El monólogo fantástico de Franco “Bifo” Berardi // Diego Sztulwark

00. Inconcluso. ¿Cuántos libros lleva publicados Bifo? Quizás sólo uno, aun inconcluso, que va avanzando en sucesivas entregas parciales, como un diario proliferante de sus obsesiones en torno a la mutación antropológica en curso y al final tan aplazado como inminente de un mundo fundado sobre bases humanistas en manos del semiocapitalismo. El monólogo de Bifo es una filosofía de la extinción (un aprender a morir), y una profecía sobre un reino posible del disfrute de lo concreto (aprender a vivir).

¿Qué agrega su último libro, El tercer inconsciente, La psicoesfera en la época viral (Caja Negra, Bs-As, 2022)? Diría que dos cosas: la indicación de la pandemia como umbral hacia un nuevo tipo de humanidad, y la aspiración a “devenir nada” como mejor forma de asumir la extenuación de un tipo de promesa según la cual el sujeto político es capaz de hacer funcionar el caos capitalista en el que estamos inmersos.

 

  1. Reacciones. Es inevitable que el monólogo de Bifo provoque todo tipo de reacciones, de la empatía a la irritación. Pocos narradores alcanzan ese estado de gracia que permite volcar a la escritura cada una de sus variaciones anímicas. Hay una autenticidad poco autoral en Bifo, que lo distingue de las sociologías infatuadas que realzan tal o cual novedad teórica. Es más bien un filósofo somatizador, plagado de intuiciones; un guattariniano que, por serlo, se muestra poco dispuesto a actuar al interior de escuela alguna. Y por eso alguien capaz de escribir sin rubor la expresión “tercer inconsciente”, como si las categorías psicoanalíticas pudieran funcionar por fuera de cierta codificación extremadamente cerrada, y Freud, siendo el fundador de una ciencia (un tipo de saber), pudiera ser incluido como parte de nuevas reflexiones. Es demasiado fácil protestar ante este tipo de transgresiones y el propio Bifo se ocupa de avisar que él está bien informado de que el inconsciente freudiano es individual y sin historia. No le interesa polemizar con Freud, sino otra cosa: mostrar que hay una realidad colectiva de los fenómenos inconscientes a partir de interacciones inevitables con dimensiones que las diversas épocas del capitalismo ponen en juego y que algo tienen que ver con el hecho de que no siempre primen las mismas patologías. En otras palabras, Bifo supone la compatibilidad del análisis del inconsciente con la de de los procesos de la comunicación y las tecnologías, del lenguaje y la sexualidad, de la producción y la economía en la que están inmersos los sujetos.

 

  1. Antiedipo. Cuando Deleuze y Guattari advertían que el inconsciente no es teatro sino fábrica, no pensaban en momentos de una evolución, sino en modos de tratar el deseo (adaptativo/creativo). Bifo no deja de volver sobre esa caracterización del deseo. Mas que con el psicoanálisis, discute con su propia tradición. Siente que ni Freud, ni Deleuze y Guattari alcanzan para comprender una transformación profunda en curso. De ahí el ensayo de postulación de tres fases del inconsciente: el primero, el de Freud, sería inseparable de una fase represiva del capitalismo industrial; el segundo, el de El Antiedipo, resultaría inseparable de un capitalismo de flujos (respecto al cual la noción de un deseo rizomático sería esencialmente ambigua); y el tercero -que recién se estaría conformando-, inseparable de un tipo de capitalismo que a impuesto una “aceleración del flujo de información” que sobrecarga la capacidad de atención humana, “posponiendo para siempre la posibilidad del placer”, y dando lugar a un “régimen psicopatológico” caracterizado por el pánico, la depresión y la psicosis.

 

  1. Virus. El agente de la catástrofe sería un tipo de unidad molecular y subvoluntaria, capaz de cuestionar la forma humana (fundada en la libertad ontológica, que hoy exacerban los llamados “libertarios”) y de imponer por sí misma una nueva correlación entre conciencia y evolución. El virus nos enfrenta a aquellas instancias de la realidad para las que lo humano ya no es la medida suficiente: la pequeñez extrema, la enormidad. De ahí el carácter fantástico del monólogo de Bifo. El virus tiene, para él, una impotencia que trasciende por mucho lo biológico-sanitario. Y nos pone frente a una realidad en la que el ciclo dinero/capital ya no es capaz de resolver las necesidades concretas de los sujetos. Sólo la cooperación inteligente resulta útil en la catástrofe. El virus no hace sino aumentar aún más el caos, deteriorando “el control que la abstracción capitalista tenía sobre el mundo”. Ahí donde el capitalismo pretende persistir en la recodificación virtual (economía), que acelera la expansión de los mercados, el virus (bíos) actúa como un freno. A partir de la pandemia (y la imposibilidad de compensar eternamente la crisis con gasto público) las alternativas se hacen claras: o sistema tecnototalitario de control de la economía capitalista, sometido a un caos viral creciente; o actividad humana emancipadora, a reinventar sobre el plano de la utilidad concreta de las cosas y la redistribución igualitaria del tiempo de disfrute. El virus señala, para Bifo, la aparición de un nuevo codificador.

 

  1. Despolitización. Si el monólogo fantástico de Bifo es despolitizador -lo que enoja, evidentemente, a más de unx puede irritarle-, tiene el enorme mérito de mostrar hasta que punto lo que suele llamarse política ya había comenzado a despolitizarse desde antes, cuando decidió no hacerse cargo de su propia impotencia de transformación del mundo. El realismo capitalista que ha confiscado a la política toda potencia histórica se mueve, para Bifo, entre dos polos: los “aceleracioncistas”, que confían en la velocidad de las máquinas tecnológicas para salir del estancamiento, y “neopaternalistas”, que confían en la ralentización y la restauración de la autoridad basado en el resto de la ley. En ninguna de sus presentaciones la política logra dar cuenta de la catástrofe en curso, del proceso de caos de un capitalismo incapaz de expansión, y de la extinción de una cultura que imagina cómo salir de la preeminencia del “crecimiento” (en base a la producción abstracta de valor) sobre la “utilidad” (concreta). Lo despolitizado en Bifo es su firme creencia en que la praxis ya no se funda en la voluntad humana, sino en otras formas de evolución de la conciencia y una preferencia del conocimiento por encima de la actividad de gobierno, y en su idea de futuro por fuera de los actuales esquemas de acumulación. En suma: cuando la política ya no imagina el comunismo, el comunismo deja de ofrecerse en términos de política.

 

  1. Extinción. Una fórmula utilizada por Ricardo Piglia decía que la crítica bien podría dejar de esforzarse por comprender las maneras en que la realidad es representada por la ficción para interesarse por los modos en que la ficción estructura la realidad. El componente de ficción en Bifo es, en este segundo sentido, explicito. Sus textos están entretejidos de todo tipo de distopías e imágenes catastróficas. ¿Estamos todxs tan deprimidos para entregarnos sin resistencia a este tipo de bibliografía? ¿O bien el mérito de Bifo consiste en acudir a un género literario capaz de señalar problemas que los discursos críticos habituales olvidan o están interesados en ocultar? ¿Y no es cierto que el correlato de la oscuridad tantas veces criticada a Bifo es un discurso sobre el goce o el placer (lo que en este libro denomina “cortesía”, como evolución del placer en el lenguaje) como cuestión definitoria de la vida humana, casi imposible de encontrar en los discursos políticos convencionales? ¿y se diría que Bifo no piensa forma histórica para la recuperación de una relación común y posible con el placer en medio de su teatro del horror? No lo creo. Bifo sí plantea formas. Al menos dos: La comuna de productores aislados y, sobre todo, la insurrección, como las únicas capaces, según él, de escapar a la depresión. Y plantea también ideas que no me parecen fáciles de pensar, o que son pensables más bien a partir de la tesis de la senilidad de las poblaciones blancas del norte, como el problema de la no-procreación (que coloca al nivel del rechazo al trabajo, al consumo y a la democracia). Porque lo que piensa Bifo -cuando habla de extinción- es por momentos el fin de la vida tal y como la conocemos. Y uno se pregunta: ¿fin de la vida de quien?

 

  1. Nada. Si tuviéramos la posibilidad de hacerle ahora mismo una pregunta a Bifo, propondría las siguientes: ¿cómo distinguir la extinción de nuestro mundo capitalista, del fin de la vida y de todo mundo posible? ¿Y cómo llamar a esa acción conciente que prescinde de la voluntad (la política) en busca de otro tipo de eficacia? Bifo recurre para ello a un “devenir nada”, que me gustaría volver a pensar a la luz de estos interrogantes. El devenir nada es el sentido filosófico de la vejez (¿pero de quién? ¿De la tradición humanista? ¿Del occidente capitalista? ¿Del norte rico?). El sentido de una vejez ética sería un “fallecer libre”, una asunción del agotamiento que completa la experiencia de una vida libre. Si la vejez es la autopercepción que asiste al hecho que la materia que subsumimos en nuestro cuerpo comienza a abandonarnos para ingresar en procesos de reorganización en función de nuevas formas -otros cuerpos-, otorgando a la vejez su contenido filosófico específico -y materialista- que consiste en descubrir que la conciencia no es sino la nada, pues solo hay “nada” para ella, siendo la muerte mas bien el perfeccionamiento mismo de toda conciencia. Pero entonces ¿la filosofía nos enseña a morir? ¿O subsiste en ella el deseo de una meditación sobre lo eterno, aquello que por no agotarse en las figuras de la duración es capaz de imaginar formas otras de vida? ¿No es eso acaso lo que debemos entender cuando nos dice Bifo que la muerte no derrota y que el psicoanálisis debe ser practicado como una inscripción conciente de la muerte en la existencia? El libro de Bifo no se ha terminado de escribir, y no es fácil aun determinar el sentido que adoptará con relación a las preguntas que podamos hacerle. Pero hay una frase que me parece ser fiel al mismo tiempo a su monólogo y a mis inquietudes: dado que el capitalismo (neoliberalismo/extractivismo) ya no es capaz de crecimiento, orden y ganancia sin violencia y extenuación de los bienes naturales y los modos de vida, nos toca “pensar el futuro fuera del marco de la expansión”.

 

 

1 Comment

  1. Leo, escucho y veo todo lo que encuentro de Bifo. Agudo, inteligente, erudito en el mejor sentido (re-sabio, dirían los pibes) Me parece además un tipo simpático y de una honestidad intelectual destacable. Ahora, si es cierta la fórmula que le atribuye Diego Sztulwark (aún no he leído este libro) y debe serlo seguramente, Bifo debería saber que “el psicoanálisis practicado como una inscripción de la muerte en la existencia” ha sido el eje de la enseñanza de Lacan hace 50, 60, 70 años.

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