Anarquía Coronada

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En sus zapatos // Liliana Cabrera

Mi madre me comentó hace mucho tiempo, en un momento de bronca, luego de haber roto algún adorno de los tantos que una rompe cuando tenés cinco o seis años, que ella quería abortarme pero que no pudo “y ojalá lo hubiera hecho”  dijo. Para mí fue un shock, muy temprano empecé a entender de qué se trataba todo esto. Mas tarde, en otros momentos similares, fue ampliando la información y supe que luego de un aborto anterior, clandestino como es aún hoy en este país, había quedado muy delicada de salud. Mis padres temieron que algo saliera mal en esta nueva intervención y esa es la infeliz historia de cómo llegué yo a este mundo.

Nunca me faltó nada económicamente, tuve todas las necesidades básicas cubiertas y más; todos los juguetes que hubiera querido cualquier piba nacida en los 80, y lo que creía era una familia constituida, pero al acercarte un poco lo que parecía divino se resquebrajaba como los muros con humedad. Siempre vi en la mirada de mi madre, cierto desapego que yo no entendía, mezcla entre bronca y hartazgo, vi su mirada empañada, en cada cumpleaños, en cada aniversario de matrimonio, en cada acto escolar. Podía descifrar casi sin que me dijera nada, que esta vida de “mamá” que llevaba no era lo que ella quería, y con el tiempo ese malestar se transformó en ira, se volvió obsesiva con el orden y la limpieza,  luego vinieron los problemas con el alcohol y y los golpes se fueron haciendo cada vez más frecuentes, por el hartazgo de hacerse cargo de una familia que no quería o al menos que no la quería así. Con cada trago me enteraba cada vez más, que yo había llegado en lo mejor de su vida y que ella tenía anhelos de viajar con mi viejo a otras partes viviendo su matrimonio (el cual llevaba seis años cuando llegué a este mundo) como si fuera un noviazgo. Quería estudiar, seguir trabajando, cosas que no pudo hacer porque mi infancia fue entre jarabes, reposo y antibióticos.

Durante muchos años estuve enojada con ella, aún después de su muerte, secretamente y no tanto, la odié, y le eché la culpa de todos mis males. Pero con el tiempo, me fui conociendo más y fui entendiendo cosas que una cuando es chica a veces no entiende. No fue la madre más cariñosa del mundo (ni siquiera cuando estaba sobria, que era la mayor parte del día) su vida pronto se fue agriando al igual que todos mis recuerdos. Aún  así  solo necesito ponerme dos minutos en sus zapatos para sentir que yo hubiera decidido lo mismo. Sinceramente les niñes nunca fueron mis personas favoritas, no quiero tener hijes y tengo claro que no hay nada más horrible que obligar a alguien a hacer lo que no quiere. Hoy estoy convencida de  que la infancia de mierda que tuve (porque tuve de todo menos su cariño) fue el resultado de que ella no pudiera decidir sobre su cuerpo. Mirándome en el mismo espejo,  sabiendo que la abortada hubiera sido yo, sé que decidiría igual que ella. Yo también hubiese querido abortar, porque creo que no hay nada que justifique la pérdida de libertad para decidir sobre lo que suceda con nosotras y el rumbo que le queremos dar a nuestra existencia. En nuestras convicciones nos encontramos y ambas estamos en paz.

Tinta Revuelta

Foto: Caro Nicora

San Precariado y el pañuelo verde (La CTEP y un debate sobre las jornadas del 7 y 8 de agosto) // Mariano Pacheco

Fuente: El cohete a la luna

¿Es posible pensar en una dinámica de complementaridad y no en una lógica de oposición entre movimientos como el de la ola verde, que viene peleando por la legalización del aborto, y el del precariado, que retoma luchas de los años del estado de malestar para hacerle un lugar a ese nuevo sector de la clase trabajadora que hasta hace muy poco no era ni siquiera reconocido por los propios sindicatos?

En estas líneas intentaremos dejar planteados interrogantes y esbozaremos algunas hipótesis en torno a dilemas que atraviesa la Argentina contemporánea. Tal vez quienes lean esperen más respuestas, pero somos de los que estamos convencidos que el pensamiento crítico necesita seguir metiéndole preguntas a la época.

Siete/Ocho

La Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) tuvo, desde su fundación, una gran virtud: supo agrupar, en una misma herramienta de lucha social (gremial-reivindicativa) a una amplia diversidad de corrientes políticas. Lo hizo durante los años kirchneristas, e incluso impulsada fuertemente por una organización entonces kirchnerista: el Movimiento Evita. A diferencia de lo que sucedió en los años ’90 y rondando el 2001, en donde cada corriente política promocionó su grupo piquetero, en la CTEP confluyeron sectores del peronismo y del cristianismo con otros agrupamientos de izquierda, en sus distintas versiones.

Fue desde este sector que, ya durante los primeros meses de la gestión Cambiemos, se impulsaron fuertes procesos de movilización. No fue el único, por supuesto, y si bien muchos se sorprendieron del hecho de que luego de la “década ganada” el gobierno de Mauricio Macri impulsara con tanta velocidad una serie de medidas meses antes impensadas, hubo expresiones de lucha que se hicieron oír desde los primeros momentos. Entre ellas las de la economía popular y los trabajadores del Estado y, tiempo después, el de las mujeres, que, si bien venían con un movimiento de décadas, desde el #NiUnaMenos lograron un nivel de masividad y legitimidad social que fue creciendo exponencialmente.

Para las trabajadoras y trabajadores de la economía popular, la del 7 de agosto se tornó una fecha fundamental. La Marcha de San Cayetano, que en 2016 logró nuclear a unas 100.000 personas, repitió una escena de movilización de masas al año siguiente. En ambas oportunidades multitudes de “descamisados del siglo XXI” marcharon desde Liniers hasta Plaza de Mayo, bajo las consignas de “Tierra, Techo y Trabajo” (las tres T señaladas por el Papa Francisco, o por Bergoglio, según guste el lector, o la lectora), que retoman el emblemático lema de “Paz, Pan y Trabajo” que la CGT levantó como bandera de enfrentamiento a la última dictadura cívico-militar en 1981, cuando también se invocó a San Cayetano para inspirar rebeldías de los “condenados de la tierra”.

Por supuesto, la CTEP no fue la única expresión organizativa del sector que se movilizó, pero sí fue la columna vertebral del bloque social que comenzó a mostrar cada vez más visibilidad, y que logró nuclear a otras entidades como el Movimiento Barrios de Pie y la Corriente Clasista y Combativa (CCC), en una articulación que incluso en los últimos tiempos incluye también a los guevaristas del Frente de Organizaciones en Lucha (FOL), a los anarquistas de la Federación de Organizaciones de Base (FOB) y a corrientes de la izquierda autónoma como el Frente Popular Darío Santillán (FPDS).

De allí que la figura de Cayetano, bautizado por algunos como San Precariado, logre aglutinar y ponga a dialogar a sectores del peronismo, del cristianismo y de las izquierdas.

Hasta aquí estas palabras en torno a lo que hemos denominado “bloque social”. No abundaremos en el tema, que requeriría una nota aparte, pero cabe mencionar que para muchos analistas es hoy difícil –en la actual situación de desarrollo del capital— pensar en un sujeto trabajador sin tener en cuenta el amplio porcentaje de sectores precarios, y sin tener en cuenta, asimismo, los repertorios de protesta y las experiencias de organización social comunitarias desarrolladas en los territorios durante las últimas dos décadas. Como en 2016 y 2017, también en 2018 este bloque social se expresará en las calles el día 7 de agosto. Sí, un día antes de lo que seguro será una jornada histórica en todo el país, y que tendrá como símbolo al pañuelo verde, ese que no parece llevarse nada bien ni con Cayetano ni con ningún otro santo.

 

Feminismos, capitalismo y cambio social

Es cierto que sectores del peronismo y del cristianismo que tienen mucho peso dentro de CTEP (y también de otros agrupamientos de la economía popular), se oponen o al menos no ven con buenos ojos este fenómeno de participación de las mujeres en el quehacer político y el reclamo de legalización del aborto en el país. No deja de ser cierto que declaraciones como las realizadas en su momento por Juan Grabois ayudan poco a no dicotomizar ambos fenómenos. Pero también es cierto que más allá de que uno podría suponer que hay momentos en los que es mejor callar, sus dichos tenían un núcleo de verdad: que en las barriadas populares, la opinión de las mujeres que integran movimientos sociales respecto al aborto, está dividida. De hecho, la CTEP como tal no se pronunciado orgánica y unánimemente.

Pero como alguna vez señaló Jean-Paul Sartre, no se trata tanto de ver lo que las estructuras nos han hecho, sino lo hacemos con eso que hicieron de nosotros (nosotras, nosotres). Lo que muchas veces pasa inadvertido es todo el trabajo político que numerosas compañeras llevan adelante cada día en este tipo de movimientos. Y no me refiero solamente al hecho de que sean mayoría numéricamente, ni que muchas mujeres estén al frente de numerosos proyectos productivos, comunitarios, de formación política y organización barrial, sino incluso de tareas feministas (si bien es cierto que aún no son las caras visibles, referencias principales de esas expresiones, como deberían serlo).

Desde hace un tiempo la CTEP cuenta con una Secretaría de Género y Diversidad, integrada por mujeres de los distintos movimientos que la integran. Estoy seguro de que en las barriadas la opinión de muchas mujeres respecto del aborto ha cambiado en los últimos meses. Y no sólo –como muchos piensan— porque el feminismo logró darse las estrategias para aparecer en los medios hegemónicos de comunicación, sino porque logró estar cada vez más en la boca de todos (y todas), y eso fue por una estrategia integral que implicó, también, un trabajo de hormiga en los territorios. He visto, en lo más profundo de La Matanza, cómo pibas muy jóvenes con pañuelo verde al cuello y pechera de CTEP recorrían casa por casa tocando el timbre, para repartir folletos y conversar (o discutir) con las vecinas sobre la importancia de que en Argentina sea aprobada esa ley que termine con los abortos clandestinos.

De experiencias como esas surgieron entrecruzamientos entre activistas de colegios secundarios (que este año, por ejemplo, tomaron establecimientos educativos con reclamos de género que incluyeron la legalización del aborto) con activismo feminista y militancia territorial de base. Los Encuentros de Feminismo Popular son una de las tantas expresiones que hoy existen en el país, en donde participan activamente mujeres militantes de CTEP.

Así como nunca es posible saber de antemano lo que un cuerpo puede, resulta difícil ser muy categóricos hoy con lo que puede o podrá este estallido del movimiento de mujeres, muy marcado por el protagonismo de sectores medios de las grandes ciudades. Pero tampoco es posible prever lo que podrán las mujeres de sectores populares que se vienen politizando a partir de experiencias concretas y cotidianas, que partieron de cuestiones vinculadas a la supervivencia y a la resolución de un trabajo que muchas veces hay que inventar. Esas mujeres que son mayoría en los movimientos sociales y que hoy ya no discuten sólo del trabajo, la autogestión, la precarización, la acción directa y la movilización, el reclamo y la negociación (¡sí, los movimientos sociales, como los sindicatos, luchan y también negocian reivindicaciones!), sino también sobre la necesidad de legalizar el aborto, el vínculo entre necesidad y deseo y la alianza aberrante y fundante entre capitalismo y patriarcado.

Para muchos sectores agosto es el mes en el que se contraponen dos lógicas y dos grandes jornadas de lucha popular. Para otros sectores (muchas mujeres militantes de las organizaciones territoriales), el 7 y el 8 de agosto son dos momentos de una misma lucha: contra el patriarcado y el capitalismo que mata y separa a los cuerpos de lo que pueden. Es decir: son diferentes registros de una misma lucha por el cambio social.

 

Henri Meschonnic: De la lengua francesa // Entrevista a Henri Meschonnic realizada por Chantal de Grandpré y traducida por Hugo Savino

Los libros de Henri Meschonnic son libros no autorizados. Sus entrevistas, algún día alguien las reunirá en un libro, forman parte de la obra y son una radicalización no oficial de su poética. El mantenimiento del orden es lo único que la literatura oficial, casi toda, conoce. Y como los que trabajan para ese mantenimiento del orden, editores, poetas, profesores, novelistas, críticos, solo leen “la lengua del orden”, terminan editando, leyendo y glosando “sujeto, verbo, complemento”. Esta serie de entrevistas las traduje para mí, ahora las publico en Cuarta Prosa para respirar, como dice Henri Meschonnic, un poco mejor. Y mostrar que todavía hay poemas que desobedecen.

Hugo Savino

 

Enero de 1998

Pregunta: Después de todos sus trabajos dedicados a la poética, al ritmo, a la traducción, ¿por qué dedicar un libro a la lengua?

Henri Meschonnic: En realidad, me pidieron que escriba este libro porque ya conocían mi trabajo anterior, en particular Des Mots et des Mondes (Hatier, 1991) que trata sobre diccionarios, enciclopedias y gramáticas. Para mí no se trataba entonces de escribir la milésima historia de la lengua francesa, sino más bien de afrontar un problema, el del “genio de la lengua francesa” abordándolo histórica y conceptualmente. El título, De la langue  française (De la lengua francesa), es por otra parte un título que empieza por una palabra que falta: “el genio”…

P: ¿En qué el “genio” es particularmente francés, cuando se trata de la lengua?

M.: Es verdad que otras lenguas han formado sus propios mitos pero el del “genio de la lengua” como claridad francesa es un mito francés, un mito único, que los lingüistas siempre han tratado con desprecio calificándolo de tejido de absurdidades. ¿Pero cómo se puede arreglar de un plumazo de desprecio algo que dura desde hace cinco siglos, y que continúa teniendo vigencia? Es la pregunta que me hice.

P: ¿Hubo siempre un mito del “genio de la lengua francesa”, o se puede fechar con precisión su aparición?

M.: Este mito aparece en el siglo XVII, después que en el siglo XVI empezó una guerra de las lenguas, que sucedió a una paz de las lenguas, la paz latina. Hasta el siglo XVI, el latín es la lengua internacional, la de la Iglesia, la del saber y el pensamiento, y coexiste, sin rivalidad, con las lenguas vulgares que desarrollan una literatura profana. La rivalidad aparece en el Renacimiento, cuando, para adquirir el poder político y cultural, el francés entra en guerra con el latín. Es por otra parte un acto político que sella la victoria del francés sobre el latín : la ordenanza de Villers-Cotterêts en 1539. Y todavía no terminó : después de la guerra contra el latín, habrá una guerra contra el italiano, como reacción a la italianización del francés mediante la presencia de dos reinas italianas en Francia, Catalina de Médicis y María de Médicis. Pero en esa época, todavía no hay  mito de la lengua. La lengua sigue siendo un tema político.

P: Dicho de otra manera, ¿la cosa aparece antes que la expresión?

H.M.: Sí. La expresión “genio de la lengua” recién hace su aparición alrededor de 1630, en la Academia francesa, en un texto dicho por un traductor.

P: Cuando se trata de la grandeza de la lengua francesa, ¿las miradas no se dirigen siempre hacia el siglo XVII?

H.M.: Sí, porque todo ocurre como si no hubiese nada antes del siglo XVII, que opera una verdadera mutilación de la continuidad cultural francesa. La Edad Media es borrada, así como la generación de Marot, ya enterrada por la Pléiade. A eso hay que agregar la ruptura entre la lengua de la corte por un lado, y por el otro el lenguaje popular, los franceses regionales y el lenguaje de los oficios. Con Port-Royal, vendrá entonces a sumarse la idea de que el francés es la lengua del orden y de la claridad,  esencialmente a causa del orden “sujeto-verbo-complemento”, el que se supone como el único orden del francés, y el orden mismo de la razón natural, que se opone al “desorden” de la frase latina. Es lo se ha llamado “la querella de la inversión”, nacida de la comparación sumaria entre el francés y el latín. Sin embargo, no hay “desorden” en latín, no hay inversión puesto que están las declinaciones. Este orden único es un mito, puesto que existen en francés seis o siete órdenes diferentes.

P: ¿Qué consecuencias tiene esto?

H.M.: Puesto que la lengua francesa es la lengua de la razón, ella es también la de la prosa y no la de la poesía. Es también una lengua que no tiene ritmo porque no tiene acento de palabras. Una verdadera censura puede así eliminar la poesía del patrimonio francés: Beaumanoir, toda la poesía del siglo XV, así como la poesía barroca, son borrados y desconocidos. Sin hablar de Scève o de Sponde… Incluso los grandes poetas del siglo XIX son rechazados por la ideología académica. Brunetière detestaba a Baudelaire, Mallarmé, Verlaine. El simbolismo no es francés. Y eso dura hasta el libro de Dauzat de 1943 que retoma el mito del genio en la época de Vichy, y que hace de él un tema nacionalista. En los años 30, los únicos que escapan a la mugre lenguajera que tiene vigencia y que es la del antisemitismo y del fascismo francés de esos años, son los surrealistas.

P: Sin embargo es con Rivarol, en el siglo XVII que culminan el genio, el orden, la claridad.

H.M.: El momento más bello del mito, es efectivamente cuando Rivarol publica su Discurso sobre la universalidad de la lengua francesa que obtiene en 1784 un premio en el concurso de la Academia de Berlín. Hay que reconocerle un cierto genio de la fórmula. “Todo lo que no es claro no es francés” es la más citada pero hay otra menos conocida, pero más increíble, que me lleva a decir que hay un totalitarismo ingenuo en Rivarol: “La lengua francesa, escribe, es la lengua humana”… Rivarol le dio su forma definitiva al mito de la claridad como genio de la lengua francesa.

P: Finalmente, lo que usted demuestra en su libro es que no hay “genio de la lengua” sino genios de la lengua.

H.M.: El problema del genio es en efecto un problema no de lengua sino de hombres. Algunos creen  defender la lengua citando a Proust o a Descartes, pero Proust y Descartes no son la lengua, es cada vez una obra, es el lenguaje y no la lengua. Se confunde entonces la lengua y el discurso, el discurso y un sistema de discurso que es el de una poética, porque inicialmente hay una confusión entre la lengua y la literatura, la lengua y la cultura. Hay pues que pensar la relación entre la lengua y lo que ha sido escrito en francés, evitando la trampa del determinismo que querría que haya una relación de causalidad entre una lengua y lo que está escrito en esta lengua, mientras que solo hay una interacción.

P: Pero lo que usted dice es un poco paradójico puesto que usted escribe por otra parte que un cierto tipo de pensamiento solo es posible en una lengua dada.

H.M.: Porque si alguien inventa un pensamiento, lo hace en una lengua  y no en una ausencia de lengua. Lo que se inventa en una lengua no se inventa en otra. Tomemos el ejemplo del latín. Hay una poética del pensamiento en latín en el siglo XVII. Francis Bacon, Spinoza, Descartes, Leibniz inventan un pensamiento en latín y el latín de cada uno no tiene nada que ver con el latín del otro, así como estos pensamientos solo son posibles en latín.

P: Al mismo tiempo que usted critica a los “defensores” de la lengua francesa, se niega a plantear como un problema esencial el de una “simplificación” del francés con fines demagopedagógicos.

H.M.: No se defiende la lengua francesa descendiendo a un nivel supuestamente bajo. Lo que hay de viciado y vicioso en esta simplificación es que ese no es el problema. Fíjese en los japoneses, ellos plantean que la lengua japonesa es una lengua superior porque ningún extranjero puede aprenderla. La defensa del japonés es lo contrario de la defensa del francés. En realidad, si se mira lo que pertenece a la lengua propiamente dicha, no es eso lo que constituye el atractivo de una lengua, es su cultura, su literatura, sus genios y no su genio. La mejor defensa de una lengua, es su historia, las grandes invenciones de pensamiento que se han hecho en ella, es Montaigne, Diderot, Proust, los surrealistas. Eso es lo que hace la grandeza y el atractivo de una lengua. El esfuerzo por continuar inventando lo poético y lo político. No hay que rebajar el nivel. Se puede aprender una lengua muy difícil si uno está motivado. No es un problema de ortografía ni de conjugación, sino de sentido del lenguaje.

Traducción: Hugo Savino      

Meschonnic: el fraseo de una máquina tipo metralleta // Entrevista a Diego Sztulwark

Entrevista a Diego Sztulwark por Libertad Fructuoso

“…´escribir y meter los afectos en el lenguaje´ es fácil de decir, pero difícil de hacer. Meschonnic tiene la insolencia para atravesar capas “teológicas” de la cultura que parten de la creencia íntima de que por un lado está lo que se piensa y, por otro, lo que se siente (escisión que es resultado del cristianismo). Rompe a través del lenguaje ese dualismo que tenemos metido, y que la cultura, las instituciones y la economía, alimentan”

Meschonnic no tiene una escritura sencilla, no circula de manera homogénea, ni es tan popular en el ámbito académico… ¿cómo llegaste a Meschonnic?

León Rozitchner me lo nombró unos años antes de morir, antes de 2010. Me había mandado una nota de diario en donde Meschonnic contaba cómo se había traducido la biblia del hebreo bíblico antiguo, al griego y después a lenguas Latinas. Se mencionaba la cuestión de que en aquel proceso de traducción había un olvido del ritmo. Meschonnic explicaba que el poema original –en hebreo bíblico- no era un texto sagrado sino justamente poemático, rítmico, cargado de historicidad. Rozitchner ligaba este olvido del ritmo con su propia filosofía, según la cual hay algo materno en lo poético-originario: estaba muy sorprendido de haberse encontrado con Meschonnic, y lo compartía con sus amigos y realmente era impactante el diálogo que parecía armarse entre ellos. Por momentos se producía el efecto de dos almas gemelas, en el sentido de compartir intuiciones o como mínimo, aspectos importantes de sus respectivas búsquedas.

En aquel momento mi interés no pasó de eso, de acompañar a Rozitchner en un descubrimiento estimulante. Seguramente porque creía que ni los temas bíblicos, ni los temas de traducción tenían que ver conmigo. Pero el contacto intenso trabajando con Rozitchner me fue llevando a superar prejuicios. Para mí el lenguaje de la religión era realmente un obstáculo (incluso la cuestión del judaísmo, un problema que me fue siempre muy ajeno a pesar de provenir de abuelos judíos). Luego de la muerte de Rozitchner quise entender mejor la importancia que estas cuestiones tienen para pensadores que admiro (de Spinoza al propio Rozitchner) y un día me encontré con un libro que se llama “Golpe bíblico a la filosofía”, lo compré, lo empecé a mirar. Me impactó muchísimo el fraseo y sentí, sí, que había una manera de escribir intrincada, pero eso precisamente me interesó; tal vez porque siento que el grupo cultural al que pertenezco estaba medio empantanado en un lenguaje un tanto autocomplaciente. Diría un “deleuzianismo” demasiado fácil. Del tipo: “se trata de fluir” y fórmulas de ese tipo. Meschonnic no brinda una posición fácil para la lectura. Obliga a romper la clásica lectura universitaria que opera por la vía de “entender” el sentido que poseen los textos (algo muy diferente a leer produciendo sentidos nuevos, lo que Meschonnic llama “historicidad”) y a clasificar. La experiencia de leer a Meschonnic supone que uno sea capaz de constituir un lugar diferente, alejado de todo lo fácil. A mi al menos me llevó mucho tiempo poder hacer formulaciones propias sobre las páginas y páginas de Meschonnic que leí durante años. Su escritura es difícil en el sentido de que no es dócil a los hábitos de lectura de las ciencias sociales y la militancia, que son las que conozco. La escritura de Meschonnic del tipo metralleta, sin concesiones. Utiliza la crítica como manera de atravesar las capas de ser que nos conforman. Tiempo después me encontré con “Ética y poética del traducir”, que me gustó muchísimo. Apareció otro libro más, que sacó Del Mármol que es una compilación de sus textos en castellano, me gustó muchísimo.

Finalmente leí “Heidegger en el nacional esencialismo” y conecté a través de Guillermo Korn, un amigo común, con Hugo Savino, el gran traductor de Meschonnic al castellano. Él me pasó más textos, y empecé a buscar entrevistas, publicamos mucho material de Meschonnic en el blog Lobo Suelto. En esa pasión estábamos cuando en un momento me enteré que existía en francés un texto suyo sobre Spinoza, y me obsesioné. Estaba en una editorial chiquita francesa que quebró, no se sabía de quién eran los derechos. El libro jamás se había traducido. Es un libro muy complejo para traducir, porque además de ser largo, Meschonnic muestra allí cómo Spinoza escribía su latín particular y lo mal traducido que estaba al francés. Entonces, había que traducir los pasajes del latin/francés al castellano. Con Hugo Savino y el apoyo de Cactus y Tinta Limón hicimos el esfuerzo y lo tradujimos.

Tuve una necesidad grande de escribir sobre Meschonnic. Seguramente porque leerlo me reorganizó muchas ideas. Me convenció de la no superioridad del registro filosófico. Con Meschonnic aparece la idea de una poética en prosa, una enorme exigencia en todo decir. El sentido –dice- proviene de la frase entera, del ritmo. Escribir, para Meschonnic, es singularizarse. Todas esas puntualizaciones me resultan muy sugerentes. Creo que tiene razón al afirmar que el discurso filosófico tiende a volverse pedagógico, pretende explicar una lógica, un sistema. Meschonnic, en cambio, remarca los “marcadores afectivos” como instancias más profundas que los “marcadores lógicos” que estructuran a los sistemas. Eso, que me parece algo misterioso, es a la vez muy sugerente en el orden de la producción del sentido y de la comprensión de la practica de la lectura.

“Escribir es meter los afectos en el lenguaje” es fácil de decir, pero difícil de hacer. Meschonnic tiene una insolencia para atravesar capas “teológicas” de la cultura que están relacionadas con una creencia íntima de que, por un lado está lo que se piensa y, por otro, lo que se siente (la separación de los afectos respecto de las ideas), escisión que es el resultado del cristianismo. Meschonnic apunta a romper a través del lenguaje ese dualismo que tenemos tan metido, y que la cultura, las instituciones y la economía alimentan.

De algún modo, Meschonnic plantea que hay una suerte de historia de falsos problemas, por llamarlos de algún modo, en la historiografía ¿cuáles serían esos falsos problemas, si es que se pueden historizar?

No recuerdo la expresión “falso problema” –tan bergsoniana- en Meschonnic. Entiendo que los falsos problemas en Meschonnic serían los temas del lenguaje tal y como son tomados por el estructuralismo: la relativa autonomía del mundo de los signos con respecto al mundo de los afectos. Todo ese vuelco de la lengua como si fuese un sistema de relaciones, la representación del lenguaje como signo. Meschonnic –igual que Rozitchner- percibe en la preeminencia del signo una nueva versión del dualismo teológico que jerarquiza el alma sobre el cuerpo. Al contrario, su combate contra toda teología lo lleva a postular un continuo, una trama radical que impone el cuerpo al lenguaje contra todo imperio del signo. Los falsos problemas serían, quizás, aquellos que parten de asumir la premisa de la escisión. Falsos problemas serían –en definitiva- todos aquellos planteos que evitan asumir como punto de partida la centralidad del lenguaje en la praxis humana. El lenguaje, es decir, la presencia del cuerpo en lo que se dice-escribe.

Contra lo que el propio Meschonnic escribe, percibo en sus intuiciones una fuerte afinidad con ciertos razonamientos de Marx. Marx explicó que el capital es un corte, una separación entre el tiempo de la vida que el trabajador dedica a su existencia y la que se ve obligado a vender a los dueños de los medios de producción para subsistir. La plusvalía es plustiempo. Encuentro una reacción a esa misma fractura de la vida en Meschonnic. Plantea un problema afín en el plano del lenguaje. El discontinuo entre cuerpo y signo como expropiación de la vida, en tanto que la vida es historicidad, capacidad de crear modo de vida. Este razonamiento sobre el poema procede Spinoza para quien la vida es virtud.

Meschonnic retoma el proyecto de una crítica. Una crítica de lo teológico político. Esta crítica parte de distinguir lo divino, lo sagrado y lo teológico de lo religioso. Lo religioso es solamente una serie de rituales y creencias mientras que lo sagrado es una especie de fusión mítica deshistorizante. Lo divino, en cambio, es el principio de la génesis de la vida. Lo que dice Meschonnic es que lo teológico es una especie de fusión entre esas tres cosas, y lo teológico político es el uso político de esta confusión teológica. Para Meschonnic Spinoza ha desacralizado lo divino: el principio dador de vida no es mítico sino historicidad pura. La génesis de la vida está –como en Marx o en Rozitchner- en el nivel de la mezcla de los cuerpos. Cuerpos que se singularizan en el lenguaje.

Hace un año Tinta Limón y Cactus volvieron a asociarse para publicar “Para salir de lo postmoderno”, otro libro de Meschonnic en el que se plantea la idea según la cual la modernidad no es una época histórica particular sino el hecho mismo de asumir el tiempo como desafío y capacidad de crear obra, es decir, de romper –o salir- de la época en la que se vive. Hacer obra es salir de la contemporaneidad, abrir un tiempo intempestivo-otro. Cuando la historiografía define la modernidad como un periodo y la postmodernidad como otro que le sucede, se genera un fenómeno reaccionario general en contra de la idea de que vida es hacer obra, entonces ya no hay como salir del tiempo mitologizado de lo teológico. Es el carácter reaccionario de cierta estética de lo postmoderno. Meschonnic toma partido por una enorme reivindicación de la modernidad como tal.

Pero lo teológico político no es un fenómeno estético sin ser mas integralmente el corazón mismo las instituciones, la matriz de las representaciones dominantes. Meschonnic afirma que el olvido del lenguaje es el olvido del cuerpo, y que a ese olvido le sigue el olvido de ese olvido. Presumo que Meschonnic pretende corregir a Deleuze, quien destaca la fórmula de Spinoza dijo “no se sabe lo que puede un cuerpo”. Y Meschonnic aclara, “no, a Spinoza hay que entenderlo así: no se sabe lo que puede un cuerpo en el lenguaje, no lo dijo, pero hay que saber leerlo”. Hay que poner el cuerpo en el lenguaje. Esa fórmula es más radical porque realmente se liquida el dualismo y la separación. Se trata de una singularización que ocurre a la vez en el cuerpo y en el pensamiento por medio del lenguaje. Me parece que ese tipo de indicaciones que hace Meschonnic dan para mucho.

Dice: “no hay lengua materna sino obra materna”

Exacto, es la obra la que crea al lenguaje. Es muy interesante! Se escribe en castellano, pero el castellano ya existe. Y si existe es porque estuvo Arlt, porque estuvo Borges, o Piglia: porque hubo obra. Hacer obra sería desgarrar la lengua y a la vez agregarle capas. El lo llama poema. En algún lado define poema como la capacidad del lenguaje de crear modos de vida y de los modos de vida de crear lenguaje. Es decir, historicidad pura. Imposibilidad de separar lenguaje, historia y política.
Poema es lo lingüístico ligado a lo histórico y a lo político: ese es el verdadero problema, cómo la vida crea al lenguaje y cómo el lenguaje crea a la vida. El lenguaje crea modo de vida y el modo de vida crea poema. Meschonnic tiene un arraigo muy clásico de Spinoza. La vida no es biológica sino la capacidad de creación de modo de vida y en eso el lenguaje es fundamental. El lenguaje siempre es un índice de una especie de batalla, contra aquello que en toda época actúa como censura. Toda época obstaculiza una cierta capacidad del cuerpo de sobreponerse en el lenguaje.

Otra idea de Meschonnic que refiere a un verdadero problema, estimo, es su definición de la “teoría” de la sistematización de lo que no sabemos. Y no la sistematización de lo que ya sabemos. La administración de lo que ya sabemos es algo “serio” mientras que la relación de compresión con lo que no sabemos es humorística, y reenvía a una risa de la teoría.

Hablaste de que las épocas que obstaculizan la capacidad del cuerpo de sobreponerse al lenguaje ¿Qué experiencias políticas actuales tienen un efecto lingüístico transformador de la realidad? Sería una pregunta que pide una lectura meschonniana de la realidad o de la vida política.

Como decíamos antes, Meschonnic escribe que todas las experiencias de lenguaje-poema son políticas, puesto que el lenguaje crea modos de vida, transforma individuos en sujetos. Y eso a pesar de que el mundo político convencional esté seco de toda reflexión sobre el poema. A la hora de usar políticamente esta comprensión de Meschonnic debo hacer entrar otros autores-aliados. Pienso en dos amigos. Franco Berardi (Bifo) y Rita Segato. Encuentro en ellos preocupaciones afines en ciertos aspectos. Los dos se preocupan por una “des-sensitivización” producto de lo que Meschonnic llama lo teológico político. Bifo lo sitúa en el imaginario conectivo. Rita lo trabaja en las relaciones de género. Se trata de una pérdida de erotismo en la piel, de una ultra codificación de la experiencia, de una incapacidad de leer afectos en la lengua. Bifo enseña que el semio capitalismo es el dominio del signo programado sobre la capacidad de crear relaciones sensibles. Encuentro a Meschonnic en esa clase de formulaciones. Me parece entonces que es posible el encuentro con las practicas políticas, siempre que las politizaciones sean momentos de resensibilización. Vamos al caso argentino -que Rozitchner pensó tan a fondo-: el discurso del terror militar o policial fue aquí inseparable de la influencia del catolicismo y posteriormente de la economía neoliberal: un combo ultra “desensibilizador”. ¿Cómo no leer el movimiento de mujeres y la marcha del último 8 de marzo como una politización re-sensibilizante, en la línea abierta por las organizaciones de derechos humanos? Es decir, una manifestación donde cierta posición del cuerpo y de la palabra permite una contravisión del mundo. Esa relación que hay entre poema y sensibilización así como la estamos hablando me parece que sería un buen criterio para decir dónde veo politización, por ejemplo, en este movimiento de mujeres me parece que es súper interesante. En este sentido, también diría que las políticas que me pueden interesar comienzan siendo micropolíticas.

Entonces no hay escuela, situación gremial, situación intelectual que no tenga ya la chance de estar haciendo esto, frente a un momento tan bien organizado y ejemplar como el de mujeres. Así que para mí el tema de la politización sería por ahí, pero las que inventaron eso fueron las Madres de Plaza de Mayo, no el movimiento de mujeres.

El movimiento de mujeres es una actualización de eso. Creo que la historia de las Madres de Plaza de Mayo es por donde hay que mirar para entender por qué la Argentina es particularmente fértil a estas politizaciones. Creo que ese continuo de movilizaciones que va del movimiento de las Madres de Plaza de Mayo al de Ni una menos –pasando por tantos otros- guarda los rasgos esenciales de lo que estamos pensando: introduce al cuerpo que habla contra lo teológico político, y ofrece un espacio de sensibilización y de un tiempo intempestivo capaz de traducir desobediencias del pasado y del presente.

Lo valioso para mí es leer a Meschonnic desde este lugar, más allá de que los “mechoniqueanos” de estricta observancia pudieran reprochar, relacionando directamente su crítica del lenguaje con la economía y la historia. No creo que haya que ser obediente con los autores que a uno lo conmueven. Repetir los gestos de Meschonnic sería muy pobre.

¿Qué rol politico te parece que tiene el docente: como transmisor de los modos de leer, de los modos de traducir la realidad?, ¿qué importancia tiene?

Me interesa lo que Silvia Duschatzky denomina políticas de la Escucha, el docente está metido entre lo teológico -en el sentido de bajar consignas- y el poema, dado en que es un ser de escucha. Esa tensión me parece interesante, en la medida que el que escucha está puesto en el mundo de los afectos. Entre lo serio y lo humorístico. En ese sentido, el docente es un personaje muy perturbador, porque nunca está claro de qué lado se decide si es más el que transmite la cultura o es más el que escucha y habilita desobediencias. Es un sujeto situado en las fronteras ¿qué lugar da al ritmo y a la teoría del signo?

 

Fuente:  Trafico de experiencias

El dueño del Banco Nación // Diego Skliar

 

El dueño del Banco Nación se toma dos bondis cada mañana desde su casa en el conurbano hasta el laburo. Usa ropa deportiva trucha y un reloj que parece groso pero es de los senegaleses. Cuando llega a la sucursal se cambia en el baño de servicio donde apenas caben sus 130 kilos. Se pone la camisa blanca que lava una vez por semana y la manda por adentro del pantalón azul oscuro. Pronto rebrotarán en sus axilas las aureolas amarillas de sudores anteriores. Se moja un poco el pelo y se manda para el hall. Saluda a las pibas de las cajas y cuando sonríe se le ven el perno y la corona que pagó con el medio aguinaldo. Tiene la foto de San Palazzo en la billetera. Cuando se cruza con el pelado que atiende a Empresas le pega un codazo cómplice, le muestra un video en el celular y suelta una carcajada que retumba en el techo barroco. Son casi las diez y los viejos hacen cola al sol. El dueño del Banco Nación va por sus dos herramientas de trabajo: el Calibre 38 Especial y el talonario de numeritos naranjas. Chequea que todos los empleados estén en sus puestos y abre la puerta. Entrega numeritos a los viejos y los orienta hasta la sala de espera con más de cien sillas, cantidad que demuestra la naturalización del desborde. Al dueño del Banco Nación le gusta maltratar a los jubilados, hacerles chistes y no escuchar los débiles intentos de réplica. Cuando se acercan a preguntarle algo en voz baja, él hace pública la consulta en un tono elevado. “Sí, depósitos en dólares es por acá”, grita. Sabe por cuánto vendieron a Tévez, la tasa de plazo fijo, el cierre del Merval, los pasos para pedir un crédito, quién quedó afuera del Bailando y las ventajas del Home Banking. Con él no es posible mirar el teléfono ni de costado: lo ve todo. Por más que el tablero digital funcione, el dueño del Banco Nación anuncia los números en voz alta. Además le gusta marcar el camino de ingreso a las mamparas que lleva hasta las cajas. Cuando cierta inquietud por las demoras toma el ambiente, él se aclara la garganta, toma con sus dos manos la hebilla del cinturón y lo tira un poco para arriba. Esa pequeña performance logra con sutileza que todos los clientes recuerden que porta un arma. Al dueño del Banco Nación le gusta que se hagan las tres, cerrar con llave y hacerle No con el dedito a los que suplican pasar segundos después del horario establecido.

¿Cómo se compone y se dirige una máquina sensible? // Silvio Lang

Conversación pública con Silvio Lang en «La frontera es un colador» Sábado 25 de noviembre de 2017 en Collegium, Córdoba Paradigma – Radio Eterogenia

 

Silvio Lang: “Máquinas de guerra”, como ya saben lxs que son lectores de Deleuze, o les debe sonar, es un concepto que Deleuze y Guattari trabajan en Mil mesetas y en Kafka. Por una literatura menor. Mi idea es describir brevemente qué son las “máquinas de guerra” y hacer una serie de traducciones desde mi práctica –soy director escénico y también me mezclo con otras prácticas, pero mi campo de acción principal es la práctica escénica. También, mi idea es que charlemos sobre nuestras propias prácticas, o cómo podemos intervenir en nuestros espacios de trabajo. Pensar algo como un conjunto o un esbozo de pragmáticas transversales y estratégicas en los espacios que estamos interviniendo.

En principio, el concepto “máquinas de guerra” lo pienso como la práctica que cada uno hace. Pensar a esas “máquinas de guerra” como prácticas y como modos de funcionamiento que todo el tiempo están desafiando y desarreglando los dispositivos o los espacios en los que nos encontramos trabajando. Estas máquinas o funcionamientos pueden tener diferentes dimensiones: artísticas, escriturarias, militantes, pedagógicas… Hay una tensión entre estos campos de trabajo y estas “máquinas de guerra”. Nunca es fácil, nunca se sale indemne de esta posición de estar en máquina de guerra, o estar desarreglando los espacios en los que uno está trabajando porque siempre se produce algún tipo de desplazamiento o de desobediencia o de fuga en esos campos. Pensar, también, las “máquinas de guerra” como esos movimientos, esos desplazamientos, esas salidas ante situaciones irrespirables, ante estructuras de obediencia o situaciones donde uno no da más o está absolutamente despotenciado, o se siente impotente. Investigar cuáles son esas salidas o esas escabullidas -“puntos de fuga” como dicen Deleuze y Guattari-, que unx o muchos pueden producir. Pensar, incluso, las “máquinas de guerra” como las salidas de esas especies de trampas que son algunas trascendencias o estructuras de obediencia en las cuales uno está todo el tiempo siendo “aparateado” o “equipado” en los espacios de trabajo. Si sos psicoanalista en el psicoanálisis, y si sos artista escénico en la normalización del teatro ¿Cuáles son esos lugares en que uno puede abrir un agujero y salir? Y a veces, abrir un agujero implica un acto de violencia, un acto de ruptura, de interrupción con las reglas y las maneras de proceder en ese ámbito que uno está. Y que ese salir no implica que uno se va a otro lado, sino que, de alguna manera, infecta, contagia y reconfigura ese ámbito donde uno está trabajando. Esa salida si bien es una huída al desierto, que es una imagen que usan Deleuze y Guattari, ya que implica producir otro tipo de relaciones, de reglas, de procedimientos que van a configurando una “tierra nueva”. Es decir, un espacio donde uno puede hacer otro uso del cuerpo, producir otros ritmos y otras maneras de vincularse, donde se generan otro tipo de afectos. Se trata de un trabajo de invención.

Otra cuestión adyacente que propongo al concepto de “máquinas de guerra” es lo sensible. Es una adyacencia que propongo, porque, en realidad, si bien las “máquinas de guerra” son estas escabullidas, estos puntos de fuga, que destituyen el orden o el campo en que están para desplazar ese orden, producen formas, formas sensibles. Reconfiguran el cuerpo, producen otra experiencia del tiempo, del espacio; producen otra afectividad, otras imágenes. Hay una función morfogenética, por decir de alguna manera en las “máquinas de guerra”. Se trata de un gesto doble que tiene que ver con destituir esas estructuras de obediencias, o esos ámbitos enclaustrantes, asfixiantes, esos ritmos que no nos dejan respirar en el lugar donde estamos viviendo, trabajando, creando que, al tiempo que rompe con ese ordenamiento, está abriendo la posibilidad de distribuir las cosas y las relaciones entre las cosas y los seres de otra manera. O sea, que hay un doble gesto: de destitución y de invención. Con una maquinita de guerra uno está incorporándose a otra afectividad, a otra temporalidad, a otra espacialidad. O sea, las “máquinas de guerra” son también modos de subjetivación, modos de otras experiencias de vivir la existencia. Pensar, entonces, las “máquinas de guerra” como ese lugar de desarreglo, pero también de invención. Es un gesto sincrónico. Al mismo tiempo que deshago el acople normativo que se produce entre un ritmo y un cuerpo, ese desacople me permite producir otra conexión entre ese cuerpo y otra cosa, entre ese cuerpo y un espacio, o entre el procedimiento que tiene ese cuerpo para experimentar el espacio y la experiencia que tiene ese cuerpo para producir una escritura, o un conjunto de signos que lo hagan hablar. Pensar, entonces, en esa fuerza inventiva de la máquina de guerra, morfogenética o sensible, que crea formas.

Simultáneamente, toda “máquina de guerra”, todo funcionamiento, toda salida o punto de fuga, o  práctica guerrillera, por decirlo de alguna manera, es una práctica estratégica. ¿Qué quiere decir acá “estratégico”? Es ver cuáles son esos puntos o esos momentos en que esa situación embarazosa, o esa situación enclaustrante,  esa situación que nos “hincha las pelotas”, y en la que sentimos que no estamos pudiendo hacer las alianzas y desplegar todo lo que queremos desplegar toda nuestra fuerza, en la que sentimos todas esas impotencias o todos esos puntos en los cuales no podemos hacer nada, no podemos pensar o no podemos sentir más que las verdades del orden dado. En esos momentos todo el tiempo se están produciendo intensidades que son, en principio, intensidades menores. Son intensidades que no alcanzan a ser capturadas por ese mismo orden o régimen de verdad. Los dispositivos del régimen tienen una manera de ver, una manera de escuchar, una manera de escribir, una manera de poner en relación las cosas y, sin embargo, hay algunas intensidades que no son compatibles o que no encajan con ese ordenamiento. Entonces, esas intensidades son menores:  incomodidades,  enfermedades,  ruidos, que producen algunos pequeños desbordes que hay en esas situaciones en las cuales nos encontramos. ¿Cómo pensar ahí? ¿cómo darle cabida a esos desbordes o esos malestares, o esos ruidos que están trabajando en ese lugar o mapa donde nos estamos moviendo? Hay que estar muy atentos a esas impotencias que todo el tiempo están afectándonos en los campos donde estamos trabajando, en los campos donde estamos creando, donde estamos amando, cogiendo, escribiendo… Implica, primero, una especie de mirada estrábica, mirar eso que está en el sesgo, eso que es lateral a ese régimen de visibilidad, kinético y afectivo. Ver cuáles son esos rasgos, comportamientos,  fluctuaciones,  desviaciones que están ya en eso que estamos haciendo. Implica una posición dislocada. Como dicen Deleuze y Guattari en Kafka... Por una literatura menor, esas “partes subdesarrolladas”, esos “tercermundos” que hay en las situaciones. ¿Cuál es nuestra empatía en esas partecitas que no importan, esas partecitas negras, esa negritud que hay en los procesos en los que estamos interesados, en los procesos que estamos ya viviendo? ¿Cuál va a ser entonces nuestra relación con esas partes subdesarrolladas? Y, ¿cuál va a ser el procedimiento y la posición estratégica para hacer crecer esas partecitas subdesarrolladas, o esos tercermundos, o esas negritudes, o esos ruidos que hay en esos procesos en los que estamos? Lo estratégico tiene que ver con la acción de hacer crecer, o hacer aparecer -crear formas visibles, audibles, conceptualizables, para esas formas que son inaudibles, invisibles, conceptualizables-, esos ruidos que hay dentro de un espacio que estamos trabajando. Hacerlos crecer es ver cómo esos elementos, o esas partecitas subdesarrolladas pueden tener mayor capacidad de afectación de los otros elementos, cómo pueden afectar todos los otros elementos del régimen. Eso sería lo estratégico: hacer crecer las partes subdesarrolladas de un proceso vital en el que estamos. ¿Me siguen hasta acá?

Intervención: Lo que está entrando del régimen dominante de tal situación, ¿eso son las partes subdesarrolladas?

Silvio Lang: Están adentro, digamos. Pensemos en el plano de las enfermedades. Por ejemplo, cuando uno es culpabilizado porque está enfermo.  Inmediatamente ese síntoma o esa enfermedad pasa la factura al individuo. Y quizá esa enfermedad es un tipo de producción de ese régimen. Santiago López Petit, en Hijos de la noche, trabaja esta idea de cuáles son esas “anomalías” sintomáticas, o esas “enfermedades de la normalidad” que produce la “axiomática capitalista”. En realidad, no es algo que está por fuera, sino que es más bien crear un afuera desde adentro. Pensar la idea, más que de guerra, como esa maquinita crea un afuera. Cuando decimos “afuera” crea una “tierra nueva”: un espacio o un modo de subjetivación distinto al modo de subjetivación, al modo de incorporación, o al modo de vivir el cuerpo, los afectos, las relaciones, el espacio, el ritmo, distinto a los dispositivos que están reglamentando el funcionamiento dominante. O sea, cómo producir otros funcionamientos. Y la producción estratégica de esos otros funcionamientos es hacer crecer esas incomodidades, esas fluctuaciones o desviaciones, o darle cabida a esas desviaciones. O por ejemplo, pensemos en el campo de ensayo escénico, el ensayo de una obra teatral. Lo que muchas veces se lee o se decodifica como un error es más bien una irrupción en el modo en que se está ensayando esa obra. Esos errores, esos fallidos, esos ruidos, que emergen. Pensemos en la irrupción del inconsciente en el diván… ¿cómo darle cabida a eso? ¿Cómo darle espacio-tiempo, ponerle el cuerpo a esos momentos involuntarios,  desprogramados, a esos momentos en que no sé muy bien cómo pensar, y qué sentir? En general, por ejemplo, en el ámbito del teatro o de la práctica escénica siempre hay una idea de producción de totalidad: todos los signos, todos los elementos o componentes tienen que producir algo así como un efecto de totalidad, y todo aquello que no entre en el campo que no produce un sentido total, o un sentido comprensible, es una mala puesta, una mala obra, un mal ensayo, una mala interpretación, una mala construcción. Entonces, en el campo de lo escénico, es pensar esos momentos en donde algo pasa, o hay un micro-acontecimiento que no se puede leer en relación con los otros signos, y tengo que producir ahí un modo de percepción, un modo de lectura, y una nueva relación con los otros elementos para que ese elemento pueda existir. Pensar cómo es estar en esa posición dislocada, lateral, estrábica. Eso, por un lado.

Por otro lado, esto implica, todo el tiempo, considerar esas informaciones o formas que emergen como formas sensibles: ritmos, usos del cuerpo, modos de vincularse… Con lo cual es una especie de perspectiva materialista, como en algún momento León Rozitchner dijo “una suerte de materialismo maricón”. Porque él decía que los marxistas clásicos lo acusaban que lo que él hacía era un “materialismo maricón”. Una perspectiva en cómo la materialidad del mundo, -la carne del mundo-, es lo que importa. Cómo el mundo se describe y pasa a la existencia en ese trabajo que hacemos con la materia. Esto implica una especie de relación con la sensibilidad muy fuerte. Pensando la sensibilidad como ese trabajo de la subjetividad que está todo el tiempo percibiendo los signos, los gestos, las ideas, los afectos, que no pueden ser rápidamente verbalizadas. Eso implica permanecer un rato en el campo de la sensibilidad, en cómo tener una relación mucho más intensiva con esos elementos que no puedo rápidamente verbalizar. Estar un rato más ahí, permanecer más ahí, en ese registro de la carne, por decir de alguna manera. Cuando digo carne me refiero a la materialidad o esta práctica morfogenética. Todas las formas sensibles del mundo. Pensar ahí la carne como un aparato de registro de todo lo que está actuando en el mundo. ¿Qué es todo lo que está actuando sobre nosotros? ¿Qué es todo lo que nos está afectando? Además de lo que ya sabemos que nos afecta, ¿cuáles son esas acciones, o esas sensaciones que se están produciendo a partir de fuerzas que no podemos terminar de decodificar, de ver, de comprender? Es poner a trabajar esa zona sensible-afectiva. O sea, que en la máquina de guerra hay una relevancia en lo sensorio, una especie de “agenciamiento” o ensamblaje de lo sensorio. Todo el tiempo está ensamblando aquellos signos o aquellos índices que están de alguna manera sucediendo ahí, en ese ámbito donde estoy y no termino de poder leer, o mirar, o ver. La máquina de guerra sensible implica un estado de sensibilización, e implica, también, producir prácticas de sensibilización. Porque se trata, así como decíamos que destituía el orden de cosas, o la relación entre las cosas y los seres produce, al mismo tiempo, nuevas formas, e inventa procedimientos y prácticas que hacen experimentar otra cosa. ¿Cómo produzco experiencia en los ámbitos donde estoy? ¿Cómo desarreglo la experiencia enlatada, o la experiencia prefabricada, preestablecida, ya leída, legible, en el ámbito en que estoy y produzco experiencia? ¿Cuáles son los procedimientos, las consignas que voy a poner a funcionar para que se adquiera o se viva otra experiencia de lo sensible? Esta producción es permanente, no es de una vez para siempre, en la práctica psicoanalítica, o en la práctica pedagógica, o en la práctica artística… Hay una producción permanente de procedimientos que producen experiencia de otro tipo.

Algo que pensaba en relación con lo que veníamos charlando con Diego Sztulwark, ¿cuáles son los frentes de combates que tiene una “máquina de guerra”? Hay máquinas de guerra porque hay una sobrecodificación de las cosas, porque hay una pretensión de totalidad, porque existe una pretensión de codificación y programación permanentes. La “máquina de guerra» va a ser esa especie de huida al ordenamiento u homogeneización de la experiencia. No es que primero está el dispositivo de ordenamiento y después la “máquina de guerra”, sino que es sincrónico.

Las líneas de combate que tiene toda “máquina de guerra”, al menos, son tres. Una es dónde estamos inscriptos históricamente en nuestra práctica, ¿cuál es nuestro momento epocal de la práctica qué ejerzo, y cuál es mi combate ahí adentro? Si soy escritor, si soy periodista, si soy artista, si soy psicoanalista, si soy maestro, ¿cuál es la historia del campo donde estoy? ¿cuáles son las maneras de hacer de ese campo? ¿cuáles son las instituciones históricas de ese campo? ¿cuáles son las tendencias filosóficas o teóricas en ese campo? O sea ¿cuál es mi inscripción histórica en ese campo? Ahí hay una primera línea de combate: ¿cuál va a ser nuestra actitud para desplazar el umbral de ese presente historizado en el que estoy? “Actitud”, es una palabra que uso en el sentido que le dio Foucault: ese gesto que me permite correr las posibilidades que hay en el presente. Generalmente el presente se nos presenta como una serie de limitaciones. Hay una historización de esa práctica o de esa situación en la que estoy, parecería que ahí hay un límite; y la “actitud” va a ser ese momento en que puedo correr o atravesar esa frontera, ese umbral de presente, ¿cómo agujereo? ¿cómo hago de la frontera un colador? Ahí hay una primera línea de combate que tiene que ver con aquello que me está sobredeterminando históricamente mi práctica, o en el momento histórico en el que está mi práctica. Y ese momento histórico en el que está mi práctica funciona como una estructura de obediencia, como una trascendencia. Por ejemplo, el uso de los conceptos o de determinadas figuras del inconsciente que produce el psicoanálisis en el diván, con pibes que llegan al hospital que vienen tiroteados por la policía. Ahí, tenés una limitación histórica ¿qué hacer con todos tus conceptos? El concepto de “nombre del padre”, o de “orden simbólico”, o cualquier otro ¿qué produce cuando estás con alguien que tiene otra experiencia y está en otra dimensión del presente? A veces, hay una serie de conceptos, de modos de hacer, que son históricos en esa práctica en la que estoy que son limitantes y que, si yo quisiera probar otra experiencia, o me está pasando algo que me hace percibir las cosas de otra manera, esos conceptos, esos paradigmas de esa práctica no me dejan hacer, me despotencian, me vuelven impotente. Ahí hay una primera línea de combate. La segunda línea de combate es algo así como lo que podríamos llamar el proceso afectivo y perceptivo en el que estoy. O la angustia, si quieren, en la que estoy; ¿dónde estoy metido? ¿en qué situación afectiva? ¿en qué situación subjetiva estoy? ¿qué me está pasando? ¿cuáles son las fuerzas afectivas que están actuando en mí en este momento y que también me despotencian, o no me dejan pensar las cosas de otro modo, o no me dejan sentir las cosas de otro modo? También, la idea de la conciencia de fracaso. A veces uno tiene una batería de recursos para cuidarse o para hacer las cosas y a veces te fracasa esa batería, te quedás sin recursos para vivir el presente en el que estás. ¿Cómo trabajar esa conciencia de fracaso, de los recursos que tuviste o tenés para cuidarte o para para vivir? Ahí hay un momento de mucha angustia. Porque me siento impotente, porque los recursos con los contaba para enfrentar una situación o para hacer mi trabajo, o crear, o relacionarme, o vivir una historia de amor, no me sirven más. Necesito inventar otros procedimientos para vivir otras experiencias, para vivir las cosas de otro modo, tengo que hacerme de otra caja de herramientas o de otra batería de recursos para no morir. La tercer línea de combate, es la destrucción. La destrucción de ese orden, de esa trascendencia, de esa estructura de obediencia del tiempo histórico en que estoy viviendo. O sea, ¿cómo destruyo? ¿cómo destituyo? o ¿cómo guerreo con esa serie de enunciados y de maneras de vivir el cuerpo en los que se me dice qué hay que hacer? Y que esa destrucción, así como esa batería de herramientas, así como los límites de mi propia práctica, nunca son, aunque parezcan, individuales. Siempre está pasándole a otros. De alguna manera implica poder producir un tipo de enunciación que liga o que implica a otros. Siempre hay otros que están incómodos, o que están sufriendo con los modos en que se nos dice que tenemos que mostrar el cuerpo. Siempre hay otros que están molestos o incómodos o enfermos por la manera en que nos dice que tenemos que vivir el ritmo del día a día. La idea de que eso que me está pasado a mí en tanto soy un ser individual, nos impide ver que lo individual y lo social es un continuo, no habría una diferencia, sino que todo el tiempo somos equipados de enunciados, de imágenes y de modos de regular nuestra vida, y que cada uno va, en todo caso particularizando o singularizando esos equipamientos que son colectivos, sociales. Ver ahí cómo eso que está reverberando en mí, que está reverberando en relación con mi práctica, que está reverberando en relación con mi capacidad de rebeldía o desobediencia y destrucción, está resonando en otros, reverberando en otros. En ese punto, toda “máquina de guerra” es una producción colectiva, aunque la lleve adelante unx solx. Pero de alguna manera está latente en la época. Es un tipo de enunciación colectiva, y eso personal tiene una relación con lo político-social. Toda “máquina de guerra” hace ese pasaje de lo personal a lo político, o sea, politiza ese malestar, ese disfuncionamiento, ese ruido, esa incomodidad, esa desviación, esa fluctuación…

Intervención: ¿Cómo sería esto del pasaje de lo personal a lo político?

Silvio Lang: Primero, poder asumir esta situación en la cual lo individual es social. Los modos que tenemos de percibir, comportarnos, gestualizar -por ejemplo, hacer el hombre o hacer la mujer-, el modo que uno tiene de relacionarse, el modo de conocer las cosas no es una producción individual, sino que es una producción social, que en todo caso, cada persona singulariza. Sin embargo, en estos equipamientos se producen fallas o desviaciones, o fluctuaciones; en estos equipamientos sociales, o en estas ideas de programación de las personas, de regulación de las personas, se producen estos ruidos, y que, así como se producen en unx, se pueden producir en muchos otrxs.

Intervención: Estás equiparando lo social con lo político. Porque hablás de lo personal, de un pasaje de lo personal, y decís que hay una continuidad con lo social. En este pasaje de lo personal a lo político, estás equiparando lo político con lo social.

Silvio Lang: Sí, pensar que la política es una distribución de lo social. La política es esa distribución, esa irrupción en el modo en que están distribuidos los cuerpos, sus capacidades, sus funciones. Lo político es esa puesta en escena, ese trabajo de la distribución de lo sensible, como lo piensa Jacques Rancière. Estoy pensando en esa idea de lo político. Esa distribución de lo sensible es un “para todos”, y produce determinadas estructuras o determinados códigos de programación de las personas. Cuando se producen esas incomodidades, porque no podemos encajar en esa programación que hace la política, por ejemplo, la política de la “axiomática capitalista”, ¿qué pasa con esos cuerpos, con esas personas, o con esos trabajadores, o con esos artistas, o con esos psicoanalistas, con esos maestros que no encajan con esa manera de hacer las cosas? Esa manera de no encajar, esa manera de estar desfasado es una situación que está actuando en otros, hay muchos otros y muchas otras que están en esa misma situación. ¿Cómo producir una serie de prácticas o de pragmática donde podamos generar esas alianzas de esos ruidos, pensar una revolución como una «alianza de ruidos», o pensar un proceso revolucionario, -o lo que Deleuze y Guattari llaman una “revolución molecular”-, como una alianza de freakies.

Para devenir “máquina de guerra”, es importante cartografiar estas líneas de combate. Poder hacer una actualización de estas líneas de combate. Para mí, una categoría interesante, porque es útil para producir cartografías o actualizaciones de tu situación es una idea que tiene Foucault sobre el poder, que es una cosa bastante obvia, pero para mí muy útil. Dice que el poder es “relación de fuerzas”, que el poder no es algo que se tiene sino un campo de acción, un campo magnético de acciones. Acciones que producen otras acciones sobre los cuerpos y sobre otras acciones. Hay un curso muy bueno que hizo Deleuze sobre Foucault que se llama La subjetivación, está publicado por Cáctus, y otro que se llama El poder, y otro, El Saber. Pensar que estas estructuras de obediencia, estos órdenes en los que estamos en nuestra práctica, los órdenes de género, por ejemplo, pensarlos como campos de fuerza. Una institución donde trabajamos, una sala teatral o un teatro estatal, o un centro cultural, o una universidad. ¿Cómo pensar una universidad como un campo de fuerzas? ¿Cuáles son las fuerzas, las acciones que están interconectadas, que están interseccionando y están afectando los cuerpos y todo lo que se hace adentro de una universidad, o adentro de un hospital? Pensar un hospital como un campo de fuerzas, pensar un consultorio como un campo de fuerzas, pensar una obra de teatro, una performance, como un campo de fuerzas. Pensar las cosas en su dimensión afectiva, en su nivel de afectación, su nivel de cómo las cosas están afectando a otras cosas, cómo los seres están afectándose unos a otros.

Pongo un ejemplo que para mí esta a mano. A veces trabajo en teatros estatales. Hace unos años trabajé en el Teatro Nacional Cervantes, dirigiendo la obra El don, de Griselda Gambaro. Para mí se trata de entender el Cervantes como un campo de fuerzas, y las fuerzas se mueven en diferentes planos. La fuerza es el público que va al Cervantes, la clase etaria y social que va ahí; el tipo de dramaturgia que se programa en ese teatro hace más de cuarenta años; la organización burocrática de ese teatro; la capacidad y las limitaciones de sus técnicos; el esquema de comunicación que tiene ese teatro; qué actores y qué actrices pueden actuar en ese teatro… Todas esas son fuerzas para mí. Son cosas que se están interseccionando y arman algo así como la institución “Teatro Nacional Cervantes”. Mi trabajo ahí no es ir a hacer una obra de teatro, es ir a reconfigurar ese campo de fuerzas, es ver cómo esas fuerzas producen una fijeza, una cristalización del poder. Tenemos una idea de que una institución es una fijeza, y que no hay una tarea de traducción permanente en la institucionalidad… No es lo mismo una institución dinámica que una institución cristalizada… Porque la intersección de todas esas fuerzas puede producir tanto una fijeza como una reconfiguración del mapa de poder ¿Cuál va a ser la cartografía que yo hago, el recorrido que hago en ese mapa? ¿cómo cambio los signos, las postas? ¿cómo hago el camino que se me da la gana o que me interesa? o ¿cómo desplazo las líneas de fuerza que hay en ese mapa? ¿cómo me fugo del mapa? ¿cómo hago lo que nunca se hizo en ese teatro? ¿cómo uso el cuerpo como nunca se usó? ¿cómo hago la escenografía que nunca se hizo? ¿cómo hago un uso del vestuario, de la luz que nunca se hizo? ¿cómo modifico el marco perceptivo de los espectadores que van ahí? ¿cómo agrego espectadores que nunca fueron a ese teatro? ¿cómo hago explotar la cabeza de los conductores de ese teatro? Todo esto pasó, igual [risas]. Pero, al mismo tiempo, hay otros campos de fuerzas que están actuando. Está el campo de fuerza del equipo técnico-artístico, está el campo de fuerza del texto o de la dramaturgia, está el campo de fuerza del elenco, está el campo de fuerza de mi inserción como artista en el medio…

Empezar a considerar los ámbitos de la existencia como campos de fuerza o campos de afectación. Y cuál va a ser la serie de acciones y procedimientos que ponga en marcha para desplazar o para fugar esas estructuras. Este trabajo de poder percibir las fuerzas que están actuando en un campo es un trabajo cartográfico: ¿qué es eso que está funcionando ahí? ¿qué es eso que está actuando ahí? ¿qué es eso que está sobredeterminando a los cuerpos, sobredeterminando la práctica, sobredeterminando los modos de hacer? y ¿cuál es mi deseo? ¿cuál es mi interés? ¿cuál es mi relación con ese ordenamiento o ese mapa? Hay una frase de Guattari que dice más o menos así: todo aquel que fuga crea una política del deseo. ¿Dónde estoy yo ahí metido? y ¿cuál es mi interés? ¿cuál es, por decir de alguna manera, mi desviación? Pensar la idea de interés como desviación o fluctuación, ¿qué me pasa a mí con eso? ¿qué me pasa con que al Teatro Nacional Cervantes vayan señoras y señores de más de cincuenta años? ¿qué me pasa con que solo se programe teatro costumbrista argentino? ¿qué me pasa a mí con eso? ¿qué afecto produce eso en mí?

La “máquina de guerra” nunca implica una rebeldía contra el sistema, implica más bien un trastorno subjetivo del partisano, del que pone en marcha esa máquina, por esto que decíamos de la segunda línea de combate, de considerar en qué momento afectivo estoy. Implica todo el tiempo estar actualizando qué me pasa a mí con eso y qué puedo hacer yo con eso, cuál va a ser mi estrategia. No es tanto una desobediencia por la desobediencia, sino es cómo eso me está enfermando, me está impidiendo hacer, me está entristeciendo, me está devaluando mi experiencia o mi goce corporal. De alguna manera, la “máquina de guerra” destituye el entorno, pero al mismo tiempo está destituyendo al propio partisano. Está destituyendo a aquél o aquella que pone en marcha esa “máquina de guerra”. Hay un trastorno y una transformación de todos y de todas, y del entorno. Una pragmática es pensar qué grado de afectación hay en esa fuga, qué está afectando, a quiénes está afectando y cómo me está afectando. Qué efectos produce esa acción, o esa salida o ese funcionamiento desarreglador. Es muy importante esa situación de que la máquina, como decíamos al principio, es la práctica que uno hace. Y la práctica que uno hace implica esa transformación singular en esa cartografía. No se sale indemne de una máquina de guerra; así como no queda indemne el entorno, no quedás indemne vos. Eso tiene consecuencias. Lo que está moviendo ahí siempre han sido como dos cosas: una es el odio. Aquello que me impide vivir. ¿Qué es lo que te impide vivir, hacer tu práctica? ¿qué es lo que te impide gozar con tu práctica, gozar con tu trabajo, con tu manera de vivir, con tu manera de vivir con otro? ¿qué es lo que te impide coger? ¿qué es lo que te impide existir? A eso llamo “odio”, a esa impotencia de la existencia, ese querer vivir y no poder, como dice López Petit. Y sigo una línea spinozista, como planteaba Diego Sztulwark, en relación con León Rozitchner, ¿qué es aquello que te da más ganas? ¿qué es aquello que te abre otras maneras de gozar, otras maneras de vivir tu cuerpo, otras maneras de relacionarte, otras maneras de querer, otras maneras de escribir, otras maneras de hacer uso de la lengua, otras maneras de experimentar el espacio, de experimentar la ciudad? A eso Rozitchner lo llama “amor materialista”. Lo que mueve a una “máquina de guerra” es esa impotencia y esa potencia. O sea, ¿cómo destituir la impotencia de la existencia? y ¿cómo producir potencia?

Pensemos que la potencia es una cuestión problemática en la “axiomática capitalista” porque es lo que el capital pone a trabajar: nuestra capacidad de actuar, nuestra capacidad de pensar, nuestra capacidad de crear, nuestra capacidad de producirnos una vida. Hay una idea interesante en Bifo que dice que cuando el capitalismo se entera o advierte que no tiene más espacios o territorios para colonizar, lo único que le queda es una colonización interior, una colonización y explotación del alma, lo que Foucault en algún momento llamó “biopolítica”. Lo que la “axiomática capitalista” está explotando hoy es nuestra alma. Nuestra alma es nuestra capacidad de hablar, nuestra capacidad de crear, nuestra capacidad de vincularnos, nuestra capacidad de querer, nuestra capacidad de conocer, nuestra capacidad de sentir. Eso es el alma. Lo que está siendo explotado es eso, y entender ahí la primera, segunda y tercera línea de combate. Porque si yo puedo mapear la “axiomática capitalista” y asumir que es planetaria y totalitaria, que trabaja en todos los ámbitos de la vida y en todos los territorios planetarios, no puedo comenzar a entender cuáles son mis intersticios o mis lugares de acción, o cuál es mi lugar de investigación en la práctica en la que estoy. Porque el capital no deja práctica indemne. Ahí hay algo de una analítica que pueda habilitar la estrategia. ¿Cómo es un análisis estratégico? Una frase muy linda de Deleuze dice “trazar un círculo y luego lanzarse”, y una posición en la creación artística que planteo, cada vez, es ¿cuál es ese círculo de trabajo? ¿qué es lo que me interesa pensar? Lo que me interesa pensar es eso que no puedo pensar, que no sé cómo sentir. Eso que me interesa pensar, trazar ahí un circulito, como decir “ah, este va a ser el campo del trabajo”, lo pespunteo, hago como un cañamazo para bordar.

Pensar la organización no como el establecimiento de los componentes de algo sino como la práctica que investiga saberes, o que investiga situaciones, esa es una idea un poco antigua de la organización política, no tanto como lo que es piloteado o totalizado, no la idea de pilotaje en una organización política; sino aquella organización que investiga los saberes acumulados y las nuevas situaciones. A partir de esta intensificación, armar organizaciones de esas insurgencias afectivas, eso que te pasa, y que son zonas de trabajo. Y esas zonas de trabajo, a partir de establecer ese círculo para lanzarse y empezar a investigar algo que te pasa y que empezás a ver qué les pasa a otros, porque empezás a ver amigos, empiezan a aparecer otros amigos, o sea, personas a las que le pasa algo parecido. Materiales textuales, visuales que tienen que ver con eso y se enganchan con esa investigación; instituciones que pueden asociarse a eso; tiempos en lo que puede ser desarrollado; procedimientos que hay que inventar para poder investigar eso. ¿Cómo establecer investigaciones estratégicas a partir de esas insurgencias afectivas, o esas “tormentas” que hay en tu mundo, como cita Suely Rolnik a Guattari?

Intervención: Hay de una especie de gestión que está haciendo la derecha con constituir la memoria histórica de la izquierda, que sería este discurso del odio o la rabia. Están los jodidos y nosotros vamos contra ellos.  Gestionar tácticamente esos desórdenes, el malestar de izquierda, pone en juego una serie de ortopedias que van a funcionar a través de un discurso del disfrute, esta lectura que está haciendo Alejandro Rozitchner […]. Y en esa especie de gestión de la angustia constitutiva es donde se ofrece esta serie de ortopedia del disfrute, y lo que hace es poder congelar a los cuerpos con respecto a la posibilidad que van a tener de arrojarse en ese círculo. Deleuze lo dice: lanzarse al círculo. Significa también adquirir cierto nivel de coraje para saber que después que me meto en ese círculo voy a dirimir otra cosa, y algo voy a perder ahí, y no voy a ser el mismo, no vamos a ser los mismos. Frente a esa cuestión que moviliza, el arrojarnos, un sentimiento de arrojo, de no tener miedo, cómo hacer. Cómo poder, quizás, intensificar los deseos de los distintos cuerpos por transformarse, por no tener miedo a perder algo de las comodidades. Porque de alguna manera es un poco eso lo que se pone en juego cuando empezamos a activar vínculos y trabajos de investigación sobre las situaciones mismas en las que estamos posicionados. Empezamos a advertir que hay desafíos permanentes, frente a esos desafíos hay que hacer algo y nosotros justamente nos sentimos completamente impotentes. Por lo tanto, quería preguntarte por eso.

Silvio Lang: Se me ocurren dos cosas. Una es una caracterización que hacen Deleuze y Guattari de las “máquinas de guerra”: son nómades y pueden ser capturadas. O sea, toda máquina de guerra puede ser capturada inmediatamente. Y nómade quiere decir no tanto que se va, sino que es múltiple porque se transforma, o que todo el tiempo acrecienta sus posibilidades de ser múltiple, de tener múltiples direcciones, de tener múltiples alianzas, múltiples experiencias, múltiples afectos. Y si es capturada implica su autodestrucción. Lo que conjura la autodestrucción de una “máquina de guerra” es no autocentrarla, ni unidireccionarla. Comprender o considerar la “máquina de guerra”, que no solo vive de las mutaciones múltiples, sino de las alianzas múltiples, y que ese es un trabajo permanente. Eso, por un lado. Por otro lado, el capitalismo totalitario del mando de las finanzas y de la cibernética, como plantea Bifo, regula nuestras vidas a través de automatismos tecnolingüísticos y financieros. Bifo piensa el neoliberalismo como todo eso que es extra-económico, el neoliberalismo como esa ontologización, o esa modalización de la existencia que no solo se ocupa de economía sino de todos los planos que no son economía. Una serie de valores que son el cálculo, la medición, la acumulación, la ganancia, el éxito, el fracaso, el rédito. Son valores del capital que están modalizando todos los ámbitos de nuestra vida, desde que subimos una foto a Facebook, o ponemos me gusta o no me gusta, esa idea de cálculo está modalizando todo el tiempo nuestra subjetividad. No solo modaliza cuando hacemos un comercio de una mercancía, sino cómo nosotros nos volvemos valor de cambio. Entonces, lo que produce la «axiomática capitalista» es un totalitarismo de la vida. Y ese totalitarismo tiene mucho del mundo de las finanzas, que es bastante dogmático, porque el mundo de las finanzas tiene pocos dogmas y no soporta ninguna variación en la realidad, más bien lo que hace es ajustar todo el tiempo la realidad a sus balances. El sistema financiero es una especie de religión, que siempre va a decir que la realidad está equivocada y nos va a contabilizar. Son como unos dioses que nos contabilizan todo el tiempo, porque no pagamos a tiempo, entonces nos endeudamos, porque consumimos de más o de menos y generamos inflación, entonces hay que cambiar la realidad para que se ajuste al dogma financiero. Es bastante limitado el mando financiero y su dominio. Por otro lado, la tecnología también es bastante limitada. Es un tipo de producción de un código donde todos los elementos tienen que ser compatibles adentro de ese código, y donde todo tiene que ser operacional. Hay cierta idea de transparencia y de purismo en ese código, entonces no puede haber ruidos, ningún elemento incompatible que no sea operacional al código. Hay una idea de puritanismo en la vida contemporánea capitalista. Entonces, ¿cómo es producir ahí desviaciones del código? ¿cómo producir insolvencias semióticas? ¿cómo es desconectarse de ese código? Me parece que eso implica, lo que dice Bifo, cierta “ironía del lenguaje”, no creerse que ese código es “tan verdadero”, y entrar un poco en pánico; tener otra relación con el pánico, porque estamos muy atemorizados, me parece. ¿Cómo preparamos un cuerpo afectivo para el pánico escénic? ¿cómo preparamos un cuerpo que se va a quedar en pampa y la vía ante esas desconexiones, que se va a quedar sin referencias, sin amigos, sin afectos, sin trabajos, porque produce determinadas acciones, maniobras, que repercuten en el entorno de lo que está operando  y que te tilden de loco, que te patologicen? Me parece que hay que perder un poco el miedo, y eso es una preparación corporal, performática. O sea, ¿cómo va a ser nuestra performance de desconexión del código? ¿cómo están hoy nuestros cuerpos? Pensemos en el cuerpo de las travestis, que son unos cuerpos que salen a la calle y están en relación con la muerte, porque las pueden cagar a palos, las pueden matar. ¿Cómo devenimos un poco travas? ¿cómo agenciamos un tipo de cuerpo mucho más desafiante, un tipo de lenguaje mucho más desafiante, un tipo de modo de hacer con nuestra práctica mucho más desafiante, que desarregle esas estructuras que nos regularizan y que nos devalúan nuestros otros goces? Me parece que es importante la cuestión de cómo uno se entrena para ser una “máquina de guerra”.

Intervención: Para la intemperie.

Intervención: ¿Cómo pensar alguna garantía posible en el arrojo? Y me da la sensación de que no hay ningún tipo de garantía, que poder vivir sin esa idea garantía me parece importante.

Silvio Lang: Pongo un ejemplo de mi práctica, lo que puedo referenciar más rápido y me parece que puede volverse más comprensible, para mí también. Entiendo que este puritanismo del capitalismo está en todos los ámbitos y también está en lo escénico, lo teatral. Además, la “axiomática capitalista” divide en planos, divide en prácticas, hay una aversión a la mezcla: este código puritano no puede mezclar las cosas. Para mí es muy importante siempre mezclar las cosas. Mezclar lo inmezclable, eso es un procedimiento. Transversalizarlo todo; ¿cómo transverzalizo el periodismo con la teoría política, la teoría política con la performance, la performance con el teatro de texto, el teatro de texto con la danza, la danza con las terapias del cuerpo, las terapias del cuerpo con las las terapias del lazo social, la escritura, la literatura, la crítica literaria… todo? Pasar por todo eso, hacerse cargo un poco de eso, de poder ser polivalente. ¿Qué es devenir polivalente?

Entonces, en el ámbito de mi práctica escénica, que es mi plano de inmanencia, mi plano donde mezclo todo y produzco, me hace fabricar estas maquinitas. Este puritanismo está también en el teatro, en el modo en el que se presentan los cuerpos en escena; en el modo en que aparecen los cuerpos; en el modo en que se relacionan los cuerpos; en el modo en que aparece la iluminación; en el modo en que se usa la lengua materna; en el modo en qué espacios y cómo se usan; en el modo de imaginería técnica de la escenografía y del vestuario. O sea, hay tal realidad, hay tal costumbrismo, tal imperio realista de cómo deben ser las cosas, que una de mis tácticas (no es una estrategia, es una táctica) es desbordarlo todo. Desbordar los cuerpos, desbordar las capacidades que tienen esos cuerpos, trabajar con una táctica del exceso. Desbordando la planta de luces del teatro; desbordar el vestuario, la imaginería del vestuario; desbordar el número de los elencos; desbordar los textos que se usan. Esa es una táctica: exceder, agrandar, como dicen Deleuze y Guattari en Kafka: agrandar el Edipo, agrandarlo hasta reventarlo. Entonces, los cuerpos hacen cosas que los cuerpos no pueden hacer en el teatro porteño; las luces cosas que no pueden hacer en las salas porteñas… Es una táctica de mi práctica: es pensar qué es lo que no se puede, o qué es lo que está devaluado o cuál es ese límite y cómo todo el tiempo trabajar en ese desplazamiento de las fronteras, ese desplazamiento de los enunciados y los ensamblajes en los que estás inmerso. Ese es un trabajo permanente. ¿Qué es lo que puede decir un director de teatro? Yo no estoy acá por director de teatro, nada que ver, ¿se entiende? Es desbordar un poco las identidades, cómo, más bien, generar procesos de desidentificación. Eso implica también un tipo de posición subjetiva nuestra donde nos podamos des-identificar, donde no nos quedemos en la trampa garantista de la identidad. ¿Cómo producir subjetividades o agenciamientos subjetivos que no estén bajo la política de la identidad? ¿Qué es Diego Sztulwark, es un académico, un agitador, un activista, un teórico, el futuro candidato del Partido Imaginario? [risas] ¿Se entiende? Implica entrar en esos procesos de subjetivación donde no “ser marca”, no ser un semblante identitario. Estoy poniendo tácticas como ejemplo. ¿Qué es esto de desdoblarse? Cómo uno está dispuesto a desdoblarse subjetivamente; cómo uno está dispuesto a rehacer su cuerpo; cuáles son las operaciones o los procedimientos que uno pone en marcha para deshacer su cuerpo y rehacer su cuerpo. No implica una cuestión hedonista de técnicas, sino que implica cuál es una crítica de un cuerpo, una crítica del modo en que los cuerpos se hacen hoy, un modo en que el imaginario del cuerpo se hace hoy, y cómo incorporarse a otras prácticas, otras técnicas. Por ejemplo, a qué técnicas nos vamos a incorporar, a qué prácticas nos vamos a incorporar. Estoy hablando en el nivel táctico.

Intervención: A propósito del ritmo y también de este malestar como parte de las diferentes batallas de máquinas de guerra que señalabas, quería contar una experiencia de investigación que sirve para pensar esto. En Chile hay una constatación en la atención primaria de salud, de un montón de personas que van al consultorio, a la atención primaria, con síntomas que son inespecíficos, y por lo tanto, la medicina no sabe muy bien qué hacer con ellos y se produce atochamiento en la atención primaria y un gastadero de plata… Se constata un problema. Y ante ese problema que precisamente es un malestar que no tiene nombre, todavía, que está ahí como punzando, se desarrollan algunas iniciativas. Uno podría pensar que tienen una especie de posición medianamente subversiva respecto a la medicina tradicional, justamente incorporar ciertas medicinas complementarias o alternativas de terapia que no son de la medicina, para ver qué hacer con este malestar inexpresivo. Y en la investigación, aparece también que las terapias podían empezar a incorporar, a través de esa inespecificidad y desde ese malestar, otras dimensiones para comprender lo que estaba pasando allí, justamente incorporar dimensiones como lo emocional, lo energético también, y de ahí gestionar ciertas formas de volver a comprender, volver a hacer algo con ese malestar. Pero una de las cosas que no podían incorporar es cuál es el lugar del plano de organización política dentro de ese malestar que no tenía nombre todavía. En ese sentido, nos aparecía también allí en esa investigación, un dispositivo de alivio que devolvía finalmente ese malestar a una forma de atenuarlo, una forma de gestionarlo para volver a hacer este individuo susceptible de reincorporarse a una cierta forma de producción y de circulación. Creo que en ese sentido, se conecta un poco con lo que se está planteando acá también cuando vemos la cuestión del arrojo y la intemperie, que me parece un lugar muy interesante, y cuando dice también “aquí no quedamos igual”. Una condición trágica de la política, si uno quiere, en el sentido de que la tragedia, el enfrentamiento constante, no pensando solo en el pensamiento macro, se produce un […] donde nadie quedaría igual, ni los involucrados ni tampoco aquellos que se intervienen. Entonces, y lo planteo para reflexionar, quizás ese dispositivo de alivio que se veía en este consultorio y que era incapaz incorporar el problema de la organización política para pensar el malestar y era justamente el lugar en donde había que arrojarse finalmente; a que la institución, al espacio que habían ganado para encontrar un consultorio en la atención primaria, había que desbordarlo, decir que esto no era posible de reconducir a una patología individual. Lo que había que hacer, probablemente, lo que debía aparecer como necesario o como impostergable quizás, era justamente colectivizar esa afección, ese malestar, que no podía recibir nombre, precisamente porque no tenía el nombre de una patología individual. Pero lo que no había allí, justamente, era la posibilidad de dar ese salto y de convertir entonces este dispositivo de alivio en algo como una especie de máquina, o maquinita de guerra, trágica. Donde el enfrentamiento, donde justamente el arrojo de la constitución de lo que somos como práctica, nos podría dejar indemnes; y tampoco dejar indemne aquello que desbordamos.

Silvio Lang: Se me ocurre una cosa. Santiago López Petit hace una descripción muy lúcida del neoliberalismo. Él dice que el neoliberalismo inventa una gran idea que es que cada uno de nosotros tiene una vida. Eso es una idea moderna, dice, de que mi vida es mi vida, mi cuerpo es mi cuerpo, y yo hago lo que quiero: estudio la carrera que quiero, me caso con quien quiero, viajo a donde quiero, vivo en el barrio que quiero, compro lo que quiero… Tengo una vida, mi vida es mía y “no me rompan las pelotas”. Esta es una idea, para mí, para entender el neoliberalismo muy claramente. Y el neoliberalismo pone en marcha un montón de prácticas que hacen que te ocupes de vos mismo, lo que llamábamos hoy el “hedonismo materialista” del neoliberal. Pero lo que no soporta, el neoliberalismo, son las prácticas que se ocupan de los demás, de esas prácticas empáticas donde el cuerpo del otro ya está en uno, un poco esta idea de León Rozitchner que planteaba Diego Sztulwark. Donde ya el cuerpo del otro es primero, es una premisa, está antes, no es secundario, sino que está antes que cualquier cosa. Uno ya está subjetivado, singularizado, en el cuerpo del otro, en cómo a uno le hablaron, en cómo a uno lo tocaron, en cómo a uno lo miraron, los espacios en que uno vive. Y uno todo el tiempo está subjetivizado, está incorporado, a los espacios donde vive, a las ciudades donde vive, a las imágenes que circulan en ese espacio… Entonces, esta idea de individuo cerrado, de individuo identitario, es la gran llave-cerrojo del neoliberalismo. Me parece que ahí tenemos un gran principio de ataque: ¿cuáles son las prácticas que se ocupan de los otros? ¿cuáles son las prácticas de sensibilización que están funcionando en este momento? ¿cuáles son esas prácticas que se ocupan, como decía Guattari, del lazo social? Esta práctica que contás del hospital, claro, ahí no se puede politizar, porque es ese síntoma, eso que me pasa a mí, esa enfermedad de la normalidad, lo que el neoliberalismo va a impugnar desde su código y no deja ver que ese síntoma es producto de las vidas que llevamos y no puede ser asociado al síntoma de otro, de otro, de otro, y de otro… No se pueden producir alianzas afectivas o comunidades afectivas ahí. ¿Cómo es producir esas comunidades afectivas que politizan el malestar? y ¿cómo producir esas comunidades de deseo que inventan esas nuevas formas de vida? Hay que trabajar ahí, ya estamos trabajando ahí, se trata de poner nuestra poca libido en ese trabajo. Pero ese trabajo no se hace sin crítica, sin crítica de los valores de la “axiomática capitalista”. Porque lo que me permite habilitar, o me permite abrir esos agujeros de goce, o esos agujeros existenciales, es la crítica a los valores de la vida neoliberal. Es un trabajo de destituir esos valores y crear al lado protocolos de experiencia. O sea, me parece que el problema que planteaba Diego Sztulwark, de por qué Alejandro Rozitchner, la derecha argentina nos acusa de pesados, y de críticos, es porque nosotros, las izquierdas, los activismos feministas, no estamos proponiendo otros modos de existencia, tan gozosos, tan empáticos, tan dichosos, como los que propone el capitalismo. No estamos fabricando lo sensible. ¿Cuál es nuestra fábrica de lo sensible alternativa, o disruptiva? Me parece que es importante ese gesto de destitución y de invención de un nuevo sensorio, porque si no, no tenemos cómo hacer alianzas. Primero, es invivible para nosotros; y después, no hay manera de que haya una “revolución molecular”, digamos. Porque ¿con quién vamos a hacer alianza si nuestras vidas son quejosas, críticas, pesadas, históricas…? ¿cómo producimos en nuestras prácticas, en nuestros ámbitos, esos protocolos de experiencia al lado de la crítica neoliberal? O sea, cuáles van a ser nuestros procedimientos de experimentación de otra manera de mirar las cosas, de la producción de imágenes, de la producción de afectos.

Intervención: Por un lado, la cuestión “afectiva” sobre la que se habla del mundo financiero, muchas veces está ligada a conjurar el terror, el temor, respecto de la inserción en el mundo global. Se dice “el temor de las bolsas”, o “expectativas”, o “normalidad”, o “hay angustia en los mercados”. Hay una fuerza enorme por conjurar el terror. ¿Esto tiene que ver con que, si yo produzco algo que me pone fuera de la normalidad, cuando quedo afuera de la normalidad esperada para mí situación, voy a ser castigado de distintas formas: patologizado, tratado como delincuente, vagabundo…?

Silvio Lang: O un mal psicoanalista.

Intervención: ¿A ver?

Silvio Lang: Soportar a veces los motes que nos ponen en nuestra propia práctica. Ni vos ni yo vamos a ser vagabundos, ni delincuentes… Son figuras muy lejanas y hay que pensar en figuras que nos toquen verdaderamente. Intervención: Claramente, lo hice así, componiendo una caricatura de algo que no me toca. Después, por otro lado, es muy fuerte cuando alguien llega enfermo no quiere que esa enfermedad sea referida a lo social. Como si hubiera un derecho singular a la enfermedad. Hay muchas veces que se produce el reclamo de decir: “Yo estoy enfermo, no es que es una enfermedad social”. Sobre el psicoanalista, el médico o el equipo, se dirige una demanda de que se atienda, de que se me atienda a mí como productor de esa enfermedad. Me hizo pensar eso que decís de la enfermedad como máquina de guerra. Se está produciendo en el lugar donde se descompone mi incrustación en la normalidad, por llamarle de alguna manera. Silvio Lang: Un trabajo de locos [risas]. Yo lo refiero a mi propia práctica, por ahí resuena en tu propia práctica. Vos te ocupás de la cura, de alguna manera. Yo me ocupo de la formación de actores y actrices, performers, bailarines. ¿Qué hago en mis clases? Hay tácticas adentro de las clases. Hay toda una tradición teatral en la cual el actor o la actriz… vamos a hablar del actor porque es re patriarcal el teatro. El actor tiene que afirmarse para componer algo, y tener una presencia escénica, construir un personaje, o sea, que su identidad esté cristalizada. Y ser fuerte en escena. Esta idea de que el actor es alguien fuerte, más que fuerte, es alguien que está marcado y que abastece el sistema de estrellas, el sistema de divos y divas, y de que el actor tiene que construir un personaje que sea legible. Todo eso es un automatismo de la práctica escénica. Pues bien, yo no quiero eso. ¿Cómo lo desarmo? ¿cómo genero prácticas adentro de las clases donde la actuación no tenga nada que ver con la imagen del actor? Donde no tenga nada que ver con la producción de un personaje, o la composición de un personaje; que no tenga nada que ver con cómo se ve o no se ve, o si está presente o no. Lo que yo, por ejemplo, hago son prácticas de sensibilización y producir experiencias. Porque en un momento me di cuenta de que, para desplegar mi lenguaje escénico, no tenía los actores, las actrices o lxs perfomers para hacer eso que deseaba, que me interesaba. Tuve que ponerme a generar ámbitos de formación. Porque después los actores y las actrices, los bailarines y las bailarinas, están tan alienados en su propia imagen que no tienen ningún tipo de afectación táctil, o no tienen ningún tipo de relación de imaginación dinámica, porque siempre están representando un sentimiento, porque no tienen experiencias-pánico donde experimentan afectos que no sean los afectos que están decodificados en el ámbito social de la televisión, la comunicación, la literatura de moda. Es producir experiencia. Tengo pocos alumnos, o se anotan un montón, cuarenta… y después quedan seis. Se anotan cuarenta porque se está hablando de mí en este momento, me va a durar uno o dos años porque estoy de moda [risas]. ¡Yo aprovecho eso! Se anotan cuarenta, y después cuando ven lo que tienen que hacer me quedan seis alumnos… Después estoy endeudado, Sztulwark me presta plata, porque está hace más años dando clases [risas]. Me banco ser un hombre endeudado a los 38 años. Bancarse esa también, estar endeudado, y no estar culpabilizado. Entonces, para mí es estratégico producir en las clases no herramientas para que actúen en una obra del teatro representativo, o del teatro costumbrista, o del teatro realista, o comercial, oficial, o en la televisión sino generar prácticas de sensibilización y experiencias. Que tengan experiencias que solo las tienen ahí y en ningún ámbito más. Y que implique tal grado de intensificación de la mirada, del cuerpo, del espacio, de la luz, del movimiento, que solo las pueden tener ahí o en otras alianzas con otros artistas que estamos pensando en ese sentido.

Intervención: Por ejemplo, Silvio, en tu campo ¿alguna de esas prácticas?

Silvio Lang: Ah, no. Tenés que venir [risas]. Es medio como que hay que hacerlas. Lo que me parece relevante es que uno, en los ámbitos en que está, puede ser un partisano. En los ámbitos en que uno está uno puede desarreglar el código. No es tan difícil. Es en cada ámbito donde estoy hacer quilombo. O sea, ser un desobediente en cada ámbito. ¿Cómo ser desobediente en el consultorio? ¿Cómo ser desobediente con la religión lacaniana? “Cómo ser desobediente” implica en cada ámbito en donde uno está la pregunta de cómo producir una performance, cómo performatear, cómo transformar, cómo afectar ese entorno. Y eso implica una cartografía permanente de esos ámbitos, es actualizar qué fuerzas están actuando y están sobredeterminando ese campo.

Intervención: Preguntaba porque me siento limitado respecto de poder hacer cuando alguien se presenta como sí mismo, que el padecimiento que tiene le parece que es un problema que atañe a la persona en tanto individuo. En realidad, también veo que esa configuración como individuo es producida en el campo social. Pero, casi en discusión con esa persona, esa persona me reclama a mí ser reconocido como “yo productor de mi enfermedad“. Con lo que vos decías respecto de “yo tengo una vida, yo tengo esto, yo tengo esto, y también yo soy el productor de mi enfermedad, de mi neurosis”.

Silvio Lang: Como un poder soberano…

Intervención: Entonces, si cuestiono esa posición del individuo como sí mismo, si propongo disolver el individuo, a él mismo le cuesta, se siente disuelto en ese sentido. El padecimiento es cierta potencia de soberanía individual, en el sentido de poder marcarse como individuo. Si pensás algo de eso, mi pregunta iba por ahí, ¿cómo se hace cuando el otro, que sería tu alumno, se defiende de esa posición dada por la cultura neoliberal?

Silvio Lang: Para mí, el trabajo está en los procedimientos y en practicar procedimientos. Por ejemplo, ser varón, con lo que plantea Judith Butler en la teoría de género, es un ensayo, una repetición de actos, de gestos, de enunciados, que hacen que unos digan y vos te digas a sí mismo “soy un varón”. Bueno, ¿qué pasa si querés desidentificarte de eso? Tenés que practicar otras cosas, otra gestualidad, no implica que cambie tu objeto de deseo, sino otro tipo de gestualidad, otro tipo de amigos, otro tipo de ámbitos, otro tipo de prácticas físicas, otro tipo de modos de escribir, otros tipos de modos de hablar. Y en relación con esto que decís de la demanda, me parece que el hospital es un ámbito muy difícil para trabajar.

Hay experiencias, está una amiga, Débora Chevnik, que es una médica y activista, y tiene un programa que se llama “Infancia, ficciones, hospitalidad”, que hace una serie de actividades, da charlas, donde fuimos Sztulwark, Susy Shock, yo y otra gente… Organiza charlar para los equipos de psiquiatras y médicos en el Hospital de Niños, que es un hospital complicado porque es el único hospital de niños que hay en el país, o sea que viajan muchos niños y adolescentes de las provincias, caen todos los adolescentes que la policía no sabe qué hacer, o pibes que no tienen familia; es una población complicada. Y genera actividades con los pibes que están de paso, esa población transeúnte que hay ahí. Nos parece importante lo que hace Débora porque está haciendo una práctica en un espacio muy reglado, muy institucionalizado, no le es nada fácil. Tiene peleas permanentes con la directora del hospital y todo el equipo de dirección, pero está ahí haciendo estas actividades. Y de pronto lleva a un grupo de danza y se ponen a bailar en los pasillos del hospital… Me parece también que es un trabajo en un montón de frentes simultáneamente; y que es entender la ficcionalización como un modo de conocer, no tanto como una realidad otra, o una simulación, sino que cuando uno conoce, cuando un científico conoce, cuando un sociólogo conoce, cuando un psicoanalista o un médico conoce, lo que hace es usar signos, y usar marcos perceptivos para leer esos signos. Y lo que está haciendo ahí es lo mismo que hace un escritor, o un cineasta.

Ficcionalizar son modos de apropiación de los hechos, modos de gestionar signos. Lo que planteé cuando fui a hablar en “Infancia, ficciones, hospitalidad” es cómo poder primero transversalizar la práctica de ficcionalización, que no es del ámbito de la literatura y el teatro, sino que es una práctica transversal de la percepción y el conocimiento. Cómo uno ficcionaliza, cómo uno conoce los hechos o las situaciones o los síntomas con los que se encuentra. Por ejemplo, contaba ese día una psiquiatra, -genial lo que contó-, que llega la policía con un pibe que estaba en medio de un brote. Patadas, violentadísimo, pegando para todos lados. Y la psiquiatra dice: “¡suéltenlo!”. Y empezó a tirarle ella patadas de karate, y se puso a jugar con el pibe y eran dos ninjas. Y los policías no podían creer lo que estaba pasando, porque al pibe se le bajó el brote y se puso a jugar, dos tortugas ninjas, la psiquiatra y el pibe. Eso es una intervención psicoanalítica magistral. Ella tuvo que devenir ninja, ¿se entiende? Tuvo que dejar de ser psicoanalista, dejar de ser psiquiatra, y tener un devenir ninja, y se la bancó. Y le bajó el brote al pibe con un juego.

Intervención: Cuando hablabas de actos de procedimientos, decías ficción y pensaba en una asimilación. Muchas de esas palabras están cargadas negativamente, por ejemplo ¿cómo uno se va a poner a delirar? Pensaba si es que estamos tan desorientados realmente respecto de esos procedimientos, o si lo que hace falta es sacarle el signo negativo que tienen. Silvio Lang: Claro, las dos cosas, ¿no?

Intervención: [inaudible]

Silvio Lang: Algo que me parece para pensar es qué uso, qué usufructo podemos hacer hoy del inconsciente. Una cuestión que plantea Bifo en Fenomenología del fin, -en los últimos capítulos ya delira-, es el devenir cyborg del mundo, de cómo lo cyborg es una realidad que es inminente. Los robots. Y dice que lo único que nos va a quedar cuando el mundo devenga cyborg es el inconsciente. O sea, lo único que los robots no van a tener como tenemos los humanos es inconsciente. Y pensemos ahí toda la lectura que hacen Deleuze y Guattari del inconsciente, es lo que no está estructurado como un lenguaje, que no está reglado, sino que es una especie de fábrica de desarreglos, una fábrica de inconveniencias. Me parece que ahí hay que pensar cómo son esos actos involuntarios, lo que decía al principio, esas fluctuaciones, esos desfasajes, esas desviaciones. Me refería a la voluntad de no tener voluntad. ¿Qué es esa voluntad de no tener voluntad en un proceso? ¿cómo plegarse a un proceso sin dirigirlo? ¿cómo incorporarse a un proceso?

Por ejemplo, hay una práctica de movimiento que yo hago con dos colegas, Juan Onofri y Amparo González. Una práctica muy compleja, porque tienen principios de osteopatía, principios de la tensegridad, de la danza contemporánea, de alto rendimiento deportivo y la música electrónica; todo eso y del partenaire escénico, que es una técnica de la danza clásica. Es una invención de ellos, juntan todo eso, y estoy entrenando con ellos hace dos años, además son amigos, creamos un espacio que se llama Escena política. Y, entre otras cosas, lo que se trabaja es pensar el cuerpo organizado desde los tejidos, desde la carne, no desde los huesos. En general, uno autopercibe su cuerpo y se organiza toda la cultura a partir de la osamenta y a partir de la estructura de los huesos. Es pensar un cuerpo a partir de la carne, y los huesos flotan en la carne. Y lo que importa ahí son las estructuras de sostén o cómo el cuerpo es una red de sostenes o un campo de fuerzas. Esto se practica físicamente. Y una de las cosas que aprendí, porque soy director escénico y para mí fue importante, es a no regular los procesos. O sea, cómo devenir en esos encuentros que hay entre personas, a veces dos, tres, una especie de orgía de movimiento, no hay sexo, pero es una orgía de movimiento, donde es ponerse en relación con alguien, con otro compañero o compañera y no saber para dónde va eso. No es como el contact improvisation, donde se cristaliza un modo de tocar, para mí es demasiado paki, demasiado hetero el contact improvisation, porque ya sobredetermina el modo en que te vas a tocar y el ritmo en que te vas a tocar. Acá es multidireccional, multirítmico. Lo que se vive ahí es la incorporación a procesos, o devenires.

El devenir es cuando las cosas crecen desde sí mismas. Pensar el devenir como que las cosas se engendran por las cosas, el movimiento se engendra por el movimiento. No una cabeza que lo dirige o que lo tutela o que lo controla. Es un ejercicio espiritual y físico no ejercer el tutelaje del movimiento. En general, cuando vos ves a un bailarían, un performer, ves la danza contemporánea, ves cómo se mueve y es aburridísimo. Porque siempre más o menos hacen todo lo que ya viste o lo que en algún momento te llegó de la danza contemporánea. ¿Pero qué pasa cuando alguien se mueve bajo los efectos de un proceso de un encuentro con otros? Los cuerpos que empiezan a aparecer ahí son cuerpos completamente deformados, por decir de alguna manera. Son cuerpos completamente monstruosos, porque no pertenecen a la regla del cuerpo de los huesos o el cuerpo de las técnicas que ya conocemos, que regularizan el toque. Eso es una incorporación, es un ejercicio espiritual-corporal. Para mí tuvo un efecto en todos los otros ámbitos de mis prácticas, cuando escribo, cuando estoy en el campo de ensayo frente a un montón de actores que esperan de mí un montón de cosas, del público, de los críticos, cuando intervengo en grupos de activismo. Esa experiencia del cuerpo y de los procesos de movimientos mezclados con otros, me reconfiguró todos mis campos de acción. Cuáles son esas prácticas que son “máquinas de guerra”, que están desarreglando esos códigos en los que estamos preformateados.

Intervención: Quería pasarte de ese campo activista de tu práctica a pensar lo que de alguna forma se instaló en medio de todos, en torno a Santiago Maldonado. A propósito de la osamenta, y de esta mutación que están teniendo los estados desaparecedores. Principalmente porque lo que nos preguntábamos nosotros es ¿qué se está poniendo en juego cuando se desaparece un cuerpo, una presencia? A propósito del nombre propio, ¿qué es lo que está bajo el nombre propio? Por eso, esos múltiples nodos afectivos que componen el nombre propio de Santiago Maldonado. ¿Se entiende a dónde estoy tratando de llegar? A la desidentificación, a lo que pasa con las comunidades afectivas. Quizás para reflexionar… ¿Qué es lo que quiere hacer el estado desaparecedor al jugar con la osamenta, ponerla y sacarla de un lugar? Principalmente porque la pregunta es ¿qué es lo que inclinó a Santiago Maldonado que tiene una frontera de resistencia en la urbe a implicarse con la lucha mapuche? Quisiera preguntar también ¿cuáles son los nodos afectivos comunes que están, que componen el nombre propio de Jones Huala o, así como en algún momento lo compuso el nombre propio Subcomandante Marcos? Tratar de invitar toda esta reflexión que estamos haciendo sobre el inconsciente y sobre las comunidades afectivas a pensarlas en lo que son los procesos de implicación política y de las responsabilidades que conllevan las tomas de posición. Y en este caso, la toma de posición que elige justamente Santiago Maldonado.

Diego Sztulwark: Mientras charlábamos, en este momento, acaban de matar a un mapuche de vuelta en la comunidad del sur e hirieron a otros, con balas de goma. Esta vez nadie se ahogó, esta vez no se puede mirar para otro lado, está en los diarios confirmada la noticia, lo estaban cazando. La pregunta que me haría es ¿qué se hace con la vergüenza? Con la vergüenza que consiste en el hecho de no saber qué hacer. ¿Qué pensás vos, qué tipo de afecto es la vergüenza? ¿Qué hacemos? Están matando a estos tipos ahí. Ya sabemos que los están matando, quién los está matando, es abierta la situación. Pasamos de la amenaza de la desaparición a una guerra abierta. Ya sabemos que hay personas que son “terroristas” porque están apropiándose de una tierra, y con la propiedad privada en la Argentina no se juega. Si tenemos muchas dudas de lo que pasa con la propiedad privada está el terror de la dictadura vigente, para ponerlo en juego bajo formas democráticas en cualquier momento. ¿Qué podríamos hacer? Que no sea desmoronarnos, que no sea desmoralizarnos. Entonces, ¿qué se hace con la vergüenza? Estas cosas están sucediendo, tenemos fuerza y no sabemos cómo articularla en cierto momento. Te lo pregunto no por qué hacer con los mapuche, te lo pregunto por cómo venís describiendo vos las cartografías de las fuerzas, venís describiendo los afectos. El afecto de la vergüenza, ¿qué te hace pensar la cuestión de la vergüenza? Paolo Virno dijo “la vergüenza es un sentimiento propiamente humano de no saber qué hacer”. Cuando no sabemos qué hacer. No digo la vergüenza revolucionaria y otras que eran más apologéticas de la acción. Realmente, cuando no sabemos qué hacer, sabemos que hay que hacer algo y no sabemos qué. ¿Qué pensás vos de eso, de esa sensación?

Silvio Lang: Pensaba en algo que dije hoy en relación al pánico. Si, en realidad, la vergüenza no es un tipo de afecto que nos está subjetivando todo el tiempo. O sea, un tipo de operador existencial; y, en realidad, lo que queda ante la vergüenza de existir, digamos es producir actos -y esto es medio spinozista-. Pienso en algo que hablamos alguna vez en relación con la resistencia. Decías, Diego, que la resistencia es primera; pensar que toda existencia es de resistencia, porque cuando uno es arrojado al mundo, todo existente es precario, vulnerable, y está en peligro de ser matado. Entonces, existir es el conjunto de estrategias que desplegamos para no ser matados. La resistencia es casi la única ontología real, por lo menos desde Spinoza. Me parece que ahí, ante esta situación, ante la posibilidad de ser matados, lo que nos queda es producir gestos y actos y alianzas que nos afirmen para no ser matados. Al jugar hay que tener muy presente esta idea de la muerte. No borrar estos momentos de peligro, estos momentos en los cuales uno pudo haber sido matado. Uno puede ser matado. Trabajar un poco con eso, actuar con esa sensación de que te pueden matar. Me parece que eso genera un tipo de exceso existencial que puede atravesar esa vergüenza. Lo pienso en relación con mi situación de adolescencia en Santa Rosa, La Pampa. Viví en La Pampa un poco como en un ghetto, y la frase-imagen de mi madre era “vas a terminar en una zanja por puto”; y todo el tiempo era la amenaza de que me iban a matar o iba a terminar en la zanja por puto o por comunista, -militaba en Izquierda Unida… Siempre está esa idea, una cosa es que te lo diga un compañerito y otra cosa es que te lo diga una madre. Y la vergüenza de existir como yo quería existir. Ahí hay algo de los cuerpos disidentes que tenemos una especie de historicidad afectiva, pública, política, de la cual me parece que se puede usufructuar. Porque los cuerpos disidentes son cuerpos que pueden ser eliminados del ámbito público. Genera una serie de encimas de lucha y de modos y de estrategias, para aparecer en lo público para estar en la calle y afirmar su goce, que quizás los heterosexuales, o las heterosexuales, no lo han tenido. Así como recuperás a las Madres de Plaza de Mayo como lucha materialista en Argentina, pensaría acá en la situación de los cuerpos disidentes, de la disidencia sexual. Cómo ahí donde la operación de la vergüenza social es muy fuerte, ver qué hay en esos cuerpos que han tenido que, no negociar su objeto de deseo, han tenido que negociar primero estar vivo. Por ejemplo, un cuerpo trans, que no lo maten al nacer. Cuerpos que todo el tiempo están luchando con la muerte… O una travesti, que decíamos hoy, si va al supermercado la pueden matar; o un puto, que le hacen bullying, y lo pueden cagar a piedrazos como me hacían a mí, o te pueden matar a trompadas como hicieron con mi tío, que lo asesinaron a los 18 años por puto. Ver los territorios de historicidad de la lucha en esos cuerpos que pudieron atravesar, o que vivieron con tanta intensidad el hecho de aparecer en lo público. Hay algo ahí de la aparición de lo público, ya que estamos hablando de desapariciones, aparecer en lo público, del modo en que sea, o del modo de singularización que sea, que quizás hay que traficarlo de otros cuerpos que se suponen que han estado en la centralidad de la lucha. Eso es en principio lo que se me ocurre… Los cuerpos disidentes hemos tenido que constituir una existencia en la esfera pública violenta, y tenemos que negociar nuestros gestos, tenemos que negociar nuestros amores con lo público, tenemos que negociar nuestro goce, tenemos que negociar cómo nos vestimos, tenemos que negociar a qué miramos, tenemos que negociar a quién abrazamos… Y esto es en el ámbito público, entonces me parece que ahí, cuando se intensifica esto, hay una pérdida de la vergüenza. Voy a decir una palabra incorrecta para el psicoanálisis, pero es como si estuviéramos en acting out permanente. Y después, en relación con lo que recién nos preguntamos, me parece que habría que disociar o poder no acoplar el nombre propio a la identidad. La identidad es un tipo de operador capitalista, un tipo de operador de la heteronorma, un tipo de operador patriarcal o del pensamiento heterosexual, y diría que el nombre propio es un tipo de sustracción. Me acuerdo de esa imagen donde en una farsa de Eurípides, llega Ulises a la isla del cíclope, y el cíclope, que es un monstruo de un solo ojo, asesino que sabe que Ulises por la fama que tiene de guerrero lo puede llegar a matar, cuando le pregunta “cómo tú te llamas” y él le dice “nadie”. Ulises le responde “nadie”. Y él dice “cómo anda, nadie, qué gusto conocerlo, nadie”, y empiezan a hablar con esta hipótesis de que Ulises se llama Nadie. Me parece que el nombre propio es un tipo de nombre provisorio en la situación; no necesariamente está asociado a una identidad. O sea, el nombre propio es un acontecimiento, es un evento en la situación. Como Santiago Maldonado, o como 2001-Argentina. Me parece, entonces, pensar el nombre propio como algo eventual y provisorio que articula una serie de intensidades que se dan en un momento, no como una identidad.

PASADAS DE SEXO Y REVOLUCIÓN 

Manifiestos, canciones de protestas, poemas anónimos, consignas políticas, acciones de agitación y arte, teoría de fanzine de los activismos de la imaginación político-sexual desobediente, en Argentina, desde los años 70’ hasta nuestros días, son para ORGIE – Organización Grupal de Investigaciones Escénicas dispositivos poéticos-políticos a remontar. La política como fiesta. ¿Cómo siguen nuestras vidas procesando la revolución sexual? Pasadas de sexo y revolución es un show formativo de las luchas de mujeres, lesbianas, travestis, trans y maricas por una sociedad de nuevo tipo. Pero también una fiesta pagana con el público. El humor marica y un erotismo desmedido producen una poética anal de los placeres del cuerpo como barricada sensible.

 

4 ÚNICAS FUNCIONES: 01/09, 06 / 10, 03 / 11, 01 / 12 (primer sábado de cada mes, de septiembre a diciembre)
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Show: 00.30 hs. | Fiesta: 02.00 hs.
El Cubo Teatro: Zelaya 3053.
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APUNTES PARA UNA TEORÍA DEL PASE // Amador Fernández-Savater

No hay lugar bueno, no hay género intenso. Jugamos siempre en terreno adversario, nunca en casa. Se trata entonces de pasar, cultivar la duplicidad, contrabandear.

El pasador juega en medio, en medio de las líneas y defensas enemigas. Su obsesión: atravesar, atravesar, atravesar. Pasar una intensidad, una energía con la que uno ha tenido contacto.

¿Cómo hacer pasar una intensidad? No hay fórmula. El pase es siempre cada vez. El estilo puede ser nuestro enemigo: vuelve previsibles nuestros pases, interceptables.

No hay receta. No se puede atornillar la intensidad a un nombre, a un gesto, a una palabra, a una bandera, a un concepto.

Cultivar la duplicidad significa cultivar una sensibilidad «táctica» con los signos. Para pasar hay que traicionar. «Traductor, traidor». La fidelidad es para con las intensidades.

El pasador no empieza ni acaba la jugada. Recibe y entrega. Trabaja con otrxs, para otrxs. Asiste. Cruyff explica muy claramente en su autobiografía que en fútbol el pase no lo decide el pasador, sino lxs compañerxs que se desmarcan. El pasador está al acecho del desmarque de los otrxs.

No capitaliza, no acumula, no hace acopio. No es «chupón». Pierde lo que pasa. Muere con cada pase y renace para el siguiente. Ni siquiera es un sujeto pasador, sino región de tránsito.

Pasar, dejar pasar, no es echarse a un lado, sino metamorfosear energías que no nos pertenecen, que no son de nadie. Ni pasividad ni actividad: receptividad activa.

“Presente” // Agustín J. Valle

Un dolor y una rabia que no caben.

¿Por qué sobre las y los docentes cae tanto resentimiento del sentido común mediatizado? Un desprecio, un rechazo plano a toda reivindicación surgida del cuerpo docente, para el cual cualquier protesta incrimina al luchador y carece de toda verdad. Ese resentimiento masivo es condición imprescindible en que se apoya la escandalosa propuesta salarial, de rebaja drástica del poder adquisitivo de las y los docentes. El año pasado los docentes se movilizaron en cientos de miles, y al volver a las escuelas, ¿la mayoría? encontraron en los padres menos solidaridad que desprecio. No les creen, sienten que es mentira toda lucha docente, y tampoco les van a creer ahora aunque hayan muerto dos en evitable tragedia.

Quizá el cuerpo mediatizado, entrenado en que todo deba exhibir un valor actual ya, pero al mismo tiempo sea medio para otra cosa de sentido trascendente (como una selfie), no tolere que haya un espacio que por un lado carga la herencia de «formar para el futuro» (es decir que tenga paciencia y lentitud) y que, por otro, se sostenga en este día, y cada día, con gente que insiste en afirmar como espacio vital un presente sin trascendencia, como es la escuela -aunque sí con crecimientos, fecundos, gestadores de porvenires y desplazamientos, pero jamás rutilantes «cambios». Gurkas de la actualidad, odian la pública porque odian al presente -el presente, que, en efecto, es una cárcel, para quien está separado de sus potencias.

Santiago Maldonado y “la grieta” // Miguel Mazzeo

Santiago Maldonado lo puso en evidencia. Desnudó algunas tramas. Mostró cuan velados en su politicidad estaban algunos conflictos. Es cierto que existe una grieta en nuestra sociedad. Es muy profunda, prácticamente insondable. Hay palabras que se oponen. Cuerpos que se repelen. Visiones del mundo y la vida incompatibles e irreconciliables. Dos argentinidades.

La grieta se ensancha día a día. Y celebramos que eso pase. Porque la realidad, que en el fondo siempre es fatal, se torna más clara y se achican los espacios para la perplejidad, la ambigüedad y la mentira. Bienvenido el tiro en la boca de la indiferencia. Bienvenida la encrucijada. Porque obliga a algunos al deslinde nítido y nos obliga a nosotros a repensar un conjunto de conflictos cotidianos como ámbitos de disputa política.

La grieta es mucho más que la distancia que separa al gobierno de la oposición (una parte por lo menos), a la derecha del “progresismo”. Es algo más sustancial. Es el antagonismo de los proyectos de país y de sociedad. Es la lucha de clases, por supuesto, pero con un plus. O varios. Por ejemplo: es lucha entre los procesos de subjetivación desde abajo y los procesos de desubjetivación desde arriba. O entre las representaciones construidas horizontalmente y las representaciones impuestas verticalmente desde los grandes medios de desinformación.

 

Es bueno que la grieta se torne cada vez más visible, que se reconozca en detalle la topografía de cada orilla y el contenido de lo que las separa. Esa visibilidad atenta contra la eficacia de las estrategias que promueven las convivencias infundadas, o las convivencias fundadas en la opresión, en fin: la promiscuidad entre los dominados y los que dominan, entre los que aman y los que menosprecian.

La grieta exhibe lo que hay de un lado y del otro: los sentimientos altruistas y la insensibilidad; lo que religa y lo que disgrega; lo que empareja y lo que reproduce las asimetrías; la indocilidad de los dignos y la indignidad de los constructores de obediencia y sumisión, la ética y el pragmatismo; la pulsión de vida y la pulsión de muerte; lo humano (amor, amistad, valentía, dignidad) y lo inhumano (opresión, violencia, crueldad); las genealogías plebeyas y las genealogías opresoras (la grieta tiene historia y se pueden confeccionar cadenas retrospectivas con cada uno de sus polos), la patria y el mercado, la patria y el patrioterismo fascistoide, la verdad y el embuste.

De un lado la nobleza de Santiago, la ternura de su familia, la solidaridad de sus compañeros y del otro lado la indolencia moral de Mauricio Macri, la impasibilidad de estatuas de sus funcionarios, la voracidad de los empresarios. De un lado corazones trepidantes, tibios nidos, del otro lado corazones que son como baúles viejos y llenos de pura penumbra. De un lado el pueblo mapuche, del otro Benetton y especies similares.

El gobierno de la derecha carece de recursos políticos y simbólicos para disimular la grieta, para mantenerla en un punto equilibrio apelando a paraísos de convivencia artificiales. Esa es una gran diferencia con el gobierno anterior. El gobierno de la derecha no posee la capacidad de simbolización para metabolizar la grieta real. Y la ensancha. Carece de mitos seductores que instituyan horizontes de expectativas comunes y sus fetiches son lúgubres. Sólo puede crear un “nosotros” banal u obtuso y oscuro. Los límites de su lenguaje son los límites de su mundo, del particularismo que expresa y defiende. De este modo, termina haciendo lo que no quiso hacer el gobierno anterior, poner en evidencia la grieta. Polarizar a la sociedad. Le queda a la derecha la tarea de repolarizar simplificando y sintetizando los altos grados de diferenciación que existen en nuestra sociedad. Tal vez la ineslasticidad política e ideológica de la derecha ayude a muchos y a muchas a entender y a entenderse. Tal vez puedan dar el salto desde el trampolín ontológico de la conciencia y pasar a ser actores conscientes y dejar de ser subproductos y cómplices; para que, como decía Emil Ciorán, vivir equivalga a la imposibilidad de abstenerse.

Ahora las máscaras se caen. Y aparecen los rostros verdaderos.

 

Dossier Santiago Maldonado, elaboración colectiva de La luna con gatilloResumen LatinoamericanoContrahegemonía web, Lobo suelto y La tinta

Foto: Colectivo Manifiesto

Corre Santiago // Diego Valeriano

Corre, le explota el corazón, le quema la garganta, escucha las amenazas de los gendarmes como promesas que se cumplen. Corre, siente el miedo en la boca, le hierve la sangre, extraña a su vieja. Corre Santiago, como corrió Luciano. Corre Rafael, corre Pablo con sangre en las manos, corren los pibes. Corren solos, rajan, se arrepienten con la certeza de que ya es tarde. Corren perseguidos, corren sabiendo que pierden, que siempre pierden.

Corren los guachos y van a ser grito, posteo, especulación, oportunismo y olvido. Las balas cada vez más cerca, los perros ya los alcanzan y las lágrimas que casi no los dejan ver que hay adelante. Corren como corren todos los pibes por los que casi nadie marcha, corren porque no queda otra. Corren queriendo atravesar lo inexplicable, queriendo ya no estar, queriendo que todo termine porque muchas veces es peor seguir. Corren y no imaginan ser bandera, pintada, foto, avatar, mentiras.

Corre Luciano y miraron para otro lado los que descubren ahora que la policía es brava, que hay represión, que las cárceles están superpobladas. Corre picadas el Negrito mientras la abuela espera sentada en una de esas sillas de jardín, corre Lorena antes que vuelva el novio de la mamá.

Corre Santiago hasta las generales, aunque la senadora no se acuerda más, hasta que cambiamos el avatar. Corre el olvido, corren los militantes a confirmar un toque lo que ya querían que pase. Corren todo, pero no corren la mentira. Corremos todos torpemente mientras los pibes se desangran tirados en la calle.

 

Dossier Santiago Maldonado, elaboración colectiva de La luna con gatilloResumen LatinoamericanoContrahegemonía web, Lobo suelto y La tinta

Santiago Maldonado y la tierra // Mauro Berengan

Dossier Santiago Maldonado, elaboración colectiva de La luna con gatilloResumen LatinoamericanoContrahegemonía webLobo suelto y La tinta.

Esta nota pretende recordar las raíces estructurales de las cuales se deriva la lucha de Santiago Maldonado, su presencia en el sur y su joven muerte. Implica esto no caminar las (adrede) empantanadas sendas de versiones esgrimidas sobre el caso. Mas valga dejar en claro la convicción de que fue gendarmería en su violenta e ilegal represión la responsable directa de su desaparición y luego de su muerte. Las pruebas siempre estuvieron como consta en la excelente reconstrucción publicada por Rafael Saralegui el 11 de septiembre de 2017 en el portal Chequeado. Como dice Sarlegui, en el caso Maldonado “confluyen intereses económicos de grupos extranjeros, convertidos en los más grandes latifundistas del país; reclamos ancestrales de los pueblos originarios, alianzas políticas impensadas, operaciones de prensa, operaciones políticas, amenazas, aprietes, espías, policías, gendarmes y protagonistas del Poder Judicial que se encuentran tironeados por sus propias convicciones y las ambiciones personales. Volver a poner los pies en la tierra es entonces fundamental para esclarecernos.

Santiago Maldonado estaba en la comunidad mapuche Pu Lof por un sentir crucial de quien se plantea entender el mundo, su acuciante injusticia y su urgente superación: la solidaridad. Y corren tiempos/sistemas en que la solidaridad no es bien vista, menos cuando se dirige a las víctimas de un poder central, estructural, material, histórico.

La cuestión Mapuche, la cuestión de los pueblos indígenas, y en fin la cuestión de todos los pueblos, es la cuestión de la tierra. El peruano José Carlos Mariátegui supo plantearlo hace ya 70 años con total claridad y actualidad imperecedera: “La crítica socialista lo descubre y esclarece, porque busca sus causas en la economía del país y no en su mecanismo administrativo, jurídico o eclesiástico, ni en su dualidad o pluralidad de razas, ni en sus condiciones culturales y morales. La cuestión indígena arranca de nuestra economía. Tiene sus raíces en el régimen de propiedad de la tierra. Cualquier intento de resolverla con medidas de administración o policía, con métodos de enseñanza o con obrs de vialidad, constituye un trabajo superficial o adjetivo[1]Sin tierraa no hay comunidad, ni alimento, ni vida. Después será lo demás. Los deslumbrantes ríos, montañas y praderas que rodean la Ruta 40 del desalojo tienen dos realidades: un empresario multimillonario extranjero dueño de 900 mil hectáreas, y una pequeña comunidad de campesinos, hijas, nietos, madres, pastores, que ven imposibilitado el desarrollo de su vida material porque, dicen, esas montañas que miran hace siglos son ahora italianas. Y sobre sus cumbres blancas se alza todo un entramado de leyes, jueces, policías, gendarmes, medios de comunicación y balas para que así sea. La pregunta crucial es ¿de qué lado ubicamos nuestra solidaridad? Santiago la ubicó en la comunidad, y le costó la vida.

La tierra, la nación y el Estado

La población indígena de todo el continente sufre el saqueo ininterrumpido de su tierra. No es pasado remoto de chiripá,  boleadora y conquistador como Billiken o Lanata pretenden transmitir, es presente angustiante. En las sierras del Perú, en el Amazonas del mineral, en el impenetrable chaqueño o, en este caso, en la Patagonia neuquina el saqueo continúa con los hijos de los hijos. Dice nuevamente Mariátegui en sus siete ensayos de interpretación sobre la realidad peruana: “La supervivencia de un régimen de latifundistas produjo, en la práctica, el mantenimiento de latifundio. Sabido es que la desamortización atacó más bien a  la comunidad. Y el hecho es que durante un siglo de república, la gran propiedad agraria se ha reforzado y engrandecido a despecho del liberalismo teórico de nuestra Constitución y de las necesidades prácticas del desarrollo de nuestra economía capitalista. La cita es perfectamente válida para nuestro país: el estado argentino nace sobre el cementerio indígena para crecer en el latifundio. El famoso Shopping Center Patio Bullrich de la ciudad de Buenos Aires era la lujosa oficina de la inmobiliaria de Adolfo Bullrich en la que se comerciaban las tierras conquistadas tras las masacres de las Campañas del Desierto. La compañía inglesa Tierras del Sur adquirió entonces más de un millón de hectáreas de las cuales, ya a fines del siglo XX, Benetton compraría su mayoría. La ministra de seguridad mata en su apellido.

Pero el valor de la tierra crece y cambia. Aquí, en la provincia de Córdoba, se manifiestan disímiles ejemplos. En las Sierras cordobesas, antes improductivas, se acrecentaron en las últimas décadas los desalojos por emprendimientos turísticos o de viviendas de élite; el cerro Chapelco y otras maravillas naturales de la región dan nuevos bríos a las quitas de tierras a sus históricos habitantes. Y en las ciudades, con el proceso llamado de gentrificación, sucede algo similar: valga recorrer aquí en Córdoba el barrio Güemes y, al inverso, el barrio-ciudad Ciudad de los Cuartetos.

Ser rico hoy es habitar la ciudad evadido de ella. Ser pobre es padecerla. Nuevamente el problema, en el fondo, es la propiedad de la tierra y su acceso, así como la acumulación y mercancía que de ella hacen los grandes capitales. No es una cuestión mapuche, tehuelche o del pueblo comechingón, es una cuestión de todos los barrios, de todos los techos, de todos los pueblos. Es una cuestión de clase… Pero, ¿qué pasa con lo superestructural? ¿Qué hay sobre la tierra?

La nación es la cultura, la interpretación del mundo que aúna a la comunidad, los saberes y haceres compartidos. Sobre la tierra hay, en primer término, naciones. Mas cultura y tierra van de la mano, o de los pies, pues las cosmovisiones nacen de ella y las llevamos aunque estemos en el mar. Nos dice Rodolfo Kusch: “Detrás de toda cultura está siempre el suelo. No se trata del suelo puesto así como la calle Potosí en Oruro, o Corrientes en Buenos Aires, o la pampa, o el altiplano, sino que se trata de un lastre en el sentido de tener los pies en el suelo, a modo de un punto de apoyo espiritual, pero que nunca logra fotografiarse, porque no se lo ve.[2] La nación Mapuche habita la Patagonia de ambos lados de la cordillera desde siglos atrás: el Puel Mapu, de este lado, y el Gulu Mapu hacia el Pacífico. La presencia mapuche en el Puel Mapu está documentada al menos desde el siglo XVII, junto a la de otras muchas naciones que habitaban el posterior suelo argentino. Sin embargo la gran prensa, cuya solidaridad está del lado opuesto a la de Santiago a punto tal que requeriría una nota específica respecto de sus falsedades y hasta disparates, insistió que los mapuches “son chilenos”, construcción discursiva sedimentada en años de socialización hasta formar parte del sentido común conservador de nuestro país. Pero Chile y Argentina, valga repetir la obviedad, son Estados muy posteriores a la nación Mapuche, y el supuesto propietario del capital es (era) italiano, lo que parece no representar conflicto alguno a la opinión pública. La complejidad de lo cultural queda solapada en las más viles construcciones mediáticas repetidas hasta con orgullo por quienes no ven en la solidaridad más que la limosna. Nuevamente Kusch lo resume así: “El panorama cultural americano es penoso. Por una parte se da la gran ciudad, requerida por un cosmopolitismo forzado, sostenido por una clase media evadida de la realidad, que campea entre empresarios y novedades importantes, y por el otro lado la pequeña ciudad en la cual el resentimiento lleva a un folklorismo extremo.[3]

Sobre la tierra, sobre la nación, hay Estados. De sus tantas acepciones, pensemos aquí al Estado como un conjunto de instituciones que regulan la vida de la población en determinado territorio. Para la vida necesitamos salud, educación, transporte, seguridad (que conlleva el monopolio de la violencia), etc.; organizado en tres poderes y tres niveles, ese es el rol de las instituciones del Estado moderno. Parece básico pero lleva aquí al menos a dos problemáticas. 1) ¿Qué sucede si no se cumple? Si el hospital no me cura, si la escuela no me educa, ¿quién es el responsable? Rápidamente pensará usted: quien dirige el Estado. Entonces ¿si una fuerza de seguridad del Estado me reprime y me desaparece? El Estado argentino tiene en su haber un extenso currículum en represiones y desapariciones, por ello quizás tantas fibras fueron tocadas en este caso, y por ello deben responder los responsables políticos del caso. 2) ¿Cuál es el alcance de sus instituciones y leyes? Si Argentina es un Estado-nación ¿Qué sucede con las naciones anteriores al Estado? Pues el Estado reconoce las naciones preexistentes, pero dice ser un estado nacional, una cultura común ¿Entonces? ¿Qué hago con mi nacionalidad mapuche si habito el Estado-nación argentino? ¿Cuál es la cultura argentina? Mientras en España vascos y catalanes luchan por serlo con procesos independentistas, y en Argentina el Estado reprime las naciones preexistentes en un continuum de otredad sarmientina, Bolivia dio el ejemplo al mundo aceptando constitucionalmente que no es un Estado nación, sino un Estado Plurinacional que reconoce la autonomía de sus múltiples naciones.

Como dijimos, el Estado argentino nace con el latifundio y fue es y será su garante. Es la constitución liberal de la que habla Mariátegui para su país. Sobre ese suelo latifundista, sobre ese Estado garante, se difumina la nacionalidad, la cultura de la “civilización o la barbarie”, de lo europeo sobre lo americano, de la clase media cosmopolita, del eterno mito del desarrollo y el progreso frente al estar siendo del indio. Las tres patas completan la mesa que mató a Santiago Maldonado: la tierra, la cultura y el Estado para pocos.

 

La pregunta

Como vemos, los laberintos supraestructurales de las leyes, las nacionalidades, los Estados, las pertenencias, el sentido común, las construcciones de la prensa, las tendencias políticas de gobernantes y gobernados nos llevan a un sinfín de discusiones sobre las que se han montado los dimes y diretes de la desaparición de Santiago. No solo de pistas falsas está hecho el encubrimiento. La movilización y la pregunta lograron mantener en escena su desaparición, pero quizás la lucha de Santiago, la lucha del pueblo por la tierra, fue sí invisibilidad o trastornada en ejes supraestructurales como siempre se hizo, desde la evangelización colonial, que buscaba la tierra bajo las alas de la cruz, hasta nuestros días. Esa es su victoria. Es necesario volver a Mariátegui, volver a la comprensión profunda del conflicto, volver a la tierra para ser vida, para volcar nuestra solidaridad de mayorías del lado del oprimido, para transformarlo todo, para nunca dejar de preguntarnos qué sucedió con Santiago Maldonado.

*Integrante de Contrahegemonía web.

[1] Mariátegui, Carlos: “Ensayos, reflexiones emancipatorias”. Linkgua-digital. Barcelona. Pág. 27.

[2] Kusch, Rodolfo: “Geocultura del hombre americano”. Ed. Fernando García Cambeiro. BsAs. Pág. 74.

[3] Idem. Pág. 67.

Foto: Colectivo Manifiesto

Charlas en el Monte. Sobre Santiago Maldonado y su misión en la Tierra // Tomás Astelarra

Estamos en minga limpiando el terreno de siempreverdes para una ceremonia de ayahuasca. Frenamos a fumar un puchito a la sombra de un tala. El Colorado expresa una teoría mesiánica sobre Santiago Maldonado. El artesano anarquista sería una especie de mesías o Jesús moderno que vino a esta vida para morir divulgando la realidad de los pueblos mapuches y la represión sistemática de los movimientos sociales. No entendemos si es una reencarnación de buda o un extraterrestre que se materializó para ayudar a la humanidad. El Colorado da datos de la imagen bíblica de la cara de Maldonado, su repercusión mediática, los altares dispersos el día de la autopsia, ciertas confluencias en los vectores del mapa astral el día de su nacimiento, el destino inefable de ciertas almas en la Tierra…

El jipi Matías con su voz chillona y siempre polémica salta con los tapones de punta: “Acá el problema es el mensaje. ¿Dónde está Santiago Maldonado? Manga de boludos. Todos sabíamos dónde estaba. Lo había matado gendarmería. El discurso de los desaparecidos es de Videla, de la dictadura. Y nosotros ahora lo estamos legitimando. Y el gobierno de Durán Barba, heredero de la dictadura, que es muy pillo, utilizó el error y entonces dijo: ¿Quieren saber dónde está? Acá está. Se ahogó en el río”.

El contraste entre estas dos teorías posibles pero radicales para uno y otro lado de la esfera mística-política nos da una hilarante risa, y tras desarrollar otras complejas problemáticas de geopolítica internacional, desde los supermercados chinos de Traslasierra a la Era de Acuario y las luchas feministas, volvemos al trabajo.

“Sin la movilización no hubiéramos llegado a ningún lado”, declara Sergio Maldonado en una entrevista a la Izquierda Diario. La imagen de Maldonado y la posibilidad del recurso mediático masivo generaron situaciones que rondaron entre la realidad y el delirio, desde los exabruptos de Carrió a la apropiación kirchnerista de un militante que por su condición de anarquista se hubiera revuelto en la tumba ante semejante reivindicación. Desde la editorial de Hugo Alconado Mon y María O’Donnel explicándole a los televidentes de La Nación cómo funcionan los servicios secretos infiltrándose en las marchas populares al indignante fallo del juez Marcelo Martínez  Di Giorgi imputando a los veintidós detenidos en la marcha por Santiago Maldonado en Buenos Aires, priorizando los testimonios de la policía sobre la pruebas presentadas por Correpi que demuestran la contradicción de las mismas. Lo cierto es que pasados los quince minutos de fama del buen Andy Warhol, más allá de la duda que haya quedado, de la efectividad o no de las operaciones de Durán Barba, el caso Maldonado tiende a caer en el olvido. Marchas menos masivas, poco compartir en las redes sociales, desaparición de la agenda mediática y el intrincado proceso judicial donde se pierden kafkianamente desde hace años los reclamos de los familiares de víctimas del gatillo fácil o cualquier otro abuso de las instituciones represivas del estado.

Apenas quedan las reflexiones sobre lo actuado. ¿Fue oportuna la utilización de la masividad mediática del hecho en cuestión por parte de las organizaciones sociales y las personas comprometidas, los medios alternativos, sociales y comunitarios? ¿Cómo se comunica en tiempos donde este tipo de visiones parecen haber quedado encerradas en una minoría ideológica luchando por explicar que los mapuches no son chilenos frente a un evidente crimen de Estado enmarcado en la cuarta Guerra Mundial contra los pueblos, según anticiparon los cumpas zapatistas? ¿Es estratégico comparar estos tiempos que corren en Argentina con la dictadura militar de los setentas cuando sabemos que la política en seguridad del gobierno de Cambiemos tiene también mucho que ver con la experiencia más contemporánea de Colombia o México, una experiencia invisibilizada y poco conocida, que sin embargo pone al ex presidente colombiano Álvaro Uribe Vélez como uno de los principales asesores de Mauricio Macri? ¿La figura de Maldonado visibiliza o invisibiliza la lucha histórica de los mapuches, de los movimientos antirrepresivos, de las radios comunitarias o los centros culturales anarquistas que como excusa de la búsqueda de Maldonado fueron sistemáticamente hostigados?

Debates de fondo que en el tumulto de las actividades cotidianas o la nutrida agenda de construcción denuncia y, ahora más que nunca, autodefensa de las organizaciones sociales, quizás tenga un momento o descanso, puchito, para desarrollarse.

Dossier Santiago Maldonado, elaboración colectiva de La luna con gatilloResumen LatinoamericanoContrahegemonía web, Lobo suelto y La tinta.

 

Aborto: qué pasó y qué puede pasar en el Senado el 8A // Cosecha Roja

Foto: Pandilla Feminista. Nota: Cosecha Roja
El plenario de comisiones de Salud , Justicia y Asuntos Penales y Asuntos Constitucionales se reunió esta tarde en el Senado. Estaba convocado para firmar el dictamen del proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Pero no hubo dictamen. Y todo se resolverá el 8 de agosto.

¿Qué dictamen se presentó hoy en el plenario?

*El único dictamen que se presentó es el que consensuaron los senadores que están a favor del proyecto de  IVE y que agrega modificaciones al proyecto que tiene media sanción de Diputados. Como el proyecto original no conseguiría los votos afirmativos suficientes, se agregaron algunas de las modificaciones propuestas por los tres senadores cordobeses: acortar el plazo para la realización de abortos de la semana 14 a la 12, incorporar la objeción de conciencia institucional –para los centros de salud privados– y destinar una partida presupuestaria específica para las provincias, entre otras.

*Los senadores que están en contra del aborto legal no presentaron ningún dictamen.

¿Qué pasó?

Los senadores no lograron ponerse de acuerdo en una cuestión de forma: ¿Cómo se debe computar la mayoría? ¿Se tienen que contar los votos del pleno de las comisiones (como si las tres fueran sólo una) o debe haber mayoría en cada una de las comisiones?  Para Pichetto, la mayoría es del pleno y para Pinedo, de cada una de las mayorías.

¿Y entonces?

Después de discutir sobre estas cuestiones de forma, los senadores que están a favor del dictamen lo firmaron. Sumaron 26 votos (9 en Salud, 8 en Justicia
y 9 en Constitucionales). Para obtener mayoría y que el dictamen se trate en la sesión del 8 de agosto necesitaban 27. No hubo dictamen.

¿Qué se decidió?

Al no obtener mayoría el dictamen y como el plenario de comisiones no puede decidir sobre la interpretación del reglamento, la discusión se retomará el 8 de agosto.

¿Qué va a pasar el 8 de agosto?

Lo primero que se va a tratar el 8 de agosto es si el dictamen que firmaron los senadores que están a favor de la legalización del aborto es válido. Si consideran que tiene validez, ese será el proyecto que se vote en la sesión. Si consideran que es inválido, el proyecto que se tratará es el que obtuvo media sanción en Diputados.

La mató por piba // Diego Valeriano

De chiquita quería ser policía. Nació así. Quería hacer el bien, lo que corresponde, lo que debe ser,  lo que le enseñaron. Seguro también quiso ser maestra, estar en el ejército, y un poco se tentó cuando los primeros gendarmes llegaron al barrio. Aprendió a sentir como sienten los antitodo, a ortibarse, a ser educada con las vecinas, a sentir empatía de esa manera extraña que sienten ellos.

Sufrió como sufren todas las pibas que se hacen policías. Aprendió a callar, a perder, a mirar para otro lado. Lourdes supo que ni el fierro, ni el chaleco la mantendrían a salvo de sus compañeros y jefes. Cebó mates tardes enteras al costadito del comisario. Escuchó y vio cosas, nunca recibió nada a cambio. Las minas son leales, solía decir Fernández y así la plata se repartía entre tipos. 

La guita no alcanza para nada y menos cuando sos mamá. El sueldo se le esfuma entre las tarjetas y los préstamos. Tiene que salir a hacer adicionales, esos adicionales que hacen las minas policías. El tren, un bondi, otro tren y un último bondi. Tres horas para llegar a la guerra. Viajaría menos si fuera tipo, si fuera pillo, si en lugar de cebar mates y estar en silencio hubiera aceptado la mirada pajera de Fernández.

La crueldad siempre es manija. Llevan diez minutos sin hablarse y les quema la ansiedad de que pase algo. Cuando ven a Lourdes en la parada del bondi saben qué es lo que tienen que hacer. Como supieron qué era lo que tenían que hacer cuando se cruzaron a un gendarme dos cuadras más atrás. El chabón sin tener uniforme era gendarme. Alto, morocho, tipo. Ni uniforme, ni chaleco y el fierro guardado en el bolsito sin tiempo a nada, pero siguieron.

Lourdes es piba, chiquita, carita linda y ellos que odian a la policía, pero más odian a las minas. Un odio ancestral y cercano. Un odio a todas las pibas que los abandonaron, a las madres que ya no los lloran, a las hijas que dicen amar y extrañan solo cuando toman toda la noche y no paran de hablar. Un odio cargado de sus frustraciones y miedos. Un odio de cuando fueron minas para otros.

Cuando el Clio frenó, Pablo bajó con el fierro en la mano decidido a todo. Necesitaban guita, necesitaban otro fierro y también él necesitaba demostrar quién era. Gritó, apuntó y tiró. Supo al instante que había sido certero, supo que ahora tenían un fierro más, supo que ahora iba a ser un poco más respetado. Se acercó a ella, le agarró la 9 y se fue corriendo al auto, sabiendo que también la mató por piba.

 

¿Cómo leer hoy lo que pasó con Santiago Maldonado? // Reflexiones entre Soraya Maicoño, Neka Jara y Maura Brighenti

Una conversación “circular” entre Soraya Maicoño -werken de la Pu Lof en Resistencia Cushamen-, Neka Jara y Maura Brighenti -ambas militantes populares de la zona sur del Conurbano-.

 

NJ: ¿Cómo leer hoy lo que pasó con Santiago Maldonado?

SM: Santiago estaba ahí para pedir la libertad del Lonko Facundo Jones Huala que había sido detenido ilegalmente, hacía un mes, sometido a un segundo juicio de extradición. Lo que nos habían contado es que Santiago tenía mucha empatía y mucho compromiso con la lucha del pueblo mapuche y que había estado anteriormente en otras comunidades principalmente en Chile. Cuando se enteró que había una volanteada en la ruta 40 pidiendo su libertad, él pidió para estar en esta lucha. Pasó un año de su desaparición y aparición sin vida y el Lonko sigue preso. Es evidente que el poder político, jurídico, económico y mediático no tiene ningún problema a tener gente presa ilegalmente, aun sin sentencia.

A Santiago lo desaparecieron el 1 de agosto con un ingreso ilegal de gendarmería a la comunidad de Resistencia Cushamen. El territorio es muy amplio y generalmente la gente no mapuche no lo transita demasiado más que en el puesto de guardia y eso le jugó en contra a Santiago, porque los otros lamien supieron, de alguna manera, resguardarse de la persecución de gendarmería. Llegado al río ya no supo para donde seguir y se lo terminaron llevando. Siempre pensamos qué reacción habrá tenido la gendarmería cuando le quitaron la capucha y se encontraron con un blanco porque ellos, en verdad, iban a balear y a detener a cuantos mapuches pudieran.

A partir de ahí es como que empezó una historia nueva, que tiene que ver con el hecho de que la desaparición de Santiago en una causa mapuche, sin ser mapuche, visibiliza la situación que estamos viviendo como pueblo. Como pueblo en general, no sólo como Pu Lof. Porque situaciones de desaparición y de muertes de hermanos mapuches venimos sufriendo constantemente. Ya sea porque desaparecen y nunca más sabemos de ellos, o porque aparecen muertos y nunca se puede llegar a esclarecer lo que pasó. Hay muchos intereses inmobiliarios en nuestros territorios y también situaciones de mucha tristeza, de extrema pobreza, donde muchos terminan muriendo ante el hecho que nada alcanza para defender sus territorios.

Esta situación también ayudó a tomar un poco más de conciencia de lo que está pasando con la tierra, con la extranjerización en manos de un puñado de empresarios que hablan de la posibilidad de generar trabajo para la gente a cuesta del avasallamiento del territorio, del empobrecimiento, saqueando la tierra y dejándola inservible, alterando las condiciones climáticas, con sequias y contaminación de las aguas.

Nosotros siempre decimos, y esto no lo digo yo ni tampoco la Pu Lof, lo escuchamos mucho de Isabel Calfullanka que es una lamien que hace 5 años atrás le desaparecieron a su hermano y a su sobrino en Cholila. Eran testigo de un conflicto que había sobre unas tierras, desaparecieron. Todavía no sabemos nada de ellos. Ella decía que no espera justicia, porque la justicia no está hecha para los pobres, pero si por lo menos que se sepa la verdad, qué se sepa que pasó, dónde están, quién se los llevó. Si los mataron, cómo los mataron. O si no dónde los tienen. Esto es lo que nosotros también un poco sentimos, que la sociedad en general sepa en realidad lo qué pasó, porque los medios hegemónicos siempre han encubierto a gendarmería, al Ministerio de seguridad y a este Estado genocida.

Yo creo que esto lo permitió el hecho de que Santiago no era un mapuche sino un blanco. Y esto no lo digo porque una vida vale más que otra, pero cuando nos asesinan a Rafael Nahuel no tuvo la misma repercusión. El asesinato de Santiago involucró a una gran parte de la sociedad que sintió empatía y repudió el hecho.

 

NJ: Para nosotros el accionar de un Estado roquista nunca desapareció y hoy está más vigente que nunca. No podemos leer lo de Santiago Maldonado sin pensaren  el avance del Estado sobre comunidades que están en territorios “estratégicos”. Y no podemos leerlo desentendiéndonos de toda esta ansia de ocupación de territorios a través del extractivismo y de los negocios inmobiliarios.

Para nosotros, a cumplirse un año de la desaparición de Santiago, es un desafío fuerte poner en palabras cómo en el último año el Estado ha avanzado muchísimo en cuanto a control y ocupación de territorios a través de la militarización, la represión y los asesinatos.

 

SM: Antes era la doctrina Chocobar y ahora son las botas. Es importante no descontextualizar. Nosotros siempre decimos a Santiago no se lo llevaron de un boliche, no fue un caso más de gatillo fácil, que tampoco es menor, fue en un contexto de una recuperación territorial en dónde la autoridad máxima de este territorio está detenida ilegalmente. La desaparición de Santiago y su aparición sin vida no están por un lado y la causa mapuche por otro. Santiago estaba ahí porque creía en la importancia de la recuperación de este territorio para la vida de una comunidad.

La sociedad argentina tiene que empezar a trabajar hacia adentro su plurinacionalidad, porque cuando uno empieza a recordar quien es y a recuperar su memoria, también empieza a darse cuenta de la necesidad de recuperar el territorio.

El estado nunca va a reconocer que nosotros estamos recuperando, para ellos estamos usurpando y Benetton parece más autóctono que nosotros. No recuperamos con la especulación con la que lo hace el Estado y lo pueden comprobar en cada recuperación territorial que se haya hecho. Lo hacemos para sostener el territorio y la naturaleza en su estado de equilibrio, que es un estado que necesitamos para estar bien también nosotros, un equilibrio que en las ciudades se pierde. El ser urbano a veces pierde este norte, la posibilidad de verse, no solo como trabajador o ciudadano, sino como ser humano que tiene ancestros que dejaron atrás pueblos, culturas, historias, buscando mejores condiciones económicas. No dejaron solo un lugar geográfico, sino toda una ancestralidad, una forma de vida. Y al perderla compran el discurso hegemónico, racista. El territorio para nosotros es la posibilidad de autodeterminación, de autonomía. Es una forma de vida diferente a la que nos propone el capitalismo, que es adormecimiento y vacío espiritual. Te llena una heladera, una alacena, te da un cero kilómetro, pero te vacía el corazón. Te vuelve esclavo.

Nosotros como pueblo tenemos nuestras prácticas ancestrales, nuestras ceremonias, nuestra educación, nuestra medicina. No nos interesa, como se dice a veces, crear un estado paralelo, sino ya que nos pusieron alambre en nuestro territorio, adentro del alambre decidimos como ser, quienes ser y bajo nuestras propias formas sin que ningún gobierno nos imponga qué ser y cómo hacerlo.

 

NJ: Otra cosa que pudimos pensar mucho a partir de Santiago Maldonado es el tema de los derechos humanos en la actualidad. Para nosotros, fue muy importante después de la última dictadura el rol que jugaron los movimientos de derechos humanos y las diferentes luchas que surgieron a partir de esto. Hoy las luchas por los derechos abren nuevos desafíos, como esto que señalabas, los derechos de los pueblos a recuperar sus territorios y a cuidar los bienes de la tierra. El derecho a la autodeterminación, etc.

 

SM: Por eso hablaba de la importancia de la lucha plurinacional. Hay que reconocer que en Argentina no hubo un solo genocidio

 

NJ: Y es la misma soga que amarra todos los genocidios…

 

SM: Existió un  genocidio hacia los pueblos originarios, hacia los negros… genocidios que fundaron el Estado argentino. Y esto hay que estudiarlo, reconocerlo.

 

MB: La libre determinación de los pueblos justamente tiene que apuntar a la posibilidad de ejercer su propia forma de justicia, lo que siempre se ha atropellado respecto de las comunidades originarias. El Estado no tendría por qué juzgarlos a ustedes.

 

SM: Nosotros tendríamos que tener la posibilidad de impartir nuestra justicia. La justicia que nos impone el Estado no tiene nada que ver con nuestros tiempos, nuestros ritmos. Para poder responder a lo que nos piden nos sacan de nuestros propios tiempos. Permanentemente nos obligan a entender las leyes, los códigos, los protocolos, pero nunca hacen el mínimo esfuerzo por entender y respetar nuestras propias pautas culturales. Como por ejemplo lo que planteaba nuestra hermana Lolita Chávez de Guatemala, que no sólo el ser humano tiene derecho al agua, el agua también tiene derechos. Lo que para las empresas es un recurso, para nosotros es un bien de la naturaleza.

 

Dossier Santiago Maldonado, elaboración colectiva de La luna con gatillo, Resumen Latinoamericano, Contrahegemonía web, Lobo suelto y La tinta.

Fotos: Colectivo Manifiesto

Santiago Maldonado / Nahir Galarza: La didáctica disrupción de l@s blanquit@s // Jorge Falcone

El modelo de exclusión social que instauró la dictadura viene prorrogando el genocidio silencioso de cuantios@s desheredad@s, así como rebalsando prisiones con “ladrones de gallinas” sujetos a interminables procesos judiciales que esperan condena. Ambas circunstancias están absolutamente naturalizadas. Hasta que el infortunio roza a un (o una)  “semejante” de las clases medias biempensantes, que entonces sí se avienen a considerar el caso y sentar precedente.

 

El Cristo que expuso la matriz productiva de la Argentina colonial

El 1º de agosto de 2017, otro joven argentino – como Darío Santillán, como Luciano Arruga, como Mariano Ferreyra y tantos más -, llevó hasta las últimas consecuencias su defensa de nuestros recursos naturales y los territorios violentamente arrebatados a los pueblos originarios por antepasados y socios de la dirigencia que nos gobierna. El precio que pagó por su apego a los más altos valores humanos ya es de dominio público.

Hasta nuevo aviso, el informe oficial sentencia que Santiago Andrés Maldonado se ahogó en el Río Chubut. Pero es lícito dudar que en el libro del destino estuviera escrito que debía morir en dicha ocasión. Preferimos tomar por cierta la información desclasificada por el periodista Ricardo Ragendorfer, quien sostiene que su cadáver no estuvo en el agua más de cinco días, y que la única cámara frigorífica de la zona se encontraba en la Estancia Leleque, propiedad del Grupo Benetton, predio donde hay además una comisaría provincial y una escuela. Sus campos flanquean la ruta que va desde Esquel hasta cerca de El Bolsón por decenas y decenas de kilómetros.

En aquella circunstancia, cuando la Gendarmería persiguió a los mapuches después del corte de la carretera, Santiago terminó sumergido en el citado cauce. De modo que, tal como sucediera con tant@s patriotas secuestrad@s por la dictadura y luego reaparecid@s como abatid@s en supuestos enfrentamientos,  ninguna interna entre el oficialismo y sus fuerzas de seguridad consiguió disimular que el militante anarquista fue víctima de desaparición forzada y que esta se produjo durante el salvaje desalojo de la Ruta 40 solicitado por el Presidente Mauricio Macri a la Ministra de Seguridad Patricia Bullrich.

Ahora bien, ¿quién era ese joven de apariencia crística en cuyo amigable semblante se espejó buena parte de la opinión pública multiplicando exponencialmente aquella imagen en stencils, proyecciones murales y redes sociales?

Santiago fue un artesano y tatuador nacido el 25 de julio de 1989 en la ciudad de Veinticinco de Mayo (provincia de Buenos Aires). Unos meses antes de su desaparición se había instalado en la ciudad de El Bolsón (provincia de Río Negro), a unos 70 kilómetros del lof donde se denunció su desaparición. Maldonado apoyó a las comunidades aborígenes en su reclamo por la propiedad de las tierras.​ La familia del artesano afirmó que el joven “nunca tuvo militancia política. Porque descree de la política. Él tiene un compromiso social”, y que no era miembro del grupo conocido como RAM (Resistencia Ancestral Mapuche).​ Personas cercanas a él calificaron sus ideas como anarquistas,​ indigenistas,​ humanistas y solidarias;​ su hermano Sergio ratificó a la prensa que Santiago “se definía como anarquista”. Maldonado se dedicó también a la pintura, siendo autor de varios murales realizados en su pueblo natal.

En conclusión, un joven de aspecto caucásico y mirada serena, dueño de una fisonomía absolutamente cercana a la media de nuestra inmigración europea urbana, y en las antípodas de la apariencia patibularia con que trascienden en la prensa los nadies que faena cotidianamente el “gatillo fácil”.

En todo caso, lo destacable consiste en que dicha “excepción” contribuyó a visibilizar como pocas veces antes la silenciosa extranjerización de nuestro patrimonio territorial y la afligente situación que vienen atravesando l@s antigu@s dueñ@s de la tierra desde la Campaña del Desierto.

Efectivamente, en 2011 el Congreso sancionó una ley que creó el Régimen de Protección al Dominio Nacional sobre la Propiedad, Posesión o Tenencia de las Tierras Rurales. Allí, no sólo se fijó el límite de 15% sino que también se estableció que el Ministerio de Justicia iba a estar encargado de hacer un relevamiento de la propiedad de todas las tierras a nivel nacional.

Catalogado como “pueblo histórico” en Salta, San Carlos se encuentra a 24 kilómetros de Cafayate, en los Valles Calchaquíes. Tiene la particularidad de encabezar el listado confeccionado por el Ministerio de Justicia: el 58,7% de sus terrenos fueron comprados por extranjeros.

Molinos (también en Salta), con el 58%, General Lamadrid (La Rioja), 57%, y Lácar (Neuquén), 53%, son otros departamentos que se destacan en el ránking. No hay que irse muy lejos igual: en Campana, provincia de Buenos Aires, el 50% de las tierras pertenecen hoy a extranjeros.

En tributo al solidario sacrificio de Santiago entonces, sería menester que una activa militancia mayoritariamente urbana y condicionada por la agenda diaria que obliga a combatir el hambre planificado, a menudo desencontrada de las asambleas ambientales que en contextos rurales reclaman soberanía alimentaria peleando contra los agrotóxicos, no desatienda en su abnegada lucha la causa de la tierra y el territorio.

 

La Barbie que expuso la misoginia de una Justicia digna de la Inquisición

Nahir Galarza también interpela desde su pertenencia social: es rubia, educada, “gente como un@”. Pero también intimida: mostrarla como fría y calculadora, nos releva de admitir que a menudo sostenemos relaciones insanas, y que la violencia no es necesariamente inherente a los hombres, sino un componente clave del ideario  patriarcal imperante.

Se trata del drama circular de una sociedad que ha canonizado el destino de Los Amantes de Verona como oscuro paradigma del amor romántico. Cuatro siglos después de aparecido el texto shakespeariano, su tanática impronta sigue gravitando sobre las relaciones amorosas. Y el comportamiento del Moro de Venecia también reaparece a diario en la crónica roja, involucrando incluso a las nuevas generaciones.

 

El asesinato de Fernando Pastorizzo, perpetrado por la bella joven entrerriana, ocupó durante un lapso prolongado la primera plana de los medios gráficos y el prime time de los televisivos. Ante el lugar común de los femicidios, la eliminación de un hombre a manos de una mujer en el seno de una relación signada por la violencia, capta la atención colectiva porque viene a invertir la norma. Y más aún, porque ella no encarna el arquetipo habitual de las personas que delinquen.

Culpable pues en mayor o menor grado, Nahir ya es la mujer más joven en recibir la pena máxima para un delito. Alevosa o desesperada, viene a ratificar el mito patriarcal de la “media naranja”, según el cual nadie está completo sin un otro que valide su totalidad. Marchitando sus 19 años en un calabozo o consiguiendo más temprano que tarde salidas transitorias, aún sin antecedentes pasará a la historia como aquel siniestro Robledo Puch  mediáticamente bautizado “El Ángel”. Para que los enemigos del “Ni una menos” tengan al fin su estandarte.

Ahora, para que el hecho no interpele a la media de la opinión pública, habrá que exorcizar el perfil de la victimaria a los efectos de mantener distancia con la supuesta desmesura de su proceder.

El ritornello de “la maté porque era mía” (o mío, en el caso que nos ocupa) tiene un carácter sistémico y por ende transgenérico, ya que traslada la noción capitalista de propiedad privada al universo de las relaciones amorosas, convocando – en situaciones límite – a descartar al ser amado ante la obsolescencia de su sentimiento. Alimentando dicha constante, los culebrones de consumo masivo consolidan la creencia de que la muerte es la prueba más categórica del amor absoluto. Mientras no deconstruyamos ese imaginario difícilmente se materialice la expresión de deseos que hoy surfea la “ola verde”, anunciando que “el patriarcado se va a caer, se va a caer”.

La inusual celeridad y dureza de la sentencia que mereció el proceder de Nahir Galarza nos habla entonces de una sociedad mejor dispuesta a defender su rancio statu quo que a darse tiempo para indagar a fondo el contexto de violencia que según testigos habría signado la relación. Con una saña a la que peligrosamente nos estamos acostumbrando, el aparato mediático hizo su faena de rigor “denunciando” que la joven “salía con cinco hombres simultáneamente”, en una verdadera reedición del Martillo de las Brujas, importante tratado publicado durante el Renacimiento, que prescribía cómo castigar a las mujeres que practicaran la libertad sexual o curaran con elementos naturales.

Bienvenida sea pues la visibilización de los fenómenos que los casos aquí considerados propiciaron, tanto de la alarmante enajenación de nuestras tierras como de las nocivas y caducas matrices de pensamiento con que tramamos nuestras relaciones. Pese a que por lo general no merezca la misma atención colectiva el vejamen de diverso orden que diariamente padecen l@s oscur@s de la Historia.-

Dossier Santiago Maldonado, elaboración colectiva de La luna con gatillo, Resumen Latinoamericano, Contrahegemonía web, Lobo suelto y La tinta.

Fotos: Colectivo Manifiesto

Literatura cinematográfica (y viceversa) // Leandro Almeida para La tinta

El cine se nutre de la literatura, lo sabemos. Pero también: los textos literarios muchas veces parecen una película. Un ensayo sobre el diálogo que hermana estas expresiones artísticas.

En el capítulo introductorio del documental The story of film: An OddiseyMark Cousins afirma: “No hay flashbacks enShakespeare”. Ese invento, el flashback, es apenas uno de los procedimientos narrativos del cine que recupera la literatura. Sí, la literatura -que tanto ha aportado al cine- en más de una ocasión parece estar contando una historia a la manera de un film. La enumeración de hechos, la descripción de espacios, decorados, disposiciones de los personajes, la creación de imágenes -sobre todo visuales, pero también auditivas-, suelen hacer que las esferas de lo literario y lo audiovisual se crucen.

El cine se nutre de la literatura, lo sabemos. Pero también: los textos literarios muchas veces parecen una película.
La idea no es novedosa. John Berger reconoce en Whitman —“que nació hacia fines de la era napoleónica y murió dos años antes de que se filmaran los primeros rollos de películas”— nuestra “visión cinematográfica”. En su texto Cada vez que decimos adiós, un ensayo inaugural para los enamorados del cine, Berger copia la sección 8 de Canto a mí mismo de Whitman para ilustrar su idea. Observemos este fragmento:

El mozo y la doncella de mejillas empurpuradas
descienden entre los arbustos de la colina.
Yo los espío desde arriba.

Hay al menos dos planos en esta escena: el reconocimiento de ese “Yo” que observa, el protagonista que espía a los enamorados. No sabemos mucho de ese plano, pero alcanza con sus ojos para saber qué está mirando, así que bien puede ser un primerísimo primer plano, quizás apenas en contrapicado, porque está en lo alto. Como es Whitman, bien podrían estar iluminados sus ojos, remarcando las sombras de su rostro cansado. El otro plano (que con ese solo alcanza para esta estrofa), muestra a los enamorados descendiendo. Este plano va primero, pero en la película es probable que ya sepamos que el protagonista está arriba, mirando. Sabemos que hay luz solar, pero probablemente es el amanecer o el atardecer para remarcar el color de las mejillas. Es un plano general, con cámara subjetiva, en picado. El sonido ambiente seguramente se ve opacado por el silencio rotundo de quien descubre, y la música de amenaza, de suspenso. En este plano hay descripción de vestuario, porque deben ser un mozo y una doncella, y también maquillaje, para resaltar las mejillas y lo que están diciendo.

Pero Whitman no conoció el cine. Sus recursos son anteriores. De tanto cine descubrimos los planos, la quietud de la cámara, la angulación, reconocemos roles de producción, nos armamos la película.

Es demasiado arriesgado afirmar que hay procedimientos cinematográficos en la escritura de algunos cuentos, novelas, poemas. Deberíamos revelar el proceso de escritura de cada escritor y escritora a quien sometemos a semejante juicio. Y no tiene mayor mérito tampoco. Más bien es válido admitir que de tanto mirar películas reconocemos algunos procedimientos narrativos similares, aun cuando cambian los lenguajes. Entonces, aventuramos que El viento que arrasa de Selva Almada es una novela bien cinematográfica, o que Relatos salvajes de Szifrón está bien cerca de los relatos de María Teresa Andruettoen Cacería -y no sólo por el tópico-, y que Saer y Conti estaban realmente inmiscuidos en el cine. Hay huellas, rastros, escenas de acción y de quietud, con música estelar o susurros del agua calma que desafía, en algunas lecturas con las que nos vamos encontrando. Y develar esos cruces es develar las estructuras profundas, hallar un claro en la neblina de todo lo que ya se ha dicho.

Escribir filmando en Argentina

Haroldo Conti, además de cuentos y novelas, escribió guiones. Laura Di Marzo dice en Sobre Sudeste, el río y sus bifurcaciones —que acompaña a la edición de Sudeste de Tinta Fresca—, que Conti, “aunque desiste de escribir esta historia como guion cinematográfico, las secuencias de imágenes predominan en la obra. Conti constituye su novela, más que con hechos, con detalles, con climas, con pinceladas que se demoran en la descripción de un atardecer”.

En este sentido, Sudeste sería una película lenta, descriptiva, con gran ahínco en los detalles, en el sonido ambiente, en lo imponente del río, más que en la narración. La misma quietud que en La León de Santiago Otheguy de 2007. Y comparten más que la calma aparente que desespera.

No se puede decir que el río cambie de una manera en invierno y de otra manera en verano. Cambia. Eso es todo. Las islas, por el contrario, parecen distintas con cada estación que llega. No sólo por la intensidad del verde, en el verano, sino por algo mucho más sutil. En el invierno, desde el río abierto, se pierden en una lejanía brumosa. De pronto están, de pronto no están. Uno duda del río y piensa que es imposible llegar alguna vez, a pesar de toda esa tenue ansiedad que lo aísla y lo mece y lo acongoja en parte. Más bien son un borde ilusorio, una sombra que oscila con el horizonte, hacia el oeste. Si por fin logra acercarse, entonces parecen todavía más remotas, habitadas por el silencio y la soledad y por una tristeza irreparable.

Con esa lejanía termina La León. Pero es en la descripción de los planos comparativos donde quiero detenerme: ¿cómo reflejar el paso del tiempo en el cine? El párrafo recuerda a El cuento de Navidad de Auggie Wren de Paul Auster, y la enorme repetición de las fotos. Pero en la escritura de Conti las imágenes no son estáticas, aun cuando nada parece moverse allí. Introduce la palabra “mece” como toda alusión al bote y quien está observando, mientras espera que algún pez pique en la línea. En esa espera, la cámara se deja perder por el río, sigue las líneas de los bordes, trata de despejar la bruma, deja también que el tiempo pase. Es una toma larga y un plano que apenas se mueve. Es un plano reflexivo, general, quizás subjetivo, con cámara estática, en exteriores a la luz del día. Ángulo normal.

Y de pronto la inmediatez de la monotonía. Escribe unas páginas antes Conti:

Al caer la tarde, el Boga recogía las líneas y volvían a la casa, muertos de sueño y fastidio. Él se ponía un pantalón arriba de los calzoncillos, así como estaba, y se echaba en un rincón del pasillo. El viejo, en cambio, se lavaba con excesiva prolijidad, se ponía una camisa limpia de frisa, sin cuello, un par de pantalones enteros y el par de botas Pirelli. Luego se sentaba en la galería, partía un Avanti con la navaja Sheffield y fumaba pausadamente hasta la hora de la cena, con el perro bayo tendido cerca de él, observando el río, observando el cielo, observando la silenciosa entrada de la noche. La vieja encendía un farol.

La cámara estática deja paso al movimiento y el cambio de planos. Ya no hay quietud sino cuerpos que recuperan su animosidad. El objetivo no es el río, sino todo lo que ocurre mientras el río descansa: plano detalle de las líneas de pesca, plano general del bote con los dos pescadores que retornan a su hogar. Montaje paralelo del protagonista y el viejo: la prisa del protagonista en dos planos, la tranquilidad del viejo en por lo menos cinco, y varios segundos más de film. La entrada de la vieja, apenas su mano, y la luz incandescente en medio de la noche de otros.

Estas secuencias en párrafos se repiten mucho en la literatura argentina contemporánea. En “En el sur del mundo” de Sylvia Iparraguirre, cuento que forma parte de El país del viento, los planos se suceden estrepitosamente al llegar al clímax de la narración:

Plano general, ángulo normal, panorámica horizontal:
Ante el estupor general, su madre cruzó el espacio vacío, fue hacia una mujer tehuelche y se detuvo ante ella.
Primerísimo primer plano:
La miró fijamente unos segundos,
Plano medio (dos en un plano):
luego extendió los brazos y le puso a Mary contra el pecho.
Primerísimo primer plano (un poco más extenso que el anterior PPP):
La mujer le devolvió la mirada y por un momento interminable no hizo nada;
Plano medio (de la mujer tehuelche, con espacio sobre su cabeza):
después, levantó los brazos y sostuvo a la criatura contra sí.
Plano en escorzo:
Con dedos delicados corrió el rebozo y miró la carita. La escena quedó inmóvil.

El párrafo continúa, también la sucesión de planos. Iparraguirre introduce la palabra “escena” y no en vano. Bien podría ser un film. Se sugieren los vestuarios, el decorado. Se enfatiza en la dirección de las actrices. Hay movimiento, cambios en quienes miran. No es una escena teatral: se remarcan los detalles, hay planos que demandan mucha más cercanía visual. El silencio se acentúa. Pareciera imponerse un instrumental desgarrador por todo sonido.

Veamos lo que sucede en “Un hombre viejo a la orilla del camino” de Andruetto. Ya el título es bien visual. Y empieza con diálogo.

Primer plano enfocando desde la ventanilla del auto, que está abierta. El conductor abre la puerta:
Suba, maestro, lo llevo, le dijo.
Plano medio corto desde el interior del auto sobre el conductor:
Pensó que iba a responder con alguna palabra amable, quién no necesita eso. Él lo necesitaba, una palabra de agradecimiento, porque no todo es dinero en la vida;
Plano general al viejo y el auto:
pero el viejo sólo se acercó al auto, arrastrando la pierna. Es la gota, dijo, no me deja en paz.
Y el flashback en el segundo párrafo:
Había hecho un negocio redondo esa mañana […].

Probablemente este cuento en el cine se narraría de otra manera, porque el corte es muy abrupto. Quizás convendría hacer el flashback en cuanto un plano detalle nos revele el bulto con dinero. La descripción anterior de planos sólo sirve para ilustrar la capacidad narrativa de estos relatos, su estrecha relación con el cine, de modo didáctico. Volvamos a Conti y los sonidos:

Antes del amanecer, oyó el largo lamento de una lancha, amortiguado por la distancia. Era imposible precisar el punto que estaba atravesando en ese momento. El viejo jugaba con el sonido, adelantándolo, atrasándolo o sofocándolo. Hasta que bramó indistinto sobre la entrada de El Sueco y, a partir de ahí, creció parejamente en la noche invadiéndolo todo, como si se encaminara hacia el cobertizo y lo fuera a embestir de un momento a otro.

Inevitablemente para esta secuencia, en cine se deben generar hiatos. El sonido de la lancha se siente durante todo el día. Como es “Sudeste”, los planos serán largos y sus cambios para nada frenéticos. Pero lo que importa acá es el sonido: la lancha no se ve, sólo el río y las islas del delta. La lancha entonces está en el fuera de campo, y su bramido es lo que invade la secuencia.

Mientras que en el último fragmento de Sudeste el elemento fundamental es el sonido, en este fragmento de “Sombras sobre vidrio esmerilado” de Juan José Saer, es la iluminación, el decorado, el vestuario y el maquillaje lo que se apodera de la imagen:

Ahora estoy sentada en el sillón de Viena, en el living, y puedo ver la sombra de Leopoldo que se desviste en el cuarto de baño.

Es Viena y una mujer es la que está sentada. Sentada en un sillón de Viena. Sentada y observando. Hay intimidad así que ella debe estar en ropa íntima, en una salida de baño, quizás. Debemos leer más para enterarnos de cómo es el sillón, pero está en un living y, entre todas las habitaciones, la que se privilegia es la del cuarto de baño. Hay un color en esta imagen que no se dice, que es cálido, iluminado con luz artificial probablemente, y otra luz que proyecta una sombra que invade el living y el pensamiento de la protagonista a quien, por el momento, no le conocemos el rostro. Es “Ahora” así que el pasado es inminente y la sombra de Leopoldo es un detalle por develar.

Con tan sólo una oración, la segunda del cuento, Saer nos introduce en un universo audiovisual. Ya se ha planteado el suspense, y aunque ahondará en digresiones, el relato se fundará en iluminaciones, planos detalles y miradas inquisidoras.

Decía que El viento que arrasa de Selva Almada es una novela bien cinematográfica. Para argumentarlo, apenas voy a mencionar el montaje paralelo del final, cuando los protagonistas emprenden sus propios caminos. El coche se aleja y, antes de los títulos, y con la música de cierre, pasan ante las cámaras con sus ojos dispuestos a ver algo nuevo, ahora que ya no son las mismas. Y la enumeración en párrafos:

No lo vio el Reverendo que conducía, medio echado sobre el volante, el cuerpo dolorido por la paliza, los ojitos miopes sin anteojos […].

No lo vio Tapioca. Sacó la cabeza por la ventana y miró cómo la casa y el viejo surtidor se hacían cada vez más chiquitos hasta desaparecer por completo […].

No lo vio Leni que apenas subió al auto se echó cuan larga era en el asiento y se cubrió los ojos con un brazo […]. No lo vio el Bayo, que de un salto trepó al catre de Tapioca […].

Y no lo vio el Gringo que después de dejarse abrazar por su entenado, le pegó dos palmadas en la espalda y lo apartó con firmeza y le dio un empujoncito para que terminara de salir. Tampoco se asomó a ver cómo se iban. Quedaba solo para el trabajo, las borracheras, darles de comer a los perros y morirse. Bastante que hacer de ahora en más. Entonces, necesitaba dormir un poco antes de arrancar.

Saer, Iparraguirre, Conti, Selva Almada y Andruetto, por sólo nombrar algunas, escriben páginas enteras como si estuvieran pensando en un film, en las motivaciones que deben encontrar los actores en los personajes que van a interpretar, en el tratamiento de la imagen, en las cualidades del sonido. Detallan planos con cada signo de puntuación, nos dejan apabulladas ante un paisaje por más de un par de segundos. Recuperamos los sonidos con apenas una insinuación y nos acercamos al clímax con la enumeración de imágenes que acechan el final.

Y terminamos el libro como queriendo verlo de nuevo, y lo recordamos como luces y sombras que se agitan en la pared cansada de nuestra memoria.

*Por Leandro Almeida para La tinta.

Ser juez, con el sentido común del “hijo del vecino” // Diálogo con Rita Segato

Un conversatorio con Rita Segato, en un salón colmado de la Escuela Normal, develó los ejes principales del argumento feminista en favor de la destitución del juez Rossi.

Por Luz Alcain para Página Política

La testigo de contexto en el marco del jury al juez Carlos Rossi, la antropóloga Rita Segato, dictó una conferencia en el salón de la Escuela Normal, en Paraná, luego de la ceremonia en la que recibió el título de Doctora Honoris Causa por parte de la Universidad Autónoma de Entre Ríos (Uader).

La autora de Las estructuras elementales de la violencia fue convocada como testigo por la Asamblea Participativa de Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans. Expuso, en su conferencia, algunos de los argumentos presentados para pedir la destitución en el proceso contra el magistrado que otorgó la libertad condicional a Sebastián Wagner, el femicida de Micaela García.

Segato, en primer lugar, expuso y echó luz respecto de lo que en principio aparece como contradictorio en el pensamiento de quien es militante feminista pero también activa vocera del antipunitivismo. Tanto que expuso ante el Senado de la Nación para argumentar en contra de la reforma que privó de la libertad condicional a los condenados por determinados delitos, norma que justamente intentó dar respuestas a la conmoción que en todo el país produjo el crimen de la joven entrerriana.

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Foto: Colectivo Manifiesto

Vulnerables

Para Segato, el jury en marcha “es de algún modo un juicio pedagógico, en el sentido de mostrar que el agresor contra las mujeres es el agresor de un crimen mayor y no de un crimen menor”, categoría en la cual se ubica siempre la violencia de género, según la antropóloga.

Mencionó que “el garantismo” es uno de los argumentos centrales en su exposición como testigo de contexto. “Soy garantista, soy antipunitivista”, dijo y trajo a colación los conceptos de Eugenio Zaffaroni en el libro En busca de las penas perdidas. “Él habla allí de un pensamiento muy antiguo ya que es la idea de las cárceles como continuación de la colonia donde están los ‘no blancos’ y los pobres. Es un libro importantísimo que muestra que a quien se encarcela es la parte vulnerable de la sociedad”, resumió la idea del exjuez de la Corte Suprema de Justicia.

Para Segato, el garantismo “tiene su base en un precepto que es la acción afirmativa, la discriminación positiva que hacemos en relación a aquellos que han sido desfavorecidos por la Historia”. “Es una categoría de los Derechos Humanos, una discriminación positiva en favor de mujeres, de los no blancos, de la población LGBT que se expresa en leyes, reglamentos. Ese precepto está detrás del garantismo porque si no no haría falta hablar de garantías, para algunos sujetos tenemos que decir que hay garantías porque no es obvio, porque para algunos sujetos no las hay”, amplió su argumento.

“En la cárcel está el agresor a la propiedad y a la vida de los propietarios, el agresor contra la propiedad concebida como dignificadora, idea que está muy dentro del derecho y de sujetos propietarios plenamente humanos”, describió Segato y, desde la perspectiva antipunitivista, apuntó: “El crimen común contra la propiedad, el crimen contra la vida de los propietarios es cometido por personas que son vulnerables y para ellos son necesarias las garantías, para los presos que son condenados y que son vulnerables porque han matado para sobrevivir, porque viven en sectores villeros, porque es un negro villero, un negro tumbero”.

Fue luego al eje de su argumento en contra de la mirada que tuvo el juez Rossi: “En el caso del crimen de género, esto se invierte porque el agresor es el poderoso y la víctima es la vulnerable. En el crimen de género, el agresor es el poderoso, el respetable y la agredida mujer no es plenamente respetable, no es plenamente ciudadana. La garantía tiene que ser en estos casos para la víctima, para compensar su desventaja. Esto es lo que dictamina una justicia con perspectiva de género, esto tiene que entrar en la doctrina”, reclamó.

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Foto: Colectivo Manifiesto

Mirada de kiosquero

Otra crítica feroz al accionar judicial, expuesta por Segato, tiene que ver con el modo en que el “sentido común de la sociedad” puede ser aplicado a una sentencia cuando se trata de crímenes de género.

Expuso el sentido común que entiende “que el crimen contra las mujeres es un crimen menor porque la sospecha moral está siempre en nosotras”. “Por eso, hacemos un esfuerzo cada día como mujeres para no levantar sospechas y eso supone pensar qué aros me voy a poner, tenemos que elaborar nuestra presentación en el espacio público, nuestra circulación. Es todo un ejercicio que tiene que ver con la sospecha moral que nos condena antes de conocernos, de manera automática”, describió cabalmente la violencia y la inequidad inscripta en la relación de géneros prevista por el patriarcado.

“Me sorprendió ver cómo el juez Rossi juzga con el mismo sentido común que cualquier persona de la sociedad, el del barrendero, el del kiosquero, el del profesor universitario”, disparó Segato. “El juez piensa con el mismo sentido común y eso los lleva a cometer grandes errores. No lo puede hacer desde una disciplina de las humanidades como es el derecho. Una de las primeras cosas que aprende un antropólogo es a suspender el modo de la vida de uno, el sentido común, para entrar en el sentido común del otro”, diferenció.

“Todas las disciplinas generan un sentido común disciplinar que no puede ser el mismo sentido común de la vida cotidiana”, reclamó Segato. “En los juicios sobre violencia de género esto no pasa. El juez piensa, tranquilamente, al sujeto víctima mujer desde el sentido común del kiosquero, del hijo del vecino. Esto no puede seguir siendo así”, concluyó.

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Foto: Colectivo Manifiesto

*Por Luz Alcain para Página Política.

HABITAR FEMINISTA // SILVIO LANG

La casa feminista es esa red afectiva y estratégica que se teje entre las amigas de una causa común. Desde lo que pasa en los cuerpos, entre ellos y lo que los mueve: #NosMueveElDeseo. Hacer con lo que pasa y con lo que nos pasa. El feminismo desde abajo no es un gobierno de las corporalidades femeninas si no una política de lo que nos pasa. Hacer de eso un principio de vida y acción. #LaMaternidadSeráPorPlacerONoSerá. El feminismo como una práctica de los modos de habitar, transverberar y organizarse. Un procedimiento de co-producción del mundo. Donde el deseo es siempre el movimiento propio de cualquier tierra. Por eso lo infraterreno de la #OperaciónAraña que la colectiva Ni Una Menos, las metrodelegadas y la Campaña por el Derecho al Aborto organizaron esta mañana, junto a más de 60 colectivos feministas, en todas las líneas de subte de Buenos Aires. Ir debajo de la tierra, a los subterráneos de la ciudad, hasta que el aborto deje de matar y el embarazo de explotar. #LaTierraTiemblaDesdeAbajo

Partir de lo que hay, de una situación irrespirable y acompañar esas situaciones concretas. Expandir sus posibilidades de fuga. Por eso la colectiva Ni Una Menos ejercita las asambleas itinerantes situadas –en la villa 21/24; en la carpa de las trabajadoras de Pepsico; en el Jaiahia de mujeres de Jujuy; en El Bolsón con las militantes mapuches; en TELÁM con las trabajadoras despedidas. El problema de la organización se reimagina como “tejido artesanal de potencias situadas” (Amador Fernández-Savater). La telaraña de la organización le gusta a la compañera que lucha. La práctica feminista intersecciona malestares y desobediencias contra la explotación del goce de los cuerpos en nuevas formas de acumulación de la riqueza. El habitar feminista quiere poblarlo todo. Donde hay un nuevo modo de sentir presiente una potencia. Donde hay una potencia ejercita un derecho. Y en sus canciones canta revolución: “Qué calor / Qué calor / Qué levante la mano como yo la que quiera revolución / La que quiera revolución…

En muy poco tiempo crear un patchwork infinito de organización, con funciones, prácticas, alianzas, intervenciones de calle, donde participan cientos. Una maraña sin centro que se da el tiempo para las articulaciones singulares. Articulaciones de pieles que crean ficciones insurrectas comunes.

Verlas y caminar con ellas,  hoy, infectando con su organización desobediente el subte es volver a creer en el mundo y sus posibles mezclas descolonizantes, o ch’ixi, como le gusta decir a Silvia Rivera Cusicanqui. Qué calor / qué calor / / Qué levante la mano la que quiera abortar / Qué sea seguro gratuito y legal / Qué el Estado y la Iglesia no repriman jamás. Si el Estado dispensa represión y la iglesia ofrece sumisión al paradigma de vida precarizada, la casa feminista propone otra felicidad que se teje en red como modo de ser. Frente a la máquina del Estado y de la Iglesia se alza, fiera, la casa feminista.

 

Martes 31 de julio, 2018.

 

Política de las arañas y las redes // Marie Bardet

«Este magma subterráneo va más allá del momento y continúa tras el clímax para incubar otras verdades, otros razonamientos, que son los que van a terminar eclosionando en la esfera de lo público, una vez concluida la fase del apaciguamiento. Y este proceso ya está comenzando»

Silvia Rivera Cusicanqui, a propósito del poder destituyente,

«Un mundo Ch’ixi es posible», ed. Tinta Limón

 

#Operaciónaraña, por las vías de subte, hace eco a la evidencia de la alianza entre todo lo que no se aguanta más: la represión policial en la lucha de los subtes por las metrodelegadas, la clandestinidad obligatoria para abortar que denuncia la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto desde décadas, y los gritos, asambleas, marchas, y paros de mujeres contra los femicidios y las violencias económicas agitados por Ni Una Menos. Hacer temblar la red de subterráneos, agitando cada línea como un filón nervioso, afectivo y político de nuestra cuerpa colectiva. #Operaciónaraña se vuelve también herramienta sismográfica para percibir las conexiones existentes entre las injusticias y violencias del patriarcado en cada estación, para trazar las redes que habitamos, arañas que cruzamos nuestras telas.

De entrada, en su llamado, pone patas para arriba las superficialidades y profundidades, lo visible y lo oscuridad de lo subterráneo: volver más visible la conexión entre las luchas metiéndose en la oscuridad bajo la tierra; hacer de las luchas sindicales, de las sexualidades, de los modos de informar-nos, de la escucha-afirmación de nuestros deseos, tantos modos transversales de lo político, asumiendo que “mezclamos todo”. Sí, mezclamos todo, porque todo está entramado. Y es solo afilando nuestras percepciones a esas evidencias de mezcla que no confunde, que no homogeneiza, que podemos imprimir otros trayectos, inventar otras «líneas de errancias”, que desvíen de las marcadas por imperativos que ya muchas, muchos, muches no aguantamos. Y aprender juntas a trazar esas “líneas de errancia”, que trazaba F. Deligny, lo arácnido en nuestras vidas, la red que marca todo gesto, también es afirmar un devenir arácnido de nuestros modos de decisiones como modo de lo político, tejer en el medio de la lucha por la legalización del aborto.

 

Arácnido, es nuestro modo de tomar decisiones.

Con la lucha por la legalización del aborto, los modos de tomar decisiones mismos reconocen sus trayectorias otras, complejas, atravesadas por muchos aspectos heterogéneos: cuando decimos “Nosotras decidimos” sabemos que esa decisión se espesa con las texturas de nuestras experiencias, y del compartir de las experiencias de todas, todos, todes como formación de lo político. Por eso, frente al reproche de que tomamos esa decisión de abortar demasiado livianamente, no contestamos, culposas, reconociendo que sí es cierto, es grave, es una decisión dramáticamente profunda. No, porque sabemos que en la alternativa liviandad superficial versus dramatismo profundo impuesta por una moral transcendental no caben nuestras redes de araña. Si lo volvemos una fiesta, es por un paciente tejido con el que le ganamos al miedo de la clandestinidad, y afirmamos que nuestras decisiones vitales no estarán marcadas por la repartición entre liviano y profundo marcada por una moral de la culpa. No, ni liviandad, ni dramatismo; asumimos lo espeso de modos de decisión: decisión-lío, decisión-enmarañada, y decisión en red.

Una decisión donde se mezclan los deseos, los imaginarios, los soportes económicos, las lecturas del contexto de nuestras vidas, las alianzas que nos fortalecen o no en ese momento. No, no es una decisión liviana, pero no tiene por qué ser gravemente profunda. Que las profundidades y superficialidades, que los graves y agudos, que los rápidos o lentos, queden librados de la clandestinidad que confina hasta hoy el aborto en Argentina, e inventen otra “lógica del sentido”, es decir otra lógica de los sentidos, de las sensaciones y de las significaciones que marcan y hacen a un mundo. Lógica de tela de araña.

Ni necesariamente dramaticamente profundas, ni superlivianas “decerebradas”; porque sabemos que lo dramático viene en gran parte de la clandestinidad y la culpa que pesa sobre nuestras decisiones por un lado; y porque afirmamos que tomamos nuestras decisiones  no solo con el cerebro, sino en otra red de cuerpo-pensamiento: pensamiento “chuyma”, por ejemplo, corazón, pulmón, hígado como recuerda Silvia Rivera Cusicanqui. Entonces es toda la idea de “decidir” que se encuentra desplazada de su raciocino reflexivo y deliberativo de un sujeto moderno modelo sin cuerpo, o que legisla sobre el. Nuestras decisiones situadas en ese andar chuyma, que se tejen con los hilos en presencia, desde los más tangibles de las condiciones económicas que nos rodean en la misma tela que los más finos de lo que aprendemos en el camino que son los del deseo y de la esperanza también de cambiarlo todo, nos atravesan enteramente, de pie a cabeza. Pensar a lo largo del camino junto con mover esa trama compleja, dónde no podemos separar los deseos de nuestras corporeidades, de nuestras imaginaciones, de nuestras reflexiones, ni nuestros gestos de nuestros conceptos. Así, más que buscar nuevxs autorxs, nuevas teorías que calzarían, hacemos guisos de lecturas, escuchas y palabras ensayadas en los últimos meses. Las citas encontradas circulan como condimento nuevo, se vuelven alimentos para las cocinas y alientos para las luchas, pero no un.a autor.a que sea LA teoría nueva. En las últimas semanas, a lo largo de tantas escuchas de las discusiones inevitables en todas las clases, de los debates en senado o diputados, de las voces de las generaciones que la pelean desde hace rato por esto y también en otras partes del mundo, se esbozó en muchas conversaciones una trama de que podemos partir de la complejidad de una trama de decisión para pelear por la legalización del aborto.

Escuchamos y gritamos las frases de las generaciones de feministas que nos preceden, “yo decido sobre mi cuerpo”, “mi cuerpo es un campo de batalla”, sintiendo la fuerza imprescindible de las que vinieron antes, de poner los pies en huellas que volvemos a trazar haciendo memoria. Repetimos como mantra estas frases, y las agujereamos con preguntas ¿“qué es este yo que dice “mi” cuerpo?  ¿Qué gesto inaugura este “sobre” mi cuerpo? ¿Qué brecha sensorial e imaginativa abre decir “nuestras cuerpas”? Y ¿qué gestos inventamos hoy destituyentes de este “yo decido” sin ceder nada a nuestra libertad de decidir? Porque sabemos que agujerear no es necesariamente fragilizar, sino escuchar-haciendo, hacer-escuchando y desplazarnos en el camino. No decidimos tal vez tanto “sobre” “nuestros” cuerpos porque sospechamos de esta posición por sobre el cuerpo y de la idea de poseer un cuerpo, pero sí afirmamos, trazamos, avanzamos decisiones libres desde-con nuestros cuerpos-sensaciones-imaginaciones-condiciones de vida-alianzas del momento-deseos vivos-miedos que arden-esperanzas que atraviesan un momento/movimiento… Y esa paradoja es la paradoja misma de una decisión que es libre tal vez, no porque pertenece a un super sujeto bien autónomo-racional, enteramente sumergido en la profundidad de su re-flexión por sobre “su” cuerpo, sino que se sabe entramada, en red, y que desde esa complejidad, se traza un gesto propio. Esa decisión también está hecha de búsqueda, de descubrimiento, de disfrute: Educación sexual para descubrir, anticonceptivos para disfrutar, #AbortoLegal para decidir.

Complejidad ni necesariamente dramáticamente profunda, ni absolutamente liviana, la de abortar, pero ¡exactamente como la decisión de tener un hijx! Sí, ¿qué se creen? ¿Que no es también un lío decidir tener hijxs o no en este mundo? Cortando zanahoria para el guiso del 13J a la noche, o en las clases siguientes de los viernes en CIA, a la vuelta del Congreso, avanzamos con esta idea: decidir tener un.a hijx ¡también es un lío! Tampoco es una decisión pura y limpiamente de un yo autoritario “sobre” “su cuerpo”. Cortábamos verduras y conversábamos de cómo la decisión de parir había sido para cada una allí un gesto complejo, lleno de preguntas y deseos y sensaciones y proyecciones y mandatos y miedos, pero también de cierta libertad de reírnos de nosotras mismas en el trayecto. Y que peleando por el aborto peleamos por una decisión “en red” de tener y no tener hijxs, por modos “en red” de tenerlxs, y también por trazar ahora nuevos gestos de crianza.  

Saber que están las redes nos permite hacer arder nuestros miedos también, las socorristas en red, primero, que cada vez más gente conoce, hasta esa red arácnida subterránea que se agita para entrar al 8A, en red. Situar lo arácnido de nuestras decisiones en las redes que tejemos en las que nos sentimos amparadas cada vez más para nuestras decisiones-líos, en nuestras respiraciones entre gritos, que agujerean con preguntas los lemas que nos fortalecen.

Decidir en las redes en las que estamos, en lo arácnido de la vida, es tomarse el tiempo-espacio de escuchar nuestros gestos, por más urgentes y fulgurantes que puedan ser.  Es tejer con una e-videncia que surge a veces sin que la podamos explicar del todo, la evidencia de que es el momento, o no, para tener hijx, ahora, más tarde, o nunca. Hacer de eso que no podemos explicar del todo también un espacio de libertad para nuestras decisiones.

Cuando desde sus experiencias en las redes de resistencia en el maquis  y de ocupación de pueblos abandonados con chicxs autistas después de la liberación, Fernand Deligny afirma: “Ningún querer [vouloir] en lo arácnido. Y en todo gesto del querer [vouloir], puede encontrarse lo arácnido, a condición de que se lo busque”, habilita gestos, modos de hacer y vivir que escapan al “yo quiero” voluntario y racional como vivibles. De tanto trazar las “líneas de errancia” de esxs chicxs, presencia de lo arácnido en sus trayectos, con un lápiz en un papel, aprendió a reconocer lo arácnido en cada uno de nuestros gestos. No es tanto que oponga la voluntad del yo quiero a lo arácnido absolutamente involutario, sino que busca la red en cada gesto del querer, y las errancias que se pliegan y despliegan en nuestros gestos, actos, decisiones. Volverse sismógrafx de esas redes de araña con la que actuamos. Desde su “vida en red”, elaboró herramientas no quedarse solo con el sobrevuelo de una voluntad “por sobre” las cosas (y los cuerpos puestos entre ellas), sino apelar y afirmar el trazo de lo arácnido en los gestos, en el actuar.

 

La #operación araña hace temblar desde el subsuelo la trama que pone en red las luchas en los hospitales con las en el subte, la lucha en la salud pública con la creación de medios otros de información, la defensa e inventiva de la educación sexual integral con las trayectorias de lucha por los derechos humanos que son como nervios que atraviesan gran parte de la sociedad argentina que supo hacer de la memoria un arma para la justicia (por eso tan fuertemente atacada por el gobierno). Sí, mezclamos todo, porque la tela está y la recorremos para aprenderla e inventar otras líneas de errancia. En ese andar arácnido, a carcajadas y a gritos, escuchando y llorando, masticamos decisiones ni profundas ni superficiales, sino espesas y entramadas, gestos atravesados por redes de arañas y encontrando la libertad en su trazar. El aborto será ley. “Nosotras decidimos”, en red, política de arañas tejedoras.

Santiago Maldonado: El Otro absoluto por el poder // Mariano Pacheco

El nombre de Santiago Maldonado ha aparecido mucho entre nosotros durante éste último año. Lo hemos invocado en reuniones, en las calles, en el estudio radial de la trinchera radiofónica, en distintos escritos publicados en papel y otros que han circulado en la red.

Es que como Darío Santillán en junio de 2002, tendiendo una mano a Maximiliano Kosteki herido de muerte; como Mariano Ferreyra en octubre de 2010, tendiendo una mano solidaria a los trabajadores precarizados del ferrocarril Roca, también Santiago Maldonado se caracterizó por ejecutar ese gesto que trasciende la solidaridad y se transforma en una actualización de lo más humano que tenemos como seres humanos: la capacidad de sentir en lo más hondo cualquier injusticia, cometida contra cualquiera en cualquier lugar del mundo, como supo remarcar el Comandante Nuestroamericano Ernesto Che Guevara hace poco más de medio siglo atrás.

Así como Darío Santillán es el nombre singular más claro de la experiencia colectiva que podríamos denominar bajo el nombre genérico de 2001 y Mariano Ferreyra de quienes crecieron al calor de ideas y prácticas de izquierda en pleno auge de las expresiones nacional-populares, el nombre de Santiago se torna fundamental –me imagino- para la nueva camada de las jóvenes militancias que están enfrentando con rigor esta nueva fase de ofensiva conservadora en la Argentina. Por supuesto, hay otros nombres, a veces menos recordados, como el de Rafael Nahuel, y algunos que aparecen otras veces englobados bajo consignas más genéricas, como #NiUnaMenos. Pero el de Maldonado logra sintetizar en una singularidad un clamor popular que es colectivo y va más allá incluso de la lucha en la que se encontraba inserto.

Santiago puso el cuerpo junto a la comunidad mapuche de Pu Lof, no sólo se solidarizó con ellos: se puso en su lugar. Sintió el lugar del otro transformado en Otro absoluto por el poder que domina las instituciones del país, y se expande horizontalmente con sus ideas y valores por el cuerpo social. Y eso no es un dato menor, sobre todo en tiempos neoliberales, donde prima la mirada autocentrada del individuo, o a lo sumo, el ejercicio de una solidaridad que implica una externalidad con las causas defendidas. Santiago Maldonado, por el contrario, supo ponerse en el lugar del otro de cuerpo entero, para que sentimiento, pensamiento y acción pusieran en jaque aquello que hicieron, aquello que están haciendo de nosotros.

La operación macrista fue absolutamente clara en un doble sentido: por un lado, se buscó reducir la experiencia activa de lucha de las comunidades mapuches a una organización caracterizada como violenta, terrorista, en medio de un contexto signado por la ejecución de la Ley antiterrorista aprobada durante la anterior gestión de gobierno. Por otro lado, se intentó propiciar la teoría del buen salvaje: el resto de los mapuches (es decir, aquellos que no participan activamente de una lucha) son mansos, propensos al diálogo y el acuerdo con las fuerzas estatales argentinas. Allí Estado, Iglesia y empresas hegemónicas de comunicación (la santísima trinidad) coincidieron en pleno. Los nombres propios que simbolizaron dicha operación son Germán Garavano (Ministerio de Justicia), monseñor Juan José Chaparro (obispo de Bariloche) y Joaquín Morales Solá (columnista del diario La Nación).

La reactualización de la teoría de los dos demonios, que intentó ser reactualizada una y otra vez desde diciembre de 2015, se puso en marcha a un ritmo vertiginoso con el caso Maldonado. Como con “los encapuchados” – o “los duros” del movimiento piquetero-, también con la cuestión mapuche el fantasma de la violencia política apareció en primer plano. En este caso, además, las cosas se le presentaron al poder de un modo favorable para agitar ciertos fantasmas: los mapuches están en zonas despobladas, alejadas de los centros urbanos, se mueven a caballo, todo da para colocarlos en el lugar de guerrilleros o bandidos rurales, lo mismo da (“Villa Mascardi: un cerro boscoso donde anida la resistencia mapuche”, es uno de los títulos de un artículo publicado en el diario de los Mitre). Además, se suma el componente racista y chauvinista (son unos pobres negros de mierda que quieren robar suelo argentino) y el hecho de que la Patagonia es “el culo del mundo” (visto desde Buenos Aires). Características que ayudaron a reducir la cuestión Mapu a la RAM, y luego incluso al “cocoliche” expresado en la frase “son los organismos de derechos humanos, la izquierda y el kirchnerismo”.

Como telón de fondo están los 250 casos de conflictos por la tierra contabilizados por Amnistía Internacional, dentro de los cuales hay que destacar el hecho de que, en la última década y media, el pueblo mapuche recuperó 250 mil hectáreas que estaban en manos de grandes terratenientes.

De allí que las 129 sentencias de desalojos suspendidas hasta el momento por la Ley 26.160 (que desde 2006 impide el desalojo de los pueblos originarios de las tierras que habitan) preocupen en demasía a la gestión Cambiemos y la clase que expresa en el gobierno. Y que también que consideren a la cuestión mapuche como la punta de iceberg de un conflicto mucho más agudo, al que consideran una “bomba de tiempo”, y que involucra a distintas comunidades indígenas protegidas por esta ley en Salta, Santiago del Estero, Jujuy, Tucumán, Formosa, Mendoza, Chubut y Río Negro, además de Neuquén. Contra ellas se erigen el grito de espanto de las fuerzas oscuras que golpean a las puertas: terrorismo mediático + terrorismo estatal + terrorismo vecinocrático: otra santísima trinidad.

A fines de la década del ‘50 del siglo XX, David Viñas escribe Los dueños de la tierra, novela que comienza fechada a fines de la década del ‘90 del siglo XIX. Dos personajes discuten sobre la mejor manera de cazar indios. “Como si fueran guanacos o cualquier cosa”, dice uno. Porque “matar era como violar a alguien. Algo bueno”, comenta otro. El relato avanza, y las frases pronunciadas por los personajes resuenan desde el fondo de la historia en esta cruda realidad del siglo XXI: “¿Nosotros venimos aquí a divertirnos o qué?”.

El interrogante es del libro de Viñas, no de la actual “Revolución de la alegría”, que a través de la Gendarmería Nacional reprimió una protesta protagonizada por una comunidad mapuche en la que se encontraba Santiago Maldonado (el joven anarquista, artesano, tatuador), quien apareció meses después flotando sobre un río, tras haber permanecido (¿allí?) desaparecido.

Para muchos, su aparición en el río es la prueba de que seguimos en democracia. Ergo: ya no se cometen delitos de lesa humanidad. Para otros tantos la autopsia no cambia algo sustancial: Maldonado escapaba de una represión (ilegal), desatada por Gendarmería Nacional. El artesano estaba en el sur del país, junto a la comunidad mapuche que resiste el avance represivo del Estado argentino, que ahora toma la Ley Antiterrorista para “inventarse” ese nuevo enemigo público. Ese mismo Estado, que casi un siglo y medio atrás recorrió similares latitudes en una campaña que denominó del desierto, pero resulta que ese desierto lo habitaban los indios, tan condenados entonces como hoy.

“Era famoso en toda esa parte de la Patagonia. Bond. Y cuando esos animales -o lo que fuera- caían, él los golpeaba hasta que agacharan la cabeza, no miraban más y quedaban completamente oscurecidos como su propia piel”, leo en la novela de Viñas, quien agrega: “lo que molestara tenía que ser eliminado”.

Las mismas tierras patagónicas en donde tiempo después, en una nueva represión a las comunidades mapuches, la Prefectura Nacional asesinara a Rafael Nahuel, otro joven de la economía popular (menos reivindicable por nuestras bellas almas progresistas, al parecer, porque no era blanquito y capitalino como Maldonado): las mismas latitudes en donde hace casi un siglo atrás el Estado exterminaba trabajadores criollos, de Argentina y de Chile, y también, inmigrantes. Esos que habían llegado por los planes de Don Faustino, el Sarmiento que había promocionado que pobláramos el “desierto” con gente de bien, europeos, y no negros de mierda –como ahora– venidos de países cercanos, o de tierras tan lejanas que no sabemos ni ubicar en el mapa (¿los negros que venden anillo son nigerianos o senegaleses?). Entonces, a “poblar la patria”, vinieron europeos, sí, pero resulta que esa gente de bien no era tan de bien, al parecer. Eran anarquistas, hombres y mujeres de espíritu libertario, no iguales pero parecidas a los gauchos e indios que en malones y montoneras se habían resistido a la captura operada por el Estado en su búsqueda por transformarlos en ciudadanos de la república burguesa, es decir, en fuerza productiva para el capital.

Dossier Santiago Maldonado, elaboración colectiva de La luna con gatilloResumen LatinoamericanoContrahegemonía web, Lobo suelto y La tinta.

 

Fotos: Colectivo Manifiesto para La tinta.

 

Muertes Políticas: una escritura para Santiago Maldonado // Diego Sztulwark

Una muerte política

Toda vida política, insubordinada, arrastra consigo un riesgo y una enseñanza. Un potencial de enfrentamiento con poderes asesinos y otro cognitivo que desmitifica zonas veladas del orden. Las muertes políticas no pueden, por tanto, ser tratadas como meras víctimas. Sería ignorar lo que ellas envuelven: un compendio libertario de saberes peligrosos y problemas irresueltos que un tiempo histórico prefiere acallar. De allí la naturaleza disyuntiva de estas vidas interrumpidas con violencia, como las de Santiago Maldonado o Rafael Nahuel. Esos saberes resultan aplastados por la industria de la memoria y por la concepción de peritajes a los que el Estado, responsable de esas muertes en la abrumadora mayoría de los casos, reduce el problema de la verdad. Esto plantea la cuestión antagonista de cómo continuar, en el orden de la investigación y la escritura, con el desafío que cada muerte política deja sin desplegar.

El caso de los asesinatos de Maxi Kosteki y Darío Santillán provocó una investigación y un libro, Darío y Maxi, dignidad piquetera. El Movimiento de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón reconstruye en esta obra la coyuntura, el contexto de lucha, el dispositivo represivo y las responsabilidades. Puede decirse algo similar del libro ¿Quién mató a Mariano Ferreyra?, de Diego Rojas. Walshismo. Es decir, una escritura que documenta y prolonga una lucha. La función poética de tales escrituras tiende a eludir la romantización heroica, la criminalización patologizante y el olvido. Su tarea es establecer las conexiones posibles entre el archivo y el propio inconsciente de la escritura (una forma no estatal de la memoria) asomando al vértigo de la nada, esa insignificancia que amenaza a los cuerpos y los condena al olvido a la indignidad del mito de lo heroico, cuando borra y sustituye lo que las existencias políticas sintetizan, y cancela el principal desafío de este tipo de escrituras: retomar sobre sí la naturaleza del campo de batalla a punto de perderse con la aniquilación de la vida política en cuestión. Una escritura así se declara combatiente frente al olvido, pero también frente al miedo

Hechos y contexto

Los hechos: el 1 de agosto de 2017 se conoció la desaparición de Santiago Maldonado –joven procedente de Buenos Aires que solía viajar ganándose la vida como artesano–, en medio de una represión contra una comunidad mapuche de la Patagonia argentina, a cargo de la Gendarmería Nacional. Durante meses creímos, a partir de los testimonios de la comunidad, que Maldonado había sido capturado por la Gendarmería. Pero esto no resultó del todo aclarado puesto que, tras la aparición del cuerpo, los estudios forenses realizados hasta la fecha establecieron que este estuvo durante meses en el río. Mientras tanto, durante ese mismo lapso en el que hubo una extraordinaria movilización social organizada bajo la pregunta “¿Dónde está Santiago Maldonado?”, el gobierno hizo todo lo posible para confundir y evitar que las cosas se esclarecieran.

El contexto: el conflicto entre las fuerzas de seguridad del Estado y las comunidades mapuches en lucha se centra en el reclamo de tierras ancestrales del Sur del país ocupadas por grandes empresas como Benetton (producción ganadera, de lana, monocultivo forestal) o los grupos Roca, Bemberg, Lewis y otros. En todos estos casos, la apropiación de tierras es irregular e implica conflictos con las poblaciones desplazadas.

Estas disputas se han masificado e intensificado durante los últimos años debido al valor creciente de estos territorios. Para comprender la dinámica de este conflicto, es necesario intentar captar la superposición de dos lógicas complementarias: la concentración de la propiedad en torno a una economía extractivista, que cada vez más se desplaza hacia las fuentes de energía, y la tentativa de encuadrar como “terrorista” toda resistencia a la expropiación de territorios. De modo simultáneo, el gobierno de Mauricio Macri aceptó el diagnóstico del Comando Sur de los EE.UU. que incluye la lucha de los mapuches en la lista de nuevas amenazas a la seguridad del Estado. Es decir, se parte de la idea de que las comunidades mapuches y sus luchas por la tierra son estructuralmente criminalizables. La represión ilegal en la cual perdió la vida Maldonado estuvo comandada sobre el terreno por Pablo Noceti, jefe de Gabinete del Ministerio de Seguridad, abogado de jefes militares de la última dictadura y apologeta del terrorismo de Estado. Ya había antecedentes serios. Durante el mes de enero del mismo año, hubo otra dura represión de la Gendarmería contra una comunidad mapuche en lucha. Como ahora, en aquella represión la Gendarmería actuó mas allá de toda orden judicial, pero con nítido apoyo político. Esta situación se inscribe en una serie represiva más amplia como lo fueron la represión a los docentes que intentaban poner una carpa en la plaza del Congreso en su lucha por salarios y defensa de la educación pública, a las mujeres convocadas por el movimiento Ni Una Menos en lucha contra los femicidios, a los trabajadores de Pepsico en lucha contra los despidos o a los grupos piqueteros que reclaman la emergencia social y alimentaria. Esta serie culmina con el asesinato por la espalda de Rafael Nahuel por parte de la Prefectura y la declaración en apoyo de lo actuado por las fuerzas de seguridad por parte de la Ministra de Seguridad, y la masiva represión de diciembre de 2017 en el mismo momento que el Congreso Nacional aprobaba una reforma del sistema previsional. En todos los casos –hay más–, la violencia oficial forma parte de una política comunicativa, que está dirigida a la producción de una cierta “normalidad” a través de la amenaza y el miedo.

La violencia estructural

Ante este estado de cosas muchos nos preguntamos qué se entiende hoy por democracia en nuestro país, dado que la definición de democracia como vigencia del Estado de derecho nos resulta demasiado estrecha. Lo cierto es que la crisis política se viene arrastrando de lejos, y en la fase actual el gobierno está comprometido en un proceso de concentración de la riqueza de muy difícil aceptación popular. El modelo en curso –acumulación por desposesión, neoextractivismo, hegemonía de las finanzas y apelación al orden– no encuentra oposición política que demuestre tener un programa o plan político alternativo. Solo la calle resiste. ¿Entonces?

El problema de la violencia no ha dejado de plantearse como una cuestión absolutamente central en la historia del país. La desaparición de Maldonado, el conflicto mapuche, nos llevan a recordar la tesis del gran escritor David Viñas, autor de un libro clave publicado a fines de los años setenta, Indios, ejército y fronteras, para quien la conquista de la Patagonia, la guerra contra el indio y la expropiación de sus tierras no solo conforman las bases fundacionales del Estado, sino también la mentalidad de las clases dominantes del país (incluyendo lo que él denomina los “intelectuales colonizados”).

Hay una historia que es necesario tener presente porque sus líneas básicas siguen actuando en nuestros días. El bombardeo a la Plaza de Mayo y el derrocamiento del gobierno de Perón, sostenido por una movilización popular significativa, promovió décadas de violencia. Durante la última dictadura militar –1976/1983– se constituyó un “Estado terrorista” (es importante esta caracterización temprana hecha por Eduardo Luis Duhalde en un libro que lleva precisamente ese título). El terrorismo de Estado aplicó la violencia no solo para desarticular a las organizaciones armadas revolucionarias (cosa que logró en torno al año 1977), sino para remodelar quirúrgicamente la estructura social del país. Para decirlo pronto: impuso un modelo de acumulación fundado en la valorización financiera (cuestión que explica muy bien el economista Eduardo Basualdo y su equipo) y la difusión del terror como amenaza de aniquilación en el interior del cuerpo social (inevitable citar de nuevo la obra de León Rozitchner), y blindó la relación entre concentración de la riqueza y defensa armada de la propiedad privada, cosa que ninguno de los gobiernos democráticos posteriores alcanzó a poner en discusión. La democracia posterior a 1983 se funda sobre la base de una total falta de voluntad en cuestionar las principales líneas de continuidad de esta violencia en la que se sustenta la concentración de la propiedad privada. Bien mirada, esa relación entre economía y terror sigue siendo el problema principal de la democracia argentina: la imposibilidad de cuestionar la concentración de la propiedad de la tierra, del control de los alimentos, de los medios de comunicación o de las finanzas.

Ofensiva sensible de masas

La dinámica expropiadora del capital se completa con formas estatales y paraestatales de violencia. Pero hace ya años que a la pedagogía de la crueldad de los poderes se le responde con enormes movilizaciones. De 2001 para acá, la exigencia de las luchas sociales plantea la pregunta por los modos de superar una visión cada vez más restringida de la democracia. A contramano del proceso político, cada vez más reaccionario, en los últimos años se profundiza esta tendencia a las manifestaciones masivas: contra el beneficio del 2×1 a los genocidas condenados, por la aparición de Santiago Maldonado, contra la reforma del régimen previsional; las convocadas por el Movimiento de Mujeres, y las movilizaciones de trabajadores que no han escaseado y que tienen el interés renovado de combinar, como nunca antes, demandas conjuntas de trabajo en blanco con trabajadores de la economía informal popular. Lejos de una sociedad derrotada, asistimos a una renovada capacidad de movilización y organización. El interés de este activismo colectivo se redobla cuando lo percibimos en el nivel micro –en experiencias educativas, entre trabajadores de la salud, redes de trabajadores sociales o de artistas–, desplegado como una enorme tela de araña de procesamiento, de ruptura con la perplejidad, de resensibilización del campo social y de fermento de nuevos escenarios.

Dossier Santiago Maldonado, elaboración colectiva de La luna con gatillo, Resumen Latinoamericano, Contrahegemonía web, Lobo suelto y La tinta.

Fotos: Colectivo Manifiesto para La tinta. 

Operación Araña. La Tierra tiembla desde abajo // COMUNICADO

Operación Araña
La Tierra tiembla Desde Abajo
#8ASeraLey
#AbortoLegalYa

El 13 de junio en la histórica vigilia frente al Congreso, previa a la media sanción de la ley de aborto, se produjo una ocupación de las calles que hizo de nuestros territorios una casa feminista, nutrida por los activismos diversos. Es el país que se movilizó masivamente con los paros feministas internacionales, que se tiñó con la marea verde de la última marcha Ni Una Menos, con los martes verdes en el Congreso y con los pañuelazos federales convocados por la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, lo que hoy hace temblar la Tierra desde abajo.

Ni Una Menos, la Campaña y las Metrodelegadas convocamos a un enorme arco de organizaciones populares para la acción llamada #OperaciónAraña en la que tramamos la ciudad desde los conflictos sociales que atraviesan las vidas de las mujeres y de todas las personas con capacidad de gestar, teniendo como centro urgente la legalización del aborto. Empezamos así a darnos calor para incendiar la próxima vigilia del 8A, cuando exigimos que se sancione la ley sin modificaciones. Volvemos a decir: educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir.

Tomamos cada recorrido de línea de subte para expresar una línea de conflicto. Tomamos la palabra en nombre propio y desde nuestras autonomías.

La línea A pone en escena la demanda por el aborto desde la perspectiva de los derechos humanos exigiendo el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos.

En la línea B decimos que #LaMaternidadSeráDeseadaONoSerá porque #NosMueveElDeseo.

La línea C pone en juego el aborto desde una autonomía que se sostiene en lazos comunitarios: para poder decir NO cuando lo decidimos, y para afirmarnos en cuidados colectivos que son los que nos enseñaron a tejer una genealogía de mujeres que en su tiempo y en diferentes territorios rompieron el mandato de ser envases reproductivos para transmitirnos formas de vida colectiva. No reclamamos la autonomía del individuo separado, sino una autonomía para desplegar un deseo común.

La línea D exige Educación Sexual Integral para descubrir, anticonceptivos para disfrutar, aborto legal para decidir en libertad y para hacer un mundo habitable para todes.

La línea E exige información para decidir contra la desinformación opresiva.

La línea H expone el tema del aborto como cuestión de salud pública. La discusión no es aborto sí o no, como cuestión moral y religiosa, sino aborto clandestino o aborto legal, seguro y gratuito. El aborto seguro es salud, las muertas por aborto clandestino son femicidios de Estado.

Tomamos la ciudad en red y en movimiento y lo mezclamos todo porque las tramas de las violencias afectan nuestras vidas de manera compleja y simultánea. El aborto clandestino no puede pensarse por fuera de esas violencias. La ciudad feminista es un cuerpo colectivo que activamos entre todas y que nos permite reapropiarnos de nuestros cuerpos que son nuestros territorios. Aborto legal es vida, es deseo, es salud y es autonomía.

Participamos:
Yo no fui
Trabajadoras del área de educación del
Museo Nacional de Bellas Artes
Taller de Serigrafía Colectiva
SITRAJU – Comisión géneros y diversidades
Serigrafistas Queer
Secundarixs – Coord. Estudiantil de Base
Secret. de Género – CTA de lxs Trabajadorxs
Quimeras (en Democracia Socialista)
Poetas por el aborto legal
Poder Popular
Pañuelos en Rebeldía
Pandilla Feminista
Nuevo Encuentro
No Tan Distintas
Mujeres Públicas
Mujeres de Artes Tomar (MAT)
MUA
MPLD Corriente Villera 21-24/Zavaleta
Movimiento Feminista Tango
Movimiento de los Pueblos
Megafónicas
Matria
Mariposas AUGe
Mantera Feminista
Mala Junta – Patria Grande
Magdalenas 2da y 3ra generación
Línea peluda
La sublevada
La Revancha Programa (FM La Tribu)
La Negra del Sur
La Maldonada
Juntas y a la izquierda
Insurrectas – Mujeres por la
liberación (CCRS y CR)
Hienas
Grupo de Arte Callejero (GAC)
Gráfica Insurrecta
Fútbol militante
Fundación Soberanía Sanitaria
FUNAS – Colectivo FindeUNmundO
Frente Popular Darío Santillán
Frente Feminista Matero
FM La Tribu
Fieras
Espacio en Construcción de
Artistas Feministas
Escuela de Teatro Político MP La Dignidad
Encuentro de Feminismo Popular
Emergentes
Corriente Popular Juana Azurduy
Coro abortero
Comunicadas
Comediantes Argentinas
Colectivas Músicas
Colectiva Gráfica
Campaña Nacional contra las Violencias
hacia las Mujeres
ATE Salud
ATE Desde Abajo
ATE Capital
Asolar
Asamblea Popular Feminista Comuna 5
Asamblea Lésbica Permanente
Argentinas Autoconvocadas
Asamblea Feminista Flores para acabar
Colectivo Ni Una Menos

El ejemplo de Santiago Maldonado a un año de la “Segunda Campaña del Desierto” // Carlos Aznárez

Dossier Santiago Maldonado, elaboración colectiva de La luna con gatillo, Resumen Latinoamericano, Contrahegemonía web, Lobo suelto y La tinta.

Hace exactamente un año, con el asesinato de Santiago Maldonado por parte del aparato estatal represivo, el gobierno de Mauricio Macri decidió comenzar una nueva fase de su guerra contra el pueblo. Porque de eso se trata, no de un gobierno que solo lleva adelante medidas económicas y sociales odiosas y de choque, sino de una estructura de poder que cumple con el mandato imperial de recolonizar el continente. Cueste lo que cueste y haya que matar o encarcelar a quien se oponga. Para ello, es preciso generar en la población un sentimiento de terror y de miedo, que en un país que ha pasado ya por una brutal dictadura y su consecuencia de 30 mil desaparecidos, no resulta difícil impactar en su memoria, despertando todos los demonios del pasado.

Maldonado fue en ese sentido algo más que un símbolo. Joven, solidario, internacionalista, comprometido con los que luchan bien abajo, casi en el subsuelo de este mundo capitalista, dirían los zapatistas. Primero, estuvo ligado a los rebeldes pescadores de Chiloé que luchaban contra las empresas salmoneras que los envenenaban, para luego pegarse afectivamente a la cosmogonía de uno de los pueblos originarios de estas tierras que van de un lado al otro de la Cordillera. Sin ser Mapuche, Santiago abrevaba en sus raíces, y como todo buen libertario no dudó en comprometerse hasta las últimas consecuencias. Puso el cuerpo en varias ocasiones, junto a sus hermanos del Lof Cushamen, se sacudió de rabia en los cortes de carretera, al ver la crueldad y el odio de los gendarmes hacia quienes en el color de su piel se les parecían mucho. Pero al igual que la policía paraguaya en la masacre de Curuguatí, o mucho antes los uniformados de la Bonaerense en Puente Pueyrredón contra Maxi y Darío, un mal día de fines de julio del 2017, ese ser monstruoso apellidada Bullrich se decidió a avanzar varias casillas en su particular “juego de la muerte”.

 

Así, sus perros feroces se lanzaron con odio y mucha pólvora a la “caza del mapuche”. Los “peñi” se defendieron como pudieron hasta que se vieron obligados a replegarse frente al altísimo poder de fuego de los atacantes. Luego vino el silencio y la larga agonía de la búsqueda de Santiago Maldonado.

Excepcionalmente, como pasa en muy pocas ocasiones, la consigna “¿Dónde está Santiago”?  conmovió al país, luego al continente y casi enseguida al mundo. Cientos de miles de personas se lanzaron una y otra vez a las calles del país, blandiendo pancartas con su rostro de Cristo, incluso desafiaron la represión y marcaron a fuego al “Estado asesino”.

Hasta que en un típico operativo de encubrimiento, donde la Bullrich salió una y otra vez a defender a los asesinos, manos extrañas colocaron pocas horas antes de las elecciones el cadáver del asesinado y desarrollaron una campaña de desinformación y mentiras.

Fue en ese momento de tanta tensión y muchísima bronca que se perdió una gran oportunidad de avanzar contra un gobierno cruel como el de los militares de los 76 pero elegido por el virus de la inconsciencia colectiva. Veinticuatro horas antes de los comicios de agosto, el cuerpo exánime de Santiago convocaba a la rebelión. Algunos entendimos el mensaje y desafiando ridículas vedas electorales nos lanzamos a la calle para acorralar a la muerte y si se podía, hacerla hocicar. Otros, los que lanzaron la estúpida y suicida consigna de “cuidar la gobernabilidad” se negaron a ganar la calle, porque sus liderazgos les imponían una recomendación funesta: “volcar la rabia en la urna”. De poder ser cientos de miles o un millón contra el terror que nos querían imponer, nos vimos reducidos a muchos y muchas pero que no alcanzaban para hacer temblar la estantería del sistema.

 

Veinticuatro horas después, los asesinos de Santiago vencían electoralmente y festejaban el crimen bailando sobre esa y otras 30 mil muertes. En los días posteriores, cebados de impunidad, la Prefectura perforaba a balazos a otro joven: Rafael Nahuel y la nueva “campaña del Desierto” seguía su curso.

Un año después, el régimen levanta la apuesta y planifica desplegar a los militares en el escenario para defender el acuerdo con el FMI, la hiperinflación, los más de 300 mil despidos, el gatillo fácil y la mentira de lo ocurrido con los asesinados del ARA San Juan. Así son las cosas en este país y así serán hasta que dejando de lado el cortoplacismo electoral, los de abajo nos organicemos, y construyamos nuestras propias autodefensas de carácter ideológico que nos permitan avanzar sin falsos profetas que coopten nuestros deseos de ser libres.

Poder comunal, Asamblea Constituyente, repudio a los corruptos y a los burócratas que frenan los procesos emancipadores, ética revolucionaria. En cada una de estas expresiones puede anidar la fórmula para recuperar el tiempo perdido. Comenzar a pensar en ello y disponerse a desarrollarlo, sería la mejor forma de honrar el enorme sacrificio de Santiago Maldonado, de Nahuel, o el que desde la prisión viene haciendo Facundo Jones Huala. Jóvenes libertarios que son ejemplo de resistencia al capitalismo y sus letales instituciones.

*Director de Resumen Latinoamericano.

Fotos: Colectivo Manifiesto para La tinta. 

La Guerra Neoliberal: Militarización de la Seguridad Interior. Carta a lxs hermanxs argentinxs // Dawn Marie Paley

Carta a los hermanos y hermanas argentinxs:

Tratar de resumir los horrores de la guerra en México durante los últimos 12 años parece ser un ejercicio fútil. ¿Por dónde empezar? ¿Por las estadísticas que nos muestran que por la violencia ha descendido la expectativa de vida de hombres mexicanos, o por las tasas de homicidio que se han duplicado o por las 35,000 desapariciones que se han denunciado -es decir, sin contar aquellas de las que no se habla? ¿Por dónde empezar? ¿Recordando eventos con reconocimiento internacional, como la masacre de seis personas y la desaparición de 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa en Guerrero el 26-27 de septiembre del 2014? O expresando lo que difícilmente se habla: cientos de miles de personas desplazadas, cientos de miles de restos humanos quemados y botados en los desiertos, miles de cuerpos bajo tierra dispersos a lo largo y ancho del país en sitios que se prestan al entierro. No hay forma de resumir los traumas intergeneracionales, la destrucción de entramados comunitarios y la violencia desplegada en medio de la confusión y el miedo, separa y estigmatiza a las víctimas y a sus familias.

No podemos, ni queremos argumentar que México fue un país pacífico antes del arranque de la guerra en diciembre del 2006. Pero desde entonces, nos encontramos viviendo la transformación del estado mexicano en un estado que se basa en el terror y la violencia más que en las dos caras de tutela y despojo que perduraron en la estela de la revolución mexicana.

Al nivel del discurso, esta violencia extrema, prologada e imposible de resumir apareció con palabras que parecieran neutras, casi de cajón. Desde el primer día de su mandato, el ex-presidente de México Felipe Calderón dejó en claro que la seguridad iba a ser una prioridad durante su sexenio. No fue un tema importante en su campaña, pero lo dio prioridad al momento de investidura: “Una de las tres prioridades que voy a encabezar en mi Gobierno es, precisamente, la lucha por recuperar la seguridad pública y la legalidad; las instituciones responsables de la seguridad pública requieren transformaciones profundas para incrementar sustancialmente su eficacia…”

A diez días de iniciar su presidencia, anunciaron la Operación Conjunta Michoacán, que consistía en el despliegue de 4,260 soldados, 1,054 marinos y 1,400 policías al estado de Michoacán, supuestamente para combatir la delincuencia organizada. Operación Conjunta Michoacán abrió el camino para la militarización de muchas más regiones del país, y también para la profundización de procesos de paramilitarización por parte de los llamados “carteles de la droga”.

A casi doce años del primer discurso de Calderón como presidente, México es un país en guerra, un país herido, y un país donde el capital transnacional ha florecido. Por eso, leemos la militarización y la paramilitarización del país, además de las políticas de austeridad y privatización puestas en marcha durante este tiempo, como huellas de una guerra neoliberal. La guerra neoliberal produce opacidad y confusión, y a pesar de beneficiar al capital transnacional y al poder represivo del estado, es despolitizada en los discursos oficiales que centran drogas, carteles y criminales como su objetivo. Se despliega a partir de la militarización formal, con crecientes presupuestos militares y policiacos. Y su forma es la contrainsurgencia ampliada, en la cuál son las diversas colectividades constituyentes del mundo popular y comunitario quienes terminan siendo los blancos de la desaparición forzada y la masacre.

Hace pocos días, supimos que Macri anunció que las fuerzas armadas iban a volver a tener un papel en la seguridad interior de Argentina. Sus palabras, al igual que las de Calderón, fueron bien medidas, como si fueran inocuas. “Los argentinos vivimos en una zona de paz y estabilidad, pero somos parte de ese mundo complejo donde las amenazas, los riesgos y los desafíos que afectan a los estados requieren de una coordinación y una articulación eficiente. Necesitamos que nuestras fuerzas sean capaces de enfrentar los desafíos del siglo XXI, pero tenemos un Sistema de Defensa desactualizado, producto de años de desinversión y de la ausencia de una política de largo plazo. Seguimos conservando un despliegue territorial para amenazas antiguas”, dijo Macri desde el Campo de Mayo.

Lo que esta haciendo Macri con este discurso y con la llamada reforma en el Sistema de Defensa Nacional es asentar las bases para imponer la guerra neoliberal en Argentina. Tendrá otras particularidades nacionales, por cierto, pero se viste en palabras muy similares a las de Calderón: hay que modernizar las fuerzas armadas, transformarles, hacerles más eficientes. Desde la experiencia en México, sabemos que la amenaza futura a que alude Macri es la fuerza de lo comunitario-popular en lucha, de las mujeres y su energía desplegada, de los movimientos sociales con fuerza creciente para defender y disputar la riqueza material en las urbes y en los territorios… Se amenazan las redes y tramas que sostienen la vida y dotan de capacidad a las luchas.

En su discurso en el Auditorio Nacional en la Ciudad de México el primero de diciembre del 2006, Calderón dijo: “Sé, que restablecer la seguridad no será fácil ni rápido, que tomará tiempo, que costará mucho dinero, e incluso y por desgracia, vidas humanas”. Entonces no imaginábamos los niveles de violencia, de matanza, de terror a los cuales iba a llegar el país. Por eso, escuchar a Macri decir “Sabemos que esta transformación no va a ser fácil, los cambios profundos nunca lo son” al final de su discurso, llamando a la participación de las fuerzas armadas en la seguridad interior nos da, desde México, escalofrío y pavor extremo. Les hemos visto marchando contra el anuncio de Macri, y les mandamos mucha fuerza: no pasarán.

 

Dawn Marie Paley, Puebla, México

 

Dawn Marie Paley es autora de Capitalismo Antidrogas: Una guerra contra el pueblo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Santiago Maldonado: la encrucijada de una llama frente a los estamentos bajo cero // Lea Ross

Dossier Santiago MaldonadoUn aniversario de la desaparición seguida de muerte del joven artesano. Un escenario de dudas sobre lo ocurrido. Un pesar ancestral frente a un Estado nacido en una patria financiada. Los dilemas de la progresía. Y las dudas hacía la búsqueda de la rebeldía.

El 01 de agosto de 2017, alrededor de las 11:30hs., decenas de gendarmes entran al puesto del Pu Lof en Resistencia Cushamen. Uno de ellos saca una fotografía. Allí aparece Santiago Maldonado, con una campera celeste y la cara tapada, al costado del puesto mientras veía el avance de los gendarmes. Inmediatamente corre hacia donde está el río.

Lucas Pilquiman y Santiago se sumergen en las heladas aguas del río Chubut. Pilquiman lo agarra del brazo, sabiendo que “El Brujo” no sabe nadar y le tiene fobia al agua. “No puedo, peñi”. Y retrocede. Pilquiman sigue adelante y nada hasta llegar a la otra orilla. Mientras los gendarmes bajan, uno de ellos grita: “Tenemos a uno”.

Matías Santana, desde arriba de una colina, al otro lado del río, asegura haber sostenido con sus binoculares una figura celeste siendo capturado por los gendarmes y su cuerpo llevado al interior de un vehículo.

Minutos después, los gendarmes salen del río. El subalférez Emmanuel Echazú sube ensangrentado y con una escopeta Bataan en la mano. Las camionetas y unimogs se mueven.

Entre los vehículos presentes en la zona, se encuentra una camioneta blanca Ford Ranger, con patente OLW 237, que ingresó al puesto de la Pu Lof con dos conos viales. Luego, sale del puesto con un bulto envuelto en una bolsa negra. Tiempo después, la camioneta retorna al puesto sin ese bulto. Dentro del vehículo, el propio Echazú librá el acta por el allanamiento y los objetos incautados a los mapuches. No se encuentran armas de fuego.

El cuerpo de Santiago aparecerá 78 días después. 300 metros río arriba, a contracorriente.

Hasta el día de hoy, la causa a cargo del juez Gustavo Lleral, mantiene la carátula de desaparición forzada con un único imputado: Echazú.

Pasó un año que Santiago Andrés Maldonado perdió su vida y hasta el momento no hemos podido descifrar lo que le pasó. Detrás de su rostro de frente, de ojos cálidos, émulo de un Jesucristo, nos lleva a sumergirnos a las corrientes heladas de un transcurrir ancestral que nos deja helados.

 La pesada herencia

La sangre indígena lleva derramada desde que la patria no existía. Cuando comenzó a existir, vimos que el comienzo de la historia nacional del presidencialismo fue también el comienzo de la historia nacional del remate. El empréstito de la Baring Brother como inicio de la deuda externa, viajaba en paralelo con la “hipotequización” de las tierras públicas. Estaba emergiendo la figura del latifundio. Y de allí, la Oligarquía.

Faltaba la Patagonia. Había que esperar el ascenso de esa Oligarquía en el poder para concretarlo. Para eso, se tenía que construir el Estado Moderno, como lo conocemos hoy en día. Lo contradictorio era que si la base política apuntaba a la fórmula de Alberdi, “gobernar es poblar”, la prometida campaña desertificó más al “desierto” mismo. La Patagonia se llenó más de cadáveres que de personas vivas.

Tal como señala el historiador Ramón Minieri en su libro Ese ajeno sur: un dominio británico de un millón de hectáreas en la Patagonia, distintas empresas británicas se apoderaban de las tierras patagónicas, con la curiosidad que varios de sus directorios estaban conformadas por las mismas personas. De a poquito, las empresas se unificarían y conformarían la Compañía de Tierras del Sud Argentino S.A. o simplemente “La Compañía”. Para los años noventa del siglo XX, las acciones de La Compañía se venderían al magnate textil italiano Luciano Benetton, convirtiéndose en el mayor terrateniente de la Argentina con el alcance actual de 900.000 hectáreas donde habitan sus ovejas, cuya lana es exportada a Europa.

Hoy se estima que hay una treintena de pueblos indígenas u originarios en el actual territorio argentino, divididos en más de 1.600 comunidades. La quinta parte vive en zonas rurales, que abarcaría un total de 14 millones de hectáreas.

Cuando Mauricio Macri asumió la presidencia recibió como “pesada herencia” unos 185 conflictos indígenas en todo el país, según un relevamiento de Amnistía Internacional, mediante el aporte del periodista Darío Aranda. Hablamos de casos referidos a disputas de tierras, hechos represivos, contaminación en los territorios y causas judiciales, entre otros.

La tercera parte de ese mapa, se concentra en el suelo neuquino y sus alrededores, donde hay una fuerte presencia mapuche. Un caso judicial muy recordado, además del proceso de extradicción contra Facundo Jones Huala, fue la causa penal contra la dirigente mapuche Relmu Ñamku en 2015, de la comunidad Winkul Newen, que fue absuelta por tentativa de homicidio, en pleno conflicto contra una petrolera. La absolución fue acompañada por un jurado popular.

Las razones de por qué tanta saña contra la comunidad mapuche lo podemos encontrar desde tres variantes:

A) Desde lo geopolítico: el territorio mapuche llamado Wallmapu se divide entre el Gulumapu (región chilena) y Puelmapu (argentina). Este mismo abarca como media docena de provincias, desde el sur de Buenos Aires hasta Santa Cruz. Es decir, que la reivindicación mapuche como Nación propia es profetizada por distintas comunidades que ocupan una gran extensión. Desde el Estado moderno, eso genera mayor preocupación por su compostura liberal de competencia. Tratándose de un territorio transfronterizo, se permite al aparato estatal ser más plausible en la aplicación de fuerzas represivas fronterizas, tal como es el caso de Gendarmería, con lo cual la presencia del Estado por esos lugares termina siendo su faceta más violenta.

B) Desde lo social: el mapuche en general se abstiene de mostrarse como víctima y se posiciona bajo un trato igualitario frente al no-mapuche. En algunos casos, con un trabajo más aguerrido y de acción directa a la hora de no claudicar por sus reclamos. Sin mencionar que varios de sus dirigentes tienen formación política y académica; lo cual no sorprende que eso reaviva el recelo racista que hay en el argentino blanco. Y más aún si se trata de alguien que ejerce la actividad represiva en zona fronteriza, que llevan a tener una mayor carga chauvinista xenófoba.

C) Desde lo económico: en todo ese territorio donde habitan los mapuches, hay una gran cantidad de bienes comunes que son apropiables para ciertos intereses sectoriales y estatales. El agua es el más fundamental, como también el menos atendible, aún con los casos evidentes como la apropiación de Lago Escondido por parte de Joe Lewis. Pero a su vez, están los recursos energéticos y gasíferos, donde el acceso a esas reservas se han elevado a partir del acceso en estado no convencional que se extraen mediante el fracking, cuyo eje central es el grandoradísmo de Vaca Muerta. A esto se le suma la gran extensión de tierras en manos de terratenientes extranjeros. Con lo cual, las tensiones que se generan entre estos propietarios y los indígenas, pueden generar un ambiente dificultoso en la seguridad jurídica financiera para el Estado, al asustar las inversiones de afuera.

Se calcula que la cuarta parte de la localidad chubutense de Cushamen está extranjerizada. Según el lonko Facundo Jones Huala, en la década del ’20, parte de los ingleses de “La Compañía” habían adulterado los mapas que dividían las tierras de sus ancestros. Si esa información es correcta, el gran empresario de las ropas coloridas, Luciano Benetton, perdería una parte de las tierras de su “Compañía” y sería una derrota frente a los mugrosos indios que tanto aterra a las corporaciones. Algo no deseable para un modelo económico como el de Macri, que hasta el momento no logra atraer esas inversiones y solo se sustenta con el endeudamiento externo.

Y precisamente, la única fuente que cuenta el gobierno para paliar esa deuda eterna son las ganancias que se generan en Vaca Muerta, cuyo funcionamiento de infraestructura solo puede llevarse con un paquete de medidas como son la flexibilización laboral, los planes de Participación Público-Privadas (PPP) y los tarifazos de gas y combustible. Es decir, un megacanje para la emisión de petrodólares para paliar la deuda a costa de la población.

En particular, de las distintas comunidades mapuches, que liberan sus luchas contra las petroleras y sus derrames, sin mencionar el incertidumbre paquete de impactos que acompaña la extracción de recursos no convencionales conocida como fracking.

Billiken

Santiago Maldonado sería el último personaje de portada para la revista Billiken. Y quizás acorde a estos tiempos líquidos, y sin llegar a ser un cuadro político, padeció el más veloz proceso de “billikenización” de su persona. Todo un personaje cuyo contenido político es borrado bajo el encanto de su abultada barba negra. Es notable cómo el cristianismo atraviesa incluso al más ateo de todos y todas. La carga de su pasión se ha extendido a todos los sectores de pensamiento político, y apropiado por una gran parte de la militancia adherida al pensamiento progresista y/o nacionalista, a pesar de que Santiago era anarquista. Todo lo contrario a lo que ocurrió con el rostro de Mariano Ferreyra, con sus rasgos faciales semejantes a los de Santiago. La juventud adherida a la lucha de clases contempló a aquel mártir involuntario del Partido Obrero, no solo por la fascinación cristiana que todo latinoamericano lleva desde hace siglos, sino por lo explícito en cuanto dar el cuerpo por un proyecto político compadecido.

En el caso de Santiago, es curioso que gran parte de los que levantan su bandera por él, son los mismos que rechazan el uso de la capucha y las piedras en las marchas. ¡Pucha, che, qué mala la capucha! O que, directamente, el que tira piedras es un infiltrado. Como si el tira-piedra no merece ser una toma de discusión estratégica política, y se opta más por salir a “policializar” el caso y denunciarlo como un servicio.

Así también pasa por la figura del indígena como sujeto político. Tanto por derecha como por izquierda, el asunto indígena es leído por dos variantes: “la folclórica” y “la miserabilista”. Si no son los vecinos blancos o el mismísimo Presidente realizando la ceremonia de la Pacha Mama en Humahuaca, maravillados por los colores de la Whipala, son los distintos sectores políticos o mediáticos que solo hablan de las comunidades cuando hay una represión policial o puedan exponer casos de extrema pobreza o de desnutrición. Los indios: o son simpáticos o son víctimas.

Todo a contramano con los acontecimientos actuales que se libran en Latinoamérica, desde el ascenso de Evo Morales y todas polémicas que hay en su figura, como la organización y discusiones internas que se libran las comunidades indígenas en nuestro propio país. A tal punto que han emergido dirigentes que representan propuestas de los más disimiles. Desde el más confrontativo lonko Facundo Jones Huala desde las heladas de la Patagonia hasta el más dialoguista como el qarashe Félix Díaz, por los campos norteños y cálidos del país. A pesar que ciertos activistas de las grandes urbes aseguren que éste último es un servicio de Clarín.

De todas maneras, queda presente el planteo sobre la contraposición entre las figuras de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel, donde supuestamente el segundo permanece siempre en un segundo plano, al no contemplar los requisitos antropológicos que fascinan a los sectores blancos organizados (y cristianos reprimidos). Sin embargo, para el presente cronista no lo ve tan así. Si bien uno puede creer que la búsqueda en masa, reclamando justicia por Rafael, tuvo como impulso inicial lo ocurrido por la desaparición seguida de muerte de Santiago, es más que probable que si Rafael hubiera sido asesinado antes, la reacción iba a ser la misma.

Quizás pocos lo recuerden. Pero el día que salió la noticia de su homicidio, en manos de Prefectura, la versión de que los mapuches llevaban armas se había disparado dentro de los canales apegados al Gobierno Nacional. En medio de eso, salió a responder una fotografía de “Rafita” trabajando en un taller de oficio. La imagen fue subida por un referente social, a cargo de los cursos de capacitación para los jóvenes, señalando que no era ni un “delincuente” o un “violento”.

Aquel mensaje fotográfico, de un pibe laburante y dispuesto a capacitarse para obtener un cargo laboral fue quizás lo que ha encandilado a una parte de ese pueblo de apoyo organizado.

Curiosamente, una actitud distante a la de Santiago, que se rehusó a aceptar toda ayuda del Estado y tomar los pocos billetes que tenía, con mochila en mano, partiendo rumbo al sur hacia un destino incierto.

Producciones

Hasta el momento, existen dos producciones literarias y dos fílmicas que giran en torno al caso de Santiago. Un primer libro, El caso Maldonado escrito por Marcos Novaro, apunta en duros términos a los organismos de Derechos Humanos al postular que el hallazgo del cuerpo “desarmó la fábula”; y, en menor medida al Gobierno, solo por no saber actuar con prevención o por fallas de la comunicación (curiosamente, la misma crítica que se inculca a si mismo el Gobierno en distintos ámbitos como la Economía). Según la conclusión del propio autor, esto demuestra que se vive en una sociedad donde los hechos no importan (posverdad).

Y un segundo libro, que acaba de publicarse, con una mirada crítica a la cobertura de los medios de comunicación masivos, lleva de nombre Pasen música: el caso Santiago Maldonado en la era de la posverdad, escrita por Mariana Romano y Diego Rojas. Es decir, que lo metadiscursivo o la disputa de sentidos sobre Santiago Maldonado pasa exclusivamente al formato libro.

En cuanto a películas, ambas documentales, se espera a estrenarse El camino de Santiago: desaparición y muerte de Santiago Maldonado, dirigida por Tristan Bauer, co-escrita por Florencia Kirchner y bajo la tutela periodística de Juan Alonso, y Lechu Vive: un documental sobre Santiago Maldonado.

 

A partir de los respectivos trailers, podemos visualizar que la versión de Bauer, recolecta los registros realizados por una serie de documentales que filmaron Daniel Tognetti y el propio Alonso para el canal C5N. En estos trabajos, se observa la secuencia de la represión, a partir de los registros de celulares, con un montaje vertiginoso que emula un desorden, semejante a otras producciones audiovisuales, apegados al kirchnerismo, a la hora de analizar las jornadas represivas de 2001 y la Masacre de Avellaneda de 2002: una pesadilla donde no se logra dilucidar un ordenamiento entre toma y toma por causa y efecto. Esa proclama de orden (y progresismo, fórmula que caracterizó el periodista Martín Rodríguez al proyecto kirchnerista), se hace denotar por la ausencia de la figura del encapuchado o de los que habitan en el puesto de la Pu Lof, donde convivió Santiago hasta su muerte.

En cuanto a Lechu Vive, es un proyecto más colectivo, que se financia por aportes solidarios mediante plataformas virtuales y sin financiamiento del INCAA (o sea del Estado). Está basado en el artículo de la Revista Anfibia escrita por María Florencia Alcaraz, titulada Lechuga Not Dead, con registros fotográficos de Constanza Niscovolos sobre las muraleadas y tatuajes que realizó Santiago en la ciudad de 25 de Mayo, provincia de Buenos Aires, su pueblo natal. Dicha crónica no debe sorprender que sea la que canaliza las ideas y delineaciones estéticas a la hora de buscar una construcción biopic sobre el joven artesano y sus comienzos como aventurero, más alejado del impacto de su desaparición, seguida de muerte.

“Seguimos sosteniendo la veracidad de los testimonios”

Según la resolución de levantamientos de medidas cautelares 2/2018, de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), se “considera pertinente recordar que de conformidad con los artículos 8 y 25 de la Convención Americana, el Estado de Argentina se encuentra obligado a investigar de manera diligente las circunstancias que dieron lugar a la muerte del propuesto beneficiario. En este sentido, corresponde al Estado investigar de manera exhaustiva la totalidad de las hipótesis que han surgido a lo largo la propia investigación, garantizando una adecuada participación a sus familiares y representantes. La Comisión Interamericana insta al Estado a continuar la investigación y esclarecer las circunstancias relacionadas con la muerte del señor Santiago Maldonado, de ser el caso, estableciendo las responsabilidades de cualquier índole a que dieren lugar”. Fecha: 13 de enero de 2018.

Dos semanas después, el Ministerio de Seguridad, a cargo de Patricia Bullrich, denunció a ocho testigos (siete mapuches y un amigo de Santiago Maldonado) por falso testimonio. Otras dos semanas después, Gendarmería denunció a los dos abogados, junto a los mapuches, que presentaron la denuncia por desaparición forzada ante la CIDH por “asociación ilícita”. Y un mes después, la propia Bullrich denunció a los dos abogados por distintos delitos penales: propiciar fraudulentamente sanciones políticas contra el Estado argentino, inducir a sufragar en contra del gobierno nacional, falsa denuncia, estafa procesal, asociación ilícita y usurpación de títulos y honores.

Carlos González Quintana es uno de esos letrados que se presentó ante la CIDH y denunciado por el Estado Nacional. Reconocido interviniente de distintos conflictos socio-ambientales de la provincia de Córdoba, asegura creer todavía en el testimonio de los mapuches y que la autopsia no ha podido revelar el momento y el marco en que murió Santiago. Además, afirma que hubo una operación mediática para ayudar al Gobierno Nacional para desprender toda responsabilidad a los gendarmes.

“Yo creo que no han sido contradictorios los testimonios dados entre Santana y Pilquiman, y entre lo que nos dijeron a nosotros y lo que finalmente se incluyó en la causa. Fíjense que el testimonio de Santana es exacto entre lo que declaró en la CIDH ante instancia nuestra y lo que declaró ante los tribunales de (Guido) Otranto (primer juez de la causa). El testimonio de Pilquiman puede tener matices. Pero eso no lo pone en un falso testimonio. En absoluto. Eso es una operación que está implementando el Estado, con el único objetivo de quitarle valor convictivo a los únicos testimonios que involucran a Gendarmería en el hecho y cerrar el caso. Claramente nosotros seguimos sosteniendo la veracidad de los testimonios que nos fueron aportados en ese momento, con la reserva lógica que no declaran bajo el juramento de decir la verdad. Pero con ese otro aliciente con una relación de confianza que se generó con la comunidad, a partir de un trabajo que se venía realizando desde hace un año”.

“Lo que consigue responder puntualmente la autopsia son solo unas pocas de la cantidad de preguntas que tiene esta causa. Una es la causa eficiente de muerte: que Santiago ha muerto por inmersión, coadyuvado por un cuadro de hipotermia. El otro es el tiempo en que ha estado bajo el agua, con tres fórmulas que dan distintos días, que dan desde los 56 días hasta los 73 días. Y después, la cuestión de las diatomeas como factor determinante para ésta conclusión pericial de que Santiago murió ahogado. Pero hay algo que la pericia no determina que es cuándo murió Santiago. Acá se determina de qué murió pero no cuándo. Tampoco consigue esclarecer en qué contexto murió Santiago. Eso lo tenemos más o menores reconstruido a partir de los testimonios de Lucas Pilquiman y Matías Santana, en ese intento por cruzar el río y no conseguirlo, y regresar a la costa”, señala el abogado González Quintana, en algún lugar del monte cordobés.

Prosapia de un país bajo cero

Santiago Maldonado habría cumplido recientemente 29 años de edad. Entre los múltiples apodos que tenía, desde Lechuga por su peinado, o El Brujo por sus conocimientos sobre medicina natural, se dice que le gustaría ser recordado como LHT: Las Hice Todas. Anarquista, vegano y antiespecista, experimentador musical y tatuador por profesión, Santiago Maldonado renegaba las imposturas dadas de su lugar de crianza, donde el agronegocio era la envidia emprendedora y la labor urbana como un pasar de sustento vital.

Tal como lo sintetiza María Florencia Alcaraz: “Santiago Maldonado no quería tener hijos, ni pasar los días encerrado en una fábrica como todos sus amigos; tampoco quiso terminar una carrera universitaria porque no quería nada del Estado. Desertó de ese futuro preestablecido. Sustituyó la ética capitalista del trabajo productivo por una búsqueda personal que desbordaba vitalidad. En 25 de Mayo no tenía lugar para ser joven: los niños se vuelven viejos sin intervalos”.

Y allí, a mil kilómetros y medio de distancia, por las heladas aguas del Río Chubut, su cuerpo sin ingesta de la cantidad y calidad de nutrientes requeridas, con temperaturas nunca antes expuestas, padeció el inicio de su martirio corporal. Quizás lo suficiente como para retornar a la orilla y, en caso de ser capturado, recibir los golpes necesarios para ser tumbado y ser aprestado a la eternidad.

Escribía Mijaíl Bakunin, autor que Santiago habrá leído muy seguido, en su libro Dios y el Estado, en épocas en donde la Argentina ya tenía conformado su Estado bajo las arriendas de la Oligarquía: “La rebelión del individuo contra la sociedad es más difícil que su rebelión contra el Estado. El Estado es una institución histórica, transitoria, una forma pasajera de la sociedad, como la iglesia misma de la cual no es sino el hermano menor, pero no tiene el carácter fatal e inmutable de la sociedad, que es anterior a todos los desenvolvimientos de la humanidad y que, participando plenamente de la omnipotencia de las leyes, de la acción y de las manifestaciones naturales, constituye la base misma de toda existencia humana. El hombre, al menos desde que dio su primer paso hacia la humanidad, desde que ha comenzado a ser un ente humano, es decir un ser que habla y que piensa más o menos, nace en la sociedad como la hormiga nace en el hormiguero y como la abeja en su colmena; no la elige, al contrario, es producto de ella, y está fatalmente sometido a las leyes naturales que presiden sus desenvolvimientos necesarios, como a todas las otras leyes naturales”.

Es en esa rebelión contra la dichosa sociedad que Santiago mantiene aún después de su fatal desenlace. En plena disputa e interpelaciones que nos lleva su figura, imagen, rebeldía y coraje, donde se va mutando y dando forma nuestros pesares a pensares. Y de allí, tomar en nuestras manos el fuego de una rebeldía que siempre persiste en nosotros, frente a los helados estamentos de los poderes que pretenden mantenernos bajo cero. Pero que siempre le costará opacar esas llamas tan presentes y tanto se requieren para cambiar(nos) a un mundo mejor.

Dossier Santiago Maldonado, elaboración colectiva de La luna con gatillo, Resumen Latinoamericano, Contrahegemonía web, Lobo suelto y La tinta.

*Por Lea Ross.

*Periodista. Columnista de cine en el portal y programa radial La luna con gatillo. Integrante de Radio Panamericana FM 99.3 (Huerta Grande, Córdoba). Columnista del portal Striptease del Poder.

 

Fotos: Colectivo Manifiesto para La tinta. 

Presentación del Dossier Santiago Maldonado: del lunes 30 de julio al viernes 3 de agosto

El próximo miércoles 1° de agosto se cumplirá el primer aniversario de aquella fecha en que desapareció Santiago Maldonado, joven cuyo rastro se había perdido por aquellas heladas tierras de la localidad de Cushamen, provincia de Chubut, en pleno activismo en apoyo a la resistencia mapuche, reclamando la liberación del lonko Facundo Jones Huala. En ese día del año 2017, las fuerzas de Gendarmería emprendieron un desalojo contra un corte en la ruta 40 y la posterior entrada del Pu Lof. 78 días después, el cuerpo de Santiago aparecería en el Río Chubut, a varios metros río arriba y a contracorriente.

Desde aquel primero de agosto, la imagen de Santiago -aquel joven veinteañero anarquista, tatuador y viajante- se dispersó por los distintos puntos del país y del mundo. Movilizaciones, marchas, reclamos, producciones artísticas, debates, disputas de contrahegemonía mediática, etc. Su rostro viene disparando varias aristas, planteos y discusiones para una realidad que todavía no se ha saldado.

Distintos medios de comunicación hemos emprendido la tarea de llevar a cabo una serie de artículos en formato dossier, mediante distintos géneros discursivos, con la intención de retomar y de re-discutir lo que implica el nombre de aquel personaje. Desde los colectivos de La luna con gatillo, Resumen Latinoamericano, Lobo suelto, Contrahegemonía y La Tinta, nos dimos la tarea de preparar (para publicar entre el lunes 30 de julio y el viernes 3 de agosto) dos artículos diarios, escritos por distintos autores, con tema libre, donde se apunte a plantear determinadas aristas en torno a la desaparición de Santiago.

Para este lunes, arrancamos con el periodista Lea Ross con un extenso trabajo sobre aquel acontecimiento, una profundización del conflicto mapuche y con una crítica política de la cultura de la progresía. A su vez, con el director de Resumen Latinoamericano, Carlos Aznárez, planteamos que con el asesinato de Santiago Maldonado, “el gobierno de Mauricio Macri decidía comenzar una nueva fase de su guerra contra el pueblo”.

Ya para el día martes, el ensayista Diego Sztulwark, de Lobo suelto, se propone trabajar sobre el caso Maldonado un “walshismo” asado en una escritura que documente y prolongue una lucha, y que se proponga “eludir la romantización heroica, la criminalización patologizante y el olvido”. Una escritura que se declara “combatiente frente al olvido, pero también frente al miedo”. Por otra parte, con el conductor de La luna con gatillo, Mariano Pacheco, se describe a Santiago como aquel que “sintió el lugar del otro transformado en Otro absoluto por el poder que domina las instituciones del país, y se expande horizontalmente con sus ideas y valores por el cuerpo social”.

Para la llegada de la fecha aniversario, el día miércoles, Jorge “Chiqui” Falcone describe la ironía de aquel “joven de aspecto caucásico y mirada serena, dueño de una fisonomía absolutamente cercana a la media de nuestra inmigración europea urbana, y en las antípodas de la apariencia patibularia con que trascienden en la prensa los nadies que faena cotidianamente el ‘gatillo fácil’”. Y también, difundiremos una conversación “circular” realizada entre dos militantes del Conurbano (Neka Jara y Maura Brighenti) y Soraya Maicoño, werken de la Pu Lof en Resistencia Cushamen, elaborada especialmente para este dossier.

Llegando el jueves, el periodista popular Tomás Astelarra trae sus “Charlas en el monte” sobre un conversatorio ficticios entre jipis, sobre las masivas marchas y la paulatina desaparición mediática, entre otros temas con puchito en mano. Y con Mauro Berengan, de Contrahegemonía, también desde algún punto de la provincia de Córdoba, se abordarán “las tres patas que completan la mesa que mató a Santiago Maldonado: la tierra, la cultura y el Estado para pocos”.

Finalmente llegamos al día viernes con un poema de Diego Valeriano, de Lobo suelto, titulado “Corre Santiago”, para concluir con Miguel Mazzeo sobre las “dos argentinidades que se dejaron ver tras el caso Maldonado”. Es decir, la mamosa grieta, pero interpretada ésta vez en otra clave: de un lado el pueblo mapuche, del otro Benetton y especies similares: “Los rostros verdaderos que aparecen tras las máscaras que se caen”.

 

De la malvinización antidemocrática, a la democratización desmalvinizadora // Ezequiel Espinoza Molina

A treinta y cinco años de finalizada la última dictadura, para pavor de los nacionalistas, el país se ha quedado sin fuerzas militares para la defensa nacional. Y para espanto de les progresistes, tales fuerzas militares serán destinadas a reforzar la seguridad interior. Y es que en todo este tiempo no se ha comprendido que la dialéctica democratización-desmalvinización que dinamizó el orden de batalla político-cultural de la post-dictadura, implicaba y suponía tanto el desmantelamiento más o menos paulatino de las fuerzas de defensa, como el progresivo fortalecimiento de las fuerzas de seguridad.

Mucho se ha discutido si el fin de la dictadura se la debíamos a la victoria de los Ingleses en Malvinas, o a la resistencia popular contra la persistencia de un régimen militar. Lo que es seguro, es que la combinación de ambos factores redundó en el alumbramiento de una democracia diagramada con mentalidad colonial, donde las facciones del patrioterismo-antidemocrático y el democratismo-vendepatria se enfrentaban, primero, y se vilipendiaban después, en una disputa más o menos estéril y acaso suicida.

El campo nacional-popular dividíase en bandos progresistas que sólo sabían ver en la institución de las fuerzas armadas una violación ineludible de los derechos humanos, y facciones nacionalistas que sólo sabían ver en los movimientos de derechos humanos una amenaza ineluctable para la pervivencia de las fuerzas armadas como institución de la patria/nación (el acontecimiento Tablada -1989- resultó la colisión inevitable de esta dinámica, como colisión entre los grupos más decididamente anti-imperialistas de la izquierda popular, y de los sectores más recalcitrantemente nacionalistas de la derecha militar). Con su peculiar perspicacia y pragmática clarividencia, por otro lado, el bando liberal coqueteaba con unos y otros, haciendo su propio juego y apostando siempre al ganador (en tal sentido, una vez más, el acontecimiento Tablada mostró, trágicamente, la imposibilidad histórico-concreta de la configuración de un renovado campo nacional-popular encolumnado tras la candidatura de Carlos Menem).

Lo peor de todo este asunto es que, mientras tanto, pero como momento necesario de todo el proceso, se fue generando -a la par con el deterioro más o menos continuado de las condiciones de existencia- una sensibilidad popular que no sólo tiende a aceptar como un mal necesario la actuación policial de las fuerzas militares (con toda la excusa del combate al narcotráfico, etc.), sino que incluso la piden a gritos y lo celebran.

Criollistas, clericalistas, ruralistas, etc., que se congratulan con la represión sistemática a los movimientos sociales, sindicales, indígenas, etc., pero que aceptan con beneplácito y/o resignación el saqueo igualmente sistemático del patrimonio nacional, los bienes públicos, los recursos naturales, etc. Nacionalistas sin la menor fibra patriótica y presos de la épica de una gobernanza policial.

Sin más circunlocución: la patria está en peligro, la democracia también. hic rodas hic salta.

Redacción La Tinta

La vuelta al Perro // Diego Carballido

Entrevista a Horacio Verbitsky y Diego Sztulwark. Diego Carballido para Sin Cerco  

 

—¿Por qué ahora un libro con su historia en primera persona? 

Horacio Verbitsky (HV): —Eso habría que preguntárselo a Diego (sonríe). En realidad, me insistió durante un tiempo para hacerlo y siempre le decía que no. La noche de las elecciones presidenciales, con el triunfo definitivo de Mauricio Macri, me llamó y me dijo: “¿Ahora sí?”. Y accedí.

—Por lo tanto, ¿Macri tiene cierta responsabilidad?

HV: —Creo que sí. Le dio una cierta urgencia al análisis y a la reflexión, sobre todo para tratar de entender por qué sucedió algo así.

Las respuestas de Verbitsky se dan entre un puñado de periodistas que nos quedamos al final de la conferencia previa a la charla donde junto con Diego Sztulwark, Laura Hintze de la cooperativa La Masa y Rocío Novello de la Universidad del Hacer mantendrán un diálogo abierto con un auditorio de la Asociación Empleados de Comercio totalmente colmado.

Verbitsky, el “Perro” o simplemente Horacio, es el principal protagonista de una entrevista que se prolongó durante casi dos años, constituida por asiduas charlas pactadas con el autor -Diego Sztulwark- y que dieron como resultado “Vida de Perro”. El libro compila la historia de Verbitsky a lo largo del último medio siglo y ayuda a comprender o a sumar nuevos interrogantes respecto a los sucesos más importantes de nuestra historia como país.

—¿Cómo se construye, después de estos últimos tres años, una alternativa popular?

HV: —En primer lugar, diciendo que no. Y en la sociedad hubo muchos no. El avance del proyecto de Macri está complicado porque la resistencia social no le permite avanzar a la velocidad que él pretende. El gobierno nacional va a llegar a su último año de mandato con una situación de crisis de difícil manejo y con mínimas posibilidades de un segundo mandato.

En la solapa del saco gris de Verbitsky se observa un pin con el rostro de la luna de George Méliès en su película de comienzos del siglo XX, “Viaje a la luna”, que a su vez coincide con el logo del portal web que dirige Horacio, luego de su repentina salida del diario Página/12, Cohete a la Luna.

—¿Cómo se lleva con esta nueva etapa de su carrera, luego de pasar del periodismo gráfico al exclusivamente digital?

HV: —Personalmente, muy bien. Estoy muy contento del cambio y trabajando con una alegría que no sentía en los últimos años en el otro medio, pero también es cierto que estoy trabajando mucho más a esta altura de mi vida que a los treinta años. Lo cual, es un poco aberrante dada la edad que tengo, pero mientras pueda hacerlo, lo hago con mucho placer.

—¿Y en qué situación se encuentra la libertad de expresión?

HV: —Hay muchas restricciones, sobre todo tratando de estrangular económicamente a los medios. Desde el manejo de la pauta oficial hasta la existencia de amenazas. Yo me fui de Pagina/12 cuando el Presidente dijo que era una de las personas que impedía el despegue del país y estaría mejor si me metieran en un cohete que me mandara a la luna. Algo dicho de esa manera, viniendo de alguien de apellido Macri cuyo origen proviene de Calabria, es una amenaza que de ninguna manera se puede menospreciar.

 

El libro que lleva como subtítulo “Balance político de un país intenso, del 55 a Macri” es un apasionante recorrido por momentos claves de nuestra historia reciente. Perón, la dictadura cívico militar, Montoneros, Walsh, Bergoglio -más conocido como el Papa Francisco-, el regreso de la democracia, los años noventa, el 2001, el kirchnerismo y la aparición de la figura de Mauricio Macri son solo algunos de los acontecimientos sobre los cuales el periodista autor de “Robo para la Corona” tuvo cierta participación, o una mirada cercana, y los vuelca en esta especie de autobiografía. Su relato suma nuevas cuestiones a sucesos complejos, como por ejemplo su injerencia en los famosos escritos de Rodolfo Walsh destinado a la cúpula de Montoneros donde realiza una crítica al accionar de la agrupación armada, una vez iniciada la dictadura.

Verbitsky es un personaje acostumbrado a ser el eje de críticas hacia su persona y su conducta a lo largo de los años. De acuerdo con su criterio, cada vez que alguna de sus investigaciones toca sectores de privilegio dentro de la esfera del poder económico o político automáticamente comienzan a surgir las versiones sobre su accionar en el pasado. Tal vez, una de las más polémicas en el último tiempo lo ubicó como colaborador de las fuerzas armadas en pleno proceso militar. Al respecto, Sztulwark no tiene ninguna duda: “Nunca hubiera escrito un libro de alguien que tuviera la mínima sospecha de haber colaborado con la dictadura. Jamás. Lo hubiera denunciado y punto; sin tener la menor complicidad”. Y agrega: “Antes de entrevistar a Horacio, leí el libro de Gabriel Levinas ‘Doble agente’ y me pareció una canallada. Es un horror absoluto confundir indicios con pruebas. Levinas deduce que -Verbitsky- al no ser exiliado o porque no lo mataron fue un colaborador y en respaldo de eso muestra un conjunto de generalidades que perdí mucho tiempo en chequearlas y contrastarlas. Sin embargo, no es el primer libro contra él. Hay uno de Carlos Manuel Acuña, alguien que se formó en la Escuela de Inteligencia de la Nación Argentina y fue funcionario de las dictaduras de Onganía y Videla, también involucrado en casos de lesa humanidad. Acuña lo acusa de ser alguien financiado por la Fundación Ford”.

—A lo largo de las numerosas entrevistas que tuviste con Horacio para poder hacer este libro, ¿cambió la imagen que tenías de él?

Diego Sztulwark (DS): Desde que salió Página/12, en 1987, todos los domingos de mi vida leí las columnas de Horacio. Cuando me iba de vacaciones pedía los diarios para leerlos y después comencé a leer sus libros. Hace varios años, fue invitado por el peronismo a dar una charla por la presentación del aula Rodolfo Walsh en la Facultad de Ciencias Sociales de Buenos Aires y yo militaba en una agrupación de izquierda. Como éramos tan admiradores de su trabajo, cuando salió quisimos saludarlo y nos corrió con la mano para pasar. Me quedé con esa imagen, la de una persona antipática y fría, pero al mismo tiempo admirable por su trabajo de investigación, intelectual y por su coherencia política. En el 2013, a partir de una serie de conflictos donde estuve involucrado, en el sur de la provincia de Buenos Aires, decido escribirle a él por ser el presidente del CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales) para pedirle ayuda. Su reacción fue de una gentileza y simpleza tal que me sorprendió y ahí empezamos a tener un intercambio. A partir de eso, le sugerí que desde el 2013 la crisis del kirchnerismo era imparable, por eso consideraba necesario pensar qué había sido esta experiencia de lucha social contra el neoliberalismo, desde el 2001, con mucho protagonismo de movimientos sociales y por qué esas crisis habían dado lugar a gobiernos como el de Macri. Me parecía que había que legarle a las futuras generaciones, que se iban a sumar a la lucha social y política, algún balance complejo. Horacio no me dio una respuesta concreta, pero la noche en que Macri le ganó a Scioli, lo llamé y le dije: es el momento. Y dijo que sí. Por eso, en marzo de 2016 pactamos dos mañanas por semana durante meses para armar una entrevista década por década, del 55 hasta el segundo año de Macri. Fuimos tomando el tema de sus investigaciones, Walsh, Prensa Latina, el trabajo que realizó en organizaciones revolucionarias en los ’70, la prensa clandestina en la dictadura, la presidencia del CELS y así fuimos haciendo una especie de balance histórico. Fue descubrir a alguien que tenía una predisposición que no imaginaba, inclusive se expuso a un contrapunto porque yo fui bastante crítico del kirchnerismo y en el libro esas diferencias se reflejan. Diría que se armó una amistad política que no pensé posible.

—El relato que hace Verbitsky sobre los años previos y durante la dictadura, junto con su relación con Montoneros, le suman más complejidad al análisis de esa época.

DS: —En el libro se muestra la crítica que hizo Walsh a la conducción de Montoneros en los años donde se jugaban la derrota político militar, parte de esos escritos fueron escritos por Verbitsky. Y ahora muchos le piden que se arrepienta de la lucha de los años setenta, cuando en realidad la crítica él la hizo cuando la tenía que hacer. No es un problema de arrepentimiento, criticar la línea política de una organización no es pasarse al campo del enemigo y quiero mostrar que su crítica no es arrepentimiento. Autonomía y agenda propia no significa que alguien no se comprometa en los procesos. O como dice él: “Ser objetivo no es ser neutral”. Se puede ser objetivo en los análisis y no ser neutral en la lucha de clases.

—En el libro sobrevuela la intención de convertirse en un balance del campo popular, con sus vaivenes a los largo del último medio siglo ¿Tenés alguna conclusión  al respecto?

DS: —En ese aspecto, tengo una diferencia con Horacio. Él sostiene una teoría política clásica, relacionada con la conducción de Cristina Fernández y a mí me parece que no podemos volver a cometer el error de una conducción política cerrada que no sea permeable a los sujetos en lucha en cada período. Durante el kirchnerismo se maltrató a sectores sociales importantes que estaban en lucha contra el neoextractivismo, eso para mí fue un error político que discutimos con Horacio. Él lo explica por la necesidad de extraer una renta -sojera, minera,etcétera- para producir un mínimo de reparación y redistribución social. Creo que tiene razón pero al mismo tiempo hay que incluir a todas las personas que están resistiendo contra el modo de acumulación y proponerles una salida de este modelo. No en lo inmediato, pero a mediano plazo. No se los puede ignorar ni tratar como enemigos y muchos menos reprimir. Si eso ocurre no me parece una política democrática para América Latina. Porque en el continente el problema de la democracia desde mi punto de vista lo marcan los sujetos que luchan contra los rasgos más violentos de  los modos de acumulacion

sincerco.com.ar  

Santa Fe, Instagram y tamagotchi // Diego Skliar

“Todo lo que era directamente vivido, se aleja hoy en una representación”.

Guy Debord, suicida.

 

La vida ya fue: lo importante es contar lo que no se experimentó porque estábamos muy ocupados sacando fotos o haciendo videítos. Bien lo sabe la Secretaría de Turismo de Santa Fe, que le pegó un refresh a sus comunicaciones y nos invita a recorrer la provincia con el slogan “tu Instagram te lo va a agradecer, vení y compartilo con todos”. El otro motivo para visitar la provincia, según otro afiche de la misma campaña, es la cantidad de stories que vas a poder registrar. Ya somos nuestro propio tamagotchi. Y para alimentar a nuestro ser virtual, nada más loco que el color del cielo con el filtro que le metí y asegurar una cantidad de likes que seguirá creciendo cuando suba la selfie con un pato al que le puse al lado una pinta de cerveza artesanal y un gorrito de Newell´s. Sacame acá, donde dicen que paraba Fontanarrosa, mientras no escucho los tiros de los pibes del Barrio Ludueña, mientras la falopa y la soja se van por la misma senda.

Entender sin ortibarse. La Gorra Coronada de Juguetes Perdidos // Diego Valeriano.

¿Donde estan los amigos? se pregunta Diego y dice que amigos son aquellos con quienes reunimos los ánimos necesarios para huir de nuestro tiempo. Huir y pensar nuestro tiempo, nuestro estado de ánimo, los que nos queda de vida. Los Juguetes Perdidos hacen un esfuerzo bien piola para huir entendiendo, para decir lo preciso, para no ponerse ortibas cuando dicen, con lo difícil que es esto último.  

 

Porque cuando se trata de pibes y pibas ponerse ortiba es lo que siempre sale. Se engorran todos: la trabajadora social, el psicólogo, la doña de la copa de leche, los educadores populares, las talleristas, los gendarmes, la pedagoga, la militancia…. todas.

 

Leer la Gorra Coronada me hace escabiar, me pone pillo, me arde el cuerpo, me sonrió. Me lleva a infinitas situaciones vividas, le pone nombre a esas situaciones, me gustaría contarselas. Le pone palabras a cosas que decidimos con otros amigos, a posiciones tomadas a pura intuición, a deserciones urgentes que no pude explicar, a infinitas charlas sin sentido alguno.

 

Son originales y certeros. Mientras los leo me les hago amigo, hablo con ellos, me río, me vienen ganas de decirle al chabon que esta sentado al lado en el bondi que es así, que estos chabones tienen razón, que las palabras son estas, que nadie explica la vitalidad mejor que ellos, que el Macrismo y el Cristinismo son así, que el consumo libera, que el infierno está encantador.

 

Los Juguetes perdidos escriben como chabones, con esa dosis de amor y  miedo que se le tiene que tener a las pibas, con ese gesto segundero que se tiene que tener obligatoriamente con los pibes. Están seguros de lo que dicen y no andan con culpa, no disimulan, no se camuflan, no buscan congraciarse. Creo que no negocian. Corte que andan solos.

A los amigos se los descubre muchas veces de un modo impredecible. Así nos lo recuerda en sus clases Deleuze, cuando les dice a sus alumnos que busquen sus propias moléculas en los textos. Esta afinidad molecular que caracteriza a la amistad es prediscursiva o, en todo caso, difícil de decir.

Morir mil veces: 10 lecturas para abordar el femicidio en la literatura // Dolores Reyes

Dolores Reyes eligió para Revista Sonambula diez novelas, cuentos o libros de no ficción que abordan la problemática del femicidio, algunos incluso mucho antes de que se difundiera el uso de la palabra. De Jorge Luis Borges a Roberto Bolaño, pasando por Juan José Saer, Jorge Barón Biza y Gabriela Cabezón Cámara entre otros y otras.

 

Busco las horas.

De acuerdo con la fecha, un femicidio cada 30 horas, cada 20, cada 26…los travesticidios, en ascenso.

Busco las horas y las noticias no parecen ponerse de acuerdo.

En todo caso, las mujeres asesinadas, desaparecidas, quemadas o desfiguradas pueden encontrarse no sólo en la sección de policiales sino también, mucho antes de que comenzáramos a hablar de violencia de género y femicidios, en nuestro relatos, en nuestras letras de tango, en nuestros poemas, en eso que llamamos literatura. Y buscan la hora de ser escuchadas.

Proponemos a continuación una lista con 10 libros que abordan la problemática del asesinato de mujeres por el sólo hecho de su condición de ser mujeres. Seguramente sea arbitraria e incompleta -en la Argentina también las travestis vienen padeciendo asesinatos extremadamente crueles e impunes- pero son 10 excelentes textos para entender la trayectoria de la violencia de género que engloba, mutila y mata a todo aquel cuerpo que ejerza el rol femenino.

El transfondo común a estos libros: una policía que no sólo no protege a las ciudadanas sino que muchas veces es participe de la violencia y el lucro desatado contra sus cuerpos, las mujeres como grupo social desvalido y abandonado ante la indiferencia, las familias de las chicas desamparadas en su búsquedas, las múltiples relaciones entre femicidio y poder político.

Busco las horas para que esto se acabe para siempre…

 

1- “La intrusa”, de Jorge Luis Borges

Publicado por primera en El informe de Brodie (1970), el cuento “La intrusa”, de acuerdo al relato que uno de los hermanos realiza durante el entierro del otro, narra la historia de Cristian y Eduardo Nilsen, que viven juntos, y de la llegada de una mujer, introducida al hogar por uno de ambos, Juliana Burgos “no mal parecida, de tez morena y ojos rasgados”.

Los Nilsen, descendientes de irlandeses o dinamarqueses “altos, de melena rojiza, apodados los Colorados”, eran, dice el relato, muy criollos, tanto en sus conductas como en sus costumbres. Un día, Cristián le ofrece a Eduardo “compartir” a la muchacha; otro día la propuesta será venderla a un prostíbulo de Morón. No hay solución posible al deseo de posesión: se descubren ambos hermanos pagando por el cuerpo de la muchacha y deciden volver a traerla de vuelta a su rancho.

Como en la sociedad actual, el relato pone de relieve que la solución final que encuentran los hombres es asesinar a la mujer, sin darle ni siquiera un entierro: “A trabajar hermano. Después nos ayudaran los caranchos. Hoy la maté. Que se quede aquí con sus pilchas. Ya no hará más perjuicios. Se abrazaron casi llorando. Ahora los ataba otro vínculo: la mujer tristemente sacrificada y la obligación de olvidarla”.

2- Racimo, de Diego Zúñiga

Publicada en 2014, Racimo aborda la desaparición de niñas en Alto Hospicio, localidad al norte de Chile. El lugar geográfico es relevante porque Alto Hospicio se presenta como un lugar perdido, levantado junto a basureros clandestinos. La vida de las niñas y adolescentes se desarrolla en este espacio marginal y extremadamente pobre, en done los adultos están alienados por las condiciones de trabajo y exclusión. Es aquí cuando la trama se complejiza. Torres Leiva se encuentra con una de las chicas que, moribunda, vaga por el desierto y la lleva hasta un hospital.

Es significativo que en la novela de Zúñiga, los hombres poseen nombre y apellido, mientras que los personajes femeninos sólo nombre de pila, una manera de comenzar a hacerse invisible.

Hace unos años, en la Feria del Libro de Bs As., Diego estaba de invitado en una mesa sobre femicidio y literatura. Un periodista le preguntó si la literatura alcanzaba para tratar este problema y Zúñiga dijo que no, que no era suficiente pero añadió: -Yo vine a plantar una bandera, desde aquí, plantar una bandera en contra de los femicidios.

3- Cicatrices, de Juan José Saer

Publicada en 1969, Cicatrices transcurre en 1963, durante el gobierno de Guido, después del golpe del 29 de marzo a Frondizi. El peronismo estaba proscripto. La trama de la novela se centra en el 1 de mayo del 63, cuando Luis Fiore, ex dirigente sindical peronista, sale de caza y luego mata a su mujer de dos disparo de escopeta en la cabeza.

A través de los relatos de sus cuatro narradores, de sus entrecruzamientos en trayectorias y espacios comunes, pero sobre todo del femicidio y el tiempo histórico en el que se desarrolla la trama es posible apreciar la violencia de género invisivilizada en la vida de los personajes, y cómo esa violencia crece hasta que detona la escopeta.

4- Sin embargo Juan vivía, Alberto Vanasco

Publicada por primera vez en 1947, la novela posee ciertas peculiaridades la transforman en una novela de excepción: uno de los procedimientos “experimentales” -Saer diría: “La literatura es experimental o no es” – de la novela de Vanasco es que está escrita en segunda persona. “Cuando llegues (a las diez menos cuarto) te encontrarás con la muerte de tu hermana, con varios policías y las primeras páginas de la novela”.

En el femicidio de Genoveva, hermana del protagonista, las culpabilidades irán variando de uno a otro de los personajes del entorno.

5- El desierto y su semilla, de Jorge Barón Biza

Publicada en 1998 por la editorial Simurg y recientemente reeditada por Eterna Cadencia, la novela tiene una marca autobiográfica fuerte: en el año 1964 y durante una audiencia de divorcio, después de veinte años de matrimonio y con ambos abogados presentes, Raúl Baron Biza (llamado Arón Grageac en la novela) le arroja ácido en la cara a su ex mujer, Clotilde Sabattini (en la novela, Eligia). Su hijo Jorge (en la novela, Mario Gageac) socorre desde el primer instante a su madre, y en medio de este episodio comienza la narración.

Entre la fascinación y el espanto, el hijo indaga su linaje en ese rostro deshecho al que irán cubriendo de colgajos, apósitos, injertos, la acción de la naturaleza operando activamente en la formación de quelonios, úlceras y cicatrices; y entre los escritos del padre suicidado un día después del ataque a su ex: “Yo despreciaba sus escritos, y me esforzaba por diferenciarme de él (… ). Ahora, la opción parece ser, para mí, o parricida de su memoria, o resentido por herencia, sin beneficio de inventario; o vulgar imitador en la copa y el balazo”.

6- Las niñas perdidas, de Cristina Fallarás

En 2011, la publicación de Las niñas perdidas le significó a Fallarás ser la primera ganadora del premio Dashiell Hammett (novela negra).

A través de los ojos de una ex periodista devenida en detective, se desarrolla una narración potente y llena de rabia por una Barcelona oscurísima, en la que la violencia, el tráfico y el asesinato se descargan sobre los cuerpos de mujeres niñas. La voz del relato es cruda, descarnada y directa, lo que le otorga a la investigación sobre las dos niñas desaparecidas una actualidad rabiosa.

La violencia de género agravada por la pederastia y el lucro sobre los pequeños cuerpos le generan a la protagonista la ira que descarga contra el cuerpo de algunos animalitos. Una forma de denunciar la hipocresía de tanta sociedad defensora de derechos animales frente a la casi indiferencia ante los cuerpos de niñas torturados y muertos.

7- Beya, de Gabriela Cabezón Cámara e Iñaki Echeverría

Como respuesta a la convocatoria de la editorial española Sigueleyendo para contribuir a la serie Colección de bichos, clásicos infantiles para adultos, Gabriela Cabezón Cámara se despachó en 2011 un arrollador relato sobre una víctima de trata cautiva en un prostíbulo bonaerense. La nouvelle tiene un trabajo con la lengua que le otorga una cadencia propia: fue, en gran parte, escrita en octosílabos. La trata de blancas y el tratamiento que la autora le da a la tortura y al dolor, la insertan en una tradición que arranca con El matadero y sigue, haciendo unos altos un poco abruptos, con Lamborghini. En la crueldad y el dolor al cual es sometida Blanca podemos leer toda la tradición argentina de literatura y violencia, pero particularizado a la forma de sometimiento y lucro que se hace sobre los cuerpos de las mujeres.

8- Chicas Muertas, de Selva Almada

Publicado en 2014 con una de las tapas más intranquilizadoras que recuerde, Chicas Muertas es el primer libro de no ficción de Selva Almada.

La voz del texto trabaja con los testimonios de familiares, los expedientes judiciales, las tumbas -si hay cuerpo- en los cementerios de provincia, y los propios recuerdos de la autora, buceando en tres femicidios no resueltos de los años ochenta, cuando ni siquiera existía el término femicidio. Pero el impacto del asesinato de Andrea, dormida en su propia cama y en el interior de su casa, la crueldad sobre una tan joven María Luisa y la desaparición de Sara, tres casos aún no resueltos, abren el texto a infinidad de violencias y prácticas ejercidas sobre el cuerpo de las mujeres, adolescentes y niñas en cada uno de los pueblos que Almada aborda en Chicas Muertas.

La lectura de Chicas Muertas logra hacer visible lo naturalizado, como forma de empezar a problematizar y revertir la violencia de género que es epidemia en nuestras tierras.

9- La Pesquisa, de Juan José Saer

Publicada en 1994, La pesquisa articula, en uno de sus planos narrativos, el relato de Pichón Garay a sus amigos sobre los asesinatos de veintisiete mujeres mayores ejecutados por un asesino serial, en el mismo barrio de París en el que reside Pichón.

Desde la presentación de la novela se la sitúa dentro del género policial, dándole un lugar central dentro de sus elementos característicos al relato sobre por lo menos tres pesquisas: La que ejecuta el asesino sobres sus víctimas, la que lleva a cabo el investigador en búsqueda del asesino y la pesquisa del sentido oculto en toda la serie de femicidios.

10- 2666, de Roberto Bolaño

La gran novela polifónica sobre los femicidios en el norte de México significa por acumulación. Bolaño no ahorra lo más mínimo de la violencia desatada sobre los pobres cuerpos de las mujeres, convertidos en despojos en el desierto de Sonora. Tantas muchachas sin nombre, tantas apenas comenzando su juventud.

La parte de los crímenes (cuarta parte que constituye 2666) es para mí la apuesta más alta del libro, ya que la violencia que late, amenaza y cohesiona a todo el volumen, se desata en un lenguaje descriptivo casi a nivel de prontuario policial, pero el prontuario no queda constituido aquí por el listado de criminales, si no por los cuerpos de las mujeres y la crueldad extrema ejercida sobre ellos. Parecería que el escritor buscase desbordar al lector, indignarlo, enfurecerlo, conmoverlo o en cualquier caso, sacarlo del “automatismo” y su forma de recepción indiferente, relatando uno tras otro los femicidios de Ciudad Juárez en todo su horror. Así, la ficcional Santa Teresa, en el lejano desierto de Sonora, se nos vuelve cada vez más cercana.

Por su singularidad y su potencia, la lectura de 2666 es una experiencia ineludible para vivenciar la violencia femicida, el lugar de las fuerzas de seguridad, la justicia, los gobiernos y el poder en torno a las mujeres muertas y desaparecidas que se desangran en un torrente llamado América Latina.

 

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Los 5 riesgos de militarizar la seguridad interior // Sebastían Ortega para Cosecha Roja.

El Presidente pondría en marcha esta nueva política sin pasar por el Congreso, a través de dos decretos que modifiquen la ley de defensa. ¿Qué pasa cuando los militares cumplen funciones de policía? ¿Cuáles son los antecedentes en la región? ¿Por qué esta doctrina es una amenaza para la democracia y la soberanía nacional?

Acá te contamos las cinco claves de los riesgos que implica la intervención de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad interior.

1. Los derechos humanos en riesgo: las Fuerzas Armadas están preparadas para aniquilar.

La intervención de las fuerzas armadas en tareas de seguridad interior forman parte de la doctrina promovida por los Estados Unidos bajo la excusa de enfrentar “nuevas amenazas” como el narcotráfico y el terrorismo.

¿Cuáles son los riesgos? A diferencia de las fuerzas de seguridad, las Fuerzas Armadas -además de tener una mayor capacidad de fuego- no están entrenadas en el uso gradual de la fuerza. “Están preparadas para aniquilar”, explicó a Cosecha Roja hace unos meses la ex ministra de Defensa Nilda Garré cuando el gobierno ya insinuaba el cambio de doctrina.

“Nuestras Fuerzas Armadas no han sido capacitadas para cumplir con las tareas que cumplen las fuerzas de seguridad. Los elementos de combate de los militares argentinos están entrenados para el empleo de la violencia en su grado más extremo, y en un contexto de guerra, y no están instruidas para actuar bajo órdenes de fiscales y jueces, ni para aportar pruebas para procesos penales, ni para realizar inteligencia criminal, ni para investigar la comisión de delitos”, explicó la doctora en sociología Paula Canelo en un ensayo para revista Anfibia.

2. La intervención militar en conflictos sociales

El proyecto de militarizar la política de seguridad no es nueva. En enero de 2016 la vicepresidenta Gabriela Michetti firmó el decreto que declara la emergencia en seguridad en el territorio nacional.

“¿A qué llaman emergencia? A todo y a nada, y en eso reside su mayor peligro. El decreto disfraza y encubre su verdadero propósito”, explicó en ese entonces Ileana Arduino, integrante del Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales (INECIP) y ex secretaria de políticas de prevención y relaciones con la comunidad del Ministerio de Seguridad de la Nación. Sin una definición clara, cualquier grupo social puede constituirse en una amenaza de la seguridad nacional.

Hoy, con un helicóptero y una bandera argentina gigante como escenografía, Macri hizo el anuncio de una política planificada desde su llegada al poder. “Como parte de las nuevas misiones será fundamental la participación de las Fuerzas Armadas en la custodia y protección de los objetivos estratégicos”, explicó.

En esa lista de objetivos estratégicos están incluidas las centrales nucleares y yacimientos petrolíferos como el de Vaca Muerta, la formación de gas y petróleo más importante del país, un territorio en disputa entre empresarios y comunidades originarias.

“Hay un gran temor de que la definición de objetivos estratégicos alcance a lugares o situaciones que estén involucrados en dinámicas de protesta social”, explicó a Cosecha Roja Manuel Trufó, coordinador del equipo Seguridad democrática y violencia institucional del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS).

La doctrina de las “nuevas amenazas” diseñada por Estados Unidos también establece la necesidad de utilizar a los militares para combatir el terrorismo. En Argentina el gobierno reconoce la existencia de una única organización terrorista: la Resistencia Ancestral Mapuche (RAM), una supuesta organización armada cuya existencia ni siquiera está probada.

Según un informe del Ministerio de Seguridad la RAM recibe armas y apoyo financiero de organizaciones internacionales pero ataca con cuchillos, martillos y serruchos. Entre la larga lista de atentados que el gobierno le atribuye están el ataque a piedrazos a gendarmes durante la represión en la que murió ahogado Santiago Maldonado y el supuesto “enfrentamiento” con integrantes del grupo Albatros de Prefectura en el que fue asesinado por la espalda Rafael Nahuel.

La “nueva doctrina” podría habilitar la intervención militar en conflictos con las comunidades mapuche o en situaciones de protesta social con otros actores políticos.

“Un caso para tener en cuenta es el de Perú, donde las Fuerzas Armadas tienen la misión de control y represión de la protesta social y se han dado casos con cantidades de muertos impresionantes”, explicó Trufó.

3. Colombia y México: el fracaso de estas políticas en Latinoamérica

En 2006, a poco de asumir, el presidente mexicano Felipe Calderón le declaró la “guerra al narco” y dispuso la intervención de las fuerzas armadas en el combate a los grupos criminales. La violencia no se redujo, sino que aumentó. Según organizaciones de la sociedad civil el saldo fue de aproximadamente cien mil muertos y 30 mil desaparecidos.

Las denuncias por torturas, asesinatos y desapariciones cometidos por efectivos de las Fuerzas Armadas se incrementaron un mil por ciento. Estas denuncias no fueron investigadas y permanecen impunes.

El caso de Colombia también es paradigmático. El país atravesó durante décadas un conflicto armado interno en el que intervinieron las fuerzas armadas. Según el último informe de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos se recibieron “denuncias de violaciones al derecho a la vida y a la integridad personal relacionadas con el uso excesivo o indebido de la fuerza por parte de los militares”.

4. La corrupción y desprofesionalización de las Fuerzas Armadas

El jurista Alberto Binder, presidente del Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales (INECIP), también alertó sobre el riesgo de enfrentar a las fuerzas armadas, inexpertas y mal equipadas, a un fenómeno criminal muy complejo como el narcotráfico: “Las acercás a un fenómeno con un gran efecto corruptor”, explicó Binder. El caso de México es un gran ejemplo de eso.

La intervención militar en asuntos de seguridad tiene otra grave consecuencia: la desprofesionalización de las fuerzas armadas. “Cuando se las utiliza como Policía o como guardianes de fronteras se va perdiendo la especificidad de la misión militar, que tiene que ver con la defensa de la soberanía”, dijo Trufó.

Según explicó el experto del CELS, detrás de la doctrina de las “nuevas amenazas” que impulsa Estados Unidos en la región hay otro objetivo geopolítico: “La transformación de las Fuerzas Armadas en policías y la renuncia de esos países a tener su propia política de defensa. Se busca desmantelar a las Fuerzas Armadas”, contó Trufó.

5. Las fuerzas armadas se convierten en un actor político de peso

La prohibición de que las fuerzas armadas intervengan en la seguridad interior fue un acuerdo que se sostuvo durante 35 años de democracia y que permitió desarmar el poder que habían tenido los militares como actores políticos durante casi medio siglo.

“Otro costo de esta política es el riesgo de que las Fuerzas Armadas vuelvan a convertirse en un actor político importante”, explicó Trufó. “Este no es un gobierno que se caracteriza por tener una fuerte política de control sobre las Fuerzas Armadas y las fuerzas de seguridad”, agregó.

“Esta es una pésima noticia. Se ha roto una de las políticas de Estado más firmes y con mayor consenso de la democracia”, explicó Binder.

 

http://cosecharoja.org

Es otro el truco. // Luciano Debanne

La cosa es que capaz no vas a ver un tanque en la calle. Al menos no en tu calle. Al menos no todos los días. No.

Es otro el truco.

Todos tenemos un tanquecito adentro, con un miliquito. Nos lo metieron hace mucho. Se lo metieron a nuestros antepasados y ya quedó ahí. Adentro nuestro.

Está ahí en la panza. Es eso que te aprieta cuando pasas por un control policial, o una frontera, o cuando entras a una comisaría. Es el miliquito que se cuadra y a vos te da esa cosa en la panza.

Cada tanto el cuerpo lo busca expulsar al tanquecito y al miliquito. Y entonces como que lo va descartando, lo va llevando de a poquito para afuera, para el lado del upite, junto con el resto de lo que no sirve.

Bueno con esto que acaba de anunciar el presidente lo que va a pasar es que cuando menos te lo esperes te va a aparecer un tanque posta en la cara y un milico de verdad apuntandote en la cabeza.

No todos los días, no. Una o dos veces, no más. O capa ni siquiera lo ves, solo te dicen que está ahí, apuntándote.

Y entonces a vos se te va a fruncir el upite, mucho, mucho, mucho.

Y así consiguen que el miliquito que le metieron a tus antepasados y que ellos te metieron a vos, quede ahí adentro.

Ese es el truco. Que vivas fruncido y aguantes.

Estigmatización al palo. // Dalma Villalba, para Mundo Villa

No es casualidad que todos los pobres, los que trabajamos en los penales, vivimos en las villas o barrios bajos, los que pensamos que la batalla que debemos dar es la batalla cultural o cualquiera que camine por ahí y  tenga más de tres ideas, se sienta zarpado con El Marginal.
Pero no por una cuestión de “gustos”, sino por una cuestión de clases, por lamentar desde el alma que se dé espacio, financiamiento y publicidad a este tipo de producciones que reavivan el morbo y lo peor de nuestra sociedad.
Pero que mal está que pensemos ¿Para qué van a pensar los villeros, los pobres y los presos?, y menos si (como generalmente ocurre) una sola persona carga con todos esos estigmas, si ya hay gente que piensa por nosotros.
Que mal está pedir los recursos para mostrar algo diferente. Si la industria ya está completa, sobrepoblada, ya se hizo/invento todo lo que puede ir para la TV, además ¿Qué es eso diferente que pueden mostrar los villeros? ¿Para qué algo diferente?  y si quieren hacer algo, que llenen formularios, presenten proyectos, vayan a las reuniones, que cumplan y salten todas las infinitas trabas burocráticas
Que mal está ofendernos ¿Cómo se van a ofender por esto? ¿No entienden que es ficción? ¿Qué buscan haciendo catarsis por una serie?
El Marginal 2 tan solo en su primer capítulo tocó varios temas que no tienen mucho que ver con la realidad: vomitó violencia, verbal y física, el gran todos contra todos, tiene una cuestión morbosa extrema con el sexo, los que pueden elegir, para pasarla “mejor” y las violaciones, lo sucio, los berretines, los gatos, los porongas que manejan los pabellones, lo simple de la muerte, la frialdad de los trabajadoras, la indiferencia de los que tienen “el poder”, sobre esas cientos de vidas, el placer de la sangre. Un sin fin de cuestiones que deberíamos de revisar y sobre todo ver por qué resulta “atractivo” mostrar, “resaltar” y ganar dinero con eso.
Realmente poco tiene que ver con lo que ocurre en las cárceles, donde los amigos son hermanos, la solidaridad y la fe son los principales pilares para transitar momentos durísimos, donde la imagen, el respeto y el cuidado por las mujeres que laburan allí son temas muy importantes para todos los internos, entre otros cientos de temas que deberían de contarlos ellos mismos.
No es dudoso que no se pueda meter una cámara para mostrar cuando los pibes están aprendiendo algún oficio, cuando van a algún taller, o están estudiando. Pero no hay problema en conseguir el permiso, pagar a los actores, grabar en una cárcel y simular que son simios a los que solo les divierte la sangre, el morbo y el dolor del otro.
Es muy interesante el fenómeno que produce esta serie porque por un lado tenemos a la sociedad que va idolatrando en cada capítulo a los actores, por su valentía en la serie, por ser el más malo de todos, por bancarse esa vida y la gente va apropiándose de esos berretines sin saber bien qué significa, ni por qué lo hace, basta con un solo ejemplo, la palabra “gato” que se usa habitualmente y la gran mayoría no sabe qué significa.
Y la misma persona que apoyó que baje la edad de imputabilidad o los justicieros de los celulares o los que dicen muerte a los chorros (a los chorros de celulares y carteras, porque a los que se roban cientos de millones no los mencionan y generalmente los defienden y los votan) son los que festejan y alaban este tipo de productos hasta transformarse en fanáticos desaforados.
Por otro lado estamos los pobres, los, las les, villerxs, presos, trabajadores que nos da bronca, tristeza, repudio, desilusión, que se financien este tipo de productos, porque mucha gente cree que eso “es lo real”, que eso es la cárcel, la cultura popular, lo negro de “alma” y nunca jamás, podrían llegar a hacer el ejercicio de ponerse en el lugar del otro. Este tipo de productos profundizan “la grieta”, una de las más importantes, esa grieta que acompaña la vida de todos y la otra, la de la cultura del descarte y la idolatría estúpida que nos enseña la televisión.
 ¿Llegará el día en donde el financiamiento va a parar en manos de los que supuestamente son protagonistas?
Para mostrar esa realidad dura, consecuencia de un fracaso de país, de un contexto que nos condena, pero también esa realidad cotidiana de esperanza y amor, entre amigos, familias, parejas, de ese amor inocente y la esperanza de una vida mejor,  no solo de la villa, la cárcel, el psiquiátrico, sino de todos los lugares donde el otro es carne de cañón de los que tienen el poder, los medios, los recursos, y las firmas.
www.mundovilla.com

En otro orden de cosas. A propósito de Fogwill, el muchacho punk // Mariano Pacheco

Libros y alpargatas. Reseñas de un escritor cabeza. 

 Hace 77 años, nacía Rodolfo Fogwill, “Quique”, el escritor argentino fallecido el 21 de agosto de 2010, o simplemente Fogwill, el muchacho punk.

Estaba por cumplir sesenta años cuando, en enero de 2001, firmó el Barcelona las palabras preliminares de su libro En otro orden de cosas, publicado en 2002 por editorial Mondadori, y en 2008 y 2011 por Interzona. Fogwill empezó a publicar tardíamente podríamos pensar, si asumimos que los 38 años eran la vejez extrema para aquella generación. A diferencia de otros “compañeros de ruta” él había estudiado sociología, era un publicista exitoso y un personaje al que no le importaba colocarse en el lugar de la corrección política progresista (en 1979, de hecho, ganó en plena dictadura el Premio Coca-Cola con Mis muertos punk).

De allí que sus libros, como Los pichiciegos (escrito de manera veloz, al ritmo del corazón agitado por la cocaína, mientras se desenvolvían los acontecimientos bélicos), hayan desconcertado a tantos. Algo similar puede pensarse de En otro orden de cosas. Libro que tenemos entre mano para leer, pero también para subrayar, hacer anotaciones a los costados, releer. Es que eso pasa con Fogwill, uno lo lee como quien lee cualquier otro cuento o novela y se topa con una serie de frases que lo dejan pensando, meditando casi sin querer.

Sea una novela, un relato o un mero equívoco literario, la crónica que sigue, sigue durante doce años una penosa biografía, construida con la mezcla arbitraria de la biografía del autor, de otras que conoció y la del propio personaje, escribe Fogwill, el muchacho punk, para abrir En otro orden de cosas.

¿Cuándo empieza un período político? ¿Cuándo termina? O más bien: ¿cómo hacer para fechar un proceso? Siempre hay controversias en torno a ello, y cuando de historia se trata, siempre se puede ir un poco más atrás.

La operación Fogwill en este sentido es fundamental: él fecha en 1971 el inicio de este libro, momento en que el ex presidente de facto Alejandro Agustín Lanusse, al frente del último tramo de la dictadura autodenominada “Revolución Argentina” lanza el Gran Acuerdo Nacional, y lo cierre en 1982, cuando la dictadura del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional se propone recuperar por la fuerza las Islas Malvinas, tras un marcado desgaste del régimen. Es el período de auge y caída de los intentos (desde el peronismo y la izquierda) de llevar a cabo una transformación revolucionaria de la sociedad argentina. No casualmente en la tapa del libro se lo puede ver a Perón, sonriente, con un revólver en cada mano. A buen entendedor, pocas palabras…

En otro orden de cosas no es el típico texto clásico, realista, al que podríamos catalogar bajo el rótulo de novela histórica. Los aspectos políticos centrales del período no se abordan de manera directa en el relato sino a través de una construcción narrativa en la que aparecen cifrados a través de breves comentarios, líneas de paso que condensan el dramatismo de un tiempo que parece fuera del tiempo pero que sucedió aquí, con fechas y lugares precisos, con nombres propios específicos.

Sin embargo, el personaje central de la novela permanece anónimo, nombrado simplemente como él.

En un entorno permanentemente cambiante, solo la introducción de nuevos cambios garantiza la estabilidad de lo esencial. Lo esencial se irá confundiendo gradualmente con la producción de cambios, tendiendo a llegar al punto donde cambio y permanencia no puedan distinguirse, puede leerse por ahí, en un capítulo ya avanzado de la novela. ¿Qué cambió y qué permaneció igual en la sociedad argentina en esos años?

Los compañeros habían cambiado. De los de antes, hasta el recuerdo de sus nombres se había disuelto en este unísono… Ahora llegaban hombres nuevos con bigotito, sueño, valijas y camperas azules. Gente joven: una generación entera de recambio, escribe Fogwill, y por si quedan dudas aclaramos que el apartado corresponde al capítulo fechado en 1973.

Al protagonista, se nos aclara, le encargaban misiones: tareas, acciones.

Es todo lo que sabemos. Él, el protagonista, es un joven como cualquiera, que vive en pareja y de un día para el otro ingresa en una organización armada. Allí cumple tareas específicas mientras trascurre -sabemos, aunque Fogwill no escribe nada al respecto- la retirada de la dictadura, la campaña del Luche y vuelve, los fusilamientos de Trelew, el triunfo de Cámpora en las elecciones, su breve gobierno, el ascenso de Lastiri, la convocatoria a nuevas elecciones y el triunfo de la fórmula Perón-Perón, con el General como presidente y su mujer Estela Martínez (Isabelita), como vice.

1974 es el año que marcha al ritmo de la revolución, podríamos creer, leyendo en el libro apartados como el siguiente:

Caminando por la avenida hacia el centro, la línea correcta se manifestaba como el aliento que retenía durante cuatro pasos. La gente era aquél aire. La revolución se disparaba en todas las direcciones de la ciudad y esas parejas tomadas del hombro o de la mano, y los muchachos que parecían esperar el llamado de la revolución apoyados en las paredes y mirando las pieles y las caderas de las adolescentes con una sed de armonía que sólo el movimiento de conjunto puede satisfacer: todo era un retumbar, el ritmo de la revolución…

Pero resulta que Fogwill agrega, apenas unos párrafos después, líneas como éstas:

Llegó el otoño, después pasó el invierno y la primavera dio lugar gradualmente al verano… El otro invierno anunció la crudeza por la manera de oscurecer: repentinamente se acortaron los días y la oscuridad bajaba como si una cortina de aire helado y negro se hubiese desplomado sobre el país.

Son líneas dignas de ser leídas en serie con la de otros momentos emblemáticos de la literatura nacional, como cuando Roberto Arlt describe la zona de angustia en su novela Los siete locos. Pero las décadas no han pasado en vano en el país, y la crueldad de las clases dominantes se hace sentir mucho más con cuarenta años de diferencia. Fue un invierno de perros: se notaban sus consecuencias en las caras. La gente palideció, agrega Fogwill. Y remata: La radio insistía emitiendo pronósticos de más frío… Los autos se demoraban en arrancar… la gente solo trataba de protegerse.

Es el pasaje del año 1974 a 1975. Algunos fueron a trabajar directamente para el enemigo escribe Fogwill. Allí comienza el proceso de mutación de él, el protagonista innombrado.

De la orga a la obra. El personaje pasa de militar en una parte muy específica de una organización revolucionaria a trabajar como obrero en la construcción de una autopista en la ciudad de Buenos Aires. ¿Cuánto hay de cambio en las cosas? ¿Cuánto de permanencia?

Se dice en la novela que la obra comenzó durante el gobierno de Perón, pero que dio un vuelco importante tras la irrupción de los militares en el gobierno, luego del golpe del 24 de marzo de 1976.

El plan se presenta claro: reordenar la urbe, con una ejecución del plan por la fuerza si es necesario (desalojo forzoso de población de villas con fuerzas represivas), todo con la necesaria contribución profesional (encuestadores, médicos, psicólogos).

El golpe de marzo de 1976 no es ni siquiera mencionado en la novela, pero en ese capítulo pueden leerse frases sugerentes, tales como Todo el mundo tiene necesidad de formarse un punto de vista… Y eso los pierde. O: Todo es una cuestión política.

El desarrollo del Proceso de Reorganización Nacional puede leerse entre líneas, año a año, en comentarios y paralelismo que van desde el momento en que se topan, removiendo escombros de la obra, con un cementerio y centenares de cadáveres bajo tierra en un patio colonial hasta la referencia a la invasión de productos extranjeros que vive el país, pasando por otros más directos como cuando se describe brevemente el historial de una amante del personaje y se nos informa que ella, la arquitecta, antes de graduarse estaba con sus compañeras en la revolución (y la mayoría ahora estaba muerta, se explicita, por si quedaban dudas).

Pero el miedo no era una cuestión sólo de quienes corrían riesgos por haber participado de la apuesta revolucionaria. El miedo parece haberse apoderado del cuerpo social, parece querer decirnos Fogwill.

Tenían miedo. Cada tanto mataban a alguno que se salía del carril. Ya no se oía comentar secuestros de revolucionarios, pero en el Estado crecía el malhumor contra los que empezaban a desertar de sus filas. Asustaban a un periodista acólito, baleaban a otro, habían precipitado la quiebra de un banco porque el dueño había cambiado de bando en las disputas entre sectores, puede leerse en la novela en la que no falta alguna referencia a las aventuras del almirante (Masera), el conflicto limítrofe con Chile o el Mundial de Fútbol de 1978. Y en la que también aparecen apartados como éste:

Incapaces de desplazar un batallón de tanques sin producir bajas por accidentes de tránsito y dejar el camino sembrado de chatarra reciclada de la segunda guerra europea, se habían especializado en sus tareas elementales de inteligencia, atentados y secuestros de personas.

Resuenan tal vez en algunes lectores las reflexiones emprendidas por león Rozitchner, cuando planteó que las fuerzas armadas en Malvinas nunca hubiesen podido ganar la guerra, porque estaban formadas en una doctrina que era la del enemigo, destinada a la represión interna y no a la defensa de la soberanía nacional.

De allí el linkeo con lo que escribe Fogwill, quien luego destaca:

Todos eran potencialmente díscolos: si habían sobrevivido, era, como decía el informe español, por su “capacidad natural para adaptarse a entornos en permanente estado de cambio”. Y vaya que nuestro personaje fue capaz de adaptarse.

Tal vez sea esa situación, de hecho, la que haga que el protagonismo no provoque repulsión en el lector. Como si los simples días hubiesen ido pasando y el muchacho haya pasado casi sin darse cuenta de organizar los aprestos necesarios para una operación militar de una organización revolucionaria a preparar en detalle un coloquio empresarial sobre la representación política cuando la dictadura comienza a presentarse en retirada.

El mismo personaje que, casi sin darnos cuenta, mientras transcurren las páginas del libro, vemos pasar de ser un simple peón de la obra a maquinista, y luego, técnico administrativo en las oficinas de la empresa constructora, desde donde va a ir creciendo hasta llegar a convertirse en asesor y promotor de las iniciativas culturales del proyecto empresarial.

En otro orden de cosas, entre otras cosas, es también una reflexión aguda sobre las condiciones de producción intelectual y de algún modo propone una mirada amarga sobre el pasado reciente de la Argentina.

La revolución se disipaba en el pasado como un mal recuerdo. Los revolucionarios inauguraban agencias de automóviles, gomerías, bares. O hacían política, canjeando su historia pasada por las dádivas de los partidos que empezaban a reaparecer, escribe Fogwill hacia el final del libro. Y agrega:

Algunos escribían historias. No eran historias de la revolución. Las publicadas, y las que circulaban semiclandestinamente, eran relatos de la derrota…

Mientras Fogwill escribe estas líneas aún el pasado oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Faltan semanas, meses nomás, para que el miedo incrustado en el cuerpo social estalle por los aires. Es un libro que piensa en posdictadura lo que sucedió en el ciclo político anterior. Pero que de algún modo está poniendo el dedo en la llaga de ese país que se construyó sobre las cenizas del fuego que arrasó con una esperanza. Lo que sigue es otra historia, nuestra historia más reciente. La que Fogwill llegó a vivir en parte. Y de la que también dejó algunos testimonios.

www.lalunacongatillo.com

Así te arma una causa la Bonaerense. // Cosecha Roja

Los cuatro policías de la Bonaerense que allanaron la casa de Darío Ávalos en Arturo Seguí, en las afueras de La Plata, no tenían orden judicial. Dijeron que habían visto al joven vendiendole drogas en la calle a una mujer y se metieron en la casa por la fuerza. Revisaron todo, le robaron más de mil pesos, le plantaron medio kilo de marihuana en el auto y se lo llevaron detenido. Después le pidieron plata a su madre para bajarle la imputación.

La mamá de Darío denunció la extorsión y la fiscal Virginia Bravo abrió una investigación. Bravo recordó que unos días antes, mientras estaba de turno, había tenido en sus manos un acta policial que le había llamado la atención. Según el documento, dos días antes del operativo en la casa de Darío, la policía había detenido en la calle a un hombre que estaba vendiéndole drogas a otros dos en la puerta de su casa. En esa causa, la fiscal había pedido un allanamiento que dio positivo y después envió el expediente a la Unidad Fiscal de Investigación 1, que lleva adelante las causas por estupefacientes en el departamento judicial de La Plata.

La fiscal cruzó los datos y descubrió que los policías que intervinieron en ese allanamiento eran los mismos a los que había denunciado la mamá de Darío por extorsión. El modus operandi también era igual: “Los policías falseaban los procedimientos. Decían que se topaban en la calle con un ‘pasamanos’ y entraban en las casas sin orden judicial”, contó a Cosecha Roja la fiscal Bravo. En los allanamientos truchos robaban dinero y objetos de valor, plantaban drogas, detenían a algunas personas y extorsionaban a sus familiares. “Los testigos de actuación eran convocados recién cuando estaba hecho el procedimiento. Los policías se cuidaban de no de no decirles a qué diligencia iban”, explicó la fiscal.

***

El día que los policías llegaron a la casa de Darío, él no estaba. Los policías fueron recibidos por la mamá, la novia y otros dos familiares. Los agentes dijeron que era un operativo en una causa por drogas pero no les mostraron ninguna orden judicial.

A la novia de Darío la obligaron a subir a un Ford Escort de civil y le exigieron que los guiara hasta donde estaba el joven. Lo cruzaron cuando salía del gimnasio en su VW Gol, lo llevaron hasta la casa y revisaron todo. En una linterna sin pilas los policías tenían escondida la marihuana que le plantaron.

Como testigo del procedimiento habían traído a una mujer que vive a la vuelta de la casa y a la que en el barrio señalan como transa.

Mientras se llevaban detenido a Darío los policías le pidieron plata a la mamá para “favorecer” su situación judicial. Ella no alcanzó a pagarles porque una vecina ex policía intervino y habló con los agentes.

“La diligencia que culminara con la detención de Ávalos fue plasmada en un acta falsaria en la que se consigna el inicio del procedimiento a raíz de haber advertido una maniobra callejera de ‘pasamanos’ entre Ávalos y una vecina”, dice el expediente.

***

Después de un año de investigación, la fiscal pidió la detención de cinco policías de la comisaría 12 de Villa Elisa. Fernando Pardo, Facundo Rodríguez y José Sosa quedaron detenidos. Rolando Morales y Jorge Porsella tienen pedido de captura y presentaron un pedido de eximición de prisión.

Los cinco policías están imputados y procesados por los delitos de abuso de autoridad, privación ilegal de la libertad agravada, allanamientos ilegal, tentativa de extorsión, hurto agravado por su condición de funcionario público y omisión de persecución de delitos y delincuentes.

Los investigadores creen que el comisario Cristian Demarco, en ese entonces a cargo de la comisaría de Villa Elisa, podría haber estado al tanto de los falsos operativos pero todavía no hay elementos para confirmarlo. El comisario estuvo al frente de la seccional hasta febrero de este año, cuando fue relevado por una investigación de Asuntos Internos.

 

http://cosecharoja.org

La operación del más allá // Diego Sztulwark

(Serie: La noche de las no-preguntas)

¿Por qué Gramsci carga tanto las tintas sobre los intelectuales? Dos respuestas aparentemente contradictorias, cuyo tejido nos sitúa un Gramsci contemporáneamente activo: por un lado, porque la infraestructura no hace lazo social; por el otro, porque la infraestructura no presenta inconsistencias.

Ignacio Lewkowicz

Un modo de verificar las potencias de un pensamiento es exigirle más de sí en el mismo momento en que sus posibilidades parecen ya agotadas. Es lo que hizo Toni Negri, por ejemplo, cuando escribió su libro Marx más allá de Marx, que recoge un curso sobre los Grundrisse, dictado en París (en la mítica École National Supérieure de la calle Ulm, por invitación de Louis Althusser), en 1978. Marx resulta enteramente releído con el propósito de actualizar los posibles revolucionarios que el marxismo ortodoxo había consumado. Su tesis principal, en la que aún trabajan viejos colaboradores de Negri –Franco Berardi, Maurizio Lazzarato, Christian Marazzi o Paolo Virno–, consiste en la afirmación según la cual en fragmentos clave de la obra Marx se halla “una extraordinaria anticipación teórica de la sociedad capitalista madura”.  Un nuevo Marx –reconstituido en torno a la noción del “intelecto general”– surge del contacto con autores como Guattari y Deleuze. Pocas veces un título anunció una operación con tanta precisión.

En sus clases sobre Foucault, dictadas durante 1986, Deleuze dice lo siguiente: “alrededor del 70, Foucault forma un grupo llamado ‘izquierdista’, al que le atribuye notable importancia como única formación [se refiere al Grupo de Información sobre las Prisiones, GIP] activa después del 68”. Lo que le interesa al profesor Deleuze es el modo de trabajar del cerebro. Es decir, el modo cómo se hacen las evaluaciones. En el caso de Foucault, se trata del problema de cómo se determina la “actualidad”. Qué clase de evaluaciones permiten distinguir lo que estamos comenzando a ser, de aquello que estamos dejando de ser. ¿Cómo se traza esta línea de demarcación? Deleuze se detiene en un Foucault “izquierdista”. Su modo de trazar evaluaciones políticas. Su reflexión microfísica del poder. Sus intuiciones prácticas. En su clase del 7 de enero (editada en El poder, Cactus, 2014), Deleuze se aproxima al modo foucaultiano de ejercer la crítica: “hay tres problemas prácticos para todo aquí y ahora”, sostiene. El modo foucaultiano de determinar lo que se juega en una coyuntura pasa por reunir tres preguntas: a nivel del poder, “¿qué nuevo tipo de luchas hay, si es que hay?, ¿qué nuevo tipo de resistencia al poder?”; a nivel del saber, “¿hay hoy en día, aquí y ahora, un rol particular que sería el rol del intelectual?”; a nivel de una nueva ética, “¿qué significa aquí y ahora ser un sujeto?” (la cuestión de una nueva subjetividad). ¿Cómo respondía Foucault a estas preguntas en su momento? Desplegando la coyuntura cuyo punto culminante fue el 68: luchas autónomas o transversales; intelectual específico; maneras comunitarias de eludir la identificación. “El período actual es muy malo”, afirma Deleuze. Aquellas preguntas que Foucault había reunido se desunieron en una especie de “noche de la no-pregunta”.

Quizás Deleuze iniciaba en sus cursos la pregunta por un Foucault más allá de Foucault.  El propio Negri recuerda que Deleuze, antes de morir, estaba trabajando en un libro finalmente interrumpido, llamado La grandeza de Marx. Quizás la operación de ese “más allá” sea particularmente fértil con relación a Marx y a Foucault por alguna razón que no es necesario atribuir a una filiación directa de Foucault con Marx y, quizás, al modo como cada uno de estos grandes cartógrafos afirmó una forma particular de la crítica: la crítica práctica. La fórmula “más allá”, estimo, se aplica con particular productividad en los pensamientos fundados sobre esta dimensión práctica de la crítica. “Más allá” quiere decir más acá, en el sentido de un redescubrir su actualidad.

La crítica práctica liga cartografía y praxis. Algunos de sus rasgos: 1. Un pensamiento orientado hacia los procesos y las prácticas, es decir, al movimiento real de lo real captado como antagonismo, lucha, resistencia o contraconducta. Apunta a comprender el juego efectivo de las fuerzas, identificando y combatiendo trascendencias (mistificaciones, fetichismos). La crítica conecta con (contra) el problema de los “universales” y con (a favor de) lo que denomina “problematización”. 2. Una crítica de las trascendencias que no solo enfrenta sus formas exteriores (modelo de soberanía) sino que además examina el mundo de los poderes inmanentizados (poder pastoral, gubernamentalidad). El modelo de esta crítica de las trascendencias inmanentizadas se forja a partir de la crítica de la religión (Spinoza, Marx), en particular el pastorado cristiano que, penetrando en la carne y en el alma, mistifica el carácter práctico de la vida (singularidad de la historia occidental) forjando los rasgos centrales de una antropología útil al neoliberalismo. Resistir a este tipo de poderes supone hacer del cuerpo vivo un dispositivo de resistencia. 3. Una fuerte desconfianza del Estado (un universal) en tanto forma que pueda fundar lo social y explicarse a sí mismo. El Estado no extrae sus rasgos y potencias de sí mismo (no tiene esencia), ni posee una historia interna. Como tendencia integrativa de los juegos de poder, el Estado se explica cada vez más por las técnicas de gobierno y no a la inversa. Foucault denuncia el “odio al Estado”: la trama institucional se torna en campos de batalla en la medida en que estos logran deshacerse del mito soberano y contra-efectuar el juego de las relaciones de poder.  4. Una tentativa de aprehensión extra-jurídica de lo político, la fábrica (Marx) o la prisión (Foucault) como medio de comprensión privilegiada de acceso a las relaciones de fuerzas. 5. Un rechazo de la idea de una Razón en la historia: hay tantas racionalidades como juegos de poder y resistencia. 6. Una analítica del discurso capitalista de la libertad sobre el fondo del problema del control del trabajo y la reproducción, fundamento del discurso de la biopolítica (el capital no explota al trabajo sin gobernar el carácter vivo del poseedor de la fuerza de trabajo, una virtualidad a actualizar bajo el mando de los dispositivos de la valorización, según lo explica Paolo Virno en La gramática de la multitud). 7. Una comprensión de las relaciones de gobierno, a partir de las categorías neoliberales, como tecnología de gobierno del acontecimiento (lo neoliberal como racionalidad del conjunto de las dimensiones extraeconómicas de la vida). 8. Una apuesta por la resistencia (biopolítica) tal como surge “dentro y contra” de los dispositivos neoliberales de poder (gobierno). La crítica deviene política en este “dentro y contra”, en su capacidad de producir un “más allá” práctico.

En esta senda se inscribe el libro de Sandro Chignola, Foucault más allá de Foucault, una política de la filosofía (Cactus, 2018). ¿Por qué una “política de la filosofía”? Chignola percibe en el periplo de Foucault, en particular en el último período, un doble papel político para la filosofía: como el delimitador de un espacio de la crítica al interior de la razón gubernamental (que pasa tanto por los gobernantes como por los gobernados), es decir, una estabilización de la diferencia a partir de la cual el gobernado es capaz de tomar la palabra y decir una verdad frente al poder; y como el operador de un bucle reflexivo, por el cual el gobernado aprende a gobernarse a sí mismo –autonomía– en su relación consigo mismo y con los otros, que crea una forma de vida dentro y más allá de las relaciones de fuerza y de los dispositivos de poder. Crearse una libertad, inventar una política, producir una verdad. En este punto, la obra de Foucault engarza con la de Pierre Hadot, para quien lo real de la filosofía es la práctica entendida como un ejercicio espiritual conducente a transformar al sujeto para hacerlo merecedor de una verdad.

Chignola sostiene que, en definitiva, leemos sobre todo a Foucault porque en los últimos años de su vida nos enseña a desplazar la atención crítica, teórica y política del problema de la soberanía del Estado al campo de la gubernamentalización del poder (un anti-Hobbes). Al contrario de la teoría política contractualista, en Marx “es la existencia de formas locales de ejercicio del poder, difundidas por el entero espacio social (la propiedad privada, la esclavitud, la fábrica, el ejército), lo que anticipa y determina la construcción de los grandes aparatos de Estado”. Foucault habría aprendido de Marx a invertir el razonamiento convencional y a afirmar que el imperativo de la represión proviene del de la producción (Foucault admira la historización de la acumulación originaria de Marx, según Chignola. Allí se inspira para teorizar la producción de “cuerpos dóciles”, línea en la cual encuentra la “gemelidad genealógicamente inferible de la forma-prisión y la forma salario”.

Luego de estudiar la producción de subjetividad a partir de dispositivos soberanos y disciplinarios, el filósofo se dedica a estudiar, a partir del método marxiano de la inversión, el modo como los procesos de subjetivación –modos objetivos de instituir subjetividad– dan lugar a unos dispositivos gubernamentales de poder (que abren el gobierno a los mercados; que contemplan las contingencias, las complejidades y las contraconductas; que adoptan una actitud administrativa y desinteresada por el comando directo) sobre la base paradójica de una producción de libertad que garantiza un campo generalizado de obediencia. Es lo que sucede con las formas de gobierno neoliberales, en las que todo individuo aprehende sus posibilidades vitales solo en la medida en que se engancha a la dinámica de los mercados. En palabras de Chignola: “la superficie normativa sobre la que se conectan los individuos y gubernamentalidad está hecha de procesos gerenciales y administrativos, de optimización de las prestaciones en vistas al crecimiento (…) tendencias entrópicas que requieren gobierno”. El neoliberalismo es un enorme esfuerzo institucional por sostener al “individuo como emprendedor de sí y un ambiente social en condiciones de autorregular sus propias relaciones”. La libertad no funciona en los mercados como algo ya dado sino como algo producido, “relaciones gobernadas” de acuerdo con un poder que “crece reproduciendo sus condiciones de posibilidad”. La gubernamentalidad neoliberal “pasa directamente por el sujeto” de modo que “el sujeto no es libre, sino que es producido como libre”. La naturaleza en el fondo pastoral se deja ver en la obligación que a cada individuo se le impone de mantener una cierta relación consigo mismo –emprendedurismo– como de participar del colectivo (servidumbre capitalista).

Dos indicaciones, entonces: una analítica de las formas extrajurídicas de gobierno (“comprender el poder allí donde se vuelve menos jurídico”, dice Chignola, exactamente lo que inventó Marx en sus trabajos sobre la extracción de plusvalía); y una atención específica a las resistencias, a los modos de trazar, sobre este fondo histórico, la creación de líneas de fuga. La “tarea de la filosofía”, dice, es “hacer aparecer lo más próximo a nosotros, lo que tan íntimamente está ligado a nosotros como para volverse prácticamente imperceptible”, y para ello el operador cognitivo fundamental son las resistencias: un “reactivo” que “hace emerger las relaciones de poder que nos constituyen”, un “catalizador” químico.

¿Se deduce de semejante diagnóstico del presente, y de ese desplazamiento teórico del Estado a la economía, un gesto neoliberal en Foucault? Sí y no. Sí, puesto que es preciso para él aceptar la interioridad respecto de un diagrama de poder que es en sí mismo, además, condición de posibilidad de toda resistencia. Y el valor de ese diagnóstico sigue siendo productivo. Particularmente la importante distinción respecto de lo liberal decimonónico. Mientras el liberalismo fue una doctrina de los límites del Estado y la naturalidad de los mercados, lo neoliberal implica un saber sobre su artificialidad y su precariedad. El neoliberalismo supone un saber sobre el sofisticado arte de producir mercados. La coyuntura actual ilustra perfectamente este carácter estatista de los neoliberales: su alta estima por el Estado no es abstracta. Lo que ellos reivindican es el Estado propiamente, gubernamentalizado. Más que una sustitución del Estado por el mercado, se trata de un Estado abierto al mercado, que produce efectos soberanos sólo a partir de su capacidad de operar sobre esta apertura (y de amalgamarse a modos de violencia paraestatal que no hay que descuidar). Pero al mismo tiempo, y más profundamente, hay que responder que no, que Foucault no es un neoliberal: su aparato teórico y la naturaleza de los problemas que plantea no pueden ser reducidos a la descripción de la subjetivación de mercado ni al festejo de la libertad que lo neoliberal supone. Quizás resulte escasa su reflexión sobre un horizonte postsoberano capaz de trazar líneas jurídicas más allá de las formas que emergen actualmente de captura neoliberal de las instituciones, pero su insistencia en que son las resistencias (es decir, las resistencias actuales) las que permiten comprender lo que somos es crucial en una doble dirección: las resistencias iluminan las relaciones de fuerzas contemporáneas (como relaciones de poder); y proyectan un más allá implícito en las luchas con respecto a los dispositivos de poder. La centralidad epistémica de la resistencia o las fugas plantea la cuestión: ¿qué es lo que somos cuando resistimos a la gubernamentalidad neoliberal? ¿a qué más allá arribamos?

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Tremenda situación, tremenda foto. Tremendo todo lo que pasa en este país. // Cora Gamarnik

La mujer que se ve en la foto es Laura Calampuca, la mamá de Natalia Melmann. Acaba de escuchar que el asesino y violador de su hija de 15 años, el ex policía Ricardo Panadero, queda absuelto porque la prueba que lo incriminaba ‘se degradó con el tiempo’.
La gente que acompañaba a la familia protestó por el fallo y la policía los reprimió. Este es el momento en que la mamá se enfrenta a la policía para decirles que paren de dispararles.
Tremenda situación, tremenda foto. Tremendo todo lo que pasa en este país.

Fotografía publicada en el diario La Capital de Mar del Plata.
Mar del Plata, 3 de julio de 2018.

Desmiente el Ejército Zapatista de Liberación Nacional contacto alguno con AMLO. Comunicado del CCRI-CG del EZLN

 

EJÉRCITO ZAPATISTA DE LIBERACIÓN NACIONAL.MÉXICO.

AL PUEBLO DE MÉXICO:

A LOS PUEBLOS Y GOBIERNOS DEL MUNDO:

A LOS MEDIOS LIBRES, ALTERNATIVOS, AUTÓNOMOS O COMO SE LLAMEN:

A LA SEXTA NACIONAL E INTERNACIONAL:

AL CONGRESO NACIONAL INDÍGENA Y AL CONCEJO INDÍGENA DE GOBIERNO:

A LA PRENSA NACIONAL E INTERNACIONAL:

17 DE JULIO DEL 2018.

 

DESDE EL DÍA DE AYER Y EN EL TRANSCURSO DEL DÍA DE HOY, EN MEDIOS DE COMUNICACIÓN CORRE LA VERSIÓN, SUSTENTADA EN DECLARACIONES DEL SEÑOR ALEJANDRO SOLALINDE (QUIEN SE OSTENTA COMO PRESBÍTERO, SACERDOTE, CURA O COMO SE DIGA, CRISTIANO, CATÓLICO, APOSTÓLICO Y ROMANO), DE UN SUPUESTO ACERCAMIENTO ENTRE EL EZLN Y EL SEÑOR ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR Y QUE “YA ACEPTÓ EL EZLN TENER EL PRIMER DIÁLOGO” (palabras textuales del señor Solalinde).

SOBRE ESTA MENTIRA, EL EZLN DECLARA:

 

PRIMERO: EL CCRI-CG DEL EZLN, DIRECCIÓN POLÍTICA, ORGANIZATIVA Y MILITAR DEL EZLN, NO HA ACEPTADO NINGÚN PRIMER DIÁLOGO CON NADIE.  COMO ES SABIDO POR QUIENES TIENEN EL MÍNIMO CONOCIMIENTO SOBRE EL EZLN Y SUS MODOS, UN ASUNTO ASÍ SERÍA COMUNICADO PÚBLICAMENTE CON ANTELACIÓN.

SEGUNDO: EL EZLN NO HA RECIBIDO DEL SEÑOR SOLALINDE NADA MÁS QUE MENTIRAS, INSULTOS, CALUMNIAS Y COMENTARIOS RACISTAS Y MACHISTAS, AL SUPONER ÉL QUE, COMO SE SOSTENÍA EN LA ÉPOCA DEL SALINISMO Y EL ZEDILLISMO, SOMOS UNOS POBRES INDÍGENAS IGNORANTES QUE SOMOS MANIPULADOS POR, USANDO SUS MISMAS PALABRAS, “CAXLANES QUE ADMINISTRAN EL ZAPATISMO”, Y QUE ESO EVITA QUE BAJEMOS LA VISTA Y NOS POSTREMOS ANTE QUIEN EL SEÑOR SOLALINDE CONSIDERA EL NUEVO SALVADOR.

TERCERO: ENTENDEMOS EL AFAN DE PROTAGONISMO DEL SEÑOR SOLALINDE Y SU ACTITUD DE EXIGIR SOMETIMIENTO, PERO SE EQUIVOCA CON EL ZAPATISMO DEL EZLN.  NO SÓLO EN ESO SE EQUIVOCA.  NO SABEMOS MUCHO DE ESO, PERO PARECE QUE UNO DE LOS MANDAMIENTOS DE LA IGLESIA A QUIEN DICE SERVIR EL SEÑOR SOLALINDE, REZA: “NO LEVANTARÁS FALSOS TESTIMONIOS CONTRA TU PRÓJIMO NI MENTIRÁS”.

CUARTO: COMO DEBERÍA SABER CUALQUIERA QUE CONOZCA LAS LEYES MEXICANAS, EL SEÑOR ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR NO ES EL PRESIDENTE DE MÉXICO, NI SIQUIERA ES EL PRESIDENTE ELECTO.  PARA SER “PRESIDENTE ELECTO”, ES NECESARIA LA DECLARACIÓN AL RESPECTO POR PARTE DEL TRIBUNAL ELECTORAL DEL PODER JUDICIAL DE LA FEDERACIÓN; Y DE AHÍ SIGUE QUE LA CÁMARA DE DIPUTADOS EMITA UN BANDO EN EL DIARIO OFICIAL DE LA FEDERACIÓN DONDE LE COMUNICA A LA POBLACIÓN QUE YA HAY UN PRESIDENTE ELECTO.  Y, SEGÚN LAS MISMAS LEYES, NO ES PRESIDENTE EN FUNCIONES HASTA QUE TOME PROTESTA EL DÍA 1 DE DICIEMBRE DEL 2018.  POR CIERTO, DE ACUERDO A LA ÚLTIMA REFORMA ELECTORAL, NO GOBERNARÁ 6 AÑOS, SINO DOS MESES MENOS.  CLARO, A MENOS QUE SE REFORME LA CONSTITUCIÓN Y SE PERMITA LA REELECCIÓN.

QUINTO: SI LOS DEL EQUIPO DEL SEÑOR ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR SE COMPORTAN COMO SI YA FUERAN GOBIERNO, PORQUE ASÍ SE LOS HAN HECHO CREER LOS GRANDES EMPRESARIOS (vía Youtube, lo que es una garantía de seriedad), LA ADMINISTRACIÓN DEL SEÑOR TRUMP (vía su visita faraónica), Y LOS GRANDES MEDIOS DE COMUNICACIÓN, SE ENTIENDE; PERO TAL VEZ NO ES CONVENIENTE ESO DE ADELANTAR YA SU DISPOSICIÓN DE VIOLAR LAS LEYES BAJO EL AMPARO DE UN SUPUESTO “CARRO COMPLETO” (QUE ES LO QUE HIZO EL PRI DURANTE SU LARGO REINADO).

SEXTO: EL EZLN TIENE YA LA AMARGA EXPERIENCIA DE ACEPTAR EL CONTACTO CON UN SEÑOR QUE DESPUÉS SERÍA DECLARADO PRESIDENTE ELECTO.  NOS REFERIMOS AL SEÑOR ERNESTO ZEDILLO PONCE DE LEÓN, QUIEN APROVECHÓ ESOS CONTACTOS INICIALES PARA PLANEAR EL ANIQUILAMIENTO DE LA DIRIGENCIA ZAPATISTA DE ENTONCES.  QUIEN OPERÓ ESA TRAICIÓN, EL SEÑOR ESTEBAN MOCTEZUMA BARRAGÁN, ES AHORA UNO DE LOS PROPUESTOS PARA FORMAR PARTE DEL GOBIERNO QUE SUPUESTAMENTE HABRÁ DE TOMAR POSESIÓN EL 1 DE DICIEMBRE DEL 2018, NO ANTES.  IGNORAMOS SI AHORA EL SEÑOR SOLALINDE PRETENDE RELEVAR AL SEÑOR MOCTEZUMA BARRAGÁN EN LAS FUNCIONES QUE TUVO CON ZEDILLO.

SÉPTIMO: NO ES DE NUESTRA INCUMBENCIA, PERO MAL HACEN, QUIENES SE AUTODENOMINAN “EL CAMBIO VERDADERO”, AL ARRANCAR CON MENTIRAS, CALUMNIAS Y AMENAZAS.  YA LO HICIERON CON LO DEL PAPA, AHORA CON EL EZLN.  ESTÁN REPITIENDO LOS “USOS Y COSTUMBRES” DE QUIENES DICEN HABER QUITADO DEL GOBIERNO.

OCTAVO: COMO HA SIDO PÚBLICO, DESDE HACE AL MENOS 16 AÑOS, DESPUÉS DE LA CONTRARREFORMA INDÍGENA, EL EZLN NO HA DIALOGADO CON LOS GOBIERNOS FEDERALES.  NI CON FOX DESPUÉS DE 2001, NI CON CALDERÓN, NI CON PEÑA NIETO.  A NUESTRA DISPOSICIÓN DE DIÁLOGO SE HA RESPONDIDO SIEMPRE CON LA MENTIRA, LA CALUMNIA Y LA TRAICIÓN.  SI HACEN FAVOR, PRÉSTENLE AL SEÑOR SOLALINDE RECORTES DE PRENSA Y LIBROS QUE DETALLAN ESTO, PORQUE ESTÁ HACIENDO LO MISMO.

NOVENO Y ÚLTIMO: SI SOMOS “SECTARIOS”, “MARGINALES” Y “RADICALES”; SI ESTAMOS “AISLADOS” Y “SOLOS”; SI NO ESTAMOS “DE MODA”; SI NO REPRESENTAMOS NADA NI A NADIE; ENTONCES ¿POR QUÉ NO NOS DEJAN EN PAZ Y SIGUEN CELEBRANDO SU “TRIUNFO”? ¿POR QUÉ NO MEJOR SE PREPARAN BIEN, Y SIN MENTIRAS, PARA LOS 5 AÑOS Y 10 MESES QUE ESTARÁN EN EL GOBIERNO FEDERAL? Y ORGANÍCENSE, PORQUE HASTA PARA PELEAR POR EL HUESO Y RECIBIR FELICITACIONES DEL DINERO ES MEJOR ESTAR ORGANIZAD@S.

¿NOSOTRAS, NOSOTROS, NOSOTROAS, ZAPATISTAS?  PUES SEGUIREMOS EN LO QUE ESTAMOS DESDE HACE YA CASI 25 AÑOS:

¡RESISTENCIA Y REBELDÍA!

PORQUE LA LIBERTAD NO SE RECIBE NI COMO LIMOSNA, NI COMO FAVOR HUMANO O DIVINO; SE CONQUISTA LUCHANDO.

ES TODO.

Desde las montañas del Sureste Mexicano.

Por el Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General del

Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

 

Subcomandante Insurgente Moisés.

(100% mexicano, 100% originario de la lengua tzeltal (o “indígena tzeltal” para el señor Solalinde), y 100% zapatista).

México, Julio del 2018.

Estamos en manos de gente que no escabia // Diego Valeriano

La foto es muy gráfica, estamos en manos de gente que no escabia. Estamos en manos de gente que es viernes a la noche y su cuerpo no lo sabe. Que no sabe lo que está pasando a metros de ahí. Que sonríe con la mesa vacía. Gente que no espera ansiosa el delivery de escabio y no atraviesa avenidas enteras hasta llegar al kiosco de Raquel. Que nunca le rompió el teléfono al transa un domingo 11 de la mañana. .

No escabian, no saben que la fiesta es a muerte. Se esfuerzan por mostrarse pulcros, risueñas, abstemios. Van a planificar cualquier gilada porque no entienden. Nunca estuvieron en un bautismo en Merlo Gomez, a la salida de Jesse, saltando como taradas en un recital que ya ni se acuerdan de quien era en Pinar. Nunca les ardió el cuerpo, nunca un falso asado, nunca tiraron botellazos a los patrulleros como unica condicion de reforzar una amistad, nunca las bajaron de un remis por vomitarlo todo.

Planifican ajustar como si les fuera gratis, pero no entienden que la fiesta no se enfría. No entienden que la fiesta es a muerte. Y no importan las marchas porque ahí ya no pasa nada. Porque, sin duda alguna, es más peligrosa una fiesta clandestina en José C Paz que cualquier Unidad Básica, que cualquier asamblea de los mismo de siempre. Porque un estribillo encierra acción directa.

La fiesta es a muerte y en unos meses es diciembre. El calor y los atardeceres de escabio y amistad habilitan nuevos entendimientos, nuevas formas, otras alianzas. Corramos a la sección bebidas del Vea antes que la infantería nos alcance, usemos los changuitos de barricadas, segundiemos a la amiga que feliz de pepa no entienden que van por ella.

Tal vez todo comienza como un murmullo, tal vez como un grito desesperado en el medio de la música. Saquemos los parlantes a la vereda, abran un par de vinos que el sol esta que pega, todas las rochas bailando en corpiño, todos los negros en cuero amanecidos un domingo.  Busquen sus propias moléculas en las fiestas por venir, como única forma de rebelión impredecible.

El Marginal 2 miente: ¿Quién no quiere estar cheto? // Diego Skliar y Radio Mosquito

A partir del texto “El circo y lo real ausente” de César González, me pareció oportuno transcribir una charla que tuve con presxs de una cárcel bonaerense, en el marco de un taller de radio, después de ver el trailer de El Marginal 2. Este espacio funciona dentro del Centro Universitario San Martín, sede de la UNSAM en la Unidad Penitenciaria 48 de José León Suárez. Un espacio educativo fundado hace diez años, donde actualmente se cursan 12 talleres artísticos y dos carreras universitarias.

Mario: Hay que distinguir ficción de realidad, entre lo cierto y la fantasía.

Demián: Para los que estamos tras los muros, el que hizo ese programa con tanta violencia es un ignorante. Deben estar todos los televidentes pensando que somos los peores: lastiman, se dañan entre ellos, no quieren a nadie, dañan a los oficiales. Demasiada ficción. También somos hijos, padres, madres, hermanos. Acá estamos en la universidad dentro de la cárcel y nadie tiene miedo que le den una puñalada o lo prendan fuego.

Roberto: Acá el más pillo no es el más violento, sino el que mejor se expresa, el más humilde. Te va mal cuando aparentás lo que no sos. En el programa muestran a un transa como el capo. Pero no dicen que esos son los que se arruinan y arrastran a toda la familia, la encadenan a su negocio.

Laura: Ese capo gordo del programa corte que manda más que el Servicio Penitenciario. No es así, hay control de los dos lados. Igual la policía siempre manda más. Dominan al presito nuevo, se lo meten en el bolsillo por un par de tratos. Ese patio superpoblado y super violento de El Marginal no existe. Si un pabellón está superpoblado te mandan a Buzones. Si Buzones está superpoblado, te vas a Admisión. Y si no a Leonera o te mandan en un camión. Nos vimos, a otra unidad.

Mario: Igual los presos hacemos un montón por la tranquilidad del penal. Si le hacemos la guerra a la policía esto no va a estar tranquilo. Y si nosotros estamos tranquilos hoy por hoy, aunque tengamos berretines y suene feo, es porque hay convivencia entre el preso y la policía. Tenemos beneficios y permisos a cambio de otras cosas. Lo que vi en El Marginal me pareció incoherente. Yo no sé qué siente o piensa la gente de la calle al ver ese programa. Refuerza el bolazo de los noticieros, que dicen que desde las cárceles se siguen manejando ejércitos de delincuentes. Es una fantasía gubernamental para tenernos acá. Miranos ahora: en la universidad, conviviendo internos sin berretines, los hermanitos, los transas, los ladrones. Somos una ensalada de fruta con respeto. Nadie le salta en la cara al otro porque hace yoga, radio o porque reza todos los días. Los que pasan con el auto por la autopista y ven este paredón lo que menos se imaginan es que acá adentro estamos haciendo un programa de radio. Entonces da bronca la impresión que se arma la gente de nosotros por ver programas como ese. Encima es la televisión pública, el gobierno. Termina el programa y todos deben pensar que acá nos hacemos más peligrosos cada día, que perdemos corazón. Ojalá la gente no se llene de miedo por culpa del programa. A mi Tumberos me gustaba más. Acá hacemos el chiste ese de “traé plata, Parodi”.

Demián: Hoy los motines ya no existen. Hay violencia, pero no es constante. Hoy llegás a agitar un motín y los propios compañeros de pabellón te sacan a patadas en el culo.

Mario: Con solo tirar el rancho para atrás (no recibir la comida) te fuiste. Todos prefieren mantener la convivencia con el Servicio. Es una forma de la comodidad que existe acá adentro. ¿Quién no quiere estar cheto? Es como se dice: una mano lava a la otra y la dos lavan la cara.

Producciones de Radio Mosquito: www.soundcloud.com/radiomosquito

Los viejos que comen en los brindis de los actos públicos // Diego Skliar

Una declaración de interés cultural, la presentación de un proyecto para enrejar otra plaza, el lanzamiento de un libro que mañana estará en la mesa de saldos. Poco importa el motivo del evento en algún salón ostentoso de la Legislatura Porteña. Ellos ingresan saludando al guardia que bien los conoce, ocupan un lugar entre el público y se duermen una pequeña siesta hasta que llegue lo que fueron a buscar: el momento del catering. El evento nunca dura más de cuarenta minutos, alguien siempre subraya la importancia “del fortalecimiento democrático” o “la participación ciudadana” y después se abren las puertas. Del otro lado, las mesas dispuestas simétricamente, las jarras de bebida y los platos llenos de sanguches, pancitos saborizados y knishes de papa para reforzar una extraña noción de la diversidad y la tolerancia. Jamás chipá. Los Viejos que Comen en los Brindis de los Actos Públicos son los primeros en abordar las mesas y, disimuladamente, echar algunos bocados a la mochila para más tarde. A veces quedan envueltos en un diálogo y felicitan al primero que ven con un diploma o una placa de bronce. Si ven a otro de los suyos, nunca lo saludan y en lo posible evitan el contacto visual. No es vergüenza ni competencia, simplemente no creen que exista en su acción ningún tipo de Nosotros. Se calcula que cada viejo come entre ocho y doce sanguches, que licúan con un promedio de tres vasos y medio de gaseosa. No prometen lealtad a ningún partido político ni serán fuerza de choque del funcionario encargado del evento. Ellos no van por el pancho y la coca. Están ahí por algún extraño protocolo que habilita una merienda de lujo. Quizás esta panzada sea para ellos el mayor derecho adquirido en la democracia.

Amistades // Barrionuevo Toxico

 

Soy amigo de un pibe zombi y no cabe duda que se trata de un asunto de percepción. Es una amistad insólita que coquetea con la complicidad, con intuiciones mutuas, un vínculo que se cocina en la remundancia.

Pero no se apresuren, no estamos hablando de la amistad tal cual hablamos siempre, ni la que arrastramos desde la infancia o la escuela. Ni la de gustos o inquietudes comunes. Tampoco de las que bastan sólo con una mirada, nada parecida a la del barrio, menos aún la que banca en momentos difíciles, ni de la amistad consejera o del amigo en que se puede confiar siempre. Desconfiar del amigo o confiar sin confiarse; desconfiar del pibe zombi y viceversa él de mí. Siempre está la traición en esta amistad, el mordisco por la espalda, el consejo a mano, la transmisión o el ataque. La mutua desconfianza seguramente es el elemento más fuerte de nuestra amistad, el que la mantiene viva.

En una amistad como ésta no nos esforzamos en buscar ideas o palabras comunes. En verdad no hay palabras. Aunque balbucee, entiendo lo que quiere decir con sus gruñidos. Nos entendemos sin tener que explicarnos. Hay algo así como un pre-lenguaje común que hace que nos sintamos cómodos. No se trata en absoluto de la comunidad de las ideas, sino de algo bastante más misterioso. Mi amistad con el pibe zombi tiene la talla de una categoría filosófica, de una verdadera condición para transitar vorazmente estos territorios remundantes.

Ya sé, ya sé… no se puede ser amigo de un pibe zombi. Sí, ya lo sabemos. No somos iguales, no vivimos lo mismo, no padecemos lo mismo; ¿dónde quedaría la “responsabilidad” si fuésemos realmente “amigos”?, ¿y la “distancia”? Ocurre que sólo a partir de la violencia, el humor y del misterio de esta amistad que nos arrolla y nos empuja a producir; nos permitimos salir y generar situaciones. Nos volvemos mutuamente misterios.

El misterio de la vida cuando la entendemos como emisión de signos. Pura emisión. Signos que tenemos que interpretar, signo sobre signo, sin código. Queda dicho: no hablamos de entender palabras determinadas, ningún argot en especial. No se trata aquí de un asunto de traducciones. Sino de un asunto de intercambio de signos, de percepciones y repercusiones. De estar contentos, cómodos, preocupados –genuinamente preocupados–, de estar riéndonos, quejándonos, de estar también gestionando. De estar intercambiando, sin funciones. Tal vez los dos percibamos –y esto sea lo que más nos une– los signos de este  Apocalipsis.

Pedagogia Mutante 2 / Pibe, repugnancia y abundancia

Barrionuevo Toxico

Ed. Tinta Limón 

EL CIRCO Y LO REAL AUSENTE // César González

«Ojalá algún día los privilegiados que pueden acceder a las herramientas audiovisuales puedan vencer el morbo, el fetichismo y los mecanismos de lo bizarro a la hora de representar la marginalidad.
Ojalá algún día se den cuenta que estos temas son demasiado serios y chorrean litros y litros de dolor para encararlos siempre solo desde la lengua del show.
Ojalá algún día solo dejen de pretender de los espectadores solo una onomatopeya que diga ¡Guauuu!. A mi entender la marginalidad no es ningún espectáculo circense, la cotidianidad carcelaria es de una tristeza que asfixia, hay millones de seres humanos allí dentro sometidos a las torturas más inimaginables y oscuras, que ya habían nacido en una clase prisionera de todas las ausencias y que la cárcel solo continua una pena ya dispuesta previamente al nacimiento.
Ninguna ficción es inocente. Si me aclararan que esta serie es un producto de humor bizarro no tendría ningún problema. El problema surge cuando la presentan como una serie seria que “muestra la realidad” y mucha gente creerá que así de ridículos y caricaturescos son los presos. Que a mi entender y a partir de mi experiencia de 5 años preso, de tener un hermano, primos y multitud de amigos tras las rejas, no se parecen en nada a los presos que muestra esta serie. Los presos que yo conocí y conozco desbordan seriedad, lucidez y gestos de una solidaridad que pocas veces encontré en las personas aquí afuera. Gestos que no vi en casi ningún personaje de la primer temporada y que no encuentro en los adelantos de este trailer, de todos modos espero realmente equivocarme.
Aprovecho para aclarar que si bien tuve una participación mínima como actor en la primer temporada de esta serie considero dicha participación un error. Pero los errores están para aprender, sugiere un dicho popular…
Fuente: Revista Sudestada

El dinero y la política // Horacio Verbitsky y Diego Sztulwark

“La corrupción está en el centro del juego”, dice Horacio Verbitsky en Vida de perro (Siglo XXI / Tinta Limón), su profunda conversación con Diego Sztulwark. Hablan de los grandes grupos económicos integrados por bancos, transnacionales, industria y poder religioso. Debaten sobre el capital como mecanismo legítimo de financiación partidaria y de la tensión entre declamar transparencia y convivir con mafias. Balance político de un país intenso, desde 1955 hasta hoy.

Diego Sztulwark: En un párrafo de La educación presidencial decís algo así como que después de la Guerra Fría y cuando ya la idea de la transformación social había desaparecido del orden del día, la corrupción pasa a ocupar el centro del juego político sin activar de nuevo el tema de la transformación del sistema como tal. ¿Cómo funciona la cuestión de la corrupción de los años noventa para acá?

 

Horacio Verbitsky: Me parece que el eje es ese párrafo que vos recordás de La educación presidencial. A partir de la década de 1990 se reducen los márgenes de tolerancia, pero al mismo tiempo, en un movimiento que es a la vez simultáneo y contradictorio, se fomenta la corrupción porque es el precio que se paga por el abandono de las banderas históricas del movimiento más vital que tuvo la historia política argentina. Hay quienes lo ven claramente. Julio Ramos escribió un editorial en Ámbito Financiero en el que dice que el ajuste y las privatizaciones que hay que hacer sólo las puede ejecutar el peronismo, porque es el único movimiento al cual no van a voltear los sindicatos. Y vemos al Tata Yofre en el “menemóvil” haciendo la campaña y apostando a Menem, en el momento en que este hablaba de la revolución productiva y el salariazo. La corrupción es el precio que se paga para que ese partido, con esa historia, se dé vuelta como un guante y borre buena parte de las banderas con las consignas de las políticas que históricamente había defendido. Son dos movimientos simultáneos y contradictorios. De hecho, también hay que tener siempre en cuenta la existencia de fracciones distintas del capital en la Argentina: por un lado están los bancos y las transnacionales, y por otro están los capitanes de la industria, los grupos económicos. Los nombres han ido cambiando, aunque la denominación más correcta es la de “grupos económicos de origen local”, haciendo todas las salvedades necesarias, ya que el más notable de esos grupos, Techint, es en realidad una transnacional italiana. Es el caballo creado por una comisión, como decía Perón. El gran invento del menemismo es que reúne a ambas fracciones, mientras que durante el alfonsinismo esos sectores habían confrontado porque se acababan los recursos para satisfacer a ambos bandos y necesariamente había que privilegiar a unos sobre otros. Estaban los que se beneficiaban con el pago de intereses usurarios de la deuda, y por otro lado, los que se beneficiaban con los contratos de obra pública, con precios disparatados, con las renegociaciones constantes de contratos, con los subsidios a las exportaciones. Hay un punto – durante el gobierno de Alfonsín– en el que el Estado ya no puede seguir cumpliendo con ambas partes, y se produce el colapso de 1989.

 

Las privatizaciones del menemismo se hacen con una condición que figura en la ley, según la cual los consorcios para las privatizaciones tienen que reunir tres vertientes distintas: un banco que tenga títulos de la deuda, un operador internacional que sea capaz de hacer funcionar el servicio y un grupo económico local que sea el experto en mercados regulados, como dijo muchos años después Repsol para explicar el ingreso de Eskenazi. Y se hacen esas uniones transitorias de empresas, que duran lo que el primer mandato de Menem. Ya en el segundo, hechos los grandes negocios de las privatizaciones, los grupos locales realizan la ganancia vendiendo su participación a los extranjeros, y se avanza así hacia la crisis de fin de siglo. Ahora, los grandes negocios de las privatizaciones se hacen con el lubricante de la corrupción, y aparecen personajes paradigmáticos como Roberto Dromi, que reaparecerá más adelante como consultor durante el kirchnerismo, o Manzano.

 

Durante el gobierno de la Alianza se dan otras formas de corrupción: la ley de privatización laboral, la famosa historia de la Banelco. Durante el gobierno de De la Rúa se despliega un manto de moralismo. De la Rúa promete en la campaña que va a vender el avión presidencial, y después les indica a los funcionarios a cargo que hagan todo lo posible para que no se pueda vender. Fue cuando Hadad lo quiso chantajear a De la Rúa con la historia del vuelo a Miami de su mujer con las amigas para ir de compras. Por entonces hablé con un operador importante de De la Rúa, que me dijo una frase fantástica: “Fernando e Inés no son corruptos, son garroneros”. El menemismo, en cambio, fue desfachatado, no se preocupó por ocultar nada. El radicalismo tiene una historia en ese sentido que arranca en 1932 con las coimas por la concesión eléctrica, con las cuales se construyó el edificio de la Casa Radical en la calle Tucumán.

 

El tema del financiamiento de la política está siempre pendiente. Todas las denuncias e investigaciones de corrupción en general tienen que ver con el Estado. Los privados quedan siempre flotando. Las explicaciones que han dado – como cuando fue el mani pulite italiano, por ejemplo, no como los agentes activos de la relación sino como víctimas pasivas– son porque no les quedaba otro remedio, porque de lo contrario, y esto raramente se plantea, se trataría de buscar algún remedio estructural para ese problema, para impedir que se siga reproduciendo ese tipo de situaciones.

 

Días después de esta conversación, en junio de 2016, José López, exsecretario de Obras Públicas del Ministerio de Planificación Federal, fue encontrado en un convento con bolsos llenos de millones de dólares. Como era de imaginar, el episodio vino a coronar el efecto conclusivo por el cual el kirchnerismo ya no era más un gobierno con altos grados de corrupción, como lo fueron por aproximación y de modo mayoritario los sucesivos gobiernos argentinos, sino un fenómeno delictivo en sí mismo, una asociación ilícita, no un capítulo del mundo de la política nacional sino un episodio puramente policial, perteneciente por entero a la jurisdicción del derecho penal. La polarización constante con el kirchnerismo en términos de decencia y recuperación de las instituciones republicanas ha sido el principal recurso político durante el primer año de gobierno de Cambiemos, aun cuando se haya tenido que buscar la forma de minimizar las historias de apropiación ilegal de bienes ajenos –incluso de propiedad pública– por parte del clan Macri o del Grupo Clarín, para sostener este sistema de acusaciones.

 

Más que defender al kirchnerismo negando hechos de corrupción, o comparando magnitudes con otros episodios igual de inaceptables o aún más, cabe prestar atención a qué es lo que se intenta aniquilar (organizaciones populares, organismos de derechos humanos, una cultura militante, una actitud de confrontación y todo resto de rebeldía o autonomía ligada a lo que llaman “cultura populista”) y qué es lo que se intenta salvar (del aparato judicial, de las gobernaciones y las intendencias peronistas, de no pocos funcionarios kirchneristas que se aprestaron a votar las principales leyes propuestas por el gobierno de Macri –como el endeudamiento y el pago a los fondos buitre– , de los conglomerados bancarios y empresariales, de los grandes sindicatos), con las acusaciones de corrupción del kirchnerismo. El propio kirchnerismo, puesto a la defensiva, asumió una posición vergonzante que llevó a Milagro Sala a gritar desde su prisión: “No soy José López”. Es decir, al kirchnerismo le faltó una explicación, en su máxima representación, acerca de cuáles fueron sus convicciones en torno a la relación entre dinero y política, que permitiera distinguir entre los hechos de corrupción (indefendibles), los mecanismos de financiación política (discutibles) y las transferencias de recursos a organizaciones sociales y a organismos de derechos humanos (perfectibles).

DS: ¿Qué pensás de la corrupción de los gobiernos kirchneristas?

 

HV: Me impresiona que se esté estableciendo como verdad mediática que los gobiernos kirchneristas fueron los gobiernos más corruptos. Creo que eso es absolutamente falso. Ha habido casos, como los hubo en gobiernos anteriores. Y en los pocos meses del gobierno de Macri, hay casos, como el dólar futuro, en que es absurdo que esté procesada Cristina y no los funcionarios que decidieron la devaluación después de comprar dólares a futuro y fijaron el corte que determinaba qué ganancia iban a obtener con la operación que hicieron.

 

DS: Si en la época de Robo para la corona veías la corrupción como el lubricante para el desarrollo de políticas antipopulares, ¿cómo actualizarías la secuencia hasta el kirchnerismo?

 

HV: La corrupción es uno de los rasgos estructurales más notables y persistentes del sistema político edificado desde 1983, y el análisis de su papel resulta insoslayable para comprender el funcionamiento de ese sistema y sus relaciones con la estructura económico-social, donde pujan intereses contrapuestos. Los dos partidos que hasta la crisis de 2001 sostuvieron el sistema aplicaron políticas distantes de los intereses de su base electoral. La alternancia y el intercambio de roles terminaron por hacer evidente que ambos habían sido captados por los sectores dominantes que desde 1976 se habían ocupado de remodelar la sociedad argentina. La corrupción de los cuadros dirigentes de esas fuerzas políticas fue el precio de ese transformismo, por usar una expresión del exlíder comunista italiano Antonio Gramsci, que el economista e historiador Eduardo Basualdo desarrolla en su trabajo “Modelo de acumulación de capital y sistema político en la Argentina”.

 

Bajo las sucesivas presidencias de Alfonsín, Menem, De la Rúa y el breve interinato del senador Duhalde, se definieron los roles del oficialismo y de la oposición por encima de las identidades partidarias, roles que no obstaculizaron el nuevo modelo económico-social impuesto en forma compulsiva desde 1976, en el que la producción industrial fue desplazada como eje del modelo de acumulación por la valorización financiera del capital. Esto comienza a cambiar en 2003 con Kirchner, cuando aún los grupos económicos locales ocupan un lugar central, y el viraje se acentúa a partir de la primera presidencia de Cristina, cuando a partir del conflicto con la Sociedad Rural se profundiza un rumbo nacional y popular.

 

DS: ¿Qué balance se puede hacer del manejo del dinero del Estado por parte de las organizaciones populares durante estos años? ¿Cabe acá hablar de corrupción? Y si cabe, ¿cómo entender esto políticamente?

 

HV: Lo referido al primer kirchnerismo es la continuidad del transformismo suprapartidario, inevitable dado el origen de ese gobierno y sus nexos con el justicialismo de Menem y Duhalde. Esto comienza a quedar atrás a partir de la profundización del enfrentamiento con la Sociedad Rural y la oligarquía diversificada, que para Cristina deja de confundirse con la extinta burguesía nacional. Ese sector y su contra- parte sindical rompen con el FPV en 2013, detrás de Massa. El martilleo judicial y mediático sobre la corrupción no debería ocultar que los casos que se ventilan y que deben ser probados no se originan en el período de Cristina, aunque intenten cobrárselos a ella con un propósito ejemplar, para que nunca más nadie se atreva a enfrentar a esa coalición de intereses del capital (más allá de las críticas posibles a la forma en que ese enfrentamiento se planteó). No me parece que la relación del Estado con las organizaciones sociales pueda caracterizarse como corrupta, más allá de la contabilidad a granel y de episodios específicos que puedan señalarse. Lo que sí muestra es la limitación del estatalismo para el desarrollo de esas organizaciones. En tanto y en cuanto su crecimiento se base en la administración de recursos estatales, su interrupción ante un cambio político las sume en la crisis. La Túpac Amaru intentó superar esa limitación con las fábricas que montó para abaratar costos, proveer a terceros y minimizar la dependencia del Estado, pero no fue suficiente.

 

DS: ¿Qué importancia les das a los Panamá Papers?

 

HV: Me parece que es importante, aunque incompleto. Son puntas para profundizar investigaciones. Macri aparece con una compañía, dice que nunca estuvo activa, que no hizo operaciones. Se empieza a buscar en los registros de Argentina y de Brasil, y sí tuvo operaciones. Dice que nunca tuvo cuentas, y sí tuvo cuentas. Una cosa llamativa es que lo que ha aparecido en la mayoría de los casos son lugares y sectores, es decir, da la impresión de algo dirigido desde los Estados Unidos contra ciertos sectores por una competencia desleal. En mi último viaje a los Estados Unidos, escuché un debate en la radio sobre por qué no aparecen norteamericanos. Una de las respuestas posibles es porque esto está dirigido a atacar a competidores. Y la otra es porque no hace falta, porque los principales paraísos fiscales del mundo están en los Estados Unidos, en los estados de Delaware y Nevada. Son las cosas que ha investigado Jorge Gaggero, compañero mío desde hace cincuenta años. Que Estados Unidos, Suiza e Inglaterra aparezcan como puros o combatiendo la corrupción es un chiste.

 

DS: ¿Cómo establecés la relación del poder religioso –componente evangélico, sobre todo en Brasil, y católico en Argentina– en su articulación con medios y justicia para poner en el centro la cuestión de la corrupción?

 

HV: En Brasil está claro que fue muy importante para la suspensión de Dilma la bancada evangélica en el Congreso, que ha ido creciendo en las últimas décadas hasta convertirse en un factor político insoslayable. Es un elemento de corrupción descomunal, porque es dinero conseguido mediante la estafa, que después se canaliza en medios y termina dando bancas como resultado. En la Argentina ese rol lo ha cumplido el episcopado católico. En general, no se suele analizar a la Iglesia y a los obispos en relación con estos aspectos terrenales, pero yo creo que son fundamentales. El documento está elaborado por el conjunto de la Conferencia Episcopal, pero no se puede analizar al margen de su presidente, José María Arancedo, miembro de una familia de grandes consignatarios de hacienda, que manejó por décadas el mercado de Liniers. La relación que hace Arancedo entre corrupción y pobreza, para decir que cuando alguien se queda con un vuelto hay pobres que sufren, es de una gran pobreza y de una gran ramplonería intelectual. Las grandes transferencias de ingresos no se han hecho porque alguien se queda con un vuelto, son decisiones de política económica que pueden incluso ser legales. La devaluación de 2001 o la de 2016 son legales, no son ilegales. La supresión de las retenciones es legal, no es ilegal. Ahora, es incomparable el daño que hacen esas medidas a la estructura social o a la redistribución del ingreso, al lado de lo que Arancedo llama “quedarse con un vuelto”, que, además, está bien puesta la escala: es quedarse “con un vuelto”. Lo otro no es “quedarse con un vuelto” sino dar vuelta las relaciones sociales y las posibilidades económicas de las clases con una resolución administrativa, legal.

(…)

* * *

el_perro_col_03Días después de nuestras entrevistas en 2016, sucedió el escandaloso episodio del ex funcionario kirchnerista José López, sorprendido cuando ingresaba bolsos con millones de dólares en un convento. No vale la pena detenerse en lo patético de la situación. Lo cierto es que el episodio confrontó al kirchnerismo con su peor pesadilla. Acosada y a la defensiva, su dirección política máxima no intentó nunca una explicación sistemática y seria de las situaciones denunciadas. Esto permitió que el macrismo en el gobierno pudiera asumir con suma facilidad el discurso de transparencia, y avanzar sin críticas de peso en su programa de normalización financiera de acuerdo con los parámetros internacionales. Además de los casos de corrupción, se formula un problema político de primera magnitud en torno a los modos de financiamiento de la política. Imposible reducirlo al problema de la legalidad: no hay “gran democracia” –como las llaman– que no tolere estos ilegalismos como una necesidad sistémica. El problema es otro, y se vincula con la coherencia interna que hay en la relación entre fuente de financiamiento y naturaleza de la política que se practica.

Los liberales tienen toda la razón cuando quieren discutir criterios de transparencia, sólo que su razón tiene que ser discutida a fondo, porque esa transparencia sólo aspira a legitimar y no a transformar las jerarquías estructurales de nuestra sociedad, mientras que los procesos de control democrático, fundados en la participación popular, rechazan esa separación artificiosa entre aspectos éticos y efectividad igualitaria democrática, característica de la moralización de la política que cada vez más se escuda en la expresión “lucha contra la corrupción”.

 

DS: Volvamos a la cuestión de la política y el dinero. Néstor y Cristina fueron políticos adinerados y tuvieron una posición explícita sobre la necesidad de acumular riquezas como condición de autonomía para hacer política.

 

HV: Eso lo dijo Cristina.

 

DS: Exacto. Esa declaración de Cristina plantea el problema del dinero en relación con la política en términos prácticos, cuestión que me parece interesante, porque permite ir más allá del problema de la legalidad que acompaña el discurso de la corrupción como aspecto inmoral e ilegal de la acumulación privada. ¿Qué pasa cuando se plantea que no se puede hacer política sin dinero y que el dinero es una condición para tener autonomía política?

 

HV: Ellos provienen de una generación y de una práctica militante que no asociaba política con dinero; no obstante, había organizaciones que necesitaban financiar sus actividades y para eso sí necesitaban dinero. Pero ni Néstor ni Cristina estuvieron en esas organizaciones. Fueron militantes estudiantiles, universitarios.

 

DS: ¿Cómo te planteás el problema de la relación del dinero y la política?

 

HV: El problema del dinero y la política tiene que ver con las regulaciones para el financiamiento de la política. En la medida en que esté cortada la posibilidad del financiamiento espurio, esa tentación desaparece. El título de mi libro, Robo para la corona, es una frase que tomé de Manzano. Ante un cuestionamiento que le hacía el bloque, él dice: “Yo robo para la corona, ¿les queda claro?”. Es decir, lo hacía para financiar la política, si bien luego se vio que se financiaron muchas otras cosas además de la política. Por ejemplo, la conversión de Manzano en un poderoso empresario de medios y de petróleo; un médico de Tupungato que llega al Congreso con una mano adelante y otra atrás se convierte en un potentado. No robaba sólo para la corona.

 

DS: ¿Y en el caso de los Kirchner?

 

HV: He conversado con ambos sobre este tema en distintos momentos. En una ocasión, le planteé a Kirchner que pusiera todos sus bienes en un fideicomiso ciego. A él le pareció que eso era una hipocresía, y que corría el riesgo de que le malversaran todos sus bienes. Ella, en cambio, dijo: “Nosotros tenemos todo declarado. A nosotros no nos van a encontrar una cuenta secreta en algún lado. Todo lo que tenemos está declarado, todo lo que tenemos podemos explicar cómo lo tenemos. Es una hipocresía que nos hagan señalamientos cuando hay otros políticos que no pueden explicar su nivel de vida. Vos ves a dónde viajan, cómo viven, qué compran y lo cotejás con sus declaraciones juradas, y no cierra”. Me pareció una reflexión llamativa de alguien que no tenía cosas que ocultar.

 

Tengo una experiencia previa con el tema de los famosos fondos de Santa Cruz. Cuando esa historia comenzó a circular con mucho ruido, le dije a Kirchner que me interesaba saber cómo era eso. Me contestó que si me interesaba, fuera a verlo la semana siguiente. Cuando acudí a la cita, me encontré con una serie de cajas de cartón que contenían toda la documentación. Me pidió que la estudiara, que la leyera, y que hiciera con eso lo que quisiera. Eso hice, y está claro que no se robaron el dinero y que preservaron su valor. Ese dinero era la compensación de regalía de lo que se liquidó con la venta de YPF. Todas las inversiones que se hicieron con eso están debidamente auditadas por los órganos pertinentes de la provincia de Santa Cruz: el Tribunal de Cuentas y la legislatura. También me quedó claro que eso es formal. Es decir, se cumplieron los pasos legales que certifican todo. De todos modos, no sabemos qué pasó entre el día uno –el día que recibieron el dinero– y el día que me dieron las cajas: ¿dónde estuvo la plata? ¿Dónde se invirtió? ¿Qué intereses pagaron? De todo eso no hay nada, ni una sola palabra. Es probable que se hayan distraído fondos de ese monto y que pudo haber usos espurios. Sí, es probable. No obstante, tampoco están los elementos para saberlo. Lo que sí se sabe es que como saldo de todo esto Santa Cruz es la única provincia que preservó el dinero. Mientras tanto, las demás se la patinaron en gastos corrientes que, en definitiva, es lo mismo en lo que cayó Santa Cruz después del gobierno de Kirchner. Finalizado el gobierno de Kirchner, esos fondos fueron reincorporados al presupuesto de la provincia y se los gastaron, como habían hecho las otras provincias previamente.

 

DS: ¿Pero vos creés en la teoría política que considera que el dinero es una condición de autonomía política?

 

HV: Yo no creo que el dinero sea imprescindible para la política, no estoy de acuerdo en esto con Cristina. Creo que lo que es imprescindible en la política es la convivencia con los mafiosos, con los que sí están en el tema del dinero, y son muchos. Si tu política es la cruzada contra la corrupción, no llegás a ningún lado, porque necesitás que te voten las leyes en el Senado, en la Cámara de Diputados, necesitás de los gobernadores. Yo creo que ese es el problema, no que Néstor y Cristina tengan tanta plata. Si vos le hacés asco a todo eso, sos Carrió, que protege a Macri luego de haber dicho que era su límite porque es la mafia; o sos Ocaña, que termina haciendo un proyecto pidiendo un vagón para mujeres en el subte. ¡Cualquier cosa! Eso no lleva a ningún lado en política. Ahora, ¿cómo hacés para gobernar teniendo en cuenta esa realidad que es la realidad estructural de la Argentina? Esta es una cosa que se podrá sanear a muy largo plazo, de forma gradual, modificando otras cuestiones estructurales del funcionamiento de la sociedad. Creo que Néstor y Cristina dieron pasos importantes en esa dirección, pero absolutamente insuficientes. Esto hubiera requerido mucho más tiempo y profundidad. Pero eso no tiene que ver con cuánta plata tienen ellos.

 

el_perro_col_04Fragmentos: Capítulo 11 “Que yo no sea peronista no me hace ignorar la centralidad que aún tiene el peronismo y que puede tener en el futuro”, sobre corrupción y financiamiento de la política. Y Capítulo 12 “En mis columnas está claro que durante todos estos años he coincidido mil veces con el gobierno de Cristina, pero tengo mi propia agenda”, sobre política y dinero.

FUENTE: ANFIBIA

¿Todo el poder al Soberano? // Investigadores de FLACSO Argentina

Leemos en La Nación una nota que se titula Romper una espiral destructiva[1]. Quisiéramos evitar discusiones en abstracto que apelen a grandilocuentes enunciados acerca de la calidad educativa, la evaluación, los intereses del conjunto de la población, las nuevas generaciones, etc. No así soslayar los efectos concretos que, en ciertas coyunturas, arrastran discursividades que se precian de las mejores intenciones.

En alguno de sus párrafos se señala que la permanencia del estatuto docente muestra la debilidad del Estado. Imaginemos que el estatuto docente expone una serie de supuestos que podrían repensarse a la luz de los devenires de la escuela y la vida social contemporánea. Imaginemos incluso que ciertos funcionamientos corporativos se resisten a su reformulación. Imaginemos que muchos de los problemas que vive la escuela desbordan los confines de un estatuto. El asunto -sin embargo- no radicaría en estas presunciones, sino en la idea que supone que un estado fuerte es el que dirime los modos de agenciamiento social, sin interpelaciones sectoriales. ¿O no es eso lo que está sucediendo desde hace un par de años con el borramiento de la discusión paritaria para consensuar los pisos salariales y condiciones mínimas para la población docente y las escuelas?

¿Alcanzaría la investidura “democrática” de un gobierno para arrasar con condiciones y derechos conquistados, respaldándose en una “legalidad” exenta de toda legitimidad?

“A comienzos de año las escuelas de islas sufrieron una amenaza de cierre debido a que las autoridades bonaerenses aducían que las instituciones no contaban con matrícula suficiente (…) Pero ahora les llegó el turno a las escuelas de educación especial (EEE), que son las que se ocupan de la formación de niños, niñas y jóvenes con diferentes tipos de discapacidades (motoras, intelectuales y sensoriales). A comienzos de julio, pocos de días antes de iniciarse el receso invernal, en varias escuelas (de Campana, San Fernando, Tigre, Vicente López, Escobar, Laprida, Olavarría y Esteban Echeverría, entre otras) llegaron comunicaciones indicando que se pretende reducir el plantel docente, lo que en la jerga técnica se llama Planta Orgánica Funcional (POF), con la excusa de que hay un “excedente” de personal”.[2]

En estos días el Ministerio de Educación de la Ciudad intenta sancionar las tomas de los colegios secundarios, y la lista sigue: aumento de niños por aula, magros salarios docentes, baja arbitraria de contratos, reducción de programas sociales, achicamiento de equipos de orientación escolar, cierre discrecional de los institutos de formación docente…

Nos preguntamos, ¿qué responsabilidad tendrían los sindicatos en estos manotazos arrasadores? Nos preguntamos también ¿cómo es que estos hechos alcanzan visibilidad pública, si no es -entre otras manifestaciones- a través del peso de las denuncias gremiales? Nada sabemos acerca de la proliferación de  formas múltiples de expresión que pueden nacer de los malestares sociales y educativos, pero sí sabemos que los gremios docentes ejercen una fuerza innegable en el escenario de las negociaciones que hacen a las condiciones necesarias para el ejercicio de la tarea pedagógica.

Habría una discusión para dar en torno a la potencia de movidas micropolíticas que de maneras no tan obvias suscitan otras formas de pensar la vida en las escuelas, pero sospechamos que no es por acá el espíritu de lo que se enuncia en la nota.

Avanzando en el texto editado por La Nación, es posible advertir que lo que está en cuestión no es poner en debate los efectos de las lógicas corporativas sino la necesidad de borrar todo signo de resistencia a una política de desguace y achicamiento de lo público. Porque lo público no es una proclama ideal a espaldas del desamparo creciente de amplios sectores que valoran su paso por la escuela pública.

Citamos:

“Cuando algún funcionario se ha propuesto encarar políticas educativas que rompan la espiral destructiva, se produce en el campo de la educación un fenómeno muy interesante. No solo la corporación gremial refuerza sus alianzas intersindicales y políticas para vetar la propuesta (…) sino que, además, las propias instituciones públicas también se instituyen como corporaciones que defienden su interés particular frente al supuesto autoritarismo de la democracia que les otorga a los poderes constitucionales, el Ejecutivo y el Legislativo, el derecho de dictar y discutir las políticas sin el acuerdo previo de las corporaciones”.

Sin velo alguno se exponen con claridad por lo menos tres cuestiones: el disvalor de la vida social como escenario de creación, el valor omnímodo del Poder, la confusión entre legalidad y legitimidad. No hay fundamento Soberano que pueda dispensar el derecho o no a la existencia  gremial (que por otro lado está reconocido y legitimado por el propio Estado, más allá del gobierno de turno).

No hay fundamento Soberano que pueda frenar la creación de modos que escaparían a las maneras convencionales de hacer política. No hay fundamento Soberano (organismo internacional, agencias evaluadoras, academia, estado, gremio) que se erija en el portador de lo que es bueno o malo para la educación.

La escuela es muchas cosas, se hace y deshace todo el tiempo, instaura y frena, aloja y en ocasiones expulsa, repite y experimenta, amplía universos y los restringe. Se piensa y reformula. Tienta y se repliega. Desde lejos no se ve. Abigarrada en las protecciones tecnicistas y economicistas, la imaginación no piensa; separada de las tensiones y sensibilidades de los que habitan el cotidiano escolar, las transformaciones no germinan.

La legitimidad de una práctica, de una organización, de una experiencia, de un conjunto de valores no descansa en un fundamento exterior o superior sino en su capacidad de conquistar realidad. ¿La realidad a la que nos someten las políticas Cambiemos, es una conquista o un avasallamiento?

 

Silvia Duschatzky – Carlos Skliar- Patricia Redondo-Estanislao Antelo- Dora Niedwiecki

Investigadores de  FLACSO Argentina

Julio 2018 

[1]          Columna de Opinión de Guilermina Tiramonti publicada en diario La Nación el 6 de julio de 2018.

[2]          Datos extraídos de la nota “La Educación Especial en la mira”. Página 12, Buenos Aires, 16 de julio de 2018.

«El movimiento feminista muestra que se puede ser muy masivo y muy radical a la vez” // Verónica Gago

*Alejandro Fielbaum, sociólogo y licenciado en filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Magíster en Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Chile.

*Sebastián Caviedes, sociólogo de la Universidad de Chile. Director de Cuadernos de Coyuntura.  Para nodoxxi.cl/

Tanto por su libro La razón neoliberal como por su militancia en el Colectivo Situaciones y el movimiento argentino Ni Una Menos, la profesora argentina Verónica Gago es una figura central para pensar los movimientos sociales que en América Latina se han levantado ante el neoliberalismo. Invitada por la Universidad de Valparaíso en septiembre del 2017, generosamente concedió a Cuadernos de Coyuntura una entrevista que, tras la emergencia de un importante movimiento feminista en Chile, resulta aún más necesaria.

  1. Feminismo y movimientos sociales

Su trabajo analiza las relaciones entre violencia de género, precarización laboral y organización social. En ese marco, nos interesa partir destacando su crónica1 en la que reflexiona sobre la precariedad laboral y sindical de las mujeres que atienden las denuncias telefónicas por violencia de género en la provincia de Buenos Aires. ¿Qué muestra ese caso con respecto a las formas de dominación en Latinoamérica?

Esa nota surge de un contacto que las trabajadoras de la línea 144 nos piden como colectivo Ni Una Menos, con la idea de que las ayudáramos a visibilizar sus condiciones y conflictos. Lo que se sintetiza allí es el uso propagandístico que hace el gobierno de Macri a nivel nacional -y su gobernadora Vidal a nivel provincial- de esa línea, presentándola como un eje de su “política de género”, mientras es gestionada con un nivel infernal de violencia laboral en términos tanto de precarización como de amenazas de disciplinamiento ante la protesta de paro. Esto acaba de cumplirse hace algunas semanas con el despido de cinco trabajadoras, por lo cual ellas estuvieron en la cabecera con Ni Una Menos en la marcha y en una movilización estos últimos días en la ciudad de La Plata. En ese sentido, se trata de una situación muy sintomática que condensa un modus operandi del gobierno actual: uso oportunista y reductivista de la llamada “agenda de género” (debido al impacto público del movimiento) para hacerla compatible con las políticas neoliberales.

Esta situación se vuelve una y otra vez conflictiva ante un movimiento feminista que está politizando fuertemente tanto las condiciones políticas y laborales como las existenciales, poniendo en primer plano su íntima y a la vez transversal relación. Este conflicto en particular lanza una pregunta pública en los siguientes términos: ¿Qué tipo de violencia implica que las mujeres que auxilian, diagnostican y conducen casos de violencia de género de la provincia más grande del país lo hacen como trabajadoras sin derechos, tercerizadas, con sueldos míseros en relación a sus tareas y sin condiciones de trabajo dignas? ¿Qué tipo de explotación se practica sobre su compromiso personal y profesional con las mujeres que atienden y auxilian? ¿Por qué el diagnóstico sobre las violencias machistas que ellas producen y sistematizan no puede excluir su propia condición como trabajadoras?

El movimiento de mujeres, lesbianas, trans y travestis, a partir de la apropiación de la herramienta del paro, ha mapeado las violencias de manera interconectada, desobedeciendo el corsé de la “agenda de género” que limita las violencias a su esfera íntima-doméstica como si de una esfera separada y aislada se tratase. Se logró así una perspectiva feminista de todas las violencias, enlazando lo que sucede dentro del hogar con lo que acontece en las escuelas; las violencias racistas institucionales con las violencias médicas; las violencias económicas y financieras con las violencias mediáticas; las violencias producidas por los proyectos neo-extractivistas y las desatadas por la especulación inmobiliaria (formal e informal). Toda una trama de la economía de las violencias queda puesta en evidencia.

Gracias a esto, en América Latina la agenda del movimiento feminista ha desbloqueado una articulación por abajo de las conflictividades que los llamados “gobiernos progresistas” obstaculizaron bajo el chantaje de que ciertos conflictos “beneficiaban” a la derecha por involucrar una crítica al gobierno. Esto nos dejó un escenario para nada fácil: hoy el movimiento feminista se hace cargo de una conflictividad que estalla en los cuerpos y en los hogares, en los territorios y en los lugares de trabajo. Y lo hace produciendo un diagnóstico feminista de esa conflictividad basado en luchas concretas, lo cual determina la politicidad y la orientación misma de la composición política del movimiento.

¿Qué potencias y límites percibes en los movimientos sociales que se levantan contra el neoliberalismo en la región, particularmente con respecto al movimiento feminista?

El neoliberalismo ha generado formas de explotación y extracción de valor que han enlazado desocupación y precarización laboral extrema; privatización de la infraestructura pública y explotación financiera por medio del endeudamiento hacia grupos que se suele creer que están fuera del orden financiero, así como expulsión de tierras y territorios de comunidades indígenas y campesinas pero también de espacios suburbanos a manos de la especulación inmobiliaria, turística, extractivista y del agronegocio. Para pensar los movimientos sociales hay que dejar de pensar qué movimientos tienen características que los harían ser de suyo antineoliberales y comenzar a analizar qué tipos de subjetividades y fuerzas se reorganizan en conflictos determinados. Los movimientos de mujeres y cuerpos feminizados y los movimientos territoriales contra los proyectos neoextractivos —que no casualmente tienen a las mujeres en la primera línea— protagonizan nuevas formas de conflictividad, que hay que analizar políticamente, sin el lenguaje empresarial que ve allí conflictos entre intereses propios, corporativos o meramente sectoriales.

En ese marco, creo que hay que entender el “neoliberalismo desde abajo” porque el neoliberalismo no debe definirse de manera homogénea, ya que depende de sus aterrizajes y ensambles con situaciones concretas. Son esas situaciones las que obligan a pluralizar el neoliberalismo más allá de su definición como un conjunto de políticas emanadas desde arriba, como planificación estructural que depende de voluntades de actores estatales. En este sentido, el neoliberalismo desde abajo es un campo de ambigüedad y de batalla que no da por realizada la hegemonía del neoliberalismo, en el sentido que no acepta su hegemonía plena pero tampoco otorga a las políticas neodesarrollistas y estatalistas la aptitud para sustituirla. Es una perspectiva, en cambio, que mira hacia “abajo” para encontrar aquello que antagoniza, y que arruina, malogra y/o confronta esa pretendida hegemonía mediante nuevas luchas y la pregunta por la producción de valor.

En el caso del feminismo, el pensamiento desde las situaciones habituales de violencia abre una crítica al neoliberalismo en términos prácticos, en torno a la precarización de las vidas en términos concretos, de las violencias que organizan nuestro cotidiano, de los modos de apropiación de nuestro tiempo y de nuestros padecimientos con los que se alimenta hoy el capital. Esto es clave ya que una crítica solo ideológica del capitalismo puede subsistir sin que sean transformadas las formas en que el neoliberalismo se aterriza en nuestros modos de ser, en nuestros cálculos cotidianos, en nuestros territorios diversos. Ese desfasaje se quiebra a partir de situar el cuerpo de las mujeres como terreno de conflictividad, como terminal predilecta de una serie de violencias entramadas. Conectar cómo la humillación de los varones en el ámbito laboral aparece como impotencia y como violencia en el hogar, pero también cómo la precarización de las existencias en general hacen que las mujeres sean las que asumamos en primer lugar el ajuste y la crisis les da a nuestras perspectivas un anclaje muy concreto, que puede ser leído y asumido como una clave común.

En ese marco, me parece fundamental remarcar que hoy el neoliberalismo nos ofrece dos formas de subjetivación como únicas opciones para disputar y capturar el movimiento. Por un lado, la de la víctima: es claro que el neoliberalismo tolera e incluso estimula esa figura que es pasiva y requiere toda una tecnología de “salvataje” y contención. En el caso de las perspectivas de género que se limitan a mantener confinadas a las mujeres como “víctimas” de la violencia, se propone como “solución” la construcción de un refugio, o alguna política pública que se limite a la idea de “reparación”. Cuando nos desplazamos desde el lugar de víctimas al de sujetos políticos, capaces de criticar y combatir las conexiones entre las distintas formas de violencia, aparece la crítica conservadora a la politización que cuestiona que las mujeres no se limiten a pedir seguridad y demanden, por ejemplo, otras condiciones laborales, otras condiciones en el acceso a la educación y, al mismo tiempo, la transformación dentro de esos espacios. Es decir, no sólo acceder a espacios, sino criticar y desmantelar las relaciones de poder que los estructuran. Los discursos conservadores se movilizan contra esa forma de subjetivación del movimiento de mujeres, lesbianas, trans y travestis que al exponer la precarización de nuestras vidas también desmiente materialmente la otra insubjetivación neoliberal: la de volvernos empresarias de nosotras mismas, es decir, individuos capaces de capitalizar en el mercado, de manera individual, los talentos que cada una genera desde y para sí misma.

Esas críticas son cruciales ante los fuertes intentos de traducción o cooptación que hoy se dan en el mercado. En Argentina, hay empresas de cosméticos que usan la misma tipografía de Ni Una Menos, mientras Benetton usa el slogan “Sé violeta” a la vez que expropia y criminaliza a la comunidad mapuche. Todo eso ocurre en momentos en que el movimiento feminista, pese a ciertos llamados a moderar las demandas para llegar a más gente, muestra que se puede ser muy masivo y muy radical a la vez. Lo “inclusivo” en los movimientos feministas actuales se basa en su capacidad de convocar y aliarse con otras trayectorias a las que antes el feminismo era reacio o reactivo. Se trata de un tipo de construcción de alianza que nos desplaza de la opción víctimas versus empresarias y que nos fortalece a partir de asumir nuestros miedos y fragilidades, sin convertirnos en heroínas.

Algunos de sus trabajos han indagado en la posibilidad de resistencia al neoliberalismo en las redes informales de la economía. ¿Por qué en el contexto actual podría pensarse allí una alternativa política?

El trabajo informal siempre ha existido en las economías latinoamericanas, y los proyectos desarrollistas suponían que en algún futuro se transformaría en trabajo asalariado, como promesa siempre futura de modernización. Creo que ese supuesto se interrumpe con la crisis de principio de este siglo, ante lo cual muchos grupos comienzan a organizarse políticamente, haciendo de la discusión del desempleo, la precarización y la exclusión un debate práctico, en las calles, que cuestiona los modos de “inclusión” como “excluidos” de ciertos sectores de la población. En Argentina, el punto de inflexión de 2001 es de una actualidad incuestionable. Sobre esas experiencias se van luego estructurando lo que aquí se llaman “economías populares”, que no es lo mismo que informales ni que solidarias. Es toda una discusión política y conceptual bien interesante. Las economías populares son impensables sin una genealogía que conecta la politización de la desocupación (determinando la relación entre dinero y Estado y entre dinero y territorio) con los movimientos sociales que surgieron como actores de primer orden en la crisis. Estructuran un tipo de cooperación social extendida en los territorios de los barrios donde proliferan de modo no temporario formas de trabajo “sin patrón”, autogestivas y, al mismo tiempo, en relación a distintos circuitos formales, legales e ilegales. Sin estar al margen de las relaciones capitalistas, se generan allí redes comunitarias muy dinámicas, que hay que pensar sin tintes folclóricos, que se distancian tanto de la figura individual del empresario como de la víctima que es “dependiente” de las instituciones estatales. Cuando una organización barrial no confía en la resolución de lo social sólo a través del Estado y se organiza, comienza a disputar qué puede significar hoy la reproducción social y los modos de enfrentar el conflicto sin caer sólo en las gramáticas de la “inseguridad”.

  1. Gobiernos progresistas: procesos, saberes y resistencias

La emergencia de esas formas de organización durante o después de los llamados gobiernos progresistas latinoamericanos obliga a preguntarse por las relaciones que construyeron los Estados con los sectores populares. ¿Qué opinión política tiene sobre tales gobiernos y los relatos que existen sobre ellos?

Tales gobiernos emergen tras la crisis de la legitimidad política del neoliberalismo, pero después esa experiencia es confiscada para enfatizar el liderazgo de tipo populista como única fuerza verdaderamente política, a la vez que se plantea el período de los populismos progresistas como un paréntesis donde el neoliberalismo quedó en suspenso. Esto es tan ingenuo como políticamente complicado: esconde y bloquea el análisis material de cómo se reconfiguró la reproducción de la vida para las mayorías, desproblematizando por completo la cualidad de la “inclusión social” que se impulsó a través de los dispositivos financieros.

Los gobiernos progresistas, así como sus defensores intelectuales, construyeron un relato que confina a los movimientos populares, “destituyentes” de la agenda neoliberal, como necesarios para la crisis, pero incapaces de asumir los desafíos verdaderamente políticos. Les quita protagonismo y apenas los instrumentaliza para relegitimar los sistemas políticos que estaban en crisis, exigiéndoles luego a los movimientos regirse por tales sistemas. Con ello, se perdió la posibilidad de experimentar institucionalmente cómo relacionar instituciones y movimientos sociales de modos que no sean unilaterales, como sí lo son la cooptación o la integración de los movimientos a los gobiernos; hubo breves instancias de experimentación institucional, pero después se llamó al orden, por así decirlo, a los movimientos sociales. Ante ese tipo de llamado al orden, se pierde la pregunta por estas subjetividades de la crisis, y así la posibilidad de comprender por qué después el voto por la derecha puede ser tan amplio y transclasista.

El movimiento feminista actual hace una crítica práctica a este modo estadocéntrico de comprender la política e infantilizar “lo social”. Hoy se trata de enmarcar una lectura de la violencia del neoliberalismo, como momento particular de acumulación de capital, que da cuenta al mismo tiempo de las medidas de ajuste estructural pero también del modo en que la explotación se enraíza en la producción de subjetividades compelidas a la precariedad y al mismo tiempo batallando por prosperar en condiciones estructurales de despojo.

En esa línea, antes de terminar, nos gustaría preguntarte por la articulación colectiva entre investigación y participación que desarrollaron en el Colectivo Situaciones, muy recordado acá y en otros países del continente.

Esa experiencia está muy vinculada a un momento de coyuntura particular en Argentina, que fueron los años previos a la crisis de 2001. Entonces empezamos a detectar una suerte de emergencia de movimientos que mostraban un acumulado de ciertas experiencias de resistencia que venían desde los años noventa, pese a que siempre se habla de estos como años en los que no pasó nada. En esa época se estaba cocinando una suerte de tejido social con el que empezamos a entrar en contacto. A partir de inventar un modo de enlace y co-investigación con otros colectivos, comenzamos a sacar unos pequeños cuadernos llamados Situaciones, en base a experiencias muy concretas de luchas sociales. Con ellas intentábamos pensar lo que significaba una radicalidad política en nuestra época y cómo en cada situación concreta se componían los elementos de una nueva política.

Así fuimos simultáneamente conceptualizando la experiencia de investigación-militante, que fue para nosotras y nosotros fundadora de una forma de trabajar y de investigar, a través de un compromiso político que rehúye tanto de doctrinas rígidas como de las reglas de la academia. Ese tipo de investigación surge a través de vínculos políticos y de la construcción de problemáticas comunes en situaciones muy diversas. La noción de “situación” es allí crucial, ya que al pensar a fondo la situación pueden leerse elementos comunes a otras situaciones muy diversas, lo que permite hacer una investigación situada cuya reflexión no se limita a un caso particular.

A partir de formular una serie de hipótesis y preguntas teníamos encuentros en los que intentábamos discutir e investigar la práctica misma en la que esos grupos se inscribían y, sobre todo, proponer una suerte de co-investigación, de espacio común de no-saber, que apostaba a explorar la situación de crisis, es decir, la capacidad de producir nuevos posibles. Rompimos con la idea de que hay un sujeto que investiga y un objeto que es investigado, así como con el supuesto de la prioridad del saber de los que tienen el pensamiento como profesión, destacando la existencia de saberes muy sutiles y potentes en lugares que se supone que no tienen el “privilegio” de la práctica del pensamiento. Fue una experiencia muy fuerte contra cierto anti-intelectualismo de la militancia, que supone que lo importante es la práctica, o que la cuestión del pensamiento es una sofisticación que solamente algunos se pueden permitir, ya que nos conectamos con experiencias que hacían necesaria la auto-reflexión. Esta experiencia ha forjado en nosotras y nosotros una serie de premisas políticas, afectivas e intelectuales que le dan a la experiencia del Colectivo Situaciones efectos de resonancia en distintos momentos y coyunturas.

1 Gago, V. (2017, 15 de septiembre). Teléfono descompuesto. Página 12.

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