Notas volubles en tiempos demasiado solemnes // Luchino Sívori

1.PIGLIA Y POLANYI

¿No hay una ventana abierta a la derecha de la estantería? ¡Qué delicioso parar de leer y mirar fuera!

Virginia Woolf.

 

En una entrevista hecha en los años 90, Piglia afirmaba que existía desde los 60 una suerte de contraposición algo demasiado animada entre los críticos literarios, rivalidad que al final del camino terminaba aseverando que la “literatura había muerto” desde el surgimiento del postmodernismo y su metaficción. El antagonismo (que algunos creen todavía sigue en activo) era el famoso “literatura o vida”, que en lenguaje vulgar hoy traduciríamos como ficción versus realidad.

Días después de haber leído esa entrevista, arribé a un concepto que poco o nada tenía de relación con la hipótesis de Piglia. Se trataba del término en inglés embeddedness, que en español podríamos traducir como “injerto”. Me llamó la atención no el significado per se del término, sino la particular lectura que había hecho de esa palabra el economista e historiador austro-húngaro Karl Polanyi, desde ya muchos años antes que la entrevista del escritor de Los diarios de Emilio Renzi. Haciendo un uso algo rudimentario del glosario de la obra del centro-europeo, llegué a una definición del concepto sajón que podríamos resumir más o menos así: 

Embeddedness se refiere al grado y alcance por el cual la actividad económica de un lugar concreto depende de factores e instituciones no económicas (Karl Polanyi)”. 

 

De nuevo, a simple vista nada podía indicar que una cosa tuviera que ver con la otra. Sin embargo, en un alto de mi introspección algo llamó mi atención. ¿Podían estar, en una suerte de conexión más allá de las apariencias, implícitamente conectadas una y otra: la hipótesis Piglia y la tesis Polanyi?

Economía y literatura, unidas. Me senté en mi escritorio, y acomodando varios papeles comencé la búsqueda de todo aquello que tuviese que ver con cómo la literatura no era un adentro sino más bien un “desde”, un “contra”, un “hasta” la vida, y en qué medida mi diario personal, mi correspondencia con amigos, la biografía de Nabokov o la curvatura de una firma funcionaban más como un framing, la antesala de lo que luego será considerado ficción o realidad por sus autores.

 

2.VOZ

La variación de la voz con el correr de los años siempre me ha llamado la atención: su degradación, su envejecimiento gradual. En la mayoría de los casos, se vuelven airosas, aletargadas, tensas… y predecibles. ¿Puede tener que ver esto con el paso del tiempo, la previsibilidad? Quizás los años nos den justamente eso en las cuerdas vocales, datos acumulables, experiencias cuantificables, que luego, como un algoritmo de un buscador digital, se adelantan, quitándonos la palabra de la boca (sic). 

El problema con semejante predicción no es el ofrecimiento intempestivo en sí; tampoco las marcas en el camino por el que uno deberá someterse si no quiere desbarrancar, sino el que ese Pasado que vuelve en forma de sonido -voz, tono, acento, quiebre, vocalización-, esa vibración en el aire del tiempo, se adelante demasiado y nos deje detrás.



3.ESCRITURA

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Hay una opción en los procesadores de texto digitales que permite a los autores guardar un archivo sólo para poder “ser visto”, sin posibilidad alguna de poder editarlo o comentarlo. Se me ocurre hacer lo mismo con todos los primeros borradores de la escritura: después de todo, en las primeras versiones, decía Piglia, está todo lo que vendrá. 

También podría ejecutarse la misma limitación pero solamente para el autor del texto; podría ser leído por el resto de los seres humanos, menos para él mismo, que no sabría nunca cómo quedó del todo. Un texto evasivo e inaccesible puede devolverle al escritor la inocencia perdida.

 

4.VERSIONES

Hace tiempo llevo escuchando versiones de canciones más o menos conocidas. Me seduce la idea de hacer lo mismo con los libros, o con la gente. Versiones de “Cien años de soledad”, o de mi madre. La versiones de lugares no serían como esos decorados estilo Miami o Emiratos Árabes, plásticas y brillosas, sino verdaderamente Pierre Menards del barrio de Once, o Sevilla. Caminaría y viviría en ellas versionándolas, y versionándome mientras tanto a mí mismo. Todo sería un enorme cover, una relectura in situ, como vivir dos veces la misma infancia o la primera borrachera pero de formas distintas: una hermenéutica aplicada. 

En lugar de tener una simple segunda oportunidad, plana y trillada, o un descarte por elección a través de una comparación pretenciosa y solemne, un frente a frente desde los dos lados del espejo, una lectura (vida) sin fin. 

 

 5.USER EXPERIENCE WRITER

En un curso de escritura digital de un conocido mío de hace muchos años, se estudia un concepto técnico comunicacional llamado “dolor significativo del usuario”. Presuntamente, esta técnica sirve, según sus ideólogos que a primera vista podrían parecer psicoanalistas trasnochados, para mejorar la experiencia que las personas tenemos con las distintas interfaces digitales, como las famosas apps.

Leyendo a Rodrigo Fresán en relación a la semi autobiografía semi ensayo Desde dentro, del escritor inglés Martin Amis, el autor llegó a la conclusión, luego de una segunda lectura, de que “se escribe para dejar de pensar en eso sobre lo que se está escribiendo”. Eso a lo que se refiere Fresán no dista mucho del “dolor significativo del usuario”, la única diferencia es que mientras los profesores del curso de mi amigo lo utilizan para mejorar la user experience de los internautas, el escritor de literatura lo hace para llevar a cabo un trueque letal: vida por escritura.

 

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