Anarquía Coronada

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La vuelta al Perro // Diego Carballido

Entrevista a Horacio Verbitsky y Diego Sztulwark. Diego Carballido para Sin Cerco  

 

—¿Por qué ahora un libro con su historia en primera persona? 

Horacio Verbitsky (HV): —Eso habría que preguntárselo a Diego (sonríe). En realidad, me insistió durante un tiempo para hacerlo y siempre le decía que no. La noche de las elecciones presidenciales, con el triunfo definitivo de Mauricio Macri, me llamó y me dijo: “¿Ahora sí?”. Y accedí.

—Por lo tanto, ¿Macri tiene cierta responsabilidad?

HV: —Creo que sí. Le dio una cierta urgencia al análisis y a la reflexión, sobre todo para tratar de entender por qué sucedió algo así.

Las respuestas de Verbitsky se dan entre un puñado de periodistas que nos quedamos al final de la conferencia previa a la charla donde junto con Diego Sztulwark, Laura Hintze de la cooperativa La Masa y Rocío Novello de la Universidad del Hacer mantendrán un diálogo abierto con un auditorio de la Asociación Empleados de Comercio totalmente colmado.

Verbitsky, el “Perro” o simplemente Horacio, es el principal protagonista de una entrevista que se prolongó durante casi dos años, constituida por asiduas charlas pactadas con el autor -Diego Sztulwark- y que dieron como resultado “Vida de Perro”. El libro compila la historia de Verbitsky a lo largo del último medio siglo y ayuda a comprender o a sumar nuevos interrogantes respecto a los sucesos más importantes de nuestra historia como país.

—¿Cómo se construye, después de estos últimos tres años, una alternativa popular?

HV: —En primer lugar, diciendo que no. Y en la sociedad hubo muchos no. El avance del proyecto de Macri está complicado porque la resistencia social no le permite avanzar a la velocidad que él pretende. El gobierno nacional va a llegar a su último año de mandato con una situación de crisis de difícil manejo y con mínimas posibilidades de un segundo mandato.

En la solapa del saco gris de Verbitsky se observa un pin con el rostro de la luna de George Méliès en su película de comienzos del siglo XX, “Viaje a la luna”, que a su vez coincide con el logo del portal web que dirige Horacio, luego de su repentina salida del diario Página/12, Cohete a la Luna.

—¿Cómo se lleva con esta nueva etapa de su carrera, luego de pasar del periodismo gráfico al exclusivamente digital?

HV: —Personalmente, muy bien. Estoy muy contento del cambio y trabajando con una alegría que no sentía en los últimos años en el otro medio, pero también es cierto que estoy trabajando mucho más a esta altura de mi vida que a los treinta años. Lo cual, es un poco aberrante dada la edad que tengo, pero mientras pueda hacerlo, lo hago con mucho placer.

—¿Y en qué situación se encuentra la libertad de expresión?

HV: —Hay muchas restricciones, sobre todo tratando de estrangular económicamente a los medios. Desde el manejo de la pauta oficial hasta la existencia de amenazas. Yo me fui de Pagina/12 cuando el Presidente dijo que era una de las personas que impedía el despegue del país y estaría mejor si me metieran en un cohete que me mandara a la luna. Algo dicho de esa manera, viniendo de alguien de apellido Macri cuyo origen proviene de Calabria, es una amenaza que de ninguna manera se puede menospreciar.

 

El libro que lleva como subtítulo “Balance político de un país intenso, del 55 a Macri” es un apasionante recorrido por momentos claves de nuestra historia reciente. Perón, la dictadura cívico militar, Montoneros, Walsh, Bergoglio -más conocido como el Papa Francisco-, el regreso de la democracia, los años noventa, el 2001, el kirchnerismo y la aparición de la figura de Mauricio Macri son solo algunos de los acontecimientos sobre los cuales el periodista autor de “Robo para la Corona” tuvo cierta participación, o una mirada cercana, y los vuelca en esta especie de autobiografía. Su relato suma nuevas cuestiones a sucesos complejos, como por ejemplo su injerencia en los famosos escritos de Rodolfo Walsh destinado a la cúpula de Montoneros donde realiza una crítica al accionar de la agrupación armada, una vez iniciada la dictadura.

Verbitsky es un personaje acostumbrado a ser el eje de críticas hacia su persona y su conducta a lo largo de los años. De acuerdo con su criterio, cada vez que alguna de sus investigaciones toca sectores de privilegio dentro de la esfera del poder económico o político automáticamente comienzan a surgir las versiones sobre su accionar en el pasado. Tal vez, una de las más polémicas en el último tiempo lo ubicó como colaborador de las fuerzas armadas en pleno proceso militar. Al respecto, Sztulwark no tiene ninguna duda: “Nunca hubiera escrito un libro de alguien que tuviera la mínima sospecha de haber colaborado con la dictadura. Jamás. Lo hubiera denunciado y punto; sin tener la menor complicidad”. Y agrega: “Antes de entrevistar a Horacio, leí el libro de Gabriel Levinas ‘Doble agente’ y me pareció una canallada. Es un horror absoluto confundir indicios con pruebas. Levinas deduce que -Verbitsky- al no ser exiliado o porque no lo mataron fue un colaborador y en respaldo de eso muestra un conjunto de generalidades que perdí mucho tiempo en chequearlas y contrastarlas. Sin embargo, no es el primer libro contra él. Hay uno de Carlos Manuel Acuña, alguien que se formó en la Escuela de Inteligencia de la Nación Argentina y fue funcionario de las dictaduras de Onganía y Videla, también involucrado en casos de lesa humanidad. Acuña lo acusa de ser alguien financiado por la Fundación Ford”.

—A lo largo de las numerosas entrevistas que tuviste con Horacio para poder hacer este libro, ¿cambió la imagen que tenías de él?

Diego Sztulwark (DS): Desde que salió Página/12, en 1987, todos los domingos de mi vida leí las columnas de Horacio. Cuando me iba de vacaciones pedía los diarios para leerlos y después comencé a leer sus libros. Hace varios años, fue invitado por el peronismo a dar una charla por la presentación del aula Rodolfo Walsh en la Facultad de Ciencias Sociales de Buenos Aires y yo militaba en una agrupación de izquierda. Como éramos tan admiradores de su trabajo, cuando salió quisimos saludarlo y nos corrió con la mano para pasar. Me quedé con esa imagen, la de una persona antipática y fría, pero al mismo tiempo admirable por su trabajo de investigación, intelectual y por su coherencia política. En el 2013, a partir de una serie de conflictos donde estuve involucrado, en el sur de la provincia de Buenos Aires, decido escribirle a él por ser el presidente del CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales) para pedirle ayuda. Su reacción fue de una gentileza y simpleza tal que me sorprendió y ahí empezamos a tener un intercambio. A partir de eso, le sugerí que desde el 2013 la crisis del kirchnerismo era imparable, por eso consideraba necesario pensar qué había sido esta experiencia de lucha social contra el neoliberalismo, desde el 2001, con mucho protagonismo de movimientos sociales y por qué esas crisis habían dado lugar a gobiernos como el de Macri. Me parecía que había que legarle a las futuras generaciones, que se iban a sumar a la lucha social y política, algún balance complejo. Horacio no me dio una respuesta concreta, pero la noche en que Macri le ganó a Scioli, lo llamé y le dije: es el momento. Y dijo que sí. Por eso, en marzo de 2016 pactamos dos mañanas por semana durante meses para armar una entrevista década por década, del 55 hasta el segundo año de Macri. Fuimos tomando el tema de sus investigaciones, Walsh, Prensa Latina, el trabajo que realizó en organizaciones revolucionarias en los ’70, la prensa clandestina en la dictadura, la presidencia del CELS y así fuimos haciendo una especie de balance histórico. Fue descubrir a alguien que tenía una predisposición que no imaginaba, inclusive se expuso a un contrapunto porque yo fui bastante crítico del kirchnerismo y en el libro esas diferencias se reflejan. Diría que se armó una amistad política que no pensé posible.

—El relato que hace Verbitsky sobre los años previos y durante la dictadura, junto con su relación con Montoneros, le suman más complejidad al análisis de esa época.

DS: —En el libro se muestra la crítica que hizo Walsh a la conducción de Montoneros en los años donde se jugaban la derrota político militar, parte de esos escritos fueron escritos por Verbitsky. Y ahora muchos le piden que se arrepienta de la lucha de los años setenta, cuando en realidad la crítica él la hizo cuando la tenía que hacer. No es un problema de arrepentimiento, criticar la línea política de una organización no es pasarse al campo del enemigo y quiero mostrar que su crítica no es arrepentimiento. Autonomía y agenda propia no significa que alguien no se comprometa en los procesos. O como dice él: “Ser objetivo no es ser neutral”. Se puede ser objetivo en los análisis y no ser neutral en la lucha de clases.

—En el libro sobrevuela la intención de convertirse en un balance del campo popular, con sus vaivenes a los largo del último medio siglo ¿Tenés alguna conclusión  al respecto?

DS: —En ese aspecto, tengo una diferencia con Horacio. Él sostiene una teoría política clásica, relacionada con la conducción de Cristina Fernández y a mí me parece que no podemos volver a cometer el error de una conducción política cerrada que no sea permeable a los sujetos en lucha en cada período. Durante el kirchnerismo se maltrató a sectores sociales importantes que estaban en lucha contra el neoextractivismo, eso para mí fue un error político que discutimos con Horacio. Él lo explica por la necesidad de extraer una renta -sojera, minera,etcétera- para producir un mínimo de reparación y redistribución social. Creo que tiene razón pero al mismo tiempo hay que incluir a todas las personas que están resistiendo contra el modo de acumulación y proponerles una salida de este modelo. No en lo inmediato, pero a mediano plazo. No se los puede ignorar ni tratar como enemigos y muchos menos reprimir. Si eso ocurre no me parece una política democrática para América Latina. Porque en el continente el problema de la democracia desde mi punto de vista lo marcan los sujetos que luchan contra los rasgos más violentos de  los modos de acumulacion

sincerco.com.ar  

Santa Fe, Instagram y tamagotchi // Diego Skliar

“Todo lo que era directamente vivido, se aleja hoy en una representación”.

Guy Debord, suicida.

 

La vida ya fue: lo importante es contar lo que no se experimentó porque estábamos muy ocupados sacando fotos o haciendo videítos. Bien lo sabe la Secretaría de Turismo de Santa Fe, que le pegó un refresh a sus comunicaciones y nos invita a recorrer la provincia con el slogan “tu Instagram te lo va a agradecer, vení y compartilo con todos”. El otro motivo para visitar la provincia, según otro afiche de la misma campaña, es la cantidad de stories que vas a poder registrar. Ya somos nuestro propio tamagotchi. Y para alimentar a nuestro ser virtual, nada más loco que el color del cielo con el filtro que le metí y asegurar una cantidad de likes que seguirá creciendo cuando suba la selfie con un pato al que le puse al lado una pinta de cerveza artesanal y un gorrito de Newell´s. Sacame acá, donde dicen que paraba Fontanarrosa, mientras no escucho los tiros de los pibes del Barrio Ludueña, mientras la falopa y la soja se van por la misma senda.

Entender sin ortibarse. La Gorra Coronada de Juguetes Perdidos // Diego Valeriano.

¿Donde estan los amigos? se pregunta Diego y dice que amigos son aquellos con quienes reunimos los ánimos necesarios para huir de nuestro tiempo. Huir y pensar nuestro tiempo, nuestro estado de ánimo, los que nos queda de vida. Los Juguetes Perdidos hacen un esfuerzo bien piola para huir entendiendo, para decir lo preciso, para no ponerse ortibas cuando dicen, con lo difícil que es esto último.  

 

Porque cuando se trata de pibes y pibas ponerse ortiba es lo que siempre sale. Se engorran todos: la trabajadora social, el psicólogo, la doña de la copa de leche, los educadores populares, las talleristas, los gendarmes, la pedagoga, la militancia…. todas.

 

Leer la Gorra Coronada me hace escabiar, me pone pillo, me arde el cuerpo, me sonrió. Me lleva a infinitas situaciones vividas, le pone nombre a esas situaciones, me gustaría contarselas. Le pone palabras a cosas que decidimos con otros amigos, a posiciones tomadas a pura intuición, a deserciones urgentes que no pude explicar, a infinitas charlas sin sentido alguno.

 

Son originales y certeros. Mientras los leo me les hago amigo, hablo con ellos, me río, me vienen ganas de decirle al chabon que esta sentado al lado en el bondi que es así, que estos chabones tienen razón, que las palabras son estas, que nadie explica la vitalidad mejor que ellos, que el Macrismo y el Cristinismo son así, que el consumo libera, que el infierno está encantador.

 

Los Juguetes perdidos escriben como chabones, con esa dosis de amor y  miedo que se le tiene que tener a las pibas, con ese gesto segundero que se tiene que tener obligatoriamente con los pibes. Están seguros de lo que dicen y no andan con culpa, no disimulan, no se camuflan, no buscan congraciarse. Creo que no negocian. Corte que andan solos.

A los amigos se los descubre muchas veces de un modo impredecible. Así nos lo recuerda en sus clases Deleuze, cuando les dice a sus alumnos que busquen sus propias moléculas en los textos. Esta afinidad molecular que caracteriza a la amistad es prediscursiva o, en todo caso, difícil de decir.

Latidos huéspedes. Acerca de Toda esta sangre en el monte, una película de Martín Céspedes // Ana Paula Gerez

Toda esta sangre en el monte, trata sobre el conflicto por la tierra entre el agronegocio y el Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase). Podemos reconocer, al menos, dos hilos, dos relatos diferentes que se intercalan a lo largo de toda la película.

De un lado, el documental acompaña todo el proceso judicial por el asesinato de Cristian Ferreyra, miembro del Mocase, perpetrado por Javier Juárez, sicario de un empresario sojero. En este plano, el contacto con la muerte es punzante, la injustica cala hondo y el llanto materno de Mirta Noemí Salto es seguramente expresión más encarnada, más verdadera, que cualquier palabra para nombrarlo.
Paralelamente, se intercalan escenas de la vida comunitaria en el monte, experiencias vitales opuestas al modelo del agronegocio. En estas escenas los planos se abren en múltiples dimensiones: se  retratan los rostros, los cuerpos, pero también el cielo y sus transformaciones, el suelo, los insectos, los fantasmas. Este relato se posa sobre el deseo, la apuesta comunitaria campesina, que es hostigada y amenazada por el modelo sojero, modelo de muerte.

Por eso, toda la sangre, tan presente a lo largo de la película, no es una sóla sangre. Es la sangre que derrama el agronegocio y, por otro lado, es la sangre que bombean los corazones. Es un documental sobre modos de vida contrapuestos y en el bombear del corazón puede haber un mensajito para imaginarse sus diferencias.
Para escuchar el latido del corazón hay que poner en silencio todo lo exterior, suena desde lo íntimo y sin embargo no tenemos el control sobre sus repiques incesantes. Es motor interno que no depende de nuestra voluntad. Nos indica, tal vez, que no somos anfitriones ni del cuerpo ni de la vida, sino sus huéspedes. De modo similar, el modelo sojero, como si fuera anfitrión del destino de las cosas, asfixia aquello que no entra en su patrón, agota la tierra, mono-cultiva, desaloja, amedrenta para generar obediencia o muerte.
Un modo de vida huésped, por el contrario, reconoce en el hombre una necesaria existencia colectiva, y produce una mirada atenta a un universo vasto y complejo. El Mocase, protagonista de este documental, activa organizaciones, piensa colectivamente en asambleas, defiende los territorios comunitarios con sus propios recursos, despliega saberes múltiples y precisos sobre el mundo que habita para disponer de soberanía alimentaria. En un paisaje repleto de hojas ve cientos de especies de plantas. Estas escenas componen una apuesta vital de quienes desean no ser arrastrados a la miseria, al individualismo, a la ciudad.

En este sentido, en consonancia con el gesto del Mocase, el documental también se comporta como huésped del monte y sus historias. No explica demasiado. Aunque intervenga con las secuencias que elige mostrar, no se impone, ni ante aquello que observa, ni ante la mirada del espectador, más bien acompaña.
Por eso la película es un escenario apropiado para hacerse preguntas. Las fórmulas no están dadas. Una muy breve introducción textual nos orienta para, enseguida, sumergirnos en el monte desprovistos de explicaciones digeridas. Sin zócalos descriptivos, entrevistas explícitas, ni voz en off, antes que una realidad evidente, nos invita a afilar percepciones para encarar los conflictos más allá del bastón de las verdades quietas.

Tampoco hay musicalización en la película, tal vez como un rechazo a la tendencia de repetir modelos folklóricos del campo y de los campesinos. No parece haber una intención de convencer a cualquier precio. Se ve un movimiento campesino indígena que no se aferra a un modelo estático de lo indio para afirmar su existencia. Eso, lejos de mostrar su desaparición, o pérdida de pureza, evidencia su capacidad de transformación, la actualidad de los diversos modos de vida, y la incomodidad política y económica que siguen causando.
¿Qué y cómo es lo indígena hoy? es una pregunta posible a partir de esta película.

Queda claro que hay un modo de vida que pretende llevarse puesto todo a su paso. Pero pretende, y esta palabra importa. Porque incluso con semejante capacidad asesina, incluso con el poder de su violencia tan legitimada, hay vidas con las que no puede. Toda esta sangre en el monte se posa ahí. Y podemos preguntarnos entonces, ¿cómo es esa fuerza que logra hacerle agujeros a lo más avasallante?

Soy un látido en la tierra,
tal vez un pájaro, un alma
tal vez un pájaro, un alma…

[Horacio Banegas. Soy de la tierra]

ESTRENO EN JULIO:

19 de Julio – CINE RENZI – La Banda, Santiago del Estero
26 de Julio 19:45hs – Cine Gaumont – Ciudad Autónoma de BS AS
9 de Agosto – Cine Select – La Plata
9 de Agosto – Cine Español – Ciudad de Neuquén
16 de Agosto – Cine El Cairo – Rosario, Santa Fe
27 de Agosto – Cine America – Ciudad de Santa Fe

FICHA TÉCNICA:

Director: Martín Céspedes
Productor:  MC  PRODUCCIONES
Guionista:  MARTIN  CESPEDES
Director de fotografía:  MARTIN  CESPEDES
Editor: ALEJANDRA  ALMIRON
Diseñador  de  sonido: JUAN  MANUEL  DURAN
País: Argentina.
Idioma: Español.
Año: 2017.
Formato: DIGITAL.
Duración: 71  minutos.
Categoría: Documental.

TRAILER:

El arco y el iris // Molécula Revuelta

I only wanted to see you
bathing in the purple rain
Prince, 1984


Los colores no existen. Son atributos que vemos en un cuerpo según el modo en que absorbe la luz. No son objetos del mundo. No son sustancias con las que tengamos que aprender a relacionarnos o esencias que puedan contestar la pregunta acerca de quiénes somos. Son pura percepción, pura subjetividad tecno. Nada más que otra manera de inventarnos lo real. En su insustancialidad, los colores se prestan a los simbolismos más diversos, y las mujeres lo sabemos, siempre atentas a los modos en los que el sol se posa sobre las superficies. Nuestras luchas están atravesadas por distintos impulsos que conviven, se mezclan y, por momentos, se solapan unos a otros y estallan. 

El violeta es un color profundo, que condensa capas y capas de sentidos superpuestos. No hay modo de llegar a él sino a través de la mezcla y del tiempo. Es como un magma sagrado, una masa madre. Tal vez por eso en el comienzo mítico de nuestro movimiento fue necesario teñirnos de violeta en asambleas de furia y duelo colectivo, o tal vez fue en honor a aquellas 123 obreras textiles muertas a manos del capitalismo pujante y claramente patriarca –y a ese humo color violeta que inundó los cielos de Nueva York en 1911–, o tal vez fue un homenaje a las sufragistas inglesas que se lo expropiaron a la realeza… quién sabe. A las mujeres nos gusta contarnos historias, tramar relatos brujos, tejer redes que nos mancomunen y nos organicen. Y el violeta se transformó para nosotras en un hogar, un habitáculo, un cuarto propio.

 

 

Nuestro violeta nombra también la presencia de sangre atrapada bajo la superficie de la piel, los golpes, los moretones. En su progresión la herida se trasviste: fue roja y también un poco negra gracias a la coagulación de la sangre, y permanecerá violeta y morada hasta pasar por su complementario, el amarillo, antes de cicatrizar. El violeta sufre, cursa su duelo y transforma ese dolor en lucha.

 

 En el círculo cromático el violeta tiene dos opciones: puede elegir ir hacia el azul (el blue), la pena, o puede elegir irse por la vía del rojo, la sangre, por donde estalla la luz.

 

 

La ruptura del violeta hacia el rojo es mucho más brutal y definitiva, contundente.

 Pero sería un error creer que se trata sólo de una síntesis o de una igualitaria distribución del rojo y el azul como representantes de los géneros inventados por la heteronorma. El violeta es siempre tensión entre el rojo y el azul, y sólo cuando logra dejar atrás la pena sale a bailar y se lleva todo lo vivido encima, sale a conquistar la calle habitando su cuerpx como territorio de placer, y explota en magenta. Es una vinculación volcánica entre el dolor y el placer en estado puro.

El magenta es un violeta que vuelve a brillar y es, por ello, festejo de sí mismo. Es un color puro, aún sin ser primario; un color sin saturar, que no puede reproducirse con una sola longitud de onda.

El magenta no pide: avanza y ocupa, conquista el espacio de luz. Se basta a sí mismo.

Sale a la superficie desde las profundidades y es pura vitalidad, puro impulso. Y ya no es (solo) testimonio de la herida: es superficie reconquistada como superficie de placer. De todos los órganos, la piel es el más grande y el más débil, el más expuesto al mundo, a la vez que el límite delgado que nos separa de él. El nuestro es un estar en la superficie que es a su vez un mantenerse a flote: el propix cuerpx como territorio de conquista, y como salvavidas.

 Juntxs hicimos una apropiación colectiva del rosa-nena y lo volvimos algo peligroso, disruptivo. Amenazante para el patriarcado, insolente y autónomo. El color que fue concebido como normalizador, ordenador de juegos y de géneros, apaciguador de ánimos femeninos y señalizador de las zonas blandas aparece ahora, por acción colectiva, como chirriante, irreverente y disruptivo. La Barbie-Chuckie.

 

 

Este rosa estridente es la reconciliación con el deseo propio, el descubrimiento de potencias y el festejo vital y desbordado de nuestra existencia. No hay modo de llegar a él más que a través del despojo de todo el ruido, del sinceramiento de los deseos más profundos y del fin del duelo como lugar de enunciación o refugio. No se identifica como solo-víctima. Porque exige sin pudores, exige y se expone, se muestra y se hace ver a lo lejos. Hace rebotar toda la luz. No se confunde con casi nada de lo que hay en el paisaje, resalta sin pudores, inunda la vista con furia y fiesta adolescentes.

 

 Nos obliga a entrecerrar los ojos, a meternos para adentro para que no nos queme su brillo, o a salir del escondite y dejarlo todo atrás, salir a encontrarnos en el magenta de las otras tantas y abrazarnos sin pudores en la calle, cantar a los gritos y prender una fogata con los carteles de madera, transformar la calle en una casa (porque la diferenciación entre la polis y el oikos, nosotras lo sabemos, fue otra invención patriarcal para mantenernos encerradas), ranchar con las compañeras nuevas y las de siempre sin reglas de etiqueta militante. Con los pelos del sobaco largos, con los pantalones cortos, con cuerpas disidentes, con y sin peluca, dildo, hijx, teta, lentejuela o pañal.

 

 

Este magenta es un activismo del goce más allá del yo, no te pide el dni, ni te exige una definición. Es el deseo puesto en evidencia, empoderado, que guía. Es un nosotrxs que no nos diluye: nos amplifica. Nos abraza con luz y vitalidad, y sobre todo con señales del futuro, aunque no es promesa sino acto: es baile sobre las tumbas en la certeza de que ya no estamos solas, de que juntas vencemos a la muerte y a la pena, porque a la vida se la defiende bailando.

 Este magenta no reivindica cuerpas individuales, no es un nombre propio, es siempre un común que nombra a este monstruo que somos todxs juntxs, que cualifica a esta marea, que puede habitar la calle de una manera otra. Este magenta es cualquier mujer, un ejemplo de mujer, entre otros posibles. No es el yo mujer, no es una individua. Porque reivindica la singularidad que se opone a la individual y a la universal. Este magenta es cualquiera. Es la cualquiera. Es una cualquiera. Por eso “tocan a una y nos tocan a todas”. Porque no queremos ser sólo sujetxs: no es sólo amparadas en la ley donde vamos a lograr construir un mundo no-patriarcal. Cualquieridad para zafar de la falsa dicotomía, porque no hay particular o universal. Singularidad, ejemplo, individual que está en lugar de todxs.

 

 De acuerdo con la teoría física, aquellos colores que absorben la luz de los colores aditivos primarios se llaman colores sustractivos primarios. Con un ejercicio de economía sustentable que resiste a la lógica extractivista del capital patriarcal, el magenta es el que absorbe el verde para luego emitir. Juntos se potencian, se hacen brillar, se nutren mutuamente, se echan luz. Transición en la lucha, colorímetro de pasiones

 Hoy el verde es un acontecimiento, una ola que arrasa y se impone y condensa por un momento toda la atención, ocupa todos los espacios, abre y resignifica. Contrariamente a lo que quieren imponer los partidarios de nuestras muertes en abortos clandestinos, el verde es un símbolo de la vida, del respeto por las vidas de cientos de miles de mujeres que la han perdido por ser consideradas por un Estado machista sólo recursos disponibles o cuerpos envases de vidas igualmente disponibles y desechables.

 

 En nuestro país el verde fue visto viajando en Falcon durante los años más negros. Aquel verde oscuro y el celeste lavadito de los pañuelos que defienden las dos muertes clandestinas, tienen en común el amarillo, por falta o por saturación. Por eso no es casual que hoy intenten reponer el terror abotinado que busca disciplinarnos también por medio de las finanzas. Verde milico y verde dólar: recintos donde entra poca luz. Hay luces y hay sombras, y hay lucha.

 

 

Pero esta vez estamos juntxs, recuperando un verde vital, uno que nos deje respirar otra vez. La vida se parece más a esto que somos cuando estamos juntxs en la calle que a una pulsación natural.

  

Nuestra vida no está en el cielo celeste, nuestra vida es de este mundo y es verde como son verdes los brotes que garantizan oxígeno y hacen habitable el planeta. Una vida verdadera es una vida de libertades y potencias desatadas. Es todo esto o es una vida que no vale la pena. Si de algo nos sirven los años de cultura y organización, es para hacer de la vida un evento más allá de lo estrictamente biológico.

 

 

Hoy el verde es una exigencia clara y puntual, un grito al unísono: “educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”, al que le agregamos capas de sentido a cada paso que damos. Brotamos en las calles, en los barrios, en las plazas, en el Congreso, como en una primavera inesperada. Y nuestras ramas se entrecruzan, se dan sombra, abrigo y alimento feministas. El verde es la vida biológica reconquistada. Esa vida que nos fue expropiada desde el comienzo de los tiempos.

 

 

Es el color del que nos teñimos para gritar que ya no estamos dispuestas a pagar con nuestras vidas y nuestros cuerpos las consecuencias de la falsa ideología de la distinción entre naturaleza y cultura. Nosotras nos reapropiamos de nuestrxs cuerpxs feminizadxs y decimos que es natural decidir no continuar un embarazo.

 

 

Así, el verde representa la plena ciudadanía para lxs cuerpxs con capacidad de gestar. Ahora somos dueñxs de nosotrxs mismxs. Este verde se deja ver, al fin, como punto de partida: es el umbral, el ritual de inicio de nuestro viaje.

 

 

Sabemos que hoy disputamos el sentido de la vida en el congreso, en la puerta de los cuarteles, en los bancos y en la calle, y nos sabemos juntxs. Vemos venir las banderas violetas, verdes, magentas, naranjas, multicolores, que se juntan en una revuelta. Traman alianzas insólitas.

Nosotrxs nos organizamos. Usamos señalética pagana que establece pactos momentáneos y duraderos en todas partes. Porque vamos a cambiarlo todo, porque la lucha, el placer y la vida son nuestrxs. Lo que viene después es un fuego, algo por ser inventado.

Molécula revuelta

Nos inspiramos en, y usamos fotos prestadas de: MAFIA, Cromoactivstas, Emergentes, Julieta Colomer, Serigrafistas Queer, diarios online, la web

 

Morir mil veces: 10 lecturas para abordar el femicidio en la literatura // Dolores Reyes

Dolores Reyes eligió para Revista Sonambula diez novelas, cuentos o libros de no ficción que abordan la problemática del femicidio, algunos incluso mucho antes de que se difundiera el uso de la palabra. De Jorge Luis Borges a Roberto Bolaño, pasando por Juan José Saer, Jorge Barón Biza y Gabriela Cabezón Cámara entre otros y otras.

 

Busco las horas.

De acuerdo con la fecha, un femicidio cada 30 horas, cada 20, cada 26…los travesticidios, en ascenso.

Busco las horas y las noticias no parecen ponerse de acuerdo.

En todo caso, las mujeres asesinadas, desaparecidas, quemadas o desfiguradas pueden encontrarse no sólo en la sección de policiales sino también, mucho antes de que comenzáramos a hablar de violencia de género y femicidios, en nuestro relatos, en nuestras letras de tango, en nuestros poemas, en eso que llamamos literatura. Y buscan la hora de ser escuchadas.

Proponemos a continuación una lista con 10 libros que abordan la problemática del asesinato de mujeres por el sólo hecho de su condición de ser mujeres. Seguramente sea arbitraria e incompleta -en la Argentina también las travestis vienen padeciendo asesinatos extremadamente crueles e impunes- pero son 10 excelentes textos para entender la trayectoria de la violencia de género que engloba, mutila y mata a todo aquel cuerpo que ejerza el rol femenino.

El transfondo común a estos libros: una policía que no sólo no protege a las ciudadanas sino que muchas veces es participe de la violencia y el lucro desatado contra sus cuerpos, las mujeres como grupo social desvalido y abandonado ante la indiferencia, las familias de las chicas desamparadas en su búsquedas, las múltiples relaciones entre femicidio y poder político.

Busco las horas para que esto se acabe para siempre…

 

1- “La intrusa”, de Jorge Luis Borges

Publicado por primera en El informe de Brodie (1970), el cuento “La intrusa”, de acuerdo al relato que uno de los hermanos realiza durante el entierro del otro, narra la historia de Cristian y Eduardo Nilsen, que viven juntos, y de la llegada de una mujer, introducida al hogar por uno de ambos, Juliana Burgos “no mal parecida, de tez morena y ojos rasgados”.

Los Nilsen, descendientes de irlandeses o dinamarqueses “altos, de melena rojiza, apodados los Colorados”, eran, dice el relato, muy criollos, tanto en sus conductas como en sus costumbres. Un día, Cristián le ofrece a Eduardo “compartir” a la muchacha; otro día la propuesta será venderla a un prostíbulo de Morón. No hay solución posible al deseo de posesión: se descubren ambos hermanos pagando por el cuerpo de la muchacha y deciden volver a traerla de vuelta a su rancho.

Como en la sociedad actual, el relato pone de relieve que la solución final que encuentran los hombres es asesinar a la mujer, sin darle ni siquiera un entierro: “A trabajar hermano. Después nos ayudaran los caranchos. Hoy la maté. Que se quede aquí con sus pilchas. Ya no hará más perjuicios. Se abrazaron casi llorando. Ahora los ataba otro vínculo: la mujer tristemente sacrificada y la obligación de olvidarla”.

2- Racimo, de Diego Zúñiga

Publicada en 2014, Racimo aborda la desaparición de niñas en Alto Hospicio, localidad al norte de Chile. El lugar geográfico es relevante porque Alto Hospicio se presenta como un lugar perdido, levantado junto a basureros clandestinos. La vida de las niñas y adolescentes se desarrolla en este espacio marginal y extremadamente pobre, en done los adultos están alienados por las condiciones de trabajo y exclusión. Es aquí cuando la trama se complejiza. Torres Leiva se encuentra con una de las chicas que, moribunda, vaga por el desierto y la lleva hasta un hospital.

Es significativo que en la novela de Zúñiga, los hombres poseen nombre y apellido, mientras que los personajes femeninos sólo nombre de pila, una manera de comenzar a hacerse invisible.

Hace unos años, en la Feria del Libro de Bs As., Diego estaba de invitado en una mesa sobre femicidio y literatura. Un periodista le preguntó si la literatura alcanzaba para tratar este problema y Zúñiga dijo que no, que no era suficiente pero añadió: -Yo vine a plantar una bandera, desde aquí, plantar una bandera en contra de los femicidios.

3- Cicatrices, de Juan José Saer

Publicada en 1969, Cicatrices transcurre en 1963, durante el gobierno de Guido, después del golpe del 29 de marzo a Frondizi. El peronismo estaba proscripto. La trama de la novela se centra en el 1 de mayo del 63, cuando Luis Fiore, ex dirigente sindical peronista, sale de caza y luego mata a su mujer de dos disparo de escopeta en la cabeza.

A través de los relatos de sus cuatro narradores, de sus entrecruzamientos en trayectorias y espacios comunes, pero sobre todo del femicidio y el tiempo histórico en el que se desarrolla la trama es posible apreciar la violencia de género invisivilizada en la vida de los personajes, y cómo esa violencia crece hasta que detona la escopeta.

4- Sin embargo Juan vivía, Alberto Vanasco

Publicada por primera vez en 1947, la novela posee ciertas peculiaridades la transforman en una novela de excepción: uno de los procedimientos “experimentales” -Saer diría: “La literatura es experimental o no es” – de la novela de Vanasco es que está escrita en segunda persona. “Cuando llegues (a las diez menos cuarto) te encontrarás con la muerte de tu hermana, con varios policías y las primeras páginas de la novela”.

En el femicidio de Genoveva, hermana del protagonista, las culpabilidades irán variando de uno a otro de los personajes del entorno.

5- El desierto y su semilla, de Jorge Barón Biza

Publicada en 1998 por la editorial Simurg y recientemente reeditada por Eterna Cadencia, la novela tiene una marca autobiográfica fuerte: en el año 1964 y durante una audiencia de divorcio, después de veinte años de matrimonio y con ambos abogados presentes, Raúl Baron Biza (llamado Arón Grageac en la novela) le arroja ácido en la cara a su ex mujer, Clotilde Sabattini (en la novela, Eligia). Su hijo Jorge (en la novela, Mario Gageac) socorre desde el primer instante a su madre, y en medio de este episodio comienza la narración.

Entre la fascinación y el espanto, el hijo indaga su linaje en ese rostro deshecho al que irán cubriendo de colgajos, apósitos, injertos, la acción de la naturaleza operando activamente en la formación de quelonios, úlceras y cicatrices; y entre los escritos del padre suicidado un día después del ataque a su ex: “Yo despreciaba sus escritos, y me esforzaba por diferenciarme de él (… ). Ahora, la opción parece ser, para mí, o parricida de su memoria, o resentido por herencia, sin beneficio de inventario; o vulgar imitador en la copa y el balazo”.

6- Las niñas perdidas, de Cristina Fallarás

En 2011, la publicación de Las niñas perdidas le significó a Fallarás ser la primera ganadora del premio Dashiell Hammett (novela negra).

A través de los ojos de una ex periodista devenida en detective, se desarrolla una narración potente y llena de rabia por una Barcelona oscurísima, en la que la violencia, el tráfico y el asesinato se descargan sobre los cuerpos de mujeres niñas. La voz del relato es cruda, descarnada y directa, lo que le otorga a la investigación sobre las dos niñas desaparecidas una actualidad rabiosa.

La violencia de género agravada por la pederastia y el lucro sobre los pequeños cuerpos le generan a la protagonista la ira que descarga contra el cuerpo de algunos animalitos. Una forma de denunciar la hipocresía de tanta sociedad defensora de derechos animales frente a la casi indiferencia ante los cuerpos de niñas torturados y muertos.

7- Beya, de Gabriela Cabezón Cámara e Iñaki Echeverría

Como respuesta a la convocatoria de la editorial española Sigueleyendo para contribuir a la serie Colección de bichos, clásicos infantiles para adultos, Gabriela Cabezón Cámara se despachó en 2011 un arrollador relato sobre una víctima de trata cautiva en un prostíbulo bonaerense. La nouvelle tiene un trabajo con la lengua que le otorga una cadencia propia: fue, en gran parte, escrita en octosílabos. La trata de blancas y el tratamiento que la autora le da a la tortura y al dolor, la insertan en una tradición que arranca con El matadero y sigue, haciendo unos altos un poco abruptos, con Lamborghini. En la crueldad y el dolor al cual es sometida Blanca podemos leer toda la tradición argentina de literatura y violencia, pero particularizado a la forma de sometimiento y lucro que se hace sobre los cuerpos de las mujeres.

8- Chicas Muertas, de Selva Almada

Publicado en 2014 con una de las tapas más intranquilizadoras que recuerde, Chicas Muertas es el primer libro de no ficción de Selva Almada.

La voz del texto trabaja con los testimonios de familiares, los expedientes judiciales, las tumbas -si hay cuerpo- en los cementerios de provincia, y los propios recuerdos de la autora, buceando en tres femicidios no resueltos de los años ochenta, cuando ni siquiera existía el término femicidio. Pero el impacto del asesinato de Andrea, dormida en su propia cama y en el interior de su casa, la crueldad sobre una tan joven María Luisa y la desaparición de Sara, tres casos aún no resueltos, abren el texto a infinidad de violencias y prácticas ejercidas sobre el cuerpo de las mujeres, adolescentes y niñas en cada uno de los pueblos que Almada aborda en Chicas Muertas.

La lectura de Chicas Muertas logra hacer visible lo naturalizado, como forma de empezar a problematizar y revertir la violencia de género que es epidemia en nuestras tierras.

9- La Pesquisa, de Juan José Saer

Publicada en 1994, La pesquisa articula, en uno de sus planos narrativos, el relato de Pichón Garay a sus amigos sobre los asesinatos de veintisiete mujeres mayores ejecutados por un asesino serial, en el mismo barrio de París en el que reside Pichón.

Desde la presentación de la novela se la sitúa dentro del género policial, dándole un lugar central dentro de sus elementos característicos al relato sobre por lo menos tres pesquisas: La que ejecuta el asesino sobres sus víctimas, la que lleva a cabo el investigador en búsqueda del asesino y la pesquisa del sentido oculto en toda la serie de femicidios.

10- 2666, de Roberto Bolaño

La gran novela polifónica sobre los femicidios en el norte de México significa por acumulación. Bolaño no ahorra lo más mínimo de la violencia desatada sobre los pobres cuerpos de las mujeres, convertidos en despojos en el desierto de Sonora. Tantas muchachas sin nombre, tantas apenas comenzando su juventud.

La parte de los crímenes (cuarta parte que constituye 2666) es para mí la apuesta más alta del libro, ya que la violencia que late, amenaza y cohesiona a todo el volumen, se desata en un lenguaje descriptivo casi a nivel de prontuario policial, pero el prontuario no queda constituido aquí por el listado de criminales, si no por los cuerpos de las mujeres y la crueldad extrema ejercida sobre ellos. Parecería que el escritor buscase desbordar al lector, indignarlo, enfurecerlo, conmoverlo o en cualquier caso, sacarlo del “automatismo” y su forma de recepción indiferente, relatando uno tras otro los femicidios de Ciudad Juárez en todo su horror. Así, la ficcional Santa Teresa, en el lejano desierto de Sonora, se nos vuelve cada vez más cercana.

Por su singularidad y su potencia, la lectura de 2666 es una experiencia ineludible para vivenciar la violencia femicida, el lugar de las fuerzas de seguridad, la justicia, los gobiernos y el poder en torno a las mujeres muertas y desaparecidas que se desangran en un torrente llamado América Latina.

 

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Los 5 riesgos de militarizar la seguridad interior // Sebastían Ortega para Cosecha Roja.

El Presidente pondría en marcha esta nueva política sin pasar por el Congreso, a través de dos decretos que modifiquen la ley de defensa. ¿Qué pasa cuando los militares cumplen funciones de policía? ¿Cuáles son los antecedentes en la región? ¿Por qué esta doctrina es una amenaza para la democracia y la soberanía nacional?

Acá te contamos las cinco claves de los riesgos que implica la intervención de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad interior.

1. Los derechos humanos en riesgo: las Fuerzas Armadas están preparadas para aniquilar.

La intervención de las fuerzas armadas en tareas de seguridad interior forman parte de la doctrina promovida por los Estados Unidos bajo la excusa de enfrentar “nuevas amenazas” como el narcotráfico y el terrorismo.

¿Cuáles son los riesgos? A diferencia de las fuerzas de seguridad, las Fuerzas Armadas -además de tener una mayor capacidad de fuego- no están entrenadas en el uso gradual de la fuerza. “Están preparadas para aniquilar”, explicó a Cosecha Roja hace unos meses la ex ministra de Defensa Nilda Garré cuando el gobierno ya insinuaba el cambio de doctrina.

“Nuestras Fuerzas Armadas no han sido capacitadas para cumplir con las tareas que cumplen las fuerzas de seguridad. Los elementos de combate de los militares argentinos están entrenados para el empleo de la violencia en su grado más extremo, y en un contexto de guerra, y no están instruidas para actuar bajo órdenes de fiscales y jueces, ni para aportar pruebas para procesos penales, ni para realizar inteligencia criminal, ni para investigar la comisión de delitos”, explicó la doctora en sociología Paula Canelo en un ensayo para revista Anfibia.

2. La intervención militar en conflictos sociales

El proyecto de militarizar la política de seguridad no es nueva. En enero de 2016 la vicepresidenta Gabriela Michetti firmó el decreto que declara la emergencia en seguridad en el territorio nacional.

“¿A qué llaman emergencia? A todo y a nada, y en eso reside su mayor peligro. El decreto disfraza y encubre su verdadero propósito”, explicó en ese entonces Ileana Arduino, integrante del Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales (INECIP) y ex secretaria de políticas de prevención y relaciones con la comunidad del Ministerio de Seguridad de la Nación. Sin una definición clara, cualquier grupo social puede constituirse en una amenaza de la seguridad nacional.

Hoy, con un helicóptero y una bandera argentina gigante como escenografía, Macri hizo el anuncio de una política planificada desde su llegada al poder. “Como parte de las nuevas misiones será fundamental la participación de las Fuerzas Armadas en la custodia y protección de los objetivos estratégicos”, explicó.

En esa lista de objetivos estratégicos están incluidas las centrales nucleares y yacimientos petrolíferos como el de Vaca Muerta, la formación de gas y petróleo más importante del país, un territorio en disputa entre empresarios y comunidades originarias.

“Hay un gran temor de que la definición de objetivos estratégicos alcance a lugares o situaciones que estén involucrados en dinámicas de protesta social”, explicó a Cosecha Roja Manuel Trufó, coordinador del equipo Seguridad democrática y violencia institucional del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS).

La doctrina de las “nuevas amenazas” diseñada por Estados Unidos también establece la necesidad de utilizar a los militares para combatir el terrorismo. En Argentina el gobierno reconoce la existencia de una única organización terrorista: la Resistencia Ancestral Mapuche (RAM), una supuesta organización armada cuya existencia ni siquiera está probada.

Según un informe del Ministerio de Seguridad la RAM recibe armas y apoyo financiero de organizaciones internacionales pero ataca con cuchillos, martillos y serruchos. Entre la larga lista de atentados que el gobierno le atribuye están el ataque a piedrazos a gendarmes durante la represión en la que murió ahogado Santiago Maldonado y el supuesto “enfrentamiento” con integrantes del grupo Albatros de Prefectura en el que fue asesinado por la espalda Rafael Nahuel.

La “nueva doctrina” podría habilitar la intervención militar en conflictos con las comunidades mapuche o en situaciones de protesta social con otros actores políticos.

“Un caso para tener en cuenta es el de Perú, donde las Fuerzas Armadas tienen la misión de control y represión de la protesta social y se han dado casos con cantidades de muertos impresionantes”, explicó Trufó.

3. Colombia y México: el fracaso de estas políticas en Latinoamérica

En 2006, a poco de asumir, el presidente mexicano Felipe Calderón le declaró la “guerra al narco” y dispuso la intervención de las fuerzas armadas en el combate a los grupos criminales. La violencia no se redujo, sino que aumentó. Según organizaciones de la sociedad civil el saldo fue de aproximadamente cien mil muertos y 30 mil desaparecidos.

Las denuncias por torturas, asesinatos y desapariciones cometidos por efectivos de las Fuerzas Armadas se incrementaron un mil por ciento. Estas denuncias no fueron investigadas y permanecen impunes.

El caso de Colombia también es paradigmático. El país atravesó durante décadas un conflicto armado interno en el que intervinieron las fuerzas armadas. Según el último informe de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos se recibieron “denuncias de violaciones al derecho a la vida y a la integridad personal relacionadas con el uso excesivo o indebido de la fuerza por parte de los militares”.

4. La corrupción y desprofesionalización de las Fuerzas Armadas

El jurista Alberto Binder, presidente del Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales (INECIP), también alertó sobre el riesgo de enfrentar a las fuerzas armadas, inexpertas y mal equipadas, a un fenómeno criminal muy complejo como el narcotráfico: “Las acercás a un fenómeno con un gran efecto corruptor”, explicó Binder. El caso de México es un gran ejemplo de eso.

La intervención militar en asuntos de seguridad tiene otra grave consecuencia: la desprofesionalización de las fuerzas armadas. “Cuando se las utiliza como Policía o como guardianes de fronteras se va perdiendo la especificidad de la misión militar, que tiene que ver con la defensa de la soberanía”, dijo Trufó.

Según explicó el experto del CELS, detrás de la doctrina de las “nuevas amenazas” que impulsa Estados Unidos en la región hay otro objetivo geopolítico: “La transformación de las Fuerzas Armadas en policías y la renuncia de esos países a tener su propia política de defensa. Se busca desmantelar a las Fuerzas Armadas”, contó Trufó.

5. Las fuerzas armadas se convierten en un actor político de peso

La prohibición de que las fuerzas armadas intervengan en la seguridad interior fue un acuerdo que se sostuvo durante 35 años de democracia y que permitió desarmar el poder que habían tenido los militares como actores políticos durante casi medio siglo.

“Otro costo de esta política es el riesgo de que las Fuerzas Armadas vuelvan a convertirse en un actor político importante”, explicó Trufó. “Este no es un gobierno que se caracteriza por tener una fuerte política de control sobre las Fuerzas Armadas y las fuerzas de seguridad”, agregó.

“Esta es una pésima noticia. Se ha roto una de las políticas de Estado más firmes y con mayor consenso de la democracia”, explicó Binder.

 

http://cosecharoja.org

Es otro el truco. // Luciano Debanne

La cosa es que capaz no vas a ver un tanque en la calle. Al menos no en tu calle. Al menos no todos los días. No.

Es otro el truco.

Todos tenemos un tanquecito adentro, con un miliquito. Nos lo metieron hace mucho. Se lo metieron a nuestros antepasados y ya quedó ahí. Adentro nuestro.

Está ahí en la panza. Es eso que te aprieta cuando pasas por un control policial, o una frontera, o cuando entras a una comisaría. Es el miliquito que se cuadra y a vos te da esa cosa en la panza.

Cada tanto el cuerpo lo busca expulsar al tanquecito y al miliquito. Y entonces como que lo va descartando, lo va llevando de a poquito para afuera, para el lado del upite, junto con el resto de lo que no sirve.

Bueno con esto que acaba de anunciar el presidente lo que va a pasar es que cuando menos te lo esperes te va a aparecer un tanque posta en la cara y un milico de verdad apuntandote en la cabeza.

No todos los días, no. Una o dos veces, no más. O capa ni siquiera lo ves, solo te dicen que está ahí, apuntándote.

Y entonces a vos se te va a fruncir el upite, mucho, mucho, mucho.

Y así consiguen que el miliquito que le metieron a tus antepasados y que ellos te metieron a vos, quede ahí adentro.

Ese es el truco. Que vivas fruncido y aguantes.

Estigmatización al palo. // Dalma Villalba, para Mundo Villa

No es casualidad que todos los pobres, los que trabajamos en los penales, vivimos en las villas o barrios bajos, los que pensamos que la batalla que debemos dar es la batalla cultural o cualquiera que camine por ahí y  tenga más de tres ideas, se sienta zarpado con El Marginal.
Pero no por una cuestión de “gustos”, sino por una cuestión de clases, por lamentar desde el alma que se dé espacio, financiamiento y publicidad a este tipo de producciones que reavivan el morbo y lo peor de nuestra sociedad.
Pero que mal está que pensemos ¿Para qué van a pensar los villeros, los pobres y los presos?, y menos si (como generalmente ocurre) una sola persona carga con todos esos estigmas, si ya hay gente que piensa por nosotros.
Que mal está pedir los recursos para mostrar algo diferente. Si la industria ya está completa, sobrepoblada, ya se hizo/invento todo lo que puede ir para la TV, además ¿Qué es eso diferente que pueden mostrar los villeros? ¿Para qué algo diferente?  y si quieren hacer algo, que llenen formularios, presenten proyectos, vayan a las reuniones, que cumplan y salten todas las infinitas trabas burocráticas
Que mal está ofendernos ¿Cómo se van a ofender por esto? ¿No entienden que es ficción? ¿Qué buscan haciendo catarsis por una serie?
El Marginal 2 tan solo en su primer capítulo tocó varios temas que no tienen mucho que ver con la realidad: vomitó violencia, verbal y física, el gran todos contra todos, tiene una cuestión morbosa extrema con el sexo, los que pueden elegir, para pasarla “mejor” y las violaciones, lo sucio, los berretines, los gatos, los porongas que manejan los pabellones, lo simple de la muerte, la frialdad de los trabajadoras, la indiferencia de los que tienen “el poder”, sobre esas cientos de vidas, el placer de la sangre. Un sin fin de cuestiones que deberíamos de revisar y sobre todo ver por qué resulta “atractivo” mostrar, “resaltar” y ganar dinero con eso.
Realmente poco tiene que ver con lo que ocurre en las cárceles, donde los amigos son hermanos, la solidaridad y la fe son los principales pilares para transitar momentos durísimos, donde la imagen, el respeto y el cuidado por las mujeres que laburan allí son temas muy importantes para todos los internos, entre otros cientos de temas que deberían de contarlos ellos mismos.
No es dudoso que no se pueda meter una cámara para mostrar cuando los pibes están aprendiendo algún oficio, cuando van a algún taller, o están estudiando. Pero no hay problema en conseguir el permiso, pagar a los actores, grabar en una cárcel y simular que son simios a los que solo les divierte la sangre, el morbo y el dolor del otro.
Es muy interesante el fenómeno que produce esta serie porque por un lado tenemos a la sociedad que va idolatrando en cada capítulo a los actores, por su valentía en la serie, por ser el más malo de todos, por bancarse esa vida y la gente va apropiándose de esos berretines sin saber bien qué significa, ni por qué lo hace, basta con un solo ejemplo, la palabra “gato” que se usa habitualmente y la gran mayoría no sabe qué significa.
Y la misma persona que apoyó que baje la edad de imputabilidad o los justicieros de los celulares o los que dicen muerte a los chorros (a los chorros de celulares y carteras, porque a los que se roban cientos de millones no los mencionan y generalmente los defienden y los votan) son los que festejan y alaban este tipo de productos hasta transformarse en fanáticos desaforados.
Por otro lado estamos los pobres, los, las les, villerxs, presos, trabajadores que nos da bronca, tristeza, repudio, desilusión, que se financien este tipo de productos, porque mucha gente cree que eso “es lo real”, que eso es la cárcel, la cultura popular, lo negro de “alma” y nunca jamás, podrían llegar a hacer el ejercicio de ponerse en el lugar del otro. Este tipo de productos profundizan “la grieta”, una de las más importantes, esa grieta que acompaña la vida de todos y la otra, la de la cultura del descarte y la idolatría estúpida que nos enseña la televisión.
 ¿Llegará el día en donde el financiamiento va a parar en manos de los que supuestamente son protagonistas?
Para mostrar esa realidad dura, consecuencia de un fracaso de país, de un contexto que nos condena, pero también esa realidad cotidiana de esperanza y amor, entre amigos, familias, parejas, de ese amor inocente y la esperanza de una vida mejor,  no solo de la villa, la cárcel, el psiquiátrico, sino de todos los lugares donde el otro es carne de cañón de los que tienen el poder, los medios, los recursos, y las firmas.
www.mundovilla.com

En otro orden de cosas. A propósito de Fogwill, el muchacho punk // Mariano Pacheco

Libros y alpargatas. Reseñas de un escritor cabeza. 

 Hace 77 años, nacía Rodolfo Fogwill, “Quique”, el escritor argentino fallecido el 21 de agosto de 2010, o simplemente Fogwill, el muchacho punk.

Estaba por cumplir sesenta años cuando, en enero de 2001, firmó el Barcelona las palabras preliminares de su libro En otro orden de cosas, publicado en 2002 por editorial Mondadori, y en 2008 y 2011 por Interzona. Fogwill empezó a publicar tardíamente podríamos pensar, si asumimos que los 38 años eran la vejez extrema para aquella generación. A diferencia de otros “compañeros de ruta” él había estudiado sociología, era un publicista exitoso y un personaje al que no le importaba colocarse en el lugar de la corrección política progresista (en 1979, de hecho, ganó en plena dictadura el Premio Coca-Cola con Mis muertos punk).

De allí que sus libros, como Los pichiciegos (escrito de manera veloz, al ritmo del corazón agitado por la cocaína, mientras se desenvolvían los acontecimientos bélicos), hayan desconcertado a tantos. Algo similar puede pensarse de En otro orden de cosas. Libro que tenemos entre mano para leer, pero también para subrayar, hacer anotaciones a los costados, releer. Es que eso pasa con Fogwill, uno lo lee como quien lee cualquier otro cuento o novela y se topa con una serie de frases que lo dejan pensando, meditando casi sin querer.

Sea una novela, un relato o un mero equívoco literario, la crónica que sigue, sigue durante doce años una penosa biografía, construida con la mezcla arbitraria de la biografía del autor, de otras que conoció y la del propio personaje, escribe Fogwill, el muchacho punk, para abrir En otro orden de cosas.

¿Cuándo empieza un período político? ¿Cuándo termina? O más bien: ¿cómo hacer para fechar un proceso? Siempre hay controversias en torno a ello, y cuando de historia se trata, siempre se puede ir un poco más atrás.

La operación Fogwill en este sentido es fundamental: él fecha en 1971 el inicio de este libro, momento en que el ex presidente de facto Alejandro Agustín Lanusse, al frente del último tramo de la dictadura autodenominada “Revolución Argentina” lanza el Gran Acuerdo Nacional, y lo cierre en 1982, cuando la dictadura del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional se propone recuperar por la fuerza las Islas Malvinas, tras un marcado desgaste del régimen. Es el período de auge y caída de los intentos (desde el peronismo y la izquierda) de llevar a cabo una transformación revolucionaria de la sociedad argentina. No casualmente en la tapa del libro se lo puede ver a Perón, sonriente, con un revólver en cada mano. A buen entendedor, pocas palabras…

En otro orden de cosas no es el típico texto clásico, realista, al que podríamos catalogar bajo el rótulo de novela histórica. Los aspectos políticos centrales del período no se abordan de manera directa en el relato sino a través de una construcción narrativa en la que aparecen cifrados a través de breves comentarios, líneas de paso que condensan el dramatismo de un tiempo que parece fuera del tiempo pero que sucedió aquí, con fechas y lugares precisos, con nombres propios específicos.

Sin embargo, el personaje central de la novela permanece anónimo, nombrado simplemente como él.

En un entorno permanentemente cambiante, solo la introducción de nuevos cambios garantiza la estabilidad de lo esencial. Lo esencial se irá confundiendo gradualmente con la producción de cambios, tendiendo a llegar al punto donde cambio y permanencia no puedan distinguirse, puede leerse por ahí, en un capítulo ya avanzado de la novela. ¿Qué cambió y qué permaneció igual en la sociedad argentina en esos años?

Los compañeros habían cambiado. De los de antes, hasta el recuerdo de sus nombres se había disuelto en este unísono… Ahora llegaban hombres nuevos con bigotito, sueño, valijas y camperas azules. Gente joven: una generación entera de recambio, escribe Fogwill, y por si quedan dudas aclaramos que el apartado corresponde al capítulo fechado en 1973.

Al protagonista, se nos aclara, le encargaban misiones: tareas, acciones.

Es todo lo que sabemos. Él, el protagonista, es un joven como cualquiera, que vive en pareja y de un día para el otro ingresa en una organización armada. Allí cumple tareas específicas mientras trascurre -sabemos, aunque Fogwill no escribe nada al respecto- la retirada de la dictadura, la campaña del Luche y vuelve, los fusilamientos de Trelew, el triunfo de Cámpora en las elecciones, su breve gobierno, el ascenso de Lastiri, la convocatoria a nuevas elecciones y el triunfo de la fórmula Perón-Perón, con el General como presidente y su mujer Estela Martínez (Isabelita), como vice.

1974 es el año que marcha al ritmo de la revolución, podríamos creer, leyendo en el libro apartados como el siguiente:

Caminando por la avenida hacia el centro, la línea correcta se manifestaba como el aliento que retenía durante cuatro pasos. La gente era aquél aire. La revolución se disparaba en todas las direcciones de la ciudad y esas parejas tomadas del hombro o de la mano, y los muchachos que parecían esperar el llamado de la revolución apoyados en las paredes y mirando las pieles y las caderas de las adolescentes con una sed de armonía que sólo el movimiento de conjunto puede satisfacer: todo era un retumbar, el ritmo de la revolución…

Pero resulta que Fogwill agrega, apenas unos párrafos después, líneas como éstas:

Llegó el otoño, después pasó el invierno y la primavera dio lugar gradualmente al verano… El otro invierno anunció la crudeza por la manera de oscurecer: repentinamente se acortaron los días y la oscuridad bajaba como si una cortina de aire helado y negro se hubiese desplomado sobre el país.

Son líneas dignas de ser leídas en serie con la de otros momentos emblemáticos de la literatura nacional, como cuando Roberto Arlt describe la zona de angustia en su novela Los siete locos. Pero las décadas no han pasado en vano en el país, y la crueldad de las clases dominantes se hace sentir mucho más con cuarenta años de diferencia. Fue un invierno de perros: se notaban sus consecuencias en las caras. La gente palideció, agrega Fogwill. Y remata: La radio insistía emitiendo pronósticos de más frío… Los autos se demoraban en arrancar… la gente solo trataba de protegerse.

Es el pasaje del año 1974 a 1975. Algunos fueron a trabajar directamente para el enemigo escribe Fogwill. Allí comienza el proceso de mutación de él, el protagonista innombrado.

De la orga a la obra. El personaje pasa de militar en una parte muy específica de una organización revolucionaria a trabajar como obrero en la construcción de una autopista en la ciudad de Buenos Aires. ¿Cuánto hay de cambio en las cosas? ¿Cuánto de permanencia?

Se dice en la novela que la obra comenzó durante el gobierno de Perón, pero que dio un vuelco importante tras la irrupción de los militares en el gobierno, luego del golpe del 24 de marzo de 1976.

El plan se presenta claro: reordenar la urbe, con una ejecución del plan por la fuerza si es necesario (desalojo forzoso de población de villas con fuerzas represivas), todo con la necesaria contribución profesional (encuestadores, médicos, psicólogos).

El golpe de marzo de 1976 no es ni siquiera mencionado en la novela, pero en ese capítulo pueden leerse frases sugerentes, tales como Todo el mundo tiene necesidad de formarse un punto de vista… Y eso los pierde. O: Todo es una cuestión política.

El desarrollo del Proceso de Reorganización Nacional puede leerse entre líneas, año a año, en comentarios y paralelismo que van desde el momento en que se topan, removiendo escombros de la obra, con un cementerio y centenares de cadáveres bajo tierra en un patio colonial hasta la referencia a la invasión de productos extranjeros que vive el país, pasando por otros más directos como cuando se describe brevemente el historial de una amante del personaje y se nos informa que ella, la arquitecta, antes de graduarse estaba con sus compañeras en la revolución (y la mayoría ahora estaba muerta, se explicita, por si quedaban dudas).

Pero el miedo no era una cuestión sólo de quienes corrían riesgos por haber participado de la apuesta revolucionaria. El miedo parece haberse apoderado del cuerpo social, parece querer decirnos Fogwill.

Tenían miedo. Cada tanto mataban a alguno que se salía del carril. Ya no se oía comentar secuestros de revolucionarios, pero en el Estado crecía el malhumor contra los que empezaban a desertar de sus filas. Asustaban a un periodista acólito, baleaban a otro, habían precipitado la quiebra de un banco porque el dueño había cambiado de bando en las disputas entre sectores, puede leerse en la novela en la que no falta alguna referencia a las aventuras del almirante (Masera), el conflicto limítrofe con Chile o el Mundial de Fútbol de 1978. Y en la que también aparecen apartados como éste:

Incapaces de desplazar un batallón de tanques sin producir bajas por accidentes de tránsito y dejar el camino sembrado de chatarra reciclada de la segunda guerra europea, se habían especializado en sus tareas elementales de inteligencia, atentados y secuestros de personas.

Resuenan tal vez en algunes lectores las reflexiones emprendidas por león Rozitchner, cuando planteó que las fuerzas armadas en Malvinas nunca hubiesen podido ganar la guerra, porque estaban formadas en una doctrina que era la del enemigo, destinada a la represión interna y no a la defensa de la soberanía nacional.

De allí el linkeo con lo que escribe Fogwill, quien luego destaca:

Todos eran potencialmente díscolos: si habían sobrevivido, era, como decía el informe español, por su “capacidad natural para adaptarse a entornos en permanente estado de cambio”. Y vaya que nuestro personaje fue capaz de adaptarse.

Tal vez sea esa situación, de hecho, la que haga que el protagonismo no provoque repulsión en el lector. Como si los simples días hubiesen ido pasando y el muchacho haya pasado casi sin darse cuenta de organizar los aprestos necesarios para una operación militar de una organización revolucionaria a preparar en detalle un coloquio empresarial sobre la representación política cuando la dictadura comienza a presentarse en retirada.

El mismo personaje que, casi sin darnos cuenta, mientras transcurren las páginas del libro, vemos pasar de ser un simple peón de la obra a maquinista, y luego, técnico administrativo en las oficinas de la empresa constructora, desde donde va a ir creciendo hasta llegar a convertirse en asesor y promotor de las iniciativas culturales del proyecto empresarial.

En otro orden de cosas, entre otras cosas, es también una reflexión aguda sobre las condiciones de producción intelectual y de algún modo propone una mirada amarga sobre el pasado reciente de la Argentina.

La revolución se disipaba en el pasado como un mal recuerdo. Los revolucionarios inauguraban agencias de automóviles, gomerías, bares. O hacían política, canjeando su historia pasada por las dádivas de los partidos que empezaban a reaparecer, escribe Fogwill hacia el final del libro. Y agrega:

Algunos escribían historias. No eran historias de la revolución. Las publicadas, y las que circulaban semiclandestinamente, eran relatos de la derrota…

Mientras Fogwill escribe estas líneas aún el pasado oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Faltan semanas, meses nomás, para que el miedo incrustado en el cuerpo social estalle por los aires. Es un libro que piensa en posdictadura lo que sucedió en el ciclo político anterior. Pero que de algún modo está poniendo el dedo en la llaga de ese país que se construyó sobre las cenizas del fuego que arrasó con una esperanza. Lo que sigue es otra historia, nuestra historia más reciente. La que Fogwill llegó a vivir en parte. Y de la que también dejó algunos testimonios.

www.lalunacongatillo.com

Así te arma una causa la Bonaerense. // Cosecha Roja

Los cuatro policías de la Bonaerense que allanaron la casa de Darío Ávalos en Arturo Seguí, en las afueras de La Plata, no tenían orden judicial. Dijeron que habían visto al joven vendiendole drogas en la calle a una mujer y se metieron en la casa por la fuerza. Revisaron todo, le robaron más de mil pesos, le plantaron medio kilo de marihuana en el auto y se lo llevaron detenido. Después le pidieron plata a su madre para bajarle la imputación.

La mamá de Darío denunció la extorsión y la fiscal Virginia Bravo abrió una investigación. Bravo recordó que unos días antes, mientras estaba de turno, había tenido en sus manos un acta policial que le había llamado la atención. Según el documento, dos días antes del operativo en la casa de Darío, la policía había detenido en la calle a un hombre que estaba vendiéndole drogas a otros dos en la puerta de su casa. En esa causa, la fiscal había pedido un allanamiento que dio positivo y después envió el expediente a la Unidad Fiscal de Investigación 1, que lleva adelante las causas por estupefacientes en el departamento judicial de La Plata.

La fiscal cruzó los datos y descubrió que los policías que intervinieron en ese allanamiento eran los mismos a los que había denunciado la mamá de Darío por extorsión. El modus operandi también era igual: “Los policías falseaban los procedimientos. Decían que se topaban en la calle con un ‘pasamanos’ y entraban en las casas sin orden judicial”, contó a Cosecha Roja la fiscal Bravo. En los allanamientos truchos robaban dinero y objetos de valor, plantaban drogas, detenían a algunas personas y extorsionaban a sus familiares. “Los testigos de actuación eran convocados recién cuando estaba hecho el procedimiento. Los policías se cuidaban de no de no decirles a qué diligencia iban”, explicó la fiscal.

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El día que los policías llegaron a la casa de Darío, él no estaba. Los policías fueron recibidos por la mamá, la novia y otros dos familiares. Los agentes dijeron que era un operativo en una causa por drogas pero no les mostraron ninguna orden judicial.

A la novia de Darío la obligaron a subir a un Ford Escort de civil y le exigieron que los guiara hasta donde estaba el joven. Lo cruzaron cuando salía del gimnasio en su VW Gol, lo llevaron hasta la casa y revisaron todo. En una linterna sin pilas los policías tenían escondida la marihuana que le plantaron.

Como testigo del procedimiento habían traído a una mujer que vive a la vuelta de la casa y a la que en el barrio señalan como transa.

Mientras se llevaban detenido a Darío los policías le pidieron plata a la mamá para “favorecer” su situación judicial. Ella no alcanzó a pagarles porque una vecina ex policía intervino y habló con los agentes.

“La diligencia que culminara con la detención de Ávalos fue plasmada en un acta falsaria en la que se consigna el inicio del procedimiento a raíz de haber advertido una maniobra callejera de ‘pasamanos’ entre Ávalos y una vecina”, dice el expediente.

***

Después de un año de investigación, la fiscal pidió la detención de cinco policías de la comisaría 12 de Villa Elisa. Fernando Pardo, Facundo Rodríguez y José Sosa quedaron detenidos. Rolando Morales y Jorge Porsella tienen pedido de captura y presentaron un pedido de eximición de prisión.

Los cinco policías están imputados y procesados por los delitos de abuso de autoridad, privación ilegal de la libertad agravada, allanamientos ilegal, tentativa de extorsión, hurto agravado por su condición de funcionario público y omisión de persecución de delitos y delincuentes.

Los investigadores creen que el comisario Cristian Demarco, en ese entonces a cargo de la comisaría de Villa Elisa, podría haber estado al tanto de los falsos operativos pero todavía no hay elementos para confirmarlo. El comisario estuvo al frente de la seccional hasta febrero de este año, cuando fue relevado por una investigación de Asuntos Internos.

 

http://cosecharoja.org

La operación del más allá // Diego Sztulwark

(Serie: La noche de las no-preguntas)

¿Por qué Gramsci carga tanto las tintas sobre los intelectuales? Dos respuestas aparentemente contradictorias, cuyo tejido nos sitúa un Gramsci contemporáneamente activo: por un lado, porque la infraestructura no hace lazo social; por el otro, porque la infraestructura no presenta inconsistencias.

Ignacio Lewkowicz

Un modo de verificar las potencias de un pensamiento es exigirle más de sí en el mismo momento en que sus posibilidades parecen ya agotadas. Es lo que hizo Toni Negri, por ejemplo, cuando escribió su libro Marx más allá de Marx, que recoge un curso sobre los Grundrisse, dictado en París (en la mítica École National Supérieure de la calle Ulm, por invitación de Louis Althusser), en 1978. Marx resulta enteramente releído con el propósito de actualizar los posibles revolucionarios que el marxismo ortodoxo había consumado. Su tesis principal, en la que aún trabajan viejos colaboradores de Negri –Franco Berardi, Maurizio Lazzarato, Christian Marazzi o Paolo Virno–, consiste en la afirmación según la cual en fragmentos clave de la obra Marx se halla “una extraordinaria anticipación teórica de la sociedad capitalista madura”.  Un nuevo Marx –reconstituido en torno a la noción del “intelecto general”– surge del contacto con autores como Guattari y Deleuze. Pocas veces un título anunció una operación con tanta precisión.

En sus clases sobre Foucault, dictadas durante 1986, Deleuze dice lo siguiente: “alrededor del 70, Foucault forma un grupo llamado ‘izquierdista’, al que le atribuye notable importancia como única formación [se refiere al Grupo de Información sobre las Prisiones, GIP] activa después del 68”. Lo que le interesa al profesor Deleuze es el modo de trabajar del cerebro. Es decir, el modo cómo se hacen las evaluaciones. En el caso de Foucault, se trata del problema de cómo se determina la “actualidad”. Qué clase de evaluaciones permiten distinguir lo que estamos comenzando a ser, de aquello que estamos dejando de ser. ¿Cómo se traza esta línea de demarcación? Deleuze se detiene en un Foucault “izquierdista”. Su modo de trazar evaluaciones políticas. Su reflexión microfísica del poder. Sus intuiciones prácticas. En su clase del 7 de enero (editada en El poder, Cactus, 2014), Deleuze se aproxima al modo foucaultiano de ejercer la crítica: “hay tres problemas prácticos para todo aquí y ahora”, sostiene. El modo foucaultiano de determinar lo que se juega en una coyuntura pasa por reunir tres preguntas: a nivel del poder, “¿qué nuevo tipo de luchas hay, si es que hay?, ¿qué nuevo tipo de resistencia al poder?”; a nivel del saber, “¿hay hoy en día, aquí y ahora, un rol particular que sería el rol del intelectual?”; a nivel de una nueva ética, “¿qué significa aquí y ahora ser un sujeto?” (la cuestión de una nueva subjetividad). ¿Cómo respondía Foucault a estas preguntas en su momento? Desplegando la coyuntura cuyo punto culminante fue el 68: luchas autónomas o transversales; intelectual específico; maneras comunitarias de eludir la identificación. “El período actual es muy malo”, afirma Deleuze. Aquellas preguntas que Foucault había reunido se desunieron en una especie de “noche de la no-pregunta”.

Quizás Deleuze iniciaba en sus cursos la pregunta por un Foucault más allá de Foucault.  El propio Negri recuerda que Deleuze, antes de morir, estaba trabajando en un libro finalmente interrumpido, llamado La grandeza de Marx. Quizás la operación de ese “más allá” sea particularmente fértil con relación a Marx y a Foucault por alguna razón que no es necesario atribuir a una filiación directa de Foucault con Marx y, quizás, al modo como cada uno de estos grandes cartógrafos afirmó una forma particular de la crítica: la crítica práctica. La fórmula “más allá”, estimo, se aplica con particular productividad en los pensamientos fundados sobre esta dimensión práctica de la crítica. “Más allá” quiere decir más acá, en el sentido de un redescubrir su actualidad.

La crítica práctica liga cartografía y praxis. Algunos de sus rasgos: 1. Un pensamiento orientado hacia los procesos y las prácticas, es decir, al movimiento real de lo real captado como antagonismo, lucha, resistencia o contraconducta. Apunta a comprender el juego efectivo de las fuerzas, identificando y combatiendo trascendencias (mistificaciones, fetichismos). La crítica conecta con (contra) el problema de los “universales” y con (a favor de) lo que denomina “problematización”. 2. Una crítica de las trascendencias que no solo enfrenta sus formas exteriores (modelo de soberanía) sino que además examina el mundo de los poderes inmanentizados (poder pastoral, gubernamentalidad). El modelo de esta crítica de las trascendencias inmanentizadas se forja a partir de la crítica de la religión (Spinoza, Marx), en particular el pastorado cristiano que, penetrando en la carne y en el alma, mistifica el carácter práctico de la vida (singularidad de la historia occidental) forjando los rasgos centrales de una antropología útil al neoliberalismo. Resistir a este tipo de poderes supone hacer del cuerpo vivo un dispositivo de resistencia. 3. Una fuerte desconfianza del Estado (un universal) en tanto forma que pueda fundar lo social y explicarse a sí mismo. El Estado no extrae sus rasgos y potencias de sí mismo (no tiene esencia), ni posee una historia interna. Como tendencia integrativa de los juegos de poder, el Estado se explica cada vez más por las técnicas de gobierno y no a la inversa. Foucault denuncia el “odio al Estado”: la trama institucional se torna en campos de batalla en la medida en que estos logran deshacerse del mito soberano y contra-efectuar el juego de las relaciones de poder.  4. Una tentativa de aprehensión extra-jurídica de lo político, la fábrica (Marx) o la prisión (Foucault) como medio de comprensión privilegiada de acceso a las relaciones de fuerzas. 5. Un rechazo de la idea de una Razón en la historia: hay tantas racionalidades como juegos de poder y resistencia. 6. Una analítica del discurso capitalista de la libertad sobre el fondo del problema del control del trabajo y la reproducción, fundamento del discurso de la biopolítica (el capital no explota al trabajo sin gobernar el carácter vivo del poseedor de la fuerza de trabajo, una virtualidad a actualizar bajo el mando de los dispositivos de la valorización, según lo explica Paolo Virno en La gramática de la multitud). 7. Una comprensión de las relaciones de gobierno, a partir de las categorías neoliberales, como tecnología de gobierno del acontecimiento (lo neoliberal como racionalidad del conjunto de las dimensiones extraeconómicas de la vida). 8. Una apuesta por la resistencia (biopolítica) tal como surge “dentro y contra” de los dispositivos neoliberales de poder (gobierno). La crítica deviene política en este “dentro y contra”, en su capacidad de producir un “más allá” práctico.

En esta senda se inscribe el libro de Sandro Chignola, Foucault más allá de Foucault, una política de la filosofía (Cactus, 2018). ¿Por qué una “política de la filosofía”? Chignola percibe en el periplo de Foucault, en particular en el último período, un doble papel político para la filosofía: como el delimitador de un espacio de la crítica al interior de la razón gubernamental (que pasa tanto por los gobernantes como por los gobernados), es decir, una estabilización de la diferencia a partir de la cual el gobernado es capaz de tomar la palabra y decir una verdad frente al poder; y como el operador de un bucle reflexivo, por el cual el gobernado aprende a gobernarse a sí mismo –autonomía– en su relación consigo mismo y con los otros, que crea una forma de vida dentro y más allá de las relaciones de fuerza y de los dispositivos de poder. Crearse una libertad, inventar una política, producir una verdad. En este punto, la obra de Foucault engarza con la de Pierre Hadot, para quien lo real de la filosofía es la práctica entendida como un ejercicio espiritual conducente a transformar al sujeto para hacerlo merecedor de una verdad.

Chignola sostiene que, en definitiva, leemos sobre todo a Foucault porque en los últimos años de su vida nos enseña a desplazar la atención crítica, teórica y política del problema de la soberanía del Estado al campo de la gubernamentalización del poder (un anti-Hobbes). Al contrario de la teoría política contractualista, en Marx “es la existencia de formas locales de ejercicio del poder, difundidas por el entero espacio social (la propiedad privada, la esclavitud, la fábrica, el ejército), lo que anticipa y determina la construcción de los grandes aparatos de Estado”. Foucault habría aprendido de Marx a invertir el razonamiento convencional y a afirmar que el imperativo de la represión proviene del de la producción (Foucault admira la historización de la acumulación originaria de Marx, según Chignola. Allí se inspira para teorizar la producción de “cuerpos dóciles”, línea en la cual encuentra la “gemelidad genealógicamente inferible de la forma-prisión y la forma salario”.

Luego de estudiar la producción de subjetividad a partir de dispositivos soberanos y disciplinarios, el filósofo se dedica a estudiar, a partir del método marxiano de la inversión, el modo como los procesos de subjetivación –modos objetivos de instituir subjetividad– dan lugar a unos dispositivos gubernamentales de poder (que abren el gobierno a los mercados; que contemplan las contingencias, las complejidades y las contraconductas; que adoptan una actitud administrativa y desinteresada por el comando directo) sobre la base paradójica de una producción de libertad que garantiza un campo generalizado de obediencia. Es lo que sucede con las formas de gobierno neoliberales, en las que todo individuo aprehende sus posibilidades vitales solo en la medida en que se engancha a la dinámica de los mercados. En palabras de Chignola: “la superficie normativa sobre la que se conectan los individuos y gubernamentalidad está hecha de procesos gerenciales y administrativos, de optimización de las prestaciones en vistas al crecimiento (…) tendencias entrópicas que requieren gobierno”. El neoliberalismo es un enorme esfuerzo institucional por sostener al “individuo como emprendedor de sí y un ambiente social en condiciones de autorregular sus propias relaciones”. La libertad no funciona en los mercados como algo ya dado sino como algo producido, “relaciones gobernadas” de acuerdo con un poder que “crece reproduciendo sus condiciones de posibilidad”. La gubernamentalidad neoliberal “pasa directamente por el sujeto” de modo que “el sujeto no es libre, sino que es producido como libre”. La naturaleza en el fondo pastoral se deja ver en la obligación que a cada individuo se le impone de mantener una cierta relación consigo mismo –emprendedurismo– como de participar del colectivo (servidumbre capitalista).

Dos indicaciones, entonces: una analítica de las formas extrajurídicas de gobierno (“comprender el poder allí donde se vuelve menos jurídico”, dice Chignola, exactamente lo que inventó Marx en sus trabajos sobre la extracción de plusvalía); y una atención específica a las resistencias, a los modos de trazar, sobre este fondo histórico, la creación de líneas de fuga. La “tarea de la filosofía”, dice, es “hacer aparecer lo más próximo a nosotros, lo que tan íntimamente está ligado a nosotros como para volverse prácticamente imperceptible”, y para ello el operador cognitivo fundamental son las resistencias: un “reactivo” que “hace emerger las relaciones de poder que nos constituyen”, un “catalizador” químico.

¿Se deduce de semejante diagnóstico del presente, y de ese desplazamiento teórico del Estado a la economía, un gesto neoliberal en Foucault? Sí y no. Sí, puesto que es preciso para él aceptar la interioridad respecto de un diagrama de poder que es en sí mismo, además, condición de posibilidad de toda resistencia. Y el valor de ese diagnóstico sigue siendo productivo. Particularmente la importante distinción respecto de lo liberal decimonónico. Mientras el liberalismo fue una doctrina de los límites del Estado y la naturalidad de los mercados, lo neoliberal implica un saber sobre su artificialidad y su precariedad. El neoliberalismo supone un saber sobre el sofisticado arte de producir mercados. La coyuntura actual ilustra perfectamente este carácter estatista de los neoliberales: su alta estima por el Estado no es abstracta. Lo que ellos reivindican es el Estado propiamente, gubernamentalizado. Más que una sustitución del Estado por el mercado, se trata de un Estado abierto al mercado, que produce efectos soberanos sólo a partir de su capacidad de operar sobre esta apertura (y de amalgamarse a modos de violencia paraestatal que no hay que descuidar). Pero al mismo tiempo, y más profundamente, hay que responder que no, que Foucault no es un neoliberal: su aparato teórico y la naturaleza de los problemas que plantea no pueden ser reducidos a la descripción de la subjetivación de mercado ni al festejo de la libertad que lo neoliberal supone. Quizás resulte escasa su reflexión sobre un horizonte postsoberano capaz de trazar líneas jurídicas más allá de las formas que emergen actualmente de captura neoliberal de las instituciones, pero su insistencia en que son las resistencias (es decir, las resistencias actuales) las que permiten comprender lo que somos es crucial en una doble dirección: las resistencias iluminan las relaciones de fuerzas contemporáneas (como relaciones de poder); y proyectan un más allá implícito en las luchas con respecto a los dispositivos de poder. La centralidad epistémica de la resistencia o las fugas plantea la cuestión: ¿qué es lo que somos cuando resistimos a la gubernamentalidad neoliberal? ¿a qué más allá arribamos?

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Tremenda situación, tremenda foto. Tremendo todo lo que pasa en este país. // Cora Gamarnik

La mujer que se ve en la foto es Laura Calampuca, la mamá de Natalia Melmann. Acaba de escuchar que el asesino y violador de su hija de 15 años, el ex policía Ricardo Panadero, queda absuelto porque la prueba que lo incriminaba ‘se degradó con el tiempo’.
La gente que acompañaba a la familia protestó por el fallo y la policía los reprimió. Este es el momento en que la mamá se enfrenta a la policía para decirles que paren de dispararles.
Tremenda situación, tremenda foto. Tremendo todo lo que pasa en este país.

Fotografía publicada en el diario La Capital de Mar del Plata.
Mar del Plata, 3 de julio de 2018.

Desmiente el Ejército Zapatista de Liberación Nacional contacto alguno con AMLO. Comunicado del CCRI-CG del EZLN

 

EJÉRCITO ZAPATISTA DE LIBERACIÓN NACIONAL.MÉXICO.

AL PUEBLO DE MÉXICO:

A LOS PUEBLOS Y GOBIERNOS DEL MUNDO:

A LOS MEDIOS LIBRES, ALTERNATIVOS, AUTÓNOMOS O COMO SE LLAMEN:

A LA SEXTA NACIONAL E INTERNACIONAL:

AL CONGRESO NACIONAL INDÍGENA Y AL CONCEJO INDÍGENA DE GOBIERNO:

A LA PRENSA NACIONAL E INTERNACIONAL:

17 DE JULIO DEL 2018.

 

DESDE EL DÍA DE AYER Y EN EL TRANSCURSO DEL DÍA DE HOY, EN MEDIOS DE COMUNICACIÓN CORRE LA VERSIÓN, SUSTENTADA EN DECLARACIONES DEL SEÑOR ALEJANDRO SOLALINDE (QUIEN SE OSTENTA COMO PRESBÍTERO, SACERDOTE, CURA O COMO SE DIGA, CRISTIANO, CATÓLICO, APOSTÓLICO Y ROMANO), DE UN SUPUESTO ACERCAMIENTO ENTRE EL EZLN Y EL SEÑOR ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR Y QUE “YA ACEPTÓ EL EZLN TENER EL PRIMER DIÁLOGO” (palabras textuales del señor Solalinde).

SOBRE ESTA MENTIRA, EL EZLN DECLARA:

 

PRIMERO: EL CCRI-CG DEL EZLN, DIRECCIÓN POLÍTICA, ORGANIZATIVA Y MILITAR DEL EZLN, NO HA ACEPTADO NINGÚN PRIMER DIÁLOGO CON NADIE.  COMO ES SABIDO POR QUIENES TIENEN EL MÍNIMO CONOCIMIENTO SOBRE EL EZLN Y SUS MODOS, UN ASUNTO ASÍ SERÍA COMUNICADO PÚBLICAMENTE CON ANTELACIÓN.

SEGUNDO: EL EZLN NO HA RECIBIDO DEL SEÑOR SOLALINDE NADA MÁS QUE MENTIRAS, INSULTOS, CALUMNIAS Y COMENTARIOS RACISTAS Y MACHISTAS, AL SUPONER ÉL QUE, COMO SE SOSTENÍA EN LA ÉPOCA DEL SALINISMO Y EL ZEDILLISMO, SOMOS UNOS POBRES INDÍGENAS IGNORANTES QUE SOMOS MANIPULADOS POR, USANDO SUS MISMAS PALABRAS, “CAXLANES QUE ADMINISTRAN EL ZAPATISMO”, Y QUE ESO EVITA QUE BAJEMOS LA VISTA Y NOS POSTREMOS ANTE QUIEN EL SEÑOR SOLALINDE CONSIDERA EL NUEVO SALVADOR.

TERCERO: ENTENDEMOS EL AFAN DE PROTAGONISMO DEL SEÑOR SOLALINDE Y SU ACTITUD DE EXIGIR SOMETIMIENTO, PERO SE EQUIVOCA CON EL ZAPATISMO DEL EZLN.  NO SÓLO EN ESO SE EQUIVOCA.  NO SABEMOS MUCHO DE ESO, PERO PARECE QUE UNO DE LOS MANDAMIENTOS DE LA IGLESIA A QUIEN DICE SERVIR EL SEÑOR SOLALINDE, REZA: “NO LEVANTARÁS FALSOS TESTIMONIOS CONTRA TU PRÓJIMO NI MENTIRÁS”.

CUARTO: COMO DEBERÍA SABER CUALQUIERA QUE CONOZCA LAS LEYES MEXICANAS, EL SEÑOR ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR NO ES EL PRESIDENTE DE MÉXICO, NI SIQUIERA ES EL PRESIDENTE ELECTO.  PARA SER “PRESIDENTE ELECTO”, ES NECESARIA LA DECLARACIÓN AL RESPECTO POR PARTE DEL TRIBUNAL ELECTORAL DEL PODER JUDICIAL DE LA FEDERACIÓN; Y DE AHÍ SIGUE QUE LA CÁMARA DE DIPUTADOS EMITA UN BANDO EN EL DIARIO OFICIAL DE LA FEDERACIÓN DONDE LE COMUNICA A LA POBLACIÓN QUE YA HAY UN PRESIDENTE ELECTO.  Y, SEGÚN LAS MISMAS LEYES, NO ES PRESIDENTE EN FUNCIONES HASTA QUE TOME PROTESTA EL DÍA 1 DE DICIEMBRE DEL 2018.  POR CIERTO, DE ACUERDO A LA ÚLTIMA REFORMA ELECTORAL, NO GOBERNARÁ 6 AÑOS, SINO DOS MESES MENOS.  CLARO, A MENOS QUE SE REFORME LA CONSTITUCIÓN Y SE PERMITA LA REELECCIÓN.

QUINTO: SI LOS DEL EQUIPO DEL SEÑOR ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR SE COMPORTAN COMO SI YA FUERAN GOBIERNO, PORQUE ASÍ SE LOS HAN HECHO CREER LOS GRANDES EMPRESARIOS (vía Youtube, lo que es una garantía de seriedad), LA ADMINISTRACIÓN DEL SEÑOR TRUMP (vía su visita faraónica), Y LOS GRANDES MEDIOS DE COMUNICACIÓN, SE ENTIENDE; PERO TAL VEZ NO ES CONVENIENTE ESO DE ADELANTAR YA SU DISPOSICIÓN DE VIOLAR LAS LEYES BAJO EL AMPARO DE UN SUPUESTO “CARRO COMPLETO” (QUE ES LO QUE HIZO EL PRI DURANTE SU LARGO REINADO).

SEXTO: EL EZLN TIENE YA LA AMARGA EXPERIENCIA DE ACEPTAR EL CONTACTO CON UN SEÑOR QUE DESPUÉS SERÍA DECLARADO PRESIDENTE ELECTO.  NOS REFERIMOS AL SEÑOR ERNESTO ZEDILLO PONCE DE LEÓN, QUIEN APROVECHÓ ESOS CONTACTOS INICIALES PARA PLANEAR EL ANIQUILAMIENTO DE LA DIRIGENCIA ZAPATISTA DE ENTONCES.  QUIEN OPERÓ ESA TRAICIÓN, EL SEÑOR ESTEBAN MOCTEZUMA BARRAGÁN, ES AHORA UNO DE LOS PROPUESTOS PARA FORMAR PARTE DEL GOBIERNO QUE SUPUESTAMENTE HABRÁ DE TOMAR POSESIÓN EL 1 DE DICIEMBRE DEL 2018, NO ANTES.  IGNORAMOS SI AHORA EL SEÑOR SOLALINDE PRETENDE RELEVAR AL SEÑOR MOCTEZUMA BARRAGÁN EN LAS FUNCIONES QUE TUVO CON ZEDILLO.

SÉPTIMO: NO ES DE NUESTRA INCUMBENCIA, PERO MAL HACEN, QUIENES SE AUTODENOMINAN “EL CAMBIO VERDADERO”, AL ARRANCAR CON MENTIRAS, CALUMNIAS Y AMENAZAS.  YA LO HICIERON CON LO DEL PAPA, AHORA CON EL EZLN.  ESTÁN REPITIENDO LOS “USOS Y COSTUMBRES” DE QUIENES DICEN HABER QUITADO DEL GOBIERNO.

OCTAVO: COMO HA SIDO PÚBLICO, DESDE HACE AL MENOS 16 AÑOS, DESPUÉS DE LA CONTRARREFORMA INDÍGENA, EL EZLN NO HA DIALOGADO CON LOS GOBIERNOS FEDERALES.  NI CON FOX DESPUÉS DE 2001, NI CON CALDERÓN, NI CON PEÑA NIETO.  A NUESTRA DISPOSICIÓN DE DIÁLOGO SE HA RESPONDIDO SIEMPRE CON LA MENTIRA, LA CALUMNIA Y LA TRAICIÓN.  SI HACEN FAVOR, PRÉSTENLE AL SEÑOR SOLALINDE RECORTES DE PRENSA Y LIBROS QUE DETALLAN ESTO, PORQUE ESTÁ HACIENDO LO MISMO.

NOVENO Y ÚLTIMO: SI SOMOS “SECTARIOS”, “MARGINALES” Y “RADICALES”; SI ESTAMOS “AISLADOS” Y “SOLOS”; SI NO ESTAMOS “DE MODA”; SI NO REPRESENTAMOS NADA NI A NADIE; ENTONCES ¿POR QUÉ NO NOS DEJAN EN PAZ Y SIGUEN CELEBRANDO SU “TRIUNFO”? ¿POR QUÉ NO MEJOR SE PREPARAN BIEN, Y SIN MENTIRAS, PARA LOS 5 AÑOS Y 10 MESES QUE ESTARÁN EN EL GOBIERNO FEDERAL? Y ORGANÍCENSE, PORQUE HASTA PARA PELEAR POR EL HUESO Y RECIBIR FELICITACIONES DEL DINERO ES MEJOR ESTAR ORGANIZAD@S.

¿NOSOTRAS, NOSOTROS, NOSOTROAS, ZAPATISTAS?  PUES SEGUIREMOS EN LO QUE ESTAMOS DESDE HACE YA CASI 25 AÑOS:

¡RESISTENCIA Y REBELDÍA!

PORQUE LA LIBERTAD NO SE RECIBE NI COMO LIMOSNA, NI COMO FAVOR HUMANO O DIVINO; SE CONQUISTA LUCHANDO.

ES TODO.

Desde las montañas del Sureste Mexicano.

Por el Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General del

Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

 

Subcomandante Insurgente Moisés.

(100% mexicano, 100% originario de la lengua tzeltal (o “indígena tzeltal” para el señor Solalinde), y 100% zapatista).

México, Julio del 2018.

Estamos en manos de gente que no escabia // Diego Valeriano

La foto es muy gráfica, estamos en manos de gente que no escabia. Estamos en manos de gente que es viernes a la noche y su cuerpo no lo sabe. Que no sabe lo que está pasando a metros de ahí. Que sonríe con la mesa vacía. Gente que no espera ansiosa el delivery de escabio y no atraviesa avenidas enteras hasta llegar al kiosco de Raquel. Que nunca le rompió el teléfono al transa un domingo 11 de la mañana. .

No escabian, no saben que la fiesta es a muerte. Se esfuerzan por mostrarse pulcros, risueñas, abstemios. Van a planificar cualquier gilada porque no entienden. Nunca estuvieron en un bautismo en Merlo Gomez, a la salida de Jesse, saltando como taradas en un recital que ya ni se acuerdan de quien era en Pinar. Nunca les ardió el cuerpo, nunca un falso asado, nunca tiraron botellazos a los patrulleros como unica condicion de reforzar una amistad, nunca las bajaron de un remis por vomitarlo todo.

Planifican ajustar como si les fuera gratis, pero no entienden que la fiesta no se enfría. No entienden que la fiesta es a muerte. Y no importan las marchas porque ahí ya no pasa nada. Porque, sin duda alguna, es más peligrosa una fiesta clandestina en José C Paz que cualquier Unidad Básica, que cualquier asamblea de los mismo de siempre. Porque un estribillo encierra acción directa.

La fiesta es a muerte y en unos meses es diciembre. El calor y los atardeceres de escabio y amistad habilitan nuevos entendimientos, nuevas formas, otras alianzas. Corramos a la sección bebidas del Vea antes que la infantería nos alcance, usemos los changuitos de barricadas, segundiemos a la amiga que feliz de pepa no entienden que van por ella.

Tal vez todo comienza como un murmullo, tal vez como un grito desesperado en el medio de la música. Saquemos los parlantes a la vereda, abran un par de vinos que el sol esta que pega, todas las rochas bailando en corpiño, todos los negros en cuero amanecidos un domingo.  Busquen sus propias moléculas en las fiestas por venir, como única forma de rebelión impredecible.

El Marginal 2 miente: ¿Quién no quiere estar cheto? // Diego Skliar y Radio Mosquito

A partir del texto “El circo y lo real ausente” de César González, me pareció oportuno transcribir una charla que tuve con presxs de una cárcel bonaerense, en el marco de un taller de radio, después de ver el trailer de El Marginal 2. Este espacio funciona dentro del Centro Universitario San Martín, sede de la UNSAM en la Unidad Penitenciaria 48 de José León Suárez. Un espacio educativo fundado hace diez años, donde actualmente se cursan 12 talleres artísticos y dos carreras universitarias.

Mario: Hay que distinguir ficción de realidad, entre lo cierto y la fantasía.

Demián: Para los que estamos tras los muros, el que hizo ese programa con tanta violencia es un ignorante. Deben estar todos los televidentes pensando que somos los peores: lastiman, se dañan entre ellos, no quieren a nadie, dañan a los oficiales. Demasiada ficción. También somos hijos, padres, madres, hermanos. Acá estamos en la universidad dentro de la cárcel y nadie tiene miedo que le den una puñalada o lo prendan fuego.

Roberto: Acá el más pillo no es el más violento, sino el que mejor se expresa, el más humilde. Te va mal cuando aparentás lo que no sos. En el programa muestran a un transa como el capo. Pero no dicen que esos son los que se arruinan y arrastran a toda la familia, la encadenan a su negocio.

Laura: Ese capo gordo del programa corte que manda más que el Servicio Penitenciario. No es así, hay control de los dos lados. Igual la policía siempre manda más. Dominan al presito nuevo, se lo meten en el bolsillo por un par de tratos. Ese patio superpoblado y super violento de El Marginal no existe. Si un pabellón está superpoblado te mandan a Buzones. Si Buzones está superpoblado, te vas a Admisión. Y si no a Leonera o te mandan en un camión. Nos vimos, a otra unidad.

Mario: Igual los presos hacemos un montón por la tranquilidad del penal. Si le hacemos la guerra a la policía esto no va a estar tranquilo. Y si nosotros estamos tranquilos hoy por hoy, aunque tengamos berretines y suene feo, es porque hay convivencia entre el preso y la policía. Tenemos beneficios y permisos a cambio de otras cosas. Lo que vi en El Marginal me pareció incoherente. Yo no sé qué siente o piensa la gente de la calle al ver ese programa. Refuerza el bolazo de los noticieros, que dicen que desde las cárceles se siguen manejando ejércitos de delincuentes. Es una fantasía gubernamental para tenernos acá. Miranos ahora: en la universidad, conviviendo internos sin berretines, los hermanitos, los transas, los ladrones. Somos una ensalada de fruta con respeto. Nadie le salta en la cara al otro porque hace yoga, radio o porque reza todos los días. Los que pasan con el auto por la autopista y ven este paredón lo que menos se imaginan es que acá adentro estamos haciendo un programa de radio. Entonces da bronca la impresión que se arma la gente de nosotros por ver programas como ese. Encima es la televisión pública, el gobierno. Termina el programa y todos deben pensar que acá nos hacemos más peligrosos cada día, que perdemos corazón. Ojalá la gente no se llene de miedo por culpa del programa. A mi Tumberos me gustaba más. Acá hacemos el chiste ese de “traé plata, Parodi”.

Demián: Hoy los motines ya no existen. Hay violencia, pero no es constante. Hoy llegás a agitar un motín y los propios compañeros de pabellón te sacan a patadas en el culo.

Mario: Con solo tirar el rancho para atrás (no recibir la comida) te fuiste. Todos prefieren mantener la convivencia con el Servicio. Es una forma de la comodidad que existe acá adentro. ¿Quién no quiere estar cheto? Es como se dice: una mano lava a la otra y la dos lavan la cara.

Producciones de Radio Mosquito: www.soundcloud.com/radiomosquito

Los viejos que comen en los brindis de los actos públicos // Diego Skliar

Una declaración de interés cultural, la presentación de un proyecto para enrejar otra plaza, el lanzamiento de un libro que mañana estará en la mesa de saldos. Poco importa el motivo del evento en algún salón ostentoso de la Legislatura Porteña. Ellos ingresan saludando al guardia que bien los conoce, ocupan un lugar entre el público y se duermen una pequeña siesta hasta que llegue lo que fueron a buscar: el momento del catering. El evento nunca dura más de cuarenta minutos, alguien siempre subraya la importancia “del fortalecimiento democrático” o “la participación ciudadana” y después se abren las puertas. Del otro lado, las mesas dispuestas simétricamente, las jarras de bebida y los platos llenos de sanguches, pancitos saborizados y knishes de papa para reforzar una extraña noción de la diversidad y la tolerancia. Jamás chipá. Los Viejos que Comen en los Brindis de los Actos Públicos son los primeros en abordar las mesas y, disimuladamente, echar algunos bocados a la mochila para más tarde. A veces quedan envueltos en un diálogo y felicitan al primero que ven con un diploma o una placa de bronce. Si ven a otro de los suyos, nunca lo saludan y en lo posible evitan el contacto visual. No es vergüenza ni competencia, simplemente no creen que exista en su acción ningún tipo de Nosotros. Se calcula que cada viejo come entre ocho y doce sanguches, que licúan con un promedio de tres vasos y medio de gaseosa. No prometen lealtad a ningún partido político ni serán fuerza de choque del funcionario encargado del evento. Ellos no van por el pancho y la coca. Están ahí por algún extraño protocolo que habilita una merienda de lujo. Quizás esta panzada sea para ellos el mayor derecho adquirido en la democracia.

Amistades // Barrionuevo Toxico

 

Soy amigo de un pibe zombi y no cabe duda que se trata de un asunto de percepción. Es una amistad insólita que coquetea con la complicidad, con intuiciones mutuas, un vínculo que se cocina en la remundancia.

Pero no se apresuren, no estamos hablando de la amistad tal cual hablamos siempre, ni la que arrastramos desde la infancia o la escuela. Ni la de gustos o inquietudes comunes. Tampoco de las que bastan sólo con una mirada, nada parecida a la del barrio, menos aún la que banca en momentos difíciles, ni de la amistad consejera o del amigo en que se puede confiar siempre. Desconfiar del amigo o confiar sin confiarse; desconfiar del pibe zombi y viceversa él de mí. Siempre está la traición en esta amistad, el mordisco por la espalda, el consejo a mano, la transmisión o el ataque. La mutua desconfianza seguramente es el elemento más fuerte de nuestra amistad, el que la mantiene viva.

En una amistad como ésta no nos esforzamos en buscar ideas o palabras comunes. En verdad no hay palabras. Aunque balbucee, entiendo lo que quiere decir con sus gruñidos. Nos entendemos sin tener que explicarnos. Hay algo así como un pre-lenguaje común que hace que nos sintamos cómodos. No se trata en absoluto de la comunidad de las ideas, sino de algo bastante más misterioso. Mi amistad con el pibe zombi tiene la talla de una categoría filosófica, de una verdadera condición para transitar vorazmente estos territorios remundantes.

Ya sé, ya sé… no se puede ser amigo de un pibe zombi. Sí, ya lo sabemos. No somos iguales, no vivimos lo mismo, no padecemos lo mismo; ¿dónde quedaría la “responsabilidad” si fuésemos realmente “amigos”?, ¿y la “distancia”? Ocurre que sólo a partir de la violencia, el humor y del misterio de esta amistad que nos arrolla y nos empuja a producir; nos permitimos salir y generar situaciones. Nos volvemos mutuamente misterios.

El misterio de la vida cuando la entendemos como emisión de signos. Pura emisión. Signos que tenemos que interpretar, signo sobre signo, sin código. Queda dicho: no hablamos de entender palabras determinadas, ningún argot en especial. No se trata aquí de un asunto de traducciones. Sino de un asunto de intercambio de signos, de percepciones y repercusiones. De estar contentos, cómodos, preocupados –genuinamente preocupados–, de estar riéndonos, quejándonos, de estar también gestionando. De estar intercambiando, sin funciones. Tal vez los dos percibamos –y esto sea lo que más nos une– los signos de este  Apocalipsis.

Pedagogia Mutante 2 / Pibe, repugnancia y abundancia

Barrionuevo Toxico

Ed. Tinta Limón 

EL CIRCO Y LO REAL AUSENTE // César González

«Ojalá algún día los privilegiados que pueden acceder a las herramientas audiovisuales puedan vencer el morbo, el fetichismo y los mecanismos de lo bizarro a la hora de representar la marginalidad.
Ojalá algún día se den cuenta que estos temas son demasiado serios y chorrean litros y litros de dolor para encararlos siempre solo desde la lengua del show.
Ojalá algún día solo dejen de pretender de los espectadores solo una onomatopeya que diga ¡Guauuu!. A mi entender la marginalidad no es ningún espectáculo circense, la cotidianidad carcelaria es de una tristeza que asfixia, hay millones de seres humanos allí dentro sometidos a las torturas más inimaginables y oscuras, que ya habían nacido en una clase prisionera de todas las ausencias y que la cárcel solo continua una pena ya dispuesta previamente al nacimiento.
Ninguna ficción es inocente. Si me aclararan que esta serie es un producto de humor bizarro no tendría ningún problema. El problema surge cuando la presentan como una serie seria que “muestra la realidad” y mucha gente creerá que así de ridículos y caricaturescos son los presos. Que a mi entender y a partir de mi experiencia de 5 años preso, de tener un hermano, primos y multitud de amigos tras las rejas, no se parecen en nada a los presos que muestra esta serie. Los presos que yo conocí y conozco desbordan seriedad, lucidez y gestos de una solidaridad que pocas veces encontré en las personas aquí afuera. Gestos que no vi en casi ningún personaje de la primer temporada y que no encuentro en los adelantos de este trailer, de todos modos espero realmente equivocarme.
Aprovecho para aclarar que si bien tuve una participación mínima como actor en la primer temporada de esta serie considero dicha participación un error. Pero los errores están para aprender, sugiere un dicho popular…
Fuente: Revista Sudestada

El dinero y la política // Horacio Verbitsky y Diego Sztulwark

“La corrupción está en el centro del juego”, dice Horacio Verbitsky en Vida de perro (Siglo XXI / Tinta Limón), su profunda conversación con Diego Sztulwark. Hablan de los grandes grupos económicos integrados por bancos, transnacionales, industria y poder religioso. Debaten sobre el capital como mecanismo legítimo de financiación partidaria y de la tensión entre declamar transparencia y convivir con mafias. Balance político de un país intenso, desde 1955 hasta hoy.

Diego Sztulwark: En un párrafo de La educación presidencial decís algo así como que después de la Guerra Fría y cuando ya la idea de la transformación social había desaparecido del orden del día, la corrupción pasa a ocupar el centro del juego político sin activar de nuevo el tema de la transformación del sistema como tal. ¿Cómo funciona la cuestión de la corrupción de los años noventa para acá?

 

Horacio Verbitsky: Me parece que el eje es ese párrafo que vos recordás de La educación presidencial. A partir de la década de 1990 se reducen los márgenes de tolerancia, pero al mismo tiempo, en un movimiento que es a la vez simultáneo y contradictorio, se fomenta la corrupción porque es el precio que se paga por el abandono de las banderas históricas del movimiento más vital que tuvo la historia política argentina. Hay quienes lo ven claramente. Julio Ramos escribió un editorial en Ámbito Financiero en el que dice que el ajuste y las privatizaciones que hay que hacer sólo las puede ejecutar el peronismo, porque es el único movimiento al cual no van a voltear los sindicatos. Y vemos al Tata Yofre en el “menemóvil” haciendo la campaña y apostando a Menem, en el momento en que este hablaba de la revolución productiva y el salariazo. La corrupción es el precio que se paga para que ese partido, con esa historia, se dé vuelta como un guante y borre buena parte de las banderas con las consignas de las políticas que históricamente había defendido. Son dos movimientos simultáneos y contradictorios. De hecho, también hay que tener siempre en cuenta la existencia de fracciones distintas del capital en la Argentina: por un lado están los bancos y las transnacionales, y por otro están los capitanes de la industria, los grupos económicos. Los nombres han ido cambiando, aunque la denominación más correcta es la de “grupos económicos de origen local”, haciendo todas las salvedades necesarias, ya que el más notable de esos grupos, Techint, es en realidad una transnacional italiana. Es el caballo creado por una comisión, como decía Perón. El gran invento del menemismo es que reúne a ambas fracciones, mientras que durante el alfonsinismo esos sectores habían confrontado porque se acababan los recursos para satisfacer a ambos bandos y necesariamente había que privilegiar a unos sobre otros. Estaban los que se beneficiaban con el pago de intereses usurarios de la deuda, y por otro lado, los que se beneficiaban con los contratos de obra pública, con precios disparatados, con las renegociaciones constantes de contratos, con los subsidios a las exportaciones. Hay un punto – durante el gobierno de Alfonsín– en el que el Estado ya no puede seguir cumpliendo con ambas partes, y se produce el colapso de 1989.

 

Las privatizaciones del menemismo se hacen con una condición que figura en la ley, según la cual los consorcios para las privatizaciones tienen que reunir tres vertientes distintas: un banco que tenga títulos de la deuda, un operador internacional que sea capaz de hacer funcionar el servicio y un grupo económico local que sea el experto en mercados regulados, como dijo muchos años después Repsol para explicar el ingreso de Eskenazi. Y se hacen esas uniones transitorias de empresas, que duran lo que el primer mandato de Menem. Ya en el segundo, hechos los grandes negocios de las privatizaciones, los grupos locales realizan la ganancia vendiendo su participación a los extranjeros, y se avanza así hacia la crisis de fin de siglo. Ahora, los grandes negocios de las privatizaciones se hacen con el lubricante de la corrupción, y aparecen personajes paradigmáticos como Roberto Dromi, que reaparecerá más adelante como consultor durante el kirchnerismo, o Manzano.

 

Durante el gobierno de la Alianza se dan otras formas de corrupción: la ley de privatización laboral, la famosa historia de la Banelco. Durante el gobierno de De la Rúa se despliega un manto de moralismo. De la Rúa promete en la campaña que va a vender el avión presidencial, y después les indica a los funcionarios a cargo que hagan todo lo posible para que no se pueda vender. Fue cuando Hadad lo quiso chantajear a De la Rúa con la historia del vuelo a Miami de su mujer con las amigas para ir de compras. Por entonces hablé con un operador importante de De la Rúa, que me dijo una frase fantástica: “Fernando e Inés no son corruptos, son garroneros”. El menemismo, en cambio, fue desfachatado, no se preocupó por ocultar nada. El radicalismo tiene una historia en ese sentido que arranca en 1932 con las coimas por la concesión eléctrica, con las cuales se construyó el edificio de la Casa Radical en la calle Tucumán.

 

El tema del financiamiento de la política está siempre pendiente. Todas las denuncias e investigaciones de corrupción en general tienen que ver con el Estado. Los privados quedan siempre flotando. Las explicaciones que han dado – como cuando fue el mani pulite italiano, por ejemplo, no como los agentes activos de la relación sino como víctimas pasivas– son porque no les quedaba otro remedio, porque de lo contrario, y esto raramente se plantea, se trataría de buscar algún remedio estructural para ese problema, para impedir que se siga reproduciendo ese tipo de situaciones.

 

Días después de esta conversación, en junio de 2016, José López, exsecretario de Obras Públicas del Ministerio de Planificación Federal, fue encontrado en un convento con bolsos llenos de millones de dólares. Como era de imaginar, el episodio vino a coronar el efecto conclusivo por el cual el kirchnerismo ya no era más un gobierno con altos grados de corrupción, como lo fueron por aproximación y de modo mayoritario los sucesivos gobiernos argentinos, sino un fenómeno delictivo en sí mismo, una asociación ilícita, no un capítulo del mundo de la política nacional sino un episodio puramente policial, perteneciente por entero a la jurisdicción del derecho penal. La polarización constante con el kirchnerismo en términos de decencia y recuperación de las instituciones republicanas ha sido el principal recurso político durante el primer año de gobierno de Cambiemos, aun cuando se haya tenido que buscar la forma de minimizar las historias de apropiación ilegal de bienes ajenos –incluso de propiedad pública– por parte del clan Macri o del Grupo Clarín, para sostener este sistema de acusaciones.

 

Más que defender al kirchnerismo negando hechos de corrupción, o comparando magnitudes con otros episodios igual de inaceptables o aún más, cabe prestar atención a qué es lo que se intenta aniquilar (organizaciones populares, organismos de derechos humanos, una cultura militante, una actitud de confrontación y todo resto de rebeldía o autonomía ligada a lo que llaman “cultura populista”) y qué es lo que se intenta salvar (del aparato judicial, de las gobernaciones y las intendencias peronistas, de no pocos funcionarios kirchneristas que se aprestaron a votar las principales leyes propuestas por el gobierno de Macri –como el endeudamiento y el pago a los fondos buitre– , de los conglomerados bancarios y empresariales, de los grandes sindicatos), con las acusaciones de corrupción del kirchnerismo. El propio kirchnerismo, puesto a la defensiva, asumió una posición vergonzante que llevó a Milagro Sala a gritar desde su prisión: “No soy José López”. Es decir, al kirchnerismo le faltó una explicación, en su máxima representación, acerca de cuáles fueron sus convicciones en torno a la relación entre dinero y política, que permitiera distinguir entre los hechos de corrupción (indefendibles), los mecanismos de financiación política (discutibles) y las transferencias de recursos a organizaciones sociales y a organismos de derechos humanos (perfectibles).

DS: ¿Qué pensás de la corrupción de los gobiernos kirchneristas?

 

HV: Me impresiona que se esté estableciendo como verdad mediática que los gobiernos kirchneristas fueron los gobiernos más corruptos. Creo que eso es absolutamente falso. Ha habido casos, como los hubo en gobiernos anteriores. Y en los pocos meses del gobierno de Macri, hay casos, como el dólar futuro, en que es absurdo que esté procesada Cristina y no los funcionarios que decidieron la devaluación después de comprar dólares a futuro y fijaron el corte que determinaba qué ganancia iban a obtener con la operación que hicieron.

 

DS: Si en la época de Robo para la corona veías la corrupción como el lubricante para el desarrollo de políticas antipopulares, ¿cómo actualizarías la secuencia hasta el kirchnerismo?

 

HV: La corrupción es uno de los rasgos estructurales más notables y persistentes del sistema político edificado desde 1983, y el análisis de su papel resulta insoslayable para comprender el funcionamiento de ese sistema y sus relaciones con la estructura económico-social, donde pujan intereses contrapuestos. Los dos partidos que hasta la crisis de 2001 sostuvieron el sistema aplicaron políticas distantes de los intereses de su base electoral. La alternancia y el intercambio de roles terminaron por hacer evidente que ambos habían sido captados por los sectores dominantes que desde 1976 se habían ocupado de remodelar la sociedad argentina. La corrupción de los cuadros dirigentes de esas fuerzas políticas fue el precio de ese transformismo, por usar una expresión del exlíder comunista italiano Antonio Gramsci, que el economista e historiador Eduardo Basualdo desarrolla en su trabajo “Modelo de acumulación de capital y sistema político en la Argentina”.

 

Bajo las sucesivas presidencias de Alfonsín, Menem, De la Rúa y el breve interinato del senador Duhalde, se definieron los roles del oficialismo y de la oposición por encima de las identidades partidarias, roles que no obstaculizaron el nuevo modelo económico-social impuesto en forma compulsiva desde 1976, en el que la producción industrial fue desplazada como eje del modelo de acumulación por la valorización financiera del capital. Esto comienza a cambiar en 2003 con Kirchner, cuando aún los grupos económicos locales ocupan un lugar central, y el viraje se acentúa a partir de la primera presidencia de Cristina, cuando a partir del conflicto con la Sociedad Rural se profundiza un rumbo nacional y popular.

 

DS: ¿Qué balance se puede hacer del manejo del dinero del Estado por parte de las organizaciones populares durante estos años? ¿Cabe acá hablar de corrupción? Y si cabe, ¿cómo entender esto políticamente?

 

HV: Lo referido al primer kirchnerismo es la continuidad del transformismo suprapartidario, inevitable dado el origen de ese gobierno y sus nexos con el justicialismo de Menem y Duhalde. Esto comienza a quedar atrás a partir de la profundización del enfrentamiento con la Sociedad Rural y la oligarquía diversificada, que para Cristina deja de confundirse con la extinta burguesía nacional. Ese sector y su contra- parte sindical rompen con el FPV en 2013, detrás de Massa. El martilleo judicial y mediático sobre la corrupción no debería ocultar que los casos que se ventilan y que deben ser probados no se originan en el período de Cristina, aunque intenten cobrárselos a ella con un propósito ejemplar, para que nunca más nadie se atreva a enfrentar a esa coalición de intereses del capital (más allá de las críticas posibles a la forma en que ese enfrentamiento se planteó). No me parece que la relación del Estado con las organizaciones sociales pueda caracterizarse como corrupta, más allá de la contabilidad a granel y de episodios específicos que puedan señalarse. Lo que sí muestra es la limitación del estatalismo para el desarrollo de esas organizaciones. En tanto y en cuanto su crecimiento se base en la administración de recursos estatales, su interrupción ante un cambio político las sume en la crisis. La Túpac Amaru intentó superar esa limitación con las fábricas que montó para abaratar costos, proveer a terceros y minimizar la dependencia del Estado, pero no fue suficiente.

 

DS: ¿Qué importancia les das a los Panamá Papers?

 

HV: Me parece que es importante, aunque incompleto. Son puntas para profundizar investigaciones. Macri aparece con una compañía, dice que nunca estuvo activa, que no hizo operaciones. Se empieza a buscar en los registros de Argentina y de Brasil, y sí tuvo operaciones. Dice que nunca tuvo cuentas, y sí tuvo cuentas. Una cosa llamativa es que lo que ha aparecido en la mayoría de los casos son lugares y sectores, es decir, da la impresión de algo dirigido desde los Estados Unidos contra ciertos sectores por una competencia desleal. En mi último viaje a los Estados Unidos, escuché un debate en la radio sobre por qué no aparecen norteamericanos. Una de las respuestas posibles es porque esto está dirigido a atacar a competidores. Y la otra es porque no hace falta, porque los principales paraísos fiscales del mundo están en los Estados Unidos, en los estados de Delaware y Nevada. Son las cosas que ha investigado Jorge Gaggero, compañero mío desde hace cincuenta años. Que Estados Unidos, Suiza e Inglaterra aparezcan como puros o combatiendo la corrupción es un chiste.

 

DS: ¿Cómo establecés la relación del poder religioso –componente evangélico, sobre todo en Brasil, y católico en Argentina– en su articulación con medios y justicia para poner en el centro la cuestión de la corrupción?

 

HV: En Brasil está claro que fue muy importante para la suspensión de Dilma la bancada evangélica en el Congreso, que ha ido creciendo en las últimas décadas hasta convertirse en un factor político insoslayable. Es un elemento de corrupción descomunal, porque es dinero conseguido mediante la estafa, que después se canaliza en medios y termina dando bancas como resultado. En la Argentina ese rol lo ha cumplido el episcopado católico. En general, no se suele analizar a la Iglesia y a los obispos en relación con estos aspectos terrenales, pero yo creo que son fundamentales. El documento está elaborado por el conjunto de la Conferencia Episcopal, pero no se puede analizar al margen de su presidente, José María Arancedo, miembro de una familia de grandes consignatarios de hacienda, que manejó por décadas el mercado de Liniers. La relación que hace Arancedo entre corrupción y pobreza, para decir que cuando alguien se queda con un vuelto hay pobres que sufren, es de una gran pobreza y de una gran ramplonería intelectual. Las grandes transferencias de ingresos no se han hecho porque alguien se queda con un vuelto, son decisiones de política económica que pueden incluso ser legales. La devaluación de 2001 o la de 2016 son legales, no son ilegales. La supresión de las retenciones es legal, no es ilegal. Ahora, es incomparable el daño que hacen esas medidas a la estructura social o a la redistribución del ingreso, al lado de lo que Arancedo llama “quedarse con un vuelto”, que, además, está bien puesta la escala: es quedarse “con un vuelto”. Lo otro no es “quedarse con un vuelto” sino dar vuelta las relaciones sociales y las posibilidades económicas de las clases con una resolución administrativa, legal.

(…)

* * *

el_perro_col_03Días después de nuestras entrevistas en 2016, sucedió el escandaloso episodio del ex funcionario kirchnerista José López, sorprendido cuando ingresaba bolsos con millones de dólares en un convento. No vale la pena detenerse en lo patético de la situación. Lo cierto es que el episodio confrontó al kirchnerismo con su peor pesadilla. Acosada y a la defensiva, su dirección política máxima no intentó nunca una explicación sistemática y seria de las situaciones denunciadas. Esto permitió que el macrismo en el gobierno pudiera asumir con suma facilidad el discurso de transparencia, y avanzar sin críticas de peso en su programa de normalización financiera de acuerdo con los parámetros internacionales. Además de los casos de corrupción, se formula un problema político de primera magnitud en torno a los modos de financiamiento de la política. Imposible reducirlo al problema de la legalidad: no hay “gran democracia” –como las llaman– que no tolere estos ilegalismos como una necesidad sistémica. El problema es otro, y se vincula con la coherencia interna que hay en la relación entre fuente de financiamiento y naturaleza de la política que se practica.

Los liberales tienen toda la razón cuando quieren discutir criterios de transparencia, sólo que su razón tiene que ser discutida a fondo, porque esa transparencia sólo aspira a legitimar y no a transformar las jerarquías estructurales de nuestra sociedad, mientras que los procesos de control democrático, fundados en la participación popular, rechazan esa separación artificiosa entre aspectos éticos y efectividad igualitaria democrática, característica de la moralización de la política que cada vez más se escuda en la expresión “lucha contra la corrupción”.

 

DS: Volvamos a la cuestión de la política y el dinero. Néstor y Cristina fueron políticos adinerados y tuvieron una posición explícita sobre la necesidad de acumular riquezas como condición de autonomía para hacer política.

 

HV: Eso lo dijo Cristina.

 

DS: Exacto. Esa declaración de Cristina plantea el problema del dinero en relación con la política en términos prácticos, cuestión que me parece interesante, porque permite ir más allá del problema de la legalidad que acompaña el discurso de la corrupción como aspecto inmoral e ilegal de la acumulación privada. ¿Qué pasa cuando se plantea que no se puede hacer política sin dinero y que el dinero es una condición para tener autonomía política?

 

HV: Ellos provienen de una generación y de una práctica militante que no asociaba política con dinero; no obstante, había organizaciones que necesitaban financiar sus actividades y para eso sí necesitaban dinero. Pero ni Néstor ni Cristina estuvieron en esas organizaciones. Fueron militantes estudiantiles, universitarios.

 

DS: ¿Cómo te planteás el problema de la relación del dinero y la política?

 

HV: El problema del dinero y la política tiene que ver con las regulaciones para el financiamiento de la política. En la medida en que esté cortada la posibilidad del financiamiento espurio, esa tentación desaparece. El título de mi libro, Robo para la corona, es una frase que tomé de Manzano. Ante un cuestionamiento que le hacía el bloque, él dice: “Yo robo para la corona, ¿les queda claro?”. Es decir, lo hacía para financiar la política, si bien luego se vio que se financiaron muchas otras cosas además de la política. Por ejemplo, la conversión de Manzano en un poderoso empresario de medios y de petróleo; un médico de Tupungato que llega al Congreso con una mano adelante y otra atrás se convierte en un potentado. No robaba sólo para la corona.

 

DS: ¿Y en el caso de los Kirchner?

 

HV: He conversado con ambos sobre este tema en distintos momentos. En una ocasión, le planteé a Kirchner que pusiera todos sus bienes en un fideicomiso ciego. A él le pareció que eso era una hipocresía, y que corría el riesgo de que le malversaran todos sus bienes. Ella, en cambio, dijo: “Nosotros tenemos todo declarado. A nosotros no nos van a encontrar una cuenta secreta en algún lado. Todo lo que tenemos está declarado, todo lo que tenemos podemos explicar cómo lo tenemos. Es una hipocresía que nos hagan señalamientos cuando hay otros políticos que no pueden explicar su nivel de vida. Vos ves a dónde viajan, cómo viven, qué compran y lo cotejás con sus declaraciones juradas, y no cierra”. Me pareció una reflexión llamativa de alguien que no tenía cosas que ocultar.

 

Tengo una experiencia previa con el tema de los famosos fondos de Santa Cruz. Cuando esa historia comenzó a circular con mucho ruido, le dije a Kirchner que me interesaba saber cómo era eso. Me contestó que si me interesaba, fuera a verlo la semana siguiente. Cuando acudí a la cita, me encontré con una serie de cajas de cartón que contenían toda la documentación. Me pidió que la estudiara, que la leyera, y que hiciera con eso lo que quisiera. Eso hice, y está claro que no se robaron el dinero y que preservaron su valor. Ese dinero era la compensación de regalía de lo que se liquidó con la venta de YPF. Todas las inversiones que se hicieron con eso están debidamente auditadas por los órganos pertinentes de la provincia de Santa Cruz: el Tribunal de Cuentas y la legislatura. También me quedó claro que eso es formal. Es decir, se cumplieron los pasos legales que certifican todo. De todos modos, no sabemos qué pasó entre el día uno –el día que recibieron el dinero– y el día que me dieron las cajas: ¿dónde estuvo la plata? ¿Dónde se invirtió? ¿Qué intereses pagaron? De todo eso no hay nada, ni una sola palabra. Es probable que se hayan distraído fondos de ese monto y que pudo haber usos espurios. Sí, es probable. No obstante, tampoco están los elementos para saberlo. Lo que sí se sabe es que como saldo de todo esto Santa Cruz es la única provincia que preservó el dinero. Mientras tanto, las demás se la patinaron en gastos corrientes que, en definitiva, es lo mismo en lo que cayó Santa Cruz después del gobierno de Kirchner. Finalizado el gobierno de Kirchner, esos fondos fueron reincorporados al presupuesto de la provincia y se los gastaron, como habían hecho las otras provincias previamente.

 

DS: ¿Pero vos creés en la teoría política que considera que el dinero es una condición de autonomía política?

 

HV: Yo no creo que el dinero sea imprescindible para la política, no estoy de acuerdo en esto con Cristina. Creo que lo que es imprescindible en la política es la convivencia con los mafiosos, con los que sí están en el tema del dinero, y son muchos. Si tu política es la cruzada contra la corrupción, no llegás a ningún lado, porque necesitás que te voten las leyes en el Senado, en la Cámara de Diputados, necesitás de los gobernadores. Yo creo que ese es el problema, no que Néstor y Cristina tengan tanta plata. Si vos le hacés asco a todo eso, sos Carrió, que protege a Macri luego de haber dicho que era su límite porque es la mafia; o sos Ocaña, que termina haciendo un proyecto pidiendo un vagón para mujeres en el subte. ¡Cualquier cosa! Eso no lleva a ningún lado en política. Ahora, ¿cómo hacés para gobernar teniendo en cuenta esa realidad que es la realidad estructural de la Argentina? Esta es una cosa que se podrá sanear a muy largo plazo, de forma gradual, modificando otras cuestiones estructurales del funcionamiento de la sociedad. Creo que Néstor y Cristina dieron pasos importantes en esa dirección, pero absolutamente insuficientes. Esto hubiera requerido mucho más tiempo y profundidad. Pero eso no tiene que ver con cuánta plata tienen ellos.

 

el_perro_col_04Fragmentos: Capítulo 11 “Que yo no sea peronista no me hace ignorar la centralidad que aún tiene el peronismo y que puede tener en el futuro”, sobre corrupción y financiamiento de la política. Y Capítulo 12 “En mis columnas está claro que durante todos estos años he coincidido mil veces con el gobierno de Cristina, pero tengo mi propia agenda”, sobre política y dinero.

FUENTE: ANFIBIA

¿Todo el poder al Soberano? // Investigadores de FLACSO Argentina

Leemos en La Nación una nota que se titula Romper una espiral destructiva[1]. Quisiéramos evitar discusiones en abstracto que apelen a grandilocuentes enunciados acerca de la calidad educativa, la evaluación, los intereses del conjunto de la población, las nuevas generaciones, etc. No así soslayar los efectos concretos que, en ciertas coyunturas, arrastran discursividades que se precian de las mejores intenciones.

En alguno de sus párrafos se señala que la permanencia del estatuto docente muestra la debilidad del Estado. Imaginemos que el estatuto docente expone una serie de supuestos que podrían repensarse a la luz de los devenires de la escuela y la vida social contemporánea. Imaginemos incluso que ciertos funcionamientos corporativos se resisten a su reformulación. Imaginemos que muchos de los problemas que vive la escuela desbordan los confines de un estatuto. El asunto -sin embargo- no radicaría en estas presunciones, sino en la idea que supone que un estado fuerte es el que dirime los modos de agenciamiento social, sin interpelaciones sectoriales. ¿O no es eso lo que está sucediendo desde hace un par de años con el borramiento de la discusión paritaria para consensuar los pisos salariales y condiciones mínimas para la población docente y las escuelas?

¿Alcanzaría la investidura “democrática” de un gobierno para arrasar con condiciones y derechos conquistados, respaldándose en una “legalidad” exenta de toda legitimidad?

“A comienzos de año las escuelas de islas sufrieron una amenaza de cierre debido a que las autoridades bonaerenses aducían que las instituciones no contaban con matrícula suficiente (…) Pero ahora les llegó el turno a las escuelas de educación especial (EEE), que son las que se ocupan de la formación de niños, niñas y jóvenes con diferentes tipos de discapacidades (motoras, intelectuales y sensoriales). A comienzos de julio, pocos de días antes de iniciarse el receso invernal, en varias escuelas (de Campana, San Fernando, Tigre, Vicente López, Escobar, Laprida, Olavarría y Esteban Echeverría, entre otras) llegaron comunicaciones indicando que se pretende reducir el plantel docente, lo que en la jerga técnica se llama Planta Orgánica Funcional (POF), con la excusa de que hay un “excedente” de personal”.[2]

En estos días el Ministerio de Educación de la Ciudad intenta sancionar las tomas de los colegios secundarios, y la lista sigue: aumento de niños por aula, magros salarios docentes, baja arbitraria de contratos, reducción de programas sociales, achicamiento de equipos de orientación escolar, cierre discrecional de los institutos de formación docente…

Nos preguntamos, ¿qué responsabilidad tendrían los sindicatos en estos manotazos arrasadores? Nos preguntamos también ¿cómo es que estos hechos alcanzan visibilidad pública, si no es -entre otras manifestaciones- a través del peso de las denuncias gremiales? Nada sabemos acerca de la proliferación de  formas múltiples de expresión que pueden nacer de los malestares sociales y educativos, pero sí sabemos que los gremios docentes ejercen una fuerza innegable en el escenario de las negociaciones que hacen a las condiciones necesarias para el ejercicio de la tarea pedagógica.

Habría una discusión para dar en torno a la potencia de movidas micropolíticas que de maneras no tan obvias suscitan otras formas de pensar la vida en las escuelas, pero sospechamos que no es por acá el espíritu de lo que se enuncia en la nota.

Avanzando en el texto editado por La Nación, es posible advertir que lo que está en cuestión no es poner en debate los efectos de las lógicas corporativas sino la necesidad de borrar todo signo de resistencia a una política de desguace y achicamiento de lo público. Porque lo público no es una proclama ideal a espaldas del desamparo creciente de amplios sectores que valoran su paso por la escuela pública.

Citamos:

“Cuando algún funcionario se ha propuesto encarar políticas educativas que rompan la espiral destructiva, se produce en el campo de la educación un fenómeno muy interesante. No solo la corporación gremial refuerza sus alianzas intersindicales y políticas para vetar la propuesta (…) sino que, además, las propias instituciones públicas también se instituyen como corporaciones que defienden su interés particular frente al supuesto autoritarismo de la democracia que les otorga a los poderes constitucionales, el Ejecutivo y el Legislativo, el derecho de dictar y discutir las políticas sin el acuerdo previo de las corporaciones”.

Sin velo alguno se exponen con claridad por lo menos tres cuestiones: el disvalor de la vida social como escenario de creación, el valor omnímodo del Poder, la confusión entre legalidad y legitimidad. No hay fundamento Soberano que pueda dispensar el derecho o no a la existencia  gremial (que por otro lado está reconocido y legitimado por el propio Estado, más allá del gobierno de turno).

No hay fundamento Soberano que pueda frenar la creación de modos que escaparían a las maneras convencionales de hacer política. No hay fundamento Soberano (organismo internacional, agencias evaluadoras, academia, estado, gremio) que se erija en el portador de lo que es bueno o malo para la educación.

La escuela es muchas cosas, se hace y deshace todo el tiempo, instaura y frena, aloja y en ocasiones expulsa, repite y experimenta, amplía universos y los restringe. Se piensa y reformula. Tienta y se repliega. Desde lejos no se ve. Abigarrada en las protecciones tecnicistas y economicistas, la imaginación no piensa; separada de las tensiones y sensibilidades de los que habitan el cotidiano escolar, las transformaciones no germinan.

La legitimidad de una práctica, de una organización, de una experiencia, de un conjunto de valores no descansa en un fundamento exterior o superior sino en su capacidad de conquistar realidad. ¿La realidad a la que nos someten las políticas Cambiemos, es una conquista o un avasallamiento?

 

Silvia Duschatzky – Carlos Skliar- Patricia Redondo-Estanislao Antelo- Dora Niedwiecki

Investigadores de  FLACSO Argentina

Julio 2018 

[1]          Columna de Opinión de Guilermina Tiramonti publicada en diario La Nación el 6 de julio de 2018.

[2]          Datos extraídos de la nota “La Educación Especial en la mira”. Página 12, Buenos Aires, 16 de julio de 2018.

«El movimiento feminista muestra que se puede ser muy masivo y muy radical a la vez” // Verónica Gago

*Alejandro Fielbaum, sociólogo y licenciado en filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Magíster en Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Chile.

*Sebastián Caviedes, sociólogo de la Universidad de Chile. Director de Cuadernos de Coyuntura.  Para nodoxxi.cl/

Tanto por su libro La razón neoliberal como por su militancia en el Colectivo Situaciones y el movimiento argentino Ni Una Menos, la profesora argentina Verónica Gago es una figura central para pensar los movimientos sociales que en América Latina se han levantado ante el neoliberalismo. Invitada por la Universidad de Valparaíso en septiembre del 2017, generosamente concedió a Cuadernos de Coyuntura una entrevista que, tras la emergencia de un importante movimiento feminista en Chile, resulta aún más necesaria.

  1. Feminismo y movimientos sociales

Su trabajo analiza las relaciones entre violencia de género, precarización laboral y organización social. En ese marco, nos interesa partir destacando su crónica1 en la que reflexiona sobre la precariedad laboral y sindical de las mujeres que atienden las denuncias telefónicas por violencia de género en la provincia de Buenos Aires. ¿Qué muestra ese caso con respecto a las formas de dominación en Latinoamérica?

Esa nota surge de un contacto que las trabajadoras de la línea 144 nos piden como colectivo Ni Una Menos, con la idea de que las ayudáramos a visibilizar sus condiciones y conflictos. Lo que se sintetiza allí es el uso propagandístico que hace el gobierno de Macri a nivel nacional -y su gobernadora Vidal a nivel provincial- de esa línea, presentándola como un eje de su “política de género”, mientras es gestionada con un nivel infernal de violencia laboral en términos tanto de precarización como de amenazas de disciplinamiento ante la protesta de paro. Esto acaba de cumplirse hace algunas semanas con el despido de cinco trabajadoras, por lo cual ellas estuvieron en la cabecera con Ni Una Menos en la marcha y en una movilización estos últimos días en la ciudad de La Plata. En ese sentido, se trata de una situación muy sintomática que condensa un modus operandi del gobierno actual: uso oportunista y reductivista de la llamada “agenda de género” (debido al impacto público del movimiento) para hacerla compatible con las políticas neoliberales.

Esta situación se vuelve una y otra vez conflictiva ante un movimiento feminista que está politizando fuertemente tanto las condiciones políticas y laborales como las existenciales, poniendo en primer plano su íntima y a la vez transversal relación. Este conflicto en particular lanza una pregunta pública en los siguientes términos: ¿Qué tipo de violencia implica que las mujeres que auxilian, diagnostican y conducen casos de violencia de género de la provincia más grande del país lo hacen como trabajadoras sin derechos, tercerizadas, con sueldos míseros en relación a sus tareas y sin condiciones de trabajo dignas? ¿Qué tipo de explotación se practica sobre su compromiso personal y profesional con las mujeres que atienden y auxilian? ¿Por qué el diagnóstico sobre las violencias machistas que ellas producen y sistematizan no puede excluir su propia condición como trabajadoras?

El movimiento de mujeres, lesbianas, trans y travestis, a partir de la apropiación de la herramienta del paro, ha mapeado las violencias de manera interconectada, desobedeciendo el corsé de la “agenda de género” que limita las violencias a su esfera íntima-doméstica como si de una esfera separada y aislada se tratase. Se logró así una perspectiva feminista de todas las violencias, enlazando lo que sucede dentro del hogar con lo que acontece en las escuelas; las violencias racistas institucionales con las violencias médicas; las violencias económicas y financieras con las violencias mediáticas; las violencias producidas por los proyectos neo-extractivistas y las desatadas por la especulación inmobiliaria (formal e informal). Toda una trama de la economía de las violencias queda puesta en evidencia.

Gracias a esto, en América Latina la agenda del movimiento feminista ha desbloqueado una articulación por abajo de las conflictividades que los llamados “gobiernos progresistas” obstaculizaron bajo el chantaje de que ciertos conflictos “beneficiaban” a la derecha por involucrar una crítica al gobierno. Esto nos dejó un escenario para nada fácil: hoy el movimiento feminista se hace cargo de una conflictividad que estalla en los cuerpos y en los hogares, en los territorios y en los lugares de trabajo. Y lo hace produciendo un diagnóstico feminista de esa conflictividad basado en luchas concretas, lo cual determina la politicidad y la orientación misma de la composición política del movimiento.

¿Qué potencias y límites percibes en los movimientos sociales que se levantan contra el neoliberalismo en la región, particularmente con respecto al movimiento feminista?

El neoliberalismo ha generado formas de explotación y extracción de valor que han enlazado desocupación y precarización laboral extrema; privatización de la infraestructura pública y explotación financiera por medio del endeudamiento hacia grupos que se suele creer que están fuera del orden financiero, así como expulsión de tierras y territorios de comunidades indígenas y campesinas pero también de espacios suburbanos a manos de la especulación inmobiliaria, turística, extractivista y del agronegocio. Para pensar los movimientos sociales hay que dejar de pensar qué movimientos tienen características que los harían ser de suyo antineoliberales y comenzar a analizar qué tipos de subjetividades y fuerzas se reorganizan en conflictos determinados. Los movimientos de mujeres y cuerpos feminizados y los movimientos territoriales contra los proyectos neoextractivos —que no casualmente tienen a las mujeres en la primera línea— protagonizan nuevas formas de conflictividad, que hay que analizar políticamente, sin el lenguaje empresarial que ve allí conflictos entre intereses propios, corporativos o meramente sectoriales.

En ese marco, creo que hay que entender el “neoliberalismo desde abajo” porque el neoliberalismo no debe definirse de manera homogénea, ya que depende de sus aterrizajes y ensambles con situaciones concretas. Son esas situaciones las que obligan a pluralizar el neoliberalismo más allá de su definición como un conjunto de políticas emanadas desde arriba, como planificación estructural que depende de voluntades de actores estatales. En este sentido, el neoliberalismo desde abajo es un campo de ambigüedad y de batalla que no da por realizada la hegemonía del neoliberalismo, en el sentido que no acepta su hegemonía plena pero tampoco otorga a las políticas neodesarrollistas y estatalistas la aptitud para sustituirla. Es una perspectiva, en cambio, que mira hacia “abajo” para encontrar aquello que antagoniza, y que arruina, malogra y/o confronta esa pretendida hegemonía mediante nuevas luchas y la pregunta por la producción de valor.

En el caso del feminismo, el pensamiento desde las situaciones habituales de violencia abre una crítica al neoliberalismo en términos prácticos, en torno a la precarización de las vidas en términos concretos, de las violencias que organizan nuestro cotidiano, de los modos de apropiación de nuestro tiempo y de nuestros padecimientos con los que se alimenta hoy el capital. Esto es clave ya que una crítica solo ideológica del capitalismo puede subsistir sin que sean transformadas las formas en que el neoliberalismo se aterriza en nuestros modos de ser, en nuestros cálculos cotidianos, en nuestros territorios diversos. Ese desfasaje se quiebra a partir de situar el cuerpo de las mujeres como terreno de conflictividad, como terminal predilecta de una serie de violencias entramadas. Conectar cómo la humillación de los varones en el ámbito laboral aparece como impotencia y como violencia en el hogar, pero también cómo la precarización de las existencias en general hacen que las mujeres sean las que asumamos en primer lugar el ajuste y la crisis les da a nuestras perspectivas un anclaje muy concreto, que puede ser leído y asumido como una clave común.

En ese marco, me parece fundamental remarcar que hoy el neoliberalismo nos ofrece dos formas de subjetivación como únicas opciones para disputar y capturar el movimiento. Por un lado, la de la víctima: es claro que el neoliberalismo tolera e incluso estimula esa figura que es pasiva y requiere toda una tecnología de “salvataje” y contención. En el caso de las perspectivas de género que se limitan a mantener confinadas a las mujeres como “víctimas” de la violencia, se propone como “solución” la construcción de un refugio, o alguna política pública que se limite a la idea de “reparación”. Cuando nos desplazamos desde el lugar de víctimas al de sujetos políticos, capaces de criticar y combatir las conexiones entre las distintas formas de violencia, aparece la crítica conservadora a la politización que cuestiona que las mujeres no se limiten a pedir seguridad y demanden, por ejemplo, otras condiciones laborales, otras condiciones en el acceso a la educación y, al mismo tiempo, la transformación dentro de esos espacios. Es decir, no sólo acceder a espacios, sino criticar y desmantelar las relaciones de poder que los estructuran. Los discursos conservadores se movilizan contra esa forma de subjetivación del movimiento de mujeres, lesbianas, trans y travestis que al exponer la precarización de nuestras vidas también desmiente materialmente la otra insubjetivación neoliberal: la de volvernos empresarias de nosotras mismas, es decir, individuos capaces de capitalizar en el mercado, de manera individual, los talentos que cada una genera desde y para sí misma.

Esas críticas son cruciales ante los fuertes intentos de traducción o cooptación que hoy se dan en el mercado. En Argentina, hay empresas de cosméticos que usan la misma tipografía de Ni Una Menos, mientras Benetton usa el slogan “Sé violeta” a la vez que expropia y criminaliza a la comunidad mapuche. Todo eso ocurre en momentos en que el movimiento feminista, pese a ciertos llamados a moderar las demandas para llegar a más gente, muestra que se puede ser muy masivo y muy radical a la vez. Lo “inclusivo” en los movimientos feministas actuales se basa en su capacidad de convocar y aliarse con otras trayectorias a las que antes el feminismo era reacio o reactivo. Se trata de un tipo de construcción de alianza que nos desplaza de la opción víctimas versus empresarias y que nos fortalece a partir de asumir nuestros miedos y fragilidades, sin convertirnos en heroínas.

Algunos de sus trabajos han indagado en la posibilidad de resistencia al neoliberalismo en las redes informales de la economía. ¿Por qué en el contexto actual podría pensarse allí una alternativa política?

El trabajo informal siempre ha existido en las economías latinoamericanas, y los proyectos desarrollistas suponían que en algún futuro se transformaría en trabajo asalariado, como promesa siempre futura de modernización. Creo que ese supuesto se interrumpe con la crisis de principio de este siglo, ante lo cual muchos grupos comienzan a organizarse políticamente, haciendo de la discusión del desempleo, la precarización y la exclusión un debate práctico, en las calles, que cuestiona los modos de “inclusión” como “excluidos” de ciertos sectores de la población. En Argentina, el punto de inflexión de 2001 es de una actualidad incuestionable. Sobre esas experiencias se van luego estructurando lo que aquí se llaman “economías populares”, que no es lo mismo que informales ni que solidarias. Es toda una discusión política y conceptual bien interesante. Las economías populares son impensables sin una genealogía que conecta la politización de la desocupación (determinando la relación entre dinero y Estado y entre dinero y territorio) con los movimientos sociales que surgieron como actores de primer orden en la crisis. Estructuran un tipo de cooperación social extendida en los territorios de los barrios donde proliferan de modo no temporario formas de trabajo “sin patrón”, autogestivas y, al mismo tiempo, en relación a distintos circuitos formales, legales e ilegales. Sin estar al margen de las relaciones capitalistas, se generan allí redes comunitarias muy dinámicas, que hay que pensar sin tintes folclóricos, que se distancian tanto de la figura individual del empresario como de la víctima que es “dependiente” de las instituciones estatales. Cuando una organización barrial no confía en la resolución de lo social sólo a través del Estado y se organiza, comienza a disputar qué puede significar hoy la reproducción social y los modos de enfrentar el conflicto sin caer sólo en las gramáticas de la “inseguridad”.

  1. Gobiernos progresistas: procesos, saberes y resistencias

La emergencia de esas formas de organización durante o después de los llamados gobiernos progresistas latinoamericanos obliga a preguntarse por las relaciones que construyeron los Estados con los sectores populares. ¿Qué opinión política tiene sobre tales gobiernos y los relatos que existen sobre ellos?

Tales gobiernos emergen tras la crisis de la legitimidad política del neoliberalismo, pero después esa experiencia es confiscada para enfatizar el liderazgo de tipo populista como única fuerza verdaderamente política, a la vez que se plantea el período de los populismos progresistas como un paréntesis donde el neoliberalismo quedó en suspenso. Esto es tan ingenuo como políticamente complicado: esconde y bloquea el análisis material de cómo se reconfiguró la reproducción de la vida para las mayorías, desproblematizando por completo la cualidad de la “inclusión social” que se impulsó a través de los dispositivos financieros.

Los gobiernos progresistas, así como sus defensores intelectuales, construyeron un relato que confina a los movimientos populares, “destituyentes” de la agenda neoliberal, como necesarios para la crisis, pero incapaces de asumir los desafíos verdaderamente políticos. Les quita protagonismo y apenas los instrumentaliza para relegitimar los sistemas políticos que estaban en crisis, exigiéndoles luego a los movimientos regirse por tales sistemas. Con ello, se perdió la posibilidad de experimentar institucionalmente cómo relacionar instituciones y movimientos sociales de modos que no sean unilaterales, como sí lo son la cooptación o la integración de los movimientos a los gobiernos; hubo breves instancias de experimentación institucional, pero después se llamó al orden, por así decirlo, a los movimientos sociales. Ante ese tipo de llamado al orden, se pierde la pregunta por estas subjetividades de la crisis, y así la posibilidad de comprender por qué después el voto por la derecha puede ser tan amplio y transclasista.

El movimiento feminista actual hace una crítica práctica a este modo estadocéntrico de comprender la política e infantilizar “lo social”. Hoy se trata de enmarcar una lectura de la violencia del neoliberalismo, como momento particular de acumulación de capital, que da cuenta al mismo tiempo de las medidas de ajuste estructural pero también del modo en que la explotación se enraíza en la producción de subjetividades compelidas a la precariedad y al mismo tiempo batallando por prosperar en condiciones estructurales de despojo.

En esa línea, antes de terminar, nos gustaría preguntarte por la articulación colectiva entre investigación y participación que desarrollaron en el Colectivo Situaciones, muy recordado acá y en otros países del continente.

Esa experiencia está muy vinculada a un momento de coyuntura particular en Argentina, que fueron los años previos a la crisis de 2001. Entonces empezamos a detectar una suerte de emergencia de movimientos que mostraban un acumulado de ciertas experiencias de resistencia que venían desde los años noventa, pese a que siempre se habla de estos como años en los que no pasó nada. En esa época se estaba cocinando una suerte de tejido social con el que empezamos a entrar en contacto. A partir de inventar un modo de enlace y co-investigación con otros colectivos, comenzamos a sacar unos pequeños cuadernos llamados Situaciones, en base a experiencias muy concretas de luchas sociales. Con ellas intentábamos pensar lo que significaba una radicalidad política en nuestra época y cómo en cada situación concreta se componían los elementos de una nueva política.

Así fuimos simultáneamente conceptualizando la experiencia de investigación-militante, que fue para nosotras y nosotros fundadora de una forma de trabajar y de investigar, a través de un compromiso político que rehúye tanto de doctrinas rígidas como de las reglas de la academia. Ese tipo de investigación surge a través de vínculos políticos y de la construcción de problemáticas comunes en situaciones muy diversas. La noción de “situación” es allí crucial, ya que al pensar a fondo la situación pueden leerse elementos comunes a otras situaciones muy diversas, lo que permite hacer una investigación situada cuya reflexión no se limita a un caso particular.

A partir de formular una serie de hipótesis y preguntas teníamos encuentros en los que intentábamos discutir e investigar la práctica misma en la que esos grupos se inscribían y, sobre todo, proponer una suerte de co-investigación, de espacio común de no-saber, que apostaba a explorar la situación de crisis, es decir, la capacidad de producir nuevos posibles. Rompimos con la idea de que hay un sujeto que investiga y un objeto que es investigado, así como con el supuesto de la prioridad del saber de los que tienen el pensamiento como profesión, destacando la existencia de saberes muy sutiles y potentes en lugares que se supone que no tienen el “privilegio” de la práctica del pensamiento. Fue una experiencia muy fuerte contra cierto anti-intelectualismo de la militancia, que supone que lo importante es la práctica, o que la cuestión del pensamiento es una sofisticación que solamente algunos se pueden permitir, ya que nos conectamos con experiencias que hacían necesaria la auto-reflexión. Esta experiencia ha forjado en nosotras y nosotros una serie de premisas políticas, afectivas e intelectuales que le dan a la experiencia del Colectivo Situaciones efectos de resonancia en distintos momentos y coyunturas.

1 Gago, V. (2017, 15 de septiembre). Teléfono descompuesto. Página 12.

MÉXICO A PARTIR DEL TRIUNFO DE AMLO // Clinämen

La guerra neoliberal, el PBI signado por el narcotráfico y el rol del zapatismo en la esperanza de una profunda reforma a partir del triunfo de Andrés Manuel López Obrador. Charla con Rafael Mondragón, Doctor en letras, docente e investigador de la Universidad Nacional de México.

Aborto: el debate en el Senado en diez frases

La ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo ya tiene media sanción de la Cámara de Diputados. Este martes comenzaron las exposiciones en la Cámara de Senadores: se realizó la primera jornada de exposiciones en la cámara alta. La resumimos en diez frases.

1.

“Las mujeres tenemos el poder de gestar y parir, o no. Ejercerlo atañe a nuestro leal saber y entender. Somos personas con derecho a decidir sobre nuestros cuerpos” (Martha Rosenberg, integrante de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito).

2.

“Desde el regreso a la democracia murieron 3030 mujeres. Las matamos por omisión. Por no haberlas acompañado” (Patricia Rosemberg, responsable del área de Maternidad e Infancia de San Antonio de Areco y ex directora de la Maternidad Estela de Carlotto).

3.

“En las cerca de 1200 interrupciones legales de embarazos que realizamos en la Maternidad Carlotto, no tuvimos ninguna complicación ni resultado adverso con misoprostol” (Patricia Rosemberg)

4.

“La decisión del Estado de negar activamente el derecho a decidir sobre la vida y el cuerpo de mujeres y cuerpos gestantes es un intento violento y antidemocrático de controlar el curso de su vida” (Daniela Yozzi, politóloga).

5.

“Ha llegado el momento de extirpar del Código Penal una enorme injusticia, de traerlo al Siglo XXI” (Martín Farrell, doctor en Derecho)

6.

“Legalizando el aborto, ustedes están protegiendo a todas las mujeres, incluso a las católicas” (Marcelo Alegre, jurista)

7.

“Nos mata y nos enferma la falta de información, la exposición pública y el maltrato”, (Mariana Romero, médica).

8.

“No es cierto que no se podrán afrontar los costos. Los costos de complicaciones por abortos inseguros son mucho más altos y el sistema de salud ya los está afrontando” (Pedro Cahn, director científico de la Fundación Huésped).

9.

“La sola despenalización no alcanza. Necesitamos que el Estado garantice el acceso a la interrupción voluntaria del embarazo, tal como quedó plasmado en el proyecto que tiene media sanción. Esperamos que el Senado esté a la altura de este momento histórico” (Belén Spinetta, periodista).

10.

“El 90% de las IVE hasta la semana 14 son intervenciones ambulatorias. Todo esto que se dice sobre los costos de internación que deberíamos afrontar si sale la ley son falacias. Hoy ya estamos afrontando el costo de los abortos inseguros” (Patricia Rosemberg)

 

http://cosecharoja.org/

Un periodista de raza // Entrevista a Diego Sztulwark

José Osvaldo Dalonso en Redacción Rosario

El filósofo y escritor Diego Sztulwark cuenta detalles del libro Vida de perro sobre el periodista Horacio Verbitsky, y que ambos presentarán el miércoles en Rosario. El autor destaca del histórico columnista el “manejo de la información y su sistematicidad analítica de la coyuntura”  que lo hacen estar “siempre en la primera línea del debate político”.

El libro Vida de perro surge de conversaciones entre el periodista Horacio Verbitsky, conocido como El Perro, y filósofo Diego Sztulwark. No es una biografía clásica sino el fruto de innumerables encuentros y conversaciones entre ambos que sintetizan un “balance político intenso” del proceso que va de 1955 al presente macrista. El próximo miércoles 18 de julio, a las 18.30, en el auditorio de la Asociación de Empleado de Comercio de Rosario, los dos presentarán el trabajo en un diálogo con cronistas locales, algunos de ellos de la Cooperativa La Masa, organizadora de la actividad junto a la Universidad del Hacer y el Sindicato de Prensa Rosario. En la previa, Sztulwark conversó con El Eslabón sobre las razones de esta obra, el modo en que se construyó y sus expectativas respecto a la respuesta de los lectores.

Según cuenta Sztulwark –filósofo y conocido por desarrollos como el blog Lobo suelto y la editorial Tinta limón–, le venía planteando desde hace casi cinco años a Verbitsky la necesidad de publicar reflexiones construidas a través de diálogos, en virtud de reconocer su “manejo de la información y su sistematicidad analítica de la coyuntura”, que lo hacen “estar siempre en la primera línea del debate político”.

Al principio, el columnista durante más de tres décadas del diario Página 12 no le “daba bola”; pero la noche en que Macri le ganó el balotaje a Scioli, le volvió a insistir y tuvo el “sí” que tanto buscaba. Meses después iniciaban un trabajo que se prolongó durante casi dos años y que salió a la luz en mayo pasado.

Foto: Diego Martínez

¿Qué aspecto de la condición profesional de Verbitsky consideraste más importante para abordarlo?

—Más que un rasgo particular de su vida profesional, creo que es un exponente de un tipo de escuela que liga al periodismo con la investigación política. Me refiero a la escuela que se constituyó en los primeros años 60, cuando se armó la agencia Prensa Latina en Cuba, como un intento de contrarrestar el monopolio del manejo de la información que ejercían los norteamericanos. Ahí, participó una buena parte del periodismo y de los escritores de América Latina, como (Jorge) Massetti, (Rogelio) García Lupo y (Rodolfo) Walsh, por Argentina; y otros, como Gabriel García Márquez. Muchos de ellos después fueron parte de organizaciones populares o revolucionarias y pusieron a disposición todo su conocimiento sobre el manejo de la información. Como se sabe, Walsh y Verbitsky fueron parte de las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas), después estuvieron Montoneros y durante la dictadura hicieron la experiencia de la Agencia de Noticias Clandestina (Ancla). Después, aparece Horacio como periodista de Página 12, pero tampoco se convirtió en un periodista puro, porque en los últimos veinte años fue presidente del Cels (Centro de Estudios Legales y Sociales).

Entonces, más que a la profesión periodística me gusta referirme rasgos de Verbitsky como un notable manejo de la información, una sistematicidad analítica de la coyuntura política argentina y también el temperamento que lo hace estar siempre en la primera línea del debate político. A la hora de hacer un balance de los procesos políticos, esos tres rasgos lo convierten en un interlocutor privilegiado.

Hacés referencia al método de Verbitsky.

—Como es un periodista tan importante, entiendo que para sus colegas sea un modelo; pero a quienes no lo somos, nos mueve más algo que va por el campo de la Filosofía y el de la militancia. En Verbitsky vemos a alguien que ha construido una cierta relación con la información; y, desde ese punto de vista, me preguntaba, si había “un método Verbitsky”.

Cuando empezamos “Vida de perro” mi objetivo no era solo hacer un balance de coyuntura política, sino que me interesaba también saber si había un tipo de sistematización sobre la investigación que también se pudiera compartir, porque me parece que la investigación autónoma es de las tareas centrales de la militancia.

Cuando le pregunté a Horacio sobre el método, me dijo que probablemente lo habría, pero que él nunca lo había teorizado. Entonces, me desafió a ver si mi rol en la conversación podía ser darme cuenta y explicar cuáles eran los rasgos de ese método. Lo intenté y la primer conclusión a la que llegué fue que, más que formalizar un “método Verbitsky”, lo que se podía intentar es que nuevas generaciones puedan elaborar sus propios métodos observando momentos de su trabajo. Por ejemplo, tener categorías a la hora de manejar información; porque se puede producir todo el flujo de información, publicar la información confidencial que se pueda conseguir; pero para convertir eso en datos relevantes hace falta tener un pensamiento, tener alguna hipótesis.

Otro argumento que Verbitsky me daba es el problema de cómo se toma una fuente. Para que una fuente haga un testimonio de valor, es muy importante la verosimilitud; y el investigador debe tener capacidad para determinar hasta qué punto lo que está diciendo la fuente se corresponde con el cuadro general de los procesos que viene investigando. Ese sentido, me decía que la sensatez del investigador ocurre cuando se confía en las categorías propias, cuando hay capacidad para elaborar hipótesis.

El libro surge de conversaciones, lo que se enraíza con una interesante tradición de la Filosofía: el diálogo como modo de construcción de conocimiento. Además, no fueron un par de encuentros sino un proceso prolongado.

—Yo no hice un reportaje intensivo de dos o tres días. Desde que empezamos a tener el diálogo hasta que salió el libro pasaron casi dos años. Hay un primer año muy intensivo de conversaciones. Tuvimos una base que fueron ocho o diez encuentros bastante largos y, a partir de ahí, fuimos teniendo otros más pautados durante el resto de 2016. En 2017, me dediqué a escribir y a editar haciéndole consultas semanales y tuvimos todas las charlas que hicieron falta para cerrar el trabajo. Además, leí todos los libros de Horacio; la obra de su padre, Bernardo, que fue un escritor muy importante, y repasé la bibliografía sobre procesos políticos en la Argentina.

¿Qué características tuvo el diálogo?

—Respecto de la tradición filosófica, la que me interesó a mí es aquella en la que el diálogo tiene que ver con la posibilidad de la autoironía, saber que las cosas que uno piensa de sí mismo se pueden ir desplazando en relación con la autoironía del otro. Es una suerte de humor que permite no encontrar a dos personas clavadas en lo que piensan y en lo que son, diciendo siempre lo mismo con una fijeza aburrida.

Además, el diálogo pasó por algunos vectores. Uno de ellos es que él me lleva 30 años y, para referirnos a coyunturas, somos de generaciones muy diferentes. Eso hace que en buena parte del libro, yo me ponga más a disposición de que él cuente una historia como lo puede hacer un mayor a un menor. La segunda mitad cambia bastante, porque ahí ya se trata de experiencias políticas que van del menemismo al presente, y eso yo lo viví. Ahí, hay es un contrapunto, el tema no es generacional; y el eje pasa por su tradición política, más vinculada al peronismo y un cierto realismo político, y por la mía, que está más vinculada a la izquierda y lo que podríamos llamar el autonomismo.

Después, hay cosas que son comunes. Por ejemplo, básicamente, aprendí a hacer análisis de coyuntura leyendo las notas de Verbitsky en Página 12, cuando yo tenía 17 años; o sea, que hay cierta comprensión en común de la coyuntura y lo otro que me parece importante son los que llamaría “enemigos comunes”, ese espacio de comprensión que permite hacer un análisis juntos sobre la Iglesia, las Fuerzas Armadas y las clases dominantes.

No caíste en la tentación de hacer una bibliografía.

—A mí no me atrajo nunca hacer una biografía de Horacio Verbitsky, porque lo que me interesaba era la conversación, su método de la investigación y su balance de los procesos políticos. En cuanto a la biografía, me parece que Horacio está rodeado por una especie de misterio que se ha hecho sobre él, generalmente contra él. Se han encargado de hacerlo más sus enemigos que sus amigos, y cuando digo sus enemigos me refiero a gente poderosa que en cierto momento fue molestada por sus investigaciones. Y a mí no me interesa su biografía en el sentido de estar demostrando que no es esto ni es lo otro. Me parece mucho más importante su manera de trabajar. Es un sujeto que sin tener un capital, sin ser un millonario, pero además sin ocupar cargos públicos, es un personaje muy influyente en la vida política desde hace muchísimos años.

¿Qué expectativas tenés sobre los modos de leer este libro y las apropiaciones que puedan haber en el campo de la política?

—En primer lugar, ver cómo llega el libro a una generación que no es ni la de Horacio ni la mía. Hay una nueva militancia, el movimiento de mujeres, el de la economía popular, los jóvenes que están contra la represión, la militancia sindical antiburocrática, los que están bancando la situación en los barrios; y me gustaría mucho que este registro de procesos históricos llegara a manos de personas que están haciendo su propia elaboración. La otra expectativa que tengo es que se relance la investigación autónoma en la militancia; es decir, que no se desprestigie la actividad intelectual como parte fundamental de la política. Y, por último, que haya una reorganización de los imaginarios políticos, no producto del libro sino que este sea una herramienta importante dentro de lo que hoy llamamos el “antimacrismo”, donde convergen posiciones de todo tipo. Me gustaría mucho que este modelo de diálogo pueda abrir una condición de intercambio de posiciones, que se pueda armar un espacio donde se recompongan imágenes políticas para el período actual, que es bastante duro, y para el que viene.

Veneno de rock // Mora Sanchez

En un acorde, en un grito asqueroso, agitar cientos de miles de pibes y pibas escarchados, pasados, destruidos, gritando, sudando con todos los dientes, enormes, mas grandes que existir
Mas grandes que existir
Un tipo que hace que las existencias pedorras se vuelvan vida.
Fui a vivir a un recital
Y el pity cantaba gritaba lloraba como con un llanto de otra tierra
Porque estaba toda envenenada
De ese veneno que no nos quieren compartir porque nos vuelve mas gedientas
Pity vive matando porque sabe que es la única forma de vivir
Es su forma de volver eterno el desastre y llegar a todos lados
De generar odio
Y que cada vez que suene un tema del pity los fachos se molesten
Y piensen en que es un asesino
Que es un asesino
Drogadicto y asesino
mientras a los guachines los mata la yuta
A las pibas las descartan en cualquier lado
El pity siembra odio
Ese odio que va a hacer reventar todo
Que salgan con el fierro a quemarnos
Porque no hay consejos que puedan llevarnos a ningún lado que no sea nuestra casa
Nuestra cama
Sabanas limpias
El pity sonando en los pasillos del doque
Pero también sonando en los celulares en las escuelas privadas
Inundando todo de suburbio
Recalcitrando el odio a los guachines como posible estallido de fuerzas
SUPER ENVENENADAS DE ROCK
Todas chorreadas de agite
Muy vueltas locas
En medio de la paz mundial
En medio del descanso
Del amor
De la solidaridad
La pibita blanca se encierra en su cuarto de Belgrano a escuchar al pity, encerrada, tocandose por arriba de la bombacha impecable el clitoris sin saber bien porque esa voz le despierta un fuego en medio de las piernas
Y un empezarse a chorrear todo intoxicado con ganas de salirse de esa casa y entrar en otra frecuencia que no sea la suya
Viejas locas entrando en la sangre como una droga de juguete
Como un juguete que no entendiste como funcionaba pero lo tenes metido en la piel porque de tanto que te calienta se pone a hervir
Se pone a hervir con todos tus jugos
Y te vuelve inimputable

Freud se merqueaba // Bautista Viera

Freud piensa la fiesta totémica como la pista del asesinato a la representación simbólica del protopadre, y por lo tanto, la recuperación del motín de guerra: la satisfacción total para esos cuerpos, esa comunidad fiestera.

Entonces la fiesta puede ser pensada como el acto de repartija de esa satisfacción total, extraída al protopadre.

Satisfacción total de la cultura, antes vedada, que se recupera y se reparte entre la gente. Como un motín, como algo que se extrae. Un saqueo de formas de goce que no estaban siendo permitidas por la cultura, eso es la fiesta.

¿Qué significa esto? Si el animal que representa, que encarna la autoridad y a la civilización, no se lo puede tocar, hay que venerarlo. Y durante el lapso de la fiesta no sólo se lo toca, sino que se lo come. La partición se produce en pedacitos, se lo comen y muchas de las leyes que antes existían, por un tiempo determinado, están abolidas.

El pez por la boca muere

El acto revolucionario del varón heterosexual es llamarse a silencio.

El acto revolucionario de la estrella de rock es matar al protopadre. O mucho más acá, el acto revolucionario de la estrella de rock es matar al vecino de su barrio. Escupir la potencia de los cuerpos criados en su barrio por sobre la lápida arbitraria y mal viajera que se llama televisión argentina.

Ni enfermo ni irreverente: Componente.

El chabon tiene una aparente situación de consumo de pasta base, que le otorga una singularidad. Tomar base forma parte de sus códigos culturales, del andamiaje que compone su modo de vida. No es lo mismo él chabon tomando base en su barrio, que lo que pueda pensar de eso una persona de clase media alta que tiene swiss medical. La
concepción de la vida es distinta. Tirar es algo de todos los días, «era el o yo». No es la misma vara con la que lo mide después Mariano Iudica en la tele, que se rasga las vestiduras . Omite lo siguiente; No es que él chabon tenga la cabeza quemada y el no. Son composicionamientos diferentes, el ser humano hoy es un ser que está fármaco-constituido. Está constituido farmacológicamente. No hay naturalidad posible, descoloca el argumento de pensar: el tiene una vida antinatural y yo no. Ambos perciben en su modo de vida un atravesamiento al consumo farmacológico. Ahora, qué es lo que funda la posibilidad de que, desde hoy por la mañana no deje de insistir desde los lugares de información dominantes, la urgencia de salir a frenar ciertos modos de vida por ser antinaturales, por estar enfermos. Avanzar contra la representación social de protopadre y tener en relación a esto una
posición de goce singular que la ponga en jaque, es motivo suficiente para ir al reformatorio.

 Lo que resulta importante es pensar, que los conceptos de salud y enfermedad no son universalizables. Avanzar con una idea de salud sobre un conjunto de cuerpos es tener una actitud de desprestigio profundo para con esas formas de vida, y si estas atentan a lo garantizado como normal por la cultura, entonces estos cuerpos serán dirigidos a instituciones reformatorias donde se recluyen.

Cada vida se compone culturalmente en función de ciertos fármacos. Entonces, cada estar en común, cada comunidad sustancial producirá derivas de posibles asesinatos de este protopadre siempre distintas. Donde se corra la vara lo pre establecido por saberes trascendentales, que son impuestos sobre cuerpos, para alcanzar motines de
satisfacción que van mucho más allá de lo permitido.

 Vivir es hacer estrategias.

Naturalizar lo bueno, como si lo bueno fuera lo mismo para todo el mundo. Independientemente de los cuerpos, las experiencias. En función de esa trascentalizacion de lo bueno te digo como tenes que vivir. No estamos escribiendo sobre sí a la gente le gusta hacerlo o no. Estamos debatiendo las condiciones que permiten emerger algunos modos de vida. Y el deseo de que estos no sean condenados desde otra clase social imprimiendo el poder
politico, mediatico y farmacológico. Como si los parámetros de verdad, justicia y salud, que ellos manejan fuesen los mismos para todo el mundo, y el que los resiste, se lo encierra a la fuerza. Es el discurso religioso, o lo más cercano a eso. Si antes era dios. Ahora es la medicina y la justicia. En nombre de eso avanzó sobre tu cuerpo, tu libertad y tu ejercicio de las formas de goce. En otras palabras, si este protopadre que se guardaba el monto de satisfacción
total (es otra forma de decir que acomoda lo posible) era Dios, ahora es el concepto de salud dominante y de justicia. Estos dos son los artefactos bajo los cuales se tutelan modos de goce.

Colonizar vidas en función de lo que para nosotros, para este entorno. Es lo que está bien.
En función de mi concepto de salud te encierro y te mutilo. En función de mi concepto de salud te corto las piernas.
Garantizo la existencia de la satisfacción total tras de mí, no la entregó. Entrego lo que me conviene. Inaugura un cartografía de lo permitido pero a la vez anuncia intuiciones: las formas de goce se conquistan, las que van mucho más allá de lo permitido por la memoria del sentido común, se condena.

La noche de las “no preguntas” // Diego Sztulwark

El período actual es muy malo, entonces las preguntas se desunieron de nuevo en una especie de noche de la no-pregunta.

Gilles Deleuze

Bajo el peso de un cierto moralismo, se exige a las personas que vivan como piensan, que actúen según lo que dicen, en fin, que sean coherentes entre lo que sostienen con las palabras y con los hechos. Se exige una adecuación entre la estética, la ética y el pensamiento de cada quien según determinado principio o modelo. En un bellísimo diálogo, “Los intelectuales y el poder”, Deleuze le dice a su interlocutor, Foucault, que para él, el pensamiento y la práctica son dos modalidades de un mismo modo de ser, y que ideas y acciones del cuerpo se relevan en la creación de modos de existencia. Más que coherencia con respecto a un modelo, planteamiento de un cierto problema. Bajo esta última modalidad, a un obstáculo de las prácticas le sobreviene una idea que abre caminos, y a un atoramiento del pensamiento lo desbloquea una nueva práctica. La relación entre pensar y obrar, así concebida, recuerda la teoría de Spinoza sobre los dos atributos –pensamiento y extensión– para una misma substancia. En la segunda parte de la Ética puede leerse: “El alma humana y el cuerpo son una y la misma cosa, que se concibe bajo el atributo del pensamiento ora bajo el atributo de la extensión”. No se trata de una comunicación entre substancias, sino de un juego de relevos o expresiones de un mismo movimiento. Esta ya era la preocupación de la princesa Elizabeth de Bohemia, que en su correspondencia interrogaba al filósofo René Descartes sobre “cómo el alma del hombre puede determinar los espíritus del cuerpo para que hagan acciones voluntarias”, siendo que ambas pertenecen a realidades diferentes (es un uppercut al dualismo, tal como titularon Mary Bardet y los amigos y amigas de Cactus a la reciente edición de este epistolario).

Tras la refutación del dualismo y de la idea de una coherencia –o comunicación– regulada de acuerdo con un cierto modelo, se abren otras posibilidades al pensamiento. David Lapoujade denomina “aberrantes” a aquellos movimientos que exigen ser concebidos de un modo completamente nuevo. La aberrancia no es la incoherencia ni el error, sino la presencia en la vida de unas fuerzas del “afuera”, esto es, heterogéneas respecto al sentido y la experiencia. Se trata de fenómenos de fuga. Lo que Deleuze ha llamado lo “anomal”. Aquello que escapa del par normal/anormal para darse su propia norma, su propia forma. Lo “animal”, en cierta forma (lo animal no domesticado). Así, la filosofía es llamada a actuar como una etología –estudio de la vida según afectos– y como cartografía –sustitución de la relación sujeto/objeto por una nueva atención a los movimientos de la tierra–. Lo aberrante no implica una fascinación por el movimiento, ni la satisfacción por curiosidades sociológicas sobre las mutaciones del capital. Lo aberrante designa un tipo específico de movimientos. Movimientos que no se deducen de la lógica en que se asienta la experiencia habitual y el espacio del sentido. Aberrante es la desterritorialización, la conmoción que conmueve a la naturaleza y arrastra al pensamiento a imaginar un nuevo pueblo, una nueva tierra.

A falta de fundamentos trascendentes, los modelos actuales son deducciones provisorias, derivadas de la actividad axiomática del capital. En su libro Política y estado en Deleuze y Guattari. Ensayo sobre el materialismo histórico-maquínico, Guillaume Sibertin-Blanc explica la importancia de esta teoría del capitalismo como axiomática: se trata de una conjugación de flujos decodificados por medio de la cual el capital desplaza una y otra vez sus límites, de crisis en crisis; una destrucción y un relanzamiento concebido a nivel del mercado mundial y efectuado por cada Estado por la vía de la adjunción (polo populista) o substracción (polo neoliberal) de axiomas. Si todo Estado funciona como una máquina milagrosa de la que se espera todo tipo de soluciones, el Estado específicamente capitalista, explica Sibertin-Blanc, ya no es el Estado de los imperios, capaces de sobrecodificar los flujos, sino un aparato de conjugación inmerso en un espacio que lo trasciende.

Todo esto para decir que los modelos de coherencia que se nos ofrecen ya no son universales teológicos sino deducciones realizadas a partir del modo como el capital relanza sus líneas de acumulación. Y que lo aberrante, ayer como hoy, sigue siendo aquello que, imposibilitado de derivar su potencia ni su legitimidad de las operaciones del capital, está llamado a presentarse por sí mismo. A cuenta y riesgo. Seguramente es esto lo que lleva a Lapoujade a hablar de un “todo” constituido por su propio “afuera”. Un todo que ya no se define por una frontera respecto de su exterior, sino –paradójicamente– por su afuera. Un todo que no expulsa sino que se interesa en particular por lo heterogéneo, por lo impensado en el propio pensamiento, por aquello que provoca la constitución de nuevos sentidos.

En su libro Realismo capitalista, Mark Fisher advierte que podemos imaginar el fin del mundo con más facilidad que el fin del capitalismo. El capitalismo tiene más realidad que el propio mundo. Ese es un todo sin “afuera”. La máxima victoria del fetichismo del capital. La filosofía de la aberrancia, con su Todo-Afuera, busca reintroducir la diferencia diferenciante allí donde el realismo capitalista parece organizarlo todo. Una tensión plebeya capaz de deformar la realidad capitalista. Un afuera que actúa dentro, un todo definido por sus fisuras.

Los movimientos aberrantes no aspiran al fundamento. Desde que Dios ha muerto toda forma está en posición de morir. La axiomática del capital provee símil-modelos y sugiere formas de vida sobre la base de una disimulación general de la muerte que los recorre. Su vitalismo no tiene nada de nietzscheano en este sentido. Una fórmula de Foucault permite advertir un tipo de vitalismo muy diferente al que deriva de la axiomática social capitalista. Se trata de extraer un “vitalismo” sobre fondo de un “mortalismo”. ¿Cómo extraer una potencia de vida a la muerte del fundamento? Extraer es resistir. Es la condición de lo aberrante: una relación provisoria con la forma (Todo), acechada por la muerte (Afuera). Si el vitalismo del capital consiste en olvidar esta muerte y colocar en su lugar un pseudo-fundamento (precisamente, la axiomática del capital), de modo tal que la forma sea vida plena, vida exacerbada –o pura–, vida productiva, ultra valorizante –cuyo fracaso es el malestar, la angustia y la fragilidad–, se entiende que la filosofía haya reaccionado respondiendo con la oscuridad de la noche. Donde lo negativo expresa el peso mortífero de los poderes sobre la vida singular. Se abraza la muerte como si de la verdad de la vida se tratase. La filosofía, esa noche de las preguntas, bien puede dejarse arrastrar por una noche nueva, otra escena en la cual el pensamiento, llamado a dar cuenta de aquello que lo fuerza a pensar –su exterior o su afuera–, sienta deseos de despejar su propio adosamiento en contacto con nuevas relaciones con la muerte. Lo cual no es posible sin un mínimo de violencia ética e intelectual. Deleuze ejerció esa violencia en su texto “Sobre los nuevos filósofos y sobre un problema más general”. Allí caracteriza la filosofía del poder de su tiempo –hace cuatro décadas– con los siguientes rasgos: introducción del marketing literario o filosófico, rencor al 68, adecuación a formatos mediáticos, un “conformismo de promoción” y un acentuado martirologio (los nuevos filósofos “viven de cadáveres”). Ese “pesimismo”, esa “impotencia”, se distinguen nítidamente de los “resistentes”, de los “grandes vivientes”. Hasta François Jullien –invitado ilustre de la “Noche de la filosofía”, esa quermés neoliberal– acaba de publicar un libro al respecto: Vivir existiendo, una nueva ética. También él se pronucia contra un vitalismo de tipo coaching (la preparación para una vida sin suciedades), en nombre de una nueva alianza con la literatura para estimular la indagación de aquello que en la vida es singular, ambiguo, del orden de la interrogación. Nos quedamos con las ganas de preguntarle por la filosofía del “entusiasmo” de su anfitrión, Alejandro Rozitchner, un pensador de la-vida-feliz-en-la-medida-en-que-se-enganche-a-los-mercados capaz de mantener el optimismo mientras se derrumba la mampostería sobre la que creía poder apoyarse. La relación entre noche y filosofía concierne también a la cuestión mayor sobre “la máquina de matar”, de la que habla Santiago López Petit en su libro El gesto absoluto. Máquina cuyos materiales son los mismos que conforman la vida: “ilusiones, tristezas, alegrías, enfrentamientos, deseos, frustraciones, envidias y amistades”. Más que de perder la inocencia se trata de redescubrirla: un poco como escribe el psicoanalista de niños Esteban Levin, que identifica la infancia –o lo “natal”, de cualquier edad– como el repliegue último de “lo revolucionario”, juego donde la pérdida ocurre durante el momento mismo en el que un movimiento plástico permite imaginar nuevas formas.

El feminismo como aventura existencial y política. // Alejandra Rodríguez

El feminismo es transversal porque ensancha, abre e integra luchas más allá de las estructuras sindicales, partidarias y otras formas de la política tradicional. No tenemos línea, ni plataforma, ni orgánica, ni encuadre, ni representación. El feminismo esta en las calles radicalizando los conflictos. Nos hermana y reúne los que nos duele y enfurece. Nuestra lucha es contra el orden que se impone sobre nuestras existencias, porque la economía política es sobre todo economía subjetiva, una racionalidad que nos quiere obedientes, sumisas y endeudadas.

La tierra tiembla, lo experimentamos en los distintos pliegues de la vida y mientras la marea crece se interrogan las estructuras del poder y los think tank del pensamiento patriarcal y capitalista. La política de los cuerpos, de la calle, del deseo, irrumpe, desestabiliza, cuestiona, y sobretodo despliega otras formas de pensar hoy lo político. ¿Cómo se interrumpe la producción de subjetividad capitalistica sino es haciendo acciones, gestos que produzcan otros modo de vivir lo colectivo?

Las violencias que nos marcan son múltiples porque el patriarcado se camufla en gestos, palabras, normas, leyes y arrasa nuestras vidas como máquina de guerra.  A la intemperie como destino inexorable, le respondemos ampliando las tramas de afectos y experiencias tejidas a la luz de la furia y de la fiesta.

Nuestra lucha se sostiene en puntos de inestabilidad propios de una fuerza viva y en la  certeza de que el feminismo es, ante todo, cuerpos en las calles. Nos contiene la inestabilidad, esa es nuestra potencia, porque nadie sabe lo que puede un cuerpo y no queremos reconfirmar lo que nos lastima y nos sujeta ¡Que todo eso arda! La única certeza es la gestualidad compartida y las formas que reinventamos para mezclar y transformarlo todo. Desde esa certeza en la inestabilidad componemos y hacemos la historia a nuestro modo.

Somos vulnerables a las tormentas del odio,  pero sabemos muy bien que esas tormentas nos ponen en relación con el mundo, y reconocer esa fragilidad nos permite construir nuevas formas de vivir, otros territorios de existencia donde el amor es fuerza que nos alberga y nos empuja.

La política en femenino no se revela como totalidad, como estrategia eficaz ni forma acabada. No sabemos que será, ni que nos depara el futuro, porque devenimos marea feminista, no hay después que pueda ser pensado a priori, estamos en tiempo presente, en sintonía con todo los que nos afecta.

Nos acuerpamos y alimentamos el fuego donde quemar cada una esas llagas que nos duelen como esquirlas. Así, mutamos los dolores en revuelta colectiva. Los nombramos y hacemos el pasaje del relato singular a la lucha compartida. Los nombramos y construimos otra temporalidad porque el mundo que queremos vivir se hace acto, se vuelve realidad presente. Al igual que la  China Iron, nuestra fuga es poética y existencial, una aventura colectiva que nos permite escapar a lo que se espera de nosotras. Hacemos juntas esta exploración política y afectiva, descubrimos palabras, sonidos, sabores y texturas que antes no existían y que hoy le dan espesor a nuestra revolución.

Broches // Diego Skliar

 

Claritos rubios en el pelo, ojos inyectados, pantalón deportivo. De golpe retumba su voz en todo el vagón de la línea B: “Para cerrar el paquete de fideos, para las galletitas, para que la comida no se ponga fea. Fíjense cómo se aplica en la pasta dental, optimiza el contenido y aprovecha la totalidad del producto”. El tipo vende broches de plástico. Diez pesos los cinco. Tiene un paquete de fideos y un tubo de dentífrico para la demostración empírica. Optimiza el contenido y aprovecha la totalidad del producto me encantó, una frase sólida como pocas, a pesar de la redundancia. Me tengo que bajar, pero saco los diez pesos y aprovecho a decirle: “Excelente estrategia de venta”. Me agradece y, con sincera modestia, devuelve: “Es que el producto es muy bueno”. Encima el paquete viene con una fotocopia que explica las diversas aplicaciones de los broches: en envoltorios de pan lactal, de queso rallado, de postres en polvo. Bajo y a mis espaldas escucho el éxito de la venta con el resto de los pasajeros. El hecho de que dos estaciones más allá la policía lo vaya a cagar a palos y le afane los broches demuestra que no es cuestión de emprendedurismo, sino de clase.

Madre // Cora Gamarnik

 

En la foto está Alejandrina de 91años, mamá de Tito, está por fin despidiéndose de su hijo.

Raúl ‘Tito’ Maschio tenía 22 años, estudiaba psicología en la Universidad Nacional de La Plata y era militante del Partido Comunista Marxista Leninista (PCML). Había nacido en Concordia. Por esos días de 1977 había ganado una beca para hacer un doctorado en España. No pudo ir. La dictadura militar lo secuestró y lo desapareció.

Su mamá Alejandrina Laffitte de Maschio no supo más nada de él hasta que un sobreviviente contó que lo había visto en el Centro Clandestino de Detención del Batallón de Comunicaciones 601.
Hace unos días el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) identificó en La Plata sus restos.

Estaba en una fosa común como NN. El EAAF entregó los restos a su familia y Tito fue enterrado en Concordia.
41 años después Alejandrina se despide de su hijo.
La foto salió en el Diario Junio.
Concordia, 30 de junio de 2018

Para leer a Gramsci (y dejar de degradarlo) // Ignacio Lewkowicz

25-04-92, I.L

  1. Las únicas lecturas que están a la altura de esta crisis del marxismo son las lecturas activas, es decir, las lecturas que abran diagonales medianamente nuevas ‑por ridículas que sean. El comentario nos transforma en objetos de esta crisis. La tarea militante hoy exigida es ser sujeto de la destrucción activa del marxismo.
  2. Lo que interesa no es tanto Gramsci como pensamiento escrito sino su esfuerzo por pensar. Nos interesa mas como símbolo que como doctrina: Gramsci es «el que esta pensando» y no «el que ha pensado esto». No nos interesa hoy tanto su teoría como su actitud teórica. Tal actitud teórica se puede resumir en una frase ‑vacía como toda consigna‑ que puede servir de ayuda memoria: «en situaciones de hegemonía enemiga, buscar la inconsistencia, para sostener el antagonismo».
  3. ¿Por que carga así las tintas Gramsci con los intelectuales?. Todo depende de la diagonal de lectura. El tema ya clásico para ubicar esta diagonal de lectura para Gramsci es su «relación» con Lenin. Critico, enriquecedor, redundante o refutador, tales son las variantes «en‑si». Es decir, tales son las variantes para una lectura que cree en las relaciones en‑si entre los textos. Pero para una lectura que ya descree de la realidad sustancial del autor en «su» letra, que sostiene que las filiaciones ‑por su naturaleza imaginaria‑ están siempre en revisión, las relaciones entre dos pensamientos son siempre resultado de operaciones de lectura. Son interpretaciones, que se valoraran según los criterios que se decidan: esquemáticamente, por un lado el criterio académico de adecuación, por el otro, un criterio que valore la capacidad activa o reactiva de la lectura practicada.
  4. Simplificando mucho las cosas ‑trazando una linea de demarca­ción‑ se puede plantear que hay dos modos de situar la relación. Un modo académico y un modo militante. Los resultados son radicalmente distintos. En términos académicos, Gramsci y Lenin serian dibujados según el prototipo del teórico de las ciencias sociales. Una teoría se contrasta con otra teoría. Dos discursos sobre el mismo objeto ‑el Estado y la Política‑ tienen siempre una compara­ción posible. Del cuadro de semejanzas y diferencias se inferirá la relación de desarrollo, redundancia, refutación, o lo que sea. Pero si situamos a Lenin y Gramsci ya no como dos profesionales de las ciencias sociales, sino como dos militantes, el aspecto de su relación empieza a cambiar.
  5. Nuestra decisión para leerlos consiste en sostener que se trata de dos militantes, de dos intelectuales orgánicos del proletariado, que analizando concretamente situaciones concretas, deciden abrir lineas estratégicas distintas para inscribir históricamente la misma voluntad política antagónica. Este argumento que sigue se propone esbozar lineas para esta lectura y vislumbrar los efectos.
  6. Vuelvo, entonces, a la pregunta originaria: ¿por que Gramsci carga tanto las tintas sobre los intelectuales? Dos respuestas aparentemente contradictorias, cuyo tejido nos sitúa un Gramsci contemporáneamente activo: por un lado, porque la infraestructura no hace lazo social; por el otro, porque la infraestructura no presenta inconsistencias.
  7. Todo lazo social es efecto de un discurso. Todo lazo social es imaginario. Puede estar posibilitado desde determinadas condiciones económicas ‑ya de por si efecto de discurso‑, pero la consistencia del lazo no es proporcionada por el funcionamiento económi­co. La pregunta no dicha (?) de Gramsci es la siguiente: ¿Cual es el fundamento de los agrupamientos sociales efectivamente existentes? La respuesta esta en Rousseau, bajo la forma de respuesta a la pregunta «¿que es lo que hace que un pueblo sea un pueblo?». La voluntad general, «pues si no hubiese un punto en el cual todos concordasen, ninguna sociedad podría existir». De hecho, Gramsci viene a preguntarse por el mecanismo real de la consistencia social. Una vez levantada por Marx definitivamente, la imagen mítica del contrato social ya no puede ser nuevamente convocada. Pero de hecho funciona algo así como una especie de «efectos de un contrato». ¿Cuales son los mecanismos efectivos de este funcionamiento? El discurso hace lazo, la función‑»intelectual» es estructurante de la consistencia imaginaria del lazo.
  8. El problema del lazo social no tiene valor alguno en la coyuntura en que trabaja Lenin. No es que no valga para Lenin, sino que no cumple ninguna función en su coyuntura. Y la esencia del marxismo es el análisis concreto de situaciones concretas. Lo que concreta las situaciones no es la carga de información empírica sino la existencia de una voluntad política, de una fuerza heterogénea. Lo que hace lazo es el poder de fuego político‑militar. Lo que disuelve el lazo es otra fuerza político‑militar. Nadie hace consideraciones estratégicas sobre la debilidad proyectiva de un peón en un problema de mate.
  9. La coyuntura italiana, en cuyas cárceles piensa Gramsci, no presenta inconsistencias a nivel de la «infraestructura económica». La inconsistencia no vendrá de consideraciones del tipo eslabón mas débil, porque los deja sin política posible a quienes habitan en un eslabón consistente y pujante del funcionamiento económico del capitalismo. El campo de una lucha estrategia posible es el de la hegemonía. La lucha cultural estratégica es el lugar por el cual hacer saltar la inconsistencia de la hegemonía.
  10. Gramsci y Lenin comparten la voluntad antagónica. Lenin piensa el antagonismo en situaciones concretas de explosividad extrema. De ahí la ilusión que asocia antagonismo=virulencia, como si el antagonismo fuera un matiz, una especie de color local de la contradicción, de la unidad y lucha de contrarios. Afortunadamente, después de Mao, el concepto de antagonismo se desligo de las imágenes del antagonismo. Ya no es una especie de pintura enardecida de un odio de clases sino un concepto formal: la heterogeneidad cualitativa, la exclusión afirmativa, la imposibilidad de afirmarse en inclusión estructural: es el concepto de aquel conjunto que para postularse debe subvertir la ley de construcción de las partes del conjunto que lo «incluye». Lenin piensa ‑y practica‑ un antagonismo en situaciones explosivas, en ausencia absoluta de hegemonía enemiga, en situaciones mantenidas por la fuerza seca. Gramsci piensa ‑y practica‑ el antagonismo fuera de situaciones explosivas, donde la hegemonía enemiga, lejos de haber fracasado, se fortalece. Cambien Gramsci posee el don del mal. El mal no es cuestión de modales: no se reduce a violencia física. Es malvado aquel que se afirma
  11. El riesgo de una situación caracterizada por la hegemonía burguesa es la aniquilación de cualquier capacidad política heterogénea. Independientemente del lenguaje del mismo Gramsci, que sistemáticamente cae en simetría para concebir la lucha de clases, se puede interpretar su esfuerzo teórico en clave de voluntad de conservar la capacidad heterogénea: un principio de no‑inclusión que haga fracasar la hegemonía de la estructura. Lo practicado, pero no explicitado por Gramsci, lo no‑dicho estructurante de su labor teórica parece ser este negarse a caer en estructuras de inclusión, afirmarse quebrando las reglas de la inclusión hegemó­nica. Y si una clase es hegemónica en la medida en que conserve el monopolio intelectual, entonces la tarea militante es una labor intelectual heterogénea: dotar de consistencia a la voluntad política.
  12. Lo peculiar de nuestro gran calabozo es esta especie de terror por el bosque: lo peculiar de nuestro gran calabozo es su capacidad de inclusión, su virtud representativa, que no deja nada fuera, que todo lo encarcela. Salvo mi voluntad heterogénea ‑dice Gramsci en prisión, ignorando los destinos de su obra en nuestro gran calabozo actual‑. En esta linea: calabozo=estructura de inclusión total. La estructura que amenaza fagocitarse cualquier capacidad heterogénea es la idea burguesa de nación. ¿Que opone Gramsci a tal inclusión? Ya no un principio formal de internacionalismo. No se trata de sustituir un principio de inclusión ideológico («nación») por un principio de inclusión verdadero («clase») como se sustituye lo falso por lo verdadero cuando el predicador lleva la buena nueva. Se trata de enfrentar a una estructura de inclusión su exceso especifico. El punto de partida del antagonismo es la estructura de inclusión: solo lo que es de un todo le puede hacer obstáculo. El principio de internacionalismo se transforma en una declaración moral cuando pierde su virtud política: cuando deja de ser el exceso de una estructura de inclu­sión. Conservar la voluntad política no suele ser conservar los enunciados en que la voluntad se sostiene en determinada situa­ción, suele ser raro: conservar la consistencia antagónica librándose de los enunciados que pueden ser incluidos. Para Lenin, no existe marco de inclusión ideológica nacional. Bien puede hacerse cargo de la declaración del Manifiesto: los proletarios no tienen patria. En la situación en que «trabaja» Gramsci la inclusión nacional es la inclusión ‑empezando por la lengua nacional que establece la comunicabilidad entre los dialectos‑. El punto de partida del antagonismo es que la estructura de inclusión es nacional.

 II – PERIODISMO INTEGRAL, O TRANSFORMACIÓN DEL UNIVERSO HEGEMÓNICO.

  1. Notablemente, la construcción que Gramsci hace del periodismo integral es casi una definición exhaustiva de militancia activa. Se trata, más que de una doctrina completa del militante, de una exigencia y una tarea: una directiva teórica y política.
  2. El periodismo integral no dispone de un lector ya capturado de antemano para el combate antiburgués. El Iskra de Lenin era un órgano de discusión interna entre militantes, donde se polemizaba sore la orden del día. Pero Lenin interviene en una situación concreta de ausencia absoluta de hegemonía enemiga. Para Gramsci, en cambio, el mundo presenta otra imagen. En situación de hegemonía enemiga, el lector es ajeno y hay que salir a pescarlo. Luego, el punto de partida concreto son los hábitos culturales del lector; mientras que el objetivo estratégico es subvertirlos (y no meramente cambiarle el contenido). ¿Qué lee? ¿Cuándo lee? ¿Cuánto lee? ¿Qué titulares lo impacta? ¿Qué formato le es maleable o tentador? Todo esto se transa en función de construir una cultura alternativa, es decir, heterogénea y de masas. Caso contrario estaríamos en una disolución populista o un vanguardismo elitista.
  3. El periodista integral activo no baja línea. De manera muy distinta a los hábitos mal heredados de un leninismo hecho doctrina, nunca el problema estratégico de Gramsci es difundir la consigna justa. El periodista integral, vector de la cultura alternativa, apunta a la subversión del sentido en los signos y del modo de razonamiento. Porque ni el código ni su lógica son neutros: son función de la clase hegemónica. La batalla cultural estaría perdida si se situara a nivel de los mensajes y no a nivel del código. Los textos de Stalin y las declaraciones de Gorbachov son la prueba empírica catastrófica que debería convencer a cualquier empecinado, incluso a nosotros. Una subversión del código y su lógica son las condiciones imprescindibles para una cultura alter­nativa.
  4. Gramsci investiga los mecanismos concretísimos de producción de la ideología burguesa para ahí trabajar en función del fracaso de tal hegemonía. El lugar de producción de una identidad será el lugar de crítica de la producción de una diferencia, de resignifi­cación de una identidad.
  5. El problema de la cultura alternativa es: ¿cómo inscribir el materialismo histórico en las masas? ¿Cómo hacer que la filosofía de la praxis, materialismo histórico, se haga sentido común? (Sentido común = folclore de la filosofía.) Resignificando el sentido común transformarlo en buen sentido subvirtiendo los hábitos culturales y los mecanismos de razonamiento pero jamás sustituyendo una identidad por otra, un término por otro, etc.
  6. Las opciones parecen ser dos:

a‑ foquismo: un nuevo código completo ‑ jerga.

b‑ populismo: disolución en el viejo código.

Luego,

c‑ ni otro absolutamente nuevo ni lo mismo absolutamente viejo, sino resignificación del código viejo.

 III. OTRA VUELTA DE TUERCA.

  1. La conexión entre Mao y Gramsci es, académicamente hablando, un disparate. Lo que equivale a decir que, hablando seriamente, es una conexión necesaria. Para la academia es mezclar al más bueno de los demócratas occidentales con el más malo de los déspotas orientales. Estas distinciones de modales no valen nada para un pensamiento militante. Gramsci y Mao son las primeras huellas de un post‑leninismo por venir.
  2. En su calabozo, Gramsci piensa, para no enloquecer, la verdad del marxismo existente en su coyuntura y aun hoy sin procesar: revolución cultural. La piensa en términos sintomáticos. Pero hay desarrollos tales de tal verdad ,que otra vuelta de tuerca en nuestra lectura nos obliga a criticar las tesis de nuestro punto de partida. Habíamos partido de postular que Gramsci se interesaba en el problema de la cultura y los intelectuales porque no existía en tal; coyuntura ninguna otra chance táctico‑política de constituir una fuerza revolucionaria. Se nos presentaba como una decisión astutísima, pero puramente táctica, impuesta a la voluntad política por las condiciones particulares en que se desenvolvía tal militancia.
  3. Y bien podía ser que Gramsci se pensara de esta manera. Pero esta diagonal resultó no ser la más activa. No existe apuesta táctica que no modifique o aclare la voluntad estratégica, una vez que el pensamiento se ha desligado de la creencia en los medios y los fines. Afirmar una decisión táctica no es borrarla en el resultado. En rigor, táctica y estrategia no son medios y fines. Haber decidido que el campo cultural es tácticamente decisivo conlleva también la decisión de haber hecho del campo cultural el lugar de la estrategia: dar consistencia a una hegemonía social nueva, punto verdadero de no retorno.
  4. En este sentido la crítica gramsciana del mecanicismo y el fatalismo es clave: no es una discusión de matiz táctico sino una línea de demarcación fundamental. «A propósito de la función histórica desarrollada por la concepción fatalista de la filosofía de la praxis, se podría hacer su elogio fúnebre reivindicando su utilidad para un período histórico, pero, justamente por ello sosteniendo la necesidad de sepultarla con todos los honores del caso»._ La voluntad política marxista es destrucción del universo de significaciones burgués, revolución cultural, trastorno decisivo de «toda la superestructura jurídico‑política e ideológica». La revolución en el modo de producción es una apuesta táctica que rindió gigantescos servicios, y hoy es rigurosamente inútil. Ser gramsciano hoy, lo mismo que ser maoista es haberse enterado de la directiva política de la época: subversión de los parámetros burgueses que hoy estructuran la cultura.
  5. ¿Qué es una revolución cultural? La apertura de una nueva disposición de la experiencia humana. Una revolución cultural es la posibilidad de masas de inaugurar una nueva experiencia del mundo y del hombre. Esta es la gran política marxista: no llevar al poder a una doctrina sino abrir un nuevo horizonte a lo posible, tal la sabiduría de Marechal._ Esquemáticamente, con bestialidad canibalesca, una nueva experiencia es una nueva disposición de las preguntas kantianas. Se puede caracterizar una época o una cultura por el modo en que se sitúan respecto de las preguntas «qué debo hacer», «qué puedo conocer». «qué me es dable esperar». El modo de situarlas puede variar tanto en las respuestas como, en el sentido más decisivo, en las preguntas. Desde esta definición se sigue: revolución = revolución cultural = apertura a una nueva experiencia del ser = corte por advenimiento de nuevos principios que regulan la experiencia._
  6. Pero abrir tales nuevas dimensiones exige un lenguaje adecuado que las posibilite. El código, sus signos, las significaciones organizadas por ellos excluyen de antemano cualquier tentativa de abrir tales juegos. Es necesaria una lingüística compatible con un sujeto. Nietzsche inventó la filología activa. Gramsci el periodismo integral. ¿Qué pensar? ¿A partir de qué? «Este contraste entre el pensar y el obrar, esto es, la coexistencia de dos concepciones del mundo, una afirmada en palabras y la otra manifestándose en el obrar mismo, no se debe siempre a la mala fe. La mala fe puede ser una explicación satisfactoria para algunos individuos singularmente considerados … pero no es satisfactoria cuando el contraste se verifica en la vida de las amplias masas; en tal caso dicho contraste sólo puede ser la expresión de contradicciones más profundas de orden histórico social. Significa ello que un grupo social tiene su propia concepción del mundo, aunque embrionaria, que se manifiesta en la acción»._ Aquí claramente la acción de masas excede la comprensión de las masas porque excede por completo el saber filosófico y científico de la época.

¿Qué pensar? La acción. ¿A partir de qué? De la acción: de su carácter de exceso respecto de lo pensable en tal situación.

  1. ¿Qué significa una acción que exceda el cuadro del saber? Que por ahí está circulando algo radicalmente nuevo, para lo cual no hay palabra en la cultura. Tal acción es la verdad de la hegemonía en la medida en que indica su fracaso. La hegemonía no fracasa por el hecho de que algunas conciencias se les escapan sino porque la acción creadora de las masas la excede, aunque la conciencia de los individuos que soportan tal acción esté capturada por la hegemonía.

Si falta la palabra, tal acción no puede inscribirse en la cultura ni producir sus efectos: no puede desplegarse como experiencia nueva. Es necesario el intelectual orgánico que la inter­prete, que la descifre, que suplemente el campo de lo enunciable para darle una consistencia de exceso. Recordemos que la interpretación mínima es la consigna.

Tal acción sin palabra indica una singularidad que habrá que nominar para luego inscribir como experiencia.

  1. Así construye Gramsci la filosofía de la praxis, suturada absolutamente a la política ‑independiente de cualquier relación estructural con la ciencia‑ según el primer dictamen de Althusser . Esta construcción es equivalente a la segunda formulación del materialismo dialéctico por Althusser.  No se trata ni de una teoría del conocimiento ni de una síntesis de los resultados de la ciencia: la filosofía de la praxis piensa el discurso para una práctica que está siendo explotada ideológicamente por el código. La filosofía de la praxis enhebra las practicas ‑la «acción pura»‑ cuyo sentido desentona con el discurso en que se «sostiene». La filosofía de la praxis intenta dar consistencia de discurso a aquello que se presenta como no‑ideológico. Y en la decisión de Gramsci lo no‑ideológico en cuanto tal es el obrar. Y todo obrar es político. La función del intelectual orgánico consiste en dotar de discurso (subversivo) a las prácticas sin discurso (ideológico). La diferencia radica en que mientras Althus­ser (se) sostiene que la ciencia es lo no ideológico como tal, Gramsci sostiene que es la acción de masas la que excede la capacidad hegemónica del discurso ideológico. Pero tampoco es cuestión de entrar en un jueguito académico de diferencias Gramsci‑Althus­ser. Haciéndola corta, para una lectura militante se trata de la misma relación que la Gramsci con Lenin. En situaciones concretas distintas, la filosofía marxista apuesta siempre a dar consistencia heterogénea, critica, a lo no ideológico en cuanto tal. En situaciones concretas distintas la filosofía marxista apuesta a lo que presenta algún viso de posibilidad critica. Y se sostiene que tal practica es lo no‑ideológico en persona.

UNA VUELTA MAS DE TUERCA

  1. Lo que se va perfilando, si damos por buena esta interpretación de Gramsci, es una ruina progresiva de la concepción «ajedrezada» de la política, entendida en términos de táctica y estrategia ‑que en general remite a la relación de medios y fines. Para seguir en esta lectura, habría dos caminos, o trastornar de base las nociones de táctica y estrategia o abandonarlas definitivamente por estar inexorablemente contaminadas de metafísica.
  2. Por razones de tradición, de buena tradición, nuestra lectura decide conservar los términos, intuyendo que es posible desligarlas de las connotaciones tradicionales ‑de la mala tradición. La movida decisiva consistiría en romper la imagen de estrategia=objetivos a‑priori. En su lugar, llamar estrategia a una voluntad de afirmar lo que irrumpiere, in discernible desde hoy. No diseñar puntos de llegada sino apostar a la consistencia a‑posteriori de lo que se arranque del lugar en que el discurso dominante lo estaca. Si la acción es lo que desborda y resquebraja la hegemonía ‑y por ello apostamos a la acción‑, habrá que llamar estrategia a la quiebra de la hegemonía ‑y no a su sustitución por otra mas feliz‑. El trabajo intelectual no consistirá mas en diseñar mejores futuros. El intelectual no consentirá mas al honor de ser considerado visionario filántropo.
  3. En Gramsci suele aparecer como «objetivo estratégico» no la conquista de una posición sino la autonomía política, la cual quisiéramos leerla como quiebra de la hegemonía, como fracaso de la totalización estatal, como presentación de un Otro. La tarea que prescribe, bajo hegemonía adversaria ‑y hoy parece que toda hegemonía es adversa‑ consiste en leer la acción de masas que perturba la hegemonía. La filosofía de la praxis deberá movilizar los recursos que tiene y los que no para dotar de una consistencia racional a posterioro de la acción de masas que ya esta operando. La cristalización doctrinaria del materialismo dialéctico ‑que Gramsci llama concepción fatalista o mecaniscista de la filosofía de la praxis‑ pretende fijar a‑priori la racionalidad de las acciones por venir. Frente a este racionalismo dominante, Gramsci no opone un espontaneísmo irracionalista. Toma otra posi­ción frente a la alternativa leninista entre espontaneidad de las masas y dirección consciente.(Donde la dirección consciente ‑según la interpretación oficial‑ detentaba de antemano la razón por venir). No opone racionalidad/irracionalidad sino razón a‑priori/razón a‑posteriori. No opone razón/acción espontanea sino que sitúa a la razón como lectura de la acción espontanea de masas.
  4. Así planteado, el sentido de la política no seria la obtención de tal realidad sino la propagación de lo heterogéneo ‑y el fantasma constitutivo de su política no seria la sociedad equis sino la «autonomía política».

ILUSTRACIÓN («a»:demostración)

«El hombre activo, de masa, obra prácticamente, pero no tiene clara conciencia teórica de su obrar, que sin embargo es un conocimiento del mundo en cuanto lo transforma. Su conciencia teórica puede estar, históricamente, incluso en contradicción con su obrar. Casi se puede decir que tiene dos conciencias teóricas (o una conciencia contradictoria): una implícita en su obrar y que realmente lo une a todos sus colaboradores en la transformación practica de la realidad; y otra superficialmente explicita o verbal, que ha heredado del pasado y acogido sin critica. Sin embargo esta conciencia «verbal» no carece de consecuencias: unifica a un grupo social determinado, influye sobre la conducta moral, sobre la dirección de la voluntad, que puede llegar hasta un punto en que la contradictoriedad no permita acción alguna, ninguna decisión y produzca un estado de pasividad moral; y política. La comprensión critica de si mismo se logra a través de una lucha de «hegemonías» políticas, de direcciones contrastantes, primero en el campo de la ética, luego en el de la política, para finalmente arribar a una elaboración superior de la propia concepción de la realidad».

IL – 25-04-92

Me casé por la fiesta // Silvio Lang

Me casé con un francés anti-populista el día de la Lealtad peronista. Elegí el 17 de octubre; el francés, ni idea. 2011. Había pasado un año de la aprobación de la ley. Al año nos divorciamos. Un desastre: la convivencia con el avaro de Moliere y el matrimonio desigual en una casa de muñecas. Puse la firma en el lugar errado. Errado, no de error, si no de lugar otro,/ como hablar con el espejo / y no con quien se mira en él, me digo el mantra de Diana Bellesi. Nos casó una jueza con el nombre de mamá: Alicia. Un lunes al mediodía, a pleno sol. Uno de los días peronistas más felices de mi vida.

Las testigos fueron dos mujeres, psicoanalistas. Silvia, la testigo por mi parte, ante la pregunta de cajón de la Jueza: “¿Alguien quierE decirle algo a los contrayentes?” respondió: “Yo”. “¿Qué?”, repreguntó Alicia. Silencio embarazoso. “Que se amen”, dijo la amiga. “¡Pero si se están casando!”, reaccionó la Jueza. “¡Por eso mismo!”, contraatacó Silvia. Todxs se rieron. La odié a mi amiga: ¡me arruinaba la boda! Pero supe que tenía razón y me ayudó a separarme. El casamiento no tiene nada que ver con el amor. Y mi amor había sido un estrago, que me dejó en ruinas. “Necesito un psicópata que me acaricie el hombro”, reza la Dolly Skeffington de María Moreno. A los meses de divorciarme estrené Querido Ibsen: soy Nora, de Griselda Gambaro, en el Teatro General San Martin. Una consagración. Nora Helmer había sido yo. Como ella, también, abandoné la casa, el marido, el masajista, el personal trainer, la mucama, el chef, la casa en el  Tigre… Como Nora me descargué con un alegato feminista y me descolonicé de los privilegios de la protección patriarcal. Y si es cierto que él se casó por el DNI; yo me casé por la fiesta.

Fui un esclavo del amor occidental. El amor de la propiedad privada. No me arrepiento. Usufructué un derecho. El acto performativo de casarme fue una reparación de la agresividad machista que sufrí desde chico. Hasta entonces no pensaba que podía ser necesario casarse para callejear liviano con el peso simbólico del resguardo del Estado. Me casé de politizada que estaba, enfiestada en el kirchnerismo aunque presentíamos la resaca. ¡Pero lo mejor fue la fiesta de boda! Luego del Registro Civil nos fuimos todxs a almorzar al petit hotel del francés, en Parque Lezama. Recibimos a lxs invitadxs en una terraza del tamaño de una plazoleta. Habían llegado unos amigos sanjuaninos desde Estonia, que hacían cumbia electrónica -Mayonesa & Tincho- y musicalizaron toda la tarde. El catering hubo que pelearlo con el colono pero fue superior. Preparado por Gabriel, una loca amiga cordobesa chef, que el manipulador de mi ex marido había repatriado de Niza y engañado. La torta fue una croquembouche: una pirámide de profiteroles rellenos, con dos muñecos trajeados en la cima. Todo muy chic pero muy alcholizadas y alegres bailamos con lxs amigxs e hicimos karaoke en la terraza, bajo un sol tremendo, hasta que cayó la noche. La fiesta fue un momento donde experimentamos, como  René Schérer, hablando del libro de su amante, Guy Hocquenghem (El deseo homosexual) una “hospitalidad universal y absoluta”. Que “sin descuidar la cuestión de los derechos, puesto que se trata de una lucha iniciada y muy real, confiere a la realidad por conquistar una dimensión completamente diferente: la de una sociedad de nuevo tipo”.

 

Fuente: Suplemento SOY. Pagina/12

1972… PRIMEROS DÍAS DE LA REVOLUCIÓN SEXUAL // Marie Bardet y Silvio Lang

Grupo de lecturas
Coordinado por Marie Bardet & Silvio Lang
Cuando hoy afirmamos #NosMueveElDeseo, quedan pulsantes y abiertas una serie de preguntas que hacemos rodar. ¿Cómo un movimiento del deseo retumbó en las políticas revolucionarias de los años 70? ¿Cómo hundir nuestras búsquedas de otras corporeidades y relaciones en lecturas semioscuras del «año 72», sin presuponer nada de lo anterior y del porvenir?
El Antiedipo, de Gilles Deleuze y Felix Guattari y El deseo homosexual, de Guy Hocquenghem se publican ese mismo año. Dos experimentos de los ecos directos del Mayo del 68 parisino, que también podemos relacionar con los escritos de Monique Wittig en Francia, o los de la rivolta femminile de Carla Lonzi en Italia. Mientras, en Buenos Aires, ese mismo año, León Rozitchner, publica Freud y los límites del individualismo burgués. Y un año después, el Frente de Liberación Homosexual, con las plumas de Néstor Perlongher, lanza el manifiesto clandestino “Sexo y revolución”. Co-existencia del pensamiento y de los activismos que inoculan deseo al campo social. O bien, cómo asumir la producción de lo social como un funcionamiento del deseo.
El capitalismo es el modo en que sus categorías económicas se reproducen mediante la modalización heteronormativa de nuestros deseos, garantizadas por la organización de la familia burguesa. Una revolución o una desviación de la lógica del capital heterosexual no es posible sin la irrupción de otras corporeidades antinormativas, anómalas, raras, heterogéneas, inconscientes, ilógicas, múltiples…
En tres iniciales encuentros nos proponemos abrir una serie de conversaciones a partir de la lectura de fragmentos de estos textos.
TEXTOS SUGERIDOS
– El Anti Edipo, de Gilles Deleuze y Félix Guattari
– El deseo homosexual, de Guy Hocquenghem
– “Sexo y Revolución”, del Frente de Liberación Homosexual
– Freud y los límites del individualismo burgués, de León Rozitchner
– Las guerrilleras, Monique Wittig
– Escupamos sobre Hegel y otros escritos, Carla Lonzi
COORDENADAS
Jueves 16, 23 y 30 de agosto. De 19 a 22 hs. en Fábrica Perú (Perú 442)
Intercambio: $ 1.000
Confirmar asistencia a: grupodelecturas@gmail.com
MARIE BARDET investiga, enseña, y crea entrelazando su práctica de la filosofía con una práctica de danza. Esta transversalidad nutre tanto su escritura en revistas internacionales y libros (Pensar con Mover, Cactus, 2012) desde su doctorado en Filosofía en París 8 y en Ciencias Sociales en la UBA, sus conferencias performáticas (“Des-articulando: conferencia en movimiento”; “Les restes des gestes”), como su docencia e investigación en universidades (IDAES-UNSAM, UNDAV, IDEA-USACH (ch), Paris 8 (fr), ENS Puerto Príncipe (Haití)) y en instituciones artísticas (Espacio Ecléctico (ar), La Vitrina (ch)). Participa de varios espacios colectivos en Buenos Aires (12/24, Fábrica Perú; Casa de Bajos Estudios de la Casona de Flores; “Extensiones del pe(n)sar” Espacio Ecléctico…) y de diferentes grupos de investigación: Soma&Po (Estéticas y Políticas de las prácticas somáticas Paris 8), Cuerpos (sensibles) y Bienes (comunes) (IDAES-UNSAM – Paris 8 – Paris 7) y Ningún Derecho Reservado (Buenos Aires). Coordina la colección “Pequeña Biblioteca Sensible” en la Editorial Cactus.
SILVIO LANG Es director escénico, se dedica a la investigación teórica, la enseñanza, la producción y colaboraciones artísticas en danza contemporánea, performance, dramaturgia, teatro, acciones de calle, y ópera. Ha dirigido Querido Ibsen: soy Nora; Tango Nómade; La señora Macbeth; Meyerhold, freakshow del infortunio del teatro; Salón Skeffington; El Don; El fiord; Diarios del odio; entre otras realizaciones escénicas. Fue productor y colaborador académico del Programa Lectura Mundi de la Universidad Nacional de San Martín. Participa de los colectivos Lobo Suelto!, Las Insumisas de las Finanzas, Casa de Bajos Estudios, Escuela de Técnicas Colectivas y la Organización Grupal de Investigaciones Escénicas -ORGIE. Escribe para el Suplemento Soy/Página 12, la revista Lobo Suelto, el blog Campo de Prácticas Escénicas, entre otros medios. Dirigió el Laboratorio de Creación II del Teatro Cervantes – Teatro Nacional Argentino. Prepara la creación escénica Pasadas de sexo y revolución, junto a ORGIE.

Foucault más allá de Foucault // Sandro Chignola. Editorial CACTUS

Sandro Chignola: Foucault más allá de Foucault. Una política de la filosofía
De Kant en adelante, la tarea más urgente de la filosofía ha sido responder al interrogante ¿dónde estamos parados? Con Foucault, se trata de ¿cómo estamos parados? Lejos del retiro antipolítico que se le imputa al “último” Foucault, lejos de cualquier gimnasia pacificadora, se trata de las posturas y los ajustes que abren el cuerpo a otra historia de lo político, la historia de otra praxis. La filosofía como ejercicio corporal: manasana o postura del pensador. Tomar posición, crear posición: ontología de la actualidad. Los seminarios que componen el presente volumen trabajan en detalle con los textos y los cursos elaborados por Michel Foucault entre finales de los años setenta y el año de su muerte. En este período, Foucault delinea un movimiento del pensamiento con el que Sandro Chignola, por su parte, experimenta desde hace años en su propia práctica teórica, implicada en los movimientos migratorios como líneas de fuga subjetivas, deseos en acto. Se trata del desplazamiento de la analítica foucaultiana del poder hacia el terreno de la gubernamentalidad. El itinerario griego: elíptica gubernamental; producción del sujeto, parresia, procesos de subjetivación y estilos de vida. Elaboraciones que también se incorporarán en Marx, con la fabricación del cuerpo obrero, y en Weber, con las formas de vida y la reivindicación del trabajo intelectual como ética, como estilo. Más allá de Foucault, Chignola imprime a su vez dos ajustes vitales: el contrapunto con Agamben –en quien advierte posiciones “pasivizantes”– y una hipótesis estoica, en el nervio de su práctica, que indaga en otros modos de vida ya-no-humanos –y sin embargo posibles– en acuerdo con la naturaleza; una torsión “comunitarista” que abre los conceptosde la filosofía política a otra modernidad. La filosofía comopráctica transformadora.

Pity // Diego Valeriano

Lo que asombra del Pity es su exagerada temeridad para jugar de verdad, para ser auténtico, para alcanzar el límite extremo, el definitivo, el máximo. Para no acobardarse ni un poquitito así. Para romper la noche ya sin cuerpo. Sabe que gana el que tiene menos miedo, el que es mas maldito, el más verdugo, el que disfruta el dolor, el que aguanta a pura risa, ¿que es ser poronga del rock sino?

El secreto de ser odiado es dar un paso más, el secreto de ser amado es saber lo que puede un cuerpo. Hacer una movida única que otros no pueden hacer porque no se animan, porque es demasiado, por lo caro de verdad que sale hacerla. Aguantarla a pura base, discutir con quien lo quiso. Encarar los patrulleros de frente como la única manera de esquivarlos, correr en las madrugadas de Lugano. Tirar cuando tiene que tirar.

Pity asusta con su temeridad y eso lo vuelve irresistible, único. Escribe y parece más grande, es aplastante con apenas su cuerpo. Su táctica aprendida en pasillos, monoblocks y madrugadas es siempre dar un paso más allá. Ser el más pillo, el más cruel, el más cínico, el más mentiroso, el que mejor compone. Pity aspira a la vida más cruel, a la vida más gozosa, a una vida más maldita como una prueba definitiva de que aún está vivo.

SEXO Y REVOLUCIÓN // O.R.G.I.E

 

«La liberación sexual no puede tener lugar en el capitalismo colonial en que vivimos. Llegó el momento de una Revolución que combata, simultáneamente, sus bases económicas, políticas, y sexistas (…) Los homosexuales reivindicamos las posibilidades plásticas inherentes a la libido humana que el sistema sexista se esfuerza en mutilar. El machismo es manifiestamente antirrevolucionario y antihumano»

«Sexo y Revolución” fue el panfleto publicado por el Frente de Liberación Homosexual (FLH), en noviembre de 1973. En la clandestinidad, al mes siguiente, el FLH publica la revista Somos. Distribuida de mano en mano, fue la primera publicación en América Latina en reivindicar la homosexualidad como categoría revolucionaria contra la explotación y la normalización capitalistas.

“A las mujeres nos han reducido a una cuota biológica y vaciado como sujeto político” // Entrevista a María Galindo

Por Eva Brunner para El Salto

Anarcofeminista, escritora, psicóloga y, sobre todo, firme defensora de la autogestión y la acción directa. Así es María Galindo, la activista boliviana que, como ella misma cuenta, fue la primera mujer en declarase públicamente lesbiana en su país.

Enemiga de la “tecnocracia del género” y de la “domesticación de la mariconada y los feminismos”, la historia como activista de Galindo suma décadas. Fue una de las fundadoras del colectivo Mujeres Creando y la grafitera de mini cápsulas políticas como “No saldrá Eva de la costilla de Evo”, “Para ella la culpa, para él la disculpa”, o “No se puede descolonizar sin despatriarcalizar”. Sus años en la emisora comunitaria Radio Deseo han hecho que a menudo lleve con ella su grabadora. Galindo es los ojos del oyente y el castigo de machistas, racistas y homófobos. Es el escrache en directo, que no duda en señalar hasta al vicepresidente de Bolivia por el impago de la pensión alimenticia y las “evadas” del presidente Evo Morales.

Para su último libro, No hay libertad política si no hay libertad sexual, Galindo ha tenido que subir con frecuencia las escaleras del Parlamento boliviano, incomodando tanto a la derecha como a la izquierda parlamentaria. El resultado: una radiografía del machismo, la homofobia y el racismo que habitan en el centro del sistema democrático representativo.

—El 28 de junio es una fecha doblemente simbólica: se celebra el “orgullo marica”, como tú lo llamas, y es el segundo aniversario del inicio del proyecto No hay libertad política si no hay libertad sexual, cuéntanos, ¿qué pasó ese 28-J?

—Mujeres Creando nunca asistimos a la típica marcha del 28 de junio en Bolivia porque pide permiso al gobierno y está básicamente controlada por las ONG. Es una marcha privatizada por grupos que se autopresentan como la representación GLTB y tienen poca postura política frente al régimen neoliberal o al extractivismo. Es una marcha muy simple, de derechos para nosotros y punto. Pero no es un fenómeno particular de Bolivia. Es algo que ha pasado con el vaciamiento político de lo marica a escala mundial desde que la reivindicación del llamado matrimonio igualitario ha escondido voces que no están por ese matrimonio. Eso es salir del clóset de la exclusión para entrar al clóset de la clase media pequeña burguesa. Ese clóset me parece tan carcelario como el otro.


Nosotras, para el orgullo marica, hacemos acciones subversivas, guerrilleras, sediciosas y no violentas. Hace dos años hicimos una escultura erótico-política-lésbica en vivo: nos colocamos una compañera y yo en ropa interior sobre una mesa de comedor con mantel. En ese momento, salió un parlamentario del Movimiento Al Socialismo (MAS) a decir que éramos asquerosas y que había que expulsarnos del país porque contaminábamos la bondad de la mujer boliviana. Fue un acto muy previsible de homofobia.


—Y convirtieron ese ataque homófobo en una oportunidad para radiografiar la homofobia y el machismo en el Parlamento boliviano. ¿Cómo fue ese proceso?

—Ahí, nosotras decidimos tomarle la palabra al Estado. No fue un acto de ingenuidad. Dijimos: “Si el Estado dice que es incorrecto el racismo, el machismo o la homofobia, vamos a hacer la denuncia”. Cuando fuimos a presentarla, no quisieron recibirla para no verse obligados a respondernos. Hicimos bastante escándalo y presión y recibí una llamada del vicepresidente del Estado totalmente inesperada.

—¿Qué te dijo?

—“Hola, habla el vicepresidente Álvaro García Linera. Quiero que subas a mi oficina y que resolvamos”. García Linera es un personaje de la izquierda latinoamericana bastante importante y es conocido como un hombre inteligente. Me dijo: “Mire compañera, entiendo que se sientan muy ofendidas. Han sufrido un acto de homofobia, pero lo que dijo el vocero era justo y él tenía razón. Le voy a explicar el porqué: ese señor expresa la mentalidad de la sociedad. Él no puede pensar de manera contraria a la sociedad a la que pertenece. Así que ya me dirás, ¿qué podemos hacer para remediar una cosa así?”. Ahí le dije: “Quiero hacer una investigación sobre homofobia, machismo, prostitución, construcción de masculinidad y feminidad con todo el Parlamento boliviano. Quiero que me des una oficina para entrevistar a los parlamentarios”. El estudio duró dos años y entrevisté a 49 miembros del Parlamento, a todos los que accedieron.

—¿Cuáles son las conclusiones de la investigación?

—Una de ellas es cómo está construida la representación política. Un Parlamento donde hay diversidad, con un 54% de mujeres y muchos sectores sociales e indígenas, resulta que no es participativo. De ese 54% de mujeres, el 80% condenan el aborto. Entonces, ¿una mujer por el hecho de ser mujer me representa? No. En cuanto a la representación masculina, ningún hombre acepta que otro lo represente por el mero hecho de ser biológicamente un hombre; lo hace por ideología. Pero a las mujeres nos han reducido a un cuota biológica. Eso es vaciar de contenido a las mujeres como sujeto político. Sucede igual con los indígenas que en el parlamento, a la hora de hablar de sexualidad o aborto, repiten el discurso del cura del pueblo alegando que es su cosmovisión indígena. Por eso, hay que repensar los mecanismos de representación política.

—Si los representantes no representan la diversidad de la sociedad, ¿cómo se sustenta el sistema político de representatividad?

—Este sistema se sustenta sobre una representación válida solo para el hombre blanco. Si perteneces a la diversidad, se te reduce a una identidad cosificada donde no media proyecto político. Los partidos para reciclarse cogen personajes de los movimientos sociales, maricas, discapacitados, mujeres… siempre que se adhieran al patrón heteropatriarcal blanco y masculino. Es una representación aparente en la que no se cuestiona la estructura de privilegios de la sociedad.


Por eso planteo que hoy los partidos políticos tienen que morir. Esta forma de representación hoy no sirve. El voto no implica el derecho a controlar lo que esa persona va a hacer o a que delibere contigo sus decisiones.


Además, la democracia liberal tiene cajas negras. En Bolivia, el parlamento ha aprobado la Ley de Identidad de Género porque era muy retórica y poco garantista, pero en el mismo contexto ha penalizado el aborto. ¿Cómo puede el Parlamento aprobar una ley relacionada con la soberanía sobre el cuerpo y al mismo tiempo penalizar el aborto? No hay congruencia política. Para penalizar el aborto concilió con la Iglesia católica y la Ley de Identidad de Género la uso como corrección política frente a los organismos internacionales. Nosotras no queremos una política de urnas donde demos un cheque en blanco y luego nos convirtamos en clientes baratos y menospreciados del sistema político.

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—Esa ley provocó fuertes movilizaciones de grupos que están en contra de lo que ellos llaman “la ideología de género”. ¿Quiénes están detrás de esos movimientos?

—En América Latina identificamos esta guerra de baja intensidad imperialista hace muchos años. No son movimientos, son sectas cristianas fundamentalistas que han obtenido medios de comunicación y una amplia financiación de sectores híper conservadores. Tienen además un gran despliegue social en sectores populares, campesinos e indígenas a través de políticas paternalistas y de caridad. Lo más grave es que partidos como MAS se han aliado con esos sectores porque son los que determinan el voto de manera disciplinaria, pese a que no tienen una bancada formal. Nosotras cuestionamos el estatus de estas sectas que tienen carta blanca para actuar y sus alianzas políticas. La representación política está adulterada, cosificada y es aparente. Es meramente enunciativa y eso no es democrático.

—¿Por qué No hay libertad política si no hay libertad sexual?

—Estamos en democracia sin cuerpos. El cuerpo está expulsado de los temas políticos. Los propios parlamentarios me decían que el tema del cuerpo no lo habían tocado jamás, no se considera importante. Por tanto, cuando se debate el aborto, no hay bases de discusión políticas establecidas y quienes sí las hemos construidos somos expulsadas del derecho a la deliberación.

—Antes hablabas de la “domesticación del orgullo”. ¿Afecta también a los feminismos?

—Hoy hay una emergencia de voces y movimientos feministas, y eso me gusta. Pero desde hace tiempo, sobre todo desde los años de las políticas de ajuste estructural neoliberales, hay una política de género que nosotras llamamos tecnocracia de género. Consiste en coger el género, despolitizarlo de cualquier utopía y estandarizarlo en términos de demandas que empiezan y terminan en reformas jurídicas y legales para introducir la categoría de género como equivalente a mujer y en términos supuestamente de igualdad de derechos. Esa tecnocracia la manejan el FMI, el BM, los organismos internacionales y los Estados. Pero a las mujeres de la calle esas políticas no les han servido para mucho. Son esas mismas políticas las que han supuesto la representación biológica, que no ideológica, de las mujeres con la estandarización de las leyes de cuotas.


Ha habido una domesticación muy fuerte de amplios sectores del feminismo que ha reducido la lucha feminista a una cuestión de derechos escritos en leyes, que son retóricas. Y no. El imaginario feminista apuesta por propuestas políticas para la transformación de la sociedad. No es un ideario de derechos para las mujeres dentro de un sistema neoliberal patriarcal.


La subvención más importante del capitalismo es la crianza gratuita de las mujeres de los niños y niñas, el trabajo doméstico convertido en amor y servidumbre y la desvalorización de los costos del trabajo de cuidados de las mujeres, sobre todo de las mujeres del Sur del mundo para las mujeres del Norte. Estamos subvencionando las estructuras del poder que nos empobrecen. Ahí no hay igualdad. El problema no es una ley, el problema son las estructuras.

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—Para combatir la violencia machista, desde Mujeres Creando optan por lo que llaman “políticas concretas despatriarcalizadoras”. ¿Cuáles son?

—Nosotras planteamos la necesidad de un feminismo capaz de traducirse en políticas concretas para todas las mujeres, sean o no feministas. Por eso creamos nuestro propio servicio contra la violencia machista con una metodología distinta: la palabra de una mujer se toma como documento principal y, además, sabe lo que quiere. Por eso, hacemos dos preguntas que nos tomamos muy en serio: ¿qué le ha pasado? y ¿qué quiere usted, compañera? No todas quieren lo mismo y lo que cada una quiere es fundamental. Nosotras no delegamos en el aparato policíaco-judicial. Tenemos un programa en Radio Deseo en el que elaboramos una lista con los datos personales de los padres que no pagan la pensión, por ejemplo. Si la mujer nos pide este servicio, nosotras verificamos los datos y los incluimos en la lista que se emite cinco veces al día por la radio. Sale con mi voz para que el responsable no pueda hacer un proceso de difamación a la víctima, si no que tenga que hacérmelo a mí. Ya hemos tenido un proceso de difamación y ahora este servicio es ilegal.

—¿Puedes poner algún ejemplo?

—Un día llegó una mujer indígena con el nombre del ministro de Desarrollo Productivo y Economía Plural que también ha sido senador, presidente de la cámara de senadores y una de las figuras más importantes de Evo Morales. Debía dos años de asistencia familiar. Sacamos este escándalo en la radio y, por supuesto, recibimos intimidaciones. Pero lo teníamos claro: el ministro tiene que pagar. Y lo hizo en diez días. ¿Por qué esa mujer no encontró justicia sola en los estratos judiciales? Porque era el ministro, y la jueza demoraba las audiencias aceptando sus excusas. El escrache fue efectivo. Si logras eso con un ministro es un efecto dominó con los que están más abajo. Por eso practicamos la acción directa no violenta, pero nunca hacemos nada que no quiera la mujer. Eso es sagrado.

—Habrás oído hablar del caso de La Manada, que ya tiene imitadores que se autodenominan La Nueva Manada, y de cómo han aumentado las violaciones grupales. ¿Como pueden enfrentar estas violencias los movimientos feministas desde posiciones no punitivistas?

—La impunidad reproduce impunidad. Estos son hechos muy muy graves. Creo que los feminismos se equivocan si piensan que con la reforma de la ley es suficiente. No es una cuestión de reforma legal. Los feminismos no tienen que delegar la gestión de la violencia al Estado y a la Policía, deben estar a cargo de esa gestión. No creo en las cárceles, tienden a ser la reproducción de la estructura de poder de la sociedad: los más pobres están hacinados, los ricos no. Pero creo que tenemos que generar formas paralelas.


Nosotras hemos logrado legitimar escenarios de negociación paralelos y que no son contrarios a la ley. En nuestras audiencias, que a veces son transmitidas por radio con el consentimiento de las personas implicadas, las partes hablan sin límites y se proponen soluciones para llegar a un acuerdo. En la Constitución boliviana está garantizada la justicia plural y reconoce muchos sistemas de justicia. Es importante generar sistemas de justicia paralelos.


Además, hay que legitimar la acción directa. El año pasado nosotras tomamos el set del canal oficial de televisión (Bolivia TV) porque el director estaba denunciado por acoso sexual a una periodista. No salimos hasta que la ministra de Comunicaciones pidió la dimisión del director. No fue fácil, pero la acción directa no violenta funciona.

—Su utopía está escrita en la Constitución Política Feminista del Estado que elaboraron desde Mujeres Creando. ¿Cuál es esa utopía?

—Nuestra Constitución tiene el mismo número de artículos que la del Estado de Bolivia. Esa utopía habla sobre la tierra, el cuerpo, el idioma oficial, sobre paternidades y maternidades, sobre identidades sexuales… No estoy de acuerdo en que los feminismos signifiquen luchar contra la violencia machista y punto. Los feminismos son una propuesta de revuelta del conjunto de la sociedad. Son una revuelta del trabajo, del sexo, de la cotidianidad, la economía, los deseos. Hoy es el tiempo de formular utopías y de recuperar nuestras vidas para que sean dignas y placenteras. Es difícil resumir nuestra utopía, pero me gusta mucho esa frase que tenemos: indias, putas y lesbianas, juntas, revueltas y hermanadas.

feminismo-crudez-8m-paro
(Imagen: Colectivo Manifiesto)

*Por Eva Brunner para El Salto

Hacia el 8A: Paro general en cualquier lugar // Ni Una Menos!

Mientras continúan realizándose acciones en todo lugar para seguir promoviendo la sanción definitiva en senado de la ley por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito, el día de ayer la Campaña entregó un petitorio en la CGT luego que se difundieran diversas operaciones de prensa y comunicados en donde quedaban por lo menos confusas las afirmaciones de la Central obrera.
Adornada con el pañuelo verde, quien tiene el cargo de Secretaria de igualdad y género, se comprometió por el derecho a decidir de las mujeres y expresó su predispisición a la iniciativa que impulsa el movimiento feminista: convocar al paro que permita movilizarse a las trabajadoras nucleadas en la CGT para el 8 de agosto.

Este impulso alimentado desde las luchas nos vuelve a confirmar que el movimiento feminista incide en todas las instancias de negociación y lo hace desde las calles y radicalizando los conflictos frente al ajuste neoliberal.
Cuando decimos que el 8A #NosotrasParamosestamos mostrando el enlace de las violencias contra el cuerpo de las mujeres y todas las cuerpas disidentes: violencias por abortos clandestinos que nos endeudan, violencias por ser despedidas y cada vez más precarizadas, violencias por ajustar nuestros consumos cotidianos para llegar a fin de mes, violencias cuando nos reprimen por luchar.

El feminismo, en su multiplicidad, produce preguntas fundamentales al interior del sindicalismo y lo fortalece y revitaliza. El sindicalismo ya no expresa ni contiene si no puede ampliarse en clave feminista y de este modo construir en transversalidad con la trama de aliadas de las diferentes centrales sindicales, organizaciones sociales y experiencias de territorios. Entre todas parimos los dos paros internacionales del 8M y el paro nacional 19O que los impulsó.

#NiUnaMenosPorabortoClandestinos
#ParoGeneralEnCualquieLugar
#QueSeaLey

Foto: Emergentes

Fiscal dictaminó a favor de los despedidos en Télam y pidió su reincorporación // Notas, periodismo popular

Durante el mediodía del martes, el fiscal Gabriel de Vedia dictaminó de manera favorable respecto a un amparo interpuesto por la asociación civil Mesa Nacional por la Igualdad, ante la Justicia Nacional del Trabajo, en la que se solicitó como medida cautelar la restitución en sus puestos de trabajo de las trabajadoras y trabajadores despedidos de la Agencia Télam.

Si bien el dictamen no es vinculante, la determinación del fiscal está fundada constitucionalmente y es un paso hacia la reincorporación efectiva de las 357 personas cesanteadas. Según consideró de Vedia, este trámite se debe sustanciar de manera sumarísima conforme las previsiones del art. 43 de la Constitución Nacional, del ordenamiento laboral y los art 321, y 498 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. Además, señaló que “las medidas cautelares más que hacer justicia, están destinadas a dar tiempo al órgano judicial para cumplir eficazmente su obra y para hacer eficaces las sentencias de los jueces”.

Mientras tanto, la Justicia ya determinó la reincorporación de Eduardo Rapetti Salik, secretario Gremial del Circulo de Prensa de Santiago del Estero. La decisión fue tomada por la jueza nacional de Trabajo Mónica Pinotti, quien hizo lugar al amparo presentado por el trabajador.

De esta forma determinó “la suspensión de los efectos del despido” y ordenó la reinstalación en su puesto de trabajo “hasta tanto recaiga sentencia definitiva en la acción de fondo”. Los directivos de Télam tienen 48 horas para cumplir este fallo, caso contrario deberán abonar 3500 pesos de multa por cada día que pase.

 

Por su parte, la Comisión Gremial Interna (CGI) del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA) denunció este martes al Directorio de Télam S.E, conformado por Rodolfo Pousá, Ricardo Carpena y Pablo Ciarliero. El triunvirato a cargo de la agencia nacional de noticias fue acusado de “incumplimiento de los deberes del funcionario público”, bajo las figuras de los arts. 248 y 249 del Código Penal, por “dictar órdenes y resoluciones contrarias a las constituciones o leyes nacionales” en medio del conflicto laboral ya que los despidos se llevaron a cabo “por razones ideológicas”, según confesaron públicamente los propios funcionarios.

 

Los trabajadores de Télam se encuentran ocupando de manera pacífica los dos edificios de la empresa desde el 26 de junio pasado y desde entonces han concretado diversas medidas a fin de que se reincorpore a los 357 trabajadores y trabajadoras. En la misma línea este martes realizaron un abrazo simbólico a la agencia en Belgrano 347 en conjunto con diputados y diputadas nacionales, personajes de la oposición, gremialistas y trabajadores de prensa.

notasperiodismopopular.com.ar

Banda de Guerra // Yeguada Latinoamericana [manifiesto]

 

No seguiremos portando e inscribiendo en nuestras cuerpas ningún tipo de norma o mandato sexual. Por el contrario, decidimos tensionar y estallar en las fisuras de aquellas imposiciones naturalizadas y reproducidas como verdad. Nos rebelamos, escupimos y deformamos el “deber ser mujer” hetero-normada en Chile y Latinoamérica. Por ello, entre todas componemos una yeguada, caballada, existencia disociada, nos transformamos en animalas no humanas, no mujeres, recogemos lo primitivo, lo mitológico, lo fundante, para aparecer visibles, sujetas públicas, esparciendo el flujo indecoroso por las calles del ombligo de Santiago, bestias lúbricas, marchando, pisoteando decididas el cemento que dirige a los cuerpos productivos. Deformamos el cuerpo dócil, transitamos indecentes, a pasos del “santo padre”, el tótem cristiano, el Estado-nación. Nos autodenominamos “yeguada” y recordamos el proceso de colonización que introdujo animales no originarixs de estos territorios con el objetivo de instrumentalizarles, disciplinarles, someter su movimiento, su existencia y   utilizarles como tecnología militar. En su segunda visita, Colón trajo una yeguada de 7 hembras con el propósito de esclavizarlas para reproducción y carga. Hacemos ahí un cruce con nuestras propias cuerpas fragmentadas, cosificadas, etiquetadas para el consumo. Nuestros órganos son nombrados por la tecnología política del cuerpo como “órganos reproductores”, mutilando el deseo, el sexo, invisibilizando y negando la utilización de éstos para el placer, castigando la transgresión.

Nosotras hemos decidido abortar el silencio y la posición subalterna. Abortamos la patria como fundamento, así como la identidad chilena, para gritar que somos latinoamericanas yeguas y mestizas, mutantes. Nos burlamos de la historia colonial vestidas de jumpers de color “verde institucional”, que representan el uniforme de esos cuerpos dóciles, deformados y esculpidos por la institución de Carabineros de Chile, dotados de coerción directa y poder fácil, sucio, represivo. El uniforme borra las diferencias y define un ejercicio controlado. Los cuerpos restringen su movimiento, aprenden el desfile, controlan el esfínter, definen un peinado, el vestido, la falda, el maquillaje. El uniforme define límites con les otres, impone identificación, permite cierto estatus público. Y esto ocurre con el escolar, el carabinero o el doctor. Los cuerpos se instruyen y educan: la palabra, el silencio, lo bueno y lo malo, el ideal… Las, los y les cuerpes de todes les actores sociales portan prótesis que moldean su desplazamiento e incluso sus deseos, así como lo hacen los uniformes policiales que indistinguen y borronean la piel, los huesos, el miedo, el criterio, la voluntad.

Como yeguas rechazamos la posición subalterna en la que los humanos han situado a les animales no humanes, así como la estructura patriarcal ha sitiado y situado a la mujer. Concretamente en esta contingencia nos oponemos al uso de la denominada bestia, a su uso como mano de obra esclava, sometida y destinada a resguardar los intereses de las instituciones de poder. Nos reconocemos como sujetas insumisas frente a esa construcción histórica que ha hecho el hombre blanco, heterosexual y cisgénero, el cual nos ha posicionado y calificado como inferiores, mutilando nuestra animalidad e instintos. Cuando nos rebelamos o decidimos subvertir nuestras prácticas se nos persigue y busca castigar, denigrar con insultos especistas de animales no humanos feminizados, intentando hacer también de nuestras libertades estigmas y patologías. Si aquel es el costo de la transgresión a la norma, declaramos que somos las yeguas, las perras, las zorras, las cerdas, las vacas, y todas aquellas sometidas por el antropocentrismo patriarcal, colonizador y neoliberal, que explota e invisibiliza todo cuerpo no hegemónico, lo controla y somete en nombre de la “humanidad” y el progreso.

Re-inventamos nuestro modo de manifestarnos, siendo irreverentes e inmorales para la mayoría de las personas a quienes el Estado y la Iglesia tienen anestesiades. Usamos sus estrategias para incomodar. El bronce marca el paso y produce una atmósfera apocalíptica que la propia institución escolta, permitiendo con ello evidenciar la extraña familiaridad que evoca nuestra presencia, su instrucción militar puesta en conflicto y en impotencia. No concebimos que se le dé bienvenida al jefe de la Iglesia Católica, pues esta institución fue actor protagónico en el proceso de sometimiento de los pueblos originarios. No olvidamos, ni silenciamos el hecho de que aún existen iglesias y conventos en territorios mapuche usurpados. Por ello nos preguntamos ¿Para qué una visita del Papa en un país “laico” desde 1925, si no es para pedir disculpas y devolver lo que se ha robado?, ¿para qué su presencia y espectáculo, si no es para dar cara  ante tanta violación y abuso infantil por parte de los que encarnan la Iglesia? ¿Cómo recibir de brazos abiertos a un Papa que justifica a pedófilos y pederastas, hablando de “calumnias” ¿Un ridículo defensor de la paz y la justicia, que no es capaz de interceder por la injusta persecución a la machi Francisca Linconao y tantos otros perseguidxs políticxs? La denominada autoridad católica omite y sataniza los debates de identidad de género, aborto libre y sin causales y matrimonio igualitario, entre otras consignas contingentes, normalizando y reproduciendo prácticas opresivas y de sometimiento.

Por todo lo anterior y en base a la recepción violenta que ha tenido nuestra acción, ante los vínculos tácitos y aún latentes entre Iglesia-Estado, la valoración mesiánica del empresariado y las grandes élites nacionales, ante la elección de un reconocido delincuente como presidente de la República: declaramos que estamos en guerra, en resistencia, como yeguas locas, indisciplinadas, haciendo sonar nuestras trompetas en el cielo y en las cuerpas.

 

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Devenir paria en el propio tiempo. Acerca de Los fantasmas de mi vida de Mark Fisher // Mariano Pacheco

Por Mariano Pacheco en La Luna con Gatillo

Libros y Alpargatas. Reseñas de un escritor cabeza.

Resulta difícil no leer Los fantasmas de mi vida. Escritos sobre depresión, hauntología y futuros perdidos sin tener todo el tiempo presente el dato del suicidio de su autor. Publicado en Argentina por editorial Caja negra, este libro, junto con Realismo capitalista. ¿No hay alternativas?, conforman un corpus imprescindible para pensar varios de los problemas fundamentales de nuestro tiempo.

La depresión es, después de todo y sobre todo, una teoría sobre el mundo y sobre la vida escribe Mark Fisher en el capítulo de su último libro dedicado a la banda británica Joy division, aunque bien podrían leerse todos sus textos desde esta frase.

La depresión es el espectro más maligno que me ha acechado a lo largo de mi vida –escribe hacia el final de “La lenta cancelación hacia el futuro”, primer capítulo de este trabajo–; y uso el término “depresión” para distinguir el sombrío solipsismo propio de esa condición de las más líricas (y colectivas) desolaciones de la melancolía hauntológica. Paso seguido cuenta que comenzó a escribir sobre los temas de este libro en 2003, cuando publicó varios trabajos en su blog, mientras se encontraba sumergido en una depresión tal que hacía que su vida cotidiana apenas fuera soportable. Escribiendo pudo entender, nos cuenta, que el problema no era solamente él, sino también la cultura que lo rodeaba. Es claro para mí ahora que el período que va de 2003 al presente será reconocido –no en un futuro distante, sino muy pronto– como el peor período para la cultura popular desde la década de 1950. Aunque aclara: decir que la cultura del período era desoladora no implica afirmar que no hubieran señales de otras posibilidades. Y remata: Los fantasmas de mi vida es un intento de hacerse cargo de algunas de esas señales.

¿Qué pasa cuando la madriguera se tapona, cuando la línea de fuga deviene línea de muerte? Acontece el bloqueo vital total. ¿Esto le ha pasado a Fisher en enero de 2017 cuando llevó adelante su suicidio?

 La producción cultural en el capitalismo neoliberal

Fisher destaca que la era neoliberal ha privado a los artistas (gradual pero sistemáticamente)  de los medios para crear lo nuevo, ya que se ha producido una declinación drástica del tiempo y la energía social necesarias para sumergirse en los productos culturales. De allí que insista en que, para producir lo nuevo, se necesiten momentos de retirada (de la sociabilidad, de las formas culturales pre-existentes), situación que se torna cada día más difícil en nuestro mundo contemporáneo.

Esta lenta cancelación del futuro tiene una característica fulminante: fue acompañada de una deflación de las expectativas. Si Fisher entiende que la expresión la lenta cancelación del futuro (que toma de Franco “Bifo” Berardi), es tan acertada, es porque logra capturar el gradual pero incesante modo en que el futuro se ha visto erosionado durante los últimos treinta años. Situación que nos arroja a un presente en el que estamos más exhaustos, pero a su vez, más estimulados (trabajo precario+comunicación digital). De allí que Fisher tome esto que Berardi escribió acerca del estado insomne, asfixiante y des-erotizado de la cultura contemporánea. A saber: el hecho de que el arte de la seducción tome mucho tiempo. Situación ante la cual aparecen “soluciones rápidas” como el viagra (déficit cultural y no biológico, según Berardi), que logra que los tiempos cortos y faltos de energía y atención encuentren un modo eficaz de ser sorteados.

Este estado actual de la cultura sólo es posible de entender si se tiene en cuenta el proceso de reestructuración transnacional de la economía política. Una transformación que cambió el modo en que se organizan el trabajo y el ocio, a la vez que la revolución científico-técnica ha vuelto irreconocible la experiencia de la vida cotidiana, si se la compara con décadas anteriores.

Ante esta situación Fisher reivindica algunos movimientos musicales que se han negado a abandonar cierto deseo de futuro, en medio del realismo capitalista que instaló la idea de que no hay alternativas, de que el futuro ya no es posible (aunque sostiene que la forma de una música política específica del siglo XXI es aún una tarea). De allí también que Fisher rescate un concepto (proveniente de las reflexiones realizadas por Jaques Derrida) que resulta central para entender su propuesta: el de hauntología. Para Fisher, el fantasma (el del comunismo, que lejos de recorrer el mundo como en tiempos de Marx, en las últimas décadas lo hemos captado sobre todo en su cualidad de ausente) es hoy aquello que no se deja ir. El espectro no nos permitirá acomodarnos en las mediocres satisfacciones que podemos cosechar en un mundo gobernado por el realismo capitalista.

 Un paria en su propio tiempo

Fisher se mete con el nudo problemático de las izquierdas contemporáneas: los años 70.

Por un lado –señala– la década del 70 fue mucho mejor de aquello que el neoliberalismo quiere que recordemos (de allí a que prácticamente se nos obligue a sobreestimar el presente). Por otro lado –insiste– una “melancolía de izquierda”, estéril, se ha instalado entre nosotros. De allí que ciertas izquierdas actúen sin una crítica profunda y radical al presente y, por lo tanto, parezcan condenadas a tener que moverse en un terreno en el que se muestran incapaces de plantear alternativas (una izquierda que se siente más a gusto en su marginalidad y en su fracaso que en su esperanza).

Así, estas izquierdas, hacen de su incapacidad de actuar, una virtud. Y es por eso que Fisher va a rescatar otro tipo de melancolía, esa que implica negarse a realizar un ajuste a las condiciones actuales de aquello que se llama “realidad”. Por supuesto, y queda claro en el libro, asumir esta posición puede implicar un alto “costo”: el de sentirse muchas veces un paria en el propio tiempo en el que se vive.

Esta melancolía, por otra parte, no implica negar todo el desarrollo técnico alcanzado hasta el momento. No se trata –puntualiza Fisher– de dicotomizar internet y la seguridad social o de anhelar un período histórico particular, sino de asumir en el presente los desafíos de reanudar procesos de democratización y pluralismo para cuestionar el realismo capitalista e ir más allá del horizonte que la social-democracia supo producir.

Algo similar plantea Fisher cuando se refiere a ciertas victorias obtenidas en los últimos años y escribe: la desarticulación entre la clase, por un lado, y la raza, el género y la sexualidad, por el otro, ha sido de hecho central para el éxito del proyecto neoliberal, que grotescamente instaló la idea de que el mismo neoliberalismo es una precondición para los logros obtenidos en las luchas antiracistas, antisexistas y antiheterosexistas.

¿Cómo situarnos entonces en un contexto como el actual, en el que el neoliberalismo parece instalarse otra vez como único horizonte político?

Atrapados muchas veces por el pasado, en un presente roto y desolado, vivimos un tiempo en donde todos los límites aparecen borroneados. ¿Qué hacer entonces? Los fantasmas de mi vida no es un libro programático, pero en su crítica aguda del presente ayuda a meterle preguntas a una realidad a la que pocas veces se interroga de manera crítica. Fisher se detiene en cuestiones como el oseo y su relación con el trabajo en la era de la comunicación digital, y repara en el déficit afectivo de la época. La recesión económica y el empobrecimiento creciente, nos dice, conspiran contra la apuesta de abrir los paréntesis necesarios para efectuar la des-conexión. Situación que plantea la paradoja de que hasta la fiesta sea un trabajo (la fiesta como momento que re-liga la comunidad). El imperativo contemporáneo parece ser el del empleado de call center: si te desconectas de la matrix comunicativa –dirían en Los Simpson-: hay tabla.

Por eso la lucha por el espacio y la lucha por el tiempo tienen tanto que ver. La lucha aquí no es sólo por la dirección (histórica) del tiempo, sino por los diferentes usos del tiempo. El capital demanda que siempre parezcamos ocupados, incluso si no hay trabajo para hacer.

Fisher repara en el hecho de que, hace algunas décadas, ciudades como Londres o Nueva York contaran con espacios de sociabilidad que se desarrollaban en lugares que hoy –desarrollismo urbano mediante– ya no existen. Y no sólo el fenómeno de okupas, sino también el de alquiler de sitios a precios baratos (o al menos accesibles).

La Londres del punk todavía era una sociedad bombardeada, llena de abismos, agujeros y espacios que podían ser invadidos y ocupados. Una vez que esos espacios se cierran, prácticamente toda la energía de la ciudad está puesta en pagar los alquileres y las hipotecas. Ya no hay tiempo para experimentar, para viajar sin realmente saber a dónde vas a terminar, escribe Fisher. Y remata: Londres se ha transforma en una ciudad de esclavos.

La fuerza arrolladora del resentimiento

El Sujeto que “se supone no sabe” es una figura de las fantasías populistas, nos dice Fisher, mientras critica la dimensión ontológica del modelo populista del progresismo, esa que postula que las masas son engañadas por las mentiras de la elite. De allí que plantee que el problema no tiene tanto que ver con la conciencia de clase sino más bien con su in-conciencia o, dicho de otro modo,  que el sentido de inferioridad de las clases populares proviene de una pre-condición irrreflexiva de la experiencia. Lo que se necesita no es más evidencia empírica de los males de la clase dominante sino que la clase subordinada se convenza de que lo que piensa o dice importa; de que ellos son los únicos agentes efectivos del cambio.

De allí que Fisher rescate la fuerza del resentimiento contra el orden establecido. El resentimiento es un afecto mucho más marxista que los celos o la envidia. La diferencia entre resentir la clase dominante y envidiarla, es que los celos implican un deseo por volverse clase dominante, mientras que el resentimiento sugiere una furia hacia su posesión de recursos y privilegios, comenta, en una condena de pasión inútil de la queja y una reivindicación del resentimiento como punto de partida de una resistencia contra el realismo capitalista.

Claro que la situación del mundo desde 2003 a hoy ha empeorado notablemente. Y si bien hacia el final del libro aclara que las formas de depresión suelen ser mejor entendidas y combatidas a través de marcos impersonales y políticos (y no tanto individuales y psicológicos), su reflexión final en torno al desafío de convertir la desafección privatizada en ira politizada encontró un bloqueo en el que es más que probable que muchos de los padecimientos de su biografía singular se vieran reforzados por un contexto adverso.

Más allá, o más acá de su suicidio, nos quedan de Fisher textos pujantes y bellos como los que pueden leerse en Los fantasmas de mi vida, un libro fundamental para entender algunas de las dinámicas del capitalismo actual, y ejercitar con rigor una crítica política de la cultura contemporánea.

No hay una política anal en el teatro argentino // Entrevista a Silvio Lang

Por Juan Ignacio Crespo para Revista Llegás

Foto: Kenny Lemes

Activista, teórico, periodista y creador escénico, Silvio Lang repasa su experiencia en el laboratorio de creación organizado por el Teatro Nacional Cervantes.

Macri es la Cultura, Macri es la Cultura, Macri es la Cultura. Caos y Caosmosis. Las fuerzas Silvestres, experiencia de laboratorio de Silvio Lang en el Teatro Cervantes. Se trabaja por fuera del CONCEPTO DE OBRA TEATRAL: Máquina de guerra contra los Aparatos de Captura. Y no es la primera vez.

-Pensando también en Diarios del Odio, tus últimos trabajos ya no parecen estar cerca del teatro ¿Qué son entonces?

– Podría decirle a los varones del teatro: todo lo que ustedes hacen NO ES TEATRO. Ustedes siguen viendo problemas que ya no tienen que ver con nuestras vidas. Cambiaron los problemas y las resoluciones de problemáticas de la existencia. También hay una disputa de QUÉ ES EL TEATRO. Podría decir ESTO ES TEATRO. Volvamos a pelear la palabra teatro. Por otro lado, la forma de existencia en la cual estoy experimentando necesita otras alianzas y desplazar mi propia práctica, correr las propias fronteras e interseccionarse con otros campos, con otro tipo de configuraciones espacio-temporales que no son los del TEATRO CAPITALISTA HETEROSEXUAL. Tampoco estoy pensando en los términos en los que se ha pensado el teatro. Cuando planteo que no pienso en términos de personaje, si no en MODOS DE EXISTENCIA, obvio que se va a producir otro tipo de narrativa escénica y esto implica ser un poco el blanco de cierta incomprensión. El Cervantes puede asumir un componente crítico al convocarme y sin embargo no comprenderme en absoluto, de hecho, parte de mi trabajo allí, ha implicado hacerse comprender. En la última sesión pública uno de los jefes técnicos me arrinconó a los gritos, con dos machirulos más, tal como una patota (posterior a la rotura de cierto equipo): “¡Esto te pasa por las mierdas que haces, a ver si haces cosas mejores!” El Laboratorio fue una lucha cuerpo a cuerpo, todo hubo que disputarlo. No solo no se considera que es teatro, lo que hago, tampoco se reconoce que sea una investigación y se me criticó que sea una “afirmación política.”

Entrenamiento de guerrilla, afecciones, partes extensivas, partes intensivas, flujo de potencias; cuerpos sin órganos para el Derrame, para acabar con el Juicio de Dios: Yo tenía un cuerpo. Las corporalidades no neuróticas/eróticas en el último trabajo de Lang corren la frontera sobre la concepción escénica actual. Esto lo arroja a él mismo a fracturar la palabra, la palabra Director: “LA IDENTIDAD ES UNA IDEA FASCISTA, es una Idea del Capital para poder domesticar a los individuos. Por mi parte, no tengo una identidad de director porque soy un bardo. Además soy periodista, activista, entreno, soy teórico, etc. La existencia no se hace con una sola filiación, sino con mil filiaciones, mil perspectivas, mil herramientas. En ese punto, esa especie de mezcla, lo escénico intersecciona un montón de planos. El teatro trabaja con esos campos que se supone que no son el teatro».

-Fuerzas Silvestres parece declarar una guerra ¿contra qué/quién?

– “Para mí la pelea de hoy tiene un lazo que antes no tenía que es micro/macro-político. Uno de los textos de Diego Valeriano (camarada de Lang, quien arma las proclamas dramatúrgicas y coescribe en Lobosuelto.com)  dice: La guerra es por el consumo, es por la fiesta, es por deambular por la ciudad. Estamos viviendo un cierto fenómeno de derecha del continente, es un fenómeno antirrevolucionario, preventivo del acontecimiento revolucionario. Pensar al Macrismo como una contraofensiva y como un movimiento antirrevolucionario. Macri nos re cabió. La revolución como un proceso que se desató en los 60s con la crítica a la heterosexualidad. Está en juego el derecho a lo singular. El capitalismo produce modelos de MODOS DE VIDA, hay una extorsión, eso está en juego, las intensidades, es una guerra de intensidades. Yo pensaría que en unas décadas vamos a REIVINDICAR EL DERECHO A SER SINGULARES, por modos de vida singular. Por modos de hacer teatro, de amar, coger.

Si bien la práctica teatral está replegándose ¿Por qué parecerías ser el único que está pensando en estos términos?

– Me siento un poco solo, tengo pocas alianzas teatrales. Lo que no ha habido es una Queerización. Pero qué es lo Queer. Es la capacidad de crítica de las identidades y de las estructuras y de desarmar un mecanismo y armar otro. Hasta la identidad de un director, de una escenografía, de un texto. El teatro argentino tiene una mente heterosexual, no por el objeto de deseo. Una de las cosas más lindas que nos dijeron en las charlas posteriores a la experiencia de Fuerzas Silvestres fue: gracias por abrir la tranquera. Esa idea de abrir, no totalizar. EL TEATRO ESTÁ MUY PREOCUPADO POR CERRAR EL CULO, no hay una política anal en el teatro argentino.

– ¿Anal de qué forma?

Una política transversal: en el sentido de ir más allá de las identidades, del sentido racional. Del género, del modo de organizar el cuerpo. Cierto teatro se muestra de cierta manera, donde habla el padre, donde habla el texto o el relato del régimen representacional. Cuando se habla en ciertos espectáculos se detiene todo, habla el director-autor y encima en una lengua solemne y vetusta. Trabajamos el concepto de “fuerzas plebeyas” (junto con Hernán Franco y Endi Ruiz). Son desbordes de la gobernanzas: las pibas y los pibes del conurbano, donde el gobierno no llega. No se los puede axiomatizar, son fuerzas plebeyas, no se sabe que estaban ahí. Hay fractura del sujeto como sujeto cerrado, son vidas políticas. La idea que tengo de la vida es que el otro es una señal anterior a vos, primero actúa el lenguaje, primero actúa el otro. Es una premisa. Primero vino el Otro y después vos, entonces esto no implica un sujeto que tiene un yo, si no un proceso de subjetivación que no se detiene. ¿Cómo crear eso en escena? El sujeto no se subjetiviza solo, en el diván, en su casa, esto sucede con los otros, en la masa. Pensar lo colectivo como capacidad para hacer aparecer una subjetivación múltiple, cuando te relacionas con otros desplegas capacidades, el otro agranda las posibilidades de tu libertad. Hay que pensar la subjetivación como esa capacidad de asociación con otros, y lo que sucede es que esos procesos que son procesos colectivos, no es una voz si no una enunciación colectiva, se produce por diferencias enlazadas, coexiste lo múltiple, como es que en una escena coexista lo múltiple. Es la capacidad de poder ver esas diferencias espacio-temporales que están coexistiendo en un espacio que no se homogeneizan, un poco como es la vida que es un quilombo cósmico que no podes controlar. Esto va en contra de la puesta en escena clásica, donde el todo está subsumido al uno. Mi odio es al signo. La escena que propongo implica intensidades entre cosas y seres que se afectan mutuamente. El término signo no sirve, se trata de buscar la conexión entre las afecciones y la lengua”.

 

Próximo estreno:

Pasadas de Sexo y Revolución de Orgie (Organización grupal de investigaciones escénicas)

18 de Agosto.

Lugar: La Confitería (Av. Federico Lacroze 2963)

Hora: 00 AM

Entrada: $150

(Nota publicada en revista Llegás, julio 2018)

Para salir de lo posmoderno // Diego Sztulwark

Cada tanto leo las primeras páginas de la Biblia. Meschonnic escribió sobre severos problemas de traducción que nos alejan del poema original redactado en hebreo antiguo. La actividad del “poema” –lingüística y de modo inseparable ética y política– se pierde en beneficio de lo sagrado. Lo que se pierde es la potencia del lenguaje –ser capaz de poema–, tejer sentido, materia sutil sin la cual los hechos no devendrían jamás en experiencia. Si el lenguaje posee una función poética, entiendo, lo es en pos de una cierta historicidad. Es decir, una cierta tendencia a la desobediencia de los vivos con respecto al peso de la censura y a la compulsión a la servidumbre que caracteriza toda época. Escapar, crear, conectar con irreverencias del pasado enriquece la lengua. Es la obra, dice Meschonnic, quien crea la lengua. Y siendo la teoría la reflexión sobre lo que no sabemos, podemos intuir lo que vislumbra Meschonnic cuando enuncia que la teoría del lenguaje descansa en el ritmo. Es decir, en la máxima corporeidad que pueda cargar el lenguaje. Más que una teoría, se trata de una crítica. De un combate. Contra lo que Spinoza llamaba lo teológico-político. Que es siempre la sustitución de las historicidades por las sacralidades. De lo que se crea por lo ya siempre creado. Esa sustitución implica un borramiento del cuerpo. De los cuerpos. Borramiento que redunda en la sacralización del signo. El signo, él solo, como representación del lenguaje.

Si hago caso a Meschonnic, no puedo leer la Biblia. Ni a Spinoza. Ya que las traducciones son ruinosas. Borrando el ritmo –esa presencia de los afectos en el lenguaje–, la escritura resulta privada de los afectos que animaban y daban sentido a aquellos poemas. Los textos quedan teologizados. Puros sistemas lógicos. Lo que desaparece son los “marcadores afectivos”. Las marcas de la presencia del cuerpo en el lenguaje. Así lee Meschonnic a Spinoza: “no se sabe lo que puede el cuerpo en el lenguaje”. Quiere decir que no es ya posible separar –aunque sí distinguir– entre concepto y afecto. No hay dos substancias (extensa y pensante), sino una única substancia –Dios, Causa Sui, Substancia, Naturaleza– que se expresa de modo simultáneo y no jerárquico en modos de diversos atributos (tenemos ideas en la medida en que tenemos cuerpo). Lo que precipita una convicción ética y política: no hay “unión” (juntura de cosas distintas) entre cuerpo y alma, sino unidad (distinción en el elemento de lo mismo) entre cuerpo y pensamiento. Meschonnic desea pasar al acto, concretar esta convicción, anudar la comprensión de cuerpo/pensamiento (afecto/idea) tal y como se singularizan en –y solo en– el lenguaje. Asunto que retoma de otro modo

François Zourabichvili cuando afirma en su libro Spinoza, una física del pensamiento que sin un “habla spinozista” no es posible acceder a su proyecto.

Máximo del cuerpo en el lenguaje es una expresión gráfica. El sujeto del poema es el que se singulariza en esta fórmula. Este rasgo ético del discurso se completa en un rasgo político. Singularizarse en el lenguaje es crear modo de vida. El sujeto del poema hace pasar afectos. Y este pasaje provoca efectos, transforma: conecta invención en el lenguaje con creación de modo de vida. El sujeto del poema está en posición de salida con respecto a lo que Meschonnic llama lo posmoderno. Un proyecto reaccionario. Un intento de bloquear la historicidad. Un retorno de lo teológico. Una reacción del signo sobre el ritmo, de la lengua sobre la obra. Una maniobra de cierre político y secuestro del poder constituyente. Criminalización de lo intempestivo. Gran celebración de la época y el presente. Una definición definitiva de lo que es –y debe ser– la vida. Asfixia.

En Spinoza, poema del pensamiento, Meschonnic escribe: “Caute: ‘¡prudencia!’, es el lema de Spinoza. La prudencia es para los contemporáneos. No se vive para los contemporáneos. Se vive con ellos, unidos o separados por muchas cosas. El para corresponde al pensamiento. El contra también. Y el pensamiento, en el sentido de la invención de un pensamiento, tiene un tiempo distinto al nuestro. Viene desde mucho antes que nosotros, va más allá de nosotros. Y solo vale eso que él hace vivir. Es la razón de su rigor, y por eso solo le rendimos cuentas a él. Este rigor mismo es la alegría de vivir. El resto son los aires de la época. Y la época tiene necesidad de que la ventilen. Y solo el pensamiento libre puede cambiar el aire enrarecido de lo contemporáneo”.

Los contemporáneos estamos todos sujetados por las mismas seguridades (por las mismas ansias de seguridad). Es en nombre de estas seguridades que se sanciona a quien se desvía. La sanción es la contracara del suelo consensual sobre el cual se despliega el entendimiento entre contemporáneos. De allí el problema spinoziano, siempre actual, de la cautela. La cautela es para quien se singulariza huyendo del consenso de la época. Y si vivir es crear modo de vida, se vive contra lo contemporáneo. No quizás contra las personas, pero sí seguramente contra las coordenadas que organizan el presente. Contra su censura. Se escribe para “ventilar la época”.

Hacer obra es entonces substraerse al consenso del presente, que es ante todo un consenso sobre la previsibilidad del tiempo. La obra es todo lo contrario: lo intempestivo. Se plantea otra relación con el tiempo. Como recuerda Sandro Chignola en su libro Foucault más allá de Foucault, “a la “verdad del cielo”, la genealogía opone  la “verdad del rayo”. A Platón Foucault opone Nietzsche (…) Una filosofía entendida entonces en sentido nietzscheanos, como “periodismo”. Concentrada en el “hoy” como aquello que está dado a pensar”. Se trata de aquello que los filósofos llaman “acontecimiento”. Lo que también quiere decir que por libertad ya no se entiende el libre albedrío sino el derecho a la invención. A la crítica, a la fuga. La libertad -esa en nombre de la cual Spinoza se enfrentaba a lo teológico-político- es disposición a lo intempestivo. Derecho al acontecimiento. Lo que equivale a decir que lo difícil de pensar es un sujeto previo, para una libertad disruptiva. Porque los individuos reales, los contemporáneos, se definen por el modo de aferrarse al tiempo presente (en tanto que “tiempo de cielo”). El sujeto de lo intempestivo es otro. Es el individuo, quizás, pero en tanto que tomado por un proceso de singularización. Un devenir (un “rayo”) que se concreta en el lenguaje. El sujeto del poema es no-contemporáneo.

El orden, el ser consensual de lo contemporáneo, es un modo de distribuir lo sensible. Hay una policía de la sensibilidad (no solo de la propiedad privada). Si lo intempestivo es la pesadilla de la policía es porque el acontecimiento es la redistribución misma de lo sensible (redistribución de potencias). Es el tiempo en su aparición no normalizada, la variación de los modos de ser y percibir que demanda la introducción de nuevos criterios para decir qué es vivir. Es la dimensión política del poema.

 ***

La tensión entre creación y contemporaneidad aparece en todo inicio: en el lienzo en blanco del pintor (Francis Bacon) o en la pantalla –o la hoja– en blanco del escritor. El blanco no es inicio, proyecto abierto, espacio despojado que invita a crear sino campo saturado de imágenes (lienzo) o de palabras. El blanco es el cerebro del individuo   colmado de clichés. El blanco debe ser roto de algún modo de obra que se insinúe. Bacon: romper el blanco provocando manchas sobre el lienzo. Si el blanco contiene una serie de hipótesis probables –explica Deleuze en su libro Francis Bacon. Lógica de las sensación–, la intrusión de una mano animalizada, la muñeca del pintor, altera el espacio de proyección sometido al régimen óptico soberano liberando, sobre la base de una conmoción catastrófica en el lienzo blanco, el espacio para hipótesis nuevas, antes incalculables. El boicot táctil del régimen óptico despeja y crea un espacio potencial (llamado “diagrama”), que altera por medio de un cierto azar la percepción de las fuerzas, la emergencia de una “Figura”. El rechazo de los posibles más obvios, de los ya  disponibles, aquellos que la realidad nos ofrece de entrada, fuerza un acceso imprevisto a unos im-posibles, rompe automatismos perceptivos, crea nuevos posibles.

En palabras de Meschonnic, “el artista es el único que no tiene arte”. No cultiva un estilo sino un “no estilo”, en la medida en que crear sensaciones es desafiar la forma. Es la ética de la singularización. La contracara de la exigencia del orden según la cual toda potencia posee imagen. Como el pintor deleuziano, el sujeto del poema rompe la relación previa entre imagen y potencia. Se dispone a una travesía por la catástrofe de las imágenes y el derrumbe de los posibles (la pesadilla del individuo neoliberal preso de imágenes, preso de posibles). Hacia una potencia sin imagen. Y una cierta potencia sin potencia, también. Ricardo Piglia lo afirma en Los diarios de Emilio Renzi: “No puedo escribir”.

 El poema rompe la ilusión de la unidad eterna. El spinozismo de Meschonnic asume la unidad de cuerpo y pensamiento en el lenguaje a condición de que se capte hasta qué punto el cuerpo es dispuesto por Spinoza previamente como un dispositivo anti-teológico. El alma, imagen actual del cuerpo actual, es historicidad pura. A la unidad sacralizada, Spinoza opone una concatenación naturalista en la que los “modos de ser” buscan aumentar su potencia de pensar y de obrar. Lo que desde otro ángulo Laurent Bove ha captado en su libro La estrategia del conatus: el cuerpo, ese poder de afectar y ser afectado de muchas maneras simultáneamente, se constituye en una pragmática deseante, en ruptura o desborde respecto de toda contención moral, jurídica o económica rígida (el secreto de la democracia).

El poema posee una dimensión involuntaria: hace pasar afectos al lenguaje. Afectos que el propio sujeto ignora. Algo de eso ocurre en los mejores textos de Diego Valeriano. Un amor por ciertos individuos cuya vitalidad resulta lo más temido y despreciado. Ruptura del confort por una vía sutil: la reproducción de los clichés más obvios sobre las vidas jóvenes de los barrios populares invirtiendo la carga afectiva. Atención a la correlación entre modos de vida y lenguaje. Máximo de corporalidad en la escritura.

Singularización, entonces. Aquello que resulta bloqueado por lo teológico-político. Y por lo neoliberal capitalista. Es un poco el tema del libro de Gilbert Simondon, La individuación. Lo colectivo, se lee allí, no debe ser entendida como una asociación de individuos sino un medio de singularizaciones. Sus categorías sobre lo pre-individual (un medio común anexo en relación con el cual el individuo continúa su proceso de singularización) y lo trans-individual (el carácter común y reticular de los procesos mismos de individuación) permiten ir más allá de la noción de individuo tal y como nos la ofrecen las tradiciones religiosas y las laicas-liberales. El individuo acabado como detención del proceso de sus singularizaciones. Hay una relación entre singular y común que en el individuo formado se pierde. ¿No se esboza aquí una comprensión del lenguaje? ¿No se hace presente un acto ético y político en evaluación de las vías de adecuación entre lo pre-individual y lo trans-individual así como en el “campo de resonancias” entre actos de los que habla Muriel Combes en Simondon, una filosofía de lo transindividual? Los procesos de individuación suponen singularización –conjugación determinada e irrepetible de lo común– en el lenguaje.

Lo colectivo en Simondon deja de ser un ideal moral –no importa si libertario, comunitario o religioso–, que en los hechos acaba por aplastar o borrar el juego de las singularidades. Se trata de una red abierta, un medio para el inacabamiento del sujeto: proceso.

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Según varios autores, el capitalismo se ha convertido menos en un modo de producir mercancías y más en un modo de producir mundos controlados (Mauricio Lazzarato) o de codificar/compatibilizar sistemas de signos (Franco Bifo Berardi). Otro modo de volver sobre la preeminencia del signo, el borramiento del cuerpo.

Si el lenguaje es el punto donde cuerpo y pensamiento pasan al acto (acto de singularización del sujeto como sujeto de poema), esto ocurre –según Bifo– por medio de la ironía, juego de la sensibilidad que consiste en comprender lo no dicho en el lenguaje, es decir, de eludir el campo de las codificaciones pre-compatibilizadas por el régimen conectivo del semiocapitalismo. El máximo de cuerpo en el lenguaje es el máximo de pensamiento en el lenguaje. Porque –al menos desde una perspectiva no teológica, escondida tras el “semio” del semiocapitalismo– hasta que el cuerpo no singulariza sus afectos en el lenguaje, el pensamiento no piensa.

En Fenomenología del fin, Bifo asocia la ironía con el movimiento social. La ironía produce un desplazamiento respecto del orden, y el mando del signo. Lectura humorística de los signos que permite resistir la muerte posmoderna del lenguaje a manos de los sistemas de signos codificados (algoritmizados).

Si el signo es lo serio, lo cómico es la capacidad de maximizar algo del cuerpo en el lenguaje. La ironía rompe el halo de lo sagrado en el que se perpetúa el algoritmo. ¡La lucha de clases en el lenguaje! (¿No decía Lenin que los rasgos que amaba en los bolcheviques eran “paciencia e ironía”?) La ironía caracteriza al comunista (y no a la inversa), en la medida en que lo común del comunismo no es el partido ni la ideología, sino el uso de lo sensible para captar y comprender más allá del modo como la máquina del capital produce hombres y mujeres. O quizás sí haya partido. El partido del ritmo. Resistir como se pueda al mundo como comunicación, como posverdad. Persistir en un mundo lúdico-irónico.

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Los tres tomos de Los diarios de Emilio Renzi sostienen un mismo proyecto: mostrar cómo una vida se puede hacer a sí misma en su totalidad en un movimiento de amor e interrogación sobre la ficción. Vida y literatura. El diario personal como producción o registro de unas singularizaciones a partir de ciertas operaciones eminentemente literarias. Ni compromiso ni realismo sino emergencia del poema. Siendo ficción toda veracidad no garantizada por el correspondiente yo narrativo. La firma Renzi alcanza para que los diarios de Piglia sean ficcionales. Es decir, verdaderos de acuerdo con una determinada concepción literaria de verdad. Máximo de singularización en la escritura. Al punto que la muerte misma deviene literaria. El escritor argentino muere por haber vivido inmerso en una lengua incandescente. Infectado de lenguaje. Por no haber usado escafandra.

El escrito, visto por Piglia, se preocupa por contar algo antes de tener nada para decir. Porque ha entrevisto ya la potencia de la escritura. Los diarios de Emilio Renzi se colocan en serie con los hermosos relatos de los antiguos ejercicios espirituales de las escuelas griegas, de los que habla Pierre Hadot en sus libros. Ejercicios para aprender a vivir. Para advenir sujetos por medio de una transformación de sí (allí donde lo neoliberal invita a ser individuo afirmado emprendedor, sin fragilidad, pura presencia). Ya en El último lector, Piglia revelaba su obsesión por leer a los vivientes como lectores. De modo eminente al Che Guevara. La más alta voluntad de revolución como concatenación entre vida y literatura.

El recurso del método // Hernán Vaca Narvaja

Publicada el 05/07/2018
En un libro apasionante, Horacio Verbitsky recorre medio siglo de historia argentina en una entrevista con ritmo de thriller. Los bombardeos del ´55, su relación con Rodolfo Walsh, el Semanario de la CGT, sus libros de investigación, su rol en el CELS y el análisis de la realidad argentina desde Alfonsín a Macri bajo la implacable lupa del máximo exponente del periodismo de investigación en el país.

En el prólogo de Vida de Perro, Diego Sztulwark se propone reeditar la experiencia y el espíritu de un libro que marcó una reflexión política inédita en la Argentina posdictatorial: Contraderrota. Montoneros y la revolución perdida, de Roberto Mero (Contrapunto, 1988). Conservo como un tesoro un ejemplar de aquella memorable entrevista que Mero le hizo al poeta nacional Juan Gelman. A escasos centímetros guardo otro libro, tal vez el primero que publicó Horacio Verbitsky en el albor democrático: Rodolfo Walsh y la prensa clandestina (Ediciones La Urraca, 1985), la primera recopilación de artículos difundidos por la Agencia Clandestina de Noticias (ANCLA) y Cadena Informativa, que creara Rodolfo Walsh para hacer frente al cono de silencio impuesto a sangre y fuego por la dictadura cívico clérigo militar. Ese segundo libro es para mí un doble tesoro: porque está dedicado por el autor (“Hernán. Dejo en las mejores manos uno de los últimos ejemplares que me quedan. Un abrazo”) y  porque me comprometió a redoblar esfuerzos para redactar mi tesis de licenciatura, una de las primeras que indagó en la obra del autor de Operación Masacre.

Desde entonces –y han pasado muchos años, digamos, algunas décadas- sigo empecinadamente la trayectoria de Horacio Verbitsky, a quien tuve el placer de reencontrar personalmente en varias ocasiones, siempre vinculadas a la lucha por la verdad, la memoria, la justicia y el respeto a los derechos humanos. Cada tanto vuelvo a algunas de sus obras más breves –sobre todo Ezeiza, El Vuelo y El Silencio– para mostrarles a mis alumnos como se hace periodismo de investigación. Porque Verbitsky es, sin duda, el más destacado periodista de investigación de América Latina y uno de los mejores del mundo.

En tiempos en los que el periodismo parece hundirse irremediablemente en el fango de la mediocridad y la chatura, a la sombra omnímoda de la mayor concentración mediática de que se tenga memoria, Horacio Verbitsky es un faro esperanzador que cada tanto vuelve a reinventarse. Relegó los diarios donde publicaba para participar junto a Walsh del Semanario CGT –cuya colección completa me mostró, orgulloso, aquel día que lo visité en su bunker-para apuntalar el liderazgo sindical de Raimundo Ongaro; se recluyó a escribir la historia de la aviación argentina o recetas de cocina para sobrevivir al Terrorismo de Estado; cubrió como nadie el histórico Juicio a las Juntas desde el semanario El Periodista; publicó sus ácidos panoramas semanales en Página/12 durante los gobiernos de Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Fernando De la Rúa, Eduardo Duhalde, Néstor y Cristina Kirchner; y se reinventó nuevamente el año pasado, después de impactar en el corazón del poder macrista al develar las millonarias cifras del escandaloso blanqueo del presidente Macri, su familia y sus amigos. Desde su sitio web El Cohete a la Luna, Horácido Verbitsky –Marcelo Figueras dixit– propone ahora un nuevo reencuentro con sus lectores. Y lo hace desde un espacio más libre, amable y moderno que el diario de papel.

Vida de Perro tiene el doble mérito que debe acreditar toda buena entrevista: muestra al hombre detrás del periodista. Entre reflexión y reflexión, el huraño Verbitsky abre por momentos su corazón para rememorar a sus amigos más queridos: Juan Gelman, Paco Urondo, Pirí Lugones, Rodolfo Walsh, Emilio Mignone, Lilia Ferreyra, Eduardo Basualdo; pinta una entrañable evocación de su padre, el escritor Bernardo Verbitsky, que lo llevó -cuando era todavía un niño- a conocer una villa miseria; recuerda sus primeras armas en la profesión (actualizar la información del Servicio Meteorológico Nacional para la sexta edición del diario Noticias Gráficas); agradece las primeras enseñanzas periodísticas de Enriqueta Muñiz (de quien sabría, mucho tiempo después, que se trataba de la misma persona a quien Walsh dedicó Operación Masacre); repasa sus peleas legales con el poder de turno (que motivaron la derogación, entre otras, de la ominosa figura penal del Desacato); y cuenta cómo encaró, desde su formación de autodidacta, su monumental investigación –desglosada en cuatro tomos- sobre la Iglesia católica argentina.

En su fresco diálogo con Sztulwark, Verbitsky es capaz de humanizar la cocina de la investigación con anécdotas sublimes, como cuando Walsh “almorzaba” con la Legrand (“Rodolfo almorzaba mirando el programa de Mirtha Legrand porque siempre había alguna modelo que cuando le preguntaban: “¿Y qué leés?”, contestaba: “Estoy leyendo a Rodolfo Walsh”. Y a eso a él le gustaba mucho”, pág. 69) hasta que en el televisor se coló una interferencia con la frecuencia de la radio de la Policía Federal. Entonces Walsh armó un equipo hasta develar sus códigos, frecuencias y operaciones. Un trabajo de inteligencia que surgió de un hecho casual, como le había sucedido años antes en Prensa Latina, donde descifró con la ayuda de un manual de criptografía los planes del gobierno de Estados Unidos para invadir Cuba.

Aunque lo intenta, insistente, en varios encuentros, Sztulwark no logra que Verbitsky explicite su método de investigación. Pero a lo largo del libro surgen indicios valiosos para quienes profesamos la fe periodística: leer todo lo que se publica, armar un buen archivo y poner en contexto la información exclusiva. Utilizar la información como una daga –no molesta la opinión, sino el dato-, golpear en el momento justo, apuntalar lo escrito con documentación y/o fuentes incontrastables, utilizar el sentido común –que, parafraseando a Mario Benedetti, no siempre es el más común de los sentidos- y apelar a la ironía para desnudar las burdas mentiras del poder.

Al final de su trabajo, Sztulwark admite haberse deslumbrado con Verbitsky. Quien, a pesar de su temperamento y su escasa diplomacia, en el fondo se sabe seductor: “No usa Facebook, nunca se psicoanalizó –escribe Sztulwark-. No tiene auto y evita en lo posible tomar taxi. No se siente filósofo, no investiga en equipo sino que convoca a colaboradores para temas específicos. No es peronista, aunque no imagina la política sin el peronismo. No es marxista, según él, más por falta de lecturas que por falta de afinidad. No es religioso por temperamento y falta de hábito, no por rechazo al contenido ético o histórico de algunas de las religiones monoteístas. Cuando le pregunto “¿En qué creés?”, responde: “Eso decímelo vos”. Prefiere una visión política de la ideología que una ideología de la política. Su reflexión funciona en el campo conflictivo de las opciones concretas, pero a partir de una toma de posición ligada a una fuerte noción de combate histórico. Su criterio de verdad es la verosimilitud; su trabajo, la investigación sobre la política real”.

La vida de Horacio Verbitsky –y sobre todo su obra periodística y su trabajo militante- es literalmente un libro abierto. Coherente, compacto, sólido. Reflexivo, vívido y emocionante. Como Vida de Perro.

Vida de perro. Horacio Verbitsky, conversaciones con Diego Sztulwark.

Siglo XXI Editores. Buenos Aires, 2018. 429 páginas.

¿Quedan sueños a la izquierda? // Conversación entre Stephen Duncombe y el Grupo de Investigación en Futuridades.

Dice el autor estadounidense Stephen Duncombe: «Si el progresismo, más que ignorar, va a enfrentarse al terreno fantasmagórico de la política, necesitaremos aprender de quienes mejor crean espectáculos: los arquitectos de Las Vegas, los diseñadores de videojuegos, los directores publicitarios y los productores y editores de los medios de comunicación de celebridades. Esto no significa adoptar técnicas llamativas para ayudarnos a hacer publicidades sexys para causas progresistas (aunque esto no dañaría). Significa mirar con profundidad el interior del núcleo de estos y otros espectáculos populares, para intuir con exactitud qué los hace tan populares». Es un fragmento del libro “La potencia de los sueños. Imaginando políticas en la era de la fantasía”, editado por el Grupo de Investigación en Futuridades.

A continuación compartimos un fragmento de la entrevista que abre el libro.

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Desde nuestra perspectiva, el autonomismo, haciendo las necesarias diferenciaciones regionales y geopolíticas, tuvo un momento de gran potencia entre finales de los años noventa y finales de la década siguiente. Inscripto en esa coyuntura, tu libro busca intervenir la cultura del consumo y el mercado desde el autonomismo y progresismo (entendiendo al progresismo como un agente político que engloba al autonomismo pero que lo excede para incluir a la izquierda en sentido amplio). En el libro está clara la crítica al progresismo pero es menos evidente tu lectura crítica del autonomismo: ¿Qué balances haces hoy de esa secuencia autonomista? ¿Qué límites ves actualmente en el autonomismo?

–En los últimos años me he vuelto más afín a las políticas progresistas estatales. Actualmente estoy trabajando en un libro sobre el New Deal en Estados Unidos y su uso del arte y la cultura como herramientas de propaganda y transformación estatal. Este proyecto surge a partir de una pregunta que me hice durante los años que trabajé en proyectos más autonomistas: ¿Qué haríamos si ganásemos? Es decir, en lugar de usar la cultura como una herramienta de resistencia contra el poder, ¿podríamos usarla como una manera de rearticular y normalizar una nueva definición de poder? ¿Y podríamos hacerlo de modo tal que sea honesta con nuestros principios autonomistas? A fin de cuentas, no estoy en esta lucha para ser rebelde, estoy para lograr un mundo nuevo.

Mi impaciencia con el autonomismo surge de mi insatisfacción con la “resistencia” como estrategia, o más bien, con que olvidamos con mucha frecuencia que la resistencia es sólo una estrategia y no la meta. La resistencia, que está en el corazón de buena parte de la identidad autonomista, necesita siempre algo a lo cual resistirse. Como tal, está ligada parasitariamente a la misma sociedad a la que se opone. Más aún, el capitalismo neoliberal, con su apología del hiperindividualismo y su valorización del rebelde parece ser el miembro dominante en esta extraña pareja. Quizá sea hora del divorcio. No para irnos enojados por la nuestra, orgullosos de estar solos (y escuchando canciones románticas sobre nuestra independencia agridulce) sino para volver a tener una relación productiva con el Estado, de modo tal de cambiar la naturaleza misma del Estado.

 

Pensando en los regímenes de visibilidad de la imagen, ¿tu concepto de “espectáculo ético” sería una síntesis entre cierta pedagogía de la imagen y una recuperación del potencial comunicacional no alienante de los medios masivos?

–El espectáculo es astuto. Su misma definición sugiere una cierta pasividad del lado del espectador. Esta aparente falta de agenciamiento por parte del público es el motivo por el cual la izquierda ha sido tan crítica –con justeza muchas veces– del espectáculo. Recientemente, Jacques Rancière, en su libro El espectador emancipado, ha intentado afirmar el agenciamiento del espectador como el de una persona que “crea sentido” a partir de lo que ve, y por tanto participa de un proceso de cocreación. Creo que Rancière tiene razón. Siempre estamos creando sentidos y éstos siempre están involucrados en actividades. Sin embargo, pienso también que esa es una suerte de actividad que ignora el poder del espectáculo en instalar lo que nosotros luego interpretamos. El viejo proverbio sobre las noticias, aquél que afirma que no te dicen qué pensar pero te dicen en qué pensar, es cierto para la imagen y para el espectáculo. También me preocupa que este “espectador emancipado” puede permanecer cómodamente en el dominio de la interpretación sin moverse nunca hacia la acción política.

En Dream intenté sugerir un nuevo modo de acercarse al espectáculo: no como algo que es creado por otro, fijado en su forma y propósito y luego visto (e interpretado) por nosotros, sino como algo que, colectivamente, podemos crear para nuestro propio disfrute y empoderamiento. Al hacer esto, estaba intentando reconvertir el espectáculo de un flujo de comunicación unidireccional a uno multidireccional, flexible y participativo. Esto demanda que entendamos al espectáculo de otra manera: no como una fantasía en la que nos perdemos, sino como un sueño lúcido del que sabemos que somos parte. Desde que Dream fue publicado algunos críticos han sostenido que mi propuesta de transformar al espectáculo es de un tipo tal que la expresión “espectáculo” ya no es adecuada para describirla. Quizá tengan razón.

 

A lo largo del libro hay menciones centrales al juego. Ya sea la referencia al clásico libro de Huizinga, como a Las Vegas y el videojuego GTA. Ese aspecto nos resulta muy interesante, en la medida en que el juego aparece como forma de articular lo social y la creación. En ese sentido, ¿qué relaciones encontrás entre tus posiciones teóricas, políticas y lo lúdico?

–Los juegos son uno de los lugares donde nos es posible involucrarnos en un mundo que opera con reglas diferentes a las del mundo cotidiano. En este sentido, jugar es, siempre y donde sea, un acto revolucionario. Nos permite desafiar la tiranía de lo posible, aún si por un breve período de tiempo y en un sitio particular: el “círculo mágico” del que hablan los teóricos del juego. Los juegos también pueden hacer otra cosa: revelarnos las reglas no escritas con que vivimos pero que, como parte de nuestro “sentido común”, nos resultan más bien invisibles. Pienso en el juego de mesa Monopoly y en cómo nos revela tan eficazmente la brutalidad del capitalismo.

A veces, el juego puede ser idealizado como un placer puramente libidinal y como una forma de “hacer la tuya” pero esta es una fantasía neoliberal del juego. Los juegos siempre tienen reglas: puede que creemos esas reglas, que las cambiemos, que improvisemos, pero el juego colectivo es imposible sin reglas. Es la creación colaborativa de reglas, que nos permite jugar sobre un terreno imaginado colectivamente, lo que hace a los juegos tan potencial y políticamente radicales.

 

Nos interesa la relación que establecés entre el espectáculo ético y la conciencia de su propia finitud. Es decir, que la utopía que despliega es efímera y necesariamente será reemplazada por otra. En ese sentido, hay una articulación entre la delimitación y el espectáculo (una operación que permite observarlo como ficción): ¿puede decirse que tu propuesta es una política de utopías finitas?

–Decir que la utopía es un no–lugar, que nunca puede ser alcanzada, no es limitar el ideal por ser “sólo un sueño” sino convertirlo en ilimitado: un punto en el horizonte hacia el que debemos caminar sin cesar. Tal como dijo el gran Eduardo Galeano, la utopía es buena para caminar. Lo que hace al  “espectáculo ético” diferente de otras formas de espectáculo es su asunción del verdadero sentido de la utopía. Decir que nunca alcanzaremos la tierra prometida es mantener por siempre la idea de posibilidad.

Es cuando definimos al sueño como algo realizable cuando inmediatamente ponemos límites. La Historia está regada de ejemplos horrendos de utopías realizadas: el socialismo “realmente existente” de la Unión Soviética o el Tercer Reich nazi, por nombrar sólo dos. No es casual que ambos regímenes se hayan apoyado fuertemente sobre el espectáculo como una manera de crear en la fantasía lo que era imposible en la realidad. Piénsese en las concentraciones en Nüremberg o en las aldeas de Potemkin.

El espectáculo ético tiene una mirada diferente al insistir en que, sí, es “sólo un sueño”, un sueño del que inevitablemente nos despertaremos, pero que así y todo nos inspira como camino para imaginar otros mundos. Al vislumbrar imposibilidades, el espectáculo ético crea una abertura para preguntar “¿Qué pasaría si?” sin clausurar ese espacio libre con un “esto es lo que pasaría”. Estas visiones utópicas son cosas que hemos imaginado y que por tanto podemos imaginar. Como la utopía, el espectáculo ético es un no–lugar; por ello está a cargo de todos encontrarlo.

 

 

Después de Manguel // Horacio González

En primer lugar, quiero dejar en claro que mi opinión sobre Manguel ya la he dado cuando asumió la dirección de la Biblioteca Nacional. En ese momento solo conocía parte de su obra, escueta, monotemática y erudita. Esto último lo conduce con empaque, no exento de alguna gracia, a la condición de conversador de salón, que lanza gorjeos de literatura refinada. Nada malo hay en ello, conoce bien la historia de la lectura y sobre ese profundo tema ha escrito un libro que tiene ediciones en varios países, salpicado por algunas chispas de agudeza. Tiene por momentos un atractivo de chuchería lujosa, y en otros casos, gemas relucientes por fuera, pero huecas por dentro. Esto revela el propósito de sus libros; dirigirse a un lector culto pero complaciente, que toma sus precauciones para no ser confundido por un ser banal, con su cobertura de una cita oportuna y rápida de Dante Alighieri o si cabe, de Joyce. Un Borges globalizado siempre viene como anillo al dedo, quitándole todas las garras sutiles y clandestinas que este autor clava sobre las entrañas argentinas. Su fina figura intelectual nunca le oponía a Manguel, reparos a sus ansias de vanidoso receptor de elogios o premios prefabricados.

Este tema de la historia civilizatoria de la lectura lo han cultivado Steiner, Piglia, Chartier, Borges, incluso Umberto Eco. Manguel es un epígono artificioso, no más. Hombre caprichoso, desconocedor de la cultura argentina como no sea ese Borges abstracto, expropiado de sus propios dramas y tensiones internas con la historia cultural del país. Como sea -su fórmula compleja de la existencia equivale a poder designarlo, sin exageración, como un gran impostor-, podía mantener una conversación sobre literatura universal y la fruición perfectamente compartible por los grandes monumentos de la escritura universal. Por cierto, asumió la dirección de la Biblioteca tres meses después de lo que correspondía -excusa: siempre es elegante, clases sin terminar en Pittsburgh-, al solo fin de no tener que ser contemporáneo de los cientos de despidos de ese momento. Ahora calculó que llegó la hora de retirarse, ante la probable sospecha, que ojalá no se concrete, de que vienen nuevos despidos, y por cierto, las preocupaciones que le provoca un gobierno sin rumbo. Hace una vida de “escritor progresista internacional”, cree tener títulos para ello, a ser una figura cincelada con esas honras prefabricadas por toda clase de instituciones resbaladizas. Le dieron el mando, le ofrecieron tiernos salarios, viajó en primera para atender sus tea-party en todo el mundo, y no percibió que desde el comienzo pataleaba sobre el abismo.

Con su astucia mal humorada, más evidente que sus metáforas sobre “la biblioteca de Noche”, se retira en un momento oportuno, luego de haber destruido una parte importante de las realizaciones y significados de la Biblioteca Nacional. Enumero apenas unos hechos, los más cargados de gravedad. Eliminó el Museo de la Lengua y el Libro, construido especialmente en 2010 para atender una de las obligaciones de una Biblioteca Nacional en Latinoamérica, sostener debates sobre las múltiples peculiaridades de nuestra lengua. Hoy el lingüista Manguel -absurdamente, miembro de la Academia Argentina de Letras, como si a ésta algo le faltara-, cerró el Museo de la Lengua, adosado a la Biblioteca, construido por el arquitecto Clorindo Testa. Precisamente, en la cuestión arquitectónica se lució también por su desprecio hacia el clasicismo de este edificio, que problemático como es, significa un hito de la arquitectura argentina. Al sector destinado a la dirección, en la que estuvieron todos los directores desde los años 80, lo sustituyó por otras funciones, que por más justificables que sean, bien podrían haberse hecho en otros lugares. Al tercer piso lo masacró construyendo oficinas de carácter empresarial con diseños impersonales de la globalización, secciónó salas de exposición y regló los movimientos internos con molinetes, guardias educadas en modelos policiales, y quitó el aire libertario y de circulación libre que tenía la Biblioteca. Muy grave fue la clausura de la Editorial, la única en el espacio público que con coherencia y un plan de trabajo, se ocupaba de reeditar el vasto patrimonio argentino de libros y revistas, que él desconoce y no valora. Imaginó ilusorios centros de psicoanálisis o literatura policial, que a mi juicio, con ser actividades que siempre se hicieron con constancia y sistematicidad como parte de la vida cultural de la biblioteca, necesitaban de mayores impulsos culturales y de menos decisiones burocráticas incumplibles. Manguel, en eso, fue a su pesar un buen macrista. Elogiaba a Mandela, pero llevaba un Macri escondido dentro de sus graciosos sombreritos. Elogiaba a Silvina Ocampo -que por cierto se lo merece, gran escritora que fue, al igual que su marido-, pero no podía contener su vocación, sus aprestos de ser autoritario, como única respuesta a su disposición ante los desafíos de un país que tercamente desconocía. Además, cambió la insignia histórica de la Biblioteca -que la hermanaba con las Bibliotecas Nacionales de Uruguay, Chile, Paraguay y Brasil-, para aprobar un “logotipo” con aires de empresa comercial dedicada a electrodomésticos. En algún momento han de retornar los antiguos distintivos y se deberá reconstruir lo desdeñado o desmadejado. Manguel en esto acató muy bien al gobierno ajustista con que el que ahora, cuando se acabaron las dádivas, dice no concordar. Quiso borrar una historia.

Cuando se recuperó el histórico edificio de la calle México, actuó él como si fuera el autor de una hazaña. Pero no le vamos a decir que “pida perdón en nombre del pueblo argentino”, como hizo en Colombia a propósito de un burdo episodio que arroja un haz de oscuridad sobre el conjunto de la política cultural del país. No obstante, era aquel un notorio plan de reparación patrimonial en plena concreción, que venía de lejos, pero pocos se animaron a decirle que él no estaba haciendo algo original, algo que fuera ni con poco el equivalente de los altos salarios que gozaba. ¿Entonces no hizo nada? No queremos ser injustos con un hombre que no sabía bien dónde estaba y al que su pompa, le impediría para siempre saberlo. Su acción se basó en mecenazgos empresariales -justo es decir que no contó con presupuestos adecuados-, y sobre esa discutible base se compró la biblioteca de Bioy -se había intentado en el período anterior desde el Estado, pero no alcanzaron los recursos-, se hicieron diversas pero escasas muestras, que tuvieron todo lo bueno que los trabajadores de la Biblioteca saben hacer, lo cual Manguel reconoció algo tardíamente pues venía sin saber adónde; al dantesco infierno populista, era lo que al parecer creía. No quiero imaginar que poco a poco no fuera percibiendo donde se hallaba, los nítidos valores que la Biblioteca contenía en sus trabajadores, pero sus íntimas convicciones lo llevaban a apostar al PPP, bandera macrista por excelencia de la acción participativa público-privada. ¿Era ésta adecuada a la Biblioteca Nacional?

No lo creemos, pero es necesario decir que en este momento la Biblioteca cuenta con subsidios importantes no estatales, provenientes de fundaciones nacionales o internacionales, y en un caso específico, de un importante financiamiento para las tareas de digitalización. Estas son fundamentales y tanto lo son, que es una pena que el Estado no se haga cargo de ellas; se estaba avanzando lentamente, a los ponchazos, pero con una clara noción de que la digitalización y otras tecnologías conexas, exigen decisiones no solo técnicas, sino especialmente culturales, relacionadas con nociones de historia, rareza, selectividad. De lo contrario el océano de la masividad solo serviría para recrear Bibliotecas Nacionales que integran las grandes redes dirigidas por empresas como Google o Microsoft, y me temo que ese sea el camino ahora emprendido por la Biblioteca Nacional, con pérdida de sus iniciativas más genuinas y con el orgullo de haberse modernizado con la batuta de los monopolios informáticos internacionales. Francia y España se dieron el lujo de establecer contratos con estas empresas una vez que sus estándares de digitalización -como la Gallica-, ya estaban asentados. No por eso dejan de ser menos problemáticos. En este momento la Biblioteca Nacional está en peligro y el mismo peligro corren sus trabajadores. Es menester defenderla y movilizarse por ella. Sus trabajadores conocen el riesgo y ya lo han sufrido. Es menester que lectores y ciudadanos en general se conviertan en lúcidos sostenes de una institución vital y de sus empleados, humillados por un lado, sesgados por los veleidosos favoritismos del señor Manguel por otro. Si un capítulo se ha cerrado, y con la esperanza de que no haya que lamentar exclusiones como a las que a diario va emitiendo la vil calculadora gubernamental, otro capítulo se ha abierto. Ahora, estamos ante el peligro ostensible de una nueva dirección de la Biblioteca en manos de gerenciamientos empresariales del rubro bibliotecológico -que imperan en casi todo el mundo bibliotecario mundial-, que amparados en el pretexto de la especificidad bibliotecaria hagan a esta vieja y castigada Biblioteca principal del país, una sucursal de corporaciones, burócratas y compañías de repuestos, como si fuera una franquicia de Amazon o Microsoft Store.

 

FUENTE: Agencia Paco Urondo

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