Anarquía Coronada

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Solo hay discurso* // Henri Meschonnic

 Escrito por: Henri Meschonnic 

Traducido por: Hugo Savino

 Al culto lingüístico y literario de la lengua que reinó en Francia con el estructuralismo y la conjunción de los efectos Lacan y Heidegger, desde hace ya unos treinta años, se le puede responder con aquello que llamaría el principio de Benveniste : nada está en la lengua que no haya estado antes en el discurso. Lo que se  toma de la lengua es ergon, producto. El discurso es energeia. Actividad. Todo el problema de los gramáticos y de los diccionarios es captar esta energeia. Ya se ve claro el momento en que lo único que estas gramáticas lograron fue mantener el ergon : la lectura estructuralista de Saussure, la gramática generativa – que merece más que Saussure la imputación de objetivismo abstracto que le hicieron, hace mucho tiempo, los marxistas. Con el discurso, lo constitutivo del lenguaje es el dialogismo, incluso cuando hay  monólogo. La arqueología del lenguaje es un signo de que su historia empieza a reescribirse : redescubrieron a Bernhardi. Su Sprachlehre de 1801-1803, libro olvidado que privilegiaba formas de interlocución1, a las que el siglo XIX era sordo.

 La paradoja de la lengua, a la que se le atribuía directamente el sujeto, la memoria, es que no se puede describirla. Proyecto «más ingenuo aún» decía Alain Rey, que el de establece su modelo. Ningún diccionario, ninguna gramática puede contenerla. Así las preposiciones no tienen rasgos inherentes, sino efectos de discurso, y la lingüística hace aquí una crítica de los diccionarios, como lo mostró Pierre Cadiot a propósito de la preposición pour, en Placements et déplacements de la référence : étude descriptive de sens de pour et questions apparentées (Univ. de Lille III, Atelier national de reproduction de thèses, 1987). Las reglas son apenas observaciones empíricas mínimas. No son la fórmula de la energeia.

El uso, el buen uso, el bello uso dio vuelta la dificultad. Con la literatura como si fuera poco. Es por eso que se pensó que si se pudo componer una Grammaire des fautes (Gramática de faltas), «el diccionario de faltas sigue siendo impensable : la falta es discurso; la lengua es la norma»2. Como Paulhan escribía que hay dos clases de  literatura, la buena, que se lee poco, y la mala, que se lee mucho, Vaugelas (pero me dirán que la comparación es al revés, es que nuestra mirada cronológica siempre va al revés, y Paulhan es de la familia de Vaugelas) formulaba que hay un uso bueno y un uso malo : «Hay sin duda dos clases de usos, uno bueno y uno malo. El malo se forma con el mayor número de personas que casi en todas las cosas no es el mejor, y el bueno al contrario está compuesto no por la pluralidad sino por la elite de las voces. […] Es la manera de hablar de la parte más sana de la corte conforme a la manera de escribir de la parte más sana de los autores de la época» (Observaciones). Donde dos cosas son notables : la metáfora de la salud (la «pureza»), que hace del mal uso una enfermedad, un contagio. Una manera de preparar el tema de la pureza de la lengua que más tarde llevaba, a Ferdinand Brunetière en su Manual de historia de la literatura francesa en 1897 y a Maurice Grammont, en El Verso francés en 1904, a rechazar el simbolismo como no francés. Y la inversión de la relación natural (digamos la de Montaigne) entre hablar y escribir. Aquí hay que hablar como se escribe. Es al mismo tiempo la «razón».  Y como el buen uso se divide en declarado y dudoso, le corresponde a la analogía desempeñar su papel.

 Cuando los diccionarios se ponen a correr detrás del discurso solo pueden en el mejor de los casos atrapar ejemplos. Fue Voltaire el que inventó la divisa que Richelet y Furetière no habían esperado, que «un diccionario sin citas es un esqueleto». Littré agregaba que los diccionarios «siempre tienen algún atractivo por ellos mismos», formando una «antología militante», como dice B. Quemada, en su artículo diccionaire (diccionario), de la Encyclopaedia Universalis.

 Pero el problema que los ejemplos, literarios, rápidamente plantean es el de una confusión entre la lengua y el estilo de los escritores. Matoré le reprochaba a los diccionarios un recurrir excesivo a los textos poéticos, como si las prosas no tuvieran estilo : «Las obras poéticas tienen algo de aberrante en relación con la norma del lenguaje, y, se podría decir, desde un punto de vista estrictamente lexicográfico, que ellas nos ofrecen un ejemplo de patología del vocabulario» (Histoire des dictionnaires français, p. 252). Notable exposición de una mezcla de verdad y de aberración. Los diccionarios pueden y deben ilustrar todos los empleos de todos los discursos, sin confundirlos desde luego, ni dar estilo por lengua. Algo que no se limita a los textos en verso.

 Los versos pueden estar hechos de las palabras más simples, más comunes. La poesía no es, en sí misma, un desvío de la norma, una patología. Además de que la norma es múltiple, escurridiza, como se sabe desde hace mucho tiempo, hay aquí un efecto de atraso de las culturas tradicionales donde muchos rasgos separan los versos y las prosas. La modernidad casi hizo que estas diferencias desparezcan en todas partes, y también las desplazó. Al punto que ahora la situación se invirtió. Es la representación de la poesía como desvío y patología lo que resulta una aberración. Y el principio de esta aberración está en el signo mismo, en su esquema dualista-formalista-instrumentalista que desemboca en esa tontería pomposa – todavía hay que ver el signo desde el punto de vista del discurso para reconocerlo – de la frase de Sartre en Situaciones II que Matoré ponía como garantía :  «Los poetas son hombres que  se niegan a utilizar el lenguaje.»

 Con los ejemplos, forjados o textuales, aparecen otros problemas, en su relación con la definición : si esta definición se hace con  ellos, o si ellos la ilustran; si el diccionario es neutro, o tendencioso3. El proyecto antológico de Littré es amplificado por el Trésor de la langue française  (Tesoro de la lengua francesa), del cual Paul Imbs quería hacer una «enciclopedia lexicológica», para consultar «en caso de desamparo lingüístico», y también «una verdadera recopilación de fragmentos elegidos, para leer durante la noche en un rincón de la chimenea, para un lector sensible al lenguaje articulado». ¡Articulado! Darmesteter sigue vivo : «Una lengua es en efecto un organismo que vive», dice aún la advertencia al lector.

 Esta vigilia de las cabañas tiene su almanaque más viejo en el diccionario.

Valeriano sin marca // Agustín J. Valle

Valeriano escribe sin marca. Sin las marcas de la identidad o perfil establecido para alguien que escribe -sin la marca de su propia conversión en «imagen» de «yo-autor». Creo que es por eso que recurre al seudónimo, no para esconderse de los otros, sino de la cristalización de sí -para no agilarse-. Aunque claro que también de los otros: escribe sin tener encima la marca de lo correcto, del berreta superyó opinal, de la moral como todo llanto. Juega libre, juega suelto. A puro olfato, instinto, rechazo: expresiones mediadas de un amor íntimo -y si se ama, se aman existencias frágiles, heridas; amar al poder es oxímoron contranatura-. Amor por lo frágil, no lo débil. Su propia posición de escritura es frágil, de tan libre, de tan suelto. Porque la marca, la marca del contrario, a la vez nos contiene, nos sirve de justificación, nos delimita el terreno que tenemos permitido… Valeriano escribe bárbaro, escritura que es música y artillería: la música de las cosas en su verdad subyacente al caretaje ¿inevitable? del cálculo y las -aspiraciones a- posiciones fijas en el juego de hablar. Sin marca, allí donde nadie supuso que habría ataque, ni juego, ni lujo. Fuera de toda estrategia, pura táctica de ocupar rápido las zonas libres (libres de la defense enemiga y de la moral amiga). Allí, sin marca, lo que cabe es el segundeo, el estar, el no hacerse el boludo. Leerlo es un viento ético para el pulso político, y un viento de corporalidad para las letras estéticas. No por poner cuerpos con obscenidad, sino palabras, lenguaje, como hendijas de ventilación de un estado de los cuerpos quemado, invisivilizado por la saturación del orden normal del lenguaje.
 
 
 

Genocidios y Crímenes contra la humanidad // Mirta Zelcer

Hacia finales de la Segunda Guerra Mundial, el juez Hersch Lauterpacht, uno de los padres de los movimientos de derechos humanos, introdujo la expresión “crímenes contra la humanidad”, que ingresó en el Estatuto de Nuremberg. Se denomina con este concepto la matanza y el extermino sistemático de una población civil. Con esfuerzo, las ideas de Hersch Lauterpacht se fueron adoptando en distintos ámbitos, y lograron incluirse en la tarea del Comité de Crímenes de Guerra y la labor de la Comisión de Naciones Unidas creada con ese fin.

Por otro lado, Rafael Lemkin, estudiando los materiales –precisamente– para el juicio de Nuremberg, encontró una pauta de comportamiento para describir y expresar el delito que se ajustaba a la acción de los nazis y serviría para acusarlos: el “genocidio”.

¿En qué reside la diferencia entre una expresión y otra? El concepto de “crímenes contra la humanidad”, acuñado por Hersch Lauterpacht, se ocupaba de la protección de los individuos. “Genocidio”, en cambio, se dirigía a la salvaguarda de la destrucción física de grupos y/o minorías; este último concepto abarcaba  tanto naciones como grupos étnicos. En su momento, ambos términos compitieron entre sí.

En 1944 apareció el libro El dominio del Eje en la Europa ocupada publicado por el Fondo Carnegie para la Paz Internacional. Fue allí donde R. Lemkin acuñó el nuevo término para definir un nuevo delito: el genocidio.  En el prefacio, Lemkin planteaba el objetivo de ponerle fin a la “omnipotencia del Estado”. Mediante estos conceptos se hicieron viables las presentaciones de juicios por crímenes de guerra. Utilizando términos como vandalismo y barbarie, incluyó el “genocidio cultural” y pretendió que se instalara una justicia interestatal que tuviera en cuenta los genocidios.[1]

Por su parte, la Columbia University publicó el libro de H. Lauterpacht, donde propone que la Declaración Internacional de los Derechos del Hombre –que sostiene que la protección de los individuos– debía ser la raíz y la base del derecho internacional.[2]

La reciente propuesta del presidente norteamericano Joe Biden de liberar las patentes de las vacunas contra el coronavirus, al tiempo que abrió en la población mundial una esperanza de cuidado, protección e integración, dejó develado el efecto criminoso de la utilización de la propiedad privada y del acopio de valor de renta en el dominio del neocapitalismo. ¿Qué velo descorrió al decirlo? ¿Qué conciencias despertó? ¿Sobre qué cornisa nos hizo ver Biden que estamos caminando? ¿Qué existe de un lado y del otro? Propiedad privada-sí, Propiedad privada-no. Vida-sí, Vida-no.

En nuestra existencia cotidiana, entre la vida y la muerte, se precipitan acciones regulares, “normales”, comunes, referidas al Estado y al capitalismo, que por lo regular resultaban invisibles. Sin embargo, surgió un suceso impensado en todo el mundo que resultó ser crítico; este suceso creó una situación grave y crucial que puso en riesgo de muerte a los seres humanos del planeta. ¿Y quién mejor que el neocapitalismo para moverse en este fango?

En su artículo “Marry crisis”, el autor (o los autores) que se han dado a conocer como “El Comité Invisible” afirma que las crisis en el neocapitalismo tienen un doble discurso. Para este “Comité”, se trata de una doble verdad.  La presentan como creadora de posibilidades, pero al mismo tiempo la ven como método político de gestión sobre las poblaciones. Su propósito sería triple y sincrónico: a) sostener una reestructuración permanente en la que el capitalismo se reconvierte en forma indefinida; b) demostrar, justamente mediante esta reestructuración, que las crisis son efectivas y c) ser un generador de un “pavor sin fin”, a través de la supuesta identificación de amenazas para las que, no obstante, el capitalismo actual podría prevenir y evitar un fin espantoso. De esta manera, el capitalismo contemporáneo puede instalar profecías propias del sistema para  auto-regenerarse.[3]

Estas percepciones son cercanas a las de Deleuze y Guattari. En las reseñas sobre la lectura de estos autores, elaboradas por Alfredo Aracil  de las reuniones del grupo Máquina de guerra que coordina Diego Sztulwarc, podemos leer: “… el capitalismo (…) para su provecho no tiene límite. Hace del límite su motor. Su límite es interiorizado continuamente. (…) No deja de ir a la crisis ni un minuto. (…) Pero por más agudas que sean, nunca se trata de crisis finales. Son parte de su propia dinámica. Porque las sociedades anteriores vivían ese tipo de crisis como finales, es tan difícil asumir que el capitalismo vive las crisis como un elemento de su propio dinamismo. Es la frase que citan los autores [Deleuze y Guattari]: que el capitalismo se aprovecha de que las cosas solo andan estropeadas, con la destrucción de fuerzas productivas, pestes, pandemias, guerras.(…) Lo que las izquierdas vemos como el límite exterior, de límite que no puede rebasarse, el capitalismo hace de la crisis su futuro relanzamiento”. [4]

En cada nuevo envión que retoma el capital neoliberal se incluyen los modos de producción y de acumulación que absorben toda la capacidad científica y técnica de una sociedad.

Sin quererlo, y por retroacción, Biden demostró que la letalidad de la operatoria de este sistema se puso de relieve por la patente de las vacunas respecto de grupos circunscriptos pero inadvertidos, por donde la muerte levita en forma permanente. Conjuntos no instituidos que se forman desde esta política socioeconómica: sociedades indígenas cuyos territorios fueron apropiados por la fuerza, refugiados en los campamentos, sociedades cuyo territorio está ocupado militarmente, grupos de lúmpenes (marginales, indigentes, mendigos, etc.). Tampoco son asalariados. Se trata de aquellos sujetos que no abultan el valor de renta del capital y que, desde ya, no acceden a ningún crédito con valor a futuro. Carne humana que no cuenta como plusvalía humana. Espectros que, cuando se hacen presente (como en este momento en Medio Oriente) es necesario volver a aplastar.

La covid-19 perforó el borde de estos conjuntos condenados a un lento genocidio y la muerte se desparramó. Este hecho, desde los gobiernos, tropieza levemente –sigue habiendo gente viva y asustada– con la voracidad del capital, montada sobre la pandemia.

Para los sostenedores de este sistema, los insaciables neocapitalistas, lo humano queda reducido a cuerpos que sirven sólo como piezas para acumular valor.[5] Sus políticas encontraron formas para conjurar las sensibilidades, los sentimientos y el pensamiento, así como también la acción que se pueda oponer a ellos. Si no fuese así, existen las acciones del Estado para consumar sus finalidades. Creemos que, en la percepción de los capitalistas neoliberales, esta dimensión humana está disociada de la materia del cuerpo humano. De algún modo, la categoría de “humanidad” referida a estos atributos sólo está considerada para su evitación.

El acopio de los nuevos capitalistas no se detiene. ¿Estarán sumando al genocidio –y sin escrúpulos– los crímenes humanitarios? ¿Podrá aparecer algún hecho que se transforme en su límite?

 

[1]Según el historiador francés Bernard Bruneteau, Lemkin veía la asunción del crimen de genocidio «como el punto de partida de un nuevo Derecho internacional». Dice Bruneteau: «Para Lemkin, el genocidio iba más allá de la eliminación física en masa, que a su juicio era un caso límite y excepcional; consistía, más bien, en una multiplicidad de acciones destinadas a destruir las bases de la supervivencia de un grupo en cuanto grupo. Era una síntesis de los diferentes actos de persecución y destrucción». Así Lemkin, proponía una acepción amplia a la noción de genocidio, que englobaba los actos que más adelante se calificarían como etnocidio y que «se refiere de forma prioritaria a un tipo de aniquilación no física. En cierto modo, la muerte era la consecuencia, y no el medio, del fin perseguido» (ver https://es.wikipedia.org/wiki/Raphael_Lemkin [Consulta: 16/5/2021]).

[2] La expresión  “crímenes contra individuos de la sociedad civil” no sólo fue introducida en el derecho internacional sino que bajo ese concepto se unieron rusos y estadounidenses, franceses e ingleses.

[3] “Marry Crisis and Happy New Fear (A Nous Amis)”, Comité Invisible, diciembre 2015. 19:10.

[4] Comentarios del grupo “máquina de guerra» sobre el libro de Deleuze y Guattari El Antiedipo, capitalismo y esquizofrenia.

[5] Decíamos en un artículo anterior que “El exterminio humano sistematizado y la representación de que algunos grupos de seres humanos son potencialmente exterminables –por haber ocurrido, por ser ya un patrimonio de la experiencia de la cultura– ingresó como representación en el imaginario de los individuos que compartían y siguen compartiendo dicha cultura occidental.” Mirta Zelcer “Subjetividades y actualidad” (ver https://www.topia.com.ar/articulos/subjetividades-y-actualidad, consulta: 16/5/2021).

PROVOCAR EL ACONTECIMIENTO // Entrevista a Toni Negri por Diego Sztulwark

Traducción de Fernanda Díaz

 

1- La primera pregunta, sobre Marx y Foucault, es metodológica, y consiste en saber cómo proceder, a partir del par determinación/subjetivación, a una caracterización del momento, asumiendo, si fuera posible, las transformaciones ocurridas en tiempos de pandemia.

Básicamente, todo mi recorrido filosófico consistió en el intento de analizar y dinamizar la dupla determinación-subjetivación. Como marxista, trato de reconectar y subjetivar la determinación de la lucha de clases en la tendencia del desarrollo capitalista. Aquí la transición de la composición técnica a la composición política de la clase es central y se vuelve cada vez más importante a medida que se realiza la subsunción y se extiende el antagonismo (como doble[1]) del desarrollo.

Lo que trato de aclarar es este pasaje, según mi lectura, en el sentido de estos pensadores franceses de la década de 1960 en adelante. El tema, planteado por Althusser, es “cómo poner en movimiento una formación social determinada”. En Foucault se retoma el problema y, en un principio, la formación social determinada se define en términos superestructurales como episteme: tal como funcionaba en Althusser, se presenta como un bloque estructural poderoso, pero aún no subjetivamente activo. Es evidente que este cierre estructural era insostenible. Lo advierte Derrida cuando critica a Foucault precisamente en este punto (ver la controversia sobre Descartes, presentada por Foucault en Historia de la locura[2]). Foucault reconoce este punto de crisis: debe abrir la episteme a la subjetivación… y es allí donde interviene Deleuze, ya no en términos críticos, sino más bien mostrando (como había hecho Derrida) que la estructura (episteme) asfixia, pero indicando el posible avance en la subjetivación, un avance ontológico de la episteme al dispositivo. Este paso, de la consistencia histórica de la estructura al “cuidado de sí”, se convierte en Foucault en la clave para transformar esta tendencia en una proyección constitutiva de lo real. Si Derrida despierta críticamente a Foucault, Deleuze le indica la salida ontológica en el dispositivo y Foucault historiciza esta subjetividad constituyente.

¿Qué decir sobre la pandemia? Esta pandemia intensifica y amplía las dimensiones estructurales del dispositivo –para bien o para mal, en la generación y/o corrupción del ser (ontológico)–. Sus consecuencias aún son inciertas, pero es probable que esto (las políticas que se han desarrollado en ella) puedan conducirnos a una alteración, transformación o modificación de la época misma (de la episteme), al menos en el terreno de las formas de trabajar (y/o de producir). Aunque, aquí, no es posible hacer profecías ni jugar a la lotería.

 

2. La segunda pregunta es muy práctica, y concierne a la que llamás la huelga general abstracta, vinculada a las posibilidades de reapropiación de lo que llamás el sujeto maquínico, y también a la capacidad de tomar los algoritmos como un momento de la inteligencia colectiva. ¿Qué antecedentes, ejemplos o indicaciones podrías aportar para comprender mejor esta noción de una huelga abstracta?

Solo podemos hablar de “huelga general abstracta” cuando, al pensar en la subsunción real, alcanzamos a ver el pleno desarrollo del individuo social y el conflicto antagónico con el capital por la apropiación del intelecto general. En suma, la huelga del individuo social detiene la explotación y acumulación del capital, sustrayendo cuotas de intelecto general, por ejemplo, obstruyendo su capacidad de construir y apropiarse de los algoritmos (producidos en el proceso de trabajo social-colectivo[3]). Desarrollé esta hipótesis presentando en Berlín la traducción de mi Marx más allá de Marx en Dietz Verlag. Pero ya en otras ocasiones, pensando en torno al concepto forma productiva / forma de explotación del trabajo cognitivo, aparece esta hipótesis[4]. En todo caso, se trata de comprender cómo el trabajador cognitivo, en su relación con el capital, concede valor solo cuando ha sido compuesto (o recompuesto) en la red cada vez más abstracta de la cooperación productiva. El valor del trabajo productivo es aquí arrebatado (explotado, extraído) por el capital en forma de trabajo cooperativo, es decir que el valor se extrae de lo colectivo (y/o social) en lugar de derivarse de la explotación individual, de grupo o de masa (genérica, no cooperativa).

Con esto quiero decir que en el nivel de abstracción de la subsunción realizada (la “subsunción total” de Étienne Balibar) el desarrollo capitalista se expone a la lucha de clases de una manera extremadamente aguda, donde cada momento y cada plan de desarrollo resulta en un choque que afecta directamente la medida de valorización, es decir, la capacidad capitalista de poner el entero modo de producción a su disposición y, a la inversa, la resistencia de las luchas proletarias en un esfuerzo por bloquear (en parte y/o totalmente) esa codicia capitalista. Es en este movimiento donde se configura lo común, como acumulación de bienes y formas del “buen vivir” para el individuo social (es decir, para la subjetivación de la clase proletaria), sobre el nuevo tejido productivo del intelecto general.

Mi propuesta es analizar el conflicto por la propiedad de las patentes de las grandes farmacéuticas en esta situación de pandemia aguda como característico de un proceso de desvalorización del capital producto de una huelga general abstracta (y, al mismo tiempo, como un dispositivo para la autovalorización del trabajo vivo global).

 

3. La tercera, apunta directamente a la política, y tiene que ver con tu lectura de Spinoza entonces y ahora. Dado que a partir del 68 nace una filosofía de las singularidades y la autoafirmación de la potencia, capaz de superar las nociones propiamente burguesas de la política (individuo/mercancía/soberanía), y tomando en cuenta que esa superación se da también en la política post-operaísta, ¿podrías señalar cómo esa superación actúa en el discurso de los contrapoderes del presente?

Para responder a esta pregunta, ante todo es necesario aclarar la diferencia entre la definición leninista de doble poder[5] y la definición operaísta de contrapoder. El discurso leninista identifica el dualismo del poder de la clase trabajadora contra el Estado (del capital) en un proceso insurreccional, dado que “insurreccional” nos habla de un proceso que tiene lugar a corto plazo. Es un discurso de doctrina del Estado. La definición operaísta del contrapoder es, en cambio, la asunción de una tendencia histórica de luchas que atacan, se abren espacio y/o en todo caso condicionan el poder del Estado capitalista (y cualquier otro régimen político) a largo plazo. El contrapoder es, por lo tanto, en primera instancia, un dispositivo social del poder de la clase proletaria (antagonista). Solo en una segunda instancia el dispositivo puede volverse político y causar efectos en la dualidad de poder.

Está claro que para aquellos interesados en encontrar en Spinoza una sugerencia para la política actual, es sobre todo la definición operaísta del contrapoder lo que puede ser de interés.

Dicho esto, profundicemos en la situación actual. No será difícil entonces para nosotros reconocer que, dentro de una turbulenta transición de época, un nuevo modo de producción que puede ser calificado como “del intelecto general” está luchando insistentemente por afirmarse del lado capitalista (ver el volumen reciente de Brett Nielson y Sandro Mezzadra, “Las operaciones del capital”[6]). Del lado proletario, también se está desarrollando un dispositivo de lucha y contrapoder, cuya huella en cuanto al contenido es la construcción y apropiación de lo común. En cuanto a su forma, el contrapoder es subjetivación, producción de acción subjetiva, donde por sujeto entendemos multiplicidad colectiva de singularidades actuantes (sobre estos temas, Michael Hardt y yo hemos trabajado extensamente y durante mucho tiempo, hasta Asamblea[7], nuestro último esfuerzo por avanzar en este terreno).

Sin embargo, sería incorrecto no mencionar que nuestro esfuerzo es insuficiente, en gran medida insuficiente. Siguiendo el esbozo de las luchas de este comienzo de siglo, pudimos aproximar el ensamblaje (el encadenamiento, el agenciamiento), la intersección (la articulación) y la forma de expresión de la potencia que nutre la nueva subjetivación. Pero aún estamos lejos de poder vivir el acontecimiento que debe producirse: el de un contrapoder que no solo pretende ser un antagonista sino también un protagonista. En Spinoza, en las páginas del Tratado teológico político en las que descubre a Cristo como el último de los profetas, hay un deseo de lo que deberíamos llamar un “Lenin ideal”, que combina el poder del amor con la evidencia ontológica de una cooperación productiva siempre más cercana a toda la humanidad, el impetuoso acontecimiento de su manifestación y la alegría actual del vivir en común.

 

4. Y la cuarta y última pregunta, dirigida a los conceptos: ¿cómo evoluciona tu lectura de Deleuze? Es una pregunta que apunta a un aspecto puntual. En el célebre diálogo que tuvieron en “Control y devenir”[8], él te habla del silencio contra la comunicación, y de considerar la máquina social como un determinante de las máquinas técnicas, mientras que vos le proponés pensar una relación de expresión, y una política de reapropiación. ¿Habla Deleuze con el activismo político de este tiempo?

Me han contado que un gran amigo de Gilles dijo: “Por la noche, cuando me ducho, siempre pienso en algunos de sus textos y por eso me acuesto soñando. Por la mañana, cuando me despierto y me pongo a trabajar, intento poner en la historia a ese Deleuze soñado”. Este amigo era Foucault. Cierto o falso, probablemente inventado, creo que hay que aceptar el consejo foucaultiano; en cualquier caso, con toda humildad, lo recojo, aceptando leer, por la mañana y por la tarde, esa entrevista de hace treinta años.

Y lo hago así porque de este modo podré evitar que la conclusión de mi respuesta a la pregunta 3) se pueda malinterpretar. Lo que quiero decir es que cuando hablo de acontecimiento y de la necesidad del mismo, no hablo de él para esperarlo sino para provocarlo. No hay nada milagroso en el acontecimiento, y nada místico en su posibilidad; es más bien ese trabajo continuo de contrapoder mencionado anteriormente lo que demuestra que es necesario. Una obra destinada a socavar y, posiblemente, a destruir el equilibrio de los factores que componen la potestas[9]. Digámoslo en términos blasfemos para todos sus seguidores: debemos liberar el katechon[10] del contenido de dominio, que solo de una manera mistificada es dispositivo de prudencia y supervivencia (para evitar la catástrofe final), mientras que siempre se trata de la figura de la potestas; es necesario, por lo tanto, desmitificar el katechon y destruirlo.

Ahora bien, el mismo propósito estaba en la base del discurso deleuziano la noche que lo discutimos en la entrevista, y cualquier referencia a la “máquina abstracta” en la enunciación del deseo es más una invitación a la fuga, a la deserción, y mucho menos al silencio: la afirmación de que incluso el silencio puede vencer a la comunicación dominante va en este sentido. Por la mañana, en la historia, el análisis crítico deleuziano se revela así como un dispositivo de activismo político.

Ciertamente, hoy la referencia a la máquina abstracta deleuziana y, antes, spinoziana, es recuperada, sobre todo entre los ecologistas, por el propósito de una redefinición de la consistencia ontológica de la relación entre el hombre y la naturaleza. Pero, al ser presa de esta operación, olvidan el pliegue antagónista en la “máquina abstracta”, tan evidente en los libros sobre Capitalismo y esquizofrenia. Para mí hay algo difícil de admitir en esos libros, porque están demasiado dispuestos a un final insurreccional –así lo sintieron Félix y Gilles en ese momento–. El doble poder se representaba en ese marco como plataforma efectiva e inmediata de la lucha revolucionaria. Por eso me resulta difícil recombinar la “máquina abstracta” tanto con una concepción insurreccionalista como con una cauta figura “etológica”. Quizás, esto solo sea disruptivo si la máquina abstracta es introducida subrepticiamente en el búnker del enemigo en el largo período de la lucha de clases.

 

 

[1] Cf. Diego Sztulwark, “La inmanencia productiva y el juego de los dobles en Toni Negri”, prólogo a Spinoza ayer y hoy, Editorial Cactus, Buenos Aires, 2021. 

[2] Cf. Jacques Derrida: “Cógito e historia de la locura”, en La escritura y la diferencia, Anthropos, Barcelona, 1989 y Michel Foucault, “Mi cuerpo, ese papel, ese fuego”, en Historia de la locura en la época cásica, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1992.

[3] Ver mi artículo “Anotaciones sobre la huelga abstracta”, Euronomade, 22 de mayo de 2015 [en Antonio Negri, De la fábrica a la metrópolis, Cactus, Buenos Aires, 2020, p. 229].

[4] Ver por ejemplo mi artículo “Apropiación de capital fijo: ¿una metáfora?”, Euronomade, 3 de marzo de 2017 [en Neo-operaísmo (Mauro Reis comp.), Caja Negra, Buenos Aires, 2020].

[5] Para un repaso y un desarrollo en clave operaísta del doble poder en Lenin, cf. Antonio Negri, La fábrica de la estrategia. 33 lecciones sobre Lenin, Akal, Madrid, 2004.

[6] Mezzadra, Sandro and Neilson, Brett, The Politics of Operations: Excavating Contemporary Capitalism, Duke University Press, Durham NC, 2019.

[7] Cf. Michael Hardt y Antonio Negri, Asamblea, Akal, Madrid, 2019, último volumen de una serie que se inicia con Imperio (2000), sigue por Multitud (2004) y Commonwealth (2009).

[8] Entrevista realizada por Toni Negri a Gilles Deleuze y publicada en Futur antérieurnº1, primavera de 1990, formará parte de la selección de textos de Deleuze, Conversaciones, Pre-textos, Valencia, 1996.

[9] En el Derecho romano, Potestas es el derecho jurídico del poder a ejercer la soberanía.

[10] En el lenguaje de la teología política de origen paulista se emplea Katechon como un dispositivo de contención del mal (que busca posponer la destrucción). Luego esta noción es retomada en filosofía política por autores tan diferentes como Carl Schmitt, Walter Benjamin, Giorgio Agamben y Paolo Virno.

En EDITORIAL CACTUS

 

Neoliberalismo, apocalipsis y revueltas en Colombia // Jaime Sebastián Cancino Barreto

La pandemia no sólo ha sido un problema de salud pública, con todas las aristas que ello puede implicar, sino especialmente uno ecológico. Y es así no sólo porque tiene asidero en la relación que el humano contemporáneo ha establecido con lo que Occidente llama Naturaleza, sino también porque expone, con cierta crudeza, la pregunta ecológica por excelencia: ¿Cómo vamos a perdurar? Este “vamos”, vale aclarar, no alude a un nosotros cerrado, aun cuando la gestión de la epidemia así lo quiere hacer ver —sea mi familia, sea los nacionales o, en última instancia, sea la especie humana—; todo lo contrario, expresa un nosotros abierto, pues si algo muestra la pandemia es que el cuidado de toda existencia, humana y no humana, es a la vez el cuidado de sí, y viceversa. De cualquier modo, quiero enfatizar en que esta pregunta ecológica, que es sobre todo ética —no técnica—, nos enfrenta directamente con el futuro, pues es el interrogante de cómo vamos a persistir hacía él, lo cual parece convertirse, cada vez más, en pieza clave de las luchas políticas contemporáneas. 

Si aceptamos, entonces, que la pandemia es sobre todo un problema ecológico, también podemos asegurar que ha habido una forma dominante de presentarnos el futuro. La gestión de esta crisis no ha cesado de bombardear el imaginario sobre el porvenir: sería apocalíptico. Lo llamativo, luego, es que para proteger la vida haya que narrar un futuro en el que ella está al borde de su extinción. Por muy extraña que parezca esta paradoja, ella parece ser el combustible de este poder que sólo gestiona, ya que el futuro apocalíptico sólo sería administrable si este poder se arraiga con todo su peso. De ahí que, por ejemplo, el derecho a la protesta ha estado en entredicho desde que empezó la pandemia, pues dificultaría la protección de la vida —¿de cuál vida nos están hablando?—; o, por ejemplo, gestionar la pandemia también justificó la militarización de las ciudades, algo que, valga decir, ya es de largo aliento en Colombia. Ahora bien, aunque esta versión apocalíptica se ha recrudecido con la pandemia, ella ya parece afianzada en nuestra cotidianidad; basta pensar en el éxito de la ciencia ficción contemporánea, con su marcado énfasis en futuros en los que la supervivencia humana y no humana no están asegurados. Esta tristeza hacia lo venidero también la podemos rastrear a escala micropolítica, pues en condiciones de extensa precarización de la vida, como la nuestra, cada individuo vivencia intensa incertidumbre por su porvenir. Todo esto no es más que, como asegura Rosi Braidotti en su estudio de la ciencia ficción, el reflejo de la impensabilidad del futuro propia de nuestra época.

Trazar un futuro apocalíptico es la otra cara del realismo político que nos aplasta. La ciencia ficción pone en juego un relato predominante: en los tristes porvenires nada parece perdurar, ni siquiera La Tierra que nos acoge a todos, a excepción de una sola cosa: las relaciones capitalistas. Esta es la base sobre la que descansa buena parte del deseo contemporáneo por explorar el universo, pues ante el advenimiento de la catástrofe ambiental, resultado de la sobre-explotación de todo lo existente, es más pensable la conquista de nuevos mundos que frenar esta máquina depredadora. El viejo colonizador Occidental parece estar vivito y coleando. Pero este realismo político, que hace ver como más obvio la colonización del universo que el declive del capitalismo, no sólo es un asunto literario o del imaginario sobre nuestro futuro, sino que está más latente que nunca bajo la disyuntiva “economía o vida”. Esta surgió de la siguiente manera: las estrictas cuarentenas serían insostenibles por las fuertes consecuencias económicas, y por tanto sería indispensable la reapertura; pero ella, a su vez, arrastraría tasas de contagio y muerte más altas. Frente a este antagonismo entre vida y capital el realismo político hace ver como inevitable, y sobre todo como incuestionable, al segundo. De hecho, llevado al extremo, confunde la vida con el capital, o, para decirlo mejor, la produce a la manera de él, no hay distinción alguna; es la versión de Iván Duque cuando declaró, en junio de 2020, que éste era un falso dilema, pues el único camino para sostener la vida sería la reapertura, es decir, la búsqueda por reanudar plenamente los ciclos de acumulación; no podría haber vida si no hay productividad total. Así las cosas, en este dilema, como en la ciencia ficción, el capital es lo único que luce incuestionable, inacabable, pues incluso vidas —mundos— pueden perderse para resguardarlo. Pues bien, el futuro apocalíptico sólo sería gestionado si a su vez es clausurado, si se presenta como mera prolongación de lo que ahora hay; y por ello también es el empobrecimiento colectivo del imaginario, en tanto que lo ulterior no surge como posibilidad de una vida mejor vivida, sino como mera réplica del presente, algo desgastada. 

Paradójicamente, ese no futuro apocalíptico podría liberarnos, pues aceptar la finitud de toda existencia sería también la posibilidad de aceptar, de una vez por todas, que lo único realmente valioso es el disfrute colectivo —humano y no humano— del ahora. El budismo tibetano, por ejemplo, insiste en abrazar la presencia permanente de la muerte en nuestras vidas: el valor de ésta última proviene de ser capaz de habitar el presente y no de prolongarla al máximo. Rosi Braidotti dice que la muerte no se opone a la vida, sino que siempre ha estado ahí, es su acompañante, y por ello la vida estaría suspendida en la radical inmanencia: sólo el aquí y el ahora, no hay trascendencia alguna. Sin embargo, la presencia de la muerte en el relato apocalíptico reclama, muy por el contrario, mayor docilidad: ella emerge como acontecimiento angustioso que para ser gestionado exige obediencia —recordemos, una vez más, que la administración de la epidemia apela a la obediencia para evitar futuros devastadores—. Esta es la misma operación que somete al trabajo contemporáneo: frente a un futuro individual incierto y, posiblemente, precarizado, el sujeto deviene empresario de sí para auto-asegurarse, y se vuelve así más dócil al capital, pues él ya es capital. Pero la gestión sólo apunta a amortiguar lo devastador: no frena la depredación ambiental, conquista nuevos mundos; no problematiza la relación ecológica que nos hace más vulnerables a las epidemias, sólo crea vacunas y administra la muerte; no (re)valoriza lo común para habilitar el cuidado de toda existencia, sólo invita a la micro-gestión de la vida de sí para protegerse individualmente. En otras palabras, no crea modos de vida nuevos, sólo administra la crisis permanente.

Revueltas en Colombia: entre la alegría popular y la tristeza del poder soberano desatado. 

Una reforma tributaria que gravaba al trabajo y al consumo y dejaba intacto al gran capital fue el detonante de las revueltas. En medio del tercer pico de la pandemia, con los poderes alegando prudencia para proteger la salud pública, el pueblo, lo plebeyo o, si se quiere, lo popular renunció a su condición de espectador, propia de la población que sólo consume, para volcarse hacia el paro nacional. Valdría empezar, entonces, por asegurar que la organización tradicional —sea el sindicato, el partido de izquierda o, incluso, la estudiantil—, con jerarquía visible, unificada y que busca hacer de sus militantes una misma voluntad, tiene poco que ver con la protesta, más allá de proponer fechas para las movilizaciones masivas. La fuerza del paro, en cambio, procede de otro lugar, más cercano a los afectos que a la voluntad, al barrio que al centralismo, a las vivencias que a las ideologías, a la multiplicidad que al sujeto monolítico y privilegiado de la revolución. No hay, en otras palabras, razones para el paro; hay afectos del/para/por el paro. El mismo Comité de Paro no comprende plenamente esto, aun cuando ha querido ser “plural”, pues se ha levantado como representante de algo que, de entrada, es irrepresentable. Parece, en cambio, el viejo mecanismo orquestado desde el liberalismo, pero también desde la izquierda, para hacer de la democracia algo de unos pocos y de mero procedimiento, en este caso de negociación. Lo que cuestiona el paro, precisamente, es ese lugar de espectador al que está condenado lo popular en la democracia representativa, y de ahí que parezca ser el deseo por afectar directamente, sin mediación alguna, la construcción de lo común. En las calles se escucha que el paro no es del Comité, sino del pueblo; asimismo, la Minga indígena dijo que éste no los representaba; también, en los barrios periféricos se han construido asambleas populares para definir el rumbo colectivo, entre otras cosas. En otras palabras, hay un deseo por construir una democracia verdadera, desde abajo y sin mediación.

Ante la descentralización y multiplicidad de la revuelta y frente a su prolongación, aun cuando el gobierno desmontó la reforma tributaria, no demoraron en aparecer aquellos que acusaban la falta de objetivos claros por parte del movimiento popular. Sin embargo, al paro no se le debe medir por los objetivos alcanzados, o al menos no sólo por eso, sobre todo si queremos valorar positivamente su multiplicidad y su hacedero afectivo. Juzgarlo desde los objetivos no sería más que querer encausar la multiplicidad de afectos hacia un plan claro, hacer de ellos sólo un instrumento para los fines, y así, de paso, darle fuerza a quienes lo valoran sólo por la veracidad de sus razones. En otras palabras, sería negar el cuerpo implicado. Más bien, me inclino a leerlo desde lo que ya es: un paro. Un paro en la manera dominante de ver que oblitera la violencia estatal, la desigualdad económica, la explotación laboral, el racismo estructural, la desigualdad entre sexos, las disidencias sexuales, etc. Es decir, un paro el régimen de visibilidad dominante. Y por eso mismo hace frenar prácticas automatizadas: hace un corto circuito en la productividad total de nuestras vidas y ciudades; frena el auto-aseguramiento individual y hace surgir el apoyo mutuo en las ollas comunitarias, en el cuidado de la guardia indígena hacia los manifestantes, y viceversa, en la compra directa de alimentos a los campesinos, en la creación de la primera línea, en la activación de las redes de derechos humanos, etc.; detiene también el encierro y genera en el espacio público una apertura para ya no ser mero espacio de tránsito, sino para habitarlo —solo basta ver puerto resistencia—, etc. Interrumpe, en suma, el realismo que hace ver como lo único posible lo que hay, y de ahí que el futuro ya no surja como mera replica apocalíptica del presente, sino es la prolongación del deseo por vivir mejor, es la alegría hacia él. Pues bien, el paro es ante todo experimentación que crea nuevos modos de vida, y por tanto dista de reducirse a repertorios de acción para alcanzar objetivos propuestos, o, por supuesto, de ser gestión de lo colectivo, pues interrumpir crea vida, no es mera administración.

Desde luego, con esto no sugiero la irrelevancia de los objetivos programáticos alcanzados: tumbar la reforma y al ministro de hacienda. Sin embargo, posar exclusivamente nuestra atención sobre ellos, antes que vitalizar las revueltas, las domestica, pues, primero, busca encauzar los afectos hacia algo, lo cual no permite su simple despliegue, y, segundo, hace ver que la interrupción, y toda la vida que se crea con ella, sólo sería válida por los objetivos, y por tanto merecería ser desactivada una vez estos sean alcanzados. Si se quiere, los fines programáticos, al tiempo que, si se logran, son victorias del movimiento popular, también es uno de los procedimientos estatales para capturar las revueltas, para domesticarlas. Por eso cuando cayó la reforma no parecía suficiente y las revueltas continuaron, es decir, fue la viva expresión de que ellas son irreducibles a los fines, aun cuando ellas luzcan un poco desorientadas —de ahí su potencia—. 

Ahora bien, es cierto que hay una estrategia gubernamental orientada al desgaste de la movilización: aislarse para aplazar al máximo cualquier negociación seria. Podríamos asegurar que, en términos más generales, ésta es la expresión del cinismo que atraviesa las relaciones de poder contemporáneas, a saber, de un orden que, aunque se desmorona todo el tiempo, quiere prolongarse sin mayor reparo, sin mayor cuestionamiento; es Duque aislándose y esperando el desgaste de la movilización para no cambiar nada; pero también es el empresario de sí que quiere hacer de su vida productividad total, a pesar de sus permanentes desmoronamientos psíquicos. Con todo, desactivar la tristeza que impone este cinismo-desgaste, según la cual el realismo político pareciera más fuerte que nunca —no importa lo que suceda, es menester que la predatoria máquina siga funcionando—, quizás requiera menos de mejores estrategias que de cuidar lo que ha florecido en el paro. Otra vez, si reducimos las revueltas a objetivos macro-políticos, sólo veremos fracasos, pues, como nos recuerda Amador Fernández-Savater, siempre estaremos en falta respecto a ellos en tanto que la revolución nunca ha sido el cambio de un plan por otro, sino sobre todo un devenir, un crear modos de vida nuevos. Con la primera vía, entonces, siempre quedará la impresión de haber perdido, porque nunca aparece la ruptura total, el cambio voluntario desde unos objetivos de gobierno a otros, y seguiremos, de esta manera, alimentando la tristeza hacia el porvenir. Pues bien, el desgaste, si ha de llegar, habrá que leerlo no sólo como derrota, sino también como la apertura para cuidar del paro de otras maneras, es decir, cuidar de su interrupción creada —para crear otras— y de los modos de vida que posibilitó. 

Llevado al extremo, el cinismo es puro fascismo: hacer perdurar el orden a pesar de todo. Y el neoliberalismo tiene mucho de eso: perdurar así haya que colonizar el universo; perdurar así una pandemia invite a parar; perdurar así mi cuerpo no soporte más; etc. O, dicho en otras palabras, el régimen neoliberal busca levantarse como el fin de la historia, y de ahí su peligro. Por eso, en última instancia —cada vez, paradójicamente, más frecuente—, requiere de la activación del poder soberano, es decir, del poder que reclama dar muerte. El cinismo de Duque para enfrentar las revueltas es la otra cara, pues, de un orden que quiere hacerse eterno y que para ello acude a su capacidad de decretar muerte. Uribe, la cabeza más visible de este soberano, no ocultó la violencia de este régimen y rápidamente instigó al asesinito de cualquiera que lo impugnara: cualquiera es un terrorista vandálico, cualquiera hace parte de la revolución molecular disipada. Y a esto habría que agregarle que la violencia activada es, sobre todo, para la protección del orden, y no tanto la base violenta de toda ley. Es, luego, la violencia de cualquiera enamorado del poder, la violencia del deseo fascista activado, es decir, la violencia de cualquiera sobre cualquiera.  

Y las escenas que hemos visto sorprenden por su literalidad: hombres blancos, propietarios, higiénicos y uniformados —de blanco— disparando a indios desobedientes; hombres uniformados que ante el movimiento de mujeres hace de la violación un arma de guerra y de castigo para aquellas que se atrevieron a cuestionar el orden masculino; hombre-padre que desata su poder represor contra jóvenes que amenazan su lugar soberano —todas las ciudades se llenaron de mensajes de anti-uribismo—. Y al lado de este hombre de bien está sentado el bien pensante, también blanco y propietario, pero quizás no tan imprudente, sino más bien civilizado. Es su civilidad, precisamente, la que lo hace incapaz de discernir entre la tortura, violación, asesinato, encarcelamiento, desaparición, por un lado, y unos cuantos vidrios rotos y graffitis, por otro. Pero el problema del bien pensante no es de inteligencia, sino, como diría Foucault, de enamoramiento: inconfesadamente ama este orden. De cualquier modo, lo inquietante es que a la alegría popular que desata el nudo sobre el futuro han querido aplastarla con la tristeza no de la muerte, sino del dar muerte, lo cual no es más que, paradójicamente, la tristeza de un régimen que quiere hacerse eterno, ser el fin de la historia, es decir, que desprecia su propia muerte. Frente a ello habría que recordar una pequeña frase que nos introduce a la vida no fascista: “No imaginéis que haya que ser triste para ser militante, incluso si lo que se combate es abominable. Es el vínculo del deseo a la realidad (y no su fuga en las formas de la representación) el que posee una fuerza revolucionaria”. 

De Micorrizas y Micro Risas // LTA

En biología la simbiosis es la relación entre seres de distintas especies en las que al menos uno obtiene un beneficio. Hay tres tipos de simbiosis, aunque uno de los más conocidos sea el parasitismo. Ya sea como halago o como afrenta, la posibilidad de beneficiarse a costa de otro que se ve perjudicado por esa relación, no nos sorprende en el marco del capitalismo. Se escuchan referencias al “estar colgade de las tetas de alguien”, ser un “chupasangre” o, lisa y llanamente, “ser un parásito de la sociedad”.

Los otros dos modos son el comensalismo, donde uno de los individuos se ve beneficiado mientras el otro pareciera no verse afectado; y el mutualismo donde ambas especies se ven beneficiadas a partir de la asociación que se da entre ellas. 

Los líquenes y las micorrizas son modos del mutualismo. Líquen es la asociación entre un hongo y un alga; y la micorriza es la asociación entre las raíces de una planta, con hongos y bacterias. 

La idea de que las raíces de las plantas solo sirven para fijarse a la tierra es una imagen que explica de manera simple relaciones que son complejas. Lo que se arma son asociaciones simbióticas, están juntxs para vivir. Cada una de las partes compone con el otro. Se permiten potencias. El hongo vive de la materia orgánica de la planta y la planta recibe agua, fósforo, potasio y nitrógeno. Se da una asociación que amplía el campo, facilitando la exploración y la nutrición. 

El líquen es la estructura que compone un hongo con un alga o cianobacteria que da como resultado algo distinto a lo que pueden ser por separado. Una de las partes produce alimentos mediante la fotosíntesis, mientras la otra parte es responsable de la absorción de agua y proporciona refugio. Son sensibles al entorno, son indicadores de fenómenos del ambiente. Son asociaciones sensibles y potentes. 

Hacer foco en las micorrizas o líquenes nos permite, por un lado, distanciarnos de la mirada extractivista del campo que solo atiende lo que se sembró (fumigando para matar todo lo otro-viviente), y por otro, dimensionar que dos seres que supuestamente «no se llevarían bien» pueden formar relaciones de mutuo desarrollo. 

Asomarnos a otros campos, en este caso el de la biología, no tiene como fin buscar respuestas atávicas, como si existiera la causa o la verdad en esos microorganismos, o como si algo ya estuviera dicho allí; traemos estas imágenes para tensionar sentidos, ampliarlos, pensar otras maneras. Nos acercamos a ellas como un acto performativo.

En este mundo en ruinas creemos que estos modos de vida nos acercan dos claves potentes para abrir el campo, tirarla afuera y sembrar para que germine: pensar en que somos-en-asociación, porque es allí, como decíamos antes, donde resulta algo distinto a lo que podría suceder por separado; y también, entender la interdependencia como un modo que se distancia de la clave hegemónica de predadores y presas que simplifica y aplana la experiencia. 

Dice Haraway, todes somxs líquenes. 


¿Somxs unx independientemente del mundo? 

La simbiosis tiene mala fama en general. Solo se la acepta como un período necesario para el desarrollo de lx cachorrx humane en el marco de un desarrollo saludable. Por fuera de esa etapa, queda asociada a la locura, a la asfixia, a lo tóxico o a lo enfermo. En este mundo capitalista, la dependencia para la vida se niega, se rechaza, es sinónimo de vulnerabilidad, fragilidad e inutilidad.

Entendemos que es propio y nodal para el capitalismo pensarnos como seres individuales en el mundo. Cada une como centro organizador, punto de partida de todo lo que puede armarse. Un autocentramiento que, como plantea Amador, supone una relación de dominio con el afuera, una presencia soberana que da la ilusión de control e independencia.

“Esto me conviene, esto quiero o no quiero”, como si se pudiera siempre definir de antemano (y en soledad) lo que va a pasar en un encuentro, lo que voy a querer con algo, si me voy a aburrir, si me voy a enganchar, etc.

¿Será que podemos tomar (como evidencia este tiempo) el inevitable tejido del que somos parte aún sin percibir esas conexiones necesariamente? Horadar esa imagen de individuo en tanto separado del mundo. ¿Es efectivamente atinado o justo creer que somos unx por fuera del mundo? ¿Estamos sensibles a las perforaciones de esas tradiciones tan estructurantes de lo humano? ¿Podremos, como plantea Sunaura Taylor, percibir con claridad que la dependencia es relativa? ¿Podremos buscar nuevos significados para palabras como “dependiente” e “independiente”? 

Preciado nos dice, el cuerpo no es propiedad sino relación. Es necesario contar con la trama que sostiene las relaciones, los entrelazamientos en los que existimos, de otra forma, nos definimos individualmente y en ese mismo movimiento defino al otro como si yo no participara de “eso que es”, lo que tiene efectos en la subjetividad y las relaciones.

Las tradiciones científicas han hecho mucho en este sentido. Realizar una bifurcación en la naturaleza (dividiendo sujeto-objeto) o anular lo otro definiendo quien es el sujeto que percibe, son intentos de trascender o reducir al mínimo la multiplicidad de experiencias posibles.

En esa línea nos preguntamos, de qué otras maneras podemos pensar los modos de relación que no sean por la vía individual o por considerar a le otre como un suministro.

Como dice la Stengers, los engañados son los que han llegado a definir la experiencia sin espesor. No es que sean problemas irresolubles sino más bien, problemas mal planteados. Ella dice: “cualquier atribución de responsabilidad de una experiencia, bien sea al mundo o al sujeto, no corresponde a un error sino a una forma de decisión que decide lo indecidible, que determina lo indeterminado”. Así, muchas veces (porque LTA) descomponemos la experiencia y la pensamos en tanto entidades que interactúan y no en términos relacionales: “me siento así porque X es un mal tipo, un tóxico”, “quiero enamorarme”, “yo lo que quiero es armar un proyecto a futuro” o el reverso, la aclaración previa de “no me interesa nada serio”, “¿quién se va a fijar en mí?”, “raro… tipo grande y soltero, debe estar medio mal”, “te recomiendo no le invites a salir porque se acaba de separar”, etc. Y así vivimos, con mucha dificultad para registrar que lo que se arma es efecto de cada encuentro particular.

Es importante, entonces, contar con esto para pensar lo que sucede y dimensionar que un acontecimiento no tiene el poder de definir-se a priori o por sí mismo (independientemente).  Como en las micorrizas, es en-la-asociación que surge algo nuevo que no existía por separado. Tampoco podemos saber de antemano, sin vivir la experiencia, qué aspectos intervendrán o qué se pondrá en relación con otros acontecimientos porque eso no preexiste “así” en cuanto tal. 

Quizás dejar de pensar que si el chongo es cálido o tiene ganas de algo serio, necesariamente nos va a salir bien andar juntxs; dejar de pensar que sólo depende de une y de lo que se invita en una relación para que sea posible; dejar de pensar que alcanza con leer/interpretar indicadores para predecir si algo me conviene o no, etc. 

Es importante tener en cuenta que un acontecimiento no tiene el poder de determinar cómo será prendido anticipadamente, pero tenemos que ser claras en el hecho de que eso suceda, es de una profunda vitalidad. 

No de cualquier modo, no con cualquiera o con cualquier cosa pero, como dice la Stengers, debe serlo y debe serlo de un modo determinado.

Sin encuentro la armonía no tiene pie”

Imposible seguir pensando en esta línea sin retomar la noción de devenir de Deleuze. Él plantea que el devenir no tiene que ver con el progreso, no es algo evolutivo. “Un devenir no es ni uno ni dos, ni relación de los dos, sino entre-dos, frontera o línea de fuga, de caída, perpendicular a las dos”. Allí, en ese guión del entre-dos, tenemos un guiño para dimensionar algo de lo que venimos planteando: un devenir siempre se toma por el medio. Ni un extremo ni el otro es determinante en sí. Tampoco las determinaciones espacio-temporales son predicados o “adornos” de las experiencias. Lo que sucede, sucede allí con esa multiplicidad de dimensiones. De este modo, no tendría sentido por ejemplo, pensar que “la” pandemia así, en abstracto, interviene (o no) en una situación o en mi modo de estar/de vivir, u otro caso, que la persona con la que estoy relacionandome sea padre será un aditivo o algo crucial en la relación de pareja, o que si sigo “x” camino tendré amores o “éxito» profesional. Todas ellas son distintas dimensiones de la experiencia, no las podemos aislar y tampoco tomarlas como determinantes en sí. Unx nunca sabe cómo prenderá una experiencia o qué aspectos intervendrán en eso que sucede, hasta que sucede. Cuál será el agarre de la experiencia.

La propuesta que hacemos entonces, acompañándonos de Stengers y la lectura que hace de Whitehead, es tomar siempre como punto de partida aquello que compromete. Ella dice que todo lo que se percibe está en la naturaleza. No podemos elegir a nuestro antojo.  Esto no significa que esté todo dicho, que la suerte está echada y entonces no tenemos más que dejarnos “fluir”. No se trata de adjudicar a la naturaleza lo que percibimos sino más bien, estar atentxs a aquello de lo que tenemos experiencia en la percepción. Estar atentxs a nuestra sensibilidad.

Devolver la textura y rugosidad a la experiencia. Transformarla en una experiencia de duración, siempre situada. Esto tiene sus riesgos, claro, porque no se sale indemne de una experiencia, devenimos un poco otrxs. El tema está en creer que podemos salir ilesxs o que de antemano podríamos saber el decurso de algo. Volviendo a las micorrizas decíamos que crean asociaciones potentes, allí situadamente. Unx no sabe cómo crecerá una planta, qué color tomará, como se expandirá en el terreno, podemos tener hipótesis pero lo determinante en definitiva será esa asociación, ese agarre, eso que sucede en la experiencia. 

Deligny dice “no se trata de encontrar lo que ya existe, ni tampoco lo que se busca, pero sí de crear a través de ese vagar aquello que se encuentra, es una pesca que crea el pescado, por así decir. Es una pesca de red, allí donde no había nada”. Vagar entonces, estar dispuestxs al encuentro implica sobre todo, mantener el espacio vago para que algo agarre, para que algo se pueda cultivar.  

¿Qué cultivar? De Micorrizas y Micro-risas 

Vivimos de modos tristes porque no nos animamos a imaginar que puede ser distinto o porque creemos que para que las cosas sean distintas tiene que cambiar todo de pies a cabeza. Creemos que todo está a punto de una revolución, pero no hay un” momento en que esas fuerzas se ordenen para dar lugar a esos nuevos brotes. Las posibilidades de vivir de modos más libres y crear libertades para otres son cotidianas y se juegan en lo micro. Si no somos capaces de inventar otros modos con nuestros amigues y amores en el día a día no habrá revolución posible.

Somxs muchxs quienes nos preguntamos cotidianamente cómo vivir de maneras más libres y plurales. Algo se cataliza en estos tiempos de pandemia, y decimos en este tiempo de pandemia porque sentimos que hay fuerzas que achican el horizonte de lo que debe cuidarse, de los supuestos modos correctos de vivir, de sentir, de habitar cada cuerpo. Entonces, ¿se tratará de intentar cuidar cada une su propio mundo? Pensamos que no, pero igualmente les deseamos buen viaje a aquelles que se lanzan a esa travesía. ¿Se tratará de mantenerse cerca solamente de quienes dicen que viven parecido? Nuevamente sentimos que no por varias razones: en general esas identificaciones totales son erradas y el cálculo de los efectos de un encuentro falla.

Se nos vuelve pregnante la figura de la micorriza: esa simbiosis aumenta el volumen del suelo explorado, se da una asociación que facilita la exploración y la nutrición. Vivientes que están cerca se afectan por otrxs, y puede ocurrir que sorpresivamente ese encuentro devenga en beneficio mutuo. 

Esas asociaciones no son calculadas, no se anticipan, no se planifican. Ocurren un poco por una disposición sensible a estar atentxs a lo que ocurre en los encuentros y una disponibilidad física que podemos pensar un poco azarosa. Dice Haraway: “Nadie vive en todas partes, todo el mundo vive en algún lugar. Nada está conectado a todo, todo está conectado a algo”. 

¿Qué orientaría el reconocimiento de esas asociaciones? Una pista la encontramos en la risa alegre como brote vital de otros modos de estar juntxs. En esto de las micorrizas pensamos en esas asociaciones incalculadas y mínimas o locales que nos desencadenan micro risas. Micro no por pequeñas ni débiles, sino que por local, acotado. Algo sorpresivo que brota y que aumenta la sensibilidad y la potencia, la capacidad de estar lanzadxs a la exploración y de nutrir y ser nutridxs por otros modos de vida. 

Deleuze nos advierte que aliarse con otrx nunca es simple porque nunca quedamos iguales. Tener la posibilidad de afirmarse en la fragilidad y devenir múltiple desde ahí, devenir otrxs en asociaciones no calculadas.

Pensar situadamente nos ayuda a salir de los binarismos, nos obliga a pensar con lo que hay. Quizás reconocer cabalmente que vivimos situadamente, asumir que no somxs ni más ni menos que líquenes, nos facilite estar atentes a esa expansión en las posibilidades de exploración y a las asociaciones no calculadas que pueden darse, hacernos reír y abrirnos a otros mundos impensados.

¡Viva la revuelta anti-fina(n)zista de lxs colombianxs! Pero esto no tiene mucho que ver con la revolución molecular // Franco «Bifo» Berardi

Colombia se subleva contra una reforma tributaria que pretende -una vez más- hacer pagar a los trabajadores el peso de la deuda. Desde hace cuatro décadas de agresión financiera, desencadenada por la desregulación neoliberal en Colombia como en todas partes, la catástrofe sanitaria ha provocado una precipitación de las condiciones de vida, y como en todas partes promete producir una ola masiva de despidos. 
Tras una semana de manifestaciones populares, de enfrentamientos y de represión violenta (24 personas fueron asesinadas en Cali y en otras ciudades), el presidente Duque debió dar marcha atrás y renunciar a la reforma.
En el inicio de la pandemia, cuando las estructuras sanitarias debilitadas por la ola de privatización del sistema sanitario comenzaron a verse sumergidas, las personas razonables pensaban que los gobiernos habrían de abandonar las políticas neoliberales.
Nada de ello ocurrió.
Durante el año pandémico, las desigualdades aumentaron enormemente, los beneficios financieros alcanzaron niveles inéditos.
Cuanto más sufre y se empobrece la sociedad, más multiplican su fortuna los ricos.
Este es el contexto en el cual lxs colombianxs se sublevaron contra la alianza entre globalidad del poder financiero y violencia nacionalista, racista y policial.
La oposición entre globalismo capitalista y soberanismo nacionalista no es más que un espejismo.
Desde el comienzo de la contrarrevolución tatcheriana, el principio nazi de la selección natural se ha vuelto un dogma oficial: se puede hablar entonces de fina(n)zismo.
Por enésima vez podemos ver esta alianza nazi-liberal en Colombia: un nazi declarado, que se llama Alexis Lopez ha suministrado una justificación supuestamente filosófica a la represión brutal de las manifestaciones populares. Este pobre diablo, que tiene una formación en entomología y que ha trabajado como instructor de la policía colombiana, escribió en alguna parte que los marxistas lanzaron una nueva táctica de combate, inventada por un filósofo francés llamado Félix Guattari. Esta nueva táctica se llama “revolución molecular”.
Inmediatamente después Álvaro Uribe, ex-presidente de Colombia, expresión de la derecha militar y neoliberal, retomó la sugerencia del nazi, declarando que la tarea del gobierno es fortalecer a las fuerzas armadas (que ya han matado a 24 manifestantes) para resistir a la revolución molecular disipada.
¿Qué sería la revolución molecular disipada (inventada por este malvado filósofo francés)? Evidentemente sería una táctica de guerra para alterar el orden democrático.
¿Hay que explicar entonces a Lopez y a Uribe un poco de filosofía guattariana? Y bien, sí.
La revolución molecular no tiene absolutamente nada que ver con una táctica de combate. Esto no quiere decir que Félix Guattari estuviera desinteresado del combate y la táctica, pero el concepto de revolución molecular se refiere justamente a lo contrario de la táctica. Cuando se habla de revolución molecular, se habla, de hecho, de un proceso que no puede estar dirigido ni programado, ya que no es un efecto de la voluntad racional, sino justamente una expresión del Inconsciente, del deseo que no tiene nada que ver con las formas políticas establecidas ni con la astucia de algún marxista oculto en algún sitio en el bosque.
Muy por el contrario, la revolución molecular es un borbotón del inconsciente social que puede ascender cuando la voluntad organizada de la política pierde su poder, cuando el deseo irrumpe en el dominio del orden represivo.

Otra vez Gaza, otra vez la política de la masacre sistemática

quñéLa derecha que gobierna Israel nos hace saber, una vez más, qué se propone en Gaza. La CNN registra fotográficamente las postales de la masacre en curso. Hamas había exigido horas antes que la policía israelí se retirara de la mezquita Al Aqsa, en Jerusalén, “donde cientos de palestinos resultaron heridos”. Durante semanas, informa la CNN, ultranacionalistas israelíes venían provocando a los creyentes musulmanes, con la activa complicidad de la policía local. Recién entonces Hamas dispara cohetes contra la ciudad de Ashkelon, cohetes que no causan víctimas israelíes. El sistema de defensa Iron Dome los intercepta el 10 de mayo. No alcanza. Un ataque aéreo contra Khan Yunis, en el sur de Gaza, arroja 20 víctimas mortales. Una serie de fotos muestra el impacto, mientras integrantes de la defensa civil palestina remueven los escombros. Esta es una escalada que recién empieza. Con el correr de los días los muertos, de ambos pueblos, no cesan. Tienden a incrementarse respetando la misma asimetría militar. Cohetes contra ataques aéreos.

¿Hasta cuándo? ¿Para qué?

Hace demasiado tiempo que el general Itzhak Rabin fue asesinado. El 4 de noviembre de 1995 murió uno de los dos firmantes del Acuerdo de Oslo. El socio de Yasir Arafat cayó, y junto con el primer ministro israelí murió la chance de una paz posible. En julio de 1995, Benjamín Netanyahu encabezó una falsa procesión fúnebre con ataúd y soga, donde los manifestantes corearon «Muerte a Rabin». En el mismo sentido, sin rodeos, se pronunciaron rabinos fascistas. De acuerdo con la ley judía, debe ser asesinado quien, advertido de su delito (entregar tierra santa a infieles), se niegue a obedecer. Rabin fue advertido y asesinado por los mismos que hoy gobiernan Israel. Pasó hace más de 25 años.

Las personas que firmamos abajo, judías y no judías, exigimos la inmediata detención de los bombardeos a Gaza y el respeto al derecho internacional público, para restablecer el imprescindible acuerdo de paz entre palestinos e israelíes; al tiempo que responsabilizamos al gobierno de Netanyahu por crímenes imprescriptibles contra el pueblo palestino.

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El 15M en el laberinto español // Amador Fernández-Savater

No veo sentido a recordar el 15M si no es para tratar de prolongar su energía, su potencia de escándalo y desorden. ¿Dónde radica a día de hoy? En un punto de vista. El 15M es un corte histórico intempestivo que nos ofrece una perspectiva para pensar la política española. Una perspectiva, un espacio para ver y oír, que se abre con el siguiente grito: “lo llaman democracia y no lo es”. Esa afirmación nos hace en primer lugar una pregunta: si no es democracia, ¿entonces qué es? ¿Y de dónde viene?

 

La democracia española, configurada en el proceso de transición, es un tablero político cerrado: la capacidad de acción y decisión sobre lo común se restringe a los partidos, los límites de lo posible cristalizan privilegios blindados de oligarquías políticas y económicas, y por encima de todo pesa una amenaza: “es esto o el caos”. Democracia restringida, limitada y disuasiva: el 15M no se queda enroscado en la denuncia o la crítica, ni tampoco imita en espejo aquello que desafía, sino que abre espacios para experimentar otros modos de organización y otras relaciones humanas. Espacios donde vivir una democracia real ya.

 

Contra la política restringida a los partidos, el 15M propone la activación de la gente común y cualquiera, sin títulos para gobernar. Mientras que la polarización del tablero nos tienta a ver el mundo desde los términos predeterminados del bando de nuestra elección -PP o PSOE, izquierda o derecha, gobierno u oposición-, el 15M inventa un lugar donde sentir, pensar y actuar con autonomía. Un espacio que no vende promesas o soluciones, ni tampoco pide adhesiones, sino que invita a cualquiera a elaborar preguntas y acciones sobre la vida común.

 

Contra el acaparamiento de la vida pública por oligarquías políticas y económicas, el 15M cuestiona la falta de demos de la democracia restringida. La alienación política sacraliza lo que sólo son momentos y herramientas: Constitución, instituciones, leyes. Niega y reprime la potencia instituyente -nuevos problemas, nuevos usos, nuevas libertades- en nombre de lo instituido. Convierte al pueblo en espectadores y votantes. En la democracia real ya, practicada por el 15M en plazas y mareas, las normas que regulan la vida en común deben poder ser revisadas y modificadas siempre por lo común, por el demos.

 

Contra la amenaza permanente del caos, el 15M presenta el conflicto como motor democrático. Son los conflictos, cuando están animados por una perspectiva igualitaria (movimientos de trabajadores, mujeres, minorías), los que han traído siempre más justicia al mundo. Pero nuestra democracia los teme como al diablo y asimila cualquier tumulto a la catástrofe. La derecha agita el miedo (separatismo, comunismo bolivariano) y la izquierda el miedo al miedo (fascismo, extrema derecha). Pero ambas conciben la democracia como algo acabado y que sólo cabe preservar. El 15M plantea una democracia en movimiento y siempre por hacer, capaz de responder creadoramente a los conflictos sociales.

 

“Democracia o fascismo” es una falsa alternativa. El consenso democrático se define desde la transición como la superación del “estado de guerra” entre españoles, pero todo el rato nos amenaza con volver a él si desafiamos lo establecido. Vox no es “lo otro” de la cultura consensual española, sino la radicalización de la amenaza. Un franquismo de retaguardia siempre listo para asegurar los límites cuestionados. Del terror a la disuasión (y vuelta): el miedo sigue en el centro de la vida colectiva. Es el bucle del laberinto español.

 

La fuerza del 15M -política de cualquiera, potencia instituyente, conflicto igualitario- se perdió en el pasaje posterior a la representación. Con la “traducción institucional” de 15M por parte de Podemos se vuelve al código de la política convencional: la jerarquía de los que saben, la producción de espectáculo y espectadores, el alejamiento de los territorios de la vida, la subordinación al tiempo mediático de la coyuntura, la retorización y verticalización de la política.

 

Un mal traductor es el que sólo escucha el signo (lo que se dice) y pierde de vista el ritmo (lo que se hace al decir). La traducción institucional retomó algunas de las demandas del 15M pero borró por completo su energía y vibración propias. El 15M se convirtió de ese modo en un objeto de referencia y ya no un modo de hacer y pensar. En un elemento retórico en la “producción de relato” en que consiste hoy la política a izquierda y derecha. ¿Será la salida de Pablo Iglesias una ocasión para repensar la acción política o simplemente para reajustar el relato?

 

El laberinto de la política española nos reclama alternativamente como “soldados” y como “víctimas”. Soldados: carne de cañón manipulable a voluntad en las disputas de poder entre partidos. Víctimas: masa temerosa que se resigna al estado de cosas o se moviliza desde el odio y el resentimiento. Ni soldados ni víctimas, sino personas capaces de sentir con su propio corazón y pensar con su propia cabeza sin delegar en ningún comité central (político o mediático), capaces de hacerse cargo en común de lo común y de una política afirmativa. Es la propuesta siempre actual del 15M: otro pueblo para otra democracia, no basada en el miedo de la gente ni en el miedo a la gente.

 

* Amador Fernández-Savater es autor de La fuerza de los débiles. El 15M en el laberinto español (editorial Aka

Digo, para los que le gusta la teología // Diego Sztuwark

Más leo los diarios, más pienso en Simón Radowitzky, punto por punto, otra cosa. Kiev, 1891, luego soviet de Petrogrado, 1905. Familia judía, rebelde de los pogroms zaristas. Inmigrante en 1908. A sus 18 años se erige en contra cara del jefe policial del Gobierno de Alcorta, coronel masacrador Ramón L. Falcón, al servicio de Sarmiento en la guerra contra las montoneras de López Jordan en Entre Rios, vinculado al general Roca en la campaña del desierto y sanguinario represor de huelgas obreras. «Mártir de burguesía argentina», lo llama Viñas. Simón, en cambio, ante la guerra, anarquista. Luego de prolongada prisión, a las órdenes de Durruti, destaca en el Ebro. Los diarios de estos días, entonces: Gaza, Cali. Lo más lejano y lo más cercano. «El Mesías no viene sólo como Redentor, viene también como vencedor del anticristo», escribía Walter Benjamin. Digo, para los que les gusta la teología.

(Colombia) en la trampa: la estrategia del agotamiento corporal como política (anti)social // Diego Moreno Mancipe

I

En Colombia la expresión “en la trampa” tiene, al menos, dos sentidos: uno pasivo, como caer en la treta de un extraño; otro activo, como la aplicación de la inteligencia y los sentidos en la detección de una amenaza. Según el segundo sentido, estar “en la trampa” es mantenerse atento, pendiente de… y con los ojos bien abiertos. Colombia está atrapada en una trampa que atraviesa los cuerpos, captura las ideas, entristece los afectos y anula la imaginación; una trampa con múltiples dimensiones, compleja, indiscriminada y difícil de desarticular, frente a la que hay que “estar en la trampa”. Quisiera hablar de trampas, más que de agresiones directas. 

Las manifestaciones que tienen lugar en el país desde el miércoles 28 de abril son la continuación de una movilización social que empezó con el paro nacional del 21 de noviembre de 2019. Durante 2020 la pandemia prestó aliento artificial al gobierno Duque-Uribe (no se venden por separado), ahora los colombianos volvieron a las calles para rechazar una reforma tributaria que sirvió como revulsivo de un descontento social más profundo.

A pesar del compromiso del gobierno de retirar la reforma tributaria, la continuidad del paro nacional se explica por el maltratado y la dura represión de la que es víctima el pueblo colombiano. Según las ONG Indepaz y Temblores, después de 11 días de manifestaciones se registraba la pérdida de 47 vidas –39 de ellas relacionadas con violencia policial– y 548 desapariciones. 

 

Desde 2019 la estrategia de la Casa de Nariño consiste en golpear fuerte, aislarse y aguantar hasta que el desgaste haga lo suyo con los manifestantes. Se trata de una suerte de pugilato cobarde: la orden de actuar con mano dura sale de despachos en Bogotá –cuando no de la finca de un expresidente– y es ejecutada con brutalidad sobre los cuerpos maltratados por las fuerzas del orden. Balas, proyectiles, gases y tanquetas contra insultos, escudos de lata y piedras. 

Son tramposos. Mientras la policía y los antidisturbios violentan a los ciudadanos, en Casa de Nariño convocan civilizadas “conversaciones nacionales” entre machos blancos de derecha y centro –en cualquier caso, despreciadores de la indignación popular por su falta de buenas maneras–. 

Los liberales bien pensantes de centro trampean con equivalencias irreflexivas de la violencia. Su abstracción cuasi mística borra de un plumazo cualquier determinación, límite y diferencia. Es la noche en la que todos los gatos son pardos: la perdida de un ojo, las golpizas que propinan los antidisturbios y el asesinato se estiman tan graves como la ruptura de cristales, los insultos o el lanzamiento de rocas. Así desplazan en otros la barbarie que consienten.

También hay quien van más allá y demanda muerte sin sonrojo. Sí, a fuerza de repetición, el discurso guerrerista del uribismo hizo que un sector nada minoritario de la población civil cultivara una moral guerrerista para la que todo vale en la defensa de la propiedad privada. Ahora salen en camionetas 4×4 blancas a dispararle a los jóvenes e indígenas. 

Más tramposa todavía es la deslegitimación oficial de la protesta social. Ya cuenta como uno de los signos de identidad del uribismo la criminalización de pobres, indígenas, negrxs, campesinxs y estudiantes que manifiestan su hastío con el estado de cosas nacional. Tradicionalmente, la bellaquería de derechas colombiana no ha encontrado otra forma de narrar la articulación de todos estos sectores sociales que no sea mediante la fantasía del origen criminal, ilegal y mafioso. Este escepticismo denunciante convierte a los ciudadanos en ingenuos e ignorantes fácilmente manipulables, a la vez que obtura cualquier posibilidad de producir una idea adecuada del estercolero en el que nos encontramos. 

Al calor del paro surgen discursos delirantes replicados por patrañeros. Aunque graciosas, sus elucubraciones son peligrosas por sus efectos: refuerzan la idea en los ya convencidos de que la movilización social es una revolución enmascarada que amenaza la estabilidad del orden civil; todo manifestante es un potencial insurgente, la respuesta tiene que ser militar. 

Tal vez la expresión más grosera del modo en que opera este entrampamiento sensible-intelectual se revele en el discurso racista y clasista anti-indígena de las élites nacionales. La negación de las consecuencias concretas del despojo histórico se respalda esquizofrenicamente con una fuerte conciencia histórica que condena el derribamiento de las estatuas de los conquistadores. Los señoritos reconocen los pueblos indígenas a razón de su pauperización y segregación en resguardos apartados de los centros urbanos. El indígena que pisa la ciudad en calidad de no-desplazado y reclama sus derechos siempre se trae algo oscuro entre manos. De la imagen del buen salvaje del multiculturalismo liberal ni hablar. 

Ahora bien, nosotros mismos nos hacemos trampa al infantilizar a Duque y su gobierno. Iván Duque prueba que ser incompetente y ser un hijo de puta no son excluyentes. Claro, Duque es un inepto, pero su ineptitud solo se compara con su cinismo. Su malicia pasa de agache por las patéticas entrevistas de campaña en las que ofrecía sus vergonzosos dotes artísticos y deportivos. Duque es cruel, y es más cruel lo que hace como presidente que como bailarín, futbolista o guitarrista de fogata. Hiere más oír el desinterés con el que se refiere al pueblo que escucharlo cantar De música ligera

Igualmente se hace trampa el que piensa que la necropolítica de Duque-Uribe está arrinconada sin respaldo. La burbuja de mismidad y seguridad endogámica que constituyó el progresismo reventó con el referendo por la paz de 2016 y las elecciones de 2018. 

No hay un desgobierno absoluto. Lo que ocurre es que la falta de inclusión del gobierno Duque-Uribe implica el gobernar contra la mayoría y a favor de unos cuantos. No están desconectados de la realidad, es que desprecian a la gente. Duque no tiene miedo a hablar con el pueblo, no quiere hacerlo y punto. Tampoco es prisionero de nadie, es parte activa de la ejecución. Todas sus evasivas hacen parte de una estrategia consciente de desgaste y desmoralización. La maldad no es carencia de…, la maldad es

 

II

No todas las trampas matan inmediatamente; las hay que agarran y no sueltan hasta que la presa deja de resistirse. La trampa desgasta hasta que la muerte que provoca ocurre casi naturalmente. La víctima se deja ir. De esto, la articulación entre autoritarismo, conservadurismo y liberalismo sabe bastante: la táctica neoliberal por excelencia consiste en dejar morir por falta de recursos. La muerte es inducida por desfinanciamiento hasta que la amenaza de colapso es venturosamente atajada por el salvavidas de la privatización. Por eso el neoliberalismo depende de sus crisis, pues las provoca y estas garantizan su estabilidad (dis)funcional. 

Decía anteriormente que la trampa que tiende el gobierno Duque-Uribe (insisto, no se venden por separado) puede entenderse como un ejercicio de desgaste corporal pensado por cobardes en la medida en que las fuerzas en pugna no se exponen de la misma manera. También recordaba que las trampas no solo capturan y matan al instante, sino que algunas capturan y retienen hasta que el otro se entrega. La trampa objetiva la intención de un sujeto inteligente: economiza esfuerzos, reduce riesgos y optimiza resultados. 

La trampa es un reflejo del comportamiento de la presa. Si las trampas del gobierno Duque-Uribe funcionan como aparatos que desgastan la manifestación popular es porque capturan efectivamente algunas de sus habitualidades. El artificio consiste en reprimir, encerrarse, no ceder y esperar que la actividad del otro termine por cansarlo tal y como la experiencia ha demostrado que ocurre anteriormente. Luego vendría la impotencia y la depresión. El objetivo es reinstalar la tristeza. 

Para quien observa desde afuera como los cuerpos marchan, golpean, corren y pasan noches en vela, resulta evidente que no hay cómo sostener semejante ritmo de carrera por mucho tiempo. Los señores de la guerra apuestan por una carrera de fondo. Como en 2019, también ahora el paso de los días debería evidenciar una progresiva falta de concurrencia en las marchas. No van a ceder o a entregar nada, esperan que, como tantas veces antes, las concentraciones de ciudadanos que paralizan las ciudades y carreteras se conviertan en grupúsculos cada vez más aislados. ¿Cómo juzgar sin ligereza este fenómeno de extenuación y disipación popular? ¿Acaso no hemos renunciado todos alguna vez a algo en lo que creíamos por puro agotamiento? 

La estrategia va de hacerse el desentendido, enviar golpeadores a machacar a la gente y aguardar que el tiempo y el ultraje actúen sobre las limitadas fuerzas de cuerpos mal alimentados y fatigados. La única política social que conoce el gobierno nacional es la política del agotamiento corporal; su máxima práctica reza así: “mantente firme, ya se cansarán”. ¿Y si no se cansan? Entonces la precipitación del proceso: más hostigamiento, persecuciones, rechazos, detenciones, amenazas, y sobre todo, más disparos y más muertes. 

La política de agotamiento caporal, aplicada a la movilización social, no es aprehendida completamente sin su íntima relación con cierta economía de los cuerpos. Los cuerpos son explotados, sí, pero también gozan autoexplotándose. El ethos del esfuerzo que caracteriza a la sociedad capitalista siembra en el sentido común la idea de que hay nada digno si esto no está atravesado por el signo del sacrificio. El sacrificio tiene múltiples caras, pero estas coinciden en ese extraño encuentro entre formación, trabajo y deportismo que a más de un siglo de la muerte de Herbert Spencer continúa animando el darwinismo social. 

No hay diagnóstico completo sobre la interiorización de la competitividad y la explotación de sí sin reflexión sobre la intolerancia hacia la delicadeza, es decir, frente a lo que no está debidamente formado y preparado para lo más rudo. Por supuesto, el discursillo del trabajo y la preparación deportiva encontró primero tierra fértil entre los más ociosos. Fue entre individuos con tiempo de sobra y vidas resueltas donde la inconfesada culpa de la inactividad hizo germinar un extraño deseo de exigencia. El señorito fue el primero en jugar a que hacía la guerra en los campos de paintball; el primero en quejarse porque en su gimnasio no ofrecían clases de full contact. Solo recientemente la popularización de esta ética elitista de rivales penetró los cuerpos de los trabajadores con jornadas a tiempo completo, haciéndoles conscientes de su holgazanería. Hoy jugamos tanto al superhombre que estamos convencidos de que la vida no admite grasa, queja, flojera, descanso ni molicie. Es a partir de este horizonte de sentido desde donde los acomodados barones del gobierno y los fatigosos manifestantes piensan cómo hacer colapsar y cómo resistir al otro, respectivamente. 

Las prácticas de crueldad con el cuerpo propio y ajeno no son patrimonio exclusivo de la diada trabajo-deportismo en tiempos de capitalismo. Sin embargo, no es impreciso afirmar que es la sociedad y el sujeto capitalista, sobre todo en su deriva neoliberal, los que más provecho han sacado de ese complejo vitamínico compuesto de heroísmo mítico, atletismo greco-romano y martirología cristiana.

El problema es que una vez interiorizada la cultura del sacrificio y el esfuerzo corporal no podemos salir de ella aunque nos manifestamos en contra de su pesadez. La política de agotamiento corporal y anímico estatal no sería efectiva si no se ensamblara con nuestra creencia en que solo lo que pasa por la exigencia del cuerpo posee la sustancialidad suficiente para ser reconocida por el otro. Un ejemplo de ello es la voluntad de sacrificio de las marchas. Es como si el ignorado y excluido pretendiera ganar el reconocimiento del otro, del gobierno y la sociedad en general, mediante actos de bravura. El compromiso político tiene que encarnase y padecerse. Además, la impotencia alimenta la sospecha, cada vez más acuciante, de algo hace falta. Se puede hacer aún más: hay que ponerse como carne de cañón en la primera línea, caminar de la mañana al atardecer, pasar la noche en vela, hasta que nadie quede indiferente.

Pero no es nuestra culpa. Hay algo muy pervertido y enfermo en una sociedad en la que el pueblo ha interiorizado la creencia de que la única manera de aparecer como algo significativo ante los ojos de sus gobernantes es mediante el holocausto público. Lo peligroso es que las fantasías del morboso no tienen techo y siempre admiten más desgarros. 

 

III

Algunas de las corrientes filosóficas de izquierda del momento han señalado cómo el desequilibrio entre sentiencia y sapiencia –inclinado hacia la afectividad y emotividad, por supuesto– condena a la izquierda tradicional a una indefectible repetición de rituales inútiles. La crítica puede resumirse de la siguiente manera: en su exceso de sensibilidad, la izquierda arcaica tiende a comprometerse más con los afectos del activismo que con las estrategias racionales que le permitirían desplegar sus proyectos. En otras palabras, el militante tiene más compromiso consigo mismo que con las ideas del programa social y colectivo; la causa del fracaso de la izquierda kitsch es inmanente: la acción política está llamada a la ruina porque cuando los militantes se preguntan qué hacer y cómo hacerlo termina decantándose por aquello que los hace sentir mejor consigo mismos, sin considerar si esto es lo más conveniente en términos estratégicos. Aquí “sentirse bien con uno mismo” no implica que sea placentero. Se trata, sobretodo, de sentirse contento de sí por haber hecho lo que se supone es correcto, como ofrecer el cuerpo para ser castigado con la esperanza de exponer la crueldad del otro ante el mundo.

 

Con todo, no hace falta remitirse a filosofías hipster del primer mundo para encontrar una impugnación similar de esta trampa en la que voluntariamente se ingresa. El senador y líder de la oposición en Colombia, Gustavo Petro, ha expuesto y articulado claramente los riesgos que enfrenta la movilización social. En un audio filtrado por los grandes medios de comunicación del país –y que estos esperan emplear para señalar la escisión entre el senador y el Comité Nacional del Paro– se escucha a Petro decir: “creo que en el momento en el que el gobierno decidió retirarla [la reforma tributaria] debió declararse el triunfo popular y frenar ahí. Si lo quieren, en otros términos, acumular fuerzas para lo que seguía”. Empero, contra de lo que piensan sus adversarios, lo allí expresado no es la traición a la movilización social sino el llamado a racionalizar las fuerzas y meditar las tácticas de cara a una confrontación que, de darse directamente y sin tregua, favorece a quienes no colocan el cuerpo en riesgo porque esperan la descomposición de la multitud por agotamiento desde una oficina. En oposición al pugilato masculino de fuerzas inequívocamente desiguales, la apelación de quienes cuidan de los suyos porque les preocupa su suerte. No es una rendición; el énfasis debe ser puesto en “acumular fuerzas para lo que sigu[e]”, y no en el mero poner freno y retirarse. 

Que el llamado estratégico-racional del senador haya sido desatendido por quienes aún se mantienen firmes en las calles, carreteras y barrios del país hace patente tres cosas: primero, que el paro no le pertenece a las figuras del Comité Nacional del Paro; segundo, que el pueblo no necesita ni busca un padre o una madre a quién seguir. Por el contrario, las juventudes barriales que exponen sus existencias pretenden la muerte simbólica de toda figura paterna que encarne dependencia: desean la libertad material, no meramente formal; anhelan salir de casa, abandonar todo ámbito de subordinación –familiar o laboral– en el que se calle o se agache la mirada por falta de recursos. tercero, es evidente que el discurso intelectual de la estrategia racional supone un distanciamiento objetivante con el evento –un salir de la inmediatez del mundo para verlo desde fuera– que no pueden permitirse los cuerpos inmersos en el magma hirviente de la cuestión. Solamente bajo principios meramente formales tiene sentido pedirle a quienes han visto y sufrido el horror calmar la rabia. 

La ira es la fuente de una violencia que erosiona, pero también marca el camino de la dignidad y el amor propio. El pueblo enojado no quiere sobras sino el plato lleno, y va a pelear por ello así acabe en la bancarrota anímica; de cualquier manera, ya se encuentra en la miseria económica.

Hacer una política a partir de los afectos requiere de cierta habilidad para articular los flujos anímicos que circulan entre los cuerpos. Si esto es así, podemos esperar una política de afectos regularmente desplazados por negativos, como la tristeza, el agotamiento y la ira. Decía Sloterdijk que “mientras la ira permanezca en el nivel de la explosión, sólo se descargará en el modo de la inflamación”, desperdiciando así su potencial configurador de consecuencias históricas. De igual manera, mientras la tristeza, la depresión y el agotamiento sigan siendo privatizados y limitados como estados neuroquímicos, jamás tendremos noticias de su potencia revolucionaria. 

La cuestión no es nueva, desde siempre lo político ha estado ligado a un arreglo inteligentemente de lo afectivo capaz de orientarlo hacia propósitos más allá de cualquier ego. Esta racionalización no tiene nada que ver con la dicotomía sitienciasapienza aunque ciertamente opere como una ingeniería afectiva cuyo objetivo es economizar, optimizar y conducir astutamente las energías psicofísicas para que el cuerpo no sea despedazado por un proyectil, caiga exhausto de rodillas o se aísle tras un ataque de ansiedad provocado por la impotencia. Un primer ensayo de inteligencia afectiva sería salir de la prueba de resistencia corporal planteada por el gobierno y sus fuerzas militares y de policía. Siempre es inteligente y valiente reconocerse fatigado y detenerse lo suficiente para salir del juego enfermo de la explotación y autoexplotación. Parar, no necesariamente para avanzar de frente, sino también para desviarse, recomponerse y recobrar la lucidez que el agotamiento y el insomnio arrebatan. Parar para acumular energía y lanzar con toda la fuerza los enviones que sean necesarios. Parar porque, aunque es sensato reclamar del otro un trato justo, la experiencia enseña que si no cuidamos de nosotros ellos no lo van a hacer. Allí no hay a quién entienda que debe detener la aniquilación y comportarse con la nobleza de su cargo. No se conmueven con nada, están enceguecidos y no dan el brazo a torcer. 

Los afectos no son un ornamento que entorpece la eficacia del compromiso y la acción política cuando lo que se juega es la contingencia de lo común. La sensibilidad es su condición de posibilidad. Sí, es cierto que cuando se encuentran con otros los hombres se ofrecen calor, consuelo, refugio y apoyo suficiente para desmentir la pena, el abandono y el frío que los castiga. Pero más allá de este uso paliativo, reconfortante y autoafirmativo de los círculos de intimidad –no estás solo, estamos contigo; queremos, sentido y pensamos lo mismo–, encontramos un uso estrictamente pragmático y estratégico de la afectividad. Y es que no hay proyecto político individual. La estrategia de agotamiento corporal espera capturar la posibilidad que tiene un cuerpo de agenciarse con otros cuerpos; quieren dinamitar desde adentro lo que une para provocar una descomposición vía desafección y apatía. 

Siguiendo a Spinoza, “la fuerza con la que el hombre persevera en la existencia es limitada e infinitamente superada por la potencia de las causas exteriores”; el narcisista, el amputado social, el escéptico del “nosotros”, no puede nada por sí mismo.  Cuando el individuo hace frente a los abusos del mundo en soledad termina por reconocerse cansado e impotente. De ahí que lo más útil –lo más práctico en términos político-estratégicos– sea unirse a otros hombres. A mayor cantidad de cuerpos, mayor intensidad afectiva y mayor potencia de actuar. Cansancio e impotencia están correlacionados con el retraimiento en sí del ego, con el infierno de la depresión entendida como la falta de mundo por falta de vínculos con otros. Sin ese poder para afectar y para ser afectados que es la afectividad entre los cuerpos no es siquiera imaginable comprometerse racionalmente en la constitución de un proyecto prometeico. 

La estrategia mediática, política y militar que pretende hacer colapsar el cuerpo individual y colectivo del(os) otro(s) se pregunta ¿qué puede un cuerpo? inquietandose por los límites de su resistencia. Pero a pesar del dolor infligido se estrella con lo que pueden cuerpos llenos de vida: pueden más, no solo porque estén dispuestos a soportar más abusos y sacrificios, sino porque están contentos de hacerlo por los suyos; porque no hacerlo significa dejarlos solos. Y están felices de hacerlo porque después del rechazo y el ultraje recibidos encuentran el reconocimiento reclamado al maltratador entre sus iguales. A fuerza de desprecio las juventudes precarizadas y barriales, lxs indígenas, negrxs y estudiantes encuentran entre ellos la dignidad negada por los señoritos. En fraternidad se reconocen altaneros, atrevidos, “alzados”, bravos, comanches y valientes. Quieren reventarlos anímicamente, hacerlos sentir poca cosa, y lo que consiguen es que se reconciliaran con ellos mismos; como en esa novela de sanación vallecaucana de Juan Cárdenas –Los estratos, creo recordar–, en la que después de rozar la ruina existencial el personaje principal mira a un niño de la comunidad indígena en la que se ha refugiado a los ojos y lleno de seguridad le dice algo de este estilo: “¿Que vienen por nosotros? A nosotros no nos mata nadie, de aquí no nos saca ni el putas. Ni el putas, ¿me oyó?”. 



La No Sufras // Pedro Yagüe

 

Fogwill decía que una novela no cuenta una historia: cuenta un modo de contar una historia. En Valeriano este modo de contar se encuentra marcado por el ritmo, por cierta constancia, por algo que él mismo –me animó a suponer– no dudaría en llamar “manija”. Algo que arrasa. El anonimato, el chamuyo, los apodos, la gilada, el descanso, la fisura, el segundeo: todo eso arma el clima-Valeriano, la atmósfera borrosa en la que fluye su escritura.

En La No Sufras (Milena Caserola, 2021), Valeriano profundiza este movimiento. El vagabundeo de sus personajes, ese andar molesto que lo deforma todo, se altera sutilmente cuando él mismo se hace presente en el relato. La No Sufras, una mujer inclasificable, una vida que abre mundos dentro del mundo abierto por Valeriano, no deja de ser una excusa para vagar, para dar vueltas, para perderse él mismo en su propia narración. Esta es una de las grandes virtudes de la novela. A su prosa breve de lobo suelto, le agrega una serie de giros que ponen sus textos en otra parte. Son pequeños movimientos que envuelven al lector en esa mezcla de ficción y ensayo, en ese híbrido que Valeriano arma al escribir.

En la filosofía a martillazos que dejó diseminada en Twitter, Carlos Busqued sentenció alguna vez que la escritura de un libro es una actividad solitaria, al alcance de prácticamente nadie, muy cercana a la locura. Busqued diferenciaba esa actividad de otra llamada “ser escritor”, tan accesible para todos, inofensiva, que consiste en decir que uno lo es y felicitarse con otros que también dicen que lo son. En La No Sufras creo detectar una locura secreta, un delirio anónimo, muy lejano al festival alegre de los saludos.

Cuando no se romantiza, cuando se pone el cuerpo sin tanta bandera, cuando la manija arrasa con todo y te toma por sorpresa, entonces, recién entonces, la escritura se vuelve de verdad. No digo real, no digo verosímil, sino de verdad. Hay una puesta en juego en lo que se escribe, un tipo de riesgo, único, incomparable, parecido al que uno asume cuando ama. En Valeriano este amor es evidente: a las vidas runflas, a los zombies, a los reventados, a la manija insaciable que le da todo eso. Me es difícil leerlo sin sentir rápidamente el convencimiento de estar mirando una verdad. Algo falso quizás, una irrealidad, una distorsión, pero una escritura de verdad.

 

 

Por eso no cae en la estetización, práctica que, dicho sea de paso, se volvió frecuente en estos tiempos. La estetización es una actividad que consiste en otorgarle una cualidad estética a algo exterior, asumirla como propia y, en ese mismo acto, arrancarle su fuerza. Se romantiza algo, se lo desproblematiza y se lo presenta como un fenómeno acabado. Esto se ve con claridad al escuchar ciertas referencias impostadas en torno a la militancia de los años setenta, a los consumos populares, a la música, al fútbol o al peronismo. Casi que no hace falta explicarlo. Es de esas cosas que, desde el momento en que se las ve, no se puede vivir sino viéndolas todo el tiempo.

Un ejemplo es el reciente intento de algunos intelectuales en rescatar lo que denominan “la agudeza lingüística de Maradona”. Más allá de las intenciones y las personas, la iniciativa condensa el modo sutil en que, en el mismo acto en que se estetiza una fuerza, se la castra. No se puede separar la vida y el habla de Maradona de la forma en que jugaba a la pelota. Diego era un repentista, un tipo capaz de hacer esas cosas, las mejores, las únicas, las que dan más placer, esas que solo se logran cuando uno deja de pensar.

Vuelvo a Maradona y al fútbol. A lo que pasa cuando juego, a lo que me gustaría que pase cuando escribo. En el momento en que la pelota rueda, deja de importarme lo que me importaba, se me pierden las palabras y me dedico a la inmediatez absoluta de los movimientos que me rodean. Me sumerjo en el partido, en una velocidad mental muy superior a la de mi conciencia. Gambetear es no pensar: es resolver en la inmediatez del instante, estar abierto a lo que la situación exige. El gol a los ingleses si lo pensás, no te sale; las frases de Maradona tampoco.

Manchar la pelota es serle infiel al juego, no a las personas. Esa es la única fidelidad que importa: la que se dirige a la experiencia, a ese placer que surge de la acción sin pensamiento pero que, al mismo tiempo, tiene más lucidez que cualquier idea que pueda pasar por la cabeza. Es algo próximo a la verdad, a la libertad, a las ganas de estar ahí. Eso mismo es lo que, supongo ahora, me atrapa y busco en Valeriano. Esa manija, ese repentismo, ese olvido.

 

*Texto publicado en Panamá Revista

Deleuze y Guattari desde Colombia

1. En todas partes y en todas las épocas, el arte y la religión han sido el refugio de las cartografías existenciales basadas en una asunción de ciertas rupturas de sentido existencializantes.

El arte y la religión siempre han conformado dos grandes vías de escape para los hombres y sus dudas existenciales.

2. No sólo no se constata relación de causa a efecto entre el crecimiento de los recursos técnico-científicos y el desarrollo de los progresos sociales y culturales, sino que parece evidente que asistimos a una degradación irreversible de los operadores tradicionales de regulación social.

Las nuevas tecnologías influyen en gran medida y directamente en nuestras relaciones socioculturales.

3. Esos segmentos catalíticos existenciales pueden continuar siendo portadores de denotación y de significación. De ahí la ambigüedad, por ejemplo, de un texto poético que puede transmitir un mensaje y a la vez denotar un referente sin dejar de funcionar esencialmente sobre redundancias de expresión y de contenido.

El arte de la poesía puede ser un medio de comunicación muy poderoso, con él podemos expresarnos muy libremente.

4. Lo que se podría decir, usando el lenguaje de la informática, es que, evidentemente, un individuo siempre existe, pero sólo en tanto terminal; esa terminal individual se encuentra en la posición de consumidor de subjetividad. Consume sistemas de representación, de sensibilidad, etc. , que no tienen nada que ver con categorías naturales universales.

Gracias a los ordenadores y las nuevas tecnologías, podemos desarrollarnos en la sociedad de una forma que antes no era posible. Los medios de comunicación actuales son muy diferentes a los que existían antaño.

5. Los psicoanalistas de hoy en día, más aún que los de ayer, se escudan en lo que podríamos llamar una estructuralización de los complejos inconscientes. En su teorización, eso conduce a una esterilidad y a un dogmatismo insoportable y, en su práctica, eso desemboca en un empobrecimiento de sus intervenciones, en estereotipos que los hacen impermeables a la alteridad singular de sus pacientes.

Una profunda crítica hacia los psicoanalistas de su propia época, Guattari sin duda destacó notablemente entre todos ellos.

6. La ecología social deberá trabajar en la reconstrucción de las relaciones humanas a todos los niveles del socius. Jamás deberá perder de vista que el poder capitalista se ha deslocalizado, desterritorializado, a la vez en extensión, al extender su empresa al conjunto de la vida social, económica y cultural del planeta, y en intención, al infiltrarse en el seno de los estratos subjetivos más inconscientes.

El capitalismo nos afecta de forma directa en todos los aspectos de nuestra vida, muchas de estas afecciones no las llegamos siquiera a percibir.

7. Una misma intención ético-política atraviesa los problemas del racismo, del falocentrismo, de los desastres legados por un urbanismo pretendidamente moderno, de una creación artística liberada del sistema del mercado, de una pedagogía capaz de inventar sus mediadores sociales, etc. Esta problemática es, a fin de cuentas, la de la producción de existencia humana en los nuevos contextos históricos.

Conforme la sociedad avanza hacia el futuro, sus valores éticos y morales cambian con ella.

8. Propiamente, la cultura de masas produce individuos: individuos normalizados, articulados unos con otros según sistemas jerárquicos, sistemas de valores, sistemas de sumisión; no se trata de sistemas de sumisión visibles y explícitos, como en la etología animal, o como en las sociedades arcaicas o precapitalistas, sino de sistemas de sumisión mucho más disimulados.

La sociedad introduce en nuestra forma de pensar unas determinadas conductas, estas conductas dirigirán nuestros esfuerzos en la vida hacia un determinado fin. En cierta forma estamos controlados por la sociedad en la que vivimos.

9. Nuestra crítica del psicoanálisis, a partir de la creación estética y de implicaciones éticas, no presupone sin embargo una «rehabilitación» del análisis fenomenológico que, en nuestra perspectiva, se encuentra mutilado por un «reduccionismo» sistemático que lo conduce a limitar sus objetos a una pura transparencia intencional.

Guattari ayudó a mejorar con sus trabajos el psicoanálisis que existía hasta la fecha, creando unas nuevas bases para los próximos psicoanalistas.

10. De la misma manera que en otras épocas el teatro griego, el amor cortés o las novelas de caballerías se impusieron como modelo, o más bien como módulo de subjetivación, hoy el freudismo sigue habitando nuestras formas de sostener la existencia de la sexualidad, de la infancia, de la neurosis…

La influencia que Freud ejerció fue sin duda importantísima en su época, siendo incluso a día de hoy relevante en las formas de pensar de muchas personas.

11. Es siempre necesario para el intelectual estar seguro de sí mismo, ser singular, ser valiente, y para continuar trabajando, resistir a la fascinación de la academia, de los medios y de otras instituciones por el estilo.

Como personas debemos ser valientes y creer en nuestras propias cualidades, de esta forma seremos mucho más efectivos en nuestros oficios.

12. El sujeto no es evidente; no basta pensar para ser, como lo proclamaba Descartes.

En esta cita Guattari nos habla sobre la famosa frase de René Descartes, “pienso, luego existo”.

13. Sucede como si un súper-ego cientificista exigiera ratificar las entidades psíquicas e impusiera aprehenderlas solamente a través de coordenadas extrínsecas. En tales condiciones, no debe sorprendernos que las ciencias humanas y las ciencias sociales se hayan condenado ellas mismas a no alcanzar las dimensiones intrínsecamente evolutivas, creadoras y autoposicionantes de los procesos de subjetivación.

Las ciencias muchas veces se ponen a sí mismas ciertos límites, estos límites pueden llegar a estancar su evolución con el tiempo.

14. Tengo la convicción de que la cuestión de la enunciación subjetiva se planteará cada vez más a medida que se desarrollen las máquinas productoras de signos, de imágenes, de sintaxis, de inteligencia artificial…Eso significa una recomposición de las prácticas sociales e individuales que yo ordeno según tres rúbricas complementarias: la ecología social, la ecología mental y la ecología medioambiental, y bajo la égida ético-estética de una ecosofía.

Guattari pensaba que las nuevas tecnologías cambiarían nuestras formas de comunicación, y con ellas también cambiarían nuestras relaciones sociales.

15. La rutina de la vida diaria y la banalidad del mundo tal como nos lo presentan los medios de comunicación, nos rodean de una atmósfera reconfortante en la que todo deja de tener verdadera importancia. Nos tapamos los ojos; nos obligamos a no pensar en el paso de nuestros tiempos, que velozmente deja atrás nuestro pasado conocido, que borra formas de ser y de vivir que aún están frescas en nuestra mente y empasta nuestro futuro en un horizonte opaco cargado de densas nubes y miasmas.

Debemos vivir el presente y hacer en nuestra vida todo lo que deseemos, no debemos dejarnos llevar por los medios de comunicación o los intereses de terceras personas.

16. La historia no garantiza el tránsito irreversible por las fronteras progresivas. Sólo las prácticas humanas como el voluntarismo colectivo, pueden protegernos de caer en aún peores barbaridades. En este sentido, sería completamente ilusorio ponernos en manos de los imperativos formales para la defensa de los «derechos del hombre» o de los «derechos de las gentes». Los derechos no los garantiza una autoridad divina, dependen de la vitalidad de las instituciones y formaciones de poder que alimentan su existencia.

Las leyes y el gobierno deben asegurar los derechos de sus ciudadanos, adaptándose con el paso del tiempo a las necesidades del momento.

17. En todas las sociedades, la sexualidad es normalizada. Eso no es ninguna novedad. Lo que interesa es la manera en la que es utilizada, incorporada, en la constitución de la fuerza colectiva de trabajo, en la producción de consumidores, en el conjunto de los sistemas de producción inherentes al capitalismo. Antes, la sexualidad era reservada al dominio privado, a las iniciativas individuales, a los clanes y a las familias. Ahora, la máquina de desear es una máquina de trabajar. En ese nivel los flujos de deseo encuentran reservas con capacidad de expresar rebeldía. Y el sistema actúa sobre éste de manera preventiva, como una compañía de seguros.

En la sociedad actual la sexualidad está completamente aceptada, el sistema capitalista se aprovecha de este hecho sacando tajada de ello.

18. La solidaridad internacional ya sólo es asumida por asociaciones humanitarias, cuando hubo un tiempo en el que concernía en primer lugar a los sindicatos y a los partidos de izquierda. Por su parte, el discurso marxista se ha devaluado (no el texto de Marx, que conserva un gran valor). Corresponde a los protagonistas de la liberación social volver a forjar referencias teóricas que iluminen una posible vía de salida a la historia, más llena de pesadillas que nunca, que atravesamos actualmente. Pues no sólo desaparecen las especies, sino también las palabras, las frases, los gestos de la solidaridad humana. Se utilizan todos los medios para aplastar bajo una capa de silencio las luchas de emancipación de las mujeres y de los nuevos proletarios que constituyen los parados, los emarginatti, los inmigrantes…

En la actualidad la solidaridad brilla por su ausencia, al capitalismo no le interesa nada que no produzca más capitalismo.

19. Al mismo tiempo, la ciencia y la tecnología han evolucionado a una extrema velocidad, facilitando al hombre los medios para resolver prácticamente todos sus problemas materiales. Pero la humanidad no ha sacado partido de estos medios, y sigue perpleja, impotente ante los retos a los que se enfrenta. Contribuye pasivamente a la contaminación del agua y del aire, a la destrucción de los bosques, al cambio climático, a la desaparición de una gran cantidad de especies, al empobrecimiento del capital genético de la biosfera, a la destrucción de los paisajes naturales, a la asfixia en que viven sus ciudades y al progresivo abandono de los valores culturales y de las referencias morales acerca de la solidaridad y la fraternidad… La humanidad parece haber perdido la cabeza o, más específicamente, la cabeza ya no trabaja en sintonía con el cuerpo.

Todos debemos contribuir con nuestro granito de arena en la conservación del medio natural.

20. Ni el individuo ni el grupo pueden evitar un salto existencial al caos. Esto es lo que hacemos cada noche al vagar al mundo de los sueños. La pregunta fundamental es saber qué ganamos con este salto: ¿Un sentimiento de desastre o el descubrimiento de nuevos contornos de lo posible? ¿Quién controla el caos capitalista actual? ¡El mercado de valores, las multinacionales y, en menor grado, los poderes del Estado! ¡En su mayor parte, organizaciones descerebradas! La existencia de un mercado mundial es sin duda indispensable para la estructuración de las relaciones económicas internacionales. Pero no podemos esperar que este mercado milagrosamente regule el intercambio entre seres humanos en este planeta.

Es muy probable que el sistema capitalista internacional en el futuro llegue al colapso, ¿Hemos alcanzado ya el punto de no retorno?

21. Chernobil y el sida nos han revelado brutalmente los límites de los poderes técnico-científicos de la humanidad y las «sorpresas» que puede reservamos la «naturaleza». Sin duda alguna, se impone una responsabilidad y una gestión más colectiva para orientar las ciencias y las técnicas hacia finalidades más humanas. No podemos abandonarnos ciegamente a los tecnócratas de los aparatos de Estado para controlar las evoluciones y conjurar los peligros en esos dominios, regidos, en lo esencial, por los principios de la economía del beneficio.

Durante toda la historia el ser humano no ha dejado de superar todas aquellas nuevas dificultades que se le han presentado, en la actualidad sucede lo mismo con el famoso coronavirus. Debemos ser positivos y saber esperar lo mejor.

22. Una condición fundamental para conseguir fomentar con éxito una nueva conciencia planetaria se apoyaría, por tanto, en nuestra capacidad colectiva para la creación de sistemas de valores que se escapen de la laminación moral, psicológica y social de la valorización capitalista, que sólo está enfocada al beneficio económico. La alegría de vivir, la solidaridad y la compasión hacia otros son sentimientos que están al borde de la extinción y deben ser protegidos, reavivados e impulsados en nuevas direcciones.

El ser humano alcanzará su etapa más productiva cuando actuemos como una sola especie, debemos entendernos entre nosotros y actuar en beneficio de todos.

23. Las fuerzas productivas, debido al desarrollo continuo del trabajo maquínico, desmultiplicado por la revolución informática, van a liberar una cantidad cada vez mayor del tiempo de actividad humana potencial. Pero, ¿Con qué fin? ¿El del paro, la marginalidad opresiva, la soledad, la ociosidad, la angustia, la neurosis, o bien el de la cultura, la creación, la investigación, la reinvención del entorno, el enriquecimiento de los modos de vida y de sensibilidad?

¿Creéis que la automatización en la industria es positiva para el mercado laboral? Ciertas personas incluidas este filósofo no parecen tenerlo claro.

24. El capitalismo post-industrial que, por mi parte, prefiero calificar de Capitalismo Mundial Integrado (CMI), tiende cada vez más a descentrar sus núcleos de poder de las estructuras de producción de bienes y de servicios hacia las estructuras productoras de signos, de sintaxis y de subjetividad, especialmente a través del control que ejerce sobre los medios de comunicación, la publicidad, los sondeos, etcétera.

El control de los medios de comunicación, es actualmente uno de los negocios más rentables que existe.

25. La subjetividad es producida por agenciamientos de enunciación. Los procesos de subjetivación o de semiotización no están centrados en agentes individuales (en el funcionamiento de instancias intrapsíquicas, egoicas, microsociales), ni en agentes grupales. Esos procesos son doblemente descentrados. Implican el funcionamiento de máquinas de expresión que pueden ser tanto de naturaleza extrapersonal, extra-individual (sistemas maquínicos, económicos, sociales, tecnológicos, icónicos, ecológicos, etológicos, de medios de comunicación de masas, esto es, sistemas que ya no son inmediatamente antropológicos), como de naturaleza infrahumana, infrapsíquica, infrapersonal (sistemas de percepción, de sensibilidad, de afecto, de deseo, de representación, de imagen y de valor, modos de memorización y de producción de ideas, sistemas de inhibición y de automatismos, sistemas corporales, orgánicos, biológicos, fisiológicos, etc.).

Como buen filósofo Guattari se interesó por todo aquello que rodea al ser humano y a sus interacciones. Cómo nos comunicamos entre nosotros determina en gran medida nuestro propio devenir.

26. Las sociedades capitalísticas expresión bajo la que yo incluyo, junto a las potencias del Oeste y del Japón, los llamados países del socialismo real y las Nuevas Potencias Industriales del Tercer Mundo, fabrican desde ahora, para ponerlos a su servicio, tres tipos de subjetividad: una subjetividad serial que corresponde a las clases asalariadas, otra a la inmensa masa de los «no-asegurados» y, por último, una subjetividad elitista que corresponde a las capas dirigentes. La «massmediatización» acelerada del conjunto de las sociedades tiende así a crear una separación cada vez más pronunciada entre esas diversas categorías de población. Entre las élites, encontramos una disponibilidad suficiente de bienes materiales, de medios de cultura, una práctica mínima de la lectura y de la escritura y un sentimiento de competencia y de legitimidad en las decisiones. Entre las clases sometidas, encontramos, por regla general, un abandono al orden de las cosas, una pérdida de esperanza de dar un sentido a su vida.

Sin duda, la clase social a la que pertenecemos nos permite alcanzar un objetivo en la vida u otro, si no disponemos de ciertos medios no somos igual de competitivos entre nosotros.

27. Nuestra sociedad produce esquizos como produce champú “Dop” o coches “Renault”, con la única diferencia de que no pueden venderse.

La salud mental es efectivamente muy importante, por eso mismo el estado debe poner todos los medios a su disposición para la cura y tratamiento de estas enfermedades.

28. Lo propio del cinismo radica en pretender el escándalo allí donde no lo hay y en pasar por audaz sin audacia.

No debemos ser cínicos en nuestra vida personal, la honestidad nos llevará en el futuro hacia donde realmente debamos estar.

29. Los criterios que distinguen clases, castas y rangos no deben ser buscados en el lado de lo fijo o de la permeabilidad, del cierre o de la abertura relativas; estos criterios se revelan siempre como decepcionantes, eminentemente engañosos.

Efectivamente las clases o castas pueden ser muy maleables, estas pueden cambiar radicalmente con el paso de los años o incluso llegar a desaparecer.

30. Mas siempre hacemos el amor con mundos. Y nuestro amor se dirige a esta propiedad libidinal del ser amado, de abrirse o cerrarse a mundos más vastos, masas y grandes conjuntos. Siempre hay algo estadístico en nuestros amores, y leyes de los grandes números.

Todos sentimos la vital necesidad de ser amados o amadas y para conseguir este hecho, llevamos a cabo mil peripecias personales que nos llevan a investigar todo tipo de mundos.

31. En Freud había todo esto, fantástico Cristóbal Colón, genial lector burgués de Goethe, Shakespeare, Sófocles, Al Capone enmascarado.

Como podemos ver Guattari no era un gran seguidor de Sigmund Freud, de hecho a lo largo de su carrera escribió diversas críticas sobre el llamado padre del psicoanálisis.

32. Si el capitalismo es la verdad universal, lo es en el sentido en que es el negativo de todas las formaciones sociales: es la cosa, lo innombrable, la descodificación generalizada de los flujos que permite comprender a contrario el secreto de todas estas formaciones, codificar los flujos, e incluso sobre codificarlos antes de que algo escape a la codificación. Las sociedades primitivas no están fuera de la historia, es el capitalismo el que está en el fin de la historia: es el resultado de una larga historia de contingencias y accidentes y provoca el advenimiento de este fin.

El capitalismo fue su tema favorito cuando escribía sobre política, al ser Marxista su ideología personal chocaba frontalmente con este sistema económico.

33. El deseo no tiene por objeto a personas o cosas, sino medios enteros que recorre, vibraciones y flujos de todo tipo que desposa, introduciendo cortes, capturas, deseo siempre nómada y emigrante cuya característica primera es el gigantismo.

El deseo puede llegar a albergar dentro de él cualquier cosa que podamos imaginar, como bien nos dice Guattari en esta cita no tienen porque ser personas o cosas.

34. El paseo del esquizofrénico es un modelo mejor que el neurótico acostado en el diván. Un poco de aire libre, una relación con el exterior.

La esquizofrenia es una de las enfermedades mentales sobre la que más se ha hablado, Guattari estaba muy interesado en su investigación.

35. Es cierto que es difícil conseguir que las personas salgan de sí mismas, se olviden de sus preocupaciones más inmediatas y reflexionen sobre el presente y el futuro del mundo. Le faltan motivaciones colectivas para hacerlo. Casi todos los medios antiguos de comunicación, de reflexión y de diálogo se han disuelto en favor de un individualismo y una soledad a menudo equiparables a ansiedad y neurosis. Por eso yo abogo por la invención -bajo los auspicios de una nueva confluencia de la ecología medioambiental, la ecología social y la ecología mental- de un nuevo montaje colectivo de enunciados en lo que se refiere a la familia, al colegio, al barrio, etc. El funcionamiento de los medios de masas actuales, y de la televisión en particular, es contraria a esta perspectiva. El telespectador permanece pasivo frente a la pantalla, preso de una relación semi hipnótica, aislado del otro, vacío de conciencia de responsabilidad.

Los medios de comunicación pueden llegar a ser muy perjudiciales para la sociedad, debería haber un mayor control sobre ellos y sobre el contenido que emiten.

36. En adelante, lo que estará a la orden del día es la liberación de campos de virtualidad «futuristas» y «constructivistas». El inconsciente sólo permanece aferrado a fijaciones arcaicas en la medida en que ningún comportamiento tire de él hacia el futuro. Esta tensión existencial se realizará por medio de temporalidades humanas y no humanas. Por estas últimas entiendo el desplegamiento o, si se quiere, el despliegue, de devenires animales, de devenires vegetales, cósmicos, pero también de devenires maquínicos, correlativos de la aceleración de las revoluciones tecnológicas e informáticas (así es como vemos desarrollarse ante nuestros ojos la expansión prodigiosa de una subjetividad asistida por ordenador). A esto hay que añadir que conviene no olvidar las dimensiones institucionales y de clase social que regulan la formación y el «tele dirigismo» de los individuos y de los grupos humanos.

El futuro puede traer consigo grandes cambios en la tecnología que muchos de nosotros usamos cada día, cambiando con ello todos los aspectos de la sociedad en la que vivimos.

37. El capitalismo no cesa de agarrotar los flujos, de cortarlos y de retroceder el corte, pero éstos no cesan de expansionarse y de cortarse a sí mismos según esquicias que se vuelven contra el capitalismo y lo entallan.

El capitalismo somete a la sociedad a una gran represión, pero la sociedad tiende una y otra vez a revelarse contra él.

38. La familia nunca es un microcosmos en el sentido de una figura autónoma, incluso inscrita en un círculo mayor al que mediatizaría y expresaría. La familia por naturaleza está excentrada, descentrada.

La familia solo es un pequeño núcleo de la gran sociedad en la que vivimos, ¿Creéis que debería tener una mayor relevancia? Félix Guattari creía en esta idea.

39. El esquizofrénico se mantiene en el límite del capitalismo: es su tendencia desarrollada, el excedente de producto, el proletario y el ángel exterminador.

Sin duda los esquizofrénicos tienen una visión de la vida que otra persona no puede tener, Guattari sentía un gran interés en cómo estos entendían la sociedad.

40. ¡Di que es Edipo o si no recibirás una bofetada!

Edipo fue un rey mítico griego el cual cometió parricidio y posteriormente se casó con su madre. Una historia que sin duda todos debemos conocer.

41. No queremos que el tren sea papá y la estación mamá. Tan sólo queremos la inocencia y la paz y que se nos deje tramar nuestras pequeñas máquinas, oh, producción deseante.

Todos somos de cierta manera manipulados por la sociedad, esta dirige nuestros pensamientos y deseos desde que nacemos.

42. El conocimiento científico como increencia es verdaderamente el último refugio de la creencia y, como dice Nietzsche, siempre hubo una sola psicología, la del sacerdote. Desde el momento que se introduce la carencia en el deseo se aplasta toda la producción deseante, se la reduce a no ser más que producción de fantasma; pero el signo no produce fantasmas, es producción de lo real y posición de deseo en la realidad.

En esta cita Guattari analiza la visión que tenía Nietzsche, sobre la llamada “psicología del sacerdote” y de cómo esta nos afecta en nuestras vidas.

43. Michel Foucault ha mostrado de un modo profundo el corte que la irrupción de la producción introducía en el mundo de la representación. La producción puede ser del trabajo o del deseo, puede ser social o deseante, apela a fuerzas que ya no se dejan contener en la representación, a flujos y cortes que la agujerean, la atraviesan por todas partes: «un inmenso mantel de sombra» extendido debajo de la representación.

El mundo actual está centrado en la producción, como en cualquier sociedad capitalista, esto es forzosamente así.

44. El inconsciente ignora la castración del mismo modo como ignora a Edipo, los padres, los dioses, la ley, la carencia…Los movimientos de liberación de las mujeres tienen razón cuando dicen: no estamos castradas, se os enmierda.

En el inconsciente sólo hay cabida para nuestros pensamientos personales, indagando en él podremos llegar a conocer qué deseamos en realidad.

45. El inconsciente ignora las personas.

Nuestro inconsciente se rige por nuestros propios pensamientos y emociones, dentro de él solo estamos nosotros.

46. Piensen lo que piensen algunos revolucionarios, el deseo en su esencia es revolucionario, el deseo, ¡No la fiesta! Y ninguna sociedad puede soportar una posición de deseo verdadero sin que sus estructuras de explotación, avasallamiento y jerarquía no se vean comprometidas.

Para poder hacer realidad todos nuestros deseos personales deberemos romper los límites que la sociedad nos impone. Esto es algo que en la práctica es realmente complicado de poder hacer.

47. Todo vuelve a pasar, todo vuelve de nuevo, los Estados, las patrias, las familias. Esto es lo que convierte al capitalismo, en su ideología, en la pintura abigarrada de todo lo que se ha creído.

El capitalismo es en la actualidad mucho más relevante que cualquier ideología o que cualquier religión, es quizás la forma de control de la población más efectiva que existe.

48. Siempre preparado para ensanchar sus límites interiores, el capitalismo permanece amenazado por un límite exterior que corre el riesgo de llegarle y hendirle desde dentro cuanto más se ensanchen los límites interiores. Por ello, las líneas de fuga son singularmente creadoras y positivas: constituyen una catexis del campo social, no menos completa, no menos total que la catexis contraria.

El capitalismo puede con el tiempo, demostrarnos que no es un sistema económico eficaz en el mundo global en el que nos encontramos. Esto puede suponer un grave perjuicio para todos sus ciudadanos si este entra en colapso.

49. La identidad entre deseo y trabajo no es un mito, sino más bien la utopía activa por excelencia que designa el límite a franquear del capitalismo en la producción deseante.

El capitalismo intenta crear una falsa percepción de libertad, sometiendonos usando en nosotros nuestros propios deseos y fomentando nuevos que perseguir.

50. La fuerza de Reich radica en haber mostrado cómo la represión dependía de la represión general.

Sin duda, el régimen nazi logró alcanzar los más altos niveles de represión hacia su propio pueblo, nuestros propios vecinos podían ser nuestros mayores carceleros.

51. Plejanov señala que el descubrimiento de la lucha de clases y de su papel en la historia proviene de la escuela francesa del siglo XIX, bajo la influencia de Saint-Simon; ahora bien, precisamente esos mismos que cantan la lucha de la clase burguesa contra la nobleza y la feudalidad se detienen ante el proletariado y niegan que pueda haber diferencia de clase entre el industrial o el banquero y el obrero, sino sólo fusión en un mismo flujo como entre la ganancia y el salario.

La lucha de clases siempre ha existido dentro de la sociedad, tanto en el feudalismo como en el capitalismo.

52. El capitalismo no ha podido digerir la Revolución rusa más que añadiendo sin cesar nuevos axiomas a los viejos, axioma para la clase obrera, para los sindicatos, etc. Siempre está preparado para añadir nuevos axiomas, los añade incluso para cosas minúsculas, por completo irrisorias, es su propia pasión que no cambia en nada lo esencial.

El capitalismo, con el paso de los años, ha aumentado los límites que impone a su sociedad, consiguiendo de esta manera poder mantener el control sobre la clase obrera.

53. La escritura nunca fue objeto del capitalismo. El capitalismo es profundamente analfabeto.

Mantener una población generalmente analfabeta puede ayudar a mantener un sistema capitalista bajo control.

54. El capitalismo es la única máquina social, como veremos, que se ha construido como tal sobre flujos decodificados, sustituyendo los códigos intrínsecos por una axiomática de las cantidades abstractas en forma de moneda.

El capitalismo somete a todos los seres humanos que se encuentran dentro de él, pero los límites que este impone muchas veces son imperceptibles para sus usuarios.

55. Las clases son el negativo de las castas y de los rangos, las clases son órdenes, castas y rangos decodificados.

Las clases sociales son una forma de entender la sociedad que es ampliamente usada en la actualidad, jerarquizando sus clases podemos realizar un esquema muy detallado de su funcionamiento.

56. Desde el principio, la relación psicoanalítica está moldeada por la relación contractual de la medicina burguesa más tradicional: la fingida exclusión del tercero, el papel hipócrita del dinero al que el psicoanálisis aporta nuevas justificaciones bufonescas, la pretendida limitación en el tiempo que se desmiente a sí misma al reproducir una deuda hasta el infinito, al alimentar una inagotable transferencia, al alimentar siempre nuevos conflictos.

Como podemos ver Guattari, era un gran detractor del capitalismo, este filósofo odiaba todos los aspectos de este sistema económico.

57. El interés puede ser engañado, desconocido o traicionado, pero no el deseo.

Cuando deseamos algo, lo deseamos de verdad. El deseo puede ser el motivo por el cual hacemos muchas cosas en nuestro día a día.

58. La imagen del intelectual maestro-pensador está totalmente en desuso.

El hombre intelectual como tal, ya no existe en la sociedad actual. Esta imagen de hombre pensador ha cambiado y se ha adaptado a nuevos estándares.

59. El intelectual, hoy, es colectivo, potencialmente, en el sentido de que la gente lee, reflexiona y se informa en las diferentes profesiones.

En la actualidad, muchas personas se sientan más interesadas por la búsqueda del conocimiento.

60. Nos hace falta una reapropiación de los saberes, que utilice las «tecnologías de la inteligencia» de las que habla Pierre Lévy.

Debemos saber utilizar las nuevas tecnologías en nuestro favor, y poder con ellas mejorar nuestro propio conocimiento.

61. Pero desconfiemos de la «E» mayúscula que se concede al Estado. El Estado es contradictorio: puede ser al mismo tiempo rígido e inteligente. En todo caso, no concebimos nunca a los agentes del Estado como neutros políticamente.

Los intereses políticos y económicos de nuestros dirigentes tienen un gran impacto en la vida de todos nosotros.

62. Uniendo democracia y eficacia, las asociaciones pueden ofrecer un coeficiente de libertad que el Estado no permitirá jamás.

De una forma u otra el Estado siempre pone a sus ciudadanos unos ciertos límites, estos límites coartan nuestras libertades y merman nuestras oportunidades de poder prosperar en la vida.

63. El principio de ética fundamental es: el proceso vale más que la inercia. Esto no pasa por la convicción, la propaganda, el proselitismo. Es un proceso, un deseo de creatividad lo que hay que transmitir.

La ética cambia con el paso de los años y evoluciona continuamente, adaptándose a las necesidades sociales del momento.

64. Fenómenos complejos como ese exigen respuestas complejas.

Las grandes respuestas necesitan forzosamente una gran pregunta que responder.

65. La gran revolución por venir será la de la unión de la pantalla individual y la pantalla informática. Así, la televisión es portadora de interactividad, de un nuevo tipo de transversalidad posible. Toda nuestra jerarquía social y productiva parecerá entonces totalmente fuera de onda, del mismo modo que hemos visto volverse obsoletos los grandes conglomerados de carbón y de acero. Estamos en un periodo ultra paradójico, al borde de mutaciones radicales. Pueden llegar mañana, pero pueden también tardar veinte años.

Guattari ya nos vaticinaba en el pasado, que las nuevas tecnologías tendrían un gran impacto en nuestras vidas.

66. La extrema derecha ha adquirido, sin duda, una posición muy peligrosa a nivel político.

La extrema derecha en la actualidad, ha conseguido una mayor popularidad que la que tenía en el pasado.

67. Una corriente social conservadora sostiene a la derecha y a la extrema derecha o, más bien, empuja a la derecha hacia el extremismo.

La derecha y la extrema derecha han conseguido a día de hoy en Francia, una base de votantes muy sólida.

68. Ningún poder de izquierda o de derecha ha podido influir en las fuerzas populares.

Poder influir en gran medida dentro de la sociedad, es algo realmente complicado de hacer durante unos comicios.

69. La solución no radica en un regreso al arcaísmo, a la nacionalidad ancestral, sino en la formación de un nuevo tipo de identidad europea.

Los países integrantes de la Unión Europea deberían sin duda, fomentar una mejor integración social y mayor sensación de pertenencia hacia ella.

70. Yo creo que éste es el espíritu de la época. La transversalidad la vemos claramente en el periodo renacentista, donde se expresan afinidades entre campos muy heterogéneos, con prácticas completamente diferentes en el orden estético, científico, tecnológico, social, y en el campo de los grandes descubrimientos.

La transversalidad en la política puede ser algo muy positivo y que además afecte a toda la sociedad.

DELEUZE

1. El arte es lo que resiste: resiste a la muerte, a la servidumbre, a la infamia, a la vergüenza.

El arte puede acompañarnos en todas las situaciones de nuestra vida, incluso en las más complicadas.

2. Se carece de oídos para escuchar aquello a lo cual no se tiene acceso desde la vivencia.

La experiencia personal a veces es totalmente necesaria para poder entender algo.

3. Escribir no es imponer una forma de expresión a una materia vivida. La literatura está al lado de lo informe, de lo inacabado… Escribir es un asunto con el devenir, siempre inacabado, siempre en curso, y que desborda cualquier materia vivible o vivida.

Podríamos escribir eternamente, somos nosotros mismos quienes decidimos cuándo poner un punto y final.

4. Se nos enseña que las empresas tienen un alma, lo cual es, sin duda, la noticia más terrorífica del mundo.

Las empresas son creaciones del capitalismo, las cuales solo miran por su propia supervivencia. Una empresa nunca velará por los intereses de sus trabajadores.

5. El traidor es muy diferente del tramposo: el tramposo pretende ampararse de propiedades establecidas, conquistar un territorio, e incluso instaurar un orden nuevo. El tramposo tiene mucho porvenir, pero no tiene ni el más mínimo devenir.

Mediante el uso de trampas podemos quizás alcanzar nuestro objetivo, pero este objetivo nos puede ser arrebatado de la misma forma.

6. El marketing es ahora el instrumento del control social, y forma la raza impúdica de nuestros amos.

En la actualidad, el marketing tiene la capacidad de guiarnos por ciertos caminos o de cambiar nuestra forma de pensar, sin duda es una herramienta muy peligrosa la cual debemos entender muy bien.

7. No cargar la vida bajo el peso de los valores superiores, incluso los heroicos, sino crear valores nuevos que sean los de la vida, que hagan de la vida lo ligero o lo afirmativo.

Debemos tener valores en la vida, pero también ser flexivos con ellos. Tener unas expectativas demasiado altas puede hacernos personas muy infelices.

8. Muchos jóvenes reclaman extrañamente ser motivados, piden más cursos, más formación permanente: a ellos corresponde descubrir para qué se los usa, como sus mayores descubrieron, no sin esfuerzo, la finalidad de las disciplinas. Los anillos de una serpiente son aún más complicados que los agujeros de una topera.

Los jóvenes tienen la difícil tarea de innovar en un mundo saturado de tecnología, la llave de su futuro la tienen ellos mismos.

9. Cuando un cuerpo se encuentra con otro cuerpo distinto o una idea con otra distinta, sucede o bien que sus relaciones se componen formando un todo más poderoso, o bien que una de éstas descompone a la otra y destruye la cohesión de sus partes.

Efectivamente, las personas al igual que los Estados o Naciones, interactuamos positivamente entre nosotros o tendemos por el contrario a destruirnos entre nosotros.

10. Un creador es un ser que trabaja por gusto.

Aquel que realiza una obra por puro placer, sin duda pondrá más cuidado en su realización.

11. El sentido no es nunca principio ni origen, sino producto. No hay que descubrirlo, restaurarlo, ni reemplazarlo sino que hay que producirlo mediante una nueva maquinaria.

El capitalismo siempre busca la creación de nuevos productos los cuales poder vender, el producto es el motor que hace girar la rueda del capitalismo.

12. Cuando usted tiene un afecto triste, es que un cuerpo actúa sobre el suyo, un alma actúa sobre la suya en condiciones tales y bajo una relación que no conviene con la suya. Desde entonces, nada en la tristeza puede inducirlo a formar la noción común, es decir, la idea de algo común entre dos cuerpos y dos almas.

Debemos saber desprendernos de aquellas relaciones que no aporten nada positivo a nuestras vidas.

13. Cada uno de nosotros tiene su línea de universo por descubrir, pero no se la descubre sino trazándola, trazando su trazo rugoso.

Todos tenemos nuestro propio camino en la vida y solo podremos saber a dónde este nos lleva recorriendolo.

14. Es verdad que la filosofía es inseparable de una cierta cólera contra su época, pero también que nos garantiza serenidad. Ello no obstante, la filosofía no es un Poder. Las religiones, los Estados, el capitalismo, la ciencia, el derecho, la opinión o la televisión son poderes, pero no la filosofía.

La filosofía es una herramienta que nos puede brindar un conocimiento, cómo usemos ese conocimiento dependerá de nosotros.

15. El deseo es revolucionario porque siempre quiere más conexiones y más agenciamientos.

El deseo humano puede ser en muchos casos algo totalmente insaciable, pues el ser humano siempre desea poseer más bienes y poder vivir más placeres.

16. Lo propio de la máquina capitalista es hacer la deuda infinita.

Que las personas se endeuden es totalmente necesario para que esta espiral de consumo no se detenga nunca, para ello existe un jugador muy importante en este macabro juego: Los bancos.

17. El hombre sublime no tiene más necesidad de Dios para sojuzgar al hombre. Ha reemplazado a Dios por el humanismo; el ideal ascético por el ideal moral y el conocimiento. El hombre se inviste de sí mismo en nombre de valores heroicos, en nombre de valores del hombre.

Los hombres hemos tendido hacia el hedonismo desde la antigüedad, solemos creer que somos algún tipo de ser superior dentro de la creación. Debemos ser más humildes y realistas, la vida que vivimos es un gran regalo que debemos aprovechar.

18. Los verdaderos grandes problemas sólo son planteados cuando son resueltos.

Para poder resolver un gran problema, primero debemos ser plenamente conscientes de él, si no somos conscientes, no podremos resolverlo.

19. La filosofía nunca ha estado restringida a los profesores de filosofía. Es filósofo aquel que se convierte en filósofo, es decir, quien se interesa en esas creaciones tan peculiares del orden de los conceptos.

Todos podemos ser, en parte, filósofos, siempre que decidamos dedicar tiempo de nuestra vida, a este particular estudio de los problemas que atañen al hombre.

20. Toda sensación es una pregunta, aún cuando sólo el silencio responda.

Cuando tenemos una cierta sensación, sabemos que algo sucede o que va a suceder. La intuición es algo que puede ayudarnos mucho en la vida.

21. El espacio recorrido es pasado, el movimiento es presente, es el acto de recorrer. El espacio recorrido es divisible, e incluso infinitamente divisible, mientras que el movimiento es indivisible, o bien no se divide sin cambiar, con cada división, de naturaleza.

Durante nuestra vida solo disponemos de un breve espacio de tiempo en el que poder actuar, ese espacio de tiempo es el ahora. ¡Vivamos el ahora con todo nuestro ser!

22. Nos plantan árboles en la cabeza: el de la vida, el del saber, etc. Todo el mundo reclama raíces. El poder de sometimiento, es siempre arborescente.

Desde que nacemos intentan introducir ideas en nuestra mente, las cuales son necesarias para ser sometidos por la sociedad. No debemos dejarnos llevar por las ideas o los intereses de los demás, debemos vivir como nosotros deseemos.

23. Aquellos que leen a Nietzsche sin reírse y sin reírse mucho, sin reírse a menudo, y a veces a carcajadas, es como si no lo leyeran.

En esta frase, Deleuze nos hace esta sátira sobre Nietzsche, sus ideas políticas eran totalmente contrarias entre sí.

24. Se escribe siempre para dar vida, para liberar la vida allí donde esté presa, para trazar líneas de fuga.

La escritura es una afición que puede permitirnos organizar nuestras propias ideas, todos deberíamos escribir más cada día.

25. ¿Quiénes son los clientes de la televisión? Ya no son los oyentes: los clientes de la televisión son los anunciantes; ellos son los verdaderos anunciantes. Los oyentes reciben lo que quieren los anunciantes…

Las canales de televisión están dirigidos por grandes corporaciones o grupos empresariales, estos canales dirán lo que interese a sus inversores. La honestidad brilla por su ausencia en televisión.

26. Yo trato de explicar que las cosas, las personas, están compuestas de líneas muy diversas, y que no siempre saben sobre qué línea de sí mismos están, ni por dónde hacer pasar la línea que están trazando; en una palabra, que en las personas hay toda una geografía, con líneas duras, flexibles y de fuga.

Las personas somos influenciadas por diversos factores constantemente, muchos de los cuales no somos ni conscientes de ellos.

27. El hombre ya no es el hombre encerrado, sino el hombre endeudado.

El capitalismo nos esclaviza mediante el uso de la deuda, no es necesario poner barrotes en la actualidad. No debemos dejarnos llevar por el capitalismo salvaje y desenfrenado de la actualidad.

28. Un filósofo no es solamente alguien que inventa nociones, también inventa maneras de percibir.

La percepción personal de un filósofo afecta de gran manera a sus propias teorías, nadie está exento de la influencia de nuestra propia percepción.

29. El secreto del eterno retorno consiste en que no expresa de ninguna manera un orden que se oponga al caos y que lo someta. Por el contrario, no es otra cosa que el caos, la potencia de afirmar el caos.

El caos siempre ha existido en el universo, aún a día de hoy no tenemos respuestas para todo el caos que existe dentro de él.

30. El estallido, el esplendor del acontecimiento es el sentido. El acontecimiento no es lo que sucede (accidente); está en lo que sucede el puro expresado que nos hace señas y nos espera. Según las tres determinaciones precedentes, es lo que debe ser comprendido, lo que debe ser querido, lo que debe ser representado en lo que sucede.

Nuestra percepción puede mostrarnos un determinado acontecimiento, de una forma muy distinta a la realidad.

31. Beber es una cuestión de cantidad.

Cuando sufrimos de un problema de alcoholismo, podemos llegar a beber grandes cantidades de alcohol diariamente. Nuestro propio cuerpo puede llegar a pedirnos mediante un síndrome de abstinencia esta sustancia.

32. Pero como seres conscientes, nunca aprehendemos nada…Pero sí los efectos de estas composiciones y descomposiciones: experimentamos la alegría cuando un cuerpo se encuentra con el nuestro y entra en composición con él, y la tristeza cuando, por el contrario, un órgano o una idea amenazan nuestra propia coherencia.

Todos deseamos el bienestar para nuestra propia existencia, y los problemas que puedan surgirnos durante esta, nos causarán forzosamente un gran malestar.

33. Cuando uno bebe, a lo que quiere llegar es al último vaso. Beber es, literalmente, hacer todo lo posible para acceder al último vaso. Eso es lo que interesa.

El alcoholismo puede llevarnos a perder el control de nuestros actos, haciéndonos caer en un círculo vicioso realmente complicado de abandonar.

34. Plantear el problema no es simplemente descubrir, es inventar.

Para poder dar una gran respuesta a algo, primero debe existir una gran pregunta que responder. Encontrar esa pregunta es ya de por sí un gran logro.

35. No hay lugar para el temor, ni para la esperanza. Sólo cabe buscar nuevas armas.

Durante cualquier conflicto bélico, estar en poder de las armas será vital para nuestra supervivencia.

36. La emoción es creadora, en primer lugar, porque expresa la creación entera; en segundo lugar, porque crea la obra en la que se expresa; y finalmente, porque comunica a los espectadores u oyentes un poco de esa creatividad.

Expresar nuestra emociones nos permitirá crear mediante cualquier método de comunicación, una obra artística.

37. Un libro es un pequeño engranaje de una maquinaria exterior mucho más compleja.

Los libros poseen un gran poder, el poder de dar conocimiento a todo aquel que lo lea.

38. Desear es construir un agenciamiento, construir un conjunto, el conjunto de una falda, de un rayo de sol…

Los deseos dirigen nuestra vida en gran medida, somos esclavos de nuestros propios deseos.

39. El descubrimiento atañe a lo que ya existe actual o virtualmente: era, pues, seguro que tarde o temprano tenía que llegar. La invención le da el ser a lo que no era y hubiera podido no llegar jamás.

Efectivamente, un descubrimiento nos revela algo que ya existe en la actualidad y una invención crea algo nuevo que antes no existía.

40. Sólo el acto de resistencia resiste a la muerte, sea bajo la forma de obra de arte, sea bajo la forma de una lucha de los hombres. Y ¿Qué relación hay entre la lucha de los hombres y la obra de arte? La relación más estrecha y para mí la más misteriosa.

El arte siempre ha reflejado al hombre en todas su facetas, y en su lucha contra la injusticia que lo atormenta también lo ha hecho.

41. No me considero en absoluto como un intelectual, no me considero alguien culto, por una sencilla razón, y es que cuando veo a alguien culto, me quedo pasmado. No se trata tanto de admiración algunos aspectos me suscitan admiración, otros no lo hacen en absoluto, sino que me quedo pasmado. Alguien culto no deja de llamar la atención: se trata de una saber pasmoso acerca de todo.

Debemos valorar aquellas personas inteligentes que nos rodean, pues el día de mañana quizás puedan aconsejarnos sobre algún tema que no dominemos.

42. La verdadera libertad reside en un poder de decisión, de constitución de los problemas mismos: este poder, semidivino, implica tanto la desaparición de los falsos problemas como el surgimiento creador de los verdaderos: la verdad es que, en filosofía e incluso en otros campos, se trata de encontrar el problema y, por consiguiente, de plantearlos más aún que de resolverlos.

La filosofía necesita de problemas que resolver para poder existir. Sin problemas a los que dar respuesta, la filosofía carece de utilidad.

43. Los nombres propios designan fuerzas, acontecimientos, movimientos y móviles, vientos, tifones, enfermedades, lugares y momentos antes que personas. Los verbos en infinitivo designan devenires y acontecimientos que desbordan modas y tiempos.

Somos nosotros mismos quienes con nuestros actos decidimos el devenir de la sociedad.

44. La anarquía y la unidad son una sola y misma cosa, no la unidad de lo Uno, sino una más extraña unidad que sólo se reclama de lo múltiple.

La anarquía es una filosofía política que ha conseguido perdurar en el tiempo hasta la actualidad, siendo ésta representada por personas de todas las clases sociales.

45. La filosofía se ha ocupado siempre de conceptos, y hacer filosofía es intentar crear o inventar conceptos.

La filosofía como fuerza de creación posee un potencial enorme, las sociedad se ha guiado en infinidad de ocasiones por las sabias palabras de los filósofos.

46. Se sabe que en Nietzsche, la teoría del hombre superior es una crítica que se propone denunciar la mistificación más profunda o más peligrosa del humanismo: el hombre superior pretende llevar la humanidad hasta la perfección, hasta la culminación.

La teoría de Nietzsche del llamado “hombre superior”, es sin duda una de las más controvertidas de la historia, siendo base fundamental de diversos movimientos supremacistas.

47. Me interesaban los movimientos, las creaciones colectivas, y no tanto las representaciones. En las instituciones hay todo un movimiento que se distingue a la vez de las leyes y de los contratos.

Estar dentro de las instituciones, puede enseñarnos una forma de entender la vida diferente de como se hace en la calle.

48. Al comienzo me interesé más por el derecho que por la política. Yo encontraba en Hume una concepción muy creadora de la institución y del derecho.

El derecho es uno de los pilares esenciales por los cuales se crea una nación, una nación sin derecho nunca podrá perdurar en el tiempo.

49. No es que me interese la ley ni las leyes (ley es una noción vacía y leyes son nociones serviles) ni siquiera el derecho a los derechos; lo que me interesa es la jurisprudencia.

La jurisprudencia es un aspecto fundamental de cualquier estado, cómo ésta se aplique puede variar en gran medida la vida de sus ciudadanos.

50. En cuanto a mi paso a la política lo viví en carne propia en Mayo del 68, a medida que entraba en contacto con problemas precisos y gracias a Guattari, gracias a Foucault, gracias a Elie Sambar. El Anti-Edipo fue por completo un libro de filosofía política.

Este grupo de pensadores fue sin duda los mejores de su época, los cuales sentaron las bases de muchas corrientes intelectuales de la actualidad.

51. Aún hoy, el trabajo de François Ewald para restituir una filosofía del derecho me parece esencial.

Ewald fue el asistente de Michel Foucault durante la década de los 70, y sus propios trabajos sobre el estado del bienestar son ampliamente recomendados en la actualidad.

52. No se trata de una oposición entre lo eterno y lo histórico, ni entre la contemplación y la acción: Nietzsche habla de aquello que se hace, del acontecimiento mismo o del devenir.

Como todo buen filósofo, Gilles Deleuze, estudió en profundidad el trabajo de su análogo alemán Friedrich Nietzsche.

53. Sin la historia, la experimentación quedaría indeterminada, incondicionada, pero la experimentación no es histórica.

Los historia puede ayudarnos a elegir qué camino debemos tomar, pero nuestras experiencias personales pueden ser tan importantes como la propia historia,

54. Creo que ni Félix ni yo abandonamos el marxismo, aunque de dos maneras diferentes tal vez.

Gilles Deleuze y Félix Guattari siempre se han sentido en parte marxistas, pero cada uno a su propio estilo.

55. Tomemos el ejemplo de la Europa actual: los políticos occidentales y los tecnócratas han hecho un esfuerzo enorme para construirla uniformizando regímenes y reglamentos, pero lo que comienza a sorprender es, por una parte, las explosiones entre los jóvenes, entre las mujeres, en relación con el simple ensanche de los límites (esto no es tecnocratizable).

Los tiempos cambian y los jóvenes cambian con ellos, que las instituciones se adapten a sus necesidades es esencial.

56. Los movimientos revolucionarios y también los movimientos artísticos son así, máquinas de guerra.

Las personas podemos cambiar mediante movimientos sociales organizados, el devenir de cualquier nación.

57. En el capitalismo sólo hay una cosa universal, el mercado.

Para el capitalismo, el mercado y su control es lo más importante.

58. No hay Estado universal justamente porque hay un mercado universal del que los Estados son centros o Bolsas.

Un Estado que adopte el capitalismo como sistema económico, nunca podrá tener el control total sobre su propia economía.

59. No hay Estado democrático que no esté comprometido hasta el fondo en esta producción de miseria humana.

El sistema económico que un Estado elige para sí mismo es mucho más importante que cualquier organización política.

60. Las minorías y las mayorías no se distinguen por el número. Una minoría puede ser más numerosa que una mayoría. Aquello que define la mayoría es un modelo al que hay que conformarse: por ejemplo, europeo medio, adulto, varón, habitante de las ciudades. Mientras que una minoría no tiene modelo, es un devenir, un proceso.

Una minoría puede muy numerosa en cuanto a individuos, el problema es que no suelen estar organizadas ni bien representadas dentro de la sociedad.

61. Se puede decir que la mayoría no es nadie.

Lo que conforma la llamada “mayoría”, son una serie de conceptos, los cuales un número indeterminado de individuos tienen en común.

62. Cuando una minoría crea modelos es porque desea volverse mayoritaria, y sin duda es inevitable para su supervivencia o su salvación.

Cualquier minoría desea lograr por todos los medios hacerse con el dominio de un territorio, dentro de ese territorio ellos mismos serán la mayoría.

63. La utopía no es un buen concepto: lo que hay es más bien una fabulación común al pueblo y al arte.

Lo que llamamos una “utopía” puede ser realmente una simple fábula. Como bien nos dice Deleuze, una utopía no es un buen concepto, pues pueden existir tantas diferentes como personas hay en el mundo.

64. Entramos en sociedades de control que ya no funcionan por encierro sino por control continuo y comunicación instantánea.

En la actualidad estamos controlados las 24 horas del día, aunque a veces no nos demos cuenta.

65. Las nuevas aperturas cerebrales, las nuevas maneras de pensar, no se explican por micro-cirugía; sin embargo, la ciencia debe esforzarse en saber lo que puede haber ocurrido en el cerebro cuando se empieza a pensar de manera diferente.

En los últimos años, el hombre ha desarrollado una forma de pensar diferente a como lo hacía en el pasado, ¿Tendrá esto una repercusión en nuestra biología?

La inmanencia productiva y el juego de los dobles en Toni Negri // Diego Sztulwark (Prólogo a Spinoza. Ayer y hoy, de Toni Negri, Editorial Cactus 2021)

 

  1. Dobles

 

Al ingresar en su taller se lo ve confeccionando todo tipo de figuras dobles. Su esfuerzo se dirige, en primer lugar, a dividir el Uno en dos. El término unitario –se trate de la soberanía, del capital o del ser mismo– debe ser destronado. Toda pretensión mistificadora será sometida al método del antagonismo. Solo lo que se vuelve dos hace proceso. De allí la obsesión con todo aquello que se resiste a la dominación introduciendo contingencia en la determinación y forzando la creación de alternativas. La cuestión del dos es una dialéctica del desgarro sin síntesis, una tendencia que recobra las conexiones de lo real siempre irresuelto.  

Pero si se observa con mayor atención apuntando a los detalles, descubriremos que los dobles se multiplican. Toni Negri no agota sus fuerzas en el trabajo de la crítica que le insume alcanzar división. Por debajo del juego de los cortes y las tijeras, Negri actúa como artesano: construye piezas y luego máquinas de ensamblaje. Entonces ya no se trata de lograr dobles por división, sino por combinación y encastre. Se trata de artefactos revolucionarios de suma precisión conformados por dobles de fechas, de nombres y de conceptos. Este trabajo de conexión busca activar cargas explosivas, descubrir potencialidades. Son unos dobles enteramente positivos. No surgen de la división, sino que la engendran. Se podría decir de ellos que son dispositivos de anticipación de alternativas teóricas y políticas.

Spinoza ayer y hoy es una visita guiada por la galería de los dobles de Toni Negri. Ya desde el título –indisimulables resonancias gramscianas–, pasado y presente remiten a un tiempo desdoblado que se extiende desde las alternativas del siglo XVII hasta conectarse con las tareas subversivas del XXI. El doble de lo histórico y lo actual hace surgir por contraste la parábola central de la modernidad, o sea, la formación combinada de los procesos capitalistas –metafísicos, económicos y jurídicos– que hoy vemos en progresiva descomposición: el nacimiento del Estado moderno como máquina centralista de la soberanía (la importancia de Thomas Hobbes); el pasaje de la acumulación primitiva a la manufactura; la constitución ideológica de la burguesía como sujeto político en la lucha de clases (la “ideología razonable” de René Descartes). El Spinoza de ayer, el de la salvaje anomalía, es el que plantea la más radical de las alternativas de la modernidad naciente: una ciencia política de la democracia absoluta. El de hoy, alimentado por la riqueza de la lucha de clases a lo largo de tres siglos, se ha convertido en el principal yacimiento ontológico de las rebeliones: la secuencia antagonismo, desmesura y comunismo como prefiguración de instituciones del común.

 

  1. Cristales

Si hay un lente que Negri no dejó de pulir, y al que confía la corrección de los defectos ópticos provocados por las mistificaciones metafísicas, es el de la inmanencia productiva. Su artefacto privilegiado o sesgo característico. Igual que en sus libros previos sobre Spinoza, se trata de captar la lógica de la inmanencia como aquello que es causa de sí, o sea, un hacerse el propio camino concebido como en proceso, por oposición a la trascendencia, cuyo principio se coloca siempre fuera y más allá. Pero esta distinción entre inmanencia (movimiento del hacer) y trascendencia (movimiento que proviene de una instancia suplementaria) no es aún suficiente para Negri, y reacciona entonces contra cierta orientación general, presente tanto en la filosofía como en la política contemporánea, que tiende a pensar una inmanencia despotenciada. El centro de la polémica se orienta a concebir la inmanencia como productividad. Porque ahí donde esta resulta separada de su capacidad productiva, limitada o directamente secuestrada, se esteriliza el sentido de la libertad y su raigambre ontológica. De ahí que la tarea verdaderamente urgente en filosofía –pero también en política–, pase por restituir la secuencia básica o la coincidencia entre proceso, ruptura y constitución.

El doble de la inmanencia productiva concentra el poder de anticipación conceptual que Negri le reclama al trabajo intelectual. Este contiene su propia estrategia, es el artificio más eficaz para atravesar la coyuntura en la que el capitalismo, en su calidad de religión, actúa como teología terrenal, trascendencia inmanentizada, ocupando la naturaleza desde adentro. Inmanencia productiva es la versión depurada de espiritualismos del Deus sive natura; la versión modal de la causa de sí con que se inicia la Ética, usurpada por la dinámica misma de la valorización capitalista de la naturaleza. El atravesamiento negriano es praxis spinoziana en tanto que comprensión por las causas, creación de nociones comunes y constitución de potencia.

Podemos denominar “izquierda spinozista” a las diversas variantes de esta estrategia filosófica y política, nacida en la Europa del 68 –sobre todo en Francia y en Italia–, a partir de autores como Alexandre Matheron, Louis Althusser o Gilles Deleuze. En este contexto, la importancia decisiva de Toni consiste en haber encarnado su concreción militante más nítida y desarrollada. ¿Qué lugar ocupa Spinoza ayer y hoy en esta historia? Es el lugar de una explicación donde la inmanencia productiva se presenta en su diferencia específica con otros discursos spinozistas, particularmente con respecto a una versión de la inmanencia de tipo naturalista. Esta última se caracteriza por obrar sobre un plano más bien neutro, en el que las conexiones y asociaciones entre elementos se confunden con el espacio del individualismo burgués, o bien con versiones de una multiplicidad anti humanista que despolitizan los procesos de cooperación social. En Negri, Spinoza hace síntesis irreductible con el operaísmo marxista italiano: la trascendencia aparece como un dispositivo de medida del capital sobre el trabajo y la cooperación social, y la ruptura como liberación, desmesura, productividad ontológica y apertura del tiempo. Así, la inmanencia, como libre conexión o dinámica de composición de relaciones, resulta inconcebible por fuera de procesos de desobediencia, de rechazo al trabajo y de autovaloración proletaria. Afirmación, apertura, son rasgos inherentes a la concepción spinoziana de la inmanencia. Pero en Negri, el énfasis está puesto en la innovación. Este es un punto crucial. Si es posible atribuir la dinámica de la constitución de lo político al juego de la composición de relaciones, mucho antes que al Estado, es en la medida en que esta composición resulta captada no solo como combinación, sino también como innovación. Cuando Negri habla de producción, se refiere a la coincidencia entre composición, rechazo de la medida e innovación. 

Spinoza ayer y hoy puede ser leído, entonces, como proceso de depuración, pulido obsesivo y proceso de reforma de la percepción, para evacuar todo lastre ideológico capitalista de una nueva filosofía política fundada en los dobles del “poder constituyente” y de la “democracia absoluta”. ¿Un voluntarismo? En la transvaloración de la inmanencia productiva negriana, la voluntad pierde conexión con la noción de individuo que Spinoza critica en el Apéndice de la primera parte de la Ética, en la que la voluntad individual es ignorancia de la determinación. Mediante una nueva función del intelecto, que ya no es crítica de la relación negativa –enfrentada– entre determinación y libertad, sino constructivista sobre la base de una coincidencia entre determinación y voluntad, esta última así reconstituida se vuelve ella misma un proceso de enhebrado de singularidades, de promoción de momentos decisorios. La voluntad deviene instancia moviente, fuerza que guía la razón sobre el terreno de la libertad.


3 Nombres

No es particularmente difícil advertir que la fórmula de la inmanencia productiva supone una presencia conjunta de Spinoza y de Marx. La composición del doble de los nombres se hace posible, de modo vivaz y convincente, puesto que ambos fueron previamente sometidos a un tratamiento específico: bajo el lente negriano, Spinoza y Marx se convierten en el sitio de un desborde similar. La inversión spinoziana ocurre como exceso de la potencia (potentia) con respecto al poder (potestas). La tensión entre ambos polos se resuelve en favor de la potencia por efecto de la acumulación, la exuberancia y el empuje innovador del tejido común con respecto a lo que se le presenta como límite. La prudencia spinoziana no actúa como inhibición, moderación o contención, sino como analítica interna del proceso mismo de la institución política. Idéntico esquema de desborde se aplica a Marx, por fuera o más allá del marxismo ortodoxo. La inversión se da, para la crítica de la economía política, como desborde y predominio de las fuerzas productivas (las cuales, al igual que la potencia, conforman un tejido de deseos, afectos, lenguaje) con respecto a las relaciones de producción que obran a modo de límite y sujeción. En ambos casos, es la tesis ontológica la que subyace y dona su fuerza a la negatividad revolucionaria de la crítica. Spinoza organiza sistemáticamente la crítica de la teología como crítica de la obediencia (trascendencia), mientras que Marx organiza la crítica de la trascendencia como crítica de la economía política (es decir, de la trascendencia hecha mundo).

Pero hay más. Spinoza y Marx acaban por coincidir en una misma orientación cognitiva: la abstracción común, tan presente en la “noción común” como en el general intellect. Negri establece una estructura común, un mismo materialismo del intelecto y del tiempo vivo en el que la aprehensión del todo no es inmediata y necesita la mediación de la crítica: tiempo de la imaginación o del atravesamiento del fetichismo de las mercancías. En ambos casos, el saber se da como proceso regido por el deseo, que pasa por la abstracción y se vuelve fuerza colectiva. El concepto capta lo concreto en su devenir, absorbiendo su tensión constituyente.

Quizás sea posible encontrar aún una última convergencia Spinoza-Marx en el método historiográfico empleado por Negri en sus trabajos de investigación sobre la ideología burguesa dura del ya mencionado siglo XVII. La indicación según la cual la metafísica burguesa se presenta en relación con la economía (y con el dinero), que sus ideas se corresponden con el proceso de formación de las relaciones de producción, opera según el esquema del desborde ya analizado. Sea el análisis del eje metafísico burgués Hobbes-Rousseau-Hegel, o el eje alter moderno de Maquiavelo-Spinoza-Marx, el paralelismo entre las fuerzas productivas y las alternativas ideológicas es regulado por la perspectiva de la consolidación o bien del desborde de las relaciones de producción.

 

  1. Síntoma

El análisis de la ideología en el siglo XVII descubre la relación de mediación estructural entre desarrollo manufacturero, conflicto de clases sociales y determinación estatal. El a priori cartesiano no se despliega sin el a priori valor-trabajo social medio. Por lo tanto, hay en Negri una modalidad de lectura sintomática: la formación de las ideas adquiere su sentido cuando se relaciona con el deseo de asegurar –o bien de hacer estallar– la sujeción de las fuerzas productivas a las relaciones de producción. La naturaleza propiamente burguesa de la metafísica viene dada por la continuidad que establece con la economía. Se trata de una metafísica anudada por el dinero. La burguesía registra, elabora y encubre el juego de los antagonismos y resoluciones de sus propias alternativas, en su fase histórica de ascenso, en el nivel del discurso metafísico. De ahí que la crítica de la economía política resulta indisociable de la crítica de la metafísica (y de la política burguesa). Aquí es con Hegel que Negri ajusta cuentas. Hegel, entre Spinoza y Marx. El propio Negri fue hegeliano. De ahí el valor de la publicación, en Spinoza ayer y hoy, de su texto de ruptura: “Releyendo a Hegel, filósofo del derecho”, escrito en 1967 y publicado en 1970.

Desandar Hegel significa no solo captar el modo en que la metafísica madura de la burguesía elabora el problema político del control del trabajo vivo por medio de la mediación del derecho y del Estado, sino también superar la fascinación con la imagen de la Idea como movimiento, a la vez inacabado y trascendente, de la cual se desprende el derecho mismo. Se trata de un movimiento capaz de mostrarse simultáneamente, en sus crisis y en sus relanzamientos, en sus reformas y en sus reacciones represivas, sin que se descalce el despliegue del automovimiento. Su intuición fundamental, la de un proceso movido desde adentro, supone un orden progresista, y por lo tanto la posibilidad de un reformismo del capital. Hasta que las contradicciones entre lo total y lo real carcoman la idea absoluta y aparezca, en la historia efectiva, el núcleo conflictivo e irreductible, vuelto subjetivación.

 

  1. Política

El predicamento historicista de Negri converge con el método de la división: mostrar la actividad del dos ahí donde solo se veía Uno, o bien donde se veía una pluralidad sometida al mando indiscutible de Uno. El lente apunta a ver la contingencia y el lleno, es decir los deseos, las luchas, los saberes, los lenguajes una y otra vez borrados por el nihilismo de la acumulación que domina plenamente la política convencional. La inmanencia productiva permite ver, a través de la creación de nociones comunes, el continuo que teje la experiencia colectiva, que se abre como imaginación nueva y que se vuelve poder constituyente, constitución política, a partir de los deseos.

Este continuo cuestiona el Estado que, antes que lugar de concreción o guía de la sociedad, aparece como efecto separado de la causa, sitio del límite y la medida, racionalización mistificadora de la acumulación, organización jurídica y coactiva de la dominación. Si se lo toma como punto de partida, la política solo puede existir al modo de proyecto de poder sobre las resistencias de las clases sociales. El pasaje por Spinoza, la potencia rebasando al poder soberano, abre un espacio otro: un plano de composición de las fuerzas donde se juega lo real de una política resistente, antagonista y propiciadora de otros conceptos –maquiavelianos– de lo político. Punto exacto en el cual es posible trazar el arco de diferencias –de noción y de experiencia– entre la práctica de la democracia absoluta (en cuyo espacio la composición de fuerzas lo es también de las clases), y la retórica de la “radicalización” –populista– de la democracia, que actúa dentro de los límites de las estructuras de acumulación del capital. Quizás se pueda ilustrar esta diferencia en los siguientes términos simplificados: ahí donde el llamado populismo –de izquierda– llama articulación hegemónica a la sobreimpresión de un eje vertical –organización de líderes– sobre el eje horizontal –comunicación de demandas–, la democracia absoluta somete el eje vertical a la hegemonía que surge de la composición de las fuerzas propia del eje horizontal. Si el realismo político del populismo consiste en hacer coincidir el despliegue horizontal con el eje vertical (estratégico, prioritario), la democracia absoluta consiste en evitar esa coincidencia, en sostener una interacción sin identidad entre el trazado vertical (táctico y variable), y el eje horizontal (rupturista e innovador), priorizando el tipo de mediaciones transversales que apuntan a rechazar los dispositivos de explotación a la vez que a explorar en el plano institucional.

El lente negriano recompone el continuo que va de los deseos y resistencias primeras a la constitución del orden jurídico. Se trata de un largo recorrido que culmina en el estudio del derecho, para proponer, en ese terreno, una teoría de la institución que ya no se mida sobre la cooperación (el rechazo de Negri a las síntesis dialécticas) sino, al contrario, asentada a favor del espacio de composición (síntesis constructiva). El problema del “hacer justicia”, sostiene Negri en Spinoza ayer y hoy, es el de la producción de “medida común” (frente a las tesis de la justicia como naturalismo jurídico o ilusión trascendental de una medida soberana).

En síntesis: la política negriana se presenta como un composicionismo incesante del común, instancia pre estatal que, lejos de negar la institución y el derecho, los recrea en ruptura con el dispositivo de dominio capital-Estado soberano, relanzando la producción de derechos, desde la praxis (o, en el lenguaje de Foucault, desde “dispositivos colectivos de subjetivación”).

 

  1. Absolutez

¿Qué es lo absoluto en la democracia absoluta que este veterano spinozista lee en el Tratado político? Ni cierre totalitario ni punto de llegada o realización. Tampoco realización de modelo o ideal alguno. En todo caso, lo irreductible absoluto remite al carácter interminable de la composición de singularidades y su articulación pasional, de la innovación institucional y el rechazo de toda limitación, detención o regresión. El absoluto de la democracia absoluta es más bien motor y subversión, genealogía de un deseo colectivo devenido producción de nociones comunes.

Es que la noción misma de democracia absoluta, doble propiamente político, depende con todo rigor del doble ontológico de la inmanencia productiva. Cada doble funciona en su nivel. Si es lícito definir la inmanencia como un estar-en-proceso –lo contrario a explicar el ser y la praxis por principios del más allá (trascendentes)–, el carácter productivo de la inmanencia y el absoluto de la democracia apuntan a evitar toda claudicación del carácter singular e innovador del proceso, que reintroduzca el veneno de la trascendencia en dosis moderadas crecientes.

Si en el plano político la polémica es con las izquierdas que disocian el proceso de aproximación al Estado (objetivo inmediato) de los procesos de transformación social (objetivo estructuralmente pospuesto) y, por lo tanto, el plano político del Estado del plano económico de las relaciones de producción; en el plano ontológico la polémica es con las filosofías que delimitan una inmanencia afirmativa, positiva o abierta, sin atreverse a incursionar en una inmanencia-fábrica, plenamente inserta en la lucha de clases.

Ambas polémicas convergen en la multitud, noción que expresa el carácter productivo de la inmanencia tanto como el absoluto de la democracia. Y participa plenamente de la nueva interacción de poder y potencia, institución e insurrección, de la política spinoziana-negriana, doble movimiento que tiende, por un lado, hacia la unidad del gobierno, que implica la representación del sujeto y, por otro, hacia la potencia, pluralidad y conflictividad de las singularidades, buscando sus propias duraciones, atravesando las tensiones constitutivas que le son propias. La multitud –concepto político antes que sociológico– tiende a reunir ambos momentos (sujeto unitario de representación y proceso expansivo de subjetivación), en un dispositivo que enfatiza la afirmación productiva (o absolutez) de las singularidades libres.

Tal como Negri la presenta, la multitud es registro de un doble de la subjetividad, según un eje de constitución/fundación/representación/unificación de la vida en sociedad, que se concreta en el derecho y en los procesos de gobierno; y otro eje de subjetivación, que actúa a nivel de las fuerzas productivas: deseos individuales/composición de conatus colectivos/articulación/conflictos, aperturas e innovación de forma de vida y de modo de producción que van más allá de toda representación.

La querella en torno a la democracia y contra el absolutismo no se da en el terreno de las formas de gobierno, cuando el orden jurídico es “producción de normas”, sino en el de la actividad de composición de relaciones, en la cual el derecho forma parte de la “producción de formas de vida”. Mientras que en Hobbes la forma de vida se desprende de la norma, en Spinoza –antes en Maquiavelo– son las normas las que se desprenden de las formas de vida. Se pasa del Estado como poder sobre la sociedad, a la institución de sociedad como única explicación aceptable del Estado en cuanto que decisión común. Del contrato que mistifica el proceso de decisión, a la tensión entre deseo e institución en la que se juega una concepción dinámica de la composición de las relaciones. Esta idea de composición es la base del derecho en el Estado democrático. El punto de partida –como sucederá con Deleuze– ya no es el individuo que contrata o se apropia, sino el de las singularidades y la producción del común.

Pero entonces, ¿la potencia no pertenece al individuo? En Negri se trata de concebir una “potencia otra”: potencia colectiva que no se deduce de una adición de individuos, sino que se engendra entre singularidades, al nivel de la composición de sus relaciones. La potencia es tratada como un continuo que no se agota en una mera interacción de fuerzas, sino que se da como transformación e institución (y por lo tanto actúa como premisa para una teoría no mistificada de las instituciones). Una potencia que funciona por integraciones sucesivas: desde el deseo corporal hasta la imaginación colectiva, demarcando cada vez una asimetría entre poder y potencia, entre norma y vida. Demarcación que no es mera negación, sino delimitación, en la medida en que el interés está puesto en comprender tanto la interacción como la disociación entre potencia y poder.

 

  1. Deleuze

Experiencia y voluntad se articulan en Negri con fechas y nombres. Hay una completa periodización que apunta a señalar y comprender la ruptura histórica producida durante los años 1968 y 1977 como ruptura filosófica y política. En especial, tanto en Francia como en Italia, el 68 está íntimamente ligado a la emergencia de la izquierda spinoziana, cuyos referentes principales vuelven una y otra vez en este libro. Louis Althusser, pero sobre todo Alexandre Matheron y Gilles Deleuze, son presentados no solo como primera generación de un nuevo tipo de maestros spinozistas (Negri los llama “alegres”), sino también como una nueva fuerza intelectual capaz de afrontar la lucha ideológica contra las variantes del pesimismo ontológico y el cinismo reaccionario de los seguidores de Martin Heidegger y Carl Schmitt. Fueron estos “alegres” maestros quienes sostuvieron las premisas de una praxis abierta, en momentos en que el marxismo clásico se batía en retirada, y abrieron el camino a posteriores generaciones de maestros spinozistas (como Étienne Balibar, Pierre Macherey o Laurent Bove, entre otrxs).

Para Negri, la lectura de Deleuze sobre Spinoza es el acontecimiento fundamental, porque en ella se producen las bases de una ruptura histórico-filosófica y, en simultáneo, la actualización de la crítica al capitalismo contemporáneo. El período considerado por Negri se centra en el 68, año en el que Deleuze publica sus tesis universitarias –Spinoza, el problema de la expresión y Diferencia y repetición– y se extiende, sin alusiones de peso, con la salida en 1969 de Lógica del sentido, hasta su colaboración con Félix Guattari, en particular, con la publicación de Capitalismo y esquizofrenia, cuya primera parte es El Anti-Edipo, en 1972 (la postulación del composicionismo spinoziano como maquinismo), y se completa unos ocho años más tarde con Mil mesetas (la postulación de la Ética como una etología, a partir de la fórmula: afectos son devenires).

Lo que fascina al postobrerista Toni Negri de la lectura de Deleuze sobre Spinoza es la concepción revolucionaria de la “valorización autónoma de las singularidades” que luego desplegará en colaboración con Guattari. En esa concepción hay una ruptura con una “ética de tipo individualista-totalitaria, procedente del mundo de las mercancías” y una fundación en clave de “potencia de las singularidades”. Esto se traduce, en la lengua militante de las luchas italianas del período, como rechazo del trabajo y autovalorización proletaria. La convergencia ocurre en torno a lo que Foucault llamó “procesos de subjetivación”.

Así leída, esta valoración autónoma de las singularidades ya no puede ser refutada –como hacía Hegel con Spinoza– como rechazo del tiempo. Lo que la concepción revolucionaria del spinozismo rechaza es la medida sobre el trabajo y la sujeción de la praxis, así como también toda la metafísica burguesa que, en última instancia, no es otra cosa que la creación de dispositivos intelectuales –o mediaciones dialécticas, pasando por toda una concepción del derecho y del Estado– para subordinar el valor al capital. Spinoza reencuentra el tiempo en la imaginación, como ser “de lo inexplorado”, proceso en el que se hace posible ensayar conexiones entre la determinación y la contingencia, entre “dificultad de vivir” y “emancipación”.  La fórmula negriana para captar esta concepción revolucionaria del tiempo en la imaginación es “organización del infinito”.

La fundación deleuziana de las singularidades es clave para comprender la teorización conjunta de Michael Hardt y Toni Negri sobre el concepto de multitud. Es en nombre de esta valorización autónoma que se lleva a cabo el fuerte cuestionamiento de las variantes de una ciencia política hegemónica, fundada sobre trascendencias en apariencia incuestionables como son las de “individuo”, “identidad”, “soberanía” y “propiedad privada”.

La lectura que Deleuze realiza de Spinoza –filosofía de la liberación del deseo–, seguida por la cooperación con Guattari –la concepción maquínica del dinamismo– crea la salida revolucionaria del fijismo estructuralista. Deleuze es un político revolucionario (como Spinoza en su tiempo), en el sentido en que el contexto y la vida están en estado de conmoción. Su política consistió en un nuevo tipo de anticapitalismo. Su trabajo con Guattari debe leerse como parte de aquella atmósfera: “Son conceptos y prácticas recuperados de la vida de los grupos. Se trata de construir, para ellos”. Si el paso de Deleuze y Guattari por Spinoza aporta algo a las prácticas militantes, es la idea misma de “máquinas abstractas” o “instituciones revolucionarias”. Nuevos dobles o ensambles que apuntan a sostener, al mismo tiempo, producción deseante y producción social, institución e insurrección, creación de consistencias colectivas a partir de afectos singulares e invención de formas de vida: las dos caras de la organización del infinito.

Es sabido que, a pesar de su amistad política e intelectual, la comunión entre Deleuze y Negri no fue total. Negri les reprocha a Deleuze y Guattari no haber completado la actualización de la coincidencia spinozista entre multiplicidad y potencia. A su parecer, subsiste en ellos una cierta inconsecuencia, o una angustia que les hace vacilar en su constructivismo. Si bien los autores logran captar las mutaciones del capitalismo de los años setenta, en particular una mayor presuposición recíproca entre fuerzas productivas y relaciones de producción y la copertenencia de lo humano y lo maquínico, la crítica apunta a una insuficiencia a la hora de plasmar la coincidencia entre máquina técnica y máquina deseante. Desde el punto de vista negriano, hay en Deleuze una aporía y un punto de parálisis político, con relación al deseo productivo spinozista, que provoca una falla en el movimiento de “organizar el infinito”.

 

  1. Práctica

En la medida en que permanece irresuelta, la aporía entre potencia y multiplicidad tiende a separar maquinismo y naturaleza. ¿Un doble mal construido? Es lo que parece creer Negri. Sobre todo, a partir de Spinoza, filosofía práctica (1970), la segunda visita que Deleuze le dedica al judío de Ámsterdam. A partir de citas de Hasana Sharp, Negri presenta una lectura de Deleuze sobre Spinoza en la cual la potencia aparece completamente subsumida en una naturaleza que es superficie de composición o etología. Negri rechaza esta resolución de la aporía deleuziana en favor del polo naturaleza-multiplicidad, y en detrimento del polo potencia-maquinismo, ya que en esta resolución la etología renaturalizaría lo humano. El énfasis en el plano de inmanencia, imposible de organizar desde afuera, neutraliza el momento productivo porque todo deseo aparece como parcial y transitorio, sometido al juego de las fuerzas presentes en el plano-naturaleza. Al desalojar sin más al maquinismo, la salida etológica pierde su fuerza que consistía, precisamente, en concebir los afectos como devenires, la multiplicidad como base de la potencia, la naturaleza como proceso de producción (artificio). Negri se propone corregir los desvaríos de un doble mal construido en una etología maquínica, reintegrando –no escindiendo– el doble de potencia y multiplicidad en una ontología constitutiva, capaz de hacer funcionar el deseo revolucionario incluso en los períodos oscuros. La filosofía práctica es creación de disparidades coincidentes, dobles bien hechos, aunque sean difíciles de lograr, tales como los que Negri imagina entre organización y acción y entre etología y política. 


Críticas

El spinozismo de Negri, políticamente beligerante, no ha dejado de recibir y responder toda clase de críticas. Puede consultarse al respecto su tercer libro sobre el autor de la Ética: Spinoza y nosotros. Pero es quizás en Spinoza ayer y hoy que encontramos al pensador en un estado más fértil y reflexivo, meditando en voz alta en torno a las objeciones que recibió. Sobre todo aquellas que afectan a aspectos esenciales de su argumento. Es posible agrupar esas críticas en dos tipos de cuestionamientos, conectados entre sí. El primero concierne al tono irreductiblemente afirmativo y voluntarista del discurso de la alegría, y a la ontología afirmativa de las luchas, mientras que el segundo apunta a la noción de antagonismo, su rechazo al juego de las mediaciones dialécticas y, por lo tanto, sobre lo que puede percibirse como su espontaneísmo. En ambos casos, lo que se impugna es la calidad política del discurso negriano, su romanticismo o su falta de realismo: sea porque ignora las ambivalencias afectivas de la multitud, o bien porque desdeña el amplio juego de matices de la lucha institucional.

Hay en las páginas de Spinoza ayer y hoy una evaluación de estas objeciones, y una serie de aclaraciones negrianas que se puede resumir en tres puntuaciones. Con respecto a la “democracia absoluta”, Negri se hace la siguiente pregunta: ¿no será un subterfugio de tipo voluntarista, que obra como garantía extrapolítica para eludir el conflicto estructuralmente irresoluble de lo político? Al respecto, considera que la propia pregunta parte de un malentendido que es necesario aclarar. Puesto que, para él, la “democracia  absoluta” remite a otro concepto de lo político. Otro, con respecto a lo político fundado en la soberanía y en las clasificaciones de las formas de gobierno. Y, por lo tanto, “absoluto” no califica a un modo de ejercicio del poder, sino –como ya hemos visto– al tejido ontológico de singularidades libres. El malentendido impide valorar el desplazamiento negriano, que apunta a la relación entre orden jurídico y constitución política. A partir de su lectura del Tratado político, la constitución política es concebida no ya como resultado, sino como fuente y motor. Lo jurídico, en este concepto nuevo de lo político, funciona solo en la medida en que es capaz de abrirse a deseos y pretensiones.

Esto conduce a la segunda puntuación: ante la cuestión de si no se produce un déficit de realismo en la analítica negriana al deslizarse hacia una crítica de la soberanía, y si no resulta insensato asumir una concepción completamente positiva de la multitud, Negri hace un señalamiento de reenvío a las prácticas. En el terreno de las luchas concretas se inventan y verifican los mecanismos de toma de decisiones que inventan las singularidades libres. La investigación militante organiza un nuevo concepto de lo político en estrecha relación con la praxis de la multitud. El concepto spinoziano de la política, que Negri se esmera en resaltar, aspira a la coincidencia –todo lo problemática que se quiera, en esto Negri es un realista riguroso– entre insurrección e institución (coincidencia a la que llama “comunismo”).

Y por último, ¿qué habría que entender con respecto a la objeción según la cual el problema de la necesaria “duración de las instituciones” equivale a un desfasaje irresoluble con respecto al “marchitamiento” de los procesos constituyentes? ¿Por qué resulta tan tentador sostener una teoría de las instituciones sin fundamento en la potencia? Cuestión que supone esta otra: ¿habría que hacer del antagonismo, entonces, un método restringido, solo apto para períodos anormales y breves? El señalamiento de Negri, a este respecto, apunta a la temporalidad del conatus como tiempo de la resolución de conflictos, y a una teoría materialista y dinámica de la decisión. Contra la captura de las instituciones por una “filosofía de la historia”, propone una noción –foucaultiana– de institución como “producción de subjetividad”, juego abierto de preguntas y problematizaciones cuyas respuestas son invenciones, nuevos puntos de encuentro entre condiciones materiales de vida y evaluación libertaria de las alternativas. 

 

  1. Dentro-y-contra

Deleuze y Guattari escribieron que Spinoza era el príncipe de los filósofos, el único capaz de pensar lo impensable: la inmanencia absoluta. Zócalo de los diferentes planos de inmanencia concebibles por los demás filósofos, que se acercan o se alejan, sin alcanzar jamás aquella cumbre. En su defensa de la inmanencia productiva, Negri no denuncia las malas copias de la inmanencia, sino las estafas, los prestigios de pensadores que abandonan la coincidencia entre materialismo y libertad, y falsifican la inmanencia al presentarla como despotenciación del ser y del pensar, una penosa racionalización de la frustración del deseo, una retórica sutil de finales del siglo XX cuya marca es la difusión de las pasiones tristes revestida de una pretendida virtud herética. ¿Hay cómo escapar a esta marca de época? ¿Es posible reintroducir la inmanencia productiva en la realidad efectiva, o solo queda lamentarse de las pérdidas? Negri cree que es perfectamente posible retomar la praxis spinozista en las condiciones actuales y propone un método para hacerlo: situar cada una de las nociones de su spinozismo dentro de –y contra– la realidad efectiva. El propio Deleuze –escribe Negri– coloca sus célebres “devenires minoritarios” en la historia, en las resistencias. Contra la tentación de situarse “fuera de la historia”, Negri se propone evitar toda nostalgia, incluida aquella que se declara partidaria del “valor de uso”. El realismo subversivo no es utópico sino distópico. Ante la vigencia del valor de cambio, solo cabe el acto histórico de la reapropiación. Por más “feo” que suene, el valor de cambio es sustancia social inmediatamente expropiada: está hecha de conocimientos, cooperación y circulación. La no-nostalgia abre paso al punto de vista del común como estrategia de expropiación. Un común que actúa desde adentro del valor de cambio, y contra la apropiación privada. Lo que implica también una crítica de la apropiación “pública”, siempre al servicio de lo privado. Ambos –público y privado– operan en base a la medida. La inmanencia del común es la perspectiva del excedente: apertura, producción.

 

  1. Artesano

Como en ninguno de sus textos anteriores, en Spinoza ayer y hoy, el escritor se presenta como el último filósofo-artesano, estirpe en extinción de pulidores de cristales, orfebres y diseñadores de dispositivos para rectificar defectos ópticos y embellecer la vida. Seguramente sea este oficio, antes que la abundancia de referencias y citas, lo que constituye su más íntima conexión con el judío de Ámsterdam. Y con el de Tréveris. Su particular cristal del tiempo, la inmanencia productiva –lo hemos visto ya–, su obra más propia, será el problema recurrente en las páginas que siguen. De ella se espera una enmienda de las distorsiones ópticas y existenciales del nihilismo, hacia una afectividad vinculada con la risa, la lucha y la alegría. El problema de las pasiones está en el centro de cualquier proyecto que remita a la Ética. Con Negri se trata de tallar los cristales, siempre dobles, del materialismo: los que permiten la libre constitución del mundo.

 

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Los Pincén (segunda parte) // Emilio Jurado Naón

Si la familia no se elige, se la erige. Un día Emilio Jurado Naón descubrió que era pariente de Julio Argentino Roca. Tiempo más tarde, hizo el segundo descubrimiento en esa línea: su tío abuelo Bebi Roca había escrito, sobre las historias de la familia, el libro de memorias Los Roca y los Schóó. Así surgió el proyecto a largo plazo de Los Roca y los yo: una colección de textos, diversos en género, registro, tono y extensión, que se alimenta del libro de su tío abuelo (al que busca pervertir, desvirtuar e hipertrofiar) y de la cual Tópico de los dos viajeros (Palabras Amarillas, 2020) fue el primer volumen publicado. Si bien la figura de Julio Argentino es gravitante en el proyecto de Jurado Naón, los distintos episodios del proyecto indagan, como lo hizo Bebi, en anécdotas, acontecimientos y personajes tangenciales (o bien transversales) a la familia Roca. Es el caso del texto que se presenta a continuación, “Los Pincén”; suerte de diario de lectura ensayístico que escarba en torno a un genealogía de caciques pampa y su construcción, por parte de los Roca, como enemigo a someter y, a la vez, reflejo distorsionado de la cultura que detentan como propia.

 

Los Pincén (segunda parte)

de Emilio Jurado Naón

 

 

En verdad hubo en el siglo pasado tres indios conocidos por el apellido de Pincén: Uno mentado como “Pincén el viejo”, según unos cacique huiliche, para otros Pampa.

 

Pincén el viejo, probablemente, haya sido el responsable, en Felisa, de su inquietud cardíaca. Aquella noche que penetró en Pergamino acompañado de cuatrocientas lanzas, a robar ganado, mujeres, niños y objetos brillantes, no produjo ningún ruido, ningún galope en las costras de barro seco en el terreno que alcanzase la estancia de los Schóó (a Felisa en su cuarto, rodeada de sofocos), ni un trepido alguno –y sin embargo, la reverberación.

No pasó pero podría haber pasado.

 

No revisan la tradición; revuelven entre raíces.

El juego con la tradición va por el lado de reposicionarse para generar nuevas lecturas, retrospectivas, de la literatura y la historia. Quienes revuelven raíces sólo obtienen como fruto eso: un revuelto, algo deforme que no se sabe en qué idioma habla.

 

¡Preparen los tenedores para el revuelto de Gramajo!

 

No pasó pero podría haber pasado. Felisa escapa de las sábanas y descorre el postigo: por las rendijas y entre las tintas figuras del campo, percibe movimientos, jadeos, percusión de suelo. Sale y se envuelve con el olor a rocío. Una figura cuadrúpeda inhala y exhala junto a la tranquera –la corona un desorden chorreado de estrellas. Felisa, niña, está descalza; siente cómo la almohadilla de sus pies va recolectando granos y vainas del pasto. Se acerca a la figura –con silencio de gallina– y nota que sobre las cuatro patas tónicas el cuerpo se continúa en torre: tórax desnudo y muscular, se dilata y contrae. Un movimiento de las crenchas indica que la niña fue descubierta. Ella se vuelve rama. El cuadrúpedo da unos pasos breves alrededor, y el torso y la cabeza de crenchas que coronan el lomo se bambolean.

No pasó.

 

El viejo Pincén fue hombre de la época de la preconquista del desierto, “Tapincen”, en cambio, lo fue de los tiempos de Ataliva y Agustín Roca, que, a pesar de haberlo padecido tanto en los pagos de Junín, tenían por él, una especial consideración y respeto.

 

Son varios los cruces que hubo entre Rocas e indígenas, no sólo de la rama de los Pincén. También –y de ahí el nombre– se recuerda un encuentro, el primer encuentro de esta clase, entre Don Segundo Roca y Ataliva, médico-brujo de los Andes peruanos.

Don Segundo, adolescente soldado, guerreaba en el ejército del Libertador cuando recibió una bala (¿o un sablazo, un bayonetazo?) en pierna o brazo. Quedó a la vera de la batalla y fue rescatado –inconsciente, a la verdadera vera– por este médico-brujo que esquivaba los conflictos refugiándose en una cueva. Con medicinas naturales, empastes, hojas, líquidos olorosos, lo salvó: le curó la herida, evitó la infección. Y días después Segundo fue encontrado por correligionarios en medio del camino.

Si bien no se sabe qué ocurrió entre el indio Ataliva y el soldado Segundo –no se sabe de qué hablaron, si hablaron, ni cuánto compartieron–, sí se puede deducir que se había fabricado ahí una amistad grande, ya que Segundo decidió, años más tarde, hacer honor al nombre de su rescatista calcándoselo a uno de sus hijos.

 

El cuento del criollo rescatado por un indio conforma otro tópico que se reitera en la literatura americana. Hay muchos casos. Yo recuerdo uno en particular, que aparece en Huasipungo, de Jorge Icaza, el novelista ecuatoriano. En esta novela, por caso, el curandero, en un acto bellamente repugnante, le chupaba al criollo los gusanos de la herida para librarlo de la necrosis.

 

Hace tres años me encontré con un pariente lejano en la situación más extraña. Lo reconocí, también, por el alfabeto de alumnos. En esta escena, yo era el que tomaba lista, el profesor, –mi primera incursión en la docencia secundaria–, él era el estudiante: Santiago A. Roca.

Si no tiene doble “c”, como los sanitarios, se vuelve casi inevitable el parentesco (aunque lejano, siempre hay parentesco). El pobre chico era un pánfilo completo; un panfilizado por sus compañeros, que lo salameaban de acá para allá, lo zarandeaban y franeleaban. Pálido, delgado, débil, seco y húmedo a la vez, el cuerpo se le veía a punto de rendirse a cada instante de la jornada lectiva. Apenas le hacía equilibro la cabeza, donde el pelo resistía en un último aliento y los ojos, vidriados, miraban con pena y hastío el jolgorio hormonal de sus compañeros y compañeras sin participar de la fiesta, sin querer participar tampoco. Cuando hablaba –en un silbato de voz quebrada– la clase lo oía conteniendo el aliento y, antes de que terminase la oración, lo asaltaban con gritos desde la otra punta del aula, “Callate, Roca, cagón”, “Vos qué hablás, Roca, infeliz, puto y boludón”, y tal. No importaba qué dijera; el raquítico gallo de su voz le impedía detentar cualquier clase de respeto.

Yo mediaba, para protegerlo de las agresiones verbales, sin mucho insistir. Pero quién lo protegía de los gravámenes físicos en el recreo, en la calle a la salida, en su hogar, no sé. No me importaba.

Sin embargo, había un interés en este Santiago A. Roca que pervivía en mi pensamiento como un gusano: el gusano verdísimo que se descubre a veces, escondido entre las barbas y la chala del choclo. Afortunado de aquel que pueda aplastar con el pulgar ese gusano. Eso pensaba yo. Hasta que un día me lo encontré en las escaleras, al término de clases un viernes, y le pregunté –me di cuenta de repente cuál era el gusano y le pregunté, sin aclarar nuestro parentesco, a qué se debía esa “A.” entre sus nombres: cuál era ese su segundo nombre. “Un nombre horrible”, me respondió, “Lo odio, me repugna, me lo puso mi papá para repetir el nombre de mi abuelo”; “Cuál es, Santiago, tu segundo nombre. Decime, Roca, cagón infeliz, puto y boludón”, quise decirle, pero no hizo falta porque él mismo soltó el gusano: “Ataliva; un nombre de indio me puso”.

 

El segundo en la cadena de los Pincén fue, entonces, Tapincén –Futá Pincén–, Pincén “El Grande”, o “Vicente”, apodo cristiano que le inculcaron los criollos. Escribe Bebi:

 

Fue este retoño de la tribu paterna, un importantísimo cacique Pampa, nacido en las cercanías de la laguna Carhué, famosa por lo salobre de sus aguas, a las cuales se le atribuían virtudes curativas, y que está ubicada al suroeste de la provincia de Buenos Aires. Dice Cutolo que en su juventud Ta-pincen contaba con sólo unos 150 guerreros, pero debido a su creciente prestigio y audacia, muchos caciques menores y capitanejos se ponían a sus órdenes para maloquear en las tierras del criollo argentino. Con sus aliados llegaba a contar con 600 lanzas de guerra para invadir. Sus malones fueron recordados por la crueldad que empleaba para infundir pánico, la astucia con que planeaba y vigor con que los ejecutaba, y además, él personalmente, por la valentía que mostraba frente a las tropas de línea que le oponían y que desplegaba en los entreveros que fatalmente se armaban en las retiradas con el botín y las persecuciones consecuentes de las autoridades.

 

El agua dura le llegaba a la nariz. Veía al ras todo el cielo hecho plata en la piel del lago. Algunas nubes lo transitaban: morosidad vacuna. Pastando. Una marca de sal se le había endurecido a lo largo de la cara, dos centímetros debajo de los ojos. Ta-Pincén veía flotar sus extremidades emblanquecidas sin un pez alrededor, sólo prismas de sal que crecían, puntiagudos, giraban, subían y se frenaban contra la superficie del agua.

Se incorporó: brotaron chorros de la trama de su pelo.

 

Entre los rastros de agua que pueblan el suelo, desde la cocina hasta el baño, reconozco, después de la carrera por buscar la toalla ausente, después de secarme el frío molar del otoño que se cuela por la puerta, después de enchufar el radiador y prenderlo, después de reavivar con refriegos la circulación de los brazos, reconozco un charco con forma de pie.

 

“Adalid primitivo” lo llama Bebi a Ta-Pincén, y así intenta negarle su porción de contemporaneidad al pampa. Ciertamente: aunque la cadena de los Pincén que se enumera en el texto tiene una correspondencia punto por punto, generación a generación, con la familia Roca, los indios siempre resultan ex-temporáneos. La Historia avanza y empuja a la civilización, pero los Pincén resurgen constantemente desde lo primitivo, como una duplicación atávica del ser nacional.

Ta-Pincén, cuenta Bebi, dio muerte a varios tenientes del ejército pero en 1878 fue por fin derrotado a manos del coronel Villegas. Tenía setenta años cuando lo llevaron como prisionero a la Isla Martín García.

En aquellos años de Conquista, era de público conocimiento que en la Isla Martín García operaba un campo de concentración para indios de todas las vertientes y edades. Se lo llamaba “depósito de indios”.

Era tal el aprecio viril que Ataliva Roca le tenía al guerrero Ta-Pincén que, conmiserado y haciendo uso de las facilidades institucionales que el parentesco permitía, solicitó a su hermano Julio Argentino, Ministro de Guerra, que rescatase al septuagenario caudillo de su presidio en Martín García, donde iba arreciando el cólera.

 

La historia es hermosa: una fraternidad masculina más allá de cualquier barrera étnica. Su desenlace, emotivo –permiten al viejo Ta-Pincén suspirar los últimos días cerca de las tierras que solía remover al galope.

 

Vale el frenazo detenerse en la operación discursiva que tiene por objeto la construcción del enemigo como extranjero absoluto: otro, absolutamente. Para la hegemonía argentina en ciernes, cuya política historiográfica se puede rastrear desde la llegada de los españoles a estos hemisferios pero que inventa un hito con La conquista de quince mil leguas. Ensayo para la ocupación definitiva de la Patagonia (1878) que Estanislao S. Zeballos escribe por encomienda de Roca, se preocupa por diferenciar a los indios. Hay indios, según esta ideología, argentinos y hay indios chilenos. Los pampa, entre los que se destaca el cacique Pincén, son valientes, viriles, honorables en la guerra, con códigos, fieles a la palabra dada, argentinos, y son, en fin, los primeros derrotados. Por contraste, los ranqueles –araucanos: chilenos– señorean en la Patagonia por usurpación: sometieron a los pretéritos pueblos que habían, mal que mal, edificado una civilización rudimentaria y, desde hacía décadas, se dedicaban a propagar la regresión en el territorio argentino; el maloqueo, el robo y el rapto, el alcohol, el engaño, la timba.

 

Fraternidad masculina es un término redundante: fraternidad a secas, nombra con economía de palabras el concepto. La historia de los Roca se puede leer como la trama de una fraternidad, con todas sus fidelidades y traiciones. Lo que no hay, lo que no se lee tan fácil, es la trama sorora –de las mujeres Roca.

 

Aunque –se pone de manifiesto– son ellas las que cuentan. Los hombres Roca no cuentan; hacen y tejen sus tejemanejes, y se equivocan también. Pero no cuentan. Entre nuestros prohombres, no existe una autobiografía de Julio Argentino.

Queda, claro, como clara excepción, Bebi. Bebi nunca hizo nada, nunca transó ni rechazó, no tuvo equívocos ni aciertos, pero hacia el final de la vida se puso a contar, se puso a laborar una trama, hilar un texto: se transformó en una máquina de coser.

 

Félix Luna quiso darle a la República un prócer docto, que supiera, como César, además de combatir, articular un discurso. La operación es un fracaso por dos razones: no hay, no hubo, República; número dos: no hay, no hubo, un Julio A. Roca docto. Su Roca más bien es un fantasma textual conservador que, entre lágrimas, se arrastra y trata de besar el cuerpo exangüe del radicalismo argentino.

 

Es una mañana de sábado y hemos dormido bien. Mi madre dijo ayer que sueño con huesos y catacumbas expoliadas a causa de mis investigaciones roquistas. Sin embargo eso no explica los leones, no explica los secuestros que me visitan de noche.

Temo meterme mucho con los sueños porque sé que terminan convocando fantasmas. Fantasmas, bien, sin problemas, pero ¿quiénes? ¿Cuáles sus nombres? ¿Cómo dialogar con un fantasma que no dice su nombre?

 

Le decían león a cualquier gato grande de los llanos. Sigue sucediendo. No hay leones en Argentina –no como los de África–, aunque sí hay grandes gatos.

 

En el depósito de indios de la Isla Martín García ponían a los caciques que hubiesen sobrevivido a la batalla, pero más que nada llevaban a la chusma: niños, mujeres, ancianas y ancianos, o “indios sin importancia” para la guerra. Además –esto lo oí por Valko–, era depósito también para las cautivas. Aunque blancas, aunque criollas y cristianas, su pureza había sido trasgredida por la verga del salvaje.

Todavía quedan hornos en la Martín García, donde pasaban a carbón los cuerpos del cólera.

 

A imitación de Washington, Sarmiento quería fundar Argirópolis en la Isla Martín García. Habría sido la capital federal de los Estados Unidos de Sudamérica. Su suelo barroso no fue apto para tal empresa.

 

Con los recaudos del caso por el riesgo de contagio, [Ta-Pincén] salió de la isla en la embarcación del médico que diariamente iba a la misma y en la que llegó a buscarle el capitán Pablo Vargas, de paso en Buenos Aires, viejo criollo muy allegado a dos de los hermanos Roca (Ataliva y Agustín) y que por ser el único que dominaba la lengua vernácula de los pampas, le sirvió de lenguaraz. Vargas lo condujo desde el desembarcadero a la mansión de la avenida Santa Fe 2363, donde cuando llegaron, de noche, se realizaba una importante reunión social de los mas granado y copetudo de la sociedad porteña, y al entrar el indio y ver al dueño plantado en la puerta recibiendo gentilmente a las distinguidas visitas, sorprendió a todos con su estrafalaria facha y con el grito estentóreo de incontenible alegría profirió: ¡Falliu toro! (¡Toro Bayo!), y le dio a Ataliva un abrazo pleno de afecto y emoción.

 

                                                          desembarcadero

         mansión                                 importante            

reunión                            granado          copetudo            

                     indio                                                 

gentilmente                distinguidas visitas            

                                                     estrafalaria facha            

                   estentóreo                              incontenible            

alegría                                       abrazo pleno            

               afecto y emoción.                                    

 

Luego de la recepción, según Bebi, a Ta-Pincén se le preguntó vía el lenguaraz Vargas a dónde quería ser llevado, ya que el cacique no correspondía las caricias de las jóvenes mozas que aderezaban la fiesta porteña. En la sala, sentado a piernas cruzadas sobre una pila de ponchos, Pincén “El Grande” sorbía mate. Ataliva le ofreció Malal, la casa que, aunque rendida, permanecía intacta. Estaba ahí, aún, en las hectáreas donde empezaba a fundarse la finca “La Segunda”.

Vargas transmitió el mensaje y Pincén se alegró. Pero “hizo roncar el mate que tenía en la mano” y dijo preferir un rancho junto a la laguna El Dorado, tierras del propio lenguaraz Vargas, por quien, suponemos, habría adquirido sincero afecto y confianza.

 

Después de unos días aburrido de la capital y de la comida ciudadana que no le apetecía para nada, soñando con la carne de yegua y dos paletas de potranca, volvió Pincén, el grande, a su desierto, a su pampa, a vivir con sus mujeres, sus hijos y algunos de su dispersa tribu, y tuvo la dicha de en su gloriosa vejez recorrer los campos y volear ñandúes y venados, hasta que su dios lo llamó a su cielo. Fue enterrado cerca de la laguna El Dorado donde yacen sus huesos.

 

La humedad del rocío le llegaba a la nariz. Aun con la vista débil podía captar los trazos grumosos en que se esparcían las nubes. Bajaba el sol y todo se volvía rosa con el galope. Los ñandúes se le escaparían. Boleó. Cayó al polvo uno, acogotado en plena fuga.

Y cuando se apeó de la montura para pasar a cuchillo ese cuerpo de plumas palpitantes, las nubes en el horizonte sangriento se abrieron y se presentó un dios, su dios. Y le habló al anciano con voz de truenos y sonrisa de relámpago. Y le dijo las tormentas de polvo se han posado en la tierra ya no habrá más estampidas más cacerías más juegos tu gente no te sigue ya mi hermano. Y no hubo más nubes de tierra al ras del horizonte. Y no lo seguían ni sus hijos ni sus mujeres ni Pablo Vargas tan querido. Y el anciano respondió se abre el suelo para cobijarme al fin de vuelta, y era una pregunta. El dios, su dios, el que esgrimía un cálculo en el cielo que era su gesto pronunció palabras inentendibles que el anciano supo recibir sin queja. Y el anciano se acostó en la tierra y vino la noche. Y las estrellas rebotaron su luz sobre la laguna.

 

 

 

* Dejamos la Primera parte del texto en este link.

 

Amador Fernández-Savater: “No tiene sentido recordar el 15M si no es para volver a desordenar el presente como él lo hizo” // Pablo Levy

Seguimos los pensamientos de Amador Fernández-Savater a través del blog Lobo Suelto y nos hablan a distancia. En conversación directa con él, nos cuenta que está terminando un trabajo sobre el movimiento 15M del que se cumplen ahora 10 años. Lleva por título La fuerza de los débiles (El 15M en el laberinto español/Un ensayo sobre la eficacia política) y será publicado próximamente por la editorial Akal. Puede ser un buen momento para repasar con él qué fue aquel movimiento y qué dejó, cómo está discurriendo el aniversario y cómo se relaciona la sociedad española con el acontecimiento una década más tarde. Entre medias, algunas resonancias (“que no equivalencias”) entre las transiciones dictadura-democracia argentina y española, el 2001 y el 15 de mayo, Podemos y el kirchnerismo, a través del puente de algunas lecturas como la de León Rozitchner. 

Memoria y balance

Este libro aparece en el décimo aniversario del 15M, ¿no temés incurrir en el vicio y la moda de la conmemoración? 

Una tesis muy conocida de la filosofía griega dice lo siguiente: “conocer es recordar”. Es una tesis racionalista según la cual conocer es captar las condiciones que hicieron posible algo, sus determinaciones. Pero podemos leerla de otro modo si tenemos en cuenta que recordar significa volver a pasar por el corazón (re-cordis). Conocer sería entonces activar el afecto que hizo posible algo. No habría conocimiento sin “re-afectación”, lo contrario de lo que enseña el pensamiento heredado que mantiene una lucha ya milenaria contra el cuerpo y lo subjetivo. En este segundo caso la gnorancia no es un déficit de conocimiento, sino de afecto. 

Pero, ¿qué tiene que ver eso con el aniversario del 15M? 

Las conmemoraciones oficiales son, ciertamente, modos de neutralizar el pasado, la capacidad del pasado se hablar al presente. Pero no tanto por manipulación como por desafectación. Hay desafectación en la relación instrumental por la cual el recuerdo se convierte en pieza de un discurso: los políticos saliendo a reivindicar un movimiento que los cuestionó a todos, por ejemplo [el grito “no nos representan” fue como el “que se vayan todos” del 15M]. Hay desafectación en la producción mediática de clichés: imágenes, entrevistas o artículos de puro relleno, los veremos por decenas estos días. Hay desafectación incluso en cierto acercamiento académico: sepultar la potencia afectiva del acontecimiento bajo estadísticas, explicaciones sociológicas, históricas… 

¿Otra conmemoración es posible? 

Creo que sí, depende de nosotros. Pasaría en primer lugar por recordar poniendo el cuerpo (tanto si lo viviste como si no). En ese caso el recuerdo ya no es melancólico o estereotipado, sino activo: prolonga lo sucedido, su energía, en el presente. Volvemos a hacer pasar lo que fue, seguimos produciendo efectos. ¿Qué sentido tiene recordar el 15M si no es para volver a desordenar el presente como él lo hizo? ¿Si no es para meditar cómo seguir? Seguramente los espacios de conmemoración más fecundos en este aniversario sean invisibles mediáticamente: conversaciones entre amigos, entre gente que lo vivió, pequeños encuentros, ejercicios de memoria y de introspección… 

Presentás tu libro como un “balance” del 15M, ¿qué significa eso? 

Es una de las modalidades del recuerdo vivo: repasar, volver a pasar. Elaborar el sentido de la experiencia, tratar de pensar y compartir algo. Era un ejercicio muy común en las militancias de antaño pero que hoy se ha perdido. Conozco poquísimos balances de los movimientos en los que he estado más involucrado: antiglobalización, no a la guerra [contra la intervención estadounidense en Irak en 2003]…

¿Cómo lo explicás? 

Hay algo de época me parece: una relación neoliberal con el tiempo, como fuga hacia adelante. Abrir y cerrar pantallas como modo de vida. Luego está también que el proceso del balance te pone en contacto con heridas y fracasos. Hay mucho de eso en el caso que nos ocupa: el pasaje del 15M a la representación en 2014 vino acompañado del dolor de mil peleas internas que desgarraron el tejido político hasta el mismo día de hoy, una cierta sensación de vergüenza por el paso por las instituciones, la impresión general de pérdida de oportunidad. El balance, para ser sincero, tiene que pasar por las zonas oscuras de la experiencia. El filósofo Alain Badiou dice que se hace balance para pensar un fracaso. Pero el peor fracaso es que no haya balance ninguno. El balance convierte el fracaso en aprendizaje compartido. 

El 15M en el laberinto español

Este balance tuyo propone pensar tres cosas: lo que el 15M interrumpe, de dónde extrae su fuerza y cómo se pierde. Empecemos poniendo el 15M en situación histórica: ¿cuál es su lugar en lo que llamas el “laberinto español”? 

Miles de personas gritando en plazas tomadas “lo llaman democracia y no lo es” y encontrando un fuerte resonancia en la población supone un corte y un punto de inflexión en la historia contemporánea española, se quiera esto ver o no. Es un grito que abre el pasado: ¿cómo hemos llegado hasta aquí? Si no es democracia, ¿entonces qué es? Podemos pensar que el 15M es en cierta manera una respuesta a la dictadura franquista. Parece una frasota, pero le veo todo el sentido. 

Explicate

El pasaje entre dictadura y democracia no nos entregó, como repite la cultura consensual española (mediática, política, cultural…) desde hace cuarenta años, una “democracia plena” que ya sólo cabría retocar desde dentro, sino un tablero político cerrado: la capacidad de acción se restringe a los partidos, las reglas del juego son intocables y se no hace saber todo el rato que es “esto o el caos”. Fuera de los límites del consenso, que son ya desde la transición los privilegios cristalizados de los Grandes, sólo existiría el riesgo de reactivación del “estado de guerra”. El consenso, que se pretende superación de la guerra, se define en realidad con respecto a ella. Es lo que llamo en el libro el “laberinto español”, tomando el título del libro de Gerald Brennan. 

Democracia restringida (a los partidos que disputan el poder), democracia limitada (a la gestión de necesidades económicas indiscutibles) y democracia disuasiva (“esto o el caos”): el 15M agujerea ese espacio político y ese relato. ¿Cómo? 

Lo que se excluye, en la gestión polarizada de los límites y el miedo, es la aparición del pueblo. Ese miedo a la aparición del demos, de la gente cualquiera, está inscrito profundamente en la “normalidad democrática” española. Y del miedo puede pasarse con facilidad al odio: odio a los cuerpos portadores de apertura, de conflicto, de cambio y movimiento (jóvenes, migrantes, mujeres, independentistas catalanes). Vox [el nuevo partido de derecha extrema en España que es ya tercera fuerza política en el Parlamento] es, en ese sentido, la radicalización de la “normalidad” de la cultura consensual. No hay discontinuidad radical entre democracia y fascismo como plantea la izquierda. 

El 15M plantea una vía de escape del bucle: abre un espacio para pensar y sentir autónomamente frente a la polarización congelada del tablero político; cuestiona los límites de nuestro sistema, la falta de democracia política y económica; y atraviesa el miedo, poniendo colectivamente el cuerpo en la calle, disolviendo la amenaza y mostrando hasta qué punto, como decía una pancarta, “el caos son ellos”. Nuestra democracia, lejos de ser una democracia plena, es una máquina precarizadora que funciona con piloto automático. El 15M pone todo eso patas arriba y lo hace entre a simpatía general de la población, desactivando el miedo. 

¿Podrías desarrollar un poco más la cuestión de la relación del 15M con la dictadura pensando en un público no español?

Podemos decir lo siguiente: hay un “franquismo de retaguardia” (como dice mi amigo Juan Gutiérrez) que puebla el inconsciente del Estado y la sociedad. Vox no sería entonces “lo otro” de la cultura consensual, sino la explicitación de los fundamentos reales de nuestra democracia: dominación de clase, de género, de raza. Esos fundamentos no fueron revisados radicalmente en el proceso de transición, sino maquillados con toneladas de retórica consensual. Se prefirió el (falso) olvido del borrón y cuenta nueva. Entre la desaparición del pueblo por amenaza disuasiva (“esto o el caos”) y su erradicación por la violencia y el terror hay una diferencia de grado, pero no de naturaleza o de cualidad. Esto lo pienso con ayuda de la categoría de “tregua” de León Rozitchner: la democracia y la paz política son una tregua que conserva los efectos de una guerra anterior en condiciones cambiadas. Hay resonancias en ese sentido entre la historia de Argentina y de España, resonancias que no son equivalencias. El 15M plantea otro fundamento para la convivencia y la democracia, no basado en el miedo de la gente ni el miedo a la gente. 

La fuerza de los débiles

¿De dónde extrajo el 15M su fuerza? ¿Cómo es posible que un movimiento recién nacido, sin estructuras, sin doctrina, sin acceso a los medios, sin militancia organizada, fuera capaz de provocar ese sacudón en el tablero? 

Es la gran pregunta que se plantea en el libro: ¿de dónde extraen su fuerza los que no tienen poder? ¿Cuál es la fuerza de los débiles? Retomo lecturas clásicas de los teóricos de la estrategia -desde Maquiavelo a Clausewitz, pasando por León Rozitchner o André Glucksmann- para decir: la fuerza de los débiles pasa por la activación de los cuerpos y los entramados de vínculos, por la elección autónoma sobre los tiempos y los espacios, por el valor de la igualdad y la pluralidad. Es desde ahí que los débiles han sido capaces siempre de desafiar a los fuertes: pelear por lo propio v desde lo propio, hacer vibrar las redes de complicidades, desplegar una temporalidad propia y fundirse con los territorios de la vida, confiar en la inteligencia de cualquiera y en la multiplicidad de iniciativas articuladas sin un centro director.

¿Es una tesis general o aplicada al 15M? 

Se me confunden las dos cosas. He pensado en el 15M para elaborar una reflexión general sobre la eficacia y he recurrido al pensamiento estratégico para elaborar un balance sobre el 15M. El texto se puede leer en el sentido que se quiera: como meditación sobre el 15M y el posterior asalto a las instituciones, como pensamiento sobre el problema de la fuerza y la eficacia, como todo eso junto y revuelto. 

Eficacia y 15M se ven como términos contrapuestos. 

Me rebelo contra esa idea. El 15M se veía como una cosa simpática, pero ineficaz: incapaz de producir efectos de transformación. No supimos ver y valorar su propia eficacia, que era “otra eficacia”, y dónde radicaba. Vinieron entonces otros que dijeron: “ahora vamos en serio, seremos tal vez menos simpáticos pero más prácticos. No basta con ser buenos y tener la razón, hay que tener fuerza”. Es un error total: separar la ética de la eficacia, pensar que sólo hay una fuerza y un pensamiento estratégico, el convencional, el que separa los medios y los fines, que sólo hay una fuerza, la fuerza de los fuertes y que debemos apoderarnos de ella. La estrategia se piensa entonces única y exclusivamente desde el ángulo de la dominación, el juego político se desarrolla así necesariamente en el tablero del poder, como juego de tronos. 

El pasaje a la representación

Los que vinieron después… ¿Te referís a Podemos?

En el libro se establece efectivamente una discusión con Podemos, pero me parece que el problema es anterior: la incapacidad de ver y valorar la propia fuerza singular. Es el punto de fracaso del 15M. El pasaje del 15M a la representación fue deseado masivamente, no consistió en ningún tipo de manipulación. Ni siquiera mediante un fenómeno de cooptación de asambleas por la izquierda clásica tipo 2001 en Argentina. Dejamos de pensar y de sentir 15M en nombre de una idea sobre “la” eficacia. Yo me pregunto por la fuerza de ese imaginario. 

El problema, si no ampliamos nuestro repertorio de imágenes políticas, es que se trata de una eficacia redundante, no ya sólo con la política convencional (que también), sino con el mundo tal y como es: jerarquía de los que saben, producción de espectáculo y de signos, sensiblería en lugar de sensibilidad, tiempo-espacio desmaterializado de la coyuntura mediática, delegación e inmovilización de los cuerpos, fetichismo del liderazgo, competencia como modo de relación con el otro, etc. Empezamos a pensar con las categorías del adversario como dice Rozitchner. Podemos repuso el mundo que el 15M empezó a cuestionar. Y también para ellos fue fatal. 

¿Qué querés decir? 

Una vez borrada la fuerza del 15M, convertido en objeto a representar y ya no en una actividad, la nueva política quedó encerrada en el tablero político sin ninguna fuerza exterior que pudiera apoyarlo o empujarlo, aunque fuese a costa de tensiones y críticas. Ese tablero es por supuesto un tablero inclinado: presiones mediáticas, exigencias económicas, intrigas de palacio, etc. Sin fuerza propia, quedas debilitado y subalterno, condenado a la gestión de lo que hay, con un toque más progresista, pero sin impulso de transformación, de transgresión o cuestionamiento de los límites. Has desarmado los cuerpos que pueden sostenerte y llevarte más lejos. Tienes en el mejor de los casos una masa virtual de una opinión que te secunda en redes, pero estás desprovisto de toda fuerza material. Es dejar caer una roca sobre tus propios pies, como decía el clásico. El problema de los gobiernos progresistas aquí y allá. 

¿Querés añadir alguna palabra, tal vez más optimista, para acabar? 

¡Protesto! Pensar lo que pasó no me parece triste o pesimista. Hay más tristeza de fondo en la falsa alegría de la fuga hacia adelante, del borrón y cuenta nueva, de hacer un continuo scroll con la vida. Sin balance estamos condenados a la repetición, eso sí que es terrible. Entre ilusión y decepción, podemos aspirar a otra alegría, que sea tal vez más consistente. 

 

 

 

Entre los campesinos de Aragón / El comunismo libertario // La pequeña editorial

A los amigxs y cómplices: 

La dehiscencia es el momento en que cierto tipo de fruto se abre, liberando y dispersando las semillas. Principio del periplo; nacen así amparos, colaboraciones, y a eso se apuesta. La semilla puede medrar, o no. 

Un salto de fe.

La dehiscencia, pues: se abre juego a Entre los campesinos de Aragón / El comunismo libertario, primera publicación de La Pequeña Editorial, vuelta frutal a conspirar.  

A respirar con otrxs.

Primer movimiento de 45 ejemplares, numerados. Impresos a láser en el taller, cartoné, tela, encuadernados a mano, con cuidado y convicción. Busca durar, rodar. Con-mover. Y nutrir la revolución social. 

Augustin Souchy Bauer e Isaac Puente Amestoy, respectivamente. Éste fue médico, fue naturista, tomó las armas y permanece desaparecido. Aquel fue pacifista, políglota y longevo: anduvo deslumbrado las colectivizaciones por los campos del Aragón libertario, liberado, que Isaac promovía, que acaso causó. No se conocieron, ni dejaron de convocarse, coincidirse y suponerse. Aquí se encuentran, vuelven a referirse y sucederse.  

A cada uno según su necesidad, de cada uno según sus posibilidades; todo, hasta el consumo, colectivizado ante la huida del patrón. Dos panfletos: un mundo se propone y ese mundo se realiza. Ese mundo es posible, sepa. Crea. Salte. 

Como lo ponemos en práctica, un libro artesanal no es una mera suma, un simpático montón de sedimentos y accidentes: cada uno, cada vez, una vasta colaboración. Cada uno, cada vez, ligeramente distinto. Sus partes, también las otras cosas que sean; el papel, la tinta, el hilo, el cartón, la cartulina. La palabra. Un libro artesanal está repleto de lo que no es: desborda, integra los otros mundos, implica pero exhibe su puesta en relación. Está repleto de que pudo no haber sido. De que no será. Donde calla, comunica. Un libro, pues, tránsito, una reunión, y su llegada, la puesta en común, la extiende. Vario, interino, fluido, amable: fuerte. 

Una organización equilibrada, horizontal: sea también una flor para sus dones, una invitación a repetirlos y repartirlos. 

Un libro artesanal nunca será obligatorio, ni demasiado.

Un libro artesanal es un gesto amoroso y hondo, algo que se convida y una apuesta a favor de vuestra existencia, a que algo nacerá en usted; a que usted, luego, lo compartirá. 

FUTURIDRAG // La Comparsa Drag + Flavia Da Rin

La Comparsa Drag presenta su libro de pósters Futuridrag con doce fotografías-collage de nuestras existencias drag en elaboración conjunta con la artista visual Flavia Da Rin. Cada pieza resiste a la narrativa hetero-lineal del tiempo presente y confabula un tiempo que viene. Se trata de doce puestas en abismo  de historias profanas y entornos queer/cuir. Una reivindicación drag de perspectivas desviadas que alteran y re-disponen los usos del tiempo. 

La preparación de Futuridrag comenzó a finales de 2019. Surgió de la necesidad de intensificar nuestra des-identificación con la linealidad del tiempo heterosexual y su narrativa globalizante. La primacía de la heterosexualidad como organización social capitalista reproduce un tiempo lineal heteroreproductivo y, como tal, ejerce un control sobre el multiverso de la vida en la tierra que desemboca en el colapso socio-ambiental del tiempo presente.
2020 fue un año de cristalización del estado de excepción permanente de la verdad capitalista, de higienismo normalizador y de vigilancia social extremas.  Un año donde el tiempo se coaguló en nuestras casas pero, a la vez, la cotidianeidad del encierro se volvió hiperactiva. En ese entorno, nuestras preguntas por los marcadores existenciales y los dispositivos de normalización heterolineal se densificaron.

Nuestro libro de pósters surge como “ensoñación materialista” de formaciones de futuro. Futuridades donde no comande una línea clara y distinta del tiempo. Sino, más bien, posibilidades u horizontes entramados de otros tiempos y entornos, que convoquen a rematerializar el presente, a reimaginar cómo podríamos modificar nuestro aquí y ahora y comenzar a habitar un futuro divergente. En cada fotografía-collage se hacen presentes fantasías de revolución, invocaciones apocalípticas, delirios místicos, naves espaciales, identidades fragmentadas, abrazos inter-especie, caos transformadores y complicidades entre amigxs. Son todas formas de vidas que anhelamos y trabajamos a partir del ensueño de otras vidas pasadas y porvenir. Son las vidas de lxs desviadxs, indixs, putas, incorrectxs, trotamundos y terrícolas que pasaron a lo largo del tiempo y que la forma heterosexualizada del mundo dio la espalda a sus cosmopolíticas.  

12 DE PÓSTERS DE TU MOSTRAS FAVORITXS:

Claudio Glennon

Diana del Mal

Diego Palacios

Dragstracta

Endi Ruiz

Fer Gavazzi

Francisco Longo

Marce Estebecorena

Mauricio La Chola Poblete

Nereida

Patricio Ruiz

Porkeria Mala

Silvio Lang

 

CRÉDITOS

Idea y Producción general: Comparsa Drag

Fotografía: Flavia Da Rin

Gestión Editorial: Luis Juarez

Diseño gráfico: Julián Balangero

Dirección de arte y retoque digital: Flavia Da Rin + Endi Ruiz

 

Agradecimientos: Charlos Herrera, Centro de Arte Munar, Boca de Fuego, Migra, Henri Hournau, Sergio Bosco, Javier Mayer. 

 

FICHA TÉCNICA
Formato: 290 x 360 cm. 

Interior: 24 páginas en papel Chambril de 240 grs

3 Hojas en Dime de 65 grs.

Tapa en cartón de 2 mm con bajo relieve

Encuadernación anillada.

Impreso en Talleres Trama

 

BIOS

 

La Comparsa Drag surgió de las salidas a la calle del taller “Devenir drag”, coordinado por Silvio Lang y Endi Ruiz, en CIA -Centro de Investigaciones Artísticas-, en noviembre de 2018, con la consigna «No le tenemos miedo a la noche». Performers de la noche, dragas, maricas, lesbianas y artistas desobedientes nos propusimos hacer de lo drag una práctica estratégica de lucha por una nueva sensibilidad social en el espacio público heterosexual y normalizado. Nuestras acciones performáticas, durante el 2019, fueron la ocupación del «Maratón Abasto» del FIBA -Festival Internacional de Buenos Aires- mediante una marcha carnavalesca y desacatada que llamamos “Derecho a lo cualquiera”; la intervención “La apocalipsis es ahora”, en la Marcha del 24 de Marzo, en conmemoración del golpe de Estado de la última dictadura argentina, con la consigna «Hay terror ahora»; un paseo nocturno por el Microcentro porteño, registrado por la revista alemana Gruppemagazine, con la consigna prestada «Fuera del closet, ocupando las calles»; el copamiento Mamarrachas subterráneas, en la Línea B del subte de la ciudad; asistimos desmesuradas al estreno de la película “Bixa Travesty”, sobre Linn Da Quebrada & Jup Do Barrio, en la sala Leopoldo Lugones; acompañamos en la 1º y 2° Marcha del Orgullo LGTTBI Trans Villera Plurinacional, en la Villa 31 de Buenos Aires; y en 1° Carnaval Travesti de la Provincia de Buenos Aires realizado en Plaza La Moma de la Ciudad de La Plata. 




FLAVIA DA RIN

Estudió en la ex Escuela Prilidiano Pueyrredón. Su acercamiento a la fotografía en esos años fue autodidacta y se vio influenciado por el universo de la estética Y2K previo a la explosión del internet que se dio con el cambio de milenio. Asistió al taller y clínica de obra de Diana Aisenberg y participó del Programa de Talleres para las Artes Visuales del Centro

Cultural Ricardo Rojas (UBA- Kuitca). Durante su Carrera ha participado de muestras individuales y colectivas dentro y fuera del país, participó como envío argentino de la Bienal de Cuenca y de la Bienal de Busan en 2006. Durante 2019 realizó su primera muestra antológica en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. Por medio de la manipulación y del retoque digital, en su trabajo Da Rin fusiona autorretratos e imágenes tomadas de internet con las que compone escenas complejas y cargadas de expresividad. Aunque recurre a la ficción, el trabajo de Da Rin es fuertemente autobiográfico y traza un catálogo emotivo de situaciones afectivas contemporáneas relacionadas con el consumo, la subjetividad, el deseo y el cuerpo.

 

CONTACTO:

comparsadrag@gmail.com

@comparsadrag

 

Los enamoramientos // Luchino Sivori

Para aquellos que vivimos nuestra adolescencia en los 90s, no se nos puede pasar por alto un detalle que, por menor y superfluo que suene hoy en día, representó una realidad tangible y certera de nuestro quehacer  casi diario en aquellos años de juventud pava: los videojuegos de consola, como la MegaDrive de Sega o la Nintendo, tenían una “falla” que usábamos siempre a nuestro favor. 

   Resultado de un avance aún precario de la industria del videogame o simplemente guiño de los fabricantes para con los usuarios más jóvenes e inexpertos, este “agujero negro” en el diseño informático de nuestros pasatiempos del ocio y tiempo libre nos permitía pasar de fases, meter goles, superar al enemigo que nos acechaba al final del túnel o lisa y llanamente ganar la partida. 

   Había un jueguito, como le decíamos entonces, hoy prehistórico en prácticamente todas sus dimensiones, que se llamaba FIFA 95. Evidentemente, se trataba de un juego de fútbol donde los equipos de varias naciones, y sus selecciones, competían en diversas ligas y torneos internacionales. Yo solía jugarlo casi diariamente con mi hermano, dedicándole al menos veinte minutos de nuestro día a cada partida. Por supuesto, elegíamos a las mejores selecciones, intentando evitar, por obvias razones, a la temible canarinha

  Con el correr del tiempo, que no supo superar las dos o tres semanas desde su adquisición en un pequeño local de Villa Crespo, nos dimos cuenta de “la falla”. Caímos en ella por accidente, o por necesidad, como suele pasar con aquello que perdura y funciona. El desperfecto informático era el siguiente: Si se pateaba al arco desde fuera del área grande, y en diagonal, la pelota entraba. Insólito e inverosímil en la vida real -salvo para contadísimas excepciones: Messi, Ronaldo, etc…-, en el FIFA 95 de la Genesis de SEGA, si querías ganar seguro, tenías que pegarle a la pelota de esa manera efectista e irreal. 

COMODINES 

En política participa mucha gente. Se puede decir que todos, de alguna manera u otra, participamos algo de su formación, interpretación, etc. Sin entrar a valorar los grises y grados de influencia, ni mucho menos las razones históricas -excede por completo la intención de este artículo-, podemos decir que para algunos grupos las herramientas de trabajo se han volcado casi exclusivamente sobre el discurso, es decir, las armas de la Palabra. Relegados a esa realidad -que, repetimos, deviene de causas y razones que merecen un artículo aparte-, estos grupos luchan por influir e incidir sobre las “agendas sociales y políticas”, copiando la terminología anglosajona.

  Aún sintiéndonos afines a sus ideas y valores, no podemos dejar de señalar, desde un punto de vista semiótico, una situación que, salvando las evidentes distancias, se parece a ese videojuego del FIFA 95 de nuestra infancia. Se trata de los comodines del habla y la escritura, es decir, del discurso, es decir, la tabla sobre la cual se apoyan, indefectiblemente, estos grupos. 

   ¿Qué es un “comodín del discurso”? La falla. 

   Uno se preguntará, ¿puede un as en la manga, aquello que permite ganar la partida, vencer al malo, meter un gol al último minuto y salvar el partido, ser una falla?

    La respuesta es, como la canción, depende; si solo podemos meter un gol de esa manera; si ese mecanismo se vuelve, ay, mecanismo; si, derridianamente, nosotros no hablamos con el comodín, sino que el comodín habla por nosotros… Sí. 

    Pero podemos ir más lejos. 

    ¿Qué ocurre cuando “perdemos el control” de nuestro discurso, es decir, cuando nos enamoramos de la falla/comodín, cuando recurrimos siempre a patear de la misma manera? Nos volvemos, paradójicamente, aquello que tanto critican y desprecian estos grupos: postmodernos. Como ese personaje de Historia para un tal Gaido, de Abelardo Castillo, donde el protagonista toma consciencia de ser un personaje y se le rebela al narrador, decidiendo terminar con su vida, estos grupos -dentro de los cuales, debo decir, me incluyo- se vuelven presas del Lenguaje, enamorados del gol desde fuera del área grande. 

     El FIFA 95 y muchos de los videojuegos de los 90s nos enseñaron, antes que la universidad, que el algoritmo (¿significante?) busca, casi como una pulsión, su “eterno retorno”. Como Gaido, el comodín busca al comodín para sobrevivir. Esto no sería un gran problema si no fuera porque en el camino, además de dejarnos tirados al costado de la ruta, nos deja sin posibilidad de volver al carro. Y sin el carro, dicen algunos, no existimos. 

  Cabría preguntarnos, pues, si la crítica que desde otros frentes califican de “tocar de oído” no es, más bien, un error de lectura. Aquí no habría interpretación, sino performance. Performance que reproduce unos movimientos que, algorítmicamente (videojuegos, etc.) ya hicieron sus ecuaciones, cuyas cuentas dan como resultado señalarnos ese camino en diagonal, cerca del área grande, con el arco en perspectiva y la pelota lista para ser golpeada exactamente así.

 

La No Sufras de Valeriano // Milena Caserola

Si bien es un bondi, si bien es puro escándalo, grito, agite, llanto, ruido, risas. Si bien cuando llega a cualquier lado, cuando rancha en la estación vieja o anda enfami­liada por los vagones no podes dejar de mirarla, de notar su presencia, de que te moleste su presencia, si bien todo eso, La no sufras es imperceptible. Onda que se esconde en ella misma, te agita para que no la veas, para que no la entiendan, para que no se note. Te hace reír para que no la tomes en serio, te apura para que el miedo nuble tu manera de percibir, te muestra algo de manera deforme para ocultar lo genuino.

Presentamos la segunda novela que visibiliza a un escritor que quiere ser invisible. Que es invisible. Que no existe. Que crea personajes que, no solo existen, sino que generan posibilidades (desde la literatura) de armar nuevos paradigmas filosóficos (la ética del segundeo). Valeriano no existe pero todo el mundo habla de él.

Diego Sztulwark dice: los valores de Valeriano son, deserción del campo de los ideales, en favor de una ternura infinita por esos cuerpos vagabundos, indiferentes ante las mutaciones del universo, que continúan exponiéndose a la radiación por razones de economía y erotismo.

Zulema Lázaro afirma: El narrador es un salvaje revulsivo. Tiene una pluma con una sinceridad brutal y mucha flema para sacar y mucha escupida y mucho para vomitar y excavar.

Diego Skliar sentencia: Valeriano no es heterónimo de nadie, simplemente algo le late y no es su corazón. Entonces pone palabras ante esos síntomas vitales, que por lo general aparecen ante la potencia de los reventados.

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Esta novela saldrá en 20 días. Te invitamos a que participes de la Preventa, que es el modo que encontramos para suplir las presentaciones presenciales con juntada, charla, risas, fotos y vino de honor. Te dejamos aquí el link para que reserves tu ejemplar a precio promocional ($ 750) que podrás retirar a partir del 28 de mayo por la editorial (Villa Crespo, CABA) o te podrá llegar a tu casa en CABA, GBA o cualquier lugar del país o el mundo.

VER LINK La no sufras o la ética del segundeo – MILENA CASEROLA

Muchas gracias. Se agradece difusión. / 

Grupo Editorial Milena.

Colección: Ficción della Ficción / 88 páginas / 13,5 x 20 cm
Arte de tapa: CJ Camba / Narrativa contemporánea, milena caserola, 2021.

Para leer Chicos en banda // Diego Sztulwark

A Cristina

La muy esperada reedición de Chicos en banda, los caminos de la subjetividad en el declive de las instituciones, escrito durante el 2001 y publicado en 2002, por Silvia Duschatzky y Cristina Corea, despierta reflexiones en varias direcciones. Por un lado, se trata de volver a poner en circulación un texto hasta el momento muy difícil de hallar, y que, como todo texto pionero, debe ser juzgado -al cabo de casi dos décadas-, por los desarrollos a los que ha dado lugar. Invariablemente, sus lectores de entonces ya no somos los mismos, ni podemos leerlo del mismo modo. Pero al mismo tiempo, se trata de presentar un libro desconocido para una enorme mayoría de nuevos lectores, que quizás reconozcan en estas páginas orientaciones parcialmente desarrolladas en otros trabajos posteriores, no solo en la amplia producción de la propia Silvia Duschatzky (sobre todo en su libro Maestros errantes) y su equipo de trabajo en Flacso, sino también –y esto es lo que vale la pena subrayar– de una variedad de autorías colectivas.

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Comencemos por el título: “chicos en banda” es una expresión perfecta. A pesar de las apariencias, la expresión no pertenece a ese dudoso saber de la sociología de los “jóvenes de las periferias”. Es imprescindible captar el sentido de ese “en banda” a partir del juego–la juntura– de dos significaciones distintas e inseparables: “en banda” remite tanto a la desatención y abandono al que ciertxs chicxs son condenadxs por las instituciones (aquello que llamamos la “sociedad”), como también al hecho de que esxs mismos chicxs armaran bandas para existir. Tal y como describió hace medio siglo Jorge Amado en su novela Los capitanes de la arena, la banda es el más interesante de los destinos para estos chicos en banda. Chicos en banda, entonces, habla tanto de orfandad como de las capacidades estratégicas. Despojos y potencias. Abarca todo el arco que va de la descripción objetiva de la desposesión material y simbólica, a la creación desobediente de formas de vida. En palabras de las autoras: de las condiciones a la subjetivación.

Reparemos un poco más en el sentido de Chicos en banda. Un sentido no se confunde con las significaciones presentes en determinada proposición. Mientras estas últimas son especificaciones derivadas de conceptos, lo que llamamos el sentido debe ser creado, ha de ser captado atendiendo al estado de cosas y, muy en particular, a los poderes de los cuerpos, a su aptitud de afectar y ser afectados. Superando una lectura de las significaciones en dirección al sentido -a la potencia de los cuerpos-, podremos captar el aire de familia que esta investigación tiene con producciones posteriores de autores tan disímiles como el poeta y cineasta César González (pienso ahora en la revista Todo piola), Barrilete Cósmico (Pura suerte; Estación Zombi) y el hilo que une estas producciones con los textos de Diego Valeriano o con los conocidos trabajos del Colectivo Juguetes Perdidos.

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También pertenece al título del libro el enunciado “Los caminos de la subjetividad en el declive de las instituciones”. Se deja entrever aquí un diálogo fecundo, presente a lo largo de toda la obra, con el historiador Ignacio Lewkowicz. En la primera edición de Chicos en banda, aparece una referencia de la próxima aparición de Pensar sin Estado. La subjetividad en la era de la fluidez, libro en preparación que daría a luz dos años después, y cuya tesis central era la declaración del agotamiento de todo un pensamiento centrado en el Estado (incluido el pensamiento anti-estatal).

En sus palabras: en diciembre de 2001 “surge el pensamiento postestatal”. 2001 como denuncia y anuncio. Corte y al mismo tiempo atisbo de porvenir. Incluso como “catástrofe”: un antes (que ya no inspira) y un después (a inventar). Lo ultra relevante del evento en cuestión es la ruptura provocada, no tanto en el trayecto histórico del Estado y su relación con la sociedad (ya que en el capitalismo la naturaleza del estado no ha cesado de mutar, siendo su relación con el capital y las clases siempre el mismo), sino más bien en las maneras de pensar: “Pensar sin estado es una contingencia del pensamiento -y no del estado”.

Lo que debe ser estudiado, entonces, no es tanto la destitución de la centralidad de ciertos atributos de la soberanía, sino los avatares de un pensamiento que, en cuanto auténtico constituyente de las subjetividades, debe ahora vérselas consigo mismo, cara a cara, sin ninguna tutela de orden trascendente. La cuestión planteada no se agota entonces en la caracterización “postestatal” de las instituciones, ni en cómo reformar o habitar el Estado, sino que desborda toda perspectiva institucional y apunta a la existencia misma: dado que la liquidación histórica de las condiciones de vida deja al sujeto aferrado al pensamiento como única y última vía de constitución. Un cartesianismo desesperado.

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Una de las interpelaciones que resuenan en Chicos en banda concierne a una adultez capaz de vincularse productivamente con estxs chicxs-en-banda. En el caso que nos ocupa, la cuestión es asumida por un sindicato de trabajadores de la educación, por una escuela y por un equipo de investigadorxs. Un compuesto bien heterogéneo que asume una posición singular: la de afrontar la propia destitución de un modo activo. Entonces la pregunta ¿sobran los adultos? parece responderse de un modo doble. Quizás sí. Sobre todo cuando se los identifica con las instituciones en declive. Pero quizás no. Porque adulto es también quien a pesar de todo se compromete con el pensamiento. Habría entonces una madurez vinculada al pensamiento. ¿Con el pensamiento de la época? No lo creo. Presiento que es exactamente al revés. El pensamiento es imprescindible, al decir del poeta Henri Meschonnic, más bien para escapar de la época, o al menos para ventilarla.

Muchas de estas preguntas fueron formuladas en aquellos años en un libro llamado Un elefante en la escuela, escrito por miembros de la Comunidad Educativa Creciendo Juntos y el Colectivo Situaciones. Allí puede leerse lo siguiente:

Imaginemos una superficie amplia. En ella observamos espacios cubiertos y descubiertos. También objetos: pizarrones, redes, televisores, tizas y marcadores, aros de básquet, objetos de cocina y de limpieza, sillas, pelotas, etc. Imaginemos que esa superficie se recubre de chicos y chicas. Imaginemos finalmente a un tipo especial de filósofa/o –que aquí llamaremos maestras/os– cuyo oficio consiste en preguntarse por el modo de participar activamente en la creación de un mundo en torno a esa multiplicidad, con la cual han decidido involucrarse.

 La relación entre chicos en banda y nueva madurez fue planteada en aquellos años posteriores a 2001 de un modo insistente. Cito el mismo texto, un poco más.

 Se abre ante nosotros un juego en el cual la adultez consiste más en una posición móvil, que en un conjunto de saberes a priori. Un juego en el que la regla es interior al juego, y no su límite previo. Y en el que la responsabilidad no existe como adecuación a las formas, sino como habilitación de un espacio afectivo/pensante capaz de asumir las consecuencias inesperadas de una situación compartida. Una nueva adultez, tal vez. Pero no una retórica o utópica, sino una que ya advertimos en nuestro entorno en cada tentativa de pensar con los otros los efectos (sean cuales fueren) de la producción de los vínculos.

Adultos puestos a investigar, a hacerse preguntas, a abrir un lugar en sí mismos para dar cuenta de nuevas realidades. Según el filósofo Paolo Virno, el problema de una adultez en el capitalismo actual se juega en relación al tipo de comprensión que se tenga, precisamente, de la infancia. Siguiendo parcialmente la referencia de Infancia e historia de Giorgio Agamben, Virno sostiene que el capitalismo global acude a la infantilización como modo de gobierno de las fuerzas del trabajo. En el libro que venimos glosando, Un elefante en la escuela, se publica un notable diálogo con el pensador italiano. Transcribo un breve fragmento:

Creo que la sociedad posfordista, la sociedad de la economía globalizada, es una sociedad pueril. En italiano, y también en castellano, pueril es la caricatura de lo infantil. Una caricatura que, sin embargo, es seria. La puerilidad de la sociedad del espectáculo –la sociedad mediática– la convierte en una caricatura de la dimensión infantil. La infancia, entonces, puede significar una crítica posible a la puerilidad de la sociedad global del espectáculo. Éste es, para mí, el punto importante. En general los revolucionarios han pensado cómo formar a la infancia. Al contrario, creo que nosotros tenemos que sacar instrucciones de la infancia: extraer de ella las claves para comprender mejor la totalidad de la sociedad posfordista pueril. Por ejemplo, la condición de los niños contemporáneos, que es algo que, me decían, aquí se debate mucho. Es una condición cargada de una especie de madurez. Un saber hacer, un saber estar en el mundo, un saber orientarse cuando hay muchos imprevistos, cuando no hay reglas precisas. Este saber de ellos hoy es una referencia para comprender el mercado de trabajo, la precariedad y la imprevisibilidad de los usos y costumbres contemporáneos.

“Puerilidad” de los adultos obedientes, “madurez” de los chicos en banda. El tiempo se ha salido de sus goznes.

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La adultez puesta en cuestión. Pero ¿qué deben aprender los adultos, más allá de su propio declive? Porque si solo fuese asumir el propio agotamiento, estaríamos frente a una nueva y triste pedagogía de la impotencia. Mejor retomar la noción de madurez que trae Virno, ligada de un deseo de re-invención. Hace unos años, las editoriales Cactus y Tinta Limón reunieron a los ya citados autores “disímiles”, en torno a un texto: Semilla de crápula, consejos para los educadores que quieran cultivarla. El texto, que varios de estos autores comentaron, fue escrito en la década del cuarenta por Fernand Deligny, escritor a quien los editores presentan como un “profesor de niños inadaptados, retrasados e idiotas, director de centros para niños delincuentes, coordinador de una red de acogida para niños autistas”. ¿Qué es lo que se valora en Deligny? Precisamente: una adultez desplazada, vivida menos como agencia institucional y más como una subjetividad transfronteriza. En su libro Lo arácnido, Deligny escribió: “la red es un modo de ser”. No se refería a las redes sociales, sino a las redes de las arañas. El educador de crápulas aconsejaba a sus interlocutores de todas las épocas: “Si quieres conocerlos rápido, hazlos jugar. Si quieres enseñarles a vivir, deja los libros de lado. Hazlos jugar. Si quieres que adquieran el gusto por el trabajo, no los ates al banco de labor. Hazlos jugar. Si quieres hacer tu trabajo, hazlos jugar. Jugar, jugar”.

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Quizás lo propio de todo acontecimiento sea hundir en él a quien lo vive a fondo. Hundirse en el acontecimiento, dice Gilles Deleuze en un texto muy poco leído, implica no poder salir de él. Pero no hay angustia en este hundimiento. Es cierto que si nos hundimos lo suficiente ya no podremos salir de él. Y aún así, en este no-poder-salir hay algo que nos rescata de la peor de las trampas: la de una existencia aplanada sobre el tiempo empírico. Más que una prisión, la inmersión en el acontecimiento es una extraña experiencia que puede desembocar en el conocimiento insospechado de las leyes que lo gobiernan. La razón del azar como la más alta libertad.

Cuando escribo que Chicos en banda es una obra pionera, me refiero a esta decisión de inmersión intelectual, a esa caída o perdición, sin la cual es imposible pensar en inmanencia un sentido. Justamente lo que la historia de todos los días impide. El tiempo empírico nos obliga a no caer, a seguir. De ese modo escamotea el sentido, que jamás es simple, obvio o lineal.

Llegados a este punto, es preciso delimitar el acontecimiento en cuestión. No es fácil decirlo. Aunque ya vimos cómo lo pensaba Ignacio Lewkowicz. Él lo llamaba “diciembre de 2001”. Vuelvo a sus palabras: “Diciembre de 2001 liquida nuestra posmodernidad”; “diciembre del 2001 es un nuevo comienzo”. 2001 pensado como fecha en que algo se cierra y algo comienza. Solo que dos décadas después bien podemos preguntarnos si esa fecha no avisaba sobre la irrupción de una larga imposibilidad.

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La trágica interrupción de la vida de Cristina Corea e Ignacio Lewkowicz nos privó del desarrollo de una obra en común, en torno de la infancia, que recién comenzaba a madurar. Tenemos suficiente evidencia de su originalidad en ensayos como ¿Se acabó la infancia? o Pedagogía del aburrido. Tinta Limón ya había comenzado la tarea de rescatar estas obras de un olvido inaceptable con la edición de La historia sin objeto, escrito por Lewkowicz junto a Marcelo Campagno. La re-edición de Chicos en banda, con notas nuevas de Silvia Duschatzky, es parte del intento por proponer estos textos inaugurales, siempre en estado de cuestionamiento y de anuncio de un discurso para y sobre las formas de vida, de la que muchos hoy, lo sepamos o no, somos deudores.

Pronunciamiento Colombia // Red Feminista Anticarcelaria de América Latina

LA RED FEMINISTAANTICARCELARIA DE AMÉRICA LATINA DEMANDA EL CESE DE LA REPRESIÓN PUNITIVA, LOS ABUSOS DE PODER, LA VIOLENCIA POLICIAL, LOS ASESINATOS, LAS VIOLACIONES SEXUALES Y FÍSICAS POR PARTE DEL GOBIERNO COLOMBIANO DE IVÁN DUQUE MÁRQUEZ 

Desde la Red Feminista Anticarcelaria de América Latina acompañamos al pueblo colombiano en su lucha contra las políticas de empobrecimiento del gobierno de Iván Duque Márquez. La reforma tributaria, que lograron parar las movilizaciones masivas, tenía como objetivo empobrecer a los sectores más desfavorecidos y salvaguardar los intereses de los bancos y de los sectores concentrados, bajo una creciente desigualdad económica. 

Si bien la medida económica ha sido revertida, la violencia militar continúa, por lo que denunciamos la gravísima represión y las violaciones a los Derechos Humanos que se están llevando a cabo por parte de las fuerzas de seguridad. Repudiamos enérgicamente la violencia sexual desplegada contra las mujeres cuyos cuerpos están siendo utilizados como territorio para expresar su poder de control y exterminio. 

Los reclamos se han mantenido hasta estos días, en diferentes puntos de Colombia y se reporta un saldo de 1181 casos de violencia policial; entre ellos 26 asesinatos, 9 víctimas de violencia sexual, 56 desapariciones, 56 casos de uso de arma de fuego, 142 víctimas de violencia física, cerca de 800 detenciones arbitrarias, 45 defensores de Derechos Humanos limitados del ejercicio de sus funciones, 216 intervenciones violentas y 17 víctimas de agresión ocular. 

Exigimos al gobierno colombiano el cese inmediato de la brutal represión contra manifestantes, el respeto a la movilización social, a la protesta y a la libertad de expresión. La criminalización de la protesta social, como parte de las estrategias del Estado punitivo colombiano, para desarticular las resistencias contra las medidas de empobrecimiento, no solo atenta contra los derechos constitucionales de las y los colombianos, sino que viola los acuerdos y legislaciones internacionales signados por dicho Estado. El uso de la violación sexual como herramienta represiva es una forma de tortura, viola la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer “Convención De Belem Do Para” firmada por el estado colombiano en 1996, así como los compromisos adquiridos en la “Convención de Naciones Unidas contra la Tortura y Otros Tratos o Penas crueles inhumanos o degradantes”.

Como Red Feminista Anticarcelaria, expresamos nuestra solidaridad con los hombres y mujeres detenidas por las fuerzas policiales y demandamos su inmediata liberación. Exigimos de manera urgente la remoción de los funcionarios políticos y judiciales que han violado los Derechos Humanos en Colombia. Nos sumamos a las demandas de quienes proponen la creación de una Comisión Internacional de Observación para la protección de los Derechos Humanos, el derecho a la protesta social y el resguardo de la vida. No están solas, ni solos, la mirada de toda América Latina está puesta en Colombia y no permitiremos que se siga violentando y reprimiendo impunemente.

La montaña y el cielo nocturno de la Lacandona // Luis Hernández Navarro

esde el comienzo del calendario de la insurrección, la imagen del barco ha sido parte central de las metáforas de la narrativa zapatista. Curiosa ironía el que una fuerza político-militar enclavada territorialmente en las selvas y montañas chiapanecas, a cientos de kilómetros del mar, recurra a ella como símbolo de su proyecto emancipador.

No debe extrañar entonces que, el buque La Montaña y la delegación zapatista, hayan levado anclas en Isla Mujeres para atravesar el Atlántico rumbo al puerto de Vigo. De por sí, el cielo nocturno de la Lacandona ha sido siempre una especie de mar tan grande, que no se ve ni su principio ni su fin, y en el que navegan libremente, impulsados por los aires, los sueños de todo tipo de utopías. Lo novedoso ahora no son las fantasías de un desembarco acuático en el viejo continente sino que, a más de 26 años después de anunciadas, se han hecho realidad.

En una posdata que alerta a la OTAN, del 30 de enero de 1996, el finado subcomandante Marcos asegura que, Durito, ese escarabajo al que los guardias luego confunden con un rinoceronte enano, y al que distintos testigos aseguran haber visto en el abordaje de La Montaña”, estaba empecinado con la idea de desembarcar e iniciar la conquista de Europa. Sin embargo, el sup, declinó ser parte de la empresa porque la embarcación que prepara se parece demasiado a una lata de sardinas, teme que lo quieran llevar de remero y la mayoría de las humedades le producen mareos.

La Montaña, el navío en el que viaja el Escuadrón 421 del EZLN, no es una lata de sardinas como la de Durito, pero tiene sus años a cuestas. Fue construido en los astilleros A. Vujik&Zonene, en Holanda, en 1903, como un buque de pesca. No es un barco grande. Sus dimensiones son de 27 x 6.55 x 2.8 metros. A lo largo de los años ha sido reparado y mejorado. Su primer motor, de dos cilindros, fue hecho en 1931 en Finlandia. En 1963 lo cambiaron por otro de 280 caballos de fuerza, fabricado en 1955. Ese es el que hasta la fecha sigue usando. En 2011, la nave fue reconstruida en Hamburgo. Desde 2005 surca los mares de Panamá, Colombia y Jamaica.

Los navíos, como vehículos para transitar a un otro mundo, son piezas medulares del proyecto de los rebeldes chiapanecos. En la posdata del ensayo El neoliberalismo: la historia como historieta, con fecha del 6 de abril de 1996, presentado en el Encuentro Continental Americano por la Humanidad y contra el Neoliberalismo, el subcomandante Marcos escribe: “el viejo Antonio descubrió que todos los que se subieron al barco son los mismos que habían sido excluidos, siempre, de todos los barcos.

“Y por eso se subieron –contó Antonio al subcomandante Marcos– porque esos hombres y mujeres, y jóvenes, algunos presos, la mayoría indígenas, ‘ya no quieren obedecer órdenes, sino participar, ser capitanes y marineros’ y hacer avanzar ese barco hacia un futuro más grande, con seriedad y alegría, encontrándose los hombres”.

El Primer Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo, también conocido como el Intergaláctico, efectuado en agosto de 1996 en las montañas del sureste mexicano, fue un momento clave, en la forja de una red de resistencias planetarias contra el neoliberalismo. Ecos de esa reunión se vivieron a partir de las protestas contra la Organización Mundial del Comercio, en 1999 en Seattle, y durante todo el ciclo de luchas altermundistas en Quebec, Praga, Sidney y Génova. El ataque a las Torres Gemelas en Washington, en septiembre de 2001, descarriló esa ola de inconformidad y obligó a orientar las movilizaciones hacia demandas contra las invasiones de Afganistán e Irak.

Convocados por el EZLN, al Intergaláctico asistieron más de 3 mil delegados, la mitad de ellos extranjeros de 42 países, empeñados en construir un mundo nuevo. Estuvieron presentes representantes de un amplio espectro político de izquierda: desde el infrarrojo hasta el ultravioleta. Se alternaron debates del más alto nivel y pertinencia teórica con reuniones somníferas, para diagnosticar la naturaleza del capitalismo salvaje y anticipar vías de resistencia y ruptura.

Estimulados por la gesta zapatista, los anhelos liberarios encontraron en el Intergaláctico sujetos sociales y políticos capaces de encarnarlos. Se fundó allí un amplio y disperso movimiento anticapitalista planetario. “Soñamos –concluyó el acto entre otros muchos puntos más- con un mundo donde la sociedad no se conforme con estructuras patriarcales; con un mundo sin militarismo; un mundo sin discriminación por sexo, por raza, por credo, por orientación sexual; un mundo donde las mujeres, de cualquier raza, de cualquier credo y de cualquier clase, disfruten al placer en todos sus niveles. Un mundo sin violencia, un mundo donde ser mujer sea un placer, y no una carga excesiva de trabajo”.

En su travesía marítima a Europa, los zapatistas van a encontrarse con la historia que ellos abrieron en ese encuentro, y que viene de muy atrás. Van a conversar, con los excluidos de siempre que no tienen cabida en otros barcos y no quieren cumplir órdenes, sino ser marineros y capitanes, con quienes han tenido, desde hace casi tres décadas, una relación de solidaridad, apoyo mutuo y aprendizaje. No van a reunirse con funcionarios y gobiernos. En un momento de urgencia planetaria, más allá de lo que sucede en las fronteras nacionales o en coyunturas electorales, van a convivir con sus pares, con la Europa de abajo, para seguir soñando conjuntamente, esas utopías que navegan en el enorme cielo nocturno de la Lacandona.

COLOMBIA

Al menos 17 personas murieron y más de 800 sufrieron heridas por los disturbios que ocurrieron en Colombia en los últimos cinco días de masivas protestas contra un proyecto de reforma tributaria promovido por el gobierno de Iván Duque, informaron hoy autoridades.

Según un balance de la Defensoría del Pueblo, 16 civiles y un policía murieron en las manifestaciones que empezaron el 28 de abril en todo el país. El Ministerio de Defensa contabilizó a su vez 846 personas lesionadas, de las cuales 306 son civiles.

Tras las masivas movilizaciones, el presidente de Colombia, Iván Duque, pidió retirar el proyecto de reforma tributaria que suscitó las protestas y reiteró que propondrá una nueva iniciativa que excluirá los aspectos más polémicos de la anterior.

“Le solicito al Congreso de la República el retiro del proyecto radicado por el Ministerio de Hacienda y tramitar de manera urgente un nuevo proyecto fruto de los consensos y así evitar incertidumbre financiera”, dijo Duque en un mensaje al país.

El mandatario había anticipado el viernes que modificaría el proyecto de reforma tributaria, pero pese a ello las protestas iniciadas el miércoles -que ese día dejaron un muerto en Cali- se repitieron incluso hasta ayer.

Duque precisó hoy los alcances de la nueva iniciativa, que excluirá el aumento del IVA en bienes y servicios y la ampliación de la base de contribuyentes al impuesto sobre la renta (ganancias).

De todas maneras, Duque defendió la necesidad de la reforma. Sostuvo que es necesaria para “dar estabilidad fiscal al país, proteger los programas sociales de los más vulnerables y generar condiciones de crecimiento luego de los efectos arrojados por la pandemia de Covid-19”.

Cambios al proyecto tras las movilizaciones

El nuevo proyecto, concertado con partidos políticos, la sociedad civil y el sector privado de la economía, se enfocará en gravar temporalmente a empresas y a los contribuyentes más ricos.

Incluirá una tasa de renta temporaria a empresas; un impuesto al patrimonio, a los dividendos y a las personas de mayores ingresos, y la profundización de los programas de austeridad en el Estado, dijo Duque.

Colombia es el duodécimo país en el mundo y el tercero en América latina con más casos confirmados de coronavirus acumulados desde el comienzo de la pandemia, con casi 2,9 millones, según la base de datos en línea de la universidad estadounidense Johns Hopkins.

Su economía -la cuarta más grande de la región- se contrajo 6,8% en 2020, su peor desempeño en medio siglo, y en marzo pasado el desempleo trepó a 16,8% y 3,5 millones de personas cayeron en la pobreza, según datos oficiales.

 

Latinoamérica piensa 

Los Pincén (primera parte) // Emilio Jurado Naón

Si la familia no se elige, se la erige. Un día Emilio Jurado Naón descubrió que era pariente de Julio Argentino Roca. Tiempo más tarde, hizo el segundo descubrimiento en esa línea: su tío abuelo Bebi Roca había escrito, sobre las historias de la familia, el libro de memorias Los Roca y los Schóó. Así surgió el proyecto a largo plazo de Los Roca y los yo: una colección de textos, diversos en género, registro, tono y extensión, que se alimenta del libro de su tío abuelo (al que busca pervertir, desvirtuar e hipertrofiar) y de la cual Tópico de los dos viajeros (Palabras Amarillas, 2020) fue el primer volumen publicado. Si bien la figura de Julio Argentino es gravitante en el proyecto de Jurado Naón, los distintos episodios del proyecto indagan, como lo hizo Bebi, en anécdotas, acontecimientos y personajes tangenciales (o bien transversales) a la familia Roca. Es el caso del texto que se presenta a continuación, “Los Pincén”; suerte de diario de lectura ensayístico que escarba en torno a un genealogía de caciques pampa y su construcción, por parte de los Roca, como enemigo a someter y, a la vez, reflejo distorsionado de la cultura que detentan como propia.

 

Los Pincén (primera parte)

de Emilio Jurado Naón

 

El calor es amplio y constante: irradia desde los músculos hacia afuera de la piel, late, bombea desde el centro del cuerpo, obliga a separar en sílabas la respiración. Estamos promediando un largo año de verano completo que amenaza con aniquilar las otras estaciones y después olvidarlas e imponer su absolutismo –un régimen consensuado por el sopor mayoritario de los partidos, los grandes medios, la afónica y acomplejada opinión pública. Billetes remanidos entran en ignición espontánea cuando se los olvida sobre la mesa del comedor, la plata se deshilacha entre los dedos, las monedas perdieron lo metálico: ya no tintinean cuando se las tira al suelo; apenas rebotan, giran un par de veces y se detienen, adhesivas.

 

El 2016 es un año entero: un bloque. No se quiere ir.

 

Que representación e interpretación no tienen sentidos equivalentes lo sé, lo entiendo. Pero decir que “no hay hechos, sólo interpretaciones” y, a la vez, que “la realidad es pura representación” los acerca, iguala los conceptos. Representar es realizar una interpretación, e interpretar se vuelve un acto de representación.

Todavía intento hacerme sincero: fabricar un texto sincero. Lo que no es lo mismo que la honestidad. Honesto sería no mentir, hablar verdad (“no hay verdad sin una toma de posición”). La sinceridad, como yo la veo, no tiene que ver con el paradigma de lo verdadero y de lo falso; tiene que ver con una delgadez del discurso: si la piel es el texto y el hueso la conciencia de sí sobre la que se articula, entonces el discurso sincero es aquel que menos carne tiene entre medio. ¿Y qué es la carne? La carne es charqui. (No me gusta la analogía: es pésima y le hace el juego a la anorexia).

 

Texto sincero es el que mira a los ojos cuando habla.

 

(Lo anterior también me suena a poco sincero –por exceso de lírica poray).

 

Vuelvo a sostener en el aire el libro de Bebi, Los Roca y los Schóó. Don Segundo, desde la tapa, me contempla, suspende un amague de sonrisa, amplía la frente. Esta vez lo abro por la parte de «Los Pincén», la parte favorita de Tita. Teresa, Taretita, mi abuela: a quien le afané el ejemplar. Impoluto se lo robé, ni una marca tenía. Única señal de su lectura era el señalador –una estampita de San Cayetano–, que en el reverso intitulaba, en cursiva prolija, “Los Pincén”. De ahí asumo que este episodio es su preferido. Bebi amontonaba anécdotas, episodios históricos, chismes, exageraciones, mentiras, recurriendo frecuentemente a la parataxis (es decir, un texto a la que te criaste). Pero cada tanto el ardor escriturario de Bebi se sosegaba, se centraba –creo yo, cuando algún tema lo atraía por demás dejándolo, ¿cómo decirlo?: engolosinado.

 

Tiré un cubo de hielo en la maceta del balcón, la de los jazmines. Se sostuvo cuarenta segundos; tras de sí dejó una mancha de humedad sobre la tierra dura, que ya fue absorbida. Alrededor, el cielo se acomoda a los bordes irregulares de los edificios. Las nubes son pocas y poco consistentes –no vale la pena caracterizar.

 

En el verano de 1858, cuando Felisa contaba 9 años y estaba con sus padres en La Benicia, junto a sus hermanos Segunda, Pilar y Dionisio Vicente, sufrió una fuerte impresión motivada por un ataque de indios, un malón encabezado por el famoso cacique Pincén, que llegó en su avance a las proximidades del casco de la Estancia (…) El formidable ataque y el desamparo en que vivieron dejaron un recuerdo tal que las hizo, cuando grandes, siempre muy precavidas en sus estancias en cuanto a medidas de seguridad se refiere. Paredes anchas, fuertes rejas en las ventanas y pesadas trancas en las puertas que nunca se dejaron de noche de atrancar.

 

Felisa es la abuela de Bebi –mi tátara abuela–, de apellido Schóó y casado con Agustín Roca –hermano de Julio Argentino. La “fuerte impresión” que recibió a los nueve años, como escribe Bebi, a causa de un malón en Pergamino habría condicionado su salud por el resto de su vida, volviéndola enfermiza, delicada, inestable. La indiada no llegó a penetrar en la estancia La Benicia: se mantuvo en las inmediaciones arrasando, si bien no con la población, sí con las vacas (“costó miles de cabezas de ganado arreadas por los indios de lanza y la chusma adlátere”) y operando sobre la memoria del clan al imprimir aquel “recuerdo imborrable [que] se incorporó a la tradición familiar, quizás, por ser el primero que afrontaron los Schóó”.

 

Me deleito con algunas frases de Bebi, en donde las manos se le juegan por un desliz momentáneo fuera de la prosa historicista: “Paredes anchas, fuertes rejas en las ventanas y pesadas trancas en las puertas que nunca se dejaron de noche de atrancar”.

Pareciera que el primer maloqueo de los Pincén produjo, principalmente, una transformación en la arquitectura hogareña. Bulle el Desierto del otro lado de las gruesas paredes de adobe. Los belfos de la caballada plagiar bufan tras las trancas y el casco de estancia late –late quedo y silencioso. Al centro, en el fondo de la casa, Felisa se palpa el pecho. Reconoce, en sus latidos, un pulso común con la estancia entera.

 

Paredes anchas, fuertes rejas en las ventanas y pesadas trancas en las puertas que nunca se dejaron de noche de atrancar.

 

El timbre estridente de un cubierto caído al piso, en un descuido, la atormentaba. Tenedor rebotín sobre la losa, ¡ay! La prole en témpano: clavaban los ojos sobre Felisa y su espinazo se torcía en arco como alcanzado por una lanza en plena carrera por el yuyal. Sostenía el brazo un segundo, ademán defensivo de un cuerpo que ignora de dónde viene el peligro. Sin pestañear, volvía a mover las pupilas: el tenedor en el suelo, pura energía potencial sobre el cuadriculado de las baldosas. Entonces, la prole continuaba su masticación del almuerzo y Felisa se retiraba, enjuagaba el cubierto, algunas tazas, se iba, hacía como que no.

 

Están las moscas de la yerba y están las moscas del pescado rancio. Las de la yerba simpatizan con la cocina: descansan en azulejos marrones. El pescado rancio, en cambio, no sé de dónde viene: si del tacho, si de la bolsa que pensaba haber lavado y archivado, si de los restos que se juntan en la bacha, bajo platos, asaderas, elementos. Atrae moscas morrudas y de un torso tornasol, ruidosas. El olor es un asco.

 

Bebi –Carlos A. Roca– es un historiador amateur. Ama lo que hace o no tiene otra cosa que hacer. Algunos familiares dicen que miente. Debe ser por envidia. Su memoria es rozagante, estirada, pletórica. Casi el único órgano fibroso que le quedaba cuando lo visité. (Esto no es un chiste para burlarme de su estado de salud –lejos de mí–, intenta elogiar aquel órgano facultativo y, a la altura de sus últimos años de vida, autónomo que significaba su memoria).

 

Bebi –Carlos A. Roca–, mi tío abuelo, escribe de manera sinuosa e inconsistente. Pero, por momentos –por pasajes–, se afirma.

 

Los tres Pincén representan tres escalones descendentes de una historia de salvajes. El primero, «el viejo», lucha por su tribu y muere en su toldería con la lanza enhiesta al lado del caballo fiel que vela por su agonía; el segundo, el «Tapincén», el grande, lucha y guerrea heroicamente por lo suyo pero es vencido y muere obediente a los dictados y a la ley que le impone otra raza que lo domina y con él se rinde su pampa bárbara; y el tercero, el Pichi Pincén, ya entregado espiritualmente, se entremezcla con el enemigo y se incultura peonando junto al adversario de ayer, quizás feliz por el logro de una vida de paz, sedentaria y estable, regida por normas humanísticas, propias de la civilización occidental y cristiana.

 

Bebi –Carlos A. Roca–, mi tío abuelo, al escribir, ¿se imaginaría a sí mismo, historiador vernáculo, pisando aquellos “tres escalones descendentes de una historia de salvajes”? Cada escalón una cabeza de indio. Yo me lo imagino así: imaginándose eso mientras escribe. Seguramente no. Pero, ¡qué alarde teórico! Cada estrato de la genealogía cacique apacienta más la sangre salvaje. Se trata de una derrota cultural por capítulos: capitulación extensiva. Hasta que el tierno indio tercera generación se mimetiza con la peonada y olfatea el delirio de ser “feliz por el logro de una vida de paz, sedentaria y estable, regida por normas humanísticas, propias de la civilización occidental y cristiana”. Por más que la descendencia indígena se acerque a nuestro pacifismo humanista, seguirán siempre sin embargo siendo indios –los vástagos.

 

Bebi escribía por las tardes en un estudio luminoso, rodeado por el cuero de las bibliotecas, respirando polvillo. A veces, conforme con el desempeño, dejaba la pluma de acero junto a sus papeles para contemplar la larga epístola que preparaba para su hermano Quique. Recorría de vuelta los contornos de su caligrafía, bizqueaba para ver sólo las formas púrpuras, las hondas, los meandros de la tinta contenida. Estornudaba.

Al rato, Beba, su esposa, solía tamborilear con discreción el marco de la puerta, entraba cuidando no pisar muy fuerte las leves tablas del parquet y con esa misma delicadeza empujaba la silla de ruedas por aromáticos pasillos estrechos hacia el dormitorio, a donde deslizaba a Bebi, estancado en sueños.

 

¿Cuándo termina una genealogía? ¿Lo decide el historiador vernáculo con su recorte o la progenie con su despunte? ¿A dónde van las letras que me olvido de teclear?

 

–¿Usted es Roca? –le preguntó el sujeto de sopetón a modo de simple presentación.

 

El mismo polvo gris que se arrastrar por la casa es el que alquitrana las manchas de la bañera. El mismo polvo gris se abroquela en las plantillas, delinea la curva neta de un arco: el de mi pie.

 

le preguntó el sujeto de sopetón

           a modo de presentación.

 

Ya que no es este un texto honesto –sino sincero: o en tren de serlo–, uno se puede preguntar acerca de lo genuino. ¿Cuál es el sustantivo de “genuino”? Ni la génesis ni la genética ni la genealogía ni la genialidad. Tampoco la ingenuidad.

 

Un repositor que escribe // Dante Dobba

Nación Trabajadora publica en versión digital el libro de Dante Robba que abre la puerta a la trastienda de los supermercados rosarinos, que es la trastienda de un mecanismo de desvalorización de trabajadores que se repite a lo largo y ancho del país. Compartimos un fragmento del libro: el de la histórica lucha por la limitación del trabajo y el derecho al descanso dominical que refleja la capacidad de construir un freno colectivo a la voracidad empresaria.

Descargá el libro de Dante Robba ingresando a este link

El descanso dominical que no pudo ser y una huelga para siempre

El jueves 23 de junio de 2016 se produce un suceso bisagra en la historia mercantil de la ciudad y un hito también, seguramente, a escala nacional: los y las laburantes de las cinco sucursales de Carrefour Rosario, de manera espontánea y simultánea, con mayoría abrumadora, salvo escasas excepciones, deciden parar por tiempo indeterminado. Un hecho inédito en un sector difícil de organizar, por su heterogeneidad y dispersión.

Cuando faltaba una semana para su entrada en vigencia, y agotadas todas las instancias judiciales de las empresas habiendo sido rechazadas las medidas cautelares presentadas por los supermercados Libertad y Coto, la “Ley de Descanso Dominical” parece encaminarse inexorablemente hacia su implementación. Pero, como ya hemos mencionado precedentemente, estas empresas de comercialización no están dispuestas a rendirse tan fácilmente.

Coto lidera el boicot a la ley: moviliza empleados (al Concejo Deliberante de la ciudad, a la Legislatura provincial en la ciudad de Santa Fe, al Ministerio de Trabajo), paga solicitadas en los diarios, contrata fuerzas de choque para los momentos más álgidos. Es también el que determina los pasos a seguir, el que dicta las órdenes, aunque cueste creerlo así, en términos tan absolutos, a las empresas competidoras, devenidas todas en socias coyunturales. Y la orden, en este caso, no admite objeciones, es bien clara y concluyente: “Hay que echar gente”.

Carrefour, apremiada por el tiempo, de manera improvisada comete un error garrafal. Toma una decisión que es de una torpeza política inaudita para estas megaempresas que, se supone, a priori debieran ser más expertas en el manejo de conflictos laborales: de la nómina de trabajadores de Rosario, elige 55 nombres al azar para enviar los telegramas de despidos, sin considerar cuestiones básicas como antigüedad y legajo.

Dos ejemplos elocuentes: despiden al catalogado como mejor cajero de Argentina, esto es, el que recaudaba más fondos, en una campaña de donación de vueltos, destinados a la Fundación Scholas Ocurrentes, iniciativa del Papa Francisco; y al único trabajador de Carrefour Rosario que fue a manifestarse al Concejo Deliberante de la ciudad en contra de la Ley de Descanso Dominical.

Y llega el día, jueves 23 de junio. A las 5 am, cuando empiezan a arribar los primeros trabajadores del turno mañana de las cinco sucursales, se encuentran con la desagradable sorpresa de que muchos de ellos tienen prohibido el ingreso. Por supuesto, se enteran allí mismo, y es algo que nadie esperaba; los telegramas de despido aún no habían llegado a los respectivos domicilios. La conmoción es progresiva, aumenta a medida que pasan los minutos; nadie sabe muy bien qué hacer.

Los despedidos se juntan, primero en las puertas de entrada de los diferentes locales, y nadie se retira. Llegan los compañeros que ingresan a las 6 am, se encuentran con un panorama sombrío y desconcertante. Para ese entonces, llamadas y mensajes mediante, en las diferentes sucursales ya están todos al tanto de que la situación es general. Con el arribo de los delegados, se decide entrar y concentrar en los comedores a la espera de respuestas por parte de las autoridades de la empresa. Se encuentran así, juntos y en la misma situación, los viejos y los más nuevos, los de legajo intachable y los problemáticos, los rebeldes y los “patronales”.

Los trabajadores que tuvieron la suerte de poder ingresar, no sólo por solidaridad, sino también al percibir el perfil heterogéneo de los compañeros despedidos y entender que fue una decisión al azar, y que como tal le podría haber tocado a cualquiera, se dirigen también a los comedores. Una torpeza empresarial posibilita la unión que tantas veces pregonamos y que difícilmente podemos lograr. La comunicación permanente permite coordinar acciones conjuntas, y así las decisiones se replican al instante en cada una de las sucursales. Cinco sucursales. Cinco comedores. Cinco asambleas espontáneas.

Por supuesto que lo inesperado e injusto, indiscriminado y torpe de la situación sembró el terreno propicio para una reacción espontánea, y la espontaneidad es vital para cualquier acción de lucha que se emprenda, por el efecto sorpresa, porque encuentra al oponente desprevenido, anulando su capacidad de respuesta inmediata.

La dirección de Carrefour no esperaba una postura en bloque tan significativa, por la simple razón de que un hecho similar jamás había ocurrido, por las características y dinámicas propias del sector mercantil, que ya hemos analizado. Pero para que una acción espontánea, que surge indefectiblemente desde las bases, de cualquier fuerza mínimamente organizada, tenga efecto y pueda sostenerse en el tiempo con expectativas de victoria es condición necesaria la preexistencia de un “elemento de dirección consciente”. ¿Qué queremos decir con esto? Que en Coto también hubo despidos ese mismo día —porque la extorsión empresarial fue coordinada—, pero fue imposible pensar una reacción similar a la implementada en Carrefour, en aquel entonces y aún hoy en la actualidad, por como opera el poder patronal en esa cadena. Y si la hubiese habido, habría sido rápidamente sofocada, anulada, por ausencia del esencial elemento de dirección consciente que la sustente, que la banque. ¿Cuál es ese “elemento de dirección consciente”? En este caso, en este sector en particular y en este momento histórico, un cuerpo de delegados unido, que trabaje de manera mancomunada, coordinada.

En Carrefour se acerca la hora de la apertura y, lógicamente, las tiendas no están listas para recibir clientes. Son las 8.30 am y todo el personal del turno mañana de las cinco sucursales se encuentra reunido en los comedores en situación de asamblea permanente. Los directores, gerentes y demás escalafones jerárquicos, desesperados ante esta situación insólita y en comunicación permanente con la alta gerencia de Buenos Aires, comienzan a presionar. Las típicas amenazas de descuento del día laboral y del extra por presentismo calan hondo en los compañeros más endebles, pero se logra contenerlos. La decisión es inalterable: no se trabaja hasta que no sean reincorporados todos los compañeros despedidos.

Hacia el mediodía trasciende que el Ministerio de Trabajo dictará la conciliación obligatoria al día siguiente, viernes 24 de junio, a las 12. Los delegados que ofician de interlocutores, en comunicación constante con el sindicato, discuten los pasos a seguir: si es conveniente levantar el paro o continuar con la medida de fuerza hasta el final. Desde el sindicato sugieren levantar. Esta sugerencia, vale aclarar, no responde, como muchas veces se suele pensar, a un acto de mala fe o un trato “por detrás”, secreto. Al menos, los compañeros no lo sienten así. La sugerencia responde, más bien, a una maniobra de guerra, respetable y entendible dadas las circunstancias: entrar, pegar, salir. Se entró por sorpresa, se pegó fuerte, la patronal sintió el cimbronazo, hay que salir; a veces puede resultar contraproducente tensar demasiado la cuerda, porque existe el riesgo de que se corte. Pero este es momento de arriesgar, de fortalecer la organización y consolidar esa unión inesperada y repentina. Es momento de respetar la decisión de las bases: el paro no se levanta hasta que no sean reincorporados todos los compañeros despedidos.

Las típicas amenazas de descuento del día laboral y del extra por presentismo calan hondo en los compañeros más endebles, pero se logra contenerlos. La decisión es inalterable: no se trabaja hasta que no sean reincorporados todos los compañeros despedidos.

Naturalmente, la acción intimidatoria por parte de la patronal se direccionó, de manera individual, a compañeros con determinado perfil, que la empresa, por supuesto, conoce muy bien. Sin embargo, no hubo deserciones.

Si se levantaba el paro, como sugería el sindicato, no se respetaba la voluntad de los compañeros, y quedaba como un pacto tripartito entre Estado, empresa y sindicato, que los excluía arbitrariamente. Por lo tanto, se hubiese perdido lo genuino y transformador de un movimiento espontáneo con dirección consciente. Un grave error que quizás le hubiese permitido a la empresa remediar su torpeza inicial, ganar terreno y recuperar la iniciativa.

Pero esta vez fue una victoria. (Recordemos la historia del frustrado primer intento de elección genuina de delegados en Micropack). Tal como se esperaba desde que trascendió la noticia de la conciliación obligatoria, el viernes 24 de junio al mediodía fueron reincorporados a planta permanente todos los compañeros despedidos. A partir de ese momento, se restablecieron todas las actividades de rutina, que permiten el normal funcionamiento de los supermercados, que abrieron sus puertas al instante. Claro que un día de paro total no se recompone de un momento a otro; recién cerca de las 18 lograron estar plenamente operativos. En conclusión, fueron casi 36 horas.

¿Cómo se logró ese nivel de organización indispensable para llevar adelante, de manera victoriosa, una empresa tan arriesgada? En primer término hay que decir que el cuerpo de delegados de Carrefour Rosario funciona como tal desde 2011, aproximadamente. Si bien mucho tiempo antes, allá por 2005 y 2006, se concretaron las primeras instancias de encuentro y organización, que incluyeron dos reuniones en el sindicato y un escrache en la puerta de la sucursal 32, con motivo de un reclamo salarial —del que participaron los delegados de las cuatro sucursales por entonces existentes, el sindicato y el primer puñado de compañeros que tomaron parte de una acción directa, sobreponiéndose al temor de la exposición—, lo cierto es que no era lo habitual, faltaba la sistematicidad y disciplina del funcionamiento orgánico de un cuerpo. Funcionar como cuerpo, entonces, implica comunicación permanente (a través de grupo de WhatsApp), reuniones semanales (generalmente en el sindicato), recorridas habituales por cada una de las cinco sucursales de la ciudad (hoy todos los delegados son conocidos en todas las sucursales). Pero, fundamentalmente, encarar las cuestiones transversales de manera colectiva frente a la patronal; es decir, todas las negociaciones, conflictos e inquietudes comunes a las cinco sucursales.

La experiencia de 2004 —mucho antes de la conformación del cuerpo de delegados— de los delegados de Carrefour 18 para que se tratase de manera igualitaria a los compañeros tercerizados en agencias de trabajo y recibiesen el bolsón correspondiente de fin de año es el claro ejemplo de un conflicto transversal abordado de manera individual. Independientemente de que su conquista haya desbordado esa sucursal y derramado sus frutos en las restantes, nos permite reflexionar acerca de la potencia de entablar una negociación de esa magnitud con la patronal, de manera colectiva. Claro que también existen problemas, inquietudes y malestares propios de cada sucursal, que serán canalizados hacia la gerencia para su abordaje y solución, a través de los delegados correspondientes.

Año 2020. Inicio de la pandemia por coronavirus. Sucursal 32, calle Pellegrini. La empresa, desoyendo las recomendaciones sanitarias de distanciamiento, permite el ingreso ilimitado de clientes. El salón es un hormiguero. Los elementos de protección personal (barbijos, máscaras, alcohol en gel y, en el caso de la línea de cajas, el acrílico divisorio) no se implementan aún. Las cajeras (la primera línea de los supermercados, las más expuestas) están cansadas y angustiadas, con miedo e incertidumbre. Así no se puede continuar. Se activa, entonces, en ese sector, cerca de las 11 de la mañana, una asamblea espontánea y deciden parar una hora: los cajeros dejan de cobrar, los repositores suspenden su tarea, en panadería y fiambrería se para la producción.

Los clientes se molestan, hay algunos gritos, algunos insultos. Unos continúan con sus compras haciendo pasar el tiempo, otros, visiblemente disgustados, abandonan sus changos llenos y se retiran.

La gerencia está que trina. Amenazan a los delegados con el inicio de acciones legales contra ellos, amenaza que por supuesto no prospera. Pasado el tiempo de paro acordado y con el salón notoriamente más descongestionado, se restablecen las actividades.

Año 2020. Inicio de la pandemia por coronavirus. Sucursal 32, calle Pellegrini. La empresa, desoyendo las recomendaciones sanitarias de distanciamiento, permite el ingreso ilimitado de clientes.

¿Cómo evitar que vuelva a repetirse una situación similar? Los trabajadores idean un sistema de control: cada cliente que ingresa a la sucursal recibe un pequeño plástico con un número que debe devolver cuando se retira. Así, en un flujo continuo, el trabajador de seguridad apostado en la puerta de ingreso entrega y recibe números permanentemente. Si se queda sin números, quiere decir que la capacidad permitida está colmada y se procede a cerrar las puertas.

Una sucursal en particular, un conflicto particular. Una asamblea espontánea y una acción concreta. Una propuesta de solución ideada por los propios trabajadores y aceptada e implementada por la empresa.

Viajemos aún más atrás en el tiempo. Indaguemos en profundidad en la historia para tratar de encontrar algunas pistas que nos permitan esbozar una teoría sobre el nacimiento de la organización de los laburantes de Carrefour, su etapa embrionaria, que tuvo su momento cúlmine aquel jueves 23 de junio de 2016.

Desde que la cadena abrió las puertas de su primera sucursal en la ciudad, allá por 1996 y hasta bien entrado el siglo XXI, el funcionamiento interno siempre fue de una disciplina carcelaria. Los jefes, formados (o formateados) en Buenos Aires, son guardiacárceles, de esos que tantas veces hemos visto en las películas de Hollywood, que van y vienen vigilando y controlando todo, especialmente que no haya compañeros hablando, e incluso aquellos que comparten pasillo deben realizar su tarea en el más espectral silencio. En esas condiciones, imaginemos la dificultad de ensayar las primeras formas de organización. Sin embargo, a veces a escondidas, a veces fuera del ámbito laboral, los trabajadores, siempre incentivados y motorizados por los delegados, comienzan a juntarse, a hablar, a plantear sus necesidades, a manifestar sus malestares y disgustos. Así surgen siempre pequeños grupos combativos, en sectores determinados, cuyo entusiasmo desbordante puede ser imprudente si no se lo contiene y direcciona. Tal es el caso del sector del COP (elaboración de productos de panadería y fraccionado de fiambres) de la sucursal 18.

El conflicto salarial de 2005 implicó el descontento de muchos trabajadores por una maniobra artera por parte de la empresa de absorber los premios dentro del básico y, de esta forma, evadir el incremento del salario acordado por la Federación en Buenos Aires. Si bien ese malestar general fue mitigado con la entrega mensual de Tickets Canasta, se sabía que constituía un paliativo temporal. Pronto los ánimos volverían a alborotarse.

En marzo de 2006, un grupo de compañeros del COP les hizo saber a los delegados su hartazgo con los magros salarios y que, si era necesario, iban a parar. Los delegados intentaron apaciguar las aguas, ya que un paro aislado de un sector específico con un plantel de 30 trabajadores sobre un total de 300 de la sucursal, era un suicidio, y pactaron una reunión fuera del establecimiento.

En la reunión, el grupo enardecido insistía en la necesidad de parar, pero lo cierto era que no estaban dadas las condiciones para sostener una medida semejante. Entonces, convencidos de la peligrosidad de la idea, pactaron una nueva reunión, pero esta vez dentro del establecimiento, en el mismo sector del COP, con la dirección de la sucursal y abierta a todos los compañeros de los sectores que quisieran participar.

Los gerentes, convencidos de que sería otra reunión con los mismos agitadores de siempre y que el rechazo a sus demandas iba a ser un trámite más, se sorprendieron al encontrarse en el lugar con 60 compañeros, una cifra significativamente mayor a la que solía participar de ese tipo de instancias colectivas. Ante esta situación y en clara actitud de repliegue, aceptaron el petitorio y se fijó un plazo de diez días para una respuesta concreta por parte de la empresa.

Transcurrido ese lapso, la respuesta no fue la que esperaban los trabajadores: “que hay que esperar las paritarias”, “no podemos pasar por arriba de lo que se decide en Buenos Aires”, y bla, bla, bla. Ahora sí estaban dadas las condiciones para concretar una medida, ansiada desde hacía mucho por los delegados: una asamblea general de los trabajadores dentro del establecimiento, sin presencia patronal.

Día y hora: jueves 13 de abril de 2006, a las 13.

Compartimos, para mayor fidelidad del relato, un texto del “Diario del Delegado Gremial” referido al tema:

Finalmente la asamblea o reunión en el lugar de trabajo se realizó el pasado jueves 13 en vísperas de Pascuas. Desde la mañana temprano agitamos por lo bajo (a la una en el comedor), porque el horario lo habíamos manejado con discreción para no servirle el apriete a la patronal; es más, el Sindicato, tal cual lo habíamos programado, mandó unos días antes una circular avisando que ese día se haría una reunión y recorrida por el local con el objeto de informar sobre la campaña de aumento salarial, en la que fijaba el día pero no la hora, y los trabajadores murmurábamos falsas acciones para que no detecten la verdadera y perder el factor sorpresa. A la una, cuando llegaron los demás compañeros del Sindicato, ante la rabia del personal jerárquico, recorrimos el salón y nos dirigimos junto con grupos de trabajadores de las distintas secciones hacia el comedor. A estos se sumaron compañeros de otros turnos y, excepto algunas cajeras, estábamos todos.

Ahí discutimos, decidimos y hasta cantamos consignas durante casi una hora y media. Reafirmamos con un petitorio lo que veníamos pidiendo y fijamos un plazo hasta la asamblea que se realizará en cinco días, el viernes 21. También se discutió sobre la campaña en el resto del gremio, sobre movimientos similares que se estaban produciendo en la Terminal o Jumbo, y votamos intensificar la lucha por el descanso dominical.

Independientemente de cómo hayan resultado las cosas —por esos mismos días, el gobierno, los empresarios y la Federación de Empleados de Comercio pactaron un techo salarial de 19%, escalonado en tres veces, por lo cual el escenario cambió por completo—, lo cierto es que ese fue un momento de ruptura, de quiebre, un cambio en el paradigma neoliberal individualista que dice “cuida lo tuyo que nadie te lo va a cuidar por vos”. Un momento de camaradería.

Nosotros buscamos una génesis de organización y ahí tenemos, sin dudas, un primer gran momento. Pero ¿es suficiente? Continuemos un poco más.

Tiempo después, en 2011, el sector del COP de la sucursal 18 es desmantelado y sus trabajadores son reubicados en las diferentes sucursales de Rosario. ¿Esta medida respondía sólo a una estrategia comercial o hubo, además, un propósito encubierto de desarticulación de un sector conflictivo (donde se inició todo)? ¿Apagó el incendio o, por el contrario, propagó el fuego? Diseminar trabajadores forjados al calor de la lucha y con una asamblea general en el propio espacio de trabajo sobre sus espaldas —con todo lo que ello implica— quizás no haya sido la decisión más inteligente por parte de la empresa.

En cuanto al proceso global de organización de los trabajadores, indudablemente este suceso ha significado un aporte invaluable a su gestación, desarrollo y consolidación.

Sin desmerecer, por supuesto, los procesos de organización interna que se fueron dando en simultáneo en cada una de las sucursales, que sin dudas son valiosísimos y ameritan su propio libro —los viejos trabajadores de la sucursal 268 de calle Pueyrredón, por ejemplo, que vivieron el traspaso y la transición de Norte a Carrefour, seguramente tienen mucho para aportar—, quizás hayamos encontrado, en ese foco insurrecto, la explosión primitiva, el Big Bang que dio origen a esta experiencia de organización colectiva pionera en el país.

La cronología y el desenlace

El proyecto de ley de Descanso Dominical, elaborado y elevado a la legislatura provincial por el Sindicato de Empleados de Comercio de Rosario, fue aprobado en ambas Cámaras con algunas modificaciones; una especialmente relevante, otorgaba a las comunas y municipios de la provincia la potestad de decidir su aplicación o no, es decir que los Concejos Municipales y Comunas debían, antes, aprobar un Proyecto de Adhesión a la Ley. En Rosario, este proyecto de Adhesión fue aprobado por amplia mayoría. La Ley se aplicó entonces, desde julio de 2016 hasta diciembre de 2017, casi un año y medio, con algunos domingos de apertura (cautelares mediante) y otros de cierre, con transgresiones a la ley y multas, hasta que la Corte Suprema de Justicia de la Provincia de Santa Fe decretó definitivamente su inconstitucionalidad con el argumento de que «la regulación del régimen laboral durante feriados nacionales, la regulación de la jornada de trabajo y el descanso semanal constituyen materias expresamente delegadas al Congreso de la Nación».

La Ley se aplicó entonces, desde julio de 2016 hasta diciembre de 2017, casi un año y medio, con algunos domingos de apertura (cautelares mediante) y otros de cierre, con transgresiones a la ley y multas, hasta que la Corte Suprema de Justicia de la Provincia de Santa Fe decretó definitivamente su inconstitucionalidad.

ILUSTRACIÓN: FRANK VEGA

El capitalismo es un humanismo // Felix Guattari

La máquina semiótica del capital introduce la soberanía de un flujo patrón descodificado sobre todas las territorialidades. Es una máquina que permite discernir e intercambiar las territorialidades. Es una máquina de identificación. Trabaja para recodificar, para universalizar las recodificaciones.

No es la máquina capitalista la que descodifica, sino la intrusión del maquinismo científico-técnico.

 

Por el contrario, la máquina semiótica del capital hace lo que puede para recodificar la porcelana, para rearcaizar. La máquina capitalista regula, a través del mercado, la organización de la falta. Convierte las faltas moleculares en faltas molares. Pero no inventa la falta, la encuentra. El maquinismo es lo que hace que nazcan necesidades nuevas. Comenzando por el maquinismo de los viajes, que crea la demanda de especias y productos exóticos.

La máquina del capital regula la intrusión maquínica. A su manera, la humaniza. La crueldad del comerciante no es la del guerrero.

En las economías de subsistencia se operaba un equilibrio de extracción de la plusvalía sobre una territorialidad dad, por ejemplo, un segmento feudal. La parte extra-segmentaria era débil y de todas formas exterior. Con el primado de la máquina del capital (capital comercial), el exterior se unifica y universaliza, salta con la caída de las barreras aduaneras, de los peajes, etc., y el horizonte, más o menos mítico, del librecambismo.

Solo se toma en consideración la parte del trabajo que está fuera del proceso territorializado de subsistencia. La organización de un estrato económico de capital de intercambio a partir de los flujos exteriores sirve de medida e impone su ley a los flujos de trabajo territorializado que, en consecuencia, se volverán residuales.

Pero la máquina semiótica del capital comercial maneja la situación. Es disyuntiva, polarizante, expresiva y subjetivante. Con ella, es eso o nada. El maquinismo pasa o no pasa en función de sus exigencias estructurales. No es posible todo a la vez: ella dispone una temporalidad, un orden capitalista.

Esta máquina del capital comercial no roba en absoluto de la misma forma que el capitalismo industrial –por lo cual conviene mantener la distinción–.

Para el capital comercial los flujos dependen del descifrado de una falta territorializada. Las grandes ciudades comerciales como Venecia son la superficie de inscripción de las faltas –espejismo de un más allá económico que sustituye al espejismo de un más allá religioso con las Cruzadas–.

Con ellas, en el fondo, las personas obtienen lo que pagaron. El etnólogo que ofrece perlas que no valen nada a cambio de arcos y taparrabos indios no roba. Responde al deseo del otro según las medidas del otro. La medida sigue estando territorializada sobre el deseo.

Del mismo modo, un pintor no “roba” con la mercancía. La categoría del robo aquí no es pertinente.

Las cosas cambian con la intrusión industrial. La falta se construye por todas partes. Se nos roba en el nivel del producir. No en el nivel del consumir. Se embarca al trabajador en una máquina para producir una falta artificial. La mercancía producida sustituye a los objetos del mercado territorializado.

La máquina hace una competencia desleal con el trabajo humano. Sus necesidades en materia de reproducción cuestan menos que las necesidades humanas, a igual productividad.

Por eso, Marx reclama una contrapartida para los trabajadores. En teoría, el trabajador tendría que recibir -colectivamente- la diferencia. Es la tasa de plusvalía. Vemos que la plusvalía comercial está ligada a la territorialidad del deseo. Mientras que la plusvalía maquínica está ligada a un rechazo de la desterritorialización maquínica. En un caso, la falta estáa sobre la tierra entre los hombres. Es la falta ajena. En el otro, es falta de la falta. Deseo de retorno al estatus anterior. Falta de una sociedad humana en el marco de una sociedad maquínica que es, por esencia, inhumana.

La codificación de la falta ha pasado de la exterioridad territorializada a la inmanencia maquínica.

En el fondo, el intercambio de la máquina semiótica del capital es justo: no es un robo (Marx lo dice cuando critica la identidad entre robo y beneficio).

El maquinismo es el ladrón: se come el trabajo humano. Deshumaniza el trabajo. Lo vuelve accesorio, incluso inútil. Nunca terminó de extirpar el trabajo humano bajo todas sus formas.

El capitalismo humanista resiste tanto como puede hasta que unas máquinas como la máquina leninista lo hacen volar por los aires y dan a luz una apertura todavía más grande del maquinismo sobre las diferentes regiones del trabajo humano.

(…)

Marx asimila el trabajo maquínico al trabajo humano, y luego considera que lo que debe intercambiarse es la totalidad del trabajo humano medido.

De derecho, al trabajador debería pagársele tanto por su trabajo humano como por el trabajo maquínico.

El capitalista poseedor de los medios de producción quiere su tajada del trabajo maquínico. El capital variable siempre disminuye en valor relativo. El ideal capitalista es el de una máquina pura, sin trabajo humano y que sea capaz de reproducirse maquínicamente.

Ahora bien, lo que esta máquina ideal pone en circulación es un flujo de simulacro que se intercambiará por “simple pan”. El trabajo humano en el sentido de una plusvalía de código se relaciona con ese flujo de producción-simulacro.

Un estándar canceroso desvaloriza toda producción humana. La ley del mercado hace que cualquier producción humana solo se tome en cuenta en la medida en que esté apresada en el estrato de los intercambios.

Antes que hablar de una ley tendencial de la tasa de ganancia, debería hablarse de una ley tendencial de desavalorización del trabajo humano respecto del trabajo maquínico. El trabajo se paga a valores maquínicos: es un intercambio desigual. El trabajador recibe espejitos de colores. No obtiene por su trabajo un valor trabajo, sino un valor máquina siempre en vías de desterritorialización y de desvalorización. El capitalista concentra flujos mixtos:

– flujo de trabajo humano

– flujo de trabajo maquínico.

La parte que otorga para la reproducción del trabajo humano contiene una parte creciente de trabajo maquínico. Acumula una plusvalía maquínica y una plusvalía de trabajo humano. Pero en la sociedad contemporánea:

– en el centro: no acumula plusvalía sobre el trabajo más maquínico (trabajo más calificado). Por el contrario, el trabajador socialdemocratizado se beneficia parcialmente de la explotación de los flujos periféricos; solo acumula plusvalía maquínica.

– en la periferia: acumula plusvalía sobre los flujos humanos.

Héctor Libertella: la literatura a seis mil pies de altura // Gastón Fernández

Es ya famosa esa frase de Fogwill -un poco altisonante, un poco chanta- en la que dice “escribo para no ser escrito”. Se volvió una suerte de lugar común, de frase fácil. Es, en cualquier caso, una respuesta posible a una pregunta siempre acechante, siempre capaz de estirarse, de ponerse en abismo: la pregunta de quién está hablando en un texto, quién habla a través de nuestra voz ¿el discurso, nuestra subjetividad, nuestra época, etc.? En realidad, la respuesta más certera es la que tira por la borda esa pregunta, la que se despacha con una ocurrencia centelleante, la que cristaliza en una frase, un gesto o una acción su desinterés por las reflexiones excesivamente profundas. Así funciona -y por eso gusta- esta frase de Fogwill.

La literatura de Libertella –sus críticas, sus ideas repetidísimas, sus obsesiones, sus chistes, sus slogans- parece deslizarse sobre ese tipo de preguntas y brindar una respuesta precisa. Sabe balancearse entre el juego y el análisis severo, entre la definición finísima y la ocurrencia disparatada, entre la lectura de la letra y el abordaje teórico o de género.

Una manera de entrar a su obra, una manera como cualquier otra, es señalar que Libertella siempre tiene grandes salidas, siempre te sale con alguna idea fascinante, plena de humor e ingenio. Unas ideas siempre arbitrarias, que solo reconocen al capricho del que habla como índice de verdad, una arbitrariedad que desconoce el imperio del signo, que no le interesa encontrar entre la práctica de escribir y la de leer (o de ser escrito) un intercambio comunicativo, una producción de sentido. Simplemente se propone la escritura de su pasión, la aceptación de una patología como la principal fuerza para enfrentar los miedos y las conveniencias, para conseguir una voz que pueda “transmitir sin comunicar”.

El que habla siempre es uno y habla porque sí, porque esa es su verdad.

 

 

Vivir atormentado de sentido

En estos tiempos de desesperación por alcanzar consensos y balances, en medio de esta crisis de sobreproducción de sentidos -que se intenta paliar con incentivos a la comprensión- se hace imperioso destacar su apuesta por la singularidad, su esmero por desmembrar los presupuestos culturales que pretenden acercarnos, que quieren convencernos de que no hay más remedio que entendernos. Y esa confianza en la comunicación se sostiene en una concepción del signo que hay que desbaratar. Libertella insistía en que la literatura es eso que siempre guarda resistencia a la interpretación, que siempre tiene un resto y que por lo tanto no es asimilable al pensamiento. Es por eso que su lector ideal no está del lado del lector culto y racional, capaz de descubrir todas las referencias de un texto, sino del que puede realizar en el acto de leer una experiencia propia. Es algo que solo recuerda haber observado en su infancia, cuando a los 10 años escribió su primera novela y la dio a leer a sus amiguitos que participaban de “un mundo un poco salvaje, sin lectura literaria, sin interpretación culta”. Esos son los lectores deseados, en los que deberíamos convertirnos. Es lo que busca el mismo Libertella: llegar a leer como un niño, leer como un mono, estar a la altura de su mito de origen: “a aquellos monos me debo, a esa manera de leer sin la prótesis de la opinión o la doxa”.

Esa inocencia, ese encuentro con la materialidad de la letra, es la que se impone en tiempos donde reinan las relativizaciones. De modo que si el ejercicio de la lectura ya no se limita a la búsqueda fría del punto de vista más certero y adecuado para comprender, sólo puede entenderse el sostenimiento de ciertas costumbres como un ritual absurdo, una hermenéutica de monjas de clausura (de sentido), esa pantomima solemne que viene a rellenar lo que no se ha dicho, un medida de salud pública que traduce la letra enferma, incomprensible.

Estas costumbres son, en los diferentes libros de Libertella y en nuestra actualidad: las decisiones editoriales, la crítica académica, los suplementos culturales, los grupos de estudio, los disidentes, los transgresores. En fin, se trata de cualquier forma de leer que procese textos para producir consensos, que fuerce el texto a decir eso que todos tenemos en común y no está dicho, que crea que lo no dicho es lo que hay que inventar y no el blanco sobre el que se escribe. Y se trata a la vez de esa impostura que se esmera en elaborar el interés y el entusiasmo que la lectura ya no genera por sí misma: “Un amigo me decía que leer ya le dolía un poco. ¿Acaso leer intensamente ya duele un poco porque pasó a ser una tortura que sólo cumple su disciplina física en los ghettos, en los patios cerrados de algún salón literario o en el seno de la Academia, como decir, sino, en los verdes campos de Treblinka?” Libertella no se sonroja al decir que este modo de leer (ni al sugerir que quizás todos) es aburrido. Estas lecturas ya no divierten a nadie –siempre solemnes niegan el carácter lúdico, siempre centrando no juegan el juego de las diferencias-. Solo pueden entenderse como el esfuerzo impostado de integrar comunidades, de tolerar bodrios para pertenecer a la cultura.

Frente a este tipo de posturas, impone su abordaje inocente, que parte de pequeñas iluminaciones, que encuentra en el barroco de Lezama y Sarduy un origen para entender lo latinoamericano y que arma su corpus con Puig, Lihn y Zelarrayán. Así responde a los grupos homologadores de sentido, esos que escarban en la hondura del signo para lograr abrirlo, interpretarlo y completarlo. Allá donde otros se buscan el cobijo de la cultura, Libertella propone una confianza en las pulsiones propias,  aunque uno termine leyendo su patología. Porque quien lee confiando en sus impulsos sabrá encontrar eso que la letra no dice y está en uno, esa diferencia que habita en uno mismo.

Cultivás tu aire ausente y despreocupado

Por eso en sus últimos libros se acerca a una escritura más fragmentaria. Como en El árbol de Saussure o Zettel, donde abandona la argumentación y la narración, de los que ya estaba cansado por ser funcionales al sistema de la comunicación, por considerarlas “una práctica tan esforzada que hoy por hoy ya genera aburrimiento (a mí; a mí ya me genera aburrimiento)”. Y por ser las características de esos géneros estancos dados en llamar teoría y literatura. Para desechar esa racionalización de la letra, se entrega a una lógica de mera yuxtaposición, de pequeños destellos, pequeños fogonazos que iluminan con una lógica particular ciertas partes del texto para oscurecer otras, para espesarlas.

Libertella decía que escribir bien o escribir mal son “dos fantasmas teológicos”, que se basan en “la eficacia mercadológica”, en el movimiento de oferta y demanda. Pero así como cuestiona el hecho de que toda publicación está condicionada por estos fantasmas, también sostiene la idea de que hay que saber para quién se escribe. El escritor debe pensar cuáles serán los efectos de su trabajo y debe elegir su papel en el mercado: “si aquí todo modo de la práctica se incorpora como una presencia ya prevista por el mercado, entonces toda mirada crítica –por materialista- lo registra y lo discierne en tanto ingenuo o deliberado, pasivo, violento, seductor…”

El señalamiento fulminante es que no es posible escaparse de la literatura. Que el mercado fagocita todo circuito escritor-lector, que tiene un lugar para la vanguardia porque todo posicionamiento puede capitalizarse. Repetía “allí donde hay un interlocutor, uno solo, se constituye un mercado”. Es, por lo tanto, abstracta y teórica cualquier formulación del afuera de la literatura, porque no puede sustraerse a la forma de circulación, al modo en que se determina su valor de cambio. Toda búsqueda de instalarse en un afuera implica una intención de esconderse de la literatura. Toda transgresión es, finalmente, lumpen. Porque se enorgullece de su marginalidad fingiendo desconocer que sus textos serán absorbidos por el mercado y porque no comprende la necesidad de llevar adelante la disputa por el sentido, de luchar por imponer nuestra verdad y no sentarse a esperar que otros lo hagan.

Por supuesto que la disputa no es frontal, que no están dados los medios para imponerle una voz al mercado. Pero lo que sí es posible, dice Libertella, es singularizarse, encontrar cómo decir a través de la astucia. Usa la imagen del caballo de Troya (esa imagen con la que comienza el género novela): poder entrar al terreno enemigo para desde allí desplegar nuestras ideas. La salida no es la transgresión para romper con el discurso que habitamos, sino la asunción del lugar que ocupamos, de nuestro lugar en el mercado. Se trata de una reivindicación del ghetto, porque en la afirmación estratégica de un lugar, en la práctica intensiva de una escritura personal, se puede trasmitir con más potencia y alcance: “si hay límite, acaso es una división que sólo estimula su deseo de pasear lo más extensamente adonde le esté permitido. Y hasta es posible que, según el tamaño de ese deseo, el ghetto sea más grande que la Aldea Global como conjunto”. Es, finalmente, un intento, en línea con Barthes, de hacerle trampas al mercado, hacerle trampas a la lengua.

Algunas huellas ya son la piel

Su interés por el barroco y las vanguardias explica su preferencia por el hermetismo, una característica central que le permite hacer pasar su idea de la literatura. En ese gesto hermético, consigue darle volumen al texto, mostrar un secreto siempre presente, en el que la comprensión siempre se posterga, donde la claridad nunca llega. Una apuesta sincera y genuina por señalar los límites del lenguaje y de la comunicación, por mostrar la turbia densidad del signo de la que nada puede salir claro y prístino. Un rechazo frontal a lo que llama “la histeria de la transparencia”, ese enamoramiento del sentido y del referente, esa somnolienta creencia en las mediaciones entre lenguaje y realidad. Libertella sostiene casi como programa un tipo de escritura que escape a la comunicación digerible “prescripta por el capitalismo”.

Por momentos sus textos se vuelven densos, repetitivos (a veces al punto de repetirse literalmente), con ciertos giros característicos. Es una literatura que se afirma en su yeite de narrar, que insiste en su capricho. Aun sabiendo que no siempre sea atinado, aunque no termine de cuajar, insiste sin temor al error. Es, en última instancia, una reivindicación de lo arbitrario: “no leemos como podemos sino como queremos y elegimos. Y arbitrario es hacer lo que nos viene en gana con todo capricho”. En tanto que no hay comunicación posible, en tanto que toda ideología no es más que una topología en relación al Mercado que domina la circulación de discursos, la manera de hacerse escuchar es decir lo más propio de cada uno, sin condescender al reino de las opiniones, sin poner en duda la autonomía de la voz. Y en esa escritura arbitraria y microscópica surgen esos destellos, esas ocurrencias, esa viveza criolla del bahiense Libertella.

En el cuento “Conejo, serpiente” aparece un ejemplo extraordinario de su método de trabajo. Partiendo de una imagen sencilla, y sin ahondar en explicaciones, muestra sus ideas sobre la identidad y el tiempo. Allí habla de una vida en la que su cordón umbilical es como un resorte que se estira para atravesar la niñez, la juventud, la adultez y la vejez, pero que en todo momento si se lo suelta se vuelve a la placenta. Esa es la ética libertelliana, la que por un lado asume un pathos y para expresarlo utiliza figuras sin pretensión de trasparencias. Y por otro lado también es una concepción del tiempo. Ya no el tiempo progresivo, no los acontecimientos que se suceden, sino la posibilidad de un instante que resignifique toda una vida, de plegar cada momento de la vida al vientre materno. Una idea del tiempo intensivo que hace convivir la idea de progresión con la de simultaneidad.

De allí que Libertella confronte con una forma de comprender la realidad entregada al orden de lo inteligible, de lo comunicable, esas formas que van de la autocomplacencia intelectual y la camarilla académica al buenondismo cultural. Es una propuesta original, caprichosa, empecinada, una escritura gozosa que se niega al orden, que esquiva las preguntas rimbombantes de cierta crítica cultural, que no se pregunta tanto por qué y dónde está parada, sino que pisa con fuerza y asume su lugar, su historia, su tiempo. Una literatura que enfrenta y desprecia a los paracaidistas del presente, los amantes de la coyuntura, que busca valiente y obstinadamente evitar esa bajeza adaptativa, ese vuelo bajo, idiota, que evita contagiarse de esa “desgracia de los sincrónicos: vivir el presente.”

Frente a ellos, consigue severo y risueño transmitir su voz, con plena confianza, sin exceso de psicoanálisis, sin peroratas filosóficas, sin extravagancias intelectuales. Sencillamente dándonos a conocer eso que aprendió: “aprendí que la literatura es ese ir y venir sobre una huella que nadie eligió. Como el alcohólico o el jugador de juegos de azar, tal vez el escritor sólo escribe por escribir.”

Tal vez Libertella solo escribió para no ser escrito.

Pandemia, crisis y capitalismo verde: la revolución pasiva del capital // Tinta Limón

Investigadores y activistas políticos, Markus Wissen y Ulrich Brand escriben desde el corazón del capitalismo europeo. Desde allí ponen a disposición un marco conceptual que nos permite ubicar tendencias que la pandemia aceleró y puso en evidencia. En «Modo de vida imperial. Vida cotidiana y crisis ecológica del capitalismo» indagan en los modos en que las normas de producción y consumo forjadas en el Norte global –pero extendidas desde mediados del siglo XX al resto del mundo– se sostienen a costa de la violencia, la destrucción ecológica y el sufrimiento humano, sobre todo –aunque no exclusivamente– en el Sur global. A modo de introducción para este libro, nos interesa poner a funcionar, a discutir estas ideas, y a tal fin invitamos a Gabriela Massuh, Bruno Fornillo y Camila Moreno a conversar con Brand.

La sensación de colapso económico, ecológico y político que provocó la pandemia que golpea al mundo desde principios de 2020 fue declinando en la gestión de una crisis que se extiende y se consume en un incesante ruido mediático vuelto opinión pública, en la proliferación semiótica autocentrada y complaciente en redes sociales, en una agenda político-económica subordinada a una correlación de fuerzas global que obliga, en el mejor de los casos, a un juego de suma cero. Al mismo tiempo, la crisis es inobjetable y reclama tomar en serio discusiones que apuntan al centro de la reproducción social, a los modos en que se organizan la producción y el consumo, a las formas de “crecimiento” y desarrollo económico y social. ¿Cuáles son las discusiones de fondo que contribuyen a un análisis crítico sobre las causas de la presente crisis socioecológica global que pueden alimentar un nuevo imaginario y dar consistencia a una práctica política transformadora?

Investigadores y activistas políticos, Markus Wissen y Ulrich Brand escriben desde el corazón del capitalismo europeo. Desde allí ponen a disposición un marco conceptual que nos permite ubicar tendencias que la pandemia aceleró y puso en evidencia. En Modo de vida imperial. Vida cotidiana y crisis ecológica del capitalismo indagan en los modos en que las normas de producción y consumo forjadas en el Norte global –pero extendidas desde mediados del siglo XX al resto del mundo– se sostienen a costa de la violencia, la destrucción ecológica y el sufrimiento humano, sobre todo –aunque no exclusivamente– en el Sur global. O, más concreto, analizan cómo el modo de vida imperial del Norte global oculta sistemáticamente las condiciones de producción –de la extracción de recursos naturales a las condiciones laborales de los trabajadores– que le permiten externalizar los impactos negativos de las operaciones del capital a regiones periféricas del mundo. A su vez, este modo vida imperial en el Norte global no es solo causa y factor de crisis en el Sur global, sino también mecanismo de estabilización económica y subjetiva en el mismo Norte, que camufla así su propia crisis.

Dicho esto, nos interesa poner a funcionar, a discutir estas ideas, y a tal fin invitamos a Gabriela Massuh,[1] Bruno Fornillo[2] y Camila Moreno[3] a conversar con Ulrich Brand sobre el libro. De la organización y coordinación de esta conversación también participaron Gerhard Dilger, director para el Cono Sur de la Fundación Rosa Luxemburgo, y Florencia Puente, coordinadora de proyectos de la misma institución.

El texto que sigue es el registro de esa conversación que, entre otros tópicos, va de la crisis ecosocial a la emergencia del “capitalismo verde” como oportunidad de negocios; de la decadencia de Europa y la pérdida de soberanía de los Estados nación a la disputa por los recursos estratégicos y la emergencia de potencias asiáticas como el Imperio chino. ¿Qué tensiones y nuevas contradicciones atraviesan los territorios, tanto del Sur como del Norte global? ¿Qué pueden hoy los movimientos sociales que a principios de siglo presentaban una clara alternativa a las fuerzas mercantilizadoras y destructoras del neoliberalismo?

Arte de tapa: ISTUBALZ (Franco Bifo Berardi). Diseño: Juan Pablo Fernández.

Modo de vida imperial (las resonancias de un concepto)

Gabriela Massuh: Debo decir que el título, Modo de vida imperial, a primera vista, me produjo extrañeza. Pensé: “Otro libro sobre imperialismo”. Pero, inmediatamente, la forma en que el libro plantea pensar estos modos de vida imperiales a partir de la insistencia en las “externalidades” me pareció absolutamente necesario e interesante. El Sur global aparece, en relación con el Norte global, o bien como depósito de basura, o bien como lugar de extracción de recursos. Al mismo tiempo, es inevitable pensar, también, ese Sur global que llega a Europa bajo la forma de migración; y cómo los gobiernos europeos se van cerrando y le van poniendo cada vez más vallas. Un ejemplo reciente que me llamó mucho la atención: Dinamarca lidia sin éxito desde hace cincuenta años con la existencia de sus guetos de migrantes. Una treintena de barrios, principalmente de las grandes ciudades, son señalados cada año en una suerte de lista negra. Hace pocos días, su gobierno socialdemócrata decidió reducir al 30 por ciento el ingreso de “no occidentales” a esos barrios. Es la primera vez que se hace una distinción de este tipo y es muy problemática. Por ejemplo, nosotros, ¿qué seríamos? ¿No occidentales? ¿Árabes? Como diría Rita Segato, algo “huele mal” en esta Europa cada vez más encerrada sobre sí misma. El “otro”, para Europa, o bien está en los museos, o bien está en los guetos. En ese sentido, y siguiendo a la misma Segato, se podría proponer un paralelismo entre este concepto de modo de vida imperial y el concepto de colonialidad del poder. Es decir, la complicidad de las colonias con el poder hegemónico. En ese sentido, me parece que tanto el libro como este concepto de modo de vida imperial explicitan muy bien las condiciones actuales de dominio colonial, patriarcal, racista y clasista.

Bruno Fornillo: Por mi parte, lo que rescataría como hecho singular del libro no es tanto lo que tiene que ver con la idea de imperio, sino más bien lo que tiene que ver con la idea de modo de vida. Me resulta realmente importante el subrayado que hace el libro de las dimensiones ideológicas. Creo que la tríada poderprestigio y dinero remite a una dimensión ideológica fundamental que sostiene el tipo de acumulación capitalista. Y lo que está marcando muy bien el texto es la responsabilidad generalizada –no solamente de los sectores de la élite, sino también de gran parte de las clases medias europeas y ahora, también, de las nuevas potencias, sobre todo asiáticas– con esta tríada y este modo de acumulación. Es decir, me parece clave señalar la extensión de este modo de vida imperial a gran parte de la población y, consecuentemente, la extensión de la responsabilidad primera y el compromiso generalizado de estos modos de vida hiperproductivistas e hiperconsumistas respecto de la actual catástrofe ambiental global y la desigual distribución de recursos.

Hay otro punto que subraya el libro, y al que hay que prestarle absoluta atención, y es que Europa, y el mundo atlántico en general, está padeciendo una suerte de decadencia, al punto que es probable que tarde o temprano vuelva a ser una península asiática. Como contrapartida, lo que vemos es la reemergencia de megapotencias asiáticas, que sostienen también un modo de vida imperial. Porque China efectivamente es un nuevo imperio cuyo desarrollo capitalista, con su modo de extracción generalizado de recursos que impacta en el Sur global, entra en contradicción con el sostenimiento del planeta. En resumen, me resulta muy estimulante esa dimensión cultural o ideológica que aparece muy fuertemente en el texto.

Ulrich Brand: Como bien dice Bruno, en el libro nos interesa mostrar cómo el modo de vida imperial gana hasta en su propia muerte, hasta en su propia extinción, dada su capacidad de sobreexplotar el mundo tanto ecológica como socialmente. Este carácter hegemónico del modo de vida imperial, la aceptación amplia de una vida cotidiana no sustentable, queda evidenciado no tanto en su carácter imperial como en la extensión ilimitada de un modo de vida que, no obstante, requiere del afuera, de lo no presente; sobre todo del Sur global, pero también de regiones de Alemania o Austria en las que viven y trabajan –sea en la cosecha, sea en las fábricas de carne– infinidad de migrantes. Esta es la contradicción que nos interesa.

“El Sur global aparece, en relación con el Norte global, o bien como depósito de basura, o bien como lugar de extracción de recursos”. (Gabriela Massuh)

Tal como desarrollamos en el libro, la hegemonía de este modo de vida imperial se consolida en Europa, aunque también en Argentina, en el momento de posguerra, en la segunda mitad del siglo XX. Un modo de vida que hoy, con la pandemia, se revela como causa o factor de una crisis que es múltiple. Al mismo tiempo, y no menos importante, este modo de vida es, también, un factor de estabilización de las relaciones sociales. Europa no es ajena a la crisis, pero el acceso a los commodities, a productos baratos del mercado mundial, permite a una parte importante de su población mantener cierto nivel de vida, es decir, vivir una vida “normal”. Esta situación, sin embargo, no alcanza ninguna estabilización duradera, y a partir de este diagnóstico, en el libro decimos que son esperables cada vez más tensiones; tensiones que llamamos ecoimperiales y que se producen en los países emergentes del sur de América Latina y de África cada vez que no se aceptan y se ponen en discusión estos modos de vida sustentados en la extracción voraz de los recursos globales.

Hay una última cuestión que me parece importante destacar sobre este libro que hicimos con Markus y es que, sin intención, intervino en un intenso debate que se dio en Alemania, y al interior de la izquierda europea, a partir del movimiento de refugiados del año 2015. Y en particular con un sector de esta izquierda, a la que puede llamarse social-nacional. Una izquierda, en algunos casos, impulsada por sindicatos que suelen decir: “Tenemos que defender –en nuestras palabras– el modo de vida imperial, porque, si no, los trabajadores van a votar a la ultraderecha. Tenemos que mantener cierto Estado social, ciertos estándares para las masas, porque, si no, la derechización va a ser aún más fuerte”. Nosotros intervinimos en ese debate tensionando esta posición, poniendo en el centro de la discusión sobre la crisis múltiple y los modos de vida e incitando a un nuevo internacionalismo. Nos parece fundamental poner todo en discusión y reconocer los problemas, pero la respuesta de la izquierda no puede ser social-nacional, no puede partir de la defensa del modo de vida imperial.

Camila Moreno: Cuando escribí el prefacio a la versión en portugués del libro de Uli y Markus para Elefante Editora, hice unos comentarios sobre a qué estábamos refiriéndonos cuando hablábamos de “imperial”.[4] Porque hay un riesgo en la interpretación de este concepto, sobre todo por el modo en que están configuradas las izquierdas actuales, tendientes a absorber slogans y consignas de lucha más que a procesar las ideas. Entonces, es necesario ir un poco más allá del modo en que la izquierda –después de Marx, con Lenin y toda la tradición del siglo XX– ha pensado el imperialismo. Y sobre todo si nos ponemos en conversación con China.

Hago una breve digresión: un poco en broma, en ese prefacio contaba que, estando en China, hablaba y hablaba sobre el imperialismo, y la persona a la que le estoy hablando me mira, me interrumpe y me dice: “Pero China es un imperio, un buen imperio”. Entonces, “¿a qué le está haciendo críticas esta chica loca?”, me quiso decir. Y me acuerdo otro momento, en ese mismo viaje a China que hice con Uli en el año 2015 y que fue organizado por la oficina de Beijing de la Fundación Rosa Luxemburgo, que para explicar un poco la historia de América Latina hice una línea de tiempo, como solemos hacer para estos casos, y señalo en ella los ciclos (azúcar, oro, café), el desarrollismo, el neoliberalismo, el ajuste estructural, etc., distintas etapas de nuestra historia nacional, y en un momento me doy cuenta de que ellos me miran como diciendo “pobrecita”, más tarde alguien hace referencia a la Ruta de la Seda, a Gengis Kan y al imperio Mongol. Sus claves temporales son completamente otras; y obviamente es muy raro contarles esa historia a gente que se piensa y nos piensa tan distinto.

Y acá retomo con la idea de que el imperio antecede a la idea del imperialismo –tal como se discute en la izquierda– y a la del Estado-nación. Y en ese punto no es casualidad que las discusiones que Uli y Markus proponen en el libro hayan tenido tanta resonancia. Hay como una gran fantasmagoría como telón de fondo: vivimos un momento en el que se erosiona muy rápidamente la forma Estado nacional, que es una forma muy reciente. El sistema de Estados nacionales empieza con el Tratado de Westfalia, en 1648, y su difusión y consolidación en Europa y en la periferia es un proceso complejo y conflictivo. Y si pensamos el proceso de constitución del multilateralismo de las Naciones Unidas, la descolonización en África, por ejemplo, tiene lugar en la segunda mitad del siglo XX. Y son procesos lentos, que quizá parecen rápidos por la forma, pero cuyos cambios se dan muy despacio en términos de estructuras sociales profundas. Entonces, tanto la forma Estado-nación como, y sobre todo, la idea más reciente de Estado de Bienestar son –en la historia de la humanidad– experiencias muy cortas en el tiempo. Nosotros estamos obsesionados con su imagen, con su simbología, pero desde otros puntos de vista –por ejemplo, desde Asia, desde China, desde India– son formas de organización muy recientes y, tal vez, insuficientes como para hacer frente a los desafíos actuales.

Al mismo tiempo, el Estado nacional se ha metamorfoseado y es cada vez más un Estado empresarial, socio de las corporaciones. En lo concreto, muy pocos Estados nacionales van a tener soberanía real para diseñar políticas ambientales, o políticas vinculadas a la agricultura. Porque los Estados son cada vez más codependientes de asociaciones público-privadas y profundizan la lógica de la deuda con la de emisión de bonos (social bondsgreen bonds). O sea, una financierización absurda de los Estados nacionales, con la consecuente entrega de la soberanía e hipoteca del futuro.

En suma, lo que parece venir más bien pronto es una reorganización del mundo sobre bases neoimperiales. Un nuevo colonialismo. Y es en ese marco en el que vemos crecer los programas vinculados a los Green Deal, que no son sino pactos que normalizan los supuestos del capitalismo verde –sea mediante programas impulsados por la Unión Europea, sea mediante programas impulsados por los Estados Unidos, sea, también, mediante ideas y proyectos formulados desde los movimientos sociales. Y me detengo en esto último, porque me parece que hay un déficit en el modo en que los movimientos sociales suelen comprender el capitalismo verde, cómo se ha hundido con el proceso de la transformación digital y cómo se estructura la exportación de las contradicciones del centro hacia las periferias en la actualidad.

“Hay un déficit en el modo en que los movimientos sociales suelen comprender el capitalismo verde, cómo se ha hundido con el proceso de la transformación digital y cómo se estructura la exportación de las contradicciones del centro hacia las periferias”. (Camila Moreno)

Una última cuestión que me parece muy importante traer, en línea con lo que decía Gabriela y retomaba Uli respecto de la colonialidad del poder: yo creo que al imperial mode of living corresponde un imperial mode of thinking, un modo de pensar imperial. Es decir, la colonialidad del saber. Hay toda una ciencia social que importamos que nos impone lentes y formas de leer nuestra realidad que son profundamente coloniales, incluso cuando vienen con la etiqueta de crítica. Y así es como los movimientos fueron incorporando todo un paquete de conceptos e imágenes que promueven un nuevo universalismo: bioeconomía, circularidad, net zero, carbono neutral, etc. En Brasil esto es muy complejo, al nivel que estamos importando esquemas teóricos para leer las cuestiones raciales, o esquemas importados para leer cuestiones vinculadas a las mujeres. Y esto, en mi opinión, está causando un cortocircuito total con nuestras formas de pensamiento. Es como si se abrieran franquicias, movimientos que son cada vez más marcas (brands) de lucha social antes que reflexiones reales sobre las diferencias constitutivas de nuestros países. Y me parece un problema grave no poder pensar desde nosotros y desde nuestras propias realidades, tradiciones intelectuales e intérpretes. En Brasil tenemos una expresión clásica: el complejo de “vira-lata” (perro callejero, mixturado), un trazo muy profundo de nuestra identidad. Retomando a José Carlos Mariátegui y a muchos otros autores, me parece fundamental, justamente, la clave del mestizaje para entender América Latina y la formación de sus pueblos. En Brasil, ese debate ha sido completamente aplastado por la intención de replicar la lectura de una sociedad y de tensiones raciales que sí existen –¡de ninguna forma diría que no hay racismo en Brasil!–, pero que son imposibles de entender si nuestro punto de partida son preguntas del tipo ¿cómo no tuvimos un Martin Luther King? Me parece que es un camino equivocado para leer nuestras historias, nuestras luchas, nuestras resistencias; pero también los acuerdos y fusiones que en Brasil se han logrado y que en los Estados Unidos nunca, jamás, han existido. En esta clave, para mí también hay que traer al debate cómo el fenómeno de la guerra híbrida, que actúa sobre el campo de batalla de los imaginarios, sometiendo los esquemas de pensamiento y de interpretación de la realidad, está haciendo muy difícil construir frentes de unidad en la lucha política.

“Me resulta realmente importante el subrayado que hace el libro de las dimensiones ideológicas. Creo que la tríada poderprestigio y dinero remite a una dimensión ideológica fundamental que sostiene el tipo de acumulación capitalista”. (Bruno Fornillo)

Los proyectos de las élites globales (capitalismo verde y ecoimperialismo)

Bruno: La pandemia detonó una visibilización de la inclinación de las élites globales a propiciar y transformarse hacia una suerte de capitalismo verde. Un ejemplo muy claro –y que el libro trata muy específicamente– es el despegue inusitado que tuvo la electromovilidad en la pandemia hasta volverse el gran faro respecto de la transformación ecológica modernizante del capitalismo. Como dato particular, durante el año pasado, el valor de las acciones de Tesla creció un 700 por ciento. Esto muestra la inclinación de las élites globales hacia el capitalismo verde, pero también es la evidencia de que el cambio ambiental global es inevitable. Sin embargo, como muy bien fundamentan Uli y Markus, es verdaderamente imposible sostener esta suerte de último imaginario de las élites contemporáneas de que es factible reemplazar la flota de combustión fósil contemporánea por otra flota, de iguales dimensiones, pero en este caso eléctrica, para sostener el tipo de desarrollo descomunal que existe hoy en día.

En América Latina en particular, y en relación con la pandemia, quisiera señalar varias cosas. La primera es lo que el libro menciona como greenwashing: todo el marketing vinculado al lavado de imagen verde que hacen las empresas. En ese punto, me parece necesario poner la mirada sobre una élite en particular, que es la élite chilena; una élite de vanguardia en América Latina, con un capitalismo de punta particularmente modernizante, tal vez por su fuerte contacto con Estados Unidos. Esta élite chilena es tremendamente verde y propicia una transición energética de mercado como ningún otro país en América Latina. Un dato complementario es que esta élite chilena compra y acapara insaciablemente tierras en la Patagonia, un territorio “vacío” y muy holgado que se volvió estratégico por sus bienes comunes; es decir, porque guarda increíbles riquezas, como el aire puro y el agua. En suma, el capitalismo verde es hoy el capitalismo de las élites.

En el resto de América Latina, por primera vez los discursos nacional-populares están viendo la necesidad de “limpiarse” y empiezan a incorporar –por supuesto, de manera relativa– las variables ambientales, tratando siempre de sostener los patrones independentistas y los modelos económicos existentes, pensados a la manera del siglo XX. Para no excederme y hablar de la Argentina, nosotros no estamos vislumbrando en nada que el actual gobierno nacional-popular, si se lo quiere llamar así, o progresista si se prefiere –de izquierda definitivamente no–, pueda incorporar alguna trama de algún elemento emancipatorio. No lo vemos en lo más mínimo. Si pensamos en el litio, que es lo que nosotros venimos investigando, lo que se está afianzando es un modelo extractivo donde las provincias tienen el control y el dominio de los recursos, y no se crece en nada en el vector tecnológico. Por el contrario, lo que se hace es brindar una suerte de ilusión, un fetiche respecto de lo que sería una industrialización, pero con una empresa china. Entonces, por un lado, vamos a tener a la Argentina extrayendo toneladas incansables de litio –ni siquiera en grado batería–, con una captación de renta pésima, con grandes peligros ambientales y sociales y con un sistema político-jurídico del área minera execrable y, por otro lado, a una empresa china produciendo –eventualmente y en el mejor de los casos– autos eléctricos para vender en el mercado local. Lo cual es realmente patético como patrón de desarrollo.

Nuevamente, la gran novedad, y la gran incógnita, tiene que ver con Asia y la ambición de China de descarbonizar su economía para el 2060. A la manera china, es una apuesta gigantesca e implica una producción de energía renovable a grandísima escala: se trata de descarbonizar la economía más grande del planeta. A su vez, China tiene una visión más pulida –respecto a Estados Unidos, seguro– sobre algunos dilemas ambientales, vinculada a cierta idea que tienen, por ejemplo, sobre el destino común de la humanidad. Y, en ese sentido, hay bastante incertidumbre en las élites globales sobre el modo en que China va a llevar a cabo el capitalismo verde. Pero esta incógnita no parece tan difícil de develar si uno ve el modo en que hoy, en América Latina, se van instaurando formas de neodependencia, lo que el libro llama un ecoimperialismo. Muy concretamente: nosotros somos los proveedores de recursos para que los países centrales realicen sus transiciones socioecológicas.

Gabriela: En ese sentido, yo quería destacar algo que me parece importante del libro de Uli y Markus, y es la recuperación tanto de Gramsci como de Polanyi. Me parece fundamental traer en este momento el problema de la “gran transformación” y preguntarse dónde está ese debate hoy. Ahora bien, la pregunta concreta es esta: si tanto para Polanyi como para Gramsci la gran transformación requería de un sujeto político, ¿cómo hacemos hoy, cuando no hay sujeto político capaz de llevar adelante esa transformación? Quienes la desean son movimientos sociales, pero no sujetos políticos institucionales. Por el contrario, parece haber una especie de maridaje entre Estado y empresas que, juntos, sustituyen al sujeto político actual. Todo esto en el marco de lo que el libro, entiendo, llama posneoliberalismo.

Respecto de la pandemia y el cambio en las costumbres, debo decirles que me suena a cierta voluntad luterana. Es decir, creer que con la (buena) voluntad individual vamos a superar el tema. Yo me inclino más por el fortalecimiento de los movimientos sociales. Cuanto más universales sean, mucho mejor. Creo que el ecofeminismo vino dando una gran batalla con relación a la despenalización del aborto, y esta lucha se está traspasando a la tierra, digamos, a los problemas del territorio. De la violación del territorio femenino a la violación de los territorios: esta me parece la gran conjunción que podría evocar una voluntad de vanguardia. Es decir, salir por el eje del cambio climático y de la relación con la naturaleza.

“Creo que el ecofeminismo vino dando una gran batalla con relación a la despenalización del aborto, y esta lucha se está traspasando a la tierra”. (Massuh)

Ulrich: Respecto a la discusión sobre las élites en este contexto, yo veo por lo menos tres proyectos, al margen del proyecto emancipatorio. Un primer proyecto al que podríamos llamar “business as usual”, es decir, seguir con los negocios como de costumbre. Esta posición es cada vez más débil y está vinculada a las élites que no quieren ver los problemas socioecológicos que estamos planteando. Un segundo proyecto, sobre el que Bruno enfatizaba recién, es el de la modernización ecológica; o sea, el de las élites que sí entendieron los problemas ecosociales y, en consecuencia, abren todo otro campo de negocios vinculados a las green finance, al green job, a la producción verde, con todas las implicaciones que tiene este proceso en el modo de vida imperial. Pero veo, también, un tercer proyecto –acá sí articulado con la pandemia– vinculado a la puesta en funcionamiento de toda una serie de estrategias de control. Podemos hablar, incluso, de un ecoautoritarismo, que se distingue de la visión ecológica modernizante del capitalismo del segundo proyecto. Esta última asume una dinámica social que implica dar ciertos debates públicos, y la integración de los sindicatos y otros representantes de los subalternos. En cambio, el tercer proyecto hace un poco lo contrario, se cierra en una tendencia autoritaria al control, y este fue un proceso, o un proyecto, que se vio fortalecido durante la pandemia.

De todos modos, si nos centramos en los mecanismos de reproducción de las élites en su conjunto, podríamos decir que se despliegan bajo lo que Gramsci llamaría una “revolución pasiva”. Se están produciendo muchos cambios, pero bajo el control del capital, bajo el control de las élites. En los próximos tiempos tendremos que estar atentos a estos cambios, a estas transformaciones, para ver cómo se va articulando e implementado este ensayo de revolución pasiva del capital. Porque es sobre este terreno que las fuerzas emancipatorias tendrán que desplegar sus estrategias y proyectos.

Agrego una cuestión breve respecto de lo que dijo Gabriela sobre el sujeto y la gran transformación. Polanyi hablaba de “transformación” y de “gran transformación”. Y la transformación de Polanyi es la transición larga, evolutiva, del capitalismo agrario al capitalismo industrial. Pero cuando habla de “gran” transformación (que lo hace dos veces en su libro) –y en esto insiste mi colega Andreas Novy, en Viena, en sus trabajos–, refiere a la intervención consciente, estratégica de las élites liberales al final de los años 20 y a principios de los 30 hacia el fascismo. Esa es la gran transformación: primero en Italia, después en Alemania y en Austria –ha habido, claro, otras intervenciones de las élites, en Inglaterra y en Estados Unidos, hacia otras direcciones, o sea, hacia un New Deal–.

“Se están produciendo muchos cambios, pero bajo el control del capital, bajo el control de las élites”. (Ulrich Brand)

En ese punto, es fundamental vincular un diagnóstico del modo de vida imperial con las largas transformaciones evolutivas y, también, con intervenciones más puntuales y complejas, como en este caso, hacia un capitalismo verde centrado en la electro-automovilidad. Las élites de hoy, en el Norte global, hablan mucho de social ecological transformation. Yo lo llamo una “nueva ortodoxia crítica”. La palabra griega orthós significa “correcto” o “verdadero” y dóxa significa “creencia” u “opinión”. La crítica es que las élites entendieron los graves problemas, pero las respuestas quedan bajo su control, bajo sus reglas. Naturalmente, quedan excluidas perspectivas más críticas y radicales de una transformación, no solo de la base material y energética de la economía, sino de las formas sociales capitalistas. Esto forma parte de la lucha epistémica de la revolución pasiva.

Alcances y límites de la voluntad individual (cuando con la solidaridad no alcanza)

Ulrich: Quisiera puntualizar una cuestión en torno a la discusión sobre las buenas voluntades individuales. A nivel de la sociedad, a nivel de los discursos oficiales, hay referencias continuas a las buenas voluntades, a las buenas conciencias. Yo lo llamaría una tendencia a la individualización de la responsabilidad. Muchos de mis estudiantes, por ejemplo, sienten todo el peso del mundo sobre sus hombros. Y quieren cambiar el mundo, porque quieren vivir de manera cien por ciento ecológica, social y todo. Nosotros les insistimos en que lo central son las condiciones sociales, políticas y hasta infraestructurales que hacen hoy a la falta de alternativas para los individuos, para los sujetos. Por eso, muchas y muchos se sienten interpelados por las ideas del libro. Se sienten interpelados por la cuestión de la violencia, por la cuestión de la exclusión que está en la base del concepto de modo de vida imperial. Pero eso no significa que sea el sujeto el que debe cambiar, o no solamente, sino que necesitamos un cambio social mucho más estructural, cultural, político, etc.; mucho más vinculado, en suma, a las condiciones de vida. Lo ambiguo, o lo contradictorio, es que el modo de vida imperial permite un mayor acceso al mundo, ofrece más a nivel material, incluso, supuestamente, posibilita una vida mejor. Pero es evidente que también restringe, si tú quieres vivir de otra manera casi que no tienes alternativas: la sociedad te cerca permanentemente con los deseos e imágenes del modo de vida imperial.

Bruno: El libro se inscribe en una corriente alemana de pensamiento que tiene que ver con la tradición crítica de la cultura. En ese sentido, me parece atinado retomar la idea de Walter Benjamin de que todo documento de cultura es, a la vez, un documento de barbarie. El libro, en cierto sentido, es una especie de actualización contemporánea de esta premisa. Naturalmente, no podemos centrarnos solo en cuestiones actitudinales, individuales, sino que eso tiene que estar vinculado con elementos organizacionales y sistémicos más fuertes. Pero, en cierto punto, ambos son importantes y se deben retroalimentar positivamente. Es decir, tanto elementos organizacionales sistémicos como actividades cotidianas concretas. Porque el diablo está en los detalles, y la ideología funciona también en los detalles, en nuestras prácticas concretas.

Otro punto en el que quisiera detenerme es el de la práctica política. Yo no sé si en América Latina tenemos tanta dificultad respecto de los saberes, o de las elaboraciones teóricas, y su relación con modelos culturales clásicos, fundamentalmente europeos. Me parece que hay una literatura, una pluma muy activa que trabaja constantemente para diferenciarse y para crear una epistemología del Sur –podría nombrar innumerables contribuciones que van en ese sentido–. Retomando a Gramsci, creo que el problema en América Latina es de hegemonía, es decir, está vinculado a la práctica política. No tanto en la construcción de saberes, sino en la relación de esos saberes con el afuera. Tenemos un problema de trabajo ideológico o, diría Gramsci, el problema de cómo vincularse con el “buen sentido” de la ideología de la población. De ahí que podría decirse que tenemos un problema en la izquierda, en términos generales, en América Latina: se ha armado un hiato respecto de lo que son los nuevos discursos emancipadores y la práctica política concreta.

En cuanto a los movimientos sociales, si bien sobre el comienzo del siglo tuvieron una potencialidad muy fuerte, luego esa fuerza se fue inclinando hacia discursos de tipo nacional-popular, productivista, desplazando salidas más radicales, en particular en lo que respecta a las transiciones socioecológicas. Entonces, me parece que la pregunta que deberíamos hacernos es cómo afianzar unas izquierdas que tengan un impacto hegemónico con relación al debate público, una izquierda con capacidad de expansión dentro de la sociedad civil –para decirlo, por supuesto, en términos de Gramsci–, que es una deuda que tenemos en América Latina. En la Argentina está muy claro: esos atisbos de grandes movimientos sociales, territoriales, a la hora de traducirse dentro de la esfera política todavía guardan un déficit. Pero no solamente en la Argentina, en buena parte de América Latina. En países como Bolivia y Ecuador, pero también en Chile y Brasil, el discurso progresista está hegemonizado todavía por perspectivas desarrollistas. En este sentido, me parece que el punto central tiene que ver con la construcción política. No estoy diciendo ninguna novedad, pero me parece que yo descentraría el problema de la producción de saberes. Me preguntaría más por la efectividad de nuestra lucha ideológica en el terreno concreto de la práctica política, para decirlo con Althusser.

Camila: Hace más de una década que se viene desarrollando toda una narrativa climática que hoy se ha vuelto una forma contemporánea de las indulgencias medievales: es posible pecar, pero también es posible comprar la compensación por tus pecados. Eso ha interpelado, como contaba Uli, a una generación de jóvenes que no conocieron el mundo fuera de la clave de la emergencia climática. Y eso ha producido un nivel de angustia existencial muy fuerte en la estructura psicosocial. Entonces, aunque las poblaciones estén cada vez menos vinculadas a religiones históricas formales, aunque la Iglesia católica tenga cada vez menos fieles –y así vemos cómo la Iglesia hace esfuerzos por reinventarse y se asocia a cuestiones climáticas, como hizo el Papa con la encíclica Laudato si’ y, más recientemente, con el lanzamiento del Consejo para el Capitalismo Inclusivo con el Vaticano–, están sucediendo transformaciones muy profundas respecto del modo en que la gente percibe la espiritualidad. Pero toda la infraestructura de la culpa cristiana sigue ahí, entrañada en nuestra sociabilidad. Y el mercado es muy efectivo en capturar eso y ofrecer la redención a través del consumo. En Europa, por ejemplo, es impresionante como hay mercancías con leyendas de tipo: “Usted está comprando y ayudando a un grupo de mujeres en América Latina, esta mujer se llama X, es indígena, y es madre soltera, y aquí está su hijo, y vive en un bosque amenazado, etc.”. Es un nivel simbólico de sobreexplotación, porque necesitan del subalterno, necesitan de la gente que aún no está como ellos para que la gente compre y se sienta bien. Entonces, seguro que hay proyectos interesantes, pero la mayoría es puro greenwashing. Es un poco indignante ver todo el tiempo, en los paquetes de café, de chocolate, de azúcar, banana, etc., gente del sur. Yo me imagino que una intervención artística podría ser poner fotos de europeos en las cosas que compramos nosotros en el supermercado y textos creativos de cómo les estamos ayudando a salir de la pobreza y mejorar sus vidas.

En términos de pensar las contradicciones, como planteaba Uli, un punto que me parece central es la tendencia super prescriptiva respecto del cambio en las dietas globales, que es una agenda que creció mucho. Yo vengo investigándolo en su relación con la transformación de la industria de la carne y las dinámicas territoriales y ambientales que esta transformación produjo en Brasil. Como alternativa, hay un énfasis en la promoción de healthy diets, es decir, las dietas que se ofrecen como buenas para la salud personal y para la salud del planeta. Son las dietas veganas –“plant-based”–, en particular aquellas en las que se pueden hacer simulacros de carnes y lácteos a partir de la soja. Bien, los impactos de la expansión de la soja dispensan cualquier comentario. Todos sabemos también que hay miles de problemas en la industria de la carne y el agronegocio global. El punto es que la forma en la que se está desarrollando el debate internacional es muy moralizante, poniendo a la gente que come carne como los malos que aún no tienen conciencia de cómo dañan el clima; y que hay que hacer esa gran transición hacia las healthy diets poniendo barreras comerciales e impuestos al consumo de carne, así como se ponen impuestos especiales a las bebidas alcohólicas o al tabaco. Todo eso, además de ser muy cruel, políticamente me cae muy mal. En contraste con toda esta concepción de lo que es una dieta saludable para la población, habría que enfatizar en una lucha política más estructural que ponga en el centro de la discusión la soberanía alimentaria. En las periferias de Brasil, por ejemplo, la gente tiene cada vez menos acceso a comidas frescas y sanas, que hoy son cada vez más caras. Y lo que vemos es que están preparando toda clase de comidas para pobres: fake milanesas, fake chicken nuggets, etc. Entonces, detrás de las buenas intenciones y la publicidad con celebridades veganas, lo que vemos es que, impulsados por la FAO [Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura] y las corporaciones, ya se está diseñando cuál es la dieta a la que esa clase de subhumanos va a tener acceso. Y es muy cruel, porque sectores de la población cada vez más grandes nunca van a tener plata para comprar carne de verdad, aunque sea una carne sustentable.

“Están preparando toda clase de comidas para pobres: fake milanesas, fake chicken nuggets, etc. Detrás de las buenas intenciones y la publicidad con celebridades veganas, lo que vemos es que, impulsados por la FAO y las corporaciones, ya se está diseñando cuál es la dieta a la que esa clase de subhumanos va a tener acceso”. (Moreno)

Movimiento social y emancipación (las tensiones al interior del imperio)

Ulrich: En la segunda mitad del libro que escribimos con Markus, analizamos la historia del modo de vida imperial y, en una parte breve, las resistencias y alternativas al modelo de vida hegemónico que se abrieron en el oeste de Europa hacia finales de 1960 y principios de los 70. En ese momento, había una crisis económica, había huelgas “salvajes” (no controladas por los sindicatos), había movimientos sociales, de jóvenes, de feministas, ecológicos, de solidaridad internacional. En ese marco, se desarrolló una crítica radical al régimen disciplinario del fordismo. Y sabemos por Toni Negri, pero también por Luc Boltanski y Ève Chiapello, que este movimiento fue mayormente integrado por el neoliberalismo. En esa línea, diría que hoy en día no vemos resistencias significativas en contra del modo de vida imperial en el Norte global. Por supuesto que resistencias existen, de Black Lives Matter a los movimientos en contra de los refugiados en Europa, o en contra de la explotación del carbón para producir electricidad, etc. Existen, pero no son tan amplios ni tienen tanta fuerza.

Eso obviamente nos obliga a repensar qué significa emancipación hoy. En los 70, la emancipación se pensaba como una emancipación social, muchas veces bajo una idea de crecimiento económico. La premisa era “todos tienen que vivir como se vive en las sociedades industrializadas del Oeste europeo”, sin atender demasiado a los costos que paga la naturaleza por ese crecimiento. Pero, bajo las condiciones de una crisis climática, de una crisis ecológica, de una crisis múltiple y civilizatoria como la actual, ya no es posible plantear la emancipación de ese modo. Hay un desafío fundamental para el pensamiento crítico, que es repensar la emancipación bajo condiciones de una crisis múltiple, que tiene un nivel de “escasez”, en términos ecológicos, que es realmente un problema. Yo formo parte del movimiento de “decrecimiento”, e incluso he publicado un libro con Alberto Acosta acerca de este tema.[5] Pero decrecimiento no quiere decir “menos para la gente”, sino que significa que necesitamos otro modo de vida. Un modo de vida solidario que pueda deshacerse del imperativo de la acumulación capitalista.

Dicho de otro modo, bajo condiciones de modo de vida imperial, bajo condiciones de una crisis múltiple –lo que incluye una crisis climática y un desastre ambiental–, habría que repensar la idea de emancipación e ir más allá de la figura de un “proletariado liberado”. Es decir, poder pensar condiciones de una vida digna no al costo de la naturaleza, no al costo de la indignidad de otras vidas. Entonces, enfatizo en esta idea de cambiar las condiciones sociales de reproducción de la vida. Pero, por supuesto, cambiar condiciones significa lucha, significa conflicto. Tal vez no es el proletariado y sus organizaciones de masas –los sindicatos o partidos revolucionarios–, sino que son los conflictos múltiples acerca del transporte público, acerca del stay grounded (que es la lucha contra la expansión del transporte aéreo), en contra de la agricultura industrial, en contra de la industria automotriz. Estos conflictos múltiples, de algún modo, pueden articularse. En el horizonte está la discusión sobre qué serían condiciones de vida solidarias. Un modo de vida solidario que necesita sujetos, pero que no tiene más un sujeto central, sino que tiene una multiplicidad de conflictos emancipatorios.

Decrecimiento no quiere decir “menos para la gente”, sino que significa que necesitamos otro modo de vida. Un modo de vida solidario que pueda deshacerse del imperativo de la acumulación capitalista”. (Brand)

En ese marco, gran parte de los movimientos sociales actuales se limitan a luchar por derechos sociales a nivel nacional, y con todo lo valiosos que son a ese nivel, no tienen una perspectiva internacionalista. En el mismo sentido, en el Norte global, hoy el Green New Deal es una propuesta de las izquierdas, pero tiene pocos momentos internacionalistas. Se piensa a nivel Estado nación, se piensa bajo condiciones de modo de vida imperial. Y por eso tenemos que reformularlo y repensar qué significa una idea de lo internacional que no quede implícitamente vinculada al imperialismo, al mercado global y el extractivismo, sino que interpele también los hábitos y las vidas cotidianas, tanto en el Sur como en el Norte global.

Por supuesto, movimientos e iniciativas sociales emancipatorios desde abajo y a partir de la auto-organización siguen siendo muy importantes. Pero también hay que ver cómo se traducen a iniciativas y conflictos más institucionales. Por ejemplo, hay una iniciativa de ley en Europa para que una empresa que importa algo sea responsable por las condiciones sociales y ecológicas bajo las cuales se produjo aquello que importó. Que es algo que podría hacer contrapeso al modo de vida imperial, si se quiere pensar así.

Gabriela: Yo quisiera agregar que hay un movimiento internacionalista que tiene mucha probabilidad de expandirse y que está nutrido de una ideología ecosocial muy importante que son los movimientos indígenas, que son las luchas indígenas por el Buen Vivir. Y tiene mucha posibilidad de expandirse transversalmente por todo el continente americano, porque la usurpación de los territorios –ya sea para soja, ya sea como criadero de carne, ya sea para la minería– es transversal desde América del Norte hasta América del Sur. Y algo similar sucede en África y en la India. Hay una posibilidad ahí de un nuevo internacionalismo, pero que tiene menos acceso a la política –en comparación al Green New Deal y a los movimientos del Norte global que mencionaba Uli–, porque se trata de una clase social sin prestigio ni poder.

Bruno: Una cosa que me parece importante destacar, y que está presente en el libro, es que los imperios ya no pueden externalizar sus propias tensiones. Es decir, a causa de las condiciones de aceleración de la producción, de la competencia imperial y de la escasez de recursos, las élites ya no pueden desplazar hacia fuera las tensiones que se generan en sus propios territorios, al interior de los modos de vida imperiales. Me parece que ahí se puede hacer un contrapunto en relación con lo que Eric Hobsbawm llama la “edad de oro” del capitalismo. Era el momento de masificación de posguerra, del Estado plan, del Estado de Bienestar, momento en el que se “universaliza” el modo de vida imperial y el Norte global tiene la capacidad de “externalizar” sus tensiones y de llevar ese gran consumo y esa gran productividad a buena parte del Sur global. Pero el libro indica muy bien que, en las condiciones actuales, esas tensiones no van a dejar de vivirse al interior del mismo imperio. Y por supuesto que se viven también en el Sur global.

Estas tensiones y resistencias al interior del Norte global se pueden ilustrar con el caso de Detroit, que muestra lo que se vive cuando entra en un ocaso definitivo una de las ciudades industriales, vinculada a la industria automotriz, más importantes de los Estados Unidos. Tensiones y resistencias, además, que no van a dejar de vivirse. ¿Por qué? Porque China decidió entrar a la industria más grande del mundo, que es la industria automotriz, por la vía de la electromovilidad. Y hoy produce el 46 por ciento de los autos eléctricos, tiene más innovaciones tecnológicas que Europa y que Estados Unidos y busca de manera determinante dominar ese mercado. Esta situación, naturalmente, trae tensiones muy fuertes en la misma Europa, que venía dominando hasta aquí la industria automotriz –esta industria, por ejemplo, en Alemania, representa el 15 por ciento de la mano de obra. De hecho, en una respuesta tardía que busca ponerse a tiro respecto de la industria de la electromovilidad, Volkswagen anunció ahora que va a montar una fábrica de baterías de litio en la propia Alemania. Creo que es un ejemplo bastante gráfico del modo en que se están viviendo estas tensiones interimperiales a causa de la competencia por patrones industriales de punta.

Camila: Yo tengo una visión algo distinta de los movimientos que vienen listos, con logotipos, slogans, etc. En especial, lo que me preocupa de estos movimientos, o más bien global brands, es su tendencia a hacer alianzas con actores empresariales, con el mundo corporativo (como las corporaciones del sistema B), a presentarse en el Foro de Davos (WEF), a hacerse eco de toda esa nueva onda del impact investment, de gobernanza ambiental y social (ESG). En esa línea, estoy investigando la financierización de las identidades y cómo, en vez de acrecentar las luchas y las demandas de cambios estructurales en el sistema, los movimientos incluyen en sus agendas los valores de las élites. En cierto punto, este es un tema tabú, está prohibido hacer críticas, como si estos movimientos estuvieran por encima del bien y del mal, como si fueran más puros justamente porque tienen causas globales –o porque la gran causa de ellos, tal vez, sea la globalización misma –. Hay una cultura muy compleja hoy día por la forma en cómo se manejan las redes sociales para callar el disenso o la provocación a pensar distinto. Pero me parece una responsabilidad intelectual básica enfrentar este tipo de cosas.

Para hablar de lo que está sucediendo en Brasil con el gobierno genocida de Bolsonaro: cuando se tensiona mucho a la derecha –que es una derecha alucinada, tal como es hoy en Brasil con Bolsonaro– también los extremos se mueven. Entonces, vemos a los pueblos indígenas en la Amazonia haciendo alianzas con empresas, bancos privados y grandes empresas de tecnología. Sí hay que buscar alternativas, pero hay de nuevo un cortocircuito con lo que está pasando en la comprensión de los procesos. Por ejemplo, proyectos de barrios populares en las favelas de Río de Janeiro que, a través de aplicaciones para teléfonos celulares, les permiten abrirse a los mercados financieros, como para que empresas y gente del Norte pueda “invertir” en el desarrollo de las comunidades. A mí me parece que este campo es arena movediza, como si se hubieran olvidado de qué es el mercado financiero y a qué intereses sirve. Y esto se da en el marco de lo que decía antes: es un momento en que los Estados están muy frágiles, bajo décadas de avance de la globalización y erosión de las culturas e identidades nacionales, y en muchos casos, incluso en proceso de disolución de sus soberanías e incorporación a nuevos imperios. Por eso, en este contexto, la lucha nacional popular sigue siendo fundamental.

Gerhard Dilger: Obviamente, hay muchas cosas para comentar. En principio, decir que desde la Fundación Rosa Luxemburgo nos encanta poder contribuir a esta conversación y a esta edición en español de Modo de vida imperial, el segundo libro de Ulrich Brand que impulsamos junto a Tinta Limón (el anterior fue Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo, que Uli escribió junto con Alberto Acosta y al que se hizo referencia durante la conversación). Modo de vida imperial –cuya edición en alemán tuvo mucha repercusión, incluso llegó a estar en la lista de bestseller de Spiegel– es un libro pensado desde el Norte global, pero, como suele decir Uli, desde una perspectiva internacionalista. La gran importancia de estos libros radica en que facilitan un diálogo Norte-Sur y Sur-Norte, del cual se habla mucho, pero poco se hace.

Una cosa que me pareció interesante en esta conversación es la idea de Bruno de que el desafío de los movimientos sociales, aquí y allá, es el de tener incidencia política. O sea, hablar con la gente. Hablar con la gente en el lenguaje que entiendan. Es un poco lo que la izquierda en Alemania no está consiguiendo. Tenemos una crisis del sistema político múltiple, todo lo que sabemos. Y Die Linke, la izquierda en Alemania, sigue con su 8 o 10 por ciento de siempre. O sea, ¿qué está faltando para que la fuerza de los movimientos se traduzca en fuerza política? Creo que tiene que ver con nuestro lenguaje muchas veces, nuestra falta de conexión con lo que la gente en la calle entiende, piensa y siente.

Finalmente, creo que es muy importante hacer énfasis sobre el modo de vida solidario al que aspiran los autores. Quizá la pandemia que estamos transitando sea una ventana de oportunidad, en ese sentido, de transformaciones múltiples con actores múltiples. Y a un ritmo más rápido del que, tal vez, imaginábamos hasta ahora. Porque la irrupción de la pandemia hizo evidente la crisis global y su poder disruptivo de muchas lógicas que habíamos naturalizado. No sé si es ser demasiado optimista, pero en algún momento creo que podríamos avanzar en este camino hacia un buen vivir para todxs. Creo que ahora, en los próximos años, algo va a pasar: ese es mi optimismo de la voluntad.

Ulrich: Bueno, no entramos tanto al debate de las alternativas, pero yo quisiera hacer un comentario breve respecto de la cuestión del ingreso universal. Me parece una buena propuesta porque permite repensar la división social de trabajo: ¿qué significa trabajo y cómo se financia? Porque hay un ingreso universal bien neoliberal. Por ejemplo, el proyecto de renta básica universal que se experimentó, y en cierto punto fracasó, en Finlandia implicaba el desmantelamiento del Estado de Bienestar. Se decía: “Ok, tú tienes tu cuota, tú tienes tu plata”, pero a costa de desmantelar el Estado social que te asegura que, ante una situación de crisis en tu vida, hay a quien recurrir, algo que aún en muchos países de Europa sigue funcionando.

La otra cuestión que no hay que olvidar –y que es una lucha fuerte en Europa– es discutir qué significa el trabajo asalariado. Dentro de los sindicatos hay un concepto que se llama “buen trabajo”: ¿bajo qué condiciones se trabaja?, ¿con qué ingresos?, ¿con qué nivel de seguridad? Muchos de los que promueven la idea del ingreso universal suelen enfocarse solo en esta idea, como si fuera el principio fundamental a partir del que se puede cambiar la sociedad. Pero olvidan qué significa el Estado de Bienestar y olvidan el mundo del trabajo asalariado. Por supuesto, esto hay que vincularlo con el trabajo no-asalariado, el trabajo del cuidado, con la división social del trabajo patriarcal y racista.

Para terminar, Bruno mencionaba a Walter Benjamin. Él utilizaba metáforas vinculadas a la navegación para pensar el campo epistémico-conceptual. Y decía que a la hora de pensar e investigar, a la hora de producir conceptos, se trata de direccionar bien la vela a fin de poder capturar los vientos de la historia. Lo decisivo, decía, no es tanto disponer de velas, sino saber colocarlas. En ese mismo sentido, nuestro deseo es proponer el concepto de modo de vida imperial como un aporte para entender mejor el mundo y sus problemas, así como las dinámicas y alternativas sociales de emancipación. De este modo, esperamos que el libro que aquí estamos presentando en su edición en español ayude a orientar las velas y nos permita navegar juntos.

Tinta Limón
Flores, Buenos Aires, abril de 2021


[1] Gabriela Massuh nació en Tucumán, estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires y se doctoró en Filología en la Universidad de Erlangen-Nürnberg. Es escritora, editora, traductora, docente y activa promotora cultural. Dirigió durante más de dos décadas el departamento de cultura del Instituto Goethe de Buenos Aires y fundó la editorial Mardulce. Entre sus libros publicados se encuentra el ensayo El robo de Buenos Aires. La trama de corrupción, ineficiencia y negocios que le arrebató la ciudad a sus habitantes (2014) y las novelas La omisión (2012), Desmonte (2015), La intemperie (2018) y Degüello (2019).

[2] Bruno Fornillo es Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires y en Geopolítica por la Universidad de París 8; investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) de Argentina e integra el Instituto de Estudios sobre América Latina y el Caribe de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Publicó Sudamérica Futuro. China global, transición energética y posdesarrollo (Clacso-El Colectivo, 2016) y coordinó la publicación de Litio en Sudamérica. Geopolítica, energía y territorios (Clacso-IEALC-El Colectivo, 2019).

[3] Camila Moreno estudió filosofía y derecho; es Doctora en Sociología por la Universidad Federal Rural de Río de Janeiro (UFRRJ). Actualmente hace investigación de post-doctorado (2019-2024) en la Universidad Humboldt, Berlín. Es autora de Brasil made in China: para pensar as configurações do capitalismo contemporâneo (Fundação Rosa Luxemburgo, São Paulo, 2015) y La Métrica del Carbono: ¿el CO2 como medida de todas las cosas? (Fundación Heinrich Böll, México, 2016). Sigue desde 2008 las negociaciones internacionales sobre el clima.

[4] Ulrich Brand & Markus Wissen, Modo de vida imperial: sobre a exploração de seres humanos e da natureza no capitalismo global, San Pablo, Elefante Editora, 2021.

[5] Ulrich Brand y Alberto Acosta, Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo. Buenos Aires, Tinta Limón y Fundación Rosa Luxemburgo, 2017.

Anarquismo y memoria: 1ero de mayo // Camilo Restrepo Otavo

BREVE REPASO POR LA HISTORIA DEL 1° DE MAYO ANARQUISTA Y OBRERO.

 

El 1° de mayo de 1886, remite necesariamente a una fecha que está cargada de situaciones combativas, desplegadas por un amplio sector de obreros organizados en Chicago para reclamar distintas transformaciones laborales, entre esas, la disminución a 8 horas de trabajo. Se dieron como consecuencia de luchas emprendidas años anteriores, que fueron preparando el terreno para esta coyuntura que lamentablemente terminó en tragedia, y hoy se conmemora con cinco personas como símbolo, sometidas y asesinadas en la horca por la soberbia del poder el 11 de noviembre de ese mismo año, y a quienes culparon de haber cometido el asesinato de un policía en la Revuelta de Haymarket el 4 de mayo -momento más álgido-, tres días después de haber iniciado esta gran huelga.

 

Los años y las décadas que le sucedieron a este significativo hecho para las explotadas organizadas, también estuvieron colmados de intensas manifestaciones -con ascensos y descensos-, que no solo se situaron en Estados Unidos, sino que se trasladaron a distintos territorios del mundo, tanto así que, en Latinoamérica, específicamente en Argentina, sirvieron de inspiración para desplegar grandes movilizaciones que tendrán también un lamentable final de represión, como es el caso de la “Patagonia rebelde”. Un rasgo que caracterizó estos levantamientos, es que fue protagonizado por obrer@s organizad@s e identificad@s con vertientes ideológicas del Anarquismo y Comunismo, y de acuerdo a esta ética y práctica de acción política, desplegarán sus propuestas reivindicativas en el escenario fabril en contradicción con la patronal.

 

Frente a ese eclecticismo ideológico y ético, podríamos afirmar que en los hechos del 1° de mayo, “es imposible encontrar una [sola] memoria, una visión y una interpretación únicas del pasado” (Jelin, 2002: 5) ya que estuvo marcada por un grupo heterogéneo con sus formas distintas de conmemorar este evento, que marcó indefinidamente al movimiento obrero. Ahora, podemos observar a través del tiempo y el espacio situado, que esta implicación ideológica y política ha sufrido mutaciones discursivas, pero no para el avance de la ética Anarquista, sino por el contrario, menoscaba por la patronal y las concesiones de los sindicatos que negocian por comodidades burocráticas. Por ejemplo, al despojarlo de su carga combativa y de reivindicación, ha logrado posicionar la idea de “festejar” el día del trabajo y no el día internacional de las gentes explotadas y que trabajan en puestos precarios, porque evidentemente, no es lo mismo celebrar el trabajo, considerado meramente como un todo –poiesis, tarea o la práctica misma-, que además es asalariado, a conmemorar un día en el que l@s sujet@s  que lo llevan a cabo -personas trabajadoras y explotadas-, se movieron como clase para luchar por lo que consideraban justo, en ese momento.

Y debido a ese panorama, es que se hace necesario “una lucha política activa acerca del sentido de lo ocurrido, pero también acerca del sentido de la memoria misma” (Jelin, 2002: 6), es decir, al ser este escenario de memoria del 1° de mayo un campo de disputa por lo que significó y puede significar de una manera reinterpretada en los distintos territorios del mundo, porque “la memoria es portadora de una temporalidad que tiende a cuestionar el continuum de la historia” (Traverso, 2011: 43), pero que además permite hacer subyacente factores que por las asimetrías de poder, quedan relegados, como por ejemplo, el hecho de consolidar la idea de días nacionales de fiesta y no de lucha.

 

EL CASO DE NICOLÁS NEIRA EN 2005, 119 AÑOS DESPUÉS, DE CHICAGO A BOGOTÁ: OTRA “MUERTE [NO] ACCIDENTAL DE UN ANARQUISTA”

 

Transcurría el 1° de mayo de 2005, mañana soleada en Bogotá, quizás uno de esos días excepcionales que hacen en la ciudad altoandina, esa que, al estar a 2.600 metros sobre el nivel del mar, se ha caracterizado por albergar los 9, 12 y hasta 19°c. Todo estaba preparado para dar paso a la movilización que conmemora la huelga general del 1° de mayo y las revueltas obreras en Chicago [1886], que a su vez terminarían con 5 personas anarquistas condenadas a muerte.

 

En esta ocasión, se preveía un ambiente combativo, y no decepcionó a ninguna de las personas que esperaban la confrontación, ya que a la altura de la calle 19 con carrera 7 [séptima], se desató una convulsión donde estaban implicados el Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD) y las personas manifestantes. En esta zona particularmente se desencadenan las confrontaciones o “tropeles” -como es conocido coloquialmente en la jerga de resistencia popular colombaiana- en cada marcha del 1° de mayo, porque se encuentra un local de uno de los símbolos del capitalismo mundial: McDonald’s, que a su vez es objeto de piedras y artefactos que puedan ocasionar daños a su fachada.

 

La estela de gases lacrimógenos embargó el contaminado aire que recorre el centro de la ciudad, y además en el desconcierto dejó encerradas a muchas personas que se encontraban acompañando “la danza de los nadie”, entre ell@s, Nicolás Neira, un chico de 15 años que quedó atrapado entre el gas y los agentes del ESMAD, quienes no escatimaron en atacarlo, como una jauría de guardianes del mal, verdugos mercenarios de la élite económica local. Allí, no dudaron un solo segundo en apalearlo sin mesura, sin reparo. Golpes que lo dejaron herido mortalmente, con daños irreparables. Le movieron su masa cerebral, producto de la brutalidad policial, que le ocasiona la muerte el 6 de mayo, cinco días después en un hospital de Bogotá.

 

Nicolás se adhiere a una de las tantas víctimas del movimiento popular que ha dejado este escuadrón de la muerte desde su creación jurídica en 1999. Esta vez una persona que sentía afinidad por los principios anarquistas, una ética que toma la solidaridad e igualdad como un punto de partida, más no de llegada. Nuevamente una situación trágica empaña la historia de un movimiento que ha estado plagado precisamente de injusticias y asesinatos hacia sus activistas, por el hecho de pensar y actuar de una manera radicalmente diferente a la que imponen los valores capitalistas. Nuevamente en la impunidad, por cierto.

 

Una muerte más en el marco de un conflicto armado que “al 31 de marzo del 2013, el registro único de víctimas (ruv) reportó 25.007 desaparecidos, 1.754 víctimas de violencia sexual, 6.421 niños, niñas y adolescentes reclutados por grupos armados, y 4.744.046 personas desplazadas” (GMH, 2013: 33), bañando en sangre a un territorio donde no hay cabida para formas libertarias y solidarias de relacionarse. Un crimen más ocasionado desde el Estado, un crimen más que no se reconocerá porque no hay a quién acusar, pero sí a quién señalar de responsable.

 

Sin embargo, la justicia que se reclama desde el Anarquismo en movimiento, no necesariamente tiene que ver con la forma jurídica que exige un juicio hacia un autor material de este alevoso crimen. Pasa por reavivar y reinventar una lucha que está signada por múltiples tragedias que embargan a los movimientos populares cada vez que se conmemora esta fecha, como por ejemplo, la masacre en la Plaza Taksim en Turquía hacia 1977. 

 

Esa reinvención de la que hablo, contempla las distintas formas de expresarnos para hacernos escuchar, incluyendo la de combatividad y confrontación social contra los enemigos de la libertad y solidaridad, pero que no se reduzca al culto inmisericorde de la violencia por la violencia, porque mientras tanto ¿cuántas personas siguen -acríticamente- deseando a las demás un “feliz día el 1° de mayo”? o pensando que el 1° de mayo es el día del trabajo y no de las gentes explotadas. Podría responder empíricamente que son muchas, pero a esas personas sencillas y trabajadoras, habrá que desplegar una pedagogía de la historia negada, a través de relatos y diálogos amables que permitan entender y revalorar esas circunstancias a nuestro contexto contemporáneo.

Literatura Y/O Mercado. El fantasma de la frase libertelliana // Manuel Ignacio Moyano

"Acuarela de Jorge Bonino de 1969, que podría ser El árbol de Saussure. Una utopía."

a Silvina Mercadal

  1. La desobra

Hace varios años que el fantasma de las Obras completas de Héctor Libertella asedia la librería argentina. Quizás este año, o el próximo, aparezca expuesto y desnudo ante la mirada boba de los lectores de vidriera, o redes. Tal vez no y haya que esperar. Lo cierto es que en el ambiente ya se anuncia la «publicación de la década», y creo que esto marca decididamente una vieja relación, más profunda, que se ha discutido con todos los fantasmas posibles: la de la literatura con el mercado.

Desde que apareció El camino de los hiperbóreos entre los anaqueles de las librerías, con gigantografía de autor incluida, novela con que el «viejo bebé que bebe», como se denominaba en su autobiografía, ganó el premio Paidós en 1968 con 22 años; desde aquellos «ruidosos sesenta», Libertella encaminó su escritura con la singular preocupación, en forma de chiste, claro, por la noción de «obra». El protagonista de El camino…, Héctor Cudemo, era un joven escritor que después de ganar un concurso literario invitaba a una performance en la que se iba a quemar públicamente su «opera prima». En la senda de la forma-novela-río, se arrastraban temas, personajes, frases, siempre bajo un tono cómico, con la vieja sensación macedoniana sobre la imposibilidad de realizar o tener una obra. Se escribía para quedarse seco, boyando en el río. Y en aquellos años todavía se podían ganar premios literarios así.

Algo de ese ejercicio de quedarse sin obra acompañó al resto de las novelas, de los textos críticos, de los montajes a medio camino entre novelas y críticas (juego de pasamanos entre «literatura crítica» y «crítica lírica»), e incluso de la publicación que apareció en el año de su muerte, 2006, por pocos meses póstumo, La arquitectura del fantasma. Una autobiografía.

La mejor conjetura libertelliana se abría, por eso, en la prueba hermética sobre la posibilidad de escribir y, a la vez, quedarse sin obra. Su ofuscación consistía en ejercitar una escritura que fuera capaz de dejar diversas publicaciones (libros, entrevistas, notas, artículos, etc.) y no erigir una obra.

Por esto, a partir de lo mucho que ya se ha dicho en los últimos años, creo que el viejo bebé Libertella escribió y dejó una «obra ausente» a partir de un estilo donde la escritura se realizaba absorbiéndose, sustrayéndose a cualquier idea y realidad de obra. En esta línea, María Moreno recordó en su Black out un encuentro con el ya viejo Libertella (que siempre fue viejo: el arcaísmo era su mejor arma), en el que el bahiense dejaba las copas vacías y se servía en nuevas lo que quedaba de la bebida, porque así podía contar cuántas llevaba y no ser considerado alcohólico, con lo que concluye: «Como en literatura, Libertella proponía a la dipsomanía, una práctica de vanguardia». La dipsomanía, marca de vida, fue también un estilo literario. Se podría seguir la línea y decir, entonces, que su escritura, que ahora será publicada como Obras completas, no dejó obra porque a medida que avanzaba, absorbía, se embebía, de lo ya escrito. Cuando se publiquen, deberíamos decir las (cri cri) Completas de Héctor Libertella. Porque el alcoholismo no solo fue su adicción de vida, también fue la forma que tomó su práctica literaria «de vanguardia» para sustraerse a la «obra». Y fue del mismo modo su manera de ponerle el cuerpo al texto para astillarlo mientras se le astillaban los órganos.

Esto se palpa claramente en el pasaje de las novelas-río (El camino…, Aventura de los miticistas, etc.), de los ‘60/’70, a las novelitas casi taquigráficas, donde se cocinó el gran momento libertelliano: El árbol de Saussure. Una utopía, libro que, se podría decir, cerró el Siglo XX literario y se hizo con pedazos de ese siglo, de su cuerpo y de lo que tantos años han determinado como «texto». Por eso, «el último escritor del Siglo XX», como lo tituló nada menos que Tamara Kamenzsain, es aquel en cuya ofrenda se cierra el giro lingüístico desplazándolo a un tiro literario, para que el resto pudiéramos escribir el Siglo XXI.

 

  1. La reescritura

Sustraerse en la escritura, y por ella, al «fin» de la escritura, precisar un estilo que no se dejara reducir en obra, fue una práctica que extremó el viejo impulso de la auto-cita de su padre literario, el ahora redimido Osvaldo Lamborghini. Ahí donde este se traficaba en citas, la práctica de Libertella supuso una intensificación donde ya no solo se citaba a sí mismo, sino que se reescribía constantemente, algo que definió una producción teórica, crítica y de ficción en tráfico constante. Entonces: en cada libro del bahiense se lee otro libro, publicado o no.

Este gesto no buscaba en lo más mínimo «progresar» o «mejorar», porque para un tipo que repetía como loro una elíptica sátira temporal que rezaba, como pasacalle de barrio, «EL FUTURO YA FUE», la escritura-reescritura era una práctica que dislocaba al libro en sí, en su materialidad de escrito. Por eso, en este estilo de reescribirse hasta los huesos, no solo se perdía la noción de obra, sino también la misma unidad del objeto-libro, porque cada uno se embebía del anterior, o bebía el anterior e incluso el posterior, haciendo que la escritura excediera cualquier idea de unidad: cuando se lee a Libertella de verdad, y no solo se reflota el anecdotario pintoresco que pide el mercado para canonizar, es imposible decir cuál libro es cuál. La sensación boba del lector libertelliano es la misma siempre: «¿acaso esto lo leí ya en alguna parte?» Y el viejo bebé responde con su risita de fondo: sí y no.

Lo que nos queda entonces de Libertella para el Siglo XXI es una escritura sin obra, o una permanente reescritura que se mueve lateralmente sin acabarse o cumplir un destino. ¿Cómo vamos a leer sus Obras Completas, entonces? En las frases.

Con todo esto quiero decir: cualquier frase de Libertella es ya sus Obras completas. Como dijo Guebel sobre su escritor muerto: «La perfección de lo inconcluso». Algo siempre va a faltar en este juego, porque en lo que falta está precisamente la obra completa. En definitiva, la literatura es un juego donde gana quien más pierde.

 

  1. El mercado

Bien. Lo astillado, lo embebido, lo evaporado es una táctica, «la única táctica es la sintáctica», repetía también, que se abre en el lugar que ninguna literatura puede eludir: el «mercado». A pesar de nombrarlo en numerosas ocasiones, nunca queda claro qué entiende por mercado el viejo bebé. Y sobre todo qué por mercado literario. Pero hay una frase que se repite tal cual, acá y allá. Una sentencia, inclusive: «ALLÍ DONDE HAY UN INTERLOCUTOR, UN SOLO INTERLOCUTOR, ALLÍ SE CONSTITUYE UN MERCADO». Esta es la frase de la disputa.

En algún lugar, Martín Kohan ensaya cierta indagación topológica de la literatura argentina actual y problematiza la relación entre escritura y mercado. Lo que le interesa es señalar cómo este último, al imponer la división «vende/no vende» para evaluar la escritura, elide la pregunta central de la literatura: el cómo se escribe. Menciona la famosa frasecita de Libertella para señalar que lo que ella diría es que lo esencial no es la masividad, sino la relación con un «uno». Porque lo que a fin de cuentas «hace el escritor en el mercado no es ni triunfar ni renunciar, sino sobrevivir». Lo que significa que para escribir en el mercado no se trata de vender mucho, sino simplemente encontrar un interlocutor. «No se vive ni se muere en el mercado, se sobrevive». Así, y allí donde un simple interlocutor es ya un mercado, Kohan muestra que no se trata de oponer la escritura al mercado, algo de por sí naif, sino de liberarse «del mandato de conformar a todos, de agradar a todos», imperativo propiamente mercantil, para asumir el riesgo de escribir entre las líneas del mercado solo para «un solo interlocutor, uno solo».

Esta es la lectura canónica de la frase libertelliana. Y algo se oblitera ahí. Porque lo central de la frase es que el bebé viejo haya escrito «interlocutor» en vez de «lector». Ariel Luppino, en la misma línea que Kohan, invierte la fórmula para mostrar que invertida no tendría gracia: «Ahí donde hay un mercado no se constituye un lector», pero lo hace, precisamente, cambiando «interlocutor» por «lector» y negando la posibilidad de constitución de tal «lector». Sin embargo, si dejamos «interlocutor», en cambio, la gracia sigue sin negarse: «Allí donde hay un mercado, se constituye un interlocutor».

Quiero decir: para Libertella, el mercado literario, y con él la literatura de mercado, hacen del lector un interlocutor. Es decir, lo niegan e invierten: en la bolsa de acciones literarias, la fellatio de vidriera (o redes), donde abundan las interlocuciones. Por eso, para «entender» el hermetismo libertelliano, hay que entender que para el viejo bebé la escritura sobrevive al mercado, en el mercado, vaciándose de su tendencia, de su «mandato», a la interlocución. Esto no lo oponía al mercado, sino que lo deponía en un «sin-lugar»: acá se puede balbucear su utopía, con que se subtitula a El árbol de Saussure, que es también una apuesta por la hiperliteratura: la de no tener lugar (utopía: u-topos) en el mercado.

Esto supone que su alcoholismo literario consistía primero que nada en una estrategia desplegada en la teta del mercado, y que era sobre todo una estrategia de supervivencia. Extremando esto, la literatura que no es de mercado sería aquella que niega la existencia de un «interlocutor». En otras palabras, la que no invierte en el lector con un gesto de interlocución y que por eso se cierra sobre sí: es ilegible, hermética, inalcanzable. El lector, para Libertella, se podría concluir, es quien lee lo ilegible y larga discursitos herméticos, que cargan con la ventaja de que en ellos «cada uno entiende lo que quiere». El resto, los que leen lo legible, los que interpretan, son lectores-interlocutores, o bien, transacciones de mercado.

 

  1. La literatura del y/o

Vamos al umbral que abre toda esta discusión. Siglo XX-XXI: El árbol de Saussure. Una utopía se publica en el año 2000 y se coloca en el lugar cumbre de la lingüística. En la afamada, y ahora vilipendiada, barra que separaba (¿ya no lo hace más? ¿El signo ha desaparecido?) al significante del significado en la estructura del signo lingüístico que tantos líos hizo en su Siglo. Libertella comienza su libro así: «Con los codos apoyados en la barra de metal, los parroquianos del ghetto miran con mirada boba el único árbol de la plaza, sin imaginar siquiera que el bar donde se encuentran proviene, casualmente, de “barra”». Y más adelante, agrega: «Aquellos parroquianos que miran el árbol de Saussure desde la barra (del bar) acaso no saben que, entre las mil y una lenguas del mundo, sólo el castellano les da la posibilidad del yo como algo que está constituido por una letra que une -y- y otra que a continuación separa -o-.»

El chiste general del libro es proponer a esa barra como el lugar imposible de la misma utopía literaria, sugiriendo que ésta no es un lugar al que todavía no se ha llegado, sino, más fiel a su etimología, lo sin lugar, un lugar imposible, «que no está ahí». Así las cosas, el lenguaje, tal como lo pensó el Siglo XX, no tiene lugar. No está ahí. Para Libertella, esto es lo que viene a decir la literatura, su operación sobre el lenguaje: decir que ni la literatura ni el lenguaje están ahí, que ahí siempre hay un desvío o un fantasma, y otro, y otro. Por eso, la interlocución es un mal chiste, porque quiere estabilizar un lugar cuando en verdad «el lugar es lo que no está ahí». Ni acá.

De modo que la cuestión no está en escribir como oposición «literatura o mercado», como si hubiera una diferencia radical entre ambos términos, como tampoco «literatura y mercado», como si la continuidad entre los dos fuera inmediata. Es preferible, en el eco de la risita libertelliana, escribir literatura «y/o» mercado porque la función de conjunción y disyunción entre ambos que introduce nada más y nada menos que la barra del signo lingüístico en «y/o» es lo central dado que separa al yo del propio yo, y así no le permite venderse como interlocución de: autor-libro-obra. Sin esa barra habría un tándem que diría «literatura-yo-mercado», casi mostrando la cadena de producción literaria donde el «yo» es lo que se vende de la literatura en el mercado. Pero tampoco se puede prescindir del yo, porque habría una oposición demasiado obvia, y de peligrosa cercanía (como en cualquier oposición) entre «literatura-mercado». Es con «literatura y/o mercado» donde el yo ya no se articula sino como fantasma, un desvío de sí que se hace ilegible para el mercado. Algo pre- o post- interlocutor.

Eso es el genio libertelliano. El bebé viejo que bebe acodado en la barra del lenguaje y le dice, al lenguaje del Siglo XXI, y/o bebo así. No me olviden.

Bueno. Estas son mis hipótesis. Claro que si al interlocutor no le gustan, tengo otras. Mientras tanto, espero las Obras completas limándome las uñas y con la conciencia tranquila de haberlas leído en alguna frase libertelliana, quizás en dos.

 

 

 

* La imagen que acompaña al texto es Acuarela de Jorge Bonino de 1969, que podría ser El árbol de Saussure. Una utopía.

Hace un año // Valeriano

 

Hace un año, la policía de la provincia de Buenos Aires desaparecía a Facundo Astudillo Castro y empezaba una maquinaria judicial, mediática y política de encubrimientos, ataques, mentiras, silencios llamativos y ruidos obvios. La misma máquina de siempre. Primero fue una noticia lejana, un rumor, después el silencio. Otro pibe que no llegó. La pandemia, los aplausos, la vida por sobre la economía, el ruido que siempre lo tapa todo. Apenas el grito de la madre, el segundeo de los amigos, alguna astilla. Después lo de siempre, lo que hicieron con Santiago, con Luciano, lo que hacen con todos: culpar a la víctima, hostigar a la familia, plantar mentiras, proteger a los cobani, garantizar los negocios. Cerrar filas, negar, chamuyar, informar. Elegir un lado de la mecha, el mismo lado cómodo de siempre. 

Todo sucede de a poco hasta que todo sucede de repente. Corte que se van subiendo al patrullero, corte que les gusta. Se acomodan, se olvidan de lo que dijeron y no se bajan. El patrullero es cómodo, práctico, entiende de miedos y de razones. Es el Estado presente, el que entra en los barrios, el que hace máquina, el que sostiene los desbordes de los cuerpos. Patrullero posteo, vida personal, militancia, anti vagancia. 

La política en patrullero absorbe todo, quita el aire, las ganas, las ideas. Es anti balas, no le entra una. Es un modo de hacer política donde no importan los desaparecidos sino dónde y quién los desaparece, donde no importa la verdad sino lo que se comunica, donde no importa la vida sino la política. Todo sucede de a poco hasta que todo sucede de repente. De a poco apareció Berni, de a poco su prepotencia, la sobreactuación, lo útil, las cámaras, lo macho, los fierros. De repente Facundo, el hostigamiento a la madre, Guernica, la quema de ranchos, la represión a cielo abierto, el ruido, el periodismo, el negacionismo, la militancia. De a poco la gorra sigue en la suya, con los negocios, con los verdugueos, con las giladas; de repente otro gobernador encubre la desaparición de un pibe.

En Andalgalá vivimos una dictadura minera // Walter Mansilla

El día anterior a mi detención ya había visto movimientos raros afuera de mi casa. Había dos combis con las ventanillas polarizadas que tenían la inscripción del Gobierno de Catamarca. Yo sé que ese tipo de combis son las que usan en los operativos antidrogas y ya presentía que iba a ser el próximo detenido.

Dejé a propósito las puertas abiertas para que entren sin romper nada. Estaba despierto, mandando mensajes a mi grupo de alumnos porque soy preceptor, les estaba preguntando qué situaciones estaban pasando con la pandemia. Ya no tenía ninguna chance para hacer nada, cuando entraron lo único que hice fue meterme abajo de la cama.

Vi ocho pares de botas alrededor de mi cama. Revolvieron todo, pero no me encontraron y salieron. Cuando salieron del cuarto, traté de mandarle mensajes a mis amigos para avisarles que estaban en mi casa y ahí me encontraron debajo la cama. No me dieron tiempo a nada. La cama la volaron por los aires, la tiraron directamente.

Me tiraron en el piso boca abajo y uno de los policías me pisó los talones con sus pies. Me gritaban que me quede quieto, mientras otro saltaba sobre mi espalda. Otros dos comenzaron a patearme en el suelo. Nunca me resistí a la detención. Lo único que les decía era que paren de pegarme. Yo me cubrí la cara con mis manos porque era donde más me querían patear. Me obligaron a poner las manos para atrás, me agarraron de los brazos, me levantaron y ahí aprovecharon a patearme.

Me torcieron las manos, me precintaron y en ese momento -sin ninguna necesidad- vino otro policía y puso su arrodilla en mi cuello, para asfixiarme de la misma manera que mataron a un hombre en Tucumán, como también lo hicieron en Estados Unidos con George Floyd. Hicieron esas cosas con el único propósito de herirme. Después, me obligaron a pararme. No me podían mover de los golpes que me habían dado. Me levantaron de los pelos, me sacaron al patio de mi casa y me obligaron a estar de rodillas. Me decían que baje la cabeza, cada vez que me daba vuelta o miraba de reojo recibía un golpe. 

Entre esas miradas pude ver alrededor de 30 efectivos dando vuelta toda mi casa. Yo había dejado las puertas abierta para que no tengan que forzar nada, porque además no tenía nada que ocultar, pero igual rompieron todo, los marcos, las puertas todas quebradas. 

Cuando me llevaron a la comisaría estuvimos todos juntos en una sola habitación, al menos ocho compañeros, las mujeres estuvieron separadas. El trato fue muy violento, mucho desprecio. Nos dijeron que teníamos que estar con barbijo, pero la celda estaba toda sucia, el baño tenía larvas y materia fecal, pedimos lavandina y un balde pero no nos dieron nada.

Una  de las noches en la comisaría hubo aprietes. Llegó Infantería, entró a la celda, agarró a uno de nosotros al azar. Lo esposaron y se lo llevaron, al rato hicieron lo mismo con otro y no sabíamos qué pasaba. No teníamos ningún familiar cerca porque era de noche y por las restricciones de la pandemia nadie podía estar afuera de la comisaría. Estábamos absolutamente solos. Fue muy feo ver cómo se llevaron a compañeros. 

A todos los que se llevaron los interrogaron, les mostraron videos y fotos de las caminatas y les pedían nombres de las personas que estaban ahí. A Gabriel, uno de los compañeros, le leyeron todo sobre su vida, lo habían espiado, sabían todo: qué hacía, dónde vivían sus hijas, qué hacía su ex pareja, habían hecho una trabajo de inteligencia para que se quiebre y le decían que si no respondía las preguntas lo iban a golpear, atrás había cuatro tipos. Justo cuando estaban apretando a los compañeros, llegó nuestro abogado defensor, no se lo esperaban y desarticularon toda esa operación que yo creo que iban hacer con todos.

Tuve la suerte de tener una madre muy luchadora. Ella me inició en esta lucha, ya son más de quince años, esto es lo que quiero y sabía que en algún momento esto iba a tener un peso, me tocó ser el buscado esta vez.

En la Asamblea siempre se dijo que no se habla de partidos políticos mentirosos. Creo que llegó el momento de luchar con todos nosotros, no estar solo en las calles, sino también contra los gobiernos. Y ahora que se despertaron muchas asambleas que estaban en el olvido, ahora que sus luchas no se dieron por vencidas y hoy están más fuertes que nunca es el momento de presentar un grito desde ese frente también.

Este tipo de atropellos lo vivimos desde hace muchos años. Esta violencia que vivimos siempre la llamamos la dictadura minera y es muy evidente por la forma en que me llevaron preso y la violencia que ejercieron. Todavía estoy dolorido de los golpes que recibí. Me duele el brazo, la rodilla también. Pero estamos enteros, fuertes y unidos. No hay cabezas, simplemente brazos luchadores. Tenemos toda la fortaleza que uno necesita para seguir adelante y no bajar nunca los brazos.

*Fotógrafo de Andalgalá, una de las 10 personas que fueron detenidas, golpeadas y hostigadas por la policía de Catamarca.

Revista Cítrica

La Comuna de París y nuestros desafíos Latinoamericanos actuales // Mariano Pacheco

La Comuna de París y nuestros desafíos Latinoamericanos actuales

Por Mariano Pacheco

 

 
 

 

«¿Qué es la comuna, esa esfinge que tanto exaspera a las mentes burguesas?». Con esa pregunta, Karl Marx abre en su libro La guerra civil en Francia una serie de preguntas en torno a la importancia histórica de la Comuna de París.

 

 
 

 

I-

En estos días, semanas, se conmemoran los 150 años de uno de los episodios más importante en la historia de las clases trabajadoras de todo el mundo: el triunfo, sostenimiento y aniquilamiento por parte de la burguesía europea de la Comuna de París, primer ensayo de gobierno proletario en el mundo. «La comuna es el acontecimiento por excelencia», dijo Antonio Negri en una entrevista reciente, publicada en Lobo suelto!, en la que rescata de la insurrección parisina el hecho de que se hayan acumulado en torno suyo el máximo de fuerzas acumuladas durante el último medio siglo, mientras anudaba dos elementos fundamentales en la perspectiva emancipatoria: la revocabilidad de los mandatos y el salario medio para quienes ejercen funciones públicas (democracia de los consejos como respuesta ensayada ante la pregunta de cómo vivir juntos, es decir, de cómo afirmar libremente nuestras existencia en un plano de igualdad.

II-

Marzo de 1871. Han pasado tan sólo dos meses desde que París, sitiada por el hambre, capitulara ante Prusia. La guerra, para Francia, está perdida, pero la Guardia Nacional parisina, que se conformó con amplia participación popular durante los enfrentamientos bélicos, conserva sus armas. El nuevo gobierno intenta desarmarla, pero fracasa. Eso fue un 18 de marzo. Una semana después, el 26 de marzo, es elegida en París la Comuna, que antes de que termine el mes, condonó los pagos de alquileres, abolió el ejército profesional y suspendió la venta de objetos empeñados.

Una de las conclusiones a la que arriba Marx en su folleto de intervención es que «la clase obrera no puede limitarse a hacerse cargo de la maquinaria del Estado ya existente y utilizarla para sus propios fines». En ese sentido, destaca la importancia que tuvo el hecho de que los «consejeros municipales» fueran elegidos por sufragio universal en los distintos barrios y que sus mandatos fueran «revocables».

«La Comuna dotó a la República de una base de instituciones realmente democráticas», comenta Marx. E insiste: la Comuna fue «la forma política al fin descubierta bajo la cual ensayar la emancipación económica del trabajo». Es decir, la Comuna estableció un horizonte en el que era posible pensar «abolir la propiedad privada» («expropiación de los expropiadores») y establecer una dinámica de «trabajo libre y asociado».

En ese sentido podemos decir que esos fueron días que conmovieron no sólo a Francia, a Europa, sino al mundo entero.

 

 
 

 

III-

La expresión «Días que conmueven», conocidas por el libro de Jhon Reed dedicado a la Revolución Rusa de 1917, bien podrían ser usados para pensar en la Comuna de 18171, según sugiere Horacio González. «Esos momentos tempestuosos con los que se suelen comparar las revoluciones, es decir, un conjunto de acontecimientos que, conjugados y articulados de vastísimas maneras, trastocan la vida cotidiana, ponen en juego un conjunto de utopías, cambian los horizontes de expectativas y de alguna manera hacen flotar en la atmósfera un sentimiento de furor, de combates, de luchas, de sangres, de fracasos o de conmemoraciones». Las palabras citadas pertenecen al ensayista argentino y fueron pronunciadas en un ciclo de charlas que llevó por título “Las armas y las letras”, y puede verse y escucharse en youtube. En ese capítulo, dedicado a rememorar la comuna, el ex director de la Biblioteca Nacional dice algo parecido a aquello que su compatriota David Viñas expresa en su libro De los montoneros a los anarquistas, y que ambos comparten con el modo en que el filósofo Walter Benjamin piensa la historia. A saber: que un secreto compromiso de encuentro se entreteje entre las generaciones de quienes luchan por la justicia y la libertad, más allá de temporalidades, y geografías.

En nuestro caso, como dice Viñas, el obrero europeo que llega a nuestras tierras con la oleada inmigratoria de fines del siglo XIX, viene con su experiencia sindical y su voluntad de lucha, a vengar de algún modo al gaucho recientemente derrotado por ese primer proceso de reorganización nacional, el que extermina al malón y a la montonera, e incorpora al país al esquema de la división internacional del trabajo capitalista.

 

 
 

 

IV-

Más allá de las distancias geográficas y temporales, hay una lección del París insurrecto de 1871 que sigue conmoviendo, incitando. La Comuna «tomó en sus propias manos la dirección de la revolución; cuando por primera vez, simples trabajadores se atrevieron a transgredir el privilegio gubernamental de sus ´superiores naturales´»

El «atrevimiento» de «simples» trabajadores para «ensayar» la emancipación sigue siendo una dinámica que, por aquí o por allá, parece aterrar a los dueños del poder, e inquietar a las almas bellas que administran en sentido progresista los intereses del capital. Por eso la experiencia de democracia participativa y protagónica, como la que fue ensayando el pueblo venezolano en estos años de Revolución Bolivariana iniciada bajo el liderazgo de Hugo Chávez, o la experiencia llevada adelante por las comunidades indígenas chiapanecas organizadas en el marco de la insurgencia zapatista, o el modo en que los movimientos sociales bolivianos pujaron por hacerse ver y oír y construir un Estado diferente en los últimos 15 años, bajo el liderazgo de Evo Morales y Álvaro García Libera, dan cuenta de un desafío para este siglo XXI y nos recuerdan aquello que alguna vez escribió Miguel Abensour. A saber: que la grandeza de la Comuna es haber alcanzado la existencia contra todas las formas de Estado que le negaban el derecho a existir.

Gran parte del programa de la Comuna sigue siendo de una profunda actualidad. La separación de la  Iglesia y del Estado, que ha sido puesta sobre el tapete a partir de las movilizaciones feministas que en Argentina movilizaron cientos de miles de mujeres, es un ejemplo de ellos, así como el reclamo de los Movimientos Populares que pujan por hacerse ver, y oír, te un clase (casta) política liberal totalmente desvinculada del sentir, el pensar y el actuar de las simples mujeres y hombres de a pie cada día sostienen la vida en nuestras sociedades. La Comuna será una de las experiencias fundamentales a revisitar a la hora de pensar en sostener un proyecto de Justicia Social capaz de trastocar el orden liberal actual, y sustentar las conquistas sociales y económicas en un nuevo modo de organizar la participación políticas de las y los trabajadores en los asuntos comunes, es decir, en la construcción de un democracia plebeya y un Gobierno Popular. 

* EDITORIAL DEL EPISODIO 5 DE LA PARTE MALDITA (el programa de Filosofía Errante y Sucio Rock de Radio Gráfica).

Se puede escuchar el programa completo ingresando  este Canal de Spotify: 


Saludos. Mariano Pacheco (Director del Instituto Generosa Fratassi)
 
REDES: Mriano Pacheco en Facebook@pachecomariano.ok en Instagram y @PachecoenMarcha en Twitter
 
 
 
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La democracia y sus condiciones // Diego Sztulwark

La amenaza es clara y comprensible: la llamada democracia, en estas condiciones, se torna inviable. Ninguna novedad, aunque sería interesante precisar qué se entiende por «estas condiciones». Dicho por los neoliberales, el temor se dirige a un fenómeno intempestivo y amenazante, la irrupción de un líder «antisistema», demagógico y populista que, barrenando la pobreza y la desesperación, haga quién sabe qué cosa con vidas y propiedades.

La demanda (hecha de modo impreciso al mundo profesional de la política) parece tener al menos dos dimensiones. Por un lado, se hace sonar la alarma para que el propio sistema repare a tiempo sus inconscientes. Digamosló así, que enmiende lo desgastado o perforado de la relación vehiculizante de la representación. Por otro, se monologa con la propia ideología: ¿cómo conciliar la competencia y el libre mercado idealizado con un mínimo de igualdad, definida esta última por proveer una base de seguridad a la vida del sujeto propietario? Dos preguntas cuya sustancia escapa de la mente que piensa, como de la mano lo hace la arena seca. ¿En nombre de qué gobernaría esta nueva amenaza anti-sistema? ¿Quizás manipularía a las masas en nombre de un ideal de falsa igualdad, o simplemente haría del resentimiento una fiesta oscura de la crueldad?

Lo antipolítico no es tanto el fenómeno temido, como la realidad que la mente afiebrada del que suela no puede afrontar. El modo en que las clases dominantes se desresponsabilizan de las condiciones actuales –que ellos ahora descubren y reprueban porque se sienten insegurxs en ellas– surge de su incapacidad de pensar un hecho elemental e inmodificable del presente: la reproducción del capital no contempla el de la sociedad. Y los políticos, envueltos en el realismo de sus carreras, o con la falta de alternativas históricas desde la cual formular este interrogante (punto de partida de cualquier idea que valga la pena pensar), intentan adaptarse a la realidad, como si la realidad ofreciese aun materia de referencia para adecuaciones colectivas.

La democracia corre peligro, sí –nada nuevo, aunque cada vez peor–, y quizás haya que decirse, alguna vez, de algún modo, que esta historia merece afrontarse de otra manera. No desde el impotente pánico de la ciudad que anhela asegurar la preeminencia, que ahora emerge como miedo a los «antisistemas», sino a partir de advertir que en la pobreza material y «espiritual» que se nos ofrece, no hay modo de que algo salga medianamente bien.

¿Se discute la ley? // Diego Sztulwark


¿Se discute la ley? Nada de eso, se la esgrime sólo retóricamente. Nadie se pone, como escribe Kafka, «ante» la ley. Es decir, de cara a una ley, por venir. Lo que supondría hablar menos de derecho y pretender más justicia. Nada relevante ocurre, sin embargo, ante la evidencia de una estructura fallida, una realidad insostenible, un estado injusto e impotente. Ante la catástrofe y el abismo, sólo una reaccionaria voluntad de aseguramiento se presenta con capacidad de acción. Por más reaccionaria que sea, esa disposición a actuar se funda sobre una decisión de protección y seguridad, perfectamente comprensible ¿Quién está fuera de eso? Pero precisamente por esa comprensibilidad, inquieta. O directamente asusta. Porque se trata de una decisión firme de asegurar una supremasía (blanca, propietaria, masculina, etc). Desconcierta esa audacia o insolencia, que sale a la calle sin formar mayorías, que se muestra en su pasión declarativa, que no duda en ofender sin calculo. Quizá esto sea nuevo, aunque sus antecedentes están lejos de ser marginales. La voluntad de aseguramiento de una supremacía, hecha movilización popular, agresividad pública, disposición a la muerte… tiene su historia en el corazón -al menos en el corazón europeo- del siglo XX. Corazón europeo que nutrió no poca historia de la argentina. En más de un sentido. Horroriza ver las cosas de ese modo. Sobre todo porque no aparece otro modo de ver, ni de actuar. ¿Cuál sería un otro modo? ¿La defensa de la ley? ¿de esta ley? Eso significaría ya no sólo recluirse por prevención, cuidados o fatigas. Sino solo desistir, abandonar toda lucidez. Una clausura política subjetiva, y un cerrar los ojos -los sentidos- a la reproducción del horror que funciona bajo la ley vigente. No. No se discute la ley, porque nadie está en disposición de desafiarla, de actuar en nombre de otra cosa, de colocarse ante la ley como algo por venir. Si las cosas se consolidan de este modo (y es muy posible que eso siga ocurriendo, dado que por temor a esa Voluntad de supremacía estamos dispuestos a consentir una absurda, cruel inacción), en medio de la banca-rota social, en un encierro que es un cuidado esencial, pero también -y esto no lo sabemos ver- una impotencia, se hará por fin cierta aquella predicción penosa o lamentable, contra la que nos hemos sublevado mil veces, que sentencia que la política, palabra y practica, no es más que una ingeniosa justificación interna a la que los poder acuden para mejor ejercen su designio: volver la vida de los muchos un destino repetido e inalterable. Nadie ante la ley.

Las presas políticas de Andalgalá // ANRed

La que lucha puede perder, pero la que no lucha ya perdió.

Sara Fernández es una de les 10 presas políticas que aún siguen detenidas en Andalgalá.

La detuvieron la mañana del 12 de abril y lleva con prisión domiciliaria ocho días.

Sara relata que en el momento del allanamiento se encontraba en la habitación de su casa, estudiando, cuando sintió ruidos y la voz de un hombre queriendo entrar. Abrió la puerta y se encontró con varios policías. La agarraron del brazo, la tiraron al piso, mientras ella pedía que le mostraran la orden judicial y les decía que quería ser su propia testigo del allanamiento. La esposaron, la golpearon y la estrellaron contra el armario “Una oficial mujer me tomó del cuello con el antebrazo y me asfixió unos minutos mientras me decía que no fuera tan espamentera. Me estaba asfixiando. Cada vez que quería hablar me pegaban cachetazos”.

Luego de dar vuelta toda su habitación y de llevarse algunas de sus pertenencias como un cartel que dice no a la mina la llevaron en un móvil hasta la comisaría del pueblo.

En el camino uno de los policías de Catamarca preguntó por dónde tenía que ir y Sara intentó responderle. La mujer policía, que ya la había asfixiado anteriormente, le tapó la nariz y la boca nuevamente para que no respire. También la llevaron arrestada a su hermana porque quería entrar a la habitación a defenderla y la liberaron unas horas después. “Nosotras vivimos con niños” relata Sara desde el patio de su casa.

Al llegar a la comisaría la tuvieron esposada hasta las 3 de la tarde de ese día. “Las condiciones de higiene eran paupérrimas, compartía baño con todos los efectivos policiales, un baño sin agua, un colchón detonado con todos los olores y manchas que te puedas imaginar, creo que por eso nos dieron la domiciliaria”.

Sara es montañista, soldadora, estudiante y luchadora. Junto con otros integrantes de la Asamblea el Algarrobo armaron este año “Andalgalá en senderos”, un proyecto de senderismo que tiene el objetivo de poner en valor la naturaleza del lugar y las especies que lo habitan y que consiste en generar caminatas abiertas a la comunidad para que la gente conozca por lo que están luchando. “Sabemos cuál es la problemática acá y hay un solo culpable, Yamana Gold y su proyecto ilegal Agua Rica, mientras hablamos ahora ellos siguen con sus máquinas destruyendo el cerro, pero Andalgalá es un lugar de resistencia y sabe que la que lucha puede perder pero la que no lucha ya perdió”.

Durante el corte de ruta, cuenta Sara, los policías venían a intimidarles y a preguntar quiénes eran los que estaban ahí. “A nosotres nos pueden arrancar la cabeza si quieren, lo que no entienden es que es el pueblo el que no quiere la megaminería. Todes nos conocemos, sabemos quiénes somos y que siempre la ley cae sobre quién se rebela y no contra quien viola las leyes.”

No vamos a dejar de luchar por este territorio.

Graciela Diamante todas las mañanas va a fiscalía a exigir la libertad de su hija, se encuentra con las otras mujeres, todas valientes, tenaces, fieles a su reclamo. Saben que es justo, que si  tocan el Aconquija su vida ya nunca será igual y que hay 12 personas detenidas por razones políticas.

Graciela es la mamá de Ailén Saracho Diamante. Su hija está detenida desde el 14 de abril, cuando las fuerzas de choque de la provincia de Catamarca irrumpieron en su domicilio.

Graciela camina a paso lento. Se detiene en la virgen. Reza. En su casa la esperan sus tres hijas, una nietita y Ailén que está con presión domiciliaria desde hace cuatro días. «Yo antes no salía,  le tenía mucho miedo a la pandemia, pero desde que pasó todo esto no paro un minuto, no  voy a descansar hasta que se haga justicia y mi hija quede libre. Cuando yo era chica teníamos  el agua más pura del mundo, desde que llegaron las mineras compramos el agua de botella,  eso es una injusticia”.

El sábado 12 de abril –día en que se realizaron las primeras detenciones– Ailén fue a la comisaría junto a la organización en la que participa para pedir la liberación de sus vecinas, también luchadoras y luchadores.

El lunes, a las 17:30, entraron en la casa, revisaron todo, sacaron a su hija de la habitación, la esposaron, le confiscaron el celular y se la llevaron. Ailén tiene 21 años y desde su adolescencia se moviliza por las causas justas.

“Más de 10 efectivos subiendo por los techos, la sacaron de la casa y empezaron a revisar habitación por habitación”. Damaris, la hermana de Ailén, cuenta que se querían llevar hasta sus hilos de algodón con los que confecciona lámparas, sillas, adornos y portamacetas artesanales.

“El día que me sacaron yo quería mi barbijo, entonces les decía que me dejaran entrar a buscarlo –dice Ailén desde la detención domiciliaria en su casa–. Uno de los policías sacó un  barbijo de su bolsillo y me dijo: ´ponete éste´. Un asco. ¿No se supone que habían llegado a la  provincia 200 efectivos por la pandemia?”.

Su primera noche en la comisaría fue un calvario, cuenta. Estaba incomunicada y con vómitos. Compartía un baño con el resto de les detenidas, más todos los policías. “Me sentía mal, tenía vómitos y escuchaba cómo los policías se burlaban de mí y de mis dolores”.

Tres días en condiciones infrahumanas hasta que la dejaron continuar la detención en su casa: “En un momento estaba sentada esperando junto al resto de detenidos y puse una pierna sobre el asiento, vino un policía y me agarró del brazo y me zamarreó diciendo ‘¿qué estás  haciendo?’».

Lourdes Brizuela también tiene mucho que contar: Augusto, su papá, también está detenido. “A él lo detuvieron a la vuelta de la casa de mi abuela a eso de las 10 de la mañana, y como a las 11 fueron a la casa de mi abuela. Ella estaba solita y entraron a la habitación y le revolvieron todo”.

“Es difícil no sentir miedo después de todo esto que le hicieron a mi hija y a la gente de mi pueblo, pero no vamos a dejar de luchar por este territorio, ya no”, alienta Graciela.

Graciela todas las mañanas va a fiscalía a exigir la libertad de su hija, se encuentra con las otras mujeres, todas valientes, tenaces, fieles a su reclamo. Saben que es justo, que si tocan el  Aconquija su vida ya nunca será igual y que hay 11 detenidos por razones políticas. Graciela es  la mamá de Ailén. Su hija está detenida desde el 14 de abril cuando las fuerzas de choque de la  provincia de Catamarca (KUNTUR) irrumpieron en su domicilio como en el del resto de los 11  vecinos. Camina a paso lento. Se detiene en la virgen. Reza. En su casa la esperan sus 3 hijas,  una nietita y Ailén que está con domiciliaria hace 4 días. «Yo antes no salía, le tenía mucho miedo a la pandemia, pero desde que pasó todo esto no paro un minuto, no voy a descansarh hastaque se haga justicia y mi hija quede libre. Cuando yo era chica teníamos el agua más pura del mundo, desde que llegaron las mineras compramos el agua de botella, eso es una injusticia” Relata.

El 14 de abril a las 17:30 entraron en la casa, revisaron todo, sacaron a su hija de la habitación, la esposaron, le confiscaron el celular y se la llevaron. Ailén tiene 21 años y se movilizaba desde la secundaria por las causas justas. El día 12 de abril que fueron las primeras detenciones fue a la comisaría junto a la organización en la que participa para pedir la liberación de los vecinos.

“Más de 10 efectivos subiendo por los techos, la sacaron de la casa y empezaron a revisar habitación por habitación” Su hermana que hace artesanías cuenta que se querían llevar sus hilos de algodón con los que confecciona lámparas, sillas, adornos, portamacetas.

“El día que me sacaron yo quería mi barbijo y entonces les decía que me dejaran entrar a buscarlo. Uno de los policías sacó un barbijo de su bolsillo y me dijo: ponete este”. “Un asco”, dicen todas al unísono ¿no se supone que habían llegado a la provincia 200 efectivos por la pandemia?” Su primera noche en la comisaría fue un calvario, estaba incomunicada y con vómitos, compartía un baño con los otros detenidos más todos los policías.

“Me sentía mal,tenía vómitos y escuchaba cómo los kuntur se burlaban de mí y de mis dolores”. Tres días en condiciones infrahumanas hasta que le dieron la detención domiciliaria. “En un momento estaba sentada esperando junto a los otros detenidos y puse una pierna sobre el asiento, vino un policía y me agarró del brazo y me zamarreó diciendo ¿qué estás haciendo?. Cuenta Ailén.

También se encuentra allí Lourdes Brizuela, su papá Augusto Brizuela es otro de los detenidos. “

“A mi papá lo detienen a la vuelta de la casa de mi abuela a eso de las 10 de la mañana y como a las 11 igual van a buscarlo a la casa de mi abuela. Ella estaba solita. Entraron a la habitación y le revolvieron todo”

“Es difícil no sentir miedo después de todo esto que le hicieron a mi hija y a la gente de mi pueblo, pero no vamos a dejar de luchar por este territorio, ya no”.

ESCUADRÓN 421 (La delegación marítima zapatista) // SupGaleano.

Abril del 2021.

  ¿Calendario?  Una madrugada del cuarto mes.  ¿Geografía?  Las montañas del sureste mexicano.  Un silencio repentino se impone a los grillos, al ladrido disperso y lejano de los perros, al eco de una música de marimba.  Aquí, en las entrañas de los cerros, un susurro más que un ronquido.  Si no estuviéramos donde estamos, podría pensarse que es un rumor de mar abierto.  No las olas reventando contra la costa, la playa, el acantilado acotado con un tajo caprichoso.  No, algo más.  Y entonces… un largo quejido y un temblor intempestivo, breve.

  La montaña se alza.  Se arremanga, con pudor, un poco las naguas.  No sin trabajos, arranca sus pies de la tierra.  Da el primer paso con un gesto de dolor.  Ahora le sangran las plantas a esta montaña pequeña, lejana de los mapas, los destinos turísticos y las catástrofes.  Pero aquí todo es complicidad, así que una lluvia anacrónica le lava los pies y, con lodo, le cura las heridas.

  “Cuídate hija”, le dice la Ceiba madre.  “Ánimo”, habla el huapác como consigo mismo.  El pájaro tapacamino la guía.  “Al oriente, amiga, al oriente”, dice mientras brinca de un lado a otro.

  Vestida de árboles, aves y piedras, camina la montaña.  Y a su paso, se agarran a los bordes de su nagua, hombres, mujeres, quienes no son ni las unas ni los otros, niñas y niños somnolientos.  Van trepando por su blusa, coronan la punta de sus pechos, siguen a sus hombros y, ya sobre lo alto de su cabellera, despiertan.

  Al oriente el sol, apenas asomado al horizonte, detiene un poco su necia y cotidiana ronda.  Le ha parecido ver que una montaña, con una corona de seres humanos, camina.  Pero más allá del sol y de unas nubes grises que la noche dejó olvidadas, nadie aquí parece sorprenderse.

  “De por sí así estaba escrito”, dice el Viejo Antonio mientras afila el machete de doble filo, y la Doña Juanita asiente con un suspiro.

  En el fogón huele a café y a maíz cocido.  En la radio comunitaria se escucha una cumbia.  La letra habla de una leyenda imposible: una montaña navegando a contrapelo de la historia.

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  Siete personas, siete zapatistas, forman la fracción marítima de la delegación que visitará Europa.  Cuatro son mujeres, dos son varones y unoa es otroa.  4, 2, 1.  El escuadrón 421 se encuentra ya acuartelado en el llamado “Centro de Adiestramiento Marítimo-Terrestre Zapatista”, ubicado en el Semillero Comandanta Ramona de la zona Tzotz Choj.

  No fue fácil.  Más bien, ha sido tortuoso.  Para llegar a este calendario, hubimos de enfrentar reparos, consejos, desalientos, llamados a la mesura y a la prudencia, francos sabotajes, mentiras, malhabladas, recuentos detallados de las dificultades, chismes e insolencias, y una frase repetida hasta el asco: “eso que quieren hacer es muy difícil, por no decir imposible”  Y, claro, diciéndonos, ordenándonos, lo que debíamos y no hacer.  Todo eso, en este y el otro lado del océano.

  Claro, todo eso sin contar los obstáculos del supremo gobierno y su burocracia ignorante, necia y racista.

  Pero de todo eso ya les platicaré en otra ocasión.  Ahora debo contarles un poco de nuestra flamante delegación zapatista marítima.

  Las 4 mujeres, los dos varones y loa otroa son seres humanos.  Se les aplicó el Test de Turing, con algunas modificaciones que consideré pertinentes, para descartar que algún@ de ell@s, o tod@s, fueran un organismo cibernético, un robot pues, capaz de bailar la cumbia del Sapito equivocando el paso.  Ergo, los 7 seres pertenecen a la raza humana.

  Los 7 son nacidos en el continente que llaman “América”, y el hecho de que compartan dolores y rabias con otros pueblos originarios de este lado del océano, los hace Latinoamericanos.  Son, también, mexicanos de nacimiento, descendientes de los pueblos originarios mayas, según se constató con sus familias, vecinos y conocidos.  Son también zapatistas, con documentos de los municipios autónomos y las Juntas de Buen Gobierno que así lo avalan.  No tienen delitos que se les hayan demostrado y que no hayan sido sancionados en su oportunidad.  Viven, trabajan, enferman, se curan, aman, desaman, ríen, lloran, recuerdan, olvidan, juegan, se ponen seri@s, toman apunte, buscan pretexto, en suma, viven en las montañas del Sureste Mexicano, en Chiapas, México, Latinoamérica, América, Planeta Tierra, etcétera.

  L@s 7, además, se ofrecieron de voluntari@s para hacer la travesía por mar -algo que no provoca mucho entusiasmo en la vasta variedad de zapatistas de todas las edades-.  O sea que, para ponerlo en claro, nadie quería viajar en barco.  ¿Qué tanto contribuyó a eso la campaña de terror desatada por Esperanza y toda la banda de Defensa Zapatista, que se sintetiza en el célebre algoritmo de “tod@s van a morir miserablemente”?  No lo sé.  Pero el hecho de haber derrotado a las redes sociales, whatsapp incluido, sin ninguna ventaja tecnológica (vaya, sin siquiera señal rural de celular), me motivó a poner mi granito de arena de playa.

  Así que, movido por mi simpatía por la banda de Defensa Zapatista, pedí permiso con el SubMoy para hablarle a la delegación que, entre gritos, chillidos y risas de niñ@s, se preparaba para la invasión que no es invasión… bueno, sí es, pero es algo, digamos, consensuado.  Algo así como un internacionalismo sado-masoquista que, por supuesto, no será bien visto por la ortodoxia hecha vanguardia, la cual, como se debe, va tan delante de las masas, que no se alcanza a ver.

  Me presenté en la asamblea y, poniendo mi mejor cara de tragedia, les conté cosas horribles de altamar: los “gómitos” interminables; la monótona vastedad del horizonte; la alimentación pobre en maíz, sin palomitas y -¡horror!- sin salsa Valentina; el encierro con otras personas por varias semanas –con las que, las primeras horas, intercambias sonrisas y atenciones, y un poco después miradas que matan-; describí también, con lujo de detalles, tormentas terribles y amenazas desconocidas; me referí al Kraken y, por uno de esos resabios literarios, les hablé de una gigantesca ballena blanca que buscaba, furiosa, a quien arrancarle la pierna, lo que anularía a la víctima de un papel decoroso en la cumbia más lenta.  Fue inútil.  Y debo confesarles, no sin mi orgullo de género mal herido, que fueron mujeres las más que dijeron: “en barco”, cuando se les presentaba la opción de viaje por mar o viaje por aire.

  Así que se anotaron no 7, ni 10, ni 15, sino más de 20.  Hasta la pequeña Verónica, de 3 años, se apuntó cuando escuchó la historia de la ballena asesina.  Sí, incomprensible.  Pero ya que la conozcan (a la niña, no a la ballena), la compadecerán.  Quiero decir, compadecerán a Moby Dick.

  Entonces, ¿por qué sólo 7?  Bueno, les puedo hablar de los 7 puntos cardinales (el frente, el tras, el un lado, el otro lado, el centro, el arriba y el abajo), de los 7 dioses primeros, los que nacieron el mundo, y así.  Pero la verdad es que, lejos de símbolos y alegorías, la cantidad se debe a que la mayoría no ha conseguido aún el pasaporte, y todavía se está batallando para conseguirlo.  Ya les contaré de eso después.

  Bueno, pero a usted de seguro no le interesan esos problemas.  Usted lo que quiere es saber quiénes van a navegar en “La Montaña”, cruzar el Océano Atlántico, e invadir… err, quise decir, visitar Europa.  Así que aquí le pongo sus fotos y una muy breve semblanza:

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Lupita.  19 años.  Mexicana de nacimiento.  Tzotzil de los Altos de Chiapas.  Habla su lengua natal, el tzotzil, y la castilla con fluidez.  Sabe leer y escribir.  Ha sido coordinadora local de jóvenes, coordinadora regional de jóvenes, y administradora local de trabajo colectivo.  Música que le gusta: pop, románticas, cumbias, baladas, electrónica, rap, hip hop, música andina, música china, revolucionarias, clásicas, rock de los 80´s (así dijeron), mariachis, música tradicional de su pueblo… y el reguetón (nota de la redacción: si eso no es “un mundo donde quepan muchos mundos”, no sé qué lo sea.  Fin de la nota).  Colores favoritos: negro, rojo, guinda y café.  Experiencia marítima: cuando niña viajó en lancha.  Se preparó durante 6 meses para ser delegada.  Voluntaria para viajar en barco a Europa.  Se desempeñará como Tercia Compa en la travesía por mar.

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Carolina.  26 años.  Mexicana de nacimiento.  Originaria tzotzil de los Altos de Chiapas, ahora Tzeltal de la selva Lacandona.  Habla su lengua natal, el tzotzil, además del tzeltal y la castilla con fluidez.  Sabe leer y escribir.  Madre soltera de una niña de 6 años.  Su madre le ayuda a cuidar a la infanta.  Ha sido coordinadora de “como mujeres que somos” y alumna de cursos de veterinaria.  Actualmente es Comandanta en la dirección político-organizativa zapatista.  Música que le gusta: pop, romántica, cumbias, rock de los 80´s (así dijeron), gruperas y revolucionarias.  Colores favoritos: crema, negro y guinda.  Experiencia marítima: lancha alguna vez.  Se preparó durante 6 meses para ser delegada.  Voluntaria para viajar en barco a Europa.

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Ximena.  25 años.  Mexicana de nacimiento.  Cho´ol del norte de Chiapas.  Habla su lengua natal, el cho´ol, y la castilla con fluidez.  Sabe leer y escribir.  Madre soltera de una niña de 6 años.  Su madre la apoya cuidando a la niña.  Ha sido coordinadora de jóvenes y actualmente es Comandanta en la dirección político-organizativa zapatista.  Música que le gusta: cumbias, tropicales, románticas, revolucionarias, rock de los 80´s (así dijeron), electrónica y rancheras.  Colores favoritos: morado, negro y rojo.  Experiencia marítima: alguna vez en lancha.  Se preparó durante 6 meses para ser delegada.  Voluntaria para viajar en barco a Europa.  Segunda al mando en la delegación marítima, después de Darío.

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Yuli.  37 años.  Cumplirá 38 años, en mayo, en altamar.  Originaria Tojolabal de Selva fronteriza, ahora Tzeltal de la selva Lacandona.  Habla la castilla con fluidez.  Sabe leer y escribir.  Madre de dos criaturas: una niña de 12 años y un niño de 6 años.  Su compañero la apoya cuidando a los hijos.  Su compa es tzeltal, así que se quieren, pelean y se vuelven a querer en castilla.  Ha sido promotora de educación, formadora de educación (preparan a l@s promotor@s de educación) y coordinadora de colectivo local.  Música que le gusta: románticas, gruperas, cumbia, vallenato, revolucionarias, tropical, pop, marimba, rancheras y rock de los 80´s (así dijeron).  Colores favoritos: negro, café y rojo.  Experiencia marítima nula.  Se preparó durante 6 meses para ser delegada.  Voluntaria para viajar en barco a Europa.

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Bernal.  57 años.  Tojolabal de la zona selva fronteriza.  Habla su lengua natal, el tojolabal, y la castilla con fluidez.  Sabe leer y escribir.  Padre de 11 hij@s: el más grande de 30 años y la más pequeña de 6.  Su familia apoya cuidando a las crías.  Ha sido miliciano, responsable local, maestro de la escuelita zapatista y miembro de la Junta de Buen Gobierno.  Música que le gusta: rancheras, cumbias, huichol musical, marimba y revolucionarias.  Colores favoritos: azul, negro, gris y café.  Experiencia marítima: cayuco y lancha.  Se preparó durante 6 meses para ser delegado.  Voluntario para viajar en barco a Europa.

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Darío.  47 años.  Cho´ol del norte de Chiapas.  Habla su lengua natal, cho´ol, y la castilla con fluidez.  Sabe leer y escribir.  Padre de 3 hij@s: uno de 22 años, otro de 9 años y la menor de 3 años.  El niño y la niña van con su madre a Europa por vía aérea en julio.  Ha sido miliciano, responsable local, responsable regional y, actualmente, es Comandante en la dirección política-organizativa zapatista.  Música que le gusta: rancheras de Bertín y Lalo, tropicales, marimba, música regional y revolucionarias.  Colores favoritos: negro y gris.  Experiencia marítima: cayuco.  Se preparó durante 6 meses para ser delegado.  Voluntario para viajar en barco a Europa.  Será el coordinador de la delegación zapatista marítima.

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Marijose.  39 años.  Tojolabal de la zona selva fronteriza.  Habla la castilla con fluidez.  Sabe leer y escribir.  Ha sido milicianoapromotoroa de salud, promotoroa de educación, y formadoroa de educación.  Música que le gusta: cumbias, románticas, rancheras, pop, electrónica, rock de los 80´s (así dijeron), marimba y revolucionarias.  Colores favoritos: negro, azul y rojo.  Experiencia marítima: cayuco y lancha.  Se preparó durante 6 meses para ser delegadoa.  Voluntarioa para viajar en barco a Europa.  Se le ha designado como loa primeroa zapatista que desembarque y, con elloa, inicie la invasión… ok, la visita a Europa.

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Así que la primera planta que se posará sobre suelo europeo (claro, si es que nos dejan desembarcar) no será de un hombre, tampoco de una mujer.  Será de unoa otroa.

  En lo que el finado SupMarcos hubiera calificado como “cachetada con media negra para toda la izquierda heteropatriarcal”, se ha decidido que quien primero desembarque sea Marijose.

  En cuanto ponga sus dos pies sobre el territorio europeo y se recupere del mareo, Marijose gritará:

“¡Ríndanse cara pálidas hetero patriarcales que persiguen lo diferente!”

  Nah, es broma.  Pero, ¿a poco no estaría bien que dijera eso?

  No, al pisar tierra, loa compa zapatista, Marijose, dirá, con voz solemne:

“A nombre de las mujeres, niños, hombres, ancianos y, claro, otroas zapatistas, declaro que el nombre de esta tierra, a la que sus naturales llaman ahora “Europa”, de aquí en adelante se llamará: SLUMIL K´AJXEMK´OP, que quiere decir “Tierra Insumisa”, o “Tierra que no se resigna, que no desmaya”.  Y así será conocida por propios y extraños mientras haya aquí alguien que no se rinda, que no se venda y que no claudique”.

Enlace Zapatista

Reseña: La ofensiva sensible // Pablo Delgado

El investigador militante, ensayista y docente Diego Sztulwark, se ha convertido a través de sus intervenciones, sus notas en el blog Lobo suelto! y los libros que ha publicado en una figura central del debate teórico-político actual. Luego de publicar en 2018 Vida de perro. Un balance político de un país intenso, del 55 a Macri, en conversación con el escritor y periodista Horacio Verbitsky, bajo el sello de la editorial Siglo XXI, llegó en el segundo semestre de 2019 su libro más reciente llamado La ofensiva sensible. Neoliberalismo, populismo y el reverso de lo político, de la Editorial Caja Negra.

Han pasado los meses y la tinta desde que salió a la luz el texto, cambió el signo político del gobierno nacional y nos encontramos en el medio de una pandemia que al trastocar de lleno nuestra “normalidad”, ha provocado un impasse profundo en la reproducción del Capital. ¿Qué elementos, entonces, podemos encontrar en este escrito para pensar lo que ya está ocurriendo?

Foucault definió que “no hay plusvalor sin subpoder”, y Marx en el primer tomo de El Capital expuso que el análisis de la mercancía “demuestra que es un objeto endemoniado, rico en sutilezas metafísicas y reticencias teológicas”. Bajo la estela de estos autores y estas preocupaciones, Sztulwark sostiene en los primeros trazos del texto que “la teoría política del Estado ya no es suficiente para explicar el orden, se precisa un suplemento”. Y ese suplemento lo encuentra en la analítica del tipo “micropolitica”, es decir, un tipo de análisis que implica que las preguntas giren en torno a la microfísica del poder (plano “molecular”) y de cómo éste se teje, tensa, entrelaza, refuerza o entra en contradicción con su plano macropolitico (o “molar”). Se trata de un nivel infinitesimal en el que se ponen en juego afectos, sensibilidades, tácticas de la vida cotidiana, saberes, sueños… la subjetividad misma. Dicho esto, la atención del autor está puesta en esa “política silenciosa” porque allí se cocina tanto la percepción y adaptación a la norma como también la posibilidad de subvertir jerarquías y poner en discusión la normalización del Capital, porque allí diversas escalas de tiempos y espacios se conjugan de manera híbrida “para luego sedimentar, repercutir o bien proyectar sobre la escena de la política visible” favoreciendo o bloqueando acontecimientos históricos. Ergo, Sztulwark realiza en este escrito una lectura micropolitica de la coyuntura argentina que va de 2001 a 2019 partiendo del “potencial epistemológico y político de la crisis”, en nuestro caso la del 2001, y su “valor cognitivo”, pero también de lo que él llama “crisis de la inteligencia”, su desconexión con lo sensible, y de una “sensibilidad dañada” profundamente. De ahí que el autor señale como tendencia una imposibilidad generalizada de poner en juego empatía más allá de lo reglado, codificado o no dicho ni visto. La sensibilidad aparece entonces como problema crucial; para el autor argentino, resulta imposible relanzar lo político sin una nueva centralidad de lo erótico, lo sensual y lo sensible (Sztulwark, D. 2019:27). No hay batalla cultural sin una ofensiva sensible porque el gobierno de las emociones y sus técnicas son una pieza clave del mando neoliberal.

Mediante un enorme acervo de autores y autoras en el que cruza pensamiento europeo y latinoamericano, y retomando también discusiones contemporáneas elaboradas en nuestro país, el autor que nos convoca piensa al neoliberalismo como una “realidad de larga duración” que no se reduce a un partido político ni a una coyuntura específica y que no necesita ganar elecciones para gobernar. En palabras del filósofo español Amador Fernández-Savater, amigo y colega del pensamiento con Sztulwark, el neoliberalismo “no ha sido simplemente un ataque a la composición obrera y al salario, es también un contragolpe en términos de deseo”. En ese marco, el libro expone puntos endebles y “pobrezas” en la teoría política populista de Laclau, entre ellas su poca capacidad para “pensar la persistencia e influencia de las micropoliticas neoliberales, que no necesitan controlar el Estado para crear modos de vida”. Así, el autor afirma que la racionalidad neoliberal despliega su potencial colonizador “sobre todo en el plano de los hábitos colectivos e individuales, y opera sobre las zonas ciegas de la razón populista, con la que comparte parcialmente una compleja genealogía que se remonta a las tecnologías de poder del cristianismo y de periodo colonial”. Si “aun en crisis, el neoliberalismo es la política de la verdad de nuestro tiempo”, el problema no solo es conceptual, sino que también de estrategia, exhorta Sztulwark. Contra el cerrojo neoliberal que pretende neutralizar lo político y que en la micropolitica no se abran nuevos horizontes, el autor encuentra en Maquiavelo y en la izquierda inspirada en él piezas centrales. Ante la pregunta, actualmente en discusión, acerca de la forma que toma El Príncipe contemporáneo, sostiene que si ponemos en el centro la potencia subjetivadora de la ley del valor que rige en nuestras sociedades y partimos de que la valorización capitalista está atada a la efectuación de mundos, tendremos que hablar de un Príncipe más bien colectivo: en línea con Toni Negri y su libro El poder constituyente. Ensayo sobre las alternativas de la modernidad, Sztulwark se nutre de un “maquiavelismo desde abajo” para abrir el concepto de lo político y que este no se reduzca a la mera gestión estatal, sino que se articule fundamentalmente con la idea de Poder Constituyente y así construir un “nexo entre desterritorialización y pueblo nuevo”. Como refiere Toni Negri, “el Príncipe es el poder constituyente, y el pueblo es el Príncipe cuando toma las armas”, es decir, cuando se organiza en tanto multitud para enfrentar al poder constituido y abrir un tiempo otro, porque al fin y al cabo es el Trabajo Vivo el que mueve y produce al mundo. Pero más allá de la multitud, la clase o el “campo popular”, el autor oriundo de Buenos Aires establece una distinción central: emerge de las fracturas de la dominación lo plebeyo como aquella vida que no se deduce de la axiomática capitalista, que se sustrae a la estandarización y sus mandatos. En tanto oleaje irreverente de fenómenos individuales y colectivos que intempestivamente ponen en duda nuestras maneras de vivir y sentir, lo plebeyo constituye el reverso de lo político y la posibilidad de releer o actualizar su concepto en clave democrática y no servil ante el modo de producción de subjetividad neoliberal.

Una de las preguntas básicas de este libro es: ¿de dónde saca sus fuerzas el fenómeno neoliberal? Recuperando la corriente de análisis que toma como punto de partida El Nacimiento de la Biopolitica de Foucault, ubicada a contrapelo de las lecturas economicistas o súper-estructurales de este fenómeno, que ponen el acento en la libertad (de ser empresario de mí mismo) como tecnología de gobierno, Sztulwark señala que el orden neoliberal conlleva una profunda intolerancia frente a lo que él denomina “síntoma”, más precisamente, que frente a la incapacidad de recuperar ciertos equilibrios sociales básicos, el neoliberalismo devela su carácter fascista: busca desplegar su rodillo compresor contra todo aquello que aparezca como sintomático o anómalo y busque sus propias verdades sin plegarse a la empresa capitalista como modo de vida. Vemos entonces que el programa neoliberal, en estado de crisis global, empieza a sostenerse cada vez más en base al neofascismo, como los de Trump a Bolsonaro y tantas otras expresiones. En ese contexto, el sujeto sintomático entendido como aquel que “no logra adaptarse a las exigencias conectivas de los modos de vida triunfantes”, y es expulsado de ellas, es tratado de una manera específica en esta racionalidad. Sea por el coaching o desde una dimensión intolerante y represiva, se busca el control del síntoma para evitar que ponga en tela de juicio la valorización capitalista y la adecuación del deseo a la mercantilización. Hay una pedagogía clara: o la espectacularización de la violencia y la represión con sus técnicas necropoliticas, o la socialización de un diagnóstico de cómo manejarse en el estado actual de incertidumbre cotidiana. Se trata de una fobia al síntoma (a la diferencia sexual, racial, clasista) que expresa horror ante “la tendencia a la autonomización de las formas de vida” y “las subjetividades de la crisis”, desplegando un ataque virulento y organizado ante ello. Lo sensible así deviene foco de todo tipo de ofensivas y contraofensivas, sostiene Sztulwark. Dicho esto, si con el biopoder los mecanismos de explotación penetran hasta en nuestra intimidad, en este libro podemos encontrar algunas premisas sobre qué Ciencia Política practicar ante este panorama: por un lado, no se la puede desligar de la lucha de clases ni del antagonismo social; por otra parte, debe poner en su centro la incalculabilidad de lo social y lo aleatorio como forma privilegiada de la multiplicidad, de modo tal que “el saber finito de la política” aumente su potencia y erija nuevos posibles a partir de estos “movimientos anarquizantes” de la sociedad.

Estas reflexiones se conectan con una serie de conclusiones que el autor esboza a raíz de la aturdidora derrota del kirchnerismo frente a la “cultura de la normalidad” macrista en 2015. Una de ellas indica que la micropolitica neoliberal creció al calor del estímulo al consumo desplegado por los gobiernos del denominado “ciclo progresista” porque las iniciativas de su “voluntad de inclusión” se desarrollaron sobre la base de la empresa neoliberal de rendimiento, sin discusión alguna, y por lo tanto terminaron conectando directamente con su régimen de modelización e individuación empresarial. Politizar el consumo, entonces, implica actualizar la consigna marxiana de la “socialización de los medios de producción” y desplegar una imaginación política que ponga en el centro de la toma de decisiones al poder popular.

 

La escuela larretista // Agustín Jerónimo Valle

Los actos tienen más efecto que los contenidos discursivos: tantas maneras hay de señalarlo… Que se transmite lo que se hace, más que lo que se dice. Incluso lo que se hace para armar un espacio donde decir lo que sea. Quizá la más famosa sea mcluhaniana, el medio es el mensaje. Se puede decir de todo, lo que sea. Pero el modo de decirlo, la escena de la comunicación, ejerce de facto -en el acto- un tipo de realidad. Dígase lo que se diga. El medio, lo que se hace de hecho para transmitir el mensaje, tiene más efectos, produce más realidad, que el presunto mensaje.

Era posible estudiar El Capital del mismo modo que se estudiaba la Biblia, y produciendo subjetividades muy similares. La enunciación, el modo, el procedimiento, el dispositivo, la escena: esto es lo que subjetiva, lo que produce modo de ser. Porque en el discurso podemos meter de todo, pero es la disposición presente, organizada para discursear, lo que más produce marca. Dicho esto con amor por tantísimos textos, mensajes, ideas, por supuesto. Inseparables de sus escenas de creación, circulación, consumo.

Es elocuente el ejemplo en el que tanto insitió J. Ranciere, basado en la experiencia y planteos de J. Jacotot: El maestro explicador, que no solo muestra algo sino que explica además cuál es su sentido, cómo debe entenderse, en qué orden, etcétera, lo que enseña, sobre todo, es que el alumno no es capaz de aprender por sí mismo. Cállense y préstenme atención porque yo sé lo que necesitan para alcanzar la igualdad conmmigo, en el futuro. Y se los transmito. Pero lo que produzco es obediencia a la autoridad, necesidad de que alguien externo ocupe la posición de saber. En nombre de la igualdad futura, reproduce el abismo actual de la desigualdad.

¿Qué enseña ahora una escuela abierta? ¿Qué les va a enseñar la escuela modelo Larreta a lxs pibxs? Digo modelo Larreta porque no es únicamente el gobierno municipal -que, por cierto, redujo el presupuesto educativo del 26,1% en 2007 al 17,3% este año. Sí, el ¿abanderado de la educación? (mamita…) redujo abruptamente el presupuesto educativo. Pero muchxs vecinos apoyan el “No al cierre de las escuelas”. Muchos tienen que ir a laburar, no saben qué hacer con lxs hijxs. Triste modo de vida llevamos, tan pobre en modos de tramitación comunitaria de las necesidades y las crías. Abrime las escuelas que tengo que laburar! El pato se paga por otro lado. Pero el cinismo está en exigir el servicio de depósito y guardería en nombre de lxs chicxs. (Por otra parte quizá sea un sinceramiento, y la condición de depósito y guardería sea de lo que más le interesa a la población, de las escuelas; ojo: asumir esto podría ser liberador para quienes tienen amor por el trabajo educativo, y abrir vías de exploración más libres sobre los posibles del encuentro escolar.)

Pero vuelvo: cae gente muerta por todos lados, hospitales y clínicas estallados, trabajadorxs de la salud no me puedo ni imaginar, miles y miles de familias sufriendo agonías de seres queridxs, y Larreta, o mejor, la sensibilidad aglutinada en #JuntosPorLaMuerte, con el grito en el cielo porque en principio dos semanas cierran espacios donde se encuentran millones de personas por día. Digo “Juntos por la muerte” y pido perdón por el bardeo, porque es mucha gente, nuestrxs vecinxs, y hay que poder hablar: pero sería bueno tener dolor por lxs muertxs sin bronca por lxs militantes de la propagación. Militantes del sacrificio. De que bueno, se mueran lxs que se tienen que morir. ¿no es la racionalidad última del capitalismo? Hablemos de matemáticas, de naturales, de lengua, de historia. Pero a lxs pibxs les estaríamos enseñando algo no dicho: a sostener el continuo de la máquina ante todo, a que la imagen es lo más importante, a insensibilizarse ante el dolor de los demás.

 

Los presos políticos de Andalgalá // Revista Cítrica y Agencia Tierra Viva

¿Desde cuándo sacar fotos es delito?

Una puerta rota, una larga línea gruesa arrancada de una patada o de un golpe. O de varios. Una puerta donde comenzaba un día de terror para Walter Mansilla y su familia. El pasillo que da al patio central de la casa fue el primer lugar donde su hermana lo vio cuando la vecindad alertó que en la puerta había 30 efectivos del Kuntur, la fuerza de choque de la provincia de Catamarca. 

“Me asomé por la ventana y estaba arrodillado en el piso, descalzo, esposado y con la cabeza hacia abajo. Comencé a gritar que me dejaran entrar y que estaban haciendo una injusticia con mi hermano”.

Una enredadera llena de jazmines es la antesala a la segunda puerta destrozada. En la cocina, María espera con un mate de más por el Covid. Un mantel cuadriculado azul y blanco apoyado en una pequeña mesa en el centro de la cocina. Una mirada triste. 

“Esta casa era de mi abuela, un ranchito que tanto le costó a mi familia construir ¿Qué necesidad de romper y lastimar tienen? Esta casa siempre estuvo abierta para todo el mundo, acá solía haber mucha gente, las personas se quedaban, era un lugar de encuentro y celebración. Mis padres y Walter siguieron con ese legado”.

María cuenta que todo estaba roto, la pava destrozada, la cama revuelta, la ropa esparcida por la habitación. “Cuando finalmente me dejaron entrar lo habían puesto contra la pared al lado de la ventana. Les dije a los policías que me mostraran una orden judicial pero nunca lo hicieron, también les pregunté de qué lo acusaban, pero me decían que ellos no sabían, que habían sido enviados a hacer su trabajo. ¿Cuál es su trabajo? Hicieron destrozos aunque la puerta de la cocina y la de la despensa estaban sin llave. No había necesidad de partirlas de ese modo”.

Además de los golpes y las lastimaduras, cada vez que Walter intentaba hablar -relata María- le pegaban. Se llevaron su cámara y sus equipos de trabajo: él registra fotográficamente las actividades de la asamblea desde hace muchos años. ¿Desde cuándo sacar fotos es delito?

“Esto ya no es una democracia”

Teresa abre la puerta de su casa junto a su nieto de 8 años, ambos fueron víctimas de la represión policial del pasado 12 de abril en Andalgalá. Hay marcas en la casa plagadas de violencia, marcas que no sólo quedan en los recuerdos, sino en el cuerpo. El miedo, los temblores, el insomnio. 

“Llegaron alrededor de las 11.30, yo estaba con mi hijo Juan y mi nieto, rompieron la puerta bruscamente, no hacía falta porque acá las casas están sin llave. Me agarraron y me tiraron en el patio y me tuvieron media hora en el piso, yo sólo pensaba en mi nieto, que estaba solito en la habitación y les pedía que lo trajeran conmigo. Ellos me gritaban que si seguía hablando me iban a llevar detenida a mí también.  Buscaban a Matías, pero él no estaba acá”.

Matías Paz es uno de los doce detenidos. 

Teresa llora, se sienta, cuenta que el calvario duró cuatro horas. Cuando llegó su marido de trabajar se encontró con 30 efectivos que no lo dejaban entrar a su casa. Le decían que buscaban a Matías por robo y agresión a la sede de Agua Rica, sin ninguna prueba. A su otro hijo, Juan, lo sacaron de la cama y lo tiraron al suelo, le pegaban en los riñones mientras revolvían sus pertenencias.

En la casa hay un mural que recuerda la represión de hace once años. “Estaban ensañados con el mural, decían que la pintura concordaba con los daños que habían registrado en la sede de Agua Rica, se llevaron una botellita que tenía el cambio de aceite que días antes le habían hecho mis hijos a la moto, también un tachito con el aceite de lino que usamos para curar la madera, no sé qué buscaban. Nunca me imaginé que en democracia viviríamos algo semejante, es un cambio de época: es la dictadura de las mineras”. 

Teresa pedía que no la tocaran por los contagios de covid, pero no respetaron su decisión. “En un momento había 6 policías charlando en aquel costado del patio y escucho que dicen que habían encontrado una bala tirada ¿De dónde vamos a sacar nosotros una bala? Me dijeron que la iban a usar de evidencia y nos amenazaron si nos atrevíamos a decir lo contrario, que nos íbamos a arrepentir”.

Al lado vive el señor Medina, un hombre mayor que no se encontraba en su domicilio. Aunque la casa es otra propiedad arrancaron la puerta y le revolvieron todo. Medina muestra las habitaciones, aún se ve todo el desastre.

*Este artículo se publicó simultáneamente en Revista Cítrica y Agencia Tierra Viva, en una cobertura colaborativa de ambos medios.

La extinción de la mente critica // Franco Bifo Berardi

 No niego que el volumen de información falsa esté aumentando dentro del discurso político, ni que ello resulte perjudicial para la democracia y sirva a los malos. Pero la información falsa en el discurso público no es nada nuevo. 

Periodistas y políticos manifiestan su indignación porque hackers rusos están influenciando elecciones en los países democráticos occidentales. Esto es malo, pero cuesta ver en ello algo novedoso, ya que durante los últimos setenta años el sistema de medios y los servicios secretos estadounidenses han influenciado elecciones sistemáticamente en numerosos países, no solo en Occidente, sino en casi todas partes del mundo.

El dinero estadounidense influenció las elecciones generales de Italia del año 1948, y los servicios secretos estuvieron involucrados en el derrocamiento de Mohammad Mosaddegh en Irán en 1953, por nombrar tan solo dos ejemplos. Los medios de comunicación estadounidenses, por su parte, jugaron un claro papel incitando a la gente a rebelarse (por supuesto, con buenas razones) durante las manifestaciones antisoviéticas de 1989 y en la insurrección ucraniana de 2014.

Así que no hay nada nuevo en las fake news

Lo que es nuevo son la velocidad y la intensidad de la infoestimulación, y por consiguiente la enorme cantidad de atención que es absorbida por la información (falsa o no). 

La saturación de la atención social pone en peligro nuestras habilidades críticas.

Las habilidades críticas no son algo naturalmente dado, sino un producto de la evolución intelectual a lo largo de la historia. La facultad cognitiva que llamamos “crítica” es la capacidad del individuo para distinguir entre proposiciones verdaderas y falsas, así como entre actos buenos y malos, y solo se desarrolla bajo condiciones especiales. De hecho, para ser capaz de distinguir críticamente, nuestra mente necesita procesar información, sopesar y luego decidir. La capacidad crítica implica una relación rítmica entre estímulo informativo y tiempo de elaboración.

Por encima de determinado nivel de intensidad, la información ya no es recibida e interpretada como un conjunto complejo de proposiciones. Pasa a ser percibida como un flujo de estimulación nerviosa, un asalto emocional al cerebro.

La facultad crítica que fue crucial para la formación de la opinión pública en la era burguesa moderna fue el efecto de una relación especial entre la mente individual y la infoesfera, en particular la esfera constituida por medios impresos, libros y discusión pública.

La mente alfabética estaba engranada para elaborar un lento flujo de palabras dispuestas sobre la página de manera secuencial, lo que hacía que el discurso público funcionara como espacio de evaluación consciente y discriminación crítica, y que la elección política estuviera basada en la evaluación crítica y el discernimiento ideológico.

La aceleración de los infoflujos llevó a la saturación de la atención, por lo que nuestra capacidad para discriminar entre lo que es verdadero y lo que es falso se ve confundida y perturbada; la tormenta de infoestimulación nubla la vista, y las personas terminan por envolverse en redes de autoconfirmación.

La segunda venida, el nuevo libro de Franco Bifo Berardi, es nuestro lanzamiento de abril. 

Hace veinticinco años, nuestra imaginación de la Internet naciente se basó en la idea de que esta nueva  dimensión estaba destinada a tirar abajo todas las fronteras y hacer posible un proceso de confrontación abierta y libre.

Pero tuvimos razón solo en parte: Internet se convirtió en un espacio donde reverberan incontables cámaras de eco, repitiendo siempre un idéntico mensaje: competencia, identidad, agresividad.

Hasta donde alcanzo a entender, el principal problema del paisaje de medios contemporáneo no es la propagación de fake news, sino la descomposición de la mente crítica, cuyos efectos incluyen la credulidad entre las muchedumbres y la agresividad autoconfirmatoria de la multitud.

En la entrevista con el Washington Post mencionada más arriba, Paul Horner ofrece la siguiente explicación del éxito de Trump: “Honestamente, la gente es decididamente más estúpida. Hace circular cualquier cosa. Nadie se toma ya el trabajo de verificar nada. O sea, así es como fue elegido Trump”. 

La regresión cultural de nuestro tiempo no tiene su raíz en el mayor número de mentiras que circulan en la infoesfera. Antes bien, es un efecto de la inhabilidad de la mente social para elaborar distinciones críticas, de la incapacidad de las personas para priorizar su propia experiencia social y crear un camino común para una subjetivación autónoma. Por eso la gente vota por manipuladores de los medios de comunicación que a su vez explotan su credibilidad.

En la Unión Europea se está debatiendo introducir regulaciones contra las fake news. Pero ¿quién va a decidir dónde está el límite entre lo falso y lo verdadero? ¿Debemos luchar por el restablecimiento de la verdad para restaurar la democracia?

La lucha por desenmascarar las mentiras de los medios oficiales ha sido siempre un punto esencial en la agenda de los movimientos sociales, pero no creo que la tarea principal de un movimiento social sea la lucha por la verdad.

A pesar de las complicaciones del discurso público y de las incontables mentiras que circulan en boca de los políticos, no es tan difícil saber la verdad, y la mayoría de las personas son conscientes de lo que es verdad: sabemos por experiencia que el capitalismo explota nuestro trabajo y que la dinámica financiera está empobreciendo la sociedad. Después de dos décadas de engatusamiento neoliberal, cada vez más personas han llegado a darse cuenta de que el capitalismo es una trampa. Lo que no sabemos es cómo salir de la trampa. No sabemos cómo reactivar la autonomía del cuerpo social. No necesitamos alguien que denuncie la realidad de la explotación: necesitamos alguien que nos diga cómo librarnos de la explotación.

Por eso tengo sentimientos encontrados acerca de la extraordinaria aventura de WikiLeaks. Cuando WikiLeaks reveló que el Ejército estadounidense había matado a civiles desarmados en Afganistán y otros lugares, le hizo un favor al mundo del periodismo, pero no agregó mucho a lo que ya sabíamos. Es sabido prácticamente por todos que un ejército hipermoderno mata inocentes en forma rutinaria. Solo el 9% de las víctimas de la Primera Guerra Mundial fueron civiles. En las guerras que se libraron desde fines del siglo XX, más del 90% de las víctimas han sido civiles. Por sí solo, estar al tanto de la depredación y la vio- lencia no ayuda a las personas a organizarse y a liberarse de las garras del poder. Y puede ser desalentador.

No es la verdad, sino la imaginación de líneas de escape lo que ayuda a las personas a vivir una vida autónoma y a rebelarse con éxito.

Pienso que Julian Assange hizo un gran trabajo al fortalecer el poder de la información independiente, pero su contribución al movimiento emancipatorio no consiste en haber revelado una verdad. Más interesante me resulta un costado diferente, acaso menos visible: WikiLeaks ha sido una importante experiencia de solidaridad entre periodistas, informáticos y personal militar que se rebelaron contra la hipocresía y la inhumanidad de la guerra. Ese es el mérito invalorable de WikiLeaks y otros actores hacktivistas. Pero la obsesión con la verdad que es propia de la cultura puritana ha producido efectos ambiguos, a tal punto de que algunas revelaciones han jugado en beneficio de Trump y de Putin.

La filosofía de WikiLeaks se basa en la descripción del poder en términos de secreto: los secretos son vistos como la fuente de autoridad y de mando.

Si uno devela el secreto, la verdad puede ser establecida. 

Pero la verdad es inefectiva en sí misma, porque el juego de la enunciación es infinito. Una vez que descubres el contenido secreto, te enfrentas al enigma de la interpretación. La interpretación es la que decide en última instancia y hace posible la acción, y es un juego infinito que solo puede ser decidido por un acto de voluntad o por un acto de inclinación estética.

Más que secretos, los signos del poder son enigmáticos. 

La fuente del poder es un enigma: nunca dejamos de buscar una autentificación, y no la encontramos porque el poder carece de autenticidad.

El secreto es un contenido oculto a la mirada del público. Necesitas la llave que abra la caja fuerte y sabrás la verdad oculta.

Sin embargo, el proceso de subjetivación social no se basa en develar el secreto; se basa en el proceso de interpretación y de imaginación.

El enigma es un enunciado abierto que puede ser interpretado de infinitas maneras, y los enunciados del poder se asemejan más a enigmas que a secretos. Constantemente tienes que estar interpretando los signos del poder establecido para descubrir líneas de escape y de subjetivación.

El conflicto entre WikiLeaks y el establishment occidental se desarrolla dentro de la esfera del puritanismo anglosajón. Como captó con perspicacia Jonathan Franzen en Pureza, la cultura digital es el punto de llegada de la binarización epistemológica y de la purificación del lenguaje y el comportamiento social. 

Lo que tenemos aquí es un conflicto entre dos formas diferentes de la cultura puritana: el culto de la centroizquierda de la corrección política versus el culto de WikiLeaks de una verdad ética que la corrección política enmascara a menudo con hipocresía. 

Pero al final de la contienda, el ganador fue el barroco de Trump: el emperador de lo fake que surgió de las ruinas de la solidaridad social y el entendimiento crítico. 

El caos le gana al orden, y el ruido artificial les gana a las voces humanas

Caja Negra Editora 

Foto:  Julieta Colomer 

 

A la muerte no se le cree // Tinta Limón Ediciones

A la muerte no se le cree. No queremos creerle. Y, sin embargo, nos golpea y nos inunda de dolor.
Nos toca despedir a un amigo, a un compañero. Sebastián Touza, demasiado presente en medio de proyectos en danza y conversaciones sucediendo para poder comprender de un momento a otro que no está. Militante desde siempre, traductor exquisito, armador en voz baja de complicidades. Docente en la carrera de Ciencia Política y en Comunicación Social en la Universidad de Cuyo, en Mendoza, donde se dedicó a enseñar e investigar después de volver de un tiempo de vida en Canadá. Colaborador fundamental desde hace años en Tinta Limón: de hecho, fue por quien iniciamos el proyecto, que él mismo dirigió, de traducir el libro Calibán y la bruja, de Silvia Federici y luego la obra de George Caffentzis. Traductor aún antes del libro del Colectivo Situaciones, 19 y 20: Apuntes para un nuevo protagonismo social al inglés. Siempre atento a sostener y hacer circular, de modo riguroso, los debates, los intercambios, las lecturas políticas. Hoy, ante todo, queremos abrazar fuerte a su compañera Cecilia y su hija Matilda.

¿Qué esperar del realismo político? // Diego Sztulwark

1- El realismo estrecho se ha esparcido por el entero campo de lo político. La ostensible ausencia de una imaginación constituyente, capaz de pensar de otro modo, despejó el terreno para la expansión de esta doctrina ideológica sencilla, que enuncia que sólo hay lo que hay. Planicie que admite, en todo caso, diferencias de grados -nunca de naturaleza. Diferencias que se resumen en actitudes o disposiciones, las de tipo defensivo y ofensivo. Son ellas las que animan la polarización. Son diferencias que refieren a los modos de gestionar el común sometimiento a una tendencia que se presenta irrevocable: más telecapitalismo y más desigualdad. Distinciones y disputas sobre los criterios con los que se gestiona esta realidad inapelable. Polarizaciones que consisten en estados de ánimo, actitudes y posicionamientos que tienden a lo inconciliable. La opción se da como esfuerzo de la sensatez contra la radicalidad. Como en otros sitios del mundo, se libran encarnizados enfrentamientos entre los defensores de una versión moderada y defensiva -liberales y progresistas- que hacen de la propiedad privada un momento incuestionable pero compatible con proyectos de inclusión, y los agresivos libertarios del goce de la posesión -neoliberales y neofascistas-, de retórica belicista, y ampliamente percibidos como exceso a contener, problema urgente y desafío casi irresoluble.  

Este tipo de realismo envuelve en sus premisas a los principales contendientes. Y les impone una tarea imposible: sea la del dialogo y la mutua comprensión, sea la de la resolución disciplinaria, de tipo represiva, capaz de limitar la inestabilidad crónica. Tarea imposible, en la medida en que el consenso y la coacción -categorías que en Gramsci suponían un proyecto histórico y una vocación hegemónica- se vuelven operaciones inefectivas para pensar la descomposición social y la reducción ideológica. 

En esta escena, la pregunta que comienza a tomar forma es todavía más extrema: ¿cabe esperar de la política así formateada, otra cosa que impotencia, a medida que la crisis muestra su profundidad? Crisis sin precedentes, que se intenta presentar como sólo sanitaria, para mejor diferir la inmediatez de sus aspectos económicos y sociales, y que hay que tomar muy en cuenta a la hora de considerar la impotencia del realismo moderado, así como la exacerbación del delirio reaccionario. La ostensible imposibilidad de alcanzar la declarada intención del dialogo y el acuerdo, y la inviabilidad de la coerción, que sólo tiene sustento en un contexto de agudización de la lucha de clases, coloca al realismo político al borde de la inoperancia. En medio de la polémica por la suspensión de las clases, que opone al presidente y al jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, circuló un meme que mostraba a Marx junto a la frase: “las clases debieran suspenderse para siempre”.

 

2- Por lo dicho, vale la pena sustraerse por un momento de las coordenadas propias del realismo, dejar descansar las categorías del maquiavelismo revolucionario de Gramsci, y reflexionar, en todo caso, sobre la precondición que toda política debe tener en cuenta: la perdurabilidad del círculo de la soberanía (forma legal del mando), entendida como capacidad de imposición que deriva no sólo de las relaciones -nacionales- de fuerzas, sino también y cada vez más, del orden global en el que se inscriben. Como aconsejaba David Viñas, vale la pena ampliar la comprensión de los episodios locales remitiéndolos a la dinámica global. Como él mismo hacia, por ejemplo, con la batalla de Pavón -con la que sueñan inútilmente en estos días Patricia Bulrich y Horacio Rordíguez Larreta- que permitía al escritor de De los montoneros a los anarquistas, mediante el trazado de “figuras análogas”, integrar la expansión del mercantilismo porteño y la derrota de la “cultura del cuero” como parte integrante de las tendencias inapelables del poder transnacional.

Dicho círculo, el de la soberanía, se define como violencia que se justifica en el derecho y como derecho que se sostiene materialmente a partir de la violencia. El orden jurídico que pretende el monopolio de la violencia, depende de la violencia que crea y conserva derecho. De Walter Benjamin a Jacques Derrida, la articulación entre la fuerza y la ley es tautológica: la instancia legal que autoriza la violencia depende materialmente de la violencia que funda autoridad legal. Quedando excluida toda relación interna entre fuerza de ley, y cualquier consideración sobre lo que en el plano de las luchas y las aspiraciones se denomina justicia.

Los ejemplos más claros que ofrece Benjamin en su “Crítica de la violencia”, son: el poder de policía, en cuya acción la violencia conserva el derecho al tiempo que lo crea, conjurando activamente toda violencia desligada, capaz de precipitar nuevos criterios de justicia; y el derecho a huelga (cuyo referente material es la huelga general) frente a la cual el Estado no puede sino actuar de modo ambivalente, reconociendo y temiendo la articulación potencial entre derecho y violencia obrera, fuerza capaz de romper la circularidad sobre la que se sostiene el orden. Es decir que la amenaza que acecha al orden jurídico proviene del interior mismo del derecho. La aparición de una violencia desligada, capaz de ejecutarse en nombre de la justicia (un derecho a tener derecho), expone a los ojos de todo el mundo, en su sola acción, la «síntesis a priori» según la cual ley y violencia se recubren entre sí, sin cuestionamiento alguno. Ese poder develador de la huelga general, sumado a su potencial revolucionario (Benjamin cita con admiración a Sorel), explican el temor que mueve e involucra al estado en habituales operaciones represivas destinadas al re-establecimiento de la redundancia del circulo entre violencia y orden jurídico.

Interesados por los períodos de ruptura desde abajo, Benjamin -en su referencia a la correlación entre estado de excepción y tradición de los oprimidos- y Derrida -en la postulación del momento no interpretable, en el que la violencia desligada actúa según criterios que el poder no logra descifrar- piensan el instante mítico en el cual el orden jurídico resulta interrumpido, sin alcanzar a ser sustituido por algún nuevo derecho. Dicha interrupción, donde la acción actúa sin el amparo de la norma, coloca al sujeto ante la ley (aún por venir). Tanto para uno como para el otro, la acción desligada amenaza al círculo del mando desde dentro, como potencial irrupción de sujetos dispuestos a reclamar su derecho a discutir el derecho -derecho cuyo momento más denso se sigue representando en el propio Estado-.

 

3- En su comentario de la obra de Benjamin, Derrida imagina que la huelga general podría realizarse vía inoculación de un virus que paralizara las comunicaciones, los ordenadores; un equivalente del sida que afectaría no los cuerpos sino la transmisión del sentido. Su hipótesis cobra hoy una nueva actualidad. ¿Puede un virus desencadenar una fisura en el círculo del derecho, haciendo emerger un nuevo “derecho a discutir el derecho”? ¿Puede un virus, que a diferencia del de Derrida, cuestiona a los cuerpos y fortalece a los ordenadores, acentuar contradicciones sociales a punto tal de forzar la decisión que interrumpe el continuo jurídico? Y si fuera así, ¿estamos seguros de que la interrupción del orden sería inmediatamente favorable a un momento emancipatorio?

El problema de la decisión política capaz de desconectar las relaciones directas e inmediatas entre fuerza y derecho, por efecto de la acumulación de tensiones, fue pensado bajo la forma de la dictadura por Carl Schmitt. El momento mítico deviene en él espiritual, y la violencia normalizante actúa siempre en función de reinstaurar el círculo. ¿Cómo diferenciaba Benjamin su propia idea de estado de excepción generalizado, su propia proposición de un momento mítico desde abajo? Oponiendo una concepción diferente del momento mítico. Rechazando la violencia como fundamento del orden (que crea y/o conserva), el derecho a castigar que en el extremo deviene derecho a matar. Y postulando en su lugar una filosofía de la violencia desligada, puramente destructora, incapaz, sin embargo, de derramar sangre. Una violencia cuestionadora del estado de cosas, pero incapaz de sacrificar vida humana, considerada sagrada en tanto que portadora de un potencial de justicia. La destrucción benjaminiana del círculo desvincula el derecho del poder de matar, como condición de una justicia que, sin embargo, por ser irreductible al derecho, no se deja “reconocer con certeza”, ni es del todo “evidente”. Y no lo es -al menos según Derrida-, porque el propio lenguaje resulta afectado por esta violencia, destruyendo en él todo lo que es relación medio/fin, signo/mediación, en favor de un nominalismo de las singularidades -poder de dar nombre a cada sujeto, a cada cosa-, abriendo las puertas a una justicia más allá del derecho.

4- El peso de la pandemia sobre la crisis extrema una tensión que el realismo político sólo presenta como asunto de estilos, de formas de comunicación o, en el mejor de los casos, de criterios sanitarios. El realismo es la ideología que constriñe a unxs y a otrxs a aceptar este campo estrecho de disputa. Siendo la estrechez misma la que impide que la polarización se salga de curso, abriendo posibilidades, al lenguaje y a la escucha, de lo que merece ser dicho y escuchado. Se trata de una polarización impermeable, incapaz de filtrar una imagen, una palabra que no se adecúe al juego ultra judicializado de oficialismo-oposición. ¿Ninguna chance de que la profundidad de la crisis obligue a transformar la gestión de la crisis en un sentido enteramente favorable a las prácticas de los cuidados, lo que implicaría transferir recursos económicos y capacidad de decisión al sistema público? La política del realismo bloquea el dato problemático esencial -la irrupción de la pandemia como intensificador de la crisis- circunscripto, como está, a un lenguaje ya capturado. Pero entonces, son las líneas principales de politización las que no encuentran cauce. Y lo que permanece fuera de foco, y fuera del lenguaje, son las conexiones elementales entre conflicto social y nuevas figuras de justicia. Lo que permanece impedido, en y por la trama del derecho, es la más básica necesidad de orientar la producción de bienes en favor del disfrute público, y la reasignación de riquezas en un sentido igualitario. El realismo, cuando no es una secuencia necesaria de una política de emancipación, se priva de esa comprensión más amplia -de la que hablaba Viñas-, que permite situar mediante figuras de analogía, la penetración del mitrismo, la derrota de las montoneras o la venganza de Simón Radowitzky como episodios de significación global. El realismo desestima, y provoca un declive de lo político. Declive que se extiende, bajo la forma de análisis periodísticos y comentarios justificatorios de red social, saberes acotados o directamente en sorderas. Indiferencia que, bien encauzada, podría llevar a la pregunta sobre los derechos a nombrar cada cosa por su nombre.

La tecla Eñe revista

Energía – Energeia // Henri Meschonnic

Traducción: Hugo Savino

La energía creadora – es la energeia de Humboldt. Obra, ella. En la obra. Pero también nos corresponde a nosotros, está en nosotros, verla, la energeia, y no sólo el ergon. Pensar Humboldt. Y  dejar de pensar Peirce. Ni seguir pensando Heidegger. Es pensar las interacciones y también los conflictos. Es decir la historicidad misma. Contra la regulación ambiente de la deshistoricización sin verificación ni sanción. Sin ética. La energía creadora, hoy, es – como lo quiere lo cómico del pensamiento –  tan  sencillamente como haya lugar cada vez, y siempre hubo lugar en todas partes, pensar contra la época. Contra el cientificismo reinante que esconde un simplismo del pensamiento. En resumen, reconocer que el pensamiento es un arte, y que hay artistas del pensamiento. Buena manera de volver a poner juntos a los artistas de las ciencias naturales y a los de las ciencias de la cultura. No en la pseudo-unidad de un mismo objeto, sino en la invención de los problemas. Hay una poética del pensamiento, y es también una poética negativa, en el sentido en que tiene que alejarse de un cierto número de certezas, de hábitos.

Digo ritmo, y se me responde: por qué decir ritmo, puesto que está el estilo, y es la misma cosa. Sin ver todo lo que el estilo arrastra con él: la lengua, la separación, el discontinuo del signo. Pero el ritmo obliga a pensar el continuo, y es ritmo la palabra que hay que mantener, no hay que cambiar de palabra, porque, como respondía Bergson, “el común de los hombres no ve que la cosa plantea un problema.” Sí, siempre la misma palabra. A Platón la filosofía jónica no lo intimidaba. Siempre la misma palabra porque la cosa de la que habla la palabra plantea un problema. Y este problema no está pensado en la palabra estilo, ese problema, y justamente se trata del estilo del pensamiento.

Porque el ritmo no es un ejemplo entre otros como para que se haga evidente que el pensamiento es un asunto de estilo, que no hay energía en el pensamiento sin estilo. El estilo, aquí, es el sentido de los problemas, el sentido del lenguaje – el Sprachsinnde Humboldt – el sentido del sentido. Que engloba y provoca la reacción en cadena de una crítica del signo a través de una crítica del ritmo, de una crítica de la separación entre la teoría del lenguaje, la teoría de la literatura y del arte, la ética y la política a través de la crítica del signo. Siempre la crítica del Siglo de las Luces y el conflicto de las Facultades. No hay estilo en el pensamiento sin la energía de la crítica, no hay energía sin crítica. No hay pensamiento sin crítica.

Es la energía de la utopía. Y sólo se puede pensar de esta manera si uno no tiene otra elección. Y es porque uno es expulsado, empujado y tampoco sé si uno es completamente el sujeto de su pensamiento o si el sujeto no es en nosotros lo que se hace y lo que se deshace de nuestro pensamiento. Y lo contrario absoluto de este movimiento en el pensamiento, de esta inquietud del pensamiento, es precisamente lo que llamamos las ideas categóricas. No se puede pedir nada mejor para vengarse. Pero no hay lugar para la crítica, no hay sitio para ella. Es una fuerza, pero no tiene poder. No tiene los poderes de las ideas categóricas, que tienen su lugar, que tienen los lugares. Su fuerza, es el tiempo. Su trabajo es el trabajo del tiempo. Su tiempo es el presente, pero es el presente del futuro.

El presente del continuo. Enmascarado por el presente  pasado del discontinuo. El continuo es lo inaparente. Su fuerza, se podría decir, es el correlativo inverso de su inapariencia.

Por eso no hace más que agregarse a la colección de los inconscientes. Como decía una mariposa surrealista (y sí que  tenían energía), el continuo está al alcance de todos los inconscientes. Estaba el inconsciente de la lengua, como cada uno sabe desde Saussure. Estaba el inconsciente del psicoanálisis, el inconsciente de la ideología. Está también el inconsciente de la enunciación. La literatura nos obliga a postular un inconsciente del continuo.

Extrañamente, es a la vez para mostrar lo que únicamente la cosa literaria puede hacer, y para mostrar que esta cosa es en nosotros lo ordinario mismo. Pero únicamente la literatura, y, en la literatura como arte del lenguaje, y antes que nada la poesía, cuando ella es el estado naciente de una poesía, es el revelador de lo ordinario. Es su energía, irreductible a todo lo que ella puede decir, irreductible a todo lo que se puede decir de ella. Tan corriente y fuerte como la idea misma de fuerza. Invita al redescubrimiento teórico del verbo hacer.

Poema, no lo que dice, sino lo que hace. A través de lo que se dice. Ritmo, lo que hace, o bien lo que dicen las palabra, o bien  otra cosa, y lo contrario mismo de lo que dicen las palabras. La energía en el pensamiento consiste en reconocer la fuerza de lo continuo, en percibir lo imperceptible. Que la fuerza del signo oculta.

Entonces también es un sentido del desafío. De las fuerzas en presencia. Ahí donde comúnmente no se ve más que un estado de los signos. Por ejemplo, hoy, ver y mostrar la inapariencia constatada del conflicto entre los que están del lado de Peirce y los que están del lado de Saussure; o la inapariencia una vez más, como un efecto retraso, de la diferencia radical entre Saussure y el estructuralismo; o la inapariencia de lo que compromete (para mí, definitivamente) a Lacan por su solidaridad con Heidegger y con el estructuralismo, en lugar de fundar el psicoanálisis en Benveniste; o la inapariencia, para muchos, de la carencia en la teoría del lenguaje que compromete a todo un establishment filosófico a través de Ricoeur, en sus contrasentidos sobre un Saussure estructuralizado, y Derrida también siempre vio un Saussure estructuralista. Todo ese mundillo, con su apego a la época, baila el baile del signo. Y ocupa todos los lugares. Como la semiótica generalizada.

Pero en su ajetreo, y su agitación mediática, este mundillo carece de la energía creadora condensada en tres palabras de Benveniste. Manifiestamente, no se las escuchó. Esta sordera es muy sonora. Benveniste anotaba, como al pasar, que las obras de arte, “siempre particulares”, eran una semántica sin semiótica. Eso es la energía. El estilo. Esta energía no es necesariamente salvaje, mucho menos hosca. Puesto que es al contrario la felicidad misma del pensamiento, como se habla de las felicidades de escritura. Hugo, Claudel, Apollinaire tienen muchas felicidades de pensamiento.

Es algo muy diferente, con el nietzschismo en la estetización del pensamiento, porque lo lúdico, que ha ocupado todo el espacio, es un juego con el ergon, pero lo indefinido mismo del juego, que se hace pasar por la energeia, no es la energeia. Porque este juego sólo conoce las palabras, el signo. Imita todos los inconscientes. Es a la vez lo sublime del signo y lo sublime del  mimo. Es por eso que, entre los dedos del malabarista, la sophia se convirtió en sofisma. Su juego tiene todos los encantos de la magia, y los poderes del verbalismo. La segunda muerte de Nietzsche. Demasiado saber.

La energeia exige ritmo, exige el sentido del ritmo como sentido de lo desconocido. Es por eso que me parece que hay más sentido, sin medida, en el sentido de lo moderno que en ese arribista, que es lo postmoderno. Aunque ahora esté por todas partes. Por lo cual la reflexión sobre la modernidad sólo puede ser inacabable, lo que exige energía, contra el efecto simplista que cree, a través de lo post, haber hecho que lo moderno pase de moda.

El error de lo postmoderno es su apego a la época, y reemplazar con su dogmatismo los dogmatismos de los modernismos que había expulsado.

Pero si, cuando se hace la ascesis de las relaciones entre ergon y energeia, se deja de confundir la modernidad con la  conquista variable de un poder sobre el tiempo, si se reconoce que la modernidad es un desafío del sujeto, entonces la modernidad aparece como la común pero irreductible energía de ser y de seguir estando en el presente, indefinidamente. Mientras que lo postmoderno, que cometió el error de referirse a lo moderno, y a una idea vieja de la modernidad, solo podrá ser de un tiempo determinado, pinchado como una mariposa en la época, como el Modern´Style y el Nouveau Style. Porque ellos tienen un referente.

Así, el lugar sin lugar de la energía es la modernidad. El papel mismo de un pensamiento de la modernidad es el de estar atento a que ese pensamiento sea, a su vez, como Benveniste lo decía de la lengua, el interpretante de la sociedad.

Columna: Otros Ritmos/Traducción

Opinar corte random // Diego Valeriano

Opinar corte random y renunciar a entender: Masterchef, Vicentín, contagios, clases presenciales, agradecer las vacunas, decir que son veneno. FMI, Justicia Federal, inflación, lawfare, Santiago, Facundo, que te importe la víctima según el victimario. La inseguridad, la desigualdad, filminas, Larreta, los runners, Alberta, las pibas, los chetos y la educación como todo llanto. Excitación, posteo, ansiedad y aturdimiento. Ser pollo, ser odio, ser ortiba, ser likes.

No ser gato del algoritmo, ni termo de la jefa, ni flashear libertario cuando solo estás diciendo mercado. Buscar aire, buscar a los amigos, ayudarnos a respirar. Contrarrestar los ataques a nuestro sistema nervioso central. Escurrirse, no saber, desertar, entrar en una, rajar del ruido de los medios, las redes, los panelistas, la médica, el militante, la mamá. Ruido que no habla de la vida sino de otra cosa, que odia los cuerpos, que disciplina, aturde y nos pone vigilantes.

Estar atentos de otra manera, a otros movimientos, a otros sonidos, a otros tiempos. Estar atentos de otra manera no es señalar, twittear manija, discutir o termear, sino elaborar otra búsqueda de preguntas y respuestas. ¿Es necesario opinar tanto? ¿Hay que tener un timeline coherente? ¿Un muro militante? ¿Ser visibles? ¿Empacharse de combatiente cuando solo sos hater? Todo se expone en su obviedad, todo es excesivamente visible. El ruido, la visibilidad y la opinión es lo que manda. 

Mejor huir del régimen de la opinión que exige obediencia y visibilidad, mejor construir estrategias de visibilización inverosímiles. Mirar todo a través de un ojo irónico, desconectado y en lo posible pillo. Bajar del patrullero, dejar de vigilantear, no flashear tanta politización de los proyectos personales que son de otros. Ni atacar, ni defender, ni tanto opinar. Pavear, entrar en una, volverse imperceptibles. Hacer por hacer, fabular, segundear, construir acciones que no sean capturables, ni manipulables. Hacer algo absurdo que no se haga mercancía, ni opinión, ni viral. Volverse invisibles, no atacables, anónimos. Empezar a respirar, dejar atrás tanta ansiedad.

Elogio del cansancio // Lucía Delor

“Tarde o temprano, todo deseo debe encontrar su cansancio.” Dice Godard en “Elogio del amor”. ¿Por qué dice cansancio y no límite, fin, muerte? Es pertinente hablar del cansancio como un valor, como la verdadera posibilidad de movimiento, en contra de la idea de que descansar mucho (salvo que se pague para hacerlo) es inadmisiblemente improductivo. 

El deseo encuentra su cansancio en tanto que este es la marca del inconsciente. La íntima relación del deseo con el vacío ofrece una sensación de infinidad: cualquier cosa podría colmarlo. Contra lo que Lacan nos advierte: no se llena de cien maneras, se llena de unas pocas, es más, me atrevo a decir: de las que se pueden. El inconsciente es el corte que rechaza la totalidad de las maneras en tanto conjunto: no se sueña lo que se quiere, no se ama lo que se quiere y no se desea lo que se quiere. Julia Kristeva nos dice: “Algunas personas rechazan una pasión y eligen otra: tienen un inconsciente.” El inconsciente resiste a la infinitud. 

El cansancio es precisamente esta barrera que limita lo ilimitado y, desde este borde, permite esclarecer cierto sentido, ciertas marcas de origen. Jean-Louis Chrétien en su libro “Del cansancio” propone que el cansancio pone en juego nuestra relación, por un lado, con el cuerpo y con el tiempo, y por otro, con el ser mismo, y atribuye el cansancio a una forma particular de relación con el ser, o con la falta en ser. El cansancio es la prueba y garantía de que el deseo se agota de llenarse porque, precisamente, no es infinito: nunca se llena, no por poder hacer más lugar, sino porque no se llena de cualquier manera: “Es de poder que uno no puede más. No poder más no es idéntico a no poder nada más.” (J.L Chértien)

El cansancio es, entonces, replegamiento y espera, pausa y posibilidad. Pone en juego nuestra relación con el tiempo: el cansancio lleva tiempo, no detenimiento sino tiempo de la experiencia del cansancio. Nuestra relación con el cuerpo: el cansancio no es lasitud del alma y hartazgo de las pasiones, es agotamiento de la carne, impedimento, retracción: es una operación en el espacio, el cuerpo que precisa quietud y que ocupa un lugar.

El cansancio es signo de que algo que no se llena de cien maneras puede volver a no llenarse nuevamente: es importante nombrarlo en tanto marca de que algo no es y por lo tanto otra cosa puede ser. Pero no siguiendo la lógica feroz del consumo continuo sino una lógica de elementos discretos intercalados por vacíos.

Sabemos que hasta el amor encuentra su cansancio: el cansancio de ser objeto del deseo del otro. “Ser amado (…) me llama y me convoca a mí mismo como jamás yo hubiera podido llamarme mi convocarme, según lo imprevisto y lo descuidado de toda palabra dada.” Dice Chértien. Ser llamado en contra de mi voluntad, por un otro que no sabe lo que quiere ni lo que le falta. El inconsciente, entonces: la posibilidad de afectar la falta del otro con mi deseo, del encuentro y sus límites. El cansancio: la retirada y la huella del paso por ese lugar. El tiempo que toma escribir una marca, una letra, una cifra, para reencontrar el vacío y mantener el movimiento, sinónimo de vida.

 

 

Escribir todo así, l-gante // Luciano Debanne

A mí me gustaría escribir todo así, l-gante.

Y que la única forma de leer esos textos sea quebrando la cadera hasta el suelo. Lengua afuera. Y la única forma de escribirlos sea con la cara escrachada de palabras. Con la facha de estar listo para cualquier cosa. Todo erógeno el cuero y los colmillos y la voz.

Y la edad hecha un misterio, esfumándose en el aire, como música que el barrio se lleva de paseo. Y una urgencia hoguera en el pecho, la garganta, y el pantalón.

Keloke? Corta nene, que a mí me gustaría escribir todo así, l-gante.

Que se empantanen las patrullas en el barro de mis versos, y tiren luces las sirenas en la noche, para que se luzca el tiktokeo breve de mis letras dispuestas en el desorden exacto que mí mano les dio, para que se rompan los silencios de los autos, y los parlantes con led de colores, y las ventanas vecinas abiertas, recitando mis versos a todo volumen mientras adentro limpian y bailan y aman y crían y viven como si la vida fuera apenas una canción.

Y que los ranking de acá y de afuera no entiendan de dónde salió ese texto guacho, orillero, malandra y compadrón, que no deja de irse al cielo de diamantes en cadenas, a pesar de venir tan de la nada, tan de dos pesos; pero con peso propio, mami, miralo hablando, diciendo cosas, qué atrevido, tan poca cosa y jugando a ser dios.

A mí me gustaría escribir todo así, l-gante, papi.

Mandar una que abrace al rancho; para que retocen, sin objetivo, ni futuro, ni razón. Las zapas grandes, arriba de la mesa, brillándoles el odio en los ojos de los que nacen ortibado el corazón, con sus setenta balcones de aplausos y cacerolas, y ninguna flor.

Farolero y vanidoso mí texto, mí teclado, mí tipeo rítmico. Farolero yo.

Keloke? Corta, que me gustaría escribir todo bien así, l-gante.

Diccionario feat lunfardo, calle y polvo, cordón y vereda, esquina y laburo, mesa y pared, chapa y cartón. Esperanto de mil lenguas, santito del párrafo gauchito, semántica de las onomatopeyas. Palabras inventadas, acomodadas como bloques, como balas de cañón; para que entren y peguen y digan y burlen y se rían de las cosas.

Y cumplan su función. Su tarea maldita de romperlo todo, de ignorar las reglas, de quemar los libros cuando son de normas. Su tarea de contradecir a los ministros de helicóptero y chaleco blindado, a las señoras que opinan en el diario La Nación, y a los congresos, y sus congresales, de educación.

Me gustaría escribir todo así, l-gante mami.

Y que no entiendan nada quienes nada saben; y que entiendan todo, casi todo, quienes tienen que entender.

Y que el resto siga, siga, su ruta boba; su distracción de pantuflas, de la casa al trabajo y del trabajo al cajón. Ignorando que hay un poema escondido en el embrollo, un verso de fondo y fango, una contraseña, un fresco del presente, una intuición.

Una foto hecha de palabras recortadas de cualquier parte, de cualquier modo, y por eso, por su espontaneidad y su irreverencia sin enseñanzas, capaz de hablar completo sobre esta cosa que pasa, que nos pasa, que va a pasar hoy.

A mí me gustaría escribir todo así, l-gante.

Pero no puedo.
Porque me sobra tanto, tanto. Me sobra tanta cosa vieja en esta mansedumbre bien entrenada, tan acomodada, que soy.

Y me falta maña, y fuerza, y hambre, y flow.

Y ese fuego, ese incendio sin dueño, ni nombre, ni billetes, que elige a alguna gente, y le convida una chispa, la mano en el hombro:

«Toma wachi te traje esto, hace tu magia, contalo todo, hace que gocen, escribilo vos.»

«Castigo a domicilio. La vida de las mujeres presas en sus casas»

Este martes 20 de abril a las 16 hs. vamos a presentar «Castigo a domicilio. La vida de las mujeres presas en sus casas»
Un libro necesario que pone el ojo en un conflicto invisibilizado: la vida de nuestrxs compañeras en arresto domiciliario. Publicamos este libro en una colaboración conjunta con el CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales). Agradecemos a todas la compañeras que, en conversaciones amorosas y desde el encierro de sus casas, nos acercaron sus experiencias💚
Podrás ver la transmisión por youtube.com/celsaudiovisual
📢Participarán del conversatorio: María Medrano, Colectivo YoNoFui; Carolina Varsky y Laurana Malacalza, Integrantes del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación; Fiorella Canoni, Ministerio de Justicia y DD HH; Paula Litvachky, CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales); Ulrich Sante, Embajador de Alemania.

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