Acerca de aquello que resiste IV: contra el meme // Branco Troiano
Cuando el intelectual italiano Toni Negri le dice a su par argentino Ernesto Laclau que la unidad determina confusión, que las singularidades de aquellos grupos que remueven la quietud abrumadora del poder terminan, en procesos de unidad, por aplastarse unas contra otras, inválidas, fuera del juego político y de las políticas, cuando después de media hora de fintas, de amagues, de pasear por Chávez, Linera, el Mayo Francés, cuando después de todo ese preludio, Negri, por fin, habla de confusión y de aplastamiento, de aplastamiento en un concepto jurídico, allí, solo en ese momento, Laclau siente la brisa, la palpa.
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Si es cierto que una época define su problema en torno a un idealismo, ¿cuál es el nuestro?
Una primera impresión: hijos de un cientificismo voraz, pretender de la inmediatez lo que sólo el tiempo y la mesura pueden (nótese Cristina sugiriendo abandonar, al menos por un rato, los dos minutos de TikTok). Una segunda impresión: inscribirse en la lógica del meme (hijo predilecto de la era de las redes sociales) como si este no fuera el camino que encontró el capital para atomizar y obturar cualquier proceso emancipatorio. Una tercera impresión: pensar sin un cuerpo que se arroje.
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Una escena. Es de Montoneros, una historia, de Di Tella. Un militante narra a cámara. Cuenta: que disparar un arma y saber que se puede herir a otra persona es un horror. Cuenta: que un día entra en tiroteo con la policía. Cuenta: que logran desarmar a los policías y meterlos en un calabozo. Cuenta: que antes de irse escucha gritos. Cuenta: que había uno de ellos que gritaba y gritaba y gritaba. Cuenta: que se acerca una compañera y le explica. Cuenta: “Que entre la ropa que nos llevamos, está su anillo de casado”. Cuenta: que desesperados y con miedo que lleguen patrullas de toda la zona igualmente se disponen a encontrar el anillo. Cuenta: que pensaban que era una locura porque cada segundo era la vida. Cuenta: que lo devolvieron.
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Hay un cuerpo que es la calle, hay un alma que desea. Toda una masa capaz de. De eso. También de eso, y de aquello que muestra aquel otro, sí, y de eso que muestra aquel otro también. Hay un cuerpo y hay lugar para ese otro, sí, incluso con esa nariz, y para aquella otra, sí, incluso con esa remera, y para aquellos dos, sí, incluso con ese andar. Ahora bien, ¿es posible la calle de Nariz Remera y Andar? A ver, ¿es posible esa institución política que tanto anhelamos? Pequeñas detonaciones, acá, allá, borboteos de vida en la superficie de un líquido espeso y estancado que también es la vida.
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¿Cómo pensar la cultura bajo una óptica spinozista? ¿Es posible una forjar cultura spinozista sin que previo a su concepción estalle en mil pedazos? O mejor: ¿Y si la cosa está, a fin de cuentas, en la acción de recoger esos mil pedazos, algunos de a puñados, otros de manera individual, apreciando cada accidente, cada pliegue, cada sutura? ¿No será que la emancipación está ahí, en los cuerpos desperdigando potencias y temblores en el hallazgo de pedacitos, de mil pedacitos también desperdigados? ¿No será esa, acaso, la única política posible? ¿No será esa, acaso, la única posibilidad de algo nuevo?
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Y lo que nace quiero
verlo nacer desde el silencio largo
de un pueblo mudo y ciego
que perdió mucho, tanto
que sin saberlo necesita el canto
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Cantar para estar vivo.
Apalabrar el mundo, comprenderlo
en un abrazo altivo:
ese plan de tenerlo
para soñar que éramos eternos.
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Negri y Laclau discuten. Sin embargo, el intercambio es ameno, hasta afectuoso. A media cuadra de su paradero, un local exhibe en su vidriera a un mono. El mono mueve sus brazos y choca dos platillos. Juntos, los platillos hacen ruido. Un ruido tosco, ciego, tristemente laboriso: muerto. Libres, los platillos, libres uno del otro, revisten otro brillo y otra fuerza, de repente se descubren como círculos perfectamente delineados, simétricos, son potencia: existen, de esa forma todavía existen y quizás, solo quizás, podrían resultar una música bella.
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Dice Spinoza que el esfuerzo con que cada cosa intenta perseverar en su ser no implica ningún tiempo finito, sino indefinido.
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Hombre
marino
late
tu corazón
y en tu mar padeces el hundimiento de un sueño de intensidad
y en su mar pareces el nacimiento de un sueño de inmensidad
desanudemos:
hombre
marino
late tu corazón
y su pulso marino te suma y te sume en su mar
sumar:
una extensión inalcanzable
una invención inalcanzable
una intención inalcanzable
el hombre flota sobre sí mismo
flota sobre sí
flota
sobre
sí
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El mundo del GPT aún preserva, fortuitamente, irregularidades. Es falso que Rodolfo Walsh escribía cuando no había GPT: sí que había.
Walsh escribe Un oscuro dia de justicia, toda una irregularidad, el acontecimiento que acontece al acontecimiento.
Hoy Walsh es mural es búnkers macartistas.
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Acechado por negro en un hostil sur estadounidense, uno de los personajes de Carson McCullers de El corazón es un cazador solitario lee a Spinoza. “Esa noche leía a Spinoza. No lograba comprender del todo el intrincado juego de ideas ni la totalidad de las frases; sin embargo, al leer intuía una poderosa y auténtica intención oculta en las palabras, lo que lo hacía sentir como si comprendiera”.
En la comprensión hay un efecto, quizá el único, que se pierde. En la errancia hay un efecto, quizá el único, que sobrevive.
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Unidad: Propiedad que tienen las cosas de no poder dividirse ni fragmentarse sin alterarse o destruirse.
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Si, como plantea Spinoza, todo lo que es, o es en sí o en otra cosa, urge seguir pensando qué hay de cada uno en la fuerza total de una organización, menos para medir bondades y atributos que para resignificar aportes, alcances, articulaciones. Una era política en la que nazca un corazón que muera de dolor y que corra por un porvenir que se cae pero que allí, justo allí, cara a cara con el derrumbe, percibiendo el eco ínfimo de las piedritas que resbalan al abismo, invente, tenga la valentía de inventar. Además, ¿qué potencia puede revestir una invención si no se erige frente a un derrumbe?
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La licenciada en Letras Julieta Yelin comienza uno de sus trabajos con una cita de Foucault. “No puedo dejar de pensar en una crítica que no dejara juzgar, sino hacer existir una obra, un libro, una frase, una idea. Una crítica sí encendería fuegos, contemplaría crecer la hiebra, escucharía el viento y tomaría la espuma al vuelo para esparcirla. Multiplicaría no los juicios, sino los signos de existencia. Los llamaría, los sacaría de su sueño. Los inventaría en ocasiones tanto mejor, mucho mejor. La crítica por sentencias me adormece. Me gustaría una crítica por centelleos imaginativos. No sería soberana ni vestida de rojo, llevaría el relámpago de las tormentas posibles”.
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Negri se toma unos segundos y dice que claro, el 68 francés fue un fracaso, pero que justamente en ese fracaso radica la inauguración de una época nueva, y que eso es lo que interesa. Entonces Laclau, ahora en un primer plano de una cámara que lo retorna jovial, con una frescura casi juvenil, sentencia: “¡Eso sin duda!”
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En Biografía de un cimarrón, de Miguel Barnet, se lee: “Por cimarrón no conocí a mis padres. Ni los vide siquiera. Pero eso no es triste porque es la verdad”.
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En un momento de la charla, Negri cita a Flaubert. “El pueblo es terrible, salvo los días de insurrección”. Macchiavello habla de Fortuna. Al defensor griego Nikos Dabizas, previo al partido, le dijeron que, de marcar de manera eficiente la derecha de Bergkamp, la cosa estaba prácticamente resuelta. Llegando al final del segundo tiempo, en un partido aburridísimo, Bergkamp recibió un pase de espaldas, tocó la pelota hacia un lado, giró hacia el otro y la clavó. Nunca se había visto un giro semejante. Era imposible.
Quien recibió el gol fue Newcastle, equipo que se fundó por la fusión de dos clubes que no simpatizaban.