Anarquía Coronada

Author

lobosuel - page 56

lobosuel has 5860 articles published.

Escenario pos-electoral en Venezuela // Entrevista a Marco Teruggi

Compartimos entrevista a Marco Teruggi, argentino radicado en Venezuela, que ya hace años viene compartiendo sus análisis políticos de la coyuntura venezolana (https://hastaelnocau.wordpress.com) y ha publicado el libro Lo que Chavez sembró en la editorial Sudestada.

A una semana de la victoria electoral el panorama arroja una relativa estabilidad en la política. ¿Qué sucede en cambio en lo económico y lo estratégico? Allí están hoy las principales peguntas, contradicciones, desafíos.

19/10: Todxs a la plaza

Comunicado Reunión Miércoles 18/10

Evaluando el contexto y las nuevas circunstancias en torno a  los hechos de la desaparición forzada de Santiago Maldonado, se posterga la marcha en contra de la reforma educativa y por el protocolo de violencia de género y se llama a los centros de estudiantes a mandatar estado de alerta permanente y asamblea constante; y acompañar la ronda de las Madres, mañana jueves 19/10 a las 14:30 en Av. de Mayo y Bolívar puntuales.
#QueNoNosRobenElFuturo

La guerra neocolonial de los Estados chileno y argentino contra el Pueblo Mapuche // por Vitrina Dystópica / órgano de difusión del Grupo de Estudios Experimentales “Paul K. Feyerabend”

De la frontera colonial a la frontera estatal y extractiva

El pueblo mapuche habita históricamente las tierras del Wallmapu, al sur del sur de este continente que el colonizador llamó América, territorios que hoy se encuentran dentro de los Estados de Chile y Argentina: Ngulumapu al poniente de la cordillera de los Andes, y Puelmapu del lado oriental. Ambas expresiones territoriales se extendían hasta los océanos Pacífico y Atlántico respectivamente.

Años antes de la invasión española, lxs mapuches enfrentaron la expansión del Imperio Inca e incluso convivieron en la actual zona metropolitana de Santiago con funcionarios del Collasuyo, la región sur del Incanato. La conquista española implicó una invasión política, cultural y militar —llamada históricamente Guerra de Arauco— que, gracias a la gran resistencia mapuche, estableció las fronteras de Wallmapu al sur del río Bío Bío y al norte del río Toltén. Estos límites fueron reconocidos por el Imperio Español en Quilín (1641) y Negrete (1726). Durante la guerra de independencia de Chile, el Pueblo Mapuche fue principalmente aliado del Ejército Realista y, en 1825, una vez constituida la República, acordaron la paz en el tratado de Tapihue. En él se regulaba la convivencia comercial y diplomática y Chile reconocía la soberanía y autodeterminación mapuche; sus autoridades y legislación.

Sin embargo, las Repúblicas americanas del XIX fueron gobernadas por una casta político-militar formada en la masonería y la Ilustración europeas, no pocos de ellos con ideas despóticas. El proyecto civilizatorio moderno, necesariamente expansivo, moviliza la necesidad de incorporar a los salvajes a la vida civil de la República, ora por la educación ora por la guerra. Así, en 1861 avanza el Ejército chileno al sur del Bío Bío y comienza una campaña de asimilación, aculturación, ocupación y exterminio del pueblo mapuche y sus territorios a la que llamaron Pacificación de la Araucanía. En Argentina, la Campaña del Desierto, operación militar de homólogas características, se inició en 1878.

Desde hace más de siglo y medio, los Estados chileno y argentino han sostenido su proceso de modernización estatal desplegando una guerra contra formas de vida no reconocidas como legítimas por el marco hegemónico y normalizado de vida occidental. El proceso de modernización y la guerra racial sostenida por dichos Estados se han sostenido históricamente en el empuje y expansión de un mercado esencialmente extractivo, cuyo objetivo es demarcar una frontera soberana estatal sobre la tierra y los modos de producción y explotación, expropiados por medio de la violencia al pueblo mapuche y otros pueblos preexistentes.

Hasta la actualidad, este proceso de expansión de la violencia estatal ejercida como estrategia de expoliación de los bienes comunes de los territorios, se ha complejizado en la medida que se sofistican los nuevos mercados transnacionales de inversión extractiva. Es así como, a medida que los intereses corporativos se expanden territorialmente y chocan con los territorios mapuche, la guerra y sus formas de muerte se actualizan.

Existe una guerra desplegada intensamente por parte del Estado de Chile contra el Pueblo Mapuche, reactivada a partir del resurgimiento del movimiento autonomista mapuche desde los años noventa. Hoy en día, el Estado argentino agudiza sus políticas de hostigamiento y persecución racial contra el mismo pueblo. Lo que avistamos es una guerra neocolonial trans-estatal, siniestramente coherente con un proceso de consolidación de los mercados extractivos.

 

Breve genealogía de la minorización mapuche

Las campañas de ocupación del territorio mapuche estuvieron legitimadas desde las ciudades. Para esto fue clave la función táctica de la prensa, mediante la cual hablaba todo el espectro de la República de Chile del XIX y buena parte del XX. El poder político y económico —a la sazón la misma casta— tomaban control del territorio a través del Ejército, validando esta anexión en términos subjetivos, en la construcción de un relato de pertenencia de lo nacional racializado. A través de este medio propagandístico, se produjo la figura del mapuche borracho, flojo y bárbaro. Este imaginario constituye el sentido común dominante hasta hoy, con el recientemente agregado adjetivo de terrorista. Aun hoy se deposita sobre los pueblos indígenas la figura de lo anómalo, lo inferior, lo peligroso. Aquellos de los cuales se debe prescindir para dar paso al progreso.

El discurso de la modernización y el progreso económico de la nación unitaria soporta primero el avance militar en conjunto con una política eugenésica que promovió la colonización de los territorios ancestrales mapuche. Tras el Ejército, avanza sobre Wallmapu el telégrafo y el ferrocarril y, junto con ellos, los nuevos colonos: europeos occidentales que asegurarán la racionalización productiva de las tierras despojadas al pueblo mapuche. Es un proceso de reorganización económica y racial sobre un territorio cuya soberanía el Estado reclama por la vía militar. Tras la retirada del Ejército chileno para combatir contra peruanos y bolivianos los territorios salitreros de Antofagasta y Tarapacá a favor del imperialismo inglés, son los propios colonos los que continúan el hostigamiento, reduciendo cada vez más los territorios de los Lof —las comunidades— mediante corridas de cerco, quemas de pu ruka —hogares— con familias dentro, robo de animales, engaños y un largo etcétera de horrores, compilados por el periodista chileno Aurelio Díaz Meza, quien reporteó los testimonios de los mismos mapuche en el Parlamento de Coz Coz de 1907.

Sin embargo, la reducción territorial no es únicamente espacial sino existencial. El Lof histórico comporta una relación ancestral con las fuerzas de la naturaleza, incluyendo la existencia del rewe —lugar sagrado ceremonial. La racionalidad productiva de la tierra es incompatible con la matriz de comprensión territorial mapuche. La dinámica de explotación capitalista de la tierra es por definición opuesta a las filosofías de los pueblos preexistentes de respetar los ciclos naturales de las siembras y cosechas, al concebirse como parte de la mapu (tierra) y no como el sujeto que la puede controlar y dominar. En palabras de la machi y poeta Adriana Pinda, mapuche es “aquel que es amamantado, criado, sostenido y mecido por la tierra”. Por lo tanto, el colono que roba tierras al mapuche lo hace con la legitimidad del discurso civilizatorio moderno, al que se agrega el componente capitalista de la producción agrícola y ganadera.

Este proceso, que comienza la primera mitad del siglo XX en Ngulumapu con reducción territorial, empobrecimiento y migraciones forzadas —sumado al intento de industrialización urbana hasta antes del Golpe de Estado de 1973— dará pie a la formación de un grupo social mapuche que se asienta en las grandes ciudades, a quienes el poeta David Añiñir ha llamado mapurbe. Producto de su marginalización en las metrópolis como habitantes de las periferias, han desconectado su vida con el mapuche kimún y mapuche rakizuam —saberes y conocimientos ancestrales—. Asimismo, el proceso de pérdida del mapuzungún —la lengua de la tierra— se acrecienta con esta migración forzada, pero también con su prohibición y castigo en las escuelas rurales.

Durante el período de mayor crecimiento de las fuerzas de izquierda chilena, que cristaliza en la elección de Salvador Allende en 1970, se agudiza un desarraigo entre la comprensión del marxismo con las comunidades mapuche, tensionando la significación espiritual de la tierra con su reducción a una valorización netamente productiva: “La tierra para quien la trabaja” señalaba el lema de la Reforma Agraria y los procesos de recuperación territorial durante la Unidad Popular.

Neoextractivismo: la ley adecuada para el saqueo

El golpe militar de 1973 llegó a poner fin a la redistribución de tierras, que había reorganizado más de un siglo de expoliación latifundista y colonial, y dio inicio a una contrarreforma agraria que afectaría especialmente al pueblo mapuche. La dictadura devolvió a los grandes propietarios una buena parte de la tierras antes socializadas. Sin embargo, tal vez más brutal que la restitución del latifundio, fue el allanamiento para el extractivismo forestal de corte transnacional basado en los monocultivos de pinos y eucaliptos. Para esto, se implementó un recurso jurídico especial: el Decreto Ley 701 —vigente hasta hoy— mediante el cual el Estado chileno ha subsidiado sistemáticamente a los propietarios que den uso forestal a sus territorios, expandiendo los monocultivos de estas especies exógenas al hábitat natural de los territorios del centro-sur del país, lo que ha implicado un dramático deterioro de los suelos, la sequía de napas subterráneas y cursos de agua superficiales, la recurrencia de incendios forestales, y el consiguiente empobrecimiento de la población mapuche y rural chilena.

En el Puelmapu, previo a la invasión militar liderada por el general Julio Argentino Roca entre 1878 y 1885, grandes estancieros agrupados en la Sociedad Rural Argentina promovieron el exterminio del pueblo mapuche al oriente de los Andes, y posteriormente legalizaron la usurpación de los territorios mapuche, dando principalmente uso ganadero a las tierras. Hacia 1889, la Argentine Southern Land Company, de capitales ingleses, se hizo de grandes extensiones territoriales ancestralmente mapuche. Es esta corporación el antecedente de la Compañía de Tierras Sud Argentina S.A., adquirida por el grupo Benetton en 1991, tras los decretos de neoliberalización de la Argentina promovidos por Carlos Menem, que permitieron la venta no sólo de las industrias nacionales sino también de los recursos naturales. A la fecha, la firma Benetton es propietaria de casi un millón de hectáreas en las provincias argentinas de Neuquén, Chubut y Río Negro.

El impulso jurídico impuesto por la dictadura significó un acontecimiento que puso a Chile como un siniestro modelo de desarrollo productivo en cuanto ha implementado una ensayística de la violencia, que opera un ejercicio de soberanía completamente novedoso, al ejecutar desde el mismo Estado su propia desinstitucionalización. Como afirma la investigadora Mirta Antonelli, las dictaduras pusieron en práctica una facultad del poder soberano excepcional, que es consustancial al marco económico neoliberal, y que los gobiernos democráticos post-dictaduras han seguido ejerciendo para preservar los privilegios económicos de inversión corporativos. Estas prebendas jurídicas permiten que industrias de devastación acumulativa —como mineras, forestales, hidroeléctricas, petroleras y pesqueras— se amparen en el derecho para convertir el territorio y los bienes comunes en verdaderos laboratorios a cielo abierto, que se acompañan de técnicas a la vez de destrucción y rentabilización de los territorios, desplegando además estrategias de silenciamiento y represión a las comunidades que osan defenderse. En términos estructurales, los Estados se inhiben a sí mismos respecto de las obligaciones de protección y cuidado que históricamente le habían dotado de sentido dentro de un paradigma jurídico del derecho, abriendo paso a un nuevo modelo de gestión y gobernanza que ampara la violencia como única condición para la inversión.

 

La crueldad: cacería de mapuches y alianza neocolonial entre Estados corporativos desaparecedores

La cacería de indígenas ha sido parte de todo proceso colonial en Latinoamérica. Se trata de una práctica desarrollada tanto por españoles como por los colonos contratados por los Estados modernos para organizar la consolidación de las soberanías estatales. Hoy estas cacerías toman nuevas formas contra el pueblo mapuche, siempre refiriendo a la arremetida del aparato policial, judicial, mediático y hasta del sicariato, como nos recuerda la muerte de Macarena Valdés.

En enero de 2017, el Lof en resistencia Cushamen ubicado en la provincia argentina de Chubut fue invadido por un pelotón conjunto de la Infantería de la Policía provincial y de la Gendarmería Nacional. Sin presentar orden judicial para el allanamiento, ingresaron de noche y disparando contra lxs mapuche. Emilio Jones y Fausto Jones Huala fueron alcanzados por los tiros de las fuerzas estatales, quedando gravemente heridos. Aunque el supuesto objetivo de la policía era despejar una vía férrea en la que los weichafe —combatientes mapuche— habían instalado una barricada, el periódico Página/12 recogió los testimonios de lxs mapuche de Cushamen: “Entraron a matar”. No sólo fueron disparos, también golpes, amenazas y destrucción de los precarios hogares mapuche.

Como si se tratase de un guión que se representa con cierta periodicidad, en el mismo Lof de Cushamen, la escena se repitió el 1 de agosto de este año, dejando grabada en la memoria popular mundial el nombre de Santiago Maldonado. Sin embargo, en esta ocasión, la operación policial militar fue liderada por Pablo Noceti, el jefe de gabinete del Ministerio de Seguridad argentino, encabezado a su vez por la ex militante de Montoneros y actual mano de hierro de Macri, Patricia Bullrich. La comunidad de Cushamen había sufrido la encarcelación de su lonko y weichafe Facundo Jones Huala en varias ocasiones, pero desde el invierno estaba prisionero en el Penal de Esquel, por un pedido de extradición de Chile.

Este mes de junio, días antes de su detención, se reunieron en Santiago de Chile los presidentes Bachelet y Macri, para tratar “acuerdos estratégicos”. Ambos gobiernos acusan al lonko Facundo de liderar la organización Resistencia Ancestral Mapuche (RAM) en Puelmapu y de haber participado en la quema del fundo Pisú Pisué en la región chilena de Los Ríos, donde también fueron perseguidas otras dos autoridades ancestrales mapuche del Ngulumapu: la machi —autoridad espiritual— Millaray Huichalaf y el machi Tito Cañulef. Es fundamental destacar que lxs mapuche criminalizados por dicha causa, eran activos resistentes a un megaproyecto hidroeléctrico en la zona cordillerana de Valdivia, donde se encuentra el ngen Kintuante: el espíritu que cruza a los muertos en el río hacia la Wenu Mapu —la tierra de arriba. De concretarse la construcción de las represas, los ríos sagrados serán mutilados por el capital, dejando a los muertos en un interregno sin poder llegar a encontrarse con sus ancestros.

Igual que en enero, ese primero de agosto la Gendarmería ingresó al Lof disparando. Tres pelotones de la Gendarmería participaron del operativo, que se inició también con los tiros de la policía. Escopetas y armas cortas con munición letal fueron descargadas contra pu peñi y pu lamien —hermanos y hermanas— que resistían con wetruwe —boleadoras. El relato de los sobrevivientes fue similar al de enero, sólo que ahora las mismas fuerzas policiales sinceraban sus objetivos: “maten a uno, indios de mierda los vamos a cazar”. Los mapuche se replegaron hacia el río Chubut, también lo hizo Santiago Maldonado pero no pudo cruzarlo porque no sabía nadar. Los testimonios de los mapuche aseguran que la Gendarmería cazó a Santiago: lo golpearon y subieron a un vehículo Unimog, desde donde se le pierde el rastro. Tenía 28 años. De sensibilidad anarquista, viajero, tatuador y artesano, había llegado hasta Cushamen a solidarizarse con la exigencia de libertad del lonko Facundo y la causa mapuche.

 

Desde el Penal de Esquel, el lonko Jones Huala escribe sus comunicados:

Santiago, ¡gracias! Aunque no lo conocí, conozco a la gente como usted, solidarios, humanistas, desinteresados y sinceros, libertarios anti-sistémicos, consecuentes con las ideas de revolución política y social, aun con objetivos y concepciones diferentes a nosotros sobre el mundo y la vida, no dudaste en darnos una mano aunque te costó esta cruel injusticia. Con el cuerpo en la barricada, esquivando balas, espalda con espalda, supiste lo que sufrimos, no pudiste cruzar el leufu —río— y esos trewua —perros— te cazaron confundiéndote con nosotros. Tu detención y desaparición forzada no deben ser negociadas. Los mapuches no somos anarquistas, no podemos ni queremos, pero Santiago sí, por eso merecen respeto su ideología y sus compañeros, como todos los caídos por un ideal en la lucha por la transformación de la sociedad. El Vikingo fue detenido-desaparecido por el estado, no en un baile, por lo que debe respetarse nuestra tierra, nuestro pueblo, nuestro movimiento. El contexto en el que sucedió: represión política contra el mapuche, en escalada desde hace tiempo. No debe partidizarse la lucha, pero, política siempre lo fue y lo será.

Santiago Maldonado no es el primer detenido desaparecido de la democracia neoliberal argentina. Otros tantos secuestros policiales anonimizados por la minorización de sus víctimas son recordados en esta contingencia de recrudecimiento de la violencia policial, como actualiza el reporte de Cosecha Roja. Son casos que el sentido común olvida o desconoce, porque los desaparecidos eran pobres, travestis, trabajadoras sexuales, indígenas. Genaro y Cristian Calfullanca, padre e hijo mapuche, desaparecidos en Leleque, provincia de Chubut, en abril de 2013. A lo largo de Chile, sigue resonando el nombre de José Huenante, niño mapuche de 16 años detenido y desaparecido por Carabineros de Puerto Montt, en septiembre de 2005.

La ofensiva judicial corporativa en Ngulumapu se sustenta sobre la ley antiterrorista, creada por la dictadura de Pinochet para perseguir a los movimientos que buscaban derrocar a la dictadura. En la post-dictadura chilena, ha sido aplicada mayoritariamente contra mapuches y, en menor grado, contra miembros de organizaciones anarquistas, igualmente sindicados como enemigos del Estado. Rechazada su aplicación por la ONU, Amnistía Internacional y múltiples agrupaciones de derechos humanos, las principales características de la ley antiterrorista son: la utilización de testigos sin rostro, la prórroga del juicio, severas limitaciones de la defensa, y largas prisiones preventivas contra los imputados, que en la práctica terminan siendo una cruenta e impune aplicación de castigo contra quienes el Estado neoliberal tacha de terroristas. En la práctica, la invocación de la ley antiterrorista constituye una forma de terrorismo de Estado, al perseguir sistemáticamente a un sector movilizado al que se le niega el derecho universal a un juicio justo.

Ése es el contexto en que el lonko Alfredo Tralcal y los hermanos Ariel, Pablo y Benito Trangol se encuentren en prisión preventiva desde hace un año y medio en la cárcel de Temuco, acusados sin juicio y por la declaración de testigos sin rostro, de la quema de dos iglesias evangélicas en Padre Las Casas. Lxs mapuche realizaron la huelga de hambre más larga de la historia de Chile, permaneciendo en un ayuno durante 115 días, hasta que finalmente el Ministerio del Interior chileno accedió a retirar la querella por ley antiterrorista el viernes 29 de septiembre. Ariel Trangol, sin embargo, aún permanece en huelga de hambre, como forma de cautelar que el gobierno cumpla la palabra empeñada con sus hermanos.

Este es también es el contexto para entender la más reciente cacería contra la dirigencia mapuche en Ngulumapu, denominada Operación Huracán. El sábado 23 de septiembre, Carabineros realizó diversos operativos de allanamiento y detención selectiva contra ocho relevantes dirigentes mapuche de diversas territorialidades: Martín Curiche —vocero del acampe al exterior de la cárcel de Temuco—, el machi Fidel Tranamil —del Lof Rofúe—, Héctor Llaitul —vocero de la Coordinadora Arauco Malleco—, Ernesto Llaitul —hijo de Héctor y estudiante de sociología en la Universidad de Concepción—, el werkén Jaime Huenchullán —vocero de la Comunidad Autónoma de Temucuicui—, su hermano Rodrigo Huenchullán, el lonko Víctor Queipul —de la misma Comunidad Autónoma de Temucuicui, anteriormente secuestrado y torturado—, y Rodrigo Cid, acusado de haber sido miembro del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, es decir, el nexo perfecto para justificar las detenciones con la reacción antisubversiva. El jefe de la inteligencia policial, Gonzalo Blu, afirmó tener pruebas de que los mapuche encarcelados participaron de tres quemas masivas de camiones forestales. Las pruebas fueron filtradas a la prensa corporativa y consisten en dudosos pantallazos de WhatsApp, con mensajes escritos en castellano y en un registro sospechosamente similar a la jerga policial. Además, el general Blu advirtió que preparan más detenciones.

Proyección de la ofensiva trans-estatal neoliberal

Observamos, pues, la intensificación de la guerra bi-nacional racista de dos Estados que nunca dejaron de ser desaparecedores. Desaparecen el cuerpo físico por medio del secuestro: Santiago Maldonado y José Huenante. Desaparecen la presencia y la memoria con la banalización de nuestros asesinados: Rodrigo Melinao. Desaparecen la pregunta por la justicia a través de la impunidad: en el asesinato de Luis Marileo y Patricio González a manos de un policía devenido terrateniente. Intentan desaparecer el coraje de la lucha por la autodeterminación mediante el miedo y una pedagogía de la crueldad. Sin embargo, la ofensiva consigue lo contrario a declinar la ancestral fuerza del Pueblo Mapuche.

La administración Bachelet juega a dos bandas en este escenario. Por una parte, en pleno Wiñol Tripantu —solsticio de invierno en el sur—, pide disculpas al pueblo mapuche “por los errores y horrores que ha cometido o tolerado el Estado en nuestra relación con ellos y sus comunidades”. Al mismo tiempo que anuncia el Plan de Desarrollo y Reconocimiento de la Araucanía, que en una retórica de inclusión e integración, robustece el modelo extractivista con el fomento de la participación mapuche como productor para la industria forestal, promoviendo también la empresarización y capitalización del pueblo mapuche como folklore chileno. Por otra parte, desata su ofensiva en intensa concordancia con los planes corporativos de Macri en la Argentina. Recientemente, se han reunido en Buenos Aires el subsecretario del Interior y Seguridad Pública de Chile, Mahmud Aleuy, con su homóloga argentina, ministra de Seguridad de la Nación, la perversamente célebre Patricia Bullrich. A través del periodismo empresarial, hemos conocido que el objeto de tan importante encuentro bi-nacional ha sido un supuesto ingreso de armas para las organizaciones mapuche a través de pasos fronterizos clandestinos en el Wallmapu histórico. El Mercurio anuncia los planes para “destruir en conjunto” dichos pasos.

Otro periódico chileno de reconocida trayectoria derechista, La Segunda, publica en su edición del lunes 25 de septiembre las reacciones de distintas personalidades tras las detenciones de la Operación Huracán. Entre ellas, llama la atención el análisis de quien fuera el director civil de la Agencia Nacional de Inteligencia durante la administración Piñera, Gonzalo Yuseff. El analista celebra el operativo en el marco de lo que considera la desarticulación de los grupos violentistas mapuche, a la vez que advierte que en estas circunstancias de ofensiva policial y judicial, lo que debe esperarse del movimiento autonomista mapuche es “una patada de burro”, es decir, una acción desesperada que acelere e intensifique la ofensiva del Estado.

No son palabras gratuitas, viniendo de un ex director de la Inteligencia estatal. Es posible que la cuestionable calidad de los montajes jurídicos no sea únicamente producto de la evidente incompetencia de Carabineros, sino que haya la intención política de provocar una radicalización que permita seguir golpeando al movimiento mapuche con asesinatos y encarcelamientos, lo cual no será jamás un argumento para desestimar la ofensiva de los movimientos que construyen caminos de emancipación. Antes bien, resultan imprescindibles la cautela, el cuidado y el cariño en el seno de toda organización revolucionaria.

Como hemos notado, en todas estas tácticas trans-estatales anti-mapuche uno de los actores fundamentales son los medios de comunicación, por cuanto operan produciendo un sentido que legitima la represión y fomenta las más tristes pasiones ciudadanas, como son el miedo a lo colectivo y comunitario, y un sádico deseo de securitización social. Los grandes medios argentinos, agrupados en el grupo Clarín, con expresión ejemplar en un tipo como Jorge Lanata, han producido un clima de fascismo ciudadano que, al mismo tiempo, niega y aplaude la escalada represiva del macrismo.

La desaparición de Santiago Maldonado ha despertado una amplia sensibilidad a favor de los derechos humanos en la Argentina, cuyo precedente es el trauma de los 30 mil detenidos desaparecidos durante la dictadura. Sin embargo, en la medida que los medios corporativos vehiculan opiniones que deshumanizan a los enemigos del Estado, se multiplican las iniciativas de ciudadanos que persiguen silenciar este crimen o justificarlo “porque algo habrá hecho”. Así, se escucha al periodismo represivo, de vestidura liberal, defender los más desquiciados y desinformados argumentos como que los mapuche son chilenos, o que la RAM es financiada por ingleses y por kurdos.

Por todo lo anterior, ante el temor que buscan crear desde los Estados chileno y argentino entre el mapuche y sus pu wenuy —amigxs—, ante la prisión, los asesinatos y las desapariciones forzadas, como parte de este pueblo múltiple y en resistencia al capitalismo devastador, nos encontramos multiplicando las acciones de resistencia, propaganda, agitación y solidaridad, con inteligencia, creatividad y afectividad, en una ofensiva sensible de los cuerpos que nos conjugamos en las infinitas maneras con que agrietamos los muros que nos dividen.

Fuente: https://subversiones.org/

Semilla de crápula: la potencia de los pibes // Clinämen

Conversamos con el poeta y director de cine César González sobre el libro “Semilla de Crápula” del pedagogo francés Fernand Deligny. El conflicto eterno entre «ayudadores» y «ayudados». La potencia de los territorios, el lenguaje-danza y los neologistas sin diplomas. Cine y escritura en una época en que la política disuelve la conciencia de clase.

Contra la violencia machista y la reforma macrista // CEB + Ni Una Menos

Contra la violencia machista y la reforma macrista
Este 19 de octubre salimos a las calles

#QueNoNosRobenElFuturo

Coordinadora de Estudiantes de Base + Ni Una Menos

Hace un año, el 19 de octubre de 2016, desde el colectivo NiUnaMenos realizamos el primer Paro Nacional de Mujeres. Lo hicimos repudiando el femicidio de Lucía Pérez en Mar del Plata y el ataque a puñaladas que terminó con las vidas de Nuria Couto y Natalia Grenbenshicova, ambas de la Escuela de Bellas Artes “Manuel Belgrano”, de la ciudad de Buenos Aires. Hace un año, con el impulso de ese paro, denunciamos las violencias machistas y las violencias económicas y sociales que nos afectan especialmente como mujeres, lesbianas, trans y travestis. Por eso hicimos una medida de fuerza y un grito común: paramos para decir basta a las violencias que se traman contra nosotras, que nos quitan autonomía y nos tienen como territorio de conquista. Paramos también para encontrarnos entre nosotras y hacer duelo colectivo, compartir la rabia y politizar todos los trabajos que hacemos y no son valorados, ni reconocidos, ni remunerados.
Este 19 de octubre volvemos a tomar las calles. Somos ahora lxs estudiantes secundarios lxs que decimos basta a cómo se anudan las violencias machistas y las formas de ajuste que tienen como blanco a la educación pública. Rechazamos que nos quieran hacer trabajar gratis para empresas, en nuestro último año de escuela. Rechazamos que nos digan que nuestro futuro se explica en un power point y que se traduce en una pasantía. Rechazamos que la reforma educativa que se propone el Gobierno desprecie y excluya nuestras opiniones. Rechazamos que las modificaciones curriculares estén digitadas por exigencias que se firmaron como compromiso junto con la deuda externa. Rechazamos la deuda que asume el Estado y se nos impone con paquetes tecnológicos y reglas de competitividad. Reglas que nos son ajenas pues sólo agregarían más presión y precarización.
Desde hace semanas, nosotrxs también paramos y tomamos las escuelas. Más de treinta en la Ciudad de Buenos Aires y muchas otras en estado de debate y asamblea. Porque somos parte fundamental de la comunidad educativa no aceptamos no ser escuchadxs ni tenidxs en cuenta cuando se habla de nuestro futuro. Porque queremos discutir qué significa la implementación de la ESI (Educación Sexual Integral) de forma abarcativa; como una experiencia que involucra a docentes, alumnxs y directivxs. Hoy los cursos que garantizan la formación de la ESI se redujeron a menos de la mitad, su implementación no es permanente ni transversal y tampoco existe un programa o área específica en el Ministerio de Educación de la Ciudad. No aceptamos que ciertos aspectos de la sexualidad sean vistos como negativos y amenazantes, reduciendo el objetivo de la ley a la mera prevención. Nos preocupa cuando se reduce la ESI a un servicio tercerizado por expertos de ONGs, donde se borran los procesos que nosotrxs venimos haciendo, y se pone a la sexualidad como un saber especializado. La ESI tiene objetivos más amplios que incluyen que podamos vivir nuestros deseos de forma autónoma y placentera. 

También señalamos que es una deuda pendiente la implementación de los protocolos contra la violencia de género, la circulación de nuevas pedagogías que contrarresten los micromachismos, los abusos, el acoso en todas sus formas, las observaciones estigmatizantes y represivas sobre las vestimentas y las estéticas en todas sus manifestaciones, que ponga de relevancia las identidades sexuales autopercibidas y el aire que anhelamos respirar en las escuelas como lugar de pertenencia, formación, crecimiento personal y colectivo. En nuestro futuro caben todos nuestros deseos.   
Con las tomas de las escuelas hicimos visibles estas demandas concretas y exigimos una escucha real por parte del Gobierno. Escucha y atención que no nos dan porque les conviene infantilizarnos (al gobierno y a los medios). Somos interlocutorxs necesarios para cualquier política educativa que se quiera democrática. No pueden negarnos. A nuestras demandas, el Gobierno contestó de dos maneras. Por un lado, con simulacros de diálogo, cuyo fin es no demorar la implementación de los acuerdos pautados con los organismos internacionales de crédito. Por otro, criminalizando las tomas a partir del tratamiento mediático de una situación de abuso en el Colegio Nacional Buenos Aires, desconociendo desde las autoridades del colegio el protocolo a seguir y revictimizando a la compañera involucrada.
Hay una campaña que busca desprestigiar nuestras acciones. Nuestra capacidad de parar y tomarnos tiempo para pensar y discutir juntxs. Parar la reforma es parar una flexibilización sobre nuestros futuros. Parar la reforma es no aceptar la obediencia que implica esta imposición laboral para jóvenes que hoy toma el nombre de “prácticas profesionalizantes”.
¿Qué modos de vida nos plantea la reforma macrista? 

Nosotrxs sabemos que cuando discutimos la reforma educativa, también discutimos la reforma laboral y las violencias machistas. Desde nosotrxs, futuro, sexualidad, educación y trabajo arman una trama desde la que enfrentamos las violencias porque nos afirmamos en nuestra potencia colectiva y construimos cómo que queremos vivir.
Desprestigiar nuestras luchas y formas de protesta es la precondición necesaria para imponernos vidas precarias, flexibles y obedientes a favor de las empresas, o que quedemos disponibles como oferta de trabajo en las fuerzas de seguridad. Paramos y nos movilizamos contra los modos de vida que el Gobierno proyecta para nosotrxs. Paramos y nos movilizamos para que no nos roben el futuro. 
Por eso este 19 de octubre volvemos a tomar las calles.

Por todas las pibas que nunca volvieron. 

Porque sin educación pública de calidad y sin Educación Sexual Integral no hay Ni Una Menos.

Contra la violencia machista y contra la reforma macrista.

Vivxs y Libres Nos Queremos.
CEB + NUM

Homenaje al Che: Conversaciones con Diego Sztulwark // La luna con Gatillo

SEMANA GUEVARA DE LA LUNA CON GATILLO.QUINTA ENTREGA

En esta edición especial de La Luna con Gatillo, a 50 años del asesinato de Ernesto “Che” Guevara, Mariano Pacheco conversó con Diego Sztulwark, columnista de pensamiento crítico y movimientos sociales desde Buenos Aires.

Mariano Pacheco (MP)- Retomamos contacto telefónico, para este especial Guevara de la trinchera radiofónica la idea es que nos convides algunas reflexiones en torno a lo que implicó su figura para nuestras generaciones, es decir, más cerca del cambio de siglo que en los años ‘60 – ‘70.

Diego Sztulwark (DS)- Me parece que la cuestión se podría plantear como la actualidad del Che Guevara, que no es una pregunta fácil de resolver porque es tan múltiple ese personaje, es tan múltiple lo que se jugó esa coyuntura, son tantas las décadas que fueron pasando y en ese sentido también los intentos de lecturas y de renovar uno u otro aspecto de la figura del Che.

Digamos también que abordar la figura del Che es el problema de abordar los años de terror con los que se ha ocultado la enseñanza del Che Guevara -por llamarla de alguna manera- pero también la escolástica estalinista de la izquierda, también la santificación cristiana que se ha hecho del Che, y la mistificación también. No es un tema fácil pero me gustaría proponer, para conversar un poco, que en el Che Guevara se juega algo que sí es muy vigente, muy actual y muy relevante para la coyuntura de la actualidad sudamericana.

En el año 1965 Guevara escribe el texto El socialismo y el hombre nuevo en Cuba. Él explica que la tarea del socialismo, básicamente, consiste no tanto en la distribución económica o la justicia económica que eso va a desuso en sí, sino el tema de la desalienación o la no enajenación del hombre y la mujer, del individuo. La posibilidad de contar con la irrupción revolucionaria, con las masas activas, con las masas revolucionarias, para que ese nuevo poder efectúe transformaciones pero no transformaciones meramente económicas, y tampoco meramente morales. Es una transformación que el Che Guevara llamaba ‘la construcción del hombre nuevo’, y apunta a preguntarse: ¿qué tipo de libertad humana, individual o social existe cuando se rompe con la ley del valor?

Es decir que el Che Guevara tuvo una percepción muy clara y, desde mi punto de vista, medio insuperada sobre el hecho de que la ley del valor y la forma de producción de mercancía es la principal fuente de subjetividad capitalista. Es un problema que por supuesto también se había planteado en la revolución rusa. Y en cualquier revolución o gobierno democrático popular, es decir, mientras las formas de producción sigan siendo las de producción de mercancías, por más que el gobierno o el Estado, o la escuela o la educación (etc.) construyan un discurso anti burgués, anticapitalista y anti individualista en el plano del discurso, la forma de producción -lo que el Che Guevara llamaba el cordón umbilical- que liga al hombre con  la vieja sociedad, con la forma mercancía, sigue produciendo forma humana. Me parece muy luminosa esta percepción del Che que por supuesto vi muy teorizada en el campo del marxismo, no es que es un descubrimiento teórico, pero sí me parece undescubrimiento político.

¿Que puede el poder político hacer para producir un tipo de subjetividad y un tipo de libertad en los individuos y en las masas frente a esta persistente influencia de la estructura llamada ley del valor?

 

MP- Se podría enlazar esta pregunta y este recorrido por ese texto emblemático de Guevara con alguna de las reflexiones que en su momento hizo John William Cooke a propósito del concepto de cultura en el marxismo y en la también emblemática revista ‘La rosa blindada’, ¿no?

DS- Sí, tengo el texto muy presente por supuesto. El texto de Cooke es del año ‘65: una proposición de las bases para una cultura revolucionaria, una eventual cultura socialista revolucionaria. Es un repaso super fresco, de una postura que sería muy compatible con las del Che. Estamos hablando de dos textos del mismo año.

MP- No había reparado que eran del mismo año, pero recordaba esta afinidad a partir de lo que vos estabas reflexionando, de algún modo un guevarista argentino hecho y derecho.

DS- Me parece que sí, que si queremos encontrar en Argentina un escritor de primer nivel, que además es un dirigente político y resistente de primer nivel, que es capaz de hacer una analítica tan sutil como la que estamos hablando, y que sea más un aliado por lo menos desde el año ‘61 – ‘62, ahí estamos hablando de Cooke.

Me gustaría, ya que citaste este texto, contar -y de esto no se cuánto se habrá dicho- que ese texto de Cooke fue el comienzo de una polémica con León Rozitchner que un año después -en el ‘66- escribe, también en ‘La rosa blindada’, como respuesta un texto que se llama ‘La izquierda sin sujeto’. Me parece que si uno leyese de vuelta el texto de Cooke y el de Rozitchner podríamos encontrarnos ahí con un debate estrictamente guevarista dentro de la izquierda Argentina.

Dos posiciones que están asumiendo más o menos este mismo problema: hay que saber que la subjetividad no es un problema subjetivo, el problema de la subjetividad es un problema materialista, subjetivo y objetivo a la vez, que si no se puede alterar la forma de producción no se puede alterar voluntaristamente al sujeto y viceversa. Y esa discusión estaba dada en términos de si en Argentina era posible y cómo.  

Me parece que cuando León hablaba de una izquierda sin sujeto, hablaba de una izquierda que confiaba mucho en una mera transformación en el plano objetivo sin suponer que lo objetivo era parte de lo subjetivo. Una suerte de dialéctica que el Che Guevara se plantea con mucha claridad y que después los filósofos, intelectuales y militantes de izquierda han quedado con ese asunto dando vueltas. Asunto que me parece que después de la última dictadura militar, y con la derrota de las organizaciones revolucionarias, no ha sido nuevamente planteado con claridad.

MP- Como cierre queríamos preguntarte sobre la apropiación de la figura del Che, quizá podríamos decir que el paso de los ’50 años es una fecha para revisitar de un modo más fuerte. En Argentina los 30 años fue una fecha emblemática para el rescate de la figura del Che, podríamos decir que los 40 años pasaron más sin pena ni gloria, qué te parece ahora que pasaron 50 años: ¿qué posibilidades ves de una apropiación crítica de la figura, y no solamente la estampita o la remera?

DS- Por un lado, me hacés acordar algo: nosotros cuando fue el aniversario de los 30 años organizamos acá las Cátedras libres del Che Guevara y fue un fenómeno muy interesante, pero también interesante en cómo se combinó con los encuentros de organizaciones sociales y todo este momento que fue para la coyuntura de Argentina muy preparatorio de lo del 2001. Es decir que ese enganche es interesante hacerlo hoy, hace 20 años la figura del Che y la reflexión crítica sobre los ‘70 y el Che tenía que ver mucho con la cultura de autoorganización del movimiento social y la juventud.

A los 50 años de la muerte del Che creo que nos encontramos con una situación mucho peor, por dos razones. La primera porque me parece que los gobiernos llamados progresistas volvieron a caer en la ilusión de que podía transformarse la sociedad humana sin transformarse la dimensión material, es decir, estamos yendo para atrás en términos revolucionarios cuando pensamos en la figura del Che. Si vos me dijeses una de las cosas con la que veo una vigencia actual y lo que hoy tendríamos que estar trabajando, es precisamente eso, un balance de los años de política progresista en términos de un reformismo, un ilusionismo por el cual se podría suponer que por el hecho de hacer una distribución económica o por el hecho de dar un discurso que es progresista, antiimperialista pero no es crítico, eso puede sustituir la transformación de las formas de producción de valor en la centralidad de los sujetos que cuestionan. Esto me parece lo primero.

Como segunda razón, que me parece por lejos lo más preocupante, es que los gobiernos actuales en Latinoamérica, pero sobre todo el gobierno estrella de Latinoamérica que es el de Macri, porque es igual de reaccionario que los demás pero consigue votos, consigue una especie de aura de ‘cosa nueva’, optimista, que puede remodelar la ciudad en términos neoliberales, está tomando de manera invertida el programa del hombre nuevo. Vamos a decirlo así: si con la figura del Che Guevara se puede pensar una modelización del humano fuera de la ley de valor, el macrismo actual tiene esbozos sobre todo en la figura de Alejandro Rozitchner, y otros optimistas de esta brecha neoliberal que tienen la pretensión de retomar la idea de una modelización humana interna a la ley de valor, completamente. Todos los elementos de novedad económica, moral e histórica que con el Che se plantean en términos de una salida al capitalismo, se los recupera a todos en términos de una inmersión final dentro del capitalismo.

El hecho de que ellos puedan apropiarse de discurso de la ‘nueva humanidad’, por no decir el hombre nuevo, de que la nueva humanidad y la modelización de la sociedad está a cargo de empresarios, CEOS, y los sectores más tradicionales de la clase política argentina me parece que nos tendría que preocupar mucho, pero también nos tendría que dejar ver el carácter contrarrevolucionario que tiene este gobierno, no solamente autoritario, no solamente más o menos democrático-dictatorial.

Sino contrarrevolucionario, actúa perfectamente invertido a los desafíos planteados en la revolución cubana, dispuesto como programas contrarrevolucionario a escala regional.

Para concluir, sólo quiero volver a plantear  que la idea del nuevo hombre del Che no es lo que el estalinismo o el liberalismo quisieron hacer después: una especie de modelización nazi, queremos que las personas sean así o así, como si fuera una especie de voluntarismo que va a rediseñar autoritariamente, caprichosamente la idea de un futuro malo. Sino que lo que plantea el Che es una pregunta: ¿cómo construimos en base a la complejidad de las instituciones y de las masas masas movilizadas un ideal más allá de la ley del valor?

Para mi esa es una pregunta que queda picando, que está irresuelta, y que a partir de la derrota de los últimos años es una pregunta que ha sido más desarrollada en el plano de las revoluciones moleculares, como decía Guattari, ha sido más desarrollada por movimientos sociales, por movimientos indígenas, por movimientos de mujeres, por movimientos de desocupados, por movimientos de jóvenes.

La pregunta que deberíamos hacernos es si este plano de experimentación molecular no tiene que en algún momento volver a preguntarse por este horizonte guevarista del más allá de la ley de valor

Fuente:

*LA LUNA CON GATILLO: Una crítica política de la cultura

Jueves de 19 a 20.30 horas en vivo por Radio Eterogenia (www.eterogenia.com.ar), la radio del Centro Cultural España Córdoba.

https://www.facebook.com/lunacongatillo/

https://twitter.com/GatilloLuna

Fanzine digital de actualización diaria:https://lepondregatilloalaluna.blogspot.com.ar.

**Desgrabación de Agustina Machiavello.

 

«Milagro Sala está secuestrada» // Elizabeth Gomez Alcorta

“Esto es un secuestro”, denunciaron los abogados de Milagro Sala sobre su traslado de Milagro Sala al penal de Alto Comedero y remarcaron que la orden dictada por el juez Pablo Pullen Llermanos es ilegal, como así también su decisión de diferir la notificación a los abogados de la dirigente social. A las 12.30 habrá una conferencia de prensa en la sede del CELS, donde la abogada Elizabeth Gómez Alcorta dará detalles de la situación en la que se encuentra la referente de la Túpac Amaru y diputada del Parlasur y anunciará los pasos que seguirá su defensa.

Esta mañana, con las primeras luces del día, fuerzas especiales irrumpieron en el inmueble en donde se encontraba detenida Milagro Sala. En el marco de un amplio despliegue, la trasladaron en forma violenta al penal de mujeres de Alto Comedero, en el que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) advirtió que corren riesgo su vida y su integridad física. Se la llevaron  esposada, descalza y en piyamas.

El traslado lo la dispuso el juez Pablo Pullen Llermanos, quien ordenó que se concretara sin notificar previamente a los abogados de Sala. En el punto V de su resolución justificó esa decisión con el argumento de que así evitó que Sala “perjudique el normal desarrollo y/o eficacia del procedimiento de traslado”.

La defensa de la dirigente social considera que “está secuestrada” porque “tras la resolución de la Cámara de Apelaciones que dispuso la revocatoria de la detención domiciliaria, Pullen Llermanos perdió jurisdicción sobre el expediente vinculado a la medida cautelar dispuesta por la CIDH”, expresaron los abogados de Sala.

El punto es que ayer la Cámara de Apelaciones de Jujuy había concedido a la defensa de la diputada del Parlasur el recurso a través del cual recurrió la decisión de los jueces Néstor Hugo Paoloni, Gloria María Mercedes Portal de Albisetti y Emilio Carlos Cattan de revocar la prisión domciliaria y por ende Pullen Llermanos no podía disponer el traslado de Sala al penal de Alto Comedero. “Lo que han hecho es un secuestro, la orden es de una ilegalidad absoluta y nos recuerda a lo sucedido en las peores épocas de nuestra historia”, precisó la abogada Elizabeth Gómez Alcorta.

Los abogados de Sala advirtieron, además, sobre la ilegalidad de Pullen de diferir la notificación del traslado porque violó así el legítimo derecho a la defensa. También señalaron que tampoco pudieron acceder a la fundamentación, puesto que no hay personal en el juzgado en pleno fin de semana largo.  Desde la Túpac Amaru no dejaron de señalar el hecho de que el traslado se haya concretado a una semana de las elecciones.

Fuente: Página 12

Esposada, descalza y en piyama // Horacio Verbitsky

El gobierno del contador Gerardo Morales trasladó en forma violenta a la dirigente social Milagro Sala al penal de Alto Comedero. Su esposo, Raúl Noro, denunció que se la llevaron esposada, descalza y en piyama, una más de la larga serie de humillaciones y menoscabos con las que el gobierno de la Alianza Cambiemos procura la destrucción física y moral de la líder que construyó la organización social más importante y original del país. Consultado para esta nota el coordinador de la Túpac Amaru y del Frente Milagro Sala por el Trabajo y la Dignidad, Coco Garfagnini, consideró que se trata de una provocación a una semana de las elecciones y exhortó a no entrar en ese juego con respuestas espontáneas a la indignación que esto suscita. A las 12.30 en la sede del CELS, Piedras 547, se realizará una conferencia de prensa en la que la defensora de Milagro, Elizabeth Gómez Alcorta, informará sobre lo ocurrido y los pasos a seguir.

Con las primeras luces de la mañana un operativo policial con despliegue de grupos especiales se presentó en el domicilio del barrio La Ciénaga donde Milagro Sala cumplía su prisión preventiva, sin notificación previa ni conocimiento de sus abogados defensores. La orden de Morales fue ejecutada por el juez provincial Pablo Pullen Llermanos. En su punto IV dispuso no comunicar lo resuelto a los defensores de Milagro Sala para asegurar el cumplimiento de la orden, lo que equivale a confesar por escrito una violación al derecho de defensa

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos había concedido la medida cautelar solicitada por Amnistía, el CELS y ANDHES y ordenado que Milagro quedara en libertad o bajo prisión domiciliaria. Luego de una minuciosa investigación que incluyó entrevistas con Morales y una visita a Milagro en su lugar de detención, la CIDH concluyó que había grave riesgo para su vida e integridad, de permanecer en el penal. A regañadientes Morales aceptó el traslado a esa vivienda, pero con condiciones restrictivas como el estacionamiento de un destacamento de Gendarmería en la puerta, cámaras de seguridad activas las 24 horas, un régimen de visitas estricto en horarios y limitado en número. Esto contraría la ley de ejecución penal, que prohíbe en forma taxativa que las personas en prisión domiciliaria sean controladas por fuerzas de seguridad. Ni uno del centenar y medio de detenidos en prisión domiciliaria por crímenes de lesa humanidad son controlados por fuerzas de seguridad. Pullen Llermanos también incluyó la obligación de asomarse tres veces por día al balcón y saludar a los gendarmes. Sala resignificó esa condición humillante, con el saludo: «Buen día, gendarmes. ¿Dónde está Santiago Maldonado?» Esto enfureció a Morales, quien ordenó devolverla al penal. La orden fue protocolizada por la Cámara de Apelaciones y Control de Jujuy, en una resolución que confunde a la Comisión con la Corte Interamericana de Derechos Humanos, no distingue entre una petición y una medida cautelar, cita en forma errónea jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación y desconoce la primacía del bloque de constitucionalidad que integran las Convenciones Internacionales de Derechos Humanos sobre las decisiones de los tribunales provinciales. La decisión fue apelada por la defensa de Milagro Sala ante la Cámara Nacional de Casación Penal, lo cual tiene efecto suspensivo. La Cámara de Apelaciones y Control aceptó el recurso y lo elevó a la Cámara de Casación, por lo que la nueva orden de traslado firmada por Pullen Llermanos no tiene fundamento jurídico, ya que perdió jurisdicción en la causa, que ahora está radicada en la Cámara Nacional de Casación Penal. A las 8 de hoy Pullen Llermanos llegó al penal para notificar a Milagro de la resolución que firmó revocando la prisión domiciliaria, mientras la dirigente social aguardaba la llegada de los médicos para la revisación previa al trámite formal de ingreso. Los fundamentos que la policía dejó en la casa de la cual fue extraída en forma violenta Milagro, dicen que Pullen Llermanos revocó su propia decisión de trasladarla a esa casa porque Milagro se negó a realizarse estudios en el Hospital Soria de Jujuy. Sin asomo de ironía el juez dice que así vela por su vida, que según la CIDH está en riesgo en la cárcel a la que fue devuelta. El CELS notificó la novedad a la Comisión Interamericana y al Grupo de Trabajo de Naciones Unidas sobre Detención Arbitraria, que también ordenó su libertad. La solución de fondo la tiene la Corte Suprema de Justicia, que desde abril demora un pronunciamiento sobre la prisión preventiva en dos causas: una por sus fueros como parlamentaria del Parlasur, otra porque no existe riesgo de fuga ni de entorpecimiento de la investigación. La Corte es el único tribunal del país que no tiene plazos para resolver en una causa con personas detenidas. Cuando la CIDH dictó la medida cautelar, un juez de la Corte Suprema me dijo que tenían una resolución preparada disponiendo la libertad de Milagro, pero que ante el pronunciamiento interamericano no la firmarían. Esta cobardía del tribunal supremo permite los atropellos a la legalidad del señorío jujeño de Morales y sus jueces.

Fuente: Página 12.

15 de octubre: la pelea por el tiempo // Marco Teruggi

El tiempo ha vuelto a estirarse como pantano. El cotidiano son los precios que suben, los sueldos más flacos, los antibióticos que no aparecen, los billetes que escasean, la liturgia de campaña demasiado idéntica a sí misma. Los días ya no están comprimidos, a punto de estallarnos en la cara.

La guerra ha retomado su ritmo de desgaste silencioso y omnipresente que nos envuelve. Se mostró desnuda en su asalto al poder entre abril y julio. Ahí estaban las tendencias en Twitter que marcaban focos armados, los municipios asediados durante días, los toques de queda. Era clara, y sus dirigentes, dentro de sus mentiras, también. Ya no lo es, y sin embargo es la misma, con cambio de ritmo, parada sobre lo más seguro ‒la economía y el imperio‒ mientras las tropas locales, en crisis, reorganizan su fuerza.

Debemos seguirle el rastro. Su táctica está en la alternancia de las formas, en la frontalidad seguida de la cobardía del que esconde la mano, en la negación de sí misma, hacernos creer que se fue. Nunca se va. Y este domingo tendrá una nueva batalla que reacomodará una parte del tablero: las elecciones a gobernadores.

***

Un voto de guerra, para retener poder político. Esa es una de las características del 15 de octubre. “Toda revolución es una forma de conquistar tiempo”, analiza Álvaro García Linera. Y en estos últimos años hemos visto cómo el tiempo, electoral/político/armado, ha sido foco de la batalla. La pregunta es: ¿ganar tiempo para qué? Para cuatro cosas:

1.- Impedir el avance de trincheras de la contrarrevolución

Podemos pensarlo en términos de posiciones. Cada gobernación sería un espacio que, en caso de ser ocupado por la derecha, se convertiría en un nuevo territorio desde donde intentarían avanzar. Funcionarían como las alcaldías y gobernaciones que entre abril y julio estaban bajo su dirección. Desde allí hubo apoyo logístico por debajo de la mesa y explícito a los grupos de choque, retiro de las fuerzas de seguridad locales, liberación del territorio para la escalada incendiaria.

Cada espacio institucional que consigan podría convertirse en esa plataforma. Seguramente de otra manera: las fases de violencia callejera no son iguales unas a otras, parten de líneas similares, luego aumentan en sus formas y métodos. Así lo muestran las comparaciones entre las jornadas de abril de 2013, febrero/abril 2014, abril/julio 2017. Y quienes dirigen los hilos, es decir Estados Unidos, saben que la sorpresa es un factor clave.

2.- Esperar que mejoren las condiciones internacionales

El conflicto venezolano es parte de la disputa geopolítica. Por un lado, Estados Unidos y sus alianzas subordinadas construyen escenarios diplomáticos, comunicacionales, militares y económicos, por el otro el chavismo juega sus cartas: relaciones con China, Rusia, países emergentes, petroleros, intentos de evitar la asfixia impuesta a través de la fuerza del dólar. En Venezuela se condensa una de las batallas del mundo.

El mapa de alianzas actual está ligado también a la peor correlación continental de los últimos años. No será eterno, el año que viene habrá elecciones en México, Colombia y Brasil, países que pueden reequilibrar la correlación. Pero es más que eso, la cuestión de las relaciones internacionales remite a la vieja pregunta: ¿puede desarrollarse una revolución en un solo país? “El tiempo se convierte en el núcleo del hecho revolucionario: tiempo para esperar que otros hagan lo mismo”, dice Linera.

3.- Estabilizar la economía

El tiempo se obtiene, entre otras cosas, con estabilidad económica. Es justamente ahí donde el pantano-retroceso se siente con fuerza. Son al menos tres años en este cuadro, con una agudización de los problemas: precios, dólar ilegal, medicinas, billetes, repuestos, higiene. Es también en ese punto donde se dificulta prever una mejora. Por la fuerza del ataque/bloqueo exterior y de los grandes empresarios, los precios internacionales del petróleo, por la corrupción que atacó áreas estratégicas, por las señales contradictorias de hacia dónde ir para resistir y avanzar, el poco impacto de las medidas tomadas en la cotidianidad.

La economía no solamente golpea los bolsillos populares sino también las subjetividades. Podemos preguntarnos qué efectos causa en las consciencias, los sentidos comunes, una economía que amplía sus áreas de microcorrupción, ganancias extraordinarias ilegales, reventas en el mercado negro de medicamentos, billetes, comida, negocios a costa de las demandas cada vez más urgentes de los sectores populares. La derecha ha ganado posiciones en esa batalla cultural. Nuevamente, con análisis de Linera: “Nunca hay un triunfo político sin un previo triunfo cultural”. La derecha también puede ser gramsciana.

4.- Avanzar en el desarrollo de la sociedad por-venir

La revolución no es una fecha, un acto, sino un proceso. Tiene días fundantes, momentos de reflujos, avances y expansiones democráticas, aprendizajes colectivos, delegación en los gobernantes o acción directa por parte de las clases populares. La revolución tampoco es el Estado, sino, centralmente, la ampliación de la comunidad y su construcción de poder. Resulta difícil evaluar en qué situación se está en ese punto, ¿qué indicadores para medir qué exactamente? Una cosa es clara: es dentro de la revolución donde pueden desarrollarse las formas de la sociedad socialista, con centralidad comunal.

Ese desarrollo tiene que ver en parte con la voluntad ‒o no‒ de la dirección y del andamiaje institucional, así como de la fuerza que impriman los diferentes vectores políticos/sociales organizados. El Estado proporciona condiciones para crear comunidad/organización, o, al contrario, burocracia ‒política e institucional‒ para operar como freno de mano del mismo proyecto que conforma. El cuadro bajo gobierno de derecha no sería debatir las tensiones internas, las contradicciones creadoras o destructoras, sino cómo resistir a la revancha que se descargaría ‒los cuerpos incendiados entre abril y julio fueron una antesala de eso.

***

Ganar gobernaciones no significará un cambio de vínculo entre gobernadores y tramas comunales ‒por lo general no son buenas‒ tampoco se traducirá en una mejora de las condiciones materiales, un alivio de los puntos de asfixia, ni creará nuevas condiciones significativas en el plano internacional. Permitirá mantener poder político, continuar con la construcción del proceso, el desarrollo de las tensiones internas, ganar tiempo en el marco de una revolución que resiste al aislamiento continental y a las agresiones norteamericanas.

Resulta extraño que, en una guerra, bajo asedio, se piense en regalar posiciones como forma de castigo a los generales. Esa idea encierra otra de trasfondo, errónea y peligrosa: si la derecha gana se creará un cuadro que depurará las contradicciones del chavismo y permitirá un retorno liderado por los sectores no burocráticos. El problema es que la política y la historia no son un juego de ajedrez, las condiciones que permitieron gestar este proceso no se repetirán, y el enemigo, en caso de hacerse con el poder político, no perdonará.

COYUNTURA POLÍTICA CON ALEJANDRO HOROWICZ // Clinämen

Conversación con Alejandro Horowicz, profesor de la Facultad de Ciencias Sociales, reconocido intelectual y ensayista, en relación a la coyuntura política argentina.

“El centro de la política argentina es Mauricio Macri. Si uno mira el gobierno nacional, más allá de lo que uno piense del gobierno nacional, no se le puede escapar que el gobierno a sus términos y en su anticipado planteo, hace exactamente lo que se esperaba que hiciera: no hace nada distinto de lo esperado”.

El triste verano de los héroes solitarios // Franco Berardi, Bifo

Este libro, del año 2007, contiene escritos con argumentos diversos que, sin embargo, convergen en un punto: la mutación que atraviesa la mente colectiva en el presente, que es al mismo tiempo la época de la conexión global y la época de la precariedad social y psíquica. Diez años después me parece que la tendencia que este libro describía se muestra a plena luz del sol.

Durante el verano de 2016 todo el mundo se ha dado cuenta de que la psicopatía se ha vuelto un fenómeno de relevancia política decisiva. No solo el ascenso de un racista blanco llamado Donald Trump ha obligado a la opinión pública a enfrentarse con el hecho de que la agresividad psicótica, encontrándose con la depresión de masas de los blancos americanos empobrecidos, apunta a subvertir el sistema de poder de la primera potencia mundial. Sino que, al mismo tiempo, se ha verificado una serie de explosiones de locura suicida, a veces disfrazada de radicalismo islamista, otras veces carente de toda mediación ideológica o religiosa.

Se intensifican los episodios de suicidio asesino: un individuo (generalmente un varón joven) mata a cuanta persona tiene a mano antes de ser asesinado por un guardia de seguridad, por un soldado o por un policía.

Se trata de terrorismo, dicen los diarios que día a día documentan los episodios de la guerra civil global. Islamistas alaban a un dios vengativo, el ejército narcotraficante agrede, masacra y secuestra a campesinos mexicanos, y en los Estados Unidos de América un inmenso ejército de lunáticos equipados con armas mortales de venta libre se encuentra en estado de movilización permanente: policías asesinan a jóvenes afroamericanos y, a veces, pero raramente, algún afroamericano veterano de la guerra de Afganistán dispara contra policías preferentemente blancos. Cuando el 8 de julio llegaron las primeras noticias sobre el tiroteo en Dallas en el que Micah Johnson mató a cinco policías blancos, parecía que se trataba de la acción de un grupo organizado de militantes negros. Pensé, con cierta inconfesable sensación de solidaridad, que se trataba de un fenómeno emergente de organización armada de los negros hartos ​​de ser objeto del tiro al blanco de la policía, pensé que era una vuelta al espíritu de las Panteras Negras. Estaba equivocado. No había ninguna organización, ningún agrupamiento armado. No había ningún grupo, sino un joven solo y sufriente de traumas que la guerra le ha procurado a miles de personas como él, especialmente afroamericanos. Micah Jones estaba solo, como tanto otros jóvenes negros que, en los días siguientes, en varias ciudades de Estados Unidos, salieron de sus casas decididos a matar sabiendo con certeza que habrían sido muertos.

¿Cuáles son las causas o, más bien, las motivaciones de estos actos de terrorismo solitario?

Unos días antes de la acción de Micah Jones, a fines de junio de 2016, un muchacho palestino de 17 años, Muhammad Nasser Tarayrah, se introduce durante la noche en una casa de Kiryat Arba y mata a puñaladas a una niña judía de 13 años que estaba durmiendo en su cama. Pocos minutos después un soldado israelí mata al joven asesino. No hay nada particularmente sorprendente: Kiryat Arba es un asentamiento de colonos israelíes que el derecho internacional considera ilegal, la agresión israelí viene siendo ininterrumpida durante las últimas décadas, por lo que es bastante comprensible que los palestinos ataquen con recurrencia a los colonos que han ocupado sus casas y destruido sus vidas.

Pero la acción del adolescente Tarayrah tiene un carácter especial por la edad del asesino y la edad de la víctima, y ​​porque se inscribe en una sucesión impresionante de acciones que podríamos definir como terroristas solo si extendemos enormemente el sentido de esta expresión.

Palestinos de todas las edades repiten un gesto que parece inexplicable según toda lógica militar o política: salir de sus casas miserables con un cuchillo de cocina y abalanzarse sobre el primer ciudadano israelí que aparezca, tratando –generalmente sin éxito– de matarlo. Estos guerrilleros armados con cuchillos obtienen casi siempre el resultado inverso: ser asesinados por soldados israelíes, que están armados hasta los dientes. ¿Se trata de una insurrección, como sugiere el nombre «Intifada de los cuchillos” que los periódicos le han dado a esta explosión sin sentido militar y político? La insurreción es un acto colectivo, un proceso fundado sobre una construcción cotidiana de largo plazo y, por lo general, tiene como objetivo derrocar un régimen. En el caso de la Intifada de los cuchillos se trata de acciones individuales, solitarias, y es por demás evidente que los medios no son los adecuados para alcanzar el fin. ¿Cómo explicar, entonces, estos actos?

Por mi parte, parece clarísimo que los jóvenes palestinos, extenuados por la miseria,  por la humillación, por la violencia sistemática del Estado fascista y racista de Israel, se están suicidando, están cometiendo lo que en inglés se llama suicide by cop.

El jovencísimo Tarayrah, por su parte, había explicado su gesto del modo más claro posible, cuando escribió en su perfil de Facebook las siguientes palabras: “Death is a right, and I demand this right”.

«La muerte es un derecho, y yo exijo ese derecho”.

¿Son necesarias palabras más claras para darnos la posiblidad de comprender de qué materia está hecho el llamado terrorismo que esta lacerando el tejido de la sociedad contemporánea? Esa materia es el sufrimiento de una parte creciente de la humanidad contemporánea, sobre todo de los jovenes, no solamente árabes o islámicos. El suicidio como línea de fuga del infierno de la humillación colonialista, del infierno de la miseria metropolitana, del infierno de la precariedad.

Según la Organización Mundial de la Salud, en los últimos cuarenta años la tasa de suicidios aumentó en el mundo un 60% (repito por si no se entendió: sesenta por ciento). ¿Qué sucedió en los últimos cuarenta años que pueda explicar un incremento tan dramático del suicidio? ¿Qué cambió en el ambiente en el que los jóvenes se forman?

Dos respuestas me vienen a la mente.

La primera se puede formular en estos términos: hace cuarenta años se viene desarrollando un experimento social que ha cambiado de un modo muy veloz las relaciones entre los seres humanos, disgregando profundamente la comunidad social y poniendo a los individuos en una condición de aislamiento, de precariedad y competencia constante. Este experimento tiene un nombre cautivante: neoliberalismo. La persona que lo impuso por primera vez ganó las elecciones generales británicas diciendo que “la sociedad no existe, solo existen individuos, familias, empresas que compiten entre sí”. El thatcherismo se convirtió, entonces, en un dogma indiscutible para todos aquellos que quieren disputar el poder político.

La segunda respuesta que me viene a la cabeza remite a la mutación técnica y comunicativa: en las últimas décadas, la comunicación interhumana ha sido progresivamente transformada por la propagación de máquinas conectivas, cuya función esencial es permitir el intercambio de información a distancia, y con ello hacer posible el desarrollo de operaciones productivas y comunicativas complejas sin necesidad de que los cuerpos se encuentren en el espacio.

Esta innovación ha erosionado, con el tiempo, la capacidad de los seres humanos de sentir afectivamente la presencia del otro, inoculando primero en la mente de cada persona la convicción de que solo tiene valor la vida de los ganadores, y sometiendo luego a cada individuo a un estrés competitivo constante.

Sólo algunos vencen, mientras que por supuesto la gran mayoría de los participantes del juego vive en condiciones de frustración, de humillación y de miseria creciente.

No es sorprendente, entonces, que los sujetos socialmente más débiles se encuentren cada vez más dispuestos a desear la muerte. El suicidio aparece como una liberación y al mismo tiempo como una venganza, una agresión mortífera contra los responsables de un dolor cuyas causas son difíciles de precisar.

En los últimos tiempo he leído a Jonathan Franzen, un escritor que consigue narrar desde el interior de la crisis depresiva de nuestro tiempo. Franzen tiene una sensibilidad profundamente norteamericana, blanca y masculina, pero su grandeza reside en que nos muestra desde adentro su colapso psíquico, que puede conducir hacia direcciones muy peligrosas, como el resurgimiento del racismo blanco a escala global.

Franzen nos introduce en el universo de la soledad contemporánea, que poco tiene que ver con la pasada soledad romántica. Nada que ver con el gorrión leopardiano que pasa las horas cantando en el campo hasta que muere el día. Nada que ver con la soledad exaltada de Hölderlin.

Nada que ver con el aburrimiento, sentimiento de otros tiempos, de otros románticos tiempos. La soledad contemporánea es una soledad ansiógena y abarrotada, donde el aburrimiento es algo desconocido, imposible, casi inimaginable.

Es la soledad de millones de trabajadores cognitivos que cooperan ininterrumpidamente en el flujo global, pero que no se conocen porque no existe ya necesidad de co-presencia física para colaborar en operaciones abstractas.

Compiten por el mismo salario precario, pero no pueden hablar entre ellos.

La destrucción de la solidaridad entre trabajadores es la característica esencial de la transformación social producida por las tecnologías conectivas en su complementariedad con la ideología liberal. La derrota política decisiva de los trabajadores está aquí, en la soledad resentida, ansiosa, nerviosa, dolorosa, triste. La tristeza infinita de Franzen es la tonalidad psíquica del trabajador precario cognitivo en su soledad conectada.

De esta tonalidad psíquica hablaba el libro que hoy reeditamos, anticipando algunas tendencias que hoy se presentan desplegadas.

Una tarea decisiva de nuestra actividad política y cultural en los próximos años deberá ser la recomposición de la corporeidad del intelecto general conectado.

Una acción que deberá estar al mismo tiempo volcada a la recomposición social y a la cura, a la reactivación de la empatía y de la energía erótica que el semiocapital precarizante y virtualizado ha disecado.

Introducción a la nueva edición de

Generación post-alfa

El triste verano de los héroes solitarios

Este libro, del año 2007, contiene escritos con argumentos diversos que, sin embargo, convergen en un punto: la mutación que atraviesa la mente colectiva en el presente, que es al mismo tiempo la época de la conexión global y la época de la precariedad social y psíquica. Diez años después me parece que la tendencia que este libro describía se muestra a plena luz del sol.

Durante el verano de 2016 todo el mundo se ha dado cuenta de que la psicopatía se ha vuelto un fenómeno de relevancia política decisiva. No solo el ascenso de un racista blanco llamado Donald Trump ha obligado a la opinión pública a enfrentarse con el hecho de que la agresividad psicótica, encontrándose con la depresión de masas de los blancos americanos empobrecidos, apunta a subvertir el sistema de poder de la primera potencia mundial. Sino que, al mismo tiempo, se ha verificado una serie de explosiones de locura suicida, a veces disfrazada de radicalismo islamista, otras veces carente de toda mediación ideológica o religiosa.

Se intensifican los episodios de suicidio asesino: un individuo (generalmente un varón joven) mata a cuanta persona tiene a mano antes de ser asesinado por un guardia de seguridad, por un soldado o por un policía.

Se trata de terrorismo, dicen los diarios que día a día documentan los episodios de la guerra civil global. Islamistas alaban a un dios vengativo, el ejército narcotraficante agrede, masacra y secuestra a campesinos mexicanos, y en los Estados Unidos de América un inmenso ejército de lunáticos equipados con armas mortales de venta libre se encuentra en estado de movilización permanente: policías asesinan a jóvenes afroamericanos y, a veces, pero raramente, algún afroamericano veterano de la guerra de Afganistán dispara contra policías preferentemente blancos. Cuando el 8 de julio llegaron las primeras noticias sobre el tiroteo en Dallas en el que Micah Johnson mató a cinco policías blancos, parecía que se trataba de la acción de un grupo organizado de militantes negros. Pensé, con cierta inconfesable sensación de solidaridad, que se trataba de un fenómeno emergente de organización armada de los negros hartos ​​de ser objeto del tiro al blanco de la policía, pensé que era una vuelta al espíritu de las Panteras Negras. Estaba equivocado. No había ninguna organización, ningún agrupamiento armado. No había ningún grupo, sino un joven solo y sufriente de traumas que la guerra le ha procurado a miles de personas como él, especialmente afroamericanos. Micah Jones estaba solo, como tanto otros jóvenes negros que, en los días siguientes, en varias ciudades de Estados Unidos, salieron de sus casas decididos a matar sabiendo con certeza que habrían sido muertos.

¿Cuáles son las causas o, más bien, las motivaciones de estos actos de terrorismo solitario?

Unos días antes de la acción de Micah Jones, a fines de junio de 2016, un muchacho palestino de 17 años, Muhammad Nasser Tarayrah, se introduce durante la noche en una casa de Kiryat Arba y mata a puñaladas a una niña judía de 13 años que estaba durmiendo en su cama. Pocos minutos después un soldado israelí mata al joven asesino. No hay nada particularmente sorprendente: Kiryat Arba es un asentamiento de colonos israelíes que el derecho internacional considera ilegal, la agresión israelí viene siendo ininterrumpida durante las últimas décadas, por lo que es bastante comprensible que los palestinos ataquen con recurrencia a los colonos que han ocupado sus casas y destruido sus vidas.

Pero la acción del adolescente Tarayrah tiene un carácter especial por la edad del asesino y la edad de la víctima, y ​​porque se inscribe en una sucesión impresionante de acciones que podríamos definir como terroristas solo si extendemos enormemente el sentido de esta expresión.

Palestinos de todas las edades repiten un gesto que parece inexplicable según toda lógica militar o política: salir de sus casas miserables con un cuchillo de cocina y abalanzarse sobre el primer ciudadano israelí que aparezca, tratando –generalmente sin éxito– de matarlo. Estos guerrilleros armados con cuchillos obtienen casi siempre el resultado inverso: ser asesinados por soldados israelíes, que están armados hasta los dientes. ¿Se trata de una insurrección, como sugiere el nombre «Intifada de los cuchillos” que los periódicos le han dado a esta explosión sin sentido militar y político? La insurreción es un acto colectivo, un proceso fundado sobre una construcción cotidiana de largo plazo y, por lo general, tiene como objetivo derrocar un régimen. En el caso de la Intifada de los cuchillos se trata de acciones individuales, solitarias, y es por demás evidente que los medios no son los adecuados para alcanzar el fin. ¿Cómo explicar, entonces, estos actos?

Por mi parte, parece clarísimo que los jóvenes palestinos, extenuados por la miseria,  por la humillación, por la violencia sistemática del Estado fascista y racista de Israel, se están suicidando, están cometiendo lo que en inglés se llama suicide by cop.

El jovencísimo Tarayrah, por su parte, había explicado su gesto del modo más claro posible, cuando escribió en su perfil de Facebook las siguientes palabras: “Death is a right, and I demand this right”.

«La muerte es un derecho, y yo exijo ese derecho”.

¿Son necesarias palabras más claras para darnos la posiblidad de comprender de qué materia está hecho el llamado terrorismo que esta lacerando el tejido de la sociedad contemporánea? Esa materia es el sufrimiento de una parte creciente de la humanidad contemporánea, sobre todo de los jovenes, no solamente árabes o islámicos. El suicidio como línea de fuga del infierno de la humillación colonialista, del infierno de la miseria metropolitana, del infierno de la precariedad.

Según la Organización Mundial de la Salud, en los últimos cuarenta años la tasa de suicidios aumentó en el mundo un 60% (repito por si no se entendió: sesenta por ciento). ¿Qué sucedió en los últimos cuarenta años que pueda explicar un incremento tan dramático del suicidio? ¿Qué cambió en el ambiente en el que los jóvenes se forman?

Dos respuestas me vienen a la mente.

La primera se puede formular en estos términos: hace cuarenta años se viene desarrollando un experimento social que ha cambiado de un modo muy veloz las relaciones entre los seres humanos, disgregando profundamente la comunidad social y poniendo a los individuos en una condición de aislamiento, de precariedad y competencia constante. Este experimento tiene un nombre cautivante: neoliberalismo. La persona que lo impuso por primera vez ganó las elecciones generales británicas diciendo que “la sociedad no existe, solo existen individuos, familias, empresas que compiten entre sí”. El thatcherismo se convirtió, entonces, en un dogma indiscutible para todos aquellos que quieren disputar el poder político.

La segunda respuesta que me viene a la cabeza remite a la mutación técnica y comunicativa: en las últimas décadas, la comunicación interhumana ha sido progresivamente transformada por la propagación de máquinas conectivas, cuya función esencial es permitir el intercambio de información a distancia, y con ello hacer posible el desarrollo de operaciones productivas y comunicativas complejas sin necesidad de que los cuerpos se encuentren en el espacio.

Esta innovación ha erosionado, con el tiempo, la capacidad de los seres humanos de sentir afectivamente la presencia del otro, inoculando primero en la mente de cada persona la convicción de que solo tiene valor la vida de los ganadores, y sometiendo luego a cada individuo a un estrés competitivo constante.

Sólo algunos vencen, mientras que por supuesto la gran mayoría de los participantes del juego vive en condiciones de frustración, de humillación y de miseria creciente.

No es sorprendente, entonces, que los sujetos socialmente más débiles se encuentren cada vez más dispuestos a desear la muerte. El suicidio aparece como una liberación y al mismo tiempo como una venganza, una agresión mortífera contra los responsables de un dolor cuyas causas son difíciles de precisar.

En los últimos tiempo he leído a Jonathan Franzen, un escritor que consigue narrar desde el interior de la crisis depresiva de nuestro tiempo. Franzen tiene una sensibilidad profundamente norteamericana, blanca y masculina, pero su grandeza reside en que nos muestra desde adentro su colapso psíquico, que puede conducir hacia direcciones muy peligrosas, como el resurgimiento del racismo blanco a escala global.

Franzen nos introduce en el universo de la soledad contemporánea, que poco tiene que ver con la pasada soledad romántica. Nada que ver con el gorrión leopardiano que pasa las horas cantando en el campo hasta que muere el día. Nada que ver con la soledad exaltada de Hölderlin.

Nada que ver con el aburrimiento, sentimiento de otros tiempos, de otros románticos tiempos. La soledad contemporánea es una soledad ansiógena y abarrotada, donde el aburrimiento es algo desconocido, imposible, casi inimaginable.

Es la soledad de millones de trabajadores cognitivos que cooperan ininterrumpidamente en el flujo global, pero que no se conocen porque no existe ya necesidad de co-presencia física para colaborar en operaciones abstractas.

Compiten por el mismo salario precario, pero no pueden hablar entre ellos.

La destrucción de la solidaridad entre trabajadores es la característica esencial de la transformación social producida por las tecnologías conectivas en su complementariedad con la ideología liberal. La derrota política decisiva de los trabajadores está aquí, en la soledad resentida, ansiosa, nerviosa, dolorosa, triste. La tristeza infinita de Franzen es la tonalidad psíquica del trabajador precario cognitivo en su soledad conectada.

De esta tonalidad psíquica hablaba el libro que hoy reeditamos, anticipando algunas tendencias que hoy se presentan desplegadas.

Una tarea decisiva de nuestra actividad política y cultural en los próximos años deberá ser la recomposición de la corporeidad del intelecto general conectado.

Una acción que deberá estar al mismo tiempo volcada a la recomposición social y a la cura, a la reactivación de la empatía y de la energía erótica que el semiocapital precarizante y virtualizado ha disecado.

(Introducción a la nueva edición de Generación post-alfa, Agosto de 2016)

Apuntes sobre el Che // John William Cooke

Elegimos recobrar un texto poco leído y apenas mencionado: los apuntes “dolorosamente  garrapeados” que sobre el Che Guevara esbozara John William Cooke.

El vinculo entre ambos era estrecho: la política y la revolución delinearon el proyecto común que enlazo sus vidas. Apenas un año fue el tiempo que separo ambas muertes, de octubre de 1967 a septiembre de 1968. Como homenaje al aniversario de la muerte de quien fuera el delegado político de Perón durante los primeros años de la resistencia e ideólogo del peronismo revolucionario, la revista Nuevo Hombre, donde participara activamente su compañera, Alicia Eguren, publico este texto a lo largo de tres números sucesivos. En otro octubre, el de 1973, la revista Compromiso publico estos borradores, únicamente acompañados con un poema de Eguren titulado “Seis años sin el Che”.

En este octubre, reproducimos este escrito sin variaciones respecto a las ediciones anteriores, incluida la Nota que aparece incorporada a los Apuntes y que no pertenece a Cooke- presumiblemente escrita por su compañera. Es notable la importancia de este” texto encontrado” , que permite reconstruir, al mismo tiempo, un momento histórico, un cierto estado a las reflexiones de Cooke y los encuentro entre el peronismo, el marxismo, y la experiencia cubana.

[1] Tanto la introducción como el texto de John William Cooke fueron recuperados de la revista “La escena contemporánea” Nro 3, octubre de 1999

Apuntes sobre el Che, John William Cooke

          Plan

                                                   Revolucionarios

                                                   Otros

  1. I) Reacción ante muerte: Malos entendidos

¿Ejemplo admirable abstracto?

  1. II) Desdibujado homenaje:Unido a una praxis

III) Homenaje=praxis. Vanguardias: No Che = reflujo temporario

  1. IV) ¿Che = guerrilla?

V)Che: acercamiento pueblo argentino

  1. VI) Santo

Héroe

VII) ¿Valía la pena?

Apostolo la vida

VIII) Cadáver

  1. IX)Arquetipo abstracto
  2. X) ¿Flirteo con la muerte?

– Psicoanalis

– Romántico

– Poeta maldito

– Amor. Compasión

  1. XI) HISTORIA

Junto futuro y presente

Palabras y acción

La Revolución no debe mentarse en vano

Arquetipo moral.

Guerrilla.

FINAL          CHE                  Santo

Héroe

Tanatos

Romántico. Poeta maldito.

I-II

Buscando su destino americano el Che Guevara se encontró, en un recóndito paraje agreste con la muerte de metralla que desde hacia mucho tiempo formaba parte de su cotidiana contingencia guerrillera. Aunque las difíciles circunstancias en que se venia desenvolviendo el grupo de patriotas a su mando multiplicaba el coeficiente de esa probabilidad, el hecho nos produjo la impresión de absurdo y gratuidad con que se reciben las muertes prematuras y cercanas.

De pronto sentimos que se había devaluado el poder significativo de las palabras, que solo pobre desteñidamente lograban aludir a las dimensiones del holocausto, al grado de nuestra desolación. En ese atroz vació de octubre, nuestra rabia clamaba contra la injusticia de que el Comandante hubiese caído “cuando aun no era el tiempo de morir” . Sin embargo, a través del mundo de las voces revolucionarias coincidían en afirmar una sola verdad esencial, que rescataba el sentido de luto colectivo: más vivido y apremiante que nunca, vibraba en las conciencias la convocatoria del Che para los compromisos totales de la lucha liberadora. Lo expresaba el grito de guerra que simultáneamente afirmaba en todos los idiomas: “El Che vive”. De entonces a ahora, los insurgentes del tercer mundo, los activistas del “poder negro”, los obreros rebeldes y los estudiantes europeos, demuestran que el desdeñoso desafiante de la muerte sigue triunfando sobre ella como calida presencia que inspira a los que se alzan contra las estructuras de la opresión.

La memoria del Che no admite otro tributo que los de esa voluntad de militancia que guía a los núcleos que en nuestro país buscan como mejor pueden, formas y métodos para iniciar el proceso de enfrentamiento violento con las fuerzas de la dependencia y de la explotación. Es en relación con esas actividades que nos parece oportuno referirse a ciertos factores que integran el cuadro nacional de situación como consecuencia directa del episodio de Bolivia.

(Interpolación) Es la marcha combativa de los núcleos combativos que en nuestro país buscan más que variantes. De núcleos combativos que en nuestro país están identificados con esa…

En primer termino las perspectivas que se abren por las repercusiones emocionales que produjo en el pueblo esa tragedia de coraje y de soledad; y que aun en medios burgueses despertó una admiración testimoniada explícitamente o mediante actitudes de respetuosa circunspección.

Esa loable amplitud de los homenajes, conspira por otra parte, contra la compresión de las autenticas proyecciones y significado de lo ocurrido, y se presta a que el periodismo encubra sus tergiversaciones tras el fácil reconocimiento de algunos méritos personales al enemigo ya aniquilado. Propósito que cumplen también ciertas lagrimas de cocodrilo

“izquierdistas”, buscando saldos póstumos del héroe a quien en vida combatieron con perfidia, y depaso propaganda equívocos y malentendidos sobre sus acciones e ideas. No interesa refutarlos indignamente sino señalar sus principales tácticas y variantes en cuanto tienden a malograr las tareas de esclarecimiento que pueden contribuir decisivamente a que surja una política revolucionaria que sea síntesis eficaz de las experiencias dispersas.

(Interpolacion) Che: lo que representa, lo que ejemplifica: la construcción del hombre nuevo sobre las ruinas del viejo orden y sus alineaciones ya ha comenzado y el tiempo ya esta maduro para la lucha y el sacrificio con que se inician las batallas definitivas. No hay epopeyas gloriosas pero lejanas sino estas, las de hoy mismo…

La figura del Comandante guerrillero no permite sectarismos que la identifiquen con alguna parcialidad de su pensamiento que nos resulta particularmente importante. Ni sus tesis son verdades intangibles ante las cuales solo queda prosternarse en aceptaciones acriticas, lo que seria doblemente ridículo en el caso de quien tan elocuentemente expreso el rechazo de la Revolución Cubana por los dogmatismos paralizantes y las sabidurías inmanentes bebidas en textos canónicos. Pero tampoco permitimos que su persona se desdibuje en un ritual de honras convertido en un fin en si mismo donde se lo reverencie “ a pesar de sus ideas” o “independientemente” de ellas.

Las consecuencias con los principios llevados hasta el sacrificio de la propia vida es un espectáculo humano admirable. Reivindicar a nuestro compatriota como otro de los ejemplos ilustres que registra la Historia podrá parecer a algunos el máximo tributo a su memoria.

Para nosotros, desentenderse de cuales sean los principios que lo inspiraron a sustituir el acto real y concreto por su representación; eliminar su vivencia histórica como reverenciarlo como simbología estética. En síntesis, es seccionar los lazos directos, inmediatos, vi vientes, íntimos, que tiene con nosotros y con esta época. Archivarlo como biografía celebre que el transcurrir del tiempo ira empalideciendo de mas en mas es una manera rastrera de ignorarlo, volver abstracto un ideal que es el de nuestra América y de nuestro mundo actual y que implica una praxis que tiene como fin ultimo la libertad de los hombres que estos solo alcanzaran por medio de la lucha. Su vida, pasión y muerte no se agota como experiencia singular sino que se justifica y perpetúa como parte de esa empresa colectiva. El Che seguirá formando parte de nuestra circunstancia mientras haya quienes  compartan ese proyecto para la transformación del mundo, que el enriqueció teóricamente y sirvió hasta las ultimas consecuencias.

Si algo bien presente, era que su vida y pasión no se agotarían como proceso singular sino que se justificaban como parte de esa empresa colectiva que lo perpetuaría. Lo dijo de mil maneras y nunca tan elocuentemente como en su ultimo mensaje: …”Si nos toca algunos de estos días lanzar el ultimo suspiro sobre cualquier tierra, ya nuestra, regada con nuestra sangre, sépase que hemos medido el alcance de nuestros actos y que no nos consideramos mas que elemento; en el gran ejercito del proletariado”. Ese gran ejército de la independencia latinoamericana solo existe, por ahora, en la esperanza y en los planes de los destacamentos de vanguardia que tratan de cumplir abnegadas y difíciles tareas precursoras.

Para ellos, las consecuencias inmediatas a la tragedia de Bolivia son bien graves. Hemos perdido a nuestro Comandante de los Andes que ya no aportara sus dotes excepcionales a la conducción de la penosa  guerra en ciernes, ni servirá como punto de confluencia para los núcleos incordiándoos entre si pero coincidentes en su liderazgo cimentado en sus antecedentes personales y en los nexos que establecía con Cuba, físicamente aislada por la insularidad y el bloqueo imperialista.

Además su desaparición recarga el complejo de factores adversos que afrontamos: es evidente el reflujo del entusiasmo y la combatividad en medios donde la predica revolucionaria encontraba ecos propicios hace apenas un año, y la perdida de confianza y viabilidad de una salida insurreccional en sectores que en principios aceptan que no hay transición pacifica hacia un país autodeterminado interna e internacionalmente y apto a satisfacer las reivindicaciones de los desposeídos. Este ambiente fue aprovechado por la nube de teóricos que viven racionalizando la pasividad y predicando un “realismo” prudente que es una modalidad estricta del reformismo. Aunque presumen de utilizar un sistema científico de investigación, ni siquiera cumplieron con el más elemental recaudo de buen juicio: partir del análisis de la experiencia bolivianas – cuyos datos faticos recién se van conociendo – . Prescindiendo de eso, afirmaron que el desastre se debió a que el método guerrillero es impracticable. Impracticabilidad que, a su vez, esta demostrada por el desastre acaecido. Así, mediante un razonamiento circular en que las premisas no son demostradas en confontracion con la realidad sino que se apoyan recíprocamente, los puntos de vista que se sustentaban reaparecen luego como “ conclusiones” de análisis sedicentemente críticos. Y luego de repetir sacramentalmente que la solución final solo se lograra por la violencia terminan impugnando, junto con la guerrilla, toda la política que concretamente tenga como base una estrategia de lucha armada para el poder.

Todo lo que tienda a la violencia a la provocación o delirio. La epopeya final remitida a un futuro indefinido en que se dará una constelación de condiciones que nada tienen que ver con las presentes será ineluctable y solo exige ahora que seamos consecuentes en las prácticas reformistas.

Aclaremos que el problema del “ foco guerrillero” es ajeno a lo que aquí estamos considerando. No hay duda que todo planteo serio sobre los métodos de la lucha revolucionaria no puede prescindir de tomar en cuenta un hecho tan importante como el de Bolivia, que debe ser examinado a fondo para saber en que medida el descalabro obedeció a causas especificas de ese intento o es ilícito inferir de el fallas en la concepción militar a que respondía. Lo que rechazamos es que se sustituye la confrontación entre teoría y realidad, indispensable para todo dirigente responsable, con la utilización del episodio por parte de los “ filósofos” de la revolución a poco precio.

Como mucha gente personificaba en el Che la eficacia de la guerrilla, nada más fácil que presentar su muerte como probatoria de lo contrario, ni más deshonesto. Pues que el Che no haya logrado, mediante el éxito, demostrar la bondad de sus tesis militares, no permite concluir con el fracaso las invalida.

Consecuente consigo mismo fue al monte y al sacrificio, pero no convirtió en piedras de toque para el fallo sobre sus concepciones el resultado de una tentativa cuyas abrumadoras desventajas, conocía demasiado bien.

También rechazaremos la actitud de singularizar a Guevara como el pugnador del “foco guerrillero” y basar en ello su valorización como teórico revolucionario. Lo que enseño con la palabra y la acción fue mucho mas amplio y trascendente: la urgencia de la lucha armada para conquistar la libertad; la posibilidad que se le abre hoy a nuestros continentes subdesarrollados para terminar con las estructuras de la dominación colonial y la injusticia social; la concepción de una estrategia común contra el enemigo que universaliza su opresión y debe ser combatido por medio de frentes de luchas que se vayan abriendo en todos lados ( “Hay que crear dos, tres, muchos vietnams; esa es la consigna”); el papel de las vanguardias, definidas en función de su praxis encaminadas a desatar las energías de los pueblos: para oponer su viloncia a las clases dominantes; la falacia de confiar en procesos ajenos a nuestra voluntad el advenimiento de un nuevo orden político-social; la formación del “ hombre nuevo” estimulando desenvolvimiento de los valores morales alineados en la deshumanización de la sociedad clasista; la solidaridad como base de la convivencia en la construcción del socialismo y de las relaciones entre movimientos y países revolucionarios.

En fin, el esquematismo de una enumeración no hace justicia a la riqueza de sus ideas, ni de los planteos con que las aplicaba a los problemas concretos que encaraba.

Es pueril también evaluar sus aciertos como teórico en base a buscar principios “inéditos” , “teorías originales” : el no creo un sistema de ideas como pensador solitario sino que fue participe de una creación colectiva que es la de la revolución cubana.

Toda revolución va encontrando formas frescas, renovadas, determinadas soluciones a determinados problemas sobre los cuales no se adjudican ninguna paternidad.

Dentro de esa apreciación real del tema que consideramos, los grandes revolucionarios apuntan menos enfoques y argumentos, y a veces llegan por caminos propios a redescubrir lo que ya habían transitado los otros.

Es en el contexto de ese humanismo sin retórica ni concesiones que debe ubicarse la empresa boliviana y el papel protagónico del Che.

La discusión de la guerrilla como vía para la emancipación latinoamericana continuara por mucho tiempo. Peo, resumiendo lo anterior, deseamos diferenciar entre los discrepantes puntos de vista que resulten de una apreciación honestamente revolucionaria de los hechos y los recursos confusionistas que se valen del drama boliviano para: a) utilizarlo como argumento para descalificar, sin base en un examen riguroso de los hechos, las tesis militares del Che; b) reducirlo a una ordalía en que se demostraia que esas tesis eran correctas si triunfaba y falsas en caso contrario; c) presentar a Guevara como simple propugnador de la concepción guerrillerista pasando por alto que eso era parte de una amplia y rica concepción revolucionaria.

Ellos creen que vivimos el tiempo opaco en que los progresos revolucionarios son necesariamente lentos, porque solo al cabo de una evolución del estado burgués se irán dando condiciones para que la toma del poder por los trabajadores pueda ser posible. Nosotros, en cambio, estamos convencidos de que vivamos una época en que la revolución esta madura y en que la praxis puede apurar las condiciones objetivas. La abstención de los reformistas no es impuesta por una lectura legible de la realidad, sino que esa abstención es la prorroga de existencias de las burguesías.

Nosotros creemos que depende de una praxis el estallido y la modificación de las condiciones que actualmente impiden llegar a ello. Ellos, en cambio, sostienen, que son las condiciones objetivas las que obligan a no largarse. Esa concepción corresponde a quienes ven a la Historia como algo externo y ajeno al hombre. El Che, en cambio, tiempo presente, tiempo futuro, mensajero de la muerte y del futuro, nos enfrenta con la muerte como posibilidad inmediata, porque el destino deja de ser indefinida imagen imprecisa en el porvenir, sino una tarea cuya hora ha sonado ya.

III

Junto  a las repercusiones inmediatas negativas para las agrupaciones revolucionarias surge un hecho nuevo que parece ofrecerles amplias perspectivas favorables, y que debe ser estudiado en sus verdaderos alcances y posibilidades.

Nos referimos al contacto de las masas argentinas con el compatriota asesinado, proceso que creo tuvo dos tiempos, cronológica y cualitativamente hablando.

El primero consistió en la desaparición de la muralla alzada por la propaganda burguesa, que fijo una imagen popular del Che como personaje exótico, sobre el cual variaban las interpretaciones, pero siempre dentro de ese carácter del individuo ajeno, perteneciente al lejano y pintoresco mundo del Caribe.

Las truculencias periodísticas a raíz de su desaparición de Cuba, lo mantuvieron como tema de las crónicas, pero a fines de 1966 paso a ser un fantasma que rondaba nuestras fronteras. Poco después, su espectacular reaparición publica con el Mensaje de la Tricontinental, determino que la prensa, incluida la sensacionalista, que llega a capas mas populares, divulgasen rasgos biográficos que fueron dando entidad al ser novelesco y trashumante. Casi a renglón seguido, las noticias espectaculares fueron acaparadas por el proceso Regis Debray y a la guerrilla boliviana, y se fue afirmando la conjetura de que  Guevara desempeña es esta un rol estelar. Bolivia forma parte del ámbito geográfico que el argentino del común concibe como realidad inmediata, para lagente del Noroeste integra su propio hábitat. Por si algo faltaba destacar al Che en el interés directo de nuestra vida nacional, el gorilaje corre en ayuda de sus colegas bolivianos y acordona las provincia limítrofes con tropas, objetivando la artifiocidad de una separación que solo es tajante en los colores de la cartografía, pero que la geografía concreta ignora, lo mismo que el revolucionario y que los órganos represivos.

El Che Guevara ya es componente de nuestra vida social: se lo comenta en la cola de la feria, en el café en la fabrica. Nadie olvida ni por un instante que nació en la Argentina, y a cada rato asoma la reivindicación posesoria de ese connacional extraordinario.

Para contrarrestar ese peligroso acercamiento de un pueblo oprimido e impotente con una praxis insurreccional, se apela a una artimaña típica: un cable noticioso transcribe presuntas declaraciones del general Peron atacando al Che; pero el efecto es contraproducente, pues inmediatamente Peron expide un enérgico desmentido, denunciando la maniobra como un intento de dividir a los que luchan por la liberación nacional latinoamericana.

La segunda parte del proceso se produce con su muerte: el impacto emocional es de una intensidad que excede el impulso afectivo que despiertan siempre los héroes abatidos por la fatalidad. El fenómeno no es simplemente por efecto acumulativo de la “aproximación” previa y el desenlace trágico de su protagonista. Considero que se opera un hondo cambio cualitativo en la actitud espiritual hacia el. Por una parte, su caso se integra con algunas constantes culturales de nuestro pueblo: el culto al coraje, el desprecio por la ley como algo ajeno, impuesta a los humildes “desde arriba”, la identificación con los rebeldes que se baten solidariamente con las fuerzas tremendistas del orden constituido.

Esos héroes de la tradición plebeya persisten en la memoria de las generaciones. En cualquier rincón del país, y a todos niveles de cultura Martin Fierro continua batiéndose con la partida y denostando a los poderosos. Cruz reivindica con su gesto solidario los valores del hombre de la tierra. La montonera opone sus lanzas a la codicia de gringos y porteños.

Sea por un acto reflexivo o por una asociación de ideas espontaneas, de pronto, ese patrimonio especial, no deteriorado por un siglo de culturalizacion alineante se objetiva en un hombre real, próximo, contemporáneo. Con un agregado: nadie ignora que ningún azar desgraciado, ninguna compulsión externa había empujado al Che a esa situación limite, sino que era una situación voluntaria dictada por su  propia conciencia.

La gente de la base es muy sensible a ese ejemplo de coherencia entre las palabras y los actos, aunque para explicarlo recurra a los modelos que forman parte de su bagaje conceptual. No es extraño, entonces, que muchos de los que nos piden una explicación de “como era el Che” invoquen la noción de santidad aplicada a lo laico. En ese orden de cosas, un sacerdote lo ha definido con mas precisiónpatriótica, como “ un héroe cristiano” ( R.P. Hernan Benitez).

Un intelectual uruguayo, Eduardo Galeano, comenta que por su capacidad de sacrificio era el dirigente mas parecido al cristiano de las catacumbas. El Nuncio Apostólico en Cuba, monseñor Zacchi, ante una pregunta hace poco, sobre Fidel Castro, respondió al periodista: “Yo lo considero eticamente un cristiano”.

Y el propio Fidel quien , al hacer el panegírico de su camarada caído dice: “El Che reunía, como revolucionario, las virtudes que pueden definirse como la mas cabal expresión de las virtudes de un revolucionario: hombre integro a carta cabal, hombre de honradez suprema, de sinceridad absoluta, hombre de vida estoica y espartana, hombre a quien prácticamente en su conducta no se le pudo encontrar ni una sola mancha.

Constituye por sus virtudes lo que se puede llamar un verdadero modelo revolucionario”.

Después de haber eliminado su lejanía, el final brutalmente elocuente del Che fue como un relámpago que ilumino de golpe toda la admirable trayectoria, perfilando la imagen aun difusa con los rasgos propios del santo o del héroe y estableciendo el vinculo extrañable que liga a uno y otro arquetipo con la multitud, que ve en ellos a sus semejantes, pero con aptitud para llevar hasta los extremos del absoluto las virtudes que solo concebimos, ordinariamente dentro de los limites “humanos” hasta consumar sin vacilaciones, y como parte de los trabajos de las horas y los días, la inmolación definitiva de la que todos se sienten destinatarios. Y que habrá cumplido sus fines en la medida en que se convierta en reconocimiento de la filosofía que sostuvo esa conducta de ilimitada generosidad.

(Interpolación)El no buscaba su autosacrificio. Buscaba la victoria…

…Para que no se lleven las aguas torrentosas…

…Su muerte física: un alto coeficiente del calculo de probabilidades.

Pero su otra muerte…solo nosotros podemos.

Por eso era exacto que no le ha llegado el tiempo de morir.

…Los hombres se reencontraran con el en los potreros del alba…acerco las palabras a la verdad. Punto de reflexion…

(Hay varias palabras y hasta parrafos ininteligibles)

IV

Más allá del acontecimiento y sus fúnebres esplendores, la intuición popular capto su densidad histórica, su filiación en la lucha emancipadora del continente. Esta penetrante aproximación esta cargada de promesas, a condición de que logremos que se comprenda, ademas, su inserción en el proceso inconcluso cuyas tareas nos reclaman. Sabemos que la historia de Latinoamérica esta hecha de epopeyas y catástrofes, de breves apoteosis y largos horrores. En la medida en que creemos que termina el tiempo muerto de la impotencia y la frustración mas acuciante se vuelve la mirada que busca en ese pasado las claves que ayuden a orientarse en este presente confuso, ambiguo y desarticulado en que nos proponemos el advenimiento de las batallas definitivas que consumen esa vocación de auto-destino malogrado por el semicolonialismo.

Y mas vehemente es el rechazo de la fabula sin sentido que los engranajes culturales que la dependencia difunde como historia oficial desde hace un siglo; en cambio , sentimos la intima proximidad de lo que estaba perdido en las brumas del tiempo o disperso en un catalogo de anécdotas inconexas y falseadas. Se vuelven vivas y reales las hazañas de Tupac Amaru, las esperanzas de tantos lanzamientos indios, negros, mulatos y zaparrastrosos que oligarquías crueles y rapaces ahogaron en sangre.

Fuera de la iconografía patriotera que entrevera a héroes y canallas, las figuras cumbres de las luchas independentistas repiten sus verdades peligrosas largamente sepultadas bajo el polvo retorico de la cultura vasalla.

Incorporar al Che a esa nomina de próceres americanos es un acto de justicia histórica, pero insuficiente en si mismo porque oculta lo mas importante para nosotros. Es que si hay verdades de nuestra América Latina que son permanentes, cada época tiene sus verdades propias que se renuevan la vigencia de aquellas: una versión para expresar la necesidad existencial de la patria bolivariana, un puñado de hipótesis estratégicas para enfrentar a los opresores de turno, un esquema de comunidad libre que habrá de realizar los valores que hoy son negados al hombre americano. La figura del Che enraiza con la de los próceres y mártires de la búsqueda de ese sueño incumplido, pero expresando la verdad de nuestro tiempo. Las historias académicas, lo sabemos, lo destinan a integrar la legión de mártires relegados al olvido o infamados por haberse rebelado contra la civilización del statu quo Pero tampoco constituye un reconocimiento el incorporarlo a la cálida tradición que vive en la memoria agradecida de los pueblos por cuanto forma parte de nuestra realidad presente y su leyenda es parte de nuestras luchas por las reivindicaciones inalcanzadas.

Habrá muchos “izquierdistas” que trataran de apurar ese transito hacia el panteón de los precursores ilustres, donde no habra inconveniente en homenajearlos con exangües flores de lirismo revolucionario abstracto. Pero es nuestra tarea que la admiración y el respeto de los sectores populares se conviertan en conocimiento e identificación y no se esterilice en alguna forma de cristalización legendaria o histórica que le quite al Che su verdad presente para otorgarle una inmortalidad de museo de cera.

VI – VII – VIII – IX

      Esa inerradicable presencia del Che en la dinámica creciente del enfrentamiento global entre las fuerzas que tutelan los privilegios minoritarios y los movimientos que se alzan contra esas prerrogativas intolerables esta patentizado en el proceder de sus victimarios. Herido y capturado seguía siendo peligroso. Entonces los agentes de la CIA y los pequeños déspotas militares de Bolivia asesinaron con alevosa premeditación al prisionero y a sus compañeros. Y como intuían que aun así no quedaba eliminado como factor – de perturbaciones hicieron desaparecer su cadáver. El primitivismo de creer que la amenaza provenía de esos restos de materia sin vida es simétrico a la sofisticación de quienes tratan de crear un ídolo vacío para sustituir al personaje real y cargado de la potencia explosiva de un ejemplo de predica revolucionaria insertadas en el medio de esta América grávida de conflictos retardados. Esta formula para exorcizar el espectro del líder ajusticiado es la que no debemos subestimar. En cambio el acto perpetrado por los sicarios del imperialismo carece de eficacia y solo sirvió para mostrar hasta que punto llega la abyección de los cruzados “occidentales-cristianos”.

Nosotros tenemos un ejemplo bien conocido de ese imbécil fetichismo gorila: los homicidas del bombardeo  a Plaza de Mayo, los vencedores del pueblo indefenso, los estrategas de la proscripción y el Conintes, cosecharon parte de sus laureles en una batalla que desde hace trece años libran contra el cadáver de una compañera que consagro su vida a servir a los trabajadores y a los desvalidos.

Ese atentado contra la decencia fue contraproducente para los fines perseguidos. Desde el punto de vista político nos hicieron un señalado favor. Mientras en las bases existe conciencia bien clara del significado revolucionario de Evita, se impidió que ese significado se aguase en la esterilidad de los ritos para adorar sus relatos, para lo que los burócratas peronistas hubiesen prestado una contribución inestimable.

Pero que la difamación o la desmemoria es la tentativa de sacralización histórica o moral del Che. El culto a los muertos despojándolos de aquello que nos compromete, adaptándolos a la morbosidad de las soluciones sin riesgo, en el caso del Che, el formalismo litúrgico es una manera de servirse de el, de “cosificarlo”, otorgándole una supervivencia que no es mas que la firma hipócrita del olvido, o la negación de sentido que tuvo su vida. Y que ofrendo en la certeza de que perduraría en la única forma que mantendría intactos sus lazos con los seres humanos, es decir en el recuerdo que lo reconoce en la verdad de su existencia, que encuentra acogida y continuidad en lo inacabado de las vidas consagradas a llevar adelante el proyecto para la realización de lo humano. Solo ese tipo de vínculos admite la figura del Che que convoca a la solidaridad activa que resulta negada en el formalismo litúrgico.

(Interpolacion) Peor que el odio y la desmemoria es adjudicarle esa supervivencia de museo de cera a nuestro compatriota, que murió con la certeza de que perduraría en la única forma de recuerdo que mantendría intactos sus lazos con los seres humanos, es decir, en el que lo reconoce en la verdad de su existencia, que encuentra acogida y continuidad en lo inacabado de las vidas consagradas al proyecto que el sirviera con la suya.

Ademas, como arquetipo abstracto canonizado en algunas de las inmortalidades transitorias y formales, pierde el peso demostrativo que tiene como hombre próximo a nosotros, que compartió nuestra misma circunstancia. Era un hombre común, surgido de nuestro medio: rosarino, estudiante, asmático, jugador de rugby, ciclista, lector de “El Gráfico”, con una visión de la realidad argentina donde se mezclaban aciertos y alineaciones distorsionantes. Ningún hado lo predestino para la gloria. Su espíritu de justicia, su generosidad – virtudes arraigadas en nuestra gente – y su aguda inteligencia, en contacto con las miserias de nuestra América, le fueron dando una conciencia cada vez mas lucida de que solo habría soluciones si se barría violentamente con las estructuras del coloniaje. Una serie de azares lo llevaron a encontrarse con Fidel y a participar en su aventura, aparentemente signada por la catástrofe.

Lo demás es conocido, desde su penoso bautismo de fuego al desembarcar en Cuba, herido y ahogado por el incendio del maizal en que estaban rodeados por las tropas de gobierno hasta su muerte en manos de los rangers bolivianos. Dirigidos por los expertos yanquis, consiguieron eliminarlo físicamente. Presurosos sepultureros quieren completar la obra desarmando su recuerdo. Pero ese profeta armado sabia que no dejaría de serlo porque cayese con su fusil .

“Bienvenida”…

La gente de buena voluntad nos pregunta: ¿Valia la pena que una figura de tanta importancia para todo el proceso revolucionario corriese esos riesgos desproporcionados y fuese a morir en una lucha aislada y solitaria? Recordemos la frase de su mensaje que sintetiza gráficamente su pensamiento “…Si nos toca algún día de estos…” El creía en la invencibilidad de la guerrilla pero no en su propia invencibilidad. Su muerte no era el fin de la aventura sino parte de ella,  y tal vez una formidable carta de triunfo. Se arriesgo porque perdiendo la vida también la ganaba. Por eso Fidel Castro confirmo su muerte, cuya gravedad era el primero en comprender.

Si tenia razón  o no respecto de la guerrilla, solo el futuro podrá dar la respuesta categórica.

Por ahora, la experiencia en Bolivia, dato que no puede omitirse en el análisis, resulta sis se toma como probanza de la inaplicabilidad del método. Seria desconocer que las revoluciones triunfantes desatan jalonadas de desastres, que la victoria final confirma como avances hacia el objetivo logrado.

Y que la discusión no es en abstracto, computandolos fracasos de un tipo de lucha, pero sin oponerle en la practica otro mas eficaz. Mientras solo éxito probara la verdad de la tesis guerrillera o de cualquier estrategia que se plantee en su reemplazo, ninguna historia mas desastrosa que la de los métodos reformistas, las postergaciones de la estrategia violenta a la espera de “condiciones objetivas” que nunca son las actuales, etc., que han malogrado ademas, mas combatientes que la guerrilla, sin poder computar ni una victoria.

Por sobre todo el Che aposto su vida a los hombres, a la capacidad de ellos de tomar como guía todo ejemplo individual, a empeñar todos sus esfuerzos y a cometer todos los sacrificios en busca de la libertad común.

Fue un héroe que no se consideraba imprescindible porque estaba seguro que los hombres y mujeres ordinarios son capaces de todas las heroicidades.

(Variación) Lo demás es conocido, desde su penoso bautismo de fuego a poco de desembarcar en Cuba, herido y ahogado por el incendio del maizal en que estaban rodeados por  las tropas de gobierno hasta su revelación como guerrillero genial y temerario; desde la maduración de su visión revolucionaria hasta sus éxitos como teórico y expositor de pensamiento de revolución; desde el abandono de su investidura oficial para empuñar las armas contra el imperialismo, hasta las hazañas de su minúsculo grupo guerrillero y el fin en que con manos alevosas cierran congruentemente esa trayectoria que muestra plenitud del ser moral. Al frente de un minúsculo contingente de héroes se paseo por entre las mallas de fuerzas represivas formidables, hasta que una serie de fatalidades culminaron con el combate en que lo hirieron e hicieron prisionero. Pero lo seguían temiendo y lo asesinaron, y el pavor los llevó hacer desaparecer su cadáver. Pero seguirá combatiendo mientras haya revolucionarios que busquen empuñar armas. Solo cuando su convocatoria no halle ecos, lo habrán desarmado; es decir , cuando no queden revolucionarios.

El Che parecía un hombre común y lo era , y lo era hasta que se encontró una coyuntura histórica y dio muestras de lo que era capaz.

Y en cada nueva experiencia fue enriqueciendo sus conocimientos y su persona que se fue depurando de todo lo que no fuesen valores esenciales. Mantenia con respecto a si mismo una actitud critica, algo sobradora y burlona, como correspondía a su idiosincrasia cordobés-porteña que rechazaba lo ampuloso y solemne.

La revolución cubana es el heroísmo pero también la alegría y la irreverencia, porque para construir lo nuevo hay que perder el respeto a los ídolos del viejo orden y arrasar con las fachadas que  encubrían su humanidad y avaricia. El Che ponía su mordaz acento rioplatense en ese desprecio a los perjuicios y convencionalismos.

Como presidente del Banco Central tuvo que firmar los nuevos billetes que sustituyeron a los de la emisión previa,y estampo su rubrica: “Che”; en la conferencia de Punta del Este en medio de la pomposidad de la diplomacia panamericana, no solo expuso herejías que demostraban la inocuidad la Alianza para el Progreso, sino que se aparto de la sequedad de la jerga cientificista de la burocracia de los organismos financieros y los rebatió con hirientes ironías, y completo el escándalo bautizando los planes de la Alianza como “ letrinocracia”.

(Variación) El Che sabia que en la perspectiva trascendental en que valoraba su accion, aun el martirio probable seria un acto eficaz…”en cualquier lugar en que nos sorprenda la muerte…”

En estas vísperas revolucionarias, los sacrificios fructificaran, a corto plazo, y miles de brazos responderán a su llamado.

En lugar de considerarse como parte de una élite de seres excepcionales que han alcanzado la posteridad histórica, cumbres solitarias sobresaliendo sobre la uniformidad de las personas comunes, se sentía parte de un universo en que los hombres orgánicamente ligados por la solidaridad, solo posible por la comunidad de la acción combatiente.

En lugar de amurallarse en la singularidad de un héroe, es la acción colectiva lo que permite esa comunidad orgánica donde los valores humanos se tornan posibles. Consecuente con esa visión revolucionaria, el Che negaba al heroísmo como prerrogativa aristocrática, tal como se lo considero a través de muchos siglos. La tragedia griega tiene como protagonistas a un grupo de elegidos que mandan sobre las personas comunes, y están en una u otra manera ligados a los dioses.

Los espartanos debían ser mas valerosos que los ilotas. Los caballeros de la Edad Media mas que los plebeyos. Los soldados imperiales mas que la tropa nativa de la colonia. Durante este siglo la derecha adopto una ética heroica, con Spengler como ideologo, que afirmaba que solo el héroe, el hombre del destino, esta en el mundo real, y es quien hace la historia. A medida que el mundo del capitalismo en ascenso siente los sacudones de las grandes crisis, se abandona el racionalismo democrático por la idea de que las relaciones de las culturas, los países, los hombres no tienden naturalmente a la espada. Sus intelectuales piden baños de sangre que terminen con la amenaza de las masas-fuerzas oscuras que amenazan irrumpir en los recintos purificados de los selectos. Contra la masificacion, la multitud, las clases altas justifican su dominio como atributo del espíritu, parapetadas tras la violencia represiva que ejercen a través de la casta militar.

El Che en cambio enfrentaba a ese orden injusto y su concepción del heroísmo era “ democrática”, viéndolo con una virtud que los pueblos despliegan con generosidad una vez movilizados revolucionariamente.

(Interpolación) (Excepción: la independencia, los caudillos, etcétera).

Los militares viven haciendo su propio panegírico, hablando en nombre de la Patria, etc. Son una casta que se considera por encima del nivel común, y que refleja esa nobleza en cada uno de ellos.

En consecuencia consideraba que los títulos tan limpiamente ganados como dirigente hacían mas imperativos los compromisos. Veía sus títulos de conductor revolucionario como una fuente de obligaciones frente a sus semejantes desvalidos.

Era un extraordinario conductor militar que no creyó que con el se perdería un factor imprescindible, sino que su eficacia estaba en razón directa de su contribución a desatar la acción del pueblo.

APOSTO A LOS SERES HUMANOS, Y ESA APUESTA SIGUE EN PIE.

(A desarrollar) Fue lo opuesto a la contrafigura del hombre corriente.

Rechazo la teoría de ser excepcionalmente dotado que constituye un fenómeno impar en el mundo “amorfo” de los hombres anónimos.

La personalidad del hombre de la sociedad clasista no es el reflejo enriquecido de sus dotes, pues estas no pueden desarrollarse en ese sistema de relaciones alienantes. Consecuencias:

1)El revolucionario es el que toma conciencia y se mueve por los dictados de su voluntad, que potencialmente existe en los seres humanos y están aletargados por la coerción de una sociedad cuya escala de valores se basa en el egoísmo.

2) La condición de revolucionario resulta de esa praxis, producto de la conciencia, la voluntad de lucha, del núcleo de vanguardia y no de un azar exterior a el. La lucha no depende del fortuito circulo de seres superdotados para la guerra y la conducción, sino que estos serán resultado de la praxis.

Parecía un hombre común y lo era, hasta que se encontró con una coyuntura histórica y dio muestra de todo cuanto era capaz.

Y en cada nueva experiencia en diversas esferas de su actividad fue enriqueciendo su pensamiento y su persona, porque mantenía, respecto de si mismo la actitud critica y algo sobradora y  burlona del cordobés-porteño que rechaza la solemnidad y el aspaviento.

Creía que los tiempos están maduros para que los lucidos y capacitados promoviesen con su acción, situaciones-limite, que pusiesen en juego el coraje, la abnegación y los grandes valores que existen en la gente de pueblo y afloran al fragor de las grandes luchas reivindicativas.

…Al morir había llegado a la maduración completa. Era el hombre perfilado y reducido a sus valores.

Esta fe, confirmada por ejemplos tan evidentes como el de Cuba, China, Corea o Vietnam, esta en la raíz de las enseñanzas que quiso dejar el Che y que se pierden si nos presentan al prócer y nos escamotean al hombre.

Hay otra manera de falsear los hechos, que procede a la inversa, presentándonos una imagen del hombre que desdibuja sus perfiles históricos.

Me refiero a las características que lo presentan como una especie de alucinado por la muerte, en permanente flirteo con el peligro mortal, buscando riesgo por si mismo y por el vértigo de la propia aniquilación .

Esa es una interpretación cara a los burgueses, como todas las que explican los fenómenos sociales inquietantes como problemas puramente psicológicos: el “resentimiento” seria el motor de la lucha de las clases , y las rebeldías tienen como causales frustraciones individuales, inadaptaciones familiares o sociales; las  “protestas” son agresividades no canalizadas normalmente. El Che seria un caso típico de personalidad fracturada, imposibilitada por causas por rastrear en la adolescencia para adaptarse a la convivencia y sublimada en formas heroicas que son impulsos a la autoaniquilación. He aquí , variante mas, variante menos, como el hecho perturbador del guerrillero caído es re-introducido en los esquemas del pensamiento convencional como caso clínico sin mas consecuencias que la incitación a que algún neurótico, excitado por el ejemplo, también se haga matar estrepitosamente.

La hipótesis que muchos propagan de puro imbéciles – por hacerse los inteligentes analistas capaces de penetrar en la profundidad del suceso o porque encuentran esa fantasía mas atrayente que la explicación real – contribuye al confusionismo de sectores cuyo esclarecimiento nos interesa.

En cuanto a lo que opinen los burgueses, nos tiene sin cuidado. Lo que nosotros no podemos considerar “ humano”, ni “normal” es el acondicionamiento espiritual que permite que el conformismo en el seno de una estructura social injusta y deformante: lo lógico nos parece que se reaccione aun en forma neurótica o patológica, aunque se llegue a la neurosis o la locura, y lo anormal y repugnante resulta la aceptación del orden vigente, la “neutralidad” de los cuadros psiquiátricos, tomados como referencia para medir los “desajustes”.

El rechazo del orden imperante puede traducirse en reacciones de psicología patológica, en actitudes de inconformismo que , en la medida que son mas conscientes, se vuelven mas radicales.

El Che Guevara es, precisamente, uno de los mas relevantes exponentes de esa rebeldía, guiada por la lucidez, es decir, traducida en praxis revolucionaria.

El Che era una personalidad reflexiva y compleja, que no admite el retrato psicologico que la reduzca al simplismo de un espíritu lineal, invulnerable a los interrogantes y los problemas sobre la conducción humana que se plantea a todo ser inteligente.

Pero nadie tiene derecho a “interpretarlo” valiéndose de esos análisis del psicoanalismo tramposo. Porque el Che fue bien explicito respecto de las razones de sus actos , que respondían a una concepción moral madura y coherente. Ni aun quienes son incapaces de comprender los procederes de un revolucionario pueden lícitamente negar la férrea lógica de esa armonía entre pensamiento y acción escindiendola arbitrariamente para invertir sus términos constitutivos y presentar al pensamiento como una astuta racionalización de acciones impulsadas por algún daimon aposentado en la oscura zona de la psiquis.

Solo como recurso para enturbiar lo que es perfectamente diáfano puede aludirse al hechizo de Tanatos en esa trayectoria sin contradicciones que fue una inmensa pasión razonada. En su biografía abundan demostraciones de arrojo pero no hay ninguna mención de actos impulsivos inspirados por la exaltación fugaz.

Claro que la muerte era par el una presencia cercana, familiar, con la que rozo muchas veces durante la guerra de Cuba. Y puesto que era – como dice a sus padres en carta de despedida – de los que exponen el pellejo “para demostrar sus verdades”, el fin violento le rondara permanentemente. “…no lo busco ,pero esta dentro del calculo de probabilidades”. Era la tranquila aceptación del riesgo inherente a una empresa mucho mas importante que su suerte personal . Todo lo contrario de esa fascinación por la sombría belleza del suicidio que figura en los diagnósticos morbosos.

Y la muerte se vuelve importante porque es la alternativa a una vida que ha perdido. El revolucionario no busca la muerte, busca la victoria. Si no le importa la muerte es porque esa contingencia personal pierde importancia ante el objetivo que había contribuido a alcanzar. En otras palabras, porque esa muerte permitiría que otros hombres gocen de la vida autentica que en la sociedad actual es negada.

(Variación)Por que el Che fue bien claro y explicito con respecto a las razones de sus actor; estos eran la practica de una concepción una racional, y no a la inversa, su concepción una racionalización astuta de las acciones impulsadas por algún “daimon” oscuro aposentado en la zona obscura de su psiquis. No era un ser sometido a la atracción de Tánatos, sino el sujeto de un amor servido sin contradicciones, una inmensa pasión razonada.

Toda su vida es un acto de amor y desprendimiento con la mirada fija no en el abismo de la nada sino en el destino de los hombres.

Esa tranquila aceptación del riesgo inherente a su empresa frente cuya magnitud desprecia a la muerte, es todo lo contrario de esa fascinación por la sombría belleza del suicidio que inventan los interesados en sustituir con diagnósticos morbosos una parábola donde nada carece de sentido.

Los diagnósticos morbosos pierden la frialdad de dictámenes supuesta mente científicos cuando recurren a ellos los “izquierdistas” empeñados a presentar al Che como un predicador de delirios cuyas enseñanzas solo pueden seguirse por empecinado y furioso voluntarismo que se estrella contra las condiciones “objetivas” del continente. Entonces se ofrece, con zalamera simpatía y comprensión, la imagen de un espíritu que buscaba lo absoluto en un pacto con la muerte que se consumo como acto histórico de alto valor estético. O sea, otra táctica para negar al Che en lo quiso afirmar, y respetarlo en el plano metafísico.

(Interpolación) Depurado de todo arrastre negativo…depurado de todo lo que fuesen sus valores esenciales. Analicemos los rasgos de su personalidad revolucionaria depurada de todo lo que no fueran sus valores esenciales. Como todo hombre no fue sino un proceso.

La irracionalidad que pretende adjudicarle como explicación de sus motivaciones es una fantasía estúpida y malévola, o ambas cosas a la vez. Aun quienes son incapaces de comprender los actos de un revolucionario – que escapan a los sistemas de equivalencias del pensamiento burgués- pueden pasar por alto datos objetivos que convierten esas explicaciones psicológicas en una fantasía estúpida o malévola, o ambas a la vez. Hay una correlación absoluta entre el pensamiento del Che y sus actos, una razonada visión del mundo de sus deberes como revolucionario, una determinación consciente en ese altruismo que no admite concesiones para consigo mismo, no por el rechazo de la propia personalidad sino porque no concibe manera mas cabal de realizarse que entregándose totalmente a la gran causa colectiva de la humanidad oprimida. Buscar la irracionalidad de tendencias subconscientes es una forma absurda de meter en los moldes de…(Validación) Los “izquierdistas” empeñados en presentar al Che como un predicar de delirios, también se sirven de ese diagnostico, aunque circunscrito al caso individual, por extensión seguir las enseñanzas del Che constituye un gesto de empecinado y furioso voluntarismo, producto de una visión distorsionada de las “condiciones objetivas” del continente o de impulsos anímicos tendencialmente  suicidas.

…Valía la pena? Por que lo hizo?

Comprendemos que para el modo de pensar burgués no existe otra explicación que la psicoanalítica. No la hay para toda la vida publica, ni para cada uno de los episodios conocidos o desconocidos de su vida privada.

…Guerrilla. Cuba.

Asma

A pesar de todo ello, el extranjero, creando, mas sin embargo no había solamente un llamado estratégico para hacer la guerra en la Argentina, también había un profundo llamado cultural emotivo.

…El asma.

…Abandona funciones de gobierno para tentativas mas difíciles aun.

Calculo: proporción entre el valor del Che para la causa revolucionaria y los riesgos a que se expone en Bolivia.

Para comprender esto como todo lo anterior, es necesario saber lo que es la conciencia revolucionaria, la moral revolucionaria, el desprendimiento, ese desinterés por la propia vida. El despojamiento de todo egoísmo patológico o sublime ( como la santidad); para el pensamiento revolucionario es un caso de plena vocación revolucionaria, del hombre nacido en esta sociedad a que aspiramos.

Sin esa visión resulta incomprensible lo que ocurrió en Cuba y lo que ocurre en Vietnam . En Vietnam se decía que era una lucha indirecta de los chinos. Ahora solo los mas obtusos reaccionarios dejan de admitir que el aparente milagro es un resultado del heroísmo y la abnegación colectiva de todo un pueblo. Es decir, de la conciencia revolucionaria , el desinterés y el espíritu de sacrifico de millones de héroes anónimos. Que en el se reconozcan, es un hecho suficientemente demostrativo de su valor revolucionario. Es la mejor explicación de sus actos.

(Para desarrollar) No nos mueve la indignación contra quienes carecen de una elemental , mínima decencia, al negar, al Che el bien ganado derecho de que se lo trate con seriedad, o sea, a que sus argumentos sean tratados en el plano lógico en que están planteados y no a que se le oponga en torpe confrontación con las heladas formulas de un marxismo de museo. El Che no necesita que lo defendamos de esta clase de ataques, ni se justifica que salgamos a denunciar los ataques de este tipo.

Escribimos para que los revolucionariamente comparten sus verdades básicas, para los que comparten estas verdades con que se amasa la conciencia revolucionaria de un proceso. Nuestro fin es inminente mente practico: analizaremos cuales son los mecanismos y las causas que dificultan la difusión de las verdades que los revolucionarios conocemos tanto en el seno del pueblo como en los sectores pretendida mente revolucionarios.

 

El poeta maldito

 

NOTA:El tema pertenece a uno de los últimos puntos ( creo que al ultimo) del plan inicial del trabajo. Cooke conoce las primeras noticias sobre la muerte del Che en Londres en la Conferencia de las OLAS , a la que fuera presidiendo la delegación argentina. El golpe fue para el mas grave que para quienes de pronto , cobraron conciencia de que habían perdido a su jefe para la guerra verdadera. Para John esa muerte encadenaba también la muerte o por lo menos la trágica prosternación de planes de trabajo para los cuales previamente , ya había renunciado a muchas cosas, inclusive, a nivel humano, a las que mas quería. De Londres paso a París. Allí permaneció algo mas de una quincena esperando contactos que no se produjeron. El desastre fue muy grande para que inmediatamente se reconstruyeran los circuitos quebrados. Por lo menos no existía la organización, los planes de acción y de emergencia como para que, el proyecto original fracturado por el desastre , pudiera desarrollarse en lo inmediato. John conoció, y vivió de cerca en Paris la insurrección estudiantil la lucha obrera paralela, desencadenada por la primera. Ávido lector de la literatura francesa de la Comuna. Tropieza con un tema mas o menos desconocido: la mayoría de los intelectuales, poetas malditos, esa pléyade de robustos y tremendos amantes de la autodestrucción y la muerte, habían sido combatientes derrotados en la batalla de la Comuna. Sin militancia revolucionaria orgánica ligada a la clase obrera, destrozados en su posibilidad real , al no intentar el salto de intelectuales a revolucionarios militantes, capotan con su agudizado talento en una trágica protesta individualista contra la sociedad explotadora e indestructible por lo menos para esa generación, después de la masacre de los comuneros.

La comparación con la vida del Che, o mejor dicho, la asociación para el análisis de la personalidad de los intelectuales post-comunards y el revolucionario que acababa de morir, inspiran un tema que, de haber sido desarrollado, sin duda habría significado un agua purificadora y des-neurotizante para sectores intelectuales vitales para la creación del arte revolucionario socialista, aun en pañales en el mundo a pesar de los casi sesenta años de revolución soviética institucionalizada. Desgraciadamente la notas son brevísimas, pero el tema es muy rico.

…El Che seria, en el campo de la acción un equivalente de los poetas malditos. Estos cantaron a la muerte…El no la canto ni la llamo lírica mente. Le salio el encuentro. El busco lógicamente y activamente la muerte que aquellos cantaron y conocieron lírica mente. Ademas de malévola es falsa la comparación. De acuerdo con los datos la actitud del Che es antitética con la de los grandes obsesionados por el Ángel de la Muerte. Los casos mas ilustres forman parte de una tendencia general que afecto a todos los grandes artistas del siglo XIX cuando vieron que las grandes transformaciones por las que venían luchando y que habían parecido inminentes se transformaban en imposibles . la burguesía había aplastado a las fuerzas populares con las que se habían aliado para combatir al orden monárquico y consolido su dominación. El fracaso de las insurrecciones del 48 y de la Comuna de París, produjo en los artistas, el desgarramiento de una sociedad que aventó las esperanzas revolucionarias; hizo caer en ellos estrepitosamente el mundo de los valores, en el que habían creído y los puso frente a la realidad de una sociedad de la que eran marginales.

La reacción desesperada ante ese desgarramiento tiene como ejemplo mas patético el de Van Gogh ( otro “caso clínico”), que lo reflejo en su pintura y finalmente en el tiro con que puso fin a su vida.

Mientras el Che cayo creía en la revolución, es el fin de las esperanzas revolucionarias lo que empuja a los poetas y artistas malditos a la muerte o a su vida “satánica” de acuerdo con una terminología convencional, burguesa y que nada expresa, pero que resulta hasta aquí, tradicional. El Che cayo buscando Revolución. Aquellos que renegaron de la vida porque la revolución había dejado de ser posible.

Mientras el Che cayo porque creía en la Revolución, es el fin de las esperanzas revolucionarias lo que motiva que los poetas rechacen la vida.

Baudelaire, con un fusil al hombro, marcho con los insurrectos de 1848, dirigió un periodo revolucionario y durante años negó el arte que se desentendiese del problema social. Cuando comprendió que estaba condenado al insoportable mundo burgués es que llama a la Muerte, la Vieja Capitana, para que lo lleve al Cielo o al Infierno. Rimbaud, depuse de cantar a la revolución futura y de participando en la  Comuna, renuncia a la poesía y busca aniquilamiento de su condición humana en el abandono de todo principio moral. Velaine, también comunard cambia los tonos esperanzados de su poesía.

(A desarrollar) El repudio a la vida, la fascinación por la muerte, fue una de las formas en que se expreso la reacción de todo el movimiento artístico frente a las consecuencias de la derrota.

Los poetas buscaron la fuga, pues ya no era posible alcanzar la victoria.

Y si existe algún punto para comparar a esto al Che

Ocurre que no es el de la muerte sino el de la Revolución. Porque así como el Che no era en su subconsciente un esteta de la muerte, la muerte se le volvió un tema de los grandes artistas, sopor motivos intrínsecos a la Estética o por las tendencias psicológicas de los artistas, sino como repercusión del proceso político en el que estos estaban comprometidos.

(Interpolación) Nos parece oportuno referirnos a algunos de los nuevos factores que surgieron en el cuadro de la situación de nuestro país como consecuencia directa de los episodios de Bolivia, en relación con las actividades que desarrollan los núcleos revolucionarios que, como mejor pueden, buscan iniciar el proceso de enfrentamiento violento con las fuerzas de la dependencia y la explotación. En primer termino las perspectivas que se abren ante el impacto emocional que produjo esa tragedia de coraje y soledad en nuestra masa popular que despertó incluso la admiración de muchos sectores burgueses, testimoniada explícitamente o mediante actitudes de respetuosa circunspección. La loable amplitud del homenaje conspira al mismo tiempo contra el esclarecimiento del autentico significado y  proyecciones de lo ocurrido. Inmediatamente la tergiversación cubre con olas de simpatías al peligroso enemigo aniquilado. Y las lagrimas de cocodrilo buscan sacar rédito del héroe al que en vida intentaron aislar de la masa. No basta refutarlos indignadamente, no basta refutarlos.

Hay que señalarlos en sus principales variantes y tácticas. Pues hoy se suman al coro de lloronas pero en el tiempo multiplicaran su comercio confusionista.

Su muerte: El final consecuente de una vida vivida en el grado extremo de la intensidad; corolario inevitable, despojado de todo signo funeral.

Ideas sin practica. Practica sin ideas. El Che es una síntesis creadora constante.

La Historia: Voluntad humana Tiempos de esplendor

Contingencias, no inútil riesgo deliberado

Tiempos opacos y de esplendor

Cada uno esta comprometido con su generación, esta es nuestra verdad.

Pacto con el presente y con el porvenir.

El hombre nuevo y el Che. Esto será, en fin, lo fundamental.

Las palabras y las acciones.

No mentar el nombre de la revolución en vano.

Falta desarrollar: Amor , vida.

Amor, compasión.

Fe en el hombre, equivale a estimulos morales, equivale a Revolucion Cubana.

Respuesta urgente // Agustín Valle

Respuesta urgente 

Bombardeo de pálidas, indignación catártica y fuerzas efectivas.

Por Agustín Valle en conversación con Verónica Cetrángolo, Ana Paula Gerez, Lucía Scrimini y Juan del Bene.

  1. Los modos de dominación son muchos y diversos, si entendemos por ellos toda operación o dispositivo que separe a las vidas comunes de sus potencias inmediatas -su capacidad de hacerse sentir en lo más hondo lo que les hace bien y mal, y de accionar según ello-. Todo lo que entristece, domina.

 

  1. Vivimos una ofensiva de las clases dominantes pocas veces vista. Los despojos y vejaciones que realizan tienen a la dominación como condición necesaria, sí: pero la difusión mediática incesante de los despojos y vejaciones acaso sea en sí misma un vector de dominación. La cadena del desánimo, como la bautizó Pablo Katchadjan.

Los actos de vaciamientos, abusos, gigantescos negociados, violencias insensibles, desde este punto de vista, producen no solo cada uno su negocio particular, sino que también el conjunto, en cuanto tal, difundido como viento sostenido, produce un estado psicopolítico propiamente dominado. “Estoy cansada, agotada, cansada de indignarme”, decía una compañera. Ese cansancio es el botín; ese cansancio es el producto: su ánimo, su salud es el botín.

 

  1. El diluvio semiótico permanente es condición general mediática. Pero esa condición general -de enajenación atencional- deviene herramienta política de un gobierno que usa la estrategia de atacar por once, doce o trece frentes a la vez (como explicitó el saliente ministro de Educación que hacían para “sacudir el sistema educativo”…). Y que, además, monta actos represivos menos para reprimir una fuerza materialmente amenazante, que para difundir las imágenes ejemplares de la represión; las imágenes de represión son una fuente más que nutre al permanente bombardeo de tristezas, dolores: insumos para el sostenimiento del estado de constante indignación.

Los amplios sectores de la población con sensibilidad empática o igualitarista (más o menos difusa, más o menos inocente, más o menos endeble, más o menos fundante…), quedan, como efecto del bombardeo de pálidas, en un desborde anímico; más aún, en un estado de respuesta urgente, un alerta insomne, un estrés político.

 

  1. Un compañero estuvo días ausente de su lugar de trabajo; se había enfermado. Al volver, contestó los “qué te pasó” de rigor, con su parte sanitario: “Todo me enfermó”. Vale decir, lo enfermó el todo, lo todo. No meramente las cosas sumadas, en su contenido (específico, cualitativo, semántico) sino la escala del conjunto; el exceso cuantitativo.

Otro amigo, que se dedica a sostener y ensanchar una mirada sobre -o de- la salud, encontróse en un bar expuesto a la luz y ruido televisivos; emitían información de uno de los múltiples dolores y fuentes de odio crispado. Él no recordaba bien el caso, e inmediatamente estaba agarrando el celular -quizá lo tenía agarrado ya- para buscar… Pero frenó pensando: “no puedo estar en todo”. Una idea simple, elemental. Elemento que sin embargo suele quedar despojado de los cuerpos, traccionados por -a- lo todo. Cuerpos que caen, que enferman una y otra vez por el estrés crispado de sostener una constante respuesta de indignación catártica.

 

  1. La catarsis era el climax del arte en tiempos de grandes formas fijas, dice Bifo: cuando el patrón es la monotonía repetitiva, cuando la dominación moldea formas subjetivas duraderas y largoplacistas, la explosión catártica es un vector de subjetivación liberadora, donde lo perimido aflora… Para nosotros, en cambio, la catarsis no es un accidente en un medio constante y fijo, sino la condición normal del medio. Es, la catarsis, condición de imposibilidad de ligadura: donde hay catarsis, no se arma nada. Solo descarga; descarga que es un momento partícipe del esquema de la saturación, y no su ruptura.

Más allá de que, ciertamente, la catarsis puede en algunos casos ser modulada por gestos o dispositivos que hagan que sí sirva para armar algo, en principio la reacción catártica expresa no más que un exceso de afecciones recibidas respecto de las posibilidades de procesamiento. Como un rebote, o una devolución bulímica de las cataratas de whatsapp, comentarios, titulares, flyers convocantes ya no se sabe a qué, a dónde, pero que no nos quede ninguna causa desatendida, ningún mal sin denunciar… Agotamiento; o mejor, crispación extenuante.

La urgencia de lo actual no es de cuño político; es de cuño mediático. Nada te ata a leer la novedad. Cuando Luca decía eso nos estaba invitando; es decir, en realidad señalaba que la novedad sí te estaba atando, aunque con una atadura virtual, no del todo real, o que al encararse, al declararse falsa, devenía irreal… (“cómo es que estás atado si nada te ata…”).

La atadura impide libertad de ligaduras. Las traba.

Algo de la agenda del bien (agenda de los buenos o brevemente buenista), entonces, tiene como efecto un distanciamiento del sujeto (de cada sujeto: individual, colectivo, etcétera) respecto de sus potencias de movilización política (es decir, de operaciones que fuercen un movimiento en el diagrama de fuerzas dado, sea en una rama de la industria, en una esquina, en un aula, en la literatura, en el sistema bancario o en el uso de los minerales subterráneos de la cordillera…).

Las ligaduras activantes (se liga como mínimo una cosa que podemos hacer con una circunstancia…) quedan atrofiadas por la indignación permanente, indignación sometida -pegoteada- a una renovación constante de su foco atencional.

Organizarnos en configuraciones -prácticas, lazos, hábitos…- que aumentan lo que podemos, es políticamente más vital que el sostenimiento -denuncista, chillón y adherente, quejoso al fin- de la extensa agenda del bien.

La importancia intrínseca de los asuntos no determina su centralidad en un mapa político, sino sus efectos inmediatos en la vida: en qué consiste concretamente la implicación -moviente- con las cosas.

Hay también una discusión implícita (una discusión operada más por los modos de vida que por discursos) sobre cuáles son nuestros problemas, tus problemas, mis problemas, etcétera. Para una política -o una politicidad- todista, nuestro problema es todo lo que esté mal.

Para una política de indiferencia, nuestros problemas no existen, solo hay mis problemas. Mi interés, mi vida, mis problemas; y el problema de cuando algo o alguien se cruza en mi camino: indignante (“sheriff, sheriff…”). Que nada moleste la propia vida y su frágil orden. Vida definida, que ya sabe sus límites -que castró la aventurilla de no saber aún todo lo que puede-.

Es cierto: darle cauce a las modestas pero sensibles operaciones que abren una zona de fuerza nueva, desordena la “propia vida”. Ejemplo básico e ínfimo: cuántos programas agendados de las “vidas propias” son desplazados para que una movilización callejera sea efectivamente multitudinal.

Para una politicidad de las potencias situadas, los problemas se definen por la capacidad de intervención. Es problema en la medida en que es umbral de exploración de alguna potencia. Es problema si podemos probar en él una fuerza.

 

  1. Quizá por eso hayan sido tan distintas las marchas que hubo en Capital por la desaparición de Santiago Maldonado; sobre todo la primera respecto de la segunda. El día once de agosto hubo en la plaza de Mayo una concentración extraña, de baja intensidad, incluso triste. No tanto por haber sido poca gente; era un problema más cualitativo, del tipo de presencia: parecía un gran acto de presencia. Es decir, una respuesta automática. Hacemos lo que ya sabemos, que es una marcha, que es como ya sabemos…

La segunda marcha, por el mes de la desaparición de Santiago Maldonado, fue distinta. Más que acto de presencia, presencia efectiva. No solo porque esa movilización forzó al Gobierno a cambiar su estrategia para el caso Maldonado. Ese corrimiento, vale pensar, no fue tanto por la cantidad, enorme, de gente reunida, sino por el tono de esa reunión. Un tono que delataba que la reunión expresaba unas ondas que la excedían largamente. Un tono festivo. El tono de una presencia que reunía por un dolor pero no reunía en el dolor; no una reunión de indignados. (Acaso lo que “re”une es la indignación, pero una vez consumada la unión, aquella causa no es ya su esencia). La presencia misma convertía el espanto en alegría de ser muchos y lograr esa fuerza -que confronta a una gran serie de actores y tecnologías políticas del estatu quo-.

Una movilización así, que opera una conversión anímico-política semejante (dolor en rabia y rabia en alegría), ejerce una autonomía anímica, una autonomía de sentido.

Fue contra ese ánimo, contra esa potencia de movilización reunida, que se arrojó el teatro del terror, la farsa actual. Como se había arrojado a la marcha de las mujeres meses atrás; también una movilización que opera gigantescas conversiones anímico-políticas[1]. Y que no tiene tanto una agenda programática, una propuesta alternativa, como una serie de intolerancias y exigencias vitales (movilizaciones que señalan lo intolerable de una época). Como señala Diego Skliar, son movilizaciones que (hay que sumar acaso la marcha de los trabajadores de la economía informal reprimida en la 9 de julio), al tener modos de implicación tan vitales, abiertos (exploración de las potencias situadas…), al no limitarse a reivindicaciones programáticas (como la de la CGT o la Federal Educativa) y demás, no se sabe a dónde terminan.  Su derrame es imprevisible. Son movilizaciones menos “definidas” -en el doble sentido de que no están prefigurados sus fines: ni su límite ni su última finalidad. (Pero a la vez son movilizaciones con un sentido coordinado multitudinariamente, a diferencia de las pequeñas movilizaciones que arrebatan peleítas cotidianas con los poderes de la realidad sin tampoco borde ni finalidad.)

Antes de esa marcha descomunal, en las semanas previas, la campaña de publicar mensajes diciendo “yo estoy tomando mate y leyendo el diario, ¿dónde está Santiago Maldonado?” podía causar escozor.  Podía verse ahí, en ese acto realizado por ¿cientos de miles, millones de personas?, una escenificación más del sujeto espectacularizado. La autoproducción imaginal del yo; el yo esclavo y cafiolo… Pero ahí un gesto que suele participar de un sentido, participa de otro. Una operación que normalmente constituye la subjetividad “enredada”, pasa a formar parte de una configuración que vuelve posible una fuerza que no se sabía. La politización convierte en herramienta -herramentaliza- un tic masivo. El tic sirvió para multiplicar un problema –ponerlo en común- que para el orden -orden del miedo y la debilidad crispada- no era común sino propiedad de la identidad progresista. (Por otra parte: ¿fue sólo en las redes sociales donde tuvo lugar la pregunta insistente? No, la oímos en salas de espera, en los subtes, en las aulas –incluyendo, claro está, los 0-800 que, al mejor estilo Revista Para Ti en plena Dictadura, se ocuparon de denunciar la intromisión de esa “pregunta urgente” para velar por la salud “antipolítica”de  los niños en las escuelas.)

El acto político tiene base intuitiva, y se propaga por copia mutua[2], no consiste en acciones de otra vida; no pasa por abandonar las tonterías o las cadenas, en pos de lo que verdaderamente hay que hacer. Más bien la politización es un viraje de tono o de sentido, leve pero altamente significativo, en las prácticas que constituyen la vida como es -como es en sus líneas de ensanchamiento.

 

  1. Actos que por ejemplo logran liberarse de las amarras de un bombardeo de tristeza política. Un bombardeo con problemas que sitúan la atención en un campo remoto a las propias potencias (la ofensiva general de las elites), y es en sí mismo un dispositivo de dominación. La reacción prefigurada por el bombardeo, la respuesta constante, la indignación permanente, reproducen la compulsión hiperexpresiva. La reacción es isomorfa al bombardeo. Reproduce su ritmo, su frecuencia corporal. Cambiando el contenido del mensaje, prolonga la crispación permanente con centro en cosas que son más fuertes que nosotros, y, en su conjunto, ajenas a nosotros.

Atender al escenario, al medio ambiente (o ambiente mediático) indignante, es inevitable salvo si decidimos la indiferencia (y bancar la precariedad creciente de la vida), o bien si logramos atender a las  profundizaciones de las potencias presentes. El cuerpo que decide que no puede estar en todo ni responder a todo es el cuerpo que está atento a los sitios donde sí puede hacer una fuerza efectiva (cortar la chorrada interminable de la pantallita y atravesar la ciudad para acoplarse a una marcha de estudiantes secundarios que se agrandan por sí solos; o sostener, dentro de una institución donde rigen directivas de no hablar del caso Maldonado, abierta la pregunta por lo que pasó y por las líneas de conexión del caso con las vidas de cualquiera).

El cuerpo todista es ansioso: rompe el aquí. El cuerpo indiferente, por su parte, ya da por completamente definida su vida -terminada, aunque falte vivenciarla…-.

El cuerpo que decide no poder todo (un vital nopodermiento, como quería Gombrowicz), queda más sano para lo que sí puede; exento de la respuesta automática puede probar sus fuerzas -y esos pequeños poderes, si les ponemos la lupa, si miramos desde ellos, desmienten el absolutismo general de la tristeza.

 

[1]             Quizá las condiciones materiales sean la causa de la política, pero no son la política.

[2]     Hay una facultad humana consistente en copiarse. Es un recurso, es un vicio, es un placer, es un vaso comunicador de información de la especie. Y la publicidad juega sucio, precisamente, ahí, en la facultad -y el placer- de copiarse.

Estoy podrido de la gente que se se cree que &quot…

Estoy podrido de la gente que se se cree que "piensa bien". Ok, Laura, tenés razón "en todo", y qué? a dónde nos lleva eso? damos pasos adelante en nuestras aspiraciones con esos argumentos "brillantes", que confunden mas de lo que aclaran! ¿concretamente, qué piensan de la conmplicidad de los Kirchner con los grandes capitales, con la timba, con las mafias? ¿Porqué no hablan de estas cosas? Será que las "nuevas generaciones" ya vienen todas domesticadas, persiguiendo una bequita, o que los descubra algunda editorial transfnacional?

Me parece bueno apelar a un registro tan crudo, o …

Me parece bueno apelar a un registro tan crudo, o cínico, para narrar las sombras de muchas de las cosas que nos pasan. Pero me da miedo que por buscar siempre esta cara de las cosas nos quedemos en la oscuridad, sin ventanas al aire fresco. Me pregunto: ¿cómo sos Susana? Qué te pasó en la vida para que escribas así? No hay nada bueno en este momento que valga la pena festejar?
Ale

Gran texto, enorme texto, compañero invisible! Qué…

Gran texto, enorme texto, compañero invisible! Qué alegría encontrar una vez más que uno nunca sabe todas las cosas que dice cuando dice "aguanten los Redondos".

No afloje, Lobo, que necesitamos miradas lanzadas honestas, una crítica que tenga sentido. Se nota el dolor (o incomodidad o malestar o…) y el deseo como una especie de esperanza sin objeto.

¿Lobo está?

Lobo sueltono habla de política, no sabe hacerlo. Habla sí, a su modo, ante la política. No habla de otros, no quiere hacerlo. Habla sí ante los otros. Ha olvidado su nombre personal, usa los pseudónimos que va recibiendo. No es anónimo, sino versátil. No posee saberes sobre el mundo, sino saberes del mundo. No posee intimidad, sino sensibilidad. Anarquía coronada es ampliación de lo pensable, de lo decible. Nunca una excusa para restringir o degradar vidas. Suelto en la metrópoli, entre la calle y la red, entre la imagen y la idea, entre la palabra y la sospecha, entre la ironía y la perplejidad. Harto del trabajo, de la consigna, del comentario fácil y de los discursos de los especialistas, escéptico con las alternativas, y descreído de las promesas. Los medios no mienten: crean realidad simplificada. Los militantes habitan su cápsula. Los intelectuales son débiles en su comodidad. Miles y miles se amoldan a los aires de época: Lobo Suelto siente náuseas. Pero los tiempos no mueren ahí. Hay que inventar figuras informes desde las que hablar. Voces que aúllen.

web:
www.anarquiacoronada.blogspot.com/
mail:
lobosuelto2010@gmail.com
twitter:
 @Looobosuelto

Debatir la Carta 10



«Tiene que ser en esta época y no en una próxima estación nebulosa e indeterminada, que se solucione el problema de tierras en la Argentina y que se consideren los planes agroalimentarios no como sinónimo de desbaratamiento de los montes sino de soberanía alimentaria. Es un problema multisecular, que queda en penumbras hasta que un asesinato lo ilumina. Del mismo modo, el asesinato de Mariano Ferreyra iluminó como una chispa al costado de las vías, la realidad oscura de la tercerización. La superposición de nombres es casual, la acumulación histórica de los problemas no lo es”. 

Carta Abierta Nº 10

—————————————————————-

Carta abierta a Carta Abierta 
(sobre Cristian Ferreyra y otras «anomalías»)

por Eduardo Grüner
Estimados amigos:
Acaban ustedes de hacer pública su Carta Abierta No. 10, centrada principalmente (aunque no exclusivamente) en el asesinato de Cristian Ferreyra. Lo consideramos un documento importante, por razones múltiples aunque a veces contradictorias. Es en respeto a esa importancia que juzgamos igualmente pertinente debatir con él con toda la seriedad y el rigor de que seamos capaces. Nos permitimos, pues, una serie de fraternales pero firmes puntualizaciones:
1. Los intelectuales solemos tener un problema, que proviene de las propias ventajas –y privilegios- de nuestra posición social y cultural: nos fascinamos fácilmente con nuestras propias palabras. La muy encomiable y defendible búsqueda de “nuevos lenguajes” que puedan dar cuenta de una realidad compleja, cambiante, dinámica y no siempre transparente, y a lo cual no podemos renunciar, corre el riesgo de diluir la tensión con la propia realidad que intentamos indagar. Empezamos por decir que “en medio de las grandes esperanzas, sucede nuevamente el penoso acontecer de la sangre derramada”, o que “en cada una de estas muertes inocentes surge a bocanadas el signo de una historia irresuelta e injusta”, y ya parece que hemos establecido el marco profundo de la crítica de lo real . Y lo hemos hecho, además, con expresiones bellamente poéticas (nos eximiremos aquí de recordar –muchos de ustedes son atentos lectores de Walter Benjamin- los peligros de la “estetización de la violencia”, que afortunadamente la CA 10 logra sortear). A veces creemos que eso nos exime de la confrontación con la totalidad compleja de la realidad que lamentamos, y que a menudo excede el alcance de las palabras, e incluso con las implicaciones de las propias palabras que usamos para aludirla. Por ejemplo: a continuación de esos enunciados, ¿no convendría discutir cuáles son esas “grandes esperanzas” que aparecen sorprendidas por la “sangre derramada” (este último sintagma ya no suena tan nuevo ¿verdad?)? Dan ustedes por sentado que el contenido concreto de las “esperanzas” fue el que salió ¿homogéneamente? ratificado de las urnas por una abrumadora mayoría que, justamente por ser tan grande, incluye necesariamente a todas las clases sociales, sus distintas fracciones, sus intereses con frecuencia irreconciliablemente contrapuestos (de no ser así, ¿por qué haría falta asesinar militantes populares?). ¿Pueden ser las mismas “esperanzas” las que han votado los propietarios de un ingenio gigantesco que utiliza fuerza de trabajo semi-esclava, y las que han votado las víctimas de ese sistema? ¿Son comparables las “esperanzas” del terrateniente que busca expandir a cualquier precio las fronteras sojeras con las del indígena o campesino que –como muy bien dicen ustedes- representa una resistencia de más de 500 años a la expoliación genocida del Capital mundializado? Si no es así, quiere decir que ese 54 % es un campo de batalla , también aunque no solamente “cultural”, en el cual el gobierno, y cada uno de nosotros, deberá tomar partido. Del mismo modo, una vez que nuestra dolida crítica ha señalado “el signo de una historia irresuelta e injusta”, ¿no convendría poner en discusión qué se está haciendo realmente hoy , aquí y ahora –qué está haciendo nuestro Estado, para empezar-, para “resolver” esas injusticias históricas? ¿O es que el recurso a la “totalidad” histórica que nos ha determinado nos exime de analizar igualmente la “totalidad” de las responsabilidades que prolongan en nuestro presente la injusticia? Pero no. Lo que encontramos inmediatamente es que “en esta época propicia” que “no ha sido esquiva en generar justas reparaciones”, “por ello mismo, debe ser propicia para mencionar estos hechos que le son extraños o anómalos”. Pasaremos por alto la timidez del verbo “mencionar” (no “criticar”, “impugnar”, “cuestionar”, etcétera) para preguntarles: ¿de verdad piensan ustedes que, dentro de una lógica presidida por lo que ustedes mismos califican como “avidez” del capitalismo agroexportador, hechos de este tipo son tan extraños y anómalos? Lo que parece algo extraño y anómalo, sí, es un razonamiento que apunta a mostrar el asesinato de Cristian Ferreyra como un acontecimiento inaudito , “extraño” frente a las grandes “esperanzas”, y al mismo tiempo recuerda el de otro Ferreyra, Mariano, y el de los quom , y los del Indoamericano, y los de Jujuy, y, y…, sin privarse por otra parte de apelar a la calificación –más policial que política, por cierto: es una elección de términos sugestiva- serial. Cómo es que una serie puede ser una “anomalía”, se nos escapa. Porque, una serie de anomalías , ¿no empieza al menos a hacer conjeturar una cierta regularidad?
2. Pero, retomemos el hilo. En la CA 10 conviven incómodamente dos lógicas discursivas: cuando se trata de analizar las “injusticias históricas” se trata de una “totalidad” compleja plena de matices y contradicciones. Por ejemplo: las víctimas no son “inocentes” en ningún sentido ingenuo del término, ya que estos luchadores (la palabra es de ustedes, y la hacemos nuestra) han sabido sostener “hierros candentes” y cerrar sus puños sobre una piedra. No se ve bien a qué viene esta aclaración –descartamos absolutamente que se insinúe aquí una interpretación al estilo de los “dos demonios” que pudiera hasta cierto punto explicar que a las piedras se haya respondido con balas de plomo-, salvo como voluntad de mostrar las complejidades de este tipo de situaciones. Sin embargo, cuando se trata de analizar las responsabilidades actuales , esa complejidad “dialéctica” se transforma en binarismo de polos excluyentes, sin conexión entre sí: por un lado están las grandes esperanzas despertadas por el “modelo” –así, en boque, sin discriminación de a qué diferentes y antagónicos proyecto(s) de clase(s) pertenecen-, y por el otro están las “anomalías”. En el mejor de los casos las “anomalías” son rémoras , resabios de una época bien pretérita, incluso… ¡feudal!: “La avidez de un capitalismo depredador… vive su medioevo de conquistas”, etc.. Otra vez no se entiende el razonamiento, sobre todo cuando a renglón seguido nos encontramos con que “El gran capitalismo agropecuario tiene su mirada en la Bolsa de Chicago, en las operaciones políticas de gran escala, en los secretos de los gabinetes químicos que perfeccionan la semilla transgénica”. No suena muy medieval que digamos, ¿verdad? Al contrario: es una excelente descripción de la plenamente moderna actualidad de un capitalismo que es el nuestro . Sin embargo, el razonamiento da toda la impresión de querer separar el capitalismo “realmente existente” en nuestro país de las “anomalías feudales” de algunos capitalistas desbordadamente “ávidos” (que saben hacer uso de recursos tan poco medievales como la Bolsa de Chicago y las semillas transgénicas), como si a todo lo largo de la historia del capitalismo no hubiera podido ser perfectamente compatible –y aún necesaria- la articulación entre la lógica dominante de la (en este caso) más moderna expansión agroindustrial con las más variadas formas de esclavitud y semi-esclavitud, no en tanto rémoras “feudales” sino como producto de esa misma lógica de aseguramiento de la rentabilidad y la ganancia: “Desarrollo desigual y combinado”, bautizó a esa “anomalía” un clásico del pensamiento marxista. No, no son “forajidos de frontera” ni “escapados de otra época”: son nuestros, son de aquí, y son de ahora. Y sigamos con los ejemplos: hacen ustedes muy bien en recordar la gran cantidad de etnias y culturas aborígenes que conforman la parte olvidada (y superexplotada, cuando no masacrada) del pueblo argentino. Y lo hacen introduciendo toda la complejidad y contradictoriedad de su historia: recuerdan las guerras interétnicas, y las alianzas de algunas de esas etnias con los conquistadores contra las etnias rivales resistentes, y así. Es cierto que una vez más no se ve bien a qué viene la erudita referencia (¿hay buenas y malas personas tanto entre víctimas como entre victimarios? Claro que sí, pero esa más que obvia generalidad no quita que haya víctimas y victimarios no equivalentes en el “gran relato” histórico). Pero, en todo caso, es muy atinado que ustedes recuerden esa “lejanía indiscernible” y esa “heterogeneidad sorprendente” –menos indiscernible y sorprendente, desde ya, para los historiadores y antropólogos que han explicado exhaustivamente y desde hace mucho esos fenómenos- y afirmen que “no es necesario que nos imaginemos un pasado pulcro e incontaminado”. Gran verdad. Pero, perdón, el presente sí? ¿Que –según el razonamiento discursivo de la CA 10- esos asesinatos “seriales” sean anomalías de otra época perpetrados por forajidos escapados de la barbarie feudal, no tiene como consecuencia necesaria que vivimos en un mundo de esperanzas, “pulcro e incontaminado”, que de pronto –vaya a saberse por qué “retorno” de la barbarie encarnada en algunos (¿cuántos? ¿quiénes?) “forajidos”- es asaltado intempestivamente en su reino de la “cabal apuesta por la plena igualdad”? ¿Se ve entonces la aplicación de dos patrones de análisis radicalmente distintos, uno que toma en cuenta todas las complicaciones dialécticas del pasado, mientras el otro simplifica binariamente el presente, dividiéndolo en la “normalidad” de un tiempo “esperanzado” y las “anomalías” del capitalismo depredador?
3. Hay, en la Carta, un párrafo altamente sugestivo, que por un lado refrenda lo que venimos diciendo, y por otro lo contradice contradiciéndose a sí mismo. Dicen ustedes: “Son nombres que reaparecen cuando actúan el capanga, la policía rural dominada por las peores lógicas de los empresarios, pequeños o grandes, de la tierra, vinculados a una irresponsable clase política”. Aquí hay un deslizamiento de la particularidad del “capanga” malvado o incluso de la “policía rural” (nada sabemos de otras policías bien “urbanas” que actuaron, o desactuaron, en el caso Mariano, Indoamericano, Ledesma y demás, que ustedes mismos “mencionan”), a la generalidad ya más “sistémica” de las peores lógicas empresariales (las hay, evidentemente, mejores , que no matan gente, pero en fin, avancemos) a una irresponsable (nosotros preferiríamos discutir su responsabilidad , pero en fin…) clase política (nosotros preferiríamos hablar de “políticas de clase” , pero en fin…). ¡Totalmente de acuerdo! Pero, perdón, ¿quiénes son esos empresarios y esa “clase política”? ¿Están o no vinculados al Estado, a los gobiernos provinciales y al nacional, son o no aliados (¿tácticos?) de un gobierno que, lejos de denunciarlos y castigarlos, los arropa en el amplísimo manto del “modelo”? ¿o eran ellos, resulta, los “forajidos” salidos de algún arcaico estrato geológico de la prehistoria bárbara? ¿Forma o no parte, todo eso, del “modelo” de “capitalismo voraz y depredador” cuyas estructuras básicas siguen siendo hoy las de nuestra “historia irresuelta e injusta”? ¿Son “anomalías” que están enfrente o afuera del “modelo” –y si es así, no entendemos por qué muchos de esos empresarios lo apoyan con creciente énfasis-, o son más bien efectos de un “modelo” uno de cuyos componentes centrales es ese “capitalismo agroexportador” que produce tales “anomalías”? Sería muy importante que ustedes intentaran responder estas preguntas. Ayudaría a aventar toda suspicacia respecto de los efectos “objetivos” del discurso de la CA 10. La suspicacia, por ejemplo, a propósito de que lo que aparece -y sin duda honestamente es , pues desde Hegel sabemos que no hay ser sin apariencia – como una crítica a las “anomalías”, pudiera servir al mismo tiempo como operación que separa al “sistema normal” de sus (ni siquiera “consecuencias no buscadas” sino) “extrañezas”, es decir ajenidades al “modelo”. La lógica de la CA 10 se diría sustentada, en este sentido, por la típica operación ideológica “fetichizante” de sustitución del todo por la parte y de las causas por los efectos. Las “partes” y los “efectos” aparecen como “rarezas” externas, en todo caso sorpresivamente incrustadas en el presente “pulcro e incontaminado” del “modelo”, cuando en verdad son partes y efectos inevitables del componente agroexportador “voraz” del propio modelo. Razonando de esa manera, no es de extrañarse que ustedes se extrañen de que de pronto aparezca de la nada –“como rayo en día sereno”, hubiera dicho Marx- este reguero de sangre. Dice la CA 10: “Es un problema multisecular, que queda en penumbras hasta que un asesinato lo ilumina. Del mismo modo, el asesinato de Mariano Ferreyra iluminó como una chispa al costado de las vías, la realidad oscura de la tercerización”. Pero, metáforas lumínicas aparte, ¿ustedes no sabían que existía esa “realidad oscura”? ¿Tuvo que ocurrir el asesinato, encenderse esa ominosa “chispa”, para que se decidieran a hablar del “problema”? Es difícil creer eso. Quizá creyeron, una vez más, que denunciar todo esto de antemano –es decir, antes de que fuera demasiado tarde para Mariano y para Cristian, para los qom y los jujeños- era darle armas a la derecha. Pero, ¿a cuál? Porque a esta altura –después de los inequívocos apoyos que el “modelo” ha recibido por parte de todas las principales fracciones de los “poderes fácticos” (nosotros preferiríamos hablar de clases dominantes , pero en fin…)- no hace falta argumentar demasiado que la derecha , la que realmente importa (no nos referimos a los medios de la “Corpo”, esa “vanguardia” del despiste ideológico que ha quedado pedaleando en el vacío) está plenamente consustanciada con el “modelo”, y lo estará cada vez más a medida que avance la crisis internacional. No solamente porque han hecho bien las cuentas y han concluido que en medio de la turbulencia es mejor “no cambiar de cabello en mitad del río” (ya canónico apotegma peronista), sino porque este “modelo” –que incluye , aunque no pueda reducirse a él, el capitalismo agroexportador “voraz” que en el límite mata a quienes se le resisten- es el único que, por ahora, puede salvarle la ropa, y alimentar las “esperanzas”, sí, de un “capitalismo en serio” (porque hasta ahora, parece, era todo un gran chiste).
4. Que se nos entienda bien: va de suyo que están ustedes en todo su derecho de defender el “modelo”, si creen que es lo mejor, o lo único, que se puede hacer en la Argentina de hoy. No es, desde luego, nuestra posición, pero precisamente lo que tiene sentido es discutir nuestras diferencias . No se trata de no reconocer esas medidas “reparadoras” que ustedes citan, y que parecen tanto más espectaculares cuanto más se las compara con menematos y delarruatos (aunque, ya van ocho años, y vamos por cuatro más, total doce; pero en fin…). Pero sí se trata de procurar discernir cuál es la lógica de fondo en la que podríamos inscribir “lo que falta”. Eso no se podrá hacer si dividimos la realidad argentina actual en dos compartimientos mutuamente excluyentes: por un lado el “modelo” y todas sus bondades, por el otro las “anomalías” perversas que parecieran efecto de alguna invasión extraterrestre. Hay una conexión “dialéctica” entre ambas: no necesitamos explicarle a los “frankfurtianos” que hay entre ustedes, que son muchas veces los “detalles” más extremos y aparentemente insólitos los que permiten reconstruir la constelación total a la que pertenecen. Los asesinatos de los que ustedes –con toda razón- se espantan e indignan, pertenecen como tales “extremos” a la potencialidad siempre “actualizable” de la lógica “normal” de un modelo que pone férreos límites a la “profundización” de sus aspectos más “progresistas” (si quieren llamarlos así) y al mismo tiempo vela por los intereses de sus aliados más poderosos. Nadie está diciendo que el “modelo” consista en matar campesinos que defienden sus tierras, se entiende; pero sí que si ello, en algún momento –y esos “momentos”, en efecto, ya van constituyéndose en serie – se hace necesario, esa es siempre una posibilidad , y no una “anomalía”. ¿No es algo sobre lo que deberíamos pensar? Con mucha más razón cuando las medidas que el gobierno ya ha empezado a tomar en este breve período “transicional” indican claramente, para quien esté dispuesto a tomar en cuenta la totalidad de la “constelación”, el giro a la derecha de que tanto se habla (y no nos dejaremos extorsionar con el argumento de que ese enunciado es utilizado cínicamente por la “Corpo”: otra cosa que no necesitamos explicar es que el sujeto de la enunciación altera radicalmente, siempre, el sentido del enunciado). Por sólo tomar un “pequeño” ejemplo: hacia el final de la CA 10 afirman ustedes estar a favor de las recientes decisiones a propósito de Aerolíneas Argentinas, incluyendo, es de suponer, la anulación de la personería gremial y práctica “militarización” de un sindicato. Como podrán imaginarse, no seremos nosotros quienes defiendamos las presumibles corruptelas o “malas intenciones” de alguna fracción de la peor burocracia sindical. Pero, ¿no ven ustedes –dentro de la “constelación” global- que esto último se inscribe en la cada vez más insistente “constelación” de discursos presidenciales que exhortan a desactivar la protesta social, a silenciar los reclamos populares (incluidos los del casi 40 % de trabajadores aún “en negro”, los de los tercerizados súbitamente “iluminados” por el asesinato de Mariano, etcétera), a poner un techo rígido del 18 % a las demandas de unos aumentos salariales que por lo tanto seguirán estando muy por detrás de la inflación? ¿No ven que desde hace ya tiempo se están “abriendo los paraguas” para prevenir un posible aumento de la conflictividad social que podría -seamos prudentemente condicionales- producirse en caso de que lo que se “profundizara” fuera la crisis mundial y sus (inevitables, dentro de la “constelación”) consecuencias de “ajuste” cada vez más duro? Y si eso ocurriera, ¿de qué lado creen ustedes, sinceramente, que se pondría el gobierno para defender este “modelo” que, está visto, despierta crecientes “esperanzas” entre el porcentaje mínimo del 54 % que representa el poder real ? Y por supuesto, no se trata sólo de discursos sino también de hechos : a las medidas que se han venido tomando hay que sumarles los cerca de cinco mil casos (cinco mil ya es algo más que una serie de “anomalías” ¿no?) que siguen existiendo de “judicialización” de la protesta social, de los que el reciente y grotesco intento contra el “Pollo” Sobrero es apenas un botón de muestra. ¿Entonces? ¿nada de eso es también el “modelo”? ¿son solamente sus “contradicciones internas”, las “tensiones” no buscadas que devienen de los sistemas de alianzas políticas y con los “poderes fácticos”, necesarios para una “acumulación de fuerzas” (¿hasta dónde? ¡ningún otro gobierno, incluidos los del mismísimo Perón, tuvo nunca tanta fuerza ni poder de legitimación!)? Entonces, acumuladas las fuerzas, ahora sí vamos… ¿a dónde? ¿en qué dirección? ¿con cuál otro “modelo” que sería tan radicalmente diferente al actual –que tendría que serlo para poder incorporar aún todo lo que ustedes mismos dicen que “falta”-? Hacen ustedes una larga lista de cosas que todavía “faltan”. Aún cuando todas ellas sumadas, si se cumplieran, todavía no implicarían una transformación a fondo de las “estructuras básicas” de la sociedad (nadie les está pidiendo que se definan como radicalmente anticapitalistas: de ser así no estaríamos debatiendo todo esto), no podemos sino acordar plenamente con esa demanda. Pero, ¿a quién se lo están demandando? En ningún momento de la CA 10 se insinúa que podría ser la movilización de las masas organizadas autónomamente (e incluso si por el momento quieren seguir definiéndose como peronistas y / o “K”) la que obligara (o, digamos, ayudara, concediendo la posibilidad de que el gobierno quiere hacerlo, pero está atado por su sistema de alianzas, o lo que fuere) al gobierno a “profundizar” en “lo que falta”. ¿Se lo piden, entonces, al Estado, a este Estado? Créannos, por favor: sin que las masas lo empujen, no lo va a hacer. La movilización autónoma de las masas populares –salvo que se trate de asistir a los festejos bicentenarios o a las exequias del ex presidente- no es parte de la “constelación”, más bien al contrario, lo es su desmovilización : para eso está –entre muchas otras cosas, pero como herramienta decisiva- la burocracia sindical. Y aún aquí es evidente el giro a la derecha, si resulta verificarse el desplazamiento de Moyano a favor de los “Gordos” y compañía. Insistimos: ¿no habría que analizar esta “constelación” entera , sin duda con sus vacilaciones, conflictos y fragmentaciones internas, pero no pretendiendo que el “modelo” y Cristian Ferreyra son fragmentos absolutamente externos y ajenos uno al otro? Como dice un famoso postulado de la física, el todo sólo es igual a la suma de las partes cuando las partes se ignoran entre sí; cuando se relacionan entre sí, en cambio, esas relaciones se incorporan al “todo” previo, y lo transforman en otra cosa . Como se puede ver, la física también puede ser, a veces, “pensamiento crítico” .
Los saluda fraternalmente,
E.G
—————————————————————-
 Cuando la crítica deja de ser crítica y se hace cómplice del status quo

Por Ariel Feldman
Empalagado por el lirismo de Carta Abierta X uno no puede más que preguntarse qué impide a que tan cavilado tejido de palabras pueda nombrar con sus nombres al modelo agroextractivo como pilar de «El Modelo», al gobernador de “la capital del kirchnerismo” el radical K Gerardo Zamora, al Poder Judicial provincial, al Gobierno Nacional que ostenta el poder del estado.
Carta Abierta X es un ejemplo de cómo fetichizar un fenómeno por el sutil mecanismo en que a la vez que se pretende visibilizar una realidad vergonzante, o impugnar una posición retrograda, se soslaya el conjunto de relaciones y de actores que realmente puede develar aquella injusticia. Su prosa es efectiva como discurso ideológico precisamente porque no niega obtusamente el dolor, sino que expone la injusticia, pero lo hace de forma abstracta. Nos coloca un árbol ante los ojos ocultándonos el bosque, falseando el ocultamiento en visibilización. Su discursividad constituye la expresión sutil del modelo de comprensión de los fenómenos que el progresismo con sinceras expectativas en el gobierno ha desarrollado para justificarlo y justificarse: es el modelo racionalista del “mejor de los mundos posibles” donde todos los fenómenos que se identifican como negativos lo son en función de una totalidad que no puede más que contenerlos para poder ser en su positividad: Así la burocracia sindical es necesaria para la estabilidad, la regresividad impositiva para el desarrollo de la inversión, los salarios bajos para la competitividad, la obsecuencia de la prensa amiga para la batalla contra los monopolios mediáticos, etc. Si este modelo racionalista empieza a mostrar grietas y se comprenden como injustificados ciertos fenómenos, y de esto Carta Abierta también es un ejemplo, se asumen entonces esos aspectos negativos de forma diseccionada, en tanto accidentes del sistema y nunca como determinaciones de lo que es. Así, en Carta Abierta X todo lo que el Estado a través del Gobierno legisla magramente por decreto o impulsa en el parlamento en detrimento del “mercado” (ínfimo porcentaje, frente a la legislación pro-empresarial, que poco y nada ha tocado la estructura productiva de bienes y desigualdades del país) expresaría paradójicamente el Zeitgeist (el espíritu de la época), la esencia de este gobierno y de su “proyecto”, mientras que las consecuencias sociales producto de su “Modelo” basado en la precarización laboral (competitividad por bajos salarios, la lucha de los precarizados y el primer Ferreyra) y el modelo agroextractivo ( es este gobierno nacional el que se propone aumentar las exportaciones argentinas mediante el aumento a 160 millones de toneladas la cosecha de granos para el año 2020, para lo cual precisa ganar más terreno para la plantación de soja, la estrella de los commodities, lo cual implica el desmonte y las consecuente muerte de resistencias como las encarnadas por el MOCASE, y el segundo Ferreyra), parecen páginas de diarios «alucinados» y culpa de una «epistemología de negocios», donde por un pase de magia ideológico el Estado, que se vanagloriaba tan presente, de repente desaparece de la escena y del análisis (quedando su presencia a lo sumo en sustantivaciones indeterminadas del tipo “complicidad con jueces o mandos policiales y políticos”).
El Principio Esperanza que citan, el de Bloch, no era para el autor ni ciego ni indeterminado, y su lirismo intentaba quebrar la sombra que la palabra temerosa, o perdida de sí, proyecta sobre el dolor. La esperanza se basa en la comprensión de la injusticia, no en el nombramiento in-mediato del nombre, de Ferreyra; se basa en la crítica que hiere la injusticia de la realidad, no la crítica que embellece la injusticia como paradoja. Precisa el Principio Esperanza el nombrar que expone, el nombrar que intenta poner el dolor de muchas singularidades en relación con una criminal totalidad que se nos escapa pero organiza nuestra existencia. A Adorno y Horkheimer les alcanzaba un campo de concentración para sacar una conclusión universal sobre su época no por ser Auswitch sólo epítome del horror, sino porque entendían la barbarie nazi como expresión de la esencia de lo que había devenido la razón europea: si la muerte hubiese sido obra de una alucinada secta religiosa pobre significación tendría. Los Ferreyra permiten sacar conclusiones porque no son muertes caprichosas realizadas por alucinados y sedientos capitalistas trasnochados en la ya diurna luz Kirchnerista, sino que esos cuerpos jóvenes, como los cuerpos viejos Qom, como los cayosos del Indoamericano, son los desechos de la historia de un modelo que no puede sino tener a estas víctimas como consecuencia, y eso deben decirlo con todas las letras aun los que desean apoyar los aspectos progresivos que este gobierno sí pudiera tener, aspectos entre los que seguramente no estarán su política frente a la precarización laboral, los agronegocios, el desmonte, la política minera, la judicialización de la protesta, la política gremial, el intocado, vergonzante y regresivo impuesto al consumo de productos básicos combinado con la magra performance del impuesto a las ganancias e ingresos brutos, la política de seguridad de la provincia de Bs As, el negocio del juego y los casinos, etc., etc., etc.
El papel que ha cumplido Télam (acá), Pagina/12 con censura incluida (acá) y Carta Abierta ante la situación en el monte santiagueño amerita unas líneas finales sobre el pensamiento crítico y su enarbolación. Es de esperar que los indignados ante las ideológicas coberturas de “los medios monopólicos” no tengan su indignación fetichizada y puedan mostrar su indignación ante la violencia que la palabra oficial ejerce sobre la realidad de forma dolorosa y continua. La crítica es orgánica a la injusticia, al dolor real, a los vilipendiados, orgánica a los muertos y a los vivos que resisten la muerte, es la grieta que abre la trama sedosa del discurso que oculta la sangre real. Cuando la crítica se hace orgánica no ya a las heridas que la realidad infringe sino a un discurso sobre la realidad, se vuelve necesariamente heterónoma, deja de ser crítica y se hace cómplice del status quo.

—————————————————————————-

Las organizaciones campesinas en las garras del modelo
por Jorge Rulli
Creemos que es necesario exponer nuestra posición respecto a los conceptos de Soberanía Alimentaria, Territorios, y el rol de las organizaciones indígenas y campesinas frente al Modelo Agroexportador y Extractivista.
La idea fuerza es que las resistencias territoriales han ido cediendo terreno frente al avance sojero y minero. Es más, los grupos dirigenciales se han ido integrando a las muchas estructuras subvencionadas que les brinda el Estado y postulan, sin que les pese una oposición, los avances locales pero se victimizan cuando en sus bases suceden hechos de sangre. Simultáneamente no cuestionan las lógicas productivas, más allá de los agronegocios, tal vez creyendo así proteger nichos de “agricultura familiar”  y bolsones de autonomía indígena y campesina que no hacen más que  evidenciar las ínfimas excepciones a la regla que son puestas como ejemplo de la preocupación gubernativa por las minorías perjudicadas.
Hay sin duda una equivalencia sustancial entre la decidida aceleración del modelo, expuesta crudamente en el PEAA, y la – en ciernes – Ley de Tierras, con la asimilación a los aparatos del Estado y la importante ayuda financiera, que fagocita masivamente a los cuadros de conducción de los movimientos campesinos o agro-contestatarios, que naturalizan esta doble condición de ser contestatarios y a la vez funcionarios remunerados.
Sucede entonces que desde hace años asistimos a un gigantesco simulacro que ha posicionado a la vanguardia de las luchas campesinas a organizaciones como el MNCI y su mentora: el MOCASE, atadas a la cola del enorme prestigio internacional de la VIA CAMPESINA. Entramado que hace que todas las acciones y posicionamientos de éstas organizaciones argentinas tiendan a verse como la expresión genuina de las resistencias agrarias nacionales. Un encadenamiento de simbologías y reivindicaciones que inmediatamente repercuten en los medios y crean la sensación de que allí se encuentra la auténtica representatividad de las minorías oprimidas por el modelo agroexportador extractivista. Un prestigio que sin dudas, disimula las severas limitaciones ideológicas de un pensamiento ligado a las consignas antiimperialistas de hace décadas y un accionar focalizado en montar escenarios de autonomía y producción autóctona, dirigido a demostrar una presencia que se diluye en los pobres resultados obtenidos con tanto apoyo económico y político regional e internacional.


La Reforma Agraria y la Soberanía Alimentaria, fundamentos de las luchas de la Vía Campesina Internacional, encubren un escenario devastador de avances de la frontera sojera en los mismos territorios de dichos encuadramientos, y las cifras de la sojización en Santiago del Estero así lo demuestran; mientras en las Universidades argentinas se encolumnan los estudiantes que aplauden el sesgo revolucionario de la mentada campesinización  y anhelan viajar de modo iniciático a las tierras de la autonomía rural y la supuesta producción agroecológica.

En los últimos años, con el afianzamiento de la producción de monocultivos transgénicos  y la alta rentabilidad de loscommodities, se han multiplicado las variantes asistencialistas y de control social sobre las poblaciones perjudicadas y sobre los territorios devastados. En esa lógica productiva tomaron inusitada fuerza una gran cantidad de estrategias y planes que incluyen, necesariamente, la participación activa (sino complicidad) de los otrora contestatarios, en el intento de paliar las graves consecuencias del modelo.
No se les pide desde el sistema que abandonen sus consignas maximalistas, es más: se los alienta a persistir en la denuncia de los atropellos, en la prohibición de las fumigaciones cercanas a poblados, en el “mal uso” de glifosato, en la judicialización  de las disputas territoriales, todos ellos efectos colaterales que, cuando son tomados como consignas abarcadoras, no hacen más que confundir y ocultar la matriz corporativa e institucional del saqueo programado.
Así asistimos a verdaderas batallas retóricas sobre reivindicaciones legítimas, pero fragmentadas intencionalmente para ocultar la totalidad descarnada de un complejo modelo de poder neocolonial  empeñado en limar las aristas más escabrosas para presentarlo como sustentable y protectivo.
Si la estrategia obligada era la de hacerse fuerte en los territorios amenazados, focalizar las luchas en las comunidades campesinas y originarias, podemos decir que ha fracasado. No sólo se han perdido vidas humanas en estos escarceos, sino que también se han ido entregando inmensos territorios, atrapados en la lógica bifronte de resistir el avance empresarial a la vez que aceptar los dineros y los cargos que distribuye generosamente un gobierno experto en dividir y cooptar a sus adversarios.
Desde el GRR hace años venimos luchando por el arraigo rural y las resistencias locales, pero también venimos denunciando en todos los ámbitos posibles, el tremendo impacto de la globalidad expandida y la condición neocolonial de nuestros países, sometidos hoy a la multipolaridad y las hegemonías regionales de las llamadas potencias emergentes. Hemos sostenido sistemáticamente nuestra solidaridad con las poblaciones rurales y las producciones locales, llevamos las campañas contra las fumigaciones y contra los apoderamientos de tierras, guiados por el principio de que la Soberanía Política en la Argentina es hoy Soberanía Alimentaria y que la defensa del Territorio Nacional es irrenunciable, porque afecta a todos los argentinos y no únicamente a las comunidades campesinas y originarias. Pero también comprendemos que estas luchas deben darse en los mismos centros del poder, allí donde se deciden las políticas corporativas y donde se elaboran los diseños tecnológicos de la manipulación transgénica y la biotecnología, donde la ciencia empresarial subordina la investigación y el conocimiento de nuestras Universidades públicas y los organismos estatales específicos, para atender concentrados intereses privados.
Se trata, para nosotros, de poner el cuerpo frente a las topadoras, de cortar los alambrados del cercamiento, de la defensa de nuestros montes y selvas, ya sea en las Yungas salteñas y jujeñas o en El Impenetrable, o en los valles y estepas patagónicos. Se trata de denunciar públicamente los negociados de las empresas estatales chinas o los capitales árabes sobre nuestros territorios, pero también de evidenciar las connivencias de Monsanto con sectores episcopales y los lobbies corporativos sobre las Universidades, el INTA, el INTI, el CONICET y el Ministerio de Agricultura. Creemos que es ingenuo, cuando no complicidad, debatir en las aulas académicas la Soberanía Alimentaria o la Tenencia de la Tierra , cuando en el mismo ámbito se forman los futuros empleados de las grandes empresas sojeras y agroexportadoras con la mochila repleta de  semillas OGM e insumos agroquímicos.
Un juego peligroso éste de alentar las luchas campesinas en los territorios y denostar los agronegocios, a la vez que pertenecer a los múltiples aparatos estatales pródigos en el reparto de dineros públicos y cargos funcionariales, al que llegan hasta los más exaltados enemigos locales del Imperio. Un juego en el que nunca hemos entrado, y vemos con desazón, que los que dicen oponerse al modelo y defender a las víctimas, llaman a su vez a cerrar filas con el gobierno progresista, sosteniendo la mentira de intentar modificar el rumbo indetenible del saqueo, desde adentro mismo del aparato estatal, desconociendo la esencia misma del Capitalismo extractivista y la mentada teoría de las Contradicciones y las hegemonías populares.
Hemos tenido la paciencia de madurar estas reflexiones a la espera de un cambio necesario que no se ha producido, es más, los cuadros de conducción de los grandes aparatos campesinos y sus aliados intelectuales, que persisten en el error, incentivados por las recientes lecturas electorales y creyendo sustraerse de las agitadas aguas de la catástrofe global inminente.
Cuando se derrama sangre de nuestros hermanos nos duele profundamente, mucho más si cae sobre la tierra yerma y desolada de la avaricia sojera, pero esa solidaridad implica también enfrentar los éxitos del modelo: la expulsión de los pobladores rurales y la urbanización forzada, confundir la felicidad de nuestro pueblo con la incentivación del consumo, arriar las banderas de Soberanía, Independencia y Justicia para remontar los pendones coloniales de Ciencia, Tecnología y Producción. No pidamos de manera soberbia un Capitalismo en serio, si ya lo tenemos instalado con su larga secuela de víctimas y ecosistemas destruidos. Un verdadero Proyecto Nacional exige volver a la Tierra que nos alimenta, recuperar las palancas estratégicas de un Estado Soberano y desconectarnos del tren de la Modernidad que nos arrastra hacia el abismo.

A 10 de 2001

Por Lobo suelto!

En fenómenos históricos como la Revolución Haitiana de 1804 o la Cubana del 1959, nuestro 2001 o el levantamiento de los indígenas bolivianos de octubre de 2003, hay siempre una parte de acontecimiento irreductible a los determinismos sociales, a las series causales. A los historiadores no les gusta esta dimensión, así que restauran retrospectivamente las causas. Pero el propio acontecimiento se encuentra en ruptura o en desnivel con respecto a las causalidades: es una bifurcación, una desviación de las leyes, un estado inestable que abre un nuevo campo de posibilidades. Borges ha hablado de estos estados en los cuales las diferencias mínimas se propagan en lugar de anularse y fenómenos absolutamente independientes entran en resonancia, en conjunción. En este sentido, aunque un acontecimiento sea contrariado, reprimido, recuperado, traicionado, no por ello deja de implicar algo insuperable. Son los renegados los que dicen: ha quedado superado. Pero el propio acontecimiento, aunque sea antiguo, no se deja superar: es apertura de lo posible. Acontece en el interior de los individuos tanto como en el espesor de una sociedad.
Claro que los fenómenos históricos que estamos invocando van acompañados de determinismos o causalidades, aunque sean de otra naturaleza. El amplio ciclo de luchas que por hábito y comodidad situamos en las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001 pertenecen al orden de los acontecimientos puros, libres de toda causalidad normal o normativa. Su historia es “una sucesión de inestabilidades y de fluctuaciones amplificadas”. Hubo mucha agitación, gesticulación, palabras, bobadas, ilusiones en el 2001, pero esto no es lo que cuenta. Lo que cuenta es que fue un fenómeno de videncia, como si una sociedad viese de repente lo que tenía de intolerable y viese al mismo tiempo la posibilidad de algo distinto. Es un fenómeno colectivo del tipo “Lo posible, que me ahogo…”. Lo posible no preexiste al acontecimiento sino que es creado por él. Es cuestión de vida. El acontecimiento crea una nueva existencia, produce una nueva subjetividad (nuevas relaciones con el cuerpo, con el tiempo, con la sexualidad, con el medio, con la cultura, con el trabajo…).
Cuando se produce una nueva mutación social, no basta con extraer sus consecuencias o sus efectos siguiendo líneas de causalidad económicas o políticas. Es preciso que la nueva sociedad sea capaz de constituir dispositivos colectivos correspondientes a la nueva subjetividad, de tal manera que ella desee la mutación. Ésta es la nueva “reconversión”. La construcción de un estado social durante el primer peronismo, el más reciente arribo de Lula al gobierno de Brasil, o el actual estado pluriétnico en Bolivia son ejemplos muy diferentes de reconversión subjetiva, con todo tipo de ambigüedades y hasta de estructuras reaccionarias, pero también con la dosis de iniciativa o de creación que constituía un nuevo estado social capaz de responder a las exigencias del acontecimiento. Lo propio en Argentina.  Tras el 2001 los poderes no han dejado de soñar, sin embargo, con la idea de que 2001 era un infierno, y que “había que acabar con aquello”. Y, en efecto, se ha acabado con mucho de todo aquello. Pero diciembre de 2001 no fue mera consecuencia de una crisis ni de una reacción a una crisis. Más bien al contrario. La dificultad para traducir la imaginación colectiva en nuevas formas políticas deriva directamente del bloqueo que la sociedad argentina se plantea en relación con las verdades de 2001. La convulsionada sociedad argentina muestra una enorme ambigüedad para operar una reconversión subjetiva a nivel colectivo, como exigía 2001: de no ser por ello, ¿cómo se podría hoy acometer una reconversión económica neodesarrollista en condiciones de izquierda? No ha sabido hasta el momento proponer a la gente algo que vaya más allá de una vida centrada en el consumo blando ni el trabajo más o menos precarizado. La radicalidad de la novedad de ese comienzo de siglo se ha marginalizado o caricaturizado. ¿Qué otra cosa podría ocurrir, puesto que todo dispositivo para una nueva existencia, para una nueva subjetividad colectiva, ha sido neutralizado –tanto por izquierda como por derecha– por la reacción ante el infierno de 2001? El espíritu de lucha y sed de creación que en todos los niveles habían desplegado las asambleas, y los movimientos piqueteros del interior del país y del conurbano ha sido ahogado, moderado o reconducido. En cada ocasión, lo posible parece haber quedado administrado en dosis cada vez más inofensivas. 
Nos encontramos por todas partes a los hijos de 2001, aunque ellos no sepan que lo son, y en cada sitio aparecen a su manera. No es una situación brillante. No son los jóvenes dirigentes. Son extrañamente indiferentes, y sin embargo están bien informados. Han dejado de ser exigentes, o narcisistas, pero saben perfectamente que nada responde actualmente a su subjetividad, a su capacidad de energía. Saben incluso que todas las reformas actuales se dirigen más bien contra ellos. Se han decidido a dirigir sus propios asuntos hasta donde les sea posible. Mantienen una apertura, una posibilidad. Su retrato poetizado lo ha hecho Mirta Rangel en su Fugas del papel; el actor Enrique Fonsi explica: “Es un personaje escindido, caso esquizo y ultra-sensato. Una mezcla de imaginación teórica y realismo urbano. Esta mezcla es la que lo vuelve loco. No ve nada. Sabe que no hay ningún empleo para él”.   
La necesidad de distribuir renta, gestionar el trabajo precarizado, con salarios que compiten violentamente con la suba de precios (sobre todo de la tierra, la vivienda, los alquileres y los alimentos) institucionaliza “situaciones de precariedad gestionada”. Los modelos en disputa se restringen, en el orden continental, al neo-desarrollismo abierto a la retórica de los derechos, o al neoliberalismo duro y puro. Europa y Estados Unidos, gestionando la bancarrota financiera, no tienen nada que proponer, y América del Sur no se decide a salir del estancamiento imaginativo luego de haber impugnado el neoliberalismo a secas, y caído –como estancada- en los límites de un neo-extractivismo con contención social. El campo de las posibilidades sigue situado en el eje sur-sur. Los desafíos para los movimientos sociales pasan por imponer nuevos imaginarios frente al monolingüismo consumista de las emergentes clases medias. Así como la esperanzadora “primavera árabe” debe enfrentar la ofensiva militar de la Otan y la codificación liberal de su horizonte. Y hasta el norte comienza a despertar lentamente, con el movimiento de las ocupaciones protagonizadas por los llamados “indignados”.
No hay más solución que la solución creadora. Estas reconversiones creadoras son las únicas que contribuirían a resolver la crisis actual y tomar el relevo de un Diciembre de 2001 generalizado, de una bifurcación o una fluctuación amplificada.

*****

El 19y20 de diciembre como problema de pensamiento actual
Por el colectivo de pensamiento en construcción

Lo que sigue es un conjunto de preguntas reales (reales en tanto sitúan problemas para los cuales no tenemos todavía una respuesta), e hipótesis arriesgadas que tal vez digan más de lo que la prudencia nos haría sostener. Nuestra apuesta es que constituyan un primer movimiento, sólo un primer movimiento, en el proceso de delimitación de un problema de pensamiento que esperamos poder elaborar junto a quienes se sientan convocados por la tarea…
01. Se sabe, aquello que irrumpió se trastoca en mito, que engendra la repetición, y la repetición la costumbre, y la costumbre el rito, y el rito el dogma y el dogma, por fin, la herejía. Hay en toda efeméride un elemento ritual, una idea cíclica del tiempo, que tiende más a la consagración sacra de lo acontecido que a su profanación. Toda efeméride tiende más al dogmatismo que a la apertura. Para bien o para mal, lo recordado tiende a consolar las conciencias. Pero es bien sabido que se da un paso adelante traicionando, es siempre el hereje el que continúa una tradición de pensamiento.
02. Sin embargo, hay algo de esa experiencia que se abre el 19y20 de diciembre del 2001 que todavía nos interroga. Más que una pregunta por la continuidad de la memoria, es una pregunta por la memoria de la discontinuidad. ¿Qué vivimos ahí? ¿Qué mundo cobró existencia el 19y20 de diciembre del 2001? ¿Qué potencias se desplegaron? ¿De qué limites pudimos hacer allí la experiencia? ¿Qué del 19y20 sigue activo en las apuestas colectivas contemporáneas? Siete años después, ¿tenemos respuestas para estas preguntas?
03. El 19y20 habrá sido lo que decidamos que sea. No un punto cero, un amanecer en la historia, sino un nudo.
04. El dogmatismo puede disparar para los dos costados, sea por el lado de enfatizar los límites de aquellas jornadas y sus efectos, sea por el lado de la exaltación militante del asambleísmo. Si la fidelidad es intervención organizada en el tiempo, proponemos hacer del 19y20 un nudo temporal que dio cuerpo a un recorrido militante, a un problema de la militancia; pero no para constatar las esperanzas incumplidas de esos días, ni tampoco para quedarnos aferrados eternamente a esa secuencia.
05. ¿Por donde empezar? Proponemos una posibilidad: Plantear que ese nudo temporal es nuestro obstáculo hermenéutico actual. Ser fiel a lo que allí rompió es construir un puente. Pero todo puente es una entidad artificial, una ficción que muchas veces oficia de imaginario, de encerrona ideológica, más que de apertura. Un puente es, al mismo tiempo, aquello que marca una cercanía, pero también una distancia. Es decir, si hacemos un puente en relación a 19y20 es porque ya cruzamos el río y miramos el camino transitado. ¿Qué se avista, 7 años ha, desde el otro lado? Ante todo problemas.
06. Un primer nudo, una primera cuestión: clarificar problemáticamente, teorizar, la noción de afecto. Se sabe que, desde Maquiavelo hasta acá, hay una separación tajante, en el hacer y pensar político, entre la esfera privada y la pública. La noción de afecto, tal cual la usamos impensadamente, borra esa distancia. Pero todo lo impensado tiene consecuencias. 
07. Maquiavelo no separaba ética de política, sino que establecía un corte entre dos éticas distintas: por un lado la ética privada –ligada a la bondad cristiana y las buenas costumbres, que el mismo Maquiavelo, según sus biógrafos, tenía como parámetro de su comportamiento individual-; por otro una ética estrictamente política, autónoma de la sociabilidad establecida. A la palabra afecto la podríamos recuperar por ese lado. Si hay algún afecto que nos reúna colectivamente, ese debe ser un afecto político. Los resultados de la no separación de esas esferas –la privada y la política- los conocemos. Los grupos “afectivos” que se formaron están muchos más cercanos a la reunión de unos adolescentes bienintencionados que a un intento de reconstrucción del pensamiento comunista. No precisamos que el vínculo se imbrique a partir de la buena onda, sino a partir de la disciplina política.
08. El problema estalla cuando el afecto privado, ligado a la heterogénea circulación existencial y sus torniquetes diarios, deja de existir. Se sabe que las relaciones son volátiles. El desfondamiento político de los grupos, es cierto, es anterior a la crisis afectiva. Pero la imbricación de ambos términos oculta ese desfondamiento muy anterior. No hacemos política sólo para no sentirnos solos o para buscar un lugar de contención. La agregación afectiva trastoca al grupo en un ghetto, en una secta identitaria, y por ende, sin política, sin capacidad de alterar la situación. La herencia del 19y20 es también unas formas de congregación grupal cerradas, símil a la ortodoxia partidaria de izquierda, pero sin horizonte ni disciplina.
09. Intentemos enhebrar algunas otras hipótesis. Si el 2008 despliega el presente postestatal del Estado (que asume su nuevo rol: ser un agente más en la dinámica crecientemente compleja del mercado neoliberal) entonces el 2001 es el futuro postpolítico de la autoorganización (es decir, el horizonte actual de las prácticas que toman como punto de partida la creación de formas de vínculo social en medio de la dispersión). ¿Qué entender por “futuro postpolítico”? Que, en condiciones de dispersión (sin ordenamiento social estatalmente instituido que subvertir mediante una ruptura política) la política sólo es eficaz cuando viene después de un proceso instituyente de un modo de existencia colectiva.
10. Otro nudo, otra cuestión: El antiintelectualismo –revival, algo indigesto, de lo peor de los 70’- también fue un emergente de diciembre 01. Es, ante todo, un elemento bárbaro. La estupidez, la pereza intelectual, es una forma de opresión grupal, fogoneada por la urgencia del hacer. La inteligencia, la potencia del cráneo y de los ojos, es una praxis emancipatoria. La estupidez es opresiva y contagiosa. Hay quien dice por ahí que, ante tantos actos para nada, quizás sería interesante pensar las potencias revulsivas de la inacción. Por supuesto que exagera…Pero es una exageración que mueve al pensamiento.
11. La esencia reactiva y/o bárbara del antiintelectualismo contestatario, hacer para nada, hacer para que nada cambie, hacer sin pensamiento conlleva el problema principal de ser un gran adormecedor de nuestros problemas contemporáneos. El adormecimiento del espíritu crítico se trastoca en optimismo. El optimismo es un gesto antiintelectual, el optimismo es un gesto bárbaro. No hay, una mirada digna del género trágico no puede dejar de afirmarlo, posibilidad de alivio. Las decisiones del pensamiento exigen semejante coraje que impiden tenderle la mano a la liviandad reactivo-antiintelectual medioambiente. Una decisión de pensamiento implica un riesgo alocado, que no coincide con ningún optimismo. Precisamos organizar el pesimismo.
12. Sin embargo, el problema del giro antiintelectualista no es su poco saber. Sabe, quizás, demasiado. Sabe, ante todo, los gestos y los modos de existencia durmientes de quién decidió no pensar. Siempre es más tranquilizador, ante la ruptura de vínculos que prescribe el pensamiento de la política, el combate por una u otra orientación política, el decidir por la almohada de la tranquilidad grupal. Para romper con esa configuración subjetiva, no se precisa más formación, sino otro pensamiento. Acá los nudos se tocan, pues la imbricación arriba reseñada entre afecto y política hace que cualquier discusión política, cuando las hay, se entiendan como ataques personales.
13. Por otra parte, en un año de piquetes y cacerolazos también se impone la pregunta por los procedimientos. Si la estrategia del Estado post19y20 hacia las experiencias de autoorganización fue intentar retrotraerlas a modalidades de politización pre19y20, la táctica de un sector del capital (rentistas y empresarios agrícolas) consistió en la construcción de un movimiento de masas mediante la apropiación del repertorio de modos de lucha centrales durante la secuencia política inaugurada el 19y20. Sería posible argumentar que las cacerolas simplemente volvieron a su lugar de origen (Marcha de las Cacerolas contra el gobierno de la Unidad Popular en Chile, 1971). Pero la memoria inmediata de los cacerolazos los sitúa como banda sonora del “que se vayan todos”. ¿Se trata simplemente de procedimientos en sí mismos neutrales apropiables por las fuerzas coyunturalmente activas? ¿O existe además un efecto de resignificación del contexto previo en la apropiación bajo el nuevo contexto?
14. Sumemos otro interrogante: ¿en qué medida nuestro posicionamiento actual frente al 19y20 (fidelidad, renegación, ocultamiento, etc.) incide en los modos de participar en las experiencias de autoorganización contemporáneas? La renegación, que termina viendo mayores continuidades que discontinuidades. El ocultamiento, que intenta hacer desaparecer las consecuencias de los sucesos a partir de una referencia a una consistencia identitaria ahistórica (desde una “gran” identidad de clase, género u origen étnico a una “pequeña” identidad de grupo o estrato). La fidelidad, que desea extraer de forma creativa todas las consecuencias posibles de lo sucedido, intentando forjar con ellas un nuevo presente. Estrategias subjetivas diversas que tal vez permitan leer más de nuestra actualidad de lo que creemos en primera instancia.
15. Si la apuesta subjetiva, en relación al 19y20, es la fidelidad, la interrogación se vuelve más intensa aún: ¿cuáles podrían ser las consecuencias de aquella experiencia en este presente tan heterogéneo? Deductivamente, pensamos que se tiene que tratar de un problema de invención. Las consecuencias de un proceso inventivo se deducen a la par que se inventan. Pero ¿con qué criterios leer el grado de conexión -el grado de consecuencia- de las invenciones políticas en curso con el 19y20 sin hacer del 19y20 un modelo (que nos llevaría a la vía de la repetición alejándonos de la invención que está en el centro del 19y20 mismo)?
16. No hay destino escrito en nuestra época. La dispersión como palabra indicadora de nuestra situación oficia muchas veces más que de diagnóstico, de justificación de nuestros límites. Como toda generación, estamos condenados, no a dispersarnos, sino a errar.
rosario, diciembre del 2008

*****


Pasito a pasito me enamoré…
Por Federico Laspuertas (del Colectivo ResistirConstruYendo)
El 19/20 de diciembre no existió. Nunca estuvo ahí, no se presentó. Cavallo existió, Caniggia existió, ATC existió; el 19/20 de diciembre no existió. Insiste.
Hay una discusión: el acontecimiento ¿es cualquier cosa? Pues sí, cualquier cosa con la condición de no existir, de hacernos imaginar que algo no pasó y sin embargo… Es un movimiento, no un sujeto que se mueve.
El 19/20 de diciembre puede no haberte sucedido nada. Un sociólogo durmió las dos noches, estuvo a la tarde en la pileta, ni se enteró. Volvió en marzo a sus clases y explicó a sus alumnos el carácter sustancial del Estado. Tal vez no le sucedió nada… ya veremos.
Decimos que el 19/20 no existió, y decimos que insiste. Porque lo que existen son los términos de una relación, lo que insiste es una relación. Los términos, los sujetos que existen, son los que resisten; las relaciones se actualizan con los sujetos, pero no conforman un ser. Una cosa es pensar en los sujetos y otra en las subjetividades.
¿Qué queremos decir? Alguna vez nos dijimos que nuestro trabajo sería mantener abierta la herida del 19/20. Ahora sabemos que eso significa insistir, actualizar las relaciones que el 19/20 puede inaugurar, si queremos. Una noche alguien salió a una fiesta, estuvo con alguien, conversaron, tal vez se besaron, se fueron. No se vieron más. Tres años después alguien se da cuenta que no fue lo mismo después de aquello. No somos los mismos, algo pasó, pero también nos toca hacer algo con eso, podemos dejarnos aspirar por la relación y abandonar el puesto de sujetos. Hacer algo con eso puede querer decir: desprender las partículas de relación que impulsen nuestra alegría. La insistencia tiene sus tiempos, no sabemos de antemano cuáles son, pero percibimos que son impersonales, a-sistemáticos, subterráneos y colectivos. Entonces, lo que insiste es el devenir, el deseo de dar un paso.
Tanta vueltereta para hablar del paso. De eso se trata, pero a nadie le importa que uno ande develando los misterios del redondeo filosófico. Esa es nuestra vueltereta hoy. Si nos insiste el 19/20 es porque no existió, es porque hay una relación con la vida que puede llamarse 19/20.
Cuando decimos 19/20 decimos: un paso. Estamos impulsadas e impulsados, los términos ya no serán los mismos, pero tampoco las relaciones. Que se vayan todos no les habla a los términos, a los sujetos. Le hablamos a la relación. No a los representantes… en fin, ya se entiende.
Hoy. Estamos pensando esta tarea de actualizar el acontecimiento. Entonces, ¿qué es lo que se actualiza? ¿Cómo hacemos 19/20? Pues insistiendo en aquella relación. Algo de esto, creo, está en la forma de sentir de los zapatistas. ¿Qué sería ya basta!, qué significa 1º de enero, qué es insurgencia? No un método, pues. Una insistencia. El impulso a dar un nuevo paso. Pero ¿qué quiere decir dar un paso para los grupos que ya no tienen plan predeterminado, para los y las balbuceantes?
En primer lugar, como si fuera 19/20, buscarnos como lo hicimos aquellos días. Necesitábamos conversar, ver en qué estaban las y los demás buscadores, quienes eran tomados por lo que pasaba, quienes decidíamos que eso sería un acontecimiento. Entonces: buscarnos y preguntarnos: ¿qué es 19/20? Como lo hicimos en las Jornadas de Pensamiento Post-19/20 en Rosario. Animarnos a la insurgencia, desear. También lo que hicimos en el Campamento de Cardúmenes bal-Buceando la Autonomía, el Septiembre Autónomo en Santa Fe. Intentar consultarnos lo que puede dar un paso ahora. En eso aparecieron para nosotras y nosotros dos puntos: la producción y la relación.
Son dos palabras muy anchas. A ver: tuvimos que pensar la producción pues en ese terreno aun somos insustentables. Entonces: la producción en relación con la sustentabilidad. Creemos que somos sustentables en el terreno artístico-filosófico, es decir, que podemos crear y pensar por nosotras y nosotros mismos. En estos años nos desprendimos bastante del anzuelo académico y la máquina espectacular artística. En eso hemos dado un paso muchas y muchos en Argentina. Eso lo sabemos. Quien no nos crea, nos pide los datos. Además estamos dejando de estar solas y solos, hemos creado diferentes planos de encuentro, de amistad, de invención, de política. Un 19/20 fue que un nosotras y nosotros ocupamos una casa en santa fe y teníamos ya un territorio también. Cambiamos la relación: nos tomó el colectivo.
Ahora, ¿qué es dar un paso? Para eso nos convocamos en Septiembre Autónomo. Y pusimos dos ideas: dar un paso en nuestra autonomía a partir de la producción colectiva y sustentable (aquí entra nuestra búsqueda con la tierra y la producción ecológica) y dar un paso en la relación del colectivo a la comunidad (de ahí también la dificultad del territorio –afectivo, productivo y físico- de las ciudades nuestras.
Ni reclusión anti-urbana, ni comunidad ya codificada, ni resentimiento con los trayectos previos, ni vuelta a lo simple: “mi única ocupación es rehacerme”, decía Artaud. Por un lado, es como hacer proliferar el acontecimiento. Por otro, todo lo contrario de vuelta a lo simple. Habrá que crear una máquina tan compleja que involucre lo que hacemos en la ciudad y en el colectivo, maquinado con el trabajo con la tierra y otras producciones grupales sustentables, y con las relaciones comunitarias que involucren la salud, la vivienda, la educación, el trabajo: en fin, la política es ecología.
No podemos dejar de decir que caminar juntas y juntos, sentir que el paso tiene que ver con muchos grupos en muchos lugares, encontrarnos de vez en vez, consultarnos, saber que nuestra experimentación aporta a las demás, crear publicaciones comunes, como si nos quisiéramos, ¿será eso 19/20? ¿Será que el encuentro intergaláctico que propone la Sexta declaración de Lacandona sirve para proponernos un paso, sea cual sea, en nuestra autonomía? Nos podemos seguir escribiendo, a ver si se hace en Argentina mirá, a ver si éramos el caracol y no lo sabíamos.
Paraná, Entre Ríos, fines de 2006

*****


2001, tan lejos y tan cerca…


*****

Es Super Saqueo
por La Yudi
Andábamos buscando el quibombo, recorrimos como tres y nada. Cuando llegamos a calle Don Bosco ya habían entrado al Superama.
El primero que vi salir era un gurí como de 12 años, llevaba una botella de las grandes de Shandón en una mano y en la otra un radiograbador. Corrió con su mamá y le dijo – lleva esto, ahora voy por más.
De allá atras venía cayendo más gente así que nos metimos al toque pa’dentro. Estaban los pasillos todos embarrados con leche, yerba, arroz, detergente, azúcar, coca cola, en fin, un chiquero de cosas que se caían en el arrebato de la gente.
Lo primero que se vació fue la sección de electrodomésticos y alcohol. Después el resto.Una señora como de 70 venía gritando -me muero me muero-, la fuimos a socorrer pero la cabrona no quería soltar las bolsas.
En la parte de las bodegas se habían trepado unos morocos y tiraban cajas desde arriba y hacían cadenas tipo albañil los guachos.
Yo me agarré un licor de huevo para regalarle a mi abuelita porque había sido su cumpleaños y no le había podido dar nada.
Cuando salimos afuera apareció una camioneta de la cuarta con unos canas de civil que se llevaron un frizer de los grandes y no sé que más porque nadie los quería mirar. Dice que los había mandado el mismo comisario. Nos fuimos a esperar en la esquina a que llegara el Charly y en eso nos enteramos de que había unos malandrines que estaban esperando a la banda para quitarle las cosas, antes del arroyo, así que fuimos p’ahí. Eran cinco de los cuales conocía a dos: El peco y el Falopa. Estaban todos re de la cabeza y cocos. Decían que estaban cobrando peaje nada más y que eran los de seguridad por si caía la federal o la prensa, según el caso. Atracaban a todos los que venían cargados y sin mucho trámite como si fuera cualquier vieja del centro. Los más vivos se safában proponiendo canjes y charlataneando. Otros aflojaban y se volvían pa’arriba. Fumamos unas cuantas secas y no les pagamos el peaje. Cuando volvimos al súper habían hecho un agujero a la pared del costado del tamaño de un lavarropas, no sé por qué. Estaban los de canal 11 y me lo encontré a Camello, él me contó que habían venido unos en una camioneta con el logo de verdulerías “La Huerta”, a chorearse un exponedor, -de esos que son como estantes pero en frío; bueno la cosa es que alguien avisó y los escracharon. Va salir en la tele hoy. Por eso yo mejor me voy así lo veo-, en eso me toca bocina el Negro que andaba en la moto. Me acerco al cordón y me dice, -por la escuela hogar andan a los tiros, suspendieron los partidos en el club, vamo’al wolmar a ver que pasa- Vamo, le digo y nos fuimos.
Había dos cordones policíacos, uno en todo lo que es el morro para al lado del barrio Humito, de la federal y otro de seguridad privada arriba protegiendo los vidrios.
No se podía entrar, pero la gente tiraba piedras y prendía fuego, así que los mismos guaruras empezaron a largar cosas de adentro, sobre todo comida y boludeces. Pero ya se estaba haciendo de noche y ahí apestaba así que le dije al loco que nos fuéramos. En la costanera estaba todo tranquilo. Pero cuando quisimos subir por San Juan nos paro un chebi para decirnos que doblemos porque había tiros. Que la policía andaba matando gente a si que nos fuimos a la Verga por…no me acuerdo por cual y atravesamos la ciudad por Carbó. Cuando llegué a casa prendí la tele en canal 11 y como a las 9 casi me muero de la risa. Aparece el Camello didciendo que -qué bueno que llegó la prensa para que se vea quienes son los ladrones-…y en la campera se le notaba a la legua la botella de wisqui que traía cargando.

El Estudiante

 Una excursión a Sociales

Una invitación a discutir «El estudiante» 
Por Lobo Suelto!
La película El estudiante registra la importancia de los años ‘80 para comprender nuestro presente. Tal vez ese sea un primer tono de época y un tono generacional. Su presupuesto y aspiración se dejan captar en la apuesta de su director: al mirar de cerca cualquier institución argentina, dice, se accede a comprender la política en su conjunto. Porque, agrega, en nuestro país toda institución es política. No es ni siquiera un eco ricotero lo que suena en esa frase, sino un tufillo que prepara para el cliché de la antipolítica. La institución elegida no es la Universidad de Buenos Aires, corazón de la militancia de Franja Morada durante décadas, sino la Facultad de Ciencias Sociales, uno de los corazones anárquicos (absurdo, utópico, tan mediocre como deslumbrante) de la ciudad. Aún así, Sociales queda convertida en una escenografía que por mostrarse “real” busca convertirse en momento de verdad de la degradación política.  
Contemos mínimamente la historia. El protagonista, Roque Espinoza, intenta reencauzar sus proyectos de vida y de estudio luego de haber abandonado su pueblo natal y de haber dejado un par de carreras. Llega a una facultad tumultuosa, casi en ruinas, imposible. En la que el caos militante (desde el inicio se nombran una decena de agrupaciones de la facultad) parece transmitirse a los cimientos del edificio.
A Roque le interesa “lo social”, sin poder especificar demasiado sobre el asunto. Se trata de uno de esos personajes que circulan con ojos grandes, más bien callados, impermeables a la pasión del debate intelectual, entusiasta en el encuentro con sus compañeras, que se hacen fuertes en los lugares comunes y que, sin destreza a primera vista, logra una inteligencia de negociación, tan efectiva como poco locuaz.
La historia de Roque tiene el encanto de lo sencillo. De una historia de iniciación un tanto autista, entre despojada y casual. La vida universitaria de Roque se construye a partir de dos de sus amigas. Cada una de ellas vinculada con algún cuadro de organizaciones políticas fuertes de los años ‘80. La primera es una compañera de estudio, de Avellaneda, con quien va a vivir. Ella misma y su padre pertenecen a alguna de las tradiciones de la izquierda. El otro vínculo decisivo es Paula, un cuadro del aparato universitario de la Franja (en la película La Brecha). Cada una de estos lazos amorosos transporta a Roque a mundos políticos enfrentados. La militancia ética que aspira a construir un territorio común entre la universidad y los barrios y la política pragmática que asume la disputa de poder institucional como momento inicial del juego mayor en torno al estado nacional. Una narración sumamente ajustada trata este arribo maravilloso a la vida de “sociales”. Duerme en lo de su compañera de estudios –lo dicho, en Avellaneda, con su padre politizado, etc- al tiempo que se fascina con Paula, una deslumbrante activista de asamblea, que resulta ser, además, bella y excelente docente de teoría política. 
En sus clases se dan las únicas escenas que valen la pena. Paula explica Hobbes, Rousseau y toma cerveza en la mesa de sus alumnos en el bar de la facu. Los pibes escuchan sus argumentos y los vuelcan en acaloradas discusiones sobre la naturaleza humana, el valor de las instituciones políticas y el problema de si transformar la sociedad capitalista es cuestión de voluntad o de pensamiento complejo.
Transformando la escasez de recursos, estas secuencias cinematográficas captan esa mezcla de pobreza y embrujo que circula entre asambleas, pasillos, cervezas y discusiones de aula que constituyen la vida de “sociales”.  Sólo que se nota una suerte de desagrado, casi desprecio en la cámara, plasmada en los ojos excitados y mansos de Roque.
Luego, las cosas le suceden de un modo incomprensible. El personaje de Paula de pronto pierde todo interés al tiempo que se le entrega sexualmente y le abre los caminos de la militancia. No hay ni en el amor ni en la política subjetivación de ningún orden. Paula se muestra como un cuadro chato de la Franja/Brecha. Y de su mano Roque participa de las exiguas reuniones de agrupación. Se vienen las elecciones de rector, y el juego de especulaciones y traiciones lo domina todo.       
     
Las reuniones de la militancia a las que asisten resultan bien curiosas. Cuatro o cinco dirigentes que tratan de participar de las roscas ajenas en base a las propias, salteando zancadillas, tratando de hacer coexistir convicciones, ambiciones y operaciones, coordinados por Acevedo –su profesor, un viejo cuadro del gobierno de Alfonsín que aspira a rector, líder del grupo- que participa de las deliberaciones estudiantiles y hasta las organiza en su casaquinta.
¿Será la distorsión de la propia experiencia de estudio, militancia y docencia que hemos desarrollado durante y a partir de los años ‘90 la que nos hace rechazar de plano estas imágenes? La facultad de Sociales en esa época hoy tan denostada se convierte en una fábrica de activistas políticos y culturales, muchos de los cuales han protagonizado de diversas maneras la última década de la Argentina. ¿Cuenta la película esta historia? Ni los personajes, ni la trama, ni la aparente complicidad con el público que acude y llena de modo incesante la sala Leopoldo Lugones con aplausos permite responder de modo definitivo. ¿Por qué contar la historia de la Franja y del aparato burocrático de la UBA a partir, justamente, de Sociales, cuna de procesos mucho más innovadores, ricos y significativos? ¿Por qué se acude al repertorio perimido del radicalismo universitario como si a principio de este siglo no hubiese sido derrotado en la mayoría de las facultades?
En una de esas reuniones se trata de resolver un dilema. El líder estudiantil más avezado de la agrupación acaba de traicionar al grupo y se convirtió en candidato de un frente opositor. El grupo se siente humillado y Roque, en lo que parece ser su primera reunión, se destaca a los ojos de Acevedo plateando que hay que salir al ruedo, charlando con los compañeros de cursos y de pasillo para difundir que el supuesto líder –docente de Teoría Social Latinoamericana, célebre por tener que lidiar en sus clases con un militante trostkista que lo denuncia a cada frase- no es más que un garca. Esta reacción visceral de Roque parece del todo ingenua a sus experimentados compañeros. Pero Acevedo comprende de inmediato que está ante un elemento útil para sus maniobras.
La política que la película presenta es incluso más mediocre que la realmente practicada en los claustros. En las próximas escenas se verá a Roque operando con suma habilidad. Sea para que la militancia de izquierda denuncie al traidor (y acabe golpeándolo de modo inverosímil en medio de una de sus clases) o para organizar un plenario en las afueras de la ciudad. La agrupación logra sortear las elecciones estudiantiles y Roque se convierte en mano de derecha del aspirante a rector. De nuevo es dúctil tanto para armar una “rosca” con el grupo de la izquierda como para ayudar a un compañero que se afanó cuatro lucas de apuntes.
    
El nuevo Roque pasa a ser un “puntero”. Eso es lo que dice una voz en off que aparece brevemente, cada tanto, con un discurso moralista, muy familiar al discurso habitual de los medios de comunicación. Roque ya “no estudia”. Sólo opera. Trabaja como encuestador en una consultora, a partir de un padrinazgo político. Digamos algo más de esa voz en off: es pedagógica (casi una parodia de la de las películas de Pino Solanas), pero para decir las cosas más obvias en un tono neutro que no es tal. Más bien esa obviedad está cargada de displicencia, de ajenidad, de juicio.
Dos escenas nos muestran el discurrir subjetivo de los personajes. La aparición del padre de Roque en Buenos Aires, en una cena que organizan en la cantina con Paula y a la que se suma Acevedo, en la que el padre de Roque cuenta que militó tres meses en una organización campesina, y que fue peronista tres horas. A lo que sigue un desafío de los jóvenes a los adultos: a que canten la marchita, a ver si se saben la letra. En la otra escena, Paula y Roque compiten, en presencia de Acevedo, en un boliche, sobre quién se cogió a algún famoso.
En todo caso, la historia se va descomponiendo en dinámicas que recuerdan los años dorados de la Franja de los ‘80 y la primaveraque acompañó a las teorías de la “transición democrática”. Pero también un clima claramente post-dosmiliunero, en que los restos de aquella promesa se activan para recorrer otros caminos intelectuales, estéticos y políticos. Esto supone que ese modo militante no es completamente ajeno a la facultad actual (basta escuchar algunos militantes de la UES repetir los argumentos de lo que significa “la gestión”, del mismo modo agresivo y hueco con que Roque los usa). Pero no puede decirse que ese sea el modo mayoritario ni el más convocante.
La mirada del director ya no tiene empatía con el presente. Al punto que la auténtica mediocridad de la vida política, intelectual y militante no llega a ser captada en su real miseria sino como artificiosa transposición de los clichés mediáticos sobre la manipulaciones de personas, la gestión de territorios y un tipo de consignismo casi fingido. La buena actuación, las proezas de cámara y las tomas de la vida real de la facultad sustituyen una empatía con las vidas políticas reales de los que viven horas allí.
Todo esto podría carecer de interés sino fuera porque este anacronismo logra mostrar algo que está fuera de los cánones míticos de la leyenda militante de sociales. El resurgimiento de una militancia hecha desde arriba y para arriba que acompaña la reinstitucionalización del kirchnerismo. El estudiante tiene este mérito irritante de alinear a la militancia de la Franja con la kirchnerista como momentos institucionales, que prácticamente ignoran, desdeñan, en su realismo lo que en Sociales hay y hubo de una promesa de vida intelectual y política apasionada, colectiva. En esa línea ignoran también el espíritu de una experimentación de la palabra que interpela militancias de otro tipo.
La tensión máxima llega cuando Acevedo envía a Roque maniobrar en falso, y lo deja colgado de negociaciones imposibles. Acevedo al final transa con sus enemigos (un tal Viñas) a espaldas de Paula y Roque.
Llega la frustración con la política. El líder puede prescindir de ellos, porque la política se hace por arriba, es cosa de experimentados, de grandes pergaminos, de jugadas abstractas que se nos escapan. Los militantes son un fondo más bien estúpido infantil, del que destacan los operadores que se ligan a algún jefe y a su lado hacen carrera. Luego, en ese curso pueden perder o ganar. Son las reglas del juego.
En una de esas escenas, se ve a Roque cocinando y a Paula que llega y lo saluda. Han vuelto a estudiar, a trabajar. Pero la cosa no acaba allí. Han sido los más fieles, y ahora deciden vengarse dándole a la izquierda (mostrada siempre al borde de una intransigencia boba) una información sobre contratos con laboratorios incluidos en los acuerdos para incluir a medicina y veterinaria.  
El final de la película es una conversación entre Acevedo y Roque. La elección de rector se viene suspendiendo por parte de una serie de tomas estudiantiles y Acevedo precisa nuevamente los servicios de Roque para destrabar la situación. Roque dice no estar enojado porque “no sirve de nada”. Acevedo le cuenta entonces la historia de un tipo de 150 años que acaba de ser encontrado en el Amazonas en perfecto estado de salud. En conferencia de prensa dice que su secreto fue nunca contrariar a nadie. Cuando los periodistas le dicen que eso no es posible, el viejo responde, “tiene usted razón”. Luego de eso Roque escucha la oferta (hacer levantar la toma a cambio de un cargo alto en la UBA) a lo que Roque responde un seco “no” en el que se confunde el enojo del que no se enojaba, su amor por Paula, que sí está enojada, un arranque de principismo, y el peso de la opereta para denunciarlo en curso. El final tiene un patetismo inocultable. ¿Qué es lo que se festeja del estudiante?

 ***** 

El Estudiante y la real-politik

 por Juan Pablo Hudson

No encuentro una manera posible de iniciar una lectura de la película El Estudiante que no empiece –paradójicamente- por su final: ese No estentóreo que enuncia Roque, el protagonista principal de esta historia, ante la propuesta de su ex jefe político de reinsertarse, a través de una tarea urgente, en la rosca institucional universitaria; pero si ese No que afirma con tanta contundencia Roque tiene un peso sobresaliente es porque -por lo menos en Rosario y así parece en Buenos Aires- fue acompañado por un inmediato y cerrado aplauso del público que estaba presente en la sala.
Me quedé en la butaca tratando de asimilar esa masiva aprobación de un final que me había resultado tan explícitamente moral como pedagógico. Ya en mi casa, leí en Internet una crítica en un diario nacional en la que se destacaba la creación, por parte del director (Santiago Mitre), de una “ética y estética a las que podría definirse como “realismo idealista””. Tal como suele ocurrir con los autores en ciertas oportunidades, Mitre afirma en una entrevista en el mismo diario algo que la película nunca muestra ni parece interesada en mostrar: “(…) hay mucho prejuicio en torno de la militancia estudiantil, que a muchos les parece que es pura agitación, mientras que hay un nivel de discusión política muy interesante, más que en otros ámbitos; es un plano donde se habla de política en estado puro, el 90 por ciento no está en busca de los cargos, y todavía se puede discutir de política por el placer de hacerlo”.
El testimonio de Mitre nos otorga claves de lectura de ese oxímoron que surge del supuesto “realismo idealista” que encarnaría la película: por un lado, un idealismo romántico del director en la caracterización del nivel de la discusión política universitaria, que, salvo en secuencias muy mínimas, no aparece en la película. Situación, por cierto, que no hubiera sido deseable que se planteara bajo este tinte mítico que, según parece indicar, si no es por cargos, la discusión política es por mero placer. Cualquier malestar que pueda provocar el enfoque de El Estudiante no implica de ninguna manera una defensa ni exaltación del mundo político que transcurre en los recintos universitarios, sea en la facultad de Sociales de la UBA o en una sede de la Universidad Nacional de Rosario, aunque tampoco su esquematismo ni reduccionismo. Por el otro, como relato único que aparece en pantalla, un realismo bien coyuntural que se desprende (más allá de las intenciones del director) de ese No final acompañado de aplausos que cierra la película. Un No  que es menos la negación de la política –o la afirmación de la antipolítica- que la admisión de que no habría, en definitiva, otra alternativa posible (a las de las roscas en –y para- las altas esferas del poder, las aceptaciones pasivas de la verticalidad, las pujas institucionales, los consensos y alianzas amargas pero imprescindibles, etc.) si lo que se intenta es la construcción de una política real, concreta, en mayúsculas, que no es más que aquella que se dispone a asumir la gestión y el control de las instituciones estatales. Este enfoque realista asume y se emparienta con cierto sentido común hegemónico (incluidos el de determinados sectores juveniles) que determina y cierra en muchos casos el panorama y las apuestas políticas en la actualidad. Las otras imágenes posibles de la política se resumen, desde la exigua perspectiva de la película, en las bravuconadas troskistas que pueden tener cierto protagonismo estudiantil pero que no van a lograr mayores adhesiones que las obtenidas en los pasillos universitarios, el fin de la militancia para sumergirse en la vida profesional/familiar (opción que parecería asumir hacia el final una Paula decepcionada y enojada), o en un purismo ingenuo, abstracto, asambleísta, que no roza –ni a va a rozar- el poder real.

*****
  
Debatir El estudiante

 Por Coudet Chacho

El Estudiante no habla de Sociales, ni de sus organizaciones, ni de la UBA. El estudiante habla de la política, o mejor dicho, de una forma de hacer política. Seguramente la empatía que genera, como ustedes bien dicen, los lugares y caras conocidas para los que vamos a la UBA puede ser uno de los motivos por los que “se festeje El Estudiante”. También esnobismo, quizás el famoso boca en boca. Puede ser todo eso, e incluso alguna cosita más. De todos modos, prefiero hacer como si eso no pasara.
La película muestra a la política como algo técnico, como algo completamente desideologizado y vacío. Nadie habla de ideas ni de problemas. Allá se habla de gestión, de cargos, de plata, de poder. Es una política completamente burocratizada, donde lo que se busca es hacer carrera, no importa a qué precio. Sobre esas prácticas ya se dijo mucho, quizás no lo suficiente, pero mucho. Lo que no sé es cuántas veces se relacionó esta forma política con los jóvenes, con la famosa militancia de la juventud. Quizás, sin la intención del director, vaya por ahí la particularidad de El Estudiante.
Hoy a la mañana pude enganchar un ratito a Pablo Hupert en la radio. No llegué escuchar mucho, pero hubo algo que me gustó y me quedó. En un momento Hupert dijo algo así como que el Estado no tiene sólo el monopolio del ejercicio de la violencia legítima (como decía Weber), sino también otro monopolio: el monopolio de hacer polis. Tiene el monopólico poder de construir sociedad, de construir política. El Estado delimita los límites del juego y dice qué es político y qué no, dice qué es militancia y qué no.
Hoy podemos decir que la “juventud” es militante. Un día salió a la calle y hubo algo que renació. No lo digo yo, lo dice 6-7-8. Necesitábamos fuerza, fuerza fresca, y apareció la de los jóvenes. La fuerza de los jóvenes. “La Walsh, el Mate, La Vertiente, En Acto, Prisma, La Juntada, Contrahegemonia” dice en la película esa pedorra voz en off. La juventud de hoy levanta banderas, marcha, canta consignas y hasta está en la legislatura. Renace en ellos el setentismo, esa fuerza que los ’90, Tinelli y el sushi nos habían robado, y que hoy, aparentemente con la muerte de Kirchner, florece de nuevo.
El problema es que el setentismo, como es lógico, ya no es lo que era. La militancia que en los ’90 había quedado fuera del estrechísimo límite del juego político, encontraba entonces sus fuerzas en prácticas políticas de algunas décadas atrás. La recuperación de los setenta implicaba una lucha contra los discursos hegemónicos, contra la fiesta de la desideologización. Una disrupción, un laburo político fino, sutil, que buscaba tocar la fibra que permitiera hacer trastabillar a esa línea invisible que impone el Estado.
Hoy pasa otra cosa. La militancia que lucha contra el fantasma de la dictadura, por los desaparecidos y los DDHH es la que se impone desde todos lados como modelo. Sale en la tele, en los diarios y en los afiches de campaña. Es un setentismo reciclado que respira una historia musicalizada con un volumen aturdidor. Un pasado que no deja escuchar otras historias y, lo que es peor, no deja escuchar lo que está pasando.
De mi experiencia en Sociales tengo a la Franja más como un mito lejano que de repente cayó en la toma del 2010 a ver qué onda, que como algo más concreto de todos los días. En mi vivencia cotidiana la rosca, el aparateo desde arriba, y toda esa política asquerosa está más representada por las agrupaciones kirchneristas que por las de la Franja. De hecho, apenas salí de ver la película me vino a la cabeza un recuerdo del año pasado, de algo que me habían contado después de la toma del ministerio. Al rato de haberse reunido y negociado con las autoridades de la universidad, los estudiantes que habían ido a la reunión nos comentaron con asombro la familiaridad del trato que había entre esas autoridades y los militantes de algunas agrupaciones “anti-toma”. La relación que hice fue simple: juegan a lo mismo. Son esas agrupaciones que, entre frase de Walsh y del Che, saludan con un “compañero” al decano, y después intentan liberar a la patria con un torneo de playstation (estación de poder).
Entonces, ¿qué es lo que se festeja del estudiante? Se festeja, en principio, una película que evidentemente moviliza. Una película que habla de la militancia podrida y estéril que existe en las instituciones y predomina en muchas de las organizaciones políticas. Pero no sólo eso, y acá es donde para mí está lo distinto, El Estudiante habla de la juventud militante que uno tiende a imaginar fresca y genuina. Después de la muerte de Kirchner y el supuesto florecer de los jóvenes, me pregunto, ¿qué se festejará cuando se festeja la militancia de la juventud? ¿De qué se alegran los que festejan la burocratización masiva de los jóvenes?  ¿De qué se alegran los que festejan el regreso vacío de un discurso que supo ser disruptivo? Quizás sean éstas las preguntas que animan la fiesta de El Estudiante. O al menos eso prefiero pensar.

*****
 Apuntes sobre El estudiante

por Oriana Seccia
Escribo en condiciones no elegidas por mí (¿acaso alguna vez se las elije?), escribo como se escribe un parcial, apurada. Tal vez, ese espacio de experiencia, esa brecha construida como mínima, es precisamente el pacto de recepción que nos propone la película El estudiante, operando en un espacio ínfimo, indiferenciado respecto a la propia experiencia de los muchos jóvenes que la están yendo a ver; construyendo su fenómeno. Intentaré, en este breve comentario, surcar algunos de los puntos que me interpelaron en la narración, sobre los cuales se detuvo mi mirada.
Por un lado, la película se despliega sobre un verosímil muy fuerte, y la historia, a nivel narrativo, está muy bien armada. Fuera del pacto de verosimilitud, resulta absolutamente interesante pensar cómo se va construyendo la trama, ya que ella parecería navegar al nivel del acontecimiento: todos los puntos narrativos fuertes parecen formarse y articularse entre sí en la conjunción de varios flujos y códigos. Por ejemplo, pensemos rápidamente en cómo Roque resuelve su misión de conseguir un lugar para realizar el encuentro de estudiantes: allí lo que destraba la operación, que parecía saturada por las leyes del mercado, vuelve a abrirlo a partir de la apelación a una pertenencia comunitaria en común: somos del mismo pueblo, nos podemos dar una mano.
Otro lugar interesante donde se detiene, sin detenerse,  la película es en cómo muestra al peronismo. Aparece, entre imágenes, sin foco específico sobre él, como una identidad política en sí flotante: como construida en esa flotación, en esa absorción de generaciones que piensan utilizarlo estratégicamente, pero que los excede y acecha, los sobrevive, como un espectro. Aquí, la escena del restaurante, con la comida intergeneracional, es elocuente.
Pero el núcleo tal vez más interesante, es la doble acepción de la política que surca y compone toda la película. La primera, la siniestra, es la que hablaría de la política como rosca. El discurso que parece decir: por fuera y por arriba de los giles del centro de estudiantes, donde realmente circula el poder, donde realmente se definen los términos que después debate la gilada pensando que están haciendo política, es en la rosca. Y allí prolifera el secreto,  la traición, la jerarquía, la política maquiavélica, y donde la mirada de águila, desde arriba, podría ser la única que realmente sabe en qué tablero está jugando. La política de las chirolas: si entrás en el juego, te doy, me dás, y siempre  va a recibir más que el que da (te ofrezco un cargo en la secretaria de apuntes) que el que recibe (esa pequeña correa de transmisión, ese vínculo con los plebeyos). Es tal vez esta línea la que canta La Cámpora triunfante: trosco no entendés nada, y por eso nosotros siempre tenemos la gallina de los huevos de oro…
Pero también hay otra línea, se muestra otra forma de entender la política, algo que llamaremos “una política de la subjetivación”. En este plano, la política correría como aquello que conforma sujetos, por las sensibilidades que cada uno maneja, por los claro-oscuros de la mirada que hacen a cada uno de los personajes, por aquello que marca la forma en que se relacionan entre sí. ¿Cuál es la política de Roque? ¿Cuál es la subjetivación política que compone su cuerpo? Y entonces, hay que ver cómo ese cuerpo se da, cómo ese cuerpo circula por el espacio con los otros. Ya lo dijimos, Roque aparece así como portador de un saber tradicional, sin olvidar que él no es de Capital (sin refinamiento en el hablar, entregando su cuerpo a lúmpenes trabajos sin una excesiva queja medioclasera); saber que en su trasfondo comunitario le abre puertas; por otra parte, también se juega en él un saber moral, una intuición de que algunas cosas están mal (“el hijo de puta ése nos cagó, cerró con otra agrupación”), pero que uno no puede ir a escupirle en la cara al poder: la escena donde Roque compone la escena con el trosco que está pegando carteles, le deja pasar una información, y el otro la escupe al rato, salta como leche hervida, se caga a piñas… Saber éste que irá oscilando en sus líneas demarcatorias durante la película, hasta la irrupción final de la política,  a la cual volveremos. Asimismo, en esta política entendida como forma de composición de sensibilidades subjetivadas encontramos una determinada política del género en Roque; un cuerpo hombre que se entrega tranquilo a la infidelidad que le corresponde (sin mucho problema), pero un cuerpo que también sabe que hay mujeres con las cuales él va a estar “hasta que lo dejen”. Política que se hace cuerpo, política en las subjetividades; la película también muestra esto, y al mostrarlo, también muestra a la política en el plano de los hechos como algo que se compone desde una lógica acontecimental: lo que ocurre, lo que sucede, finalmente tiene que ver con un entramado de flujos de distintos tipos: arreglos económicos (la política de la rosca), pero también conjunción de saberes tradicionales, de género, de comunicaciones, de apertura a otros agentes, por ejemplo, al movimiento estudiantil: éste, desde la óptica de la rosca – que a veces parece dominar la película -, se muestra como un convidado de piedra. Pero también puede irrumpir; aún llegando tarde, también puede decir NO.
Y este NO es la política a la que queríamos volver, este NO que irrumpe al final. Irrumpe al final de la película un NO que no se construye precisamente como un NO tributario de una política de la memoria, como resultado del aprendizaje del héroe – lo que sería una política del bildungsroman– sino como una política intempestiva, que corta el tiempo (y la película): ya no más. ¿Es ésta la política minimalista de nuestra época? Durante toda la película se narró, casi exclusivamente, la política de la rosca. Traspásese esto al plano nacional, y claramente estaremos hablando de la política partidaria, de esa política que llama a la participación en la elección de candidatos que se eligieron tras bambalinas, de candidatos que, para narrarlos con el lenguaje de la película, ya firmaron los convenios con los laboratorios de medicina. En cambio, al final, irrumpe un NO, que rompe con ese universo sensible: se termina la película, pero también se cumple un ya basta… Los (horriblemente llamados) indignados del 15 –M recorren las calles de Madrid gritando “esta mierda no es democracia”.
Por último, ya que ahora estamos hablando de política, de sensibilidades, cabe preguntarse: ¿en qué radica el éxito del estudiante? ¿Acaso es el eco de una juventud kirchnerista triunfante, que cree ver narrada su comprensión de la política, su saberse en el juego, que le canta en la cara al militante-fuerza de choque trosco: “trosco vos no entendés nada”? ¿Es acaso un regodeo medioclasero-narcista que goza con su autorrepresentación: “por fin una película que habla de nosotros?”. Pregunto de nuevo: ¿por qué escribimos sobre El estudiante?
*****
Quintín sobre El Estudiante


Q: No, vi solo tres películas, pero me gustaría hablar de las argentinas. La primera, El estudiante de Santiago Mitre, es una película importante.
F: ¿Qué quiere decir una película importante? ¿Es buena o es mala?
Q: Ya llegaremos a eso, pero creo que marca definitivamente que el cine argentino independiente ha alcanzado estándares de producción notables. Esta es otra apuesta a la ficción grande producida por la alianza de dos nombres clave: Pablo Trapero y Mariano Llinás, que unieron fuerzas para esta película ambiciosa, de gran despliegue, hecha sin el dinero del Incaa ni de los fondos. Es curioso que, después de todo, Trapero y Llinás sean los grandes emergentes cinematográficos de la Provincia de Buenos Aires. Hasta aquí se habían repartido el territorio. Trapero se encargaba del conurbano y Llinás del resto, pero terminaron reunidos en esta boleta única. El estudiante es el resultado de un proceso que ha terminado creando un sistema incipiente pero de una gran potencialidad: un cine de productor, que incluye un trabajo profesional como el cine argentino no conocía cuando todo empezó a mediados de la década del 90. El estudiante es una película que reúne todos los requisitos de la ficción clásica: una profunda investigación previa, un tema interesante, un guión sólido, personajes atractivos, actuaciones impecables, una narración precisa y una gran consistencia en la propuesta. En algún sentido, se puede comparar con Sleeping Sickness por la ambición y el pasaje de un cine “chico” a un cine más grande. Si algo le falta a la película —y la diferencia de la de Köhler— es una marca autoral fuerte. En principio es demasiado derivativa de la filmografía de sus productores. El estudiante cuenta una historia muy parecida a la de El bonaerense y comparte dispositivos de narración, equipo humano y estilos de actuación con las películas de la factoría Llinás. Mitre estaba ya en la intersección de los dos caminos: fue uno de los guionistas de Leonera y Carancho así como uno de los directores de El amor (primera parte).
F: Lo estás borrando a Mitre como director. Es como si no existiera. Me parece injusto.
Q: No puedo decir demasiado de Mitre como cineasta. Es cierto que su nombre encabeza este proyecto y seguramente es responsable de la mayor parte de sus méritos, que no son pocos. Pero en El estudiante se nota ante todo la voluntad de construir una obra colectiva dentro de un sistema de referencias que pone entre paréntesis la idea de autor. De hecho, la transición del cine independiente está resultando la de un sistema de falsos autores como era el cine argentino hacia 1995, cuando llegaron los independientes, a un cine de equipos. Es cierto que algunos nombres (sin duda Trapero y Llinás figuran entre ellos) le agregan a sus películas el plus de una impronta personal pero lo interesante, en todo caso, es que la máquina empieza a funcionar sin que el nombre del director deba figurar, necesariamente, antes que el título, como ocurre en este caso.
F: Bueno y además de todas estas aclaraciones, ¿de qué se trataEl estudiante?
Q: Como en El bonaerense, en El estudiante hay un protagonista del interior que llega a la ciudad y hace su aprendizaje en un sistema de jerarquías, lleno de códigos y secretos. En este caso no se trata de la policía sino de la política universitaria.
F: ¿Es K o anti K?
Q: Creo que la idea de la película fue esquivar una definición en ese sentido, que hubiera sido inevitable si se tomaba un sistema menos acotado que el de la militancia estudiantil. Al elegir ese terreno, el guión se permite ser abstracto en cuanto a las identidades políticas pero mantenerse en una actualidad muy estricta. Las agrupaciones que aparecen en la película responden a esa fragmentación y construcción autónoma tan particular de la Universidad de Buenos Aires. Y como lo que está en juego es una elección de autoridades académicas, todo se puede mantener dentro de cierta ambigüedad sin necesidad de darle a los personajes una relación demasiado definida con el exterior. Lo que interesa ante todo en El estudiantees construir una ficción centrada en un territorio preciso, comoNueve reinas se centraba en el mundo de los estafadores.
F: ¿Y qué pasa?
Q: Roque es un personaje rico. Si bien arranca con la desventaja de no conocer el sistema, tiene condiciones para hacer carrera en la gran ciudad. Es audaz, seductor con las mujeres y aprende muy rápido: en este caso, aprende cómo funciona el mundo en el que ha decidido ingresar porque se enamora de una militante. La descripción que se hace del universo político es la de un juego interminable de acuerdos y traiciones movido por la ambición personal y, en alguna medida, también por los ideales. Sabiamente, la película no se expide sobre el porcentaje que tiene o debería tener de cada uno de esos ingredientes. Y se apoya en el minué de las negociaciones y las lealtades, de las traiciones y las sorpresas como El padrino utiliza las de la mafia. Como las películas de Trapero, El estudiante tiene el atractivo de llevar al espectador al conocimiento de un mundo verdadero de la mano de un relato ficticio. Y lo hace impecablemente, salvo por dos detalles. Uno son los textos en off dichos por un narrador que podría haber participado en Historias extraordinarias. En algún caso, estos aportan información al relato pero en otros incurren en digresiones amaneradas, como contar que Hipólito Yrigoyen y Lisandro de La Torre se batieron a duelo, lo que perturba la forma narrativa de la película y parece simplemente un homenaje del director al productor, como para que la marca de este se reconozca. El otro problema de la película es un final que incurre en una vuelta de tuerca de más y, hacia el final, crea un suspenso tan innecesario como forzado (algo parecido ocurre con el final de Carancho). Esa es otra diferencia con el impecable desenlace de Sleeping Sickness, que reconoce que todo está dicho y jugado antes de la escena final.
F: Te veo impresionado por la ambición del proyecto pero no me queda claro si es buena o mala.
Q: Creo que es una película sólida, que describe un mundo sobre el que el cine argentino no ha dicho nada y lo poco que había dicho estaba mal. El estudiante no cae en los lugares comunes cualunquistas que concluyen en el desprecio por la política. Los militantes de Mitre tienen debilidades, toman cocaína, son bastante ignorantes, están demasiado entrenados en la liquidación sin piedad de sus rivales y son poco confiables como personas y como políticos. Pero son de carne y hueso y no parecen peores que los médicos, los periodistas y los cineastas. Acaso sean mejores, tan solo porque tienen pasión por lo que hacen.
F: ¿Pero te gustó?
Q: Sí, pero no del todo. Vos sabés que a mí me gusta el cine de autor.
F: Eso es una antigüedad. Nueve reinas, que es un cine industrial, te había encantado en su momento.
Q: Esta está un escalón por debajo. Lo que me parece, para terminar este tema, es que va a causar impacto y temo que sea criticada por razones equivocadas.
F: ¿O sea?

Q: Es la típica película a la que se le va a achacar incorrección política y portación de apellido en esta Argentina tan intolerante en la que vivimos.

***** 

El exorcista ingenuo

por Lucas Rubinich
 

 1.

La película El Estudiante de Santiago Mitre genera, y creo que es interesante que sea así, lecturas confusas en las que intervienen, obvia y fundamentalmente, la propia obra, un singular clima de época tal cómo este se procesa en la sociedad argentina, y también, básicamente, dos tipos ideales de lecturas: a) la deshistorizada, y b) la que en el marco de una época singular y de los desconciertos que este provoca la clasifica como obra de intervención política en dos sentidos antitéticos:
b1) como antipolítica, en tanto su visión del mundo podría ser similar a las actitudes de fines de los noventas en donde se tiraba al chico junto con el agua de la bañera, y
b2) como política productiva, casi por lo mismo, pero evaluada desde otro lugar, porque se pondría al descubierto algo así como que la política también está degradada en los ámbitos que portan banderas trascendentes.
Tomando elementos de estas miradas, las notas que siguen proponen otra perspectiva. Que sostiene que este objeto artístico es, más que ninguna otra cosa, una manera posible, tímida, intuitiva, convencionalmente epocal, de dar cuenta de un fin de época. Más concretamente, la refracción de la manera en que una franja generacional, que se relacionó en su adolescencia y primera juventud con formas cristalizadas de la herencia de radicalización sesenta-setenta. Las mismas acompañaron prácticas absolutamente adaptativas al status quo: es por eso que la película puede funcionar como un objeto que diga algo de un fin de época.

2.

La sinopsis oficial dice que el personaje principal, el estudianteRoque Espinosa, es “un joven del interior que llega a Buenos aires para cursar sus estudios universitarios. No pasa mucho tiempo hasta que se da cuenta de que no está ahí para estudiar. Sin vocación y sin rumbo se dedica a deambular por la facultad, a hacerse amigos, a conocer chicas. Una de ellas, Paula, una profesora adjunta de la facultad, es quien lo introduce en la militancia política. Roque empieza a asistir a las reuniones de su agrupación, a relacionarse con los otros miembros. Conoce a Alberto Acevedo, un viejo político retirado que se dedica a formar cuadros desde su cátedra en la Universidad. Junto a él, Roque aprende los códigos de la política y a manejarse como un dirigente estudiantil, y siente que por fin ha encontrado su vocación, que la política es su Universidad.”
A la sinopsis oficial, que dice bastante sobre la marca de época de la película, hay que agregarle que todo esto ocurre en una referencia que es además escenografía real, como es la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Y que allí se condensan simbologías, prácticas y diversos rituales que remiten a tradiciones de las izquierdas. Además la implicación en la política es la implicación en un mundo en el que contrastan banderas de las tradiciones mencionadas con un personaje despolitizado, sin vocación estudiantil, ocupado en una tarea (descubrimiento al fin de una vocación) que es la pura lucha cruda por la ocupación y mantenimiento de lugares. En el final final, un segundo antes de terminar la película, el estudianteresponde con un no a la posibilidad de integrarse definitivamente a ese mundo.

3.

En el primer tipo ideal de lectura de esta película se atiende al relato de iniciación política, en la que el personaje individualista, despolitizado, de algún modo ingenuo, se integra a unas estructuras políticas en la que los discursos trascendentes son apenas un adorno secundario. Se va delineando su recorrido en ese mundo juvenil y la tensión entre dos caminos de acceso al mundo adulto. La resolución “idealista”, de la opción por el buen camino, se produce en el momento final de la película, en el que el personaje Roque Espinosa responde con un No de vocación romántica deslucida a la oferta de integración adulta al mundo de las estructuras de pura lucha por los lugares de las que había participado hasta ese momento. Cuando se sostiene esta mirada se atiende más, aunque se hace en todos los casos, al logro de haber armado un relato de ficción mediante la utilización de un registro casi documental con escasos recursos: un singular dogma criollo en el que no hay extras y que puede incorporar situaciones de dinamismo vital producto del espacio real transformado en espacio escenográfico. Película creadora de un héroe juvenil protagonista de un relato moral que algún crítico norteamericano nombró como el Anakin Skywalker universitario, y otro al que lo reconoció también como el protagonista de una historia moral, aunque vio en ese final moralista un error dramático.
La hipótesis b), que piensa a la película como un objeto de intervención política en sus dos formas –b1) y b2)- podría condensarse, con riegos reduccionistas, en el primer caso, en grupos militantes de distintas formas de la izquierda y en sectores con vocación política alternativa que observan que la referencia realista del relato de ficción es una facultad politizada con fuerte presencia de tradiciones de izquierda. Y que, en verdad, las formas de política cruda e inmediatista preocupada por mantener y reproducir lugares de poder institucional como un fin en sí mismo, estarían ligadas, en el mundo real, a sectores tradicionales moderados en crisis. Pero esto no es así. Y no es así porque las citas al radicalismo que hacen los personajes adultos de la agrupación no bastarían para despegar a la izquierda como el sujeto principal de la descalificación: banderas, simbología, institución real, presentación de la persona de los militantes, tipo de estudiantes, remiten irremediablemente a tradiciones de izquierda.
La otra mirada surge, la b2), principalmente, de las lentes de la generación mayor que participó de un modo u otro, más o menos secundariamente, del proceso de radicalización de los setentas, y que fue parte, como constructora, reforzadora o acompañante, del discurso de crítica, principalmente a lo que se evalúa como la irracionalidad de las cúpulas dirigentes de las organizaciones guerrilleras. Pueden ser hoy abstractos liberales republicanos, o setentistas simbólicos. Portadores de una crítica al leninismo que también es una crítica al marxismo, actualizan su mirada con lo que consideran los residuos observables de esas tradiciones en los partidos de izquierda realmente existente que participan del sistema electoral y que tienen fuerza militante en el mundo universitario. Estos sectores encuentran satisfacción en hacer una lectura realista de aspectos de esta ficción, que da cuenta de un espacio en donde persisten de algún modo, con deterioros y bajo otras formas, elementos de una tradición que entienden tuvo su gloria y que en el mejor de los casos, en el presente, ellos contemplan sólo como objeto de glorificación. Y encuentran efectivamente allí retóricas que confirman ese sentido común, que refieren a hechos o a textos queridos, banalizados por seres degradados implicados en su sobrevivencia personal. Hay también en el relato de la película una militancia universitaria compatible con el diseño que hace ese sentido común de ex izquierdista de la generación mayor: patéticos, dogmáticos, agresivos que interrumpen una clase e insultan al profesor. Y para coronar el prejuicio, un personaje principal que nunca estudia y que reafirma el sentido común machista: el ignorante cultural e inteligente pragmático personaje principal tiene éxito con tontas mujeres militantes y con mayor formación académica. Los machistas de distintos géneros de esa generación mayor, pueden corroborar que la debilidad de la izquierda alcanza a las militantes mujeres, tontas seducidas por la pura iniciativa inculta.

4.

Sin embargo, más allá de estos cruces de posiciones circunstanciales, si hay algo que dice esta película y por lo cual probablemente será recordada, además de por su manejo dinámico e inteligente del registro documental para la ficción, es por expresar la manera en que una generación de hijos de militantes setentistas convencionalizados desde los ochentas para acá, salda cuentas con un pasado retórico; pone a ese pasado retórico en su lugar; decreta un fin de época. Y lo hace con una historia simple, muy a tono estéticamente con relatos claros que habilitan a que el director sea mencionado como el Aaron Sorkin criollo, refiriendo al director y productor de la serie “Al oeste de la casa Blanca”. Una historia muy a tono también con un clima cultural que da cuenta de la imposibilidad de sostener discursos trascendentes, ante la transparencia cruda del presente. Por eso ese final, que efectivamente puede ser evaluado como un error dramático, es también expresión de una época. Se le pone la tapa a una historia, sin fanfarria y sin bandera. Con la mochila anterior en el cuerpo y con apenas pocos elementos más, se iniciaría un nuevo camino: absolutamente incierto. Una chicana de espectador activo y “psicoprogre”, se permitiría hipotetizar sobre la posibilidad de que, luego de un par de meses dando vueltas, Roque Espinosa pueda volver a esa misma oficina en la que dijo no, a decir sí. Pensando que al fin y al cabo es un adulto, que contraerá matrimonio, deberá establecerse, y que eso que estuvo haciendo hasta decir no (su iniciación al fin y al cabo), es lo que mejor sabe hacer y que seguramente conociendo el paño como lo conoce, él puede mejorar algunas cosas.
El director es de una franja generacional que vio no solo la pérdida total de autonomía de la política frente al poder financiero internacional, sino que además escuchó de cerca como se la justificaba y se la requería desde espacios que portaban retóricas ligadas a ciertos momentos de la radicalización sesenta-setenta. Y además cómo esos espacios desempeñaban un papel activo en ello. El vicepresidente de la nación del presidente De La Rua, Carlos Alvarez, de una agrupación de centro izquierda, es quien llama (como en la actualidad los socialistas griegos) al tecnócrata funcionario del poder financiero internacional Domingo Cavallo para encaminar el gobierno. Seguramente, para la sensibilidad generacional a la que pertenece el director, sin dramatismos, entendiendo que “así es la vida”, estos desacomodamientos entre el dicho y los hechos, corroboran que esas retóricas son como los relatos de los abuelos sobre su paso por el servicio militar: nostalgias simpáticas sobre algo que pasó. Su persistencia con pretensiones de integrarse al presente es, sin lugar a dudas percibida como extemporánea, como puras retóricas patéticas que ocultan lo que todos saben: la política es así. Y la forma de decirlo con más fuerza es ambientar la historia en los lugares en los que la persistencia es más densa simbólicamente: donde se agrupan las banderas, los íconos y los rituales de referencias a esos momentos de grandes cambios trascendentes que irremediablemente ya no están.
Quizás no es con el mundo de las izquierdas realmente existentes en el presente, contra las que este objeto artístico se pelea, no es tampoco contra la militancia real de la facultad de sociales. No lo es, directamente al menos, porque quizás la pelea más fuerte es contra esos elementos presentes en la centroizquierda que también generaron, desde el gobierno, los acontecimientos de 2001. Porque allí es verdaderamente donde se observa el mayor desacomodamiento. Es el símbolo nacional de la incongruencia como puede ser en Europa la experiencia de los partidos socialdemócratas. Es, entonces, una película con fuertes gestos antipolíticos, pero a modo de exorcismo ingenuo y tranquilo, porque en ella se aglutinan para ser rechazadas -como expresión de un olfato de época no politizado- todas las formas de la política real portadoras de alguna retórica alternativa, con sus trechos entre dichos y hechos, de la que la sensibilidad de una franja generacional desea escaparse. En verdad, sin saber hacia adónde, pronunciando un “no” que no es heroico, es apenas un tímido “no”, que podrá construir herramientas de sustento en el camino o, en todo caso, de no existir colectivos sociales politizados en ese camino, transformarse en un “sí” tranquilo que acomode la biografía personal al mundo dado.
(La versión impresa de esta nota se puede leer en la revista El Panfleto que se consigue en las dos sedes de FSOC)

Energía sexual, natural y biológica para el desarrollo

De nuevo fiesta con lo de YPF. Reflexión escueta, por el momento. Aun hay mucho que entender. Por ahora parece una ley adecuada. Necesaria para el modelo: energía barata. Media sonrisa. Porque no se puede exagerar la carcajada. Nacionalización, se dice. Se entiende. Entre el gobierno nacional y los gobiernos provinciales habrá una mayoría de peso. Y hay un nuevo marco regulatorio para las actividades vinculadas a hidrocarburos. Muy bien. No hay estatización, sin embargo. Todo se va a guiar según los protocolos del mercado. Se entiende. Repsol, si el proyecto se aprueba, queda reducido a una participación mínima de la propiedad. Muy bien. Muy bien también como el gobierno ha leído las nuevas condiciones en las que es posible sacarse en encima ciertos dispositivos coloniales. Ahora hay que pagar la empresa y, más importante, conseguir mucha mosca para invertir, para sacar más gas y sangre negra de la tierra. ¿De dónde surgirán esos capitales? ¿China, India, Brasil, EE.UU? Es raro que festeje gente como Dromi. Es paradojal que sean los propios K, tan involucrados en la privatización de YPF los que ahora hagan una ley que aparece como gran avance. Pero ahora se viene una discusión más seria. Ya no la del estado contra el neoliberalismo, sino la del bienestar de la gente en el neodesarrollismo. ¿Vamos a acelerar un capitalismo desarrollista nacional-regional o estamos en transición a otra cosa más justa, más interesante? Esta discusión debería empezar ahora y no dejarse tapar bajo los papelitos y los globos. Además, hay una muy buena lectura del debilitamiento del cerrojo europeo y la fuerza de Sudamérica. Desconfiado, indisimulablemente alegre, en estado de alerta y movilización y dispuesto a encarar la dura discusión que se viene Lobo mueve la cola, afila colmillos: nada será fácil.
Dossier:

11

La urbe es azar: encuentro y catástrofe (¿cómo evitar el desmonte?). Vida migrante y memoria, transa-acción y patrullaje. El turista, el pibe feria-paraguaya, la mujer que limpia tu casa, el ferretero y los enamorados de 6-7-8. Todo a punto de estallar (¿cuándo llegará el Apocalipsis?). Calor insoportable y olor a regiones del mundo. Calor insoportable y olor a cuerpo quemado dentro de un tren o detonado en un boliche. La guerra de modos de vida se despliega sobre la ciudad hasta ocuparla por completo: el mapa sobre el territorio. (¿cómo barrenar el movimiento frenético sin que estalle la cabeza?). Aventura y precariedad.
Malas noticias: abajo del asfalto no está la playa.
La única verdad es la realidad: 11.
*****

Vida de Hombre Infames
Por Lobo Suelto!
 

I.                   La política ante la catástrofe


Once. La catástrofe actualiza en nuestra memoria, a la fuerza, una dimensión de desastre de la vida urbana; inevitable infelicidad colectiva que la política (en tanto problematización de la vida en la polis, en la ciudad, que a todos nos abarca) no hace sino eludir. Concentrada en un esfuerzo de gestión continua, la política se vuelve ingeniería de la fiesta, del consumo, del espectáculo. En esta producción incesante de imágenes de felicidad colectiva, en esta terca dedicación por distanciarse de todo aquello que en la vida cotidiana es herida y frustración, el mundo de lo político niega las condiciones reales sobre las cuales elabora buena parte de su retórica y sus decisiones.
La tragedia impone un dolor sin atenuantes y reenvía inmediatamente a dramas anteriores, como el de Cromañón, sucedido a tan pocas cuadras de la estación que las ambulancias debieron sortear su paso por la calle Bartolomé Mitre, convertida hasta hace días en santuario popular. Esta insoportable comunicación no se agota en una sumatoria de episodios atroces. Exhibe a la ciudad como encadenamiento continúo y simultaneo de pequeñas catástrofes de naturaleza variada: alimentarias, laborales, de transportes, de uso de las energías, de explotación de recursos naturales (la catástrofe como una declinación visible de la guerra urbana de modos de vida y como concreción extrema de una cierta idea del desarrollo).


Buscar responsables individuales de estos accidentes es siempre un asunto delicado. En un sentido profundo, la pena resulta desproporcionada respecto de las pérdidas y de la magnitud del problema que hace sistema con el sufrimiento. Cuando apelamos –con razón– al estado de cosas de fondo que posibilita este tipo de episodios, nos imponemos una tarea mayor: la de enfrentar las estructuras mismas del modo de vida colectivo, que nos incluye.


II.                 Felicidad pública


¿Qué tipo de responsabilidades son las que se ponen en juego cuando esta trama de barbarie se vuelve imagen y acontecimiento? Estos accidentes “técnicos” se suelen presentar como desligados de otras dimensiones de la vida urbana con los que se vincula profundamente. La política es la primera en declararse impotente ante la compleja trama implicada en los hechos consumados. Al no prosperar de modo duradero y significativo, la problematización pública y necesaria se repliega. Y el peso de la responsabilidad vuelve a recaer sobre quienes padecen continuamente estos avatares de la vida metropolitana.


El bloqueo de toda problematización efectiva contrasta con la proliferación de las imágenes y las noticias dedicadas a cada uno de estos episodios. Si lo mediáticoopera efectivamente como sistema nervioso de lo social, quizá importe menos –para comprender el modo en que hace sistema con lo real- quién sea el propietario de esos medios y un poco más el modo en que disponen de un conjunto de automatismos más amplios, la supuesta naturaleza “técnica” de la mediatización, y el modo en que se sobreimprimen altas dosis de instantaneidad, repetición y narratividad a los momentos de decisión pública.


En ese marco, la política deviene gestión incesante de la felicidad colectiva (incluso, cuando se vuelve “crítica”): fiesta del aumento del consumo, en la que no está bien visto ponerse a revisar la deriva que adoptan las pasiones sociales.


O, más puntualmente (y como escuchamos decir últimamente a Christian Ferrer) el éxito de este “modelo” consiste en su capacidad de excluir el antagonismo político al coagular en torno de una imagen única de felicidad pública, una imagen sustentada en el aumento del consumo según parámetros de los centros del capitalismo occidental. Y un modo único de instrumentalización: a través de la inserción de nuestro país en el mercado global como exportador de ciertas materias primas, tecnológicamente asistidas, cuyos ingresos permiten mejorar la capacidad del estado para contener a los contingentes sociales llamados “desfavorecidos”.


III.              El elenco y la opinión crítica


Y bien, existe un tercer aspecto a considerar: la constitución de un elencobienpensante, de una opinión críticaque se ha vuelto tan interior al “modelo” como cada una de sus otras dos invariantes (desde la exportación de grano hasta el complejo científico que la asiste). Productores y reproductores de una constante gestualidad política, los autodenominados “intelectuales” dan forma de moebius a una politización enunciativa que convive con una despolitización de zonas extraordinariamente inmensas de la existencia individual y colectiva.


IV. La tragedia y la crisis
Bien diferentes a estos momentos de tragedia, los momentos de crisis económica y política combinan el dolor y la fragilidad con la potencia y la alegría. La crisis es también ocasión para reencontrarse con los medios materiales y morales de la existencia. Para pensar otros modos de vida, de relación con lo que nos rodea.

Y por eso la crisis puede devenir también en cuestionamiento de las promesas de felicidad, habilitando dinámicas de politización bien diferentes a la actual; politizaciones desde abajo y ligadas a una revisión del cotidiano, tal como pueden rastrearse estos últimos años en situaciones disímiles como las de Medio Oriente, Chile o regiones de Europa y EE.UU. Experiencias de lucha, éstas, que recuerdan en mucho a nuestro 2001, sobre todo, en su capacidad de retomar, del mundo de la vida, motivos y modos de expresión, aportando una carga de disidencia fundamental en torno a las directrices y parámetros de la felicidad pública y sus estructuras de gestión. 


V. La irrupción del bios
La “felicidad” reinante (ese vínculo entre fiesta, buen pensamiento y promesa de crecimiento) convive tanto con sufrimientos incesantes como con momentos anónimos de una suma nobleza que no llegan a cuestionar ni a oponer una imagen alternativa. ¿Es esto un déficit? En todo caso, para comprender la tensión que recorre nuestras ciudades es conveniente cuestionar cierto efecto óptico que iguala el discurso “crítico” del elenco al movimiento del “bios”.


Se trata de luchas que, enraizadas en las afecciones propias de una vida y sus pasiones, producen valor desde el cotidiano mismo. Luchas cuya paradójica debilidad consiste en su dificultad para integrarse en el pobre entramado desarrollista, en sus infraestructuras y relatos de un presente feliz. Luchas que son traicionadas cada vez que se las reduce a demandas a solucionar, a puro sufrimiento e impotencia: política de víctimas y reparaciones, literatura de catástrofe. Políticas de la despolitización.


Bien sabemos que “crítica” y “disidencia” no se equivalen. La disidencia surge de un corazón infame (in-famia: sin fama, sin gloria). La fiesta crítica tiene un ideal regulador, es decir, una fiesta que intenta conjurar la dimensión promiscua que yuxtapone e hibrida la vida y la política.


Las luchas que no cesan de retornar –al menos desde mediados de los noventas para acá– son, en ese sentido, luchas infames, disidentes, que asumen la tristeza al interior de un nuevo modo de entender lo político. O, en lenguaje filosófico, luchas biopolíticas.


VI. La disidencia y “el modelo”
Es menester, en suma, ante la insistencia en la riqueza del momento político actual, afinar el ojo y oído, máxime cuando esa actualidad es referida a las disputas dentro del (amplio espectro del) elenco (con todos sus matices) y del palacio, que alcanzan niveles de patetismo exorbitantes (quizá porque ese juego abarca hoy, como nunca, a las capas medias bienpensantes).


De este panorama, obviamente, no escapan las izquierdas organizadas políticamente: en sus latosas diatribas sobre la autenticidad o impostura con las que el gobierno alza banderas como la de la redistribución de los ingresos, su imaginación política no supera el pedido de sinceridad, de verdad de proceso; y así piden más.


¿Podemos reducir la vida pública a una expectativa de justicia dentro de “el modelo”? Con tanto discurso benjaminiano en el ambiente, ¿no sería más saludable retomar el punto de vista del sufrimiento y del valor que producen las luchas al interior del bios antes que solazarse en la pura retórica erudita, sea afirmativa o crítica?


Por el contrario, las dinámicas de politización parecen renacer allí cuando –bajo el diagnóstico aterradoramente grave de los modelos de pensamiento y gestión en curso– situamos en el centro de la escena la capacidad de sujetos infames de poner condiciones y líneas de irreversibilidad, cuando ensayamos mapear los signos de su disidencia.


Lo propio del actual ciclo político es minorizar a quienes cuestionan este estado de cosas sin ofrecer “alternativas”. Vuelve a estar en la orden del día la lucha por el devenir minoritario. No hay contradicción en esto: devenir minoritario y resistir la minorización son una y misma cosa. No suscribir a la política de la víctima, tensionar las imágenes de felicidad sustentadas en el consumo, disentir, en suma, respecto del régimen que opera produciendo un sentido de lo mayoritario (con solo echar una mirada a la convulsión europea comprendemos que no es tan fácil de sostener el ideal capitalista de felicidad. ¿O es, acaso, que el desarrollismo (¡¿ex?!)tercermundista aspira a sustituir al tradicional centro capitalista como sostén de este ideal?)


La gestión de la felicidad se sitúa en el centro del problema político. Un problema que la política del presente no puede eludir.


20 marzo de 2012

*****
Notas sobre el acontecimiento de Once
Por el colectivo Juguetes Perdidos
1.

Una secuencia del horror. El plano televisivo muestra ambulancias de SAME, policías, cuerpos en camillas, movileros, bomberos… La silueta de la imagen de la “tragedia” de Once se recorta sobre el fondo del recordatorio urbano de Cromañón. Y el fuera de foco –o el trasfondo de todas las imágenes– es la precariedad. Nuevamente un videograph al que nos acostumbramos: muerte en la ciudad.
Muertes que hacen crujir la pantalla y hacen visible la raíz precaria de toda vida que se despliega en la urbe…
No es casualidad la cercanía física de los dos acontecimientos; Once es una de las arterias de ingreso al circuito urbano. Es uno de los pasos de frontera a la ciudad. Los muertos de la estación –como la mayoría de los pibes de Cromañón- provienen del conurbano, de barrios, localidades, ciudades de residencia que se vuelven camas para descansar unas horas y volver a gastarse en la ciudad. La urbe demanda la energía corporal y psíquica de cuerpos (laburantes pibes y viejos, doñas y estudiantes, cazadores del dinero diario…) para alimentar los circuitos del trabajo y el consumo. Once es un nodo de la precariedad, un punto sensible atravesado por nervios a flor de piel, cuerpos a todo ritmo y ánimos agotados…
A la ciudad vamos a trabajar, a estudiar, a consumir… y también a morir.
2.

Las vidas interrumpidas en Once son las que mueven la ciudad, las verdaderamente imprescindibles.
Un relato político lineal y etapista ve en estas muertes “resabios del pasado” –neoliberal–, muertes que ocurrieron a destiempo. O daños colaterales, efectos no deseados de la recuperación del trabajo y de la reposición del bienestar social. Pero estas son muertes que perforan, desbordan, inquietan, abren lo coyuntural, dejando ver el fondo que asoma. Son muertes que sostienen a la época, no su excepción. Son muertes –y vidas precarias– que operan como condición de posibilidad de “la época”. No son equivocaciones, déficits, accidentes o residuos, sino que son una dimensión insoslayable –la contracara, el suelo, lo oculto– del crecimiento económico y de la reposición social del tándem Trabajo-Consumo. Son la condición de posibilidad de un presente de estabilidad y aparente alegría social, son el reverso de los modos de gestión de la vida en la precariedad, su variable constitutiva.
Esos desplazamientos por la ciudad (frágiles y a cara de perro) son el telón de fondo, precario, persistente y constitutivo, de los entramados sociales del presente, de sus zonas grises y ocultas, de sus intersticios –sin duda centrales–…
3.

Quizás esta misma condición de constantes –y no excepcionales– vuelve a estas muertes inenarrables para los discursos públicos actuales (mediáticos, políticos, publicitarios…). Discursos incapaces no sólo de narrar sino también (y sobre todo) de leer los signos de las “tragedias” en el día a día de los vagones de tren, de los bondis, de las calles; y no solamente los signos de vagones hecho pedazos o estructuras urbanas colapsadas: sobre todo, los signos y las marcas de las vidas que los transitan, los cuerpos y nervios de los laburantes, los recorridos cotidianos de los agotados… Los cuerpos amontonados, a desgano, en los vagones; las energías gastadas (cual batería de un celular) del humano-trabajador, la indiferencia a bordo, la criminalización en un furgón, los estallidos en las estaciones… Signos (cual precursores) del accidente Once, contracara de la “felicidad pública”, de las imágenes del consumidor potente sujeto de la reactivación económica.
Podemos pensar otras secuencias sociales que constituyen el suelo productivo –y oculto– de la época, otros reversos: ¿cómo concebir la seguridad –sus discursos, sus imágenes, sus instituciones– sin las muertes de gatillos fáciles?, ¿cómo se sostienen los índices de consumo chinos sin las condiciones de laburo de un taller textil clandestino o sin el mercado de lo trucho?, ¿cómo pensar las mejoras en el mercado de trabajo formal sin la precarización de los pibes y las pibas de los deliverys, los call centers, las promociones, los locales de venta de celulares o de ropa de un shopping?… ¿o el boom del mercado inmobiliario y la construcción sin la perdida de las vidas de los laburantes en las obras, las ocupaciones, los desalojos y los mil quilombos en torno a la vivienda?
Sobre estos cuerpos –sus prácticas, sus fuerzas, sus deseos– descansan las estructuras precarias de la actualidad…
4.

No se puede frenar. Los trenes no pueden frenar. No –o no sólo– por inconvenientes técnicos o humanos; no pueden parar… Sino pensemos en algunas escenas: hora pico de la mañana, el tren repleto de cuerpos amontonados que cuentan los minutos, y un conductor que, precavido, decide suspender el viaje por un imperfecto. El desenlace es imaginable (al menos, hasta ese miércoles 22-2). La imagen de desborde está disponible todos los días, a solo un click. Un rato después de que chocó el tren en Once, otro tren salió de la parte de abajo de la estación… Ni en ese día, ni en los siguientes días de duelo, dejó de salir un tren. Tic tac efímero. La ciudad no puede frenar, nosotros no podemos frenar: leit motiv de la vida precaria, contraseña de una maquinaria difícil de sabotear. Las heridas y los malestares, así, no coagulan más (estrés, ansiedad, cansancio, molestias corporales y cabezas quemadas). Menos si, además, son corridos de la pantalla por los discursos y las politicidades oficiales de hoy.
El no poder frenar se convierte en un deber soportar, seguir, acumular malestares (siempre individuales) y, a la vez, volverlos ajenos, para “soportarlos” mejor, anestesiarse. Es en estas secuencias en donde la muerte se vuelve una fija, una posibilidad que recorre la ciudad y que pasa sin que se lo pueda digerir. La muerte como fija, cercana y necesariamente ajena, para poder seguir.
5.

De nuevo el dolor colectivo aparece como intraducible a los códigos políticos actuales. Esos que solo sacralizan determinadas muertes (y a veces tampoco): las muertes de militantes políticos, muertes heroicas que pueden ser leídas desde una épica historicista y sacrificial. Las otras muertes –las de la estación de Once, las de Cromañon, las de los gatillos fáciles… las de las vidas precarias– son muertes sin discurso. Muertes anónimas, desacralizadas, silenciosas, cotidianas, recurrentes, inentendibles… muertes que desbordan los códigos de la política instituida, pero que constituyen su trasfondo, su subtexto.
Vuelve la pregunta que nos asaltó en otros acontecimientos: ¿por qué estas muertes aparecen como pre-políticas?, ¿qué las hace ilegiblesa los discursos de época?, ¿cómo ensayar politizaciones desde estas cotidianidades precarias?, ¿cómo politizar el dolor?… Morir en un tren o arriba de una moto, en un recital o en un taller clandestino… en estas instancias se incuban dolores, malestares, impotencias… Desde estos espacios y acontecimientos se tiene que pensar también la política de la época… ¿es necesario decir que la muerte, en relación a otras épocas –y ciudades pasadas–, cambió de rostro, mutó, se filtró a otros escenarios sociales y micropolíticos?
6.
El famoso “de casa al trabajo y del trabajo a casa” se interrumpe violentamente. Mejor dicho, no llega nunca a efectuarse en esta época por más que se lo convoque y se apele a él como regulador de la vida y el tiempo de la ciudad. Imposible que funcione porque se desborda por todos lados (y porque hay toda una historia de luchas que lo han cuestionado y desbordado). Es que en la precariedad pareciera que todo pasa en los intersticios, en ese “entre” (entre casa y el trabajo, entre el barrio y el centro, entre el laburo y el rato de descanso), o “por debajo” de esos restos, ya difíciles de marcar hasta en un mapa. Y siempre en velocidad.
Y también porque la interrupción se da vía “accidente”. De vuelta el “soportar” o la anestesia, o los nervios entrenados para el trajín cotidiano: muchos de los viajeros de tren les decían a los movileros en los andenes de Once: “yo siempre bromeo en casa: ojo que no sé a qué hora vuelvo… o si vuelvo…”.
Por otro lado, no sólo el tándem Trabajo-Casa (y cada uno de sus términos) ha mutado, sino que el viaje mismo, el desplazamiento por la ciudad se ha vuelto otra cosa: viajar es un elemento fundamental para mantener laburos, relaciones, movidas… de a poco vamos conociendo todas las líneas de trenes y colectivos; ahí se duerme, se calzan auriculares, se lee un diario, se usa el celular, se elucubran movidas, se hace amistad… tantas horas semanales (de hacinamiento en la mayoría de los casos) en donde hay que armar algo… o soportar.
“Politizar” nuestro viajes, armar algo ahí, arranca con saber que viajando podemos desviarnos de las líneas que nos concentran y nos reducen a una única ciudad. Como patéticos viajantes podemos romper las distancias entre vidas parecidas, crear barrios ampliados, trasversales, atravesar fronteras… Hacer algo con esos flujos que parecen no poder nunca coagular, con las vidas que subimos todos los días a un tren en marcha y que ya no puede “hacer estación”, congelarse en paradas ya vacías, en imágenes reactivas, extemporáneas…
www.colectivojuguetesperdidos.blogspot.com.ar

*****
Fantasmas en la estación

por Sebastián Stavisky 
Un cadáver en el cuarto vagón. Cincuenta muertos entre el primero y el segundo y un cadáver en el cuarto vagón desquicia toda previsibilidad. Porque aún después de cincuenta muertos es necesario al menos una pizca de previsión. Que no hubiera más muertos en la estación permitió que se retomara la circulación. Que los trenes echaran nuevamente a andar. Que las boleterías volvieran a expedir boletos. Hasta que un cadáver en el cuarto vagón detuvo otra vez el flujo. Estaba tan cerca y nadie lo vio. Casi en la punta de los hocicos de los sabuesos busca muertos y nadie olió su olor a putrefacción. La estación se supo de pronto invadida por un fantasma que se resistía a abandonarla. Un fantasma que viajaba en tren fantasma.
Dos días es el tiempo que comúnmente media entre la muerte de un cuerpo y su entierro. Es el tiempo del velorio. También de los primeros signos de descomposición.  ¿Quién de nosotros podría asegurar que no palidecería a la vista de un cadáver lleno de gusanos?, nos pregunta Bataille. Los mismos fierros ferroviarios que aplastaron el cuerpo fueron los que se encargaron de ocultarlo. De mantenerlo oculto de las caras pálidas. Y de pudrirla. ¿Quién habrá ocultado el olor? ¿Y el dolor?  Resultado del ocultamiento: la inminencia frente a las narices de investigadores, pasajeros, cámaras y deudos ya no sólo de un tendal de gusanos, sino de un fantasma. Y si al mal olor lo quitan los perfumes, si a los cadáveres los retiran los bomberos, al fantasma no hay quien lo vaya.
La muerte es un viaje de ida. ¿Pero qué hay allí cuando el viaje se detiene a mitad de camino? Hay un umbral, como aquel que media entre la ciudad capital y el conurbano bonaerense, entre el lugar de trabajo y el de vivienda. Hay un no-lugar, como una estación de trenes en que sucede de todo menos la posibilidad de una identificación –de un cuerpo. Hay una estancia liminar, como destierro al cual son arrojados los cuerpos marginados. Hay un entre dos y, lo que sucede entre dos –según dice Derrida-, entre todos los “dos” que se quiera, como entre vida y muerte, siempre precisa, para mantenerse, de la intervención de un fantasma.
Las cortinas azules de la PFA se corren para efectuar el retiro del cadáver. Como antes los fierros ferroviarios, las cortinas se disponen a mantener el cuerpo oculto de las caras pálidas y de las cámaras morbosas –al menos hasta que aparezca el mejor postor de la Crónica mortuoria. ¿Pero a quién resguardan las cortinas: al muerto, a las caras, a las cámaras o al fantasma? Que la muerte no se vea. Que se vaya el cadáver. Y lo sacan con las patitas para adelante por la puerta trasera de la estación, aquella que linda con el santuario por los muertos de Cromagnon. Allí donde alguna vez la arteria fue taponada y –paradoja del destino-, en estos días de inclemencia, by pass mediante, se volverá a abrir. ¿Taponarán estos nuevos muertos su propia arteria? ¿Tendrán estos nuevos muertos su propio santuario? Para que haya santuario, es preciso que antes haya luto. Y aún hay muertos que no lo tienen.
Si no hay cadáveres, hay fantasmas. Si no hay luto, hay anomia. Mientras el duelo postergado tendrá lugar en otro lugar, la indignación popular se agita ante las cámaras para que se haga visible la aberración de aquellos para los que el muerto pasó desapercibido. ¿Cómo puede que no lo hayan visto? ¿Cómo puede que no lo hayan olido? Y, aprovechando la inminencia del fantasma, otro fantasma copa la estación. ¡Que se vayan todos, que no quede ni uno solo! Si un fantasma es un exceso, dos es una exuberancia. Alcen las barreras para que pase la farolera. Que se reanude el servicio. Que se desplieguen los efectivos. Que se vayan todos los fantasmas.
 

Clinämen

(un aullido inesperado en la ciudad)

En la ciudad desbordada, la lógica racional-causal estalló hace rato. La vida urbana devenida clinämen, parpadeo de la Verdad, conversación ya empezada en la indeterminación de las situaciones. Aullido inesperado. Presentimientos. Estados de alerta. Desvíos. Voces. Semana a semana. Audio tras audio.
La ciudad se escucha,
se transmite,
se piensa,
se dice,
se habla,
se narra,
gime.
Clinämen,
En vivo, todos los martes a las 11 am en FM LA TRIBU (88.7).
   
**************

martes 29 de mayo de 2012

Las formas actuales del capitalismo




Conversamos al aire con el politólogo e investigador italiano Sandro Mezzadra sobre el desarrollismo, el extractivismo y la financierización de las economías, el capitalismo postcolonial, la crisis en Europa y el clima de optimismo en América Latina, las fronteras y la migración. 



martes 20 de marzo de 2012 


Conversamos sobre la relación entre modelo de felicidad y política. 
Lo político como interrupción del consenso.
Malestares sociales y felicidades disidentes.

***

martes 13 de marzo de 2012 


¿Qué hacer cuando el pensamiento y el lenguaje político disponibles no sólo no responden a nuestras implicancias vitales-colectivas, si no que contribuyen a devastarlas?

Evón y Perita

Evón y Perita versa sobre el poder en general, la coyuntura política, temas de pareja y cualquier otra cosa que nos pase por la cabeza, a nosotros o a ustedes. Es un orgullo para nuestra corporación que esta tira se publique en Lobo Suelto!, aunque también la pueden encontrar en su casa: evonyperita.org. (nuevos temas, tiras, chistes y personajes  serán bienvenidos: muchas gracias de antemano). 
EyP es una producción de Mandando Fruta Corporation, con la que pueden ponerse en contacto en: mandandofruta@ymail.com
Evón y Perita está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Unported License. Eso significa que estas tiras cómicas están disponibles para hacer cualquier cosa con ellas: publicarlas, distribuirlas, redibujarlas, tergiversarlas, cortarlas… Siempre que se haga sin fines de lucro, y siempre que el resultado se comparta con la misma licencia Creative Commons, en cualquier país del mundo y en cualquier rincón de Internet.



04/06/12 – click para agrandar



*****

31/05/12 – click para agrandar

*****

25/05/12 – click para agrandar

*****
24/05/12 – click para agrandar
*****
23/05/12 – click para agrandar


*****
22/05/12 – click para agrandar
*****
21/05/12 – click para agrandar
*****
16/05/12 – click para agrandar
*****

14/05/12 – click para agrandar 

*****

01/05/12 – click para agrandar 
*****
22/04/12 – click para agrandar
*****
20/04/12 – click para agrandar
*****
18/04/12 – click para agrandar
*****

13/04/12 – click para agrandar 
*****

12/04/12 – click para agrandar
*****
11/04/12 – click para agrandar
*****
10/04/12 – click para agrandar
*****
09/04/12 – click para agrandar
*****

06/04/12 – click para agrandar


*****

02/04/12 – click para agrandar
*****
30/03/12 – click para agrandar

*****

29/03/12 – click para agrandar

*****
 

28/03/12 – click para agrandar
*****
27/03/12 – click para agrandar

25/03/12 – click para agrandar


*****

25/03/12 – click para agrandar




*****

23/03/12 – click para agrandar
*****
21/03/12 – click para agrandar




*****
19/03/12 – click para agrandar



*****

17/03/12 – click para agrandar

*****

15/03/12 – click para agrandar

Paraguay

Monsanto golpea en Paraguay: 
Los muertos de Curuguaty y el juicio político a Lugo
por Idilio Méndez Grimaldi


Quienes están detrás de esta trama tan siniestra? Los propulsores de una ideología que promueven el máximo beneficio económico a cualquier precio y cuanto más, mejor, ahora y en el futuro.

El viernes 15 de junio de 2012, un grupo de policías que iba a cumplir una orden de desalojo en el departamento de Canindeyú en la frontera con Brasil, fue emboscado por francotiradores, mezclados con campesinos que reclamaban tierras para sobrevivir. La orden fue dada por un juez y una fiscala para proteger a un latifundista. Como resultado se tuvo 17 muertos; 6 policías y 11 campesinos y decenas de heridos graves. Las consecuencias: El laxo y timorato gobierno de Fernando Lugo quedó con debilidad ascendente y extrema, cada vez más derechizado, a punto de ser llevado a juicio político por un Congreso dominado por la derecha; duro revés a la izquierda, a las organizaciones sociales y campesinas, acusadas por la oligarquía terrateniente de instigar a los campesinos; avance del agronegocio extractivista de manos de las transnacionales como Monsanto, mediante la persecución a los campesinos y el arrebato de sus tierras y, finalmente, la instalación de una cómoda platea para la los oligarcas y los partidos de derecha para su retorno triunfal en las elecciones de 2013 al Poder Ejecutivo.

El 21 de octubre de 2011, el Ministerio de Agricultura y Ganadería, dirigido por el liberal Enzo Cardozo, liberó ilegalmente la semilla de algodón transgénico Bollgard BT de la compañía norteamericana de biotecnología Monsanto, para su siembra comercial en Paraguay. Las protestas campesinas y de organizaciones ambientalistas no se dejaron esperar. El gen de este algodón está mezclado con el gen del Bacillus Thurigensis, una bacteria tóxica que mata a algunas plagas del algodón, como las larvas del picudo, un coleóptero que oviposita en el capullo del textil.

El Servicio de Nacional de Calidad y Sanidad Vegetal y de Semillas, SENAVE, otra institución del Estado paraguayo, dirigido por Miguel Lovera, no inscribió dicha semilla transgénica en los registros de cultivares, por carecer de los dictámenes del Ministerio de Salud y de la Secretaría del Ambiente, tal como exige la legislación.

Campaña mediática

Durante los meses posteriores, Monsanto, a través de la Unión de Gremios de Producción, UGP, estrechamente ligada al Grupo Zuccolillo, que publica el diario ABC Color, arremetió contra SENAVE y su presidente por no inscribir la semilla transgénica de Monsanto para su uso comercial en todo el país.

La cuenta regresiva decisiva pareció haberse dado con una nueva denuncia por parte de una seudosindicalista del SENAVE, de nombre Silvia Martínez, quien acusó el 7 de junio pasado a Lovera de corrupción y nepotismo en la institución que dirige, a través de ABC Color. Martínez es esposa de Roberto Cáceres, representante técnico de varias empresas agrícolas, entre ellas Agrosán, recientemente adquirida por 120 millones de dólares por Syngenta, otra transnacional, todas socias de la UGP.

Al día siguiente, viernes 8 de junio, la UGP publica en ABC a seis columnas: “Los 12 argumentos para destituir a Lovera” (1). Estos presuntos argumentos fueron presentados al vicepresidente de la República, correligionario del ministro de Agricultura, el liberal Federico Franco, quien en ese momento se desempeñaba como presidente de Paraguay en ausencia de Lugo, de viaje por Asia.

El viernes 15 del corriente mes, en ocasión a una exposición anual organizada por el Ministerio de Agricultura y Ganadería, el ministro Enzo Cardozo dejo escapar un comentario ante la prensa que un supuesto grupo de inversores de la India, del sector de los agroquímicos, canceló un proyecto de inversión en Paraguay por la presunta corrupción en SENAVE. Nunca aclaro de qué grupo se trataba. En esas horas de aquel día se registraban los trágicos sucesos de Curuguaty.

En el marco de esta exposición preparada por el citado ministerio, la transnacional Monsanto presentó otra variedad de algodón, doblemente transgénico: BT y RR o Resistente al Roundup, un herbicida fabricado y patentado por Monsanto. La pretensión de la transnacional norteamericana es la inscripción en Paraguay de esta semilla transgénica, tal como ya ocurrió en la Argentina y otros países del mundo.

Previamente a estos hechos, el diario ABC Color denunció sistemáticamente por presuntos hechos de corrupción a la ministra de Salud, Esperanza Martínez y al ministro del Ambiente, Oscar Rivas, dos funcionarios que no dieron su dictamen favorable a Monsanto.

Monsanto facturó el año pasado 30 millones de dólares, libre de impuestos, (porque no declara esta parte de su renta) solamente en concepto de royalties por el uso de semillas transgénicas de soja en Paraguay. Independiente, Monsanto factura por la venta de las semillas transgénicas. Toda la soja cultivada es transgénica en una extensión cercana a los tres millones de hectáreas, con una producción en torno a los 7 millones de toneladas en el 2010.

Por otro lado, en la Cámara de Diputados ya se aprobó en general el proyecto de Ley de Bioseguridad, que contempla crear una dirección de bioseguridad a cargo del Ministerio de Agricultura, con amplia potestad para la aprobación para su cultivo comercial de todas las semillas transgénicas, ya sean de soja, maíz, arroz, algodón y algunas hortalizas. Este proyecto de ley contempla la eliminación de la Comisión de Bioseguridad actual, que es un ente colegiado de funcionarios técnicos del Estado paraguayo.

En tanto transcurrían todos estos acontecimientos, la UGP viene preparando un acto de protesta nacional contra el gobierno de Fernando Lugo para el 25 de junio próximo. Se trata de una manifestación con maquinarias agrícolas, cerrando medias calzadas de las rutas en distintos puntos del país. Una de las reivindicaciones del denominado “tractorazo” es la destitución de Miguel Lovera del SENAVE, así como la liberalización de todas las semillas transgénicas para su cultivo comercial.

Las conexiones

La UGP está dirigida por Héctor Cristaldo, apoyado por otros apóstoles como Ramón Sánchez – quien tiene negocios con el sector de los agroquímicos – entre otros agentes de las transnacionales del agronegocio. Cristaldo integra el staff de varias empresas del Grupo Zuccolillo, cuyo principal accionista es Aldo Zuccolillo, director propietario del diario ABC Color desde su fundación bajo el régimen de Stroessner, en 1967. Zuccolillo es dirigente de la Sociedad Interamericana de Prensa, SIP.

El Grupo Zuccolillo es socio principal en Paraguay de Cargill, una de las transnacionales más grandes del agronegocio en el mundo. La sociedad construyó uno de los puertos graneleros más importante del Paraguay, denominado Puerto Unión, a 500 metros de la toma de agua de la empresa aguatera del Estado paraguayo, sobre el Río Paraguay, sin ninguna restricción.

Las transnacionales del agronegocio en Paraguay prácticamente no pagan impuestos, mediante la férrea protección que tienen en el Congreso, dominado por la derecha. La presión tributaria en Paraguay es apenas del 13% sobre el PIB. El 60 % del impuesto recaudado por el Estado paraguayo es el Impuesto al Valor Agregado, IVA. Los latifundistas no pagan impuestos. El impuesto Inmobiliario representa apenas el 0,04% de la presión tributaria, unos 5 millones de dólares, según un estudio del Banco Mundial (2) aún cuando el agronegocio produce rentas en torno al 30 % del PIB, que representan unos 6.000 millones de dólares anuales.

Paraguay es uno de los países más desiguales del mundo. El 85 por ciento de las tierras, unas 30 millones de hectáreas, está en manos del 2 por ciento de propietarios (3) que se dedican a la producción meramente extractivista o en el peor de los casos a la especulación sobre la tierra.

La mayoría de estos oligarcas poseen mansiones en Punta del Este o Miami y tienen estrechas relaciones con las transnacionales del sector financiero, que guardan sus bienes mal habidos en los paraísos fiscales o le facilitan inversiones en el extranjero. Todos ellos, de alguna u otra manera, están ligados al agronegocio y dominan el espectro político nacional, con amplias influencias en los tres poderes del Estado. Allí reina la UGP, apoyada por las transnacionales del sector financiero y del agronegocio.

Los hechos de Curuguaty

Curuguaty es una ciudad ubicada al este de la Región Oriental del Paraguay, a unos 200 km de Asunción, capital del Paraguay. A unos kilómetros de Curuguaty se halla la estancia Morombí, propiedad del terrateniente Blas Riquelme, con más de 70 mil hectáreas en ese lugar. Riquelme proviene de la entraña de la dictadura de Stroessner (1954-1989) bajo cuyo régimen amasó una inmensa fortuna, aliado al general Andrés Rodríguez, quien ejecutó el golpe de Estado que derrocó al dictador Stroessner. Riquelme, que fue presidente del Partido Colorado por muchos años y senador de la República, dueño de varios supermercados y establecimientos ganaderos, se apropió mediante subterfugios legales de unas 2.000 hectáreas, aproximadamente, que pertenecen al Estado paraguayo.

Esta parcela fue ocupada por los campesinos sin tierras que venían solicitando al gobierno de Fernando Lugo su distribución. Un juez y una fiscala ordenaron el desalojo de los campesinos, a través del Grupo Especial de Operaciones, GEO, de la Policía Nacional, cuyos miembros de élite en su mayoría fueron entrenados en Colombia, bajo el gobierno de Uribe, para la lucha contrainsurgente.

Sólo un sabotaje interno dentro de los cuadros de inteligencia de la Policía, con la complicidad de la Fiscalía, explica la emboscada, en la cual murieron 6 policías. No se comprende cómo policías altamente entrenados, en el marco del Plan Colombia, pudieron caer fácilmente en una supuesta trampa tendida por campesinos, como quiere hacer creer la prensa dominada por los oligarcas. Sus camaradas reaccionaron y acribillaron a los campesinos, matando a 11, quedando unos 50 heridos. Entre los policías muertos estaba el jefe del GEO, comisario Erven Lovera, hermano del teniente coronel Alcides Lovera, jefe de seguridad del presidente Lugo.

El plan consiste en criminalizar, llevar hasta el odio extremo, a todas las organizaciones campesinas, para empujar a los campesinos a abandonar el campo para el uso exclusivo del agronegocio. Es un proceso lento, doloroso, de descampesinización del campo paraguayo, que atenta directamente contra la soberanía alimentaria, la cultura alimentaria del pueblo paraguayo, por ser los campesinos productores y recreadores ancestrales de toda la cultura guaraní.

Tanto la Fiscalía o Ministerio Público, como el Poder Judicial y la Policía Nacional, así como diversos organismos del Estado paraguayo, están controlados mediante convenios de cooperación por USAID, la agencia de cooperación de los Estados Unidos.

El asesinato del hermano del jefe de seguridad del presidente de la República obviamente es un mensaje directo a Fernando Lugo, cuya cabeza sería el próximo objetivo, probablemente a través de un juicio político, quien derechizó más su gobierno tratando de calmar a los oligarcas. Lo ocurrido en Curuguaty tumbó a Carlos Filizzola del Ministerio del Interior y fue nombrado en su reemplazo a Rubén Candia Amarilla, proveniente del opositor Partido Colorado, al cual Lugo lo derrotó en las urnas en el 2008, luego de 60 años de dictadura colorada, incluyendo la tiranía de Alfredo Stroessner.

Candia fue ministro de Justicia del gobierno colorado de Nicanor Duarte (2003-2008) y se desempeñó como fiscal general del Estado por un periodo, hasta el año pasado, cuando fue reemplazado por otro colorado, Javier Díaz Verón, a instancia del propio Lugo. Candia es acusado de haber promovido la represión a dirigentes de organizaciones campesinas y de movimientos populares. Su nominación a Fiscal General del Estado en el 2005 fue aprobado por el entonces embajador de los Estados Unidos, Jhon F. Keen. Candia fue responsable de un mayor control por parte de USAID del Ministerio Público y fue acusado en los inicios de su gobierno por Fernando Lugo de conspirar en su contra para quitarlo del gobierno.

Tras asumir como el ministro político de Lugo, lo primero que anunció Candia fue la eliminación del protocolo de diálogo con los campesinos que invaden propiedades. El mensaje es que no habrá conversación, sino simplemente la aplicación de la ley, lo que significa emplear la fuerza policial represiva sin contemplación.

Dos días después de asumir Candia Amarilla, los miembros de la UGP, encabezado por Héctor Cristaldo, ya visitaron al flamante ministro del Interior, a quien solicitaron garantías para la realización del denominado tractorazo. Sin embargo, Cristaldo dijo que la medida de fuerza puede ser suspendida en caso de nuevas señales favorables para la UGP (léase liberación de las semillas transgénicas de Monsanto, destitución de Lovera y otros ministros, entre otras ventajas para el gran capital y los oligarcas) derechizando aun más el gobierno.

Cristaldo es precandidato a diputado para las elecciones de 2013 por un movimiento interno del Partido Colorado, liderado por Horacio Cartes, un empresario investigado en el pasado reciente por Estados Unidos por lavado de dinero y narcotráfico, según el propio diario ABC Color, que se hizo eco de varios cables del Departamento de Estado de USA, publicado por WikiLeaks, entre ellos uno que aludía directamente a Cartes, el 15 de noviembre de 2011.

Juicio político a Lugo

En las últimas horas, mientras se redactaba esta crónica, la UGP, (4) algunos integrantes del Partido Colorado y los propios integrantes del Partido Liberal Radical Auténtico, PLRA, dirigido por el senador Blas Llano y aliado del gobierno, amenazan con un juicio político Fernando Lugo para destituirlo como presidente de la República del Paraguay.

Lugo depende del humor de los colorados para seguir como presidente de la República, así como de sus aliados liberales, que ahora lo amenazan con juicio político, con seguridad buscando más espacios de poder (dinero) como prenda de paz. El Partido Colorado, aliado a otros partidos minoritarios de la oposición, tiene la mayoría necesaria como para destituir al presidente de sus funciones.

Quizás se esperan “las señales favorables” de Lugo que la UGP – en nombre de la Monsanto, la patria financiera y los oligarcas – está exigiendo al gobierno. Caso contrario, se estaría pasando a una siguiente fase de los planes de copamiento de este gobierno que nació como progresista y lentamente va terminando como conservador, controlado por los poderes fácticos.

Entre algunos de sus haberes, Lugo es responsable de la aprobación de la Ley Antiterrorista, propiciada por Estados Unidos en todo el mundo después del 11 S. Autorizó en 2010 la implementación de la Iniciativa Zona Norte, consistente en la instalación y despliegue de tropas y civiles norteamericanos en el norte de la Región Oriental – en las narices del Brasil – supuestamente para desarrollar actividades a favor de las comunidades campesinas.

El Frente Guazú, coalición de las izquierdas que apoya a Lugo, no logra unificar su discurso, y sus integrantes pierden la perspectiva en el análisis del poder real, cayendo en los juegos electoralistas inmediatistas. Infiltrados por USAID, muchos integrantes del Frente Guazú que participan en la administración del Estado, sucumben ante los cantos de sirena del consumismo galopante del neoliberalismo. Se corrompen hasta los tuétanos y en la práctica se convierten en émulos vanidosos de engreídos ricos que integraban los recientes gobiernos del derechista Partido Colorado.

Curuguaty también engloba un mensaje para la región, especialmente para Brasil, en cuya frontera se producen estos hechos sangrientos, claramente dirigidos por los amos de la guerra, cuyos teatros de operaciones se pueden observar en Irak, Libia, Afganistán y ahora Siria. Brasil está construyendo hegemonía mundial junto a Rusia, India y China, denominado BRIC. Sin embargo, Estados Unidos no ceja en su poder de persuasión al gigante de Sudamérica. Ya está en marcha el nuevo eje comercial integrado por México, Panamá, Colombia, Perú y Chile. Es un muro de contención a los deseos expansionistas del Brasil hacia el Pacífico.

Mientras, Washington sigue con su ofensiva diplomática en Brasilia, tratando de convencer al gobierno de Dilma Rousseff a estrechar vínculos comerciales, tecnológicos y militares. Entre tanto, la IV Flota de los Estados Unidos, reactivada hace unos años después de estar fuera de servicio apenas culminó la Segunda Guerra Mundial, vigila todo el Atlántico Sur, en carácter de otro cerco al Brasil por si no comprendiese la persuasión diplomática.

Y Paraguay es un país en disputa entre ambos países hegemónicos, dominado aun ampliamente por USA. Por eso lo de Curuguaty es también una pequeña señal para Brasil, en el sentido que el Paraguay puede convertirse en un polvorín que quebrantará el desarrollo del suroeste del Brasil.

Pero por sobre todo, los muertos de Curuguaty es una señal del capital, del gran capital, del extractivismo expoliador, que asuela el Planeta y aplasta la vida en todos los rincones de la Tierra en nombre de la civilización y el desarrollo. Por fortuna, los pueblos del mundo también van dando respuestas a estas señales de la muerte, con señales de resistencia, con señales de dignidad y de respeto a todas formas de vida en el Planeta.

1- http://www.abc.com.py/edicion-impresa/economia/presentan-12-argumentos-para–destituir-a–lovera-411495.html
2- Documento del Banco Mundial. Paraguay. Impuesto Inmobiliario: Herramienta clave para la descentralización fiscal y el mejor uso de la tierra. Volumen I: Informe principal. 2007.
3- Censo Agropecuario Nacional 2008.
4- http://www.abc.com.py/edicion-impresa/politica/productores-se-ratifican-en-juicio-politico-416196.html 

*****

Paraguay:
Golpe de Estado, Ocupación corporativa y Tejido de Resistencia de los Pueblos
por Pueblos en Camino

Quienes adherimos esta palabra y camino de solidaridad y respaldo al pueblo de Paraguay, como compromiso de resistencia popular al capital transnacional, no nos preocupamos por una redacción acabada ni por tener todos los datos ni todas las razones. Ahora no se trata de esto. Se trata de manifestar las verdades más duras y evidentes. Se trata de señalar lo repugnante sin adornos ni giros y de aprender de los golpes y de los errores para articular tejidos de resistencia populares con agendas propias y capacidad real. Resistir desde el Paraguay y con su pueblo es una urgencia. En el Paraguay con el golpe nos amenazan de muerte a los pueblos y a la Madre Tierra. Entender el mínimo que ya entendemos para resistir con la mayor fuerza y claridad posible, pero también con eficacia, es necesario. Tenemos que hacer lo posible por no dejarnos enredar, por no confundirnos en el activismo agotador y en las denuncias y análisis agobiantes. La solidaridad con el pueblo de Paraguay nos exige sabiduría práctica y concreta. Abrir canales para que las voces reprimidas por el régimen ilegítimo se escuchen. Expresar la ira que sentimos, denunciar los abusos, hacer las exigencias sin que esto termine apartándonos de la prioridad que nos convoca. Es decir, fortalecer la capacidad estratégica de los pueblos.
Ellos, los golpistas asesinos, los del abuso, los de la codicia, los del terror y el poder, los de la propaganda y el maquillaje, si aprenden. Acumulan desde hace décadas, desprecio estratégico, técnicas de terror y tortura, masacres y mentiras para golpearnos. Ellos saben dividirnos y saben confundirnos para que nos parezca imposible creer y acompañarnos, confiar y seguir luchando. Lograr resultados transformadores. Transformar las derrotas y los errores en experiencias, en la ética práctica de nuestras contradicciones haciéndose camino.
Muchos de ellos se presentan como nosotras y nosotros pero tienen precio para comprarse y venderse en el mercado. Nos toca hacer memoria para que nos sirva de guía ahora mismo, no para tenerla, sino para defendernos, detenerlos, impedir que nos sigan masacrando y dejar de repetir nuestro papel de víctimas impotentes, de animales que caemos en sus trampas, en esta tragedia preparada para nuestra derrota.
Declaramos que:
  1. Fernando Lugo, el Presidente electo en Paraguay por un pueblo que esperaba de su gobierno espacios y caminos para transformar la sociedad desde abajo hacia la libertad y la justicia, fue derrocado en un golpe de Estado cuidadosamente planeado y preparado por y para el capital transnacional.
  2. Paraguay y sus pueblos son víctimas de su enorme riqueza y de constituir el corazón de un área estratégica; El Chaco, para megaproyectos continentales. La mitad norte del país tiene tres fronteras con Argentina, Brasil y Bolivia. Una enorme región transnacional destinada a la producción de agrocombustibles a partir de la soja transgénica[1] y rodeada por los ríos Paraná, Paraguay, Uruguay y Tieté, transformados por la IIRSA en la Hidrovía Paraná-Paraguay[2], que, además de generar enormes contratos en construcción de infraestructura, réditos a concesiones para su administración y explotación, permitirá la extracción de recursos y el intercambio comercial desde 5 países (incluido Uruguay) con el mundo, 24 horas al día, 365 días del año. La región cubre y da acceso directo a parte del Acuífero Guaraní, la mayor reservorio de agua dulce del planeta[3].
  3. En Paraguay, el 85%  de la tierra está en poder del 2.5% de propietarios[4]. Los campesinos e indígenas sin tierra constituyen una amenaza para estos megaproyectos y su despojo permanente requiere del terror y de la guerra. Con este propósito y con el de someter la región y sus recursos, el capital fabrica pretextos como las guerras contra el narcotráfico y el terrorismo (Al-Qaeda y las FARC). El comando sur de los EEUU estableció en el corazón geográfico de esta área estratégica, la enorme base militar Mariscal Estigarribia[5](FOL[6]), con capacidad para 16000 hombres y la garantía de impunidad por violaciones a los derechos humanos y abusos cometidos por sus tropas. Muy cerca de esta base militar y de la frontera con Bolivia se encuentran las más de 40.000 hectáreas de tierra adquiridas por el expresidente George W. Bush, que se suman a otra enorme propiedad de su padre el también expresidente Bush[7]. La maquinaria de terror y guerra al servicio del capital transnacional que se ha venido imponiendo a sangre y fuego desde Colombia y que se exporta a México, Honduras, Bolivia, Chile, Venezuela y el resto del continente bajo el lema de “Seguridad Democrática” y bajo el mando de Álvaro Uribe Vélez y sus mafias articuladas a maquinarias militares y paramilitares coordinadas por el Comando Sur de los Estados Unidos y sus bases militares en nuestros países viene generando acciones de terror y muerte en Paraguay como pretexto para generar inestabilidad e imponer la fuerza. La más reciente de estas acciones, causando la masacre de 11 campesinos sin tierra y 6 policías, sirve como pretexto anunciado para destituir a Fernando Lugo. Las anteriores acciones de terror, sirvieron para hacer señalamientos falsos y lograr que el Gobierno declarara el Estado de Sitio y autorizara la base de los EEUU en territorio paraguayo, desde donde seguramente, se preparó esta masacre siguiendo los manuales de las FOL y del Plan Colombia. Esta misma maquinaria ya está instalada en todo el continente. ¿Dónde será el próximo golpe en esta agenda?
  4. Ya se sabe quiénes y por qué derrocaron a Fernando Lugo.[8] El Chaco y Paraguay no pueden pertenecer a este país ni a su pueblo, pues han sido destinados a la ocupación y extracción por parte del gran capital transnacional a través de megaproyectos y terror financiados con recursos públicos. El golpe de Estado de Paraguay, como todos los golpes que el capital ha planeado y perpetuado en América Latina, es por y para las corporaciones transnacionales y las élites que las poseen. En el caso de Paraguay, con Monsanto, Cargill y Syngenta a la cabeza y al servicio del agronegocio de la soja transgénica en particular. Fernando Lugo, rompió el convenio que permitía el establecimiento de la base militar de los EEUU en Mariscal Estigarribia en 2009,  a raíz del rechazo por parte de UNASUR a las 7 bases militares en Colombia[9]. Primero viene el golpe, luego la imposición del “Libre Comercio” como entrega del país a las transnacionales y paralelamente la guerra para despojar y despejar territorios, la represión, la tortura, las masacres y asesinatos selectivos, para desmantelar la memoria, la conciencia, la resistencia popular.
  5. El golpe del Capital transnacional en el Paraguay es el mismo golpe contra Manuel Zelaya en Honduras con adaptaciones locales para aplicar el manual golpista a contextos diversos. Por eso cabe esperar que así como a la masacre que ellos mismos ejecutaron, seguida por la destitución legal e ilegítima, siga una farsa que incluye: – un proceso para imponer y reconocer un gobierno y a un gobernante ilegítimos, – la inmediata adopción de legislaciones y políticas que favorezcan los intereses golpistas del agronegocio, – una reacción inicial hipócrita y vacía de discurso de los gobiernos del capital transnacional que incluyen a EEUU, Canadá, la Alianza del Pacífico (México, Colombia, Perú y Chile), así como Honduras, Guatemala, Costa Rica y Panamá para encubrir inicialmente una verdad que quedará a la vista pronto: todos apoyan el golpe, sabían de este, ayudaron a prepararlo bajo el mando del Comando Sur, bajo el mando del Gobierno de los EEUU, bajo el mando de las élites que dirigen las corporaciones transnacionales.
  6. Paraguay pasa a manos del poder corporativo transnacional, en particular, del agronegocio que requiere trabajo esclavo, territorios para la explotación y el despojo, censura y sometimiento de la población a través de la violencia y de la mano dura y la eliminación sistemática de derechos  y libertades. Paraguay es una etapa más de un proceso de imposición totalitaria. Las fuerzas de ocupación que ya invadieron Colombia, México, Honduras y Haití, ahora ocupan Paraguay. En Paraguay se mueve una ficha más hacia la ocupación fascista del continente para la acumulación.
  7. La eliminación de procesos y movimientos indígenas y populares. Ya se impuso la censura y la propaganda. Ahora se profundizan el terror y la represión. La maquinaria ya implementada bajo el “Modelo Colombia” se aplica a objetivos específicos para eliminar una a una todas las estructuras y formas de resistencia. Desapariciones forzadas, tortura, amenazas, masacres, señalamientos, judicializaciones y montajes, criminalización de la protesta social, compra de líderes, infiltración de procesos y cooptación.
  8. La derecha y el capital aprovecharon su debilidad aparente como su mayor fortaleza. Perdieron las elecciones pero utilizaron toda su maquinaria para presionar al gobierno y obtener concesiones. Cada concesión de los gobiernos a la derecha les permite ganar espacios dentro del establecimiento y aprovecharse de la frustración de los pueblos traicionados por los gobernantes electos para hacer realidad mandatos populares. Ganar con el pueblo y gobernar para la derecha genera debilidad dentro del estado y frustración en la ciudadanía. La derecha, dentro y fuera del gobierno, aprovechó esta debilidad e incoherencia dentro y fomentó la decepción fuera para dar el golpe en el momento de mayor debilidad y desprestigio de un gobierno que no supo y no pudo gobernar con y para el pueblo. Todo gobierno progresista que pretenda ser zurdo mientras haga todo con la derecha, corre la senda del golpismo para el capital. Duras lecciones para los pueblos y gobernantes: no se puede hacer discurso revolucionario y gobierno para el capital extractivista. Con la cara del capital ganan ellos y con el sello de los gobiernos condescendientes, perdemos los pueblos.
  9. Cuando los partidos de izquierda, los sindicatos, las organizaciones sociales, no gubernamentales  y populares se acomodan en el consumismo, en la acumulación personal, en la maniobra para conseguir y en la defensa de regímenes y cargos de los que obtienen beneficios particulares, se integran al régimen establecido a nombre de resistirlo y terminan favoreciendo el golpismo. El resultado es el desprestigio, el descrédito y el desprecio en paralelo con la compra de quienes tienen precio. Por una vía y por la otra, ganan ellos y pierde el pueblo.
  10. Honduras nos reiteró lo que ya sabemos a partir de ese y de otros golpes y nos deja lecciones frente al quehacer de la resistencia de los pueblos en Paraguay: quienes golpean calculan e incluyen nuestra reacción en sus planes estratégicos para imponernos el ámbito y sentido de nuestra lucha. Se trata para ellos de impedir a toda costa nuestra resistencia al capital transnacional y a sus intereses. Dentro del país, la gente logra articular un frente único de resistencia y coordinar movilizaciones y acciones. Fuera del país, nos inundamos de comunicados, noticias, análisis, denuncias y textos. Se organizan acompañamientos y apoyos en el terreno. Los golpistas reprimen, hacen propaganda y esperan. Llega el cansancio. La mayoría de los mensajes agobian, cansan, no logran efecto y son borrados. La resistencia va perdiendo sentido estratégico, visión de conjunto y del agresor, recursos, fuerzas y gente, bajo la represión y el cansancio. Las denuncias por violaciones de derechos humanos superan y ocupan todo el espacio. Defender la vida de líderes y procesos para defender una causa se reduce ante las circunstancias a defender algunas vidas solamente y sin mucho eco o resultado. Los frentes se desarticulan. La solidaridad se debilita. Las actividades presenciales se agotan. El terror impone su parte y permite transformar una lucha de resistencia popular al capital en una lucha por la defensa de derechos humanos.
Exigimos:
  1. Que Fernando Lugo y el gobierno legítimo sea reestablecido y que retome el camino del mandato popular que asumió.
  2. Que el grupo de golpistas encabezados por Federico Franco y al servicio de aparatos militares y paramilitares de terror en función de intereses corporativos transnacionales, sea aislado, destituido y sometido a un proceso que haga justicia y que esta abarque a los responsables de este acto criminal contra el pueblo del Paraguay y la democracia en las Américas al más alto nivel. Franco es apenas una ficha en una estructura que no debe continuar encubierta e impune.
  3. A los gobiernos del Continente, rechazar en términos firmes y claros el golpe del capital transnacional y de los estados y aparatos de terror a su servicio y actuar en coherencia de inmediato, de manera singular y colectiva. UNASUR, por ejemplo, no tiene garantizada ante los pueblos su legitimidad en principio ni por principio, sino de acuerdo con su quehacer concreto y práctico. No son discursos y declaraciones enérgicas lo que exigimos, sino acciones que desafíen a los golpistas, los expongan al más alto nivel y hagan todo lo que esté en su poder para tratarlos como los criminales que son devolviéndole al Paraguay sus territorios, su soberanía y el proceso hacia la democracia que había logrado conquistar su pueblo. No aceptamos ni aceptaremos que una vez más, como sucedió en el pasado, por cálculos de conveniencias encubran con mentiras y acomoden sus posturas a conveniencias “prácticas”. Así sucedió por ejemplo en el caso del gobierno ilegítimo de Lobo en Honduras que terminaron reconociendo y legitimando[10].
  4. Que la solidaridad de los pueblos no sea supeditada a las políticas de los Estados. Los gobiernos de los pueblos deben mandar obedeciendo la solidaridad entre los pueblos. Si el agronegocio, el extractivismo y el capital especulativo financiero y corporativo dictan las políticas en todo el continente, no hay motivos para confiarnos en los gobiernos que defienden estos intereses contra las maquinarias golpistas. Rechazar el golpe en el Paraguay, impone coherencia de, desde y con los pueblos en cada país y en todo el continente.
Reconocemos:
  1. Al Frente único para la Defensa de la Democracia (FDD), como la instancia articuladora de la resistencia, que ha sido establecida ya dentro del Paraguay y que convoca a todos los sectores populares.
  2. La urgencia de apoyar al FDD y a las instancias legítimas de coordinación de resistencia colectiva y popular en la elaboración urgente de una Agenda o un Plan Estratégico de Resistencia Popular, con análisis contextuales y objetivos claros. Esta Agenda resulta indispensable tanto para la resistencia interna en el Paraguay como para la solidaridad y movilización internacionales.
  3. La necesidad de establecer FDD en todo el continente y de tejer mecanismos de planeación estratégica y articulación entre los pueblos a través de estas.
  4. La necesidad imperiosa de actuar de manera preventiva en todos los países, desde abajo, como pueblos conscientes y organizados, para impedir el sometimiento y la ocupación del capital totalitario. El golpismo es una de las múltiples estrategias de ocupación que vienen imponiendo. No se trata solamente de defender la democracia en el Paraguay. Se trata de organizar la resistencia a la ocupación fascista del capital en cada territorio y en todo el Continente. Resistir el golpe en Paraguay es como resistir el proyecto Conga en el Perú, levantarse contra la gran minería, defender el agua, oponerse al “libre comercio” y al agronegocio, a la militarización, a la propaganda, a la represión y criminalización de las luchas sociales y populares y a la guerra. Donde quiera que entreguen naturaleza y trabajo para la acumulación del capital, nos levantamos en resistencia. Donde quiera que impongan la guerra nos levantamos por la vida. Donde quiera que nieguen nuestros derechos y libertades para que ellos engorden sus privilegios, nos atacan y amenazan. El golpe en Paraguay es contra todas y todos los pueblos.
  5. Que ellos tienen planes y los están implementando en todas partes. Ellos tienen una estructura jerárquica y concentran arriba, en los grupos de las élites transnacionales, capacidad estratégica, claridad de objetivos y medios. Paraguay también pone en evidencia la presencia y el poder de esta estructura.
  6. Que nosotras y nosotros, los pueblos, quienes nos oponemos al poder del capital transnacional y de sus cómplices , auxiliares y representantes, a partir de diferenciarnos de ellos, de reconocerlos en sus intereses y en sus actos más allá de sus discursos, necesitamos de agendas nuestras y de nuestras estrategias para fortalecer nuestras capacidades, reconocer y no perder de vista nuestros objetivos y aprender a resistirlos y a transformar la realidad para la vida en ese camino de la resistencia. Hoy, necesitamos con urgencia, apoyar al pueblo del Paraguay en sus acciones de resistencia al golpe y al capital. En este sentido resulta prioritario, según aprendemos de la historia reciente, acompañar y ayudar al FDD y a las articulaciones de los pueblos del Paraguay , a que elaboren su agenda autónoma de resistencia a la ocupación del capital a través del golpe y a consolidar la nuestra en sintonía. Así como Conga No Va! Por decisión de los pueblos afectados por la gran minería en el Perú, el golpismo de Monsanto no va en el Paraguay porque así lo decide su pueblo.
  7. Que una agenda de lucha y resistencia desde el Paraguay nos orienta en nuestros esfuerzos solidarios y nos enfoca para no agobiarnos, para sumar capacidades de manera oportuna, para no cansarnos, para encontrarnos y alcanzar resultados, para ir aprendiendo y enseñándonos a resistir, a defender lo que es nuestro y colectivo. Si no tenemos agenda propia, vamos a someternos a la de ellos. Ayudemos a consolidarla y hagámosla nuestro camino.
Nos convocamos:
En este momento de dolor e ira ante el golpe en el Paraguay, a enfocar todas nuestras capacidades prioritariamente en apoyar la elaboración de una agenda estratégica de resistencia y de solidaridad de los pueblos y nos comprometemos a hacer lo que esté en nuestras manos para alcanzar sus objetivos con toda la fuerza y la ternura de la solidaridad de los pueblos. Ellos tienen la memoria de sus crímenes para aplastarnos, los pueblos tejemos nuestra memoria para resistir y hacer un mundo nuestro, no para la codicia y el despojo sino para la justicia y la libertad en armonía con la Madre Tierra.
¡Con el Pueblo de Paraguay en resistencia frente a la ocupación!
¡Todas las causas de los pueblos y de la vida son Nuestras!


[1] Robin Marie-Monique. El mundo según Monsanto. La sección sobre Paraguay ilustra estos hechos. Ver video http://www.youtube.com/watch?v=LdIkq6ecQGwconsultado 2012-06-26
[2] Sobre la Hidrovía Paraná-Paraguay ver, por ejemplo Hidrovía Paraná-Praguay: http://www.iirsa.org/ejehidrovia.asp?CodIdioma=ESPhttp://elcolectivo2004.blogspot.com.br/2011/08/iirsa-crisis-capitalista-region-centro.htmlconsultadas 2012-06-26
[4] Campesinos luchan contra latifundio en Paraguay. Video. Ver http://www.youtube.com/watch?v=WlrmNYWwoWk&feature=em-share_video_userConsultado 2012-06-26
[6] FOL. Forward Operating Locations. En el lenguaje oficial del USSOUTHCOM. Ver por ejemplo: http://www.seinforma.ca/spa/2011/09/16/usscomspa/ consultado 2012-06-26
[8] Méndez Grimaldi, Idilio. Monsanto golpea en Paraguay: Los muertos de Curuguaty y el juicio político a Lugo. En http://www.atilioboron.com.ar/2012/06/por-que-derrocaron-lugo.html Revisado 24 de Junio de 2012.
[9] Sobre la decisión de Lugo ver por ejemplo: http://www.tercerainformacion.es/spip.php?article10002
 Consultada 2012-06-26
[10] El Presidente Santos ya anunció que propondrá elecciones en Paraguay para “evitar que el pueblo sufra”, en la próxima reunión de UNASUR, poniendo en marcha la maquinaria de legitimación y encubrimiento. Ver http://www.elespectador.com/noticias/elmundo/articulo-355374-santos-propondra-unasur-se-adelanten-elecciones-paraguayConsultado 2012-06-26

*****

Carta de Bartomeu Meliá

Queridos amigos, aquí les reenvío una carta de Bartomeu Meliá, compañero de la expedición Paraná Ra’anga, sacerdote español radicado en Paraguay desde 1954, autor de libros sobre la cultura y la lengua guaraníes, premio Bartolomé de las Casas. Quiero compartirla con ustedes.

Un abrazo

Matias

«Che rayhuhára -estimadas estimados:
Sí, estuve ayer en la plaza donde lo que más había era campesinos e indígenas; un pueblo que esperaba contra toda esperanza. Sabíamos que la tragicocomedia deseada ya estaba programada y escrita desde hacía tiempo. La nueva dictadura estaba anunciada. Ni siquiera se atuvieron al protocolo. Para las 16:30 el mismo Senado ya había anunciado horas antes que después de escuchar la defensa de Lugo, habría deliberación y se leería la sentencia de destitución (así de claro). 

Lo más positivo, si es que se mantiene con coherencia y firmeza, es el rechazo de los países de UNASUR  y de otros a este gobierno espúreo e ilegal. El aislamiento lo sufriremos todos, y más los más pobres, pero el sacrificio puede dar resultado. Es claramente un golpe de estado a partir del Parlamento. La cuestión de fondo son las tierras y el desplazamiento de sus habitantes; se trata esencialmente de los territorios que yo mismo todavía he conocido desde 1969 como territorios indígenas, aunque el dueño con su título de papel era la compañía maderera y yerbatera, palmitera después, La Industrial Paraguaya.
¿Se comienza de cero? Creo que no, pues hay un poco más de conciencia y organización. Pero en un minuto hemos retrocedido a los tiempos de Stroesner.
Envío adjunto el comunicado de religiosas y religiosos del Paraguay, ciertamente más sensato y firme que el lamentable de los obispos que pidieron la renuncia de Lugo; ¡de todo hay en la viña del Señor!!! 

Y a seguir trabajando, aunque sea como Sísifo. Tal vez no veré el árbol crecido de nuevo, pero sé que la raíz no está muerta, y un brote está asomando.
Che py’a ite guive -desde mis mismas entrañas- 

Bartomeu Melià,s.j.

*****

¿Por qué cayó Lugo?

La conexión del agronegocios

Por Atilio Boron

El Congreso del Paraguay consumó este viernes uno de los fraudes más descarados de la historia política latinoamericana: destituyó, en un juicio sumarísimo que se asemejó mucho más a un linchamiento político que a un proceso constitucional, al presidente Fernando Lugo. Con una rapidez proporcional a su ilegitimidad, el Senado más corrupto de las Américas -¡y eso es mucho decir!- lo halló culpable de «mal desempeño» de sus funciones debido a las muertes ocurridas en el desalojo de una finca en Curuguaty. Esa masacre fue una trampa montada por una derecha que desde que Lugo asumiera el poder estaba esperando el momento propicio para acabar con un régimen que, pese a no haber afectado a sus intereses, abría un espacio para la protesta social y la organización popular incompatible con su dominación de clase. El eterno deshonor de ser el conductor de este golpe institucional, que imita al perpetrado en contra de Mel Zelaya en Honduras (con la salvedad de la operación comando mediante el cual este fuera sacado de su casa a punta de bayonetas) le correspondió al señor Aldo Zucolillo, director y propietario del diario ABC Color y encumbrado dirigente de la Sociedad Interamericana de Prensa, la siniestra SIP. Ese personaje de marras -un hijo putativo del strossnismo- es al igual que varios de sus congéneres en el resto de la región un inescrupuloso empresario que fomenta sus negocios al amparo de la “libertad de prensa” y de un inverosímil “periodismo independiente”, taparrabos que no alcanza a ocultar al torvo empresario que, como lo demuestra el economista paraguayo Idilio Méndez Grimaldi, es el “socio principal en Paraguay de Cargill, una de las transnacionales más grandes del agronegocios en el mundo.” El ABC Color lanzó una intensa campaña previa al golpe de estado, preparando el clima político que hizo posible el rapidísimo linchamiento político de Lugo. El protagonismo de Cargill y Monsanto en el democracidio perpetrado en Paraguay es escandaloso Ofreciendo una radiografía del saqueo sistemático al que ha sido sometido ese país el economista paraguayo Méndez Grimaldi sostiene que “las transnacionales del agronegocio en Paraguay prácticamente no pagan impuestos, mediante la férrea protección que tienen en el Congreso, dominado por la derecha. La presión tributaria en Paraguay es apenas del 13% sobre el PIB. El 60 % del impuesto recaudado por el Estado paraguayo es el Impuesto al Valor Agregado, IVA. Los latifundistas no pagan impuestos. El impuesto inmobiliario representa apenas el 0,04% de la presión tributaria, unos 5 millones de dólares, según un estudio del Banco Mundial aún cuando el agronegocio produce rentas en torno al 30 % del PIB, que representan unos 6.000 millones de dólares anuales. … . El 85 por ciento de las tierras, unas 30 millones de hectáreas, está en manos del 2 por ciento de propietarios.”

En un capitalismo de estas características, donde la prebenda y el soborno constituyen el motor de la acumulación del capital, era poco probable que Lugo pudiera estabilizarse en el poder sin construir una poderosa base social de sustentación. Sin embargo, pese a las advertencias de numerosos aliados dentro y fuera de Paraguay el derrocado presidente no se abocó a la tarea de consolidar la multitudinaria pero heterogénea fuerza social que con gran entusiasmo lo elevara a la presidencia en Agosto del 2008. Su gravitación en el Congreso era mínima (sólo 4 senadores se opusieron al golpe parlamentario) y en Diputados no tenía mucho más. Sólo la capacidad de movilización que pudiera demostrar en las calles era lo que podía conferirle gobernabilidad a su gestión y desalentar a sus enconados enemigos. Pero se resistió tercamente a ello pese a la predisposición de amplios sectores dentro de Paraguay y al muy favorable entorno de mandatarios amigos que gobernaban en la región y que estaban dispuestos a acompañarlo en la empresa. Pero no lo entendió así y a lo largo de su mandato se sucedieron continuas concesiones a la derecha, ignorando que por más que se la favoreciera ésta jamás iría a aceptar su presidencia como legítima. Gestos concesivos hacia la corrupta oligarquía paraguaya lo único que lograron fue envalentonarla, no apaciguar la virulencia de su oposición. Pese a esas defecciones Lugo no dejó de ser considerado como un intruso molesto, por más que promulgara, en vez de vetarlas, las leyes antiterroristas que, a pedido de “la Embajada” -otro protagonista decisivo de su caída, junto a las transnacionales del agronegocios y los oligarcas locales- aprobaba la banda que dominaba el Congreso. Una derecha que, por supuesto, siempre actuó hermanada con Washington para impedir, entre otras cosas, el ingreso de Venezuela al Mercosur. Prueba de ello es que una de las primeras declaraciones que hizo su ilegítimo sucesor, Federico Franco, fue asegurarle a la Casa Blanca que el Senado paraguayo no votará el ingreso de los bolivarianos al Mercosur. Lo que el usurpador no sospecha es que hay altas probabilidades de que sea su país el que se vaya a quedar fuera del Mercosur, la UNASUR y otras organizaciones regionales. Tarde se dio cuenta Lugo de lo poco democrática que era la institucionalidad del estado capitalista, que lo destituyó en un tragicómico simulacro de juicio político violando impunemente todas las normas del debido proceso. Y mal reaccionó al convalidar con su actitud de monacal obediencia la monstruosidad jurídica perpetrada en su contra, actuando más como un obispo que perdona un pecado venial cometido por un humilde feligrés que como un presidente popular despojado de su cargo por una gavilla de saqueadores. ¿Por qué no convocó al pueblo a resistir, rodeando con una muralla humana el edificio del Congreso para frustrar el golpe de estado? Una lección para todos los pueblos de América Latina y el Caribe: sólo la movilización y organización popular puede garantizar la estabilidad de gobiernos interesados en impulsar un proyecto de transformación social, por más moderado y contemporizador que sea su afán reformista, como fue el caso de Lugo. La oligarquía y el imperialismo jamás cesan de conspirar y actuar, y si a veces parece que están resignados ante el avance de un gobierno instalado por una mayoría popular, esta apariencia es engañosa, más ilusoria de real, como se acaba de comprobar una vez más en el sufrido país hermano del Paraguay.

¿Qué onda Lobo?

Lobo suelto! no habla de política, no sabe hacerlo. Habla sí, a su modo, ante la política. No habla de otros, no quiere hacerlo. Habla sí ante los otros. Ha olvidado su nombre personal, usa los pseudónimos que va recibiendo. No es anónimo, sino versátil. No posee saberes sobre el mundo, sino saberes del mundo. No posee intimidad, sino sensibilidad.

Anarquía coronada es ampliación de lo pensable, de lo decible. Nunca una excusa para restringir o degradar vidas. Suelto en la metrópoli, entre la calle y la red, entre la imagen y la idea, entre la palabra y la sospecha, entre la ironía y la perplejidad. Harto del trabajo, de la consigna, del comentario fácil y de los discursos de los especialistas, escéptico con las alternativas, y descreído de las promesas. Los medios no mienten: crean realidad simplificada. Los militantes habitan su cápsula. Los intelectuales son débiles en su comodidad. Miles y miles se amoldan a los aires de época: Lobo Suelto siente náuseas. Pero los tiempos no mueren ahí. Hay que inventar figuras informes desde las que hablar. Voces que aúllen.

Homini Lupus Homini (Manifiesto 2013)



El territorio tiembla, el sentido de la eternidad afloja, el tiempo se recubre de un vertiginoso efecto de “ahora”. Así vive el hombre: en pleno desmonte. Entre neblinas, los viejos lobos recuerdan ese tiempo muy otro, el Tiempo-Ahora. Vale la imagen dialéctica para ajustar las tuercas a esta estafa llamada presente.
De las variaciones de la tierra sólo esperamos una cosa: que arrase con el hombre. Temblor y terror. Lo saben los más agudos entre nuestros enemigos (pastores de la humanidad): en la lucha contra el papado –¡hay, el tiempo no pasa, sólo se argentiniza!– un hombre lúcido, Thomas Hobbes, aprendió a descifrar en lo profundo de la naturaleza humana. El hombre fuera del Estado, dijo, de su influencia pedagógica y terrorista, es lobo (Lupo Líbero): Homini Lupus Homini. Fiera íntima que anida en la sexualidad no contenida de la mujer y del varón.
La esencia del humano es el miedo al dolor, es decir, la voluntad (eso es lo que nos separa y repugna). Luchar contra fuerzas vencedoras, dice el más original impulso lobuno; lo demás sería fútil pérdida de agresividad. Nuestra batalla carece de doctrinas: sólo nos orientan las líneas del desmonte, es decir, la guerra a la voluntad humana en todas sus formas y bajo todas sus máscaras.
Nuestros enemigos, entonces: en primer lugar, la voluntad divina. Luego, el murmullo feliz del populismo, epítome de los voluntarismos redentores. Finalmente, los más pillos bandidos de lo “post” (post hegemonía, post soberanía, post colonial): post-voluntad. Voluntad que creer, en vano, incluso cínicamente, estar de vuelta de sí.
Todo aquello que posee aspecto de filosofía merece ser invertido. Como esa escena patética del pensador aturdido por la civilización a la búsqueda de un “claro en el bosque”. Lo nuestro son los Materroles urbanos.

Allí donde se permanece mansito y gozoso, peligroso no insurrecto (mañana, quién sabe!). El círculo vicioso del nacional esencialismo persiste. ¡No nos van a agarrar! ¡No nos van a atrapar!

¡Oh Hobbes, nuestro primer poeta! El odio lo estremecía y su prodigiosa razón lo inmortalizó. Él es el hombre: en su palabra temerosa nos reconocemos. Somos refutación pura (¿la realidad es la única verdad?). Somos palabra santa desde que las profecías sucumbieron (¿comunidad organizada?). El de lo profético ocurrió hace poco: el año 2000 nos encontró agusanados. Homini Lupus Homini no es combate ni deseo de poder, sino goce y fuga.
“Vos llevás una opinión que va muy bien con tu tristeza” (y con las pilchas). Da seguridad, sosiega. Se llama Realidad. Se llama Simbólico. ¡La doxa se ha politizado! ¡El elenco! ¡El elenco! Opinemos todos y todas que las convicciones se han vuelto mercado: dan buena renta, identidad y hasta conjuran malestares.
¡Corre, Lupus corre! La libertad muestra sus dientes a la luz de la luna. Pero la realidad ya no va (no nos van a joder de nuevo con la verba de los verbosos: alka-rajo). Busquen, nomás, la coherencia enferma, el sinsentido en los argumentos: poco cabe en las estructuras del hábito. La deserción dibujada sobre nuestra fealdad (héroe de nuestra vergüenza). En nuestro desclase: pura pragmática; en nuestro subdesarrollo: pura reacción muscular. Imbatibles a fuerza de astucia y urbanidad obligada. La sublevación estereotipada del indio perezoso: Lupus es el afuera en el centro del adentro.
Con muy poco se puede hacer estallar la Historia.
Arte sutil de la incomunicación. Escritura acribillada para fugar de la literatura. Sólo el Maestro Lupus, gran escritor, alcanza el orgullo de no tener nada que decir. Lo demás es defender la propia causa bajo el disfraz del altruismo, de lo colectivo, de la Voluntad. Banderas pedorras (¿Banda de orgas en pedo? ¿pedo-gorras?).
                                            
Del goce al disfrute Lupus te la embute
Si se aguza el oído, desde el fondo del bosque envenenado se escucha el  ritornello: ¡pensamiento liberal que vergüenza que me das! / pensamiento nacional la vergüenza federal! Murmullo mudo, solitario, absoluto: aprendizaje de una retórica natural, oficio de obras falsas que propicia  encuentros silvestres.
No: lengua de la multitud en su descomposición (y recomposición). En la ambivalencia tensada, y sólo en ella, esperamos alcanzar la alta definición, la que sirve.  ¡Nuestra voz será falsa o no será!
Llevamos en nuestros oídos la más maravillosa música que es, para nosotros, la de la intolerancia y el tropezón con los que la viven de otro modo (¡no todos, of course!).
¡Sólo la mentira nos hará libres!

LS! 2010-2013: #trienioperdido


bicentenario a pura fiesta. néstor vivía, lanata estaba en cable, el sarmiento no andaba tan mal, susana triamarco era una desconocida –tanto o más que la cámpora–, las redes sociales ya eran el mejor medio para que los boludos dijeran sus cosas, cristina no usaba negro, se venía el fin del kirchnerismo, el kilo de mila estaba 12 pé y una pepa, veinticinco. no sabíamos quién era maduro ni qué había pasado con julio lópez y luciano arruga. maccia tenía una beca conicet, valeriano complementaba pj con onegeísmo y de narváez era igualito que ahora. rosa lugano todavía militaba en el gremio docente. no había tarjeta sube, faltaban las monedas y el # ni calificaba. algunas ideas se empezaban a estropear. deleuze, león, ds, la barrick, monsanto, spinoza, evón y perita, el tuerto y la terca, hardt y negri, pueblos originarios, peronismo, los 70, laponia, carta abierta, asambleas, extractivismo, correa, indignados, plaza de mayo, nuevo conflicto social, runflas, amigxs, represores, facebook, twitter,


Y un blog:

Lobo Suelto!




Algunos de los últimos textos:



#capitalismorunfla


De Diego Valeriano:


La clase media es el Otro» (con de Juan Pablo Maccia)

«Mosquitos» (que hablan de política)

«392» (maravilloso y trágico retrato de la inundación de La Plata)

El Líder

Serie Capitalismo Runfla:


De Juan Pablo Maccia:


De Rosa Lugano y Marcelo Laponia:

«11 tesis para un país sin política«, de Rosa Lugano (+ su última tesis: «La 12«)

Sexo y política en Lugano”, por Marcelo Laponia

«Lanata es Facebook«, por Partes Naturales


«La década extractiva«, por Darío Aranda


«Un régimen político y un Estado de nuevo tipo» (10 años de kirchners), por Pablo Hupert

Llegó el día: murió Videla”, por D.S.


«Cuatro sensaciones apresuradas sobre anteayer» (Venezuela, Lanata y un domingo inquietante), por D.S.

Los límites de la justicia: la muerte”, Por Sebastián Stavisky
“Monsanto: La Corporación«, por Darío Aranda

«El neoextractivismo como matriz del nuevo conflicto social«, del taller Hacer Ciudad, Cazona de Flores

«Memoria desdentada: Traición y Violencia (A 40 años del triunfo de Héctor Cámpora)», por Bruno Nápoli

«El uso progresista de la Gendarmería«, por Esteban Rodríguez

«Tema del traidor y del héroe» (polémica con Héctor Leis), de Horacio González

 “El peronismo por fuera del paradigma de la hegemonía”, por Taller de Cartografías Políticas


#elpatiodearriba

¿Puede el Estado ser lo común?”, de Raúl Zibechi

«Carta gráfica del Sup a los críticos chafas«, por el Subcomandante Marcos (+ «Apagando el fuego con gasolina» (postdata a la carta gráfica)

«Eppur si muove en Cuba«, de Leonardo Padura


#líneasdefuga

Obras de los pasajes pospolíticos”, (prólogo a El Saber, las clases de Deleuze sobre Foucault)

Ver lo invisible: sobre unicornios y 15-M”, por Amador Fernández-Savater

El kit de la lucha en Internet” (video / libro a descargar), de Margarita Padilla

Tres muertes kurdas para la Paz”, por Alejandro Haddad

Paisajes de la ciudad posmoderna”, por Iconoclasistas

«La Tortura«, de Raúl Cerdeira

«Soy churrero, pero no boludo«, de Wanda Wygachiewicz

«Rosas Rojas«, de Gonzalo Salesky




#palabrasmolotov



«Nombrar un nuevo conflicto social: entrevista a Neka Jara y Alberto Spagnolo

Vanguardias artísticas y experiencia política”, una entrevista a Toni Negri

No se necesita tener una alternativa para decir no”, entrevista a Santiago López Petit.

No nos dejemos arrebatar las preguntas que la crisis nos impone” Entrevista a Amador Fernández-Savater

Dios no murió. Se transformó en Dinero”, entrevista a Giorgio Agamben.

«El cine ya no existe«, entrevista a Mariano Llinás, por Ximena Tordini y Javier Alcácer

«El autor del desencanto«, entrevista a Leonardo Padura

«Potencia de lo plebeyo«. Conversación con Raúl Zelik


#pegadoalapantalla

Un pensamiento ancestral”, (video) entrevista a Silvia Rivera Cusicanqui” (2013)

«El militante fiel«, (video) entrevista Verónica Gago a Alain Badiou (Mayo de 2012)

Política y Psicoanálisis”, (video) entrevista de Alain Badiou a Michael Foucault (1965)

Literatura y política a partir de Malvinas”, (video) conferencia de Horacio González (2012)

Literatura y Exilio”, (video) entrevista a David Viñas (México DF, 1980)

«Corazón del tiempo» (una ventana a un poblado zapatista)

«La sociedad del espectáculo«, de Guy Debord (1968)

«Resistir«: Gelman y Firmenich impulsan la contraofensiva (Francia, 1978)


#cucháclinämen:


«Por una economía al cuidado de las vidas«, conversación con la economista Natalia Quiroga Díaz.

«El dominio político de las finanzas«, conversa con Pablo Miguez sobre la economía del conocimiento.

«Postsoberanía. Literatura, política y trabajo«, conversa con Oscar Cabezas.

«Poder financiero y dictadura«, conversación con Bruno Nápoli.

La “escisión” es política

Hasta hace algún tiempo lo verdaderamente difícil era elucidar la escisión que producía el kirchnerismo en las conciencias políticas individuales, y colectivas. A la velocidad del instante el completo arco de partidos, de movimientos y de grupos de todo tipo se tensó hasta la fractura, la descomposición o la mutación repentina. La velocidad del proceso es tal que, sin acabar de elaborar esa sensación de descoloque vertiginoso, se abren delante nuestro nuevos dilemas de más urgente interrogación. Cuestiones menos referidas a la polarización (la necesidad de tomar partido a favor o en contra del replanteo político iniciado en el 2003), y más a la tensión gobernabilidad/ingobernabilidad que el propio proceso conlleva y amplia en su interior.
No faltan quienes atribuyen este vértigo a las particularidades de la coalición gobernante: menos evidente pero más significativo me resulta el hecho que este tipo de tensiones responden a una dinámica social amplificada impuesta a todos los gobiernos sucesivos a partir del 2001.
No hace falta volver sino ver los realineamientos de los últimos años para tomar conciencia de la violenta reconfiguración de alianzas, representaciones y amistades en un tiempo demasiado breve e intenso para el balance útil y complejo. Contra quienes aceptan la naturalidad de estos realineamientos, me parece que hay en estas dinámicas información política de primera calidad. En primer lugar, porque esa violencia se recorta sobre una violencia antagonista que determinó un cierto fin de juego en torno al 2001. En segundo lugar, porque aún existe perplejidad por el ritmo sorpresivo de los reposicionamientos y en tercero, porque no existe una común actitud en torno a lo que de violencia hay en la nueva situación. En los hechos, se cruzan llamados a la serenidad por parte de quienes consideran que no se trata de “pelearse” con la época, y quienes en cambios conciben la potencia de la época precisamente como una oportunidad largamente esperada para desplegar toda clase de peleas.
Habrá que sobrellevar estos ritmos, incluso por la vía de aprender a eludirlos. Como sea, constituyen una condición de época, y conllevan, en su corazón, una pregunta más larga e inquietante por la cuestión del “gobierno”. La idea de que el gobierno está siendo injustamente atacado, amenazado, que los grupos de privilegio intentan “destituirlo” ha generado una nueva vida “militante” cuyo norte parece ser precisamente, la defensiva fundada en los afectos, en el dolor de quienes se han identificado con algunas políticas oficiales. Al mismo tiempo, lo más interesante de este período es el potencial de ingobernabilidad que incuba. Algunos lo atribuyen a un déficit de gestión. Otros, a la necesidad de mover masas de maniobra en la lucha por el poder. Ambas perspectivas resultan insuficientes. La disputa por el presupuesto que maneja el estado a partir de los precios para los productos de exportación es objeto de una disputa salvaje. El movimiento social se recrea en partes a este ritmo, y en muchas, muchas ocasiones lo hace por fuera de las instituciones políticas previstas para el caso.
Tal potencial persiste como TRANSA, INVENCIÖN EN INSTITUCIONES, SUBJETVIDADES EN DESPOJO/EXCESO.
La defensa del “gobierno” (sobre todo el nacional, pero podría decirse lo mismo del de la Ciudad de Buenos Aires) no identifica del todo a su enemigo, porque su enemigo es una fuerza aún informe. Las derechas no han logrado capitalizar estas dinámicas de desgobierno, a pesar que las movidas por el rechazo de la 125 mostraron hasta qué punto tal perspectiva no resulta desechable. Pero las izquierdas no kirchneristas no han tenido tampoco la menor lucidez al respecto.
Irrepresentables al fin, estas dinámicas tienen algo de los 90, algo de 2001 y algo del proceso abierto durante el 2003. Lo notable del caso es que la imposibilidad de desplegar iniciativa capaces de ir más allá de la defensa del planteo de la gobernabilidad (unainversa exacta del discurso menemista de los 90) tiende a resolverse en los mismos términos –con sentido diferente-que entonces: a través de una continua síntesis mediática. El periodismo reabre sus enfrentamientos larvados, y se presentan ante la sociedad como querellantes de la verdad. Nuevos desgarros entre quienes observan escépticos y expectantes este presente.
Leemos en las noticias de esta semana: sentada junto a Hebe de Bonafini, la presidente Fernández de Kirchner “acusó a grupúsculos sin representación» por las protestas callejeras que, reconoció, «generan bronca» en los ciudadanos. Y los acusó de hacerlo «con el ánimo de que alguien vayan a reprimirlos para tener una víctima. Hace tiempo que están buscando una víctima, pero les aseguro que mientras sea presidenta no va a surgir una orden para que haya una víctima». La acción de “grupúsculos sin representación” constituye sin dudas la parte más incómoda del “clima destituyente”. La interpretación oficial, según la cual el objetivo de sus acciones es buscar un muerto desluce la firme decisión de este gobierno de no matar. La misma semana Morales de Solá afirma que quien buscar un muerto es el gobierno. El “muerto” que todos atribuyen al deseo de los otros aterriza groseramente la irritación ante la presencia del desgobierno.
Tengo para mí, sin embargo, que la exigencia del «decir verdad» como producción colectiva sobre lo social no se recobrará en este tipo de escenas, y que tal vez tenga razón Foucault con aquello de que la verdad no se dice en lengua política sino «ante» la política. El periodismo esgrime, desde hace un par de décadas ese derecho, pero no lo consuma. La filosofía se vuelve abstracta y especializada. Los intelectuales que cuentan luchan por encontrar un registro propio. ¿Estamos mirando bien cuando suponemos que de ese mundo surgirá el decir-verdad que las fuerzas del no-gobierno activan?
EL CIRCUNCISO

Un lobo suelto en los festejos…

El sábado Lobo suelto visitó el paseo del bicentenario. Mucha, pero mucha gente. La antigua crisis de representación que a partir del 2001 ligaba fiesta con crisis y lucha mutó en fiesta de unidad sin “peros”. Sabe el Lobo que en esto hay algo efímero, una estabilidad que tienta a la destrucción, pero se trata sin dudas de algo significativo y hasta cierto punto sorpresivo. Las carpas de las Provincias colmadas, la de derechos humanos bastante patética pero imprescindible en su obviedad. Por todos lados frases. Frases que Lobo creía expresivas de fuertes movimientos de lucha y revolución, pero que ahora sabe que pueden convivir con grises difíciles de identificar. Las frases del Che, que hablan del revolucionario movido por amor (y no aquellas que refieren al revolucionario como máquina de matar, olvidadas, como obliterando el hecho que el Che fue un revolucionario en guerra, en guerra de guerrillas) confirmaban la complejidad del uso de los símbolos: no se trata ya de “hacer la revolución”, pero sí del trato festivo con fuerzas populares dolidas. En un extremo, Corrientes y 9 de julio, hubo una fenomenal intervención del Grupo de Arte Callejero. Como parte de los festejos ellas hicieron su anti-festejo contemplado: con un video-graph (tipo info trans) que hacía de arco, de puerta de acceso para quienes venían de la avenida Corrientes. Entre otras consignas que halagaron al Lobo había cosas de este calibre: “Adivinanza: ¿quién financió la campaña del desierto? Respuesta: la Sociedad Rural Argentina”. O “¿quién pretende apoderarse de nuestros cuerpos y regular nuestro goce sexual? : la iglesia”; y así… Es cierto que también cantó Víctor Heredia, y que la gente coreaba “el que no salta es militar”. Pero ¿no están estas escenas de los años 80 inscriptas de modo indeleble en los genes de las instituciones de la democracia representativa argentina? En el otro extremo, como llegando a avenida Belgrano, un niño de unos 8 años se sacaba unas fotos abrazado a unos 4 ó 5 policías de la federal, chochos, y festejados por la familia del menor. Como si fueran granaderos. En los parlantes se anunciaba a Gilberto Gil y a Pablo Milanes. Imagina Lobo que buena parte de quienes poblaron días después la plaza de los Dos Congresos con la consigna de un “bicentenario de los pueblos” estarían escuchando esa music. Lobo no llegó a Plaza de mayo. Allí ocurrió lo más fuerte. Mucho más fuerte que la exhibición de los muchachos del Diego ante el penoso seleccionado de Canadá. El arribo de las columnas de los pueblos que se llaman a sí mismos “originarios”. Sabedor de que el origen está “en todas partes”, como dice cierto filósofo argentino que el Lobo lee, no es este retorno al grado 0 de la tierra lo que lo conmueve, sino esas presencias que por fin se instalan en la conciencia de un país que no puede festejar sin escuchar lo que traen para mostrar. Si: “para mostrar” más que para decir. Sí: Lobo “escucha imágenes”. Los originarios que digan lo que quieran, no es asunto del Lobo, pero las imágenes lo dicen todo, no son “mudas”, y lo que dicen lo dicen de un modo preciso, justo.
LOBO

Imágenes de los festejos…

El desfile que puso fin a los festejos del Bicentenario, organizado por el talentoso y vanguardista artista Diqui James (De la guarda, Fuerza Bruta), concluyó con una escena final que dejó boquiabierta a la eufórica multitud que colmaba la Diagonal Norte. El cuadro evocaba al último momento histórico que se había pensado representar esa noche: se trataba de un gran camión hidrante y unas doscientas motos de la Policía Federal, con dos actores cada una; el de atrás llevaba una escopeta e iba disparando a la gente. La emulación de la represión de las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001 fue tan real que el público agolpado detrás de las vallas iba cayendo redondo con cada disparo certero. Sobre todo los jóvenes que estaban trepados en las rejas de los bancos para tratar de ver mejor el despliegue escénico. El realismo logrado por los actores de Fuerza Bruta y los supuestos extras que caían ante cada fogonazo, provocó el asombro sólo en algunos de los asistentes: la mayoría, al igual que los Presidentes que seguían el paso del desfile desde el palco, seguían avivando con sus banderitas y globos el colorido paso de la carroza.
Los sonidos de la carroza anterior y el cántico “el que no salta es militar” que había suscitado la representación de la vuelta de la democracia, quedaron tapados por esta escena final que evocaba con agudeza aquella imagen de la Argentina que, como han demostrado los festejos patrios, ya ha quedado, por suerte, definitivamente, atrás…

Caetano y el cierre del Bicentenario

Era una foto por lo menos rara la de Caetano Veloso de ese afiche. Unas pocas semanas antes en esa misma esquina había estado el anuncio del show en el Rex. Daba entonces una primera sensación de deja vu, de extrañeza; pero la foto misma parecía fuera de lugar: estaba solo con la guitarra y con la expresión de quien fue tomado desprevenido -el ángulo y definición de la imagen hacían pensar en la captura de una cámara digital o incluso de un celular. Y el marco escéptico, despojado, de la estética macrista: el amarillo característico y un globito arriba a la derecha (donde parecía enfocar la mirada vacía del retratado) que decía “cultura”. Caetano ya había dado sus recitales anuales de rigor presentando su último disco en el Rex: el público porteño que lo adora, que lo considera “un genio”, había dado muestras de su fidelidad soportando estoico un recital completo en el formato rock modernoso que adoptó luego de separarse de Jaques Morelembaum y asociarse al grupo de amigos de su hijo (Moreno Veloso). “Este Caetano me pone los pelos de punta” decía hace unos años Darío Grandinetti en Hable con ella de Pedro Almodóvar. Era el año 2002, en plena crisis Barcelona era la solución europea a los problemas argentinos, y Caetano era el centro de una escena rodeada de “guiños”: “Rucucucucú paloma” canta mientras en el público aparecen como actores de reparto Fito Páez y Cecilia Roth. Unos años antes había comenzado su consagración como ícono latinoamericano cosmopolita con Circulado Vivo y Fina Estampa (con sus respectivos discos en vivo) y luego con Livro. Este último coincidente con la salida de su pretencioso pero muy buen libro Verdade Tropical.
Pero volvamos al afiche. Ya había dado su show, había hecho dos Rex, había salido después del show el hombre cordial a regalar a sus estoicos adoradores un par de canciones, él y su guitarra, había parado los pelos de esos miles de Daríos Grandinetti… había hecho, en fin, lo que hace ya hace algunos años con el publico porteño… ¿Qué volvía a hacer ahí en ese afiche? El gobierno porteño había visto aquella escena de fascinación y generosidad de los vecinos de la ciudad, habían tomado nota y trataban de aprovechar la corriente de simpatía. Caetano -a diferencia de Gilberto Gil (su viejo compañero bahiano con quien cayeron presos y fueron al exilio) quien fuera Ministro de Cultura del gobierno de Lula por varios años-, quien acostumbra ser un destacado opinador en los medios de comunicador brasileños, ha señalado ya, como lo más positivo de la llegada al ejecutivo de Lula, el hecho de que de una vez por todas esto iba a permitir que el PT dejase de ser el soporte del viejo mito de la clase obrera como redentora. Sin compromisos con la izquierda ni con el gobierno, Caetano ha elegido renovar sus propuestas estéticas constantemente: ha elegido el eclecticismo como forma de llevar su madurez intelectual y su vejes musical.
Entonces, lo invitó el gobierno de la ciudad autónoma de buenos aires para el 1 de Mayo, coincidente con el fin de semana “fuerte” de la Feria del Libro, a tocar en los bosques de Palermo junto a Sandra Mehanovich y Tania Libertad y le entregaron un premio como huésped de honor. Todas las crónicas del evento son fantásticas en la descripción de la relación de Caetano con su público (de Clarín a Página/12). No vale la pena volver sobre esto ahora. Pero hoy a horas de terminados los festivales del 25 de Mayo, tan próximo en el tiempo… la foto apurada, él descolocado, agarrado a una guitarra que no toca mientras pregunta con una mueca, a alguien que se encuentra fuera del cuadro, que qué dicen… Pienso en Fito Páez, menos de un mes después, cerrando el Recital del Bicentenario. Estaba cantado, ¿a quién invitar de Brasil?
Heredia, Gieco, Fito. No sé que sentido tuvo esta progresión, pero fue la de los anfitriones del recital. Siguiendo la lógica imperante en la propuesta, le hubiese correspondido cerrar a Charly. Fito-Milanes era en realidad Charly-Sosa. Pero no pudo ser… Fue el cierre de la era de recitales que venía de los noventa, que había tenido su momento intenso de conformación como “dispositivo” el 1996 en la marcha por los 20 años del golpe (y luego reproducido hasta el cansancio por los diferentes gobiernos de la ciudad) [En aquel acto además de ingresar una nutrida y ruidosa columna de hijos, fue también ocasión de un discurso de Hebe de Bonafini llamando a la militancia barrial]. Fito-Caetano hubiese ensamblado bien.[ En lugar del errático Juanse que vagó por el escenario (gigante el escenario!), se trepó a una columna (el miedo a que le pasara lo de River con los Guns! Que se cayera, que se quebrara una pata!) e hizo de pomelo].
Fue, finalmente, Fito-Fito. Que se brindó a si mismo un homenaje, de esos que se prodiga cada vez que sale a escena. La megalomanía orquestal de la propuesta va de maravilla con el arte total propuesto por el gobierno. La idea repetida y proyectada en la imagen gigante de él haciendo de director de una orquesta imaginada, de espaldas al público, agitando los brazos dramáticamente: El caso Fito. Con su multiplicación infinita de recursos todo está dispuesto para ver al actor! Esto es notorio en el recurso obligado de modificar las melodías, in situ, puro arte presente. La escenificación del transe creativo presentificado en los fraseos improvisados reinventa las canciones, las vuelve a la orbita de la soberanía del creador; y al mismo tiempo que las consagra en cada actuación monumental, dando lugar a la posibilidad del rito colectivo, la melodía se mantiene oculta para todos salvo para él. ¡El mago de las palabras-talismán!
La música había empezado a dejar de ser lo central, desplazada por las orquestas y bandones, y súper presentaciones en vivo, etc. ya desde el disco que siguió a El amor…, Le siguieron la pasión por la reversión mediante el ya mencionado recurso de la modificación de las melodía (véase Euforia). El piano ni hablar, es apenas un poco más que parte de la escenografía. Le siguieron las letras largas, como de un tipo que te habla y te tira la justa, con Sabina por ejemplo. Y finalmente por las largas letras, sin melodías, con una voz casi hablada, dando imágenes sobre la argentinidad o contando en primera persona una historia de amor; todo esto dividido por sucesivas modulaciones que establecen momentos diferentes como en una opera.
Así, en sus primeros treinta se despidió de la música como actividad principal y sacó una película bastante buena con guión de Alan Pauls, Vidas privadas. Desde entonces Fito ya tiene un público formado que le permite sacar un disco y presentarlo dignamente y rentablemente, sin que su oficio sea nunca un problema. ¿Qué dice él sobre lo que hace? Menciona estilos, referencias musicales, influencias, instrumentos, orquestaciones, etc. que se encadenan eclécticamente. Soporte sonoro y escénico de una biografía personal. Tal la pócima descrita anoche [seguir por Youtube por favor]: “Ésta canción que viene ahora está buenísima, no parece mía [voz aflautada a lo Spinetta]. Creo que tiene algunas de las cosas que tuve la suerte de escuchar en mi casa en Rosario que mi padre me hizo escuchar hace muchos años. Y están por allí los acordes de Astor. Están por allí las melodías floridas de Virgilio Esposito, están por allí también los acordes de Mc Carney, y todo eso, por supuesto, comandado por la mente extraordinaria y maravillosa de Charly García… no? Tumbas de la Gloria…”.
En fin, todo este recorrido simplemente porque no entiendo cómo es que se eligen tipos cansados, retirados de sus oficios, descreídos de sí mismos, para colocarlos en el centro de la escena haciendo algo que ya no hacen con autenticidad hace años, para que todos nos sintamos identificados.
ETSON VERA

¡El periodismo ha muerto, vivan los periodistas!

Entre las cosas que se creían perimidas hace apenas unos años, estaba la legitimidad del periodismo. Su rol y su autoridad estelar. Algunos, incluso, se animaron a decretar su fin a manos de las nuevas tecnologías (proliferación de blogs, cronistas amateurs y nuevos soportes de escritura e información). Esa figura tan mitológica y moderna del periodista -que va del militante heroico al analista político y del trabajador de prensa al opinólogo tout court-, asentada fuertemente en el brillo de un nombre y en la firma como marca, parecía no resistir al tembladeral de la crisis de la representación. ¿Por qué creer en un yo que enuncia y que pone su trayectoria individual como capital de su modo de decir? Fue entonces -insisto: hace apenas unos años- cuando los periodistas se quedaron sin saber qué decir/escribir, desconcertados ante su propia incapacidad para leer lo que pasaba en las calles, teniendo que acudir a alguna novedad rápida de las ciencias sociales para explicar, por ejemplo, qué eran los nuevos pobres o por qué los jóvenes se resistían a la disciplina laboral. Surgieron entonces experiencias de crónica e investigación (más o menos) novedosas, (más o menos) colectivas, pero que sin dudas desafiaban al mundo periodístico y sus jergas.Hoy, sin embargo, han vuelto al estrellato. Con todo. De un modo que ni ellos mismos se lo esperaban. Hoy con decir un par de apellidos de periodistas famosos alcanza para trazar el ring de la discusión ideológica. Con otro par de apellidos parece que se logra explicar el conflicto de la propiedad de los medios de comunicación. Y tal vez con otros dos se resume los debates que a algunos intelectuales les llevaría páginas y páginas elucidar. Ni hablar de aquellos que, en el súmmun del fragor de la profesión, devienen verdaderos líderes de masas y bajadores de línea profesionales, organizando -como nunca llegaron a soñar- la percepción de muchos televidentes y lectores, en un verdadero trabajo de esclarecimiento veloz. Así el campo queda dividido. Todo queda prolijamente delimitado. ¿Es antagonismo? Ni siquiera. Porque repone los lugares más clásicos de enunciación como si nada hubiese pasado para llevarlos a la crisis. Periodismo, y del televisivo: nueva religión. Al fin podemos superar la mera apariencia del mundo y acceder a una verdad en la que creer. Al fin podemos creer. Una pena que creer sea, en esta nueva religión, creer en los hechos.¡El periodismo ha muerto. Vivan los periodistas!
ALAN FONSECA

Entrevista a Laura Adalfassi

Entrevista a Laura Adalfassi, Coronel Pringles (1973), escritora y poeta, licenciada en Historia (UBA), investiga sobre la relación entre memoria y nación. Está preparando la publicación de su primer libro de ensayos La comunidad irresuelta.




Lobo Suelto entrevistó a Laura en su casa de Villa Celina; combina en su estudio fotos de Foucault y Maradona y sabe mezclar Piazzola con Damas Gratis.
Igualmente alejada de los modelos de intelectuales forjados por Sarlo o Forster, Laura se le anima a las preguntas de Lobo…

­-¿Cómo viviste este Bicentenario?
-Fue una fiesta como no se vivía desde los años 80 en torno a la llamada primavera democrática. Los que estuvimos en la Plaza de Mayo en la Semana Santa del 87 (yo muy pequeña, había venido con mi familia), recordamos el quiebre de un modo de ligar civilidad y política… en ese sentido el “Felices pascuas” de Alfonsín fue tremendo…
El 2001, en cambio, lo viví como adulta, ya en Buenos Aires, pero se trató de una situación completamente excepcional, que mostró la verdad desnuda de nuestro país, en su faz dramática, que es difícil recordar como una fiesta.
Creo que la experiencia de estos festejos marcan un antes y un después por el calor de millones de cuerpos juntos sacudiéndose la amenaza del miedo de estar en la calle, amenaza difundida desde arriba por las élites.
Rescato el policlasismo que se vio en la calle. Vi entusiasmo de los jóvenes de este barrio por ser parte de los festejos, pero también a las familias del interior que en otro momento se las hubiese identificado con el conservadurismo de las élites del campo o subordinadas a ellas…
Si bien este no fue un acto estrictamente político, su simbología sí lo era. En la elección de las carrozas y las escenas que representaban hay un contenido histórico-político que no podemos pasar por alto.
Una cosa muy importante del Bicentenario es que nos miramos más en Latinoamérica que en los centros de poder de Occidente.
Creo que la avenida 9 de Julio fue una verdadera narración colectiva de nuestra historia, que superó los modos tradicionales que teníamos de representarnos la Nación… Dejó planteado un fuerte desafío a la historiografía local, que va mucho más allá de la polémica entre liberales y revisionistas…
-Desde Europa nos miran con asombro: ellos en crisis y nosotros festejando… ¿Qué pensás de eso?
-La realidad sudamericana se caracteriza por dos o tres componentes esenciales: la recomposición del precio de la venta de materias primas fundamentalmente hacia el mercado asiático, junto a una apuesta al resurgimiento de un mercado interno; el segundo componente es la irrupción de los movimientos sociales en todo el continente que derrotaron el rostro más duro del neoliberalismo, y, por último, la conquista de una autonomía regional respecto del centro imperial, acompañada por una reapropiación de la capacidad de narrar la propia realidad histórica de la región. Efectivamente Europa haría bien en preguntarse por la salud del eurocentrismo…
-¿Cómo creés que influyeron los festejos en la situación política?
-Es claro que la escena se polarizó entre la apertura del Colón y la 9 de Julio… pero a mí me hubiera gustado más que el contrapunto se planteara entre el Bicentenario “oficial” y el Bicentenario de los pueblos, el de la Plaza del Congreso… Yo también estuve ahí y estaba lleno de militancia social… Además hay toda una perspectiva local desarrollada por jóvenes intelectuales de algunas provincias que en la Ciudad de Buenos Aires pasan completamente inadvertidos, y que cuestionan el modo simplificado con que por momentos se identifica a un pueblo homogéneo con cierta idea acrítica de Nación.
Yendo más a la coyuntura, es evidente que esta situación pacífica, pero no lo hace sobre base de la derrota del gobierno propuesta por las elites a partir del conflicto de la 125. Y digo esto, porque a pesar de las notorias inconsecuencias del gobierno, percibo cierto entusiasmo por el modo en que se abre una discusión sobre las bases materiales de la soberanía. Creo que es lo que viene, una discusión sobre el poder financiero, la explotación de la tierra en torno a la soja, la minería y el petróleo. Es evidente, por lo demás, que el actual boom de consumo es otro de los combustibles de esta movilización.
Desde una perspectiva historiográfica, quiero resaltar la presencia de más de 20 mil personas de los pueblos originarios atravesando la Ciudad. El contraste entre la sabiduría relativamente muda de esos pueblos milenarios ante la relativa juventud de la llamada cultura nacional argentina…
-¿Te parece que la polarización entre el Gobierno y Clarín modifica el panorama político-comunicacional?
-Sí, abre nuevas perspectivas; a pesar del modo tan estúpido en que a veces se trata el tema, permite revisar la trama de complicidades con la dictadura en su faz no exclusivamente militar, los medios fueron articuladores necesarios de aquellas políticas, tanto como de la implementación del neoliberalismo reciente… Es vital para la democracia revisar todos estos puntos de complicidad de las últimas 3 décadas, no sólo acusando individualmente a algunos de sus protagonistas principales sino también aprendiendo de los mecanismos que fueron puestos en juego para terminar de desarmarlos.
-¿Cómo interpretás la vuelta del sentimiento patriótico en torno al Bicentenario y al Mundial de Fútbol?
-Como una necesidad espiritual. Hay una tensión en lo que es identificarse con Argentina cuando ésta está redefiniéndose. Es una identificación imposible y a la vez prometedora… Me parece muy interesante que la simbolización de esta identidad que se redefine haya estado dramatizada por un grupo de vanguardia como lo es Fuerza Bruta y no sólo por las viejas imágenes escolares y aquellos referentes de la música popular de las décadas del 80 y 90…
-¿Pero esos símbolos no estaban siendo redefinidos justamente por la narrativa joven contemporánea?
-Sí, muchas veces la literatura se adelanta en su poder de pensar lo nuevo. En cierto modo, la Buenos Aires que vimos estos días estaba ya anticipada por esos relatos.
Hay decenas de editoriales jóvenes e independientes que están elaborando todas estas mutaciones… personalmente, es ahí donde me interesa mirar en este momento…

Agasajo Bicentenario

 

El clima estaba muy tenso, se había enrarecido. Cuando todo parecía estar listo para la gran celebración, un nuevo incidente, de esos que abundan cotidianamente, parecía amenazar la fiesta. Por primera vez en estos doscientos años de historia, el Estado argentino reconocía trayectorias de lucha que no podían encuadrarse en la clásica figura del obrero peronista. En la previa del Ministerio de Desarrollo Social todo destilaba fervor. Los viejos cuadros setentistas, ahora desde sus oficinas que comandan el ministerio, habían dispuesto la escenografía y el cotillón. Dos imágenes que inspiraron a la juventud revolucionaria copaban la escena. Una gigantografía de Evita con el pelo suelto y otra con la famosa foto del Che tomando mate se situaban a cada lado del escenario. Para el evento, se contrató a la misma empresa que hace más de un año atrás había montado un escenario igualmente imponente en el monumento de los españoles, en ocasión del acto de la Mesa de Enlace contra la política impositiva del gobierno frente a los productores agropecuarios. Ahora, dispuesto sobre la 9 de Julio, la estructura emergía alterando los humores ciudadanos. El periodista Sandro Piazzotti había estado toda la mañana alertando sobre el caos de tránsito que generaría el aluvión de manifestantes que llegaban desde las provincias a pleno centro. Se preguntaba si valían la pena los trastornos ocasionados mientras el país necesita trabajar. Era, sin lugar a dudas, otra maniobra más de la “derecha mediática” que intentaba empañar los festejos apelando a la iracundia urbana. ¿Por qué alguien que había trabado buenas relaciones con el progresismo por su denuncia de la represión y la corrupción en la década neoliberal, ahora resultaba ser un títere de los monopolios mediáticos? Como sea, no valía la pena detenerse en estas disquisiciones. Los organizadores confrontaban en los medios aliados. El periodista e intelectual Fernando Marrone y la periodista, antes dedicada a las cuestiones de género, Wanda Trusso, develaban los verdaderos intereses que movían a estos periodistas, mercenarios de las corporaciones. Los acusaban de racistas y de agitar el miedo frente a un acto histórico que buscaba reconciliar el estado nacional con los excluidos durante tantas décadas.

Veinticuatro horas antes del acto, la situación estalló en el propio ministerio. El sindicato oficialista Unión Personal Burocrático de la Nación (UPBN) tomó el edificio en demanda de “mejores condiciones laborales”, “igualdad de trato y oportunidad” y “pago de las horas extras adeudadas”. Su gremio oponente, con quién libraban una sorda batalla por ocupar espacios de poder, la Central de Agentes Estatales (CAE), no quiso quedarse al margen de la contienda. Sospechaban que si no accionaban rápidamente sus bases (fundamentalmente compuestas por estudiantes o egresados de la carrera de Trabajo Social, sin funciones directivas en el ministerio) los desbordarían. Reclamaban el “pasaje a Planta Permanente de todos los contratos precarios”. La ministra estaba desconsolada. Les gritó a los dirigentes: “cómo van a arruinar este homenaje a los luchadores populares”. El delegado de UPBN, que había declarado el estado de Asamblea Permanente, le contestó de inmediato: “me importan un carajo los luchadores populares, los trabajadores no podemos esperar más”. Algo más cautos, los representantes de la CAE dijeron: “si son de izquierda demuéstrenlo en los hechos y no simbólicamente”. La cosa se complicaba cada vez más. El ministerio estaría tomado al momento de la condecoración. La ministra llamó de inmediato a su jefe de gabinete, el Negro Nahuel Medina. Viejo referente del sindicalismo, se puso rápidamente manos a la obra. Su experiencia le indicaba que, en las últimas décadas, detrás de los lenguajes de derechos se escondían intereses algo más turbios. El conflicto se terminó resolviendo con la oferta de diez contratos de locación de obra para UPBN y cinco para CAE, y el compromiso de lugares destacados en el palco para sus dirigentes, la participación de los empleados en los festejos y dos francos compensatorios que alargarían el fin de semana. Asunto resuelto, aunque costoso para el ajustado presupuesto. A todos los que impugnaron el acuerdo alcanzado por su incierta sustentabilidad presupuestaria, Medina los tildó de “ajustistas neoliberales”. De esa manera, y con palabras sensibles, logró legitimar su negociación y encolumnar detrás de ella a todos en el ministerio.

Finalmente el día esperado llegó. 

Las columnas avanzaban lentamente. Lideradas por una decena de camionetas Mercedes Benz Sprinter 0 KM pertenecientes a la fundación “Insubordinación y Utopía”. En ellas estaba inscripta la leyenda “la verdadera lucha es revolución”. Nadie salía de su asombro por el crecimiento de la flota de la fundación. A un costado, sobre la calle Lima, se ubicaban los compañeros del sindicato de Camioneros, con sus pecheras verdes y los de Dragado y Balizamiento con otras pecheras amarillas que rezaban “Cecilio Conducción” en referencia al jefe de la CGT. Ambos sindicatos estaban a cargo de la preparación del gran locro popular que alimentaría a los manifestantes. Para ello dispusieron fogatas con grandes ollas donde, para horror de transeúntes y ciudadanos escandalizados, revolvían incesantemente el guisado con unos palos grandes. Al pasar las camionetas, los militantes gremiales se sonreían pensando para sí mismos: “la verdadera lucha es negociación…”.

Detrás de las camionetas venían marchando los organismos de derechos humanos, seguidos por la agrupación de Gays Travestis y Lesbianas que despertaban cierta sorna en los robustos cocineros. Más atrás, miles de indígenas de la agrupación Bartolina Sisa liderada por sus aguerridos dirigentes, avanzaba envuelta en banderas Wiphalas. Otros tantos manifestantes, pertenecientes a los movimientos Septiembres, Comunas a Pie y La Federación Popular de Trabajo y Bienestar cerraban las columnas. Todos ellos habían sido re-encuadrados dentro del programa de cooperativas “Buenos Aires Despierta”.

Sobre la calle Bernardo de Irigoyen una extensa columna de intelectuales se acercaba al escenario. Pertenecían al grupo Manifiesto Nacional y Popular, de enorme repercusión desde hacía algún tiempo. Marxistas, lacanianos, sartreanos, hegelianos, gramscianos, benjaminianos y spinozistas, habían logrado construir un grupo en la “diversidad”. Se proponían “renovar el lenguaje de la política” respecto a sus más rústicas enunciaciones, defender a “un gobierno popular elegido democráticamente” de las acciones golpistas de una “nueva derecha” que pivotea sobre los grandes conglomerados comunicacionales. Liderados por sus referentes, Arnaldo Loster, Gervasio Tapiales, Rogelio Zelaya, Sergio Tristán y Marcos Bigotti, quién a su vez operaba como enlace de los movimientos sociales, se abrían paso entre la multitud. Iban tomados del brazo, con los ojos empañados entre los aplausos. No podían creer lo que estaban experimentando. Agradecían profundamente la posibilidad que se les abrió a partir de este gobierno de volver a vivir esta alegría. Muchos de ellos refugiados en sus cátedras universitarias en los noventa, ahora regresaban para protagonizar un intenso activismo. “Volvió la política”, decían en sus manifiestos, y con ella las posibilidades de un nuevo vínculo entre intelectuales y trabajadores. Sus intervenciones colectivas las hacían a través de los manifiestos políticos que surgían de una nueva dinámica asamblearia. Otras veces, se podía conocer la mirada de alguno de sus integrantes los fines de semana en sus columnas de opinión publicada por los diarios más afines. Unas veces más poéticas, como por ejemplo aquella que festejaba el retorno de la “negritud” y su visibilidad en el espacio público, dando cuenta de las imponentes movilizaciones sindicales que expresaban la recuperación de las gestas de las horas históricas. Otras más incisivas en su crítica. Entre la muchedumbre, un obrero de Dragado y Balizamiento le acercó a Loster un pote de Locro. Acostumbrado a los restaurantes palermitanos, atendidos por delicados estudiantes de cine o profesoras de yoga, y no ya por los antiguos y antipáticos mozos del sindicato gastronómico, Loster no pudo contener las lágrimas. Lloraba desconsoladamente de emoción. El morocho operario, devenido dirigente y gourmet del evento, pasó su corpulento brazo por su espalda. Sus manos pesadas le dieron unas palmadas que sonaron fuerte al impactar sobre su campera de cuero marrón. “No es nada, ya pasó compañero…”. Sus palabras, lejos de aventar las lágrimas las multiplicaron.

Sólo se registraron un par de incidentes aislados en la, también bautizada por el canal oficial, “fiesta de los movimientos sociales”. El Ministerio de Control y Seguridad dispuso un amplio operativo, con sendos cordones policiales que protegían a los manifestantes. El comisario René Gómez, viejo gladiador de refriegas callejeras que había tenido cierta participación en los agitados días de 2001, no podía entender con facilidad por qué ahora los mandaban a custodiar a los que antes tenían que reprimir. “Es el gobierno de los zurdos”, pensó para sí mismo. Pero se encogió de hombros; poco importaba cuál fuera el “objetivo” pues los adicionales por horas extras no reconocían ideología y había negociado un buen paquete para toda la tropa. Sus intervenciones fueron muy precisas. En primer lugar cuando tres de pibes, a quiénes el comisario reconoció como pungas de la Estación Constitución, se infiltraron en las filas de los intelectuales. Su estética no coincidía con la de la columna del Manifiesto Nacional y Popular. Hubieran pasado desapercibidos en las filas de los movimientos desocupados, pero allí desataban las sospechas del agente a cargo del operativo. Cubiertos por las capuchas de sus camperas deportivas se movían anárquicamente sin estar encuadrados. El comisario los siguió hasta que quisieron consumar un arrebato y, junto a dos cabos que oficiaban de laderos, los aprendió en medio de la sorpresa de quienes se encontraban cerca. El otro incidente fue más delicado. En la plazoleta que divide la calle Irigoyen de la 9 de Julio, se alojaba un grupo de bolivianos liderados por Rigoberto Mamani, sindicado como jefe de los talleres textiles clandestinos. Habían bordado banderas con los símbolos de los movimientos sociales para vender en el acto. Cuando advirtió esa presencia, el gerente general de la fundación “Insubordinación y Utopía”, Claudio Lipesker, se les acercó con sus muchachos a increparlos directamente. No podía tolerar que le expropiaran el “merchandising” de su organización. “Qué hacen acá bolivianos de mierda! ¿Quién los mandó, el jefe de gobierno Fabricio Derqui?”. Ninguno de los que presenció el suceso salía de su asombro. Comenzaron a forcejear hasta que el comisario Gómez, quién también estaba arreglado con los puesteros que ofrecían gaseosas, garrapiñadas, gorros y bufandas, intervino llevando calma y llamando a la tolerancia. No dejaba de ser curioso que fuera él, en medio del gentío progresista, quién proclamara el respeto al “Otro”. “Son trabajadores que buscan su sustento”, decía. Finalmente los dispersó y tuvieron que irse con las banderas que habían preparado a la espera de mejores oportunidades para colocar la mercadería. El comisario habló con ellos y quedó en avisarles cuando hubiese otra marcha.

El acto seguía su curso. En el palco, además de funcionarios, sindicalistas y dirigentes sociales, había un nutrido grupo de empresarios. Juanito Mongio y Luis Carmona, otrora considerados como beneficiarios de la “patria contratista”, ahora representaban a los empresarios nacionales que sostenían un “modelo de desarrollo”, “crecimiento” y “equidad”. Sabían que podrían concretar unas jugosas operaciones vendiéndoles caños, maquinaria y accesorios a las cooperativas que desarrollaban viviendas y tuberías para los desechos cloacales. Ya habían trabajado con movimientos sociales en los barrios de Ezpeleta y Berazategui proveyendo los insumos para la construcción de cunetas y la limpieza de zanjas. Las posibilidades eran muy tentadoras. Aplaudían a rabiar cada vez que un dirigente era llamado por la ministra para entregarle su plaqueta de reconocimiento a la trayectoria de lucha. Finalmente, apareció la presidenta quién dio un discurso desde un atril con dos micrófonos que convergían desde uno y otro lado, según decían, para cuidar el perfil de la Jefa de Estado. Llamó a la “unidad de los sectores productivos”, contra los “capitales especuladores” y contra aquellos que quieren sólo dar “malas noticias”. Forjar una patria grande, como la que soñaron San Martín, Bolívar, Belgrano, Artigas y Moreno demandaba esfuerzos gigantes, pero también una lucha interpretativa por el “relato” de los acontecimientos presentes. A los discursos le siguieron las cumbias y las coplas norteñas ejecutadas por artistas populares especialmente contratados para la ocasión. El locro circulaba y el fervor acompañaba la fiesta.

Cuando todo terminó, el negro Nahuel Medina se fue a su casa. Se tiró en su sillón preferido mientras, tomando un whisky, repasaba la jornada. La presidenta lo había felicitado por la organización de todos los detalles. Pensó que eso le sumaría unos puntitos para heredar el puesto de la ministra cuando ésta sea candidata a gobernadora de su provincia. Recordó la heterogeneidad del acto, sus dirigentes, los empresarios, los funcionarios, las complejas negociaciones con la policía, con las empresas encargadas de la logística, con los artistas contratados y con los sindicatos del ministerio. No sabía si lo embargaba la alegría o la tristeza. Pensaba en todo lo que hay que hacer para lograr este reconocimiento a los compañeros. A aquellos que no están y a los que hoy recuperan sus banderas. Cansado, entre esos recuerdos, el negro se durmió con el vaso en la mano y sin terminar de comprender la complejidad de todo lo que había sucedido ese día.
SUSANA GOMERA

Cuestiones de anacronismo

El 25 de mayo pensé mucho en el Tío. Toda esa gente en la calle me hicieron recordar sus hazañas.


Hace tiempo ya que no lo veo. Viene poco a capital. Pero de seguro estuvo en los festejos. Y lo debe haber disfrutado de lo lindo.
Voy a llamarlo para que me cuente, a ver si agrego un capítulo más a esta secuencia que ahora que lo pienso cubre una década de sorpresivas irrupciones. Porque lo cierto es que por h o por b, mientras él estuvo en todas, yo me perdí cada uno de estos tres decisivos acontecimientos.
***

A las tres de la tarde del 20 de diciembre de 2001 una extraña guerra civil tenía lugar en Corrientes y 9 de julio. En un país definitivamente sin destino y que vivía el verano más caluroso que se recuerde, bandas policiales arremetían a muerte contra oleadas de jóvenes que atacaban sin remeras ni objetivos. El Tío llegó al obelisco guiado por su olfato de animal militante. Pero al toque se supo en el medio de una pelea que no comprendía. No alcanzaba a distinguir ni las reglas ni la lógica del combate.

Le impresionó que los chicos prácticamente se inmolaran con cada piedra que arrojaban. Corrían hasta posicionarse a escasísimos metros de la yuta que disparaba con balas de plomo, casi a quemarropa. Y luego no retrocedían lo suficiente ni se procuraban refugio. O lo hacían sólo para tomar un nuevo impulso y hacerse de algún pedazo de adoquín, hasta que la nueva señal de avance resurgía como un grito guerrero en sus gargantas colmadas de adrenalina.

Pero no podría decirse que el Tío dudó. El problema era que su cuerpo no encajaba. Entonces sintió que debía aportarle racionalidad al enfrentamiento, trasmitiendo algunos criterios que hicieran más eficaces y ordenados los ciegos embates de sus circunstanciales aliados callejeros. Así que se dirigió a dos muchachos, para pedirles que no se expusieran tanto. No había terminado de aconsejar a los pibes, cuando otro chico se le acercó por la espalda y le lanzó con desparpajo: “mi viejo, tené cuidado que la cosa está pesada”.

De golpe comprendió todo.

Los parámetros que lo guiaban respondían a enfrentamientos en los que había participado durante los años setenta. Pero esa memoria no se correspondía con las sensaciones que ahora experimentaba. Estaba literalmente fuera de lugar y sus movimientos resultaban un tanto torpes. Se apartó para mirar con más distancia aún y sólo entonces creyó percibir que la multitud distinguía espontáneamente dos funciones: de un lado los pibes que iban al frente y más atrás un grupo de edades heterogéneas ocupados en hacer el aguante, acercando piedras y ánimos, noticias o agua.

Una extraña alegría lo estremeció. En ese cómico instante sintió que dejaba de ser un “sobreviviente”. Todo volvía a comenzar… pero de otro modo.

***

El martes 15 de julio de 2008 no fue al Congreso sólo, como en aquel diciembre, pero tampoco con su grupo, como acostumbraba. Acordó encontrarse con un amigo de viejas tropelías, en Callao y Perón. Y a último momento se enteró que lo acompañaría su sobrina.

Como el acto había sido convocado por el Partido Justicialista, lo primero que recordó fue su temprana renuncia a esa estructura partidaria, 35 años antes, inmediatamente después de la masacre de Ezeiza. El orador principal sería el mismísimo Néstor Kirchner, que subía la apuesta del enfrentamiento con “la nueva oligarquía rural”, aprovechando la revuelta de los empresarios para recuperar la menguada mística militante de sus seguidores. Con el escenario polarizado al máximo, según el Tío no había lugar a dudas: había que estar en la plaza, para evitar un retroceso que lamentaríamos por muchos años más.

Ella llegó a la cita pocos minutos después de las 16. La esquina ya era un hormiguero. Ellos esperaban a unos pocos metros, nerviosos y expectantes. Les hizo señas con las manos, pero parecían reconcentrados: el Tío daba indicaciones al oído, mientras el tucumano escuchaba con atención. Atinó a apurar el paso, pero ya habían salido disparados en dirección contraria. Le hubieran pasado por al lado sin verla, de no haber sido porque ella alcanzó a tomar al Tío por el brazo, un tanto inquieta por lo ridículo de la situación.

– “Ah, llegaste. Pensamos que te había pasado algo y estaba yendo a llamarte”, dijo el Tío entre risas, con esa mezcla infantil de adrenalina y alegría que lo caracteriza.

Finalmente decidieron recorrer la Plaza de los dos Congresos. Estaba casi llena y la euforia del Tío crecía, sus desplazamientos se hacían más ágiles y sus gestos se volvían teatrales, como si hubiera sido trasportado temporal y espacialmente. Pero lo verdaderamente sorprendente era la actitud asumida por el Tucumano, que les abría camino entre la multitud y los protegía celosamente de cualquier aglomeración desagradable. Hacía el trabajo con una rara habilidad, valiéndose de precisos movimientos con su grueso cuerpo, generando espacios o anticipando los excesos de presión que sobre ellos se ejercían. Este fue guardaespaldas alguna vez, pensó ella, mientras comenzaba a sentirse incómoda por el esfuerzo. Así que decidió irse cuando se acercaba la hora de los discursos, sabiendo que sus acompañantes se quedarían hasta el final.

Al llegar a la casa leyó los titulares de los diarios en Internet y supo que el discurso había sido combativo, duro con los opositores. Había tenido incluso ribetes sensibleros, con convocatorias a la lucha en defensa del gobierno popular. Por eso quedó sorprendida cuando más tarde llamó al Tío para controlar que hubiera llegado bien, y a modo de balance éste aseguró que los discursos le habían gustado porque “fueron componedores y serenos, como el momento lo exige”.

Pero si los medios dicen todo lo contrario… ¿Tan mentirosos pueden ser? ¿Cuántos discursos hubo?

Sólo el de Kirchner. En realidad yo no escuchaba bien y el tucumano me iba traduciendo lo que decía. ¿Qué fue lo que dijo entonces?

La risa se escuchó en ambos lados del teléfono, pero la inflexión era distinta. De un lado se solicitaba cándidamente complicidad, como un chico que le ruega al otro guardar un secreto. Del otro la carcajada que provoca darse cuenta de la altísima proporción de banalidad que flota en el ambiente.
RAQUEL RIZZONI

La Argentina de la ‘buena onda’



Hasta hace no tanto, ser un tipo feliz o un pobre diablo, estar contento y con ganas de clavarte medio litro de estricnina, ser alguien que sabe disfrutar de la vida o la víctima irremediable de una existencia de mierda parecían opciones vitales más o menos restringidas al ámbito de lo “personal”, un modo íntimo de ser que no se vinculaba –al menos no directamente— con lo político. El contexto social, claro, cooperaba: no era lo mismo ser una niña que corretea desnuda entre alucinados participantes de Woodstock que otra que lo hace esquivando bombas de Napalm en Vietnam. Así y todo, era mucho más evidente cómo la política producía el (buen o mal) humor de las personas que a la inversa.


La historia nos invita ahora a presenciar una vuelta de tuerca en la que esta relación se invierte: estar de buen humor, tener buena onda, decir a viva voz que atravesamos un periodo de fiesta y denunciar la mala onda de los grandes medios de comunicación es (como otrora organizarse en un sindicato, poner un “caño” o expropiar un camión de leche y repartirlo en un barrio obrero del conurbano) un aporte fundamental al proceso de transformación que estamos viviendo. Sin embargo, ¿cómo fue que el proclamarse feliz pasó a ser una contribución a la liberación nacional? ¿Desde qué momento la verdad de la política comenzó a jugarse en el buen o mal humor de la gente, tal como lo exhiben los diarios, los noticieros y los programas de TV? ¿Era San Martín un tipo divertido? ¿Tendría Alem la risa sonada de Lucho Galende? ¿Era Perón un buena onda?



Y si la metáfora del humor de los mercados no fue nunca fácil de digerir (aunque la materialidad de dicho humor sea indiscutible a la hora de la suba o baja de los valores en la bolsa), la del humor social como mecanismo de valorización de la política es, aunque inquietante, mucho más tangible. La buena onda deviene, así, fundamento y motor de la política.


Y no es tanto la inaprensible felicidad ni, mucho menos, una dionisíaca alegría (que habilitaría desbordes, alteraciones, caos); no, es la buena onda, una pasión light, una sensibilidad propia de estas democracias de pecho tibio. Como todo gran concepto político, tuvo una dinámica exitosa previa ajena a ese campo: más de un amigo, por ejemplo, venía encontrando en el par buena/mala onda el eficaz modo de ordenarle, de jerarquizarle el mundo a su cándido niño en reemplazo de lo que, otrora, hubiesen sido otros pares más densos: lo bueno y lo malo, lo permitido y lo prohibido, la perfección y el vicio. Así, si el amiguito te presta los juguetes, es buena onda, si te los arrebata de un manotazo, es mala onda; si la película causa risa, es buena onda, si es un embole infumable, es mala onda, si el morfi está rico es buena onda, si te da cagadera, es mala onda… (y así al infinito).


Pero, claro, es más atrás adonde hay que remontarse para ver el fúlgido origen, su esplendoroso advenimiento; quizás, al momento en el que mi amigo y la democracia transitaban, juntos, su infancia. Corría 1988 y el mal humor social parecía crecer a pasos de gigante. Se reiteraban los levantamientos militares y la hiperinflación era, ya, incontrolable. Se propuso un plan económico con un nombre re buena onda, pero con una nula eficacia: el plan primavera. En ese marco, insistimos, de palpable mal ánimo, aparece en canal 7 (dónde, si no) un programa dispuesto a combatir el desaliento y la angustia. Aquel olvidado precursor de 6, 7, 8 iba a medianoche y su barbado Lucho Galende no era otro que el insuperable Raúl Portal. “Noti Dormi” era el nombre de aquel exitoso y masivo programa televisivo cuyo objetivo no era otro que crear los conceptos que conjuraran el “operativo desánimo” del momento: nociones como las de Caracúlicos, Tiramerdis o Crotófalos caracterizaban a los Marcelo Bonelli, a los Morales Solá del momento; estaba Atilio, el hombre que nunca sonreía y el perro Tristonio. Ante este bestiario del mal humor, “Hop hop, arriba y buena onda”, “Tirá la buena que vuelve” y Jurujujaja. Una maravilla.


No obstante, importa menos el recuerdo de estas glorias pasadas que su insigne actualización: como replica invertida de las fotos loser del Duro de Domar de Pettinato, “El club de la buena onda” de 6, 7, 8 recibe nuestras fotos felices, aquellas que en lugar de engalanar la intimidad del hogar evidenciando la siempre venturosa constitución familiar, deciden volverse públicas, salir a la arena política y hacer su contribución –inmensa y nimia a la vez- al proceso de transformación social.

Sonrientes, abrazados, siempre dos o más (nadie se enfiesta solo, parece), con los pulgares levantados, con los dedos en “v” (muchos, muchísimos), brindando, con carteles en las manos y mirando al frente, a cámara. Todos mirando a cámara. La sucesión de fotos es un “acá estamos”, “somos nosotros”, los que tenemos buena onda con el proyecto K. El desfile de imágenes, presentado antes y después de cada corte, es acompañado por cortinas elaboradas con grandes hitos de nuestra cultura musical como «Todo el mundo está feliz», de Xuxa, «Hoy puede ser un buen día», de Serrat o «Buena Onda», del dúo Pimpinela. Otra maravilla: no hay operativo desánimo que pueda resistir este embate de alegría y energía positiva.


Con todo, la multiplicidad de fotos que se ofrecen, se dedican, se contemplan, se intercambian parece haberse vuelto signo sobresaliente de una época dominada por facebooks y fotologs. De las multitudes apiñadas en una plaza con la vista congelada en un balcón, a la multitud de imágenes que pasan inquietas, una tras otra, haciendo el aguante, el verdadero aguante. “Al final, los vencedores siempre son los que saben salir bien en la fotografía”, dijo alguna vez el Manuel Vicent. Claro, asentimos, y los que se cargan la realidad al hombro con buena onda.


Horacio Tintorelli (Intelectual, militante de la Asamblea de Pensamiento Marxista)

La eficacia carancha

Vale la pena echarle un vistazo a “Carancho”, la reciente película de Pablo Trapero. La narración se centra en una Argentina cruda que actúa como doble fondo de todos los discursos e imaginarios que hay sobre el país. Como si en esa verdadera red material de prácticas (que combinan el abandono, la desidia, la corrupción, la pobreza y la ilegalidad) se tramase toda la energía (económica, productiva, social) sobre la que se apoya el país formal, discursivo y mediático. Ningún personaje de la película es nítido. Pese al gesto concesivo del director por implantar una historia romántica, de heroísmos personales y personajes taquilleros (Darín) para conquistar espectadores, o la placa que aparece al principio alertando sobre las muertes en accidentes como “flagelo social”, hay una lógica de hierro que parece invencible. Los caranchos (merodeadores de desgracias) no son perversos “tiempo completo” aunque, claro, son fagocitados incesantemente por la maquinaria carancha que exige su reproducción perpetua. Su eficacia se centra en el tipo de normalidad (excepcional) en la que se asienta. Un tiempo circular urdido por episodios violentos y fatalidades que se alimenta de la precariedad de la vida. Una razón económica implacable que enlaza “víctimas” y “victimarios” y que opera sobre el fondo del asfalto conurbano, regado de cuerpos ensangrentados, baldíos y desarmaderos; en las oscuras oficinas o bares de San Justo, teatro de las operaciones clandestinas; y en los pasillos hospitalarios plagados de cuerpos desechos, médicos sombies que no pueden sostener su cotidianeidad, y bandas que se mueven entre la basura hospitalaria acumulada en los pisos.
Trapero relata con escenas muy cuidadas la amalgama de vidas que se dan cita en la eficacia carancha. La ausencia de un “final feliz” relativiza las propias debilidades de la película. Y, a la vez, nos invita a pensar cuáles son las huídas posibles de los entramados sombríos sobre los que se despliegan las vidas contemporáneas.
ROGELIO BRUMA

“Hay un cambio de etapa para los trabajadores” – Entrevista a Marcelo Fernández

Marcelo Fernández, dirigente  sindical. Nacido en 1963, empezó su militancia a mediados de los años ’80 en la planta de Quilmes. Actualmente es dirigente de la Federación Argentina de Trabajadores Cerveceros de la república Argentina (FATCA) de Luján, donde recibe a Lobo Suelto para conversar sobre la convulsionada relación entre sindicalismo y kirchnerismo.

LS: ¿Cómo se sitúa una nueva generación de militantes sindicales ante el evidente cambio de circunstancias: las paritarias, la recomposición del trabajo y del mercado interno y la emergencia de un discurso oficial neodesarrollista?

MF: En primer lugar hay que comprender la importancia de lo que estamos viviendo. Desde la época de la dictadura, los trabajadores hemos sufrido el peso de un modelo de desindustrialización, de destrucción del consumo interno y de apuesta sostenida a la timba financiera. Un modelo que no cerraba sin represión. Hay una continuidad entre aquellos años de persecución y la Ley Banelco de De la Rúa, pasando por la traición menemista. Para nosotros, representantes de los trabajadores, hay enseñanzas fundamentales que extraer de este largo período.  Sobre todo, en lo que hace a la complicidad de cierto gremialismo que, primero, fue alcahuete de los militares y, luego, de la patronal, adoptando un modelo de sindicalismo empresarial. Pero hoy estamos en  un punto de inflexión, donde se toma más en cuenta el derecho de la persona, del trabajador, y en el que el bienestar del pueblo vuelve a estar en el centro de la discusión política y gremial. Pasamos de un momento de resistencia a otro en el que surgen nuevos desafíos para la dirigencia sindical. Por un lado, llevar a fondo la recuperación de aquellos derechos que fuimos perdiendo en los ’90. Y, por otro, asumir una representación genuina del protagonismo de los trabajadores en  este nuevo período.

LS: ¿Como parte de esos desafíos está el surgimiento de comisiones internas rebeldes, que no adhieren al verticalismo del sindicalismo tradicional y que están, muchas veces, vinculadas a grupos de izquierda?

MF: Sí, claro, esta realidad no puede negarse. Nos pone en el desafío de la integración de experiencias jóvenes, importantes en la lucha, pero que tenemos que saber incluir también en el momento de la unidad de la clase.  Muchas de los conflictos que ustedes describen tienen que ver con las décadas de neoliberalismo de que hablaba recién, con la tercerización de servicios en condiciones precarias. Pero también con el desgaste y burocratización de algunas conducciones que en estos años fueron parte de grandes negocios. Creo que hay que tomar estas luchas (las del subte, las de Kraft, las de los Call centers, etc.) como parte de un nuevo movimiento de los trabajadores capaz de registrar las transformaciones de los últimos años en el mundo del trabajo.

LS: ¿Esto es posible bajo el modelo de liderazgo de Moyano?

MF: Sí, creo que en esta etapa sí. Se suele resaltar el aspecto tradicional, en cuanto estilo de dirigencia de  Moyano. Sin embargo, es evidente que Moyano fue un pionero de la lucha de los movimientos sociales contra el neoliberalismo. Las luchas del MTA durante el gobierno de Menem son una referencia indiscutible. El protagonismo de gremios tan poderosos como el de los camioneros es parte del proceso. Pero sería un error reducir todas las expresiones de lucha en esa conducción. Hay compañeros jóvenes haciendo experiencias importantes en todo el país. La crisis de representación afectó a todos los actores políticos. Pero hoy que hemos superado esa etapa tenemos que ser capaces de integrar a todas las voces del trabajo y, sobre todo, como decíamos antes, a quienes no tienen la cultura de la unidad.    

LS: ¿Cómo se organiza, desde la perspectiva sindical, la amplia economía informal y los trabajadores en negro?

MF: Lo primero es reconocer a todos los trabajadores como lo que son, trabajadores con plenos derechos. Para eso es fundamental partir de una amplitud de criterios para reconocer la complejidad de situaciones laborales: trabajadores precarizados, en negro, temporarios, domésticos. También a las organizaciones sociales de los desocupados hay que pensarlas como parte de esta complejidad.  Luego, tenemos que asumir, con todos los compañeros, un debate profundo sobre el tipo de unidad que podemos lograr entre todos. Yo creo que la clave sería discutir a fondo la distribución de la riqueza. Discutir la participación en la ganancia de las empresas, empresas que han ganado fortunas en los últimos años, y lo siguen haciendo.

LS: ¿Se terminó, entonces, la crisis?

MF: No, pero hay un cambio de tendencia importante. Ya no estamos en la fase de resistencia. Esto lo podemos ver, por ejemplo, con los planes “Argentina Trabaja”. Desde el propio gobierno se difunde la cultura del trabajo. La discusión ahora es política. De proyecto de país. Tenemos que discutir a fondo qué pasa con esos compañeros que ya no están abandonados, que con la recuperación de un Estado presente, activo, vuelven a tener la posibilidad de ser trabajadores con plenos derechos. 

LS: ¿Crees que el Peronismo sigue siendo la identidad política que mejor entiende estas mutaciones en el trabajo?

MF: Yo distingo entre cultural popular y herramienta electoral. La identidad cultural del peronismo cambia. El PJ, en cambio, ha traicionado muchas veces. Tenemos que construir una herramienta política capaz de interpretar al pueblo trabajador, a los peronistas, y a los que no lo son, valorando el proceso que estamos viviendo, y buscando el modo de profundizar las transformaciones. 

LS: ¿Es realista aspirar a la vuelta del pleno empleo en la globalización?

MF: Cada vez que abandonamos ese horizonte nos ha ido muy mal. Somos conscientes de que ya no vivimos en los ‘60, que hay nuevas realidades. Pero nos parece fundamental mantener la cultura del trabajo como forma principal, aunque no exclusiva, de integración social. No hay igualdad ni justicia social si se renuncia a esa idea. Sé que en otras partes se discuten sobre la renta universal y cosas similares, pero no creo que esta discusión esté madura entre nosotros.

LS: ¿Qué cree de la disyuntiva “unidad sindical” o “reconocimiento de la CTA”?

MF: El tema es complejo. Como dije antes, hay que situar las discusiones en su proceso. La creación de la CTA fue muy importante para todos nosotros a mediados de los ‘90.  Recuerden que veníamos del liderazgo combativo de Ubaldini, y todo eso. La Central fue la primera que asumió la situación de los desocupados, jubilados, de las amas de casa y estudiantes como parte del mundo del trabajo. Son los que más insistieron con la realidad de la pobreza y la precarización laboral. Yo creo que este patrimonio hay que valorarlo. Hay algunas de esas cosas que, con el cambio de etapa, quedan ya un poco anacrónicas, pero otras tantas que no, y en ese sentido el valor de autonomía que la CTA nos ha propuesto sigue siendo indispensable.

La vida en 140 caracteres

Qué bien jugó hoy Argentina. Pudieron ser cinco goles. Felicidades camarada Maradona.”

Tweet enviado por Hugo Chávez luego del triunfo ante Nigeria
Es uno de los tantos momentos grises, turbios de la historia argentina. Uno de esos momentos obviados –por su dramatismo- por los manuales de historia y soslayados –por su carácter íntimo, personal- por los historiadores de la Academia. Lisandro De la Torre ostentaba una rala y prolija barba; barba que no hacía sino ocultar los tres magnos cortes que el sable de su otrora compañero Don Hipólito Yrigoyen (neófito en estas artes, en contraste con la diestra y juvenil mano de Lisandro) le habían producido en ocasión de un Duelo a muerte. Eran los primero años del siglo XX y uno de los últimos retos a duelo de los que se tenga memoria: hasta el siglo anterior y desde el medioevo, había sido ésta una práctica habitual para resolver situaciones en las que el honor de alguno de los contrincantes había sido mancillado. Sin embargo, en tiempos como los actuales, tiempos en los que la historia y el honor vuelven a ocupar su lugar (junto con el trabajo, la familia, la escuela y otros retornos anómalos), la práctica del Duelo parece recuperar el espacio perdido.
Dicen los que azarosamente se anoticiaron, que fue un cruce muy duro, extrañamente duro. Que en democracia, se creía, estas cosas ya no pasaban. Que, quizá, era parte de la crispación creciente. O de la mala onda que muchas veces tiñe la esfera pública. Lo cierto es que hace unos días y en esta metrópolis –apadrinado, uno, por un ex presidente de la República; el otro, por el actual Jefe de gobierno de la Ciudad Buenos Aires- tuvo lugar, entre un caballero de aristocrático apellido y otro de clara extracción plebeya, el singular y violento Duelo que abajo reproducimos:

Aníbal Fernández: En las estructuras organizadas de poder, la decisión criminal se adopta en la cúspide.

Esteban Bullrich: Estimado Aníbal, ¿lo dice por Néstor K y Ricardo Jaime o por Oyarbide y Ud.?
AF: Cuando se expida la Cámara de Apelaciones, espero que no desaparezcas.
EB: Confío en la Justicia, que por suerte es más grande q algún juez. Pero, Ud., ¿ya sabe algo de la Cámara q esta tan seguro?
AF: No, pero si ladra, tiene patas de perro, cola de perro, cara de perro… es un perro.
EB: Gracias por la clase de Zoología. Pero, ¿Ud. sabe quién es el dueño del perro?
AF: Don Franco. ¿Porque vive de Franco, no?
EB: Don Aníbal póngale tiza al taco. El dueño del perro es Néstor.
Tremendo. Iracundo. Una escena digna de un film de Tarantino. Y si no hubo heridos, y si la cosa no pasó a mayores (y si la sangre no llegó al río, hubiera dicho mi abuela la del campo) fue porque, armado uno (el Jefe de Ministros de la Nación) con su Mouse,  y, el otro (el Ministro de Educación porteño), con su iPhone, el Duelo se llevó a cabo en Twitter.

***

Sí, la política es anterior al cristianismo. La política emerge a la par de lo que comúnmente suele entenderse por civilización. Una herencia de la sabiduría helena, de su Democracia ateniense. El agora, los sofistas y filósofos, la palabra pública: la política como «teoría de la ciudad” (polis) y de los vínculos que en ella se producen. La política, la ciudad y la palabra pública, entonces, como elementos inherentes de cualquier democracia, incluso de estas democracias de pecho frío.

La política (antes y después de los sablazos) se articula en torno a la palabra, a la palabra pública, a la palabra persuasiva, a la palabra que (con)vence con argumentos. Pero, ¿qué pasa con la palabra y su capacidad persuasiva cuando es arrastrada por la velocidad y sitiada por 140 caracteres? (Este breve párrafo, que aún no dice nada, ¡ya tiene 367 caracteres!)? ¿Qué pasa, en este marco, con la política?

***

El vínculo entre escritura y brevedad es extenso y prolífico. Muchas veces la economía de recursos se volvió un modo posible y deseado de la palabra: un arte, una virtud que pocos podían ostentar. Ahí está esa milenaria forma poética japonesa de sólo tres versos (de 5, 7 y 5 sílabas respectivamente) a la que llaman Haikú para certificarlo. La escasez de elementos utilizados es proporcional a la atención que generan sus versos perdidos en el blanco (en este caso, en el negro) de la hoja:

La rama seca
Un cuervo
Otoño-anochecer.
A contrapelo de la inquietud que estas obras parecen producir en un público poco curtido en la arcana profundidad de la sabiduría nipona, Octavio Paz –que hacía ya cerca de tres lustros dedicaba sus horas de ocio a descifrarla— propone que la lectura de Haikú en general –y de éste de Basho en particular— es un verdadero calmante, pero de una “calma alerta y aligeradora” que en nada se parece al letargo de la droga ni a la modorra de la digestión.
No obstante, la brevedad en la literatura no es atribuible sólo a la poesía. Borges y Bioy Casares, por ejemplo, dedicaron largas horas de sus largas charlas a rastrear y compilar –bajo el título Cuentos breves y extraordinarios- narraciones de tan sólo una carilla, de dos o tres párrafos, de pocas palabras. Cómo olvidar aquel relato cuya lectura no ocupa más que el aire que cabe en nuestros pulmones:
Chuang Tzu soñó que era una mariposa, y no sabía, al despertar, si era un hombre que había soñado ser una mariposa o si era una mariposa que ahora soñaba ser un hombre
Pero si incluso estos cuentos absurdamente cortos pueden parecer extensos, hay un género literario aún más exiguo, más menudo, más parco; una forma literario-filosófica transitada por los grandes nombres del pensamiento y de las letras –de Oscar Wilde a Nietzsche y de Lichtenberg a José Narosky–: es el aforismo, donde la brevedad es ley. Presentemos algunos, de claro cuño nacional:
“Las leyes condenan al que roba un pan y absuelven a quién roba una ilusión”

o

“Cuando el amor es rey, no necesita palacio”

¡Cuánta sabiduría, cuánta experiencia esconden estas sentencias! Su concisa conclusividad (“no necesita palacio”) no puede sino dejarnos conmovidos, afectados; tan conmovidos y afectados como cuando líneas arriba leímos (no sin cierta alarma por la fogosidad de la denuncia): El dueño del perro es Néstor.

***

Pero volvamos, luego de este recorrido que echa por tierra cualquier intento de presentar como extremadamente novedoso el vínculo entre brevedad y escritura propuesta por la red de microblogging de los 140 caracteres, a la relación entre Twitter y la palabra pública. Volvamos para reafirmar cómo, de un tiempo a esta parte, twittear se ha vuelto una praxis inevitable del ser social, una habilidad indispensable si de deportistas, actores, músicos, modelos, políticos, fabricantes de chocolate o de cualquier otro integrante del star sistem se trata.   

Los deportistas, por ejemplo, la utilizan (alguno muy sabiamente) como modo de evitar la mediación de la prensa: Ginóbili –para graficar con un caso por todos conocido- utiliza esta red social tanto para calificar los triunfos o derrotas de su equipo de básquet (“Jugaron mucho mejor que nosotros. Gran trabajo y buena suerte”, escribió el mes pasado cuando los Spurs quedaron afuera de los Play off) como para notificar cuestiones personales: contó por ese medio que contraía matrimonio, que su prometida había quedado encinta, que iba a tener mellizos, que estos nacieron sanitos y con los diez dedos, etc., etc. Del Potro, por nombrar un segundo y un último caso deportivo en miles, va ofreciendo por medio de tweets pistas de su celada vida personal: “La cirugía fue corta y todo salió muy bien”, se supo hace unos días.
En el plano de la política, de derecha a izquierda, el uso de este sistema de comunicación es cada vez más extendido. El colorado del tatuaje excéntrico lo tiene como uno de sus principales recursos: ya sea para confirmar su alejamiento de Marcri, (“Macri nos manda emisarios a decirnos que nos tenemos que juntar y después nos trata con menosprecio”) o para piropear a Reutemann (“Es una persona con experiencia y sabe medir sus tiempos”); ya sea para mandarle un feliz cumpleaños a Gabriela Michetti o para saludar al pueblo argentino en su Bicentenario (“Con el dulce sabor del Bicentenario, donde el pueblo dio una lección única de fortaleza y unidad, arranquemos ya a construir el país del ‘Tri”’).
También el macrismo lo usa con sobrada asiduidad: “¡¡Buen día!! Quiero desearles a todos los argentinos trabajo, paz y amor para los próximos 100 años” fuel el modo pro que encontró Macri para recibir, vía Twitter, el Bicentenario. Por su parte, el ya citado ministro de apellido aristocrático lo utiliza, entre otros menesteres, para comunicar despidos y ajustes: “La decisión que tomé fue reducir los contratos de nuestra propia gestión, la estructura política, no estamos reduciendo planta docente”. Y la siempre agradable diputada Gabriela Michetti hace digno uso de esta herramienta para hacer comprometedoras denuncias ante embates que ponen en jaque la República: “Mi casilla d mails” (sic) fue infiltrada. “¡Qué lindo es vivir así, con tanta seguridad y tanta paz!”.
 
También el afamado Cleto, el del voto no-positivo, lo utiliza con frecuencia, en este caso, para chicanear a su vencedor en las internas del radicalismo bonaerense: “Para ser campeón del Mundial hay que ganar todos los partidos. Ojalá haya muchos candidatos radicales para disputar en el 2011”.
En el oficialismo preferimos no abundar (sí, por miedo), pero el ya citado Jefe de Ministros encabeza el ranking de twitteros oficiales.

Empero, nadie ha llegado tan lejos en la exploración y reivindicación de esta novedosa práctica como líder de la Revolución Bolivariana: persuadido de que las redes sociales “son un arma que tiene que ser usada por la revolución«, su cuenta en Twitter (chavezcandanga) cuenta a la fecha con más de 300.000 seguidores. Incluso como parte de una política de consolidación de alianzas continentales, insto a Evo Morales («Evo, ¿tú no estás en Twitter? Invitamos a Evo al Twitter», dijo) y a Fidel Castro («Agarra tu Twitter ahí, Fidel”) a que se sumen a esta ola que, es evidente, no para de crecer.

***

Dicen los que saben que el amanuense o copista medieval –pluma, raspador y tinta en mano- era un trabajador incansable: su jornada podía extenderse hasta 16 horas diarias, en las que copiaba entre uno y tres folios de un libro que podía llevarle meses, años. La temporalidad del medioevo y el silencio monasteril lo posibilitaban. A ellos les debemos las grandes obras de la antigüedad clásica, los textos fundantes de nuestra civilización, de nuestras Ciencias, Artes y Letras.

Dicen los que saben que un adolescente de hoy en día envía –a desmesurada velocidad- alrededor de 750 palabras diarias a sus contactos, entre mails, mensajes de texto, tweets, mensajes por Facebook o MySpace, comentarios en blogs y fotologs, etc., etc. etc. La temporalidad de nuestro presente así lo exige. Todas sus palabras se desvanecen en el éter segundos después de haber sido leídas.

***

Escritura breve y veloz como condición de época. Las palabras y sus soportes se transforman. La lengua se reduce y agiliza. Todo se vuelve más liviano. Lo más profundo es la piel, dicen. Pero ¿cuán vastas son estas transformaciones? ¿En qué medida estas dinámicas alternar modos de pensamiento y procesos cognitivos? ¿Nos hallamos ante un fenómeno más o menos pasajero, más o menos de moda, que tarde o temprano algún dispositivo pedagógico logrará neutralizar o, en cambio, asistimos a la constitución de un nuevo modo de vincular lo vivo, lo público y el lenguaje? ¿Qué modos adopta la palabra pública en estas condiciones? ¿Qué instituciones son las apropiadas para estos modos?

Horacio Tintorelli (Pensador – APM – CA)

A propósito de la extorsión democrática

Los demás desaparecerán y el silencio será suyo, enteramente suyo
C.A.B

Hoy que veo esa cara tan parecida a la de su padre y vuelvo a escuchar ese apellido y hasta se plantea como un buen recambio del actual gobierno, no puedo dejar de pensar en Alfonsín. Me había quedado grabada una nota de cuando murió, salida en esos días en la contratapa de Pagina/12. Su autora hoy es toda una heroína que, rejuvenecida y agresiva, encabeza la batalla mediática de –como se dio en llamar en este mismo blog– la Argentina de la buena onda.

“…y no hay sangre en la Argentina”, se llamaba la nota y reclamaba que el imaginario colectivo que de modo mezquino (usaba la palabra “progresista” despectivamente) apenas había retenido la primera parte de la frase con la que Alfonsín había cerrado las movilizaciones y la concentración de Semana Santa, incorporara la segunda parte de la frase para hacer justicia a ese gran hombre que ahora estábamos despidiendo, (creíamos) que definitivamente: “Felices Pascuas, la casa está en orden… y no hay sangre en la argentina”.


Parece pertinente volver sobre esto porque vivimos sin duda un momento alfonsinista; ahora que el kirchnerismo se muestra recuperado de la caída del 28 de junio del año pasado, después de los festejos del 25 de Mayo y la enorme repercusión de optimismo que estalló, incluso alcanzando a los medios no oficialistas. Parece claro que ya no es legítimo ordenar la tropa con el fantasma del golpe.

Coloco la palabra golpe en itálica porque no estoy seguro de que se corresponda literalmente con las referencias a las que aludo y, sobre todo, porque no sé si alguien se haría cargo hoy de asumirlo como propio. Pero es el viejo golpe alfonsinista el que se evoca metaforizado (“los tanques mediáticos”, “la desaparición de goles”) o refinado teóricamente (“clima destituyente”). Estamos ahora justo en el punto en que la hipótesis del golpe se desvanece y desaparece con ella todo el discurso que tenemos elaborado sobre la democracia y las formas de participación: la democracia llama a participar solo cuando está amenazada. Nunca convoca positivamente. 

Nosotros elegimos tomar como cierta la hipótesis con la que trabaja el kirchnerismo cultural: la semana del 25 de Mayo fue una gran fiesta democrática. El espacio fue la calle, primó la buena leche y las ganas de estar. Etc. Etc. Nos gusta esta hipótesis, justamente, porque nos permite volver por otro lado sobre una cuestión que en algún momento creímos dirimida: la cuestión de la extorsión democrática fundada por el alfonsinismo y resucitada con el conflicto de la 125 por el kirchnerismo. 
¿Qué fue lo que agotó el recurso de apelar al golpe que usaba Alfonsín para legitimar sus actos de gobierno? La cuestión del vínculo entre democracia y movilización callejera que él prefirió disociar en Semana Santa en el nombre de la paz y el no derramamiento de sangre. Escuchemos in extenso la explicación de la ya referida más arriba, Sandra Russo: “Alfonsín nunca fue un líder revolucionario, y esta sociedad jamás podría haber tenido uno. No estamos llamados a esos cambios bruscos, sino al lento fluir de un sistema que nos evita el derramamiento de sangre. Alfonsín enfrentó aquel terrible dilema de los carapintadas atrincherados y la multitud en la Plaza con su confeso y nítido punto de vista radical. Optó por asegurarse la continuidad de un sistema que ahora se encarga de esos juicios. Sería justo que de ahora en adelante recordáramos, al menos, la frase completa”.

Bueno, es un horror para cualquiera que tenga un mínimo de cultura política leer este párrafo. Decir que la Argentina no estaba llamada a hacer la revolución en semana santa del 1987 es tan cierto como que nadie dijo nunca que el dilema de Alfonsín hubiese sido el de la revolución. Su dilema era, justamente, el de la democracia y sus límites: si se construía una democracia apoyada en la movilización popular o se optaba por otra, la que se empezó a construir desde aquel domingo, sin sangre, ni fuera ni dentro de las venas, lo que aquí en este blog Palomino llamó democracia de pecho tibio -o incluso frío.

Que jamás esta sociedad pueda tener un líder revolucionario es algo que ella explica por “un gen tanático y perverso que nos acosa”, colocando la cuestión lejos de nuestras posibilidades de análisis. Pero que los argentinos preferimos “el lento fluir de un sistema que nos evita el derramamiento de sangre” es lisa y llanamente una formulación insostenible que sólo se explica por la necesidad que tiene de cerrar su argumento de defender a Alfonsín: era un radical cuya conciencia política era el poder partidario.

Es tan enfermantemente alfonsinista que se hace difícil seguir leyendo y escribiendo sobre él: no voy a volver a ver del mismo modo a la autora de este texto. No puedo dejar de pensar que si gana Alfonsín va a ser la Ministra de Cultura. Estas cosas van a estar escritas en los manuales, repetidas en todos los documentales del canal oficial de entonces. ¡La historia argentina es la historia de un discurrir por las instituciones evitando derramar sangre! 

Lo que estaba propuesto para aquel domingo, era una marcha desde Plaza de Mayo a Campo de Mayo encabezada por Alfonsín. De estadistas cagones y alzamientos militares, la historia argentina está llena. De movilizaciones que movieran el fiel, una: el 17 de Octubre. Y no hubo, precisamente, una revolución. Los mismos milicos que lo desplazaron y nunca consiguieron un apoyo explicito del ressto de las fuerzas, a las pocas horas estaban buscándol a Perón para que volviera, y no disparando sobre la población. Hubo, por el contrario, sí, un proceso de fortalecimiento del Estado burgués mediante el reconocimiento de los derechos civiles políticos y económicos de una porción importante de la clase trabajadora.

¿Qué estaba en juego en Semana Santa? ¿No optando por la alternativa “revolucionaria”, Alfonsín salvó a los partidos políticos y con ellos a la democracia? ¡Pero si los partidos políticos dieron su apoyo! Y sino, ¿de qué modo se establecen los límites en una democracia, si no es mediante las movilizaciones? ¿Cómo se frenaba, por ejemplo, la represión que iba a caer sobre las barriadas de varias provincias con la implementación del Estado de sitio en diciembre de 2001?

Con la multitud concentrada en la plaza avivándolo, Alfonsín decide, no obstante, no marchar a Campo de Mayo. La negociación con los carapintadas ya estaba cerrada de antes, los emisarios del poder ejecutivo habían aceptado las condiciones sin negociar: cese a los procesamientos y Obediencia Debida, es decir, volver todo atrás, salvo para los miembros de la Junta. Los carapintadas, dicen que para cerrar el trato, quieren al presidente personalmente en Campo de Mayo. Es frente a esa disyuntiva que Alfonsín se para frente a la Plaza y pide que nadie marche a Campo de Mayo, que es él quien va a ir, que no es necesario ir todos, que él se ocupa, que no se calienten porque es algo que no hay que hacer: calentarse. Él va a ir a hablar con los rebeldes y vuelve, que lo esperen. Su verba inflamada disfraza de heroicidad su claudicación: va a rendirse frente a un puñado de sublevados, pero le comunica al pueblo que va a imponer la democracia sobre el autoritarismo. ¿Es este un “confeso y nítido punto de vista radical”? Sobre todo: ¿¡“confeso”!? ¡Pero si decidió no decir nada de lo que iba a hacer! ¡Al menos que confesara!

Esto es lo que le falta a la frase para completarla: reproducir correctamente la disyuntiva en la cual fue formulada. De lo contrario de lo que se trata es de una alta dosis de extorsión institucionalista. Cuando nos aclara que Alfonsín no era revolucionario (¡no era necesario, te lo juro!) esta queriendo decirnos lo siguiente: “vos que le reclamas que sea un revolucionario no estás comprendiendo las reglas del juego”. “Él era un radical, un viejo bonachón con principios, que estaba hecho del material del que está hecho el hombre común, que le gusta derivar o fluir por los canales del no derramamiento de sangre de la institucionalidad democrática.” Te está diciendo que sos un zarpado, un zurdo, un guerrillero, un trosko, un aventurero.

¡Por dios! ¡Que falta de sangre! ¡Y de transpiración! ¡Es la democracia del pecho frío!

Es la democracia que va de la calle al living, espacio privado que Russo evoca para mofarse del progresismo que repite la frase cortada al medio, la media verdad. ¡¡Pero si fue el propio Alfonsín el que nos mandó a discurrir la democracia en el living!! Escuchemos todo, ni la primera frase sola, ni apenas la segunda, todo el párrafo final: “Le pido al pueblo que ha ingresado a Campo de Mayo que se retire, es necesario que así lo haga. Y les pido a todos ustedes, vuelta a sus casa, a besar a sus hijos, a celebrar las pascuas en la paz de la Argentina.” A la casa, porque “es necesario que así lo haga”(!).



Volviendo, entonces, pero llenos ahora de discurso seissieteochista o peladowirtzista recargado de historicidad: ¿Se termina la extorsión? ¿Qué consecuencias tendría la permanencia de este eje discursivo? Aventuro: o el kirchnerismo cambia de estrategia discursiva o todo el entusiasmo k, todo el kirchnerismo cultural se vuelve un discurso reaccionario. Agitar la amenaza de un golpe conservador cuando el gobierno logra establecerse nuevamente (¡está ahora preocupado por ver si alcanza el 40% en primera vuelta!), pertrechado, además, en este último tiempo de una importante parafernalia mediática, sería ya entrar en el terreno del cinismo.

Agitar la necesidad de estar todos juntos los que estamos a favor de la democracia, los Derechos Humanos, la vida y la buena onda y no hacerle el juego a la derecha cuando alguien quiere hablar del violento retorno a las economías extractivas que está experimentando nuestro país y América latina. O cuando se denuncian las formas de trabajo precario y abiertamente trucho que se esconden atrás de los discursos del fifty-fifty y la vuelta al estado fuerte. O cuando se dice que la calle está durísima para curtirla por la cana, por el abandono, las rejas, la guita que se necesita para todo, por la falta de lugares comunes.

No hay problemas en aceptar que Kirchner se respalde en las intendencias del conurbano y la CGT cuando uno es apenas espectador de una escena en la que tiene, sí, enemigos y favoritos, pero no es nunca protagonista. Pero, ¿y si estamos diciendo que es indudable que la gente está bien, que ya pasó la ofensiva de la derecha, que hay espacio para moverse? ¿Y si nos entusiasmamos y de verdad salimos a la calle? ¿Y si abrimos nuestras casas? ¿Y si es verdad que se van a repartir los medios de comunicación y todos queremos de verdad hablar? ¿Y pensar juntos? ¿Quiénes quieren de verdad discutir estas cosas, así dejo de pelearme con el televisor?

¿No nos van a decir ustedes mismos, desde la tele, por facebook y por radio que nos vayamos a tomar la sopa temprano, que les demos un beso a nuestra mujer, a nuestros hijos y nos dediquemos a juntar la guita para tenerlos felices, en paz, y con el pecho bien fresco?


Etson Vera
etsonvera@gmail.com

La “potencia” del estado


I.                    La división de lo político
Hasta hace poquito más de década creíamos fervientemente en aquello de que la política era una esfera relativamente separada de la praxis en su conjunto. Algo así como su culminación positiva. Aquello que re-totalizaba y ennoblecía al conjunto en superación de sí mismo. Situados en un momento aplazado de esa auto-superación, trabado por una pluralidad de injusticias y bloqueos, así como por una multiplicidad de divisiones anacrónicas que debíamos enfrentar. La política se nos aparecía como restitución/creación de un proceso de reconciliación virtuosa por alcanzar en el espacio de un antagonismo por dar contenido a una nación refundada. Todo lo cual implicaba, como mínimo, el control efectivo del estado, como el más relevante de sus dispositivos. Es decir: el manejo, al menos provisorio de la instancia del poder cristalizado.
Algo sucedió, sin embargo, en nuestras cabezas adolescentes. La experiencia de un estado nacional gestionado por partidos socialistas, populistas y socialdemócratas de otras regiones más vastas del mundo hizo trizas aquellas ilusiones en que se sustentaban nuestros esquemas heredados (en síntesis, me refiero a la entonces añorada ecuación socialismo libertario = partidos de izquierda en el poder). Algo más ocurrió. Al mismo tiempo que esta debacle se sucedía, y por un sistema de enlaces causales simultáneos, esta frustración vino acompañada por la exacerbación de los atributos de la potestad del capital concentrado, en muchas ocasiones más poderosos que los estados mismos, o con recursos suficientes para orientarlos según sus intereses. El capital resolvió (globalizó) por arriba, lo que las luchas intentaban replantear -de modo antagónico- por abajo. Los estados se convirtieron ellos mismos en instancias globales de producción de narraciones nacionales (“Movistar, sponsor de la selección argentina”, etc).    
Las luchas sociales, las aventuras intelectuales y las militancias de vocación emancipatoria tuvieron entonces  que asumir una polémica histórica, que estimo aún hoy irresuelta: ¿conservamos o mutamos nuestra propia  comprensión de lo político, es decir, del modo de transformar las sociedades? La aparición del zapatismo, allá por enero de 1994, dio inicio formal a esta compleja reflexión en el terreno de las ideas y de las prácticas.
II.                  Ciclos
Estamos lejos de un balance definitivo, pero percibimos dos momentos claros (siempre pensando en Argentina y, a los sumo en América Latina). Un primer momento,  de excentración del estado y la mirada tradicional de la política con su eje clase/pueblo/partido/estado, y la proliferación de un nuevo protagonismo social expresado de modos variados (organizaciones sociales, grupos intelectuales, múltiples militancias) cuyo principal logro fue destituir los rasgos centrales (represión, uso de lenguaje) del llamado neoliberalismo (Digamos: del 1 de enero de 1994 a la llegada al poder de Evo Morales Bolivia, durante el 2006).
El segundo momento (iniciado en algún momento de la secuencia 2003/2006) es el llamado retorno de lo político (y con él, del estado), a partir de la constitución de gobiernos llamados progresistas, en parte de Sudamérica. Visto desde la perspectiva del ciclo anterior, se trata de un proceso cargado de avances y de ambigüedades. Del mismo modo, si se observa aquella primera fase desde esta segunda pude decirse que se trató de un momento fenomenal de apertura, incluso de un punto de inflexión, aunque incapaz de determinar constructivamente un nuevo contenido en el nivel institucional. La actual recurrencia a dispositivos más tradicionales en el orden institucional obedece, sobre todo, a este juego de interpretaciones. Así, los gobiernos progresistas ocupan un estado que ha vuelto a funciona como “condensación política de fuerzas” sociales.
¿Tenemos, entonces, que volver a las viejas ideas, como si el debate hubiese concluido?

III.                Distribución de lo sensible
Quienes afirman que sí, adosan su interpretación propia a la exhibición de la potencia del estado en derechos humanos, en asistencia social, en desarrollo industrial, y tienden a sonrojarse cuando se enuncia la ineficacia de esas mismas instituciones a la hora de plasmar la dimensión libertaria que atribuyen a tales progresos, o la perduración de invariantes de la acumulación neoliberal.  Una renovada modernidad capitalista –mucho más interesante y sensible que la de la fase neoliberal pura- se propone, entonces, como horizonte emancipativo, o por lo menos, como un pase en ese camino. La complejidad de la coyuntura, en la que cada día se avanza o retrocede unos centímetros se torna entonces en el horizonte absoluto de este “retorno de lo político”.
Los militantes, intelectuales y movimientos que operan en este nivel, suelen hacerlo lúcida y apasionadamente, si bien en coexistencia con un entramado no exactamente “idealista” de redes sociales e institucionales con las que deben lidiar noche y día. Pero junto a ello, otra pasión se activa: la de la refutación a todos aquellos que no acabamos de entusiasmarnos con los términos de esta re-identificación entre lo político, el estado y una nueva versión de su autonomía relativa.
Como se ve, el debate entre modos de pensar lo político se continúa también en esta nueva fase. Para la militancia que sostiene como prioridad difundir los puntos de vista de los gobiernos progresistas, se activa una visión reactiva respecto de los rasgos dominantes de la primera fase. Como si al organizar su práctica tuviesen que demostrar que no hay praxis política por fuera de su propia concepción.
A la inversa, quienes vemos con ojos que se resisten en aceptar la pretendida autonomía de lo político, no podemos evitar insistir en los evidentes síntomas de una crisis persistente de representación. Y, junto a ella, costado más reaccionario de la reposición de una idea de orden, de institución soberana representativa,  de desplazamiento de las prácticas sociales a un estatuto de “pre-político”.
IV.               Lo sagrado y lo profano
Esta semana la presidenta Cristina de Kirchner afirmó que ya no hay violencia en Argentina. De un modo del todo comprensible se refería a que ya no existen prácticas institucionales sistemáticas de desaparición de personas ni golpes de estado. Y que quienes insisten con el discurso de la argentina violenta e insegura son, sobre todo, aquellos miembros de porciones de las élites que fueron desplazas luego de la crisis del 2001, y del proceso iniciado durante mayo del 2003.
En el mismo momento en que la presidenta hablaba, y en que quien esto escribe sentía satisfacción por oír esas palabras, se iniciaba una pueblada en la ciudad de Bariloche, con tres muertos de una barriada popular en manos de una policía provincial que utilizó balas de plomo.
La complejidad de esta puesta en serie es evidente: ¿desmiente esta violencia el espíritu de las palabras de la presidenta? Evidentemente no, en la medida en que la represión policial no es directamente imputable a medidas resueltas por el gobierno nacional; porque constituye una verdad cierta (tan apreciable como defendible) que no hay un tratamiento sistemático de represivo del conflicto social y, más polémico, porque esta violencia no atañe de modo directo a “militantes políticos”, categoría que inviste hoy de un poder sagrado (la ambivalencia es clara: efecto democrático y operación de separación). Sin embargo, y a mismo título de verdad, puede responderse que sí estamos ante una pavorosa desmentida, en la medida en que el retorno de la “potencia del estado” deviene inseparable de su capacidad de ordenar lo social por medio de un conjunto de distinciones entre aquello que es “político” y aquello que no lo es (lo “social” o pre-político/profano).
Cada una de estas verdades no es tal que pueda negar sin más a la otra como su verdad. Al contrario, las condiciones de la lucha contra la represión han mutado favorablemente en general. Sin embargo, hay algo evidente en los casos de gatillo fácil: a 25 años de la normalización institucional estos casos se ha convertido en consustanciales de la democracia neoliberal, y ya no pueden ser pensados solo como herencia no elaborada de la dictadura.
V.                 Democracia y soberanía
Esta misma semana se ha levantado el corte de rutas más largo, visible y e incómodo para el gobierno: el que sostenía la asamblea de Gualeguaychú. Hubo amenazas de todo tipo, diálogos secretos, tácticas cambiantes: aprietes, elogios, tentativas, idas y venidas, pero desde el inicio el gobierno se comprometió a no reprimir, y no reprimió. Esa ardua negociación se tejió con el hilo de una trama que alcanza, por ejemplo, la reciente presidencia de Néstor Kirchner en Unasur.
¿Se puede relatar este conflicto a partir de la potencia de un estado que hace cumplir la ley enfundado en sus potestades soberanas? Evidentemente no. La paz surge de la paciencia mutua, y la negociación. De la potencia de la acción directa, de la persistencia en la masividad, y en el carácter inmediatamente trasnacional del conflicto mismo.
La paradoja es evidente: la represión que hubiese ratificado la declamada recomposición soberana del estado argentino sobre sus rutas es del todo incompatible con el proceso político en curso. Duhalde, que dijo que “no se puede gobernar con asambleas” y que luego de pasar al acto tuvo que irse antes de tiempo, dio paso a un tipo de gobierno muy diferente del conflicto social, fundado en la negociación y el juego de reconocimientos parciales. La evidencia de contradicciones entre proceso democrático y doctrina soberanista del monopolio de la violencia legítima constituye un punto admirable de sutil pugna social y encuentro no reglado entre dinámicas de desborde del dispositivo clásico de la soberanía, y técnicas ad hoc de producir gobernanza de lo social en su estado actual.
VI.                Dialéctica de gobierno y “desgobierno”
El punto de partida divergente puede entonces presentarse del siguiente modo: lo que para unos representa el “retorno de la política” (la vuelta de una instancia de autonomía de lo político, de lo simbólico) luego de la fase neoliberal/crisis, para otros representa una fase de “disolución de lo político” en la medida en que la praxis resistente da lugar a una distancia entre prácticas que son “políticas” y las que ya no lo son  (es decir, consideradas “meramente sociales”).
Esta prolongada divergencia, que ha ido mutando durante los últimos años hasta casi desaparecer de la esfera visibilidad, vuelve a hacerse presente, sin embargo, bajo la forma de una puja por los modos de usufructuar el común. Mi hipótesis es que no es posible separar de un modo determinante la capacidad de crear dispositivos jurídicos, políticos y narrativos para gobernar lo social, de la multiplicación de signos que refieren a un desborde continuo de lo social mismo respecto de aquellos dispositivos de gobierno.
¿Constituye este “desborde” una ocasión para fundar otra imagen de lo político, aún a sabiendas de que lejos de crear momentos “constituyentes” estas dinámicas suelen resolverse en una consistencia promiscua resistente a cualquier molde de politización? ¿Debemos, por el contrario, festejar esta nueva disposición gubernamental de desplazar sus bordes mismos hasta volver a enlazar estos desplazamientos al orden político y legal, incluso cuando constatamos que en no pocas ocasiones esa resolución no hace sino restituir los términos de una división jerárquica de lo político/social?
Preguntas, y más preguntas, porque la situación es compleja. Desestimar el reconocimiento logrado, y los espacios conquistados tras décadas de luchas sería tan retrogrado (antes quienes sueñan con dar pasos atrás) como admitir, en nombre de estos logros, las dimensiones persistentes de gobierno reaccionario de lo social. ¿Se abren posibilidades nuevas de pensar y actuar cuando se redefinen de este modo las tensiones del momento?
VII.             Sociología y almanaques
Lo reaccionario, me parece, consiste en desplazar la fecha del almanaque del 2001 al 2003. Y, más aún, de hacerlo a partir del impulso razonante del sociólogo, cuya lección consiste en dividir a los movimientos emancipatorios en dos partes opuestas, al atribuir a los obreros la lucha por los lazos comunitarios y contra la miseria, y a los jóvenes hijos de la clase media y alta el deseo individualista de creatividad autónoma, ganas a la coacción de los antiguos lazos comunitarios.  “Emancipación social” para los primeros, y “emancipación estética” para los segundos, en detrimento de los primeros.

Ranciére nos recuerda, de este modo, lo que habíamos empezado a olvidar con el ajuste del calendario: que la lucha colectiva por la emancipación obrera no ha estado jamás separada de una experiencia nueva de vida y de capacidades individuales, ganadas a la coacción de los antiguos lazos comunitarios, implicando una ruptura con los viejos modos de sentir, ver y decir que caracterizaba a lo obrero en el orden jerárquico antiguo.       

VIII.           Potencia del tiempo
Existen estos períodos de un auténtico desorden de clases y de identidades que la sociología conjura en pos de otros períodos de activación de los mecanismos de reconstitución institucional, y de una distribución más estable entre “clase”, “manera de ser” y “formas de acción”.
Percibida esta dinámica, podemos examinar las tensiones que recorren todo a todo el debate en torno a la naturaleza de los multitudinarios festejos del último bicentenario.
Hemos sido testigos –sino víctimas- durante años de una pugna por el tiempo, por controlarlo, por dominarlo, por retomar un poder de las élites sobre el porvenir. En eso ha consistido la nunca del todo desaparecida teoría moderna de la revolución y de la hegemonía, con sus infinitos matices. Percibo que este modo de explicar las cosas se ha vuelto más y más restrictivo, cuando la lucha esencial –lo político mismo en tanto que capacidad de crear lazo social- aparece ahora como territorio mixto, en disputa, recorrido por una pluralidad de dinámicas y pugnas por el reconocimiento pleno de las potencias de los otros.
Fatigoso pasaje de una fase en que la lucha por el tiempo constituía el sentido de lo político, a una fase en la cual el tiempo constituye él mismo el escenario de una pugna incesante, un escenario que se reabre cada vez que se lo intenta simplificar demasiado. Un espacio complejo, de unificación imposible, que no ceja de desmultiplicarse para exhibir las formas de un desborde aún incompresible y desafiante que desestabiliza todo orden de identidades en que descansa el paradigma de la gubernamentalidad.

DS, apuntes del sábado 19 junio de 2010

Sobre la contradicción principal en dos movimientos


Primer movimiento (marxista)
“Existen muchas contradicciones en el proceso de desarrollo de una cosa compleja; entre éstas, una necesariamente es la contradicción principal; su existencia y su desarrollo determina o influencia la existencia y el desarrollo de las demás”
Mao Tse Tung
Ahogados en un mar de dudas, de incertezas, de vacilaciones y de preguntas, de conjeturas, de prejuicios y de temores, de sospechas y de fobias, una sola, pero persistente convicción recorre, de pies a cabeza, nuestra ya poco grácil superficie corporal: somos marxistas. Sí, de Carlos Marx. Y en tanto tales sabemos que el único modo de derrotar definitivamente al capitalismo es detectar la contradicción principal, su talón de Aquiles, su punto de máxima debilidad. Es esta, y no otra, la precisa y adecuada forma de transformar el injusto modo de producción imperante.
El aludido filósofo teutón lo explica de una manera simple e iluminadora con estas palabras:
Al llegar a una fase determinada de desarrollo las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas, y se abre así una época de revolución social”.
O, de un modo más simple e iluminador aún, lo reformula la compañera Martha Harnercker:
Si el Capitalismo sigue como hasta ahora, la propia contradicción entre la burguesía capitalista y los trabajadores (es decir, entre los dueños de los medios de producción y aquellos que sólo tienen para vender su fuerza de trabajo) conducirá indefectiblemente a la Revolución Socialista”.
De esta verdad pura, dura e irrefutable, se fueron desprendiendo, como del árbol semillas de nuevos árboles, múltiples pensamientos que, a lo largo de los últimos dos siglos, se propusieron desnudar la mencionada contradicción principal. Podríamos hacer un recorrido por los grandes pensadores de la tradición marxista (de Lenin a Néstor Kohan, pasando por Mao y Gorgy Lukács); podríamos analizar los modos en los que eruditos de raigambre nacional recrearon, a su modo, esta contradicción expresándola en diversos pares antagónicos (expresiones como la nación versus las potencias imperiales, o el pueblo versus la oligarquía, o la burguesía nacional versus los monopolios internacionales no son sino expresiones de esta lógica recurrente); podríamos, finalmente, encontrar innumerables actualizaciones, desde el Terrorismo Global versus la Democracia Global, los Grandes Medios de Comunicación versus los Gobiernos Revolucionarios de América Latina o, a nivel local, la Oligarquía del Campo versus el Gobierno Popular.
Con todo, descubrir cuál es la contradicción principal y tener la capacidad de operar sobre ella constituye, de Maquiavelo a esta parte, el elemento clave de la política, el acertijo que todo proyecto transformador debe poder develar, exhibir y hacer estallar. Estas humildes apostillas se inscriben en esa larga búsqueda.
***
Lancemos nuestra sospecha, cenit de este escrito, sin más vueltas ni mediaciones: la contradicción principal del capitalismo contemporáneo —elemento que le es constitutivo y vértice de su máxima vulnerabilidad— parece fundarse en el encuentro entre el imperativo categórico “sé feliz” como máxima social, el consumo como el modo socialmente hegemónico de su realización y la insatisfacción como elemento inherente a la acción de consumir.
O, más en concreto, la cuestión parece funcionar de un modo bastante obvio: se arman un conjunto de imágenes identificatorias de la felicidad; imágenes que no son linealmente las de los “objetos” factibles de ser consumidos (de autos a viajes y pilchas, de color de piel a razas de perros), sino atributos que se les confieren a estos (cierto auto expresará prestigio o independencia o sensualidad, cierta ropa, belleza o espontaneidad y ciertas razas de perro, alegría, elegancia o madurez). Así, cuál combos, se proponen modelos de vidas organizados en torno a estos atributos altamente valorados, atributos que componen imágenes de felicidad individual como meta única e indiscutida. La publicidad, las marcas y el star system global y nacional desplegarán, de millones de modos posibles, estas imágenes.
No obstante, en segundos se devela la argucia, la arbitraria conexión entre los estados del alma y el régimen de los objetos. Casi como por arte de magia, las cosas una vez adquiridas pierden rápidamente su encanto: el auto, finalmente, es sólo un auto, el televisor, un televisor y el puré instantáneo, un puré instantáneo. El pico de felicidad fue, quizás, demasiado fugaz, demasiado tenue. Habrá que probar cambiando el celular. O los muebles de la cocina. O volver a hacerse las tetas. La insatisfacción parece estar inscripta en la acción misma de consumir. Como si el segundo posterior a cada nueva adquisición llevase inscripto la leyenda: “Lo siento. Inténtelo nuevamente”.  
En suma, un juego sin grandes secretos (lo más profundo es la piel, se decían por ahí): la exigencia social de ser feliz, la adquisición de cosas como modo de lograrlo y la insatisfacción inherente a este proceso; insatisfacción que deviene raudamente en malestar; malestar que parece querer decirnos que una vida no puede reducirse a esta mecánica.
Así, ¿cuál es el vínculo entre consumo y soledad, entre este malestar y la proliferación de ansiolíticos, antidepresivos y demás variedades de fármacos que intentan neutralizar las angustias contemporáneas? ¿En que medida las llamadas “enfermedades del vacío” (ataques de pánico, depresiones, fobias diversas) no son producto, más o menos directo, de esta paradójica dinámica que, fundada en el consumo, exige lo imposible? Y, finalmente, ¿en qué medida no es este malestar el que organiza, a su modo, lo social?
Segundo movimiento (kirchnerista)
Es mejor dejarlo claro de entrada: somos marxistas (lo dijimos en el movimiento anterior), pero somos parte activa —espiritual y materialmente— de este gobierno popular. Nuestros esfuerzos militantes, desde que se logró ordenar el caos que caracterizó el umbral de siglo (corralitos, cacerolas, muerte en la calle y en el puente, un que se vayan todos para que no venga nadie) y desde que, luego de un largo impasse, volvió la política, se enfocan en ese sentido. No dudamos ni un segundo en usar nuestra incisiva pluma —en éste y otros blogs hermanos— como trincheras de pensamiento; ni en acudir a cada acto al que convocaron los intelectuales comprometidos con la transformación de la realidad, hoy reunidos —en gesto desafiante ante tanta moda tecnológica que no hace más que alienar y dominar— en torno a un clasicismo epistolar que no cesa de proliferar; ni en adherir a muchos de los grupos de apoyo al gobierno en Facebook, ni en mandar nuestras fotos al Club de la alegría de 6, 7, 8. Ocupamos, además, nuestros jueves, viernes, sábados, domingos y lunes bancando con ahínco el “Fútbol para Todos”, al tiempo que dejamos de comprar Clarín y borramos de nuestro control remoto el canal 11 (donde está TN), el 12 (que es, en realidad, el 13), el 2 (porque es de De Narváez), el 3 (Crónica, porque es una grasada), el 14 (Magazine, porque es de Clarín), el 17 (TyC Sports, de Clarín), el 18 (TyC Max, de Clarín), el 35 (Volver que es de Clarín), el 60 (Ciudad Abierta, porque es de Macri) y tantos otros que no viene al caso detallar.
Queremos decir, entonces, que somos marxistas-kirchneristas (como Carlos Heller, como Martín Sabbatella, como Marcelo Fernández); y que, en tanto tales, nos sentimos obligados a presentar a debate público nuestras consideraciones en torno a la contradicción principal que estructura políticamente nuestro presente histórico. Pero antes de entrar de lleno en este tópico, demos un petit rodeo.
***
Domingo 20 de junio. En diversos puntos de este cuerpo celeste al que sin mucha originalidad dieron en llamar “Tierra” se festeja el Día del Padre (o Día de los Padres), sobrio ritual mediante el cual la sociedad toda ofrenda con los más variados regalos (en nuestro caso, sirva de ejemplo, nos agasajaron con una salida de baño y con unas inmejorables pantuflas) a quienes tienen la ventura de gozar de esa condición. En esta ocasión, además, la mencionada festividad adquiere un tinte particular debido a que celebra su Centenario. Efectivamente, cuenta la leyenda que el referido Día nace un 19 de junio de 1910 cuando Sonora Smart —oriunda de Spokane, una zona rural en Washington— honró a su padre, Henry Smart, veterano de la guerra civil, viudo y portador de seis críos­. Algunas décadas después, en 1966, el presidente Lyndon Johnson oficializó el Día del Padre como festividad nacional el tercer domingo de junio. Y de ahí, al mundo.
Mas no miremos el pasado, sino el presente; no nos extraviemos en territorios foráneos, sino concentrémonos en nuestro terruño. Del franco y cándido homenaje con el que una agradecida Sonora enalteció a su prolífico padre a la inmejorable ocasión para que todos y cada uno de los elementos racionales de este poco trascendente punto del globo pongamos a circular parte, en muchos casos significativa, de nuestros precarios salarios en función de adquirir y luego obsequiar alguna baratija. Así, distintos estudios de marketing and publicity señalan que para este Día del Padre hubo en la Argentina una “explosión de ventas”, que en los presentes que distinguen a la mencionada celebración la gente gastó el doble que el año pasado (el precio promedio (¡promedio!) gastado fue de 150 pesos, cuando el año pasado había sido de 75). Electrónica e informática (LCD, notebooks), ropa deportiva y todo el merchandising de la Selección Argentina fueron los rubros destacados. Pero los televisores LCD (que cuestan de 4.000 a 15.000 pesos) fueron, sin duda, la estrella de esta orgía de consumo: el furor de las promos  (“Hoy la gente compra promociones”, sostienen los comerciantes) y las 50 cuotas parecen ser los elementos claves de esta situación. Acontecimientos dispares (como el Bicentenario y el clima festivo por el Mundial de fútbol) reforzaron esta tendencia. Reina la buena onda entre la gente y eso, parece, empuja las ventas: “Por el buen ánimo que dejó el Bicentenario y ahora con el Mundial hay más ganas de festejar el Día del Padre y de comprar”, explican.
El vínculo entre “buen ánimo” y “consumo” no deja de ser significativo: si en alguna parte de este mismo blog se destacaba la buena onda como motor de la política, acá pareciera devenir base espiritual de la mercancía, estímulo del gasto y condición del hiperconsumo de masas. Una multitud alegre y festiva que desborda los shoppings.
***
Demos un paso más y aproximémonos al problema que queremos afrontar. Hace ya un tiempo que comenzamos a sospechar que la principal base de legitimación del kirchnerismo no es la política de Derechos Humanos ni el descuelgue del cuadro de Videla, no es la sin duda interesantísima Ley de Radiodifusión, ni la fundamental Asignación Universal por Hijo, tampoco la creación de cooperativas, ni el fútbol gratis, aunque todas estas medidas aporten su granito de cal en esta construcción. La principal base de legitimación del gobierno popular es su innegable capacidad —desde hace ya más de siete años— para  posibilitar el consumo y el hiperconsumo. Este es, nos guste más o menos, su as de espadas, su verdadero talismán. Una de esas verdades límpidas, diáfanas, que parece estar más allá de la crispación, más allá del conflicto con Clarín y con el campo, más allá de los discursos de izquierda y de derecha, más allá del Bicentenario y del Mundial, más allá del bien y del mal.
Es en este marco, además, donde el kirchnerismo deviene verdadero movimiento de masas, donde la movilización se vuelve constante, sistemática, fluida. Se mueve pueblo, energía, deseos, dinero. Quizá sea una imagen algo distante de aquella del proletariado organizado. Tampoco coincide con la de nuestros cabecitas negras vislumbrando su primavera con las patas en la fuente ni con la de las nutridas columnas de la gloriosa JP que, en los primeros años del ’70, hacían estallar la Plaza y vibrar el balcón. Quizá poco quede de aquello. Pero el movimiento… pero el movimiento es incesante y rabioso: los shoppings estallan de deseantes masas populares.
***
El Yin y el Yan, el Sol y la Luna, el Hombre y la Mujer: pareciera que la naturaleza misma organiza su equilibrio a partir de pares opuestos. Así, como contracara maldita de esta fiesta, de esta verdadera fiesta popular, parece crecer la insatisfacción y la soledad. Estudios tan sensatos como los anteriores (que incluyen, por ejemplo, al mismísimo Ministerio de Salud de la Nación) señalan que en los últimos años aumentó significativamente el consumo, pero, en este caso, el consumo de pastillas para “rendir más y sentirse bien”.
«Los argentinos indicamos, sugerimos, aconsejamos, prescribimos y convidamos medicamentos. Así, se suele tomar una píldora para dormir y otra para despertarse, una para estar activo y otra para estar tranquilo, una para vivir y otra para morir, una para el estreñimiento y luego otra para la flojedad«.
Sedantes, diuréticos, antidepresivos, ansiolíticos, polivitamínicos: en los últimos cuatro años las ventas de estos fármacos aumentaron un 20 por ciento y sólo en el último año se comercializaron 48.682.392 cajas de este tipo de medicamentos. “Al Rivotril, por ejemplo, ya se lo consume como si fueran pastillas de menta. Y es una droga muy adictiva«, confesaba un mortificado farmacéutico.
La Argentina feliz y empastillada. El imperativo categórico sé feliz insiste en cada momento, en cada instante de nuestra vida. El consumo se expande hasta ocuparla por completo. La insatisfacción viene por añadidura. El malestar duele en el cuerpo. La industria farmacéutica procura neutralizar el dolor. La tristeza. La ansiedad. La soledad. Y hace negocios.
Ya lo dijo el Gran Timonel: existen muchas contradicciones en el proceso de desarrollo de una cosa compleja como el proceso de transformación al que estamos asistiendo, pero, entre éstas, una necesariamente es la contradicción principal (dado que su existencia y su desarrollo determina o influencia la existencia y el desarrollo de las demás), contradicción que mina por dentro la transformación. Sospechamos que nuestro gobierno popular está entrampado en esta situación, acorralado en un callejón sin salida: buena onda, consumo intensísimo, empastillamiento popular. ¿Cuál será la salida? ¿Cómo torcer un rumbo que parece irrevocable?
Horacio Tintorelli
(un kirchnerista en contradicción)

«¿Quién sois, lobo?» inquiere, inocente, Caperucita.



¡

Ya quieren clavarle al Lobo la estaca de la identidad! 

Pero Lobo, verdadero animal salvaje -capaz de manada tanto como de soledad, amante de la luna tanto como del aullido ensordecedor- sólo acepta clavarse al instante del tiempo. Lobo nació este año y ya murió en los médanos, seguramente a manos de la policía. Caperusita tiene todas las razones del mundo para estar ansiosa, asustada y, seguramente, algo excitada. Porque aún muerto, Lobo Suelto sigue cronicando, temible, desde el otro lado de la noche.

Populismo de Palermo


El populismo es, crease o no, un sistema de “equivalencias” que expulsan de su interior un “exterior radical”. Al menos así lo presentan las filosofías que actualmente lo proyectan como un concepto positivo, noble e incluso sofisticado (Laclau). Esta formulación lógica (lógica “sin historia”, diríamos si tuviéramos ahora tiempo para desarrollar este filón crítico) conlleva la siguiente traducción al mundo de la política: el populismo trata de un conjunto de demandas que el sistema político no logra (por el motivo que fuera) satisfacer. La imagen es clara. El estado liberal –cuando y donde funcionan – trata por separado a cada demanda, y las va satisfaciendo de modo considerable. Cuando (y donde) dicha dinámica se frustra, cuando resulta insuficiente para alcanzar dicha satisfacción, se sobre-acumulan demandas, y una parte de la población queda disponible para nuevos procesos de identificación. Es la hora del populismo, que surge de enlazar dichas demandas en una serie de equivalencias (o mutua referencialidad horizontal) en busca de una consigna unificadora, y de un líder capaz de darles consistencia, gravitación e incluso aptitud para el antagonismo político. Esto, cuando ocurre en un país, se llama “populismo”. Cuando ese país es latinoamericano, se llama “populismo de izquierda” (a diferencia de lo que ocurre, por caso, en Europa, en donde el liberalismo es más logrado y el populismo amenaza como monstruosidad del pueblo).  Y bien, ¿cuál es el objetivo del populismo? Crear un sistema en que las demandas sean por fin satisfechas, por fuera del antiguo régimen que las desconocía. Es decir, volver innecesario –inactual por exitoso- nuevos cruces transversales de demandas, ahora satisfechas. El buen populismo victorioso, se entiende fácil, conduce a un tipo liberalismo “serio”, de esos que en la región suenan a mera utopía.  


El problema del populismo es menos su silenciosa y disimulada oferta de un liberalismo “serio” (capaz de confrontar contra el liberalismo realmente existente) sino el formalismo que lo produce como concepto y representación operante licuando todo lo que en el movimiento antagonista real hay de exceso, de posibilidad y de radicalidad en pos de un esquema desvitalizado, repetitivo e irreal. Hay algo en este formalismo que suena a fracaso antes de tiempo. Suena a equipo no se afirmará en la cancha, que jugará con puros esquemas en la cabeza, sin la garra que da el engarce, suena a equipo con la cabeza en las nubes y sin los pies en la tierra, es decir, a mucha distancia del balón. Suena, en definitiva, a que las condiciones efectivas para la gambeta, el encare y la unión mágica de la astucia, la fuerza y el humor que nos llevan a lo sublime futbolero será nuevamente hipotecado en nombre de alguna imagen simplona y muy poco “satisfactoria” de nuestras demandas, largamente desoídas.
Se trata, ciertamente, de un problema de traducción. Al aceptar que nuestras aspiraciones sean dispuestas como “demandas” ya hemos perdido la sed y el corazón. Ya encerraditos en el esquema de pizarrón sabemos lo que podemos esperar. Lo único real frente al pizarrón, como decía un amigo, es el polvito que cae tras la tiza rota.
Ese residuo o resto revela una verdad: las traducciones simbólicas impecables son estafas. Demandan de nosotros esfuerzo fisiológico concreto, un matrimonio (perdón por malograr palabras “divinas”) entre neurona y afecto, para devolvernos un clon, una copia sin falla y sin vida de lo vivo mismo.
Así funciona la cosa. Así funcionan los razonamientos estetizantes en torno el populismo: desangelando lo real. Pero así funcionan también ciertos mercados. ¿O no sabemos cómo funciona, por caso, la dinámica urbana llamada palermización? Extendida a una significativa porción de la ciudad (Villa crespo, Colegiales, Belgrano), tal “palermización” quiere decir eso: puesta en equivalencia puramente esquematizada de todo aquello que nacido de la vida y la creación de valores  para ser repuesto como belleza-mercancía a buen precio, excluyendo, de modo radical, los pelos y señales que necesariamente lo contaminaban en su origen vivo. Devolución abstracta y espectacular de todo eso que en su origen conlleva la marca de biografías surcadas por el trabajo, el goce popular y hasta de las derrotadas vanguardias políticas del pasado. Ropa “boliviana”, bares con “onda” (de viejos cafés izquierdistas), etc.
Las teorías del populismo, que hablan de “demandas” y “articulaciones” operan en el mismo nivel de abstracción de las singularidades, que las tiendas de la palermización.
La cosa no sería gravosa fuera del círculo estimado en un medio millón de personas que se acomodan entre la dinámica de la palermización y los textos “a la” Laclau. Sin embargo, algo de esa dinámica se ha vuelto ideología expansiva los últimos tiempos, hasta penetrar incluso las hebras más hondas de la sensibilidad.  El último mundial de fútbol que acaba de concluir con más penas que glorias –salvo para la gallegos, y para la gloriosa Celeste- da muestras de ello. Sobre todo cuando reparamos en el actuación del gran “narrador” gesticulante de nuestro presente (como se ha referido a Maradona cierta nueva sociología del fútbol llevada adelante por un tal Pablo Alabarces), generador único de singularidades tanto fubolísticas como lingüísticas, pero proclive a dilapidar esa magnífica capacidad fabulante, apostando a pobres mitologías.
Sobre la merecida e imprescindible presencia de Maradona en nuestro Panteón no hace falta detenerse.  Pero al mismo tiempo debemos señalar –corriendo los riesgos de colocarnos en contra a todo el populismo de Palermo- que no todo en él ha sido mágico en este mundial. O, mejor, que no toda su magia estuvo al servicio de narrar una argentina emancipada. Y no me refiero al sistema táctico utilizado en el partido contra Alemania, o a la frustrada participación de Riquelme en el seleccionado, sino a un gesto muy concreto. Faltando minutos para finalizar el partido contra Grecia, Maradona discute con Enrique y Mancuso y, contra la opinión de estos, propone al “loco” de Palermo, quien llega a entrar en contacto dos veces con la pelota. En una primera acción, se trata de una media vuelta absolutamente carente de gracia, cargada de un destrato único y característico del esférico, pifiando el tiro de modo grosero. La segunda jugada, empujada por la fuerza mitológica del narrador, la bocha entra. 
Al terminar el partido, Diego dice que le dijo a Palermo antes de entrar a la cancha: “definímelo”. Frase magnífica pero mal puesta ante un partido fácil y ya ganado. Este gesto resulta completamente impensado en un partido riesgoso.
Maradona es un creador de mitos. Buena parte de los gestos que hacen hoy a nuestra argentinidad llevan su marca. El “afecto imitatio” a que nos hemos entregado con él, como pueblo, nos ha enaltecido casi siempre (tanto en aquellos episodios futboleros del 86 como en los gestos de rebeldía del año 90) ante el resto del mundo.  Con el Diego hemos expuesto, a los ojos de un planeta entero, la cualidad única del gambeteador trágico, del guerrero danzarín, de una idea digna de la nación sumergida, y un uso no menos original y creativo de la lengua. En la cancha y fuera de ella el Diego inventa expresiones, hace vibrar, destruye el estereotipo y traiciona al sistema de lo previsible. Cuando tal capacidad crea “mística”, imaginando todos que algo de esa magia pueda ser compartida rozamos un algo de felicidad. Con sus oscilaciones, el maradonismo ha sabido rebelarse a los esquemas, escapar a las redes de con los que siempre intentaron pescarlo los oportunistas y poderosos de turno (No hace falta que nos extendamos sobre el modo en que Macri ha capitalizado estas circunstancias). Sería una pena, y no sólo una ilustración de triste pregnancia las ideologías de época, que esa capacidad de singularidad sea reducida a mero populismo de Palermo.
Gloria Ivanna Choa

Homenaje a Néstor

La desaparición de la homosexualidad
Néstor Perlongher
Publicado en El Porteño Nº 119, noviembre 1991

Archipiélagos de lentejuelas, tocados de plumas iridiscentes (en cada vertebración de la cadera trepidante, las galas de cien flamencos que flotan en el aire tornado un polvo rosa), constelaciones de purpurinas haciendo del rostro una máscara más, toda una mampostería kitsch, de una impostada delicadeza, de una estridencia artificiosa, se derrumba bajo el impacto (digámoslo) de la muerte. La homosexualidad (al menos la homosexualidad masculina, que de ella se trata) desaparece del escenario que tan rebuscadamente había montado, hace mutis por el foro, se borra como la esfumación de un pincelito en torno de la pestaña acalambrada, acaramelada. Toda esa melosidad relajante de pañuelitos y papel picado irrumpiendo en la paz conyugal del dormitorio, por ellas (o por ellos: ah, las elláceas), a gacelas subidas y por toros asidas y rasgadas, convertido en un campo de batallas de almohadones rellenos de copos de algodón hecho de azúcares pero en el fondo, siempre, como un dejo de hiel, toda esa parafernalia de simulaciones escénicas jugadas normalmente en torno de los chistes de la identidad sexual, derrumbase -diríamos, por inercia del sentido, con estrépito, pero en verdad casi suavemente-, en un desfallecimiento general. La decadencia sería romántica si no fuese tan transparente, tan obscena en su traslucidez de polietileno alcanforado. Desvanécese, pero sin descender a los abismos de donde supónese emergida gracias al escándalo de la liberación, sino yéndose, deshilachándose en un declive casi horizontal continuando cierta existencia menor -de una manera, claro está, atenuada, levísima como la difuminación de un esfumino- en una suerte de callado cuarto al lado -el cuarto de Virginia Wolf, tal vez, pero en silencio, habiendo renunciado a los célebres y conmovedores parties.

Es preciso aclarar: lo que desaparece no es tanto la práctica de las uniones de los cuerpos del mismo sexo genital, en este caso cuerpos masculinos (y de la parodia, renegación y franeleo de ésta dada -en el sentido de don- masculinidad, trata en abundancia su imaginario), sino la fiesta del apogeo, el interminable festejo de la emergencia a la luz del día, en lo que fue considerado como el mayor acontecimiento del siglo XX: la salida de la homosexualidad a la luz resplandeciente de la escena pública, los clamores esplendorosos del -dirían en la época de Wilde- amor que no se atreve a decir su nombre. No solamente se ha atrevido a decirlo, sino que lo ha ululado en la vocinglería del exceso. Acaba, podría decirse, la fiesta de la orgía homosexual, y con ella se termina (¿acaso no era su expresión más chocante y radical?) la revolución sexual que sacudió a Occidente en el curso de este tan vapuleado siglo. Se cumple, de alguna manera, el programa de Foucault, enunciado -para sorpresa de la mayoría y duradera estupefacción de los militantes de la causa sexual- en el primer volumen de la Historia de la sexualidad. El dispositivo de sexualidad, vaciado, saturado, revertido, vive -aun cuando sea posible vaticinarle el vericueto de alguna treta, alguna sobrevivencia en la adscripción forzada y subsunción a otros dispositivos más actuales y más potentes-, acaso en la cúspide de su saturación, un manso declive.

Un declive tan manso que si uno no se fija bien no se da cuenta es el de la homosexualidad contemporánea. Porque ella abandona la escena haciendo una escena patética y desgarradora: la de su muerte. Debe haber algún plano -no el de una causalidad- en que esa contigüidad entre la exacerbación desmelenada de los impulsos sexuales («verdaderos laboratorios de experimentación sexual», diría Foucault) y la llegada de la muerte en masa del Sida, algún espacio imaginario, o con certeza literario, donde esa contigüidad se cargue de sentido, sin tener obligatoriamente que caer en fáciles exorcismos de santón. Sea como fuere, hay una coincidencia. Cabrá a los historiadores determinar la fuerza y la calidad de la irrupción morbosa en el devenir histórico, comprenderlas. A los que ahora la sentimos no se nos puede escapar la siniestra coincidencia entre un máximo (un esplendor) de actividad sexual promiscua particularmente homosexual y la emergencia de una enfermedad que usa de los contactos entre los cuerpos (y ha usado, en Occidente, sobre todo los contactos homosexuales) para expandirse en forma aterradora, ocupando un lugar crucial en la constelación de coordenadas de nuestro tiempo, en parte por darse allí la atractiva (por misteriosa y ambivalente) conclusión de sexo y muerte.

Se puede pensar que nunca la orgía llegó a tal exceso como bajo la égida de la liberación sexual (y más marcadamente homosexual) de nuestro tiempo. El libro de Foucault puede anticipar esa inflexión -que ahora parece verificarse ya no en el plano de las doctrinas, sino en las prácticas corporales-, porque él nos muestra cómo la sexualidad va llegando a un grado insoportable de saturación, con la extensión del dispositivo de sexualidad a los más íntimos poros del cuerpo social.

El dispositivo social desarrollado en torno de la irrupción del Sida lleva paradójicamente a su máxima potencia la promoción planificada de la sexualidad -tratada ésta como un saber por un poder- y marca de paso el punto de inflexión y decadencia. Es curioso constatar cómo estamos a tal punto imbuidos de los modernos valores de la revolución sexual que nuestro primer impulso es denunciar coléricamente su reflujo. No vemos la historicidad de esa revolución, no conseguimos relativizar la homosexualidad tal como ella es dada (o era dada hasta ahora), enseñada y transmitida por médicos, psicólogos, padres, medios de comunicación, amantes y amantes de los amantes -siendo esa ilusión de ahistoricidad intemporal incentivada por buena parte del movimiento homosexual, que defiende la tesis de una esencia inmutable del ser homosexual. Nuestra homosexualidad es un sexpol, o al menos se presenta y maneja, a pesar de la homofobia de Reich, como uno de sus resultados. Un elemento político, un elemento sexual. Parece El Fiord de Osvaldo Lamborghini (pero un Lamborghini sin éxtasis). A decir bien, ¿sin éxtasis?

Sabemos gracias a Bataille que la sexualidad (el «erotismo de los cuerpos») es una de las formas de alcanzar el éxtasis. En verdad, Bataille distingue tres modos de disolver la mónada individual y recuperar cierta indistinción originaria de la fusión: la orgía, el amor, lo sagrado. En la orgía se llegaba a la disolución de los cuerpos, pero éstos se restauraban rápidamente e instauraban el colmo del egoísmo, el vacío que producen en su gimnasia perversa resulta ocupado por el personalismo obsceno del puro cuerpo (cuerpo sin expresión, o, mejor, cuerpo que es su propia expresión, o al menos lo intenta…). En el sentimentalismo del amor, en cambio, la salida de si es más duradera, el otro permanece tejiendo una capita que resiste al tiempo en el embargo de la sublimación erótica. Pero sólo en la disolución del cuerpo en lo cósmico (o sea, en lo sagrado) es que se da el éxtasis total, la salida de sí definitiva.

Estamos demasiado aprisionados por la idea de sexualidad para poder entender esto. La sexualidad vale por su potencia intensiva, por su capacidad de producir estremecimientos y vibraciones (¿sería, en esta escala, el éxtasis una suerte de grado cero?) que se sienten en el plano de las intensidades. Pero no quiere decir que sea la única forma, menos aún la forma obligatoria, como nos quieren hacer creer Reich y toda la caterva de ninfómanos que lo siguen, aún discutiéndole algo, pero imbuidos del espíritu de la marcha ascendente del gozo sexual.

Nos suena ya una antigualla. Pero pensemos cuánto se ha luchado por llegar, por conseguir, por alcanzar, ese paraíso de la prometida sexualidad. Con el Sida se va dando, sobre todo en el terreno homosexual (pienso más en el brasileño, muy avanzado, ello es, donde se llegó a un grado de desterritorialización considerable en las costumbres; en otros países menos osados ese proceso de reflujo tal vez no se pueda ver con tanta claridad; es que es ta desaparición de la homosexualidad está siendo discreta como una anunciación de suburbio, a muchos lugares la noticia tarda un poco en llegar, aún no se enteraron…), otra vuelta de tuerca del propio dispositivo de la sexualidad, no en el sentido de la castidad, sino en el sentido de recomendar, a través del progresismo médico, la práctica de una sexualidad limpia, sin riesgos, desinfectada y transparente. Con ello no quiero postular un viva la pepa sexual, dios nos libre, tras todo lo que hemos pasado (sufrido) en pos de la premisa de liberarnos, sino advertir (constatar, conferir) cómo se va dando un proceso de medicalización de la vida social. Esto no debe querer decir (confieso que no es fácil) estar contra los médicos ya que la medicina evidentemente desempeña, en el combate contra la amenaza morbosa, un papel central.

El pánico del Sida radicaliza un reflujo de la revolución sexual que ya se venía insinuando en tendencias como la minoritariamente desarrollada en los Estados Unidos que postulaban el retorno a la castidad. En verdad la saturación ya venía de antes. La saturación parece inherente al triunfo del movimiento homosexual en Occidente, al triunfo de la homosexualidad, que viene de un proceso bastante ajetreado y conocido que no hace falta repetir aquí. Recordemos que la homosexualidad es una criatura médica, y todo lo que se ha escrito sobre el pasaje del sodomita al perverso, del libertino al homosexual. Baste ver que la moderna homosexualidad es una figura relativamente reciente, que, puede decirse, y al enunciarlo se lo anuncia, ha vivido en un plano de cien años su gloria y su fin.

¿Qué pasa con la homosexualidad, si es que ella no vuelve a las catacumbas de las que era tan necesario sacarla, para que resplandeciese en la provocación de su libertinaje de labios refulgentemente rojos? Ella simplemente se va diluyendo en la vida social, sin llamar más la atención de nadie, o casi nadie. Queda como una intriga más, como una trama relacional entre los posibles, que no despierta ya encono, pero tampoco admiración. Un sentimiento nada en especial, como algo que puede pasarle a cualquiera. Al tornarla completamente visible, la ofensiva de normalización (por más que estemos tratando de cambiar la terminología, más después de que Deleuze lanzó la noción de sociedades de control, como sustituyente de las sociedades de disciplina de que habla Foucault, no es fácil llamar de una manera muy diferente a tan profunda reorganización, o intento de reorganización de las prácticas sexuales, indicada sensiblemente por la introducción obligatoria del látex en la intimidad de las pasiones) ha conseguido retirar de la homosexualidad todo misterio, banalizarla por completo. No dan ganas, es cierto, de festejarlo, al fin y al cabo fue divertido, pero tampoco es cuestión de lamentarlo. Al final, la homosexualidad (su práctica) no ha sido una cosa tan maravillosa cuanto sus interesados apologistas proclamaran. No hay, en verdad, una homosexualidad, sino, como dirían Deleuze y Guattari, mil sexos, o por lo menos, hasta hace bien poco, dos grandes figuras de la homosexualidad masculina en Occidente. Una, de las locas genetianas, siempre coqueteando con el masoquismo y la pasión de abolición; otra, la de los gays a la moda norteamericana, de erguidos bigotitos hirsutos, desplomándose en su condición de paradigma individualista en el más abyecto tedio (un reemplazo del matrimonio normal que consigue la proeza de ser más aburrido que éste). Me arriesgaría a postular que la reacción de gran parte de los homosexuales frente a las campañas de prevención está siendo la de dejar de tener relaciones sexuales en general, más que la de proceder a una sustitución radical de las antiguas prácticas por otras nuevas «seguras», o sea con forro.


La homosexualidad se vacía de adentro hacia afuera, como un forro. No es que ella haya sido derrotada por la represión que con tanta violencia se le vino encima (sobre todo entre las décadas del 30 y del 50, y, en el caso de Cuba, todavía ahora se la persigue: una forma torturante de que conserve actualidad y alguna frescura). No: el movimiento homosexual triunfó ampliamente, y está muy bien que así haya sido, en el reconocimiento (no exento de humores intempestivos o tortuosos) del derecho a la diferencia sexual, gran bandera de la libidinosa lidia de nuestro tiempo. Reconozcámoslo y pasemos a otra cosa. Ya el movimiento de las locas (no sólo político, sino también de ocupación de territorios: un verdadero Movimiento al Centro) empezó a vaciarse cuando las locas se fueron volviendo menos locas y tiesos los bozos, a integrarse: la vasta maroma que fundía a los amantes de lo idéntico con las heteróclitas, delirantes (y peligrosas) marginalidades, comenzó a rajarse a medida que los manflorones ganaron terreno en la escena social. El episodio del Sida es el golpe de gracia, porque cambia completamente las líneas de alianza, las divisorias de aguas, las fronteras. Hay sí discriminación y exclusión con respecto a los enfermos del Sida, pero ellos -recuérdese- no son solamente maricones. Ese estigma tiene más que ver, parece, con el escándalo de la muerte y su cercanía en una sociedad altamente medicalizada. Su promoción aterroriza y sirve para terminar de limpiar de una vez por todas los antiguos poros tumefactos y purulentos que la perversión sexual ocupaba, en los cuales reía con la risa de los Divine (la loca de «Nuestra Señora de las Flores», la inmensa travesti norteamericana). Asimismo, con la llegada de la visitante inesperada (así se llama la última pieza de Copi), los antiguos vínculos de socialidad, ya resquebrajados por la quiebra de los lazos marginales de que hablábamos, terminan de hacer agua y de venirse abajo. Es que con el Sida cambian las coordenadas de la solidaridad, que dejan de ser internas a los entendidos, como sucedía cuando la persecución, para pasarle por encima al sector homosexual y desbordarlo por todas partes . Así, se nota que son de un modo general las mujeres (las mujeres maduras) las que se solidarizan con los sidosos, mientras que sus colegas de salón huyen aterrados.

Toda esa promoción pública de la homosexualidad, que ahora, por abundante y pesada, toca fondo, no ha sido en vano. Ha dispersado las concentraciones paranoicas en torno de la identidad sexual, trayendo la remanida discusión sobre la identidad a los salones de ver TV, hasta que todos se dieran cuenta de su idiotez de base; al hacerlo, ha acabado favoreciendo cierto modelo de androginia que no pasa necesariamente por la práctica sexual. Dicho de otra manera: las locas fueron las primeras en usar arito; ahora se puede usar arito sin dejar de ser macho. Aunque ser macho ya no signifique mucho. De últimas, la desaparición de la homosexualidad no detiene el devenir mujer que el feminismo (otro fósil en extinción) inaugurara, lo consolida y asienta, más que radicalizarlo, y lima romando sus aristas puntiagudas.

Ahora, la saturación (por supuración) de esta trasegada vía de escape intensivo que significó, a pesar de todo, la homosexualidad, con su reguero de víctimas y sus jueguitos de desafiar a la muerte (pensemos en la pieza de Copi, víctima de Sida, Les Escaliers de lçotre Dame: una cohorte de travestis, chulos, malandras y policías juegan a desafiar a la muerte en las escalinatas de la catedral, que hace de fondo lejano; desafío que la llegada de la muerte masiva ha vuelto innecesario, entre macabro y ridículo), favorece que se busquen otras formas de reverberación intensiva, entre las que se debe considerar la actual promoción expansiva de la mística y las místicas, como manera de vivir un éxtasis ascendente, en un momento en que el éxtasis de la sexualidad se vuelve, con el Sida, redondamente descendente.

Con la desaparición de la homosexualidad masculina (la femenina, bien valga aclararlo, continúa en cierto modo su crecimiento y extensión, pero en un sentido al parecer más de corporación de mujeres que de desbarajuste dionisíaco), la sexualidad en general pasa a tornarse cada vez menos interesante. Un siglo de joda ha terminado por hartarnos. No es casual que la droga (aunque sean sus peores usos) ocupe crecientemente el centro de las atenciones mundiales. Mal que mal, la droga (o por lo menos ciertas drogas, los llamados alucinógenos) acerca al éxtasis y llama, mal que les pese a los cirqueros históricos, a algún tipo de ritualización que la explosión de los cuerpos en libertinaje desvergonzado nunca se propuso (aunque ya una heroína sadiana avisaba: «Hasta la perversión exige cierto orden»).
 

Abandonamos el cuerpo personal. Se trata ahora de salir de sí.

Entrevista a Sergio Lipstein

 “Somos seres de la ley y del lenguaje, y tenemos que auspiciar una y otra vez el poder emancipador de esta constatación”

Sergio Lipstein (Bahía Blanca, 1971) es psicoanalista e investigador incansable de las subjetividades contemporáneas; miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP) y docente en la Escuela de Orientación Lacaniana (EOL). Es coautor de libros como Efectos no deseados del psicoanálisis (Plural, 2003), Deseo, matema y politema en Lacan (Anáfora, 2006), Cuando un hombre ama a una mujer: una abordaje a lo imposible  (Plural, 2009).


Lobo: ¿Cómo interpretás la hiper-circulación de enunciados políticos de estos últimos dos años?
Sergio Lipstein: Siempre que la palabra aparece en escena algo bueno puede ocurrir. Pero estamos forzados a distinguir el goce mismo de la palabra en un sentido puramente ideológico o puramente mercantil (lo que Lacan llamó el Discurso del Amo y que hoy encarnan los grandes medios de comunicación) de otros usos que en la actualidad vemos, lentamente, aparecer. De a poco, vemos resurgir la argumentación, la creación de razonamientos implicados, el uso de un lenguaje que no reproduce sentidos dados, sino que intenta trabajar el síntoma social, que se hace cargo de las rupturas, de los vacíos y de los desplazamientos en torno a los cuales podemos hablar de lo político. Porque lo político es, antes que nada, discontinuidad de las significaciones. Un claro ejemplo de esto es el discurso del gobierno con el tema de los Derechos Humanos. Por un lado, luego de décadas de hipocresía, la palabra oficial se reviste de una responsabilidad y pasa al acto. Vemos cómo esta dinámica se extiende hasta implicar, incluso, al desesnmascaramiento del pacto perverso apropiador-apropiado en el caso de la señora de Noble. Pero hay que señalar que esta posibilidad de enunciación política se genera a partir de la novedad de ciertos movimientos colectivos que han asumido la importancia de la palabra.
Lobo: ¿Qué rebela, desde tu perspectiva, este resurgimiento de lo discursivo a nivel del lazo social?
SL: Como sabemos, el lazo social no existe. Sobre el vacío de lo real, inventamos vínculos. La idea de que hay un lazo social, una objetividad natural, es completamente reaccionaria: es la posición del poder, del capital contemporáneo. La política es el movimiento de subvertir ideas y representaciones, en pos de una libertad subjetiva más plena. Por eso, me interesa ampliar las consideraciones específicamente políticas al campo más amplio de lo “social”, allí donde más hondo ha calado el ideal del “todo es posible”, allí donde se constituye ese individuo hedonista impotentizado en sus deseos. Cuando Marx habla de fetichismo de la mercancía resulta más actual que nunca. No invento nada si afirmo que no podemos desconocer el papel de la angustia en la constitución del llamado “lazo social”. Argentina es uno de los países que más ansiolíticos y antidepresivos consume. La oscilación subjetiva que este consumo supone (el llamado “circuito cerrado ansiedad-depresión-ansiedad”), que queda privatizado en la relación médico-paciente, revela síntomas que no pueden no inquietarnos.       
Lobo: ¿Se puede hablar, como hacés habitualmente, de  un retorno de lo simbólico estallado luego del 2001?
La crisis del 2001 fue, ante todo, crisis de las representaciones. No sólo en un sentido estrictamente político, es decir, de adecuación del representante en relación al mandato que otorga al representado, según el supuesto de fondo de la democracia llamada –precisamente- representativa. Fue, también, crisis de la disposición de representaciones colectivas consistentes. Fue un auténtico estallido expresado en la consigna, imposible, “que se vayan todos”. Se habla de crisis, pero esta crisis hay que entenderla como desborde y deseo de salvación. Luego de la revolución frustrada de los años setentas y de la dictadura, hay una disolución del lazo entre salvación y violencia y, por tanto, entre política resistente y violencia. La Argentina de hoy es incomprensible sin este tono de salvación desesperada –esa que anima tanto el consumo de pastillas como de paco-, tono que tiñe, incluso, a los momentos festivos. No obstante, ya lo dijo Lacan: lo esencial es la reconstrucción, se trata menos de recordar que de reescribir la historia. Lo fundamental no es tanto qué se jugó en esa crisis sino cómo la reescribimos en función de nuestro presente. En ese sentido, el “retorno” de lo simbólico sobre el que preguntabas al comienzo es una posibilidad que tenemos que valorar seriamente. Cuando digo “retorno de lo simbólico” entiendo una reposición de la ley en términos productivos. Contra lo que cree cierto “deleuzianismo” ambiente, cierto anarquismo proliferante aquí y allá, la resistencia no se hace contra la Ley, sino contra sus efectos represivos. Dicho de otro modo: la ley es necesaria. Organiza y opera como condición de posibilidad de la significación. Somos seres de la Ley y del lenguaje, y tenemos que auspiciar una y otra vez el poder emancipador de esta constatación. La posibilidad de instituir al Estado nacional como lugar democrático de intervención implica un corte con el puro “flujo” de un mercado que deshace la capacidad de pensar. 
Lobo: ¿Cómo explicás, luego de un momento de tensión y distanciamiento, la actual reconstitución del vínculo entre gobierno y clase media?
SL: No estoy muy seguro de que las cosas hayan pasado así. Creo que, sobre todo, hubo una reacción ante la aparición de una derecha terrorífica, durante el largo conflicto del 2008 en torno a las retenciones a la exportación de granos. El manejo pésimo del gobierno en este tema es considerado, por mucho de nosotros, como un mal muy menor ante esta vuelta amenazante de la barbarie capitalista. Esa gente no tenía cómo organizar sus ideas de modo colectivo, porque el kirchnerismo nunca se preocupó seriamente por organizar la transversalidad. Y, entonces, ocurrió algo asombroso. No, como dicen los encuestadores, que una parte de la gente pasó a pensar de otro modo porque la televisión pública desarrolló una estrategia comunicativa exitosa. Sino, lo contrario: la televisión se convirtió en ese agora que el propio gobierno venía desdeñando. La efectividad de lo mediático sorprendió a propios y a extraños. El desafío ahora es como convertir todo esto en razonamiento público más extenso. 
Lobo: Sí, compartimos la importancia de que la palabra vuelva a escena, pero, por ejemplo, con la reciente aprobación del derecho al matrimonio homosexual, ¿no había posibilidad de plantear discusiones de fondo sin tener que seguir obedeciendo a esta pobreza de la polarización?
SL: Es posible. Hasta cierto punto, toda esta fiesta de la diferencia a la que hemos asistido (y que hemos apoyado por razones extremadamente elementales), sin embargo, me deja un gusto amargo en la boca. A diferencia de la secuencia de leyes que aprobó el parlamento luego de la derrota de junio del 2008 (Nacionalización de los fondos de las AFJP, Ley de medios audiovisuales, Asignación universal por hijo), el gobierno ha decidido bajar la conflictividad en las áreas de los llamados intereses materiales para pasar a promover una fiesta de la identidad: primero el Bicentenario, encadenado al mundial, y ahora esto. En este sentido, creo que es importante insistir con ligar los problemas atinentes a la subjetividad con aquellos que afectan a la economía política.  
Lobo: Según un artículo de Horacio Tintorelli, de la Asamblea de Pensamiento Marxista, que publicamos en Lobo Suelto recientemente, asistimos a una repolitización enteramente fundada en  una lógica del aumento de consumo…
SL: Sí, me parece interesante la idea. Liga un poco con lo que decía de la angustia, y con cierto uso meramente ideológico de la lengua política, sostenida en el vínculo aceitado con la mercancía. Es evidente que esta es una parte fundamental del momento. De acuerdo, pero no hay que perder de vista que en la fase neoliberal pura la condena de una parte muy significativa de la población a la restricción del consumo no implicó una pérdida de deseo en el objeto-mercancía sino su exacerbación violenta.
Lobo: ¿Cómo ves el uso de conceptos Lacan en la filosofía política y la postulación de “izquierda lacaniana”?
SL: Desde mi punto de vista, el discurso político actual se beneficiaría enormemente con la dupla Lacan-Marx, desde una óptica de la trama nacional-popular capaz de realizar todas las traducciones necesarias. Existen hoy exponentes muy importantes en Europa como Badiou, Zizek y Milner, pero también en Argentina como Laclau y Alemán, de esta relación entre teoría lacaniana y pensamiento político. Sin embargo, estoy convencido de que el pensamiento de Lacan es inseparable de la clínica. Y de una ética. Creo que aún no nos hemos beneficiado lo suficiente de sus enseñanzas.

Ir a Arriba