Proust y los signos // Gilles Deleuze
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Quad, sin palabras, sin voces, es un cuadrilátero, un cuadrado. Sin embargo está perfectamente determinado, posee tales y cuales dimensiones;
00. El libro de la fuga. Jamás hubiera logrado penetrar en las más de cuatrocientas páginas de El Antiedipo sin
El diálogo entre los intelectuales Michel Foucault y Gilles Deleuze fue publicado inicialmente en la revista L’Arc, Nº 49, 1972.
La simplicidad es para mí un avance total. Yo creo en la inocencia, creo en la frescura y en la inocencia.
Alejandro Rozitchner
Así sucede con la estetización de la política que propugna el fascismo. Y el comunismo le responde por medio de la politización del arte.
Walter Benjamin
La derecha es una posición en la lucha de clases, solo que ni la lucha ni las clases responden a un modelo congelado.Esto plantea la cuestión de cómo no realizar caracterizaciones perezosas o incapaces de actualizar la evaluación sobre las mutaciones y rupturas en la evolución ideológica de los grupos reaccionarios en el poder. En la Argentina o en Brasil, en EE.UU. o en Europa, la misma cuestión se plantea de modos diferentes: ¿Cambia la derecha, se renueva realmente? Y de hacerlo, ¿qué valor asignarle a esos cambios? En otras palabras, ¿con qué criterios diagnosticar la relevancia de las discontinuidades internas que acompañan la renovación del proyecto de dominación de clases?
¿Una clase, dos o ninguna?
Siguiendo la regla según la cual las clases se definen menos por cierta realidad sociológica o cultural –ingresos, consumos- y más por las luchas en las que se constituyen históricamente (subjetivamente), hay quienes afirman que, como nunca antes, ya no existe más que una sola clase, la clase de los capitalistas organizada sobre todo a partir del control de los grandes mecanismos financieros y, a través de ellos, de la actividad productiva y los emporios de la comunicación. Al poder del capital no lo enfrenta el desafío de un proyecto histórico alternativo. La existencia de una clase de los proletarios ya no polariza el campo histórico político al modo de lo sucedido durante el largo período que comienza con la Comuna de París y culmina con el Socialismo Soviético. La ideología neoliberal expresa correctamente la experiencia capitalista de una unipolaridad en el campo social. En su fase actual, el capital está tomado por la creencia de haber quedado solo, y atribuye sus conflictos a su propia incapacidad de autorregulación. Sin embargo, no dejan de constituirse, aquí y allá, un poco por todos lados, unos proletariados que por varias razones quizá convenga nombrar por el momento como lo “plebeyo”. Lo plebeyo como modo de denominar la capacidad popular de desafiar la regulación del capital.
¿Hay derecha democrática?
Luego de décadas de acceso al poder político –control del Estado– a través de golpes militares o influyendo sobre movimientos políticos de raíz popular, una parte destacada de la derecha argentina llegó por fin al gobierno mediante elecciones libres derrotando al peronismo. La novedad de una derecha taquillera, que viene a relevar una década larga de gobiernos autodenominados “populistas”, ha empujado a diversos analistas a discutir el grado de novedad de esta “derecha democrática”[1]. Lo que está en juego es la determinación de las continuidades y discontinuidades del gobierno de Macri con respecto a las dos últimas grandes representaciones de la derecha neoliberal/conservadora: el menemismo y, sobre todo, la última dictadura.
La discusión sobre si Macri debe ser leído como una continuación de la dictadura se planteó decenas de veces durante el último año, a partir de los cantos masivos en diversas movilizaciones de masas (“Macri basura, vos sos la dictadura”), rectificada por el “hit del verano” coreado en estadios y anfiteatros (MMLPQTP). Es tan relevante el hecho –inédito- que la derecha -la Alianza Cambiemos- gobierne dentro del marco del Estado de Derecho (violándolo en diversos sentidos, como cualquier gobierno); que se adecúe perfectamente al régimen parlamentario (con las torpezas del caso); que compita con éxito por la vía electoral (¡un gran avance para los dueños del país!); y que flexibilice sus tácticas en un contexto internacional, regional y nacional que no le permite aplicar su programa de máxima (privatización, políticas desembozadas de impunidad a los cuadros del terrorismo de Estado, apertura radical de importaciones, disciplinamiento represivo de la sociedad), como que la racionalidad fundamental que orienta sus acciones apunta precisamente a esos núcleos que sí establecen una continuidad con las ambiciones históricas de las clases dominantes y con la ideología actual de muchos de sus cuadros provenientes del directorio de grandes empresas y universidades por ellas financiada[2]. Ni la ostentación de una lógica cultural postmoderna, ni la continuidad de los planes sociales heredados del kirchnerismo, ni la estrategia gradualista del ajuste económico -que explican muchos de sus éxitos políticos- alcanzan para relativizar estas continuidades.
Fascismo y postfascismo
El historiador Enzo Traverso emplea el término “postfascismo”[3] para distinguir a las nuevas derechas surgidas durante los últimos años a ambos lados del Atlántico (tanto en Europa, en particular en Francia con el fortalecimiento del Frente Nacional de Le Pen, como en EE.UU. con el ascenso de Trump) y capitalizan parcialmente el descontento con el consenso republicano y neoliberal. Para Traverso, ni Le Pen es propiamente fascista puesto que en realidad se encuentra en una transición incompleta a la democracia, ni es posible suponer que el fenómeno Trump implique una “fascistización
de los Estados Unidos” sino que en todo caso es el resultado de un “rechazo profundo al establishment político y económico” expresado en una “abstención masiva y, a la vez, en un voto protesta conquistado por un político demagogo y populista”. ¿Por qué llamar “postfascista” a una derecha no-fascista? Simplemente porque no es posible caracterizar a estas derechas homofóbicas, antifeministas, antisemitas, racistas y negrofóbicas sin considerar el complejo juego de analogías y homologías que las definen. La noción de postfascismo, a diferencia de la de “neofascismo” –dice Traverso–, no pretende establecer una continuidad histórica ni designar una herencia asumida concientemente. Se trata de formaciones paradójicas que llegan a capitalizar el rechazo del neoliberalismo, aún cuando sus líderes puedan encarnar el modelo antropológico mismo de lo neoliberal. La constelación “postfascista” de la que habla Traverso abarca una tendencia tan general como heterogénea: “el surgimiento de movimientos que ponen en entredicho desde la derecha los poderes establecidos y hasta cierto punto la propia globalización económica”. Estos movimientos no expresan “valores fuertes” (como el fascismo), sino el rechazo de la política reducida a la gestión material de las existencias a la vez que fomentan un programa proteccionista, soberanista e identitario. Entre sus principales rasgos comunes, Traverso enumera: una xenofobia que apunta a migrantes de antiguas colonias; un nacionalismo islamofóbico y antiglobalización y un repliegue nacional antieuropeo. Si el fascismo clásico era nacional-revolucionario y militarista, el principal rasgo del postfascismo –más pragmático– es la “coexistencia contradictoria entre herencia del fascismo antiguo y el injerto de nuevos elementos que no pertenecen a su tradición” (como es el hecho notable de que el líder del FN sea una mujer).
Macri y Macron
En su libro ¿Por que? Natanson pretende superar el estado de “contemplación alucinada” provocada por los sucesivos festejos del macrismo. Advierte que el macrismo no es un accidente histórico sino una expresión de una corriente profunda de la sociedad argentina y que hay, entre sus logros, una recuperación de valores propios del liberalismo. Básicamente dos: el discurso de la igualdad de oportunidades en base al trabajo y el esfuerzo, y la celebración de una energía emprendedora fundada en la apología del individuo creativo y en detrimento de la dimensión colectiva (atribuye las conexiones con las culturas new age a este último rasgo). Este retrato del macrismo no dista mucho del que ofrece Traverso del presidente Macron: expresión de “un nuevo ethos de la era neoliberal: la competición, la vida concebida como desafío y organizada según un modelo empresarial. Macron no es de derecha ni de izquierda, encarna al homo oeconomicus que ingresó a la política. No quiere una oposición del pueblo a las elites, propone al pueblo la elite como modelo. Su léxico es el de la empresa y de los bancos; quiere ser el presidente de un pueblo productor, creador, dinámico, capaz de innovar y de … obtener ganancias”.
¿Por qué? tiene el valor de tomarse en serio las nuevas caras de la derecha argentina y de clarificar algunos rasgos para una nueva caracterización. Tiene sentido leerlo con Las caras nuevas de la derecha que posée el mérito de caracterizar las novedades sin perder las continuidades, y forja así un léxico capaz de comprender las nuevas singularidades sin perder en el camino su potencial combativo. De la suma de estas virtudes puede surgir un lenguaje nuevo. Capaz de entender, para el caso de la Argentina, la conexión subsistente entre proyectos históricos e injertos nuevos.
El lenguaje de la crítica
Solo dos ejemplos de cómo en algunos tramos del libro de José Natanson sentí la necesidad de cambiar las palabras y las formas de conectar situaciones, para lograr con más eficacia el propósito de caracterizar a la vez continuidades y discontinuidades. El primero, cuando analiza la campaña del Macrismo en la ciudad de Buenos Aires con el uso de la consigna “Vos también sos bienvenido”. Natanson expone un spot con “primeros planos de una serie de identidades tipificadas: un taxista, un fan de un grupo de rock”, etc. En la investigación Vecinocracia, escrita por el Taller Hacer Ciudad, se vincula esta campaña con los sucesos previos al violento desalojo de la ocupación del Parque Indoamericano, acompañada por aquella frase de Macri sobre la “migración descontrolada” [4]. La apelación a la pluralidad de perfiles de la ciudad no llega a comprenderse en todo su sentido sin su reverso represivo y racista. El segundo, cuando Natanson explica que al afirmar que la “nueva derecha” ha “optado por un camino democrático” no se intenta relativizar “que los conglomerados empresariales de los cuales muchos dirigentes son accionistas (incluso Macri y Piñera) no se hayan beneficiado de las políticas de regímenes autoritarios”. Aclarado el propósito de no olvidar lo viejo en el afán de caracterizar lo nuevo, me dio toda la impresión de que las palabras “beneficio” o “regímenes autoritarios” eran completamente débiles, sobre todo cuando disponemos de una sólida terminología sobre la responsabilidad –incluso penal– de los empresarios (y no solo) durante el terrorismo estatal practicado por la última dictadura[5].
Política y Estética
Las derechas desean ser simples por dos razones: porque se ofrecen para canalizar frustraciones sobre la vida colectiva en el mundo neoliberal, y porque aspiran hacerlo por la vía de la comunicación. Una estetización postfascista de la existencia. En efecto, el neoliberalismo no es una política más. Tan fuerte como el concepto de “postfascismo” es en Traverso el de “modelo antropológico neoliberal”, que el autor compara con una religión política (probablemente continuando al propio Benjamin). El postfascismo conecta con el modelo antropológico neoliberal más de lo que confiesa. Su clave de funcionamiento no es la movilización política sino el manejo de los códigos comunicativos.
Ya no hay respuesta “comunista” (como sugería Benjamin), sino reacción plebeya. Porque la izquierda política no logra superar “el yugo mental” impuesto por el bloque capitalista a partir de 1989 (Traverso). La reacción plebeya, en cambio, es un fenómeno bien diferente al de la izquierda política. Un fenómeno nada “simple”. La gigantesca movilización del 8M lo muestra muy bien: una nueva distribución de lo sensible cuestionador del orden: la politización del arte.
1 José Natanson, ¿Por qué? La rápida agonía de la Argentina kirchnerista y la brutal eficacia de una nueva derecha, Siglo XXI, Buenos Aires, 2018.
2 Para una caracterización de la procedencia de los principales cuadros de Cambiemos y su paso del empresariado a la militancia política en términos casi gramscianos, ver Gabriel Vommaro, La larga marcha de Cambiemos, la construcción silenciosa de un proyecto de poder, Siglo XXI, Buenos Aires, 2017.
3 Enzo Traverso, Las caras nuevas de la derecha, Siglo XXI, Buenos Aires, 2018.
4 http://tintalimon.com.ar/libro/VECINOCRACIA
5 Horacio Verbitsky y Juan Pablo Bohoslavsky editores, Cuentas Pendientes. Los cómplices económicos de la dictadura, Siglo XXI, Buenos Aires, 2013. En efecto, este trabajo colectivo aspira a determinar categorías para tipificar las responsabilidades penales de los actores económicos de la última dictadura.
Un nuevo tipo de héroe nació en el Midtown Manhattan, frente al Hotel Hilton, la mañana del miércoles 4 de diciembre del
En una nueva intervención de Diego Sztulwark en Subversiones con la columna de Lobo Suelto, en diálogo con Pablo Ramos,
La vigencia de la tradición de los oprimidos depende sólo de ellos mismos. Como queda hoy a la vista, no
Artículo de opinión enviado por Marielle Franco a Jornal do Brasil horas antes de ser asesinada. La concejal por el PSOL era relatora de la Comisión de la Camara Municipal de Acompañamiento de la Intervención Federal. En este breve artículo fija con claridad su posición sobre la militarización de la ciudad de Río de Janeiro.
Reforma de trabajo, PEC (Propuesta de Enmienda Constitucional) de gastos, reforma previsional. El impacto de estos profundos cambios, inspirados en un proyecto político retrógrado, alineado con intereses que sirven al capital internacional y a sectores del empresariado, arrastran a un contingente de ciudadanos y ciudadanas a un espiral de pobreza.
En este contexto, intentamos ampliar la mirada sobre la Intervención Federal en la Seguridad Pública de Río de Janeiro y evaluar su real intención, ya que este estado está en décimo lugar en los índices de violencia, por debajo de Sergipe, Goiás y Maranhão, para citar como ejemplos incluidos en el Anuario de Seguridad Pública.
Así las cosas, la Intervención Federal busca asentarse en una justificación que no tiene base en la realidad. Nuestra pregunta que no quiere callar: ¿por qué Río de Janeiro?
Las últimas experiencias muestran que la ocupación de las Fuerzas Armadas no resolvió el problema de la inseguridad. Inclusive, es importante que observemos los años en que el Ejército es llevado a las calles para “solucionar” una situación de emergencia. Lo que hay en común en esos casos no es un episodio de emergencia en seguridad, sino el hecho de que son todos años electorales. ¿Qué resultados tuvimos con esta política?
El interventor federal General Braga Netto declaró que “Río de Janeiro es un laboratorio para Brasil”. Y lo que vemos es que en este “laboratorio” los conejillos de India son los negros y negras, periféricos, favelados, trabajadores. La vida de las personas no puede ser sujeta a experimentos de modelos de seguridad. La señalización de las favelas como lugar del peligro, del miedo que se esparce hacia la ciudad, despierta el mito de las clases peligrosas, como bien lo resalta la psicóloga Cecília Coimbra, colocando a la favela como objeto principal y enemiga pública.
El último fin de semana, por lo menos cinco personas murieron y cuatro fueron heridas en la Región Metropolitana de Río. De ellas, cuatro eran mujeres. Alba Valéria Machado murió al intentar proteger a su hijo, en Nova Iguaçu. Natalina da Conceição fue alcanzada durante un enfrentamiento entre la Policía Militar y traficantes en Praça Seca. Janaína da Silva Oliveira murió en un intento de asalto en Ricardo de Albuquerque. Tainá dos Santos fue alcanzada por un tiro de fusil en la comunidad Vila Aliança. Son las mujeres negras y periféricas las que pierden sus hijos por la letalidad. Estas estadísticas sorprendentes demuestran que incluso en las vísperas de completarse un mes del inicio de la Intervención, la tal mentada sansación de inseguridad no pasa de un discurso político-mediático. Y las muertes tienen color, clase social y territorio. Definitivamente la seguridad pública no se hace con más armas. Sino con políticas públicas en todos los ámbitos. En la salud, la educación, la cultura y la generación de empleo y de renta.
Es apremiante la necesidad de que monitoreemos este proceso, teniendo cuidado de luchar para que los derechos individuales y colectivos sean asegurados, para que las instituciones democráticas sean preservadas y sigan autónomas. Lo contrario de esto se revelaría como algo muy peligroso en una sociedad que tiene una tradición patrimonialista, poco afecto al trato democrático y que tiene una relación histórica violenta con su población más vulnerable.
Trés figuras fueron protagonistas del carnaval brasilero el 2019. Dos como referencias negativas -Bolsonaro y las naranjas que se refieren
«En un sentido, ver cosas es ocioso. Es necesario que un proyecto o una pregunta nos ligue a ellas». La
El disciplinamiento consiste en tratar de bajar el tono, de “bajar un cambio” . Se trata de hacernos creer que podemos
La muerte de Marielle Franco entristece y alerta a toda una población que su figura representaba estando viva y sigue representando ahora, tras esta muerte violenta. Era popularmente conocida como la joven concejal de Río de Janeiro que había recibido 50.000 votos en las últimas elecciones y era una esperanza política de muchos y muchas. La mujer de 39 años, miembro del partido brasileño Partido Socialismo y Libertad (PSOL), fue acribillada desde otro vehículo mientras volvía de regreso de la actividad comunitaria en el Barrio de Lapa, en pleno centro.
Ayer sus restos fueron velados en la Cámara Municipal donde ella misma trabajaba. Luego su cuerpo fue trasladado al Cementerio de Inhuma con sus familiares más próximos, mientras una multitud de personas sigue despidiéndose, exigiendo justicia y reuniendo mas potencia política contra la intervención militar en la ciudad que ha dejado un saldo de 157 asesinatos sin piedad solo este último año, el mayor número registrado en los últimos quince años.
No caben dudas que se trata de un asesinato político. Las pericias confirmaron que en la escena no hay rastros de intención de robo y se especula que se trata de un disciplinamiento por las recientes denuncias que como Presidenta de la Comisión de la Defensa de la Mujer había realizado la última semana, en el barrio de Acari, en Rio. Entre sus últimas declaraciones se cuenta el siguiente tweet que hacía referencia al asesinato brutal de un chico en manos de las fuerzas de seguridad: “Un homicidio más de un joven que se suma a la cuenta de la Policía Militar. Matheus Melo estaba saliendo de la iglesia. Cuantos más precisan morir para que esta guerra acabe?” En efecto, la concejala, desde su este lugar, ya venía denunciando la violencia policial y poco antes de morir se había pronunciado muy fuertemente contra la intervención del Ejército que ya cumple un mes en la ciudad.
Marielle Franco era una activista cercana a su comunidad, nacida en Maré, el mayor complejo de favelas de la ciudad. Obtuvo una beca completa para realizar sus estudios en Sociología en la Pontificia Universidad Católica (PUC), donde se graduó. Además de su carrera en sociología, había realizado una maestría en administración pública. A los 19 años fue madre de una niña, hecho que según muchas de sus declaraciones le ayudó a constituirse como una luchadora por los derechos de las mujeres y la concientización de los embarazos adolescentes. El asesinato de una amiga suya por una bala perdido también fue una marca que la llevó a dedicarse a la vida política. Franco fue una mujer afrodescendiente feminista de izquierdas comprometida y abocada desde muy joven a desmantelar las redes de tráfico de armas y la violencia que azota especialmente a niñxs y mujeres empobrecidas y racializadas.
Estaba en pareja con Mónica, su amor desde hacía diez años, era solo conocida por allegados y un poco más allá, aunque Franco muy recientemente se había declarado públicamente como bisexual. Los diarios la presentan como lesbiana, palabra que no es tan sencilla de emitir cuando se trata de pretender una carrera política en el contexto brasileño. Su compañero de partido, en cambio, Jean Willys, conocido por sus grandes discursos contra Temer, es abiertamente gay desde sus comienzos políticos, ya que su participación del show televisivo Gran Hermano que fue el puntapié inicial de su popularidad. Pero para Franco, como mujer de base, la situación fue distinta. Según la activista lesbiana Luisa Tapajós, hacia pocos días había estado comentado en La Casa de las Negras que había sido muy difícil asumir su condición públicamente, no solo por los contextos religiosos donde mayormente se movía sino por las lógicas masculinizadas de los partidos políticos que impedían hacer este tipo de reivindicaciones.
Por su parte, desde el velatorio multitudinario, la psicóloga ambientalista, feminista y poeta Luisa Tapajós informó a PáginaI12 que un cordón de mujeres negras recibieron el féretro en un acto tan espontáneo como conmovedor, al grito de ¡Marielle presente! “Era una mujer que amaba a las mujeres, feminista negra y combativa. Una mujer de movimiento y en su movimiento seguimos: en las jornadas del día de la visibilidad lésbica, Marielle se acercó a conocernos y participar de las actividades que habíamos programado. Allí dijo que estaba casada con Mónica,” contó Tapajós. Desde ese momento empezó a estar en contacto con el Frente de Lesbianas de Rio y nos invitó a su despacho para impulsar un proyecto de ley que oficialice el 29 de agosto como “día de la visibilidad lésbica”
En 14 meses de mandato, Marielle había presentado 13 proyectos de ley. Especialmente la salud integral y reproductiva de las mujeres, que fue una de las causas mas trabajadas. Entre los proyectos que presentó en la Cámara Municipal incluía programas de información para practicar abortos legales, informes sobre violencia de género de libre acceso o la construcción de espacios seguros como refugios para las víctimas de violencia sexista.
La ejecución de una líder feminista de esta envergadura en el marco de la avanzada neoliberal del continente, en donde el gatillo fácil es moneda de cambio y se instala como práctica política, en el mes de marzo donde miles y millones de mujeres gritamos vivas nos queremos, estremece por su carácter disciplinador. Y estremece por su mensaje de odio. Sin embargo, la resistencia activista persiste con más solidaridad y consciencia de las intersecciones de género, clase social y racialización.
Pagina/12
«(…)De más está decir que luchamos a brazo partido, pero tuvimos jefes corruptos, líderes cobardes, pusimos toda nuestra generosidad en un ideal que hacía más de cincuenta años estaba muerto, pero igual lo hicimos, porque fuimos estúpidos y generosos, como son los jóvenes, que todo lo entregan y no piden nada a cambio, y ahora de esos jóvenes ya no queda nada(…) Toda América Latina está sembrada con los huesos de esos jóvenes olvidados» ROBERTO BOLAÑO ( Entre Paréntesis)
“(…)Estado se llama al más frío de todos los monstruos fríos. Es frío incluso cuando miente; y ésta es la mentira que se desliza de su boca: “ Yo el Estado, soy el pueblo”.(…)pero el estado miente en todas las lenguas del bien y del mal; y diga lo que diga, miente, y posea lo que posea lo ha robado. Falso es todo en él.(..) hace señas a los predicadores de la muerte(…)” FRIEDRICH NIETZSCHE (Así hablaba Zaratustra)
Han pasado ya 31 meses desde aquélla fatídica tarde del 31 de julio de 2015 en que fueron asesinados Rubén Espinosa, Nadia Vera, Mile Martín, Yesenia Quiroz y Alejandra. He escrito dos veces al respecto, la primera vez hice preguntas que no respondió la PGJ, la segunda vez ya no eran preguntas, era la certeza de que no se había hecho una investigación científica y acudimos a la CDH de la CDMX que emitió una recomendación con 17 puntos, pero a la fecha, no hemos tenido respuestas satisfactorias, por ello escribo estas líneas.
EN DEFENSA PROPIA, EN DEFENSA DE LA MEMORIA:
Desde este país de las simulaciones, donde se simula una democracia sólo durante las elecciones ,y el partido que queda en el poder se vuelve una dictadura que amenaza, como suelen amenazar las dictaduras a quienes no coinciden con ella y a quienes critican sus desaciertos y por ende los ciudadanos tenemos que hablar entre líneas y con insinuaciones.
Desde este país donde los del poder no nos escuchan y lo que decimos los ciudadanos comunes se vuelve un monólogo constante o una letanía fúnebre porque la violencia y la impunidad no parecen aminorar.
Desde este país donde la mayoría de los ciudadanos somos invisibles a los ojos de los políticos, que sólo trabajan para buscar su beneficio personal y no el bien común.
Desde este país donde desde el poder se fabrican verdades absolutas atravesadas por un interés mezquino.
Desde este país donde vigilan constantemente a los periodistas que se vuelven incómodos para el sistema, porque son los únicos que saben hacer diligentes investigaciones que la PGR en su negligencia no es capaz de realizar.
Desde este país donde me tocó la vida, pero también la muerte.
Desde este país sólo pido sensibilidad. Si usted señor funcionario público, servidor público, pusiera en su pensamiento la palabra funcionario y funcionara para lo que dice que le pagan. Si usted servidor público pudiera servir con su trabajo al país, si tuviese un poco de sensibilidad desde el cargo en que esté, siendo presidente, jefe de gobierno, gobernador, senador, legislador, procurador de la nación, de algún estado, o del municipio que fuese. Si tuviese un poco de sensibilidad, podría entonces su cerebro sentir un poco de empatía con los ciudadanos que sufren, desde un trámite que debería ser simple si usted cumpliera con su trabajo, hasta la búsqueda de un desaparecido o la investigación de un crimen.
Si pudiera ser sensible señor empleado de la Procuraduría sabría que cada persona desaparecida o asesinada tiene una historia de vida, una familia que sufre, que siente angustia y dolor por la pérdida de su ser querido.
Hacer su trabajo ,aminoraría en algo esa angustia, porque le daría a las familias de los de los asesinados un poco de acompañamiento, y aunque nunca comprenderé qué es justicia después de que mi hija ha sido asesinada, si hace su trabajo y busca la verdad fundamentada en una investigación científica, podrá darle a las familias, un poco de consuelo y no tendría que pasarse los días en los medios de comunicación dando pésames falsos, ofreciendo disculpas obligadas, anunciando el pago de nimias indemnizaciones por no haber hecho bien su trabajo o renunciando obligatoriamente a su cargo, como quien abandona un barco que se hunde.
En este remolino de muertos que se ha vuelto el país, en este aire de cenizas de desaparecidos, entre este hatajo de malvados que se ostentan como autoridades, entre el hartazgo que ya ha alcanzado a muchos y los lleva al sinsentido, a la indiferencia, a la indolencia cómplice y criminal y se vuelven depredadores de sus semejantes ; aquí, alguien logra alzar la voz, y exige sólo lo que es nuestro derecho de los sin voz:
EL DERECHO A LA VERDAD, EL ACCESO A LA JUSTICIA , EL COMBATE A LA IMPUNIDAD, EL RESPETO A LA MEMORIA.
Entendemos que no hay verdades absolutas, pero no insulten nuestra inteligencia diciéndonos una mentira así nomás; sabemos que ustedes mienten, y queremos que acepten que han mentido. Y créanme, porque Uds. no piensen en nosotros, porque no les importe nuestra suerte, no desaparecemos, seguimos aquí, con nuestros muertos que siguen vivos en cada uno de nosotros.
Mirtha Luz Pérez Robledo (la madre, la mujer, la ciudadana)
El artista solo es artista en la medida en que, lejos de tener el arte detrás suyo, tiene delante de sí, un arte que todavía no existe. El artista es el único que no tiene el arte.
Henri Meschonnic
Aversión al cliché. Meter los clichés en una máquina trituradora para fabricar otra cosa. Extrudirlos con una bomba de metales para que salgan otras figuras. El cliché es lo que creés que te funciona y no ponés en cuestión. Desviar las ideas preconcebidas de todo funcionamiento que te impidan pensar y arrojarse a otro conjunto de experiencias del presente. “La inteligibilidad del presente es lo que está en juego, y la preparación del futuro”, escribe Henri Meschonnic, contra el consenso del pensamiento postmoderno.
Lo postmoderno es lo que ha reaccionado a la modernidad. La modernidad tiene que ver con la poética social. La poética es lo que perdimos y lo que está impensado para nosotros. La poética no es el arte poético y se opone al mito. Ni tiene reglas de composición ni está regulada por un código de interpretación. Una poética es la capacidad, siempre renovada, de ligar un estado de lengua y unas situaciones; un sentido con un afecto; un modo de ser con una institución y con una insubordinación; una manera de relacionarse con un modo de conocer; unos gestos y un tono físico con un bloque de espacio-tiempo; una voz con una historia subjetiva; unos cuerpos con un lenguaje… La poética es el continuo de las diferencias que pueblan una vida social.
O sea que la poética, que se aborda como teoría del arte y de la literatura, es un asunto crítico de la antropología, la filosofía, la sociología, el psicoanálisis, la economía y la política. Para Meschonnic, la poética es un “pensamiento de lo continuo”. Poética y modernidad van juntas. Porque la modernidad no es tanto una periodicidad de la producción cultural y artística, sino una cualidad del pensamiento y el funcionamiento de sus obras que han enfrentado el cerco del presente. El sujeto poético desborda el producto de una época gestada en la conciencia del sujeto normalizado, cuando critica sus funcionamientos y los historiza, e inventa a la vez otros posibles. Es por eso que toda poética es poética de una modernidad.
Nuestro trabajo artístico es la mutación de un sujeto a otro o, mejor aún, comenzar a pensar al sujeto clásico y único como transformación o subjetivación poética. Un modo de hacerse y desviarse a otra forma de vida, de trastornar y transformar la percepción de tu cuerpo y de tu sensualidad; del modo de conocer mundos, personas, saberes; de relacionarte con las prácticas y las posibilidades; de la manera de vivir la afectividad y hacer alianzas. Hay, para Meschonnic, un “pensamiento del continuo” porque la colonización del signo en todos los planos humanos ha hecho de la experiencia, de la política, del significado y del cuerpo un discontinuo. El signo porta un carácter teológico por su dosis de abstracción. Desensibiliza: sustrae al cuerpo del lenguaje, lo separa de la experiencia y de su capacidad de producir sentido sensible. El signo es la central de gestión de lo discontinuo en el capitalismo: desde la abstracción del dinero, las imágenes publicitarias y la conectividad virtual hasta las finanzas.
Sin embargo, el pensamiento de lo continuo apuesta por un ritmo: junturas singulares de los mil planos de nuestra existencia para que pasen por allí intensidades, ganas de vida. La modernidad es la actividad que trabaja en estos ritmos poéticos contra el orden discontinuo en oferta de la época. Un/a artista moderno/a trabaja no para soliviantar el orden ofertado del cerco del presente sino para desbordarlo con relaciones improbables, coherencias impensadas que abren un conjunto de posibles modos de vida.
Un/a artista moderno/a trabaja contra su época y no para adaptarse a ella. No es contemporáneo/a a la época ni a sus colegas. Vive de la alteridad y de lo múltiple, y no de la mismidad de la identidad, la marca y la imagen de sí. Sabe que es incompatible con el código de su contemporaneidad. Por eso está todo el tiempo creando las condiciones y el discurso de existencia de su lenguaje y su vida. Es un trabajo de historización constante para seguir con vida. Hay modernidades como hay historicidades: subjetivaciones corporales que insisten en existir desde su hartazgo y diferencia. Las modernidades de la modernidad son individuaciones críticas-invenciones. “Se trata de situarse como historicidad”, recalca Meschonnic, “de ver lo que cambia verdaderamente, y que hace a la ética y a la política de la poética”.
Mientras que lo postmoderno recicla y compagina los signos de la historia compatibles con la orden del día de la contemporaneidad, y se desentiende de la crítica de los modos de existencia, ¿cómo te situás en tu práctica hoy? Esa es la pregunta moderna. Lo demás es servidumbre a “las autoridades del momento”. Las prácticas poéticas artísticas no son opiniones sobre el mundo sino variaciones de intensidades subjetivantes que abren mundos: “practicar una disociación de ideas” preconcebidas que asuman las condiciones de posibilidad de invención de modos de vida desobedientes; comunidades provisorias haciéndose; performatividades colectivas.
Lo moderno se opone a lo contemporáneo, pero no a lo clásico. Lo contemporáneo es lo académico, que no es más que una “caricaturización” de las intensidades del presente. “El academicismo no cambia nada. Es lo que repite lo que ya fue hecho en su orden”, se define Meschonnic. El academicismo es la mismidad y cada modernidad cuenta con uno. Cuál es la historicidad y la especificidad de cada obra es una indagación ante la cual el academicismo se muestra nulo. Porque la alteridad no lo altera, sino que es objeto de su conquista. Como la propiedad privada, el academicismo vive del robo. El academicismo cultural de toda modernidad es indiferente a la especificidad subjetivante de las obras. No tiene una relación ética-sensible con las modernidades sino moral-reglamentaria.
Las modernidades se incrustan en la historia como operadores de transformación de los modos de individuación social. Incorporarse a un poema, a una forma del lenguaje, a una fisicalidad, a un uso del tiempo y del espacio, a una lógica de imaginación, es crítica e invención social de la poética moderna. Sin una aventura del pensamiento del cuerpo-lenguaje contra el mantenimiento del orden no hay invención posible. Ese pensamiento insurrecto explora una contra (nueva) coherencia de relacionarse con uno mismo, con los otros y con el mundo. Pero no tiene nada que ver con el saber: “El pensamiento es insoportable para el saber. El pensamiento es intempestivo, o no es. Es en lo único que es una aventura. De ahí su acompañamiento: “la risa de la teoría, la amistad, el compartir la aventura”, dice Meschonnic. “Pensar la sociedad por la poética” requiere de alianzas combativas: amistades o formas de vida interseccionadas que van juntas y ríen, porque hacen teoría y camino de lo que no saben.
¿Cuáles son tus alianzas? Es la otra pregunta de la modernidad. ¿Con qué y con quiénes gozás de lo desconocido? “La risa, la relación, aquí, con el placer de vivir este pensamiento, y de pensar este vivir, es una relación con el pensamiento”, nos dice el filósofo. Porque hay “una alegría del pensamiento intempestivo”. Esa alegría de la amistad fundada en el placer de “entrenarse en ver” juntos; “en oír todo lo que uno no sabe que se ve y se oye”. El lenguaje para Meschonnic es más una escucha que otra cosa; la actividad de reconocer diferencias y ritmarlas para hacernos otros. “El goce del ritmo. El goce de lo casi inescuchado. Que está ahí”.
Hay una identidad ilegítima en el/la artista moderno/a. No tiene derecho a existir en el territorio del orden académico y del mercado. Es un/a extranjero/a. “El extranjero no es solo el otro, es también el invisible, lo borrable borrado”. En tanto produce fuera-de-lugares está fuera-de-lugar. No combate por ocupar espacios, privilegios, reconocimiento, poder institucional sino por existir. Es decir, resiste a no ser borrado del mapa por su potencia intempestiva. Y existe creando bloques de espacio-tiempo que no existen aún. Trabaja por lo que está viniendo, no por lo que hay disponible en el mercado del arte ni con la reglamentación o codificación cultural de la época. Es un mestizo del tiempo: está en su presente y a la vez en un futuro imposible o en lo impotente de ese presente. Se desencadenan altas dosis de conflictividad entre lo contemporáneo y lo moderno que el/la artista saca a relucir y resulta insoportable para los otros y otras, y agotador para sí mismo/a. De este modo deviene “sujeto del poema”. Es decir, activa un proceso de subjetivación que transforma las relaciones con uno/a mismo/a y con los otros, corporal e intelectualmente.
Trabajar contra los clichés contemporáneos del postmodernismo que es deducción de producción de realidad del mercado global; pensar lo extranjero, lo que no se ha pensando aún; escuchar lo imperceptible; transformar la visión, los modos de decir, de leer y de oír; rechazar los modos actuales de representación; interseccionar poética y política con sus efectos éticos; conceptualizar el continuo de la experiencia de individuación que producen los funcionamientos de las obras de arte, son las principales acciones que Meschonnic compromete al “sujeto del poema” o a todo proceso de subjetivación moderna.
Pisoteo la sintaxis porque debe ser pisoteada. Es uva. Ustedes entienden.Henri Meschonnic Acaso porque no oculta sus rechazos, suele
Este texto me fue encargado, en abril 2020, por el Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad de
Fue en la oscuridad del tiempo entre guerras del siglo pasado cuando el movimiento psicoanalítico conquistó el mundo. Un momento
De La luna con gatillo. Aquí el Facebook de lxs amigxs: La luna con gatillo
En 1964 David Viñas publica su disruptivo libro Literatura argentina y realidad política. De allí en más, ni la literatura, ni la historia, ni la crítica en Argentina se leerán del mismo modo. Es el mismo año en que José Luis Manguieri funda La rosa Blindada, emblemático proyecto político-editorial que toma el nombre del libro homónimo de poesía de 1936 escrito por Raúl Gozález Tuñón –nombrado “Director de honor” por el colectivo editorial– en homenaje a la insurrección masacrada de los mineros de Asturias, ocurrida en octubre de 1934. Desde hacía una década Viñas venía publicando novelas y un año antes había publicado ese magistral Manifiesto que figura en la solapa de su único libro de cuentos, Las malas costumbres (casi podría decirse que los cuentos acompañan la solapa, más que la solapa acompaña al libro). También había fundado y dirigido, junto a su hermano Ismael la emblemática revista Contorno (1953-1959), de la que participaron –entre otros– León Rozitchner y Adelaida Gigli. Revista que en su Nº 2, de 1954, rescata la figura de Roberto Arlt.
Tuñón y Artl, el legado y el parricidio.
Arlt murió joven, sin escuela y como un maldito entre los malditos. O en los bordes heréticos de las iglesias literarias. Tuñón, se sabe, apadrinó a Juan Gelman, y luego, al Cuarteto Cedrón.
Pero eso fue hace mucho. Antes de que todos los integrantes de este proyecto naciéramos. Antes de que el Río de la Plata se transformara en una marea de muertos sin sepultura, y antes de que el deseo revolucionario se extinguiera de nuestra sociedad. Lo que vino después es archi-conocido: la teoría de los dos demonios, el reconocimiento de militantes de la cultura de izquierda sólo en sus funciones de “poetas”, “periodistas” y “escritores”. Así y todo, personajes como los de Rodolfo Walsh, Francisco Urondo y Haroldo Conti no dejaron de acompañar a nuevas generaciones, pero más como figuras que como expresiones de proyectos estético-políticos a revisitar.
Cuando surgió este proyecto (primero “trinchera radiofónica”, luego también blog y ahora en búsquedas por diversificarse), elegimos el nombre de La luna con gatillo para rescatar a Tuñón de cierto olvido, para trazar genealogías que fueran más allá de los años 70 y para recordar (nos) que no siempre la política y la crítica de la cultura marcharon por caminos tan separados como en las últimas décadas.
Tuñón murió en 1974, pero Viñas nos acompañó hasta hace no tanto. De hecho hay quienes escriben en esta semana especial que le estamos dedicando –a siete años de su fallecimiento– que tuvimos la suerte de cruzarlo por ahí alguna vez, o entrevistarlo en algún bar de la calle Corrientes, o asistir a una de sus clases en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
Por eso pensando en el programa de radio, y este portal web, tal vez podríamos haber pensado en titular este homenaje bajo el nombre de “Viñas, Tuñón, un sólo corazón”.
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2018-
Como en el viejo zaping, pero ahora en youtube: Viñas, David Viñas, entrevistas. La lista de reproducción larga varias posibilidades. Ya las he visto todas, en distintos momentos, pero cada tanto –en alguna noche de desvelo como esta– suelo volver a mirar algunas.
1995-
Viñas participa de una charla en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata. Gente sentada en sillas, muchas pibas y pibes jóvenes sentados en el suelo. Numerosos carteles colgados con rostros de otros jóvenes, pero de 20 años atrás. Están desaparecidos, entonces y ahora. Tal vez alguno haya aparecido (su cadáver en realidad) producto del trabajo realizado por el Equipo Argentino de Antropología Forense. No lo sabemos. Lo que sí sabemos, porque ha quedado registrado en una cámara filmadora, es que Viñas liga el rostro de esos militantes con los de sus hijos, también desaparecidos por el Terrorismo de Estado. David nombra a María y Lorenzo Ismael Viñas y luego a Víctor Choque.
¿Quién se acuerda de Víctor? De Cabezas muchos. Es que José Luis era fotógrafo, y su nombre fue mencionado durante mucho tiempo, cada día, en los noticieros de Canal 13. “No se olviden, de José Luis Cabezas”, repetía a diario Santo Biassatti con rostro adusto. Pero de Víctor no. Se olvidaron rápido los medios hegemónicos. Pero entonces Viñas lo recordó. Había muerto hacía poco de todos modos. Y David lo puso en serie con sus hijos detenidos-desaparecidos durante la última dictadura cívico-militar. ¿Hizo mal? Poco importa. Lo que importa es su coherencia.
Víctor Choque fue un obrero de la construcción, salteño, asesinado en Ushuaia el 12 de abril de 1995, justo dos años antes de que Teresa Rodríguez fuera asesinada cuando pasaba por las cercanías de un piquete en Cutral Có. Son los años cínicos, los años del Menemato, según supo tempranamente caracterizar, y nombrar, David Viñas, el hombre que desde la literatura y la crítica argentina había trazado un hilo invisible entre los indios, los gauchos, los cabecitas negra, los subversivos, es decir, entre todos aquellos asesinados por esa “constante con variaciones” que fue la “violencia oligárquica” en Argentina. Estamos en ejercicio de la memoria, insiste David. Y recuerda también a los fusilados en la Patagonia Rebelde en los años 20; a los fusilados en José León Suárez, a mediados de los años 50 y a los asesinados durante el Cordobazo, ya finalizando los años sesenta. Todas secuencias del siglo XX.
2017-
Releo un libro de Viñas, tras haber realizado un ejercicio viñesco: leer con atención el diario La Nación. Luego escribo:
Fines de la década del ‘50 del siglo XX: Viñas escribe Los dueños de la tierra. Fines de la década del ‘90 del siglo XIX. David sitúa el inicio del relato de su novela. Dos personajes discuten sobre “la mejor manera de cazar indios”. “Como si fueran guanacos o cualquier cosa”, dice uno. Porque “matar era como violar a alguien. Algo bueno”, comenta otro. El relato avanza, y las frases pronunciadas resuenan desde el fondo de la historia en esta cruda realidad del siglo XXI. “¿Nosotros venimos aquí a divertirnos o qué?”.
El interrogante es del libro de Viñas, no de la actual “Revolución de la alegría”, que a través de la Gendarmería Nacional ha detenido-desaparecido al joven trabajador de la economía popular Santiago Maldonado.
Meses después aparecerá el cadáver de Maldonado flotando sobre un río. Nuevas operaciones mediáticas, políticas, judiciales. El veredicto final determina que Santiago se ahogó mientras cruzaba el río, sin padecer su cuerpo violencia previa. Para muchos la prueba de que seguimos en democracia. Ergo: ya no se cometen delitos de lesa humanidad. Para otros tantos la autopsia no cambia algo sustancial: Maldonado escapaba de una represión (ilegal), desatada por Gendarmería Nacional. El artesano estaba en el sur del país junto a la comunidad mapuche que resiste el avance represivo del Estado argentino que ahora toma la Ley Antiterrorista aprobada durante el anterior gobierno para “inventarse” ese nuevo enemigo público. Ese mismo Estado que casi un siglo y medio atrás recorrió similares latitudes en una campaña que denominó del desierto, pero resulta que ese desierto lo habitaban los indios, tan condenados entonces como hoy.
Era famoso en toda esa parte de la Patagonia. Bond. Y cuando esos animales -o lo que fuera- caían, él los golpeaba hasta que agacharan la cabeza, no miraban más y quedaban completamente oscurecidos como su propia piel, leo en la novela de Viñas, quien agrega: lo que molestara tenía que ser eliminado.
Las mismas tierras patagónicas en donde semanas después, en una nueva represión a las comunidades mapuches, la Prefectura Nacional asesina a Facundo Nahuel, otro joven de la economía popular (menos reivindicable por nuestras bellas almas progresistas, al parecer, porque no era blanquito y capitalino como Maldonado): las mismas latitudes en donde hace casi un siglo atrás el Estado exterminaba trabajadores criollos, de Argentina y de Chile, y también, inmigrantes. Esos que le habían salido como tiro por la culata en los planes de Don Faustino, el Sarmiento que había promocionado que pobláramos el “desierto” con gente de bien, europeos, no negros de mierda –como ahora– venidos de países cercanos, o de tierra tan lejanas que no sabemos ni ubicar en el mapa. Entonces vinieron europeos, sí, pero resulta que esa gente de bien no era tan de bien, al parecer. Eran anarquistas, hombres y mujeres de espíritu libertario, no iguales pero parecidos a los gauchos e indios que en malones y montoneras se habían resistido a la captura operada por el Estado en su búsqueda por transformarlos en ciudadanos de la república burguesa, es decir, en fuerza productiva para el capital.
2018-
Sigo viendo videos. Los años van variando, la actitud de Viñas no. Aparece más joven o más viejo, siempre con bigotes, voz decidida, intervenciones punzantes.
Viñas con cincuenta y pico, durante el exilio mexicano; Viñas viejito ya, más de ochenta años, meses antes de morir, contando que está metido en un proyecto para fundar una nueva revista sobre temas latinaomericanos. Lamenta que en Argentina no exista ninguna biblioteca donde poder investigar seriamente sobre literatura Latinoamericana.
Viñas cultiva siempre la incomodidad como posición existencial.
David ya es una gran figura ampliamente reconocida y con trayectoria en el campo cultural argentino; ya rechazó unos años antes la beca Guggenheim; ya se le reconoce el mérito de haber acuñado el concepto de menemato; ya fue candidato a intendente de la ciudad de Buenos Aires por una lista de izquierda. Tiene setenta años y va a participar de una mesa sobre “intelectuales y política” del programa Los 7 locos, que se emite por la televisión pública. Un breve extracto de ese programa se hizo luego famoso, hace poco, porque Beatriz Sarlo se indigna en un momento y se va. El extracto se viralizó bajo el nombre de “El antecedente de Conmigo no Barone”, pero lo sustancioso de la intervención de Viñas no está allí, sino en el track de 15 minutos (que compartimos al final de esta nota). Es 1995, mitad de la “década perdida”, la “segunda década infame” o quieran llamar a ese doble mandato de Carlos Saúl Menem en la presidencia de la Nación. Viñas, impoluto, les dice en la cara todo lo que les tiene que decir a quienes comparten mesa con él. No se ruboriza, no se acobarda, no da tregua ni hace concesiones. Es un buen ejemplo de cómo debería entender un intelectual crítico que tiene que posicionarse frente a una cámara de televisión.
Viñas aclara que se debe distinguir entre intelectuales críticos y sumisos. Es interrumpido por la conductora, que le dice que no cree haber invitado gente sumisa a su programa. Y Viñas vuelve a la carga, e insiste en que se siente abrumado por la presencia de tantos funcionarios. Hace un paréntesis a su alocución para señalar que en un lugar llamado Los siete locos la escenografía está compuesta por personas a las que les falta la cabeza, cuando la locura tiene que ver con la cabeza y no con los pies. Todas parejas heterosexuales, remarca (yo que participo activamente en la homosexualidad me siento discriminado). La conductora intenta conciliar, pero Viñas insiste en que no se reconoce como colega de quienes están en esa mesa, algunos de los cuales han pasado del menemato a la Alianza. Y recuerda que a mayor riesgo de crítica, mayor riesgo de sanción. Cita los nombres de Rodolfo Walsh, de Silvio Frondizi y de John Willian Cooke. La conductora se impacienta. Viñas no retrocede. Rescata su derecho a definirse por la discrepancia. ¿Nada más?, lo increpa la conductora. Y nada menos, agrega Viñas, quien remata: decir No es empezar a pensar.
El video sigue. Haga una pausa y me levanto a buscar ese libro que publicó cuatro décadas antes de asistir a ese set televisivo. Releo Los dueños de la tierra y encuentro esas líneas que había ido a buscar; esa frase que tanto me gusta y que pongo en serie con sus dichos en Los siete locos para cerrar esta nota de homenaje al gran intelectual irreverente. Extracto de su novela de 1957 que dice así:
Y era bueno poder ver a los enemigos, si hasta era saludable poderlos odiar enteramente, como un ojo mira redondamente a un blanco. Es que ese odio sí que se lo sentía con de esa forma total, resultaba placentero, no incomoda, llenaba el cuerpo y lo sostenía a uno. Hasta adquirían importancia y su verdadero valor los enemigos y uno se definía a partir de ellos. “No” a lo que comen, “no” a lo que leen, “no” a lo que tienen metido en la cabeza…–le había dicho Yuda.
Fuente: LA LIBRE
A comienzos de marzo salió de imprenta Cachorro, Breve tratado de filosofía paterna, de Agustín J. Valle. Editado por Hekht, este libro es “una indagación poética con curiosidad ensayística sobre la fenomenología bebítica, una indagación lírica habilitada por una perspectiva de la paternidad antipatriarcal”. Aquí las Ranas entrevistan a Valle ante este nuevo acontecimiento libril.
¿Cómo surge el libro?
Estaba con mi hijito recién nacido, e incluso antes en la espera, en esa suspensión del tiempo normal que implica el nacimiento -aunque no siempre, porque hay mucha industria o técnica para reinsertar en la normalidad tamaño acontecimiento. En ese limbo uterino, que suspende las urgencias, la distribución de los valores, las obsesiones naturalizadas del deseo, y también por la lectura de un par de dos textos: La cosa y la cruz de León Rozitchner y Mi hijode Rafael Barrett, empecé a observar desde el lugar de inocencia que el acontecimiento me permitió, la escena del bebé recién nacido. Los primeros trazos vinculares, su reacción a la vibración de la voz, la escena del amamantamiento…
El primer hallazgo fue el de la mirada a los ojos durante el amamantamiento, una acción que me pareció esencial, incluso por encima del acto nutricio. A partir de ahí, gracias a esas lecturas y esa atmósfera antinormalizante del acontecimiento bebítico, fui encontrando una experiencia de conocimiento irremplazable. Mirar y acompañar de cerca el crecimiento de un bebé que tanto nos muestra de nosotros mismos, porque nosotros también somos bebés que crecieron.
¿Qué son estas otras masculinidades a las que hacés referencia en el libro?
Estamos viviendo un acontecimiento histórico, un desplazamiento, para el cual no hay guion establecido. Este desplazamiento tiene que abrir, no solo la posibilidad de crítica a estas masculinidades violentas, sino también la posibilidad de contar masculinidades que se puedan afirmar, que no tengan vergüenza de sus fortalezas, porque violencia y fortaleza no son lo mismo. No sabemos bien cómo son esas masculinidades, hay que investigarlas.
Una de las líneas de investigación, de experimentación de estas masculinidades nuevas consiste en la paternidad de cercanía, en la paternidad de presencia. Estas son las primeras generaciones en las que es tan masivo que ambos trabajen. Y de hecho fue también eso lo que hizo a la escritura del libro. Cuando la mamá de mi hijo empezó a trabajar a los seis meses, yo me quedaba muchos días enteros con él y en el momento de su siesta me iba a la terraza de mi casa a tratar de registrar lo que más me había sorprendido, de lo que había visto en ese momento.
En el libro empezás desarmando la frase “Ya vas a ver cuando venga tu padre”. Esto ¿era algo que solías escuchar de chico?
No recuerdo, es probable. Pero es un lugar común, algo que nos toca a todos, un punto sensible instalado en todos aún sin haberlo experimentado en la biografía individual, es algo común de la cultura. El hecho de que el padre porta la ley, de que no está porque está trabajando, de que lo doméstico es de la mujer y de los niñxs y que la realidad la instaura el padre portador de ley cuando llega. Que es el nexo entre lo social, el orden cívico, y ese mundo doméstico que todavía guarda algo de ensoñado.
Todo nuestro mundo entra en revisión…
Mis propios parámetros y criterios, la relación con el sentido común dominante y con las formas de vida que vienen dadas por inercia. Todo entra en revisión, la llegada de un bebé o bien refirma la adhesión a la normalidad (“lo que hay que hacer”), o bien se acepta las preguntas que trae sobre cómo vivir. La relación entre vida privada y vida pública, cuánto se comparte y cuanto es cerrado, la distribución del tiempo, el vínculo con la calle, la sacralización del trabajo, la implicación política, la alimentación… ¿Qué significa alimentarse? O ¿contratamos una empleada doméstica ahora que laburamos y somos papás y mamás? o ¿trabajamos menos? ¿Trabajamos más porque necesitamos más plata? ¿Lo mandamos lo antes o lo más tarde posible al jardín? Cosas simples pero densas. El guión de la vida mercantil usa al bebé como excusa, entonces se toman decisiones como dejar un berretín porque ahora tengo un hijo… Y en realidad el bebé no pidió nada, ni que renuncies ni que hagas nada; solo presencia y amor. La pregunta por las paternidades alternativas no se puede separar de la pregunta sobre nuestros propios modos de vida, nuestros deseos, aspiraciones, valores….
La creciente igualdad de género cuenta con mutaciones que son de un aire liberador del modelo de varón patriarcal. ¿En qué sentís que los libera?
Nos libera de esa posición de poder que es un mandato para los hombres. Nos invita a poder desear tranquilo, desear sin violencia (o sin violencia unilateral, porque seguramente un especialista en deseo puede demostrar que el deseo en cierto sentido siempre implica una cierta violencia…). El movimiento por la igualdad de género invita a pensar un deseo más sano, más alegre, más placentero, intenso, fuerte, más vital; un deseo sin vestigio de odio por lo deseado. Invita a correrse progresivamente de aquel lugar de padre ausente que porta la ley, que se apoya en que su palabra es Ley, que lleva la marca de la gorra, es liberador. El viejo Padre, el padre viejo, tenía como potestad distintiva que su palabra era la Ley, y por eso guardaba una cierta distancia corporal sensible con el crío. Es muy liberador poder acceder a esa cercanía, a ese roce sostenido con el cachorro, un tipo de rol paterno-varonil que aún no tiene nombre, aún no sabemos cómo llamar a la paternidad presente, a ese presentismo paterno.
¿De qué naturaleza son las cosas que nos enseña el bebé?
El bebé enseña cosas sobre la naturaleza humana y por lo tanto lo que muestra dialoga con la filosofía política, en sentido amplio. En relación cómo se organiza el deseo, la atención, el aprendizaje, el placer y el miedo; en relación a la concepción misma del sujeto, o a la naturaliza de la empatía. Para el bebé conocerse a sí y conocer las cosas son inseparables. Los bebés refutan la condición liberal del individuo insular, del yo como sustrato último de la subjetividad, el bebé lo refuta. La subjetividad nace en la medida de que hay otro que te está mirando, nace como un nosotros. Aparte otro que te está mirando con la parte menos prescriptiva del cuerpo, que son las pupilas, las que menos mandatos tienen.
Nosotros somos bebés que crecieron, que mutaron, y los bebés nos enseñan cosas sobre el estatuto de las palabras y el lenguaje, cómo el lenguaje y las palabras se inscriben en el cuerpo primariamente como algo que forma parte de la corporalidad sensible, y no del régimen abstracto y superior. O enseñan la naturaleza primaria del juego, cuando nos damos cuenta de que los juguetes sirven sobre todo para que el bebé no juegue con “otras cosas”. El hecho de que hayas juguetes consagrados a la diversión, al goce, al disfrute, sirve para forzar una renuncia a a tener un vínculo lúdico y de experimentación general y abierta con la existencia. O enseñan también el hecho de que el esfuerzo no necesita de la obligación, de un régimen de obligatoriedad para existir. El nene aprende a caminar, que es un gran esfuerzo, con una especie de curiosidad natural sobre sus propias potencias. Y no es porque tenía la meta finalista de caminar o porque sea algo sagrado que había que conseguir.
La importancia de deconstruir la paternidad…
Es importante deconstruir la paternidad porque la paternidad de distancia, la del padre castrador, es el primer operador de la inscripción de la ley y del mandato de lo abstracto y del deber en la subjetividad. Se inscribe lo abstracto, lo distante, la obediencia, el deber. Y la discusión sobre el fundamento del poder. Porque el poder del padre no tiene otra justificación que el poder del padre. Del mismo modo que el poder del dinero y el poder de la ley no tienen otra justificación que el poder del dinero y el poder de la ley. En ningún lugar está escrito que hay que obedecer la ley, la ley lo presupone. El trasfondo es una relación de fuerza, la ley presupone su obligatoriedad, enuncia el conjunto de las obligaciones. El carácter arbitrario de la ley se naturaliza primeramente en esa figura del padre castrador, donde lo que hace es poner límites, instalar lo que no, con lo que no se juega y lo que sí se debe (cosas que en una paternidad presentista pueden hacerse, pero son laterales, accesorias). Y esto instala el deber y esto prepara a los sujetos para la condición deudora, siendo la deuda acaso el mecanismo de sujeción contemporáneo más importante.
Pero además es un problema para los varones padres, a quienes se nos instala que hay algo más importante que perder el tiempo en esa escena doméstica babosa con el bebé, que es la esfera de la producción, la esfera económica y de reconocimiento, de modo que nos vemos empujados a menospreciar (aún con tristeza y sin quererlo, es decir de hecho) una escena de amorosidad y alegría inmediata por una de miedo, esperanza esclavista y competitividad…
Cachorro – contratapa
¿Cómo son las masculinidades necesarias para los nuevos modos de vida igualitarios? ¿De qué modo pueden los varones ser afirmativos y estar presentes en esos modos, sin reproducir la antigua asimetría? No lo sabemos bien, no estamos segurxs, erramos, seguimos. Pero los cachorros están acá y exigen que hagamos. En este libro se intuye que si se los observa bien, ellos sugieren senderos, los muestran como se muestra la vida: modesta, contundente, desprejuiciada, fértil, excesiva. Reinventar la mirada para estar al ras del suelo.
Agustín J. Valle
Nació en Buenos Aires en 1981. Entró a estudiar Historia en la UBA pero era 2001 y dejó. Aprendió con Ignacio Lewkowicz hasta su muerte. Después estudió filosofía política con Diego Sztulwark. Participó del Colectivo Inmediato, de pensamiento y escritura, del ciclo de lecturas Ensayos en Vivo y su sello artesanal Ensayos de Libro. Es autor de “Solo las cosas, notas de subjetividad mediática y crónicas de naturaleza urbana” y de la plaqueta “Notas de montaña” (ambos en EEL); es coautor de “A quién le importa. Biografía política de Patricio Rey” (Tinta Limón); “De pies a cabeza, ensayos de fútbol” (Interzona); “Nueva autoayuda, por un sueño latinoamericano” (Kier): “Mirate esta. Cartas de películas” (EEL). También colaboro con artículos en varios libros; escribió en medios gráficos y hace un micro en radio La Tribu sobre cultura y política. Es profesor en la Diplomatura en Gestión Educativa y coordina el seminario Subjetividades Mediáticas y Educación, en FLACSO Argentina.
Presentación viernes 20 de abril en Nivangio (Boedo)
Para proponerse como superador de las divisiones, qué mejor que irse a la punta del llamado desierto patagónico, en soledad
Valeriano escribe sin marca. Sin las marcas de la identidad o perfil establecido para alguien que escribe -sin la marca
Foto: Caleidoscopio de la serie Seis movimientos para una línea. Ana Efron El hombre precisa un silencio cálido, y
¿Somos marxistas? ¿Existen marxistas? Tú sola, estupidez, eres eterna. Esa cuestión resucitará probablemente estos días, con ocasión del centenario, y consumirá ríos de tinta y de estulticia. La vana cháchara y el bizantinismo son herencia inmarcesible de los hombres. Marx no ha escrito un credillo, no es un mesías que hubiera dejado una ristra de parábolas cargadas de imperativos categóricos, de normas indiscutibles, absolutas, fuera de las categorías del tiempo y del espacio. Su único imperativo categórico, su única norma es: «Proletarios de todo el mundo, uníos». Por tanto, la discriminación entre marxistas y no marxistas tendría que consistir en el deber de la organización y la propaganda, en el deber de organizarse y asociarse. Demasiado y demasiado poco: ¿quién no sería marxista?
Y, sin embargo, así son las cosas: todos son un poco marxistas sin saberlo. Marx ha sido grande y su acción ha sido fecunda no porque haya inventado a partir de la nada, no por haber engendrado con su fantasía una original visión de la historia, sino porque con él lo fragmentario, lo irrealizado, lo inmaduro, se ha hecho madurez, sistema, conciencia. Su conciencia personal puede convertirse en la de todos, y es ya la de muchos; por eso Marx no es sólo un científico, sino también un hombre de acción; es grande y fecundo en la acción igual que en el pensamiento, y sus libros han transformado el mundo así como han trasformado el pensamiento.
Marx significa la entrada de la inteligencia en la historia de la humanidad, significa el reino de la conciencia.
Su obra cae precisamente en el mismo período en que se desarrolla la gran batalla entre Tomás Carlyle y Heriberto Spencer acerca de la función del hombre en la historia.
Carlyle: el héroe, la gran individualidad, mística síntesis de una comunión espiritual, que conduce los destinos de la humanidad hacia orillas desconocidas, evanescentes en el quimérico país de la perfección y de la santidad.
Spencer: la naturaleza, la evolución, abstracción mecánica e inanimada. El hombre: átomo de un organismo natural que obedece a una ley abstracta como tal, pero que se hace concreta históricamente en los individuos: la utilidad inmediata.
Marx se sitúa en la historia con el sólido aplomo de un gigante: no es un místico ni un metafísico positivista; es un historiador, un intérprete de los documentos del pasado, pero de todos los documentos, no sólo de una parte de ellos.
Este era el defecto intrínseco a las historias, a las investigaciones acerca de los acaecimientos humanos: el no examinar ni tener en cuenta más que una parte de los documentos. Y esa parte se escogía no por la voluntad histórica, sino por el prejuicio partidista, que lo sigue siendo aunque sea inconsciente y de buena fe. Las investigaciones no tenían como objetivo la verdad, la exactitud, la reconstrucción íntegra de la vida del pasado, sino la acentuación de una determinada actividad, la valoración de una tesis apriórica. La historia era dominio exclusivo de las ideas. El hombre se consideraba como espíritu, como conciencia pura. De esa concepción se derivaban dos consecuencias erróneas: las ideas acentuadas eran a menudo arbitrarias, ficticias. Y los hechos a los que se daba importancia eran anécdota, no historia. Si a pesar de todo se escribió historia, en el real sentido de la palabra, ello se debió a la intuición genial de algunos individuos, no a una actividad científica sistemática y consciente.
Con Marx la historia sigue siendo dominio de las ideas, del espíritu, de la actividad consciente de los individuos aislados o asociados. Pero las ideas, el espíritu, se realizan, pierden su arbitrariedad, no son ya ficticias abstracciones religiosas o sociológicas. La sustancia que cobran se encuentra en la economía, en la actividad práctica, en los sistemas y las relaciones de producción y de cambio. La historia como acaecimiento es pura actividad práctica (económica y moral). Una idea se realiza no en cuanto lógicamente coherente con la verdad pura, con la humanidad pura (la cual no existe sino como programa, como finalidad ética general de los hombres), sino en cuanto encuentra en la realidad económica justificación, instrumento para afirmarse. Para conocer con exactitud cuáles son los objetivos históricos de un país, de una sociedad, de un grupo, lo que importa ante todo es conocer cuáles son los sistemas y las relaciones de producción y cambio de aquel país, de aquella sociedad. Sin ese conocimiento es perfectamente posible redactar monografías parciales, disertaciones útiles para la historia de la cultura, y se captarán reflejos secundarios, consecuencias lejanas; pero no se hará historia, la actividad práctica no quedará explícita con toda su sólida compacidad.
Caen los ídolos de sus altares y las divinidades ven cómo se disipan las nubes de incienso oloroso. El hombre cobra conciencia de la realidad objetiva, se apodera del secreto que impulsa la sucesión real de los acaecimientos. El hombre se conoce a sí mismo, sabe cuánto puede valer su voluntad individual y cómo puede llegar a ser potente si, obedeciendo, disciplinándose a la necesidad, acaba por dominar la necesidad misma identificándola con sus fines. ¿Quién se conoce a sí mismo? No el hombre en general, sino el que sufre el yugo de la necesidad. La búsqueda de la sustancia histórica, el fijarla en el sistema y en las relaciones de producción y cambio, permite descubrir que la sociedad de los hombres está dividida en dos clases. La clase que posee el instrumento de producción se conoce ya necesariamente a sí misma, tiene conciencia, aunque sea confusa y fragmentaria, de su potencia y de su misión. Tiene fines individuales y los realiza a través de su organización, fríamente, objetivamente, sin preocuparse de si su camino está empedrado con cuerpos extenuados por el hambre o con los cadáveres de los campos de batalla.
La comprensión de la real causalidad histórica tiene valor de revelación para la otra clase, se convierte en principio de orden para el ilimitado rebaño sin pastor. La grey consigue conciencia de sí misma, de la tarea que tiene que realizar actualmente para que la otra clase se afirme, toma conciencia de que sus fines individuales quedarán en mera arbitrariedad, en pura palabra, en veleidad vacía y enfática mientras no disponga de los instrumentos, mientras la veleidad no se convierta en voluntad.
¿Voluntarismo? Esa palabra no significa nada, o se utiliza en el sentido de arbitrariedad. Desde el punto de vista marxista, voluntad significa conciencia de la finalidad, lo cual quiere decir, a su vez, noción exacta de la potencia que se tiene y de los medios para expresarla en la acción. Significa, por tanto, en primer lugar, distinción, identificación de la clase, vida política independiente de la de la otra clase, organización compacta y disciplinada a los fines específicos propios, sin desviaciones ni vacilaciones. Significa impulso rectilíneo hasta el objetivo máximo, sin excursiones por los verdes prados de la cordial fraternidad, enternecidos por las verdes hierbecillas y por las blandas declaraciones de estima y amor.
Pero la expresión «desde el punto de vista marxista» era superflua, y hasta puede producir equívocos e inundaciones fatuamente palabreras. Marxistas, desde un punto de vista marxista…: todas expresiones desgastadas como monedas que hubieran pasado por demasiadas manos.
Carlos Marx es para nosotros maestro de vida espiritual y moral, no pastor con báculo. Es estimulador de las perezas mentales, es el que despierta las buenas energías dormidas que hay que despertar para la buena batalla. Es un ejemplo de trabajo intenso y tenaz para conseguir la clara honradez de las ideas, la sólida cultura necesaria para no hablar vacuamente de abstracciones. Es bloque monolítico de humanidad que sabe y piensa, que no se contempla la lengua al hablar, ni se pone la mano en el corazón para sentir, sino que construye silogismos de hierro que aferran la realidad en su esencia y la dominan, que penetran en los cerebros, disuelven las sedimentaciones del prejuicio y la idea fija y robustecen el carácter moral.
Carlos Marx no es para nosotros ni el infante que gime en la cuna ni el barbudo terror de los sacristanes. No es ninguno de los episodios anecdóticos de su biografía, ningún gesto brillante o grosero de su exterior animalidad humana. Es un vasto y sereno cerebro que piensa, un momento singular de la laboriosa, secular, búsqueda que realiza la humanidad por conseguir conciencia de su ser y su cambio, para captar el ritmo misterioso de la historia y disipar su misterio, para ser más fuerte en el pensar y en el hacer. Es una parte necesaria e integrante de nuestro espíritu, que no sería lo que es si Marx no hubiera vivido, pensado, arrancado chispas de luz con el choque de sus pasiones y de sus ideas, de sus miserias y de sus ideales.
Glorificando a Carlos Marx en el centenario de su nacimiento, el proletariado internacional se glorifica a sí mismo, glorifica su fuerza consciente, el dinamismo de su agresividad conquistadora que va desquiciando el dominio del privilegio y se prepara para la lucha final que coronará todos los esfuerzos y todos los sacrificios.
(Publicado en Italia el 4 de mayo de 1918 en el periódico EL GRITO DEL PUEBLO)
Al menos cinco elementos combinados (entre muchos mas) en un discurso de especulación económica, y sensible a un imaginario individual del trabajo en equipo, impregnan y saturan nociones que generan empatía con la descartabilidad de los cuerpos: circularidad en el lenguaje, el “precio” y “deprecio” del cuerpo, la eliminación como corrección de rumbo, invertir en lugar de subvertir, y el borde del miedo descentrado. En ese imaginario viejo pero reinventado (de competencia y “valor”) el miedo que genera Cambiemos no es a morir o que me maten (ese es el ariete del discurso de la inseguridad): el miedo esta dado en no poder resolver la incertidumbre de vivir para competir a partir de mi propio “valor”. Recién en ese regreso del diálogo aparece la muerte, pero siempre es del otro.
Para comenzar, hablemos de Cambiemos, no de Macri. Macri es Cambiemos, pero Cambiemos no es solo Macri. Cambiemos es un corrimiento, como reagrupamiento, de variados sectores de la sociedad a una forma organizada de pensar el nuevo conservadurismo como una revolución permanente (y no reconoce niveles de ingresos en esos consensos). Un cambio permanente que refuerza los ordenes liberales clásicos reacomodados a la miseria, a la pobreza de los cuerpos por relanzar al mercado en su pauperización (pues mientras vivos, pueden seguir produciendo y compitiendo) para reafirmar valores difuminados por tanto populismo. Cambiemos es una “revolución”. Y como toda revolución, es un regreso a lo que existía y se perdió. Es una revolución en el sentido moderno (no contemporáneo) de revolución. Hubo un pasado mejor, se perdió, y se puede volver con la revolución del Cambio. La vuelta (como toda re-volución, de raíz astronómica, mecánica, física) a lo que fuimos: grandes, importantes, ricos, amables, republicanos, o lo que gusten poner en el pasado. A ese pasado hermoso e inventado (pues no hay mejor invento creativo que el pasado) volvemos con el cambio. Cambiando lo que nos desvió de ese pasado. Y ese cambio, laico y darwinista, vuelve a los mejores (la neo-oligarquía financierizada al extremo, y rediviva como propietaria ausentista) a gobernar, y a los peores a desaparecer. El resto, a trabajar como pueda, a hacerse la vida, “precariamente” (como en las mejores épocas del mito del granero). Herederos de los propietarios ausentistas dueños tierras que nunca ocuparon, pues la trabajaban otros, hoy el equipo de cambiemos, que ofrece como meta la riqueza por esfuerzo, también es una dirigencia “ausentista” pero invertida. Antes vivían de ricos en el extranjero, ausentes de sus estancias aquí, pero que les generaban millones sin restricciones ni control estatal. Hoy las offshore de todos los funcionarios de cambiemos son las viejas estancias de antaño, reproduciendo mas millones otra vez sin ese tedioso control estatal. Y aquí juegan de ricos exitosos administrando lo que no les pertenece: la cosa pública. Y asegurándose que ese Estado, ahora administrado de primera mano, nunca, nunca mas vuelva a meterse con lo suyo, y no les toque las “estancias” en Panamá o Islas Caimán. Liberales muy particulares que odian el Estado pero no quieren dejar de ocuparlo y administrarlo.
La circularidad del lenguaje
“Cambiemos” (la alianza entre Propuesta Republicana-PRO, Unión Cívica Radical y Coalición Cívica) no ofrece la muerte. Ofrece la opción de una vida como valor de cambio. Y ofrece lo que pueda producir esa biología corporal como valor de competencia. Interviene además en la conformación y propuesta de una dimensión mensurable para cuantificar y cualificar esa vida en valor con otras. Una noción de la competencia, re-inventada de la paradojal idea de “la mano invisible del mercado”, pero haciendo un uso inteligente (legible) de lo visible del cuerpo/valor en su producción individual de esfuerzo cotidiano. Agrega como elemento de la hora, la comunicación desmesurada desde una estructura corporativa de televisión e internet, que le evita al cuerpo la concentración de cuerpos, para que en la zona de confort de cada individuo, el intercambio de ideas se despliegue e impregne de un sentido palmario a cada uno. Cambiemos no “da” un mensaje, mas bien acaricia el imaginario lingüístico individual y narcisista (por eso la efectividad de las redes, donde todos quieren mostrarse, amigables o indignados, viajeros o estudiosos, preocupados o de fiesta, pero mostrarse, desde la pantalla, al mundo. Ese narcisismo es una red biológica de circulación para Cambiemos, que la refuerza tocando el timbre para verte a la cara y no te pide que lo vayas a ver, no te muevas de tu casa, excepto para producir, y si podes producir desde tu casa, emprendiendo algo, mejor aun). Cambiemos dialoga con cada unidad biológica que lo escucha desde su casa sin muchedumbres que los amontonen, haciendo que cada cuerpo se sienta único e individuo, y no masa o muchedumbre en rebaño a merced de un líder, pues Cambiemos habla en equipo al individuo. En este camino liberado y sin intermediarios unívocos ni unidireccionales, cada uno de nosotros siente lo dicho por el “equipo” de Cambiemos y dialoga con Cambiemos. El lenguaje de Cambiemos circula libremente por los cuerpos que ya hablan ese lenguaje (del valor individual) de antaño, pero ahora lo escuchan de forma oficializada por la tertulia de una red jerárquica que aprendimos a escuchar: la corporación político mediática de representación estatal.
La depreciación del cuerpo/valor
Este diálogo de Cambiemos completa su circularidad con una comunicación que ofrece como solución a las posibles fallas de la producción del cuerpo/valor, la gestión de la descartabilidad de los cuerpos. Aquí cambiemos anuncia la muerte del cuerpo como responsabilidad de verdad por parte del Estado (no como responsabilidad del Estado, “el Estado no mata”, da una presunción de verdad a una situación incómoda para el individuo que se esfuerza día a día, y entonces “sucede” –es una eliminación “natural”- y el Estado refuerza la lógica de algo que “debe suceder”). Ese marco de conceptos no novedosos, pero si con nuevas resonancias por su oficialización estatal, se materializa como una función económica, que nos indica que el cuerpo asesinado no es una situación trágica, sino la eliminación de una versión “depreciada” de la mala gestión de ese cuerpo/valor. Con esta gestión de la descartabilidad, la dimensión dramática de un cuerpo asesinado por el Estado no genera empatía; lo que genera empatía es la celebración como verdad necesaria de defensa de la propuesta republicana del Estado, de esa eliminación del cuerpo/valor “que no sirve”.
Grafiquemos: la Prefectura Naval Argentina asesinó al joven Rafael Nahuel (por la espalda) como un acto de verdad al que “hay que creerle” porque ese cuerpo no debía estar ahí; la pregunta “¿qué hacía ahí Nahuel?” o “¿qué hacía ahí Maldonado?” es parte de un imaginario salido de la zona de confort frente a la interteve, que genera verdad en la pregunta y empatía con la verdad de un individuo que pretende su circulación de la casa al trabajo y vuelta, sin cortes ni interrupciones.
Grafiquemos otra vez: Chocobar no mata a un vecino que circula: asesina la mala gestión del cuerpo-valor de un ser humano joven que depreció lo que tenía como cuerpo/valor, y no aprovechó las oportunidades que “naturalmente” da la competencia para ser mejor por mérito y competir con otros cuerpos desde el esfuerzo cotidiano. No se “ganó” lo suyo, quería lo de otros sin hacer esfuerzo en condiciones de competencia (como si el delito no fuera una competencia, y la habilidad para cometerlo –en connivencia con el Estado, siempre- no fuera parte del esfuerzo y la creatividad de un cuerpo. Es la misma habilidad delictual de crear una offshore, evadir impuestos, y en connivencia con el Estado, lograr que los dineros públicos, vía emisión de deuda, vayan a la offshore –“ganándome lo que no es mío”-. Esta competencia delictiva de todos los funcionarios de Cambiemos queda opacada por la complejidad del delito económico, -pero es tema del próximo artículo-).
La eliminación de lo que no sirve como corrección de la política
Existió por décadas en los recursos verbalizados de los individuos, una intención de eliminación del otro ante el peligro (real o construido, es decir real y construido: estar seguro) tan apacible y sensible a individuos de izquierda y derecha, que toma cuerpo en la verbalización de los lugares comunes, porque tomó cuerpo en la cotidianeidad de la vida social. Por caso, el patriarcado no reconoce ideologías (y los femicidios o abusos vienen de progres o reaccionarios por igual) la tortura fue ariete de fascistas y revolucionarios en el este y el oeste. Y esa corporalidad material de la eliminación, ya no es solo una carga sentimental de la seguridad añorada (y una herencia en los cuerpos “educados” en la utopía de la “seguridad” a diestra y siniestra) pues ahora tiene el elemento de la competencia viva de mi esfuerzo como supuesto loable en especulación por tener; por eso la exigencia de “estar seguro” eliminando al otro (seguro en casa, seguro ideológicamente, seguro en la cama….seguro) se escucha tan invariablemente en el lugar del ciudadano todo terreno, pues el “centinela” de la eliminación por seguridad recorre la vía pública, el trabajo, la vecindad, la casa, el confort, en palabras heredades por el cuerpo. Esta eliminación del otro que molesta el cotidiano, es algo ordinario y pretérito. Pero se rearma, se refunda con la paridad seguridad=cuerpo/valor.
Es decir, un diálogo impregnado del sentido acomodado a mi entorno (por eso vienen y me tocan el timbre) confortable, que desacredita cualquier espectáculo que interrumpa la circulación de mi cuerpo/valor en el camino de ida y vuelta de casa al esfuerzo personal.
En esta inflexión de lo sensible en la cotidianeidad de una racionalidad económica de los cuerpos (lo que producen día a día para vivir) el proceso lingüístico de Cambiemos propone, lentamente, armoniosamente, oficial y eficazmente, el convencimiento de la descartabilidad de formas de vida ociosas como algo políticamente aceptable. Y no es que antes no existiera este espacio de aprobación en gran parte de los individuos, va de suyo. La intensidad de este diálogo “en casa” con Cambiemos, está dada en cómo coloca esta descartabilidad donde se hace aceptable y no duele, y lentamente (aquí “el aviso de incencio”) comienza a ser políticamente correcto. De forma corporal, está “oficialmente bien” que suceda, socialmente necesario que pase. Heredera de otras formas de eliminación que también fueron socialmente aceptadas por variados sectores (y variados motivos) esta descartabilidad parece hija dilecta de un encumbrado costumbrismo anclado en el sentido común, con la pregnancia perfecta del más clásico liberalismo competitivo con oportunidades para todos. Un Cambio, una re-volución a lo conocido y aprendido pedagógicamente por años del mas basal consumismo totalizador y personalizante. La descartabilidad de los cuerpos, como una renovación para nada liviana de otras eliminaciones corporales: los desaparecidos en primer término (y sobre todas las cosas) pero también los extranjeros que quitan el trabajo, los vagos que no quieren trabajar, los que ocupan el hospital sin ser de acá (ya no solo de Argentina, sino de otra provincia o distrito del conurbano) los negros que cortan la calle: todos eliminables en el rancio lenguaje de la “política” como discusión de qué hacer con la polís y con la cosa pública, desde casa. Ahora, todos los que restan posibilidades a la competencia liberada desde el Estado para que mi cuerpo/valor emprenda, pueden correr la misma deserción. Y es una deserción de cuerpos que planteada como exegesis de la libre competencia, es casi voluntaria… Y por lo mismo (exegesis y voluntariedad por la elección que cada cuerpo hace al utilizar su valor) la fatalidad de la combinación, transforma lentamente la competencia en un “derecho”. Y si tengo “derecho” a circular con mi cuerpo/valor para producir y competir, puedo exigir la descartabilidad como “sanción” para quien no quiera participar del círculo, porque el joven al que asesinó Chocobar “murió en su ley…sabia a lo que iba, y que podía ´perder´”…´perder´….
La eliminación y descartibilidad transformadas en una ley natural y exigible. Ya no hay lugar para la solidaridad como la que entendía y pregonaba la progresía local desde millonarias mansiones; en el lenguaje de Cambiemos y su diálogo individual y personalizado, la solidaridad es resignificada por el “equipo” que habla del libre juego, porque hay competencia abierta y legítima.
Última forma de consenso: Invertir, no subvertir
Cambiemos especula, invierte, y todos quieren ser inversores. El inversor pone énfasis en lo que existe, cuida el juego porque allí sucede el milagro de la multiplicación de panes y peces (o de panaderías y pescaderías mejor dicho, pues hablamos de grandes inversores). El inversor no quiere que se cambien las formas estructurales de la inversión, esto es: hay un lugar donde invertir, hay un riesgo que contiene de forma pretérita su propia proporcionalidad (mas segura es la inversión-menor es la ganancia/menos segura es la inversión/mayor es la ganancia) y quiere que esta proporcionalidad se mantenga. Aquí el inversor (insisto, hablamos de grandes inversores, no del ama de casa que con unos pesitos compró Lebacs o el joven oficinista que juntó 5000 pesos y compró Letes….) pide respetar esta estructura, que no se subvierta, pero con un detalle: le exige al Estado que lo “cuide”, y ese cuidado es “relajando” algunas de las formas de la inversión: operar con cuentas desde el extranjero, en moneda de otro país, dolarizar o pesificar carteras sin límites, comprar monedas extranjeras sin restricciones, subir las tasas de interés que regulan la moneda en la que invertí, etc….es decir; no subvertir el formato especulativo del juego (esto no es peyorativo, la especulación es un formato de gestión de los futuros en monedas, válido) sino profundizar esas formas, afianzar el sistema de creencias del acto de “invertir” para no subvertir la estructura. Reinvertir en la inversión. Y aquí logran consensos también. Cambiemos vuelve a circular sobre los cuerpos con naturalidad, pues existe en un país como el nuestro, con pocas regulaciones en general para los especuladores de toda laya, una tendencia de todos a regatear y especular, y consigue un inusitado consenso de la hora, permitiendo que hasta el empleado raso pueda desde su hombanking comprar unos dólares o Letes- Letras del tesoro (en dólares o pesos!) o invertir en Lebacs y con posiciones cubiertas (compro la letra y me cubro con un futuro de dólar por si sube….todo al alcance del teclado) . Es decir, permitir, profundizar el sistema, ampliarlo, democratizarlo, con menos regulación, extendiendo “la libertad” de jugar el juego, generando que jugadores menores (el empleado, el ama de casa con un breve ahorro, el jubilado con unos pesitos de un juicio) defienda y apoye materialmente (pone ese ahorro –y su cuerpo/valor- en juego) las formas de la competencia financiera. El cuerpo/valor en su máxima expresión.
Grafiquemos: hoy es común una andanada de llamadas y consultas a los organismos del sistema financiero, o a través de sus páginas de “educación financiera”, hechas por personas de todas las edades y niveles, que ponen sus ahorros en juego preguntando “¿Cómo hago para invertir?, ¿Qué tengo que hacer para entrar en la Bolsa? ¿Me recomiendan un intermediario confiable?”.
Grafiquemos la especulación mas cotidiana: los precios de las viviendas y terrenos se dispararon por las nubes cuando el Estado propuso el exitoso Procrear y medio millón de personas pudo comprar un terreno o construir una casita. Es decir, puso a circular una masa de dinero no especulativo (pues era para tener un lugar donde vivir, no para poner una empresa o un negocio rentable) pero no puso límites a la especulación que esa expansión monetaria generó, con lo cual transformó el dinero hipotecario-prendario en especulativo. Con la nueva salida de una canasta de créditos hipotecarios (“tu primera vivienda”, “UVA”, etc, etc) sucedió lo mismo: hecha la expansión monetaria (a una tasa alta y en condiciones volátiles) se dispararon los precios de las viviendas para acaparar ese dinero sin restricciones. Para poner una contracara de capitalismo al caso: en Alemania se regulan los precios de alquileres por competencia controlada estableciendo que una segunda vivienda ociosa debe ser alquilada para una familia que lo necesite a precio de mercado y no para turistas. Aquí las viviendas ociosas se alquilan sin control a turistas, con la consecuencia de una ganancia exorbitante para el que tiene dos casas (subiendo el precio de las demás) y sin solución para la mitad de la población que tiene problemas de vivienda.
Estos pequeños futuros inversores dan plafón, apoyo, consenso a los grandes inversores, pues ven a los grandes ganar números exorbitantes y quieren imitarlos, ampliando la aceptabilidad de la inversión como un negocio genuino, real, legítimo, que no subvierta! aunque en la primera corrida son los pequeños soñadores son los que quedan sin un centavo.
Poner a prueba el borde del miedo
Cambiemos logró fracturar la estabilidad de lo cotidiano: se puede perder el trabajo en cualquier momento, los alimentos pueden aumentar al día, los servicios básicos tienen ajustes incesantes y se anuncian nuevos, los acuerdos paritarios son una incógnita hasta cuando están cerrados (siempre a la baja y con clausulas que tienen nombre de amenaza mas que de salvataje: “gatillo”) el salario pierde poder de compra y los billetes pierden poder adquisitivo diariamente aumentando su denominación. No hay estabilidad posible en la planificación del día a día. Ya nada es seguro con Cambiemos, y el nudo de sensibilidades del cuerpo, gracias a la eliminación de la estabilidad en el cotidiano, se anuda justamente en el esfuerzo cada vez más grande para atravesar el cotidiano. Y ese cotidiano se limita a lo que pueda el cuerpo (y si no puede, pasas a ser tu propia amenaza, tu propio “gatillo”). No es la amenaza del despido, sino el despido real, que sucede para luego reinventar al despedido en cuenta-propista, emprendedor, monotributista, gestionador de su propia suerte emrpendedora y empresarial lo que asimila el cuerpo. Todo ese paquete de inseguridad, miedo y esfuerzo, esos dolores del cuerpo, duelen, cuestan, y son materialmente mensurables en la lingüística propuesta por Cambiemos. Juega con el borde de ese miedo poniéndolo a prueba en la medida que logra transformar al empleado en emprendedor, independiente, que debe sostenerse en su esfuerzo como inversión en el cuerpo/valor para que sea válido.
Cambiemos propone el abismo de la inseguridad cotidiana y ofrece a cambio que “ayudes” a gestionar tu seguridad aprobando el método de la descartabilidad. Por eso Cambiemos recurre al “acompáñennos en este cambio”. Porque Cambiemos es el cambio. Tal vez uno de los mas peligrosos que nos ha tocado luego de la aprobación social de la desaparición de personas. Los espacios corporativos de poder comparten mucho entre sus miembros (clase, ingresos, gastos, corrupción, vivir del Estado….) y proponen desde ese lugar lejano al cotidiano del cuerpo, opciones de seguridad política y biológica como derecho y sanción.
Un país con buena gente
Grafiquemos con un último ejemplo, pues hay ejercicios materiales en los espacios colectivos de trabajo donde se pone a prueba esta dinámica del esfuerzo del cuerpo/valor y la competencia cara a cara con el que tengo al lado, día a día, esforzándose a la par.
En algunos espacios estatales, ahora conducidos por estos millonarios exitosos que hablan inglés y son “prácticos” y eficientes, se ha dado esta situación: se ofrece un nuevo puesto, se piden postulaciones entre los empleados (estatales) para el puesto, luego se los convoca a entrevistas individuales para que digan porqué merecen, según su propio criterio y experiencia, el puesto propuesto. Hasta aquí todo más o menos normal (aunque debería ser por concurso de oposición….pero ninguna gestión lo hizo hasta ahora, por qué pedirlo ahora…?). Pero luego se los somete a otras dos instancias en un mismo acto: se realiza una entrevista grupal con todos los candidatos y se les pide a cada uno que digan, a viva voz y delante de todos, porqué merecen el puesto ofrecido; e inmediatamente terminada esta ronda, se les pide, a cada uno, que sostenga y fundamente porqué el compañero de trabajo que tiene al lado No merece acceder al puesto ofrecido. Así como suena, hablame mal de tu compañero de trabajo, al que ves todos los días, competí in situ, aquí y ahora….hasta ahora, en los casos relevados, nadie se levantó de la entrevista por considerarla humillante y delatoria. Todos se prestaron al juego de competir desde su propio cuerpo/valor con otros cuerpos, en tiempo real.
Posdata: por esfuerzo (no por suerte) están elles (es una posdata porque no tengo ninguna autoridad para hablar del tema; solo hago un comentario hirviendo)
El movimiento de mujeres, trans, travestis, gays, lesbianas, nos van a meter el patriarcado en el bolsillo a todos los machitos, y esa es la revoltosa muestra contemporánea de un inexorable recorrido donde hay elementos políticos y vitales nuevos en muchos años en Argentina (tal vez, por primera vez). En un país de historia conservadora en general, sin presencia de revoluciones (no heredamos ninguna en el cuerpo) el sentido de “revolución” desde este movimiento debería leerse en forma contemporánea no como la irrupción de un estallido (pues cuando se apaga el fuego, las cenizas solo ensucian y se vuelan con primer viento) sino como un deseo estallado que se expande y repliega diariamente, sin freno, como respiración y conspiración, en los gestos, actuando en la dispersión, en cada lugar, en cada cuerpo, tal vez mas que en el día de la marcha multitudinaria, que es solo la efectivización de una visibilidad necesaria pero no necesariamente continua pues agota a todos. Desde que el movimiento de mujeres, trans, travestis, gays, lesbianas se expresa en las redes (más que en las calles, pues es muy efectivo así , y hay que saber surfear esa marea en la red, ya que es lo mas impregnante de la hora) bajó en muchos de nosotros (tanto hombres como mujeres) el machismo inveterado que filtramos alegremente a nuestros cuerpos como noción de formación y casi “pedagogía de vida” para afrontar la diaria. Ya no canchereamos hablando de “minas”, ahora muchos hablamos del otro con mas respeto y cuidado. Porque a diferencia de la izquierda y la derecha, que históricamente propusieron la eliminación del cuerpo (la derecha propone la muerte en el trabajo o la eliminación del que no sirve, la izquierda propone morir por la revolución y por otras tantas cosas más…) este conjunto heterogéneo de seres que se reconocen, proponen cuidar el cuerpo, decidir sobre el, recorrerlo con el placer y la lucha desde quererse vivxs…una novedad entre tanta muerte. La única respuesta hasta ahora contundente y dispersada en millones de cuerpos, al lenguaje de Cambiemos. Y como elemento no menor, nos despertaron un amor que no conocíamos. Algo que incluso es profundamente reconfortante. Podemos llorar tranquilos, un poco mas, nos podemos emocionar con calma, no pasa nada….
Si hay una perdurabilidad del círculo, una fuerza circular cuya persistencia no puede más que asombrar -a la vez que
Esta entrevista fue publicada originalmente en Marxism Today en julio de 1979. Nicos Poulantzas fue una de las figuras más
En un artículo previo a la irrupción del Covid-19, Quatrocchi reflexionaba sobre las tensiones ya al límite en Europa, y
No era un “inocentón”, no. Era un niño.
“Nuestras bellas almas son racistas”
Jean Paul Sartre
El problema son los choros. Y los ñoquis. Sí. Ahora. Ahora el problema son los choros y los ñoquis. Los ñoquis y los vagos. Los que piden monedas. Los trapitos. Los que venden estampitas. Que venden, va. Que te extorsionan con la imagen de un santo. O de la Virgen. Virgen deberían ser esas chicas. Esas mugrosas. ¡Que vayan a laburar! El problema es que no quieren laburar. Les das un trapo de piso y salen corriendo. Que se van a poner a limpiar. Igual hay que tener cuidado. Le das la mano y te toman el codo. Le abrís la puerta de tu casa y te roban. Las negras siempre roban. Te roban tu casa. Y si te descuidas te roban el marido. O te lo toman prestado. No te lo sacan del todo. Te lo llevan por un rato. Las negras se calientas con los tipos de guita. Se hacen la croqueta. Se piensan que ellas también serán como las negras de las novelas: lograr que un tipo lindo y de guita se enamore de ellas. Pero eso sólo se ve en las pantallas. Y las negras no son negras. Son blancas que actúan de negras. De provincianas. Igual también están los blanquitos que son negros de alma. Los que salen a la calle a hacer quilombo. Porque le dicen protesta pero es hacer quilombo. Una cosa es salir con una olla y una cuchara, como puede hacer una de nosotras, que se yo, a hacer un poco de ruido, y otra cosa es cortar una calle. Prender fuego. Los tipos sin remeras, todos sudados. ¡Que vayan a la-bu-rar! Pero que van a laburar estos… Queres un electricista y no hay. Querés un plomero, y no hay. Queres uno que te destape el baño al menos, tampoco hay. Siempre tienen otros trabajos “pendientes”, te dicen. Por una pendiente habría que tirar a todos esos negros de mierda. Y a las negras. Solo salen a pedir. O a “protestar”, como le dicen. Las minas llenas de críos alrededor. Claro, por unos mangos que les llueva de arriba las negras ya van y tiene hijos. No uno o dos. O tres. ¡No! ¡Un montón! Las negras se llenan de críos. Y de perros. Y de gatos. Se creen que todavía están esos ranchos del interior de donde vienen. Pero no. Están en la ciudad. Pero bueno. Esto no es de ahora. Antes también. Los negros se hacían los cocoritos en la época de la yegua. Decí que se murió. La mató el cáncer. Decí, que sino alguien igual la habría matado, a ese macho con polleras. Hubo blancos también igual he… Blancos que eran negros de alma. Nenes de mamá contaminados por los negros. Se hacían los héroes metiéndose en la guerrilla. Decí que los mataron a todos. Bueno, no. A todos no. A casi todos. Si los hubiesen matado a todos la cosa se habría terminado. Pero no se terminó. Los negros son así: se multiplican. ¡Otra que los panes de Cristo! Los panes, la harina y la grasa. Este país está lleno de grasa. Otra que tortafritas. Una torta de tortafritas se puede hacer con tanta grasa. Una gran torta. Este país está lleno de tortas. Y de putos. Sí, si ahora hasta se pueden casar. Y tener hijos. Y andar mostrando obscenidades por ahí. El otro día salí de casa y me topé con dos tortas de la mano, caminando como si nada. Y dos putos dándose un beso en medio de la plaza. Mirá si los ven los nenes. ¡Qué degenerados! Pero así estamos: rodeados de putos, de tortas, de cirujas, de negros, de grasas, de ñoquis. ¡Se podría poner un supermercado con todo eso! Pero no. Ni siquiera. Porque ni un negocio como se debe se puede tener en este país. Porque vienen las bolivianas y se te sientan a vender cosas en la puerta. Todo el día ahí sentadas las peruanas. Peruanas no. Bolivianas. Bueno, no sé, es lo mismo. Las negras esas olorientas. Y sus maridos. ¡Qué olor tienen esos tipos! Y sí. Habría que hacer un supermercado con toda esa grasa disponible. O no: se los podría sacar de la Villa y meterlos… En una gran villa. Sí. Pero todos juntos. Los negros, las negras, las tortas, los putos, los peruanos, las indias, las bolitas, los choritos, los que protestan, todos. Meterlos a todos en una villa y prenderla fuego. Para no andar gastando balas en matarlos de a uno. Y sí, que pase un avión y los rocíe de nafta y los mate a todos. Y a todas. De una vez. De una puta vez. A ver si así se dejan de joder…
El que-hacer intelectual contemporáneo, el diálogo intergeneracional, la lucha cultural. Reflexiones a propósito del inicio de un nuevo proyecto radial
En medio de la preocupación por la amenaza de cumplimiento del desalojo de la toma de Guernica surgió la posibilidad
UNO (FESTEJAR) La fiesta, el momento del festejo es algo muy arraigado en las vidas populares, de Argentina pero
(Sobre Spinoza, poema de pensamiento[1])
I.
Los textos de Henri Meschonnic afirman una política del poema y de la traducción. Esa política concierne al lenguaje y a su potencia de transformación: a una interacción entre lenguaje, ética y política capaz de crear modos de vida.
Esa actividad concierne al sujeto del poema, que es diferente al sujeto del psicoanálisis o al de la filosofía (pero también al del “amor” a la poesía). El sujeto del poema se singulariza en la oralidad: carga al signo con las fuerzas del cuerpo e introduce afectos en los conceptos. En todo “nominalismo de los vivos” hay sujeto de poema. También lo hay en la risa ética de la teoría, que no es sino una reflexión sobre aquello que aún no sabemos. El sujeto del poema subjetiva el lenguaje contra el orden, transformando y transformándose: inventando vida virtuosa.
Esta política depende de una crítica; de una crítica del ritmo al signo. Del ritmo, sí, que es rastro del cuerpo en el lenguaje. Significante mayor: marca de las fuerzas que animan y hacen decir a las palabras. La crítica del ritmo se rebela contra el reino del signo autonomizado; contra el modo en el que el signo, separado, se vuelve borrante del cuerpo.
Crítica es guerra, sí: pero no polémica. Porque no se trata de vencer, sino de historizar, de mostrar funcionamientos y de inventar. Crítica del genio de la lengua (sea el hebreo o el griego, el alemán o el francés). Crítica del saber interpretativo que extrae sentido de la letra y la palabra. Crítica, en definitiva, del puro signo. Del modo en que el signo puro semiotiza lo social. Crítica de lo teológico político. Del modo en el que lo “semio” (signo espiritualizado) comanda el sentido.
Crítica y política constituyen el territorio de encuentro de Meschonnic con Spinoza en un bellísimo libro que Hugo Savino está terminando de traducir y que presentaremos en breve en Buenos Aires: Spinoza, poema de pensamiento.
II.
Meschonnic corta cabezas a mansalva. Es el escándalo mismo: un poeta masacrando filósofos. Roza lo insoportable. ¿Qué ve este poeta serial en Spinoza? Un antídoto contra la filosofía: el Lado Spinoza de la vida como antídoto contra el Lado Descartes (o el Lado Hegel) de la vida. Que es como decir: Lado Inmanencia contra Lado Trascendencia. Lado Natura (de la radical historización) contra Lado Teológico (en el que se funden lo sagrado, lo divino y lo religioso).
Spinoza como poema de pensamiento es una cima desde la cual reprocharle a la filosofía académica su tentativa por hacer del spinozismo un sistema explicativo, de hacer de Spinoza un hecho pedagógico; y a los intelectuales “comprometidos” (pero también a los estetizantes) por haber cedido a la separación entre política y lenguaje: política sin poema y lenguaje despolitizado son fórmulas de retorno a la heterogeneidad de las categorías de la razón, de inmersión en lo abstracto y de pérdida de potencia de transformación.
Meschonnic encuentra poema de pensamiento en el funcionamiento del lenguaje de Spinoza[2]: en la la unidad del afecto y el concepto; en la interacción entre lenguaje, ética y política. Encuentra allí la fórmula del antídoto contra la interminable insistencia que separa la vida humana en cuerpo y alma. Es una cuestión de lenguaje: no hay “unión” sino “unidad” entre cuerpo y alma. Este tipo de indicaciones vuelven atractivo al libro. Un libro que es también problemático porque cuestiona a los comentaristas y pensadores que nos han enseñado a amar a Spinoza.
III.
Leer a Meschonnic no es cosa sencilla. Él mismo enseña que el sujeto de la lectura sólo emerge en una segunda lectura. Dicho de otro modo: es en la relectura que se engendran las preguntas que nos detienen o aceleran, que nos obligan a hacer nuevas conexiones. Sin ese tiempo de las preguntas seríamos devorados por el texto. Por eso leer es entre otras cosas tomar conciencia de las citas con las que funcionamos; poner junto al texto problemas que no son del todo los del autor, o tal vez sí, solo que el lector está llamado a desplazarlos, a introducir su propio replanteo. Sin enfrentarlo a nuestras preguntas, sin confrontarlo con nuestras citas, ¿para qué Meschonnic?
Y el problema es el carácter teológico del signo que no deja pensar, ni saber que no se piensa. Y no se piensa porque este carácter teológico del signo supone una posposición eterna de la sensibilidad sin la cual no es posible la elaboración de nuestras verdades. Es esta eminencia espiritual del signo la que provoca la enemistad de Meschonnic y la que, para mejor comprenderla, me impulsa a extender el planteamiento por medio de citas que no le son afines y que me resultan indispensables. Meschonnic deviene así, un interlocutor tan inesperado como privilegiado para las micropolíticas (asunto que no debería sorprender en la medida en que las micropolíticas conciernen a la dimensión activa de la sensibilidad de toda política).
IV
Por ejemplo, Félix Guattari. También para él se presentaba la cuestión de los signos. Hace décadas ya selañaba la afinidad entre máquinas semióticas de producción y orientación de flujos y formaciones capitalistas tanto a nivel de la constitución de lo social como del individuo mismo.[3] Era sumamente sensible a la actividad semiótica en el centro del funcionamiento del Capitalismo Mundial Integrado, en que el signo independizado se torna materia espiritual y anima tanto el mundo imaginario postmoderno como las técnicas de control.[4]
Tras Guattari, Franco Berardi. Bifo retoma esta cuestión del semio-capitalismo como “régimen económico que se alimenta del trabajo mental de un número ilimitado de trabajos precarios y fractales”, una forma de capitalismo “conectivo” en el que la compatibilización digital tiende a colonizar la sensibilidad.[5] El semio-capitalismo define un modo de producción predominante en una sociedad en la que “todo acto de transformación puede ser sustituido por información y el proceso de trabajo se realiza atreves de la producción de signos”. La semiotización de lo social opera coaccionando: toda diferencia será festejada si abandona su capacidad para diferenciarse por su cuenta. Toda diferencia será alentada si se esfuerza por volverse código compatible.
Y Paolo Virno, claro. Interesado en Marx, Virno verifica el ingreso del lenguaje a la producción: “en el postfordismo –escribe– el general intellect no coindice con el capital fijo, sino que se manifiesta principalmente como interacción lingüística del trabajo vivo”.[6]
Conectividad y lenguaje aparecen, así, como operadores fundamentales en el semiocapitalismo. En el semio-capitalismo reina el signo. Y es solo a través del signo así sacralizado que se valoriza el capital, que se produce el mundo como capital.
En el mismo sentido funciona la noción de producción de pseudo-mundos en Maurizio Lazzarato. Para realizar una mercancía -escribe- el capital crea el mundo en el cual los posibles existen como signos (imágenes publiscitarias, por ejemplo) que se actualizan en los cuerpos bajo la forma de cambios en la sensibilidad.[7] La mercancía vale como signo de realización de ese mundo. Suely Rolnik muestra bien cómo la realización del mundo en la mercancía actualiza la promesa del paraíso de la religión.[8] Trabajamos por el éxito, el éxito es la adecuación a signos paradisíacos.
Y Christian Marazzi, que hace foco en cómo funciona el lenguaje en la organización del capital financiero, creando convenciones para que millones de ahorristas de todos los tamaños puedan orientarse sin apelar a referentes corpóreos. El virtuosismo del lenguaje –puesto a coordinar acciones estratégicas y especulativas– ordenando los flujos de inversión.[9]
El capitalismo se vuelve “semio” en el momento en el que el alma abandona al cuerpo, como dice Deleuze para referirse al momento en que la fábrica es abandonada por la empresa, y en particular, por el departamento de ventas.[10] El “semio”, del semio capitalismo, por todos lados.
V.
Walter Benjamin ya lo había visto cuando tituló unos apuntes breves: “el capitalismo como religión”: lo teológico político persiste secularizado. Persiste como política sin transformación y lenguaje ultra-retorizado. Sobre este punto insistía León Rozitchner en sus últimos escritos[11]. Hay una afinidad evidente entre su las críticas de su “izquierda sin sujeto”[12] y las retóricas que se acomodan a lo que Meschonnic ve como el discontinuo teológico, como discontinuo entre cuerpo y signo, como preeminencia del signo, del signo borrante del cuerpo (esa afinidad expresa una común incomodidad frente al estructuralismo).Para Rozitchner la espiritualización del signo, eso que Marx llamaba fetichismo, se opera –castrándolo- en el cuerpo afectivo. Cuerpo contra cuerpo entonces. Cuerpo-Afecto contra Cuerpo-materia devaluada por la exaltación de una razón separada. Cuerpo-Resistente historizado contra Cuerpo-Fetiche espiritualizado por medio de una estetización/semiotización generalizada.
Leer a Meschonnic con Rozitchner permite socializar la potencia política del poema contra aquello que Guy Debord llamaba en La sociedad del espectáculo la unión “de lo separado como separado”.
Me es imposible leer a Meschonnic sin ciertas citas.
VI
Spinoza, poema de pensamiento es el intento por refutar la idea según la cual una filosofía construida more geométrico (como está construida la Etica de Spinoza) excluye la hipótesis de un sujeto creador de sentido. Sólo que este sujeto ya no es el sujeto filosófico apegado a comprender el sentido por medio del signo, sino aquel que surge en la realización de la concatenación potencia-afecto, potencia-concepto, potencia-lenguaje. Es el gran combate del Tratado Teológico Político: la desacralización de lo divino trascedente.
La vida que este libro de Meschonnic sobre Spinoza pueda tener entre nosotros es aún un misterio. Aunque no es difícil imaginarle vastos territorios sobre los que podría intervenir[13]. En primer lugar, el territorio de la reflexión sobre el lenguaje (una reflexión debilitada según Meschonnic, por el “giro lingüístico”), el terreno de la poesía, del ensayo y del psicoanálisis. En segundo lugar, el de la filosofía y, en particular, el de los estudios sobre Spinoza. En tercer lugar, el territorio del pensamiento político singado por la necesidad de su renovación, sobre todo allí donde los vientos de cambio corren serios riesgos de extraviarse en teorías formalistas, en retóricas declamacionistas y en encierros identitarios.
La actividad del Spinoza de Meschonnic en estos territorios tal vez permita trastocar, hacer trabajar el desencuentro entre el “izquierdismo del pensamiento y su propia incompatibilidad con el intocable signo”. Aprendiendo de Meschonnic a leer en Spinoza el lenguaje como “potencia en acto del intelecto” y como implicación entre “ética y acto de lenguaje”.
Es lo que entiendo cuando leo que el lenguaje vuelve a ser la guerra
[1] Henri Meschonnic, Spinoza, poema de pensamiento; Editorial Cactus y Tinta limón ediciones, Bs-As, 2015-
[2] En su modo de “mal tratar” -es decir, de bien-escribir- el latín
[3] Félix Guattari, Líneas de fuga, por otro mundo de posibles, Ed. Cactus, Bs-As, 2013.
[4] Francisco José Martinez; Hacia una era Post-mediática, ontología, política y ecología en la obra de Félix Guattari, Ed. Montesinos, España, 2008
[5] Franco Berardi (Bifo), Generación Postalfa. Patologías e imaginarios en el semio-capitalismo; Tinta Limon Ediciones, Bs-As, 2007.
[6] Paolo Virno, “Diez tesis sobre la multitud y el capitalismo postfordista”; en Gramática de la multitud.
[7] Mauricio Lazaratto, Políticas del acontecimiento, Tinta Limón Ediciones, Bs-As, 2006
[8] Suely Rolnik, “Geopolítica del rufian”, en Micopolíticas. Cartografia del deseo, Tinta Limon Ediciones, Bs-As, 2005.
[9] Christian Marazzi, Capital y Lenguaje; hacia el gobierno de las finanzas; Tinta Limón Ediciones, Bs-As, 2013.
[10] Gilles Deleuze, “Postdata a la sociedad de control”, en Dos regímenes de locos, textos y entrevistas ()1975-1995), Ed. Pre-textos, Valencia, 2007.
[11] León Rozitchner, El materialismo ensoñado, Tinta Limon ediciones, Bs-as, 2011.
[12] León Rozitchner, “Izquierda sin sujeto”, http://www.redroja.net/index.php/pensando-criticamente/2036-la-izquierda-sin-sujeto
[13] Y antes casi no tuvo vida, sólo una pequeña tirada en francés, a cargo de una editorial ya desaparecida
Un nuevo tipo de héroe nació en el Midtown Manhattan, frente al Hotel Hilton, la mañana del miércoles 4 de diciembre del
La potencia de la filosofía está indisolublemente ligada a su exterioridad. A aquello que irrumpe en su tradición discursiva para
En una nueva intervención de Diego Sztulwark en Subversiones con la columna de Lobo Suelto, en diálogo con Pablo Ramos,
Ser valientes para lo más extraño, asombroso e inexplicable
que nos pueda ocurrir.
Rilke
El problema de la forma de vida, de cómo vivir, recorre por dentro la historia de nuestros saberes. Filosofía y vida se han encontrado cada vez que un discurso conceptual estrechó lazos con disposiciones no discursivas, abriendo en el pensamiento un espacio de ejercitación espiritual orientado a decidir sobre los asuntos más difíciles de la existencia. Y al contrario, ese lazo ha vuelto a romperse cada que vez que el discurso conceptual trató de autonomizarse de esas disposiciones mundanas (los morosos asuntos de la vida práctica), dejándose llevar por sus propias ansias de renovación.
Dado que la cuestión del modo de vida se juega en el tipo de articulación que pueda alcanzarse entre discurso conceptual y dimensión no discursiva de los saberes, toda filosofía práctica implica una determinada política de la existencia. Ni el discurso teórico, ni la política como sistema, ni el mero gregarismo dan por sí mismos respuesta al problema de esta articulación. Las políticas de la existencia apuntan a resolver el problema del buen gobierno de las pasiones humanas y al logro de alguna experiencia de la felicidad. En ocasiones estas políticas de la existencia se organizan como verdaderas políticas de poder.
Una rápida mirada a la coyuntura permite distinguir al menos dos modalidades visibles de articulación.[1] Desiguales entre sí, ambas pueden considerarse representativas de una voluntad de poder ligada a la estabilidad y al orden, aún si su atractivo surge de una notoria apelación a la creación, o bien al rechazo de aspectos de la situación actual. Por un lado están las políticas de la inmanencia que enseñan el entusiasmo por el mundo tal y como es. Se trata de evitar una vida frustrada, neurótica o patologizada por medio de una serie de propuestas laicas y positivas que apelan –siempre al interior de la hegemonía neoliberal, a la cual no cuestionan- a la creatividad personal (en clave emprendedora). Su punto fuerte es su cuestionamiento al miedo al mundo tal cual es, al refugio ideologista que justifica la inacción de modo moralista y al encierro en posiciones reactivas frente a la vida. La idea, en definitiva, de que toda gran salud consiste en aprovechar, con convicción, los posibles que ya están dados.
A pesar de su exaltada apelación a la inventiva, este tipo de lazo inmanente es de naturaleza fuertemente adaptativo y no va nunca más allá de una redundancia respecto de los dispositivos maquínicos que organizan el presente como tal. Esta apelación a superar el miedo es ambivalente, porque en esencia extrae su seguridad de una aceptación de la situación estructural que sería riesgoso cuestionar. La propia idea de inmanencia resulta así empobrecida, en la medida en que se la coloca al servicio de una pura lógica de valorización neoliberal.
Una de las respuestas más fuertes a este tipo de ateísmo liberal vuelto modo de vida hedonista -un individualismo sin trascendencia- la ofrece una cierta teologización de la existencia que retoma, a partir de la fe, los valores comunitarios y de salvación que la política de tipo inmanente desprecia. Se trata de una política de la existencia de tipo trascendente, que tiende a organizar la experiencia en torno a la creencia de una realidad otra, cuyas premisas -religiosas- no surgen de las potencias de los cuerpos sino de la verdad de un mundo otro. Un Amor que protege del odio. En manos de las religiones convencionales, esta política de la existencia presenta una lectura determinista de la realidad social, que escapa a todo cotejo con lo social-histórico y en la que los sujetos reciben consuelo y son llamados a regular su conducta según una óptica moral que no permite superar las formas de terror que limitan sus posibilidades vitales (cuando no son tratados de un modo abiertamente victimista).
A diferencia de otros momentos en los que las militancias políticas y el mundo intelectual de las izquierdas lograban poner en juego políticas de la existencia disidentes capaces de desanudar el sistema de la obediencia, en la situación actual actitudes como el encierro en círculos narcisistas sin confrontación productiva con los otros, o la reducción de la actividad política a una confrontación que pasa casi exclusivamente por el plano de la comunicación -discursos e imágenes- revelan una débil voluntad de poder de las posiciones que antaño se identificaban con la crítica. Sin embargo, si la situación es de todos modos abierta y dinámica, se debe a la subsistencia de una tradición insurgente y callejera,[2] que no ha dejado de renovarse, incluso en las peores condiciones, y que se ha mostrado capaz, una y otra vez, de elaborar el miedo y de retomar aspectos libertarios y comunitarios por fuera de los dispositivos de obediencia en que hoy son capturados.
2.
¿Puede la filosofía terciar en este orden de cosas? De Sócrates a Nietzsche la filosofía ha sido concebida por muchos como una forma de vida no fundada en la obediencia. ¿Quiénes serían los filósofos contemporáneos? ¿Dónde están los buscadores de nuevas articulaciones entre pasiones, discursos y actitudes colectivas? Preguntas como estas surgen inevitables de la lectura de La filosofía como modo de vida, un libro de conversaciones que mantuvo el filósofo Pierre Hadot con sus colegas Jeannie Carlier y Arnold I. Davidson.
Hadot ha dedicado su vida a la filosofía antigua. Entre sus libros traducidos al castellano se encuentraPlotino o la simplicidad de la mirada, una bellísima narración de la mística neoplatónica presentada como un elevado ejercicio de contemplación, capaz de brindar acceso a una sutil disponibilidad, y a una intensa capacidad de atención a sí mismo y a los otros que se revela como una dulzura hacia el mundo.
Su trayectoria personal comienza en la Iglesia Católica francesa, que lo acogió durante dos décadas, hasta que arriba al Collège de France, invitado por Michel Foucault. Siempre le agradeció a la Iglesia su completa formación intelectual, aunque rompió con ella en los años cincuenta a causa de su sobrenaturalismo, es decir: “la idea según la cual el comportamiento puede modificarse sobre todo a través de lo sobrenatural, y que la confianza ciega en la omnipotencia de la gracia permite hacer frente a todas las situaciones”, lo que en la práctica ha significado -cuenta Hadot- la tolerancia con la pedofilia dentro de sus filas. Frente a esos casos, la Iglesia se ha ocupado más de cuidar la conexión del sacerdote con dios que del destino de sus víctimas. Admira a Foucault como historiador de acontecimientos, aunque le reprocha su idea de los “cuidados de sí” entendidos como estética de la existencia: percibe allí un desdén por la dimensión colectiva de la vida filosófica, y el riesgo de un nuevo “dandismo”.
En La filosofía como modo de vida, Hadot se remonta a la distinción antigua entre «filosofía» y «discurso filosófico». Si bien no hay filosofía sin discurso, la filosofía ha sido en su origen algo más, una “elipse que tiene dos polos: un polo de discurso y un polo de acción, exterior, pero también interior”. Hadot recuerda la burla de que eran víctimas los filósofos de discurso que no sabían vivir. Lo que hoy llamaríamos “filósofos de cátedra”. ¿Cómo entender esa burla? ¿Tiene interés volver a idealizar al filósofo y atribuirle unos saberes –¡imposibles!- sobre qué es la vida y cómo vivir? Más sugerente sería leer esa burla como una sanción a la automatización del discurso, a la pereza filosófica que no se esfuerza ya por articularse con disposiciones existenciales (dando lugar a eso que hoy se denomina “subjetividades”). Menos un problema de verdad –o de novedad- y más uno de búsqueda, de ejercicios.
El filósofo que busca redescubrir el mundo, piensa Hadot, se dice a sí mismo frases capaces de producir un efecto “ya sea en los otros, ya sea en uno mismo”, en unas circunstancias concretas y con relación a unos fines determinados. Su discurso es ante todo un ejercicio “espiritual” (hay que tener muy en cuenta que en la antigua filosofía griega estos ejercicios no eran de orden religioso; el cristianismo de los primeros siglos se los apropió para plantear desde sí una forma de vida que hizo retroceder las posibilidades de una vida propiamente filosófica).
Hadot entiende por ejercicios espirituales una práctica voluntaria de transformación de uno mismo y una preparación por medio del pensamiento para afrontar las dificultades de la vida (examen de conciencia, confesión de faltas cometidas, escucha de nuestro monólogo interior, modos de enseñanza, meditación sobre la muerte, técnicas de escritura dirigidas a modificar el propio yo, formas de limitación del deseo). Muchos de estos ejercicios, explica Hadot, se inspiraban en la conciencia de pertenecer a un cuerpo colectivo, como sucede, por ejemplo, con el ejercicio consistente en prestar atención a los otros como vía de transformación de uno mismo (opuesto al gobernarse a sí mismo para aprender a gobernar a los otros, que fascinaba a Foucault). Hadot destaca que estos ejercicios, promovidos por las antiguas escuelas, produjo efectos sobre la política y el derecho de su tiempo.
Los ejercicios espirituales –la búsqueda de una ruptura con el cotidiano, el deseo de acceder a una experiencia descentrada respecto del yo y de las preocupaciones inmediatas- nunca han desaparecido del todo. Luego de su absorción en el cristianismo durante la Edad Media, prosiguieron su marcha a través de las filosofías modernas que buscaron desplazar la percepción hacia la naturaleza y el cosmos (Hadot admira particularmente las filosofías de la percepción de Bergson a Merleau-Ponty). Desde entonces los ejercicios se fueron despojando de su ropaje religioso hecho de “imágenes, personas, ofrendas, fiestas, lugares consagrados a Dios y a los dioses”, hasta retomar su fisonomía propiamente filosófica. Las meditaciones cartesianas dan testimonio de este recorrido (Valéry escribió que con Descartes se inicia la novela moderna que narra el drama de las ideas, más que el de los personajes). Luego Spinoza y Kant realizan una crítica “depuradora” de la religión. Ni siquiera la mística pertenece por derecho propio a la religión: Plotino y Bataille -dice Hadot- nos enseñan la experiencia de una comunicación no religiosa con fenómenos místicos.
3.
Esta bella reivindicación de la filosofía como modo de vida va más allá de la filosofía misma en la medida en que plantea un problema que nos concierne a los no filósofos. El propio Hadot permanece cauto con respecto a la capacidad de la filosofía contemporánea para retomar la riqueza espiritual de las antiguas escuelas griegas (una relación más viva entre personas –no tanto entre ideas-, un intento de hacerse presente para uno y para los demás, un aspecto nítidamente terapéutico). Los antiguos filósofos, dice Hadot, escribían sus frases menos para perfeccionar sus sistemas que para influenciar su propio yo.
Hadot nos aproxima a una filosofía situada más allá de la propia filosofía, a una forma de vida que consiste en la constitución de un espacio de pensamiento capaz de decidir activamente las cuestiones mundanas vinculadas a nuestra existencia. Desprovistos de expectativas en la filosofía como tradición, los no filósofos podemos entrever en Hadot una indicación productiva que incluso va más allá de su propia trayectoria: se trata de hacer una vida en la intensificación de ciertas lecturas fuertes, como parte de un ejercicio ético. Más que aceptar las prescripciones de la filosofía antigua (el propio Hadot considera que de los antiguos debemos heredar la ejercitación, no la “neblina ideológica” que la acompañaba), se trataría de preguntar, al modo de un ejercicio introductorio, en qué punto se está en relación con ese espacio propio de evaluación y decisión sobre lo que somos, que es el corazón mismo de la pregunta por la forma de vida.
No se trata de una pregunta formulada en el aire sino en circunstancias bien determinadas por los conflictos y por la amenaza de guerra que conllevan, en torno a los modos de vida (qué es vivir, se vive cómo; y su reverso, la cuestión de las necropolíticas) que recorren de punta a punta la geografía del occidente capitalista. Circunstancias dominadas tanto por el fastidio –como el que siente Hadot- por la esterilización de los discursos autonomizados, como por la necesidad de ejercicios que ayuden a vencer el miedo.
[1] Seguramente se pueden encontrar más fórmulas de articulación de políticas de existencia. Ahora mismo, cuando miramos los cambios que se dan a nivel mundial, la emergencia de una derecha empresarial que cuestiona aspectos de la globalización obliga a afinar este tipo de caracterizaciones.
[2] De la última dictadura militar para acá, han sido los movimientos de derechos humanos, de trabajadores desempleados, de campesinos indígenas y de mujeres los más eficaces para politizar malestares, retomar aportes de las diferentes izquierdas militantes, y problematizar los dispositivos de extermino y obediencia. La labor de los grupos –en la cultura, las ideas, y las militancias- se redime con relación a los momentos insurreccionales que orientan y dan curso a políticas existenciales.
Un nuevo tipo de héroe nació en el Midtown Manhattan, frente al Hotel Hilton, la mañana del miércoles 4 de diciembre del
En una nueva intervención de Diego Sztulwark en Subversiones con la columna de Lobo Suelto, en diálogo con Pablo Ramos,
La vigencia de la tradición de los oprimidos depende sólo de ellos mismos. Como queda hoy a la vista, no
Dedicado a los internacionalistas chilenos Tirso Montiel, Rigoberto Zamora Sasso y Elmo Catalán Avilés, desaparecidos en la Selva de Beni a manos del ejército yankee y los rangers bolivianos durante el proceso de reagrupamiento guerrillero del ELNB dos años después a la caída en combate de Ernesto Che Guevara.
A 50 años del asesinato del Che Guevara, escribir sobre su memoria sólo podemos plantearlo como una inclinación estratégica urgente de parte de las luchas presentes hacia las intensidades combativas acontecidas en la historia pasada. Una pregunta inquieta y desafiante por las memorias de las resistencias y las intensidades vitales que pusieron en juego tornando posible realizar una lectura a contrapelo de la siniestra y totalitaria realidad capitalista del presente, buscando propiciar una estrategia implicante, amical, con las y los que ya no están la cual nos permita definir algo así como un “nosotrxs”. Una pluralidad de modos de vivir y resistir, desde abajo y a la izquierda, haciendo persistir sus cuerpos frente a la condena capitalista de la servidumbre y el terror social con la que se nos diezma.
Totalitarismo transnacional de la deuda, que se acompaña de una reemergencia de las figuras más siniestras del neo-colonialismo y el neo-fascismo, ambas bajo una investidura, nazionalista, (neo)“desarrollista” y extractivista que agota y desertifica los bienes comunes de los territorios, declarando la guerra a las formas de vida que en ellos aún resisten y ejercen efectivamente la autodeterminación, como en el caso de nuestros pueblos indígenas. Al mismo tiempo, esa desesperación es alimentada por máquinas que vierten sobre la subjetividad de todas y todos, convertidos en espectadores de nuestra propia miseria, un goce con la crueldad a la que estamos expuestos diariamente, normalizando un trato insolente, aislante y desensibilizador con todas las expresiones de malestar y dolor social que lastimosamente componen el retrato de nuestra sociedad contemporánea.
Sin duda, la normalización del terror social, el aislamiento y la desensibilización, acompañadas de ortopedias identitarias que rebrota el facismo para permitir “aliviar” la incertidumbre y confusión con que nos contiene el capital en estado de impotencia frente a la derrota permanente, son las nuevas figuras del enemigo con la cual se reorganiza la lucha de clases en un contexto en que el capitalismo torna invisibles los rostros de los administradores de la miseria, o apela al borramiento de las fronteras para las vidas devenidas mercancías o empresa, no obstante las recrudece para las vidas que, expoliadas por la banca y el trabajo precario, se vuelven a la migración. Explorar la dimensión sensible y afectiva de los mundos en resistencia, se torna una exigencia histórica frente a este contexto globalitario de guerra económica en la cual todas y todos son abstraídos de sus capacidades transformadoras y empáticas a condición de ser “integrados” a la máquina financiera como cuerpos a los cuales no podamos dignamente llorarles ni menos vivir el duelo que les significará ser apresados, desaparecidos o embargados por resistir la muerte.
“El hombre está dirigido por un frío ordenamiento que habitualmente, escapa al dominio de su comprensión. El ejemplar humano, enajenado, tiene un invisible cordón umbilical que le liga a la sociedad en su conjunto: la ley del valor. Ella actúa en todos los aspectos de su vida, va modelando su camino y su destino…Las leyes del capitalismo… actúan sobre el individuo sin que éste se percate. Sólo ve la amplitud de un horizonte que aparece infinito… (cabría aquí la disquisición sobre cómo en los países imperialistas los obreros van perdiendo su espíritu internacional de clase al influjo de una cierta complicidad en la explotación de los países dependientes y cómo este hecho, al mismo tiempo, lima el espíritu de lucha de las masas en el propio país…)”[1]
Queremos referir antes que al nombre propio del Che, a las fuerzas afectivas y sensibles que su historia y presencia puso en juego y en acto como potencia revolucionaria anticapitalista: al internacionalismo como potencia afectiva e insurgente sin fronteras, por un lado, y al amor revolucionario como conciencia sensible de las particulares condiciones de resistencia de los pueblos explotados, por otro. Ambas articuladas como situaciones de con-frontación, en las que las fuerzas expoliadas por las operaciones trans-nacionales de devastación se ven inclinadas a estrechar alianzas estratégicas entre sí, compartir sus heterogéneas experiencias corporales respecto a las violencias que las mantienen en pie de lucha e interpretar los marcadores afectivos con que cada revuelta expresa, mapea, nombra y traduce las condiciones históricas y materiales de la acumulación capitalista a la que se enfrenta.
Internacionalismo pensado como propagación de “uno, dos, tres Vietnam”, comprendidos cada uno de estos como situaciones de organización e insurgencia estratégicas, en las cuales, las poéticas de la revuelta y los saberes locales desplegados por los grupos minoritarios en pie de lucha puedan volverse imperceptibles a las máquinas de aniquilación imperiales y asestar golpes desestabilizadores a las programaciones trans-nacionales y subjetivas de control capitalista. Por situaciones de con-frontación, articuladas en un internacionalismo materialista y sensible, apostamos por buscar alianzas entre los pueblos que puedan ponerle preguntas a su tiempo y lugar más allá de los marcos con los que se encierra la dignidad en la medida, calculable y capitalizada, de “lo posible”. Mundo de muchos mundos, amistades excéntricas y sin fronteras, que se permitan habilitar espacios de intercambio de acuerdo con la fuerza que puedan desplegar entre sí y como efecto de una práctica de intensificación de sus experiencias vitales, armándonos de nuevas estrategias de autodefensa coherentes a los marcos bélicos en los que se enquista y satura la imaginación política contemporánea. Con lo común del nombre del Che Guevara referimos a una piel y un con-tacto entre las vivencias de las pueblas minoritarias en conflicto, las cuales en torno a una presencia sin fronteras buscaron encuentros y compañías, premisas y lenguajes, narrativas y entusiasmos, para resistir las condiciones materiales del capitalismo imperial más allá de las fronteras y distancias, tanto geoterritoriales como subjetivas, que les aislaban entre sí al yacer mediadas por un lenguaje del reconocimiento sobredeterminado por una gramática identitarista y chauvinista de los estados-naciones capitalistas.
La fuerza de lo común a la que hago referencia, el Che, la denominó amor revolucionario, e incluso la concibió como una potencia que pasó a constituir un rasgo cualitativo fundamental de toda campaña revolucionaria. En sus textos y discursos en esa fuerza sentimental es que se deposita la guía de toda inclinación insurgente, convirtiéndose en condición de posibilidad de la construcción teórica y analítica de la lucha de clases. En una de sus cartas señalará: «¿Quién ha dicho que el marxismo es la renuncia de los sentimientos humanos (…)?. Si precisamente (…) fue el amor al hombre, a la humanidad, el deseo de combatir la desdicha del proletariado, el deseo de combatir la miseria, la injusticia, el calvario y toda la explotación sufrida por el proletariado, lo que hace que de la mente de Carlos Marx surja el marxismo. Pero, ¿qué lo hizo ser ese intérprete sino el caudal de sentimientos humanos de hombres como él, como Engels, como Lenin? …”. Amor revolucionario como potencia activa de un materialismo sensible, basado en la capacidad de vinculación de los cuerpos y en la expresividad no-lingüística de la condición del malestar de las clases expoliadas como acción transformadora, como potencia revolucionaria. Hablamos de un materialismo que interpreta las condiciones del estado de las fuerzas históricas, antes bien, desarrollando una exploración corpórea de sus potencias deseantes, sus intensidades y vigores, armándose una pragmática revolucionaria sólo desde la capacidad que tengamos de intensificar ese estado subjetivo y corporal de las fuerzas insurgentes en resistencia y persistencia frente a la muerte a nivel mundial.
[1] El socialismo y el Hombre en Cuba, Ernesto Guevara de la Serna, marzo 1965.
Texto publicado en febrero 2018 en el Dossier a 50 años de la muerte del CHE de Revista Mala.
Hace algo más de medio siglo, se creaba la primera Tendencia del peronismo revolucionario de la mano del dirigente Gustavo
Valores fundamentales Hay una serie de estas nuevas. Una serie que se llama The Handmaid’s Tale (El cuento
Mutación de la soberanía: Frente al sadismo instituyente y el masoquismo meritante, cambiar juntas las reglas del juego.
“La rusticidad y la incomprensión consisten precisamente
en no relacionar sino fortuitamente
fenómenos que constituyen un todo orgánico”
Karl Marx
I
“[…] es el opio del pueblo” blasfemaba en 1844, desde las páginas de la “Introducción” a la Crítica de la filosofía del derecho y del Estado de Hegel, un joven Karl Marx autoexiliado en París. A partir de entonces, y más allá de que la formulación no le pueda ser atribuida exclusivamente[1], este epigrama se ha asumido como el núcleo esencial de la crítica marxista a la religión. Sin embargo, las cosas no son tan simples, ni menos pueden reducirse a la pura negación, cuando hablamos de relación urdida entre religión y marxismo desde los orígenes de la reflexión marxiana y a lo largo de la historia de las tradiciones que se reclaman tributarias del pensamiento de Marx[2].
Sintetizando exageradamente, y de acuerdo con las investigaciones existentes, podríamos decir que las posiciones ante el fenómeno religioso han oscilado entre el rechazo y la asimilación, pasando por un abanico de alternativas en las que estas posibilidades se combinan en distinto grado. Lenin, por mostrar uno de esos extremos, declaraba en 1909 lo siguiente:
“esta máxima de Marx constituye la piedra angular de toda la concepción marxista en la cuestión religiosa. El marxismo considera siempre que todas las religiones e iglesias modernas, todas y cada una de las organizaciones religiosas, son órganos de la reacción burguesa llamados a defender la explotación y a embrutecer a la clase obrera”.
Mientras que casi veinte años después y desde este lado del Atlántico, José Carlos Mariátegui, admirador del líder ruso y de la gesta bolchevique, escribía en una dirección muy diferente:
“Sabemos que una revolución es siempre religiosa. La palabra religión tiene un nuevo valor, un nuevo sentido. Sirve para algo más que para designar un rito o una iglesia. Poco importa que los soviets escriban en sus affiches de propaganda que “la religión es el opio de los pueblos”. El comunismo es esencialmente religioso”.
Se aprecia entonces, que, si bien la beligerancia y la crítica radical hacia la religión han sido predominantes en el marxismo, se hallan igualmente, y en no menor medida, posturas que valoran ciertos aspectos de la religiosidad o que, derechamente, reivindican el carácter religioso del socialismo.
Entre los “clásicos”, autores como Friedrich Engels, Karl Kautsky y Ernst Bloch, prestaron atención al cristianismo primitivo, a las guerras campesinas en Alemania y a la figura de Thomas Mütnzer, llegando a la conclusión de que, en ciertas circunstancias históricas, la religión podía contener un potencial subversivo. Asimismo, intelectuales contemporáneos como Alain Badiou, Antonio Negri y Michael Hardt o Slavoj Žižek y John Milbank, han mostrado una sensibilidad particular hacia la cuestión religiosa, al punto de que es posible apreciar un nuevo impulso en la reflexión marxista sobre la materia, tal como sostiene Bruno Bosteels en su libro Marx y Freud en América latina…:
“En años recientes -apunta en su trabajo- toda una serie de pensadores del lado izquierdo del espectro político parecen sentir la necesidad no sólo de meterse con la religión y con la persistencia de cierta teología política en el pensamiento radical, sino también y especialmente de modelar nuevas formas de militantismo a partir de la figura del santo: desde San Pablo para Badiou y Žižek, a San Francisco de Asís para Hardt y Negri” [3]
Suscribiendo completamente la interpretación de Bosteels, nos gustaría sin embargo plantear que esa sensibilidad hacia la religión, que puede observase en el campo teórico de las izquierdas, adopta proporciones mayores en América latina, donde el llamado “cristianismo liberacionista”, la teología de la liberación y un conjunto de imágenes bien asentadas en la memoria colectiva refuerzan la fusión de marxismo y religión: Camilo Torres, el cura guerrillero, cayendo en combate; Fidel Castro reconociendo la posibilidad de que cristianos y marxistas se encuentren en las luchas revolucionarias; la iconología en torno al Ché que lo muestra como una suerte de Cristo revolucionario; la misma idea de “hombre nuevo” de inocultable raigambre religiosa; el movimiento Cristianos por el socialismo en Chile apoyando a Salvador Allende y los miles de creyentes combatiendo en el Ejército Sandinista de Liberación Nacional y participando constructivamente en el gobierno revolucionario, son solo algunos ejemplos de una lista podría alargarse enormemente.
Estas experiencias y elaboraciones teóricas han ayudado a erigir una manera de asociar militancia revolucionaria y religión que hace que no resulte problemático pensar al militante como un santo o un mártir[4], o que se considere que las metas del “cristianismo verdadero” (aquel encarnado por las comunidades cristianas primitivas, antes de que el cristianismo se convirtiera en la religión del imperio) son las mismas que las de la revolución socialista; ideas que ya venían instalándose desde el siglo XIX pero cuya gravitación se acentúa en las condiciones históricas abiertas a partir de la segunda mitad del siglo XX en América Latina, en un terreno que había sido abonado desde antes por lecturas como las de José Carlos Mariátegui, quien, considerado como justicia como el primer marxista de América latina, reivindicó abiertamente y sin complicaciones, como vimos en la cita evocada más arriba, el carácter religioso del socialismo[5].
Pues bien, en medio de un clima intelectual y político propenso a fundir marxismo y religión y de experiencias históricas que reforzaron la convergencia entre cristianos y marxistas, la reflexión que desde mediados de los años sesenta fue desarrollando León Rozitchner se nos presenta como una interrupción radical de estas formas estabilizadas. Sus preocupaciones y desarrollos teóricos van a avanzar a contrapelo de las maneras típicas de pensar la relación entre marxismo y religión instaladas por la convergencia entre cristianos y sectores de izquierda en los procesos revolucionarios del continente y de las versiones liberacionistas de la teología y la filosofía, al tiempo que, retomando la crítica marxista de la religión, va a articular una compleja reflexión sobre la relación entre cristianismo y neoliberalismo, sobre las consecuencias negativas que para la izquierda ha tenido la adopción de modelos de militancia inspirados en el cristianismo y, en un sentido más amplio, sobre la persistencia de lo teológico en lo político.
Teniendo en cuenta estas consideraciones, las líneas que siguen pretender apuntar algunos elementos de la crítica de Rozitchner a la religión que permitan relevar su lugar disrruptivo y desestabilizador de aquellos discursos, tan extendidos en América Latina, en que marxismo y religión se reconcilian, junto con sus aportes a la crítica marxista de la religión. Sin poder todavía realizar una interpretación general del conjunto de su obra, vamos centrarnos en dos momentos específicos: su polémica con el filósofo Conrado Eggers Lan en 1963 y su libro La cosa y la cruz: cristianismo y capitalismo. (En torno a las confesiones de San Agustín) publicado en 1996 [6].
II
En un texto bastante temprano, y antes de que el cristianismo liberacionista y la teología de la liberación se convirtieran en los puntos de referencia que son hoy en día, León Rozitchner sentaba las bases de una crítica demoledora a todo intento de lectura cristianizante del marxismo y esbozaba algunos ejes que permanecerían en su universo de preocupaciones teórico-políticas durante todo su itinerario intelectual. Se trata del artículo “Marxismo o cristianismo” publicado en Pasado y Presente en 1963[7], para discutir con el filósofo cristiano Conrado Eggers Lan, de quien se había publicado, en octubre de 1962, la entrevista “Cristianismo y Marxismo”[8]. El juego con el título, y la conjunción disyuntiva “o” elegida por Rozitchner, anuncia su convicción de que no existe posibilidad de conciliación entre cristianismo y marxismo que no signifique una pérdida para este último y que no genere repercusiones perjudiciales para las luchas sociales.
“Debemos formular previamente una salvedad -decía a modo de advertencia en los primeros párrafos de su artículo-: discutir con un creyente, sobre todo si es de buena fe, es siempre una tarea incómoda. Parecería que estamos asignándole culpas que no son suyas, ligándolo a pesar de sus propias declaraciones, y hasta acciones, con aquello que él mismo declara combatir. Es forzoso que esto suceda, sobre todo cuando el problema más importante alrededor del cual gira la discusión es el siguiente: comprender la significación que adquiere la subjetividad bien intencionada cuando se la confronta con actividades y resultados objetivos de los cuales ella misma expresó estar al margen. Y que, en nuestro caso, nos proponemos tenazmente conectar” (subrayados nuestros)[9].
Conectar la subjetividad bien intencionada con resultados objetivos y asociar elementos que en apariencia no están conectados para mostrar su relación es el ejercicio que se propone en el texto. Y lo que quiere conectar, a contrapelo de lo que Eggers Lan argumenta, es la imposibilidad de la emancipación social dentro de los márgenes del cristianismo. Eggers Lan, en una típica dirección socialcristiana, intentaba no solo subsumir al marxismo en el cristianismo (señalando que los objetivos del primero serían, en el fondo, los mismos que aquellos del “cristianismo verdadero”: instaurar un reino de justicia en la tierra, rebelarse contra los poderosos, combatir las estructuras opresivas, etc.), sino también corregir al marxismo de acuerdo con ideales cristianos, en particular el del amor, principio que, a su parecer, estaría ausente de la filosofía de Marx, provocando consecuencias regresivas.
“Es patente, no obstante -dice a este respecto-, que falta en Marx ese principio trascendente, humano-cósmico, esa fuerza de amor universal […] Lo cierto es que, a mi juicio, esa ausencia impidió la total coherencia de una doctrina que por su misma esencia reclamaba el amor, y ha dado origen así a las actitudes contradictorias (por ejemplo, la que en nombre del hombre y de la sociedad acepta y aún reclama la vía de la destrucción del hombre y de la sociedad) […] Y la contradicción que señalo no es meramente teórica, sino que se refleja en la praxis: impide, a mi juicio, consumar la revolución que Marx proclama (que en definitiva consiste en abolir las estructuras del imperio romano, que el cristianismo fue el primero en estremecer), y preserva, por el contrario, tales estructuras imperiales con todo su carácter cesáreo, por más cambios que puedan producirse dentro de ellas. Si el marxismo comprende esta contradicción y esta ambigüedad, habrá encontrado definitivamente el camino revolucionario” [10]
Así, Eggers Lan, juzga al marxismo desde el parámetro del amor cristiano y achaca a la falta de este principio las derivas autoritarias y destructivas ocurridas en los socialismos reales. Sin entrar a discutir aquí el desajuste entre la supuesta causa (falta de amor) y el efecto (los crímenes cometidos a nombre del socialismo), estas consideraciones críticas de Eggers Lan dan pie a una rica reflexión de Rozitchner, quien no desperdicia la ocasión para mostrar, entre otras cosas, los efectos conservadores que se desprenden del amor cristiano y de desarrollar la concepción del amor que puede derivarse del marxismo, otorgando en este ejercicio un rol primordial al odio en tanto disposición afectiva adecuada ante la opresión y la injusticia[11].
Desde un punto de vista general, para Rozitchner, cristianismo y marxismo implicarían “dos formas esencialmente diferentes de concebir la totalidad de los hombres”, que se traducirían, a su vez, en maneras opuestas de entender el amor. En el amor cristiano, donde lo espiritual y lo material se entienden como dimensiones separadas y jerarquizadas, la totalidad se concebiría “como una totalidad simbólica, abstracta, hacia la cual no existe un tránsito material inscripto en mi praxis cotidiana, modificadora de las condiciones sensibles que envuelven a los otros”[12], dando pie con ello a un amor abstracto, inmaterial, y que no persigue efectos en las condiciones concretas de existencia. Al contrario, para el marxismo, la totalidad, concebida como “una totalidad concreta, genérica, que está ligada a cada actividad singular y sensible de mis relaciones con los hombres”[13], conlleva un concepto de amor que involucra “la presencia de los otros en cada acto de mi sensibilidad humana” [14] y que implica la necesidad de transformar la realidad. Allí se encuentra una primera distinción entre amor cristiano y amor marxista que Rozitchner releva.
Por otra parte, y aquí fija otro punto importante, el desprecio por lo sensible del amor cristiano se traducirá en la negación de la lucha de clases y en la anulación de la respuesta afectiva adecuada a la injusticia, el odio.
“[…]el odio -señala en esta dirección-, la falta concreta de amor, no es el hombre sometido quien lo inventa: sólo es la reacción adecuada, precisa, que bordea con todo rigor el contorno del sometimiento. Es la estructura afectiva que su relación con un mundo de sometimiento decantó en él, esa que le permitirá templar el exacto acero para terminar con la impotencia a la que se los quiere reducir […]”[15] (Cursivas de Rozitchner)
Pero el cristianismo, con su amor abstracto, niega el valor del odio, convirtiendo así la fuerza de los oprimidos en impotencia. Citamos en extenso:
“la prédica cristiana impide que la contradicción material y mortal sea asumida en el mismo plano en el cual se ejerce el poder de sometimiento, es decir en el plano material. Aquí es donde la escisión entre espíritu y materia rinde su fruto político disfrazado de lo más alto: de puro amor. La lucha de clases en su específico plano de lucha histórico-económica resulta entonces no ser una lucha también espiritual. El amor universal actual, a su espiritual manera, pretende realizar la conversión de los hombres en el plano del espíritu, pero con ello quiere obtener sobre todo un resultado: convertir la fuerza revolucionaria en debilidad, la transformación de su materialidad humana en abstracción, la reducción de su eficacia creciente a una mera conducta simbólica. Así, a través del «espíritu» es la sangre lo que pretende sorber. Porque a través del «espíritu» despoja precisamente a los sometidos de su único tesoro, de su única brújula en el medio hostil que lo rodea: el odio, es decir la exacta respuesta para la exacta agresión que se les realiza […] ¿para quién va dirigido el llamado al amor? Pues para los que no tienen como único poder sino su odio. Para los que nada tienen, su única fuerza reside en la pasión que los mueve: en su afectividad que agita el músculo que valida el poder creador del cuerpo, que está tendido hacia su obstáculo que con toda precisión el odio, la ausencia de amor, les señala. Es aquí, en este hogar de la rebelión, donde el amor cristiano, disolvente del odio sólo en los sometidos, viene a intentar aplacar una vez más su rebeldía”[16] (Cursivas de Rozitchner).
Los fragmentos escogidos son lo suficientemente elocuentes como para requerir comentarios o explicaciones complementarias. Baste señalar, que estas potentes intuiciones de 1963 van a ir madurando en la reflexión de Rozitchner para alcanzar un grado de penetración mucho más fino en la década de los noventa, cuando aborda de lleno los efectos de la maquina teológico-política cristiana en la formación de la subjetividad moderna.
III
En 1996, León Rozitchner publica La cosa y la cruz: cristianismo y capitalismo. (En torno a las confesiones de San Agustín) (2001). El libro es una extensa reflexión sobre el sustrato teológico-político del capitalismo, desarrollada a partir del análisis de las Confesiones de San Agustín, a quien presenta como modelo de subjetividad necesario de ser constituido para la posterior instalación de la economía capitalista.
La tesis central del ensayo es, básicamente, que “el capitalismo triunfante, acumulación cuantitativa infinita de la riqueza bajo la forma abstracta monetaria, no hubiera sido posible sin el modelo humano de la infinitud religiosa promovido por el cristianismo, sin la reorganización imaginaria y simbólica operada en la subjetividad por la nueva religión del Imperio romano”[17]. Y, siguiendo esa premisa, Rozitchner ve la necesidad de volver a poner atención en la cuestión religiosa, retomando así la tradición de la filosofía moderna -y dentro de ella del marxismo-, que advirtió tempranamente que la tarea de poner en cuestión el conjunto del orden social debía comenzar por la crítica de la religión. “No por nada -señala nuestro autor-, los análisis crítico-filosóficos que prepararon la transformación social del Estado moderno, y también el advenimiento de la revolución socialista comenzaron con la crítica a la religión como método de sujeción social”[18].
De esta manera, Rozitchner va a regresar a las más ricas intuiciones y desarrollos de Marx acerca de la religión; por ejemplo, al camino trazado de la crítica del cielo y la teología a la de la tierra y la política[19], o a su comprensión del efecto del cristianismo sobre la subjetividad[20] o a su entendimiento de la imbricación existente entre esta doctrina, con su culto al hombre abstracto, y el capitalismo[21], pero, al mismo tiempo, va a mostrar los límites de la crítica marxista a la cuestión religiosa y las consecuencias que ello implicó en la historia de las izquierdas y los socialismos reales, proponiéndose ir más allá de Marx y el marxismo. Dice sobre esto:
“La insuficiencia de esa crítica -la religión considerada en el marxismo sólo como hecho de conciencia- y la incomprensión cabal de la producción “material” (sensible) de hombres por la religión -que es previa a la producción de mercancías que El Capital describe- tiene mucho que ver, pensamos, con el fracaso del socialismo en el mundo, su acción política no alcanzaba el núcleo donde reside el lugar subjetivo más tenaz del sometimiento. Una transformación social radicalizada deberá modificar aquello que la religión organizó en la profundidad de cada sujeto -si no queremos repetir los sacrificios heroicos pero estériles de nuestro reciente pasado”[22].
Lo que Rozitchner reclama aquí es que la religión, y la ideología en general, sea valorada como lo que es: una fuerza material que produce sujetos –“producción “material” (sensible) de hombres por la religión”- y no un simple epifenómeno derivado de la estructura económica. Como vemos, se posiciona en el viejo debate de la relación entre estructura y superestructura tensionando el orden de la determinación en una dirección claramente anti-economiscista: la religión actúa como fuerza material, produce sujetos, y en la incomprensión de ello no solo radica un problema teórico, sino, y sobre todo, un problema político, que explicaría, entre otras cosas, los fracasos de los socialismos reales y de las experiencias revolucionarias en América Latina. Una política revolucionaria -piensa Rozitchner-, no puede soslayar esa fuerza material y sus consecuencias y tendrá que proponerse necesariamente modificar lo que ella organizó en el ser humano. Su mirada es por ello particularmente crítica de los efectos de esa incapacidad de las izquierdas y sus “sacrificios heroicos pero estériles”, realizados, en buena medida, por la permanencia acrítica del modelo de subjetividad cristiano en la militancia revolucionaria[23].
El ejercicio al que nos invita entonces, para ir más allá de lo avanzado por los análisis marxistas y lograr desmontar los efectos de la máquina teológico-política cristiana, es llegar al origen cultural del capitalismo, donde se hallan procesos de expropiación anteriores a los económicos. “¿Por qué necesitamos volver al origen cultural de nuestra historia occidental -se pregunta-, no ya sólo a la historia económica del capitalismo y de su origen, sino a la historia más densa de la configuración imaginaria y fantasmal de nuestra cultura?”[24]. Y adelanta una respuesta, que está a la base de su programa de investigación:
“Porque esta configuración sentida, más próxima a la carne sensible que al concepto abstracto, es anterior y prepara por tanto las relaciones económicas que el capitalismo instaura. El análisis marxista consideraba la expropiación del cuerpo del trabajador en el proceso productivo, pero no la historia previa de la expropiación mítico-religiosa del cuerpo vivo, imaginario y arcaico, que constituye -creemos- el presupuesto también de toda relación económica. Pese a saberlo, Marx se hacía ilusiones al respecto: pensaba que cuando triunfara la racionalidad científica la vigencia social de los mitos y de las religiones se desvanecería”[25].
Ir más allá de Marx en la crítica de la religión, significa entonces prestar atención a los procesos de expropiación simbólica operados por la religión y considerarlos elementos determinantes en la posibilidad del desarrollo de una economía sustentada en el valor de cambio y el trabajo abstracto. El ejercicio es, en el fondo, indagar en las formaciones psíquicas precapitalistas que produjo la religión.
“Las consecuencias de la aplicación del racionalismo patriarcal en la construcción social del cuerpo afectivo y consciente -apunta en esta dirección- requiere entonces ir a buscar sus antecedentes no sólo en las “formaciones económicas precapitalistas”, como lo hace Marx para la economía, sino también en las “formaciones psicológicas (subjetivas) precapitalistas” que están contenidas en los mitos “sagrados” de Occidente: en ambas biblias. Estas determinaciones simbólico-imaginarias religiosas son históricamente más estables y permanentes que las cambiantes relaciones económicas”[26].
Rozitchner emprende este cometido estudiando la figura de San Agustín, en quien halla el caso ejemplar para observar estos procesos.
“Si tomamos este modelo humano -explica-, considerado como el más sublime, y mostramos que allí, en la exaltación de lo más sagrado, también anida el compromiso con lo más siniestro, ¿no habremos con ello puesto al desnudo el mecanismo obsceno de la producción religiosa cristiana? Este es el desafío: comprender un modelo de ser hombre que tiene dieciséis siglos de sujeción sutil y refinada, brutal e inmisericorde”[27].
De allí entonces la importancia de centrarse en Agustín y de mostrar cómo en él opera la expropiación mítica del cristianismo que va a permitir la instalación del capitalismo. “En su economía libidinal teológica -sostiene Rozitchner- el santo nos proponía, desde muy antiguo, la inversión originaria más rendidora para acumular capital sagrado: “mediante el ahorro en carne podréis invertir en Espíritu”. El Espíritu cristiano y el Capital -concluye- tienen premisas metafísicas complementarias”[28]. Esas premisas metafísicas, y en esto se conecta con sus reflexiones de la polémica con Eggers Lan, descansan en el desprecio de lo sensible, del cuerpo, de la vida material, propio del cristianismo.
“Creemos que el cristianismo -apunta en esa dirección-, con su desprecio radical por el goce sensible de la vida, es la premisa del capitalismo, sin el cual éste no hubiera existido. Puesto que para que haya un sistema donde paulatinamente todas las cualidades humanas, hasta las más personalizadas, adquieran un precio -valor cuantitativo como “mercancía”, forma generalizada en la valorización de todo lo existente- fue necesario previamente producir hombres adecuados al sistema en un nivel diferente al de la mera economía. La tecnología cristiana, organizadora de la mente y del alma humana, antecede a la tecnología capitalista de los medios de producción y la prepara”[29] (Cursivas nuestras).
De este modo, si en su disputa con el socialcristianismo Rozitchner acusaba al amor cristiano de neutralizar el odio y la rebeldía de los oprimidos, treinta años más tarde, el cristianismo aparece como la premisa metafísica del capitalismo, preparando a los seres humanos para la explotación. Ese desprecio por el cuerpo, que redundaba en un amor abstracto, se muestra ahora como un desprecio por la vida, porque el cristianismo, al inventar tanto una vida como una muerte eternas, no hace sino provocar el desprecio por la vida concreta y sensible.
“El cristianismo -dice Rozitchner- abre una nueva vida, la eterna, pero en realidad lo hace para agregarle (eternamente) una segunda muerte a la verdadera vida, para hacernos renunciar a ella. No hay solo una muerte, ahora hay dos muertes, y la segunda es la verdadera, no la primera que realmente sufrimos en el cuerpo. La primera, que es la verdadera muerte, hay que sufrirla con contento, hay que sacrificarla ahora para alcanzar la vida eterna. Nos piden que aceptemos morir en vida, que seamos obedientes para ser eternos”[30].
Y sigue más adelante:
“Si hay dos muertes entonces también hay, hemos visto, dos vidas, una real y otra imaginaria. La vida eterna (fantaseada por la amenaza interna y por la regresión aterrada frente a la amenaza social) como “reino de los cielos” prevalece, como si fuera más valiosa que la vida real, la única que tenemos para ser vivida”[31].
Ahora bien, y para ir cerrando estas notas, con esa visión del rol que el cristianismo ha cumplido como máquina productora de espíritus sin carne y de cuerpos despreciados disponibles para la explotación, ¿qué pasa con los esfuerzos cristianos que se pretenden emancipatorios y con la historia de cristianismo liberacionista que caracterizó la segunda mitad del siglo XX en el continente? Esas experiencias, ¿no contradicen la tajante negativa de Rozitchner a reconocer en el cristianismo, y en la religión en general, posibilidades liberadoras? Al contrario de lo que podría pensarse, nuestro autor sigue convencido, y ahora con más y más densos argumentos, de que un cristianismo emancipador es imposible, a pesar de las buenas intenciones de los creyentes de izquierda, de toda la historia acumulada por los cristianos comprometidos con los procesos revolucionarios y de todos los mártires que esos procesos dejaron a su haber.
“nos preguntamos -señala en esta ocasión- si es posible que cada creyente con el contenido del imaginario cristiano, pese a sus buenas intenciones y aunque esté inscripto en la Teología de la Liberación, pueda hacer una experiencia política en su esencia diferente a la política que combate. Preguntamos: si todo el fundamento religioso cristiano no es necesariamente fundamento de dominación en lo que tiene precisamente de religioso. Más todavía: pensamos que aun los hombres no religiosos estamos determinados férreamente, más allá de nuestras decisiones conscientes en la conformación de nuestro imaginario más hondo, por la cultura cristiana de Occidente -judíos incluidos-. Y por eso, históricamente, el cristianismo aparece produciendo en masa a hombres subjetivamente sometidos, no sólo por el terror y la amenaza externa en sus cuerpos -que era la situación de los esclavos- sino en las marcas más elementales que organizan la singularidad de cada “libre” y democrático ciudadano posmoderno” [32] (Cursivas nuestras).
No existe la posibilidad de que con el contenido del imaginario cristiano pueda realizarse una experiencia política emancipatoria, a pesar de esa la densa trama histórica de cristianismo liberacionista tejida durante la segunda mitad del siglo XX, con esos potentes capítulos y figuras que mencionábamos al comienzo de estas líneas: la revolución sandinista, Camilo Torres, los Cristianos por el socialismo o las luchas por los derechos humanos en el contexto de las dictaduras militares, entre muchas otras más. La reflexión de Rozitchner impugna de cuajo la lectura más asentada del significado del cristianismo liberacionista y toda esa historia acumulada no hace que modifique su intuición inicial de la imposibilidad de un cristianismo emancipador y de la inconveniencia para el marxismo de asimilarse a modelos religiosos. Entendiendo que “todo el fundamento religioso cristiano … es necesariamente fundamento de dominación en lo que tiene precisamente de religioso”, la posibilidad de un cristianismo que, a final de cuentas y más allá de los deseos de bienintencionados creyentes, no sirva a la dominación del cuerpo por el capital, se anula. La religión es fundamento de dominación, precisamente, por ser religión y por ello es lo religioso lo que debe ser desalojado de la política que se proponga alcanzar la emancipación humana[33].
Esta lectura de Rozitchner, echa por tierra, o al menos tensiona enormemente, las hipótesis sobre el potencial subversivo de la religión, que animaran interpretaciones como las de Engels, Kautsky y Bloch sobre Thomas Müntzer y las guerras campesinas o el cristianismo primitivo, así como las afinidades entre religión y marxismo que Mariátegui celebraba cuando decía que el comunismo era esencialmente religioso y, también, los coqueteos actuales entre pensamiento radical y teología política. En el esquema de Rozitchner no hay cabida para esos intercambios, sino que, al contrario, su obra no hace sino interrumpir ese hilo de marxismo religioso tan arraigado en el continente y poner en cuestión el giro teológico político que observamos hoy.
Acertadamente señaló Alejandro Horowicz, discutiendo con ciertas lecturas que intentaban clasificar a Rozitchner como una suerte de teólogo [34], que “si algo hizo León es dinamitar sistemática y continuamente la teología”[35]. Y efectivamente, su obra insiste en la denuncia de la persistencia porfiada de lo teológico en lo político y en lo afectivo, y si se propuso buscar “el fundamento de lo político en lo más específicamente religioso”[36], fue, precisamente, para desanudar esa condición. En esta misma dirección, Oscar Ariel Cabezas, plantea que:
“su pensamiento no debe ser comprendido como la confrontación de una teología-política contra otra. La obra de Rozitchner no es teológica. Por el contrario, constituye una de las más intensas prácticas materiales de pensamiento deconstructivo de la teología en cualquiera de sus manifestaciones incluyendo, por cierto, la teología judaica. Rozitchner no es un teólogo, sino un filósofo político que reacciona contra la traducción de los hábitos seudo-seculares con los cuales las formas burguesas y/o abstractamente populistas de organización del socius articulan el poder de una milenaria teología que persiste desde la interioridad misma de la cultura”[37].
Puestas así las cosas, y más allá de los límites de estas líneas todavía muy tentativas, nos interesa rescatar a Rozitchner como un camino de salida para las derivas religiosas del marxismo, tan caras a ciertas tradiciones latinoamericanas, y mostrar cómo este aspecto de su pensamiento permite restituir la posibilidad de una política revolucionaria que se haga cargo de los límites del marxismo del siglo XX y que sea, de esta forma, adecuada a las condiciones actuales de terror cristiano-neoliberal.
[1] Siguiendo las anotaciones de Michael Löwy, constatamos que estos juicios de Marx sobre la religión no son producto de una síntesis original del autor, sino que más bien forman parte del universo cultural jovenhegeliano que todavía organizaba su comprensión de la realidad social por aquellos años. Incluso, la frase “la religión es el opio del pueblo”, considerada como la esencia de la crítica marxiana de la religión, no proviene precisamente de Marx y puede rastrearse en filósofos anteriores como Immanuel Kant, Johann G. Herder, y en varios de sus contemporáneos como Ludwig Feuerbach, Bruno Bauer, Moses Hess y Heinrich Heine. Michael Löwy. “Marxismo y religión. ¿Opio del pueblo?” En Atilio Borón, Javier Amadeo y Sabrina Gonzalez (eds), La teoría marxista hoy. Problemas y perspectivas. Bueno Aires: Clacso, 2006, pp. 281-296.
[2] El propio enunciado, “la religión es el opio del pueblo”, tiene un sentido ambivalente. Por una parte −y es lo que los intérpretes más han explotado−, denuncia su carácter de ideología legitimadora de las condiciones existentes: “La religión es la teoría general de este mundo, su suma enciclopédica, su lógica bajo forma popular, su point d’honneur espiritualista, su entusiasmo, su sanción moral, su solemne complemento, su razón general para consolarse y justificarse”. Pero, por otra, considera que es, al mismo tiempo, “la protesta contra la miseria real […] el suspiro de la criatura agobiada, el estado de alma de un mundo desalmado, porque es el espíritu de los estados de alma carentes de espíritu”. La religión encerraría, entonces, un sentido doble −de opresión y de protesta, de justificación y de rebeldía− que abre la posibilidad de una interpretación dialéctica del fenómeno religioso, la cual será ensayada por varios marxistas a lo largo del siglo XX.
[3] Bruno Bosteels, Marx y Freud en América Latina: Política, psicoanálisis y religión en los tiempos del Terror. Madrid: Akal, 2016, p. 141.
[4] Para el tema de los santos como modelo del militante ver el recién citado Marx y Freud en América Latina… de Bosteels.
[5] Para un estudio sobre la cuestión religiosa en la obra de José Carlos Mariátegui ver Ferretti, Pierina (2016). Del misticismo decadentista a la religiosidad revolucionaria. Estudio de la dimensión religiosa en el pensamiento de José Carlos Mariátegui. Tesis para optar al grado de Magíster en Estudios Latinoamericanos. Facultad de Filosofía y Humanidades. Universidad de Chile. Disponible en http://repositorio.uchile.cl/handle/2250/136671
[6] Este texto se enmarca en una investigación doctoral titulada “Religión y marxismo en América latina. Estudio de las políticas de la religión en José Carlos Mariátegui, José Revueltas y León Rozitchner”, desarrollada en el Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos de la Universidad de Chile, bajo la dirección del Dr. Grínor Rojo. El sentido de incluir en este estudio la obra de León Rozitchner es, precisamente, poner de relieve la forma en la que este interrumpe las lecturas cristianizantes del marxismo y al propio cristianismo liberacionista. Esta investigación está todavía en curso y lo que se presenta en esta ocasión es una lectura muy parcial y tentativa de dos textos: “Marxismo o religión” y La cosa y la cruz. Queda pendiente un ejercicio que incluya otros trabajos que son imprescindibles para el tema que nos convoca, como, por ejemplo, “La cuestión judía”, “Primero hay que saber vivir. Del vivirás materno al no matarás patriarcal, Levinas o la filosofía de la consolación y los textos reunidos en Cuestiones cristianas.
[7] La polémica con Eggers Lan ha sido provechosamente analizada por Diego Sztulwark en “Lo que saben los cuerpos, amor e inmanencia en León Rozitchner”. Escrituras americanas. Vol. 1, n°. 2, pp. 2-33.
[8] Los argumentos de Eggers eran típicos de las perspectivas socialcristianas que muestran al cristianismo como un intento por liberar al ser humano de las estructuras sociales opresivas. Dice, por ejemplo, en esta entrevista: “Considero al cristianismo –en su aspecto histórico, y con prescindencia, por ende, de su significación transhistórica, a la cual, sin embargo, está esencialmente unida– como un movimiento cuyos esfuerzos se centran en la realización plena de la persona humana, y que procura, pues, su liberación de los factores que la esclavizan y degradan”. Conrado Eggers Lan, “Cristianismo y marxismo”. En Correo de C.E.F.Y.L, Buenos Aires, año 1, n° 2, pp. 1-2. Versión digital en http://www.filosofia.org/hem/196/96210cc.htm
[9] León Rozitchner “Marxismo o cristianismo” en Pasado y Presente. Revista trimestral de ideología y cultura. Año I, número 23, julio-diciembre, p. 113.
[10] Conrado Eggers Lan, “Cristianismo y marxismo”. En Correo de C.E.F.Y.L, Buenos Aires, año 1, n° 2, pp. 1-2. Versión digital en http://www.filosofia.org/hem/196/96210cc.htm
[11] Para la discusión que queremos relevar, vamos a concentrar nuestra atención en la crítica al concepto cristiano de amor por su desprecio de lo sensible, dejando pendiente una lectura más completa de este texto. Sin embargo, la polémica con Eggers Lan contiene un conjunto de temas sobre los que debemos volver, entre ellos, el problema de la teoría de la verdad en el marxismo y su relación con la transformación material del mundo, a partir de la crítica de Rozitchner a la lectura que Eggers hace de las Tesis sobre Feuerbach; la relación entre transformación social y autotransformación; la comprensión marxista versus la comprensión cristiana de la praxis y la contraposición entre método fenomenológico y método histórico-económico.
[12] León Rozitchner “Marxismo o cristianismo” en Pasado y Presente. Revista trimestral de ideología y cultura. Año I, número 23, julio-diciembre, p. 121.
[13] Ibíd.
[14] Ibíd.
[15] Ibíd, p. 125.
[16] Ibíd, pp. 125-126.
[17] León Rozitchner, La cosa y la cruz: cristianismo y capitalismo. (En torno a las confesiones de San Agustín. Buenos Aires: Losada, 2001, p. 9.
[18] Ibíd.
[19] Es la idea que Marx desarrolla en la Introducción a la crítica de la filosofía del derecho y del Estado de Hegel: “La misión de la historia consiste, según esto, en descubrir la verdad más acá, una vez que se ha hecho desaparecer al más allá de la verdad. Y, ante todo, la misión de la filosofía, puesta al servicio de la historia, después de desenmascarar la forma de santidad de la autoenajenación del hombre, está en desenmascarar la autoenajenación bajo sus formas profanas. La crítica del cielo se trueca, de este modo, en la crítica de la tierra, la crítica de la religión en la crítica del derecho. la crítica de la teología en la crítica de la política”. Karl Marx, “En torno a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel. Introducción”. En Marx, Karl; Engels, Friedrich. Obras fundamentales. Tomo 1. Escritos de juventud de Carlos Marx, México: Fondo de Cultura Económica, 1982, p. 492. Cursivas de Marx.
[20] El impacto del cristianismo, y en particular el protestantismo, en la formación de la subjetividad de los seres humanos, en tanto interiorización de mandatos, es captado tempranamente por Marx. “Lutero -dice en 1844- venció, efectivamente, a la servidumbre por la devoción, al sustituirla por la servidumbre en la convicción. Acabó con la fe en la autoridad al restaurar la autoridad de la fe. Convirtió a los sacerdotes en seglares, al convertir a los seglares en sacerdotes. Liberó al hombre de la religiosidad externa, al erigir la religiosidad en el hombre interior. Sacudió las cadenas del cuerpo, encadenando el corazón”. Karl Marx, “En torno a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel. Introducción”. En Marx, Karl; Engels, Friedrich. Obras fundamentales. Tomo 1. Escritos de juventud de Carlos Marx, México: Fondo de Cultura Económica, 1982, p. 498. Cursivas de Marx.
[21] La afinidad entre cristianismo y capitalismo fue planteada claramente por Marx en este pasaje de El capital que es retomado por Rozitchner. “Para una sociedad de productores de mercancías, cuya relación social general de producción consiste en comportarse frente a sus productos como ante mercancías, o sea valores, y en relacionar entre sí sus trabajos privados, bajo esta forma de cosas, como trabajo humano indiferenciado, la forma de religión más adecuada es el cristianismo, con su culto del hombre abstracto, y sobre todo en su desenvolvimiento burgués, en el protestantismo, deísmo, etc.” Karl Marx, El capital, tomo 1, vol. III, México: Siglo XXI, 2005, pp. 1011-1012.
[22] León Rozitchner, La cosa y la cruz… ed. cit., pp. 9-10.
[23] Para analizar este problema se vuelve fundamental la respuesta de León Rozitchner a Oscar del Barco a propósito del debate por la violencia revolucionaria que tuvo lugar en Argentina a propósito de las declaraciones de Héctor Jouvé sobre las ejecuciones ocurridas en la guerrilla. El texto de Rozitchner se titula “Primero hay que saber vivir. Del vivirás materno al no matarás patriarcal” y se publicó originalmente en la revista El Ojo Mocho de agosto de 2006.
[24] León Rozitchner, La cosa y la cruz… ed. cit., p. 12.
[25] Ibíd.
[26] Ibíd., p. 14.
[27] Ibíd., p. 10.
[28] Ibíd.
[29] Ibíd, p. 11.
[30] Ibíd., p. 411.
[31] Ibíd., p. 414.
[32] Ibíd.p. 12.
[33] Las reflexiones de Rozitchner, se acercan a las de Walter Benjamin en “Para una crítica de la violencia” o en “Capitalismo como religión”, textos en los que este desenmascara la violencia mítica, fundadora del orden, y en los que penetra en la estructura religiosa del capitalismo, presentándolo como una máquina productora de culpa, deuda y servidumbre.
[34] Por ejemplo, Guillermo David, “León Rozitchner, teólogo marxista” en VVAA, León Rozitchner: contra la servidumbre voluntaria. Jornadas en la Biblioteca Nacional. Buenos Aires: Biblioteca Nacional, 2015, pp. 163-167.
[35] Alejandro Horowicz, “Ser judío en Marx; ser judío en Rozitchner” en VVAA, León Rozitchner: contra la servidumbre voluntaria. Jornadas en la Biblioteca Nacional. Buenos Aires: Biblioteca Nacional, p. 187.
[36] León Rozitchner, La cosa y la cruz…ed. cit., p. 12.
[37] Oscar Ariel Cabezas, “León Rozitchner, geofilósofo del presente” en VVAA, León Rozitchner: contra la servidumbre voluntaria. Jornadas en la Biblioteca Nacional. Buenos Aires: Biblioteca Nacional, p. 224.
El proceso hacia este 8 de marzo estuvo marcado por la organización de por un lado la movilización o marcha que hace algunos años se realiza; por otro la organización del Paro Internacional de Mujeres, una propuesta que desde la articulación internacional trabajó para aterrizar en varios países y contextos de formas muy diferentes.
El aterrizaje o traducción entre diversas orientaciones de los feminismos y el campo político local y global donde ellos se mueven, signó este día-acontecimiento que al crecer, hace leudar su potencialidad política y por ende multiplica con o sin quererlo las tensiones y debates que toda interna y externa de y entre organizaciones (que piensan diferente pero quieren hacer juntas) genera.
Como en todo proceso político – y artístico y afectivo – a veces el tiempo de llegar a es mucho más fundamental y potente que el instante en sí en que se llega. En este sentido y aunque fue políticamente tensa y disputada, la previa del 8M puso a discutirse temas fundamentales para el feminismo, sus aliadxs y sus contrarios. Temas que si por momentos fueron confundidos con banalidades organizativas, tocaban en la profundidad de la marea y su contra ola. De “no seas tan sensible” está hecho el ocultamiento de que en las microdecisiones también se juegan cosas grandes y fuertes para la vida de las mujeres. Y de todxs.
Si era una marcha de mujeres o de cualquiera que se llamara feminista; si era una marcha feminista o una de mujeres; si una marcha expresa la adhesión a una causa o la visibilidad del sujeto afectado por la causa que se defiende; si una marcha es la expresión de una demanda o un acontecimiento que en sí mismo ya está haciendo. Que si el paro es de todas o se suman hombres a las mujeres; que si organizaciones mixtas se suman o adhieren por fuera sus mujeres; que si la marcha debe ser convocada por organizaciones feministas o si convocan y organizan organizaciones de mujeres atravesadas por el tema; que si estrados con proclama o abrazos con lecturas colectivas; que si pedir al estado o fortalecer las redes autónomas de y entre mujeres.
Estas “minucias”, no lo son. En las discusiones sobre como movilizarnos en el 8M se abrieron y condensaron problemas fundamentales para el movimiento. Problemas de esos a habitar y no tanto a resolver apresuradamente. Mejores o peores tramitados, con o sin violencias, la organización de este 8M propuso y logró problematizar el modo de adherir de los hombres pidiéndoles no solo su apoyo sino que se pusieran a pensar su lugar en este proceso de transformación y movimiento. Logró problematizar que la dimensión económica del feminismo no es nada secundaria y que la opresión a las mujeres no sólo es afectiva y corporal sino que ella habilita y sostiene estructuras capitalistas que nos enseñaron a pensar “por fuera”. Logró despertarnos la mañana del 8M para mirar las relaciones que nos hacen bien o nos hacen mierda, para abrazar a las amigas, para abrazar desconocidas, para abrazar y también saber soltar (y que nos suelten) a los hombres que amamos.
El paro y la propuesta de que fuera solo de mujeres puso de manifiesto que cuando las mujeres nos retiramos para parar activamente, hay todo un sistema de división del trabajo que tambalea y afecta a mucho más que la rama productiva en la que nos desempeñemos; puso de manifiesto que no todas las mujeres en lucha son asalariadas o tienen vagina; puso de manifiesto todas las tareas que hace la mujer y que sostienen. Lo evidenciaron cuestiones tan simples como que si solo paraban mujeres surgían una infinidad de problemas y labores que quedaban desatendidas (y que a menudo no son remuneradas ni reconocidas). Que si paraban hombres y mujeres las mujeres quedaban igual a cargo de los hijos. Que si parábamos solas las mujeres que podíamos parar 24hs sin darse posibilidades de otras formas de ser parte, estaban quedando afuera un grupo gigante de mujeres. Que las clases sociales que habitamos no son un aspecto menor de cómo sufrimos el machismo y como participamos del movimiento. Parar activamente y como se pudiera fue la consigna y muchas muchisimas hicimos el máximo esfuerzo por visibilizar nuestra presencia ausentándonos (por las ausentes y por las que no podían hacerlo).
Se puso al ego de los varones a ocuparse de las tareas que hacemos nosotras todo el tiempo y no les gustó. Se les pidió silencio – y esta vez no no su voz fuerte diciendo que nos apoyan -, y no les gustó. Y a algunas mujeres tampoco les/nos gustó (si es que vale reconocer que existimos en subjetividad escindida en relación a algunos temas). Pero el hecho es que hacerlo abrió preguntas y pensamientos que justifican el desconfort. Nosotras nos bancamos tanta mierda y no hay espacios de discusión donde se nos pregunte si estamos de acuerdo. Generar espacios de preguntarnos qué queremos entre nosotras. Entre nosotras y antes – o aparte – de que vengan a ofrecernos soluciones que ya vimos que no, o la alternativa de una tibia inclusión en la agenda de derechos.
Es así que a medida que el movimiento crece se pone también en cuestión la relación entre mujeres de diferentes clases sociales, diferentes modos de entender y vivir ser mujeres, diferentes opresiones y privilegios que pueden ser reciclados para alimentar la lucha de las más débiles. La vanguardia del movimiento la tiene clara y propone consignas pensadas y fuertes pero tiene simultáneamente a su alcance hacer entrar a la ronda a muchas otras mujeres. ¿Cómo? Es quizás la pregunta del momento. Una pregunta a responder en la acción.
En la marcha los contingentes de las agrupaciones – esas que a veces parecen delimitadas y separadas por cercos infranqueables – se disuelven un poco en la acción y con ellas las distancias ideológicas. Los varones se corren y en su lugar entran muchas mujeres, adolescentes, pibas que llegan con toda la fuerza, mujeres viejas viejas o quizás nuevas en el movimiento. “Quien no se mueve no siente las cadenas” dicen algunas. Enormes círculos se arman y detienen la procesión lineal frontal de la marcha. Círculos de mujeres se abren; nos miramos y es importante que bastemos nosotras para sentirnos fuertes. La casi ausencia de varones nos invita a mirarnos y reconocernos, a practicar una libertad que sabemos que cambia cuando hay hombres en la vuelta, cuando los cuerpos están si o si un poco más a la defensiva, quizás tirarte en la calle o abrazarse masivamente es algo que nuestros cuerpos asustados por los machos aprendieron a evitar como forma de autodefensa. Acá podemos hacerlo.
Diferentes colectivos participan desde diferentes ánimos y propuestas. Una batucada furiosa que encabeza; la danza poniendo cuerpo e invitando a la improvisación y la escucha como armas; cientos de mujeres siguiendo a los tambores tocados por ellas; ir al suelo para pulsar juntas; saber que no da para agredir a gente que viene a provocar, a traernos su violencia “pro-vida” que nos da más asco y pena que rabia con su intervención en nuestra marcha. Caminar, cantar y atacar a una iglesia, rabiosa pero coloridamente – disculpen pero a nuestro estilo les decimos que se pueden ir con sus cruces a la mierda. La apostasía es nuestra vocación porque queremos abortar una y mil veces a su moral represora de nuestros cuerpos. Aunque seamos nosotras a las que siempre nos toca sangrar. Más atrás organizaciones mixtas. Las mujeres somos protagonistas por una vez y se siente bien. La policía brilla por su ausencia. La organización Iglesia Misión Vida brilla por su presencia como brillan los soretes al sol. La organización le ha pagado a unxs pibxs re jóvenes y pobres para sostener sus carteles recién ploteados que dicen “femenina si, feminista no” con colores rosado y celeste de bebé. Están ahí estáticxs, plantados en una de las aceras del 18 de Julio invadiendo desde la lateral nuestro avance y movimiento, protestando porque hacemos con nuestros cuerpos lo que queremos. Están ahí y con los carteles se tapan la cara porque saben que aunque dicen que están para defender la vida, la vida está de nuestro lado. Les cantamos “mujer escucha únete a la lucha” y hacemos un abrazo de conjura y complicidad, de barrer el odio y plantarnos desde el canto y desde el grito ante esta violencia. La resistencia del presente es también ancestral y cuando cantamos abrazadas y por nosotras, son nuestras abuelas las que también se liberan. Aceptamos ese legado y lo transformamos: nos reconocemos mujeres pero para eso parimos con dolor y con alegría otra forma de ser mujeres. Eso o encontrarle otra palabra. Eso e inventarnos otros cuerpos.
El feminismo nos excede a todas – personas, organizaciones, instituciones, leyes – pero también es cierto que no existe sin cada una y su fuerza. Para que cuando toquen a una nos toquen a todas es necesario sentir ese todas en nuestro cuerpo. Y ese todas vibra en mi cuando estoy junto a otras muchas. Ese todas enciende fuegos. Ese todas está en la calle este 8M.
En llamas
Se va a acabar esa costumbre de matar. Se va a caer el patriarcado. Y este paro empieza acabando. El 8M arranca con un orgasmo: como subrayando la idea que también aplicamos al sexo de que no todo es por y termina en el orgasmo o acabada final, tan autocelebrada por el macho. A una orgasmatón de las 0hs convocaban las compañeras argentinas de Ni Una Menos. Empezar acabando y convertir el 8 de marzo en un acontecimiento que sucede por fuera de las casas y los regalos de felicitación. Este día que ha pasado cada vez más de ser un “dia de” a ser un día de lucha, en que los cuerpos de mujeres aparecen y se movilizan juntas en el espacio público. El orgasmo como comienzo. El orgasmo como momento climático pero sin embargo no el único; como momento íntimo pero no secreto ni tabú. El orgasmo – sexual o político – pensado sí como momento climático pero también pensado desde la sexualidad femenina en la que puede funcionar más como una activación del inicio del deseo que como instante final. Repensamos el orgasmo y la lucha desde nuestros cuerpos: de orgasmos múltiples, de sexo expandido desde el clítoris a toda nuestra piel y desde los bordes del cuerpo a un abrazo colectivo que abraza también a los dolores que se nos han metido en el cuerpo.
No solo nos enseñaron muy poco a tocarnos sino que nos enseñaron a tocarnos poco. En la activación de nuestro contacto y nuestro abrazo se deshacen cadenas de dependencia patriarcal. Se deshacen cadenas. Lloro al abrazar y tristeza y felicidad se vuelven indiscernibles.
El paro lo hace cada una como puede, desde las casas o desde la calle, vistiendo un lazo violeta o pidiendo a la pareja que hoy encare él las tareas, se hace discutiendo en grupos de whatsapp, infiltrando la pregunta allí donde nunca se toca el tema; esos espacios que les encantaría poder afirmar que feminismo es para las mujeres locas o en todo caso para esos lugares pretendidamente lejanos donde habitan monstruos violadores de esos que salen en canal 4.
A la marcha se viene a caminar pero también a cantar, a gritar, a llorar, a inventarnos la potencia, a ver como otras gritan basta y muestran las tetas, a sumarse a algo que no sabías, a proponer un canto, a seguir y ser seguida hasta no saber quién guía. Esta marcha se hace experimentando y sin miedo a salir de las fórmulas militantes exitosas o inteligibles. Se hace desde un deseo de probar qué sucede si……
Política experimento. Política inventándonos en el proceso. Movilización no como demostración sino como acto creativo. Manifestación como acto performativo. No estamos ahí para ser, sino que estamos ahí siendo, resistiendo. “Cambiamos el mundo sin pedir permiso” dice una pancarta.
La política es experimentación e importa mucho más lo que sucede y se experimenta ahí siendo que las lecturas de la marcha como discurso, como plataforma de reivindicaciones, como número final de asistentes dicho por el noticiero. Esta marcha tiene un cimiento ideológico pero es en sí misma acontecimiento. La marcha habla y dice que estamos juntas y somos fuertes y podemos estarlo aún más. La marcha dice que la mayor potencia política es la que se mueve hacia cosas que queremos y que nos liberan. Dice que aunque el feminismo crece (o no) en los espacios de nuestras decisiones más individuales, íntimas y cotidianas, es sumandonos, socializando nuestra fuerza y también nuestras miserias, que podemos convertir la rabia en grito y el dolor en movimiento.
Este 8M no lo marché con mis cómplices ideológicas más cercanas sino con mis compañeras de trabajo, de arte y de otras luchas que aunque no se llaman “feministas” tienen todo que ver con eso. La danza siempre es la conexión con una dimensión existencial atravesada de goce pero también de dolores, de violencia, de todo eso que vive en la palabra “cuerpo”. El feminismo y la danza tienen en común que afectan profundamente nuestra percepción de una misma y del mundo. El cuerpo se vuelve un entramado de sensaciones y de afectos. Marcho ahí, entre cuerpos que veo moverse habitualmente, pero que hoy lo hacen por nosotras y por las que no están. Marchamos por Olga de 44 años que tan solo unas horas antes murió asesinada por su pareja de quien intentaba protegerse (con ayuda de un policía que murió también de bolea). Nos duele este “otra vez”, esta nueva muerte. Marchamos porque horas después de terminar la marcha nos enteramos de otro feminicidio: Mirtha Lorena de Rocha, embarazada de 5 meses, asesinada por su ex pareja sobre el que regía una orden de restricción de acercamiento por 120 días. Marchamos y duele constatar lo difícil que es detener esto y lo importante que es seguir y profundizar esta lucha. Para exorcizar la tristeza y sentir que sí podemos marchamos y bailamos con más fuerza que nunca. Bailamos como bailaría Olga o Mirtha si ahora pudieran vernos o sumarse. Marchamos y en nuestros cuerpos viven las mujeres que perdimos y que conocíamos (Nadia Vera sos mi compañera de luchas siempre) o no. Somos desconocidas pero enseguida nos reconocemos, nos encontrarnos con la mirada desde un canto que va tomando su ritmo y nos coreografía a todas. Decir que sí a una ronda que nace acá o allá, ser parte desde la acción y no solo desde el discurso. Dejarse afectar. Recibir el cansancio y aportar la fuerza que se tenga. Dejar llegar un cansancio físico que se va disipando a puro contagio de la fuerza de otras, que están ahí para sostener, para sostenernos.
Terminamos la marcha y mi cuerpo está (aunque sea por un rato) con más energía para correr y bailar que al principio. Y es que no estamos aquí solo para demostrar nuestras fuerzas e ideas o para hacer nuestros pedidos, o para llegar al final de la marcha y disiparnos tranquilamente. Estamos aquí para transformarnos en el encuentro, para ver qué nos pasa y qué nace de esta acción, que dice y hace mucho más que cualquier manifiesto.
Estamos empezando a acabar con el patriarcado y los machismos, pero sabemos que la transformación ya empezó, que no puede esperar a que termine de caer, que no puede esperar.
¿Qué subjetividad puede llevar adelante una revolución que sabe que implicará deshacer (para rehacer) parte de sí misma en el proceso?, o algo parecido me preguntaba hace un año en un artículo previo a ese 8M. Esa subjetividad la vi en la calle el jueves y no tiene cara individual ni nombre de agrupación, sino la forma de un abrazo que grita y que salta entrelazando; la temporalidad de un encuentro que dura unas cuadras pero te cambia para siempre; la expansión de una lucha que espera viva a ser activada en cada una de nuestras cuerpas. Y esa activación es únicamente colectiva. Esa activación empezó hace mucho y al mismo tiempo recién comienza.
Que alegría la de acabar empezando!
En Uruguay ya está convocada la próxima asamblea
Casi nadie puede entender la bala en la nuca del Negrito, ni siquiera él que le disparó. Nadie lo felicita por ese disparo, ni una palmada en la espalda recibe esta noche. “Mataste un nene, pelotudo”, le dice un oficial en el patrullero, y él baja la vista mientras escucha lo pelotudo que es. No lo puede creer, no quiere creer que sea verdad. No puede creer que tenga la edad de su sobrino. Se sienta en la oficina del oficial principal, no quiere preguntar si está detenido pero se imagina que sí. Sabe cómo son los procedimientos, lo sabe porque no es la primera vez que dispara. Él sabe lo que es poner el pecho y se banca las consecuencias, pero no puede creer que sea un nene.Pidió llamar a su vieja y le hicieron señas para que use su teléfono.
El sabe lo que son los pibes en moto, lo que pueden, lo que hacen, el miedo que desatan cada vez. Lo sabe porque alguna vez trabajó con ellos. No quiso dispararle a un nene, pero sabe lo que hacen esos guachos con esas motos rompiendo la noche. Sabe cómo esos pibes en esas motos se escurren como agua entre esas calles donde ellos casi nunca llegan. Esos atrevidos rompen la noche y se nos escurren, se repite mentalmente de forma tal para que alguien lo entienda. Porque ese nene, ese pibito, estaba con los otros que en moto son capaces de todo. Porque esos pibes son sus enemigos, porque él no quiso que tenga 11 o 12, la edad de su sobrino. Él no quiso que ese negrito estuviera en esa moto. Él pensó que podía tener 15 o 20, como esos dos que agarraron la otra semana en el bajo y que terminaron cociéndose a tiros, o como esas pibas que les juraron que eran mayores y nadie iba a desmentirlas. Él pensó que era solo una noche más, una noche cualquiera, que los pibes eran chorros y donde él hacia lo que tenía que hacer. Pero el nene tenía 11. Él creyó ver el brillo de un fierro en la cintura de uno de ellos y esto lo va a jurar donde sea necesario.
Sabe que la cagada está hecha. Piensa que tal vez ni siquiera vayan a protegerlo, y un poco lo entiende, aunque después del reto el oficial dijo que ellos no dejan a nadie solo.Sabe que disparar es una orden no dicha, sabe que es un ruego silencioso, un grito ahogado, sabe que disparar es mejor que ser un gil, y que si no disparaba esos atrevidos no lo iban a respetar nunca. Sabe que se tiene que hacer respetar porque así es la calle, sabe que el miedo que genera es su mejor arma.
Siempre dispara, siempre hace lo que se le pide, siempre soporta, siempre cumple, siempre obedece, siempre calla todo lo que sabe, siempre cumple con los de arriba, siempre mantiene la cadena de mando, siempre es parte del todo, siempre es parte del problema y la solución, pero esta vez es un nene y se siente horrible, porque hasta en esta guerra está mal matar nenes.
Los pibes, las pibas, los guachines por los que ya nadie pregunta, las nenitas que lo único que quieren es
Valeriano escribe sin marca. Sin las marcas de la identidad o perfil establecido para alguien que escribe -sin la marca
El apocalipsis de Valeriano es una fiesta. Es el momento donde se juegan las posibilidades para activar las fibras del cuerpo desobediente
A Manuel, el Negro Molina
El verdadero oximorón de nuestros días es el peronismo de base
Miguel Mazzo
La primera vez que escuché hablar de John William Cooke fue a través de dos personas que lo conocieron bien: Eduardo Luis Duhalde y Manuel “el Negro” Molina. Duhalde, compilador de su Obra Completa en cinco tomos,[1] hablaba de “el Bebe” en charlas de “formación” en un local de la calle Perón, a fines de los años ochenta. Lo ubicaba como figura contrapuesta a Juan José Hernández Arregui; ambos representaban dos modos opuestos de cruzar marxismo y peronismo. El Negro, en cambio, hablaba en voz baja y en charlas de uno a uno.
El Negro, procedente de Mendoza, llegó a Buenos Aires a fines del primer peronismo. Una tarde de 1955, una requisa militar hizo bajar por la fuerza a un contingente de trabajadores que viajaba en colectivo por la zona de Plaza de Mayo, y el Negro se vio arrastrado a lo que sería su bautismo de fuego en la resistencia, rompiendo veredas y apedreando uniformados en defensa de Perón. Luego fue dirigente sindical de los barraqueros, en Avellaneda (donde Herminio Iglesias era su chofer y juntos salían a tirar “miguelitos”), y apoyó activamente la campaña de Andrés Framini como candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires, en 1962. Mucho más adelante, participó en la fundación de SUTEBA (fue compañero de Mary Sánchez) y fue próximo al ignoto grupo Proa (Partido Revolucionario de los Obreros Argentinos).[2] Cooke aparecía siempre en sus conversaciones de los años noventa. El Negro estaba horneado en ese peronismo obrero referenciado en Amado Olmos y en un marxismo antiimperialista fuertemente moldeado por la Revolución Cubana. Él había sido parte de un grupo de trabajadores seleccionados por el propio Cooke para recibir formación política. Pablo Levin –varias décadas más tarde inspirador de Axel Kicillof– le daba clases sobre El Capital. Bajo el hechizo de las narraciones del Negro, no quedaba otra que sumergirse en la lectura atenta de los libros de Cooke y maravillarse con su escritura. El Negro siguió en contacto con los compañeros y compañeras de la ARP (Acción Revolucionaria Peronista), la organización fundada por Cooke a su vuelta de Cuba, hasta el final de sus días.
Durante la segunda mitad de la década de los noventa y como parte de la irrupción de los llamados “movimientos sociales”, comenzaron a circular numeroso trabajos sobre Cooke (recuerdo sobre todo los libros de Richard Gillespie, John W. Cooke. El peronismo alternativo;[3] de Norberto Galasso, Cooke, de Perón al Che;[4] y las páginas de Resistencia e integración de Daniel James[5]). Cooke era parte del debate militante universitario y de las organizaciones sociales. Manuel Gaggero, que lo había conocido bien, hablaba de él en las Cátedras Che Guevara, en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Cooke impresionaba por el uso diestro del lenguaje, certero y literario, por su radicalidad política, sus tensiones con Perón y su amistad con el Che; también por la complejidad de su dialéctica en la que la lucha de clases era concebida como una contradicción entre peronismo y antiperonismo y, simultáneamente, como un antagonismo interno en el propio peronismo. Pero por sobre todas las cosas, cautivaba su tentativa de ligar teoría y práctica política en un mismo movimiento, un marxismo plebeyo (el célebre “hecho maldito del país burgués”) con eje en la experiencia concreta de la radicalización obrera de la época de la resistencia. Años más tarde, ya en medio del conflicto por la 125, Horacio González –siempre interesado por Cooke, y autor de un artículo mítico sobre la correspondencia con Perón publicado en la revista Unidos– le preguntó por Cooke al ex presidente Néstor Kirchner, en el transcurso de una de las asambleas de Carta Abierta, en la Biblioteca Nacional. ¿Era viable ese engarce entre cookismo y kirchnerismo? Otro que hablaba de Cooke era León Rozitchner: habían sido amigos en La Habana y polemizaron sobre peronismo y revolución en la revista La Rosa Blindada.[6]
En paralelo a estos recuerdos, el nombre de Cooke siempre estuvo en boca de Miguel Mazzeo: desde su militancia en el grupo Retruco y en el activismo universitario en La Mariátegui, hasta su participación en el Movimiento de Desocupados de la Zona Sur del conurbano y luego en el Frente Popular Darío Santillán, Mazzeo no dejó nunca de investigar y publicar sobre Cooke. Su libro El hereje, apuntes sobre John William Cooke[7] no es una tesis académica sino el resultado de una prolongada pasión intelectual y vital. Se trata de una biografía política y de una toma de partido en el campo de las ideas, de una investigación histórica y de una fuerte afirmación en las discusiones recientes sobre peronismo y revolución (subtítulo del libro Sublunar, de otro historiador de la UBA de la misma generación, Javier Trímboli[8]). Además del repaso sistemático y al detalle de los textos de Cooke en El hereje, Mazzeo realiza una serie de afirmaciones que permiten apreciar la calidad e incluso la vigencia de Cooke como pensador político argentino. Enumero algunas:
Sobre el final del libro, los apuntes de Mazzeo trazan un perfil –los rudimentos de una biografía– de la compañera de Cooke, Alicia Eguren, una figura tan fascinante como eludida por buena parte de las militancias, y relata una triste escena ocurrida en 2014, en ocasión de la ceremonia durante la que se arrojaron las cenizas de Cooke en el Río de la Plata, con presencias del establishment peronista. Una cita de Horacio González le sirve para sintetizar un sentimiento: “Toda la política argentina media frente a Cooke muestra su carácter incompleto y desdichado”. El libro se abre con un prólogo de Guillermo Cieza y cierra con un epílogo a cargo de Mariano Pacheco: un modo de enlazar al menos tres generaciones en el interés por la singular figura de este “Trotsky del peronismo”. El cookismo histórico que Mazzeo nos presenta en su articulación política puede valer, ante todo, como introducción a una comprensión actual de lo “plebeyo” como conjunto de desacatos al mando neoliberal y al paternalismo populista.
[1] Eduardo Luis Duhalde (comp.), Obras Completas de John W. Cooke (5 tomos), Ediciones Colihue, Buenos Aires, 2007-2011.
[2] De Proa, organización clandestina que funcionó entre 1974 y 1977, sólo supe de oídas por Duhalde, Molina y otros amigos. Disponemos de la investigación de Gabriel Rot: Itinerarios revolucionarios, Eduardo L. Duhalde/Haroldo Logiurato. De la resistencia peronista al Partido Revolucionario de los Argentinos, La campana de palo, Buenos Aires, 2016.
[3] Richard Gillespie, John William Cooke. El peronismo alternativo, Buenos Aires, Cántaro Ediciones, 1989.
[4] Norberto Galasso, Cooke, de Perón al Che. Una biografía política, Buenos Aires, Editorial Nuevos Tiempos, 1997.
[5] James, Daniel, Resistencia e integración: El peronismo y la clase trabajadora argentina, 1946-1976, 2ª ed., Buenos Aires, Siglo Veintuno,Editores, 2010.
[6] En la compilación que hizo de la revista –La Rosa Blindada, una pasión de los ’60. Buenos Aires, La Rosa Blindada, 1998- Néstor Kohan reproduce un fragmento de una entrevista con León Rozitchner en la que este último le cuenta sus conversaciones con Cooke en La Habana sobre Perón: “Él era muy crítico de Perón. Me mostró las cartas, tenía copia de todo. Lo único que no podía hacer, para seguir siendo peronista, era revelar la verdad y decir públicamente que Perón era un cabrón (…). Yo le planteé mis críticas en Cuba y él me reconocía que Perón era un hijo de puta pero que había que pincharlo al viejo para ver si podía inscribirlo en un campo determinado, diferente, de izquierda, y no de derecha. Y no fue viable porque Perón era de derecha. El punto ciego, no sólo de Cooke sino de toda la izquierda peronista, era que lo que decía no podía escribirlo y publicarlo”.
[7] Miguel Mazzeo, El Hereje, apuntes sobre John William Cooke, Buenos Aires, el colectivo, 2016.
[8] Javier Trímboli, Sublunar. Entre el kirchnerismo y la revolución, Buenos Aires, Cuarenta Ríos, 2017.
[9] El populismo es, para Mazzeo, “una estrategia para diluir los contenidos populares más radicales en una totalidad que los incluye pero que los subordina a través de significantes flexibles”, una “estrategia de regulación de la lucha de clases” y un juego de “polarización social limitada y controlada”.
Un nuevo tipo de héroe nació en el Midtown Manhattan, frente al Hotel Hilton, la mañana del miércoles 4 de diciembre del
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La vigencia de la tradición de los oprimidos depende sólo de ellos mismos. Como queda hoy a la vista, no
Mataron a mi negrito
Por Mercedes del Valle Ferreira
«Ya no me quedan lágrimas. Nos destrozaron la vida. El Negro era un niño maravilloso, lleno de amistades, que no tenía problemas con nadie. Y anteayer a la madrugada, a pocas horas de su primer día en la secundaria, lo mataron, me lo mataron. Tenía 12 años: 12 años, tenía, ¿entienden? Un niño, hermanito de otras dos niñitas, de repente pasó a estar en el hospital Ángel Padilla, tirado en un rincón, con la cabeza destrozada… Era una criaturita, mi criaturita.
¿Cómo se hace? ¿Cómo hacemos? ¿Quién se lleva este dolor? Para colmo, debemos soportar infinidad de historias falsas, circulando por internet o televisión, porque no, nada hubiera justificado lo que hicieron, pero mi nieto no robaba, ni manejaba un revólver, como inventa la Policía. Había terminado la primaria en la escuela Miguel Lillo con muy buenas notas y estaba por arrancar su nuevo ciclo en la ENET Nº5. Ya tenía todos los útiles, la mochila preparada y su ropa lista. Es más, acabábamos de comprar unos zapatos que no le gustaban para nada, pero los necesitaba para arrancar el colegio. Vivía conmigo y con sus tíos, en mi casa, en el barrio Juan XXIII, conocido como Villa Bombilla, en Tucumán.
El miércoles a la noche, Facu salió en moto con Juan, un amigo dos años más grande, para ir a ver las picadas en el Parque 9 de Julio, como es común acá entre los changos… Al regresar, pasada la medianoche, unos uniformados les dispararon a quemarropa, así, ¡a quemarropa! No existió ningún enfrentamiento. Y en cuanto nos enteramos, salimos corriendo al hospital, donde nos recibieron con mentiras los voceros arreglados con las Fuerzas. “Sufrió un accidente vial”, nos dijeron. Y minutos después, la tomografía nos anunció que había fallecido por el tiro de un arma de 9 milímetros.
La versión oficial vino acompañada por un cordón policial, porque “íbamos a generar problemas”. Y entonces inmediatamente fuimos a la Comisaría 1ª, donde nos dijeron que los agentes ya estaban detenidos. Éramos dos mujeres y ellos un montón de hombres, apuntándonos con itakas. Nos ocultaron información y nos sacaron zamarreándonos de los brazos. Ahora, el barrio está lleno de patrullas y, mientras dejo caer estas palabras como lágrimas, comienza una razia en la otra cuadra, bajo la mira de un helicóptero policial que sobrevuela la zona.
El 7 de mayo, Facu iba a cumplir 13. Y sí, soñaba ser como Messi, para poder comprarle una casa a su mamá, que vive en Santa Fe. Allá, él había jugado al fútbol en Unión de Sunchales y tenía pensado volver en unos meses. ¡No podrá! Me parece verlo ahora, jurándonos que algún día nos iba a comprar “una mansión, para poder vivir mejor”. Lo pienso y todavía no entiendo. ¿Cómo que no volveré a ver a mi nieto? ¿Cómo que no volverá a correr hasta mis brazos, gritándome «Pachona, Pachona»? ¿Cómo que lo mataron, si nunca nadie dijo nada malo de mi negrito? No puedo explicar lo que siento aquí, en el pecho. ¡No saben cuántos amigos tenía! No saben cuántos niños había en su entierro.
¡Su entierro!
Ahora sólo nos queda luchar, yendo a Tribunales todos los días, caminando en los pies de todos ustedes, todas las veces que haga falta, porque nosotros no tenemos plata, pero tenemos dignidad. No entendemos y nunca podremos entender por qué hicieron lo que hicieron, pero no van a detenernos hasta que no se haga justicia, para que mi nietito pueda descansar en paz. Yo sigo llorando. No puedo parar. Siento un dolor inmenso, que ya no puedo calmar con sus abrazos…
Te juro, mi negrito, que no voy a bajar los brazos»
COMUNICADO URGENTE
BASTA DE VIOLENCIA Y REPRESIÓN SOBRE LOS CUERPOS DE LAS MUJERES PRIVADAS DE LIBERTAD – EL ESTADO ES RESPONSABLE
Manifestamos nuestro repudio al accionar violento y represivo del Servicio Penitenciario Federal (SPF) en el Complejo IV de Mujeres de Ezeiza, durante las horas de la madrugada posterior al 08 de Marzo.
Mientras en las calles de Buenos Aires se respiraba en el aire la intensa jornada de revuelta y fiesta feminista, el pabellón 24 del módulo III del Complejo IV de Ezeiza era violentamente reprimido por personal masculino del Servicio Penitenciario Federal.
El jueves 8 de marzo las mujeres privadas de libertad habían manifestado su adhesión al Paro Internacional de Mujeres a través de un ruidazo pacífico a las 11 de la mañana. Durante la tarde, el SPF seleccionó un grupo de mujeres para asistir a una “reunión de convivencia”, de la que participaron una representante por pabellón, la Jefa de Trabajo y la Jefa de Módulo 2. En esta reunión las autoridades informaron a las mujeres que no cobrarían el peculio (ingreso por horas trabajadas) del mes anterior y que no sabían cuándo se cobraría, por lo tanto no contarían con el dinero para ser retirado por sus familias. Las mujeres que seleccionaron para la reunión no suelen participar de espacios de negociación con el SPF, muchas de ellas fueron recientemente ingresadas al penal y por lo tanto sin conocimiento de los procedimientos que suelen tener los procesos administrativos dentro de la cárcel, por lo tanto con pocas herramientas para defender sus derechos laborales. Dicho esto, se las amenazó advirtiéndoles que en caso de realizar una medida de fuerza para manifestar su reclamo -aunque sea en forma pacífica- les serían descontadas aún más horas de trabajo.
El rumor puesto a correr por los pasillos de la cárcel por el mismo SPF, y que sustenta esta crueldad desplegada contra las mujeres, es que habrá un recorte de horas, equivalentes a la mitad de la remuneración recibida. El ajuste también tiene su expresión en la cárcel y se ejerce con violencia sobre las mujeres.
Pasada la medianoche del jueves y a pocas horas de que millones de mujeres tomáramos las calles en todo el mundo, un grupo de 15 compañeras allí alojadas se encontraban reunidas pacíficamente conversando sobre esta situación. En ese momento ingresaron las fuerzas de seguridad en forma intempestiva. Las mujeres buscaron refugio en la celda de una de ellas, de donde fueron sacadas mediante el uso de gas pimienta, golpes de puño y borcegos. De la represión participaron personal masculino; y como resultado de la golpiza nuestras compañeras sufrieron contusiones en diferentes partes del cuerpo y cortes en el rostro. Una de ellas fue llevada al pabellón psiquiátrico N°27 de la Unidad, un depósito del SPF en el que drogan y golpean a las mujeres como parte del procedimiento. Otras cuatro compañeras fueron llevadas a celdas de castigo.
Actualmente las mujeres del Complejo IV de Ezeiza, se encuentran en huelga pacífica en los pabellones. No reciben la comida del penal y realizarán batucadas de 06 a 08 hs. de la mañana y de 22 a 24 hs. todos los días hasta que los organismos de Derechos Humanos visiten las instalaciones del penal, pabellón por pabellón.
La decisión de parte de ellas de negarse a ser explotadas como mano de obra barata, es respondida mediante una brutal golpiza en medio de la noche, impartiendo un estado de violencia, que genera angustia y terror. Una vez más, las mujeres presas son doblemente castigadas y violentadas por el Estado.
Denunciamos el ejercicio sistemático de la crueldad sobre los cuerpos de las mujeres que están privadas de libertad por parte del SPF. Repudiamos esta represión que atenta contra sus derechos y sus vidas. Hacemos responsable al Estado ante consecuencias que pongan en riesgo la integridad física, psíquica y emocional de nuestras compañeras.
#NiUnaMenosTambienEnLasCarceles
#VivasYLibresNosQueremos
Colectiva YoNoFui
9 de marzo de 2018
Contacto:
María Medrano: 1161723202 – maria@yonofui.org.ar
Liliana Cabrera: 1123316716 – lili@yonofui.org.ar
Alejandra Rodríguez: 1155021440 – alejandra@yonofui.org.ar
Llamo pedagogías de la crueldad a todos los actos y prácticas que enseñan, habitúan y programan a los sujetos a
quñéLa derecha que gobierna Israel nos hace saber, una vez más, qué se propone en Gaza. La CNN registra fotográficamente
Campaña de Salud en el barrio La sarita, Quilmes Oeste Abrimos La Enramada para atender algunas problemáticas en el
“Yo paro para que la tierra tiemble y el mundo gire de otra manera. Paro para que florezcan mil asambleas, y para que el feminismo siga revolucionando todo”, dice a Página/12 Alejandra Rodríguez, activista, educadora, integrante del colectivo Ni Una Menos y de YoNoFui, una colectiva que impulsa proyectos artísticos y productivos en las cárceles de mujeres y, afuera, una vez que recuperan la libertad. Tiene 43 años, y trabaja como como profesora en educación superior, y en el Ministerio de Educación de la Nación en el área curricular. Hoy será parte de la marea feminista que marchará de Plaza de Mayo al Congreso en el Paro Internacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans. “Esta potencia feminista es una reacción desde esa furia y una reafirmación de nuestros deseos”, dice ante este diario, frente al cual analiza el crecimiento que tuvo en los últimos años la movilización de mujeres en las calles: “Como movimiento feminista hemos madurado, logramos construir una transversalidad política incorporando los conflictos sociales como los despidos, la represión, la deuda, la lucha por la educación pública, y la defensa de la tierra. Un feminismo heterogéneo y popular en el que confluyen todos los conflictos, las luchas y las desobediencias al patriarcado”, agrega. Y cuenta los reclamos de las mujeres en la Villa 21.24 del barrio porteño de Flores y en las cárceles.
-¿Cómo llegás al feminismo?
-No sé si al feminismo se llega… Creo más en un devenir feminista que se va dando a partir de nuestras trayectorias de vida, dolores, luchas y militancias. En lo personal, milité en varios espacios y fui parte de muchas experiencias de luchas colectivas y en esos recorridos el feminismo me fue trabajando, me gusta pensarlo así. Creo que el feminismo es un modo de vivir y estar con otros. Yo no llego al feminismo, el feminismo llega cuando me reconozco pensando y sintiendo el mundo desde una trama afectiva y política que pone en cuestionamiento el sistema patriarcal y capitalista en todas sus expresiones.
-¿Cuándo empezaste a trabajar con mujeres privadas de su libertad?
-Me aproximo al tema de la cárcel a través de mi trabajo en el área de educación en contextos de encierro en el Ministerio de Educación de Nación, hace unos 12 años. Después seguí vinculada al tema a través de la investigación y el activismo, como parte de la Colectiva YoNoFui.
-¿Cómo se cruza el sindicalismo y el feminismo desde tu mirada?
-El feminismo plantea una interseccionalidad que atraviesa todos los modos de vida y pone en relación las múltiples formas de pensarnos en relación al trabajo. La manera más interesante que encuentro de cruzar sindicalismo y feminismo, es pensando esa interseccionalidad. El feminismo es una interpelación a las prácticas y dinámicas sindicales, porque éstas son estructuralmente machistas y verticales, es una racionalidad en la que prima el ordenamiento de los cuerpos en pos de determinados conflictos. El feminismo interpela antes que nada esas lógicas de funcionamiento y de distribución del poder. En el caso de este 8M la diferencia se ve muy claramente, nosotras apostamos a un paro como proceso de elaboración e indagación. Un paro como pregunta, como experimentación y las asambleas como espacios de inteligencia colectiva y herramienta política centrales en ese proceso. El sindicalismo decide un paro y los cuerpos se ordenan detrás de esa decisión. Creo que el sindicalismo tiene que democratizar sus prácticas, y el feminismo tiene mucho para aportarle en ese sentido.
-El proceso de asambleas de mujeres que se dio en todo el país para organizar en las distintas ciudades el 8M ha sido impresionante. ¿Qué factores se conjugan para que florezca de esta forma el feminismo?
–Se conjugan múltiples factores: por un lado es un momento de efervescencia que es imposible leer sin mirar la historia del feminismo, sin pensar en los Encuentros Nacionales de Mujeres, en las luchas a favor del aborto legal, seguro y gratuito; y también en la furia y el dolor que nos atraviesan por la crueldad y las violencias desplegadas sobre nuestros cuerpos. Esta potencia feminista es una reacción desde esa furia y una reafirmación en nuestros deseos. Por otra parte como movimiento feminista hemos madurado, logramos construir una transversalidad política incorporando los conflictos sociales como los despidos, la represión, la deuda, la lucha por la educación pública, y la defensa de la tierra. Un feminismo heterogéneo y popular en el que confluyen todos los conflictos, las luchas y las desobediencias al patriarcado.
-Participaste en asambleas de mujeres que se hicieron en la villa 21.24 ¿Qué problemáticas surgieron en ese ámbito?
-Una de las preguntas que surgió en la asamblea de la villa fue ¿cómo hacemos para parar la mujeres que trabajamos en el comedor? ¿Cómo paramos las que no tenemos trabajo formal o somos trabajadoras precarizadas?, preguntas que nos forzaron a elaborar la relación con lo que sí podemos, con lo que deseamos transformar, cambiar en nuestros modos de vivir. En la Asamblea de Flores algunas mujeres contaron los abusos de los que habían sido víctimas en su infancia. Es conmovedor ver cómo las asambleas funcionan como cajas de resonancia de esos dolores singulares, que puestos en común se inscriben en una narración política y afectiva colectiva. En las charlas que tuvimos con compañeras privadas de libertad nos decían que querían parar de tener que negociar sus derechos, que querían parar con la violencia institucional, obstétrica y con el estigma al que las condena su pasaje por la cárcel. La pregunta ¿qué querés parar en tu vida? recorrió distintos espacios donde nos reunimos a elaborar el tiempo de este 8M y abrió una multiplicidad de sentidos que nos revelan que este paro feminista nos atraviesa la vida y los cuerpos, porque estamos pensando cómo queremos vivir, amar, y estar entre nosotras, reconociendo nuestros saberes, trayectorias y disidencias.
-Cómo te cambió a vos el feminismo?
-El feminismo me sigue transformando. Me cambió en varios sentidos, es como volver a mirar todo con otros ojos, ver la composición general de una situación y a la vez ver sus detalles, los pliegues, ver lo micro, la circulación de afectos, de deseos, y un desarme constante de aquello que te duele. El feminismo es un modo de vivir, de hacer mundo, y creo que es el único resguardo que tenemos ante la intemperie que nos propone el neoliberalismo.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/100255-yo-paro-para-que-la-tierra-tiemble-y-el-mundo-gire-de-otra-m
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Cómo y quiénes en medio de las guerras “ponen el cuerpo”; cómo esto se ha dado bajo el faro zapatista
Hoy estamos acá porque construimos juntas un segundo paro internacional
feminista. Paramos contra los despidos, el ajuste del gobierno y por aborto
legal, seguro y gratuito. Paramos porque venimos a decirle basta a las violencias
femicidas y travesticidas y a las violencias económicas y estatales que
las sustentan. Venimos produciendo este tiempo de desobediencia al patriarcado
y al capitalismo que acumula fuerza en los territorios, revoluciona las
casas, las camas y las calles. Venimos reclamando a todas las centrales sindicales
la convocatoria al paro y la organización de asambleas.
Durante todo el año vimos cómo este gobierno intensificó la represión, las
cacerías contra militantes y la criminalización de la protesta. Desde el feminismo
nos autoconvocamos masivamente pidiendo justicia y aparición con
vida de Santiago Maldonado. Denunciamos el crimen de Estado que asesinó
por la espalda a Rafael Nahuel y que sigue en estos días reprimiendo a la comunidad
mapuche.
Desde el movimiento feminista, evidenciamos el engranaje entre la familia
patriarcal y el terrorismo de estado. Escuchamos, también en el transcurso
de este año, a las ex hijas de genocidas desafiliarse de sus progenitores, evidenciando
cómo la crueldad de los campos de concentración se traducía en
crueldad en la intimidad del entorno familiar. Rechazamos que se les conceda
prisión domiciliaria, libertades y amnistías a los represores. Nosotras volvemos
a gritar que la única casa de los genocidas es la cárcel. Que no olvidamos
ni nos reconciliamos. Y que desde el feminismo estamos construyendo una
casa contra todas las formas de crueldad con que el capitalismo quiere aterrorizar
nuestras desobediencias.
En diciembre salimos a las calles contra la reforma previsional, porque politizamos
la reproducción de la vida y evidenciamos cómo las principales afectadas
somos las mujeres y los cuerpos feminizados, haciendo público un
diagnóstico feminista de la crisis. No hubiera habido diciembre sin nosotras.
Politizamos, también, todas las formas de trabajo de las mujeres, lesbianas,
trans y travestis porque trabajadoras somos todas. Frente a los despidos son
las voces de las trabajadoras las que se potencian por el movimiento feminista,
diciendo Ni Una Trabajadora Menos y llevando las demandas del movimiento
a los ámbitos sindicales y laborales.
Nuestra fuerza callejera empujó a este momento histórico en el que el derecho
al aborto legal, seguro y gratuito exige ser tratado en el Congreso y nos
declaramos en alerta y movilizadas frente al uso oportunista del sistema político
de nuestro histórico reclamo de autonomía.
PARO INTERNACIONAL
FEMINISTA 2018
Nuestra fuerza callejera hace que cuando una de nosotras habla, muchas
otras se sienten acompañadas para romper el silencio: este año, en primera
persona y colectivamente, desnaturalizamos las violencias sexuales. Ya no
nos callamos más. Sin embargo, la violencia femicida y travesticida sigue descontando
vidas. Anahí Benítez, Araceli Fulles, Micaela García, Vanesa Castillo,
Camila Borda, son algunos de los nombres que gritamos este año. Exigimos
la aparición con vida de Johana Ramallo y Yenilda Patiño. Este 8M también
tenemos presente en nuestra memoria la tragedia que nos conmocionó hace
un año atrás: el femicidio y crimen de Estado en contra de las 56 niñas del
Hogar Virgen de la Asunción en Guatemala y de cada una de las víctimas de
femicidios y travesticidios en todo el continente.
Contra todas estas crueldades, hemos desarrollado asambleas en las escuelas
secundarias, en los lugares de trabajo, en los territorios
Estamos acá porque cuando las mujeres del mundo nos organizamos la
tierra tiembla. Lo sentimos con la lucha de las mujeres kurdas contra el estado-nación
y con la lucha anti-imperialista de las mujeres palestinas con quienes
hoy exigimos la libertad de la adolescente Ahed Tamimi. Lo vivimos con
el paro internacional de 2017 realizado en 55 países, las movilizaciones del
3 de junio y 25 de noviembre en Argentina, y las marchas y acciones en muchísimos
otros lugares del planeta. Estamos acá porque también traemos con
nosotras las experiencias, discusiones y lazos que hemos construido entre
todas en los 32 Encuentros Nacionales de Mujeres. Y porque nos reconocemos
en las luchas indígenas, populares y afrodescendientes: remarcamos el
protagonismo de las mujeres en las luchas comunitarias por la vida y los territorios
y en particular de las mujeres mapuches que enfrentan la ofensiva
empresarial y represiva del estado argentino.
Homenajeamos a las asesinadas y pedimos justicia por: Bety Cariño en Mé-
xico (2010), Berta Cáceres en Honduras (2016), Laura Leonor Vasquez Pineda
(2017) en Guatemala. Ellas, como tantas otras, son parte de una secuencia
de “femicidios territoriales”, como se han nombrado estos crímenes políticos,
por conflictos con los proyectos neo-extractivistas de recolonización del continente.
2 / Paramos porque hacemos visible el mapa del trabajo en clave feminista
y porque hemos tramado en asamblea alianzas transversales entre los distintos
conflictos.
Paramos las ocupadas y desocupadas, las asalariadas y las que cobramos
subsidios, las trabajadoras de la economía popular y las que realizamos tareas
domésticas y de cuidado. Paramos las privadas de libertad explotadas en cárceles
provinciales.
Contra el ajuste del neoliberalismo magro que encara en nuestro país el
gobierno de Macri y la Alianza Cambiemos, con la connivencia de los gobiernos
provinciales, rechazamos la precarización total de nuestras vidas.
Por el cese de los despidos y la flexibilización laboral que intentan disciplinar
a la clase trabajadora. Contra la reforma laboral en todas sus variantes,
defendemos los convenios colectivos de trabajo y el conjunto de los derechos
laborales. Apoyamos las luchas de las trabajadoras del Ingenio Ledesma, del
INTI, del Hospital Posadas, de la minera de Río Turbio, del Ferrocarril Sarmiento,
de las docentes, de las empleadas estatales de la Casa de la Moneda,
de la Secretaría de Integración social y urbana de CABA, de la línea 144 y de
los distintos ministerios y dependencias estatales.
Pedimos la reincorporación de todas lxs despedidxs.
Exigimos la derogación inmediata de la reforma previsional porque implica
un retroceso para las amas de casa y trabajadoras domésticas informales.
Rechazamos el recorte de la AUH y de todos los planes sociales. Decimos no
a la suba de la edad jubilatoria para las mujeres y a todas las formas de violencia
laboral contra nosotras.
Rechazamos el uso oportunista de las licencias parentales y de la referencia
a la brecha salarial por parte del gobierno en el contexto de despidos masivos
y de la reciente sanción de la reforma previsional neoliberal.
Exigimos que el trabajo doméstico y reproductivo que realizamos las mujeres
de forma gratuita sea reconocido en su aporte como valor económico.
Reclamamos reconocimiento institucional y políticas públicas para las trabajadoras
de empresas recuperadas, autogestionadas, de la economía popular,
social y solidaria.
Reclamamos la aplicación de la Ley de Emergencia social y alimentaria.
Exigimos: Licencias por violencia de género / Licencias más amplias de paternidad
y maternidad / Asignación para mujeres en situación de violencia de
género igual a la canasta familiar.
Rechazamos la suspensión del Seguro de Capacitación y Empleo
(SCyE) que perjudica especialmente a las personas travestis/trans, mujeres
en situación de violencia doméstica, personas en situación de prostitución y
personas viviendo con VIH. Rechazamos la disolución del Plan Ellas Hacen.
Exigimos implementación y ampliación en todo el país de la Ley de Cupo
Laboral para personas trans, travestis y transgénero, para todas aquellas con
antecedentes penales y para mujeres con discapacidad y mujeres indígenas.
Más presupuesto para políticas públicas que garanticen tareas de cuidado:
escuelas infantiles y jardines comunitarios para trabajadoras, con vacantes
suficientes. Repudiamos que el “presentismo” como premio castigue las tareas
de cuidado que quedan a cargo principalmente de las mujeres.
Exigimos representación de mujeres en la cúpulas sindicales y paridad en
la representación gremial. Exigimos inclusión de las demandas de las mujeres
en las paritarias. Y que sean paritarias sin techo: sin condicionamientos de
parte del gobierno y los empresarios.
Apoyamos la huelga como elemento de lucha de lxs trabajadoras y la movilización
como forma de protesta social. Repudiamos las intervenciones a los sindicatos
como forma de disciplinamiento y extorsión ante la discusión salarial.
3 / Paramos porque exigimos aborto legal, seguro y gratuito.
#Aborto legal, seguro y gratuito
Estamos transitando un tiempo histórico, los pañuelos verdes de la Campaña
Nacional por el Derecho al Aborto nos hermanan en un grito que ya es
global: Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Los mismos que hoy copan las plazas,
como lo hicieron el 19F en el Pañuelazo, cuelgan en las mochilas de adolescentes
y están presentes en numerosas postales cotidianas, construyen una
marea verde que se multiplica en cada reclamo para exigir nuestro derecho a
decidir sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas.
Hoy paramos y marchamos hacia el Congreso de la Nación para exigir la
urgente aprobación del Proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo,
presentado por séptima vez el 6 de marzo pasado por la Campaña Nacional
por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. En nuestro país se
realizan entre 370.000 y 520.000 abortos clandestinos por año. Hoy el aborto
clandestino, e inseguro, sigue siendo la principal causa de muerte de personas
gestantes.
Denunciamos pública e internacionalmente a El Salvador, Honduras, Nicaragua,
República Dominicana, Haití y Surinam como Estados femicidas. Al ser
los únicos 6 países en América Latina con prohibición absoluta del aborto,
son responsables de las muertes y graves violaciones al derecho a la salud
de cientos de niñas, mujeres y trans.
Reclamamos provisión y producción pública de Misoprostol y Mifepristona,
y que la A.N.M.A.T. los reconozca como de uso ginecológico. Instamos a que
el Protocolo de Interrupción Legal del Embarazo (ILE) se implemente sin restricciones
en todo el territorio nacional. Repudiamos enérgicamente la persecución
a médicas y médicos que garantizan el derecho a la salud y el acceso
a abortos no punibles en cumplimiento con la legislación vigente.
Seguimos tiñendo las calles de verde, movilizadas como lo hicimos por la
liberación de Belén y en innumerables situaciones desde hace 13 años y de
esta misma manera, lograremos que nuestro proyecto de interrupción voluntaria
del embarazo sea ley; y nuestra consigna, realidad: “Educación sexual
para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”.
4 / Paramos para defender nuestras disidencias sexuales y de género.
#Basta de violencia a las cuerpas disidentes
Basta de criminalizarnos por defendernos: exigimos la absolución para
Higui, atacada por lesbiana, presa por defenderse, liberada por el movimiento
feminista y el activismo lesbiano. ¡Absolución ya!. Demandamos el desprocesamiento
de Mariana Gómez, perseguida y detenida por besarse en la vía pú-
blica.
Exigimos el sobreseimiento de las lesbianas y bisexuales, activistas de diversas
organizaciones, detenidas y encarceladas en la jornada previas al paro
del año pasado y en la jornada de protesta contra la reforma previsional y contra
la llegada de la Organización Mundial de Comercio a Buenos Aires. Basta
de criminalizar la protesta
Abajo el protocolo LGBTTTI de Bullrich. Los derechos conquistados por las
disidencias son derechos humanos que atañen a todo el conjunto de la sociedad.
No necesitamos tratos especiales, exigimos tratos humanos.
Reclamamos la implementación plena de la ley de identidad de género en
todo el territorio nacional: acceso real al derecho a la salud integral, a las rectificaciones
registrales expeditas, al respeto a la propia identidad. Por la protección
de las infancias trans de una vida libre de violencias, de patologización,
de acoso en las escuelas y los centros de salud.
Por la integridad y el respeto de los cuerpos intersex, le decimos ¡no! a las
cirugías compulsivas que buscan una normalidad que es sólo opresión y represión.
Por la integridad y el respeto de los cuerpos gordos, patologizados y
estigmatizados.
Exigimos que se tenga en cuenta en las políticas públicas a las mujeres
con discapacidad, especialmente visual y auditiva.
Denunciamos la precarización que sufren nuestras lesbianas mayores, que
llegan a la adultez sin vivienda y sin familia.
Exigimos la aprobación de la Ley de Reparación Histórica de las compañeras
trans-travestis perseguidas, criminalizadas y torturadas por el Estado a
través de los códigos contravencionales que siguen vigentes.
Queremos que nuestros deseos vitales estén presentes en las escuelas, en
los barrios, en las fábricas, en las plazas, las oficinas y en todos lados. Demandamos
que la academia y las instituciones de salud dejen de patologizar nuestros
deseos y existencias. Basta de violencia ginecológica contra lesbianas y trans.
Queremos representación en los libros de textos y en los medios de comunicación.
La hetero-cis-sexualidad obligatoria es violencia. Los ataques y crímenes de
odio se fundan en el discurso de deseos y existencias naturales, depositando en
la disidencia lo antinatural, lo aniquilable. Denunciamos una avanzada biologicista
que atenta contra personas trans y travestis. ¡Todos los cuerpos cuentan!
5 / Paramos para decir basta a las violencias.
#Basta de femicidios y travesticidios. No queremos más niñas ni adolescentes
acosadas, abusadas, violadas, asesinadas. No queremos más compañeras
revictimizadas por los medios de (in)comunicación.
Basta de femicidios y travesticidios: el machismo, la misoginia y el odio
hacia mujeres, lesbianas, bisexuales, travestis y trans nos matan.
Pedimos justicia por Amancay Diana Sacayán, militante política, social y
de los derechos humanos, quien fuera brutalmente asesinada en 2015. Le
exigimos al poder judicial que dicte una condena ejemplar calificando este terrible
hecho como un travesticidio y un crimen de odio. Convocamos al inició
del juicio el día 12 de marzo en los tribunales de Talcahuano.
¡Pepa Gaitán y Lohana Berkins, presentes!
Justicia por Melina Romero, Laura Iglesias, Celeste Martinez y todas las
mujeres asesinadas y violentadas. Justicia para Cristina Santillán y para Zulema
Soto, torturada y violada en su casa por personal policial.
Paramos contra las redes del narco que utilizan los cuerpos de las mujeres,
transexuales, lesbianas, travestis y niñas como mercancías de canje. Paramos
contra los abusos de poder de las fuerzas represivas dentro de los barrios
hacia nuestras pibas. Paramos porque tenemos poco acceso a la salud en los
barrios y en las villas, donde las ambulancias no entran, y las instituciones de
salud son vaciadas. Paramos porque nos proponemos una infancia y una juventud
digna y feminista.
Exigimos que se contemplen las desigualdades y las violencias a las que
están expuestas las niñas, adolescentes, mujeres, lesbianas, travestis, transexuales
y transgénero que se encuentran en situación de calle, en riesgo de
estarlo y/o en situación de consumo problemático de sustancias.
Repudiamos la estigmatización del ejercicio de las maternidades diversas
que, en los casos de las mujeres en situación de calle, implica que el Gobierno
les quite a sus niñxs por no contar con un lugar donde vivir.
Repudiamos que las mujeres seamos encarceladas por delitos menores
que criminalizan formas de supervivencia, mientras los crímenes de las corporaciones
y el narcotráfico quedan impunes porque benefician al capital.
Nosotras paramos como mujeres, migrantes y trabajadoras: porque vivimos
una triple opresión. A un año del Decreto de Necesidad y Urgencia
70/2017 que modificó la ley de migraciones 25871, exigimos la eliminación
del Centro de Detención de Migrantes, el tratamiento del proyecto de ley para
la anulación del decreto, la resolución del amparo colectivo contra este decreto
por inconstitucional, racista, xenófobo, que discrimina, criminaliza, estigmatiza
y vulnera nuestros derechos como mujeres migrantes. Migrar no es
un delito, es un derecho humano.
Nos pronunciamos contra la violencia simbólica que ejercen los medios de
comunicación, la cristalización de los estereotipos de género, la estigmatización
de nuestras decisiones, la invisibilización de nuestras luchas. ¡No somos
adornos! Queremos más voces feministas en todos los debates políticos, económicos,
sociales, culturales, somos productoras de sentidos y luchas en
todos los ámbitos ¡Dejen de hablar por nosotras!
Contra las nuevas colonizaciones de los territorios por empresas multinacionales
que nos despojan de nuestros bienes comunes mediante el extractivismo
favorecido por los gobiernos, tratando a la vida como una mercancía y
degradando la Madre Tierra. Contra la intoxicación por agrotóxicos que nos
envenena y nos mata: ¡paren de fumigarnos! Paramos por la defensa de las
semillas y la diversidad de nuestros recursos naturales.
Contra la concesión del acuífero guaraní a Coca Cola-Nestlé. Paramos en
contra del especismo.
Paramos contra el racismo, la discriminación y xenofobia hacia las mujeres
indígenas, negras afrodescendientes y afroindígenas. Paramos para exigir la
libertad de las mujeres de la comunidad Wichi de Juárez. Basta de persecución,
criminalización y judicializaciòn a las mujeres y comunidades mapuche.
Paramos contra el genocidio y femicidio de mujeres que tiene su origen en
la trata esclavista y en la violencia colonial. Paramos contra la justicia clasista,
blanca y patriarcal. Paramos por el buen vivir de nosotras y nuestras comunidades.
6 / Paramos para denunciar que el estado es responsable.
#El Estado y los gobiernos son responsables
En nuestro país, en 2018, es asesinada una mujer cada 29 horas. ¡Exigimos
una justicia que no ampare el poder clasista y patriarcal!
Exigimos la efectiva aplicación de la Ley Brisa. Pedimos excarcelación a las
mujeres con prisión preventiva por delitos menores, domiciliaria para madres
con niñxs menores de 4 años y para jefas de familia. Exigimos que el Estado
revise las causas por homicidio que en muchos casos responden a autodefensa
ante una agresión machista.
Nos pronunciamos contra la justicia patriarcal que no hace cumplir la ley
27206 que declara imprescriptibles los delitos de abuso sexual en la infancia.
Por la derogación de la ley 24270 de impedimento de contacto. Contra la vinculación
forzada con los abusadores bajo el nombre del Síndrome de Alienación
Parental (SAP). Contra la Justicia patriarcal que amputa maternidades y
revictimiza las infancias.
Exigimos que se reglamente y se cumpla la ley de Patrocinio jurídico gratuito
para mujeres victimizadas por la violencia machista. Exigimos tribunales especializados
para la atención de violencia de género y la despatriarcalización
de todo el Sistema Judicial. Paridad en en todos los ámbitos de Justicia.
Exigimos la reapertura y financiamiento de los espacios de atención por
violencia de género en las municipalidades, en las Universidades y en cada
espacio común donde la ley 26.485 prevé que se atienda a las que son victimizadas.
Exigimos cumplimiento efectivo de la capacitación en género para todos
los efectores públicos que intervienen en la problemática de la trata, de la violencia
de género y sexual, abarcando el poder judicial, ejecutivo, y personal
de las fuerzas de seguridad y del área de salud.
Exigimos que se cumpla el protocolo integral de asistencia a las víctimas
de violencia sexual.
Desmantelamiento de las redes de trata y las fuerzas represoras del Estado
y sus cómplices. Condena efectiva a los proxenetas. Creación de políticas pú-
blicas que acompañen a la Ley de Trata, así como todos los instrumentos tendientes
al acompañamiento jurídico y de protección integral a las víctimas y a
sus familias. Denunciamos el cierre de los refugios para las víctimas.
Basta de represión, persecución, abuso y extorsión policial a las trabajadoras
sexuales y a las personas en situación de prostitución. Exigimos la dero-
gación de los artículos contravencionales que permiten mantener detenidas
sin orden judicial a cualquier persona y que criminalizan el ejercicio de la prostitución
en 18 provincias. En especial el artículo 68° del Código Contravencional
de la Pcia. de Buenos Aires.
Exigimos el sostenimiento de los Programas de Educación Sexual y de Salud
Sexual y Procreación Responsable: sin educación sexual, sin acceso a la salud
reproductiva y no reproductiva, es imposible decir Ni Una Menos. ¡La ESI está
en alerta y la defendemos!
Exigimos más presupuesto para salud y educación. Abajo la Cobertura Universal
de Salud (CUS) que es la privatización encubierta de la salud pública.
Decimos no al vaciamiento de la Salud pública, no a los despidos de esxs
trabajadorxs, al cierre de programas y quita de presupuesto. Repudiamos cualquier
intento de arancelamiento.
Nos pronunciamos contra la violencia obstétrica: nosotras elegimos
cuándo, cómo, dónde y con quién parir.
Hay más de 40.000 mujeres viviendo con VIH en todo el país que exigimos
políticas públicas reales para la eliminación de la transmisión vertical.
Basta de reducción del presupuesto que nos garantiza la prevención, Profilaxis,
medicación, adherencia y reactivos. Reclamamos por el respeto de decidir
sobre nuestros embarazos y partos, por el derecho a tener toda la
informacion sobre la lactancia materna de las mujeres viviendo con VIH.
Basta de estigma y discriminacion. Exigimos la promulgación de la nueva
ley de vih, its y hepatitis virales. No hay más tiempo.
Exigimos la descriminalización del cultivo de marihuana por motivos medicinales
y la reglamentación y aplicación de la ley.
Denunciamos el protocolo anti-toma que intenta disciplinar las luchas estudiantiles
y nos pronunciamos contra la reforma educativa que no toma en
cuenta los debates propuestos desde lxs estudiantes. Porque las escuelas no
están exentas de violencia patriarcal, reclamamos protocolo de género.
Rechazamos las propuestas del gobierno destinadas a bajar la edad de punibilidad
de las y los adolescentes, criminalizándolos desde temprana edad
en vez de garantizar el acceso a sus derechos.
Desprocesamiento y libertad de todas/os las/os luchadoras/es populares.
Derogación de todas las leyes represivas. Desprocesamiento y cierre de las
causas a César Arakaki y Dimas Ponce y libertad de todos los detenidos por
las jornadas del 14 y 18 de diciembre contra la reforma previsional. Libertad
a Milagro Sala, Gladys Díaz, Mirta Guerrero, Mirta Aizama y Graciela López.
Por la desmilitarización de nuestros territorios y contra las nuevas formas
de guerra. Basta de gatillo fácil justificado y jerarquizado por el Poder Ejecutivo.
Decimos no a la destrucción de los sitios de la memoria y reclamamos la
apertura de archivos sobre crímenes de la dictadura.
7 / Paramos porque exigimos un Estado laico.
#Separación del Estado y la Iglesia
Somos un movimiento anti-clerical y exigimos el cese de subsidios a la Iglesia
Católica y la educación religiosa.
Repudiamos la intervención de la Iglesia Católica y de todas las iglesias
sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas.
Repudiamos su ofensiva en toda América Latina contra lo que llaman “ideología
de género”. Exigimos también cárcel común a los curas abusadores.
8 / Paramos y construimos el movimiento de mujeres como sujeto político.
#Nos mueve el deseo
Por un movimiento internacional feminista que está revolucionando el
mundo.
Por un feminismo inclusivo, radical y de intersección que nos invite a todes
a unirnos a la resistencia al racismo y la explotación capitalista.
Rechazamos la presencia del G20 este año en Argentina, que representa
los intereses de las corporaciones transnacionales y el capital financiero
para el endeudamiento de nuestras existencias. Como dijimos en la Cumbre
de los Pueblos contra la OMC: Luchamos por alternativas a la crisis climática,
de cuidados, financiera y civilizatoria.
Contra toda forma de explotación y opresión, llamamos a nuestras hermanas
de todo el mundo a seguir luchando de manera independiente de los gobiernos
y a favor de construir una Internacional Feminista. Nuestras
desobediencias nos abrigan, nos dan fuerza, y nos potencian en las calles y
en los hogares, en los barrios y en los lugares de trabajo.
Porque el movimiento feminista es hijo e hija de esta historia antipatriarcal
y anticapitalista, y emerge como un contrapoder en todo el mundo frente al
avance represivo, racista y conservador. Por eso con orgullo hoy decimos:
¡Aborto legal, seguro y gratuito ya! ¡Viva el Día Internacional de las mujeres
trabajadoras! ¡Viva el paro internacional feminista!
PARO INTERNACIONAL DE MUJERES, LESBIANAS, TRAVESTIS Y TRANS
¡ABORTO LEGAL YA!
BASTA DE AJUSTE Y DESPIDOS
#NiUnaMenos# VivasNosQueremos!
“Tenemos que abrir centros de aborto en cada calle. Que los heteros se esterilicen masivamente. ¿Siete mil millones de esta
Llegó otro 8 de marzo, ese día que, si antes era motivo de algunos “feliz día” y algún que otro
El despertar de la conciencia feminista no consiste sólo en tomar conciencia de la pertenencia a una clase histórica y sistemáticamente oprimida, sino en entender el entramado de relaciones que organizan ese poder.
Implica, además, pensar en cuánto y cómo se ha vivido bajo esta fórmula opresiva. Hay algo de empoderador -a lo “proletarios, uníos” pero traducido a sororidad-, pero con certeza también hay algo de doloroso; propio y ajeno. El despertar feminista tiene que ver con adentrarse en los laberintos de la subjetividad y encontrarse llena de estructuras y trampas. Con estar dispuestxs a hacerlo. Es, por lo tanto, una revolución política que empieza en la subjetividad y termina en ella, pasando por todos lados; devela el modo en que la sociedad nos hace interiorizar sus formas de vida a la carta y se adentra en territorios tan íntimos como los de la sexualidad y el deseo a pautar sus formas y sus contenidos. Hacerse feminista es deshacerse por dentro, rehacerse, entender la automatización de líneas discursivas que son difíciles de desenmadejar. Esto implica una enorme complejidad para cualquier sujeto político y nos exige repensar la idea misma de sujeto. ¿Qué subjetividad puede llevar adelante una revolución que sabe que implicará deshacer parte de sí misma? El desafío -individual y colectivo- es atravesar por ello sin llevarse sobre los hombros una mochila gigante de resentimiento. En otras palabras: ¿cómo seguir diciendo “amor”?
Generalmente pensamos en los procesos revolucionarios como la materialización violenta y colectiva de una convicción muy fuerte. En el feminismo hay convicciones y hay colectivo pero el enemigo es justamente la violencia. ¿Cómo se libra una guerra en este campo de batalla? La pregunta pone de manifiesto que guerra no es la palabra. Quizá “lucha” se ajuste mejor al enemigo al que el feminismo se enfrenta.
Sería ingenuo y hasta obsceno exigirle al feminismo que se organice como una sororidad alegre que festeja la mujeridad e invita a los hombres a sumarse. El feminismo ha tenido logros pero existen aún demasiados debes; mientras tanto, encuentra en su avance más muertas y masacradas por hombres con quienes mantenían relaciones “amorosas”. La muerte por violencia machista nos duele porque va al núcleo del problema: la vida. Pero también porque toca la colonización de nuestras formas de amor por parte del machismo.
La lucha feminista se radicaliza porque existen razones para ello; sintéticamente, una historia de fracasos y de falsos triunfos, de “inclusión”, de igualdad demagógica pero no efectiva. La vía progresiva de la lucha feminista se ha mostrado incapaz de generar transformaciones de base y la historia ha dicho demasiadas veces “espera”. La radicalización de la lucha feminista se traduce -y lo celebro- en políticas que no buscan alegrar o convencer a los reaccionarios ni a los misóginos, sino modificar las relaciones sociales que ellos reproducen. Hay otras políticas que no pueden ser ejecutadas desde el Estado u organizaciones no gubernamentales y que también implican radicalización. Tienen que ver con políticas de la vida y de formas de vida, con subjetividades en movimiento, con encontrarse en la diferencia. El gran desafío consiste en encontrar la rabia necesaria para la radicalización sin confundirla con el odio o la persecución, pues sus formas inhiben la emergencia de nuestros anhelados contenidos.
La revolución feminista enfrenta un desafío parecido al de otras revoluciones; su radicalización y conducción son llevadas a cabo por un núcleo cuya toma de conciencia, refinamiento crítico y conocimiento de medios y tácticas ha ido madurando, encontrando consensos, creando líneas teóricas y espacios de práctica; formando un movimiento. Para eso, la revolución cuenta con una base social de hombres y mujeres que adhieren de formas desparejas y a veces contradictorias al apoyo de esta causa.
En relación a esto, el feminismo enfrenta dos problemas. Uno es que no funciona como otras luchas: el problema del machismo tiene que ser atacado en toda su complejidad, y por eso es difícil aislar un par de puntos de consenso. Este hecho no puede derivar en la expulsión del movimiento de sujetos que desean apoyar la lucha pero no en los términos que la vanguardia del movimiento ha definido como los más efectivos. La revolución feminista tiene que poder lidiar con este carácter incontrolable, y pensar en él como una potencia y no como una desventaja o un problema a resolver. No le hagamos violencia doméstica al feminismo; llamémoslo a crecer en sus formas diversas, imperfectas, procesuales, incontrolables, sexuales, transgenerativas, dispersadoras de poder. La revolución tiene que suceder en cada casa y en cada cuerpo, y no vamos a estar ahí para supervisarla. Y todo lo que se va de control tiende a la imperfección, pero tiene como contrapartida una enorme potencia. En este sentido celebro las formas de adherir al paro de colegas del interior del país, de las amigas que nunca se manifestaron antes, de los (a menudo torpes) hombres que sienten propia la causa, de las pintadas y flyers de los barrios cuyas gráficas y consignas pueden shockear a mi sensibilidad posmoderna de académica universitaria y artista contemporánea. Aunque no siempre leo los mensajes de constelaciones y gestalt que se cuelan entre las cadenas de whatsapp, celebro el crecimiento de la idea de hermandad femenina entre mis amigas con hijos, que van rumiando el feminismo pero no están dispuestas a dejar de amar a sus parejas. Lo celebro entre mis amigas “despolitizadas”. Me parece crucial que ellas entiendan que no se trata de odiar a los hombres sino de amarnos más y mejor. Celebro (y lo celebro como un triunfo de esta lucha) la adhesión del PIT-CNT, una organización con mucho de machista, a la que el feminismo ha logrado interpelar radicalmente. Celebro la articulación de organizaciones y sujetos tan distintos que está logrando el feminismo. Celebro que un paro no sea definido por grandes centrales sindicales sino por mujeres en movimiento.
Puede decirse que en estos reductos de diferencia se encuentra la garantía de cooptación del movimiento, que hay que diluir todo feminismo diluyente, que la intransigencia y la violencia es lo único que los hará retroceder. Yo sigo dudando de si son estos los medios. La tragedia llama a la tragedia, y la sedimentación de estereotipos no tiene otro destino que la confirmación de que los hombres son unos hijos de puta y las mujeres, las cabezas de la sensibilidad que da lugar a las familias (biológicas o elegidas). El biologicismo nos ha impuesto el sometimiento machista, no recurramos a él desesperadamente. Esto no implica una traición al núcleo de la lucha, sino una disputa por el significado de las existencias que emergen bajo la palabra “mujer”.
El 8 de marzo movilizará mediante cuerpos de-generados la cuestión de la mujer en todo el país y en muchísimos lugares del mundo. Nuevas organizaciones emergen, y aquellas que habían representado a los clásicos sujetos de lucha se reorganizan; no es fácil cómo se pasa del “trabajador” a la mujer y como se hace un paro donde “el patrón” no puede ser llamado a un consejo de salarios ni a una mesa de acuerdo. Lo personal es político. Pintadas y carteles se preparan hace semanas; asambleas y adhesiones, bonos colaboración, spots, comunicados y entrevistas. La mujer es el sujeto de lucha y por quién es esta lucha, simultáneamente. Nace así, por estos años, la historia de una transformación que ojalá podamos contar cuando seamos viejas y hayamos no tenido o quizá tenido nietos. La contaremos entre amigas y en medio de otras nuevas viejas luchas que por entonces serán las urgentes. La contaremos por las que murieron jóvenes en manos de sus parejas. La contaremos tocando y tocándonos, desde un encuentro extraordinario de ideología y afecto, ese punto orgásmico de la política.
Para ello necesitamos un feminismo que no sea la otra cara del machismo, sino mucho mejor que él; que no sea el opuesto antagónico de la genitalia fálica que nos ha estructurado desde los salarios hasta el deseo; que entienda que la soberanía de los cuerpos es viable colectiva y no individualmente; que se constituya un movimiento de solidaridad y política en el sentido más desestabilizador de lo sensible, un movimiento que entiende que la lucha consiste en esto; caminar juntas y juntos, tomar el poder sin pedirlo, dar pasos convencidos sin nunca olvidar lo importante que resulta ir transformándonos en el camino.
Si “el macho” opera con sus verdades por medio de una aplanadora inquebrantable, nos damos el lujo de construir nuestra fuerza desde el reconocimiento de nuestra vulnerabilidad, que es al mismo tiempo la promesa y potencia de nuestro empoderamiento. El feminismo es una lucha por objetivos concretos pero también está fuertemente basado en la experiencia. Hacia esa experiencia vamos este 8 de marzo, y el paro es para los adversarios, pero sobre todo para despertar nuestra conciencia, alzarnos diciendo basta, reconocer la diferencia entre los discursos de amor y los actos de guerra, reconocer la diferencia entre lo elegido y lo impuesto, reconocernos en la diferencia sin indiferencia.
Para quien duda de si el feminismo está creciendo, piense cómo pasó usted -si es que pensó en absoluto en la mujer- los pasados 8 de marzo.
Llamo pedagogías de la crueldad a todos los actos y prácticas que enseñan, habitúan y programan a los sujetos a
Cómo y quiénes en medio de las guerras “ponen el cuerpo”; cómo esto se ha dado bajo el faro zapatista
En medio de la preocupación por la amenaza de cumplimiento del desalojo de la toma de Guernica surgió la posibilidad
Entrevista realizada por Mariano Pacheco
El Paro Internacional de Mujeres no es un acontecimiento, sino un proceso, dice Verónica Gago, quien se posiciona desde un feminismo popular que, entiende, es un feminismo ligado a la conflictividad social y no de “cupo”, y que tiene la capacidad de conectar a distintas luchas populares.
Verónica Gago conversa con La luna con gatillo en un bar situado en La Chacarita, rato antes de dirigirse a una asamblea de mujeres convocada en el mismo barrio porteño. Gago es investigadora y participa activamente de las asambleas de Ni Una Menos en Buenos Aires. Es autora del libro La razón neoliberal. Economías barrocas y pragmática popular y escribe con frecuencia en Página/12 y el Portal Lobo suelto. Antes de meterse en una charla acerca del 8M, sobre la reflexión en torno a conceptos como la economía popular o el feminismo popular, recomienda un libro publicado el año pasado por Tinta Limón, editorial que integra desde hace años. El libro se llama De #BlackLivesMatter a la liberación negra, nombre del “movimiento por las vidas negras importan a la liberación negra” escrito por la mujer negra norteamericana Keeanga-Yamahta Taylor, en el que construye “un mapa de la historia de la lucha de las mujeres negras en Estados Unidos”. También -a pedido de este cronista que siempre solicita a quienes entrevista que nombren un libro, una película y una canción- Gago recomienda ver el film original de El cuento de la criada (dirigido por Volker Schlöndorff) basado en la novela de ciencia ficción de la escritora canadiense Margaret Atwood que fue llevada a la pantalla chica en 2017, en formato serie, por HBO.
Atravesada por una coyuntura que la encuentra pensando en el fenómeno de cada vez mayor protagonismo de la mujer en la política argentina -a la vez que participando de él- Verónica Gago contribuye con esta conversación a seguir reflexionando sobre uno de los temas más candentes de la escena contemporánea.
Me parece que lo primero sería pensar qué ha pasado desde el 8 de marzo de 2017 a hoy. Algo que estamos intentando pensar desde el movimiento feminista es que el Paro Internacional de Mujeres no es un acontecimiento, sino un proceso. ¿Esto que significa? En primer lugar que el paro no es una fecha en el calendario, sino un horizonte organizativo que nos permite desarrollar un proceso político. Y eso lo estamos sintiendo muy fuerte en la preparación de este paro porque, por un lado, se están realizando asambleas por todo el país, sean asambleas grandes en ciudades de otras provincias o bien algunas pequeñas en pueblos más alejados; por otro lado, en la Mutual Sentimiento, acá en el barrio de Chacarita, están viniendo a las asambleas de preparación del paro, todos los viernes, 1.500 mujeres, cuando el año pasado eran asambleas grandes, pero de no más de trescientas. Incluso decían algunas activistas sindicales que está habiendo asambleas en muchos lugares de trabajo. Creo que esto no es casual. Yo creo que desde el Colectivo Ni Una Menos en particular, pero sobre todo desde el movimiento feminista en general, hemos sabido desplegar durante todo el año pasado el dispositivo de la asamblea como un dispositivo que podía moverse después del paro, y también, como dispositivo de producción de una inteligencia colectiva para hacer un diagnóstico de ciertos problemas comunes. Por ejemplo: cuando hicimos la asamblea con las trabajadoras de Pepsico, luego de que fueran despedidas por la trasnacional de alimentos y montaran la carpa frente al Congreso de la Nación, junto con los trabajadores despedidos. Se pudo hacer allí algo así como el mapa de alianzas transversales que se habían construido para el 8 de marzo de 2017 y que veíamos que seguían vivas y con necesidad de encontrarse, de articularse y poder producir un diagnóstico conjunto de lo que estaba sucediendo en los lugares de trabajo, pero también, como eso que estaba pasando en los lugares de trabajo formal afectaba directamente a las trabajadoras de la economía popular. Es decir, que en esas asambleas se pudo ir produciendo una información sensible y de mucha importancia política en torno a cómo leemos la coyuntura a partir de situaciones muy concretas. Después de eso, a fines de septiembre, hicimos otra asamblea en El Bolsón, bajo la consigna “¿Dónde está Santiago Maldonado? Nuestros cuerpos, nuestros territorios”, con la idea de intentar pensar qué significa la ofensiva del capital en este momento, que avanza sobre los territorios y sobre el cuerpo de las mujeres (ofensivas que tienen en común el hecho de pensar el cuerpo de las mujeres como un territorio) y por qué hay una confluencia de una cantidad de luchas feministas, pero también de producción teórica feminista que tiene que ver con pensar la autonomía y la soberanía de los propios cuerpos, y como eso hoy conecta con luchas de territorios muy distintos que hoy están pensando su autonomía, su soberanía y su autodefensa. Esa asamblea fue muy importante, porque salió de ahí el mandato de no desacoplar la consiga de ese momento, que era “Aparición con vida de Santiago Maldonado” con la criminalización de las luchas mapuches. Pero también esta necesidad de muchas organizaciones feministas de encontrarse con las mujeres mapuches, que quizá en otro momento no se había producido una articulación directa. Después participamos de una asamblea en Jujuy, que se llamó Jaiahia de mujeres, en donde se reclamó la libertad de Milagro Sala y otros presos políticos. Me da la sensación de que todo esto que pasó no fueron hechos aislados, sino que es una situación que da cuenta de una inteligencia colectiva y un acumulado que se expresa ahora en la dinámica organizativa que se está produciendo en toda esta etapa previa al 8 de marzo de este año.
-Y de las dinámicas más generales del movimiento popular en este último tiempo, ¿qué pudiste ver?
-Me parece que fue importante ver en febrero, por ejemplo, que algunos dirigentes sindicales convocaran al Paro de este 8M. El año pasado era un reclamo desde el movimiento feminista hacia los sindicatos, y fue una discusión muy interesante porque mientras algunas cúpulas sindicales se rehusaban a que el movimiento de mujeres fuera el que convocara al paro (los sindicatos decían: “al paro lo convocan los sindicatos, no el movimiento de mujeres o los movimientos sociales”), hoy en día el paro ha sido reapropiado y reinventado por las mujeres, dando cuenta de una multiplicidad laboral que excede a los ámbitos sindicalizados. Creo que este año el sindicalismo está muy consciente de la fuerza que ha adquirido el movimiento feminista y por eso se ha plegado a la convocatoria. Y esto se debe en gran medida al enorme trabajo que vienen realizando muchas mujeres al interior de los sindicatos, abriendo espacios de discusión democrática y complejizando la discusión en torno a qué significa el trabajo desde el punto de vista feminista. Esto es, que pensado desde una perspectiva feminista, el trabajo incluye al reconocido y al no reconocido, al remunerado y al no remunerado, al registrado y sindicalizado y al doméstico y reproductivo. Entonces, me parece, esta discusión ha impactado en los sindicatos, y se está tejiendo con esas compañeras una alianza muy interesante. Después agregaría que esto de que el feminismo viene funcionando como caja de resonancia de todos los conflictos. Por ejemplo, acá en las asambleas que se vienen haciendo en La Chacarita, pasan las mujeres despedidas de la Casa de la Moneda, las de Hospital Posadas, las del INTI, las del Ferrocarril Sarmiento, las de Río Turbio. Es decir, puede verse que comienza a construirse un ámbito de escucha y de elaboración política. Y de esos relatos sobre la situación laboral también surgen otros que tienen que ver con la violencia de género, con el ajuste de distintos programas del Estado que impacta directamente en la calidad de vida y en la posibilidad de autonomía para las mujeres. Y también de los conflictos territoriales. Han venido compañeras de la Marcha Originaria de las Mujeres y pueblos indígenas a plantear su situación. Por eso creo que el feminismo está produciendo en estos momentos una capacidad de transversalidad que no están teniendo otras dinámicas políticas. Y esto creo que se está notando tanto en su capacidad de movilización callejera como en la trama cotidiana de organización. Hay una efervescencia de la discusión en torno a tratar de entender qué significa esta violencia contra las mujeres, contra los cuerpos feminizados en general, vinculando la violencia económica con la policial, la laboral o la violencia política en general. Y esto nos está dando mucha capacidad de hacer lecturas de lo que sucede en un barrio, en una escuela, con las familias que están estalladísimas. Y es un análisis que se está expandiendo cada vez más y que está funcionando como una suerte de alimento al interior de muchas organizaciones. En este sentido te diría, por último, que es muy potente esta capacidad que se está gestando de ligar la discusión en torno a la reproducción social con la discusión sobre el trabajo. Por ejemplo, en una de las asambleas que hicimos en estos días en la Villa 21-24 salía un interrogante colectivo en torno a qué significa parar en las condiciones en las que estamos. Y varias compañeras que atienden los comedores aclaraban que, para ellas, parar no podía ser dejar de dar de comer, pero sí elaborar estrategias determinadas para poder parar. “Que no se nos diga que como somos trabajadoras de la economía popular no podemos parar”, decían. Y agregaban: “podemos entregar crudo”. Y por si quedaban dudas aclaraban: “ese día podemos entregar la comida pero sustraer nuestro trabajo de cocinar, de servirla, de lavar los platos…”. Me pareció una síntesis muy brillante, de dar una respuesta a una responsabilidad de producción de valor social que tienen estos emprendimientos, como el comedor, y a la vez una gran imaginación política. Reflexión que culminó con la elaboración de un stencil que decía: “#8M: hoy entregamos crudo. #NiUnaMenos”.
Se habla mucho hoy del feminismo, pero es difícil pensar en una definición. Dentro de los feminismos se habla por ejemplo de un feminismo popular. ¿Qué reflexiones podrías compartirnos al respecto?
Me parece que sí, que en primer lugar hay que hablar de feminismos en plural, que da cuenta de una diversidad y pluralidad que es un punto de riqueza en este momento, porque no hay una doctrina feminista. Pero me parece importante pensar qué es esa diversidad. Las luchas del feminismo son globales en este momento, pero desde hace unos años América Latina está teniendo una importancia destacada en impulsar unas dinámicas que podríamos denominar como feminismo villero, feminismo comunitario, feminismo indígena, feminismo popular. Son nombres que se conjugan, que tienen su historia, su genealogía y tienen en común el hecho de ser un feminismo ligado a la conflictividad social. No es un feminismo estrictamente analítico, o académico o de las instituciones. Ese para mí es un primer punto. Después, me parece, en Argentina está siendo muy importante la discusión sobre el feminismo popular. Creo que distintas organizaciones y distintas compañeras lo venimos desarrollando en el sentido de eso que te decía antes respecto al paro: ¿qué significa esa ampliación del mundo del trabajo que nos permite hacer esa suerte de mapa del trabajo en clave feminista y que incluye el reconocimiento de tareas, de labores, de formas de hacer que tienen que ver con la reproducción social, es decir, lo que hacemos las mujeres todos los días para hacer posible la vida? Y eso en Argentina tiene una particularidad, que es que después de la crisis de 2001 y en continuidad con la irrupción de los movimientos sociales que politizaron la crisis, pero por sobre todas las cosas, que problematizaron acerca de qué significaba que entrara en crisis la reproducción social desde el punto de vista de estar desempleado o tener subsidios que apenas alcanzan, me parece que desde allí se desarrolló toda una trama de economías populares que se hacen cargo de pensar, de manera colectiva/comunitaria, qué es esa reproducción en términos sociales, populares, barriales, comunitarios. Experiencia que en Argentina tiene una escala de masas, porque está conectada con un qué-hacer cotidiano de comedores, merenderos, guarderías comunitarias, pero también se conectan con luchas que tienen que ver con la tierra, con la vivienda, por el territorio, contra la contaminación, contra los proyectos extractivistas. Es decir, que hay toda una interseccionalidad –para decirlo con un término viejo pero que ahora está puesto de nuevo un poco en juego– de las luchas que el feminismo conecta y que tiene que ver con una dinámica de la vida cotidiana de las mujeres y de los cuerpos feminizados pero también con una dinámica de resistir los despojos y las nuevas formas de explotación y que poco tiene que ver con cierta idea que a veces aparece relacionada con esto de que la mujer pueda tener más lugar en las listas electorales o las empresas. Me parece que eso es lo más potente que hoy por hoy se está desplegando en Argentina y en América Latina. Un feminismo radical que tiene en cuenta la dimensión de las luchas, de las rebeldías, de poner en juego la cuestión de los cuerpos, de plantear la discusión del aborto y, a la vez, conectar esas discusiones con la cuestión del trabajo, de la precarización de la vida en general. Si algo ha logrado el feminismo popular es tener un discurso en cuanto a cómo impacta la precarización de la vida en términos sociales, políticos, económicos y cómo eso es hoy una discusión clave en todos los territorios.
*Fotos: Ezequiel Moskovich, Resumen Latinoamericano
No es una mujer palestina, pero sufre la ocupación territorial de la policía y de los pibitos que como roban se creen grandes y machos. Ambos con sus fierros y sus pijas desenfundadas. No es una estudiante heroica, jamás podría tomar el Nacional, quiere terminar la secundaria con el FinES en una Unidad Básica que está a dos cuadras. Y en una de esas puede conseguir laburo en algún lugar mejor.
Es perseguida desde antes de tener tetas. Sufrió el abuso del padrastro, la complicidad de la madre, el silencio de las hermanas mayores, la risa traidora de los hermanos. El vecino le muestra la pija desde que ella recuerda, el vecino envejece a fuerza de falopa y escabio, pero sigue ahí con su pija en la mano.
Nada heroico se asoma en ella. No hay lucha política en pintarse para ir a bailar, en clavarse el shorcito en acomodarse el escote, tomarse el tren y juntarse con sus amigos en el obelisco a escabiar, siempre con el cuidado suficiente de no ser violada por alguien si queda hecha un despojo. No es una comandante del EZLN, no es Ramona, no es reivindicada por nadie un 8 de marzo. En la jungla está sola, ella y su cuerpo.
A sus 14 tiene más vida sexual que la psicóloga que da el taller de sexualidad en el centro comunitario. Más conocimiento real de la justicia que el trabajador social que la citó al servicio social de la municipalidad. Más saber sobre política que la piquetera con el pañuelo palestino que anda dando vueltas en algunas fotos.
Y ahí va con su cuerpo, con su deseo, con su placer. Con la certeza de lo que un cuerpo puede a pesar de lo sufrido. Fiesta, viaje y consumo. Es permeable a cada mirada, crece con ellas, se fortalece, su poder interior se expande. Tiene el poder de la esponja. Camina y va acomodando su cuerpo a los horrendos gestos de aprobación que recibe de los otros. Con las miradas deja las frustraciones y tristezas bien atrás. Lejos de cualquier aplanamiento de su vida en un fetiche amoroso, este tipo de curiosidad expande su práctica hacia una multiplicidad de figuras corpóreas, para encontrar allí su tránsito hacia una pequeña trascendencia. Ninguna piba nace heroína, es solo un transitar.
Llamo pedagogías de la crueldad a todos los actos y prácticas que enseñan, habitúan y programan a los sujetos a
Los pibes, las pibas, los guachines por los que ya nadie pregunta, las nenitas que lo único que quieren es
Valeriano escribe sin marca. Sin las marcas de la identidad o perfil establecido para alguien que escribe -sin la marca
Escribí estas notas desordenadas en mi móvil para subir a Facebook. Porque es en Facebook adonde leo y leo esa pregunta que se repite y que me parece tan injusta: ‘¿por qué no lo dijo antes?’ Frente a la impotencia que me causa ese cuestionamiento embarrado del machismo imperante no encuentro mejores argumentos que hablar de mí.
Un día a los treinta y pico respiré y lo dije. Lo dije con las palabras que pude, entre un interminable llanto de odio, de tristeza, de culpa, de vergüenza… Después lo dije de nuevo y mi familia y mis amigxs me ayudaron a decirlo y lo supo mi psicóloga y lo supo mi psiquíatra.
Hacía años que vagaba de psicólogo en psicólogo, de psiquiatra en psiquiatra, de pastilla en pastilla… Respiré y lo dije y a los pocos meses no había más consultorios en el horizonte.
Y pienso junto a ustedes, ¿cómo pueden esos tantos cuestionar los tiempos? ¿Cómo se atreven a preguntar ‘por qué no lo dijo antes’?
Como sino haberlo dicho antes no nos hubiera generado bastante dolor, angustia, culpa…
A 30 años sólo se lo pude decir a un puñado de personas y convivo con el dolor de no saber que otros dolores podría evitar y haber evitado. ¿A cuántos les habrá cagado la vida este tipo? ¿A cuántos se las cagará ahora, en mi ciudad, cerca de mi casa, después de tocarle bocina a mi viejo que lo saluda desde la puerta?
¿Se le puede ocurrir a alguien que yo no lo quise decir antes o que yo no quisiera gritar su nombre y apellido, su dirección, decir dónde trabaja? Si tiene hijos y nietos y sobrinos y ahijados y es un tipo querido y reconocido.
Aún hay tres imágenes y cinco oraciones que me siguen despertando de noche o me hacen llorar en el colectivo o me sacan de una reunión de trabajo. En la justicia ya no se puede hacer nada. Ya pasó mucho tiempo. ¿Qué más quisiera yo que haberlo dicho antes y que pagara por tanto daño?
Los últimos #8M (afortunadamente) vienen cargados de una impronta de cambio, la sensación es que las mujeres no vamos a permitir que se reproduzcan las desigualdades y las afrentas que venimos padeciendo durante toda la puta historia.
Yo tengo un deseo y la obligación insoslayable de hacer todo para que se cumpla. No quiero que nos sigan preguntando por qué no lo dijimos antes. Así que si ustedes leen esa pregunta o la escuchan o ven que alguien la sugiere, inviten a esa persona a reflexionar, a ponerse en el lugar del otro. Tomen mi historia de ejemplo si quieren y háganlos imaginarse qué sentirían ellos si después de 30 años uno de sus hijxs les cuenta que fue vejados, una y otra vez, a metros de donde estaban ellos, por alguien que era de su confianza (o lo que es peor, lo sigue siendo). Y valga (n) la (s) redundancia (s), pregúntenles si les preguntarían ‘por qué no lo dijeron antes’ o si harían lo posible por sanarlos, aunque fuera imposible.
Bueno, me arrepentí y no puse estas líneas en Facebook. Y ojalá fuera por la floja redacción. No las puse porque aún tengo miedo (s). Miedo que de alguna forma se entere mi viejo que aún no lo sabe y que a sus 78 no sé cómo puede reaccionar, ni quiero saberlo… Y más miedo a que este tipo se asuste e intente que me olvidé del asunto a fuerza de violencia contra mí o mi familia. Ya fue demasiado sufrimiento para sumar más.
Que estas líneas no lxs pongan tristes. Yo no lo estoy. Me siento fuerte para andar por esta vida. Y esta fortaleza es gracias a ustedes que jamás me preguntaron por qué esperé 30 años. Es gracias a ustedes que me acompañaron, que me cuidaron y me revivieron.
“¡Ay! No sé si ponerme dura, reír o llorar…” dijo, sorprendida, la chica que caminaba al lado mío el 8 de marzo 2017 durante el Paro Internacional de Mujeres. Con su pancarta hecha a mano, en el momento en que, después de un largo rato de caminar juntas sin conocernos, casi sin mirarnos, pero “juntas” en más de un sentido, me pidió que le sacara una foto. En el momento del “clic” en su celular, se sintió confundida, no sabía qué cara pone… silencio, nos miramos. Es cierto, ni ella, ni yo, ni ninguna de nosotras sabíamos bien qué cara poner. Se nos mezclan las ganas de llorar, con la piel de gallina, la rabia con la sensación de potencia enorme de “nosotras paramos”, las muchas preguntas con la explosión de sacar el grito atragantado por demasiado tiempo, el silencio y las muchas palabras buscando paso, los abrazos y las risas a carcajadas fruto del encuentro. Lo que está pasando, el paro y la marcha, no se resumen a un emoticón, no entran en una selfie…
Hoy en víspera del 8M, en la cocina del bar donde escribo, se está negociando el paro de mañana entre gente de cocina y mozxs; porque claro está que estos paros no son evidentes, muchas no pueden parar[1] porque las rajan del trabajo, porque ponen en riesgo muchas cosas, porque no pueden perder un día de sueldo o lo que juntan con su trabajo, porque en ciertos casos dejar de cuidar es poner la vida en peligro, etc. Este paro es un llamado que se cocina, es una herramienta de encuesta situada sobre nuestras miles de formas de trabajo y una palanca para repartir de otra manera las cosas y las tareas. Este paro, lo vamos entiendo, es una apuesta, más que una consigna.
Una apuesta que se va cocinando en asambleas, las de los viernes de febrero en la Mutual Sentimiento y las miles de réplicas en muchos lugares, plazas, universidades, barrios, etc cuyos los alcances inimaginables aparecen a medida de su construcción. Desde las primeras asambleas de febrero, en la ciudad aun con aires de verano ardiente, fueron cajas de resonancia de las voces de muchas de las luchas en curso: las de Pepsico (con quienes se había cocinado un guiso de lentejas en pleno invierno en la carpa de la plaza del Congreso durante una asamblea Ni Una Menos) y las del Posadas, las luchas contra la reforma previsional o la lucha docente, la de las ferroviarias y de las trabajadoras del INTI, las luchas indígenas desde distintos lugares del país, y de la asamblea lésbica permanente, la de las pibas que pedalean, la de las gordas que gritan que con ellas haremos temblar la tierra, de las travestis que tomaron fuertemente la voz y fueron contando como avanzaba y retrocedía el juicio por el trasvesticidio de Diana Sacayan, la de las afro-descendientes de las que vamos aprendiendo a decir lío y no quilombo para construir nuestros sueños, las putas feministas que exigen sacudir el concepto de trabajo tanto como de cuerpo, las de todas las voces que narran violencias, la de las hijas de genocidas que cuentan como pidieron desafiliación de su familia biológica, y, y, y…
“Nosotras” es el efecto acumulativo de esos encuentros que se arranca de cualquier anclaje en alguna biología de su definición. Partiendo de las situaciones concretas de nuestras vidas que se narran en el encuentro, ensayándose cada vez que se toma la palabra en la asamblea un timbre y un modo de abarcarnos, se elabora un “nosotras” cada vez que hacemos correr la voz pronunciando las tres sílabas, en voz alta o baja, “nosotras, mujeres, lesbianas, travestis y trans” asumiendo que no tiene otra definición que los tonos de sus enunciaciones que hacen cuerpos sin presuponer de qué forma corporal emana. Ese “Nosotras” es transformador de las formas de vida por acumulación de experiencias, enunciándose entre varias, no desde un cuerpo definido sino ciertos gestos: por ejemplo el de “acuerpar”, que suena entre abrazar y hacerse un cuerpo, tomarnos de los codos y arroparnos, hacer cuerpo y tomar fuerza. #Acuerparnos, no sabemos lo que quiere decir, es el verbo que fue forjándose y empezó a circular, el grito de guerra aullado en la experiencia acumulada desde aquel 19 de octubre, o 3 de junio, o ¿será desde que se levantó una bruja?, desde tal vez todas las vísperas que duran infinitas horas… en la sensación de que algo importante no está por venir, sino que ya está pasando…
Las cocinas de este paro pueden asumir no saber exactamente de ante mano lo que parar quiere decir para cada una mañana. Cada día de esta preparación aparece una vertiente del paro inesperada: desde, por ejemplo, la unidad de un frente sindical jamás alcanzado, dando cuerpo concreto a una transversalidad de la entrada feminista a la cuestión del trabajo; hasta la articulación de un paro en las cárceles de mujeres, que no pueden arriesgarse a desobedecer a su trabajo semi-forzado, pero se pusieron de acuerdo que pararan el silencio o el silenciamiento de la cárcel con un ruidazo mañana a las 11[2]; pasando por las mujeres de comedores que decidieron durante la asamblea con Ni una Menos, el 24 de febrero, en la Villa 21-24 que para el paro del 8M: “se sirve crudo”.
Una apuesta más que una consigna única, el paro apuesta a un proceso de transformaciones de los modos de vida y las repartijas vigentes; se vuelve un llamado sostenido de la insumisión; muchos gritos que estallan entre lágrimas y risas a carcajadas tomando relevo y produciendo una sensación de experiencias acumuladas donde dar pisadas nuevas, que se saben frágiles y vitales al mismo tiempo, y por eso potentes, en el medio de tanta sensación de impotencia por todos lados.
Hace dos meses, Ni una Menos lanzaba su apuesta: “gritamos que si nuestros cuerpos no cuentan, produzcan sin nosotras. Sabemos que si nosotras paramos, podemos parar el mundo”[3]. Dejar de hacer lo que hacemos, pararlo todo para cambiarlo todo. Retomar la herramienta obrera del paro, inventar los gestos de suspensión de nuestras actividades queda cargado de una potencia muy particular: volver sensible, visible, palpable, como gravado en relieve a lo largo de la trama de un día todo lo que una hace (cierta eficiencia multitarea…). A su vez, el gesto de suspensión deja en el cuerpo la sensación de la potencia de simplemente ocupar el lugar que se ocupa con un poco de tiempo para preguntarnos cómo lo ocupa, con quiénes, cómo se deja mover, y se deja de mover, cuando no “hace” nada y sin embargo “hace” mucho. Este paro internacional de mujeres es un llamado a una suspensión y una transformación, dice Silvia Federici. Es que parar escapa a la oposición imperativa que regimienta nuestras vidas: “¿y? ¿Activx o pasivx?”. “Nuestra acción es parar” anuncian trabajadoras de las artes escénicas, llamando a un “bombachazo” mañana a las 14h en las escalinatas del Colón. Porque sí saben, desde sus prácticas que el gesto de parar, de suspender la actividad, es todo lo contrario de una gran pasividad. Una de las apuestas del paro es hacer caer la ficción de que habría activos y pasivos, y cuestionar la valoración segura de lo productivo e improductivo[4]: sea cuando esa ficción pretende definir el trabajo por la oposición entre gente con empleo y gente sin empleo, sea cuando esa ficción pretende organizar los modelos que guían nuestras vidas cada vez más auto-empresariales en winner y looser, sea cuando esa ficción pretende repartir para siempre y con seguridad quienes enseñan y quienes aprenden, quienes hacen y quienes miran, quienes luchan y quienes son asistidos, quienes hablan y escriben, y quienes escuchan.
No sabemos exactamente lo que ese paro quiere decir, no sabemos qué cara poner, nuestra lucha desborda cualquier selfie, ningún emoticón la resume; pero vamos aprendiendo a ponernos duras, y reír, y llorar, al mismo tiempo; vamos aprendiendo en estas cocinas a cielo abierto, en las charlas sobre el paro que toman todas las conversaciones a reconocer la afectividad de los pensamientos y de los gestos cada vez que tomamos la palabra, la calle; Vamos asumiendo que toda acción conlleva una posible suspensión; que parar es apostar a otra repartija y otros modos y relaciones de trabajo y de cuidado; que el decir y el hacer se pueden tejer junto con el escuchar y el mirar, que existen maneras de no hacer haciendo, de hacer no haciendo. Que Nosotras es un efecto de ciertas situaciones, enunciaciones y modos de acuerparnos. Y que parar será también ir inventando las miles de maneras de escapar a la obligatoria pregunta: ¿activa o pasiva? en los trabajos, en los paros, en la calles, en las casas, y en las camas.
Hoy, en la víspera del 8M, la tierra ya empezó a temblar, ya nos toca la ola hace tiempo, está llegando el paro, que se anunció a partir de las 00:00 con un orgasmatón[5], en una risa colectiva, gritos o susurros de orgasmos que, eso sí lo sabemos, no son el gran final, sino pueden ser el inicio de muchos más, y otros.
#nosotrasparamos
#nosmueveeldeseo
[1] https://lobosuelto.com/?p=5960
[2] https://www.facebook.com/photo.php?fbid=1520830134718124&set=a.219612294839921.55580.100003734575236&type=3&theater
[3] Hacia el Paro 8M, https://lobosuelto.com/?p=18506
[4] “Dar gran valor a los momentos “improductivos” es una extensión de la vida propuesta por la mujer.” Carla Lonzi, Escupamos sobre Hegel, Tinta Limón, 2017
[5] #Orgasmaton 8M! Una marea orgásmica recorre el mundo. El gemido colectivo atraviesa los husos horarios en una onda expansiva. Recuperamos nuestros cuerpos, nuestros territorios de placer. Tiempo recuperado, tiempo disfrutado. A las 0 horas del 8M nos unimos en un ritual orgásmico. Cada una desde su casa o donde esté, solas o acompañadas, lleguemos o no (en intento ya vale), nos preparamos para una jornada de lucha donde pongamos en práctica el mundo en el que queremos vivir. Que este 8M sea el primer día de nuestras nuevas vidas #Orgasmatón https://www.youtube.com/watch?v=NXSF2XXBrZ4
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La dimensión de muerte que invadió la vida, que penetró hasta negarla en las profundidades materiales, engendradoras y uterales de la madre genitora, se muestra claramente en la posición que ante el aborto tiene la Iglesia Católica.
El no-nato es el símbolo del Espíritu que debe ser salvado: el Niño y la Virgen son su modelo. Si el niño, que es hijo de Dios, ha de nacer, debe ser salvado sin importar la vida histórica y corpórea de la madre engendradora (el padre ya ha sido primero suprimido como hombre carnal en el engendramiento divino; la madre lo es ahora en tanto virgen). Nace como hijo de Dios espiritual, no como hijo de la carne. Nace como Jesús-niño divino. AI condenar y prohibir el aborto, condena a la muerte a los cientos de miles de mujeres que mueren en los abortos clandestinos sólo para salvar la imagen del engendramiento divino en una Virgen. Por eso la Iglesia Católica es el fundamento de muerte y de dominio de todo otro poder humano sobre los hombres; se evidencia en que sacrifica a la materia engendradora, cuerpo de la madre pecadora, negado como lugar fundante de la vida. Todo para justificar a la virgen que engendró sin pecado. La vida es una gracia «divina», una gracia del poder de la Iglesia, no de la naturaleza de la mujer y del hombre. Es desde el vientre de la madre desde donde el privilegio de la espiritualidad santa, la negación de la mater-ia como fundamento del espíritu y de la vida engendradora, implica el renunciamiento previo a su cuerpo como vida despreciada. La mujer no es dueña de su cuerpo; aunque se arruine la vida debe tener todos los hijos que el pecado le acerca cuando goza como hembra y se descuida. Debe tenerlos aunque se destruya su vida como mujer histórica. Todo niño que vive, vive entonces sacrificando y distanciando el cuerpo pleno de la madre. Pero a los hijos que realmente nacen, a esos la Iglesia no los cuida: los incluye en el despiadado capitalismo de mercado que cobija. Mejor dicho; es sobre esta negación radical del cuerpo vivo y cualitativo como pudo instaurarse el capital, cuantificador abstracto de un cuerpo materno previamente negado y despreciado.
La cosa y la cruz
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Rememorar ¿es recordar el hecho sucedido? Saber del exterminio significa situarlo en un contexto histórico de sentido, donde se enfrenta
¡Basta de cacería, el Estado es responsable!
Nosotras Nos Cuidamos.
Ciudad de Buenos Aires, 5 de marzo de 2018.-
La Comisión de Seguridad y Cuidados de la Organización del Paro Internacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans del 8M, representada por cinco integrantes entre activistas de diferentes organizaciones y representantes del Colectivo Ni Una Menos, volvió a reunirse hoy con las autoridades del Ministerio de Justicia y Seguridad de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para reiterar y especificar las condiciones y requerimientos necesarios que garanticen el libre ejercicio de nuestros derechos constitucionales a manifestarnos, expresarnos en libertad y peticionar ante las autoridades que correspondan.
La reunión se llevó a cabo con el Secretario de Seguridad, Marcelo D´Alessandro, y otros funcionarios
de ese ministerio, entre ellos el Superintendente de operaciones y servicios preventivos, Comisario
Alfredo Javier Zaracho. También participó la Defensoría del Pueblo en su carácter de veedora, representada por el Defensor Alejandro Amor, el Defensor adjunto Gabriel Fucks, María Rachid, Florencia Kravetz y María Elena
Naddeo. Entre los puntos principales que planteamos en la reunión:
1) informamos que la marcha se realizará en sentido de Plaza de Mayo hacia Congreso;
2) comunicamos que que el escenario estará ubicado sobre Plaza Congreso a la altura de Rodríguez Peña;
3) comunicamos el horario de concentración, movilización, lectura de documento y desconcentración que se extiende entre las 12 am y las 22pm;
4) presentamos un mapa confeccionado por nuestra comisión con el detalle del perímetro donde exigimos que se realice el corte de tránsito entre las Avenidas Belgrano y Corrientes y las calles Rincón/Junín y Defensa/Reconquista. También pedimos que se ubiquen allí las postas de salud, ambulancias del SAME, los puestos de agua potable y baños públicos;
5) pedimos que se informe qué fuerza de seguridad estará presente en el operativo y que se disponga que la misma esté ubicada a distancia de diez cuadras de las calles sobre las que se organiza el perímetro de la marcha indicado. El Secretario manifestó que el perímetro correspondiente a la calles es responsabilidad de la Policía de la Ciudad Motorizada, Policía de tránsito y Cuerpo de prevención del delito y se comprometió a informarnos en las próximas horas sobre el despliegue del operativo. Por motivos de emergencia del 911 se explicitó que existiría una presencia exigua de agentes debidamente identificados correspondientes a la Policía de la Ciudad.
6) al mismo tiempo se exigió garantizar la libre circulación de las/os manifestantes, sin obstruir la misma mediante la colocación de vallas o elementos similares al interior del perímetro;
5) Se exigió específicamente que se garantice la no circulación de personas por la Catedral para prevenir situaciones de provocación hacia les manifestantes. En este punto los representantes del Ministerio reponen que la custodia de los edificios federales le corresponde al Ministerio de Seguridad de la Nación, en este sentido, el Secretario de Seguridad Marcelo D’Alessandro nos informó que él, en tanto coordinador y responsable de Seguridad de la CABA, mantuvo conversaciones con la cartera Nacional a cargo de Patricia Bullrich, y que se habían comprometido a no desplegar efectivos federales ni camiones hidrantes en las adyacencias de la Plaza de Mayo y de la Catedral. Ante esta situación, reiteramos nuestra preocupación al respecto, dado que la presencia de las fuerzas federales no responde al Ministerio de Seguridad de la Ciudad y que pueden intervenir en el operativo de manera autónoma. Planteada esta situación, haremos una presentación formal al Ministerio de Seguridad Nacional en tanto institución responsable de la integridad física de las manifestantes.
Al finalizar la reunión el Secretario se negó a firmar la nota que llevamos en mano donde puntualizamos cada una de las exigencias, por lo que debimos ingresarla a través de mesa de entradas.
Exigimos el cumplimiento de nuestros planteos y de los compromisos contraídos por su Secretaría y hacemos responsable al Señor Secretario y al Ministerio de Seguridad de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires sobre cualquier situación o circunstancia que nos exponga y sea contraria al ejercicio de nuestros derechos de protesta.
Ni Una Menos,
¡Vivas Nos Queremos!
Colectivo Ni Una Menos
Números de contacto:
Alejandra Rodríguez – 1555021440
Ana Julia Bustos – 1521866723
“Tenemos que abrir centros de aborto en cada calle. Que los heteros se esterilicen masivamente. ¿Siete mil millones de esta
Llegó otro 8 de marzo, ese día que, si antes era motivo de algunos “feliz día” y algún que otro
«En un sentido, ver cosas es ocioso. Es necesario que un proyecto o una pregunta nos ligue a ellas». La
Sobre Rodrigo, la cumbia villera y la subjetivación
No hay salida de la villa, incluso se puede caer de la villa, caer en la calle. Pero que no haya salida no significa que no haya subjetivación. Habrá que pensar la villa como condición. Un modo de subjetivación que no tiene los oropeles sarmientinos de la civilización es la fiesta. La cumbia villera es el modo de articulación de la situación fiesta. El clima de euforia de la cumbia villera está sostenido en un fondo absoluto de desesperación. La velocidad, el ritmo, el desacople rítmico, los desfasajes de velocidad son cocaína desesperada, desesperada por la amenaza de la caída. Caída por ejemplo del bajón postmerca; caída por ejemplo de que la fiesta se acaba. La fiesta se termina pero no es la fiesta de Serrat en que el pobre vuelve a su pobreza. No hay retorno al punto de partida porque no hubo salida: hubo fiesta. Si el tango según Discepolo es un pensamiento triste que se baila, y el rocanrol según Solari es un pensamiento crítico que se baila, habrá que pensar a la cumbia villera como una subjetivación desesperada o una desesperación sin pensamiento que se baila. Esta cumbia tiene una conexión con sus condiciones prácticas subjetivas ue no es expresiva, no se nombran esas condiciones, no se denuncian, no se tematizan: están, pero están tan presentes que no se nombran, están ahí en la salida, en cada silencio, está ahí presente. Es decir que la fiesta no se organiza en base al olvido ni en base a la denuncia: la condición práctica es ser fondo omnipresente, evidente, no nombrado de la euforia desesperada.
Rodrigo canta fuera de ritmo. El aislamiento, en principio, según cualquier canon musical, es desesperante, pero en gran medida el desacople rítmico con la banda expresa la desesperación, pero además indica la conexión con la fiesta: está más conectado con la fiesta que con la banda. Por supuesto que esa fiesta incluye la desesperación. También la desesperación del éxito, que incluye a su vez dos figuras, que aparecen permanentemente en los reportajes a Rodrigo: el terror de caer en el éxito y el terror de caerse del éxito. Ese borde, caída en el éxito, vorágine que lo aniquila o caída en derrota –nada que lo aniquila– marca un borde, y ese borde, esa desesperación es lo que se escucha. En ese borde, Rodrigo está investigando el máximo de equilibrio entre apropiarse del vértigo impuesto sin detención posible y claudicar ante el vértigo impuesto sin detención posible; ni se resiste a los imperativos mediáticos ni agradece: intenta en principio aprovecharse de eso. No se trata de vértigo o reposo, sino más bien de un vértigo alienado y propio a la vez, de una indiscernibilidad entre lo propio y lo ajeno, como el aprovechamiento de los romances con Nikita cuando Michael está en prisión. La banda trabaja como la sección uno en una dinámica desesperada de afinación de la subida al micro, bajada de los equipos, tocar, volver a subir al micro: están en misión.
La cumbia villera es la versión postmoderna del cuarteto cordobés o la cumbia tropical. En la cumbia villera la villa es la condición de enunciación absoluta. Se habita la villa desde el sesgo de la desesperación y no desde el sesgo de la pobreza. La música no es buena ni mala, uno conecta con eso o no. Si conecta, la emoción es desbordante, es decir que apunta materialmente a un centro de desolación que no se enuncia ni se estetiza ni se disimula: está. Un término de la desesperación es que la fiesta se acaba: hay que hacer lo más posible porque esto se acaba. El acordeón tiene que meter la mayor cantidad de notas posibles en un tiempo sin fisura porque en la fisura aparece el que la fiesta se acaba. El acordeón tiene que meter la mayor cantidad de notas posibles porque está apoyado en nada; es una banda en la cual los dos términos más característicos se escuchan solos, pero desconectados con la fiesta desde el sesgo de la desesperación –Rodrigo y el acordeón–. Esa desesperación, a diferencia del desgarro flamenco y de la tristeza tanguera, no es expresable, no es estetizable, no es nombrable. La desesperación es una condición presente en silencio. Con esa desesperación uno conecta sin interpretar; ni la música ni la letra dicen algo de eso: uno conecta con un sentido que está más allá del sentido –o más acá, mucho más acá…– en la desesperación pura. El acordeón es la música que queda, lo único que hay de musical, el resto es puro ritmo y vértigo. Pero el acordeón no apoya sobre ese ritmo, suena solo, suena sin sustento, y si uno conecta es porque la villa, la fiesta terminada, es la condición general de la subjetividad contemporánea. A diferencia del cuarteto cordobés, la cumbia villera habla de nuestra condición universal y no de un ellos pobres marginados poetizables. El pobre de Zitarrosa está como otro, una condición de la poesía. Pero el pobre no es el expulsado, y el expulsado es el fondo que irrumpe sin poder estar, el expulsado no es representable y estamos todos tomados por esa condición de expulsión. La cumbia villera habla de nuestra condición subjetiva más íntima, pero no en las letras ni en la música sino en la desesperación de una fiesta que está por terminar.
21-06-01
Uno no siempre tiene la suerte de conocer a sus verdaderos amigos y amigas. Hacen falta, pero ¿dónde encontrarlos? La
25-04-92, I.L Las únicas lecturas que están a la altura de esta crisis del marxismo son las lecturas activas, es
Esta entrevista es un adelanto del libro «8 M | Constelación Feminista», editado por Tinta Limón. ————————————————————————————————————————— Suely Rolnik es
Nosotras paramos por todas las mujeres presas en cualquier punto del territorio.
Paramos por las que zafaron antes de entrar, por las que entraron y salieron de institutos de menores, por las que no les quedó otra que volver a delinquir y regresaron a la cárcel, una y otra vez hasta creer que ése era su lugar.
Paramos porque la cárcel no puede ser nunca una casa para nosotras y nuestros hijes.
Paramos para visibilizar todas las violencias que sufren las mujeres adentro de la cárcel.
Paramos para decir basta a la discriminación y el estigma que marcan nuestros cuerpos por haber estado presas, lo que termina siendo una doble condena.
Paramos porque la cárcel destruye nuestros vínculos con el afuera, resquebrajando nuestros mundos afectivos y toda posibilidad de reorganización material de nuestra vida.
Paramos para exigir el arresto domiciliario a todas las mujeres madres con hijos menores de edad en contraposición a lo que hace la justicia patriarcal que no duda en otorgar el arresto domiciliario a los genocidas.
Paramos porque el mismo Estado que nos encierra, luego nos arroja a un afuera, en el que no hay lugar para nosotras.
Paramos porque no queremos que el delito sea nuestra opción, pero tampoco queremos seguir mendigando en los pasillos de los Ministerios Públicos para que nos digan que no mil veces, cuando se trata de reclamar por nuestros derechos.
Paramos porque no queremos que discriminen a nuestros hijes en las escuelas porque sus madres están presas.
Paramos porque estando presas y enfermas no recibimos atención médica, y somos tratadas como desechos.
Paramos porque en las cárceles provinciales vivimos amontonadas en lugares inmundos, con ratas, cables colgando y techos que se nos caen encima.
Paramos porque queremos trabajar pero no ser explotadas por el Servicio Penitenciario Bonaerense, que nos paga 16 centavos la hora de trabajo.
Paramos por las que sufrieron violencia obstétrica, maltratadas por el Servicio Penitenciario y los agentes de salud, y por las que parieron en los pasillos de un penal.
Paramos por las que fueron violadas y abusadas sexualmente en la cárcel y por las que sobrevivieron a ese infierno. Paramos por las que murieron asesinadas en la cárcel en manos del Estado.
Paramos porque no queremos negociar nuestros derechos ni adentro ni afuera. Paramos porque nuestros cuerpos también cuentan.
Paramos por las que se fueron sabiendo que una parte nuestra siempre se muere en el penal, pero que otra más fuerte toma su lugar cuando se convierte en lucha colectiva.
YoNoFui es una colectiva feminista que lucha por los derechos de las personas privadas de libertad. Trabajamos con talleres de artes y oficios en las cárceles de mujeres, y afuera una vez que recuperan la libertad. Somos además, una cooperativa de Trabajo. Contacto: Facebook: @yonofuiorg info@yonofui.org.ar
El desencanto que hoy siente Ailén no necesariamente afecta su necesidad de salir, de gozar, de pasar a buscar a las pibas, de caminar hasta la parada del bondi para viajar juntas y morirse de risa hasta Primera Junta, de guardar el rencor y transformarlo en un motivo más para irse de este lugar de mierda. Tiene mil historias y todas con ellas, todas de aguante y segundeo. Clínicas clandestinas, agites en cualquier lado, farmacias de turno en Libertad, el 15 de Mari, una vez que se perdieron yendo a Flores, horas eternas en guardias de hospitales, la primera vez que pegaron un veinti, comer chocolates mirando series, llorar como solo lloran las amigas, mil selfies en el Sarmiento y esa vez en ese patrullero que solo recuerdan para no olvidar.
Ya no hay expectativas, ni cuentitos, ni chamuyos posibles. Hay sí, entre las pibas, cuidados, atención y momentos. Momentos en los que es imperioso bancar a Melli porque nadie la banca con Josué y hacer de tías es un gesto político, momentos de ir a encarar a los pibitos que para ser machos se hacen los atrevidos cuando ellas andan solas, momentos de acompañar las veces que sea necesario al juzgado, momentos de hablar, hablar y hablar hasta que no quede escabio. Ya no hay explicaciones, ni consejeros, ni buenas intenciones, ni un ortiba en patrullero que se hace el comprensivo y les habla que tienen que taparse más para no tener problemas. Ya no hay posibilidad de que cada agresión no sea respondida. Ya no hay contingencia en la que no se planten, ya no aceptan que se les prohíba nada, ya no arrancan si ellas no quieren. Ya no hay obediencia.
Tienen el grupo de wasap como gesto de alianza, se ríen y se cuidan, se preguntan cómo llegaron, se organizan para salir o para no volver solas. También afirman su alianza todos los miércoles a la noche, se juntan en lo de Priscila, escabian, fuman, se ríen, deliran sobre el mundo entero y hablan mucho de ellas. A veces el dolor se hace lugar y Ailén se acuerda de lo que le paso cuando empezaba el año. “Salir es estar en guerra”, dice, y se hace un breve silencio. “Quedarse también”, grita Milli, casi atragantada, desde el fondo de la piecita, tirada en la cama y sin sacar la vista del Instagram. Entre ellas discuten si es mejor el gas pimienta o la picana, y Mara insiste en que no hay como llevar una faca en la mochila. Igual saben que el aguante y el segundeo son las mejores armas de las pibas. También está el escrache a los giles y volver cuando ya salió el sol, o al menos eso dicen como excusa en casa.
Foto: ww.sub.coop
Llamo pedagogías de la crueldad a todos los actos y prácticas que enseñan, habitúan y programan a los sujetos a
Los pibes, las pibas, los guachines por los que ya nadie pregunta, las nenitas que lo único que quieren es
Valeriano escribe sin marca. Sin las marcas de la identidad o perfil establecido para alguien que escribe -sin la marca
La frase de Deleuze que suelo citar contiene una ambigüedad. En la página 202 de Qué es la filosofía dice:
“No hay otra cosa que resulte más dolorosa, más angustiante, que un pensamiento que se escapa de sí mismo. Las ideas que huyen, que desaparecen apenas esbozadas, roídas ya por el olvido o precipitadas en otras ideas que tampoco dominamos.”
La ambigüedad está entre doloroso y angustiante. Yo diría “nada más doloroso que la velocidad con que se nos escapa el pensamiento, nada más doloroso que el escaparse del pensamiento”.
La ambigüedad está en la equivalencia entre dolor y angustia. Parece que nada es más natural que llamar técnicamente angustia a la efectividad del dolor. Sin embargo, quisiera plantear que la angustia es un fenómeno más circunscripto, si se quiere más históricamente circunscripto que el dolor.
La angustia como forma histórica del dolor se relaciona con la problemática del objeto. El objeto lo hemos perdido, el objeto se nos presentifica, la presencia del objeto nos angustia, la ausencia del objeto nos angustia, la promesa del objeto nos angustia, la amenaza del objeto nos angustia. En definitiva tenemos toda una variación de angustias ligadas con el objeto. Sin embargo, en la frase de Deleuze el objeto ha desaparecido, y lo único que produce sufrimiento es la relación del pensamiento consigo mismo, su escaparse de sí; no es el objeto sino la velocidad del sujeto, no es el pensamiento que no puede agarrar algo sino el pensamiento que no puede agarrarse, que no puede alcanzarse a sí mismo. Esta figura, si se quiere sin objeto, del sufrimiento del puro sujeto, del sufrimiento del exceso de potencia del sujeto si llamamos sujeto al pensamiento, no debería llamarse angustia. Diría que se sufre de potencia, una potencia desmesurada del pensamiento respecto de sí. Pero si el pensamiento se ejerce sólo al capturarse, se sufre de contingencia. Puede capturarse y puede no capturarse. “Nada más doloroso que la velocidad con que se nos escapa el pensamiento” significa que la problemática en que estamos metidos es la de la velocidad del escaparse y no la de la pérdida del objeto.
La fluidez, la fluidez del pensamiento, la fluidez del sujeto, la fluidez implacable termina destituyendo la problemática del objeto en nombre de una problemática históricamente inédita del puro sujeto. En fluidez prima la incertidumbre por sobre la angustia. En fluidez prima la indeterminación del escaparse del pensamiento por sobre la inminencia, la proximidad o la ausencia del objeto del deseo.
La incertidumbre es el modo de relación con la potencia en la fluidez. La incertidumbre podría llamarse aquí contingencia del pensamiento.
Aquí las otras partes: PARTE 1, PARTE 2, PARTE 3 , PARTE 4, PARTE 5 No se trata de aforismos ni de sentencias,
Estas entregas no persiguen un producto ni se presentan como líneas de una elaboración en curso. Se ofrecen como anotaciones
25-04-92, I.L Las únicas lecturas que están a la altura de esta crisis del marxismo son las lecturas activas, es
La totalidad de la nota pertenece al sitio web amigo LA TINTA que la ha publicado el 27 y 28 de Febrero en dos partes (Parte 1: “Un llamado a repolitizar la vida cotidiana” y Parte 2: “Está momentáneamente adormecida la política de las calles en Bolivia”). Aquí publicamos ambas partes reunidas en una nota.
Por Redacción La tinta
Silvia Rivera Cusicanqui considera que su postura personal la ha colocado en cierto modo, “al costado” de toda la problemática planteada por el feminismo desde la década de 1960. “Digo al costado, no porque no me sienta interpelada por las ideas y esperanzas feministas, sino porque siempre he vivido la identidad femenina desde el interior histórico y político del colonialismo interno, donde la mujeridad se construye también colonizada”, narra Silvia en su libro Violencias (re) encubiertas en Bolivia.
En la entrevista que le realizamos, le preguntamos acerca de esto que ella nombra como una “forma práctica de ser mujer feminista, sin estar militando en grupos feministas”. Ella considera que ha sido, ante todo indianista, pensando que la opresión femenina y la opresión india son homólogas. Silvia nos planteó que hoy, el indianismo está totalmente abocado en un discurso nacionalista de buscar un estado aymara y una nación aymara y que para ella, “el nacionalismo es lo más antifemenino que hay. Es una vocación de poder totalmente centrada en un ethos masculino”. En esta primera entrega de la entrevista que le realizamos, conversamos con ella acerca de los encuentros y desencuentros entre indianismo y feminismo, los modos en que se estructura la violencia de género hoy y los vestigios coloniales que hay allí.
—Nos gustaría comprender cómo identificas la presencia del patriarcado en distintos momentos históricos, cómo éste se fue exacerbando o constituyendo cada vez con mayor fuerza hasta la actualidad. Y en paralelo, pensar cómo se estructuró el poder y la supervivencia de las mujeres en estos siglos desde la conquista española.
—Como les decía, hay elementos patriarcales en la estructura pre hispánica andina, pero yo creo que atenuado por el paralelismo de género, por el carácter bilateral de la autoridad y la existencia por un lado de panakas y aillus que permitían un espacio autónomo de las mujeres donde además el papel ritual que tenían ellas, era además un papel productivo: es un conocimiento de las recetas, de la chicha, de los tejidos, de las canciones y todo eso como un saber femenino reservado interiormente a las mujeres del cual no tenían conocimiento los varones. Por lo tanto había como una cierta autonomía y las fuentes de poder tenían esa doble naturaleza, el ancestro femenino y el ancestro masculino.
Todo eso va a ser trastocado por la invasión, sobre todo la parte ritual, pero debido a la propia ceguera de los colonizadores que enfocaron todas sus herramientas de exacción sobre el varón como jefe de familia, hubo como cierta invisiblidad de las mujeres. El rol de ellas como ritualistas de los márgenes se trasladó al margen del comercio, en tanto el varón estaba desarrollando su actividad en el centro de la comunidad, en el espacio de la producción, la mujer cada vez más tendía a ir a intercambiar fuera de la comunidad. De eso surge toda esa presencia que les impresionaba a los españoles de las mujeres en los tambos. En el siglo XVII hubo un censo y ellos planteaban “esas mujeres qué hacen ahí, deben estar vendiendo sus cuerpos”. O sea, desde la experiencia de ellos en España, la presencia de mujeres en el espacio público sólo podía interpretarse como prostitución en tanto que en realidad, las mujeres fueron claves en el nexo entre la coca y la plata en Potosí y también en el Cuzco.
Entonces a lo largo del siglo XVII, XVIII, esta presencia femenina en las ciudades se estableció como una suerte de tercera república y permitió el surgimiento de ciudades matricentradas donde el papel de estas mujeres era central. Además había un proceso como de aculturación e imitación de las mujeres españolas que terminó generando una sociedad que se podía reproducir a sí misma y que estaba en el intersticio entre la sociedad comunitaria del campo y la sociedad estamental de las ciudades. Esta presencia ha sido persistente. Tu has visto en la rebelión de Tupac Katari, el papel militar, incluso de las mujeres, llegó a ser importante y a lo largo del siglo XIX también. Entonces esos momentos de crisis de la economía exportadora eran momentos de auge del mercado interior y ahí el papel de las mujeres era muy importante. En todo esto, obviamente se ha reproducido el patriarcado porque ha habido una suerte de alianza tácita entre los varones de la sociedad dominada y la sociedad conquistadora.
Entonces, en cada caso ha habido mecanismos como de defensa de todo tipo, pero el destino de las mujeres en las ciudades oscilaba entre el comercio y la servidumbre doméstica. Y ahí ya hay todo un fenómeno de mestizaje asociado a los hijos ilegítimos de mujeres que prestaban servicios en las casas y tenían hijos para el patrón. Entonces todo eso genera una sociedad despreciada por su promiscuidad y todos estos estigmas de género. Pero a la vez, una cierta fortaleza por el carácter colectivo que tenían estas opciones. Esto lo ves ya a principios del siglo XX con la fuerza que tienen los sindicatos de mujeres, tanto de las culinarias como de las vendedoras de los mercados, las lecheras, etcétera que van a constituir los sindicatos más fuertes y perdurables en su adhesión al anarquismo.
Va a llegar al punto en que en un tiempo post guerra del Chaco, las mujeres eran la columna vertebral de la Federación Obrera Local (FOL). La Federación Obrera Femenina (FOF), llegó a ser el principal aglutinante de las y los trabajadores una vez que varios gremios de los varones fueron cooptados por el Estado y por los partidos políticos. Ahí hubo como una cierta tenacidad de las mujeres de mantener su espacio de autonomía al punto que los varones tuvieron, de alguna manera, que plegarse a las luchas de las mujeres.
Todo eso se vino abajo con la Revolución del 52, que entre otras cosas instala la forma moderna del partido y de la sociedad basada en la división de lo público y lo privado y la reclusión femenina en los hogares, a pesar de que había un grupo que se llamaban las Barsolas que no eran más que una suerte de grupo de choque femenino. En realidad las mujeres terminaron siendo muy secundarias en la política hasta los años ochenta o noventa: esta presencia de las mujeres en la política era marginal y lo sigue siendo hasta cierto punto.
—Cuando vos nombrás la política, ¿a qué te referís? ¿A las formas de hacer política más autónomas?
—Al espacio público en general. Si bien hay una apertura a nuevas formas de trabajo fuera de la casa, son formas que reproducen los roles femeninos tradicionales: enfermeras, educadoras.
—Vos nombrabas que en la Revolución del 52, la “higienización” fue una política de estado que apuntó a que la llevaran adelante las mujeres en el ámbito doméstico.
—Eso es una política estatal que viene de la época de la oligarquía de los últimos años, del Servicio Cooperativo Interamericano de Educación del departamento de Estado. Allí se introduce toda una cuestión de que la causa de la pobreza indígena es la mugre. Y además, esto viene a ser como un mercado para los detergentes, jabones y todo esto y tiene como efecto el intento de encerrar a la mujer en el hogar al cuidado de los niños y la limpieza del hogar para separar a las mujeres de las labores productivas. Obviamente que esto no lo logran de completo, porque es importantísima la labor productiva en la agricultura, la mujer es fundamental, pero de todas maneras hay un intento muy serio de instalar, pues, el american way of life generalizado a través de políticas higienistas.
—En el artículo “Mujeres y estructuras de poder en los Andes: de la etnohistoria a la política”, vos hacés una historización acerca del papel de la mujer antes de la colonia, y marcás como la sociedad boliviana, es una sociedad que tiene una historia de la mujer habitando los espacios públicos de manera muy fuerte, cuestión que hoy pareciera ha quedado un poco oculta. Teniendo en cuenta esta historia de estas mujeres, nosotras nos preguntamos cómo construir hoy un feminismo “con los pies en la tierra”.
—Las mujeres son las que más están poniendo el cuerpo en las luchas socioambientales, no solamente acá en Bolivia sino en toda América Latina.
—Sí. Y es un nexo fructíferamente fuerte en términos teóricos. Se ha pensado siempre que el cuidado, el alimento, son las cosas del mundo privado, son las cosas de las mujeres y que las mujeres debían salir de eso, salir al mercado del trabajo… eso es un feminismo burgués, de la modernidad. Pero hoy en día, procurar el alimento tiene implicaciones cósmicas. Cuidar de la salud, del cuerpo y de la vida, son cosas de una implicación política mucho más grande a través de este nexo con el tema de la Madre Tierra. Una política de los afectos y del cuidado es hoy una forma de hacer política, es un llamado universal a repolitizar la vida cotidiana.
Inicio de PARTE 2:
Por Redacción La tinta
¿Por qué no podemos admitir que tenemos una permanente lucha en nuestra subjetividad entre lo indio y lo europeo?
(Silvia Rivera Cusicanqui)
En un horizonte de lucha planetario y bioregional, invocando desde su chuyma la energía descolonizadora del sentir-pensando (amuyt’aña), Silvia Rivera Cusicanqui nos invita a reflexionar desde una mirada ch’ixi nuestras realidades y coyunturas latinomericanas. En su libro Sociología de la Imagen, plantea que lo ch’ixi “literalmente se refiere al gris jaspeado, formado a partir de infinidad de puntos negros y blancos que se unifican para la percepción pero permanecen puros, separados”.
Ella lo define como “un modo de pensar, de hablar y de percibir que se sustenta en lo múltiple y lo contradictorio, no como un estado transitorio que hay que superar (como en la dialéctica), sino como una fuerza explosiva y contenciosa, que potencia nuestra capacidad de pensamiento y acción”.
Lo ch’ixi se opone así a las ideas de sincretismo, hibridez, y a la dialéctica de la síntesis, “que siempre andan en busca de lo uno, la superación de las contradicciones a través de un tercer elemento, armonioso y completo en sí mismo”, escribe Silvia. Es entonces, desde esta mirada que reflexiona, en su libro “Mito y desarrollo en Bolivia. El giro colonial del gobierno del MAS” acerca del proyecto neodesarrollista del Estado Plurinacional y la episteme indígena a través de las luchas que varios pueblos están llevando adelante en defensa de la Madre Tierra.
Silvia escribe con la intención de inspirarnos a las lectoras un “optimismo cauteloso” o “pesimismo alegre” que permita “invocar la episteme indígena como parte esencial de un pensar propio y creativo, capaz de ir más allá de la caricatura folclórica estatal”. De la misma manera, sus lecturas nos inspiraron para reflexionar acerca de los vínculos entre patriarcado y Estado en Bolivia.
—Nos gustaría que nombres los elementos patriarcales que vos identificás que han estado presentes en la conformación y continuidad del Estado Plurinacional de Bolivia
—Yo lo que veo, en términos fácticos, el nexo que hay, es el pacto entre los militares y el Movimiento al Socialismo (MAS). Eso viene desde el principio. La Fuerza aérea y la Fuerza naval tienen un poder inmenso, un poder de control territorial y de recursos, la impunidad, la corrupción y la tolerancia a la corrupción. Todo eso marca una herencia de la época del pacto militar-campesino, una especie de pacto militar-cocalero mafioso. Que es un elemento que trae graves consecuencias para las mujeres. Es ahí donde hay cuarteles, donde empiezan los prostíbulos, la trata de mujeres. Y todo eso es tolerado, fomentado por el Estado. Además de que la impunidad militar, es espantosa.
—El hecho mismo de que el servicio militar siga siendo obligatorio en Bolivia, es algo importante a analizar cuando una piensa los espacios de conformación de vínculos e identidades masculinas. Vos hablabas en uno de los encuentros de la Cátedra Libre de Sociología de la Imagen, que el servicio militar obligatorio, que se instala después de la Guerra del Chaco, pasa a ser un “rito”, una forma de “ciudadanización aceptada por las clases subalternas” y como espacio de conformación del “ser hombre”.
—Exacto. El servicio militar es un servicio colonial, de violentar los cuerpos. Realmente mueren muchos jóvenes por maltrato en el cuartel. Y el hecho de que hay una impunidad y un velo y una cantidad de privilegios y prebendas que gozan los militares, tiene efectos muy graves en la normalización del patriarcado y de la opresión y de la impunidad frente al femicidio.
—Pensando en esto que trabaja Rita Segato sobre “la guerra contra las mujeres” en un momento en el cual, pensar las estrategias de supervivencia, es casi una necesidad básica para nosotras, es que nos preguntamos también qué posibilidades hay de pensar no sólo estrategias de supervivencia, sino también alternativas de emancipación. Vos hablabas de volver al vínculo con la madre tierra. En este contexto de crisis civilizatoria, cómo damos esos pasos, cómo construimos recordando a esas mujeres prehispánicas de los márgenes.
—Yo creo que hoy día hay muchas comunidades dispersas, pero que están haciendo cosas: agricultura, ecología. En las ciudades, en todos lados, en toda América Latina. Ahí se están retomando los vínculos prácticos entre el ser mujer y las políticas más amplias ambientales y de cuidado de la tierra. Yo creo que hay un momento.
Además, en algunos países como en la Argentina está súper activo el Ni una Menos y tiene un arraigo popular que no tiene en Bolivia. Acá en cambio es muy de ONG la cosa del Ni una Menos, las marchas son muy débiles. En cambio, allá casi se podría hablar de un movimiento social de mujeres. De todas maneras esto está momentáneamente adormecido, porque está momentáneamente adormecida la política de las calles en Bolivia, estamos muy adormilados.
—En algún punto ¿podrían considerarse demandas liberales hacia el Estado?
—La lucha por el matrimonio me parece una barbaridad, heterosexual y homosexual. El matrimonio es una institución conservadora y reaccionaria. Pero acá se afloja en algunos términos para poder seguir con la política extractivista. Y ahí es donde las mujeres tenemos que estar más firmes que nunca.
—En relación al vínculo entre mujeres y trabajo. Traíamos las reflexiones tuyas, escuchadas en la cátedra libre, acerca de lo que implicó la creación de un orden social tras la llegada de los colonizadores, basado en un mundo donde los que dominan, no trabajan. Vos planteabas que esto, para el mundo andino “es el mundo al revés”, donde el trabajo es visto como castigo, donde el trabajo es explotación. Esta vuelta de rosca de pensar cuán distinto es el trabajo en el mundo andino, cuando existe un vínculo con la Madre tierra, con la Pachamama.
—Sí, en el mundo andino, el trabajo también está vinculado con las fiestas, con el mundo ético y con el cosmos.
—Vemos que en Bolivia se da muy fuertemente que la mujer incursiona en rubros que en otras territorios, son roles ocupados por hombres, ahora e históricamente. Por ejemplo, en la construcción, es un trabajo que en muchas sociedades se lo considera sólo de hombres y acá se da hace bastante tiempo ya que la mujer ingresa a ese rubro y de alguna manera lo hace propio.
—Bueno eso ya comenzó en la Guerra del Chaco, habían maestras albañiles, masivamente las mujeres entraron en puestos de trabajo de varones y a través de toda una política de autoconstrucción. Porque la mayoría de los casos, cualquier obra estatal, el Estado ponía los materiales y la mujer el trabajo y ahí las mujeres estaban picando piedras y pavimentando. Pero hay en general una sensación de que no hay límites para las mujeres en término de tipos de trabajo. No hay tabúes.
—Y crees que eso se puede dar acá en Bolivia por toda la historia de la mujer con el trabajo en el campo…
—Sí, absolutamente, porque la migración es diferencial. En las comunidades básicamente hay mujeres, viejos y niños. Entonces el grueso de la labor agrícola está en manos de mujeres. Aparte de que el trabajo es visto pues como algo absolutamente dignificante.
—Por último, para cerrar, queríamos preguntarte cuáles son los aportes que el pensamiento ch’ixi tiene para hacer a los feminismos latinoamericanos.
La Gayatri Spivak decía que estamos cansadas de ser socias honorarias de los clubes masculinos. Yo pienso que tampoco queremos que los varones sean socios honorarios de los clubes femeninos. Y ahí es donde entra lo ch’ixi, la posibilidad a la vez de compatibilizar lo individual con lo colectivo, lo femenino con lo masculino. Y un poco eso lo hemos puesto en práctica aquí en el colectivo, nosotras no somos las que cocinamos y ellos hacen, sino que interactuamos en todos los terrenos. Pero también manteniendo ciertos espacios diferenciados. Entonces la idea es también, como coexistir entre diferentes estableciendo lugares en los que la diferencia no se disuelva con el sometimiento de uno al otro, sino que permanezca como cierta energía en el propio conflicto. Esta es una forma en la cual lo ch’ixi podría resolver esta paradoja.
Entrevista realizada por: Sergi Picazo Aparecida en El Critic. (Barcelona) 19-3-2024 Uno de los primeros libros preferidos de
En América Latina no es fácil hablar de naciones. Inconclusas, borroneadas, desvaídas, suelen ser motivo de retóricas más que de
Esta entrevista fue publicada en la revista francesa Herodote en 1975, con motivo de su primer número. Herodote: El trabajo
“No sabemos lo que puede un pueblo”. Reseña de Lo interrumpido. Escritos sobre filosofía y democracia, de Diego Tatián (editorial Las cuarenta)
Por Mariano Pacheco, La luna con gatillo
Los lectores de Diego Tatián siempre transitamos por una tensión a la hora de leer sus textos; sentimos la intuición de compartir muchas de las operaciones de lectura que realiza y las posiciones textuales que lleva adelante, pero no siempre encontramos acuerdos en los modos en que esas operaciones y posiciones son puestas a jugar en la arena política de nuestra agitada escena contemporánea. La situación vuele a repetirse con este nuevo libro, publicado hace unos meses por la editorial Las cuarenta, en el que Tatián reúne doce ensayos bajo el título de Lo interrumpido. Escritos sobre filosofía y democracia; textos en los que una cantidad de nombres propios y fechas claves nos ayudan a pensar una serie de temas como la universidad pública; la traducción; el ejercicio crítico de estudiar, escribir e investigar; la tensión entre la herencia y la invención; el rol del arte; el vínculo entre vida, muerte y filosofía y, como el título mismo del libro lo indica, entre filosofía y democracia.
Se reúnen así, en este libro, un conjunto de reflexiones teórico-políticas situadas, en donde puede visualizarse un doble esfuerzo. Por un lado, un esfuerzo narrativo, recuperando una vasta tradición que conecta a la filosofía con la literatura; por otro lado, un esfuerzo vinculado con la cuestión política, para conectar las grandes ideas de occidente con América Latina, pero también, con Argentina y la provincia que habita, que en las últimas décadas no deja de hacer gala de un provincianismo ramplón. Pensamiento situado, entonces, no cerrazón endogámica o apología de un esencialismo de pago chico.
NOMBRES
Decíamos que, quien se meta con este libro, se topará con una serie de nombres propios a partir de los cuales pueden pensarse una determianda cantidad de problemáticas. Así, se recupera a uno de los héroes de la gesta de mayo, vinculado a su preocupación por difundir El contrato social de Rousseau (“prologado, editado y quizá traducido por Mariano Moreno para ser usado como texto escolar”); libro que en nuestro país corrió la misma suerte que su difusor, aunque logró quedar inscripto en los catálogos de la Biblioteca Mayor de Córdoba. Y más allá del debate historiográfico/bibliográfico en torno a si efectivamente fue el Secretario de la Junta quien tradujo el texto de Rousseau, Tatián destaca el hecho de concebir el saber como bien de uso; en este caso un uso militante determinado por la urgencia de un contexto revolucionario. Moreno -dice Tatián- fue efectivamente un “traductor revolucionario”, porque concibió la tarea de “introducir y popularizar” las ideas ilustradas como parte de una obra política (y política aparece en itálicas en el libro, es decir, subrayada).
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Otro de los nombres propios a través de los cuales podemos pensar el vínculo entre Córdoba y parte de la tradición del pensamiento occidental es el de Rodolfo Mondolfo, aquel profesor italiano llegado a Buenos Aires en mayo de 1939, luego de ser expulsado de Europa por las leyes raciales promulgadas el año anterior por el régimen fascista.
Tatián reconstruye en su libro el paso de Mondolfo por Córdoba (1940-1947) apelando a datos de legajos internos de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) para situar el domicilio del pensador marxista y, a partir de ese dato, reconstruir imaginariamente los lugares por donde éste caminó, para reparar así en la paradoja de que el italiano pudo haberse cruzado gran cantidad de veces con los reformistas cordobeses, como Deodoro Roca, fallecido en 1942. “¿Hubo contanto entre Mondoldo y los intelectuales de la Reforma del 18?”, se pregunta el ex decano de la Facultad de Filosofía y Humanidades, para luego ir tras unas huellas que parecen desvanecerse sin dejar
rastros de dicho encuentro. Tatián repara también en los cruces entre Spinoza y Marx realizadospor el italiano y, a su vez, en la “presencia tangencial” del “pulidor de lentes” en la cultura reformista.
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Sarmiento y Tocqueville, otros nombres propios para pensar los nudos problemáticos del libro. Sarmiento viajero y traductor, sí, pero también coleccionista (de datos y documentos). “Volvió a la Argentina con un baúl lleno de documentos y textos útiles: estadísticas y censos acerca de la demografía, el crimen, la educación y la inmigración”, puede leerse en una nota al pie del libro en el que otros nombres aparecen como referencia para nuevos debates. Ya sea Walter Benjamin o el ya mencionado Deodoro Roca, Kant, Descartes o Kafka, lo que puede leerse a través de ellos son una serie de preguntas en torno a la filosofía, la política y los sitios que habitamos. En caso del autor de este libro, obviamente, la universidad, la UNC, no casualmente dentro del debate de los ideales reformistas Latinoamericanos hace 100 años atrás.
CONCEPTOS
“El tiempo es olvido, y es memoria”, supo escribir Jorge Luis Borges en su poema “Milonga d Albornoz”. ¿Qué es el tiempo?, se pregunta Tatian hacia el final de Lo interrumpido. “El tiempo es producción inmanente de deseo”, afirma Tatián, luego de argumentar que el tiempo no impone un curso necesario a los hechos del mundo, ni su condición mecánica, ni su experiencia puramente psicológica, ni su transcurso una serialidad cuantitativa trascendente a los acontecimientos e independiente de ellos. Y “la duración”, no solo un concepto cronológico. “La tarea de perseverar se pierde cuando su propósito es solo conservador y se realiza si incorpora rupturas e innovaciones”. Así, la “duratio democrática”, resulta de la autoinstitución ininterrumpida bajo el modo de la novedad que fue atesorada por la historia.
Para terminar, un retorno al principio, al menos de este libro.
Es en “Filosofía y democracia en América Latina”, el ensayo que abre esta publicación, donde Tatián se detiene más específicamente en una conceptualización política.
Recuperando el realismo materialista de Spinoza, nos interpela a los lectores a desenmascararnos del idealismo que postula por principio del pensamiento una representación de cómo los ciudadanos deberían ser. También rescata la idea de comunidad, de lo común como lo impropio, lo que no es propiedad de nadie. No algo dado, al alcance de todos sino lo común como opacidad, que necesita de un “trabajo” de descubrimiento o, más bien, de composición; una experiencia que a veces resulta una vida entera, según podemos leer (“no sabemos lo que puede un pueblo”).
De allí que se entienda a la democracia no tanto como “sistema de gobierno”, sino más bien como “decisión común” por mantener abierta la pregunta que interroga por lo que los cuerpos y las inteligencias pueden -ser y hacer-. Cerca de Alain Badiou (y también de Jaques Ranciere, a quien cita por ahí), Tatián entiende a la democracia como “una forma de sociedad que activa declaraciones de igualdad, y un régimen político que concreta esas declaraciones en instituciones sensibles a la novedad humana”. La referencia a “los cuerpos y las inteligencias” no sólo recupera el monismo spinozista y un legado inmanentista, sino que además pone en cuestión el “anti-intelectualismo” tan en boga en las últimas décadas (“pulsión anti-intelectual reaccionaria muy antigua que bloquea la experimentación con la lengua, la vitalidad de las formas y la invención de nuevas prácticas”). De hecho, la referencia al ser humano como una “cosa que piensa”, junto con la declaración de la necesidad de construir las condiciones de irrupción de un “poder popular y un intelecto general” para ganar y sostener conquistas, demuestran que en su concepción el pensamiento no es el saber exclusivo de un pensador sino un bien común, que necesita “cuidar y defender la interrogación por las ideas” (por supuesto, y así queda explicitado, esto no niega los oficios concretos, las horas destinadas a “lidiar con las palabras y con las ideas, con la interpretación de los sentidos y el desciframiento de los signos que entrega la época”). Lo común, entonces, es también la capacidad de resistir la imposición de una lengua única o bibaria, se aclara,
para rematar que el carácter comunitario o comunista del pensamiento es “el principio mismo de la democracia”.
Pero como decíamos al comienzo de esta nota, os lectores de Tatián siempre transitamos por una tensión a la hora de leer sus textos; sentimos la intuición de compartir muchas de las operaciones de lectura que realiza y las posiciones textuales que lleva adelante, pero no siempre encontramos acuerdos en los modos en que esas operaciones y posiciones son puestas a jugar en la arena política de nuestra agitada escena contemporánea. Y esta tensión se exacerba cuando se presenta la “cuestión democrática en Latinoamérica” como situación inscripta en un “entre” la política y el Estado. Es que luego de leer una cita de Antonio Negri, en donde se caracteriza al poder constituyente como “plural, multidireccional e indeterminado”, como fuerza que “irrumpe, interrumpe y desquicia”, nos encontramos con una reivindicación del Estado como “contrapoder instituido” (aunque se aclara: siempre y cuando emerja de los movimientos sociales y la vitalidad popular).
Sorprende un poco -al menos eso le ha pasado a este cronista- que la reivindicación de algunos de los gobiernos Latinoamericanos de los últimos tiempos pueda sostenerse desde algunas ideas-fuerza que aparecen en este libro, como aquella que sostiene sobre la igualdad. Y cito in extenso para que se entienda a qué me refiero:
“Igualdad significa asimismo que cualquiera es sujeto capaz de imaginar -entre otras muchas cosas- particiones de la riqueza diferentes a las inmediatamente dadas, y actuar para su puesta en obra; en este sentido, lo otro de la representación del individuo como mero objeto merecedor de una redistribución más conveniente decidida en otra parte y sin su intervención. Igualdad no es en principio una más justa redistribución de bienes sino un reconocimiento más intenso y más extenso de las personas como fuerzas productivas de pensamiento (palabras con la que incluyo aquí las acciones políticas) acerca de lo justo, y acerca de muchas otras cosas.
La institución de la igualdad comienza por una declaración que desmantela los órdenes jerárquicos legitimados como naturaleza de las cosas”
Como también sucede con algunos de los textos más lúcidos de Eduardo Rinesi, quienes no adherimos a los proyectos de los proyectos neodesarrollistas de la región (las más de las veces también “neoextractivistas”), pero leemos con entusiasmo teórico-político este tipo de reflexiones, quedamos pasmados ante ciertas premisas que se derivan de postulados que nunca imaginamos, al comenzar a leerlos, que podrían desembocar en apoyos activos a este tipo de gestiones progresistas del ciclo (que nunca dejaron de sostenerse, por otra parte, en fuertes mojones neoliberales). Por supuesto, la crítica no es moral sino política, y por lo tanto prescindiremos aquí de conceptos tales como “cooptación” o delimitaciones del tipo “buenos y malos”, porque de lo que se trata es discutir ideas y de ser coherentes con las posiciones que cada uno sostiene.
En este sentido, no puede negarse, Lo interrumpido no deja de ser un notable aporte al debate de ideas de la actualidad.
La Comuna El Maizal se convirtió en centro de gravedad del debate comunero. Las razones son tres: la realidad productiva y política que ahí existe, la vocación de crecimiento, y la respuesta del poder constituido ante esa situación. Están concentradas variables de manera nítida, con tal evidencia que se produjo un movimiento de solidaridad de organizaciones, individuos y comunas en torno al conflicto que emergió a finales del año pasado.
Qué es lo que se defiende en lo concreto del caso: el reconocimiento de la victoria de Ángel Prado, vocero de la comuna, como alcalde ganador del municipio. Ángel, constituyente electo, no fue autorizado por el Consejo Nacional Electoral ni la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) a presentarse como candidato para las elecciones del pasado diez de diciembre. Las razones en lo legal para impedirle presentarse fueron poco sólidas, en cuanto a lo legítimo nunca tuvieron con qué sostenerse. En términos sintetizados, le impidieron presentarse, consiguió hacerlo, y le quitaron los votos que le daban la victoria.
La traducción en términos políticos es que el poder constituido le cerró violentamente las puertas al poder constituyente, un poder con la legitimidad de la construcción comunal y el liderazgo genuino.
Sería necesario darle contenido al concepto de “poder constituido” en el cuadro del proceso revolucionario. ¿El Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv) es ese poder? Si se lo ve en términos de dirección lo es, en particular porque esa misma dirección es quien está en los principales puestos de gobierno. Si se lo ve en términos de las bases del partido, que hacen vida política en los territorios, resulta difícil afirmar lo mismo. ¿La ANC es el poder constituyente? En su proceso de emergencia lo es, en su composición también, en las lógicas de su funcionamiento se aleja de ese sentido. Se pueden complejizar estas respuestas, el asunto es que las ideas de poder constituido y poder constituyente son flexibles y complejas en un proceso donde lo constituyente pasa a ser constituido y cuestionado por un nuevo constituyente.
En este caso el constituyente es El Maizal, que se propuso no solamente conformar una experiencia productiva y de gobierno comunal -algo de una gran dificultad de por sí- sino también disputar el poder político de la alcaldía. El razonamiento es sencillo: si, como en el caso de la mayoría de las comunas, el vínculo con la alcaldía es malo en el sentido del no reconocimiento al sujeto comunal, entonces por qué no acceder a esa institución y poner en marcha experiencias de cogobierno y cogestión. Significaría ampliar el campo de acción, de posibilidades, de crecimiento.
Esa conclusión, producto del desarrollo colectivo, no fue exclusiva de El Maizal. También sucedió en la Comuna Cagigal, estado Sucre, y en el Municipio Páez, estado Apure. En el primer caso se trata de una experiencia similar al Maizal, donde el vocero principal fue propuesto para la candidatura, en el segundo, un candidato proveniente de la construcción de la Ciudad Comunal Campesina Socialista Simón Bolívar, impulsada por la Corriente Revolucionaria Bolívar y Zamora. En Cagigal ganó por fuera del Psuv, en Apure yendo como candidato del Psuv.
No resulta sorprendente que varios procesos lleguen a síntesis similares. Descartar la disputa del poder político estatal sería una mirada zapatista, algo que nunca estuvo planteado en el proceso chavista. Al contrario, Chávez siempre desarrolló la idea de un círculo virtuoso -¿imposible?- entre el Estado como impulsor de políticas contra el mismo Estado. La disputa por el Estado fue un punto nodal: el Estado no hace revoluciones, pero no se puede transitar un proceso revolucionario sin el Estado. Que varias comunas se propongan disputar espacios institucionales, al tiempo que construyen una nueva institucionalidad en su territorio, es una maduración que era esperable. Las respuestas desde el poder constituido también lo eran.
Digo “las respuestas” porque los casos de Cagigal y Apure ayudan a complejizar el cuadro y no llegar a la conclusión de que siempre el Psuv actúa de manera cerrada, o que ningún comunero tiene posibilidad de acceder a una alcaldía por fuera del Psuv. En el caso de El Maizal es innegable que la respuesta fue autoritaria, burocrática, desconociendo al sujeto de la revolución, al chavismo que resiste la avalancha de dificultades económicas, construye y vota a favor del proceso.
Estas diferentes resoluciones no pueden tampoco desdibujar el trazo generalizado respecto a la cuestión comunera: no está en agenda. No estar en agenda significa que casi no aparece en medios oficiales, y que las políticas de gobierno no suelen apuntar en esa dirección, llegando a veces, en algunos territorios, a ir directamente contra. ¿El Clap es la forma de comunalizar el poder en esta etapa de enfrentamiento de guerra? Puede ser un argumento para intentar tapar una orientación. No significa que los Clap no sean imprescindibles, que muchas comunas no trabajen con los Comités, los hagan parte de las dinámicas comunales: las políticas no son lineales, son el resultado entre orientaciones y capacidad de (re)significar en cada lugar. Pero en términos generales la situación es de un poder constituido que no reconoce al constituyente comunal, lo percibe como amenaza, no piensa en transferencias de recursos, competencias, en abrir espacios. No es algo nuevo.
Se puede contestar a esto con la afirmación de que quienes no han estado a la altura han sido las comunas, el movimiento comunero, que no logró construir instancias reales de autogobierno y autogestión. Sin dudas existen dificultades, debido a lo ambicioso de los objetivos, a la complejidad de poner en pie experiencias con esa potencia, los tiempos que toma conformar un sujeto histórico que se autogobierne, las culturas políticas del chavismo dependientes del Estado. No creo que la hipótesis de la igualdad de responsabilidades sea válida, por las evidentes desigualdades de poder, recursos económicos, herramientas.
En estos casos concretos, El Maizal, la Comuna Cagigal, y la experiencia de Apure, son reales, producen -3 millones de kilos de maíz en el 2017 en el caso de El Maizal- avanzan en la capacidad de ejercer poder, y lo hacen en esta época donde la situación general barre con fuerza. Son muchas más experiencias en todo el territorio nacional.
Hay algo más, y es la defensa del proyecto comunal, es decir la construcción colectiva que busca la transformación de raíz, que puede permitir el desarrollo de lógicas políticas, económicas, culturales, que vayan más allá del capital. Las comunas no son un capricho, son una de las llaves centrales para abrir pasos al camino del socialismo, que no es los mismo que políticas sociales combinadas con administración imposible del capital en tiempos de guerra. Debatir las comunas es debatir el proyecto estratégico, una de las principales posibilidades para la transición.
Por ese conjunto de razones El Maizal cobró centralidad, volvió a poner el tema comunal arriba de la mesa, aunque todavía no alcance masividad. Según han dicho irán en dirección a la conformación de dos Ciudades Comunales en el municipio, al tiempo que resistirán a los ataques que les han hecho, como la quema de parte de sus tierras. El Maizal muestra una voluntad que vive en el chavismo, que empuja a pesar de las adversidades, los fuegos cruzados, y que conducirá a que los votos vayan a favor de Nicolás Maduro el 22 de abril. Porque las únicas condiciones que puedan existir para avanzar en las comunas serán en el marco del chavismo, con sus límites y potencias. El asunto es poner en pie una correlación de fuerzas que permita empujar en las direcciones revolucionarias de la revolución. Significa que uno de los mayores actos de solidaridad que se pueda hacer con el universo comunal es construir comunas.
Fuente: 15 y último
En una nueva intervención de Diego Sztulwark en Subversiones con la columna de Lobo Suelto, en diálogo con Pablo Ramos,
Por Mariano Pacheco “Estamos en un momento en que ya se hace urgente e inevitable hacer un recuento de lo
Con los votos del chavismo y parte de la oposición, Luis Parra, del partido Primero Justicia, asumió al frente de
A diferencia de lo que ocurrirá a mediados del siglo XX (explosión del movimiento de derechos civiles) y comienzos del siglo en curso (crisis del trabajo y emergencia de nuevas identidades políticas) el siglo XIX y gran parte del XX están hegemonizados por la clase obrera como sujeto de la política emancipatoria. Con relación al trabajo, hay una distancia importante de la política marxista con prácticamente todas las teologías políticas de la modernidad en las que se supone que el trabajo redime. Marx es un subversivo porque su punto de mira es la destrucción del trabajo capitalista, que opera como supuesto de la comunidad de salvación moderna. No se trata simplemente de la lucha por el salario o por el aumento del empleo; su filosofía se halla desplegada como movimiento profano en las antípodas del desarrollismo fundado en la expropiación de la fuerza de trabajo. En los Manuscritos económico-filosóficos de 1844 el joven hegeliano descubrirá el papel de la conciencia enajenada del trabajo, y en El capital el fetichismo de la mercancía y la acumulación de plusvalía en virtud de la explotación y extracción de la plusvalía producida en los procesos de trabajo. El trabajo asalariado no sólo es el punto nodal de la crítica a las formas de acumulación de la modernidad capitalista, es también la reproducción de una conciencia esclava al comercio de la fuerza de trabajo. La venta de la mano de obra, su conversión en mercancía, es la manera en que la célebre teoría de Étienne de la Boétie sobre la servidumbre voluntaria llega a encarnarse en el deseo de trabajo como deseo por salario (dinero). El salario, como expresión traductiva del dinero, es una sustancia fantasmática y su potencia mercantilizadora tocará rápidamente el tuétano mismo del capitalismo industrial. El efecto de esta sustancia en los partidos políticos
modernos es inmediato. Con muy pocas excepciones, los partidos verán en la lucha por la mejora del salario el horizonte de reproducción de la vida social y del Estado moderno. El límite de este horizonte militante y de compromiso con el sujeto del mundo industrial es el límite del mundo burgués. De manera que este límite movilizará las arrugas de la piel de los esclavos de nuevo tipo; esos sísifos contemporáneos que en el movimiento infinito y circular del trabajo reconocerán en el dinero el amo absoluto. Como Dios de sustitución desplegado en el espacio de la «muerte de Dios», sin la sustancia fantasmática de ese cuerpo sin cuerpo del dinero no hubiesen tenido ninguna importancia los proyectos socialdemócratas o, incluso, socialcristianos que dominarán el ámbito de la política durante más o menos dos siglos.
Con excepción de la creación del Partido Comunista proclamada en el Manifiesto de 1848, los partidos modernos no aspiran a destruir el orden burgués, sino más bien a ser el garante del Estado burgués liberal. Durante la modernidad industrial el modo de articulación afectivo-política de estos partidos tiende a la reproductibilidad del orden. Esta tendencia les viene dada porque el orden emergente en el siglo XIX, así como el que se desplegará, inscrito en la matriz burguesa, hasta mediados de los años ochenta está sostenido por la inseparabilidad del pacto entre la clase obrera y el Estado moderno. En tanto relato político fundado en la sustancia fantasmal del dinero, es decir, en políticas de mejoramiento salarial, las tendencias modernas de partidos socialdemócratas y socialcristianos constituyen la aspiración última de la reducción de las luchas obreras a la afectividad del salario. La historia empírica de los partidos comunistas no es muy distinta de esta tendencia, puesto que, salvo quizá ciertos lugares importantes de las experiencias anarquistas como la de caso español, no hay lógica de los partidos modernos que no esté regulada por el pacto entre clase obrera y Estado moderno. Desde una
comprensión de la modernidad capitalista como «sistema-mundo», este pacto indisoluble no distingue posiciones de izquierda y de derecha en la medida en que el pacto constituye el mecanismo de aseguramiento de la producción industrial. Sin ir más lejos, con la emergencia de la Guerra Fría que toma lugar después de la Segunda Guerra Mundial, el orden de la producción industrial borra las diferencias entre el orden socialista de la URSS y el orden liberal de los EEUU. Dicho en breve, entre una potencia mundial y la otra no habría habido una diferencia sustantiva que indicara la destrucción del trabajo capitalista como trabajo asalariado.
La modernidad capitalista centrada en el paradigma de la producción industrial se cierra con la apertura de los años de Reagan, Thatcher y Kohl. Desde ningún punto de entenderse como el fin del trabajo capitalista y sus velocidades hegemonizadas por la industria taylor-fordista. En virtud de una deliberada estrategia política de deterioro y descomposición del pacto entre la clase obrera y el Estado moderno, el cierre del imaginario industrial se abre al llamado ciclo de la globalización. El debilitamiento del Estado orientado a la «cuestión social» y la desregulación de la economía será la consigna privilegiada del neoliberalismo que hegemoniza el planeta y se expande como una plaga. La imposición del neoliberalismo tiene en su base la destrucción del pilar con el que se había erguido la modernidad capitalista, es decir, el Estado. Fundado en la soberanía popular y débilmente profano, el Estado entrará en un proceso de metamorfosis y de apogeo del apocalipsis del trabajo propiamente moderno. En otras palabras, el «trabajo libre» entendido como la venta de la mano de obra que había emergido con la desterritorialización de los campos y del fin de la esclavitud llegará a su fin como trabajo industrial articulado por el pacto entre la clase obrera, sus poderosos sindicatos y el Estado moderno. Este proceso no significa la muerte del trabajo capitalista que durante toda la modernidad del derecho burgués se había elevado a estado
de juridicidad de la regulación de los salarios. En contextos de globalización planetaria y ampliación de los derechos civiles, el derecho burgués ha sido ampliado, no destruido. Su continuidad hace imposible regresar a la problematización del comunismo moderno como crítica radical a la beatificación de la propiedad y del salario regulado por el derecho burgués. Esto nos permite volver a nuestro punto de partida.
En un mundo dominado por el capitalismo financiero, falsamente profano porque beatifica el dinero, esa sustancia fantasmática, a niveles nunca antes imaginados, Wall Street aparece como la iglesia más reciente de la postsoberanía. Se trata de la iglesia que se levanta sobre las ruinas del trabajo industrial moderno y sobre un Estado precarizado que solo puede cumplir funciones de máquina policial o, en el peor de los casos, de máquina narcoasesina. Bajo condiciones de postsoberanía o soberanía absoluta del capital, los modos de articulación del fin del trabajo moderno están concentrados en lo que el discurso teórico contemporáneo suele identificar con sociedades de la información, sociedades en redes, sociedades postindustriales, capitalismo cognitivo, sociedades del postrabajo; es decir, sociedades en las que la tendencia es la acumulación de signos. Wall Street es el gran palacio de la administración bursátil de signos monetarios y el lugar quizá más importante e intenso de realización formal del trabajo inmaterial. Se trata del trabajo abstracto que desensibiliza los afectos que mueven las pasiones colectivas de la política en nombre del sueño de la riqueza monetaria. En su irrupción inmediata, el movimiento Occupy Wall Street es deseo por rechazar el trabajo de la especulación que pone fin al trabajo moderno. Más allá del Fausto desarrollista, es en la estela de los movimientos de rechazo o, si se prefiere, de negatividad con respecto al dominio de la especulación financiera y su miserable correlato en el fetichismo del salario dónde deberíamos situar la figura literaria de Bartleby como una anomalía inscrita en las
tendencias imposibles de un conato de revolución contra el trabajo (moderno) y el postrabajo asalariado (postsoberano). Más que identificarse en las figuras convencionales de la izquierda tradicional, la insurrección callejera del 2008 del movimiento Occupy Wall Street se reconoció en el personaje literario Bartleby, creado a fines del siglo XIX por el escritor estadounidense Herman Melville.
El movimiento social Occupy Wall Street no sólo no se reconocía en los partidos políticos tradicionales de la izquierda, no parecía siquiera contar con demandas y reivindicaciones que justificaran su protesta. Sin embargo, el rechazo a las formas de dominio inscritas en la lógica del olvido de la soberanía popular hizo aparecer en la revuelta una demanda de carácter estructural. Occupy Wall Street no fue un mero reventón social detonado por una crisis bursátil, fue también la alegoría del agotamiento de los partidos modernos (tradicionales). A pesar de un evidente debilitamiento de la modernidad, a través de la literatura de Melville ésta siguió hablando, como si quisiera orientar el vacío dejado por la crisis de los partidos tradicionales o incluso colmarlo con una anómala forma de la militancia (no)moderna. Desde las napas del siglo XIX apareció Bartleby como alegoría de la crisis de la política moderna. A través de un enunciado educado y soft expresa el rechazo absoluto hacia el trabajo. A través de la frase «I would prefer not to» (preferiría no hacerlo), el escribano del cuento de Melville, que amablemente rechaza revisar/escribir documentos relacionados con gente rica de Nueva York, se aloja en los intersticios de la protesta en Wall Street. Bartleby es el hijo figural de la mejor literatura del novecientos y, sin duda, uno de los mejores cuentos de la gran literatura americana. Pero ¿por qué esta figura vuelve a reaparecer en los movimientos contra el capitalismo financiero? Bartleby permite problematizar el pasado y el futuro de las militancias en la interioridad de las metamorfosis del trabajo. Es insoslayable que el escribano del cuento de Melville
pertenece a esas figuras trágicas de la historia de la militancia, y aunque muchas imágenes pueblan el suelo de la relación entre tragedia y política, hay en Bartleby una especificidad que se sustrae, se resta, a las formas modernas del partido y de la militancia política. Se podría mostrar que las figuras trágicas –desde Antígona hasta el Che Guevara, pasando por el Cristo revolucionario y el desdichado Fausto– son el resultado de una militancia a la que ni puede sustraérsele la política del sacrificio ni menos aún el sacrificio como lógica del trabajo.
A diferencia de los movimientos de lucha del presente (feministas, antirracistas, indígenas, entre otros), que no logran zafarse del esencialismo identitario, y que cuando lo hacen es en base a enormes esfuerzos teóricos y epistemológicos, la singularidad del cuento de Melville reside en que restituye la crítica activa al trabajo capitalista. Pero el límite de este rechazo es la imposibilidad de ofrecer una política emancipatoria que indique el camino de salida al capitalismo postsoberano, el cual se nutre de la usura legitimada en los grandes centros bursátiles del poder del capital. Bartleby rechaza copiar y escribir los documentos que legitiman este orden de la usura en la que Wall Street funciona como morada. No es casual que el movimiento Occupy apareciera en la escena de la protesta como un movimiento de reforma moral. De hecho, no faltaron los despistados, los conservadores fundamentalistas, los anticomunistas furibundos que se atrevieron a declamar que Estados Unidos es una nación cristiana y que el comunismo de Occupy era el deseo por destruir el país de los valores de Cristo. Además de usar una playera estampada con la frase de Bartleby y participar activamente en la consigna «We are the 99%», Slavoj Žižek recuerda que el fundamentalismo conservador y anticomunista olvidaba los valores esenciales del cristianismo. La idea del Espíritu Santo está basada en la igualdad de la comunidad libre de creyentes unidos por el amor, y para Žižek este es, precisamente, el espíritu de la protesta de Occupy. Mientras que los valores paganos de Wall Street continúan adorando falsos ídolos –tales como el toro creado por el artista Arturo Di Modica después de la crisis bursátil de 1987, para simbolizar la fuerza y el poder neoimperial de los Estados Unidos–, el fundamentalismo conservador olvida los principios más básicos del cristianismo.
Hay, sin duda, una especie de resto cristiano en la protesta de Occupy y quizá sea esto lo que explica la fascinación por el escribano que se resiste a trabajar. El residuo cristiano y sacrificial de Bartleby resiste la propia cultura protestante que dispone los cuerpos a una ética ciega por y para el trabajo. En las oficinas escribano se resiste el paganismo del dinero que pone a circular la fuerza y el poder del toro de Di Modica. Pero ¿qué resistencia militante expresa la posición de Bartleby? En un sentido opuesto a las militancias de la izquierda tradicional moderna, es la figuración de la aflicción y del sufrimiento de un tipo de militancia acéfala, anómala, porque no es siquiera reconocible en la utopía anárquica de una sociedad sin instituciones de poder. Bartleby repele incluso la diferencia entre la posición pasiva y la posición activa de las militancias que han recorrido la historia de las luchas sociales por más de dos siglos. En su no-posición, el rechazo al trabajo del escribano deviene disolución de la acción pasiva o activa. El motor de su resistencia no es la fuerza militante ni tampoco el movimiento de ocupación de masas de instituciones de Estado. No se trata de un líder político. Su mesianismo sin liderazgo ni partido bordea y habita la locura. En las oficinas de la modernidad de Wall Street Bartleby es una anomalía salvaje. Su mesianismo no tiene punto de comparación en las formas de las militancias modernas. Por eso, quizás, es un personaje literario que está más cerca de la locura del personaje fílmico de Eliseo Subiela de Hombre mirando al Sudeste (1986). El hombre que mira al Sudeste, personaje cristológico, viene a anunciar, al igual que Bartleby, que hay algo en los afectos que no funciona o que ha dejado de funcionar respecto de un orden que está de cabo a rabo malogrado por el espíritu del capital, un orden que se refiere a la escritura del derecho burgués que complicita con la reproducción del orden. El mesianismo de Bartleby no tiene liderazgo, su partido político es la mónada subjetiva de su resistencia individual. Al escribano nadie lo sigue, no tiene partisanos al servicio de su causa hasta el punto en que a lo largo del cuento el lector no está seguro de si Bartleby defiende alguna causa.
¿Cuál es la causa de la resistencia de Bartleby al trabajo? No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que su resistencia a trabajar está compuesta por el hálito del desencanto, la tristeza, el agobio de los nadie. Pero, como un nadie, Bartleby es una figura trágica y mesiánica. En esto último consiste el carácter excepcional de lo que suponemos que viene a anunciar. Su negación del trabajo lo lleva a la cárcel acusado de vagabundaje, donde se entrega a una huelga de hambre hasta que perece sin seguidores ni secuaces de su desobra. Muere como un nadie, muere en el anonimato absoluto de la negación de toda comunidad de inscripción. Muere como muchos mueren en el anonimato de la anomia sin que nadie sepa en nombre de qué o por quién ha muerto. Se podrá, sin duda, decir que Bartleby muere por la comunidad de los que no tienen comunidad. Pero lo cierto es que la pulsión heroica de ninguna epopeya revolucionaria está vinculada a su resistencia moderna. La modernidad de su resistencia al trabajo es también su no-modernidad, su salida del círculo virtuoso entre militancia y salario, entre militancia y lucha por el acceso al consumo. Bartleby es una especie de Cristo solapado en la oscuridad de la pulsión melancólica que anuncia el fin de lo que ata la escritura a las leyes del capital. Bartleby es la ausencia completa de inscripción en la comunidad de la política. Su resistencia se sustrae a los partidos modernos que aspiran al Estado o incluso a la destrucción del Estado que durante todo el siglo XIX y XX gozaron de tanta popularidad. Por la relación que los partidos políticos tienen y han tenido con
la estructura de la producción capitalista, el rechazo del trabajo es también el rechazo a la organización política de la sociedad. De ahí que no podamos exactamente saber en nombre de qué o de quién muere el escribano. Sería demasiado fácil decir que muere en nombre del comunismo por venir. Pero en la figuración de este hombre dócil y amable que se resiste a escribir hay toda una teoría de la militancia imposible. A diferencia del militante moderno que es en sí y para sí el sujeto de duelo por las sociedades que preceden a la modernidad capitalista, en Bartleby el duelo se revela como imposibilidad. Es decir, desde un punto de vista psicoanalítico, el escribano padece de una melancolía profunda. Su militancia es patológica e imposible de cuajar en las filosofías modernas del progreso cuya empresa última es la organización del trabajo. La genialidad del cuento de Melville consistiría en haber concebido la idea de un sujeto que palideciendo en el espesor de su melancolía, actúa sin actuar; actúa sin el comando de un programa o de un partido, actúa desde la condición acéfala de una mónada que se ha hundido en los pliegues de la melancolía profunda y sin afuera. La no-acción como desobra del trabajo de la posición militante es la pulsión que provoca la intensidad de un cuerpo que es movilizado desde una pasividad sin posición. Esta pasividad anuncia que el cuerpo inmóvil, el cuerpo sin movimientos, es el cuerpo muerto del rechazo absoluto al trabajo.
Si tuviésemos que buscar una genealogía moderna del rechazo al trabajo para situar la memoria de las huelgas de hambre, la figura del escribano de Melville sería un candidato importante. Hay algo en la militancia no-moderna de la modernidad de Bartleby que permite enlazar su resistencia pasiva con la violencia pacífica que desde Gandhi hasta los diversos movimientos de derechos humanos suponen poner el cuerpo. En la medida que la afirmación y creación de una situación de ingobernabilidad, tenue o fuerte, pertenecen a la figura del
escribano de Wall Street, la genealogía de la posición sin partisanismo político anuncia que hay en los cuerpos melancólicos el recuerdo de algo que repela sustantivamente el trabajo capitalista. En otras palabras, Bartleby alegoriza el paro de la producción y, quizá, su atractivo, su anomalía salvaje, sea el hecho de que también alegoriza el fin de la escritura como suplemento de la juricidad de la propiedad capitalista. Esto, sin duda, es una alegoría del duelo que no se completa, es decir, del duelo en el que no hay ninguna sustitución, ninguna utopía que pueda funcionar como espacio de transferencia. Muy distinto al Fausto desarrollista de Goethe, el monstruo cristiano inventado por Melville muestra, como todo monstruo, que la melancolía como política es imposible y que, no obstante, en esta imposibilidad reside no solo la mejor posibilidad de rechazo al trabajo capitalista, sino también el impulso por imaginar la potencia del comunismo como comunidad de los que han sido despojados de toda comunidad. Bartleby es el comunista imposible que anuncia la profanación del trabajo capitalista. Su comunismo es también un comunismo anómalo porque hace posible un pensamiento que, si bien supone es de suyo melancólico, trata de una melancolía sin objeto de pérdida. La hipótesis comunista que habrá que trabajar es la que el escribano de Wall Street abre, es decir, la hipótesis de que hay una melancolía sin objeto, sin pérdida del origen. Hay una melancolía comunista que, en el rechazo a la organización capitalista, es negación ex nihilo; movimiento oscuro del cuerpo que resiste su subordinación a la estructura de dominación del trabajo. La tarea del comunismo por venir debe comenzar con la muerte del Cristo del rechazo al trabajo como afirmación de la experiencia común que vendrá, pero nada nos asegura que la anomalía de un Bartleby, todavía incompletamente profano, pueda deconstruir la hegemonía del capitalismo financiero.
LaTempestad.N.127.(México)
Esto no es el fin La inconsistencia permanece en la fisura somos exilio en la patria del río. —Daniela Catrileo, Río
En conversación con Diego Sztulwark en un video filmado por la productora Fiord como motivo de las charlas en torno
Fuente: A contra corriente [googlepdf url=»https://lobosuelto.com/wp-content/uploads/2019/05/document.pdf» download=»Download» ]
En abril de 1974, Roland Barthes hizo un viaje a China con un pequeño grupo de sus amigos de Tel Quel. Esta visita había coincidido con una purga colosal y sangrienta, que el régimen maoísta desencadenó en todo el país – la siniestramente famosa “campaña de denuncia de Lin Biao y Confucio” (pi Lin pi Kong).
A su regreso, Barthes publicó en Le Monde un artículo que daba una visión curiosamente jovial de esta violencia totalitaria: “Su nombre mismo, en chino Pilin-Pikong, tintinea como un alegre cascabel, y la campaña se divide en dos juegos inventados: una caricatura, un poema, un sketch de niños en el transcurso del cual, de repente, una niñita maquillada corta entre dos ballets el fantasma de Lin Biao: el Texto político (pero únicamente él) engendra estos mismos happenings.”
En esa época esta lectura me trajo a la memoria un pasaje de Lu Xun – el panfletista chino más genial del siglo XX: “Nuestra civilización china tan elogiada no es más que un festín de carne humana condimentada para los ricos y los poderosos, y eso que llaman China no es más que la cocina en la que se elabora minuciosamente ese guiso. Los que nos alaban sólo pueden ser disculpados en la medida en que no saben de qué hablan, como hacen esos extranjeros que por su encumbrada posición y su existencia acomodada se volvieron completamente ciegos y obtusos.”
Dos años más tarde, el artículo de Barthes se reeditó en una plaqueta de lujo exclusiva para bibliófilos – con el agregado de un postfacio que me inspiró la siguiente nota: “(…) El señor Barthes nos explica aquí en qué consiste la contribución original de su testimonio (que algunos groseros fanáticos habían entendido muy mal en ese entonces): se trataba, nos dice, de explorar un nuevo modo de comentario, ″el comentario de tono no comment″ que sea una manera de ″suspender nuestra enunciación sin llegar a abolirla″. El señor Barthes, que ya tenía muchos títulos en la consideración de la gente culta, acaba tal vez de adquirir uno que le valdrá la inmortalidad, convirtiéndose en el inventor de esta inaudita categoría: el ″discurso ni asertivo, ni negador, ni neutro″, ″las ganas de silencio en forma de discurso especial″. Por este descubrimiento cuyo alcance no se revela de entrada, Barthes llega de hecho – ¿se dan cuenta de ello? – a investir con una dignidad enteramente nueva, a la vieja actividad, tan injustamente desvalorizada, del hablar-para-no-decir-nada. En nombre de las legiones de las ancianas señoras que, todos los días de cinco a seis, parlotean en los salones de té, queremos darle las gracias de manera emotiva. Por último, en este mismo postfacio, y sin duda es algo por lo que muchos deberán estarle agradecidos, el Sr. Barthes define con audacia lo que debería ser el verdadero lugar del intelectual en el mundo contemporáneo, su verdadera función, su honor y su dignidad: se trata, según parece, de mantener con coraje, hacia y contra todos la ″sempiterna parada del Falo″ de la gente comprometida y otros pérfidos defensores del ″sentido brutal″, ese chorreo exquisito de una canillita de agua tibia.“
Y ahora este mismo editor nos entrega el texto de los cuadernos en los que Barthes había consignado día a día los diversos acontecimientos y experiencias de este famoso viaje. ¿Esta lectura podría llevarnos a revisar nuestra opinión?
En estos cuadernos, Barthes anota en fila india, y muy escrupulosamente, toda la interminable perorata de propaganda que le sirven en el transcurso de sus visitas a las comunas agrícolas, a las fábricas, escuelas, jardines zoológicos, hospitales, etc.: “Legumbres: en el último año, 230 millones de libras + manzanas, peras, uva, arroz, maíz, trigo; 22000 cerdos + patos (…) Trabajos de irrigación. 550 bombeos eléctricos; mecanización: tractores + 40 monocultivos (…) Transportes: 110 camiones, 770 tiros de carros; 11000 familias = 47 000 personas (…) = 21 brigadas de producción, 146 equipos de producción”… Estas valiosas informaciones llenan 200 páginas.
Están mezcladas con breves anotaciones personales, muy elípticas: “Almuerzo: ¡sorpresa, papas fritas! – Olvidé de lavarme las orejas – Meaderos – Lo que extraño: no hay café, no hay ensalada, no hay flirts – Migrañas – Náuseas.” El cansancio, la monotonía, el aburrimiento cada vez más abrumador apenas si están matizados por escasos rayos de sol – por ejemplo un tierno y largo apretón de manos que le concede un “lindo obrero”.
¿El espectáculo de este inmenso país aterrorizado e idiotizado por la rinoceritis maoísta anestesió completamente su capacidad de indignación? No, pero se la guardó para denunciar la detestable comida que Air France le sirvió en el avión de regreso: “El almuerzo de Air France es tan repugnante (pancitos como peras, pollo informe en salsa con olor a fritanga, ensalada coloreada, repollo con fécula chocolateada – ¡y nada de champagne!) que ya estoy a punto de escribir una carta para protestar.” (El subrayado es mío.)
Pero no seamos injustos: cada uno de nosotros anota una montaña de tonterías para nuestro uso privado; no se nos puede juzgar sino por las tonterías que usamos públicamente. Sea lo que sea que pensemos de Roland Barthes, nadie podría negar que tenía ingenio y gusto. Y que también se abstuvo de publicar estos cuadernos. Entonces, ¿quién cuerno tuvo la idea de esta exhumación lamentable? Si esta extraña iniciativa proviene de sus amigos, esto me recuerda entonces el llamado de atención de Vigny: “Un amigo no es más malo que cualquier otro hombre.”
En el último número del Magazine Littéraire, Philippe Sollers estima que estos cuadernos reflejan la virtud que celebraba George Orwell, “la decencia ordinaria”. Al contrario a mí me parece que, en lo que allí se calla, Barthes manifiesta una indecencia extraordinaria. De todas maneras esta comparación me parece incongruente (la “decencia ordinaria” según Orwell se basa en la sencillez y el coraje; Barthes tenía por cierto cualidades, pero no ésas). Ante los escritos “chinos” de Barthes (y de sus amigos de Tel Quel), me viene a la memoria esta cita de Orwell: “Usted debe formar parte de la intelligentsia para escribir semejantes cosas; ningún hombre común podría ser tan estúpido.”
Esta lectura de Simon Leys fue publicada en La Croix del 9 de febrero del 2009 y es un comentario a la publicación del Diario de mi viaje a China de Roland Barthes.
Traducción: Hugo Savino
Fuente: Entrelazos
I Duelo y amor son experiencias que, sin confundirse, se entrecruzan, se tocan, se aproximan, construyen bordes inesperados, nos hacen
Un golpe tipo ‘Kill Bill’ al capitalismo // Slavoj Žižek La actual propagación de la epidemia de coronavirus ha desencadenado
Lanzamiento del libro «8M | Constelación Feminista»
Raquel Gutiérrez Aguilar, Susana Draper, Mariana Menendez, Marina Montanelli y Suely Rolnik entrevistada por Marie Bardet
El 8 de marzo convertido en paro internacional de mujeres abrió un nuevo terreno de práctica política a nivel global. ¿Cuál es el tiempo que produce la huelga de mujeres? ¿Cómo se conecta el paro con otras luchas? ¿En qué sentido elaboramos la violencia contra las mujeres como una ofensiva del capital? ¿Cómo respondemos a la normativa estatal que limita gestos y lenguajes? ¿Cómo fortalecemos las luchas feministas con un horizonte popular y autónomo?
Estas preguntas se enhebran, se amplían y se interseccionan en los textos de esta compilación. Un cruce de geografías (Argentina, México, Estados Unidos, Uruguay, Italia y Brasil). Una apuesta a la política del deseo que sentimos está tomando las calles y que nos impulsa a pensar la transformación radical como revolución existencial.
Conseguilo en La Periférica Distribuidora Cooperativa La AsambleariaBruxes Libreria y en mano en asambleas y calles.
“(…) una mujer arriba de otra mujer, arriba de otra mujer
se queda quieta como una piedra
piensa en un bosque
piensa en los árboles de un bosque
piensa en las hojas de las ramas de los árboles de un bosque
¿Qué mierda hago yo acá?
¿Qué mierda hago?
¿Qué hago yo acá?
¿Qué mierda hago?”[1]
A Juliana Muras
por la cualidad de su actuar
Actuación: Guillermo Angelelli, Juliana Muras, Maitina de Marco, Ariel Pérez de María, Paula Pichersky, María Zubirí (2017) Leticia Mazur (2018), Matthieu Perpoint.
Dramaturgia, composición y dirección: Matías Feldman.
Asistencia artística: Juan Francisco Reato.// Producción: Melisa Santoro.// Dramaturgismo: Juan Francisco Dasso.// Colaboración coreográfica: Rakhal Herrero.// Colaboración musical: Nicolás Varchausky.// Registro audiovisual: Martín Berra.// Colaboración artística: Luciano Suardi y Lorena Vega.// Diseño de luces: Matías Sendón.// Vestuario: Lara Sol Gaudini.// Escenografía: Cecilia Zuviale// Asistencia de escenografía: Julieta Italiano
Reestreno: A partir del 10 de marzo.
Sábados 22.30 y domingos 20 horas, en el Galpón de Guevara (Guevara 326, CABA)
Las “Pruebas” son composiciones fragmentarias en “estado de laboratorio- escénico”, que culminan en un montaje final. No se trata de “obras” en el sentido habitual del término, sino de investigaciones teatrales- críticas relacionadas con la percepción, el lenguaje, las técnicas y los modelos de representación. Más que obras, constituyen verdaderos “atentados” contra las formas dadas y los estilos consagrados. Construcciones al borde del abismo, las Pruebas son abordadas desde tres aspectos en simultáneo: la experimentación grupal de otras formas de realización teatral, la escritura del proceso creativo de trabajo (Bitácora) y la exploración de nuevas formas de aproximación a los espectadores, mediante workshops con el público en los que se comparten las investigaciones realizadas.
“El Ritmo” es la prueba 5 de la Companía Buenos Aires Escénica, dirigida por Matías Feldman. Estuvo precedida por la Prueba 1: “El Espectador”, la Prueba 2: “La Desintegración”, la Prueba 3: “Las convenciones” y la Prueba 4: “El tiempo”. Se exhibió en el Teatro Sarmiento durante el 2017 y el próximo 10 de marzo reestrena en el Galpón de Guevara.
La Prueba 5 parte de un diagnóstico crítico del presente y nos pone delante de escenas que caracterizarían el tiempo histórico en el que vivimos. Escenas que funcionan como si fuesen espejos: es imposible no verse reflejado en ellas y no sentirse afectado. Y justamente porque nos afectan, las imágenes de “El Ritmo” no son sólo un reflejo, convocan a un actuar. Un actuar que esté en función del ritmo y no de otra cosa. Quizá por eso “el ritmo sea la más política de las Pruebas”[2], justamente porque no hay “líneas” que bajar. Dramaturgo y también pianista, Matías Feldman trabaja las escenas no como relatos sino como vibraciones, que activan en nosotros distintas resonancias, y que llaman a un “latir juntos”[3].
Feldman se nutre del filósofo italiano Franco Berardi (Bifo) para componer esas visiones del presente, pero su principal astucia consiste en trabajar las mutaciones en la sensibilidad y en la percepción que plantea Bifo, más allá de él. Es decir, desencadenando una profunda investigación escénica y actoral, que transforma el concepto en otra cosa: una sensación. Lo importante ya no es “lo representable” de una idea, sino “lo experimentable” juntos, lo que conecta con el sentido. Esta búsqueda los lleva a hacer perforaciones de todo tipo en el relato (introducir ruidos, repeticiones obsesivas, fisuras corporales, rupturas estilísticas, ralentizaciones y exacerbaciones verbales), a perseguir la mínima intención actoral y argumentativa en el texto y a lograr un minimalismo escenográfico, para que el ritmo pueda ser escuchado. El ritmo, se percibe justamente, cuando no predomina ningún “querer decir” fuerte en la escena.
Eso que “yace” en los agujeros del relato, necesita un lugar, un receptáculo que lo pueda alojar. Se trata de percibir “el ritmo como significante mayor”, como dice el poeta y traductor H. Meschonnic. Una escucha de ese tipo, transforma el espacio teatral en metalúrgico, porque desenvuelve e inventa un espacio agujereado, que modifica a quien lo habita. Dice Deleuze que “los agujeros no son una falta, no son una ausencia. Hacer agujeros no es simplemente hacer vacío, es encontrar lo que existe en los agujeros” (Deleuze, 2017: 380)[4]. Esta Prueba nos pone en contacto con esos yacimientos rítmicos que existen y nos ofrece itinerarios de fuga para escapar a la captura de lenguaje.
Pero todo esto ocurre en un depósito de traslado de mercaderías, donde los personajes “viven trabajando” sin saber con exactitud qué hacen cuando trabajan. ¿Trabajan?, ¿de qué trabajan? ¿dónde están en realidad? Sin jefes ni patrones reconocibles, sin derechos, sin forma de organización estable, ese lugar de trabajo visualiza sobre todo una dinámica de flujos. Flujos de mercaderías, de dinero, de información, de relaciones “amistosas”, precarias y flexibles. Es un lugar deslocalizado, hiperconectado y desolado. Estamos dentro del trabajo “full- life” en tiempos de capitalismo financiero.
¿Cómo impacta el “infotrabajo”[5] en el ritmo de nuestras vidas? ¿Qué ritmo es ese que acompaña el “semiocapitalismo”[6] actual? Estos interrogantes que la obra abarca, no se cierran ni se responden de modo acabado, sino que conducen a diferentes líneas de exploración e investigación, desencadenan ensayos, nuevas preguntas más punzantes (“¿qué mierda hago yo acá?, ¿qué mierda hago…”), llevan a estudios y una multiplicidad de pruebas teatrales, que son parte de la riqueza, de la textura de esta Prueba.
Feldman es prolífico, compone y produce a un ritmo bien acelerado. Pero también es profundo y fecundo. La aceleración en el ritmo de la producción teatral es modulada, en su caso, con una experiencia de intensidad, que se manifiesta en un riguroso entrenamiento coreográfico, en disciplinados tiempos de encuentro y ensayo y en un virtuosismo actoral exquisito, del elenco que lo acompaña. Saben que el teatro puede ser otra cosa que lo “rápido y liviano” a lo que nos estamos habituando, y trabajan para que eso ocurra, abriendo otra percepción, otra experiencia del tiempo y del actuar juntos.
Se lo propongan o no, el trabajo de este colectivo de artistas consiste en crear imágenes- sensibles y componer visiones, que pueden funcionar como alucinaciones o fabulaciones, permitiendo el acceso a otros devenires- imperceptibles[7]. Ver sin leer, sin textualizar la mirada, es alucinar, como dice el filósofo y pintor Del Estal[8]. Y el teatro nos permite esa alucinación: contemplar esa configuración sensible del mundo a la que no se accede por la vía de la significación discursiva. Es lo que el teatro puede actuar, allí radica su potencia ensoñada. Por eso, la filosofía necesita apasionarse más por el teatro. Para entrar en contacto con esa zona de libertad que brinda.
El Ritmo hace visible que un espacio y un tiempo propiamente teatral, permite renovar las imágenes de potencia que tenemos disponibles y nos dispone a entrar en conexión con esas fuerzas de resistencia
[1] Fragmento del monólogo que interpreta Juliana Muras en la obra.
[2] Bitácora de “El Ritmo” (Prueba 5), Companía Buenos Aires Escénica, Proyecto Pruebas. (p.3).
[3] Esta expresión corresponde a Bifo y es retomada en el trabajo de investigación que se plasma en la Bitácora de “El Ritmo” (Prueba 5), Companía Buenos Aires Escénica, Proyecto Pruebas. (p.3). “Latir juntos” es una estrategia de vibración colectiva, un llamado que se ofrece como contrapeso a la desensibilización, virtualización y financiarización de las relaciones humanas.
[4] Deleuze, Gilles. (2017) Derrames II. Aparatos de Estado y Axiomática Capitalista. Cactus. Serie Clases. CABA
[5] El “infotrabajo” para Bifo es el tipo trabajo cognitivo que caracteriza a este tiempo y que se manifiesta en la recombinación de signos e información digital previamente compatibilizada.
[6] Bifo define el “semiocapitalismo” como el modo de producción predominante en una sociedad en la que el proceso de trabajo se realiza a través de recombinar signos e intercambiar información. La valorización del signo- mercancía necesita que la comunicación sea rápida y liviana, la simplificación de los recorridos del usuario, la mínima interpretación y ambigüedad posible, para que nada interfiera en la transferencia de la información. La desensibilización y la pérdida de la empatía entre los cuerpos, serían algunas de las consecuencias de este modo de producción, mutaciones en las formas de afectividad y de vida que el capitalismo actual trae aparejadas. (Berardi, “Generación post- alfa” (Tinta Limón, 2007) y “Fenomenología del Fin” (Caja Negra, 2017)
[7] La figura de “la vieja” interpretada por Maitina De Marco con su rítmica discordante; la visión del bosque del personaje interpretado por Juliana Muras en medio de la pesadilla que es su vida cotidiana; al aula marxiana y el final ocioso, constituyen, a mi entender, escenas o momentos privilegiados de acceso a esa materia poética y ensoñada que es el ritmo.
[8] Del Estal, Eduardo. Sobre lo visible y lo legible. (mimeo)
Foto: Sofía Bensadón
“La visión desde lo pequeño puede ser subversiva en un sentido que todavía no podemos nombrar adecuadamente. Diré por ahora que quisiera ver un mundo de regiones, no de naciones, de cuencas de ríos, no de departamentos o provincias, de cadenas de montañas, no de cadenas de valor, de comunalidades autónomas, no de movimientos sociales”, dice la socióloga boliviana Silvia Rivera Cusicanqui en su nuevo libro “Un Mundo Chi’xi es posible: ensayos desde un presente en crisis”, de próximo lanzamiento por Tinta Limón Ediciones.
Chi’xi es mezcla abigarrada, mestizaje descolonizado, un color producto de la yuxtaposición, del contraste, de la unión de lo opuesto. Es y no es a la vez. Un encuentro donde las partes no pierden la forma ni sus potencias. Encuentro sin fusión. Una clave para la descolonización del gesto. A través de esta palabra-talismán es que el pensamiento puede atravesar conceptos anarquistas, cosmologías quechuas o aymaras o retomar el marxismo sin solemnidades, sumergiéndose en la magia de la realidad viva.
Desde esta perspectiva la autora propone una discusión política sobre la paradoja que atraviesa el pueblo boliviano con el gobierno de Evo Morales. Intermediación política, mediación cultural y dominación ideológica abordan un vínculo poco estudiado hasta hoy. Con este libro se abren apuntes que buscan afincar la crítica en el campo de las acciones concretas. Un camino para que las rabias generen sentimientos de amor.
A través de su experiencia, Silvia invita a un “ejercicio permanente y solapado de abrir brechas, de agrietar las esferas molares del capital y el estado”.
Compartimos aquí un adelanto de este material.
Tinta Limón
Micropolítica y política
Puede decirse que la insurgencia popular de los años 2000-2005 fue también una constelación de actos micropolíticos. Como lo ha mostrado Pablo Mamani en su libro sobre los microgobiernos barriales de El Alto (2005), las multitudes insurgentes que se levantaron en esa ciudad en las jornadas de bloqueos de febrero-abril y septiembre-octubre del 2000, y en la llamada Guerra del Gas en el Alto (septiembre-octubre 2003), se organizaron al margen de cualquier liderazgo unificado, y constituyeron una suerte de confluencia rizomática y molecular de acciones autónomas, que sin embargo seguían un impulso y ethos articulado. Los mecanismos rotativos, los turnos en el liderazgo y en vigilias y bloqueos, fueron sucediéndose en un ritmo complejo y coordinado, tanto en respuesta a las acciones represivas como a través de ofensivas colectivas de gran magnitud, como el vuelque de varios vagones de tren sobre la Autopista, a la entrada de El Alto, en la que participaron miles de personas: una escena que parecía extraída de la historia de Gulliver. La multitud en acción estuvo conformada por miles de micro-comunidades autogobernadas, cuyas relaciones cara a cara eran cotidianas. Fueron capaces de una coordinación extraordinaria, gracias al concurso de mujeres y jóvenes, que hacían de tejido moral y sustento material de las acciones. El paro total de actividades, el vaciamiento de los mercados, la negativa de los gremios de abastecer a la “hoyada” paceña, se realiza precisamente en el momento en que la sociedad dominante toma más distancia con respecto a la sociedad aymara de El Alto y las laderas de La Paz.
En octubre entramos en lo que se conoce como el awti pacha: tiempo de hambre y escasez, tiempo de aguantar la aridez de la atmósfera y la falta de lluvias, momento del ciclo anual cuando la gente se ajusta los cinturones y se repliega a una fase de no-consumo, recurriendo a las reservas de chuño, granos, carne seca, que permiten asegurar una austera sobrevivencia hasta que llegue la próxima cosecha.
Fue en este tiempo-espacio donde los hechos de la naturaleza dejaron de asumir un carácter inevitable, pues el levantamientos les otorgó una nueva materialidad. La participación colectiva comenzó con el rechazo tajante a las reformas fiscales que pretendían incorporar a miles de cuentapropistas al universo de contribuyentes, mientras los grandes evasores, entre ellos las compañías petroleras, hacían su agosto con recursos legales y extralegales. La bronca se convirtió en indignación vociferante cuando, para abastecer a La Paz de gasolina, las tanquetas y ametralladoras dejaron un reguero de muertes. El hambre y la caminata a pie pasaron entonces a ser estrategias de lucha, expresiones de rebeldía, formas de manifestar la insobornable voluntad de abrir un espacio público a la dignidad y a la justicia. Es en esta dimensión ética de la multitud, que el papel de las mujeres fue absolutamente crucial. Al organizar minuciosamente la rabia cotidiana, al convertir en asunto público el tema privado del consumo, al hacer de sus artes chismográficas un juego de rumores “desestabilizadores” de la estrategia represiva, al organizar circuitos de trueque y ollas populares para los marchistas de cada barrio y punto de bloqueo, lograron derrotar moralmente al ejército, dando no sólo el sustento físico, sino el tejido ético y cultural que permitió a todos y todas mantenernos furibundamente activos, roto el muro doméstico y transformadas las calles en el espacio de la socialización colectiva.
¿Pero qué ocurre con esta revolución del sentido común cuando se alcanza la tregua y se consigue la “sucesión constitucional” que demandaban las organizaciones de base, las juntas vecinales, los y las marchistas, las y los huelguistas de hambre? Si durante el levantamiento, eran mayormente mujeres y jóvenes quienes daban sustento a la ética del levantamiento y le otorgaban un sentido de dignidad y soberanía colectivas, a la hora de repensar la democracia y proyectar hacia el futuro las lecciones de estas jornadas, estxs protagonistas brillan por su ausencia en los ampliados sindicales o en las antesalas del parlamento. Si a la hora de la revuelta la multitud consigue interpelar al país entero en torno al tema del gas, articulando a ello otros problemas centrales como la inequidad, la corrupción y la intransparencia en el manejo de la cosa pública, a la hora de discutir de política vuelven a escucharse tan sólo voces masculinas, occidentales e ilustradas, como si de las cosas serias o de los momentos constructivos no pudieran ocuparse más que ellos. A esto le llamamos macro política, la esfera molar que se nos opone.
Está claro que la indignación colectiva, el llanto y los vituperios fueron la cara más visible de la conciencia colectiva, pero son indisociables del proceso de reflexión, razonamiento y discusión política que se vivió en carreteras, calles, plazas e iglesias, que de pronto se transformaron en una red de cabildos abiertos en sesión permanente. Fue allí donde el odio a Chile, inculcado en décadas de escuela pública y cuartel, se transformó en requisitoria a un sistema de saqueo sistemático por las rapaces corporaciones que alimentan el despilfarro de los países ricos. Fue allí donde se identificó al gringo Goni (el presidente Gonzalo Sánchez de Lozada) y al “Zorro” Sánchez Berzaín (Carlos, ministro de Defensa) como expresión de un sistema colonial y de casta, que utiliza las palabras –como dijo Octavio Paz– no para designar los objetos, sino para encubrirlos. Un sistema que llama “mercado libre” al intercambio desigual, “pacificación” a la masacre, “equidad” a la ley del más fuerte y “justicia” a la impunidad de los poderosos. Y la brecha entre las palabras y las cosas no ha cesado de ensancharse en los 10 años del gobierno del MAS.
Quisiera finalmente mencionar que, si bien hay unos procesos de recolonización importantes, a partir del logos, éstos son más difíciles de implantar en cuanto a memorias del cuerpo. Macropo-lítica y micropolítica se entrecruzan y bloquean mutuamente, en un péndulo que va de ésta a aquélla, neutralizando la insurgencia e intentando imponer la férrea política del estado, la identidad única de la nación y el lenguaje de la ley. La micropolítica es un escapar permanente a los mecanismos de la política. Es constituir espacios por fuera del estado, mantener en ellos un modo de vida alternativo, en acción, sin proyecciones teleológicas ni aspiraciones al “cambio de estructuras”. En este sentido es, nada más ni nada menos, que una política de subsistencia. Pero también es un ejercicio permanente y solapado de abrir brechas, de agrietar las esferas molares del capital y del estado. Una reproducción ampliada, de lo micro a lo macro, que no traicione la autonomía molecular de estas redes-de-espacios pero que pueda afectar y transformar estructuras más vastas, sin sumirse a su lógica, es aún una posibilidad no verificada, y por lo tanto un riesgo.
Sobre la autora: A Silvia Rivera Cusicanqui (La Paz, 1949) alguna vez le dijeron despectivamente sochóloga: mezcla de socióloga y chola. Ella hizo del ataque su bandera. Además es historiadora y ensayista. Fue docente de la Universidad Mayor de San Andrés. Dio cursos en universidades de México, Brasil, España, Estados Unidos y Argentina. Fue directora y co-fundadora del Taller de Historia Oral Andina (THOA). Tiene una extensa trayectoria militante. Hoy integra Colectiva Chi´xi.
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El filósofo y químico Santiago López Petit (Barcelona, 1950) ha dedicado toda su vida a conocer en qué consiste ese concepto del “querer vivir”. Todos sus libros tienen esa coletilla final. Para él, finalmente se trata de un grito, un estado que hay que ejercer con radicalidad, sin esperar mucho a cambio. Quien nada espera es el que sale vencedor. Y mucho más en estos tiempos en los que la movilización debe venir acompañada de una reflexión. De todo esto habla en esta entrevista a raíz de su libro Entre el ser y el poder: una apuesta por el querer vivir.
Porque odiamos a los pibes, porque hay muertos por todos lados, porque es insoportable tener un transa en la esquina, porque tenemos el 911 fácil, porque andamos con miedo cuando baja el sol, porque no toman prisioneros, porque el vecino hizo una piecita arriba y nos tapó la poca luz que entraba, porque justificamos asesinatos a sangre fría, porque hay que esperar que amanezca para volver, porque ya no hay más bautismos que los bautismos de fuego. Estamos en guerra.
Cuando reconocemos que lo mejor de las situaciones extremas es que nos conducen a posiciones extremas, cuando el gordo de la rotisería acaricia el frio brillo de la 9mm cada vez que abre la registradora, cuando salir a tomar el bondi requiere de estrategias defensivas, cuando la madre llora frente a las cámaras porque pasó lo que siempre pasa, cuando el guacho se desangra orgulloso camino al hospital. Estamos en guerra. Y morir es devenir, lastimar es posibilidad, amor es arrancar, y en lugar de hacer mundo cada vez, solo se hace campo de batalla.
Estamos en guerra por el consumo, por la fiesta, por deambular por la ciudad, contra la normalidad viciada que devuelve imágenes estáticas, por tanta falopa que anda dando vuelta, porque ya no creemos en nada, porque siempre es mejor morir que ser empleado, porque los pibitos se ríen de las maestras, porque las pibas dijeron basta.
Estamos en guerra. Y no entendemos ni a Pablo, ni a Luis, ni sus viajes, frustraciones, dolores y encierros, ni a la vieja muerta de miedo que riega atrás de las rejas y ya casi no sale, ni a las nenas que ya vieron demasiado, ni a las víctimas de Once, ni al dolor de Matilde que solo puede sentir cómo sus hijos se le escurren entre los dedos, ni ese paredón infinito y oscuro donde la queda siempre alguien.
Por distintas vías, cada vez me queda más claro que la idea misma de política remite a una configuración específica, moderna. No sé si la palabra “política” es pertinente para nombrar los movimientos de subjetivación contemporáneos, porque que la suposición de unos términos estables del campo llamado política ya preconfigura y precodifica una situación de estado –aunque la política se mantenga lejos de él.
Ahora, a partir de una serie de conversaciones con Diego, aparece paulatinamente la idea de que lo que caracteriza el pensamiento político es el hecho de trabajar como pensamiento, como actividad de pensamiento, como máquina de pensar, en multitud de cuerpos, de cabezas, de prácticas. No está destinado a todos sino que está trabajando en todos. Es decir que el pensamiento político no remite a la figura textual de autor sino al trabajo de determinación desde la inmanencia de cada situación. Y esto solo es posible desde el sesgo de la inconsistencia de la situación[1]
Por ejemplo, en torno a las variantes del marxismo en los años ´70 en Argentina habíamos visto que el advenimiento de grandes masas a la política, –es decir, no la incorporación de muchos a una idea sino el trabajo de pensamiento de esos muchos en la situación– hace que en una acepción política de la ley de Murphy, todas las posibilidades se den, todas las combinatorias se den, simultáneamente y a una gran velocidad.
Por otra parte, vimos con Maquiavelo que la modernidad política consiste en situar no al hombre sino a los hombres en el centro; y no al hombre de razón –ese sí sería unificable– sino a los hombres hechos de razón y pasión –esos sí no unificables en “el hombre”–. Así, en ese centro no está la unidad científica sino la multiplicación política. También ahí el pensamiento político piensa en y desde la multitud que piensa.
Pero la figura moderna de la política se organiza en torno del estado y el poder. En rigor, en la medida en que estado y poder son los términos cantados de la política, esta política trabaja en torno de invariantes. El pensamiento de la multitud estará ligado, si se quiere, de manera inmanente con esta trascendencia no vista como trascendencia, no percibida como trascendencia, no vista como estructura, que es el estado. En nuestra situación actual, la figura de estado resta inmanencia al pensamiento político. Pero la categoría política remite en tanto que categoría precisamente a esta trascendencia extrasituacional que es el estado. Es decir que en un pensamiento contemporáneo, en un pensamiento situacional, la categoría estado no es central, a veces ni siquiera necesaria. De modo que la categoría política es ajena al pensamiento situacional.
El pensamiento que llamamos político desde una serie de convenciones y hábitos, no se llama político desde sí. Desde sí sólo encuentra sus puntos de afirmación para un recorrido subjetivo.[2]El pensamiento político piensa políticamente cuando la palabra política desaparece de su horizonte. La palabra política resulta irrevocablemente metafísica en la medida en que extrasituacionalmente permite reconocer una dimensión de las situaciones desde la mirada del filósofo, si se quiere. Badiou decía que la verdad era un concepto filosófico que permitía captar las políticas como pensamiento desde la filosofía. Yo diría que la categoría política misma es una categoría filosófica para captar la subjetivación en nombre de eso. Para pensar subjetivamente en términos de situación, para pensar políticamente las situaciones, será imprescindible suprimir el término política como referente supuestamente inmanente de esa actividad.
Para radicalizar la posición, diría que no hay política en situación, es decir, una realidad transituacional que se afirme en distintos polos o distintos puntos de constitución situacional, sino que más bien la política –si llamamos política a la voluntad afirmativa– trata precisamente de afirmar las situaciones. Política del pensamiento, política de situación, es ante todo afirmación de la situación, afirmación del pensamiento, afirmación de la situación como pensamiento y del pensamiento como situación. El componente que solemos llamar político exige que esa situación sea tramada en pensamiento por la composición múltiple de sus habitantes.
En síntesis, la palabra política no es política sino metapolítica.
Bs. As., 7 de junio de 2001
[1] Nota para la discusión con Diego: ¿cómo se abre la inmanencia? ¿Está siempre ontológicamente dada? ¿Procede de un acontecimiento?
[2] Caminando me di cuenta de que los gestos con la cara para afirmar y negar contienen una metáfora: afirmar es poner firme, y el gesto ascendente pero sobre todo descendente, es un transmutado lejano del implantar un término en el piso, de plantar algo. Afirmar es poner firme, es plantar. La negación, correlativamente, es el gesto de suprimir, de correr, de borrar, de desplantar.
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por Ignacio Lewkowicz
Las alteraciones entremezcladas de la subjetividad y las teorías de la subjetividad contemporáneas determinan un cambio posible en los modos de pensar las relaciones entre poder, ética y transferencia. Las modalidades de pensar el anudamiento de ambos términos pueden esquematizarse en dos formulaciones. En la primera, la ética es un limitante razonable ante los abusos posibles de poder en la intimidad del campo transferencial. En la segunda, la ética es una indicación afirmativa – y no restrictiva – acerca de los poderes instituyentes – y no intrusivos – en el vínculo transferencial nuevo – y no repetitivo.
Algo cambia en la subjetividad. Ni todo ni nada. Algo cambia en la subjetividad. ¿Cambian también nuestros modos de pensar la subjetividad? Pues podría tratarse de un cambio en la subjetividad que estudiamos (la subjetividad objeto); pero también podría tratarse de un cambio en los modos de pensar la subjetividad: un cambio en los modos de pensar una realidad que no se ha alterado. Para los dos cambios tenemos esquemas: permanencia del objeto y cambio de la teoría, permanencia de la teoría y cambio del objeto. No es nuestra situación: no gozamos de los beneficios de la exterioridad mutua entre los términos supuesta en los dos esquemas. Los dos términos de la ecuación no son autónomos: el modo de pensar la subjetividad es un término de la subjetividad. Y si los dos términos varían y además no son independientes entre sí, estamos en una situación sin punto exterior fijo, una situación en principio caótica. Sin embargo, es preciso pensarla.
La perspectiva de historiador se aproxima a los términos ética, poder, transferencia en una clave específica y con unos recaudos específicos. La clave es la transformación contemporánea de la subjetividad y su pensamiento. Los recaudos no atañen solo a la simplificacion forzada de los términos por la naturaleza disciplinaria de sus sutilezas. Tampoco atañen sólo a la diversidad de procedencia de cada uno de los términos. Quizá el recaudo principal se deba a la transformación misma en la que está implicado nuestro modo de pensar la transformación.
Si la ética es la capacidad necesaria de limitación ante los abusos de poder siempre posibles en la transferencia, es porque así se configura una concepción a partir de unos recursos de pensamiento. Si la transferencia es reedición de un vínculo con unos objetos internos, o unos otros primordiales, ése que transfiere es un ser ya constituido que requiere de otro como término necesario para desplegar las determinaciones que lo constituían. Cualquier positividad específica de ese otro de la transferencia es una intromisión indebida en la lógica del término transferente. Las únicas determinaciones cuya entrada en escena son legítimas son las preconstituidas.
Pero este modo de pensar la subjetividad se corresponde, por un lado, con la institución moderna del sujeto fundado desde sí. Y por otro, con la institución clásica de una lógica monológica centrada en el principio de identidad. Descartemos desde ya que se trate de errores de comprensión de una naturaleza humana ya dada en sí: se trata de un modo entre otros de instituir prácticamente la naturaleza humana según los parámetros específicos de la situación en que se instituye.
El despliegue del uno constitutivo de cada configuración individual es la posibilidad de establecer las articulaciones coherentes de un discurso que ha sido perturbado en su principio de unidad. Los fragmentos dislocados de ese discurso, articulados (a partir de la transferencia) en su coherencia restaurada, ya no causarán el mismo sufrimiento psíquico que causaban. Los elementos sepultados de esa coherencia, cuya expulsión ocasionaba formas incomprensibles de padecimiento, una vez aflorados e insertados en su sitio pertinente, se integran en un logos que ahora sí se aproxima a su ideal. La armonía del logosaquí se obtiene – en la medida precisa en que sea posible – sin la introducción de ningún elemento nuevo. Nada ha de presentarse en acto que no estuviera ya situado en potencia en la organización subjetiva en cuestión. Desde allí – desde el despliegue de las potencias – se organiza la transferencia y la cura. La armonía posible del uno se conquista mediante la expulsión a priori de cualquier circunstancia exterior que pueda inmiscuirse en su despliegue. Cualquier presencia de un elemento exterior a ese uno en el campo transferencial es una irrupción intempestiva.
Como se ve, los recursos del pensamiento heredado (clásico y moderno) están presentes en esta configuración del nudo poder-ética-transferencia estableciendo una exigencia. Como el logos es logos precisamente por la exclusión de cualquier acto de fuerza, entonces el único modo de pensar el poder es como acto de fuerza exterior al logos que no puede más que dañarlo. Como el sentido procede del logos, el sinsentido procede de ese poder exterior que lo daña. Como la experiencia humana es la experiencia del sentido, la quiebra del sentido es la causa del sufrimiento. Cualquier forma de poder es una amenaza para el logos, el sentido, la curación.
Las condiciones transferenciales son condiciones de extrema sutileza y exposición del paciente. El afloramiento de lo que estaba sepultado es posible a partir de estas condiciones transferenciales. Estas condiciones constituyen a la vez la ocasión máxima y el riesgo supremo para la restauración (en la medida de lo posible) de la coherencia del logos que un individuo es. De ahí que la posición del psicoanalista deba ser rigurosamente custodiada para aprovechar la ocasión sin sucumbir ante los riesgos. La condición privilegiada del psicoanalista lo dispone como un ser dotado de enorme poderes de intromisión en el monólogo que es su paciente. Su capacidad legítima consiste el permitir y articular los términos dispersos de la serie constitutiva de su paciente. Su abuso de poder consiste en la introducción de elementos foráneos a la constitución psíquica del paciente, violentando así (para fines nobles o viles) la posibilidad de organización del logosque el paciente es. Su abuso de poder es condición del sufrimiento iatrogénico.
En consonancia con esta línea, la ética consistirá en impedir cualquier interferencia de los intereses, los valores, las pasiones, los ideales o los deseos del analista se presenten en el campo transferencial. La ética consistirá en limitar los abusos de poder siempre posibles en las explosivas condiciones transferenciales. En este esquema puede interpretarse una dimensión fundamental de las éticas psicoanalíticas que consistan en la observancia de las reglas técnicas de abstinencia o neutralidad, en la des-represión del deseo, en el despliegue simbólico o en el respeto del otro.
Este primer nudo entonces sitúa la transferencia como condición de apertura de la vida psíquica para un posible despliegue, el poder como puro riesgo de abuso iatrogénico, la ética como límite imprescindible para que el poder no ejerza la influencia deletérea del abuso.
Naturalmente, el historiador no puede responder. Sólo puede señalar algunas condiciones que abonan el campo del problema.
Ahora bien, en el campo del pensamiento contemporáneo, uno de los rasgos más notables es el retorno problemático sobre el núcleo ontología-lógica. Si el pensamiento se orienta a unos cambios en el ser y la lógica que le es consustancial es signo de que algo decisivo está cambiando en nuestra situación. Si los modos de pensar son constitutivos de la subjetividad y a la vez son un índice del tipo de subjetividad que se exige pensarlos, un cambio en el campo de la lógica es a su vez el índice de un cambio esencial en los modos de ligar propios de la subjetividad contemporánea.
Lo cierto es que en muy diversos planos ha estallado el problema de la nueva subjetividad. Esquemáticamente, y sólo para indicar el carácter multifacético de esta presentación, nombro tres dimensiones: la reflexión filosófica en el campo de la lógica-ontología; la reflexión histórico-social en el campo de las modalidades del lazo social y su soporte subjetivo; la reflexión psicoanalítica en torno de las nuevas patologías. Pero también es cierto que estas tres líneas de reflexión han permanecido relativamente desarticuladas entre sí. El núcleo sobre el cual confluyen las dimensiones onto-lógica, social y psíquica de las alteraciones es el posible campo de la nueva normalidad. Esa posible nueva normalidad radica en otro modo de ser, de ligar, de vincularse, de constituirse, de sufrir – y de curar[2]. Si se trata de interdisciplina – o mejor, de indisciplina – la confluencia de estas tres líneas parece el terreno más complejo y decisivo de nuestra coyuntura teórica. La filosofía piensa el cambio en el ser y la lógica – es decir : en el pensar – ; las ciencias sociales piensan el cambio en las prácticas y discursos constitutivos del lazo social y su soporte subjetivo; el psicoanálisis piensa el cambio en los modos de ligadura psíquica. Son tres vertientes para pensar la mutación. El lugar (vacío) sobre el que confluyen, ¿a qué disciplina pertenece?[3] Ese espacio in-disciplinario se constituye a partir de la alteración conjunta (sin punto exterior fijo para leerla) de los supuestos ejes independientes de los que hablaba recién.
Es en este campo que puede conjeturarse un modo distinto del anudamiento poder-ética-transferencia.
Ahora bien, diversos recorridos del pensamiento contemporáneo permiten jugar con los términos del nudo poder-ética-transferencia en otra estrategia[5]. La diversidad de estos recorridos no confluye en un torrente común. Sólo desde una exigencia práctica concreta (por ejemplo: clínica) pueden coordinarse entre sí según las funciones específicas para las cuales los convoca el problema en cuestión. Más claramente, los senderos de Foucault no son los de Badiou. Las peripecias del vínculo transferencial no son las del sujeto político. No se articulan sin más la temprana espiritualidad cristiana con los vericuetos contemporáneos de la relación analítica. Cualquier intento de sumatoria incurre en pecado de eclecticismo – pecado teórico mortal en el campo teórico. Pero otra cosa sucede si en lugar de intentar una vana articulación entre las teorías se intenta arrimar distintos esquemas de pensamiento en torno de un potente agujero problemático en una práctica específica. Quizá las dificultades actuales en la práctica psicoanalítica, ligadas no sólo con las nuevas patologías sino también con las dificultades para sostener los encuadres tradicionales en las actuales condiciones de la subjetividad constituyan semejante condición de necesidad para el recurso a herramientas conceptuales heterogéneas.
La intervención de Foucault instaura la noción de un poder instituyente. El poder no es una interferencia que impide sino una fundación que permite. No hay una subjetividad establecida naturalmente que venga a ser violentada por la indebida presencia del poder sino que las relaciones de poder instauran la subjetividad de los que están tramados por ese juego de relaciones. El logos no es la transparencia opuesta a la opacidad de los poderes sino que es también es despliegue de unos poderes. El discurso no es el despliegue del logos interferido por la instrusión del poder; el discurso es el logosespecífico posibilitado por las relaciones de poder específicas que están en juego en la enunciación de ese discurso. La subjetividad – efecto de discurso – es efecto de las relaciones de poder constitutivas de cualquier discursividad instituyente.
Las relaciones de poder requieren en esta línea otro esquema. Ya no se trata de una sustancia homogénea (el poder) que alguien detenta en detrimento de otros sino que estamos ante una producción en relación, que distribuye poderes específicos, diferenciales, heterogéneos. Si hace falta una ilustración esquemática, las relaciones de poder entre los géneros pueden resultar ejemplares. Poco se gana si en perspectiva tradicional uno imagina que el poder lo tiene uno u otro. Las relaciones efectivas distribuyen y producen cualidades heterogéneas de poder (femenino, masculina) según las circunstancias. No importa quién tiene el poder sino qué poderes específicos se producen en la relación de diferencia. El poder aquí no es sustancia sino verbo: qué puede cada uno en los términos específicos de la situación.
Sin embargo, el recorrido de Foucault no se ha detenido en esta postulación. Su último ciclo de pensamiento ha insistido en la aparición de otras formas de poder, de otras prácticas subjetivantes. Además de los dispositivos “sociales” de producción de subjetividad serial, en diversas situaciones existen dispositivos de subjetivación de esa subjetividad instituida por los dispositivos seriales o repetitivos. La relación con un maestro en la antigüedad filosófica o la relación con un guía espiritual en el temprano cristianismo constituyen el espacio de las prácticas de sí. Estas prácticas de sí instauran una relación específica de subjetivación mediante la relación con otro. Pero este otro no es otro neutro que permite la liberación de lo que estaba reprimido por la subjetividad instituida. Tampoco constituye un montaje alienante por el cual se prescriben nuevos modos de ser desde una heteronomía abusiva. Mediante la relación con un maestro o un guía, en relación con la verdad, se inventan modos de ser inéditos para el individuo en cuestión, se inventa otro que el que era sin que en ello medie inautenticidad alguna: se establece la posibilidad de devenir otro con otro. En esta vía de subjetivación, la relación de poder es central, sin que ello implique la anulación o la reducción subjetiva de uno de los dos polos de la relación. El poder activamente ejercido en el seno de una práctica de sí es un recurso fundamental de la subjetivación auténtica. El abuso de poder, patología de las relaciones de poder, aquí consiste – a la inversa del planteo tradicional – en la supresión de las capacidades de alteración de uno u otro de los términos de la relación.
La condición está puesta. Que sea de utilidad su relación con las dificultades de la práctica psicoanalítica depende de las exigencias específicas del campo clínico y de la habilidad para convocar los términos adecuados, desde el interior problemátoico del campo, para superar el impasse.
La subjetividad judía señala otro comienzo posible para el pensamiento, ya no bajo la primacía de la lógica-ontología sino bajo los imperativos de una ética de la alteridad – más allá de cualquier principio de semejanza que asegure las relaciones entre los términos vinculados. La eficacia de la alteridad del otro no consiste en un completamiento o una oposición en el mismo campo al que se completa o en el que se opone. Que otro sea otro significa que la totalidad del uno se abre al infinito. La infinitud es una función de la alteridad del otro. En tal caso, no hay posibilidad de establecer una ética de limitación de los poderes de uno sobre otro. Porque así se restablecería la hegemonía de la semejanza. Más allá del respeto, la alteridad del otro impone una consagración a las capacidades alteradoras de la alteridad. La infinitud de la alteración es la vía de una auténtica subjetivación de otro orden.
Nuevamente, se abre la posibilidad de devenir otro mediante la consagración a lo infinito de un vínculo de alteridad con otro. Que la relación transferencial pueda ser pensada y practicada bajo estas condiciones de alteridad depende, nuevamente, de los apremios de las situaciones clínicas y las orientaciones de pensamiento implicadas en la intervención.
No basta con que haya carne humana implicada en una situación para que se pueda hablar de humanidad. En las situaciones normales, en las situaciones estructuradas, reguladas por algún mecanismo de homogeneización, campea el animal humano. Que el animal en su lucha por la supervivencia esté en posición de víctima o de victimario, en nada altera la situación. Las situaciones ordinarias transcurren bajo la regularidad de un patrón – la transgresión está también pautada por su regularidad. El juego de los intereses está más acá de lo verdadero y lo falso. Nada de lo que ocurre escapa al régimen preestablecido. Los hechos constituyen otras tantas variaciones en torno de invariantes inamovibles.
Más allá del animal humano, azarosamente, un acontecimiento dispone la condición absoluta para un devenir heterogéneo. Un acontecimiento no es un hecho regular; tampoco es un hecho espectacular. Es la irrupción evanescente de una heterogeneidad imposible en el campo de las regularidades dadas. El animal humano, en la traza del acontecimiento se humaniza. Porque humanidad no es otra cosa que una capacidad para las verdades. Y el acontecimiento es el punto de inicio de una verdad. Pues aquí la verdad no es ya la adecuación de lo que se dice con lo que es; la verdad no es un juicio descriptivo o explicativo de una supuesta realidad. El acontecimiento ha agujereado la consistencia de una situación revelando su inconsistencia puntual. El animal humano (la subjetividad instituida según los parámetros de regularidad dados) no dispone de recursos para hacerse cargo de esa inconsistencia supernumeraria. Deberá alterarse para trabajarse a partir de una ruptura. Pero la inconsistencia no prescribe ningún modo de continuidad. Por el contrario, en la medida en que delata la inconsistencia de base en la que estaba apoyada la situación, su ser inconsistente se revela como punto de partida de la verdad de la situación. La verdad arranca de ese punto de inconsistencia. No se trata entonces de describirla o conocerla: la dimensión epistemológica de la verdad se revela aquí como inoperante. Y no se la puede conocer, describir, explicar o comprender precisamente porque carece ontológicamente de cualquier consistencia. La consistencia de la verdad ha de ser heterogénea a los parámetros que hasta entonces regían la situación. La verdad habrá de ser fundada ontológicamente en el recorrido subjetivo que se inicia a partir de la irrupción del acontecimiento.
El azar de un acontecimiento ha abierto una situación en un punto de inconsistencia; los animales humanos que la habitan pueden humanizarse, pueden devenir sujeto en relación con la verdad de la situación que se inicia. La dimensión ética altera su carácter. No hay ética en las situaciones habitadas por el animal humano. Las prescripciones de limitación sólo operan en el espacio homogéneo compartido por víctimas y victimarios. No hay verdad (y por lo tanto, no hay ética posible) en el campo de las situaciones normales, que están más acá de lo verdadero y lo falso. La ética no es un contrapoder limitativo de los excesos de poder. La ética es la potencia afirmativa de una posibilidad de alteración. La ética se inicia cuando uno puede ser fiel a una verdad. Y como la verdad no es más que una ruptura, la ética se inicia cuando uno puede ser fiel a una ruptura.
Pero la fidelidad a una ruptura tiene una serie de características diferenciales respecto de otro tipo de fidelidades. La ética no es un regulador de la relación con otros sino un imperativo en relación con la verdad de una situación que altera a sus habitantes. Lo que ha acontecido era un imposible de la situación. Nadie sabía – de modo consciente o de cualquier otro – cuál era esa posibilidad abierta por el acontecimiento porque esa posibilidad sencillamente era imposible. La irrupción del acontecimiento y la verdad que se inicia destotaliza los saberes de cualquier índole. El imperativo ético de fidelidad a la verdad establece: persevera en lo que te ha atrapado y roto.Ya no se trata de la fidelidad al otro, inaccesible al cual uno podría consagrarse. En la fidelidad a la verdad de una situación que a ambos afecta por igual desde el sesgo de la inconsistencia, el problema consiste en cómo ser fiel a una ruptura. Y entonces no hay más posibilidad que inventar modos de ser y de hacer, modos de pensar para hacerse otro a la medida incierta de una verdad indeterminada y productiva.
Nuevamente, la ética no remite aquí a una estrategia prescriptiva de limitaciones ante abusos posibles sino que instaura una exigencia de fidelidad alteradora para los habitantes de una situación – situación clínica, por ejemplo – abriendo así y sólo así la posibilidad de la subjetivación.
Las distintas teorías de la constitución subjetiva confluyen en la misma estrategia de ausentamiento del analista. Si el sujeto se constituye desde sí, desde sus pulsiones, en analista será un representante sobre el cual desplegar los objetos internos resultantes del juego instintivo. Si el sujeto se constituye a partir de Otro, el analista ocupa el lugar de aquel Otro a partir del cual se ha constituido la cadena significante que se despliega en la situación analítica. En ambas líneas, la realidad efectiva del analista como otro (ni objeto ni el Otro) concreto, específico, etc., se ha evaporado saludablemente. La situación clínica, entonces, no es otra cosa que el despliegue del mundo interno o de la relación constitutiva con el Otro. En ningún caso se trata de una situación nueva, de un vínculo inédito, instituyente actual de subjetividad, al modo de las prácticas de sí, el encuentro con la alteridad o la fidelidad a la verdad de una situación.
Ambas líneas para pensar la transferencia remiten a una concepción semejante de la organización subjetiva. Partiendo desde el mundo instintivo o desde la estructura del orden simbólico, el sujeto psíquico es una entidad estructura en sus comienzos tempranos. En una entidad necesariamente estructurada que se relaciona con otros a partir de las determinaciones propias de esa estructuración, los encuentros no tienen capacidad de producción sino de despliegue de las determinaciones ya constituidas. Si los vínculos actuales no tienen capacidad instituyente, ¿de dónde podría obtenerla el vínculo analítico?
Para poder situar en el análisis una práctica instituyente de subjetividad, para poder otorgarle al vínculo analítico una capacidad de alteración, será preciso concebir de otro modo la organización de la subjetividad. No tendrá que ser originada a partir de sí ni a partir de Otro[11]. En rigor, no tendrá que ser originada. Tendrá que originarse a partir de cada encuentro, en cada situación, en cada dispositivo. No habrá ya un sujeto organizado a priori como centro de la diversidad de las experiencias sino una subjetividad que se organiza en situaciones a partir de los encuentros.
En estas condiciones es posible pensar que la transferencia sea a la vez un hecho nuevo y una producción vincular. Ese vínculo inédito pondrá condiciones de emergencia de unas posibilidades subjetivas entes inexistentes. El campo de la transferencia será el de la experiencia de un vínculo nuevo, alterador, productor de subjetividad (¿en ambos polos de la relación?)
El lazo social centrado en el mercado instaura unos soportes subjetivos distintos que los del estado. La fluidez del devenir sin progreso impone una valoración distinta de la diferencia entre las situaciones originarias y las situaciones que actualmente se habitan. Si en un tiempo de progreso las invariantes subjetivas permanecen a lo largo de la existencia con su valor estructurante, en el mundo fragmentado que habitamos nada garantiza que la organización originaria no tenga que ser re-originada en diversas situaciones. Los modos de constitución subjetiva que ya no se basan en la omnipotencia de las circunstancias originarias impiden que pueda pensarse cómodamente el sujeto centrado en sí mismo o centrado en otro. La subjetividad actual induce un descentramiento subjetivo más radical que el que había establecido el psicoanálisis con su irrupción. Pues no se trata de un descentramiento que dé lugar a un nuevo recentramiento sino de un descentramiento que da lugar a una serie descentrada de descentramientos: el descentramiento se convierte en el modo estable de ser en las situaciones heterogéneas en que se organiza la experiencia de un mundo fragmentado (un mundo que ya no es uno de ninguna manera).
Si la experiencia no se organiza ni desde sí ni desde el otro, si la experiencia no se organiza desde en comienzo, si la experiencia se reorganiza radicalmente en diversas circunstancias, la constitución subjetiva no es ya algo que ha acontecido en un supuesto origen a develar sino algo que se está produciendo en cada situación subjetivamente heterogénea.
Estos cambios en la dimensión socio-histórica de la subjetividad sugieren también la posibilidad de una correlación activa con la alteración en los modos de pensar los términos del nudo cuyo devenir actual analizamos. Brevemente, el nudo poder-ética-transferencia transcurre ahora en otro mundo, ¿puede transcurrir por otros andariveles?
[1] A lo largo del escrito proliferan los términos cambio, mutación, transformación, alteración. En este contexto, trabajan como sinónimos estrictos. No ignoro que en campos específicos designan distintas profundidades para los efectos del devenir. Sin embargo, en la medida en que el presente escrito no postula uno u otro de los modos específicos del devenir, la dispersión terminológica indica con precisión la vaguedad del campo al que se refieren.
[2] Naturalmente, el término nueva normalidad tiene sus bemoles – sobre todo los bemoles del término normalidad. Y más aún si se trata de una nueva. Porque nada – salvo los hábitos- autoriza a suponer que el reparto normal-patológico sea el modo de clasificación propio de esta supuesta nueva normalidad.
[3] Nuevamente, una advertencia. Partimos de las disciplinas existentes tal como están constituidas. Así, el espacio es interdisciplinario, transdisciplinario o interdiscursivo (según la nomenclatura adoptada). Pero no es aventurado vaticinar que una mutación tan drástica como la que estamos sondeando termine por disolver el esquema disciplinario propio de de la subjetividad moderna hoy en crisis.
[4] La contraposición entre las figuras monológica y dialógica procede de la reflexión ¨sociolingüística¨ de Bajtín. De ahí tomo el esquema de las figuras puras. La tesis se refiere al esquema puro de pensamiento y no a los vericuetos técnicos y teóricos que se han desarrollado activamente en las distintas corrientes psicoanalíticas respecto del concepto estratégico de transferencia a partir del esquema de referencia.
[5] Última aclaración. La designación de pensamiento contemporáneo, tan vacía como se quiera, apunta a afirmar la indistinción disciplinaria de los territorios en los que se han dado las transformaciones del campo conceptual. Lamentablemente, aquí es inevitable el recurso a nombres propios. La confusión propia de nuestra circunstancia sobrevalúa el papel de los nombre propios. En ausencia de ordenadores simbólicos de la coyuntura teórica, un nombre bien puede ser una ubicación: “Este texto nombra a los autores A,B,C. Por lo tanto pertenece a tal grupo”. Así, los nombres funcionan como signos de pertenencia y no como referencias conceptuales específicas. Antes que el recurso a tal o cual concepto para pensar tal o cual problema, nuestra recepción espontánea codifica los nombres como pura toma de partido. De más está decir que lo nombres que de aquí en más aparezcan no constituyen nombres de partidos a los que uno estuviera afiliado sino sólo localización de unas formas de pensar que a priori se presentan como activas respecto de la mutación que estamos intentando pensar.
[6] M.Foucault. Hermenéutica del sujeto, Altamira, Buenos Aires.
[7] E.Levinas. Totalidad e Infinito. Sígueme, Salamanca, 1987.
[8] A.Badiou. La ética. Ensayo sobre la conciencia del mal. En revista Acontecimiento 8, Buenos Aires.
[9] En este punto es más clara la dificultad del historiador para proseguir en el recorrido. Las sutilezas del concepto de transferencia serán completamente evitadas, como señalara en el punto 4.
[10] I.Berenstein. Transferencia: hecho nuevo y/o repetición, producción vincular y/o individual. En Psicoanálisis de las configuraciones vinculares 1-XXII-1999.
[11] Aunque ignore el reso de los asuntos, no ignoro aquí dos hechos. El primero es que el eje repetición-transformación es el núcleo más conflictivo en el campo psicoanalítico,una zona de impasses lógicos transitados siempre clínicamente: la teorización de la interrupción de las repeticiones en nombre de una transformación terapéutica se topa regularmente con inconsistencias lógicas en este punto (inconsistencias del tipo: “repetición y tambiéntransformación”). En segundo lugar, aunque aquí también funcionen como sinónimos equívocos, tampoco ignoro que la subjetividad no es el sujeto según las distintas corrientes analíticas. Pero nuevamente queda en suspendo el pensamiento sobre esta relación subjetividad sijeto, más allá de la declaración sobre la diferencia. Porque de ninguna manera puede tratarse de una diferencia inerte (“como la subjetividad no es el sujeto, nada de la alteración de la subjetividad trabaja sobre el mopdo de pensar el sujeto”). Pero de declarar que la diferencia no es inerte a haber pensado los modos de intrincación entre una y otra hay más de un paso – paso que aún no hemos dado. Como se ve, la última aclaración había sido penúltima – por ahora.
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Los filósofos hablan de ética, pero ¿es posible la ética? Es decir, ¿existe el derecho a “hablar” de ética? Si
El 22 de febrero, Jun Fujita Hirose, filósofo japonés autor de varios libros -entre ellos Cine- Capital-,[1] envió un “comentario a tu texto” a propósito de la publicación de Vitalismo “turbio” o los movimientos aberrantes en Gilles Deleuze.[2] Un intento de leer políticamente la filosofía de Deleuze a propósito de la salida del libro Deleuze: los movimientos aberrantes, de David Lapoujade.[3] Fujita retoma la noción de un vitalismo “turbio” que reencuentra en uno de los últimos textos de Guattari a propósito de una experiencia sindical chilena, y nos entrega una reflexión que cobra sorprendente utilidad cuando la leemos en la Argentina, unos días después del acto gigantesco del 21F, y mientras se prepara el Paro Mundial de Mujeres para el 8M.
Diego Sztulwark
Intentaré retomar desde el punto de vista guattariano la cuestión que planteaste de la aberrancia, a partir de tu lectura del libro de David Lapoujade sobre la filosofía de Gilles Deleuze.
En uno de los últimos escritos antes de su muerte, en 1992, Felix Guattari se mostró muy interesado en las experiencias sindicales de nuevo tipo que se estaban desarrollando por entonces en Chile: “Los militantes del ‘sindicalismo territorial’ no se preocupan únicamente de la defensa de los trabajadores sindicalizados, sino también de las dificultades que encuentran los desocupados, las mujeres y los niños del barrio en el que está ubicada la empresa. Participan en la organización de programas educativos y culturales, se implican en problemas de salud, de higiene, de ecología, de urbanismo” (“Una refundación de las prácticas sociales”, Plan sobre el planeta,[4] p.130). Este es un buen ejemplo de los “movimientos aberrantes”. Imagino que es algo semejante a lo que llamas “plebeyismo obrero” a propósito de la propuesta de John W. Cooke. Es un sindicalismo “turbio”. Guattari añade: “Esta ampliación del campo de competencias de la acción obrera no está muy bien vista por las instancias jerárquicas del aparato sindical” (ibid). El aumento aberrante de la potencia de actuar es así lo que la estructura sindical clásica no puede soportar en el sindicalismo territorial, al cual podríamos calificar de “esquizoide” o de “maquínico”, según la terminología guattariana.
La oposición que Guattari estableció entre “estructura” y “máquina” es conocida. Un sistema maquínico se desarrolla de modo disyuntivo, polifónico (polívoco), es decir, en diálogo permanente con un Todo Afuera, a diferencia de lo estructural cuya articulación es conjuntiva, biunívoca. En una organización sindical «limpia», modelada según la representación estructuralista, los agentes colectivos de enunciación deben quedar sometidos al sujeto del enunciado, es decir, a la conciencia en la cual se encarna el interés de clase (“Nosotros, obreros, reclamamos…”).
Un grupo estructuralmente organizado determina su potencia a partir de la lógica de “ser” (un obrero es obrero), con el objeto de producir un robusto (contra-)poder homogéneo (imponer el reconocimiento del interés de clase al Estado como “modelo de realización” de la axiomática capitalista mundial), mientras que un grupo maquínico busca ampliar o aumentar a lo infinito su propia potencia según la lógica de “y” (los obreros y los desocupados y las mujeres y los niños y…), produciendo de cero una nueva subjetividad a cada adición transversal. Retomando la distinción sartriana, Guattari llama «grupo sometido» a lo primero y «grupo-sujeto» a lo segundo, pero al mismo tiempo dice que, incluso en un grupo sometido, siempre hay líneas de fuga por las cuales los agentes colectivos de enunciación se desterritorializan en o, lo que es lo mismo, se reterritorializan sobre conexiones disyuntivas, procesos maquínicos. Es decir, la estructura es una particular “economía restringida” en la “economía general” maquínica de los flujos. Guattari afirma así la primacía ontológica del “proceso” maquínico sobre el “estado” estructural (incluso allí donde la relación de primacía aparece a la inversa desde el punto de vista epistemológico, tal como se da en el caso de una organización sindical clásica).
El sindicalismo territorial chileno conectó un “medio” barrial con un “plan de consistencia”, y se reterritorializó sobre o creó un nuevo concepto de tierra. Precisamente en este sentido se llamó “territorial”. Sobre el plan de consistencia así creado, la potencia sindical se aumenta a lo infinito en su articulación disyuntiva, maquínica: un obrero se desterritorializa en un devenir-todo-el-mundo, mientras todo el mundo (los obreros, los desocupados, las mujeres, los niños) se reterritorializa(n) al mismo tiempo sobre un devenir-revolucionario, es decir, sobre un proceso deseante no sometido a ningún sujeto de enunciado.
En “El abecedario”[5], Deleuze dice que uno entra en un devenir-todo-el-mundo a partir del momento en el que “percibe el horizonte” y “(se) percibe al horizonte”. ¿Qué se debe entender por “percibir el horizonte”? Es percibir, por ejemplo, el hecho de que en el sistema capitalista el interés de clase obrero no es compatible con el de las mujeres. Como nos repite Silvia Federici, los obreros masculinos no pueden establecer su alianza social con los capitalistas sin esclavizar a las mujeres, sin colonizar los úteros. En este sentido, el devenir-mujer de un obrero es una catexis inconsciente de deseo “contra naturaleza”. Pero la percepción del horizonte también concierne a las propias mujeres. Si bien es cierto que las mujeres necesariamente luchan por su interés (“nosotras, mujeres, reclamamos…”), no lo es menos que en su lucha llega un momento en que perciben el hecho de que su reterritorialización sobre un estado mayoritario no se puede hacer sin dejar que la axiomática capitalista cree otras minorías explotadas y dominadas. Las mujeres mismas deben entrar en un devenir-mujer y, a través de este, en un devenir-desocupado, en un devenir-niño, etcétera. Solamente se pueden hacer estallar los engranajes de la axiomática capitalista mundial cuando todo el mundo se reterritorializa(n) en un devenir-minoritario, en un movimiento aberrante o en un proceso esquizoide, invirtiendo cada uno la subordinación paranoica de la producción deseante a la catexis preconsciente de interés”.
Jun Fujita Hirose, 22 de febrero de 2018
[1] Jun Fujita Hirose, Cine-Capital: cómo las imágenes devienen revolucionarias, Buenos Aires, Tinta Limón Ediciones, 2014.
[2] (https://lobosuelto.com/?p=18771)
[3] David Lapoujade, Deleuze: los movimientos aberrantes, Buenos Aires, Cactus, 2016.
[4] Felix Guattari, Plan sobre el planeta. Capitalismo mundial integrado y revoluciones moleculares, Buenos Aires, Traficantes de Sueños y Tinta Limón Ediciones, 2016.
[5] https://www.youtube.com/watch?v=zmxB7FBvj7w
Un nuevo tipo de héroe nació en el Midtown Manhattan, frente al Hotel Hilton, la mañana del miércoles 4 de diciembre del
En una nueva intervención de Diego Sztulwark en Subversiones con la columna de Lobo Suelto, en diálogo con Pablo Ramos,
La vigencia de la tradición de los oprimidos depende sólo de ellos mismos. Como queda hoy a la vista, no
Paramos para darnos espacio, debatirnos, pensarnos, acariciarnos y reconocernos.
Paramos para organizarnos, porque no hay paro sin organización.
Paramos para dejar de querer gustar y empezar a gustarnos, para reinventar el lenguaje y recrearnos, para hacer la puebla en la calle.
Paramos porque sentimos y confiamos que hay posibles sin marido, sin amo y sin estado, porque lo inaudito nos habita y grita fuerte en nuestros pechos y porque la complicidad existencial nos palpita.
Porque queremos acabar con la jerarquía invisible que nos pone debajo de los varones en nuestros lugares de trabajo. Porque no queremos voces que hablen en nuestro nombre y sí ser nosotras quienes nos nombramos: lesbianas, travestis, bisexuales, putas y aborteras.
Paramos para para sentir la fuerza que tenemos juntas, sin miedo, con amor.
Paramos con nuestra marea feminista porque el mundo no se nos acomoda y porque todo el tiempo somos las que nos faltan, por las que se fueron, por las que murieron en las cárceles, por aquellas que no están comprendidas en ninguna ley y porque la cárcel no sirve para nada y ninguna mujer debería estar allí.
Paramos para decir en voz alta que una mujer recibe mayor pena que un hombre por una misma carátula, porque en los medios de comunicación se visibiliza con bombos y platillos un delito que comete una de nosotras por sobre los cientos de femicidios y travesticidios.
Paramos por las que vendrán.
Paramos para convertir la bronca en grito que hermana nuestras gargantas para quebrar el silencio. Paramos porque nos podemos enojar.
Porque migrar no es un delito y porque ninguna es ilegal.
Paramos en contra del mandato social que nos ordena tener hijos, para dejar de parir.
Paramos alerta porque sabemos que el neoliberalismo está siempre listo para atacar.
Porque le gritamos a la luna nuestros deseos orgásmicos que no vamos a negociar. No más orgasmos postergados ni interrumpidos por los tiempos del otre, modelados según las imágenes de películas porno, simuladas para satisfacer egos ajenos.
Paramos para acabar cómo, dónde y cuándo queremos.
Paramos porque nos estamos moviendo
Paramos y es una fiesta.
Paramos para acabar.