Venado Tuerto, “La Biblio” y nosotrxs // Diego Sztulwark

Llegamos a Venado Tuerto el viernes. La invitación corría por cuenta de Revista Ají y el Partido de la Ciudad Futura. El tema de la charla del sábado era: “sobre la impotencia. Lo que callamos cuando hablamos de política” (se puede ver aquí). Pero había algo más, un nítido recuerdo de una conferencia notable de Viñas sobre Walsh (que aquí se puede ver), un número de la Revista Lote dedicado a León Rozitchner y alguna referencia de Horacio González a la Universidad Libre de Venado. Luego de la actividad convenida vino el banquete (no sería justo mencionar sólo el espléndido asado, fue mucho más que eso: un cumple años, una reunión, una familia, una banda, un grupo de jóvenes inaugurando algo y una historia que pide ser narrada una y otra vez). Recién anoche, ya de regreso a Buenos Aires, pude dedicarme a satisfacer mi curiosidad leyendo “La Biblio. Esa historia” (Ají Ediciones, 2001), relato coral organizado por Marcelo Sevilla. Allí se da cuenta de una historia mítica e -según me dijo hoy Christian Jesus Ferrer, uno de los tantos testigos- “irrepetible” . Todo parece comenzar allá por la década del 20, cuando un grupo de obreros del ferrocarril -socialistas y anarquistas ellos- fundaron en el pueblo de Venado Tuerto la biblioteca Florencio Ameghino. Aquel impulso inicial habría languidecido con la biblioteca misma sino hubiera ocurrido -hacia fines de la dictadura- que otro grupo de muchachos -hijxs de trabajadores y por tanto no destinados al ascenso habitual de los hijos de las clases medias profesionales- forjara un movimiento contra-cultural por medio del cual obtener el oxígeno que la época negaba. Ese movimiento los llevó a crear La Biblio, un universo libertario inconcebible: dieron LUZ allí a una Universidad Libre, invitaron a dar clases y a participar de sendos banquetes a lo mejor -y mas variado- de la intelectualidad literaria, militante y filosófica del Río de la Plata (no exagero si digo que aquel plantel superaba en mucho a cualquier universidad de la época), bailaron con La Mona Jiménez -hay fotos con La Mona en el libro- y dieron vida a un maravilloso equipo de fútbol (“La Biblio”: camiseta roja y amarilla, medias con pompones) que salió campeón de la Liga y hasta le hizo partido Newells.

Por medio de esa “confraternidad de fútbol y goles” -las palabras encomilladas pertenecen a uno de los “docentes” porteños involucrados en el programa de la Universidad llamado- “el fútbol se bibliotequiza -y entonces gana en sentimiento estético y utópico- los libros se “futbolizan” -y entonces ganan en habilidad circulatoria, juego de cintura, destreza sobre los cuerpos”. Se trataba de resistir por medio de gestos. Ya que, como escribe Marcelo Sevilla, “el capitalismo creaba una nueva pobreza: la pobreza narrativa”. No quiero volver de esa noche -de ese banquete, de este libro- en que las fechas y los nombres no conocen cortes ni desapariciones, un poco como si nada hubiera pasado y toda esa riqueza subsistiera ahora mismo, como siendo parte de nosotrxs.

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