Anarquía Coronada

APUNTES PARA UNA TEORÍA DEL PASE // Amador Fernández-Savater

No hay lugar bueno, no hay género intenso. Jugamos siempre en terreno adversario, nunca en casa. Se trata entonces de pasar, cultivar la duplicidad, contrabandear.

El pasador juega en medio, en medio de las líneas y defensas enemigas. Su obsesión: atravesar, atravesar, atravesar. Pasar una intensidad, una energía con la que uno ha tenido contacto.

¿Cómo hacer pasar una intensidad? No hay fórmula. El pase es siempre cada vez. El estilo puede ser nuestro enemigo: vuelve previsibles nuestros pases, interceptables.

No hay receta. No se puede atornillar la intensidad a un nombre, a un gesto, a una palabra, a una bandera, a un concepto.

Cultivar la duplicidad significa cultivar una sensibilidad “táctica” con los signos. Para pasar hay que traicionar. “Traductor, traidor”. La fidelidad es para con las intensidades.

El pasador no empieza ni acaba la jugada. Recibe y entrega. Trabaja con otrxs, para otrxs. Asiste. Cruyff explica muy claramente en su autobiografía que en fútbol el pase no lo decide el pasador, sino lxs compañerxs que se desmarcan. El pasador está al acecho del desmarque de los otrxs.

No capitaliza, no acumula, no hace acopio. No es “chupón”. Pierde lo que pasa. Muere con cada pase y renace para el siguiente. Ni siquiera es un sujeto pasador, sino región de tránsito.

Pasar, dejar pasar, no es echarse a un lado, sino metamorfosear energías que no nos pertenecen, que no son de nadie. Ni pasividad ni actividad: receptividad activa.

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