible. O que su llegada junto a los movimientos y sindicatos todavía lo blindaban como representante de los de abajo. El estilo tecnocrático y marquetinero de Dilma y Fernando Haddad (el intendente de San Pablo, también del PT) es una buena pista para otros. Lula pudo hacer que sus candidatos sean elegidos pero quizás algo quedó en el camino. Algo de lo que significaba el PT se perdió en la máquina estatal, o quien sabe vino madurándose desde que este partido es gobierno pero sólo ahora lo vemos en la calle con fuerza, conectado con deseos de una nueva época y también indescifrable para el resto de los sectores políticos organizados.

Observando cómo el conflicto se expandió a otros temas puede darnos más elementos, pero la única certeza parece ser la de una frase que se escuchó por estos días: “si no estás confundido es que todavía estás mal informado”.


II. Cómo se expande.

El martes 18 de junio el intendente de San Pablo junto al gobernador Alckmin, en simultáneo con Río de Janeiro, suspendían el aumento. Por varios días, sin embargo, la gente continuó movilizada. Tanto en las pancartas y carteles improvisados o canciones de las movilizaciones, como en los temas que convocaron otros actos y marchas se desplegó una plétora de razones para estar en la calle y hablar. Por otra parte, de un comienzo con las clases medias urbanas, durante la semana las protestas empezaron a llegar a las periferias, con movimientos como el de los Sin Techo empezando a salir a la calle. En Río de Janeiro hubo una movilización en dos grandes favelas, una de ellas reaccionando a la violencia policial que mató 13 personas en la noche después de una protesta, justificadas desde el gobierno como acciones de lucha contra el narcotráfico.

El pueblo brasilero no se movilizaba así desde el impeachment de Collor de Mello, o incluso desde las manifestaciones que exigían la apertura democrática en 1984. Fue fuerte y nuevo. Además no era impulsado por una crisis económica o política ya instalada en la percepción general. No había líderes visibles, más allá de los jóvenes del MPL que insistían en no ser individualizados como líderes, proponiendo discusión horizontal, además de mantenerse firmes en la reivindicación del transporte, aunque recordarían otras luchas en una carta previa a su reunión con Dilma donde decían que se trataba de tomar medidas y no de reunirse a conversar, y hacían presente la negativa del gobierno de recibir a pueblos indígenas –recientemente afectados por acciones y omisiones del gobierno y aliados–  así como también de otros sectores postergados.

La multiplicidad de voces que salían a la calle tenía algunos temas mencionados con más insistencia. Los negocios de la copa, que alcanzan 15 mil millones de dólares en contratos con menos control que el habitual, por la urgencia, fueron uno de ellos. En coincidencia con la realización de la Copa de las Confederaciones, Comités Populares de la Copa convocaron actividades y movilizaciones que continuaron las del aumento del transporte, especialmente en Río de Janeiro, Belo Horizonte, Fortaleza y otras ciudades, denunciando remociones de población, la destrucción de una aldea indígena urbana para la reforma del Maracaná (y privatización), el elitismo de la concepción general de las obras –y sus beneficiados– en lo que fue sentido por el pueblo como una provocación, dadas las necesidades no satisfechas en varias áreas. La mercantilización y violencia con que se conduce el proceso, dio lugar a grupos pensando la ciudad que en estos días se unieron a las manifestaciones.

En las protestas también se cantaba sobre salud y educación, e indignó fuertemente la aprobación en una comisión del congreso de un proyecto sobre la “cura gay” impulsado por la derecha religiosa, fuerte en el congreso y aliada al gobierno del PT, que en este contexto terminó por bloquear el proyecto pero varias veces retrocedió en propuestas y acciones para no enemistarse con esos sectores. Se escuchaba también un reclamo contra la corrupción, genérico, y al proyecto de enmienda constitucional “PEC 37” que quitaba poderes de investigación al Ministerio Público y era entendido como impunidad para el poder ejecutivo, que controlaría las investigaciones a través de la policía. Esta reivindicación se articulaba en el tema de la corrupción, recordando la reciente investigación que condenó el llamado “mensalão”, que consistía en un esquema de pagos por parte del PT a pequeños partidos para conformar una base de apoyo en el congreso. En una lectura política, algunos piensan que el fracaso de la estrategia de comprar a estos partidos en el primer gobierno Lula es lo que lo terminó llevando a las alianzas con fuerzas conservadoras más fuertes y establecidas, en particular con el PMDB, oposición legalizada de la dictadura que desde la vuelta a la democracia está en el poder a través de pactos como los que hoy le dieron la vicepresidencia y varios ministros del gobierno de Dilma. Esta alianza del PT con ruralistas, religiosos y partidos conservadores es sin duda parte de lo que debe ser tenido en cuenta para analizar los motivos del estallido popular, y de la salida a la calle de una juventud movilizada que no encuentra ningún canal de recepción en el PT, hace 10 años en el gobierno.

Los que salieron a la calle en las primeras movilizaciones pueden ser identificados con la izquierda militante y universitaria o juvenil. El lunes 17 la marcha que recorrió la ciudad encontraba a los jóvenes ya sin apego afectivo con la vieja historia de un PT de luchas sociales, con los que sí eran tradicionales votantes del PT, recientemente partícipes del triunfo de Haddad en la ciudad contra fuerzas conservadoras, pero en un voto mucho más pragmático y coyuntural que ahora mostraba su lado crítico. Desde el jueves 20 de junio, embanderados en el tema de la corrupción, y con un notable cambio de orientación de los grandes medios, más simpáticos con las movilizaciones, ganó visibilidad un componente que se alejaba del manifestante que podría haber votado por el PT en otra época. Banderas verdes y amarillas, el himno nacional y gritos contra partidos de izquierda (de los identificados como “sin partido”), mostraban un nuevo escenario que se hacía ver desde dentro de las manifestaciones y que podían rememorar un clima de Que Se Vayan Todos, pero más bien se acercaban a los cacerolazos conservadores vistos en Argentina y otros países, que el progresismo letrado no tardó en calificar de barbarie fascista, a la que se oponía un Estado que no era más el de la represión policial de días atrás, ni el que especialmente favorece bancos y empresas, sino el de la protección y el Estado de Derecho de ciudadanos seguros en sus casas.

Hubo entonces un cambio de signo, con las movilizaciones iniciales perdiendo fuerza ante el riesgo de que las protestas con un horizonte más allá del PT pudieran ser utilizadas por la TV Globo con un sentido más acá del PT, del discurso de la seguridad que en lugar de planes sociales proponía presión para los bandidos de la favela. Este viraje fue aprovechado por cierta militancia progubernamental para alejarse de esbozos de autocrítica que surgieron al principio y que fueron reemplazados por el fantasma del golpe de Estado contra las conquistas sociales. Al contrario de núcleos de base del PT que empezaban a salir a la calle buscando sumarse a lo que sin duda era una expresión popular y por profundización de conquistas –que los propios Lula y Dilma valoraron– estas voces llamaban a “volver a casa” y a confiar en el rumbo ratificado en las últimas elecciones. En ese marco surgen algunas medidas desde el poder institucional que parecían responder a la calle pero para que la iniciativa volviera al ámbito estatal. La reinterpretación de lo que estaba pasando como “amenaza de golpe” operaba en tándem con los medios de comunicación conservadores para desviar en propio provecho los mensajes de la movilización.

No hubo un intento desde el PT de buscar reconstruir un vínculo con la gente que sin duda se estaba mostrando resquebrajado. Me refiero a los pactos políticos propuestos por Dilma en la última semana de junio, que volvían a los lugares comunes de la agenda estatal en lugar de actuar como gobierno de izquierda que se apoya en la calle para avanzar en un gobierno disputado. También en el gobierno de la ciudad de San Pablo fue bastante visible como a pesar de que el intendente caracterizaba por izquierda la situación (la injusta distribución de costos en el precio del pasaje, a favor de las empresas) se insistía en la imposibilidad de revocar el aumento y se salió del conflicto en coordinación con los gobiernos de ciudades y estados gobernados por los partidos de derecha, como clase política unificada, junto a las empresas que continuarán con ganancias excepcionales en términos comparativos mundiales, violencia policial y miedo de la gente en las calles. El retroceso del aumento sería a costa de inversiones de la ciudad no especificadas que serían canceladas. Parecía el corolario de la foto de Haddad con Maluf durante la campaña, símbolo de corrupción neoliberal que Lula auspiciaba como aliado.

En el ámbito nacional, Dilma habló de convocar una constituyente para hacer una reforma política (electoral, más bien), pero en menos de 24 horas, ante la reacción de los viejos poderes, se transformó en un plebiscito de carácter más limitado. Parecía que el gobierno sólo sacaría de las movilizaciones una reforma que afecta nada más la formalidad de un sistema donde el poder económico manda. Vuelvan a sus casas porque estamos con ustedes y los escuchamos, parecía decir el poder político, mientras seguía sin ser discutido un status quo donde apenas hay lugar para pequeños gestos cínicos o impotentes. Se ratificaba que en el pequeño espacio que le queda al gobierno para definir el gasto se daría espacio a la salud, educación y, ahora, al transporte, mantras reconocidos como prioridad por una clase política alejada que no entendía un mensaje que no se limitaba a lo que el gobierno tiene para ofrecer, iba más allá de las pretensiones golpistas de la televisión, y no se resuelve en la disputa electoral interpartidaria.


III. Qué deja.

Algunas manifestaciones y los desdoblamientos de lo que pasó seguirán pero por lo pronto vemos que Brasil ya cambió. El mundial y las olimpiadas, pensadas como vidriera para la proyección internacional de un Brasil potencia, deberán mostrar también su costado de sociedad desigual y militarizada. La calle no es más apenas carnaval y tránsito, con una generación que acorta su distancia con la política y la transformación de la sociedad, sin que necesariamente se acorte la distancia con el poder político que aparece cada vez más lejos, cada vez más indistinguible.

Las movilizaciones también despertaron monstruos oscuros, que sin duda son parte de un cuadro político complicado donde el PT sigue jugando, atado con compromisos de campaña y pactos de gobernabilidad, pero lejos de los gobiernos que pasaron por la primavera árabe, o que carecen de apoyo electoral genuino.  Si no en el PT del gobierno, ni en cambios políticos desde un poder desconectado, una de las claves para entender qué dejaron las movilizaciones quizás esté más bien en discusiones de movimientos y organizaciones sociales, como el propio MPL y los pobladores que desde barrios populares o contextos urbanos colapsados discuten hoy una realidad cuya posibilidad de construcción se mostró al alcance de la mano. En este sentido, por lo pronto, tenemos mucha gente reuniéndose para discutir el transporte, la copa, la ciudad, que antes no lo hacía.

Si no queda duda que los problemas puestos por la calles encuentran al PT del otro lado, no parece totalmente cerrada la discusión de si en la solución este partido que fue importante en luchas del pasado tendrá solamente un papel desmovilizador y represivo. Pero esta no es la discusión central, sin duda, siendo la novedad la fuerza con que la gente en las calles abrió canales políticos para expresarse y repensar la política, el país y la vida en común.

Señales del fin de un mundo: sobre Edward Snowden

por Pablo E. Chacón


Edward Snowden, ex técnico informático de la NSA y de la CIA, no debe estar pasando uno de sus mejores momentos. Estancado en la sala de tránsito del aeropuerto moscovita de Sheremétievo, con un par de computadoras seguramente infiltradas, no hace más que cosechar rechazos a sus pedidos de asilo político y desatar tempestades como la que agitó a Anna Chapman, una trigueña rusa, expulsada del servicio secreto de su país que le ofreció matrimonio por medio de un celular, sólo para descubrir que en los dominios de Vladimir Putin ese clase de uniones se efectiviza en el registro civil. Lo más interesante de la situación de Snowden es, sin embargo, su papel de tornasol de las llamadas relaciones internacionales.

Nadie duda que el hacker es un cerebro y que denunciar la falta de escrúpulos del gobierno norteamericano que opera un programa de escucha y vigilancia de cualquier cosa que se mueva (y hable) en el globo, es un acto de nobleza. Pero ¿cómo un personaje con tantas competencias cognitivas termina trabajando para la policía? Y lo más incomprensible, ¿por qué muchos lo festejan como un héroe contracultural? Se dice que Snowden tuvo algo así como una “conversión”. Es posible. Pero también es posible que su “conversión”, que no hizo más que poner negro sobre blanco lo que hace no sólo el gobierno de Barack Obama sino la mayor parte de los gobiernos del planeta, le cueste cara o muy cara. ¿Quién garantiza que una vez asilado, esa administración no negocie en mejores términos su entrega? Decir que prefiere vivir en un mundo donde nadie escuche ni sepa lo que se habla o se consume suena bien pero es una ingenuidad o una canallada. Snowden es un vigilante con cara de buen muchacho.

Cierto: los vigilantes no suelen tener más que dos dedos de frente. Eso no cambia nada. La operación Snowden revela que el fin de las llamadas relaciones internacionales y el boato de la diplomacia están próximos porque sólo es una mascarada para traficar información. Y para eso, además de modales, se necesitan técnicos, no burócratas de taco y talón. Pero la información como tal no interesa ni es necesaria para todos los países. La que resulta necesaria es la tecnología para conseguirla. Snowden resulta prescindible, vivo o muerto. El programa que expuso, no. La vida de este hombre vale menos que la de una paloma mensajera.

En un mundo sin dioses, sin ideales, sin brújulas, sin otra épica que las tragedias individuales, Julian Assange, Bradley Manning o Snowden aparecen como disidentes cuando han sido o son las piezas maestras del aparato de control social más sofisticado de la historia de la especie humana. ¿Quién está preocupado que le escuchen el teléfono, lean sus correos electrónicos o inventen un perfil en Facebook? Los que no tienen nada para esconder. Esa paradoja explica la diferencia entre privacidad e intimidad. La privacidad puede incluir secretos de diverso orden pero la intimidad es eso que no se sabe que se sabe, que habita como un doble al sujeto y que las cámaras de vigilancia jamás podrán detectar, las escuchas telefónicas no podrán oír y las maledicencias no podrán destruir. Lo que no se sabe que se sabe no se sabe ni en una mesa de torturas.

Assange, Manning, Snowden, son figuras trágicas por su banalidad. Figuras de la industria del espectáculo, con suerte. Lejos, muy lejos de Kim Philby o de Anthony Blunt.-  

El argumento político

por Juan Pablo Maccia


No hay argumento verdadero.  El más alto esplendor de una idea no es el que lo vincula a la verdad, sino el que hace de ella una aptitud para crear mundos habitables. El pensamiento no se reduce a los problemas de conocimiento, sino que opera en el nivel –que es suyo por derecho propio- de la producción de modos de vida.

Hay, y siempre ha habido, grandes argumentos políticos. Ideas que leyendo adecuadamente los problemas de la vida colectiva en una situación determinada logran ampliar las posibilidades de vida. Es el amor a esas ideas es lo que en el fondo mueve a los militantes y dirigentes políticos de todas las épocas (aunque sus denigradores los describirán como seres meramente casuales o reactivos).

Los enemigos de la política han intentado desde siempre negar el valor de los grandes argumentos en la historia reduciéndolos a meras ocurrencias de intelectuales, o bien negando que hubiese en la idea capacidad alguna de torcer los designios de la reproducción económica, o incluso alegando que sólo las víctimas, cuerpos lacerados sin ideas, sensibilizan y conmueven lo social.

Estos enemigos encuentran gran respaldo en un momento como éste, de asombrosa carestía argumental. Su fuerza es nuestra incapacidad de dar vida al gran argumento de la última década: que el kirchnerismo es (que podía ser) peronismo político atravesado por un fuerte autonomismo cultural.

Bello argumento que concilia un notable impulso libertario (que viene del 2001) con una fina lectura del problema de la gestión institucional del momento democrático (proveniente de las izquierdas del peronismo); articulación estatal de justicia social y memoria histórica en lucha continúa contra los poderes corporativos.

Ese argumento se ha debilitado. El impulso conservador de la gobernabilidad se resuelve en una animadversión al argumento como vía de expansión de la existencia. Cuando se trata de asegurar la apropiación y el orden, los discursos se ahuecan y las ganas de obedecer superan a las de ampliar, criticar, abrir. La fatiga es, compañeros, derechista por naturaleza.

Y en efecto, es la derecha (los Sciolis o los Massa: ¿qué diferencia hay entre ellos desde este punto de vista?) quien gana con la desorganizando del argumento. Mostrando su impotencia, se anula la posibilidad de nuevas articulaciones vitales. El desprestigio de la idea permite hacer política en nombre de los impulsos colectivos entendidos como deseo de una vida normal, de una gestión normal. 

Momentos como estos son propicios para la proliferación de los explicadores del sentido común, esa raza desigualitaria de humanos que dan de comer de la mano. Empresarios de la comunicación política, teólogos de larga hechura, adoradores del fetichistas del consumo se dan a su tarea es sujetar el lenguaje a verdades bajas, de esas indiscutibles, que lo opacan todo.

Los JM

por Marcelo Laponia


Ya no podemos ser K (lo hayamos sido mucho, poquito o nada). Para quien haya visto el tratamiento que 6, 7 y 8 dio a la cuestión Qom la semana pasada hay un antes y un después. El cierre de listas de FpV confirmó a nivel de los candidatos provinciales lo que se elude y refuta a nivel de los discursos presidenciales. ¡Hay tantas letras dando vueltas! No costaría demasiado elegir cualquier otra. Pero no. Sabemos temer. Por terror a los demás, decidimos abandonar la más literaria de las letras pero sin alejarnos, quedarnos lo más cerquita posible. Las letras más próximas J, M. ¿Qué dicen esas letras?: ¿Jodidos-Marxistas? ¿Judíos-Matacos? ¿Jóvenes-Marranos? ¿Jolgorio-Mapuches? ¿Juramento-Maconia? ¿Jamás-Macondo? (¿Juan (Pablo)-Maccia?).

Tenemos las siglas, inventemos el movimiento. 

Carlo Vercellone en Buenos Aires

Carlo Vercellone es investigador del Centro de Economía de la Sorbonne (CES) y uno de los referentes de la corriente del Capitalismo cognitivo.

Va a dar dos conferencias. Una el miércoles 10 a las 18 hs en el Centro
Cultural de las Cooperación, en la que va a hablar sobre la crisis
financiera internacional. La información está en el siguiente
link:

La otra actividad se realizará el jueves 11 a las 18 hs en el campus
Miguelete de la UNSAM, en el que habrá sobre «Capitalismo Cognitivo:
releer la economía del conocimiento desde el antagonismo capital-trabajo».
Adjunto archivo con la información de la actividad.



Laponia la tenés adentro: la polémica con Valeriano

@valeriano2015

(textos anteriores: Los JM)
La letra K la tenés adentro: ¿o acaso existe un ritual más íntimo que el Konsumo? La letra K, a pesar de muchos, se construyó de arriba y abajo. Es un viento del sur y es una liberación de los sentidos y transformación de la realidad desde el konsumo de los sectores históricamente postergados.

No podemos pasar a otra letra (¡por Dios, todavía tengo la tarjeta naranja explotando de cuotas!) o no hay otra letra: la K esta sólida, vibrante, presente y voraz. El Konsumo lo tenemos bien adentro, nos hace felices, nos potencia políticamente, nos empuja y vitaliza.

Los Qom son solo los daños colaterales del modelo. No podemos poner en duda nuestras creencias, lo que palpamos diariamente en los barrios –la alegría abundante de los shoppings y ferias del conurbano– por nimiedades ideológicas.
Laponia, la tenés bien adentro, bien profunda: justito, justito entre el corazón y la billetera.

Para pasar el día patrio: Wittgenstein (1993)


Wittgenstein es una película de 1993 del director Derek Jarman. Se basa libremente en la vida del filósofo, así como en su pensamiento filosófico. El Wittgenstein adulto es interpretado por Karl Johnson.

El guion original pertenece al crítico literario Terry Eagleton. Jarman reescribió intensamente el guion durante la preproducción y el rodaje, alterando radicalmente el estilo y la estructura, aunque conservando gran parte de los diálogos propuestos por Eagleton. La historia no se desarrolla en un ambiente tradicional sino más bien contra un fondo negro, lo que acerca el resultado de la cinta al teatro.

Ludwig Josef Johann Wittgenstein (Viena, Austria, 26 de abril de 1889 — Cambridge, Reino Unido, 29 de abril de 1951) fue un filósofo, matemático, lingüista y lógico austríaco, y posteriormente nacionalizado británico. En vida publicó solamente un libro: el Tractatus logico-philosophicus, que influyó en gran medida a los positivistas lógicos del Círculo de Viena, movimiento del que nunca se consideró miembro. Tiempo después, el Tractatus fue severamente criticado por el propio Wittgenstein en Los cuadernos azul y marrón y en sus Investigaciones filosóficas, ambas obras póstumas. Fue discípulo de Bertrand Russell en el Trinity College de la Universidad de Cambridge, donde más tarde también él llegó a ser profesor.

¡Siga Chupando, Valeriano!

por Marcelo Laponia


(textos anteriores de esta polémica: Los JM (de Marcelo Laponia) // Laponia la tenés adentro: la polémica con Valeriano (de Diego Valeriano)

Festejé en un reciente artículo la escritura deseante (simpática homofobia) de Valeriano. Sexo y discurso constituyen un combo tan necesario como imposible. El recato o el exceso se apoderan siempre de nuestro lenguaje. Y es que no hay un lenguaje “sexual”, sino que todo lenguaje tramita de algún modo nuestro ser-sexuado.La homosexualidad –creo que es el caso- ha sido siempre el mas esquivo de los nombres. Parece hablar de homogeneidades cuando sólo busca la diferencia. Frases dela poética maradoniana como “la tenés adentro”, o “seguí chupando”, tienen un encanto innegable. Me siento amigo de Valeriano en este punto, pero tempo por él cuando malinterpreta esta poesía.

Sucede que Valeriano es algo torpe con los símbolos (esto le fue ya muy señalado). Cuando critica arrasa. También eso me gusta él, por supuesto, aunque le resta destreza en la polémica. En su destemplada respuesta a mi ocurrencia sobre abandonar laliteraria letra K por unas letras próximas (J y M) ha vuelto a hacer de las suyas. Me dice que a la K (de Konsumo) la tengo adentro (corazón y billetera). Y que el desalojo de los Qom en el norte, motivo de mi alejamiento, es un motivo secundario y hasta olvidable.  

Me divierte el modo de razonar de mi (a pesar suyo) amigo Valeriano. Pura pincelada gruesa; estelar sobreactuación de Los reventados de Asis. Le envidio su autenticidad literaria, esa virilidad decadente, tan conurbana, y pseudo Barra en la escritura. A fuerza de sostener un tono, se tienen seguidores aquí y en cualquier otro rubro. Su punto irresistible es el goce. El goce del consumo. El goce del capital (o Kapital). El goce del que la lame y no deja de lamerla, porque sólo aferrado al falo imaginario y contundente del otro es capaz de percibir su propia vitalidad. Escena extrema de sumisión, la del goce de Valeriano. No es entonces la billetera, querido amigo, ni el asunto cristiano del corazón. Es otra cosa…otra Kosa.

Crónica de la represión en Brasil: la noche de la cobardía que Porto Alegre jamás olvidará

  por Bruno Lima Rocha


En la tarde del jueves 20 de junio arreglé de ir con mi pareja, que es fotógrafa y periodista aunque trabaje en un área afín de la comunicación, al acto por la reducción del Aumento del Pasaje. Esta concentración y marcha, tal como las anteriores fue convocada por el Bloque de Lucha por el Transporte Público. Vale observar que aunque tengo una trayectoria militante, en los últimos años me dedico apenas a la llamada militancia periodística, escribiendo para el blog de política más leído del país y siendo columnista de los periódicos estaduales de radios comunitarias de Río Grande del Sur y de San Pablo. Recientemente escribo una columna fija de política internacional en un respetado impreso alternativo quincenal portoalegrense. Este es el primer acto al cual voy, ya que doy clases de noche y la tarde de ese jueves una de las instituciones de educación superior en la cual trabajo suspendió las clases. La intención era registrar la concentración y la marcha con fotos.
Al finalizar el día nos encontrábamos frente a la Prefectura de Porto Alegre, en el local conocido como el Ayuntamiento. Allí, bajo lluvia, viento y frío había cerca de dos mil personas, faltando más de una hora para el comienzo de la marcha. El clima era tranquilo, muy tranquilo. La multitud, compuesta en su mayoría de jóvenes cantaba bajo la lluvia, alternando consignas, cánticos y un buen sentido del humor. Hasta que comenzó la represión en función del cerco y defensa del perímetro de la sede principal del Grupo RBS (en la esquina de las avenidas Ipiranga y Erico Veríssimo) el ambiente recordaba al del movimiento “Fuera Collor” ocurrido 21 años atrás. En aquella ocasión, en 1992 había más fiesta que lucha política, estando llena de juventud con la cara pintada de verde y amarillo. Hoy, mientras la marcha no salía observé solamente banderas del Brasil, de Río Grande del Sur y algunas banderas negras y rojas. La mayoría de la gente estaba en pequeños grupos, con carteles pintados a mano y escondiéndose bajo los paraguas.
Alrededor de las 19 horas, la multitud se divide. La mayor parte sale en una marcha subiendo por la Avenida Borges de Medeiros en el sentido de la Avenida Salgado Filho, mientras que otro grupo menor, en el que nos encontrábamos, sigue por la Julio de Castillos,  atraviesa el túnel de la Concepción a través del elevado y termina reencontrando al grupo mayor en el elevado de la Santiago Filho. Ya en la João Pessoa, cruzamos delante de las dos sedes municipales partidistas (PT y PMDB) más allá del Hospital Militar. Tímidos abucheos fueron la mayor “ofensa” a estos partidos. En el trayecto los bares y mercadillos estaban abiertos, y no se dijeron más que consignas genéricas. Hasta entonces no hubo ninguna, absolutamente ninguna escena de violencia.
Llegando a la esquina de la João Pessoa con la Avenida Ipiranga, en el sentido barrio-Centro, la marcha paró y algunas personas comenzaron a retornarse. La mayor parte continuó caminando y con ellas seguimos. Estuvimos unos veinticinco minutos en el desplazamiento entre la João Pessoa, la Ipiranga y la Calle Lima y Silva. Quisimos ver lo que pasaba y apenas escuchamos la arremetida de las bombas de gas lacrimógeno y de efecto moral. Contabilicé 62 bombas lanzadas por la Brigada Militar. En el camino de regreso, andando con calma pude conversar con doce personas que estaban en la Ipiranga y pudieron al menos observar las líneas de defensa de la Brigada Militar. Todos respiraban mal, llenos de gas lacrimógeno y spray de pimienta marcando sus rostros. El relato fue común “la gente estaba allá, solamente caminando y de repente empezaron a llover bombas y más bombas!”. Fue eso exactamente lo que ocurrió.
A partir de ese momento parejas y grupos de amigos comenzaban a volver mientras algunos jóvenes se rebelaban y partían rumbo a la Avenida Ipiranga. Toda la violencia de los manifestantes, todas las agencias bancarias rotas y demás aparatos urbanos damnificados son la consecuencia de la ira popular luego de la cobardía ejercida por la Brigada Militar, al mando del gobierno estadual y en defensa del capital simbólico del RBS. Nada había acontecido y probablemente nada acontecería, más allá de una bella marcha de protesta motivada por el ejercicio directo de los derechos ciudadanos. El detalle del trayecto de la manifestación fue ampliamente divulgado a través de la información transmitida en un debate de la Radio Guaíba el inicio de ese jueves.
Los actos del 20 de junio traspasaron el total de un millón y medio de personas, incluyendo más de cien ciudades brasileras. En Porto Alegre, el ostensivo dispositivo policial de la Brigada Militar totalizó cerca de 850 hombres, según los medios comerciales. Se trata del mayor contingente utilizado en cinco años. Desde el auge de la represión del gobierno de Yeda Crusius (PSDB, 2007-2010) no había tanta tropa en la calle. Los objetivos de entonces eran políticos, así como lo son hoy. La meta era reprimir al movimiento popular y éste se mantiene intacto. En la elección de 2010 el abogado Tarso Genro ganó la primera vuelta por el rechazo al gobierno pasado. Ahora, el ex militante del PRC opera dentro del gobierno sub-nacional y juega para la «fanaticada» del día, convocando un debate con movimientos sociales y blogueros a través del Gabinete Digital. De noche, subordina el gobierno a los intereses y la defensa “moral” del Grupo RBS.
El conservadurismo del oligopolio de la comunicación dirigido por la familia Sirotsky (RBS) impone sus condiciones al gobierno del estado, haciendo uso de su poder para garantizar beneficios fiscales y preferencia política. La cobertura de las manifestaciones hecha por el grupo RBS intentó criminalizar los actos por la reducción de los pasajes de autobuses. Mientras en las redes sociales circulaban fotos y vídeos de manifestantes siendo alcanzados por bombas de gas lacrimógeno, en la TELEy en el principal periódico del grupo, a Cero Hora, enfatizaban escenas de vandalismo y de manifestantes tirando piedras en los policías. En la verdad, el exceso de violencia por parte de la policía militar revuelta a los manifestantes, que intentaron defenderse tirando lo que veían por el frente. Lo que no conseguimos entender es por qué la manifestación no pudo reunirse frente a la empresa? Cuál es el motivo de tanta protección policial? La sede de la RBS es blanco de diversas manifestaciones, justamente porque la población no acepta más ser engañada, con informaciones distorcionadas, que perjudican la verdadera comprensión de los hechos.
Vengo afirmando que el Poder Ejecutivo del estado riograndense y del municipio de Porto Alegre se comportan como rehenes y siervos del grupo de comunicación que lidera el oligopolio estadal. En la noche de ese jueves 20 de junio, todo Rìo Grande del Sur tuvo la prueba cabal de este análisis. Antes de esta marcha con violencia estatal para defender el patrimonio privado de la RBS, otras dos manifestaciones terminaron de la misma forma. Después de esta marcha de 20 de junio, dos otras protestas completaron el ciclo que comenzaba con una concentración pacífica y acababa con un ataque sin precedentes de la policía militar del estado del Río Grande del Sur (llamada de Peleada Militar) y, por consecuencia, revuelta popular. Felizmente, la victoria del pueblo llegó: primero con la reducción de los pasajes y después, por decisión de la Suprema Corte estadual, la invalidación del aumento proporcionado por el ayuntamiento de la Capital. A pesar de los riesgos, el saldo fue positivo y la lección política, mejor aún. 

La dékada ganada

por @valeriano2015

(Textos anteriores de esta polémica: Los JM (de Marcelo Laponia) // Laponia la tenés adentro: la polémica con Valeriano (de Diego Valeriano); ¡Siga chupando, Valeriano! (de Marcelo Laponia)

Chuparla es algo maravilloso, es la sumisión máxima: gozar y dar placer. Placer doble, doble erotismo.
Confundir tenerla adentro con homofobia es mirar las cosas de forma binaria. 
Cincelar la palabra, sumarle firuletes a las oraciones es pura debilidad disfrazada de sutilezas.
¿Hablamos de mis torpezas conocidas o de la letra K?
Con trazo grueso o sin él, lo importante es que la dékada ganada tiene doble entrada en su construcción de arriba y de abajo. Por un lado, la cooptación de las estructuras tradicionales de poder y, por el otro, la nueva, desordena, inteligente, caótica y trazogruesista transfiguración en las periferias. 
La dékada ganada no fue sutil, jamás nadie gana siéndolo. 
La K la tenemos adentro y es imposible que la cambiemos con simples letras. La K no lo es. Es otra kosa como bien dejo Laponia, es un estilo de vida, es la rekontrucción del hedonismo popular, del placer de consumir, de la felicidad de tener guita y reventarla en giladas.
Cristina convoca a ganar otra década, no es necesario. Eso ya sucedió.

“La informalización y las drogas son la causa de violencia sistémica”

Entrevista a Javier Auyero
por Pablo E. Chacón
En La violencia en los márgenes, el sociólogo Javier Auyero y la docente María Fernanda Berti exploraron un universo social atravesado por formas de informalización que generan una sociabilidad donde la desconfianza y el miedo al otro provocan un sistema caracterizado por el uso de la fuerza más brutal. El libro es el resultado de un trabajo de campo de más de tres años, de miles de entrevistas, testimonios y mediciones en una zona del país clave por razones de lo más diversas. Auyero es profesor de sociología en los Estados Unidos; matriculado en The New School for Social Research, ha recibido becas y entre sus libros se cuentan “La política de los pobres”, “Vidas beligerantes” y “La zona gris”. Es especialista en políticas sociales. Esta es la conversación que sostuvo con Lobo Suelto! desde Austin, donde reside.
El conurbano ha sido una tierra de estudios para vos desde hace tiempo. ¿Qué cambios notaste en las relaciones sociales durante los últimos años?
Creo que un cambio muy importante es la multiplicación de distintas formas de violencia  -la vinculada a las drogas, pero también a otras formas de criminalidad-, junto a la persistencia de formas menos visibles pero igualmente perniciosas como la violencia intrafamiliar y la violencia de género. Al mismo tiempo, y seguramente vinculado con esto, lo que yo percibo como cambio importante es la creciente presencia de la prisión como una institución más en la vida cotidiana de los sectores populares  -algo que, creo, no era tan relevante hace dos décadas.
El supuesto crecimiento de la violencia supongo no tiene una causa única. ¿Cuál es tu hipótesis al respecto?
La multiplicidad de las formas de violencia obedece a multiples causas, pero creo que dos fundamentales -y relacionadas- tienen que ver con la creciente informalización y con la expansión del mercado de drogas ilícitas. La economía de las drogas genera violencia sistémica. No creo que sea un “supuesto” el aumento de la violencia  (en Ingeniero Budge, la tasa de homicidios se incrementó en 780% entre el 2002 y el 2007, cuando el crecimiento demográfico fue mucho menor). Uno no tiene más que visitar las salas de emergencia de los hospitales públicos del conurbano para darse cuenta inmediatamente que los más destituidos viven en un mundo más violento.
El clientelismo, ¿debe existir en una emergencia? A largo plazo, ¿no cristaliza ciertos modos de producción de subjetividad?
No hay una relación de necesidad entre emergencia y clientelismo. En momentos de mucha necesidad, se pueden implementar políticas universalistas. Sí creo que con el tiempo, el clientelismo genera una manera de entender la práctica política y la ciudadanía, pero no por sí solo, sino en confluencia con otros factores  -por ejemplo, con la ausencia de alternativas políticas.
La asociación de los pobres en Brasil, por ejemplo, donde el narco arma una suerte de economía paralela, ¿en la Argentina no existe por la intermediación de la policía?
No creo que en Brasil ni en Argentina haya “economías” ni poderes paralelos, sino profundamente imbricados con el funcionamiento del sistema político. Por eso es que hablo de una “zona gris” donde hay interpenetraciones muy complejas entre el campo de las drogas y el campo político -en contraposición a poderes paralelos.
¿Cómo entender ese encadenamiento de las diversas formas de violencia si no es pensando que existe una «internalización» en espejo al sistema de jerarquías que articula el poder (o el biopoder)?
No trabajo con la categoría de biopoder, pero sí con la de “gobernanza”, y creo que está operando de una manera que (Michel) Foucault no hubiese imaginado. Madres que “voluntariamente” concurren a la policía, a la que saben cómplice con el tráfico de drogas, para que arresten a sus hijos porque no pueden controlar los niveles de violencia que produce su adicción al interior del hogar. Es un orden social y político de una perversidad y una destructividad espeluznantes.

La Belleza de Pensar: entrevista a Roberto Bolaño


En esta conversación, grabada en la Feria Internacional del Libro en 1999, Bolaño confiesa sus devociones y rechazos, y nos regala recuerdos entrañables: su epistolario con Lihn, su amistad con Mario Santiago. También da las claves de la novela del futuro que están escribiendo distintos autores en Latinoamérica. Además, Bolaño habla de su devoción por la poesía y la antipoesía y -como detective salvaje- revela algunas pistas secretas para entender su obra.

Bifo x 2: editorial Cactus presenta: Felix, de Franco Berardi



Franco Berardi Bifo recorre el pensamiento de Félix Guattari (desde Psicoanálisis y transversalidad hasta Caosmosis, incluyendo sus trabajos junto a Deleuze) al interior de las elaboraciones teóricas y de la práctica político-existencial de la generación del 68, del 77; y también de Seatlle. Pero no solamente, la lista podría continuar, aquí y allá, de Génova hasta la actualidad.Pero el libro no terminaría nunca –dice Bifo– porque el pensamiento rizo­mático es la cartografía de las regiones por venir, y por lo tanto las regiones en las cuales este prolifera no dejan de desplegarse ante mis ojos. Al igual que en un viaje.De este modo, Bifo transita del campo de la filosofía a la política y al psicoanálisis, de la biotecnología al ciberpensamiento; revisita los nombres propios de la filosofía, Bergson, Nietzsche, Spinoza; y, por supuesto, a los amigos: tras Guattari el encuentro con Deleuze es siempre inminente.Pero aquí Bifo se encarga de subrayar una cuestión filosófica esencial, a menudo soslayada: existe Deleuze sin Guattari, existe Guattari sin Deleuze, y luego existe la máquina rizomática que se pone en movimiento a partir del encuentro entre ambos.
Y se desplaza desde destinos ineludibles y esperanzadores, como el esquizoanálisis, hacia otros aún inexplorados, a penas insinuados, pero no menos felices, como el budismo y el tantrismo. ¿Estamos en presencia de un filosofar míxtico”?
Es su viaje, diría Félix. Un amigo de quien Bifo habla en este libro, cuando visita (ya molecularmente) la región ¿política? ¿post- política? de la amistad: la lección más rica de la historia de los movimientos.

192 páginas // 14,5 x 21,5 cm
Traducción: Fernando Venturi

Consígalo en librerías a $110.- o con descuento especial «de mano en mano» a $77.- 
solo escribiendo a editorialcactus@yahoo.com.ar o en el tel. 4958-3016



yapa:

(primer capítulo de Félix, de Bifo)

Bifo x 2: editorial artefakte presenta: La Sublevacion, de Franco Berardi



De la Plaza Tahrir a la Plaza Taksim y el Parque Gezi, pasando por la Puerta del Sol, la Plaza Syntagma o Zuccotti Park, una ola global de movilizaciones se despliega contra la finaciarización y la privatización del mundo. Sin embargo, esta ola no acaba de generar un movimiento europeo conjunto contra el mando que desde hace más de tres décadas implementa el proyecto neoliberal. La élite política y financiera europea prosigue así imparable una transformación de una Europa que quedará marcada por enormes desigualdades.

Para Franco Berardi, con todo, esta ola antecede a una reconstitución de la sociedad europea que seguirá volviendo a la política, escapando a las formas institucionalizadas de los regímenes políticos y reinventándose en la autonomía. Pensar este momento en toda su complejidad, en las extraordinarias dificultades a que aboca la financiarización y la precarización, es la tarea a la que contribuye este libro.

Desde una mirada lúcida pero no cínica, La sublevación es una obra que nos cuenta, explica e interroga poderosamente sobre ese futuro que se fragua aceleradamente, sobre las disyuntivas por venir, sobre las mutaciones del presente. Y lo hace aportando una reflexión inusual y disidente de la que difícilmente se podrá prescindir si se quiere intervenir en el presente estado de cosas.

Amor a la sumisión

por Marcelo Laponia

Textos anteriores de esta polémica: Los JM (de Marcelo Laponia) // Laponia la tenés adentro: la polémica con Valeriano (de Diego Valeriano) // ¡Siga chupando, Valeriano! (de Marcelo Laponia) // La Dékada Ganada (Diego Valeriano) //


Amo polemizar con Valeriano. ¡Despierta mis pulsiones homosexuales y asesinas!  ¿Cómo no amar a alguien que va tan directamente a las cosas, sin miedo de tragárselas en el camino? La maravilla del goce y de la sumisión arman maquina fascista sin complejos críticos. Brindo por la libertad del buen salvaje que todos traemos dentro.  
Lo que no me esperaba, lo confieso, es esa creencia repentina en la política ¿No es que la política la hace la víctima? ¿O viene ahora eso de las máquinas de cooptación? Valeriano imagina un universo entero en torno a la letra que clavada lleva en su trasero: inteligencia, astucia, generosidad.  No me esperaba de su parte un lenguaje militante (“la década ganada”!). ¿No que la militancia no existe?
Resulta insostenible su afirmación de que la K que llevamos tan adentro no resulta sustituible por “simples letras”: ninguna letra es simple en políticas del deseo. ¿O lo es acaso la P de Perón, la E de estado, la M de mercado, la D de dios…? (a todas ellas las llevamos adentro, y sin embargo, la lengua se mueve, las letras se desplazan). Sólo una ilusión de sumisión (hasta de castración –como decimos en mi oficio-) puede pretender detener el lenguaje en torno a una letra única (significante amo).
En otras palabras: ninguna letra recubre por entero y por siempre a la Cosa (hoy la Kosa). Salvo que aceptemos lo que sólo Valeriano parece dispuesto de aceptar: que la k de Kirchner remite a la de Kapital.  Y entonces sí, la sumisión de Valeriano emerge gloriosa, triunfal, mostrando el lugar del konsumo con sus determinaciones y concretas y contradictorias, como hecho de servidumbre y libertad.

El evangelio

por Martín Rodríguez


Todos los pobres son buenos. Todos los pobres son buenos.
—Ok, reconozco mi derrota ante el alcohol —dice uno.
Todos los pobres son buenos. Todos. Sin excepción.
—Estoy re loco —dice uno.
Ronda de pobres en el SUM.
La trabajadora social abraza lo que sueña: abraza al violador, al pedófilo, al que hirvió
la mamadera y se le enchufó en la boca, al que quemó
el colchón, y al que dijo que vio a Cristo en la aureola de meo del colchón mientras
se quemaba, la trabajadora social abraza
al que le pide una entrevista en el CESAC 22,
y ella lo abraza porque abraza a absolutamente toda
la carne sufriente de la República Argentina, que incluye —obvio—
a extranjeros.

La muerte del espía revela una trama de proxenetas y asesinos

por Ricardo Ragendorfer

El ya célebre proxeneta Raúl Martins pasó la mañana del 9 de julio en su hogar, un lujoso piso del condominio Mar Lago, situado en la zona hotelera de Cancún. La irrupción de su asistente quebró la quietud. El tipo le extendió un celular. Desde Buenos Aires le hablaba su abogado, Teodoro Álvarez, por una mala noticia: el confuso fallecimiento de su amigo y empleado «El Lauchón», tal como todos llamaban en la antigua SIDE (hoy Secretaría de Inteligencia) al agente Pedro Tomás Viale, acribillado durante el alba por el Grupo Halcón, de la Bonaerense, al ser allanada su casaquinta de La Reja debido a una causa de drogas. Martins asimiló el asunto contemplando el mar Caribe por el ventanal; el sol sobre sus cejas lampiñas le daba un aire de reptil.

En ese mismo instante, desde su residencia de la localidad platense de City Bell, el ministro Ricardo Casal se deshacía por teléfono en explicaciones. «Yo no sabía nada», aseguraba una y otra vez. En el otro lado de la línea estaba el gobernador Daniel Scioli. «Nadie me avisó», insistía el funcionario; sus dedos aferraban el auricular como si fuera el cuello de un enemigo. Se refería a los 18 allanamientos ordenados aquel día por el juez federal Juan Manuel Culotta y el insólito uso de dicha unidad de asalto para el operativo en el domicilio del malogrado espía. «Nadie me avisó», repetiría Casal, con un balbuceo. Minutos antes, él había oído esas tres palabras en boca del jefe de la Bonaerense, Hugo Matzkin.    

¿Es posible que semejante ofensiva contra el crimen organizado se hiciera a espaldas de la cúpula policial? Lo cierto es que, a 48 horas de los hechos, tan asombroso hermetismo hizo rodar la cabeza del titular de la Superintendencia de Drogas Ilícitas, comisario general Marcelo Peña (ver recuadro). Dicen en los pasillos del Ministerio de Seguridad de la provincia que este promisorio oficial, al ser oportunamente increpado por Matzkin, también dijo: «Nadie me avisó.» Tal vez, en aquellas circunstancias, por su cerebro se haya cruzado la figura influyente jefe de la Subdelegación San Miguel de Drogas Ilícitas, comisario inspector Enrique Roberto Maldonado. De hecho, su cabeza fue la siguiente en rodar.

En resumidas cuentas, el agente secreto Viale recibió en la madrugada de ese martes la intempestiva visita de 13 efectivos del Grupo Halcón, al grito de «¡Chapa! ¡Chapa!», un formalismo para manifestar su pertenencia a la SIDE. Por respuesta, los recién llegados le prodigaron un balazo en el pecho. Cuando caía, alcanzó a disparar su pistola Glock en el pie de un intruso. La respuesta consistió en otros tres disparos. Su esposa escuchó su muerte acurrucada detrás de una pared. También habría oído una posterior deliberación entre los verdugos. «Matemos a todos», propuso alguien. Se refería a ella, al menor de sus hijos y a la novia. «Imposible. Ya es tarde», contestó otro uniformado, al ver que en las casas linderas se prendían las luces. Poco después, al clarear, sólo un patrullero de consigna quedó en el frente del chalet de la calle Rocha Blaquier 1502, de La Reja.

La única certeza es que el pobre Lauchón no había caído en cumplimiento del deber. 
 
EL RUFIÁN MELANCÓLICO

Quizás, en la mañana de aquel fatídico día, Martins haya evocado el estrecho vínculo que lo unía al hombre que acababa de morir. Una amistad anudada a su propia historia.

Hubo un tiempo remoto en que Martins era otro: «Aristóbulo Manghi.» Tal era su identidad de cobertura en la SIDE. Tenía 27 años y un espíritu locuaz. Decía dar clases de Historia en un colegio secundario. Y decía provenir de una familia acomodada. Pero, en más de una ocasión, entonado por alguna copa, terminaba por revelar su verdadero oficio.

Nadie sabe con exactitud por qué razón se enroló en el organismo de la calle 25 de Mayo. Su solicitud de ingreso, recomendada por un teniente coronel amigo de la familia, fue presentada a finales de 1973. Meses más tarde salió su «nombramiento condicional» con categoría C-C33 IN 14, que en el críptico lenguaje de la SIDE significa «agente secreto» con funciones operativas. Y fue destinado a la Base Bilinghurst.

Lo cierto es que, como hombre de acción, lo suyo fue de baja intensidad. Sus primeras tareas fueron tomar fotografías de militantes en actos y marchas, durante los días previos al golpe de 1976. A partir de entonces, se dedicó al seguimiento de posibles «blancos de la lucha antisubversiva». De ese modo se hizo diestro en el arte del «ovejeo» y «la capacha», tal como en la jerga represiva se denominaba a los dispositivos de vigilancia sobre las futuras víctimas. Cabe recordar que el personal de la Base Billinghurst tenía bajo su control el centro clandestino de detención Automotores Orletti, nada menos que la filial vernácula del Plan Cóndor. Allí hizo amistad con dos celebridades del terrorismo de Estado: Eduardo Ruffo y Aníbal Gordon. Allí también hizo excelentes migas con un muchacho de su edad: El Lauchón. 

Martins renunció a la SIDE en 1987. Y no demoró en transformarse en el «Yabrán de la prostitución», como a él le agrada que lo llamen. Hay quienes creen que en su conversión empresarial puede haber dinero negro del aparato represivo de la dictadura. Lo cierto es que de ese mundillo sacó dos estrechos colaboradores: su «culata» predilecto, Marcelo Gordon –hijo dilecto del finado Aníbal–, y, desde luego, el agente Viale, quien hasta su trágico fallecimiento siguió reportando a la sección de Contrainteligencia de la actualmente llamada Secretaría de Inteligencia. 

El Lauchón, entre otros menesteres, se ocupaba de detectar si los teléfonos del jefe estaban intervenidos, además de pinchar los de sus enemigos. Por ello, cobraba una suculenta mesada, la cual solía endulzarse en caso de servicios especiales. Ya se sabe que, en enero de 2012, el espía fue acusado por Lorena Martins de enviarle sicarios por cuenta del papá –a quien ella denunció ante la justicia– con el propósito de callarla para siempre. Al ser luego increpado por la mujer, dado que lo conocía desde niña, Viale sólo atinó a esgrimir: «No sabía que estabas vos ahí.»

En los últimos tiempos, alternó su trabajo de espía con un emprendimiento personal: la instalación de un prostíbulo en Puerto Iguazú. Un proyecto ambicioso, ya que dicho establecimiento iría a funcionar en un edificio de cuatro plantas, con sala de juego, venta de drogas y hasta servicio de lavandería. Lorena Martins confirmó a Tiempo Argentino tal versión: «Pedro estaba interesado en asociar en eso a mi padre. Pero a él no le interesó porque no era su zona.»

En paralelo, El Lauchón investigaba por cuenta de «La Casa» –tal como se le dice a la Secretaría de Inteligencia– cuestiones vinculadas al narcotráfico. En ese contexto, tal vez haya encarado otras iniciativas comerciales.
 
EL HALCÓN Y EL HOMBRE DE LA NIEVE

El secretario de Seguridad de la Nación, Sergio Berni, reflexionó ante un micrófono de Radio del Plata: «Sorprende la decisión del juez de realizar un allanamiento a la noche con el Grupo Halcón, para ir a buscar unos documentos; la verdad que eso no es muy común.» 

Lo cierto es que el juez federal Culotta –con pedidos de juicio político ante el Consejo de la Magistratura por alterar pruebas en beneficio de represores acusados por delitos de lesa humanidad– investigaba desde fines de 2011 a El Lauchón por integrar una banda de narcos que, además, cometía estafas con títulos de propiedad pertenecientes a personas fallecidas. Claro que su virtual fusilamiento convirtió tal pesquisa en parte de otra historia. 

No menos cierto es que, con el correr de las horas, la poco original hipótesis de una «interna en la comunidad de inteligencia» se diluye al compás de una pregunta: ¿Viale manejaba información comprometedora sobre un juez federal de Morón, cuyo nombre aún no trascendió? Hay quienes incluso creen que ello habría sido la clave de una extorsión. Es posible que el comisario Maldonado –el factótum operativo de los 18 allanamientos– haya estado al tanto de esa pista. Habría que saberlo.

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