Anarquía Coronada

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lobosuel - page 58

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La vuelta de Charly García (La vuelta de la política)

Este Charly García 2010, esta décima versión de sí mismo, este Charly García que festeja ante una  templada multitud el Día Internacional de los Derechos Humanos, el Bicentenario, los 27 años de democracia y los tres años del gobierno de CFK; este Charly García es, sin duda, el mejor ejemplo de la potencia del kirchnerismo. Del poder transformador del kirchnerismo. De su capacidad compleja y por demás exitosa de convocatoria. Y de su insuperable dinámica normalizadora (y “reparadora”). En el kirchnerismo todo se presenta, o bien como continuidad impostada, marchita (de la política de los ’70, de los artistas comprometidos, de los cantores de protesta, de las luchas de derechos humanos, de la política y la militancia nacional y popular) o bien como un armado ultra-ficcional: el triunfo absoluto e indiscutible del mercado y los medios de comunicación; un triunfo tan extendido y totalizante que a su alrededor sólo se pueden organizar dinámicas lúdicas que simulan ponerlos en discusión, que los enfrentan, que los cuestionan (cuando, centralmente, lo reproducen al infinito, cuando, precisamente, los legitiman como espacios centrales de reproducción de la vida y de la política); un triunfo tan amplio y contundente que permite que, en el marco de este juego, se organice una suerte de ideología enemiga y combativa, una ideología nacional y popular, una ideología que despierta luego de la pesadilla neoliberal y que viene a decirnos, con gesto de vencedora, que la casa está en orden (incluso Charly García), que podemos hacer nuestra vida con absoluta normalidad, que podemos comprar lo que queramos que hay guita y estabilidad, que podemos hacer política que total 6, 7, 8 nos tira la letra. Como si fuera un guión. Total todo es una ficción. Y en esta ficción Charly García comparte cartel con Aníbal Fernández y con Ricky Fort. Y en esa ficción Charly García abraza con devoción a Santaolalla. Lo venera. Le dice que lo quiere (sí, a ese gordito que luego de pegarla con un jingle hippie bastante pelotudo llamado Mañanas campestres –que decía algo así como: “Corramos al bosque a preguntarle a un nogal // si es verdad que llueven rosas de cristal // si la luna se ha ido a pasear // Y el viento nos cuenta la historia de un lugar”… ¿qué hijo del proletariado podía escribir una canción con ese título, con esa letra, cuando en las mañanas, lejos de correr por el bosque y conversar con nogales y rosas, se trabaja cual mula y cuando el campo no es más que recuerdo de pasado lejano, de quizá una, quizá dos generaciones atrás? Ese gordito global multipremiado incluso con el Oscar, ese gordito que optó por vivir en Los Ángeles, por amarrocar guita laburando de productor. Abrazar y venerar, decíamos, a ese gordito vuelto gurú de la música y de la vida. (¡Y nosotros estábamos convencidos de que era al revés!  ¡De que el gurú era usted, García!). Y el abrazo se vuelve triangular cuando aparece León,  famoso león herbívoro que tan bien logró sobrevivir estos años a fuerza de pastillas —sobrevivir al pasaje de los galpones piqueteros, de los recitales organizados por Asambleas, de los Encuentros Campesinos y sus festivales a todo folklore a ser el número central de la fiesta de 15 de la hija de De Vido—. 
Estos son los verdaderos ’90. (Y también el verdadero ’83, ese momento en el que casi todo se volvía alfons/cinismo). Pero ahora sí el mercado, el profesional, lo técnico se imponen ya sin controversias. Ahora sí el mercado  incorpora, deglute y corona a todo aquello que caminaba por sus bordes, que ensayaba impugnarlo por dentro. Ahora sí disciplina al indisciplinable, al eterno drogadicto, al puto, al oscuro y ultra-quilombero, al asexuado ultrasexuado. A ese que (como Hebe de Bonafini, o como Viñas, o como Rozitchner) parecía inaprensible, incomprable. A los ’90 los resistió a fuerza de merca, whisky y joda. Y a los ’80 viviendo y grabando en New York, con pelo corto, con trajes (siempre estrambóticos) y con máquinas reemplazando a los músicos y a los instrumentos. Pero el costos de estas resistencias (de esta capacidad de imprevisión, de ese salirse del lugar asignado, del lugar común o predecidle, de esa facultad de estar siempre dos pasos más allá) fueron los últimos años antes de que la máquina de reconversión kirchnerista lo salvara. Unos años transitados con un cuerpo y una mente destrozados (por las drogas, por el alcohol, por la falta de sentido, por la derrota del dinero sobre el arte y la vida). Un cuerpo eternamente marcado, pintado, dibujado por el caos mental. Un cuerpo flaco, lánguido. Una mente en extremo lúcida. Es el tipo que hizo el Himno, una versión propia del Himno. Como si fuera un Prócer. Sarmiento o Blas Parera. Un cuerpo resistente cuando todo se vendía, cuanto todo se moría. Un gesto de resistencia de una Nación que, en el fondo, le importaba un huevo. Hoy, en cambio, parece cantar el Himno con placer, con gusto, con convicción (¿o con un cinismo tan extremo y sutil que adelgaza al máximo la línea que lo separa de la sumisión?). Un Charly García Neodesarrollista. Un Charly García vuelto Natalio Ruiz. Un Charly García vuelto Elton John. Con su cara regordeta que merma la presencia del otrora capital bigote; un bigote negro y blanco, y no este amarillito patito, clarito, cortito, chaplinesco. Payasesco. Pero era la figura que faltaba. La difícil. La que hubo que ir a buscar al hospital. A la que hubo que gestionarle un tratamiento. En la que hubo que invertir un fangote de guita para obtener este brillante producto reciclado. Hecho a nuevo. Vaciado de maldad.  Un Charly García copanizado: es decir, en tipo que se cree el Silvio Rodríguez de este cachivache, el tipo que es a la música y a la poesía lo que es  Ricardo Forester al pensamiento. Un tipo que no grabó el Himno Nacional sino el de River Plate. Que se presentaba como un galán grotesco de  los años ’80 que contaba “cuántas minas que tengo”, una suerte de subjetividad premonitoria respecto de los que vendría en los ’90. Un galán, además, algo fascista, que cuando el lunes temprano prepara la agenda piensa —en claro ademán de militante del Pro— “anoto a la rubia // descarto a la renga”. Un galán que es capaz de decir la palabra “monadas” (“Haciendo el balance // del fin de semana // me miro al espejo // y me digo monada…”). Y un Galán, sobre todo, fracasado, decadente, que acaba el fin de semana solo y masturbándose. El tipo que cuando todo se desarmaba a principio de los `90 proponía canchero atarlo con alambre (en lugar de prenderlo fuego). El tipo que, cuando joven, era bueno y medio boludo y ahora es viejo, bueno y totalmente boludo. Copani. No tal alejado de García). 
Además del himno, Charly cantó “Demoliendo Hoteles” (una suerte de carta de presentación de alguien que, entre otras cosas, se llevó muy mal con los hoteles, que revoleaba sus televisores, que mostraba el culo por la ventana de la habitación o se tiraba clavados desde el piso quince y “Cerca de la revolución” (“Me siento sólo y confundido a la vez // Los analistas no podrán entender // No se muy bien que decir // No se muy bien que hacer // Todo el mundo loco y yo sin poderte ver. // Pero si insisto, yo se muy bien te conseguiré. Cerca de la revolución // El pueblo pide sangre // Cerca de la revolución // Yo estoy cantando esta canción // Que alguna vez fue hambre // Estoy cantando esta canción”). ¿Todo en Charly García tiene significado? ¿Todo es una cadena de sutilezas? Charly García era el verdadero Barthes rioplatense. O el mejor ejemplo de Barthes cuando éste indagaba las publicidades, la moda y otras mitologías, desde ese momento, globales. Charly García, que era Barthes, ahora es Fito Paéz, ese tipo al que le pasó todo tan rápido que de ser un rosarino huérfano devino en exitoso empresario de sí mismo; el tipo que de repente vendió miles de copias, que tiene miles de fans en puerta de sus casa a los gritos y al que le hacen miles de notas. Y que le canta al amor. Pero sólo el cuerpo de García puede soportar algo así. Páez se entregó casi sin resistencia. Como si ya estuviera derrotado. Como si estuviese esperando ese momento. El pacto con el diablo se había cumplido. (Pero, ¿cuánto tardarán mis amigos en volver a emocionarse con algún tema de Fito?)
Todo es un show civilizado en el que todos estamos unidos y del mismo lado. (Gonzalo y Víctor Heredia. Sandra y Miguel Russo. Hugo Moyano y V. Hugo Morales. Leo Sbaraglia, Leo García, Leo Messi. El tontón de Varsky y el cabezón de Cappusotto. Liniers y Carpani. Alejandro Dolina y Juana Molina. Un tenor, unos mozos y millones y millones de compatriotas. Charly García y Copani (y Fito Paéz, y Santaolalla). Tod@s somos kirchneristas. Tod@ somos parte de este show del disciplinamiento masivo. Nada de andar rompiendo guitarras o parlantes, nada de patear micrófonos, ni de andar llegando tan quemado que no podés ni articular tu nombre. No. Esto es al estilo Fito Páez. O Vicentico. O Santaolalla. Tipos que entienden del billete. Profesionales. Tipos que no podían dejar pasar la invitación de festejar todos juntos los Derechos humanos y la democracia (¡Algo impensable tiempo atrás! )  Algo que en Argentina sólo podía volver a pasar si venían unos tipos como los que vinieron que hicieron lo que hicieron. Néstor y Cristina. El matrimonio salvador. Fuegos artificiales. Festejemos el día de los Derechos Humanos y de la Democracia. Festejemos junto a las Madres, las Abuelas y los Hijos (por fin la familia unida). Festejemos junto a Cristina que el finado nos guía desde arriba. Una fiesta de todos los argentinos. Algo que nos enorgullece como argentinos. Una verdadera fiesta de la democracia mientras que una verdadera lluvia de fuegos de colores estalla sobre nuestra cabeza. Show. Show. Show. Todo es un gran Show. En este punto, los ’90 son  absolutamente irreversibles. Ese personaje casi ficcional que era Carlos Saúl (un personaje que escapaba, al mismo tiempo, de la obra de Breat Easton Ellis y de una épica del Pepe Rosa, con montoneras y generales incluídos) extiende sus garras sobre esta construcción ultra-ficcional. ¿Qué es 6,7,8 (o Duro de Domar) sino la aceptación de la construcción de relatos ficcionales como el piso sobre el que se discuten las reglas de juego? ¿Qué es la intervención (no tanto en el sentido político como en el artístico) en el INDEC sino la certeza de que la realidad puede ser controlada, manejada, dibujada —y, sobre todo, la certeza de que no hay otro modo, en el campo de juego, que no sea éste—? ¿Qué es (o era) la pareja presidencial sino el esfuerzo constantes (segundo a segundo), de ambos, por autoconstruirse como personajes legítimos, poderosos, temerarios, personajes principales de la inconclusa tragedia argentina? Ellos supieron de inmediato que si no querían terminar como De la Rúa su ficción debía tener muchas más capas, mucho más coraje, mucha más ficción. Qué debía incluir enunciados, y prácticas, y actores que, si no eran incorporados, jamás podríamos festejar así, todos en paz, todos unidos, el Día Internacional de los Derechos Humanos, el Bicentenario, los 27 años de democracia y los tres años del gobierno de turno.
Charly García es el mejor ejemplo de esta capacidad de convocatoria del kirchnerismo, de su capacidad de ficcionar, de inventar personajes. No hay salvación.
Ermindo Omega

Y le echan la culpa a bolivianos y paraguayos…

En un reportaje en la radio Paco Urondo, el urbanista de la Universidad de General Sarmiento Raúl Fernández Wagner explicó que la ocupación de tierras es el modo principal de acceso al suelo en todo el país, “seis de cada diez no alquilan en una inmobiliaria ni compran una casa o un departamento de modo formal”. La clave es el encarecimiento del suelo urbano debido a un mercado sin regulación. Los barrios cerrados en los que viven 200.000 personas ocupan 40.000 hectáreas, el doble de la superficie de la Capital Federal, que alberga a casi tres millones. A su juicio, la solución es la reforma urbana, que implica el disciplinamiento de los inversores, que se han beneficiado con valorizaciones extraordinarias del suelo, sin dar participación a la sociedad en esa plusvalía. En los últimos años hubo un boom de la construcción, destinada en un 80 por ciento a edificios de lujo y el resto para los sectores medios. Buena parte de esos metros construidos se volcaron al mercado de los alquileres, lo cual no resuelve el problema del 40 por ciento de la sociedad que gana menos de 4000 pesos al mes.
H.V.

¡Oooh, qué se valle todo, oooooh!

(la década impensable/caudillos muertos/arquitectura política)*
El kirchnerismo es, también, una inscripción en el espacio público. Se nutrió de las detonaciones del 2001 e hizo una reelectura propia y potente. Ya nadie clama por la extinción de la clase política. El líder que acaba de morir logró que se festejen aún sus apropiaciones indigeribles. La ambigüedad en el vallado de Plaza de Mayo
Diego Genoud
Dos tiempos superpuestos
Las vallas policiales que obturan la Plaza de Mayo están ahí hace casi diez años. Es un tajo metálico que se extiende desde Hipólito Yrigoyen hasta Rivadavia y que, en ocasiones, se expande hasta interrumpir el tránsito por completo. Cuesta ignorarlo. Son 72 bloques de hierro mallado que marcan distancia y amedrentan. Echan raíces en la plaza desde el 20 de diciembre del 2001. Recuerdan las escenas de la masacre con la que Fernando De la Rúa se despidió del bastón presidencial. Carros hidrantes, perros, caballos, gases lacrimógenos, cabezas de tortuga, bastones, balas de goma y a ese helicóptero que partió. Pero son al mismo tiempo, en los días finales del 2010, un paisaje que se volvió rutina inapelable, un elemento más de una escenografía que a nadie inquieta ni sorprende. Néstor Kirchner nunca se decidió a retirarlas. Cristina tampoco.
El día que él murió se produjo una alteración mínima. A eso de las cuatro de la tarde, un grupo de policías de la Federal comenzó a bajar vallas blancas –las mismas que se habían usado para el Bicentenario- de un pequeño camión y a delinear ese sendero angosto que entreabrió el vallado inamovible para que se ordene la fila imponente de los que querían agradecerle a Kirchner por su obra. Un vallado de contacto se convirtió en la hendija que superpuso el diseño de dos tiempos muy distintos. El del 2001 no se desarmó: siguió organizando la escena.
La plaza como amenaza 
El símbolo es potente y claro pero, por su aparente anacronismo, se presta a interpretaciones diversas. ¿Es un detalle que no habla del fondo? ¿Una parte escindida del todo? ¿Un temor infundado? ¿Apenas un olvido? ¿Un capricho de esos que los tantos que le atribuyeron a él? ¿Una muestra de que, cuando se decidiera, podría reprimir? Difícil. Las vallas de la Policía Federal persisten más bien como centinelas que advierten ante el peligro de lo desconocido y el avance del enemigo. Son el dique de contención de una marea difusa que, cuando estalla sobre las costas del poder, no da tiempo a nada. Son la conciencia de una fragilidad que –más allá del esfuerzo o la autosuficiencia- no se borrará tan fácil como se supone. La arquitectura de una gobernabilidad que decide su rumbo día a día.
En otro tiempo político, sería imposible naturalizar esa cortina de rejas. Se trataría de la afirmación imperativa de un gobierno represivo. Pero el kirchnerismo es grande por su capacidad pedagógica: nos hace entender que no tiene sentido entretenerse en cosas que todos vemos. Hoy aparece como incongruencia en el escenario semiótico de una administración con altos índices de aprobación y que evitó, casi siempre, resolver el conflicto social con represión. Rastro de una ambigüedad que se achica o se agiganta sin preaviso. Tras la muerte de Kirchner, su sentido se volvió más confuso. Todavía quedan retazos de carteles en su apoyo y las flores y espigas que lo despidieron con dolor. Como si las vallas fueran ahora apenas un paredón más en el que el pueblo se expresa.
Y pese a eso, aún delimita una frontera insoslayable. La muerte del ex presidente vuelve a invitar a pensar este tiempo de continuidades y rupturas. Algo dicen esas rejas de la democracia que renació después del estallido del 2001, algo confiesan de sus instituciones, algo enuncian con respecto al kirchnerismo. Algo dicen de Kirchner esas vallas que los sobrevivieron. El sistema político no puede prescindir de un vallado: sigue pese a todo en emergencia, en estado de vigilia, sobresaltado. Hay una turbulencia, latente y casi siempre imperceptible, que puede socavarlo. Incluso el proyecto que más adhesiones cosechó en el movimiento popular desde 1983 las quiso ahí, como reaseguro. Vallas que le cuidan las espaldas al gobierno de turno.
La calle y la reja
En la puerta de entrada a la Plaza de Mayo, el gobierno porteño también despliega su vallado policial. Pero su política de fondo para el espacio público es otra: el avance de rejas en todas las plazas de la ciudad. Es una apuesta más previsible, en busca del repliegue ciudadano y del corset para lo público. La Plaza de Mayo no ha sido enrejada aún. Es el escenario principal de la lucha política en 200 años de historia. La plaza de la revolución, del peronismo y las patas en la fuente. La paradoja es que el kirchnerismo recuperó la política y la plaza como lugar. Pero se quedó con las vallas. Escenografía parlante. Asunción de una fragilidad sistémica que no podía prescindir de advertencias para gobernar. Los manifestantes que pretendieron acceder al portón de la Casa Rosada en este período se quedaron lejos. No hubo asedio posible. Apenas un merodeo en torno al símbolo nodal del poder político.
Kirchner fue –entre tantas otras cosas que ya se dijeron- un peronista que vivió la constante de la calle como escenario decisivo. La calle como nutriente, como sostén y como termómetro, como punto de partida, como lugar de enunciación, como argumento irrebatible. Aún pese a sus dificultades para edificar una fuerza política propia y consistente, el kirchnerismo –en sus distintas vertientes- desplegó una vitalidad que muy pocos pueden exhibir. Desde ahí, obtuvo conquistas importantes y sólo perdió en el conflicto por la resolución 125.
Pero Kirchner fue también ese presidente que aterrizó en la cúspide de un edificio en ruinas y leyó como nadie de su clase el cimbronazo del 2001: tuvo presente casi siempre que el estallido había instalado como trasfondo permanente las réplicas de un sismo que habitaba la política. Se dejó atravesar por la crisis. No fue impermeable a sus esquirlas. Se nutrió de esas detonaciones. Desde ese roce, aplastó a sus rivales.
Los adversarios que lo aborrecieron hasta el fin deberían replantearse su posición ante el político Kirchner. ¿Qué sería de ellos si él no hubiera llegado para devolverle legitimidad a un sistema político que se desangraba abrazado a la receta represiva?. Deberían haber sido los primeros agradecidos: ahora pueden caminar por la calle.
Kirchner y los caídos (de su tiempo)
Durante su mandato, se aferró a la consigna de no reprimir el conflicto social. Los 1663 muertos registrados del ciclo que lleva su nombre cayeron en otro escenario. Gatillo fácil, torturas, muertos en comisarías, institutos de menores. Pobres, jóvenes, morochos. Política de Estado que trasciende pero incluye sin problemas al gobierno actual. 
Los crímenes de Kosteki y Santillán nunca dejaron de hablarle al oído. Antecedente de doble lectura. El recuerdo amenazante y, a la vez, el trauma que dio origen a su candidatura y a un nuevo tiempo. Siguió siempre que pudo esa máxima. Se dio una política con los movimientos sociales, con los organismos de derechos humanos, con las corrientes sindicales. Dividió, cautivó, debilitó, sumó, fogoneó, incidió, atendió demandas, operó en un terreno que otros daban por perdido o despreciaban. Alteró el flujo de la política: la iniciativa volvió al arriba. En poco tiempo, la plaza se fue secando de contrincantes y solo la izquierda partidaria deambuló cerca con peso relativo. La mayor parte de las organizaciones populares que apostaron al Gobierno aceptaron que sólo Kirchner sabía cuál era el momento de avanzar y cuál el de retroceder. Así pasó ante la desaparición de Julio López y el asesinato de Mariano Ferreyra.
La plaza como aval
Pero Kirchner construyó además una relación intensa y propia con la plaza. Desde ese día en que asumió y se asomó con su familia al balcón con cara de incrédulo. Soportó movilizaciones masivas como las de Blumberg y sintió también la satisfacción de ver cómo sus adherentes se adueñaban del escenario. El vallado siempre estuvo ahí, más allá de las variaciones. Incluso el 25 de mayo de 2006, cuando tuvo su Plaza del Si. Como si su supremacía política se diera sobre un fondo de precariedad, como si ya nada se consagrara con la certeza de la solidez, como si todo corriera el riesgo de ser efímero.
Después vinieron las concentraciones contra el campo, la épica antisojera, la resolución de Martín Lousteau. De fondo, sí, la necesidad de que el Estado intervenga para redistribuir la renta. Fueron por lo menos dos plazas en las que el kirchnerismo sumó por izquierda a sectores que entendieron que Sociedad Rural siempre querrá decir lo mismo.
Pero hubo una plaza más dramática, el día en que la Gendarmería se llevó a De Angeli a upa en Gualeguaychú. Esa noche, ya tarde, Kirchner fue a poner el cuerpo en la plaza con un grupo pequeño de sus compañeros. Dividió la pantalla y ganó un lugar en la tapa de los diarios a costa de ofrendar su fragilidad como espectáculo. Abrazado a sus compañeros, dio varias vueltas a la Pirámide de Mayo: lo llevaban en andas, lo despeinaban a manotazos, una bandera argentina lo cubría. La imagen transmitía una soledad que aún hoy resurge desoladora y confirma que la plaza era central para su estrategia.
En el otro extremo, están el 27 y 28 de octubre. Una vigilia popular en defensa de lo hecho, en alerta ante el vuelo de los albatros. La muerte de Kirchner cierra la década y abre interrogantes, invita a repensar los roles asumidos. El ex presidente se adueño de la iniciativa, disputó el escenario público y fue más allá de lo que la medianía suponía. Sin embargo, nunca se olvidó totalmente del 2001, del estallido como metáfora, de que debajo de la quietud puede incubarse un volcán de descreimiento. Las vallas atestiguan: muestran el reverso simbólico del kirchnerismo, como ayuda-memoria traumática, como constatación de la desconfianza ante su propia, por momentos elocuente, fortaleza. Como sello de una década que agoniza, como límite de una época que quiere trascenderla.
* Nota aparecida en la revista Crisis, Nº 2, diciembre de 2010.

Entrevista con Franco Berardi (Bifo)

“La sensibilidad es hoy el campo de batalla político”
Franco Berardi (Bifo) es filósofo, escritor y teórico de los medios de comunicación. Implicado en los movimientos autónomos en los años setenta, preconizó en los ochenta la futura explosión de la Red como vasto fenómeno social y cultural, y fundó en 2005 la primera “televisión de calle” en Italia. En castellano ha publicado, entre otros La fábrica de la infelicidad, El sabio, el mercader y el guerrero y Generación Post-alfa. Patolgías e imaginarios en el semiocapitalismo. (publicado por Tinta Limón Ediciones). Ha lanzado recientemente el sitio de comunicación th-rough.eu, una plataforma comunicativa transeuropea donde se dan cita la política, la filosofía y la crítica literaria y de arte.
En una entrevista anterior, hace ya dos años, Bifo apuntó tres claves de orientación teórica y práctica sobre la crisis europea: en primer lugar, no estamos ante una crisis puramente financiera, sino de un modelo entero de civilización; en segundo lugar, el desenlace del cataclismo económico es incierto: puede derivar hacia un “sálvese quien pueda” generalizado, o bien hacia la creación de una nueva cultura de la solidaridad y el compartir; por último, la disolución de la izquierda europea es un dato positivo, porque nos empuja a pensar y experimentar fuera de un marco conceptual y práctico que pertenece al siglo XX. Dos años después retomamos la conversación con Bifo sobre el mismo asunto.
¿Qué ha pasado en estos últimos dos años?
Sobre todo dos cosas: la esperanza Obama se ha disuelto y la crisis europea ha estallado. Una nueva lógica se ha instalado en el corazón de la vida europea a partir de la crisis financiera griega: Merkel, Sarkozy y Trichet han decidido que la sociedad europea debe sacrificar su nivel de vida actual, el sistema de la educación pública, las pensiones, su civilización entera, para poder pagar las deudas acumuladas por la elite financiera.
¿Y qué es lo que no ha pasado? Me refiero a la ausencia de las grandes luchas sociales que todos esperábamos. ¿Cómo lo explicas?
Durante los últimos diez años, la precarización general de la vida no sólo ha fragmentado el tiempo de vida y reducido el salario, sino que sobre todo ha instalado en la vida social el dominio del espíritu competitivo, con sus consecuencias de agresividad, aislamiento y soledad en las personas, sobre todo entre los jóvenes. Los efectos sobre la sensibilidad han sido devastadores y están a la vista de todos: depresión de masas, crisis de pánico, enfermedades del vacío, etc. Esa des-empatía generalizada explica el actual “sálvese quien pueda” ante la crisis.
¿Ves ahora alguna salida?
Me temo que la catástrofe presente no tiene ninguna solución, la barbarie es el nuevo orden social europeo. Eso no se puede cambiar, ya sólo podemos desertar. Tenemos que olvidar la palabra democracia, porque no hay ninguna posibilidad de restaurarla, y en su lugar escribir la palabra autonomía. Autonomía de las fuerzas de la producción técnica, cultural, creativa: lo que yo llamo ‘cognitariado’. Autonomía significa abandono y vaciamento del imaginario y los lugares del trabajo, el consumo, la competencia, la acumulacion y el crecimiento. Y la creación de un nuevo espacio mental y social separado definitivamente del económico. Ese es para mí el sentido profundo al que apuntan las primeras movilizaciones contra la crisis en Europa (Londres, Roma, etc.).
Pero los estudiantes han salido a la calle para protestar sobre todo contra el desmantelamiento del sistema educativo.
Desde luego, los estudiantes no pueden tolerar el fomento organizado de la ignorancia en los países europeos. Pero yo veo además otro elemento a tener en cuenta en la movilización furiosa y creativa del mes de diciembre: una tentativa de re-activación de la dimensión corpórea, física, deseante y sensible de las personas que componen la clase cognitaria europea. Es decir, los millones de estudiantes, investigadores, ingenieros, informáticos, periodistas, poetas y artistas que constituyen ese cerebro colectivo que es la fuerza de producción crucial y decisiva en el tiempo presente.
Pones mucho énfasis en la cuestión de la sensibilidad.
Sensibilidad es la capacidad de entender señales que no son verbales, ni verbalizables. Es la facultad de discernir lo indiscernible, aquello que es demasiado sutil para ser digitalizado.  Ha sido siempre el factor primario de la empatía: la comprensión entre los seres humanos siempre se da en primer lugar a nivel epidérmico. Y ahí está hoy el campo de batalla político. La intensificación del ritmo de explotación de los cerebros ha colapsado nuestra sensibilidad, por eso la insurrección que viene será ante todo una revuelta de los cuerpos. Pienso en un nuevo tipo de acción política capaz de tocar la esfera profunda de la sensibilidad mezclando arte, activismo y terapia.
¿Por qué el arte?
Hay una expresión artística importante en la última década que se dedica a la comprehension de la fenomenología del sufrimiento psíquico. Pienso en escritores como Jonathan Franzen y Miranda July, en vídeoartistas como Lijsa Ahtila o en cineastas como Gus Van Sant y Kim Ki-Duk. Pero el arte por sí solo no consigue modificar la realidad, sólo conceptualizarla y denunciarla. El arte debe mezclarse con la política y la política con la terapia.
Terapia y política, una extraña pareja, ¿no?
Cuando el primer efecto de la explotación capitalista del trabajo cognitivo es el agotamiento nervioso y el sufrimiento psíquico, la acción social tiene que proponerse antes que nada como terapia mental y relacional. Pero cuando hablo de terapia no me refiero a una técnica que reintegre al individuo roto a la normalidad del consumo compulsivo y la competición económica, sino a la práctica que reactiva la sensibilidad y la empatía. La terapia que propongo no es otra cosa que revuelta y solidaridad, el placer de los cuerpos mezclándose con otros cuerpos. Las movilizaciones de diciembre en Londres y Roma han sido las mejores acciones auto-terapéuticas que pueden imaginarse. Mejor que un millón de psicoanalistas.
Para acabar, te pido unas palabras sobre la situación italiana.
Dos procesos de barbarización se suman en Italia. Por un lado, un grupo de criminales notorios, de fascistas mafiosos y racistas están desmontando la estructura institucional y moral del país. Y por otro, hay una aplicación sistemática de las directrices neoliberales y monetaristas de la Unión Europea. No hay solución italiana a la situación italiana. Pero yo ya no soy italiano. Los estudiantes italianos ya no son italianos, muchos han dejado el país y viven en Londres, Berlín, Barcelona o París. Somos europeos, porque sabemos muy bien que sólo a nivel europeo se puede crear una nueva forma política adaptada a la riqueza de la inteligencia colectiva. Sólo una insurrección europea puede abrir un nuevo horizonte a la sociedad italiana.
Entrevista realizada por Amador Savater y publicada el 29 de enero de 2011 en Público, Madrid.

La lección árabe

«Boquiabiertos, sorprendidos, Occidente mira a los países árabes desde la reciente revolución de Túnez y la agitación de fondo mayor en Egipto. Y aún así seguimos creyendo que es la tecnología de Occidente la que les da herramientas de libertad, sea Twitter o Facebook. Gran error. Han sido útiles pero no son determinantes. Lo que ha ocurrido aquí es el hartazgo y el ejemplo del rebelde (Túnez). Occidente debería aprender a ser humilde y darse cuenta que ha sido aliado de embaucadores y que sus juguetes tecnológicos no son el destino de la libertad». 
Magdalena Martínez R.

Israel debí haberme llamado

Tenía una novia que viajaba vendiendo cosas, por las rutas provinciales, en ese entonces, hechas pelota. Había un puente que había que cruzar a paso de hombre. Una balsa, un cañaveral donde se atravesaban las vacas, calles de tierra y cuices saltando alocados de cuevas al costado de los arroyos.
A veces coincidíamos y yo iba con ella. Recorría -por motivos que ahora no vienen al caso- la provincia de Entre Ríos. Cuando no coincidíamos le decía «extrañame«. Y ella siempre me respondía lo mismo: «la palabra extrañar es una palabra fea, no hay que extrañar».
De las relaciones, cuando el tiempo pasa y se superponen otras alegrías, otras tetas y dolores, te quedan esa suma de detalles estúpidos repetidos hasta lo inverosímil. Cosas que solamente para vos tienen sentido. En la plenitud de lo incontable.
No te estoy extrañando ni mucho menos. Y sé que vos, por suerte, tampoco.
Pasa que volví a casa. Después de tomar varias gaseosas y licuados de fruta, perfectamente horribles. Y discutir sobre los puteríos de barrio cerrrado entre escritorios y expedientes que la joven patria contratista llama «hablar de política». Ese show de blackberrys y sacos con hombreras, pibotes jugando de pivotes y luciendo impecables afeitadas, de esas que brillan, cachetes K que, para mí, se encreman después del spá, música celta, mucha rúcula con parmesano en la república de Palermo, no les da para el cine iraní porque prefieren aburrirse con la play station, chicas moderadamente putas, reidores, claques del último chusmerío de pasillo, de una elaborada redacción, elogiable el esmero por cuidar la sintaxis al pronunciar tanta irrelevancia. Tanta pavada.
Me trajo a casa un amigo. Bajé. El sereno debe estar durmiendo. El río está a la espalda de este edificio. Y pasan taxis, el kiosco, donde venden sánguches de zapato envasado al vacío existencial, está cerrado. Sobre la persiana del kiosco duerme el pibe que canta una canción de iracundos cuando está borracho. Y siempre está borracho. Debería cruzarme y mientras duerme cagarlo a patadas en los riñones, darle en la cabeza con un bate de beisbol, por fracasado, por borracho, por arruinarme el paisaje, por basura, por miserable, por no haber comido, jamás, rúcula con parmesano. Debería ser más sincero, lastimarlo entero y llamar a la cana para que lo arrastre el Same. Le haría un favor: alguien, pibe, sabe que existís y no te viene con sensiblerías literarias. Te merecés que alguien te tenga en cuenta. Pensalo, podés volver a ser un ser humano. Sí, humillado, dolorido, rengueando, meando sangre, pero capaz que es mejor que dormir invisible temiendo a todo, sin saber qué patología portás (mirá si tenés surmenage? hacete ver, porque se te puede agravar, eh, posta, te lo digo de onda).

Cuando te decía que te iba a extrañar, para que me respondas eso de que la palabra es fea, me iba al bar de calle 3 de febrero sobre la avenida Don Bosco, frente a la villa 9 de julio. De camino, como los barrios obreros de Paraná no se iluminan, siempre me encaraba algún puto. En el bar se tocaba la guitarra, todos borrachos, con vino barato, Los Iracundos, infaltable.

Los subtes están enrejados. En esta avenida el semáforo sigue como si nada, la ciudad de Buenos Aires se queda dormida, con las luces apagadas. No quedan ni los cartoneros ya. Puedo subir, abrir la ventana, apoyar el codo, imaginar abuelos que se despiertan en plena noche, señoras mirando películas tontas, adolescentes haciéndose una paja, personas que morirán sin enterarse, un despertador que suena, una chica que llora, un ladrón que entra por el balcón, un trío con dos chicas, un oficinista tomando pastillas para dormir.

Me siento en el tercer escalón de la puerta. Me ato los cordones.
Extraño el río. Los camalotes, esos gigantes, que transportan carpinchos, y los pibes se cuelgan para que los arrastre río abajo y esquivar los remolinos, los sábalos que aparecen muertos cuando baja mucho la corriente, los mosquitos, las vinchucas, los perros comiendo esqueletos de pescado, los nenes cargando baldes con carnada, las canoas amarradas, los ranchos donde hay tachos de aceite friendo grasa y el surubí que se pasa en postas por huevo y harina y se tira y cruje y el vino blanco en damajuana y la guitarra y las barrancas en peligro de derrumbe, la pobreza del norte, el sol que se estira manso detrás de la isla, los cordones que me ato, el semáforo que cambia, pasa un taxi a baja velocidad, la travesti que espera el colectivo termina subiendo al taxi tras una breve transacción, le chupa la pija en la esquina, un policía se aburre mandando mensajes de texto, el micro que viene de La Plata y bajan tres pendejitos bardeando.

Conozco una chica que tiene 20 años y trabajaba en un comercio que cerró, trabajaba muchas horas por dos mangos y después salía a militar por el kirchnerismo, Paqui. Me gusta la gente así. Cuando Jesús discute que estamos haciendo una revolución, cuando Virginia alfabetiza en Corrientes, cuando el Cabezón me cuenta que en Salta lo ascendieron a gerente del banco y con eso puede bancar el comedor para los wichis.

Me desato los cordones, sentado en el tercer escalón, para volver a atármelos. Más que extrañar algo indefinible. Pruebo el teléfono -odio tanto tu contestador, de manera inversamente proporcional a lo que me calienta tu acento- y nada, qué rara es la palabra nada.  Es tanto como saber que la mayoría de la gente duerme, planifica, avanza, vive vidas organizadas, cuatro comidas diarias, no más que tres vicios, y el campo de noche se abre a ruidos de ningún lado, gemidos de fantasmas, ratas, un gato montés, perdices, arañas, yuyos venenosos, jejenes, el calor, la noche entera de estrellas y los árboles dibujando fieras a contraluz de la luna.
Tengo un quilombo en la cabeza.

El guardia de seguridad, efectivamente, está dormido. Disimula mirando la cámara en blanco y negro, ahí proyecta en sepia los sueños de una vida mejor. En el ascensor me miro al espejo. Me guiño un ojo. Se me está cayendo el pelo y tengo esta panza, un barril de cerveza tirada a la basura de los años. Guiño un ojo, frente al espejo. Es un gesto pelotudo. Pero por alguna extraña razón me da la pauta de que hay una conexión entre el pibito de mochila y delantal que volvía pateando piedritas por calle Ramírez hasta Urquiza, con jopo a la gomina y la tarea pendiente antes de salir a jugar a la escondida; cuando guiño un ojo frente al espejo del ascensor encuentro esa conexión con el pibito travieso que fui y este pedazo de hijo de puta al que se le arruga la cara y sonríe con mueca de loco y unas ganas imprescindibles de coger.
Nada de esto va a ocurrir. Ni sé si terminó ocurriendo. Sí, sí es verdad que antes de escribir esto abrí la ventana, apoyé el codo y me puse a mirar cómo partía el buquebus.
Hay días que tengo ganas de irme a cualquier parte. Pero me dura un rato, nomás. Hasta acordarme que ya  ya me fui, que estoy en cualquier parte. Que escribo esto y me tiro después en la cama. Paso dos capítulos de una novela policial de los años 40 y con suerte, mañana, al mirar el reloj, dormí siete horas y empieza de nuevo ese ritual de envejecer sin mucho sentido.
Esperá, no terminé: sonará poco, pero toda esta desolación te la dedico, cursimente, a vos, que le agregás valor a esta materia prima. Puedo producir palabras en cantidades industriales, pero cuando me mirás y hacés esa forma con los labios como curvados, no sé cómo explicarlo, pero en ese momento, casi todo tiene sentido. Casi todo vale la pena.
Lucas Carrasco
(http://lucascarrasco.blogspot.com)

Santiago Llach: “Me quedo con la poesía de Facebook antes que con el hijo de puta de Juan Gelman”

Santiago Llach es una pieza clave en la literatura argentina: editor del sello independiente Siesta y del transnacional Emecé, poeta, creador de narradores y eventos. Anduvo recién en Chile con sus dos niñitos. Escribió un cuento acerca de Chile desde la perspectiva fetal: su padre venía al proceso de la Unidad Popular. Los dejo con él, que analiza, sin anestesia, la realidad política argentina, peronismo y kirchnerato incluidos, y de la escena literaria independiente argentina, a la que califica de “patética”.
Acabas de publicar en Chile “Muchacha Kirchnerista”. Por favor, trata de dar algunas claves sobre el libro, introducirlo.
-Ojalá “Muchacha kirchnerista” sea mi último libro de poesía. Es muy patética la poesía, autoayuda en su peor versión. “Muchacha…” es un libro que no escribí, es más bien un mashup. Tomé un viejo poema mío que miraba la Buenos Aires de los 90 y en el medio le intercalé unas desgrabaciones (descaseteos) de un derechista cocainómano que me habló en la vereda de Kim y Novak, un antro horrible, una madrugada. La palabra “muchacha” tiene dos connotaciones de lectura muy marcadas, que vienen de dos canciones célebres del siglo XX argentino, dos canciones que usan versos octosílabos.
¿Cuáles?
-La marcha peronista, casi un rasgo gestual de pertenencia al peronismo, que todavía hoy muchos argentinos conocen de memoria, comienza diciendo “Los muchachos peronistas / todos unidos triunfaremos”. Debe ser la única marcha de un partido político que se ha cantado durante décadas en los estadios de fútbol, tanto con la letra intacta como con la letra cambiada. Y después está “Muchacha ojos de papel”, el tema de Spinetta, un lugar común amoroso del primer rock argentino. Y bueno, “Muchacha kirchnerista” es un poema pensado con relación a una sensación de incomodidad que produce el revival del militantismo setentista, todos estos chicos y chicas que de pronto han sido inducidos a “descubrir” la política a la luz del kirchnerato.
Hay un lavado de cabezas que a mí me resulta entre cómico e irritante, sobre todo porque la estructura de sentimientos mía está próxima a ellos. Pero son nenes de 30 años jugando a los soldaditos montoneros, hay chicos de colegios privados que a los 35 años de pronto se convierten al peronismo… Cuando se produzca una nueva encarnación del peronismo, una encarnación de derecha, me pregunto qué van a decir. A todas esas chicas les canto, casi con angustia. Y en el marco de esa Buenos Aires de 2010 que es muy similar a la de los noventa, aun cuando en todo este clima de ideas revisionistas hay un rechazo bastante papelonero a los años noventa. Se puede leer un poema de los noventa como si hablara de la ciudad de hoy. La única diferencia es que la cocaína es mucho más barata y de mucho peor calidad y su consumo se ha extendido de manera terrible.
Eres un personaje fundamental en lo que fue la literatura under de los 90. En argentina circula la literatura independiente, aunque mal editada, eso mantiene viva una hoguera creo yo. Dime cómo ves eso con respecto a los tiempos de ahora…
-La escena independiente es patética. Anuncia algo, y es que tener libros publicados no significa nada. Tampoco es una escena under respecto de nada, todo es under, salvo alguna cuestión que vale la pena recordar, que es que el hecho de que el poeta nacional del gran diario de izquierda, Juan Gelman, es un tremendo cínico que refrendó la lucha armada hasta 1979, cuando aquello hacía rato era una carnicería. Este tipo, que cada año nos regala un libro más horrible que el anterior, formó parte de un delirio organizado por los jóvenes de clase media que mató a inocentes propios y ajenos.
Pero lo peor es que los restos de esta banda se ofrecieron como prenda de cambio para la reconciliación nacional, y le sugirieron a Menem que indultara a los generales de la dictadura y a cambio los indultara a ellos. Eso fue en 1990, Gelman ya no estaba en la banda, y la banda sólo administraba sus negocios residuales (como también Gelman había administrado el dinero de los secuestros). Pero este poeta tan tan sentimental tenía procesos penales en su contra y fue indultado por Menem (por su puesto, Gelman salvó la ropa oponiéndose a la compañía de esos militares en la letra del decreto, a la que no lo arrojaron otra cosa que sus propias decisiones políticas). Esa generación setentista e izquierdista odia, sólo odia, y sus poetas están muy sobrestimados.
Por un lado tenemos a esta momia, y por otro lo que yo llamaría la poesía Facebook. La escena poética argentina es un gran grupo de autoayuda. Uno de los procedimientos típicos es el de un perdedor que se pone una “editorial” a imitación de Eloísa Cartonera, edita a un par de autores conocidos y después edita a minitas que por las fotos de Facebook parecen lindas, para tratar de cogérselas. En realidad es todo bastante más entretenido. Me quedo con la poesía Facebook antes que con el hijo de puta de Gelman.
Uh, directo eh, bien argentino. Siempre hablé de la izquierda que mandó al pueblo al horno mientras ellos estaban encaramados en un avión rumbo a Europa, a pasarlo bien y entender los secretos para volver a gobernar el país. Ni huevones. O de la que sin tener competencia, obra, idoneidad, administraba las platas de la cultura. Es un dilema, porque de cualquier manera alguien tiene que hacerlo, mantener viva una escena cultural; de lo contrario, no estaríamos en un país sino en un caserío. En México existe un sistema de becas, acá algo, en Argentina no. Porque hay mercado editorial quizás. De cualquier manera,  ¿cuál es el balance que haces de la administración de Néstor K y de la de Cristina K?
-Partamos de la base de que Argentina es un país donde circuló una foto de un presidente con, literalmente, un pepino en el culo (el “presidente de los seis días”, el gargantuesco Adolfo Rodríguez Saá, que fue objeto de un chantaje en un hotel por horas). Así que Argentina es un país al que, en lo que hace a la política, hay que analizar en clave de sainete, en clave de comedia. La democracia argentina, además, fue gestada al calor de una mentira. La dictadura desapareció a lo sumo a 8000 personas, eso lo sabe todo el que esté un poco informado. Pero las organizaciones de derechos humanos tienen el leit motiv de los 30000 desaparecidos.
Pregúntale a cualquier joven, incluso a personas grandes, y todos creen que la dictadura mató a 30000 personas. 30000 personas no son lo mismo que 8000. Y creo que legalmente es difícil argüir que se trató de un genocidio. Además, ¿se supone que el último gobierno de Perón, votado por el 62% de los argentinos, tenía que quedarse de brazos cruzados frente a una banda armada que asaltó un cuartel? Estas cosas no se pueden decir en la Argentina, sólo las dicen los impresentables de derecha. Y creo que desde una posición progresista hay que hacer un esfuerzo por desarticular todos estos mitos de la democracia. Es por estas mentiras y por el odio de la generación setentista y por el militantismo anacrónico que instiló el kirchnerismo que seguimos discutiendo estas cosas en lugar de resolver problemas mucho más urgentes. Esto se relaciona con el peronismo, claro. Antes quiero hacer una aclaración personal.
Dale.
-Mi abuelo paterno nació en un conventillo del barrio de La Boca, en un hogar súper humilde. Él estudió abogacía y formó parte de la construcción y la fundación del peronismo. El tipo era intendente de Avellaneda el 17 de octubre de 1945, el día en que espontáneamente las masas obreras del conurbano fabril (principalmente, de Avellaneda) irrumpen en el centro de la ciudad ante la mirada asombrada de los blancos porteños para pedir por la libertad de Perón, encarcelado por la misma dictadura militar de la que él había sido vicepresidente hasta unos días antes.
Después, durante los tres primeros gloriosos años del gobierno ya democrático de Perón, en que la clase obrera incrementó notoriamente su participación en el PBI, mi abuelo fue el principal asesor del canciller Atilio Bramuglia, un abogado de origen sindical y socialista, que fue figura descollante de aquel gobierno. Poco antes, mi abuelo había inaugurado también la Bombonera, el estadio de Boca, un equipo raigalmente popular. De modo que puedo decir que llevo el peronismo en la sangre. Dicho esto, lo que quiero señalar es que las sucesivas encarnaciones del peronismo son bandas que toman por asalto al Estado para hacer negocios privados en nombre del pueblo y de la ideología de moda.
Hay una virtud que tiene el peronismo, y es que puede gobernar a la Argentina. Eso es todo, y cabe también para el kirchnerato. Kirchner navegó las aguas de los precios altos de las commodities y tomó medidas arriesgadas. Como todos los gobiernos latinoamericanos, aprovechó esta situación inédita en que los países periféricos están más sólidos que los centrales. Pero no dejó nada. Sólo dejó a Cristina, una mujer mucho más sensata que él. Sus primeras medidas tras su liberación (tras la muerte de su marido, que sin dudas fue para ella una liberación) giró hacia la ortodoxia en lo económico y está enfrentando a la policía y al sindicalismo más rancios. Pero si sacas la figura de Cristina, lo que queda son dirigentes de derecha. Ningún peronista progresista puede ganar con el voto. Si Cristina tiene la fuerza psicológica para presentarse, es probable que gane la reelección, pero al día siguiente de asumir ya quedará renga.

Entrevista a Peter Pál Pelbart

“Una crisis de sentido es la condición necesaria para que algo nuevo aparezca” 

Peter Pál Pelbart es filósofo. Nacido en Budapest, formado filosóficamente en París, actualmente es profesor en la Universidad Católica de São Paulo (Brasil). Es coordinador de una compañía teatral con pacientes psiquiátricos. Entre sus temas de investigación se encuentran la locura, el tiempo, lo común o la biopolítica. En castellano ha publicado Filosofía de la deserción (Tinta Limón ediciones).
Por obra y gracia de la crisis económica europea, la palabra “crisis” está hoy por todos lados. Con ella solemos referimos a un proceso fundamentalmente negativo, que padecemos pasivamente como víctimas y del que hay que salir cuanto antes para regresar a la normalidad. Pero en las crisis subyace también un gran potencial de transformación.
¿Cómo piensas las crisis?
En España seguramente se conozca bien a François Tosquelles, psiquiatra, psicoanalista y militante anarquista catalán. Refugiado en Francia tras la guerra civil española, fue responsable de una verdadera revolución en la psiquiatría a partir de su trabajo en el hospital de Saint Alban. Comprendió inmediatamente la similitud entre la situación de los hospitales y de los campos de concentración, lo que le impulsó a una subversión de la lógica institucional. Lo que se conoce menos de Tosquelles es su producción teórica. Escribió un libro llamado La vivencia del fin del mundo en la locura, donde describe los cuadros clínicos en los que se pierde radicalmente la confianza en el mundo, la expectativa elemental de que el mundo pueda continuar, tras una quiebra en la vida, un desastre, una crisis. Todo eso apenas sería una contribución en la descripción fenomenológica de un cuadro clínico, como las que hicieron Binswager o Minkowski. Pero su idea más interesante, desarrollada a partir del trabajo de Goldstein, es que esa catástrofe anímica coincide con la apertura a la creación de mundo. Junto a la disolución padecida de la existencia, se da un esfuerzo vital de invención de una nueva forma de vida. Es decir, catástrofe y creación van unidas.
Algo parecido escribió el medico y neurólogo alemán Viktor von Weizsäcker, que lo formuló de manera igualmente sugerente. El momento de la crisis, dice él, es aquel en el que ya nada parece posible. Pero también es el momento en que se cruzan muchas transformaciones. Y por eso, aunque la actualidad le parezca al enfermo completamente bloqueada, es el momento en que se abren todas las posibilidades. Es decir, la crisis es una conjunción del “nada es posible” y del “todo es posible”. La crisis revela las fuerzas que estaban en juego o, más bien, las redistribuye respondiendo a la pregunta: ¿irán las cosas en la dirección de la vida o de la muerte? Así concebida, la crisis no es el resultado acumulativo de una serie previa, sino un comienzo, un origen, una decisión vital. Corresponde a la creación de un espacio y de un tiempo propio, que ya no obedece a las coordenadas del mundo objetivo u óntico, sino a la dimension pática como él la nombra, allí donde puede ocurrir una mutación de la experiencia y de las posibilidades. Félix Guattari bebió de esa fuente aunque lo haya enunciado a su manera, con sus palabras, cuando se refiere al “caos”, a la “caósmosis”, a la “heterogénesis” y, sobre todo, cuando explicita hasta qué punto un hundimiento caosmótico es la condición para una heterogénesis, no sólo en la psicosis, no sólo en el plano psicológico, no solo en el plan individual, sino también colectivo, político, estético, etc. Entonces yo diría, operando transversalmente entre esos niveles tan distintos, que la crisis, la catástrofe, la ruptura, el colapso de sentido o como queramos llamar a esos momentos de derrumbe, son las condiciones de posibilidad para una mutación subjetiva, existencial, vital, sea en contextos micro o macro.
¿Por qué dices que en el momento de crisis “nada es posible” y, al mismo tiempo, “todo se hace posible”? Explícame esa (aparente) paradoja.
Sí, es un fenómeno paradójico. “Nada es posible”, “todo es posible”. Pero, ¿no oscilamos constantemente entre esas disyuntivas o, más bien, no las vivimos simultáneamente? ¿No podríamos reconocer en esa extraña conjunción un rasgo de nuestra sensación contemporánea? Pero no se trata de una sensación individual o psicológica, sino que es una lógica más amplia que se puede encontrar en los fenómenos de cultura o de civilización. Quizá en Nietzsche y en su análisis del nihilismo es donde esa lógica se explicita más claramente. ¿Qué es el nihilismo para él? Es el proceso por lo cual los valores que fundamentaban la cultura de nuestro Occidente se desvalorizan. Es el proceso histórico-filosófico por el cual aquello que era objeto de creencia suprema (el Ser, el Bien, Dios, la Razón, el Progreso) pierde su credibilidad. Así, las figuras metafísicas, religiosas o morales que daban sentido al mundo o a la vida dejan de ser operativas, con lo cual el mundo o la vida pierden el sentido que antes tenían y caen en una orfandad ontológica. Es un proceso de vaciamiento muy complejo que se detecta en dominios tan distintos como la filosofía, el arte, la política, la historia, pero que se puede leer siempre al menos de dos maneras opuestas: una apocalíptica, otra jubilatoria.
En efecto, el fin de una interpretación del mundo dominante (socrático-cristiana) equivale, para unos, al tenebroso fin del mundo y del hombre: es el “nada es posible”. Para otros, por el contrario, la liberación de una interpretación hegemónica del mundo, y por ende el fin de un mundo y de un hombre, representa la apertura a otro mundo y a algo más allá del hombre: es el “todo es posible”. La posición particularísima de Nietzsche consiste en pensar ambas cosas juntas, en asumirlas juntas. Porque, para él, un mundo desprovisto de sentido, tras la desvalorización de los sentidos supremos, nada tiene de condenable, ni de aterrador, y sólo lleva a la parálisis a una voluntad empobrecida, ya que una vida superabundante, por el contrario, soporta y hasta necesita de ese vaciamiento para dar lugar a su fuerza de interpretación y de creación, aquella que no busca el sentido en las cosas, pues se lo impone. En contraposición al creyente que dependía de los sentidos trascendentes, Nietzsche reivindica un espíritu que “se despide de toda creencia, de todo deseo de certeza, ejercitado, como está, en poder mantenerse sobre delgadas cuerdas y posibilidades, e incluso ante el abismo, danzar”. Una lectura nihilista del proceso del nihilismo se queda en el “nada es posible”. ¿Como hacer el pasaje, que ya está en el concepto mismo de nihilismo, del “nada es posible” al “todo es posible”? Sabemos cómo cierta posmodernidad hizo una interpretación nihilista y cínica de la contemporaneidad: fin de las utopías, de las ideologías, de la política, de la historia, etc. Por tanto, nada merece la pena, todo es equivalente: “nada es posible”. Sería necesario examinar cómo otras perspectivas, por el contrario, piensan positivamente estos pasajes históricos de crisis, sin nostalgias en relación a las formas tradicionales que caducaron y de las cuales el presente trata de liberarse, en favor de otras fuerzas y formas por venir: “todo es posible”.
Asocias la crisis (o la catástrofe del sentido) a la creación de mundo. Por tanto, la crisis se convierte en un momento decisivo de la política o la transformación social, porque éstas pasan por la creación de (otros) mundo(s). Sin embargo, a nadie le gusta estar en crisis, que los sentidos que hasta ayer te orientaban ya no funcionen más, porque eso duele. ¿Cómo podríamos sostener entonces una crisis de modo activo?
Es evidente que ante la amenaza de una crisis siempre hay un esfuerzo por preservar la forma de vida previa, la identidad preexistente, la subjetividad cristalizada, los valores tradicionales, en definitiva, el sistema vigente. La incertidumbre puede desencadenar crispaciones identitarias defensivas para aplacar la angustia, reterritorializaciones (1) brutales, a veces mortíferas. El problema es que esa reactividad no “alcanza” lo que está en juego en esos momentos cruciales de transformación. Podríamos usar aquí la bella fórmula de Deleuze: la única ética es estar a la altura del acontecimiento. ¡Pero cuánto desapego implica esto a veces! Nietzsche decía que hay que desprenderse de la religión, de la patria, de la familia, del saber, de los amigos, de uno mismo… ¡y también de la voluptuosidad del desapego! Pero claro, está el miedo a desprenderse de las pertenencias y los territorios, a perderse uno mismo, a enloquecer o morir, a vivir un derrumbe, una separación, un duelo, un hundimiento. El miedo a dejar que se caigan las máscaras y a no conseguir aferrar las nuevas posibilidades que se abren cuando las formas de existencia establecidas se muestran ya inviables. Sí, son pasajes en que uno se ve afectado por una gran incertidumbre, una indeterminación, un vacío incluso, ya sea en el dominio individual o colectivo, existencial o axiológico. Nada de esto se da sin dolor, sin cierto tipo de muerte, sin una experiencia radical de desterritorialización (1). El desafío es vivir la crisis como un proceso (2) abierto, en el que las reservas de vida y de virtualidad que la crisis revela y desvela sean la materia prima del cambio. Esto requiere todo un arte de la mutación muy complejo y sutil. Claro que la perdida de referencias, de límites, de dirección implica muchos riesgos y peligros, como ocurrió tras la caída del Muro de Berlín con las resurgencias nacionalistas, fascistas, fundamentalistas. No sé si es un problema de conciencia. Es más bien una cierta posición de deseo lo que está en juego, sin duda. Lo que se necesita es un nuevo agenciamiento (3) para sostener la mutación en curso, ése es el desafío. Se requiere un arte, mayor o menor: una inteligencia afectiva, un constructivismo experimental, una cartografía esquizoanalítica (4), una micropolítica.
¿Podríamos decir que el proceso de elaboración positiva de una crisis (la creación de nuevos sentidos y relaciones) es al mismo tiempo un proceso terapéutico, sanador de algún modo? Sería una terapia distinta a la habitual que no pasa por la “contención” ni la “reparación”, sino por la renovación existencial y una cierta metamorfosis. ¿Qué piensas?
Estoy totalmente de acuerdo. El desafío es, a partir de ese “agujero de sentido” que se vive, y de los índices de desterritorialización que se despliegan, poder construir nuevos territorios existenciales (1), abrir nuevas líneas de vida, generar nuevos sentidos, engendrar nuevos ritornelos. Pero no se trata de sustituir los sentidos existentes por nuevos sentidos provenientes de la sensibilidad anterior que justamente se está acabando o que entró en colapso. Como decía François Zourabichvili a partir de Deleuze, una mutación de la sensibilidad, individual o colectiva, se caracteriza justamente por una redistribución de la frontera entre aquello que ya no se tolera, aunque antes era lo más cotidiano, y aquello que en adelante se desea, aunque poco antes fuese inimaginable. No se puede hacer la economía de esa mutación, que es de la sensibilidad, de la percepción, del pensamiento, de la vitalidad –una metamorfosis, como dices. Sí, es un proceso que se podría llamar terapéutico, si se quiere y si ampliamos mucho el sentido de la palabra, o esquizoanalítico, si queremos radicalizar la apuesta en nuevas coordenadas de enunciación a partir de una molecularidad (5) intensiva y de agenciamientos abiertos, acompañadas de formas de expresión que se engendran en el proceso mismo de las subjetivaciones en curso. Es verdad que en ocasiones esto exige cosas muy triviales también, un tipo de cuidado, de continuidad. El colectivo Situaciones habla de manera muy pertinente de tejer lo común cada día, punto por punto, en un trabajo de gran delicadeza, casi artesanal. En todo caso, yo vería todo este conjunto como la construcción y el sostenimiento de un plan de consistencia (6). En ciertos trabajos con grupos o colectivos eso es imprescindible. Pero hay que agregar –ese plan es constituido por una materia de virtualidad– un inconsciente, si se quiere todavía utilizar la palabra, vuelto hacia al futuro. Un inconsciente ampliado y abierto al futuro hace que los cortes y quiebres de sentido no remitan a una interpretación de contenidos profundos, sino que participen de una maquínica (7) extendida, de modo que manifiestan una subjetividad en estado naciente, apertura desterritorializante necesaria para que advenga algo allí donde todo parecía cerrado.
Retomas una cita de Deleuze para afirmar que hoy “no creemos en el mundo”: que nada nos concierne, que somos espectadores de lo que (nos) pasa. ¿Podrías explicarme qué significa esto? ¿Tiene relación con la cuestión de las crisis?
Es como un grito filosófico: “Perdimos el mundo, nos lo quitaron”. O, en otro contexto, Deleuze dice lo mismo con otras palabras: “El hecho moderno es que ya no creemos en este mundo. Ni siquiera en los acontecimientos que nos suceden, el amor, la muerte, como si nos concernieran apenas por la mitad”. Es enigmática esa exclamación. Pero no debería ser leída como una lamentación, trágica o melancólica, sino más bien como un signo del presente. Y de hecho, cuando en sus libros sobre cine, Deleuze analiza el pasaje del cine clásico al contemporáneo, por ejemplo con el neo-realismo italiano, Rosselini, De Sica, insiste sobre esos personajes que delante de una situación de extremo horror o belleza, como una ciudad destruida por la guerra o un volcán en erupción, se ven atravesados por un estupor, una parálisis, una suspensión de la acción. Frente a un exceso de sufrimiento, belleza o abyección, ya ni siquiera consiguen reaccionar, se vuelven como espectadores de lo que les afecta. Para Deleuze, esa situación es un síntoma de que se rompió la conexión sensorio-motora con el mundo, de que ya no estamos en un régimen de acción-reacción.
Más allá de una consideración sobre el cine, y de ese pasaje de un cine del movimiento a un cine del tiempo, hay en el fondo una reflexión sobre una mutación más profunda, una ruptura en la conexión entre el hombre y el mundo. Más radicalmente, lo que fue perturbado es la creencia en el mundo. ¿Y no es el cine, el arte, el pensamiento o la política los que podrían devolvernos la creencia en el mundo? Pero no se trata, justamente, de volver a creer en lo que antes nos hacía actuar, ya sean los dogmas metafísicos, religiosos o políticos. William James, junto a Nietzsche, fue uno de los autores que inspiró a Deleuze en ese tema, porque él pensó a fondo el tema de la creencia en el contexto de un mundo precisamente pluralista, incierto, peligroso, con partes inconexas, indeterminaciones –un mundo no determinista, sino agonístico. Para James, como para Nietzsche, no se trata de creer en cosas que justamente cayeron en el descrédito: Dios, la Revolucion, el Progreso, esos universales o absolutos que se arruinaron, sino de reactivar la creencia a partir de un pluralismo, de un perspectivismo, de un indeterminismo, de una colisión de las voluntades y de las partículas. Según la bella lectura que nos ofrece David Lapoujade a partir de James, creer en el mundo no es creer que el mundo existe, de lo cual no dudamos, sino creer en las posibilidades del mundo, tener confianza en nuestra capacidad de conectarnos con las fuerzas del mundo, tener confianza en la capacidad de nuestras fuerzas de conectarse con las fuerzas del mundo o, como dice él, en una vía más bien bergsoniana, tener simpatía, simpatizar con el mundo, con sus fuerzas, con su devenir, con el devenir de los otros, con el devenir-otro de los otros en el mundo. Si se reivindica esa confianza es precisamente porque ha sido perturbada. Es sobre el fondo de esa perturbación que la acción se volvió problemática, y tanto más necesaria. Toda esa filosofía pragmatista americana es leída por Deleuze como un esfuerzo constructivista, donde los fragmentos se conectan, pedazo a pedazo, donde la simpatía o la confianza son elementos positivos sobre el fondo de una abisalidad caotica. Creo que ese elemento está presente en Deleuze, aunque no siempre explícito, y a veces se utiliza en los contextos más inesperados. Cuando Negri pregunta a Deleuze qué politica puede prolongar en la historia el esplendor del acontecimiento, Deleuze responde: “Creer en el mundo es lo que más nos hace falta. Creer en el mundo significa sobre todo suscitar acontecimientos, aunque sean pequeños, que escapen al control, o hacer nacer nuevos espacio-tiempos, incluso de superficie y volumen reducidos”.
Otro de los temas de tu trabajo es la cuestión de lo común, ¿cómo la piensas? ¿Qué es lo común? ¿Qué relación tiene -si la tiene- con el problema de la crisis?
Varios autores contemporáneos –entre otros, Toni Negri, Giorgio Agamben, Paolo Virno, Jean-Luc Nancy e incluso, antes que ellos, Maurice Blanchot- se refieren con insistencia a una evidencia: vivimos hoy una crisis de lo “común”. Las formas que antes parecían garantizarles a los hombres un contorno común, que le aseguraban alguna consistencia al lazo social, perdieron su pregnancia y entraron definitivamente en colapso. Desde la llamada esfera pública hasta los modos de asociación consagrados: comunitarios, nacionales, ideológicos, partidarios, sindicales. Deambulamos entre espectros de lo común: los media, la escenificación política, los consensos económicos legitimados, pero también las recaídas en lo étnico o en la religión, la invocación civilizadora basada en el pánico, la militarización de la existencia para defender la “vida” supuestamente “común” –o, más precisamente, para defender una forma-de-vida llamada “común”. No obstante, sabemos bien que esta “vida”, o esta “forma-de-vida”, no es realmente “común”, que cuando participamos en esos consensos, esas guerras, esos pánicos, esos circos políticos, esos modos caducos de asociación, o incluso en ese lenguaje que habla en nuestro nombre, somos víctimas o cómplices de un secuestro.
Si hoy hay, de hecho, un secuestro de lo común, una expropiación de lo común, una manipulación de lo común, bajo formas consensuales, unitarias, espectacularizadas, totalizadas, transcendentalizadas, es necesario reconocer que, al mismo tiempo y paradójicamente, tales figuraciones de lo “común” comienzan a aparecer finalmente como aquello que son: puro espectro. En otro contexto, Deleuze nos recuerda que, a partir sobre todo de la Segunda Guerra Mundial, los clichés comenzaron a aparecer como aquello que son: meros clichés. Los clichés de la relación, los clichés del amor, los clichés del pueblo, los clichés de la política o de la revolución, los clichés de aquello que nos liga al mundo. Y sólo en el momento en que, vaciados de su pregnancia, se revelaron como clichés –esto es, como imágenes acabadas, prefabricadas, esquemas reconocibles, meros calcos de lo empírico-, el pensamiento pudo liberarse de ellos para encontrar aquello que es “real”.
Ahora bien: hoy, tanto la percepción del secuestro de lo común, como la revelación del carácter espectral de ese común transcendentalizado, se dan en condiciones muy específicas: precisamente en un momento en que lo común –y no su imagen- está preparado para aparecer en su máxima fuerza de afectación, y de manera inmanente, dado el nuevo contexto productivo y biopolítico actual. Para decirlo con claridad: a diferencia de lo que ocurría algunas décadas atrás, cuando lo común se definía y era vivido como aquel espacio abstracto que conjugaba las individualidades y se sobreponía a ellas –fuera como espacio público, fuera como política-, hoy lo común es el espacio productivo por excelencia. El contexto contemporáneo trajo a la luz, de manera inédita en la historia –pues lo hizo en su núcleo propiamente económico y biopolítico-, la prevalencia de lo “común”. El llamado trabajo inmaterial, la producción posfordista, el capitalismo cognitivo, son todos fruto de la emergencia de lo común: todos exigen facultades vinculadas a lo que nos es más común, esto es, el lenguaje y su haz correlativo: la inteligencia, los saberes, la cognición, la memoria, la imaginación y, por consiguiente, la inventiva común. Pero también exigen requisitos subjetivos vinculados con el lenguaje, como la capacidad de comunicar, de relacionarse, de asociar, de cooperar, de compartir la memoria, de forjar nuevas conexiones y hacer proliferar las redes. En este contexto de capitalismo en red o conectivo –que algunos llaman incluso rizomático (8)-, por lo menos idealmente aquello que es común se pone a trabajar en común. Y no podría ser de otro modo: a fin de cuentas, ¿qué sería un lenguaje privado? ¿Qué vendría a ser una conexión solipsista? ¿Qué sentido tendría un saber exclusivamente referido a sí mismo? Poner en común lo que es común, poner en circulación lo que ya es patrimonio de todos, hacer proliferar lo que está en todos y en todas partes, sea el lenguaje, la vida, la inventiva… Pero esta dinámica sólo parcialmente corresponde a lo que de hecho sucede, ya que se hace acompañar de la apropiación de lo común, de la expropiación de lo común, de la privatización de lo común, de la vampirización de lo común emprendida por las diversas empresas, mafias, estados e instituciones, con finalidades que el capitalismo no puede disimular, ni siquiera en sus versiones más rizomáticas.
También en este caso la crisis de la representación de lo comun abre y revela, al mismo tiempo, otra modalidad de producción del común.
Decías recientemente en Madrid que tal vez parezca extraño escuchar a un deleuziano hablar de crisis o catástrofes de sentido (aunque sea por ejemplo el tema principal del libro de Deleuze sobre la pintura y el diagrama), ¿por qué? En la filosofía contemporánea está muy presente el problema de la crisis, el acontecimiento, la interrupción, la discontinuidad, ¿qué diferencias encuentras entre las diferentes lecturas?
En una necrológica de 1995 tras la muerte de Deleuze, Giorgio Agamben compara dos seminarios a los que asistió, uno de Heidegger y otro, veinte años después, de Deleuze: “Un abismo separa a esos dos filósofos… la tonalidad general de Heidegger es de una angustia tensa y casi metálica… Por el contrario, nada expresa mejor la tonalidad fundamental de Deleuze que una sensación que le gustaba llamar por el nombre inglés de self-enjoyment”. La conclusión de Agamben es la siguiente: “La gran filosofía de este siglo sombrío, que empezó por la angustia, terminó con la alegría” Eso nos suena justo y, al mismo tiempo, paradójico. Pero algunas décadas antes, Jean Hyppolite decía algo muy similar, comparando el bergsonismo y el existencialismo, pero con el signo invertido, como si lo lamentara. Él advertía que no hay lugar en Bergson para la angustia humana, sólo para la serenidad. Y agregaba: “es esa serenidad la que hoy ya no estamos en condiciones de comprender. Como si en un periodo de la historia especialmente trágico como el nuestro, no hubiera más lugar para esa serenidad”.
Tenemos aquí un tema fundamental, la Stimmung, la tonalidad afectiva de un pensamiento. Es admirable que tras la posguerra una línea tan sobria atraviese toda la obra de Deleuze, hecha de afirmatividad y de alegría, tan distinta a la que dominó la filosofía inmediatamente anterior. Deleuze nunca se dejó llevar por la negatividad y sus afectos, ni por el culto a la angustia, mucho menos por el tema del fin (la clausura de la metafísica, el fin de la filosofía etc.). ¡No el trabajo de lo negativo, sino el goce de la diferencia! Ahora bien, creo que eso fue mal entendido. Algunos llegaron a hacer de él un apóstol del espontaneísmo hedonista –él se explicó ampliamente sobre eso (el deseo no es natural, sino puro artificio, construcción, etc.). Pero más profundamente, habría que preguntar si la tonalidad afectiva a la cual nos referimos, esa afirmatividad tan característica de su filosofía de la diferencia, justifica una lectura monocorde que la transforma en una positividad plena, y a su alegría, en un dictamen afectivo. Yo veo tantos saltos, desajustes, agujeros, huidas, tantos movimientos y parálisis, velocidades y lentitudes, gritos, incluso derrumbes, colapsos, catatonias… Y no creo que su pensamiento los oculte, muy al contrario, los expone, se instala a veces en ellos para alimentarse, para después saltarlos, como un diablo o una pulga. Es lo que lo hace tan contemporáneo, tan múltiple, tan divertido, polifónico, pero también tan enigmático. Deleuze desordena las cartas de nuestro abanico afectivo.
Véase el tema del agotamiento, para quedarnos en un único ejemplo. Deleuze dice en un pequeño texto sobre Beckett que el agotado es distinto al cansado –el cansado descansa para recuperar sus fuerzas y volver a trabajar, según una dialéctica interna al trabajo y a su lógica. El agotado, en cambio, es aquel que agotó los posibles, que agotó el mundo y se agotó a sí mismo. El agotado es aquel que está instalado en la imposibilidad. Insomne, sentado, en la oscuridad, como en Beckett, en vigilia, en ocasiones le vienen imágenes fugitivas, efímeras, que se consumen y desaparecen… Son fenómenos de videncia, son vislumbres, son flashes de intensidad. Es un texto enigmático, muy bello. ¿Qué es el agotamiento, qué es esa combustión de intensidades, qué es esa parálisis? La mejor lectura está en François Zourabichvili, que explica que ese texto fue escrito por Deleuze poco después del derrumbe del muro de Berlín. Era un momento en que se tenía la impresión de que todos los posibles se habían intentado, se habían agotado y se estaba en una imposibilidad. El agotamiento significa que el repertorio de los posibles que teníamos almacenado se vacía, que abandonamos, lo desertamos. Significa también que todos los clichés sobre qué es lo que debemos sentir, pensar, hacer, cómo debemos amar, indignarnos, hacer la revolución, evocar el pueblo, también se han evaporado, dejándonos vacíos frente al mundo, sin mediaciones ni filtros. Es un encuentro con lo real, a partir de un vaciamiento, de una imposibilidad. Pero nada de eso lleva al llanto ni a la lamentación, mucho menos a la nostalgia, sino que nos fuerza, ya no a elegir entre los posibles existentes que se han agotado, sino a inventar un posible, a volvernos “videntes”, es decir, a vislumbrar potencias justamente a partir de la impotencia. Es un extraña manera de describir una época, pensarla desde el fondo del agotamiento, apoyarse en la impotencia para recusar la melancolía, la esperanza, la angustia o el voluntarismo.
Toni Negri protestó una vez, con razón, de que la gente se acercaba a él con la expectativa de escuchar palabras de esperanza. Y agregó que no era un sacerdote spinozista, que no era su papel expresar retóricas de alegría o de superabundancia, y que la función de la teoría no es reconfortar a nadie. Yo creo que, así, Negri pudo tematizar un cierto desencantamiento, incluso un vaciamiento, pero no para deleitarse en una voluptuosidad nihilista, como lo hicieron algunos de sus contemporáneos, sino más bien para señalar que algo se ha agotado, una época, un ciclo, un paradigma y que frente a eso no deberíamos atrincherarnos en lo que se está acabando. Que era necesario admitir el vacío –no es una palabra muy frecuente en el discurso político. Pero el vacío que él señalaba, a diferencia del vacío depresivo, parecía más bien una indeterminación, la sensación de que está todo abierto, potencia de innovacion, desutopía. Ese vacío permite un principio nuevo, un deseo autónomo, un procedimiento absoluto. Es a partir de un vacío así como él trata de pensar una potencia no subordinada ni a la necesidad, ni al resentimiento, ni a la compasión. No se trata de llenarlo a la manera voluntarista o nostálgica, sino insistir en afirmar la pura pulsión etica y la pasión constructiva.
Así que ni Deleuze ni Negri, aunque muy distintos entre ellos, son líricos leopardianos o sacerdotes spinozistas. Cada uno articuló a su manera, y con su tono, la relación entre la discontinuidad y el acontecimiento. Otros pensadores como Badiou o Rancière, así como Benjamin antes que todos ellos, lo hicieron de otra manera y con otra tonalidad afectiva. Tendríamos que pensar mejor lo decisivo que es eso en un pensamiento, la tonalidad afectiva…
 NOTAS*: 
1.  Territorio, reterritorialización, desterritorialización: la noción de territorio se entiende aquí en un sentido muy lato, que desborda el uso que recibe en la etología y en la etnología. El territorio puede ser relativo a un espacio vivido, así como a un sistema percibido en cuyo seno un sujeto se siente «en su casa». El territorio es sinónimo de apropiación, de subjetivación encerrada en sí misma. El territorio puede desterritorializarse, esto es, abrirse y emprender líneas de fuga e incluso desmoronarse y destruirse. La desterritorialización consistirá en un intento de recomposición de un territorio empeñado en un proceso de reterritorialización. El capitalismo es un buen ejemplo de sistema permanente de desterritorialización: las clases capitalistas intentan constantemente «recuperar» los procesos de desterritorialización en el orden de la producción y de las relaciones sociales. De esta suerte, intenta dominar todas las pulsiones procesuales (o phylum maquínico) que labran la sociedad.
2.  Proceso: secuencia continua de hechos o de operaciones que pueden conducir a otras secuencias de hechos y de operaciones. El proceso implica la idea de una ruptura permanente de los equilibrios establecidos. El término no se emplea aquí en la acepción de la psiquiatría clásica, que habla de proceso esquizofrénico, lo que implica siempre la llegada a un estado terminal. Su acepción está más próxima de lo que Ilya Prigogine e Isabelle Stengers denominan «procesos disipativos».
3.  Agenciamiento: noción más amplia que la de estructura, sistema, forma, proceso, etc. Un agenciamiento acarrea componentes heterogéneos, también de orden biológico, social, maquínico, gnoseológico. En la teoría esquizoanalítica del inconsciente, el agenciamiento se concibe en oposición al «complejo» freudiano.
4.  Esquizoanálisis: mientras que el psicoanálisis partía de un modelo de psique basado en el estudio de las neurosis, centrado en la persona y en las identificaciones, y que opera a partir de la transferencia y de la interpretación, el esquizoanálisis se inspira, por el contrario, en las investigaciones acerca de la psicosis; se niega a rebajar el deseo a los sistemas personológicos y niega toda eficacia a la transferencia y a la interpretación.
5.  Molecular/molar: los mismos elementos que existen en flujos, estratos, agenciamientos, pueden organizarse de un modo molar o de un modo molecular. El orden molar corresponde a las estratificaciones que delimitan objetos, sujetos, las representaciones y sus sistemas de referencia. El orden molecular, por el contrario, es el de los flujos, los devenires, las transiciones de fase, las intensidades. Llamaremos «transversalidad» a este atravesamiento molecular de los estratos y los niveles, operado por los diferentes tipos de agenciamientos.
6.  Plan de consistencia: los flujos, los territorios, las máquinas, los universos de deseo, con independencia de su diferencia de naturaleza, se remiten al mismo plano/plan de consistencia (o plano/plan de inmanencia), que no debe confundirse con un plano de referencia. En efecto, las diferentes modalidades de existencia de los sistemas de intensidades no atañen a idealidades transcendentes, sino a procesos de engendramiento y a transformaciones reales.
 7. Máquina (y maquínico): distinguiremos aquí la máquina de la mecánica. La mecánica está relativamente encerrada en sí misma; sólo mantiene relaciones perfectamente codificadas con los flujos exteriores. Las máquinas, consideradas en susevoluciones históricas, constituyen, por el contrario, un phylum comparable a los de las especies vivas. Se engendran unas a otras, se seleccionan, se eliminan y dan lugar a nuevas líneas de potencialidad. Las máquinas, en sentido lato, esto es, no sólo las máquinas técnicas sino también las máquinas teóricas, sociales, estéticas, etc., nunca funcionan de forma aislada, sino por agregado o por agenciamiento. Por ejemplo, una máquina técnica en una fábrica entra en interacción con una máquina social, con una máquina de formación, con una máquina de investigación, con una máquina comercial, etc.
8.  Rizoma, rizomático: los diagramas arborescentes proceden con arreglo a jerarquías sucesivas, a partir de un punto central, de tal suerte que cada elemento local remonta a ese punto central. Por el contrario, los sistemas en rizomas o en emparrado pueden derivar hasta el infinito y establecer conexiones transversales sin que puedan ser centrados o clausurados. El término «rizoma» procede de la botánica, donde define los sistemas de tallos subterráneos de plantas vivaces que emiten yemas y raíces adventicias en su parte inferior. (Ejemplo: rizoma de lirio).
* Versión completa de la entrevista realizada por Amador Savater y aparecida el 13 de febrero de 2010 en Público, Madrid.

Un mundo de mierda

Es increíble, pero en un puñado de años se murieron los noticieros. El periodismo en general. Y la democracia. ¿Volviéronse show? Sí, pero no es eso… o no es sólo eso. Más que el show, la cuestión central es el artero trabajo sobre los sentimientos, sobre el alma, sobre el costado más sensible (menos racional) que hay en nosotros. En todos nosotros. Es esa labor meticulosa, paciente, de orfebre, la que a inquieta. Cada gesto, cada calculada palabra, cada diálogo entre María Laura Santillán y Santos Biasatti (revelando un asesinato, un soñado gol de chilena, un/otro toba  desnutrido, un nuevohechodeseguridadqueazotanuestrasvidas, un nuevoparodocente, otro toba que se muere y otro nuevohechodeinseguridad. Y cada vez cada día  asombrados por el tráfico o por las lluvias vaticinadas para el fin de semana (ya alguien, seguro, lo habrá pensado mejor, pero cuán sintomático de nuestras –bobas— vidas son esos nuevos subgéneros periodísticos como el informe de tránsito o el informe meteorológico. Tema de otro boletín).
La tele pega ahí, donde somos más débiles. Los noticiosos –como decía mi abuela del campo— apuntan allí sus miras infrarrojas. Y si es el fin de los noticiosos y de la democracia, es porque, sobre todo, parece el fin de cualquier noción de “verdad”, o de “seriedad”, o incluso de cientificidad (aunque fuese ese tipo tan singular de ciencia a lo Reader Digist propia de la tele). Bonelli es el discurso del experto (en economía, en política). Otro habla de balística como si hubiese hecho un doctorado en Texas (en la quinta de los Bush). Ni hablar del que habla de fútbol –aunque sólo masculle chismes, embustes, pelea entre Riquelme y Falcioni, entre Riquelme y el mundo. (“Román: el ídolo que no puede eludir la polémica”). O analicen a los barras y sus chanchullos. O a los dirigentes y sus chanchullos. O al Fútbol para todos (ese chantaje populista que disfrutamos y defendemos como conquista popular) y sus chanchullos. Pero de fobal, de lo que se dice fobal, nada. Con suerte te pasan los goles de le fecha. Vende Messi (aunque haya perdido una gorra en la playa). Y las peleas de Román.
Con todo: ¿cuánto se paga por “buen tipo”, por alguien que sea creíble, que tenga legitimidad pública? No, Román no, pero sí Ginobilli. ¿Cuánto vale un Manu Ginóbilli, ese que para venderte una hojita de afeitar te hace fumar su vida, sus éxitos, su esfuerzo, su talento, sus mellizos y su compulsión a mandar mensajes insignificante en Twiter (¡una gran vida puesta al servicio de la de un gran afeite). ¿Y un Darín o un Gianolla? ¿Un Bianchi, acaso? Sbaraglia garpa. Varsky y su cara de boludo honesto, también. Pergolini está muy en baja (quizá dejó de ser creíble) y el Diego está gastado (los Dioses también envejecen y su poder se debilita). En el envés: ¿quién pondría a Ortega ofreciendo créditos o seguros? ¿O a Ricardo Jaime paseándose entre góndolas de un super o a un sonriente Fontanet aconsejándote sobre una compañía de celular? Pero Manu es, indiscutiblemente, el más caro. Es el que triunfó allá, allá donde nadie triunfa, sino donde mejor saben hacerte el otro. No nos va a agarrar ahora un ataque de latinoamericanismo, de antiimperialismo. Pero la verdad es que, desde que tengo memoria, en yanquilandia te abrochan. Pero a éste no le fue nada mal. Eso sí, tenés que ser un robotito. Cuatro partidos semanales en ciudades que quedan a miles de kilómetros. Tenés que poner todo, todo. Entregar tu vida. Y a una “franquicia” (¿qué mierda es una franquicia? ¿cómo Mc Donall’s? ¿cómo Pizza Hut?).
La verdad es que no importa tanto, sólo destacar que ante la muerte del noticiero, ante la muerte del periodismo, y de la democracia, y de la verdad, y de la ciencia, un tipo como Manu es oro en polvo.
Porque antes ese territorio fangoso, dudoso, era exclusivo de Crónica. Sólo Crónica era inmune. Impune. Sólo Crónica se paraba sobre esa delgada línea que separa la noticia de la ficción, la realidad de la performance. Sólo Crónica ponía en juego (descaradamente) la capacidad de afectar, de producir sensaciones. Además, sólo crónica podía poner la misma placa roja, la misma y obstinada musiquita cuando habla de la muerte del Presidente o cuando protesta en Plaza de Mayo un  músico que “se coció la boca”. O cuando “El `Pitufo Enrique’ llegó a la bailanta”. O cuando nos quedamos con “diez ‘pungas’ menos”. O cuando un “tigre se comió a empleado de Circo» y «detuvieron a dueño y domador”. 
Ahora todos los hacen. Todos están dispuestos a ser comprandos, a ser vendidos en este gran mercado de los sentimientos, de las emociones. Y (arriesgamos) ese es aún territorio de la TV. La fuerza de Internet muy lejos está de destronar (aún) a la caja boba en su capacidad de expresar (colaborar en conformar) la vida boba. La vida de todos nosotros. La vida que dio vida a  Gran Hermano. Sus “condiciones ecológicas”, de existencia. No puede existir aquello para lo que no hay condiciones de existencia (ya lo dijo Marx). Pero esa capacidad de conducción de masas a la distancia (ya lo dijo Lazzaratto y dice que lo dijo Tarde) es territorio de la tele. La tele en la que lloró la Chiqui, en la que lloró Duhalde, en la que lloró el Diego, en la que lloró Palito Ortega y lo descubrieron (y… hacerse el vivo en el menemismo era más fácil… te comés la del progreso individual, la del sueño americano: de cafetero a famoso millonario que vive en Miami. Pero te hacías el vivo y te salió mal. Como a Ibarra. ¡Quién puede olvidarse de cuando el pelotudo armó esa teatralización en la que la gente lo paraba y lo besaba y lo alentaba… y eran todo amigos. Miltantes (ojalá). O actores de segundas pagos (lo más probable). ¡Todo organizado tenía el pelotudo y le salió mal! Lo descubrieron. ¿Hace falta argumentar mucho más acerca de por qué se murieron los noticieros? ¿De por qué se murió la democracia y la verdad? Si ese hijo dilecto de la progresista clase media porteña, profesional; si ese brillante bachiller del Nacional Buenos Aires, si ese abogado cum laude de la Universidad de Buenos Aires, si ese ex activo militante de la Federación Juvenil Comunista (el más civilizado de los partidos de la política argentina); si este pelotudo de Ibarra, insistimos, había fraguado el afecto, quería jugar con nuestro afectos, nos tomaba de idiotas y creía que lo íbamos a querer (y votar) más si la gente lo quería en la calle. Pero como esa gente no existe (y sí muchos padres de Cromagnon dispuestos a lincharlo) decidió el artificio. Y terminó la posibilidad de la verdad. De la política. De la democracia. Un show de lo sensible ocupa su lugar. Un trabajo de orfebrería sobre el alma. María Laura Santillán y Santos Biasati. Van Der Koy, Leuco o Majul. Pero también Barone, Víctor Hugo o Sandra Russo. Ni hablar de Tinelli o de Rial. Primera línea. Orfebres del alma. Un mundo donde somos exitosos como Ginobilli, transgresores y triunfantes como Pergolini, buenos tipos y algo cancheros como Darín. Pero, también, un mundo en el que nos sentimos felices de ser un opinador de 6, 7, 8 más, un mundo en el que Tognietti tiene algo importante que decir y en el que tenemos que volver a convivir con Marcelo Araujo. Sí, un mundo de mierda. Artesanalmente de mierda. Instrumentalmente de mierda. 

Ermindo T. Omega

“No tengo como proyecto vivir en paz”

“Escucho su opinión.” Así dijo, con la voz bronca asomando entre los bigotes, con su tono exigente y un poco socarrón pero también cariñoso (“calidez iracunda”, definió alguien), los brazos en jarra, el vaso de vino a la mano. Era una reunión en casa de Ramón Alcalde –¿o de León Rozitchner?–. El tema era las leyes de punto final y obediencia debida, ¿o era alguna otra cosa? No importa: para él siempre había un tema, una urgencia sobre la cual demandaba que el otro se pronunciara –normalmente él era el primero–. “No tengo como proyecto vivir en paz”, dijo en una entrevista más o menos reciente. Sería un buen epitafio. Podría, incluso, darse vuelta: “Tengo como proyecto no vivir en paz: hacerles la guerra”. ¿A quiénes? No solamente a la “violencia oligárquica” –como dijo muy bien Piglia–, sino también a esa otra forma de violencia artera, la de los biempensantes cuidadosos, prudentes, equilibrados, que hacen crítica “progre” como quien toma té con masas finas, arrastrando largas frases de juicios ponderados. David no arrastraba. David cortaba. En la lengua rioplatense –Viñas no hablaba, no escribía, en “castellano”, no digamos ya en “¡español!”– no hubo nadie que usara la puntuación y el “acento” como él. Los usaba, quiero decir, como arma, como ariete y catapulta; a veces garrotazo, a veces piña, a veces afilado bisturí: el estilo-estilete, marca Viñas. La puntuación no es en él un necesario recurso sintáctico –no hay “necesidad” alguna en la puntuación viñesca–: es una embestida contundente para atrincherar una cuestión. Eso le daba a su escritura una cualidad jadeante, entrecortada, como de “montaje paralelo” (volví a ver hace poco Dar la cara, de Martínez Suárez, y El Jefe, de Ayala, sobre novela y guión de Viñas respectivamente: están bien, pero la escritura de David es más “cinematográfica”). La escritura, y la oralidad: tampoco conocí otro escritor que hablara como escribía, o viceversa. Célebremente, introdujo en la literatura (y en la crítica: otro asombro es que mantenía el estilo cuando cambiaba de “género”) el verbo “cojer” con “j” (“que agarren los gallegos”, sorneaba); y hay palabras de Viñas que ya ingresaron a los sobreentendidos de nuestra habla literaria: si en Borges es “espejo” y “laberinto”, en Viñas es “ademán” y “andarivel”. Son cosas que hacían que con él cualquier conversación en La Paz (una ironía, ante aquella frase-epitafio) fuera un debate público; es que escuchaba con la misma vehemencia con la que respondía o atacaba. Y, por supuesto, estaba en su salsa cuando lo contradecían. “Un intelectual no puede nunca ser oficialista”, espetó en otra entrevista (me atrevo a citarlo, porque creo en los lugares de enunciación: no es lo mismo dicho aquí que en otros espacios donde sólo se escuchan los clarinetes de la nación). Muchos –con todas sus razones– no estarán de acuerdo. Yo sí: lo cortés no quita lo valiente, y todo eso. Pero lo que yo piense no tiene importancia. Lo que debería importar es cómo hizo para mantenerse corajudamente en esa cuerda floja, en ese “andarivel”. No para tomarlo como “modelo”, algo que aborrecía; simplemente, para recordarlo subido ahí. ¿Algo más? Sí –y vacilo en decirlo, en aprovecharme de la ocasión, en hacer oportunismo con la oportunidad; pero creo, apuesto, a que él hubiera querido que asumiera el riesgo–: David nunca fue invitado a inaugurar la Feria del Libro. Como corresponde.
Eduardo Grüner

De chuequistas y overlockas

A 5 años del incendio del taller textil de la calle Luis Viale
que provocó seis muertes, Tinta Limón Ediciones en co-edición con Editorial Retazos presenta un nuevo libro e invita a la presentación…
De chuequistas y overlockas. 
 Una discusión en torno a los talleres textiles.
Por el Colectivo Situaciones y el Colectivo Simbiosis Cultural
Chuequistas se les dice a quienes trabajan en la máquina Recta y recién están aprendiendo a hacerlo, por eso, en lugar de salirles una línea recta, les sale una chueca. Generalmente son las mujeres quienes manejan la máquina Overlock, más que nada por el sentir machista, porque quienes mejor ganan son las personas que trabajan en la Recta, en su mayoría hombres. Es por eso que pusimos overlockas en femenino.
Esta publicación forma parte de una investigación entre el Colectivo Simbiosis Cultural y el Colectivo Situaciones en torno a los modos en que la vida común se resiste a ser restringida y gobernada por medio de mecanismos como el racismo y el uso fijo y reaccionario de las fronteras y las identidades culturales. Como tal, se trata de una investigación siempre abierta y política. Abierta porque sigue su curso, y porque el conocimiento que se pueda ir produciendo es interior a las formas de resisten- cia de las que surge. Y política porque se propone cuestionar el sistema de producción de jerarquías en el mundo del trabajo y de la migración en el cual están comprometidos diferentes actores políticos y económicos de diversas nacionalidades.
Esta segunda coedición entre Retazos y Tinta Limón retoma los efectos del paso de Silvia Rivera Cusicanqui por Buenos Aires cuando vino a presentar Chi’xinakax utxiwa. Una reflexión sobre prácticas y discursos descolonizadores.

El libro incluye en primer lugar una conversación colectiva con Silvia y, como un intento de comprender algunas de las dimensiones más complicadas de la economía del taller, hemos agregado un apéndice con fragmentos editados de entrevistas en las que exponen sus razones el ex Cónsul de Bolivia en Buenos Aires José “Gringo” González, Gustavo Vera, referente de La Alameda y Alfredo Ayala, dirigente de ACIFEBOL. Esta primera parte del libro se cierra con un texto que reflexiona sobre la función-espejo que pueden tener ciertas voces sobre nosotros.
En la segunda parte asumimos la exigencia de relatar de modo directo algunas de nuestras experiencias. Tomar la palabra es tomarnos en serio a nosotros mismos. A nuestros miedos y frustraciones, a nuestros anhelos y deseos, a nuestra desesperación y nuestro coraje.
Es importante contar, que otros se animen a contar y a no quedarse callados. 
Escuchar contar tu propia trayectoria tiene algo de liberador, es un modo de no seguir avalando o silenciando toda esta cadena de explotación.
Finalmente, publicamos un texto-manifiesto del Colectivo Simbiosis Cultural sobre la vida en la ciudad como experiencia ch’ixi: composición manchada del trajín cotidiano en una urbe abigarrada.
MIERCOLES 30 DE MARZO, A CINCO AÑOS DE LA PERDIDA DE 6 NIÑOS Y JOVENES POR EL ABUSO DE LA NECESIDAD DE SUBSISTENCIA
17 HS. LUIS VIALE 1269 – CABALLITO -CAPITAL 

Los invitamos a participar de un encuentro con

Héctor Mondragón
economista colombiano y coordinador del grupo de Agricultura y Comercio
de la Alianza Social Continental.
Miércoles 6 de abril – 19.00 hs
en La Casona de Flores
Morón 2453, Flores
conversaremos sobre  la situación internacional en contexto de guerra y crisis económica,
pero también sobre los límites de los modelos actuales de desarrollo,
así como los dilemas que enfrentan hoy las dinámicas de politización y resistencia civil,
para abrir luego una conversación entre todos sobre estos temas.
Es autor de Los Ciclos Económicos en el Capitalismo, La Crisis: ¿cuándo y por qué? y La estrategia del imperio.
«El sistema capitalista se caracteriza por impulsar a la guerra para conseguir una salida a cada una de sus crisis cíclicas, mediante la destrucción de capitales, la venta de armamento y reconstrucciones, el control de nuevos mercados y espacios de inversión. Su guerra busca elevar su tasa de ganancia, acumular por apropiación, apoderarse del petróleo y suministrarse trabajadores baratos. En tanto se agudiza al extremo la guerra en Afganistán y Paquistán, el conflicto palestino-israelí se mantiene como centro de la hoguera del Medio Oriente, se multiplican los conflictos regionales: Libia, Congo, Costa de Marfil, Etiopía-Somalia, Georgia-Osetia. Los golpes de Estado, como el que se impuso en Honduras y los que fracasaron en Venezuela o Bolivia y la amplia intervención política en los procesos internos de los países, completan el cuadro.»

El orden del mundo según

Qué nos dice nuestro maestro diario, nuestro constante consejero y guía, nuestro más fiel amigo, nuestra colorida y omnipresente compañía, nuestro, por momentos médico, por momentos puta, por momentos asesor culinario, por momentos confiable mecánico, por (todo) momento Big Supermarket (de cosas, de ideas, de sensaciones, de cuidados), por momentos, mismísimo Dios cotidiano… qué nos dice dios Google respecto del orden del mundo, de ese mundo que se empeña en crear y recrear, de ese mundo que organiza en cada Search; mundo de cruces infinitos (como Dios); que nos dice sólo con escribir el pronombre “qué” (uno de los elementos/funciones del lenguaje más importantes y utilizados por su capacidad de incluir un  enunciado dentro de otro que se está produciendo –el jerárquico subordinadas o los inquietantes “inyectadas” e “incrustadas”— al tiempo que funge como elemento clave de una situación de interrogación: ¿Qué te pasa Clarín?, fue una de las interrogaciones centrales de gran parte el pueblo argentino durante el año pasado cuando, en plena vida, su Líder enfrentó amas en mano al Oligopolio del Mal.
¿Qué nos dice –sinteticemos—Google del Orden del mundo?
Para averiguarlo hemos desarrollado un método, simple y efectivo: insertar “qué” en su rectángulo de búsqueda y esperando –pacientes— a que despliegue su orden, su (predictivo) mundo, el mundo de todos. Lo hemos hecho (y usted, lector, si lo desea, puede repetir el experimento en su hogar sin riesgo alguno, insertando el mismo vocablo o cualquier otro, y advertir, con sus propios luceros, cómo el mundo se organiza). Y estos son los, sin duda sorprendentes, resultados.
El primero, el más importante, la pregunta más formulada por la  humanidad –al menos por el sector hispanohablante de la humanidad, al menos por el porcentaje (creeríamos, alto) que se vincula con una computadora con acceso a interné— el interrogante clave de este momento iniciático, de ingreso rústico y chanflón al Siglo XXI (ya llamado por muchos científicos el siglo Google cuando aún faltan nueve largas décadas por peregrinar), el enigma, el secreto mejor guardado por el Poder.
La pregunta es: “qué leer”.
“¡¿Qué leer?!”.
Sí, “qué leer”.
Pregunta  moderna enunciada bajo la dinámica más posmoderna posible (una búsqueda virtual que confía en la predictividad como clave explicativa del mundo); pregunta que (¿burlonamente? ¿cínicamente? ¿sabiamente? ¿azarosamente?) se ocupa del objeto moderno por antonomasia, la práctica definitoria del siglo anterior, de la etapa evolutiva anterior (la del homo sapiens). ¿Un oxímoron? (como pálido fuego, como ardiente hielo). “Qué leer”, entonces, le pregunta la humanidad toda a su motor de búsqueda, a su incondicional fuente de todas las respuestas. ¿Ya nadie tiene un amigo/a que lee como para que le recomiende un broli? ¿El mercado editorial se ha vuelto tan complejo y veloz que sólo una potente inteligencia artificial con capacidad de almacenarlo todo, de organizarlo (y de eso es de lo que estamos hablando) y de ofrecer un resultado compuesto de mil respuestas dispuestas jerárquicamente puede ofrecernos una solución sensata a nuestros problemas más primarios, más urgentes? ¿Es la misma sociedad que pregunta “qué leer” la que (por acción o omisión)  –digamos, durante los últimos cincuenta o cien años— se encargó de destruir las condiciones culturales (por no decir políticas y económicas) de reproducción de esa práctica. “Qué leer”, preguntan a coro, y dan ganas de permanecer en silencio, quieto, mientras para adentro pensamos: “ahora arreglátelas solito. Te hubieras acordado antes”.
Pero sí: «qué leer” ocupa la pole position de los problemas posibles, de los interrogantes irresueltos, de las preguntas jamás respondidas. Y se lo preguntamos a una PC. O al Mercado mismo (¿es buena la carne?, tenía la ingenua costumbre mi vieja de preguntarles al carnicero). Una ingrata sorpresa.
En contraste, (Google, todos los sabemos, profesa una filosofía taoísta, una disciplina del equilibrio, de la armonía, del justo centro. Google, todos los sabemos, lleva como lema la sentencia “No seas malvado”) en segundo lugar aparece la pregunta más pragmática del mundo, la pregunta de respuesta exacta, inmediata e inobjetable. La pregunta que todos nos hacemos más de una vez al día. Una pregunta que, tras el utilitarismo más concreto e inmediato, enmascara que esconde que es el interrogante que organizó el mundo durante la Modernidad toda; pregunta que emergió, con ese tonito cotidiano y desapasionado que le es propio, hace muchísimos siglos adentro de una abadía, donde monjes cristianos comenzaron a medir el tiempo a partir de ese elemento tan central a una vida común y corriente como es el reloj: la pregunta “qué hora es”.
Podríamos decir, casi denunciar, que es éste en apariencia simple sintagma el que organizó el mundo a su ritmo (es sabido: el tiempo medido permitió el trabajo, medir el valor-trabajo, el reloj es el instrumento capitalista por excelencia). Ya lo decía Lewis Mumford: fue el reloj y no la máquina de vapor el descubrimiento paradigmático, central, del sistema capitalista; ese que permitió que se montase, sobre sus espaldas, el mundo por venir (de ahí que tenga el honor de estar adentro del celular, del microondas, de la televisión, de interné, del DVD, de la la PC, de la notebook, de la netbook, del Iphone, del Ipad, del Ipod, de la Tablet, y de algunos pares de zapatillas).
“Qué hora es”, entonces, merece con creces ese segundo lugar en el Orden del Mundo según Google, un segundo puesto sustentado en su capacidad bifronte de ser la originaria, la primera, y al mismo tiempo la pregunta moderna más veces hecha, más veces repetida.
Si la primera fue el reconocimiento posmoderno a la principal práctica moderna (el libro, la novela, constituye a la burguesía más que cualquier otra práctica, a excepción de la de producir dinero); si la segunda fue la pregunta a la vez fundadora y a la vez más repetida del Capitalismo; la tercera es (Platón y Becquer mediante) la pregunta metafísica por definición, la pregunta que la humanidad toda, desde tiempos inmemoriales, se hace sin acertar respuesta, la pregunta en torno a la práctica que, en el fondo, organiza el mundo, el amar y ser amados. ¿Quiñen busca, en el fondo, otra cosa?
“Qué es el amor”, es la pregunta, la tercera pregunta que, según Google y su orden, el conjunto de los mortales debemos hacernos (luego de “qué leer” y de “qué hora es”).
“qué es el amor”, así en minúscula, como si preguntase en voz bajita aquello que alcanzó para fundar una religión dominó el mundo desde mucho antes de que lo haga el Capitalismo. “Qué es el amor” es la pregunta cristiana por antonomasia, porque Dios es amor, pero ¿qué carajo es Dios? “Qué es el amor” es el interrogante que acompaña el devenir de las civilizaciones, de Helenos y Latinos hasta San Agustín y la mismísima Biblia, hasta llegar a Gran Hermano o cualquier culebrón venezolano. La pregunta de las millones de respuestas. La única pregunta, quizás, que no tenga una respuesta y que sea, al mismo tiempo, la respuesta a cualquier pregunta (acá no podemos, sino, remitir a ese gran poeta y filósofo argentino, de la línea de los callejeros, que es Alejandro Dolina y a su máxima que reza: “Todo lo que uno hace en la vida lo hace para levantar minas”. Qué otra cosa que amor transpiran estas palabras).
“qué leer”. “qué hora es”. “qué es el amor”. Y la cuarta y última (podríamos seguir hasta el infinito pero no queremos, amigo lector, abusar de tu ocioso tiempo), la pregunta por la regla, por la normativa, por aquello que es así por decisión colectiva (y por tradición, y por cohersión, y por la fuerza del Poder): “que o qué”, que ocupa el cuarto lugar, pregunta por las reglas que reglan el mundo, que lo regulan, que lo controlan, que lo organizan.
Conclusión: (y saltamos interrogantes centrales en lo que hace al destino de la Humanidad, interrogantes todos de distinto linaje, pero que mantienen, en conjunto, la justa ecuanimidad y carencia de maldad que caracteriza a Google, interrogantes del tipo “qué es la navidad”, “qué es un ensayo”, “qué es internet”, “qué regalar”, “que qué” y, por último y por demás jugoso, “qué son los valores”. La pregunta por los valores. Pero no entremos en ellos.)
Conclusión, insistimos, por encima de todo en el orden del mundo según Google, encontramos la pregunta que evidencia el total y absoluto predominio de esto que vivimos, que es lo que vino después de la Modernidad (la ¿posmodernidad?), por sobre la misma –marchita y agotada— Modernidad; encontramos la pregunta que, desafiante, remite a una de las prácticas centrales del siglo anterior, práctica condensadora del caro racionalismo moderno. ¿Pero qué pasa con ese racionalismo luego de que miles de personas, parece, le preguntan a ese electrodoméstico complejo que es su computadora “qué leer”. No hay posibilidad de vida (mínimamente autónoma) luego de esto. Luego de dar por evidente su dominio total de la escena, la pregunta central y al mismo tiempo popular del sistema hace tanto reinante: “qué hora es”. Simple e histórica. La primera y la constante. La tercera, aún va más allá (Google abarca todos y cada uno de los planos), la pregunta metafísica: “qué es amor”. Nadie, ningún filósofo, ninguna religión, ningún saber se pudo sustraer a su hechizo, a la sospecha de que, quizás, tras esta pregunta se halle la llave que abre las puertas del mundo. La cuarta cierra el círculo: “que  o qué” nos hace acordar que hay reglas, que después del Poder, de la Historia y la Tradición y del amor como motor subjetivo/afectivo el mundo, después de todo ello y con todo ello, emerge la regla, la regla que organiza el mundo así como Google le gusta que el Orden del Mundo sea.
Por Ronnie Arias (pensador y conductor de TV)

Entrevista a Reinaldo Ladagga

 “El artista ya no puede aspirar a ser la conciencia general de la especie”

Sus dos últimos ensayos sobre arte son Estética de la emergencia; la formación de otra cultura de las artes (2006) y Estética de laboratorio; estrategias de las artes del presente (2010), publicados ambos por Adriana Hidalgo editora. En la misma editorial, acaba de publicar Tres vidas secretas (Rockefeller, Walt Disney y Osama bin Laden).
Globalización, emergencia del paradigma de la Red, transformaciones radicales del trabajo y nuevas formas de individualización, ¿afecta todo ello a lo que entendemos por arte, a sus formas de producción, circulación y recepción? Reinaldo Laddaga responde que sí, que estamos viviendo la transición de un “régimen estético” a un “régimen práctico” de las artes.
En primer lugar, ¿qué es un régimen de las artes?
Es un conjunto de presuposiciones generales, asociadas a formas institucionales y preferencias no siempre bien reconocidas que orientan las acciones de individuos y grupos apasionadamente interesados en producir configuraciones de materias y palabras, sonidos y arquitecturas destinados a mover (a conmover, a incitar) a otros individuos, a otras colectividades, en virtud de las propiedades de la configuración misma.
¿En qué consistía el “régimen estético” del arte?
Nuestros entornos se regían por las normas de un régimen estético cuando los artistas, los miembros de esa especie muy reciente, se concebían principalmente como especialistas de tal o cual medio (como pintores, escritores, cineastas, músicos) ocupados en un cierto tipo de tarea esencialmente solitaria, asociada a la toma de distancia y el retiro.
¿Y cuál era esa tarea?
La construcción de obras de arte, es decir, entidades de bordes estrictos, con finales y comienzos precisos, una construcción que se daba a distancia de los espacios en los que venían a caer (galería, libro, etc.) y donde se esperaba que las encontraran sus espectadores, que les prestarían -o al menos eso esperaban los artistas- una atención sostenida en el curso de la cual se sustraerían, hacia arriba y hacia el interior, de sus mundos cotidianos. Simplifico, claro, pero lo esencial esta ahí.
¿Y qué diferencia hay con el “régimen practico” del arte?
Digo que un régimen práctico nos rige cuando más y más de los descendientes de esa momentánea tribu, sin necesidad de ponerse a pensar demasiado en el asunto, se ven de otro modo: como puntos de paso en una conversación general, que capturan al vuelo, a la que se incorporan, hecha de segmentos que interrumpen y vuelven a lanzar. A veces, si pueden, constituyen grupos de colaboración que son un poco como mecanismos de amplificación donde la circulación, al ser muy rápida, provoca rápidas transformaciones. Estos grupos generan colecciones de textos, de películas, de bandas de sonido, paquetes de información que reenvían y que rara vez o nunca terminan de estabilizarse. Y diseñan estructuras para la exhibición de estas colecciones, que muchas veces tienen lugar en espacios inhabituales: en encrucijadas, más que en cuartos apartados.
En definitiva, en el régimen práctico no se producen tanto obras, como ecologías culturales, comunidades experimentales, procesos abiertos y cooperativos, formas de vida y mundos comunes. Y el espectador ya no es un desconocido silencioso, sino un colaborador activo.
¿Podrías ponernos algún ejemplo?
Hay muchos. Las “comunidades experimentales” del artista argentino Roberto Jacoby, la producción abierta del grupo de escritores italianos Wu Ming, la película colectiva La comuna de Peter Watkins… En el último año he estado trabajando, sobre todo, en el dominio de la música. De la música que se produce en computadoras. Hay una figura que es común en este dominio: la del artista que, para realizar su trabajo, construye su instrumento y lo pone luego a nuestra disposición. El artista es un programador. No es que renuncie al deseo de singularidad que movía al clásico artista moderno. Pero, a la vez, fabrica y comparte útiles, en la confianza de que, como vamos todos en el mismo barco, algún otro puede encontrarle un empleo.
¿Qué significa eso de que “vamos todos en el mismo barco”?
Pasamos por un momento -que llamamos globalización- en que las distancias entre los nudos de la trama general disminuyen, tanto que a veces asusta. No hay ninguna separación que pueda darse por concluida, nada de lo que podamos decir que no nos concierne. No sabemos dónde se originan las corrientes que, en cada punto, nos alcanzan; no podemos discernir de donde proviene el impulso que provoca las lentas o vertiginosas avalanchas que a cada instante nos sumergen. No hay puntos de la trama que no vibren según las caóticas, serenas transmisiones. Esto es algo que no pueden no saber los artistas. La disposición que es natural que adopte alguien que experimenta esta percepción, a la hora de exponer un objeto de dominante (como cuando hablamos de tono dominante) estético, es la del que se aproxima a alguien que encuentra allí cerca y le alcanza cierta cosa que le ha sucedido encontrar o construir (encontrar y construir), cuyo sentido general es posible que desconozca y cuyo uso no está todavía bien definido. Más aún, le sugiere que descubrir ese uso puede ser la ocasión del desarrollo de una forma de vida (una “comunidad experimental”, decía en mi libro).
¿Cuál es el papel de la ficción en el desarrollo de “ecologías culturales” o “comunidades experimentales”? ¿Qué tipo de ficción es?
El desarrollo de una forma de vida requiere el despliegue de una ficción. ¿Qué cosa estamos haciendo? Esto es algo que tenemos que decirnos cada vez que nos apartamos (siempre lo hacemos con otros) de las prácticas normales. Damos un paso e inventamos un fragmento de ficción. Es como buscar un instrumento en nuestra bolsa. Una palanca, digamos. Y cuando digo ficción, no hablo de una construcción separada: hablo de la continua fusión de la descripción de lo que hacemos con la proyección de lo que podríamos hacer si el mundo fuera de tal o cual manera. Se trata, claro, de una ficción constantemente incompleta: al final de cada cadena hay un derrumbe y una reconstrucción.
¿Se trata de arte político?
Sí, pero de una manera diferente. Yo diría que las figuras de la crítica y la subversión, típicas del régimen estético, privilegian la idea de acontecimiento y de ruptura. Ahora no se trata tanto de inquietar o extrañar, como de producir otras posibilidades de coexistencia y convivencia. Hoy somos, tal vez, más modestos, menos propensos a la gestualización espectacular. Creemos menos en la perspectiva de cambio revolucionario. Digámoslo en dos palabras: es menos probable que nos encuentren en manifestaciones o militando en el partido político que sea, que explorando las posibilidades de tal o cual región del software libre. Pero es que a veces las cosas cambian de otras maneras: por medio de la lenta experimentación de formaciones alternativas que se agregan en masas mayores.
“Emergencias”, en el sentido en que se usa la palabra en ciertas ciencias y la usas en el título de tu libro.
Honestamente, creo que estamos en medio de una transformación muy, muy profunda. Esta transformación, como ha sucedido otras veces, tiene que ver con, bueno, profundas mutaciones al nivel de la tecnología. Otros canales de comunicación se han abierto, y eso permite que la gente ponga sus cosas en común de modos diferentes. Las maneras de puesta en circulación de textos, imágenes o sonidos que practicábamos (los libros, los discos, las muestras), las maneras que todavía practicamos, van volviéndose menos centrales. La política moderna es inseparable de la imprenta. Del mismo modo, las condiciones para otra política se pueden estar generando en sitios inesperados. Francamente, de los eventos políticos más interesantes de estos años, ¿cuántos se originaron en partidos, sindicatos o alguna de las otras asociaciones regulares? Como argentino, la experiencia de los últimos diez años me ha resultado, en este sentido, sumamente instructiva. 
Pero lo vemos todo el tiempo…
Tengo que confesar que me pasa algo que me desconcierta: leo cada vez menos la primera página de los periódicos (e incluso, la verdad, las páginas de cultura), y voy a las páginas de tecnología y ciencia. A las de diseño, a veces. Y, claro, leo cada menos los periódicos, y más ciertos blogs y sitios donde se concentra información sobre, bueno, las maneras en que las posiciones de producción, de mediación, de recepción se reorganizan. El artista no puede aspirar, como por un breve tiempo creyó poder hacerlo, a ser la conciencia general de la especie, manifestada en materiales específicos. Pero puede ser parte de la vasta exploración de las formas de agregar individuos, espacios, instrumentos y ficciones que es, para bien o para mal, nuestro mundo.
Hoy se habla por todas partes (sobre todo desde los poderes institucionales) de “participación”. El régimen práctico también parece definido por una cierta idea de la participación. ¿Cuál es? ¿Choca o desborda la idea más domesticada e institucionalizada de participación (donde los contextos en los que se participa te vienen dados)?
Sí, claro. Como dices, estimular la “participación” es algo que encuentras, por todas partes, en los memorandos de las instituciones. Es una intención benévola, sin duda, pero, al mismo tiempo, favorece una suerte de generalizada infantilización: el público como el conjunto momentáneo de las criaturas que nos reclaman sus juguetes. Aquí tenemos que volver a aquellos antiguos textos que tal vez ya no leamos: Herbert Marcuse, por ejemplo, la idea de “desublimación represiva”. Cambiemos los nombres para evitar la atmósfera de (otra) época. Pero sigamos teniendo presente que hay ofertas cuyo propósito abierto o sigiloso es el de, precisamente, impedir lo que nos dicen que se proponen.
Explícame qué es un “objeto fronterizo”.
En contraste con la noción de obra de arte, lo que se produce mayormente en el régimen práctico son “objetos fronterizos”. El objeto fronterizo facilita la comunicación de las partes de la colectividad de producción y es a la vez objeto de una exposición en el espacio público, pero sin un “borde duro” como la obra. Un “objeto fronterizo” tiene de la obra la relativa fijeza y el presentarse como la cifra de la visión del mundo y del arte de un individuo. Pero, al mismo tiempo, es algo así como un panel donde se adhieren cosas que circulan entre el entorno en el que viene a instalarse y una plataforma desde la cual es posible realizar otras producciones. Los artistas que, hoy por hoy, me interesan más, individuos o grupos, conciben filtros y sitúan estos filtros en algún lugar del mundo, donde puedan capturar fragmentos de información, y, a la vez, fabrican mecanismos, máquinas, sistemas con el cual se pueden hacer cosas, pero que al mismo tiempo manifiestan visiones singulares (de la tecnología, del dominio específico, del mundo), que reclaman nuestra reflexión. En esta clase de cosas pienso cuando hablo de “objetos fronterizos”.
Cuando los criterios son la participación y el proceso más que la obra, ¿cómo se mantienen las exigencias de rigor, de calidad y de sentido en el régimen práctico?
Las exigencias de rigor y calidad no son menores. Solo que “calidad”, “rigor”, “sentido” incluso son palabras de significaciones inciertas, variables según los contextos. En general, pienso que hay rigor en el trabajo de un artista cuando no se oculta las condiciones en las que desarrolla su práctica. Cuando no hace lo que hace como si no pasara nada. Cuando no escribe libros o produce películas haciendo de cuenta que los libros son lo que siempre fueron y las películas están destinadas a ser siempre lo que son. Nadie puede asegurarse de la relevancia de lo que produce, pero sí puede adoptar, aunque fuera frente a nadie, el compromiso de hacer una evaluación honesta del entorno en el que opera. La calidad, si existe, la calidad en el sentido que nos importa (la capacidad de ayudarnos a avanzar en la dirección que nos parece la mejor, para nuestro beneficio o el de otros), se sigue de esto. Pero no estoy seguro de que calidad, rigor, incluso sentido puedan decidirse con facilidad desde la posición externa que es la del crítico. Del arte más interesante del presente, la crítica tal vez sea imposible.

el cementerio de los elefantes

 (manifiesto)

El habla

De periodismo habla cualquiera. Menos nosotros. Los que trabajamos y vivimos en los medios, los asalariados del rubro, los que somos mayoría pero no gobernamos, los que de a ratos obturamos el deseo de cualquier patrón.
El periodismo puede ser definido según sus manuales, según sus orígenes, según su importancia, según su política y según sus intereses. El periodismo es una cartografía de grupos empresarios y una legión de nombres propios. Un archipiélago de pymes unipersonales que aparecen y desaparecen; un mundillo de vedettes sin erotismo. Es un arma que puede ser letal y también una relación compleja entre capital y trabajo. Es el parloteo de una civilización que se extingue. El periodismo es esa manada de pibes que creyeron que esa era la forma de contribuir a que las cosas vayan mejor. Un submundo de precarizados que, cuando hablan, parecen nuevos ricos. Una burocracia de viejos y de jóvenes que ya se cansó de todo y se muere de escepticismo y quietud en las redacciones. Y es un montón de terquedades que abren hendijas hacia otro horizonte. El periodismo es un recorrido cada vez más corto y más uniforme. El periodismo es una mierda, sí, pero casi todos somos periodistas o tendemos a serlo. El periodismo es el reverso de la política y la política lo quiere de su lado. El periodismo es propaganda. El periodismo es un enfermo terminal que sigue organizando sentidos hasta el último día.
La ideología
El periodismo insiste en ser una forma de intervención pública que, a través de un discurso repetitivo, encarna en el costado retardatario del sentido común. Cada vez más una ideología y cada vez menos un oficio. Eso es lo que nos interesa y debería interesarles también –por motivos distintos pero convergentes- a los que trazan sus líneas directrices. Porque se están suicidando demasiado rápido, muchachos. Y ustedes lo saben.
El periodismo –a través de sus múltiples soportes- prescinde de la realidad que antes decía reflejar y se propone, antes que nada, defender su propia mirada del mundo. Dedica tuits, horas de vivo y páginas a reafirmar certezas que eclosionan en forma permanente. Echa tierrita sobre un campo minado y sigue caminando como si hubiera desactivado el explosivo. Hay una enorme porción de la experiencia social que se le escapa y hay una zona en expansión que ha renunciado a visibilizar. Predica por un horizonte favorable a sus intereses, detrás de la utopía de un liberalismo popular que consuman con fruición incluso sus víctimas. En Argentina funcionó durante décadas, hay que decirlo. Hasta el 2001, para evocar esa bisagra que la clase dominante cree haber dejado atrás y a la que tanto nos gusta volver a nosotros. Irresponsablemente.
La institución que había ganado mayor “credibilidad” -es decir, más terreno político- tras el regreso de la democracia ahora se quedó sin política. Hace agua. No sabe moverse en un escenario en el que su rol se volvió patente y fue impugnado en gran parte de la región.
Los medios operan en carne viva sobre los hechos que les interesan. Buscan incidir, afirmar la primera versión de la historia, sofocar cualquier voz disonante, transformar en show el dolor. La inmediatez y la superficialidad se retroalimentan. Ahí, las nuevas tecnologías –esa formidable democratización de la palabra- no van a contramano de la lógica mediática sino que afianzan la carrera por empaquetar la realidad y arrebatarnos la experiencia. Presurosos por imponer su lógica, se esfuerzan por adaptar lo que sucede a la arena del espectáculo.
Pero la ideología periodística no se agota en lo que sale hacia fuera. Hacia adentro, los medios sistémicos son incubadoras de cinismo, escepticismo y sumisión. El cinismo es el elemento no dicho del catecismo de la libertad de expresión.
Desconfiar siempre de las buenas intenciones de los que proponen algún tipo de transformación. Descreer siempre. Convalidar al fin, siempre que se pueda, el estado de cosas imperante. El escepticismo es la condición sine qua non. Nunca nada cambia para mejor.
La contradicción
El periodismo ortodoxo entiende la política únicamente en dos de sus facetas, la del robo, evidente y a gran escala, y la de la rosca. Allí donde la política habla de militancia y ofrenda, épica y amor (haciendo uso de su propia dosis de cinismo), el periodismo repone las nociones de punteros, activistas, mafias y piqueteros. El periodismo, que perdió su épica, se aplana así en una mirada despolitizada de la política. Para abordarla, decide comprimirla. Pero ya no puede. Esa cosmovisión se forjó en los años noventa en sincronía con el surgimiento de una generación ultraprecaria que mataba por ocupar un lugar en el firmamento mediático.
Lo nuevo de esta década es la elocuente incapacidad de los medios sistémicos para asumir que la crisis de las instituciones también los incluye y la necedad para atrincherarse en el rol de víctima. Contribuye a eso la ausencia de roce social –tan constitutiva como la de cualquier elite- de la casta que conduce los medios. Es lógico: los mastodontes del periodismo pertenecen a un estamento privilegiado que, en el mejor de los casos, solo atina a leer lo que sucede en la base de la sociedad cuando le resulta fácilmente etiquetable. Pero lo que no acarreaba trastornos en la era del repliegue de lo público y la privatización de la existencia, ahora genera costos. El periodismo, que ayer marcaba el pulso de lo social, hoy queda la mayoría de las veces en off side.
Los periodistas deberíamos tender hacia un contacto cada vez mayor con el universo que pretendemos relevar pero sucede al revés: salir al mundo sólo será posible si lo hacemos en busca de confirmar las tesis elaboradas en una cabina. Como en la política, a medida que se asciende se pierde vínculo con el afuera. Así se consolida la ignorancia ilustrada.
En el periodismo actual, como en la política, no hay tiempo para el asambleísmo ni margen para los librepensadores. Los puestos de comandancia suelen estar reservados. Lo mismo sucede en los partidos y es lógico que también suceda en los medios que amplifican el discurso del gobierno. Nadie sale indemne.
Por eso, para nosotros, la crisis de los medios en Argentina es muy parecida a la que sufrió la política en el 2001. Se inicia en ese paredón lleno de luz que decía: “nos mean y la prensa dice que llueve”. El abajo que descifra el arriba. Sobre ese terreno, se proyectan las nuevas tecnologías que desbordan el oligopolio discursivo y multiplican decires. Pero esa es otra discusión, la que tiene que ver con la técnica y sus usos posibles.
La risa
El kirchnerismo lo advirtió tardíamente pero fue capaz de situar a los medios como actores políticos con intereses concretos. Kirchner los subió al ring y le fue bien. Comenzó de manera errática apuntando bajo hasta que dio un salto de calidad y enfrentó a Clarín, el socio discursivo predilecto de su mandato. En paralelo, casi con desesperación, comenzó a edificar un pool de medios afines. La continuidad de la política pasó a ser la guerra a través de los medios. Desde entonces, parece que no hay vida por fuera de la mediatización.
El Gobierno se concentró en golpear al enemigo, dar a conocer sus intereses inconfesables y enchufar un parlante propio que propague buenas noticias para contrarrestar la agenda y el poder de veto mediático opositor. El kirchnerismo alumbró entonces el show de la buena onda y la autocelebración. Comenzó a reír. Adaptó formulas televisivas a sus necesidades discursivas. Se encandiló con su chiche nuevo y se engolosinó en el mundo de sentidos que inventó para ser feliz. Obtuvo, por fin, su ansiada realidad virtual. Sumó adeptos en pala, accedió a los jóvenes y siguió riendo. Se contentó con saber que el enemigo era feo y era falible. Eso lo llevó a reír incluso la noche del asesinato de Mariano Ferreyra.
El discurso de las distintas elites opera en forma refractaria. Deja afuera porciones de la realidad con las que el enemigo nos aburre e ignora lo mismo que el enemigo, eso que transcurre en la base social, a espaldas de los massmedia. Ahora el control remoto garantiza una realidad virtual para cada subjetividad. Pero los polos se paralizan ante lo imprevisto, cuando ese universo paralelo e invisibilizado emerge en forma de esquirlas.
Lo más estimulante de este tiempo fue el debate y la sanción de la ley de medios, que impulsó el kirchnerismo cuando volvió a abrirse a demandas preexistentes de los sectores populares. La Ley 26.522 habilitó la posibilidad de una democratización real, algo que el sector privado no puede digerir. Está a la vista: el gobierno no depende de que la Ley entre en vigencia para construir su propio arsenal simbólico. La necesidad es de la infinidad de medios alternativos y comunitarios y de las organizaciones que no tienen posibilidad de enunciar sus prioridades. La necesidad es de los que apostamos a crear otros modos posibles de intervenir, a decir de otra manera, a buscar más allá de este menú que nos venden como nuevo pero se repite cada día.
El porvenir
El periodismo tiene un futuro incierto. Su pobreza simbólica y su obviedad lo encaminan a una supervivencia hecha de estertores que, sin embargo, puede durar décadas. A los medios no le ha llegado su propio Kirchner, ese representante del anciano régimen que tomó cuenta de la crisis terminal que carcomía a los de su clase y decidió abrirse a lo nuevo para sobrevivir. Los medios no ven esa necesidad. Sólo promueven jóvenes que cumplen con el requisito de ser viejos y leales.
Pero nadie tiene el futuro asegurado. Hasta los blogs, esa forma de periodismo catártico que fue novedosa y vital, puede volverse previsible y dejar de decir.
La crisis de los medios sistémicos es una hermosa oportunidad. Quedan pocos nichos en el cementerio de los elefantes y los grandes saben que pocos sobrevivirán. Quizás sean los que encuentren la lucidez para reubicarse en un lugar más modesto en sociedades hiperinformadas que ya no se orientan solo por los mensajes que emite la industria periodística.
¿Cómo sigue la película? No sabemos. Pero nos interesa rescatar, entre la intuición, los indicios ciertos y la apuesta, a unos cuantos veteranos en su mayoría anónimos y a la nueva generación de periodistas –esa guerrilla dispersa y sin armamento propio- que nace entre las cenizas del periodismo sistémico y en busca de un aprendizaje que trascienda la escuela inicial mediática que ofrece el kirchnerismo. Desde arriba y desde afuera, resulta difícil y probablemente inútil verlos. La aristocracia del rubro, que tiene garantizado el bronce, tampoco necesita prestarles atención. Pero ese periodismo exógeno existe y presiona para sepultar a la ignorancia ilustrada que sigue cobrando el sueldo aunque ya tiene la jubilación lista. Ni pesimistas ni ingenuos. Una parte de ese futuro que llegó hace rato está en nosotros.
por Enrique Orozco
(para revista Crisis Nº 4, pedísela a tu kioskero amigo)

El ecuatoriano Pablo Dávalos y sus reflexiones sobre el posneoliberalismo

“El centro del problema no es el neoliberalismo, es el capitalismo”

Pablo Dávalos fue viceministro de Economía del Ecuador cuando Rafael Correa era ministro de esa cartera, durante el gobierno de Lucio Gutiérrez. Asesor de la Conaie, la organización indígena más grande del Ecuador, miembro del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) y profesor universitario, acaba de publicar su libro La democracia disciplinaria. El proyecto posneoliberal para América Latina (Codeu-Puce, Quito). En sus más de quinientas páginas desmenuza el significado político del giro en el discurso de los organismos internacionales de crédito para la región, marcando un pasaje que va del famoso Consenso de Washington del FMI a los proyectos de “reconstrucción del Estado” impulsados por el Banco Mundial. Dávalos advierte en esta entrevista que ahora “el problema no es el neoliberalismo”, ya criticado por el propio Banco Mundial, sino el “neoinstitucionalismo”, que lo continúa por otros medios. Propone prestar atención al tipo de legitimidad que requieren hoy las políticas extractivistas de recursos naturales y las contrapone al discurso del “buen vivir” (sumak kawsay) consagrado en la Constitución. Propone así un debate intelectual y político sobre qué significa en América latina ir más allá del neoliberalismo.

  

–Una de las paradojas más visibles en Ecuador es que a la vez que es una economía dolarizada, tiene la legislación más avanzada sobre “el buen vivir”. ¿Cómo conviven esas dos realidades? ¿Qué materialidad tiene, más allá del texto constitucional, la cuestión del buen vivir?

–Nosotros utilizamos el dólar para todas las transacciones, no tenemos moneda nacional. La pérdida de la moneda nacional se dio en la crisis financiera que tuvimos en 1999 y 2000. En esa crisis, los bancos implosionaron, produjeron una grave situación de conmoción y el gobierno de ese entonces optó por rescatarlos con recursos públicos, entre ellos, la moneda nacional. Las consecuencias fueron una devaluación y una inflación sin precedentes en el Ecuador que determinaron el fin de la moneda nacional y la adopción del dólar. Los dólares entonces tienen que venir necesariamente por la vía del comercio exterior. Eso ha obligado a que la economía ecuatoriana sea muy abierta con relación a los mercados mundiales. Al estar muy abiertos, somos muy vulnerables. El esquema de dolarización se ha sostenido, básicamente, por las remesas que envían los migrantes. En el año 2006, esas remesas alcanzaron un punto de 3000 millones de dólares, que para una economía tan pequeña como la ecuatoriana es muy significativo. Y, además, por la coyuntura de los altos precios del petróleo: en el año 2008, cada barril de petróleo se incrementó por sobre los 100 dólares, que para una economía que exporta petróleo como la ecuatoriana es también muy significativo.


–Es decir que la dolarización se sostiene por ingresos externos…

–Estas dos fuentes, el petróleo y las remesas, han sostenido la dolarización hasta el día de hoy, lo que ha significado que la economía ecuatoriana se convierta en una economía de rentistas, de consumo, en la que no hay producción. Eso también se puede visualizar en el hecho de que el desempleo –el abierto y el encubierto (es decir el subempleo)– alcanzan al 60 por ciento de la población económicamente activa de Ecuador. Es decir, cada 100 ecuatorianos en capacidad de trabajar apenas 40 ecuatorianos tienen empleo formal. El resto no tiene empleo y tiene que buscar estrategias de sobrevivencia. La dolarización ha trastrocado también el sistema de precios. En este momento, nuestra canasta familiar está sobre los 550 dólares, mientras que el salario mínimo vital está en 240 dólares. La poca industria nacional que queda es más bien complementaria a las importaciones. Esto también ha significado que el poder de los bancos se vaya concentrando cada vez más, porque son los que determinan a quiénes entregan créditos para la dolarización, y en función de esa capacidad de arbitraje se le otorga un enorme poder al sistema financiero.


–¿Qué se plantea desde el gobierno actual frente a esta situación?

–El gobierno necesita dólares y tiene que apostar a garantizar su mayor entrada. Pero como no hay industria, la única forma por la cual esos dólares ingresan es por la vía del endeudamiento y por la vía de la renta de los recursos naturales. No existen otras fuentes. Por un lado, el gobierno ha empezado un agresivo proceso de endeudamiento, sobre todo con China. En los últimos meses del año 2010 ha suscrito convenios bilaterales con China por cerca de 5 mil millones de dólares y ha entregado el petróleo como garantía de pago de esa deuda. Y la otra apuesta del gobierno de Rafael Correa está en ingresar a la extracción de recursos naturales, en especial la minería y los servicios ambientales.


–¿Qué tipo de propuesta surge de los movimientos sociales?

–Ante eso, los movimientos sociales, y en especial el movimiento indígena, han propuesto un nuevo paradigma de vivencia y convivencia que no se asienta ni en el desarrollo, ni en la noción de crecimiento, sino en nociones diferentes como la convivialidad, el respeto a la naturaleza, la solidaridad, la reciprocidad, la complementariedad. Este nuevo paradigma o esta nueva cosmovisión es denominada como la teoría de sumak kawsay o el “buen vivir” y efectivamente ha sido recogida en la Constitución ecuatoriana como régimen alternativo de desarrollo.


–¿Podría definir los puntos centrales de su carácter alternativo?

–En primer lugar, hay que romper las individualidades estratégicas, porque en el capitalismo uno piensa primero en sí mismo, uno dice “primero yo, yo soy ciudadano, yo soy consumidor, yo maximizo mis propios beneficios y utilidades”. La noción de sumak kawsay plantea una solidaridad de los seres humanos consigo mismos, que ha sido rota por el discurso del liberalismo. Pero, a diferencia del discurso del socialismo –que planteaba una relación con una sociedad más grande, y de esta sociedad con el Estado–, en el discurso del sumak kawsay la relación del individuo ya no es con el Estado sino con su sociedad más inmediata, con su comunidad, de donde los seres humanos tienen sus referentes más cercanos. Y esta sociedad a su vez se relaciona con otras sociedades más grandes de tal manera que las estructuras de poder se construyen de abajo hacia arriba y no de arriba hacia abajo. Lo segundo que plantea el sumak kawsay es quitarnos de la cabeza la noción de que más es preferible a menos. Es decir, de que siempre tenemos que producir y tener más según reza el paradigma del desarrollo, del crecimiento, de la acumulación. Y a no ver en los objetos la ontología de los seres humanos.


–Eso supone casi un cambio radical en los modos de vida…

–Por eso lo tercero tiene que ver con la dimensión del tiempo. Nosotros creemos que el tiempo es lineal y, por tanto, creemos en la acumulación. La estructura del tiempo que en este momento pertenece al capital. El sumak kawsay plantea devolverle a la sociedad el tiempo: una noción de temporalidad donde el tiempo pueda ser circular abierto. Un cuarto elemento es conferirle un sentido ético a la convivencia humana. Para el liberalismo puede haber democracia política pero no puede haber democracia económica, por eso la formación de utilidades de las empresas y de los consumidores no tiene absolutamente nada que ver con la ética. El sumak kawsay propone un cambio en ese sentido: ya no puedo enmascarar decisiones sociales en nombre de un consumo individual. Y eso significa que los recursos que han sido producidos por la explotación laboral o la depredación ambiental ya no pueden ser objetos del intercambio social. Hemos ahora logrado cierta legislación, por ejemplo para defendernos de la esclavitud o del trabajo infantil. Pero tenemos que avanzar más allá.


–Cuando se habla de alternativa en el Cono Sur, generalmente se postula al neodesarrollismo contra el neoliberalismo. ¿Cuáles serían los rasgos alternativos a esta vía neodesarrollista que hoy es la que tiene un consenso relativo en la región?

–El centro del problema no es el neoliberalismo. El centro del problema es el capitalismo. El neoliberalismo es una forma que asume el capitalismo, una forma concentrada en el poder que tienen las corporaciones y el capital financiero-especulativo. El capitalismo puede crear nuevas formas ideológicas, políticas, simbólicas, y un modo de reinventarse y lograr legitimidad a través de estas formas que ni siquiera son keynesianas, sino neodesarrollistas. Y fundamentalmente implican pensar que si nosotros explotamos la naturaleza vamos a tener recursos para hacer obra social. Eso es un engaño; como fue aquello que se decía en la época del neoliberalismo: que si privatizábamos absolutamente todo, íbamos a tener estabilidad económica. Finalmente, nunca tuvimos estabilidad económica. Igual ahora: si explotamos todos los recursos de la naturaleza, tampoco vamos a tener recursos para el sector social, ni tampoco recursos para el pleno empleo.


–¿Usted advierte sobre la capacidad del neoliberalismo para reinventarse?

–Estamos viendo cómo América latina entra en un proceso de reconversión caracterizado por la desindustrialización y la producción básicamente de commodities basadas en materias primas, donde los gobiernos utilizan el monopolio legítimo de la violencia para garantizar el despojo territorial, que significa la propiedad de pueblos ancestrales, para poner esos recursos naturales a circular en la órbita del capital. El neoliberalismo, a través del Consenso de Washington y las políticas del FMI y del Banco Mundial, adecuaron las economías en función de las necesidades del sistema-mundo, pero eso no significa que el neoliberalismo haya alcanzado las metas de estabilidad macroeconómica, ni mucho menos. Ahora estamos pasando a una nueva dinámica sustentada en la producción y en la renta de materias primas. Hay que estar atentos a los discursos que quieren justificar estas derivas extractivistas. El sistema que llamamos capitalismo tiene que ser cambiado, con las relaciones de poder que lo atraviesan, con los imaginarios que lo constituyen. El capitalismo tiene que ir al archivo de la historia de la humanidad, porque si sigue simplemente va a poner en riesgo a la vida humana sobre el planeta Tierra.


–Desde su perspectiva, el neodesarrollismo es compatible con el liberalismo. ¿Tiene esto que ver con cierto giro en las “recetas” de los organismos internacionales como el Banco Mundial?

–Es una pregunta muy pertinente, y pongo un ejemplo clarísimo. En América latina, ¿dónde han visto algún debate, algún texto, que critique al neoinstitucionalismo económico? Pero resulta que el neoinstitucionalismo económico es la doctrina, es el corpus teórico-analítico-epistemológico que está conduciendo las transformaciones y el cambio institucional de América latina y el mundo. Los penúltimos Premios Nobel de Economía, Elinor Ostrom y Oliver Williamson, son Premios Nobel institucionalistas. Joseph Stiglitz, a quien seguramente conocen bien en la Argentina, es un Premio Nobel institucionalista. También Douglas North de 1993 o Gary Becker de 1992. El institucionalismo plantea un discurso crítico a los mercados. Hay un texto de Stiglitz que se llama “El malestar en la globalización” publicado a inicios de 2000, donde se convierte en el más duro crítico del FMI y lo acusa de cosas que nosotros desde la izquierda lo habíamos acusado ya en la década del ’80. ¡Pero resulta que entonces Stiglitz era presidente del Banco Mundial! Es decir, trabajaba en Wa-shington en la oficina de enfrente a la del FMI. Esto se explica porque tienes al Banco Mundial realizando estudios a propósito de la reactivación del Estado; hay uno de 1997 que se llama “Reconstruyendo el Estado”, en el que plantea la forma por la cual tienes que reconstruir el Estado y la institucionalidad pública. Pero también recomienda la participación ciudadana, la democracia directa, el respeto a la naturaleza, la eliminación de la flexibilización laboral, etc. Entonces, una de dos: o el Banco Mundial se hizo de izquierda, o la izquierda se hizo del Banco Mundial.


–¿Cuál es su respuesta?

–Es necesario empezar a indagar y a posicionar los debates económicos. Porque en la década de los ’80 teníamos en claro lo que significaba el Consenso de Washington y el neoliberalismo. En la versión de Friedman, de Hayek, de Von Mises o de los neoliberales criollos, como Cavallo. Ahora bien, resulta que el neoliberalismo va cambiando, va mutando; el capitalismo de 2000 no es el capitalismo de 1990, en absoluto. Por eso es que ahora acude a otros expedientes teóricos mucho más complejos, con una epistéme más interdisciplinaria. ¿Y qué hacemos nosotros en la izquierda? ¡Nos quedamos criticando el Consenso de Washington cuando el Consenso de Washington ya ha sido criticado por el mismo FMI e incluso por el Banco Mundial! Y resulta que ahora, en la década del 2010 vemos cómo los cambios teóricos se dan hacia el neoinstitucionalismo y la izquierda latinoamericana no han creado su oportunidad de debatir, analizar y discutir con el neoinstitucionalismo económico. No podemos quedarnos en los marcos epistemológicos que justifican la nueva imposición neoliberal. Por eso, nosotros hablamos de postneoliberalismo, aquí en el Ecuador, para referirnos a la etapa del cambio institucional.
Desde Quito para Página/12 por Verónica Gago y Diego Sztulwark

Revista Crisis Número 4‏

número cuatro de revista crisis
desde el jueves 14 de abril en los kioscos de diarios y revistas de la capital federal y conurbano + librerías del interior del país
el dossier: salir del medio.
Ya nadie cree que los medios sean un paradigma de integridad. El periodismo es hoy un campo de batalla de la política. La inquietud se expande entre una nueva generación de comunicadores. Entrevistas e interpretaciones varias, donde se entremezclan los ex trabajadores del diario Crítica, los fundadores de la revista Barcelona, Martín Rodriguez, Nicolás Mavrakis y Jorge Asís, Enrique Orozco, Diego Rojas, Ximena Tordini, Diego Picotto y el brasileño Venicio De Lima.
descargar adelanto: «El cementerio de elefantes» por Enrique Orozco  >> http://www.revistacrisis.com.ar/archivo/manifiesto.pdf
  
diálogo: chilango y picante. 
El escritor Paco Ignacio Taibo II cuenta por qué México está “hecho una mierda”, atrapado por la guerra entre el Estado y los Narcos. Pero sus ojos brillan cuando habla de la vitalidad popular y la audacia de los escritores de su país.
dardo teórico: el italiano Alessandro De Giorgi piensa que la expansión del sistema penal en Estados Unidos ha transformado a este país en la primera democracia punitiva del mundo.
políticas de la literatura: Carlos Godoy dimensiona el nuevo boom literario cordobés fabricado desde la escena editorial porteña. Crítica y anecdotario de una experiencia regional heterogénea y vivaz.
  
Y además…  Hernán Vanoli sobre Orsai / Mario Antonio Santucho visita a una filósofa de 95 años en Detroit / Violeta Gorodischer y un emprendimiento espiritual en Florencio Varela / Alejandro Bercovich en Wall Street / Diego Vecino entrevista al crítico musical británico Simon Reynolds / Radiografía en paralelo de Comodoro Rivadavia y San Lorenzo, dos regiones claves de la economía argentina actual / Ensayo visual por Diego Sandstede / Una comparación entre el pogo y el contact, que amplía el territorio de la danza …
y mucho + en el
número cuatro de revista crisis
Desde este jueves en los kioscos de diarios y revistas de la Capital Federal y Conurbano + librerías del interior del país.

Invitación: la potencia del trabajo multiforme

ferias talleres cooperativas
(una presentación fílmica y editorial)


en la Casona de Flores
Miércoles 20 de abril, desde las 19 hs
Morón 2453
(entre Artigas y Fray Cayetano Rodríguez)

Hacerme Feriante
(una película pirateada por sus propios protagonistas)
De chuequistas y overlockas
(un libro de Simbiosis cultural y el Colectivo Situaciones)
La Argentina está Salada
(el número 3 de la nueva revista Crisis)

19:30 hs. Proyección del film Hacerme Feriante (2011), de Julián D’Angiolillo
Una recorrida en imágenes por los distintos aspectos que componen el modo de vida que sostiene a La Salada, la feria más grande de América Latina.

21 hs. Debate a partir del libro De chuequistas y overlockas (marzo 2011), sobre las relaciones de explotación y la conflictividad que se insinúa en los talleres textiles. Y en torno al dossier del número 3 de la revista Crisis (febrero 2011), dedicado a la nueva composición social que se despliega en los circuitos de la economía informal.

Además, mini feria de productos para el espíritu y para el cuerpo.

Y un bufet funcionando a pleno (parrilla más bebida), que permitirá a la Casona recaudar algunos fondos para su mantenimiento:casonadeflores.blogspot.com/

Para ver el tráiler y la página oficial de Hacerme Feriante:

Para acceder al índice y el prólogo del libro:

Para leer el manifiesto y el sumario del número 3 de Crisiswww.revistacrisis.com.ar/larevista/n-03/larevista.html

El Kilombo Intergaláctico

Una apuesta por la autonomía en las entrañas del monstruo

Durham, Carolina del Norte. Comenzaremos por contarles de un país que ha estado viviendo bajo una ley de emergencia por diez años, que permite al gobierno espiar a sus ciudadanos sin su conocimiento, arrestar a las personas consideradas “sospechosas” y mantenerlos en detención indefinida sin cargos. Un país en el que la gente todos los días es detenida y hostigada por la policía por su condición racial, y donde los movimientos de resistencia han sido infiltrados sistemáticamente y destruidos por agentes de sectores tanto públicos como privados.
En este país, donde los programas de bienestar social se han eliminado gradualmente, el desempleo se ha elevado en un 20 por ciento, y el salario medio ha crecido sólo un 0.5 por ciento en las últimas tres décadas, el 60 por ciento de la población pasará al menos una parte de sus vidas dentro de los estándares de pobreza oficiales, y el 40 por ciento vivirá un período prolongado en la misma condición. Los estados donde son acogidos estos datos, no son lugares históricamente conocidos en el hemisferio norte por ser afectados por la pobreza, como lo son los bellos estados de Chiapas, Oaxaca, Guerrero, sino que ahora también sucede en Nueva York, California y Carolina del Norte.
Este es el Estados Unidos del siglo XXI, donde aproximadamente un millón de personas al año pierden sus hogares gracias a la ejecución hipotecaria de la crisis financiera de 2008. De ellos, un número desproporcionado son familias de raza negra. Los costos para el cuidado de la salud se han se han elevado un 300 por ciento en los últimos 20 años, y uno de cada tres varones afroamericanos se encuentra es la cárcel o bajo alguna forma de custodia de justicia penal.
No deseamos comparar el sufrimiento que existe en todo el continente, pero es necesario empezar a entender que existe un mapa global del capitalismo, que provoca la devastación del campo mexicano, marca la pauta de las relaciones entre personas de diferentes razas y la explotación en los Estados Unidos a los trabajadores mexicanos que sostienen tanto a las economías de ese país como la de México, a cambio de una miseria; y que la migración rural forzada en América Latina tiene una relación directa con el aburguesamiento urbano en los Estados Unidos.
Esa es el contexto en el que surgió El Kilombo. Somos un grupo de estudiantes, migrantes y trabajadores de diversos orígenes, mayoritariamente gente de color, trabajando en conjunto para cultivar, defender y reconstruir nuestra comunidad. En los Estados Unidos, el desplazamiento sistemático y la privación de derechos civiles ha dado lugar a la fragmentación social y la alienación individual, los cuales son típicamente tratados aquí por la medicación -la solución farmacéutica a los problemas sociales y la distracción- la solución moderna para el aislamiento individual. Hay aquí, sin embargo, como en todas partes, un hueco grande fuera de esa realidad.
El lugar donde vivimos se llama “El Hoyo”. Nuestro agujero cubre solamente alrededor de diez cuadras de la ciudad de Durham, Carolina del Norte, pero dentro de esos bloques está todo un mundo. Es lo que se considera un barrio pobre por los estándares oficiales, pero es muy rico en muchas otras cosas. Nuestros vecinos aprovechan el hecho de que algunos lugares en las calles están abandonadas para establecer BBQs y altavoces en sus patios para reuniones en la calle; los niños juegan fútbol y basquetbol en la calle y la gente está siempre trabajando afuera en las casas o automóviles de la misma comunidad.
Tenemos una huerta comunitaria que produce en abundancia; siempre hay paquetes de col rizada para repartir entre los vecinos. Nuestro centro social, en el corazón de nuestro barrio, está lleno todas las noches con gente que toma clases de computación e idiomas, además hacen uso de la biblioteca pública y el acceso a internet, o cenan juntos. Hay un parque, abandonado por la ciudad, pero recuperado como un campo de gran tamaño para el atletismo en la comunidad, donde los jóvenes pasar el rato y se reúnen las familias. Uno de los entrenadores de fútbol juvenil en la comunidad ha iniciado un programa de ejercicios para las mujeres del barrio. El parque, el centro social y las calles forman una especie de eje de encuentro y de sentido de comunidad para las personas en el barrio.
Hasta hace poco, la mayoría de la gente de otros lugares describía nuestro barrio como “peligroso”. Esta era la situación en casi todos los barrios de nuestra ciudad central, y de hecho en muchas de las ciudades centrales de los Estados Unidos, donde, tras la segregación, la clase media blanca salió de las ciudades a los alrededores y se llevaron con ellos servicios de la ciudad, trabajos y empresas, dejando a comunidades de color distanciadas de los medios más básicos para sobrevivir.
“El vuelo blanco” devastó casi todos los centros de la ciudad en el país, dando lugar a lo que se convirtió en el odiado “centro de la ciudad”, que en gran medida fue considerado como zona de delincuencia por los sectores público y privado. Pero es desde allí que los que quedaron en la selva de concreto, en su mayoría afro americanos, construyeron mecanismos de supervivencia y vida colectiva. Desde mediados de 1990, cuando se aprobó el TLCAN, la gente de México y América Central ha buscado un lugar a las afueras de los centros en la ciudad, incluyendo a El Hoyo, aquí en Durham. A medida que estas poblaciones encuentran maneras de llevar una vida colectiva en torno a la necesidad creativa, se forman nuevas fuentes y estilos de la comunidad.
Como siempre cuando la creatividad y la innovación desde abajo se convierte en vibrante y visible, la gente de “arriba” empieza a prestar atención. La fuga masiva de los blancos de clase media hacia las afueras en barrios cerrados, grandes jardines y muchos garajes, comenzó a regurgitar su impulso hacia la ciudad. De pronto, el deseo de comunidades “transitables” dentro de la ciudad se convirtió en el discurso del desarrollo, y “la revitalización urbana” se convirtió en el método.
En nuestro propio vecindario, los promotores privados vieron en nuestra comunidad las estructuras que ellos deseaban, pero no la población que ellos querían; comenzaron de manera sistemática la compra de los edificios y negocios en la zona y promocionaron una nueva imagen de vida urbana -apartamentos loft, residencias cercanas a centros comerciales, una “hip” boutique y un bar al aire libre. Las medidas de “seguridad” puestas por ellos -incrementando patrullas y “vigilantes en los barrios”- supuestamente creados para formar el barrio “transitable” para los clientes nuevos, quienes ignoran el hecho de que este barrio ha sido durante mucho tiempo transitado por otras personas que se han cuidado el uno al otro en contra de la policía, y no de ellos.
La “revitalización urbana” se ha convertido en el desmantelamiento sistemático y concentrado de la gente de color en los barrios, no sólo en el nuestro, sino en ciudades de todo el país. Simultáneamente a las políticas neoliberales que han socavado los servicios públicos y los presupuestos, las iniciativas “público-privado” fomentan especulación en las propiedades de las comunidades urbanas marginadas, con el argumento de que el estado está quebrado y la solución es el bien dotado sector privado. Bajo estos auspicios, espacios públicos y nuestros espacios en la ciudad son entregados a entidades privadas y los promotores del desarrollo, quienes pueden diseñar el espacio y su uso en una manera que sea oficial o efectiva para desplazar una comunidad e invitar a otra.
Tenemos que empezar a creer que la gentrificación no es un fenómeno local, ni siquiera de carácter nacional, sino que representa de manera particular la forma en que el capital global conquista en nuestro contexto. Esto ocurre debido a la importancia de la diversidad de razas en el contexto de los Estados Unidos. En nuestra ciudad, la división en el trabajo y la segregación depende muy estrictamente del acceso histórico de los recursos por las comunidades negras, blancas y latinas.
El parque en nuestro barrio es un buen ejemplo de esto. Querido y cuidado por el barrio, es uno de los últimos grandes espacios públicos abiertos, en el centro de la ciudad. Todos los días después del trabajo y la escuela, se encuentra lleno de gente jugando al fútbol y socializando. Cuando los promotores de desarrollo del sector privado empezaron a comprar las propiedades al lado del parque, instaron a la comunidad a abandonar sus planes para mejorar el parque y su popular cancha de fútbol, dejándolo caer en mal estado, por lo que después promovieron y patrocinaron la “renovación”. Los desarrolladores propusieron un elaborado plan para el nuevo parque, financiado con fondos privados; el aspecto más significativo era el de eliminar el campo deportivo, el cual era utilizado principalmente por la comunidad negra y latina en nuestra región para jugar al fútbol y otros deportes. Para nosotros esto no era simplemente la reducción del tamaño del campo, era más bien un ataque directo a nuestra comunidad.
Nos movilizamos como un grupo, negros, blancos, latinos, asiáticos, de todas las edades y estilos de vida, y el número de personas reunidas nos sorprendió; todos juntos fuimos a una reunión pública para protestar por el plan. Tuvimos acceso a los archivos públicos de la ciudad, como por ejemplo, documentos que revelaban los acuerdos entre las autoridades municipales y los promotores privados para impulsar la iniciativa privada sin consulta pública. Este tipo de organización en las diversas comunidades es algo que, después del desmembramiento de los movimientos sociales en los Estados Unidos en los años 60 y 70, es raro encontrar aquí.
Por el momento, la iniciativa privada está en espera. Ha sido una victoria para nuestra comunidad, pero sabemos que será una lucha de mucho tiempo. En nuestro barrio y como Kilombo hemos tratado de aprender de la original “coalición del arco iris” en los Estados Unidos. Aquí, en la década de 1970, muchos grupos, incluyendo a las Panteras Negras, los Young Lords (de origen puertorriqueño), y los Jóvenes Patriotas (de las comunidades blancas pobres de los Apalaches) se reunieron para organizarse colectivamente en torno a la autonomía de la comunidad. La particular diversidad de nuestra organización, con diferentes orígenes y lenguas, ha forzado algunas cosas y nos ha permitido aprender muchas más, ha sido muy difícil y muy valioso.
“Somos un ejército de pobres”, dice uno de nuestros miembros, uno de cinco hermanos y un sobrino que vinieron de Guanajuato. Todos ellos ahora trabajan alrededor de Durham, y pintaron un cartel de El Kilombo con un gran logotipo y una imagen de Zapata en él. No sabían mucho sobre el actual movimiento zapatista en Chiapas hasta que llegaron a Durham, Carolina del Norte, y se reunieron con el resto de nosotros. Por otra parte, algunos de nosotros no sabíamos mucho acerca de Durham, Carolina del Norte hasta que llegamos aquí y nos lo mostraron.
Hemos llegado a comprender que el asalto a nuestra comunidad es territorial. La lucha por el territorio es difícil para nosotros, donde las personas se mantienen en constante movimiento, a través de la migración forzada, la fugacidad de la vida estudiantil, y la búsqueda continua de trabajo a la que todos deben someterse en esta sociedad basada en los salarios. Pero también reconocemos que el proceso de “revitalización urbana” en los Estados Unidos sirve para fines similares a muchos de los planes de mega-desarrollo en el México rural: iniciativas, ya sean públicas o privadas que desplazan a las poblaciones, reorganizan su territorio para la extracción de recursos (tanto sociales como minerales , físicos y culturales), y reorganizan poblaciones geográficamente, para abordar las necesidades de capital de nuevos mercados, todo ello en nombre del necesario “desarrollo.” Y hemos aprendido mucho de las luchas en México, de los zapatistas en particular, sobre las recuperaciones de las geografías y los calendarios con el fin de volver a habitar, y reinventar un territorio de los nuestros.
Comenzamos por abrir un centro social donde las personas pudieran reunirse para conocer y hablar, y en donde pudiéramos tener comidas y eventos comunitarios. Comenzamos las clases de los idiomas inglés y español, alfabetización, clases de computación, ayudamos con las tareas a los niños, y se organizó una comisión de salud para establecer servicios gratuitos de consultas médicas y dentales. También se diseñó un seminario político para la comunidad, y empezamos a ubicar geográficamente los problemas y los recursos de nuestra ciudad. Muchos utilizaron el espacio y asistieron a programas desarrollados en lo que llamamosnuestra asamblea de la comunidad, el cual es un órgano colectivo de toma de decisiones que se reúne mensualmente para discutir y evaluar los proyectos en curso y el plan para el futuro. Cuando la crisis económica afectó en 2008, dañó de modo desproporcionado a las comunidades más pobres, como la nuestra. Nuestra asamblea determinó que la inestabilidad en el acceso a la alimentación, la vivienda y el trabajo fueron los factores principales que irrumpieron nuestras vidas y fragmentaron nuestra comunidad. Así que empezamos con tres proyectos definidos: una huerta orgánica para permitir la distribución gratuita de alimentos, una vivienda colectiva para reducir la demanda de vivienda en nuestro vecindario, y las cooperativas para proporcionar un empleo digno por cuenta propia.
A los centros urbanos en los Estados Unidos a menudo se les denomina “desiertos alimentarios”, lugares donde es difícil obtener alimentos asequibles y saludables. Las comunidades de color, que por lo general habitan en estos desiertos de alimentos, tienen tasas desproporcionadas de obesidad y diabetes, ya que la comida que se tiene a disposición es generalmente fast food o alimentos procesados industrializados. Muchos de los que llegamos desde México aumentamos de peso cuando llegamos aquí, porque la comida disponible para nosotros era diferente a lo que estábamos acostumbrados. El jardín de la comunidad nos dio la posibilidad de una fuente accesible y saludable de alimentos. La gente de nuestra comunidad tenía diferentes experiencias en cultivo de alimentos, pero ninguno era experto. Algunos de nosotros habíamos crecido en el mundo de la agricultura en México, pero no sabíamos nada sobre las cosas que surgen y crecen en el campo. Otros habían crecido en pequeños jardines, pero no sabían cultivar a gran escala. Otros no comíamos verduras, a pesar de que vivimos en el campo. A través de un proceso de ensayo y error, poco a poco estamos construyendo un gran jardín urbano que puede alimentar a nuestra comunidad. También estamos construyendo gallineros para comenzar a proveer a nuestra comunidad con huevo y pollo (afortunadamente muchos de nosotros ya sabemos cómo criar pollos).
También queremos tener viviendas dignas, donde podamos sentirnos a salvo de la amenaza de desalojo. Muchos de nosotros vivimos rentando en propiedades en mal estado; las casas en los Estados Unidos son caras – una familia de clase media en los Estados Unidos gasta un 25 por ciento de sus ingresos en vivienda, y para las familias pobres, ese porcentaje suele ser mucho mayor. En nuestra asamblea creamos una comisión de la vivienda que ha sido capaz de comprar casas que luego se alquilan entre nosotros mismos y se mantienen a través del trabajo colectivo para bajar lo más posible los costos de la vida cotidiana para la gente de nuestra comunidad. Todas nuestras casas están en la misma calle junto al jardín, y se ha convertido en una especie de territorio Kilombo, donde podemos empezar a construir diferentes tipos de vida comunitaria en conjunto. Tenemos estas pocas cosas que nos unen. Con toda honestidad, es muy poco, al menos en comparación con los de arriba. Pero tenemos un elemento: la organización, y nuestro compromiso con la misma hoy en día es mucha.
Por último, una explicación de nuestro nombre. Kilombo es una palabra bantú (hablado en lo que hoy es Angola) producto del portugués con influencias de algunas partes de la América, y sirve para describir a las comunidades de esclavos fugitivos. Kilombos existieron a lo largo de América con muchos nombres diferentes, incluyendo Cimarrones, comunidades Marrón yPalenques. Se mezclaron comunidades de esclavos fugitivos y de los pueblos indígenas, fusiones que no sólo se formaron para escapar de la esclavitud, sino para construir otra vida colectiva. Hemos elegido este nombre para enfatizar nuestro proyecto como una comunidad en lugar de una campaña, y por respeto y compromiso con el carácter trans e inter racial del Kilombo original. La segunda parte de nuestro nombre,Intergaláctico, es una palabra que hemos aprendido de los zapatistas. De ellos, aprendimos de la posibilidad y la importancia de los esfuerzos de la organización más allá de las ideologías y las identidades de la gente del grupo. Nos inspiramos en los esfuerzos de organización y fuerza de espíritu que la Otra Campaña y la Sexta Declaración de la Selva Lacandona ofrece. Cuando decimos Intergaláctico, queremos decir que encontramos resonancia en y con otras luchas organizadas de todo el mundo para una vida digna. Al final, con todos los Kilombos del mundo.
POR EL KILOMBO INTERGALÁCTICO
(www.elkilombo.org)
TRADUCCIÓN: SERGIO ADRIÁN CASTRO BIBRIESCA

Invitación

 En este espacio proponemos preguntarnos por la identidad. ¿Tiene sentido definirla o esto es imposible?. ¿En qué contextos tiene utilidad (por ejemplo para unificar fuerzas o sentimientos de solidaridad) y en qué contextos por el contrario provoca divisiones perjudiciales y violentas?

Creemos que, al menos en el tiempo que nos toca vivir, el Quechua no es sólo Quechua, ni el supuesto Occidental es sólo Occidental.
Nos interesa remarcar que el tiempo pasó para todos. Tenemos la sensación de que algo ocurrió y a veces pareciera que para identificarse como Pueblo originario hace falta remontarse a un pasado o a un paisaje determinado. Sin embargo al decir la palabra «español» no viene a nuestra mente la figura de un hombre con armadura de hace 5 siglos.
¿Qué fue de la vida de los «Pueblos Originarios»? ¿Dónde están hoy? ¿Qué hacen? ¿Cómo viven? ¿Cómo piensan?
 
Creemos que hay aspectos en nuestras maneras de pensar/hacer y ver la vida que son herencia de pueblos que estaban en estas tierras antes de la llegada de occidente. Nos interesa difundirlos y ponerlos en práctica. Nos sirve ir al pasado. Nos sirve hacer memoria.
 
Pero el formato bajo el que hoy se encuentran esos aspectos es múltiple, está vestido de diferentes maneras, así como los elementos heredados de occidente. El tiempo nos transforma a todos. Y acá estamos. Estamos por todas partes. Ya no planteados como un antagonismo definido, sino formando parte de identidades múltiples en constante movimiento. Somos quechuas capitalistas y blancos hijos del sol. Una mezcla entre lo que queremos ser, lo que nos sale ser y lo que nos toca ser.
 
Las raíces no las vemos plantadas en la tierra. Estamos con las Raices…al viento!

Soja sí, indígenas no

Casa de Gobierno. Mediodía del 27 de abril. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner anuncia por cadena nacional el envío al Congreso de un proyecto de ley para regular la venta de tierras a extranjeros.
A 700 metros de allí, la comunidad qom La Primavera cumplía cuatro meses de acampe en la avenida 9 de Julio y 48 horas de huelga de hambre. No solicitan dádivas. Exigen que se cumpla la ley (artículo 75, inciso 17 de la Constitución Nacional, y Convenio 169 de la OIT, de rango supralegal). Y piden justicia por la represión del 23 de noviembre de 2010, donde la policía provincial (en complicidad con Gendarmería Nacional) hirió a ancianos, mujeres y hombres. Y asesinó a Roberto López, abuelo qom de 62 años.
Extranjerización
Los hermanos italianos Carlo y Luciano Benetton cuentan con un millón de hectáreas. ¿Será mejor que las adquiera el bonaerense Gustavo Grobocopatel?
El estadounidense Douglas Tompkins posee 270 mil hectáreas. ¿Será preferible que queden en manos del salteño Alfredo Olmedo?
No existen datos siquiera aproximados sobre extranjerización de tierras en el país. El proyecto de ley propone un registro de poseedores extranjeros de tierras rurales (otorgaría 180 días). Quizá el punto más relevante de la propuesta legislativa.
Federación Agraria Argentina (en antaño tan cercana a la Sociedad Rural, en la actualidad tan cerca del Gobierno) arriesga cifras tan dispares como difícil de comprobar. Suele mencionar un supuesto relevamiento propio, pero nunca lo hizo público. Igual los diarios lo citan como verdad revelada.
La extranjerización sólo tiene, por ahora, casos emblemáticas: Benetton, Tompkins, Joseph Lewis y Ted Truner.
Pocos pueden oponerse a legislar sobre la venta de tierras a extranjeros. Sobre todo, no se opondrán quienes impulsan el actual modelo agropecuario porque una ley de ese tipo no afecta ningún interés de los ganadores del modelo de agronegocios actual (donde la soja es sólo su cara más visible).
Regular la extranjerización de tierras no combate el corazón de la injusticia rural: la concentración de la tierra. Muy pocos tienen mucha tierra. Muchos (campesinos e indígenas) tienen muy poco.
Datos duros del INTA: el 2 por ciento de las explotaciones agropecuarias controla la mitad de la tierra del país. Mientras que el 57 por ciento de las chacras, en su mayoría campesinos y pequeños productores, cuenta sólo con el 3 por ciento de la tierra. Es una reforma agraria, pero al revés.
Según el Censo Nacional Agropecuario de 1988 había en el país 422.000 chacras. Que disminuyeron a 318.000 en 2002 (un 24,6 por ciento menos).
Todo indica que en los últimos nueve años la concentración aumentó, pero (Indec mediante) no hay datos oficiales. En 2008, en plena disputa entre el Gobierno y la Mesa de Enlace, se realizó el Censo Agropecuario. Aportaría datos precisos luego de seis años de falta de estadísticas oficiales del sector rural. Pero el esperado relevamiento no escapó a las irregularidades del Indec. El Censo 2008 no abarcó todo el territorio nacional y nunca se presentaron todos los datos relevados. Consecuencia directa: los científicos sociales no lo toman como válido y, a su pesar, deben seguir manejándose con el Censo 2002.


“Será una norma amplia, que proteja a los agricultores familiares (…) Hay modelos a mirar, como Brasil”, había anticipado la Presidenta el 1 de marzo al inaugurar la sesiones del Congreso.
El anuncio había creado expectativas en las organizaciones campesinas. Sobre todo porque la legislación de Brasil contempla la función social de la tierra, un anhelo de los movimientos rurales de base, que rechazan la concepción meramente mercantilista de la tierra, en busca sólo de rentabilidad, y que entienden a la tierra como un elemento indispensable para producir alimentos sanos para el pueblo, pilar la soberanía alimentaria de un país.
Sólo 58 días después del anuncio en el Congreso, el 27 de abril hubo cadena nacional para presentar el proyecto de ley. En ninguna de las siete carillas se menciona la función social de la tierra. Tampoco existe mención alguna a los “agricultores familiares”.
Empresarios y gobiernos extranjeros no necesitan comprar tierras de Argentina para explotarlas según su necesidad.
El gobierno de Río Negro firmó en octubre de 2010 un acuerdo con China para sembrar 240 mil hectáreas, el doble de la actual superficie rionegrina dedicada a la agricultura, considerada por el oficialismo provincial como “la iniciativa más importante de la historia provincial”. Una gran diversidad de sectores advierte que será la “sojización” de la Patagonia y alertan sobre las consecuencias sociales, ambientales y sanitarias que implicará. Y puntualizan los abundantes beneficios para el país asiático: la provincia cede 3000 hectáreas sin costo alguno, compromete 240 mil, otorga un sector del puerto provincial durante al menos 50 años, promete la sanción de leyes que beneficien la “inversión” y obliga al Estado provincial a cubrir los costos de oficinas, viviendas y transportes de los técnicos de la empresa china.
El gobierno de Chaco firmó un acuerdo en febrero último con el “fondo inversor” Grupo Alkhorayef, de Arabia Saudita. Se trata de 200 mil hectáreas del Impenetrable chaqueño, zona donde históricamente viven indígenas y cuyo monte fue diezmado por el avance sojero. El gobierno provincial hizo hincapié en que no se venderá la tierra, pero sí podrá sembrarse soja. “Si esas negociaciones avanzan, no sólo arbitrariamente se le impedirá el acceso a la tierra chaqueña a sus más legítimos destinatarios (indígenas y campesinos), sino que también se consumará un proceso irreversible de desmonte, arrasamiento, erosión y contaminación química que se potencia aún más al tratarse de suelos no aptos para la agricultura, por lo que estaremos cediendo el patrimonio de hoy y también el futuro de todos”, denunció el Foro Multisectorial por la Tierra del Chaco.


El principal problema de campesinos e indígenas no es la extranjerización, sino el modelo agropecuario que en la última década avanzó sobre todo lo que se interpuso.
En 2001 se sembraron en el Argentina 10 millones de hectáreas con soja. En 2003 había 12 millones. Luego de siete años de kirchnerismo ha llegado al récord de 19 millones de hectáreas con monocultivo de soja, el 56 por ciento de la tierra cultiva. Nunca antes la soja había crecido tanto.
“Corrimiento de la frontera agropecuaria”, festejan los técnicos y funcionarios. En la cotidianidad del campo implicó desalojos tan violentos como masivos. El Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI-Vía Campesina) estima un piso de 200 mil familias rurales expulsadas por el avance sojero. Donde el MNCI tiene gran presencia, como en Santiago del Estero y Córdoba, las topadoras suelen estar al servicio de pooles de siembra y de la Mesa de Enlace (sobre todo Federación Agraria, Sociedad Rural y Confederaciones Rurales Argentinas).
Ni el gobierno nacional ni los provinciales tienen cifras sobre los conflictos rurales originados por el avance de los agronegocios.
La Red Agroforestal Chaco Argentina (Redaf) es un colectivo multidisciplinario integrado por un organizaciones sociales, ONG ambientales, académicos y técnicos del Norte del país. En octubre de 2010 presentó el relevamiento “Conflictos sobre tenencia de tierra y ambientales en la región del Chaco Argentino”, contabilizó 164 conflictos de tierras y ambientales, casi ocho millones de hectáreas (el equivalente a 390 veces la ciudad de Buenos Aires) y 950 mil personas afectadas, principalmente indígenas y campesinos, de sólo seis provincias del norte argentino (Salta, Formosa, Chaco, Santiago del Estero y norte de Santa Fe y Córdoba).
“La raíz de los conflictos de tierra se encuentra en la disputa por el uso y control del espacio territorial a partir de la imposición de una cultura sobre otra. Por un lado el agronegocio, donde la tierra es un espacio para producir y hacer negocios, y por el otro la cultura indígena y campesina, donde la tierra constituye un espacio de vida”, denuncia la Redaf en su informe.
El grueso de los conflictos (89 por ciento) se iniciaron a partir del 2000. “Coincide con el impulso del modelo agroexportador, favorecido por las condiciones del mercado internacional para la comercialización de la soja, que trajo como consecuencia la expansión de la frontera agropecuaria en la Región Chaqueña”, recuerda el informe.
El 19 de abril, en un hecho inédito, una decena de organizaciones campesinas compartieron con un puñado de legisladores una propuesta de ley para frenar los desalojos rurales. La unión en la acción de organizaciones con diferencias ya de por sí fue un hecho auspicioso.
A pesar de distintos niveles de adhesión al gobierno nacional, no se evidenció voluntad política del oficialismo para con el proyecto. Estuvieron presentes muy pocos diputados, una decena de asesores y no fue tapa de los medios oficiales.

125
La resolución 125 marcó un antes y después en la visibilización del modelo agrario.
“Se trata de un modelo basado en la extrema ‘zojización’, motorizada por grandes empresas que conforman una parte importante de lo que hemos denominado el ‘sistema de agronegocios’. En este modelo talla fuerte un grupo de grandes empresas y sujetos que controlan sectores clave del sistema agroexportador: compañías exportadoras, grandes sojeros, pooles de siembra, semilleras”, explican Miguel Teubal y Tomás Palmisano en el recientemente publicado “Del paro agrario a las elecciones de 2009”.
En el apartado “El conflicto agrario, características y proyecciones”, los economistas del Instituto Gino Germani (UBA) hacen un detallado análisis de la estructura agraria, afirman que ninguno de los actores de la resolución 125 cuestionó el modelo, aseguran que de ninguna manera implicaría la quiebra de los chacareros ni tampoco implicaba una medida distributiva. Concluyen que, a lo largo del conflicto, nunca se cuestionó el modelo.
Los investigadores precisan que siete empresas concentran el 83 por ciento de la exportación de porotos de soja (Cargill, Noble Argentina, ADM, Bunge, LDC-Dreyfus, AC Toepfer y Nidera). El 82 por ciento del aceite de soja se lo reparten cinco compañías (Bunge,, LDC-Dreyfus, Cargill, ADG y Molinos Río de la Plata). En tanto el 90 por ciento de los derivados de soja queda en manos de seis actores (Cargill, Bunge, Dreyfus, AGD, Vicentín y Molinos Río de la Plata).
Ninguno de estos actores sintió peligrar sus intereses durante el conflicto por la resolución 125.
“Al Gobierno le convenía impulsar el modelo sojero pues le permitía lograr importantes superávit de la balanza comercial y fiscal necesarios para, entre otras razones, hacer frente al pago de la deuda externa. Asimismo ‘al campo’ le interesaba mantener un modelo que le era altamente rentable. Quizá por estas razones ninguno de las dos parte en conflicto criticó al modelo sojero que se mantuvo relativamente intacto, y sigue incólume en la actualidad”, afirman Miguel Teubal y Tomás Palmisano.
No hay candidato político, oficialista u opositor, que proponga modificar (al menos gradualmente) el actual modelo agropecuario. Pino Solanas es muy claro con su rechazo a la megaminería, pero (como el resto de la oposición) asistió y sonrió a gusto en la última Expoagro, el gran evento del sector.


Estado cómplice
La Red Agroforestal advierte que el rol del Estado es uno de los puntos centrales que los indígenas y campesinos identifican como responsables, por acción u omisión, para la resolución de los conflictos. “Existe impunidad y falta de decisión política de los gobiernos para resolver la problemática. Es notoria la inoperancia y faltas de respuestas estatales. Los gobiernos desoyen reclamos y, cuando escuchan, se manejan con punteros políticos con el fin de dividir a las comunidades y organizaciones”.
Denuncia que todos los conflictos son “disimétricos”. Donde empresas, personas físicas con recursos económicos y el Estado disputan las tierras con familias campesinas e indígenas, “donde los primeros controlan la información, tienen incidencia en los medios de comunicación, poseen mayores recursos y principalmente tienen o se relacionan con el poder”. Y cuestiona duramente al actor de mayor peso al momento de proteger al pueblo: “Llama la atención el escaso apoyo del Estado a los campesinos e indígenas, y su intervención protagónica como la otra parte del conflicto, ya sea en forma directa o indirecta. Indica claramente que aunque en el discurso lo cuestione, en la práctica sigue apoyando el modelo de producción extractivista y atentando contra la vida indígena y campesina”.
El Grupo de Estudios sobre Ecología Política (Gepcyd) del Instituto Gino Germani (Universidad de Buenos Aires) publicó a fines de 2010 “La violencia rural en la Argentina de los agronegocios”, donde confirmó el aumento de la violencia contra campesinos e indígenas, y abordó la criminalización, militarización y la coacción física.
“Entendemos que la violencia rural creciente en Argentina debe interpretarse en condiciones de la implementación de un diseño global de agroestrategias y políticas de Estado que concretizan en el territorio el redoble en la extracción y consumo de riquezas naturales (…) La disputa territorial entre el agronegocio y las comunidades indígenas y campesinas, y la violencia que el primero despliega sobre los segundos, es síntoma de un proceso de concentración”, explica el colectivo de científicos sociales que integran el Gepcyd.
Y apuntan al rol del Estado y del sector privado. “La violencia rural más que evidenciar una ausencia de institucionalidad en materia de tierras y derechos de los pueblos originarios y comunidades campesinas, pareciera vincularse como la respuesta estatal
El 12 de octubre de 2009 fue asesinado en Tucumán el diaguita Javier Chocobar. El 13 de marzo de 2010, en el paraje santiagueño de San Nicolás, falleció la campesina Sandra “Eli” Juárez, 33 años, luego de enfrentar una topadora que pretendía avanzar sobre tierras donde siempre vivió su familiar. El 23 de noviembre pasado, durante una represión policial, fue asesinado en Formosa Roberto López, qom de la comunidad La Primavera, que en un corte ruta reclamaba por el derecho a habitar tierras ancestrales. Ambos asesinatos se mantienen impunes.
La criminalización también aumenta. El Observatorio de Derechos Humanos de Pueblos Indígenas (Odhpi) denuncia que, sólo en Neuquén, existen 40 causas penales contra el Pueblo Mapuche, 200 imputados acusados del crimen de defender el territorio donde viven desde hace generaciones.
La represión y criminalización no es ejercida, salvo excepciones, por extranjeros. La violencia, las balas, los juicios y cárceles son promovidos por “compatriotas”, y con total colaboración de los gobiernos provinciales y el Poder Judicial, también todos argentinos.

País serio
“No se afectará los derechos ya adquiridos. Esto quiero que quede absolutamente claro, porque si no significaría cambiar las reglas de juego y perjudicar a aquellos que adquirieron de buena fe con reglas que estaban vigentes hasta ese momento”, remarcó la Presidenta cuando anunció el proyecto de ley sobre extranjerización de tierras. Y consideró que, no respetar la legislación, “hablaría de un país poco serio”.
Pueblos originarios y campesinos cuenta con legislación que protege sus derechos territoriales. Constitución Nacional (artículo 75, inciso 17), Convenio 169 OIT, Ley 26160, Posesión Veinteañal vigente en el Código Civil. La Redaf precisa en su relevamiento que en el 99 por ciento de los conflictos por tierras se determinó que indígenas y campesinos carecen de títulos que, por las leyes vigentes, el Estado y el Poder Judicial debieran reconocer. El 93 por ciento de los conflictos (153) se producen por alguna acción que vulnera los derechos de los campesinos y comunidades ancestrales con relación a la tenencia de la tierra.

Aviso
Cientos de indígenas de todo el país marcharon en mayo de 2010 durante diez días. Por primera vez en 200 años un masiva marcha indígena llegó hasta Plaza de Mayo y se entrevistó con el Ejecutivo Nacional.
Una veintena de dirigentes indígenas se vio con la Presidenta. Luego de exponer sobre las necesidades y deseos, y hacer eje en la defensa del territorio y el rechazo al modelo extractivo (soja, monocultivo de árboles, minería, avance petrolero), la Presidenta tomó la palabra y anunció que, en caso de descubrir petróleo en una comunidad indígena, el traslado será lo menos traumático posible.
Los dirigentes indígenas, muchos con gran afinidad al Gobierno Nacional, experimentaron una mezcla de sorpresa y decepción. Se preguntaban si la Presidenta no había entendido el reclamo indígena o tenía una decisión tomada.
Respetados compañeros que apoyan al actual gobierno no se cansan de buscar explicación, y suelen terminar la discusión con un argumento: “Son las contradicciones del modelo”.
Lo sucedido con la comunidad La Primavera señala que no se trata de contradicciones. Son decisiones con costos humanos reales. El geométrico avance de la minería a gran escala es un ejemplo. Aunque quizá el más evidente es el “Plan Estratégico Agroalimentario 2010-2016”, proyecto oficial que apuesta a aumentar la producción de soja (entre otros productos) en 20 millones de toneladas, ampliará aún más la frontera agropecuaria y multiplicar las consecuencias ambientales y sociales.
La decisión del Gobierno Nacional es avanzar sobre tierras campesinas e indígenas.
Decisiones
A cinco meses de la represión del Pueblo Qom de Formosa ya no hay espacio para negar la complicidad del Gobierno Nacional con el gobernador Gildo Insfrán.
A pesar de la sistemática violación de derechos humanos, Cristina Fernández de Kirchner mantiene una alianza inquebrantable con Insfrán. Se evidencia en la acción del jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, sobre el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi), el único espacio estatal que brindaba asistencia a la comunidad La Primavera. Fernández limitó la acción del presidente del Inadi, Claudio Morgado (el trabajo sucio quedó a cargo de la vicepresidenta a María Rachid).
El Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI), dependiente de Alicia Kirchner, actúa en consonancia con Insfrán. A pesar de contar con valiosos cuadros técnicos, nada pueden esperar las comunidades en lucha de un organismo que sólo funciona como valla de contención de los reclamos originarios.
Pero la más clara, y triste, evidencia es el silencio de la Presidenta. Nunca se refirió al tema en público, nunca recibió a la familia de Roberto López. Ni siquiera el prolongado acampe en avenida 9 de Julio ni la huelga de hambre han provocado un gesto presidencial.
“El genocidio actual de los pueblos indígenas ya no es más con armas. Se produce invisibilizando, omitiendo, dejando que se mueran, es un genocidio por omisión”, afirmó en 2008 el ministro de Corte Suprema Raúl Eugenio Zaffaroni.
Unidos contra los Qom
Lluvioso. Sábado 30 de abril. La muerte de Ernesto Sábato marca la agenda mediática. El 1 de mayo no hay diarios. Las guardias periodísticas están al mínimo.
La Justicia Contravencional de la Ciudad de Buenos Aires expidió a primera hora una orden para liberar el corte en la avenida 9 de Julio. En un hecho con pocos antecedentes, el Ministerio de Seguridad de la Nación de inmediato dio luz verde para que la Policía Federal se haga presente en el lugar. Más de cien efectivos se apostaron para liberar el tránsito, frente a indígenas que comenzaban su sexto día de huelga de hambre.
No hubo acuerdo ni se levantó el reclamo ni la huelga de hambre. Sólo primó el sentido común de la comunidad que, al despejar la calle, evitó la represión. “Nos avisaron que nos iban a correr por la fuerza y luego nos iban a llevar presos. La lucha se mantiene”, explicó Félix Díaz.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) le había solicitado, el 26 de abril, al Estado argentino que adopte una medida cautelar en favor de la comunidad qom. La Comisión instó al Gobierno a que “adopte las medidas necesarias para garantizar la vida y la integridad física” de los qom “contra posibles amenazas, agresiones u hostigamientos por miembros de la policía, de la fuerza pública u otros agentes estatales”.
Cuatro días después, el Gobierno hizo todo lo contrario: envió un centenar de efectivos para desalojar la avenida 9 de Julio.
La viceministra de Seguridad, Cristina Caamaño, reconoció a sus colaboradores más cercanos que “no hay orden (de Presidencia) para negociar” con los Qom. “Si no liberan la 9 de Julio, serán detenidos. Si se suben a la plazoleta, no habrá detenciones”, afirmó un muy cercano colaborador de la viceministra y ex fiscal, de destaca labor para investigar el asesinato de Mariano Ferreyra.
“Distinta vara” suelen llamar algunos periodistas. El gobierno nacional recibió a la familia de Mariano Ferreyra y utilizó toda su estructura para buscar justicia. Ya están presos los presuntos actores materiales e intelectuales del asesinato.
A la familia del qom Roberto López nunca la recibió. En la escandalosa causa judicial por la represión de Formosa hay una veintena de precesados: todos de la comunidad qom La Primavera. Ningún policía, ningún gendarme, ningún funcionario del gobierno de Formosa.
Gildo Insfrán es gobernador desde 1995. Y ya se postula para un quinto mandato. Fue menemista, duhaldista y, desde 2003, férreo defensor del modelo kirchnerista.

El cómodo oficio de ocultar
“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa: el resto es propaganda”. Es una de las tantas definiciones que circulan entre estudiantes de periodismo. Se la adjudican a media decena de periodistas, pero la mayoría de las veces citan como autor a Horacio Verbitsky.
La represión al Pueblo Qom dejó en evidencia al periodismo de los grandes medios de comunicación.
Los canales de televisión, radios y diarios cercanos (o acríticos) al Gobierno enfocaron la represión como un enfrentamiento, adaptación moderna de la teoría de los dos demonios. Luego, cuando la realidad ya no se podía esconder, apuntaron como único responsable político al gobierno provincial. Ese era el límite. En estos cinco meses, rara vez (muy pocas) estos medios apuntaron a la complicidad del gobierno nacional en los días que siguieron a la represión.
En contraposición, los medios que claramente actúan como partidos de oposición (sobre todo luego de la 125 y Ley de Medios) apuntaron desde un primer momento a la alianza Insfrán-Cristina Fernández. Pero nunca citaron el fondo de la represión: el modelo agropecuario actual, que avanza con soja, desmontes, desalojos y obliga también al corrimiento de la frontera ganadera. No apuntan este motivo porque esos medios de comunicación son un engranaje fundamental en el desarrollo, consolidación y avance de ese modelo.
El periodismo ya no es importante por lo que dice, sino por lo que oculta.

El “periodismo militante” de la agencia de noticias Télam es un caso testigo del periodismo actual. Télam censuró el domingo 17 un artículo sobre desalojos campesinos de un experimentado colega. Sólo fue publicado, el lunes 18, luego de que el colega pateara puertas, discutiera y exigiera se le respetara su trabajo y trayectoria.
El miércoles 27 de abril, luego de innumerables trabas para ejercer su trabajo cotidiano, la periodista especializada en pueblos originarios anunció que dejaba de escribir sobre la temática hasta nuevo aviso. Desde 2001 se dedicó a conocer, visitar y escuchar a comunidades indígenas. Una década de visitar el territorio y dar testimonio sobre la realidad indígena de Argentina. No explicó por qué tomó esa decisión dolorosa (para ella y las comunidades), pero todo aquel que recibe los despachos de Télam puede imaginar por qué.
El 19 de abril a las 20.48 la agencia Télam despachó el cable titulado “Insfrán participó de encuentro multiétnico e inauguró obras”. Dio cuenta de que 6.000 aborígenes lo aclamaron y, como muestra de ese afecto, aportó supuestos dichos de indígenas: “Hemos mejorado mucho en todos estos años, y eso se debe a la sensibilidad de un gobierno popular que supo interpretar las necesidades de los pueblos originarios”.
El último párrafo no deja dudas. “(Los indígenas consideraron que) Ha sido precisamente el gobierno justicialista de la nación y de la provincia quienes nos han reivindicado plenamente en nuestros derechos”.
Los periodistas tenemos el derecho de no firmar los artículos que nos solicitan escribir pero con los que no estamos de acuerdo, ya sea por línea editorial, edición o, también, porque la información no es verdad.
El cable de Télam no fue firmado por el redactor.

“Una cosa es resolver de dónde sacamos el dinero para pagar las expensas y otra es hacer periodismo. Creo que no debemos confundir una con otra. En esta profesión dar la espalda a la realidad tienen un precio. No darla, también”, dice un viejo texto de la cooperativa periodística La Vaca, donde también se arriesga una definición. “Decir lo que hay que decir y contar lo que hay que contar: eso es lo que tienen que hacer un periodista donde pueda”.
Y deja, por un momento, en segundo plano el rol de las empresas periodísticas. “¿Vamos a seguir alegando obediencia debida para seguir contando lo que no pasa y ocultando lo que pasa? (…) Dejemos de sostener, a precios cada vez más bajos, esos trabajos basura, porque corremos el riesgo de convertirnos en basura también nosotros.”

El juego a la derecha
Muchas críticas al Gobierno Nacional se retrucan con, palabras más o menos, “le hacés el juego a la derecha”.
La represión al Pueblo Qom fue un quiebre personal. La impotencia de no poder escribir donde siempre se descargó en un texto de opinión (http://darioaranda.wordpress.com/2010/11/28/%C2%BFderechos-humanos/) que circuló entre amigos y compañeros. Como nunca antes hubo respuestas que acusaban de ser “funcional a la derecha”.
A cinco meses de aquel texto, y visto el accionar del Gobierno, quienes le hace el juego a la derecha son quienes silencian represiones y son cómplices, por acción u omisión, de asesinatos.
No hay acción de Gobierno (por justa y revolucionaria que sea –y este Gobierno ha tomada varias–) que pueda compensar la complicidad ante el derramamiento de sangre del campo popular.
“No se puede hablar de derechos humanos y apoyar a un gobernador que reprime y mata hermanos indígenas”, advirtió Nora Cortiñas, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, en marzo último en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA.
Eduardo Galeano visitó el acampe Qom. Y fue menos diplomático: “(Los indígenas) tienen voz, pero son los no-escuchados, que son justamente los que ahora están aquí acampando, rodeados del desprecio general, del casi silencio, a los que el Gobierno no les da la menor pelota, cuando tendrían que ser los primeros de la fila, mucho antes de todos los políticos que buscan pedazos de poder”.
Derechos Humanos
Secuestro de personas. Robo de bebés. Torturas. Campos de concentración. Desaparecidos.
Los pueblos indígenas de Argentina sufrieron exactamente lo mismo que las víctimas de nazismo y que los víctimas de la última dictadura militar.
Pero su genocidio aún es negado.
“Nunca cayó el régimen que implementó las campañas militares a fines del siglo XIX y principios del XX que derrotaron la autonomía indígena, a fuerza de masacres, para consolidar al Estado nacional. Hay una continuidad hasta nuestro presente”, explica el historiador e investigador Walter Delrío, co-director de la Red de Estudios sobre Genocidio en la Política Indígena Argentina.
La Red de Estudios afirma que aún hoy peso sobre los pueblos originarios de Argentina un proceso con prácticas genocidas. Ayer fueron las las balas, esclavitud y asesinatos. Hoy es la avanzada territorial sobre las comunidades, desalojos, represión, privación de formas de subsistencia, hambre, discriminación y olvido.
 A 28 años del golpe de Estado de 1976, el gobierno nacional decidió que la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), el mayor centro clandestino de detención, pasará a manos de los organismos de derechos humanos, que erigieron allí un espacio para la memoria del nunca más.
A 130 años del inicio de la Campaña del Desierto, los pueblos indígenas no cuentan con ningún espacio similar. Al contrario, el emblema principal de aquel avance militar, Julio Argentino Roca, cuenta con numerosas calles y escuelas con su nombre, y se mantienen monumentos que se asemejan al colmo: en el centro de Bariloche, pleno territorio mapuche, una estatua de Roca se erige desafiante. Es imposible imaginar una estatua de Jorge Rafael Videla en Plaza de Mayo.
En 1994 se sancionó la Ley 24.411, que establece que el Estado deberá pagar a los familiares de los asesinados y desaparecidos una indemnización por el terrorismo de Estado padecido. Ningún tipo de indemnización o reparación se planteó jamás para las víctimas del genocidio indígena.
En la actualidad, la sistemática violación de derechos humanos de pueblos indígenas no escandaliza a la opinión pública. Incluso es negado por un sector de intelectuales, políticos, comunicadores y referentes de opinión.
Las víctimas del genocidio indígena no fueron (ni son) sectores urbanos, ni clase media.
La negación tiene raíces étnicas y de clase social. Y, sin duda, económicas. Los distintos modelos productivos del último siglo y medio (agroexportador, petrolero, forestal, minero) tuvieron como escenario gran parte de los ancestrales territorios indígenas.
Para los pueblos originarios no hubo un “nunca más». 

Dario Aranda (http://darioaranda.wordpress.com/)


Los qom y la (nueva) decadencia de Occidente

1. ¿Cuántas historias hay en la Historia? Desde 1492, una sola: se ha naturalizado que la Historia –y ni siquiera toda ella, sino la de las clases dominantes- de la humanidad es la historia de una pequeñísima porción de ella (véase cuánta superficie ocupa Europa en el mapamundi), y la de una concepción, o una “filosofía”, de la historia, que es muy pero muy reciente (no más de 500 años: para la historia total de la humanidad, como decir hace cinco minutos). Con una típica operación de fetichismo ideológico, esa pequeña parte  se ha transformado en el sentido común del todo. En nuestras escuelas secundarias, por ejemplo, se sigue enseñando la “Edad Media” como uno de los grandes períodos de la Historia: los grandes terratenientes y la servidumbre de la gleba, los conflictos de la aristocracia feudal con la monarquía centralizadora, los de esta última con el papado, las cruzadas y las guerras de religión, etcétera. Todas cosas, evidentemente, que no pueden faltar en la formación de un adolescente. Ahora bien: ¿qué diantres puede querer decir todo esto para los bantú del África subsahariana, para los chipaya del altiplano boliviano, para los tunguses de la estepa siberiana? Es decir –si continuáramos la lista de todas las sociedades y culturas históricas que no han atravesado aquellos procesos- de algo así como el 90 % de la humanidad (incluyendo a una buena parte de Europa, especialmente oriental, cuyo “feudalismo” fue radicalmente distinto al de Inglaterra o Francia). En fin, que una pequeñísima porción de esa humanidad, como decíamos, ha logrado construir la “evidencia” de que su  historia es la  Historia sin más. Esto solía tener un nombre prestigioso, más o menos acuñado por Gramsci: “hegemonía cultural”. Semejante hegemonía –que afecta nada menos que a toda nuestra mismísima idea de la historia en su conjunto- sólo pudo imponerse gracias a la conquista y la colonización multisecular, que “redondeó” al mundo “bajo la mirada de Occidente” (para citar un famoso título de Joseph Conrad). A esta altura, ya no hace falta seguir argumentando el carácter genocida de esa (bien llamada) “empresa”: un genocidio “objetivo” que es el más gigantesco que haya conocido la historia humana, causando el desastre no sólo de un continente, sino de dos, ya que tal “empresa” incluyó asimismo la catástrofe demográfica de buena parte de África mediante la esclavitud. Pero quizá sí sea necesario seguir argumentando las diversas formas en que ello implicó también un no menos gigantesco etnocidio o “culturicidio”. También fueron “colonizadas”, y en muchos casos directamente “desaparecidas”, las otras  lógicas históricas, culturales, económicas, políticas, religiosas, artísticas o poéticas que esa diversidad casi infinita de sociedades representaban. Esa primera “globalización” empobreció  la variedad civilizatoria con su unificación forzada bajo la lógica hegemónica y bajo el tiempo “homogéneo y vacío” (diría Walter Benjamin) de la expansión mundializada del Capital. Como afirma, si bien refiriéndose a la destrucción del politeísmo, Sergio Bergallo, en un notable libro titulado La Destrucción de los Dioses : “Milenios de sabiduría, de caminos abiertos para el género humano, fueron literalmente sepultados”.
2. Entre esos “caminos abiertos” ahora sepultados estaba, por supuesto, el de los qom / tobas, así como el de cientos y cientos de esos pueblos que, en efecto, estaban ab origine  (en el comienzo). Allí había, por ejemplo, mitologías y cosmogonías que no por no responder al logos  hoy totalmente tecnificado de la ciencia moderna dejaban de bucear en el sentido de un universo enigmático. Pero también había –porque para ellos formaba parte de una totalidad  compleja y diversa pero integral- formas de producción, de cooperación social, de organización política y económica sustantivamente democráticas  que incluían un profundo respeto por la tierra y la naturaleza, y que eran desde ya estructuralmente incompatibles con el avance del capital agrario transnacionalizado, de la invasión sojera, de la minería contaminante, de la especulación territorial y financiera global. Tenían que ser sepultadas, y lo fueron. Se perdió así un “modelo”, entre tantos otros posibles, radicalmente alternativo a “lo que hay”. Un modelo que –como explicaba el heterodoxo antropólogo francés Pierre Clastres- no es el de una sociedad sin  política, sino el de una sociedad contra  la política entendida como el gerenciamiento represivo de los negocios de las clases dominantes; no una sociedad sin  “excedente de producción”, sino contra  el excedente de producción que implica la mercantilización de todo lo existente y el consumismo desenfrenado. Que se nos entienda bien. No se trata de hacer demagogia romántica, de alucinar un retorno a algún paraíso del “buen salvaje” (que bien puede ser la versión “progre” del etnocentrismo colonial). Pero sí de entender, mediante el “caso” qom, tomándolo como “analizador”, que en nuestro planeta puede haber otras cosas  que el “modelo” capitalista / neo-desarrollista, que podrá tener algunas ventajas respecto del neo-liberalismo conservador más (él sí) “salvaje”, pero que no por eso deja de pertenecer a la misma  lógica de destrucción de lo que no se someta a ella. Las comunidades qom –así como tantas otras, insistimos- han perdido la mayor parte de sus tierras, han sido dispersadas, “desterritorializadas” (como gustan decir los “pensadores” postmodernos, creyendo que eso es siempre algo bueno; y quizá lo sea…en París); sus miembros se han visto obligados a “ingresar” al mercado de superexplotación de la fuerza de trabajo. Por la puerta más chica, claro: en general, pasando a formar parte de la ocupación “informal” (una palabra repugnante por su frivolidad: como si se dijera que se visten “informalmente”), es decir fuera del mundo, que todavía está rayana en cerca del 40 % de la fuerza de trabajo. Eso, en el mejor de los casos; en el peor, condenados al hambre, la miseria, la desesperación dentro  del (in)mundo. Y, como se ha visto en los últimos meses, al asesinato sumario. Caídos en lo peor de todos los infiernos: tras el despojo, el racismo, y tras este el desclasamiento, aún antes de haber entrado a su nueva “clase”, y finalmente la liquidación física. El punto de cruce perfecto entre la “historia” de medio milenio de genocidio y la “modernidad” de la explotación clasista más actual. Lo de los qom no es una anécdota, o un conflicto coyuntural: es un símbolo universal.
3. En este diario, en los últimos días, se publicaron dos muy atendibles artículos sobre el problema qom, a cargo de Washington Uranga y de Mempo Giardinelli respectivamente. Son atendibles, entre otras razones, porque sus autores se declaran simpatizantes, en muchos aspectos, del actual gobierno argentino. Sin embargo, no retroceden ante el imperativo de una dura crítica a las máximas autoridades de ese gobierno por su silencio ante las justísimas demandas qom. Es un rasgo de encomiable consecuencia, o, como se decía en otras épocas, de coraje cívico. Demuestra que un intelectual puede y debe  ir más allá de sus adhesiones inmediatas cuando hay que poner el dedo en una llaga dolorosa. Pero me permito, muy humildemente, proponer que hundamos el dedo a fondo. Hasta el codo. Y me temo que entonces tendríamos que decir algo bien antipático y aguafiestas: con cualquier variante del actual “modelo” de acumulación capitalista mundial –y nuestro país sigue estando, con sus peculiaridades, allí, ¿o no?-, el problema qom no tiene solución de fondo  posible. Se puede, y se debe , pelear para que las autoridades nacionales los reciban, los escuchen, les den, sí, la razón que ya tienen, les devuelvan sus tierras, lo que fuera. Tal vez, incluso, todo eso se consiga –aunque habrá que luchar muchísimo-. Pero en algún momento nos encontraremos con un paredón infranqueable: en lo inmediato, será con el sistema de alianzas políticas y económicas que esas autoridades no parecen muy dispuestas a romper, incluyendo a alguna gobernación que es por lo menos políticamente responsable de los despojos y las muertes; en lo más mediato, con aquel “modelo” de acumulación que lleva inscriptos constitutivamente estos agujeros negros  (el de los qom es sólo uno) que está “por naturaleza” incapacitado para clausurar. La “mancha” qom sobre la 9 de julio es un corte  a los entusiasmos desmesurados y acríticos. Es así. Habrá que hacerse cargo, y extraer las consecuencias que cada cual crea pertinentes.
4. En todo caso, hay una de esas consecuencias que ya no se puede ocultar más: el Occidente capitalista del cual seguimos, con los matices que se quieran, formando parte –no se ha escuchado todavía que el “modelo” contemple la alternativa de lo que Samir Amin llamaba la “desconexión”- está entrando en estado de crisis terminal, como se puede leer todos los días en las noticias europeas o norteamericanas. El colapso económico –que aceleradamente, también todos los días, precipita en la pobreza a las masas más desprotegidas de los imperios- se combina siniestramente con la exacerbación del racismo, frecuentemente homicida, contra la inmigración proveniente de aquellas otras “historias” que esos imperios fagocitaron. Ellos tienen sus propios qom. Mientras tanto, las cosas realmente interesantes, la posibilidad de nuevos “caminos abiertos”, también se está gestando en ese “afuera” de las otras historias, aún con todas sus contradicciones, incertidumbres, brumosidades: en las rebeliones del mundo árabe (que también son, o pueden devenir, rebeliones contra ese occidente capitalista que durante décadas sostuvo a los déspotas sobre sus barriles de petróleo), o en los esfuerzos latinoamericanos –ante todo de los pueblos, más que de los gobiernos- por interrogar críticamente todo lo que en las últimas décadas parecía no tener vuelta, y por recuperar la multiplicidad de sus historias plurales. Tal vez el camino, alguna vez “abierto”, del occidente único amo de la Historia haya empezado también a sepultarse, esta vez por sus propias manos. Ojalá –porque no es cuestión de celebrar ningún desastre de manera unilateral e irresponsable- que de ese hundimiento podamos rescatar los caminos que siempre permanecerán abiertos si sabemos recorrerlos a nuestra propia manera: los de Homero, Shakespeare, Miguel Ángel o Beethoven, por decir algo. Y de los qom.
Eduardo Grüner

El discurso de Horacio

Siempre tenemos que estar explicando quiénes somos, si somos o no…
Acabo de ver a Horacio (González) en 6, 7 y 8 (noche del 22 de abril, clima infectado por la participación de Vargas Llosa en la Feria del libro). Como siempre, querible. Apenas aparece esa figura para muchos conocida, con el pelo largo y sonriente, con la mirada extraviada de estar pensando mientras habla se me vienen los recuerdos de conversaciones, charlas, clases. Algo “nuestro” (algo vinculado a la Facultad de Sociales) se exhibe inesperadamente en público a través suyo. Porque el discurso de Horacio proviene de sitios más familiares y menos consagratorios. Sitios como los bares de las proximidades de Marcelo T. de Alvear 2230 o del viejo café “El británico”, de San Telmo. 
Más de una vez me encontré “bancando” (la palabra es desproporcionada pero se entiende) a Horacio sin estar de acuerdo con él por aquello de que es preferible -y más divertido- errar con él que acertar con sus oponentes. Este método no falla. De hecho, Horacio sorprendió una vez más con la deslumbrante zaga de artículos publicados en Página/12 durante el largo verano que va del 27 de octubre –fecha de la muerte de Néstor Kirchner– a marzo del 2011 –fecha de la polémica en torno a Vargas Llosa. La serie empieza con “Retrato de un matón” a propósito del asesinato de Mariano Ferreyra, sigue el artículo sobre la Vuelta de Obligado, en polémica con el festejo oficial y luego “El idioma de Félix Díaz”, sobre la represión en Formosa y “Una moral ¨sin más¨”, sobre la represión en el Indoamericano.
No creo que haya demasiados ejemplos de una peinada a contrapelo tan salvaje, sutil y oportuna como aquella que hiciese Horacio, funcionario a cargo de la Biblioteca Nacional, sobre las bases mismas en las que se estaba produciendo aquel vertiginoso consenso militante que siguió al velorio de Kirchner.
Dicho esto, lo que vi hoy en la tele no me gustó. No apareció el Horacio capaz de sorprender, salvo en un breve comentario sobre Ángel Cappa. Chicaneaba como un 6-7-ochista más. Para mi sorpresa, acabé por prestar más atención a Osvaldo Bayer, el otro invitado del programa. Todo esto debo decirlo como modo de introducción para lo que verdaderamente quiero concluir sobre el episodio con Vargas Llosa. Desde el inicio sentí que no había espacio –de nuevo– para criticar a Horacio y, al mismo tiempo, que la cosa no sería fácil para él. Antes y después de su Largas a Vargas (con su remate soberbio) tuve una misma sensación: Horacio tenía razón a pesar de que se metía en una trampa muy difícil de sortear (lo que favoreció que muchos digan que se había equivocado). Y tenía razón, digo, por razones no muy claras. 
Se ha discutido tanto estos últimos 45 días sobre el asunto que se me escapan todos los matices argumentales. Pero reconozco dos impresiones perdurables. La primera es que Horacio tuvo razón todo el tiempo, incluso a pesar suyo, incluso a pesar de que sus razones no triunfaron. Y es que no cabe someter a Horacio a sospecha alguna (y menos a condena sumaria como hicieron no pocos opinólogos) respecto de la cuestión de la tolerancia. Me animo a afirmar que el pensamiento de Horacio funciona en una dialéctica muy compleja respecto del otro, y que la tradición liberal no le es para nada ajena. Muy por el contrario, creo que una de las derrotas de Horacio en estos episodios es la licuación de este modo tan propio de un pensar esencialmente dialógico. Alguien ha preguntado qué hubiese sucedido si en lugar Vargas se hubiese tratado de Borges. Aunque Horacio respondió más de una vez que no había comparación posible, asumamos que para muchos lo que se discutió fue eso: ¿qué hacemos con Borges? Y creo que la respuesta es demasiado sencilla: Horacio es borgeano y ese vínculo González-Borges, es precisamente lo que descuidó tanto en la argumentación kirchnerista como en la antikirchnerista durante estas largas semanas. 
Lo segundo que me queda en claro de este de episodio es el fuerte contraste entre este gesto y la –para mí– desafortunada participación de la presidenta “desautorizando” a Horacio frente a la reacción de los medios ante su primera carta, y empleando para todo ello la expresión “libertad” (de prensa, de opinión, da igual). Cabía imaginar una escena distendida en que la presidenta, sonriendo con González en público, ironizara sobre la hipersensibilidad de quienes malinterpretaban la invitación a la discusión con la inexistente vocación de censura. Pero no fue así, y de remate, Horacio Verbistky reforzó el gesto presidencial en una de sus columnas de los domingos, comparando a Horacio con la impresentable diputada Conti. Esperemos que el reciente libro de Horacio (Kirchnerismo: una controversia cultural) corra mejor suerte en un debate que, bien mirado, implica una apertura dentro del propio campo (y del propio campo intelectual oficial, ensombrecido por figuras como la de Coscia). 
Las tensiones que un tipo de su generación y su amplitud de lecturas y sensibilidad puede proponer al debate público para desarmar simplificaciones atroces (un Horacio borgeano) no cuaja con la muestra del Palé de Glace sobre “pensamiento nacional”. El problema se presenta, creo, cuando ante la incomprensión en el propio campo, HG se recuesta en los compañeros de 6, 7 y 8 neutralizando su potencia irónica de otras apariciones (o escribe a partir de una imagen melancólica del intelectual que lo aproximan peligrosamente a las simplificaciones –Foucault = fundaciones gringas!- tipo Fenimann: “¿Persisten intelectuales de este rango? ¿Los años foucaultianos, con su intelectual cartógrafo o micropolítico, no los han desplazado? ¿Los modelos de investigación universitaria, las redes institucionales de tecnologías archivísticas y modelos de pesquisa, no los han convertido en anacrónicos? ¿Las foundations neoconservadoras no han creado una nueva figura del converso, el sepulturero más eficaz del pasado que lo persigue quedamente?”). Dicho esto, corresponde señalar el equívoco por el cual se festeja o condena a HG por lo que no es (o, al menos, ¡por lo que podría no ser!). 
Efectivamente, creo que Horacio se ha encomiado a la tarea solitaria, pero indispensable del trazado de una diferencia en la diferencia, de la exposición valiente en el modo de tratar los contrapuntos de todo aquello que hoy se elude estúpidamente (tanto entre distantes como entre amigos) y del ejercicio fundamental de esclarecimiento de las tensiones y posibilidades de este momento inquietante del proceso político en curso. Horacio –esto es, creo, lo difícil de asumir para propios y extraños– se ha atrevido a escribir (al menos hasta el episodio Vargas) por el quantum de no-kirchnerismo que el kirchnerismo posee en su interior al menos y sobre todo a partir del 27 de octubre. Quiero decir: no alcanza con admirar –como quien queda perplejo ante una virtud ajena- al Horacio “lector de Borges” sin aprender a amar a Borges destartalando con ello antinomias ultra-sencillas en literatura. O con festejar que Horacio apele, solitario de toda soledad-inmediatamente luego de la muerte de Kirchner- a la muerte de Ferreyra sin incomodarse un poco, aunque sea, con la promoción de un juvenilismo desdramatizado. O con disfrutar su artículo sobre Félix Díaz sin tomar en serio las dinámicas de fondo que llevan a involucrar esferas oficiales en episodios de violencia contra formas comunitarias de existencia, a veces (no siempre) demasiado alejadas de Buenos Aires. O con leer su intervención sobre los asuntos del Indoamericano sin indignarse con cierta astucia gubernamental (justo cuando 6, 7 y 8 se esfuerza por orientar nuestros enojos exclusivamente con gente como Caparrós y Tenembaun).
Va de suyo que la polémica de Horacio contra Vargas es digna, “histórica” si se quiere, y cuenta con nuestras más desinteresadas adhesiones. Pero estimo que sería de una enorme pobreza dejar pasar por alto lo fundamental del tono de las intervenciones de Horacio: la carga de sutil ironía como modo de asumir las verdades (también las más oscuras) de estos tiempos: descansando menos en los lugares comunes y exigiendo siempre más complejidad, incluso (o sobre todo) a lo que se considera como el propio campo. 
Sobre todo en este gesto que lleva su firma reconozco el tono de su linaje militante. Soy de los que no se entusiasma así nomás con la supuesta revitalización de una tradición del pensamiento (o canon) así llamado “nacional”. En partes porque descreo de su presunta vitalidad y en parte porque le veo demasiados puentes con la tradición liberal (como el estatismo acrítico y la confianza de que la economía de mercado controlada se “abuena”, como si estado y mercado fuesen dos substancias a dosificar, y no a revisar en su propia naturaleza). Un poco lo que dijo, sintético, Eduardo Rinesi durante el encuentro convocado por Carta Abierta en la feria -el día 23 abril, reproducido por página 12-: se es “libre en el Estado y gracias al Estado.
No creo que la Argentina se resuma o se resuelva en una batalla entre ambos contendientes y, por tanto, veo en Horacio menos un exponente de una de estas tradiciones (digo todo esto a pesar suyo, desde ya, aunque en su libro Horacio describe al canon como “divina inutilidad”) y más una singularidad excepcional del lenguaje (y la lectura). Dicho de otro modo: si él no estuviese entre nosotros hablando y escribiendo no encontraría demasiado motivos para el contacto con el nacionalismo intelectual. Este es un tema para profundizar, pero creo que no somos pocos los admiradores de Horacio más sensible a componer con diferentes trayectos libertarios nuestra propia “tradición” (otorgando a figuras como Cooke y Viñas –cada vez mas centrales en sus propios afectos- sitios bien destacados). Más que oponer una cultura “nacional” a otra “global” (o bien “liberal” o directamente colonial), quizás debiéramos adoptar el camino de León Rozitchner (otro destacable): se trata de pensar a partir de la propia situación (que siempre es entre otras cosas, pero no solo, “nacional”) para proyectar desde allí nuevos tonos y tensiones a lo global-concreto, complejo.  
Discutir con Horacio no es tarea sencilla, y no creo que la discusión más interesante que valga la pena tener con él sea sobre el kirhchnerismo (como cierta lectura de su libro podría hacer creer). Por lo mismo que el kirchnerismo es para él un conjunto de signos convocantes a reactivar linajes democráticos y libertarios, a crear lenguajes para nombrar lo innombrable de un pueblo que no se totaliza a sí mismo y un estado general de debate (aunque con tendencias a convertirse en un debate entre intelectuales), no encuentro razones de peso para priorizar su preocupada reflexión sobre las razones que encuentra para sostener su “creencia” en Kirchner por sobre todo aquello realmente importante que Horacio percibe como constituyendo una oportunidad efectiva de apertura y replanteo.  
Por mi parte, propondría al menos estos tres aspectos para comenzar (alguna vez tendrá que ser) la amigable tarea: tomaría en serio su propia dialéctica hacia el otro, su borgismo (descubrir hasta qué punto es el otro el que lleva la razón, o lo que el llama “argumentación generosa”), que lo resitúa (en el mejor de los casos) en el límite exterior que el kirchnerismo contiene; señalaría también toda exageración nostálgica del intelectual universal como héroe político y, por último, pondría en tela de juicio la supuesta alteridad radical que la izquierda nacional cree tener respecto de la tradición liberal.
Diego Sztulwark

Un alien de los medios

Entrevista a los miembros de Barcelona

Los periodistas de Barcelona son, probablemente, los que mejor percibieron la crisis profunda del periodismo. También del mundo, de la política, de todas las representaciones y profesiones. De allí extrajeron la lcave de su “éxito”: La crisis no es una caída libre, sino la condición para inventar algo nuevo. Aclaran de entrada que contra Clarín todo@s pero confiesan que, en el fondo, no creen en la democracia.

El estilo es el hombre”, repetía hasta hace poco David Viñas. “El estilo lo es todo”, reza una verdad popular vernácula. Y Barcelona, indudablemente, creó un estilo. Antes que algún desorientado piense en el team de Guardiola y el pibe maravilla, precisamos: estamos hablando de la revista Barcelona. Una solución europea a los problemas argentinos, el único medio periodístico que, serio y objetivo como ninguno, trazó una estrategia a largo plazo de aniquilación del Gran Diario Argentino (una suerte de abuelo rojo de 6,7,8). Y viene cumpliendo con creces su cometido. Su magnitud hace que sea mencionada cada vez que alguien remite al #findelperiodismo. Quijotesca por opción, empuña la sátira mordaz, una aguda ironía, el más hiriente sarcasmo. Su Don Quijote sale viernes de por medio, al precio de un atado (barato) de puchos. A dos colores y en papel de diario. Con la artesanalidad del fanzine y la pretensión de Le Monde.
Pero no todas son rosas en estos tiempos de kirchnerismo intensivo. ¿Qué hacer con las armas de destrucción masiva cuando emerge de lo más profundo del cuerpo social una sensibilidad constructora? ¿Qué debe hacer el exterminador cuando ve surgir, desde adentro suyo y de modo inesperado, una esperanza? ¿Cómo actuar cuando crece el margen de lo no parodiable, cuando la incorrección ya no garpa?
Las 30 mil ventas quincenales la han vuelto una voz apetecible y desde hace ya un tiempo hacen un programa en Radio Nacional (mientras se preparan para aplicar sus dones en la TV pública). Hernán Ameijeiras, Eduardo Blanco, Mariano Lucano, Daniel Riera y Pablo Marchetti: un grupo de amigos que no trabaja a sueldo de nadie, e inventaron la mejor y más corrosiva revista de la década pasada. Llegan tarde, unas dos horas. Ocho hombres, a las cuatro de la tarde de un martes, discurriendo sobre el periodismo y sus crisis, sobre los efectos del proyecto Barcelona en el oficio periodístico. Nada muy bueno puede pasar. O sí. Comienza la charla.

Contra molinos de viento
Crisis: Comencemos por los primeros tiempos de Barcelona, del surgimiento en medio de un país prendido fuego de una revista que aparece en simultáneo con el kirchnerismo y que encuentra la manera de decir cosas en un momento en el que los lugares de enunciación estaban en crisis.
Pablo Marchetti: Barcelona surge en medio de la crisis de 2001. El germen fue un grupo de amigos que trabajábamos juntos en una revista que se llamaba La García y que antes habíamos laburado en La Maga. Y surge del hecho de juntarnos a cagarnos de risa leyendo Clarín (y los diarios en general). Nos cagábamos de risa de lo ridículo que era lo que decían, de lo estandarizado y lo naturalizado que estaba el “periodismo serio”. Un periodismo serio que era un disparate absoluto, que decía cualquier cosa en cuanto a los contenidos y que hacía cualquiera cosa en términos de forma. Y no sabíamos por qué extraña razón eso se tomaba como periodismo serio y nadie lo discutía. Nuestra idea fue sacarla a fines de 2001, pero Barcelona termina saliendo en marzo/abril de 2003. Nos habíamos quedado sin laburo y entonces dijimos “vamos a hacer el medio que se nos canta”. Eso también fue un producto de la crisis: como no hay posibilidad de salvarse con nada, como no hay posibilidad de pensar “ah, este medio va a funcionar”, entonces uno puede hacer lo que tenga ganas. Ya que nos va a ir como el orto, hagamos lo que se nos canta.
Eduardo Blanco: Barcelona surge también de una crisis del periodismo, que hacía que nosotros no tuviéramos muchas ganas de trabajar en esos lugares donde pasaban las cosas que Pablo está contando. Entre nosotros circulaba un quiebre personal con la profesión, que nos llevaba a preguntarnos qué era ser periodista en ese momento.
Crisis: ¿No les parece paradójico que un medio cuyo propósito era poner en evidencia la crisis del periodismo se convierta en uno de los productos periodísticos más originales y exitosos de la última década?
PM: Creo que una de las cosas más novedosas que tiene Barcelona es que se constituye como una sátira para ridiculizar el discurso de los medios, y el modo en que se instalan los medios como generadores de verdad. El periodismo no es más que un relato de ficción armado con elementos de la realidad. Y punto. Por eso Barcelona es periodismo. Para hacer una sátira periodística tenés que tener muy claro los formatos y los códigos del oficio. Pero sobre todo la hacemos así porque nos divierte, porque nos gusta cagarnos de risa como nos cagamos de risa haciendo la revista. La sátira funciona ridiculizando el modo en que los medios tratan los temas, y también trayendo temas que no forman parte de la agenda de los medios: la búsqueda de Julio López (o de Luciano Arruga) como caso paradigmático. Eso también es divertido: sentar una posición, editorializar, bajar línea. Nos gusta mostrar lo que pensamos sobre determinados temas. No es que la diversión va por un lado y la cuestión densa, política, seria, va por otro.
EB: Barcelona tiene una dinámica muy colectiva y horizontal basada en un grupo de amigos que se divierte: nos juntamos, tiramos ideas, las debatimos y a partir de ahí se organiza el trabajo. Ese ejercicio yo no lo vi en ninguna otra redacción por la que pasé. Es como una cabeza multiplicada y eso le da mucha fuerza.
PM: Pero ojo, lo que nosotros hacemos también es totalmente destructivo. Porque creemos en lo necesario de la destrucción. Quizá el mejor ejemplo sea El Quijote. Cervantes dijo: yo hago esto porque quiero destruir las novelas de caballería. Y destruyó tan pero tan bien lo que creía que era una mierda, que de las novelas de caballería (que eran el Clarín de aquella época) ya nadie se acuerda y El Quijote sigue siendo una obra maestra. ¿Cómo hizo para destruirlas? Construyó una sátira perfecta, en la que parodió todos y cada uno de los detalles, de los tópicos de las novelas de caballería. Y sobre esto se levanta, luego, toda la literatura en castellano. Es obvio que ni se me ocurre poner Barcelona a la altura de El Quijote, pero me parece que ambas evidencian que la destrucción es absolutamente necesaria para poder construir algo. En ese punto, Barcelona es claramente un medio destructivo: no estamos proponiendo, estamos destruyendo. Por eso solemos hacer mucho énfasis en decir que no somos una revista de humor. Su fin no es el humor, no es hacer reír. Del mismo modo que nadie diría que El Quijote es una novela humorística: es literatura, nadie duda de eso. Ahora bien, si Joaquín Morales Solá admite que hace un programa de humor, nosotros también admitimos que Barcelona es humor. Nos ponemos de acuerdo y nos sacamos todos la careta. Lo que queremos dejar en claro es que, en función de lo que nosotros creemos que es el periodismo, Barcelona es un medio periodístico. ¿Es absurdo lo que dice Barcelona? Sí, es tan absurdo como lo que dice cualquier otro medio periodístico. Hay que terminar con la idea de “el” relato periodístico, del relato “objetivo”: esta es “la verdad” y todo el resto es en joda.
Crisis: ¿No hay cierto riesgo en asumir una idea tan relativista de la verdad? ¿Ustedes creen que el horizonte más deseable es una pluralidad de voces transparente, o piensan que existen procesos sociales que producen nuevas verdades que merecen ser contadas?
Daniel Riera: Lo que existe son intentos de aproximarse a ciertas “verdades” y mayores o menores grados de buena leche para acercarse a ese objeto que se está tratando. Quizá nos puede servir distinguir la idea (tan deshonesta, tan trucha, tan pelotuda) de independencia, de la idea de autonomía. Un medio que dice que no es “independiente” (porque sus pensamientos provienen de un montón de lugares), sino que es autónomo. Pero es interesante lo que se dio en el último discurso de la Presidenta en la apertura a las sesiones legislativas. Los medios opositores insistían en que la presidenta no había hablado de la inseguridad… y había hablado diez minutos. Antes la prensa opositora eran más elegantes: decían “lo que dijo es una boludez, no estamos de acuerdo con lo que dijo, nos parece que lo que dijo es insuficiente”. Pero decir que no dijo lo que dijo ya es una etapa superior de la cosa.
HA: Me parece que algo bueno que está pasando ahora es que quedó claro que todo medio es un actor político, un elemento más de la batalla política. Yo creo que es un buen momento para hacer periodismo porque todo tiende a volverse más claro… al menos para un generación. Hace unos días estaba con mi viejo, no sé sobre qué hablábamos y me dijo: “es así porque lo dijo la radio”. Yo me morí de ternura. Mi viejo tiene ochenta años. Me parece que eso es inconcebible de acá en adelante. Ninguno de nosotros diría, ni aún con ochenta años, “lo dijo la radio”.
Hacer periodismo o ser periodista
Crisis: ¿Ustedes sienten que éste es un buen momento para hacer periodismo? Porque es todo lo contrario de lo que se vive en muchas redacciones, donde cada vez se hace más difícil laburar de periodista.
PM: Para mí es un momento excelente para hacer periodismo, aunque no sé si para trabajar de periodista. Nosotros ganamos poca plata con esto (y eso que ahora la revista vende), así que lo hacemos porque nos calienta, porque tenemos ganas. Lo que sí se va a la mierda es la idea de un periodismo tradicional, eso de las grandes redacciones por ejemplo. Son una cagada, porque no permiten generar ese ambiente colectivo interesante que se necesita en una redacción. Y que en un punto es la clave de Barcelona: que seamos un grupo grande, que trabajemos de manera horizontal, sin ninguna clase de pudor en decirnos “es una pelotudez lo que estás diciendo”. Y, al mismo tiempo, saber que milagrosamente las cosas surgen por consenso —a veces luego de largas discusiones. En general, es un momento excelente para hacer periodismo, para generar otras cosas. Desde lo tecnológico y desde lo social.
HA: Y el mismo hecho de que exista esta polarización terrible, que a primera vista empobrece la discusión, genera espacios vacíos que se pueden ocupar, quizá con algún tipo de ecuanimidad…
PM: No sé si ecuanimidad es la palabra, sino acompañar sin culpa las cosas con las que uno se identifica o ir por ejemplo contra enemigos del gobierno que siempre fueron mis enemigos. Pero no tragarse por eso todos los sapos que hay que tragarse para estar del lado del gobierno. Esto sólo puede hacerse si estás por fuera de las grandes estructuras. Porque si vos querés hacerte el copado adentro de TN es medio complicado.
HA: Por otro lado, es cierto que el gobierno (o el oficialismo, o el Estado, o como lo quieran llamar) nos ve con cierta simpatía. Tenemos un espacio diario en Radio Nacional. Esto a nosotros nos sorprende, nos alegra. Uno puede decir: Barcelona ha sido absorbida. Es una lectura que tienen algunos lectores de la revista que nos gastan con las cartas… pero siguen comprando la revista, así que todo bien. Pero también uno puede decir que estamos ahí, que decimos lo que queremos, que nunca nos jodieron, nunca sufrimos ningún tipo de presión. Haciendo una lectura más sutil uno puede decir que lo hace el gobierno para mostrar su amplitud: “miren, está Barcelona…”. Y sí, puede ser. Bueno, eso no está mal. Todos hacemos política. Nosotros amplificamos lo que queremos decir y el gobierno da muestra de su amplitud contratándonos a nosotros.
PM: Esta circunstancia en relación al gobierno forma parte de una situación medio incómoda que tiene la revista en general. Porque Barcelona es demasiado mainstream para ser un fanzine, pero también es demasiado alternativa como para ser comercial. Demasiado oficialista para los opositores y demasiado opositora para los oficialistas más recalcitrantes. Lo que pasa es que a este gobierno hay que pensarlo en perspectiva histórica. Y uno lo evalúa en relación a lo que tuvimos y a las posibilidades que hay en Argentina. En ese sentido éste es el mejor gobierno que tuvimos en muchos años. ¿Eso implica que somos oficialistas? No, la verdad que no. Así que ni el sapo Pepe ni el sapo Daniel, por poner el ejemplo de los Scioli. Y tantísimas otras cosas. Si vos analizás las distintas secciones de la revistas y las diferentes épocas, vas a encontrar momentos de acercamiento muy grande, como la tapa del  momento de la muerte de Néstor (“Néstor not dead”) o la contratapa donde había una foto de la multitud en Plaza de Mayo y una leyenda que decía “Hoy somos todos Barone. Mañana vemos”. Pero al toque salió la tapa de “Represores Originarios”. Eso pasó con la represión en Formosa, con Insfrán como gobernador, Cristina que no dijo nada y la verdad es que nos rompió las pelotas.
DR: Una de las últimas tapas fue vista como muy dura por algunos kirchneristas fundamentalistas. Hablaba de todas las cosas que se llaman Néstor Kirchner. Y tenías en un costado a Moyano y al Momo Venegas y decía: “no son iguales. Moyano está a la izquierda”. Siempre va a haber gente que va  especular en dónde estás. Pero es mucho más sencillo de lo que parece: estamos parados en el mismo lugar de siempre, haciendo la revista que se nos canta y diciendo lo que pensamos sobre las cosas.
HA: Igual me parece que hubo un cambio. Tengo la sensación de que cuando Clarín apoyaba a toda esta estructura de gobierno, nosotros éramos mucho más descarnadamente duros. Porque el poder estaba concentrado en ese lugar. Ahora, cuando se genera esta guerra entre el gobierno y Clarín, y Clarín encima como líder de una oposición que representa muchos valores que nosotros despreciamos, creo que ahí hubo un cambio. Fue inevitable preguntarse si le hacés el juego a la derecha. Empezamos a ver que el gobierno se estaba construyendo enemigos que eran los que uno, ideológicamente, siempre ha sentido como sus propios enemigos.
El periodismo que fue, el periodismo que viene
DR: Barcelona denuncia una decadencia. Pero como decía Pablo, es un momento muy rico para hacer periodismo y, a la vez, un momento muy complicado para los periodistas, dado que las condiciones en las que desarrollan su trabajo son, a menudo, una mierda. Esto habilita a que los periodistas tengan que inventar maneras nuevas y lugares nuevos para hacer periodismo. Pero ahí no se acaba el problema: a la vez, es importante que mucha gente que aún no conocemos como periodista, devenga periodista. Personas inquietas, organizaciones sociales, grupos que aprovechen lo barato que puede estar comprarse una compu hoy, o que suban cosas a internet. ¡Hay muchos medios a ser inventados! Hace tiempo tuve una discusión con un docente de la Carrera de Comunicación de la UBA (luego me enteré que era del Partido Obrero), que decía: “Tenemos que hacer diarios que compitan con Clarín, que vendan lo mismo. Y canales de televisión que compitan con Canal 13”. ¡A mí me parece una pelotudez enorme querer hacer canales 13 trotskistas! Y me sorprende hasta qué punto este personaje formaba parte de discurso que pretendía denunciar.
Crisis: Es también lo que prima en las instancias de gobierno. Ya era muy sintomático el caso de los venezolanos con Telesur, como una CNN socialista. Ahora tenemos a Tiempo Argentino que quiere pelearle a Clarín con el mismo lenguaje y similar formato.
PM: Claro, la construcción es más o menos la misma. Tiempo Argentino es un diario igual a Clarín, pero de distinto signo. Pero yo creo que es parte de la destrucción, parte de lo que hay que destruir. Tiempo Argentino no pretende crear algo nuevo, sino que es un flanco más del ataque. Entonces, si está el que todavía quiere Clarín le vamos a dar el Clarín K… con el suplemento de cocina, los chismes y también escrito para el orto. Igualito.
EB: Es que el gobierno está concentrado en hacer la guerra, no en la búsqueda de una modificación de la forma de comunicar o en inventar nuevos modos. Por eso a mí me parece fundamental que toda esa gente que tiene algo para comunicar, empiece a plantearse una ruptura con el esquema tradicional de los medios. En este caso no sirve anda copiando o tratando de acercarse a ese modelo dominante, que ya está instalado, tanto desde lo discursivo como desde lo estructural.
DR: Yo tengo mil críticas para hacerle a Taller Estudio Agencia (TEA), que fue donde recibí mi primera formación como periodista. Pero hay algo importante que debo reconocerle: en primer año, en el primer mes, en las primeras clases, cuando yo tenía 18 años, uno de los tipos dijo “si ustedes vienen acá con la pretensión de formarse para trabajar en los medios existentes, ustedes están teniendo una visión limitada del laburo. Ustedes tienen que crear sus propios medios.”. A mí eso me pegó mucho. Debe haber sido la lección más importante que me dieron. Y una variante de eso, una etapa superior y desacralizadora de eso, es que mucha gente a la que no conocemos como periodistas tenga la iniciativa de comunicar, de escribir. El periodismo no es una profesión colegiada ni debería serlo. Hay gente que dice que Barcelona funciona porque interpreta su época. Cuánto tiempo seguirá pasando esto es imposible saberlo. Pienso en la revista Humor, por ejemplo, que duró ocho años después de la dictadura, pero ya había perdido su filo, había dejado de ser lo que era. En ese momento,  cuando llegó Alfonsín, los que hacían Humor dijeron “qué bueno, llegó Alfonsín y la democracia”.
Mariano Lucano: Lo que pasa es que Humor funcionaba durante la dictadura como un refugio de lectura de un montón de gente. Barcelona no es eso, es más bien una revista parricida, porque si de alguien nos reímos es de la clase social a la que pertenecemos.
DR: Creo que somos un poco más inconformistas, más escépticos. El debate sobre el gobierno pasa por considerarlo el mal menor (hay momentos en que nos parece el mal mucho menor). Pero nos permitimos la duda. Porque en lo más profundo, me parece que ninguno de nosotros cree en la democracia. Como suele decir Pablo, más allá de la desnutrición, el gatillo fácil, la desigualdad social… la democracia es el sistema más perfecto creado por el hombre.
Por Diego Picotto
(Revista Crisis N° 4 – Abril/Mayo de 2011)

15-M: lo que está mal en el mundo‏

«Hay que empezar por algún sitio y yo empiezo por el pelo de una niña. Cualquier otra cosa es mala, pero el orgullo que siente una buena madre por la belleza de su hija es bueno. Es una de esas ternuras que son inexorables y que son la piedra de toque de toda época y raza. Si hay otras cosas en su contra, hay que acabar con esas otras cosas. Si los terratenientes, las leyes y las ciencias están en su contra, habrá que acabar con los terratenientes, las leyes y las ciencias. Con el pelo rojo de una golfilla del arroyo prenderé fuego a toda la civilización moderna. Porque una niña debe tener el pelo largo, debe tener el pelo limpio. Porque debe tener el pelo limpio, no debe tener un hogar sucio; porque no debe tener un hogar sucio, debe tener una madre libre y disponible; porque debe tener una madre libre, no debe tener un terrateniente usurero; porque no debe haber un terrateniente usurero, debe haber una redistribución de la propiedad; porque debe haber una distribución de la propiedad, debe haber una revolución. La pequeña golfilla del pelo rojo, a la que acabo de ver pasar junto a mi casa, no debe ser afeitada, ni lisiada, ni alterada; su pelo no debe ser cortado como el de un convicto; todos los reinos de la tierra deben ser mutilados y destrozados para servirle a ella. Ella es la imagen humana y sagrada; a su alrededor la trama social debe oscilar, romperse y caer; los pilares de la sociedad vacilarán y los tejados más antiguos caerán, pero no habrá de dañarse un pelo de su cabeza”.

G.K. Chesterton, Lo que está mal en el mundo

Te presento a un amigo, Hugo…

Cuando nací encontré mis rencores. Estaban ahí, esperándome. Al lado de la cuna.

En la terraza de ese aire toco la mañana sol de limón apaciguada lenta es mía estoy solo de soledad ganada casi no me enloquezco casi es mía me animo olor de limón verde que pongo en el agua no quiero volver a la jaula estoy lejos no extraño nada nadie me extraña el sol de la mañana ya pone la pata en la terraza va despacio casi no hay ruidos los árboles del patio de abajo me hacen seña están como consagrados desvalijan al realismo de su pathos es primavera no hay caranchos.

madre/padre: pan de dios.

infancia: feliz. Episodios infelices muy pocos.

patrimonio: relativa pobreza. La miseria, nunca. A los doce años casa propia. Baño cocina en casa.


por qué: entonces, ese espíritu rencoroso, si todo venía bien, las cosas estaban claras, agua de manantial, yo no quería ser hombre, quería ser obra como dice el único poeta alemán, obra: leer, escribir. ¿Cuándo esa locura de ser hombre? Pretensión desmedida si se toma en cuenta el lugar donde nací. Cuándo lleva el hilo en estas notas. Es mi novela sobre nada aunque hay mucha familia y amigos y conocidos. Es para gente que quiere leer algo que suene en otra velocidad.

no ir: invitaciones: abstenerse. No dejarse invitar. No sé por qué, pero no ir a ningún lado.

respeto social: un idiota con algo de plata, recibido en salones, dar charlas, querer ser respetado. Manía del respeto. Progresar socialmente con este don. Es una posibilidad.

olvidar: no puedo, rencor de ciudad. Está el rencor de provincia, no me interesa, es para ubicarse, se codean, empujan, se matan, se hacen los malditos, quieren lugares: resultó una mentira. Sus cultores buscaban aprobación del centro. Mi memoria se va a reproche. Mis reproches sociales. No los suelto, los cultivo.

proyecto: retirarse del mundo. Milton Rodriguez tiene esta frase sublime: no te preocupes te enseño algunos trucos para vivir con poca plata. Ahora está por sacar un libro. Ocultarse del mundo. Una casa inaccesible, un bunker es lo mejor.

cita: “Ésa será mi película sobre la familia americana. Tal vez la proyecten en algún festival. No lo sé y tampoco me importa. Siempre hay gente dispuesta a ir a ver algo nuevo y diferente”.

telegráfico: le escribe a Delo: “Vos rico, y yo vengo de clase baja. Te lo pongo en clave tuya, en lengua de chatarra. Esa diferencia: insalvable. Yo llevo secretos incontables. Y no voy adonde no me aceptan. Amistad imposible, la nuestra”.

madre, una y otra vez: humor feroz.

padre: jugador empedernido. Murió triste. Cambió por trabajo honorable.

vivienda: eran dos piezas –dos salas a la calle– en un patio de inquilinato. Cocina de chapa acartonada en el patio. Cocinaban a kerosene.

la salvación: una radio.

bustos: Chopin en bronce amarillo. Beethoven tenía la cabeza suelta y lo puso a mirar la pared.

lecturas: novelas, lo que le caía en las manos: Huck Finn–Tom Sawyer–Cabaña tío Tom–Bomba–Salgari–Verne. Revistas de historietas, seis por semana. El Gráfico.

cine: westerns exclusivamente. De ahí su pro-americanismo nunca renegado. Que lo separó de amigos y autores.

error: dejar ese viejo mundo para hacer algo de cultura, el mundo de la cultura, más error: juntarse con pequeños burgueses intelectuales vociferantes ricos consentidos que escriben oh escriben exigen son respetables pero honestidad un poco lo asustaron todo a pérdida para él traducir para esa gente que lo estafaba. Escribió un libro de retratos para salir de esa insípida escena. Ahora definitivamente solo. Parece melodramático. No puedo decirlo de otra manera. Lo dice contra el viento, va con Elías que fuma como un escuerzo, y fuma y las cenizas caen en el viento, murmura en diapasón Elías, se aburre, y le aumenta la lucidez, murmullo Rufino y no abre más la boca.

amigos a nube: ausencia, sólo eso, ausencia. Dolor apenadísimo.

estrategia: armar un bloque defensivo que evite hacer: confesiones, quejas, explicaciones, no contar nada a nadie. Probó amargamente qué es contar algo íntimo. Lo pasan por el colador de la interpretación y del chimento. Evitar el pisoteo analítico. Sólo poner los reproches por escrito. Publicarlo. El reproche contra la propaganda de la felicidad. La felicidad es algo íntimo y secreto.

palabras: monocorde, patio angosto, mishiadura, al trotecito, mazo, cucha, pieza.

descubrimiento recientísimo: capacidad para aislarse.

trabajo: una conspiración tramada por ex-falsos-amigos para hambrearlo le cerró las puertas de la traducción de casi todas las editoriales –un editor de los llamados independientes de vieja tradición le propone trabajar gratis como manera de emparchar el desprestigio, otro le pide un informe con obras posibles. Le mandaron a decir que no iba por un librero.

empleos posibles: difícil. Después de la experiencia con escritor cubano que escribió libros memorables de los que la crítica estudiosa nunca se repondrá, la universidad americana, guardiana y rector y decano de la autoridad literaria hizo un acuerdo con las empresas privadas que van de Miami a Tierra del Fuego para que ningún escritor de esa calaña sea empleado.

invitaciones: doy pasitos por el charco lo salto el viento me lleva, no, no me dejo invitar, menos por millonarios amantes de lo cultural. Lección aprendida del argentino más salvaje, del alemán más salvaje. Que le dijo al gordo envuelto en el papel de naranja adorniano que se tome la sopa de cangrejos a lengüetazos como los gatos y no lo joda. Cuelgo las hojas en piolín de la cocina y espero que se seque la tinta.

viejo amor: se va por Peña, Canning hacia Las Heras. Es la peor caminata de alejamiento que vio en su vida. Ella se va a patitas, despacio, rencor que los une puro melodrama que los aleja. Él es un ganapán oficinesco que tiene la cabeza llena de libros. Ya no lo miraba, nunca más lo miraría, tarde de primavera a las siete el cielo no llevaba ni una nube, azul como ese vestido de la primera vez, un viento del noroeste que nadie esperaba y le veía el caminar litoral hacia otros rincones, la mira con ojos perdidos, ese pelo negro hacia fue, esos ojos Sívori, sí, a fue, una vez o alguna vez, fue. Ni la esperanza de los secretos, sólo se queda con esa frase, dicha una vez, solo con sus chifladuras literarias pobre boludo que escribe libros ni la luz podrá pagar. Ella se va aleja huye camina a futuro sólido por abajo ronca el baldoserío de Peña, él se queda a paria en ese rincón de la esquina, de ensoñación en la luz ahora gris del atardecer ¿ella llora? ¿se libera? ¿qué deja atrás? ¿qué toco de pasado irá a olvido? ¿pasó a olvido? ¿todo? ¿se transformó en olvido?

tercera persona: horrible cielo de cal de las seis de las cinco de la mañana. Calle dormida. Insomnio. Traqueteo de los cascos, diría ruidos apagados. Son ruidos que casi no escucha ningún oído, es la noche sin rumores, otra vez sesión del club donde ése habló mucho ayer, el maldito estigma de la manía cotorra que le incentiva su mujercita, que ya no lo escucha. Ella lo pone en marcha y después mira por la ventana, aburrida del zángano filósofo, de esa lata pedagógica. El pobre padece a mujeres que lo ponen en marcha. El otro habló y él lo escuchó y ahora tiene insomnio. Disertó en aforismos. Malditos aforismos. Odia a los tipos aforísticos. Nietzsche les quemó el coco. No quiere ser un tipo furioso. Pero hay noches sin rumores. Era el único que podía escuchar esa ausencia de rumores. Siempre se creyó un pionero de algo. Por eso lo aburren los tipos que hablan mucho. Por eso ama los mamotretos. Seiscientas páginas son su refugio. Ahí una soledad inalcanzable. ¿Cuántos leen mamotreto? Se ve ayer a la noche pidiendo disculpas y abandonando la conferencia. Ese conferenciante esposo de su amiga que pone hombres en marcha. Liberación. Pero se ve unos días antes cediendo a la invitación. Eso lo hiere. Ceder. Evitar la furia. No aceptar invitaciones.

la mañana: de esa medialuna seca, dura, cascada como una pared. Ayer las luces de la calle se apagaron antes de las doce. Los carros empezaron la cola a las 11 de la noche.

gallo de Francisco: gallo desolado: no canta: nunca podría poner canta el gallo desolado de la mañana, no sé por qué. Este maldito es mudo, nació mudo en Sarandí. Se crió en un rincón. Y sólo sabe morder los dedos callosos. Es una pasión. De gallo, obvio. Desolado pero no un pobre gallo. Arrogante y paseandero. Lo soltaban en el patio del fondo, del otro lado de la reja, para que no se coma los tomates, y ahí daba vueltas y vueltas. Lo miré mucho. Gallo en libertad condicional.

el pipa e moco: siempre, con esa bolsa de lona beige –¿arpillera?– camina por Lavalle a Mitre, sombrero campirano campesino italiano –de dónde lo sacó– . Aparición repentina solitaria de terror ¿otro niño asustado? Maldita marca del miedo.

cita: “Contar historias, es contar mentiras”.

ella, su ponzoña clásica: ¿qué cuenta?, no cuenta nada, ¿dónde mete la Historia?: él: nada. Nunca cuenta nada. Odia contar. Hace literatura pura contra literatura aplicada.

ella, con malicia aplicada, a víbora en respuesta; poco sólido, no corta la Historia en dos –relato, sentido– por acá, acontecimientos por allá, él: no le gustan las referencias, no chapotea en lo imitable. Se soltó desde la cuna.

la casa de Rita: puertas cerradas, persianas bajas. Elías miraba el zaguán de hace unos días, pintado de amarillo clarito, ahí, justo ahí fue el encuentro desesperado, ahí ese amor loco y barrial empezó al claro de luna, le felicidad por favor eso es ahí en ese encuentro, ella tiene las patitas de tero camina sobre la calle no la pisa dejó lejos sus catorce años arrinconada por el mecánico del Hollywood Park historia de Viento del Noroeste, ahora ahí lo mira a Elías, tanto tiempo sin verla se va a lánguido por ella tiene miedo de perderla de ser un pasaje de vida Rita, un pobre pasillo de conventillo que ella evocará, el miedo del presente es el miedo del pasado pero ahora lo mira a Elías con esos ojos almendra que están a punto de llorar flaquita hace muecas de asco cuando come esa cosa de polenta y jamón chuequita él se la come se come toda esa gracia de pollera azul de maricastaña, te faltan las guillerminas Rita y ella mira las gotas en las hojas el zaguán llegará. Ahora contra el azul del cielo Rita respira en traqueteo piernas apenas separadas en la mañana de la lentitud.

El puto miedo. Es viejo, del viejo mundo, es maldito, y por favor, no lo quiero, lo detesto, puto putísimo miedo, puto putísimo fracaso y mierda a sus apólogos.

Que está ahí, es casi una esencia y ponerse las esposas solito tu alma, mandarse a gayola de bueno, de pedir permiso, entregarse a la autoridad por culpa casi esencial, por fidelidad a lo previsible.

Sentado, mira por la ventana, la calle o al vacío o a la ventana de enfrente a la vecina que va a barrido.

ambiciones: fluctuantes, desprolijas, cosas de changuitas, el trabajo alpargata, medio himno protestante, rellenar chamuyo a chamuyo para que no te miren de soslayo lista infinita al alcance de la mano.

cita: “me vuelvo cada vez más duro con los parásitos”.

me pongo la sotana de calle dejo el bunker la cueva el bulín salgo un poco dejo los postigos abiertos pienso en Enriqueta cómo era la olvidamos todos por qué no la evocábamos le daba patadas al gallo y no lo hizo sopa ni puchero alguna que otra patada sobre todo cuando el gallo la iba de chico de trajecito con pantalones cortos casi un niño de piqué como los nietos detestables abejorros del paraíso.


Hugo Savino

Crónicas del 15-M (desde allá con ojos de acá)‏

La secuencia que hemos vivido durante esta semana en Madrid puede relatarse más o menos así: las semanas y meses previos habían ocurrido una serie de convocatorias de todo tipo para rechazar la gestión nefasta de la crisis (gestión a cargo del PSOE a nivel nacional y del PP a nivel de Madrid. Según las encuestas el PP ganará las próximas elecciones presidenciales que, si no se adelantan, tienen fecha en el 2012). Desde la publicación de varios manifiestos llamando a la «indignación» general», a una huelga desganada convocada por las centrales sindicales (irremediablemente oficialistas) y alguna manifestación pionera, más uno que otro intento disperso por poner en evidencia tanta bronca. Para hacerse una idea de esta «gestión», hay que fijarse en cómo funciona el asunto del crédito hipotecario para obtener una vivienda: si una persona saca una hipoteca (durante muchos años los bancos la ofrecían con muchas facilidades) y luego -ante la desmejora del panorama económico- no puede pagar, el banco te quitan la vivienda, luego no te devuelven lo que ya venías pagando y, finalmente, quedás endeudado por el resto de la hipoteca. Si querés vender la deuda tenés que hacerte cargo de la diferencia entre el precio a que sacaste la hipoteca y el precio menor al que pudiste vender. Si no te haces cargo de la deuda, pues, quedas inhibido financieramente y se te ejecuta la garantía, ¿qué tal? Sumale a esto 20% de desocupados más una precarización de grande a creciente y el hecho de que el seguro de desempleo sólo funciona por un año. A los migrantes se lo adelantaron, para que con ese dinero se fueran a sus países.
Desde nuestra mirada-relámpago del centro de Madrid, aún no hay una producción de imágenes contundentes de la crisis. Se percibe más bien un nivel de consumo elevado (bares, comida en la calle, mucha movida), nada que nos recuerde al arrasamiento a que asociamos nosotros, porteños, este tipo de crisis. Otra cosa es escuchar a las personas. Todos cuentan historias de «parados» y de «hipotecados». Pero la sensación primera al caminar por todos lados es la de una ciudad que aparenta completa normalidad de ritmos de trabajo y ocio.
Digamos que, hasta donde alcanzamos a ver, aquí no hay nada parecido a un 2001 argentino. Eliminada la tentación de la comparación, tratamos de contar qué sí hay, qué sí vemos, y -si nos da la inspiración- intentaremos transmitir la alegría perpleja, desbordante y contagiosa que muestran estos días lxs amigxs de por acá.  
Retomemos la crónica. Llegando a Madrid ya habíamos visto la convocatoria a la manifestación del domingo 15 (15-M) (en decenas de ciudades de España al mismo tiempo), y fuimos curiosos para ver qué sucedía allí. El sentido de la oportunidad no es menor para comprender «porqué ahora»: el próximo domingo hay elecciones locales en casi todo el país y el PP tiene las de ganar no sólo en Madrid sino en varias «comunidades» y ciudades, incluyendo algunos bastiones históricos del socialismo.
Algo había en el aire, algo atragantado en la gente ante lo cerrado del panorama de crisis sin horizonte, giro a la derecha luego del desastre del PP, corrupción de los partidos, incluso de la Izquierda Unida, pasividad de los desocupados, incapacidad de dar cauce expresivo a la «indignación.
De llegada a la plaza todo era clima de domingo de sol primaveral. La policía nos paró y nos revisó las mochilas, a pesar de que íbamos con Iván y como parte de un reducido núcleo de aspecto completamente inofensivo. En el camino fuimos reconociendo amigos de Madrid y de Buenos Aires que coincidían en curiosidad y entusiasmo.
La manifestación había sido convocada por varios grupos y listas de redes sociales, la que más se nombra es una «Plataforma Democracia Real». Como decís, la convocatoria era clara en que se invitaba a todos pero que se trataba de una manifestación sin «referentes» clásicos. La «mani» partía a las 18hs de Plaza Cibeles rumbo a Puerta del Sol, centro de Madrid. «Éramos» miles de personas. No es fácil calcular cuántas, pero mucho más de lo que los amigos-activistas de por acá calculaban o preveían. Así nos dijo Raúl, un antiguo militante con chaleco de «seguridad» a cargo del cuidado de la movida, como dispositivo decidido en asamblea y, según parece, acordado con el ayuntamiento. La composición era bastante homogénea. Jóvenes blancxs de clase media. Pero hubo ahí varias consignas (desde algunas menos innovadoras: que la crisis la paguen ellos; políticos no nos representan; a otros más sugerentes: «me gustas cuando votas porque estás como ausente» y «nuestro trabajo, vuestro botín»; «jóvenes sin futuro, sin casa, sin trabajo y sin miedo»; «indignados» y «democracia real ya») y varios logros: se logró que los grupos partidarios grandes y chicos participen sin banderas ni columnas propias; que la pluralidad de formas de ocupar el espacio se manifestase de modo fluido y alegre; impidieron al mismo tiempo cualquier apropiación de la movida abriendo un espacio notable a una nueva generación muy joven que parece estar liderando la movida tanto organizativa como simbólicamente. 
Los comentarios de los amigos eran que sorprendía la cantidad de gente suelta, o nueva, u organizada de modo espontáneo y abierto (pero también el hecho de que los grupos de izquierda y sindicales asumían -por astucia o debilidad- estas condiciones), la capacidad de alojar indignaciones varias de modo convergente y transversal. A nosotros nos llamaba la atención -a la salida de la «mani»- que las consignas apunten más bien a los «políticos» en un sentido «destituyente» (en el sentido que le hemos dado a esto en el 2001, y no el que tomó luego con la crisis de la 125). Es decir, contra los políticos más que contra la dinámica ultraneoliberal, contra los bancos por ejemplo. (De hecho el rescate del estado a los bancos cobró acá dimensiones escandalosas).
Hacia el final hubieron algunos disturbios menores, y un grupo (del que no se sabe demasiado y no parece ser parte del núcleo convocante) decidió quedarse -sorpresivamente- en Sol, y acampar (Yes we Camp).
De todo esto nos vamos enterando por correos de móvil. La gente acá tiene twiter en sus teléfonos personales y la coordinación es vertiginosa y ultra eficaz. Este tema de las redes sociales está en el corazón del asunto. Primero, porque el acampe de la plaza resuena a todos a la imagen de Plaza Tahir, Egipto. Segundo por lo verdaderamente eficaz. Pero el hecho de que las redes permitan una movilización hiper-inteligente, no está exenta de curiosidades. En la plaza una voz dijo «estamos en facebook» y una parte de la plaza respondió «no estamos en facebook, estamos en la calle». De tanta aglomeración, en Plaza de Sol no hay señal para los móviles.   
La madrugada del lunes al martes la policía cargó contra el campamento y hubieron detenidos. Esa misma tarde, hubo una convocatoria (siempre por twitter y facebook) para ocupar la plaza Sol nuevamente. Ya los medios no hablaban de otra cosa. El problema de la ocupación se planteaba así: es legítima la bronca de la gente, pero hay que custodiar la legalidad del proceso electoral, sobre todo el día sábado (desde las 12 de esta noche) el período de reflexión ciudadana.  
El martes «éramos» unas 5000 personas en Sol cantando consignas contra la gestión de la crisis (contra el «atraco», la «especulación», etc) y sobre todo en torno a lo que es el gran eje del asunto: «no nos representan» y «PSOE y PP son lo mismo». Como dice un amigo madrileño veterano en estas lides  -Amador-: «se apunta al sistema político porque es el que tenemos a mano, pero el fondo del asunto es la cuestión del gobierno de los mercados». Y también «el asunto primero es el de la representación, pero esto permite que confluyan cosas muy distintas, desde el cuestionamiento de la representación en sí, hasta las múltiples formas de recomponerla».
Amador viene pensando con Marga -otra amiga de larguísima experiencias en el movimiento de ocupaciones y actual hacker- y otrxs amigxs de por acá sobre el carácter anónimo de las nuevas politizaciones, al menos desde el 11-M. El asunto ahora, para ellos, es cómo hacer para no explicar lo que está ocurriendo (todo parece confirmar esas intuiciones) a en esos conceptos previos, por adecuados que parezcan. Marga está haciendo circular ahora mismo un mapa conceptual de lo más original para dar cuenta de las conexiones que convergen en la inteligencia de la plaza.
Esa tarde en Sol había un entusiasmo increíble. En un momento unos jóvenes toman la palabra con un micrófono y dicen «no somos colectivos, ni asociaciones, somos personas» (aplausos). «queremos democracia real». «Que los políticos no representen a los bancos y mercados sino a nosotros, que somos quienes tenemos derechos». La gente: «que no, que no nos representan». Y luego, los jóvenes: «queremos formular una pregunta: ¿queremos pasar la noche aquí?». La gente: «no tenemos casa, dormimos en la plaza».
A esa altura sucedían cosas parecidas en varias ciudades de España, los políticos -siempre a través de los medios- no sabían qué decir.
La organización del campamento fue rapidísima y muy cuidada, muy prolija: es decir, muy astuta. Hay tiendas, lonas, y comisiones. Se discuten todo tipo de propuestas, se debate sobre la representación (una consigna importante es la reforma del código electoral que beneficia al bipartidismo), se limpia la plaza, se reciben todo tipo de cosas que los vecinos regalan (comida sobre todo) sin aceptar dinero, se coordinan espacios de cuidado para los niños a la tarde-noche (una de las demandas que confluyen en la plaza es la falta de «plazas» o vacantes en la ciudad de Madrid para guarderías y escuelas). Nuestra amiga Marta -que participo de la mítica ocupación de El Laboratorio y de Precarias a la deriva entre otras experiencias-, madre de mellizas, dijo que un espacio para niños en una dinámica como esta le parecía una verdadera revolución.
El día miércoles la corte electoral nacional dictó una prohibición de que la gente esté en la plaza en el periodo de reflexión electoral y el ministro del interior (del PSOE, de quien depende la policía) anuncia que no van a reprimir. Se habla ahora de una manifestación importante para mañana sábado.
Ayer, jueves, en la plaza había de todo. Se discute de política, circula mucha gente. Pasan personas con cacerolas a la argentina. Hubo una presentación del libro «La crisis que viene», de Traficantes de Sueños aportando conceptos a todo esto.
Por internet circulan textos de varios colectivos o de gente inspirada con todos los tonos imaginables. En general la tensión que todos asumen es la de si es necesario o perjudicial dar una interpretación interna de los hechos de modo tan rápido.
Esta mañana Fernando Bárcena, profesor en la universidad de Madrid, llevó a sus alumnos a la plaza para preguntarse con ellos si hay un tono «romántico» (el tema que están trabajando) en torno a la plaza.
En Barcelona, según cuenta una amiga -Alida- hay menos gente, pero mucha creatividad: hay músicos, mujeres cocinando, Santiago López Petit dio una clase con sus alumnos y así. 
En la plaza, como decíamos, hay un poco de todo pero no se nota presencia migrante, ni demasiado policlasista. Pero la gente de todo tipo pasa, charla, regala cosas, canta, hace carteles con consignas. Hay una simpatía general con la plaza. Una mujer mayor lloraba sobre un hacker y le decía: «hago política en el PP pero el pueblo es esto, estoy frustrada».
Los activistas de más experiencia están, buscan cómo aportar, ceden de buen grado el liderazgo a los jóvenes (saben que ellos nunca hubieran logrado algo semejante) y a su modo tratan de entender participando. Luego en el barrio Lavapiés donde se refugian a tomar unas cervezas se saludan con una sonrisa inédita, con gesto implícito de «se vino la comuna», o con ceño fruncido de ¿»cómo seguimos»?
Un amigo argentino de mi viejo que vive acá hace años, dedicado al negocio de los libros y a quien imagino durante los años anteriores como alguien que puede haber votado en ocasiones al Psoe señala lo increíblemente positivo todo esto. La indignación era necesaria. El sistema político y el financiero están ahogándolo todo. Silvia, su compañera de años, está completamente de acuerdo con las consignas de Sol.  Sus hijas (una en Madrid y otra en Barcelona) sienten una identificación directa con lo que ocurre en las plazas.
La gente en Sol no habla de lo que va a pasar y no se piensa mucho aún en el futuro del movimiento. Por ahora lo notable es la capacidad -la inteligencia sorpresiva- de neutralizar todos los modos de desarmar la cosa por parte de los diferentes niveles del estado, los partidos y los medios. Básicamente su capacidad de estigmatizar, de organizar estereotipos y de aplicación de leyes «de orden» o represivas.
Finalizamos esta primera, breve y rápida crónica apuntando otro comentario de nuestra amiga Marga: no es tan impactante el número de gente movilizada, como la inteligencia difusa que se puso en marcha. Una inteligencia que circulaba ya por las ciudades europeas bajo modos de autoorganización en el trabajo sobre todo de servicios y en experiencias políticas recientes (como v de viviendas), pero que no emergía para decir «basta» ante tanta desazón. Una inteligencia, en fin, capaz de una interpelación inédita e inimaginable para convocar a las personas sin que necesariamente deban movilizarse en la plaza y para desorientar a los actores políticos y sociales existentes.
Abrazos desde Madrid, Verónica Gago y Diego Sztulwark

¡Que se vayan todos! Construyamos nuestro mundo

La frase “Esto es lo que hay” era la consigna capitalista que desde hace años marcaba sobre nuestros cuerpos el triunfo del neoliberalismo. En los hospitales, en las escuelas, en las fábricas… ante cualquier reivindicación la respuesta siempre era la misma: “Esto es lo que hay”. Es decir, callar, obedecer, bajar la cabeza… porque lo que viene seguro que es peor. La sensación de impotencia generalizada se nos iba metiendo dentro como un gusano que nos comía hasta las mismas ganas de vivir. ¿Para qué luchar? ¿Contra qué? ¿Qué hago yo solo?
Mientras poco a poco crecía el malestar. La indignación y la rabia por ver día a día como nuestras vidas eran trituradas, convertidas en un kleenex de usar y tirar.  Mientras el mundo árabe se encendía. Y de pronto lo que parecía imposible ha sucedido. Mi malestar es también el tuyo, y el tuyo… la politización del malestar fuera de los códigos tradicionales ha permitido atravesar el impasse en el que estábamos metidos. La maravillosa frase “Democracia real ya” ha sido un buen iniciador de la rebelión. Es solo un grito, y un grito no hay que explicarlo. Un grito de asco contra este mundo, y a la vez, un grito lleno de vida que tapa la boca a todos los políticos, que interrumpe su monólogo, que les hunde como farsantes.
Al tomar las plazas en un delirio colectivo que rompía el sentido común – el sentido común como el Pepito Grillo de la conciencia  seguía diciéndonos ¿para qué? – es la calle quien habla. Nosotros. Entonces vemos que no nos hacen falta banderas para identificarnos. Somos sencillamente los que decimos Basta ya. Queremos vivir. Y sabemos que el querer vivir no es mío sino que lo comparto en la sonrisa cómplice del que tropieza conmigo en una plaza a rebosar, en la alegría de estar juntas. ¿Qué es la Puerta del Sol? ¿Qué es la Plaza Catalunya? ¿Qué son tantas y tantas plazas abiertas? Un espacio del anonimato, un agujero negro. La autoorganización de la fuerza colectiva. La invención concreta y práctica de otro mundo. De otro modo de vivir, de pensar, y de amar. Esto es lo que da más miedo al poder ya que no puede controlarlo. Esa fuerza de resistencia y creativa que se expresa en las numerosas frases inventadas, en los corrillos de discusión,  en asambleas multitudinarias, en las cocinas, en cada rincón. Aunque introduzcan policías para detenernos cuando les convenga. O periodistas para preguntarnos ¿qué queréis? ¿quiénes son vuestros portavoces? O expertos y tertulianos, pensadores baratos de estar por casa, pagados para desactivar cualquier fuerza colectiva que pueda nacer. No. Nunca sabrán quienes somos. Por eso tiemblan. Ellos. Ellos, los mismos que nos han declarados ilegales a quienes hemos tomado las plazas. No van a saber quienes somos pero tampoco van a saber qué queremosNosotros no tenemos que dar alternativas. Y esto no es prueba de debilidad sino de verdadera fuerza. Las alternativas son siempre  trampas porque se dan dentro de lo que hay, y en cambio, nosotros rechazamos lo que hay. Lo que queremos es lo que ya hacemos. Lo que queremos es que el mundo que ya hemos abierto en cada plaza se propague como un viento de libertad. En las plazas tomadas las palabras vuelven a tener su auténtico significado: dignidad, rebelión, nosotros… y entonces el Estado de los Partidos se nos muestra como una cáscara vacía completamente deslegitimada.
Muchos nos preguntamos ahora cómo seguir. En realidad es fácil porque con la plaza tomada todo se hace muy simple. Tenemos que proseguir este vaciamiento de las instituciones que organizan la sumisión y explotación de nuestras vidas. Tenemos que defender nuestras consignas  “Nadie nos representa”, “No somos mercancías”… hasta el final porque en ello nos va la vida que hemos conquistado estos días. Dejemos que este poder destituyente que hay en nosotros actúe como la lluvia incesante que empapa la tierra. Pero seamos astutos. Sabemos que la lucha será larga y que encerrarnos en una burbuja significaría el fin del movimiento. Construyamos una estrategia de objetivos a partir de todos los debates habidos que nos permita articular mejor el grito de rabia que somos, que nos permita sostener la palabra que ya hemos tomado. No olvidemos, sin embargo, que una estrategia de objetivos no se negocia sino que se impone por la fuerza de su radical simplicidad y mediante la acción directa. Para ello las plazas tienen que desbordarse y hacerse contrapoder. Se acostumbra a decir que se hace camino al andar. No es verdad. El camino se hace huyendo del camino. Recordemos siempre que lo que nos define es la oscura potencia de la vida y lo que nos une es la fuerza del anonimato.
                                                                       Santiago López Petit
www.espaienblanc.net

II. Crónicas del 15-M (desde allá con ojos de acá)


El jueves pasado mandamos algunas impresiones. La situación era la siguiente: miles de personas habían ocupado Sol, kilómetro 0 de Madrid y la corte electoral había dicho que el sábado –jornada de reflexión preelectoral– debía despejarse el predio. A pesar de que Rubalcaba –Ministro del Interior, segundo de Zapatero y precandidato presidencial para el 2012– había dicho que la policía no intervendría sino para garantizar la paz pública, el viernes a las 00 hs. la plaza entró en la “ilegalidad” y, para cerebrarlo, se reunieron unas 25.000 personas según diario El público. Fue el punto más alto de la movilización en Madrid –aunque cosas similares pasaban con escala variable en unas 60 ciudades de España–. Las fronteras entre Sol y el resto de la ciudad se desvanecieron y la «gente» (esa pluralidad indescriptible) tomó Sol en claro desafío.
La organización de la plaza, de alta a creciente. Desde el inicio se prohíbe tomar alcohol. Hay una comisión de «respeto» que impide que los grupos y grupitos pongan consignas particulares o banderas propias. La asamblea se reúne dos veces por día (mediodía y, sobre todo, tarde-noche). Allí se va legitimando todo, se decide de dónde sacar la luz, cómo se gestionan las contribuciones y cuáles son los puntos que la plaza reivindica. Mientras funcionan una cantidad de comisiones que dependen directamente de dicha asamblea general –como siempre, instancia soberana–.
Esas comisiones son las de Respeto (seguridad), Comunicación, Cuidados, Cocina, Acciones, etc. Dentro de la comisión de Acciones, por ejemplo, funcionan una enorme cantidad de grupos de trabajo como “Acción política a largo plazo”, “Acción político a corto plazo”, “Lenguaje”, “Pensamiento abstracto”, “Medioambiente” y un largo etcétera. Cada uno de estos grupos de trabajo se reúne, a su vez, en asamblea diaria y tiene una inmensa vivacidad y aleatoriedad.
El sábado recorrimos varias asambleas. Alcanzaba con que tres o cuatro personas se pusieran a charlar para que apareciera un moderador, un megáfono y una dinámica impactante de agregación.
En las asambleas por las que pasamos primaba lo siguiente: mucha bronca a los políticos tradicionales y un montón de propuestas de bajarles el salario e investigarlos judicialmente. Otro tema recurrente son los bancos. Se discutía, por ejemplo, hacer un referendum público para decidir «qué hacemos con nuestro dinero». 
Otro punto fundamental es cómo sigue el proceso. Hasta cuándo seguir acampando en Sol y cuáles serían las estrategias convenientes para desarrollar el proceso más allá de Sol. A lo primero se resolvió, finalmente, que Sol continúa hasta el domingo próximo. Lo segundo sigue en discusión, pero lo cierto es que hay una apuesta a los barrios. El sábado próximo habrá asambleas en barrios y la dinámica parece ser la de mantener barrios y comisiones y levantar Sol. Ayer un chico de la organización nos decía que recién en tres o cuatro meses se podrá tener en Sol una asamblea general a partir de las asambleas barriales.
Mientras tanto, todo esto fluye con una velocidad impresionante y las cosas se discuten en una decena de asambleas diarias muy bien organizadas.
Charlamos con varios pibes que contaban historias parecidas: no vienen de la militancia, tienen alrededor de 30 años, tienen un tipo de politización personal desde siempre, no quieren saber nada con los partidos políticos ni con lo que llaman el sistema, no tienen buenos laburos, pero saben hacer de todo. Muchos de ellos se sumaron a la plaza después de la represión del martes y a todos se los ve muy convencidos con esta movida y dispuestos a ejercer un poder que están, fascinados, descubriendo. Uno de ellos decía: «Esto no termina el domingo porque esto no es electoral. De acá va a salir una nueva idea de la democracia«.
Durante el domingo de elecciones, el acampe se redujo un poco en cantidad de gente, pero se mantuvo muy poblado y activo. Acompañamos a votar a un amigo, Jabuti. Su idea fue votar un partido chico, interlocutor de la asamblea. Nos dice que un efecto de Sol es que la gente discute de política y piensa dos veces el voto. Casi todos nuestros amigos están filmando y/o haciendo radio en directo desde la plaza.
El domingo por la tarde ya se supo rápidamente el resultado. Lo más remarcado fue, no tanto el triunfo de la derecha, (el PP sólo subió 2 puntos), sino la debacle del PSOE que perdió 8 puntos frente al PP. Izquierda Unida subió un poquito, pero no se benefició para nada del derrumbe del socialismo. El panorama de conjunto es de crisis y reorganización de las izquierdas.
El domingo, conversando con un militante del PSOE, decía que el error del partido había sido aplicar una reforma laboral en vez de dimitir y presentar un programa de crisis. También decía que Sol era su propia base pidiendo renovación.
El corresponsal de Canal 13 en Madrid nos pidió una nota, a lo que nos negamos.

Nos vamos ahora para una actividad y luego a la plaza. 

Abrazos desde Madrid, Verónica Gago y Diego Sztulwark

Sol

(o cuando lo imposible se vuelve imparable)
Escribir para orientarse, a la velocidad que impone el momento. Entre la poética y la teórica, escribir para aportar en la con-fabulación del mundo, para contribuir, desde dentro, a crear la plaza, a prolongar el acontecimiento Sol. Porque sí, Sol ha sido un acontecimiento: uno de esos hechos inesperados que redibuja el mapa y reabre el horizonte de los posibles.
En la manifestación del 15M, rebosante de alegría por la masividad y la frescura que se respiraba, una Unidad Móvil de Radio entrevistaba a algunos de los presentes. “¿Cómo ves el futuro?” Pese a la energía circulante, muchas respuestas no dejaban de destilar pesimismo: “Negro”. El mismo lunes, cuando las noticias de la acampada en Sol empezaron a correr como la pólvora por las redes sociales, en una lista de distribución de intercambio de bienes y servicios, se escribía: “¿Qué importa que unos acampen si al lado otros tantos siguen comprando en el Corte Inglés?” Importa, porque no fue una acampada más: el gesto osado de unos pocos se convirtió en señal de salida para muchos –fue un “ahora o nunca”: y se desató el hambre de hacer, el hambre de decir.


En una pintada se leía: “lo imposible se vuelve imparable” –no hay mejor descripción del acontecimiento Sol. La generosidad desplegada, las sonrisas que lo recorren todo, los grupos de amigos, que se activan para “ir juntos a la plaza”, los otros, que ya no son desconocidos, sino compañeros en un movimiento común, la plaza como un imán irrefrenable… Una tarde, el hijo de unos amigos, de apenas año y medio, empieza a gritar “Sol, sol”: nos habíamos alejado algo de la plaza y él buscaba el Sol que nos venía atravesando estos días. Hace diez días nadie hubiera podido imaginar Sol más que como un centro turístico y comercial de una capital europea.
Sol, no como lugar geográfico, pues, sino como acontecimiento imprevisible, viene a resquebrajar dos de los pilares fundamentales sobre los que se sustentaba el estado de cosas: por un lado, rompe el consenso instaurado tras la Transición de acuerdo con el cual el actual sistema de partidos es el mejor sistema de gobierno imaginable y cuestionarlo es abrir las puertas al caos o a la oscuridad de la dictadura (frente al “no hay que caer en la tentación de cuestionar el actual sistema democrático” de Àngels Barceló, el movimiento insiste: “lo llaman democracia y no lo es”). Por otro, rechaza la interpretación de la crisis como un accidente metereológico frente al que sólo queda apretarse el cinturón. Contra la gestión política de la crisis económica, la plaza grita: “no son rescates, son chantajes” y señala responsables (gobernantes y banqueros). Conmocionados, aún sin creerse que efectivamente hay algo que “se mueve”, apresurándose a desacreditarlo antes de que tenga capacidad de impacto real, los responsables políticos lanzan a la plaza el chantaje de las “alternativas”: “Decís no, pero no tenéis propuestas”. Lo que no saben es que, para las generaciones del no futuro, la imprevisibilidad de lo que ha de venir es el pan de cada día y Sol permite, cuando menos, vivir esa imprevisibilidad con otros.
Parecía claro que el efecto del acontecimiento Sol y, más en general, del movimiento 15M, no iba sino a ahondar las tendencias electorales ya existentes: y efectivamente, la debacle del PSOE ha sido rotunda, incluso en ciudades gobernadas por el PP, como Madrid. ¿Y ahora qué?
Las acampadas (no sólo la de Sol, sino las inauguradas en tantas ciudades) continúan. Decía una amiga: “ya no se trata de tomar la plaza, sino de crear la plaza”. A partir de esta intuición, lanzo una hipótesis: la plaza sólo se crea insistiendo, profundizando, los elementos que la hicieron posible -la crítica del poder político (¡democracia real ya!) y de su gestión del poder económico (¡que la crisis la paguen sus responsables!) como mínimo común múltiplo; la cooperación de muchos como fuerza práctica que hizo la plaza real y tangible, que hizo ese mínimo común múltiplo no sólo habitable, sino gozoso, algo por lo que merecía la pena apostar. Contra la (auto)representación de los mil colectivos y luchas preexistentes, con los riesgos de balcanización de la plaza, el acontecimiento Sol invita a buscar el punto de conexión, el lugar desde el que podemos aportar a ese común, a partir de lo que somos, sin duda, pero también de un compromiso con eso que nos hace estar juntos.
Pero no sólo. Con el 15M, se confirma la fuerza de ese actor imprevisible que podríamos llamar “pásalo”, porque se autoconvoca con ese sencillo pasapalabra proliferante. “Pásalo” tiene toda una genealogía: de las movilizaciones contra la guerra, al 13M, a V de Vivienda. Sin otra organización que las propias redes de amistad y cooperación social, sin siglas ni programas, con lemas sencillos y directos, reaccionando frente a un hecho externo que funciona de aglutinante y marcador temporal e impone la urgencia de salir a la calle (la guerra, los atentados del 13-M, las elecciones…). Desde su primera aparición, son muchos los que han intentado “convocarlo”, haciendo circular por internet citas varias, pero “pásalo” es un actor desconfiado, particularmente de los grupos organizados: hijo de las décadas de la desafiliación política, insiste en la fuerza de la “gente”, las “personas”, el “pueblo” –sólo se interesa, por así decirlo, por las convocatorias peer-to-peer, “de punto a punto”.
A un chico, llegado desde Bilbao a la acampada de Sol, que lleva días fascinado con lo que estaba sucediendo, le preguntamos: “¿qué toca ahora?”. Responde: “No hay que tener miedo a que las acampadas se desinflen. A veces la gente militante, cuando se apasiona, se vuelca en las cosas y las acogota, como una madre sobreprotectora con su niño. Yo no soy militante y yo me iré de aquí y seguiré mi vida y cuando surja otra cosa volveré a aparecer”. “Pásalo” aparece y desaparece. Cómo aportar sin acogotar. Cómo habitar la (previsible) diástole del movimiento sin angustiarse. Cómo aprender a (auto)convocarnos como parte, ínfima, pero parte, de ese actor imprevisible. Preguntas que Sol pone sobre la mesa.
Unos amigos argentinos insistían estos días: “Esto es muy interesante, pero no es como el 2001 argentino. Allá en el 2001 lo que tomó la ciudad fueron los más desposeídos por la crisis. Aquí no vemos eso, no vemos señales de la crisis”. No es interesante pensar un movimiento por lo que “le falta”, pero sí que es importante pensar cómo afecta Sol a los más golpeados por la crisis económica: los desahuciados, los parados de larga duración, los expulsados definitivamente a la economía informal, los sin papeles sin posibilidad de regularizarse a falta de contrato de trabajo y los con papeles que los perdieron por no haber cotizado lo suficiente… aquellos territorios sociales más penetrados por la “intervención social”, mas atravesados por la desafiliación política… son la incógnita de la nueva fase que Sol inaugura. ¿Cómo se (auto)convocarán?
Queda mucho camino por recorrer, pero la parálisis ha terminado. Podemos sonreír.
Desde Madrid, Fati_matta, 23 de mayo de 2011

Performance

  
Ha sido muy violento para los espíritus sensibles, para los que fuimos educados en el enciclopedismo francés -en la escuela nos mandaban a la biblioteca a averiguar todo lo que se podía saber sobre algo-, el énfasis emocional, viral, opresivo puesto por los fanáticos kirchneristas, que hacen la performance de hombres y mujeres entregados a la única causa de alentar a Néstor y a Cristina, de aguantarles los trapos, en las redes sociales (Internet ha resultado una gran segunda oportunidad para los losers) y en los shows radiales y televisivos que controla el gobierno, y que ya son cientos, en hacer del Flaco, del Eternauta, un hombre providencial, el mejor de nosotros, según dijo su señora, a la vez que promueven una serie infinita de bautismos de calles, avenidas, estadios, con el nombre del ex presidente, quien, además de sus méritos, se lleva a la eternidad numerosos deméritos, los cuales, lejos de oscurecer su paso por la presidencia, lo resaltan, al normalizarlo, porque fue un hombre que a pesar de su apetito desenfrenado por el dinero, su generosidad con los sirvientes a los que enriqueció y sus enormes dificultades para discriminar recursos privados y públicos, ayudó a hacer, del de su esposa, un gobierno muy bueno que promovió el matrimonio igualitario, y ayudó a sancionarlo, y que tuvo la humildad de tomar el proyecto de la CTA de la asignación universal por hijo y hacerlo propio, sancionarlo, y que millones de argentinos en la lona se beneficien, aunque sea un poco más, con el superávit fiscal que la Argentina le debe, básicamente, al precio internacional de sus granos. Sus vicios podrían haberle bloqueado las virtudes, como pasa con tanta gente en tantos ámbitos, y sin embargo, no, hizo bailar a unos con otras. Algo importante: sólo los grandes líderes pueden ser más hijos de puta que el promedio de los seres humanos porque sus decisiones pueden compensarles, y hasta justificarles, en el trámite histórico, sus salvajadas.
Cuando fue la masacre de Cromañón, Kirchner tardó diez días en dar una señal pública de simpatía con las víctimas y sus familias. Se fue con Cristina a El Calafate y desde allá midió por televisión los daños que la peor tragedia civil de la historia argentina podía hacerle a su gobierno. El Eternauta flaco se puso por encima de esas doscientas vidas atónitas y jóvenes que murieron por negligencia estatal y privada, cuando un consenso moral mínimo habría empujado a cualquier otro en su lugar, al contemplar esa hilera de cadáveres manchados de negro y con los ojos abiertos a saltar de la cama y ponerlo en la primera fila de los obligados a condolerse y a actuar. Sin embargo, Fuerza Néstor se borró en la terrible seguridad y cinismo de que ningún presupuesto ético podía ponerse por encima de su propia supervivencia.
Esa fue su gracia. Descubrir que con la Argentina se puede hacer cualquier cosa porque la debilidad institucional y el desinterés general por la ética pública son tan grandes que el margen de maniobra de un presidente creció enormemente. Ese fue su descubrimiento. Que ya no se trata siquiera de insinuar la vía del diálogo, todo ese mundo radical cafierista antiguo, o mostrar empatía con las víctimas, o tener pruritos morales, el vasto campo de los “¿te parece?”. Sólo la caradurez fenomenal de los más jovatos puede pretender hacer del gobierno de los Kirchner un momento romántico en la historia de la humanidad y del ex presidente un Che Guevara patagónico y civil. No hay ninguna necesidad de exagerar cualidades, romantizar las cosas como si el mundo se estuviera inventando ante nuestros ojos y fuéramos todos opas. Hay que lavarse la cara con cemento para pasar por alto que la última cena de Kirchner fue con su testaferro Lázaro Báez.
El infantilismo de los más jóvenes, ignorantes o inexpertos, o simplemente cínicos, ya es otra cosa. Disponen de más tiempo para no ser serios, para la especulación, para explorar la viscosidad de un juego con adultos, la política, que incluye ideas, razonamientos y dinero, y divertirse con ella, perversamente, hinchando por un matrimonio de millonarios, porque de última, ya habrá tiempo para realizar la acción que represente el legado personal más puro y duro, la razón de vivir, que a veces tarda en encontrarse, porque el amor a lo que te gusta es un aprendizaje lento al que se llega luego de una serie de traiciones y delaciones y equivocaciones y desvíos: y la política, o sea el acto de girar el cuello desde la contemplación obsesiva de la vida privada a dejarse impresionar por la vida pública y hacer algo con eso, tiene su trámite, su pedagogía, y mientras., pasan unos años, dos gobiernos constitucionales, perfectamente, y el joven sabe todo eso, la gente sabe cosas, entonces hace la plancha y canta y baila un reggaetón con algo que debe ser muy en serio: el servicio público. El que no tiene perdón es el mayor que se aprovecha de eso y alienta las emociones que se violentan, conforme no hay censura en los modales. Kirchner fue un aprovechador mayor de ese juvenilismo bobo, apasionado y negador y prohijó ese conglomerado de agrupaciones llamado La Cámpora, que reivindica el socialismo nacional de los Montoneros y aplaude de pie a un chabón de la Ucedé, Amado Boudou, que toca la viola y les dice: “Mírenme, a los 50 años, ministro de Economía y toda una vida dedicada a la noche”.
Llegó el calor, ahora, pasó la Navidad, estos días en que le festejamos un poco a lo posible, a ver si nos da bola, las reuniones de fin de año y, con ellas, las cañitas voladoras que los fanáticos eyectan al cielo desde botellas de Trumpeter vacías, con la expectativa irónica de que se fundan in the sky with diamonds con la imagen celestial de fuerza, Néstor. Verán constelaciones con la forma de un pingüino. Fumado, todo es posible y, por eso, entre otras cosas, hay que despenalizar la marihuana, porque nos ayuda a pasar por este infierno, tirando un rebaje. En remeras y bermudas, con las havaianas, fumancheando, se harán mil tucas parties kirchneristas en los balcones de las torres con seguridad donde viven los mejor conchabados en el Estado y que serán, solidariamente, los anfitriones, para reforzar el espíritu de cuerpo, celebrando a Néstor, encomiando su grossitud y lo bien que la hacía con la guita, y para hablar mal de Pino Solanas, de Ricardo Alfonsín y de todos los intelectuales vendidos a La Nación, haciendo cada vez más gruesa la línea divisoria entre ellos y los demás, empadronando a lo loco al conjunto de personas a las que no escucharán ni tendrán en cuenta y a los que, llegado el caso, perseguirán por sus medios. Tienen bien a mano sentencias brutales para cada uno y ésa es la forma en que tramitan su hipocresía y luchan contra su propia representación penosa.
Tristemente, el legado de Néstor Kirchner es también este ejército de cabezas de lata que tienen como misión de sus vidas parasitarias castigar a los hombres libres, a los que reconocen los matices y gozan con ellos y que puede que no quieran, o queramos, dar por bueno que el país sea el mito berreta que quieren imponer. Porque la idea de integridad absoluta, de Kirchner o de quien sea, genera decepción por lo inalcanzable y no queremos eso para las nuevas generaciones: queremos un sostenido ejercicio de su ciudadanía, de sus responsabilidades. Hay que rechazar la gratificación del mito, porque necesitamos instigar la utopía todos los días. Tal vez, entonces, no debamos ceder tan fácilmente a que las tucas parties regulen nuestro 2011 y nos caguen de miedo de pensar y decir. Que sepan los cabezas de lata que nos vamos a defender de su violencia. Diciéndolo, como hacemos desde hoy. Y llegado el caso a los tortazos, porque si no es para ser libres para qué queremos la política.
Esteban Schmidt
(Fragmentos de la nota «Fuerza Bruta: dos meses sin Néstor Kirchner» publicada originalmente en la revista Rolling Stone).

Revolución: Manual de instrucciones

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Pilas, motivación y tornillos, no incluidas en el set.

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La revolución no tiene instrucciones,
en caso de duda
actúe con responsabilidad.
Artícule colectivamente espacios para el debate y para la decisión.
No persiga controlar para evitar ser controlado.
No todo el mundo querrá hacer una revolución.
Una los extremos y descarte siglas.
Deje el resto actuar,
únase a la fiesta.
Los dulces primeros momentos
es importante abrazarlos
y sentir el amor compartido.
Las siguientes jornadas puede usted colaborar haciendo lo que mejor se le antoje y se le de:
hablar con la gente,
ir a por agua,
pegar carteles,
escribir poemas,
difundir entre sus amistades,
llamar y expresar por radio…
Esos días quizás no llegue a sentir nada desagradable pues se antoja lo imposible como real, puede usted incluso desearlo todo.
Recuerde comer,
dormir entre asambleas,
llamar a su familia,
regar las plantas…
Puede estar usted pensando en que este halo de imprevisibilidad alcanzó al resto de su ciudad, del mundo entero, pero cuando salga del metro y vea que en su no-céntrico barrio todo sigue igual, respire acompasadamente y dese cuenta de la magnitud de la empresa revolucionaria.
STEP 2
Compruebe el aburrimiento a su alrededor.
Deseche los malos humores y la sensación de ansiedad. Nada está saliendo como usted pensaba.
Vuelva al foco revolucionario,
pase unas horas recargando el ánimo,
compruebe que nada fue un sueño,
que las caras no son las mismas
y que sigue llegando gente.
Comparta honestamente sus sensaciones, sus percepciones. Aléjese de análisis no sentidos, de agoreros, de expertos…
Deje que todo fluya, recupere la sensación de los anteriores días.
Finalmente reflexione,
¿qué puede hacer usted…?
Ramón F. Prada, Madrid, 28 de mayo

Carta egipcia a la acampada de Sol

No puedo evitar escribir, horas antes de partir nuevamente a El Cairo. El avión que me trajo aterrizó en Madrid el 14-M. Durante casi dos semanas de permanencia en Madrid, he recorrido decenas de asambleas y mi vida entera se ha visto interrogada por los más hondos misterios del tiempo. Como nieto de españoles nada de que lo aquí sucede me es ajeno. Como activista de la Plaza Tahrir, estar en medio del movimiento 15 de mayo, en Sol, me hace comprender algo más sobre los modos de comunicación que los acontecimientos guardan, invisibles, entre sí.
Temo ahora que se disuelva el efecto mágico que hasta aquí me acompaña y un sentimiento de angustia me pide que me quede en Madrid. Por eso he decidido hablar en el último minuto, quizás como modo de torcer mi destino (el de irme). Hablo, escribo, para decir(me) -sobre todo- que partir no es abandonar. Que partir, sobre todo en este caso, es un modo de seguir el movimiento de la vida, que ahora me devuelve a Egipto. Pero con una palabra, un pensamiento y una piel nueva, que he aprendido y adquirido en este viaje. No vuelvo a casa igual de lo que era, Sol ha afectado mi manera de vivir y pensar Egipto.
Espero con todo mi corazón que la asamblea de Sol sepa resolver la misma angustia que me atrapa a mí mismo frente a la partida. Las últimas asambleas me hicieron reflexionar en este paralelo entre mi viaje y el viaje de Sol. Sol no está ante el desafío de dejar la plaza o de levantar la acampada, sino ante el desafío de fundar un movimiento nuevo. Sol es el nombre de nuestra metamorfosis y ahora toca llevar esa potencia de transformación a cada barrio, universidad, centro de trabajo y a cada grupo familiar y de amigxs.
Ya lo hicimos una vez: entre la manifestación del 15 y la acampada dimos un gran salto. Los primeros acampados cuentan que los comienzos en Sol fueron muy precarios y vacilantes. El éxito no estaba asegurado, pero ellos confiaron y actuaron, sin tenerlas todas consigo. Nuestro punto de partida ahora tiene ahora más fuerza. Mañana o dentro de diez días, eso yo no lo sé, pero pienso que nuestro reto es repetir aquel gesto y actualizar de nuevo el movimiento, refundarlo.
Agradezco a Plaza Tahrir lo mismo que al acampada de Sol: su potencia de transformación, su poder de darnos la ocasión, la fuerza y la lucidez para empezar este movimiento. Y agradezco también a la angustia del momento por permitirnos pensar que el movimiento depende de nuestra capacidad de hacer algo con ese regalo. Evitar la trampa de la permanencia y la quietud, y asumir que el movimiento nos llevará siempre a otros lugares. Lo mejor que puede hacer Sol por el resto de acampadas es mostrar cómo la energía puede transformarse, extenderse y complejizarse sin extinguirse. Todos debemos partir, y llevar el cambio con nosotros. Sin miedo.
Ra/món Moverak

La spanishrevolution y la redefinición del vivir

En cierto sentido, el primer efecto de la spanishrevolution ha tenido un carácter terapéutico: un bloqueo generalizado de las pasiones tristes. De un punto de partida reactivo a un infinito de creatividad y de posibilidades.

La Puerta del Sol de Madrid se ha convertido en el kilómetro cero de una redefinición generalizada del vivir. También en el epicentro de una redefinición extrema de la distancia. Estar allí estando aquí, estar aquí estando allí. Muchos hemos acampado en ese kilómetro cero aún estando a miles de kilómetros físicos, en otras ciudades, en otros países. Estos días nos hemos encontrado a las puertas de los consulados españoles de medio mundo o nos hemos escuchado en las conversaciones interminables que recorren las redes sociales en Internet. En algunas plazas hemos sido decenas. En otras centenares. Entre todas y todos somos miles. “También los exiliados estamos indignados”. Aquellos que estamos fuera, que un día nos fuimos de nuestro país, nos hemos hablado y hemos compartido la emoción, la alegría y la presencia. También el dato ya para siempre imborrable de que las distancias son siempre más afectivas que geográficas. Para muchos de nosotros y nosotras el 15 de mayo señala en el calendario la fecha de nuestro regreso. Una especie de enamoramiento: estar contentos del país en el que hemos nacido. Un gran giro. Un enorme y colectivo cambio de ánimo.
Una de las singularidades del movimiento que ha nacido es su carácter profundamente desterritorializado. Una enorme insurrección pacífica y polifónica que tiene en las redes uno de sus espacios más fecundos. Quizá los que vivimos en otros puntos del planeta somos el elemento más intenso de esa desterritorialización. Internet no ha sido para nosotros una ventana por la que asomarnos a lo que está pasando, se ha convertido en una puerta por la que entrar y participar directamente del sí emergente que se ha activado: ser parte de una energía común y sin centros. Sobre todo participar de su relato. Walter Benjamin sospechó con razón de la economización generalizada de la escritura, pero se equivocó al vaticinar el fin de las narraciones. Durante todos estos días los 140 caracteres de Twitter se han multiplicado por millones en una escritura colectiva y multitudinaria que va tejiendo en tiempo real el relato de lo que está pasando. Un narrador colectivo, plural, heterogéneo. La creatividad ha convertido el microblogging en macroblogging. El movimiento 15-M no está utilizando las redes para pescar, sino para poner en práctica una auténtica ecología de la comunicación y de las historias. Una verdadera potencia postmediática.
Que un movimiento se represente y se cuente a sí mismo nos habla seguramente de una crisis de las dinámicas tradicionales de la representación. También de un tiempo propio. El primer logro de la spanishrevolution es que en medio de un proceso electoral las votaciones y sus resultados hayan sido lo menos importante. Si algo se está subrayando es que definitivamente el tiempo de la democracia no puede ser únicamente el tiempo de las urnas. Tampoco el de la delegación de los asuntos comunes. El reloj de la Puerta del Sol ha marcado ya para siempre otro tiempo. La hora de un deseo colectivo de otra vida seguramente ajena a las coordenadas tradicionales de la representación política. Quizá porque hemos soportado demasiado tiempo la imposición de una infantilización y de una desresponsabilización atroz por parte de los políticos y de los partidos. Si juntos estamos siendo otras miradas, otras voces, otro hacer, tenemos que ser capaces de devenir otra política. Si efectivamente encarnamos otro tiempo, definitivamente vamos a necesitar de otras instituciones. Del común de la política a las políticas del común. Quizá ese pueda ser un calendario para ganarle de una vez por todas al destino. Para reapropiarnos entre todos y todas de los resortes de nuestra vida.
Porque si algo está siendo la spanishrevolution es una celebración colectiva de la vida. De la vida y de la alegría. Los que nos encontramos en las plazas o en las redes estamos compartiendo sobre todo una profunda y enorme alegría. Resulta tremendamente interesante como del insoportable cúmulo de malestares compartidos que arrastramos ha nacido una alegría tan multitudinaria y un querer vivir tan potente. En cierto sentido, el primer efecto de la spanishrevolution ha tenido un carácter terapéutico: un bloqueo generalizado de las pasiones tristes. De un punto de partida reactivo a un infinito de creatividad y de posibilidades. Una alegría generalizada que parece expresarse más como un movimiento hacia el ser por venir, que como una fuerza de refundación de lo pasado. “Nada que defender, todo por construir”, propone un mensaje una y mil veces retuiteado en estos días. Un multitudinario ejército pacífico y desarmado sin tiempo para desfiles ni grandes ademanes, concentrado en sí mismo y consagrado a la libertad, que diría Lawrence. Porque sólo entre todos y todas sabemos y podemos todo. Sin miedos. Definitivamente la posibilidad de otra política y de otra vida. Y adelante con los faroles.
Ángel Luis Lara

III. Crónicas del 15-M (desde allá con ojos de acá):

Impresiones (finales) desde Sol
Soledad y Ciudad Sol 
Para comprender un poco mejor Sol, sus condiciones de emergencia y arraigo, dicen varios amigos por acá, hay que asumir el contexto de soledad y disgregación organizada que lo impregna todo. Haríamos bien en mirar por ese lado para comprender la fuerza y la lucidez de los acampes. Flor, por ejemplo, joven egresada de filosofía, dice que ella misma y sus compañeros tratan la escritura de un modo nuevo, en relación a la generación de sus profesores. Ya no buscan hacer largas tesis librescas sobre algún pensador clásico sino que intentan ligar con artefactos culturales contemporáneos, pensar cruces, hacer una tarea menos solitaria. Pero el acampe no necesariamente es antídoto. Exige mucha energía, una entrega excesiva para quienes buscan combatir esa soledad cuidando de no repetir experiencias que unidimensionalizan la vida.
Otro rasgo de Sol es la apelación continua a los «jóvenes». El protagonismo juvenil es innegable y feliz. Pero el discurso que descarga todo sobre «lo joven» deja mucho por abarcar.
Un punto bastante señalado del acampe es el hecho de haberse convertido en una ciudad, otra ciudad. Sol como micro-ciudad. Campamento amoroso, con guardería, comida gratis, sitio para descansar, para cocinar, para leer. Lo de la lectura es insistente. Desde el inicio hay un cartel que dice «Lea más». En la biblioteca otro cartel advierte: “este no es un sitio para descansar sino para leer”. Hay también un huerto con una leyenda: “si nos quedamos los meses suficientes comeremos de nuestra lechuga”. Intercambios en abundancia y sin moneda, «chabolismo horizontal». O, como se preguntaba Alida Díaz: ¿ciudad (des)utópica que expresa de algún modo nuestro futuro? Sol como exhibición de muchos planos en movimiento produce imágenes, lanza preguntas, propone problemas. 

 Respeto
El campamento de Sol es pragmático, inteligente y unitario. Trabaja con decenas de voceros rotativos. De entre todas las comisiones hay una, la de respeto, que caracteriza mejor el tono de la movida. La comisión de respeto vela a toda hora porque en el territorio de la plaza se resguarde este espíritu de suma sin exclusiones. Ha habido decenas de conflictos con grupos y personas que beben alcohol o que llegan con una pancarta que a los ojos de los organizadores supone una demanda particular, que divide y excluye a otros. Entonces la comisión saca los carteles, calma a la gente, dialoga hasta el cansancio. Sol finalmente no busca el consenso sino la unanimidad. Y para ello se dota de una paciencia infinita. Las propias asambleas son de una curiosidad semiótica increíble. Hay gestos manuales -que vienen de larga tradición- que significan que alguien, por ejemplo, está en «objeción radical» con lo que se está decidiendo. Como no se vota, esta «objeción» debe ser total y además debe contar con un argumento de peso. Otro gesto solicita una interrupción puntual a un argumento. Así como no se vota, tampoco se puede aplaudir para evitar el ruido. Cuando el orador suscita simpatías -consenso- se alzan y agitan las dos manos. Otra comisión incansable: la de comunicación (que lleva la relación con la prensa, la comunicación interna y una incesante actividad de traducción con las más diversas lenguas). Una comisión -o grupo- curioso es el de análisis, que investiga en vivo la génesis del movimiento. Esta vocación de autoregistro es abrumadora. Existe un mapa conceptual del acampe en continuo desarrollo. Hay quien pide que no se tiren los carteles, insumo fundamental para la autoinvestigacion del movimiento.    
¿Levantar el acampe?
El viernes por la mañana el nuevo gobierno de derecha atacó al acampe de Barcelona. Como se vio en directo por TV, la brutalidad fue gigante y numerosos los heridos, y en pocos minutos miles de personas se volcaron a la calle retomando la plaza. La noche del domingo el acampe de Barcelona manejó con mucha astucia cualquier provocación derivada de los festejos del triunfo futbolístico.
¿Quién querría, en este contexto, levantar el acampe? Hay al menos dos grandes filones argumentales entre quienes insisten en que es ya hora de abandonar la plaza, así sea para volver de otro modo. Un razonamiento dice así: la manifestación del 15-M fue un primer paso, un gesto muy bien pensado que supo identificar una coyuntura precisa para intervenir. Sol fue un segundo paso, un verdadero despliegue que agregó una potencia nueva al gesto inicial, introduciendo incertidumbre e inventando, al mismo tiempo, un «nosotros» incluyente antes unas elecciones que sólo iban a confirmar la urgencia de la gestión de la crisis. Pasada esa coyuntura, se argumenta, tenemos que crear otro paso, un tercer desplazamiento que dote de nuevo territorio y objetivo. Un pasaje del acontecimiento al movimiento. 
Otro argumento para levantar el acampe registra condiciones muy reales de desgaste entre los propios acampantes. La comisión de comisiones argumentó ayer en la asamblea general narrando situaciones de “inseguridad”: una pelea con cuchillos, un intento de abuso sexual, cansancio, conflictos varios.
De otro lado, quienes argumentan por permanecer en la plaza sostienen que Sol es epicentro del movimiento. Que es cierto que la plaza desgasta, pero que levantar la acampada es diluir el símbolo y la potencia del movimiento. No es fácil el asunto de volver ahora a casa y al trabajo. El acampe espanta y enamora. No es poca cosa que mientras la asamblea debatía el último domingo cómo seguir, miles de personas tomaban la Bastilla, en París y otros miles tomaban la plaza de Atenas, motivados por Sol.
Ambos argumentos temen al desgaste y al encapsulamiento. E insisten en que es mejor irse solos por la puerta grande, en una suerte de marcha festiva, a que nos saque la policía.
Mientras tanto, el sábado, se hicieron decenas de asambleas en barrios y pueblos de Madrid, con más de 25.000 asistentes. El movimiento es un hecho, pero nadie sabe exactamente cómo acortar la brecha de tiempo entre el aguante en Sol y la invención de un sentido y unos mecanismos para su efectivo despliegue. Un amigo, Amador, que había estado en la asamblea de su barrio nos decía: «la asamblea fue grande, pero en el barrio falta el gesto radical que le de fuerza y motivo, un acampe local, algo que nos permita volver a los barrios, pero no a los barrios de siempre, sino a los barrios conmovidos por Sol».
Rafaela, migrante dominicana, integrante del colectivo Territorio Doméstico, nos decía que su asamblea (varios centenares de personas en Vallecas) mostraba un barrio distinto al que acostumbran las organizaciones vecinales. Sol le restó poder al modo más jerárquico y patriarcal de la vida barrial y da lugar a dinámicas horizontales y abiertas, más afines a su modo de entender la vida política. En esta perspectiva, el movimiento está elaborando, de manera intensiva, nociones trabajosas como consenso, duración, y eficacia de las redes
La prueba del tiempo y las marcas de la crisis
La crisis que vive España, incluso el sur de Europa, no parece pasajera. Un amigo que se dedica a la venta de libros nos muestra un container con cientos de miles de libros de arte, arquitectura, cocina. Libros en los que deslumbran las fotos, el diseño, la tapa dura. “Estos libros fueron hechos para una España que no va a volver”, dice.
Otra marca de la crisis: se vincula a Sol a una figura del “joven” ultra-capacitado pero incapaz de obtener empleo y con ello experiencia laboral. Muchos títulos y poca calle, o mejor, poca trayectoria en el mundo del trabajo, del mercado.
Jóvenes sin futuro.
La preocupación de Marta Malo parece ir en la misma dirección. La crisis afecta a personas de las más diversas condiciones, y el movimiento que se está fundando tiene el desafío de articularse con los migrantes y los sin papeles.  
El movimiento está desafiado a atravesar la prueba del tiempo. Durar, en plena crisis, implica elaborar una alternativa para y desde estas subjetividades de –y en– crisis.  Pero también: sólo la duración será signo de este arraigo.
Programa mínimo
Han salido cuatro puntos mínimos de la acampada/asamblea. Reforma de la ley electoral que fortalece al bipartidismo, lucha contra la corrupción, división de poderes, instauración de modos de control desde abajo. Es el resultado del trabajo esforzado de la unanimidad. Muchos celebran este resultado en términos de demandas realistas y casi subversivas en su aparente moderación. Previsiblemente hay críticas: democracia real es refundar la democracia y no sujetarse a la ley.
Lo cierto es que puntos mínimos, comisiones, códigos manuales para hacer fluida la asamblea, infinita paciencia, pragmatismo incluyente son algunas de las claves con que el movimiento se extiende a los barrios, para ganar tiempo, para seguir buscando el modo.
Marga Padilla, una amiga a la que hemos escuchado mucho estos días, dice que el movimiento del 15-M pasa del paradigma red al paradigma cadena. Entendemos que habla de la cadena en dos sentidos. De un lado, ningún eslabón puede faltar. Debemos estar todos, todos. De otro lado, tirando de una cadena como ésta se romperá en el eslabón más débil. Y este eslabón son los políticos. Los mercados, auténtico enemigo, no están tan débiles ni a la mano sino es a través del cuestionamiento al sistema de partidos.   
¿Qué sería que el estado gestione mejor la crisis? Pues, no estatizar los mercados, sino (tal vez) que el estado trabaje para mejorar los mercados (laboral, de alimentos, de vivienda, etc.).
Mutación del mapa geográfico
Dice Marina Garcés, amiga catalana, que Sol no inventa la toma de la plaza sino que repite el gesto (de Plaza Tarhir). Y en cada repetición el gesto debe singularizarse. Sol dialoga con El Cairo. Si el mundo árabe era hasta hace poco cliché (para el turismo, el exotismo o las narrativas antiterroristas), ahora se convierte en imagen de inspiración e interés. 
Guerra civil de los modos de vida
En la red y en la plaza hay problemas de todo tipo. Conflictos verbales, choques físicos, disidencias profundas. Circula el disgusto por la pluralidad de actividades y estéticas que pueblan la plaza. Del turismo al tai-chi. Para una parte de la plaza no hay que perder la línea política. Para otra se trata de mostrar la vida que queremos. Como sucede en todo verdadero acontecimiento resulta imposible contar/registrar todo lo que va ocurriendo. Porque lo que ocurre. ocurre en todas partes, todo el tiempo. Y existe una multiplicidad de perspectivas narrativas activas. Ellas mismas son más militantes, más nihilistas, o más espiritualistas, o chamánicas, etc. En todo caso, llama la atención –lo confirman algunas amigas de Las Lindes que trabajan en educación y ven a sus alumnos coordinando asambleas en la plaza- que los chicos más jóvenes se ocupen menos de contenidos ideológicos y reivindicativos y muchos más –y muy bien- de las mediaciones, las coordinaciones, los registros, etc.
#spanish revolution. Política de los no politizados
Si una palabra fue clave en los movimientos sociales europeos de la última década fue “precarización”.  Y bien, esta palabra hasta el momento brilla por su ausencia. ¿Se trata, entonces, de politizar la plaza o bien de asumir que estamos ante un tipo de politización de nuevo tipo que algunos llaman “humanista”? Curioso: la plaza utiliza constantemente una palabra que los movimientos sociales europeos habían dejado de utilizar: “revolución”.  Política y vida se juntan de un nuevo modo. Diferente, por ejemplo, al antecedente del 11-M.
Y bien, ¿qué quiere decir “revolución” en este nuevo contexto? No está claro. Pero parece aludir a un corte subjetivo, a personas que rompen –o quieren romper- con la individualización de sus vidas. Si la vida es cooperación y competencia  se apuesta por la cooperación, disminuyendo la competencia. La “spanish revolution” se conjuga en presente, y es generacional. Y esto es cierto aunque de hecho todo el mundo parece haberse activado. Camadas de activistas y militantes de todo tipo de tribu salen de sus cuevas –muchas de ellas en crisis- y se mezclan en las plazas y comisiones para aprovechar el momento. Así lo confirma la confluencia de viejos anarquistas radicales, gente que trabaja en laboratorios del procomún, personas que forman Democracia Radical Ya, los activistas de Cine sin autor, los amigos de la librería y editorial Traficantes de sueños, o del Patio de las maravillas, de Tabacalera, de la Uni-nómade y del Ferrocarril clandestino (que trabajan con sin papeles).
Hemos visto en la plaza clases públicas, presentaciones de libros, acto de presencia del movimiento por la recuperación de la memoria histórica, una curiosa comisión de pensamiento. 
Democracia 2.0
El movimiento plantea la exigencia de una democracia a la altura de tanta inteligencia urbana. Una necesidad de actualizar las instituciones. Una necesidad de que lo vigente-legal se adecue a lo verdadero de la praxis. Suturar el desacople entre contemporaneidad de las prácticas y el anacronismo del sistema de legitimación y de reglamentación.
Por ahora no hay instrumentos hackers, tecno-políticos, para plantear una democracia más directa, pero esta cuestión está planteada muy claramente por el 15-M a través del ensamblaje de momentos virtuales-presenciales. Muchos parecen apostar a reactualizar la alianza hacker-movimiento social-trabajo del lazo y la subjetividad (pensando sobre todo en los momentos de bajón que sobrevendrán). Esta alianza se fundaría en puntos como: una pragmática, un horizonte común, y una “política de personas” (Los zapatistas decían un mundo en que quepan muchos mundos. Por momentos 15-M parece decir un mundo donde quepan todas las personas).
Clastres
El antropólogo brasileño Viveiros de Castro esquematiza la política indígena, la política salvaje, que teoriza su par francés Pierre Clastres del siguiente modo: hay un control político de la economía y un control social de la política. Es un modo de hacer tangibles los diversos niveles de la vida común. Algo semejante parece proyectar la asamblea de Sol.
Solo una posibilidad
¿Cómo podemos pensar la duración del 15-M? Quizás como el surgimiento de una posibilidad que sólo pueden elaborar aquellos que se hayan afectado por lo ocurrido. 15-M como condición de contemporaneidad del propio pensante. Su duración se juega, según esto, al menos en dos planos. En la mutación del modo de vivir-pensar, en donde todo esto se sigue elaborando, haciendo cambiar la vida y las ideas y por tanto haciendo transcurrir el proceso hacia nuevos momentos (una posibilidad!) de emergencia del común-político; pero esta vía se da junto a otra: la estrategia concreta de duración del movimiento en la acampada, en los barrios. ¿Cómo se mezclan estos dos procesos? Entre ambos planos parece jugarse el pasaje del acontecimiento al movimiento.
Impasse
Escuchamos decir estos días a Santiago López Petit que se trata de actuar políticamente en una época post-política. Cuando la política es un subsistema –si bien desbordante- del sistema más complejo de la era global, sólo actuando políticamente atravesaremos el impasse. Y esa política se pone en marcha con la emergencia de politizaciones por fuera de los códigos establecidos (como los códigos militantes de la conciencia de clase, etc.). Actuar a partir de que “tu vida ha sido sacudida”. Una política de articulaciones como aproximación tierna a lo que se está viviendo. Al “es lo que hay” neoliberal, sumar un: “hay también lo imprevisible” (“Democracia real ya!”). Hay que llevar el impasse lo más lejos posible. El impasse, como toda idea verdadera, es oscuro.
Alguien dijo estos días en una asamblea: “¡prisa y definición son nuestros enemigos!”
Desde Madrid y ya casi de vuelta, Verónica Gago y Diego Sztulwark

Desbordar las plazas. Una estrategia de objetivos


1. El movimiento del 15 M que se ha desplegado durante estos días supone el fin de una larga etapa de obediencia y sumisión. Tomar las plazas ha sido el gesto radical que – repetido en tantas ciudades – nos ha permitido lanzar el grito colectivo de “Basta ya. Queremos vivir”. Hemos empezado a perder el miedo. Juntas hemos atravesado la impotencia y la soledad.
2. Hemos aprendido a organizarnos, a tomar decisiones colectivamente, a vivir en la calle y que la calle viviera en nosotras. La inteligencia colectiva ha sido prodigiosa ya que ha permitido llevar adelante lo que parecía imposible: crear otro mundo dentro pero también contra este mundo hecho de miseria moral y económica. Hemos sabido autoorganizar un agujero negro ininteligible para el poder y que por eso teme. El poder teme todo lo que no puede entender, y por lo tanto, controlar.
3. La novedad fundamental de nuestro movimiento es que no se construye sobre la sociedad-fábrica sino que nace al juntarse y compartirse el malestar de cada una. No vamos a la plaza tomada en tanto que trabajadores, ciudadanos… sino que allí dejamos atrás toda identidad. Somos más que en ningún otro lugar cada una de nosotras mismas, y a la vez, somos las singularidades de una fuerza del anonimato, de una fuerza de vida que apunta más allá de lo que hay.
4. El nosotros que se ha formado no preexistía, no estaba latente, sino que ha surgido en el mismo momento que hemos tomado las plazas. Por esto es un nosotros abierto, abierto a todo el que quiere entrar y formar parte de él. En la plaza hemos aprendido a conjugar el verbo politizar, y el propio espacio ha sido lo que ha permitido la articulación de las diferentes politizaciones que se dan necesariamente divididas en el tiempo. El rumor de fondo que el poder quería acallar ha emergido. Nosotros somos los rostros de este rumor que ha terminado con el silencio del cementerio.
5. Tomar las plazas significa antes que nada tomar la palabra. Pero la palabra, el discurso no es tanto lo que se dice como lo que se hace. En las plazas tomadas lo más importante es lo que se hace y cómo se hace. Esto es cierto y ha sido así. Ocurre, sin embargo, que poco a poco la potencia que nos daba un modo de funcionar (comisiones, subcomisiones, consenso…) se ha ido convirtiendo en un auténtico freno. Por un lado, una organización tan subdividida si bien puede ser eficaz introduce una dispersión creciente, una pérdida de los contenidos esenciales, y sobre todo, una profunda arbitrariedad que acaba por ser paralizante. Por otro lado, el consenso tiene que ser un medio pero jamás un objetivo en sí mismo, de lo contrario decisiones políticas inaplazables no pueden tomarse. El estar juntos no puede medirse en unidades de consenso.
6. Ahora el problema fundamental es cómo continuar el movimiento que ha empezado. Porque hay algo que día a día estamos comprobando: si no avanzamos hacia adelante, necesariamente retrocedemos. Y eso es así porque la posición que hemos levantado al tomar las plazas se ve minada, tanto por el retorno a un primer plano de las opciones personales, es decir, de un proliferar de intereses completamente subjetivos que habíamos conseguido soslayar, como por la campaña de difamación (“el 15 M está degradando”, “perjudican a otros”…) orquestada mediante los medios de comunicación oficiales.
7. El problema no es si abandonamos la plaza o no. El problema es cómo seguimos adelante con un movimiento que ha sido el más importante de los últimos años y que seguramente abrirá un ciclo de luchas. En la plaza de Catalunya hemos gritado muchas veces “Aquí empieza la revolución”. Quizás deberíamos tomarnos en serio estas palabras. Cuando afirmamos “no somos mercancías”, “nadie nos representa” u otras frases parecidas estamos construyendo un discurso revolucionario que socava lo esencial de este sistema.
El problema no es si abandonamos la plaza o no. El problema es si nos atrevemos a pasar de indignados a revolucionarios.
8. Como indignados sabíamos que había que atacar antes que nadie a los políticos y a los banqueros. Esta intuición era acertada especialmente por lo que hace referencia a los primeros. El subsistema político que funciona con el código gobierno/oposición es muy fácil de atacar. Basta que afirmemos de modo consecuente “nadie nos representa” y cortocircuitamos uno de los códigos fundamentales que organizan la realidad. No en vano la deslegitimación del Estado de los partidos ha crecido. En cambio no hemos conseguido erosionar el código tener dinero/no tener dinero que rige el subsistema económico. Ni por supuesto hemos sabido hacer frente a la crisis y al uso de la crisis como modo de gobierno.
9. Por esta razón el movimiento de la “toma de plazas” está abocado a tener que dar un salto ya que de lo contrario, o nos quedamos dentro de una burbuja autocomplaciente hecha de opciones personales o la deslegitimación de la política por sí sola no llegará nunca a abrir otro mundo. Hay que atacar toda la realidad, esta realidad toda enteramente capitalista en la que nos ahogamos. Dar un salto quiere decir, pues, atrevernos a ser revolucionarias. Más exactamente. Atrevernos a imaginar qué significa ser revolucionarias hoy día.
10. El problema no es si abandonamos la plaza o no. El problema es cómo desbordamos la plaza, y para ello tenemos que pensar ya no sólo como indignados sino como revolucionarios. Frente a una realidad (capitalista) que es esencialmente despolitizadora porque reconduce el conflicto y esconde al enemigo, porque aumenta incesantemente sus dimensiones con el fin de que la obviedad se imponga, el único camino es la defensa de la politización: “cuando nada es político, todo es politizable”. Desbordar la plaza es conjugar colectivamente el verbo politizar, y para ello tenemos que inventar una articulación de dispositivos que ya hemos empezado a emplear: enjambres cibernéticos, asambleas generales y de barrio, comisiones diversas…
11. De la misma manera que somos un nosotros que no se puede subsumir en un espacio público no estatal – somos una asamblea general, un grupo en fusión, un pueblo nómada, un mundo hecho de singularidades – la organización que organice el desbordamiento tiene que ser también una articulación compleja de dispositivos. La fuerza del anonimato, la fuerza de vida que somos, rechaza los modelos antiguos identitarios y sectoriales. Asimismo cualquier intento de recuperar nuestra fuerza mediante la forma partido está abocado necesariamente al fracaso. La fuerza del anonimato nunca podrá ser encerrada en una urna.
12. Desbordar la plaza no es una metáfora. Consiste en infiltrarse dentro de la sociedad como un virus, actuar como partisanos que sabotean la realidad durante la noche. Pero tenemos que volver intermitentemente a la plaza y esforzarnos por mantener en ella un rastro de nuestro desafío. La plaza tomada debe seguir siendo una referencia política, y a la vez, la mejor base de operaciones de la que partir para proseguir esta guerra de guerrillas. Infiltrarse en la sociedad implica, en definitiva, un cuestionamiento radical de todo lo que se impone con la fuerza de la obviedad. Para que esta lucha sea efectiva tenemos que dotarnos de una estrategia de objetivos y de modos adecuados de actuación. El grito de rabia y de esperanza que ha resonado en las plazas tiene que organizarse políticamente, de lo contrario se perderá en la oscuridad. Y de nuevo el silencio entrará en nuestro corazón.
13. Cuando la vida es el campo de batalla se vienen abajo los distintos frentes de lucha y es más fácil que nunca crear una estrategia de objetivos. La estrategia de objetivos que proponemos podría empezar con: a) 1000 euros para cada persona por el solo hecho de formar parte de la sociedad y dada la riqueza ya acumulada. b) No más desahucios y retorno de los expulsados. Posibilidad de devolver la vivienda al banco y no seguir pagando la hipoteca. c) No a la ley Sinde. Contra la privatización de la red. La estrategia de objetivos se inscribe y tiene sentido solo en el interior del movimiento que deslegitima el Estado de los Partidos. No se trata por tanto de unos puntos mínimos que unos portavoces negocian.
14. Una estrategia de objetivos requiere la acción directa para poder imponerse. En nuestra época, sin embargo, su culminación no puede pensarse bajo el modelo de la huelga general clásica. Por un lado, la fábrica ha perdido toda centralidad política en la medida que se diseminaba por el territorio; por otro lado, en ella existe miedo y los sindicatos históricos saben gestionarlo. De la misma manera que con la toma de plaza se inventó un modo de lucha inesperado, la propia acción directa tiene que ser pensada de nuevo. La transformación social, económica y política que ha tenido lugar en los últimas décadas – la sociedad entera se ha convertido en productiva – juega a nuestro favor ya que extiende la vulnerabilidad a todo el territorio. Por esa razón la acción directa tiene que ser sobre todo interrupción de los flujos de mercancías, energía, e información, que atraviesan y organizan la realidad.
15. El gesto radical de tomar la plaza que se ha plasmado en tantas ciudades debe seguir vaciando las instituciones de poder pero tiene que prolongarse en un bloqueo real y efectivo de este sistema de opresión. No es algo imposible. Somos nosotros mismos viviendo quienes sostenemos esta máquina infernal y corrupta en fuga hacia adelante. Si verdaderamente estamos indignados tenemos que hacer de nuestra vida un acto de sabotaje y entonces todo se vendrá abajo. Todo se vendrá abajo como un castillo de naipes y quizás descubramos una playa en Puerta del Sol. Todavía no sabemos qué sorpresas puede depararnos el mundo que estamos empezando a construir.
Santiago López Petit
www.espaienblanc.net

Dos Notitas Dos, sobre miltancia k

Santiago Llach: La renta simbólica

En el momento en que empiezo a escribir estas líneas, la inspiración divina llega por debajo de la puerta. Un soplo energético, propiamente: la factura de Metrogás. Voy derecho a los tres caracteres que más me interesan, impresos en negro sobre fondo salmón: $32. Ocho dólares por el gas consumido en el bimestre (sí que primaveral) marzo-abril, en un departamento de 60 metros del barrio de San Nicolás.

Este obsequio clasemediero, deviddo más que divino, explica mejor las fanfarrias neomilitantes que los índices de pobreza o la improbable esperanza de que otra cosa que el precio de la soja sea la causa del crecimiento económico.

Los sueños revolucionarios de los jóvenes sesentistas fueron una consecuencia de la invención del lavarropas y la televisión, la invención de la juventud como sujeto de consumo. Las contraculturas políticas y artísticas tuvieron como función principal crear ilusiones que el mercado se ocupó de señalizar. Los experimentos del sinsentido, la anarquía y la poesía, son reapropiados de manera inesperada por la sociedad y el sistema. La Alegre Izquierda le hace el juego a Papá Derecha. Lo irrepresentable adquiere representación: kioscos estatales y la cosa siempre un poco sobreactuada de la acción afirmativa.

Los sueños populistas de los jóvenes de 2000 son una consecuencia de la invención de Internet y la telefonía celular. Esta es la era de las góndolas a ochenta centímetros del piso: todos somos artistas y los trendsetters son los niños. Las viejas figuras familiares se desdibujan, y señores en sus treinta y sus cuarenta danzan la cadencia de una adolescencia eterna. El pendeviejismo, etapa superior del kirchnerismo. El kirchnerismo, etapa superior del gorilismo. Los nacidos y las nacidas en los ochenta, hijos de los “consumos culturales” y de una ciudad formateada por el CBC, obsesionados con sus pósteres en los 90, hicieron su maduración rápidamente: de aquel decembrismo anarco al laburo en el Estado negrero.

Todos los militantes, digamosló, son rentados. Al igual que los artistas. El que diga que no es un gorila: se quiere diferenciar del pobrerío clientelar, mano de obra mal ocupada, ariete de la estética pobrista de las marchas al centro con que los jefes de las orgas sociales y políticas ejercen su raterío sobre el Estado superavitario.

Antes que semblar las fracturas y las rupturas, haríamos bien en cavilar sobre las continuidades. Abusando de la ironía leninista, qué duda cabe: el kirchnerismo es la etapa superior del menemismo. 1989-2011: modernización democrática al uso nostro. El griterío militante, el expresivo entusiasmo de las sensibilidades medias: espejitos de colores sobre el plano de fondo de un modo similar de construir la gobernanza y la fuliginosa escena pública.

El neopopulismo es un gesto producido desde la torre de marfil, desde la sistematización culposa de las ciencias sociales especializadas y desde la psicología de una generación que sólo puede revivir la guerra de sus padres (a diferencia de lo que pasa en los EE.UU., donde todas las generaciones tienen su guerra). Los hijos reales y simbólicos del exclusivo club de la guerrilla escucharon la palabra “fierros” en la bocaza de Néstor Kirchner y se plegaron a sus guerras imaginarias. Fuera de la pagoda griega en la que Beatriz Sarlo dialoga con Sócrates, y del trirreme hermético en el que Horacio González lo hace con su sombra, toda suma de caracteres embarra la cancha, desinforma. El origen social de Macri, eso sí, vino como anillo al dedo para que el culpoperonismo warholiano y digital de los chicos del corredor de Rivadavia encontrara su módica bestia blanca. Viejos y nuevos gestos superpuestos, mientras Internet acaba con la educación formal y las jergas excluyentes.

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Esteban Schmidt: La militancia bajo contrato

Final del formulario

La Cámpora es un colectivo inorgánico que resume el trasvasamiento generacional inducido por la presidenta Cristina Kirchner en el movimiento peronista. CFK acerca a unos hombres –más que mujeres— menores de cuarenta años, a los presupuestos, les facilita algunas bancas y les colma de realidades efectivas la ilusión de prosperidad personal y política. Una madre. De este modo, suceden, por inevitable física, a otros cuadros, previsiblemente más quemados y enviciados por décadas en el juego del poder y la Presidenta hace la carambola de asegurarle mayor lealtad y contención al destino que sienta mejor para ella, y se ilusiona con que jóvenes vírgenes modernicen y mejoren la política. Lo que al fin de cuentas sería un legado. Al menos uno.

¿Es posible decir algo más de La Cámpora, a esta altura de la mañana de su existencia, que no sea publicidad o prejuicios? Tal vez la gran diferencia con otras organizaciones juveniles es que La Cámpora, además del liderazgo peculiar de Máximo –un millonario mudo con estudios incompletos de periodismo deportivo–, no preexiste al movimiento social denominable kirchnerismo. No se hizo con masas flotantes surgidas de algún descontrol de la historia sino que coaliga cuadros sueltos provenientes de distintas experiencias, más o menos peronistas, y lo hace de arriba hacia abajo por la fuerza integradora de los nombramientos.

Estos años vividos bajo contratos por parte de la militancia –eludiendo los horribles trabajos que hay que hacer muchas veces para sobrevivir– no anula, desde luego, ni desmerece, lo genuino de la elección política y el amor de sus militantes a la líder. La creencia kirchnerista es tan gratuita y noble, como otras creencias en la historia, y como no se veía desde el retorno democrático en un partido de masas, sólo que la política profesional supone emolumentos por practicarla. Lo cual es muy razonable.

Aunque, para no quedar capturados simbólicamente por semejante materialidad, La Cámpora sobreactúa los efectos, sí que concretos de la última dictadura militar, como si la somatización no acabara nunca, y en curioso beneficio propio, como una desgracia histórica que les pertenece en exclusividad. La mayoría de los militantes nació en democracia pero algo así como una fuerza gótica los remonta sufrientes a varios años antes de su nacimiento, al famoso 76, y la entronización, por ascensor, de Juan Cabandié a frontman principal de la agrupación, por tener la sangre correcta, la de los padres desaparecidos, obliga a la militancia con aspiraciones a mistificar sus historias familiares hasta dar bien con el efecto víctima.

Según se lee en las biografías de algunos de ellos colgadas en la web de La Cámpora uno de ellos creció “en un barrio muy humilde”, otro llegó con su familia a Buenos Aires “peleando una indemnización”.

Si a la disponibilidad de recursos, se le agrega el creer tener toda la razón y disponer del cristal perfecto para leer la época, los chicos de La Cámpora le transmiten al resto de la comunidad la sensación de vivir bajo una libertad condicional que conceden porque no hay más remedio.

Por supuesto que todos tienen sus cinco minutos con dios, o entre amigos, en los que reconocen la complejidad de la materia que tratan y se entregan al destino sin las exageraciones que mantienen en el teatro público de las redes sociales, la universidad o la calle. Y para ser una “nueva política” ciertamente no rompen con antiguas taras: la sumisión discursiva al líder y la ceguera para descubrir política y creación social en otras zonas de la vida comunitaria.

Como lo prueban Woodstock, Facebook o Taringa, los cambios culturales sí que son movilizados por los jóvenes pero para que ocurran debe depender exclusivamente de ellos la gestación: se debe ser libre de crear o de soñar algo de verdad disruptivo y no esperar la línea.

Tienen otro gran límite, además de la firma presidencial, los muchachos y muchachas de La Cámpora: no representan a nadie por sí solos, así como la juventud sindical o los movimientos sociales se deben a sus bases.

La Cámpora cumple el sueño de la orga vacía que satisface sólo a quienes la integran, representando redondamente bien la endogamia, a la política que mira a la política, a los militantes que miran a los militantes, como en los escrutinios de los centros de estudiantes.

La Cámpora es una juventud maravillosa, obvio, pero bien disciplinada que no pregunta qué es lo que pasa generala sino que explica por qué pasan las cosas o por qué no van a pasar.

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