La “escisión” es política
Hasta hace no tanto, ser un tipo feliz o un pobre diablo, estar contento y con ganas de clavarte medio litro de estricnina, ser alguien que sabe disfrutar de la vida o la víctima irremediable de una existencia de mierda parecían opciones vitales más o menos restringidas al ámbito de lo “personal”, un modo íntimo de ser que no se vinculaba –al menos no directamente— con lo político. El contexto social, claro, cooperaba: no era lo mismo ser una niña que corretea desnuda entre alucinados participantes de Woodstock que otra que lo hace esquivando bombas de Napalm en Vietnam. Así y todo, era mucho más evidente cómo la política producía el (buen o mal) humor de las personas que a la inversa.
Marcelo Fernández, dirigente sindical. Nacido en 1963, empezó su militancia a mediados de los años ’80 en la planta de Quilmes. Actualmente es dirigente de la Federación Argentina de Trabajadores Cerveceros de la república Argentina (FATCA) de Luján, donde recibe a Lobo Suelto para conversar sobre la convulsionada relación entre sindicalismo y kirchnerismo.
“Qué bien jugó hoy Argentina. Pudieron ser cinco goles. Felicidades camarada Maradona.”
Aníbal Fernández: En las estructuras organizadas de poder, la decisión criminal se adopta en la cúspide.
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Sí, la política es anterior al cristianismo. La política emerge a la par de lo que comúnmente suele entenderse por civilización. Una herencia de la sabiduría helena, de su Democracia ateniense. El agora, los sofistas y filósofos, la palabra pública: la política como «teoría de la ciudad” (polis) y de los vínculos que en ella se producen. La política, la ciudad y la palabra pública, entonces, como elementos inherentes de cualquier democracia, incluso de estas democracias de pecho frío.
La política (antes y después de los sablazos) se articula en torno a la palabra, a la palabra pública, a la palabra persuasiva, a la palabra que (con)vence con argumentos. Pero, ¿qué pasa con la palabra y su capacidad persuasiva cuando es arrastrada por la velocidad y sitiada por 140 caracteres? (Este breve párrafo, que aún no dice nada, ¡ya tiene 367 caracteres!)? ¿Qué pasa, en este marco, con la política?
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El vínculo entre escritura y brevedad es extenso y prolífico. Muchas veces la economía de recursos se volvió un modo posible y deseado de la palabra: un arte, una virtud que pocos podían ostentar. Ahí está esa milenaria forma poética japonesa de sólo tres versos (de 5, 7 y 5 sílabas respectivamente) a la que llaman Haikú para certificarlo. La escasez de elementos utilizados es proporcional a la atención que generan sus versos perdidos en el blanco (en este caso, en el negro) de la hoja:
o
“Cuando el amor es rey, no necesita palacio”
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Pero volvamos, luego de este recorrido que echa por tierra cualquier intento de presentar como extremadamente novedoso el vínculo entre brevedad y escritura propuesta por la red de microblogging de los 140 caracteres, a la relación entre Twitter y la palabra pública. Volvamos para reafirmar cómo, de un tiempo a esta parte, twittear se ha vuelto una praxis inevitable del ser social, una habilidad indispensable si de deportistas, actores, músicos, modelos, políticos, fabricantes de chocolate o de cualquier otro integrante del star sistem se trata.
Empero, nadie ha llegado tan lejos en la exploración y reivindicación de esta novedosa práctica como líder de la Revolución Bolivariana: persuadido de que las redes sociales “son un arma que tiene que ser usada por la revolución«, su cuenta en Twitter (chavezcandanga) cuenta a la fecha con más de 300.000 seguidores. Incluso como parte de una política de consolidación de alianzas continentales, insto a Evo Morales («Evo, ¿tú no estás en Twitter? Invitamos a Evo al Twitter», dijo) y a Fidel Castro («Agarra tu Twitter ahí, Fidel”) a que se sumen a esta ola que, es evidente, no para de crecer.
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Dicen los que saben que el amanuense o copista medieval –pluma, raspador y tinta en mano- era un trabajador incansable: su jornada podía extenderse hasta 16 horas diarias, en las que copiaba entre uno y tres folios de un libro que podía llevarle meses, años. La temporalidad del medioevo y el silencio monasteril lo posibilitaban. A ellos les debemos las grandes obras de la antigüedad clásica, los textos fundantes de nuestra civilización, de nuestras Ciencias, Artes y Letras.
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Escritura breve y veloz como condición de época. Las palabras y sus soportes se transforman. La lengua se reduce y agiliza. Todo se vuelve más liviano. Lo más profundo es la piel, dicen. Pero ¿cuán vastas son estas transformaciones? ¿En qué medida estas dinámicas alternar modos de pensamiento y procesos cognitivos? ¿Nos hallamos ante un fenómeno más o menos pasajero, más o menos de moda, que tarde o temprano algún dispositivo pedagógico logrará neutralizar o, en cambio, asistimos a la constitución de un nuevo modo de vincular lo vivo, lo público y el lenguaje? ¿Qué modos adopta la palabra pública en estas condiciones? ¿Qué instituciones son las apropiadas para estos modos?
Ranciére nos recuerda, de este modo, lo que habíamos empezado a olvidar con el ajuste del calendario: que la lucha colectiva por la emancipación obrera no ha estado jamás separada de una experiencia nueva de vida y de capacidades individuales, ganadas a la coacción de los antiguos lazos comunitarios, implicando una ruptura con los viejos modos de sentir, ver y decir que caracterizaba a lo obrero en el orden jerárquico antiguo.
¡
Ya quieren clavarle al Lobo la estaca de la identidad!
Sergio Lipstein (Bahía Blanca, 1971) es psicoanalista e investigador incansable de las subjetividades contemporáneas; miembro de
Tiburones del espacio mediático, el género polémico no es nuevo para ninguno. Hace poco tiempo hubo de suspenderse (por “amenaza de bomba”, según rezaba el anuncio de un diario) una polémica entre “Gustavo” (también llamado “el zar de la soja”), y un fornido intelectual marxista que se presentaba de local en
“Después de leer este informe, me quedó un sabor amargo y la certeza de que existe un poder que está por encima de la primera magistratura. Desde hace décadas que existe un poder que intenta subordinar al Estado a sus intereses. Esto lo pude ver en todo el expediente. Lamento decirle a ese poder que no seré funcional a sus intereses”
(CFK sobre Papel Prensa, 25 de agosto 2010)
Quizá nos encaminemos al suicidio social, lamenta Lobo. ¿No será mejor formar un partido de cuadros?
(1) No es que la discusión sobre el tipo de vigencia que tiene hoy la discusión sobre los años setentas sea insulsa en sí. Al contrario, creo que esos años siguen pesando sobre la conciencia de los vivos de modo decisivo y que sólo un nuevo tipo de relación con ese pasado nos podría sacar de tanta “pseudo-redención” benjaminiana al uso de cada quien, en pos de romper las dinámicas mas reactivas del impasse actual de lo político-emancipador.
Hermanas y hermanos, vivimos tiempos aciagos, lo sabemos; tiempos en los que la palabra parece perder su peso, su densidad, su materialidad; tiempos en los que se estima posible que cualquiera diga cualquier cosa de cualquier modo, como si el efecto de verdad residiera más en el sonido del decir (y, así, en el aparecer diciendo) que en el sentido de lo dicho. Tomemos, hermanas y hermanos, un caso al azar.
No hay disputa ideológica sin una lengua despabilada. Eso es lo que reconoció el martes 28 de enero ese verdadero
Gilles Deleuze nació hace un siglo, en Francia, un 18 de enero de 1925. vivió 70 años. Como filósofo fue
Un nuevo tipo de héroe nació en el Midtown Manhattan, frente al Hotel Hilton, la mañana del miércoles 4 de diciembre del
Domingo a la tarde, Diego Rauz, gerente de ventas de Tech-te-let, una exitosa micro-empresa de tecnología informática, atiende a Lobo en su despacho, entre algunas latas de cerveza y pelotitas de ping-pong. Mientras acaricia su larga y no del todo higiénica barba, Rauz habla pausado, sosegado, displicente… con un ritmo algo más lento de lo habitual… aletargado. Su mirada suele perderse en el horizonte, allí donde suele ir a buscar ideas geniales e innovadoras. Así, este introvertido profesional condujo a Tech-te-let al primer puesto en diseño y ventas de Tecnología informática menor a domicilio, un mercado que hoy su empresa domina a conveniencia. Con música electrónica de fondo, nos ofrece un almohadón para que nos pongamos cómodos, y mientras juguetea con una pelotita de goma ecológica anti-stress, comienza la charla…
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Un agente de Tel-te-lech en plena gestación de una idea innovadora. |
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Un agente en pleno proceso productivo |
DR: En mi caso, yo estudiaba en el colegio humanista alemán de Olivos, en el reconocido Zur kritikder hegelschen rechtsphilosophie, y a los 14 años me convocó Microsoft Argentina para una pasantía. Colaboré tres años con ellos, hasta que con un amigo se nos ocurrió la idea: armar un grupo en Facebook que se llamara “Yo quiero ayudar al Diego a que tenga su empresa”. No sé si porque los argentinos tienen una debilidad por el sinónimo local de Dios o porque el azar más puro así lo quiso, pero la gente se empezó a sumarse al grupo (en aquel momento, recuerdo, competía con aquel otro que se llamaba: “Echemos al hijo de puta de Posse del Ministerio de Educación”) y empezó a donar plata: que un peso, que un peso; que cinco pesos, cinco pesos; que alguien tradujo (nadie sabe quién) el nombre del grupo al inglés (“I want to help Diego to take their enterprise”); y pegó. Que un dólar, que otro dólar, que cien dólares. Aprovechamos y lo tradujimos al alemán (dado que era el idioma que teníamos a mano): “Ich möchte helfen Diego für Ihr Unternehmen treffen”. Y así durante un tiempo, corto, pero para cuando terminó, ya teníamos fundada la empresa y en funcionamiento. Y lo que vino después fue un torbellino de éxitos. En síntesis, como dice Osho, toda la verdad de la vida se reduce a una buena idea, a una sola. Después, el resto (cómo gestionarla, como mantenerla, como sacarle máximo provecho). Bueno, también, quizás, se requiera algo de suerte.
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Estudiante en su cotidianidad hiper-estimulada |
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Estudiante en un evidente momento de sub-estimulación |
En la actualidad el trabajo no es “el ordenador social” principal de nuestra vida y de nuestro tiempo. El trabajo no nos otorga una identidad social relevante. No somos metalúrgicos, mecánicos, choferes… Está claro que no es el medio para acceder al reconocimiento social. Hoy en día se reconocen otros signos (como los del consumo: las llantas caras, el próximo-nuevo celular, el auto de las publicidades.). El sacrificio del “gil trabajador” ya no encandila, sino las habilidades del que “la hizo bien”.
Para cadetear la calle en moto, en bici, o a pata hay que bancarse miles de quilombos e imprevistos. Por eso las empresas requieren de tipos curtidos. Buscan tipos que la aguanten, que aprovechen todo su saber y experiencia callejera para desplazarse por la ciudad. Si hay que hacer cincuenta trámites en cinco horas, entonces… a desplegar estrategias. Ahí surge la solidaridad y la red. Vos bancas en una de las filas, mientras el otro te está bancando en aquella a vos. Pegás onda con las cajeras y cajeros, para ser más eficaz. Vas a mil por las calles. Y ante cualquier quilombo saltamos todos. Sabemos quiénes están en tal esquina y quiénes en la otra. Todo esto forma parte del currículum oculto. A todo eso se lo valora y se lo pone a trabajar. Todo eso es lo que termina volviendo difusos los límites entre trabajo y no-trabajo.
Lo más interesante del conflicto que estamos protagonizando es cómo éste logró alterar los lugares de cada quien, los roles que estaban legitimados. Nosotros, los chicos, conseguimos mayor capacidad de entendimiento del mundo escolar en el que nos movemos. Nos sirvió, además, para comprender muchas cosas de los adultos, de las instituciones, de los medios, pero también cosas sobre el funcionamiento de los jóvenes militantes y de su hacer política.
Infrapolítica
En vez de limitarse a que las políticas públicas beneficien a su sector, el reclamo de Grobocopatel se centra en que haya una política integral de desarrollo económico para el país. El neoliberalismo no es un discurso antipolítico, es un discurso político. No se trata solamente de un argumento de los empresarios para ganar más dinero. Existe también un neoliberalismo popular, una forma de ver las cosas, una racionalidad que ha penetrado tramas populares.