Acerca de aquello que resiste III: Chat GPT // Branco Troiano

A Prodan le gustaba leer a Lacan. Una vez leyó algo previo a comenzar con la grabación de Años, como pudo, así como pudo, ¿no?, como puede un tipo como Prodan (según Charly, el único al que nunca entendió porque “nunca supe en qué planeta estaba”). 

 

Prodan leyó: Prodan, ¡qué decir de Prodan leyendo!: ¡Prodan!, cuerpo y pensamiento, fusión al paroxismo (¿habrá otra manera?), Prodan leyó: le leyó, a Tom Lupo, que andaba por ahí, Tom Lupo, psicoanalista y poeta amigo, mientras Calamaro aguardaba en una punta, guitarra en mano, para finalmente comenzar con la grabación, Prodan, entonces, leyó: “Coincide un poco con la noticia de que lo único que progresa con el paso del tiempo es la tecnología, el hombre no, siempre es el mismo. Coincide según el poeta, el amor, con los años, con los años desaparece. Pero si hablamos acerca de la tecnología, eh, hablamos acerca de lo… somos verdaderamente, siento que avanzamos, nos colamos y lo que dice, ¿no?”.

 

Fue una lectura y un susurro. Prodan lee colar y cuela: su parte en el acto, su cuerpo, su causa-efecto, una daga quizá más trascendental que el canto que vendría luego, canto tajeado por la afonía que lo aquejaba ya para ese entonces y que, de alguna manera, echaba alfombra roja al trágico final que pronto llegaría. 

 

El tiempo pasa, nos vamos poniendo tecnos

El amor no lo reflejo como ayer

Y en cada conversación, cada beso, cada abrazo

Se me impone siempre un pedazo de razón

 

¿Pensará Calamaro, en ese momento, exactamente en ese y no en otro, bajo ninguna circunstancia en otro, en los Toros de España? Ah, los Toros, su íntimo cuerno perforando estómagos y destrezas y orgullos y gritos, Ah, los Toros, Hemingway, La capital del mundo, Ah, los dos mozos (¿mozos o bacheros eran?, da igual) batiéndose a duelo en la parte trasera del local, silla en mano cada uno y silla en cabeza después, Ah, los Toros y la violencia, la hermosa violencia que de El Matadero hasta acá nos borra un tatuaje que ya volveremos, en el mejor de los casos, a hacernos, Ah, Viñas, David. 

 

Se impone la razón. O peor, un pedazo suyo. Mejor. Se impone… ¡Razón violenta! ¡Escuchen, acá está, la tengo, acá está la Razón, violenta toda ella, la tengo! 

 

Prodan leía a Lacan, aparentemente hallaba algo. Entonces susurra Prodan porque entiende (¿entenderá Prodan?: da igual) que detrás del parpadeo se genera el movimiento, un susurro como caricia mesurada, y allí: ¡Zaz!, la luz: la métrica spinoziana, el milagro borgeano (El Factor Borges: Ah, Pauls), el derecho kafkiano, el amor de Las Madres, el humo del tabaco fogwilliano. 

 

Nos vamos volviendo technos, dice. Entonces, trinchera: contra la máquina, a partir de ella. A la carga: humanidad, humanidad en tanto articulaciones que nos revelen más libres. Un agenciamiento, Ah, Deleuze, una revelación: de mí y para allí. Corre y se esfuma, pero en el camino, Ah: ¡En el camino! Una estela, ¿de qué? En algún momento lo sabremos. Lo que es seguro: no será a través del Chat GPT, ¡Ah! 

1 Comment

  1. Me interesaría recibir màs artículos tan eséndidos como este, ya que menciona a varios de mis autores preferidos sumergidos en la Filosofía,el Psicoanálisis y el Ate,en la memoria del único Prodam

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