Afecto y experiencia terapéutica // Sofía Guggiari

Renguea y tiene su cuerpo tirado para adelante. Parece que quisiera estamparse contra el piso. Se agarra del respaldo de la silla como si fuera lo único que tiene en la vida. Tiene 30 años. Ningún diagnóstico físico. Pero él cree que ya es demasiado tarde. Lo veo sentarse torpemente, como si no pudiera reposar en ningún lugar. No soporto lo que veo ni siento. Me enervo, le grito su nombre. Lo imito. Me encorvo, tuerzo un pie y deformo mis manos. Le devuelvo lo que vi. El me mira. Con los ojos gigantes. Desorbitado. Me dice: Si, así, yo me veo a mi

 

Mastico el vacío. La garganta se angosta con mi respiración. Abro la ventana que tengo detrás mío. Me angustia lo que escucho. Ella habla de su amiga muerta. Está enojada. Mueve los ojos para arriba, queriendo escapar de mí. Nerviosa, frota sus manos. Repite en varios momentos la frase: mi amiga es inentendible.  La interrumpo. Necesito una detención. Alzo la voz y con lágrimas en mis ojos, le digo: ¿mi amiga es inentendible?. Ella tira para atrás su espalda y se recuesta en el sillón. Cierra los ojos y estalla en un llanto profundo. Un río libera la corriente. La habitación se ensancha. Un alivio inmenso. Ella sonríe mientras llora. Abre los ojos mirando su nuevo mundo.

 

El afecto es un bicho raro. Introduce una interrupción, un arrojo a lo inesperado. A veces, desborde peligroso. Llamado al motín, a la revuelta. Nos hace traicionar lo más obvio de nosotrxs mismos. Produce una sospecha. Dicen que en la clínica no se trabaja con el afecto. Intoxica la palabra, hierba mala. Puede engañar.

 

Pero al afecto no hay que creerle ni no creerle. No nos viene a imponer una verdad. Es mapa. Estrategia. Brújula de algo. Materia de experimentación. Procedimiento, técnica y ensayo. Clínica de las fuerzas: un modo de lo performático.

 

 

Trabajar con el afecto implica el desafío de poner a disposición las fuerzas intuitivas de los músculos, las palpitaciones, la cognición, los pensamientos, las palabras, las emociones. Los afectos son los modos en que se expresan los efectos de una vida sobre un cuerpo. Esa relación inconmensurable entre una existencia y el mundo. Un cuerpo que no tuvo ese miramiento necesario para inscribir un modo del cuidado; una profunda inhibición después  de un impacto, el momento más doloroso: la muerte de un amor.

 

El afecto del que hablo no es de alguien en particular. No existe, ni preexiste por fuera de la relación terapéutica. Es lo que ocurre en el entre. Entre  nosotrxs, el lugar, el espacio y la temporalidad.

A los terapeutas nos toca el trabajo de lectura y escucha del entre. Por qué se trata de lo que suscita en nuestros cuerpos las palabras, tonos, silencios, incomodidades, insistencias, velocidades e intensidades de los gestos y movimientos. Expresiones del tiempo y de la materia que impactan en las células. Y que no interpretamos. Justamente lo devolvemos, como el reflejo de la luna en el espejo. Somos el reflejo, somos el espejo.

Somos lectorxs. Pero no solamente leemos con los ojos. No solo escuchamos con los oídos. ¿Acaso no es éste el uso oficial y hegemónico de nuestro cuerpo? Podemos leer y escuchar con los poros de la piel.

El afecto no engaña. Abre una situación, el dispositivo. Que no va a hacia algún lado, no presume dirección. Es materia para producción de territorios, despliegues posibles. Ahí  nuestra práctica y el ensayo de una vida posible.

 

La experiencia terapéutica es entonces una apuesta, un acto creativo; una performance. Performance sobre los cuerpos y los afectos. Las emociones y las palabras. Los flujos y energías. Pulsión, fuerza, emotividad y decir. Un trabajo de lectura, escucha y agenciamiento sobre las palabras amarradas a los afectos y los afectos amarrados a las distintas partes del cuerpo.

Siempre sirviéndose de lo único que quizás nos sirva de balsa para atravesar el océano: el entre de quienes participan de la experiencia.  Transferencia. Lazo estelar.  Indice principal para la creación de un espacio/tiempo. Para escuchar, sentir, las posiciones en que las personas quedan en relación a lxs otrxs, los modos de vinculación, las historias pasadas, los presentes larvarios. Porque es ahí, en el entre, donde se encarna lo invisible, los roles, las posiciones, lo demasiado muerto, lo eminentemente vivo. Es ahí donde los cuerpos producen su decir.

 

Experimentar con los afectos implica el peligro y el juego de las mutaciones. Las desviaciones. Implica el riesgo de incitarlas, promoverlas. Interrumpir el flujo de una mirada miserable, con lo miserable de esa mirada. Desinhibir un afecto desprendiendolo de la palabra que lo detiene, con el desprendimiento mismo.

 

Ahí está la ternura, en ese acto que inaugura una salud. Composición de las fuerzas que nosotrxs escuchamos. Y si hay una vida a escuchar, hay una vida a vivir.

 

 

 

1 Comment

  1. Excelente artículo, muy claro, porque uno que transita estos caminos del psicoanalisis com analizante y como analista, muchas veces naturaliza estos conceptos que transmitís en este escrito, y pierde de vista que son esenciales para la busqueda subjetiva de un devenir inefable.

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

*

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.