Anarquía Coronada

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La ciencia indígena, base para revertir al maíz transgénico

Por Brisa Araujo

En Oaxaca, donde se detectaron los primeros casos de contaminación transgénica de maíz, organizaciones indígenas y campesinas, científicos e intelectuales se reunieron para examinar la responsabilidad del gobierno en el ataque a los maíces nativos.



La contaminación transgénica del maíz nativo de México es un crimen del que el Estado mexicano es responsable. Corresponde a una estrategia perversa que consiste en controlar el mercado de semillas, que representa mil 200 millones de dólares al año, señalan Camila Montesinos, Gustavo Esteva y Joel Aquino, dictaminadores de la preaudiencia relativa a la contaminación transgénica dentro del Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP), en una sesión que se llevó a cabo en esta entidad.

La contaminación de plantas de maíz por los cultivos transgénicos se extiende al menos de Oaxaca a Chihuahua. En un muestreo realizado por la Red en Defensa del Maíz en 138 comunidades analizadas, se detectó contaminación en 33 de ellas, en los estados de Morelos, Durango, Chihuahua, Estado de México, San Luis Potosí, Puebla, Oaxaca, Tlaxcala y Veracruz. De la misma manera, otros estudios de organizaciones campesinas y sociales detectaron, a partir de  2003, malformaciones en las plantas nativas en otros estados.

Con la entrada de las semillas genéticamente modificadas, inducida principalmente desde los programas gubernamentales, el Estado mexicano viola las disposiciones legales nacionales e internacionales sobre protección a la biodiversidad y pone en peligro la integridad de varios ecosistemas y la biodiversidad del maíz criollo, “sustento de la alimentación de los mexicanos y base de la vida de los pueblos indígenas, campesinos y de los agricultores”, señaló Armando de la Cruz, lector del resumen de la demanda interpuesta por organizaciones civiles y campesinas ante el TPP.

Ante la extensión de la contaminación, los conocimientos y prácticas de los pueblos indígenas en agricultura representan una alternativa real, señaló la científica india Vandana Shiva –testigo de honor de la preaudiencia y una de las luchadoras contra los transgénicos más conocidas en el mundo.

Si se contempla la defensa del maíz nativo como una batalla a largo plazo, “hay tiempo para detener a los transgénicos y para sanar a las plantas enfermas, pero es urgente hacerlo”, señaló en entrevista conDesinformémonos Camila Montesinos, también integrante de GRAIN Chile.
Los transgénicos y el juego del poder

Benigno Calzonzin, campesino de la zona de la Cuenca de la Independencia, en Guanajuato, señaló que “las empresas transnacionales y el neoliberalismo se están apoderando de la tenencia de la tierra. A los campesinos que siembran maíz se les dicen que quiten sus siembras. Un día los amenazan y al día siguiente llegan a su milpa para verla cortada”.

Ana de Ita, parte de los expertos que impulsaron la preaudiencia, coincide con a la denuncia del campesino. Para la socióloga, la raíz estructural de la contaminación transgénica es la orientación política neoliberal iniciada en México en los años ochenta y concretada por la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), en 1994. En la época del acuerdo, señaló, México se comprometió a ponerle límites a los transgénicos debido a que el país es centro de origen y reservorio genético del maíz.

Lo que siguió a la firma del TLCAN fue que las importaciones de granos básicos de Estados Unidos escalaron y el precio del maíz se redujo en 59 por ciento, lo que llevó a la quiebra o a un estado de vulnerabilidad a los campesinos mexicanos.  Para el 2001, nueve empresas controlaban 50 por ciento del mercado del maíz en México. Los campesinos empobrecidos migraron, señaló el zapoteco Fernando Santillán, las familias se fracturaron y el campo quedó abandonado.

Por su parte, la investigadora Silvia Ribeiro acusa que, asociado al mismo proceso, se creó un oligopolio en el marcado de las semillas: Monsanto, la principal productora de transgénicos, logró controlar el 85 por ciento del mercado, dominado por solamente seis empresas. Ribeiro afirmó en la preaudiencia que el Estado es criminal y comete desvío de poder al pactar con las transnacionales y al contaminar intencionalmente al maíz criollo de México. “Es un proyecto de apropiación, desde las semillas hasta lo que comemos. Buscan reemplazar lo que comemos por lo que nos quieren vender”, señaló.

El inicio de la contaminación

“Los oaxaqueños no entendemos la vida sin el maíz”, afirma Fernando Santillán, presidente municipal de Santa Catarina Ixtepeji, en la sierra norte de Oaxaca, al presentar su testimonio en representación de su pueblo. “Es el fundamento de nuestra cultura, él nos indica cómo sembrarlo, cuándo hay que hacer los rituales, nos hace fuertes cuando hay que cumplir con los cargos y las fiestas en la comunidad”.

Una campesina de Oaxaca encontró un día frente a su casa una rara planta de maíz, mucho más alta que las demás, su mazorca no tenían granos. En otra comunidad, a centenares de kilómetros de distancia, se encontró una planta que traía cinco jilotes (mazorcas jóvenes que aún no producen grano), uno dentro del otro. La causa de estos fenómenos es una: la mutación genética del maíz por contaminación de las plantas transgénicas.

Estas anomalías aparecieron a inicios del siglo en milpas de todo México y se detectaron por primera vez en Oaxaca. En la década siguiente, comunidades indígenas, campesinos y un grupo reducido de científicos desarrollaron un mapeo para identificar las fuentes de contaminación, la compleja red de intereses políticos involucrados y las consecuencias de la penetración de semillas transgénicas de maíz en el centro de origen del cultivo.

Cuando los habitantes de Santa Catarina supieron en 2001 de la contaminación transgénica en su zona, “nos preguntamos cómo vamos a entender a un maíz contaminado, cómo le vamos a hablar, cómo lo vamos a tratar. No es lo mismo que nuestros maíces, ¿qué va a pasar con ellos ahora?”, agregó el presidente municipal.

A la fecha, los habitantes –dedicados en su gran parte a hacer y vender tostadas- no saben dónde se encontró la contaminación porque los estudios gubernamentales no se difundieron hacia las comunidades. “Por eso denunciamos la perversidad con la que las instituciones han tratado este problema”, señaló el presidente municipal. Santillán recuerda que los funcionarios gubernamentales les dijeron que era posible sembrar transgénicos sin problemas, y en 2004, tres años después de los primeros estudios dijeron que la contaminación desapareció sola. Flor Hernández, investigadora del Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano (CECCAM), encontró en 2006 en la sierra de Oaxaca 12 plantas con deformaciones y con proteínas provenientes de plantas transgénicas.

Los testimonios de los habitantes de al menos diez zonas rurales de México, vertidos durante la preaudiencia nacional sobre la contaminación transgénica del maíz nativo, parte del Tribunal Permanente de los Pueblos, coinciden en que la llegada de las semillas transgénicas comenzó principalmente a través de programas gubernamentales, como PROCAMPO.

Otro ejemplo es el PROMAF, que –como anuncia en su página- ofrece apoyos a los productores condicionados al aumento de la productividad, buscando inducir a cambios tecnológicos, entre ellos el uso de semillas mejoradas y el uso de fertilizantes. Según denunciaron los campesinos, esta “inducción” no siempre es pacífica y muchas veces los obliga a plantar con las semillas indicadas por el gobierno.

La investigadora Silvia Ribeiro afirmó que los programas del gobierno que distribuyen semillas genéticamente modificadas son parte de un plan estatal más amplio que a largo plazo destruirá las formas tradicionales de diversificación genética de las semillas. Ribeiro declara que el discurso del gobierno y de los científicos pro-transgénicos, que afirman que es posible restringir los cultivos de transgénicos a áreas específicas, es una mentira.

Tanto la contaminación por el polen –dado que el maíz es una planta de polinización abierta- como la costumbre ancestral de los pueblos de intercambiar semillas, señala Ribeiro, son ignoradas por los planes estatales.

La resistencia y el Tribunal Permanente de los Pueblos
Las comunidades que se dieron cuenta de la contaminación –que les fue confirmada, en algunos casos, por estudios independientes- no se quedaron de brazos cruzados. “Nos organizamos desde 2004 para no permitir la contaminación de nuestro maíz con las semillas del gobierno”, afirma Virgilio Hernández, representante de las comunidades nahuas de la huasteca hidalguense.

Santillán señaló que siguen sembrando sus propios maíces “en contra de un sistema que quiere acabar con el campo, usando programas y políticas gubernamentales que nos obligan a usar paquetes tecnológicos que nos limitan las zonas de siembra tradicionales y que nos dividen con las migajas que dan”.

La resistencia ante la entrada de transgénicos dio lugar a diversas organizaciones, por ejemplo, la Red en Defensa del Maíz, conformada tanto por comunidades indígenas como por organizaciones civiles, y que tiene más de diez años de existencia. Con la decisión de realizar el Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP) en México –iniciado en 2011 y que los organizadores planean que culmine en 2014- las organizaciones promovieron la inclusión de un eje para exponer las agresiones contra el maíz nativo.

El TPP convocó a representantes de comunidades, activistas y científicos a la preaudiencia nacional sobre la contaminación transgénica del maíz nativo, realizada el 26 y 27 de abril en la ciudad de Oaxaca. Alrededor de 500 asistentes escucharon los testimonios de representantes de comunidades de los estados de Oaxaca, Chihuahua, Veracruz, Puebla, Hidalgo, Guanajuato y Jalisco, así como de miembros de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad.

El Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP) fue fundado en Italia y su objetivo es examinar las causas de la violación de los derechos fundamentales de los pueblos y denunciarlas ante la opinión pública internacional. Los trabajos del Tribunal en México fueron propuestos en 2010 con la finalidad de visibilizar el problema de la violencia estructural en este país e “intentar desnudar los mecanismos de simulación y desvío de poder que sistemáticamente ejerce el Estado mexicano para mantener en pie su política económica liberal”, señala la instancia en sus documentos.

El tema general del capítulo mexicano de la TPP es Libre Comercio, Guerra Sucia, Impunidad y Derechos de los Pueblos, dividido en siete audiencias temáticas específicas. La preaudiencia de abril estuvo incluida en el eje “Violencia contra el maíz, la soberanía alimentaria y la autonomía”.

Vandana Shiva señaló que la estrategia de Monsanto es introducir variedades transgénicas a los centros de origen y diversificación de determinadas plantas para acabar con ellas –el algodón en India, el maíz en México. Por eso, resaltó para ella fue importante asistir, ya que el proceso es similar a lo que sucedió en India.

Las falsedades y los ataques

El discurso de aumento de productividad con el que se defiende la entrada de transgénicos desde las empresas resultó falso, se señaló en la preaudiencia. Se estima que si las semillas de la agricultura tradicional son sustituidas por transgénicas, la producción caerá a la mitad. La razón de esto, explicó el científico Antonio Turrent, es que la diversidad de climas y suelos existentes en México, aunada a la práctica ancestral de intercambio de semillas, hacen que cada variedad de maíz criollo esté completamente adaptada a la región en la que crece.

“Nosotros trabajamos con el ciclo corto, de tres a cuatro meses para la cosecha, por el suelo ácido que tenemos. Por eso nunca se adaptaron las semillas transgénicas y hubo veces en las cuales no tuvimos nada para cosechar. Y aun así nos las quieren imponer”, denunció Abel García, de Guanajuato.

Ignacio Chapela y Antonio Turrent, miembros de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad (UCCS), denunciaron la manipulación de resultados de investigaciones por parte de académicos cercanos al gobierno con el objetivo de maquillar el mapa de la contaminación genética en México. Chapela realizó en 2001 el estudio que reveló la contaminación del maíz nativo mexicano con maíz transgénico en la Sierra Norte de Oaxaca. Su investigación derribó el discurso de las transnacionales y del gobierno mexicano de que es posible la coexistencia entre ambas plantas sin contaminación – y, por lo tanto, que es posible determinar un área para el plantío de transgénicos sin perjudicar los cultivos nativos. Tras divulgar los resultados de su investigación, sufrió ataques y amenazas de la industria transgénica.

Elena Álvarez-Buylla, coordinadora del Laboratorio de Genética Molecular del Desarrollo y Evolución de Plantas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) relató la presencia de investigadores con intereses corporativos infiltrados en su grupo, que posteriormente participaron de una campaña de descrédito a sus resultados -que fueron los mismos que los del estudio de 2001. Ambos investigadores afirman, sin embargo, que la contaminación es reversible y que no es demasiado tarde para el campo mexicano.

El veredicto: crímenes de Estado

Los dictaminadores de la preaudiencia, Montesinos, Esteva y Aquino, enfatizaron que el problema de la contaminación genética del maíz tiene como fondo los abusos contra la soberanía del pueblo mexicano. Al reducir el maíz a una mercancía y transferir el dominio del suelo a empresas transnacionales por medio de concesiones, señalaron en su dictamen previo, el Estado comete un desvío de poder y un crimen contra los mexicanos.

Agregaron que los cultivos transgénicos fueron utilizados como herramienta de control de la agricultura y como medio de acabar con la autosuficiencia de los pueblos en beneficio de la mercantilización de la vida campesina. “La invasión transgénica preparada desde el gobierno corresponde a una estrategia perversa: controlar el mercado de semillas, que representa 200 mil toneladas y mil 200 millones de dólares al año”, denunciaron.

El dominio de los transgénicos acabará con la soberanía alimentaria de los pueblos, lo que se refleja no solamente en la capacidad de producir, sino también en la reproducción del patrimonio socio-cultural de todo el pueblo mexicano. “El maíz nos inventó como pueblo y se estableció como la base de nuestra cultura. La contaminación transgénica hará desaparecer buena parte de lo que comemos”, alertaron. La pérdida de la autosuficiencia no es consecuencia del crecimiento demográfico o de condiciones climáticas, señalaron, ya que el gobierno invirtió inmensos recursos para lograr acabar con el maíz.

Después de exponer una sentencia que señala como culpable al Estado mexicano, los representantes del TPP presentaron una lista necesidades para revertir del cuadro presentado. Entre ellas, señalaron la prohibición de la entrada de semillas transgénicas de cualquier tipo y de la siembra comercial en México; declarar al maíz patrimonio simbólico de la población mexicana, lo que incluye implementar políticas de apoyo a la cultura del maíz; revisar las políticas agrarias que causaron la crisis del campo; revisar el TLCAN para acabar con el dumping a productores; y expulsar las empresas transnacionales responsables de la contaminación, como Monsanto, Novartis, Dupont y Aventis.

Juanita Vázquez, partera zapoteca y última en tomar el micrófono en la preaudiencia, denunció a la Cruzada contra el Hambre de Enrique Peña Nieto. “Quieren llenarnos de programas para acabar con el hambre cuando todos sabemos que al hambre la causa el mal gobierno y la exclusión de los pueblos”, declaró, llenando el espacio de aplausos.
La ciencia indígena tiene las respuestas

Los expositores en la preaudiencia también coincidieron en que las trasnacionales no han ganado la batalla. Antonio Turrent señaló que “la acción de las comunidades puede remediar los daños. Necesitamos hacer ciencia comprometida que sepa articular sus métodos con la ciencia indígena”, afirmó el presidente de la UCCS.

La ganadora del premio Nobel alternativo, Vandana Shiva, reafirmó la importancia de reconocer los saberes del pueblo. “Hay muchos otros tipos de locura asociados a los transgénicos. Una es la locura de pensar que esta asombrosa herencia de siglos de innovación e inteligencia colectiva de los campesinos mexicanos es inventada, que el maíz fue inventado en el momento en que Monsanto puso un gen tóxico dentro de él. Sólo un loco puede creer esto”, afirmó.

Joel Aquino destacó la autosuficiencia y autonomía de la cultura tradicional indígena, usando como ejemplo el sistema de gobierno zapoteco y su policía comunitaria – que se encargó de la seguridad del evento-. Defender el maíz “es tarea de todos, porque los únicos que no comen tortilla son la aristocracia mexicana”.Oaxaca, México. La contaminación transgénica del maíz nativo de México es un crimen del que el Estado mexicano es responsable. Corresponde a una estrategia perversa que consiste en controlar el mercado de semillas, que representa mil 200 millones de dólares al año, señalan Camila Montesinos, Gustavo Esteva y Joel Aquino, dictaminadores de la preaudiencia relativa a la contaminación transgénica dentro del Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP), en una sesión que se llevó a cabo en esta entidad.

La contaminación de plantas de maíz por los cultivos transgénicos se extiende al menos de Oaxaca a Chihuahua. En un muestreo realizado por la Red en Defensa del Maíz en 138 comunidades analizadas, se detectó contaminación en 33 de ellas, en los estados de Morelos, Durango, Chihuahua, Estado de México, San Luis Potosí, Puebla, Oaxaca, Tlaxcala y Veracruz. De la misma manera, otros estudios de organizaciones campesinas y sociales detectaron, a partir de  2003, malformaciones en las plantas nativas en otros estados.

Con la entrada de las semillas genéticamente modificadas, inducida principalmente desde los programas gubernamentales, el Estado mexicano viola las disposiciones legales nacionales e internacionales sobre protección a la biodiversidad y pone en peligro la integridad de varios ecosistemas y la biodiversidad del maíz criollo, “sustento de la alimentación de los mexicanos y base de la vida de los pueblos indígenas, campesinos y de los agricultores”, señaló Armando de la Cruz, lector del resumen de la demanda interpuesta por organizaciones civiles y campesinas ante el TPP.

Ante la extensión de la contaminación, los conocimientos y prácticas de los pueblos indígenas en agricultura representan una alternativa real, señaló la científica india Vandana Shiva –testigo de honor de la preaudiencia y una de las luchadoras contra los transgénicos más conocidas en el mundo.

Si se contempla la defensa del maíz nativo como una batalla a largo plazo, “hay tiempo para detener a los transgénicos y para sanar a las plantas enfermas, pero es urgente hacerlo”, señaló en entrevista conDesinformémonos Camila Montesinos, también integrante de GRAIN Chile.
Los transgénicos y el juego del poder

Benigno Calzonzin, campesino de la zona de la Cuenca de la Independencia, en Guanajuato, señaló que “las empresas transnacionales y el neoliberalismo se están apoderando de la tenencia de la tierra. A los campesinos que siembran maíz se les dicen que quiten sus siembras. Un día los amenazan y al día siguiente llegan a su milpa para verla cortada”.
Ana de Ita, parte de los expertos que impulsaron la preaudiencia, coincide con a la denuncia del campesino. Para la socióloga, la raíz estructural de la contaminación transgénica es la orientación política neoliberal iniciada en México en los años ochenta y concretada por la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), en 1994. En la época del acuerdo, señaló, México se comprometió a ponerle límites a los transgénicos debido a que el país es centro de origen y reservorio genético del maíz.

Lo que siguió a la firma del TLCAN fue que las importaciones de granos básicos de Estados Unidos escalaron y el precio del maíz se redujo en 59 por ciento, lo que llevó a la quiebra o a un estado de vulnerabilidad a los campesinos mexicanos.  Para el 2001, nueve empresas controlaban 50 por ciento del mercado del maíz en México. Los campesinos empobrecidos migraron, señaló el zapoteco Fernando Santillán, las familias se fracturaron y el campo quedó abandonado.

Por su parte, la investigadora Silvia Ribeiro acusa que, asociado al mismo proceso, se creó un oligopolio en el marcado de las semillas: Monsanto, la principal productora de transgénicos, logró controlar el 85 por ciento del mercado, dominado por solamente seis empresas. Ribeiro afirmó en la preaudiencia que el Estado es criminal y comete desvío de poder al pactar con las transnacionales y al contaminar intencionalmente al maíz criollo de México. “Es un proyecto de apropiación, desde las semillas hasta lo que comemos. Buscan reemplazar lo que comemos por lo que nos quieren vender”, señaló.

El inicio de la contaminación

“Los oaxaqueños no entendemos la vida sin el maíz”, afirma Fernando Santillán, presidente municipal de Santa Catarina Ixtepeji, en la sierra norte de Oaxaca, al presentar su testimonio en representación de su pueblo. “Es el fundamento de nuestra cultura, él nos indica cómo sembrarlo, cuándo hay que hacer los rituales, nos hace fuertes cuando hay que cumplir con los cargos y las fiestas en la comunidad”.

Una campesina de Oaxaca encontró un día frente a su casa una rara planta de maíz, mucho más alta que las demás, su mazorca no tenían granos. En otra comunidad, a centenares de kilómetros de distancia, se encontró una planta que traía cinco jilotes (mazorcas jóvenes que aún no producen grano), uno dentro del otro. La causa de estos fenómenos es una: la mutación genética del maíz por contaminación de las plantas transgénicas.

Estas anomalías aparecieron a inicios del siglo en milpas de todo México y se detectaron por primera vez en Oaxaca. En la década siguiente, comunidades indígenas, campesinos y un grupo reducido de científicos desarrollaron un mapeo para identificar las fuentes de contaminación, la compleja red de intereses políticos involucrados y las consecuencias de la penetración de semillas transgénicas de maíz en el centro de origen del cultivo.

Cuando los habitantes de Santa Catarina supieron en 2001 de la contaminación transgénica en su zona, “nos preguntamos cómo vamos a entender a un maíz contaminado, cómo le vamos a hablar, cómo lo vamos a tratar. No es lo mismo que nuestros maíces, ¿qué va a pasar con ellos ahora?”, agregó el presidente municipal.

A la fecha, los habitantes –dedicados en su gran parte a hacer y vender tostadas- no saben dónde se encontró la contaminación porque los estudios gubernamentales no se difundieron hacia las comunidades. “Por eso denunciamos la perversidad con la que las instituciones han tratado este problema”, señaló el presidente municipal. Santillán recuerda que los funcionarios gubernamentales les dijeron que era posible sembrar transgénicos sin problemas, y en 2004, tres años después de los primeros estudios dijeron que la contaminación desapareció sola. Flor Hernández, investigadora del Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano (CECCAM), encontró en 2006 en la sierra de Oaxaca 12 plantas con deformaciones y con proteínas provenientes de plantas transgénicas.

Los testimonios de los habitantes de al menos diez zonas rurales de México, vertidos durante la preaudiencia nacional sobre la contaminación transgénica del maíz nativo, parte del Tribunal Permanente de los Pueblos, coinciden en que la llegada de las semillas transgénicas comenzó principalmente a través de programas gubernamentales, como PROCAMPO.

Otro ejemplo es el PROMAF, que –como anuncia en su página- ofrece apoyos a los productores condicionados al aumento de la productividad, buscando inducir a cambios tecnológicos, entre ellos el uso de semillas mejoradas y el uso de fertilizantes. Según denunciaron los campesinos, esta “inducción” no siempre es pacífica y muchas veces los obliga a plantar con las semillas indicadas por el gobierno.

La investigadora Silvia Ribeiro afirmó que los programas del gobierno que distribuyen semillas genéticamente modificadas son parte de un plan estatal más amplio que a largo plazo destruirá las formas tradicionales de diversificación genética de las semillas. Ribeiro declara que el discurso del gobierno y de los científicos pro-transgénicos, que afirman que es posible restringir los cultivos de transgénicos a áreas específicas, es una mentira.

Tanto la contaminación por el polen –dado que el maíz es una planta de polinización abierta- como la costumbre ancestral de los pueblos de intercambiar semillas, señala Ribeiro, son ignoradas por los planes estatales.

La resistencia y el Tribunal Permanente de los Pueblos
Las comunidades que se dieron cuenta de la contaminación –que les fue confirmada, en algunos casos, por estudios independientes- no se quedaron de brazos cruzados. “Nos organizamos desde 2004 para no permitir la contaminación de nuestro maíz con las semillas del gobierno”, afirma Virgilio Hernández, representante de las comunidades nahuas de la huasteca hidalguense.

Santillán señaló que siguen sembrando sus propios maíces “en contra de un sistema que quiere acabar con el campo, usando programas y políticas gubernamentales que nos obligan a usar paquetes tecnológicos que nos limitan las zonas de siembra tradicionales y que nos dividen con las migajas que dan”.

La resistencia ante la entrada de transgénicos dio lugar a diversas organizaciones, por ejemplo, la Red en Defensa del Maíz, conformada tanto por comunidades indígenas como por organizaciones civiles, y que tiene más de diez años de existencia. Con la decisión de realizar el Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP) en México –iniciado en 2011 y que los organizadores planean que culmine en 2014- las organizaciones promovieron la inclusión de un eje para exponer las agresiones contra el maíz nativo.

El TPP convocó a representantes de comunidades, activistas y científicos a la preaudiencia nacional sobre la contaminación transgénica del maíz nativo, realizada el 26 y 27 de abril en la ciudad de Oaxaca. Alrededor de 500 asistentes escucharon los testimonios de representantes de comunidades de los estados de Oaxaca, Chihuahua, Veracruz, Puebla, Hidalgo, Guanajuato y Jalisco, así como de miembros de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad.

El Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP) fue fundado en Italia y su objetivo es examinar las causas de la violación de los derechos fundamentales de los pueblos y denunciarlas ante la opinión pública internacional. Los trabajos del Tribunal en México fueron propuestos en 2010 con la finalidad de visibilizar el problema de la violencia estructural en este país e “intentar desnudar los mecanismos de simulación y desvío de poder que sistemáticamente ejerce el Estado mexicano para mantener en pie su política económica liberal”, señala la instancia en sus documentos.

El tema general del capítulo mexicano de la TPP es Libre Comercio, Guerra Sucia, Impunidad y Derechos de los Pueblos, dividido en siete audiencias temáticas específicas. La preaudiencia de abril estuvo incluida en el eje “Violencia contra el maíz, la soberanía alimentaria y la autonomía”.

Vandana Shiva señaló que la estrategia de Monsanto es introducir variedades transgénicas a los centros de origen y diversificación de determinadas plantas para acabar con ellas –el algodón en India, el maíz en México. Por eso, resaltó para ella fue importante asistir, ya que el proceso es similar a lo que sucedió en India.

Las falsedades y los ataques

El discurso de aumento de productividad con el que se defiende la entrada de transgénicos desde las empresas resultó falso, se señaló en la preaudiencia. Se estima que si las semillas de la agricultura tradicional son sustituidas por transgénicas, la producción caerá a la mitad. La razón de esto, explicó el científico Antonio Turrent, es que la diversidad de climas y suelos existentes en México, aunada a la práctica ancestral de intercambio de semillas, hacen que cada variedad de maíz criollo esté completamente adaptada a la región en la que crece.

“Nosotros trabajamos con el ciclo corto, de tres a cuatro meses para la cosecha, por el suelo ácido que tenemos. Por eso nunca se adaptaron las semillas transgénicas y hubo veces en las cuales no tuvimos nada para cosechar. Y aun así nos las quieren imponer”, denunció Abel García, de Guanajuato.

Ignacio Chapela y Antonio Turrent, miembros de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad (UCCS), denunciaron la manipulación de resultados de investigaciones por parte de académicos cercanos al gobierno con el objetivo de maquillar el mapa de la contaminación genética en México. Chapela realizó en 2001 el estudio que reveló la contaminación del maíz nativo mexicano con maíz transgénico en la Sierra Norte de Oaxaca. Su investigación derribó el discurso de las transnacionales y del gobierno mexicano de que es posible la coexistencia entre ambas plantas sin contaminación – y, por lo tanto, que es posible determinar un área para el plantío de transgénicos sin perjudicar los cultivos nativos. Tras divulgar los resultados de su investigación, sufrió ataques y amenazas de la industria transgénica.

Elena Álvarez-Buylla, coordinadora del Laboratorio de Genética Molecular del Desarrollo y Evolución de Plantas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) relató la presencia de investigadores con intereses corporativos infiltrados en su grupo, que posteriormente participaron de una campaña de descrédito a sus resultados -que fueron los mismos que los del estudio de 2001. Ambos investigadores afirman, sin embargo, que la contaminación es reversible y que no es demasiado tarde para el campo mexicano.

El veredicto: crímenes de Estado

Los dictaminadores de la preaudiencia, Montesinos, Esteva y Aquino, enfatizaron que el problema de la contaminación genética del maíz tiene como fondo los abusos contra la soberanía del pueblo mexicano. Al reducir el maíz a una mercancía y transferir el dominio del suelo a empresas transnacionales por medio de concesiones, señalaron en su dictamen previo, el Estado comete un desvío de poder y un crimen contra los mexicanos.

Agregaron que los cultivos transgénicos fueron utilizados como herramienta de control de la agricultura y como medio de acabar con la autosuficiencia de los pueblos en beneficio de la mercantilización de la vida campesina. “La invasión transgénica preparada desde el gobierno corresponde a una estrategia perversa: controlar el mercado de semillas, que representa 200 mil toneladas y mil 200 millones de dólares al año”, denunciaron.

El dominio de los transgénicos acabará con la soberanía alimentaria de los pueblos, lo que se refleja no solamente en la capacidad de producir, sino también en la reproducción del patrimonio socio-cultural de todo el pueblo mexicano. “El maíz nos inventó como pueblo y se estableció como la base de nuestra cultura. La contaminación transgénica hará desaparecer buena parte de lo que comemos”, alertaron. La pérdida de la autosuficiencia no es consecuencia del crecimiento demográfico o de condiciones climáticas, señalaron, ya que el gobierno invirtió inmensos recursos para lograr acabar con el maíz.

Después de exponer una sentencia que señala como culpable al Estado mexicano, los representantes del TPP presentaron una lista necesidades para revertir del cuadro presentado. Entre ellas, señalaron la prohibición de la entrada de semillas transgénicas de cualquier tipo y de la siembra comercial en México; declarar al maíz patrimonio simbólico de la población mexicana, lo que incluye implementar políticas de apoyo a la cultura del maíz; revisar las políticas agrarias que causaron la crisis del campo; revisar el TLCAN para acabar con el dumping a productores; y expulsar las empresas transnacionales responsables de la contaminación, como Monsanto, Novartis, Dupont y Aventis.

Juanita Vázquez, partera zapoteca y última en tomar el micrófono en la preaudiencia, denunció a la Cruzada contra el Hambre de Enrique Peña Nieto. “Quieren llenarnos de programas para acabar con el hambre cuando todos sabemos que al hambre la causa el mal gobierno y la exclusión de los pueblos”, declaró, llenando el espacio de aplausos.
La ciencia indígena tiene las respuestas

Los expositores en la preaudiencia también coincidieron en que las trasnacionales no han ganado la batalla. Antonio Turrent señaló que “la acción de las comunidades puede remediar los daños. Necesitamos hacer ciencia comprometida que sepa articular sus métodos con la ciencia indígena”, afirmó el presidente de la UCCS.

La ganadora del premio Nobel alternativo, Vandana Shiva, reafirmó la importancia de reconocer los saberes del pueblo. “Hay muchos otros tipos de locura asociados a los transgénicos. Una es la locura de pensar que esta asombrosa herencia de siglos de innovación e inteligencia colectiva de los campesinos mexicanos es inventada, que el maíz fue inventado en el momento en que Monsanto puso un gen tóxico dentro de él. Sólo un loco puede creer esto”, afirmó.

Joel Aquino destacó la autosuficiencia y autonomía de la cultura tradicional indígena, usando como ejemplo el sistema de gobierno zapoteco y su policía comunitaria – que se encargó de la seguridad del evento-. Defender el maíz “es tarea de todos, porque los únicos que no comen tortilla son la aristocracia mexicana”.

Obras de los pasajes pospolíticos


Un escena extraída de un prologo anterior

Explanada del castillo
Fantasma de la política: (cubierto de pies cabeza con una sábana blanca, pero lleva gorra de policía y tiene voz de botón): Documento de politicidad, por favor.
Camilo C. Tusam: Me lo dejé en casa… digo, en el castillo.
Fantasma de la política: ¡Egoísta, autocentrado, onanista, privatista!
Camilo C. Tusam: ¿Ser o no ser? ¡Esa es la cuestión!… ¡No ser! (y huye desaforadamente de la escena)  



Una declaración polémica

“Hay que dejar de hablar de la política, lo político y la politicidad por 2 años y ver qué pasa” (Luis Barrionuevo).

Una cita

“Tampoco pretendo decir que no sea legítimo, si se quiere, odiar al Estado. Me parece, sin embargo, que lo que no debemos hacer es imaginarnos que describimos un proceso real, actual y que nos concierne cuando denunciamos la estatización o la fascistización, el establecimiento de una violencia estatal, etc. Todos los que participan en la gran fobia al Estado, sepan bien que están siguiendo la corriente y que, en efecto, por doquier se anuncia desde hace años y años una disminución efectiva del Estado, de la estatización y de la gubernamentalidad estatizante y estatizada” (Foucault, Nacimiento de la biopolítica).   

Una reminiscencia onírica

Interior de un sucucho en una Facultad de la UBA, paredes descascaradas, el piso lleno de volantes.

Militante 1: Si ganamos las elecciones, hay que disolver el Centro de estudiantes.
(Primer plano del Centro de estudiantes en un rincón del sucucho: una fotocopiadora y una bandera)

Militante 2: (con cara horror) ¡No, no! ¡Si dejamos el vacío, lo van a ocupar Ellos! (Primerísimo plano de la cara de Militante 2. Se ve el detalle: era cara de horror… vacui)

Patio exterior de la misma Facultad. Dos perros famélicos efectivamente se ocupan del vacío que Militante 1 y 2 efectivamente dejaron… despreocupadamente en la parrilla. Terminada la faena del vacío, siguen vorazmente con las entrañas.

Entra a escena un pelado de anteojos, que mira a los perros y ríe. Acaricia a los perros mientras comen y se mata cada vez más de risa mirando a cámara.

Otra cita

“Como muy bien sabemos, el Estado no tiene entrañas, y no simplemente en el sentido de que no tenga sentimientos, ni buenos ni malos, sino que no tiene entrañas en el sentido de que no tiene interior. El Estado no es otra cosa más que el efecto móvil de un régimen de gubernamentalidad múltiple” (Foucault, La vida los hombres infames).

Un blanco

Asumir la hipótesis de que el problema nuestras libertades no pasa exclusivamente, y ni siquiera principalmente en torno del Estado, tiene sus problemas. El primero y fundamental es quizá que las nociones de la política, lo político, o la politicidad van perdiendo gradualmente consistencia y entrando correlativamente cada vez más en el régimen de las luchas por la significación y la resignificación. Que no es el régimen de las luchas por nuestras libertades. Entonces, hacerle caso a Barrionuevo: dejar el significante imperial por dos años y ver qué pasa. El problema es qué pasa. Estamos tan acostumbrados a pensar el problema de nuestras libertades en el lenguaje de la política, lo política, la politicidad, que obligarse a pensar más allá es casi obligarse al silencio.

Un griterío

Un político, un intelectual, un periodista, un panelista, un técnico, un ciudadano de bien: ¡Boronbonbón, boronbonbón, es la política, que ya volvió!

Un pelado de anteojos inoportuno: (Interrumpiendo el coro con serenidad) Usted dijo capacidades institucionales, usted en cambio dijo debate y reflexión, usted dijo opinión, usted administración y consumo, y usted, sí, usted, reconocimiento (Perdiendo la paciencia, furioso) ¡Dije régimen de gubernamentalidad múltiple, carajo!

Una iluminación postpolítica

Dijo “régimen gubernamentalidad múltiple”. Y nadie puede decir que no se trata del problema nuestras libertades y de los poderes, porque “gubernamentalidad” es “dirección de las conductas”. Es el problema de la libertad y el poder sin suponer el centro y las distribuciones binarias de la política, lo político, la politicidad. Porque las direcciones de nuestras conductas suponen un campo de vectores, un campo de las fuerzas que son las que dirigen. Y esas fuerzas son puntos singulares. A cada cual, entonces, o a varios, o a muchos, la constelación de los puntos singulares y el campo de vectores que dirigen efectivamente las conductas, los visibles y los enunciables, la humanidad. Y habrá que ver después cómo entran en ese mapa Cristina, Mauricio, el consumo y la exportación de soja, y si lo hacen del lado del poder o de la resistencia.      



Un comentario bloguero

Anónimo
Este tipo de rechazo parece el de los hippies de la década del ’60.
Anónimo
¿Y?
Anónimo
Está perimido, los hippies fueron derrotados.
Anónimo 
¿En Ayohuma? ¿En Waterloo?
Anónimo
No lograron cambiar el mundo
Anónimo
¿?
Anónimo
En todo caso, no sirve para volver a pensar el retorno de la política.   
Anónimo
¿Y?

Cartografías políticas: Posthegemonía

(apuntes de un taller)



Introducción

Jon Beasley Murray, en la Introducción de su libro Poshegemonía, dice: “La hegemonía no existe, ni nunca ha existido. Vivimos en tiempos poshegemónicos y cínicos: nadie parece estar demasiado convencido por ideologías que alguna vez parecieron fundamentales para asegurar el orden social.” Le llama hegemonía al hecho de que las ideologías puedan asegurar el orden social y afirma que la política nunca funcionó de esa manera.
            Para Beasley Murray el nivel donde se asegura el orden o se producen las rupturas de carácter político no es el de las ideologías y los discursos, sino el nivel de la  los afectos y los hábitos. Los afectos son aquello que sentimos por encontrarnos con otros y hábito es una coordinación de afectos. Según este planteo, hay orden social cuando la capacidad de los cuerpos de producir nuevas formas de sentir o de coordinarse (poder constituyente) es atribuida a una instancia de poder (poder constituido; pueblo, o sociedad civil), y hay cambio, crisis o ruptura cuando los propios afectos y hábitos ya no se atribuyen al poder constituido (sino a la multitud).
Hipótesis
Todo lo que pasa a nivel discursivo está siempre trabajado, por debajo, por algo que no se puede reducir a lo discursivo y remite a los cuerpos.
Decimos
·          Cuando Beasley Murray habla de “ideologías” pareciera que se refiere a un corpus de ideas y discursos políticos. El cristianismo, en tanto forma de organizar a los cuerpos, no sería ideología, intervendría en el orden de los afectos.
·          Las formas de expresión política que surgen en nuestros días a partir de las catástrofes –tragedia de Once, inundaciones, etc.- parten menos de un a priori ideológico y más de una situación afectiva (corporal): son cuerpos no dan más, que están en el límite.  
·          La política varía cuando varían los afectos y los hábitos. En cada momento histórico los afectos y hábitos se pliegan sobre ideologías, que también van variando.
·          Por ciertos períodos, un conjunto de deseos y prácticas aceptan adherirse a un discurso, aceptan transferir un poder a una institución e identificarse con ella.
·          Hay momentos en que la coordinación de los afectos existente entra en crisis, en que los poderes no pueden garantizar la estabilidad de los hábitos. Eso pone en riesgo la aceptación e identificación de los grupos sociales con el discurso dominante.
·          La tarea de los políticos o los intelectuales no sería ya la de convencer a la gente, la de crear consensos, sino la de ligar y coordinar los afectos. Sobre esa capacidad de gestión de los afectos se montan las operaciones discursivas, como una instancia segunda.
·          En este sentido, la destreza retórica del kirchnerismo frente a la pobreza discursiva de los caceroleros no implica por sí misma una mayor intensidad política. La eficacia política del gobierno, al igual que la de sus opositores, se juega en la capacidad para asegurar cierta estabilidad afectiva/y de hábitos (vinculados, por ejemplo, al nivel de consumo).
·          Es como si, en el último tiempo, ocupar la calle hubiera perdido valor en política. Puede haber movilizaciones opositoras multitudinarias, pero eso no parece poner en riesgo la continuidad del gobierno. Desde el oficialismo ya no se habla de una “amenaza destiyuyente”, como en 2008, sino de “democracia” y expresión de las diferencias.
·          Pareciera que cuando el kirchnerismo pierde en un terreno político, ese terreno deja de ser clave: las multitudes en la calle, los medios de comunicación, las denuncias de corrupción. Quizás sea que el gobierno no se juega su suerte en estos escenarios mientras pueda garantizar la estabilidad de afectos y hábitos: el dominio en el terreno de movilización social, así como en el de la opinión altisonante o la trama mediática de los juicios morales y las denuncias no parecen ser en este momento lo decisivo.
·          La forma política que se podría ver emerger en los cacerolazos es más cercana al neoliberalismo que al populismo. Hay un espíritu de devolución de centralidad a la sociedad civil, que desplazaría del centro al estado. Neoliberalismo y populismo son para Beasley Murray dos formas de estabilización y gestión de los afectos.
·          Se hace política, necesariamente, ante la catástrofe. Más decisiva que la aparición mediática es la reacción ante la tragedia, por ejemplo. Una fiesta juvenil, la calidad del transporte o la infraestructura urbana pueden ser fuente de una desestabilización de las intensidades. Cromañón, Once, inundación en La plata. En La Plata se ensayó un dispositivo solidario-militante organizado por la militancia de La Cámpora. Cabandié dijo “no hay estado sin militancia”.
·          Grandes momentos “afectivos” del kirchnerismo: Néstor Kirchner bajando el cuadro de Videla, o en su discurso de la Esma; la muerte de Néstor Kirchner; el anuncio de expropiación de acciones de Repsol YPF. Momentos que apuntan modificar hábitos: políticas sociales, paritarias, etc.
·          Si hacer política es crear espacios de coordinación de los hábitos, ¿dónde se está haciendo política hoy? ¿qué modula los afectos y qué los encausa?
Próxima Reunión
Vamos a ver si se puede explicar al peronismo como un sistema de hábitos y afectos, teniendo en cuenta que el peronismo es la base explicativa de las teorías de la hegemonía populista, en la línea de autores como Ernesto Laclau.
Materiales para la próxima
Capítulo 1 del libro “Poshegemonía”, de Jon Beasley Murray.

Para pasar el finde: Antonio Negri

Antonio Negri es filósofo e investigador de la teoría jurídica del Estado. En esta entrevista explica de forma resumida qué es una constitución y por qué se da la crisis de los modelos constitucionales existentes. También explica el proceso de reconstitucionalización que está llevando a cabo el capitalismo y cómo se pueden pensar procesos constituyentes que permitan construir otros modelos constitucionales adaptados a las transformaciones productivas actuales (basadas en la red, la cooperación, y el trabajo social).

Indicios sobre la ciudad de Buenos Aires:

mitología multicultural sobre el territorio vivo

por Diego Picotto y Emilio Sadier



“La ciudad no ha sido nunca un lugar armónico, libre de confusión, conflictos, violencia (…) La calma y el civismo son la excepción, y no la regla, en la historia urbana. Lo que de verdad interesa es si los resultados son creativos o destructivos. Normalmente son ambas cosas: la ciudad es el escenario histórico de la destrucción creativa”.
David Harvey

1. La política es, centralmente, un pensamiento sobre la ciudad y sobre los modos de vida que ésta habilita. Un pensamiento que interviene sobre la ciudad (la polis) y sus formas de vida. Dicho de otro modo: si nos entregamos a los salmos de la política es, precisamente, porque permite una intervención problematizadora sobre ese punto en el que convergen la vida y la ciudad.

2. Pero, por otra parte, si la ciudad es el mito fundante de la política, la fundación mítica de la ciudad remite –en nuestro más acá de Buenos Aires– a una experiencia singular, en buena medida intransferible: la borgiana “manzana pareja que persiste en mi barrio”. Entre intimidad y política, la ciudad se recorta como cuento “tan eterno como el agua y el aire”, como espacio a interrogar y, al mismo tiempo, como figuración a poblar y disputar.

3. ¿Qué tipos de vida habilita –y a qué tipo de vida nos condena– la ciudad? O a la inversa: ¿qué tipo de ciudad es la que irremediablemente nos organiza la vida? Ciudad Multicultural. Ciudad Global. Ciudad Digital. Ciudad Verde. Ciudad Marca. Ciudad Turística. Ciudad Friendly: ¿cuál es la calidad y la consistencia de estos atributos? La Buenos Aires contemporánea parece ser el producto-fantasía de la superposición arbitraria de adjetivaciones acumuladas durante más de veinte años de mutaciones sociales; pinceladas de marketing que, con una impronta en cierta medida espectacular, pueden servir para comprender la lógica que signa la producción del territorio urbano.

4. La configuración de la Buenos Aires actual es en muchos sentidos una continuidad de la shoppinizaciónde los años noventa bajo otras formas. Mejor dicho: la ampliación, sobre el conjunto del territorio, de las reglas y valores elaborados en aquellos laboratorios urbanos que fueron, y que son, los shopping center desde los 90 (una genealogía que se remonta a aquel Alto Palermo inaugurado significativamente por el presidente Menem el 17 de octubre de 1990). En un breve y lúcido ensayo escrito en aquellos años (“El Centro comercial”), Beatriz Sarlo advierte –a la vez que lamenta– una ciudad que se segmenta, que se fractura, que se desintegra a partir del desplazamiento del tradicional “centro” por esa “cápsula espacial acondicionada por la estética del mercado” que son los shopping center. Las dinámicas citadinas ligadas al habitar son arrasadas por la velocidad del flujo mercantil: el shopping no tributa a tradiciones y carece de memoria urbana. Es un espacio desmarcado vacante para las marcas y su mundo. El shopping center es un simulacro de ciudad de servicios en miniatura, donde todos los extremos de lo urbano han sido liquidados”, nos dice Sarlo. Así, en su capacidad de construir hábitos, de convertirse en punto de referencia, de acomodar la ciudad a su presencia, de acostumbrar a la gente a vivir en él, es todo futuro. Mirado en perspectiva, el shopping fue la punta de lanza de una embestida mucho mayor: al advenimiento de estos edificios exhibe-marcas le sigue la organización de su entorno –la ciudad– a su imagen y semejanza. Con la desaparición de ese espacio simbólico común, unificador del centro urbano, la ciudad deja de existir más que como entorno difuso del shopping.

5. A su imagen y semejanza: una urbe segmentada pensada más como espacio de intercambio de mercancía y espectáculos que como hábitat, que como lugar de construcción de comunidad. En el caso de Buenos Aires, el mote de palermización podría designar a este proceso de subsunción de todo vínculo, objeto, sujeto, afecto o tradición de uso de la ciudad a la mercancía. Palermo es la cristalización de una ciudad en la que la vida cotidiana de sus habituales moradores es mediada completamente por el dinero, es decir, por el consumo. La historia vuelta objeto de mercado y espectáculo. La preservación del pasado ya no supone tradición, ni base subjetiva de un presente afianzado en un desarrollo nacional: deviene atractivo turístico, objeto de consumo cultural.

6. En cierta medida, Palermo es inaprehensible: no es la avenida, ni es la peatonal, ni es una esquina o una zona. Es una red de zonas que, para el no habitué, se entretejen de modo indescifrable. No es el centro, bien delimitado; tampoco la avenida Corrientes, o la peatonal Florida o la avenida 9 de Julio. Palermo es un barrio que se vuelve zona y marca, ultravalorizada comercialmente, un centro/shopping difuso en términos espaciales que se sirve de su pasado barrial para ofrecer a la experiencia de transitarlo un aire artificiosamente anacrónico. En Palermo, la historia es usada funcionalmente como decoración. Un pasado armado a medida del presente, con los signos que cada quien tenga a mano: un barrio semiológico y cool, de día y de noche. Hábitat de las productoras y de las marcas, de los restó y de las librerías, Palermo es sinónimo de diseño, en donde prima lo artificioso por naturaleza. Territorio libre de rigideces y objeto de deseo intergeneracional y polideológico. Punto de convergencia de jóvenes y adultos, de cualquier sexo, sea macristas o camporistas, bolicheros o trotskistas, ecologistas, alternativos, intelectuales, putañeros, hipsters, rockeros, rastafaris o merqueros; es decir, cualquiera de nosotros, los enamorados de Palermo y su hálito global. En el Palermo de la circulación y el consumo –al igual que otros puntos de la ciudad, de San Telmo a Puerto Madero, aunque cada uno con particularidades y derivas diversas– lo barrial es contraseña de una dinámica global impresa sobre el territorio urbano. Y en tanto zona global, al igual que en el caso del shopping, posee una doble relación con la ciudad que la rodea: de indiferencia (que diferencia), por un lado, en tanto el resto de la ciudad aparece como un espacio exterior con el que hay que evitar mezclarse; de voracidad, por otro, en la medida en que le disputa a la ciudad no solamente espacio físico –así la proliferación de etiquetas palermitanas (Hollywood, Soho Rojo, Vip, Dead, Queens), donde ciertas subzonas son ganadas a barrios lindantes– sino al mismo tiempo la tonalidad cultural de la ciudad en términos generales. Palermo es, en el caso de Buenos Aires, uno de los modos quizás hoy más eficaces de volver imagen el slogan “ciudad multicultural”.

7. La ciudad multicultural es la ciudad de las diferencias en dos sentidos enfrentados: la ciudad en la que las diferencias sociales se acentúan a partir de que la ultra-valorización del precio de la tierra la vuelve expulsiva, en lugar de integradora; pero, al mismo tiempo, es una ciudad de ficción en la que reina la armonía de lo diferente (y no el racismo acostumbrado). O mejor: la mistificación de la diferencia como correlato de la evidente marginación social y de su capacidad expulsiva y extorsionadora. La ciudad multicultural: una ciudad en la que todo el mundo es bienvenido aunque no ya para habitarla, sino para circular por ella, disfrutarla y ser parte de su utopía de participación a través del mercado.

8. El dinero como equivalente general también funciona en el caso de la amistosidad urbana: sea turism-friendly, youth-friendly, gay-friendly o vecino-friendly la ciudad friendly es, siempre, money friendly. Ocio, juvenilismo, sexualidad, costumbrismo barrial: diferentes targets y, a la vez, expresiones de la diferencia como negocio redituable en términos tanto económicos como políticos. La diferencia amigable es el núcleo y resultante del discurso del orden democrático de las últimas décadas: orden que hace de lo urbano –y sus representaciones mediáticas, las imágenes de la ciudad en los medios masivos– el ámbito principal, cotidiano y excluyente de la política.

9. Pero la ciudad amigable tiene sus límites. La expansión del shopping al territorio no puede ser pensada sino en relación al proceso de gentrificación de la que aquella es objeto. El aumento sostenido y desmedido del precio del suelo dispara un proceso de transformación urbana –especialmente en sectores o barrios poco valorizados en términos inmobiliarios– que progresivamente desplaza y remplaza a sus moradores “originales” por otros de mayor nivel adquisitivo. La ciudad, por definición convocante, se torna expulsiva.

10. La contracara de esta mistificada ciudad global y multicultural es la ciudad de supervivencia, una ciudad otra, aunque también productora de valor. Las marcas y el turismo, el diseño y la moda son inescindibles de dinámicas de explotación y de precarización de las vidas contemporáneas. El trabajo estallay se disemina sobre la ciudad y sobre el tiempo de la vida.[1] Porque la cuestión del tiempo siempre fue central en relación al trabajo. En ciudad-fábrica lo primero que se dispersa es el tiempo –y las relaciones que éste supone, entre trabajo y no trabajo, entre producción y ocio–, pero también la propia condición del trabajo, donde una parte importante se clandestiniza: del taller textil hasta los diversos grados de informalidadque afecta a gran parte de la masa laboral.[2] La ciudad y la coexistencia de opuestos: la villa y los edificios inteligentes, la feria y el shopping, historia conocida.[3] Ciudad de infinitos planos. –propone Vecinocracia, escrito colectivo del grupo de investigación Hacer Ciudad– Pseudo-ambiente vivo, saturado de información. Ciudad-drama de los procesos de lo común y de la guerra civil de los modos de vida. Ciudad espejo –a veces ajustado/ casi siempre distorsionado– de las fórmulas de producción de valor. Ciudad biopolítica cuando es objeto de mecanismos de apropiación del valor social, cuando es espacio de resistencias a los mecanismos de control, cuando es territorio dinámico de nuevas percepciones y modos del conocer. Ciudad productiva, fábrica de las formas de vida que en ella se mezclan, se distinguen y se entretejen. Ciudad-arcón de memorias, sentidos y conflictos. Bienvenidos a la fábrica misma de la ciudad, a la fábrica social.La ciudad del trabajo es, definitivamente, la ciudad de la superviviencia. Lejos de ser un mero contenedor de sujetos en busca de su ciudadanía, el espacio urbano deviene acumulación y condensación de formas contemporáneas de explotación capitalista. Como dispositivo de gestión de la vida, organiza el trabajo sobre el tiempo estallado de una ciudad caótica y desbordada, pero que es, al mismo tiempo, foco de producción de estéticas, de sentidos fluidificados, de formas de vida, de afectos.[4]

11.  De los bolivianos de verdulería a los congoleños de los relojes en valija hasta los estudiantes –en general de posgrado– latinoamericanos (y europeos), al margen de las dominicanas prostituidas, los super chinos y los albañiles paraguayos: necesario y a la vez repelido de la polis global, el migrante se recorta como un sujeto central y velado de este proceso; por su capacidad de dejar marcas, de empujar tendencias, lo que vuelve reactivo cualquier discurso sobre lo originario o lo propio. No tiene la más mínima importancia dónde se haya nacido: los migrantes son, antes que nada, fuerza disruptiva, evidencia de la amplitud y multiplicidad del mundo; flujos que ni los estados (aun en sus relativas resurrecciones) ni el mercado (con su altísima capacidad subjetivante) terminan de controlar. La migración es el elemento soslayado del (neo)desarrollismo (trans)nacional.

12. Elemento soslayado y temido: especialmente, cuando los migrantes ya no constituyen colonias aisladas, sino que expresan la experiencia común de la vida urbana, incluso de aquellos que habitan la ciudad desde siempre. El miedo es la sensibilidad, la pasión triste desarrollada a la par de la Ciudad Multicultural. De la “inseguridad” al terrorismo internacional, la ciudad aterrorizada es tipificada y segmentada y un juego nada sutil de estigmatizaciones provoca, sobre la crispación de las relaciones subjetivo-humanitarias, un modo de control de las vidas y de los territorios. La ciudad multicultural y global es al mismo tiempo una ciudad que ha sido incautada a sus atemorizados pobladores. Vidas expropiadas que se disponen, no obstante, sobre un territorio vivo en el que se libra una guerra de modos de vida.

13. La ciudad es hoy la más intensa y destructora experiencia común de la especie: en su materialidad semiótica no hace sino expresar un modo de vida en continua aceleración, un conjunto de afectos e imágenes –fragmentadas y caóticas– propiamente humanos que se vuelven compartidos. Es desde todas estas fuerzas en juego en tensión que se puede leer (y hacer) la ciudad: desde los procesos de expulsión, desde los procesos de cierre, desde los procesos de resistencia a estas dos tendencias a partir de la producción de dinámicas y espacios de encuentro. La ciudad como territorio (vivo) de la guerra de los modos de vida, cuyo trasfondo es la tensión entre la tendencia al cierre, al gueto (en el country, en la villa, en shopping, sobre el propio living-comedor, en la configuración de zonas de exclusividad) y la tendencia a la apertura, a la producción de dinámicas de relacionamiento entre las vidas, los cuerpos que habitan y componen el territorio, la invención de espacios donde la disponibilidad al encuentro permita vislumbrar horizontes de habitabilidad más felices –aun cuando, a diferencia de hace una década, sea tan difícil detectar formas de vida resistentes como complejo crear y sostener espacios de encuentro.

14. Una pregunta, sin embargo, persiste: ¿cómo reponer un sentido que neutralice y reconduzca las pasiones más tristes y reactivas de la ciudad –el miedo, el racismo, la (auto)explotación– hacia un común que, a diferencia de las tradiciones nacionales clásicas, no hay que buscarlo hacia atrás en el tiempo, sino hacia adelante? Pero ¿desde dónde reponer este sentido? ¿Es posible hablarle a la ciudad? ¿Es hablarle a la ciudad hacerciudad? ¿Es imaginable una política del común inmanente a cada situación, en lugar de una que cree valores morales y juicios genéricos? ¿O ya en la modulación misma de la idea de racismo o explotación está sellada su trascendencia, su exterioridad en relación a los cuerpos concretos, a las vidas que los experimentan (y solo así una experiencia es, precisamente, política)? Lo común –que no es lo público-estatal es una construcción de artesanos, una condición vital a asumir. La pregunta por lo común, por la comunidad, es precisamente la pregunta por el modo en que deseamos vivir. La discusión sobre la ciudad –sobre esta ciudad mítica y real, tan eterna como el agua y como el aire– es la discusión sobre la posibilidad de la vida en común, principal disputa política del siglo XXI.


[1] Lo que tiene como correlato la invención de profesiones, oficios y dinámicas laborales, o bien replegadas sobre el espacio hogareño (aprovechando Internet), o bien a cielo abierto; es decir, desde los cada vez más numerosos docentes a distancia, on line, y los miles de micro-empresarios trabajando desde algún café, o desde su cada hasta los motoqueros y los pasea-perros.
[2] Véase De Chuequistas y Overlockas. Una discusión en torno a los talleres textiles, una co-investigación entre Simbiosis Cultural y el Colectivo Situaciones. Se puede disfrutar del texto descargándolo de http://tintalimon.com.ar/libro/DE-CHUEQUISTAS-Y-OVERLOCKAS.
[3] Véase en la revista Pampa Nº 7 (www.pampa.org.ar) o en Lobo Suelto! (anarquiacoronada@blogspot.com.ar ) el texto “Alfa y Omega de nuestra Economía Nacional”.
[4]Disponible gratuitamente en www.tintalimon.com.ar/libro/VECINOCRACIA

Extractivismo en las grandes ciudades

por Raúl Zibechi


Un hondo malestar asciende desde las entrañas de la ciudad. Pegajoso como este otoño cálido y húmedo. Irritante como las obras que están enrejando parques y destruyendo el paisaje de la convivencia. Un descontento generalizado que se escala en reproches, insultos y hasta se desborda en violencia contaminando la vida toda. Buenos Aires, ciudad atravesada por todas las contradicciones que genera el extractivismo urbano.

Enrique Viale, abogado ambientalista, miembro del Colectivo por la Igualdad, tiene el mérito de haber forjado este concepto en un reciente artículo en el que a dos semanas de las trágicas inundaciones reflexiona: El extractivismo ha llegado a las grandes ciudades. Pero no son los terratenientes soyeros ni las megamineras, sino la especulación inmobiliaria la que aquí expulsa y provoca desplazamientos de población, aglutina riqueza y territorio. Concluye que el modelo provoca degradación institucional y social.


Tiene mucho sentido hablar de extractivismo urbano en una ciudad como Buenos Aires, algo que vale para todas las grandes ciudades de nuestro continente. Tal vez del mundo. La particularidad del caso es que va de la mano, como a todo lo ancho y largo del modelo extractivo, de resistencia popular y represión. Vale la pena destacar un par de episodios.
El jueves 25 se realizaron 22 cortes simultáneos, sobre las seis de la tarde, impulsados por otras tantas asambleas urbanas agrupadas bajo una sigla: Asamblea en Defensa de lo Público. En la convocatoria se lee: “Shoppings en lugar de espacios verdes, megatorres en lugar de urbanización, fiestas privadas en lugar de arte y cultura popular, complejos de oficinas en lugar de hospitales”. Diez días antes hubo una convocatoria similar contra una ciudad excluyente, expulsiva, privatista y mercantilizada.

No hace falta más que caminar por la ciudad para comprobarlo. Los parques y plazas, sin excepción, han sido o están siendo enrejados. Un sistema de transporte denominado Metrobús está siendo erigido en la avenida 9 de Julio, destruyendo áreas verdes. Y así. No resulta extraño que un puñado de asambleas sobrevivientes del levantamiento de diciembre de 2001 se estén rearticulando y que se vayan creando nuevos agrupamientos.

El viernes 26, el desastre. La Policía Metropolitana dirigida por el gobierno de la ciudad, a cargo de Mauricio Macri, ingresó al Hospital Borda (de salud mental) y atacó con extrema violencia a médicos, enfermeros, pacientes y periodistas, con un saldo de más de 30 heridos. La intervención policial fue para proteger el derribo de parte de las instalaciones del hospital para poder construir un centro cívico, que es denunciado como parte de la especulación inmobiliaria que alienta el gobierno de la ciudad.

Es la misma lógica que lleva a las autoridades a amenazar con el desalojo de las villas miseria donde se alojan cientos de miles de pobres urbanos, muchos de ellos paraguayos, peruanos, bolivianos y argentinos de las provincias del norte. La acumulación por desposesión, sabemos, provoca concentración de riqueza y marginalización de las mayorías; expropia el espacio público; destruye la ciudad; y eso sólo puede hacerse con represión.

El modelo extractivo desarticula incluso la justicia del sistema. La policía ingresó al Hospital Borda sin orden judicial. Derribó el Taller Protegido 19, cerrado por Macri, cuando la justicia de la ciudad había ordenado reabrirlo en enero de este año. El negocio inmobiliario, pata urbana de la acumulación por desposesión, es una aplanadora insaciable que no se detiene ante el interés colectivo ni ante las leyes. Sólo entiende el lenguaje de la fuerza.

El caso de Buenos Aires no es el único, por cierto. Ahí está Río de Janeiro y otras 11 capitales brasileñas, donde la especulación para el Mundial de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016 está destruyendo barrios enteros para levantar autopistas, aeropuertos y arenas para megaespectáculos. Cada uno y cada una encontrarán en su ciudad decenas de ejemplos de extractivismo urbano.

El modelo instalado en las grandes ciudades muestra por lo menos dos facetas a tener en cuenta. La primera es que la diferencia entre izquierda y derecha, entre progresismo y conservadurismo, se evapora. Los principales proyectos de especulación urbana en Buenos Aires fueron aprobados con los votos del oficialismo y de la oposición.

La segunda es que las grandes catástrofes, como las recientes inundaciones en La Plata y Buenos Aires, o la contaminación del agua en Montevideo, o el pésimo sistema de transporte de Santiago de Chile, por mencionar unos pocos ejemplos, revelan que el modelo afecta también a las ciudades que hasta ahora se creían a salvo del modelo de la megaminería y los monocultivos.

Según los medios, el núcleo de la Policía Metropolitana proviene de la Fe­deral, “de una tradición de Rambos”, que actúan con autonomía, órdenes abiertas y amplio margen a los policías para que actúen según su criterio (Página 12, 28 de abril). Esa autonomía les permite disparar balas de plomo en vez de las reglamentarias de goma en disturbios.

Por cierto, tenemos mucho que aprender de esta escalada extractiva que ahora parasita las ciudades. La autonomía de los represores es parte del modelo, que va de la mano de la autonomía concedida por los estados al capital para acumular a su antojo. El segundo aprendizaje es que la represión no es un desborde puntual de un gobernante o de un jefe policial. Es la marca de fábrica del modelo: para robarle a la gente hay que someterla.

Por último, la potencia del modelo de despojo y guerra nos fuerza a establecer puentes entre los afectados del campo y de la ciudad, entre los que resisten la minería en lugares apartados, los que ponen el cuerpo al glifosato y el agronegocio, y los que vivimos en ciudades cada vez más caras, enrejadas y represivas. Es una misma lucha, pero los vínculos entre las poblaciones del campo y la ciudad no vienen dados, deben ser construidos. En eso están los movimientos.

El autor del desencanto

Entrevista a Leonardo Padura
Entrevista a Leonardo Padura, autor de El hombre que amaba a los perros (Tusquets) y de la serie de novelas policiales protagonizadas por el Teniente Mario Conde. “En cada novela voy tratando de empujar los techos de tolerancia de la sociedad cubana y creo que el último empujón se lo di con El hombre que amaba los perros”, dice.

Por Patricio Zunini

Leonardo Padura es un periodista y escritor cubano, autor de la serie de policiales negros protagonizados por el Teniente Mario Conde, que se inició conPasado Perfecto y que se continúa en siete títulos, siendo el más reciente La cola de la serpiente. Padura ganó renombre internacional a partir de El hombre que amaba a los perros, novela que aborda la vida de León Trotsky y su asesino, Ramón Mercader, y desde la que elabora una crítica profunda de la sociedad cubana. Por esta novela ha recibido diferentes premios como el Roger Callois, el Francesco Gelmi e incluso el Premio de la Crítica en su país.
De paso por Buenos Aires, donde participó en la Feria del Libro de Buenos Aires, Leonardo Padura habló con Eterna Cadencia. Esto nos dijo.
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Ser escritor en Cuba es complicado. Y ser un escritor como yo lo es todavía un poquito más. Pero yo siempre digo que soy un escritor cubano que vive en Cuba y que decidió vivir y escribir en Cuba por voluntad personal. Vivo en Cuba porque yo sabía que tenía que escribir sobre Cuba y que únicamente podía hacerlo viviendo en Cuba.
Mi primer libro, que fue mi tesis, se publicó en el ochenta y cuatro. En aquella época pasaban cuatro años desde que un libro entraba a la editorial hasta que se publicaba. Mi segundo libro es una novela que se llama Fiebre de caballos, escrita en el ’84 y publicada en el ’88. El tercero es Pasado perfecto, el primero de la serie de Mario Conde. Hasta los ochenta, los espacios de expresión fueron muy reducidos; mi generación empezó a tratar de cambiar esa relación. De mi generación son Senel Paz (Fresa y chocolate), Arturo Arango (Una lección de anatomía), Eliseo Alberto (Informe contra mí mismo), la poeta Reina María Rodríguez. Empezamos a tratar de ganar espacios moviendo la perspectiva de la literatura del hecho colectivo al conflicto individual: queríamos poner al individuo en el centro. Sucedió que con la desaparición de la Unión Soviética y el Período Especial en Cuba se produce, por primera vez en treinta años, una distancia entre la industria cultural del Estado y los escritores. Por qué: porque la industria cultural no podía publicar los libros que se escribían. No había papel, no había tinta, no había electricidad. Eso nos llevó a buscar una relación independiente con editoriales fuera de Cuba. Esa coyuntura fue muy complicada en lo económico, pero me permitió tener conciencia de la posibilidad de convertirme en un escritor independiente. Por eso en el ’95 decidí, con sólo 400 dólares ahorrados, dejar mi puesto en La gaceta de Cuba y me dediqué a escribir. Ya había publicado Pasado perfecto y Vientos de cuaresma, pero no sabía qué iba a hacer. Al poco tiempo tuve la suerte de ganar el premio Café Gijón en España, que daba dos millones de pesetas —alrededor de 16 mil dólares—, hice contrato con Tusquets y ahí comenzaron a aparecer ediciones en Italia, Francia, Portugal, Alemania. Recuerdo que el editing de la novela lo hicimos por teléfono, porque yo todavía no tenía correo electrónico. Ahora lo hacemos todo a través de internet.
Yo tengo algo bien claro: tanto en mis novelas de carácter histórico como en mis novelas policiales e incluso en mis ensayos y en mi periodismo, la literatura tiene como fin la comunicación. Me interesa comunicarme con el lector. Decirle cosas. Más que preguntarse porqué uno escribe debe preguntarse para qué escribe. Esa pregunta en el caso de El hombre que amaba a los perros es esencial. Por qué: hay muchas razones. Para qué: pues para contar por qué la generación de cubanos a la que yo pertenezco vio, en un momento determinado de su vida, frustrarse unas esperanzas, una credulidad, unas ilusiones que la habían sostenido. El hombre que amaba a los perros es una novela que me persiguió durante años. En la época en que estudié en la universidad —terminé en 1980— empecé a sentir una curiosidad insatisfecha por Trotsky porque en Cuba no existía literatura sobre él. Las primeras noticias inquietantes sobre él recién aparecieron en las revistas soviéticas de la PerestroikaNovedades de MoscúSputnik—; de todas maneras, aquel interés ya estaba. Tal vez porque, justamente, estaba prohibido. O quizá porque cuando se hablaba de él se lo hacía en términos muy degradantes como traidor o revisionista. En 1989 fui por primera vez a México y le pedí a un amigo que me llevara a la casa de Trotsky en Coyoacán. Me provocó una gran conmoción ver aquel lugar abandonado en las afueras de la ciudad, donde fue a dar uno de los líderes revolucionarios más importantes del siglo XX y hasta donde llegó la mano de Stalin para matarlo. Y luego tuve una segunda conmoción, que fue decisiva, cuando supe que Ramón Mercader había vivido en Cuba y que perfectamente yo podría haberme encontrado con ese hombre, tal como le pasa a mi personaje Iván. A finales de los noventa, principios de los dos mil, escribí La novela de mi vida donde hice una importante investigación histórica sobre el poeta José María Heredia. Esa novela me dio una idea sobre cómo construir una novela histórica con otras dimensiones, otras ambiciones, otras proyecciones distintas a las novelas de Mario Conde. Todo eso fue una suma de elementos que me permitió madurar y decidirme a escribir la novela. Ya desde el comienzo tenía en claro que sería sobre cómo y porqué habían asesinado a Trotsky, pero que también sería una novela cubana. Tenía que verlo desde la perspectiva cubana. Tanto así que lo primero que escribí fue la historia de Iván —una historia diferente a la que quedó en la novela; tuve que reescribirla por completo—. Así, a través de tres personajes muy diferentes —un líder revolucionario ruso ucraniano de origen judío, un republicano español comunista y un joven cubano al que los resultados de la historia le caen en la cabeza—, se cuenta la historia de la utopía o de la frustración de la utopía en el siglo XX. La dificultad principal estaba en contar una historia en la que el lector, antes de leer en la primera página, ya sabe lo que había ocurrido en el punto climático de la historia, es decir: que Mercader había matado a Trotsky. Fue muy complicado construir una estructura para que la novela no perdiera interés.
Lo mismo sucede con las novelas de Mario Conde. A mí me gusta contar una historia. La literatura que prefiero leer es la literatura que me cuenta historias. La novela policial tiene a su favor el hecho de que inevitablemente tiene que contar una historia, porque si no cómo tu armas ese relato. Y el relato de la novela policial te cuenta una historia que generalmente habla de la parte más oscura de la sociedad. Hay robos, violaciones, violencia. Eso me permite escribir un tipo de novela que se acerca más a lo social, que es mi interés. Carpentier en una ocasión dijo que los escritores no debían develar sus influencias, porque cuando hablaban de quienes lo habían influido descubrían la esencia de su trabajo. A mí eso no me importa, tengo tantas que las puedo reconocer. Hemingway, Dos Passos, Salinger. Y también Vázquez Montalbán: cuando empecé a leer sus novelas y vi cómo desde una novela policial contaba el fracaso de la transición española, el fracaso de las ideologías, pensé que esa era la literatura que quería escribir. Empecé entonces a darle una carácter mucho más social que policiaco a mis historias.
Escribí Pasado perfecto en 1990. No tenía idea que iba a escribir una serie; yo quería escribir una novela policiaca. Por eso los acontecimientos ocurren en el año 1989. Pero, después cuando escribí Vientos de cuaresma ya había empezado el Período Especial y la situación en Cuba se había puesto demasiado peculiar: no había autobús, no había comida, no había cigarros, no había nada. Escribir una novela en la cual tú tienes que explicar cada una de las acciones de los personajes en función de lo que hay o no, me parecía que iba a trabar el desarrollo y por eso decidí mantener las siguientes en aquel 1989. La cola de la serpiente empezó siendo un cuento largo que de tan largo que no se podía publicar en las revistas, pero tan corto que no se podía publicar como libro. Lo escribí en el ‘95 o ’96 y lo reescribí en el 2000 —creció 20 páginas—. En Cuba se publicó junto con Adiós, Hemingway. Hace dos años, propuse incluirlo en mi libro de cuentos, pero mi editor de Tusquets me dijo que aquí había una novela a la que le faltaba trabajo. Entonces la releí y pensé en hacer el intento. Hay un trabajo mayor sobre la figura de Mario Conde y el misterio relacionado con el universo chino en Cuba tiene cierto encanto y permite abrir determinadas claves de lo que fue la inmigración china en Cuba y de lo que fue la vida de los chinos en Cuba. Interiormente las novelas evolucionan porque yo evoluciono. El Padura de Pasado perfecto es más desencantado con respecto al de Vientos de Cuaresma, en Máscaras lo es más y en Paisaje de otoño lo es mucho más. A la vez soy más libre, en cada una de las novelas voy ganando espacios, tratando de empujar los techos de tolerancia de la sociedad cubana y creo que el último empujón se lo di con El hombre que amaba los perros.
Hay dos novelas que leo constantemente, sobre todo cuando voy a empezar a escribir una nueva: El largo adiós y Conversaciones en la catedral. Son dos novelas que me sirven como fuente de inspiración. Leo escritores policiacos muy diversos, desde Juan-Claude Izzo hasta Hening Mankell. Leo los latinoamericanos: Paco Ignacio Taibo, Sasturain, Saccomanno, Feinmann, Rubem Fonseca. He leído mucha literatura latinoamericana porque, aunque las sociedades no son esencialmente iguales que la cubana, los contextos culturales son muy parecidos y esas referencias son muy importantes. El escritor le debe mucho a la lectura. La mejor manera de aprender a escribir es leyendo a los que escriben bien y, sobre todo, a los que escriben bien en la lengua de uno, por eso leo tanto literatura hispanoamericana. Y también leo también literatura norteamericana porque creo que los novelistas norteamericanos son los que mejor saben contar una historia.

“Si hubiera habido un asomo de Trotsky en Cuba, hubiera sido el Che”

Entrevista a Leonardo Padura (2)

La última vez que Leonardo Padura estuvo en la Argentina fue en 1994. Todavía hacía ruido la caída de la URSS, el “período especial” arreciaba en Cuba y aquí nos hacían creer que un peso era igual a un dólar. El cubano apenas había publicado las primeras historias de su detective Mario Conde en La Habana y paseaba por esta feria como un perfecto desconocido. “Yo era otro escritor” dice ahora, en esta entrevista con Clarín. Gran parte de ese salto a la fama se lo debe a El hombre que amaba a los perros. Publicó ese libro en 2009, y desde allí no para de ganar lectores y premios, en Cuba y en Francia, en México y en España. Pero aquí ha ocurrido algo curioso, la difusión de esa obra se hace de boca en boca. Así, Padura –que vino al país invitado por la revista Nueva Sociedad– es hoy el autor más vendido de Tusquets en esta feria, superando a Milan Kundera, a Henning Mankell y al mismo Haruki Murakami. Cubano mata japonés, sueco y checo también.

En su libro más celebrado, Padura desanda los caminos del asesinato de Trotsky. Indaga este hecho crucial para el Siglo XX a través de la víctima y su victimario, Ramón Mercader. Lo hace desde una perspectiva cubana, la suya, la de un autor que siempre vivió en La Habana. Pero es un libro universal. “Me llevó cinco años escribirlo, con una búsqueda documental intensa y extensa. De Trotsky había abundante información, de Mercader casi nada ”, recuerda. ¿Por qué eligió contar esta historia? Padura dice que allí puede haber algo de nostalgia, pero también del resentimiento que le provocó encontrar a los culpables. “ De pronto entendí algunas de las razones por las que se pervirtió la utopía. El papel del stalinismo, la herencia de su figura, fue algo terrible”, dice, y lo asume en carne propia. Está hablando deuna revolución traicionada cuando cuenta la muerte de Trotsky.

Para motorizar la historia, Padura inventó al escritor Iván Cárdenas Maturell, quien en 1977 conoce a un tal López, un enigmático personaje que pasea por la playa dos hermosos galgos rusos, un hombre dispuesto a confiarle los detalles más profundos de la vida de Ramón Mercader, el verdugo de Trotsky. Trotski tiene perros, Mercader los tiene, también Iván.


–¿Qué son los perros, Padura?

–Recursos que utilizo para ir por encima de las perspectivas históricas y encontrar elementos de permanencia.


Eso dice. Y habla de otras dos novelas suyas, una anterior donde el personaje es el poeta José María Heredia y de Herejes, su nuevo trabajo, que verá la luz en septiembre y que está enfocado en Rembrandt, el pintor. “Me identifiqué con Heredia cuando descubrí que le gustaba un plato cubano que también me gusta a mí. La sopa dequimbombó . En el caso de Rembrandt me acercó el hecho que sufriera dolores de muela, de que no tuviera casi dentadura, porque le gustaba comer caramelos en Holanda”. Perros, guisos, dolores de muela. Así se mete en los personajes Padura. Así y con mucha investigación bibliográfica.

Mientras investigaba para El hombre que amaba…, iba sumando bronca el cubano. “Encontré un documento que me conmovió. Un editorial de un periódico mexicano comunista de los años 30, stalinista claro, celebraba la muerte de Sandino. Decía que había muerto como un pequeño burgués, y solo como un perro, porque la visión de Sandino violaba los códigos que se querían imponer a través de la Tercera Internacional. Cuando vi esa mezquindad empecé a preocuparme por esas historias perversas”.

Esa perversión, esa ceguera la refleja Mercader en la historia. Una ceguera que arrasó a figuras como Andreu Nin, el trotskista español que timoneó el POUM y a los mismísimos hijos de Trotsky, entre tantos otros. A través de Iván, el escritor cubano que timonea la historia, Padura busca explicar a Mercader al mismo tiempo que se va acercando a la figura de Trotsky cuya magnitud lo envuelve y enamora a la vez. Liev Davídovich Bronstein, Trotsky.
Sostiene Padura que uno de los problemas que tiene la literatura cubana es su falta de universalidad. Esa es su gran preocupación, algo que aprendió de Alejo Carpentier, que a su vez lo había tomado de Miguel de Unamuno. Celebra que en la isla la literatura tenga hoy un espacio mayor que la prensa en Cuba. Pero sufre la falta difusión.

–Cuando alguien en el año 2040 lea una de mis novelas y lea un periódico Granma va a pensar que se trata de dos países diferentes. Y creo que el país mío se parece más a la realidad que el del periódico.

Y suma que ése es un problema que el propio Gobierno cubano critica. “Conozco poco el fenómeno de los blogs, pero allí hay un embrión para hacer un periodismo diferente”, sugiere. Y dice que su independencia como escritor quizá radique en que nunca militó en la Juventud Comunista. “ Ellos no me quisieron ”, aclara y dice que pasó mucho tiempo hasta que notó la importancia de ese hecho. Hoy Padura tiene mejores condiciones de vida que la mayoría de sus compatriotas. Y celebra algunos de los cambios que se están produciendo, aunque la cambia la cara cuando cuenta que está encerrado en trámites burocráticos para comprarse un auto: “No pueden darse una idea”.


–¿Hay dos Paduras, un autor de policiales y otro que hace un trabajo más documental y periodístico?

–No. Mi obra tiene una preocupación fundamental, la búsqueda de los orígenes. En los policiales hay una búsqueda, la de la verdad. Y en novelas como El hombre… también utilizo ciertas estructuras de la novela policial para hacer más marcada esa búsqueda de una verdad que puede ser filosófica, histórica o política.


–Conde, el detective de sus policiales, e Iván, el escritor que desovilla la historia de Mercader, tienen puntos comunes entonces…


–Conde es la expresión de mi generación, una figura metafórica. Iván es un personaje simbólico al que le agrego elementos que lo superan como individuo. Tiene una vida tan llena de frustraciones y contradicciones que traspasa lo verosímil. Yo necesitaba esa vuelta de tuerca, para que ese solo personaje significara lo que pudo haber sido la frustración de un pensamiento, de una vocación de las ideas de una persona en Cuba.



–¿Iván, o Padura, sienten compasión por Mercader?

–Se siente tentado a la compasión. Y es posible que la sienta, pero no estoy seguro. Ese fue un matiz que discutí mucho conmigo mismo y con los amigos que siempre leen mis libros. En el fondo Mercader también fue una víctima, pero fue un hombre que obedeció y en esa obediencia llegó a la perversión ética más elemental. No le sirvió de nada, porque lo destinaron al ostracismo, primero en Moscú y luego en Cuba, viviendo bajo otra identidad. Quizá eso mueva a compasión, pero no tengo la respuesta todavía.


– Me permito una crítica, los espías rusos, la NKVD, parecen tomados de una película de Hollywood.

–Los espías son parecidos en todo el mundo. Es un trabajo sucio en el que tienes que mentir, utilizar a los demás, esa esencia es común. Pero no niego que pueda haber una influencia de John LeCarré. Sus espías, hombres infelices e incompletos, me fascinan.


–¿Hubo un Trotsky en la revolución cubana?

–No lo creo. La culpa del giro político de Cuba, para muchos, la tiene la política norteamericana. En aquellos años los Estados Unidos estaban acostumbrados a gobernar América latina de una manera, y la revolución les rompió los esquemas. En esa época el Che Guevara empieza a hacer desde el poder de sus cargos determinadas lecturas y declaraciones que, vistas en perspectiva, resultaban antisoviéticas. Si hubiera habido un asomo de Trotsky en Cuba, ese hubiera sido el argentino. Se cuenta que el Che tuvo una relación muy cercana con el grupo de trotskistas originales cubanos. A principios de la revolución, la proyección socialista del gobierno cubano no estaba definida. Pero sí había allí un grupo de revolucionarios trotskista con quienes el Che se relacionaba. Llegó un momento en el que el Che salió de Cuba y cuando regresó habían sacado de sus puestos a muchos de estos trotskistas. Y gracias al Che muchos recuperaron sus puestos. Es quiere decir que había un conocimiento y una simpatía hacia el pensamiento trotskista.


La Habana, Cuba, es un imán para el mundo, ¿corre con ventaja escribiendo desde allí?

–Siempre la cultura cubana ha sido más grande que la geografía de la isla. Escribir desde La Habana es tener cierta ventaja. Como Buenos Aires, tiene una tradición cultural reconocida.


–¿Qué rescataría de su experiencia para el futuro de la vida socialista?

–Hay una experiencia que considero fundamental. Es la de poder realizar la libertad individual. El individuo que no puede ejercitar su propia libertad no puede construir una sociedad libre. Hay que resolver los problemas individuales para luego resolver los colectivos. Uno de los problemas del socialismo es que se hizo al revés. Si a una persona creyente le dices que tiene que dejar de creer ya para esa persona ese mundo no es mejor.

Clinämen: El dominio político de las finanzas

 
Conversamos con Pablo Miguez, investigador y docente en Economía del conocimiento, sobre el dominio político de las finanzas y hegemonía del valor-conocimiento.
http://ciudadclinamen.blogspot.com.ar/

Rosas Rojas

por Gonzalo Salesky
http://gonzalosalesky.blogspot.com.ar 



En la puerta del hospital de urgencias, donde estacionan las ambulancias, había una pelea entre dos hombres. Me llamó la atención porque solamente uno de los dos golpeaba al otro, que no caía al piso a pesar de los tremendos puñetazos que le aplicaban en el rostro.

Habían comenzado dentro de un taxi y bajado de él a los tumbos. Quien recibía los golpes ni siquiera sacaba las manos de sus bolsillos, como si en ellos estuviera protegiendo algo valioso. No ofrecía ningún tipo de resistencia, sólo buscaba evitar los impactos. Pero no lograba hacerlo del todo, y el que golpeaba de manera feroz que por su ropa parecía ser el taxista le asestó varias trompadas más hasta que el agredido, al fin, se decidió a correr.

Me pareció extraño que no hubiera intentado defenderse o al menos, alejarse cuanto antes.
Perdí de vista a los dos hombres y seguí caminando. Entré al hospital por una de las puertas laterales. Venía bastante apurado, como siempre. Iba a visitar a un pariente internado y sólo llevaba un ramo de rosas rojas en mi mano derecha.
Unos segundos después, sentí que me empujaban desde atrás. Trastabillé y casi caigo al suelo. En una de las galerías, cerca de la terapia intensiva, el mismo hombre que había recibido los golpes me tomó del brazo y con un arma pequeña apuntó a mi pecho.

Haciendo ademanes, me obligó a acompañarlo. No dudé un segundo. Estaba muy lastimado y de su ojo izquierdo parecía caer sangre. Su camisa blanca, llena de pequeñas manchas de color oscuro. Y sus dientes…

Corrimos un largo trecho. La gente se horrorizaba al ver su cara destrozada y el revólver que llevaba en su mano derecha. Parecía algo grotesco, un hombre desequilibrado corriendo al lado de otro que seguía sosteniendo, como si fuera un trofeo, un ramo de flores. No entiendo por qué en ese momento no pude soltarlo.

Entramos a un pequeño ascensor. Allí bajó su arma y me miró a los ojos por primera vez. Sacó de su bolsillo una pequeña caja de color blanco, cerrada con cinta adhesiva, y me la entregó sin decir nada.

Al detenernos en el segundo piso, volvió a tomarme del brazo y así corrimos hasta el borde de un balcón que se encontraba unos pasos delante de nosotros.

Abajo, la gente había empezado a congregarse. Extrañamente, a pesar de todo, yo me encontraba tranquilo y seguro de que no iba a lastimarme. Algo en su mirada lo decía. Pero aún no llegaba a entender por qué me había dado la caja.
No la abras todavía. Sólo después que me vaya. No cometas los mismos errores que yo.
Habló como si estuviera leyendo mi mente.

No tuve tiempo de preguntarle nada. Acercó la punta del revólver a su garganta, debajo de la nuez de Adán, y disparó.

Se desplomó sobre mí. Y la sangre… ¡por Dios! Tanta sangre a borbotones sobre mi ropa, mis zapatos y el ramo de flores.

Me lo saqué de encima. Sentía vergüenza de pensar más en el asco que me producía ensuciarme que en la locura y el drama de ese pobre hombre.

En pocos minutos llegó la policía. Tarde, como en las películas. Sólo atiné a quedarme sentado, apoyado contra la pequeña pared que nos rodeaba.

Guardé la caja en el bolsillo. Tuve la tentación de dejarla tirada o de esconderla en el pantalón del suicida, pero preferí respetar su último deseo. Cuando todos se fueran, la abriría.
Ya en mi departamento, cerca de las cinco, aún no había podido almorzar. Seguía asqueado por la horrible sensación de la sangre caliente sobre mi cuerpo. Volvía a verla, manando con violencia, mojando mis manos y mis pies.

Me senté en el living. Acababa de llamar la policía para pedir algunos datos y ver si podía aportar algo más. De paso, me avisaron que el psicópata no había muerto todavía. Estaba muy grave, internado en el mismo hospital de esta mañana. Era prácticamente imposible que sanara o despertara, según el comisario a cargo de la investigación.

Sin embargo, algo me impulsó a ir a verlo. Para saber más de él o de su vida. Además, me tentaba la idea de dejar la cajita blanca de bordes plateados entre sus pertenencias.

Pero no iba a poder hacerlo.
Unos minutos más tarde estaba camino del hospital, por segunda vez en pocas horas.

Llegué a la sala de terapia intensiva pero dos oficiales me impidieron el paso. Estaban parados al lado de la puerta, uno de cada lado.

Me preguntaron si tenía relación con él, si era familiar o pariente. No quise decirles mi nombre, sólo contesté que lo había conocido hace poco tiempo. El más joven me dio el pésame por anticipado y me informó que podía quedarme por allí, para esperar el obvio desenlace.

Les agradecí. Di media vuelta y busqué la salida. Había sido un día bastante largo.
Después de subir a un taxi para volver a casa, tomé la caja y me decidí a abrirla. De una vez por todas.

Nunca hubiera podido imaginarme lo que contenía.
Tenía que entregársela a alguien. Pero no a cualquiera. Alguien que fuera capaz de llevar a cabo lo que la caja pedía.

Vi por el espejo retrovisor que el taxista había observado lo mismo que yo. Y supe que comenzó a desearla, con todas sus fuerzas.

Estacionó a los pocos metros, cerca del sector de entrada y salida de ambulancias, y giró hacia mí. Me exigió la caja y no quise dársela. Por eso mismo comenzó a golpearme. En el rostro, en los oídos, en el estómago… pero no la solté. La guardé en mi bolsillo, a salvo de todo.

Tratando de esquivar sus trompadas, bajé del auto. Sin saber hacia dónde iba, empecé a buscar al próximo destinatario.

Advertí que desde lejos nos estaban mirando. Era un hombre calvo, como yo, que parecía llevar algo pesado en sus manos.

Lo seguí. Enceguecido por el impulso de compartir con alguien especial el contenido de la caja, fui hacia la galería donde se encontraba. Aún sin saber cómo iba a convencerlo de que aceptara.

Se me ocurrió quitarle el arma a un guardia del hospital. Lo hice y corrí con todas mis fuerzas por uno de los pasillos. Mi corazón latía cada vez más rápido. La sangre ensuciaba mi camisa. Tenía el ojo izquierdo semicerrado y mis dientes…

Encontré al calvo y lo tomé del brazo. Con la pistola apunté a su pecho y lo obligué a correr junto a mí, para alejarnos de todo.

Nos refugiamos en un ascensor. Cuando bajamos en el segundo piso, casi sin aliento, le di la caja y le indiqué:
No la abras todavía. Sólo después que me vaya. No cometas los mismos errores que yo.
No tuvo tiempo de preguntarme nada. Allí mismo, cerca del balcón, acerqué la punta del pequeño revólver a mi garganta y disparé.

Caí sobre él. Y mi sangre… por Dios, tanta sangre a borbotones sobre su ropa, sus zapatos y el ramo de rosas rojas que él seguía sosteniendo entre sus manos, como si fuera un maldito trofeo.

El pensamiento argentino en el exilio

 Reseña de Controversia: una lengua del exilio, de Verónica Gago  

por Gerardo Muñoz

En los últimos años la editorial de la Biblioteca Nacional de la Argentina ha venido exhumando libros valiosos, olvidados y de difícil acceso en su mayoría, para un público lector más amplio. Ya sean los facsímiles de revistas fundamentales para el pensamiento nacional y latinoamericano como Contorno o Los Libros, reediciones de Ezequiel Martínez Estrada  de las obras completas del pensador freudo-marxista León Rozitchner, esta colección ya ha comenzado a circular una enorme cantidad de valioso material para la discusión sobre la cultura política argentina del pasado siglo. 


Uno de los más recientes libros de esta serie – en realidad publicado dentro de la «Colección ademanes»  de esta editorial – es el pequeño estudio Controversia: una lengua del exilio por la profesora y ensayista Verónica Gago, quien estudia los debates que surgieron en el interior de la revista argentina Controversia, publicada por varios intelectuales de izquierda exiliados en México. Como afirma la propia Gago en el prefacio del libro, Controversia  fue la condición de posibilidad para un pensamiento que logró poner en marcha «la construcción de un nuevo vocabulario político que devendrá tonalidad de época en los años 80» (p.11). 

La revista que reunió a un prolífico grupo intelectuales de izquierda como José Aricó y Nicolás Casullo, Juan Carlos Portantiero y Héctor Schmucler, Oscar Terán y Oscar del Barco,  activó más de un dispositivo para el pensamiento teórico y  político luego del último golpe militar de 1976. Por esas páginas circularon, como repasa Gago a lo largo de su ensayo, debates alrededor de la crisis del marxismo, las contradicciones del peronismo, la significación misma del concepto del «fracaso», la experiencia del exilio, y los dilemas de pensar la democracia en conjunto con el socialismo. Como otras revistas de intelectuales instalados en el exilio a causa de dictaduras, instalados en el espacio discursivo nacional, estos pensadores argentinos articularon una zona plural del pensamiento, en la cual la controversia, valga la redundancia, fue el eje central de intensos desacuerdos y polémicas.

Justamente la estructura de este breve estudio (apenas topando las 130 páginas y de formato pequeño) traza un mapa de aquellas polémicas en donde la ensayista se detiene en cada uno de los temas en disputa. En más de una forma este análisis hace posible entender aquel proyecto intelectual como una intervención que supuso nuevos los lenguajes políticos, culturales, y filosóficos de una generación atravesada por la derrota. En capítulos como «La derrota como definición pragmática» o «La derrota como experiencia gramsciana», Gago sugiere que el punto de partida de aquella publicación del destierro consintió en: «…un nuevo pensamiento sobre las relaciones de fuerza, sobre los modos también ilusorios en que esas fuerzas fueron evaluadas y, de manera más profunda, una redefinición de dónde radica la fuerza propia…Controversiaes una revista de la derrota. Para declara, asumir, y pensar la derrota» (p.15). Claro está, como demuestran estos dos incisos, la manera en que la derrota fue entendida y trabajada por estos intelectuales no fue homogénea en su forma ni uniforme en sus orientaciones. Al igual que el debate posterior sobre la condición del exilio, la derrota para un pensador como León Rozitchner, quien filosofaba sobre la importancia del psicoanálisis para entender el terror que había atravesado las militancias armadas, era muy distinta a la de Héctor Schmucler o Rodolfo Terragno, para quienes la derrota daba cuenta y explicitaba la instancia de enunciación del desterrado en su condición misma de intelectual exiliado.

Además de la derrota y del exilio como modos de articulación de una experiencia del afuera, los intelectuales de Controversia también discutieron la crisis del marxismo y la relación del peronismo con la democracia como núcleos fundamentales de una búsqueda que diera cuenta de fracasos históricos como el Cordobazo de 1969, el problema histórico del proletariado y el desarrollismo en la modernización nacional, o la irrupción de la violencia armada que dio lugar a la tomar del poder de la junta militar de 1976.

La discusión en torno a la crisis del marxismo, en particular el debate encarado por Oscar del Barco de un lado y los comunistas españoles Ludolfio Paramia y Jorge M. Reverte del otro, excedió la coyuntura de marxismo nacional,  localizando el debate críticamente sobre la crisis del marxismo a partir de acontecimientos como los posibles debates de la Tercera Internacional, las posibilidades teóricas y políticas del Eurocomunismo, los legados del ’68,  y el nuevo marxismo historicista inglés de la escuela de E. P. Thompson y Eric Hobsbawm.  Otros intelectuales, como Oscar Terán, José Aricó, o Emilio de Ipola argumentarían, a diferencia de los debates contemporáneos donde el pensamiento neo-marxista ha recobrado una fuerza importante en el discurso intelectual, que la crisis del marxismo era «irreversible» (sic) como condición de todo pensamiento político real. Aun siendo así, los intelectuales argentinos de Controversia, en lugar de pasar a las filas del desencanto ideológico, encararon la crisis del marxismo y abrieron el espacio para relecturas y divergencias disímiles dentro de las amplia tradición del socialismo y del comunismo a través de figuras como Antonio Gramsci, Nicos Poulantzas, o Cornelius Castoriadis. En el revés de la discusión sobre los marxismos, intelectuales más cercanos a la tradición nacional-popular como Nicolás Casullo, J.C. Portantiero, o Emilio De Ipola, discutirán en números posteriores de la revista, el cruce entre posibilidad democrática-popular dentro y fuera de la compleja tradición peronista que, como argumenta Gago varias veces en el libro, adelantó una de las discusiones medulares durante la transición a la democracia con la llegada del alfonsinismo.

Los últimos capítulos del libro – «José Aricó: la experiencia de Controversia» y «La desviación en el origen: notas sobre la investigación en José Aricó» – se tejen como un anexo en el libro que vuelve sobre la singularidad del autor de Marx y América Latina en relación con los debates, así como sobre el lugar de Controversia como proyecto de intervención intelectual en la vida cultural de la nación. Situando la Controversia como proyecto bisagra entre la gramsciana Pasado & Presente y la publicación social demócrata La Ciudad Futura, Gago sugiere que pensemos la labor de Aricó de modo contextual, es decir, partiendo de una redefinición de la «investigación filosófica» como otro modo de ejercer el compromiso intelectual. Verónica Gago escribe:

«Antes habría que precisar la cuestión de fondo: a qué llamamos investigación filosófica y porqué el trabajo de Aricó se deja pensar desde esas coordenadas. Si una investigación filosófica es aquella que trata de indagar las voluntades que está detrás de cada construcción de conceptos que se identifican con el nombre de un autor pero que realmente obedecen a un problema que distribuye elementos y retaza fronteras dando contorno justamente a ese problema encontramos en ese zigzagueo pensamiento un modo de la escritura investigativa«. (p.110).

Aunque sin dudas es imposible no escuchar en esta afirmación una reiteración del concepto del «investigador militante» puesto en marcha por Colectivo Situaciones hace ya casi una década atrás, el itinerario intelectual de Aricó es leído como un «pensamiento en coyuntura», siempre bordeando los límites de una situación concreta fuera de toda sistematización concebida a priori. Aricó, entonces, figura como pensador de eso que Louis Althusser llamó en la última etapa de su labor filosófica un «materialismo aleatorio» o del «encuentro», propenso a las desviaciones y abierto a la contingencia de la irrupción transitoria en el devenir histórico. En esa vuelta a Aricó que se ejercita hacia final del libro, Gago retoma la cuestión del marxismo como plataforma central del debate político latinoamericano, Gramsci y Mariátegui mediante, para renovar las condiciones de lo político y reconstruir pensamientos comunes que se resisten al olvido, y que fomentan nuevas relecturas desde diversos perfiles intelectuales.  

Controversia: una lengua del exilio se lee como una cartografía de una revista fundamental para la compresión de los debates políticos y culturales producidos durante las últimas décadas en América Latina. Esa dimensión cartográfica hace que, quizás por cuestión de espacio y edición, el análisis y las conexiones historiográficas sean limitadas o sintetizadas (aunque Gago en momentos, cita pedazos de entrevistas que ella misma condujo a intelectuales de Controversiacon el propósito de la publicación del libro) en el curso de la elaboración argumentativa del libro. Otro momento del estudio que sin dudas el lector hubiera querido más elaboración, recae sobre los debates producidos en el interior de Controversia y su reaparición en la discusión con la llegada de la democracia en el país. Si en efecto Controversia fundó «una nueva lengua política», ¿cómo pensar sus diferencias desde la década del 80 y la llegada de la democracia? ¿De qué forma fue el «pensamiento de la coyuntura» del Aricó de La Ciudad Futura distinto al de Controversia?

Preguntas como estas se generan a partir de la lectura de Controversia: una lengua del exilio, de modo que no deberían tomarse como límites congénitos de este estudio, sino como signos de un debate que anuncia y permite abrir un espacio de debate en torno a otras lenguas y pasados intelectuales que devienen pensables y decibles. Controversia es un modo de reconstrucción de la historia intelectual, pero acaso es algo más: es la recuperación de una lengua que se activa para la coyuntura de una actualidad. La cartografía que se explora en Controversia permite ahora, por vez primera, escavar sobre la materia de una lengua, y a su vez recomponer una serie de ideas de las cuales hoy no vendría nada mal potenciar para el debate teórico contemporáneo. 

Ver lo invisible: sobre unicornios y 15-M

Por Amador Fernández-Savater

Mayo es época de exámenes y el 15-M no se libra. Las celebración del segundo aniversario es una ocasión propicia para el juicio mediático: ¿está aún vivo el 15-M, qué queda? ¿Son más, son menos? ¿Y qué han conseguido?




“Un prosista chino ha observado que el unicornio, en razón misma de lo anómalo que es, ha de pasar inadvertido. Los ojos ven lo que están habituados a ver” (Jorge Luis Borges)

Mayo es época de exámenes y el 15-M no se libra. Las celebración del segundo aniversario es una ocasión propicia para el juicio mediático: ¿está aún vivo el 15-M, qué queda? ¿Son más, son menos? ¿Y qué han conseguido? Son ojos que ven lo que están habituados a ver: el evento y no el proceso, la identidad y no las metamorfosis, lo espectacular y no lo cotidiano, lo macro y no lo micro, lo cuantitativo y no lo cualitativo, los resultados y no los efectos. Mirada clínica, mirada exterior, mirada del Padre, el mayor problema es que la interioricemos y nos conformemos a sus normas. Por eso, el otro día una amiga protestaba diciendo: “a la mierda el aniversario, luchamos todos los días, lo podríamos celebrar el 3 de febrero o el 11 de junio. Si los medios nos dan por muertos, pues mejor, así trabajaremos más tranquilos”.
El unicornio no es exactamente un caballo. Y del mismo modo, el 15-M, las mareas o la PAH tampoco son movimientos sociales al uso, sino los nombres y las máscaras que se da a sí mismo un proceso verdaderamente insólito de politización social. A la vez el mismo y siempre diferente, en transformación. El desafío no pasa tanto por responder el sinnúmero de mentiras o clichés que se encuentran a diario en los medios, como por aprender a vernos y narrarnos distinto. Saber nombrar, dar valor y comunicar lo extraordinario de lo que estamos haciendo y viviendo.

Milagros
Atención a la actualidad política, implicación personal en iniciativas, protesta y organización, hoy el malestar social se expresa y se comparte, no sólo con amigos y en los bares, sino con desconocidos y en la calle. Se convierte en acción. Esto no es mecánico, automático, necesario, no tendría porqué ser así. De hecho, no es lo que está pasando en otros países europeos afectados por la crisis/estafa. Lo más normal sería la generalización del miedo, la resignación, la culpa y la individualización. Ese es por ejemplo el efecto pasivizante que persigue sembrar el relato oficial de que “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”: somos pecadores, no tenemos por tanto ninguna legitimidad para la protesta, en el castigo hallaremos nuestra expiación, bienvenidos sean pues los recortes de Merkel y Rajoy (figuras del Padre castigador). Pero ese relato no ha conseguido imponerse como hegemónico. Lo privado se vuelve común y compartido. La depresión se politiza. Se hunden los sentidos que sostenían nuestra existencia (propiedad, éxito, consumo), pero también somos capaces de inventar otros con otros. Nos movemos a partir de los lugares que habitamos para hacernos cargo de la situación colectiva. Responsabilización contra culpa. (De hecho, y seguramente por esto mismo, no es en absoluto seguro que la tendencia de suicidios en la crisis sea al alza.)
Perroflautas, funcionarios, bomberos, policías, personal sanitario, jueces, profesores, gente cualquiera… El sujeto del 15-M, las mareas o la PAH es el 99%. No son luchas corporativas, sino inclusivas y “por lo de todos”. En primer lugar, agrupan en torno a evidencias comunes y objetivos concretos a gentes de procedencia ideológica muy diversa, neutralizando el escenario de enfrentamiento entre “las dos Españas” tan funcional a los poderes. En segundo lugar, rompen la división tradicional entre actores y espectadores de la política: la comunidad de lucha y sentido de la marea verde son los padres, los profesores y los alumnos; en el caso de la marea blanca, los médicos, los trabajadores y los usuarios del sistema público de salud; en el de la PAH, los afectados directos, activistas con distintos recorridos y gente cualquiera, etc. Por último, comparten momentos de protesta pública (como el pasado 23-F), un repertorio de acción (asambleas, cortes de calle, encierros) y un mismo relato sobre la naturaleza de lo que ocurre: “no somos mercancías en manos de políticos y banqueros”.
Esto no es mecánico, automático, necesario, no tendría porqué ser así. Lo más normal sería la autorreferencialidad y la fragmentación, corporativa o ideológica. Luchas que van a lo suyo, sin resonar con las demás, sin abrir preguntas comunes sobre la sociedad en que vivimos, sin inventar nuevas posibilidades contagiosas para la acción colectiva, sin ir más allá de la definición sectorial de los problemas. Eso es lo normal. Un activista griego recientemente de paso por Madrid contaba que la Plaza Syntagma siempre había estado dividida por identidades: anarquistas, comunistas, etc. Y se asombraba escuchando que en las plazas del 15-M creamos un “nosotros” abierto e incluyente que trascendía las diferencias sin abolirlas.
¿Y no es la narrativa del 99% contra el 1%, esa resimbolización de lo común desde abajo, lo que ha conjurado por el momento la posibilidad de un Amanecer Dorado a la española, con sus chivos expiatorios y su violencia callejera? El activista griego explicaba que el grupo neonazi está sostenido en buena medida por la policía. Y se quedaba a cuadros cuando le enumerábamos los gestos insólitos que hemos visto proliferar aquí entre los agentes del orden: manifestaciones, críticas hacia los políticos y los mandos, acciones de desobediencia, negativas a participar en desahucios, etc. El enemigo se busca por arriba (1%), no al lado.
Lo más normal sería también, como no paran de repetirnos los medios de comunicación, que se diera “un estallido”. No se sabe muy bien qué es eso, pero imaginemos: saqueos y pillaje, aumento incontrolado de la delincuencia, guerra de todos contra todos. Y, en consecuencia, relegitimación de la autoridad estatal como árbitro necesario de la convivencia. No está pasando. Por un lado, se ha activado un tejido de solidaridad formal e informal en torno a los problemas materiales de la precariedad y la pobreza (desde las redes de economía solidaria hasta las redes familiares y de amistad). Y por otro, eso que desde arriba llaman “antipolítica” (pienso por ejemplo en la PAH) elabora el malestar social en un sentido creativo y colectivo, de dignidad, que suscita alegría incluso en medio de la desesperación.
Lo imposible
En La doctrina del shock, Naomi Klein explica cómo “el capitalismo del desastre” aprovecha las atmósferas de pánico y depresión social para catalizar un salto hacia adelante en la transformación neoliberal de las sociedades. En el Chile de Pinochet, en la Polonia post-soviética, en el Nueva Orleans devastado por el Katrina, una mezcla de shocks represivos y económicos noquearon a las poblaciones, quebrando la solidaridad social, contagiando la parálisis, la renuncia y el miedo al otro, fomentando la dependencia de un padre protector. El objetivo principal de las doctrinas del shock, explica la Klein, es romper las defensas de sentido de una sociedad: barrer las narrativas autónomas y las formas independientes de hacer legible el mundo que tiene la gente común, aprovechando la desorientación consiguiente para instalar el sálvese quien pueda como definición dominante de la realidad.
La doctrina del shock no triunfa aquí como debiera. Lo podemos observar incluso al trasluz de la irritación con que los economistas neoliberales analizan la sociedad española y la crisis: el problema para ellos es nuestra persistencia tenaz en pensarnos de otra forma que como átomos sin derechos colectivos ni apego ninguno por seres o lugares, movidos exclusivamente por la idea del éxito y la autorrealización individual (“rigideces normativas”, “insuficiente movilidad geográfica”, “limitado espíritu emprendedor”, “colchón familiar”, etc.).
No hay shock porque hay política. Según el filósofo francés Jacques Rancière, la política hace tres movimientos. Primero, interrumpe lo necesario (lo-que-hay-es-lo-que-hay, es-la-crisis, no-hay-dinero, no-hay, de-donde-no-hay…). Segundo, crea otro mapa de lo posible: lo que es posible ver, sentir, hacer y pensar. Por ejemplo, ver un desahucio donde uno no debería ver nada o sólo la “ejecución rutinaria del impago de una hipoteca”. Sentir que son intolerables, no correctos, necesarios o fatales, y que nos conciernen. Organizarse colectivamente para detenerlos. Y tercero, inventa nuevos sujetos: redefine quiénes son capaces de ver, sentir, hacer o pensar. La política no es la expresión de sujetos previos o preconstituidos (ideológicos o sociológicos), sino la creación de espacios de subjetivación que no existían antes, donde los supuestamente “incapaces e ignorantes” toman la palabra y actúan, pasando así de víctimas a actores.
La política dibuja un nuevo mapa de conexiones. Lo más potente en España no es que haya muchos grupos haciendo cosas, sino que se ha configurado un plano (o “clima”) de politización que atraviesa las divisiones sociales: a la vez un espacio de altísima conductibilidad donde las palabras, las acciones y los afectos circulan, un ecosistema más amplio que la suma de sus partes, un campo de fuerzas y resonancias, un relato común de sentido sobre lo que (nos) pasa.Hay electricidad en el aire.
Sólo vemos lo que estamos habituados a ver: lo normal y no lo imposible. Pero desde el 15 de mayo de 2011 vivimos en lo imposible. El desacato de todas las probabilidades, de todas las fatalidades, de todos los destinos. Necesitamos por tanto un “pensamiento de lo imposible”. Un pensamiento que deshabitúe nuestros ojos para que podamos ver (y valorar) lo que pasa y no tendría que estar pasando, lo que no pasa y tendría (“por lógica”) que estar sucediendo. Un pensamiento des-naturalizador, capaz de ver la creación y no sólo la repetición, la acción y no sólo los determinismos sociales o causales. Para sentir la potencia de lo que hacemos, para persistir en ella y prolongarla en direcciones imprevistas.

Por una resignificación política de la izquierda

por Víctor Manuel Moncayo

Como ocurre con muchas otras expresiones que habitualmente utilizamos, de manera paradójica al hablar de izquierda pareciera que todos supiéramos de su significación, pero al mismo tiempo difícilmente podemos coincidir en precisar cuál es su sentido.
El vocablo etimológicamente remite, en casi todos los idiomas pero principalmente en español, francés o inglés, al lado corporal correspondiente al corazón por oposición a la extremidad más utilizada, asociado también a la palabra siniestro que evoca los malos augurios que hacían en la antigüedad los adivinos cuando las aves aparecían por ese costado. Es decir, se trata de una connotación exclusivamente posicional, de orientación o ubicación, o sea espacial o topográfica.
Y de allí proviene precisamente su matiz político. En la Asamblea Nacional Constituyente de la Revolución francesa, desde septiembre de 1789, quienes pertenecían a las agrupaciones que definitivamente optaban por una ruptura radical con el Ancien Regimen y por la proclamación de la soberanía nacional, se situaban a la izquierda de quien la presidía, por oposición a los sectores afectos a la conservación de poderes monárquicos o reales. Eran los jacobinos que entre 1792 y 1794, liderados por Robespierre y Danton y con el apoyo de los Sans Culottes, impusieron el terror contra todos los opositores a la Revolución.[1] Desde entonces, la izquierda está asociada al cambio de manera profunda y sin concesiones, y la derecha a la conservación del orden.

LAS VARIANTES DE CONTENIDO
La historia posterior ha reproducido en forma permanente esa distinción, hasta el punto de concebir un espectro político que se mueve de la derecha a la izquierda con múltiples matices que, según la época y las circunstancias disímiles de cada sociedad, se llena de contenidos diferentes.
En ese contexto, de manera oscilante, se presenta a la izquierda como la tendencia que se reclama de manera retórica y genérica a favor de los sectores populares o de los oprimidos o excluidos, o de los menos favorecidos o cualquiera otra expresión análoga, o la que reivindica la democracia en general, o la posición que enfrenta y combate las tendencias autoritarias o más recientemente las neoliberales.
Igualmente, en ese espectro lineal de posiciones políticas, se sigue hablando, sin  ningún referente, de izquierda, derecha y centro, e incluso algunos plantean que ya han caducado esas denominaciones. Es así como la llamada social-democracia, se plantea como izquierda o como centro-izquierda, pero en la práctica juega el papel de ocultación o defensa del sistema capitalista de manera confesa o ingenua. Su contribución real es la cooptación de las expresiones de confrontación, conflicto o rechazo del sistema capitalista, mediante la formulación permanente y renovada de supuestas y engañosas alternativas de desarrollo que solucionen los efectos negativos en todos los órdenes. En muchos casos, los partidos o agrupaciones que se reclaman de esa orientación aún dicen ser abanderados de la clase obrera o de las clases medias o, para ponerse a tono con la nueva realidad del capitalismo, defensores de los ciudadanos, de la vida, del medio ambiente o de la protección de los recursos naturales, pero en realidad poco o nada saben de las transformaciones que han ocurrido y vienen ocurriendo en la organización social de la producción, y lo que es peor son en muchos casos ciegos y sordos a las evidencias que sus propios centros de análisis o sus gobiernos establecen.
En el mismo campo, aunque afirmen ser diferentes, se ubican quienes se reivindican de alternativas calificadas como izquierdistas, que aún asumen el esquema de la necesidad de la toma del poder, para desde él derramar beneficios para los explotados, e incluso para organizar su hegemonía, desconociendo la dura realidad de las experiencias que a partir del campo soviético se vivieron. Para ellos, poco o nada ha cambiado, seguiría aún la vieja confrontación patronos y proletarios, en el mismo marco del Estado-nación y de las relaciones de dominación de unas sociedades por otras. Su perspectiva especular al poder existente, que busca por lo tanto sustituirlo, cuando en efecto se instaura en el gobierno termina por reproducirlo y con él las mismas relaciones de organización capitalista que pregona combatir.
En el extremo de la posiciones de derecha, por el contrario, a pesar de que no obedezcan a entendimientos o conceptualizaciones adecuadas o muy pertinentes sobre las transformaciones del capitalismo, tienen muy claros sus propósitos y alternativas, pues tienen algo así como una intuitiva inteligencia superior para captar la realidad renovada y adecuarse a ella. En esa dirección se mueven de manera independiente o comprometiendo en sus mismos propósitos a la social democracia e incluso a la extrema izquierda, que generalmente lo que hacen en la práctica cuando acceden a la dirección del Estado es realizar, con matices y maquillajes, idénticos objetivos.
En esa definición de contenido, obviamente, tampoco está ausente la reflexión filosófico-política que ha buscado atribuirle a la izquierda una significación trascendente. Es el caso, muy ilustrativo por cierto, de Norberto Bobbio[2] para quien el criterio que permite caracterizar la izquierda es la defensa de la igualdad, complementada con la libertad para enfrentar las tendencias autoritarias, lo cual conduce artificiosamente a excluir la llamada extrema izquierda para únicamente admitir como izquierda las orientaciones social-demócratas. La construcción, además, remite a las múltiples conceptualizaciones de la igualdad. De similar alcance son las vertientes que apelan a la fraternidad como característica definitoria de la izquierda a la manera de Louis Blanc, tendencia muy enlazada con las orientaciones socialistas o incluso religiosas.[3]
COMO REPLANTEAR LA IZQUIERDA
Lo central en esta discusión es que la izquierda, más allá de la visión topográfica y de sus variantes retóricas o reales o filosóficas, no tiene una sustancia ontológica, sino que siempre remite a variaciones de contenido como hemos buscado ilustrarlo. Por ello, resulta claro que definir la izquierda es también una posición política, aunque parezca tautológico. Así tenemos que asumirlo y plantearlo en el escenario de las luchas, aunque quizás esta pretensión nos desborda, pues plantea indudables y gigantescos retos. En mi ayuda, como siempre, vendrán muchas elaboraciones que de manera permanente e incesante estudiamos con el afán de encontrar esas nuevas respuestas. No hay, pues, en estos desarrollos nada original ni mucho menos tenemos la absurda aspiración de que tengan ese carácter. Sabemos también que el terreno que pisamos en esta dirección es difícil, sensible y frágil; es como una “fábrica de porcelana”[4], para parodiar el título con el cual Negri bautizó una de sus obras. El desafío es encontrar para el efecto, el sendero de un nuevo vocabulario y una nueva gramática, como es necesario hacerlo también en muchas otras dimensiones[5] . Pero, no se trata sólo de un desafío teórico, sino de una responsabilidad ética frente a una realidad como la contemporánea que no compartimos y que quisiéramos contribuir a superar.
En ese contexto, son muchas las dificultades que es preciso encarar, entre las cuales las más destacadas hacen relación a la distancia que estas reflexiones tienen respecto de las prácticas político-electorales; a los sesgos y deformaciones propias de quienes nos movemos en el mundo del discurso académico; a los inevitables e insalvables vínculos con nuestras posiciones en el campo teórico-político e ideológico; a los riesgos de caer en lugares comunes; a la incapacidad de lograr comunicar nuevas u otras formulaciones de manera adecuada, sobre todo porque es preciso vencer el enceguecimiento o el deslumbramiento que ciertas apreciaciones producen en la llamada opinión pública y también en quienes dicen practicar el conocimiento de las relaciones sociales; a la urgencia de enfrentar el tabú que se ha erigido y agigantado sobre las posiciones que osan insistir en una perspectiva antisistema, llamando por su nombre al capitalismo que no cesa de regir y dominar; y a los efectos de esa especie de mal de coyuntura, derivado de la asfixiante angustia producida por ciertos regímenes políticos, que nos hace ceder ante la tentación de lo inmediato desdeñando los problemas más significativos o estructurales.
De otra parte, tenemos que estar vigilantes para no sucumbir a los lugares comunes y para poder sustraernos a las divagaciones y ambigüedades que siempre se tejen alrededor de la expresión izquierda, pues, no hay duda que hasta la utilización misma de la palabra comporta ya sesgos difíciles de conjurar.
UNA IZQUIERDA FRENTE A QUE?
Si algún contenido queremos otorgarle a una posición de izquierda, necesariamente tenemos que identificar cual es el referente económico-social y político frente al cual nos situamos. Así como en los tiempos ya lejanos de la revolución burguesa, hoy tenemos que saber cual es el Ancien Regimen contemporáneo al cual nos dirigimos, pues al fin y al cabo se trata no de convivir con él sino de negarlo para pretender sustituirlo.
A este respecto, es preciso avanzar una tesis inicial: El sistema capitalista, que cuenta ya con siglos de existencia, vive una nueva época, cuyos rasgos y características tenemos que identificar con herramientas conceptuales renovadas, que no estén manchadas por las huellas de instrumentos teóricos concebidos y utilizados en fases anteriores del mismo sistema de dominación. Sólo así la posición de izquierda que se quisiera formular puede enfrentarlo. En otras palabras, se trata de contribuir a la necesaria nueva respuesta que debe y puede darse hoy, en la dirección de confrontación del sistema de explotación ahora completamente transformado, que pueda estar en definitiva más allá de las agendas de conservación o reproducción, explícitas o no, que se mueven en el espectro político, o que claman por el retorno a viejas ilusiones y experiencias ya derrotadas o frustradas, o que definitivamente han perdido su vigencia histórica.
Si ese cambio ha comprometido toda la organización de la producción y del trabajo, hasta el punto que el poder se ejerce ahora más sobre la vida misma, el conflicto y las formas de resistencia tienen que ser forzosamente nuevos y, entre ellas, la posición de izquierda. Es preciso abrir perspectivas de otra construcción social y política positiva, que permita nuevos escenarios bajo formas de democracia diferentes a las que han acompañado y servido al capitalismo.
En ese plano, por consiguiente, la consideración esencial hace referencia a la urgencia de entender los rasgos y la significación del capitalismo post-industrial o cognitivo, o como quiera llamársele[6]. En especial, es preciso tener en cuenta que ya no podemos seguir interrogando la explotación en términos de la medición propia de la teoría del valor-trabajo, dada la caducidad de toda forma de medida, que se deriva del desplazamiento predominante del Intelecto General del capital fijo hacia los cerebros de los sujetos, y de la indeterminación temporal y espacial de su concurso a la actividad productiva en razón del carácter biopolítico de la producción.
Igualmente, será indispensable comprender que el Estado ha salido plenamente transformado, dejando atrás la soberanía que antes lo definía, para pasar a ser un instrumento de biopoder que busca invadir todos los espacios e intersticios de la vida, bajo un esquema de excepcionalidad permanente, en el contexto general de un orden imperial en construcción que no reposa sobre la dominación de una o varias sociedades sobre otras.[7]
Y, lo que es quizás más importante, será preciso ser consciente de que el nuevo orden capitalista es irreversible y que avanza progresivamente en su organización, de tal manera que no son admisibles las pretensiones de retorno a otras fases superadas, a las cuales se acude con nostalgia, quizás por ser territorios conocidos con la esperanza de que es más práctico actuar en ellos, que experimentar creativamente en los nuevos. Por la misma razón, tampoco será posible continuar utilizando las mismas formas organizativas y expresivas del conflicto, como las partidistas o sindicales, pues a la nueva época corresponden otras resistencias y, por lo tanto, diferentes modalidades de identificación y antagonismo.
La nueva gran transformación del capitalismo no nos ha colocado, a quienes seguimos insistiendo en el rechazo de ese sistema de organización social, en una situación de derrota, sino en el camino difícil de reconocimiento del cambio producido, para orientar una acción cuyo norte sea la construcción de otro mundo posible. Las posibilidades que antes se tenían han sido en efecto estranguladas, pero se abre el panorama virgen de la construcción de otras.
En esa dirección, un factor favorable son, sin duda, las lecciones que la historia nos ha dado. En particular, el derrumbe del socialismo real que nos ha liberado de lo que él significó como impostura y, sobre todo, que ha evidenciado el fracaso de la estrategia de las dos etapas, que nos hizo creer que era preciso tomar el poder para desde él transformar el mundo. Son las prácticas colectivas, los movimientos y sus luchas, las que tienen ahora la palabra para experimentar otra vía histórica, un éxodo. La izquierda debe reinventarse en  estrecha relación con ellas, sin pretender imponerles derroteros categóricos. En este sentido, a partir de la aproximación a la nueva realidad del capitalismo y de su reconocimiento, sólo son posibles orientaciones provisionales en muchas dimensiones, como las que en este escrito presentamos y que estimamos centrales.
Tenemos que tener, por lo tanto, como punto de partida, el reconocimiento de que el orden del capitalismo industrial ha sido transformado radicalmente, tanto en el centro como en la periferia. Que no se trata sólo de efectos producidos por nuevas políticas públicas, como las que se engloban bajo la expresión neoliberalismo, sino de un cambio estructural que tiene que ver con nuevas formas de explotación y de acumulación en el marco de una renovación de la función del sector financiero.
COMO LA IZQUIERDA PUEDE TRASCENDER EL PODER? RESISTENCIA Y EXODO
Situados desde otra perspectiva, es preciso señalar que una izquierda reinventada es inseparable de una necesaria superación de la interpretación unívoca del poder que ha logrado construir la modernidad, conforme a la cual el poder siempre es trascedente y soberano, como puede advertirse en las corrientes teóricas más diversas.[8] Nos coloca frente al poder con una sola alternativa posible: se acepta el poder  o se reniega totalmente de él, sin que haya posibilidad de otro camino, obligándonos a permanecer en el mismo paradigma. La cuestión es clara, incluso en el Lenin de El Estado y la Revolución, pues a la trascedencia del Estado se opone como simetría inversa su desaparición, de tal manera que la liberación queda inmersa en la relación dialéctica con el poder. En otras palabras, como se acostumbraba decir, el poder burgués se sustituye por el poder proletario. He allí la necesidad de Lenin de insistir en el dualismo de poder, en la transición y en la dictadura del proletariado durante ella, con todas las consecuencias que sabemos históricamente tuvo. El llamado, por lo tanto, es a abandonar el paradigma del poder creado por la modernidad, para moverse en un escenario diferente, en el cual prevalezcan sobre el poder  las razones de la asociación política y de la dinámica democrática.
De lo que se trata, por lo tanto, como lo ha planteado Holloway, es de asumir que “lo que está en discusión en la transformación revolucionaria del mundo, no es de quien es el poder sino la existencia misma del poder. Lo que está en discusión no es quien ejerce el poder sino como crear un mundo basado en el mutuo reconocimiento de la dignidad humana, en la construcción de relaciones sociales que no sean relaciones de poder”.[9] Para ese efecto, hay que salir del paradigma del Estado, que lo aísla para atribuirle una autonomía que no tiene, y para ocultar que está limitado y condicionado por un nodo de relaciones sociales, centrado sobre la forma de organización del trabajo en la sociedad.
Como en otras épocas del capitalismo, en la actual la resistencia a sus formas de dominación le es consustancial, pues el conflicto subsiste aunque asuma otras modalidades. Habiéndose llegado a un alto grado de subsunción real  de la sociedad por el capital, las resistencias no cesan, sino que tienen otras expresiones, en todas las modalidades y momentos de la vida, y ya no sólo en los límites estrechos de las instalaciones fabriles.
Claro está que entender como son esas resistencias no es sólo un problema teórico, pues ellas antes que todo son determinaciones surgidas del proceso histórico y de las voluntades colectivas, sin que nadie pueda prefigurarlas o definirlas antes de que se produzcan.
Lo que es central es que esas resistencias tomen el camino del éxodo, para evitar repetir los senderos especulares atados al paradigma del poder. Se trata, en efecto, de un recorrido que va de la identidad y la diferencia para afirmar una superación creativa, para luego alcanzar una nueva figura ontológica, unas nuevas subjetividades, que se traduzcan finalmente en otra estructura de vida y de existencia. No es, pues, una simple fuga, sino poder salir de lo existente hacia una realidad diferente. Como tal es un proceso conflictivo, que en lo posible no debe ser violento, precisamente para no reeditar el carácter del poder capitalista que se abandona. Por lo tanto, se identifica con un proceso de paz, aún cuando eventualmente requiera una fuerza defensiva de lo nuevo.
Se trata de valorar la opción de abandono o de huida frente a la de la simple protesta, sin oponerle reticencias morales. Como lo ha advertido Virno “la desobediencia y la fuga no son, por otra parte, un gesto negativo, que libere de la acción y de la responsabilidad. Al contrario: Desertar significa modificar las condiciones dentro de las cuales se desenvuelve el conflicto, más aún, aumentarlo. Y la construcción positiva de un escenario favorable exige más empuje que el encuentro con condiciones prefijadas. Un “hacer” afirmativo cualifica la defección, imprimiéndole un gusto sensual y operativo para el presente. El conflicto se entabla a partir de lo que se ha construido huyendo, para defender relaciones sociales y formas de vida nuevas, a partir de las cuales ya está construyendo experiencia. A la antigua idea de huir para golpear mejor, se une la seguridad de que la lucha será tanto más eficaz, cuanto más se tenga algo que perder más allá que las propias cadenas.”[10]
En ese éxodo, habrá transiciones o etapas intermedias, en las cuales no son descartable las reformas, no como soluciones sino como medios para abrir nuevas contradicciones y ahondarlas, de manera que aporten al proceso de ruptura, que permitan dar saltos hacia adelante, siempre con un norte no capitalista, de negación del Estado y de construcción de otra esfera pública no estatal.[11]
LA IZQUIERDA AL RESCATE DE LA MULTITUD
Es en esa dirección que el debate teórico reciente busca rescatar la Multitud como nuevo sujeto, lo cual supone reactualizar la oposición Hobbes-Spinoza para enfrentar este nuevo siglo XVII, de tránsito hacia otro mundo posible no capitalista.
Mas allá del significado habitual de la expresión que remite a un número plural de elementos, sean ellos personas, cosas u otros, la multitud ha sido un concepto de la filosofía y, en particular, de la filosofía política. En efecto, si pensamos en las categorías aristotélicas, la Multitud se considera como un ente sin causa formal ni eficiente, ni tampoco causa final, respecto del cual es preciso actuar desde el exterior, para formarlo, para organizarlo. Esa manera de entenderla podría decirse que aún se mantiene. Es una comprensión ciertamente negativa, que asocia el número plural de elementos a la ausencia de orden, a una materia a la cual se le debe otorgar coherencia, sistematicidad.
Como nos lo recuerda Virno, el debate sobre su significación aparece con especial fuerza a propósito de las controversias teóricas, filosóficas y prácticas que se escenifican en los procesos históricos del siglo XVII, en la antesala de la organización de los estados nacionales modernos. Es así como Spinoza[12], en el contexto de su concepción teológico-política, asume la multiplicidad de singularidades con un sentido propio que carece de causación exterior, que tiene una dimensión inmanente y materialista, es decir que no es posible atribuirle su existencia a una potencia ordenadora exterior a la realidad. De esta manera se erige la multitud como un concepto subversivo contra las teorías del Estado y de la democracia que desarrollaban las sectas protestantes, bajo el esplendor de la monarquía absoluta, que la restringían a un conjunto de subjetividades dirigidas hacia Dios para observar su mandato. Las subjetividades no son metafísicas, sino que se explican siempre  como resultado de las relaciones en el conjunto de las singularidades.
Para Spinoza, en consecuencia, el concepto de multitud se refiere a una pluralidad que se mantiene en la dimensión pública, en los quehaceres comunes, sin que un movimiento centrípeto la haga converger en una Unidad. Es la forma de existencia social y política de los muchos en tanto son muchos; es una forma permanente, no episódica, y como tal es el fundamento de las libertades civiles.
Tienen razón, por lo tanto, quienes afirman que “con Spinoza, la multiplicidad de potencias deseantes es pensada bajo una figura que hace de ella un sujeto político: la multitud. Esta multitud está surcada por antagonismos, no puede ser nunca una unidad. Los muchos subsisten como muchos sin aspirar a la unidad estatal.” Virno valora así la obra del hereje Spinoza, para poder, además, pensar la posibilidad de la irrupción de una democracia no-representativa, de una ampliación del espacio público más allá de la incidencia del Estado.[13]
Por el contrario, Hobbes enfrenta la multitud, pues estima que la existencia social y política de los muchos en tanto muchos, sin converger en una Unidad, representa una amenaza suprema para la existencia de la soberanía estatal. La multitud es inherente al “estado de naturaleza”, por eso es renuente a la unidad política, a la obediencia, se niega a transferir derechos al soberano. La multitud es antiestatal y por esto mismo antipopular: “Los ciudadanos, en tanto se rebelan ante el Estado, son la multitud contra el pueblo”.[14] Es la idea individualista hobbesiana, en virtud de la cual los hombres no se relacionan por amor sino por miedo y egoísmo, y buscan resolver el conflicto natural mediante un acuerdo que permita salir de la guerra e instaurar la paz. Enajenan su poder como individuos en un  poder soberano y de esa manera se convierten en pueblo. La multitud confluye así en la unidad del pueblo, que explica la existencia del Estado. El pueblo, por consiguiente, sintetiza, reduce y unifica la pluralidad y multiplicidad de la multitud.
Sin embargo, esa multitud a pesar de haber sido desterrada del escenario de los estados nacionales por la noción de pueblo, siempre se ha expresado bajo formas tenues y casi ocultas.  A  ella se alude por el liberalismo cuando se admite que, además de lo público, sobrevive la dimensión privada, en la cual los muchos no tienen rostro y están lejos de la esfera de los asuntos colectivos. Algo similar ocurre en el pensamiento social-demócrata que opone lo colectivo a lo individual, en sus divisiones y multiplicaciones.
Hoy, como lo busca explicar Virno, después de la prevalencia durante siglos de la categoría de pueblo y, por ende, de la dimensión del estado-nación, con la crisis profunda de la teoría política de la modernidad reaparece la multitud como expresión de numerosos comportamientos contemporáneos, reviviéndose el debate bajo nuevas perspectivas, en lo que se ha denominado otro siglo XVII, pues los novedosos fenómenos de la producción contemporánea son inexplicables sin tener como punto de partida el modo de ser de los muchos.
La  multitud tiene tras de si un Uno representado por el lenguaje, el intelecto como recurso público e intersíquico, en pocas palabras las facultades genéricas de la especie. Por el contrario, el pueblo supone individuos como átomos desligados de su unidad básica precedente, que buscan hallar otra unidad en el cuerpo nacional de un Estado que los somete.
Las transformaciones contemporáneas han provocado que los cuerpos de la multitud hayan recuperado su carácter irreductible, convirtiéndose cada vez más en cuerpos extraños y rebeldes a las fuerzas de la disciplina y la normalización. El predominio del trabajo inmaterial, del intelecto general, los ha convertido en cybercuerpos que se mueven libremente más allá de los límites que separaban al hombre de la máquina. Y en el nuevo orden de la globalización, se han creado nuevos circuitos de cooperación y colaboración, que se extienden sin distinción de naciones y continentes y hacen posible un número infinito de encuentros. No nos hemos vuelto iguales, sino que sobre la base de nuestras diferencias podemos comunicarnos y actuar juntos.
Es lo que ha conducido a Toni Negri a retomar el concepto de Multitud así entendido, para plantear que la multitud contemporánea no está compuesta por “ciudadanos”  ni por “productores”, pues se ha roto la distinción entre lo individual y lo colectivo, entre lo público y lo privado. Los muchos de la multitud ya no necesitan la unidad de la forma del estado-nacional, por que han reencontrado su unidad en las facultades genéricas de la especie humana. Estamos ante una multitud como un concepto de clase, ya no de la clase obrera, sino de la clase de todas las singularidades productivas, de todos los obreros del  trabajo material e inmaterial. Es una potencia ontológica que encarna un  dispositivo que busca representar el deseo de transformar el mundo.
La multitud como conjunto de singularidades vuelve a expresarse y no admite que sus diferencias sean reducidas a otra Unidad distinta de aquella que la precede: las facultades comunes propias de la especie. En tal sentido, desconoce la soberanía, pues puede regirse por sí misma,  puede ser carne viva que se gobierna a sí misma. Como tal, además, puede hacer realidad la democracia como gobierno de todos para todos. Siendo hoy la producción biopolítica, es decir que comprende todos los aspectos de la vida, la multitud es el sujeto común del trabajo, aunque siga sometida por la categoría de pueblo nacional.
A diferencia de lo que ocurrió en el siglo XVII cuando la burguesía como nueva clase social emergente, sobrepuso a la multitud una soberanía edificada sobre el concepto de pueblo nacional, hoy en la soberanía del nuevo orden global, la multitud irrumpe para imponer una sociedad alternativa que no disuelva las diferencias que se edifican a partir de nuestra unidad  como especie.
 LA OSCILACION AMBIVALENTE DE LA MULTITUD
Llegamos así a la ambivalencia descrita como un predicado o rasgo de la Multitud, sobre la cual insiste Virno en casi todos sus escritos, a propósito de las diferentes características de la Multitud contemporánea.
En textos recientes, Virno plantea como esa indagación sobre la “naturaleza humana” está enlazada con la lucha política.[15] No se trata, sin embargo, de la tontería de deducir una estrategia y una táctica políticas de los rasgos distintivos de nuestra especie[16]. Por el contrario, cuando la naturaleza humana, las aptitudes invariantes de nuestra especie son un recurso económico central del capitalismo postfordista, ella no es la solución sino parte del problema. La definición de Marx de que la fuerza de trabajo es “el conjunto de las capacidades psíquicas y físicas de un cuerpo humano”, se ha vuelto sólo hoy plenamente verdadera, pues es ahora cuando esas competencias básicas cognitivas y lingüísticas han sido puestas a trabajar. Por ello quien “descuida la indagación sobre la “naturaleza humana”, no está en condiciones de comprender las características sobresalientes de la fuerza de trabajo contemporánea. El panorama teórico actual está atestado de naturalistas ciegos a la historia y de historicistas que se indignan si se habla de naturaleza”.[17]
Pues bien, para Virno hay que luchar contra la carga destructiva inscripta en nuestra especie, con la “negatividad” de un ser dotado de lenguaje. Así como las aptitudes genéricas hacen posible la innovación, también alimentan la agresividad en los enfrentamientos entre semejantes, y de allí que “pensar que la multitud es absoluta positividad es una tontería inexcusable. La multitud está sujeta a disgregación, corrupción, violencia intestina”, [18] y tenemos que asumir la responsabilidad de “asumir toda la realidad de lo negativo, en lugar de excluirlo o velarlo”, pues conocerla nos puede servir para “inventar nuevos y más satisfactorios modos de vivir”[19]
La oscilación permitida por la Multitud en su ambivalencia, por ejemplo, da lugar a que a pesar de la crisis del estado central moderno, se reproduzca mediante una serie de metamorfosis inquietantes. Es el “Estado de excepción permanente”, como “uno de los modos en que la soberanía sobrevive a sí misma, prolonga indefinidamente la propia decadencia”, hasta el punto que reproduciendo el símil marxista de la propiedad privada superada por la misma propiedad privada en la sociedad por acciones, el “estado de excepción permanente” indica una superación de la forma-estado sobre la base misma de la estatalidad”. Aunque, también puede verse esa “perpetuación del estado, de la soberanía”, como “la exhibición de su propia crisis irreversible, de la plena madurez de una república ya no estatal”[20]
Del otro lado, está la aptitud de la multitud para la innovación y la creatividad. No son admisibles las comparaciones, pero si estamos ante un nuevo siglo XVII, se reedita bajo otras formas la necesidad de la manifestación de la Multitud sin buscar un Uno distinto de aquel que la precede, como lo ha sido desde entonces el pueblo. La Multitud de hoy, como la de ayer, está a la búsqueda de “fomentar el colapso de la representación política, no cómo gesto anarquista sino como búsqueda realista de nuevas formas políticas. Ya Hobbes se ponía en guardia contra la tendencia de la Multitud a dotarse de organismos políticos irregulares. Pero, es obvio que la democracia no representativa basada en el General Intellect es algo muy distinto de aquello contra lo que arremetía Hobbes. Nada de intersticial, marginal, residual: más bien, la concreta apropiación y rearticulación del saber/poder hoy congelado en los aparatos administrativos del Estado”.[21]
Existen muchas dificultades en esta materia, pues la Multitud rescatada como categoría histórica carece del léxico, del vocabulario conceptual adecuado, y de las codificaciones que sí ha adquirido el Pueblo a lo largo de los siglos, pero de todas maneras en medio de su ambivalencia la Multitud es extraordinariamente fértil, hasta el punto de que como lo afirma  Carl Schmitt, recordado por Virno, “si reaparece la multitud, desaparece el pueblo”: “La época de la estatalidad está llegando a su fin (…) El Estado como modelo de unidad política, el Estado como titular del más extraordinario de todos los monopolios, el monopolio de la decisión política, está por ser destronado”[22]
Pero, no se trata de un “antiestatismo ingenuo”, a partir de una supuesta bondad originaria de la multitud, sino siempre de cara a su ambivalencia, y teniendo en cuenta que la crítica radical del capitalismo es difícil, pues él valoriza a su manera la naturaleza humana. No podemos tampoco negar que las “instituciones” son decisivas, pues “son el modo en que nuestra especie se protege del peligro y se da reglas para potenciar la propia praxis”, pero “el desafío es individualizar cuáles son las instituciones que se colocan más allá del monopolio de la decisión política encarnado en el estado. O incluso: ¿Cuáles son las instituciones a la altura del “General Intellect” del que hablaba Marx, de aquel “cerebro social” que es, al mismo tiempo, la principal fuerza productiva y un principio de organización republicana?”[23]
LAS DIMENSIONES ANTICAPITALISTAS DE LA IZQUIERDA
Más allá de toda pretensión de otorgar a la izquierda un sentido unívoco, pues seguirá utilizándose la expresión con múltiples y variados matices, calificándola de mil maneras como democrática, popular, radical, proletaria, unida, revolucionaria, progresista, alternativa, etc etc, acogiéndonos al criterio de que su contenido es una opción política, su resignificación la entendemos necesariamente como una confrontación definitiva del sistema capitalista con los rasgos que ha asumido en nuestra contemporaneidad, de tal manera que la comprendemos y la asumimos en sus dimensiones anticapitalistas.
Es decir, aunque continuemos usando la expresión izquierda, enraizada en ese origen topográfico de la Asamblea Nacional de la Revolución Francesa, tenemos que identificarla ahora, más allá de la retórica del favorecimiento a los sectores populares, como la posición social y política de confrontación del sistema capitalista, en la perspectiva de superarlo y sustituirlo.
No se trata, en consecuencia, de aceptar la convivencia con el sistema capitalista aún vigente, pretendiendo ingenuamente que puede tener una faz benefactora de los excluidos y explotados, mediante reformas llamadas redistributivas o accediendo al poder del Estado para redireccionar su gestión. La acción, por el contrario, ha de descreer plenamente del paradigma del poder y de su entendimiento trascendente, para no detenerse en los vicios o perversiones de su organización y funcionamiento, que evidentemente existen y puede existir, ni mucho menos ambicionar que todo puede ser distinto si se accede a él. El objetivo debe ser construir otra forma de vida que corresponda al común y cuyas instituciones estén presididas por una democracia no representativa, en una esfera pública no estatal, que no repose sobre el monopolio de las decisiones ni mucho menos de la fuerza. Se aceptan sí las transiciones y las etapas intermedias, pero siempre hacia el mismo fin, así como las reformas, pero no como soluciones sino como instrumentos para garantizar el éxodo.
Tales dimensiones anticapitalistas si bien adquieren su particularidad en el contexto específico de cada sociedad, pueden dibujarse de manera más general teniendo en cuenta la realidad de la época actual del capitalismo a que hemos hecho alusión atrás, es decir pensando en la perspectiva de salir de ella hacia organizaciones societarias de signo alternativo. Con toda la cautela que en este caso se impone, y sólo en términos de formulaciones provisorias para el debate, consideraremos las que, a partir de las elaboraciones teórico-políticas en las cuales abrevamos, estimamos como cardinales para esa resignificación de la izquierda en nuestro tiempo.[24]
1.                 De las prácticas destituyentes a los procesos constituyentes
Como lo planteara Marx en una de sus cartas a Ruge[25], una nueva tendencia no debe anticipar dogmáticamente el mundo, sino buscar “encontrar el nuevo mundo a través de la crítica del viejo”, teniendo en cuenta que “construir el futuro y asentar todo definitivamente no es nuestro asunto”, pero en el presente debemos llevar a cabo “la crítica despiadada de todo lo existente”. En este sentido, en el necesario comienzo están las prácticas destituyentes de las instituciones vigentes y de las ideas dominantes.
Son esas prácticas de ruptura con lo preexistente, las que permiten expresar el deseo de una nueva sociedad y activar la potencia de generar, animar y regular nuevas formas de vida; las que crean circunstancias bajo las cuales pueden crecer relaciones más iguales, comunes y sostenibles; en fin las que crean la base real para nuevos procesos constituyentes que nos coloquen más allá de la realidad rechazada, sin que estos procesos se confundan con los denominados también constituyentes que conducen a la estabilidad y remozamiento de los estados nacionales, acudiendo como siempre a la idea democrático-representativa.[26]
La izquierda tiene que alentar esas prácticas destituyentes, es decir de crítica de todo lo existente,  con la ambición de encontrar, más allá de la resistencia y el rechazo, procesos constituyentes de una realidad nueva mediante la experimentación social y política. Nada ni nadie asegura el éxito, pero son el único camino del éxodo que en determinado momento histórico deben florecer. No son inútiles.[27]
En esa ruta de lo destituyente a lo constituyente, hay que encontrar acciones encaminadas  a “garantizar los derechos de la vida y proporcionar las necesidades para una existencia segura, saludable y digna”[28], que detengan “la degradación y la destrucción de especies vegetales y animales y la contaminación de la tierra y de los mares”; que satisfagan las necesidades humanas de alimentación, salud y vivienda, y que pongan fin a la guerra y al estado de guerra.
Como lo advierte Negri: “en este esfuerzo resulta absolutamente esencial el trabajo que muchos están llevando a cabo hoy en día, utilizando los medios legales de los sistemas nacionales e internacionales como una especie de contrapoder. Demandas colectivas contra las corporaciones contaminantes; demandas de derechos humanos contra la guerra, la tortura y los abusos policiales; y defensa de refugiados, migrantes y presos; estas acciones usan el poder del juez contra el rey, explotando elementos del sistema jurídico contra el poder soberano. Sin embargo, aunque sean esenciales, las operaciones de esos contrapoderes son siempre limitadas y están circunscritas por el poder soberano al que apelan, ya sean los Estados-nación o los sistemas internacionales. Por añadidura, su poder se ve cada vez más limitado a medida que los poderes soberanos de los Estados-nación y de las organizaciones internacionales se ven hoy progresivamente mermados”.
“La biopolítica necesita armas de coerción a su disposición, más allá de los medios de apelación proporcionados por el derecho nacional e internacional, para construir contrapoderes. Los contrapoderes democráticos  deben ser capaces de forzar a las corporaciones y a los Estados-nación a abrir el acceso al común, a repartir la riqueza equitativamente al objeto de que todo el mundo vea satisfechas sus necesidades básicas, y de detener la destrucción y reparar el daño hecho a los sistemas sociales y los ecosistemas, a las poblaciones y al planeta. ¿Cómo pueden ser construidos esos contrapoderes y de donde sacan su fuerza? No tenemos claro como habrá de ocurrir esto. Pero lo que está claro son las necesidades urgentes de la humanidad y de la tierra, y las incapacidades de todos los poderes existentes para satisfacer esas necesidades”.
“Todo esto es una de las principales preocupaciones de quienes están en la lucha hoy. Toda persona que haya siquiera pasado por una acampada ha batallado con estos problemas. Y tienen además otra preocupación, más local e incluso mundana: ¿Qué significa contrapoder, y que tipo de fuerza es adecuada cuando la policía ataca y las fuerzas del orden intentan desalojarles? Tampoco tenemos una respuesta satisfactoria para esta pregunta, tan solo la convicción de que los pacientes procesos constituyentes deben verse complementados por contrapoderes inmediatamente activos”.[29]
2. La construcción de nuevas categorías.
Poniendo siempre el acento en que son las experiencias colectivas de éxodo las que deben desembocar en nuevas categorías, que no son, por lo tanto, creaciones del espíritu ni elaboraciones conceptuales de mentes lúcidas, ni obra de pensadores o filósofos, la izquierda debe contribuir a ese proceso eliminando de su accionar todas aquellas abstracciones que han acompañado y fortalecido la idea del Estado nacional, fundamentado en el pueblo como Unidad que borra la realidad primera de la Multitud. En esta misma dirección, deberá insistir en la singularidad como predicado de la Multitud para oponerla a la idea de individuo construida por el liberalismo. En lugar de los individuos como origen primario de una Unidad posterior que los somete y domina, como lo ha sido y sigue siéndolo el Estado, hay que tener como punto de partida nuestra singularidad que sólo reconoce como Unidad nuestras aptitudes genéricas como especie.
La izquierda ha de enarbolar un discurso sobre las singularidades y no sobre las individualidades a la manera liberal, para así reconocer el ser de la Multitud, como expresión de clase, y no continuar valorando la categoría pueblo, fuente de los lazos de dominación que cristaliza el Estado, ni mucho menos permitir el advenimiento de otra forma de Unidad que la desconozca y la someta. Sólo reconociéndonos como singulares y no como individuales, podremos en verdad estar juntos, formar parte del común. “Solo una subjetividad singular descubre que no hay acontecimiento sin una recomposición con otras singularidades”.[30]
Hay que abrir perspectivas para la expresión de los muchos, es decir de las singularidades que como conjunto constituyen la Multitud, aunque aún sigan enlazadas por la Unidad que representa la categoría de pueblo nacional. Frente a ellos, la izquierda debe reconocer las diferencias irreductibles de los seres humanos, impidiendo que  se borren en virtud de unidades integradoras. Ha de tener vigilancia sobre la unidad nacional y sobre todo sobre su exacerbación nacionalista, que abunda tanto en la derecha como en muchas formas de la izquierda. Todo ello para contribuir a que se despliegue la Multitud con su riqueza, controlando su ambivalencia.
3. Contra la máquina democrático-representativa.
A partir de la atomización individual y de su doble presencia en las esferas civil y política que caracteriza la organización capitalista, se admite la participación individual a través del mecanismo de la representación, núcleo de la ideología democrática. Es la realidad teorizada por quienes construyeron las elaboraciones del contrato o pacto social en su múltiples versiones, a la manera hobbesiana o rousseauniana, por ejemplo, repetidas y coreadas luego por todos quienes afirman acercarse al Estado como objeto de conocimiento, con muy pocas excepciones.
Conforme a tal ideología los individuos construyen una voluntad general diferente de las voluntades particulares, cada uno se niega  así mismo para permitir que se entronice el Estado y su orden jurídico; abren el camino a una institucionalidad que se desprende de su fuente originaria y que puede hasta llegar a desconocer  o a desbordar a las individualidades que son sus gestoras. Para ese efecto funciona la teoría de la representación, que aunque se inspire en la figura del mandato individual, se desdibuja en la anonimia de la comunidad ciudadana nacional, para que se borre toda posibilidad de remisión a las singularidades originales. Así funciona, entonces, la esfera representativa del interés general , separada y distinta de la voluntad de quienes contribuyen a su organización y a su funcionamiento que, además, explica y legitima la existencia de un cuerpo especializado de representantes, la clase política, que responde a la imposibilidad de que exista un vínculo real entre el Estado y las singularidades; un verdadero tránsito metafísico de la “voluntad de todos” que constituye la sociedad a la “voluntad general”, es decir, la voluntad de los preseleccionados por todos  pero que no responden ante nadie”[31] .
Todo ello nunca lo ponemos en duda; por el contrario siempre lo reiteramos y fortalecemos. “No nos inquieta el esquema, que de manera expresa admitimos, sino sus elementos circunstanciales y aleatorios, como la composición de la clase política, su renovabilidad, la mayor movilidad para acceder a ella, la pureza de sus comportamientos, la duración de su “mandato”, la objetividad de su selección, la eliminación de las prácticas viciosas de participación electoral, etc.”[32]
Pues bien, gracias precisamente a las expresiones recientes de la multitud en todas las latitudes y ante sociedades estatales con regímenes distintos, la verdadera Izquierda de los movimientos ha abierto ya el camino de ruptura y de confrontación del sistema representativo. Obviamente, a ello ha contribuido el derrumbe de la soberanía estatal por el paso avasallador del gobierno global aún en proceso de construcción de su institucionalidad,  que ha permitido que las decisiones ya no circulen por los cuerpos representativos de los Estados nacionales y que no se apele para legitimarlas a la función representantiva. Ahí están las consignas que evidencian ese encuentro de ruptura: “que se vayan todos!”. “Esa deuda no es nuestra, no la pagamos!”. “Democracia real ya!”.
Este es un horizonte nuevo de la Izquierda. Aún cuando muchas de las  orientaciones en este campo no pueden estar desligadas de la problemática de cada sociedad particular, en términos generales puede decirse que la izquierda debe denunciar la significación del régimen representativo y no sólo sus vicios, deformaciones e imperfecciones; descalificar la utilidad real del régimen de partidos, más allá de las fórmulas múltiples que pueden regularlo; confrontar todo régimen autoritario y de excepción; controvertir todas las tendencias, reformas y políticas adecuadas a la transformación capitalista en curso; advertir los peligros de cooptación e ideológicos que se esconden tras las llamadas formas de democracia participativa y comunitaria; deslegitimar la viabilidad de soluciones reales mediante reformas constitucionales o legales o políticas públicas, bajo el actual sistema de organización social-productiva y el régimen político vigente; evitar la celada del reordenamiento del sistema político para atender sus anomalías tales como el clientelismo, la corrupción, el burocratismo, etc; controvertir y rechazar las nuevas formas del orden capitalista global; considerar la posibilidad de construir formas de transición en la dirección señalada por el éxodo; y en fin impulsar etapas  de transición postcapitalista cuando las condiciones así lo exijan y lo permitan.
4. De lo público y lo privado a lo común.
La gran transformación del capitalismo en la época que vivimos, ha determinado que el Estado-nación ya no esté en capacidad de ejercer el control de la relación del capital, pues las luchas obreras internas a que dió lugar el Estado-nación así como las luchas antimperialistas y anticoloniales, agotaron esa forma histórica como modalidad garante del desarrollo capitalista. Ha llegado a su fin la fase imperialista del desarrollo capitalista, entendida como proceso expansivo del poder del Estado-nación y, de igual manera, ha concluido el mundo del “socialismo real” cuya soberanía hizo crisis por la reivindicación de libertad.
La subsunción real del trabajo al capital iniciada por el maquinismo, ahora ha comprometido a todo el conjunto de la vida social, de tal manera que la explotación ya no remite a la teoría del valor-trabajo y a la relación salarial clásica, pues ha quedado atrás la prevalencia del trabajo material sustituido por la dominación hegemónica del trabajo inmaterial. Estamos en la “época de la producción biopolítica”.
Es por ello que la Izquierda tiene que dar una respuesta nueva y satisfactoria a la caducidad de las categorías con las cuales se comprendía la explotación capitalista en otro momento. El clásico concepto marxista de plusvalía ya no da cuenta de la realidad, ni apoya la acción política, como empezó a pensarlo Negri en su obra “Marx más allá de Marx”[33], concebida y escrita en la prisión. Según su expresión hay que “reconocer que el sujeto del trabajo y la rebelión han cambiado profundamente”.
Es en ese contexto donde reaparece la Multitud, desligada por completo de lo que significa en el mundo pre-social hobbesiano (en el cual es igual a la plebe o al pueblo que el Estado domina); recuperándose así el verdadero contra-pensamiento de la modernidad concebido por Spinoza. La multitud en la sociedad posmoderna le «quita al poder toda transparencia posible”, y hace que “sólo pueda ser dominada en forma parasitaria y por tanto feroz”. La multitud debe encontrar la forma de erigirse como sujeto político, debe llegar a ser Posse[34], el poder de la multitud, que integre ser y conocer.
La multitud contemporánea no está compuesta por “ciudadanos”  ni por “productores”, pues se ha roto la distinción entre lo individual y lo colectivo, entre lo privado y lo público. Los muchos de la multitud ya no necesitan la unidad de la forma del estado-nacional, por que han reencontrado su unidad en las facultades genéricas de la especie humana. Estamos ante una multitud como un concepto de clase, ya no de la clase obrera, sino de la clase de todas las singularidades productivas, de todos los obreros del  trabajo material e inmaterial. Es una potencia ontológica que encarna un  dispositivo que busca representar el deseo de transformar el mundo.
La multitud como conjunto de singularidades vuelve a expresarse, y no admite que sus diferencias sean reducidas a otra Unidad distinta de la que la precede y que remite a su comunidad como especie. En tal sentido, desconoce la soberanía, pues puede regirse por sí misma,  puede ser carne viva que se gobierna a sí misma. Como tal, además, puede hacer realidad la democracia como gobierno de todos para todos. Siendo hoy la producción biopolítica, es decir que comprende todos los aspectos de la vida, la multitud es el sujeto común del trabajo, aunque aún siga sometida por la categoría de pueblo nacional.
A diferencia de lo que ocurrió cuando la burguesía como nueva clase social emergente, sobrepuso a la multitud una soberanía edificada sobre el concepto de pueblo nacional, hoy en la soberanía del nuevo orden global, la multitud resurge para imponer una sociedad alternativa que no disuelva las diferencias que se edifican a partir de nuestra unidad  como especie.
Es esa multitud que va al rescate de lo común, con todas sus implicaciones en los movimientos que hoy se escenifican en todas las latitudes, y que son definitivamente al mismo tiempo la realidad y el porvenir de las luchas anticapitalistas en el mundo global al cual pertenecemos.
El capitalismo contemporáneo ha llevado a desdibujar casi por completo la noción de lo público por oposición a lo privado, haciendo añicos esa distinción y evidenciando que lo público nada tiene que ver con el interés general. En ese proceso se observa, por lo tanto, no sólo un traslado amplio y progresivo de sectores abandonados por el Estado al ámbito de la empresa privada, sino una redefinición de las instituciones públicas para acercarlas al carácter y a la lógica empresariales, hasta el punto que en la práctica en nada se distingan de aquellas, salvo por la formalidad jurídica de su origen y naturaleza. Ese es el verdadero sentido de la privatización: no se trata sólo que agentes privados asuman la producción de determinados bienes y servicios, sino también que las entidades públicas continúen atendiendo algunas de esas producciones pero bajo reglas de operación análogas a las privadas.
La Izquierda está en capacidad, por lo tanto, de ir más allá de la separación entre lo público y lo privado que estructuraba la organización capitalista y, sobre todo, de evitar caer en la valoración y sublimación de lo público, cuya realidad se ha evidenciado como desligada totalmente del “interés general” que proclama ideológicamente. Debe tener la audacia de ir en pos de lo común, no sólo en términos de acceso a los bienes naturales o construidos socialmente, sino de una gestión no privada ni estatal de los mismos, confiada a las prácticas autónomas y verdaderamente democráticas del obrar común.
COLOFON
Todo lo dicho sabemos que adolece de muchas deficiencias y limitaciones, atribuibles a factores personales, pero sobre todo a las dificultades planteadas por la comprensión y reconocimiento  de la nueva época del capitalismo. El mensaje principal, sin embargo, va dirigido a plantear para la izquierda un camino que la conduzca a abandonar la vieja tendencia de aspirar a tomar el poder, que bien sabemos siempre ha concluido en reemplazar a los capitalistas en la gestión del mismo sistema, para situarse en la ruta de la búsqueda de lo común, que no es lo mismo que lo colectivo o lo público como agregación de individualidades; común que es el único espacio posible para que se despliegue un proceso constituyente, que sea respuesta alternativa a la modernidad capitalista sumida en una crisis para la cual no tiene diagnósticos ni recetas.


[1] No hay que dejar de lado tampoco, que en esa distinción también influye el simbolismo tradicional de la «diestra» y la «siniestra», por la práctica en los templos cristianos conforme a la cual  los fieles de las clases más solventes  ocupaban los bancos de la derecha (respecto del Altar) y los fieles de las clases más «populares» los lugares situados más a la izquierda del templo.BUENO,Gustavo.En torno al concepto de «izquierda política». Fundación Gustavo Bueno. Oviedo. 2001.
[2] BOBBIO, Norberto. Derecha e Izquierda. Edit Punto de Lectura, Madrid, 2000.
[3] BUENO, Gustavo. Op. Cit.
[4] NEGRI, Antonio. Fabrique de Porcelaine. Ed. Stock, Paris,2006.
[5] MONCAYO, Víctor Manuel. Hacia una nueva gramática del Estado en América Latina, en América Latina en Disputa. Seminario Marx Vive. Edit Universidad Nacional de Colombia. Bogotá, 2012.
[6] MONCAYO, Víctor Manuel. Transformaciones del capitalismo, conocimiento y formación académica, en Trabajo y Capital en el Siglo XXI. Ed. ILSA, Bogotá, 2010. En este escrito se plantea este proceso de transformación, al cual remitimos al lector, dado que su presentación y análisis desborda los límites del presente artículo.
[7] MONCAYO, Víctor Manuel. El Leviatán Derrotado. Ed Norma, Bogotá, 2005 y Hacia una nueva gramática del Estado en América Latina, en América Latina en Disputa. Seminario Marx Vive. Edit Universidad Nacional de Colombia. Bogotá, 2012.
[8] A este respecto es iluminador el análisis iniciado por Negri en su obra Fabrique de Porcelaine: esa interpretación puede encontrarse tanto en la posición liberal-funcionalista de corte weberiano, como en el esquema conservador y totalitario de Schmitt, como en la perspectiva revolucionaria de Lenin. Ver op.  pp 17 y ss.
[9] HOLLOWAY,John. Cambiar el mundo sin tomar el poder. Ediciones El Viejo Topo, España, 2002. p 33.
[10] VIRNO. Paolo. “Crear una nueva esfera pública sin Estado”, en Clarín, Buenos Aires, diciembre 24 de 2004
[11] Al respecto VIRNO advierte: “La multitud no tiene el problema de tomar el poder, tiene el problema en todo caso de limitarlo y hacer decaer el Estado construyendo instituciones y una esfera pública fuera de él. Entonces, desde ese punto de vista el enemigo está, pero se parece más al faraón del Libro éxodo de la Biblia que persigue un éxodo, una fuga. No se trata de una fuga en el espacio. Es una fuga en el sentido de salir de las categorías de las instituciones estatales. Enemigo hay, pero ya no es el enemigo que está enfrente  y ha constituido el modelo de las guerras civiles o está detrás de la idea de la toma del poder. Es un enemigo que traba, sabotea la construcción de democracia no representativa, de nuevas experiencias comunitarias.”Ver Entrevista a Paolo VIRNO, “Crear una nueva esfera pública, sin Estado”. Op.cit.
[12] SPINOZA, Barutch. Etica demostrada según el orden geométrico. Ed Orbis.Hispamérica. Buenos Aires, 1983.
[13] VIRNO, Paolo. Ambivalencia de la Multitud. Ed. Tinta Limón. Buenos Aires, 2006.
[14] HOBBES, Thomas. El Leviatán. Ed FCE, México, 1998.
[15] VIRNO, Paolo. Ambivalencia de la Multitud. Editorial Tinta Limón, Buenos Aires, 2006. p 6
[16] En opinión de VIRNO esto es “lo que hace CHOMSKY (admirable, por otra parte, por el vigor con el que pelea contra los canallas de la administración de los Estados Unidos) cuando dice: el animal humano, dotado por motivos filogenéticos de un lenguaje capaz de hacer cosas siempre nuevas, debe batirse contra los poderes que mortifican su congénita creatividad. Buenísimo, ¿pero que ocurre si la creatividad lingüística se vuelve recurso económico fundamental en el capitalismo posfordista?”. VIRNO, Paolo. Ambivalencia de la Multitud. Op. Cit. p 6.
[17] VIRNO, Paolo. Ambivalencia de la Multitud. Op. Cit. p 7. El subrayado es nuestro.
[18] VIRNO, Paolo.Ambivalencia de la Multitud. Op.cit.  p 9.El  subrayado es nuestro.
[19] VIRNO, Paolo.Ambivalencia de la Multitud. Op. Cit. P-9.
[20] VIRNO, Paolo.Ambivalencia de la Multitud. Op.cit  p 10 y ss.
[21] VIRNO, Paolo. Gramática de la Multitud. Ed. Colihue, Buenos Aires, 2003. Op.cit. p 37
[22] VIRNO, Paolo. Gramática de la Multitud. Op.cit. pp 38.39
[23] VIRNO, Paolo. Ambivalencia de la Multitud. Op.cit  pp 11 y ss
[24] Ver intentos de replanteamiento de la Izquierda cercanas a esta aproximación.WALLERSTEIN, Immanuel. Una política de Izquierdas para una época de transición, en Movimientos de Resistencia al Capitalismo Global. Dialnet, Madrid, 2005. Y NEGRI, Antonio y HARDT, Michael. La constitución del común y las razones de la izquierda. Traducción: César Altamira. Publicado en el sitio Uninomade 2.0 http://uninomade.org.
[25] MARX, Carlos. Escritos de Juventud. Fondo de Cultura Económica. México, 1982. Ver Carta de septiembre de 1843- Anales Franco alemanes 1844.
[26] HARDT, Michael y NEGRI, Antonio. Declaración. Ed. Akal, Madrid, 2012. p.64.
[27] HARDT, Michael y NEGRI, Antonio. Declaración. Ed. Akal, Madrid, 2012. pp 59-60.
[28] HARDT, Michael y NEGRI, Antonio. Declaración. Ed. Akal, Madrid, 2012. p.64.
[29] HARDT, Michael y NEGRI, Antonio. Op cit pp. 66-67
[30] HARDT, Michael y NEGRI, Antonio. Op cit pp. 40-41.
[31] HARDT, Michael y NEGRI, Antonio. Op cit p. 35.Los autores agregan: “Como dice Carl Schmitt, representar significa hacer presente una ausencia o, en realidad, a nadie en concreto. La conclusión de Schmitt es perfectamente coherente con los presupuestos de Rousseau, que a su vez se expresan en la constitución estadounidense y en las constituciones de la Revolución Francesa. La paradoja de la representación es completa. Lo único que sorprende es que pudiera funcionar durante tanto tiempo y, en su vaciedad, solo podía hacerlo respaldada por la voluntad de los poderosos, de los poseedores de riqueza, de los productores de información y de los instigadores del miedo, predicadores de la superstición y la violencia”.
[32] MONCAYO, Víctor Manuel. El Leviatán Derrotado. Op. Cit. p.67.
[33] NEGRI, Antonio. Marx au-delà de Marx. Ed Cristian Bourgois. Paris, 1979.
[34] Nombre de la revista italiana que dirigió y animó Antonio NEGRI.

La frente (y la) marchita: duelo del kirchnerismo

Por Juan Pablo Maccia


Agua mineral, natural. Mirada perdida: “no me aguanto más este juego, los guachos ganan una y otra vez, como si el 54% no significara nada ¿Qué quieren que desconfiemos de la democracia, que busquemos otros medios?”. Así escucho a mi prima Laura, luego de un par de meses de ausencias. Empujada por una angustia que viene de lejos, su discurso se extravía. No es que los índices electorales no den derechos, sino que la representación es más compleja de lo que aparenta. En democracia, sí señorita, votan a los mismos candidatos personas muy diferentes. La cantidad, por eso, no se traduce tan fácilmente en radicalidad. Agreguemos el hecho de que quienes votan a otras fuerzas participan también de la síntesis institucional. La democracia es así, es esto, Lau.
Antes de partir, veía posibilidades para que se realicen mis deseos políticos: la reelección presidencial de Cristina. Ahora, regresando, dudo bastante de que la cosa se nos pueda dar. Los problemas de la economía –el dólar, la inflación- abandonan, a una velocidad inusitada, toda pertenencia al mundo técnico-monetario, y al de la gestión administrativa del estado para ocupar un lugar central en la gestión de los ánimos. El domingo, cuando por fin pude ver la nueva temporada de la serie que conduce Lanata me quedé pasmado. El juego ha alcanzando una sutileza y una agresividad que no esperaba. Ya no se lucha por construir alternativas, sino que se apunta a destruir la fuerza del gobierno, de desmoralizarlo. ¿Golpismo? No, algo mucho más elemental: desafección.  
La cosa se da así. En las filas del kirchnerismo son varios los militantes que creen, los más peronistas, que Néstor era mejor que Cristina. Que era más astuto, más atento a los grises, mejor conductor, más prolijo para los cierres. No estoy de acuerdo. Creo que los compañeros que así piensan  –los hay, incluso, que elogian la torpe verba de Néstor, convirtiendo al hombre sin oratoria en un Bartleby patagónico- exageran el valor del tartamudeo en política. Romanticismo. El asunto no es para inocentes. La reivindicación mítica del ex presidente fallecido se ha transformado en el mejor flanco de ataque al gobierno. Sea Mujica “La vieja es mas terca que el tuerto”, o Lanata (diciéndole “chorro” al fantasma de Néstor). Los compañeros que en secreto más añoran a Néstor constituyen, mutantis mutando, el recurso afectivo más valioso para atacar a Cristina, porque de ella se trata.
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Conviven en su habitación sin aparente fastidio las obras de Adorno y las fotos de Néstor Kirchner. Soy demasiado laico para dejarme afectar en lo personal por un presidente que ya no es. A lo sumo he echado lágrimas adolescentes frente a la imagen heroica de algún revolucionario ido. Será esa relativa insensibilidad la que me hacer ver estas cosas con una perspectiva de cierta distancia. Cosa que Lau (sólo a veces) agradece.

Lo cierto es que haber construido de Néstor un mito en donde amparar a la desprovista subjetividad política kirchnerista implicó, a la corta, ofrecer un inesperado flanco de ataque. En efecto, lo que hace la parte más astuta de la oposición es intentar bloquear el único proyecto serio oficial (la re-re de Cristina) a través de un trabajo de demolición de la escasa mitología k. Se trata de desacreditar la legitimidad simbólica (y los afectivos que la sostienen) a fin de desacreditar toda connotación valorativa positiva vinculada a las políticas en marcha para gestionar la crisis. La tesis opositora apunta a desnudar una supuesta falla psicológica en la estructura de la personalidad oficialista: la falta sustento racional y coherencia práctica en las políticas oficiales explicaría una creciente fuga espiritual hacia la figura del líder fallecido.
En el fondo, se trata de distinguir al interior de un mismo llanto, las diferencias entre las lágrimas de cocodrilo vertidas por Néstor, de las que infundieron lealtad al General Perón. Con Perón muerto, no hay viuda que resista. No es sólo que la primera presidenta haya sido Isabel. Eva y su amor a Perón, tampoco hubiesen podido. Esto es lo que no saben quienes –como Lau- lloran ante una foto. Que Néstor no es Perón. Y más importante aún,  que Cristina no es la “leal” mujer del líder.  
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Los libros de Adorno deberían tomar la palabra. No sólo la razón occidental, instrumental, está en crisis, sino también la sentimentalidad que la sostiene y compensa. Me refiero al peronismo, claro. Ni Néstor es Perón, la conducción, el padre eterno, un Cristina es Evita, amor obrero, gran mediadora, servil del patriarca. Siendo muchos menos, Néstor y Cristina han logrado ser más: él frágil para Jefe, ha protagonizado una política de afectos anti-militares que alcanza incluso al General del Pueblo; ella conduce, y lo hace con una decisión que cualquier de esos progresistas que anda por ahí añorando la superación del peronismo debiera sacarse el sombrero.
Sucede que esta conducción post-peronista irrita a los compañeros más sensibles, no son pocos. ¿Qué de donde le viene este “post?”. Es claro: del 2001. Digan lo que digan los compañeritos de larga memoria, Cristina representa –solita en el sistema de partidos- la ruptura del 2001 con el peronismo.
Solo a un cuadro amasado en las arenas del viejo peronismo le era dable realizar, sin estar destinado a ellos, el milagro histórico de dirigir al peronismo desde un exterior que lo supera. Si me apuran afirmaría que la felicidad que movilizó en la tristeza a los cientos de miles jóvenes que desfilaron ante el féretro de Néstor ofrendaba, desde lo más hondo, sus cuerpos y corazones para trazar, a partir de lo conquistado una política ya-nunca-mas-peronista. Hacer de Néstor un mito no suponía necesariamente hacer peronismo. Sostengo, al contrario, que la operación consagratoria iba dirigida a hacer lugar en el santoral de un nuevo movimiento desplazando hacia el fondo la figura del primer trabajador.
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El juego de las lágrimas es demasiado complejo, demasiado sutiles los intercambios en la serie de los nombres y los rostros. Los compañeros que así no lo entienden (y el propio discurso del comandante Chávez fallaba a menudo al respecto cuando a Perón de un modo que nuestra presidenta no acostumbra) le hacen el caldo gordo a la vuelta del peronismo, máxima aspiración estratégica de la derecha argentina.    
Como nunca ser peronista es hoy dejar de serlo. El peronismo es el ancla y la hipoteca más reaccionaria para quienes movidos por la sensibilidad social y las tentativas de justicia política intentan renovar las posibilidades espacio-temporales de la emancipación: el peronismo es nacional, mientras que el kirchnerismo de Cristina es regional; el peronismo soñado es mejora subordinada de los trabajadores, mientras que el kirchnerismo soñado por Cristina tiene como condición ineluctable la centralidad creciente de un proletariado plebeyo extendido en los territorios (cosa ante la cual reaccionan no sólo los mediocres dirigentes de la CGT oficialista sino, sobre todo,  dirigentes como Moyano, el heredero de José Ignacio Rucci); el peronismo es, en su memoria, fiesta y goce, acompasada con una dosis nada menor de social cristianismo, mientras que el kirchnerismo de Cristina es un jardín de mil flores, laico y racionalista, fundado en una conciencia profunda del lugar de los derechos humanos y sociales; el peronismo es estado-céntrico y keynesiano (cuando no mercado-céntrico y neoliberal), mientras que el kirchnerismo de Cristina es tanto postestatal como postmercantil, en la medida en que utiliza al estado y al mercado a fin de realizar un programa abierto y en construcción que intenta desbordar ambas categorías.
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Sucede últimamente a los más entrañables cuadros del kirchnerismo una desagradable pérdida del buen humor. Justo ellos, que lo tuvieron más que nadie. El humor, recordémoslo, es una condición estricta para superar la lógica formal. Sólo quien puede reír con ganas es apto para el pensamiento paradojal. Perder esta batalla es adocenarse en el más rígido de los pensamientos.
Y eso es lo que no deben lograr los ataques enemigos. Sean las valijas (esa forma nómade y viajera de la riqueza colectiva), la insípida reforma de la justicia, la postergada ley de medios, se trata, aquí y allá de ensuciar la voluntad reformista y democratizadora sin la cual el sentido mismo y la justificación histórica del kirchnerismo no serían nada. 
Algo debemos estar haciendo mal, intuyo, cuando la única literatura política con pretensiones estratégicas que recibo, convaleciente, en mi cristiana Santa Fe cristiana llevan la firma de José Pablo Feinmann, Hernán Brienza o de Ricardo Foster: egocentrismo, cinismo, filisteísmo rabínico.  No son, le digo a la embelesada Lau, los mejores perfiles para atravesar discursivamente este momento difícil de la vida del país. La autocomplacencia -estética e ideológica- es la peor de las enfermedades que hace nido en lo más íntimo de nuestras fuerzas.
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Economía, corrupción, peronismo, república y medios. No es un combo fácil. Y no es bueno responder a los ataques arteros con boludeces de bajo calibre. Enfrentamos una tentativa para destruir el proyecto de los movimientos sociales argentinos. Precisamos relanzar una ofensiva en todos los frentes. Una ofensiva capaz de reponer la “diferencia” que caracterizó al proyecto kirchnerista en todos los planos. A nivel económico debemos apuntalar la infraestructura de la vida popular y combatir sin embragues la inflación, en lugar de insistir tanto en lastimosas políticas “sociales”, o en garantizar “confiabilidad” a los dueños del capital; en el judicial, debemos dar un contenido efectivamente popular a la “democratización” a partir del mapa de las luchas contra el delito social, institucional y económico; en el mediático es urgente reponer la superioridad moral e intelectual de un proyecto que pueda dibujar la diferencia entre la vida del común y el cinismo neoliberal; en el plano simbólico debemos abandonar el ensalzamientos canónico de Néstor y producir nuevos referentes legítimos del proyecto que expresen la radicalización de la lucha por nuevos derechos sociales; y en el político, esto es lo más difícil, pero también lo más importante, debemos redoblar esfuerzos por reforzar el objetivo táctico de la alicaída re-re-elección de Cristina.
Lau sonríe ante semejante programa. Cree, además, que está en marcha. Le pregunto: ¿Quién se toma en serio estas tareas? La Cámpora, responde. No es suficiente, me digo. El peronismo aliado de los Scioli/Massa siguen siendo los más temibles amigos. El FPV a lo Tomada (cuyas conocidas  conversaciones con el convicto Pedraza resuenan aún, amargas, entre los más sanos cuadros del FpV de las provincias) deprimen. Lo mismo el periodismo staliniano de la TV pública dedicado casi toda una semana a perseguir ideológicamente a un triste movilero del propio canal.
La iniciativa ahora mismo la tiene la economía: es el equipo oficial y la propia presidenta la deben mostrar triunfos inmediatos. No hay mucho más tiempo. La gente banca, por suerte, pero se requieren signos claros. Estamos en tiempo de descuento, haciendo literatura sin escritores. Somos, ahorita, como Don Quijote sin Sancho ni romanticismo. No es que los molinos sean ilusorios, sino que –a pesar de tanto Néstor-nauta- se ha apostado todo al héroe solitario. Abajo, a media altura, la burocracia y el facilismo pueden arruinarlo todo. Eso es lo que entiende Laura.

Entrevista a Toni Negri: vanguardias artísticas y experiencias políticas

Por Raúl Sánchez Cedillo
Hemos entrevistado a Toni Negri en busca de un punto de vista crítico-biográfico sobre las relaciones entre las vanguardias artísticas y las experiencias políticas de autonomía obrera de la segunda mitad de los años 60 y principios de los 70 en Italia. Relaciones de influencia, de comunicación y de afinidad política. Pero también relaciones de tipo conceptual: los temas de la abstracción capitalista del trabajo (y por ende de la explotación) respecto y contra el valor de uso del trabajo colectivo tanto en la práctica artística como en la fábrica social del fordismo-taylorismo tardío. Cuentan también los nexos locales y geográficos entre personas y grupos en un determinado momento, así como los acontecimientos en los que tensiones de la crítica artística se politizaron, encontrándose con dispositivos del movimiento obrero y estudiantil, donde las protestas contra la Bienal de Venecia de 1968 ocupan un lugar ejemplar, pero donde también podemos encontrar otros ejemplos, circunstancias y encuentros de este tipo, menos conocidos, pero tal vez más ricos en detalles, indicios y matices.
¿Cuál fue, en vuestra experiencia operaista de los años 60 (con las revistasQuaderni rossi, Classe operaia), el impacto, la influencia y la colaboración con grupos artísticos de vanguardia? ¿Cuáles fueron entonces los encuentros, citas y acontecimientos importantes a este respecto, incluida la Bienal de Venecia de 1968?
En los años 60, en el Véneto tan solo existía aquel Potere operaio véneto-emiliano, el único que intervenía en el Petroquímico de Marghera, y un pequeño partido marxista-leninista, Viva il leninismo, que estaban completamente ausentes del ámbito cultural, con la excepción de uno de sus miembros, Enrico Duse, que era un magnífico musicólogo, pero limitado a la música veneciana del siglo XVII. También estaba un extraordinario filósofo, Ferruccio Rossi-Landi, que era analítico pero estaba trasladando su discurso hacia el lenguaje, y que estuvo muy presente en el debate entre la filosofía analítica y la filosofía política o, para ser más exactos, la filosofía marxista. A su vez, en el terreno cultural los movimientos, entre Venecia y Padua, estaban emprendiendo esa suerte de reconstrucción del marxismo que fue el operaismo, esto es, una reconstrucción bastante sofisticada del discurso marxiano, después de haberse distanciado de manera nítida de la dogmática tanto soviética como del PCI. El momento de ruptura profunda fue en 1956: el momento en el que una buena parte de los intelectuales italianos se apartan del togliattismo. De mis recuerdos vénetos en particular rescato cosas muy extrañas: por ejemplo, estaba el grupo de Venecia, compuesto por Tinto Brass, que luego empezaría a hacer películas pornográficas, y que entonces hacía películas muy hermosas, entre ellas una que se llamaba Chi lavora è perduto (1963), que se coloca plenamente dentro de la temática del rechazo del trabajo. Allí estaba también Corto Maltés, es decir, Hugo Pratt, que formaba parte de nuestros grupos. En aquel periodo hay algo que no es ni completamente nuevo ni completamente viejo, como aquel grupo en torno a Teresa Rampazzi, que colaboraba con Il progresso veneto (y, por lo tanto, con Potere operaio veneto), una personalidad muy importante que hacía de enlace o, si se quiere, de mediación entre Luigi Nono y John Cage. Ella trajo a John Cage a Padua y era amiga-enemiga de Nono. Pero pensemos también en el Gruppo 63’, que era importante en el Véneto, aunque menos de lo que suele pensarse. Y luego está todo cuanto sucede en torno a las Bienales, la cinematográfica y sobre todo la pictórica. Hay una enorme diferencia entre la intensidad del mercado y de las propuestas que vienen de la Bienal y del Guggenheim y las tradiciones y la continuidad de la pintura tradicional. A este respecto hay dos personalidades muy importantes de la izquierda que son, por un lado, Giuseppe Zigaina, un realista que se aproxima al expresionismo, y Emilio Vedova, comprometido con los movimientos.

Puede decirse que en la Bienal de Venecia de 1968, en la primera fase, es decir, la dedicada a la pintura en junio, la resistencia es organizada, junto a los estudiantes, por Nono y Vedova. ¡Son ellos los que dirigen incluso los enfrentamientos físicos! Son ellos los que se defienden con las sillas de los grandes cafés de la Plaza de San Marcos, donde la policía se ve obligada al cuerpo a cuerpo, porque allí no pueden acceder con las furgonetas ni las tanquetas de agua. Para nosotros, los que estábamos vinculados a las fábricas, todo esto nos resultaba muy divertido. Estábamos completamente de acuerdo y les apoyábamos, pero lo veíamos con un cierta ironía. Era una revuelta de la cultura, sacrosanta, importante, pero no hay que olvidar que ellos mismos formaban parte del mercado. También ellos se reían de sí mismos: Nono, que era un comunista muy sólido, muy centroeuropeo, se ríe también de sí mismo, de esa revuelta de la cultura. Sin embargo, a finales de agosto, cuando comienza la Bienal del cine, la cosa se torna más seria, porque no solo hay una deliberada provocación de la policía, que “encuentra” una bomba para justificar la militarización del festival, sino que aquí es preciso decir que Zavattini y toda una serie de directores y guionistas, se rebelan con mucha fuerza, tanto contra la provocación como contra el discurso sobre el “cine de Estado”, y exigen una gestión autónoma del festival. Ten presente que, desde el punto de vista ideológico -si se puede utilizar la palabra “ideológico”- tenemos la presencia de todo tipo de actitudes, pero el elemento ideológico fuerte es esta crítica interna del marxismo. Si quieres, un punto de referencia a este respecto es Franco Fortini, que más tarde es recuperado directamente por el operaismo de los Quaderni rossi, y que expresa argumentos muy próximos a los de Socialisme ou barbarie, y a toda una serie de personajes que en realidad nosotros aún no conocíamos, y que no son otros que miembros de la Escuela de Francfort, aquellos que terminarán siendo protagonistas del 1968 alemán. No olvides que en Italia, prácticamente hasta la década de 1980, la relación con la cultura alemana es fundamental, mucho más importante que la relación con la cultura francesa o anglosajona. La relación con la Mitteleuropa es absolutamente fundamental. Antes de leer a Sartre, los jóvenes leen a Heidegger, que era considerado como “existencialismo alemán”. Por ese motivo Nono era para nosotros más importante que Cage. Hay que partir siempre de ese presupuesto, que solo se modificará con el 68.
Cabría decir entonces que vuestra relación con la cuestión cultural se plantea entonces dentro de los términos de una dialéctica negativa…
Sí, fundamentalmente es así. Por ejemplo, si echas un vistazo a La horda de oro, no encontrarás una palabra sobre el arte en lo que se refiere a los años de preparación general del periodo 60-70, nada en lo fundamental. Y esto es algo que hay que subrayar, porque refuta toda una serie de interpretaciones, como las de Cullinam, que son completamente banales, cuando no falsas.
De hecho, creo que habría que insistir en esa otra “vanguardia”, la del arte cinético (Gruppo enne3, gruppo T), precisamente porque, además de compartir sus problemas, hubo una participación directa, al menos en el caso de Manfredo Massironi, en el proyecto operaista (la revista Classe operaia). Una experiencia desconocida para los recientes fans del Arte povera en Estados Unidos.
Hay que tener en cuenta que son una minoría importante, que comienza a surgir dentro de lo que podríamos llamar la “crítica de las máquinas”. ¿Cuál es la gran diferencia entre estos compañeros -que se mueven de una manera muy provincial e ingenua- respecto al Arte povera? A mí modo de ver consiste en que los grupos del arte cinético consideran que su problema es el maquinismo, lo simbólico representado, los mecanismos de la representación, y reaccionan de manera al mismo tiempo deconstructiva e hiperconstructivista. Mientras que los otros se mueven con arreglo a una especie de situacionismo, es decir, prestando una gran atención a la polémica contra el consumismo; a los momentos de explosión, al acontecimiento y, por supuesto, a la alienación. El discurso sobre la alienación, como dialéctica negativa, se generalizada en aquel periodo, todos hablan del tema. Pero al mismo tiempo, y con mayor importancia, está el discurso sobre la crisis de la ley del valor, la crisis de la medida. Son dos discursos que luchan entre sí, pero este último es sumamente importante: la cuestión del maquinismo, la medida del valor a través de las máquinas, la representación del valor a través de las máquinas, es decir, temas que forman el zócalo de lo que no me atrevería a llamar nuestra “ideología”, pero un poco sí que lo es. El problema fundamental para miembros del Gruppo enne como Manfredo Massironi es tanto la abstracción del trabajo como comprender la máquina y la posibilidad de determinar la alternativa desde dentro de la máquina. Massironi es amigo de Merz, se frecuentaron durante un periodo muy largo, y luego se distanciaron por el hecho de que en torno a esta cuestión de la alienación, Merz fue volviéndose cada vez más “exhibicionista”, mientras que Manfredo fue volviéndose cada vez más “maquinista”, dando lugar a una ruptura que tiene este contenido específico. Luego hay en aquel periodo cosas muy divertidas: por ejemplo, si relees el manifiesto de Celant, “Appunti per una guerriglia”, descubres un error espantoso: en el mismo se cita la frase, “no somos nunca contemporáneos de nuestro propio presente”, frase que se atribuye a (Regis) “Débray”… ¡cuando es de Débord! Es algo absurdo. Hay que tener en cuenta asimismo que Débord tenía contactos con estas historias, porque la primera exposición del Arte povera se hace en Génova en 1967, y Débord, con Sanguinetti, vivía en los alrededores, y los documentos del situacionismo son publicados en Liguria. Tenemos así una serie de tránsitos interesantes, pero que al mismo tiempo están verificados desde el punto de vista filológico, si se quiere. Estamos ante una vanguardia clásica, pero que ni siquiera pasa por el contexto amplio de la crítica de las obras estadounidenses, sino que es una vanguardia que, a mi modo de ver, recoge y desarrolla a Burri y Fontana, esto es, italianos, y desde este punto de vista se aproxima en gran medida al pensamiento débil. Cuando en el Arte povera se habla de pobreza, o de trabajo, ¡lo único que queda claro es que nunca habían visto una fábrica de verdad! Realidades de masificación del trabajo como las de la FIAT Mirafiori de Turín, o la Montedison de Marghera, en las que trabajaban cientos de miles de personas, llegan a resultar completamente inimaginables. En este sentido, de haber una relación con la autonomía obrera de aquel periodo, se trata de una relación completamente exterior. A fin de cuentas, lo único verdaderamente divertido en todos ellos es lo grotesco, el modo en que aferran lo grotesco de la situación, con un tono muy italiano, esto es, el de una cultura cansada pero que aún está viva en la risa, en una risa amarga como la que suele acompañar a lo grotesco.
El Gruppo enne fue una experiencia muy pequeña, tampoco hay que exagerar al respecto. Emprenden un trabajo que no llegan a terminar ni a formular como un proyecto, pero dentro de este terreno son terriblemente honestos. Un trabajo de deconstrucción que, pasando a través de las máquinas, debería llegar a la percepción. Su discurso es siempre ese: tenemos máquinas que amplían y constriñen nuestra percepción del mundo; estar alienados es estar subordinados a la máquina. Es preciso rebelarse, pero para rebelarse es preciso deconstruir. De ahí que la relación humano-máquina tenga que plantearse en términos de deconstrucción, pero de una deconstrucción que llegue a comprender cómo es la composición de los cuerpos que se ponen ante la máquina. Y así el trabajo artístico es fundamentalmente un trabajo de desvelamiento de esa relación humano-máquina y de inversión de la alienación a través de un acto que es de penetración en lo abstracto del maquinismo, pero que se torna concreto en el análisis de los cuerpos.
¿Y entonces cómo se plantea el problema ético y político dentro de esta analítica?
El problema ético y político consiste en rebelarse contra la alienación. Ahora bien, ¿quién debe rebelarse? Debe rebelarse el colectivo, sobre esto no cabe ninguna duda. Permíteme que recuerde lo que escribía en la carta “A Manfredo, sobre el trabajo colectivo” que aparece en Arte y multitudo: “[…] llegamos aquí, pues, a una nueva fase, la fase constituyente del obrero social… ¿Constituyente de qué, cuándo, dónde? ¿Pero de qué queréis que sea constituyente sino de comunismo? Repíteselo, Manfredo, hoy como entonces, cuando sobre la trama de nuestro deseo identificábamos la palabra del futuro. El arte, lo hemos dicho, vive de producción. La producción vive de lo colectivo. Lo colectivo se construye en la abstracción —ahora, esta abstracción colectiva productiva se busca como sujeto”. Volvemos así a la relación entre composición técnica y composición política. La composición técnica, es decir, la abstracción del trabajo ofrece la base a la composición política, que es mutación colectiva de la composición técnica y de su posibilidad de tornarse, justamente, en fuerza subjetiva.
A tu modo de ver, entonces, las experiencias de vanguardia artística de los años 60 en Italia no abordan el problema de la dimensión constitutiva o constituyente de la metamorfosis de la composición del trabajo a través de la abstracción y de la desmesura, salvo acaso el Gruppo enne…
Exacto. Los primeros, esto es, el Arte povera, están atrapados en una concepción “situacionista” de la abstracción, en una posición de izquierda hegeliana o, si quieres, propia de la Escuela de Francfort, en su apogeo “reduccionista”; mientras que los segundos entienden perfectamente el trabajo de desmistificación y de deconstrucción, pero no tienen al fin y al cabo la fuerza para salir de ahí. Pienso que los únicos que supieron salir de ahí fueron los cineastas, entre Fellini y Pasolini, aunque personalmente sean unos reaccionarios… pero en realidad logran reconstruir un punto de vista subjetivo.
Pero también es el caso de Gigi Nono: sus últimas obras, como Prometeo, redescubren el mito como sustituto de la crítica. Y termina en lo grotesco. Y, sin embargo, pese a todo, él es el elemento más vivo de toda esta experiencia.
¿Piensas que esa separación o no comunicación entre las experiencias de la “centralidad obrera” de los años 60 y las de estas elites y vanguardias, contribuye a explicar el gran vacío de los años 80?
Sin duda, porque en ese momento los años 80 pierden también la referencia simbólica del arte con la vanguardia, se convierte en un objeto mercantil y punto. En los años 80, es decir, cuando termina la conflictividad social o, para ser más exactos, cuando esta es reprimida, encerrada, en ese momento no queda más que un enorme vacío, y los elementos de ruptura que podía haber habido en ese arte se ven devueltos a un régimen de pensamiento único, de pensamiento débil, a unarealité marchande. Craxi es un producto perfecto de este proceso, y podría haber sido representato por un Kounellis, por ejemplo, que también hacía fotografías. En este periodo se pierde incluso la violencia grotesca de las primeras obras. Este caso italiano es sumamente importante, porque es una expresión ejemplar de una crisis general. Se trata una postmodernidad que llega a destruir toda ilusión -pensemos, por ejemplo, en aquellos que recuperan el Arte povera, que hacen presentable el Arte povera, los Koons, en definitiva, y ahí vemos hasta qué punto el Pop art se ha alimentado del Arte povera.
En este sentido queda pendiente una narración de ese periodo, necesariamente ambigua, puesto que no hay duda de que tenemos una crítica de la sociedad en términos de alienación, de unificación mercantil, es decir, de una “izquierda hegeliana” que es tan clásica en aquel momento, y que traduce esa alienación generalizada en una impotencia generalizada. Y a este respecto hay cosas que resultan completamente cómicas: la idea del artista explotado que se convertiría en guerrillero. Volvemos aquí a esa dimensión puramente cómica, grotesca o carnavalesca que se mueve dentro de estos marcos. Unos marcos que, sin embargo, presentan además una continuidad en la profundización estilística que tiene tras de sí unas cuantas cosas grandes: Burri, Fontana, pero también Duchamp. Remontándonos llegamos a ellos, y en este sentido el Arte povera no innova extraordinariamente. Frente a ellos, hay un intento que aparece, por ejemplo, con el Arte cinético o el Arte óptico, como tentativa alternativa, pero demasiado naive. Esto tiene que ver con el error de centrarse en el análisis perceptivo, con el que no podían ir muy lejos, salvo para convertirse, como fue el caso de Masseroni, en un buen profesor de psicología de la percepción. La cuestión de la percepción estaba entonces en el air du temps. No hay que olvidar la enorme importancia de laFenomenología de la percepción de Merleau-Ponty, también desde el punto de vista de la reconstrucción de una estética, y siempre he pensado que de ahí parte un comportamiento político, de ahí parte también Foucault, parte una fuerte subjetivación de los comportamientos políticos contra el objetivismo del marxismo clásico que nos era transmitido, y en este sentido hubo un deslumbramiento “correcto”, un error o una ilusión “justificada”, por así decirlo.
¿Qué cabría recoger del arte cinético, desde el punto de vista de los problemas que planteó?
Ha hecho referencia al problema de la reconstrucción de la conciencia a través y más allá de las máquinas, que, por cierto, es lo que sucede con el trabajo cognitivo, aunque no juraría que fueran conscientes de ello… Pero no cabe duda que se trata de procesos de anticipación, en los términos de una ontología del trabajo que pasa a través de la máquina, lo que presenta una importancia extrema. Se inserta en un proceso que lleva del obrero masa, al obrero social y al obrero cognitivo, en el que el obrero masa es concebido como materialidad, el obrero social es concebido como colectividad y el obrero cognitivo es concebido como percepción, representación, subjetivación.
En los años 70 la primera aparición de lo que tú teorizabas como “obrero social”, ¿podemos encontrar una dimensión creativa y artística en aquel movimiento completamente nuevo?
Sin duda, hay una dimensión creativa que se centra en los aspectos lingüísticos, que a duras penas puede ser encerrada en una dimensión artística. Por ejemplo, estoy plenamente convencido de que cuando Luciano Lama fue expulsado de la universidad de Roma, aparte de los momentos de violencia que tuvieron lugar entre los servicios de orden del sindicato y de los estudiantes, se trató de un enorme happening, en parte genial y en parte farsesco. La farsa era sin duda muy importante, y aquel fue al fin y al cabo un gran espectáculo picaresco. Y allí se expresa, como lo hacía en los que entonces se llamaban los “Circoli del proletariato giovanile”, una creatividad sobre todo en la producción de fanzines, de montajes gráficos y tipográficos. En los años 70 se produce un desplazamiento desde las experiencias artísticas y de vanguardia a la vanguardia de masas, y esto presenta una enorme importancia, sobre todo en las grandes metrópolis. Los centros pasan ser Milán y Roma, en vez de Turín. En Milán tenemos la expansión del proletariado de las periferias, y las grandes fiestas, como el festival del Parco Lambro. En cierto modo, el happening de masas se torna en la forma artística central. Si consideras, por ejemplo, la fuerza tipográfica de las portadas del periódico Rosso, que eran el resultado de una investigación constante acerca de lo que se quería comunicar, en ellas se expresa el triunfo de los fanzines. Pero puede encontrarse un inicio conQuindici, una revista que es maquetada precisamente por Mari. Allí estaba también Nanni Balestrini, que colabora con Potere operaio, que publica un periódico que es como un cartel, y de Potere operaio se pasa a Rosso, que se torna en un órgano de la vanguardia de masas. Todo esto será recuperado en los años 80 por posiciones “malas”. Para terminar con un ejemplo, piensa en la evolución de un gran fotógrafo como Oliviero Toscani, que en los años 70 es un fotógrafo de tendencias sociales para revistas de moda y en los años 80 se pone al servicio de Benetton. La diferencia es enorme, colosal: las palabras utilizadas son las mismas, pero el modo de ver y hacer publicidad es completamente distinto, de la exaltación de la fisicidad y la sensualidad de los cuerpos con sus fotografías de modelos para la marca de vaqueros Jesus, pasa al shockvertising de los “United colors of Benetton”.

Famatina. Represión, periodismo y silencio oficial

Por Darío Aranda


Represión contra quienes cuestionan la megaminería. El rol de los gobiernos. La complicidad (por acción u omisión) del periodismo. Corporaciones mineras y el intento de mejorar su imagen. El Borda y Famatina. ¿Represiones de primera y de segunda? El twitter presidencial que no fue. Y las preguntas sin respuesta.


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Paula Ríos está en el suelo, caída y, frente a ella, de pie, un policía amenazante, arma en mano.


Sábado al mediodía. Famatina. La Rioja.

Paula Ríos cometió el delito de protestar contra la posible visita del gobernador Luis Beder Herrera, impulsor de la megaminería en la provincia.

Paula Ríos no fue la única víctima de la represión. Otras once personas recibieron balazos de goma, golpes policiales y piedrazos de militantes del PJ local y de supuestos empleados mineros.

“Antimineros provocaron disturbios en Famatina”, tituló el recuadro del diario Tiempo Argentino. Quince líneas con una versión alejada de la realidad: “Un nutrido grupo de ambientalistas y antimineros agredieron a militantes del Partido Justicialista (…) Algunos militantes actuaron en defensa propia y la policía intervino para que el hecho no pasara a mayores”.

El diario Tiempo Argentino no habló con Paula Ríos.

Sí lo hizo la FM Mirador, de Chilecito. “El policía me pateó la cabeza. Me pisó el hombro con su bota. Me puteó. Me dijo ‘levantate, vieja de mierda, o te cago matando’. Yo no podía pararme. Me levantó del cabello. Me puso el arma sobre el cuerpo. Y me dijo ‘esto no lo vas a volver a hacer nunca más, si te dejo viva date por dichosa’. Me puso el arma en la cabeza”.

Paula pensó que la mataban. Le pidió a Dios. Pensó en sus hijos.

El policía no la mató. Sí le dio cinco balazos de goma en la espalda y uno en la pierna. “Si te encuentro, te cago matando”, la amenazó.

El relato eriza la piel.


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“La crisis causó dos nuevas muertes”. Tituló el diario Clarín del 27 de junio de 2002, referido al asesinato de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki.

No fue la Policía, ni la Prefectura, ni el gobierno de Eduardo Duhalde. Fue la “crisis”.

En facultades de periodismo se lo enseña como ejemplo del antiperiodismo. Y Clarín hizo claros méritos para ser el antiejemplo.

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El 23 de noviembre de 2010, la Policía de Formosa reprimió a la comunidad qom La Primavera. Asesinaron al qom Roberto López y al policía Eber Falcón, veinte heridos y una decena de casas incendiadas (por la propia policía).

Los medios de comunicación alineados con el Gobierno Nacional enfocaron inicialmente la represión como un enfrentamiento (lo mismo habían hechos medios cercanos a Duhalde en la masacre de Avellaneda). Cuando la realidad ya no se pudo esconder, apuntaron como único responsable político al gobernador Gildo Insfrán. Ese fue el límite. Muy rara vez esos medios apuntaron a la complicidad del Gobierno Nacional con las políticas de Insfrán.

Los grandes medios que actúan como oposición política (sobre todo luego de la Resolución 125) apuntaron desde un primer momento a la alianza Insfrán-Cristina Fernández de Kirchner. Dejaron en evidencia a la estructura del Estado Nacional, siempre en apoyo a Insfrán, siempre en contra de la comunidad qom. Clarín y La Nación, por mencionar dos de los medios emblemáticos, nunca citaron el fondo de la represión que se da contra campesinos e indígenas: el modelo agropecuario, que avanza con soja, ganadería, desmontes, contaminación, desalojos y violencia.

El periodismo ya no es importante por lo que dice, sino por lo que oculta.
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El 16 de noviembre de 2011 asesinaron a Cristian Ferreyra, 23 años, padre de un niño, militante del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase-VC) en el paraje San Antonio, norte de la provincia.

La Agencia de Noticias Télam tituló: “La muerte de un campesino en Santiago del Estero fue por una disputa entre vecinos”.

Como contrapunto, Clarín y La Nación hablaron de “asesinato”, pero (otra vez) eludieron hablar del corrimiento de frontera agropecuaria que arrasa montes y vidas.
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Desde 2003, lucha de Esquel mediante, la megaminería nunca tuvo la bendición de la opinión pública.

La consultora Aresco hizo pública en 2010 una encuesta: siete de cada diez personas rechazan la actividad minera a cielo abierto en las provincias con esa actividad. El estudio abarcó seis provincias cordilleranas y señaló que sólo el 17 por ciento se mostró a favor de la actividad. La investigación afirmó que existe un convencimiento alto sobre la contaminación que produce la actividad, reveló que los encuestados priorizan mayoritariamente el cuidado del ambiente por sobre la posibilidad de empleo y se explicitó un amplio rechazo a los beneficios impositivos que tiene la actividad.

“Estudio sobre minería a cielo abierto en provincias mineras”, es el nombre del relevamiento realizado en septiembre de 2010 por la consultora Aresco. Con una muestra de 802 casos abarcó Catamarca, La Rioja, San Juan, Neuquén, Chubut y Santa Cruz. Consultados sobre el posible “acuerdo con la producción minera a cielo abierto a nivel nacional”, el 76,6 por ciento afirmó estar “poco/nada de acuerdo” y sólo el 17,4 por ciento se mostró a favor. Cuando la consulta se realiza sobre la actividad a nivel provincial, el 31,3 por ciento optó por el “nada de acuerdo” y el 30,1 por ciento “poco de acuerdo”. El rechazo provincial llega así al 61,5 por ciento. El 12,9 por ciento se mostró “muy de acuerdo” y el 14,8 “bastante de acuerdo”.

“Gran parte de la población de las seis provincias, dado el impacto sobre el ambiente, no muestra acuerdo con el desarrollo de la minería a cielo abierto y con los beneficios impositivos que se otorguen a las empresas”, fue una de las conclusiones del trabajo.
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Las compañías mineras decidieron meterse de lleno en la batalla comunicacional. La Cámara de Empresarios Mineros (CAEM), que nuclea a todas las grandes empresas del sector, contrató en 2010 a la consultora internacional Hill & Knowton (acusada de inventar testimonios sobre el accionar de soldados iraquíes en Kuwait). Solicitadas en diarios de tirada nacional, presencia de trabajadores mineros en canales de televisión y campañas de publicidad fueron  algunos de los ejes de la lucha mediática. El objetivo inicial fue frenar en el Congreso un proyecto de ley para prohibir la minería. A mediano plazo, revertir la mala imagen que pesa sobre la megaminería.

“Se evaluó que tuvimos errores en la comunicación, hacia las comunidades y también hacia los medios. Por eso decidimos contratar a Hill & Knowton, diseñar una estrategia de comunicación y posicionar en la opinión pública el sector minero”, explicó el gerente general de la CAEM, Damián Altgelt.

En el sitio de internet de Hill & Knowton figura una de las premisas de la empresa: “El objetivo principal de nuestro servicio es ayudar a los clientes a generar las condiciones regulatorias y de opinión pública que hagan viable su negocio en el mediano y largo plazo”.

Sobrevino una campaña en TV, radio y gráfica sobre “minería responsable” y publicidad sobre la presencia de “metales en la vida cotidiana”. Poco más y culpaban a los asambleístas por la posible falta de anteojos, la escases de sillas de ruedas y la ausencia de camillas en los hospitales.

La campaña publicitaria estuvo presente, incluso, en programas y diarios con perfil crítico a la megaminería.

Las corporaciones mineras movían su primera ficha.
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famatina 5La Rioja prohibió la megaminería en julio de 2007. El entonces vicegobernador Luis Beder Herrera se transformó en férreo opositor del gobernador Ángel Mazza. Logró la destitución de su ex socio político y asumió el Ejecutivo provincial. En los diarios de la provincia se publicaron artículos con su discurso antiminero y fotos de Beder Herrera con carteles que rechazan la actividad.


En agosto de 2008, el propio Beder Herrera derogó la ley que prohibía la minería y permitió el avance de la empresa Barrick Gold. Beder Herrera, oriundo de Famatina, no se animó a volver a su pueblo natal.

Famatina y Chilecito (La Rioja) fueron epicentro en el verano de 2012 de la resistencia contra la megaminería. Habían echado en 2008 a la multinacional  Barrick Gold. Pero a fines de 2011 ya era notoria la presencia de la minera Osisko Mining Corp para explorar el cerro Famatina. Volvió el estado de movilización. Que tuvo su pico cuando los asambleístas descubrieron una carpeta de la empresa con información de los activistas. “Listas negras”, al mejor estilo de la última dictadura militar, en las que se detallaban lugares de trabajo y nivel de participación en las asambleas.

El 2 de enero de 2012 comenzó el corte en Alto Carrizal, camino vecinal por donde debiera pasar la empresa para explorar el cerro Famatina. Semanas de corte, que se transformó en un acampe permanente y masivo. El 12 de enero hubo movilización, en respaldo a la lucha riojana, en seis provincias (Mendoza, Río Negro, Catamarca, Córdoba, Chubut y Buenos Aires).
Famatina se instaló en la agenda nacional. Los medios opositores al Gobierno transmitían en directo y dedicaban tapas a la movilización popular. Todos sabían (en primer lugar las asambleas) que no era casual esa presencia: transmitían un hecho real y que lo ameritaba, pero también lo usaban como denuncia contra el Gobierno (el estratega y responsable de la avanzada minera).

Los medios alineados con el oficialismo inicialmente ignoraron la pueblada. Luego dieron cuenta del hecho, pero siempre con el menor espacio posible.
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Sobrevino un trabajo de pinzas.

Las empresas mineras redoblaron la campaña publicitaria (más publicidad, más dinero para las empresas periodísticas).

Y el Gobierno conformó, el 15 de febrero de 2012, la Organización Federal de Estados Mineros (Ofemi), integrada por Jujuy, Salta, La Rioja, San Juan, Mendoza, Río Negro, Chubut, Santa Cruz, Neuquén y Catamarca. Un claro respaldo a la actividad minera y una fina articulación política para desactivar resistencias.

La Cámara Argentina de Empresarios Mineros (CAEM), que reúne a las grandes empresas del sector, celebró la creación de la Ofemi (incluso firmó el acta de conformación).

En tiempos de medios polarizados, las empresas periodísticas comenzaron a leer las críticas a la actividad minera en clave de pauta (empresaria y/o gubernamental).

La resistencia de base contra la minería notó rápidamente como ambos polos mediáticos tomaban distancia de las luchas territoriales.

No hubo más tapas contra la megaminería. No hubo más transmisiones en directo desde los cortes. Los minutos de radio escasearon.
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La Secretaría de Minería de Nación, mediante su informe “La minería en números”, en 2003 había sólo 40 proyectos mineros. En 2009 ya eran 336 (840 por ciento). La misma Secretaría de Minería reconoce que en 2012 se llegó a 600 proyectos mineros en estudio: un 1500 por ciento más que en 2003.

Nunca antes la megaminería, de la mano de las corporaciones, había crecido tanto.
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El 12 de mayo, en Tinogasta, la policía avanzó sobre un bloqueo de ruta y detuvo a tres asambleístas. El 1 de junio, la gobernadora Lucía Corpacci solicitó a la Corte de Justicia provincial que ordene el desalojo de otro bloqueo selectivo de Tinogasta. La presidenta de la Corte Suprema de Justicia de Catamarca, Amelia Sesto de Leiva, señaló que “la cárcel es la solución para los ambientalistas”.

El 20 de julio, en Cerro Negro (Catamarca, intersección de rutas 40 y 60) la policía provincial y un grupo de choque prominero reprimieron un corte de ruta que bloqueaba el paso a camiones de Minera Alumbrera. Como en Andalgalá, quedó en evidencia la alianza represiva estatal-minera.

“Los principales responsables de esta represión son la gobernadora Lucía Corpacci y el gobierno nacional que es el aliado incondicional de las corporaciones mineras”, denunció Jorge Ramos, asambleísta de Andalgalá.

En noviembre de 2012, en Rawson (Chubut), decenas de asambleístas fueron heridos por una patota de la Uocra en las afueras de la legislatura provincial. El gobernador Martín Buzzi pretendía modificar la ley provincial y habilitar la megaminería. Las asambleas marcharon y la golpiza fue feroz. “Una carnicería”, definieron las asambleas de Chubut. Las fotos y videos explicitaron hombres y mujeres sangrando. Otra vez, represión terciarizada.

Las tres represiones tuvieron un punto común: la escasa cobertura de los “medios nacionales”.
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Este Gobierno no reprime la protesta social”, fue el anuncio de Néstor Kirchner al llegar a la presidencia. Con el 22 por ciento de los votos, y la memoria fresca de la masacre de Avellaneda, se cumplió en los primeros años de gobierno.

Pero los funcionarios y militantes siguen repitiendo lo que la realidad ya desmintió: la represión en el Parque Indoamericano (diciembre de 2010, donde la Policía Federal y Metropolitana reprimieron por igual), la zona liberada (por la  Federal) en el asesinato de Mariano Ferreyra y la detención en agosto pasado de 65 personas (incluidos nueve menores de edad) en Campo de Mayo (lugar emblemático de la dictadura militar) son sólo algunos hechos concretos que se imponen al relato.

Y la represión está terciarizada: policías provinciales, sicarios de empresarios rurales, grupos de choque de sindicatos y empresas extractivas.
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El 26 de abril, la Policía Metropolitana (bajo la responsabilidad política de Mauricio Macri) reprimió en el Hospital Borda a médicos, pacientes, vecinos,  militantes y periodistas.

Por internet circuló una imagen muy clara donde se veía que la enorme mayoría de los medios impresos y web hablaron de “incidentes” y “disturbios” (entre ellos La Nación y Clarín). Página12 fue uno de los pocos medios que tituló de manera clara y sujeta a la realidad: “Represión”. La tapa del sábado 27 de abril mostraba a policías apuntando. Y hubo amplia cobertura.

Dos semanas después, en Famatina, la policía del kirchnerista Luis Beder Herrera reprimió a asambleístas que rechazan la megaminería. La versión impresa de Página12 le dedicó un recuadro, 986 caracteres.

El diario La Nación (versión impresa) lo omitió por completo. Al igual que la Agencia Telam, que el sábado (día de los hechos) no publicó ni una línea. Recién al día siguiente (domingo a las 11.50 –casi 24 horas después de los hechos, muy tarde para una agencia de noticias–), emitió un artículo: “Volvió la calma a Famatina tras incidentes con asambleístas antiminería”.

Nobleza obliga: la Agencia DYN (de Clarín y La Nación) sí lo cubrió. Emitió cables el sábado y el domingo. Siempre con el título de represión. Y Clarín, edición papel domingo, también dio cuenta de la represión (3.000 caracteres).
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Marcela Crabbe, asambleístas de Chilecito, estaba en el lugar de la represión. “Fue terrible. Hubo un ensañamiento criminal. Pasaron un límite. Ya podemos esperar cualquier cosa. Ayer salió el Gobernador y sus funcionarios a justificar la represión y pedir que la Justicia nos criminalice. Represión y cárcel. Eso pretenden para nosotros”.
Jenny Luján, también asambleísta, explicó que el gobierno provincial los acusa de “asociación ilícita” para utilizar la Ley Antiterrorista. “Dicen que nosotros somos los violentos. ¡Qué por favor vengan a ver cómo están los compañeros reprimidos! Esto es un plan de disciplinamiento que busca acabar con la resistencia de las comunidades”, denunció Luján.

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   La represión en Famatina no fue tapa de diarios porteños.
   ¿Por pauta de las empresas mineras?
   ¿Por pauta del oficialismo?
   ¿Porque el gobernador Beder Herrera es aliado del Gobierno Nacional?
   ¿Porque no fue el PRO?
   ¿Porque fue “más allá” de le General Paz?
   ¿Simple “línea editorial”?
   ¿O un poco de todo eso?
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Un estudiante de primer año de Periodismo ya sabe lo que son los grandes medios de comunicación: empresas con intereses económicos y políticos. Que denuncian y callan según su conveniencia. Y donde (¿muchos?) trabajadores de prensa intentan aprovechar las “grietas” para escribir según dicta la conciencia.
Pero, lo que el estudiante (¿y los periodistas?) no pregunta: ¿qué responsabilidad nos cabe a los laburantes de esos medios a la hora de no contar lo que realmente pasa?
¿Se debe naturalizar el silencio empresario ante las represiones?
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El 23 de marzo de 2013 hubo una masiva e histórica marcha en Esquel. Se celebraron los diez años del plebiscito que rechazó la instalación de una empresa minera y marcó un quiebre en las luchas socioambientales de Argentina.
La movilización fue invisibilizada por la gran mayoría de los grandes medios de comunicación de Ciudad de Buenos Aires.
Y Esquel volvió a dar otra lección. En la marcha, un cartel escrito a mano: “Frente al silencio mediático, periodismo hormiga“. Y una leyenda anónima: “Lo que los medios grandes te quieren ocultar, seguro lo encontrás en los buenos medios: los autogestivos, los comunitarios, los cooperativos. Porque los buenos medios tienen un compromiso con vos e informan lo que pasa en las calles, no lo que ´funcionarios públicos´ que se hacen llamar periodistas deciden desde un escritorio o una gacetilla de prensa oficial”.
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«En el Borda hubo una increíble represión”, destacó la Presidenta a través de su cuenta de Twitter al día siguiente de la represión y señaló la “impresionante protección mediática” que recibió el gobierno de Mauricio Macri. La Presidenta cuestionó la cobertura benigna de los medios de comunicación y consideró que “debería incluirse como materia en las facultades de comunicación social de todo el país”.
A 72 horas de la represión en Famatina, la Presidenta no se refirió al tema. Tampoco lo hizo ningún ministro. Tampoco los intelectuales orgánicos del oficialismo.
Con la represión en el Borda, los habituales voceros del Gobierno hacían cola para denunciar la violencia. Pero Famatina no les ameritó el mismo rechazo.
El gobierno nacional no suele repudiaron las represiones que padecen quienes luchan contra el extractivismo (y muchos menos si esas provincias son de gobiernos aliados). El gobierno nacional nunca condenó los asesinatos de campesinos e indígenas (que suelen tener como trasfondo el modelo de agronegocios).
El caso más notorio, la recurrente violencia contra la comunidad qom La Primavera. Nora Cortiñas, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, participó el jueves pasado de una conferencia de prensa junto a otros organismos de derechos humanos que exigen el fin de la violencia contra el Pueblo Qom. En tono, pero también de enojo, Cortiñas no anduvo con vueltas: “Hemos intentado llegar a la Presidenta y y no hubo respuesta. El silencio nos ofende y nos humilla”.

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Paula Ríos recuerda que el sábado fue “muy doloroso”. Describe lo golpes, el maltrato físico y psicológico.

El relato es duro, las entrevistadoras se conmueven.
Sufrió seis disparos de goma, le pisaron la cabeza con un borcego policial, la levantaron de los cabellos, pensó en sus hijos, creyó que la mataban. Y, pese a todo, no la quebraron: “No me van hacer bajar los brazos. Hay necesidad acá, pero tenemos dignidad, cosa que ellos no. Estas cosas no dan fuerzas para no claudicar. Nada nos va hacer retroceder. Estamos más fuerte que nunca”.

El papel del movimiento 15-M en los orígenes de Occupy Wall Street

El 99% en el 1º de mayo de 2012 (foto: Leónidas Martín)

El 99% en el 1º de mayo de 2012 (foto: Leónidas Martín)
Recordábamos hace unos días algunos logros invisibles del 15-M, en su segundo aniversario. Pues aquí va otro, y no es menor. Se trata de una historia casi desconocida sobre el movimiento Occupy Wall Street: cómo un grupo de españoles atravesados por la experiencia del 15-M llevaron hasta Nueva York el ADN de las plazas («la política de cualquiera») fertilizando así el lenguaje («we’re the 99%») y el imaginario político de Occupy. Lo cuenta Jeff Lawrence, investigador sobre cultura contemporánea y movimientos sociales, a quien conocí el año pasado en EEUU. El texto que vas a leer ahora (puedes hacerlo también en PDF) es una versión reducida y traducida de un trabajo de investigación escrito en inglés y que se publicará próximamente en Estados Unidos.  
El 19 de septiembre de 2011, dos días después del comienzo de la ocupación de Zucotti Park en Nueva York, dos de los españoles del 15-M que participaron en la organización de Occupy Wall Street estaban preocupados. Como los demás simpatizantes del 15-M que asistían a las reuniones preparatorias, Begonia Santa Cecilia y Luis Moreno-Caballud habían imaginado que el campamento en el corazón de Wall Street sería algo parecido a las acampadas que habían visto en España ese mismo año: espacios hospitalarios y abiertos en plazas públicas donde se congregaban grupos diversos de gente. Sin embargo, las cosas no eran así. El parque estaba rodeado de furgonetas de policía y los escasos y homogéneos manifestantes gritaban a los agentes y a los curiosos que pasaban por allí. Además, las propias asambleas se habían vuelto rápidamente conflictivas. Moreno-Caballud y Santa Cecilia decidieron proponer un cambio de táctica, enviando un email al grupo de trabajo de Extensión, que se ocupaba de comunicar el mensaje de Occupy al exterior.

El propósito de ese email era simple. Occupy tenía que enfatizar que no era una protesta más “contra el sistema”, sino un movimiento que estaba creando un espacio físico y conceptual en el que la gente podía encontrarse para hablar, escuchar y formular soluciones alternativas a la crisis económica y política global. Releyendo los emails organizativos y pensando retroactivamente sobre los debates de las asambleas preparatorias, los dos españoles decidieron revitalizar un slogan que había sido formulado a través de un proceso colectivo en los días previos a la ocupación: “Somos el 99%”. Enviaron un email con el asunto “#Occupy Wall Street sobrevive transformándose en #Somos el 99%”:
«Parece que #Occupy Wall Street necesita urgentemente una operación masiva de ampliación para sobrevivir. La clave para el éxito del movimiento es que sea inclusivo. Ahora mismo el movimiento es demasiado homogéneo, debido al imaginario y al lenguaje “activista” con que se identifica… Propongo que empecemos hoy una rápida y masiva campaña de extensión con esta idea: #SomosEl99% -Este es el plan: ponemos toda nuestra energía y recursos en anunciar el día de #SomosEl99%, que tendrá lugar el próximo sábado 23, en nuestro espacio en Zuccotti/Liberty Park.”
Dos días después, Justin Molito, otro miembro del grupo de Extensión, empezó a imprimir flyers. Para el fin de semana, la campaña del 99% estaba en marcha y #WeAreThe99% (“SomosEl99%”) era “trending topic” en Twitter. En dos semanas, aparecieron acampadas en más de cincuenta ciudades norteamericanas. Se coreaba “Somos el 99%” en todo el país, y después en todo el mundo. El movimiento del 99% se había hecho global.
Resulta útil pararse un momento a recordar lo profundamente que caló el slogan “Somos el 99%” en la conciencia nacional americana, a partir de los meses de octubre y noviembre de 2011. Quizás estamos todavía demasiado cerca de esos meses de Occupy para entender completamente cómo, en un país que se enorgullece de hablar en nombre de la clase media, la retórica del 99% y del 1% ha reconfigurado el vocabulario político. De hecho, parece probable que dentro de unos diez años esos meses sean vistos como el momento clave para las elecciones presidenciales de 2012: el momento en que un Obama muy tocado por los desastrosos resultados de las elecciones legislativas y por su fracaso en el conflicto del “techo de deuda” con los republicanos pudo por fin apuntarse un tanto populista, gracias al vocabulario introducido por Occupy. Pero, ¿cómo llego a suceder todo esto?
Hay muchas percepciones falsas sobre la historia del movimiento Occupy en EE.UU. Desde los primeros días de Occupy Wall Street, cuando la periodista del New York Times Gina Belafonte se refirió al campamento de Zucotti Park como “la protesta política convertida en espectáculo”, los medios masivos norteamericanos presentaron a Occupy como un hatajo de individuos insatisfechos y con dificultades para encontrar un propósito en sus vidas. Al mismo tiempo, los simpatizantes del movimiento a menudo han dado una versión sobre sus orígenes que gira en torno a las actividades de un grupo de organizadores americanos que consiguieron de alguna manera capturar la imaginación pública. Este texto propone una narrativa diferente: la historia de cómo un grupo de extranjeros que trajeron tácticas y experiencias de movimientos sociales recientes en otros países articularon algunas de las ideas más persuasivas y de las prácticas más duraderas que iban a surgir del movimiento Occupy.
OWS en Zuccotti Park
OWS en Zuccotti Park


La política de cualquiera en Occupy
Desde el 13 de agosto al 10 de septiembre de 2011, asistí a los encuentros de la Asamblea General de Nueva York (AGNY) en el parque de Tompkins Square, en Manhattan. En estas “asambleas generales” semanales, abiertas a cualquiera que quisiera participar, un grupo de unas cincuenta o sesenta personas planeó la acampada y la ocupación de Wall Street para el 17 de septiembre. La historia estándar de Occupy Wall Street en los Estados Unidos es que la izquierda americana fue capaz finalmente de promover un movimiento colectivo para combatir los abusos de las élites político-financieras, en la estela de la crisis económica de 2008. Incluso los artículos que han reconocido las conexiones internacionales de Occupy normalmente las han caracterizado en términos de inspiración indirecta de los movimientos sociales de 2011 en Egipto, Grecia, España y otros lugares.
Sin embargo, lo que yo vi en estos encuentros y lo que he sido capaz de reconstruir estudiando los primeros documentos de la Asamblea General de NYC, es que cerca de un 40 o 50% de los participantes en las asambleas de agosto y septiembre de 2011 provenían de lugares que no eran Estados Unidos: España, Brasil, Irán, Grecia, Armenia, Japón, India, Palestina, Argentina, Rusia e Italia, además de la nación Choctaw y Puerto Rico. Solamente un artículo aparecido en los medios durante el primer mes de Occupy Wall Street se enfocaba parcialmente en las raíces internacionales del movimiento, “Cómo empezó realmente Occupy Wall Street”, publicado por Andy Kroll en la revista Mother Jones el día 17 de octubre. Bajo mi punto de vista, su provocadora pero legítima afirmación de que los participantes extranjeros eran al menos tan importantes como los americanos en la organización de Occupy Wall Street, no fue tomada en serio en ningún otro lugar.
Pero mi objetivo aquí, en cualquier caso, no es simplemente recuperar la importancia de los participantes internacionales. Desde los primeros días de la Asamblea General de NYC y de la organización de Occupy Wall Street, existieron visiones distintas sobre los propósitos del movimiento. Paradójicamente, aunque la mayoría de las interpretaciones de Occupy han tendido a marginalizar a las voces extranjeras del movimiento, fueron éstas las que resonaron más profundamente tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo. Esto es especialmente cierto en el caso del contingente español de Occupy Wall Street, que a menudo constituía entre un diez y un veinte por cierto de las pequeñas asambleas organizativas de la AGNY. Recuerdo a un americano refiriéndose en términos cuasi-religiosos a la “inquebrantable fe” de los españoles, y a otro que se lamentaba (un poco menos solemnemente) de ser uno de las pocas personas en la AGNY, extranjeras o americanas, que no hablaba español. Como Santa-Cecilia y Moreno-Caballud, varios españoles más habían regresado recientemente de Madrid, donde habían participado en distintas fases del movimiento 15-M durante el verano de 2011. Además del entusiasmo y la convicción nacidos de haber sido testigos de ese movimiento verdaderamente popular, el contingente español de Occupy trajo también un principio que se había gestado en las acampadas españolas.
Este principio era lo que estos españoles comenzaron a llamar “la política de cualquiera”: la creencia en que los movimientos sociales deberían estar compuestos por cualquiera que quiera participar en ellos. Aunque “horizontalidad” se había convertido en un palabra clave en los movimientos autónomos y anti-globalización de los 80’s y 90’s para referirse al proceso de creación de consenso en las asambleas populares, la concepción de Occupy que tenían los españoles estaba menos orientada hacia esas actividades internas de las asambleas –grupos “autónomos” que practican la “acción directa”- que hacia la participación de la gente en general, estuvieran o no en las asambleas. Es decir, les preocupaba más la inclusividad que lahorizontalidad del movimiento. Para ellos un movimiento “sin líderes” era importante no sólo porque estableciera un protocolo para asambleas no-jerárquicas, sino sobre todo porque desdibujaba los límites entre el “dentro” y el “fuera” del movimiento.
El contingente español a menudo repetía la frase: “nos importa menos el propio Occupy que lo que Occupy genera”. Les había impresionado la manera en que, durante el 15-M, los activistas habían cedido autoridad y agencia a cualquiera que llegaba para participar en las acampadas, y exigían que el lenguaje del movimiento fuera accesible para quienes no eran activistas ni académicos. Por todo ello, consideraban que la acampada en Wall Street no debía ser sólo un lugar para protestar contra los excesos de las instituciones financieras americanas, sino también, más fundamentalmente, un espacio para la construcción de una sociedad alternativa en la que la cooperación y la ayuda mutua sustituyera a la competición económica. En cierto sentido, esta idea concordaba con los principios anarquistas de auto-gestión que su compañero de asambleas, el antropólogo David Graeber, expuso en su ahora ya icónico artículo “Las raíces anarquistas de Occupy Wall Street”. Graeber, una de las caras más visibles del movimiento en la escena internacional, ha reconocido por lo demás en numerosas ocasiones la importancia de la contribución de los “indignados” españoles a la creación de Occupy Wall Street (por ejemplo,aquí). Pero a la mayoría de los españoles de Occupy les preocupaba que un énfasis exagerado en los procesos asamblearios pudiera crear un aislamiento de la comunidad “radical” en lugar de un movimiento inclusivo. El éxito de Occupy Wall Street, pensaban, no consistiría en “traer a gente al movimiento” para que escuchara su retórica, sino en expandir el movimiento –sus propósitos, su vocabulario y sus prácticas- para que cualquiera pudiera contribuir a su construcción.
Como la mayoría de los españoles en la península o en el extranjero, los que participaron en Occupy se habían visto atraídos por el 15-M precisamente porque el lenguaje de las acampadas iba más allá de los discursos tradicionales de la izquierda. Aunque muchos de ellos tenían educación post-graduada -Santa-Cecilia, Moreno-Caballud, Lauren Dapena Fraiz, Mónica López, Guillem Álvarez Berrocal, Ángel Luis Lara, Maleni Romero, Lucía Rey, Vicente Rubio, Xavi Acarín, y Nikki Schiller— a todos les cautivó la sencillez de los slogans provenientes de las acampadas del 15-M. Casi todos los participantes en la Asamblea General de Nueva York estaban versados en la tradición política radical, y habían leído desde Marx a Franz Fanon, pasando por Deleuze y Guattari, desde Gayatri Spivak a Jacques Rancière, pasando por Hardt y Negri. La diferencia fundamental, en mi opinión, era la manera en que los participantes se relacionaban con estos pensadores. Mientras algunos (no todos) de los activistas americanos expresaban sus sentimientos anti-capitalistas en el idioma de la teoría académica, el contingente español se preocupaba por reformular y traducir las ideas que surgían de la asamblea para que fueran accesibles más allá de la comunidad activista y académica. Les habían inspirado los posts publicados por Amador Fernández-Savater durante las primeras semanas del 15-M, defendiendo la potencia política del lenguaje común (en expresiones como “democracia real ya” o “somos personas”) frente a quienes insistían en la vaciedad e ingenuidad política de este vocabulario cotidiano. La convicción de que las formulaciones del movimiento debían ser lo suficientemente abiertas para que todo el mundo cupiera era uno de los principios operativos del contingente español de Occupy.
Manifestación del 1º de mayo, 2012
Manifestación del 1º de mayo, 2012


El 15-M en Nueva York y el 99%
El transito de estas gentes, prácticas e ideas entre España y Estados Unidos en el verano de 2011 generó mucha de la energía que iba a impulsar los esfuerzos organizativos de Occupy en agosto y septiembre del mismo año. Por supuesto muchos tipos de protesta y tendencias políticas diferentes convergieron en la formación de Occupy Wall Street. El movimiento debe mucho a las campañas anti-globalización de Seattle y Argentina en el cambio de milenio, a las protestas pro-democracia de la primavera árabe cuya onda expansiva circulaba ya por Occidente y a la llamada a la propagación de acampadas de protesta americanas realizada por la revista canadiense Adbusters durante los calurosos días del verano de 2011. En julio, la coalición New Yorkers Against Budget Cuts (“Neoyorquinos contra los recortes de presupuesto”) probó la idea erigiendo unas pocas tiendas de campaña junto al City Hall: el campamento que llamaron “Bloombergville” (en referencia al alcalde de la ciudad, Michael Bloomberg).
Pero incluso antes de estas iniciativas norteamericanas, el impulso para lo que se convertiría en el movimiento Occupy empezó en Nueva York con una manifestación en solidaridad con el movimiento 15-M en Washington Square, el día 21 de Mayo de 2011. Durante las seis semanas siguientes, un grupo de españoles reunidos bajo el nombre “Democracia Real Ya – NYC”, entre ellos algunos que llevaban bastante tiempo viviendo en Nueva York, se dieron cita semanalmente en el salón de actos de un bar español para solidarizarse con el 15-M y comentar la posibilidad de que un movimiento similar pudiera suceder en Estados Unidos. César Arenas-Mena y Moreno-Caballud comenzaron a asistir a las reuniones de New Yorkers Against Budget Cuts hacia mitad de julio, y el día 27 del mismo mes, tuvo lugar una charla informativa sobre el 15-M en la librería feminista de Manhattan Bluestockings. El momento clave de esta fase previa, sin embargo, lo constituyó un encuentro organizativo en el espacio de arte y activismo situado en el corazón de Wall Street 16Beaver, el día 31 de julio. El encuentro, llamado “For General Assemblies in Every Part of the World” (“Por asambleas generales en todas partes del mundo”) y organizado por Ayreen Anastas, Rene Gabri, Xavi Acarin y Moreno-Caballlud, entre otros, reunió a participantes en acampadas españolas con griegos que protestaban en la plaza Syntagma, además de activistas japoneses, palestinos y americanos (los organizadores de Bloombergville entre ellos). En esta reunión se anunció la primera asamblea de la Asamblea General de Nueva York (en aquel momento conocida como la Asamblea General Popular sobre los Recortes), que iba a tener lugar el 2 de agosto.
Durante los días siguientes, la frase más icónica y duradera de Occupy, “Somos el 99%”, fue acuñada por una serie de participantes de la Asamblea General de NY. El contingente español fue absolutamente crucial en esta articulación. El 4 de agosto, se inició un hilo de emails titulado “Una única demanda”, en la recién creada lista de correo “Septiembre 17”. Willie Osterweil comenzó la discusión señalando que esta “única demanda” del movimiento debería ser lo suficientemente amplia para incluir a todo el mundo: “No queremos observadores, queremos participantes”. Lorenzo Serna, un miembro latino e hispanohablante del grupo de Extensión respondió diciendo que tal vez lo que necesitaba no era una única demanda sino un mensaje único, algo que pudiera ser “fácilmente transferible de mi a cualquiera”. Isham Christie entonces enfatizó la diferencia entre una “demanda”, “que se dirige al estado o a las élites económicas” y un “mensaje”, “que se dirige a la gente que intentamos traer al movimiento”. En definitiva, el consenso “online” al que se llegó fue que Occupy Wall Street debía definirse menos por el qué de su posición política que por el quiénde sus participantes. Moreno-Caballud sugirió entonces que la identidad del movimiento se definiría según su capacidad de generar un mensaje que fuera fácil de entender y que combinara lo político con lo económico, como había hecho el 15-M con su “No somos mercancías en manos de políticos y banqueros”. Amin Husain añadió un eco populista de la constitución americana ofreciendo el slogan: “Nosotros, la gente, estamos tomando las calles porque el gobierno no nos escucha”. Finalmente, David Graeber, inspirado por un artículo del economista Joseph Stiglitz sobre “la política del 1%”, propuso la expresión que se convertiría en sinónimo de Occupy: “¿Qué os parece “el movimiento del 99%”?”. Graeber continuó: “Los dos partidos políticos gobiernan en nombre de el 1% de americanos que han recibido casi todos los beneficios del crecimiento económico, que son los únicos completamente recuperados de la recesión de 2008, que controlan el sistema político y la casi totalidad de la riqueza económica. Así que si los dos partidos representan al 1%, nosotros representamos a ese 99% cuyas vidas han quedado esencialmente fuera de la ecuación”.
Al día siguiente Santa-Cecilia y Moreno-Caballud imprimieron un flyer, añadiendo el pronombre “nosotros” al 99%, creando así una “identidad colectiva” para el “todos” y el “cualquiera” que formaría parte del movimiento: “Nosotros, el 99% llamamos a una asamblea general el 9 de agosto a las 7:30 en el Potato Famine Memorial”. El concepto del 99% empezó a circular por las calles de Nueva York. Más tarde, el activista y bloggero Chris lo transformó en su forma final: “Somos el 99%”, que dio nombre a una página de Tumblr. Estas fueron las palabras y el concepto que Santa-Cecilia y Moreno-Caballud recuperaron en su email de septiembre, durante la primera semana de la acampada.
Asamblea en español, Occupy en Zuccotti
Asamblea en español, Occupy en Zuccotti


Coda: ¿Occupy ama al 15-M?
¿Cómo, entonces, llegó a ser virtualmente borrado el papel del contingente español en la prehistoria de Occupy Wall Street? Me resulta más que anecdótico que el grupo que más se preocupó y trabajó por la inclusividad del movimiento haya sido efectivamente excluido de las principales narrativas sobre los orígenes de Occupy. ¿Por qué ha sucedido esto? Principalmente, porque el contingente español estaba más determinado que muchos de los demás participantes en la Asamblea de Nueva York a llevar la creencia en un movimiento sin líderes a un nivel cotidiano y orgánico. Como a menudo los participantes de las acampadas españolas rechazaban dar sus apellidos en entrevistas, esta práctica fue replicada inicialmente por el contingente español de Occupy. Especialmente en los primeros días del campamento de Zuccoti, esta táctica de despersonalización fue habitualmente recibida con confusión, hostilidad y, sobre todo, indiferencia por una sociedad americana fuertemente afectada por el culto a la celebridad. La falta de auto-promoción por parte del contingente español de Occupy supuso la progresiva disminución de su visibilidad y su influencia en el movimiento. Para el momento en que Occupy Wall Street había capturado la imaginación popular, en los últimos días de septiembre, los españoles ya no tenían una presencia decisiva en los principales órganos del movimiento, ni en Zucotti Park ni fuera del parque. Este giro confirmó, en parte, la efectividad de su concepto de un movimiento del 99%. Pero, por otro lado, el hecho de que fueran menos visibles que otros participante hizo que los medios globales –y en consecuencia, los activistas y académicos que, a pesar de toda nuestra retórica, continuamos estando fuertemente atados a esos canales estrechos de información- básicamente ignoraran las continuidades entre el 15-M y Occupy.
En el primero de mayo de 2012, durante una marcha a través de las calles de Manhattan, un grupo de participantes de Occupy intentaron reconstruir los puentes entre los dos movimientos. Preocupados por el hecho de que la gente tanto en Estados Unidos como en España siguieran viendo a Occupy como un movimiento local enfocado en el sistema político americano, llevaron una pancarta que decía: “Occupy Loves 15-M (Spain)”. Tengo fotos del contingente español llevando esa pancarta desde Union Square por todo Broadway hasta Zucotti, pero no creo que mucha otra gente reparara en ellos. La pancarta era una especie de testimonio de cierta derrota. Siendo cierto que muchos en Occupy “amaban” al 15-M, se había vuelto ya casi imposible afirmar una verdad mucho más profunda: que el 15-M era, o al menos era una parte fundamental, de Occupy Wall Street.

Clinämen: Ilegalismos financieros y nuevo conflicto social

Conversamos con Pedro Biscay, especialista en delitos financieros, coordinador del CEPPAS e investigador de la Procuraduría General de la Nación, sobre ilegalismos financieros y nuevo conflicto social.

Cartografías políticas: Encuentro 4

El peronismo por fuera del paradigma de la hegemonía

Introducción 

En la actualidad tiene mucha presencia un modo de explicar el peronismo centrado en el concepto de hegemonía, tomado de la tradición gramsciana. Ese paradigma, que entiende a la política como una serie de operaciones de tipo discursivo, tiene como su máximo exponente a Ernesto Laclau, politólogo y pensador argentino, autor de libros como “La razón Populista” o “Hegemonía y estrategia socialista” (junto con Chantal Mouffe). En los 90, Laclau tomó relevancia en el círculo de intelectuales europeos, cuando se le pregunta por el carácter innovador de su teoría, él dice que todo surge de encontrarse frente a la complejidad del peronismo en su país natal.
Laclau sostiene que el populismo es la imposibilidad de deducir las identidades políticas del anclaje de los grupos sociales en la economía. La política se da entre grupos y fracciones, no entre clases. Esos grupos se organizan en bloques hegemónicos mediante la articulación de demandas heterogéneas. La producción de esa articulación es la producción de una hegemonía populista. A la corriente capaz de leer la autonomización de las subjetividades políticas respecto de la economía, Laclau y Mouffe la llaman “posmarxismo”.  
Contra esa posición teórica se posiciona Jon Beasley Murray en el capítulo uno de su libro “Poshegemonía”, dedicado al peronismo. El autor busca entender al peronismo como un fenómeno que tiene su eficacia en el nivel de los afectos. Para avanzar en esa dirección, Beasley Murray se distancia de los conceptos utilizados por Laclau. Dice: “El problema en la teoría de la hegemonía no es tanto que subestime la economía, el problema es que sustituye el estado por la cultura, las instituciones por representaciones ideológicas, el habito por el discurso.”
Hipótesis
Podemos pensar al peronismo como un juego de afectos y de hábitos, sin considerar esencial la dimensión significante/discursiva.
Decimos
– Para Laclau la política en el populismo se produce en la sociedad civil, no en el estado. Desde la articulación de grupos sociales que antagonizan con el poder se genera un líder, que los aglutina. El líder funciona como un vacío de sentido, al que cada grupo asigna un contenido particular, pero, a la vez, da un nuevo sentido –de unidad- a los grupos que enlaza. Las identidades políticas surgen desde abajo pero se instituyen desde arriba.
– Dentro de la teoría de Laclau, el momento de mayor perfección populista de Perón se da durante el exilio, cuando mas desvinculado está de un contenido político concreto y cuando, además, lidera sin ocupar el estado.
– A esta forma de gestación social/civil de una dirigencia política responderían tanto el caso de Perón como el de Kirchner: grupos dispersos excluidos del discurso oficial que encuentran su articulación en un personaje hasta el momento secundario dentro del escenario político.  
– ¿Por qué Alfonsín o Menem no serían liderazgos de ese tipo, si a la llegada de cada uno al gobierno la antecedió una situación de conmoción social y propagación de grupos que antagonizaban con el poder establecido? No lo son por la identificación con las instituciones que es común a ambos. 
– Para Laclau, la institucionalización es el mayor riesgo para el populismo. Expresa una desconfianza con las instituciones, aun cuando las controle. Su vitalidad está en la capacidad de articular nuevos grupos. Si se aferra a una forma normativa-estatal, adquiere una lógica excluyente.
– Si hoy los caceroleros se consideran “excluidos” del modelo kirchnerista, ¿podemos pensar en la posibilidad de una articulación como la define Laclau? ¿El líder populista del momento sería Jorge Lanata?
– Lo interesante de Lanata es que la pregnancia de su discurso no proviene de su conexión con otros discursos (los caceroleros son prácticamente mudos), sino de su conexión con afectos.
– Beasley Murray dice que el problema de la teoría de la hegemonía es que donde hay afectos ve discursos. No se trata de de ignorar la dimensión significante sino de percibir su vínculo con otras dimensiones que son las determinantes.
– La idea de Beasley Murray sobre el peronismo es que no empieza siendo fenómeno discursivo, sino siendo un fenómeno estatal. El peronismo se genera a partir de la creación de instituciones que producen hábitos: desde la Secretaría de Trabajo y Previsión hasta la Fundación Eva Perón. 
– El hábito que un cierto modo de relación con el estado genera en los cuerpos de la clase trabajadora organiza los afectos de modo duradero.
– Dice Beasley Murray que, bajo la máscara de la subversión, los movimientos populistas sólo construyen y consolidan la soberanía. Bajo la máscara de la anti-institucionalidad, fortalecen al estado y la representación. 
– El origen del kirchenrismo puede pensarse como una reposición de la vigencia de las relaciones de representación. Unas relaciones estatales-representativas discontinuadas en 2001, que se lograr revivir con el surgimiento de un liderazgo de corte anti-institucional.
– Los hábitos que el peronismo fundó en la década del 40 no son sólo institucionales, sino el rol de perón como figura rectora e identitaria: el primer trabajador; el rol de evita, un amor maternal vertical; el amor al pueblo. Se trata de afectos que constituyen el inconciente político de una sociedad, más allá de las palabras.
– No es el juego de los discursos, las opiniones, las ideologías, las representaciones el que garantiza un “consenso”, sino que un orden se sostiene sobre hábitos que son inconcientes y que, mediante aparatos de gobierno como el peronismo, pasan a quedar ligados a una trascendencia, ligados al estado. 
Próxima Reunión
Nos propondremos pensar el neoliberalismo como una política de hábitos y afectos, tomando en particular el caso de Perú, trabajado por Beasley Murray en el segundo capítulo de “Poshegemonía”.
Materiales para la próxima
Capítulo 2 del libro “Poshegemonía”, de Jon Beasley Murray.
Entrevista a Pablo Miguez / Escuchar acá

Antisemitismo (una polémica con Juan Pablo Maccia)

por Marcelo Laponia

Dejo sentada mi preocupación por cierto énfasis antisemita del último texto del querido Juan Pablo Maccia. No entro en las consideraciones sobre el kirchnerismo –que no comparto para nada. La frase que me mueve a polémica es la siguiente: “Algo debemos estar haciendo mal, intuyo, cuando la única literatura política con pretensiones estratégicas que recibo, convaleciente, en mi cristiana Santa Fe llevan la firma de José Pablo Feinmann, Hernán Brienza o de Ricardo Foster: egocentrismo, cinismo, filisteísmo rabínico. No son, le digo a la embelesada Lau, los mejores perfiles para atravesar discursivamente este momento difícil de la vida del país. La autocomplacencia -estética e ideológica- es la peor de las enfermedades que hace nido en lo más íntimo de nuestras fuerzas” (subrayado es mío).
No quiero exagerar: no voy a correr escandalizado al Inadi por un nuevo e inesperado de caso de discriminación. Me limito, en cambio a una reflexión, para no dejar pasar la ocasión. Juan Pablo Maccia, convaleciente luego de un ACV que lo tuvo dos meses en coma, vuelve de a poco a las andanzas. Su escritura, provocativa, produce sus efectos. En pocas líneas se ubica refugiado en el cristianismo de su Santa Fe, a la vez que descalifica a tres notables intelectuales y voceros del kirchnerismo, al que ostensiblemente adhiere. Dos de ellos poseen apellidos judíos. Uno de ellos, notorio ensayista y profesor comprometido con cierta filosofía judía, es adjetivado de “filisteísmo rabínico”. No sé qué es más grave en esta supuesta descalificación, si la apelación negativa al sacerdote judío (hace poco el periodista de derecha Carlos Pagni acudió a la misma figura para desprestigiar al viceministro de economía de la nación, el “marxista” Kiccilof) o la manifestación de la más grosera de las ignorancias al usar el apelativo “filisteo”, voz hebrea que nombra un antiguo pueblo del medio oriente (posiblemente antecedente del pueblo “palestino”).
Por supuesto, no es esta mezcla de prejuicios e ignorancias supinas las que me mueven a polémica, sino algo más profundo. Después de todo “judío”, más que el nombre de un pueblo de la antigüedad que aún sobrevive de diversas formas, nombra una diferencia mitológica en el corazón mismo de la teología cristiana o católica. Esa diferencia (el antiguo testamento como antecedente del nuevo en la Biblia) ha querido ser extirpada más de una vez del cuerpo del occidente. De la inquisición a los nazis, por cubrir un lapso de tiempo que se mide en siglos. La inquisición buscaba purificar la sangre del pueblo católico. Los nazis personificaban en el judío al capital financiero (la caricatura del banquero narigón). Unos y otros, añoraban el espacio creado a partir de 1492, cuando la España católica se unifica conquistando América. Es la historia misma de la globalización capitalista la que se conforma en este espacio, xenófobo en virtud misma de las reglas de su constitución (expulsión del moro, persecución judío, colonización del indígena). No cabe duda de que Nuestra América, incorporada hoy en día como nunca al circuito exitoso de la circulación mercantil, revive ese espacio imaginario, del cual hay que expulsar la diferencia. No ya al indio o al judío (muchas veces el que expulsa es “indio” o “judío”, esto lo sabemos bien), sino a todo aquel que rechace la ley del valor como código para organizar la convivencia entre las diferencias.
Hay algo que, querido Juan Pablo, no te puedo dejar pasar: que en tu debilidad convaleciente apañes desde el lenguaje la restitución de esa espacialidad excluyente. Esa alianza interior con la norma del capital y del estado que define lo argentino, siempre ligado a la santa fe. No lo puedo, menos que menos, en época de papas argentinos, nacionales y populares.

Llegó el día: murió Videla.

por D.S.

Murió Videla: soñé mil veces con este momento. Dicen que desear la muerte de alguien es triste: alegrías tristes te da la vida. De más joven soñé con matarlo. No recuerdo ahora el nombre de la película que acaba con el asesinato de un genocida (Astiz). Entiendo el orgullo que despiertan las madres y su corrimiento de la violencia, pero me gusta el cine de Tarantino en la que se reescribe la venganza sangrienta y feliz de los humillados.
Un amigo hipersensible a los lugares comunes del progresismo fácil escribe a las horas de conocerse la noticia: “cuando alguien muere hay que recordarlo por sus cosas buenas”. Eso me propongo.
Videla no fue un sorete solitario. Su soledad actual da cuenta, en todo caso, de una exitosa y masiva capacidad de blanqueo y lavado de cara que recorre la historia reciente de nuestro país. De la prensa a la Iglesia, de los partidos políticos a las fuerzas de seguridad, de los sindicatos a los empresarios. Causa pavor reflexionar estos días sobre Rodolfo Walsh, Agustín Tosco o Monseñor Angelelli. Los contrastes hablan por sí mismos. No es sólo Van der koy, como dice hoy con verdad Horacio Verbistky. Es también el agente del 601 Gerardo Martínez al frente de la UOCRA.
Es cierto que estos gusanos de uniforme se van muriendo ya. Pero su obra perdura como hueso duro en la economía y en las instituciones (lo indiscutible del régimen de propiedad y de trabajo).
Un par de años antes de morir Videla sostuvo en un libro escrito por el oficial de no sé qué fuerza, Ceferino Reato (Disposición Final, la confesión de Videla sobre los desaparecidos), que el golpe de estado fue un «error» y que con la legislación de Isabel-Luder se hubiese podido realizar la acción de disciplinamiento social que clase dominante, la iglesia y el ejército se proponían con gran apoyo social.
La reflexión de Videla posee la fuerza de un poderoso ejercicio retroactivo: ¿le daba el cuero a aquel peronismo de las Tres A, para legitimar el genocidio, ya con Perón muerto? Esa hipótesis no tiene fuerza histórica positiva. Sin embargo tiene el valor de permitirle a Videla confesar la única verdad histórico que pueda ofrecernos: ¿cómo pudo ocurrir que un General en Jefe del Ejército Argentino robustecido en su tiempo junto al cuerpo y alma de toda una clase y un segmento nada menor de nuestra sociedad, muriese solitario e insignificante, ya casi sin cuerpo, sostenido por el fino hilo de su entrega espiritual a la virgen?

Esta pregunta es la tragedia del último Videla: el haber sufrido algo más duro que la prisión en la que lo colocó con justicia la democracia: la constatación cotidiana de que la fuerza con la que pudo realizar el genocidio lo abandonaba y se blanqueba, traicionándolo, para dejarlo como un símbolo impotente y solitario, para reconvertirse con éxito en el tejido del presente.
Los que dejaron sólo, los que llegaron a blanquearse a tiempo, ese cuerpo del capital que de un modo u otro sigue mandando, esta mierda nacional no muere con Videla: sigue con nosotros….

Los límites de la justicia: la muerte

Por Sebastián Stavisky


En varios de sus escritos sobre la biopolítica, Foucault sostiene que el límite más allá del cual el poder sobre la vida se muestra impotente es la muerte. Aunque nos quede el consuelo de haberse podrido estando en naca, algo de ello nos dice la muerte de Videla. ¿O acaso más de uno, deseándole el infierno, no hubiera querido que el castigo fuera eterno?
Como muchos, me enteré de la muerte del genocida por facebook. Lo primero que leí entonces del hecho fueron comentarios tales como “se murió un hijo de puta”, “que se pudra en el averno”, “que en paz no descanse”, “que responda su cadáver”… además de incontables expresiones de alegría –no exentas, en algunos casos, de cierto ridículo gesto de culpa- e invitaciones al descorche.
La lucha de las Madres, Abuelas, HIJOS y demás organismos de derechos humanos por castigar a los milicos del modo en que se castiga a cualquier persona que haya cometido un delito –cárcel común-, sin hacer aquello que vaya a saber qué impertérrito súper-yo impide –justicia popular-, es y seguirá siendo fuente de sobrado orgullo. Y no porque crea la ejecución de un acto vindicatorio, al que varios nos hemos sentido tentados más de una vez –y, mal que nos pese, ya no podremos cometer-, nos iguale con los responsables de un genocidio (de lo cual no puede jactarse el mal hijo de vecino que por robar una gallina fue condenado a despertarse con el hedor que emanaba el cuerpo del viejo pudriéndose cerca suyo).
La muerte de Videla, como antes las de Massera, el Malevo Ferreyra –de quien se podría decir hizo justicia por mano propia-, Martínez de Hoz y tantos otros que ahora no recuerdo, nos invita a pensar sobre el pronto fin –¿punto final?- de los juicios. La generación de genocidas se nos va al tarro. El ciclo de la vida pronto nos regalará el día en que ya no tengamos milicos a quién juzgar. ¿Podremos decir entonces que se ha hecho justicia? ¿Podremos celebrar que nuestros hijos crezcan en un mundo sin genocidas?

El descenso desde la ciudadanía popular a la parcialidad política

por Diego Valeriano

Creo que ya dije que la ciudadanía popular es el nombre/acción que realiza la víctima en búsqueda de justicia. Cuando la persona que perdió un ser amado se potencia en la búsqueda de justicia construye esa lucha una suerte de ciudadanía popular que nos interpela a tod@s. La secuencia es la siguiente: el primer paso consiste asumir a la víctima como tal: es tarea de la sociedad aceptar o no para alguien el estatuto de víctima. Puede tratarse de una víctima directa de las fuerzas de seguridad del estado, o bien haber sufrido la injusticia que surge de la complicidad de distintas mafias o haber caído en manos de la desidia y la corrupción que provoca muertes. La segunda, tiene que ver con el horizonte de estas luchas. La ciudadanía popular no pretende transformaciones profundas, sino que se constituye en el deseo llevar adelante demandas de sentido común: lo que dice la Constitución, que haya justicia. En tercer lugar, la intensidad de su lucha y el ejemplo de su sacrificio nos hacen partícipes, sentimos empatía por sus reivindicaciones y cada quien a su modo termina simpatizando, acompañando. En cuarto lugar, resulta fundamental que a la víctima la acompañemos tod@s, que ayudemos incuso de un modo pasivo, a generar la visibilidad necesaria para que su lucha no pueda ser negada. Su lucha se vuelve la lucha de tod@s: de los medios, los políticos, los posteadores compulsivos, mi mamá, vos. Desde Blumberg a los familiares de Once son claros ejemplos de lo que hemos dicho.
Quería ahora marcar también un camino de tres estaciones que muchas veces se recorre en la constitución de estas luchas ciudadanas: de victima a ciudadanía popular, y de esta a la participación política. Madres y Abuelas  son un claro ejemplo de este trayecto. Este paso último, al transformarlos en políticos, los desangela y parcializa. Hace que dejen de ser de tod@s para ser –sólo- de un sector. En esta ultima semana Susana Trimarco dio definitivamente ese paso al hacer declaraciones sobre Lanata y Clarín. Al hacerlo ella rompe una alianza no dicha con los medios y se pone de una vereda. Dejó de ser de tod@s para ser del gobierno. Podríamos evaluar que de alguna manera frente a parte de la sociedad bajo un escalón. Nadie va a poner en duda su lucha, pero sí van a poner en duda otras cuestiones. Susana eligió dar un paso y puede hacer lo que ella le parezca correcto, lo que dijo de Lanata y Clarin es suave con respecto a lo ellos merecen que se les diga, pero al decirlo ella dio un paso que si bien no deshace todo lo que realiza y realizó por la lucha contra la trata de personas, sí le cambia el estatuto. A partir de ahora los apoyos y los ataques que reciba tendrán otra textura.

Clinämen: La política como gestión de los afectos

Conversamos con Jon Beasley Murray, profesor británico, autor del libro “Posthegemonía”, editado en Argentina. ¿Vivimos en tiempos posthegemónicos y cínicos? ¿Las teorías  del populismo y de la hegemonía, que piensan la política en términos de consensos y de ideologías, dan cuenta de los fenómenos sociales de orden y ruptura? ¿O acaso para entender fenómenos como el peronismo y el kirchnerismo conviene acudir al ámbito de los afectos y de los hábitos?

Néstor Kirchner, la otra película, de Adrián Caetano

Néstor Kirchner, la otra película. La aparición de la película de Caetano sobre Néstor Kirchner es un hecho extraordinario. Uno de esos hechos que, un minuto antes de que ocurran, parecen imposibles, pero un minuto después se mimetizan con la realidad de tal manera que tenemos que hacer un esfuerzo para sostener la sorpresa y la fascinación. Esta característica es compartida con algunas famosas medidas kirchneristas.


Cuando se derogaron las leyes de impunidad (en 1998), los “especialistas” explicaban que ese hecho no tenía efecto retroactivo y, por lo tanto, ningún efecto concreto. Para poder reabrir los juicios las leyes debían ser anuladas. Era una forma de explicar que eso no iba a pasar nunca. En 2003 las leyes se anularon. Ahora estamos felizmente acostumbrados. Algo parecido se puede decir de la legalización del matrimonio homosexual, de la estatización de las AFJP o de la Asignación Universal por Hijo. Estas medidas tienen también ese aura y esa maldición.


El espacio donde apareció la película no es un hecho menor. Es el blog de Raffo. No sé quién es Raffo o qué hace de su vida, sé que es parte del coro estable de señoras indignadas de tuiter. Un conjunto de tuiteros famosos que todos los días desarrolla una competencia salvaje en la que triunfa el que logra descubrir el mayor atropello a la República en el hecho más pequeño y abstracto posible. Por supuesto que la competencia la gana siempre Quintín, el único auténticamente excesivo de todos ellos. Tangencialmente a este grupo se mueve Esteban Schmidt, otro intenso, un radical de modales peronistas al que vale la pena leer.

Los demás son una versión palermitana de Marcos Aguinis o Santiago Kovadloff. Casi tan básicos como ellos, pero mucho más cancheros. Debo agradecerle a este grupo la revalorización del apelativo “gorila”. Es una calificación que nunca me gustó mucho. Mientras su uso estuvo en animación suspendida era, para mí, sinónimo de antiperonista y el peronismo era, como me enseñó mi papá socialista, la derecha disfrazada de popular. Los hechos le daban la razón. El peronismo se opuso a Alfonsín por izquierda para después asociarse con los que lo chiflaron en la Rural. El peronismo fue el menemismo, la segunda mayor tragedia argentina. En ese contexto, ser gorila no podía ser algo malo. Ahora que la palabra resucitó suele molestarme su uso un poco fascista, estigmatizante de cualquier crítica.


Sin embargo, los gorilas existen. Gorila es el que se siente -o se expresa- superior por pertenecer a una elite cultural. Para el gorila, la antinomia fundamental es civilización o barbarie. Para el peronista (en el buen sentido de la palabra), en cambio, es popular o antipopular.  Así pudieron coincidir contra la dictadura (por razones obvias) o contra el menemismo (porque el menemismo además de antipopular es grasa). El gorila cree que a los pobres hay que educarlos. Cree que salir a chorear, meterse los dedos en la nariz o no pronunciar las “eses” son expresiones de lo mismo. También cree que es importante pronunciar las “eses”, “hablar bien”, como si alguien pudiera hablar mal su lengua materna.

El gorila pregona, desde sus ventajas, cómo tienen que comportarse los demás. Le encantan esas historias en las que una mucama, trabajando de lunes a lunes 17 horas por día, logra salir de la villa y mudarse a un departamentito con el marido, un muchacho muy trabajador también. Ni se le pasa por la cabeza que, ante esa perspectiva, seguir en la villa, morirse a los 30 años, pero trabajar una vez por semana y tener el resto del tiempo libre, es, sin ironía, una alternativa muy respetable.

Se regodea en la ética y la moral. Habla desde una supuesta pureza, la mugre no lo roza. Se indigna con la intervención del INDEC, pero no tendría reparos en ser ñoqui en ese mismo organismo durante años.

En los pobres y en la pobreza sólo ve algo deficitario, incompleto, defectuoso. No son vidas válidas, son vidas perdidas, truncas. “Chávez les mejora las condiciones, pero no los saca de la pobreza”, les leí alguna vez. No tienen la menor idea de lo diferente que es tener muy poco a no tener nada. Si lo ven sucio, no debería existir. En su mejor versión no ven la diferencia entre un villero con laburo y un villero muerto de hambre. Su peor versión es más conocida, matarían a todos los negros de mierda.

En fin, en el blog del gorila de Raffo, y no de otro, se publicó, con una linda introducción, la película de Caetano.


La primera gran y evidente diferencia con la película de Paula De Luque es el exclusivo uso de material de archivo. No hay imágenes producidas específicamente para el film. De Luque necesita producir porque su relato intenta descubrir el “costado humano” del personaje. Las entrevistas con su hijo, su madre y su suegra buscan un retrato íntimo o cercano. Los otros personajes (el violinista, la que vendía flores en la 9 de Julio, etc) cuentan su encuentro personal con Néstor. Son historias emocionantes, pero no hablan de un presidente, ni de la política como instrumento de cambio, sino más bien de un tipo macanudo con poder.

En este intento por encontrar al hombre detrás del político, el mejor momento, sin duda, es el plano en el que la mano izquierda de Kirchner estruja el atril desde el que habla a la multitud en la ex ESMA. En esa mano aparece el nerviosismo que no se nota en su voz entrenada.

El problema parece ser que la potencia de Néstor Kirchner no está en su versión íntima. La intimidad parece quedarle como un traje chico donde aparece torpe. Recuerda más bien a esos compañeritos hincha pelotas de la escuela que no podían quedarse quietos. Es el pavote que le hace cuernitos a la novia mientras lo filman.

La nueva película, en cambio, centra su atención y la sostiene en la imagen del Kirchner político. Las palabras que llevan el relato no son las de los entrevistados, sino las de él mismo en sus apariciones públicas a lo largo de casi treinta años.


Caetano libera a Kirchner en los espacios enormes de la exposición pública. Es en esos espacios donde los gestos dejan de ser pavotes. Por ejemplo, esa mano sutilmente levantada y acompañada de una casi sonrisa cuando un tanque gira el cañón hacia él para cumplir con el saludo protocolar en un desfile público. Es un gesto pariente del aspecto relajado con el que llega, parado en un jeep, al colegio militar a decirles a todos los oficiales que no les tiene miedo y que quiere el ejército de Mosconi y Savio, no el de Videla. La falta de solemnidad le da una soltura que convence de la falta de miedo.

La película es kirchnerista en sus maneras. Avanza sobre la realidad con lo que hay, con las imágenes sucias, fragmentarias, imperfectas. No intenta cubrir los huecos para lograr una superficie suave ni un discurso cerrado u homogéneo, y sin embargo, pasando por el super 8, el HD o la TV, el relato se mueve construyendo la figura de un político impresionante. De la misma manera que descubrimos, pasando por el menemismo o el duhaldismo, la continuidad del discurso a favor de la independencia del Estado, del desendeudamiento, y del sostenimiento del empleo. En todos estos años kirchneristas llenos de contradicciones y contramarchas no se encontrará una sola medida en contra de esos tres pilares.


Al ignorar los años menemistas, la película de Paula de Luque los hacía más visibles. Hacía evidente que de eso no se hablaba. La de Caetano, en cambio, se anima a mostrar a los dos expresidentes juntos mientras se escuchan las palabras elogiosas de Néstor. Pero también en esas palabras se cuelan los principios que luego prometerá no dejar en la puerta dela Casa Rosada y que podrían identificarse con los tres pilares mencionados. Así es el kirchnerismo y así es la película de Caetano, una fuerza desprolija, hecha de retazos casi incompatibles, que se empeña en luchar contra la pérdida del misticismo, y que tiene como principio avanzar por donde la realidad lo permita. Parece no tener un centro, pero si miramos la totalidad se descubre que el camino, no por sinuoso deja de tener un objetivo.

En nombre de mayo. El impresente político.

Por Bruno Napoli
(prólogo a su GRAN OBRA de próxima salida)



La persistencia de los discursos en nombre de la Patria, de Mayo, como todo nacimiento (apropiado y de identidad robada) es una genealogía que discurre a lo largo de la historia como lo que construye y deshace. Como lo que posibilita para dar y castigar. Las “fiestas mayas”, con embriaguez popular de varios días, carreras de chanchos, palos enjabonados, corridas de toros, y fiestas de disfraces, cubrieron de alcohol a la belicosa Buenos Aires y sus provincias, en los primeros “mayos”. Pero sucumbieron por la Patria, cuando mayo demandó “Paz y Administración” (variedad vernácula del “Orden y Progreso”) y la fiesta maya trocó a desfile escolar-militar, misa y abstinencia. Los discursos de mayo han sido, quién lo duda, la necesariedad lógica para construir una patria (con mapa incluido) y armar un Estado.
En nombre de esos relatos se construyó, se consolidó y se volvió a desmoronar: en nombre de mayo. Ofreció indios vivos en las puertas de las iglesias (para servidumbre) e indios muertos en los museos (para su “foránea” observación).

“Los miércoles y viernes se efectuará la entrega de indios y chinas a las familias de esta ciudad, por medio de la Sociedadde Beneficencia” (aviso del periódico El Nacional, Bs As, 31/12/1878)

Trajo otros cuerpos en reemplazo laboral inmigrante, para una “Patria” que debía desplazar a los “vagos y mal-entretenidos”. La patria, esa mujer puesta a la fuerza  en el nombre de un hombre; hecha palabra en el pater, para no nombrarla en su tan bellamente nombrada definición mujeril de pachamama. Y  la posibilidad cierta de comenzar a escribir por mayo, por la patria y la bandera, todos los eventos que se sucedieran. Dar un lugar y un trabajo a los hombres en la patria nueva, y en nombre de esa patria matarlos si es necesario ante cualquier intento libertino de gestualidad nueva de esos cuerpos del otro lado del mar. Los cuerpos escolares moldeados por mayo fueron patrióticos, y aquí no entraron ni los indios, ni los gauchos y ni los del color de la tierra. Pero, si por caso, esos cuerpos nuevos se rebelan, Mayo y la Patria se los demandará.  Y otra vez la calificación se salvajes será para los que no acepten esas reglas. Nadie se atreva a cuestionar a la Patria y a Mayo, apropiados por los apropiadores de una dimensión que no considera eventual el robo y el maltrato (la inseguridad, al fin de cuentas, en la que se somete al rebelde).
Esa temeraria genealogía de apropiación intolerante (como matriz y motor de breve historia local) diseccionó también a los que se atrevieron a suceder a sus propios reclamos, en su (b) versión libertina e impertinente. Ahora los salvajes son ellos, por no aceptar lo que la tierra “virgen” da; ahora ellos serán los salvajes a extirpar del territorio. Una inversión retorica donde el “salvaje indio” pasó a ser la buena herencia y el buen trabajador externo un cuerpo indeseable. 

“Las violencias realizadas por los estudiantes incendiando las imprentas anarquistas, mientras echaban a vuelo las notas del himno patrio, constituyen una revelación de la más trascendente importancia. Ante todo esas violencias demuestran la energía nacional y enseñan que la inmigración no ha concluido todavía con nuestro espíritu americano pues conservamos aún lo indio que había en nosotros(sobre el 25 de Mayo de 1910, en “El diario de Gabriel” de Manuel Gálvez)

La seguidilla verbal de esta celebración incendiaria de la patria (con pena de muerte y delito de opinión como ley, votada por el congreso nacional) fue la reducción como todo futuro posible de integración “nacional” y aun “civilizatoria”. Una diseminación de “reducciones”con el régimen de la Banderapara “los indios que había en nosotros”.

“La regla de la Bandera era que al aclarar el día, el aborigen veía la bandera izada y tenía que estar en su puesto como hachero o como cosechero, y no abandonarlo. Cuando el sol estaba en medio del cielo la volvían a izar y era señal para comer, y después al anochecer cuando estaba entrando el sol la izaban de vuelta para dejar el trabajo hasta el otro día” (en “Chico, Juan y Mario Fernandez, Napalpi. La voz de la sangre”. Colección “Aprendemos a leernos”. Sub. De Cultura de la Pcia. del Chaco)

Relatos apropiados: de la “Sociedad Patriótica”, esa que dio el primer golpe armado en pos de los ideales de mayo, en 1812, cien años después a la “Liga patriótica”, a la caza del inmigrante, recorriendo el país, descoyunturando ideas extraviadas a sangre y fuego, en Buenos Aires, en Patagonia, en Chaco. Mientras se “reduce” al pie de la bandera de la Patria, al “sin historia”. Y el grito civilizado del primer progrom judío de Latinoamérica, por la Patria.
Cuando los sectores denostados en el silencio y el fraude  (ya no los libertinos/libertarios, ni los “reducidos”, sino los ansiosos de una lugar en la formalidad de la política) decidieron hablar, otra vez, la Patria. Uriburu y la “Legión de Mayo” recurriendo a su propia genealogía. Silenciando a los ansiosos y fusilando a los libertarios. Mostrando que el fascismo es terrorista, y apropiando al Estado, se hace carne material y fusilada.

 “el proceso iniciado en 1810 con la Revolución de Mayo, se frustró por la ley Saenz Peña…” (proclama de La Legión de Mayo”, círculo político que agrupaba civiles y militares en apoyo al golpe de estado de 1930)

El lugar de la patria, otra vez renacida y “virilizada” por el macho que dio benefactoramente un lugar en la historia a los olvidados, fue prontamente desarmado en nombre de mayo por el terror estatal, en un bombardeo inquino contra los que pedían pan y liderazgo. Y de aquí en mas, la vorágine de La Patria, salvada una y otra vez, en “la nueva hora de la espada”(según el festejo de E. Sábato) por un general bigotudo y de bastón largo que encontró en Córdoba su letargo.
El intento de tomar el cielo por asalto, habló en boca de las víctimas, por un instante, el lenguaje de los patriotas; y desgranó en cintas desgravadas, la dolorosa historia de “la patria fusilada”. Pero fue breve el deseo; y fue vano, fue banal su final: una copia maltrecha del benefactor de los humildes (ahora viejos, y padres de un relato mítico que alimentó a los asaltantes del cielo, y retornó al viejo líder) desempolvó lo peor de Mayo. Y desentonó con esos jóvenes que lo habían devuelto.

“Estamos en presencia de verdaderos enemigos de la Patria, organizados para luchar en fuerza contra el Estado (…) pido a todas las fuerzas políticas y al pueblo en general que tomen partido activo en defensa de la República que es la afectada. Ya no se trata de contiendas políticas partidarias, sino de poner coto a la acción disolvente y criminal que atenta contra la existencia misma de la Patria sus instituciones (…) Aniquilar cuanto antes este terrorismo criminal es una tarea que compete a todos los que anhelamos una patria justa, libre y soberana.(Juan Perón, cadena nacional, 02/01/74)

Las réplicas genocidas repatriaronrápidamente los peores elogios. La Patria se sumergía en una experiencia concentracionaria, menos novedosa de lo que se cree (Roca ya había ensayado Martín García) pero más terrorista que sus antecesoras.

“Si es preciso, en la Argentina deberán morir todas las personas necesarias para lograr la seguridad del país”.*  “Yo quiero significar que la ciudadanía argentina no es víctima de la represión, la represión es contra una minoría a quien no consideramos argentina”** (Jorge Rafael Videla en dos tiempos: *“La Prensa” 24/10/75  y **“Clarín” 19/12/77)

La inconclusa devastación festejó la implosión, y el Estado patriótico se volvió caótico, tensionado y tensionante para los que vinieran. Difícil de digerir pero aprendizaje forzoso de una reparación que debía desatarse en torno a una política desordenada pero hábil y efectiva. De todas formas, los pasados persisten y si bien los vientos cambiaron, hubo destellos de un Mayo intolerante que debía cambiar de cuerpo, pero insistía:

“los objetivos políticos (de las Madres de Plaza de Mayo)  no coinciden con los intereses nacionales” (R. Alfonsín, en rueda de prensa. 21/12/1984). “Es negativo para la democracia (que las Madres) defiendan a quienes ocasionaron todo este trágico derramamiento de sangre en el país, con una concepción elitista yendo al terrorismo subversivo” (R. Alfonsín en la TV alemana 6/07/1985)

La reversión del discurso en los intentos desaparecedores de un Estado que ya no era ni la sombra de aquel sueño inclusivo, desenvainó nuevamente la “patriada” que denostará la queja y el reclamo de cualquier rebeldía:

“no vaya a ser cosa que volvamos a tener otro contingente de Madres de Plaza de Mayo reclamando por sus hijos.  El rebrote subversivo (…) es un peligro latente para toda Latinoamérica. Y por eso les digo que tengan mucho cuidado, que manifiesten, que utilicen la libertad, pero que no exageren las cosas, porque ahí se meten estos delincuentes y tratan de sacar partido de este tipo de movida” (C. Menem. Página/12. 09/07/1992)

Doscientos años después, la apropiación de identidad “maya” comenzó un lentísimo retorno a sus cuerpos habituales, con antinomias novedosas, pero también con hacedores de la razón nacional y popular como secuela de lo que no debe repetirse. Con enjambres de rostros vestidos de un color que representó lo peor de sus tensiones y que anidó estupendos plumajes para los artífices de la razón de Estado. Aun descubren nuevos sentidos las bocas facciosas en la “patria maya”, pero un tanto rezagados por los que aprendieron que el color a usar era el mismo, cambiando el sol de lugar en la bandera, por imágenes menos “vírgenes” y mas redentoras de lo posible, en suelo patrio, minado por su propia historia. El tiempo del Mayo intolerante parece finalmente haber trocado a un fervoroso festival de lucha libre, por apropiar su sentido legendario, donde el bajo pueblo en la calle pueda celebrar con el entusiasmo de una calle pagana, muy a pesar de los destellos de intolerancia de sus mayores. Que si bien ajustan los relojes a un cambio vespertino, a veces olvidan el nuevo libreto y se les pianta un lagrimón nostálgico, inconsciente en el colectivo social…. 

«24 de marzo en la Plaza. Gente uniformemente vestida de rojo, autotitulada de izquierda. Amenazantes, con garrotes en sus manos (…) Del otro lado, jóvenes vestidos de azul, celeste, o blanco con banderas argentinas, brazos y manos entrelazados, haciendo cordón humano…para separar y evitar la agresión y la pelea” (CFK, 2013)

Pero son destellos ya. Una marea incandescente de otros cuerpos, prefigura que puede sostenerse lo contrario al oprobio, con insistencia en la historia inolvidable de la Patria. Con insistencia en la recuperación de las “fiestas mayas”. Pero no deja de sorprender cómo pervive, como suscribe bajo renglón o en letra chica, la inquina nostalgia de aniquilar al de al lado, si la patria lo demanda. Por la patria! Las cosas que se han hecho….!

Soy churrero, pero no boludo

por Wanda Wygachiewicz
Las ratas son peste. Congreso está lleno de ratas. Viven en el ombú que está en uno de los extremos de la plaza. Las ratas son feas. Lo son. No pertenecen a ningún estrato social. A la noche, Congreso me parece una rata gigante con cola larga. Estoy caminando entre sus calles, mirando al suelo porque se que puedo toparme con alguna. De noche las hijas de puta van a los pedos. Además, con la basura en las esquinas, deben sentirse como en un corso. Camino rápido. Me esperan unos amigos en un bar, donde esta noche hay algo como una fiesta de escritores / poetas. Que simpático que se junten en Congreso. El bar no llega a fin de mes. Está decorado con cajones de frutas que hacen de estantería a unos cuantos libros, raros, claro. Nada de literatura clásica. En estos lugares nada puede ser de manual. Se odia al Bafici, se detesta a la Feria del libro, se repugna cualquier tipo de movimiento artístico en el cual haya que abonar entrada y sea masivo. Por eso, hay sobres en las mesas para que colaboremos con su movimiento. El sobre sugiere una colaboración no mínima a los 15 pesos. Todo me queda claro. Llego, las luces todavía son altas. Tenemos una mesa reservada enfrente del escenario improvisado. El lugar, para mi sorpresa se llena rápido. La fiesta estaba anunciada para las 20:00hs, de un sábado x de un junio cualquiera. Son las 22 y todavía las luces siguen altas. Tomo coca zero, no me gusta pero no hay mucho más para elegir que no tenga alcohol. Pedí agua y me dijeron que no. Mi mesa se llena enseguida, amigos, conocidos, desconocidos y demás.

Pablo está sentado enfrente mío. Me chamuya desde el “hola” inicial. Me escribe en una servilleta mientras la banda soporte acomoda los instrumentos y prueba los micrófonos. Me escribe, me pregunta mi nombre, años, profesión, tanga o culotte. Subrayo culotte, aunque me encantaría contestarle: tu vieja en tanga. Bien, qué ganas de dormirme, cruzar los brazos sobre la mesa y lentamente apoyar mi cabeza sobre ellos. Dormirme acá, ahora. Pero Pablo insiste mientras los diferentes jóvenes escritores, esas tristes promesas, esos vendedores de verdades envueltas en neblina, leen ante un público cada vez más borracho. Yo sigo con mi coca zero. Hace unas semanas formé una especie de escudo, y eso incluía alejar al alcohol de mi garganta. En el primer intervalo unos cuantos salimos a la calle a fumar. Nos corremos un poco de la puerta de entrada del bar y nos acercamos a una esquina, la noche está fría, húmeda. Pablo me pone su saco. Él fuma de su mini pipa mientras nosotros nos quemamos los dedos para sacar una seca más del porro que ya está pidiendo entierro. Mi escudo queda derrumbado en esa última pitada. Miro a la plaza. Está el ombú en la esquina. Ya me siento parte de él.

Volvemos a nuestra mesa, la banda toca otros dos temas. Tantas horas de quietud se transforman en amenaza. La mayoría se impacienta, no vinieron por una guitarra. Vinieron por un poco de amor, y si no se corren las mesas ni se baja la luz, quizás ni siquiera rocen los pies del cariño. Mendigan afecto, del fácil, del barato, del más útil. Hay noches de esas también. Hoy en Congreso somos más de diez con la misma soga al cuello. Qué importa.

Mientras escucho a uno que lee sobre el tamaño de su pene, veo entrar a un chico  que tiene más drogas que sangre en las venas  No pasa los dieciséis, la campera le cuelga y apenas puede abrir los ojos. Se estaca al lado de Pablo, le habla al oído. Él lo escucha, le pasa las manos por los hombros, lo hace sentarse, serenase. El pendejo se calma, se tambalea y toma de mi coca. Intenta llevarse la botella pero se le cae y desparrama el líquido afloja tornillos sobre mis zapatos. Se va corriendo. Le pregunto a Pablo que le dijo, me cuenta que el caso perdido pensó que él era un representante de músicos, por el traje que desentonaba con todos los de ahí. Que el caso perdido decía tener una banda y que el caso perdido era el cantante y estaba dispuesto a demostrar su arte en ese escenario improvisado. Pero Pablo le explicó que él no es un representante de bandas de rock, que apenas un oficinista, que hoy la música no era protagonista y que la salida era por allá. Le escribí mi número de teléfono en la servilleta a Pablo, él, dobló el papel y lo guardó en su billetera. Me levanté, me puse el saco de lana, y saludé a los conocidos, amigos, y no tantos y me dispuse a irme de ese laberinto de necesidades. Pablo me dijo que me acompañaba hasta la parada del 105. Parecía cansado. Caminamos una cuadra y me dio la mano. Caminamos otra cuadra y me besó en el cuello. A la tercer cuadra me empujó contra una pared y empezó a morderme los labios.

─ ¿Te gusta, no? ¿Beso bien?

─ Si… ─dije apenas.

─Dale, ahora vos ─mientras me levantaba la remera.

─ Perdoname, me tengo que ir.

─ Dale, besame.

Pablo siguió levantando la remera hasta que sus manos llegaron a mis tetas. Yo intentaba correrlo, pero enseguida entendí el tamaño de su cuerpo en comparación con el mío.

─ ¡Pará boludo! ─llegué a decirle cuando bajó con su cabeza hasta una de mis tetas y corriéndome el corpiño empezó a chuparme – ¡Pará, pará un poco!

Lo empujo con toda las fuerzas que logro juntar, y se queda a dos pasos, mirándome. Me acomodo la ropa rápido pero se acerca de nuevo, y esta vez está decidido a no perder. Me agarra del cuello, mientras que con la otra mano sube por mis piernas. Intento correrlo. Me giro un poco y veo pasar por la esquina al 105. Ahí mismo Pablo me agarra de los dos hombros y me empuja contra la pared. Me golpeo la cabeza. Me toco, chequeo, no hay sangre. Lo vuelvo a empujar. Aprovecho esa distancia y corro a la esquina, Pablo me alcanza, me pide disculpas mientras me agarra fuerte de la muñeca. Le pido por favor que se vaya, pero me dice que no, que la zona es peligrosa que va esperar hasta que llegue mi colectivo. Se queda a dos pasos, 20 minutos, esperando. Llega el 105, me subo, no lo miro, marco 1,70 y me siento en el fondo, deseando que una rata lo muerda.

Llego a mi casa, no prendo la luz, me saco toda la ropa, la dejo tirada en una esquina. Me meto en la cama, apago el celular, cualquier pensamiento es bueno, pero decido dormirme, rápido. Mejor, no pensar.

El domingo me despierta sin despertador. Me visto bastante y salgo a la calle. Con la sensación de que todo va a ir mejor llego a la churrería. Mingo está en la puerta, como siempre con el delantal blanco, lleno de manchas. Habla con un pibe, que está con su bici, comprando unos panes. Mingo me ve, me sonríe y despacha al pibe.

─Como esos ya no quedan muchos –me dice, mientras estira una hoja de papel sobre la mesa. ─¿Sabés una cosa? Te voy a contar una historia, ni te imaginás lo que le pasó al pibe. Vos ¿lo de siempre, no?

─ Sí, media docena de churros.

─ Bueno, resulta que el pibe trabaja repartiendo diarios y me contó que hoy a la mañana, bien temprano, encontró en la calle tirados 60 pesos. Cuestión que vino a preguntarme ¿qué hacer con la plata? Yo le pregunté si había visto a alguien a quien se lo podrían haber caído, el pibe me dijo que no había nadie. ¿Entendés?

─ Si, si…

─ ¿Rellenos, no?

─ Obvio.

─ Bueno –siguió Mingo mientras rellenaba con dulce de leche las facturas –la cosa es que el pibe quería ir a la policía a dejar la plata, y por supuesto que le dije que no, que él estaba haciendo bien quedándose con los sesenta pesos, que ni se acerque a la comisaría. Pobre, la cara que tenía, un pan de Dios ese chico… Y vos mirá como son las cosas que me viene a preguntar a mi si estaba haciendo bien. Yo te digo nena ─mientras esparcía azúcar –como esos pibes ya no quedan.

─ Y no, la verdad que no.

─ Por eso, yo te digo, estos pibes de ahora que se maman a más no poder, delincuentes, que fuman la marihuana esa. Son un desastre, un peligro. Yo se que quedan pibes bien, como vos, por ejemplo, que estudiás, trabajás… ¿estudiás?

─ Si Mingo, le conté la semana pasada…

─ ¡Ah, si, si! Es verdad, bueno eso te digo… Ahora están dele que dele con la droga, y yo que no tomo ni fumo, me doy cuenta enseguida de eso, ¿sabés cómo se siente eso? –mientras arruga la nariz –. Bueno, no creo que sepas, vos sos buena piba, se te ve en la cara, no andas en esas, como mis hijos que los tres, estudian, trabajan. Qué se yo, soy churrero pero no boludo. ¿Me entendés lo que te quiero decir?

Le digo que si moviendo la cabeza. Le pago, le deseo un buen día. Mientras vuelvo a casa por el mismo camino me acuerdo del pasa calle que hace dos años le colgaron frente a la churrería que solo decía: Mingo pedófilo.

Los churros recién rellenos son la perfecta compañía para mi mate. Pienso en eso, solo en eso.

Murió Videla, símbolo del consenso social del genocidio argentino

por Bruno Napoli


En una esquina (de Mercedes) estaban otra vez los carteles de los desparecidos. ´Toda esta gente era vecina nuestra, todos conocidos, de las familias conocidas de Mercedes… ¡Y en su momento estábamos contentos porque teníamos un presidente! Yo siempre me pregunto qué nos pasó en ese momento. Jamás me han parado en la calle, pero a medida que se fue descubriendo esto… ¿cómo van a traer los restos de una persona que no es grata acá?`” . (P/12, 23/05/2013, nota de Alejandra Dandan, sobre el repudio a Videla en Mercedes)


Videla vivo significó la tranquilidad de tenerlo sin necesidad de despejar dudas. Estaba en la cárcel y se lo podía pasear de perpetua en perpetua. Videla muerto significó la tranquilidad de que murió en una cárcel común. Solo. Mas luego, ya nadie lo quiere. Ni muerto.

Y murió hablando. Sosteniendo lo que dijo durante su dictadura oprobiosa e inédita en perversión. Desafiando al tribunal que lo juzgaba e invocando a Dios. Nunca le reclamó a nadie sobre obsecuencias pasadas. Durante su dictadura, intentó una reparación económica de las víctimas y utilizó  la justicia y las leyes para eso. No pidió blanqueos al terminar su genocidio. Habló hasta por los codos… y dijo todo lo que tenía que decir.

La carnadura de un relato que no fue

¿Qué cambia con la muerte de Videla? No mucho en términos de la materialidad de lo que dijo hasta último momento. ¿Y si hubiera muerto hace 20 años? ¿O hace 30? ¿O cuando recién dio el golpe y se autoproclamó Presidente con todo el consenso social que lo acompañó? 

Nada de lo que se le reclama hubiera cambiado: no dijo dónde están los desaparecidos. Pero, ¿por qué iba a decirlo? 

Videla no se llevó ningún secreto a la tumba. No se guardó nada de lo que no sepamos, y que se encargó de aclarar tantas veces. Los desaparecidos no están ni vivos ni muertos. Lo sostuvo como solo un católico mesiánico y obtuso puede sostener la creencia en Dios. Nada más que decir. Pero, hay que decirlo: es engañoso y hasta tranquilizador esperar la palabra de los perpetradores. Engañoso porque es una espera falseada por los relatos que, en boca de los que no tienen voz, ponen los sobrevivientes. Tranquilizador, porque si esperamos que hablen los perpetradores no tenemos porqué hablar nosotros, testigos sociales y políticos de nuestra propia perversión al haber apoyado ese genocidio. Testigos privilegiados, que vimos todo.

En este entuerto, los únicos que no pueden reclamar “por el habla” son los desaparecidos.  Porque, mal que nos pese, los desaparecidos no están. Y no van a estar nunca más, porque su condición no los deja morir. Y porque no murieron ni fueron asesinados. Lo que se construyó sobre ellos (desde la militancia, pasando por la victimización hasta el heroísmo mas desatado) es una gigantografía revisionista consecuente con los discursos redentores. Pero no son eso. Son desaparecidos, que están en esa ausencia, para siempre. El resto es lo que la tierra devuelva (en la forma que quieran, si es que algo queda) y los relatos que los demás hacemos sobre ellos. 

Pero no ellos. 

Ellos, tal cual eran, ya no están, porque truncaron su posibilidad de ser el día que el terror de estado decidió secuestrarlos delante de todos, como escarnio y castigo, para nunca mas devolverlos. Y por esto mismo es que la desaparición no se puede contar. Porque lo que el sujeto es (vida y acción hecha en su propio relato) se termina en el momento del secuestro, y luego….comienza a desaparecer, cada segundo que pasa, desaparece mas y mas. 

¿Cómo contar eso si no hay relato posible para eso? ¿Y cómo contar eso si ese es el único fin de los perpetradores? El último y único fin. No los asesinaron, los desaparecieron. Y la respuesta a ¿dónde están? siempre será esa. Cualquier palabra en contrario por parte del desaparecedor, sería romper una lógica de funcionamiento necesaria para ese relato. No hay intención de hablar, porque no hay necesidad de hablar. Ni posibilidad. 

¿Qué sentido tendría para un perpetrador/desaparecedor decir dónde está el “desaparecido”?: es una contradicción del lenguaje, es una aporía. Una simplificación imposible de solucionar. Un desaparecido no aparece. Porque “es” desaparecido. Y esto hay que aclararlo: en boca de su perpetrador, es un “desaparecido”: puede aparecer su cuerpo, sus huesos, sus pertenencias. Pero el no. El sentido último de la desaparición fue no hablar más de él. Borrar su historia. Lograr borrar todo desde el momento del secuestro. Porque antes era alguien. Luego del secuestro ya no. Como si nunca hubiera existido. 

Un “asesinado” habla, y mucho; porque su cuerpo dice muchas cosas: a que hora fue asesinado, como, donde, y hasta porqué. Pero un desaparecido, es la intención hecha materialidad histórica de borrar de la tierra todo rastro. E impacta para un historiador, el solo hecho de pensar que el hombre puede materializar los efectos de la historia hecha de no-relatos, una materia intacta y palpable en su no-posibilidad de ser contada

Esta intención incluyó no dejar tampoco rastros que hablen de él. La última vez que se vio a un desaparecido, estaba vivo. Y de repente, no está mas. Nunca mas. La morbosidad del inédito acto del caso argentino, sostiene como razón, que nadie pueda, de un momento a otro, volver a contar nada del que “desaparece”. Y entonces, si el perpetrador habla, rompe algo único: la sanción disciplinadora para la sociedad, pero también para el, de continuar con esa rasgadura de la cosa social. Una desaparición, en boca del perpetrador, desandando el camino, se hace imposible. El perpetrador no tiene en su vocabulario palabras para contar la desaparición, aunque se lo proponga. No puede. Ningún perpetrador puede arrepentirse de algo que se sostuvo para perdurar: no matar (que es instantáneo) sino desaparecer (que es permanente….todo el tiempo los desaparecidos están desapareciendo).

Ahora hablemos nosotros.

La búsqueda, la titánica tarea de la reconstrucción del relato de los sobrevivientes, de reconstrucción de los indicios, de reconsideración de la historia, es la tarea justamente de las víctimas. Y cuidado, porque aquí son muchos los que pueden hablar, y sin ser perpetradores, no lo hacen. 

Videla no se llevó a la tumba nada que no supiéramos: que los desaparecidos son/están desaparecidos. Fueron hechos carne de ese no-relato a la vista de todos. No hay secuestrados en medio del desierto. No hay campos de concentración en medio del desierto. Todo sucedió en medio de la gente, a la luz del día. Con uniformes e identificación estatal. Es mas, cada eslabón de esa cadena, desde el que manejaba el auto hasta el que tiraba cuerpos vivos al río, cobraban a fin de mes en el Banco de la Nación Argentina (o en sus réplicas locales). Y tienen jubilaciones estatales. 

¿Qué pasó con los que vimos todo? ¿Qué pasó con los apoyos demenciales y convencidos? ¿Qué pasó con los casi cuatrocientos intendentes radicales o los ciento sesenta y nueve peronistas, o los veinte del MID, o los cuatro del Partido Intransigente de Alende? ¿Por qué no hablan ellos, que son los que saben más que los que no van a hablar nunca? ¿Qué pasó con los que publicaban la revista “Propuesta y Control” (vaya título!) dirigida por Raúl Alfonsín desde 1976 a 1979? 

Allí solo hay que leer los editoriales y los apoyos a la “guerra contra la subversión” de puño y letra del expresidente, para entender quienes tienen que hablar.  Allí están, para memoria de los desdentados, todas las crónicas gráficas de la época. Como las palabras de quien fue presidente de la CONADEP desde 1984, pero que muy poco antes dice “el general Videla me dio una excelente impresión. Se trata de un hombre culto, modesto e inteligente. Me impresionó la amplitud de criterio y la cultura del presidente” (E. Sàbato. 19/05/1976, La Nación, La prensa, Clarín. Un mes antes, los diarios publicaron, sin problemas, las proclamas de quema de libros en córdoba y bs as.) o la frase “la inmensa mayoría de sus escritores, de sus pintores, están en el país y trabajan (…) cometen una grave injusticia los que están fuera del país pensando que aquí no pasa nada y que todo es un tremendo cementerio” (E. Sabato. Clarin, 05/07/1980). 

La lista es infinita, de políticos e intelectuales que apoyaron a Videla, que lo visitaban en la casa rosada, en interminables encuentros semanales con artistas, intelectuales, escritores de todo género, deportistas, actores  y “políticos amigos” según el propio general. Los mismos que salen a apoyar al país contra la campaña de los exiliados, y un solo ejemplo: “espero no herir a algún compatriota que viva en el extranjero si afirmo que desconfío de algunos héroes intelectuales que postulan sus convicciones des de Calcuta o Afganistán (…) la imagen es falsa. Mas que falsa, corrompida. Injuriosa no para un país abstracto, sino para su pueblo, que en las buenas y en las malas, son un país”. (Abelardo Castillo, La Opinión, junio de 1978, varios artículos). 

En los mismos diarios, hay páginas y páginas de solicitadas en apoyo al gobierno y contra la “campaña anti-argentina” de centenares de empresas y personalidades. Es interminable la lista. Y las notas de color de Videla en familia o en gira presidencial, o en eventos públicos. Uno de los asesinos de mayor consenso entre políticos, intelectuales, artistas y empresarios, de la historia argentina.  

Reparación

Fueron esos mimos políticos, intelectuales o empresarios amigos los que no dijeron nada cuando Albano Hargindeguy anunció las leyes 22062 y 22068, que establecían el derecho a pensión a familiares de desaparecidos, y la presunción de fallecimiento de estos últimos; dando incumbencia  a los jueces federales para tomar las denuncias, los casos, la declaración de fallecimiento, y la aplicación de la ley reparatoria de pensión.  Ese mismo “ministro del interior” de la dictadura, hacía una copia de las reuniones de Videla, pero con periodistas. Los periodistas eran invitados a presenciar los logros del “Proceso” o simplemente para decirles que tenían que escribir. Un ejemplo es la reunión que mantiene Harguindeguy,  con “18 mujeres del periodismo” para “cargarles la computadora y después hagan uso” tal cual sus palabras a las presentes. Concurrieron a esa reunión del 04/07/1980, entre otras, Magdalena R. Guiñazú, Mónica Gutierrez, Mónica Cahen D`Anvers, Nelly Casas, Reneé Sallas, Clara Mariño, Emiliana Lópéz Saavedra (Siete Días, nº 882, del 9 al 15/07/80, texto y fotos del encuentro: Luisa Delfino/Jorge Grupali).

El reciclado, con solo unos poquísimos ejemplos, fue evidente. Apenas terminada la dictadura, la Conadep fue plataforma para los mas visibles, como Sábato o Magdalena. Y siguieron con el correr de los años. Pero ese reciclado, ese blanqueo, no hubiera sido posible sin el silencio de los asesinos. No hablaron, ni reclamaron el antiguo apoyo. No pueden narrar lo que hicieron, es una imposibilidad intrínseca en el plan. Pero ese silencio vino a ser el plafón para cambiar de bando sin ningún peligro. Los asesinos no pueden delatar su oprobio, sería cancelar su plan original. Y los testigos, pueden descansar tranquilos, nadie los señala.  Pero es seguro que si comenzamos a preguntar anonimamente todos los datos de lo que vimos, podremos dar sin ningún problema con todos los rastros, indicios, nombres y eventos relatados que nos faltan. Están inscriptos en el cuerpo social que parió esas escenas, y que las vio desvanecerse también. El silencio de los asesinos blanqueó el silencio de los testigos. El muerto quema, y nadie quiere quemarse. Todos tranquilos,  los responsables se mueren en la cárcel. La única voz que no parece quemarse es esa anónima vecina del general 

¡Y en su momento estábamos contentos porque teníamos un presidente! Yo siempre me pregunto qué nos pasó…!”

2010-2013: #trienioperdido


bicentenario a pura fiesta. néstor vivía, lanata estaba en cable, el sarmiento no andaba tan mal, susana triamarco era una desconocida –tanto o más que la cámpora–, las redes sociales ya eran el mejor medio para que los boludos dijeran sus cosas, cristina no usaba negro, se venía el fin del kirchnerismo, el kilo de mila estaba 12 pé y una pepa, veinticinco. no sabíamos quién era maduro ni qué había pasado con julio lópez y luciano arruga. maccia tenía una beca conicet, valeriano complementaba pj con onegeísmo y de narváez era igualito que ahora. rosa lugano todavía militaba en el gremio docente. no había tarjeta sube, faltaban las monedas y el # ni calificaba. algunas ideas se empezaban a estropear. deleuze, león, ds, la barrick, monsanto, spinoza, evón y perita, el tuerto y la terca, hardt y negri, pueblos originarios, peronismo, los 70, laponia, carta abierta, asambleas, extractivismo, correa, indignados, plaza de mayo, nuevo conflicto social, runflas, amigxs, represores, facebook, twitter,

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Lobo Suelto!



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#capitalismorunfla


De Diego Valeriano:
La clase media es el Otro» (con de Juan Pablo Maccia)
«Mosquitos» (que hablan de política)
«392» (maravilloso y trágico retrato de la inundación de La Plata)
El Líder

Serie Capitalismo Runfla:


De Juan Pablo Maccia:


De Rosa Lugano y Marcelo Laponia:
«11 tesis para un país sin política«, de Rosa Lugano (+ su última tesis: «La 12«)
Sexo y política en Lugano”, por Marcelo Laponia

«Cuatro sensaciones apresuradas sobre anteayer» (Venezuela, Lanata y un domingo inquietante), por D.S.
Los límites de la justicia: la muerte”, Por Sebastián Stavisky
“Monsanto: La Corporación«, por Darío Aranda
«El neoextractivismo como matriz del nuevo conflicto social«, del taller Hacer Ciudad, Cazona de Flores
«Memoria desdentada: Traición y Violencia (A 40 años del triunfo de Héctor Cámpora)», por Bruno Nápoli
«El uso progresista de la Gendarmería«, por Esteban Rodríguez
«Tema del traidor y del héroe» (polémica con Héctor Leis), de Horacio González
 “El peronismo por fuera del paradigma de la hegemonía”, por Taller de Cartografías Políticas


#elpatiodearriba
¿Puede el Estado ser lo común?”, de Raúl Zibechi
«Carta gráfica del Sup a los críticos chafas«, por el Subcomandante Marcos (+ «Apagando el fuego con gasolina» (postdata a la carta gráfica)
«Eppur si muove en Cuba«, de Leonardo Padura



#líneasdefuga
Obras de los pasajes pospolíticos”, (prólogo a El Saber, las clases de Deleuze sobre Foucault)
Ver lo invisible: sobre unicornios y 15-M”, por Amador Fernández-Savater
El kit de la lucha en Internet” (video / libro a descargar), de Margarita Padilla
Tres muertes kurdas para la Paz”, por Alejandro Haddad
Paisajes de la ciudad posmoderna”, por Iconoclasistas
«La Tortura«, de Raúl Cerdeira
«Soy churrero, pero no boludo«, de Wanda Wygachiewicz
«Rosas Rojas«, de Gonzalo Salesky


#palabrasmolotov

«Nombrar un nuevo conflicto social: entrevista a Neka Jara y Alberto Spagnolo
Vanguardias artísticas y experiencia política”, una entrevista a Toni Negri
No se necesita tener una alternativa para decir no”, entrevista a Santiago López Petit.
No nos dejemos arrebatar las preguntas que la crisis nos impone” Entrevista a Amador Fernández-Savater
Dios no murió. Se transformó en Dinero”, entrevista a Giorgio Agamben.
«El cine ya no existe«, entrevista a Mariano Llinás, por Ximena Tordini y Javier Alcácer
«El autor del desencanto«, entrevista a Leonardo Padura
«Potencia de lo plebeyo«. Conversación con Raúl Zelik


#pegadoalapantalla

Un pensamiento ancestral”, (video) entrevista a Silvia Rivera Cusicanqui” (2013)
«El militante fiel«, (video) entrevista Verónica Gago a Alain Badiou (Mayo de 2012)
Política y Psicoanálisis”, (video) entrevista de Alain Badiou a Michael Foucault (1965)
Literatura y política a partir de Malvinas”, (video) conferencia de Horacio González (2012)
Literatura y Exilio”, (video) entrevista a David Viñas (México DF, 1980)
«Corazón del tiempo» (una ventana a un poblado zapatista)
«La sociedad del espectáculo«, de Guy Debord (1968)
«Resistir«: Gelman y Firmenich impulsan la contraofensiva (Francia, 1978)


#cucháclinämen:

«Por una economía al cuidado de las vidas«, conversación con la economista Natalia Quiroga Díaz.
«El dominio político de las finanzas«, conversa con Pablo Miguez sobre la economía del conocimiento.
«Postsoberanía. Literatura, política y trabajo«, conversa con Oscar Cabezas.
«Poder financiero y dictadura«, conversación con Bruno Nápoli.

Lanata es Facebook

por Partes Naturales

Para comprender el efecto-Lanata nos es necesario, cuanto menos, actualizar nuestras rudimentarias nociones sobre el lenguaje. ¿Cuál es el modo de enunciación del conductor de Periodismo Para Todos? Se trata de capturar niveles de la significación más allá del mero contenido lineal y manifiesto de sus palabras, del texto “ideológico” explícito. Buscamos, precisamente, aquello que distingue a Lanata de muchos otros que pueblan las pantallas, las páginas de los diarios y las frecuencias de las radios diciendo desde hace años cosas más o menos parecidas.

Conocemos el fenómeno de “fidelización” a la imagen en el mercado. La marca-Lanata ofrece estilo y recepciona credibilidad. Triunfa en él la auto-empresarialidad, la gestión del propio yo como capital. La imagen es tan potente que puede ser solicitada en coyunturas distintas por Página/12 o por el Grupo Clarín, y en ambos casos tiende a dominar la misma interpelación fresca y directa. La marca-Lanata es capaz de sobreimprimir su propia semiótica personal a poderosas maquinarias simbólicas (sin que pierda importancia, en ningún caso, el soporte simbólico empresarial para el que trabaja).

Se discute si Lanata hace o no periodismo. Quizás la discusión misma sea sólo un intento descalificatorio perfectamente inútil. Nadie hace hoy investigación a lo Rodolfo Walsh. Lanata es, sobre todo, un talentoso profesional de los medios. Un gran ingenioso que promueve –porque encarna- un tipo desprejuiciado de narración liberal de la vida y de sí mismo.

Maestro desafectado de las imágenes-afectos, capitaliza como nadie el imaginario del juego del individuo lúcido y libre, poseedor de un capital inviolable, que es su libre arbitrio, el valor de su opinión, enfrentado a la tosca parquedad estatal. Lanata es el autor desenvuelto de una épica emotiva contra temibles caballeros de la noche; oscuros personajes gubernamentales que –viejo saber anarquista- se pervierten económica y moralmente en el poder.
  
Lanata dramatiza la suficiencia del cinismo urbano respecto de las retóricas políticas. Fuma al aire, habla de vos. Coquetea con la transgresión sin desobedecer jamás sus propias reglas: jamás dar el paso a una candidatura. Eso sería como hipotecar la complicidad que tiene de modo directo con cada quien en nombre de la devaluada representación político-jurídica de una voluntad general. Lo sabemos, a quien se hace funcionario se le retacea, pierde el aura que ennoblece a quien arriesga de manera privada.  

¿Por qué no aceptó ser candidato a Jefe de Gobierno en la Ciudad de Buenos Aires cuando se lo ofreció Carrió? Porque su ritmo de vida implica un enorme gasto de dinero, mucha más guita de lo que declara cualquier político. Ahí está la diferencia entre Lanata y los políticos: ellos mienten sobre sus ingresos, él se nos ofrece transparente, todo lo desagradable que queramos, pero del todo visible, sin hipocresías.

Lanata es el tipo de la “red social”. Habla claro y gracioso, banal y recto al sentido común. Se ha transformado en poco tiempo en un icono de las subjetividades comunicativas y flexibles. Su estilo informal y desfachatado, de apariencia cínica es, en rigor, un hedonismo de fondo moralista. Con Lanata se expresa la racionalidad neoliberal incordiada por los contratiempos del kirchnerismo.

A diferencia de Pergolini, que supo corporizar la alianza juvenil y rockera con las grandes empresas de autos y celulares en contra del patetismo de los políticos, el humor de Lanata da cauce al fastidio con el régimen de signos del estado. La presidenta es retratada casi como jefa de una banda, pretenciosa e inconsistente, timonel de un pesado y pecaminoso monumento, tan antiguo como horadado. Lanata sonríe y dice “es impresionante”. No se parece en nada a los indignados Nelson Castro o Santos Biasatti. De ironía compinche, cuenta el país como se pasea uno entre mercaderías truchas. Toda su comparecencia está al servicio de bloquear la sobrecodificación burocrática de la sociedad, entendida como conjunto de modernos dispositivos de la economía y los mass media.

Y funciona, da bien con un tipo de sensibilidad de bienestar individual generalizado. Da vida a una guerra imaginaria entre un laicismo liberal (tipo Michael Moore) frente a una suerte de neo-stalinismo peronista a la criolla.

Pero Lanata no tiene el tono del yanqui crítico, queja adolescente en relación al deber ser que no es, sino interpelación argentina (bien post 2001) al activismo.
En una reciente entrevista, Lanata (que alguna vez aceptó compararse con Bernardo Neustadt) se identifica de lleno con Marcelo Tinelli. Según dice, son los únicos conductores televisivos capaces de hacer absolutamente cualquier cosa en pantalla. Son los únicos que llegaron al punto máximo de la espontaneidad: el olvido de la cámara.     

Lanata no hace investigación, se limita a dramatizar la polarización entre dos regímenes de signos, o mundos de creencias. No corresponde juzgarlo por la veracidad de lo que dice, ni por las consecuencias judiciales de sus denuncias. No tiene gracia evaluarlo con el parámetro de la coherencia discursiva. No hay que mirar lo que dice, sino aquello que pasa en lo que se dice.

Y lo que pasa probablemente sea del orden de una tentativa feroz por vencer en una guerra propiamente mediática (post-periodística). No porque se desarrolle en los medios, sino porque la guerra misma consiste en determinar la percepción colectiva: en cada batalla se intentan redefinir los umbrales mismos de la percepción.

Este es el quid de la cuestión: mostrar y hablar es determinar el contenido y la comprensión de aquello que “divide” la percepción misma de la “sociedad”. Y en esa división el oficialismo se ha arropado con los lenguajes y los valores de la militancia (del periodismo militante).

Esta reivindicación kirchnerista de sostener una verdad (parcial, subjetiva activista y justiciera) la que es cuestionada por Lanata. Porque si el kirchnerismo se sostiene en la moralidad puesta en juego en la división –y esa es su fuerza-, atribuye a sus adversarios la peor de las condiciones: mentirosos y ladrones, enmascaran lo inconfesable (su ser “corporativo”) bajo una pesudo-objetividad (periodismo independiente).

Este sistema de asignaciones es el que queda ahora cuestionado por Lanata. En el mismo momento en que las militancias kirchneristas asumen las creencias en las palabras que profieren, que hacen de ellas los emblemas de los valores y de la voluntad que encarnan de modo pleno, Lanata les retira todo reconocimiento posible replanteando el juego de la división en los términos de los tiempos cínicos que vivimos, en los que la palabra tiene valor relativo. Su puesta en escena dice eso, que la palabra está ahí para desconfiar de ella, y para decir que hay que desconfiar también –y sobre todo- de aquellos que aparecen como creyendo de modo inconsistente en ella.   

Para ello Lanata pone en juego una riqueza de recursos ilustrativos de la complejidad posible de lo discursivo, a partir de las mil variaciones imaginables entre sus componentes lingüísticos y no lingüísticos.

Es esta destreza semiótica la que lleva al gobierno a enfrentarlo desde la TV pública con una política de cambio de horarios en fútbol para todos, para hacerlo competir con River y Boca. Y es que 6, 7, 8, que tuvo el mérito de llevar a la pantalla chica los saberes de las aulas de la carrera de Ciencias de la Comunicación, se limita a una idea muy elemental de la crítica: los modos de titular las noticias.

Dicen Deleuze y Guattari que si bien una lengua parece definirse por las constantes fonológicas, semánticas, sintácticas que forman parte de sus enunciados, es a nivel de los agenciamiento colectivo en donde podemos comprender todo aquello que concierne al uso de esas constantes en función de variables internas a la propia enunciación (las variables de expresión, los actos inmanentes o transformaciones incorporales). De modo que traspasando el saber de los lingüistas es posible hallar que constantes diferentes, de diferentes lenguas, pueden tener el mismo uso; y las mismas constantes, en una lengua determinada, pueden tener usos diferentes, bien sucesivamente, bien incluso simultáneamenteLas variables de enunciación son internas, y trabajan al lenguaje desde dentro. Sólo podemos encontrarlas “en” el lenguaje, pero hay que aprender a encontrarlas.

Lanata es la alianza entre el más conservador de los emporios mediáticos y el uso más tontuelo de las redes sociales, contra la intentona de un grupo político –a la sazón en el gobierno y con sostenido apoyo electoral- de reconvenir los términos del juego de mercado. Su oficio se basa en una interpelación astuta: la sociedad considerada como una suma de individuos inteligentes. Como puesta en discusión de los conocimientos universitarios a la moda, discutir con Lanata supone menos una destreza ideológica de militante y más una lectura atenta de el “espectador emancipado” del célebre Ranciére.
En efecto, el espectador deja de ser un sujeto pasivo en la obra de Ranciére. No es la lingüística quien puede ayudarnos a comprender los movimientos tácticos de la batalla, sino la pragmática. El uso de los signos de acuerdo a las fuerzas que operan. Circulación financiera, circulación ilegal de mercancías: política (sea bajo su forma mafiosa o financiera) se desplaza a una cuestión de percepciones, y las estrategias en juego apuntan a redeterminar los umbrales mismos de la percepción.

Un régimen político y un Estado de nuevo tipo (10 años de Kirchners)

Pablo Hupert
  


I. Mirar distinto
Lo bueno de escribir sobre un décimo aniversario es que no hay que escribir sobre los últimos diez minutos. Entonces podemos preguntarnos sobre los esquemas fáciles que la velocidad mediática nos impone y que tan bien les vienen a gobierno y oposición. Esquema fácil y extorsivo es el de kirchnerismo y antikirchnerismo en todas sus variantes (década ganada vs. perdida, neoliberalismo vs. modelo, entreguismo vs. soberanía, autoritarismo vs. republicanismo, latinoamericanismo vs. ‘primermundismo’, pueblo vs. caceroleros, 6-7-8 vs TN, etc.). En fidelidad al movimiento popular dosmilunero, propongo partir de otro eje: dominación-emancipación. Y de esta premisa: las formas que un Estado asume son las que resultan más adecuadas para la dominación, esto es, para evitar la emancipación. Solo dos ejemplos: el Estado de bienestar europeo, posterior a la Segunda Guerra fue la forma de dominación más adecuada para responder a la fuerza de las luchas del siglo anterior de la clase obrera clásica, o el primer peronismo, la forma de dominación más adecuada para responder a la fuerza de la clase obrera argentina, capaz de realizar autónomamente un 17 de octubre. Debemos leer el régimen kirchnerista en la misma clave.
La historia argentina reciente no comienza en 2003 sino en 2001, con el estallido de prácticas de emancipación no-representativas (piquete o asamblea, y no partidos, movimientos territoriales, y no sindicatos, etc.). Pasar del punto de vista de los candidatos electorales a la forma del Estado nos requiere pasar del corto al largo plazo y de entender el kirchnerismo en su dimensión de corriente partidaria peronista a entenderlo como régimen político. Si es un régimen político, la década kirchnerista ya no es solamente sus gobernantes sino también sus actores (Néstor y Cristina y Daniel y Eugenio, mas también Mauricio, Hermes, Lole, Gildo, Lilita, los intendentes, los jueces, etc.), y dejan de importar los dimes y diretes y otros sainetes y pasan a importar los modos de funcionamiento de ese Estado que en 2001-2002 no encontraba la forma de gobernar a la población supuestamente suya. Importan las formas que el Estado necesitó darse (y sigue dándose) para reproducir el gobierno de ‘su’ población y la dominación del capital. Esta forma es la de Estado posnacional. Dados los límites de esta nota, me limitaré a señalar, sin exhaustividad, lo que no es restauración en este gobierno[1].
Salir de la urgencia de coyuntura permite salir de los esquemas impuestos para volver a nuestra coyuntura habitándola de otra forma. No revelaré pues información novedosa u oculta sino que propondré otra forma de acomodarla que habilita otras formas de pensar-hacer.
II. “Vueltas”
2001 fue el emerger de esferas públicas no estatales y por lo tanto la invención de una política múltiple que practica el “que se vayan todos” con ‘venimos nosotros’; 2003 fue el comenzar de un gobierno que inventa y coordina nuevas formas de gobernar a una sociedad capaz de autoorganizarse; en este sentido, este régimen es la combinación de venimos nosotros y que no se fueran todos. Una complejísima combinación (en constante revisión) de aperturas y cierres, de emancipación y dominación.
El “relato” kirchnerista ensalza todo lo que habría vuelto desde 2003. De este modo invisibiliza todo lo que mutó. Esto le permite mostrarse retomando los “modelos” anteriores al ’76 y desconocer las fuerzas populares que le abrieron el paso en 2001 (un desconocimiento con el que colabora ferviente y solidariamente todo el antikirchnerismo) y las mutaciones que la globalización ha impuesto a todas las sociedades.
Veamos algunas “vueltas”. Por el lado económico, enfatiza el aumento de la actividad pero desconoce la cualidad nueva de esa actividad. Así, por ejemplo, la “vuelta de la industria nacional y el mercado interno”: hoy las 200 firmas más grandes explican el 50% del PBI y un 70% de esas firmas son extranjeras. Según el Indec, de las primeras 500 empresas, 384 (77%) eran extranjeras en 2011 contra 289 en 1997 (58%). La “vuelta” de la redistribución no refiere a mejor reparto de la propiedad sino a paliativos por vías gestionarias de una economía cada vez más concentrada cuyo sector más dinámico sigue siendo el exportador. Veamos la “vuelta del trabajo”. Hay menos desempleo, pero el trabajo no es el empleo estable y blanco previo al ’76, sino que es en general precario; por su parte, la flexibilización laboral ha dejado de ser ley pero sigue siendo realidad en los lugares de trabajo (tanto en Kraft como en Página/12 como en las cooperativas del “Argentina Trabaja”…). El posneoliberalismo no es la industrialización sustitutiva del primer peronismo, pero no se sabe cómo es porque no hay un programa económico sistemáticamente definido como lo fueron los planes quinquenales. Pero que no lo haya es característico de los imprevisibles tiempos posnacionales; “las medidas las vamos tomando según la coyuntura” explicaba Kicillof el 9/5.
Por otro lado, la economía autogestionada es una experiencia vasta, múltiple y en apertura en todo el país, desde empresas recuperadas hasta cooperativas agrícolas y de comercialización y consumo.
Por el lado social, la subjetividad predominante no la del ciudadano productor sino la del consumidor subsidiado por el Estado. La inclusión hoy no resulta de participar en la producción sino en el consumo, y este es el significado también de la “vuelta” de la redistribución. Por el costado político, la vuelta del militante no es la de un activista que cuestiona el orden sino muchas veces (no siempre, afortunadamente) la de un agente estatal que cuestiona a los opositores, y más veces, la del que dice ‘no se organicen por fuera del Estado’ y ‘la política se hace dentro del Estado’. Cuando el kirchnerismo dice “vuelta de la política” dice vuelta del Estado, de la esfera pública estatal. Por otro lado, el desarrollo de esferas públicas no estatales prolifera rizomáticamente en barrios, escuelas, subtes, fábricas, viviendas, campos, medios de comunicación comunitarios…
Por el lado institucional, se habla de vuelta de la representación y las instituciones, pero el modo de relación Estado-sociedad no es más la representación y la administración sino la “imaginalización” y la gestión ad hoc. La volatilidad de las formas sociales impide representarlas en tiempo y forma, dada la velocidad con que cambian las urgencias que a veces impone. El de Néstor fue el primer gobierno de nuestra historia cuya legitimidad emanó no tanto de las urnas (22%) como de las encuestas (80%); el de CFK es el primero que twittea, hace del Cabildo una pantalla espectacular (y también de la Rosada) y hace de la cadena nacional una emisión que publicita al propio Estado. Por su parte, la complejísima y asistemática multiplicidad social, impide una administración centralizada y coherente de las cuestiones que el Estado debe encarar, y debe gestionar ad hoc cada conflicto, cada rubro, cada subsidio, cada precio y hasta la aplicación de cada ley. Decían en enero los municipales rosarinos algo válido, matiz más o menos, para todo el país: «cada nuevo funcionario define prioridades distintas según «una lógica de “hacer lo que se puede” con lo que se tiene, y “no lo que se debe” ya que no se destinan los recursos necesarios y adecuados para garantizar programas sociales de calidad y con una direccionalidad política clara.» 
Por el lado cultural y jurídico, estamos en la “vuelta” de los derechos humanos. Antes del ’76 no existía esa bandera, que en rigor instalaron las Madres desde el ’77 y los Hijos desde los ’90 y todos los movimientos que acompañaron esa bandera y la impusieron como piso de todo gobierno en 2001-2, cuando convirtieron en ineficaz las herramientas estatales del estado de sitio y del asesinato abierto en manifestaciones. “Ahí terminó la Dictadura”, dijo entonces De Gennaro.
En cualquier caso, se me dirá, los juicios avanzan, y Videla murió preso. Sin duda, responderé: es el piso que los movimientos posteriores al ’76 impusieron al gobierno del Estado argentino. Pero, se me insistirá, Néstor y Cristina han tenido la voluntad de gobernar sin reprimir.
“Eso es relativo”, responderé, abriendo una pregunta: lo que un Estado posnacional haga, ¿realmente depende de la voluntad del titular del ejecutivo? Los hechos de la última década (los asesinatos de Fuentealba, de pibes de Bariloche, M. Ferreyra, campesinos del Mocase, Qom, Indoamericano, el enjuiciamiento de miles de manifestantes y activistas, cientos de casos gatillo-fácil cada año, etc.) muestran que gobernar sin reprimir no es posible y que el Estado en general está buscando la manera de reprimir sin que eso le cueste la renuncia a su gobierno. En este sentido, los avances son jodidos; me refiero a los hechos del último tiempo: Qom por Insfrán pero también Pacheco por Berni, petroleros de Las Heras por los jueces pero también asambleístas de Berazategui por Mussi, campesinos de Santiago del Estero por sicarios de terratenientes o pibes del Darío Santillán por narcos en Rosario, gendarmes y canas (1000, estima la Correpi) infiltrados en movimientos sociales, etc.
Nuevamente, esta represión no es ninguna “vuelta”: no es planificada centralmente, en general no secuestra, en general no tortura, no siempre la realizan fuerzas estatales (usa también patotas o sicarios), en general es legal e intenta no ser letal (o publicitarse como no-letal aunque lo sea) y algunas (pocas) veces es juzgada, como en el caso Mariano F, otras veces es ‘preventiva’, y los juicios a represores dictatoriales continúan. Es, en todo caso, preocupante, y debemos advertir que el Estado viene haciendo bajar el piso impuesto en este punto (¡las balas de goma se han vuelto aceptables!). Y esto, sin distinguir denominaciones kirchneristas y antikirchneristas; lo del Borda parece haber permitido un nuevo paso en la construcción de una represión posnacional: el sábado pasado hubo represión fuerte a los ambientalistas de Famatina y días antes a los Qom de Formosa y y días después en Chaco, donde los gobernadores son k. ¿Evitaremos que el Estado dé más pasos en este sentido? El hecho de que no se trate de una vuelta de la represión dictatorial es una de las razones que le permite avanzar y que nos dificulta politizar la cuestión.
III. ¿Entonces es todo un engaño?
Aprovechando que hemos pasado de las personas a los funcionamientos prácticos del Estado, pasemos también de escrutar intenciones y voluntades a aquilatar relaciones de fuerza y juegos de capturas mutuas. Ni es un engaño el régimen kirchnerista ni la dominación tiene todo resuelto -y se le seguirán presentando dificultades, tanto por el lado de la acumulación de capital (coloquialmente llamada ‘crecimiento económico’) como por el de la política autónoma. A algunos los tienta decir que el Estado ha cooptado a los nosotros que vinieron en 2001 y no dejan de multiplicarse. A veces ocurre eso, y a veces otra cosa: 2001 ha agrietado la dominación, y en esos intersticios se abre el espacio para experiencias colectivas con o sin el Estado, dentro o fuera de él (o dentro y fuera a la vez).

Esta década ha mostrado el complejo atravesamiento del Estado por los movimientos sociales y de estos por aquel, al tiempo que la globalización en todas sus dimensiones y el gran capital (Monsanto o Techint, por ejemplo) atraviesan lo social en toda su anchura, largura y profundidad. Esta complejidad no se aviene a esquemas fáciles –y lo más admirable del gobierno kirchnerista es que gestiona esa complejidad ayudándose de proporcionar esquemas simplotes a sí mismo, a la opinión pública, a los militantes y a los opositores.

[1] Refiero a El Estado posnacional. Más allá de kirchnerismo y antikirchnerismo  para un analisis más completo. Descarga gratuita aquí.

#CristianFerreyraPresente – La década extractiva

Por Darío Aranda

Soja, minería, monocultivo de árboles y petróleo. Desalojos, fumigaciones, desmontes y tierra en pocas manos. Judicialización y represión sobre campesinos, indígenas y asambleas socioambientales. Las corporaciones y los asesinatos en el campo profundo. Diez años que dejaron heridas.



El monocultivo de soja abarcaba 12 millones de hectáreas en 2003 y, en diez años, pasó a ocupar 20 millones de hectáreas. La minería también fue por más: de 40 proyectos se pasó a 600 (creció 1500 por ciento). Sólo dos cifras, y dos actividades, que confirman el avance en la última década del extractivismo (agronegocios, forestales, minería, petróleo), con consecuencias que el relato oficial silencia: masivo uso de agrotóxicos, desmontes, desalojos rurales, leyes de escaso cumplimiento, concentración de tierras en pocas manos, judicialización y represión. Y la bienvenida a las corporaciones. Balance de una década extractiva.

Cuando Néstor Kirchner asumió la presidencia la soja ocupaba 12 millones de hectáreas (el 38 por ciento de las 25 millones de hectáreas cultivadas).
En 2012, la soja abarcó 19,8 millones de hectáreas, el 56 por ciento de la superficie cultivada. Llamada por técnicos y funcionarios de manera eufemística: “Corrimiento de la frontera agropecuaria”.
La soja transgénica, con uso de glifosato, fue aprobada en marzo de 1996 por el entonces Secretario de Agricultura, Felipe Solá. Gobierno de Carlos Menen. El Estado no realizó estudios propios. Basó su aprobación en informes de las propias empresas de agronegocios.
El Plan Estratégico Agroalimentario, gestado por el Ministerio de Agricultura de la Nación, provincias, universidades y empresas, fue presentado por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en 2011. Explicita la profundización del modelo: un aumento del 60 por ciento de la producción granaria (llegar a los 160 millones de toneladas) y un avance en la superficie sembrada: de 33 millones de hectáreas actuales pretende llegar a las 42 millones.
No se avanzará sobre las grandes ciudades, sino sobre territorios campesinos e indígenas.
El avance del agronegocios llega incluso a límites inesperados: en Neuquén y Chubut ya se planifica soja y maíz transgénicos.
El uso de agrotóxicos alcanza, según un informe de los Médicos de Pueblos Fumigados, a 300 millones de litros por año. Otras consecuencias: al menos 200 mil familias expulsadas del campo, denuncia el Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI-VC). A su vez, datos del propia INTA confirman la concentración de tierras: el dos por ciento de las explotaciones agropecuarias representa el 50 por ciento de la tierra. Y el 57 por ciento de las explotaciones agropecuarias (las más pequeñas) tienen sólo el tres por ciento. En Argentina se da una reforma agraria, pero al revés: muy pocos tienen casi todo, muchos no tienen casi nada.
En vísperas de los diez años de Gobierno, el MNCI, la Asamblea Campesina Indígena del Norte (Acina), el Frente Nacional Campesino (FNC) y el Foro Nacional de la Agricultura Familiar(Fonaf) emitieron un comunicado conjunto (organizaciones con buenos niveles de diálogo con el Gobierno): “Las organizaciones campesina e indígenas y de la agricultura familiar vamos por lo que falta”.
“En los últimos diez años las políticas públicas a favor de los sectores populares y de los mercados internos han brindado alivio a la resistencia de las economías campesinas-indígenas pero aún falta. El gigantesco avance de la frontera agropecuaria se acompañó de concentración de la tierra, monocultivo de soja y la commoditización de nuestro campo”, afirma el comunicado. Y describe la situación actual: “El desmantelamiento de la economía nacional, la destrucción y concentración de la cadena de valor y del consumo interno y la enorme dependencia de divisas en el monocultivo de soja”.
Señalan además que “hay muy buenas condiciones para dar un giro en la política” para fortalecer al campesinado y promover otro modelo agropecuario, pero alerta que “no es posible si no se cambian las reglas de juego, especialmente debe legislarse sobre la función social de la tierra y a favor de la economía popular”.
Destacan diez puntos: “tierra, trabajo y dignidad en el campo”, frenar los desalojos, política integral de tierras, fortalecer la producción campesina y la soberanía alimentaria, repoblar el campo, limitar los agrotóxicos y una ley de semillas que proteja las semillas nativas y criollas.
Monocultivo de árboles 
La Ley25.080 fue aprobado por el menemismo (1999). Subsidia todos los pasos productivos, las empresas no deben pagar impuesto inmobiliario por las tierras y están exentos del pago sobre ingresos brutos. Además cuentan con devolución del IVA. Otorga “estabilidad fiscal” por 30 años (cualquier modificación impositiva, que afecta a todos los ciudadanos, no modifica el régimen fiscal de las compañías).
El monocultivo de árboles (con iguales consecuencias que la soja) pasó de 600 mil hectáreas en 1998 al doble (1,2 millones) en 2008. La Asociación ForestalArgentina (AFOA) proyecta llegar, en 2018, a tres millones de hectáreas.
Misiones concentra el 59 por ciento del monocultivo forestal. Le siguen Entre Ríos (11 por ciento), Buenos Aires y Corrientes (ambas con ocho por ciento).
Una sola multinacional del sector (Alto Paraná) concentra el diez por ciento de la tierra de Misiones (233 mil hectáreas). Y es el emblema del monocultivo en la tierra colorada.
La ley 25.080 vencía en enero de 2009, pero fue prorrogada por el Congreso en noviembre de 2008. Hasta el 2018, como pedían las empresas nucleadas en AFOA.
Néstor Kirchner recibió YPF ya privatizada (por Carlos Menem). En octubre de 2006, el Congreso Nacional aprobó la Ley26.154, que amplió los beneficios impositivos que ya tenían las petroleras y gasíferas. También se renovaron las concesiones de yacimientos (por ejemplo, Cerro Dragón). “En política hidrocarburífera, los últimos diez años fueron una consolidación y profundización del neoliberalismo de la década del noventa. Hubo renovación de concesiones y amplios beneficios para los actores transnacionales, donde se les mantuvieron todos los amplios beneficios que tenían”, afirmó Diego Di Risio, del Observatorio Petrolero Sur.
El OPS señaló que la “estatización parcial” del YPF creó expectativas y pensaron en la posibilidad de que sea un punto de inflexión. “El último año ha dado señales claras de que se mantiene el modelo. La estatización sólo busca disputar la renta, solucionar los problemas de déficit energético y se sigue tratando como un commodity, sin cambio de concepción con respecto a la década del noventa”, afirmó Di Risio.
No duda que, al igual que con la soja, se experimenta un “corrimiento de la frontera hidrocarburífera”. Muestra de eso: la Organización Federalde los Estados Productores de Hidrocarburos (Ofephi) estaba integrada por diez provincias (las de tradición petrolera). Desde 2006, todas las provincias restantes modificaron sus legislaciones para favorecer concesiones para la exploración de hidrocarburos. “Claras zonas donde avanza la frontera es en Entre Ríos, Salta y Mendoza, entre otras”, precisó Di Risio.
La actividad petrolera sumó un nuevo cuestionamiento la extracción con la técnica de «fractura hidráulica» (también llamado “fracking”). El agotamiento de las reservas hidrocarburíferas llevó al desarrollo de técnicas para explotar yacimiento “no convencionales”, que se encuentran en una “roca madre”. Es necesaria la fractura hidráulica, con grandes volúmenes de agua y químicos a presión que rompen la roca y extraen el hidrocarburo.
El fracking ya fue prohibido en Francia y Bulgaria. Y en estados de Australia, Sudáfrica, Canadá, Suiza y Estados Unidos. En Argentina fue prohibido, en los últimos seis meses, en Cinco Saltos (Río Negro), San Carlos, Tupungato (Mendoza) y en las entrerrianas Concepción del Uruguay, Colón y Los Conquistadores.
YPF presentó el 30 de agosto de 2012 su “Estrategia de gestión 2013-3017”. En la página 51 señala que “Argentina tiene un enorme potencial de no convencional” e identifica siete cuencas que involucran a 18 provincias.
La semana pasada, YPF anunció la firma de un “preacuerdo” con la estadounidense Chevron, para explotar la formación Vaca Muerta (cuenca neuquina). Y avanzar también en la exploración de la formación Cacheuta (Mendoza).
La Confederación Mapuche de Neuquén denunció que se está violando toda la legislación indígena (provincial, nacional e internacional) que obliga al “consentimiento libre, previo e informado” de las comunidades. La Confederación Mapucheya alertó que resistirá el nuevo avance petrolero.
La Secretaría de Minería de Nación emitió el 13 de enero de 2012 un comunicado: “Histórica inversión (minera)”. Informó el aumento de la exploración en un 664 por ciento en los últimos ocho años. El comunicado remarcó que “el récord histórico ratifica a la Argentinacomo uno de los países con mayor dinámica en esta actividad” y explicó que ”el fuerte aumento de la actividad exploratoria generó la aparición de nuevos emprendimientos, el país ya cuenta con más de 600, en todo concepto”. Y detalló que las principales provincias con proyectos mineros son Santa Cruz, San Juan, Salta, Catamarca, Jujuy, Mendoza, Neuquén y La Rioja.
Siempre según datos oficiales (informe “La minería en números”), en 2003 había sólo 40 proyectos mineros en estudio. En 2009 ya eran 336 (840 por ciento) y en 2012 llegan a 600: un 1500 por ciento más que en 2003.
Nunca antes la minería había crecido tanto.
El jueves 9 de febrero de 2012, en un discurso público, la Presidenta hizo una puesta en escena con un trabajador minero (que reivindicó la actividad y cuestionó a los ambientalistas —luego se supo que era un militante del PJ—) y reconoció la necesidad de “una discusión en serio” respecto a la minería.
El viernes 10 de febrero, a las 3.45, la policía de Tucumán desalojó el corte de Amaicha del Valle, donde también se frenaba el avance de camiones de Alumbrera.
“En estos últimos diez años la minería fue uno de los sectores que más creció en Argentina, como demuestran los proyectos de inversión en ejecución que totalizan 614, contra los 18 que había en 2003, y una producción de minerales que se multiplicó por diez”, celebra el cable de la agencia estatal Telam del 19 de mayo pasado. El título es claro: “Década minera. Uno de los sectores que más creció entre 2003 y 2013”.
Y cita al secretario de Minería, Jorge Mayoral: “La puesta en marcha del Plan Minero Nacional (presentado en 2004) dio como resultado un nivel de crecimiento sin precedentes». Y destacó que la premisa del Gobierno es «profundizar la visión de considerar a la Minería como política de Estado”.
Otro dato de importancia sectorial fue la constitución de la Organización Federal de Estados Mineros (OFEMI), en 2012, con la participación de las provincias mineras, con el fin de favorecer el desarrollo regional generando empleos y oportunidades para pymes de servicios nacionales. Espacio gubernamental-empresario para impulsar la actividad.
La megaminería es cuestionada por medio centenar de asambleas cordilleranas que denuncian al menos cuatro puntos de la actividad: la contaminación ambiental, el despojo de los recursos naturales (“bienes comunes”), el cambio drástico que implica la llegada de la megaminería a pueblos y pequeñas ciudades, y falta de consulta sobre qué futuro desean para los lugares donde viven. No aceptan que empresarios y políticos decidan, sin escuchar a las poblaciones, la explotación de yacimientos mineros.
En la última década, sólo dos ciudades pudieron votar si aceptaban o rechazaban la megaminería. Esquel (2003) y Loncopué (Neuquén, 2012). En ambas gano el “no a la mina” por más del 80 por ciento de los votos. Los gobiernos provinciales han prohibido plebiscitos en Calingasta (San Juan), Andalgalá y Tinogasta (Catamarca), y en Famatina y Chilecito (La Rioja).
Leyes
En la última década el Congreso Nacional, con mayoría oficialista, sancionó tres leyes que pueden leerse como posibles frenos al extractivismo.
En noviembre de 2006 se sancionó la Ley 26.160, que frena los procesos judiciales de desalojos de comunidades indígenas. Y ordena relevar, en tres años, todos los territorios indígenas.
El retraso del relevamiento obligó a prorrogar la ley, hasta noviembre de 2013. A casi seis años de la sanción, hay provincias donde aún no ha comenzado el relevamiento (Neuquén).
La Auditoría General de la Nación (AGN) alertó en junio de 2012 que en tres años sólo se había relevado el cuatro por ciento de las comunidades y destacó que se desconocían el destino del 70 por ciento de los 24 millones de pesos que se giraron a las provincias para llevar adelante el programa. “El Programa de Relevamiento Territorial ha logrado un escaso nivel de ejecución en sus primeros tres años de implementación, sobre 1470 comunidades indígenas se relevaron las carpetas técnicas de 62, esto es el 4,22 por ciento”, denunció la AGN. 
La llamada “ley de glaciares” fue sancionada dos veces. Fue aprobada por amplia mayoría del Congreso el 22 de octubre de 2008. Se interpretaba, de aplicarse, como un virtual freno a la avanzada de la megaminería. Fue vetada por la Presidenta el 10 de noviembre. “El veto Barrick”, la bautizó el funcionario nacional, Enrique Martínez, entonces presidente del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI).
En septiembre de 2010 volvió a aprobarse. Llamada formalmente Ley 26.639 de Presupuestos Mínimos para la Preservación de Glaciares y del Ambiente Periglacial. Prohíbe las actividades contaminantes en los cuerpos de agua, hielo y sus zonas aledañas, y establece que el Inventario Nacional de Glaciares debe ser realizado por el Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (Ianiglia), que depende del Conicet.
La norma fue frenada judicialmente por un medida cautelar (por una presentación de la empresa Barrick Gold en San Juan). Recién en julio de 2012, la Corte Suprema de Justicia ratificó la vigencia de la ley.
La norma estableció un plazo de 180 días para la realización del relevamiento.
En marzo pasado, el Ianiglia difundió una gacetilla con el “primer informe del Inventario Nacional de Glaciares”. Relevó “cuerpos de hielo” en seis provincias, donde “se identificaron más de 4 mil glaciares que cubren un área superior a los 3.700 kilómetros cuadrados”.
El Ianiglia presentó el trabajo a la Secretaría de Ambiente de la Nación. Pero nunca hizo público los informes completos.
La Ley Nacional26.331 de Presupuestos Mínimos de Protección Ambiental de los Bosques Nativos (más conocida como Ley de Bosques) se sancionó el 28 de noviembre de 2007. Pero la Presidenta tardó catorce meses en reglamentarla. Lo hizo luego del alud que inundó y destruyó parte de la ciudad de Tartagal, febrero de 2009, donde organizaciones sociales y académicos apuntaron a la tala selectiva por venta de madera y por la actividad petrolera.
A cinco años de la sanción de la norma, en febrero pasado, Greenpeace, Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN) y Vida Silvestre presentaron un informe conjunto en el que —en base a datos oficiales— evaluaron el nivel de cumplimiento de la Leyde Bosques. “Si bien desde la sanción de la Ley el promedio de deforestación anual disminuyó casi un 20 por ciento (pasó de aproximadamente 280.000 a 230.000 hectáreasal año), el mismo sigue siendo muy elevado: según datos oficiales entre 2008 y 2011 se desmontaron 932.109 hectáreas. Santiago del Estero (399.660), Salta (222.868), Formosa (113.109) y Chaco (102.592) han sido las provincias con mayor deforestación”, afirman las ONGs.
El informe, llamado “Ley de Bosques: cinco años con pocos avances”, estima que desde la sanción de la ley hasta fines de 2012 se deforestaron 1.145.044 hectáreas. 229.009 hectáreaspor año, 627 hectáreaspor día. 26 hectáreaspor hora. Si se suman los desmontes del periodo 2004-2008 (1.356.868), en los últimos nueve años se arrasaron 2.501.912, el equivalente a 124 veces la superficie de la Ciudadde Buenos Aires.
Una ley, nacida de las organizaciones campesinas, fue presentada en noviembre de 2011. Propone frenar los desalojos rurales por cinco años. Aunque fue presentada por legisladores oficialistas (Frente Transversal y Movimiento Evita), el proyecto no fue aprobado.
Corporaciones
“No soy la Presidentade las corporaciones”, afirmó Cristina Fernández de Kirchner el 10 de diciembre de 2011, en el discurso de reasunción, en el Congreso Nacional.
En abril de 2009, la Presidenta recibió en Casa de Gobierno a Peter Munk, presidente de Barrick Gold, la mayor multinacional minera. El encuentro se repitió en junio de 2010, en Toronto (Canadá), en el marco de la cumbre del G20. El veto a la ley de glaciares y el desarrollo de Pascua Lama (proyecto binacional, con Chile, de extracción de oro) fueron parte de las crónicas periodísticas.
El 15 de junio de 2012, en un almuerzo en el Consejo de las Américas(espacio emblemático del establishment económico estadounidense), la Presidenta anunció: “Hace unos instantes estuve con Monsanto, que nos anunciaba una inversión muy importante en materia de maíz. Y además estaban muy contentos porque Argentina hoy está, digamos, a la vanguardia en materia de eventos biotecnológicos. Aquí tengo, y esto la verdad que se los quiero mostrar porque estoy muy orgullosa, el prospecto de Monsanto. Una inversión muy importante en Malvinas Argentinas, en Córdoba, en materia de maíz con una nueva digamos semilla de carácter transgénico”.
Monsanto es la mayor corporación del agronegocios. Domina el 27 por ciento del mercado de semillas (transgénicas y convencionales), el 86 por ciento del mercado de transgénicas y es uno de los mayores productores de agrotóxicos
Dos meses después del anunció, en agosto, el Ministro de Agricultura aprobó a Monsanto una nueva semilla de soja (“RR2 Intacta”). 
Como ya fue mencionado, YPF anunció un “preacuerdo” con la estadounidense Chevron. Se trata de una de las mayores compañías petroleras del mundo, fue condenada en Ecuador a pagar 19.000 millones de dólares por contaminación: 103 millones de litros de crudo derramado (650 mil barriles), 63.000 millones de litros de agua tóxica arrojada a ríos y la contaminación de dos millones de hectáreas donde vivían y trabajaban pueblos indígenas y campesinos.
Modelo 
Horacio Machado Aráoz es docente de la Universidad Nacional de Catamarca y militante del Colectivo Sumaj Kawsay (parte de la Asamblea Socioambientaldel NOA -Asanoa-). “Si bien en muchos aspectos y dimensiones esta década pasada ha significado el avance en la restitución y recuperación de derechos conculcados y/o vulnerados desde el terrorismo de estado al neoliberalismo de guerra de los ’90, también hay que marcar en esta década se ha abierto también un nuevo ciclo de violación a los derechos humanos”, afirma Machado Aráoz. Y denuncia: “Los derechos más elementales de poblaciones fumigadas, intoxicadas a gran escala, sometidas a voladuras y a la contaminación masiva de sus fuentes de agua, sus suelos y su atmósfera, poblaciones perseguidas y reprimidas, por policías provinciales, por la Gendarmería y por patotas y guardias para-policiales armadas desde una perversa articulación ’público-privada’ por terratenientes sojeros, empresarios mineros, petroleros, y caudillos políticos provincianos”.
Araóz, coautor del libro “15 mitos y realidades de la minería transnacional en Argentina”, describe que en la última década en las provincias ha crecido el (término nuevo) “feu-deralismo extractivista”. Explica que los “ingresos” de las actividades primario-exportadoras han contribuido muy poco a avanzar en la democratización de las sociedades: «Si bien se han recuperado los niveles de empleo y se ha reducido la pobreza, también es cierto que ha crecido la proporción de la población cautiva, sujeta a los mandatos de punteros políticos que manejan la administración arbitraria de políticas y recursos asistencialistas”.
Resume al extractivismo como la “combinación de la depredación de los ecosistemas, la degradación de las condiciones de salud, y el deterioro y vulneración de derechos y las condiciones de una democracia sustantiva”.
En mayo de 2010, una histórica marcha de pueblos indígenas llegó hasta Plaza de Mayo, en el marco de las celebraciones del “Bicentenario”. Habían marchado durante una semana en tres columnas (NOA, NEA y Patagonia). Y fueron recibidos por la Presidenta. Hubo promesas de nuevas leyes, entrega de radios comunitarias y fotos protocolares, pero no hubo respuesta sobre la principal demanda de los pueblos indígenas: el territorio.
Un año después, se conoció el audio de esa histórica reunión. La Presidenta advirtió que priorizará la actividad petrolera por sobre las comunidades y les pidió ser “inteligentes” para aceptar los avances de la modernidad.
Fue la confirmación de que el modelo extractivo (ejemplificado con el petróleo) iba a tener prioridad por sobre territorio indígena. El discurso de la Presidenta duró 14 minutos y 57 segundos. Llamó en nueve oportunidades a ser “inteligentes” para negociar y aceptar los cambios. También llamó a ser “realistas” y “sensatos”.
Cuando la reunión terminaba, de imprevisto, tomó la palabra Paz Argentina Quiroga, Amta (guía espiritual) del Pueblo Nación Warpe de San Juan. ”Le pido que tenga una reflexión en relación a estas cuestiones porque no es sólo un problema de discriminación, es una deuda histórica que el país de los argentinos que va a cumplir 200 años todavía tiene (…) Soy capaz de decirle en la cara y mirándola a los ojos, voy a decirle a usted, tenemos mucha inteligencia. No se trata sólo de organizarse y ser inteligente cuando tenemos un territorio avasallado por las trasnacionales”, contestó la referente warpe y, frente a la misma Presidenta, le aclaró: ”somos un pueblo espiritual y de resistencia. Hemos resistido pero también necesitamos de un estado nacional y provincial que ejecute las leyes”.
A tres años de aquel hecho histórico, la guía espiritual evalúa los diez años de gobierno kirchnerista: “Esta década unos la dan por ’ganada’ y otros por ’perdida’. Para los pueblos indígenas es una década ensangrentada, llena de dolor, desalojos y judicialización. Este Gobierno no cesa con sus planes extractivistas, una muestra es que entrega la cordillera a las multinacionales mineras. Pero estamos de pie y seguiremos en lucha”.
Un capítulo aparte debiera escribirse sobre la lucha de la comunidad qom Potae Napocna Navogoh (La Primavera) de Formosa. La sistemática violencia del gobierno de Gildo Insfrán es un símbolo de padecer de los pueblos originarios de Argentina y de la impunidad de los gobiernos feudales.
Represión
El 9 de febrero de 2012, un centenar de efectivos reprimió violentamente enTinogasta (Catamarca) a hombres, mujeres y niños que cortaban el paso a los camiones de Minera Alumbrera, símbolo de la megaminería en Argentina. Hubo balazos de goma en rostros, patadas a mujeres, gases lacrimógenos para todos.
La Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC, que reúne a asambleas de todo el país) declaró el estado de altera y movilización. “La respuesta de los gobiernos cómplices de las transnacionales ha sido la represión (…) Las amenazas y los maltratos hacia las resistencias populares a la brutal megaminería no finalizan (…) La brutalidad y las amenazas provenientes del Estado nacional y los estados provinciales, no cesa. Las empresas mineras pretenden avanzar sin más, imponiendo su política de ganancias y destrucción”.
En julio pasado, en Cerro Negro (cruce de rutas 40 y 60), la policía de Catamarca y grupos de choque reprimieron a asambleístas que rechazan la megaminería y bloqueaban el paso de camiones de Minera Alumbrera. En un hecho insólito en democracia, 56 militantes fueron forzados por la policía a dejar la provincia.
En noviembre pasado fue el turno de Rawson, donde patotas promineras, de la Uocray punteros políticos golpearon con cadenas y palos a asambleístas en la puerta de Legislatura.
El sábado 11 de mayo pasado reprimieron a asambleístas de Famatina (La Rioja), que resiste el avance de la megaminería. El miércoles 22 de mayo, la policía de Chaco reprimió un corte de ruta en Castelli (realizado por comunidades qom y organizaciones sociales que reclamaban por la forma de distribución de planes sociales). Ayer nomás, 24 de mayo, fue el turno de comunidades Tonocoté en Santiago del Estero.
Sólo un puñado de las decenas de represiones de los últimos años.
Y la judicialización también está presente. Solo en el NOA hay 150 activistas socioambientales judicializados. El Observatorio de Derechos Humanos de Pueblos Indígenas contabilizó 347 integrantes del Pueblo Mapuche judicializados en Neuquén por defender el territorio. El Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase-VC) precisa que 500 campesinos enfrentan causas judiciales por resistir los desalojos.
En los últimos años cinco años se sucedieron asesinatos y muertes dudosas (catalogados como “accidentes” por la policía pero denunciadas como asesinatos por las organizaciones sociales). Javier Chocobar (octubre de 2009, diaguita de Tucumán), Sandra Juárez (marzo de 2012, Santiago del Estero), Roberto López (noviembre de 2010, qom de Formosa), Mario López (noviembre de 2010, pilagá de Formosa), Mártires López (junio de 2011, de Chaco), Cristian Ferreyra (noviembre de 2011, de Santiago del Estero), Miguel Galván (octubre de 2012, lule-vilela de Santiago del Estero), Celestina Jara y Lila Coyipé —beba de 10 meses— (ambas qom de La Primavera, Formosa), Imer Flores (enero de 2013, qom de Chaco), Juan Daniel Díaz Asijak (enero de 2013, qom de La Primavera), Florentín Díaz (22 de mayo, qom de Chaco).
Tanto la violencia contra asambleas socioambientales como los asesinatos de campesinos e indígenas tienen un denominador común: el silencio de la Presidenta. 

La guita y la palabra

(para discutir con los intelectuales de Carta Abierta)


Por Marcelo Laponia
La palabra y el dinero van de la mano. ¿No transaccionan ambas, acaso, según la pauta de la circulación monetaria? Sabemos que sí. En la calle, en la escuela y en los medios. Con el dinero se nos hace comprar/vender lo que pudiéramos producir/obtener por diversos otros medios. Con la palabra sucede lo mismo: aprendemos a seducir, a tomar el lugar de la víctima, a denunciar, a dar y recibir órdenes.
La palabra y la moneda constituyen los grandes flujos, las coordenadas que engloban nuestras posibilidades de vida. Nos queda el acto de callar. Pero ¿somos aún capaces de ejercer el poder mítico y filosófico del silencio? No lo creo. ¿Qué nos queda? No mucho. Alguno dirá que lo que queda es la escritura: el uso guerrillero, es decir, bélico y táctico del discurso. Soy partidario de esta posición siempre y cuando no perdamos de vista la imprescindible lectura sintomática de la situación concreta.    
Un ejemplo. Hablamos estos días –para variar– de política, medios, flujos monetarios ilegales. Tengo en mis manos el diario argentino Página/12. Un informe sobre la situación económica del país a partir de los dichos del jefe de la unidad de investigación de operaciones financieras, José Sbatella, quien enfatizado sobre la “la trascendencia que tiene el volumen de capital “no declarado” que existen en forma líquida en la economía argentina y que, para circular, lo hace mediante otras operaciones no declaradas, para no ser descubierto” (subrayado es mío).
Importa el título de la nota: “Lo que importa del blanqueo y no se discute”. Entiéndase bien: el gobierno propone un blanqueo de capitales para revertir la fuga de capitales. El bloque de las derechas opositoras cuestiona duramente la medida. El periodista Dellatorre, autor de la nota que leemos sintomáticamente, está muy lejos de adoptar el punto de vista de estos opositores. Habla desde otro lado. Advierte que hay cosas que no se discuten y que son muy importantes.
El blanqueo es un intento de revertir el proceso de aceleración de fuga de divisas que viene manifestándose desde fines de 2011, tal como lo sugiere el propio proyecto de ley desde sus fundamentos. Esta fuga tiene sus antecedentes en la práctica de “sectores empresarios y las personas más ricas”, de dolarizar sus activos o transferir su patrimonio al exterior, que se inicia en forma masiva en el país en la primera parte de la década del ’50, durante el primer peronismo, recuerda Gaggero en el trabajo citado. Pero estas prácticas “ganaron escala y se hicieron permanentes a principios de la década del ’70”, aun antes del segundo peronismo (1973/76). Lo más notable es que el proceso de mayor aceleración de la fuga se haya dado en los ’90, durante la década de la convertibilidad, en la que “el sector privado argentino duplicó su tenencia de activos externos, que ascendieron de 50 mil millones de dólares a aproximadamente 100 mil millones, de 1991 a 2001, representando el 35 por ciento del PIB al momento del derrumbe de la convertibilidad”.

El argumento describe el proceso de formación de una conducta rentística, acelerada al ritmo del crecimiento del PBI: “Según cálculos conservadores de las autoridades, los activos externos del sector privado sumaban en 2010 unos 173 mil millones de dólares, equivalentes al 36 por ciento del PIB”. En este contexto José Sbatella hizo tres referencias importantes: respecto de los activos en dólares que están físicamente en el país (que estimó en el orden de los 40 a 50 mil millones); la denuncia contra la multinacional Dart respecto de la maniobra evasiva con importaciones a filiales de la misma empresa por valores varias veces inferiores a los de mercado; y por último, la distinta vara con la que se manifiestan en la prensa los casos sospechados de fuga y evasión de Lázaro Báez (empresario santacruceño) y el de los más de 400 empresarios denunciados por un ex agente de J. P. Morgan de fugas multimillonarias de dólares, entre los que se encuentran los titulares de las principales corporaciones empresarias en rubros industriales (alimentación, siderúrgica, energía) y de comunicación (telefonía y medios).

Seamos claros: los dichos de Sbatella apuntan a señalar la trascendencia que tiene el volumen de capital “no declarado” que existen en forma líquida en la economía argentina y que, para circular, lo hace mediante otras operaciones no declaradas, para no ser descubierto. Así justificó el blanqueo, para darles posibilidad a esos capitales de ingresar al circuito legal. Además, explicó que mientras esos capitales se mantuvieran no declarados y en dólares, representaban una presión adicional para lograr una devaluación y sacar ventajas de su traspaso a la economía local. En ese sentido, lo describió como un factor “potencialmente desestabilizador”.
No mas palabras su señoría, está todo “dicho”. Queda pendiente el ejercicio ahora de romper el paralelismo entre dinero y palabra: si la moneda dinero se reproduce en tan inmensas sumas y en todas las lenguas sorteando regulaciones jurídicas y creando en su alrededor una parafernalia ilegal de mecanismos reguladores para circular y reproducirse; si el lenguaje se transforma en una retórica capaz de explicarlo todo, sin tocar nada diferente en la dimensión afectiva, digo, si todo esto es así y ya no hay “afuera”, si somos incapaces de abstenernos de la moneda y de la palabra  ¿Qué diremos sobre esta realidad oculta de reglas y capitales que nos organizan el mundo desmintiendo las retóricas y con confirmando lo que sabemos sobre este mundo único del cálculo? ¿Qué dineros? ¿O nos quedaremos en silencio?  mundo único del cálculo? ¿Qué dineros? ¿O nos quedaremos en silencio?  

La plaza del 25

(o cuando la política queda en manos de gente buena)

Por Juan Pablo Maccia

A la vuelta de la plaza, aún eufórico, pregunto a un amigo de Buenos Aires, exigente interlocutor, qué le pareció la muestra de contundencia política de la –para él inesperada- movilización. Vía Skype me responde: “no sé, che, no fui a la plaza, no me gustan las incursiones etnográficas. La verdad es que yo no me siento parte del entusiasmo”. Entendí al instante por qué amo a Polo: es incapaz de artificios antropológicos.
Su respuesta me obliga a explicarme. Después de todo, mi estado de reciente convalecencia hubiese justificado de sobras mi faltazo. Y sin embargo me levanté bien temprano para alcanzar, junto a Laurita, el bondi de la UTA idea y vuelta a la Plaza de Mayo.
Me ahorro la crónica de la marcha. Para mi sorpresa, cada una de las cosas que hice y vi aparecen registradas al detalle en la crónica de Mario Wainfeld en el Página/12 de ayer. 
***
Una marcha enorme, llega de gente buena. ¿Cómo no emocionarse y redoblar ilusiones? Un gobierno que apenas exhibe debilidad acude a lo mejor que tiene, la gente, la clase media baja de las provincias, los trabajadores (aunque sobre esto tenemos que seguir pensando…) y una cantidad increíblemente grande y joven de militantes organizados. El kirchnerismo, mejorado en la versión cristinista, ha logrado constituir a nivel de los cuerpos y las ideas una fuerza considerable a partir de la ruptura histórica del 2001 con la historia del peronismo (son pocos los que, sin embargo, saben narrar esta ruptura).
En términos políticos, además, el kirchnerismo es la única fuerza política nacional con vigencia en el país. Lo demás son retazos, segmentos, grupos con más o con menos poder. Casi todos ellos querrían otra cosa, pero son impotentes para realizarlas. Y terminan articulándose de un modo u otro al estado.
Pero no todas son luces en el kirchnerismo que el sábado copó el centro de la ciudad. La potencia se vuelve angustia cuando se mira de frente al futuro. Surge allí una pesada incertidumbre. Basta con mirar detenidamente al palco. Entre los rostros que rodeaban a Cristina durante su emocionado discurso se destacaban los gobernadores Urtubey e Insfrán junto al jefe de la UOCRA, Gerardo Martínez. A nivel de las intendencias la cosa no mejora demasiado.
***
El kirchnerismo es el partido de la gente buena, con un sentimiento de justicia reciente. Hay que leer a Forster para darse cuenta. Somos kirchneristas, me atrevo a afirmar, todos aquellos que querríamos mejorar la vida de la gente de abajo, los que nos alegramos con esas mejoras. “La Patria es el Otro”, suele repetir Crisitina.
Esa bondad de masas, impresionante, es la que deberá ser desafiada a pleno en el futuro próximo. Sé que se me podría objetar que la “bondad” es un valor moral, más que político. A esa distinción apunto.
¿Qué quiero decir con “nosotros, los buenos”? me refiero a quienes aceptamos dividir nuestra subjetividad en dos planos: uno concreto, nuestra economía, en la que nos desenvolvemos a nivel práctico-vital, y otro abstracto, cuando se trata de hablar de política, es decir, de los otros.
La política de los buenos es, en el mundo del individualismo neoliberal, la capacidad de emoción por los otros, experiencia de un desdoblamiento que nos hace moralmente superiores y políticamente capaces de articulación hegemónica.
***
¿Es la gente buena capaz de políticas hacia el futuro? Esta es la cuestión que se nos plantea de modo más urgente. Hasta ahora esta capacidad de “otredad” ha quedado rodeado de un halo místico o religioso. ¿Qué es exactamente, de aquí en más ser capaces de otredad?
Los buenos somos algo abstractos cuando dividimos, de un lado, nuestra economía y, del otro, nos abstraemos como la Patria. ¿Cómo vamos a cambiar en concreto nuestra patria?
Nos ha sido más fácil responder a estas cuestiones mirando hacia atrás: derechos humanos y sociales más crecimiento hizo la diferencia y nos dio un punto de reconocimiento común. Este es nuestro horizonte inmediato de sentido.
Sabemos bien, sin embargo, que la historia próxima pide más. ¿Estamos en condiciones de atacar realmente la máquina capitalista que sigue produciendo víctimas? ¿Qué nos queda ante el silencio que produce esta sola pregunta, entre nosotros, que sentimos que estamos mejor, que vemos que la gente está mejor, y al mismo tiempo somos testigos de que la injusticia se reproduce?
Hablar de –y por– las víctimas, acompañarlas, es una premisa innegociable. Pero ¿cómo hacerlo sin caer en la mala conciencia de políticos sin audacia e intelectuales ilustrados que se alejan en la pura retórica?
  
***
El desafío del kirchnerismo está más claro que nunca. La bondad, pasado cierto límite, se vuelve moralismo sonso. En ese terreno Bergoglio/Francisco nos aplasta. ¿Qué se nos abre, mirando hacia adelante, entonces, más allá de lo que hemos podido plantear hasta ahora en términos de crecimiento y de derechos humanos y sociales?
Cristina dijo que ella no era imprescindible, pero que no había que pensar por eso en un fin de ciclo. Sabias y rectoras palabras. Creo que todos pensamos para ese lado: ¿Cómo gestar una nueva década ganada sobre los cimientos de la presente?

Clinämen: ¿Todo es político?


Conversamos con Christian Ferrer: ¿es cierto que todo es político? La totalización como forma interpretativa. La política en nombre de la víctima. La conservación de los modos de vida.  El estado y la gramática de los derechos. Felicidad y malestar. Seguridad y riesgo.

Rosario arde, a pura adrenalina arde

por el Club de Investigaciones Urbanas


Las transformaciones geográficas: el estallido del barrio.

“En este proceso de reconfiguración territorial, Rosario ha perdido aquellas referencias históricas que organizaban su geografía. El estallido de la vieja separación entre centro-periferia es una muestra de las transformaciones en curso desde hace décadas, aunque con mayor celeridad en este inicio del siglo XXI. Encontramos centros ricos que conviven con centros pobres. El barrio Las Malvinas (conocido como Refinería) es el ejemplo paradigmático: un bulevar angosto separa los suntuosos complejos de edificaciones (Las Dolfines Guaraní, Puerto Norte, etc.) de un asentamiento precario. El mismo proceso se comprueba en zonas periféricas como Funes o Granadero Baigorria, en donde coexisten countries y barrios privados y viviendas de sectores populares. La construcción del Casino City Center pone en escena -desde la misma traducción de su nombre: Casino Centro de la Ciudad- hasta qué punto en un escenario en el que se concentran los bolsones de pobreza más populosos, como lo es el extremo sur de la ciudad, también se asientan grandes capitales de inversión.

Aquella ciudad en donde lo único que avanzaba era la pobreza y la indigencia, se fue erigiendo en un territorio de recepción y circulación de importantes capitales como consecuencia de su mencionada posición estratégica en el mercado mundial de los commodities.

Como decíamos, el boom inmobiliario es uno de los principales negocios en los que hemos visto materializarse esta transformación del perfil urbano. Pero no es el único. De manera más opaca, aunque inocultable, el narcotráfico es una fuente de generación y circulación de importantísimos flujos económicos. En este punto, así como zonas específicas de la ciudad fueron receptoras de ganancias extraordinarias a través de la especulación inmobiliaria, transformándose en territorios-ensayos de nuevas formas de vida fuertemente ligadas al consumo y a nuevas costumbres, las barriadas populares son igualmente fuente receptora de cuantiosos flujos de dinero. Estas áreas de la ciudad también devienen en territorios-ensayos de nuevas formas de vida a partir del avance de lo que llamamos la vida narco, en donde el consumo es un elemento decisivo, aunque a otra escala y bajo otros parámetros. Este crecimiento exponencial del negocio narco trae aparejados conflictos de intereses con saldos sangrientos. En este marco, señalamos un pasaje decisivo: la noción de barrio, tal como la entendíamos, en el sentido culturalmente construido de vecindad, entra en severa crisis. Los barrios periféricos estallan y se segmentan en microzonas regidas por los códigos de cada banda. Vivir de un lado u otro de una calle o avenida, lo mismo que trasladarse de un punto a otro, puede significar la pertenencia o adherencia compulsiva a una banda o a su contrincante[1]. Las microzonas se rigen a partir de las reglas y leyes impuestas por los diferentes escalones de la cadena de mando narco. Hasta el momento se conocen modos de gobierno basados en el poder de fuego. Sin embargo, aparecen de manera incipiente otros modos de control vinculados ya no sólo con la represión sino con la regulación de la vida de esas poblaciones a través de apoyos económicos a centros comunitarios, organización de eventos sociales, contención de la protesta social a través dinero y realización de pequeñas obras de infraestructura”

Leer el texto completo: ACÁ


[1]      Un ejemplo de este proceso es la feroz disputa entre la banda del Puente y el Tanque que pone en escena una nueva configuración de Tablada.

Sobre la política de tipo masculina

(una lectura de coyuntura)
por Rosa Lugano

“El problema de la mujer siempre ha sido un problema de hombres”.
Simone de Beauvoire

La política en masculino siempre ha intentado dominar aquello que se le escapa de las manos. Sin ir más lejos, Maquiavelo, que pasa por Gran Sensei de la política, explicaba que a la fortuna –materia voluble– había que tratarla como a la mujer: conquistarla, cuando no directamente someterla. Nietzsche, contra el feminismo, proponía “hacerle” un hijo a la mujer, lo que lo sitúa como un dandy vitalista en relación al padre del contractualismo moderno, Jean-Jacques Rousseau, quien sugería que la educación de las mujeres “esté siempre en función de la de los hombres. Agradarnos, sernos útiles, hacer que las amemos y las estimemos, educarnos cuando somos pequeños y cuidarnos cuando crecemos… Estas han sido siempre las tareas de la mujer, y eso es lo que se les debe enseñar en su infancia”.

Siquiera zafa el bueno de Spinoza, objeto de culto de parte de todos los géneros. Para él las mujeres, objeto de competencia entre los hombres, debían abstenerse de la política.

La política en masculino, como arte del dominio, encuentra en las masas su objeto eterno; un objeto, no obstante, siempre esquivo al gobernante. 

La política en masculino, por ese mismo motivo, ha gobernado siempre a partir de dos recursos básicos: el temor y la promesa (o el miedo y la esperanza). Sea el estado de soberanía (que castigaba o premiaba dejando marcas sobre el cuerpo); sea el actual estado neoliberal (que gestiona las formas de existencia por medio del dinero), la vida en femenino es leída, una y otra, en términos de dar seguridad (el tipo de seguridad, por ejemplo, propia del hombre de la casa).

La política en masculino adopta en estos días un aspecto bicéfalo-especular. El bloque político oficialista –que luego de aquel significativo 53% no encontró ejes que armen agenda y que contraresten las vicisitudes de una economía, al menos a nivel financiero, cada vez más endeble– movió sus piezas el último 25 de Mayo bajo el –tal vez pretencioso y discutible, pero eficaz– slogan “Una década ganada”. El bloque opositor no abunda en slogans (ni en proyectos) y no se hace fuerte en las calles (aunque el trinar de las cacerolas de teflón resuena aún en los oídos de más de un funcionario), sino que, al menos por ahora, su registro es el de la denuncia y el repiqueteo de la televisión.

Uno y otro, entre la esperanza y el miedo, optan por el juego del temor y ambos prometen diversas seguridades. La Presidenta avisó: “¡Vienen por ustedes!”. Lanata retrucó: “Si no estoy el próximo domingo, ¡hagan algo!” (controversia que no  hace sino confirmar, una vez más, aquella tesis de Marcelo Laponia que afirmaba que la política argentina padece el trauma de los desaparecidos, y que en base a esa “patología” la clase política hace uso estratégico de la trágica trama que los tiene como protagonistas).

El gobierno acusa con vehemencia a la oposición mediática de defender intereses espurios mediante procedimientos espurios. La oposición le achaca al gobierno otro tanto, y con idéntica vehemencia.
    
Mientras unos prometen crecimiento con inclusión vía consumo; otros prometen aprovechar las oportunidades para volver a crecer. Ambos con sus miradas puestas en el mercado mundial. Y ambos conducidos por la certeza de que es necesario recomponer la autoridad como condición básica de inserción de la economía agroexportadora argentina en ese marcado mundial (y recomponer la autoridad, incluso para las mujeres, es sin duda una tarea fálica).

El gobierno dice haber avanzado a paso firme contra la pobreza y la desigualdad (al punto que sus militantes se sienten a las puertas del socialismo). Los opositores desconfían de la solidez de este “avance” (puro plan social de contención mientras que haya rentas extraordinarias de la soja, dicen) e insisten en que las medidas del gobierno favorecen, de forma exclusiva, a un pequeño grupo de empresarios amigos y no a toda la clase dominante, como debería ser.

El gobierno se cree una minoría intensa, unida y organizada, convencida de que la historia a contrapelo les da la razón. La “opo” se cree, en cambio, una mayoría no representada, pero convencida de que el Estado quedó en manos de una asociación ilícita a la que hay que erosionar a partir de denuncias periodísticas de todo tipo y tenor. Ambos crean y viven en una ficción (bien masculina).

El gobierno de lo masculino –de los “porongas”, de los que “las tienen bien puestas”– decidió hace rato actuar sin explicar. Incluso, sin calibrar demasiado los consensos ni los efectos de lo que dice y hace. Pide “confianza” cuando lo que exige es obediencia. En esto están juntos funcionarios, gobernadores e intendentes; intelectuales, militantes y adherentes:  arrojados todos al cenagoso terreno del eufemismo y al titánico esfuerzo por la justificación. La oposición mediática ha decidido pasar a la denuncia sin organizar fuerza “política” o militante alguna: se atribuye mágicamente la confianza de “la gente” en torno a premisas absolutamente ideológicas. Sus intelectuales no tienen ninguna exigencia y nadan en un oportunismo completamente permisivo.

En este marco, por demás brumoso, al gobierno se le acaban los héroes y a la oposición se le agotan los dirigentes con liderazgo. Es que la política ha vuelto, señoras y señores. Una política democrática y republicana que ya no habla el lenguaje de las luchas de liberación, sino el de los derechos ganados o pisoteados. La política se hace presente, amigas y amigos, más masculina que nunca. Pura racionalización económica (del lavado al blanqueo), pura especulación de candidaturas, pura gestión de la crisis, pura demanda de policía en los barrios, pura promesa de consumo y seguridad. Así es, compañeras y compañeros, una década ganada. Por y para todxs. Una década en la que volvió, tan reconocible por todos, eso que los filósofos y los jefes han llamado siempre con masculina emoción la política.

Para pasar el finde: Rosa Luxemburg (Margarethe von Trotta, 1986)


Con gran rigor histórico, narra un retrato de la líder socialista Rosa Luxemburg, desde fines del siglo XIX hasta su muerte en 1919. El guión de cuatro partes y un prólogo presenta a Rosa durante prisión en Wronke, en 1917. La primera parte retrocede a fines del siglo pasado y comienzos del actual. Rosa Luxemburgo se halla al principio de su carrera como periodista de cuestiones políticas y militante del partido socialista. Más que el éxito profesional, desea ser una mujer al lado de Leo Jogiches, su amante y compañero de lucha. Luego de una breve estadía en Varsovia, adonde acude Rosa para prestar su apoyo a la primera Revolución Rusa, se ve detenida y encarcelada por este motivo, hasta que los compañeros del Partido Socialista alemán obtienen su rescate. En 1906, regresa a Berlín. A partir de ese momento, su historia es narrada en forma cronológica hasta su muerte en enero de 1919. Estas informaciones históricas acerca de la revolucionaria Rosa Luxemburgo constituyen una parte importante en el film. Pero igual importancia posee la descripción del mundo de esta mujer.

Terror y derechos humanos en la Argentina

por Juan Pablo Maccia

I.                    La encanecida guerrilla de la filosofía

No son pocos los que se han desplazado de la guerrilla a la filosofía. En el mejor de los casos esta conciliación de batalla y conceptos continúa lo político por otros medios, descubriendo que nada han cambiado tanto: antes y ahora se utilizaron armas, ahora y antes se trataba del  problema de la verdad.

Dos librillos de muy reciente aparición comparten la estrategia enunciativa de articular (de modos muy distintos) biografía heroica y reflexión filosófica apelando a la sabiduría de la guerra de guerrillas del Che Guevara. En ambos casos, el paso del enfrentamiento físico al de los argumentos gira en torno a nuestros años 60 (y 70), procurando extraer un valor presente desde un tiempo (nunca del todo) ido. Ambos autores radican fuera del país. Hasta aquí los parecidos de Che Guevara, la gratuidad del riesgo, del antiguo militante del ERP y actual psiquiatra y ensayista argentino-francés Miguel Benasayag (Cuadrata); y Un testamento de los años 70, terrorismo, política y verdad en la Argentina, del excombatiente montonero y actual especialista en filosofía y ciencias políticas nacionalizado en Brasil, Héctor Ricardo Leis (Katz).

Si en ambos casos se apela a sofisticados argumentos teóricos para volver sobre aquellos años de generosa juventud, tanto la inspiración vital como política argumentativa difiere plenamente. Mientras Benasayag se esfuerza por inscribir a Guevara en una ontología de los múltiples puros (rara mezcla entre Plotino y Deleuze) integrando –en una tentativa extrema- al comandante guerrillero a las movidas de la contra cultura de los años sesentas (comunidades homosexuales y de amor libre incluidos); Leis se entrega a una grave y meditada reflexión sobre el papel deplorable de la violencia en la política nacional. Partiendo tanto de su experiencia personal, como de sus estudios académicos -y apelando a eruditas citas Hobbes, Hegel, Marx, Arendt o Agamben- concluye que el terror es un modo de envenenar las sociedades, y que su origen entre nosotros, durante los años setentas, se encuentra en la acción de la guerrilla urbana, espiralada con el accionar de las Tres A y de las fuerzas militares.     

II.                  Katz, que librito te echaste´!

Dos razones nos llevan a detenernos en la obra de Leis: la repercusión de su texto (esto es, una serie de discusionessintomáticas del actual clima político que tuvieron lugar a partir de la publicación como libro, a pesar de que la obra se encontraba ya disponible desde hace meses en la web); y la reciente intervención de Leis en ocasión de la muerte del General Videla (“Los argentinos perdimos la oportunidad de hacernos un bien a nosotros mismos, al no saber perdonar a un Videla anciano para que muriese en paz en su casa, junto a su familia”).

Para convertir en texto de blog en libro polémico se precisaron las artes del editor Alejandro Katz quien se apresuró a añadir al original un epílogo y dos lustrosas y amistosas prologueras: Graciela Fernandez Meijide y Beatriz Sarlo.

Ambas señoras coinciden elogiar el “valor” (en la doble acepción de coraje y de calidad) de una toma de la palabra que enfrenta el consenso actual sobre los años setentas y la lucha armada encarnada en la alianza entre kirchnerismo y organizaciones de derechos humanos. Ambas advierten sobre sus diferencias con las tesis del autor (sobre todo con la que equipara la violencia ejercida desde del estado con la desarrollada por las militancias). Ambas coinciden en colocar el texto en cuestión en la zaga de la polémica carta de Oscar del Barco sobre el “no matarás”.

Fernandez Meijide felicita al autor por mirar hacia las generaciones futuras y ya no ya a las víctimas y al pasado (invirtiendo de modo perfecto las consideraciones de Walter Benjamin sobre la historia que tanto gusta a mi prima Laura), mientras Sarlo se interesan por el deslinde posible entre las figuras del terrorismo de estado como crimen contra la humanidad, y el genocidio nazi, respecto de la situación argentina planteada como una guerra entre bandos igualmente beligerantes. En la medida en que el aporte de Leis es no solo original (y no una mera repetición de la “teoría de los dos demonios”) sino oportuno, en la medida que los juicios están ya en marcha y contamos ya con una perspectiva temporal suficiente.

III.               La tesis del terror

Afirma en su texto Leis que en el paso de la guerrilla rural (siguiendo las tesis guevarianas) a la guerrilla urbana produce tendencialmente una justificación del terrorismo, y una relativización de las consideraciones morales y políticas que según Clausewicz moderan las guerras modernas, evitando llegar al extremo del exterminio de uno de los bandos.

Lo relevante para considerar la acción del terrorismo, dice Leis, no es su signo ideológico, ni los objetivos que se persigan, siquiera si se lo ejerce o no desde el estado. Conocemos todo tipo de acción terrorista empleada modernamente por los distintos estados, grupos separatistas, los fundamentalismos religiosos. En todos los casos su efecto es el mismo: la generalización violencia total. Si vamos a juzgar la acción terrorista, propone Leis, utilicemos el más radical de los criterios: la medida según la cual su ejercicio envenena los conflictos sociales extremando el uso de la violencia.

El juicio cae en primer lugar sobre sí mismo y sus compañeros. En tanto los montoneros, no importa su extrema buena intención, pusieron bombas que mataron inocentes se trató de terrorismo (“de alma bella”, dice el autor). Sus motivaciones –ratifica-  eran “nobles”, su recuerdo de aquellos años sigue siendo “feliz”. Sólo la hegeliana astucia de la razón explica la convergencia de los buenos valores en la comisión de los actos del mal.

A Leis coraje intelectual para las matemáticas no le falta. Sus números le dan que habría habido unas 10.000 las muertes trágicas por violencia política directa en todo el período (que va de  la ejecución de Vandor y Aramburu al fin de la dictadura). Desagregados, se distribuyen del siguiente modo: unas 1.000 serían responsabilidad de las organizaciones revolucionarias; unas 1.000 de la Triple A, unas 8.000 correrían por cuenta de las fuerzas militares al mando de Videla.

En suma, “el terrorismo de los montoneros, de la Triple A y la dictadura militar son igualmente graves, ya que contribuyeron solidariamente a una ascensión a los extremos de la violencia”. El razonamiento apunta a la política oficial de la memoria, constituida por los organismos de derechos humanos, y consagrada luego por el gobierno de los Kirchner. Al recordar a los desaparecidos como víctimas del terror estatal se hace borra su carácter beligerante de sus militancias, y con ello toda posibilidad de compresión de la historia reciente.

Leis no adhiere ni acepta la “teoría de los dos demonios”, ni su postulación dos extremos diabólicos, militares y guerrilleros, atormentaron a una sociedad inocente. Al contrario, su tesis sobre el terror involucra masiva a la sociedad civil y política en los antagonismos violentos de los años setentas.

IV.               Política de la memoria y teoría del estado

Se trata, para Leis de modificar la política de la memoria para ponerla al servicio de una teoría política del estado que haga efectiva la reconciliación y la paz para la convivencia entre argentinos, todos igualmente (mas allá de crímenes particulares que corresponde juzgar) victima-victimarios.


Esa teoría del estado apunta a la conquista de una narración más imparcial, como fundamento de una institucionalidad neutral capaz de colocarse por encima de la dinámica antagonista que nos hace recaer una y otra vez en la violencia fraticida.

El carozo del asunto está en la legitimidad histórica del estado. Sabemos con Hobbes, alecciona Leis, que  “la principal obligación del Estado es defender su existencia con los medios a su alcance«. Más aún, sabemos con Hegel que “el Estado, aunque imperfecto en su realización particular, sigue siendo la institución superior de la historia humana civilizada”.

Se comprende que la acción armada contra el estado será, para Leis el fundamento fundamentalista[1]de la acción terrorista en la medida en que “desata fuerzas antiestatales en su seno que lo degradan rápidamente hacia la barbarie”.   

Ni siquiera le asiste a la guerrilla la legitimidad de haber luchado contra un estado autoritario: a partir del triunfo de Cámpora y de la amnistía  25 de mayo de 1973 –que favoreció al propio Leis, hace ya exactamente cuatro décadas-  las organizaciones pierden toda justificación para la acción armada, “fueron ellos los primeros en llevar el terror a la nueva democracia”.

La secuencia posterior sería conocida. Leis la cuenta así: luego “respondió” la Triple A con apoyo del gobierno, lo que generó una anarquía de terrores cruzados que “justificará” el golpe, deseado por la guerrilla.

El ímpetu asesino de la dictadura contra la guerrilla no disminuye (sino que todo caso fue posible por el) hecho evidente de que la guerrilla ya no contaba con ninguna legitimidad política en la sociedad. No hubo héroes: “la lucha los convirtió a todos en víctimas y victimarios”.

V.                  La tesis de la generación, y de la guerra civil

Ocurrió en la Argentina –siempre es Leis quien relata- que  una “generación” (la de los 60) desafió a Perón y a las fuerzas armadas. Querían su muerte, ocupar su lugar, y así le fue. Perón se dio cuenta de todo y los llamó “imberbes”, clarificando el carácter generacional del antagonismo en curso. Luego los militares de las fuerzas armadas hicieron lo suyo.

¿Porqué apelar a la noción en desuso de generación? Partiendo de las edades de los dirigentes de ambos bandos Leis concluye que la guerrilla estuvo dominada por un terror parricida, propia de la generación de los 60 (la única generación “fuerte” de la segunda mitad del siglo XX[2]), para ser contrarrestada por la violencia “filicida” de la generación “débil” del 40.

La tesis de la generación remite, en Leis, a una hipótesis de más vasto aliento, que enuncia sin desarrollar, sobre los hechos armados de los años 70 como episodio particular de una larga guerra civil que alcanza a la entera historia nacional. La noción de generación aparece, para los años setentas, como la posibilidad de otorgarle una dimensión inconsciente (incluso de base biológica, referida a las hormonas juveniles) a unos hechos cuya racionalidad de largo aliento rebasaba a sus protagonistas.

VI.              Confesión, perdón, reconciliación

Una larga guerra que se prolonga bajo la forma del resentimiento generalizado sólo se resuelve, sostiene Leis, por la vía de una reconciliación profunda. No alcanza para eso con la justicia punitiva que juzga crímenes individuales. Hace falta verdad, reparación, una justicia que reconcilie a la comunidad como tal.

Una justicia así requiere en primer lugar que se deje de hablar en nombre de quienes ya no están. Él mismo, viejo combatiente convencido, piensa hoy de formas muy diferentes a las de su juventud. ¿No es, acaso, este ejemplo, un índice contundente de la imposibilidad de hablar por aquellos que, desaparecidos, pudieran haber cambiado en un sentido incierto su pensar?

Dado el carácter colectivo de la tragedia vivida en la que cada quien fue a su turno víctima y victimario y dado que, según Leis, son las fuerzas rencorosas del pasado las que actúan a través nuestro, posponiendo una y otra vez la posibilidad de acudir a la potencia del perdón, propia de nuestras tradiciones abrahámicas, se trata de hacer un llamamiento general al riesgo de la confesión (de cada uno de los victimas/victimarios) mediante la constitución de un memorial común de las víctimas de la guerrilla, de la Triple A y de las fuerzas militares. 

VII.             El error de Leis

Ser más sabio me exigía no aceptar en aquel momento el desafío de la revolución y, al final de cuentas, haber participado me dio una oportunidad de sabiduría mayor”

La cita de Leis parece extraída de la Fenomenología del espíritu de Hegel. Para el (entonces ya no tan) “joven” maestro de la dialéctica, la experiencia enseña a través de este tipo de torsiones que vuelven siempre apasionante al acto del conocer. Conocer es conocerse, y conocerse es hacerse. No es difícil enternecerse con el error de este excombatiente montonero extraviado, como en el chiste que se atribuye a Borges.
Sucede que Leis ha cometido el más irreversible de los errores. No tanto el de creer ahora que se equivocó entonces, cuando quiso hacer la revolución (se sabe que para Spinoza, por ejemplo, arrepentirse es equivocarse dos veces, sin embargo no me parece que el de Leis sea exactamente el texto de un arrepentido), sino el de dar forma de verdad/error (forma cognitiva: ser menos “sabio”) a algo que debía ser pensado poniendo en juego otro espesor de esa misma experiencia.

Leis no sabía (pero ahora sí lo sabe, y ese saber es ahora no sólo experiencial, sino también muy universitario) que su impulso juvenil ponía en acto una maquinaria infernal que lo trascendía y lo llevaba a la muerte. Nuevo Adán frente al pecado original (para acudir a imágenes de sus propias tradiciones) se priva de llevar a fondo su pensar de la derrota acudiendo al juego también religioso de la conversión.  

En la Argentina hubo un grupo de personas quiso hacer la revolución, Leis entre ellas. Hubo quienes supusieron que esa revolución debía ser hecha a través de las armas. Ideologías y tácticas diversas diferenciaron a políticas diversas entre estos últimos. La apuesta no salió. Lo que hubo fue una contundente derrota política y militar. Todo lo que pensamos hoy ocurre, de modo inevitable, en los efectos de esa derrota. Y sobre esos efectos debemos pensar (en esto le damos la derecha a Leis).

Sucede con Leis lo que ya señalaba Leon Rozitchner en un meduloso artículo de polémica con la carta de Oscar Del Barco: ni la fuga mística hacia el perdón, ni el redescubrimiento de los diez mandamientos como regulador para la praxis ayudan a entender mejor hoy lo que se ha hecho mal ayer. Rozitchner pedía allí una crítica política inmanente respeto de los propios criterios de la violencia revolucionaria de los años sesentas y setentas[3]

Si podemos hablar de un  “error” en Leis consiste en eludir esta exigencia desde el vamos. Comienza excluyendo de lo pensable la elaboración de sentidos de justicia elaborada al interior de las posibilidades políticas del proyecto revolucionario. En lugar de actualizar estas posibilidades, profundizando su reflexión por la misma vía del deseo que lo había llevado al acto político, decide desistir de él como condición de una nueva lucidez, mas formalista,  de menor arraigo ético.

 Vitalismo pervertido del estado

Esto se ve claro, por ejemplo, en su argumentación sobre el terror y el estado. Leis invoca –lo hemos visto- el derecho del estado a defenderse de quienes lo agreden. Del estado de soberanía hobbesiano al estado biopolítico contemporáneo, sin embargo algo radical ha cambiado. 

El estado ya no está autorizado a matar en nombre del viejo derecho soberano. La propia pena de muerte ha ido  perdido estatus legal en la mayoría de los países del mundo. Ya no se mata, como antes, pues, en nombre de un derecho a priori al mando.

Los estados matan, hoy en día, haciendo desaparecer a grupos humanos enteros. No cabe, entonces, reducir la cuestión al derecho del estado de punir delitos, sino de pensar al estado como el defensor activo de un cierto modo de vida, de un proyecto histórico al que considera superior (más racional, más vital, más libre mas cristiano).
Cuando el estado mata (al menos hasta donde hemos conocido) lo hace en nombre de un “vitalismo pervertido” que asume su lucha por la supervivencia como lucha contra bacterias o virus mortales.

Así lo pensaba Foucault la transformación del estado justamente en aquellos años:  “el derecho de muerte tenderá desde entonces a desplazarse, o al menos a apoyarse sobre las exigencias de un poder que ante todo administra la vida y se ordena en función de lo que ella reclama. Esta muerte que se fundaba sobre el derecho del soberano a defenderse  o a exigir que se lo defienda, va a aparecer ahora como el simple reverso del derecho del cuerpo social a asegurar su vida, mantenerla y desarrollarla”.

Lejos de oponer vida a muerte se trata de comprender hasta qué punto se intensifica el poder de dar muerte cuando se desata en nombre de la vida: “las guerras nunca han sido más sangrientas que desde el siglo XIX, e incluso, salvando las distancias, hasta ese momento los regímenes nunca habían practicado semejante holocaustos a sus poblaciones”.Es este poder vitalista de dar muerte el que escapa al formalismo soberanista de Leis: “ese formidable poder de muerte –y es quizás lo que le da una parte de su fuerza y del cinismo con el cual ha empujado tan lejos sus propios límites- se da ahora como el complemento de un poder que se ejerce como positivamente sobre la vida”.

VIII.          Leis no es solo Leis

Lo insoportable, en el argumento de Leis, es su quiebre interno. Esa inflexión que lo hace pensar bajo los efectos del poder vencedor. Esa falta de resistencia interna que no le permite comprender los efectos activos de ese terror-vital en el presente.

Comparto hasta cierto punto la necesidad de una crítica positiva a las políticas de la memoria y de derechos humanos del gobierno, y creo que aportes como los de Leis son errores muy útiles, porque nos muestran un punto insoportable del momento actual, al tiempo que nos indica en que orientación no debemos ir de ningún modo[4].

No es recordar santos, ni homenajear héroes. Muchos menos legitimar políticas modernizadoras en sus nombres. Nos es preciso tomar nota de definitiva de la revolución fracasada y dejar de jugar con su fantasma. Pero necesitamos hacer todo esto en nombre de la emancipación, y no de su hipoteca.

La fuga mística al perdón depende previamente de abstraer la trama concreta de los hechos. Sólo cuando todos somos víctimas/victimarios cabe cancelar el diferencial de valor en las apuestas políticas puestas en juego en su contexto. 

Igualmente abstracto es la apelación a la confesión. Lo cierto es que, tal como lo recuerda el historiador Bruno Nápoli, todos sabemos todo sobre los años de revolución y terror, dado que ni el propio Videla no dejó de hablar hasta el último día[5]

Lo lamento por la hermosa cita de Derrida (y por Bergolgio), pero creer en el perdón, en este contexto, es completamente reaccionario. Política del desarmar del ya desarmado. El único perdón conciliatorio que puedo concebir es uno que nos devuelva la capacidad de hacer del presente un mapa de posibilidades libertarias e igualitaristas. 
Leis va por otro lado, y no va solo.

En su deseo de recuperar la neutralidad del estado se priva Leis de comprender que si alguien trabaja contra natura en esa línea es el kirchnerismo al que combate. ¿O no es acaso cada vez más cierto, mirando a un futuro próximo desde el proceso político actual, que el relato de los derechos humanos ha sido separado de toda radicalización efectiva, y condenado por eso a agotarse como último gran relato nacional?

Leis no está sólo en este empeño suyo. El propio desgarramiento interno de las políticas de la memoria respecto de la necesidad de pensar toda una serie de conflictos violentos que se reproducen en los distintos territorios subordinados a la producción de renta financiera (de extracción minera e hidrocarburífera, a la de especulación inmobiliaria y creación de mercados narco) prepara el terreno para que nuevas figuras caigan bajo el renovado lenguaje del terrorista y el fundamentalista.  

El olvido y recuerdo pueden marchar muy bien juntos en combinación nociva cada vez que desarticulamos la memoria de la exigencia política de detectar, para desarmar efectivamente, la máquina de producción de las víctimas. Tarea muy, pero muy distinta a la de hablar en sus nombres.


[1] Sobre el uso de la noción de “fundamentalista” ligada a “terrorista” ver la reflexión de Jon Beasley Murray en su libro Posthegemonía. Tomando el caso de Sendero Luminoso en el Perú logra mostrar hasta qué punto el fundamentalismo justifica la teoría neoliberal del estado como protección de una sociedad civil racional que negocia sus diferencias cuidando de que ninguna de las partes (o movimientos) ejerza la social política por su cuenta.  El estado neutral deja de serlo cuando el fundamentalismo lo desafía. Beasley Murray se pregunta por las posibilidades actuales de un “fundamentalismo-no mortuorio” (es decir, opuesto a Sendero).
[2] Leis descuida su argumentación sobre la generación. No creo que estas inconsistencias desmerezcan la línea de su investigación, pero la debilitan. Sarlo lo señala: ¿No desmiente el argumento de base biológica/generacional la existencia de expresiones culturales juveniles para nada parricidas?. Yo encuentro otra objeción. Leis dedica un capítulo de su breve obra a la mediocridad de las elites sociales y políticas responsables de la tragedia  ¿Por qué llamar entonces “fuerte” a la generación de los 60? ¿Se puede ser a la vez fuerte y mediocre? De otro lado, ¿cómo explica Leis que una generación “débil” haya vencido a una “fuerte”?.
[3] En varios de sus escritos Rozitchner distingue violencia de izquierda (contra violencia, estratégicamente a la defensiva y de base popular) de la violencia asesina, de derecha (estratégicamente a la ofensiva, profesionalizada, separada de toda autonomía de lo popular).
[4] El propio kirchnerismo suele proponer como ideal la argentina “integrada” de los años setentas. La idea de que sólo el autoritarismo y la miseria justifican la insurrección constituye una negación elemental del papel de la radicalidad del deseo obrero en momentos de bonanzas salariales. No hay más que volver a estudiar las luchas de los obreros de Smata y Sitrac-Sitram de los años 60, y el papel desempeñado por dirigentes como Agustín Tosco para comprender el carácter reaccionario de estas valoraciones.   
[5] La Argentina reciente se ha visto compelida a hablar de los años setentas. Existen cientos de textos, videos, películas, libros, documentos, entrevistas y cartas sobre las acciones de las organizaciones revolucionarias. 

“Arqueología, genealogía, actitud. Foucault, la historia y la diferencia posible”

Audios del seminario de Judith Revel


La Universidad Nacional de San Martín recibió en el 2012, por segundo año consecutivo, a la filósofa francesa Judith Revel, especialista en la obra filosófica de Michel Foucault. Esta vez, invitada por el Programa Lectura Mundi y el Centro de Estudios Filosóficos de la Escuelade Humanidades, realizó, en el ciclo Máquinas de lectura, una serie de actividades que puso en debate las formas de leer la historia, de producirla y hacer posible otras historias como cuestión imprescindible para los retos epistemológicos del siglo XXI.

Seminario:

“Arqueología, genealogía, actitud. Foucault, la historia y la diferencia posible”
Primera Clase: Periodización y transhistoria.
Segunda Clase: ¿Salir de la historia ? Presente y actualidad.
Tercera Clase: ¿Que es una  ‘diferencia’ ?
Cuarta Clase: « Una historia de la verdad que no se funda en la verdad »
Quinta Clase:¿Historicización o relativismo ? La crítica de los universales.


¿Una alternativa política en la ciudad?

Por un Frente emancipador en Buenos Aires

En un contexto económico signado por el estancamiento y la precarización del empleo, con signos evidentes de deterioro social y una situación política que, de cara a 2015 evidencia serios límites, los partidos Buenos Aires para todos en Unidad popular y Marea Popular han decidido impulsar un conjunto de iniciativas tendientes a propiciar una nueva propuesta transformadora.
Nuestra convocatoria es a construir un Frente que se plantee como opción alternativa al gobierno, pero sobre la base de la agenda de los sectores populares y no como furgón de cola de la oposición conservadora. No venimos a “hacer oposición” sino a construir una alternativa popular.
Nuestra propuesta parte del compromiso con la más amplia democratización de la sociedad. Esto supone la incorporación de mecanismos institucionales precisos de participación directa y semidirecta de la sociedad en las decisiones. El impulso a los mecanismos de consulta y plesbicito , la instrumentación de consejos regionales y temáticos, la plena aplicación de la Libertad y Democracia Sindical constituyen el camino para encarar con seriedad las estrategias de distribución del ingreso, reforma impositiva y distribución de la propiedad. Sostenemos también la necesidad de revisar el conjunto del proceso privatizador apuntando a la recuperación plena del control público y soberano sobre la explotación de los recursos naturales, a efectos de ponerle límite al proceso de degradación ambiental y con el objeto de capturar imprescindibles rentas extraordinarias que nos permitan avanzar en el cambio de la estrategia productiva.
En este sentido y acompañando la importancia que ha adquirido el asociativismo político en el marco de la integración latinoamericana creemos fundamental profundizar los mecanismos de complementación productivo y financiera que permitan  dinamizar nuestras economías y posicionar a la región con mayor autonomía en el nuevo escenario mundial.
Los lineamientos que exponemos se enmarcan en una perspectiva de soberanía popular y cambio social, que son las claves que nos permitirán motorizar el proyecto emancipador que soñamos para nuestro país.
Este Frente deberá intervenir en la Ciudad de Buenos Aires, donde cotidianamente nos enfrentamos a un gobierno que representa una de las versiones más reaccionarias de  la política argentina como lo es el PRO de Mauricio Macri. En estos años hemos visto como se ha instaurado la lógica del negocio y el lucro privado en todas las áreas de intervención del Estado, desde la salud y la educación, pasando por la problemática de la vivienda, el transporte, la basura, etc.  A su vez, vemos con preocupación el avance de una lógica represiva y antipopular, como la que se expresó en distintos conflictos este año como en la Sala Alberdi, el Parque Centenario y el más reciente y violento en el Hospital Borda.  No es un dato menor señalar que el macrismo construye la gobernabilidad de la Ciudad en directa relación con el gobierno nacional que a la hora de votar en la legislatura favorece la lógica explícita del negocio inmobiliario.
Estamos convencidos que tenemos que apostar a la construcción de un gran frente popular independiente del gobierno nacional, pero en un camino distinto a quienes han decidido acordar con sectores conservadores e incluso reaccionarios y han adaptado por completo su política a la lógica de la oposición al kirchnerismo, a cualquier costo. Queremos construir un proyecto que rompa con dicotomías estériles que sólo contribuyen a fracturar la posibilidad de una propuesta seria de transformación. Estamos convencidos que la lógica del rejunte opositor sólo contribuye a enrarecer el clima político y conduce a la sociedad a nuevos fracasos. Sostenemos que la solución al presente de los argentinos no está en el retorno al pasado sino en la decisión de construir futuro.
Convocamos al conjunto de organizaciones políticas, sindicales, sociales, juveniles, territoriales, culturales, etc. Con el objeto de plantear en estas elecciones una propuesta transformadora en la Ciudad de Buenos Aires y en el País.
MAREA POPULAR – BUENOS AIRES PARA TODOS en UNIDAD POPULAR

Clinämen: Conversación con Claudio Lozano


«Hay una lógica oficialismo-oposición que reproduce la gobernabilidad»


 
Conversamos con el diputado Claudio Lozano sobre modelo productivo, blanqueo de capitales, cambios en la situación política y perspectivas electorales.




http://ciudadclinamen.blogspot.com.ar/

A propósito de Los posibles, de Santiago Mitre y Juan Onofri Barbato

Por Ignacio Izaguirre


Han resuelto olvidar sus diferencias y acentuar sus afinidades.
Los conjurados,  Jorge Luis Borges
Como casi nunca voy al teatro y nunca voy a ver obras danzantes, no vi Los posibles en vivo. La película no reemplaza esta falta, es plenamente cinematográfica. Desde la primera imagen -una espalda gelatinosa- se sabe que la cuestión pasará por los cuerpos y el movimiento. Pero eso no será todo, no se conformará con la actuación de los bailarines y la coreografía hecha para el público estático de la sala teatral. Quizás consciente de que llevar el peso y la materialidad de los cuerpos al cine siempre ha sido un problema, la decisión de puesta en escena de Los posibles es trasladar la potencia, el movimiento y el ritmo a lo que el cine hace mejor: magnificar el detalle, convertir en significativo, en expresivo, las más pequeñas variantes y gestos, los que en la vida terrenal pasan desapercibidos. Esos gestos son usados como materia coreográfica y rítmica junto con las peripecias de la cámara. Lo hace sin volverse abstracto y sin apropiarse del protagonismo que permanece en los bailarines.
           
Para un espectador habituado al cine es una película mucho más valiosa que Pina. En la película de Wim Wenders el disfrute puede venir de la calidad de la imagen, del 3D, de las impresionantes y carísimas puestas de cámara, o de lo que el arte de Pina Bausch pueda ofrecer. Todo perfectamente válido, por supuesto, pero no específicamente cinematográfico. Posiblemente por eso Pina fue mejor recibida por un público habituado a otras artes que por el público cinéfilo.
           
En la película de Mitre y Onofri la cámara tiene un comportamiento coreográfico que se debió unir a la puesta ya existente para el escenario. Los planos son larguísimos, con varios cambios de foco y de tamaños de plano.  Muchas veces se superponen acciones a diferentes niveles de profundidad. Se pueden inferir largas jornadas de retomas y una gran planificación. Indudablemente fue fundamental el trabajo de cámara y fotografía (por momentos pide fílmico a gritos) de Fernando Lockett (Excursiones, Escuela normal, Todos mienten).


El excesivo virtuosismo suele transformarse en fetiche de los que lo ejercen atentando contra la obra en sí. No es este el caso. Pocas veces puede verse un trabajo tan intenso y minucioso, de tanta habilidad técnica, que no haya atentado contra la atención del espectador, ni terminado tragándose a la película.
           
Esta dedicación tiene otro gran mérito. Deja en claro que el origen social de los bailarines no será la materia del film. A priori la propuesta de jóvenes excluidos puestos a bailar lleva el riesgo tanto de la mirada paternalista como de la exótica. Se adivina a la señora progre con su “mirá cómo ellos también pueden” o el “ellos son más hábiles / ágiles / elásticos / rítmicos / dúctiles”, se prevé la repetición del adjetivo “curtido” para los cuerpos, y la donación de zapatillas de baile. El profundo trabajo desde la puesta en escena del que hablaba antes implica un compromiso con la obra que nada tiene que ver con el poner a los monitos a bailar para que las viejas se emocionen. Deja en cambio la idea de una obra compartida donde los bailarines no son conurbanenses genéricos, sino individuos identificables componiendo en conjunto con los directores, cada uno en su rol.
Acaso sea en la última escena el único momento donde se pone el acento en el origen de los actores. Terminan de bailar, se miran entre ellos, es un lindo momento. Al fondo uno escribe un mensaje en un celular. Se van hacia la puerta y se escucha una charla sobre cómo irse a sus casas. La forma de hablar los identifica. El diálogo se extiende, discuten si toman la combi por carísimos trece pesos o el bondi. Una frase era simpática y suficiente, tres o cuatro terminan dejando en evidencia la intención humorística. Como en El estudiante (la anterior película de Mitre), una última escena que no se lleva bien con el resto de la película.


Estuve en el estreno en la Sala Lugones del San Martín. Después de los directores, hablaron los protagonistas: “Corte que estuvo buenísimo, reflashero…”. Toda  la sala sonrió. Lo gracioso era, obviamente, el acento marcado. No es mi intención ponerme moralista, la verdad es que fue gracioso y no fue una risa burlona, nos reíamos de la diferencia. Después al mismo chico le preguntaron cómo habían empezado en este proyecto. Contó que Juan Onofri había organizado un taller, pero que habían sido engañados, la convocatoria decía que era un taller de hip hop, “después nos íbamos dando cuenta de que había algo raro”. Otra vez nos reímos todos. Esta vez habíamos compartido el chiste. Un chiste supone algo así como un lugar común, un encuentro. Nos reíamos ahora gracias a lo igual.
Viajando por otros países me sorprendieron las enormes diferencias inesperadas, incluso cosas que parecían naturalmente humanas se revelaron como culturales. También me sorprendieron las similitudes. Cosas que creía netamente argentinas resultaron idénticas en personas de culturas muy distintas. Tenemos pendiente este encuentro dentro de nuestra misma ciudad. No es una cuestión jipi de paz, amor y confraternidad universal, es sólo considerar la posibilidad de que no somos especies distintas. Si sólo una frase después de la diferencia aparecieron las afinidades ¿qué podrá pasar dos frases después? Posiblemente descubrir que tenemos la cabeza llena de miedos, que todo alrededor nuestro se encarga de acentuar lo que nos aleja y terminamos creyendo que no hay encuentros posibles. Mucho se dijo sobre el ya obvio papel estigmatizante de los medios de comunicación en este sentido. No reconocerlo a esta altura es necedad o ignorancia. Lamentablemente la militancia popular y este gobierno también hacen un culto de la diferencia. Es su peor defecto.
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