Anarquía Coronada

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¿Qué más querés?

Por Oscar Guerra

El kirchnerismo se impone. Cincuenta y cuatro por ciento es poco, el kirchnerismo se impone más allá. Su retórica mesiánica, su liturgia totalista, pan-nosótrica, argentina, invita festivamente y bajo amenaza; su destreza de organización fáctica del progreso, por otro lado, hace de las criticas opinión: opinión de actores disgustados pero finalmente partícipes de lo que hay. Sean empresas de periodismo independiente que cobran del fragor de Fravega, sean líderes sindicales y políticos de la izquierda que chillan montados al activismo productivo (“productivo” en su sentido verdadero, o sea amplio), sean pensadores a los que les va bien. El kirchnerismo logra ese estatuto opinológico de las criticas; logra también, acaso, que las criticas vitales, de las vidas que estallan, de las vidas que no llegan a armarse, en el actual curso de cosas, sean imperceptibles (lo perceptible pero sin efectos cuenta como imperceptible).
El kirchnerismo se impone porque si antes resolvía hacia la izquierda cuando se veía jaqueado, cuando estaba débil (como el enfrentamiento con un par de empresas mediáticas después de haber perdido con el sector agropecuario), parece que ahora, en cambio, usa el envión del 54 por ciento para liberarse de las cadenas de Moyano y prescindir de los capitales de Repsol (pasa de resistencia a autoridad, dice Diego). Y sustituye, un poco (de nuevo, en principio decimos “parece”) la red territorial de intendentes por esta nueva juventud maravillosa (cuando hace tres, cuatro, cinco años, se criticaba o alertaba la ausencia de tropa política específicamente kirchnerista). Aprueba por supuesto la Ley Antiterrorista, y reivindica a los piqueteros del pasado amenazando a las posibles “patrullas perdidas” que sigan en lucha sin anoticiarse del gran cambio que vivió la Argentina: ahora, vamos ganando.
La Ley Antiterrorista, cuya lectura minuciosa seguramente cause más de un ataque de pánico, refuerza la legalidad de esa persecución, bajo el ideologema de que los descontentos o inconformes no entienden “el proceso” que vive el ispa y por lo tanto son parte del pasado, la historia los va a enterrar. No todo es rosa ciertamente, pero bueno: tenemos una muerte digna, con apellido materno. Los ministerios hacen cosas y lo de YPF fue hasta una sorpresa para los exigentes, ¿Qué más querés?
IIIIII WAAANNNAAA BEEEEEEE… (En criollo: aaaaaaaiii uaaaanna biiiiiiiiii…)
No se trata solamente del instinto básico de no querer ser gobernado. No: también es un conformismo crítico. Una aceptación activa: si seremos gobernados, habitemos, sostengamos, siempre, puntos que pesen como exigencias al poder; gustos, intolerancias, necesidades decididas, que pesen como exigencia al gobierno. Que pesen en las relaciones de fuerza. Es un problema de ontología o, digamos, de orden ontológico: las luchas de hoy fundan el alfabeto con que se escribe la lengua del orden futuro.
Las medidas de progresismo gobernante abrevan en la inconformidad arrebatada y sin programa de la resistencia noventera y el estallido dosmilunero. Incluso puede decirse que abrevan, estas medidas de progresismo biengobernante, en el sentido común de aquella resistencia (YPF es un cabal ejemplo de la ligazón del gobierno con esas resistencias y agites codificados como programa). Y esto en realidad es tanto más claro cuanto más avanza “el proceso”: hay un relato de las acciones gubernamentales que básicamente enumera cosas que siempre quisimos. Primero pesos constituidos como comunes en el llano; después puntos de agenda disponibles para un entramado en Gobierno.
¿Qué va a pasar si adherimos todos los argentinos a la conversión de los deseos sociales –quiero decir los que surgen de los encuentros, intercambios y conflictos sociales- en programa de gobierno? ¿Qué va a pasar si no queremos más?
Hay que alimentar la permeabilidad democrática del gobierno, habitando siempre las verdades que precisan ser afirmadas como comunes.
Y la primera verdad es esta, de principios pero en un sentido estrictamente materialista. Esta verdad, el carácter originario de las movilizaciones sociales, de las creaciones sociales, respecto de su gestión institucional, es una verdad que hoy precisa ser afirmada. Precisa ser afirmada porque es negada. No tanto por las amenazas, apenas veladas, hacia las patrullas perdidas que crean que la crítica hoy debe seguir siendo a-institucional, que en todo caso, si querés pedir más, hace fuercita desde adentro. No: el carácter original (originador, originario, origénico…) de los movimientos multitudinales es negado a través de su omisión general en el relato. La única mención positiva –aquellos “pobladores de zonas petroleras que salieron a la vera de los caminos” – es precisamente para amenazar su recurrencia actual. “Relato” digo, pero relato usan los contras; al “relato” se oponen los contras que en realidad adhieren al modelo económico; “relato” es el nombre de una crítica opinológica con adhesionismo fáctico. Digamos entonces que es la nueva narrativa histórica la que omite el carácter hacedor de los movimientos sociales, su carácter fundante: dos mil uno es debacle, “renacimiento” se dice dos mil tres. Es notable, un gobierno que trabaja como heredero de las resistencias populares, niega la potencia creadora y aperturista de la última gran movilización popular en Argentina.
Vivimos una victoria pírrica de 2001.
¿Y nosotros? Atacado, el nosotros, por un modelo triunfante de nosotros con mando, un mando que no se diría que obedece (como querían en Chiapas), pero atiende; no importa la moral, por pillos o por cristianos, atienden gritos de ganas y necesidad. Por ahora, los que dejó sedimentada la resistencia de los noventa y el agite de dos mil uno, entonces, ¿Qué mas querés?
Pero, ¿qué pasaría si dejaran de surgir movimientos, gravitaciones, si las aspiraciones fueran reducidas a una certidumbre programática?
Ahora, ¿cómo se organiza ese querer más? ¿Cual es su materialidad referencial? Las condiciones prácticas del querer. Porque si es querer más, no puede negar lo que hay.
“Fugazetta rellena, te la dan precocida, la pones en el horno en tu casa…” oigo atrás mío en el bar donde escribo con Schneider bien helada. Lo que pasa es real, es mucho mejor de lo que nunca pensamos que podía pasar en el gobierno (mentira), y solo se puede querer mas aceptando eso.
Querer protagonismo, protagonismo social, protagonismo del llano. Diversión, si se quiere; muchas versiones. No solo recursos, no solo derechos; indeterminación del mundo. Querer estas cosas es visto como ansia pequebú, lejana de las condiciones materiales de los mas necesitados, del mundo del trabajo; pero esa condena a la autonomía de la red deseante multitudinal, y ese saber sobre las necesidades deseadas por unos otros, esa es la visión propia del conservadurismo reaccionario: conserva los valores de una sociedad, la repartija de los paquetes deseables.
Seríamos kirchneristas, qué duda cabe; sobran los motivos, si nos descansamos. Pero tenemos amigos que tratan de estar mas cerca de sus deseitos que de la mesa servida, por más riquita que venga, por mas generosamente dispensada que sea cuando los llaman a gritos. Amiguitos que, tras tantos, tras todos estos años –muy distinta cantidad para cada cual–, todavía logran guardar un poco de sensibilidad inocente, es decir, sostener un querer un aún sin poder representarlo.
Inocencia, y desconfianza –¿de verdad politizarme es adherir?

Lo que hay atrae, y la atracción gubernamental es sorprendente, en tanto gubernamental. Entonces, agazapamiento. Qué se puede hacer, salvo ver películas… Pero entonces, también, risa. También burla, risa y burla del seguidismo facilista, risa y burla de las ganas de ir ganando que son ciegas a tanto negocio y transa, risa y burla de la prosperidad enferma del boom automotriz, del monumental revisionismo histórico de Roger Waters, la moral de entretenimiento; una risa que no llega a impugnar (eso seria negar), pero sí para atender que ojo, hay que respetar los ruiditos y pensar. Una risa salvaguarda, que sabe que acepta pero no adhiere, que sabe que quiere otro sabor, pero sin tener objeto mejor para ofrecer, la risa de los escondidos.

Crisis en el Cerro Dragón

por Diego Genoud


El viaje que hice a Dragón entre el 4 y el 8 de junio pasado -12 días antes de que Los Dragones tomaran la planta de almacenaje de crudo del yacimiento- fue planificado poco tiempo después de que Cristina anunciara la expropiación de YPF y Miguel Galuccio se hiciera cargo de la empresa. La intención era elegir ese momento para posar los ojos en el yacimiento petrolero más grande del país, propiedad de British Petroleum, la familia Bulgheroni y los chinos de la petrolera off shore CNOOC. Si Vaca Muerta es el yacimiento de no convencionales que puede alumbrar el futuro, Dragón es el presente que abruma pero no se discute.
En 2007 y sin ningún tipo de debate público, Pan American Energy obtuvo una renegociación muy favorable –hasta 2027 con opción a 20 años más- gracias a su entendimiento con Mario Das Neves y al respaldo de Néstor Kirchner. Dragón es un yacimiento maduro pero sigue generando ganancias extraordinarias gracias a la técnica de recuperación secundaria. En 1958, fue entregado por Frondizi a la norteamericana American Oil Company (Amoco), que en 1997 vendió el 40 por ciento de sus acciones a Bulgheroni y en 1999 a BP. Los chinos fueron los últimos en llegar.

La intención del viaje era la de descubrir cómo es por dentro ese yacimiento que equivale 17 veces a la Capital Federal y que suele ser presentado como modelo. En Chubut, donde Repsol perdió las primeras áreas petroleras antes de la expropiación, el romance del gobernador Martín Buzzi con PAE es inmaculado. Lo mismo con el sindicato petrolero. Por eso, en Comodoro a nadie le sorprende que Buzzi haya sido tan duro contra YPF.
Ya había estado ahí en 2008, tratando de ver cómo era esa ciudad–la más grande de la Patagonia- que nace y muere al ritmo del precio del crudo. La misma que quedó desierta en 1998 cuando el barril de petróleo valía 11 dólares y hoy es una postal del consumo en el que las cadenas de electrodomésticos no dan abasto pero también de las diferencias sociales que no ceden.
Esta vez la idea era entrar a Cerro Dragón, ir en busca del mundo interior, de la vida de sus empleados, de la lógica de los negocios. Estuve dos días enteros con Los Dragones escuchando sus razones y su historia. Hablé también con miembros del sindicato petrolero y con ejecutivos de PAE que prefirieron no aparecer en la nota. Conocí Cerro Dragón por dentro. Indagué también en la lógica de los Bulgheroni, los empresarios más ricos de la Argentina que pese a tener el 20 por ciento de las acciones, siguen manejando el yacimiento.
Los Dragones son un grupo reconocido en Comodoro porque nacieron hace exactamente siete años con una lucha que les valió el respeto de amplios sectores. Durante nueve días tomaron el yacimiento y soportaron temperaturas tan bajas que les provocaron principio de congelamiento en los dedos. “Nosotros no somos como los privados que hacen paro en verano, con sombrilla”, me dijo uno de ellos. Su apoyo a Mario Das Neves en las últimas elecciones y los enfrentamientos armados con los petroleros los dejaron afuera de todo.
Pero Los Dragones son también la expresión que desnuda a un sindicalismo en crisis. Se trata de planetas y lógicas distintas, pero su caso podría ser comparado con el de los metrodelegados del subte que obtuvieron su sindicato luchando contra la burocracia de UTA. Piden libertad sindical e igualdad convencional: cobrar lo mismo que cobran los que, al lado suyo, hacen la misma tarea. El sindicato de Petroleros Privados suele ser vocero de la empresa Pan American pero representa sólo a 2500 o 3000 de los trabajadores que cumplen tareas en el campo. El resto, ¿4500? ¿5000? son tercerizados y tienen contratos temporarios. Cobran menos por hora de viaje, cobran menos por mes, cobran por quincena. La UOCRA de Gerardo Martínez debe representar a esos trabajadores de segunda pero no lo hace. También el sindicato de petroleros jerárquicos –técnicos e ingenieros especializados- ha tomado medidas de fuerza de niveles de radicalidad inconcebibles para un gerente de Buenos Aires. Pico Truncado, Las Heras, Caleta Olivia y Comodoro son sitios donde la conflictividad se dirime en ese lenguaje, por más que las teorías conspirativas traten de adjudicar los hechos recientes a facciones del PJ. Son consignas que buscan abordar la conflictividad aislando a los violentos pero sin entender sus razones. Pan American Energy también viene sufriendo transformaciones en su interior, pero si sigue operando el yacimiento hasta 2047, como pretende, y busca una interlocución sindical a largo plazo, no tendría que descartar la posibilidad de repensar la estrategia de hablar solo con la aristocracia del petroleo.

Son apuntes desordenados ante la coyuntura. La nota que saldrá en la próxima Crisis apuesta a dar algunas pistas más.

La vuelta de la política

por Oscar Monti


«Como muy bien sabemos el Estado no tiene entrañas, y no simplemente en el sentido de que no tenga sentimientos, ni buenos ni malos, sino que no tiene entrañas en el sentido de que no tiene interior. El Estado no es otra cosa más que el efecto móvil de un régimen de gubernamentalidad múltiple».

M.F.


Sí, todo muy lindo, pero entonces, ¿de qué estamos hablando? Siempre hablamos de lo mismo, porque el foco siempre está ahí. Y aunque lo hagamos con fobia o anhelo, siempre la mira está ahí. Y es normal, ya que estamos habituados a ver/recortar las cosas como formas (eso sí con algo de movimiento “adentro”) y dichas formas con un interior (por eso del horror vacui).

Recuerdo ahora con una sonrisa (viejo recuerdo, viejo-que-recuerda)  aquella charla con una militante que con su peor cara de película de terror me espetó horrorizada, ante nuestra propuesta de “disolver el centro de estudiantes de Sociales”, el cual era una fotocopiadora y no mucho más, “¡¡¡Pero, Oscar, si dejamos el vacío ellos lo van a ocupar!!! 


De un tiempo a esta parte se escucha la cantinela de “la vuelta de la política”, y todo se tiñe de un tono pastoral. Y es que desde la cima misma del gobierno, pero también desde su base difusa de militantes, periodistas, opinólogos, acólitos, críticos, etc., etc., se difunde a raudales esta imagen del pastor (en este caso la pastora) que cuida su rebaño. Y aunque a nadie le guste verse como ovejita, la relación que cada una fabula con Cristina (primer nombre) es individual, tete a tete, como se actualizó aquel día en que ÉL murió, y le gritaban “fuerza” en la cara, pero reproducido al infinito en las cabezas de la buena gente de este país de buena gente.

El pastor vela por la suerte de cada uno de los integrantes del rebaño, aun cuando ellos duermen, busca lo bueno para cada uno, los reúne, los guía y los conduce, su papel consiste en asegurar la salvación del rebaño que lo sigue, proveer tierra, alimentos, abundancia, y consagrar abnegadamente su vida a ello”. 


Como se ve, la relación pastoral es una relación establecida con el individuo en tanto totalizado por una idea-mito-doctrina-o lo que fuera, y se vive como tal.

Si miramos de cerca qué pasa hoy entre muchos y este buen gobierno que hoy nos toca en suerte, y qué suerte ya que es efectivamente bueno por primera vez, veremos que la relación tiene mucho de pastoral. El problema de esto no es solamente que como visión es penosa, sino que no es una visión muy razonable. Hace mucho tiempo describí este paisaje: “muchos pastores y un único rebaño”. Y es que el gobierno de la vida, que marca nuestra servidumbre -y de eso es lo que habla el epígrafe que encabeza-, no está encarnado en un pastor, ni en un sujeto, sino en una red de múltiples sujetaciones. Pero el foco no está ahí, ya que ahí no hay foco…

Y antes de que se me acuse de disolutorio, posmoderno, lavado, derrotista, vacío, desviacionista, fluidificado, gaseoso, o de hacerle el juego a la derecha, qué se yo, diré que no hay foco porque hay muchos focos, y problemas. Eso sí, si se enfoca. El chiste es que en este caso enfocar quiere decir a veces desenfocar, y que este enfocar enfoca en primer lugar sobre algo que no existe. 

Entonces, segundo paso, agarrar el martillo (el del filósofo quizá) y romper las “cosas”. Romper las cosas para que aparezcan las visibilidades, y entonces –si seguimos la huella- romper las palabras para que aparezcan los enunciados.

¿Y entonces de qué estamos hablando si no hablamos de lo que siempre hablamos? De problemas, que tenemos que parir a fuerza de partir. Dar a ver y a decir. Ya que en eso se nos va la vida. Problemas en los que ahora sí se vea de manera cruda cómo existen “poder” y “resistencia” en cada caso. Y estos problemas tienen que ser investigaciones, entendidas como experimentaciones, al modo de los primeros científicos que echaban sobre sí mismos sus pruebas, que se quemaban los ojos mirando el sol.

Y de estos problemas no hay mucho para decir (¡es que ahí sí estamos realmente en pelotas!) salvo soltar algunas preguntas, balbuceos, como señales que ante cosas vistas y dichas, quieren partirlas para ver qué las sostiene, y ver qué hacemos con eso (si da, como dicen los chicos, para hacer algo): 


o   Ante el HOMO PROGRESUS, que se hace visible en nuestros autos, nuestro consumo energético, tecnológico, etc., etc., PREGUNTA: ¿Dónde está el goce? PROBLEMA: ¿Qué vida es pensable con otros consumos?

o   Ante el HOMO LABORALIS, que se hace visible sin más con valijita, notebook o camión. PREGUNTAS: ¿Dónde está el goce?, ¿Quién te da trabajo?, ¿Qué efectos produce ese trabajo?  PROBLEMA: ¿Qué pasa si…?

o   Ante el HOMO PSICOLOGICUS, que se hace visible a través del éxito de toda esta catarata de programas de TV, obras de teatro, y películas, cuyo tema (a-pasionante) es la terapia psicoanalítica, PREGUNTA: ¿cómo hay que ser para entregarle a alguien tus afectos? PROBLEMA: ¿cómo arreglarse uno mismo (que nunca es uno mismo) con sus afectos?

o   Ante el HOMO MEDICUS, que se hace visible a través del empastillamiento generalizado, etc., etc., PREGUNTA: ¿Cuándo fue que entregamos nuestro cuerpo? PROBLEMA: ¿qué puede un cuerpo?

o   Ante el HOMO CON niñera, maestra y plomero. PREGUNTAS: ¿cómo nos arreglamos solos?, ¿cómo criamos a nuestros hijos?, ¿cómo los educamos?, ¿cómo aprendemos a arreglar un cuerito? PROBLEMA: ¿cómo forjarse una soledad?

o   Ante el HOMO TRANSITUS, que se hace visible en nuestras ciudades, yendo de un lugar a otro, sin saber muy bien para qué, y que luego se hace la “escapada” el fin de semana a Mardel, y que en ese tránsito queda varado las más de las veces. PREGUNTA: ¿Dónde está el goce? PROBLEMA: ¿Es pensable la quietud?


En estos problemas, habrá miles más, se juega, quizá, el gobierno de la vida. Y la liberación. En todos los casos aquí se hallan envueltos problemas de percepción, en el fondo quizá solo existan problemas de percepción.

Entonces la vuelta de la política puede tener un sentido. Pero quizá ya no bajo ese nombre gastado. Y quizá usted dirá que la política, por definición, es la acción colectiva. De acuerdo, entonces le diré que la única política que creí ver despuntar un día fue ese día en que gritamos: “Qué se vayan todos, que no quede ni uno solo”.

Entonces con la otra política, la de Mengolini y compañía, no queda otra cosa más que LOBO SUELTO!…
  

Para zafar el finde…

El Abecedario de Gilles Deleuze (1988) 

«El abecedario de Gilles Deleuze» fue producido y realizado por Pierre André Boutang para la televisión francesa en 1988, pero su primera emisión tuvo lugar en el canal Arte en 1996. Compuesto por 8 horas de entrevistas realizadas al filosofo francés Gilles Deleuze, “El abecedario” es la única cinta consagrada a este pensador que siempre se rehusó a aparecer en televisión. En esta única ocasión, aceptó ser entrevistado por un equipo de televisión con la condición de que la filmación adquiriera la forma de una conversación entre él y su antigua alumna y amiga Claire Parnet y que fuera emitida después de su muerte. Como el nombre de la película lo indica, a Deleuze se le interroga sobre 26 temas, cada uno de los cuales comienza por una de las letras del alfabeto. El filósofo aborda algunos de sus conceptos e ideas, pero también algunos asuntos más personales relacionados con su trabajo filosófico (por ejemplo, el tema de la letra “b” es “bebida” [boisson]; el de la “e”, infancia [enfance] y el de la “m”, “enfermedad” [maladie])”.
La versión que colocamos para descarga directa es la que está dividida en 3 cds independientes. El Cd1 incluye los temas que van de la letra «A» a la «F»; el Cd2, de la «G» a la «M» y el Cd3, de la «N» a la «Z».
Datos de los videos:
Duración: Cd1. 2h. 24 min Cd2. 2h. 42 min Cd3. 2h. 26 min
Idioma: francés con subtítulos en español
Tamaño: Cd1. 484 MB Cd2. 542 MB Cd3. 487 MB
Formato: RMVB
Calidad de imagen: buena


Enlaces de descarga:

Cd1: acá
Cd2: acá
Cd3: acá

Corresponsal en México

———- Mensaje reenviado ———-
De: diego peter <diegopeter@hotmail.com>
Fecha: 30 de junio de 2012 18:38
Asunto: que esta pasando alla en mex
Para: diego almeyda <dalmeyda@gmail.com>
Tocayo! Que sorpresa! Que justo que escribís, estuve pensando en ustedes, porque no veo que publiquen nada de lo que está pasando acá. Me imagino que te interesa saber que onda el movimiento #YoSoy132. Puedo contarte un poco como lo veo yo de lo que pispeo en internet, lo que veo de andar en la calle y de conversar con mis compañeros en el trabajo. También puedo recomendarte algunos sitios. Luego queda en ustedes empezar a seguirlo.
Me puse a ver Página/12 para ver si lo tomaban y para mi desagrado -no para mi asombro- corroboro que no hay nada, que México no existe. Como siempre los diarios argentinos hablan de cosas de argentinos. ¿Que se supone que uno tiene que leer si quiere estar enterado de los reposicionamientos que se están dando a nivel global? De Brasil, nuestro vecino del BRIC, hay alguna nota más, pero es lo mismo. En fin, no importa, de lo que querés saber, la cuestión es que acá va a haber elecciones y se está preparando otra vez un fraude como en 2006, sólo que esta vez para que vuelva a subir después de 12 años… el PRI!!! AHHHH!!!
Responsable de estos seis años de guerra que están desangrando el pais, el PAN no tenía un candidato para ganar las elecciones (ver acá: http://www.proceso.com.mx/?p=312475). Y por eso eligieron a Enrique Peña Nieto, del PRI. Pero hacia el PRI hay un rechazo mas profundo y lejano, originado en los 70 años ininterrumpidos en que estuvo en el poder hasta que en el 2000 con Fox y 2006 con Calderon ganó el PAN.Hasta entonces el PAN había sido desde 1939 el eterno contrincante destinado a perder, que daba al PRI alguien con quien competir… y ganar. Aunque estos dos partidos tienen sus rencillas, cierran filas frente al tercer partido el PRD (un desprendimiento del la izquierda del PRI encabezada por Cuauhtemoc Cárdenas, hijo de Lázaro Cardenas), jocosamente llamado PeRDer por su gusto por participar en elecciones que sabe por anticipado que no le van a dejar ganar. El fraude fué desde siempre una práctica del PRI (gracias a su poder territorial) y desde el 2006 por el PAN con métodos más sofisticados. En 2006 el candidato del PRD era Andres Manuel Lopez Obrador, AMLO, o -jocosamente- AMLOSER.
Los indicadores de que va a haber fraude son: 1. siempre cometieron fraude, no hay razones para que no lo hagan. 2. los gastos de campaña de Peña Nieto son exorbitantes. Para tener una idea, superó los gastos permitidos para una campaña (70 millones) en los primeros diez días, y calculan que ya lo multiplicó por 6 o 7 veces. Sea quien sea que pone esa plata está invirtiendo y va a querer los retornos. 3. esta megacampaña está orientada a fijar la idea de que ya es ganador. Para esto cuentan con el concurso de todos los medios (salvo el diario La Jornada y la revista Proceso). El gigante es Televisa, que le garantiza además la manipulación de las ecuestas. 4. Están empezando a crecer en las encuentas zonas rurales que no hay ninguna razón lógica, que no sea la manipulación, para que crezcan, 5. empezaron a aparecerboletas repetidas. Las boletas las imprime el estado, la misma imprenta que hace los billetes. Aparecieron follaturas repetidas. Los especialistas dicen que eso no es algo usual, que no sucedió jamás. Un operario de la imprenta denunció que al terminar su turno, cuando las máquinas tienen que apagarse… entró un grupo de desconocidos acompañados por gente armada a operar las máquinas a contraturno. 6. la misma empresa, Hildebrando,  que se ocupó de hacer los conteos es la que va a estar en estas elecciones.  7. en 2006 bastaba con que el PRI impugnara las elecciones para que se anularan. Eligieron sentarse a negociar. Parece que el PAN no cumplió muchas de las condiciones que el PRI puso para aceptar la fraudulenta elección y eso los tuvo peleándose. Pero hay suficientes pruebas de que trabajan juntos entrenados por Televisa y financiados por los yanquis (no sé cuales) para garantizar que no gane la «IZQUIERDA».
Visto desde Argentina, o el Cono Sur, uno diría: pero qué les jode dejar ganar a un candidato de la Izquierda del Orden! Si está probado que son buenos para apaciguar la conflitividad y garantizar la marcha de los negocios! La cuestión acá es Estados Unidos: 1. hace seis años están librando una guerra propia en territorio mexicano. Como todas las guerras que promueven tiene dos objetivos, el primero tener la industria de los fierros a todo vapor, la segunda y de largo plazo, desestabilizar y tener el pleno poder para intervenir territorio mexicano. Para esto no puede cortarse la guerra del narco. AMLO es el único que no tiene intereses creados y puede intervenir (te escribo aparte sobre el narco). 2. México es su principal fuente de mano de obra, migrante o no. Es de esperar que un triunfo de AMLO apuntale a México hacia políticas más tendientes a la producción, que busque reactivar el mercado interno, etc., todas medidas que encarecerían la mano de obra mexicana. 3. cualquier gobierno que implique aunque sea un mínimo de autonomía, está poniendo en riesgo el control de su frontera terrestre más amplia y caliente.
#YoSoy132
En esta situación, falta comentar un elemento que vino a desequilibrar y que es lo que te interesa a vos: el denominado movimiento #YoSoy132. La importancia de este movimiento está dado centralmente por la aceleración y dinamismo que imprime a fuerzas ya en juego. Brevemente, este movimiento surgió el día que Peña Nieto fué a “La Ibero” una universidad privada, muy cheta, medio progre porque la fundaron los jesuitas, pero muy cheta. EPN fué escrachado por un grupo nutrido de alumnos. Cuando Peña Nieto y el presidente del PRI salen de la universidad corridos, acusan a los estudiantes de ser “porros” (gente mandada a hacer bardo), ajenos a la institución, no representativos del estudiantado. A esta acusación los estudiantes respondieron subiendo un video a Youtube donde se presentaban uno a uno (un total de 131) mostrando sus credenciales de la universidad. Las razones del rechazo a Peña es ser el responsable de la represión en Atenco, de la cual se hace cargo, y apenas se deslinda de los “excesos” que corren por cuenta de los policías. Pero a eso se suma ser del PRI, estar preparando un fraude, y seguramente porque no soportaron que semejante mamerto les fuese a dar una plática.
Como sea, a los pocos días hubo una convocatoria a concentrarse en el Zócalo para un sábado, que nadie sabía quién convocaba, cuya consigna era básicamente NO AL PRI. El PRD, rápido de reflejos, convoca para el domingo, para vaciar la del sábado y quedarse con todo: sorpresa, se llenan las dos, el sábado y el domingo. Los estudiantes empiezan a juntarse, de las privadas se contagia a la UNAM y a la Metropolitana. Hacen una marcha a Televisa. Se impone la marca YoSoy132, que puede ser asumido por cualquiera, para decir que se identifica con “los chavos de la Ibero”. Peña Nieto es abucheado en varias ocasiones. Se vuelve a hacer una convocatoria, esta vez a marchar. En el DF fué impresionante, el tipo de marcha heterogénea, llena de familias, jóvenes, viejos, estudiantes, donde predomina la gente suelta por sobre los encolumnados. Muchos carteles hechos a mano con miles de consignas. Todos dicen ser “el 132”. Esta marcha es convocada en varias ciudades con éxito. Si bien sigue haciendo referencia a los estudiantes, YoSoy132 se generaliza, es la forma inorgánica en que se expresa: 1. NO al PRI que nos tuvo en la mierda por décadas, y NO a su candidato que es un hijo de puta asesino, un títere (de Salinas y Televisa) y un estúpido, 2. no al fraude, 3. basta de manipulación de la información, con especial acento en Televisa, que fué quienes manipularon  la noticia de la Ibero, mostrando a los estudiantes como si fuesen un público que avivaba a Peña Nieto.
Hay quienes ponen este movimiento en línea con lo de España, los Ocupate Street de Nueva york y los de La Jornada la estuvieron paseando a la Camila Vallejo para asociarlo a los estudiantes chilenos. Esas pueden ser especulaciones para los internacionalistas post estatales e incluso una asociación fácil porque ven que usan el signo # del twiter. Lo verdaderamente relevante en la coyuntura mexicana es cómo inside este impulso en las elecciones, ayudando a constituir una fuerza real que se oponga al fraude. Te hago brevemente un repaso necesario. En 2006 cuando el fraude contra Lopez Obrador, la gente salió a manifestarse y estableció un plantón en Avenida Reforma. Fueron movilizaciones realmente grandes donde se expresó mucha bronca pero sobre todo gran determinación por oponerse al nuevo abuso. No eran del candidato derrotado, era una movilización muy amplia de gente harta de los fraudes. El plantón se levantó varios meses después, según creo por pedido de Lopez Obrador, que negoció para que pudiera desfilar por ahí el ejército. Desde entonces AMLO apuntó a formar una organización que lo apoyara por fuera de su partido, enfocando un tipo de participacion ciudadana, cuyo principal objetivo es evitar un nuevo fraude. Esto es MORENA, Movimiento de Regeneración Nacional. Morena es: 1. una organización que lleva a AMLO de candidato, pero que no es el PRD, es decir que no está sujeto a las alianzas partidarias, 2. se organiza para controlar las elecciones para evitar un fraude, una consigna con la que acuerda mucha gente más que el PRD y Morena. Esa otra gente que está contra el fraude y contra el PRI, a pocas semanas de las elecciones pudo encontrar un vehículo de expresión y empezó a movilizarse. Este impulso puede hacer la diferencia, dando a la acción de Morena mayor eficacia, y anticipando la fuerza de las movilizaciones ante un fraude consumado.
Resumiendo: en estas elecciones creo que hay posibilidades de que la ciudadanía organizada para controlar las elecciones y la multitud movilizada para defender los resultados, se haga frente al fraude que ya está en marcha. Lograr eso no se parece en nada a las movilizaciones buena onda tipo El sol y Ocupate Street. El estado mexicano va a responder con virulencia.
La utima represion dura (y duradera… hasta hoy!) fué Atenco (http://www.jornada.unam.mx/2012/05/04/politica/011n1pol): allí se le puso punto final a la Otra campaña que impulsaba el EZ y que se proponía tejer por abajo una coordinación de izquierda a nivel nacional, plantándose a la izquierda de la Izquierda del Orden (AMLO): “Si no existe un vínculo real y directo con las bases no hay posibilidad de una política de izquierda”. Creo que aquella posición y aquella coyuntura flotaron durante estos seis años que AMLO recorrió el pais, y todavía está en el ambiente como negativo y sería bueno repasarla y reabrir la discusión: la onda juvenil #YoSoy132 no parece tomar en cuenta el 2006 ni la lucha del zapatismo desde 1994, y queda por tanto “ingenua”, completamente dependiente de lo que decida AMLO. Dice un amigo que fué de la Otra campaña en el Facebook:

“Hablando de olvido. ¿Ya se les olvidó que AMLO y el PRD no van a hacer nada ante el fraude? Lo niegan como si dijeran: «porque ves allí, amigo Sancho Pueblo, donde se descubren treinta o poco más desaforados molinos con quien no pienso hacer batalla». Porque AMLO acepta la falsa dicotomía del capital: todo acto contra la santa propiedad privada es violencia. Por otros 6 años de saqueo y 100 000 asesinatos más ¿aceptarás otro fraude?
-Vigilaremos las casillas.
Pero -y esto es sólo una suposición-, si por alguna casualidad del destino el IFE declarara a Peña como ganador ¿Que procede?
-Apelaremos al TRIFE y a la FEPADE.
Y si por designios del destino -dios no lo quiera ni imaginar- sucediera que todos los jueces y todos los «organismos ciudadanos» apoyaran la decisión del IFE ¿Será esto posible?
-Imposible. Ahora hay organización.
¿Y qué está dispuesta a hacer esa organización?
-Haremos lo que diga Andrés Manuel.
Si eso es pensar por sí mismos y estar informados declaro que #YoSoyDeMasDe32, así que no me la trago.”
Bueno loco, eso es todo por hoy. Para seguir las noticias te recomiendo Diario La Jornada, la Revista Proceso y pispiar por la red las banditas que siguen las noticias a diario haciendo streemean comohttp://www.el5antuario.org/
El domingo vemos que pasa y nos escribimos. Ahora me voy a comer que tengo más hambre que el chavo.
Te mando un abrazo grande, la próxima nos ponemos al corriente de otras cosas,
Diego

Política del no-todo: respuesta a Juan Pablo Maccia

por Rosa Lugano

 



No pretendo polemizar de modo frontal. Maccia me da la razón en su respuesta a mi crítica, más allá de sus intenciones. Y es que la política en su inmediatez encandila y se nos impone casi sin que nos demos cuenta. Veamos sino lo que pasó estos días en la política “concreta” a la que me remite Maccia. Tomemos algunos episodios de los diarios: los llamados “dragones” destruyeron la infraestructura de una de las refinerías que operan en el yacimiento petrolífero más importante del país; el gremio de los camioneros, liderado por los Moyano, desplegó un protagonismo inédito sitiando una decena de refinerías en todo el país y convocando luego a un flojo paro con movilización para el 27 de junio en la Plaza de Mayo; se produjo un vergonzoso golpe de estado en Paraguay disfrazado de revocación parlamentaria tras una masacre de campesinos y policías, a todas luces preparadas por algún potente servicio de inteligencia; una violenta ola de huelgas policiales azotó a seis provincias de Bolivia, hasta que pudo ser desactivada por el gobierno.

Ante todo nos vemos confrontados con “hechos de fuerza”: cuerpos, golpes, camiones, muertos, armas, palos, petróleo, masas: el lenguaje entero de la política del siglo XX.
Es cierto que no podemos detener allí la mirada. Es forzoso reparar en una serie igualmente relevante de sucesos de las últimas dos semanas, en los que la acción directa y las coacciones institucionales son sustituidos por el poder de los discursos y las finanzas: las cumbre del G-20, y de Rio; la visita de la presidenta a los EE.UU, donde se anunciaron importantes inversiones de empresas multinacionales en el país; la reciente visita del segundo hombre en importancia del gobierno de la República Popular China para confirmar el financiamiento de la construcción del Belgrano cargas o, mejor dicho, del Tren Sojero.
Todo esto, y muchos más sucedió en aproximadamente dos semanas.
Fuerzas, finanzas, palabras reúnen toda la violencia que los órdenes imaginarios y simbólicos pueden elaborar. Y sin embargo, la política no trata exactamente de estos términos. No, al menos la política que hace centro en los cuerpos, en su materialidad vital, sus posibilidades creativas, sus relaciones siempre sujetas a invenciones (¿qué otra cosa es una institución sino una invención transindividual?). La política es asunto del no- todo y no de las fuerzas que totalizan.
¿Cómo piensa la política de las fuerzas? En términos de alternativas. Es lo que hace Maccia. Al final su razonamiento es este: “Cristina no es la emancipación a la que aspiramos, pero toda alternativa es ostensiblemente peor”. En la lógica del “todo”, su conclusión es rigurosamente exacta. El problema es que a esa conclusión le cabe tanto al partido de los pobres como el de los ricos. Al de la nación, y el del mercado mundial. De allí el incontestable consenso político efectivo del que goza
Pero veamos cómo funciona esta lógica cuando se la aplica a un dominio subordinado. Y es que también de Moyano se puede decir algo parecido en el nivel sindical (que no hay alternativa mejor). Y sin embargo el peso del razonamiento en el nivel de la política presidencial no funciona igual hacia abajo, porque hacia abajo se da la división de intereses, la componenda de fracciones, la cosmética de las fuerzas.
La política del “todo” de las fuerzas opera sobre todo en las junturas, en donde los tejes y destejes se trasmutan en problemas de personas (semblantes): Moyano se pelea con Cristina y entonces el más feo se tiene que ir. Esto quiere decir que fuera de foco se van a reacomodar las diversas estructuras comprometidas en las formas vigentes de gobierno.
Un libro de reciente aparición (Soledad: común) del analista Jorge Alemán nos propone considerar los límites de la política de la “totalidad”, que nunca sirven para transformar nada. En su perspectiva, la política de las fuerzas (de derechas, pero también de izquierdas) sirve siempre para dejar las cosas como están, porque en su “realismo” resulta completamente incapaz de invención alguna.
Aunque lo mejor de sus argumentos se ajusta mejor con filosóficas que critica antes que con las que defiende, nuestro autor (lacaniano y kirchnerista de estricta observancia) demuestra a la perfección hasta qué punto el desafío de una política radical transcurre menos por la gestión de las objetividades sociales, y muchos más por una analítica de los estabilizadores subjetivos bajo el mando directo del complejo tecno-capitalista  
Puedo anticipar la sonrisa suspicaz de Maccia, hábil maestro de la “política”, siempre dispuesto a acusar a sus adversarios de quedarse en una argumentación “filosófica”. Quisiera por un momento cambiar los términos del debate. Él llama política concreta a una lógica de los poderes, siempre justificada por el ensayismo militante o bien por las retóricas de las ciencias sociales. De mi lado todo esto es fuente de abstracción. Solo las potencias de cambio son concretas.
Veamos esto funcionando para los “hechos” de las semanas que acaban de pasar. Al volver sobre ellos podemos darnos cuenta como su dinámica acaba siempre de organizarse bajo la rúbrica de las mutaciones del capital, el estado y la economía. Siempre los mismos significantes, los mismos universales se atribuyen la potencia de mutación que solo los cuerpos cooperantes poseen. Estamos hart@s de sociología política al servicio del poder, Maccia. Eso es lo que pasa.

Horacio González: ¿Qué significa pensar (en política)?

por Juan Manuel Cincunegui
En el programa 6-7-8 de ayer, el sociólogo y actual director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, participó de un debate en el cual salieron a la luz algunas cuestiones que nos interesan.
Efectivamente, como enunciaba González, de un tiempo a esta parte viene evidenciándose una suerte de agotamiento en el arsenal discursivo entre los defensores del actual modelo. Este agotamiento, nos dice González, es producto de una inercia en la confrontación como trampolín para la construcción de identidad. De esa confrontación con sus otros más significativos en cada etapa de su despliegue y desarrollo fueron surgiendo diferentes kirchnerismos. En su ADN, esta «anomalía» (Forster) que nació en el 2003 de la mano de Néstor Kirchner, tiene entre sus caracteres la agudeza ante la contingencia radical, lo cual le ha permitido, pese a las permanencias incuestionables de algunas de sus apuestas, y la explícita anunciación por parte de sus líderes de su empeño en los ideales que orientan al movimiento, explotar circunstancias adversas como si se tratara de magníficas oportunidades para su crecimiento.

Sin embargo, de acuerdo con González, la mecánica confrontativa como modelo de construcción identitaria está llegando a un punto muerto. De acuerdo con el sociólogo, la disputa en la Argentina está en empate técnico (pese al tan mentado éxito kirchnerista en la batalla cultural que Beatriz Sarlo anunció hace largo, y los logros eleccionarios indiscutibles). Lo que necesitamos, nos dice González, es volver la mirada sobre nosotros mismos, ejercitar el autodiscernimiento. Lo cual, se apura a decirnos el director de la Biblioteca Nacional, no significa eludir el compromiso que implica la lucha política, ni menospreciar la capacidad ofensiva de nuestros antagonistas. Si algo es seguro en estos días, es que la derecha no se amilana ante nada. Paraguay y las repercusiones que el golpe tuvo en Argentina, auguran dificultades que nos tendrán que mantener alerta. No es teatral la preocupación de los mandatarios de la región ante los eventos.
Parte de la preocupación de González surge, en lo inmediato, a partir de los acontecimientos de la semana pasada en torno a la convocatoria de Moyano al paro y la movilización. Sería fácil, como se ha hecho, que el abracadabra del dirigente sindical, quien ayer mismo exaltaba el proceso histórico abierto en el 2003 con la llegada de Néstor Kirchner al poder y ahora se alinea con los más férreos e intransigentes opositores al gobierno, sea interpretado en clave maniquea. El problema está, sin embargo, en la significación que tiene la dislocación en sí, más allá del contenido de dicha dislocación.
Moyano se convirtió en opositor. Ahora dice de este gobierno lo que dijeron en semanas anteriores las caceroleras y los caceroleros de Recoleta, que este gobierno es peor que la dictadura y cosas por el estilo, para juntar voces al griterío de su protesta. Pero lo interesante no es su oposición, sino que un juego de malabares de estas características sea posible en la Argentina. Hemos visto otros casos, pero lo de Moyano, pese a los antecedentes de la ruptura por todos conocidos (recordemos ese fin de semana incierto en el cual el dirigente de la CGT amenazó con un paro general y movilización debido al exhorto judicial que llegaba de Suiza), parece ponernos sobre la evidencia de una política de la inmediatez que permite cualquier travestismo.
Es ahí donde González apunta cuando nos llama a un discurso en el que además del afrontamiento a los poderosos de turno, señalados (con razón) como enemigos públicos del proyecto nacional y popular que se invoca, debemos afilar nuestra tarea autorreflexiva para constatar los motivos que subyacen a nuestra movilización política. Está demás decir que no pretendemos diluir u ocultar el carácter agonístico que define lo político. Pero está claro que el peligro del moralismo en política no sólo atañe a las derechas liberales en su empeño por desmovilizar las colectividades. Hay un moralismo de signo progresista que impide una discusión seria acerca de algunas cuestiones centrales del proceso. Por ejemplo: sabemos que el énfasis de Moyano en cuestiones como la del mínimo no imponible y la ampliación del derecho a la AUH fue una mascarada que escondía intenciones plebiscitaria frente al proceso eleccionario en el que se disputa su liderazgo frente a la CGT. También sabemos que el apoyo tácito de Scioli y el reacomodamiento del rompecabezas opositor están atados a las dificultades que conlleva el tránsito sucesorio del 2015. Tres años es mucho, pero también un suspiro, especialmente cuando hay limitaciones que avivan las esperanzas de muchos que pretenden quedarse con la jefatura de gobierno o aspiran a ver a sus fuerzas políticas encabezando el proceso futuro.
José Pablo Feinmann, hace pocos meses, habló del asunto de manera desacertada cuando lo entrevistaron para La Nación. Pese a que el medio elegido para decir lo que dijo y el modo en el cual lo dijo acabaron en un escándalo de pasillos y la turbación de sus fieles, lo interesante fue la advertencia: cuidado con una política que no se ocupa de las ideas y los argumentos, y en cambio se empeñe exclusivamente en la difícil e ineludible tarea de posicionar en el tablero sus fichas y reagrupar sus fuerzas. En el TEG las ideologías (como bien se sabe) no cuentan: basta con distinguir los colores y recordar la misión que se nos encomienda.
Un argumento semejante fue el que ofreció González anoche, lo cual produjo un revuelo entre los contertulios que salieron a defenderse como si el director de la Biblioteca Nacional hubiera ido «a por ellos». Se lo acuso de tibio, de sutil, de generoso (peyorativamente), razonando que las épocas eran demasiado peligrosas para andarse con remilgos. El golpe de Estado en Paraguay y el alineamiento ideológico que produjo entre los representantes de la derecha nacional, no son cuestiones baladíes. Tampoco son intrascendentes las operaciones mediáticas que están a la orden del día con su cuota inflada de mentiras y tergiversaciones. El fichaje oportunista de Moyano y cia abre una puerta a un escenario al que hay que permanecer muy atento. El populismo reaccionario es un fenómeno universal y exitoso. La posibilidad de reconducir a una parte de los trabajadores a una realineación ideológica está siempre latente. La xenofobia y el individualismo militante de las clases en ascenso no son característica exclusiva de las clases medias acomodadas. Todo lo contrario.
El kirchnerismo supo unir al desarrollo y la expansión económica, y al proyecto redistribucionista, bienes que no son inherentes a esos posicionamientos socioeconómicos: ejemplo de ello son el énfasis en los derechos humanos, lo cual incluye una solidaridad desconocida con propios y extraños. La afrenta de Moyano hace temer muchas cosas, especialmente si prestamos atención al discurso emblemático de su hijo Pablo, quien representa una buena parte de la sensibilidad de base. Creer que la derecha no puede capitalizar la bronca y hacerse con esos apoyos y votos en un futuro no tan lejanos, es desconocer nuestra historia y la historia en general.
Los llamados de González y de Feinmann en su momento, tienen un común denominador. Hay que parar la pelota y pensar, no sólo estratégicamente, instrumentalmente, sino con «prudencia”. Lo de Moyano no tendría que haber pasado. Hay que hacerse cargo.

«Que mi literatura sea una droga»

Entrevista a Ferrez
por Horacio Bilbao

“Mi sueño es que mi literatura sea como la droga”, dice el brasileño Reginaldo Souza da Silva, más conocido como Ferréz. Lo dice acá en Buenos Aires, donde presentó su Manual práctico del odio (Corregidor), una trama vertiginosa sobre el recambio generacional de la delincuencia en la periferia de San Pablo.
 
Ideólogo del movimiento de literatura marginal, este paulista de 37 años cruza hip hop con poética, impulsa una increíble red de Saraus , –peñas de poesía– y hasta timonea una marca de ropa que visten con orgullo en Capao Redondo, su barrio. Vio temprano el impacto de su obra en las quebradas, las favelas . “Muchos vecinos me cruzan en la calle y me dicen que el primer libro que leyeron en su vida fue uno mío”, dice, y recuerda que cuando él era el único que leía lo trataban de loco. Su prosa humaniza las crueles vivencias de una clase social. Un relato de causas y efectos, de gente que ama y odia, de vidas que no valen nada o, como ellos dicen, una raza a exterminar .

–¿Son conscientes estos chicos de su propia fragilidad? –Sí, ven a sus amigos muriendo al lado. Ven cómo el sistema decide quién mata, quién vive.
 
–Muchos eligen morir antes que vivir como un don nadie… ¿Se modifica este fenómeno con los cambios culturales, económicos? –No hablemos de fenómeno. Es algo programado, para eso se crearon las favelas, para llevar a nuestra gente a morir. Los tiraron allí. Cuando de nuestros lugares sale un escritor, un artista, un futbolista, es una falla del sistema. Eso continúa siendo así.
 
–Pero Régis, el personaje principal de esta historia, juega el juego del capitalismo, sale a recaudar dinero a cualquier precio… –Es interesante, porque él piensa que comprende el sistema, pero es usado. Se conecta con la policía, articula la banda, es un engranaje, el cuervo de la raza.
 
–Así y todo pertenece a otra generación de “malandras”, el libro (escrito en 2003) alude a ese recambio… –La generación que viene es más cobarde, no sienten el dolor de los otros.
 
–¿Eso ocurre hoy, o hay un nuevo escenario impulsado por el crecimiento económico de Brasil? –La mayoría de la población no accede a esa riqueza. Ahora juegan las mafias. Antes se moría rápido. Ahora, con el foco puesto en el consumo, se vive sobre el miedo.
 
–¿Cómo serían esos personajes en versión 2012? –Hoy escribiría sobre el poderoso jefe. Marlon Brando. El padrino. Ellos comandan todo. Pero no haría un nuevo manual, ese mundo no tiene atractivo. Aunque era cruel, antes había cierto romanticismo en la periferia. Reglas. Unos ayudaban a otros. Ahora hay una facción criminal.
 
–Militás con libros, poesía, hip hop, ¿con qué resultados? –Estamos logrando intervenir en lugares sin asistencia social. En Brasil crecen todos los indicadores; la venta de libros, no. Pero algunos jóvenes participan.
 
Uno de cada diez escribe . Pasó algo con derechos del niño, leyes de género. Hasta hace 10 años si decías “homosexual” te pegaban en la calle. La literatura aportó conciencia para plantear la lucha. Sabemos que salvamos muy poco, pero tiene un gran valor para nosotros. Hay menos muertes y eso es bueno, pero hay que asumir el lugar del que venimos. Es la idea cuando escribo un libro, con el rap, con las peñas culturales, con la marca de ropa. Tenemos que armar la nuestra, aunque sea chica, para buscar las soluciones. Es la única manera.
 
–Como contracultura, ¿no les preocupa ser cooptados por el sistema que combaten? –La premisa es ser independientes. La cooptación es algo que sólo debe preocupar a los vanidosos, a los que tienen sed de fama o de dinero.
 
–¿Y qué impacto te gustaría tener con tu obra? 
–Mi sueño es que mi literatura sea como la droga, que los chicos entren a la favela y digan ¿adónde puedo encontrar el libro de este tipo? ¿Lo puedo leer rápido aquí en el baño? Trabajo imitando el tráfico, porque si un tipo va a la favela a buscar droga y se mete bien adentro, escondido, este tipo también podría buscar un libro en el mismo lugar, y lo encontraría. Creo que la información es la gran arma.

Corporaciones

Por Horacio González

En los últimos tiempos, ha resurgido en el vocabulario político argentino una palabra: corporaciones. Nunca dejó de flamear en el subconsciente de la historia nacional. Alfonsín la empleó en su momento como una de las claves críticas de su relación con el sindicalismo. La Presidenta volvió a recordarla a propósito de las conflictivas relaciones con el gremio de camioneros. Y ciertamente, en la álgida cuestión de los medios de la comunicación, la expresión “la corpo” se constituyó en una abreviatura humorística, plena de intencionadas alusiones.

No es inadecuado llamar corporaciones a los grandes medios de difusión y comunicación. Más allá de sus fuertes lazos con la vida empresarial, ellos mismos son empresas cuya materia prima es el lenguaje, la subjetividad, la sensualidad de las imágenes y la retórica general humana. En ese sentido, son grandes corporaciones que logran asombrosos resultados en la creación de identidades, que aun difusas, tienden a aglomerar la conciencia colectiva. No parece tampoco inopinado decir corporaciones en el caso de la mayoría de las prácticas gremiales, así como es obligatorio en estos casos ampliar la lista a las grandes entidades financieras, empresariales o tecnológicas, que entrelazadas o no, succionan las dispersas energías sociales en lógicas unificadoras compulsivas.
No es menos una corporación Clarín que Monsanto; no lo es menos Google que General Food; no lo es menos British Petroleum que Barrick. Es el capitalismo mismo que consiste en un metaagregado de corporaciones que compiten, se alían o anarquizan entre sí. No obstante, no son iguales todas las corporaciones, pues combinan con distintos grados formas de feudalización de la organización del trabajo, las audiencias y el deseo colectivo. El sindicalismo de masas de cuño corporativo es una realidad diferente, si se quiere una réplica defensiva y defectuosa a la historia corporativa de las empresas y grandes compañías mundializadas. Si por un lado se parece demasiado a las corporaciones con las que trata, por otro lado no debe perder de vista la vida popular y los derechos consagrados del trabajo, por más que no los trate como una hipótesis genérica emanada del proletariado universal, sino como un hecho que debe medirse en relación con las crudas realidades del Estado, de las empresas y del cuadro económico general dominante.
En el caso del sindicalismo de los camioneros, no es fácil un juicio sobre el tipo de corporación que constituye. Tiene en la esfera de su gestión una poderosa obra social, empresas subsidiarias que son proveedoras de esa misma obra social, iniciativas económicas de mercado, compra de predios y clubes donde lo que luce es un tipo de capitalismo sindical-empresarial que mantiene distintos contactos con la vida popular y reivindicativa. Como toda corporación, subsume a todos sus miembros en una fuerte identificación profesional, existencial y simbólica, al punto de quedar en segundo plano el ser genérico de las prácticas laborales. Basta ver al Patón Basile, el camionero boxeador, con todo su cuerpo tatuado a la manera de un tótem orgánico, que está tomado íntegramente por la corporación y al mismo tiempo no deja de ser la forma viva de una cultura ornamental burlesca, excesiva y teatralizadamente popular. ¿Cuál es la mediación cuya espesura torna esta figura de lo popular, o de la clase obrera, en un arquetipo funambulesco? Una corporación, finalmente, es un extremo de mediación que opaca no solo al individuo, sino a cualquier forma de ciudadanía social o de universalismo social-ciudadano. ¿Es solo esto lo que significa realmente?
La teoría corporativa de la sociedad tiene antiguos antecedentes que prácticamente envuelven toda la historia del pensamiento social. Si una corporación es una institución que se convierte en una mediadora absorbente que toma a su cargo todas las relaciones de cada individuo con la sociedad, entonces flaquea la institución. Una institución, entonces, es lo contrario de una corporación. Aglutina a sus miembros lo necesario como para no diluirse su identificación, objetivos y signos adecuados de pertenencia, pero no los esfuma en su excedente universal. Una institución lo es cuando fuera de sus límites e intereses particulares, sus miembros se despliegan en diversas formas de ciudadanía, recogiendo en sus prácticas otros múltiples intereses. En una corporación, los signos identificatorios, en cambio, abarcan explícita o implícitamente variadas zonas de la vida privada post-laboral o las secuencias vitales de índole familiar proyectadas en el tiempo.
Pero el drama de las corporaciones es que surgen del privilegio de la seguridad, no de la libertad. La Iglesia lo representa mucho mejor que los grandes sindicatos verticales, sin que éstos dejen de hacerlo también. En su extremo, el corporativismo no piensa que es la autonomía de conciencia la que producirá el orden social, sino que es la seguridad lo que permitirá la vida en común. Por lo que todos deberían privilegiar la sumisión para obtener el pan, todo coronado por el amor a los Príncipes. Sin embargo, los sindicatos modernos descienden de las corporaciones de oficio de lejanas edades, donde las luchas profesionales de la humanidad mucho tenían que ver con el elevado establecimiento de saberes y su proyección alquímica, y desde luego filosófica. En el gran ciclo histórico de la modernidad, fueron en gran parte los sindicatos los que contribuyeron a no poner la seguridad por encima de la lucha por el pan.
En muchos sentidos, la vocación de autodefensa profesional con el agregado que le dieron las filosofías sociales volcó a las corporaciones sindicales hacia la generalización de la idea de trabajo como canon definitorio del conjunto de las prácticas sociales. Ya se trate del homo laborans con su establecido ideal de bienestar como fundamento general de la vida social, tal como lo expresaron las socialdemocracias. Ya se trate del sujeto social de la gran crítica a la explotación por la vía del “excedente del tiempo laboral no remunerado”, considerado la forma moderna de la esclavitud en los escritos originales de Marx.
Estos modelos sindicales no eran aun las grandes uniones gremiales que provienen del reflejo del Estado de Bienestar, que en todos los países del mundo se fueron tornando más corporativas. No tanto en términos del resguardo de la fragilidad humana que encarnaban los proletarios, sino como un nuevo estilo de fortaleza negociadora con el Estado, donde podían presentarse muy variadas situaciones. Por un lado, la razón socialdemócrata, donde los sindicatos mantenían un difícil equilibrio con el Partido, típico de la época de Bebel, Kautsky, Bernstein. Estos eran jefes socialistas generalmente de origen obrero que realizaban innumerables peripecias para conciliar el ámbito partidario con el sindical. El peronismo, que muchas veces fue equivocadamente tachado de filofascista, hereda en verdad esta dificultad socialdemócrata. Recuérdese el trocadillo de las “ramas gremiales del partido” y su espejo invertido o complementario en las “ramas políticas del gremialismo”. Aquellas famosas “seis-dos”, sigla cuya mera pronunciación imponía un secreto temblor.
Este doble sentido circular de la relación del partido con el sindicato pertenece cabalmente al peronismo, sentido que ahora se ha quebrado, sin que nunca haya sido un lecho de rosas. El Partido se definía como un mero “instrumento electoral”, mientras que las “62”, lejos de ser menoscabadas, eran admirativamente aludidas como la fuerza que “podía parar el país”. Cuestión muy diferente es la de los movimientos nacional-sindicalistas de la entreguerra europea. En muchos casos admitieron la forma integral del corporativismo, incluyendo en él toda la cadena productiva y reproductiva en tanto cuestión biopolítica –como no sin cierto abuso la llamaríamos hoy–. Empresarios, técnicos, obreros, el ámbito familiar de todos ellos, la vivienda, la salud, las simbologías genéricas de identificación, eran órdenes estamentales, discursos macizos, integralismos que segmentaban la acción social. Combinado todo esto con las demás congregaciones campesinas, universitarias, religiosas, militares, etc., se precisaba entonces la mirada inmanente del Jefe Integral para conjugar en idílica armonía estas columnas verticales en que se había diluido el ser social.
El fracaso sangriento de estas experiencias a mediados del Siglo XX europeo fue una lección para toda la humanidad. En nuestro ámbito aldeano, la noción de “comunidad organizada”, teñida de cierto organicismo y una utopía de cancelación final de la disputa entre poseedores y desposeídos, corrió la suerte paradójica que el peronismo supo imprimirles a casi todos sus conceptos fundamentales. Postuló una felicidad comunitaria que distaba mucho de la drástica idea jacobina de “felicidad pública”, pero inesperadamente tuvo que recoger la idea de resistencia, que venía de los maquis antifascistas. Esta crónica peronista no es ajena entonces a cierto jacobinismo que suele cantarse en los agregados de su himno fundante. Este himno admite el apogeo, la caída, la herencia y el “no nos han vencido”. De tal modo, la idea de comunidad, legado esencial del peronismo clásico, es también un elemento fuertemente paradójico.
Lo retrata bien el film de Jorge Cedrón con guión del propio Walsh, Operación Masacre: a uno de los trabajadores comprometidos con la resistencia, un jefe policial lo interroga sobre si era peronista. La respuesta es: “¿Cómo voy a ser peronista, si yo voy de casa al trabajo y del trabajo a casa?”. La frase era una autodenuncia, un chasco del metalenguaje. Quería ser una ingenua declaración de descompromiso, pero en su misma hechura ya estaba inscripto un destino. En el peronismo, la comunidad organizada recorrió el camino del obrero bucólico al resistente fusilado. No hay comunidad sin su reverso, la tragedia, la disparidad, el cisma. No hay democracia sin instituciones gremiales fuertes y representativas, en las que su propia democracia interna esté fundada en ciertas columnas organizativas, que sin ser corporaciones, puedan sostenerse en energías colectivas que restrinjan el universalismo abstracto con un gremialismo representativo y democrático, no frágil ante las patronales capitalistas o el Estado, pero con noción cierta de que son instituciones genéricas de la sociedad.
Quizás el acto realizado en Plaza de Mayo por Hugo Moyano no debió llegarse a él, pero debe ser motivo de reflexión general por qué ese evento ha ocurrido– permita pensar muchas más cosas, al margen de la coyuntura y el exorciso. Una de ellas es la posibilidad de que el país se acerque a la antigua demanda de un sindicalismo con márgenes de pluralismo más amplios y a tratos electorales internos que disminuyan sus petrificaciones de larga duración. Por otra parte, también es oportuno el momento para pensar en una forma extensa de ciudadanía social. Muchos pasos se han dado ya en ese sentido, pero convertirla en concepto ayudaría a descorporativizar sindicatos, medios de comunicación, empresas, universidades, clubes de fútbol, etc., con reflejos incluso en las instituciones educativas religiosas, recreando una nueva subjetividad ciudadana con sus enlaces públicos y nuevas calidades institucionales. Sería necesaria ahora una actividad intelectual universal no alcanzada por prejuicios ni elitismos, sino considerada con el derecho general a crear símbolos de pertenencia, compromiso y litigio, junto a la necesaria autocontención de todo interés particularista: todo esto llevaría el nombre de una ciudadanía social.

“Los gestos pasan, las historias quedan”

Entrevista con Wu Ming 4
por Amador Fernández-Savater y Javier Lucini

En Estrella del alba, la novela de Wu Ming 4 que ha publicado recientemente Acuarela Libros, los cuatro personajes principales son escritores y han luchado como soldados, en las arenas del desierto árabe o las trincheras de la primera Guerra Mundial. Sus nombres son bien conocidos: T.E. Lawrence (o Lawrence de Arabia), J.R.R. Tolkien, Robert Graves y C.S. Lewis. Entre diferentes flashbacks bélicos, Wu Ming 4 novela sus encuentros y desencuentros en el Oxford de 1919.
Si Tolkien, Graves y Lewis se preguntan cómo seguir escribiendo después de vivir desde dentro la gran carnicería, Lawrence se dispone a escribir por su lado la historia de la revuelta árabe, que es al mismo tiempo la historia de sus hazañas. Pero no es tarea fácil, mil dudas le atraviesan como flechas. No quiere escribir una crónica fría de los hechos, sino encontrar el lenguaje para convertir la experiencia en una historia inspiradora: un mito. Pero para alcanzar una palabra creíble debe guerrear primero consigo mismo, afrontar sus propias ambigüedades y claroscuros.
Teniendo en cuenta que el autor de la novela forma parte desde hace años de un colectivo de escritores y activistas organizados en torno a la confianza incondicional en la fuerza transformadora de las historias, podemos leer (también) Estrella del alba como una (auto)reflexión sobre las relaciones entre escritura, mito y acción, como una pregunta incluso sobre el mismo significado de una escritura política.
¿Cómo contar un movimiento colectivo y anónimo de transformación? Apenas hemos visto aparecer, en torno al 15-M, nuevos modos de (d)escribir la acción política, siguen predominando los formatos codificados, como por ejemplo el análisis más o menos pedagógico, el texto de agitación más o menos propagandístico o el canto lírico más o menos idealista. Las dudas de Lawrence siguen siendo aún las nuestras, interrogamos a Wu Ming 4 desde ahí.
¿Cómo fue tu encuentro con las obras de los cuatro autores protagonistas de Estrella del Alba? ¿Cómo surge la idea de ficcionar sus encuentros como trama de una historia? ¿Qué problemas y cuestiones te permitía plantear?
WM4. Conocí a los cuatro autores protagonistas de Estrella del Alba a lo largo de los años, pero la idea de hacer que “se encontraran” en una novela la concebí en un cierto momento muy concreto, a mediados de la última década. Me di cuenta de que la figura ambigua y controvertida de Lawrence de Arabia encerraba en sí misma todas las contradicciones del héroe. Al situar a Lawrence en el centro era posible contar esas contradicciones, reflexionar narrativamente sobre ellas, utilizando como “observadores” a otros escritores importantes de su generación. Robert Graves fue en el mundo real ungran amigo suyo, mientras que J.R.R. Tolkien y C.S. Lewis se encontraban en Oxford en aquel mismo periodo. La coincidencia era perfecta. Cualquiera de estos tres podía encarnar un punto de vista sobre Lawrence y, por tanto, sobre el héroe histórico y mítico.
Al comienzo de la novela, nos encontramos a Lawrence preguntándose de qué sirve escribir la historia de la revuelta si los árabes siguen luchando por su independencia, ahora contra los ingleses, sus antiguos aliados. ¿No sería mejor volver al frente y entrar de nuevo en acción? Graves le responde: “estás escribiendo la historia de la revuelta. Eso también es combatir”. ¿En qué sentido piensas que la escritura es o puede ser la continuación de la política por otros medios? Es decir, ¿qué aporta la escritura a la acción?
WM4. En ese caso concreto Lawrence contó la historia de la Revuelta Árabe (1916-1918) para mostrar lo que la guerrilla de los beduinos había aportado a la victoria inglesa sobre el imperio otomano. Como la historia la escriben siempre los vencedores, el hecho de que en ese caso el vencedor fuera un oficial inglés amigo de los árabes representó un obstáculo a la marginalización de las tribus terminada la guerra. Por lo menos Lawrence trató de obstaculizarla actuando narrativamente. Sin embargo, al escribir Los Siete Pilares de la Sabiduría Lawrence hizo algo más: escribió un moderno manual de guerrilla, el primero del siglo XX. Un manual narrativo que representa aún hoy uno de los momentos de reflexión más avanzados sobre la guerra irregular, entendida también como metáfora política. La escritura no podrá nunca sustituir a la acción, pero puede inspirarla, ayudarla y, sobre todo, narrarla, dándole así una consistencia mítica, o sea perdurable. Porque los gestos pasan, pero las historias quedan.
C.S. Lewis asiste en el libro a una clase de traducción del profesor Murray en la que reflexionan sobre las palabras iniciales de la Poética de Aristóteles. “Hablaremos del haceren sí y de sus especies, de la potencia propia de cada una, y de cómo es preciso construir los mitos si se quiere que el hacer resulte bien”. Tolkien escribió el poema Mythopoeiacomo respuesta a una pregunta de C.S. Lewis en la que se cuestionaba si los escritores de cuentos no se dedicaban a “dorar mentiras”, viniendo a ser los mitos “sólo mentiras susurradas a través de plata”. Para escribir su historia, Lawrence se acerca a los poetas de Oxford: a través de Graves conoce a Sassoon, Blunden o Masefield. ¿Qué está buscando? Es decir, en general y más allá de Lawrence, ¿por qué la poesía, el mito? ¿Qué relación tienen con la verdad?
WM4. Una de las pocas cosas que unen a los autores protagonistas de Estrella del Albaes que creían en la verdad de la poesía y el mito. Creían que la poesía y la mitología podían aprehender aspectos parciales de la verdad sobre la naturaleza humana, sobre la vida, sobre el bien y sobre el mal. Ninguno de ellos afirmaba de forma fideísta: “Esta es la verdad” (si bien C.S. Lewis, en edad madura, estuvo demasiado cerca de hacerlo, y eso marcó su gran limitación con respecto a los otros), sino que sentían que los grandes autores y mitopoetas del pasado habían sabido contar algo universal. Algo que hablaba todavía a la humanidad acerca de sí misma. Frente a la ironía modernista que negaba la posibilidad de aspirar a tanto, aquellos autores fueron a contracorriente e intentaron aún la vía de la mitopoiesis.
El espectáculo teatral de Lowell Thomas (que aparece al comienzo de la novela) ha convertido a Lawrence en una leyenda, pero de cartón piedra. Algo muy similar a lo que el colectivo Wu Ming llama un “mito tecnificado”. ¿Qué es un mito tecnificado?
WM4. El mito tecnificado es un instrumento de poder. Es una historia originariamente producida y compartida por una colectividad, que es capturada por un aparato de poder, transformada en base a exigencias apologéticas y cristalizada, petrificada por quienes la custodian. Un ejemplo de ello puede ser el mito de la revolución proletaria en la Unión Soviética estalinista. O el redescubrimiento filológico del folklore germánico que se transforma en mito de la raza y Kulturkampf en el Tercer Reich hitleriano.
En un libro reciente, el filósofo Alain Badiou habla de la “importancia decisiva de los nombres propios en toda secuencia de la política revolucionaria, desde Espartaco a Müntzer pasando por Blanqui y Lenin. Cada uno de ellos simboliza históricamente, en la forma de un individuo, la acción anónima de millones de insurrectos”. Pero el precio a pagar es muy alto: Lawrence vive crucificado en su imagen de héroe (y un héroe, como le explica Nancy Nicholson a su marido Robert Graves, “no tiene amigos, sólo admiradores y amantes”). ¿Es ese peso el que lleva a Lawrence a decir en algún momento a alguien “mi nombre se ha convertido en algo condenadamente incómodo, olvídelo”? ¿Son necesarios esos nombres propios para representar (simbolizar, transmitir y contagiar con fuerza) la lucha colectiva? ¿Alguien tiene que pagar necesariamente con su vida personal el precio que exige la Historia?
WM4. Un nombre propio puede siempre convertirse en un nombre colectivo. Quizás sea precisamente esto lo que permite mantener abierto el margen de su uso: el hecho de que el nombre se convierta en una especie de firma/icono múltiple. Sin embargo, el nombre como apelativo del héroe puede acabar siendo un pesado lastre, como en el caso de Lawrence. El héroe en cuanto tal es siempre símbolo de la colectividad y al mismo tiempo está separado de ella. Es una figura ambigua, amado por todos, conocido por nadie (es verdad, este es uno de los temas de Estrella del Alba). Lo cual vale tanto más en el caso de Lawrence, que fue la primera pop star contemporánea. Por lo que respecta al “precio que exige la Historia”, no creo que nadie pueda establecerlo. Es verdad que la ética del coraje heroico prevé que el héroe muera en el ejercicio de sus funciones, es decir en batalla, en acción, salvando a la colectividad, pero precisamente el ejemplo de Lawrence y la reflexión de un autor como Tolkien demuestran que existe una posibilidad de vida post-heroica. En este segundo momento, el héroe se convierte en narrador de sí mismo y deja la propia historia en herencia a los que vengan más tarde.
El sinólogo François Jullien explica que la cultura china carece de mitología porque entiende que las transformaciones son procesos siempre subterráneos y silenciosos que se pueden cuidar y cultivar, pero no catalizar ni guiar. No hay relato mítico porque no hay héroe-conductor ni acontecimiento decisivo, sino proceso anónimo. En un sentido tal vez parecido, Lawrence confiesa en determinado momento de la novela: “en realidad las cosas ocurren, nosotros sólo podemos hacer todo lo posible por no caernos de la silla”. Y Tolkien advierte sobre los peligros de creerse “Turambar, Amo del destino”. ¿Cómo conciliar entonces la épica con la revuelta? ¿Cómo narrar (políticamente) lo no excepcional?
WM4. En la antigüedad pagana, el pecado del héroe trágico era la “hybris”, es decir, el hecho de creerse liberado de toda ley, de todo deber de reconocimiento, dueño del propio destino. Era un insulto hacia los dioses, que generalmente castigaban al héroe con algún terrible suplicio. La frase que citas proviene realmente de una carta de Lawrence a un amigo escritor en 1930 (y que yo he fechado diez años antes). Es una especie de contramelodía, o visión crítica, de la propia obra Los Siete Pilares de la Sabiduría. En aquella obra Lawrence se describe a sí mismo como la inteligencia y el motor de la revuelta árabe, poniéndose siempre en el centro de todo. Sin embargo, en la carta, en un momento de intimidad, fuera de la construcción del propio mito, Lawrence habla con franqueza: dice que en realidad él solo lo ha hecho lo mejor que ha podido y más que conducir la marea ha tratado de cabalgarla sin perder el equilibrio. Siempre tenemos que conservar la conciencia de que no todo depende de nosotros. Navegamos en un océano, entre corrientes, tifones y bonanzas que impactan inevitablemente contra las rutas que trazamos. Ni somos los dueños absolutos de nuestro destino ni los movimientos de revuelta pueden serlo de los destinos colectivos. Hay alquimias que se nos escaparán siempre. Además lo excepcional y lo ordinario se entremezclan. Dentro de un evento excepcional siempre están también nuestras historias ordinarias y no es posible contar solo el uno o el otro de estos dos momentos. Se dan juntos.
“Espero que logre volcar en las páginas sus contradicciones. Resultaría una obra muy interesante”, le dice Nancy Nicholson a Lawrence. Las historias que se escriben con las contradicciones y los claroscuros de la vida son efectivamente bien interesantes, pero ¿pueden ser un mito, galvanizador de voluntades, llamada a la acción? ¿Cómo ha evolucionado la mitopoiesis de Wu Ming ?
WM4. Al estudiar el concepto de “mito tecnificado” elaborado por el mitólogo italiano Furio Jesi (1941-1980) hemos afinado nuestro discurso sobre la mitopoiesis. Los mitos se utilizan a conciencia, o manteniendo siempre abierto el margen de la alegoría, sin la pretensión de cerrarla, de hacer que mito y realidad sean perfectamente coincidentes. Es un problema también literario, obviamente. Mientras se narra una historia se reflexiona también sobre el hecho de narrar historias, indagando en los límites; se trata de estar dentro de la narración sin dejarse determinar en exceso por ella pero sin pretender tampoco dominarla. En suma, frente a los mitos conviene tener una actitud que no sea ni escéptica ni fideísta, sino crítica, dialéctica. Y claro, se antoja mucho más difícil crear mitos de revuelta basándose en las contradicciones y en los claroscuros. La revuelta parece necesitar de narraciones heroicas puras y simples. ¿Puede existir una figura heroica más parecida a nosotros, comunes mortales, con nuestra carga de contradicciones, miedos y titubeos? Según Tolkien, por ejemplo, sí. Su respuesta literaria son los Hobbits. Hombres comunes que son capaces de responder a la llamada de la acción porque carecen precisamente de toda prosopopeya heroica. Y sin embargo son héroes a todos los efectos, también (y acaso justamente por eso) porque tienen bien presente que el fracaso es posible. Héroes en la Tierra Media y héroes en nuestro imaginario contemporáneo. Por lo tanto, quizás tenga sentido trabajar en esta dirección.
Otro de los personajes, C.S. Lewis, quiere desmontar el mito de Lawrence, ver qué hay detrás, así que investiga su vida privada. Su gesto recuerda el del pensamiento crítico: sospechar de las apariencias e interrogarlas hasta hacerles confesar la verdad. Desmitificación contra Poética. ¿Se podría hablar de una tensión, en el seno del pensamiento crítico, entre el discurso que contrapone los hechos a los mitos (representado aquí por Lewis) y otro discurso que busca más bien redefinir y redescribir (poéticamente) los datos de la realidad (Lawrence)?
WM4. Exactamente. El encuentro -del todo imaginario- entre Lewis y Lawrence en Estrella del Alba es precisamente esto. El personaje de Lewis encarna un cierto tipo de críticos que consideran a Lawrence un fanfarrón y un mitómano. Y en efecto, Lawrence fue tanto mitómano como mitopoeta, por lo que solo uniendo todos los puntos de vista es posible comprender algo de su personaje. Lewis representa evidentemente el enfoque racionalista y demistificador de los mitos. Pero al final lo único que sucederá es que acaba rindiéndose a la evidencia de que una parte de sí mismo no es racional, de que existe el inconsciente y la felicidad pasa también a través de la aceptación de sí, de los propios puntos débiles. Y sobre todo, que la imaginación y la fantasía nos ayudan a vivir.
Tolkien, Graves y Lewis, huyendo del horror de las trincheras, encontrarían salida finalmente en la fantasía (en el caso de Graves en la mitología clásica). En más de una ocasión se les acusaría por ello de escapismo, de huida de la realidad. Ursula K. Le Guin habla de la “profunda desconfianza puritana por la fantasía de quienes confunden la fantasía, que en sentido psicológico es una facultad universal y esencial de la mente humana, con el infantilismo y la regresión patológica”. Y Tolkien, en su ensayo “Sobre los cuentos de hadas”, responde a esta cuestión de la Evasión y el Consuelo con estas reflexiones: “He alegado que la Evasión es una de las principales funciones de los cuentos de hadas y, puesto que no los desapruebo, está claro que no acepto el tono peyorativo o condescendiente con el que tan a menudo se emplea hoy en día el término Evasión… ¿Por qué ha de despreciarse a la persona que, estando en prisión, intenta fugarse y regresar a casa? Y en caso de no lograrlo, ¿por qué ha de despreciársela si piensa y habla de otros temas que no sean carceleros y rejas? El mundo exterior no ha dejado de ser real porque el prisionero no pueda verlo. Los críticos han elegido una palabra inapropiada cuando utilizan el término Evasión de la forma en que lo hacen; y lo que es peor, están confundiendo… la Evasión del prisionero con la huida del desertor”. ¿Qué opinión te merece este rechazo de la fantasía como evasión e infantilismo, aún muy presente en los ámbitos “críticos”? ¿En qué puntos se cruzan los caminos de escritura que tomaron los cuatro autores protagonistas de Estrella del alba?
WM4. Las palabras de Tolkien en su famoso ensayo están entre las más eficaces que se han escrito sobre este tema. Evadirse no significa desertar. Imaginar un mundo fantástico no significa rechazar el mundo real en el que se vive, sino que por el contrario bien podría ser la actitud necesaria para intentar cambiarlo de arriba a abajo. Criticar el ejercicio de la fantasía en literatura no tiene más sentido que criticar el uso de las piernas para caminar. Fantasear forma parte de la naturaleza humana, y si nadie lo hubiera hecho nunca probablemente viviríamos aún en los árboles. Añado que conservar un poco de la sana maravilla infantil ante una buena historia es una cualidad que pocos autores tienen.
Lo que es seguro es que los cuatro autores protagonistas de Estrella del alba la tenían. Si creían en el poder de las historias quizá fuera también por esta razón. Creían que las historias podrían servir para hacer cosas. Y en ciertos casos hasta para hacer que se hagan las cosas justas.
Traducción del italiano: Álvaro García-Ormaechea

Marcha del 3 de julio en DF contra el Fraude

El lunes 2, al otro día de las elecciones, se había armado otra, también por las redes sociales, anticipándose por varias horas a que AMLO saliera a impugnar la elección. Ahora el Instituto Federal Electoral aceptó el recuento de la mitad de las casillas, que se está llevando adelante en este momento. Esto no va a cambiar nada, pienso, ya que el fraude grueso se dio en el territorio, acarreando gente, quemando urnas, copando casillas, etc., y ni siquiera van a revisarse la totalidad de las irregularidades.
Este proceso de recuento, en el que están involucrados controlando los cómputos distritales los del #YoSoy132 y toda la gente movilizada, termina el fin de semana. Para el sábado está llamada una marcha nacional contra el fraude. Parece difícil, imposible más bien, revertir el fraude, pero desde el sábado se verá qué pasa con un proceso de movilización que ya no parece atado a un candidato, pero que por el momento no tiene otra consigna común que el control de las elecciones.

Hay que pasar el frío polar (vómito de ideas)

Manada difusa, bella, imperceptible:



una vez más, como cada tanto, el menú del buen Lobo llega a su mesa. Altos textos. Hay de todo: gústese en servir.


Arranquemos con una polémica descarnada y encarnizada en torno a cómo resolver el mayor problema político de nuestro presente: la imposibilidad de que, en 2015, Cristina Kirchner sea relecta Presidenta. Y que esta imposibilidad jurídico-constitucional (y no política o de legitimidad social), bloquee el decurso transformador del Gobierno Nacional y Popular.

(Recomendación: leer de abajo hacia arriba).
10- La vuelta de la política, por Oscar Monti
09- Ni castración ni destitución, por Juan Pablo Maccia
08- Respuesta a Juan Pablo Maccia, por Rosa Lugano
07- Objeciones y conflictos de coyuntura, por Juan Pablo Maccia
06- Plebiscito por Cristina Presidente, ¡YA!, por Juan Pablo Maccia
03- Las elecciones, por Oscar Monti
Esta polémica encuentra su extensión cotidiana en las notas de coyuntura política que vamos ensayando en nuestro devenir-manada, una comunidad especialmente sensibles a ese fenómeno anómalo e inquietante (en algún caso, incluso, seductor) al que por comodidad epocal llamamos «kirchnerismo».
¿Qué más querés?, por Oscar Guerra
Corporaciones, por Horacio González
El zapato de Moyano, por Gustavo Varela
Lanata y el triunfo del código progresista, por el Taller de Coyuntura
Profundizar el modelo, por Darío Aranda
Crisis en el Cerro Dragón, por Diego Genoud
Aportes de nuestros corresponsales en distintos puntos de Latinoamérica, en este caso, en México en ocasión de las elecciones presidenciales que se están desarrollando en ese pintoresco expaís (que sin mediación pasó del zapatismo a una narcoguerra que te escupe un Cromañon cada noche; te baja una Torre Gemela por mes). 


Para el caso de Paraguay, el camarada Lobizón nos seleccionó los mejores textos/testimonios que explicar lo inexplicable: ¿Dónde quedó la garra guaraní?

En el envés, varias de las mejores mentes de esta generación se preguntan sobre qué rasgos distintivos fue adquiriendo el Estado durante la última década, a la par que se fueron consolidando enunciados desarrollistas y prácticas neo-extractivitas. Hábitat natural del Homo Subsidiatus:
Corresponsal en México: ¿Qué pasa con la política en esta narconación?
Corresponsal en Paraguay: Uno menos.
¿Hay una nueva forma-Estado? Apuntes latinoamericanos, por Verónica Gago, Sandro Mezzadra, Sebastián Scolnik y Diego Sztulwark.
Y todo esto sin desatender las luchas globales, con corresponsales amigos de la talla de Sandro Mezzadra o de John Holloway o Etienne Balibar.
Notas desde Blockupy Frankfurt, por Sandro Mezzadra
Y finalmente, ya para el momento de los postres, uno puede encontrar, literalmente, cualquier cosa. No es ciertamente el tema el que convoca, sino el tono, la intensidad, la melodía. Películas, novelas, historias, redes sociales, consumo, el periodismo, la política, la ciudad. La cuestión es estar al acecho, atento al estímulo que posibilita pensar, al afecto que nos conmueve y compone.
Elefante Blanco, por G. Noriega
Elefantiásico, por Ignacio Izaguirre
En busca de la Literatura Blanca: Gordo de Sagrado Sebakis, por Emilio Sadier y Diego Picotto
Muerte y Facebook (II), por Lucía «Lucifer» Fernández
La Duda, por Dolores Curia
. ¡Mitopoiesis viejx!, Taller: Ni rastro del carmín (Sevilla)
Hacer ciudad, por el Taller de Micropolíticas Urbanas
Quienes saben, saben. Palabras Mayores::
– Entrevista a Toni Negri: «El chantaje de los mercados«
– Entrevista a Alain Badiou: «En filosofía es importante tener un adversario«
– Entrevista a Wu Ming 4: «Los gestos pasan, las historias quedan», por Amador Fernández-Savater y Javier Lucini.
– Entrevista a Ferrez: «Que mi literatura sea una droga».
los infaltables:  «Evón y Perita»: (Camioneros; Cacerolazos (III…); Justicia Política; Cacerolazos (2 de 2); Canto al País; Perito) Afiches (2), Camioneros (2), España 2012 (AyB)

y  «Para pasar el finde«:

– «Foucault por sí mismo» (Documental sobre Michel Foucault – 2003 – Subtitulada)
– «No se puede hacer la revolución sin armas» (Conferencia de Toni Negri – Subtitulada)
– «Abecedario«, de Gilles Deleuze (con precisos subtítulos)
Con inconmensurable amor hermano,

Lobo 
(uno nunca sabe lo que un Lobo puede)
@looobosulto

Anonymous hackeó varias páginas oficiales del Gobierno

Entre otros, bloqueó el acceso a la web de la Casa Rosada y de Diputados; fue en reclamo por las trabas a las 
importación de medicamentos

Anonymous, la red internacional de hackers más conocida a nivel mundial, realizó esta madrugada un operativo para bloquear sitios oficiales de la Argentina, entre los que se encontraban el de la Casa Rosada y la Cámara de Diputados, en repudio a las trabas a la importación de medicamentos.


Fue en el marco de la denominada «Operación Quirófano» que la ya famosa red lanzó una inmediata campaña por las redes sociales para inhabilitar sitios web dependientes del Gobierno y de otros sectores.


Anonymous Argentina reclamó un «No al cierre de importación de medicamentos», y en un comunicado difundido advirtió: «Hemos perdonado a todo el personal que trabaja en la dirigencia del Anses. Pero tenemos sus datos. DNI, Dirección, Teléfonos, nombres y cargos que serán revelados si persisten los problemas con la importación de medicamentos. Gracias a todos»

«Sres. Gobernantes del Pueblo Argentino, desde nuestro lugar como ciudadanos vemos indignados las repercusiones que las medidas adoptadas por el Sec. De Comercio Exterior desde su total desconocimiento y autoritarismo, demostrado al poner en practica las «Trabas a las Importaciones en Gral» y especialmente a la de los insumos quirúrgicos y medicinales a causa de las cuales se incurre desde el gobierno en el delito de «Abandono de Persona». Se están suspendiendo operaciones, porque gran parte de los insumos son importados y no llegan a los hospitales», publicó la red de hackers.

El movimiento apolítico pidió ayuda a todos los argentinos solicitando que mantengan abierta la pagina http://anonmdna.blogspot.com.ar/, para contribuir a la inhabilitación de la web perteneciente al Gobierno. «Si dejan abierta esta web, mandara solicitudes erróneas a la pagina de la presidencia. Si todos lo hacemos la pagina cae», escribió un integrante de Anonymous en Twitter apenas media hora después de la medianoche.

Con su firma habitual y alguna ligera variante, el movimiento saludó a los visitantes interesados en colaborar: «Somos Anonymous, Somos Legión, No olvidamos, ¡Esperen mas!». Y concluye: «Nuestras Operaciones serán contundentes y progresivas a cualquier coste ya que preferimos morir en el intento de salvaguardar la vida antes de avergonzarnos ante las generaciones venideras por haber dejado que políticas insustentables especulen económicamente con nuestros seres queridos»..

Ante la perversión y penetración del discurso electoral del poder y el dinero, la resistencia anticapitalista

por Rafael Sandoval Álvarez


El momento político que se vive, con la indignación que causa el caer en cuenta de que las elecciones son parte de un sistema político en el que no cuenta la voluntad popular, muestra que la vía electoral para conseguir un sistema de gobierno democrático no sirve. A pesar de las evidencias del fraude, se legitima a quien es puesto en el lugar de candidatos y gobernantes por los capitalistas, y no por que sean realmente los que hayan elegido la mayoría de los votantes (siempre menos que los que nos abstenemos de participar en la farsa) sino por es suficiente con que las elecciones sigan siendo legitimadas por quienes votan.

A pesar de saber que los grandes capitales y el aparato de Estado paga y manipula a los medios de comunicación (incluidos ahí toda clase de periodistas, editorialistas, encuestólogos, etc.), a los votantes que venden su voto, a los funcionarios y burócratas de las instituciones que se encargan de operar la farsa electoral, las elecciones logran convocar a poco más del 40% de los electores.
Sabemos que los políticos profesionales de los partidos opositores también viven de eso, son parte del sistema político que se encarga de controlar y dominar a la población y de aplicar las políticas económicas y sociales, las estrategias de seguridad policiacas que convienen a los capitalistas. Sabemos que quede quien quede en los puestos de gobierno operará dichas políticas. Sabemos quienes son los equipos que rodean a los candidatos que parecen honestos y que por más que quieran (estoy suponiendo que hay uno que otro candidato honesto y que quisiera gobernar para el pueblo) serán copados por el sistema político, por el dinero y el poder. Son esos políticos profesionales de los partidos de oposición y sus acompañantes de las Organizaciones No Gubernamentales, de las asociaciones civiles, de las organizaciones sociales corporativas, quienes logran convocar la ilusión de la mitad de ese 40 % de votantes. Hoy todos han logrado convocar a una manifestación publica sin precedentes en los últimos veinte años (luego de las de los años noventas que convocaron los zapatistas, las protestas por la explosión del sector reforma y el asesinato del cardenal Posadas), pero nos seguimos preguntando hacia dónde se dirige el descontento.

Los políticos profesionales seguramente procederán para que les concedan una mayor porción del poder del Estado y mayores cantidades de dinero para que sigan haciendo política con el único fin de mantenerse en el poder gubernamental. Los colectivos y personas que luchan por un cambio verdadero, se enfocarán en la perspectiva de cambiar las formas de entender y hacer política, más allá de los márgenes del capital y el Estado. Sabemos que hay quien dentro de las movilizaciones apuesta a cambiar las formas de hacer política. También que está lleno de grupos políticos y personajes que persiguen conservar sus cotos de poder ante el peligro de despojados por la estrategia neoliberal de guerra por la que optaron los grandes capitales.

En estas movilizaciones se observa a miles de personas de la clase media que estuvieron dispuestos a votar y hoy a movilizarse en contra de la imposición anunciada. Muchos de ellos no son ingenuos, aunque creyeron que podría derrotar a la maquinaria del fraude, saben que no se puede demostrar, de acuerdo con la legalidad secuestrada y tramposa, el proceso de defraudación. Por eso, habría que cuestionarnos si la movilización, además de sublimar el coraje y la desesperación, pretende negociar que el mal no sea mayor sino un mal menor al busca una garantía de que no van a perder privilegios que les ha concedido el propio sistema político: la seguridad de que no los alcanzara la guerra, la que ya viven los de abajo, la seguridad del empleo y el salario que actualmente tienen, que no destruirán sus negocios y pequeñas empresas, que no perderán sus puestos de dirección en alguna de las instituciones de educación, salud, etc., donde se han venido desempeñando.

Por cierto, es de agradecer que los militantes de base de los partidos y organizaciones sociales electorales en esta ocasión no nos hayan echado la culpa a los abstencionistas del fraude de que fueron objeto. A los abstencionistas nos indigna que defrauden a quienes votaron honestamente.

Los de abajo que viven la guerra total del capital, no se movilizan de esa forma ni en tiempos electorales. La resistencia anticapitalista tiene otros ritmos, otros tiempos y espacios de lucha. En tiempos de guerra no se opta por votar para legitimar la guerra.

Pensar las elecciones con la vieja forma de entender la política, como estrategia (sea leninista o burguesa, que es el mismo paradigma liberal) para tomar el poder del Estado, explica por qué se cree que del voto depende el cambio de régimen. Así se vende en la propaganda electoral el producto del negocio del poder, pero el que se logre o no un cambio de régimen no depende de votar por uno u otro candidato. Se olvida que cuando se derrotó al pri en las urnas ni siquiera cambio el régimen político, si acaso hubo una modificación del sistema de gobierno: de un partido de Estado a uno de partidos de Estado.

Lo que está sucediendo con el proceso electoral hoy es la continuación de un operación política que inicio la clase dominante en el año 1997, cuando diseñó lo que denominó la transición democrática (no pierdo de vista que a nivel local se configuró esta perspectiva con la llegada de Alberto Cárdenas del PAN al gobierno de Jalisco en 1995). Una transición al estilo México por supuesto, que los “grandes analistas” de elecciones y partidos no acaban de entender. El modelo a la mexicana de cómo se alterna la guerra con la paz controlada, sin dejar de tener a la mano a los militares y a las policías de todo tipo, para quien no se ajuste a dicha paz controlada, amenaza particularmente dedicada hoy para la clase media acomodada y acomodaticia, ya que para los de abajo, la guerra es permanente.

En este sentido, estamos frente a un escenario que intenta potenciar lo que se consolidó en 1997 con el gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas y luego se fortaleció con López Obrador en el DF, un sistema de cooptación y compra de voluntades (sólo comparado con lo hecho por el PRM-PRI entre 1917 y 1940), en que lograron someter a los movimientos y luchas, al integrar decenas de miles de dirigentes de organizaciones sociales al aparato administrativo de gobierno y previamente al aparato de participación electoral, cada vez con más características de empresa política con auditorias y profesionalización de cuadros, etc. En un sentido semejante comparando las diferentes formas de sometimiento Zibechi dice que “la derrota por represión no es tan destructiva como la institucionalización”.

En este sentido, las elecciones son la otra cara de la estrategia de contrainsurgencia del Estado y el capital. El sistema de partidos y electoral es parte de las relaciones sociales que se basan en la división dirigentes y dirigidos, dominantes y dominados. Es ingenuo pensar que votar por el mal menor nos acerca a la verdadera democracia cuando la situación actual es de guerra y represión contra los de abajo.

Plantear que el voto serviría para impedir el regreso del pri significa la vieja idea del voto útil. Es como aquello de que votar por uno y no por otro, no es lo mismo, pero es igual. Y a veces peor en algunos aspectos, por ejemplo lo sucedido con el voto útil para Fox en el año 2000 y su sucesor Calderón. Así, haber votado para detener el mal, con un mal menor, es colocarse en la perspectiva del Estado capitalista.

La falsa ilusión fincada de que votar puede evitar un peligro mayor también se está haciendo añicos, sostener esta idea es ignorar cómo funciona lo que el sistema de dominación ha recreado durante tantos años, las elecciones. Es ignorar lo que significa todo el proceso de defraudación electoral. A quién se le ocurre que la emisión del voto es decisiva para decidir la orientación del régimen político, sólo quien se identifica con el pensamiento político de los de arriba, del liberalismo burgués, del realismo político, puede creer tal cosa. Además, parece que ya se olvido lo sucedido luego del fraude electoral de 1988 cuando el pueblo pretendió levantarse con posibilidades de ser una gran insurrección civil y pacífica. Hay quien lo llama traición y quien simplemente recuerda con cinismo que de lo que se trata es de un juego electoral por el poder estatal no de que se cumpla la voluntad de los votantes.

A propósito de lo que para muchos analistas es un gran acontecimiento en esta coyuntura electoral, la movilización de los estudiantes identificados con el #Yosoy132, que se volvió el signo del movimiento, aventuro algunas reflexiones. Dice Gilly que dicho movimiento “desbarato el desvaído paisaje de la campaña electoral”. En ese sentido lo que creo es que gracias a la acción legitima de los jóvenes delYosoy132 al exigir la democratización de los medios de comunicación y que los candidatos atendieran a los debates que se les convocara por otros, además del ife, procuró cierta legitimidad a la farsa electoral. Así, consiguió que se animara la participación electoral, incluso en la perspectiva deseada por la clase dominante que, como se ha venido corroborando, tenía bien aceitada la defraudación electoral y no significó mayor riesgo la protesta de los estudiantes.

Así, el YoSoy132 y la opción del mal menor, para el caso de Jalisco, logran incluso empoderar a la derecha (que logró copar las candidaturas de los partidos), pues coadyuvan a configurar toda una estrategia en la que el voto útil ayuda a legitimar cualquier resultado. La derecha y los grandes capitalistas deben de estar contentos, pues el surgimiento del Yosoy132 animó lo que venía siendo una campaña electoral desprestigiada y marginal. Ahora, los márgenes de legitimación que se le otorga a la farsa electoral, se amplían y la democracia burguesa también logra legitimarse. Al menos hasta ahora, a pesar de las grandes marchas del día 7 de julio contra el fraude en la Ciudad de México y de Guadalajara.

Y a propósito de una de las dos principales razones de existir que se ha dado el Yosoy132, habrá que preguntarse si de cuestionar a las empresas de medios de comunicación se trata, si no sería mejor hacerlo al margen de la agenda que marcan los propios medios y los sujetos que establecen los tiempos y los espacios de una comunicación para la dominación. Habrá que preguntarse si sería pertinente crear de manera autónoma los medios de comunicación que necesitamos y no ilusionarnos con la idea de que los encargados de controlar y manipular a favor de la perspectiva del capital y el Estado, nos harán el favor de democratizarse.

En fin, las prácticas políticas, entre ellas el discurso, arraigadas en el capitalismo, al estar constituidas por formas de hacer contradictorias, en permanente y discontinua resistencia a la relación social de dominación, han venido concretándose de modo que se pueden apreciar según la perspectiva desde dónde se les analice.

Colocarse a contrapelo del horizonte que los capitalistas imponen, implica una forma de hacer en el presente que niegue todo lo que nos niega, como sujetos que resistimos a la dominación capitalista, decir no a lo que niegue nuestra potencialidad de autonomía, no a la tendencia a la subordinación, dependencia y representación, No a la reproducción de la división entre dirigentes y ejecutantes, de los que saben y los que supuestamente no saben, de los políticos profesionales y las masas de votantes.

En estas condiciones de desprecio, despojo y cínica explotación, estamos obligados a un quehacer político por la defensa de nuestros espacios, tomar algunas medidas que pudieran ayudar a inhibir y desarticular ataques a las resistencias y proyectos de autonomía que están en curso. Dicho al modo en que lo hemos entendido, es la cuestión de cómo podemos forjar algunas barricadas (políticas, sociales, culturales, etc.) para dificultar las iniciativas del Estado y el capital, siempre en la lógica de la resistencia anticapitalista y no en función de la agenda de la clase dominante, pues de lo que se trata es de asegurar algunos avances que hemos logrado y en la medida de nuestras capacidades consolidarlos.

En este contexto, es preocupante, como dice Zibechi, la corrupción del pensamiento, corrupción que hoy padecen la mayoría de los académicos y analistas de “izquierda”; ante la pérdida de la autonomía del pensamiento radical, surge una perversión moral al pensar desde la perspectiva del sujeto del poder y el dinero. Habrá que cuidarse de ser persuadidos por el discurso del poder y el dinero.

Termino esta breve reflexión con lo que hace unos días escribió Emanuel Rozental, a propósito del golpe de Estado en Paraguay, que el sistema democrático burgués llevo a cabo. Rozental sostiene que no hay porqué preocuparse de tener todas las razones ni los datos, ni redacción acabada para tomar postura desde la resistencia anticapitalista y reivindica la necesidad de:

“manifestar las verdades más duras y evidentes. Se trata de señalar lo repugnante sin adornos ni giros y de aprender de los golpes y de los errores para articular tejidos de resistencia populares, con agendas propias y capacidad real…tenemos que hacer lo posible por no dejarnos enredar, por no confundirnos en el activismo agotador y en las denuncias y análisis agobiantes…nos exige sabiduría práctica y concreta…Expresar la ira que sentimos , denunciar los abusos, hacer las exigencias sin que esto termine apartándonos de la prioridad que nos convoca. Es decir, fortalecer la capacidad estratégica de los pueblos…transformar las derrotas y los errores en experiencias, en la ética práctica de nuestras contradicciones haciéndose camino…La maquinaria bajo el modelo Colombia se aplica a objetivos específicos para eliminar una a una todas las estructuras y formas de resistencia. Desapariciones forzadas, tortura, amenazas, masacres, señalamientos, judicializaciones y montajes, criminalización de la protesta social, compra de líderes, infiltración de procesos y cooptación…La guerra para despojar y despejar territorios…la represión para desmantelar la memoria, la conciencia la resistencia popular…Nosotras y nosotros, los pueblos, quienes nos oponemos al poder del capital y de sus cómplices, auxiliares y representantes, a partir de diferenciarnos de ellos, de reconocerlos en sus intereses y en sus actos más allá de sus discursos, necesitamos de agendas nuestras y de nuestras estrategias para fortalecer nuestras capacidades, reconocer y no perder de vista nuestros objetivos y aprender a resistirlos y a transformar la realidad para la vida en ese camino de la resistencia…Si no tenemos agenda propia, vamos a someternos a la de ellos…una agenda de lucha y resistencia orienta nuestros esfuerzos solidarios y nos enfoca para no agobiarlos, para sumar capacidades de manera oportuna, para no cansarnos, para encontrarnos y alcanzar resultados, para ir aprendiendo y enseñarnos a resistir, a defender lo que es nuestro y colectivo”.

El odio a la política

(respuesta a Rosa Lugano)

por Juan Pablo Maccia



Cuando me invitaron a escribir por primera vez en Lobo Suelto!, creí la cosa sería más fácil y que podríamos ponernos de acuerdo en una intervención práctica, una campaña efectiva para intervenir en la coyuntura haciendo de la blogósfera un laboratorio activo de ideas e iniciativas políticas; que podríamos hacer otra cosa que comportarnos según la alternativa boba de la oferta y la demanda de opiniones.


Me pareció, en definitiva, que podríamos inventar algo nuevo, que nos corriera del sitio tan confortable como pelotudo de quien se limita a conectar la información ambiente con la opinión correcta, ganando puntos para acceder a las ligas mayores del jetoneo.

Y aunque me divierten las repuestas a mis columnas de opinión (casi todas rastreando mi pertenencia al kirchnerismo, o bien mi fondo gorila), debo decir que la segunda respuesta de Rosa Lugano me desalienta profundamente. Mis intervenciones no buscan de ningún modo satisfacer las demandas multiculturales o de género. Y para decirlo todo: detesto esas demandas al punto que las considero pesadas señales de clausura moral y de “odio” a la política.


Sucede que el campo del análisis político en el que me desempeño no soporta tanta carga valorativa. Y en esto pongo a Lugano en representación de todos aquellos que se acomodan a la luz del sol “progre” y despliegan sus creencias, hábitos y kioscos sin atreverse a penetrar ni un poco en el juego de las relaciones de fuerzas y las coyunturas en las que se pone en juego el asunto del poder.

El “odio” a la política es un modo muy general de resentimiento. Las personas que se marean ante la pluralidad de mundos que es la democracia real prefieren fugar hacia salones bien pensantes para hablar de cine, de negocios o de “filosofía”, o bien entregarse a las vidas sanas y a las polémicas universitarias en torno a la ecología y las militancias feministas.

Sucede a estas almas que no les parece de interés preguntarse por el acto lleno de obreros (todos varones, argentinos y peronistas) de Moyano en la Plaza, ni por las trifulcas en torno a la sucesión presidencial. Todos estos temas les resultan “menores”. Del mismo modo no consideran que valga la pena tratar de detectar entre la neblina la dirección en la cual sopla el viento chino. Todos estos problemas son tratados como cuestiones “bajas”, condenados junto a todo lo plebeyo como asunto de “los medios”, como si el mundo mediático fuese insignificante o bien indigno.

Este estado de escándalo permanente con el cotidiano político de nuestro tiempo envuelve un ánimo completamente impotente y responde a una dolorosa experiencia de frustración. Quienes desdeñan el mundo de las militancias y minusvaloran los modos en que se organizan las instituciones de nuestras sociedades no son idealistas sino “teólogo”, sacerdotes que gastan sus días ironizando sobre nuestra humanidad en nombre de modelos perfectos que solo existen en sus cabezas.

Lo único que podemos pedir a estos despreciadores de la vida colectiva es que no contaminen con su odio a la intelectualidad de masas, cuya esencia es irreductiblemente política (estoy pensando en cosas muy concretas como la universidad más o menos gratuita y libre; las tramas sindicales de base; las redes creativas, artísticas, etc.).

Y es que una vez que se debilita la capacidad de admirar el juego efectivo de los cuerpos que se articulan configurando formas políticas diversas (de las que todos formamos parte) algo profundo comienza a pudrirse.  

Hasta acá, entonces, con la polémica. No quiero terminar enredado con este de reacción moralista. Entregada de lleno como está a pasiones antidemocráticas, no me es posible dedicarle atención sin entristecerme y perder todo impulso orientado a las verdades cuestiones colectivas. Prefiero volver la mirada al juego de la política real, esa que se da semana a semana y que nos inquieta a todos, aunque no tengamos garantías de “bien-pensantes” cuando la comentamos.

Sucede que el juego de la política está que arde desde que el gobernador Scioli aceleró los tiempos declarándose a sí mismo heredero natural del proyecto kirchnerista, sin consulta previa a una Presidenta que no atina aún a dar con una estrategia definitiva (sea para destruirlo, sea para limitarlo, sea para sustituirlo).

La respuesta de la Presidenta, es evidente, no tardará en llegar. La confección de las listas para las elecciones legislativas del 2013 constituye un límite temporal preciso. Por ahora se trata de ganar tiempo. La tarea no es sencilla: se debe mantener vacío el espacio de la sucesión (que Scioli, claro, quiere okupar).

Digo que la cosa es peliaguda porque lo cierto es que la pelota está en el aire y hasta que no se la controle y se la juegue de nuevo por abajo no está del todo bloqueada la operación “nestorista”. ¿Qué es esto? La constitución del sciolismo como movimiento interior a la hegemonía kirchnerista, por la vía de una reivindicación de la coalición que gobernó el país entre el 2003 y el 2007 y que hoy por hoy se resiste a lo que vive como un intento de jubilación de prepo: Scioli, Moyano, Alberto Fernández, Lavagna y todos los cachos del viejo peronismo que puedan juntar. 

De todos modos, la movida presidencial ya está en marcha hace rato. Consiste en la organización de un partido nuevo, una organización propia que comenzó a tomar forma en el acto de Vélez. Este nuevo núcleo partidario tiene una gran ventaja sobre sciolismo: se constituye como fuerza nueva en medio de la crisis. Es decir, está forzado a pensar de otro modo. De allí saldrá el futuro.

Este nuevo partido se llama por ahora “unión y organización”. Su composición es esencialmente transgeneracional. Su línea política estratégica consiste en aprender a gobernar la Argentina Brick en medio de la crisis. Su línea política táctica consiste en jubilar uno a uno a los líderes políticos.

Este partido en formación tiene muchos problemas. Uno, por ejemplo, es la debilidad de su plan táctico en el nivel sindical. No es un dato menor. Este solo hecho puede permitirle a Moyano debilitar los planes trazados. 


Sin embargo, el mayor problema del nuevo partido radica en la naturaleza de sus cuadros medios, esos jóvenes de “cuarenta” que ofician de mediación entre la líder y la tropa, y que carecen por completo de fuerza subjetiva propia (el caso de Iván Hayne fue un primer aviso).

Estos “jóvenes” pertenecen a una generación que no sirve para obedecer, y menos aún para mandar. Lo que sucede con la generación del 2001 es que no resulta para nada convincente a la hora de inventar mitos y resucitar la fe desterrada. El amor a la política es, para nosotros, ante todo señalamiento del vacío, invención de puentes sobre la nada (sin presupuesto público ni “sueños compartidos”).

Estos meses venideros serán clave. Vamos a ver desplegarse una batalla política inédita, con partidos nuevos y generaciones expectantes. ¿Podemos asistir callados a la contienda sin inventar un modo “nuestro” de participación? Ya hemos permanecido mudos en el pasado. No hay dudas de que, por inercia, tendemos a repetir el gesto. No me animo a hacer predicciones al respecto. Solo señalo algo que todos podemos percibir. Y es que de participar efectivamente, nuestra generación atesora el código secreto de una potencia capaz desbalancear el tablero. ¿Seremos capaces esta vez?

Manifiesto: Neo hampa



por Colectivo Editorial Crisis

Pocas palabras tienen un voltaje similar o nos atraviesan de la misma manera. Pocas palabras quieren decir tanto, son pronunciadas tantas veces en situaciones tan disímiles y generan tantos malentendidos. Cada uno de nosotros puede armar su propia definición de “la violencia” y, sin embargo, cuando la invocamos estamos seguros de que su sentido es unívoco. He ahí la primera y minúscula violencia.
El ancho diccionario de la violencia se escribe todos los días y cuenta con infinitas acepciones. Cada territorio elabora su significación, cada comunidad sabe a qué se refiere cuando la nombra, cada pibe, cada mujer, cada laburante aprende a advertir su presencia. Son los significados que se amasan en la intimidad, los que se tatúan en el cuerpo y no se transmiten por televisión.

En los años noventas el Indio Solari nos educó en la tesis de que violencia era mentir, primero que nada. René Girard dijo mucho antes que la violencia sacrificial, ligada a lo religioso, tenía el objetivo de apaciguar las tensiones intestinas de toda sociedad: “los disensos, las rivalidades, los celos, las pugnas entre próximos que el sacrificio pretende de entrada eliminar”. Esa violencia casi viscosa se incuba en el fragor de lo social. Pequeños estallidos que configuran un lenguaje siempre cambiante, luego tartamudeado por los medios.
Los discursos que hablan de la violencia insisten en ubicarla siempre lejos de nosotros, en lugares oscuros y malignos, portadores de una pócima venenosa cuyos componentes desconocemos nosotros, los que estamos a salvo, dentro de un espacio que la violencia viene a amenazar.
Son sermones que impiden comprender su sentido, sus causas, su lógica y sus propósitos. Que tienden a cargar las culpas sobre grupos que no respetan el supuesto interés general. Retóricas incriminatorias, frente a una energía destructiva que muchas veces resulta indiscriminada pero que no por eso carece de fundamento social.
La violencia ya no habita en baldíos tapiados. Circula, se filtra, y emerge de improviso, sin reparar en lamentos.


De Alfonsín a Rioseco

La eficacia de un discurso político reside en su capacidad para fijar los límites y dejar fuera de juego a los que no cumplen con las pautas establecidas. De ahí que las interpretaciones de los gobiernos sobre los conflictos sociales no son inocuas.
La democracia alfonsinista quiso saldar el enfrentamiento político de los años 70 con la teoría de los dos demonios, y durante un tiempo consiguió diluir las culpas de una sociedad que había votado al radicalismo después de apoyar la dictadura.
Menem ahuyentó los últimos gestos de insubordinación castrense, sustrayéndoles a los militares el poder de intervención armada. Pero mientras la represión volvía a ser una cuestión estrictamente policial, la capacidad de aterrorizar a la población pasó a ser una prerrogativa del capital financiero.
2001 alumbró un nuevo tipo de violencia. El kirchnerismo tomó nota de la excepción y se propuso contener los altos niveles de conflictividad heredados, con una política reparaciones que interpeló a distintos sectores del activismo social.
Diez años después aquella situación de emergencia parece haber quedado a años luz de distancia. El 2011 se pretende una bisagra en la consolidación del nuevo orden social, normalidad avalada por el incremento masivo del consumo y la estabilización de un estilo de gobierno eficaz.
La palabra presidencial educa y establece los marcos de tolerancia. La alusión al actual intendente de Cutral Có, el día de la promulgación de la ley de expropiación de YPF, resulta ejemplar: “Era un hombre que con la cara cubierta, en los años 90, a la vera de los caminos en su pueblo, cortaba junto a todos las rutas y quemaba llantas, allí nació el movimiento piquetero. Rioseco era uno de sus líderes. Hoy es el intendente de Cutral Có. ¿Qué quiero decir con esto? Que comprendió que había un nuevo país, que se estaban logrando cosas que nunca se habían logrado y entonces se dio cuenta que seguir cubriéndose la cara, prender fuego o hacer incendios era solamente de patrullas perdidas pero no de argentinos que comprenden que necesitan ponerle el hombro al país y trabajar”.
Rioseco entendió. Una nueva forma de Estado ahora traza las pautas de convivencia permitidas, en base a dosis cambiantes de consenso y coerción. Evangeliza. La conflictividad laboral, los reclamos por vivienda y mejor movilidad urbana, las luchas en defensa de los bienes comunes, suelen leerse como pretensiones desmedidos. Apenas nacen, estas demandas comprueban que un paso en falso las puede dejar a la intemperie. La ley y las fuerzas del orden frente a la irresponsabilidad de los que piden más y el egoísmo de los que luchan. Lo irracional frente a los votos. Marginales, argentinos que no comprenden.
Pero el resultado es paradójico, porque cuando opera la despolitización los conflictos son abordados con la misma perspectiva estéril que impera en otros ámbitos de la vida social, como el fútbol y la criminalidad. Al negarle su sentido a la violencia, en ese mismo acto, se asume la resignación o el maquillaje. Si todo sujeto colectivo es un agente del caos o bien una pura voluntad de poderío insaciable, la única interpretación posible es el enfrentamiento faccioso entre intereses deshonestos. Lo que podríamos denominar la lógica del neohampa se expande así, hasta abarcar a cada actor que decide impugnar –aunque sea en parte- el orden de cosas vigente.
El desafío para aquel dinamismo social que no esté dispuesto a resignarse consiste en sortear con lucidez la encrucijada extorsiva, desarmando la fuerza de disciplinamiento que impone la gobernabilidad en tiempos de crisis, sin acudir a ciertas remakes que sólo entusiasman a los fantasmas de siempre.


Del consenso a la pregunta

La política es hoy un escenario de paradojas y de roles invertidos, pero hay planos donde el consenso sigue siendo de acero. La sostenida presencia del ítem inseguridad en las agendas mediáticas e institucionales, sólo se explica por la relevancia que posee el axioma de la propiedad (ya sea estatal o privada) como principio indiscutido de toda vida en común. Una legión de nuevos bárbaros movidos por el desacople entre sus deseos de poseer y el acceso efectivo a la riqueza, sigue siendo el blanco de todas las miradas que buscan señalar al sujeto peligroso
Cuando se refiere a la violencia, el mapa de la fragmentación social no brinda una sola respuesta. Como un espejo refractario, nos devuelve interminables imágenes. La violencia reincide con renovada crudeza, en diferentes formatos, en distintos sitios, según nuevas lógicas, con acepciones inéditas que desbordan el repertorio trillado de los medios y de los gobiernos.
¿Dónde está la violencia? ¿Dónde nace? ¿Dónde se refugia? ¿Cuándo nos envenena? ¿Cuándo nos libera? Pesquisa riesgosa. Hay tantas violencias como vidas allá fuera. Sería bueno reconocerlo antes que asumirnos en un nuevo pedestal que apunta hacia la barbarie.

¡Salió Crisis 9! (+ texto + video burrero)


/manifiesto/ |por Colectivo Editorial Crisis >leer
/el misterio de la hoguera/ En los barrios de chalets, los autos de lujo son sacrificados por ácratas quema coches. Del otro lado de la ciudad, en el Sur, los incendios saquean precarias viviendas con el trasfondo de la especulación inmobiliaria. El fuego, que irrumpe sin aviso, perfora vidas y clases sociales.| por Martina Noailles


/te alentaré hasta la muerte/ Para terminar con los caídos en el fútbol se apela a discursos médicos que buscan extirpar el cáncer del cuerpo social y a una ley del senador De la Rúa. Descifrar la lógica de violencia que organiza el espectáculo, con operativos de seguridad incluidos, es el primer paso que nunca se dio. El 90% de las muertes durante 2012 fueron por enfrentamientos entre facciones de una misma hinchada. Cómo regular una furia casi siempre intrauterina, en un mundo donde el Estado sólo es auspiciante. |por Alejandro 
Wall

/cómo vivir juntos/ Una indagación en las voces solapadas, para averiguar en cuáles situaciones cotidianas está presente esa violencia que no suele ser narrada. |por Alejandro Haddad

/la escuela de Poliladron/ Los canales de noticias alteran el significado de la violencia y nos ponen a vivir el dolor de las víctimas en primer plano. Pero detrás de escena, son un territorio sinuoso en el que las fuerzas del orden, el poder político y los grupos criminales disputan una agenda que sólo tiene rating cuando hay sangre. ¿Es posible salir con vida? Una mirada sosegada, desde adentro.|por Raúl López

/¿hasta acá llegamos?/El kirchnerismo proclamó el fitfty fifty y algunos se apuraron a propagandizarlo como el punto cúlmine del modelo nacional y popular. En realidad, no se trata más que de una poderosa hipérbole. Mientras se crean millones de empleos, muchos trabajadores padecen la permanencia de condiciones al menos injustas, a veces indignas, y la palabra presidencial presenta a la huelga como sinónimo de extorsión. Más que una anomalía, plantar un punto de llegada podría ser algo inherente al estilo de gobierno cultivado históricamente por el peronismo. |por Paula Abal Medina, Alejandro Rebossio y Ximena Tordini

/justicia periférica/ |por Ferréz


• ir y ver


/dragón vivo, vaca muerta/ Viaje al yacimiento petrolero más grande del país, una fortaleza de 3500 kilómetros cuadrados donde Pan American Energy y la gendarmería comparten el control. El genio de Bulgheroni, los Dragones y el lenguaje crudo de la Patagonia. |por Diego Genoud


• crónicas marcianas


/contacto en Lobos/ En la ciudad que vió nacer a Juan Domingo Perón, una historia de fantasmas que lejos de aterrorizar a sus vecinos hizo más excitante la vida de pueblo.|por Lobo Suelto!


• diálogos


/el dueño de la “motosierra de oro”/ Blairo Maggi es el mayor productor de soja del mundo. Desde su despacho en el Senado Federal de Brasilia, cuenta la epopeya civilizatoria de los agro-bussines y dice que en Argentina la legislación es más liberal que en su país. Larga entrevista con un brazuca ultra forrado.|por Mario Antonio Santucho


• crónica burrera


/los caballos de la refundación/ El Hipódromo de Palermo es un pequeño mundo donde diez mil personas hacen sus apuestas a lo largo de cada jornada de carreras. Rodolfo González Arzac relata algunas de sus historias más entrañables y desoladoras.


• neomilitancias


/estados alterados/ La consagración de Axel Kiciloff y su equipo de funcionarios-militantes constituye un punto de inflexión en el kirchnerismo. Sin embargo, cada posibilidad carga su propio lastre. |Por Alejandro Bercovich


• vida digital


/arte, mentiras y videojuegos/ Tres reflexiones sobre las fronteras entre los juegos electrónicos, las instalaciones y las burdas o sutiles vigilancias.|por Amadeo Gandolfo, Javier Alcácer y Carlos Gradín


• políticas de la narrativa


/los bucles de un falso suicidio/ Martin Rejtman filmó películas y escribió libros donde la protagonista es siempre Buenos Aires, enigmática y abrumadora. Una conversación sobre sus proyectos e intuiciones más actuales.| por Mario Santucho y Hernán Vanoli


• ensayo visual


/recuerdos del presente paraguayo/ Las fotos tomadas durante los últimos diez años por Javier Medina Verdolini en Asunción, adquieren un nuevo talante a la luz de los acontecimientos políticos recientes.


• fábricas del lenguaje


/residencia: el Gran Arte, hermano/ El colectivo de experimentación Buenisssimo participó de una Residencia Internacional de Artistas. Una hipótesis, varias anécdotas y mucha ironía para definir “de qué se trata este interesante formato de perfeccionamiento artístico”.

Notipreso (no te dejes engañar)

¿Todo Piola?


presenta:


el segundo bloque del
NOTIPRESO
(no se deje engañar)

Primer programa tumbero
Entrevistas / Espectáculos / Debate / Música

¡Directo desde Marcolandia!
Hecho íntegramente por pibes privados
de su libertad en el penal de Marcos Paz

¡El próximo lunes 23 de Julio se viene el 3er Bloque!

Salió Pampa Nº8, temporada invierno 2012


Pampa Nº8. Julio de 2012. 106 páginas de ensayo político y cultural dispuestas a testear esquirlas del presente: mutismos, silencios y sensibilidades/ discontinuidades, herencias y redimensiones de la violencia/ Malvinismo, baúl guerrero de la argentinidad/la Gran Antena de la patria y ladeep Argentina /fervores cívico-estéticos y espectáculo recargado/ las técnicas mediáticas de destitución de lo sensible/ Pergolini, Lanata y todas las momias del mañana/ Roger Waters y la electrónica como músicas de fondo para cualquier presente desanimado/ medios y mediosos, letra aletargada y necesidad de reactivación de la política. Aportes pampeanos para pasar otro invierno y los venideros. Nos distribuye, como siempre, La Periférica.

SUMARIO
Tester de presente
Karina Arellano/ Mudos
Martín Rodríguez/ Para llenarte de criollos
Alfredo Jaramillo/ De Ushuahia a La Nada
Gabriela Rivas/ La tevé museo
Lucía De Gennaro/ Un paso antes del realismo
Oriana Seccia/ Bailando sin ritmo, o dos maneras de invisibilizar el presente
Alejandro Kaufman/ Conflictividades y discontinuidades, movimientismo populista y hegemonía actual
Sociedad mediática
ENTREVISTA/ Guillermo Mastrini. Comunicación y medios en Argentina: realidad y política más allá de la ley
Eduardo Rinesi / Medios y política, ayer y hoy
Poemas: Gabriel Cortiñas
Arte de tapa: Alejandro Leonelli
Ilustraciones: Germán Scalona

Confesiones de un nazi en Bolivia

por Pablo Stefanoni


Nací el 28 de noviembre de 1887, a la una de la madrugada en Munich. Me imaginaba ser homosexual, aunque sólo lo ‘descubrí’ de verdad en 1924. Hasta entonces tuve algunas experiencias, en sentimientos y actos, que incluso se remontan a mi infancia”. La carta, fechada en La Paz, el 25 de febrero de 1929 está firmada por Ernst Röhm, el fundador de las SA –las secciones de asalto del partido nacional-socialista alemán– y el destinatario es Karl-Günther Heimsoth, un médico y político nazi –también homosexual– a quien le solicitaba la elaboración de una carta astral.
Aunque se sabe que Röhm estuvo en Bolivia entre 1929 y 1930, se trata generalmente de un paréntesis poco estudiado cuya historia fue investigada por el periodista boliviano Robert Brockmann en el libro El general y sus presidentes: Vida y tiempos de Hans Kundt, Ernst Röhm y siete presidentes de Bolivia, 1911-1939 (Plural Editores).
Kundt fue un alemán que dirigió durante varios años el ejército boliviano y quedó registrado en las páginas del diario La Nación de Buenos Aires cuando un corresponsal se lo encontró en las trincheras de Galitzia en la Primera Guerra Mundial y el alemán sólo quiso hablarle sobre Bolivia, en plena batalla. La estadía boliviana de Röhm no fue tan larga como la de Kundt pero dejaría profundas huellas en su vida. De hecho, siguió usando las insignias bolivianas sobre su uniforme nazi.
Entre fines del siglo XIX y 1940, muchos militares alemanes eran contratados por países latinoamericanos y asiáticos para profesionalizar sus ejércitos. Röhm ya tenía una intensa historia en el nazismo al llegar a Bolivia. Había sido uno de los organizadores de los Freikorps, una milicia protofascista durante la República de Weimar, participó del putschde Munich de 1923 y lideró las temidas SA conocidas como Camisas pardas.
Llegó a La Paz desilusionado por los desencuentros con Hitler, y se incorporó como teniente coronel del Ejército boliviano y jefe de Sección III (Operaciones) del Estado Mayor. Aunque se adaptó a la vida local, su mayor padecimiento estuvo relacionado con sus dificultades para entablar relaciones homosexuales en una ciudad pequeña y conservadora, y parte de su catarsis la dejó escrita en al menos cuatro cartas despachadas hacia Alemania desde los Andes.
Esas misivas bolivianas serían una incómoda evidencia durante su posterior persecución en Alemania por su homosexualidad, en ese momento penada por ley. Luego del párrafo citado, el militar teutón agregaba: “El clima de altura de La Paz (3.600 metros) no me resulta especialmente duro. Vivo bien y puedo comer al estilo alemán. Si no me faltara el objeto de mis amores. Incluso me he traído un acompañante, un pintor muniqués de 19 años. Cuando se va de viaje de estudios, la paso terriblemente mal”. Explica que es “un muchacho realmente hermoso”, pero se queja de que el pintor prefiere a las mujeres. Röhm confiesa que aunque los paceños son “en gran parte muy guapos” no encuentra la forma de acercarse a ellos. De hecho, comenta haber “sondeado cuidadosamente” el tema con su profesor de español, quien le habría respondido que “en La Paz no se da esto”, y que “para eso” había que viajar a Buenos Aires. Pero –continúa con desazón– el viaje “requiere por lo menos diez días y cuesta más de mil marcos”. “Por las noches, hago mi recorrido, hasta ahora sin éxito, por todos los barrios de La Paz. Es algo para llorar”.
La segunda carta, que tradujo Brockmann, está fechada en Uyuni (zona del famoso salar), el 11 de agosto de 1929. En la misiva –“desde esta fría y ventosa pocilga fronteriza”– cuenta que recorre los cuarteles y su nazismo no le impide sentirse atraído por los jóvenes indígenas y negros. Finalmente le anuncia con mejor ánimo haber encontrado en La Paz “la manera de proveerme”. Al parecer, el amante de Röhm era un muchacho llamado Alberto Llanque, quien habría obtenido varias ventajas en el cuartel.
Como recuerda Brockmann, estas cartas serían fatales para la trayectoria de Röhm. Al parecer, a su regreso a Alemania a pedido de Hitler, actuó sin demasiadas inhibiciones. Sus enemigos internos no eran escasos y entre ellos Joseph Goebbels, Herrmann Goering y Heinrich Himmler, todos ellos celosos del poder que había acumulado Röhm y sus SA. El tema era un secreto a voces y la fiscalía de Berlín ordenó una investigación por “delitos sexuales contra natura”. Pero como suele ocurrir, la historia no ahorra en paradojas. Hitler justificó a Röhm, respondiendo que las SA no era “una institución dedicada a la educación de señoritas refinadas, sino una formación de luchadores duros cuyas vidas privadas no pueden ser objeto de escrutinio”. Entretanto, el diario socialdemócrata Vorwärts publicaba las cartas filtradas y el Münchener Post las reimprimió como panfleto para escandalizar con la homosexualidad de Röhm. Las SA destruyó Vorwärts y sus imprentas.
Pero la suerte del líder nazi se selló la noche de los cuchillos largos de 1934. Fue detenido y más tarde asesinado en esa puja dentro del nazismo que acabó con varias facciones disidentes. Ahí Hitler, para justificar la muerte de su ex amigo, se acordó de las “perversiones” de Ernst Röhm y de muchos de los integrantes de las otrora poderosas SA.  

La transición coronada

por Juan Pablo Maccia

Un colega cada día más barbado formula la siguiente hipótesis: la gente, durante el 2001, pedía Estado. Era, a su modo, duhaldista. El kirchnerismo surge, en ese marco, menos como acontecimiento y ruptura y más como un sistema de continuidades. Se trata de un brote progresista del perdurable árbol del peronismo. ¿Quién dijo que no hay lucidez en la tradición?

Lo que me gusta de esta tesis es que coloca en el centro de la interpretación del 2001 la cuestión del gobierno. ¿No es cierto, acaso, que el paso del tiempo nos hace revisar el pasado una y otra vez? ¿Y si llegamos a la conclusión de que el años 2001 es el año en que nos hemos preguntado por los modos en que queremos que se gobierne el país? Como punto de partida me gusta: nos afirma en que aquellos años ni fueron –ni de lejos– los de la “anti-política”.


Estiremos más la idea: el 2001 es el tiempo de la pregunta: ¿cómo se gobierna una sociedad plagada de movimientos sociales dotados de una inédita capacidad destituyente? El duhaldismo desesperó ante el desafío. De allí la elegante impotencia de su enunciación: “No se puede gobernar con asambleas”.

La principal novedad del kirchnerismo fue la calidad de su astucia política: en lugar de lamentarse, aceptó lidiar con el obstáculo. Hacer del problema una condición de posibilidad. Y se dedicó a invitar a los diversos movimientos a sumarse de modo constructivo al esquema de gobierno naciente.

En el corazón de ese momento gestacional del kirchnerismo hay una lectura perspicaz de las limitaciones experimentada por los movimientos: su potencia destituyente no contaba con una tecnología eficaz de gestión política nacional. La afirmación de nuevas realidades objetivas y subjetivas no pudo inscribirse sino como pura negatividad.

El kirchnerismo comprendió que con muy poco podría lograr mucho. Ese poco, que contenía lo mucho, se resolvió con la magistral dinámica del reconocimiento­­ desde el más alto nivel institucional del estado.

De este modo, muchos movimientos aceptaron trocar su frustración constitucional directa (revolucionaria), por una participación subordinada en un experimento naciente. Hablamos de subordinación para nombrar la mutación del tiempo del tiempo de la ruptura al de la institución. Del dinamismo de movimientos al del frente político. De las aspiraciones a gobernar por asambleas, a la aceptación de un nuevo régimen estatal. De la experiencia de organización y mando propios, a la aceptación de la primacía de una capa de cuadros jóvenes provenientes de la emergente clase media urbana.

Los movimientos sociales que aceptaron la invitación se integraron con éxito al nuevo proyecto postergando aquella conversión del poder destituyente en partido constituyente de los movimientos. Del “que se vayan todos” al más reciente “unidos y organizados” se despliega un movimiento de renovación de la entera y desgastada maquinaria de gobierno. 

Las incertezas que acompañan cada paso de este camino no son, sino, una prolongación del mismo problema que se planteaba con toda radicalidad ya en el 2001: ¿cómo “profundizar el cambio” si se continua aferrado a la forma y el tempo de continuidad? Y si la decisión fuera profundizar los cambios, ¿cómo administrar la tendencia a la concreción de esa virtualidad política que es el partido de los movimientos?

Estas dos cuestiones, entre las que navega quizá desde siempre el kirchnerismo, vuelven a plantearse con más fuerza que nunca de cara al año 2015.

Fue mi amiga Rosa Lugano quien mejor vio al kirchnerismo como posposición continua de este virtual (la hipótesis de gobierno de los movimientos) en torno a una cláusula contractual inapelable: el uso del lenguaje de los derechos debe okupar el sitio preciso en que podría activarse la potencia (“destituyente”) de las organizaciones.

Ahora bien: esta virtualidad política de los movimientos está bloqueada por la imposibilidad de resolver un problema interno de la potencia: el de la decisión. La imposibilidad de responder de modo directo a esta exigencia práctica de los muchos es la que hace que los cuerpos se orienten a la mediación, al lenguaje de los derechos, a unas instituciones que adoptan la potencia de los movimientos como materia subordinada, siempre “pre” política.

Como sabemos, la democracia, cuanto más democrática es, más compleja de gobernar resulta. Se suele creer equivocadamente que la agenda de los movimientos es anacrónica y válida sólo para los estudiantes chilenos, los movimientos egipcios o los indignados españoles (que aun viven en la prehistoria neoliberal), pero no para nuestra avanzada realidad política.

Esto no es cierto. Hay una contemporaneidad fundamental de todos aquellos movimientos que, en contextos diferentes, experimentan modos de decisión colectivas. ¡No hay chances de participar de esta búsqueda si vamos a aferrarnos a un evolucionismo tan abstracto!

Más bien, es cierto lo contrario: solo quienes estén dispuestos a emprender un movimiento involutivo,desde la efectividad actual hacia aquella virtualidad presente pero bloqueada, podrá traspasar el límites de las mitologías que pueblan la comprensión actual del presente.

Evolución o involución constituyen los términos del dilema de hierro en que entra esta democracia abismal. O, en otro términos: si del 2001 a la fecha el problema del gobierno –y de la decisión– se resolvió  partir de la subordinación a un liderazgo ajeno al lenguaje y la agenda de los movimientos, ¿cómo se plantea el problema de la comunicación entre gobierno y movimientos en la fase que viene?

Proyectemos. Dada la incapacidad actual para gobernar a partir de la potencia directa de los movimientos, la fase que viene puede ser democrático-liberal (fin del kirchnerismo) o bien monárquica(golpe institucional kirchnerista).

Es claro que para mantener viva la novedad política del proceso en curso hay que bregar, sin vacilaciones, por esta segunda opción: la monárquica. Un golpe tal revivificaría incluso físicamente a los movimientos y acabaría por desbaratar la última tentativa de quienes tienen por enemigos políticos a los movimientos (o incluso a los fantasmas de los movimiento). 

La posibilidad de un gobierno monárquico tiene entre nosotros un gran respaldo (a) histórico: se sabe que el General Manuel Belgrano era partidario de una monarquía inca; (b) político-institucional: el monarca no “decide” nunca por sí mismo sino que tiene por función disponer de su poder como condición de posibilidad y rostro emblemático de un proceso decisorio distribuido, sin que las corporaciones puedan bloquearlo a partir de disposiciones constitucionales y (c) subjetivo: el tipo de legitimidad que hoy encarna la figura de Cristina, es intransferible, y su relación con los movimientos tensa el sistema jurídico liberal.

Lo que propongo no es una irracional vuelta a un principio cristiano del mando divino, sino todo lo contrario: un maquiavelismo de la autonomía a cargo de los propios movimientos. El paso por la monarquía es el último paso de la transición –y de aprendizaje no mediado– hacia la decisión desde abajo y el gobierno de los movimientos. La tarea es clara: completar la transición que se inició en 2001: ¡De la monarquía anárquica a la anarquía coronada!

Nuestro principal inconveniente no es sólo que contingentes enteros de los movimientos no kirchneristas están desanimados y ya no confían seriamente en su propia vigencia política, sino que los propios movimientos del kirchnerismo se han vuelto ellos mismos liberales creyentes (y por lo tanto buenos cristianos). Nada es más urgente, por lo tanto, que convertir la actual presión política a favor de la re-relección (que la constitución actual bloquea) en una resolución constitucional a favor de la monarquía.

No estoy preparado para discutir el detalle del diseño institucional. Pero es seguro que Eugenio Zafaroni se apura al proponer una orientación parlamentarista para la constitución. Piensa el modelo ideal y no cómo transitar subjetivamente a una democracia efectiva.

Si, en cambio, puedo anticipar dos tipos de objeciones. La de los kirchneristas liberales, preocupados por el orden jurídico, a los que los invitamos a que aprendan de Paraguay. Y la de quienes se tomen al pie de la letra el carácter incaico de la monarquía que Belgrano propusiera en su momento: a ellos les decimos que hay que partir de lo que hay.

Si el golpe se pusiera en marcha efectivamente, pues, no dudaríamos en proponer que la última fase de la monarquía, aquella en la que la democracia absoluta se hiciera posible, estuviese gobernada por un compañero o compañera surgido de las luchas del Bajo Flores o de Liniers: después de todo, la democracia absoluta, como la monarquía india, no sabe nada de clases sociales ni de confines nacionales.

Crisis económica y ofensiva extractivista

por José Seoane y Clara Algranati
Una de las formas en las que se expresa la crisis global en América Latina y el Caribe es bajo la promoción de un nuevo ciclo de mercantilización, apropiación y control de una serie de bienes por parte del gran capital, en especial los que llamamos bienes comunes de la naturaleza. Hemos bautizado a este proceso con el nombre de ofensiva extractivista. No tenemos todavía efectiva conciencia de su magnitud y de las fuerzas que la empujan.
Una evidencia de ello fue la evolución de la Inversión Extranjera Directa (IED) en la región entre 2008 y 2011, que llegó a volúmenes récords; entre 70 y 130% más que el promedio ingresado entre 2000 y 2005, según detalla el trabajo “La inversión extranjera directa en América Latina y el Caribe”, editado este año por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
En 2011 este incremento fue del 31% respecto al año anterior, aumentando la participación regional sobre el total mundial, hasta alcanzar el 10%. Esta IED se orientó mayoritariamente a América del Sur, especialmente a las actividades vinculadas con la explotación de los bienes de la naturaleza. En este proceso se destacan las inversiones en la megaminería, que representaron en 2011 un monto histórico de 140 mil millones de dólares, un 40% más que en 2010 y un 250% superior que en 2003 (Ver «Record en inversión minera»).
Una ofensiva del gran capital sobre los bienes naturales que no excluye ciertamente a los territorios de otras regiones del llamado Tercer Mundo. El Banco Mundial, uno de los promotores del proceso global de mercantilización de la tierra, reconoce que entre 2008 y 2009 fueron arrendadas o vendidas 56 millones de hectáreas, especialmente en África y América Latina, resultado de inversiones provenientes en gran parte de los fondos de inversión trasnacionales. A su vez, la frontera agrícola, particularmente bajo el motor de la soja transgénica, no ha dejado de expandirse en los últimos años a nivel regional, consolidando en América del Sur un territorio de soberanía corporativa que ha recibido el nombre de “República de la Soja”.
Finalmente, esta ofensiva se expresa también en el terreno global de la crisis climática; por ejemplo, bajo la llamada “economía verde” impulsada en la pasada Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable (“Río+20”). Una iniciativa que no sólo promueve la ampliación de los “mercados de carbono” y la producción y uso de los agrocombustibles, sino también la utilización del agronegocio basado en las tecnologías de manipulación genética. El empresario sojero argentino Gustavo Grobocopatel, en un artículo publicado por el diario La Nación el 2 de mayo de 2011, afirmaba: “cada vez más las plantas se utilizan como biorreactores… [Que]…no sólo producen alimentos… sino variadas formas de energía, enzimas industriales, plásticos o medicinas… [Y se convierten] en pequeñas plantas industriales”. Así, bajo la excusa de “energías limpias y renovables” para resolver el cambio climático, se intenta justificar un nuevo proceso de mercantilización de la naturaleza. 
En estos diferentes terrenos, los pueblos de América Latina han afrontado y combatido en los últimos años y de diferentes maneras los intentos de profundizar el saqueo, la contaminación y la dependencia.
Megacorporaciones y gobiernos
Una de las fuerzas que motoriza esta ofensiva es la del capital trasnacional, representado por unas pocas decenas de megacorporaciones. Pero, junto a éste, de manera asociada o competitiva, aparece también el capital local-nacional tanto bajo la forma de grandes grupos económicos (la Vale, Los Grobo, etc.) que tienen una proyección regional e internacional, como de empresarios menores muchas veces encargados de la realización de las formas más violentas e ilegales de esta acumulación.
Pero esta ofensiva extractivista se instaló también en la agenda de los gobiernos de la región que, incluso más allá de sus diferencias político ideológicas, parecen inclinarse por profundizar este modelo, justificado como una respuesta ante la incertidumbre económica global. En este terreno se cuentan los recientes acuerdos de instalación de las primeras megamineras a cielo abierto en Ecuador y Uruguay, los procesos de contrarreforma agraria y mercantilización de los territorios amazónicos en Perú en 2008, y en la ley de regularización de la apropiación privada ilegal de la Amazonia aprobada también en 2008 en Brasil, bajo el gobierno de Lula. También los proyectos de “reforma energética” y privatización de la petrolera mexicana PEMEX o las intenciones de privatizar la empresa estatal de cobre CODELCO en Chile, y las políticas de promoción del agronegocio y los agrocombustibles en el Cono Sur. Avanzan en el mismo sentido la habilitación de grandes proyectos mineros por gobiernos recientemente electos con un discurso de regulación de la megaminería, como Ollanta Humala en Perú, Beder Herrera en la provincia argentina de La Rioja y el gobierno nacional del mismo país frente al proyecto minero en Famatina. También se suma la profundización y la expansión de la explotación hidrocarburífera, ahora incluyendo los llamados petróleo y gas no convencionales. Son parte de la misma agenda la promoción de la minería transnacional en Colombia y Centroamérica, y el nuevo impulso de los proyectos hidroeléctricos y forestales en el sur chileno.
Por último, la promoción de esta ofensiva extractivista se expresa también en el terreno de la geopolítica regional. Ejemplo de ello es el golpe de Estado parlamentario en Paraguay, prohijado por los sectores latifundistas, del agronegocio y la megaminería. Muestra de su rostro autoritario -presente también en la represión y violencia ejercida ante el conflicto social- y de la iniciativa estadounidense en el control de los bienes naturales signada, a partir de 2009, por el redespliegue militar y los intentos de desestabilización con el golpe en Honduras como una de sus primeras manifestaciones. Menos conocida es tal vez la continuidad de la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA). En 2011, entre las iniciativas que presentó la UNASUR para responder a la crisis se incluyó la realización de 31 obras de infraestructura promovidas por el Consejo Suramericano de Infraestructura y Planeamiento (COSIPLAN) que forman parte de la cartera del IIRSA, integrado al COSIPLAN en 2009. De esta manera, la prioridad otorgada a estas obras para facilitar el comercio exterior de commodities es otra expresión de la hegemonía ganada por el modelo extractivo exportador.
¿Ante un nuevo ciclo regional de luchas?
Frente a esta ofensiva, una ola de protestas y resistencias sociales emergió y está desarrollándose en el continente. Allí se cuentan un sinnúmero de las principales luchas y movilizaciones de los últimos años que ponen en cuestionamiento al modelo extractivo exportador. A pesar de la fragmentación y aislamiento al que quiere condenárselas, en múltiples casos lograron detener los emprendimientos o morigerar los efectos más regresivos de las políticas públicas.  
La combinación de estos procesos con el impacto de la desaceleración económica y los ajustes del gasto fiscal, sugiere que estamos frente a la posibilidad de un nuevo ciclo regional de luchas. Ciclo que parte de los cambios y los logros pero también de los límites y frustraciones de lo acontecido en América Latina en la última década. Y donde la construcción colectiva de alternativas populares frente a la crisis plantea también el desafío de elaborar un proyecto alternativo de “otro desarrollo”.

Estados Alterados

por Alejandro Bercovich


Los argentinos estamos más estatistas que nunca. Según una encuesta que hizo la Universidad Di Tella después de la expropiación de las acciones de Repsol en YPF, la población cree que el Estado es el principal responsable de asegurar su bienestar (82,7%), de crear empleos (81,6%), de reducir la desigualdad entre ricos y pobres (87,3), de proveer las jubilaciones (86,2%) y la salud (87,9%). Más sorprendente aún resulta que un también elevado 68,5% opine que debería ser “dueño de las empresas e industrias más importantes del país”.

Cualquiera de esos porcentajes resultaría disparatado en países como Estados Unidos, donde el capital es religión, la empresa privada es sagrada y muchos trabajadores que perdieron sus empleos por la crisis subprime todavía recitan como un salmo que “la frase que hizo grande a América es ¡estás despedido!”.

El fracaso estrepitoso del neoliberalismo en el mundo y en la región sepultó rápidamente las ilusiones de progreso individual que intentaron sembrar políticos y comunicadores durante toda la década del ‘90, desde la caída del Muro de Berlín. La quebradura en mil pedazos del sistema político en diciembre de 2001 terminó de catalizar un clic en la cabeza de los argentinos. Pero aunque el kirchnerismo hizo carne muchos de esos cambios subjetivos e incluso reestatizó –casi forzado por las circunstancias– empresas paradigmáticas como el Correo Argentino, Aguas Argentinas y luego Aerolíneas, la voluntad social expresada en la encuesta de la Di Tella no tuvo un correlato tan tajante en la realidad. Ni mucho menos.

Las cifras de FLACSO sobre la cúpula empresarial argentina son lapidarias. En 1976, las compañías estatales acaparaban un 38,4% de la facturación total de las 200 mayores empresas del país. Financierización y plata dulce mediante, su porción cayó al 28,9% en 1991, antes del tsunami privatizador. Pero apenas cuatro años después, la proporción se desplomó al 3,4%. Y hacia 2001, en pleno reinado del Consenso de Washington, las estatales llegaron a su mínima expresión, con solo un 1,6%.

¿Qué pasó con el kirchnerismo? Mucha extranjerización inicial, bastante “argentinización” posterior a manos de grupos económicos locales, en general cercanos al Gobierno, pero muy poca recuperación del peso económico del Estado. En 2010, último dato disponible, FLACSO calcula que las empresas estatales facturaban un 3,5% de la masa total de la cúpula, casi lo mismo que en 1995. Claro que este año se sumó la toma de control de YPF, la principal empresa del país por activos y ventas. Y aún falta ver qué ocurre con los trenes y subtes, concesionados a un puñado de contratistas habituados a ventajear al fisco mediantes subsidios y obras.

Que el Estado vuelva a asumir un rol líder como inversor es considerado indispensable por todos los economistas anti-neoliberales. La razón es sencilla: los privados no invierten lo necesario para sostener el crecimiento. Ni los locales ni los extranjeros. La inversión no llega al 25% del PBI y creció menos que el producto durante casi todos los años de la era K. Para peor, según datos del mismísimo INDEC, siete de cada diez pesos computados como “inversión” se destinan a la construcción y a la compra de vehículos de transporte. Es decir, no van a la incorporación de máquinas y nuevas tecnologías que mejoren el perfil productivo y ayuden a sustituir importaciones.

Los portavoces del establishment, en especial el financiero, sostienen que la Argentina no recibe flujos de capital extranjero por haberse “apartado del mundo” primero con el default y luego con la manipulación de estadísticas y ciertos gestos de rebeldía frente al Fondo Monetario y los países del G-7. Ocultan que esas inversiones suelen ser de corto plazo, con bajísima innovación tecnológica y agregado de valor locales y/o deficitarias comercialmente por las importaciones que demandan. Y que encima tie- nen como contrapartida una rápida salida de divisas bajo la forma de dividendos. Por otra parte ¿quién en su sano juicio apostaría su crecimiento futuro a la voluntad de multinacionales europeas o estadounidenses sumergidas en su peor crisis desde 1930? ¿Cómo evitar que esas compañías protejan ante todo el empleo en sus países, condicionadas por gobiernos que pregonan el librecambio pero que hicieron pujantes sus economías a fuerza de proteccionismo en el mejor de los casos y de rapiña semicolonial en el peor?

Desde sus inicios, el principal problema del modelo de acumulación kirchnerista fue el rol protagónico que le asignó a un actor que no se anima siquiera a un papel de reparto: la burguesía “nacional”. Una élite empresarial diversificada y rentista que durante casi todo el siglo XX invirtió apenas lo justo para mantener ese status privilegiado, fugando sistemáticamente divisas al exterior en tiempos de alza, a la espera de que la próxima crisis le pusiera precio de ganga a activos locales –como campos y fábricas– en manos de terceros. Y que sólo aceptó “enterrar” capital en el país en períodos muy acotados y a cambio de que le garantizaran pingües tasas de rentabilidad, por lo general a costa de derechos laborales y del equilibrio ecológico, geográfico y demográfico nacional.

Aun con esa limitación estructural, el arribo de Axel Kicillof a la mesa chica del Gobierno, a principios de este año, inauguró un nuevo tipo de intervención del Estado en las decisiones de las empresas más importantes del país. El paso determinante fue la expropiación de la mayoría accionaria de YPF, cuyo destino dependerá de las formas de asociación que finalmente adopte con el capital privado y de si logra someterlo al designio de producir más y ampliar su horizonte de reservas. Pero los primeros movimientos en este sentido tuvieron lugar en una intervención anterior, que pasó casi inadvertida aunque influirá de manera contundente en la actividad económica del próximo año.

¿De qué intervención hablamos? De la aparición con voz y voto de representantes estatales en las asambleas de accionistas de 42 grandes empresas, gracias a la participación que tenían las AFJP por haber invertido sus fondos en ellas. Compañías como Telecom, Siderar (Techint), Petrobras Argentina, Metrogas, TGS, Pampa (Edenor), Consultatio, Gas Natural BAN; bancos como el Galicia, Patagonia, Francés y el Macro; incluso Metrovías y hasta Clarín debieron tolerar algo inédito: que los jóvenes enviados del nuevo enfant terrible de la economía fueran a sus reuniones anuales a exigir el nombramiento de directores propios y a intentar torcer algunas de sus decisiones.

Ninguna de las participaciones estatales heredadas de las AFJP excede el 25% del capital de esas mega empresas. Bajo la coordinación de Kicillof, sin embargo, los delegados del Gobierno forzaron a la mayoría de esas firmas a reinvertir una porción mayor de sus ganancias en el país y a recortar simétricamente el reparto de dividendos entre los accionistas, muchos de ellos extranjeros.

¿Cómo lo lograron siendo minoría? Con balas de cebita: amenazando con votar en contra de los balances, lo cual habría sido leído en el mercado como una especie de veto gubernamental o una señal de crisis en la relación. Lo confiesan entre susurros varios gerentes de esas firmas consultados por crisis: a ninguna empresa regulada –como las de servicios públicos o los bancos– le sirve reñir con el Gobierno. Tampoco a las que dependen de contratos de obra pública, o de regímenes impositivos especiales o barreras de protección aduaneras, como Techint.

Pero paradójicamente, la tendencia política interna que ungió a Kicillof en el pedestal de consultor estrella que otrora ocuparon Lavagna, Peirano, Lousteau y Boudou también constituye la principal amenaza para el afianzamiento del Estado en ese rol protagónico que está llamado a ocupar, si lo que se pretende es trascender mínimamente la “salida del infierno” que propugnaba Néstor Kirchner en los primeros años 2000. Sí, tanto el combustible como el lastre para el avance están en esa aglomeración denominada La Cámpora, cuya marca de origen fue el funeral público del líder fallecido, que sorprendió a todo el mapa partidario por su crecimiento tumultuoso y que terminó asumiendo el contradictorio papel de juventud conservadora, guardiana de lo logrado y rara vez exigente de cambios más radicales.
En general, hasta ahora, la oposición ha cuestionado a La Cámpora con argumentos más de forma que de fondo. Criticó su ostentación de riqueza, su arribismo y una indefinida “prepotencia juvenil”, con descalificativos que evocan el discurso de Perón contra los “imberbes” en Plaza de Mayo. Pocos reparan en su verdadero talón de Aquiles, que es también el del actual proceso de recuperación del rol del Estado en la economía: la lógica mayoritaria dentro de la agrupación, bien voluntarista y muy poco materialista, basada en “ocupar espacios” y “usar los recursos”, dos adagios reiterados en cualquier conversación con alguno de sus referentes.

Esa lógica interna podría sintetizarse en lo que dijo a este cronista un recientemente incorporado periodista de la agencia Télam, dirigente de esa fuerza: “El partido que gana legítimamente las elecciones se apropia de recursos del Estado, que luego tiene que usar para llevar adelante su programa”. La tesis procuraba justificar la censura y el pensamiento único imperantes en la agencia de noticias del Estado que, para el redactor de las huestes de Máximo Kirchner, “tiene que ser el brazo comunicacional del Gobierno”.

Que un camporista se permita semejante audacia teórica respecto de la agencia estatal de noticias no es especialmente grave, porque el periodismo no deja de ser una actividad económica intrascendente, más allá de la relevancia que pueda llegar a tener en los planos simbólico y político. Bastante más nocivo fue el choque frontal entre los padres peregrinos del camporismo de Aerolíneas (entre los cuales también militaba Kicillof, justo es decirlo) y los gremios aeronáuticos, porque le sirvió a la derecha para machacar contra el Estado –soslayando que con Marsans el fisco también perdía dinero a raudales– y porque desnudó la incapacidad de los funcionarios de la nueva guardia para incorporar a los trabajadores a la gestión estatal de un servicio público clave, que sea eficiente y no por eso atropelle sus derechos.

Para retomar la posta como orientador de la inversión y factor de peso en la economía y para avanzar plantando mojones que no puedan revertirse tan fácilmente, el Estado debe mirarse al revés: trascendiendo en todo al grupo gobernante de turno. Tiene que ceñirse al cumplimiento de objetivos y probar nuevas hipótesis de gestión eficientes, capaces y transformadoras. Lo cual no implica dejar todo en manos de tecnócratas con credenciales importadas sino muy por el contrario, construir nuevas formas de participación popular en la economía y aprovechar el potencial que aún guarda en su seno una sociedad relativamente más educada y productiva y con una inteligencia social históricamente menos fracturada que la de otros países. Eso exigiría a la vez buscar el modo mediante el cual los trabajadores puedan convertirse en sujetos políticos y superen la traba que representa para su desarrollo individual y colectivo la sujeción a los designios de un empresariado impotente y menos nacionalista que los del resto de la región.

La clase privilegiada sabe que le va la vida en revertir los índices de confianza en la intervención estatal que revela la encuesta de la Universidad Di Tella. O al menos en asegurarse que el Estado siga siendo lo que hasta ahora: un mero garante de sus negocios. Por eso se preocupará crecientemente por atacar de forma cada vez más virulenta los flancos débiles de la por ahora tímida contraofensiva estatal: la “politización”, la ausencia de meritocracia, la ineficiencia y el criterio de “ocupar espacios” a puro voluntarismo militante, con una ética y una épica más propias de soldados que de políticos.

Si insiste en esos vicios, La Cámpora no hará más que allanar el camino a la restauración de lo que empezó a cambiar dentro del Estado con la llegada al centro del poder de su primer hijo pródigo.

Eliminación del mal

por Miguel Benasayag

Si bien la cuestión del mal evoca inmediatamente un territorio teológico, místico, la diferencia reside en el hecho de que siempre hizo falta mucha tinta y mucha fe para creer en Dios y que, por el contrario, nadie duda de la existencia del mal. Pero ¿qué es el mal? y ¿cómo podemos pensar hoy, en 2012, esta cuestión? En la tradición occidental, incluso desde sus lejanas raíces griegas, la cuestión del mal inquietó a los humanos: ¿cómo era posible que el mal existiera si la creación era fruto de divinidades?, ¿cuál era entonces la función y los orígenes del mal?

Los maniqueos consideran que la existencia del mal es producto del Angel Caído. Por lo tanto, habría dos fuentes de acción en el mundo: la fuerza del bien y la fuerza del mal.
Para Leibniz, el mal será engendrado en el pasaje de los múltiples posibles en teoría a los que llama “composibles”. El mal nace en este pasaje a la existencia de los composibles; puesto que en él hay conflicto: dado que los posibles en teoría no son todos composibles en la existencia, entonces el conflicto es –como ya lo había advertido Heráclito– “padre de todas las cosas”. Si el conflicto entre los composibles era el padre de todas las cosas, el mal es, ni más ni menos, necesario.
En síntesis, hubo una manzana, hubo una mujer que era demasiado atractiva como para negarse a compartir con ella una manzana; pecado de nacer en el pecado original, pecado de existir. El resto ya se conoce: trabajar y, sobre todo, a soportar el mal como vecino del bien. La carne es pecado, los deseos son pecado, la materia es pecado, el Occidente nace de un pecado original y, como el Occidente es la cultura que se “autodenomina universal”, toda la humanidad queda capturada por este dispositivo.
El mal es inherente a la existencia, pero, y aquí está la cuestión, los hombres y el progreso se prometieron erradicarlo.
La pregunta sería: ¿es cierto eso que piensan los occidentales, que ellos son los únicos que existen y que las otras culturas son sólo escalones “en vías de desarrollo”, es decir, en vías de llegar a ser como ellos? ¿O bien las otras culturas son, tal vez, civilizaciones en serio? Fray Bartolomé de las Casas había defendido, en la famosa controversia de Valladolid, que ¡los indios eran humanos! Salvo que… eran humanos con la humanidad incompleta. El colonialismo, el imperialismo, la normalización disciplinaria, pero también la cura, la educación, el urbanismo, iban a ocuparse de completarles la humanidad a los indios, a los africanos, a los asiáticos, a los marginales, a los locos, a las mujeres…, a todos los “incompletos” del mundo.
Occidente, fundado sobre el mito teleológico de un progreso convergente y final, marchaba hacia las luces, hacia la luz del fin (auto) prometido de toda negatividad, de todo mal: a los otros, los incompletos, seguirlos y obedecerles. Al final de la historia, en el punto omega del padre Teilhard o bien en el comunismo científico de Marx, el mal debía desaparecer.
El médico, el maestro, el colono podían así hacer el mal en nombre de un bien final: civilizar, educar, curar. La promesa de un mundo sin mal, de un mundo donde todo lo negativo debía desaparecer, estructuró las prácticas y el pensamiento de Occidente. El mañana, el futuro, fue por lo tanto, desde la gran historia hasta los ínfimos detalles de las pequeñas historias personales, lo que ordenaba y daba sentido a nuestras vidas: digamos, “hoy no se fía, mañana sí”.
Pero sucede que esta gran cultura occidental se encuentra en crisis terminal y profunda. Y una de las consecuencias más graves de esta crisis reside en el hecho de que ese mal, eso negativo que debía desaparecer, nos vuelve sobre la cara con la fuerza vengadora de lo que habíamos querido reprimir, dominar, eliminar y que nos dice cruelmente: “Aquí estoy”, el mal está aquí, lo negativo no desaparece.
Ahora bien, si intentáramos una rápida distinción entre las diferentes culturas, desde el punto de vista del trato que le han dado a la cuestión del mal, no dejaría de sorprendernos que la cultura occidental sea la única que haya apostado, que se haya estructurado alrededor de esta promesa de la desaparición final del mal. “La única diferencia que existe entre Dios y los hombres –escribía el astrónomo y filósofo Kepler– reside en el hecho de que Dios conoce todos los teoremas desde la eternidad y que el hombre no los conoce todavía todos.”
“No conocer todavía todos”, es la frase que describe la modernidad, ese recorrido temporal hacia la completud. Si el universo está escrito en lenguaje matemático (Galileo), quien conoce “todos los teoremas” controla lo real, la vida y lo existente: puede eliminar el mal.
Ninguna otra cultura que haya existido o exista apostó a esta eliminación del mal; las culturas animistas, totemistas o analogistas corresponden a sociedades que tenían una relación orgánica entre el mal y el bien. No se trata de que en estas culturas no se diferencie el dolor del placer o la alegría de la tristeza; por supuesto que sí. Sólo que esos contrarios se conciben y experimentan como parte de una unidad indivisible. Aun los maniqueos de la Mesopotamia, en el siglo III, si bien dividían claramente y oponían el bien al mal, consideraban al mal como inevitable, incluso necesario para la armonía del universo.
“Doctor, estoy mal”, enuncia el paciente frente a su terapeuta, y aparentemente todo está dicho,: “Usted está mal, debo actuar”. Nadie viene para decir: “Doctor, estoy bien”: el bien, un bien que se pretende separado y separable del mal, nos parece ser la condición necesaria y justa de nuestras vidas.
“No te pregunto a qué raza o religión perteneces; si tú sufres tú me perteneces y yo te aliviaré”: tal es el credo, el dogma de Pasteur que está escrito en el frontispicio de los hospitales parisinos. De esta manera, los cuerpos y los pueblos que sufren “pertenecen” a los doctores que los aliviarán. El mal, el sufrimiento, la tristeza, son síntomas que deben ser eliminados. Y las nuevas tendencias en psicofarmacología y terapias breves adhieren a este credo, “el mal debe desaparecer”.
Una pregunta estúpida me viene a la mente: si el mal desaparece en las curas disciplinarias de los psicofármacos o en las terapias comportamentales, ¿desaparece para dejar lugar a qué? Una vida ordenada solo en el “bien”, ¿sería bien con respecto a qué? ¿Qué es una luz sin sombras? ¿Un día sin noche? ¿Una vida sin muerte?
Nosotros somos los contemporáneos de la pérdida de la gran promesa según la cual “el mal debe desaparecer”. Hemos pasado, sin darnos muy bien cuenta, del historicismo como promesa y fe en el futuro, a la supuesta eliminación del mal posmoderno. Huérfanos de esa ilusión totalizante y evidentemente totalitaria, esa negatividad que no desaparece nos pone en pánico, inseguridad y amenaza. Lo otro, lo inquietante, el extranjero, el vecino, mi propio cuerpo como otro, me asusta. Todo participa de la amenaza.
Donde hubo promesa aparece la amenaza, el futuro radioso dejó lugar a un porvenir cargado de oscuros presagios, muchos de los cuales ya están aquí en el desastre económico, ecológico y demográfico.
¿Cómo se puede vivir con la amenaza? ¿Cómo se puede reestructurar una otra y nueva relación con el mal, ese mal que habíamos creído poder separar de un puro bien inmaculado? Por el momento la primera respuesta es un pánico generalizado: se danza y se juega en un transatlántico, pero se debe quedar uno quieto, paralizado en una chalupa que hace agua.
A falta de lograr ser felices nos contentamos con evitar la desgracia, escribía ya hace un siglo Freud. Es decir, renunciamos a una vida para aceptar la sobrevida disciplinaria. La promesa de seguridad que reemplaza la vieja promesa teleológica nos hace desear la ciudad panóptica, el control permanente de nuestras vidas. Lo que en épocas recientes fue un castigo, deviene hoy algo deseable.
Nosotros mismos construimos nuestras vidas como un conjunto panóptico: Facebook, Twitter, el celular, así como una serie de blogs y otros horrores, están a nuestro servicio para que tratemos de construir vidas transparentes, ya que en la transparencia el hombre postmoderno encuentra la ilusión de seguridad. El mal, ya se sabe, ama los pliegues y rincones oscuros: seamos entonces transparentes.
Scanner y control del propio cuerpo y, al volver a casa, escribir en nuestro blog rápidamente todo, toooodo lo que hemos hecho, publicando en Facebook las fotos que lo prueban: quizás así el mal no pueda poseernos.
Pensemos simplemente el uso del hoy tan corriente celular: el hombre posmoderno se pasa el día informando, a quien sea, de cada paso, de cada embrión de sentimiento o de pensamiento que lo atraviesa. Jeremy Bentham no hubiera soñado mejor que esto, la torre de vigilancia en la cabeza es deseada y pagada en cuotas. Es decir, en cierta manera, el suicidio como prevención a toda enfermedad.
En las culturas no modernas, una de las formas más corrientes de “tratar” la cuestión del mal era realizar prácticas sacrificiales, el don y contradon (potlatch). Los modernos reían de estas prácticas: matar a un pollo en el patio no lo percibían como garantía para evitar el mal. En realidad, las prácticas del don, del sacrificio, no implican un manejo imaginario de lo real, sino más bien la aceptación, por una parte de la sociedad, de la existencia de una pérdida: de que hay mal y que esto forma parte orgánica del bien. Más concretamente, de la vida.
La hipótesis según la cual la modernidad debía lograr una racionalización tal de la existencia que llegaría a erradicar la pérdida, no evitó que el capitalismo, y aun más el neoliberalismo, destruyeran la vida bajo todas sus formas. Todo ocurre como si el deseo de no perder provocara pérdidas inevitables y mayores.
La diferencia entre la modernidad y la posmodernidad en la apreciación del mal es que en la modernidad, autoconcebida como camino no terminado, el mal existe, es incluso necesario, ya que se transforma en un indicador del bien. Por ejemplo, para Hegel o Marx, la negatividad, el momento de lo negativo en la dialéctica, es absolutamente necesario para avanzar hacia una síntesis superadora y positiva. Es en la postmodernidad, “fin de la historia” como la bautizaron los sofistas posmodernos, el mal aparece como sinrazón, como accidente que es necesario eliminar.
De esta manera, el desafío de esta época nos resulta más claro: no es cuestión de competir con las tendencias neoliberales posmodernas en las técnicas de “eliminación del mal”, sino que se trata en realidad de lo que Jacques Monod presentaba como la creación de una “nueva alianza”. Nueva alianza quiere decir una relación orgánica con la vida, con la sociedad y con el medio ambiente, en donde no se separe artificialmente el mal del bien.
–Doctor, me siento mal en la vida.
–Sí señor, es normal sentirse a veces mal en la vida –Más aún, es la actitud de intolerancia hacia este mal lo que hace de él algo insoportable y aún más doloroso.
No hay bien sin mal y, una vez que comenzamos a dejar atrás los dictámenes totalitarios del utilitarismo actual, esa separación nos aparece incluso como ideológica e imposible.
Ni bien ni mal, ni fuerte ni débil, sino fragilidad. Tal es la condición, ya no sólo humana, sino de la vida misma: allí es donde una resistencia a la crisis actual puede comenzar.
Q Texto extractado de un artículo que aparecerá en el número de agosto de la revista Topía. El autor –psicoanalista y filósofo– visita la Argentina en estos días.

El pueblo falta

El pensamiento político y estético de Deleuze

Por Lobo Suelto!

Reímos con el hocico entero cada vez que alguien se nos presenta como especialista en la obra de Gilles Deleuze. Superando la tentación nos hemos sentado a conversar en el bosquecillo que rodea la casa de Montreal en donde vive Alain Beaulieu autor de Cuerpo y acontecimiento. La estética en Gilles Deleuze.
-¿Cabe hablar de una estética en el pensamiento de Deleuze?
-El término “estética” es poco utilizado por Deleuze quien, sin embargo, ofrece análisis originales del estatus de la aiesthesis. Puede hablarse, entonces, de una “estética deleuziana” (así como hay una “metafísica deleuziana” y una “ética deleuziana”), pero debe entendérsela en un sentido determinado. En Deleuze no hay estética en el sentido de Baumgarten, luego retomado por Kant y otros, donde se trataría de distinguir entre, por un lado, el buen juicio y el mal gusto, y en segundo lugar, la belleza y la fealdad, asociando el buen gusto y la belleza. Deleuze sitúa decididamente sus planteos sobre el arte y las sensaciones artísticas más allá de las filosofías de la conciencia de sí mismo (¡¿Qué es filosofía? indica que las aves también pueden expresar potencias artísticas!), así como más allá lo “Bello” y lo “Feo”, siendo que estos últimos remiten a trascendencias de las cuales el inmanentismo deleuziano se disocia de la misma manera que se niega a hacer de la “Verdad” una palabra clave de su filosofía. En Deleuze ya no hay más estudios de estética en el sentido de que se analicen obras ya realizadas para revelar la significación “molar” histórica o historial (Hegel, Adorno, Heidegger, etc.)
Para Deleuze no hay que interpretar el sentido “espiritual” de las obras, y menos aún proponer una historia universal del arte (el capítulo 14 de Lógica de la sensaciónprecisa que hay tantas historias como verdaderos artistas). El desafío estético deleuziano consiste más bien en experimentar las obras en su singularidad situándose lo más cerca posible del proceso vital que las engendró. En otras palabras, Deleuze no busca identificar lo “bello” o interpretar el “sentido” de las obras, sino experimentar la vida no orgánica de las fuerzas impersonales comunes a las sensaciones del experimentador y a las propias obras. Estas líneas demarcatorias permiten despejar dos de las características principales de la “estética deleuziana” (así como de su filosofía), a saber: la búsqueda de inmanencia y la experimentación de las fuerzas. El estudio deleuziano de las sensaciones (lógica de la sensación, bloques de sensaciones, etcétera) responde a estas dos modalidades específicas.
Sin duda, para evitar la confusión con los valores asociados a las estéticas tradicionales (subjetivismo, historicismo, intelectualismo, interpretación, representación, etcétera), Deleuze prefirió no presentar su pensamiento experimental de las sensaciones como una estética. Pero, en realidad, bien podría habérselo considerado como un “esteta puro”, de igual modo que dijo en una ocasión (en una carta a Arnaud Villani) que se sentía un “metafísico puro”.
-¿Y qué resonancias encontrás en relación con las referencias al cuerpo en Merleau-Ponty?
-En algunos de mis trabajos, he sostenido que no hay, en sentido estricto, una “fenomenología deleuziana”. En concreto, Deleuze no se vale de las tecnicidades de la perspectiva fenomenológica tal como se definen en su versión canónica expuesta por Husserl (reducción, epojé, intencionalidad, constitución, etc.) Lo cual no le impide, en prácticamente casi todas sus obras –si no en todas– posicionarse respecto de los planteos de uno o varios representantes del movimiento fenomenológico, sobre todo Husserl, Heidegger, Merleau-Ponty y Sartre. Así, siempre me pareció que la fenomenología tiene un papel muy particular en la dramaturgia deleuziana, sirviendo como punto de referencia desde el cual se definen varios de los elementos más determinantes de la filosofía deleuziana: a la trascendencia del mundo fenomenológico, Deleuze responde desarrollando el modelo de “caosmos” inmanente; al Daseinsanalyse heideggeriano, responde (con Guattari) proponiendo un “esquizoanálisis”; al olvido de Spinoza por parte de la fenomenología, responde haciendo del autor de la Ética el “Cristo de los filósofos”. Mi error de “juventud”, por así decirlo, fue creer que la fenomenología era la principal referencia para captar la originalidad del pensamiento deleuziano, cuando más tarde me di cuenta de que el vitalismo deleuziano es, por excelencia, un pensamiento descentrado o poli-centrado.
En cuanto a la experiencia del cuerpo, me parece que el modelo deleuziano de un “cuerpo sin órganos” responde críticamente al “cuerpo vivo” (Leib) de Husserl, Merleau-Ponty y otros. A mi parecer, la relación intelectual (directa o indirecta) de Deleuze con Merleau-Ponty ha sido en gran medida poco estudiada. Deleuze conocía bien las obras de Merleau-Ponty. Paul Virilio, un amigo de Deleuze, también menciona en sus entrevistas (Viaje de invierno) que él tenía una particular admiración por Lo visible y lo invisible. Por supuesto, en varios puntos, los pensamientos de Merleau-Ponty y de Deleuze divergen (la fidelidad a Husserl, la concepción del cine, la percepción, etc.) Pero queda pendiente un análisis profundo de las similitudes entre sus concepciones de la naturaleza y de la superación de la ontología de la conciencia. Respecto de la cuestión del cuerpo, me parece en cualquier caso bastante obvia la oposición entre el cuerpo carnal que está ideal o perfectamente organizado para realizar la constitución, y el “cuerpo sin órganos” que desprecia las actitudes puramente espiritualistas y en cualquier momento se encuentra sujeto a una desorganización parcial por efecto de fuerzas impersonales y deseantes. El cuerpo físico es “vivido” o “idealmente vivible” e interpreta, mientras que el cuerpo sin órganos escapa a la “vivencia personal” y experimenta.
En los 60, mucho antes del debate de los 90 sobre el “giro teológico de la fenomenología”, Deleuze comparaba la fenomenología con una escolástica moderna. Al hacer esto, reanudaba, de alguna manera, las luchas delirantes y visionarias llevadas a cabo por (Antonin) Artaud –en cuya compañía Deleuze explora algunos síntomas– quien quería, precisamente, “hacerse un cuerpo sin órganos” para desbaratar el plan divino que creó el cuerpo humano del modo más perfecto posible, es decir, dándole la capacidad de venerar en el rezo espiritual.
-¿Y cómo se desarrollan estas diferencias en el campo de lo político?
-Las reflexiones políticas de Merleau-Ponty no tienen ningún papel positivo en el desarrollo del pensamiento deleuziano. El aspecto vagamente utópico (en el sentido peyorativo del término), ciertos puntos de vista políticos de Merleau-Ponty, su apego al historicismo, al igual que sus planteos clásicamente marxistas, son incompatibles con la micro-política deleuziana inspirada más en los artistas (escritores, pintores, cineastas, etcétera) que en los expertos o los clásicos del pensamiento político para imaginar un “pueblo por venir”. Muchas de estas quejas también podrían dirigirse a Sartre, a quien Deleuze, sin embargo, admiraba como un libre pensador cuya actitud y cuyos intereses intelectuales se encuentran, en gran medida, alejados del estilo profesoral de Merleau-Ponty.
 Sería posible contrastar las diferencias entre la experiencia del cuerpo en Deleuze y Merleau-Ponty con sus posiciones políticas respectivas. Por un lado, un fenomenólogo que desea formar una nueva comunidad carnal en cuyo interior los cuerpos vivos constituyan de forma libre, pacífica y sin relación de dominación, un mundo común de significación (bastante cercano a la comunidad de amor o Liebesgemeinschaft de Husserl, o incluso a la comunidad auténtica de Heidegger). Por otro lado, un vitalista que no piensa el cuerpo y la política siguiendo semejante lógica de la redención, sino más bien en compañía de un Spinoza “nietzscheano” para quien el hecho de que no sepamos aún de lo que el cuerpo es capaz, abre a la posibilidad de crear una comunidad de encuentros afectivos entre los seres y la naturaleza (sus fuerzas, sus potencias y sus intensidades) asumiendo el riesgo necesario para producir líneas de fuga, eventualmente de muerte, que son igualmente intrínsecas a la vida. El objetivo siempre es, por supuesto, seguir con vida a fin de continuar al día siguiente.
-¿Y cómo es que estas diferencias políticas se sirven también de sus diferentes perspectivas sobre el arte?
-Deleuze se inspira en ciertos filósofos para pensar la política (la distinción entre potestas y potentia de Spinoza, la “gran política” de Nietzsche), pero el pensamiento político deleuziano también adquiere su forma en compañía de algunos artistas. Deleuze destaca la presencia de un enunciado común en los escritos de una serie de escritores, pintores y cineastas (Kafka, Klee, Straub, Perrault, Mallarmé, Bene, etc.): “falta el pueblo”. De nuevo, queda mucho por hacer para comprender el alcance de este enunciado cuya sencillez en la formulación esconde también implicaciones complejas, sobre todo en las relaciones con la fabulación, lo virtual, lo intempestivo, la creación, la resistencia frente al presente, etc.
Para Deleuze el arte es un medio privilegiado de resistencia frente al presente(en este punto, hay vínculos para establecer con Adorno y Benjamin), y la obra de Bacon no es una excepción, si bien los problemas políticos inherentes a ese maravilloso libro que es Lógica de la sensación permanecen en buena medida “plegados”. De este modo, la crítica pictórica de la representación también tiene un alcance político (la indignidad de “hablar por los otros”), la expresión figural de los diagramas como zonas de indiscernibilidad entre los hombres y los animales (o, más en general, entre los diferentes reinos de la vida) puede trasponerse en una política ecologista, o incluso la capacidad –identificada por Deleuze– en que Bacon sobresale y que consiste en hacer sensibles fuerzas no sensibles por sí mismas, puede indicar el camino hacia la creación de una nueva comunidad afectiva donde los hombres experimenten su pertenencia a un “pluriverso” o un “caosmos”.
En realidad, el sistema deleuziano nos invita a un antiguo modo de pensar y experimentar la vida (quizá sea éste un rasgo “pre-kantiano”), donde la metafísica, la política, la ética y el arte no se encuentran sujetos a reglas y conceptualidades totalmente diferentes. Esto es particularmente sorprendente en Mil mesetas, donde las creaciones conceptuales (liso, estriado, líneas de fuga, máquinas de guerra, rostro, devenir, etc.) se aplican tanto a los animales humanos y no humanos como al arte y la política, e incluso a la metafísica y la organización social. En suma, el foco principal del libro de Deleuze sobre Bacon recae sobre el arte y la estética, pero la conceptualidad movilizada para describir la obra de Bacon también puede ser traspuesta en otros dominios, incluyendo la política.
-Deleuze, ¿usa a Bacon para hacer avanzar algún concepto, o para ilustrar alguno que ya tiene consistencia?
-Una de las novedades de este libro radica, por supuesto, en el tema de estudio, a saber, la obra de Francis Bacon, de quien –que yo sepa– no hay ningún rastro en los trabajos anteriores de Deleuze. Si se la ubica en el itinerario deleuziano, advertimos que esa monografía expresa un interés por las artes de la imagen que encontrará una resonancia en los libros sobre el cine escritos en los años siguientes. Lógica de la sensación hace converger, con maestría estilística y conceptual, varias nociones desarrolladas en los libros anteriores. Tal es el caso, especialmente, de la exploración de los síntomas (aquí: la histeria) iniciada en el libro consagrado a Sacher-Masoch, así como del concepto de fuerza, la serie de devenires (devenir-imperceptible, devenir-animal, etc.), la noción de vida no orgánica y el cuerpo sin órganos que tuvieron importantes desarrollos en Mil mesetas, cuya publicación apenas precede la redacción de Lógica de la sensación.
-Desconoce usted las clases de filosofía y pintura editadas recientemente por la editorial Cactus bajo el título El concepto de diagrama…
Es posible, no hablo español. En todo caso lo festejo, y de todas formas me sigue pareciendo interesante examinar brevemente dos conceptos centrales en el libro sobre Bacon: lo figural y el diagrama. En un texto clásico y casi olvidado (por Deleuze incluso) que fue publicado en francés con el título de Figura, el filólogo alemán Erich Auerbach retrotrae el concepto de “figura” a la antigüedad para referirse a cierta relación de indeterminación entre modelo a imitar y el modelado que intenta copiar dicho modelo. La figura expresa, pues, una relación vaga y ambigua entre la imitación y la invención que no es para nada ni una ni otra. Deleuze relanza implícitamente esa antigua crítica de la mímesis al hacer del arte figural baconiano el operador de una especie de “síntesis disyuntiva” entre la copia (diferencia) y el modelo (repetición). En cambio, explícitamente, dice que toma el concepto de “figural” del libro de (Jean-Francois) Lyotard titulado Discurso, figura de la que despoja, sin embargo, de cualquier referencia al freudismo (universo onírico, matriz fantasmática, etc.) para asociar mejor lo no figurativo y lo no narrativo con la expresión sensible y localizada de una red de fuerzas impersonales.
En cuanto al “diagrama”, que se refiere a una zona pictórica a-significante, Deleuze halla esta noción utilizada por Bacon en sus entrevistas con David Sylvester. Ella traduce la palabra inglesa graph. Pero, en realidad, Deleuze ya utilizaba el concepto en 1975 en un comentario de Vigilar y castigar (recogido con el título “Un nuevo cartógrafo” en el libro sobre Foucault), luego en Mil mesetas, esta vez a partir del semiólogo (Charles Sanders) Peirce. Queda pendiente un estudio profundo de la noción de diagrama en la filosofía contemporánea. Ella también aparece en Wittgenstein y en algunos trabajos del colega de Deleuze de Vincennes, François Châtelet. En cuanto a los conceptos desarrollados en Lógica de la sensación que habrían sido retomados para profundizarlos en las obras posteriores, podemos pensar en la noción de sensación que tendrá desarrollos importantes en el capítulo 7 de ¿Qué es la filosofía?
También parece (si no me equivoco) que la obra de Deleuze sobre Bacon permitió fijar la tarea asignada por aquél al arte, que consiste en hacer sensibles (visibles, audibles, etcétera) las fuerzas no sensibles por sí mismas. Esta especificidad de la obra artística, brillantemente expuesta y ejemplificada en Lógica de la sensación, será retomada especialmente en los libros sobre el cine y en ¿Qué es la filosofía?

Entrevista a Joe Stefanolo

«El perejil es la imagen de la inoperancia policial»


Por Ramón Raggio
Joe Stefanolo defendió a Calamaro, Coppola y Villarreal. Trabaja en causas sobre despenalización: obtuvo el histórico fallo Bazterrica. A pesar del letargo en el Congreso, habló con Marcha sobre el futuro de los perejiles tras despenalizar.

Si se fija la mirada sobre el escritorio el cuadro aparece descentrado. Dos niños de cabellera azul. Uno mira sentado al otro. Son pinturas de su mujer, Graciela Juan. Debajo de ellos está Albino José. Más conocido como Joe, está ligado al ambiente musical rockero desde bastante tiempo atrás. Trabajó con Andrés Calamaro y Luca Prodan. También con Guillermo Coppola durante los polémicos años 90.

En 1986 fue defensor de Gustavo Bazterrica –guitarrista de La Máquina de Hacer Pájaros y Los Abuelos de la Nada-. En un fallo histórico para aquel entonces, logran evitar la cárcel al interpretar la Corte Suprema que el músico ejercía en todo su derecho el artículo 19 de la Constitución Nacional, considerando el consumo de estupefacientes sin daño a terceros como una acción privada.
Nos recibe en su estudio, a cuadras de Tribunales. La entrada da directo a la calle. Se sube por una pequeña escalera en L. Allí 8 sillas y muchos cuadros dan forma a la sala de espera. De pelo largo y barba, aunque de traje impecable, este rockero está lejos del porte tradicional del abogado porteño. Sigue de cerca la discusión en el Congreso sobre la reforma a la Ley de Drogas, pero no está seguro sobre el futuro de los perejiles.
-¿Cómo está la discusión sobre la despenalización hoy?
-Hasta hoy, es delito y vas preso en teoría. En la práctica sucede que muchos jueces, por suerte, están tratando de hablar de exigua cantidad o de aplicar el fallo de la Corte en el tema del consumo, pero bueno la mayoría de los jueces te hace una causa, te lleva a tribunales, te tienen sujeto a la investigación, y en algunos casos si te procesan puede ser con o sin prisión efectiva. Además la cuestión de la tenencia se discute mucho qué cantidad. De pronto podes tener una cantidad que es para consumo, pero es un poquito alta, y te hacen tenencia simple y te procesan. Y si tenes otra causa podés quedar detenido por los antecedentes.
-Está comprendido en lo que sería un paradigma penal.
-Sí, un paradigma penal. Y una cosa que siempre explico es que, por ejemplo la tenencia simple, que tanto se discute incluso con esta reforma se discute cómo meter esa figura esa híbrida que es la tenencia simple. Que no es la tenencia para consumo, aclaremos. Hay 3 figuras de tenencia: tenencia para consumo, tenencia simple y con fines de comercialización. La que sería sujeta a tener el mejor trato de los jueces hoy es la tenencia para consumo, que la mayoría de los jueces la entiende ya aceptando el fallo de la Corte que la declara como insconstitucional y te estarían dejando sin pena. El artículo existe todavía con pena.
-Artículo 14 de la Ley de Drogas.
-Segunda parte. Entonces, la diferencia con la simple es muy poquita. Te dicen: “Usted tiene 50 gramos”. Pongamos que los compraste para consumo. Vos podes tener el consumo de tu mes o el tiempo que te dure. Si vos tenes 50 gramos, algunos te pueden decir “no, eso es mucho”. Porque no valoran o no entienden la ecuación de lo que significa ir a comprar: el riesgo de ir, entrar a un lugar prohibido, no vas a comprar 10 gramos, compras 50 que es lo que podes pagar de tu bolsillo. Y no, es mucho.
Entonces tenencia simple. Eso tiene una pena de 6 años.
-Surge inequívocamente…
-Eso es la segunda parte. La primer parte dice Tenencia, no explica qué. Tener obviamente vos tenes siempre, tanto en la primer figura como en la tercera. A partir de que vos tenés yo puedo interpretar lo que sea. Ahora la explicación de los antecedentes. Cuando vos tenes una tenencia simple en el 2005, y otra en el 2008, ya tuviste dos. La primera puede ser pena en suspenso, la segunda no. Vos podes estar preso por tener 2 tenencias simple. Quiere decir que el tema de los antecedentes es lo que no se ve. Y en el tema de la tenencia, para alguien en contacto con una sustencia por ahí todos los días, lo hace pasible de tener una infinidad de causas, porque si un procedimiento se hace ponele en una plaza, donde el chico para, por ahí una vez por mes en una de esas razzias comunes, al pibe lo embocan todos los meses y en un año tiene 12 causas.
-Los famosos perejiles.
-Así es.
-¿Qué es un perejil?
-El perejil es el que justifica el eslabón de la represión. Con eso vos tenes el presupuesto, el policía genera la estadística de los detenidos, 20 o 30 detenidos, no explica que fueron detenidos por un porro.
-Por el hecho de tener.
-No, directamente detenidos. O sea, ¿Cuántos procedimientos hubo por drogas? 20. A ver, 18 chicos en una plaza con dos porros cada uno, un porro y medio o medio porro. Bueno ahí hay 18. Por ahí tenes 2 que estaban haciendo arrebato, una carterita o algo. Entonces ya sumaste los 20. La estadística va a hablar de 20. “La comisaría funciona bien, che que bárbaro, hicimos 20 procedimientos en una noche y somos eficientes”. No es así. Primero: justifican y permiten pedir mayor presupuesto, pidiendo más recursos en función de esa supuesta prevención. Y generan un gasto inútil. ¿Qué le das a la comunidad con 18 chicos detenidos por tener un porro? Absolutamente nada. La comunidad no se beneficia de eso. Porque, ¿Qué perjuicio te puede provocar un chico que se fumó un porro? Nada. Es una situación de prevención falsa. Cuando sí podes usar, para la gente que necesita tratamiento de verdad, chicos que están con problemas de paco muy graves, presupuesto que no hay, y poner la plata ahí en el presupuesto de tratamiento. Entonces ocupate con el dinero de la prevención falsa, dejá de poner un patrullero persiguiendo en una plaza a un pibe, y ponelo para la ayuda y prevención verdadera, tratamientos, psicólogos, lugares.

-Ese esquema está sosteniendo un negocio.
-Efectivamente. Es un negocio que tiene que ver con la represión, con los fondos, con la zona liberada, con la corrupción, los peajes, con los tratamientos. Los tratamientos son tema de una importante cantidad de fondos que, al no tener el Estado una base, vos caes en los privados. Los privados hacen su negocio, que no es malo sino que está dentro de la actividad lícita, pero no vas a hacer un negocio para todos. Vas a hacerlo solamente con la gente que lo puede pagar. La mayoría no puede pagar. Si tenés fondos, entonces, que no van a la represión yo los pondría ahí. Una vez lo planteé en una nota en el diario, recibí un montón de ecos favorables de la gente que decía, “Para mí está mal despenalizar, pero lo haría solamente porque reconozco que esos fondos son plata que se gasta al pepe”. Por ejemplo a pensar una política en salud y contra las adicciones en general. Ahora se habla mucho de la adicción al juego. Hay que tratarlo a eso también. Pero con ayuda.
-Y la ayuda no se la va a dar el cabo de la Tercera seguramente. Sobre todo si viene de un barrio…
-Yo creo que la sociedad está cambiando, el entorno es bueno y hay avances en un montón de normas, de igualidad, hay cosas que están pasando que eran impensadas. Hay un avance. Hay aceptación y alegría de compartir situaciones diferentes.
-¿Cuántos perejiles creés que hay desde la sanción de la ley?
-Es incontable. Te diría que es ciencia ficción calcularlo. Miles. No sé si alguien lo contó, estoy seguro que hay miles. Yo no he hecho estadísticas, he vivido las situaciones.
-¿Cuántos casos trabajaste vos?
-Cientos. Miles. Miles casos he visto. Podes llegar a 8 mil o 10 mil. Pero son tantos que es un número que no quisiera contar.
-Y si se despenaliza, ¿Qué va a pasar con los perejiles?
-No va a haber más perejiles. Pero pasa que si vos dejas una ley, que deje un puntito, los perejiles van a ir a ese puntito. Por eso es importante ver cómo quede. Por eso es difícil cuando la ley pone cantidades. Nuestra ley tiene muchos problemas pero nunca habló de cantidad, eso es importante. Porque si yo te digo 14, 15, 300 o 500 gramos, siempre puedo encontrar un problema. El pibe compra lo que tenía en plata, eso lo discutía siempre con los jueces. Compras por la plata. La circunstancia de cuanto tengo y lo cambio por la sustancia. Si el pibe laburó todo el mes, se compró todo el mes, y cae en un procedimiento, todo mal. La figura se desplazaba por cuestiones que los jueces nunca entendieron. El chiquito con el porro en la plaza, el perejil, es la imagen más acabada de la inoperancia policial, donde el policía se siente el gran detective porque se llevó a 5 pibes, esa inoperancia absurda, va a dejar de existir. Y va a obligar al policía a hacer otra cosa. Que para eso además se le paga.
-Trabajar, dirían algunos.
-Claro. Investigar, prevenir, evitar que asolen a su barrio donde le toca actuar en hechos de gravedad y dejar la plaza, sacar el patrullero de ahí. Pero bueno, algunos no te dejan entrar ni al perro a la plaza. Una plaza sin perros ni pibes no es una plaza.

De-Generaciones-políticas y reconocimiento

Por Juan Pablo Maccia

“Encontré a Borges en los años 80, intentando cruzar una calle. Un impulso cholulo me llevó a tomarle del brazo para ayudarlo a cruzar. Solo le dije: ‘Borges, es usted para mí un admirable enemigo. Soy una veterana de guerra, una revolucionaria’. El anciano me dio el brazo y acotó: ‘No se preocupe, estamos los dos ciegos”.
S.S.
Con nuestros contemporáneos, sabemos que la política no se deja confundir con ninguna otra instancia estructural o dimensión sociológica clave (no es la economía –estúpido–, ni la moral, ni el derecho). El análisis político requiere de una comprensión inmanente de las situaciones políticas del presente a partir de sus propios términos, y de los modos en que estos se relacionan. En este articulo, los términos políticos en cuestión serán las generaciones. Y sus relaciones específicas constituyen el problema a determinar.
Hace tiempo que percibo la existencia de, por lo menos, tres generaciones activas en la vida política argentina: la generación del 73, que hoy gobierna; la del 2001, que hoy carece de protagonismo político; y la generaciónjoven que ingresa a la militancia tras la muerte de Kirchner, y que llenó el estadio de Vélez hace unos pocos meses, a la que podemos llamar –para seguir con las fechas– generación 2012.
Sobre la generación 2001 he escrito de modo abundante. Al respecto se me han hecho señalamientos contradictorios.  Mi impresión es que esta generación es bastante poco política. Diría que es más bien “filosófica”. Su acción resulta inseparable de un saber secreto: que el sentido no preexiste. Este saber le da una fuerza intima, una aptitud para actuar en el sin-sentido; y al mismo tiempo la condena a una debilidad pública, una ineptitud para entusiasmarse con creencias ya-dadas. Me han criticado el no tomar en cuenta la exitosa participación de miembros de esta generación –los cuadros cuarentones– que integran el gobierno en un lugar privilegiado. Cuando indiqué que estas participaciones no se sustentaban en una construcción de poder propio, sino que venía “de arriba”, y que había algo del orden de la conversión en quienes se sumaban al régimen de creencias elaborada y sostenida por las otras generaciones, se me criticó haber citado como caso ejemplar el trayecto completo del fallecido Iván Heyn.
Sobre la generación más joven no me he pronunciado hasta el momento de un modo decidido. Son ellos –que no vivieron la experiencia de la crisis, sino el discurso de la reparación nacional y social– quienes deben tomar la palabra en nombre propio a partir del que habitan este tiempo. Si la generación 2001 guarda el secreto del nihilismo (y, tal vez, el de sus modos de salida), esta novel generación debe pasar aún la prueba de la construcción propia, inseparable de la creación de lenguajes políticos propios.
Pero la generación de-generaciones de la que quiero tratar ahora es la malograda e insoportable generación del 73. Y para ello voy a hacer referencia a los textos que componen Testamento, del veterano militante montonero Héctor Ricardo Leis, cuyo principal mérito es el de una disposición excepcional que le permite desplegar una escritura no mistificada de la generación. Su principal demerito, en cambio, es haberse dedicado a la meditación de base filosófica para evaluar su pasado político, lo que lo conduce hacia ciertos enunciados pretenciosos y escasos de sustento (pienso en el modo en que declara “inexistente” a la generación de los 70 (la generación que existió propiamente, nos dice, fue la de los 60) o en la calificación de “terroristas” a las organizaciones que siguieron la táctica de la lucha armada en condiciones urbanas o en el modo juzga legítimo el accionar de las fuerzas armadas durante aquellos años (sin que, claro, esto se constituya, ni de cerca, en una justificación de la represión criminal de la dictadura).
Con matices y aclaraciones, tomo esta referencia por lo que habilita, en términos de una lectura original del papel de las generaciones en la política. Su planteo se basa en un esquema simple y eficaz: la Argentina se desdobló política y militarmente en dos generaciones: la de quienes querían cambiar la naturaleza del poder gobernante (los revolucionarios y sus organizaciones) y la de quienes deseaban conservarlo (los conservadores y sus Fuerzas armadas).  Leis asume que esta guerra generacional opuso a parricidas a filicidas. Y que incluso el lugar de los “nietos” desaparecidos se debe explicar a partir del hecho de que los filicidas se creían salvadores de nueva generación.
El propio Leis recuerda su paso por Montoneros en términos de una cierta resistencia a emplear la táctica del asesinato político como modo de determinar al miembro más prominente de esa generación anterior (al propio Perón). 
No quiero meterme ahora en el debate que suscitó la entrevista a Héctor Jouvé –que Leis cita– en la que analiza los fusilamientos del EGP, la guerrilla conducida a fines de los 60 por Jorge Masetti que estaba vinculada al Che Guevara. Indico el hecho de que Leis extiende el asunto a la generación entera. A la izquierda también, no solo al peronismo. La citada entrevista ha dado lugar –como Leis recuerda- a una larga polémica de tinte moralista, a partir de un texto inicial del filósofo Oscar del Barco, y en la que luego se sintieron obligados a fijar posición casi la totalidad de la intelectualidad de izquierda del país. Allá los moralistas, los intelectuales y allá también el modo en que cada generación salda su propia historia política. No es ahí donde creo que hay que escarbar.
Sí, creo, más bien, que la posibilidad de leer los derroteros de una generación nos permiten comprender que los problemas políticos no son estáticos y que el tiempo los replantea. Los problemas políticos evolucionan, no hay nada más pavote que repetir escenas o fórmulas cuando los problemas han mutado.
Como se ha dicho muchas veces –aunque cada vez se lo considere con menor énfasis–, un problema para nosotros, los que nos ocupamos de la política, es el peso de las generaciones pasadas sobre las presentes. Un peso que oprime la conciencia de los jóvenes. Hay una generación, la del 73, que no para de hablar. Y habla de todo. Y dice haber vivido de un modo tal que hay más remedio que escucharla atenta y eternamente. No deja de llenarse de gloria. Una generación enferma, ayer y hoy, en su deseo de poder.
Y hay otra generación, la 2012, que engordó mágica e imprevistamente –según dicen sus referentes–, que asume una continuidad más o menos lineal y armónica con la narración que no para de oír. No niego que no pueda haber una identificación saludable desde el punto de vista afectivo, ni que haya algo nocivo en una comunicación de orden mítica, de cierto espíritu de lucha y de entrega que las nuevas generaciones se dispongan a recuperar para sí. Pero es innegable que hay un riesgo inmenso en la falta de ruptura desde el punto de vista de la evolución de los problemas mismos que a la política necesariamente se le plantean.
Claro, el diagrama se completa con la generación intermedia, la de 2001, que ha sucumbido ante el peso aplastante del homenaje y la incondicionalidad con la que recibe a los nuevos. Este conglomerado humano ha carecido de la astucia necesaria para saber acomodar los melones en el camino, sin imaginar, seguramente, que ese carro desvencijado es el de la historia.
La política actual resulta inseparable del arte del gobierno de las generaciones (en los dos sentidos del genitivo). A cada una de ellas se le da el crédito espiritual necesario para cerrar sus heridas y realizar sus más profundas añoranzas. A cada quien se le ofrece lo más inesperado: a los más viejos, un final feliz. A los 2001, un sitio en el mercado. A los mas pibes, una época de construcción de una nación emergente. El kirchnerismo pasa, así, de la reparación histórica a la satisfacción subjetiva, haciendo política en base a un componente esencial común a las tres generaciones: el deseo de reconocimiento

Con todo, este tiempo detenido de la política actual esconde un dinamismo dramático que no conviene subestimar. El reverso de las generaciones es de naturaleza infame. Está constituido por una zona oscura, ciega, un fondo sin el cual ninguna figura luminosa brotaría. No es fácil individuar la infamia. En general, solo percibimos individuaciones luminosas. 

El apellido Ferreyra, sin embargo, puede ayudarnos. Con ese nombre fueron asesinados de personas “jóvenes”. Una en el monte santiagueño; otra en las militancias obreras ferroviarias.  Ninguno de los dos cabe en estos esquemas hoy luminosos. Este transcurrir sin kairós nos recuerda la fábula del rey David y su hijo Salomón. Cuando al artesano de la corte le fue encomendada la confección un anillo real capaz de recordar las vicisitudes del devenir, su pequeño hijo le aconsejó al obrero la siguiente inscripción: “Todo pasa”. 

La memoria de un sonido

Una conversación con Lucrecia Martel

por Paula Jiménez

En una entrevista decís: “Podríamos discutir si el lenguaje sirve realmente para la comunicación o si en realidad lo utilizamos para encubrirla…”
Sí. Me parece a mí que en nuestra educación hay una visión muy simplificada de todo lo que significa el lenguaje, o el habla en realidad, ya que la función que prevalece para esta cultura parece ser la del sentido. Y el sentido significa la preci­sión, el éxito de la comunicación. Pero en verdad, todas las funciones que cumple el lenguaje son mucho más complejas que esa, la exceden por completo y envuelven un montón de otras cosas en su mayoría emocionales, no traducibles en significa­dos e imposibles de referir. Es toda esa parte la que me resulta más atractiva a mí, y me parece que a la mayoría de la gente. El lenguaje significativo está en muy pocos minutos de nuestra vida, el resto del día lo que nos rodea es otra cosa.
John Berger dice: Si a un escritor no lo mueve el deseo de la mayor precisión verbal posible se le escapa la verdadera ambigüedad de los acontecimientos.
A mí, los diálogos me resultan la parte más delicada de escribir y dirigir una película. Me tomo muchísimo traba­jo, justamente por eso, el esfuerzo es preciso, pero intento evitar esa aparien­cia de precisión y efectividad que no tiene en verdad el lenguaje, o la tiene pocos segundos al día. Cuando hablo del lenguaje pienso en el habla que es el sonido. Y cuando está involucrado el sonido, es ahí donde se vuelve mucho más exquisita la situación, porque el sonido es continuo y es absolutamente físico. Es en el punto del sonido donde se une la lengua con el aspecto físico, entonces para mí la particularidad de los diálogos está en algo distinto a la expresión. El extraño hecho de que uno escribe algo que tiene la complejidad y rareza de lo que luego se expresará en sonido a través del cuerpo, es un enor­me esfuerzo condenado al fracaso. Ese esfuerzo va a fallar y solamente se va a volver a transformar cuando el actor lo diga y luego, sobre eso, voy a corregir con la memoria de lo que escuché, no con la memoria de lo que escribí. Por eso lo que me interesa del cine o de la narrativa, está muy ligado al sonido en ese sentido. Es la memoria de un sonido que uno transforma en escritura para que se vuelva otra vez a transformar. Es un mecanismo de pura entropía y lo que desesperadamente busco es recu­perar esa cosa inasible, física, ambigua, que es el cuerpo que habla. El cuerpo que emite sonido hacia otro al que intenta acercarse.
Volviendo a Berger, él dice que la cre­dibilidad en el arte proviene de un re­conocimiento mudo del misterio. Y en tus películas se vislumbra algo así, en ellas la cosa no está del todo dicha.
Eso, creo, es producto de un milagro a cerca de cómo una está en el set en el momento de la filmación, más allá de cómo sea exactamente el guión. Hay una cosa difícil de explicar: vos escribiste el guión, elegiste a los actores, a la gente del equipo, viste los lugares antes, desechaste un montón, tomaste mil decisiones que tamizaron las infinitas posibilidades de la realidad y dejaron sólo algunas que son las que tenés adelante cuando vas a filmar y, sin embargo, en el momento en que todo eso se pone en funcionamiento, hay algo muy profundo que querés saber y que no sabés. Algo que, probablemen­te, no sepas nunca sobre todo eso que está hecho ahí. Esto es difícil de explicar porque vos sos la gestora de ese artificio y, sin embargo, todo eso genera otra cosa sobre la que no tenés ninguna certeza, sino más bien una enorme curiosidad. Pero si uno no mantiene esa actitud en el set, pierde lo más importante de hacer cine. El sentido que tiene para mí realizar una película es el de poner delante mío algo que me permita descubrir otra cosa. Hay como una exaltación del cine, unas ansias de hacer con lo que vaya apare­ciendo – que no critico- , pero mi modo es elegir hasta la última cosa que aparece en la pantalla, aunque no con el ánimo de ser indicativa sino porque creo que por esa combinatoria de cosas elegidas quizás aparezca el espectro de otra inesperada.
Muchas veces, en tus películas, imagen y sonido mantienen una relación indirec­ta, o paralela, se produce un encuentro un tanto extraño entre estos elementos. Esto genera una sensación de cierta complejidad perceptiva para el especta­dor. Es como si el argumento se hubiera desplazado, o estuviera corriendo por un lugar inasible a simple vista.
En general el sonido en las películas es demostrativo de lo que ya estás viendo, esto se debe a una mala comprensión. El sonido para mí genera un fluido que hace presente muchas cosas no inme­diatas. La fuerza técnica de esto es que, si vos estás filmando a alguien en un plano corto y se escucha el motor de la heladera, o la pava, no hace falta panear por la cocina para reconocer donde está el personaje. El lugar está presente no sólo en tu cabeza sino en todo tu cuerpo, esa es la fuerza del sonido. Hay muchas imágenes que genera el sonido que no están a la vista en la película y eso va envolviendo al espectador.
En “La mujer sin cabeza”, en el mo­mento en que Verónica le dice al primo “creo que maté a alguien”, él gira y en su cuello se ve la marca de un beso que evoca la infidelidad de ambos, el engaño, y la escena que le vuelve al es­pectador a la memoria es la de ellos dos juntos. Lo que se puede observar ahí es como una superposición de tiempos…
Hay una cosa que tiene el habla que es muy interesante respecto del tiempo. Cuando alguien habla puede usar los verbos en presente, pasado o futuro, esa propiedad temporal que tienen las palabras, genera, para mí, la disolución de la idea del desplazamiento cronológi­co consecutivo. Si yo estoy acá y cuento algo que a vos te importe del pasado, ese pasado nos va a empezar a agobiar y las emociones de esa escena también. Esa idea física de que cuando hay una cosa no hay otra, se destruye con el len­guaje. Volviendo al beso en el cuello del personaje, esa es una huella clarísima de una escena pasada en la película que se va a hacer presente en el espectador.
Llama la atención de tus películas, con respecto al vestuario y las ambienta­ciones, e incluso con ciertos modismos del lenguaje, la atemporalidad. Aunque reconozcamos una época, esta época puede abarcar un período de 20 años o más, finales de los 1980 a 2000.
Yo creo que estoy haciendo el cine que no se pudo hacer en los ’80, por eso no me siento nada moderna. En esos años no se podía expresar demasiado lo que estaba sucediendo, era el final de la dictadura y los primeros tiempos en de­mocracia. A mí me parece que nuestra época está tan afectada por ese pasado que hay cosas que es mejor verlas casi como superpuestas que tratar de sepa­rarlas. Por ejemplo, el mecanismo de di­solver la responsabilidad, en una familia o en una clase social, era algo alevoso durante la dictadura, pero también lo es hoy y de una manera más sofisticada y aceptada. Tiene que ver con una idea de mal en el tiempo. Un terremoto en 15 minutos puede destruir una ciudad, pero también la pobreza la puede des­truir en 20 años, con la misma violen­cia. Si vos ves una ciudad que acaba de sufrir una catástrofe climática, se parece muchísimo a una abandonada. Entonces, al mal inmediato, al del disparo, al daño perceptible en un lapso corto lo podemos evaluar y juzgar, pero cuando se extiende en el tiempo parece que fuera imposible encontrar responsabilidades y víctimas. Sobre la dictadura, cuya violencia fue aplicada de un modo directo, extremo, emulable a una catástrofe, hay cosas que sí podemos pensar, podemos decir “esto destruyó gente”, pero a este sistema que destruye en un período más largo de tiempo no lo vemos como un sistema ase­sino. Claro, ¿cómo decir en este país que la democracia es asesina si estamos a pe­nas tratando de defenderla para que más o menos se fortalezca? No se puede decir algo así, pero, sin embargo, este sistema, en otra escala de tiempo, también es absolutamente injusto. ¿Cómo se disuelve hoy la responsabilidad sobre la muerte, el dolor? Si vos querés acercar esos mundos, una especie de acronismo sirve porque ya no importa la precisión; ese acronismo te permite flotar en esa situación, lo que pasa es que tenés que medirlo bien y armar una cosa compleja que te permita abordar tres décadas.
Cuándo, al final de “La mujer sin ca­beza”, Verónica pregunta por la habita­ción 818 ocupada en el fin de semana de la tormenta y la empleada del hotel no encuentra registro, una podría interpretar, por ejemplo, que su primo hizo desaparecer las pruebas de haber estado ahí con ella. Como si flotara en la atmósfera ese sistema de valores y el encubrimiento y la desaparición de las pruebas formaran parte de esa idiosin­crasia, o de la idiosincrasia de cierta clase social.
Es como si borrar las pruebas de una pequeña infidelidad permitiera borrar las de un crimen, o a la inversa. Borrar es borrar. Desresponsabilizarte, negar algo en lo que has tenido una impor­tante parte, es también hacer un aguje­ro en tu vida, no es solamente negar un hecho. Se va creando un agujero negro que se va comiendo un período enorme. Es como las parejas que deciden no ver­se nunca más y tienen un gran resenti­miento; yo creo que jamás podría ir por ese camino, debido al terror que me da que desaparezca una parte de mi vida. Porque si vos negás mucho a alguien, por odio o por lo que sea, eso empieza lentamente a erosionar y un día no te vas a acordar de nada de esa época. So­lamente para no recordar a esa persona vas a tener que borrar viajes, ¡tantas cosas vas a tener que hacer desaparecer! Cuando estábamos filmando “La mujer sin cabeza”, a una de las actrices, de mi misma generación, le había pasado algo con su hija y ella trató de acordarse de cómo era ella misma cuando tenía la edad de la chica, pero no recordaba porque aquél había sido un período de mucha negación y terminó olvidándose de sus propios recuerdos. Hay cosas que tomamos muy livianamente y que al final significan la muerte para uno. Es lo mismo que pasa con la felicidad. Tenemos una idea muy miserable de la felicidad, excluyente. La felicidad de la clase media – alta implica, tal como están las cosas, la infelicidad de un montón de gente. Esa es una cosa horrible de aceptar y podemos pasar la vida negando esto. Pero hay una con­ciencia íntima y profunda, que nunca se termina de atontar y que le hace saber a cualquiera, hasta al más cretino, que existió siempre otra posibilidad de la felicidad, una felicidad para todos. Una felicidad por la que no te avergonzarías de la propia dicha porque sería también la de los demás. Pero esa no fue la que elegimos. Nosotros nos conformamos con una felicidad medio chicona, mise­rable, como te decía antes. Reconocer­nos en esta clase de felicidad, hace que la alegría de la propia vida disminuya. Cuando uno niega algo, eso crece. Es un monstruo que se agranda en cuanto vos decidiste abandonarlo y hacer como que no existe.
En “La niña santa” hay una especie de duplicación que se repite en varios momentos de la película. Aparece Gra­ciela Borges con los auriculares diciendo mamá, mamá, y después el personaje de Mercedes Morán, en una escena casi idéntica. La cuestión de los hermanos mellizos que se esperan hace eco en la relación entre Helena y su hermano, el personaje de Urdapilleta. También sobre el final el personaje de Julieta Zilberberg le dice a su amiga: “siempre te voy a cui­dar porque soy tu hermana”. Eso para nombrarte algunos lugares que recuerdo donde observé esto que me hace pensar en la paranoia crítica del surrealismo, donde un elemento en un cuadro se refleja en otro que más lejos repite ese contorno casi idéntico…
No lo había notado. Pero lo que yo creo que se dan mucho, y que a mí me divier­te, son los personajes compuestos por más de un sujeto. Una vez en un curso en Costa Rica, un chico trajo un audio de tres hermanas, tías o abuelas de él, que le daban consejos sobre el matrimonio. Funcionaban como un personaje de tres cabezas, como una unidad de intención. Eso pasa muchísimo, necesitás de otro que termine de darte la figura.
En “La ciénaga” el personaje de Grego­rio dice en un momento en que se está secando el pelo, algo así como “Fíjense lo que se lleva Isabel”, como si cuidar fuera enunciar un peligro que en el fondo no se reconoce como peligro, como si se cumpliera con la pantomima del cuidado, pero no con el cuidado en sí. Creo que, en general, en tus películas no aparecen adultos capaces de velar por otro, o por una criatura por ejemplo.
La condición de adulto es así vista en una escala de tiempo de 70, 80 años, pero me parece que nuestra sensa­ción de desprotección y abandono es enorme. Damos por hecho que el rol del cuidador debe ser cumplido por un adulto, pero es tan difícil, porque la vida te deja siempre, en el fondo, en una situación de niño desprotegido. Cuando uno se empieza a dar cuenta que los padres de uno están tan abandonados como uno, empezás a aterrorizarte, te preguntás: ¿acá quién es el que cuida? Yo no estoy haciendo ninguna observa­ción acerca de si cumplimos o no con nuestras responsabilidades de adultos, sino que mis preocupaciones son más en torno a la existencia humana en donde la vida adulta y la infancia están muy cercanas entre sí. En “La niña santa”, claramente, los personajes adultos eran como chicos jugando. Creo que eso es lo que pasa. Cuando uno es adulto lo que hacés son un montón de gestos que te parecen que son adecuados a tu edad, pero en el fondo son imitativos de algo. En “La niña santa”, el hermano de Helena, por ejemplo, que en verdad era un inútil que no tenía trabajo, ni hacía nada claro, estaba siempre mirando la hora, muy preocupado por una cosa que verdaderamente no cuenta en su vida y que es el tiempo. Muchísimas veces notás en ámbitos muy serios una gran mala actuación en torno al rol del adul­to. Como actores que no saben actuar.
¿Qué relación hay para vos entre la infancia y el terror?
Me parece que hay un terror que es sumamente positivo y uno destructivo. Un chico que se va a esconder cuando siente que el padre abre la puerta, no ex­perimenta un terror muy constructivo. Más bien este lo aplasta, lo achica, pero hay otro terror que amplía el universo, que lo vuelve más complejo. Los chicos tienen mucha habilidad para ese tipo de terror: el de las puertas secretas, los rin­cones. En la naturaleza indefinida de las cosas – eso que a medida que uno crece va intentando fijar y determinar, para obtener dominio -, en su ambigüedad, en esa cosa imprecisa, hay una potencia del universo que después vamos per­diendo. Esa visión adulta clasificatoria, esclarecedora, con que se trata de conte­ner al niño y sacarlo del miedo, creo que es errónea también. Deberíamos encontrar otra forma de desarticular esos terrores, no racionali­zándolos sino transformándolos en otra cosa. A mí me gustaría escribir cuentos de terror, hacer algo sobre eso, sobre huellas, rastros en las cosas cotidianas que confirman la presencia de lo fantás­tico. 
Blog de Paula Jiménez: www.besotaiwanes.blogspot.com

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Geopolítica de las luchas

por el Colectivo Uninomade


1. La fractura del espacio europeo. Todos están buscando una salida de emergencia. El ritmo de las transformaciones se acelera y, al mismo tiempo, rompe toda linealidad: la governance financiera aparece cada vez como un complejo dispositivo de fragmentación, y las tentativas de estabilización, terminan precisamente reafirmando la turbulencia constitutiva de la crisis. En este contexto, la tentación de aceptar el simple rol de cartógrafos de la crisis, de archivistas de la complejidad del presente, podría volverse fuerte.
La “fragmentación”, la “complejidad” son datos indiscutibles de nuestro presente: el riesgo, sin embargo, es que se transformen en un mantra encantador, tanto de la práctica teórica, como de las luchas. Las precauciones de quienes saben moverse en una delgada línea deben, por tanto, combinarse, no sin cierta audacia, en un intento de mirada más larga, en la identificación de las líneas de fractura dentro de las cuales se mueven las luchas, tras la experimentación de los dispositivos de recomposición posible y la elaboración de propuestas programáticas. Las recientes elecciones en Francia, Grecia, Alemania e Italia nos dan elementos para reflexionar y desplegar estos problemas. Primer dato: la pretensión hegemónica del “modelo alemán”, y el supuesto indiscutible de la austeridad como fundamento de la política europea han sufrido graves daños. Este hecho fundamental, dentro de la complejidad y de las contradicciones propias del contexto, se confirma creemos, incluso después del voto griego. La victoria de una frágil coalición conservadora-socialista, victoria que se mide en el marco de una presión internacional y mediática, ha levantado la figura grotesca de lo nacional-conservador como un brillante ejemplo de europeísmo helénico y austeridad económica, pero no puede ocultar el avance, aunque sólo sea en el plano electoral, de las fuerzas que están asumiendo el reto de un espacio europeo radicalmente distinto al previsto por la governance financiera. Incluso los mismos actores de aquella governance lo saben.No es casualidad, después de haber descorchado unas cuantas botellas al grito de “¡Grecia ha elegido!”, casi como para exorcizar el miedo que deben haber sentido, que hayan escrito luego tímidas apelaciones de todo corazón a la canciller alemana para que “no tire mucho la cuerda”. El panorama general no empieza nada bien para los fundamentalistas del modelo alemán: las elecciones nos traen una Holanda que pone en crisis el pacto franco-alemán, la misma Merkel se ha debilitado en el frente interno, mientras que en Italia la Liga y el Pdl han aflojando la cuerda, en cambio el Pd no se beneficia en nada de todo esto. En este panorama cambiante, la respuesta de al menos parte del establishment era invocar un apremiante llamamiento al “crecimiento”. Tomemos nota de que la fase en la que la austeridad como lema único,  era ferozmente repetida, se da por terminada por algunos de sus propios partidarios. La idea de que el crecimiento era una suerte de efecto “obligado” de las políticas de ajuste, el premio por el ataque al estado de bienestar, a los recortes salariales y a la precarización del empleo, comienza a ser archivada. Sin ningún remordimiento, obviamente.
El resultado es, sin embargo, aunque quizás aún como tendencia, la fractura de la zona europea, y no se puede remediar fácilmente. Los llamados al crecimiento no son otra cosa más que una forma de tranquilizar  y “moderar” declarando la insostenibilidad de la arquitectura europea centrada en el “modelo alemán”. Modelo que se basó en la presencia de la alta productividad, los bajos salarios y en recortes en el welfare y que se planteó, a partir de la adopción del Pacto Fiscal, como norma fundamental del ordenamiento material europeo, incluso imponiendo, mediante la adopción de un presupuesto equilibrado, los procedimientos y plazos para el ajuste de las constituciones formales en Europa. Este intento, de afirmación hegemónica sobre el conjunto de Europa que está en plena crisis llegó más rápido de lo que nadie hubiera podido imaginar. Seamos claros: evidentemente no hay esperanza en los recursos de las social democracias europeas, incapaces por mucho tiempo de pensar en alternativas al poder del capital financiero. Pero sería una imperdonable miopía política el no aceptar de inmediato este dato: nos estamos moviendo dentro de una fractura histórica del modelo en el que las mismas instituciones de la Unión Europea se constituyeron. Ya en una editorial anterior, hemos identificado la necesidad de “recuperar Europa”, la urgencia de la apertura de una dimensión europea de la lucha: esta urgencia es ahora tanto mayor, cuando el intento de una “revolución desde arriba”, impuesto por Alemania, con la adopción del Pacto Fiscal, ha demostrado su impotencia y sólo ha venido a acelerar el proceso de destrucción de las instituciones europeas.
Cualquier nostalgia soberanista en este momento sería imperdonable. El “Global may ” fue un movimiento fuerte, pero sobre todo mostró, al menos potencialmente, dimensiones, modalidades y lenguajes transnacionales. Mientras que en Italia – a excepción de la lucha, bien arraigada No Tav – se perfila un curso de recomposición de las formas diseminadas de los conflictos sociales, desde España a los EEUU, huelgas sociales, occupy y revueltas estudiantiles, refuerzan las tendencias que hemos identificado. El Blockupy de Frankfurt también representa una importante herida para la presunta excepcionalidad de la crisis alemana, que, hasta ahora desde un plano institucional, se ha reflejado en los movimientos sociales, a fin de restablecer los clichés de solidaridad internacionalista con las luchas en el sur de Europa. Sin embargo, todavía es difícil decir si el asedio al BCE es el primer paso de la iniciativa política hacia un plan común, o, más bien, la última etapa del ciclo alter global. Tal vez, mientras más realista y positiva sean estas contradicciones, simultáneamente permitan mantener la fuerza de las luchas europeas y transnacionales para responder a corto y mediano plazo.
Lo cierto es que a pesar de este potencial, la fragmentación todavía existe y la brecha entre lo “nacional” de las luchas y la amplitud del espacio geopolítico de las transformaciones debe ser abordado con determinación en la agenda de los movimientos sociales: no puede ser cargado, como algunos signos de los días de Frankfurt han dejado entrever, por el simple recurso a una especie de “solidaridad” internacionalista con los países “más débiles”. Pero, sobre todo, vuelve a surgir cada vez más fuerte, la extraordinaria importancia del Mediterráneo, y su asimetría radical respecto al orden “espacial” dado por la governance europea. Si de hecho, como todo indica la brecha entre la Europa “alemana” y la “mediterránea” está destinada a aumentar, corresponderá a los movimientos construir una verdadera y propia “geopolítica de las luchas” que asuma al Mediterraneo como nodo fundamental para una redefinición radical del espacio europeo. La construcción de una salida estratégica “europea” por lo tanto, vuelve a exigir la identificación urgente de formas de conectarla con las luchas de Egipto y Siria. El Mediterráneo es ahora el lugar de la recomposición de la lucha de clases contra el fundamentalismo y los establecimientos militares: en la decadencia de la arquitectura institucional de la vieja Unión Europea toda posible reinvención del espacio político europeo pasa exactamente a través de la capacidad de hacer resonar las luchas en las orillas del Mediterráneo. Primer punto entonces: fractura de la vieja Europa frente a  una nueva “imaginación geográfica” dictada por las luchas.
2. La riqueza de la lucha, el welfare del común. Sin embargo, las luchas también nos dicen muchas cosas acerca de la cuestión del crecimiento. Evidentemente, debemos ser cautos para asimilar las luchas que se mueven en contextos muy diferentes: la heterogeneidad, como hemos subrayado, es una parte constitutiva de las luchas, así como es un dato ineludible el campo de la subjetividad y, en general, el del trabajo vivo hoy. Pero un dato de fondo que unifica las luchas de los Occupy con las de las orillas mediterráneas debe aún ser reiterado: se trata de luchas que expresan toda la riqueza actual y la fuerza de la cooperación social. Las políticas de austeridad han producido desesperación y tristeza; una “caida” decididamente desafortunada, como señalaba días atrás Christian Marazzi. Pero en todas las luchas, desde la de los indignados hasta las del mediterráneo, se expresa, por el contrario, una riqueza del común, de la inteligencia colectiva, que trasciende claramente los perfiles sociológicos de quienes animan las calles, las ocupaciones, los experimentos de resistencia que se mueven en la crisis. Sectores de clase media en vías de rápida proletarización se entrecruzan, dentro de estos movimientos, en las diversas formas del occupy, con un proletariado que carece de perspectivas de movilidad social, y ese encuentro, al interior de los movimientos, aferra a los primeros a la defensa identitaria de la cultura y de la creatividad, y a los segundos, a seguir el riesgo de un nihilismo sin futuro; el objetivo es liberar ambas del aislamiento sectorial, de toda depresión de la crisis,  permitiendo la manifestación de la fuerza de esta nueva composición a pesar de su heterogeneidad. El común es en el fondo este encuentro, ciertamente no liso y carente de conflictos; es este lenguaje nuevo que permite expresarse libremente –para utilizar las palabras de Marx –moverse en él sin reminiscencias, olvidando la lengua natal.
Luego, es precisamente esta riqueza del común la que indica una auténtica estrategia de salida basada en el rechazo al llamado a los sacrificios: las luchas, precisamente al radicarse en un tejido productivo tan denso y articulado, encarnan una auténtica “crítica de la economía política», una crítica evidente a ese postulado de la “escasez” que ha dirigido la triste ciencia de la economía liberal y que renace continuamente también en la  penitencia retórica de izquierda. Frente a esta riqueza sigue siendo irremediablemente sorda también toda reanudación “socialdemócrata” del discurso sobre el “crecimiento», que, en el mejor de los casos, sólo es capaz de impulsar una tímida reforma de la planificación estatal. Cada relanzamiento del “crecimiento” hoy debe dar cuentas sobre esta cada vez más evidente fractura, entre la fuerza de la cooperación social y el empobrecimiento producido por los dispositivos financieros de la captura del común. Cualquier hipótesis socialdemócrata o keynesiana se encuentra atrapada en la insoluble contradicción entre los tiempos breves de los mercados financieros y los tiempos de mediano plazo de la salida de la austeridad. El problema es como reapropiarse de los tiempos de la subjetivación, como permitir a la fuerza de esta composición hincar el diente directamente sobre el terreno político, incluso utilizando y ampliando los resquicios y los intersticios que en un futuro inmediato los programas anti-neoliberales ofrecen o prometen.
El espacio que se abre tras la crisis del modelo “alemán” es  ocupado, sin vacilaciones,  por el tema del welfare del común, por el welfare que inviste la capacidad productiva de la cooperación social. La reinvención del espacio europeo se produce junto a la asunción de este tema, que anima también las experiencias de lucha que se están expresando –incluso aquellas que, por ejemplo, caracterizan a las luchas italianas en este último período, experiencias de reapropiación del espacio (y de los tiempos) que dan vida a las trabajadoras y trabajadores del espectáculo y de la cultura, y, más en general, a toda experiencia de los movimientos que luchan para el acceso a los commons. Desde este punto de vista también, hay urgencia en superar la evidente separación entre la riqueza cooperativa expresada por las luchas y su fragmentación, con el riesgo permanente de recaer en la incapacidad sectorial y corporativa: el terreno del welfare del común, el de la renta base de acceso a los recursos y servicios, es el terreno en el que las luchas pueden hoy recomponerse y, al mismo tiempo, desafiar en el terreno concreto programático los tímidos llamamientos al  ”crecimiento” que colman el ámbito de la crisis.
3. El común o el resentimiento. La afirmación de la fuerza “populista”, que es el segundo gran dato electoral, junto a la evidente crisis de las estrategias basadas en el fundamentalismo de la austeridad, deben ser colocadas en este nivel, en la tensión entre la fuerza de la cooperación que se expresa en las luchas y la miseria producida por las estrategias de la governance financiera, siempre con el riesgo de que las subjetividades que conforman esta riqueza vuelvan a caer en el aislamiento corporativo o en el sentimiento de amargura, con su expresión ideológica justiciera o “meritocrática”. Vamos a dejar de lado la vaguedad del término “populismo” que, habiendo perdido por completo sus nobles raíces históricas, no explica los fenómenos que a veces se yuxtaponen y, en cualquier caso, son irreducibles a interpretaciones homogéneas. En su lugar, debemos tratar de poner los pies sobre este proceso comenzando con el movimiento M5 Estrellas, sólo como un ejemplo y no porque tenga una tendencia central, (del que podemos decir que es algo muy diferente al Frente Nacional o del Alba Dorado). Por otro lado, cuando el hedor de la unidad nacional está en el aire, santificada por el “guardián de la constitución” Napolitano, siempre es una buena idea tomar otro camino, y sustituir el anatema con más avances en la investigación.
Poco nos sirve incentivar la lectura sobre el personaje-Grillo, y poco o nada apoyarse en la composición del M5s o de aquellos que lo sostienen; mucho menos resulta útil aumentar el espectro de la “antipolítica”, donde la “valiosa” autonomía de la política, en tanto burda defensa de lo antipolítico, no es más que la política de los partidos y de la representación. Si invertimos el punto de vista, no es difícil ver cómo – al interior de un voto decididamente variado y heterogéneo que recoge fugas de derecha y de izquierda en el activismo del 5s encontramos también sectores constituidos por personas jóvenes con educación superior que no encuentran una correlación entre el nivel educativo y su posición dentro del mercado de trabajo. En resumen, junto a la decepción de distintos orígenes y a las diferentes extracciones de los pesares de la crisis, en estos movimientos que han sido etiquetados como “manifestantes” o “neopopulistas”, siempre hay una presencia interesante de precariado cognitivo, especialmente de primera generación, incluyendo porciones de “auto emprendedores” y de trabajadores autónomos, que experimentan con dureza el final de las promesas progresistas del capitalismo cognitivo. Una parte está hastiada, o simplemente no se siente atraída por la izquierda: payaso por  payaso, votando por lo nuevo en lugar de lo más viejo. Dentro de la crisis estructural de la representación, reaccionan frente a los procesos de precarización y desclasamiento apelando a la meritocracia o expresado resentimiento de casta.
Se puede demostrar fácilmente en qué consiste esta mistificación, o atacar frontalmente a Grillo y su urticante demagogia: es analíticamente correcto y, tal vez, incluso podría ser útil si el “Grillismo” poco a poco se convierte en gobierno. Pero el problema con el movimiento como el 5 estrellas o el “partido pirata” europeo, tiene que ver con esta composición social dentro de la crisis; primero es necesario entender que sus ambigüedades son las ambigüedades significativas de la composición social; en la crisis es urgente inventar dispositivos para que esta composición se exprese en el terreno político de la reapropiación del común en lugar de limitarse a desaprobar la irresistible tendencia a caer en las pasiones tristes. Hemos estado lidiando con esta composición, desde que el movimiento estudiantil (la onda estudiantil), propugnaba el abandono de una fuerza generalizadora y de recomposición del común – tal vez para refugiarse en la defensa de “lo público”, que para muchos simplemente asumía el rostro de la casta institucional –  que abriera los agujeros negros de los justicieros, del resentimiento y del “populismo púrpura”. El aspecto político que una vez más nos interesa es: ¿cómo impulsar una articulación no muy diferente, o al menos con algunas similitudes, como en España o los Estados Unidos, que descubren el común con las acampadas y el Occupy para activar también dispositivos similares en nuestro país -Italia-, evitando el agotamiento, que luego de poco tiempo, termine en la amargura y la desesperación? Por otro lado, sin ir más lejos, en Valle de Susa los activistas “5 estrellas” están dentro del movimiento No Tav y llevan adelante los discursos hegemónicos: si se lleva al terreno concreto el saldo de la recomposición de las luchas ofrecidas por el común, las ambigüedades pueden disolverse bajo formas impredecibles.
La misma alarma sea por el avance de la extrema derecha de Le Pen y sea por los neo-nazis griegos no nos puede hacer retroceder al terreno del frentismo, porque, en la polarización que la crisis determina, es precisamente ese espacio -caracterizado, nuevamente, por las alianzas de representación – el que está destinado a consumirse inexorablemente. No se trata de minimizar el peligro o bajar la guardia; todo lo contrario: el punto es que estas fuerzas nacionalistas y reaccionarias, al igual que el veneno justiciero y meritocratico, sólo se lo derrota elevando la apuesta y sólo relanzándose hacia adelante, es decir sobre el plano europeo y a través de la afirmación del común. Una vez más, de la lucha parece emerger una reversión, al menos parcial, de la disolución de Europa como sujeto político. Las fuerzas de la izquierda que parecen emerger, incluso electoralmente, en su apoyo o no, están tratando estos temas (tal es el caso de Syriza, en contraste con el Partido Comunista Griego).  Aquí, entonces, se vuelven a abrir posibilidades para la lucha: se trata de una condición necesaria, pero no suficiente. No sólo por el contraste de las fuerzas, -como recordatorio valen los últimos acontecimientos en Grecia, donde está muy lejos de ser derrotada-, sino porque es sólo la capacidad de construir una dimensión organizativa común la que sería capaz de conquistar el espacio continental de la acción, o sea la de imaginar y practicar aquella geopolítica de los movimientos que hemos identificado como un paso urgente e indispensable.
4. La moneda del común. Entonces: el común, en su dimensión no soberanista y no estatal y, al mismo tiempo, como welfare del común, como crecimiento radicado en la riqueza de la cooperación social, es el terreno de recomposición y la estrategia de salida para las luchas. Estrategia que pone de manera urgente, inmediatamente, un tercer punto, el de la moneda. La institución que fuera fundamental en Europa, amenaza salir con los huesos rotos de la ruptura del campo europeo. Pero incluso aquí, en extremada síntesis, el cierre defensivo, la nostalgia por la moneda nacional, aunque comprensible en clave de “resistencia”, no es el terreno que las luchas identifican, sea por la “potencial” dimensión transnacional que indican, sea por la riqueza social que expresan. Una dirección de marcha, puede sin embargo ser trazada: la cuestión de la moneda está dentro de la lucha por el welfare del común. El fracaso del euro como “medida” de la governance financiera vuelve urgente la reapropiación de la medida por parte de la misma cooperación social. La “moneda común” es, en este sentido, una clara alternativa tanto a la moneda como expresión de la acumulación financiera, como a la nostalgia de la moneda como expresión del poder de la soberanía nacional. Un campo abierto de experimentación pero que puede constituir un dispositivo potente contra la fragmentación de las luchas sociales y que podría abrir un espacio de invención teórica y programática que conecte la cuestión de la moneda con la de un “otro” crecimiento, evitando que la cuestión monetaria termine por ser declinada solo como identificación del nuevo, poco probable, mecanismo de estabilización de la relación de cambio.
Traducido por César Altamira y Rodrigo Sepúlveda Montero (UniNomade-LA)

Clinämen: Neoextractivismo: minería, soja y petróleo


Conversamos con Tomás Palmisano, politólogo e investigador, sobre el modelo económico actual en Argentina y en la región. Cómo la mineria a cielo abierto, el agronegocio y la explotación petrolera pueden pensarse dentro de una misma dinámica económica, de caracter extractivo.

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Ecos de la Plaza. Memoria y olvido

por el Colectivo Inmediato

Algunas ideas mantienen una notable presencia. Aunque quizá no haya que decir presencia, sino insistencia. Y quizá no haya que decir ideas, sino gestos. Y un gesto que insiste es un hábito. Es notable, entonces, la insistencia de algunos hábitos. El tema es delicado: si el hábito comienza a dañar, ya es un vicio. El hábito, cadáver de una idea, busca postular lo real tal y como lo pensaba cuando aún era una idea, es decir, antes de ser hábito. El vicio del pensamiento es un obstáculo para el pensamiento mismo y debe ser erradicado. En un intento de aporte a esta tarea de saneamiento consiste esta nota.
Hace algún tiempo asistimos a la realización de la llamativa actividad denominada «Los sonidos de la Plaza«. La acción consistía en disponer en la Plaza de Mayo un sistema de audio que recreara los sonidos de actos, discursos, mitines y demás acontecimientos significativos para la historia y la historiografía argentinas y porteñas. La acción pensaba la Plaza de Mayo no como un lugar físico sobre el que, contingentemente, suceden cosas, sino como un lugar real del acontecer argentino y porteño. Y éste acontecer está registrado: registrado en sus sonidos. Los Sonidos de la Plaza es una operación actual de historización de ese espacio: se concibe a la plaza como un lugar presente desde donde se puede construir una actividad historiográfica. Desde un momento 1 (que, como siempre, es el presente) se asiste a un momento 2, el pasado. Se lo observa, se lo toca, se lo piensa.
Como se ve, Los sonidos de la Plaza fue una linda idea. Pero queríamos hablar de los gestos que insisten. Para esta tarea de observación es preciso pensar con los ojos, sin usar como anteojos las imágenes forjadas por la costumbre o las apetencias.
Cuando asistimos a Los Sonidos de la Plaza, presenciamos una nueva ejecución del deporte nacional: opiniones aquí, opiniones allá. Logramos distinguir a un viejo (casualmente, de edad avanzada) alabar la iniciativa, casi como si fuera propia. Es que, claro, era propia; propia de él. No la iniciativa pensada y realizada, sino la iniciativa alabada. La alabanza consistía en aquella idea de que «es bueno tener presente el pasado; los pueblos sin memoria están destinados a repetir los horrores de su pasado…»  Pero la alabanza no era a la iniciativa, que no estaba siendo siquiera vista, sino a lo que se quería de ella, a lo que se quería que ella fuera: un sostenimiento de la memoria.
Analicemos un poco la opinión del amable señor (como siempre, el enfoque que aquí interesa no recae en el buen señor o su psicología; el enfoque centra en la idea que allí está funcionando, tomando a nuestro señor como soporte ocasional. Vamos a ver cual es el grado de efectividad de la idea). Pretender sostener la memoria de ese modo implica un supuesto: nuestro presente consiste en un momento 2 respecto de un momento 1, que vendría a ser el pasado. El señor supone -o mejor, la idea supone- que nuestro presente no es lo que hacemos hoy con lo que nos encontramos hoy, sino que nuestro presente es un efecto del momento anterior; momento anterior que no hay que dejar de tener presente. Es decir: el presente no es sino un término del pasado.
Aquella idea, que reivindica la presencia del pasado como método anticonceptivo de su reproducción, bueno pues, aquella idea no es ya una idea. Es un hábito; casi un vicio. Como buen vicio, lleva en sí el germen de una paradoja; como buen vicio, impensado, expele el tiro por la culata. Veamos.
La manera más astuta para evitar la repetición de un acontecimiento horroroso o indeseable -digamos, la dictadura militar- no es mantenerlo en la memoria, sino más bien olvidarlo. Olvidarlo, para que ya no forme parte del universo de posibles. De esta manera, el sujeto en cuestión transcurrirá más libremente, al menos respecto de aquel hecho indeseable. Olvidar no significa negar -ninguna verdad se apoya en la supresión de un hecho -; más bien, olvidar significa destituir la hegemonía de aquel hecho que pasó. Olvidar es liberarse. Podrán venir nuevas situaciones dolorosas, pero serán otras.
Atiéndase a que el sinónimo usual de tener memoria es «tener presente». La memoria consiste en tener presente, en no dejar ir. Como si fuera acto de traición soltarse de un acontecimiento horroroso, dejar de estar tramado identitariamente por aquello por lo que tantos murieron. ¡No al olvido! es un grito militante comprometido con la causa originaria. Pero ese compromiso corre el serio riesgo de quedar producido como efecto de esa causa originaria para siempre. Uno siempre será ante todo ese al que le pasó eso; pero si es ese, entonces sí que hay peligro de reaparición. Si concebimos que el pasado hace al presente, haremos que efectivamente así sea. Profecía autocumplida.
El chantaje subyacente que todos sufrimos es el de la antinomia memoria-olvido. Guardar en la memoria es no dejar atrás. Olvidar es hacer como si no hubiera pasado; olvidar es -o aquí está el chantaje- excluir lo horroroso de la constitución subjetiva de la experiencia. Pero todo esto es un chantaje. Porque el que olvida bien puede haber pensado y procesado antes de olvidar. Para pensar hay que correr al hecho en cuestión del lugar de mito, saberlo parte de la experiencia, cerrar el proceso lógico que ese hecho implica; luego, olvidar. Pensar el pasado (cosa bien distinta de recordarlo), como lo hacen por ejemplo las obras artísticas que lo utilizan como materia prima para su creación, es resignificarlo, alterarlo; en rigor, lo que había es derribado vía manipulación, vía intervención, vía apropiación. Así, Los Sonidos de la Plaza.
Ahora bien, si el proceso lógico que el hecho implica se ve obstaculizado por alguna fuerza artificial -esto es, reaccionaria-, bien difícil será realizar la operación de olvido. La razón es simple: no se puede olvidar sanamente lo que aún está activo. Entonces hay que saber discernir cuándo un hecho es realmente parte del pasado, y se lo sostiene presente por vicio ideológico, y cuándo la sucesión lógica de un acontecimiento no ha aún terminado. Luego habrá que realizar un segundo discernimiento, o al menos aclaración: que ese proceso de resolución sea presente no significa que el hecho que lo inició siga también presente. Verbigracia: la tarea de encarcelar a los responsables de los crímenes de estado tiene su fuente de realidad en el presente, pero la dictadura militar en sí misma es parte del pasado. Lo presente no es la dictadura sino la impunidad de los asesinos.
Si no se olvida se está esclavo, se sigue viviendo bajo la tutela de aquel pasado que, inmortalizado por nosotros, continúa presente. Solo lo que está presente puede acontecer. Sea del modo que sea su presencia.
Paradójicamente, la estrategia popular de evitar el pasado lo mantiene presente como objetividad. Paradójicamente, para no repetir el pasado -los «errores» del pasado- hay que olvidarlo. La memoria es el peligro de la repetición. No se trata aquí de borrar de la mente toda inscripción de algo que pasó. Más bien, se trata de borrarlo del lugar presente, eliminar su hegemonía. Se trata de no ser más ese al que le pasó eso; se trata de ser otro cuyo pasado cuenta con eso, pero cuyo pasado no lo determina ni mucho menos. Dicho sea de otro modo: a las facticidades muertas hay que sepultarlas.
La memoria comporta serios riesgos -según observan los ojos, no el deseo.

Detachment

por Marcela Martínez y Gustavo Varela

Barthes es un profesor suplente. Habita las escuelas con la firme de decisión de no integrarse a ninguna planta permanente. Por definición, para él, nada es para siempre. Una posición trágica que lo libera del dramatismo de lamentarse.
Llega a un aula nueva. A modo de presentación, un alumno amenazante patea su mochila luego de insultarlo. No se ofende, él también tuvo bronca. Mucha. Pero ahora está en otro lado. Desplazado de los límites del ego, acepta las formas que trae la vida. Pero apuesta a la diferencia. Todo no es lo mismo. Un alumno insulta a una compañera y Barthes lo echa de la clase, se ganó el día libre. Ética pedagógica: la única regla es que el que quiere no estar en el aula no esté. Eso dice.
¿Qué hay afuera del aula? Afuera está la guerra: ser parte de una fuerza laboral por poco dinero, trabajar toda la vida y envejecer en silencio, pobre. Ser enfermera de un geríátrico; una adolescente en la calle, prostituyéndose. Lógica mercantil que arrastra vidas, que no reconoce diferencias.
Barthes ejerce un tipo de autoridad que no está adherida al respeto de las jerarquías. La pretensión de hacer valer la autoridad docente es un boomerang que devuelve escupitajos en la cara de los otros profesores. Él traza, más vale, un plano horizontal. Es un profesor corrido del vértice de la pirámide. Desde allí se estrelló en caída libre la directora de la escuela. Ella, quien fuera una luminaria de la pedagogía, ahora habla por los parlantes de los pasillos tirada en el piso de su oficina. Una imagen elocuente.
Sentido trágico por encima de cualquier dispositivo moral. No se trata de elegir una vida u otra. Un profesor le muestra a una alumna dos fotografías. Las playas de Hawai, bellas, silenciosas, una sensibilidad plena y sencilla; y luego otra imagen, la de una vagina infectada de sífilis, sangrante, cruel, una imagen que duele. La alumna sólo estaba vestida de un modo ridículamente provocativo. Pedagogía de pornografía moral, el bien y el mal en dos imágenes, el docente sabe qué es lo mejor, el docente/sacerdote con su sermón, el docente que sí muestra sus tetas con una obscenidad empastillada.
La caída no es una sola. La escuela está colmada de adultos que no quieren estar allí porque padecen el maltrato. De los chicos, de sus familias: el sinsentido de su trabajo tiene varias caras. Los docentes licenciosos llaman a la escuela para anticipar su ausencia y largan diatribas en el contestador telefónico. Los alumnos despiadados son la carga del dolor, se cuelgan de mi alma. Así dice uno de los que hoy tampoco irán a la escuela.
Hay muchos modos de vivir. Pero el destino no es una fotografía de la felicidad o la desgracias. Aunque a Barthes le pidan que mejore el rendimiento de los alumnos. Aunque le digan que siga la curricula porque eso garantiza llegar a Hawai. Pero Hawai es aburrido para los alumnos que no dejan de aburrirse. ¿Cómo compartir? El contestador telefónico insiste. El docente dice que la escuela es un infierno, que no hay salida, que los alumnos son la peste. Grita, rabioso, su propia impotencia y su desgracia. Nadie escucha la máquina; todo sigue como si nada sucediera. La violencia de la escena, la de alguien que ladra su terror para nadie, tiene la misma intensidad y el mismo salvajismo que ese escupitajo en la cara. Pero es una alumna la que escupe a su docente. “Los alumnos necesitan otra cosa, no a mí” dice Barthes. Hawai ya no alcanza. La escuela ya no le ofrece a los alumnos una playa dónde descansar; ni el docente es un agente de turismo que conoce el camino.
El peso es enorme: afuera todo pesa, eso le dice a los alumnos, “¿No sienten el peso?”. ¿Cuál? “Soy dinero –dice. También amor y lágrimas”. Allí está la lógica de la película. Un accesorio, un dettachment. El primer trabajo que le manda a los alumnos es que escriban sobre su propio funeral, ¿qué dirían los demás de esa vida que ya no es? Ver desde el final para evaluar el presente. No el futuro, sino el final de una vida. Entonces la eternidad adolescente, la insolencia vital de los quince años, todo lo posible que albergan los cuerpos jóvenes queda refutado de un golpe. En la primera clase, en ese primer trabajo, todos se vuelven viejos. La escuela no es la escuela sino un geriátrico que obliga a mirar hacia atrás un instante antes de morir. ¿Qué vida hizo cada uno? El afuera se vuelve real, ingresa la vida entera por la ventana del aula. Es lo real que se impone por encima de todo lo posible que alberga la escuela. Entonces no hay puentes ni fronteras: la elección es allí mismo. Que la propia muerte sea el primer trabajo invierte la temporalidad escolar: el tiempo de lo real estremece la base pedagógica que se ordena en torno a la espera. Los alumnos no van a la escuela para prepararse para otra vida, no van a esperar. Porque la vida está allí mismo.
Barthes también sufre. Pero su dolor no identifica culpables porque parte del caos que es toda vida sin pretender adecuarla a un molde. Mientras los docentes padecen la ausencia de los padres el día de la reunión, Barthes se siente como en casa. Está en su territorio. Pone en práctica lo que propone a sus alumnos: siempre absorber algo, en todas partes, todo el tiempo. Y pensar para parar el mundo. La detención siempre es temporaria. Por eso la clave es hacer una cosa por vez sin cargar el peso de la historia. Ese peso está encarnado en su memoria pero no depositado en una mochila. La mochila puede volar por el aire sin herir sus sentimientos.
No hay opción; el peso de lo que hay que cargar es viejo, eso dice. La historia de la literatura cuenta ese peso. Es parte del asunto. Pero no hay moral de la víctima: el peso está en cada alumno; pero también en el colectivo, cuando una niña travestida de prostituta se arrodilla sobre la bragueta de un hombre que ni siquiera le paga. Soy dinero, dice Barthes de sí mismo, como esa niña. Y lágrima, como esa niña cuando recibe el cachetazo de su cliente.
¿Amor? Entonces la lleva a su casa. ¿Caridad de ilustrado? ¿Compasión moral? No. Apenas un espacio común, el aula o su casa, es lo mismo. ¿Cómo decir amor sin tocarse, sin dar consejos, sin explicarle al otro cómo tiene que vivir? Nuevamente ética pedagógica. El amor es un efecto de vidas que quieren por sí mismas. No le dice que no se prostituya; le dice que a él no lo mezcle. Un territorio compartido tiene las reglas de cada vida que lo componen. El territorio por sí mismo carece de reglas.
En el camino de Barthes hay un abuelo perverso que abusó de su madre; el cuerpo desnudo de su madre tirado en el piso, suicidado de whisky y de pastillas. El abuelo está en el geriátrico/en la escuela. Por eso él le lleva un cuaderno para que escriba. ¿Qué? ¿Su confesión, su descargo, su vida, su arrepentimiento? Barthes escribe en su casa y llora cuando viaja en el colectivo. El viaje es el peso, la lágrima; la literatura salva, es amor. Barthes enseña literatura, cree en las palabras. El abuelo no escribe nunca; él le lleva el cuaderno y una lapicera, pero no escribe. El abuelo está en el final. Hacia donde están sus alumnos en el primer día de clase, ya muertos y escribiendo. A donde él los llevó. El alumno negro que lo desafía, que le dice que es un puto y que se vaya, el alumno que le arroja la valija contra la pared ese primer día, ese alumno le pide una hoja y una lapicera y al fin escribe.
Como en el primer día, la muerte es el límite, siempre. Lo que hay que saltar para seguir despierto.
El último día. Antes de morir, el abuelo que no escribe, delira. Está con su nieto pero cree que es su madre. Barthes finge ser ella y le dice que estuvo todo bien, que jamás la hirió. Compasión ante el moribundo, que no escribe, que lava sus culpas y se duerme para siempre.
El último día. El alumno negro que lo desafió el primer día de clases le dice que lo va a extrañar y se queda despierto.
El último día. El suicidio de Meredith, simultáneo con la muerte de su abuelo, lo hacen sentir un fantasma. Ella, unos días antes, le hizo un dibujo, el montaje de una foto con rostro impersonal. La secuencia siguiente lo muestra otra vez en la escuela de la que tendría que irse.
La escuela es la Casa Usher. Barthes es un cuerpo despierto, absurdamente sensible, un extranjero caminando entre las ruinas, los pies pisando los escombros, sin preguntarse nunca qué fue lo que pasó.
(Lobo desea tus palabras…)

La plurinacionalidad en tiempos de Consulta en el TIPNIS

Por Salvador Schavelzon


Hace no mucho tiempo, Bolivia sorprendió por la fuerza con que indígenas y campesinos llegaron al Estado y redactaron una nueva Constitución.

Descolonización, Vivir Bien, Autonomía Indígena, Plurinacionalidad fueron conceptos que venían construyéndose desde las luchas indígenas, se constitucionalizaron y hoy los escuchamos en el discurso estatal. Pero también contra el Estado.

Los conceptos fueron llevados a la Asamblea Constituyente por el Pacto de Unidad, encuentro inédito de organizaciones sociales de tierras altas y bajas, campesinas e indígenas, que hizo el borrador de Constitución asumido por el MAS (Movimiento al Socialismo). Era un encuentro excepcional de mayorías y minorías, nunca antes ni después del proceso constituyente esas organizaciones habían trabajado y marchado juntas de esa manera. Uniendo a unos y otros estaba el “todos somos indios” de los 62% declarados indígenas en el censo de 2001, y también presente en el voto masivo por Evo Morales (54% en 2005, 67% en el revocatorio de 2008).


Después de 2009, con la nueva Constitución aprobada el gobierno buscaría la reelección con el discurso del “salto industrial” y “revolución productiva”. La consigue con 64% de los votos. Es un nuevo tiempo, que el Pacto no resistiría. Pronto los sindicatos cocaleros y campesinos estarían de un lado, junto al gobierno; las organizaciones indígenas de otro. Voces gubernamentales acusarían a las últimas de ser funcionales a la derecha y manipuladas por ONGs, los indígenas no se enmarcan en la “Bolivia Productiva”. Ya acercándonos a las elecciones de 2014, donde Morales buscará otra reelección, se deberá hacer un balance de este proyecto que autorizó transgénicos, nacionalizó empresas y que sigue buscando industrializar los recursos naturales. También de las políticas de inclusión, contra el racismo y otras. Pero acá nos interesa el punto de quiebre del Pacto de Unidad, donde los conceptos constituyentes de la plurinacionalidad reterritorializan fuera del Estado.

El conflicto del TIPNIS (Territorio Indígenas Parque Nacional Isiboro Sécure) surge en rechazo a una carretera que pasaría por el núcleo virgen de una selva que por ciertas condiciones ecológicas es única. El enfrentamiento entre plan del gobierno y comunidades se vuelve un evento político divisor de aguas que reordena las fuerzas y  abre una nueva situación. En 1997 y después definitivamente en 2009 se había titulado ahí un millón de hectáreas para tres etnias (Chiman, Yuracaré y Mojeño-Trinitario) y decenas de comunidades (con alrededor de 5 mil personas según el censo) a las que se llega por los ríos Isiboro y Sécure, con sus afluentes. Las demandas de demarcación territorial datan de la marcha de 1990, señalada siempre como primer hito en la convocatoria de la Asamblea Constituyente.


Importantes protagonistas de los primeros años del gobierno de Evo se convertirían en disidentes muy críticos en la cuestión del TIPNIS. Evo Morales declara en 2011 que en realidad lo de ser el “primer presidente indígena” es más cosa de la prensa, y que él siempre se había sentido más bien “primer presidente sindicalista” de Bolivia. El más alto dirigente campesino declara ante las cámaras que los indígenas son salvajes que deben dar lugar al progreso. A los indígenas amazónicos se los llama latifundistas con tierra improductiva que debe ser repartida.

En 2011 una marcha llegaba a La Paz oponiéndose a la carretera que Evo Morales había prometido a sus bases cocaleras y declarado que se haría “sí o sí”. Geograficamente, la carretera daría salida al Chapare, centro cocalero y cuna política de Evo Morales. El proyecto se integraría a IIRSA (Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana), es leído por varios como salida del Brasil al pacífico, nuevos mercados y expansión del capital. Un banco estatal brasilero financiaba la obra. Algunos defensores del TIPNIS graficaban trágicamente cómo, junto a la ruta, vendrían camioneros y burdeles que prostituirían las mujeres indígenas. Evo Morales más bien dijo en un discurso a sus bases cocaleras que los hombres deben entrar y buscar las mujeres indígenas para “enamorar” y convencerlas de la importancia de la carretera, lo que él haría si tuviera tiempo.

La VIII marcha indígena, en septiembre de 2011, es frenada en Chaparina por un cordón campesino que bloqueaba su avance. La resolución es terrible: la policía que separaba indígenas de campesinos colonizadores reprime a los indígenas, les ata las manos y cubre la boca con cinta aisladora en una verdadera caza de personas que eran apresadas con el propósito de devolverlas a las tierras bajas en avión. Una toma del aeropuerto de San Borja permitió liberarlos sin que sean presos y se inició una corriente de apoyo que se expresó con un multitudinario apoyo en La Paz cuando la marcha reiniciada entró en la ciudad.

El gobierno respondió con una ley (Nro. 180) que declaró la “intangibilidad” del TIPNIS, prohibiendo la carretera. Era sólo una tregua, pero no revertiría la muerte del Pacto de Unidad y del “todos somos indígenas”. Ahora nadie era indígena, ni siquiera los indígenas del TIPNIS acusados por el gobierno de traficantes de madera y menos aún sus dirigentes -que comenzarían a ser perseguidos judicialmente- y eran acusados de “falsos indígenas”. Pero esta no sería una posición definitiva desde el gobierno y poco tiempo después en respuesta a la VIII marcha se inicia otra a La Paz de productores de coca sindicalizados a favor de la carretera, auspiciada por el gobierno que insistía ahora en que los cocaleros son también indígenas, como era en la época del Pacto de Unidad, pero con un sentido totalmente diferente. Esta marcha da lugar a la contraofensiva del gobierno con una nueva ley (Nro. 222), contradictoria con la de “intangibilidad”, que llama a la consulta para insistir con el proyecto, en ese entonces ya en ejecución.

Por ese nuevo camino, el gobierno rompe el contrato con la empresa constructora brasilera (OAS) e inicia una campaña a favor de la consulta, que después de postergaciones empezaría en el 29 de julio de 2012. Poco antes, la IX marcha indígena de tierras bajas había llegado a La Paz, con menos apoyo que la anterior, y con una estrategia del gobierno más eficiente en neutralizarla. Era la primera vez que una marcha indígena se oponía a una consulta en lugar de exigirla. Es que la usual reivindicación indígena ahora aparecía como una trampa. El gobierno en campaña mediática, con regalos comunidad por comunidad, cooptando dirigentes y partiendo en dos la central indígena del Oriente, avanzaba.

Una de las líderes indígenas de la marcha sería públicamente denunciada de haber sido condenada como “mula” en Brasil, llevando cocaína. No se mencionarían las 84 fábricas de cocaína y 154 pozas de maceración encontradas en 2011 en el Polígono 7, donde viven los sindicatos cocaleros que marcharían a favor de la carretera. La hoja de coca, interviene de distintas maneras, incluso como forma de tomar decisiones del único magistrado del Tribunal Constitucional Plurinacional que se opuso a la ratificación de la consulta en un recurso de inconstitucionalidad (sentencia 300/2012).

Nuevamente el gobierno estaba en la línea de la definición genérica de la identidad indígena que había acompañado la llegada de Evo Morales al gobierno y el surgimiento del Pacto de Unidad. La misma había permitido antes un productivo diálogo de singularidades que se encontraban y abrían la posibilidad de que reivindicaciones de minorías llegaran al Estado y se impusieran contra una oposición racista que el MAS confinaría a sus regiones. La autonomía de los departamentos (provincias) ahora debían descentralizarse en autonomías indígenas, el Vivir Bien de las comunidades altiplánicas llegaba a las tierras bajas y al Estado como alternativa al desarrollo.

Pero si nuevamente se insistía en que todos eran indígenas, por más “campesinalizados”, o sindicalizados que estuvieran, aahora el Estado buscaría demostrar que “todos somos indígenas” pero “a favor del desarrollo” (y de la carretera por el TIPNIS). En lo concreto, la definición genérica servía ahora para diluir el poder de decisión de las comunidades del TIPNIS y la preservación de su territorio como unidad colectiva. Desconociendo las organizaciones históricas y representativas de los pueblos, el gobierno inicia así una consulta que no era previa, ni libre, ni informada, ni de buena fe, como exige la Constitución, el convenio 169 de la OIT –firmado por Bolivia en 1991– y la Declaración de la ONU sobre pueblos indígenas constitucionalizada y ratificada por el congreso en 2007.

En la consulta “posterior” impulsada por el gobierno, se incluía a las comunidades del llamado Polígono 7, que expresamente habían renunciado a que sus comunidades integrasen el territorio indígena en el proceso de titulación. Se trata de pueblos donde ingresó el negocio de la coca y que no querían renunciar a la propiedad individual. Entre estas y las comunidades del TIPNIS con propiedad colectiva de la tierra se había trazado una “línea roja”, acordada con los cocaleros (con Evo Morales como dirigente, en 1992-4) pero que la coca continuamente sobrepasa.


No es justo tratar ahora a los cocaleros de narcotraficantes y capitalistas empedernidos cuando hace poco eran la vanguardia de la descolonización, pero hay que reconocer que no es pertinente que estas comunidades también sean parte de la consulta sobre la construcción de la carretera. Después de intentar que la carretera se resuelva en un referéndum en los departamentos de Beni y Cochabamba, el gobierno se propuso realizar la consulta, pero incluyendo a indígenas cocaleros de fuera del TIPNIS. Algunos cuestionan que los cocaleros sean verdaderos indígenas pero tiene más sentido criticar que sean consultados por ser externos al territorio indígena y porque daña la plurinacionalidad, la autonomía indígena, y el Vivir Bien.

La forma en que se realiza la consulta también es cuestionable. Es realizada por el gobierno, interesado en la construcción, que la presenta como carretera ecológica y sinónimo de salud, desarrollo y educación que no habría en caso de no aprobarse. También se dice que sería una carretera ecológica, y no se menciona lo que sabe la mayoría de las comunidades del TIPNIS, que ya marcharon contra su construcción: la carretera significa perder sus territorios frente al avance de las plantaciones de coca. Este avance es muy visible en las fotos satelitales y ocurre a ritmo de una hectárea y media por familia por año, según estudios.

En la consulta, realizada en reuniones con poca asistencia y con consensos interpretados por funcionarios de ministerios estatales, además, se presenta la capciosa interpretación gubernamental de la ley que declara “intangibilidad”: significaría que no habrá “desarrollo” ni actividades económicas que hoy complementan la subsistencia de muchos indígenas. De hecho fueron suspendidas actividades de turismo, manejo ambiental y proyectos económicos de pequeña escala en las comunidades que marcharon contra la carretera. Desde el gobierno se declaró también que se trata de un área petrolera que sería explotada y que ya viene siendo estudiada.

Un poderoso ministro también insinuó antes de iniciarse la consulta que se podrían visitar varias veces las comunidades, en caso de que inicialmente se opongan a la obra. Y habló de la construcción de una base militar ecológica. En lo que podría ser una crítica que avance incluso contra los mecanismos de consulta de la ONU, habría que denunciar también que este tipo de consultas son invasivas y no contemplan la posibilidad de que desde ciertas formas de vida (“civilizaciones” en el espíritu que acuñó el término plurinacional), se prefiera no ser consultados ni entrar en el juego de preguntas estatales o compensaciones de empresas.

En la consulta, sólo parece ser posible un sí a la construcción de la carretera Villa Tunari-San Ignacio de Mojos. El Estado Plurinacional es hoy violencia estatal por medios políticos, económicos y culturales que sólo puede resultar en etnocidio. En el protocolo de la consulta, sólo se escucha realmente la comunidad para “identificación de las necesidades de la comunidad” con un Estado que sólo sabe ponerse en el lugar de la tutela.

Con el argumento de la lucha contra la desigualdad y el interés de las mayorías se destruye la singularidad de lo minoritario. La guerra del TIPNIS desanda así lo alcanzado en el Pacto de Unidad. Por eso hoy la construcción de la plurinacionalidad no es más una tarea estatal: es contra el Estado. La descolonización en Bolivia hoy viene de la autonomía indígena del TIPNIS, en el respeto a su autodeterminación, que es contra el desarrollismo que busca abarcarlo todo. Eso decidió la comunidad de San Miguelito, rodeada de comunidades cocaleras pero firme en su filiación a la subcentral del TIPNIS y el rechazo a la carretera por el núcleo del parque. También las comunidades que decidieron cortar la navegación en los ríos para impedir la consulta en la que no confían.

Así, Bolivia es escenario de dos posibles plurinacionalidades: una de ellas es la del Estado, con la busca de una inclusión de todos que no pudo mostrar alternativas al desarrollo capitalista, a la homogeneidad del nacionalismo y al rapto republicano de la representación directa de las comunidades. La otra forma de plurinacionalidad es la de los territorios, por la autonomía y el Vivir Bien.

Más allá del anti-neoliberalismo de los “gobiernos progresistas”, que a pesar del Estado fuerte y el gasto social dejan todavía mucho que desear en la superación de ese modelo económico, la resistencia del TIPNIS se enmarca en luchas por lo común que se conectan con luchas mapuches contra empresas forestales, luchas en la amazonia contra grandes obras energéticas, luchas de comunidades contra la mega-minería de México a la Patagonia.

Para el nuevo poder “progresista” (de progreso capitalista, hasta ahora) esas luchas se presentan como divisoras, aliadas al imperialismo (las presencia de ONGs extranjeras sería la prueba de ello), “meramente” locales y contrarias al interés de las mayorías. Contra la defensa del TIPNIS, la ideología del crecimiento económico a toda costa encuentra un nuevo Pacto de Unidad, ahora desarrollista, con gobiernos “populares”, jueces, parlamentarios liberales o nacionalistas, la izquierda moderna, medios de comunicación hegemónicos, empresarios ex separatistas y capital transnacional.

En minoría y atacados de todos lados, pero en resistencia, escuchemos esas voces indígenas del TIPNIS que hablan y se movilizan contra un modelo que las desaparece

Contra-campaña: Las cosas como son

Proyecto Squatters presenta su nueva contra-campaña: «Las cosas como son», en la cual intentamos destapar algunas verdades implícitas, no dichas pero sospechadas, sobre la industria de la publicidad y la cultura de consumo. 

http://proyectosquatters.blogspot.com.ar/

Trelew: fuga, masacre y después

Entrevista inédita a Mario Santucho, Roberto Quieto y Fernando Vaca Narvaja 
(13 de octubre de 1972)

por Diego Genoud y Mario Antonio Santucho


La grabación apareció casi treinta años después, a principios de 2001, entre los archivos del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC). Era una entrevista realizada el 13 de octubre de 1972 en un patio de La Habana donde funcionaba Radio Habana Cuba. Casi dos meses después de los hechos, Mario Roberto Santucho, Roberto Quieto y Fernando Vaca Narvaja dialogaban con el periodista cubano Orlando Castellanos sobre la fuga de Trelew. Un material inédito, desconocido, ignorado incluso por los más cercanos. Cincuenta y cuatro minutos de palabras, la respiración, los silencios y el latido de los protagonistas, el pasado que se enciende y nos habla al oído.
La voz de tres de los dirigentes que lograron fugarse en un avión de Austral y sobrevivieron a la masacre retornaba desde el fondo del tiempo. Con Santucho y Quieto secuestrados y asesinados por las fuerzas de seguridad, sólo Vaca Narvaja había quedado con vida. El testimonio tenía un valor histórico y era además, en un plano más íntimo, para muchos de sus familiares la posibilidad de escuchar por primera vez esas voces. Castellanos era un periodista de larga experiencia en la radio y había sido corresponsal de guerra en Vietnam, Laos y Camboya.

Alguien le acercó esa cinta a María Santucho, que vive en Cuba desde 1976 y dirige junto a Victor Casaus el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau. La grabación cruzó el océano muy pronto en un casete TDK de 60 minutos y, en Buenos Aires, Quique Pesoa y Leda Berlusconi la convirtieron en audio digital. Desde entonces, circula en pequeños espacios entre amigos y familiares sin difusión masiva. Durante más de diez años, se intentó editar esa entrevista como un material que acompañe a los diarios y revistas que cada año recuerdan la masacre con fascículos y suplementos especiales. Pero por alguna razón que se nos escapa nunca nadie mostró interés en amplificarla. Nunca la voz de los sobrevivientes, el cuerpo hecho presente por un rato, su pensamiento sin licuaciones. El tono de esas voces, la convicción que transmiten, la confianza en el futuro, la cosmovisión de una época. En este pedazo de historia está todo. Las diferencias entre las distintas organizaciones guerrilleras que participaron de una acción común de características inéditas, las visiones del país, la opción por la lucha armada, el análisis sobre el peronismo, el dolor por las muertes de los compañeros, la inminencia de las elecciones, el impasse otoñal en Cuba a la espera de un año 73 que se creía decisivo.

En 2007, durante los actos por el 35 aniversario de los fusilamientos, llevamos el audio al aeropuerto de Trelew con la ilusión de compartirlo entre los que habían viajado desde distintos rincones del país. Jóvenes que aún no habían nacido en el 72, veteranos que entonces salían de la adolescencia y los lugareños, herederos de la solidaridad de la Comisión por los presos políticos. Tampoco allí, entre funcionarios y organismos de derechos humanos, se logró el eco que esperábamos en el acto central. Finalmente, cuando los discursos oficiales habían terminado y la mayoría de los asistentes recorrían el Espacio para la Memoria que se acababa de inaugurar, el encargado del sonido aceptó el CD que le acercamos. Entonces, en el desierto de la Patagonia, comenzó a escucharse el relato de los protagonistas que hablaban de lo que había sucedido ahí mismo 35 años antes. Un grupo pequeño de ex presos se arremolinó con asombro en torno a esas voces que volvían, sin acertar a descifrar si lo que escuchaban era real o un nuevo desvarío, producto del paso del tiempo.

Más tarde, en 2009 en Radio Del Plata, se escuchó un fragmento de esto que ahora difundimos por nuestros propios medios con el objetivo de que se propague y llegue lo más lejos posible. Cuarenta años después, mientras en Trelew se lleva adelante el juicio a los responsables de una masacre que no respetó siquiera la ley que impuso aquella dictadura. La masacre que expresó el pavor de la clase dominante y anticipó el rostro de lo que venía. 

Escuchar el audio acá

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