Anarquía Coronada

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Bolivia del TIPNIS: entre la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser

por Salvador Schavelzon (especial para Lobo Suelto!)

(Silvia Rivera sobre el conflicto en Bolivia)

 
Es fácil caer en el discurso paranoico de la traición y el engaño. Pero intentemos pensar el conflicto boliviano de la carretera por el T.I.P.N.I.S. (Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure) desde la clave esquizofrénica de la complejidad[1]. No es que el gobierno del MAS no se haya alejado de viejos aliados, a quienes reprimió e intenta descalificar. Y tampoco que para imponer la carretera que piden las bases cocaleras no haya violado artículos de la Constitución. Se trata de presentar una lectura que repara en la incomodidad con que el gobierno de Evo lidia con sus propios fantasmas, es ambiguo y vive una crisis de plurinacionalidad, que mantiene algo de posibilidad. 

Para muchos Evo Morales es un farsante que utilizó la Pachamama y el discurso de la etnicidad para beneficiarse políticamente. El indianismo aymara de El Alto, el trotskismo de sindicatos docentes, el Mallku Felipe Quispe, la Media Luna hasta hace poco separatista, los mestizos liberales de las ciudades se regocijan con la coyuntura de la marcha como si estuvieran constatando lo que nos venían advirtiendo: “Evo no había sido indígena”, dicen, “Evo se sacó la careta”. Es el juicio incluso de los que no ven ningún problema con la carretera del desarrollo y que aprovechan para criticar al que para ellos nunca debía haber sido presidente. El direccionamiento de las críticas hacia Evo fue progresivo y en aumento, mientras antes solían frenarse en García Linera. Pero formas no petrificadas de ser indígena, pensado desde lo cholo, desde los intersticios y las combinaciones, continua claro para algunos, como Silvia Rivera, quien sabe de las formas transformacionales de lo indígena en Bolivia, aun cuando critique el “Estado prebendal-colonial” que Evo representa hoy[2]

El gobierno también recurre a las acusaciones de la conspiración y el engaño. Declaró que la embajada de EEUU y abogados vinculados a Sánchez de Lozada estarían detrás de la marcha. Acusó a los indígenas de tierras bajas –sus viejos aliados– de contrabandistas de madera, de financiados por el imperialismo, de conspiradores contra el gobierno popular. Anticipando este debate, García Linera –que llama a la marcha, “marcha de dirigentes”– sacó meses atrás un libro titulado “oenegismo, la enfermedad infantil del derechismo”, denunciando a quienes estarían por detrás de las decisiones indígenas. En sus páginas acusa de ser cómplices de intereses extranjeros y de la elite agroempresarial cruceña a las oenegés de donde salieron varios ministros del MAS, que contribuyeron en la redacción de la Constitución y que ahora apoyan a la causa del TIPNIS[3]. En la misma línea, criticando intereses contrarios a la soberanía nacional, quien firmó como ministro la nacionalización de los hidrocarburos en los primeros meses del gobierno de Evo Morales escribe ahora que la suspensión de la carretera muestra que Bolivia es el único país del mundo en que las oenegés tienen el poder. Soliz Rada atribuye hace tiempo a las oenegés la “invención” de una Bolivia falsamente indígena, y ve entonces la traición no en el proyecto sino en su no continuación[4].

Es que la otra mentira que ahora se estaría desenmascarando, junto con la identidad de Evo, sería la del Estado Plurinacional Comunitario, antes visto como amenaza al Estado de Derecho y riesgo de “etnocracia”, pero ahora como “mera retórica” y propaganda sin efectos en la realidad. Si Evo “no había sido indígena”, tampoco habría habido un Estado Plurinacional y debemos reinterpretar el proceso de los últimos años. El enfrentamiento del TIPNIS reconfigura el campo político y hace desaparecer un pasado reciente donde asistimos la asunción de Evo en Tiwanaku como líder espiritual de los pueblos indígenas del Abya Yala; la cumbre de Tiquipaya donde defendió la Pachamama contra el calentamiento global generado por la industrialización; la Constitución aprobada con reconocimiento a la justicia comunitaria con la misma jerarquía que la estatal; reconocimiento de derechos territoriales ancestrales; oficialización de todas las lenguas indígenas y la autonomía indígena, con su derecho a la autodeterminación. Hoy nos alejamos de eso a la velocidad de la luz, y pasa a no haber existido. Hay disidencias internas con renuncias de ministros y viceministros o expresiones como la de Pablo Solón, ex embajador ante Naciones Unidas y organizador de la cumbre de Tiquipaya que pide a Evo Morales coherencia con el “Vivir Bien”[5].

El lenguaje político también se modifica y por ejemplo el secretario ejecutivo de la CSUTCB (la central campesina) Roberto Coraite, declara que los indígenas del TIPNIS tenían que dejar de  vivir “como salvajes”, en un revival del discurso estatal etnocida con que la dictadura en los 60 impulsaba la colonización de tierras “vírgenes”. Son todas expresiones relacionadas con el sujeto político clave de este proceso. A diferencia de crisis anteriores, esta diluye la fuerza que había resultado de las luchas de los últimos años: la unión de indígenas y campesinos. El enfrentamiento de indígenas de tierras bajas con el gobierno y sus bases campesinas y colonizadoras, visualizado especialmente con una brutal represión del 25 de septiembre que buscó impedir la marcha dispersando a los marchantes, separan lo que un proceso de años de encuentros había acercado y combinado. Así, el conflicto del TIPNIS evidenciaría la ruptura política del Pacto de Unidad. El Pacto era el encuentro de las organizaciones campesinas (sindicatos del campo, CSUTCB y “colonizadores”) e indígenas (de tierras altas y bajas, CIDOB y CONAMAQ, hoy en la marcha). De sus discusiones había surgido la categoría política central de la nueva Constitución aprobada en 2009, las “naciones y pueblos indígena originario campesinos” que se construía mientras las organizaciones y constituyentes que la redactaban se negaban a poner comas que separasen dos identidades que en Bolivia se confunden y que representa a quienes juntos idearon el Estado Plurinacional.

La idea de que Evo Morales no es indio es la contra-tesis del Pacto de Unidad como combinación de horizontes políticos que nació del encuentro de migraciones, luchas y articulación política. Si las mayorías que votaron por el MAS no son más indígenas entonces los campesinos son desarrollistas, modernos y colonizados; y los indígenas son minorías con derechos especiales. Bolivia se vuelve, así, un país sin cosas fuera de lugar. Especialmente, un país sin mayorías indígenas que irrumpen en la política. Los indios vuelven a la selva en sus territorios y la política a los partidos y sindicatos. Así pierde sentido la idea de Plurinacional, concepto que buscaba inventar algo más allá del multiculturalismo y el Estado Colonial, sostenido antes en el campo social que como forma jurídica. Sin las tesis del Pacto de Unidad cobra fuerza la posición que defendía la derecha en el proceso constituyente: lo indígena es marginal y Bolivia se explica desde el un mestizaje entendido como síntesis acabada y definitiva de identidades que da lugar a un ser homogéneo nacional. Lo indígena se transforma en folclore y adorno. El propio Evo Morales respondía hace poco lo que ciertos periodistas del diario de la clase media progresista querían escuchar: “Ese denominativo de primer presidente indígena viene del pueblo y de comentarios de analistas. Yo nunca me consideré como primer presidente indígena, pero sí como primer presidente sindicalista”.

Mi lectura esquizoanalítica antes que paranoica trabaja con la hipótesis de que, en lugar de “mera retórica”, “ilusión”, “simbolismo”, “cálculo político” y “falsedad”, había algo cuando se hablaba de descolonización, la plurinacionalidad, la posibilidad del ayllu hoy incluso en las ciudades, o en conceptos que permitían pensar más allá del capital y del Estado, quizás no a partir de lo que decían sino de los silencios que de alguna forma entraron en la Constitución y mantenían su potencia en el proceso de forma inmaterial y no escrita, a pesar de los recortes, revisiones y aclaraciones que la oposición pudiera introducir también en el texto de la Constitución. Eran las ideas que venían de antes y que nacían del encuentro entre lo minoritario con lo popular, a contramano de las dicotomías modernas, poniendo nerviosos a los abogados del pensamiento estatal y, en definitiva, posibilitando “otros mundos” y “otras voces” que hablaron en el proceso boliviano. En ese sentido no diría que Evo Morales “no había sido indígena”, en el sentido de que nunca lo fue y que engañó a todos, como piensa la razón moderna que sólo admite indios como folclore petrificado sin voz política. Diría solamente, y de paso atendiendo a la regla de la autoadscripción, que Evo Morales “no está siendo indígena”, mientras un vector político aleja rápidamente indígenas y campesinos, sepultando el proceso constituyente y el Pacto de Unidad.

La represión cerca de Yucumo, el 25 de septiembre, es producto y productora del escenario de la separación: la salida del gobierno fue la policial, diferente a otros momentos del proceso en que la solución política vino de mano a la movilización. La distancia abismal creada estos días no puede negarse. Pero en ese caso tampoco se trataría de traición o engaño: siempre el gobierno fue claro en su proyecto industrializador, de unidad nacional contra el separatismo en alianza con los militares, de construir un Estado de Bienestar apoyándose en la burguesía nacional. El proyecto político del MAS no se aleja del pragmatismo que domina los otros países de la región. Lo que en Bolivia es diferente es que hay más de un proyecto en juego. Por eso se aprobó una Constitución que busca superar la forma república, considerada colonial, que propone el “Vivir Bien” como alternativa al desarrollo capitalista, que va más allá del derecho a minorías étnicas y busca encontrar formas políticas acordes a un país mayoritariamente indígena donde de distintas formas lo comunitario no es retórico ni declarativo.

Algo de lo que llevó hasta el proceso constituyente y la elección de Evo también se demostró estos días y por eso la complejidad antes que engaño y automatismo estatal para explicar el conflicto. La represión fue durísima y expresa mucho de la cabeza colonial de los que venían a descolonizar especialmente en lo que se refiere a asumir formas estatales de resolver problemas, pero las reacciones del gobierno que vinieron después pueden significar que todavía hay ambigüedad, culpa, y espacio político para pensar en los marcos del Pacto de Unidad. Declararon que no habían mandado a reprimir y que fue responsabilidad de los policías; suspendieron la obra de la ruta por el Territorio Indígena y Parque Nacional, como meses antes el “gasolinazo”, mostrándose abiertos a escuchar la calle. No es aun una victoria de la marcha, porque el parlamento buscará darle aire a la carretera con un referéndum en los departamentos que para nada puede verse como sustituto de la consulta que no se hizo a los pueblos involucrados. Pero la política indígena se fortalece y se entreabren escenarios que no serían los de la separación. Evo Morales podría ser nuevamente el presidente indígena de un Estado Plurinacional, y no el moderno, el desarrollista campesino de la identidad mestiza nacional[6].

Otro elemento de la explicación por la vía de la esquizofrenia, que es la de pensar al gobierno del MAS como parte de un campo de lucha, es el canciller Choquehuanca. Es el ministro indígena, además de campesino, con vínculo con las organizaciones que formaron el Pacto. Defiende el Vivir Bien. Se dice que fue mandado a negociar con la marcha con la intención de quitarlo de ese lugar de respeto que conserva. Celos internos lo habrían mandado a decir que la carretera se haría. Dicen los que participaron, sin embargo, que no habló como los otros ministros que anteriormente negociaron y se entreabría un verdadero diálogo cuando lo llamaron para que vuelva a La Paz. En una nueva visita, el día 23, fue invitado a marchar como forma de romper el bloqueo. Aparentemente fue una decisión espontanea de mujeres indígenas que lo agarraron de la remera para que acompañe, y fue clasificada por el gobierno como toma de rehén, dando lugar a la represión del día 25.

El juego de encontrar discusiones internas puede ser un laberinto sin salida. El debate es más bien si podemos hablar aún de tensiones creativas en Bolivia, como escribió el vicepresidente hace unos meses, o si se trata de contradicciones profundas, como piensa Raúl Prada, su ex compañero de Comuna. La pregunta que está abierta es si sigue siendo posible pensar desde el Pacto de Unidad, articulación política que institucionalmente no existe más pero que expresa el lugar político desde donde se pensó la Constitución. El 12 de Octubre habrá una manifestación masiva en La Paz de las bases campesinas del MAS. Al mismo tiempo se fortalece un bloque en las ciudades sensible a lo ecológico y solidario con los indígenas pero no necesariamente anti-capitalista. Habrá diálogo cuando la marcha entre a La Paz. Serán nuevos escenarios para medir si se fortalece la separación, si Evo Morales seguirá nunca habiendo sido indígena, y si se entierran las banderas de la plurinacionalidad; o si se mantiene en pie un proyecto construido por indígena originario campesinos a partir de la diferencia y la descolonización.



[1] La información sobre la marcha y el conflicto se consigue en: http://www.marcha.ftierra.org/, http://www.indigena.erbol.com.bo/, http://www.bolpress.com/ además de los diarios, los grupos de facebook, http://www.isiborosecure.com/index.html, http://madalbo.blogspot.com/ y http://www.fobomade.org.bo/
[2] Silvia Rivera participa estos días de una vigilia a favor de la marcha junto a mama Tallas de CONAMAQ. Ver su opinión de estos días: http://www.youtube.com/watch?v=yCqVJNnefcw&feature=share  
[4] Andrés Soliz Rada “Avance decisivo de las ONG en la captura del poder”. Disponible en: http://www.bolpress.com/art.php?Cod=2011100303 También los que defienden la marcha tienen argumentos nacionalistas, contra el subimperialismo brasilero y el proyecto vial de IRSA, entendido como plataforma a servicio de la expansión del capital.
[5] Pablo Solón “Debe haber coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos”. Disponible en: http://cmpcc.org/2011/09/29/debe-haber-coherencia-entre-lo-que-decimos-y-lo-que-hacemos/ Dos disidentes son importantes plumas estos días: ver Raúl Prada (ex constituyente y viceministro) “La Orden” http://horizontesnomadas.blogspot.com/2011/10/la-orden.html?spref=fb y Gustavo
Guzman (embajador en EEUU) “Un sombrerito de paja para el Canciller” http://www.bolpress.com/art.php?Cod=2011100402 Junto a ellos dos otros intelectuales firmaron meses atrás un manifiesto por la reconducción del proceso. Otro de los firmantes es Alejandro Almaraz, ex viceministro de tierras y muy activo sumándose a la marcha y no descartando crear una alternativa electoral al MAS. Ver el manifiesto, que sirve también para entender la coyuntura del gasolinazo: http://rebelion.org/noticia.php?id=131653
[6] Raúl Zibechi escribió en La Jornada, mientras se iniciaba la marcha, algo así como que con la marcha de 1990 se abre el proceso y con la del TIPNIS se cierra. Estos días, sin embargo, reconoce a Evo Morales como el único presidente que en los últimos años ha pedido perdón a quienes se oponen a sus proyectos, y que en Bolivia todavía es posible que los de abajo decidan. Ver: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=136593&titular=la-obstinada-potencia-de-la-descolonización-

Entrevista a John Holloway

“La cuestión no es tomar el poder, sino romper con la lógica del capital”
Por Gabriela Moncau y Julio Delmanto

– El libro Cambiar el mundo sin tomar el poder tuvo una gran repercusión y una serie de críticas. Una de ellas fue la de que no había propuestas. Su nuevo libro Agrietar el Capitalismo. El hacer contra el trabajo (Ediciones Herramienta, Buenos Aires, 2011), parece desarrollar teorías de cómo caminar en dirección de un cambio del mundo sin tomar el poder. ¿Cómo fue el recorrido entre estos dos libros?
– Tienen razón cuando dicen que hubo muchas críticas a Cambiar el mundo sin tomar el poder. Una de las principales fue el hecho de que el libro termina diciendo que bueno, no sabemos cómo cambiar el mundo sin tomar el poder. Y la respuesta a esas críticas es que es claro que no sabemos. No sabemos cómo hacer la revolución, si supiésemos ya la habríamos hecho. Lo que sabemos es que las tentativas del siglo XX fracasaron y de esos fracasos podemos aprender que es necesario concebir la revolución de otra forma. Pero no tenemos respuestas. Parte del repensar la cuestión de la revolución es justamente partir del hecho de que no sabemos cómo hacerla, por eso necesitamos pensar, discutir. Pero más allá de eso, decir que no sabemos, porque si yo digo que sé cómo hacer la revolución, parto del presupuesto de que yo tengo que explicarte a ti cómo se hace, lo que implica una política del monólogo. Si decimos que no sabemos, entonces se hace necesaria la conversación, eso implica una política del diálogo, horizontal y, yo supongo, más honesta. Recibí muchos tipos de críticas. Algunos decían “qué absurdo, qué locura, está absolutamente equivocado”; otros decían “estoy totalmente de acuerdo, no quiero entrar en la sucia lógica del estado, de la conquista del poder estatal. Pero entonces ¿qué hacemos?” Entonces, el nuevo libro es un poco una tentativa de avanzar con una respuesta en este sentido, una respuesta que es al mismo tiempo una pregunta.
– ¿Señala caminos para la ruptura con el capitalismo?
– Realmente, la cuestión de la ruptura es central, queremos romper con la lógica del capitalismo. Y queremos hacerlo de miles de formas diferentes. Vamos a crear espacios donde no vamos a reproducir la lógica del capital, donde vamos a hacer otra cosa, tener otros tipos de relaciones, desarrollar actividades que tengan sentido para nosotros. Entonces, el problema de la cuestión de la revolución, en lugar de ser cómo tomamos el poder, es: ¿cómo rompemos con la lógica del capital?
Para mí, el ejemplo más obvio es el de los zapatistas. A partir del momento en que se cruza hacia adentro de su territorio hay una señalización que dice “aquí el pueblo manda y el gobierno obedece”. Se trata de la creación de un espacio con otra lógica. Pero si comenzamos a pensar en eso, vemos que no son solamente los zapatistas, son también radios comunitarias, centros sociales, comunidades o municipios autónomos, en fin, una serie de rupturas que no son necesariamente territoriales, pueden también referirse a una actividad, como las protestas estudiantiles contra la introducción de la lógica del mercado en la educación. O puede darse también en la relación entre marido y mujer, o con los hijos, tratar el amor como una tentativa de crear una relación en la que no se acepta la lógica capitalista de la ganancia y la mercancía. La única forma de pensar la revolución es en términos de esos espacios o momentos que se pueden concebir como grietas en el tejido social de la dominación capitalista. La única forma de pensar en la revolución es en términos de creación, multiplicación y expansión de esas grietas, porque ellas se mueven, son dinámicas. Y esta respuesta es también una pregunta, porque hay muchos problemas a resolver.
– Decís que cualquier teoría radical de cambio tiene que partir de una teoría de la crisis. ¿Por qué?
– Me parece que una teoría crítica, una teoría revolucionaria, no es una teoría de la dominación. Buena parte de la teoría de la izquierda nos dice todo el tiempo que somos una sociedad dominada por el capital, por el dinero, por el consumo. Bueno, eso ya lo sabemos, es obvio. El hecho de que vivimos en una sociedad de dominación clasista, en una sociedad injusta, eso es perfectamente obvio. El problema no está en discernir eso, en entender la dominación, sino en entender la fragilidad de la dominación, la posibilidad de romper con la dominación, este es el punto de partida de la reflexión critica anticapitalista. Comenzar entendiendo el capitalismo en términos de su crisis, su fragilidad, y no de su poder.
– ¿Y cómo entiendes el concepto de identidad? ¿Por qué defendés la “anti-identidad”?
– Si comienza con la negatividad, el no, entonces eso implica que está pensando que el mundo en el cual vivimos no es el mundo verdadero. El mundo verdadero es el mundo que todavía no existe, es el mundo que podría existir. Estamos pensando más allá de lo que existe, de lo que somos. Entonces yo soy más de lo que soy. Me parece muy importante pensar la revolución a partir de la ruptura de las identidades. Por ejemplo, pensemos una vez más en la lucha zapatista: nunca dijeron “somos un movimiento indígena”, dijeron “estamos luchando por la humanidad, estamos yendo más allá de esa identidad”. Creo que eso es importante, pues muchas lucha identitarias acaban volviéndose conservadoras.
– Pero ¿es posible romper con esas categorías partiendo de esa misma identidad, como el movimiento negro o el movimiento de las mujeres?
– Es claro que tenemos que comenzar desde donde estamos. Sí, muchas veces la afirmación de la identidad en movimientos como esos es la afirmación que desafía. Una afirmación negativa. Una afirmación que dice “usted no me ve, pero aquí estoy, ¿que va a hacer?” Y eso va claramente en contra de lo que actualmente existe. Pero si me quedo en eso y nada más, el movimiento se transforma fácilmente en algo excluyente y conservador. Los zapatistas podrían haber dicho desde el principio “somos un movimiento indígena, vamos a luchar por nuestros derechos en cuanto indígenas”; mucha gente los interpreta de esa forma, incluso el gobierno. Pero sería un movimiento que nos excluiría, ¿no es cierto? Es claro que queremos que los indígenas conquisten un mejor lugar dentro de nuestra sociedad, pero finalmente no se trata de esto, se trata de romper con las estructuras actuales, de pensar en un movimiento contra el capitalismo, contra la sociedad actual.
– Y, dentro de la teoría de las grietas, ¿cómo funcionaría la idea de unidad? ¿Considerás que sería necesaria una unidad entre las muchas grietas?
– No, unidad no. Creo que sería importante una confluencia entre las grietas. Que las grietas se conecten. Tal vez no sea una buena metáfora para Brasil, pero podemos entender la idea de las grietas imaginando un lago congelado: estamos intentando romper el hielo, arrojando piedras al lago. Se crean agujeros y grietas, rajaduras, ¿no es cierto? Y del otro lado también están arrojando piedras y por otro lado también, que es un poco lo que está pasando hoy. Va formándose una multiplicidad de grietas que a veces se expanden y otras veces se regeneran, de manera que el agujero puede congelarse otra vez. Pero si las grietas se juntan, se hacen mayores, más potentes. A veces se juntan, se separan otras veces. Yo pienso el movimiento de las grietas como un proceso que incluye coincidencias, pero que no deben ser impuestas a partir de una perspectiva particular. Si yo estoy aquí desde este lado del lago arrojando piedras y veo que usted está haciendo lo mismo de su lado, no tiene ningún sentido que le diga que debería estar aquí conmigo. Es necesario reconocer que las personas están intentando romper el hielo del capitalismo de muchas formas diferentes y tengo que respetar que usted esté ahí. Y respetar implica criticar, una confluencia es importantísima, el diálogo.
– ¿Entonces pensás que la idea tradicional de unidad de la izquierda es equivocada?
– Sí, esa idea acaba siendo muy destructiva. Es imposible y tampoco es deseable. Porque queremos crear una sociedad donde podamos hacer lo que nos gusta, lo que queremos, lo que tiene sentido para nosotros, una sociedad heterogénea. El argumento de las grietas es que no tenemos otra opción que no sea comenzar por la particularidad. Estamos aquí, cada cual en su lugar, y tenemos que movernos a partir de ahí. Ustedes podrían decirme “no, lo que necesitamos es la unidad de la izquierda. Tenemos que movernos a partir de un centro y pensar en la totalidad a partir de un programa nacional, global”, lo que sea. Eso, en primer lugar, me parece que no es realista. En segundo lugar, abre las puertas para la burocratización del movimiento y, en tercero, implica una represión a muchos movimientos reales que existen por todos lados. Creo que es exactamente lo contrario: en lugar de pensarnos a partir de la totalidad, tenemos que comenzar a partir de nuestra particularidad y confluir. No juntándonos de forma que se imponga una línea política unitaria.
– Escribiste que el pensamiento y la práctica revolucionaria tienen que ser necesariamente antifetichistas. Queremos que hables un poco de eso. ¿Cómo sería una práctica revolucionaria que tenga eso como central?
– El capitalismo es un sistema que no está controlado por nadie. Ni por los capitalistas, ni por los gobiernos. Es un sistema de relaciones sociales donde quien domina son las cosas. El dinero, el capital, las fuerzas cosificadas. Entonces, la revolución es un proceso que, necesariamente, en primer lugar, pasa por entender lo social como nuestra creación cosificada o fetichizada y, en segundo lugar, es un proceso de desarrollo de formas de determinar eso social. En ese sentido, pienso que la crítica en el sentido marxista es una tentativa de desfetichizar esas relaciones y restaurar la creatividad humana en el centro del universo social, digamos.
– Hacés también una crítica a las explicaciones del fracaso de las revoluciones del siglo XX que siempre se asocian a los conceptos de ideología, hegemonía o falsa consciencia. ¿Podría explicar eso?
– Bueno, el problema con la idea de falsa consciencia o hegemonía es que sugiere la idea de que hay alguien que tiene la conciencia que no es falsa. Y que, por lo tanto, sería responsabilidad de esa persona enseñar a los otros y mostrarles el camino. Eso me parece absurdo y catastrófico desde el punto de vista político. Si pensamos, no en términos de conciencia correcta o justa, sino en términos de fetichización, la idea es que las formas con las cuales existen las relaciones sociales en el capitalismo van generando ciertas apariencias, ciertas ilusiones reales, y todos estamos viviendo dentro de eso. Todos estamos dentro de ese mundo fetichizado, al mismo tiempo que lo estamos criticando, teóricamente o en la práctica. Y la idea de que podría haber personas que existen por encima de esa fetichización simplemente no tiene sentido. Creo que tenemos que comenzar reconociendo lo que ya existe, entonces, no es cuestión de construir el partido, de construir algo que no existe. Yo creo que hay que comenzar diciendo que ser revolucionario y anticapitalista es la cosa más común del mundo, todos somos eso de alguna forma. Es cuestión de ir pensando en cómo podemos promover la confluencia y el reconocimiento mutuo de esas rebeldías.
– Críticos de su libro Cambiar el mundo sin tomar el poder dicen que es anti-histórico o a-histórico. ¿Cuál es su respuesta a esas críticas?
– Me parece que la crítica se hace de diferentes formas. A veces, sobre todo del lado trotskysta, dice que no, que hay que entender el fracaso de las revoluciones del siglo XX en términos de stalinismo o en términos de dirección política, de las características especiales de cada caso. Eso me parece equivocado, no es realmente la historia, es como una construcción de una forma de no pensar. Un segundo punto sería que hay que entender la revolución no como la realización de la Historia y sí como la ruptura de la Historia; existe una tradición que dice que la Historia está de nuestro lado, que nos va a llevar al comunismo; me parece que no es así, hacia donde nos está llevando la Historia realmente es hacia la aniquilación total, entonces el problema es cómo pararla. Hay una cita de Walter Benjamin donde plantea básicamente la idea de que estamos en el tren de la Historia y el problema no es cómo llegar a la estación sino como tirar del freno para que pare y nos bajemos. Y, en tercer lugar, tal vez yo comparta un poco la crítica, en el sentido de que sí es importante localizar históricamente esta idea de cambiar el mundo sin tomar el poder, entender que el concepto de poder era parte de una constelación histórica en la cual la lucha anticapitalista era la lucha del trabajo contra el capital. Creo que este concepto está en crisis y que está surgiendo otro concepto de la lucha anticapitalista, que ya no está centrado en la toma del poder y no está centrado en la idea de la lucha del trabajo contra el capital, sino en la de que la lucha anticapitalista es necesariamente la lucha contra el trabajo y, por lo tanto, contra el capital, contra el trabajo abstracto alienado. Y contra, por lo tanto, todo ese mundo de fetichización que surge de la centralidad del trabajo alienado. El argumento de Agrietar el CapitalismoEl hacer contra el trabajo, es que ese movimiento de las grietas debe ser entendido como la rebeldía, como la revuelta del hacer –o trabajo concreto- contra el trabajo abstracto. Entonces, realmente, lo que todas esas grietas están diciendo, de diferentes formas, es que el movimiento es contra el trabajo abstracto y alienado, un movimiento por otro tipo de actividad aquí y ahora y no solamente después de la revolución.
– Incluso cuando la lucha del trabajo contra el capital se encierre dentro del capitalismo y por lo tanto no traiga consigo la respuesta o la revolución, ¿cree que esas luchas pueden ser consideradas también grietas?
– Yo creo que todas las luchas son contradictorias. La lucha por mejores condiciones de trabajo puede ser, o es normalmente, al mismo tiempo una lucha por mejores condiciones y una lucha contra las condiciones existentes, una lucha de gente que dice “somos más que trabajadores, somos humanos, queremos respeto por nuestra dignidad”. Entonces la lucha siempre está traspasando los límites.
– Una característica del capitalismo es su capacidad de transformar todo en mercancía, incluso sus críticas. Esto ciertamente es un riesgo para las grietas. ¿Cómo pueden escapar a esa incorporación al sistema?
– Yo encuentro que esa es una lucha constante, si vemos todas las experiencias de grietas, todos los movimientos autónomos, todas las protestas que todo el tiempo están buscando formas de no dejarse reintegrar al sistema. No hay una fórmula mágica. Pienso dos cosas. En primer lugar, para mí la negatividad es muy importante, hay que pensar todo el tiempo “bueno, comenzamos con ese grito contra el mundo existente”, realmente un “no!”, y hay que tener presente eso todo el tiempo. La otra cosa es que hay que moverse todo el tiempo, ir moviéndose y cambiando todo el tiempo. El capital es un proceso que corre atrás de las rebeldías, por eso ellas tienen que ser más rápidas que él, inventando nuevas formas de organizarse, de expresarse.
– ¿Y cómo ves a Cuba? ¿Creés que también es una revolución que fracasó?
– Cuba es una pregunta que siempre trato de evitar, pues es un símbolo tan importante en América Latina y obviamente no es la Unión Soviética, no es China, no es la misma cosa. Yo creo que todas las revoluciones son procesos contradictorios, siempre hay una tensión entre la revolución como movimiento de autoorganización y autodeterminación, por un lado, y un movimiento de gente que quiere cambiar el mundo y la sociedad en beneficio de otros, por otro lado. Si pensamos en la revolución como movimiento de autodeterminación, esto lleva a formas de organización autodeterminantes, como asambleas, consejos, etc. Si pensamos en la revolución como movimiento en beneficio de otros, entonces esto lleva a la forma estatal. Son diferentes formas de política: por un lado, sería una política de diálogo, una política anti-verticalista; por otro lado, una política del monólogo, verticalista. Y el intento de cambiar el mundo en beneficio de otros puede llevar a beneficios reales y concretos para mucha gente, pero termina siendo una forma de organización que excluye a esas personas. Yo creo que en todas las revoluciones hay un conflicto entre esas dos perspectivas, en el caso de la revolución rusa está muy claro que la perspectiva estado-céntrica aplastó el movimiento consejista o soviético muy rápidamente.
– ¿Pensás que es el mismo caso en los que se llaman “procesos de cambio” aquí en América Latina, o sea, en las experiencias en Bolivia, Ecuador y Venezuela?
– Sí, Ecuador también, pero Bolivia y Venezuela son los ejemplos más importantes, claro. Si miramos la revuelta de Bolivia de diciembre, el gasolinazo, vemos las dos cosas: por un lado, la tendencia a aplastar el movimiento real de la revolución y, por otro, la negación del movimiento que todavía existe, diciendo que no, no pueden hacer eso. En Venezuela también, de otra forma, me parece que las dos tendencias todavía existen. Pero en el caso cubano realmente es el estado el que domina. Supongo que la política del monólogo también se expresa en el número de horas de monólogo de los líderes políticos…
– ¿Cómo evalúa el estado de la lucha zapatista en el México de hoy, después de más de quince años del levantamiento de 1994?
– Primero está claro que el levantamiento zapatista cambió el mundo. Cambió el mundo para nosotros que vivimos en México, pero también para la izquierda en todo el mundo. Primero simplemente por el hecho de que se levantaran cuando parecía no haber más lugar para levantarse, pero también por el hecho de replantear toda la cuestión del significado de la revolución. La otra cosa es que me parece que hay un cambio en la subjetividad zapatista después de 2001. En el sentido de que después de los acuerdos de San Andrés, en 1996, la campaña y el movimiento zapatista tenían como objetivo la aceptación y la implementación de estos acuerdos, y después de 2001, de la Marcha del Color de la Tierra, después de que vinieron a la Ciudad de México y se puso en evidencia que el gobierno no iba a implementar los acuerdos, ellos dijeron, después de un silencio: “vamos a ser nosotros los que vamos a hacerlo”. Me parece que hay un cambio muy importante, porque dejan atrás la política de demandas, la política de exigencias al gobierno. Desde 2001 prácticamente dicen no vamos a pedir nada, no vamos a exigir nada, no tiene sentido exigir nada al gobierno, aprendimos eso, nosotros somos los que vamos a realizar los cambios, entonces vamos a asumir la responsabilidad, nosotros vamos a implementar nuestro sistema de educación, de salud, etc. Eso significa un replanteamiento del movimiento zapatista, en la forma en que yo lo entiendo: el centro ya no está en la comandancia sino en las comunidades, porque son ellas las que están implementando estos cambios. Y eso crea la impresión de que realmente no están haciendo gran cosa, porque simplemente lo están haciendo, ya no están exigiendo, ya no están emitiendo comunicados como antes. Pero me parece que, al mismo tiempo, el proceso real de transformación es bastante profundo, con todas las dificultades del mundo. La Otra Campaña procura estimular una confluencia de muchos movimientos en México, me parece que la idea fue excelente y que tuvo un poco de éxito, aunque no tanto como queríamos.
– Mucho se dijo que un rasgo característico del movimiento zapatista es que sería un movimiento que elabora su propia teoría. ¿Cómo analiza la teoría zapatista?
– Yo diría que no hay una teoría zapatista. Creo que a través de sus comunicados y a través de sus prácticas obligaron a las personas a repensar de forma fundamental toda la cuestión de la revolución, toda la cuestión de la teoría, del lenguaje, de cómo expresarse, etc. Eso me parece muy importante. Es claro que hay ciertos temas que ellos enfatizan mucho, que son muy importantes, como el “mandar obedeciendo” o “preguntando caminamos”, etc. Pero, si me piden que diga cuál es la teoría zapatista, yo no podría hacerlo.

El “otoño americano”: ocupando Wall Street



El 15 de octubre mucha gente se lanzará a las calles contra el asalto financiero que está llevando a la bancarrota de la vida social, la obliteración de la democracia, la destrucción de las estructuras sociales y el crecimiento de la violencia.

La resistencia está organizándose en todas partes, pero aún no está claro si será capaz de detener el asalto financiero y contrarrestar sus efectos. Como el enemigo es desterritorializado e indiscernible, como un cáncer que devora la mente y el cuerpo social, las formas de lucha tradicionales resultan ineficaces.
La alternativa parlamentaria hace tiempo que dejó de tener sentido, desde que la izquierda renunció a constituir un agente de cambio. Siguiendo el ejemplo de Obama, Papandreu y Zapatero se rindieron, aceptando los términos ruinosos del Banco central Europeo (BCE) y la izquierda italiana se lanza por el mismo sendero.
La resistencia se actualiza a través de la experimentación.

En América, “Ocupemos Wall Street” ha comenzado un proceso de movilización masiva e indetenible. El “Frente de Liberación del Conocimiento” impulsa un proceso común de organización del trabajo cognitivo precarizado en el área euro-mediterránea.
 Debemos prepararnos para un proceso a largo plazo de autonomización de la cultura social y de producción comunitaria, el cual crecerá a partir de la catastrófica agonía del capitalismo, y crear instituciones destinadas a la auto-organización del intelectual colectivo, en vista de la duración de la dictadura de las finanzas y el alcance de su acción devastadora.
La “Escuela Europea para la Imaginación Social” (SCEPSI) es el núcleo del proceso de proliferación de la autonomía del conocimiento a partir del capitalismo financiero, y el comienzo de un proceso tectónico de auto-organización, por encima y más allá del alcance de la presente catástrofe.
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 KAFCA
knowledge against financial capitalism

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El “otoño americano”: ocupando Wall Street




El domingo por la mañana se empezó a sentir el otoño en Nueva York. En el parque Zuccotti en el sur de la ciudad, debajo de lonas y mantas que cubrían colchones inflables y bolsas de dormir, se asomaban cabezas con gorros y pies con calcetines gruesos. Despertaban los ocupantes de Wall Street. Algunos barrían el parque, organizaban la comida que han recibido como donativos en una sección que parece un pequeño mercado, o comenzaban a desplegar sus pancartas, principalmente denunciando la corrupción del sector financiero y las desigualdades generadas por el sistema económico que beneficia a una minoría. “Somos el 99%, que no lo tolerará más”, dicen los manifestantes.

Se ha criticado al movimiento por su falta de coherencia, de demandas específicas o de propuestas. A 18 días del inicio de la “ocupación”, el movimiento ha ido evolucionando y expresando su mensaje más claramente. Aunque no todos duermen en Wall Street, el movimiento ha crecido de decenas a cientos y hoy algunos medios de comunicación calculaban que hasta 15,000 marcharon en Nueva York. Las protestas se han extendido a otros estados. Frente a quienes los acusaban de ingenuos e inexpertos, los jóvenes han mostrado una gran capacidad de organización, desde su sistema para transmitir mensajes por medio de un eco en el que un grupo repite las frases del orador principal, hasta su agenda diaria, su asamblea general, su vinculación con otros grupos en todo el país, y su página web, que incluye transmisión de video en vivo. Hoy, mientras caminábamos por la tercera avenida, uno de los estudiantes me comentó: “aquí hasta las marchas inician puntualmente”.


Los temas principales de este movimiento que se precia de no tener un líder ni una sola agenda, también se han ido esclareciendo. En el fondo hablan de un malestar con el sistema económico y político y las desigualdades que ha creado, la falta de oportunidades para los jóvenes, los efectos de la crisis en la educación y otros servicios públicos afectados por recortes presupuestales, y la corrupción que permite que los responsables de la crisis financiera sigan sin pagar las consecuencias. Si bien el movimiento no tiene una propuesta o una solución, está abriendo un diálogo “desde abajo” sobre el estado de la democracia en Estados Unidos. Desde esta perspectiva, los “ocupantes de Wall Street” identifican un vínculo directo entre sus acciones y las demandas y formas de protesta pacífica de los movimientos que constituyeron la primavera árabe y el verano europeo.

Al movimiento se han unido cada vez más voces, sobre todo, de sindicatos y organizaciones de trabajadores, grupos religiosos y organizaciones comunitarias con nuevas demandas y agendas. El tema de la migración también está presente. En una propuesta de 13 demandas publicada en la página web, aparece el tema de “fronteras abiertas” para permitir que todos puedan trabajar y vivir en donde quieran. Aún más, según el autor, si se cumplieran todas las demás demandas económicas de su manifiesto, generarían tal cantidad de empleos que sería imposible llenarlos sin una política de fronteras abiertas. Este tipo de argumentos, que algunos consideran idealistas o poco prácticos, son los que han llevado a los críticos a descartar al movimiento. Ojalá la discusión sobre migración en el contexto de este movimiento no se quede ahí. Otras voces dentro de la marcha de hoy hablaban sobre la discriminación en contra de los trabajadores migrantes, el clima anti-inmigrante, el racismo, la explotación de los indocumentados que beneficia a las grandes corporaciones y a las empresas. “Esto no es sólo sobre Wall Street, es sobre cómo el gobierno nos ha fallado y continúa violando los derechos de los trabajadores, deportándolos, separando a las familias, y dejando que la gente muera en la frontera sin crear alternativas…”, decía un joven con un mensaje en inglés y en español sobre un pedazo de cartón: “no hay seres humanos ilegales”.
En los primeros días yo también veía al movimiento con escepticismo y reservas. Tras visitar el parque Zuccotti, platicar con los estudiantes, y marchar con ellos, me emociona y me inspira la convicción y la energía de estos jóvenes universitarios y las posibilidades que se abren a partir de este activismo y las conversaciones que está generando.
Que siga el eco de su proclama: “enséñenme cómo funciona la democracia: ASÍ es como funciona la democracia”. Ocupemos Wall Street. Ocupemos todo. Ocupémonos.

#OccupyWallStreet o la bendita metamorfosis

por Ángel Luis Lara
(especial para Lobo Suelto!)

“Venimos para quedarnos”. El mensaje es exhibido por una simpática señora de unos setenta años. No es una joven e irrendenta activista. Es, simplemente, una señora de setenta años. La acampada del movimiento #OccupyWallStreet en el corazón del distrito financiero neoyorquino supera las tres semanas de existencia y ya no es la misma. Desde que arrancara el pasado diecisiete de septiembre se ha transformado. En sentido inverso a lo que le sucediera al Gregorio Samsa de Kafka, la metamorfosis se ha producido desde el ser extraño a la persona común. Como si las lluvias torrenciales caídas en Nueva York la semana pasada hubieran ayudado a enjuagar la inercia inicial hacia lo identitario, el lastre de lo ideológico, la supremacía de los significantes y la lógica activista tout court#OccupyWallStreet ya no es el mismo movimiento. Sin embargo, su existencia se debe en gran medida a la decidida obstinación de los apenas doscientos activistas que han mantenido el campamento contra viento y marea desde su inicio. La metamorfosis de #OccupyWallStreet posee una naturaleza eminentemente incluyente: todos y todas formamos parte de ella. También la mayoría de los que compartimos pesimismo en las calles del distrito financiero de Nueva York ante el evidente fracaso inicial de la convocatoria el pasado diecisiete de septiembre: lejos de irnos a casa y de abandonar el barco, cada uno y cada una ha aportado su granito de arena como ha sabido, como ha podido y como ha aprendido durante estas semanas. Ese es el milagroso efecto del 15M y de los movimientos en el Mediterráneo: nos hemos imbuido de una extraña y maravillosa energía, una especie de determinación colectiva que no nos abandona. Estamos aprendiendo que, a diferencia de los partidos o las instituciones, los movimientos no tienen miedo a las transformaciones, a los cambios o a los gerundios. Ser movimiento es estar en movimiento. Sabíamos que se trataba de romper la burbuja inicial, de cambiar. Parece que, poco a poco, entre todos y todas lo vamos consiguiendo: hace unos días decenas de miles de personas tomaron el sur de Manhattan al grito de #OccupyWallStreet!. El pasado mes de julio el colectivo de cultural jammers Adbusters lanzaba la convocatoria y vaticinaba que veintemil personas tomarían Wall Street. Nos equivocamos estrepitosamente aquellos que subestimamos sus previsiones. Adbusters tenía razón, a pesar de Adbusters. No ha sido en la fecha prevista, pero ha ocurrido tres semanas después.
Tras el diecisiete de septiembre proponíamos un relato parcial de los inicios del movimiento y de la problemática disonancia observada entre lo esperado y lo realmente acontencido aquel día en Nueva York. Lo que sigue son nuevas notas de viaje. Tal vez ayuden a trazar mapas actuales del movimiento y de sus mutaciones. Entre límites probables y potencias posibles. Entre decidida obstinación y bendita metamorfosis.

Movimiento y efecto mariposa
Es cierto que uno no cambia si no está dispuesto a cambiar. Ocurre a veces, sin embargo, que elementos fortuitos y azarosos modifican hasta tal punto la coyuntura que habitamos que no nos queda más remedio que cambiar. Si además hablamos de un proceso abierto e indeterminado, como es el caso del movimiento #OccupyWallStreet, el dibujo necesariamente caótico que va trazando con su devenir subraya la relevancia de lo azaroso. Ese es el principio que orienta el denominado efecto mariposa: “dadas unas condiciones iniciales de un determinado sistema caótico, la más mínima variación en ellas puede provocar que el sistema evolucione en formas completamente diferentes” (Wikipedia). Mientras los partidos y las instituciones se llevan mal con el azar, los movimientos sociales lo convocan constantemente. En este sentido, #OccupyWalStreet ha vivido una especie de efecto mariposa. La aparición de un input externo ha producido una importante variación que ha modificado su suerte: al igual que sucediera en Madrid y Barcelona con el movimiento 15M, la policía se ha aliado involuntariamente con #OccupyWallStreet y le ha dado vida de manera determinante. Las imágenes de los centenares de arrestos indiscriminados e injustificados, así como la dureza y la violencia exhibida por las fuerzas policiales en su relación con el movimiento, se han replicado masivamente en Internet y en medios de comunicación, afectando a los sectores más progresistas de la sociedad estadounidense y generando la aparición de un reseñable campo de empatía. El contraste entre la violencia policial y el carácter decididamente pacífico de #OccupyWallStreet ha funcionado como un campo magnético que ha atrapado no sólo la atención sobre el movimiento, sino también los afectos. Ni uno solo de los responsables del desastre económico desatado desde Wall Street ha sido detenido y procesado. Casi novecientas personas han sido arrestadas desde que el movimiento ocupara Liberty Plaza el pasado diecisiete de septiembre. El contraste se ha hecho sencillamente insoportable para mucha gente.
En realidad, ese contraste ha desembocado en una cadena sucesiva de inputs que están en la base del crecimiento y de la positiva evolución del movimiento. La secuencia es sencilla: la violencia policial injustificada atrae a los media, que atraen a algunos personajes públicos con influencia en importantes sectores de la opinión pública local y mundial (Michael Moore, Susan Sarandon, Tim Robins), lo que intensifica el interés de los media, lo que desemboca en que, finalmente, la izquierda le conceda importancia al movimiento y quiera asociarse a él. Bingo. Ya no estamos solos. No sólo todo el mundo nos está mirando, sino que muchos no se conforman con mirar y quieren participar activamente: error en el código fuente del activismo tout court y delnos-otros que hasta ahora había definido y conformado el movimiento. El proceso reclama la abolición de la diferencia entre el nos y el otros. No hay un adentro y un afuera. Somos el 99%. Todos cabemos en #OccupyWallStreet. No se trata de una sentencia definitoria, sino de una posibilidad real. Ese es ahora el gran reto.

Argonautas en Liberty Plaza: ¿una vez en el Kula, siempre en el Kula?
Mientras el movimiento era solamente cosa de activistas la ocupación de Liberty Plaza estaba poblada fundamentalmente por Argonautas: Nueva York no está en el Pacífico Sur, pero#OccupyWallStreet descansaba en una lógica muy parecida a la que Bronislaw Malinowski describiera en 1922 en su clásico Los Argonautas del Pacífico Sur, en el que daba cuenta de las formas de intercambio entre los pobladores de la provincia neoguineana de Milne Bay. Según el célebre antropólogo polaco, la institución fundamental de ese intercambio era el Kula, una práctica de interacción social que descansaba en el trueque de objetos sin valor de uso alguno. Esa carencia de utilidad como base de las interacciones parecía haberse transportado por arte de magia hasta Liberty Plaza. Era algo que llamaba poderosamente la atención en los primeros días de acampada. Más allá de las actividades concretas de logística, proliferaban prácticas y lenguajes que, en realidad, nadie estaba muy seguro de que sirvieran realmente para algo. Como en el Kula, lo que los activistas poníamos en juego era una suerte de ritual que, lejos de disolvernos, acentuaba nuestros lenguajes, nuestras estéticas y nuestro sentido particular. Afortunadamente, esa lógica se ha visto limitada por la llegada masiva de personas y de diferencias, lo que parece estar contribuyendo decisivamente al debilitamiento del ritual activista, orientando necesariamente el movimiento hacia la producción de espacios operativos y de herramientas útiles para la participación activa de todos y todas. Es un proceso lento, plagado de problemas y de tensiones, pero ya se han dado los primeros pasos. Han aparecido mesas de información, foros públicos, pequeñas asambleas, tablones de anuncios. Valores de uso concretos. Herramientas. Bye bye Kula, hello people.
Quizá lo más interesante del proceso es que ha sido simplemente una frase la que se ha constituido en el elemento más decisivo de la derrota del orden Kula: “We are the 99%”. Jesús Ibáñez mantenía que el orden social es siempre del orden del decir. La hegemonía de la frase “We are the 99%” en el conjunto de los eslóganes del movimiento ha modificado la suerte de éste por lo menos en dos direcciones: por un lado, ha funcionado como un enunciado evidentemente incluyente que ha hecho que la gente común se sienta interpelada y se acerque al movimiento; por otro lado, nos ha obligado necesariamente a abrirnos y a devenir ese 99% que declaramos ser. Se trata de una frase reversible: We are the 99% ha conectado hacia afuera y ha modificado hacia adentro. Ahora, cuando alguien exhibe un comportamiento sectario, reproduce un lenguaje ideológico o hace una propuesta excluyente, basta con decirle “no, es que somos el 99% de la gente”. Es muy probable que sigamos sin convencerle, mucho menos que consigamos que deponga su actitud, pero lo que sí es incuestionable es que ahora está en fuera de juego. La semántica determinando la materialidad de las prácticas. ¿El mundo al revés? No, puro sentido común. Puro sentido hacia lo común.

El nieto de César Vallejo en Wall Street
No obstante, el fin de la supremacía del orden Kula y de las lógicas con escaso valor de uso no ha arrastrado consigo el cierto desorden que a ratos emerge en Liberty Plaza, dificultando notablemente los procesos incluyentes y de participación en el movimiento. Hay una anécdota que ilustra esta decisiva dificultad por encima de otras. Una de las noches que nos dieron las tantas entre la charla, la lluvia torrencial y la conspiración, o sea, el respirar juntos, unos pocos acabamos entre cervezas en el O’Hara’s, un pub cercano en el que uno tiene siempre la sensación de haber entrado en el set de rodaje de The Wire y que en cualquier momento se va a topar con el bueno de McNulty y el ínclito Moreland ahogando en alcohol sus miserias y sus frustraciones. Allí, sentado en la barra y borracho como una cuba, encontramos a un chico muy joven, solo y desolado, a todas luces parte de los heróicos y pasados por agua acampados en Liberty Plaza. Al preguntarle inquietos por su estado de ánimo y lo evidente de su soledad, el joven nos contó que se había sumado al movimiento porque quería ser poeta. Tras leer en Internet que en el campamento de #OccupyWallStreet existía una asamblea de poetas, lo que es efectivamente cierto, no lo había dudado ni un instante y había cogido su saco de dormir y sus poemas y se había instalado en Liberty Plaza desafiando a las autoridades, a las lluvias ingentes de esos días y a los fríos nocturnos. Después de que evocáramos inevitablemente al gran Vallejo (“Wall Street madrugada de jueves un otoño con aguacero”), el chico continuó su amargado relato: llevaba cinco días con sus cinco noches recorriendo la plaza como alma en pena preguntando sin cesar por la famosa asamblea de poetas, sin haber podido encontrar interlocución alguna capaz de orientarle sobre la dichosa asamblea. Quedamos desolados. Si el movimiento no estaba siendo capaz de ayudar a un joven en su deseo de ser poeta, algo estábamos haciendo rematada y dramáticamente mal.
Ese tipo de desorganización, quizá difícil de evitar en una experiencia de ocupación de un espacio público tan precaria como la del campamento de Liberty Plaza, puede estar dificultando relativamente la integración de la gente en la dinámica del movimiento. Parte del problema seguramente tenga una naturaleza cultural: entre los amigos y las amigas españolas que estamos viviendo juntos #OccupyWallStreet no deja de llamarnos la atención la dificultad que encuentran los estadounidenses para hacer sociedad, para componer en común. Es una sensación muy parecida a la que genera la serie Treme: todos los personajes son sujetos de una suerte de insubordinación molecular y cotidiana, pero al final siempre acaban solos y sin poder afrontar sus problemas en colectivo. Es, muy probablemente, una violenta consecuencia antropológica de la desestructuración social originada por décadas de extremo neoliberalismo, ligada estrechamente a la profunda atomización que caracteriza la vida social en Estados Unidos. Desde este prisma, resulta evidente por qué entre muchos de los participantes en #OccupyWallStreet se observa una tendencia a concebir el sentido de la experiencia en Liberty Plaza como un acto de resistencia: seguramente pueden imaginar fácilmente la posibilidad de defender una plaza tomada, pero quizá tengan dificultades para concebir la creación de un mundo dentro de ella, no digamos la idea de que la plaza se pueda disolver para empapar toda la ciudad. Desde este punto de vista, no es de extrañar que el movimiento se defina explicitamente en su página web como un movimiento de resistencia (“Occupy Wall Street is leaderless resistance movement (…) The resistance continues at Liberty Square”). Houston, tenemos un problema.
Izquierda y opinión pública
A veces, cuando uno escucha a alguno de los activistas que pernoctan en la plaza o conversa con alguno de los jóvenes que componen el comité de cocina o el media center, no puede evitar tener la sensación de estar frente a uno de los personajes de Muchachada Nui: el mítico Cabeza de viejo, cuerpo de joven. Una aparente y relativa predisposición hacia la repetición de lo existente relcionada seguramente con dos de las diferencias sustanciales entre #OccupyWallStreet y el 15M.
La primera de esas diferencias es que mientras que el movimiento en España demuestra unos niveles reseñables de desconfianza y de rechazo hacia lo instituido, el movimiento en Nueva York reconoce la alianza con las instituciones de la izquierda como una clave sustancial de su estrategia. Es cierto que la situación en España y el contexto estadounidense tienen poco en común en este sentido, pero no es menos cierto que en una coyuntura local tan dura como la actual, hecha de Tea Party y de extrema apatía generalizada, el hecho de que #OccupyWallStreet esté consiguiendo movilizar el disenso y obligando a la izquierda a recomponerse, es ya en sí mismo una conquista de un mérito incuestionable.
La segunda de las diferencias entre #OccupyWallStreet y la fenomenología asociada al 15M viene determinada por el contraste entre un movimiento que hace del anonimato su herramienta más potente y otro que convierte la presencia de personajes públicos en una de sus bazas más significativas. Mientras que en la Puerta del Sol de Madrid ni se reclamaba ni se veía necesaria la presencia de personajes famosos, no se puede entender el impulso que ha tomado #OccupyWallStreet sin la presencia de personalidades como Michael Moore, Susan Sarandon, Tim Robins o Naomi Klein. En el fondo, y a pesar del “We are the 99%”, lo que subyace es una cierta incapacidad por parte del movimiento para desactivar la categoría de opinión pública a la hora de pensar a la gente. La centralidad de los personajes famosos como representaciones del movimiento no sólo podría ser susceptible de colocar a la gente en el papel de público, sino que seguramente puede resultar problemático a la hora de desaprender definitivamente la supuesta existencia de un adentro y de un afuera de Liberty Plaza. Si no somos capaces de desprendernos por completo de esa dicotomía, por mucha simpatía que seamos capaces de generar, corremos el riesgo de concebir a las personas como espectadores. Hace unos días un amigo me decía: “nos hemos ganado a la gente”. Yo me acordé de Fernando Gaviria, un ex-guerrillero brasileño que en uno de sus libros cuenta una anecdota muy interesante: en medio de un viaje clandestino a Río de Janeiro, un taxista le reconoció y le dijo: “yo sé quién es usted y le admiro mucho. Ustedes son como los astronautas, hacen cosas que todos sabemos que hay que hacer, pero que ninguno nos atrevemos a hacer”. Gaviria entendió inmediatamente que si la gente los veía como astronautas, ya habían perdido. Seguidamente abandonó la guerrilla.
De lo conquistado
Sin embargo, y pese a que los viajes al espacio puedan constituir un peligro posible para el movimiento neoyorquino, afortunadamente todavía no hemos visto ningún astronauta en Liberty Plaza. Nada de lo que allí sucede implica la necesidad de un atrevimiento desmedido e impracticable. Conversaciones, bailes, asambleas, juegos para niños, picnics improvisados sobre la acera, talleres y reuniones constituyen actividades participables por el común de los mortales. Como decía un amigo hace unos días a voz en grito y subido a una de las jardineras de la plaza: “no tenemos que convencer a la gente, nosotros somos la gente”. “El 99%”, le contestó un señor mayor que aplaudía sus palabras.
Pese al cúmulo de límites con los que seguramente contamos, #OccupyWallStreet ya no es el mismo movimiento que arrancó durante el verano. Mucho menos aquella cita paseada por unos pocos cientos de activistas el pasado diecisiete de septiembre. Ahora el movimiento es de las personas. Más de los gerundios que de los adjetivos. Su máximo logro es el hecho mismo de su existencia: Liberty Plaza representa la reconquita de la sociabilidad, la posibilidad de poner en común, el bloqueo de la soledad. Por eso lo primero que uno percibe al entrar en la plaza es una suerte de alegría contagiosa, una emoción difícil de explicar. Algunos neoyorquinos han comenzado a llamarlo “el milagro de estar juntos”. Eso ya no es la indignación, es mucho más. Eso ya es otra cosa.

Gruner no se manduca el caramelito

por  Ernestina Tolli de Arenales
(Especial para  Lobo Suelto!)


Durante el domingo 9 de octubre, nuevo cumple del asesinato del Che, sale publicada esta entrevista que Tomas Forster hace al profesor Eduardo Grunner, autor del monumental e imprescindible La oscuridad y las luces (2010), premio nacional de ensayo. Como es ya costumbre, hemos decidido participar de algunos tramos esencial de esta conversación, sobre todo porque nos encantan los Intelectuales que hacen Política hablando de la Coyuntura!


–¿Qué escenario dejaron las elecciones primarias?

–Personalmente, estoy muy contento con los resultados porque han contribuido a clarificar la situación. Ahora sabemos que la llamada oposición no sirve para nada (Eso es verdad). La oposición es absolutamente anacrónica y demostró que ni siquiera puede representar los intereses de los sectores más conservadores. Los sectores dominantes del poder económico parecen haber hecho bien las cuentas y comprendieron que es absurdo pensar, más allá de los tironeos y conflictos que van a seguir, que este gobierno pretende perjudicar sus ganancias (Gran Verdad…). Las cosas hay que juzgarlas en esos términos, sabiendo qué límites y posibilidades tenés frente a la coyuntura. Incluso el llamado “campo” terminó admitiendo que tan mal no le fue y que hicieron buenos negocios (Tampoco le fue mal en la batalla política contra una parte del gobierno, no?. En todo caso, una parte de la dirección del campo quedo fuera del acuerdo que el gobierno le planteó a la clase como tal). Uno puede calificarlos de oportunistas, pero esto supondría pensar que alguna vez tuvieron principios (risas).
–¿Considera que el relato moralizante y reducido a una denuncia de la corrupción en abstracto, que en algún momento enunció Carrió, es retomado por Binner cuando suele criticar formas pero no contenidos?
–Sí, me parece que viene a ocupar esa superestructura moralizante que, en algún momento, tuvo el radicalismo, y en los ’90 la Alianza y luego “Lilita” Carrió. Esto es antiguo porque la socialdemocracia en todas partes tiene ese discurso mientras aplica los ajustes a la mejor forma neoliberal.

–¿Por qué motivos decidió apoyar la fórmula del FIT que encabezan Jorge Altamira y Christian Castillo?
–La decisión estuvo motivada, en primer lugar, porque se conformó un frente. Hace mucho tiempo que varios veníamos reclamando e ironizando contra la impotencia de las izquierdas radicales y anticapitalistas en pos de conformar un frente. En buena medida dicho frente se realizó por una necesidad coyuntural que fue la de superar el piso para presentarse a las elecciones (noble ocasión, sin dudas). Pero también la conformación de un frente entre tres partidos y algunas agrupaciones menores que son muchas, no es lo mismo que una mera suma aritmética entre ellas, sino que necesariamente produce novedades incluso más allá de la voluntad de sus componentes. Creo que puede trascender a las elecciones y esa es la apuesta que estamos haciendo los que desde afuera nos plantamos en la asamblea como compañeros críticos o como acuñé yo: apoyo con reserva de crítica (reservas en que moneda, Eduardo).
–¿Qué impresión tuvo de que Altamira festejara su ingreso a las elecciones de octubre brindando con “Chiche” Gelblung, el jefe de Redacción de la revista Gente durante la dictadura militar?
–Una cagada, una metida de pata que hay que poner en su justa medida… (Ya empezamos con la autocomplacencia… hay estos intelectuales Criticos…)
–¿No le llama la atención que los grandes medios, como punta de lanza de la derecha, se hayan mostrado tan despreocupados e, incluso, alimenten a la lista del FIT?
–No exageremos. Por supuesto que los grandes medios van a tratar de llevar para su molino todo lo que sirva contra el gobierno. Pero esto cambió después de las primarias como un reflejo de sus resultados (Esto es cierto. Se ha notado cierta preocupación en los grandes medios por el crecimiento de la izquierda. Luego salieron los afiches del Chipi Castillo en Ed. Planeta y, finalmente, la polémica entre la Presidenta y Altamira sobre el peronismo como “bonapartismo” que estuvo a punto de involucrar a Sarkozi…). Pero si los medios tomaron eso fue porque algo pasó antes. Hubo un enorme trabajo de militancia con una lógica que va por un carril distinto del de los partidos convencionales (Otra gran verdad. La militancia en el PO se parece más a la de una secta religiosa que a un partido convencional). Se conformó un frente y los medios se vieron obligados a tomarlo como un hecho a tener en cuenta. Ahora, en el fondo es una muestra de menosprecio, es “démosle un poco de aire a estos marcianos y descolgados de la izquierda. Pero algo que sí logró la campaña del FIT fue no que se instalara la discusión sobre qué clase de capitalismo queremos, sino sobre si hay alternativas al sistema dominante. Esto se agudiza con la explosión de la crisis internacional, donde los llamados “indignados” dicen, cada vez más, que el problema es el capitalismo (Y bueno, si en nuestro país la única fuerza política que propone el fin del capitalismo es el Fit, deberemos meditar muy seriamente en apoyarlos, no?)
¿Qué elementos lo llevaron a virar en su posición desde el lockout patronal de 2008 hasta la actualidad?
En su momento, mi posición frente a la 125 y el conflicto con el campo fue siempre crítica y no estuve orgánicamente en Carta Abierta (Gran gesto de Independencia del Intelectual Critico!). Pero consideraba que el riesgo del otro lado era enorme y, equivocado o no, me posicioné. Ese riesgo desapareció, no existe más la cuestión del peligro destituyente (Salvo que boquita se vaya a la B o que se active de nuevo la toma de tierras… cuidado que se viene otra vez, como cada año, el mes de diciembre…). Entonces, creo que es un buen momento de que se escuche una voz que esté diciendo algo diferente, que corra al gobierno por izquierda y no por derecha (Gran Frase. Si algo no hacen los “intelectuales” K, los de izquierda, digamos, es correr al gobierno por izquierda!). Me parece que esto es beneficioso para la democracia argentina y para la discusión política.
¿Cómo ve a la juventud que irrumpió en la militancia en los últimos tiempos?

–La juventud siempre tiene demandas propias. Hay un cambio cuantitativo, hay muchos sectores juveniles nuevos militando. Pero en los años del menemismo hubo muchos jóvenes resistiendo. Se olvida y se instala muy fácilmente que todo empezó en 2003. Pero si hubo un punto de inflexión ese fue el año 2001 (Ya lo decía su admirado Benjamin: la disputa de las revoluciones se juega en torno a los almanaques). No soy de los que piensan que cambió todo de la noche a la mañana en diciembre de 2001 (¿No!?), pero sí es el resultado de un montón de cosas que pasaron en los ’90.
–En el relato del kirchnerismo, el año 2001 sería el estallido del neoliberalismo, el reciente pasado trágico del que a partir de todo lo hecho en estos años nos encontramos lejos, mientras que para la izquierda radicalizada sería una situación pre revolucionaria que suele ser reivindicada como un “Argentinazo”.
–Todo es una cuestión de perspectivas. Uno puede decir “esto es lo que hay, es lo mejor que pudo pasar frente a la alternativa de un retorno al menemismo”. Pero también hagámonos cargo de que fue el resultado de una derrota parcial como la de 2001La derrota del “Que se vayan todos”. Retrospectivamente, uno podía decir que esa consigna que tuvo elementos moralistas tenía serios límites. Todo apuntó al síntoma, los políticos, no a la estructura de la enfermedad, los poderes económicos y financieros, las multinacionales. Se recompuso el sistema político y el kirchnerismo fue el que más astutamente pudo construir sobre esa base (Hay, Eduardo, si te escuchase el bueno de Laclau…).

Dentro del arco en el que se apoya al kirchnerismo, hay sectores que vienen de una tradición de izquierdas y que entienden al actual proyecto político como un punto de partida que recuperó horizontes de igualdad y de justicia social. ¿Se puede ser kirchnerista y de izquierda a la vez?
–En un sentido muy estricto, la palabra izquierda define una posición anticapitalista. Cuando se pregunta si hay algo a la izquierda del kirchnerismo, yo respondo que sí, que hay un montón y que mucho de lo que hay a la izquierda se encuentra adentro del propio kirchnerismo (así es). Hay sectores obreros, territoriales, barriales que están en batallas muy fuertes reconociéndose como kirchneristas, y que imponen situaciones desde adentro. Batallas que no estoy muy seguro que sean del agrado del gobierno (buena lección del profesor Grunner sobre el modo en que se aplica de modo creativo la tesis-de-siempre: hay que convencer a las masas combativas de que “nosotros” somos su verdadera conducción. Digo, combativos pero un poco nabos. Ahora: si son nabos para identificar a su conducción: como demostraremos que somos su “verdadera” conducción?).
–¿No cree que el gobierno, con las medidas inclusivas que implementó, habilitó las condiciones sociales, económicas y políticas para que surjan estas demandas?

–Desde 1945 buena parte de lo que se suele llamar la lucha de clases pasa por adentro del peronismo. John William Cooke decía que la expresión de la lucha de clases en la Argentina es la antinomia peronismo-antiperonismo (en un cierto contexto, con varios matices…). No basta con eso, también el conflicto pasa por adentro. No se puede pensar al peronismo como una totalidad homogénea porque la historia argentina y la propia actualidad demuestran que nunca tuvo esa característica (Palito para Scioli? No “crees” en “lo que viene”, Eduardo?). En la situación mundial, se necesita poner en discusión la posibilidad de una transformación estructural. Las medidas puntuales se inscriben siempre dentro de un proyecto de máxima. Ese proyecto de máxima no lo comparto. Puedo defender las medidas puntuales pero sin olvidarme del proyecto que las enmarcaNo puedo desconocer que el entramado o las alianzas de lo que genéricamente se llama kirchnerismo incluyen para ir de atrás para adelante al señor Soria amigo de Priebke, a Barrionuevo en Jujuy, a Insfrán, el responsable político del asesinato de los indígenas qom (y si, dicho así no dan ganas, no?).Cada vez es más evidente que la clase dominante, por oportunismo o por lo que fuere, se alinea detrás del gobierno (SI, EDUARDO, AL FIN ALGUIEN LO DICE EN SERIO!!!!!). Cuando uno dice kirchnerismo: ¿De qué está hablando? ¿De estos personajes o de los honestos luchadores que también se referencian en el kirchnerismo? Es el eterno problema del peronismo. No es una situación en la que se puede pensar estrategias de entrismo en el peronismo como en la década del ’60. Para mí el kirchnerismo no es un punto de partida, sino un punto de llegada.

–¿Qué significa, desde su punto de vista, la profundización del modelo vigente?

Profundizar lo que falta quiere decir más de lo mismo. Sin duda que se va a estar bien si se puede crear más empleo o repartir más Asignaciones Universales. Pero, ¡mirá la pavada reformista que te voy a mencionar! ¿Dónde está la  modificación de la Carta Orgánica del Banco Central? Desde que asumió Marcó del Pont que se viene prometiendo. ¿Dónde está la reforma impositiva progresiva? Las posibilidades del cambio o la profundización es cada vez más estrecha en función del contexto de crisis mundial. Se está empezando a hablar de que se agotan las reservas del Banco Central, de posibilidades de endeudamiento… y si eso produce aunque sea ciertos ajustes que hacen aumentar la conflictividad social, ¿cuál va a ser la actitud del gobierno? Voy a decir una cosa que es dura. Otro de los componentes frecuentes del discurso oficial se sostiene en el gobierno que no reprime la protesta social. Pero 16 muertos llevamos en estos ocho años. Por supuesto que no estoy diciendo que Cristina levantó el teléfono y dio la orden. Pero es una carga enorme, que sucedió durante este gobierno, y que hay que explicar cómo Evo Morales tendrá que aclarar lo que sucedió, hace pocos días en la Amazonía boliviana. Ahora, si yo me atengo a lo que sale en 6,7,8 o en Radio Nacional acá nunca pasó nada (Gorila!).


Cuba: cosas que llegan y que no llegan

por Leonardo Padura


Bajo el sol inclemente del agosto cubano, tres jóvenes graffiteros intervienen una pared que da a una céntrica avenida. Los transeúntes los observan curiosos, extrañados, algunos quizás molestos por lo que consideran un embarre de pintura sin sentido. Los jóvenes intercambian con algunos que les preguntan por el significado de esas letras extrañas, que forman una palabra ilegible que ha resultado ser el apellido, escrito al revés, del fundador del movimiento de graffiteros independientes al que pertenecen estos muchachos.
Lo significativo es que el responsable del taller de reparación automotriz al cual pertenece la pared, dio su autorización para la intervención de los jóvenes, pues él no tiene recursos para pintarla. Lo más curioso es que a lo largo de las seis horas de labor que les lleva «la obra», han pasado varios policías a pie y en autos oficiales, y ninguno de ellos se ha acercado siquiera a preguntarle a los pintores qué hacen, qué dice su pintada.
Mientras los jóvenes graffiteros realizan una faena que en el resto del mundo se hace con nocturnidad y alevosía, en un templo protestante de La Habana un grupo de alrededor de sesenta fieles, seguidores de un ex pastor excluido de su denominación religiosa, se han encerrado, según se dice en la calle, a esperar el proximísimo fin del mundo anunciado por su líder. La policía, sí convocada en este caso, rodea el sitio con el argumento expreso de evitar incidentes. Lo que ocurra dentro de las paredes de la iglesia se ha dejado a la decisión del pastor excomulgado y sus fieles. Aunque los cubanos sean gregarios por naturaleza, no parece factible que se produzca en esa iglesia una inmolación colectiva. Y si ocurre, es que en Cuba las cosas están cambiando demasiado.
Al mismo tiempo corre por la capital cubana una pregunta que va perfilando su respuesta a base de rumores. ¿Y qué ha pasado con el cable de fibra óptica que, tendido desde Venezuela, conectaría a Cuba con las redes de transmisión de datos e imágenes y cuya operatividad fue alegremente anunciada para este verano que se extingue (con tanto sol y calor, como lo habrán comprobado los graffiteros)? Se dice, extraoficial y callejeramente que la conexión no se ha podido realizar por haber existido serios problemas operativos debido a manejos corruptos de funcionarios cubanos encargados de tan importante misión. La prensa plana, radial, televisiva y digital de los sitios del Estado y el gobierno, nada han dicho al respecto. Ni de porqué no hay cable, ni sobre si hay o no corrupción. Y ante el silencio, el rumor es dueño y señor.
De lo que sí hablaron, y mucho, los sitios digitales más oficiales fue de las declaraciones que hiciera en Miami el músico cubano Pablo Milanés, quien, entre otras cosas declaró que había dejado de ser fidelista (devoto de Fidel Castro) y además aceptó un diálogo con un destacado opositor al sistema cubano. Aunque los periódicos y la televisión no hablaron del incidente, ni de los varios conciertos realizados en Estados Unidos por este importantísimo músico, los sitios y revistas digitales lo castigaron duramente por lo que consideran una infidelidad (y nunca mejor utilizado el término), e incluso, hasta se habló de traición a los principios. Sin embargo, según ha trascendido por agencias de prensa no cubanas, Pablo Milanés ha regresado a Cuba y se encuentra, esperamos que tranquilamente, en su casa habanera.
Algo que con orgullo se ha reconocido es que ya pasan de 300 mil las personas que han solicitado licencias de «trabajo por cuenta propia» y han montado sus pequeños negocios a lo largo de la isla. La conclusión sacada por esos «independientes» parece haber sido la misma: aunque se deba trabajar más y pagar impuestos, resulta más rentable ser trabajador por cuenta propia que serlo para el Estado, con los salarios que paga el Estado.
También se ha anunciado el hecho extraordinario de que el Narciso de Caravaggio, y quizá otras dos obras del maestro italiano y otras varias debidas a sus seguidores, viajarán en breve a La Habana para ser exhibidas durante dos meses. Todo parece indicar que sería la primera ocasión en que un Caravaggio llegase a América Latina y, sin duda, una ocasión única para que los cubanos se asomen, como Narciso, a una de las más retumbantes creaciones del genio humano.
Como los graffiti, algunas cosas llegan tarde a Cuba. Otras cosas escogen a Cuba para llegar. Y otras sencillamente no llegan, o se les hace difícil llegar. De algunas se habla oficialmente y otras caen en el pozo sin fondo del llamado secretismo, en muchas formas auxiliado y sostenido por alguna de las cosas que no llegan, como el acceso público a Internet que, quizás, podía haber garantizado el controvertido cable de fibra óptica.

Leonardo Padura Fuentes, escritor y periodista cubano. Sus novelas han sido traducidas a más de quince idiomas y su más reciente obra, El hombre que amaba a los perros, tiene como personajes centrales a León Trotski y su asesino, Ramón Mercader

Discutir El Estudiante (IV)

Apuntes sobre El estudiante
por Oriana Seccia
Escribo en condiciones no elegidas por mí (¿acaso alguna vez se las elije?), escribo como se escribe un parcial, apurada. Tal vez, ese espacio de experiencia, esa brecha construida como mínima, es precisamente el pacto de recepción que nos propone la película El estudiante, operando en un espacio ínfimo, indiferenciado respecto a la propia experiencia de los muchos jóvenes que la están yendo a ver; construyendo su fenómeno. Intentaré, en este breve comentario, surcar algunos de los puntos que me interpelaron en la narración, sobre los cuales se detuvo mi mirada.
Por un lado, la película se despliega sobre un verosímil muy fuerte, y la historia, a nivel narrativo, está muy bien armada. Fuera del pacto de verosimilitud, resulta absolutamente interesante pensar cómo se va construyendo la trama, ya que ella parecería navegar al nivel del acontecimiento: todos los puntos narrativos fuertes parecen formarse y articularse entre sí en la conjunción de varios flujos y códigos. Por ejemplo, pensemos rápidamente en cómo Roque resuelve su misión de conseguir un lugar para realizar el encuentro de estudiantes: allí lo que destraba la operación, que parecía saturada por las leyes del mercado, vuelve a abrirlo a partir de la apelación a una pertenencia comunitaria en común: somos del mismo pueblo, nos podemos dar una mano.
Otro lugar interesante donde se detiene, sin detenerse,  la película es en cómo muestra al peronismo. Aparece, entre imágenes, sin foco específico sobre él, como una identidad política en sí flotante: como construida en esa flotación, en esa absorción de generaciones que piensan utilizarlo estratégicamente, pero que los excede y acecha, los sobrevive, como un espectro. Aquí, la escena del restaurante, con la comida intergeneracional, es elocuente.
Pero el núcleo tal vez más interesante, es la doble acepción de la política que surca y compone toda la película. La primera, la siniestra, es la que hablaría de la política como rosca. El discurso que parece decir: por fuera y por arriba de los giles del centro de estudiantes, donde realmente circula el poder, donde realmente se definen los términos que después debate la gilada pensando que están haciendo política, es en la rosca. Y allí prolifera el secreto,  la traición, la jerarquía, la política maquiavélica, y donde la mirada de águila, desde arriba, podría ser la única que realmente sabe en qué tablero está jugando. La política de las chirolas: si entrás en el juego, te doy, me dás, y siempre  va a recibir más que el que da (te ofrezco un cargo en la secretaria de apuntes) que el que recibe (esa pequeña correa de transmisión, ese vínculo con los plebeyos). Es tal vez esta línea la que canta La Cámpora triunfante: trosco no entendés nada, y por eso nosotros siempre tenemos la gallina de los huevos de oro…
Pero también hay otra línea, se muestra otra forma de entender la política, algo que llamaremos “una política de la subjetivación”. En este plano, la política correría como aquello que conforma sujetos, por las sensibilidades que cada uno maneja, por los claro-oscuros de la mirada que hacen a cada uno de los personajes, por aquello que marca la forma en que se relacionan entre sí. ¿Cuál es la política de Roque? ¿Cuál es la subjetivación política que compone su cuerpo? Y entonces, hay que ver cómo ese cuerpo se da, cómo ese cuerpo circula por el espacio con los otros. Ya lo dijimos, Roque aparece así como portador de un saber tradicional, sin olvidar que él no es de Capital (sin refinamiento en el hablar, entregando su cuerpo a lúmpenes trabajos sin una excesiva queja medioclasera); saber que en su trasfondo comunitario le abre puertas; por otra parte, también se juega en él un saber moral, una intuición de que algunas cosas están mal (“el hijo de puta ése nos cagó, cerró con otra agrupación”), pero que uno no puede ir a escupirle en la cara al poder: la escena donde Roque compone la escena con el trosco que está pegando carteles, le deja pasar una información, y el otro la escupe al rato, salta como leche hervida, se caga a piñas… Saber éste que irá oscilando en sus líneas demarcatorias durante la película, hasta la irrupción final de la política,  a la cual volveremos. Asimismo, en esta política entendida como forma de composición de sensibilidades subjetivadas encontramos una determinada política del género en Roque; un cuerpo hombre que se entrega tranquilo a la infidelidad que le corresponde (sin mucho problema), pero un cuerpo que también sabe que hay mujeres con las cuales él va a estar “hasta que lo dejen”. Política que se hace cuerpo, política en las subjetividades; la película también muestra esto, y al mostrarlo, también muestra a la política en el plano de los hechos como algo que se compone desde una lógica acontecimental: lo que ocurre, lo que sucede, finalmente tiene que ver con un entramado de flujos de distintos tipos: arreglos económicos (la política de la rosca), pero también conjunción de saberes tradicionales, de género, de comunicaciones, de apertura a otros agentes, por ejemplo, al movimiento estudiantil: éste, desde la óptica de la rosca – que a veces parece dominar la película -, se muestra como un convidado de piedra. Pero también puede irrumpir; aún llegando tarde, también puede decir NO.
Y este NO es la política a la que queríamos volver, este NO que irrumpe al final. Irrumpe al final de la película un NO que no se construye precisamente como un NO tributario de una política de la memoria, como resultado del aprendizaje del héroe – lo que sería una política del bildungsroman– sino como una política intempestiva, que corta el tiempo (y la película): ya no más. ¿Es ésta la política minimalista de nuestra época? Durante toda la película se narró, casi exclusivamente, la política de la rosca. Traspásese esto al plano nacional, y claramente estaremos hablando de la política partidaria, de esa política que llama a la participación en la elección de candidatos que se eligieron tras bambalinas, de candidatos que, para narrarlos con el lenguaje de la película, ya firmaron los convenios con los laboratorios de medicina. En cambio, al final, irrumpe un NO, que rompe con ese universo sensible: se termina la película, pero también se cumple un ya basta… Los (horriblemente llamados) indignados del 15 –M recorren las calles de Madrid gritando “esta mierda no es democracia”.
Por último, ya que ahora estamos hablando de política, de sensibilidades, cabe preguntarse: ¿en qué radica el éxito del estudiante? ¿Acaso es el eco de una juventud kirchnerista triunfante, que cree ver narrada su comprensión de la política, su saberse en el juego, que le canta en la cara al militante-fuerza de choque trosco: “trosco vos no entendés nada”? ¿Es acaso un regodeo medioclasero-narcista que goza con su autorrepresentación: “por fin una película que habla de nosotros?”. Pregunto de nuevo: ¿por qué escribimos sobre El estudiante?

Intervención de Slavoj Zizek en Liberty Plaza, Nueva York



En el crack de 2008 se destruyó más propiedad privada, conseguida con gran esfuerzo, que si todos los presentes se pusieran a destruir día y noche durante semanas. Nos dicen que somos soñadores. Los verdaderos soñadores son aquellos que piensan que las cosas seguirán siendo como son indefinidamente. Nosotros no somos soñadores, sino los que estamos despertando de un sueño que se ha convertido en pesadilla. No estamos destruyendo nada, sino siendo testigos de cómo el sistema se destruye a sí mismo.



Todos hemos visto la clásica escena de los dibujos animados en la que un coche se acerca a un precipicio y sigue rodando ignorando que está sobre el vacío, y sólo cae cuando el conductor mira hacia abajo y se da cuenta de ello. Esto es lo que estamos haciendo aquí. Estamos diciendo a los chicos de Wall Street “¡eh, mirad abajo!”


En abril de 2011 el gobierno chino prohibió que apareciesen en TV, películas o novelas todas aquellas historias que hiciesen referencia a realidades alternativas o viajes en el tiempo. Esta es una buena señal para China, puesto que significa que la gente aún sueña con alternativas, así que hay que prohibir este sueño. Aquí no se piensa prohibir nada de eso, porque el sistema en el poder incluso ha suprimido nuestra capacidad para soñar. Fijaos en las películas que vemos todo el tiempo. Es fácil imaginar el fin del mundo, un asteroide que destruya el planeta y ese tipo de cosas. Pero no se puede imaginar el fin del capitalismo. Así que, qué es lo que hacemos aquí? Dejadme que os cuente un viejo chiste muy bueno de los tiempos del comunismo…

Un tipo de Alemania del Este fue enviado a trabajar en Siberia. Sabía que su correo sería supervisado por los censores, así que propuso a sus amigos establecer un código. Si la carta que enviase estaba escrita con tinta azul, entonces lo que en ella se dijera sería cierto y si estaba escrita con tinta roja sería falso. Transcurrido un mes sus amigos recibieron su primera carta. Estaba escrita por entero en azul y decía: todo es maravilloso aquí. Las tiendas están repletas de buena comida. Los cines pasan buenas películas occidentales. Los apartamentos son grandes y lujosos. La única cosa que no se puede comprar es tinta roja.

Así es como vivimos. Tenemos todas las libertades que queremos, pero nos falta tinta roja, el lenguaje con el que expresar nuestra no-libertad. La manera en que se nos enseña a hablar acerca de la libertad, la guerra, el terrorismo y demás falsifica la libertad. Y esto es lo que estáis haciendo aquí: nos estáis dando tinta roja a todos.

Pero hay un peligro. No os enamoréis de vosotros mismos. Lo estamos pasando bien aquí, pero recordad: los carnavales son baratos, lo que importa es el día siguiente. Cuando volvamos a nuestra vida normal, habrá cambios entonces? No quiero que alguna vez recordéis estos días como, “oh, éramos jóvenes y fue muy bonito”. Tened en cuenta cual es nuestro mensaje fundamental: que tenemos derecho a pensar alternativas. La regla se ha roto. No vivimos en el mejor de los mundos posibles, pero hay un largo camino por delante. Nos enfrentamos a cuestiones ciertamente difíciles. Sabemos lo que no queremos, pero, ¿sabemos lo que queremos? ¿Qué organización social puede reemplazar al capitalismo? ¿Qué nuevo tipo de líderes queremos?

Recordad: el problema no es la corrupción o la codicia. El problema es el sistema que os empuja a rendiros. Estad atentos no sólo a los enemigos, sino a los falsos amigos que ya están actuando para diluir este proceso. De la misma manera en que os dan café sin cafeína, cerveza sin alcohol o helado sin nata, tratarán de convertir esto en una protesta moral inofensiva.

La razón por la que estamos aquí es que estamos hartos del mundo que recicla latas de Coca-Cola, del mundo del capuccino Starbucks, del mundo que destina un 1% de la riqueza a los niños que pasan hambre. Ya no es suficiente para que estemos a gusto, después de que se hayan subcontratado la guerra y la tortura e incluso después de que las agencias matrimoniales subcontraten a diario hasta nuestra vida amorosa.

Podemos ver que durante un largo tiempo permitimos que nuestro compromiso político también fuera subcontratado. Lo queremos recuperar. No somos comunistas. Si el comunismo significa el sistema que colapsó en 1990, recordad que hoy esos comunistas son los capitalistas más eficientes y desarraigados. En China hoy tenemos un capitalismo que es aun más dinámico que vuestro capitalismo americano pero que no necesita democracia. Esto significa que cuando critiquéis el capitalismo, no os permitáis que os chantajeen con la idea de que estáis en contra de la democracia. El matrimonio entre la democracia y el capitalismo se ha acabado.

El cambio es posible. Así que, ¿qué es lo que consideramos posible hoy? Sólo hace falta seguir los medios. Por un lado, en lo que respecta a tecnología y sexualidad, todo parece ser posible. Puedes viajar a la luna. Puedes ser inmortal con la ayuda de la biogenética. Puedes tener relaciones sexuales con animales o lo que sea. Pero mirad el campo de la sociedad y de la economía. En ambos, casi todo se considera imposible. Quieres subir un poco los impuestos para los ricos, te dirán que es imposible, perdemos competitividad. Quieres más dinero para sanidad: te dicen, imposible; esto significa un estado totalitario. Algo falla en un mundo donde se te promete la inmortalidad pero en donde no se puede gastar un poco más para sanidad. Puede que debamos marcar nuestras prioridades directamente aquí. No queremos niveles de vida más altos. Queremos niveles de vida mejores. El único sentido en el que somos comunistas radica en que nos importan los bienes comunes. El bien común de la naturaleza. El bien común de lo que es privatizado por la ley de propiedad intelectual. El bien común de la biogenética. Por esto y sólo por esto debemos luchar.

El comunismo fracasó absolutamente. Pero los problemas de los bienes comunes están aquí. Te están diciendo que aquí no somos americanos. Pero los fundamentalistas conservadores que reivindican ser verdaderamente americanos, necesitan que se les recuerde algo. ¿Qué es el cristianismo? Es el Espíritu Santo. ¿Qué es el espíritu Santo? Es una comunidad igualitaria de creyentes que están conectados por el amor mutuo y que sólo tienen su propia libertad y responsabilidad para hacerlo. En este sentido el Espíritu Santo está aquí ahora. Y allí en Wall Street hay paganos que están adorando ídolos blasfemos. Así que sólo necesitamos paciencia. Lo único que me atemoriza es que un día nos vayamos simplemente a casa y después nos reunamos una vez al año, tomando una cerveza y recordando nostálgicamente el buen rato que pasamos aquí. Prometámonos que este no será el caso.

Sabemos que las personas a menudo desean algo pero no lo quieren realmente. No tengáis miedo a querer realmente lo que deseáis. ¡Muchas gracias!

Estética y Política

(en tiempos de Andrea del Boca)
Por Diego Picotto y Emilio Sadier

Para nosotros nunca había habido alternativa al mundo, sino siempre alternativa en el mundo
A. N.
Buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y darle espacio.»
I. C.
1.
Somos de un tiempo histórico que no vivió la existencia del arte: criados en los ’80, vimos nacer a Spielberg de las manos de E.T. Del arte como tal pudimos en todo caso vislumbrar sus espectros, migas en la bandeja con forma de simulacros (Jean Baudrillard lo bichó antes que nadie). Nuestra experiencia estética, en el mejor de los casos, ha sido y es promiscua. Disfrutamos tanto del cripticismo de vates sesentones como Spinetta o Carlos Alberto Solari como del disaing jaigtech de los rezagos industriales que nos llegan del lejano oriente bajo la forma de célus, notbuks, netbuks, ipads, ibuks y demases gadyets. Reconocemos el asombro y el placer estético mucho más en relación a ventanas en la web que a cuadros colgados –y, al respecto, nuestros oídos han visitado sin duda más charangos que filarmónicas. La ciudad misma (organizada en conjunto por dinámicas de expansión inmobiliaria y de producción social del hábitat) se vuelve un gran muestrario de estilos, modas y ondas, transpirando estética por cada uno de sus poros.
Si pudiéramos hablar de percepción generacional, diríamos que nuestra generación se vincula más, en términos estéticos, con el diseñoque con el arte. Nacidos en el filo de la derrota de las vanguardias, no podemos sin embargo decir que hayamos sido arrojados al peor de los mundos (estéticos) posibles. Día a día es factible constatar que aquello de que el utilitarismo de la razón instrumental estaba reñido con la expresión estética era una falacia, o al menos un notable error de cálculo: pareciera que, nunca como hoy, el valor de cualquier objeto-mercancía depende del aspecto estético. Subsunción, nombran algunos a este fenómeno. Control del territorio de la vida por parte del capital, agrega una banda de latinos peninsulares. Lo económico subsume, así, a la estética a tal grado que nada puede elidir lo estético como aspecto constitutivo del propio valor económico. Es lícito preguntarse, en ese sentido, qué diría frente a una góndola de supermercado aquel mano moribundo que ponderaba la belleza de una cafetera en un episodio memorable de El Eternauta (producto artístico hoy curiosamente recuperado como ícono intervenido en clave retro-política).
2.
El arte estalló hace rato y sus esquirlas se esparcen por todo el entramado social-vital, alcanzando al conjunto de los objetos y sujetos de este mundo. Con todo, se hace bien difícil aprehender la multiforme y en buena medida sutil experiencia estética contemporánea limitándonos a las categorías clásicas del arte como campo específico (autor, obra, público); tarea tan complicada como tratar de entender la experiencia de la cotidianidad pública con ciertas categorías clásicas de la política (pueblo, nación, representación, partidos, ideologías). Persistir en el uso naturalizado y despreocupado de esas nociones es como querer cubrirse de un aguacero abriendo un paraguas agujereado.
De la vieja idea de la separación de campos (la política, la economía, el arte) quedan no mucho más que fantasmagorías. Por caso, la literatura: «Hoy todo lo cultural (y literario) es económico y todo lo económico es cultural (y literario) (…) Estamos ante el fin de una era en que la literatura tuvo una lógica interna y el poder de definirse y regirse ‘por sus propias leyes’ e instituciones -la crítica, la enseñanza, las academias, el periodismo- que debatían públicamente su función, su valor y su sentido. Es el fin de la autorreferencialidad de la literatura«, dice Josefina Ludmer, ensayista argentina que propone la noción de literaturas posautónomas para dar cuenta de prácticas y producciones escriturarias surgidas luego del estallido del arte, obras que aparecen como literaturapero que no se las puede leer con criterios o categorías literarias como autor, obra, estilo, escritura, texto, y sentido.” Literatura que en su ajenidad consigo misma compone imaginación pública, fabrica presentes, abre campos, produce mundos posibles.
Claro que siempre está la opción de hacer como si nada hubiera pasado, simular y seguir el juego: arte de señoras (y señores) gordas (y gordos): “¿viste a última de Woody Allen, gordo? ¡Ah, París, el arte…”. The show must go on: el arte, en tal caso, goza de buena salud, aunque huela a zombie que pulula por conferencias, muestras, instalaciones y conciertos, circuitos culturales y formularios de becas y subsidios estatales y privados. La impostación artie sigue siendo una deriva posible para lo estético, aunque marginal (en comparación con el lugar que ya ocupa actualmente la estética, vía marketing, al servicio de la regulación de modos de vida).
3.
Si en el imaginario sesentista y setentista la estética estaba subordinada a la política (bajo la figura siempre escurridiza del “compromiso”), en las dinámicas sociales del post-ochentismo la política se muestra cada vez más subordinada a la estética. Menemismo se llamó en nuestra cuadra a esta novedad, no sin esquematismo y cortedad de miras. El asesor de imagen pasa a tener mucha más relevancia que el vicepresidente o el ministro de cultura. Única ideología posible: la imagen positiva (o “negativa”) que arrojan las encuestas. Encuentro virtuoso entre los restos de dos campos en descomposición (la política y el arte) y una moderna y arrolladora ciencia (el marketing, la publicidad); encuentro al que en estos últimos años se sumó —entusiasta y militantemente— el periodismo. ¿Con qué lenguaje hablar estas transformaciones? ¿Con el del “compromiso” del artista? Sólo ver los modos de adhesión de los “artistas cristinistas” al modelo hace desconfiar de que ése sea un camino posible: máxime si la memoria sirve para, además de tantas cosas, tener en cuenta que la utilización de aquella noción en su momento de auge allá por los años sesenta estaba inequívocamente asociada al término “revolución” (hoy día exhumado como título de un biopic sobre don José de San Martín perteneciente a la serie de telefilmes “Libertadores”, sobre los héroes de la independencia de América Latina, impulsada por la TVE y otras productoras españolas en el contexto de los bicentenarios). Mas, si no quedase alternativa a presentar el problema en términos de “compromiso”, podríamos conceder que éste hoy es total, absoluto, a condición de precisar: un elemento imprescindible del vínculo entre el arte devenido publicidad y la política como escenario de estrellas gestoras de su propio brillo.
Dicho de otro modo: luego de Nacho Copani, Flopy Peña y Andrea Del Boca se pone áspero recuperar y esgrimir la figura del compromiso político tan en boga medio siglo atrás, ya que el piné de las intervenciones públicas ensayadas por la mayoría de los hoy comprometidos a lo sumo permite hablar de una dinámica de mera adhesión y publicidad de preferencias, donde la celebridad se muestra ella misma fan y admiradora de la escena política. El lenguaje de la estética ha colonizado y reconfigurado la política –incluso mucho más allá del marketing, incluso en nosotros, en nuestras vidas políticas. El arte no se puede comprometer mucho más que con lo que ya está engarzado material y eficazmente: con la elán económica, en aras de la producción de mundos (de consumo) aquí y ahora. Semiocapital llama un amigo de un amigo a este berretín. La estética, así, deja de ser un campo para extenderse sobre las formas de vida (diseño, publicidad): nada puede no tener diseño en la vida actual (uno de los motivos no menores, seguramente, por el que perdieron su guerra los soviéticos, cuestión que nos condenó de ahí en más a padecer y soportar la triste perorata de la batalla cultural).
En ese berenjenal, la figura que mejor parece expresar y sintetizar el compromiso del arte con la política es, curiosamente, la del “creativo publicitario”. En el pasaje de la figura individual del artista (o del autor) al creativo —término que, más allá de su carácter singular, nombra por lo general a colectivos puestos a producir sentido estético— hay mucho más que una simple utilización de los recursos estéticos en favor del poder político, del statu quo, del orden del mundo; hay más bien una concepción novedosa del vínculo entre estética y vida cotidiana. Diseño y publicidad son el resultado probablemente paradojal de los dos postulados principales de las vanguardias estéticas (las “históricas”, de la década del veinte, y las “neo”, de la década del sesenta): “todos pueden ser artistas” y “el arte debe aproximarse lo máximo posible (aun al punto de fusión) a la vida”. El creativo es una de las declinaciones de ese “todos”: el creativo como figura colectiva con voz pública es, en tal sentido y mal que nos pese, el más comprometido en términos de acción estética. La ductilidad en relación a materiales y técnicas compositivas, el manejo de la contingencia, la capacidad de poner en relación deseo, vida y expresividad, la amoralidad como principio productivo, cualidades en otros tiempos entendidas como patrimonio del artista, se verifican hoy cotidianamente, y de manera privilegiada, en las producciones del mundo de la publicidad.
4.
¿Cómo pensar una experiencia estética cuyo horizonte no quede reducido a la reproducción del mundo (de la publicidad y las marcas) ni su politización a marchitas dinámicas de adhesión o compromiso? ¿Cómo tejer una experiencia estética que permita gambetear la viva boba, el repliegue sobre la pequeña tribu, la gestión –siempre al borde el naufragio– de la vida individual? ¿Es posible que prácticas antes contenidas en el campo del arte sean reorientadas a contenerla guerra de modos de vida que caracteriza nuestra existencia urbana contemporánea? ¿Con qué imágenes de politización puede uno toparse en ese territorio?
“La función central y constitutiva de las prácticas artísticas no consiste tanto en contar historias como en crear dispositivos en los que la historia pueda hacerse”, formulaba el esquizoanalítico Félix Guattari en un texto olvidado. Sospechamos cierto valor de la experiencia estético-artística como soporte y motor de estos dispositivos por los que transcurre la historia, dispositivos productores de mundos, de sentido, de subjetividad (de la fábrica de presente a la producción de posibles). La experiencia estética aparece así como un espacio de exploración de las potencias y límites de la vida en común en un momento determinado. Porque ésta puede volverse –e incluso debería, en condiciones en las que la aceleración y mediatización de la existencia tiende a bloquear y automatizar los afectos, el deseo y la facultad de expresión– una apuesta a la reactivación de la sensibilidad, al encuentro con la corporeidad del mundo y a la capacidad de apertura a lo indeterminado como condición de constitución de lo público.
Y este hacerse de la historia no es un nunca un devenir individual y determinado. Gran parte de la potencia de estas dinámicas estéticas, intuimos, reside en el desplazamiento de la figura del autor (soberano del texto y del presente que fabrica) y en la gestación de prácticas de producción híbridas, ambiguas, anónimas (escribir para poder ser anónimo: lo otro exacto del mundo de las luminarias artísticas, televisivas, académicas, tenaces gestores de su propia y, en general, escasa luz). Dinámicas colectivas no reducibles a un yo y una conciencia personal. Dinámicas colaborativas que desdibujan los lugares en juego y los límites de la obra (en las que ya no es evidente la existencia de un público o un auditorio, como un afuera de lo producido o provocado), evidenciando la cooperación como fundamento de un presente en el que los medios de producción pasan por nuestras manos y nuestros cerebros. Dinámicas posautónomas que se desarrollan sin basar su legitimidad en marcos de autoridad indiscutidos que las organice y las valore, cuando buena parte de las categorías que permitían mesurar el valor de una obra y se revelan anacrónicas e inútiles.
Hallamos, finalmente, una valía singular en iniciativas más preocupadas por la puesta en común de imágenes, sensaciones, ideas, afectos que por el la codificación mercantil- institucional de las mismas. Sin sentimentalismo alguno, sin la ingenuidad de un alternativismo cándido, solemos encontrarnos seducidos por dinámicas de producción y circulación desplazadas, aun levemente, de las jurisdicciones del mercado, de las lógicas empresariales, del éxito comercial, dinámicas autogestionarias creadoras de sus propios sentidos. “Proyectos” es el término que Reinaldo Ladagga, rosarino-pensylvanés especialmente atento a las transformaciones el campo de lo artístico/estético, propone para estos dispositivos en los que la historia puede hacerse: no producir una obra sino participar en la formación de ecologías culturales que, a través de dinámicas de colaboración –durante tiempos prolongados— entre numerosos individuos, “artistas” y “no artistas”, enunciar y ensayar respuestas acerca del viejo, político y siempre vigente interrogante: “¿qué es una comunidad?”
5.
Es quizá por este motivo que nos interesa el arteal punto de seguir rondando su esquina aun cuando lo sepamos muerto hace décadas. Nos inquieta tanto la fuerza de la omnipresencia cotidiana de lo estético como su capacidad —no siempre estimada y activada en las dinámicas sociales actuales— para problematizar el mundo y las posibilidades subjetivas que se desprenden del presente. Ambas declinaciones anónimas e impersonales de una contemporaneidad, con todo, fascinante. En la primera, allí donde somos participes medianamente inconsultos del festín del diseño, del arte, de la moda y de la vida estetizada hasta sus últimos resquicios, poco podemos hacer más que intentar no sucumbir asfixiados bajo el peso muerto del consumo; a lo sumo, buscar intervenir, recombinar y sabotear lo más posible la incesante producción en serie de objetos e imágenes de felicidad. En la segunda, aunque plegada sobre la anterior, la experiencia estética hace historia, comunidad y punto de anclaje sobre el que pivotear el presente, es una alternativa en el mundo, en medio del infierno. Por eso la reconocemos, la hacemos que dure, le damos espacio.

¿Qué es una victoria?


Dos antiguos amigos. Compartieron colectivo político en la Universidad. Llevan mucho tiempo sin verse, aunque se siguen la pista discretamente. Se encuentran en la cola de una manifestación del 15-M. Abrazos, qué tal, cuánto tiempo, pero enseguida, muy rápidamente:

Mario- ¿Cómo lo ves?

Ángel- Menos gente, ¿no? Más banderas, más siglas, más “de lo de siempre”.

M- Hum, sí… La gente hoy es muy práctica. Y el 15-M no ha conseguido nada. ¿Por qué volver a venir entonces? Ahora venimos sobre todo los más militantes, para quienes la vida es esto.

(gritos: ¡Que no, que no, que no nos representan!)

Á- ¡¿Que el 15-M no ha cambiado nada?!

M- No sé, dímelo tú. ¿El qué?

Á- Fíjate en esta misma manifestación. No está legalizada. Ahora convocamos y punto. Ni se nos pasa por la cabeza pedir autorización, ni nos acordamos ya de que habría que hacerlo. Es un cambio, ¿no?

M- No me dirás que hemos organizado todo este pifostio sólo para convocar manifestaciones sin pedir autorización. Tanta manifestación además… nos cansaremos. ¿Sabes la factura que pasa movilizar, generar tanta expectativa y tantos esfuerzos, y frustrarlos? Falta el para qué de todo esto.

Continua aquí

Una apelación al gran ejército de los amantes

y

al pequeño ejército del software
   
por Geert Lovink y Franco Berardi
Octubre de 2011. La lucha contra la dictadura financiera está estallando. Los llamados mercados financieros y sus cínicos servidores están destruyendo los fundamentos mismos de la civilidad social. El compromiso postmoderno entre la clase obrera y la burguesía progresista está desgarrado. Las políticas neoliberales están reduciendo la educación y el sistema público de salud y eliminando el derecho al salario y a las jubilaciones. El resultado es el empobrecimiento de grandes sectores de la población, creciente precarización de las condiciones laborales y cotidiana humillación de los trabajadores. El efecto por venir será la violencia, porque la gente, en su rabia impotente, saldrá a la búsqueda de chivos expiatorios. Limpieza étnica, guerra civil, destierro de la democracia. Este sistema es nazismo financiero: Finazismo.
La gente está comenzando a reaccionar en muchos lugares y de muchas maneras. Occupy Wall Street desencadenó una movilización de masa en New York que se extiendendiendo cada día al resto de los Estados Unidos. En Grecia, los trabajadores y los estudiantes ocupan la plaza Syntagma y protestan contra el chantaje de un Banco Central europeo que está desvastando su país. El 15 de octubre en todo el continente la gente protestará  contra la rapiña sistemática.
¿Lograremos con nuestras demostraciones y ocupacion detener la máquina financiera? No, no lo lograremos. La resistencia no va a resistir, y nuestra lucha no va a detener los crímenes legales. Seamos francos, no convenceremos a nuestros enemigos de que acaben con sus ataques predatorios por la sencilla razón de que nuestros enemigos no son seres humanos. Son máquinas. Es cierto que son seres humanos – administradores, accionistas–  los que cobran el dinero que nosotros perdemos y se que cobran los dineros que nosotros perdemos, y se apoderan de los recursos que los trabajadores producen. Y los políticos firman leyes que entregan la vida de millones de personas al Dios Todopoderoso de los Mercados.
Pero ellos no son quienes toman las decisiones reales, son sólo instrumentos de una economía descerebrada. El verdadero proceso  predatorio ha sido automatizado. La transferencia de recursos y riqueza de quienes producen a quienes no hacen más que controlar abstractas  transacciones financieras se ha incorporado en la máquina, al software que gobierna la máquina. Olvidémonos de los gobiernos y de los partidos políticos, fantoches que fingen ser líderes y dicen sólo pavadas de dogmáticos ignorantes. Ellos saben que hace años han perdido el verdadero poder de controlar al capitalismo financiero. Nos detenemos a escucharlos, a votarlos, ponemos la esperanza en ellos y luego los maldecimos. Ellos son sólo rufianes y la política está muerta.
Y ahora, ¿qué debemos hacer? ¿Resignarnos a la violencia financiera?, ¿plegarnos a la arrogancia de los algoritmos?, ¿aceptar la disminución de los salarios y el aumento de la explotación? No. Combatimos contra el Finazismoporque nunca es demasiado tarde. Hasta ahora, el Finazismo vence por dos razones: en primer lugar, porque habíamos perdido el placer de estar juntos. Treinta años de precariedad y de competencia destruyeron la solidaridad social. La virtualización destruyó la empatía entre los cuerpos, el placer de tocarse y de vivir en espacios urbanos. Perdimos el placer del amor sensual, porque demasiado tiempo se dedicamos al trabajo y al intercambio virtual.
El gran ejercito de los amantes debe despertar.
En segundo lugar, el Finazismo vence porque, por unas pocas monedas, nuestra inteligencia fue sometida al poder del algoritmo. Por un sueldo miserable –comparado con los beneficios de los dueños de la finanza– un pequeño ejército de programadores de softwar acepta la tarea de destruir la dignidad humana y la justicia.
Este pequeño ejército también debe despertar.
Hay una sola manera de despertar al amante que está oculto en nuestros cuerpos paralizados, virtualizados y frágiles. Hay una sola forma de despertar al ser humano que se esconde en la miserable vida de los programadores de software: salir a la calle y luchar.
Quemar los bancos es inútil, porque el verdadero poder no está en los edificios físicos, sino en la conexión abstracta entre números, algoritmos e información. Pero ocupar bancos es acertado como punto de partida de un largo proceso de desmantelamiento y re-escritura de la automatización técnico-lingüística que no convierte en esclavos
Ésta es la única política que cuenta.
Algunos dicen que Occupy Wall Street es un movimiento carente de objetivos y programas precisos. Observación tonta. Como siempre, los movimientos tienen diferentes orígenes y motivaciones. Lo que importa ahora es la multiplicación de las conexiones y el compromiso a largo plazo. Y aún más importante es poner en marcha un proceso de éxodo de la agonía del capitalismo.
No pedimos una reforma del sistema financiero del BCE. El regreso a las monedas nacionales que piden alguno populistas de derecha no nos vuelve más fuertes contra la especulación. El regreso a la sobernaía del estado no parece ser una una solución. La demanda de una intervención del estado más fuerte para controlar los mercados no es más que un manotazo de ahogado. La verdadera cuestión es que los seres humanos no tienen más el control. Es necesario desmantelar la máquina misma, y esto se puede hacer de maner muy pacífica. Entrar en los propios sistemas informáticos, publicar los crímenes financieros con iniciativas de tipo Wikileaks, detener las redes asesinas de intercambio financiero en tiempo real.
Los mercados financieros están fundados sobre la velocidad y el deterritorialización. Pero conocemos su arquitectura y su vulnerabilidad. El mundo financiero perdió legitimidad. Ya no existe más el consenso global que dicta que los mercados siempre tienen razón.
Es nuestra posibilidad de patear el tablero. El movimiento tiene que responder a este nivel. Desprogramar y reprogramar el software  financiero no es el sueño de un luddista que quiere sabotear la máquina. La regulación de los mercados no está en condiciones de hacer lo que hay que hacer, sólo la autonomía y la autorganización de los trabajadores del software puede desmantelar los algoritmos predatorios y crear un software de auto-gestión de la sociedad.
El intelecto general y el cuerpo social erótico deben encontrarse en las calles y en las plazas: unidos pueden romper las  cadenas Finazistas.
(Traducción: Diego Picotto)

¿Cómo juzgar al kirchnerismo?

Continuación del diálogo con Yuyo Rudnik
 Por Horacio González

Querido Yuyo:
Hace tiempo recibí tu carta, parte ya de una larga conversación, que si bien no sucede al margen de los incesantes acontecimientos políticos que se producen en el país, tiene una relativa autonomía de las coyunturas. Veo en primer lugar que hay un problema en cuanto al juicio sobre el kirchnerismo, llamándolo sin más “modelo”. Porque a pesar de que la palabra modelo parece señalar un conjunto establecido de contenidos, estilos y lenguajes, en verdad estamos ante una situación muy abierta y novedosa. Hay, sí, algunos esbozos permanentes, por un lado intentos de crear un orden consolidado y por otro, incesantes acontecimientos sin guión previo que pueden ser dispersivos pero mantienen una gran potencialidad democrática. Necesidad y contingencia, las dos dimensiones del ser político. No es fácil decir entonces a que nos referimos con la expresión “modelo”. Obedece más a la lógica de disputa del poder, que a un cuadro fijo de acciones articuladas y prefiguradas con capacidad de amoldar hechos futuros, aunque sí de darles un nuevo marco polémico. Hablaría mejor de algo parecido a lo que el historiador Shumway popularizó con el nombre de “ficciones orientadoras”. El gobierno las tiene y están en discusión: en los últimos tiempos, hay que buscarlas en las propuestas de industrialización y en las alianzas entre la esfera científico técnica y la autonomía productiva.
Personalmente, Yuyo, podría compartir de tu descripción muchos aspectos a los que no dejo de reconocerles la necesidad de agudizar la imaginación pública para definirlos más acabadamente. Pero la razón final de tu crítica se refiere a exigencias que solo un gobierno con fuertes hipótesis anticapitalistas podría sostener. Me adelanto a decir que no comparto las definiciones de muchos que apenas quieren un capitalismo más amable, serio o adecentado. Pero están en discusión las viejas hipótesis de la dimensión anticapitalista que toda expresión libertaria –nacional popular, democrática radicalizada o socialista clásica- siempre supo convocarse para defender. Para los que no queremos albergar la política en neocapitalismos de nombre diverso, ¿qué alcances tendría hoy una política no capitalista? Al señalar en tu carta todas las zonas que considerás discutibles del kirchnerismo, las resumís en que representan al cumplimiento de los “objetivos y de las ideas de la derecha”. No pienso así, y a pesar de que a veces aparecen nombres desalentadores para juzgar el transcurso de esta experiencia, en lo fundamental me parece que también la cuestión del nombre está a la espera de que la vida política en su conjunto se exija más a sí misma en términos de invención y expectativa.
No me parece justo calificar de derecha a una experiencia que entre todas sus complejidades, sigue conteniendo fuerte expectativas de cambio emancipador, pero si hace largo tiempo estamos empeñados en esta correspondencia –hace más de dos años, lo que me parece un testimonio de amistad y camaradería, al margen de las diferencias-, es porque también creemos –pienso aquí en todos los que tenemos similar formación política-, que hacen falta nuevos nombres para calificar las líneas esenciales de lo que está ocurriendo, tanto como es necesario afinar nuestras propias opiniones y posiciones. ¿Por qué nuevos nombres y no las descripciones que tan severamente exponés, como “el avance incontrastable de la sojización, de la extranjerización, la concentración y la centralización de capitales…”? No ignoro ninguno de esos fenómenos, y otros parecidos, a los que en casi todos los casos matizaría con diversos hechos que también me parecen atendibles y no los veo mencionados en tu carta, más allá de reconocimientos episódicos de cuestiones de gran importancia que en muchos casos fueron apoyadas por la bancada parlamentaria de Libres del Sur, sectores de izquierda, el socialismo y otros.
Pero insisto, nuevos nombres, y si querés, nuevas definiciones en relación a las posibilidades, tanto de este tipo de gobiernos como a ese tipo de formulaciones que desean ser “más consecuentes” respecto no solo a la timidez que se le adjudica al kirchnerismo en sus reformas, sino también a lo que parecería su concordancia con las grandes condensaciones del poder mundial o local. Nuevos nombres: el kirchnerismo es lo que podríamos llamar un “analizador intrépido” del inmediato pasado, munido de un gran realismo político, al cual puede adjudicársele algunas de las frases atemperadoras de Raúl Alfonsín hacia 1986, dirigida a sus críticos de izquierda: “no tomamos el palacio de invierno”. Esto es, era un gobierno tímidamente reformista en el inmediato tiempo post-dictatorial, reconstructor de previsibles instituciones representativas, atacado por fuerzas poderosas que él mismo no pensaba afectar sustancialmente en sus intereses.
El kirchnerismo es mucho más atrevido, tiene la fruición de la coyuntura inesperada y se mueve desatando nudos históricos en general con una visión progresista, pasando a un capítulo superior de las cosas –sobretodo en momentos de apremio-, prefiriendo no repetir motivos conservadores, sino al contrario. Confía en la virtualidad de una historia social de procesos colectivos que abren puertas a oportunidades emancipatorias. Es cierto que proviene también de las fraguas internas de un partido tradicional, que en verdad está siempre en estado de congelamiento, como un gigante dormido que no obstante vigila con ojos entreabiertos sus intereses. Algunos querrían despertarlo para que se revitalizara sin rémoras clientelistas. Otros, que se desmigajara para que la sociedad reabsorbiera realmente sus memorias pero no sus gravosos procedimientos. De su seno, aparecen de tanto en tanto fenómenos de diferenciación, tomando elementos progresistas, de centro izquierda, evocando memorias del “peronismo revolucionario”, etc., que entran en tensión con la caparazón del propio PJ, sin abandonarlo. Entonces, se produce la gran discusión: ¿este partido en estado de hibernación permanente, conviene mantenerlo así para que sea un mudo respaldo pragmático; conviene reactivarlo como un “partido de derechos humanos”, o hay que descartarlo del todo pues a pesar de su somnolencia astuta, es el gran límite a las transformaciones? Es evidente que esta época tiene mayores respiraderos y hay cierta audacia en las decisiones que fueron las que le dieron su identidad más versátil al gobierno, pero la cuestión del partido justicialista, pero por añadidura, del sistema de partidos en la Argentina, no está saldada.
El gobierno se mueve dentro de los grandes órdenes económicos mundiales, y aún así, buscando líneas interiores, intervenciones no complacientes y aspectos autonomistas que no son los que abundan en la historia económica, política y diplomática del país. Pongo por ejemplo el discurso en la ONU de la Presidenta. Se trata de una meditada intervención en los asuntos mundiales de carácter progresista y que cuenta con el atrevimiento de proponer una modificación en el mismo consejo de las Naciones Unidas, al que se ve como arbitrario o sectario. ¿Hay ese mismo atrevimiento en otras cuestiones? Veamos. Una de las líneas maestras de la acción gubernamental, como se sabe, es una suerte de opción productivista, sin los nombres anteriores –hay uno nuevo: tecnópolis-, pero a la que le agrega una mayor sensibilidad social que la que tuvo el desarrollismo originario. Del último Perón toma su noción de la integración mundial con leve acento autonomista, quizás un poco menos la cuestión ecológica, y decididamente se inspira en un fuerte llamado a la unidad nacional, no en abstracto –como indicó la Presidenta en el acto de Huracán-, sino postulando sectores dinámicos como protagonistas privilegiados. El “Pacto Social” del Perón del 74 se revive últimamente con fuertes apelaciones al empresariado y a las organizaciones centralizadas de los trabajadores, aunque a éstas, a diferencia de los primeros, les hace mayores invitaciones al abandono de las prácticas corporativas. Por otro lado, de un modo muy contundente, se ha fijado un ideal productivo, emanado de fuertes atenciones que se le brindan al sector científico-técnico, del que se espera que contribuya con el esqueleto intelectual de las nuevas posibilidades industrializadoras del país. Considero todos estos temas aptos para grandes pronunciamientos públicos; discusiones no cerradas.
No veo en estos casos una derechización, como se asevera, Yuyo, en tus intervenciones. Veo más bien un programa clásico de desarrollo nacional con un fuerte impulso institucionalizador –las paritarias en un sentido, la ley de internas obligatorias en otro-, que se corresponden con un pensamiento hasta ahora no declarado y que creo que también proviene de la fuente peronista clásica, la más solicitada por el gobierno: hay una etapa “doctrinaria” y otros “institucionalizadora”. Desde luego, la institucionalización compone una escena dilemática. Nunca puede haberla por completo, ni es posible abstenerse en su totalidad de ella. Del mismo modo, la proclamada “unidad nacional” se torna una pieza habitual de todos los gobiernos mayoritarios, confiados en que en esa proclama conviene refugiar una ostensible hegemonía, basada en una convicción totalista, que siempre tuvo el peronismo, y que sin embargo, envuelve una paradoja. El peronismo histórico postuló la unión nacional y para las clases poseedoras eso no era creíble. Ya el Pacto Social del último Perón llegó a interesar más a los sectores tradicionales del empresariado y a las fuerzas del orden en general. La esencia de tales llamados, hechos desde los movimientos populares, es la de proteger su capacidad de convocatoria, realizando la confrontación de manera implícita, oblícua o tangencial. Las derechas temen también estas formas de conflictividad que sin embargo hablan el lenguaje de la conciliación. Cuando los movimientos populares toman el rumbo de una desaceleración conciliante –le pasó al peronismo clásico, puede  pasarle al kirchnerismo- los verdaderos núcleos de poder mundiales y locales tratan de aprovechar la situación, pero nunca la creen sincera. Al mismo tiempo, las izquierdas, que a priori atacan a los gobiernos reformistas, cuando éstos se hallan en medio de la tormenta y mueven el timón en direcciones ambiguas, encuentran cumplida su hipótesis y dicen “¿vieron? ¡ya lo habíamos dicho!”, cuando en verdad no precisaban ninguna evidencia de lo frágil que es la historia, sino que se actuaba con preconceptos intactos y predeterminados.   
De tal modo, el gobierno continúa teniendo un proyecto reformista e industrialista, que quizás esté menos en  sus textos y discursos (aunque también lo está), que en su facticidad evidente. Los hechos realizativos aparecen desprovistos de fundamentaciones de mayor alcance, no me refiero a una teoría de la historia, sino a un itinerario colectivo trazado con nociones más avanzadas de historicidad (lo que incluye imágenes de una sociedad democrático-libertaria), a los que de todos modos hay una cercanía en los conceptos esgrimidos actualmente. Sin embargo, existe una explicitada vocación de sostener un “desarrollo con inclusión social”, o en otras de sus versiones, “desarrollo con valor agregado, ciencia, técnica y producción”, o aún otra más: “alimentos y valor agregado a la materia prima en origen”. ¿Es el modelo? Si se le agregan elementos de su postulado sobre la autonomía financiera, rechazo al ajustismo, hipótesis de distribucionismo económico social, igualitarismo en la percepción de bienes y servicios, etc., estaríamos dentro de un estilo demócrata social avanzado, si se lo compara con la historia argentina reciente y la propia situación mundial. Estas fórmulas son las clásicas herencias cepalianas o desarrollistas de la antigua “teoría de la dependencia” pero en la era de la globalización. A ésta, por momentos se la elogia, pero la política económica real no se condice con la estrategia habitual de la globalización, sino que posee aspectos estatistas y proteccionistas de diverso cuño y alcance. ¿Qué nada de esto supondría la existencia de un proyecto de transformaciones más audaces? Puede ser, pero tampoco estamos ante un mero “posibilismo”, como se decía antes, porque no puede ignorarse una plexo de intereses (lo llamo así para no decir meramente “derecha”), que si bien en algunos casos se superponen con acciones de gobierno (no puedo negarlo, y eso tiene diversas interpretaciones), en lo fundamental (esto es, lo esencial de la situación, su carozo interno, que es lo que estamos discutiendo), se trata de un camino que las fuerzas mundiales de dominio no comparten y sigue siendo atacado por los reaccionarios vernáculos (permitime aquí que emplee una noción un poco abstracta pero aún certera), que no cesan de lanzar dardos y anatemas por sus medios de comunicación.
No hay entonces posibilismo. Hay zonas de yuxtaposición de intereses así como también zonas de alta fricción. No posibilismo, entonces, sino transformismo experimental. Hay rodeos, tiradas animosas, retrocesos, cálculos ostensibles sobre la base de lo previsible, evocaciones del lenguaje movilizador del pasado para sostener hechos muy heterogéneos, pero que aún sin ser audaces, precisan de la lengua movilizadora. La situación, entonces, es abierta. No concuerdo con los que la ven ya cerrada, lacrada en un contenido de derecha, menemista o amenazadora hacia la movilización social.
Y aquí entramos a un tema capital: la memoria social de la movilización argentina y el modo en que la toma el gobierno. Para ser más explícito: ¿qué debe hacer un estilo o un comportamiento de izquierda ante estos hechos? Voy a responder, Yuyo, en primer lugar, tomando un reciente reportaje que leí de Miguel Bonasso, a propósito de su libro El Mal. Veo la publicidad del libro en la carrocería de los colectivos, con su título que parecería una jugada más de Editorial Planeta en torno a los cíclicos intereses de una gran cantidad de lectores sobre ciertos temas demonológicos, exorcismos y técnicas que nos salven de las satanizaciones diversas que siempre están al acecho sobre las almas disponibles para la gran cosecha que hacen los dioses oscuros del mundo, los poderosos que desde las penumbras dirigen lo hilos de aquellos que incluso dicen oponérsele. Cuando Bonasso dice que los Kirchner se “inventan biografías”, combina una denuncia moral con una denuncia del “modelo”. Ni me convence lo primero –por compartir términos muy familiares al moralismo burgués- ni lo segundo, por lo que antes dijimos. Hay situaciones abiertas antes que variables anudadas de un modo fijo. No obstante, no voy a hablar mal de Bonasso, pues siempre sentí afecto hacia su estilo denuncista, su necesaria estridencia, su escritura de publicista enérgico, su arrebatado instantaneísmo, su capacidad de focalizar temas con virtuosismo de periodista y agitador; en el fondo, un buen novelista, como lo demuestra su libro menos comentado, La memoria donde ardía.
En un reciente reportaje de Clarín que me llamó la atención por su agresividad –a no ser que frases causales, que todos decimos, hayan sido tomadas por el periodista de este diario como conceptos graníticos, definitivamente torneados-, Bonasso señala al kirchnerismo como una falsía, la continuación del menemismo por otros medios (o por los mismos), sostenidos por gentes que piensan en su “billetera”, y en última instancia, regido a la distancia por poderes armamentistas, bushistas, corporaciones como Barrick, y muchas otras consideraciones que imagino que pertenecen a la conglomeración del Mal, aunque esto corre por mi cuenta, no leí todavía el libro. Pero al pasar, dice una frase: los Kirchner inventaron un pasado heroico, en el que no participaron, para encubrir la continuidad del proyecto menemista disfrazándolo con acusaciones de modelo neoliberal, lo cual no significa que no hayan tomado buenas medidas”. Analicemos esta frase, en un reportaje donde habla de “corrupción estructural”, “tráfico de influencias”, “banana republic”. No voy a intentar refutar una a una estas afirmaciones más propias de la estridencia lanatiana, pues en cada caso, sobretodo en el tema de la minería, sería necesario decir que hay que mirar con mayor atención lo que ocurre, reencaminar esa crucial cuestión en dirección a procedimientos diferentes, sobretodo en aspectos empresariales, tecnológicos y jurídicos, para que incluyan decididamente el respeto ambiental, la no depredación de los glaciares, la racionalidad cultural de los implementos tecnológicos, el control exhaustivo hacia las decisiones empresariales con un nuevo tipo de retenciones, etc.
En cada caso, si la discusión fuera con documentos en la mano, Bonasso no deja de aseverar proposiciones dignas de discusión, que no dudo que serán la marca del período que viene. ¿Pero por qué se convierten estos temas acuciantes –minería, valoraciones sobre el pasado, irregularidades en el desempeño de las instituciones públicas-, en un núcleo cerrado de decisiones, como si dijéramos ya planificadas, determinadas por un mito de dominio forjado por embaucadores, herméticamente sellado y envasado al vacío, una suerte de irrespirable menemismo redivivo?   
Es fácil –apelo al digno y cotidiano sentido común- percibir que no es así. Pero tampoco Bonasso puede creer que sea así. Voy de nuevo a la cita que hice de su entrevista en Clarín sobre la “continuidad del proyecto menemista”. Leemos allí la frase “lo cual no significa que no hayan tomado buenas medidas”. Hay un problema lógico aquí, que menciono, Yuyo, por que lo veo también en muchos razonamientos de la oposición de izquierda al gobierno. Muchas veces se dice… “y sin embargo, tomaron ciertas medidas que…” Y allí se enuncia, según quién hable, la asignación universal, las AFJP, Aerolíneas, la ley de medios, Papel Prensa, etc. Planteo un mero problema lógico. Si estuviéramos frente a hechos macizos, sin ninguna porosidad, un bloque de acciones maléficas que solo se distinguen por la corrupción, la impostura y el saqueo, por una la continuidad de las derechas, jamás podría emplearse una frase adversativa en relación a las “buenas medidas”. ¿Cuáles? ¿Por qué no se las menciona? Imagino una respuesta: porque su mera mención implica el reconocimiento de que esta es una situación nueva, que podrá tener aspectos muy criticables, e incluso concedamos: ciertas continuidades con modalidades que cuestionamos en el pasado, pero en esencia todas estos recursos condicionantes, están inscriptos en situaciones nuevas, abiertas a un territorio inesperado de transformaciones, a un reino de posibilidades potenciales que son como una claro en la espesura. El lenguaje traiciona la voluntad política de condenar la totalidad de una situación, así como la condena absoluta no tiene un lenguaje convincente para sostenerse, so pena de coincidir aquí sí totalmente con los deseos declarados e indeclarados del viejo conglomerado de intereses conservadores, hoy expresados por dos grandes periódicos nacionales en campaña de demolición.
Para Bonasso y para muchos grupos de la oposición de izquierda parecería que  existe un doble fondo moral y perceptivo; uno, el que lleva a una condena unánime del gobierno con fuertes tonos moralistas y satanizadores; otro, realista, imposible de omitir, respecto de que podrían ser bien vistas algunas “buenas medidas”. Considero que en esa fisura lógica de un razonamiento que parte de una condena implacable, hay una explicación que se está debiendo. Si sacamos las consecuencias últimas de esa fisura –reconocer que de todas maneras algo se ha hecho- sería imposible la condena absolutista y ciega a los gobiernos de Kirchner y Cristina Kirchner. Ya la sola enunciación de esa excepción –las buenas medidas- aunque tratada de una forma difusa, sin decir cuáles medidas ni que significan en concreto, sin embargo debería introducir una duda en el razonamiento de la demolición, sobretodo cuando la crítica se hace desde los medios de comunicación que expresan la trinchera de un poder mediático que sin duda precisa también su ala izquierda.
Ahora bien, éste es un problema. No seré ni esquemático ni haré gala de escasa comprensión hacia esta cuestión de tamaña espesura. ¿Cómo interpretar un gobierno que aunque sería continuidad de “lo peor del pasado” (encubriéndose en vestiduras transformadoras e igualitaristas), hacealgunas cosas buenas que incluso el centro-izquierda apoyó desde el parlamento? ¿Ese reconocimiento no pesa a la hora de matizar el juicio adverso? No, porque ese juicio se lo ofrece desde órganos de prensa sobre los que no se discute en ningún momento a qué continuidad del oscuro pasado pertenecen. Es por lo menos poco ecuánime esta disparidad de criterios, que afecta el análisis político. Se dirá que la oposición de izquierda o de centro-izquierda no tiene donde expresarse, y sé que este es un tema de principal relevancia. Compleja cuestión que no puede hurtarse de la discusión ni admite una respuestacompendiada. Lo cierto es que este tema es un capítulo de un asunto central: las relaciones del gobierno reformista con las izquierdas, incluyendo también las que creen que están frente a un mero apéndice del neocapitalismo o de la globalización.
Pienso que el gobierno, que posee muchos matices, discusiones potenciales que se desarrollarán de maneras que no pueden ahora ser previsibles y un programa de reformas que aun no se ha esbozado plenamente para un próximo período, -que no será fácil-, no es un gobierno de izquierda, que no puede asumir objetivamente ese papel (como piensa Laclau que debe hacerse), pero que toma medidas inusuales para el período histórico que atravesamos en el país y en el mundo. En cierto sentido es más de “izquierda”, sin tener ese nombre, que partidos y gobiernos que aunque llevan ese nombre, son irremisiblemente más timoratos y pragmáticos. Lo definiría como un gobierno de gran esponjosidad, que no es ni la continuidad del menemismo (¡qué absurdo sería definirlo así!), ni tiene un programa anticapitalista o antiglobalización, pero que un poco a la manera “bonapartista” –no me gusta este concepto porque es casi siempre peyorativo, pero lo uso a modo de desafiante brevedad-, se sitúa como un mediador social que a veces expone una idea homeostática de la sociedad (lo que tiende siempre a la estabilidad del cuerpo social), pero en verdad está casi siempre disponible para desequilibrar –como en el fútbol a veces se dice del factor diferencial de algún delantero- en el sentido del igualitarismo y el impulso novedoso. ¿Es poco? ¿Podría hacer mucho más un gobierno de Binner, que tiene un programa predominantemente liberal-republicano (no lo critico, son ingredientes valorables cuando se articulan con los grandes torrentes de la historia), y que sin duda no se caracterizaría, como no lo hizo el de Tabaré Vázquez, por enjuiciar el entorno mundial y local de maneras originales o inesperadas? Entiendo las alianzas políticas. Pero reflexionen ustedes, Yuyo, como representantes de una tradición popular de la izquierda, si están adosados ahora a una expectativa más prometedora que aquella que abandonaron con argumentos que, tomados uno a uno, eran atendibles, aunque flaqueaban a la hora de buscar respuestas mejores en lo que ofrece la política real tal como se hace en la Argentina.
El gobierno, ciertamente, se mueve entre el deseo de orden y la inevitabilidad de tener que asumir o desencadenar cambios. Su afán tecnológico tiene un valor homeostático, equilibrador, cuando se toma la tecnología como un mero lazo lineal con la producción, y un valor eponjoso, absorbedor de pluralidades, diferenciador y promisorio, cuando toma los temas de la autonomía tecnológica, (su no neutralidad valorativa) y los de una intuición general sobre la inexistencia de una “variable independiente” de carácter tecnológico, que al contrario, debe vincularse con la democratización del conocimiento antes que con la “sociedad del conocimiento”, con una sociedad igualitaria antes que con la tasa de ganancia capitalista. En fin, hay algo en la sociedad argentina que determina siempre, por cierta fatalidad heredada, que los grandes frentes políticos de transformación que deben constituirse, se presenten en pedazos discordantes y separados en los momentos electorales. Los movimientos populares son víctimas de esa situación, pero a su vez suelen tener responsabilidad en producirla debido a que prefieren solidificarse a través de aglutinamientos fuertemente nominados (yrigoyenismo, peronismo). Esos aglutinamientos aseguran emblemas de unidad pero son causantes también de malas formas de unidad.
Pero también el socialismo dejó escurrir su nombre –de uso hoy casi ornamental- en pactos recurrentes con las inconsistentes formaciones moralizantes de las pequeñas burguesías rurales y urbanas. Decís, Yuyo, que “no nos separan conceptos teóricos o visiones filosóficas expresadas como generalizaciones abstractas, nos separa un abismo de hechos concretos que no los reconocemos cristalizados como parte de nosotros”. Creo que está bien buscar la verificación de los hechos concretos para sustentar visiones filosóficas. El campo intelectual está fracturado, sin embargo, de un modo que podría replantearse a fin de que esas mismas cosmovisiones puedan dirimir con más precisión, primero, la relación de los legados conceptuales –por ejemplo, el socialismo-, con los hechos restringidos que se producen en su regazo o entorno; y segundo, el cotejo de los propios hechos auspiciosos, entre los cuales muchos de los que deberán ser mencionados, forman parte de aquellos que es menester reconocer como los que muestran que “de todas maneras, algo se ha hecho”. Esta mera constatación desganada, sin embargo pone en crisis la manera liviana en que se interpreta al gobierno Kirchner como continuidad de derechas, menemismos o fascismos, como irresponsablemente profirió en estos días Tomás Abraham. El arrebato de los destemplados se basa en la ilusa constatación de continuidades y equivalencias con una larga serie de errores e injusticias que arrastra el país. Pero el simple uso del lenguaje, – el adversativo que dice: de todas maneras hubo algo que estuvo bien-, traiciona a estas apresuradas inquisiciones.
Acabo de leer la solicitada a favor de Binner de muchos intelectuales, a los que conozco y con los que espero seguir debatiendo, incluyendo al inmoderado Abraham. Ví allí tu nombre. Y reconocí que de alguna manera, prosigue la vieja tarea que de muy jóvenes iniciáramos, pensar en sociedades forjadas con la arcilla de la justicia profunda y en los intercambios epistolares que ojalá prosigan, a pesar de que no  interrumpan los variados desacuerdos, pues éstos son también la sal y el espíritu con que se amasan las futuras esperanzas.
Horacio González

Profundizar hacia abajo

Comentario a la carta de Horacio González

por José Luis Grosso
Comparto que «es lo que hay», que la cuestión está en «profundizar hacia abajo», que los límites son y serán cada vez más fuertes, pero sobre todo temo a la «institucionalización del kirchnerismo», a su memoria corta, a su «futurismo».


Temo al triunfalismo que viene, a la euforia institucionalizadora en formato partido como neoperonismo del siglo XXI (Perón-Evita::Kirchner-Cristina), tomada por sensibilidades clase-media, cuya memoria de derechos humanos llega hasta la dictadura militar del 76 y cuyo futurismo se iconiza en Tecnópolis, eso puede dar un «nacional-popular» intolerante con lo que deja afuera: otras configuraciones etnoculturales, otras matrices civilizatorias no-desarrollistas, otras territorialidades que no son las del Estado-Nación.

No hay otra opción, pero los límites se irán haciendo cada vez más restrictivos, no la veo a Cristina profundizando más allá de lo que lo ha hecho, querrán cobrar lo avanzado y lo que ellos hicieron como voto de confianza, ya no habla tanto de «injusticia social», ahora se trata del «futuro» y éste apoya con desarrollo social lo que saca de las regalías, es su modo de «redistribuir». El futuro no se negocia y mucho menos se discute.

No veo tanta «esponjosidad» como González, no veo elementos inmediatos al gobierno que le apunten a sacrificar lo ganado políticamente con potenciamiento del antagonismo que pueda asustar a los propios kirchneristas y mucho menos con fortalecer a quienes podrían radicalizar las luchas emancipatorias: movimientos de base y comunidades. Cristina no lo ha hecho: no ha abierto el abrazo público a los que empujan desde abajo, no ha salido al balcón, no ha permitido que la turba tome forma. El partido buscará contener la asamblea popular, Intuyo un «frenáte» que se volverá un obstáculo, y que se resentirá y lo manifestará emotivamente por la «ingratitud» de quienes «están mejor que antes» porque «algo se ha hecho».
Lo nacional-popular como chantaje entre lo general y lo particular, sacrificando lo particular, además de suponer una definición de lo «general» centrada en la localización del propio particular en el orden del mundo vigente (es siempre un deslizamiento imperceptible «generalizar» lo que el sentido común dominante, es decir, impuesto por la formación hegemónica que se dice criticar, ya ha establecido como «sentido de realidad»), además de esta naturalización del propio particular como «general», digo, se corresponde con la estrategia operativa hegemonizante / homogeneizante de la izquierda y de la derecha que trata a las diferencias que involucran relieves culturales e interculturales en calidad de «obstáculos» o «resistencias» que en cualquier caso hay que pasar por encima en función del curso general de la historia y/o del «bien común». Los imperativos de la política resultan así siempre más próximos a la propia concepción del mundo.

Las nuevas emergencias se volverán divisorias de aguas, la gran reunión se quedará rodeada de próximos, no todos ellos deseados, pero muchos próximos deseados se volverán antagónicos. Lo popular-intercultural abrirá brecha emancipatoria. Creo que hacia allá vamos y debemos prepararnos para estar al lado de «los que vienen atrás».

Un fantasma me pidió el documento de politicidad

y yo me lo había dejado en casa *
Por Cáctus
1.
Honestamente, para los que hicimos nuestra experiencia de politización y la experiencia de su fracaso en la década del 90, para los que nos sobrepusimos buscando las llamadas “otras sociabilidades” (?), la reaparición de la Política –y de su correlato, la anti-Política- es justamente una aparición. Es decir, un muerto vivo, un fantasma. Y todo el que ha visto fantasmas y muertos vivos sabe que el suceso es, como mínimo, desconcertante. 
Pero puestos a pensar, el desconcierto no es de hoy día, como se dice. Viene de lejos. Para decirlo rápido, hasta un cierto momento para todos los filósofos, teólogos, políticos, cientistas sociales de diverso signo, estaba más o menos claro que lo político refería a las relaciones de mandato y obediencia entre una autoridad reconocida y la comunidad que la reconoce. Losmandatos recibían el nombre de “ley”. Pero –y sólo para dar una idea de la lejanía del desconcierto- cuando a Carl Schmitt se le ocurre que la política es la gestión de un orden y lo político el grado de intensidad de un conflicto, comienza a embarrarse la cancha. Después Arendt: que la política como violencia o como acción y promesa en el espacio público. Después toda la saga del –digamos para resumir- heideggerianismo político francés: que la política es policía y lo político la producción del desacuerdo, que la política es la mismidad y lo político es la diferencia, que la política no es lo político como lógica del acontecimiento, que los significantes vacíos… En fin, ya no se sabe de qué carajo se habla cuando se dice “política” o “político”. Y entonces el “retorno de la Política” es efectivamente un fantasma. Es un nombre que no tiene cuerpo.
¿Cuál es la fuente de esta oscuridad de los signos? Es evidente: el rechazo de esa forma clásica de la politicidad, pero al mismo tiempo la exigencia imperativa de alguna politicidad. Así, no alcanza con experimentar en la constitución de modos de existencia habitables en el trabajo, en el mercado, en el arte, en la cultura… Hay que explicarse o justificar por qué son políticos. Y si no lo son, cuál es su politicidad. Por un anudamiento no tan extraño entre política y moral, la politicidad parece extender el certificado de moralidad social de una práctica. Certifica que al menos en intención no es para sí, que no es egoísta, que no es una búsqueda autocentrada, onanista, privada, que por el contrario se compromete o se interesa por la vida de los demás. Y como todos queremos el certificado de bondad, buscamos esforzadamente en lo que hacemos su politicidad, llamamos “político” a muchas cosas, “política” a otras tantas, y la cancha se embarra y se embarra. Las experimentaciones se desvían y se pierden, el pensamiento se confunde.
2.
Moralidad y politicidad son aspectos de un estado de lo humano. Es lo que puede leerse en la Ética de Spinoza. Los que hacen una lectura politicista de Spinoza se olvidan de que la ética está demostrada según un orden geométrico. Y de que un orden geométrico es, ante todo, un orden: primero Dios, después la composición de los corpúsculos y las animásculas, después las potencias e impotencias, los afectos y la razón, todo atravesado, por último, por dos vectores o direcciones de lo humano (partes IV y V respectivamente), el antropocentrismo o la beatitud.
El vector antropocéntrico es, como su nombre obviamente lo indica, una fuerza centrípeta que arremolina y succiona percepciones, acciones, afectos, pensamientos, cosas en torno de un centro, sujeto o conciencia. Opera entonces un despoblamiento del  mundo, hace un mundo ralo. A través de cada hombre no queda nada, entre un hombre y otro, nada.  
El a través y el entre son cubiertos, suprimidos y al mismo tiempo sostenidos como lo hace un puente con el vacío, por la ley, esos mandatos que aceptamos autoritaria o democráticamente, asamblearia o representativamente, local o nacionalmente, revolucionaria o conservadoramente. Hacer política es ocuparse de esa enorme empresa constructora de puentes: ¿dónde y cuándo estarán y cómo serán los puentes que cubran, que supriman y sostengan el vacío entre los hombres? El vector antropocéntrico conduce a la moral y al Estado. El Estado es literalmente un estado: es el necesario y variable estado impotente e irracional de lo humano (parte IV, proposición XXXVII, Escolios 1 y 2). Por necesario y variable, importante, de acuerdo. Pero no único, y por sobre todo, no primero.
La otra dirección de lo humano es la beatitud, la deshumanización, la experimentación ética. Alguno dirá: Es que es esa experimentación lo que yo  llamo “política”. Bueno, cada quien hace de su culo un pito. ¿Pero qué se gana usando un nombre tan ambiguo, tan oscuro, tan confuso, para designar algo que ya reclama para hacerse y avanzar un enorme esfuerzo de pensamiento claro y distinto? ¿Qué motivo tenemos para embarrar tanto la cancha? Hasta el más gil de los giles sabe y repite hoy que hay una lucha de poder en torno del significado de las palabras. Lo que no es tan obvio es si hay que participar en ella. Lo que no es tan obvio es si una experimentación en la constitución de espacios habitables tiene por finalidad –o por una de sus finalidades- dar esa lucha en torno del significado de una palabra. Por el contrario, resulta bastante obvio para quien lo ha vivido que el remolino que provoca este tipo de luchas de resignificación en una experiencia tiene un enorme poder de succión. Absorbe casi completamente el trabajo del pensamiento e incluso desvía hacia su centro la disposición de las relaciones entre los cuerpos.      
3.
La experimentación ética supone un poblamiento del mundo. Un mundo anterior y posterior al hombre. Un mundo sólo del a través y del entre. Un mundo lleno, denso. Cuando el mundo se puebla de acciones y reacciones que se arremolinan, de cualidades y potencias que se conectan entre sí, de relaciones independientes de sus términos, de contracciones, expansiones y aceleraciones de un ser continuo, ya no se trata del cine como creación humana. O de la pintura, o de la literatura. Menos aún se trata de una oposición entre estética y política, o de una politicidad de la estética. Cuandoel mundo se puebla se entra en la pendiente de la deshumanización, en el vector de la beatitud. Aeste nivel, como decía Benjamin, la socialdemocracia es exactamente lo mismo que un poema malo de primavera.
* Este es el texto introductorio del libro recientemente publicado por Cactus, Cine II. Los signos del movimiento y el tiempo de Gilles Deleuze.

Paseo al jardín botánico

(contra la experiencia “vivida”)
Por DS

Todo lo que se diga a continuación debe ser tan radical como preliminar. Textos como éste no se escriben con las ideas claras, sino con sentimientos de ahogo. Si la claridad y distinción de las ideas nos precedieran, ¿qué nos llevaría a escribir?
I.
No hay dignidad en el despreciable hábito de pensar, hablar, percibir, creer, saber y escribir a partir de la experiencia vivida.
Basta con comentar una película, conversar con alguien de otra generación, intentar una mínima complicidad con alguno de otra tribu, leer una entrevista en un diario o escuchar un debate político en TV para toparse con esta versión del “yo pienso” subjetivamente amparado en un escaso manojo de rasgos de nacionalidad, nacimiento, barrio y filiaciones familiares. “Nació en el 81”, “llegué a Buenos Aires en el ’99”, “directora paquistaní”, “es el mejor gobierno que me tocó ver”, “las cosas se ven de otro modo en mi barrio”. Y un largo etcétera.
II.
El yo pienso deviene yo “siento”. El cuerpo propio sintiente se recorta pasivamente sobre un espacio sensible previo que opera como ambiente perceptivo: el cuerpo individual, el yo- grupito, el generacional, el yo-vida familiar, profesional o barrial. 
El yo, regado en contexto crece como una planta venenosa: estabilidad vital de la identidad, de la opinión, del punto de vista y el gusto en el consumo.

La inestabilidad acosa. La estabilidad, agónica, salva.
III.
Jardín botánico, proliferante, de los modos de vida.
La experiencia “vivida” territorializa y sedimenta un yo-vida: un yo-marca, un yo-guerra, un yo-gueto, un yo-cumbia, un yo-encapsulado, un yo-suficiente, un yo-retórico, un yo-critico, un yo víctima, un yo-diferencia, un yo-cínico.
Marca, guerra, cumbia, aislamiento, afirmación, lenguaje, critica, vulnerabilidad, diferencia, cinismo dejan de ser impulsos extremos, fuentes de mutación subjetiva, vías de escape, fuentes de problematización y se tornan lugares asignados, pobreza del juicio, fricción inútil, guerra civil de modos de vida.
IV.
La experiencia “vivida” –sentida, reflexionada, contemplada, padecida-nos acosa. Nos enmudece y nos hace hablar. Un nombre propio para aun yo que solo puede repetir su ser-hecho. O hacer de su ser un virtuosismo.
Y sin embargo: que avance! Pensar que la experiencia vivida remite al menos a la experiencia. A un Yo que ni siquiera se pone en juego en los discursos vacios del universal y los valores. Que avance! Un avance negro, auto-referencial. Comprensible, admirable después de todo. 
V.
Al yo vivido le corresponde un entorno abstracto, y un imaginario representativo. Un espacio representativo lleno de imágenes. Una disposición de lugares ocupado por cosas individuadas. Espacio vivido, percibido, constatado.
VI
Huyendo de la estructura objetivistas, el yo-y-su-contexto, el yo subjetivo se ha convertido en la más pobre de las estructuras. Monada inexpresiva. Carcomida por sus propias pasiones (ya sin remedio).
VII.
El valor está en la diferencia. Y la diferencia encerrada, opacada en lo vivido. Se nos va. Perdemos lo vivido en el miedo por lo no vivido.
El valor se resguarda en el miedo. A perder lo logrado: lo pensado, lo sido, lo tenido.
El yo lastimado no es zonzo. Es pobre.
VIII.
La experiencia es siempre lo por-vivir. Pero la definimos como lo ya-vivido. Fieles a lo vivido, hacemos del yo-en-el-mundo el sujeto de una revelación. Pero revelación y praxis no van juntas.
En la praxis la exigencia es lo que viene, no lo advenido.
IX.
Indignidad.
Achanchamiento en una sensibilidad ya conquistada. Trabajosamente adquirida. Pérdida de todo pudor al conservarla.
Falso respeto, político y correcto.
Renuncia a reescribir el mundo. Ambición desmedida por ser solo un personaje “auténtico” del gran guionista.   
X.
La experiencia-vivida se convierte en su contrario. No-experiencia vivida como testimonio redundante de lo que se es.Experiencia no vivida es la narración de lo que nos hace ser lo que somos: “¿Cuándo llegaron tus padres?, ¿quién te crió?, ¿cómo se vive en la villa?, ¿Cómo se es  escritora mujer?”, etc.
XI. 
Un cierto lenguaje sobreentrenado en estos tiempos nos ha encerrado en la estupidez de nuestra propia confirmación verdadera. Allí nos conservan los sabios que se ocupan de nosotros.
¿Qué asco somos capaces de sentir, cuanto odio podemos desarrollar en esta lucha final por conquistar algo de libertad?
19 de octubre de 2011

Extractivismo al desnudo

Por Alberto Acosta


“Toda la historia del petróleo está repleta de criminalidad, corrupción, 

el crudo ejercicio del poder y lo peor del capitalismo de frontera”.

Michael J. Watts (1999)[1]


Resulta difícil entender cómo un gobierno popular, que se precia de revolucionario y que asume la defensa de los intereses populares, puede reprimir violentamente a sectores populares que reclaman sus derechos. Eso acaba de suceder en Bolivia. El gobierno del presidente Evo Morales, haciendo caso omiso a los reiterados pedidos para que abra el diálogo con los pobladores delTerritorio y Parque Nacional Isibore Sécure (TIPNITS), optó por la represión. Desplegando una inusitada violencia policial setrató de disolver una marcha de pueblos indígenas, que defienden sus derechos y la Constitución de su país. Con su acción pacífica, estos grupos se oponen a la construcción de una carretera, financiada por capitales brasileros, que atravesaría el TIPNITS para facilitar la explotación de yacimientos petroleros. Y, de paso, ellos ponen en evidencia las contradicciones de su gobierno.


La indignación y la frustración se expanden cual círculos concéntricos por Bolivia y el mundo. Adolfo Chávez, dirigente indígena boliviano, no podía expresar de mejor manera su malestar: “Los pueblos indígenas de todo el país nos encontramos indignados y profundamente dolidos por el accionar del gobierno. Éste gobierno nos prometió un cambio: respetar los derechos indígenas, respetar a la madre tierra, respetar nuestra cultura, respetar nuestra autodeterminación”.

Seguramente serán muchas las (sin)razones oficiales para explicar dicho acto violento que nos confronta con una realidad poco conocida. La violencia y la represión, más allá de algunas etapas de mayor intensidad en algunos momentos históricos, están latentesen una modalidad de acumulación que agrede sistemática y masivamente a la Naturaleza e incluso a la sociedad. Lo que acaba de suceder en Bolivia, con el agravante de que un gobierno que se proclama representante de los indígenas reprima a indígenas, ha sucedido o sucede aún en casi todos los países ricos en recursos naturales.

Aunque resulte poco creíble a primera vista, la evidencia reciente y muchas experiencias acumuladas permiten afirmar que la pobreza en muchos países del mundo está relacionada con la existencia de una significativa riqueza en recursos naturales. Sobre todo parecen estar condenados al subdesarrollo y a sufrir diversas formas de autoritarismo aquellos países que disponen de una sustancial dotación de uno o pocos productos primarios. Una situación que resulta aún más compleja para aquellas economías dependientes para su financiamiento fundamentalmente de petróleo y minerales. Estos paísesestarían atrapados en la lógica perversa de la maldición de la abundancia”[3]: ¿Será que son países pobres, porque son ricos en recursos naturales?

Violencia y autoritarismo de la mano del extractivismo

La violencia parece configurar un elemento consustancial del extractivismo, un modelo bio-depredador por excelencia. Hay violencia desatada por el Estado a favor de los intereses de las empresas extractivistas, sobre todo transnacionales. Violencia camuflada como acciones de sacrificio indispensable de unos pocos para asegurar el bienestar de la colectividad, independientemente de la orientación ideológica de los gobiernos. Basta ver la represión enYukumo, Bolivia, por defender el TIPNIS o la desatada por el gobierno de Alan García en el norte de la Amazonía peruana, en junio del 2009 o lase produjo en Dayuma, en la región amazónica ecuatoriana, a fines del 2007.[4]

Inclusive hay una violencia simbólica infiltrada en sociedades que han asumido el extractivismo, como algo prácticamente inevitable: podría decirse que en estas sociedades existe una suerte de ADN extractivista en todos sus niveles, empezando por los niveles más altos de definición política.Eso explica porque los gobernantes progresistas, al asumir el papel de portadores de la voluntad colectiva, tratan de acelerar el salto hacia la ansiada modernidad forzando el extractivismo: una suerte de modernización pasadista…

Estas actividades extractivistas generan, adicionalmente, graves tensiones sociales en las regiones en donde se realiza la explotación de dichos recursos naturales. Los impactos económicos y sociales provocan la división de las comunidades, las peleas entre ellas y dentro de las familias, la violencia intrafamiliar, la violación de derechos comunitarios y humanos, los incrementos de la delincuencia e inseguridad, el tráfico de tierras, etc. Las grandes tensiones sociales en las regiones crecen a través de otras formas perversas de dominación que se producen cuando, por ejemplo,se conforman empresas extractivistas en las participan grupos indígenaspara explotar estos recursos naturales no renovables en zonas conflictivas, como sucede ahora en el Bloque Armadillo en Ecuador, en donde -constitucionalmente- está prohibido extraer petróleo por existir evidencias de la presencia de pueblos en aislamiento voluntario. Este tipo de situaciones aumenta la confusión de los pueblos y genera más rupturas internas.

La violencia incluso aflora afora también, cuando los gobiernos, incluso aquellos considerados como progresistas, como en el caso de Ecuador, criminalizan la protesta popular que emerge en contra de las actividades extractivistas, con el único fin de garantizarlas… para poder reducir la pobreza, como justifica el mensaje oficial.

En suma, como contracara de las violencias múltiples, la lista de represiones atadas al extractivismo es larga. Este podría ser uno de los telones de fondo de la historia de nuestros pueblos, que se inició hace ya más de quinientos años, cuando se inauguró esta modalidad de acumulación extractivista que nos condenó al subdesarrollo.

Tampoco han faltado guerras civiles, hasta guerras abiertas entre países o agresión imperial por parte de algunas potencias empeñadas en asegurarse por la fuerza los recursos naturales, sobre todo hidrocarburíferos en los últimos tiempos. Para ilustrar este último caso bastaría con mencionar la agresión militar norteamericana a Irak y Afganistán, en ambos países buscando el control de las reservas petroleras y gasíferas. Los bombardeos de la OTAN a Libia parece que van también en esa dirección.

Esta violencia casi innata a esta maldición de la abundancia está vinculada, con mucha frecuencia, a regímenes autoritarios. La masiva explotación de los recursos naturales no renovables, depredadora en esencia, es posible atropellando a ciertos segmentos de la población en beneficio de la colectividad y para lograr el desarrollo, al decir de los gobernantes.

Los masivos ingresos obtenidos han permitido el surgimiento de Estados paternalistas y autoritarios, cuya capacidad de incidencia está atada a la capacidad política de gestionar una mayor o menor participación de la renta minera o petrolera, así como a su capacidad de imponer nuevos proyectos extractivistas supuestamente indispensables para encarar la pobreza y desarrollar la economía; proyectos que, de conformidad con la propaganda oficial, hasta servirían para proteger el ambiente…

Este tipo de ejercicio político se explica también por el afán de los gobiernos de mantenerse en el poder, acumulándolo cada vez más, y/o por su intención de acelerar una serie de reformas estructurales que, desde su particular perspectiva, asoman como indispensables para transformar las sociedades. Son Estados que al monopolio de la riqueza natural han añadido el monopolio de la violencia represiva y política.

En estas economías extractivistas se ha configurado una estructura y una dinámica política no solo violenta y autoritaria, sino voraz. Esta voracidad, particularmente en los años de bonanza, se plasma en un aumento muchas veces más que proporcional del gasto público y sobre todo en una discrecional distribución de los recursos fiscales.

Ante la ausencia de un gran acuerdo nacional para manejar estos recursos naturales, sin instituciones democráticas sólidas (que sólo pueden ser construidas con una amplia y sostenida participación ciudadana), aparecen en escena los diversos grupos de poder, desesperados por obtener una tajada de la renta minera o petrolera. Y, como es fácil comprender, esta pugna distributiva, que puede ser más o menos conflictiva, provoca nuevas tensiones políticas.

Todo ello ha contribuido a debilitar la gobernabilidad democrática, en tanto termina por establecer o facilitar la permanencia de gobiernos autoritarios y de empresas voraces, proclives también a prácticas autoritarias. En efecto, en estos países no asoman los mejores ejemplos de democracia. Adicionalmente, el manejo muchas veces dispendioso de los ingresos obtenidos y la ausencia de políticas previsibles termina por debilitar la institucionalidad existente o impide su construcción.

Los altos ingresos del gobierno le permiten prevenir la configuración de grupos y fracciones de poder contestatarias o independientes, que estarían en condiciones de demandar derechos políticos y otros (Derechos Humanos, Derechos de la Naturaleza justicia, cogobierno, equidad, etc.), y de desplazarlos democráticamente del poder. El gobierno puede asignar cuantiosas sumas de dinero para reforzar sus controles internos; incluyendo la represión de los opositores. América Latina tiene una amplia experiencia acumulada en este campo.

Como consecuencia de los elevados ingresos derivados de la explotación de los recursos naturales y las abiertas posibilidades de financiamiento externo, los gobiernos tienden a relajar sus estructuras y prácticas tributarias. En este punto, entonces, asoma nuevamente el efecto voracidad, manifestado por el deseo de participar en el festín de los cuantiosos ingresos por parte de la banca, sobre todo internacional, sea privada o multilateral, corresponsable de los procesos de endeudamiento externo. Últimamente China concede cada vez más créditos a varios países subdesarrollados, particularmente de África y América Latina, con el fin de asegurarse yacimientos minerales y petroleros, o amplias extensiones de tierra para la producción agrícola, además de la construcción de importantes obra de infraestructura.

En definitiva, los significativos impactos ambientales y sociales, propios de estas actividades extractivistas a gran escala, que se distribuyen inequitativamente, aumentan la ingobernabilidad, lo que a su vez exige nuevas respuestas autoritarias.
Esta es una gran paradoja: hay países que son muy ricos en recursos naturales, que incluso pueden tener importantes ingresos financieros, pero que no han logrado establecer las bases para su desarrollo y siguen siendo pobres. Y son pobres porque son ricos en recursos naturales, en tanto han apostado prioritariamente por la extracción de esa riqueza natural para el mercado mundial, marginando otras formas de creación de valor sustentadas más en el esfuerzo humano que en la generosidad de la Naturaleza.

Del extractivismo colonial al extractivismo del siglo XXI


Hace muy pocos años se inauguró una nueva etapa llena de esperanzas de cambio en varios países de América Latina. Las políticas económicas de los gobiernos progresistas, desligadas de los mandatos del FMI y del Banco Mundial, empezaron a revertir paulatinamente la tendencia neoliberal anterior. Sin embargo, este empeño de transformación, como vemos en la práctica y por más que se conocen hasta la saciedad las nocivas consecuencias provocadas por las lógicas primario-exportadoras, no afecta (aún) la esencia extractivista de la modalidad de acumulación imperante desde la colonia. Los países que se alinean en el progresismo y que han sostenido posiciones antiimperialistas, en la práctica, al mantener modelos que los atan a los intereses económicos de los países centrales, no logran su independencia y mantienen los niveles de dependencia política y económica.

Sin embargo establezcamos algunas diferencias. Hay avances con relación al extractivismo anterior, sobre todo por el lado de la defensa del interés nacional y de una consecuente acción estatal para tratar de reducir la pobreza. Entre los puntos destacables, sin negar la existencia de algunas graves situaciones contradictorias, aflora una mayor presencia y un papel más activo del Estado. Han aumentado las regulaciones y normas estatales. Se han fortalecido las empresas estatales extractivistas. Y desde una postura nacionalista, a través de algunos ajustes tributarios, se procura una mayor tajada de la renta petrolera o minera.

Parte significativa de esos recursos, a diferencia de lo que sucedía en años anteriores, en los que el grueso de dicha renta se destinaba al pago de la deuda externa, financia importantes y masivos programas sociales. De esta manera, estos Estados tratan de enfrentar activa y directamente la pobreza.

Siendo importante un mayor control por parte del Estado de estas actividades extractivistas e incluso significativo el esfuerzo para reducir la pobreza, esto no cambia la modalidad de acumulación primario-exportadora. La subordinación a la lógica global de acumulación del capital se mantiene inalterada. El real control de las exportaciones nacionales sigue en manos del capital transnacional, que directa o indirectamente determina la evolución de dichas actividades. Por cierto, en América Latina juega un papel preponderante el peso de Brasil y sus intereses, a través de sus diversas empresas con vocación global.

Perversamente muchas empresas estatales de estas economías extractivistas (con la anuencia de los respectivos gobiernos, por cierto) parecerían programadas para reaccionar exclusivamente ante impulsos foráneos y actúan casa dentro con lógicas parecidas o aún peores a las que emplean las empresas transnacionales. De esta manera queda demostrado que el asunto de la propiedad de los recursos naturales y de las empresas extractivas, siendo importante, no es suficiente.
Igualmente contradictorio es el hecho de que estos gobiernos, supeditados por los intereses intereses geopolíticos transnacionales, de las viejas y nuevas hegemonías como China y Brasil, continúen desarrollando proyectos de integración al mercado mundial impulsados por las fuerzas de dominación del sistema-mundo capitalista; como son aquellos diseñados por la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA). El eje Manta-Manaos, entre Ecuador y Brasil, es una muestra de esta aseveración.

Gracias al petróleo o a la minería, es decir a los ingresos que producen las exportaciones de estos recursos, los gobernantesprogresistaslogran consolidarse en el poder y desplegar renovadas acciones estatales para enfrentar la pobreza. No esperan, como en épocas neoliberales a que la pobreza se reduzca algún día por efecto del crecimiento económico, que a su vez provocaría una mayor concentración del ingreso; situación que luego beneficiaría a la colectividad a través de nuevas inversiones que provocarían nuevos empleo e ingresos adicionales. Los gobiernos progresistas, que entendieron que no funciona esa teoría neolibreal, de manera consciente, inspirados en criterios de justicia social, están empeñados en reducir las inequidades en la sociedad.

Lo anteriormente expuesto es lo que sucede con los actuales gobiernos progresistas de la región. Del Estado mínimo del neoliberalismo, se intenta -con justificada razón- reconstruir y ampliar la presencia y acción del Estado para liderar el proceso de desarrollo, y no dejarlo al destino atado a las fuerzas del mercado. Lamentablemente con todo este esfuerzo estatal no se logra (o no si quiere) alterar las bases estructurales de la modalidad de acumulación extractivista.

Así las cosas, la producción y las exportaciones de materias primas mantienen inalterados sus estructuras y rasgos fundamentales. La depredación ambiental y el irrespeto social están a la orden del día.

Lo que resulta notable y por cierto lamentable, es que, si bien se ha conseguido reducir la pobreza en los países con gobiernos progresistas, las diferencias e inequidades en la distribución de la riqueza se mantienen inalteradas. Los segmentos empresariales poderosos, que han sufrido el embate de los “discursos revolucionarios” de partelos gobernantes progresistas, no han dejado de obtener cuantiosas utilidades aprovechándose de este renovado extractivismo y desarrollismo (al menos eso sucede en Ecuador).

En consecuencia, la relativa mejoría en las condiciones de vida delos segmentos tradicionalmente marginados de la población ha sido posible gracias a la mejor distribución de los crecientes ingresos petroleros y mineros, no como resultado de una profunda redistribución de la riqueza. Esta situación es explicable por lo relativamente fácil que resulta obtener ventaja de la generosa Naturaleza, sin adentrarse en complejos procesos políticos de redistribución de dicha riqueza.

Como en épocas pretéritas, el grueso del beneficio de esta orientación económica va a las economías ricas, importadoras de Naturaleza, que sacan un provecho mayor procesándola y comercializándola en forma de productos terminados. Mientras tanto los países exportadores de bienes primarios, que reciben una mínima participación de la renta minera o petrolera, son los que cargan con el peso de los pasivos ambientales y sociales. Pasivos que ocultan, muchas veces, procesos en extremo violentos atados a la lógica extractivista, que implica una masiva y sistemática agresión a la Madre Tierra e incluso a las comunidades.

En síntesis, la lógica subordinada de su producción, motivada por la demanda externa, caracteriza la evolución de estas economías primario-exportadoras. El neoextractivismo, a la postre,mantiene y reproduce elementos clave del extractivismo de raigambre colonial, causa primigenia del subdesarrollo.

Superar esas aberraciones coloniales y neocoloniales es el reto que tienen estos países. Construir el Buen Vivir constituye un paso cualitativo para disolver el tradicional concepto del progreso en su deriva productivista y del desarrollo en tanto dirección única, sobre todo en su visión mecanicista de crecimiento económico, así como sus múltiples sinónimos.Pero no solo los disuelve, el Buen Vivir propone una visión diferente, mucho más rica en contenidos y, por cierto, más compleja. Para lograrlo, salir de la trampa del extractivismo es indispensable.-

[1] Watts,Michael J.; “Petro-violence-Somethoughtsoncomunity, extraction, and politicalecology”, WorkingPapers, Institute of International Studies, University of California, Berkeley, 1999. Aquí se estudia el caso de la violencia petrolera en Nigeria y Ecuador.

[2] Economista ecuatoriano. Profesor e investigador de la FLACSO. Ministro de Energía y Minas. Presidente de la Asamblea Constituyente y asambleísta constituyente.

[3] Acosta, Alberto; La maldición de la abundancia, CEP, Swissaid y Abya-Yala, 2009. Disponible en http://www.extractivismo.com/documentos/AcostaMmaldicionAbundancia09.pdf Sobre este tema se pueden encontrar en el mismo portal http://www.extractivismo.com/ aportes valiosos de Eduardo Gudynas, JürgenSchuldt, HumphreysBebbington y A.J. Bebbington, Mariastella Svampa, entre otras personas.
[4] Hay que recordar que la Asamblea Constituyente, al año siguiente, otorgó la amnistía para las personas víctimas de dicha represión.

A 10 de 2001:



por Juguetes Perdidos


El clinamen es una desviación infinitesimal, “lo más pequeña posible”, que tiene lugar “no se sabe dónde ni cuándo ni cómo”, y que hace que un átomo “se desvié” de su caída en picada en el vacío y, rompiendo de manera casi nula el paralelismo en un punto, provoque un encuentro con el átomo que está al lado y de encuentro en encuentro una carambola y el nacimiento de un mundo, es decir, del agregado de átomos que provocan en cadena la primera desviación y el primer encuentro
(Para un materialismo aleatorio, Louis Althusser)

y así vez que hasta mi sombra brilla en esta ciudad…” (Rock Yugular, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota)

Eso no es culpa de la merca Pollo. No hay nada que sea ni absolutamente malo, ni absolutamente bueno. Si vos te comés un kilo de azafrán seguramente también te va a hacer mal. Si te tomás un kilo de merca…jaja, viste que lío” (Del Chiqui al Pollo)


(Nota aclaratoria: Quien se encuentre con este texto se preguntará, ¿Por qué escribir sobre Okupas?, ¿Por qué hacerlo 10 años después? No tenemos una respuesta muy convincente; lo primero que podríamos decir es que estuvimos pensando/escribiendo sobre El puntero. Específicamente de “las representaciones” de los pibes y de La política que presenta y pone en juego El puntero. Como una cosa te lleva a la otra…nos acordamos de las ¿representaciones? de los pibes y de ¿La política? en Okupas…y para completar la cuestión digamos que Okupas nos marcó: un texto generacional, como el rock, como el fútbol…Podemos entonces hablar de algunos nosotros a través de las andanzas de los personajes de Okupas…Así que están avisados: la cosa viene medio arbitraria, pensar Okupas diez años después (2000/01-2011), pensarla en espejo con El puntero, escribir sobre un programa de culto, y –porque no blanquearlo- desparramar un poco de nostalgia…de la buena).



1. El olvido de los mandamientos sociales.

Okupas es una historia sobre la perdida de la inocencia. O mejor dicho, Okupas no es únicamente una historia, es un entramado de historias individuales y de diferentes narraciones sociales. Una de esas historias es la de la pérdida de la inocencia de Ricardo; un pibe de clase media de Caballito –un “mantenido”- al que su prima Clara le ofrece vivir temporalmente en una casona antigua del barrio de Congreso, para evitar que sea tomada. En las primeras escenas de la serie vemos el desalojo violento de los antiguos inquilinos. Desalojo que Ricardo ignora. Este silencio fundará la aventura. Eso que Ricardo no sabe, que desconoce no es solo el desalojo, sino también la realidad del mundo de los inmigrantes-inquilinos, de los chorros, de los vagos…de la calle. Okupas es la historia de la perdida de esa inocencia; es la narración de los ritos de pasaje de Ricardo -a las drogas, al mundo del hampa, a los códigos de la lleca…- Veremos como Ricardo se va curtiendo…en la calle. En su recorrido, mientras vive las experiencias callejeras va tirando de ese nudo, se va acercando al secreto, es el trayecto de su pasaje al bajo mundo…Toda la serie es el devenir de un Ricardo que va desarmando su subjetividad autogestiva, desprendiéndose de sus gestos, de sus imaginarios, de su habitus de clase, para pasar al otro lado.

Este primer capítulo se llama los cinco mandamientos, en referencia a las normas de conducta caretas que Clara le menciona a Ricardo: No quilombo, No drogas, No música fuerte, Chicas con discreción, y –especialmente, le remarca- No meter a nadie en la casa. Okupas es también la historia de los olvidos de estos no quiero, de su profanación. Empezando por el último; la casa va a ser habitada en banda.
Clara le hace prometer a Ricardo que respetará los mandamientos propios del buen vecino clasemediero, aquellos del mantenimiento del orden, de la buena apariencia, de la individualidad. Los personajes de Okupas se cagarán en las promesas sociales existentes, crearán otras… (La profanación llegará hasta el no robarás…). En toda la serie se mostrará una tensión que se traduce en pregunta, ¿Hasta qué punto esos códigos de convivencia, esas promesas sociales dejaban de ser operativas, dejaban de funcionar por el estallido de lo social-común, por su desfondamiento, y hasta donde los gestos bárbaros y rapaces de los pibes de Okupas ignoraban esas promesas y esos no quiero? Aquí se jugaba algo importante: entre el desfondamiento de las instituciones y los lenguajes y códigos de lo común, y la voluntad de ignorar o rechazar lo existente y crear otras promesas, otros códigos de convivencia, otras formas de estar-juntos
Los pibes de Okupas son bandas…expresan la potencia de las máquinas de guerra. Potencia difusa, sin formas claras, pura exterioridad… (“ animan una indisciplina fundamental del guerrero, una puesta en tela de juicio de la jerarquía…” 
2)

Adentro de la casona todo empieza por el miedo. Ricardo teme ocupar solo la vivienda. En su primera noche de okupa solitario siente ruidos y golpes en el piso de arriba de la casa 
3 . A partir de ese temor sale disparado a la calle, trazados de corridas sin rumbo, busca a un policía de esquina que le termina pidiendo documentos (ya no hay policía de esquina), termina chocando con Walter, un paseador de perros, al que le ofrece guita para que lleve los perros a la casa. El miedo teje la conexión con los otros, el miedo funda un nosotros; una primera certeza, no existe el okupa solitario. Okupas es también la historia de la suspensión del miedo, de su des-privatización, o –de lo que es lo mismo- su politización. Aquí hay una verdad de época: así también se ocupó la calle, siempre en rebaño, por si las moscas…

2. Lo aleatorio, el desvió y el encuentro: la noche, la calle, el deambular…


Lo dijimos, Ricardo atemorizado corre sin rumbo por las calles nocturnas. La de Okupas es otra calle y otra noche (diferente a la actual): la nocturnidad de Okupas es lisa, vacía, poco habitada…No es la noche actual; la organizada y poblada por móviles de TV, por policías, por personal de seguridad, por cámaras de vigilancia…La noche de Okupas no está estriada por el espectáculo, ni por la seguridad, es una noche poco colonizada en la que todavía es factible el desvió y el choque con otros. En la velocidad de una corrida nocturna, callejera (esa corrida tan generacional; la corrida por un afano, por la persecución de la yuta, por alguna cagada de la que hay que escapar, por miedo…siempre la acción es correr. Hay un guiño a esa escena inicial de Trainspotting 
4 ) se da el encuentro con Walter. No es menor la mención al clinamen en el epígrafe, las calles y la noche podían provocar encuentros (que no fueran leídos y remitidos a imágenes de pánico moral y criminalización… El miedo al otro quedaba subsumido a la necesidad de la rachada en común, al aguante.). Y de esos encuentros –cuando tomaron carne, cuando fueron duraderos-nacieron mundos, sentidos, realidades para habitar. Se volvieron necesarios. El azar, lo aleatorio como condición de posibilidad del encuentro de los pibes de Okupas. En la escena en que Ricardo se reencuentra con El pollo, un antiguo compañero de la escuela primaria (uno de las pocas reminiscencias al pasado, a conocidos antiguos que se vuelven a ver. Esto lo veremos más adelante), se sorprende de que este ande enfierrado, conmovido le pregunta, ¿De dónde sacaste el arma? El pollo irónico le contesta, “Me la gané en un sorteo”. Una respuesta sintomática, el azar parece ser el trasfondo de las vidas de los pibes.


Interesante: Si la calle (o la esquina) nos puede hacer chocar, si hay azar y contingencia que pueden provocar encuentros, que pueden provocar amistades, si somos arrojados a un mismo plano, es porque las estructuras sociales clásicas (culturales, económicas –posición en las relaciones de producción-) nos habían escupido.

3. Los personajes: vagos, flaneurs, aventureros


A los personajes de Okupas los sentimos cercanos. Es más, jode un poco llamarlos personajes. ¿A qué se debe esta incomodidad? Quizás porque se mezclan demasiado con nuestras biografías, y con nuestras memorias sensibles. Son textos, esquirlas de relatos con los que nos identificamos, demasiado vitales para alejarlos con el nombre de personajes. Un amigo me tira del brazo y me acota, con Los simpsons y con los protagonistas de las letras de los redondos nos pasa lo mismo. Es verdad, esos mundos se sumergen –hasta perderse- en nuestros sistemas de signos y referencias cotidianos. Mas que personajes, un esquizofrénico amigos…
Dejando de lado –cuanto sea posible- lo afectivo, es verdad que Okupas no parecía funcionar estereotipando (como excepción se puede mencionar la visión sobre algunos inmigrantes; el paraguayo Peralta, gracioso y vivo, el chino “garca”). Obviamente no podemos negar que Okupas fue un producto que funcionó dentro de un registro televisivo, pero aun así, su registro se acercaba más a una “representación” literaria, cinematográfica. Se podría decir que Okupas presentaba estereotipos abiertos (si esto no es un oxímoron y fuese posible), más permeables a la cotidianidad del receptor, menos cerraditos y empaquetados. La maquina estereotipadora televisiva no podía terminar de leer y codificar -y cerrar- los flujos sociales que recorrían y pasaban por las calles. Es como sí lo televisivo iría a la saga de lo que pasaba en las calles, en las esquinas, en los barrios, en las noches, en los pibes 5.
Volviendo a los protagonistas; son personajes sin memoria, sin pasado (o con pasados difusos y desconocidos). Pareciera que las biografías pasadas no explicarían nada. Estarían de más. Una hipótesis: Esta ausencia de pasado no sería tanto el síntoma de lo posmoderno (Aquella mención de Zizek; la historia como lo forcluido de la posmodernidad), es decir, un olvido reactivo del pasado, sino mas bien presenciamos un momento de experimentación vital, de puro presente, de afirmación del instante –de aquí y ahora– no como amnesia del presente absoluto, sino como puesta entre paréntesis de herencias (de relatos políticos, pero sobre todo sociales –el trabajo como identidad valorada socialmente y como medio de progreso social, las normas de la buena conducta, la solidaridad social “impuesta”, etc.-), de saberes acerca de la vida en sociedad. Esa puesta en suspenso, esos paréntesis, son los propios del desfondamiento de las formas de lo común conocidas. El lenguaje que nos transmitieron ya no sirve para nombrar lo social, hay que inventar otra cosa. En este momento de vértigo, de experimentación (y de despersonalización…) toda adscripción a un pasado se vuelve innecesaria –y a veces- reactiva…-

Los personajes de Okupas tienen una textura artliana, bien podrían integrar una versión aggiornada de los siete locos. Personajes que pegan saltos de clase, de moral, de estilos de vida…Pero también los personajes de Okupas son depositarios de una sensibilidad diferente. La sensibilidad que expresa Chiqui cuando cocina, cuando cuida al perro Severino –sí, como el anarquista-, cuando cuida a la plantita de marihuana…un humanista profundo que todavía cree en la caridad de los otros. Chiqui se sustenta pidiendo monedas en los semáforos. Walter el rolinga también expresa otra sensibilidad, en este caso en lo musical; explicando su relación emotiva con los Stones 
6… (Que se expresa en ese final tremendamente emotivo con el tema My girl de fondo, No necesito ningún dinero, tengo todas las riquezas que un hombre puede tener…). Acá también anida una realidad de época: las calles, las esquinas, las casas tomadas destilaban creatividad y esa magia –propia del under barrial- en donde podías encontrarte locos, poetas, filósofos, borrachos, chorros, vagos…todos componiendo una sinfonía de época. Polifonía potente y creativa.
(Esto también se puede ver en la escena de la fiesta en la casa. Entre todos los desconocidos que van cayendo a la fiesta, aparece un gordo con una sandia. En esta escena de antología, el gordo de la sandia 7 se pone a hablar de filosofías orientales…, yo hago yoga…loco)


4. Ahora es nuestra la ciudad: ciudad-vivida, ciudad-pibe.

Los pibes de Okupas piensan/hacen otra ciudad. La pueblan, la habitan, la reescriben, transforman los no-lugares en ranchadas. No transitan la ciudad, ladeambulan. Se pierden en ella, la experimentan, la viven, pequeñas batallas cuerpo-a-cuerpo con los dispositivos de control urbano-policiales. Evadiendo las preguntas de interpelación policial, aquellas de nombre y domicilio. Los protagonistas de Okupas tienen apodos, nombre de pila…viven en la calle o en una plaza o en una casa tomada (no tenemos más referencias…). Esos silencios, esos espacios en blanco, son potentes.
También hay luchas por la redefinición de los ilegalismos (y su administración). Una ciudad en la que –todavía- no tienen tanta fuerza las capturas y los marcajes de la máquina mediática-publicitaria. Una ciudad para experimentar, múltiples modos de habitarla surgen a la atmósfera, todo en borrador, todo como un ensayo. La ciudad es poblada en protestas públicas, rancheando en plazas, pidiendo monedas, tirados tomando una cerveza. Pero también es una ciudad que se deja experimentar, es un páramo; como tal tiene su signo ambiguo, por un lado no tiene un mapeo claro de fronteras y límites, es una ciudad que se amplía; de Congreso o Caballito al Docke o Quilmes. No hay operativos cerrojos. Pero por otro lado, es la ciudad de los sheriffs, la ciudad del todos contra todos, de la violencia densa, de la destitución del otro como par o semejante… la ciudad de la policía. Okupas también narra los modos en que se efectuó la ciudad-subjetiva (como ciudad-vivida, como ciudad-pibe).

Las calles y sus puntos nodales: esquinas, plazas, kiosquitos, son fábricas de experimentación e invención de nuevas formas de vida, son verdaderas fábricas políticas. Muchas de las solidaridades que se tejieron en esas noches y en esas calles quedaron flotando en la atmósfera como memorias.

Una hipótesis: Los protagonistas de Okupas expresan a los que preparan la sensibilidad callejera pre-2001, los que pusieron el cuerpo, los que suspendieron el miedo a la calle (La calle es el hábitat de los pibes, no hay miedo-ambiente, hay calle como continuidad de vidas que experimentan…paseadores de perro, motoqueros, vagancia en esquinas o recitales…). La calle como fábrica de nuevas sensibilidades, como invención y creación de un sensible nuevo. La ciudad, la calle como laboratorio de nuevos lenguajes, imágenes, formas de vida…
Los cuerpos de Okupas son los que protagonizaron el 2001, porque son cuerpos potentes, dispuestos a todo, des-sujetados del sí-mismo performateado socialmente (el del buen vecino, el del clasemediero, el del gil trabajador). Con una disposición anímica para la aventura callejera, y para el aguante (elementos tan necesarios para el estallido)

5. Nihilismo y pesimismo creador: El infierno esta encantador

Lo dicho, Okupas es una ficción oscura. La mayoría de las escenas transcurren en la noche. Se expresa el clima sombrío, la incertidumbre, la falta de planes del contexto histórico. Pero vale aclarar: en esos climas también se creaba. En el infierno también había alegría, embriaguez, elaboración colectiva del dolor y de los malestares, espacios de libertad, solidaridades. Un pesimismo creador. Un estado de éxtasis, de ruptura de la realidad cotidiana, de des-individualización, en donde se incubaron nuevos modos de subjetivación. Los protagonistas de Okupas tienen una relación musical con las cosas. Todo parece temblar, todo puede ser experimentado. Una mirada borracha de la vida y del mundo.
¿Qué imágenes parieron esos días embriagados?, ¿Qué imágenes crearon los pibes en sus recorridos?, ¿Existe una memoria sensible de esos días?, ¿memoria de otras formas de vida?….

En las memorias públicas actuales el 2001/2002 se relata cómo los años del infierno y de la crisis. Lecturas etapistas impiden ver matices, continuidades subterráneas, rupturas, discontinuidades, idas y vueltas, nada lineal. Mientras hubo tristeza, violencia, muerte, desocupación, falta de billete, también había alegría, creatividad, amistades, nuevos modos de lo común que se experimentaban, calles y esquinas con vagancia y energía. Hay que estar atentos a los reemplazos, a las traducciones de esos pasados recientes que –muchas veces- son inscriptos en una dialéctica histórica desvitalizada. No hay sucesión de bloques temporales compactos, convivía el miedo, la incertidumbre y la olla vacía, con la ocupación festiva (obligada en muchos casos) de la calle, con las “ganas de participar”, si no necesariamente en el destino social del país, si en el devenir de nuestras vidas. Una certeza de Okupas –y de la época que narra- es se sale en banda.

6. El desfondamiento de lo social/ El regreso del mundo adulto 8 (una relación con El puntero) 


Los pibes de Okupas ensayaban/experimentaban nuevos modos de los común, nuevas formas de estar juntos en un contexto de desfondamiento de lo social, losinteriores vaciados; la Familia, el Trabajo, El estudio (la escuela, la universidad), el imaginario de Progreso social, de lo sacrificial… Ricardo, pero también El pollo, Walter o Chiqui viven el estallido de la familia. Destituida la familia heredada, (la de la estructura…) hay que crear otra. Precisamente en la ranchada en la casa, se experimenta otra familia. Lo mismo pasa con las amistades: no son las heredadas (no son las arrastradas de escuelas, amigos de la infancia…) son las que se ponen a prueba en el paño, en la calle. Esto es interesante: la moral, la ética, se fundan en la acción, en la experiencia, no hay imperativos morales a priori; si hay amistad, hay que demostrarla saltando por el otro cuando la situación lo demande. Un empirismo superpotente.

Obviamente, las estructuras tiran, Ricardo en muchos momentos tiene una relación ambigua con esa subjetividad clasemediera. Ricardo tiene red, hay un estructura (familiar, de clase) que lo persigue y que esta lista para re-subjetivarlo si algo sale mal.
Pero también vive la pérdida de eficacia subjetiva de los discursos de la educación como medio de progreso social (ese discurso tan caro a los sectores medios…Ricardo abandona la carrera de medicina 9). Lo mismo pasa con el Trabajo: la identidad del trabajador ya no atrapa a los pibes, hay desocupación, hay changas, pero aparecen medios de rescatar guita que no son los del gil trabajador (el choreo, pero también pedir monedas, vivir de garrón, conseguir laburos que no impliquen mucho esfuerzo físico). En Okupas no hay solo desfondamiento de las instituciones10 sociales tradicionales, también hay rechazo a lo instituido. No solo se están cayendo a pedazos las imágenes tradicionales de la comunidad organizada; también hay un activo rechazo, una deserción por parte de los pibes. Ese rechazo, esa nausea frente a los existente fundaba la posibilidad de experimentar nuevas formas de vida. Inaugura un tiempo no-capturable por el Trabajo, el Consumo, los medios. Una vida boba de la que los protagonistas parecen escapar a las corridas.

En la oscuridad de Okupas, el mundo adulto esta destituido (o en proceso de destitución). La voz adulta es la voz careta o represiva: la de la yuta, el abogado, el comerciante…La única excepción es el viejo con códigos (con los viejos códigos) que encuentran en el Docke. Los ayuda con su flete para llevar a Pollo –que estaba tajeado- hasta la casa. Desesperados por el estado del Pollo, Ricardo ve al fletero arreglando su camioneta y le saca una navaja para que los ayude, en una gran respuesta, el fletero tira “no me mueven a navaja, nene”. No lo movía el miedo, lo movían otros códigos (ya difíciles de encontrar). Y los ayuda. Como lo hará para que Ricardo se vengue de El negro Pablo que le había querido comer el rosquete, “esas cosas me rompen las bolas, en el Docke no tratamos así a la gente”. Exceptuando esta figura, los adultos no tienen cabida. Los protagonistas son los pibes, los pibes tienen la pelota.

Ensayemos un ida y vuelta anacrónico con El puntero. En el puntero asistimos a la restitución del mundo adulto 
11, los adultos marcan las coordenadas. Los cuerpos de los pibes amenazan, inquietan un terreno gobernado por los viejos: el Gitano, El intendente, El concejal, El comisario, La madre 12 . El submundo de los viejos curtidos, la experiencia regresa como un valor social legitimo, el pasado vuelve a ser necesario. En Okupas, la experiencia es una búsqueda, es algo a conquistar en las calles, en la noche, en un barrio, en un monoblock jevi, en la toma y gestión de una vivienda. La experiencia implica desterritorialización del cuerpo, implica peligros, se experimenta con las drogas, se escapa de balas, se huye de la policía, la experiencia como ese conversar con la muerte. La experiencia en El puntero no es una búsqueda, es un valor que ya-portan los protagonistas.
En el puntero reaparecen las figuras adultas tradicionales que en Okupas eran marginales, denostadas o invisibilizadas: El Padre, El Jefe, El Líder Político…vuelven a ser necesarias. En Okupas los testigos de la época son los pibes. En la incertidumbre, en la precariedad, experimentando con sus vidas, intentando modos de vida colectivos (la gestión de la casa, la ranchada juntos…el salir a aguantarla…). Síntomas de que determinadas subjetividades estaban agotadas, fundidas, oxidadas: la del pibe de clase media que estudia, la del gil trabajador, la del buen hijo…Aquí radica uno de los gestos más potentes de la serie: la búsqueda de otras opciones vitales. El regreso de algunas figuras sociales (Trabajo, Consumo, etc.) arrojó al olvido a muchas de esas experiencias. O quizás no, la idea es ver donde mutaron, donde se actualizan, que discursos las convocan, para qué, con qué se componen. Lo decíamos más arriba, no todo el efecto de la incertidumbre del des-ocupado (en este caso del pibe del “ocio forzado”) se vivió de manera impotente y triste. También se cocieron y se incubaron otras maneras de encarar la vida. La experiencia de transvaloración de Ricardo es el producto del estallido del imaginario de la clase media urbana. (Las mismas condiciones de posibilidad del inminentepiquete y cacerolas)

7. El gasto y la aventura.


En conjunto cualquier juicio general sobre la actividad social se basa en el principio de que todo esfuerzo particular, para ser válido, debe poder reducirse a las necesidades fundamentales de la producción y la conservación” (…) “se otorga el derecho a adquirir, a conservar o a consumir racionalmente, pero excluye en principio el gasto improductivo” 
13

Los movimientos de los pibes de Okupas son puros gastos improductivos, irracionales. Acciones que no cuajan en la mecánica social productiva y racional. Gasto improductivo que tiene un fin en sí mismo, es inmanente (el sentido de ese gasto, su utilidad, no está diferida…), dilapidación de tiempo (perdiendo el tiempo…), de energías, de fuerzas…Aquí rige el principio de la perdida, del gasto incondicional, el que funda una ética del no-regateo. Esas acciones que se realizan sin reservas, libres de cualquier cálculo de medio-fines, acciones no-utilitarias. Como ejemplo, el capítulo en que El pollo, Walter y el Chiqui van a rescatar a Ricardo de la casa del Negro Pablo en los monoblocks del Docke 
14 . Cuando están volviendo a la casa, con el Pollo mal herido, con un facazo en la panza, Ricardo se encuentra con su prima Clara que le recrimina su conducta, Ricardo contesta enojado “Mirá, tengo un amigo con un tajo en la panza por defenderme, hacé lo que quieras…”. También podemos mencionar el capítulo final, Adiós y Buena suerte cuando balean a Chiqui también en una acción de aguante. Estas acciones despojadas de toda racionalidad del cuidado y la individualidad, fundan solidaridades potentes 15…En Okupas hay muchas apuestas a todo o nada. Apuestas que no excluyen la propia vida. El gasto es lo contrario a la acumulación, a la lógica del ahorro (de dinero, de energías, de fuerzas…de vida). Los pibes de Okupas, en cada una de sus movidas ponen toda la carne al asador… (También el inminente 2001 será un contexto de gasto social extraordinario…).

Lo dijimos, los pibes de Okupas gastan porque encarnan la forma de vida de losaventureros. La forma de vida de la aventura crea un paréntesis en la vida cotidiana, circula por otra temporalidad. Una temporalidad distinta a la que organiza y disciplina el tiempo social (el del Trabajo, La rutina, el Consumo, Los medios…). La temporalidad de la aventura es la de la duración (duración como intensidad…). La vida cuando es expuesta a la aventura, al riesgo, al peligro de la muerte, contiene más intensidad que la totalidad de una vida común. La vida de la aventura es la vida acelerada, radicalizada, ansiosa, embriagada….
16 Los pibes de Okupas son aventureros porque aceptan la incertidumbre, la afirman, ese es el suelo de sus movidas. No la niegan, pero como aventureros que son arman planes (planes colectivos…). Planes que no tienen garantías de éxito 17 , ni mucho menos, pero que sirven para crear imágenes, para pensar futuros…

Una última cuestión: Pensar –como en muchas ocasiones se hace- a estas movidas como producto del ocio forzado es un gesto sumamente reactivo. Cómo si se pudiera poblar de otros modos el tiempo cotidiano únicamente cuando ese tiempo nos lo otorgan despojado de cualquier disciplinamiento social (si es posible que una situación así exista). Una lectura inofensiva que piensa otro uso de los cuerpos, del tiempo, del espacio –uso colectivo, festivo, aventurero- simplemente como una especie de licencia…Por más que determinadas dinámicas sociales productoras de sociedad hayan quedado perimidas, eso no implica que cada momento en que se desplegó –y despliega- un tiempo de nosotros no implique una disputa política sumamente vital.

Preguntas finales: ¿Existe algo así como una memoria maldita de estas movidas pibes que se obtura en los discursos públicos/mediáticos actuales?, ¿Estos gastos incondicionales parieron memorias potentes?, ¿Dejaron “saberes generacionales” que son socialmente productivos en la actualidad (para el gobierno de lo social)? En tal caso, ¿Qué podemos hacer en el presente con esas imágenes, con esa memoria viva?

***

Notas al Pie:

1. Okupas se emitió en el año 2000, con repetición en el 2001. Escrita y dirigida por Bruno Stagnaro y producida por ideas del sur. Cuando el cínico de Marce producía también Todo x dos pesos…

2. Estado y máquina de guerra, Gilles Deleuze (Lo citamos porque se lo merece, por nada más).

3. El paraguayo Peralta –su vecino- le dirá, “Lo que pasa amigo es que la casa esa está engualichada…”

4. En el comienzo de Trainspotting, Mark Renton (el actor Evan Mac Gregor) corre –escapa de sus persecutores tras un robo, y también escapa de una forma de vida- mientras se recita un gran monólogo “Escoge la vida. Escoge un trabajo. Escoge una carrera. Escoge una familia. Escoge una puta televisión grande, escoge lavadoras, coches, discman y abrelatas eléctricos. Escoge buena salud, bajo colesterol, y seguro dental. Escoge pagos de hipoteca por cuotas. Escoge tu primer hogar. Escoge a tus amigos. Escoge trajes de poliester y maletas que combinen. Escoge un apartamento de tres habitaciones en alquiler en medio de un montón de putas fábricas. Escoge emborracharte y preguntarte quién coño eres un domingo por la mañana. Escoge sentarte en ese sofá, viendo programas de concursos que entumezcan tu mente y aplasten tu espíritu, mientras te metes una comida basura por la jeta. Escoge pudrirte al final de todo, estando sólo en una casa miserable, nada más que una vergüenza para los mocosos egoístas y malcriados que engendraste para reemplazarte. Escoge tu futuro. Escoge la vida… ¿Pero por qué querría hacer yo algo así? Yo escogí no escoger la vida. Yo escogí algo más. ¿Las razones? No hay razones. ¿Quién necesita razones cuando tienes heroína? «

5. Como ejemplo; las cámaras yendo a registrar la plaza del 2001 o la plaza de la muerte de Kirchner diez años después…acontecimientos que desbordan la pantalla, lo mediático aquí no es el a priori organizador del suceso social, sino la maquina que lo registra pos facto…). Algo de esto puede haber.

6. LLegamos al punto culminante del hecho, te voy a hacer escuchar el primer tema que yo escuché de estos tipos, de los rolling eh! Lo que confirmaron así la confraternidad sentimental auditiva musical que yo tenía… Ricardo, para! estas así a punto de presenciar el hecho que confirma, ratifica, la confraternidad que yo siento por estos tipos.. el punto G de la música digamo, entendés, una cosita así, ehh está bien Chiqui? Para ustedes loco! Esta es la presentación que Walter hace del tema My Girl, cuando va a poner play, la gente del negro Pablo irrumpe en la casa….

7. Ricardo abre la puerta de la casa y se sorprende, un gordo de enormes dimensiones, -un cuerpo barroco-vestido con una remera manchada, lleva una sandía en su hombro, lo mira y lo dice; Hola loco, traje una sandia…

8. A propósito, ¿los buenos volvieron y están rodando cine de terror?

9. Esa implosión de los interiores también se ve en un dialogo entre Ricardo y la piba con la que estaba saliendo, Ricardo le dice que estudiar no tiene sentido, que no sirve para nada…La ficción educativa pierde sentido. Pero la piba le responde que no le diga boludeces a su hijo, estudiar sirve, es un medio para salir de la situación de pobreza en la que ella y su hijo viven, no como Ricardo para quien la estadía en la casa –y en el mundo de la pobreza y la marginalidad- serían solo unas vacaciones.

10. El desfondamiento también incluye la pérdida de códigos en el hampa. Vemos a los chorros onda el Negro Pablo, el “tumbero malo”, que no tiene conflictos morales con la posibilidad de violar a un pibe en su casa. (una extensión del pabellón)

11. Mundo adulto no solo como corte etario, también como símbolo de la resignación. Con la adultez llega la estabilización de un estado de cosas, antes caóticas y experimentables. El mundo adulto como ese gesto reactivo de colgar los botines.

12. Es interesante ver como se repiten dos actores en ambas series: Rodrigo de la Serna –Ricardo en Okupas- encarna a Lombardo, el querible cachivache, el poronga . Ariel Staltari –Walter, el rolinga en Okupas- encarna a Luis, gil trabajador y cornudo…

13. La noción de gasto, G. Bataille.


14. Celebre capítulo 5, “El mascapito”.

15. Ejemplos reales de estas solidaridades se pudieron ver en Cromañon. Pibes que murieron por meterse a sacar a otros pibes…acciones que suspenden toda lógica de la seguridad.
16. La aventura siempre implica dos momentos; uno el del azar, el otro el de la necesidad. Es decir, el aventurero siempre está dispuesto a determinarse por la suerte de la caída de los dados. Acepta y apuesta a la contingencia. Esta siempre dispuesto a posar los sentidos en lo azaroso, y contingente de cualquier hecho o acontecimiento de la vida social. Todo lo que ocurre esta flotando sobre el mar del azar, un simple accidente y todo un orden existente puede repartirse de otra forma. Este es el momento en el que el aventurero se sumerge en la incertidumbre- es un animal de la incertidumbre-, es el momento de “partir de casa”, sin ninguna mochila provisora sobre los hombros, este es el impulso hacia la inseguridad. Es el accionar del pirómano que prende fuego su casa persiguiendo su deseo, sin importarle donde dormirá al llegar la noche. Es la experimentación del nómade, o del ludópata que pone sobre una ruleta el destino de su vida social. Pero también el aventurero tiene una disposición anímica para vivir su aventura. Es decir, no solo se arroja al azar, sino que también está dispuesto a afirmarse sobre ese azar. Este es el momento de la necesariedad, de la conquista.

17. Todo plan está destinado a fallar, dirá Jean-Luc Godard.

Diciembre de 2001 nunca ocurrió

Por Lobo suelto!

En fenómenos históricos como la Revolución Haitiana de 1804 o la Cubana del 1959, nuestro 2001 o el levantamiento de los indígenas bolivianos de octubre de 2003, hay siempre una parte de acontecimiento irreductible a los determinismos sociales, a las series causales. A los historiadores no les gusta esta dimensión, así que restauran retrospectivamente las causas. Pero el propio acontecimiento se encuentra en ruptura o en desnivel con respecto a las causalidades: es una bifurcación, una desviación de las leyes, un estado inestable que abre un nuevo campo de posibilidades. Borges ha hablado de estos estados en los cuales las diferencias mínimas se propagan en lugar de anularse y fenómenos absolutamente independientes entran en resonancia, en conjunción. En este sentido, aunque un acontecimiento sea contrariado, reprimido, recuperado, traicionado, no por ello deja de implicar algo insuperable. Son los renegados los que dicen: ha quedado superado. Pero el propio acontecimiento, aunque sea antiguo, no se deja superar: es apertura de lo posible. Acontece en el interior de los individuos tanto como en el espesor de una sociedad.
Claro que los fenómenos históricos que estamos invocando van acompañados de determinismos o causalidades, aunque sean de otra naturaleza. El amplio ciclo de luchas que por hábito y comodidad situamos en las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001 pertenecen al orden de los acontecimientos puros, libres de toda causalidad normal o normativa. Su historia es “una sucesión de inestabilidades y de fluctuaciones amplificadas”. Hubo mucha agitación, gesticulación, palabras, bobadas, ilusiones en el 2001, pero esto no es lo que cuenta. Lo que cuenta es que fue un fenómeno de videncia, como si una sociedad viese de repente lo que tenía de intolerable y viese al mismo tiempo la posibilidad de algo distinto. Es un fenómeno colectivo del tipo “Lo posible, que me ahogo…”. Lo posible no preexiste al acontecimiento sino que es creado por él. Es cuestión de vida. El acontecimiento crea una nueva existencia, produce una nueva subjetividad (nuevas relaciones con el cuerpo, con el tiempo, con la sexualidad, con el medio, con la cultura, con el trabajo…).
Cuando se produce una nueva mutación social, no basta con extraer sus consecuencias o sus efectos siguiendo líneas de causalidad económicas o políticas. Es preciso que la nueva sociedad sea capaz de constituir dispositivos colectivos correspondientes a la nueva subjetividad, de tal manera que ella desee la mutación. Ésta es la nueva “reconversión”. La construcción de un estado social durante el primer peronismo, el más reciente arribo de Lula al gobierno de Brasil, o el actual estado pluriétnico en Bolivia son ejemplos muy diferentes de reconversión subjetiva, con todo tipo de ambigüedades y hasta de estructuras reaccionarias, pero también con la dosis de iniciativa o de creación que constituía un nuevo estado social capaz de responder a las exigencias del acontecimiento. Lo propio en Argentina.  Tras el 2001 los poderes no han dejado de soñar, sin embargo, con la idea de que 2001 era un infierno, y que “había que acabar con aquello”. Y, en efecto, se ha acabado con mucho de todo aquello. Pero diciembre de 2001 no fue mera consecuencia de una crisis ni de una reacción a una crisis. Más bien al contrario. La dificultad para traducir la imaginación colectiva en nuevas formas políticas deriva directamente del bloqueo que la sociedad argentina se plantea en relación con las verdades de 2001. La convulsionada sociedad argentina muestra una enorme ambigüedad para operar una reconversión subjetiva a nivel colectivo, como exigía 2001: de no ser por ello, ¿cómo se podría hoy acometer una reconversión económica neodesarrollista en condiciones de izquierda? No ha sabido hasta el momento proponer a la gente algo que vaya más allá de una vida centrada en el consumo blando ni el trabajo más o menos precarizado. La radicalidad de la novedad de ese comienzo de siglo se ha marginalizado o caricaturizado. ¿Qué otra cosa podría ocurrir, puesto que todo dispositivo para una nueva existencia, para una nueva subjetividad colectiva, ha sido neutralizado –tanto por izquierda como por derecha– por la reacción ante el infierno de 2001? El espíritu de lucha y sed de creación que en todos los niveles habían desplegado las asambleas, y los movimientos piqueteros del interior del país y del conurbano ha sido ahogado, moderado o reconducido. En cada ocasión, lo posible parece haber quedado administrado en dosis cada vez más inofensivas. 
Nos encontramos por todas partes a los hijos de 2001, aunque ellos no sepan que lo son, y en cada sitio aparecen a su manera. No es una situación brillante. No son los jóvenes dirigentes. Son extrañamente indiferentes, y sin embargo están bien informados. Han dejado de ser exigentes, o narcisistas, pero saben perfectamente que nada responde actualmente a su subjetividad, a su capacidad de energía. Saben incluso que todas las reformas actuales se dirigen más bien contra ellos. Se han decidido a dirigir sus propios asuntos hasta donde les sea posible. Mantienen una apertura, una posibilidad. Su retrato poetizado lo ha hecho Mirta Rangel en su Fugas del papel; el actor Enrique Fonsi explica: “Es un personaje escindido, caso esquizo y ultra-sensato. Una mezcla de imaginación teórica y realismo urbano. Esta mezcla es la que lo vuelve loco. No ve nada. Sabe que no hay ningún empleo para él”.   
La necesidad de distribuir renta, gestionar el trabajo precarizado, con salarios que compiten violentamente con la suba de precios (sobre todo de la tierra, la vivienda, los alquileres y los alimentos) institucionaliza “situaciones de precariedad gestionada”. Los modelos en disputa se restringen, en el orden continental, al neo-desarrollismo abierto a la retórica de los derechos, o al neoliberalismo duro y puro. Europa y Estados Unidos, gestionando la bancarrota financiera, no tienen nada que proponer, y América del Sur no se decide a salir del estancamiento imaginativo luego de haber impugnado el neoliberalismo a secas, y caído –como estancada- en los límites de un neo-extractivismo con contención social. El campo de las posibilidades sigue situado en el eje sur-sur. Los desafíos para los movimientos sociales pasan por imponer nuevos imaginarios frente al monolingüismo consumista de las emergentes clases medias. Así como la esperanzadora “primavera árabe” debe enfrentar la ofensiva militar de la Otan y la codificación liberal de su horizonte. Y hasta el norte comienza a despertar lentamente, con el movimiento de las ocupaciones protagonizadas por los llamados “indignados”.
No hay más solución que la solución creadora. Estas reconversiones creadoras son las únicas que contribuirían a resolver la crisis actual y tomar el relevo de un Diciembre de 2001 generalizado, de una bifurcación o una fluctuación amplificada.
23-10-2011

A 10 de 2001…

El 19y20 de diciembre como problema de pensamiento actual
Por el colectivo de pensamiento en construcción

Lo que sigue es un conjunto de preguntas reales (reales en tanto sitúan problemas para los cuales no tenemos todavía una respuesta), e hipótesis arriesgadas que tal vez digan más de lo que la prudencia nos haría sostener. Nuestra apuesta es que constituyan un primer movimiento, sólo un primer movimiento, en el proceso de delimitación de un problema de pensamiento que esperamos poder elaborar junto a quienes se sientan convocados por la tarea…
01. Se sabe, aquello que irrumpió se trastoca en mito, que engendra la repetición, y la repetición la costumbre, y la costumbre el rito, y el rito el dogma y el dogma, por fin, la herejía. Hay en toda efeméride un elemento ritual, una idea cíclica del tiempo, que tiende más a la consagración sacra de lo acontecido que a su profanación. Toda efeméride tiende más al dogmatismo que a la apertura. Para bien o para mal, lo recordado tiende a consolar las conciencias. Pero es bien sabido que se da un paso adelante traicionando, es siempre el hereje el que continúa una tradición de pensamiento.
02. Sin embargo, hay algo de esa experiencia que se abre el 19y20 de diciembre del 2001 que todavía nos interroga. Más que una pregunta por la continuidad de la memoria, es una pregunta por la memoria de la discontinuidad. ¿Qué vivimos ahí? ¿Qué mundo cobró existencia el 19y20 de diciembre del 2001? ¿Qué potencias se desplegaron? ¿De qué limites pudimos hacer allí la experiencia? ¿Qué del 19y20 sigue activo en las apuestas colectivas contemporáneas? Siete años después, ¿tenemos respuestas para estas preguntas?
03. El 19y20 habrá sido lo que decidamos que sea. No un punto cero, un amanecer en la historia, sino un nudo.
04. El dogmatismo puede disparar para los dos costados, sea por el lado de enfatizar los límites de aquellas jornadas y sus efectos, sea por el lado de la exaltación militante del asambleísmo. Si la fidelidad es intervención organizada en el tiempo, proponemos hacer del 19y20 un nudo temporal que dio cuerpo a un recorrido militante, a un problema de la militancia; pero no para constatar las esperanzas incumplidas de esos días, ni tampoco para quedarnos aferrados eternamente a esa secuencia.
05. ¿Por donde empezar? Proponemos una posibilidad: Plantear que ese nudo temporal es nuestro obstáculo hermenéutico actual. Ser fiel a lo que allí rompió es construir un puente. Pero todo puente es una entidad artificial, una ficción que muchas veces oficia de imaginario, de encerrona ideológica, más que de apertura. Un puente es, al mismo tiempo, aquello que marca una cercanía, pero también una distancia. Es decir, si hacemos un puente en relación a 19y20 es porque ya cruzamos el río y miramos el camino transitado. ¿Qué se avista, 7 años ha, desde el otro lado? Ante todo problemas.
06. Un primer nudo, una primera cuestión: clarificar problemáticamente, teorizar, la noción de afecto. Se sabe que, desde Maquiavelo hasta acá, hay una separación tajante, en el hacer y pensar político, entre la esfera privada y la pública. La noción de afecto, tal cual la usamos impensadamente, borra esa distancia. Pero todo lo impensado tiene consecuencias.
07. Maquiavelo no separaba ética de política, sino que establecía un corte entre dos éticas distintas: por un lado la ética privada –ligada a la bondad cristiana y las buenas costumbres, que el mismo Maquiavelo, según sus biógrafos, tenía como parámetro de su comportamiento individual-; por otro una ética estrictamente política, autónoma de la sociabilidad establecida. A la palabra afecto la podríamos recuperar por ese lado. Si hay algún afecto que nos reúna colectivamente, ese debe ser un afecto político. Los resultados de la no separación de esas esferas –la privada y la política- los conocemos. Los grupos “afectivos” que se formaron están muchos más cercanos a la reunión de unos adolescentes bienintencionados que a un intento de reconstrucción del pensamiento comunista. No precisamos que el vínculo se imbrique a partir de la buena onda, sino a partir de la disciplina política.
08. El problema estalla cuando el afecto privado, ligado a la heterogénea circulación existencial y sus torniquetes diarios, deja de existir. Se sabe que las relaciones son volátiles. El desfondamiento político de los grupos, es cierto, es anterior a la crisis afectiva. Pero la imbricación de ambos términos oculta ese desfondamiento muy anterior. No hacemos política sólo para no sentirnos solos o para buscar un lugar de contención. La agregación afectiva trastoca al grupo en un ghetto, en una secta identitaria, y por ende, sin política, sin capacidad de alterar la situación. La herencia del 19y20 es también unas formas de congregación grupal cerradas, símil a la ortodoxia partidaria de izquierda, pero sin horizonte ni disciplina.
09. Intentemos enhebrar algunas otras hipótesis. Si el 2008 despliega el presente postestatal del Estado (que asume su nuevo rol: ser un agente más en la dinámica crecientemente compleja del mercado neoliberal) entonces el 2001 es el futuro postpolítico de la autoorganización (es decir, el horizonte actual de las prácticas que toman como punto de partida la creación de formas de vínculo social en medio de la dispersión). ¿Qué entender por “futuro postpolítico”? Que, en condiciones de dispersión (sin ordenamiento social estatalmente instituido que subvertir mediante una ruptura política) la política sólo es eficaz cuando viene después de un proceso instituyente de un modo de existencia colectiva.
10. Otro nudo, otra cuestión: El antiintelectualismo –revival, algo indigesto, de lo peor de los 70’- también fue un emergente de diciembre 01. Es, ante todo, un elemento bárbaro. La estupidez, la pereza intelectual, es una forma de opresión grupal, fogoneada por la urgencia del hacer. La inteligencia, la potencia del cráneo y de los ojos, es una praxis emancipatoria. La estupidez es opresiva y contagiosa. Hay quien dice por ahí que, ante tantos actos para nada, quizás sería interesante pensar las potencias revulsivas de la inacción. Por supuesto que exagera…Pero es una exageración que mueve al pensamiento.
11. La esencia reactiva y/o bárbara del antiintelectualismo contestatario, hacer para nada, hacer para que nada cambie, hacer sin pensamiento conlleva el problema principal de ser un gran adormecedor de nuestros problemas contemporáneos. El adormecimiento del espíritu crítico se trastoca en optimismo. El optimismo es un gesto antiintelectual, el optimismo es un gesto bárbaro. No hay, una mirada digna del género trágico no puede dejar de afirmarlo, posibilidad de alivio. Las decisiones del pensamiento exigen semejante coraje que impiden tenderle la mano a la liviandad reactivo-antiintelectual medioambiente. Una decisión de pensamiento implica un riesgo alocado, que no coincide con ningún optimismo. Precisamos organizar el pesimismo.
12. Sin embargo, el problema del giro antiintelectualista no es su poco saber. Sabe, quizás, demasiado. Sabe, ante todo, los gestos y los modos de existencia durmientes de quién decidió no pensar. Siempre es más tranquilizador, ante la ruptura de vínculos que prescribe el pensamiento de la política, el combate por una u otra orientación política, el decidir por la almohada de la tranquilidad grupal. Para romper con esa configuración subjetiva, no se precisa más formación, sino otro pensamiento. Acá los nudos se tocan, pues la imbricación arriba reseñada entre afecto y política hace que cualquier discusión política, cuando las hay, se entiendan como ataques personales.
13. Por otra parte, en un año de piquetes y cacerolazos también se impone la pregunta por los procedimientos. Si la estrategia del Estado post19y20 hacia las experiencias de autoorganización fue intentar retrotraerlas a modalidades de politización pre19y20, la táctica de un sector del capital (rentistas y empresarios agrícolas) consistió en la construcción de un movimiento de masas mediante la apropiación del repertorio de modos de lucha centrales durante la secuencia política inaugurada el 19y20. Sería posible argumentar que las cacerolas simplemente volvieron a su lugar de origen (Marcha de las Cacerolas contra el gobierno de la Unidad Popular en Chile, 1971). Pero la memoria inmediata de los cacerolazos los sitúa como banda sonora del “que se vayan todos”. ¿Se trata simplemente de procedimientos en sí mismos neutrales apropiables por las fuerzas coyunturalmente activas? ¿O existe además un efecto de resignificación del contexto previo en la apropiación bajo el nuevo contexto?
14. Sumemos otro interrogante: ¿en qué medida nuestro posicionamiento actual frente al 19y20 (fidelidad, renegación, ocultamiento, etc.) incide en los modos de participar en las experiencias de autoorganización contemporáneas? La renegación, que termina viendo mayores continuidades que discontinuidades. El ocultamiento, que intenta hacer desaparecer las consecuencias de los sucesos a partir de una referencia a una consistencia identitaria ahistórica (desde una “gran” identidad de clase, género u origen étnico a una “pequeña” identidad de grupo o estrato). La fidelidad, que desea extraer de forma creativa todas las consecuencias posibles de lo sucedido, intentando forjar con ellas un nuevo presente. Estrategias subjetivas diversas que tal vez permitan leer más de nuestra actualidad de lo que creemos en primera instancia.
15. Si la apuesta subjetiva, en relación al 19y20, es la fidelidad, la interrogación se vuelve más intensa aún: ¿cuáles podrían ser las consecuencias de aquella experiencia en este presente tan heterogéneo? Deductivamente, pensamos que se tiene que tratar de un problema de invención. Las consecuencias de un proceso inventivo se deducen a la par que se inventan. Pero ¿con qué criterios leer el grado de conexión -el grado de consecuencia- de las invenciones políticas en curso con el 19y20 sin hacer del 19y20 un modelo (que nos llevaría a la vía de la repetición alejándonos de la invención que está en el centro del 19y20 mismo)?
16. No hay destino escrito en nuestra época. La dispersión como palabra indicadora de nuestra situación oficia muchas veces más que de diagnóstico, de justificación de nuestros límites. Como toda generación, estamos condenados, no a dispersarnos, sino a errar.
rosario, diciembre del 2008

Volverse persona sin más…

Epístola del ruso Ángel Luis Lara –madrileño que vive en New York y participa del movimiento de ocupaciones que los medios (al menos los argentinos) llaman “los indignados” – a Luis Hernández Navarro, periodista mexicano, ligado desde siempre al zapatismo. Al parecer, Luis le pregunta por un libro sobre el movimiento y el ruso Lara da esta respuesta que es un fresco sobre la experiencia que se está produciendo en las “entrañas del monstruo.

Querido Luis,
(…)
La verdad es que el tema del libro no me provoca ningún interés y me da mucha pereza. Intuyo una fidelidad a las lógicas de la izquierda que me desata cierta alergia: insistir sin parar en ejercicios de genealogía y de arqueología para explicar el 15M como lo ya conocido, ahora multitudinario. Creo que es un error garrafal y que puede hacer daño al movimiento. Desde mi punto de vista, el 15M presenta una serie de innovaciones estructurales que modifican completamente la política, que se desconectan definitivamente del pasado y que redefinen la radicalidad en términos de anonimato, de lógicas post-identitarias y de prácticas post-dialécticas. No digo que los procesos sociales y políticos no tengan memoria, sino que en el caso del movimiento actual tengo la sensación de que se trata de una memoria de carácter paradójico e inédito: una memoria sin origen. Creo que lo interesante del 15M o de Occupy Wall Street es la novedad inmensa que están produciendo en términos de lenguajes, de prácticas, de lógicas y de procesos. Lo menos interesante es sujetar su potencia a parámetros patrimoniales o a ejercicios de continuismo histórico, como parece proponer Iglesias Turrión con su libro. Cuando estás dentro y los vives desde dentro, lo primero que llama la atención de estos movimientos es la ruptura tan maravillosamente decidida con todo lo conocido hasta ahora que encarnan, así como la crisis en la que nos meten a los activistas de toda la vida. De entre esos activistas, hay quienes sienten la crisis como una amenaza y se protegen invocando sus mitos y sus rituales e inventando una continuidad histórica. Otros, sin embargo, vivimos esa crisis con una enorme alegría y nos dejamos llevar para ya nunca más volver a ser los mismos: para desaparecer, fundirnos, ser todos, en definitiva, dejar para siempre de ser activistas y convertirnos decididamente en personas sin más. Unos sienten vértigo y miedo y tratan de ponerle diques al mar. Otros cogemos la tabla de surf que nos regalan los amigos que estamos haciendo en esta nueva experiencia y nos dejamos llevar por las olas, aprendiendo de la corriente todo lo que podemos. Algo de lo primero también hay en las crónicas de algunos periodistas de izquierda sobre el movimiento en Nueva York: obsesión por codificarlo en los parámetros estéticos y discursivos de la izquierda, incapacidad para entender la mutación y la ruptura radical con lo conocido que está en juego. Pienso que la potencia del movimiento tiene poco que ver con Pete Seeger o Bruce Springsteen. Eso es otra historia, una acabada, superada, desconectada. La banda sonora de las asambleas o las comisiones de trabajo en las que participo en Occupy Wall Street es más M.I.A., Nneka, Talib Kweli, Les Nubians, Maluca, Lupe Fiasco, La Bomba Estéreo, Moby, Mos Def, Major Lazer o Josh Fox, Dustin Hamman, Sean Lennon y Rufus Wainwright tocando por sorpresa una versión acústica del «Material Girl» de Madonna en Liberty Plaza. Definitivamente otra música, una que no le canta a la nostalgia. Tengo la impresión de que la única manera de entender el movimiento es estar dentro: ser movimiento. Desde fuera parece que no se agarra ni la mitad de lo que está pasando. Es muy interesante hasta qué punto las viejas posiciones y los viejos sujetos se agrietan y envejecen cuando se rozan con el movimiento. A lo viejo y acartonado le cuesta entender una de las particularidades más maravillosas de esta experiencia: en realidad no pedimos ni reivindicamos nada, en el fondo no protestamos contra nada, simplemente articulamos realidades y procesos concretos en los que se empieza a trabajar de manera creativa en órdenes institucionales de nuevo tipo y en composiciones del común con las que satisfacer colectiva y democraticamente viejos y nuevas necesidades, viejos y nuevos derechos. Fíjate por ejemplo una de la cosas que el movimiento está tratando de hacer en la gran manzana en el campo educativo: en vez de reivindicar una universidad pública y pedirles a las clases dirigentes unas políticas que favorezcan el libre acceso a la educación superior, lo que estamos haciendo es poner los cimientos de una nueva institución muy otra. El pasado sábado estudiantes, investigadores, profesores y catedráticos, entre otra flora y fauna, pusimos la primera piedra de una multiversidad de acceso libre («The Nomadic University of New York: The Common Knowledge»). Un proceso institucional concreto para construir en NYC la educación con quien no tiene derecho a ella y con quienes se ven encerrados en las cárceles del crédito y de la deuda para acceder a ella. No sabemos lo que dará de sí el camino y dónde nos llevará, lo que sí intuimos es que el proceso tiene que ver más con los desaprendizajes que con el aprendizaje. En cualquier caso, lo que tenemos claro es que no le pedimos nada a nadie, sino que lo hacemos por nosotros mismos. Por eso cuando al movimiento se le exigen demandas, el movimiento contesta que la demanda es el propio movimiento: no se demanda nada, se hace sociedad. En el fondo es un cambio extremadamente potente en la manera y el contenido de las narraciones. Lo que estoy aprendiendo en Occupy Wall Street es una manera colectiva, abierta y plural de preguntarnos por nuevas narraciones a construir y usar para la liberación, porque las que hemos usado hasta ahora sentimos que no presentan ya utilidad alguna ni se conectan con el presente que habitamos. En el fondo, siempre ha existido una lucha desigual y asimétrica entre dos tipos de lógicas narrativas. Por un lado, la dialéctica hegemónica siervo-señor, heredada de Hegel, con la que la izquierda y el movimiento obrero han definido históricamente un futuro crepuscular para el señor y un destino luminoso para el siervo: una robinsonada epistemológica en la que el siervo acaba por instalarse en el puesto del señor (=socialismo). Por otro lado, sin embargo, han existido en la periferia de la Historia los relatos orales y proscritos nacidos en el nexo postcolonial esclavitud-diáspora, con pistas en los remotos arquetipos mediterráneos del Éxodo y de los viajes de Odiseo. En este segundo orden narrativo la actividad no produce estabilidad más que de pasada, tampoco se resuelve en Derecho, aunque no deje de fundar nuevos órdenes y experiencias institucionales. El esclavo no aspira a sustituir al señor como amo de la plantación, de igual manera que el precario no resuelve sus problemas con el puesto fijo. La narración del primer tipo se hace izquierda y aspira a devenir Estado. Las otras narraciones son el tejido de una multitud irremediablemente heterogénea e irrepresentable en el Estado. En el fondo, me da la sensación de que posiciones y materiales como el de Pablo Iglesias Turrión tal vez pretenden sujetar el movimiento a la primera lógica narrativa para hacer con él Historia. Tengo la impresión, sin embargo, de que la potencia del movimiento está en otros lugares y en otro tiempo: en Occupy Wall Street estoy aprendiendo que narrar es dejar de buscar el sentido de la Historia para encontrarlo y reconocerlo en las historias. No sabes la alegría y la felicidad que el movimiento me está regalando. Nunca antes había vivido y sentido nada parecido. Como volver a nacer, pero nacer otro.
Va un grandísimo abrazo.
ruso.

Mantra de la revuelta

por Franco Berardi (Bifo)
El 15 de febrero de 2003, cien millones de personas marcharon por las calles del mundo por la paz, exigiendo que la guerra contra Irak no devastara de forma permanente la faz del mundo. Al día siguiente el presidente Bush dijo que no le importaba nada toda esa gente (yo no necesito de “focus groups”) y comenzó la guerra. Sabemos cuál fue el resultado.

Después de esa fecha el movimiento se disolvió, ya que era un movimiento ético; el movimiento de la gente de bien que en el mundo rechaza la violencia de la globalización capitalista y la violencia de la guerra.

El 15 de octubre en buena parte del mundo salió a las calles un movimiento igualmente amplio. Aquellos que dirigen las organizaciones que mantienen depauperadas a las personas sonríen nerviosamente y dicen que están de acuerdo con quienes se enfadan ante la crisis, siempre y cuando lo expresen cortesmente. Están nerviosos porque saben que este movimiento no se disolverá, por la sencilla razón de que el levantamiento no tiene únicamente razones éticas o ideológicas, sino que se basa en la materialidad de un estado de precariedad, de explotación, de empobrecimiento creciente. Y de rabia.
La rabia a veces alimenta la mente, a veces se manifiesta como psicopatía. Es sin embargo inútil predicar a los enojados, porque eso los enoja más. Aunque no sobran razones para escuchar a la razón, en tanto la violencia financiera está produciendo una rabia psicopática.
Un día antes del evento del 16, en una entrevista publicada por un periódico llamado “La Stampa”, declaré que en mi opinión lo mejor era que la manifestación en Roma no tuviera enfrentamientos, para hacer posible que la experiencia terminara en acampada. Las cosas no resultaron así, pero no creo en absoluto que la movilización haya sido un fracaso sólo porque no terminó como yo esperaba.
Un incontable número de personas se ha manifestado en contra del capitalismo financiero que intenta descargar su crisis sobre la sociedad. Hasta hace un mes, las personas veían la miseria y la devastación producida por las políticas del neoliberalismo como un fenómeno natural; inevitable como las lluvias de otoño. En el transcurso de unas pocas semanas el rechazo del liberalismo y del financierismo se ha colocado en el conocimiento de una parte decisiva de la población. Un número creciente de personas, de mil maneras diferentes, manifestó su enojo; a veces incluso desde la autoderrota, ya que muchos pensaron que el suicidio es mejor que la humillación y la miseria. 
He leído que algunos se quejan de que la rabia le estorba al movimiento de la Piazza San Giovanni y a sus carrozas de colores. Pero el movimiento no es un juego en el que se deba seguir un guión. El guión está en constante cambio y el movimiento no es un sacerdote ni un juez. El movimiento es un médico. El médico no juzga la enfermedad, la cura. 
Quien esté sólo dispuesto a salir a las calles cuando las cosas estén ordenadas y no haya peligro de revolverse con los violentos, será mejor que en los próximos diez años permanezca en casa. Sin embargo, no esperen sentirse mejor por quedarse en casa; la violencia llegará allí también. Ni siquiera a manos de la policía o de los fascistas; sino a manos de la pobreza, del desempleo y de la depresión. Y puede incluso que también de la mano de los agentes de la justicia. 
Por lo tanto, es mejor prepararse para lo inesperado. Es mejor saber que la violencia infinita del capitalismo financiero en su etapa agonizante produce psicopatía, así como racismo, fascismo, autolesiones y suicidio. ¿No le gusta el espectáculo? Es una pena, porque no se puede cambiar de canal. 
El Presidente de la República dice que es inadmisible que se rompan las ventanas de los bancos y que se queme un camión en marcha a toda velocidad, como un carrusel asesino. Sin embargo, el presidente cree que es admisible tener como Ministro a un hombre juzgado por sus ligas con la mafia; tan es así que le firma la nómina, aunque a regañadientes. El Presidente de la República considera admisible que un Parlamento comprado con el dinero de un sinvergüenza siga legislando sobre la piel de la sociedad italiana; tan es así que no disuelve las Cámaras corruptas. El Presidente de la República considera que es admisible aprobar leyes que destruyen los contratos colectivos; tan es así que las firma. Por lo tanto, me importa un bledo lo que el Presidente considere inaceptable. 
Camino entre los psicópatas y los violentos por la sencilla razón de que la enfermedad se agudiza si la sufrimos todos. Les pregunto a unos y a otros, sin tanta vuelta: ¿creen que quemar bancos terminará con la dictadura de las finanzas? La dictadura de las finanzas no está en los bancos; sino en el ciberespacio, en los algoritmos y en el software. 
La dictadura de las finanzas está en la mente de todos aquellos que no pueden imaginar una vida libre de las formas del consumismo y la televisión. 
Camino entre las personas a quienes la rabia ha vuelto irrazonables, y les pregunto: ¿creen que el movimiento puede ganar la batalla entrando en la trampa de la violencia? No somos un ejército de profesionales dispuestos a matar, y esa disputa violenta se la tendríamos que ganar a los profesionales de la guerra. 
Pero, como he dicho, sé que estas palabras no tendrán un efecto mayor que aquellas con las que se predica a los pájaros. 
Lo sé, pero sostengo lo que digo. Lo digo y lo repito, porque sé que en los próximos años vamos a ver mucho más que un par de bancos con vidrios rotos o de camiones en llamas. La violencia está destinada a extenderse por todas partes. Y habrá violencia sin pies ni cabeza; de quienes pierden su empleo, de aquellos que no pueden enviar a sus hijos a la escuela, e incluso la violencia de aquellos que no tienen nada que comer. 
¿Por qué deberían escucharme a mí, los que odian a un sistema tan odioso que es sobre todo odioso no acabarlo de una vez? 
Mi deber no es aislar a los violentos; mi deber como intelectual, como activista y pensador proletario es encontrar una salida. Sin embargo, para buscar una salida debo estar donde el sufrimiento es mayor, donde la violencia está al máximo, a tal grado que se manifiesta en sordera, en psicopatía, en auto-destrucción. Debo acompañar a la locura suicida en su recorrido manteniendo el espíritu claro y la visión clara ante el hecho de que aquí no hay otro culpable que no sea la sistemática rapiña. 
Nuestro deber es inventar una forma más eficaz de la violencia, e inventarla rápido; antes de la próxima reunión del G20, cuando en Niza se reúnan los hambreadores. En esta ocasión no los persigamos, no vayamos a Niza por enésima vez para expresar nuestra rabia impotente. Vayamos a miles de lugares en Europa, a las estaciones, a las plazas, a las escuelas, a los grandes almacenes y bancos, y activemos los megáfonos humanos. Una niña o un anciano jubilado gritarán las razones de la humanidad defraudada, y cientos a su alrededor repetirán sus palabras, para que otros las repitamos en un mantra colectivo, en una ola de toma de conciencia y solidaridad que encierre a los hambreadores en su remolino y se lleve su poder sobre nuestras vidas.
Un mantra de millones de personas derribará los muros de Jericó, mucho más eficazmente que un piquete o que un cóctel molotov.

¿Puede hablarse de un derecho al racismo?

Por Taller de coyuntura


La reunión anterior, tratando de pensar las dinámicas políticas actuales, dimos con la idea de ultracentrismo. Esa noción designaría menos una postura ideológica que  una tendencia de las diferentes manifestaciones y formas políticas a converger en un movimiento centrípeto. Menos un espacio que dependa de la voluntad clara y firme de los grupos en el poder, y más la resultante de una dinámica política que responde a una la necesidad y a una posibilidad de articular una precaria estabilidad, un cierto equilibrio entre una amplia diversidad de actores sociales y económicos.
Aquella dinámica centrípeta funciona, entre otras cosas, en virtud de una amplia retórica de los derechos. Lo que nos preguntamos hoy es por una vía más oscura de aspirar a participar de esta estructura. Por una vía abiertamente reaccionaria que nombramos como “derecho al racismo”. ¿De qué se trata?  
En la trama social contemporánea el racismo toma especial fuerza en ciertos momentos de conflictividad. Ejemplos muy visible: los trasladados de los habitantes de una villa hacia a algún otro barrio; en la convivencia de no pocas escuelas públicas de la ciudad. Llamamos ahora racismo a la operación por la cual se traza una divisoria que distingue en las poblaciones -o territorios- entre deseables e indeseables, propios y ajenos. En el lenguaje político actual distingue a los vecinos (a quienes se con plenos derechos para participar de lo público), de los usurpadores (a quienes se califica como delincuentes, ilegales, peligrosos, narcos, villeros, etc). Los primeros serán considerados como víctimas a proteger, y los otros como amenaza. 
Para ver cómo funcionan estos mecanismos del discurso racista proponemos reparar en la toma del Parque Indoamericano en diciembre de 2010. El enfrentamiento que se vivió por aquellos días en Villa Soldati, lejos de ser codificada como una guerra de pobres contra pobres (como suelen titular los medios de comunicación), fue tratada como un enfrentamiento entre vecinos yocupantes. Sobre todo a partir de identificar a quienes participaron de la toma como extranjeros. Macri habló de una “inmigración descontrolada” (responsable de delitos, del narco, de la violencia), en el marco de una proliferación de discursos xenófobos… 

Toni Negri x 2

Entrevista a Toni Negri y Michael Hardt
Por Blanca Beatriz y Lola Matamala

A pocos días de llegar a la Argentina, Toni Negri yMichael Hardt visitaron Madrid para presentar su último libro, Commonwealth. Aprovecharon también para reunirse en el Centro Social Tabacalera con participantes del 15M y conocer a este movimiento.
DIAGONAL: En Commonwealth se refieren al concepto de gestión de lo común. ¿Cómo es posible llevarlo a la práctica?
MICHAEL HARDT: El agua es un buen ejemplo porque es un bien común, pero no se hace común de inmediato. Para hacerlo , hay que hacer algo. No es sólo construir una infraestructura física de distribución sino también un dispositivo político e intelectual para hacer de todos ese bien natural. La Educación es otro ejemplo. Tenemos escuelas y universidades públicas que pertenecen al Estado y otras que son privadas. ¿Qué sería una educación común? Hay que inventarlo, crearlo. Hay proyectos para hacer común la educación, con autogestión, autoeducación. La Universidad Nómada es un ejemplo de un proyecto de autogestion de lo común que es la educación, el saber.
TONI NEGRI: Aunque también hay males comunes como la moneda. Es difícil imaginar un mundo en el que no existan medios de intercambio. Es sin duda algo que es común y puede ser apropiada: tiene dentro de sí los mecanismos mismos de apropiación. Pero son reapropiados o se ven reapropiados de manera fraudulenta por quienes emiten estos medios. De este modo se tornan métodos de endeudamiento para la construcción de la explotación. ¿Cómo reconquistar lo común en este terreno? Habría que reducir los procesos bancarios y financieros a una dimensión de puro control del intercambio, por ejemplo.
D.: Explican que las asambleas constituyentes deben servir para modificar las constituciones actuales por su falta de representatividad. En ese sentido, ¿siguen defendiendo la Constitución europea?
M.H.: La única parte positiva de la Constitución europea es que crea un espacio de lucha porque se definen las propuestas que hay que defender. Sirve para fijar el debate.
T.N.: Es difícil considerar como tal a la Constitución europea ya que es un acuerdo internacional que se verificó entre un cierto número de Estados europeos. Tiene la estructura de un acuerdo, no de una constitución, y en esa medida tiene todos los defectos de las constituciones sin tener ninguna de sus ventajas. Ésta es una constitución fuertemente condicionada por las necesidades de acuerdos financieros para la construcción y cobertura de la banca europea, no tiene en cuenta la necesidades de la ciudadanía europea. Un ejemplo es la cuestión de la emigración, que se desarrolla sobre un acuerdo policial bastante reaccionario. El único elemento positivo es el hecho de haber vuelto a dirigir la atención política hacia una nueva entidad, un nuevo espacio, que es adecuado, desde el punto de vista de los movimientos, a una reorganización plural en el ámbito global. Es probablemente el terreno en el que habrá que localizar en la próxima fase de este medir el desarrollo de las libertades en este mismo siglo. Es imposible pensarlo a nivel español, italiano, francés: será preciso pensarlo en el ámbito de la Unión Europea. Es importante porque vincula un espacio a una propuesta política, la cualifica diferencialmente y la determina, la hace concreta. Es evidente que los niveles nacionales, por lo menos en Europa, se han visto superados. Hay una cultura crítica europea que es un hecho común y que hay que asumir como tal.
D.: Sobre el Movimiento 15M ¿cuál creen que es el detonante para que haya surgido en estemomento?
T.N.: El 15M aparece en una fecha electoral determinada y tras una traición por parte de Zapatero. Él llegó al Gobierno a partir de un movimiento social que partió precisamente de ahí. Esa traición se la hace pagar el 15M. También creo que la historia de la República está detrás. Es el gran momento de la reaparición de la democracia republicana porque en España no ha habido una verdadera transición. De hecho, hay elementos republicanos dentro del 15M que son innegables. Por otro lado, en España la crisis ha sido particularmente fuerte. Es la crisis económica general y el no querer pagar sus deudas. En la construcción de lo común es cómo se les hace pagar. En este movimiento el génesis es fácil de entender pero todavía no se ve hacia dónde se dirige y este es el problema político. En el encuentro en Tabacalera parecía que me hubiera caído en la marmita de Astérix. Me impresionó esta asimetría entre la propuesta política y lo político como sistema político. La gente está aquí pero no quiere ir hacia esa forma de hacer las cosas. Es un éxodo de la cultura política.
D.: Elogian la pérdida del miedo que supone el 15M. ¿A qué miedo se refieren?
T.N.: Hay muchos tipos de miedo y se cualifica de diferentes maneras. Uno de ellos es cuando se pone el cuerpo. El terror estatal se apoya en la concepción del cuerpo. Pasando por él, la cabeza también puede ser condicionada a través de la tortura. Se ataca el cuerpo para hacerte cambiar el cerebro, para decir lo que quieren que declares, por eso el cuerpo es una parte fundamental. La traición filosófica de la vida consiste precisamente en declarar la existencia sólo a través del cerebro cuando se declara que se existe sólo si se piensa y no es cierto. Es la traición cartesiana a la vida, es la traición filosófica a la vida y en cambio, el cuerpo, se vuelve absolutamente fundamental. El dicho spinoziano es central: no sabéis lo que puede un cuerpo.
Otro gran miedo es superar el individualismo. Definirse como el entrelazamiento de singularidades. No somos esos seres pequeños con nuestro pensamiento, con nuestra pequeña alma. Somos algo que habla, que se expresa a través de la palabra y somos ésto. Este conjunto que luego se torna pintoresco con las tiendas en las acampadas: son el retrato de la potencia de la historia.
D.: Una última cuestión. ¿Los intelectuales tienen que ser observadores o participantes?
M.H.: y T.N.: ¡Participantes!
DIAGONAL: ¿Qué es lo novedoso en el 15M en la escena política, en el activismo político, que no hubiera antes?
TONI NEGRI: Hay algo nuevo respecto a las luchas anteriores: ¿De qué manera podemos agregar los discursos? Antes había una dirección inteligente, no necesariamente sectaria pero con aceleración del discurso. Aquí es menos virulenta, hay una relación con el tiempo que caracteriza mucho al movimiento indignado. Hay una temporalidad lenta pero construída que agrega y reúne y que, por ahora, ha sido un elemento de fuerza. Me parece muy característico. Es casi una transformación del modo de hacer política: antes era muy acelerado, muy ansioso. Aquí existe esa reflexión sobre la temporalidad y es un elemento muy institucional, nítido, preciso, nada anárquico. A través de esa lentitud se va depositando la voluntad común.

Libertad, Igualdad, Fraternidad

Apuntes individuales sobre la autoría colectiva*

por Rubén Mira

«No pretendo que lo empujéis o lo sacudáis. Sino tan solo que dejéis de sostenerlo«.
Etienne de la Boetie. 1548
«El futuro del arte se liga no a la creación de obras, sino a la creación de nuevos conceptos de vida. El arte no tiene ninguna importancia, es la vida lo que cuenta«.
Roberto Jacoby. 1968.


Primer término
Es demasiado tarde y aun ni comenzamos. El peso tremendo de lo ocurrido, todo lo ocurrido, tan tremendo y aplastante, hace que lo que ocurre solo pueda encontrar su constancia en el instante y su fuerza en la fragilidad.
El territorio de las artes pertenece al desastre ocurrido. Un pasado inmediato que adquiere una forma espectral de presente gracias a la repetición, pura función de la maquina territorializadora operando en el frio espacio vacío. La maquinaria territorializadora de las artes acecha a lo que ocurre, espera, paciente, para ejercer su función apropiadora, su tenaz tentación. La maquinaria de las artes se sabe ganadora. Y lo es.
Ella, la maquinaria, supo ganarse lo suyo. Durante más de un siglo lucho por nuestra libertad y defendió nuestra igualdad, ampliando su campo de batalla desde su propio desastre al desastre mismo. Ahora, que somos todos libres e iguales, libres para expresar lo que se nos ocurra, iguales para producirnos como iguales a nosotros mismos, ahora que el desastre ordena: sé libre, sé vos mismo; ahora que el desastre nos reclama artistas, hay que ser un necio o un traidor para no aceptar que esa libertad y esa igualdad no puede cobijarnos, porque no es nuestra.
Es tarde, pero los perdedores empiezan a comprender el poder de la derrota. La maquinaria victoriosa del desastre se afirma en la obligatoriedad del Yo. El espacio difuso de la derrota, en cambio, asume la identidad colectiva. La maquinaria depende exclusivamente del yo, el yo autor, el yo dueño, el yo espejo, y el yo le da todo, porque la maquinaria le promete todo lo que el yo quiere. Frente a semejante derivación complementaria, el nosotros solo puede ocurrir como accidente del instante y su fragilidad. Pero la búsqueda de esa ocurrencia esquiva, puede y debe transformarse en una posición política.
Segundo término
Si el territorio de lo artístico sigue siendo funcional al desastre, es por su eficacia policial sobre la ocurrencia, la fragilidad y el instante, por su capacidad de imponer la marca del yo a todo lo que vive y se desplaza, a todo encuentro, a todo flujo de deseo no programado. En el movimiento inverso, el nosotros encuentra en el territorio de las artes residuos útiles, recursos y fundamentos de lo imprevisto, lo vivo y lo sagrado. El territorio de lo artístico se vuelve impreciso, una frontera caliente entre el desastre y lo que ocurre, de allí la importancia del territorio de las artes como región de combate.
Operamos en zonas de derrumbes, nada aquí puede darse por cierto, por definitivo, Toda forma aquí surgida no puede sino ser paradojal. Anónimas, orales, locales, las formas genéricas del nosotros todavía no pueden entreverse sino como opuestos a los géneros del yo. Pero existe en el nosotros una sabiduría colectiva, una memoria instintiva que reacciona contra la modernización, la transgresión, lo novedoso; una reacción que es tan intensa como odio al neoclasicismo liberal, promotor de la aceptación del desastre como escenario excluyente y único dueño de las reglas de juego. Esa sabiduría es la línea de fuga de la creación del nosotros.
Jugamos al complot, practicamos el contrabando, el pillaje individual en baja escala. Rodeados por la obligación de la subsistencia, hacemos de la conjura del nosotros un gesto casi aristocrático. Breves, aleatorios, locales, los auténticos modos de organización del nosotros tampoco se muestran aun en toda su potencia. Pero el nosotros también recela de los márgenes, las exclusiones y los bordes, tanto como escapa de los lugares preestablecidos de la protesta, la denuncia y el enfrentamiento global anti global. Este recelo es el fundamento de la moral del nosotros.
También es temprano aun para percibir qué nuevos modos de subjetividad creará la radicalización del nosotros. Seguro no será la construcción de grupos como marcas grupales, ni la suma de firmas en eventos colectivos, formas terapéuticas del compartir generadas por el desastre. Tal vez la impronta del nosotros se materialice en un modo más contundente que poético de decir que el yo no es sino un nosotros, que el nosotros es todo, y el yo, no es nada. Por ahora, y este por ahora es tal vez un para siempre, el nosotros vive ejerciendo el oficio del doble agente: trae al territorio propio lo necesario para el sustento de lo frágil e instala en territorio del desastre noticias del instante y su ocurrencia.
Tercer término
Los dos territorios no están opuestos, no hay foco ni frente en el nuevo campo de batalla. Los dos territorios están superpuestos. El desastre está en todos lados. Lo que ocurre está ocurriendo en todas partes. No hay relación alguna entre los hechos que ocurren, no hay redes totales de ocurrencias ni organización en función de un gigantesco ocurrir futuro. Pura táctica, solo importa que el ocurrir ocurra, la fragilidad esencial de instante y la conciencia de que el mismo enfrentamiento, con la misma lógica, está siendo planteado y sostenido en múltiples puntos.
En territorios del desastre, todo parece lo mismo. La repetición arrasa con cualquier escala o valor y así, tres palabras ideales como libertad, igualdad, fraternidad, pueden transformarse en el título de un manual de marketing estratégico o un libro de autoayuda.  Pero el nosotros incursiona en territorio del desastre bajo el disfraz de lo mismo creando oportunidades de discriminación, sembrando testers y proponiendo que no es lo mismo aquello que no produce los mismos efectos. Y si no ocurre lo mismo es porque lo que ocurre proviene de una matriz distinta.
El sueño fue cifrado en tres palabras: libertad, igualdad, fraternidad. Dos de ellas han sido primero dadas, luego impuestas. La exclusión del tercer término es el precio que hubo que pagar por ser libres e iguales. Y así, rengos, y cada uno por las suyas, los traidores intentan correr hacia el futuro. El nosotros, en cambio, propone un ensayo, un campo de pruebas, un experimento estratégico: unir otra vez las tres palabras en un solo espiral de forma y sentido, a ver qué pasa, qué ocurre, si se abre una brecha que, en lugar de marchar hacia adelante, nos permita ir hacia arriba.
Libertad, igualdad, fraternidad; tres palabras que fueron un sueño, Libertad, igualdad, fraternidad, tres palabras que se transformaron en una consigna. Libertad, igualdad, fraternidad, tres palabras que pueden ser ejercidas como un mantra. En el territorio de la repetición, en la vergonzante gloria de los ganadores, la belleza es terrible, porque si nace, nace muerta. Mientras tanto, es tarde, demasiado tarde, pero estamos empezando.
* Este texto fue escrito para, o publicado en, el catálogo de la Bienal de Lyon

El capitalismo es el auténtico problema

Por Slavoj Zizek
¿Qué hacer después de las ocupaciones de Wall Street y de tantos otros lugares? Uno de los grandes peligros que acechan a los manifestantes es que se enamoren de sí mismos. En San Francisco, donde se hicieron oír los ecos de la ocupación de Wall Street, esta semana un hombre se dirigió a la multitud para invitarla a participar como si se tratase de un happening al estilo hippie de los años 60 : “Nos preguntan cuál es nuestro programa. No tenemos programa. Estamos aquí para pasarla bien.” Los carnavales son baratos.
La verdadera prueba de su valor es lo que queda al día siguiente, de qué manera cambiará nuestra vida diaria. Los manifestantes deberían enamorarse del trabajo duro y paciente: son el comienzo, no el fin. Su mensaje fundamental es: se ha roto el tabú; no vivimos en el mejor de los mundos posibles; estamos autorizados, incluso obligados, a pensar en alternativas.
En una especie de tríada hegeliana, la izquierda occidental ha dado un giro completo: después de abandonar el “esencialismo de la lucha de clases” por la pluralidad de las luchas antirracistas, feministas y de otro tipo, el capitalismo claramente está resurgiendo como el auténtico problema.
Por eso, la primera lección que debemos aprender es: no le echemos la culpa a la gente. El problema no es la corrupción o la codicia, el problema es el sistema que nos empuja a ser corruptos.
Tenemos por delante un largo camino y pronto tendremos que ocuparnos de las preguntas difíciles. ¿Qué organización social pude reemplazar al capitalismo existente? ¿Qué nuevo tipo de dirigentes necesitamos? ¿Qué órganos, incluidos los de control y represión? Las alternativas del siglo XX no funcionaron.
Aunque es emocionante disfrutar de los placeres de la “organización horizontal” de las multitudes que protestan con solidaridad igualitaria y debates libres de final abierto, también deberíamos tener presente lo que escribió G.K. Chesterton: “El mero hecho de tener una mente abierta no significa nada; el objetivo de abrir la mente, así como el de abrir la boca, es volver a cerrarla sobre algo sólido”.
Esto vale también para la política en épocas de incertidumbre: los debates de final abierto tendrán que aglutinarse no sólo en algunos significantes maestros nuevos sino también en respuestas concretas a la vieja pregunta leninista: “¿Qué se ha de hacer?” Los ataques conservadores directos son fáciles de responder. ¿Las protestas son antiamericanas? Cuando los fundamentalistas conservadores afirman que Estados Unidos es una nación cristiana, uno debería recordar lo que es la cristiandad: el Espíritu Santo, la comunidad libre e igualitaria de creyentes unidos por el amor. Los manifestantes son el Espíritu Santo, mientras que en Wall Street los paganos adoran ídolos falsos.
¿Los manifestantes son violentos? Es cierto que su mismo lenguaje pudiera parecer violento, pero son violentos sólo en el sentido en que Mahatma Gandhi era violento. Son violentos porque quieren cambiar cómo son las cosas. ¿Pero qué es esta violencia comparada con la violencia que se necesita para asegurar el funcionamiento sin sobresaltos del sistema capitalista mundial?

Traducción de Elisa Carnelli

La dificultad para manejar nuestros desacuerdos

 por Raúl Zibechi

Cuando millones de personas en todo el mundo empiezan a ocupar los espacios públicos, calles y plazas, edificios abandonados por el mercado y edificios de instituciones estatales, aparecen nuevos debates que afectan, de modo casi inevitable, a las fuerzas que luchan por un mundo nuevo. En meses recientes se han hecho visibles serias contradicciones que afectan a los movimientos tanto del centro como de la periferia, a los que actúan tanto en países gobernados por fuerzas conservadoras como de izquierda.
Por momentos, el carácter de esas contradicciones parece revivir viejos debates entre socialdemócratas y comunistas, entre estalinistas y trotskistas, o entre los partidarios de la vía armada y la electoral. Algo de eso sucede, pero afloran además divergencias que los movimientos antisistémicos no han resuelto y que amenazan con neutralizar las luchas en curso. No sólo se trata de divisiones más o menos serias y profundas, sino que esas divisiones a menudo revelan la existencia de objetivos opuestos en un contexto en el cual nadie tiene una estrategia para hacer realidad la célebre consigna Otro mundo es posible.
Dos ejemplos, sucedidos en días recientes en lugares distantes entre sí, ponen de manifiesto esta situación. En Grecia, donde una parte considerable de la población está de hecho en la calle todos los días, han sido tomados decenas de edificios del Estado, desde los servicios de salud y educación hasta ministerios y otras dependencias del Poder Ejecutivo. El 20 de octubre, jornada de huelga general, una gran manifestación pretendió acercarse al parlamento con la intención de tomarlo, o sea de ingresar a la fuerza en un recinto sagrado de la democracia electoral. Más allá de la viabilidad de esa intención, y de que pueda considerarse correcta o no, miles de personas deseaban hacerlo.
Se encontraron con una doble barrera formada por policías y militantes del Partido Comunista (KKE), que se movilizó para defender el parlamento y controlar la manifestación. Hubo duros enfrentamientos entre manifestantes comunistas y quienes querían tomar el recinto parlamentario. Los comunistas, protegidos por la policía, acusaron a los radicales de fascistoides. El saldo fue de decenas de heridos, hubo un muerto por los gases lacrimógenos, y una fuerte desmoralización que puede llegar a frenar el proceso de luchas.
En los hechos, los comunistas griegos actuaron como defensores del sistema. No es la primera vez que esto sucede ni será la última. En el fondo, ni los comunistas ni los anarquistas ni los autónomos, ninguno tenemos una estrategia para derrocar el sistema. Sin embargo, existen tácticas eficientes para dividir a las fuerzas antisistémicas. Es posible que la policía haya infiltrado provocadores, como dice el KKE, para radicalizar las protestas. Pero nada debería autorizar a nadie que se proclame de izquierda a actuar como policía contra la movilización social.
En Bolivia, a raíz de la marcha indígena contra la construcción de una carretera que pretende atravesar el TIPNIS (Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure), el vicepresidente Álvaro García Linera acusó al movimiento de estar haciendo el juego a la USAID y al imperialismo yanqui. Es evidente, y no requiere mayor explicación, que Washington desea que existan protestas contra cualquier gobierno con el que mantenga diferencias. Es muy probable que la embajada de Estados Unidos aliente los movimientos que se oponen a proyectos del gobierno de Evo Morales. Sin embargo, decir que los indígenas son peones de la desestabilización imperial suena abusivo.
En abril de 1917, Lenin realizó un audaz viaje desde Suiza hasta San Petersburgo, atravesando el frente de guerra ruso-alemán, protegido por el estado mayor del ejército teutón, ya que los aliados se negaron a concederle visado. Lenin cruzó Alemania en un tren blindado y llegó a destino con el compromiso de negociar una paz. Pierre Broué escribió: Con esta concesión, el estado mayor alemán cree introducir en Rusia un nuevo elemento de desorganización que terminará por facilitar su victoria militar (El Partido Bolchevique, Ayuso, Madrid, 1973, p. 117).
No faltaron voces que denunciaron a Lenin por ese acuerdo con los militares alemanes. ¿Trabajó Lenin para los alemanes? No. La llegada del revolucionario ruso a su país fue decisiva para impulsar la revolución, pero esa deriva la conocimos después y resultaba imposible anticipar cómo serían las cosas, ya que Lenin era una pequeña minoría en su partido.
El problema de fondo no es a quién benefician o perjudican ciertas acciones puntuales. ¿Acaso luchar contra la política de la Unión Europea no debilita al euro frente al dólar? ¿Los indignados le estarán haciendo el juego al imperialismo, que se frota las manos con las crisis griega, islandesa y española? La pregunta es absurda, tanto en el norte como en el sur. Lo decisivo, lo que realmente tiene importancia, es si estas acciones impulsan o debilitan los movimientos antisistémicos; si buscan, incluso en el error, ir más allá de lo existente.
Desde este punto de vista, la toma del parlamento en Atenas podría haber sido un grave error. Pero un error en el camino de fortalecer la lucha antisistémica. Trabajar junto a la policía contra los manifestantes es preparar la derrota por desmoralización. No son dos errores equiparables. Del mismo modo, las afirmaciones de García Linera, y su trabajo por dividir a los movimientos, está segando la hierba bajo los pies del gobierno de Evo Morales, porque debilita su principal sostén.
En otras épocas, nos enfrentamos con dureza corrientes que teníamos estrategias diferentes y opuestas para cambiar el mundo. Fuimos derrotados. Hoy nadie puede asegurar que tiene en sus manos el trazado de un camino para llegar a buen puerto. Por eso, sería necesaria mucha más humildad para debatir nuestras diferencias. Para no infligirnos más daños que los que ya nos provoca ese uno por ciento que pretende aplastarnos.

Entrevista a Alberto Acota

«A este Correa lo desconozco»
Alberto Acosta, ex presidente de la Asamblea Constituyente de Ecuador y economista ecuatoriano, fue uno de los redactores del programa de gobierno del partido de Rafael Correa, Alianza País, y ministro de Energía y Minas en 2007. Como presidente de la Asamblea Constituyente, Alberto Acosta coordinó las tareas del proceso «más participativo de la historia» del país. Desavenencias con el presidente Correa lo llevaron a alejarse y a denunciar desde fuera la deriva extractivista y poco participativa de la ‘Revolución Ciudadana’.
– ¿Qué papel tuvieron los movimientos sociales en la llegada de esta nueva oleada de gobiernos ‘progresistas’ en América Latina?
– Sin esas movilizaciones sociales, particularmente de los pueblos y nacionalidades indígenas, en Ecuador y Bolivia, y sin la respuesta de amplios sectores de la población afectados por las estructuras oligárquicas, y más aún por la propuesta neoliberal, estos gobiernos serían impensables. Son el resultado directo de la acumulación histórica de las luchas populares, ninguno de estos gobiernos puede ser pensado al margen de estos procesos en mayor o menos medida. En el caso concreto del Ecuador, el presidente actual no habría llegado al Gobierno sin ese proceso histórico acumulado. Lamentablemente él no entiende esa realidad y a momentos asume que es un relámpago a cielo despejado, cuando las nubes ya estaban cargadas por las luchas populares.



– ¿Qué avances se han dado con estos gobiernos?
– Tengo muchos planteamientos que no comparto, y a ratos veo que hay un enorme proceso de reversión de las cosas que se hacían, pero no se pueden negar los avances. En el caso de Ecuador, la no firma del Tratado de Libre Comercio (TLC) fue un paso muy importante, aunque ahora en Ecuador se esté discutiendo un TLC con la Unión Europea. Se avanzó muy seriamente en la recuperación de soberanía y dignidad internacional con una política seria y no se renovó la permanencia de la base norteamericana de Manta, algo que es tremendamente positivo. Pero hay dudas en otros ámbitos donde el Gobierno no logra dar una respuesta categórica, aún a nivel internacional.
En los países de órbita más bolivariana (Venezuela, Bolivia y Ecuador), donde se ha hablado de Socialismo del Siglo XXI, yo creo que hay que ser mucho más cuidadosos y rigurosos en el análisis. En primer lugar no hay Socialismo del Siglo XXI por ningún lado. Yo lo que distingo es el extractivismo del Siglo XXI. Se supera ese Estado neoliberal, que entra en crisis, se vuelve a recuperar el Estado en cuanto factor de desarrollo y se comienza a introducir algunos cambios importantes en estos países, con un marcado régimen de acumulación extractivista, dependientes del petróleo y de los minerales. En Ecuador, petróleo. En Bolivia, gas y minerales. Sin embargo, esos países han conseguido una mayor presencia del Estado en la determinación del uso de los recursos minerales y petroleros. Ya no es la época neoliberal donde ese uso venía determinado por las empresas multinacionales. Ahora hay una mayor participación del Estado en la renta minera y petrolera, hay además una mejor distribución de esa renta. Pero no se está afectando la modalidad de acumulación extractivista primario exportadora, no hay un cambio en la estructura productiva, no hay un cambio en la estructura de comercio internacional, ni de importaciones ni de exportaciones.
En el caso ecuatoriano el asunto es dramático. El petróleo se acaba y la opción del Gobierno es abrir la puerta a la minería metálica a gran escala a cielo abierto. En todos estos países, el ADN extractivista de la sociedad y de sus gobernantes les impide ser coherentes entre la idea, el discurso y la práctica. Incluso en el discurso ya hay enormes aberraciones, como cuando el presidente Correa dice que si le queda un sólo cóndor vivo [«para dar de comer al pueblo»] él apostaría en hacer el cóndor en fricasé, lo que es una barbaridad, porque lo que hay que construir es un país en el que no se llegue a la desaparición de ningún cóndor, de ninguna especie, de ningún régimen ecológico.

– ¿Qué demandas sociales se han visto satisfechas con el Gobierno de Correa?
– En Ecuador, el hecho de democratizar la renta minera y petrolera se transforma también en una mayor inversión social, educación, salud, vivienda, inversión social. En las administraciones anteriores, en los gobiernos neoliberales, se priorizaba el pago de la deuda externa. En este periodo, se prioriza la inversión social. Antes la inversión social no llegaba a un 4% del PIB; en este gobierno llega a un 8%. En relación con las empresas multinacionales, en los años anteriores se pretendía que asumieran una gran cantidad de tareas y se marginó la participación del Estado. Ahora el Estado interviene activamente. Es cierto también que este Gobierno ha tenido los mayores ingresos petroleros de los últimos tiempos. Eso se debe sobre todo a los altos precios internacionales. Es un gobierno con muchos recursos, pero el mérito es haber destinado este dinero a la inversión social. Ahora, el problema grave es que esta inversión no se ha reflejado en una mejora sustantiva de las condiciones sociales de amplios segmentos de la población. Aquí hay un tema preocupante: el mismo Gobierno reconoce que los pobres están «menos peor», según un documento oficial que utiliza ese concepto, pero los ricos mucho mejor. La inequidad ha aumentado. El segmento más rico de la población ha incrementado su participación en la renta en cuatro puntos.

– Después de un tiempo en que los gobiernos en Ecuador no conseguían terminar sus mandatos por las revueltas populares, ¿se ha producido una ‘reinstitucionalización’?
– Este Gobierno ha permitido la recomposición de algunas fuerzas oligárquicas tradicionales y la configuración de nuevos grupos empresariales. No hay un cuestionamiento que dé paso a un cambio de estructuras. Es verdad, los pobres están «menos peor», eso se refleja también en un respaldo popular al presidente Correa. Pero las cuestiones de inequidad no están siendo resueltas. El Gobierno enfrenta duramente al poder financiero en el discurso, trata de ponerle límites, pero no logra ponerle el cascabel al gato. La banca ha obtenido mayores niveles de rentabilidad que con las administraciones anteriores. Y eso a pesar de que no tiene el mismo nivel de influencia. No hay redistribución de la tierra. En una entrevista al presidente que le hace Ignacio Ramonet, de Le Monde Diplomatique, Correa reconoce que el índice de Gini en la tenencia de la tierra supera el 0.9, una barbaridad, y él mismo reconoce que ha tenido un Ministerio de Agricultura que trabaja exclusivamente para los grandes grupos agroexportadores, y ahora acaba de nombrar un nuevo ministro de Agricultura vinculado a esos grupos. Hay un discurso a favor del mundo campesino, de la soberanía alimentaria, de repensar la organización de la sociedad, la economía social y solidaria, pero no se avanza en la práctica. Y luego hay un problema con el agua: tienes una disposición constitucional, el artículo 12, donde dice que el agua es un derecho humano fundamental, mientras que en el artículo 318 se dice que el agua no puede ser privatizada de ninguna manera… pero el Gobierno no quiere dar paso a la desprivatización del agua.

– ¿Por qué hay tanta diferencia entre los derechos constitucionales conseguidos en 2008 y la aplicación y desarrollo de leyes?
– Una explicación es que todavía no entendemos qué significa una Constitución. El propio presidente de la República no asume con seriedad lo que es una Constitución. Rafael Correa alentó con mucho entusiasmo la Constitución del año 2008 y luego fue uno de los promotores para su aprobación en el referéndum. Y luego en la práctica, no son tres años de que entre en vigencia y propone cambios que entran en contradicción con principios fundamentales como la independencia de la justicia, como la consolidación del quinto poder o poder ciudadano, que es algo novedoso y fundamental, que tiene que ver con la participación ciudadana. Después se pone en marcha la ley de Minería sin ninguna discusión democrática, con un enorme déficit de participación. Creo que es la primera gran ruptura de la Constitución. La ley de Soberanía Alimentaria y muchos de los cuerpos legales aprobados están abiertamente en contra de la Constitución o no están cumpliendo con los mandatos constitucionales. No se habla, no se practica, no se da paso a lo que es el Estado plurinacional.

– ¿Hubo voluntad política para que el proyecto del Yasuní saliera adelante?
– Las dudas del presidente Correa se explican, por un lado, porque él no acaba de entender lo que son los derechos de la naturaleza. Por otro lado porque él está atrapado por la necesidad coyuntural de recursos económicos para dar respuesta a las demandas al Estado. El presidente Correa también es víctima del ADN extractivista. Él ha repetido varias veces que no va a permitir que dejemos los recursos naturales en el subsuelo, porque sería como que un pobre esté sentado sobre un saco de oro. Es la misma lógica tradicional.

– Es un discurso parecido al del perro del hortelano del ex presidente peruano Alan García…
– Es el perro del hortelano de Alán García. La figura del pobre sentado encima de un saco de oro es de Alexander von Humboldt, de hace 200 años. Hemos creído que sólo con la elección de un presidente las cosas iban a cambiar o que con la aprobación de una nueva Constitución la sociedad ya iba a ser diferente, y no es cierto. Y ahí viene el problema mayor, no es sólo el presidente el que no cumple la Constitución, no es su Gobierno el que no la acepta, es una sociedad que todavía no ha comprendido que la Constitución es una caja de herramientas para construir democráticamente una sociedad democrática. Ahí están nuestros derechos, obligaciones, instituciones, procedimientos, estructuras para construir un país diferente. Pero es una tarea de la sociedad. Esta Constitución, sin lugar a dudas, es la Constitución que recoge la mayor cantidad de propuestas, de demandas y aspiraciones de los pueblos indígenas, la mayor cantidad de aspiraciones de las luchas emancipatorias de los pueblos en el Ecuador. Eso es indudable. Pero particularmente del movimiento indígena. Y todavía el movimiento indígena no acaba por apropiarse de la Constitución para hacer una oposición al Gobierno desde ella, lo que le da una mayor legitimidad.

– ¿Cuál es la relación de los movimientos sociales con el Gobierno de Correa?
– El gobierno del presidente Correa ha intentado debilitar y dividir al movimiento indígena. Luego, cuando no consigue cooptarlo, intenta crear un grupo propio, quiere tener su propio grupo de maestros organizados, su propio grupo de médicos organizados, su propio grupo de indígenas organizados, quiere tener su propia organización social… La Secretaría de los Pueblos no entendió que debía ser un punto de enlace con los movimientos sociales para procesar sus demandas y generar las condiciones para debatir la construcción de un escenario de expectativas compartidas. El objetivo de la Secretaría no era contribuir para que los movimientos formasen parte del Gobierno.
El problema del presidente Correa es que no acabó de entender la propuesta de la Revolución Ciudadana en toda su magnitud. Él se quedó sólo con la parte liberal de la ciudadanía, del individuo, de que hay que luchar en contra de los gremios, en contra de la visión más estructurada alrededor de intereses gremiales y de intereses de poder. En ese punto confunde un gremio, o sea, una asociación de banqueros, con una organización indígena o campesina. El corporativismo es lo que se quiere combatir, y estoy de acuerdo, pero una organización sindical o indígena no es una estructura corporativista, es una cosa diferente. Uno de los puntos más débiles del presidente Correa es que es un Gobierno que presume de Revolución Ciudadana y lo que es notorio es el déficit de participación ciudadana. El déficit de ciudadanía en la Revolución Ciudadana es inocultable.

– ¿El poder ha cambiado a Correa?
– Yo creo que sí, desconozco al Correa de los últimos dos años. Yo conocía a Correa, éramos amigos desde el año 91. A este Correa le desconozco.

Entrevista a Camila Vallejo

“El sistema educacional chileno evidencia el fracaso del paradigma neoliberal impuesto”

-¿Cómo se inició el actual proceso de movilización estudiantil que se está dando en Chile? ¿podrías hablarnos de cómo se ha ido desarrollando?



Este es un proceso que tiene precedentes en otros años, a través de luchas emprendidas por generaciones anteriores. Ahora, en particular el movimiento del 2011 se forja a partir de las discusiones entre los estudiantes sobre el estado del sistema educacional, gatillado en un primer momento por un problema que hubo con becas y beneficios. A eso se suma el hecho que el gobierno intentaba imponer su agenda sobre reforma educacional. A partir de ese conflicto, las discusiones y análisis empiezan a subir de nivel, pasando de un problema particular a un nivel estructural, donde conforme se discute sobre la crisis de la educación chilena también se van generando propuestas de solución, que finalmente son las demandas que hoy hemos levantado y que la sociedad en su conjunto ha hecho parte de ella. Cuando el movimiento empieza a madurar, inevitablemente se empiezan a tomar medidas de presión y movilización, nos articulamos con organizaciones sociales,aumentan los paros, tomas, marchas y una serie de manifestaciones creativas, alegres que nos permitieron llegar directamente al resto de la sociedad. Es en ese momento cuando este movimiento, inicialmente, estudiantil da un salto cualitativo, transformándose en un movimiento social, donde la ciudadanía en su mayoría se ha hecho parte. Las convocatorias a manifestaciones, junto a su intensidad, fueron paulatinamente aumentando, lo que se relaciona directamente con que se construían demandas más profundas, estructurales.

-¿Cuáles son las luchas estudiantiles anteriores de las cuales el actual proceso se nutre? ¿Qué aprendizajes se han acumulado a partir de ellas, y cómo se manifiestan en el actual proceso?
El pueblo chileno, sus trabajadores, estudiantes, pobladores, tienen una larga tradición de lucha social. En lo que respecta a educación, se pueden mencionar movimientos como el de la Reforma Universitaria iniciada en 1967 y truncada por el golpe de estado de 1973, las movilizaciones contra la Ley Marco para las universidades en 1997 y más recientemente la Revolución Pingüina de 2006, entre otras. En ese sentido, hay un proceso de acumulación en cuanto problematizaciones sobre educación y demandas para resolver la crisis que arrastra el sistema educacional.
Por otro lado, un aprendizaje que hoy se ha hecho patente en este movimiento tiene que ver con la alta desconfianza que tenemos hacia los representantes políticos que durante 20 años no hicieron nada más que profundizar el modelo neoliberal instaurado por la dictadura militar a través de la política de los consensos. El movimiento del 2006, conocido como la Revolución Pingüina, fue víctima de esta política, donde la Concertación y la Derecha pactaron modificaciones al modelo educacional que solo apuntaban a perfeccionarlo, sin tocar los problemas estructurales y desentendiéndose absolutamente de las demandas del movimiento estudiantil de ese año.
Otro aprendizaje que se puede mencionar a partir de experiencias anteriores es la comprensión de la necesidad de generar articulación con organizaciones y actores sociales, trascender lo estudiantil e iniciar un trabajo mancomunado con trabajadores de la educación (profesores, asistentes) para posteriormente ampliar el rango hacia trabajadores en general y ciudadanía en su conjunto.
– ¿Podrías caracterizar la composición del actual movimiento estudiantil? ¿Cómo se está desarrollando la unidad en la lucha entre los diferentes sectores políticos que componen el movimiento actualmente?
El actual movimiento, que trasciende a lo estudiantil, es un movimiento amplio, donde participan distintas visiones políticas. Dentro de los estudiantes las visiones más bien responden a una matriz de pensamiento crítico al modelo neoliberal, que es el que ha originado y sustentado este modelo educacional y efectivamente conviven posiciones diferentes, lo cual no ha sido obstáculo para generar acuerdos que nos permitan asumir esta lucha de forma unitaria. El gobierno ha intentado mostrar que estas diferencias son quiebres dentro del movimiento, pero eso solo refleja una perspectiva anacrónica de la política ya que nosotros, como movimiento, consideramos que precisamente esa diversidad de opiniones es un motor que nos permiten desarrollar debates y que en el fondo, enriquecen nuestras definiciones y decisiones.
– ¿Cuáles son las demandas que actualmente elevan el movimiento estudiantil chileno, y cómo ha sido el proceso de definición de las mismas al interior del movimiento estudiantil?
El sistema educacional chileno ha arrastrado una profunda crisis que hoy evidencia el fracaso del paradigma neoliberal impuesto en nuestra sociedad por la dictadura. Básicamente, este paradigma se refleja en la concepción de todos los derechos humanos básicos (educación, salud, vivienda) como una mercancía, donde privados pueden obtener ganancias/lucro dado que el Estado se ha desligado absolutamente de su responsabilidad como ente regulador y garante.
En materia de educación, esto se traduce, en términos generales en una progresiva privatización y mercantilización de este derecho. En particular, se pueden identificar cuatro problemas relevantes dentro de la educación Superior: aportes bajísimos del Estado hacia las universidades estatales; altísimos niveles de endeudamiento de los estudiantes y sus familias para costear sus estudios; elitización de la composición social de los estudiantes universitarios y carencia de espacios democráticos al interior de las instituciones de educación terciaria.
En términos estructurales, hay 2 demandas: el fin al lucro existente en la educación y la recuperación de la educación pública donde el Estado sea responsable de esta. En términos más concretos, esto se traduce en un aumento de los aportes estatales que reciben las universidades; el fin del endeudamiento de los estudiantes y sus familias por el hecho de estudiar en educación superior; democratizar las instituciones de educación superior donde hoy los estudiantes y funcionarios no tenemos derecho a organizarnos gremialmente ni a participar en los gobiernos universitarios; implementar mecanismos de acceso que efectivamente permitan que estudiantes talentosos ingresen a la educación superior (cuestión que hoy no sucede, el ingreso está principalmente determinado por variables socioeconómicas); avanzar hacia la gratuidad del sistema de educación superior, incorporar la multiculturalidad en la educación en todos sus niveles, desmunicipalizar sin privatizar la educación primaria y secundaria, entre otras.
– Una de las características de este movimiento es, además de su masividad y amplio apoyo social, que ha logrado unir en la lucha a diferentes actores educativos y sociales, ¿cómo analizas este hecho?, ¿crees que es relevante a la hora de seguir articulando la lucha en el futuro? ¿cómo crees que puede fortalecerse ese proceso de unidad desde el movimiento estudiantil?
La articulación de los diferentes actores sociales ha sido fundamental para que este movimiento sea lo que es en la medida que fue una importante base para impulsar el movimiento y sobre todo, insertarlo dentro de la sociedad y transformarlo en movimiento social. En un primer momento, las demandas eran más bien de tipo estudiantil, luego con la articulación de organizaciones sociales estas evolucionaron e incluyeron demandas de múltiples sectores, traspasando lo estudiantil y adquiriendo ribetes eminentemente relacionados al cuestionamiento estructural del modelo. Dicho en otras palabras, el incluir y articular diferentes actores nos permitió tener una mirada mucho más amplia del problema del sistema educacional y también, a la hora de elevar demandas en busca de soluciones, pudimos ver el problema desde la perspectiva de los universitarios, de los secundarios, de los profesores y en la medida que maduraba el movimiento, enfrentándonos a las limitaciones de la democracia que tenemos, desde la mirada del conjunto de la sociedad.
– ¿Crees que el actual ciclo de movilización, aunque finalmente decaiga, puede tener continuidad en otros procesos amplios de lucha social y popular contra el sistema capitalista, que el propio movimiento estudiantil empieza a señalar como verdadero responsable de las problemáticas educativas y sociales de las grandes mayorías? ¿qué papel puede jugar el movimiento estudiantil en este proceso?
En estos meses se han develado una serie de profundas contradicciones dentro del sistema político y económico chileno en la medida que hemos cuestionado profundamente el mito de un Chile exitoso, con excelentes indicadores macroeconómicos pero que en la cotidianeidad de los chilenos no tenía correlato alguno, ese mito que nos hablaba de un crecimiento económico sostenido, de la pobreza en retroceso, de la estabilidad de las instituciones y del país “en vías de desarrollo”, ejemplo de Latinoamérica. Y es que no solamente se ha visto cuestionada la educación, uno de los nudos centrales del modelo neoliberal, sino también la democracia en la medida que ni el ejecutivo ni el parlamento han sido capaces de entregar posibilidades de solución al conflicto atendiendo las demandas de la sociedad.
Entonces, más allá del futuro del actual proceso, en Chile han cambiado muchas cosas, la sociedad ha despertado y está dispuesta a reclamar y luchar por los derechos que el modelo neoliberal desterró y dentro de ese futuro, el movimiento estudiantil estará presente porque el cuestionar el modelo neoliberal pasa también por cuestionar el modelo educacional que deriva de él.
– ¿Qué opinas sobre la propuesta de plebiscito como salida al actual conflicto? ¿qué la diferencia y la hace mejor de otras propuestas también puestas hoy a debate, como la construcción de una vía popular hacia la constituyente social? ¿crees que existe riesgo de que la salida que finalmente se produzca suponga una relegitimación de la burguesía en el poder?
La constitución es autoritaria, antidemocrática y no cuenta con legitimidad alguna, los cambios necesarios son muchos, partiendo por asegurar el derecho a la educación, reforzar el rol del estado, modificar el sistema tributario, el sistema político y por último el económico. Esta es una posibilidad que hay que construir y el mismo proceso generará las condiciones para que el pueblo adquiera las capacidades de hacerse cargo de conquistar a través de él. Todos los derechos que hoy día nos son negados. La asamblea constituyente debe llamarse desde un movimiento social que no va a madurar de un momento a otro, pero que ya está surgiendo de manera embrionaria al alero de la pelea por la educación.
Por otro lado, la propuesta de plebiscito también se enmarca dentro de la necesidad de mayor democracia en nuestra sociedad. Ha surgido desde la ciudadanía y es la respuesta a la incapacidad del gobierno y de las actuales instituciones democráticas de atender y canalizar las demandas que hoy la sociedad en su conjunto levanta. Si los gobiernos y el parlamento han sido incapaces de trabajar en función de las necesidades de la gente durante 21 años, han sido incapaces de elaborar políticas públicas atendiendo los intereses de quienes dicen representar, es legítimo que la sociedad sienta que de alguna forma tiene que tomar las decisiones efectivamente. Y la propuesta de plebiscito es legítima en la medida que viene a llenar este vacío dentro del limitado sistema democrático que tenemos. Esto no es solo una idea, también se ha traducido en práctica, hace unas semanas las organizaciones sociales autogestionamos un plebiscito ciudadano, no vinculante, donde el nivel de participación sobrepasó todas las expectativas, alrededor de un millón y medio de personas votaron en todo el país y reafirmaron el amplio apoyo a nuestras demandas. Este hecho refleja la gran necesidad de la gente de ser escuchada, de participar y tomar decisiones en materias de interés nacional y que sus posiciones se traduzcan en políticas públicas.
– El Estado está poniendo en marcha una estrategia de fuerte represión al movimiento estudiantil y social, observada especialmente en jornadas como la del 4 de agosto, o el asesinato de Manuel Gutierrez en la segunda noche del paro nacional, ¿cómo se analiza esto desde el movimiento estudiantil, y qué respuestas se han articulado al respecto?
En función del alto apoyo ciudadano que tiene este movimiento y sus demandas y la incapacidad que han tenido los representantes políticos de dar una solución al conflicto, durante el último tiempo el gobierno ha desarrollado una estrategia que apunta principalmente a criminalizar el movimiento, a desprestigiarlo asociándolo a la violencia y también reprimir para amedrentar a los manifestantes. Nosotros siempre hemos sostenido un movimiento propositivo, creativo, alegre, masivo y creo que la gente entiende que acá lo que está pasando es parte de la estrategia del gobierno y que hechos aislados de violencia no responden a quienes son parte de este movimiento.
– ¿Cómo se están desarrollando los contactos con el gobierno? ¿A qué crees que se debe su forma de afrontar el conflicto, realizando propuestas de salida al conflicto que desoyen las demandas estudiantiles, combinadas con fuertes niveles de represión?
Lamentablemente, el actual gobierno de derecha no ha tenido la voluntad política para responder a las demandas de la ciudadanía. Se ha mostrado intransigente ante sentidas peticiones y ha puesto su línea ideológica por sobre la mayoría del país. Y esto es grave, puesto que han demostrado estar gobernando sólo para unos pocos, para quienes hoy sacan provecho del actual sistema de educación y no quieren entender que este se encuentra en una crisis imposible de resolver sino es cambiando su estructura desde la base, lo que no se logra sólo con otorgar más becas. Por otro lado, la creciente manifestación social ha hecho que el gobierno muestre una faceta que había querido evitar, que es la de la represión. Entonces la percepción general que queda del gobierno, luego de todas aquellas actitudes, es que no ha estado a la altura de las circunstancias, no sabe ni puede gobernar sin cometer errores periódicamente, y la población ya no quiere más gobiernos así. Todo esto responde a que hoy en día están en juego importantes intereses ideológicos, políticos y económicos y finalmente, el gobierno ha explicitado su posición al servicio del empresariado y no de la ciudadanía.

Sobre el saber de las escenas

Por Guerra y Nicora (en las barricadas)


1- Estamos admitiendo que con frecuencia se nomina con repertorios conocidos lo que en verdad pide otra palabra, otro concepto, otra figura. Pero también admitimos que aún sistemas retóricos cuya forma explícita se presenta abierta a lo que advenga, pueden caer en un facilismo clasificatorio que limita el pensamiento situacional. Acaso entonces no necesitamos un repertorio lingüístico nuevo, actualizado a los tiempos que corren, sino una sensibilidad permanente, consuetudinaria, ante los efectos de cada nominación.


2- ¿Qué valor tienen los relatos de escenas, de escenas donde “pasa algo”? ¿Qué es “analizar una situación”?  A veces se intenta, bajo ese nombre, resolver lo que subyace a lo evidente de la situación. Pero apostamos a un análisis que sea un aprendizaje, que aprehenda la potencia de lo pasado.


Para aprehender esa potencia, el análisis busca entender una complejidad y nominarla. La nominación aparece como una herramienta de trazado cartográfico: cartografía para estar en lo que pasa.

Entonces una posibilidad es contar una escena y que ese contar sea el relato de unas figuras y fuerzas, como podrían ser la subjetividad no escolar, el caos, la fuga, la complicidad, la intervención, la indiferencia, lo común, la autonomía, la institución, etcétera. Que las nociones sean las que narren la escena, pero para que la escena las enriquezca como nociones.
3- ¿Puede ese análisis situacional, ese relato investigador, destilar algo como un saber? El saber, tradicionalmente, convencionalmente, viene ligado a la academia, a la ciencia. El saber, acostumbramos a criticar, es un patrimonio abstracto pre situacional, una posesión jerarquizada (una posición), el saber es la consagración institucional de lo que fue experiencia, el saber veda al pensamiento. Pero, hoy, acá, nosotros, nos preguntamos si no podemos recuperar una figura del saber, no como lo opuesto al pensamiento, sino a la opinión.
Y aquí el problema: contar la propia experiencia, bien puede disponer al que habla a hablar desde un saber, el saber de la experiencia. Pero ahí también hay un riesgo, que es la proyección del saber experiencial en opinión general. La entronización congelada de la vivencia: qué me vas a decir a mí si yo sé, yo tengo experiencia –debería decirse, ahí, “yo tuve” experiencia, tengo memoria.
¿Cómo se depura el saber de una experiencia? O más básicamente, ¿cómo llamamos, siquiera, a eso que se depura, en potencia operatoria ulterior, de una experiencia? ¿Cómo recorrer la experiencia pasada en su fertilidad, en su lucidez para lo imprevisible? ¿Cómo ensayar la modulación de la experiencia como potencia de saber?
4- ¿Es posible una conciliación entre lo que llamamos pensamiento y lo que podemos llamar saber? Los fans del pensamiento, que dimos muerto al saber (muerte le dimos decimos), nos encontramos en el camino que la dádiva al pensar tiene su propia figura de saber. ¿Cómo es el saber del pensamiento?
Es el saber no de una formación, sino de una genealogía el saber de los golpes y los placeres del cuerpo. El saber de lo que pasa con lo que pasó, o de lo que pasa con lo que pasa. (Huelga decir que con la genealogía de lo sentido incluimos los planos corpóreos específicos como el alimenticio, el sexual, el intelectual, etcétera)
Esto se vincula con lo que dice Diego del decir-verdad: que no es, la verdad, patrimonio de los que pueden formular un enunciado con más argumentos formales para merecer el atributo de lo verdadero, sino el decir más ajustado a la catástrofe basamental constitutiva, del punto de enunciación. Es decir, que los cuerpos cargan una verdad, y acaso eso sea la subjetividad. Pero los cuerpos no tiene punto externo a esa verdad para leerla: están atrapados en su destino.
5- Ese saber pensable del cuerpo comporta un riesgo: degenera en «vivencialismo». La verdad del que lo vio, el testimonio patético. El saber vivencialista en principio se distingue de la opinión, que encuentra en la superficie del mar de signos que retiene su mente una referencia disponible para emitir; ni siquiera requiere pasar por la biografía.  
Saber biográfico, opinión mediática: estamos fritos.
El vivencialismo dice no hablés, si no lo viviste, y está diciendo no hablés si no sabés. Se trata de un discurso que busca separar algunos cuerpos de algunas posibilidades enunciativas; asigna esas posibilidades a algunos cuerpos, los que vivieron o los que saben. Se trata de figuras restrictivas del vivir y del saber. ¿Qué es vivir algo? El restriccionismo supone una suerte de vivencialismo directo que es fuente única de la participación del hecho.
El vivencialismo arruina una premisa hermosa con una conclusión regresiva. Porque dice que sólo desde un sentido de las cosas puede hablarse de las cosas, pero establece policíacamente la forma en que puede encarnarse ese sentido. El ideologema de que sólo vivenciando puede accederse a la verdad de las cosas no ve que la afectación tiene vasos comunicantes complejos (incluso hay ciertos modos de comunicación que son posibles sólo si se suspenden, si quedan liberados, los canales de afectación posibles, como una película sobre el holocausto…).
¿Hay que pasar por un tortuoso cautiverio, como Evey en V de vendetta,  para comprometerte con un acontecimiento, para que algo suceda? ¿para “entender” – vivenciar – que la cuestión es política y universal, y  no moral y particular?
6- ¿Podemos concebir una metodología situacional?  Contar escenas. Pensar como la actividad que decide la organización de esa narrativa, y dispone sus elementos para el ahora. ¿Es propagable, el pensamiento situacional?

La potencia del fragmento político

por el Taller de Coyuntura

Lo que pasa en política generalmente se sitúa dentro de la norma de la época, es acorde a los sentidos ya configurados y puede incorporarse a las cadenas narrativas disponibles. Hay momentos en que esa linealidad se ve alterada, cuando surgen hechos que interrumpen el circuito de lo previsible. No nos referimos a esos grandes devenires colectivos que la filosofía llama acontecimiento, sino a configuraciones más delimitadas, acaso más oscuras, y que a falta de mejor nombre llamaremos el “fragmento” o el “caso”. 

¿Cómo se constituyen estos casos o fragmentos? ¿Cuál es su potencia política? ¿Qué episodios de este tipo podemos identificar en nuestra historia contemporánea?
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¡El amor en tiempos sin cólera!


¡Albricias! El romance del año, el que todos esperábamos, lo que todos anhelábamos: nuestra propia farándula (horizontal, popular, desde abajo). 


A ella no le importa que él sea un manojo de tics ni que pasara en un pestañar de ser el inventor de la revista más revulsivas de comienzo de siglo a secretario desing de un programa de chismes; a él no le importa ni el caricaturezco  rostro de esta Ciccolina post-dosmilunera ni las acusaciones que la vinculan con el #findelosderechoshumanos.

¡Y la Caras de la autonomía se suma a la fiesta! Cuando el carro anda… pocas postales de amor militante transmiten tanto (las tetitas de Shakira y el nabito bobón de Antonito ni califican con la potencia ejemplarizante de estos nuevos tiempos).

Invitamos a las mentes más lúcidas de esta generación a que escriban, envidien, argumenten, eyaculen, poeticen, escupan o elucubren sobre cosa alguna.

lobosuelto2010@gmail.com

Experiencia Liniers

Por G.S.

Día oscuro, amagando lluvia. La onda es reponer los puntos de venta de la revista y depaso vamos agitando y vendiendo de ambulante en el trasporte que nos subamos, siempre igual, Luís toma la iniciativa levantando la revista y gritando el tan conocido “Damas y caballeros les traemos…”, sigo yo segundeando en voz alta y el ale va dejando asiento por asiento, esa es la dinámica del equipo.
Este miércoles nos encontrábamos en el anden de Liniers para cubrir las estaciones del Sarmiento, venia todo bien, como siempre esperando al ale, acordándonos de sus parientes y remarcando sus cosas buenas para no estrangularlo cuando llegue por su habitual cuelgue horario. Tranquilos sentados en un banco, escuchando a Luis reprochar desde no tener guita para cigarros, el mal clima y hasta el supuesto anarco-capitalismo. Vemos que de unas oficinitas pintadas de naranja con ventanas grises en medio del anden salen tres policías con el chaleco naranja desabrochado y con su habitual cara de oler mierda, encaran para la otra punta del anden. Justo a Luis les despiertan ganas de mear y se va al baño, quedo tranqui en el mismo banco. Un toque después vienen los ortivas, trayendo a un hombre de pasado los 40 pirulos, morocho con un brazo doblado atrás, pero tranquilo caminando, lo llevan hasta la oficina donde estaban, entran y al toque se empiezan a escuchar golpes, gritos poderosos con respuesta de alguien llorando, mas golpes; miro y en la puerta de la oficina veo a una enfermera de unos 35 pirulos como haciendo de campana igual de responsable que los cobardes que estaban ahí dentro, miro alrededor y me veo con bastante gente cerca y empieza mi cronometro interno de no saber qué mierda hacer, agarré el teléfono, puteaba, marcaba y empiezo a mandarle a contactos que estén en el tema o sepan cómo mierda frenar esa locura de estar pegándole alguien en el medio de la estación Liniers. Llega Luís de mear y le cuento en voz alta, a todo esto alado de la enfermera-campana que con la mejor cara de poker entra. Como primer medida cierran las ventanas, segunda salen dos policías como perros, pero con un detalle nada menor, esta vez tenían los chalecos tan “bien” puestos que no dejaba ver ni la placa ni el nombre del pecho de su camisa, a la vez creo que ni por un atentado de bomba la gente se evapora de esa manera del anden. Tiramos a boludos con Luís y nos movimos de ahí, yo sacudía la cabeza de forma eléctrica de izquierda a derecha como si así me sacara las miradas policíacas de la nuca. Por suerte el topo de jamaicaderos me manda el 0800 para denunciarlos, ni dudamos, saltamos a la vía y nos fuimos a un público, marcamos y tomaron la denuncia con el nº 3651 de forma anónima. No pasaron cinco minutos que llega al paso nivel un patrullero de la 44., nos miramos con Luis, sin hablar y con decisión unánime nos tomamos el palo, esperamos en otro lado al ale. Nos comimos las orejas como drenaje del miedo. Un rato después me llaman del ministerio de seguridad para pedirme mas datos que recién afloje a contar cuando me nombro al mismo topo que me paso el 0800… el del ministerio me decía que por favor no le diga mi apellido.
… ¿todo piola si mi miedo es a la seguridad?

Pasado on-line vs. Futuro off-line

porJuan Marcos

Con tanta red social disponible (Facebook, Myspace, Twitter, Flickr y digamos… Pluplr) los genios de RRHH buscan instalar una nueva e ingeniosa metología de evaluación de personal ideal para joderle la vida a la gente que busca trabajo en el marco de un mercado laboral cada vez más competitivo. Ahora resulta que lo primero que recomiendan a los empleadores antes de contratar a un individuo/candidato es chequear su Facebook. Así, tu futuro empleador puede ver cómo te pusiste en pedo el fin de semana pasado y bailaste el hula-hula con la corbata en la cabeza arriba del parlante de la fiesta de quince de tu prima Caro.


El problema está claro: tu pasado “on-line” puede destruir tu futuro “off-line”.  O sea, cuidado con lo que subís al Facebook; ahora ya sabés que eso puede comprometer tu futuro profesional. En otras palabras, lo que subís te puede enterrar. Lamentablemente, ni siquiera ser cuidadoso con las fotos que uno mismo uplodea sería suficiente…


La primera estrategia para burlar el arma de doble filo que -cual mono con navaja- detenta Facebook consiste en mantenerse al margen de toda las redes sociales existentes en la actualidad. Aunque esto es un poco complicado, es el precio para garantizar tu futuro –aún cuando seas el único h.d.p. que no se acuerda de saludar a la prima del mejor amigo del tío del nuevo sobrino del ahijado del hermano de tu novia en el día de su cumpleaños-. ¡Yasta! Problema resuelto. O no tanto, ya que hay que recordar que el Facebook también permite que “otra” gente suba fotos tuyas. El tema es que nadie cree que sean tagueables las fotos en las que se te ve como un buen samaritano (ayudando a cruzar la calle a una vieja). Al contrario, el morbo y la gastada general invita a que nos expongan en esas situaciones poco felices (mejor dicho, muy felices pero poco convenientes para una primera impresión de tu empleador).


Con esto en mente, la segunda estrategia sería no drogarse, no tomar alcohol y no descontrolarse en ninguna situación posible. En síntesis, no hacer ninguna de esas cosas que te ayudan a descomprimir una semana de mierda. Lamentablemente para mí, esa tarea es imposible. Por eso me veo obligado a proponer para todos los que están en mi misma situación la estrategia número tres: cambiar de nombre. Si logramos hacer lobby para que aprueben una ley que permita el cambio voluntario e injustificado de nombre a partir de los dieciocho años nuestros problemas estarían resuelto (siempre quise llamarme Aurelio). ¡Nuevo nombre, nueva identidad!

Peeeero…Walter, mi amigo nerd, me explico que esto no sería suficiente porque probablemente Google inventará un sistema que permita reconocer a las personas de una foto a partir de una tipología de rasgos faciales. Así, nuestros empleadores podrían fácilmente hacer un chequeo en todas las fotos que estén en la web para ver en qué andamos. Esto implicaría que nuestro pasado es rastreable, independientemente de nuestro nombre (lo bueno es que no aparecerían aquellas fotos en la que tu cara está completamente transformada por el efecto de sustancias exógenas).

Habrá que planear una cuarta estrategia… Es simple: ¡hay que hacerse una cirugía plástica! Cambiamos nuestro rostro como en la peli esa de Nicolas Cage y el de “Grease” -Contracara- y ya no nos pueden rastrear. Si nuestra apariencia es diferente, no habría aplicación o software alguno que pudiera reconocernos. ¡Nueva cara, nueva vida! Lamentablemente, una vez más ni siquiera eso sería suficiente ya que leí que mi cuenta Gmail podría localizar todos los contactos a los que alguna vez les mandé un e-mail y entonces crear un algoritmo secuencial (o algo así) que permita reconstruir nuestra red de contactos. Nombre y cara nuevos quedarían eclipsados por nuestra identidad original –“el pasado te condena” suena cada vez más verídico-.

No hay alternativas. Por más que duela la quinta estrategia parece evidente: hay que dejar atrás a todas las personas que alguna vez conocimos. Olvidarse de los amigos del secundario, de mamá y papá, de los tíos, los abuelos, los amigos de mis amigos y hasta de nuestras mascotas. Adiós a todos nuestros recuerdos y fotos de infancia. Adiós a nuestros compañeros del laburo (bueno, esos no importan tanto, después de todo estamos buscando trabajo). ¡Sin pasado, nueva identidad! No. Esto tampoco sería suficiente: todas las búsquedas que alguna vez realizamos quedan registradas en el IP de cada máquina (si, eso incluye la pornografía). Entonces, mediante un simple registro de búsqueda de criterios seleccionados podría confeccionarse una metodología que permitiera establecer quién es el emisor de cada búsqueda online.A los pocos días, podrían corroborar que uno esconde intereses virtuales, cosa que no es cierto (yo nunca visite sexyono.com). Lo jodido es que lo que buscamos en Internet define quienes somos. La única salida sería renovar todos nuestros intereses de forma tan radical que nunca volvamos a buscar lo mismo (adiós a la pornografía).

¡Ahora sí! Nos hemos convertido en solitarios ascetas sin nombre, desfigurados, sin pasado, sin identidad y sin apetitos e intereses de ningún tipo (ni siquiera sexuales). ¡Candidatos perfectos para trabajar en el Banco Francés! Por supuesto que alguien podría sugerir que sería mucho más sencillo pedirle a estos monopolios mediáticos que dejen de publicar nuestra vida privada al mejor postor. Pero eso sería pedirles que sean algo que no son, y eso no es justo.

¡Gracias Colbert!

La piel que habito (de Almodovar):

Por Franca Sui

frente a los comentarios que vengo escuchando sobre la pelicula, me reaparece una y otra vez el siguiente llamado a la solidaridad:
por favor no interpreten: no es una metáfora de la sociedad de la imagen, no es una crítica a la compulsión por las cirugías estéticas, no es una representación de la frivolidad europea, no es una hipérbole de la obsesión por el cuerpo, no es una ficción extrema del problema de la bioética. Por favor no interpreten. Me arruinan la película. No son imágenes del mundo: son imágenes-mundo! No es una ficción: es la fuerza de lo real sin ataduras a “la realidad posible”. La piel, un cuerpo sufriendo transformaciones. Amor. Pura literalidad. Por favor no interpreten. La película propone exactamente esto: animarse a sentir la perfecta exposición a la literalidad de las pasiones. Abismo, y a quedarse ahí. 

Discutir «El Estudiante» (reload)

Quintín sobre El Estudiante


Q: No, vi solo tres películas, pero me gustaría hablar de las argentinas. La primera, El estudiante de Santiago Mitre, es una película importante.
F: ¿Qué quiere decir una película importante? ¿Es buena o es mala?
Q: Ya llegaremos a eso, pero creo que marca definitivamente que el cine argentino independiente ha alcanzado estándares de producción notables. Esta es otra apuesta a la ficción grande producida por la alianza de dos nombres clave: Pablo Trapero y Mariano Llinás, que unieron fuerzas para esta película ambiciosa, de gran despliegue, hecha sin el dinero del Incaa ni de los fondos. Es curioso que, después de todo, Trapero y Llinás sean los grandes emergentes cinematográficos de la Provincia de Buenos Aires. Hasta aquí se habían repartido el territorio. Trapero se encargaba del conurbano y Llinás del resto, pero terminaron reunidos en esta boleta única. El estudiante es el resultado de un proceso que ha terminado creando un sistema incipiente pero de una gran potencialidad: un cine de productor, que incluye un trabajo profesional como el cine argentino no conocía cuando todo empezó a mediados de la década del 90. El estudiante es una película que reúne todos los requisitos de la ficción clásica: una profunda investigación previa, un tema interesante, un guión sólido, personajes atractivos, actuaciones impecables, una narración precisa y una gran consistencia en la propuesta. En algún sentido, se puede comparar con Sleeping Sickness por la ambición y el pasaje de un cine “chico” a un cine más grande. Si algo le falta a la película —y la diferencia de la de Köhler— es una marca autoral fuerte. En principio es demasiado derivativa de la filmografía de sus productores. El estudiante cuenta una historia muy parecida a la de El bonaerense y comparte dispositivos de narración, equipo humano y estilos de actuación con las películas de la factoría Llinás. Mitre estaba ya en la intersección de los dos caminos: fue uno de los guionistas de Leonera y Carancho así como uno de los directores de El amor (primera parte).
F: Lo estás borrando a Mitre como director. Es como si no existiera. Me parece injusto.
Q: No puedo decir demasiado de Mitre como cineasta. Es cierto que su nombre encabeza este proyecto y seguramente es responsable de la mayor parte de sus méritos, que no son pocos. Pero en El estudiante se nota ante todo la voluntad de construir una obra colectiva dentro de un sistema de referencias que pone entre paréntesis la idea de autor. De hecho, la transición del cine independiente está resultando la de un sistema de falsos autores como era el cine argentino hacia 1995, cuando llegaron los independientes, a un cine de equipos. Es cierto que algunos nombres (sin duda Trapero y Llinás figuran entre ellos) le agregan a sus películas el plus de una impronta personal pero lo interesante, en todo caso, es que la máquina empieza a funcionar sin que el nombre del director deba figurar, necesariamente, antes que el título, como ocurre en este caso.
F: Bueno y además de todas estas aclaraciones, ¿de qué se trataEl estudiante?
Q: Como en El bonaerense, en El estudiante hay un protagonista del interior que llega a la ciudad y hace su aprendizaje en un sistema de jerarquías, lleno de códigos y secretos. En este caso no se trata de la policía sino de la política universitaria.
F: ¿Es K o anti K?
Q: Creo que la idea de la película fue esquivar una definición en ese sentido, que hubiera sido inevitable si se tomaba un sistema menos acotado que el de la militancia estudiantil. Al elegir ese terreno, el guión se permite ser abstracto en cuanto a las identidades políticas pero mantenerse en una actualidad muy estricta. Las agrupaciones que aparecen en la película responden a esa fragmentación y construcción autónoma tan particular de la Universidad de Buenos Aires. Y como lo que está en juego es una elección de autoridades académicas, todo se puede mantener dentro de cierta ambigüedad sin necesidad de darle a los personajes una relación demasiado definida con el exterior. Lo que interesa ante todo en El estudiantees construir una ficción centrada en un territorio preciso, comoNueve reinas se centraba en el mundo de los estafadores.
F: ¿Y qué pasa?
Q: Roque es un personaje rico. Si bien arranca con la desventaja de no conocer el sistema, tiene condiciones para hacer carrera en la gran ciudad. Es audaz, seductor con las mujeres y aprende muy rápido: en este caso, aprende cómo funciona el mundo en el que ha decidido ingresar porque se enamora de una militante. La descripción que se hace del universo político es la de un juego interminable de acuerdos y traiciones movido por la ambición personal y, en alguna medida, también por los ideales. Sabiamente, la película no se expide sobre el porcentaje que tiene o debería tener de cada uno de esos ingredientes. Y se apoya en el minué de las negociaciones y las lealtades, de las traiciones y las sorpresas como El padrino utiliza las de la mafia. Como las películas de Trapero, El estudiante tiene el atractivo de llevar al espectador al conocimiento de un mundo verdadero de la mano de un relato ficticio. Y lo hace impecablemente, salvo por dos detalles. Uno son los textos en off dichos por un narrador que podría haber participado en Historias extraordinarias. En algún caso, estos aportan información al relato pero en otros incurren en digresiones amaneradas, como contar que Hipólito Yrigoyen y Lisandro de La Torre se batieron a duelo, lo que perturba la forma narrativa de la película y parece simplemente un homenaje del director al productor, como para que la marca de este se reconozca. El otro problema de la película es un final que incurre en una vuelta de tuerca de más y, hacia el final, crea un suspenso tan innecesario como forzado (algo parecido ocurre con el final de Carancho). Esa es otra diferencia con el impecable desenlace de Sleeping Sickness, que reconoce que todo está dicho y jugado antes de la escena final.
F: Te veo impresionado por la ambición del proyecto pero no me queda claro si es buena o mala.
Q: Creo que es una película sólida, que describe un mundo sobre el que el cine argentino no ha dicho nada y lo poco que había dicho estaba mal. El estudiante no cae en los lugares comunes cualunquistas que concluyen en el desprecio por la política. Los militantes de Mitre tienen debilidades, toman cocaína, son bastante ignorantes, están demasiado entrenados en la liquidación sin piedad de sus rivales y son poco confiables como personas y como políticos. Pero son de carne y hueso y no parecen peores que los médicos, los periodistas y los cineastas. Acaso sean mejores, tan solo porque tienen pasión por lo que hacen.
F: ¿Pero te gustó?
Q: Sí, pero no del todo. Vos sabés que a mí me gusta el cine de autor.
F: Eso es una antigüedad. Nueve reinas, que es un cine industrial, te había encantado en su momento.
Q: Esta está un escalón por debajo. Lo que me parece, para terminar este tema, es que va a causar impacto y temo que sea criticada por razones equivocadas.
F: ¿O sea?
Q: Es la típica película a la que se le va a achacar incorrección política y portación de apellido en esta Argentina tan intolerante en la que vivimos.

¿Es el kirchnerismo un acontecimiento político?

Por Raúl Cerdeiras

1.- Premisas
Se escucha de las voces de destacados intelectuales que se embarcan en la corriente nacional y popular que encarna este gobierno, afirmar que la irrupción del kirchnerismo en la escena política del país tiene todas las características de un acontecimiento, algo inesperado que de golpe se instala entre nosotros y que no responde a los determinantes históricos vigentes.
Si bien es cierto que la categoría de acontecimiento es plenamente una cuestión filosófica y que sobre ella hay disputas importantes acerca de su significación, voy a ubicarme en el interior de una filosofía que es la que pienso se ha abocado con mayor profundidad y creatividad a desentrañar las posibilidades de esta idea. Me refiero, por supuesto, a Alain Badiou, filósofo que en dos obras, El Ser y el Acontecimiento y luego en Lógicas de los Mundos, ha logrado diseñar una teoría realmente novedosa sobre el acontecimiento.
Para que no se revoleen palabras sin ton ni son, quiero situar esta idea en su ligazón interna con otros conceptos de los que no se los puede desligar sin echar a perder toda su riqueza. Estos son: inesperado; ruptura; invención; sujeto fiel a la huella del acontecimiento; producción de un nuevo presente. También es decisivo tener en cuenta que el acontecimiento es propio de ciertos procesos de pensamiento y acción en donde es posible la invención, es decir, la producción de novedades radicales y que, por lo tanto, se necesita implementar un cuerpo activo de esa producción que se llama sujeto. Pues bien, la política es uno de esos procesos y convengamos en designar como verdadesa esas novedades radicales. Finalmente debemos decir, a título de mero telón de fondo, que hay en el mundo lugar para la irrupción azarosa de un acontecimiento, en la medida en que se piense la cuestión del ser en tanto ser en el interior de una ontología que lo declare inconsistente.
Inesperado. El acontecimiento no es algo que se puede planificar a partir del saber que se tiene del funcionamiento de una situación determinada o de una realidad acotada, diríamos que es contingente, o inesperado, no reducible directamente a la lógica propia del lugar en donde acaece. Por este motivo se dice que está en “exceso” respecto a las posibilidades propias de la situación en donde se inscribe. Una pancarta de los movilizados en España el 15-M decía: “no pasa hasta que pasa”, dando así una idea justa del presente puro que porta el acontecimiento cuyo ser consiste en desaparecer. Sólo queda en la situación una huella, una marca, un nombre, una consigna, una declaración, por ejemplo: “que se vayan todos”.
Ruptura. El acontecimiento no lleva escrito en su frente lo que es, de ninguna manera es la novedad en sí misma, su virtud es abrir la situación a posibilidades antes insospechadas, de tal manera que lo que se aceptaba “naturalmente” como imposible ahora puede ser puesto en cuestión. Este quiebre del orden establecido abre un proceso de producción sostenido en nuevas hipótesis, una apuesta de resultado incierto, en donde no hay caminos sino que estos se hacen al andar.
Invención. El acontecimiento no pone en marcha un procedimiento para extraer de las profundidades de la situación una verdad histórica desde siempre allí alojada para ser llevada a la superficie y revelada al conjunto de los humanos. Por el contrario, implica una invención, es decir, producir en el lugar de que se trate (recuerdo que nos estamos refiriendo a la política) una existencia nueva, algo que no es el resultado de exprimir a fondo las posibilidades de la realidad vigente y derivarla de ella. La invención supone un  forzamiento de la situación en donde se va a instalar.
Sujeto fiel a la huella del acontecimiento. La producción de una nueva verdad política, es impensable sin que se produzca también un sujeto que sea fiel, es decir, que se oriente a ser consecuente con las posibilidades que el cimbronazo de la huella del acontecimiento ha liberado. Un sujeto político está siempre condicionado por un acontecimiento, es una configuración destinada a ser la fuerza activa de la producción de una nueva verdad política. Es un cuerpo (no de un individuo) que porta una idea, es una organización colectiva que sostiene el proceso de producción de lo nuevo, como el ejército de Espartaco lo fue para la rebelión de los esclavos, o el partido bolchevique para la experiencia comunista del siglo pasado.
Producción de un nuevo presente. Finalmente, el proceso que desata el acontecimiento pone inmediatamente a la orden del día un nuevo presente. ¿Qué es un nuevo presente? Si una nueva manera de pensar y hacer la política, por incipiente que sea, se pone en marcha, entonces será necesario en el interior de la realidad política enfrentar cuestiones y situaciones anteriormente desconocidas. Ningún habitante de España se preocupaba ni tenía como problema la cuestión de cómo se organiza una discusión en asambleas callejeras respetando el principio compartido de que todos somos iguales, antes que se viera involucrado en los sucesos del 15-M por todos conocidos. De igual manera que en nuestro país los movimientos piqueteros tenían que resolver (fuera de los partidos, de los sindicatos, y las formas clásicas de representación política) como se forzaba al Estado a negociar en las rutas y que tipo de subordinación al movimiento tenían que observar los circunstanciales interlocutores.
Ahora bien, dicho todo esto, cuando desde la tribuna intelectual, me refiero en especial a Ernesto Laclau, Jorge Alemán, Horacio González, Ricardo Forster y algunos más, se trata al kircherismo como un acontecimiento, se acentúan los rasgos que refieren a su emergencia inesperada y a la construcción de una novedad. Realmente no tengo noticia desde que concepción del acontecimiento trabajan para encasillarlo en sus laberintos. Pero de lo que estoy seguro es que desde la visión que resumí al comienzo, lo que se puede llegar a llamar el legado político de Néstor Kirchner, jamás se lo puede encajar en su interior.
¿Entonces todo termina acá? ¿Para qué entusiasmar al lector con la promesa de un debate que el escrito anuncia en su título para después cortarlo abruptamente diciendo “este es un sapo de otro pozo”?
Lo que trato de hacer es explicar porqué al kirchnerismo se lo ve como un acontecimiento en tanto inesperada novedad. Creo que es el pozo que no acepta al sapo el que tiene la riqueza suficiente para explicar porque lo metieron allí. Estoy convencido que de esa circunstancia podremos extraer la singularidad del kirchnerismo y su novedad. Y en esa tarea aspiro a dar algunos indicios de una nueva perspectiva para reponer en el seno de la política la idea de la emancipación humana, aquí y ahora.
2.- El acontecimiento ya fue.
Sabemos que el acontecimiento es un exceso sobre las reglas que rigen la situación en donde acaece, por lo tanto que “algo” es un acontecimiento sólo puede sostenerse en una decisión sin garantías, una apuesta. Por mi parte creo que las formas de resistencia contra el neoliberalismo, desde la emblemática marcha sobre nuestra Ciudad de los obreros arrojados de SOMISA e HYPASAM en 1991 hasta la masacre del Puente Pueyrredón, pusieron en la superficie de la vida política un abigarrado conjunto de experiencias, discursos, formas organizativas, métodos de lucha, (el piquete, etc.) incompatibles con la forma política dominante llamada democracia (que yo llamo “democracia SA” porque no es otra cosa que la forma política de dominación del capitalismo hoy globalizado). El 19-20 de diciembre del 2001, es una huella de ese período: la gente en las calles, las asambleas barriales, el “que se vayan todos y no quede ni uno solo”, los procesos de ocupar fábricas abandonadas, las nuevas consignas,  tareas y organizaciones procesadas por fuera de los partidos políticos, los gremios, las instituciones y pasando por encima del “voto democrático” que legalizaba la presidencia de De la Rúa, etc. Quizás esa huella sea sintetizada en una idea: cuando la gente se corre del lugar de víctimas la política empieza a reconciliarse con la emancipación. Lo real fue que la política se puso a distancia de la economía, el Estado y los partidos.
Mi apuesta es que ese período libera la potencialidad de un acontecimiento porque abrió para el pensamiento y el hacer  efectivo nuevas posibilidades para abrir un incipiente camino que reponga la necesidad de re-comenzar, sobre principios muy diferentes a los del pasado, una nueva secuencia política ligada a la emancipación y no a la gestión del orden existente.
Ahora bien, lo más difícil es la fidelidad al acontecimiento, ahí donde rige eso de “caminante no hay camino, se hace camino al andar”, pero la historia es abundante en ejemplos en los cuales entre el acontecimiento y la culminación de un proceso que lo reconozca como tal (que ha habido acontecimiento es siempre una confirmación retroactiva) puede transcurrir una larga sucesión de diversos períodos. Basta con fechar las revueltas obreras de fines del siglo XVIII y principios del XIX pasando por el Manifiesto Comunista de 1847, el fracaso de La Comuna de 1871, etc., hasta el triunfo de la primera revolución hecha en su nombre (Rusia 1917) por medio de la cual la invención de la idea política del comunismo se instala en la humanidad.
Lo cierto es que se abrió un nuevo presente político. Por lo menos se pusieron en cuestión los valores establecidos por la política hoy vigente y se abrieron nuevos interrogantes: si hay que tomar el poder; cual es el verdadero rol del Estado; cómo estructurar formas organizativas horizontales fuera de los partidos; cuáles eran los nuevos lugares de la política; si la política era un simple medio o si era autónoma; qué balance se debía hacer de la vía muerta en la que encalló la experiencia socialista, etc.
Un verdadero desmadre se apoderó de nuestro país a tal punto que la palabra de moda en esa época era la pareja “ingobernable/gobernabilidad”. Un Estado democrático impotente, con la producción capitalista casi en quiebra generalizada, los bancos terminando de robarse lo poco que quedaba, etc. Sin embargo, pienso que la cuestión esencial era que la gente en la calle empezaba a poner en tela juicio la manera dominante de hacer política, manera que se puede sintetizar en la siguiente secuencia: Estado, partidos, representación, voto, consenso. Es decir, después del debate impuesto por los centros mundiales del poder acerca de “la transición de la dictadura a la democracia”, por primera vez se cuestionaba a esta última, y ponía en duda que esa opción pudiera ser el único horizonte al que se debía subordinar toda idea de emancipación política. Resonaba con fuerza la sentencia de Hebe de Bonafini: “Alfonsín es lo mismo que Videla”.
En la superficie estaba el impacto innegable de la crisis “social”, económica e institucional, con todas las secuencias de miseria y destrucción que acarreaba, pero mi punto de vista se dirige a detectar los síntomas de un nuevo presente político que en esa época dejó huellas aún vigentes. Considero que una política emancipativa, si bien existe en el conglomerado que articula sociedad y Estado, mantiene su capacidad liberadora justamente por no reducirse a ser un epifenómeno de la lógica propia del mecanismo de reproducción de esta sociedad: el capitalismo y la meta-estructura Estatal. A diferencia de Marx que afirmaba que la política, en última instancia encontraba su fundamento en la infraestructura económica, y que el comunismo se condensaba en la abolición de la propiedad privada, sostengo la idea de que la política emancipativa se funda en su propia capacidad de pensar y hacer trayectos de ruptura con el orden establecido. Dicho de otra manera: la política emancipativa es autónoma e inventa sus propias ideas, sus prácticas y sujetos. De tal manera me pongo radicalmente fuera de la izquierda de museo hoy sobreviviente, pero también de la empresa de Toni Negri que afirma la disolución integral de la política en la vida social.
En resumidas cuentas, digo que el 19/20 de diciembre del 2001 es el nombre que marca la irrupción de formas políticas nuevas en ruptura con el orden de la democracia SA. Junto con los otros movimientos de lucha latinoamericanos forma un puñado de incipientes puntos de partida sobre los cuales hay que trabajar pensando en la posibilidad de refundar una nueva secuencia de políticas emancipativas, luego del letargo que padecemos desde hace casi 30 años de reacción neoliberal e impotencia de la vieja izquierda.
3.- La derecha también cambia
Cuando un nuevo presente político empieza a tomar cuerpo el orden establecido también cambia, produce transformaciones internas con capacidad de salir al cruce a esos ruidos “raros” que amenazan su reinado. Al mismo tiempo que un manojo de ideas y prácticas nuevas se van anudando en un sujeto fiel al acontecimiento que promueven un nuevo presente político, se observa la conformación de lo que Badiou llama “las novedades reaccionarias” que son variados procedimientos por medio de los cuales se intenta apagar o extinguir ese nuevo presente. Para el caso de no ser suficiente este sujeto reactivo, es posible el surgimiento de un sujeto que el autor citado denomina “oscuro”, cuya función es ocultar radicalmente ese nuevo presente. Para sintetizar, digamos: democracia (sujeto reactivo) y dictadura(sujeto obscuro). Y así como hay diversas “formas” de políticas reactivas (neoliberales; de bienestar; parlamentarios; intervencionistas; reformistas etc.) también las hay en la franja “oscura” (racismo nazi; Iglesia franquista; Orden fascista; islamismo teológico, etc.)
Toda la cuestión para comprender la singularidad del kirchnerismo consiste en la diferencia que existe en los procedimientos implicados en la operación del sujeto reactivo que es extinguir el nuevo presente (como el bombero que apaga un incendio) y la del sujeto oscuro que intenta ocultarlo (aquí no ha pasado nada). Para comprender esto hay que abandonar toda sensiblería e identificación con las personas y las proyecciones imaginarias que se precipitan constantemente sobre el imaginario social y no dejan pensar lo que es necesario pensar. Aquí hay que ser materialista al “mango” como Marx: “yo no parto del individuo, parto de una situación económico social determinada”. Materialista en cuanto debemos partir siempre de una situación real en donde los personajes ya están distribuidos por una estructura, sujetos sujetados, por más que ellos se crean “subjetivamente” por encima de esas determinaciones. ¿Cómo las personas sujetadas pueden romper con aquello que los sujeta? es todo el carozo de un pensamiento político emancipativo. Por eso aquí hay que dejar de lado toda consideración acerca del individuo Néstor Kirchner. Néstor: bueno, malo, audaz, implacable, cínico, acomodaticio, liberador, alegre, honesto, ambicioso, etc. Aquí se trata de sujetos que portan políticas de emancipación, reactivas u oscuras, y los individuos se incorporan o no a esos sujetos, pero ellos no son los sujetos.
En esta lectura de la coyuntura que estoy intentado resulta evidente que el Kirchnerismo (y más o menos en la misma sintonía los demás gobiernos “progresistas” de América Latina) asume el rol de un sujeto reactivo. Reactivoen todo el esplendor que ese término debe tener en política, porque si uno se ubica en el lugar de la víctima explotada entonces se va a repetir lo que el coro de izquierda grita desde siempre: hay que reaccionarcontra el poder, de tal manera que el sayo de lo reactivo ellos se lo cuelgan gustosos. Pero hay otra manera, y consiste en partir del acto político liberador como premisa afirmativa y que sea el orden dominante el que tenga que reaccionar, ¡que la derecha sea reaccionaria! Ser reaccionario no es una propiedad intrínseca, es una consecuencia de que la emancipación humana es posible y está en acto.
Para ablandar un poco la terminología, digamos que una política reactiva y una oscura difieren y coinciden. La coincidencia fundamental es que ambas niegan la huella del acontecimiento, en el sentido que pueda ser tomada y desplegada como el punto de partida para una novedad radical. Pero difieren en tanto que el sujeto oscuro (neofascismos en general) oculta el nuevo presente y avanza con violencia (en nombre de un cuerpo fundamental: Dios, Patria, Hogar, Raza, El Campo…) para aniquilar los precarios e incipientes cuerpos de los sujetos fieles (sus organizaciones, prensa, ideas, etc.). Por su lado, el sujeto reactivo busca apagar o extinguir ese nuevo presente político y trata de subordinar a los cuerpos de los sujetos fieles, con la ayuda de todos aquellos que no están de acuerdo en seguir fielmente la huella del acontecimiento y están dispuestos a recibir por los carriles habituales ciertas mejoras en su situación.
Entonces estamos en condiciones de hacer una doble distinción. En primer lugar, no cometer la torpeza de conjuntar como si fueran “lo mismo” al kirchnerismo con la derecha recalcitrante que no está dispuesta a ceder nada de sus privilegios. Y en segundo lugar, marcar las características esenciales del sujeto reactivo que es kirchnerismo y de esa manera poner sobre la mesa su compleja relación con la huella del acontecimiento, por que es en esa tensa relación que se construye hoy la coyuntura política real de nuestro país. Repasemos las tres características del sujeto reactivo: 1) niega la huella del acontecimiento; 2) extingue el nuevo presente; 3) subordina al sujeto fiel. De esta tercera circunstancia se desprende que –como dice Badiou– “el sujeto fiel sigue siendo el inconsciente del sujeto reactivo”.
4.- La operación kirchnerista.
Apoyándome en decisiones que considero suficientes y decisivas para enmarcar una definición política clara, afirmo que el proceso kirchnerista ha tomado la posición reactiva frente a la posibilidad de una invención política nueva.
a) En primer lugar, la negación de la huella acontecimiental. El discurso oficial califica a la época que yo considero que estaba plagada de síntomas que abrían nuevas posibilidades, como un “infierno”. Pero no un infierno en tanto caudal inaudito de fuego destinado a incendiar un pasado para construir sobre sus cenizas algo distinto, sino como portador de una anarquía disolvente y peligrosa para “todos los argentinos” (¿todos?).
c) Después, habrá que extinguir ese presente. Pero nosotros sabemos que extinguir el nuevo presente es, políticamente hablando, debilitarlo, demostrar que con los antiguos métodos se pueden obtener también mejoras, que las revueltas son en vano, que comienzan con mucha ebullición pero siempre terminan en nada o en un desastre. Allí generalmente se recurre al manual del ex Tupamaro Mujica que ha escrito su memorable ensayo acerca de las virtudes del “extremo centro”. Por la vía de mejoras económicas y la afirmación plena de que la política es un instrumento del Estado para tratar de cambiar la sociedad (afirmación clave que identifica política con Estado y nos hunde para siempre en el pasado y en el presente de los poderosos) se termina de apagar ese incendio. Y la frutilla del postre estriba en reforzar la posición de víctimas de las poblaciones explotadas miserablemente y presentar al Estado como la institución que los viene a socorrer.
d) Por último, la subordinación del sujeto fiel al sujeto reactivo. En esencia eso significa no la aniquilación del cuerpo (sus organizaciones, ideas, asambleas, etc.) de los incipientes sujetos fieles a la huella del acontecimiento (como lo tramaría un sujeto oscuro) sino la absorción, integración e institucionalización de las organizaciones y personas protagonistas de la época “infernal”. Aquí el Estado, en su función decisiva de ser el garante último de toda estructura económico-social, tiene un papel preponderante. Su principal tarea será invertir la dirección del movimiento que se desparramaba desde abajo y apuntaba a dislocar lo que está arriba. Subordinar significa que lo de arriba vuelva a imponer su lógica a lo de abajo. Pese a que Ernesto Laclau ve un mérito del gobierno en esta operación, sin embargo ha sabido describirla con justeza. Dice: “A partir de la crisis de 2001, en la Argentinase vivió una enorme expansión horizontal de la crisis social (las fábricas recuperadas, los piqueteros). Con el ascenso del kirchnerismo al poder, lo que se dio fue la articulación de esa expansión horizontal con una influencia vertical de estos nuevos grupos en el sistema político. El resultado ha sido que hoy la Argentina es una sociedad mucho más democrática que lo que era hace 10 años” (Página/12. 04-11-11). Como se aprecia hay dos visiones divergentes de la política emancipativa, mientras Laclau piensa que en la medida en que la horizontalidad de base ascienda al poder del Estado y reciba su influencia vertical, la beneficiada va a ser la sociedad que será más democrática. Por mi parte no veo sociedad más democrática que cuando la gente toma la existencia colectiva en sus manos y se reúne en asambleas para deliberar y decidir sobre lo que hay que hacer. Por más precaria que sea en sus efectos y cortísima en el tiempo (como fue hace 10 años) hay más invención política liberadora ahí que en el despacho público de un ex piquetero atendiendo los reclamos de sus “bases”.
5.- ¿Es posible aquí y ahora sacarse los zapatos?
A pesar de lo dicho, la expresión de Laclau pone en evidencia la corrección de la teoría que Badiou desarrolla acerca del sujeto reactivo pensado a partir de la relación que mantiene con el acontecimiento y su huella. Si bien el sujeto reactivo se estructura subordinando al sujeto fiel, habíamos visto que éste se transforma en su “inconsciente”, es decir, carga con él. Y la conducta (es decir, la política) del sujeto reactivo no podrá desentenderse de esa carga a la que tendrá que darle algún lugar, tratar con ella. Para mi esa es la matriz del progresismo real que exhibe el gobierno.
Esa latencia que se aloja en el interior del Kirchnerismo también es captado por Horacio González, cuando preguntado sobre esta circunstancia responde: “Está en un segundo plano, como esa chicharra que suena muy de tanto en tanto como alerta para el pensamiento crítico. Ese sentimiento está latente hoy, pero sustituido perfectamente por cierta eficacia que demuestra el Estado en equilibrar a favor de las situaciones históricamente desequilibradas de índole popular y social, en todas las acciones públicas” (2001, Relatos de la crisis que cambió la Argentina, M. Barrientos y W. Isaía, Patria Grande, Bs. As. 2011, pág. 93) Con su tradicional estilo poético Horacio González ha dado una excelente definición de la función de un sujeto reactivo.
Esta combinatoria explica la mixtura de palabras que se disparan desde lo más alto del gobierno como por ejemplo: emancipación e igualdad, por un lado, y al mismo tiempo implorar ante el mundo la vuelta a un capitalismo cuasi fordista del siglo pasado. ¿Qué tipo de liberación es esa?
El kirchnerismo camina sobre las brazas del 19/20-12-2001 y las posibilidades que ahí se abrieron. Usa zapatos de amplia protección pero siente el calor. La presidenta está convencida que entre trabajadores, empresarios y Estado “cuando uno discute y pone todo sobre la mesa, descubre que los intereses son definitivamente concurrentes” (discurso en la inauguración de una nueva cede de la CAC, 7-9-11), pero al mismo tiempo miles de jóvenes ofrecen sus brazos diciendo que ellos están dispuestos a seguir adelante con la “liberación”. ¿Qué tipo de liberación en esa?
Me parece que esta tensión interna va a tomar cuerpo rápidamente en el plano de las ideas y seguro que vendrán discusiones importantes en el interior del Kirchnerismo. Carta Abierta salió a la palestra en un momento de extrema debilidad del gobierno. Al comienzo de su gestión gobernar era principalmente resolver los temas urgentes y de coyuntura en la manera que la política ligada al Estado lo hace usualmente: negociando y cediendo, ganando y perdiendo. Pero llegó un momento en que el sujeto oscuro quiso retomar el control absoluto que había tenido que ceder después del 2001 (el neoliberalismo “puro” liderando el conflicto de El Campo) y pusieron en evidencia que el Kirchnerismo no tenía un discurso propio. Carta Abierta le dio la letra que necesitaba. El enemigo fundamental al que apuntaron sus dardos fue al sujeto oscuro, ligándolo con la dictadura, la década infame, etc. Sea cual sea el juicio que se pueda tener acerca de sus posiciones, hay que resaltar que la aparición de Carta Abierta es una muestra cabal de que la política es, antes que un medio o una técnica, un pensamiento.
Creo que para la visión de este grupo de intelectuales el triunfo aplastante de Cristina en las elecciones de octubre, es suficiente garantía de continuidad y seguridad para abortar cualquier intento “destituyente”. Quizás haya llegado la hora de sentir el calor bajo los pies. O, dicho de otra manera, ya que la “destitución” está en retirada ¿no es hora de plantearnos en serio eso de la “emancipación”.
6.- ¿De qué emancipación se trata?
Quiero ofrecer a este debate un par de ideas o sugerencias. La fuerza del capitalismo es inmensa pero lo es más aún cuando uno se plantea la misión de destruirlo. Es desalentador y desmoralizante. Por eso el primer paso que hay que dar es decir que aquí se trata de política y no de economía. La lucha debe ser política. El capitalismo es, además de un modo de estructurar la producción, una política. Una política que se organiza alrededor del Estado, sus partidos, sus instituciones y sus múltiples aparatos ideológicos, es portador de de un discurso político dominante y construye constantemente consensos que capturan a la inmensa mayoría de la población y la someten sutil o violentamente a la impotencia.
Vivimos dominados por una ideología política, que nos articula en un sentido común que hace lazo entre los humanos. El secreto más cuidado por el capitalismo mundial es  que la llave de su reinado es esencialmente política. No escatima esfuerzo alguno para repetir una y mil veces que la política debe subordinarse a la economía. La fuerza devastadora de esta idea es tal que cuando una política (como es el caso de nuestro país) encara medidas de control e intervención en algunos de los grandes nichos del neoliberalismo, no hace más que cumplir con el santo mandato: la política al servicio de la economía.
La importancia del 19/20-12- 2001 y de muchas otras que hoy asoman por el mundo, es que no fueron revueltas económicas, sino revueltas políticas que pusieron a la orden del día la impotencia (es decir, la connivencia) del sistema político hoy realmente vigente para encarar los desastres que provoca el hecho que nuestra existencia colectiva esté tramada por la lógica del lucro capitalista. Hay que decirlo con toda la fuerza: es esta bendita democracia realmente existente (y su partenaire, la dictadura) que no hacemos más que santificar como lo menos malo, el tapón que nos condena a que nada cambie. Ese tapón es una manera de pensar y hacer la política. Cuando en las jornadas del 2001 se gritaba “que se vayan todos y que no quede ni uno solo”,  la respuesta de ese tapón, al frente del cual estaban también, y en primera fila, los partidos de izquierda, fue: ¿y si se van todos quién gobierna? . Es que para este pensamiento-tapón, la política es en su esencia gestión, gobierno, programas, orden, eficacia. No se pensó que ese rechazo bien podía ser un  ¡ya basta! a toda una configuración política tramposa. Yo pienso que fue así y ahora es preciso seguir las consecuencias de esa decisión.
Es común que sean los voceros del mismo sistema los que proclaman sus verdades de manera transparente porque esa transparencia vela lo real del problema. En este caso le tocó decirlo a Cristina F. de Kirchner en su discurso en el seno del G-20. Dijo lo que todos sabemos y leímos: los grupos financieros y parafinacieros envuelven al capitalismo mundial en un torbellino incontrolable, anárquico, y que había que tomar medidas para terminar con eso. Pero inmediatamente agregó: ¡ojo!, ¡cuidado! que ese vendaval podía arrastrar a las democracias…Podemos leer esto pensando que nuestra presidenta alerta que gobiernos totalitarios y antidemocráticos se apoderen de algunos países. Realmente esto no sería un problema para el capitalismo, China no es precisamente un dechado de democracia y sin embargo el capitalismo allí tiene una salud envidiable por todos. La advertencia dada como supremo peligro apunta a un guiño al Occidente, libre, democrático y defensor de los derechos del hombre (que es el entramado ideológico impuesto al mundo por un puñado de países poderosos) para que tome nota que si la gente no aguanta más y sale a la calle ¿qué hacemos? Es la percepción que sin su soporte político el capitalismo entraría en una zona de riesgo incalculable. Para decirlo crudamente: uno puede animarse a despotricar contra el capitalismo aún en la cara de sus administradores supremos, pero jamás despotricaría contra la democracia. Es decir: contra una concepción de la política que la condena a ser un instrumento del Estado, secuestrada en el interior de los partidos, a la representación cuantitativa, a la gestión de lo que hay, a su dependencia de la economía, etc. comandada por la sagrada convicción de que no se puede hacer otra cosa que lo que es posible en cada momento tratando de elegir, siempre que se pueda, el mal menor. Es el famoso “extremo centro”.
El kirchnerismo, pensado como sujeto político reactivo que debe convivir con un incipiente sujeto fiel a las posibilidades políticas abiertas por el 2001, se puede dar el lujo de presentarse ante el mundo ofreciendo sus recetas económicas para paliar las crisis de los países centrales y colaterales, algunas de ellas “opuestas” a las del FMI  (opuestas entre comillas porque todas tienen como objetivo común hacer viable el capitalismo), pero es difícil que en política aconsejen otra cosa que no sea someterse a la democracia realmente existente. No es el 2001, el “infierno”, la rebelión contra gobiernos elegidos democráticamente, una medicina que nuestros gobernantes vayan a ofrecer a los foros mundiales.
En definitiva, el kirchnerismo no es un acontecimiento político, pero por medio de la visión que compartimos sobre lo que es propio de un acontecimiento, podemos afirmar que es un sujeto reactivo dispuesto a extinguir lo que la huella del 19/20-12-2001 abrió como posibilidades de políticas inéditas. A diferencia del sujeto oscuro, que además de negar el acontecimiento, oculta el nuevo presente e intenta aniquilar los incipientes cuerpos políticos, el reactivo camina sobre su propia razón de ser tratando de apagarla. Si hay una vuelta real de la política de la mano del kirchnerismo, para que esta no sea una cuestión general encerrada en el renacer del “interés” por “la” política, cabe entonces que trabajemos sobre esa “latencia” y empecemos por declarar que lo que tiene que volver es la política emancipativa, y entonces afirmar la huella acontecimiental,  propagarel nuevo presente y a independizarladel Estado, sus partidos y de la economía. 
Entonces: ¿de qué emancipación se trata? De una emancipación política. Una emancipación que comienza por emancipar a la política misma de su esclavitud a la economía, el Estado, sus partidos y la gestión. Por difícil que pueda ser esta tarea, su materia prima es la gente, su pensamiento, su lucha y su organización, y está disponible siempre en el presente, aquí y ahora. En cambio, ponerse por objetivo destruir el imperio mundial del capitalismo es una trampa de la propia política del capitalismo y su labor no se detiene allí, sino que también nos ofrece la ideología y el sistema político (la democracia SA) para llevar adelante esa infinita tarea. Este dispositivo nos lleva a postergar siempre la cuestión final para un futuro para el cual nuca parece que estaremos lo suficientemente fuertes y preparados para esa batalla final. Jamás podremos estar presentes en el presente. Esa postura nos obliga a entretenernos con cuestiones menores, conquistadas gradualmente como escalones de una escalera a la fama que nunca se alcanza. Pero lo peor de todo, es que esa experiencia política emancipadora, en lo esencial, ya se intentó por las vías de sus dos variantes principales: la revolucionaria y la reformista, con los resultados por todos conocidos. ¿Para qué insistir? ¿No es hora de abrir nuevas secuencias políticas emancipativas, a partir de nuevos principio, prácticas y organizaciones? ¿No ha llegado el momento de afirmar expresamente que la política no es apéndice de ninguna otra cosa que no sea lo que ella misma pueda pensar-hacer sostenida en los principios de emancipación e igualdad de todos los seres humanos?     

#CristianFerreyraPresente – Asesinan a Cristian Ferreyra del MoCaSE

En la tarde de hoy, miércoles 16 de noviembre, la comunidad de San Antonio comunicó que en la casa de la Familia Ferreyra se apersonaron  Javier y Arturo Juárez –sicarios de empresario Ciccioli oriundo de Santa Fe– y dispararon a sangre fría contra dos campesinos, causando la muerte con una escopeta a Cristian Ferreyra de 25 años e hiriendo de gravedad a otro compañero (que se encuentra en observación en el hospital de la capital santiagueña) y un tercero con golpes graves.

En la comunidad de San Antonio (situada a 60 km de Monte Quemado), miembro de la CCCOPAL MOCASE – Vía Campesina viene resistiendo al intento de desalojo por parte de empresarios que han contratado matones armados para realizar amedrentamiento en la zona norte de Santiago del Estero. Los empresarios que intentan acaparar las tierras Los Julianes (Ciccioli, Ricardo Villa, Saud) son venidos de Santa Fe y Tucumán: son los mismos que han diseñado el plan de ataque que vienen sufriendo de forma sistemática los campesinos indígenas en los departamentos Copo, Pellegrini y Alberdi desde hace 4 meses. Ejemplos de esto son la detención arbitraria de Ricardo Cuellar, el atentado a la FM Pajsachama, la quema de ranchos y pertenencias de campesinos de la CCCOPAL. 

Esto ocurre con la complicidad de parte de las autoridades provinciales y funcionarios del poder judicial e instituciones como la Dirección Provincial de Bosque que AUTORIZÓ el desmonte en un lugar en el que viven familias campesinas indígenas desde hace varias generaciones.

A todos ellos los hacemos responsables directos del asesinato de Cristian.

Desde estos territorios campesinos indígenas se vienen denunciando los atropellos. Tal es así que el Juez Penal Alejandro Fringes Sarria, de Monte Quemado, ya tiene varias denuncias, pero nada hizo para detener la escalada de violencia que impera en la zona. También el Comité de Crisis supo hacer relevamiento de las situaciones de atropellos. Pero hasta el momento sólo la organización de las comunidades ha logrado evitar los desalojos y desmontes de miles de hectáreas.

En varias oportunidades el empresario Ciccioli amenazó públicamente con matar a un campesino del MOCASE-VC para que “se dejen de molestar». Pero el asesinato de Cristian Ferreyra no va a quedar impune: con toda la rabia y el dolor que sentimos sus compañeros y compañeras reafirmamos, una vez más, que en la defensa de nuestros territorios llegaremos hasta las últimas consecuencias.

Cristian Ferreyra Presente!!!

Ni un metro más, ¡la tierra es nuestra!

Somos Tierra para Alimentar a los Pueblos

Contactos:

011 15588011088
03844 414162
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MOCASE-VC

(Movimiento Campesino de Santiago del Estero – Vía Campesina Internacional)

La degradación de la política

Por Alejandro Horowicz

Europa tuvo desde la II Guerra Mundial un nivel de crecimiento económico considerable, que permitió a sus ciudadanos gozar de un razonable nivel de consumo y bienestar. Es la primera vez en más de medio siglo que ese piso está siendo puesto en cuestión.
La degradación de la política europea ha abandonado el terreno de las hipótesis, para ingresar al de las “patéticas miserabilidades cotidianas”. No sólo la policía tiene que impedir que miles de manifestantes italianos irrumpan en una universidad privada, Bocconi, estrechamente ligada al premier Mario Monti; además decenas de inmigrantes extranjeros fueron obligados a bajar del transporte público griego por simpatizantes de Laos, grupo xenófobo de la ultraderecha, para recibir una dura advertencia acompañada de garrotazos. Las cosas recién se están poniendo en marcha, dado que Laos integra el nuevo gabinete de unidad nacional. Es decir, tecnócratas dispuestos a avanzar en dirección del ajuste sin mayores consideraciones, en un país donde dos de cada tres se oponen y están dispuestos a resistir en las calles.
En España el mismo debate se libra aun en terreno electoral. La esperada victoria del Partido Popular sobre los socialistas servirá de marco para un nuevo avance de la derecha. En un país donde 5 millones de parados insumen 40 mil millones de euros del presupuesto nacional (un promedio de 670 por cabeza) durante 24 meses, se corre el serio riesgo de poner fin a este subsidio. Es que Mariano Rajoy sostuvo: “Sólo podemos tener el modelo de bienestar que nos permiten nuestros ingresos.” El líder de los populares se abstuvo de hacer mayores precisiones sobre su “programa de austeridad”, pero si algo delata a los conservadores de toda laya es su voluntad de equilibrar las cuentas públicas con el modelo de los contadores. Vale decir, reduciendo “el gasto” y punto. 
Una cosa es el seguro de desempleo cuando los afectados son unas decenas de miles y otra cosa es el 21% de la población activa de la península, mientras la destrucción del empleo prosigue su marcha. Alfredo Pérez Rubalcaba, líder de los socialistas españoles, se ofrecía como único garante del “Estado de Bienestar”. Si bien es cierto que su partido redujo el salario de los funcionarios públicos y elevó la edad jubilatoria, no lo es menos que recorta a menor velocidad que la exigida por Angela Merkel, pero recorta. Entonces, el electorado español que ha soportado el desarrollo de la crisis bajo el gobierno de Rodríguez Zapatero, y que ha comprobado la ineficacia de su gradualismo socialista, comprobará que el recorte sin anestesia de los populares sólo golpeará aun más brutalmente sin remediar nada.
En verdad el futuro gobierno español, tanto como el actual, está atado de pies y manos. Una política contracíclica –donde el Estado asuma el papel de principal estímulo de la actividad económica– requiere reducir el impacto de la deuda pública sobre la actividad productiva. Y esa no es ni puede ser una determinación “nacional”. Es que supone evaluar cuánto vale, en términos de mercado, un euro de deuda. Esta es la madre de todas las cuentas, ya que sin ella se trabaja sobre una hipótesis imposible: la deuda es cobrable tal cual es. Mientras esta consigna opera, mientras se trata de ejecutar políticas que permitan ese cobro, el desguace del Estado de Bienestar no puede interrumpirse, porque es preciso achicar el gasto para pagar. 
En cambio, un sinceramiento de las cuentas públicas pone límite a la destrucción, y habilita una política de reactivación económica. Así como se acepta, mal y tarde, que una quita del 50% de los títulos griegos resulta imprescindible, en el momento en que se trata de papeles en default, si se redujeran todas las deudas en un 25% y fuera garantizado su pago con un titulo de la Unión Europea al 2%, recuperarían la iniciativa política. Es que la necesidad de aplacar a los mercados termina transformándose en dictadura de mercado, y esa dictadura avanza sobre el sistema político en su conjunto degradándolo. 
Retomemos el hilo. Entender que la existencia de deudas “nacionales” atenta contra la sobrevivencia de una moneda común y por eso la propuesta de Merkel (los países que deseen abandonar la zona del euro pueden hacerlo) facilita la desintegración de la Unión Europea, y por tanto, el futuro del euro (incluso para los países que no lo abandonen) se vuelve incierto. No se trata de organizar la ruta de escape, sino de garantizar la estrategia para la continuidad. La defensa de Europa supone, requiere, impone utilizar la crisis como trampolín para un nivel de integración superior (moneda común y sistema fiscal unificado) o caerse del mapa político.
En lugar de utilizar el Banco Central Europeo (BCE) para defender la cotización de los títulos públicos, como instrumento de la dictadura financiera (en caso de no defenderlos la tasa de interés crece y cuando supera el 7% el gobierno es destituido, como en Grecia o Italia, y sustituido por tecnócratas dóciles), utilizar su formidable poderío para remplazar las deudas nacionales por una deuda europea única. Para seguir juntos no tienen demasiada opción, para desintegrarse vale casi todo. 
UN NUEVO MODELO POLÍTICO. En rigor de verdad la continuidad del matrimonio entre democracia y capitalismo de la Unión Europea está en su peor momento. Si se quiere esa es la discusión de fondo. Y en los hechos se formula así: un poder concentrado –los bancos– impone su necesidad como la única que debe ser atendida. Si los bancos deben cobrar, si la lógica sistémica depende de su existencia, la voluntad mayoritaria se vuelve una ficción imposible de sostener. 
La democracia burguesa reposa sobre una premisa elemental: el interés mayoritario –o al menos alguna de sus versiones– puede ser atendido en un cierto grado. Para cada época y circunstancia el “grado” se modifica; en tiempos del presidente Lincoln ese “grado” es menor que en los Estados Unidos del presidente Kennedy, pero en ambos existe un nivel de intolerabilidad y rozarlo siempre resulta delicado. 
Europa tuvo desde la II Guerra Mundial un nivel de crecimiento económico considerable, que permitió a sus ciudadanos gozar de un razonable nivel de consumo y bienestar. Es la primera vez en más de medio siglo que ese piso está siendo puesto en cuestión. Y ese debate no suele resolverse amigablemente. La idea de reconstruir las terribles condiciones existenciales de los finales de la República de Weimar no parece atinada. Allí se empolló el huevo de la serpiente, y el costo terminó siendo la II Guerra Mundial: 80 millones de muertos y un rango de destrucción intolerable.
Ningún conflicto armado amenaza Europa, sólo se trata de una crisis financiera y su adecuada solución política. Las salidas democráticas impiden someterse al interés irrestricto de los bancos, y las no democráticas plantean un rango de involución inadmisible para la compacta mayoría. ¿La solución democrática está avanzando? Ni en Grecia ni en Italia –más allá de las formas– la mayoría decide. El sistema de partidos –una versión de la representación– acepta las imposiciones de la mesa chica de la Unión Europea, el Grupo de Frankfurt, y si esa ruta tendiera a expandirse, si la necesidad mayoritaria fuera brutalmente desconsiderada, la explosión sería inevitable. Los observadores opinan, y comparto esa idea, que Grecia está estallando si en España, más allá de los resultados electorales, sucediera lo mismo, el problema cambiaría de rango. Esa posibilidad sólo puede preocuparnos, no sólo no se avista ninguna fuerza capaz de orientar una solución superadora, sino que un fuerte tufillo a descomposición se registra en Atenas y no sólo ahí.

Políticas económicas después de la muerte del neoliberalismo

Por Boris Kagarlitsky

El sistema económico internacional que tomó forma después del colapso de la Unión Soviética todavía no está muerto, pero se está muriendo. Lo vemos diariamente, no solo en los informes sobre la crisis sino también en otras noticias en todo el mundo que cuentan la misma historia: el sistema no funciona.
La verdad es que el sistema nunca ha funcionado para los pobres y las clases trabajadoras. No fue diseñado para ello por mucho que nos digan sus propagandistas y unos cuantos intelectuales corruptos. El sistema funcionó para las élites; generó una enorme redistribución de riqueza y poder a favor de los ya ricos y poderosos, a favor de la burguesía. Pero ahora ya no les sirve ni siquiera a ellos. Aunque las élites no sean lo suficientemente valientes para admitirlo el sistema debe transformarse.

Se trata de una verdadera crisis sistémica, si no del capitalismo por lo menos de su forma neoliberal. Y esta crisis no podrá ser superada hasta que el neoliberalismo no sea eliminado. Que ello suponga también el fin del capitalismo depende de la escala de las luchas globales y de sus resultados.
El sistema neoliberal se ha basado en la explotación de la mano de obra barata. Esta carrera hacia abajo tuvo como consecuencia, primero la pérdida de trabajos en Europa, pero en seguida fueron sus víctimas los trabajadores de América Latina, Africa del Norte e incluso Asia. Muchos trabajos industriales se trasladaron a China; de hecho, el crecimiento de China ha golpeado más fuertemente al potencial de desarrollo de la periferia del mundo capitalista que al núcleo del sistema. Europa ya no pierde tantos puestos de trabajo a favor de China, pero sí los países latinoamericanos. En muchos sentidos, las revoluciones árabes del 2011 fueron provocadas por esta lógica de crecimiento sin desarrollo (como dice el economista Sebastian Sztulwark desde el punto de vista de las políticas industriales, lo que hay en países como Argentina hoy no es un neodesarrollismo sino algo mucho más primario que no alcanza el status de “modelo”: un ¡neo-crecimientismo!): se eliminaron las oportunidades reales para crear buenos empleos industriales.
La transformación en economías de servicios y finanzas no ha tenido lugar solamente en los países centrales sino también en la periferia. Es más, no ha tenido nada que ver con las nuevas tecnologías. Ha sido el resultado de la destrucción del estado del bienestar, de la creciente debilidad de los mercados internos y del desplazamiento hacia el trabajo barato, lo que de hecho ha bloqueado la innovación tecnológica y el desarrollo en el campo de la producción.
La innovación de la que oímos hablar actualmente raramente tiene que ver con la producción de bienes. Se trata principalmente de consumo; la mayoría de los “productos revolucionarios e innovadores” que encontramos no son en absoluto nuevos, sino que son tan solo formas de vendernos versiones diferentes de los mismos bienes con el subterfugio de que son nuevos y forzándonos a remplazar a los antiguos. Los consumidores y el sentido común se resisten a esta absurdidad, ralentizando así la economía global que no puede avanzar sin ello.
La llamada financiarización del capitalismo globalno es la causa de la crisis actual, sino que en sí misma equivale a una secuencia en cambios mucho más importantes – la degeneración y eliminación del estado del bienestar, con el acompañamiento inevitable de salarios más bajos y mercados internos más débiles. La importancia creciente de los mercados internacionales y globales es inseparable del estancamiento y el declive de sus contrapartes nacionales. Actualmente, sin embargo, estamos llegando al punto en que este declive interno hace imposible la continuación del crecimiento global. Sin cambios radicales en los modelos sociales y económicos, incluyendo la reconstrucción del estado del bienestar, será imposible desplazar las estrategias de producción y desarrollo hacia los mercados internos, incluso si, técnicamente hablando, existen los recursos necesarios para ello. Incluso en China pronto quedará claro que los mercados internos no “despegan” sin llevar a cabo reformas sociales y una redistribución masiva de la riqueza.
Ha llegado el momento, por lo tanto, de volver la página y reorientar las estrategias de desarrollo hacia la producción, hacia un trabajo más cualificado y más bien pagado, hacia la reindustrialización y hacia programas sociales y un nuevo estado del bienestarPero para ello hay que destruir las instituciones políticas y económicas del neoliberalismo, lo mismo que el neoliberalismo ha destruido antes las instituciones democráticas y comunistas del antiguo Sozialstaat (estado social). ¿Puede conseguirse sin revoluciones? Quizás en algunos casos, pero solo en el contexto de revoluciones en alguna otra parte, algo así como la forma en que la social democracia escandinava se benefició de la Revolución rusa en 1917.
No se puede volver al modelo keynesiano de los años 1950 y 60. No solamente porque las tecnologías y las estructuras sociales han cambiado, aparte de que el keynesianismo tiene aspectos negativos que ahora entendemos mucho mejor. La razón clave es que el estado del bienestar occidental de las décadas pasadas se mantuvo a sí mismo en los llamados países capitalistas avanzados usando recursos extraídos de la periferia. Además, la democracia estuvo reservada como un lujo para el llamado Primer Mundo desarrollado, con la única, notable y duradera excepción de la India. Durante algún tiempo el modelo de estado de bienestar soviético también se comportó pasablemente bien, sin explotar a la periferia, pero también sin democracia en su centro. En muchos sentidos esta falta de democracia preparó el terreno a la derrota de la URSS en la Guerra Fría y al colapso soviético.
Nos encontramos ahora ante la enorme tarea de crear un nuevo modelo de estado del bienestar que no solamente incluya la democracia como elemento de funcionamiento interno sino que esté basado, además, en la extensión de las prácticas democráticas más allá de la política, a las esferas económica y social. Este modelo no puede depender del actual sistema mundial jerárquico de estados ricos y pobres, es más, tiene que actuar como un medio para superarlo. ¿Es factible esta tarea? Creo que sí, a largo plazo, aunque solo a través de un proceso revolucionario que tiene que llevarse a cabo a escala internacional. Este proceso acaba solamente de empezar y estamos ahora en su primera fase.
Mientras tanto, la necesidad de políticas económicas nuevas es urgente. ¿Cuáles son las prioridades a corto plazo por las que, en tanto que izquierdas, deberíamos luchar? La primera necesidad es un desarrollo complejo, que cree trabajos productivos, oportunidades culturales, posibilidades de educación e investigación, así como vivienda e infraestructuras. Todos estos elementos deben estar interconectados y la gente implicada (desde los profesionales técnicos hasta los consumidores y residentes locales) debe ser informada, consultada e implicada en la planificación. Se pueden utilizar algunos elementos de planificación tecnocrática – hay cosas que no pueden hacerse espontáneamente – pero estos elementos deben enfrentarse al test de la discusión y el control democráticos. Los profesionales son necesarios, pero los buenos profesionales reciben su liderazgo del público; los malos profesionales son los que tratan de decir al público lo que hay que hacer, luego ignoran las dudas y las protestas del público cuando no consiguen convencerlo.
Otro aspecto de la nueva política tiene que ser la reconstrucción y el desarrollo de los mercados internos. Puede hacerse sin proteccionismo, pero ¿qué tiene de malo? El proteccionismo tiene malos resultados cuando sirve a los intereses egoístas de las élites locales frente a los competidores extranjeros, pero no hay ninguna razón para no poder proteger nuestro bienestar y nuestros bienes públicos frente a las tentativas de arrebatárnoslos. Cuando los productos son baratos debido a la sobreexplotación del trabajo y del medioambiente, tenemos derecho a cerrar nuestros mercados a estos bienes, ayudando así a la mejora de los estándares de trabajo y al medioambiente general. Sin embargo, el desarrollo de los mercados internos no debería basarse en un consumismo renovado; la mayor parte de la nueva demanda debería estar generada por las necesidades y el consumo colectivos. Se necesita un buen transporte público y vivienda accesible, así como acceso universal a internet financiado públicamente, programas culturales y desarrollo e investigación científica orientados hacia las necesidades populares como la salud y la descontaminación del medioambiente. Por último, se necesita nueva infraestructura para el suministro de energía, agua y comunicaciones. Estas son las nuevas demandas que harán avanzar la economía con mucha más fuerza que el consumo individual.
Finalmente, no podemos tener una nueva economía sin un nuevo sector público. La mayoría de las privatizaciones de las últimas décadas han resultado ser un fracaso, algo que actualmente está ampliamente aceptado por el público, los expertos e incluso los media. Las élites ricas se ven actualmente obligadas a reconocer que la privatización no ha funcionado, pero por razones obvias no quieren hacer marcha atrás. Por lo tanto, el trabajo de hacer marcha atrás nos corresponde a nosotros. De todas formas se necesita mucho más que simplemente devolver numerosas compañías a la propiedad pública. Debemos reestructurar estas compañías  interconectando sus tecnologías, prácticas y conocimientos. Todos estos elementos deben ser integrados para servir a las necesidades del desarrollo, y la gestión debe ser democratizada.
Necesitamos un nuevo modelo de empresa pública basada en la apertura, en la eliminación de barreras dentro del sector público y en nuevos criterios de eficiencia que incluyan la contribución al desarrollo social. Tenemos que socializar el sistema bancario, suprimiendo la especulación financiera y alentando la inversión y proporcionando micro-créditos a las pequeñas empresas, a los municipios, a la creación de empleo y a la experimentación tecnológica a nivel local. La energía y los transportes deben convertirse en servicios públicos, lo mismo que la sanidad y la educación y gran parte de la producción orientada a estos sectores debe ser llevada a cabo también por la empresa pública.  Ello debería formar parte de un esfuerzo general para conseguir una mayor interacción e integración. Productores, usuarios y consumidores deben cooperar directamente a través de redes públicas.
Que algo sea público no quiere decir automáticamente que pertenezca al estado. Sin embargo, la propiedad pública se crea a través de la propiedad estatal y si hay que nacionalizar (no hay otra manera de crear un nuevo sector publico) hay que transformar el Estado. Los neoliberales hablan largo y tendido sobre los peligros de la burocracia y sobre la corrupción oficial, pero en el mundo de la privatización absoluta las toleran alegremente. Es más, en muchos sentidos están interesados en que el estado sea ineficiente y corrupto para así disuadir al público de querer expandirlo a través de la socialización de la propiedad privada. Así se explica que después de tres décadas de neoliberalismo en Occidente, y dos décadas en otras partes, no haya decrecido el nivel de corrupción ni el número de escándalos ni el ejército de burócratas frecuentemente incompetentes. Por el contrario, han crecido en todas partes, incluso en los países europeos que están orgullosos de sus tradiciones democráticas y de su eficiencia. Hay que descentralizar el Estado, democratizarlo y hacerlo más abierto al público. Deberíamos acordarnos de lo que Lenin dijo de los soviets en 1905 y 1917. Necesitamos organismos directamente implicados con la población. La democracia parlamentaria es buena, pero no es suficiente, necesitamos instituciones de democracia directa.
Finalmente, necesitamos integración regional, que no tiene que ver con abrir mercados para corporaciones occidentales decididas a vendernos mercancías chinas. Se trata de proteger colectivamente el desarrollo industrial e introducir estándares de educación que correspondan a las necesidades de la región. Tiene que ver con la ciencia, orientada a esas mismas necesidades locales, con el desarrollo de nuevas tecnologías que sean baratas, fáciles de usar y adaptadas a un tipo particular de entorno. Tiene que ver con crear mercados para las industrias locales y en el proceso, no solo abrir el camino a la industrialización y reindustrialización, sino también vincularlas al desarrollo humano. Tiene que ver con la integración de los sistemas de transporte. Tiene que ver con la abolición colectiva del absurdo sistema de propiedad intelectual que nos imponen las corporaciones multinacionales, al mismo tiempo que nos pronunciamos contra esas corporaciones con una voz unida. No tiene que ver con la abolición de la soberanía nacional, como ha tratado de hacer la Unión Europea, sino de fortalecerla mediante instituciones internacionales representativas responsables ante el público.
Las revoluciones árabes que actualmente estremecen al mundo ofrecen una oportunidad para dirigir la región y toda la humanidad hacia el cambio democrático, lo que a largo plazo nos conducirá a la superación del capitalismo. Esas revoluciones tienen que plantear los temas de integración regional y de políticas económicas orientadas hacia intereses sociales. Pero las revoluciones también pueden fracasar y ser derrotadas. La lucha para hacer revoluciones y defenderlas tiene lugar en un ámbito nacional, pero en su significado es verdaderamente internacional. Para comenzar una revolución, pueden bastar la cólera popular y la voluntad de cambio, pero para que triunfe, es esencial una fuerza política seria. La izquierda en los países árabes se enfrenta a la tarea de unirse y de ayudar a construir dicha fuerza, no solo como un modo de contribuir a la transformación del mundo árabe, sino para ayudar a cambiar el mundo en su conjunto.
Traducción: Anna María Garriga

Nuevas censuras en Página/12

Comunicado del Colectivo de Trabajadores de Prensa

El Colectivo de Trabajadores de Prensa se solidariza con el periodista Darío Aranda y repudia la censura del diario Página/12 durante dos días consecutivos a las menciones sobre la responsabilidad política del gobernador Gerardo Zamora en el asesinato del militante Cristian Ferreyra, que integraba el Movimiento Campesino de Santiago del Estero.

Darío Aranda es un periodista que recorre el país para cubrir sin intermediarios las luchas de campesinos e indígenas. Sus investigaciones sobre los conflictos derivados de la expansión de los agronegocios, el atropello de los derechos de las comunidades que habitan tierras desde tiempos ancestrales y la complicidad de autoridades políticas y judiciales han sido tapa de Página/12 durante años. Su compromiso y honestidad le han valido el respeto no sólo de las organizaciones a las que supo hacer visibles sino también de colegas y lectores.

El viernes, en la crónica sobre el asesinato de Ferreyra, ultimado por matones contratados por un empresario, Página/12 eliminó sin consultar al periodista ni retirar su firma el único párrafo que aludía con nombre y apellido al gobernador de Santiago del Estero. Aranda había escrito que Zamora se definía como un «radical K», que denominó a la provincia como «capital nacional del kirchnerismo», que no había respondido a los llamados del diario ni se había pronunciado sobre el asesinato y que el MoCaSE consideraba su política de represión al campesinado como «la continuidad del juarismo», datos que no llegaron a los lectores.

Un día después, en la crónica sobre la marcha para repudiar el crimen, Página/12 volvió a recortar el texto sin consultar al periodista ni retirar su firma, y volvió a eliminar la única mención con nombre y apellido al gobernador. Aranda había informado en la cabeza de la nota que «el Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI), donde militaba Ferreyra, enumeró cuatro niveles de responsabilidad: el modelo agropecuario, el gobernador Gerardo Zamora, el Poder Judicial provincial y el Gobierno Nacional». El diario también trasladó del primer párrafo al anteúltimo la declaración del vocero del MNCI, Adolfo Farías, quien advirtió sin medias tintas que «vamos por el Gobernador, es el responsable de las represiones».


Desde el Colectivo de Trabajadores de Prensa repudiamos estos actos de censura y, ante la situación de especial precariedad laboral en la cual se encuentra Darío Aranda, quien igual que cientos de «colaboradores» no goza de garantías de estabilidad, expresamos nuestra preocupación y alerta ante posibles represalias de la empresa por ejercer su legítimo derecho a denunciar un acto de censura, y esperamos sinceramente poder seguir leyendo sus crónicas e investigaciones (sin recortes), que prestigian a Página/12.

COLECTIVO DE TRABAJADORES Y TRABAJADORAS DE PRENSA



Lobo bate agenda (e invita)


Martes 22 de noviembre: presentación del libro Acá no, acá no manda nadie. Empresas recuperadas por obreros 2000-2010 de Juan Pablo Hudson (Tinta Limón Ediciones, 2011) en El Levante, Pichincha 120 (ex Riccieri), Rosario.

Martes 22 de noviembre: presentación del libro de poemas Crónicas de una libertad condicional de Camilo Blajaquis (Tinta Limón y ¿Todo Piola? 2011). Invitados: Rocambole, Horacio González, Fantasma DJ. Música, Lectura de poemas en vivo a cargo del autor y proyección de nuevos audiovisuales ¿Todo Piola? A las 19 hs., sala Juan L Ortiz (tercer piso), Biblioteca Nacional, Agüero 2502 – CABA

Martes 23 de noviembre: cierre de la muestra de cine «Buenos Aires Indígena». A las 22:00 hs. en La Cazona de Flores (Morón 2453). CABA.
Miércoles 23 de noviembre: Cine Latinoamericano en La Cazona de Flores (Morón 2453) Proyección de Y también la lluvia, 20:00 HS.

Viernes 25 de noviembre: Conversación con el activista venezolano Roland Denis sobre las experiencia emancipatoria a la luz del proceso venezolano. En La Cazona de Flores, Morón 2453, CABA, a las 19:00 hs. (hay comidas, bebidas y demás aparejos para ir pasando la noche…)

Sábado 26 de noviembre: Presentación del libro Materialismo ensoñado. Ensayos, de León Rozitchner (Tinta Limón Ediciones, 2011). Conversación en torno al libro: Ricardo Abduca, Eduardo Grüner, Cristián Sucksdorf y Diego Sztulwark. Sala Juan L. Ortiz (tercer piso), Biblioteca Nacional, Agüero 2502. 17:30 hs. CABA.

Miércoles 7 de diciembre: “A 10 de 2001”: Asamblea Inmigración Descontrolada en La Cazona de Flores (Morón 2453). CABA.

Miércoles 7 de diciembre: Festival y Feria de Fin de Año del Centro de Formación Profesional Nº 24 en la puerta de La Cazona de Flores, Morón 2453. 18 hs.  


Viernes 9 de diciembre: a las 17:00 hs, Presentación del libro infantil El cardo más grande del mundo, en La Cazona de Flores, Morón 2453, CABA.


Sábado 10 de diciembre: A un año del Indoamericano, ocupación fotográfica. Parque Indoamericano (hora a confirmar).


Jueves 15 de diciembre: “A 10 de 2001”: Asamblea Mapa del delirio represivo en la era del fin de los Derechos Humanos, en La Cazona de Flores (Morón 2453). CABA.


Viernes 16 de diciembre: “A 10 de 2001”: Asamblea Argentina Descansa (el trabajo como problema), en La Cazona de Flores (Morón 2453). CABA.


Sábado 17 de diciembre: “A 10 de 2001”: Asamblea Representados, en La Cazona de Flores (Morón 2453). CABA.



Sábado 17 de diciembre: Presentación y fiesta de revista ¿Todo Piola? Nº 13, en La Cazona de Flores (Morón 2453). CABA.


Charlando con Toni Negri // Diego Sztulwark

 

Por D.S.
Los encuentros con Toni siempre despiertan expectativas. Uno va a su encuentro como si los esperase desde siempre. Y eso es así porque Toni se presenta como un interlocutor sobrecalificado. Su vida y su obra, para decirlo clásicamente, despiertan admiración. Pero su presencia agrega calidez, atención, rigor. Esa mezcla de reverencia, examen, compañerismo y posibilidad continua de fricción hacen de cada nueva entrevista un momento único y recordable. Y no es que todos los recuerdos sean especialmente gratos. Pero hemos aprendido, y sin ilusiones infantiles, que la expectativa una y otra vez se renueva.
Recién llegado de Santiago de Chile, Toni estaba muy impresionado por el movimiento de los estudiantes. Venía de dar una conferencia en la universidad ocupada y estaba tan estimulado por la inteligencia y la fuerza del movimiento como preocupado por lo que creía ver como una influencia del Partido Comunista Chileno sobre la joven dirección del proceso.
Si bien lejos de un estilo implacable y vehemente que conocimos años atrás, sigue combinando apasionadamente en su conversación alta filosofía con voracidad política militante. Intentamos, en estas líneas, registrar algunas de las cosas que nos quedan dando vueltas.  
1. Reinvención de la ciudadanía
El problema general que Toni intenta pensar es cómo dar estatuto constitucional a lo común, tal como éste emerge de la producción de riqueza biopolítica. Es ese un problema inseparable, para él y para nosotros, de una hipótesis sobre la intensificación de la participación política en torno a cuestiones como la gestión de la comunicación (una perspectiva que pondría el énfasis en el proceso de la conformación de la ley de medios como algo muy diferente a una “intervención estatal” y más próximo a un reconocimiento estatal del común), la representación política, la gestión social de la educación, la superación de la propiedad privada (por ejemplo, de la tierra) o la identificación de trabajo asalariado con inclusión y ciudadanía.
Desde esta óptica política interesa toda iniciativa que hace de la constitución un problema en y desde lo cotidiano; que plantea como central el reconocimiento de la productividad de la multitud; que empuja en función de un welfare, es decir, de un cosmopolita “salario para todos”, de todo impulso al aumento del consumo que suponga y empuje a una transformación de las formas de propiedad y de aprovechamiento colectivo de la renta. Todos estos son elementos para la reinvención de la ciudadanía
.
Desde un punto de vista filosófico, el problema de la representación y de la explotación se encuentra en el congelamiento del ser social. Sólo desde el punto de vista de un ser ya-hecho se plantea el problema del “mal”, carente de sentido para un punto de vista enteramente constructivo y constituyente de la multitud (que incluye una antropología). Y el problema de la emancipación se presenta como el de la oposición del devenir al Ser. No hay ser ya hecho. La ontología está adelante. El asunto filosófico se plantea como el de la creación de un historicismo enteramente positivo (lo que en algún lado Toni proponía como una reescritura spinozista de Ser y tiempo). Esta temporalidad supone una teleología materialista signada por una idea plena y afirmativa del deseo. Una temporalidad sobre la que se constituyen las formas democráticas de la decisión política (de la determinación ontológica).  
2. Las figuras de la explotación biopolíticas y de la emancipación
Toni insiste con un esquema que viene pensando estos días con Michael Hardt (con quien está trabajando en un escrito sobre la experiencia fallida de Obama, es decir, sobre la frustración una relación transformadora entre estado y movimientos). El esquema narra el pasaje del proletario explotado en la relación fabril al hombre de la explotación biopolítica, según cuatro derivas: el hombre endeudado, el hombre mediatizado, el hombre asegurado y el hombre representado.
En la única conferencia pública que dictó en Buenos Aires Toni desarrolló las cuatro figuras y sus respectivas posibilidades emancipatorias. La primera de ellas se corresponde con el hombre del crédito, qquel que deseando consumir o comprar una vivienda queda esclavo de una deuda infinita. Del explotado al endeudado (como en la conversión del encarcelado en endeudado del que hablaba el Deleuze que describía las de la sociedad control).
El cambio de figura describe al sujeto que trabaja en la precariedad, en las redes de los servicios, imposibilitado de traducir el valor excedente que surge del modo en que organiza por su cuenta los intercambios productivos en autonomía y modo de vida. No se trata ya del trabajo bajo patrón, sino del hombre del común vuelto servidor del capital que lo endeuda. Un capital que ya no organiza la producción sino que cobra renta. El hombre endeudado es la figura de la auto-organización del trabajo en la esclavitud. El problema de la emancipación del hombre endeudado se plantea a partir de la decisión organizada de rechazar la deuda, lo cual supone en el acto una reapropiación común de la riqueza común. Promover la figura multitudinaria del rechazo, abriendo el juego de las singularidades constituyentes.
La segunda figura es la del hombre mediatizado. Ya no alienado en la fábrica, sino mediado por la comunicabilidad controlada por el capital. Se trata del hombre escindido, inteligente en su interioridad de cooperación, pero a la vez capturado por el juego del poder. El hombre mediatizado vive sometido a la comunicación, y el problema de la emancipación surge para él como el problema de su propia aptitud comunicante en el contexto de una verdad común de la comunicación. 
La tercera figura es la del hombre asegurado. El hombre metropolitano obsesionado por la seguridad de su propiedad y de su vida. Es el producto más maduro de la larga tradición de una filosofía política que traduce el riesgo de vivir en sociedad en miedo como pasión universal y dominante, inhibiendo las posibilidades de la cooperación colectiva. Paradojalmente, esta acentuación del miedo se constituye él mismo en un factor de inoperancia, de articulación protectora de la cooperación. La exclusión, la reclusión, no son casuales: son el resultado de un proceso sostenido de inoculación estatal del miedo (particularmente del miedo a la pobreza). El problema de la emancipación se plantea la mismo tiempo como un rechazo de la tradición hobbesiana del estado que nos protege ante la amenaza del otro y como recreación de la tradición spinoziana, en la cual el estado es algo muy distinto, no una institución separada, ni articulada en un deseo de dominio, sino fundada en un deseo de vivir juntos, de paz y de asociación, con un sentido de verdad común y de libertad.
Finalmente, el hombre representado, la cuarta figura, es un poco la síntesis de las tres anteriores. La representación choca de frente con la emancipación y constituye el principal peligro para la democracia.  En la representación se niegan los valores constituyentes. La representación “democrática” niega los valores de asociación y emancipación por medio del dominio y del miedo. El problema de la emancipación se plantea la representación de otra manera: la búsqueda de cómo representarnos (como hacen los movimientos) en un pasaje que supone el fin de la democracia liberal-representativa que legamos como un momento de esclavitud capitalista.
3. Charla postfestum
Cuenta Toni que ve al kirchnerismo (a las personas con las que habló estos días) muy abierto. Con una retórica de izquierdas y un lenguaje centrado en la resistencia al poder. Según parece, le dijeron que en el país había habido dos grandes crisis, la del 2001 y la del campo, de 2008. Y que de un modo u otro se habían resuelto las dos. Que la etapa actual estaba centrada en la industrialización y en la lucha contra la pobreza. La preocupación de Toni, en todo caso, pasa por otro lado. Por lo que le parece una ausencia de proyecto, de futuro. ¿Cómo se abre el plano de la proyección constituyente sin una idea de futuro?
El problema del gobierno y el problema del futuro parecen juntarse en la coyuntura argentina y quizás, sudamericana. Cuando se piensa en ir más allá de una gestión democrática del biopoder, ¿de dónde surgen los criterios para orientar las prácticas de gobierno, sino surge de las luchas y los procesos de movimientos? Cuando las retóricas oficiales pierden de vista estos procesos y se refieren a genéricas defensas de la vida o del bien común arriesgan colocarse en la senda de un modo de corrupción específicamente político, en la medida en que congelan el proceso constituyente. A partir de acá se pueden plantear algunos dilemas políticos actuales.
Más concretamente se trata de cuestionar los aspectos burgueses de la constitución que determinan negativamente el juego de la decisión política. Este problema, que es el que Toni se plantea respecto de Obama, se replantea ahora  a propósito de la coyuntura argentina, más abierta e interesante. Mientras en Europa sólo hay lugar para una ruptura directa y sin matices, en relación a EE.UU. hay que pensar a fondo la impotencia de Obama y en Sudamérica hay que pensar con rigor un futuro, lo cual implica no estabilizar este presente. Para pensar estos problemas conviene tener en cuenta algunas cuestiones.
1. Que la representación actual no se constituye sobre los problemas clásicos de la representación como la burocratización del representado o, incluso, el problema jurídico de la mediación y deducción del derecho. El problema es el de la decisión política: evitar que la política profesional separe la decisión de las fuerzas constituyentes que debieran orientarla. El problema de la representación hay que plantearlo en el contexto de una governance (el “gobierno de lo concreto”, las técnicas de gobierno que trabajan en la “la solución del caso concreto”).
2. El problema de la superación de la representación se conjuga directamente con el del mando político y la disputa central es respecto del control de las finanzas. La pregunta es: ¿cómo se organizan las finanzas? Hay que cortar el poder de renta (absoluta) del capital. ¿Cómo articular una fuerza apta para esa tarea? La hipótesis de Toni es que se trata de imaginar la confirmación de esta fuerza a partir de una acumulación de deseos que, sin embargo, pueda dar lugar a apariciones inmediatas. Esta es la forma que pueden tomar hoy las fuerzas de ruptura.
En este sentido es vital el aporte de Foucault a la teoría política. Con Foucault se retoma el pensamiento de la determinación activa de y en la historia: un historicismo biopolítico de las singularidades que habilita el pensamiento político directo. 
Se trata de proyectar estos problemas en nuestro contexto, sobre la cuestión del futuro. El tiempo es central para la decisión colectiva. Y en una sociedad mediatizada, la relación entre tiempo y comunicación se vuelve fundamental. Hasta cierto punto se puede festejar el hecho de que el gobierno argentino haya acudido al secreto y la sorpresa para evitar que las corporaciones mediáticas, financieras y empresariales las distorsionen. Pero, por otro lado, de este modo se consolida una separación entre decisión y proceso democrático constituyente y, contra todo pronóstico, se favorece  el poder mediático y con él, el de la representación. Es vital, para la emancipación el re-encadenamiento entre tiempo de proyección (futuro) y ampliación del proceso de la decisión. Es central que no se interrumpa la posibilidad de una articulación viva entre regla y modo de vida. 
Cuenta Negri que alguna vez Lacan le dijo a Guattari que el psicoanálisis tenía un horizonte de aplicación pertinente en la clínica, no en la política. La formulación del chiste es casi inevitable: la influencia del lacanismo en la política argentina (Laclau, Alemán) como expresión de un juego interpretativo, puramente discursivo, en donde la política vuelve como mediación/mediatizada y no como lanzamiento constituyente.
4. Despedida
En intercambio con varios compañeros salen varias ideas. Una que anoté. Existe una llamativa indiferencia en la Argentina actual respecto del movimiento de los indignados (España, Israel, EE.UU.) y, en general, respecto de las movilizaciones que se extienden en varios continentes. Se las percibe como si se tratase de una fase de lucha previa. Ellos luchan contra el neoliberalismo, como lo hacíamos nosotros hace diez años. Es decir: somos solidarios con ellos, pero de alguna manera esta vez ¡son ellos quienes debería aprender de nosotros y no nosotros de ellos!
Esta lejanía o anacronismo nos revela dos problemas. Uno de ellos es como han cambiado las cosas entre nosotros. En lugar de movimientos sociales politizados, cosmopolitas y sensibles a captar y dialogar con las formas de politización contamos hoy con una extensión del poder de consumo, con nuevas capas medias que ya no tienen los mismos problemas ni la misma receptividad que los movimientos que conocimos. Y el segundo es que esta incomunicación nos priva de advertir que estos movimientos no se plantean tanto el problema del gobierno como el de la participación, el de la experimentación de nuevas formas post-representativas. No advertir que el movimiento de los indignados trabaja sobre problema que nos son comunes sería un error de sensibilidad y de pérdida de oportunidad política.
Tal vez el asunto sería, entonces, advertir que los “movimientos” ahora no son tanto los “movimientos sociales”, que corren el riesgo de existir cada vez más en el lenguaje oficial como ocasión para una síntesis política del propio estado. Mas bien, el desafío es pensar cuál es el tipo de procesualidad político-social capaz de una acumulación deseante capaz de reabrir el proceso constituyente.    

El 99%, una comunidad de resistentes

por Ángela Davis

Cuando el 17 de septiembre irrumpió el movimiento “Ocupa… Wall Street”, sucede que estaba yo reflexionando sobre mis comentarios para el inminente Congreso de la Sociedad Internacional Herbert Marcuse. Para cuando se reunió el congreso, el 26 de octubre, en la Universidad de Pensilvania, el campamento del Parque Zuccotti ya se encontraba bien asentado y campamentos similares habían aparecido en centenares de comunidades de todo el país. El día de apertura del congreso sobre Marcuse había más de trescientas tiendas en la plaza del ayuntamiento de Filadelfia.

El tema sobre el que se organizaba el congreso – “Rechazos críticos” – estaba ideado en principio para alentarnos a reflexionar sobre los distintos modos en que las teorías filosóficas de Marcuse nos impulsan por la senda de una práctica política ubicada fuera del propio dominio de la filosofía, pero sin embargo tan anclada en la filosofía como en su voluntad de transformar la sociedad.
Así, mientras nos disponíamos ciertamente a ponderar los vínculos entre las ideas filosóficas de Marcuse y sus vínculos con los movimientos de los sesenta, nos sorprendió el feliz azar de la afinidad del tema con el naciente movimiento “Ocupa…”. Conforme iban llegando los ponentes a Filadelfia, expresábamos repetidamente nuestro entusiasmo por la confluencia de las ocupaciones de Wall Street y Filadelfia, que parecían aplicar de manera enérgica la pertinencia en el siglo XXI de la obra de Herbert Marcuse.
No sé si alguno de nosotros podía haber previsto que en el segundo día de congreso, el plenario de los asistentes, más de mil personas, se sentiría tan fascinado por esta coyuntura histórica que casi todos nos unimos espontáneamente a una marcha nocturna que se encaminó por las calles de Filadelfia hacia las tiendas de campaña frente al ayuntamiento.
Allí reflexioné en voz alta  – con ayuda del micrófono humano [1] – sobre las diferencias entre los movimientos sociales con los que nos hemos familiarizado en las últimas décadas y esta comunidad de resistencia de nueva planta.
En el pasado, la mayoría de los movimientos han apelado a comunidades concretas – trabajadores, estudiantes, comunidad negra, latinas/latinos, mujeres, colectivos LGTB [lesbianas, gays, transexuales, bisexuales], pueblos indígenas – o han cristalizado en torno a cuestiones específicas como la guerra, el medio ambiente, los alimentos, el agua, Palestina o el complejo penitenciario industrial. Con el fin de reunir a quienes estaban vinculados a estas comunidades y movimientos, hemos tenido que comprometernos en difíciles procesos de formación de coaliciones, negociando el reconocimiento por el que se afanan comunidades y reivindicaciones.
En una configuración asombrosamente diferente, este nuevo movimiento de “Ocupa…” se imagina a si mismo como la más amplia comunidad de resistencia: el 99% frente al 1%. Es un movimiento desarrollado desde el principio contra los sectores más opulentos de la sociedad: los grandes bancos e instituciones financieras, los ejecutivos de empresa, de salarios obscenamente desproporcionados respecto a las ganancias del 99%. Me parece que una cuestión como el complejo penitenciario industrial la recoge ya implícitamente esta congregación del 99%.
Desde luego, puede argumentarse convincentemente que el 99% debería actuar con el fin de mejorar las condiciones de quienes constituyen los escalones inferiores de esta comunidad potencial de resistencia, lo que significaría trabajar a favor de quienes más han sufrido a causa de la tiranía del 1%. Existe una relación directa entre el efecto depauperador del capitalismo global y las tasas en alza de encarcelamiento en los EE. UU. El excarcelamiento y la abolición final de la reclusión penal como forma primordial de castigo pueden ayudarnos a empezar a revitalizar nuestras comunidades y apoyar la educación, la atención sanitaria, la vivienda, la esperanza, la justicia, la creatividad y la libertad.
Los activistas de “Ocupa…” y sus defensores nos han reunido como 99%. Llaman a la mayoría a levantarse contra la minoría. Las viejas minorías, en efecto,  son la nueva mayoría. Hay responsabilidades de importancia ligadas a esta decisión de forjar una comunidad de resistencia así de expansiva. Decimos no a Wall Street, a los grandes bancos, a los ejecutivos de las grandes empresas que ganan millones de dólares al año. Decimos no a la deudas contraídas para poder estudiar. Estamos aprendiendo a decir no al capitalismo y al complejo penitenciario industrial. Y aunque la policía de Portland, Oakland y Nueva York se ponga en acción para sacar a los activistas de sus campamentos, decimos no a los desahucios y la violencia policial.
Los activistas de “Ocupa…” están reflexionando intensamente sobre cómo podríamos incorporar la oposición al racismo, la explotación de clases, la homofobia, la xenofobia, la discriminación de los discapacitados, la violencia contra el medio ambiente y la transfobia a la resistencia del 99%. Por supuesto, hemos de estar preparados para poner en tela de juicio la ocupación militar y la guerra. Y si nos identificamos con el 99%, habremos de aprender también a imaginar un nuevo mundo, en el que la paz no sea simplemente la ausencia de guerra sino, antes bien, una remodelación creativa de las relaciones sociales globales.
Así que la cuestión más apremiante a la que se enfrentan los activistas de “Ocupa…” es cómo labrar una unidad que respete y celebre la inmensas diferencias dentro del 99%. ¿Cómo podemos aprender el modo de aunar esfuerzos? Esto es algo que aquellos del 99% que viven en los emplazamientos de “Ocupa…” pueden enseñarnos a todos. ¿Cómo aunar esfuerzos en una unidad que no sea simplista y opresiva sino compleja y emancipatoria, reconociendo, en palabras de June Jordan que “somos nosotros aquellos a los que esperábamos”?
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(1) Nota del Traductor: El “micrófono humano” es la técnica desarrollada en los campamentos norteamericanos de “Ocupa…” que consiste en la que la multitud repite las frases de quien está en el uso de la palabra para que lleguen así hasta el último oyente, ante la prohibición por parte de la policía de usar cualquier clase de megafonía.

Ocupar las calles, desocupar las viejas formas políticas


Entrevista en Clinamen a Ángel Luis “El Ruso” Lara, desde New York, en torno a ¿qué pasa con el movimiento de los llamados “indignados”? 

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Clinamen, todos los martes 11hs; Radio La tribu, fm 88.7.
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El gobierno de nadie (una pesadilla)

por Amador Fernández-Savater
“Consideramos un gobierno tecnocrático de unidad nacional la mejor opción para llevar a cabo las reformas y mantener la confianza de los inversores, con una composición que abarque izquierda y derecha del espectro político y cuente con líderes de confianza (…) Luchando como están las democracias modernas maduras con la crisis de la deuda soberana, los gobiernos tecnocráticos, ‘apolíticos’, pueden ser una opción imperiosa, conforme decae la confianza pública en los políticos, se afianza la resistencia a las reformas estructurales y los partidos sienten pavor por las consecuencias en las urnas de aplicar reformas dolorosas”
(Tina Fordham, Citigroup)
A diario suceden mil cosas, pero ¿cómo descifrar cuáles son señales de las transformaciones que vienen? ¿Cuáles son huellas o ecos del pasado, y cuáles anuncian tendencias sociales decisivas? ¿Cómo saber cuándo hemos traspasado un umbral histórico? Me lo he preguntado estos días pensando sobre los “gobiernos técnicos” que se han impuesto en Grecia e Italia. Los veo como signos de muy mal agüero, fórmulas en experimentación que podrían luego reproducirse, rápido. Prototipos.


La verdad es que ahora mismo no me cuesta demasiado imaginar un gobierno técnico a escala europea, que se presente y justifique como única alternativa posible a un crash total inminente o incluso como el menos malo de los gestores posibles en caso de un desastre ya en curso (un corralito general, por ejemplo). Un gobierno “de transición”, sin políticos de por medio, compuesto enteramente por expertos y gestores que saben lo que hay que hacer y no tienen miedo a llevarlo a cabo, ya sin ningún vínculo por débil que fuese con la ciudadanía (voto, etc.). ¿Pesadilla?
Grecia e Italia serían los laboratorios del futuro. El experimento no va mal. Para empezar, se puede hacer. Estos dos golpes de Estado bajos en calorías militares no han provocado el escándalo en la opinión pública “demócrata”. Así me lo parece al menos. Nadie ha elegido a Monti ni a Papademos. Nadie votó los programas que van a llevar a la práctica, pero los parlamentos han refrendado ambos gobiernos y en general se percibe un clima de resignación, cuando no de entusiasmo. ¿Por qué no? Si lo que hay es lo único que puede haber, pues que al menos lo gestione alguien capaz, sin extravagancias y que sepa de cuentas, ¿no?
Hannah Arendt llamaba “Gobierno de Nadie” al dominio de la burocracia y comentaba al respecto: “no es necesariamente un no gobierno, bajo ciertas circunstancias incluso puede resultar una de sus versiones más crueles y tiránicas”. ¿Por qué? Sencillamente porque “no podemos considerar responsable de lo que ocurre a nadie, no hay auténtico autor de las acciones y de los acontecimientos. Realmente es sobrecogedor”. Lo que sigue son sólo algunas intuiciones y citas que me vienen más o menos desordenadamente a la cabeza al pensar en los gobiernos técnicos de Monti-Papademos. Notas de una pesadilla.
El Gobierno de Nadie es hijo de la crisis de la representación
“La falta de políticos nos facilita las cosas”
(Mario Monti)
“Papademos nunca estuvo involucrado en política. Sabe lo que hay que hacer”
(Thanos Papasavvas, jefe de Investec Asset Management)
El contexto de globalización ha hecho trizas los atributos clásicos de la soberanía del Estado-nación: fronteras, moneda, defensa, cultura, etc. Los estados se limitan cada vez más a gestionar en un territorio concreto las necesidades de la economía global. A izquierda y derecha del espectro parlamentario, se defienden en general los mismos intereses, las mismas ideas sobre el crecimiento y la competitividad. La permeabilidad de las instituciones a la participación ciudadana está bajo mínimos. A estas alturas todo esto son banalidades, secretos a voces. No son los anti-sistema, sino todo tipo de personas quienes se lanzan a la calle al grito de “lo llaman democracia y no lo es” y conspiran en la Red para hackear como pueden el sistema electoral (voto nulo, voto a los partidos minoritarios, etc.).
Los gobiernos técnicos se asimilan muy bien sobre este fondo social: rechazo masivo de la política de los políticos, inoperatividad absoluta del eje izquierda/derecha, hartazgo generalizado de la corrupción y los políticos-estrella (tipo Berlusconi), etc. Monti-Papademos anuncian gobiernos post-políticos y post-ideológicos, de pura gestión técnica. Ellos mismos sólo son máscaras como las de Anonymous, pero bajo las cuales no hay nadie de carne y hueso, sólo el poder abstracto e impersonal de los mercados financieros. No son de izquierdas o de derechas, de hecho lideran gobiernos nacionales de concentración izquierda/derecha. No son políticos, menos aún políticos-estrella, sino simples gestores, ingenieros, expertos. No están atados por fidelidades torpes a una ideología, a la gente que les votó, a su ambición personal. Aspiran a rentabilizar por su cuenta el rechazo de los políticos: son el reverso tenebroso de la crisis de la representación.
El Gobierno de Nadie, un gobierno racional
“Monti promete ser, en fin, un primer ministro mucho más normal y “aburrido” que Berlusconi. Pero lo que de él se espera es seriedad y eficacia. La fiesta ha terminado”
(La Vanguardia)
“Cinco palabras definirían el programa de Monti: eficacia, urgencia, crecimiento, rigor y equidad”
(Paso a paso).
A Mario Monti le llaman Il Proffesore. Tanto él como Papademos sólo hablan de eficacia en la gestión. Ambos aseguran no tener ideología: simplemente ejecutarán “lo que debe hacerse”. Lo que debe ser.
Según toda una venerable tradición filosófica que va desde Platón hasta Kant, actuar “libremente” es actuar “por deber”, es decir “necesariamente”. Es la teoría platónica de un “gobierno de la filosofía”: un gobierno de las ideas universales y necesarias, lo que debe hacerse en tanto que es racional y justo, independientemente de lo que opine o desee cada quien. Es la teoría kantiana de un “agente libre”, es decir un agente que actúa “por deber”, esto es “racionalmente”. El Gobierno de Nadie se presenta como un gobierno técnico e instrumental: pura aplicación de las verdades de la ciencia económica. Un gobierno sólido, en tanto que no actúa o decide por prejuicios o intereses privados, sino “desinteresadamente”. Un gobierno eficaz donde mandan los que saben, no los que más brillan en los medios de comunicación o los que mejor ponen la zancadilla en los pasillos del poder.
“El Gobierno de Nadie es el más tiránico de todos ya que no se puede pedir cuentas de sus actuaciones a nadie (…) es imposible localizar al responsable o identificar al enemigo” (Hannah Arendt). Quien disiente del Gobierno de Nadie no es un adversario con razones o intenciones respetables: sólo puede ser un loco o un ignorante. Porque sólo un loco o ignorante pelea contra la fuerza de la gravedad. Sería también de locos o de ignorantes pedir la opinión al pueblo sobre las políticas a ejecutar, como si la verdad de una formulación matemática pudiese elegirse por mayoría en unas elecciones. “¿Qué sabrá la gente sobre lo que le conviene?” Lo que dice la gente no puede ser más que ruido o furia. Es inútil, absurdo y altamente pernicioso escucharlo.
Por el contrario, la racionalidad del Gobierno de Nadie es la “inteligencia de lo necesario”: descifrar las leyes que rigen el mundo y actuar conforme a ellas. Pero se trata de leyes bien diferentes de la que pensaban Platón o Kant. El “imperativo categórico” de Monti-Papademos es simplemente la obediencia a las necesidades y exigencias de Goldman Sachs y los mercados financieros. Esa es hoy nuestra fuerza de la gravedad.
El Gobierno de Nadie como “potencia de salvación”
“¿Nos salvaremos? Absolutamente, sí”
(Corrado Passera, súper-ministro a cargo de Desarrollo, Infraestructuras y Transportes).
“Vamos a la carrera”
(Mario Monti)
“Para salvar a Italia hay que apostar por la credibilidad y la responsabilidad. Hay que ser prudentes con ir a las elecciones”
(Franco Frattini, ministro de Exteriores).
El Gobierno de Nadie es el poder que nos promete el rescate de la catástrofe. El cometa de la crisis se acerca imparable a la tierra, los medios de comunicación anuncian su inminente llegada (ibex 35, prima de riesgo, calificaciones), los ciudadanos de a pie miran boquiabiertos el cielo. Sólo un puñado de héroes decididos entienden lo que pasa y actúan en consecuencia. Seguro que no pueden salvarnos a todos, eso por descontado. Hay gente que corre muy lento. Pero quién sabe, igual a mí sí, confiemos…
El poder de salvación ya no se justifica en nombre de tales o cuales valores (democracia, etc.), sino de nuestra pura y simple supervivencia como especie. Poder pastoral que vela y garantiza nuestra conservación como rebaño. Poder médico: si te rebelas contra él firmas tu propia sentencia de muerte. Poder providencial, como explica el filósofo francés Maurice Blanchot. “Nuestro destino está ahora en el poder: no un hombre históricamente destacable, sino cierto poder que está por encima de la persona, la fuerza de los más elevados valores, la soberanía, pero no de una persona soberana, sino de la soberanía misma, en cuanto que se identifica con las posibilidades reunidas en un Destino”. El gobierno técnico no es una dictadura, un poder tiránico personal: “un dictador no deja de desfilar; no habla, grita; su palabra tiene la violencia del grito, del dictare, de la repetición. (El soberano) se manifiesta, pero por deber. Incluso cuando aparece resulta como extranjero a su presencia: está retirado en sí mismo, habla, pero secretamente…”. Frente al show berlusconiano, la discreta “aparición por deber” de Il Proffesore (y señora).
Blanchot explica que el poder de salvación impone siempre una “muerte política” a cambio de la seguridad que ofrece. El soberano debe ser incuestionable, de modo que se cancela toda posibilidad de disenso (a la que se acusa además de complicidad con la catástrofe). Delegamos en el soberano todas nuestras capacidades (de expresión, pensamiento, acción) y la política queda proscrita. Porque en realidad el Gobierno de Nadie no hace política. Ni actúa, ni decide: sólo gestiona. Es decir, modula como puede un poder que le rebasa y precede. Una máquina hiper-compleja orientada por intereses económicos. Un poder inhumano que no se puede alterar, gestionar o modificar, sino simplemente obedecer lo mejor posible. Es el poder de lo automático, de lo necesario. Es nuestro Destino.
La danza de los nadie contra el Gobierno de Nadie
¿Cómo despertar de esa muerte política? Los discursos “ilustrados” que aún identifican nuestras democracias con la racionalidad política libre, voluntaria y organizada suenan cada vez más a chiste pesado. Pero todavía habrá quien aconseje, ante la amenaza del Gobierno de Nadie, que recuperemos la confianza en el sistema de partidos, la representación política, el eje izquierda/derecha, etc. Más aún. Habrá voces que responsabilicen con toda seguridad a la revolución anónima que se extiende ahora mismo por el mundo de haber allanado el terreno al Gobierno de Nadie. “Mirad, ahí está el resultado de vuestro ‘no nos representan’”.
En realidad es todo lo contrario. Entregando todo el poder a los mercados financieros, blindándose contra todo atisbo de participación ciudadana, convirtiéndose en simples gestores de lo Inevitable y lo Necesario, los políticos han cavado su propia tumba. Ya pueden quejarse todo lo que quieran Papandreu, Berlusconi o Rajoy cuando le toque: los poderes a los que se ataron han decidido de pronto prescindir de sus servicios y poner en su lugar a otros ingenieros de más confianza. Punto.
El único despertar posible de la muerte política es lo que Hannah Arendt pensó como “acción”. Actuar es interrumpir el dominio de lo automático, lo contrario de obedecer o repetir. También en la vida personal: interiorizamos los automatismos cuando hacemos lo que debemos hacer, vemos lo que tenemos que ver, decimos lo que hay que decir y pensamos lo que está prescrito pensar. Arendt lo llamó “conducta”: un comportamiento normalizado, previsible y predecible. Por el contrario, cuando actuamos “nos unimos a nuestros iguales y empezamos algo nuevo”, salimos del aislamiento y la impotencia, nos volvemos capaces.
La “política del cualquiera” de movimientos como el 15-M no es equivalente ni simétrica al Gobierno de Nadie: no confía el mando a los que saben, sino que parte del principio de que todos podemos pensar; no tiene rostro, pero precisamente para que quepan todos y cada uno de los rostros singulares; no gestiona lo que hay, sino que inventa colectivamente nuevas respuestas para problemas comunes.
Pluralidad, invención, pensamiento: así es la danza de los nadie contra el Gobierno de Nadie.

Entrevista a Toni Negri

La representación es la ausencia de la participación
Por Verónica Gago


–¿Qué significa la emancipación hoy?

–Hay que situar la emancipación desde una perspectiva espacial que implica pensar “desde abajo” y desde una perspectiva temporal que pone en primer plano la tendencia que aspira a que todo aquello común, que hoy sólo compartimos a un nivel virtual y técnico, se convierta en algo actual y político. Y para esto hay que pensar, como experimento, las figuras actuales de la subjetividad. Con ellas debemos confrontar toda expectativa de emancipación.
–¿Cuáles son esas figuras?
–La primera es la del hombre endeudado, aquel trabajador precario que queda preso del crédito casi de por vida, reducido a una suerte de servidumbre por deudas. A esto corresponde la “renta” del capitalismo actual y la resistencia es decir “no pago”, como una forma multitudinaria del rechazo y, a la vez, de apropiación de la riqueza común. Luego, el hombre mediatizado, que reemplaza a la vieja noción de alienación para dar cuenta del sometimiento a los dispositivos de comunicación, que esconden la inteligencia humana, la verdad común de la comunicación, bajo formas nuevas de control. En tercer lugar, el hombre asegurado es aquel obsesionado por la seguridad de su propiedad, por el riesgo de su vida, por el miedo a la pobreza. Finalmente, el hombre representado, que podemos decir que es el núcleo del problema de la emancipación.
–¿Por qué? ¿Cuál es la crítica?
–Esto lo estamos trabajando con Michael (Hardt) ahora. Es una tipología que tiene como problema la cuestión de la nueva constitución a partir de entender cuáles son los deseos y las experiencias de estos sujetos. Desde un punto de vista negativo, tiene razón Schmitt cuando dice que la representación es la presencia de una ausencia. También la representación de Rousseau es siempre una ruptura, una fetichización de la presencia. Y esa presencia viene construida por elementos que no tienen nada que ver con la participación.
–¿En qué sentido?
–En tanto la representación es la ausencia de la participación y la presencia de una máquina de poder que se organiza de manera nueva frente a estas figuras de la deuda, el control del riesgo y los medios de comunicación. En este sentido, no es la vieja crítica a la representación por la burocratización de sus procedimientos administrativos. Hoy no existen esos procedimientos como instancias separadas porque, entre otras razones, los lobbies ya no son algo externo sino que están completamente absorbidos en el gobierno.
–¿Está pensando en alguna situación particular?
–En Obama, que como candidato presidencial propone reformas, gana con ese discurso y para llevarlas adelante ¡invita a los poderes de lobby que están contra esas reformas! Es una locura. Esto se da en un momento en que los gobiernos en general tienen menos condicionantes parlamentarios para tomar decisiones. El gobierno de Estados Unidos puede intervenir sobre la magistratura sin ningún sistema de control ni de check and balance. Esta concentración de poder, sin embargo, no logra salir de los problemas de una representación forjada en el siglo XVII, que vuelve a las constituciones actuales constituciones de derecha. Con esto me refiero a que la democracia representativa determina unos límites a la participación que son insuperables y vuelve impotente incluso a la concentración de poder.
–En buena medida, contra estos límites se alza también el movimiento de ocupación de plazas de Tahrir a Madrid, mediáticamente bautizado como indignados.
–Me ha fascinado el discurso de los indignados sobre el miedo. Ellos dicen No tenemos miedo. Es una cosa formidable si pensamos que toda la filosofía política occidental está fundada sobre el concepto de miedo, lo cual organiza el ejercicio de la violencia del ejército y la policía como efecto de nuestro miedo, por el cual les cedemos el poder.
–Además, hay formas nuevas del debate asambleario en las calles…
–Esos jóvenes no hablan más que cinco minutos, van a lo esencial, aprendieron del Twitter (risas). Hacen también una crítica al concepto de mayoría, a la obediencia sin más del 51 por ciento. Por último, despliegan toda una crítica muy interesante a la idea de la decisión rápida, mostrando cómo siempre la decisión es un proceso de construcción lenta, conjunta, que se consolida en ese tiempo compartido, lo cual anula de hecho todo el privilegio dado al discurso de los expertos. Y esto que señalo lo aprendés escuchando y hablando con la gente en la calle, no con un coloquio de filósofos.
–¿Cómo comprender la situación italiana después de la renuncia de Berlusconi? ¿Qué cambia?
–La situación italiana tras la caída de Berlusconi es exactamente como antes, menos el “bunga bunga”. El gobierno de Monti es un gobierno “técnico” que intentará realizar el diktat europeo neoliberal que Berlusconi no lograba actuar y conseguirá hacerlo con el apoyo de la izquierda. El chantaje del default funciona de manera notable, sobre todo porque falta cualquier idea alternativa y falta un mínimo de voluntad política alternativa al esquema neoliberal.
–Esas referencias al mercado son conocidas en Argentina…
–Es realmente grotesca la situación en la cual nos encontramos nosotros: estamos bajo el ataque de los “mercados” y nadie intenta entender qué cosa son estos mercados y en nombre de qué cosa se están moviendo; quiero decir: la defensa del dólar y, en consecuencia, el ataque a la Europa política. Al mismo tiempo, se hace todo aquello que es necesario hacer para obedecer a los diktat de los mismos mercados. Nadie osa decir que los mercados son internos a la lógica del poder político actual, sea Berlusconi o sea Monti y del cual la izquierda forma parte.
–Ante este panorama, ¿qué espera de los movimientos sociales europeos?
–La primera cosa que espero, porque en realidad ya lo han demostrado ampliamente durante los últimos meses, es la permanencia de una resistencia a este desastre. Por resistencia entiendo dos cosas: en primer lugar, rechazar punto por punto las iniciativas que se vienen tomando, sobre todo contra los salarios y el Welfare (Bienestar); en segundo lugar, la capacidad de imaginar un programa e instituciones del común para echar a las actuales elites económicas y políticas. La situación es dramática, pero como siempre frente a estas políticas capitalistas de shock, se abren y se extienden frentes de resistencia.
–¿En ese punto es también un momento de innovación política?
–Son ocasiones relevantes para construir nuevas culturas políticas. Todo esto no es imaginable sin conectar las prácticas del común y una revitalización del proyecto de construcción política de Europa. Una Europa de las multitudes y no de los mercados.
–Hablando de América latina, usted señaló que ya no se puede pensar a los movimientos sociales como doble poder y que, más bien, puede apostarse a una relación dinámica entre movimientos y Estado. Sin embargo, hoy subraya también el riesgo de disolución de los movimientos en el Estado. ¿Cómo lo sintetizaría?
–El doble poder busca enfrentarse con el Estado. Hoy la cuestión no pasa por allí, sino por la construcción de un común más allá del Estado. Pero este más allá no puede pensarse desde la homogeneidad, por las diferencias de espacialidad y temporalidad que existen. En este sentido, los procesos de singularización son los que devienen centrales para pensar lo común. Y, en este punto, se trata de una totalidad muy difícil de conquistar. Entonces, hay que ser muy prudentes. Pero hay que imaginar nuevas formas de gobierno y para eso el primer problema es eliminar la propiedad privada. No se trata de regularla o conducirla a fines sociales. Sólo la eliminación real, no formal, de la propiedad privada puede dar hoy el reconocimiento verdadero de que la organización del trabajo, la organización de las formas de vida y de las organizaciones sociales ya no pueden ser bloqueadas por el capital privado en tanto son expresión de la potencia común, laboral, cultural, social.
–¿Es una inadecuación de las fuerzas productivas de lo social respecto a los límites de las relaciones que las constriñen?
–De algún modo es la clásica cuestión de las relaciones de producción que bloquean las fuerzas productivas. El dilema es cómo lograr abrir este común a nuevas formas de constitución, lo que significa transformar radicalmente la escritura constitucional, es decir abrir un espacio al poder constituyente, a partir de tomar en serio las formas en las que vivimos.
–Tras varias visitas a Argentina desde el 2003 a hoy, ¿qué cambios advierte en el lenguaje político?
–En Argentina en particular el discurso político parece referir ahora, y con insistencia, sobre todo a la salida de dos crisis: 2001 y 2008. En este punto, algunos analistas empiezan a hablar de América latina, en particular de Argentina, Brasil y Bolivia, en términos de una estasis, de un momento de pausa. Eso se traduce en que en la política de estos países se hace más fuerte la referencia al pasado, a lo que se ha logrado y superado, y tiene menos presencia un discurso de futuro. En relación a Europa y a su crisis, llama la atención cómo funciona aquí la idea de patria, ya que allá no podría convocarse y acá, en cambio, parece una cosa viva.
–Esto, puede decirse, plantea un horizonte progresivo en relación a la historia reciente del país y de la región pero tiene el riesgo de ser conservador cuando no da lugar a otro horizonte…
–Hay que ver hasta qué punto el discurso del estado nación no entra en contradicción con la apuesta a una región latinoamericana si es que esta no se la piensa desde un imperialismo interno. Una relación plural a nivel mundial debe calibrar sus políticas en relación a los otros.
–En Argentina, la referencia a Gramsci es muy fuerte. Es también el autor del concepto de hegemonía que es clave en la teoría de Laclau. ¿Cómo se relaciona usted con este autor italiano?
–Gramsci ha siempre estado constreñido, para mí, por la política italiana, europea, como un hombre que estuvo en la formación del Partido Comunista en Italia, en la Tercera Internacional y que, luego, una vez en la cárcel, se dedicó a estudiar y a pensar de una manera que lo transformó en otra persona. Pero ese cambio ha sido completamente escondido y anulado por el PCI que lo presentó como el teórico de la hegemonía. ¿Pero qué cosa era la hegemonía desde ese punto de vista? Era la hegemonía del partido que se ejercitaba en una alianza entre sectores. Y se dejaba de lado, por ejemplo, el gran problema que piensa Gramsci que es la relación entre norte y sur. También toda la ideología y la práctica sobre los consejos es cancelada y la distinción entre guerra de movimientos y guerra de posiciones se evade. Con esto quiero aclarar que Gramsci no estuvo en mi formación. El primer libro de Asor Rosa contra Pasolini (N. del E.: Scrittori e popolo), que fue decisivo para nosotros, lo leímos como una interpretación contra el Gramsci nacional-populista. Esto quiere decir, contra el Gramsci que no hace ninguna mención a la cuestión de clase, o que si la hay es confusa y dispersa.

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