Anarquía Coronada

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El inconsciente colonial – Conferencia de Suely Rolnik


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Presentación: Silvio Lang

El feminismo ha vuelto a poner la revolución como posibilidad histórica afirmativa de nuestras vidas frente al "cafisheo" de la energía vital del capitalismo. Esa, quizás, es la hipótesis de partida de las amigas agitadoras Verónica Gago y Marie Bardet, con las que pensamos esas asambleas públicas de la Escuela de Técnicas Colectivas y los coloquios internacionales "Cerca de la revolución" y "Pasado de revoluciones", que organizamos con la colaboración de otras maricuelas de la academia: Daniel Link y Mariano Lopez Seoane, el 10 y 11 del pasado abril.
1907-2017, cien años de la revolución rusa, es el motivo de nuestra Comuna de Buenos Aires feminista (María Moreno, está detrás del biombo haciendo señas aunque no pudo hacerse presente en esos días). Suely Rolnik de Brasil y Silvia Rivera Cusicanqui de Bolivia son los nombres molotov que hacen estallar toda nuestra afectividad. ¡Cómo no amar a una mujer, o a dos...! Excéntricas de la academia, son perfomers que agitan las pasiones del auditorio. Aquí, la conferencia completa inédita de Suely, que ella llamó "Sobre el inconsciente colonial", en el Centro Cultural Paco Urondo, comentada por Marie y Cecilia Palmeiro; y registrada y documentada por el Laboratorio Audiovisual Comunitario y la Escuela de Técnicas Colectivas. Dejamos liberado este insumo feminista y micropolítico para la revolución que ya empezó.
[fuente: http://campodepracticasescenicas.blogspot.com.ar]

Clinämen: Derechos Humanos: los retrocesos y lo irreversible

Conversamos con Gastón Chillier, director del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS). Los juicios a los crímenes de lesa humanidad. El rol de los servicios de inteligencia. La detención de Milagro Sala. La situación en Venezuela. La agenda de los Derechos Humanos en el país

Juan Valdés con Pablo Iglesia, en Otra Vuelta de Tuerka

Arthur Miller escribía sobre una Cuba prerevolucionaria “irremediablemente corrupta, lugar predilecto de la mafia, y prostíbulo para los extranjeros». Desde 1956, el Movimiento 26 de Julio lideró la resistencia contra la dictadura neocolonial de Fulgencio Batista a través de una guerra de guerrillas urbanas y rurales. Juan Valdés Paz (La Habana, 1938), que entonces tenía 17 años, recuerda esa época como un momento de politización acelerada para toda una generación. «La lucha contra la dictadura fue una especie de aceleración histórica. Yo ya participaba en la lucha clandestina y eventualmente cai preso», señala en Otra Vuelta de Tuerka.

Tras el triunfo insurgente contra la dictadura, abandonan el país casi medio millón de personas; concurren los batistianos y la alta burguesía, pero la mayoría pertenece a la clase media y profesionales. Ese vacío en la administración del Estado fue cubierto por cuadros jóvenes. «Esa osadía de la revolución de ocupar la economía con jóvenes fue una operación prodigiosa», indica Valdés. Él mismo, contando con tan sólo 20 años y sin experiencia previa, fue convocado por la revolución para administrar una central azucarera. «Andaba por los surcos de los campos cubanos e iba leyendo a Kant como una especie de compensación», recuerda durante la entrevista.

El político cubano, vinculado a una larga vida como funcionario en la agricultura cubana, señala las sucesivas reformas agrarias como uno de los mayores logros de la revolución: «La nacionalización de la tierra producía un cambio estructural definitivo y le daba un golpe a la dependencia económica de Cuba de Estados Unidos».

Sobre el momento político actual identifica tres grandes retos para el futuro de la revolución: La sustitución de una producción agroindustrial por una sociedad de servicios; la reconstrucción de las relaciones internacionales de Cuba; y el desafío de la sucesión política a la dirección histórica. Además concluye como la suerte de Cuba está estrechamente ligada a la suerte regional: «el descalabro venezolano es un descalabro serio para nosotros».
Publicado el 12 jun. 2017

Programa #25 – Temporada 3
Emisión, lunes 12 de junio de 2017

Palabras mágicas, reflexiones sobre la crisis: conferencia de Silvia Rivera Cusicanqui


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Presentación: Silvio Lang

El principal blanco de ataque de la derecha argentina y sus medios de comunicación en la pasada marcha del Ni Una Menos, el 3 de junio, así como a la acción de calle, el día previo, "Las insumisas de las finanzas", en el Banco Central de la República Argentina, fue que el movimiento feminista mezclaba todo. Feminicidios con política; explotación de los cuerpos con finanzas; lenguaje institucional con violencia y racismo; capitalismo con economías populares; aborto con lesbianismo... El concepto aymará ch'ixi (mezcolanza) que viene trabajando Silvia Rivera Cusicanqui y que reforzó en la reciente conferencia en Buenos Aires, permite pensar esa mezcla, esa heterogeneidad, esa transversalidad e intersección política que pone en juego  el movimiento revolucionario feminista como defensa de la vida puesta en peligro por el capitalismo. "Pachakuti", dirá Silvia, para ir más allá de la revolución voluntaria humana y traer la imagen de un revuelque del cosmos, cerca de la imagen de la marea que describe el movimiento feminista actual, más allá de los límites que han impuesto los gobiernos progresistas en Sudamérica.  
Con la publicación de la conferencia de Suely Rolnik decíamos que el feminismo ha vuelto a poner la revolución como posibilidad histórica afirmativa de nuestras vidas frente al "cafisheo" de la energía vital del capitalismo. Que esa era, quizás, la hipótesis de partida de las amigas agitadoras Verónica Gago y Marie Bardet, con las que pensamos esas asambleas públicas de la Escuela de Técnicas Colectivas y los coloquios internacionales "Cerca de la revolución" y "Pasado de revoluciones", que organizamos con la colaboración de otras maricuelas de la academia: Daniel Link y Mariano Lopez Seoane, el 10 y 11 del pasado abril. 
1907-2017, cien años de la revolución rusa, fue el motivo de nuestra Comuna de Buenos Aires feminista (María Moreno, está detrás del biombo haciendo señas aunque no pudo hacerse presente en esos días). Suely Rolnik de Brasil y Silvia Rivera Cusicanqui de Bolivia son los nombres molotov que hacen estallar toda nuestra afectividad. ¡Cómo no amar a una mujer, o a dos...! Excéntricas de la academia, son perfomers que agitan las pasiones del auditorio. 
Aquí, la conferencia completa inédita de Silvia "Palabras mágicas: reflexiones sobre la crisis", en el Centro Cultural Paco Urondo, comentada por Verónica y registrada y documentada por el Laboratorio Audiovisual Comunitario y la Escuela de Técnicas Colectivas. Dejamos liberado este insumo feminista y micropolítico para la revolución que ya empezó. 

«El imaginario del Estado-nación no es un imaginario alternativo al neoliberalismo» // Entrevista a Laval y Dardot

por Amador Fernández-Savater
La pesadilla que no acaba nunca  (Gedisa) es el último libro traducido al castellano de la pareja intelectual que forman los franceses Christian Laval (sociólogo) y Pierre Dardot (filósofo). El título hace referencia al hecho de que la crisis más grave en muchas décadas no ha traído consigo una transformación sustancial del capitalismo (como pasó en 1929), sino la radicalización de su forma neoliberal.
Esta intensificación de la lógica neoliberal –que coloniza las instituciones públicas, las relaciones entre los seres y el interior de nosotros mismos– amenaza ahora incluso las formas más light de la democracia (democracia electoral, liberal-representativa). La crisis es la ocasión perfecta para lanzar una auténtica «guerra política» contra todos los obstáculos que frenan la profundización de la lógica del beneficio.
Es urgente y vital esbozar un nuevo tipo de pensamiento y acción transformadora-revolucionaria capaz de estar a la altura del desafío que plantea el «devenir-mundo del capital». Según Laval y Dardot, la alternativa no pasa por renovar el soberanismo o la socialdemocracia, sino por las «políticas de lo común». Es decir, las prácticas de democracia radical que hacen de cada uno de nosotros un agente activo en la configuración de la realidad.
1- Según vosotros, el neoliberalismo es un proyecto directamente anti-democrático, en el sentido de que se opone (tanto en la teoría como en la práctica) a cualquier atisbo de soberanía popular (incluso la liberal-representativa). ¿Podríais explicar esto?

Efectivamente, es importante volver sobre el proyecto en sí, tal y como fue elaborado a lo largo de varias décadas (desde finales de los años 30 hasta finales de la década de 1960). Hay que tomárselo en serio, en lugar de ignorarlo con el pretexto de que se trata de un adversario intelectual y político. No es que este proyecto haya impuesto directamente las políticas neoliberales de los años 1970-1980. Las vías emprendidas por los diferentes gobiernos fueron distintas, desde la dictadura militar de Pinochet en Chile, que en algunos aspectos hizo las veces de laboratorio, hasta los gobiernos de Thatcher y Reagan. Pero más allá de esta diversidad en las formas, lo cierto es que el proyecto neoliberal no dejó de ser desde el origen un proyecto antidemocrático, en todas sus variantes.
El periodista y ensayista estadounidense Walter Lippman, uno de los inventores del neoliberalismo antes de la Segunda Guerra Mundial, estaba preocupado ante todo por la «ingobernabilidad» de unas democracias sometidas «al dictado de las opiniones públicas». Hayek no dejó de denunciar la omnipotencia del poder legislativo, para mejor oponer la «demarquía» a la «democracia»: la demarquía excluye la democracia en la medida en que sustituye la soberanía del pueblo por el gobierno de las «leyes». Pero por «leyes» hay que entender las reglas de derecho privado y penal en tanto que independientes de toda voluntad legislativa. Son estas reglas las que deben guiar la voluntad del propio legislador. De esta forma, Hayek imagina una corte constitucional superior a todos los demás poderes encargados de velar por la intangibilidad de estas «leyes».

Sin embargo, la corriente del neoliberalismo que, en este sentido, ha terminado siendo la mayor y más influyente es sin duda la del ordoliberalismo alemán. La originalidad de esta corriente, cuyo fundador fue Walter Eucken, consistió en que propuso desde muy temprano que se incluyera una Constitución económica en la Constitución política de cada Estado, de manera que se garantizara que cualquier política económica respetaría la inviolabilidad de esos principios constitucionales. Se trata de los mismos principios que fueron a continuación consagrados por la construcción europea: estabilidad monetaria, equilibrio presupuestario, competencia libre y no viciada. En Alemania y en Europa, estos principios inspiraron directamente la creación de bancos centrales independientes, cuya función consiste en velar por ellos, eventualmente contra la voluntad de los gobiernos y los parlamentos, y siempre contra la de los pueblos.

En definitiva, aquí está el corazón de la lógica neoliberal: elevar las grandes orientaciones de la política económica por encima de cualquier control democrático, de manera que todos los gobiernos futuros quedan maniatados de antemano independientemente de las alternancias electorales. Lo que el neoliberalismo no tolera es simplemente la democracia electoral bajo su forma más elemental, así como la división de poderes, pues ambas suponen un obstáculo para esta «constitucionalización» de la política económica. Con esto es con lo que nos encontramos hoy bajo las más diversas formas: un proceso ya bastante avanzado de salida de la democracia liberal-representativa, en beneficio de un sistema de gobernanza informal que implica tanto actores privados como estatales.

Estado-nación y neoliberalismo

2- Hay en toda Europa un auge del nacionalismo, que vosotros explicáis como «el deseo de restaurar una soberanía perdida, fantaseada sobre un fondo nostálgico y reactivo». Pero, ¿se trata de un fenómeno uniforme? Por ejemplo, en España hay sectores de izquierdas muy implicados en el proceso independentista catalán. Se expresa ahí un rechazo del Estado español desde una perspectiva «social» y «progresista». ¿Veis alguna posibilidad de emancipación en la vía estatal-nacional?

Conviene desconfiar de la tentación de la uniformización a la que nos lleva un uso indiferenciado de los términos de nacionalismo o populismo. El nacional-populismo de un Donald Trump y el neofascismo de una Marine Le Pen son, por ejemplo, el producto directo de más de 35 años de dominación neoliberal y no ponen en cuestión de ninguna manera la lógica de esta dominación. Representan incluso más bien una forma agravada de la misma: desregulación financiera, reducción de los impuestos a los más ricos, etc. El neoliberalismo concilia bien con el nacionalismo xenófobo, así como con muchos otros tipos de ideologías reaccionarias, como podemos ver hoy en día en Turquía o en Brasil.

No podemos confundir bajo una misma etiqueta sumaria las aspiraciones de constituir un Estado por parte de pueblos que no han dispuesto jamás de un Estado independiente (Escocia, Cataluña, País Vasco, etc.) con el nacionalismo reaccionario que se desarrolla en las naciones hace tiempo constituidas en Estados o que ejercen un control sobre «minorías» desde un Estado que conquistaron en la noche de los tiempos. Las aspiraciones nacionales de los pueblos escocés y catalán no tienen el mismo sentido que el nacionalismo que se ha expresado con ocasión del Brexit, que procede, por un lado, de la nostalgia de una grandeza perdida que se trataría de restaurar y, por otro, del resentimiento de poblaciones condenadas a la pobreza y a la relegación.

Con todo, no es menos cierto que sería vano alimentar una ilusión sobre la posibilidad de que un pueblo conquiste el derecho al autogobierno en el interior de la Unión Europea, tal y como ésta está construida desde sus orígenes. La estrategia que consiste en apoyarse en la Unión Europea para aflojar el nudo del Estado que niega todo derecho nacional está condenado al fracaso. Hay que entender que una integración de estas nuevas entidades en la Unión Europea no se haría en condiciones muy distintas de aquellas que se les impusieron a las naciones de las que forman parte (España, Gran Bretaña). Lo cual significa que estas naciones (Cataluña, Escocia) no serían «reconocidas» más que a condición de someterse a la lógica ordo-liberal de la Unión Europea, lo que conduciría tarde o temprano a privarles de toda forma de autogobierno.

En resumen, la ilusión estaría en creer que se puede proceder en dos tiempos o etapas: primero, una unión ecuménica orientada a conquistar la independencia, que haría abstracción de las oposiciones entre intereses sociales antagonistas, y sólo después, una vez conquistada la independencia, una confrontación en torno a las cuestiones sociales entre los «hermanos» de ayer. Hay que evitar absolutamente la ilusión de una gran familia o de una comunidad soldada, preservada de toda conflictualidad interna. Las oposiciones sociales deben emerger desde el interior mismo del combate por el reconocimiento de los derechos nacionales a partir de hoy mismo.

3- ¿Cuál sería entonces vuestra alternativa? ¿Qué otra Europa podemos concebir (al menos como horizonte) desde el imaginario de las políticas de lo común?

Hay que abrir desde hoy mismo la perspectiva de una Federación democrática de los pueblos europeos por parte de aquellos que combaten para conquistar el reconocimiento de sus derechos nacionales. Tal y como lo supo ver Castoriadis en 1992, una federación de este tipo no podría ser democrática más que a condición de ser una Federación de unidades políticas autogobernadas.

Es decir, por un lado, el principio de la autonomía implica el derecho de toda comunidad nacional a organizarse según la forma política que desee, incluyendo la del Estado-nación. Pero, por otro lado, este mismo principio de autonomía, que es válido para toda colectividad humana, implica la superación del imaginario del Estado-nación y la reabsorción de la nación en una comunidad más vasta, que englobe en último término a la humanidad entera. Un común encerrado en fronteras nacionales no es un verdadero común: cualquiera que sea su escala y carácter (político o socioeconómico), lo común está necesariamente abierto al exterior y esta apertura debe manifestarse por la preocupación de integrar sus relaciones con las otras sociedades en su propio funcionamiento interno.
Hay que insistir en este punto: el imaginario del Estado-nación no es un imaginario alternativo al neoliberalismo. Si tal imaginario, lejos de haberse diluido, se ha visto en gran medida reforzado en estos últimos años, se debe en primer lugar a la «maquinaria político-burocrática» que constituye la Unión Europea. El impasse actual viene del hecho de que, como decía Castoriadis, ciertos pueblos ya constituidos en Estados quieren volver a la soberanía nacional-estatal, mientras que los otros están preocupados sobre todo por la idea de llegar a constituirse en una forma estatal «independiente», sin importar el coste ni el contenido. Pero la competencia entre soberanías, lejos de debilitar la lógica del neoliberalismo, no hace sino alimentarla y reforzarla.
Vieja y nueva socialdemocracia

4- Podríamos pensar la crisis que está atravesando actualmente el PSOE como una forma nacional particular de la crisis que afecta al conjunto de la socialdemocracia europea. Vuestro análisis sobre esa crisis es muy duro: afirmáis que la socialdemocracia no ha sido una víctima, sino un actor decisivo de las políticas neoliberales, autodestruyéndose en el proceso.

La socialdemocracia europea ha sido, y lo es más a día de hoy, la primera responsable de la puesta en práctica de las políticas de austeridad. Así, cuando fue mayoritaria en Europa a finales de la década de 1990 y principios de la del 2000, sus dirigentes agravaron la deriva anterior, en lugar de iniciar una re-orientación de la política europea. Procedieron a desmantelar sistemáticamente el derecho al trabajo, por la vía de una mayor flexibilización del mercado laboral (Blair, Schröder, Hollande, Renzi).

El ejemplo de Francia es muy elocuente: muy pronto, a lo largo de la década de 1980, bajo la égida de Mitterrand, la socialdemocracia tomó la iniciativa de la liberalización del sector financiero, aventajando por esta vía a bastantes gobiernos neoliberales, hasta el punto de hacer las veces de entrenamiento para estos últimos. Convertido desde principios de la década de 1980 a las virtudes de la competencia, Hollande no ha dejado por su parte de soñar con ser el Schröder francés, con vistas a dejar el recuerdo de un hombre de Estado valiente, capaz de dominar la hostilidad de la opinión pública.

Más en general, es el lugar histórico de la socialdemocracia lo que está amenazado, en razón del cierre institucional impuesto por el sistema neoliberal. Hoy en día la socialdemocracia se ve ante la siguiente disyuntiva: sumarse o romper. Pero sumarse es condenarse a morir, tal y como muestra la experiencia de estos últimos años, y romper es asumir el riesgo de un enfrentamiento con el sistema, algo que le resulta igualmente insoportable. Sus dirigentes han preferido suicidarse antes que resistir.

Hay que tomar de una vez conciencia de este hecho: la socialdemocracia ha dejado de existir y nadie podrá resucitarla, ya que el sistema ha destruido todo espacio o todo margen de maniobra para que pueda operar una contra-fuerza en su seno. Bajo este apelativo de «socialdemocracia» lo que hay en realidad son izquierdas neoliberales que, ya de entrada, inscriben su acción en el mismo marco que las derechas neoliberales. He aquí por qué a nosotros nos parece más correcto hablar de una «razón política única», en lugar de un «partido único».

5- La «nueva política» se presenta en ocasiones a sí misma como «una nueva socialdemocracia», una socialdemocracia que sería «real» y no una opción neoliberal disfrazada de izquierda. ¿Qué pensáis de esta posibilidad?

Preconizar la vuelta de una «socialdemocracia real» es ilusorio, por mucho que parezca reflejar la famosa fórmula de los Indignados: «Democracia real ya». Pues aquella fórmula debía su fuerza al cuestionamiento directo de la democracia llamada «representativa»: significaba en el fondo que esta última no era «realmente» una democracia y que la democracia, para ser real, implica la coparticipación de todos los ciudadanos en los asuntos públicos. El principio político que nosotros llamamos «lo común».

El objetivo de constituir una «socialdemocracia real» parte de una constatación compartida por muchos: la vieja socialdemocracia (el PSOE, por ejemplo) ya no sería realmente una socialdemocracia, en razón de su alineamiento puro y simple con el neoliberalismo. Esa constatación es cierta, pero ¿por qué habría que deducir de ahí que hay que ocupar el espacio que ocupaba y que su fracaso político ha dejado vacante? Más bien conviene poner en cuestión la posibilidad de reconstituir una verdadera socialdemocracia en las condiciones de transformación neoliberal de las instituciones estatales. La verdad es que esta transformación, debido a su carácter irreversible, impide definitivamente toda vuelta hacia atrás: pura y simplemente, los márgenes de maniobra que permitieron históricamente a la socialdemocracia jugar su papel han dejado de existir.

Ya no nos podemos imaginar construir paso a paso, y sin salirnos del marco parlamentario, una relación de fuerzas que permita obtener concesiones en materia de democracia social. Debemos recordar que esta estrategia sólo pudo funcionar en las condiciones propias de la democracia representativa clásica. Ahora bien, tal y como creemos haber dejado claro en el libro, el neoliberalismo tiende a vaciar dicha democracia de todo contenido. Así pues, en nombre del combate por una «democracia real» hay que asumir esta imposibilidad de volver a la socialdemocracia.
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En otras palabras: hay que elegir entre la «socialdemocracia real» y la «democracia real». Querer la «socialdemocracia real» es correr tras un espejismo: al final del camino renunciaremos a la «democracia real» sin haber restaurado siquiera la democracia representativa. Simplemente, corremos el riesgo de adaptarnos pasivamente al marco antidemocrático que impone el neoliberalismo, entrando así en la vía suicida de la normalización política como un partido más. Porque en ausencia de aquella democracia en su forma parlamentaria clásica ninguna socialdemocracia puede llegar a ser «real».

Gobernar desde el Estado y gobernar contra el Estado

6- Podemos y las candidaturas municipalistas se presentaron a las elecciones bajo la consigna de «poner las instituciones de nuevo al servicio de la gente». Sin embargo, uno de los descubrimientos que han hecho muchos compañeros que han accedido al poder político ha sido hasta qué punto las instituciones no sólo son una herramienta que pueda «usarse bien o mal» (al servicio de la gente o de la oligarquía), sino que son «intrínsecamente neoliberales» en sus maneras de pensar y actuar, de contratar y evaluar, etc.

La experiencia de la participación en las instituciones políticas tiene, en efecto, mucho que enseñar a todos los que tengan la ambición de volverlas contra la lógica neoliberal: uno se da cuenta enseguida de que estas instituciones no son simples medios susceptibles de servir a fines distintos y opuestos, sino que han sido rediseñadas hasta en su funcionamiento y sus métodos de trabajo por décadas de racionalidad neoliberal.

Las instituciones no son neutras, no más que el Estado en general. Por consiguiente, la cuestión no es tanto entrar en las instituciones para hacer de ellas armas en el combate contra la oligarquía neoliberal, sino hacer de las instituciones un nuevo terreno de lucha. Más en concreto, se trata de trabajar activamente, desde el interior y al mismo tiempo desde el exterior, para subvertir la lógica del Estado y de sus instituciones, que es en el fondo una lógica propietaria y monopolizadora.

Esto vale muy particularmente para los gobiernos municipales, que deben construir una relación de fuerzas contra el Estado central apoyándose en los movimientos sociales y trabajando en la coordinación de las municipalidades «rebeldes», siguiendo el ejemplo de lo que ha puesto en marcha Barcelona en Comù.

7- Vosotros utilizáis la fórmula «gobernar contra el Estado», ¿qué significa?

Lo que la experiencia de la participación en el poder del Estado demuestra de forma apabullante es que aquellos que pretendieron tomar el poder para servirse de él como si fuera un instrumento neutro terminaron por convertirse en engranajes de un poder de Estado convertido a su vez en un fin en sí mismo, que funciona en pos de su propio reforzamiento y perpetuación. Ya va siendo hora de comprender que la administración del Estado obedece a una lógica autónoma con respecto a la acción de los gobiernos, cuyo horizonte temporal es bastante más limitado y que, en las condiciones actuales, esta lógica es una lógica a la vez burocrática y de gestión.

Un gobierno que se preocupe realmente por actuar en el sentido de los intereses del pueblo deberá darse cuenta de esto. Deberá apoyarse en las iniciativas tomadas desde abajo, es decir, impulsarlas y favorecer su coordinación, para quebrar, si es preciso, la resistencia de la administración pública e imponer una transformación de las reglas de funcionamiento de dicha administración con la vista puesta en una democracia que integre a los ciudadanos en los procesos de deliberación y de decisión. Lo que nosotros entendemos por «gobernar contra el Estado» no es ni más ni menos que esto: el Estado neoliberal no es el aliado natural de un gobierno democrático, sino que es más bien un adversario cuya resistencia sólo podremos superar apoyándonos en las movilizaciones y en las experiencias surgidas de la propia sociedad.
Lo común: una nueva imaginación política

8- Afirmáis que no se puede entender la fuerza que tiene el neoliberalismo hoy sin entender la gran pregnancia de su imaginario: cómo cala en nosotros su promesa de libertad, su propuesta de lo que es una forma de vida deseable, etc. Habláis de la necesidad de oponer a ese imaginario un imaginario alternativo: «No hay nada como la potencia de un imaginario para hacer nacer el deseo de transformar el mundo». ¿En qué consiste ese imaginario alternativo? ¿Se trata de un relato o de una narrativa? ¿Cómo suscitarlo y extenderlo?

El imaginario neoliberal se alimenta y se mantiene a través de las prácticas que hacen de cada uno de nosotros un «empresario de sí mismo» en todas las esferas de la vida. Lo común es el principio que debe presidir el advenimiento de un nuevo imaginario y de un nuevo deseo. La única manera de crearlo y difundirlo es partiendo de las prácticas e invenciones que se dan en lo cotidiano y trabajando en pos de su propagación. Las historias y los relatos no pueden tener una validez por sí mismos, independientemente de las prácticas, como si unas bellas fábulas edificantes pudieran propagar el deseo de lo común.

Por la misma razón de fondo, hay que rechazar todos los relatos que se presenten como elementos de fabricación de una «identidad populista» a la manera de Laclau: lo común excluye por principio toda clausura en torno a una identidad y excluye a fortiori toda identidad construida por la identificación con un jefe o líder carismático. Sí son útiles, por el contrario, aquellos «relatos» e «historias» que ayuden a ver, partiendo siempre de las experiencias en curso, lo que sería una sociedad regida por la lógica de lo común. En una palabra, se trata de hacer de estas experiencias el combustible de una nueva imaginación política colectiva.

9- Decís que «lo común» es por el momento una «lógica minoritaria», ¿pero debemos entender por ello que es una lógica destinada a minorías? En España hay quien argumenta que «lo común» está bien como lógica para los pequeños proyectos experimentales, pero no para las complejas máquinas públicas como la salud pública, etc.

Es cierto que esta lógica es aún, en este estadio, una «lógica minoritaria», es decir, una lógica que no ha llegado a imponerse sobre la lógica propietaria y empresarial en toda la sociedad. Pero este es precisamente el motivo por el que no hay que ceder ni un ápice en ella. Lo común tiene la vocación de predominar a escala de la sociedad en su conjunto y, por consiguiente, también a escala de un sistema tan complejo como el de la salud pública: la democracia debe prevalecer en todos los escalones de este sistema, aunque la tendencia dominante sea hoy la constitución de grandes estructuras burocráticas manejadas por expertos gestores. Los expertos tienen su lugar en una democracia, pero no deben reemplazar a todos los actores de este sistema a la hora de tomar decisiones que incumben a las orientaciones a seguir en cualquiera materia de salud pública. El ejemplo de las  clínicas autogestionadas en Grecia muestra que podemos contar con iniciativas que vengan desde abajo, impulsando su coordinación democrática.

Traducción del francés: Álvaro García-Ormaechea

[fuente: http://www.eldiario.es/]

Reivindicar Arsenal // Diego Valeriano

Reivindicar a ella sin dudas, reivindicar la exaltación del consumo, el amor y el viaje desde cada barrio del conurbano. Reivindicar que ella puede, que se atraganta Leuco, lo que puede un cuerpo, que Duran Barba sonríe, que las Madres la quieren. Reivindicar las texturas, colores, entusiasmo y olores de esos cuerpos. Reivindicar todo, a pesar de las diferencias de una tribuna VIP de millonarios y un campo lleno de casi runflas que no llegan a fin de mes.
Reivindicar que no hace tanto había motitos por todos lados, cuotas, Cocas chorras, plata en cada movilización, laburantes volviendo al barrio, bolsones de arena en la vereda. Reivindicar los chizitos en lugar de las tutucas y que no se podía conseguir un puto salón de fiestas para un 15 sino lo reservabas con tiempo. También que si ibas el sábado ya no había asado, el aire prendido a 23 toda la noche, navidad en Santa Teresita, pedir empanadas seguido, los múltiples subsidios, los senegaleses enfrentando a la Federal y a los pibes mirando con desdén a la bonaerense. Reivindicar  los nuevos derechos, a los becarios del Conicet buscando el verdadero color de bandera. Y ante todo reivindicar que no quedan dudas de que el consumo libera.

Tiempo histórico y traductibilidad // Diego Sztulwark


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Sobre el libro “Huellas, voces y trazos de nuestra memoria”.
“...un secreto compromiso de encuentro está entonces vigente 
entre las generaciones del pasado y la nuestra”.
Walter Benjamin
I.
El poeta Henri Meschonnic distingue historia de historicidad. El historicista encuentra el sentido en las condiciones de producción de sentido, mientras que la historicidad reivindica lo intempestivo, es decir, la capacidad indefinida que tiene la creación de sentido de seguir actuando más allá de su propia situación. Esta distinción poética nos ayuda a entender un tipo de disputa que se ha abierto en nuestro país en torno al tiempo histórico.
El último 24 de marzo las organizaciones convocantes a  la marcha leyeron un documento en el que se recordaba a las organizaciones revolucionarias de los años setentas. De inmediato, el aparato comunicacional del orden interpretó ese recuerdo como una reivindicación lineal de las prácticas guerrilleras.  Más allá del aspecto canallesco que tienen estas operaciones interpretativas que buscan criminalizar todo acto autónomo de la memoria, queda la pregunta de: ¿cómo entendemos ese recuerdo? Me parece un tema interesante, importante y hasta urgente de abordar.   
Durante la misma marcha del 24 de marzo, muchos dirigentes políticos cuestionaron la consigna “Macri, basura, vos sos la dictadura”, con un previsible reconocimiento de que Macri era un presidente electo por los votos y que por ende había que ayudarlo a terminar su gobierno. Es la pobre idea de democracia que sostiene la enorme mayoría de nuestra dirigencia política y sindical.  Por supuesto que tenemos muy claro que el gobierno de Macri corresponde a un régimen parlamentario. La derecha ha creado por fin su propio partido político y ha llegado al gobierno. No hay confusión al respecto. Pero no es ésta la cuestión. De nuevo: ¿qué recordamos cuando recordamos la dictadura? 
II.
Cuando decimos “Macri es la dictadura” estamos hablando de la historia. Del enorme esfuerzo fallido de las clases dominantes de este país a lo largo de siglos por imponer un orden definitivo, en el que las clases populares  se hagan presentes sólo para obedecer. La última dictadura será recordada por lo sangrienta, pero ella no es sino un momento particularmente concentrado de esfuerzos históricos más dilatados. La historia de la Iglesia y las fuerzas de defensa y seguridad del país, la historia del empresariado de este país deben ser revisadas una y otra vez para tomar conciencia de las relaciones internas que existen entre endeudamiento financiero, represión y criminalización interna y centralidad de la iglesia sosteniendo espiritualmente a los custodios del orden. Cuando vemos cómo se aplica hoy un programa neoliberal recargado, habría que ser muy desmemoriado para no ver -en otras condiciones que claramente preferimos-, las continuidades con el programa del terrorismo de Estado.  Más aún: la llamada democracia abierta en la postdictadura tiene aún hoy al terrorismo de Estado como fundamento.  Cuando hablo de terrorismo de Estado como fundamento del orden democrático me estoy refiriendo a la íntima relación que se establece entre violencia del poder y concentración de la propiedad privada.
A esta historia, que recordamos y estudiamos, y que a pesar de eso, por momentos sentimos que vuelve a repetirse como una pesadilla, se opone la “historicidad”. En ella no se trata sólo de conocer lo que pasó antes para entender lo que pasa ahora. Sino que al conocimiento de los contextos históricos se suma la necesidad de hacer un ejercicio de lo que podemos denominar “traducciones”. ¿En qué sentido traducciones? (no lo había pensado antes, pero precisamente Meschonnic, además de poeta es un eminente traductor). A ver si soy capaz de aclararme en este aspecto. Decíamos con Meschonnic que hay una historicidad que remite a aquello que sigue actuando más allá de su propio tiempo. Hay ahí algo de mucho interés. Cuando los organismos de derechos humanos “recuerdan” a las organizaciones revolucionarias no intentan repetirlas al pie de la letra. Su relación con ellas es de otro orden, y en ningún caso se trata de desconocer las diferencias de contextos históricos. Hace falta entender otra cosa ahí. Tal vez podamos decirlo así: lo que se trata de recuperar es lo que hay de intempestivo en la acción de ruptura del tiempo de la dominación que intentaron las organizaciones revolucionarias. Su tentativa suponía salir del orden que organizaba las miserabilidades de su tiempo. Y en ese punto podemos encontrar su acción. También hoy queremos eso, podemos imaginarlo, quienes acompañamos a los organismos de derechos humanos cada 24 de marzo. Ahí hay una primera posibilidad para la operación de “traductibilidad”. Un mismo deseo de intempestividad o rebelión respecto a la época. Podemos conectar una idea, una acción y un pensamiento de otra época precisamente para salirnos de nuestro propio tiempo. Podemos hacerlo porque ya esa acción y ese pensamiento desobedecían a su propio contexto histórico. Hoy podemos escuchar y recordar mucho de aquellos años  para alimentar, desde nuestra perspectiva y en nuevas creaciones políticas, lo que rechazamos de este presente.
La relación entre historicidad y “traductibilidad” (la expresión es de Antonio Gramsci). Me refiero al singular espacio político creado por los organismos, lxs sobrevivientes y lxs activistas a partir del 77. Pienso sobre todo en las Madres de Plaza de Mayo. Al pedir, en plena dictadura, por los cuerpos secuestrados y desaparecidos, al ir construyendo el repudio a la tortura y al asesinato cobarde, al defender una ciudadanía que debía partir desde la preservación de los cuerpos (como recordará León Rozitchner en su libro sobre Malvinas) se fue creando una sensibilidad antagónica al tipo de soberanía del terrorismo de Estado. Al comienzo, Massera se reía de los familiares. Los veía como el espectro inofensivo del enemigo derrotado. Sin embargo, ese espacio, caracterizado por un nuevo poder de sensibilización colectiva, no hizo sino crecer. A lo largo de cuatro décadas se convirtió en la pedagogía  de un contrapoder de masas. De los pañuelos blancos a los cortes de ruta piqueteros de 2001 se corona, de un modo extraordinario, un derrotero muy rico de enseñanzas. En torno a la sensibilidad expandida alrededor de la lucha por la memoria, verdad y justicia se construyó un espacio para que las luchas populares se reconozcan, se articulen y formulen demandas comunes ante el Estado. Y precisamente aquí aparece esta segunda idea de traducción que nos interesa valorar. Traducción de luchas populares diferentes entre sí, sin que una lucha principal las aplaste a las demás. Traducción más que principio hegemónico. Esa traducción no se dio en el aire sino en un espacio sensible, que hace posible reconocer lo común entre las diferencias. Ese espacio de traducción, sobre fondo de un sensible expandido, parte de las madres y se extiende, en toda la postdictadura argentina, por todo el campo social. Y a mí me parece muy evidente que la derecha argentina -y cuando hablo de la derecha argentina no me refiero sólo a Macri, sino que incluyo, por lo menos, a la Corte Suprema de Justicia, a los otros dos poderes del Estado, a buena parte de la dirigencia política de otros partidos, a buena parte del empresariado pero también al Episcopado Católico Argentino, por no decir a la Daia y otros actores menores-  quiere pegar ahí, en esa capacidad de traducción propia de la historicidad que está en la constitución de los grandes momentos de las luchas populares. Ven bien, esa es su coherencia histórica. 
III.
La reacción popular al fallo de la Corte Suprema del 2x1 a favor del represor Muiña activó este principio de historicidad. Medio millón de personas en la calle obligaron a los tres poderes del Estado a retractarse. La temporalidad de la calle interrumpió y le puso claros límites a la temporalidad del Estado, que habitualmente es la de la impunidad. Siempre es posible decir que la lucha focalizada en los derechos humanos de los setentas no alcanza. Que mientras se logra frenar el 2x1, el país adquiere deuda externa de un modo impúdico y que nos tocará a generaciones soportar esa carga. Y es cierto! Pero no deja de ser cierto que la marcha del 2x1 conecta con la marcha del 3 de junio (la de Ni una Menos). Y que previo a esa marcha un grupo de mujeres activistas hicieron una manifestación ante el Banco Central diciendo “desendeudadas nos queremos”. No se trata sólo de tener claro el vínculo entre deuda y violencia, finanzas y represión a nivel intelectual. Además de eso, es preciso crear “traducciones” muy concretas y nuevas en ese espacio sensible común que abre la lucha por los derechos humanos.
Y creo que hoy estamos en ese punto: la lucha contra el terrorismo de Estado, como fundamento perdurable del orden político, se traduce bien en la lucha contra el patriarcado como fundamento actual de la economía. No se trata de demandas parciales o aisladas, sino de secuencias de historicidad. Cada una de ellas retoma por su cuenta una misma trama sensible que pone en el centro de las luchas el cuidado de los cuerpos y su deseo desobediente como lugar desde el cual antagonizar con la insensibilización general de las vidas que nos propone “lo neoliberal” (como explica tan bien la antropóloga argentina Rita Segato). Cada una de estas luchas barre entero el campo social proponiendo un ejercicio de traductibilidad, con el horizonte puesto en destruir un orden basado en la propiedad privada concentrada y sustituirlo por una experiencia diferente, fundada en el juego de lo común. Los relatos conmovedores -textos e ilustraciones- contenidos en Huellas, voces y trazos de nuestra memoria nos muestran de qué materia emotiva está hecho este camino (en el libro se leen las siguientes frases, pertenecientes a los lxs seis autorxs, hijxs de desaparecidos: “¿Así se escribirá el silencio”?; “De mis viejos aprendí que el mundo necesita de cada uno de nosotros si queremos hacerlo más feliz”; “sistema autoproclamado democrático sobre las tumbas ausentes de esta generación”; “aceptar los términos de una reconciliación es renunciar a reconocer los motivos que produjeron la ruptura en primera instancia. Aceptar que lo mejor que se puede hacer es este Estado, esta sociedad, este cementerio”; “El tiempo cae donde tiene que caer. Nadie puede escapar de su historia”; “profunda necesidad de escapar”; “El contacto piel a piel con mi bebé, me generó esa memoria corporal primaria y germinal, mostrándome y recordándome que yo también tuve esos primeros abrazos ese primer contacto con la piel de mi madre y mi padre; esas horas a su lado, mirándolos, escuchándolos, hablándoles, conviviendo. Por más que haya durado poco, sé que esos momentos existieron y fueron fundamentales para ser quien soy hoy, y para poder escribir estas líneas”; “comencé a divergir de los caminos aceptados socialmente. Poco a poco me sumergí en el enojo hacia las normas y los mandatos e inmediatamente me sentí atraído por algunos movimientos contraculturales, principalmente por la escena punk- harcorde del Buenos Aires de los noventa. Con esta nueva rebeldía emergiendo afloró en mí un sentimiento complejo”; “Hay historias difíciles, que no se cuentan o que se cuentan poco. Creo o aseguro que esta es una de ellas. No lo digo porque sea la mía, porque lo que te voy a contar les pasó a muchos otros chicos también. Lo digo porque duele un poco, y a veces un poco mucho. Pero siempre, siempre, al final del día lo que queda es el amor”; “Aprendí a refugiarme en el dibujo, antes de conocer mi historia”). Son historias que conocemos, pero necesitamos seguir contando. En ellas las primeras palabras -mamá, papá, abuelas, abuelo- están cargadas de sentido político inmediato. Son esas figuras familiares las que operan la traducción, la historicidad. El epígrafe de este texto -la cita de Benjamin, tomada del libro- nos advierte sobre esta carga intergeneracional: todas las generaciones van a una cita perdida, a encontrarse unas con otras. Y el hecho de que la cita esté olvidada no hace que dejamos de acudir. El pasado está en el presente. Ya no es la memoria nostalgiosa la que aquí conmueve sino el amor que resiste y sensibiliza, que se ofrece -incesante- a las operaciones de traducción entre luchas de distintos tiempos, entre los intentos de desobedecer el presente.

“¿…Y nosotros?!!!” // Iara Hadad

O sobre el reclamo popular y los reclamos individuales

 
El diálogo
Señora: -“Yo estuve en Europa y no protestan así, no cortan la calle…nunca cortan el tránsito”.
Luego filma con su celular y dice en voz alta:
-Mirá Larreta [dirigiéndose al jefe de gobierno de la ciudad. A él dedica el video], mirá qué calidad humana hay acá…fijáte… ¿cuántas caras te parece que son de argentinos? Yo les pregunté, ¿qué quieren? ¿Un plan? Bueno, déjennos ir a trabajar porque nosotros pagamos los impuestos que el Estado necesita para pagar los planes…
La mujer comenta con otro señor:
-¡Una casa quieren!… ¿y nosotros? Trabajamos 50 años para comprar una casa! Con el sudor de la frente se consigue la casa…Tienen que ir con la pala…con el sudor de la frente se consigue la casa…
Señor: -Le quieren meter un muerto a Macri….Cristina fue la chorra más chorra del siglo….Cristina robó pero el malo es Macri…
Señora: -Yo si fuera hombre sabe cómo los sacaría, ¿no??
Señor: -Bueno, ¡pero yo sólo no puedo!
Señora: -Pero impóngase…Hay que decirlo, ¡es MI barrio! -exclama con ahínco- Tienen que sacarlos, ésta es una avenida muy importante…No son nadie, que los saquen a patadas. Y mire…Estas [refiriéndose a las mujeres]…casi todas tienen más de tres hijos…
Después del intercambio, la mujer y el hombre se despiden. Cada uno retoma su rumbo. Ella cruza Nazca, él se dirige al policía para reclamar por “SU” barrio.
El contexto
Son las 12 hs del miércoles 15 de marzo. En el marco de la jornada nacional de lucha, movimientos sociales del bajo Flores se han movilizado hasta la intersección de las avenidas Rivadavia y Nazca, en el barrio de Flores, para protestar en contra del gobierno nacional. Las personas (hombres, mujeres, jóvenes y adultos) pertenecen a la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), a Seamos Libres, al Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) y al Movimiento Popular La Dignidad.
Ahora bien,
¿Cómo analizar la escena? ¿Qué es lo que despierta tanto enojo? ¿Qué sean “pocos”? ¿Qué sean “morochos”? ¿Qué sean pobres? ¿Qué no sean argentinos? ¿O el malestar se debe a los reclamos de los manifestantes?

Si nos remitimos a los argumentos desplegados por los protagonistas del diálogo, podemos conjeturar que su principal preocupación no son los problemas de tránsito ocasionados por el corte. En efecto, sus expresiones van en otras direcciones. Y de allí las preguntas que nos hacemos. Es precisamente la complejidad de factores (entre apreciaciones, evaluaciones, juicios, auto-percepciones e imaginarios) lo que hace que estas situaciones, mundanas y cotidianas, se presenten densas y atractivas a la mirada sociológica. Escenas como esta no son excepcionales en el teatro de la vida cotidiana. Todos sabemos que las protestas despiertan apoyos y repudios. Acompañamientos e impugnaciones sociales. Pero, ¿se trata de un simple diálogo entre vecinos que, evidentemente, no comparten el espíritu de la protesta? Sí y no. En cualquier caso, sentimos la necesidad de reflexionar con el detenimiento que el episodio amerita. A ello invitamos.

Vamos a entender el diálogo como una “postal”, una escena sociológica, un momento que, aunque fugaz, condensa y explicita sensibilidades e imaginarios que organizan modos de pensar y actuar. Pero, más aún, queremos pensar las implicancias sociológicas de este breve encuentro. Para ello debemos abrir el diafragma de la lente por la que lo observamos y ubicarlo en el plano mayor. Y entonces preguntarnos, ¿Cuál es su gravitación social y política? ¿Qué nos dice esta charla entre vecinos del barrio de Flores en el medio de una protesta de movimientos sociales del Bajo Flores en ocasión de una jornada nacional de lucha?

Para el 15 de marzo se estimaron 50 cortes de calles y movilizaciones que el canal de cable Todo Noticias (TN) se encargó de “clasificar” y distinguir prolijamente en su portal: movilización docente, concentración sindical, protestas de agrupaciones políticas, ruidazos. Evidencias todas de que la temperatura disminuyó en la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores pero la temperatura social sigue en aumento. El abanico de manifestaciones y marchas converge en la jornada de lucha contra las políticas económicas y sociales que el gobierno de Cambiemos ha implementado a lo largo de este año y medio, y que continúa enarbolando en detrimento de los derechos y beneficios de la clase trabajadora. La negativa a abrir la paritaria nacional docente, los cientos de miles de despidos producidos en los distintos sectores del ámbito privado y en las dependencias del Estado, las modificaciones decretadas (en sentido literal de la palabra) en el Sistema de las Aseguradoras de Riesgo de Trabajo (ART), los ajustes presupuestarios y los tarifazos, son sólo algunas de las medidas que expresan las embestidas políticas y materiales que de manera sistemática se han generado hacia el arco de los trabajadores.

La masiva concurrencia a la marcha convocada por la CGT el martes 7 de marzo ha sido otra demostración de la transversalidad que caracteriza al descontento. Los reclamos son diversos, heterogéneos, pero en tiempos de emergencia social las demandas de los docentes, de los trabajadores industriales, de los científicos, de los agricultores familiares y de los miles de trabajadores nucleados en la economía popular encuentran un sustrato común en la calle. Las políticas neoliberales perjudican en términos concretos las realidades de todos ellos. De distintas maneras y con distinta intensidad e impacto aparecen como los grandes perdedores de un modelo de país, de un hacer económico y de una práctica política que no los comprende ni posiciona como principales interlocutores. Y es que la lógica de los “colectivos” (sindicatos, gremios, agrupaciones, movimientos) atenta contra el espíritu individualista y divisionista que prima en los planes de gobierno. La tentativa de convocar a un “voluntariado” en el marco del paro docente, la reciente iniciativa de “premiar” monetariamente a los maestros que concurran a dar clases e incluso las modificaciones en la moratoria jubilatoria hablan en este sentido. Nada de sujeto colectivo, sólo individuos.

En términos sociológicos, estos quiebres en la solidaridad social son profundos y sería un error catalogarlos de ser demagógicos. Por el contrario, encuentran cimiento y asidero en las conciencias individuales y son constitutivos en gran medida del sentido común instalado en nuestra sociedad. ¿Quién no ha escuchado la queja de quien se indigna por cobrar lo mismo que aquel o aquella que no aportó a la seguridad social y aún así tiene jubilación? ¿O quién acaso no se ha visto compelido a tomar partido entre los que apoyan la huelga docente y los que no? El juicio moral sobre los consumos populares, aún cuando estos se realizan bajo condiciones particularmente desventajosas o leoninas, también se monta sobre una rigurosa demarcación del “nosotros” y “ellos”. Lo particular de estas “demarcaciones prácticas” es que, en principio, no apuntan a producir identificación o a crear comunidad, sino a jerarquizar y ordenar. A ubicar en su lugar lo que se entiende “fuera de lugar”. Los argumentos esgrimidos movilizan un ánimo disciplinador. Buscan delimitar fronteras entre lo que es percibido como legítimo y lo que no, entre lo que es moralmente aceptable y lo que es moralmente condenable. Podríamos aventurar, por tanto, que esta suerte de ejercicio hermenéutico define y caracteriza situaciones más que grupos sociales, aunque se construye sobre la identificación de una distancia o diferencia social preconcebida.

¡Se compran zapatillas que ni yo puedo comprarme!” Se quejaba un empleado bancario hace un par de años refiriéndose a “los negros”, los pobres. El comentario expresaba, o más bien denunciaba, que algo estaba mal. Algo era injusto. Un pobre no puede tener lo mismo que un empleado bancario. Así lo adquiera a un precio tres veces mayor o endeudándose a tasas usureras. Pareciera ser que la distancia social no alcanza. Debe ser refrendada por lo material. Debe ser evidente a los ojos. Y quizás por eso la presencia física de los manifestantes molesta tanto a los protagonistas del diálogo que nos invitó a reflexionar sobre estas cuestiones. Esos cuerpos (oscuros) rompieron la distancia e invadieron “su” barrio. Y peor aún, reclamaban por derechos (al trabajo y a la vivienda) que en los sectores medios son leídos en términos aspiracionales. Derechos que para los ciudadanos medios deben ser “merecidos”, ganados con el “sudor de la frente”, con el sacrificio y el esfuerzo personal.

Y entonces cabe preguntarse ¿por qué el reclamo por “una casa” es interpretado por ciudadanos de clase media casi como un agravio? ¿Cuál es entonces el rol del Estado? ¿Cuál es el sentido de la política en la vida de las personas?

La construcción del “nosotros” y “ellos” en torno a la cuestión de “la casa” evidencia que este recurso demarcatorio no es tanto (o no sólo) una alegoría de distinción de clase, sino la cristalización de experiencias y concepciones disímiles en relación al Estado y a la política. Los manifestantes demandan al Estado la construcción de viviendas sociales, la regularización dominial e integración urbana de asentamientos, el loteo de tierras fiscales y el otorgamiento de créditos para construcción y auto-gestión habitacional. Entienden que el camino para conseguirlo no sólo es el trabajo cotidiano, sino la organización y la movilización colectiva. Así, el acceso a la vivienda trasciende las circunstancias individuales y familiares. Los argumentos de los vecinos de Flores, en cambio, circunscriben el acceso a la vivienda a la esfera íntima. Sostienen que la casa se consigue a través del trabajo individual, así eso demore “50 años”.

¿Habrá que deducir que unos (los manifestantes) ponen el acento en el derecho a la vivienda concibiéndolo como una deuda política y social, mientras que los otros (los vecinos de Flores) entienden a la viviendaen términos de un bien al que se accede mediante la lógica del mercado?

Las acciones y dichos de los actores sugieren experiencias vinculadas al fenómeno habitacional que se encuentran atravesadas por dos improntas: la del derecho social y la de la ética del sacrificio. En el diálogo entre vecinos que presenciamos, se apela al sacrificio personal como aquello que obtura el sentido de la práctica política que está teniendo lugar. Y ello habilita la interpretación del reclamo popular en clave de un reclamo “sectorial”. Al contraponer el sacrificio a la demanda social, la cuestión pareciera quedar planteada en los siguientes términos: conquistar el derecho a la vivienda o conquistar la vivienda. Conquistar desde el cuerpo o conquistar desde el bolsillo. Cuanto menos, una falsa disyuntiva.

El déficit habitacional, específicamente, no sólo afecta a los sectores populares, sino a las clases medias que no gozan del acceso a créditos hipotecarios, quedando a merced de un negocio inmobiliario especulativo y no regulado. Las deudas por alquiler y los numerosos desalojos son indicadores de una problemática que lejos de resolverse se acrecienta.

El valor de la práctica política y de la organización colectiva se muestra ambivalente en la jornada nacional de lucha. Al tiempo que aglutina el reclamo de docentes, consumidores organizados y trabajadores de la economía popular, escenifica los pliegues y subjetividades del campo popular. Las representaciones sobre los derechos, los reclamos, las “formas” en que se reclama, el rol del Estado y la política misma se construyen en el marco de trayectorias plagadas de experiencias y procesos de subjetivación potentes pero siempre inacabados. En este punto, problematizar el sentido común subyacente en los comentarios que escuchamos al pasar y que en la actualidad desbordan las redes sociales resulta relevante al momento de pensar el sentido de la práctica política y los modos en que interpela a los distintos grupos sociales.

Nuestro octubre // Ni una menos

Como siempre, el cierre de listas electorales fue frenético. Como siempre, los nombres se deciden entre pocos y algunos, algunas, se enteran a último momento de que estará entre quienes pueden ser votados, votadas. Como nunca, esta vez las mujeres fueron buscadas, convocadas, privilegiadas por encima de otros acuerdos más tradicionales, según la lógica de los partidos. Si en los ‘90, cuando recién se ponía en práctica la ley de cupo, “poner a la mujer” era signo de minusvalía, ahora presentar a las mujeres adecuadas fue motivo de orgullo; incluso de valor diferencial. Ese valor que da haber escuchado la voz de la calle, el grito que cientas de miles de mujeres hicimos oír en los últimos doce meses en los que fuimos protagonistas de cuatro movilizaciones masivas.

El paro de mujeres fue herramienta para interpelar a las organizaciones sindicales y construir alianzas insólitas con las mujeres en los gremios, con las desocupadas y las cuentapropistas, con las amas de casa y las protagonistas de las economías populares, para reclamar contra la  violencia machista y por la transformación de la inequidades, entre ellas las económicas, que sostienen esa violencia. Somos nosotras las más desocupadas entre los desocupados, las que tenemos los trabajos más precarios, las que sostenemos las economías familiares y comunitarias, las que en amplia mayoría llevamos sobre nuestras espaldas las tareas de cuidado y reproducción de la vida. Abrimos así un nuevo plano de la política que es barrial e internacionalista, metropolitano y regional.
No podemos más que festejar que en algunas listas de precandidatos y precandidatas la paridad se haya dado de hecho, sin esperar la herramienta legal que quedó trabada en el Congreso. Que haya economistas, sindicalistas, representantes de movimientos sociales y del movimiento de mujeres con chances de ocupar bancas legislativas a partir de octubre es ya un triunfo colectivo.

Las mujeres que lleguen a esos puestos tienen una responsabilidad con el movimiento porque sus candidaturas se entienden a partir de la visibilidad pública que instalamos a fuerza de movilizaciones masivas y de expandir el feminismo en todos los ámbitos. El movimiento ha construido una agenda concreta, de reclamos urgentes, que hemos enunciado juntas frente a una plaza multitudinaria el 8 de marzo de 2017: fortalecimiento de la Educación Sexual Integral, legalización del aborto, ampliación de las licencias parentales, licencia por violencia de género y salario social para las que fueron victimizadas, más jardines para la primera infancia, poner en cuestión los modos de compartir socialmente el cuidado de las personas mayores y necesitadas; que se respete la edad jubilatoria de las mujeres y que quienes fueron amas de casa puedan acceder a ella.
Algo queda claro: porque desbordamos desde las calles la misma idea de “cupo” es que hoy varias mujeres están en las listas. Porque desde los territorios y los sindicatos, las escuelas y los centros comunitarios, batallamos día a día es que nos queda chica la palabra paridad y decimos que queremos cambiarlo todo. Porque sabemos que el plano electoral no resume ni agota nuestras luchas. Porque comprendemos que el contrapoder desde abajo es nuestra fuerza. Porque sentimos que abrimos un plano para la política como transformación radical. Porque percibimos que nuestra autonomía está hecha de fragilidades, de insurgencias cotidianas, de gestos de desacato que nos cuestan caro, es que apostamos a construir otro poder.
Y también porque no somos ingenuas: llevamos años de lucha que nos demuestran que la precarización de nuestras existencias a la que el neoliberalismo nos somete no es un problema que solo se resuelve electoralmente. Sabemos, también, que las elecciones serán un plebiscito de las políticas encaradas por el actual gobierno, que profundizan la expropiación y la violencia sobre nosotras. Las elecciones no alcanzan para dar cuenta de nuestras luchas y, a la vez, en ellas se juegan diferencias que hacen a la existencia de todas. Cuando decimos que nuestro desafío es un feminismo popular, transversal y cotidiano, nos hacemos cargo de denunciar las violencias machistas que funcionan en engranaje con las violencias institucionales y las formas de explotación y extractivismo que avanzan sobre nuestro continente. Porque entendemos que hay nuevas formas de conflicto que hacen estallar los territorios y que impactan en particular sobre el cuerpo de las mujeres, es que no nos confiamos en que se trata sólo de que nos representen en el parlamento. Apostamos a fortalecer nuestras redes de cuidado y autodefensa: sabemos que son las que funcionan, las que exigen que las denuncias se hagan efectivas cuando nos desconocen institucionalmente, las que organizan recursos comunitarios cuando nos quieren responder con punitivismo.
Cuando hablamos de feminismo inclusivo no decimos que todo vale: la contraseña Ni Una Menos, Vivas Nos Queremos no es una frase de moda, ni se la puede usar como una prenda de ocasión; es un grito de rabia y de deseo y por eso un compromiso práctico. Hacemos demarcaciones que surgen de nuestros reclamos masivos y radicales tejidos entre mujeres, lesbianas, travestis y trans, tejidos en asambleas y en organización. Cuando decimos interseccionalidad, y nos acusan de mezclarlo todo, de “politizarnos”, es para demonizarnos, para acusarnos otra vez de brujas, para intentar desmovilizar a las que vienen llegando. Es porque nos salimos de los casilleros de víctimas en los que nos quieren confinar y nos plantamos como ese sujeto político que no se esperaba, porque sabemos hacer alianzas transversales y porque ya hemos transformado nuestras vidas y la sociedad de una manera que no tiene retorno: no vamos a volver a tolerar las violencias que hasta hace muy poco estaban naturalizadas. Vamos a seguir denunciándolas en las tramas que van de la deuda a la discriminación, de la precarización laboral a las trampas que nos impone el amor romántico o la belleza hegemónica. Y para eso nos necesitamos todas, en el parlamento y en los barrios, en los partidos políticos y en los sindicatos, en las escuelas y en las calles. Juntas somos poderosas.
¡Ni Una Menos!

¡Vivas y libres nos queremos!

Ser arácnido // Ana Laura García

“Cómo atrapar el universo en una telaraña” es el nombre de la exhibición del artista Tomás Saraceno en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (MAMBA, Avenida San Juan 350. San Telmo. CABA). Argentino radicado en Berlín, trabaja sobre la construcción de instalaciones interactivas y esculturas flotantes, articulando arquitectura, arte, ciencias y ecología.
Durante las noches y a lo largo de seis meses, alrededor de siete mil arañas tejieron laboriosamente la trama de una existencia extraordinariamente rica, que cuelga y se suspende por las salas del Museo.
El arácnido-artista Saraceno nos pone en contacto con un paisaje multisensible, como si entrásemos en otro nivel de la realidad que pocas veces podemos apreciar como tal, pero que sin embargo está ahí, presente en nuestra vida cotidiana.
El universo de telas de arañas no es sólo un tejido; es una articulación con un mundo sonoro y corporal. Las colonias de arañas dibujan redes con finos hilos y filamentos de seda, y en esos territorios, componen música, producen silencios, un ritmo propio, una danza. Como dice Mauricio Corbalán, en el texto que figura en la entrada de una de las Salas: “La esencia de la acción de la araña no yace en el pensamiento previo, sino en el acople de movimiento corporal y percepción. Los hilos se tensan y vibran, y esto es lo que percibe la araña. La telaraña es una relación táctil entre forma y sensibilidad que permanece abierta, de ahí su atractivo para el arte.”
¿Cuál es el sonido de las partículas de polvo que se desplazan en el aire y acarician la telaraña generando tensión en los hilos? ¿Qué música trae ese trabajo colectivo en la oscuridad? ¿Cómo interactúa nuestra respiración con esa composición sonora? ¿Qué tenemos en común con esa vida orgánica, frágil e imperceptible que crea formas sensibles que nos sostienen?
La red como modo de ser
¿Animal temido? ¿Fantasma de manipulación y captura? ¿Realidad de nuestra existencia hiperconectada? ¿Sueño de un territorio de invención? Las preguntas que se abren al transitar esas dos salas son muchas, no se agotan, más bien proliferan durante el recorrido. Lo que nos interesa enfatizar ahora es ¿cuán cerca o cuán lejos estamos nosotros de ese universo de redes de telarañas? ¿Existe un modo arácnido de vida?
La red como modo de ser existe, y se refiere a esas existencias que viven más tramando que de otra manera. Fernand Deligny dice que cuando el espacio se vuelve concentracionario, la red crea un territorio diferente que permite a lo humano sobrevivir. Así “lo arácnido” deviene territorio de invención y singularización, espacio que se va conquistando, no por gusto, sino por necesidad. Estas existencias errantes nunca carecen de material, puesto que lo fabrican. Tienen una fábrica incorporada, funcionan de un modo maquinal.
Son vidas que van al encuentro del azar y que están al acecho. Existencias en red que cuelgan de un hilo como de un paracaídas, puro riesgo de una aventura inconforme. Así, la casa desaparece como arquitectura y se dibuja como trayectos sin centro -como las líneas que se cruzan en la palma de una mano,  trama que a su vez dibuja nuestro ser tramado-; recorrido vago de hilos que se unen porque crean ocasión en el encuentro.
El tramar arácnido aparece así como “puro actuar”, depurado de todo simbolismo, intencionalidad y voluntad. Y el actuar es ávido de coincidencias, les permite su duración, liviandad e inconsistencia. Teje una galaxia rica en formas, una constelación llena de conexiones, justamente porque prescinde de todo proyecto ideado. No se priva de los juegos y rodeos que hay que andar. Es la existencia que se está tramando obstinadamente con la incertidumbre.
Para tramar, hay que poder desertar el camino del querer, del interés, del cálculo, de las garantías. Lo que puede tramarse entre unos y otros es propiamente del orden de lo incalculable, de lo inimaginable. Es la posibilidad de lo humano que se abre precisamente cuando se deja de aspirar al desarrollo, a la evolución, a la forma preconcebida.
La aragne construye un mundo sensible desde la tela donde está parada, donde existe, anulando toda distancia y exterioridad con las cosas, porque está implicada en ellas. La existencia social arácnida nos enseña que TRAMAR es lo que importa. Conectar con nuestra interioridad no programada, buscar esa experiencia informe con la vida cuando no está sujeta a la obediencia. Tramar laboriosamente lo que una red puede, hasta el infinito.

Reseña de libros para el cambio social // Mariano Pacheco

Las clases de Deleuze sobre Foucault (I: El saber)       

Un libro que introduce a Michel Foucault, pero también que enseña a leer, y no sólo al autor que es objeto de estos seminarios, sino a leer en general.

“Simplemente hay que saber leer diez veces la misma frase, y no hay filósofo que no sea así”, plantea Deleuze luego de hablar de Kant. Y agrega: “es únicamente una cuestión de régimen de lectura. Cuando alguien dice que los filósofos son difíciles, es porque no quiere leer diez veces la misma frase, no hay que atenerse al punto, es preciso tener un vago sentimiento de lo que forma un grupo de proposiciones. Desde entonces basta con releerlas diez veces. Es límpida, la filosofía es verdaderamente la luz pura, no pueden encontrar algo más claro que la filosofía”.

Leer los seminarios e imaginarse la voz de Deleuze, ese gran orador y, por lo tanto, ese gran docente. Editorial Cactus nos permite así, a través de la publicación de este curso, deleitarnos con la lectura de sus clases.

Retomando a Federico Nietzsche, Deleuze asume el desafío de “rumiar” los textos (en este caso, los que conforman la obra de su amigo Foucault). “Antes de comprender bien los problemas que plantea, hace falta… no sé… hace falta rumiar mucho”, dice. “Hace falta agrupar mucho, reagrupar las nociones que se están inventando. Hace falta mandar a callar en uno mismo, a cualquier precio, las vías de objeción”. Y advierte que “confiar en un autor” implica decirse a uno mismo: “No hablemos demasiado rápido, dejémoslo hablar”.

En este primero de los tres tomos del curso (dedicado al saber), Deleuze insiste en la importancia de pensar el tema a la luz en el conjunto de la obra de Foucault. Por eso realiza una cronología de su obra, y sostiene que la cuestión del saber aparece en Michel en este período que va desde 1964 hasta 1975, es decir, desdeHistoria de la locura hasta Vigilar y castigar. También destaca que Foucault no trabaja como un historiador, sino como un filósofo. Y rescata lo que entiende es una de las grandes contribuciones de Foucault al pensamiento crítico contemporáneo: ayudar a pensar las formaciones históricas desde la arqueología, es decir, pensar cada época histórica a partir de aquello que la misma época expresa en torno a visibilidades y enunciados. “Una formación histórica se definirá por sus evidencias, es decir, su régimen de luz. ¿Y por qué más? Por sus discursividades. Un régimen de enunciados será llamado por Foucault una ´discursividad´. Evidencia y discursividad”, nos dice Deleuze.

La arqueología, entonces –insiste Deleuze– es la disciplina que “analiza archivos”. De allí que la defina como la “recopilación audiovisual de una época”.

Desde esta perspectiva (la definición de una formación histórica por su régimen de enunciados y su  campo de visibilidad), Foucault postularía –en ruptura con la fenomenología– toda una epistemología, en la cual no sería posible separar una experiencia de su captación por un saber, aunque éste no sea necesariamente científico o se reduzca a un conocimiento (“la experiencia está siempre condicionada y cuadriculada por relaciones de poder”, insistirá Deleuze, leyendo a Foucault).

De allí que una de las preguntas que Deleuze reconozca en Foucault, al menos hasta La arqueología del saber, tenga que ver precisamente con el propio interrogante “¿Qué es el saber?. Pregunta, remarcará Deleuze, que luego de Vigilar y castigar se desplazará hacia el área del poder, entendido como gestión y control de la vida (“el poder ya no es el derecho de hacer perecer, así como ya no extrae sino que organiza, hace producir y multiplica lo producido mediante su cuadrícula y su organización”). En este sentido, el poder ya no estaría centrado en reprimir sino en disciplinar, administrar, normalizar, hacer hablar y actuar más que hacer callar e impedir actuar.

De esta mirada, destaca Deleuze, se desprende un “método de trabajo” foucaultiano. Habrá, entonces, que saber formar un corpus de palabras, de frases, de proposiciones efectivamente empleadas, efectivamente dichas, efectivamente proferidas en cada época para poder despejar los enunciados de ese momento dado para poder analizarlos, a la luz de los focos de poder en torno a los cuales se organizan las palabras, las frases y las proposiciones, así como de los focos de resistencia a dichos focos de poder.

Clinämen: La era Trump más allá del personaje

Conversamos con el sociólogo y activista Ángel Luis Lara sobre los siete meses de gobierno de Donald Trump. Es necesario salir del personaje exagerado para analizar al presidente norteamericano. ¿Qué parámetro de normalidad social leyó Trump? Manifestaciones sociales de migrantes, negros y mujeres. Potencias y limitaciones de los movimientos resistentes.

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Polaquito // Diego Valeriano


Los guachines pueden todo y lo que no lo fabulan. Fierros, motos, nevados, historias, hacer algún quiosco, arrebatar viejas solitarias en calles oscuras y esconderse en su pobreza. Pueden mentir que roban y son porongas, porque eso los hace más poronga: saben como hacerlo con las dosis justas de tumba, código penal y desarrollo social y así todos caen.
Empastillados disparan, se toman un bondi al bajo, se enamoran, no toman rehenes, devoran todo, aprenden palabras para poder usarlas en el momento adecuado y siguen construyendo un mundo distinto al relato adulto lleno de derechos, carreras, contenidos, redenciones y largos plazos.
Ser poronga es mejor que ser alumno, hijo, promesa, caso, estadística. Es mejor que esperar, es mejor que ser empleado, es mejor que hacer un curriculum, es mejor que estar lleno de odio y pedir que maten a un pibe, es mejor que estar lleno de culpa y decir que son víctimas.
El Polaquito es ante todo un mentiroso, un partícipe necesario (aunque no lo quiera) de una discusión carente de sentido sobre el futuro de gente careta. Una discusión aburrida y monótona que no le da voz a los pibes. O cuando se la da ya está guionada de antemano.
Ojala el guacho se haya visto en la tele el domingo, reunido con los que quiere de verdad y que a pesar de que todos lo festejen, brinden por su pedantería y sapiencia, en el fondo se haya molestado fuerte porque los ortibas le taparon la cara.

Preguntas a Franco “Bifo” Berardi // Diego Sztulwark


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El último libro de Franco “Bifo” Berardi publicado en Buenos Aires1 conecta con aspectos decisivos de los procesos de sujeción que determinan nuestros modos de vida y nuestra coyuntura política. Su planteo central consiste en describir la transición de un mundo en el cual la relación entre cuerpos y signos era procesada a través de la sensibilidad -concatenación conjuntiva- a un régimen en el que solo operamos con signos ya codificados, con combinaciones preestablecidas por una previa compatibilización -concatenación conectiva-. Esta transformación obedece a la revolución informática producida en las últimas décadas en el semiocapitalismo -el capital que se valoriza en la producción de signos- y se debe tanto a un cambio tecnológico como a una ruptura ontológica que consiste en la pretensión de autonomía del signo con relación a su referente (en el lenguaje: significante/significado; en las finanzas: dinero/trabajo). En otras palabras, el animal humano sufre las consecuencias de su acción sobre el entorno -la info-esfera, poblada ahora de flujos de información que circulan a velocidad del vértigo- al que ha modificado de un modo irreversible y ahora sólo aspira a adaptarse a él. El infinito de la emisión de la información deviene incompatible con la capacidad de recepción-metabolización del cerebro individual y social: imposible para la mente humana. Esta transformación del entorno resulta así inseparable de una mutación antropológica que el autor describe tanto desde el punto de vista de los nuevos patrones tecnológicos, como desde el nuevo poder de las finanzas y las patologías que asolan a los sujetos.
La revolución digital trastorna el modo en que se vincula el cuerpo con los signos. La concatenación conjuntiva era capaz de captar signos no verbales y asociarlos según dinámicas de creación sensible de la experiencia. La concatenación conectiva, en cambio, se caracteriza por un aumento sin precedentes de la capacidad de manipular signos en velocidad, siempre que esos códigos sean previamente compatibilizados y esté disponible uno de ellos para vincularlos. El efecto de esta mutación en los modos de concatenación tiene para Bifo un efecto de pérdida de sensibilidad, de sensitividad (táctil), de sensualidad (placer-dolor). Pérdida de todos los componentes productores de empatía. La desensibilización general neutraliza el poder crítico de la cultura y anula la disposición del tiempo necesario para los vínculos eróticos, ambos componentes fundamentales de los contrapoderes. La derrota de la sensibilidad es inseparable de una derrota posible que no es achacable a la innovación técnica sino al hecho de desarrollarse bajo las condiciones definidas por grandes corporaciones capitalistas.
Este fenómeno de desensibilización (que abarca una desensualización, una desensitivación) repercute en otra dimensión de la experiencia del pasaje en curso: la consolidación de una disposición evolutiva-adaptativa de la mente al entorno cambiante y la pérdida de un sentido de lo histórico y de lo político fundados en el papel de las facultades exaltadas por el viejo humanismo como lo fueron la voluntad de transformación, la interpretación de la realidad y el poder la decisión. En lugar de voluntad transformación, el paradigma conectivo ofrece códigos para la integración compulsiva, acompañada de toda clase de patologías (fatiga, stress, depresión, pánico); en lugar de la interpretación experimentamos un aumento incesante de la complejidad sin caósmosis (palabra con la que Guattari denominaba la emergencia de una nueva consistencia producto del aumento de la complejidad; la caómosis posibilita nuevas subjetivaciones, no nuevas sujeciones!); en lugar de decisión (elemento central de la política revolucionaria) ordenación de lo caótico por la vía del algoritmo (nueva teología matematizada). 
El semiocapitalismo digital -captado con el método “operaista” de la lucha de clases como “composicionismo” (lectura de las variaciones de los aspectos técnicos y subjetivos de la cooperación proletaria)- resulta inseparable del poder de las corporaciones sobre la programación y los mecanismos de sometimiento del “intelecto general” (del que hablaba Marx). No se plantea para Bifo, por tanto, la cuestión de un deseo de retorno al pasado (nostalgia de la explotación fordista de la fuerza de trabajo) ni una fobia a la tecnología. La única fobia que el texto registra se dirige al capital, y es expresada en términos estéticos como el rechazo al purismo de raigambre teológica que prepara el espacio liso en el cual el signo se deslinda del cuerpo sensual y productivo y se entrega al código, conectividad sin resto al que se subordinan las formas de trabajo y sobre el fondo del cual reina el poder financiero. Este purismo, curiosamente, ha afectado a su más serio oponente, el leninismo, cuya pureza revolucionaria (vinculada por Bifo a una expresión del cristianismo ortodoxo ruso) ha conducido a un voluntarismo catastrófico. De manera que ya no contamos con la política revolucionaria clásica para rechazar el dominio semiocapitalista actual, ¿con qué responderemos entonces para evitar el colapso?
Preguntas a Bifo
- Partir de una lectura en dos bloques homogéneos de la época “conjuntiva” y de la “conectiva”, ¿no produce un efecto demasiado contundente? Si la transición es tan plena y lograda, ¿no se nos pierden matices y posibilidades necesarios? Por ejemplo, ¿no cabe preguntar por la presencia de lo sensible al interior del mundo organizado por el paradigma conectivo? Y esta sensibilidad, ¿cómo se da en el mundo actual? ¿Se presenta solo de modo patológico?
- ¿El fin de la política tal y como la tomamos de Lenin implicaría el fin de toda política? Siguiendo esta vía, ¿no se corre el riesgo de idealizar el pasado de una cultura humanista como si ella no hubiera sido también la más deshumanizante?

- En el contexto de la Argentina de la posdictadura, contamos con tres grandes momentos públicos reconocibles de sensibilización en medio del terrorismo de Estado, el neoliberalismo más crudo y la brutalidad patriarcal del paradigma conectivo: las Madres de Plaza de Mayo; el movimiento piquetero de 2001 y el movimiento actual de mujeres. ¿Cómo leer este potencial de contrapoderes en la época de la conectividad?

Clïnamen: Bifo: “La política está muerta”

Conversamos con el filósofo italiano Franco Berardi (Bifo) sobre Fenomenología del fin: sensibilidad y mutación conectiva, su último libro editado en Argentina. ¿Cómo atraviesan nuestros cuerpos la revolución informática y qué implica la pérdida de sensibilidad? ¿Dónde queda nuestra capacidad de entender aquello que no se puede decir en palabras? ¿Cómo podemos escapar de esta alternativa mortal entre la conexión financiera y el retorno agresivo del fascismo? ¿Pueden los movimientos sociales interrumpir el código a través de la ironía?

“No olvidar la posibilidad de ser feliz, esa es la consigna hoy». Entrevista a Franco Berardi, “Bifo”

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Bifo tiene una mirada que atraviesa los planos personal y político, técnico y afectivo, de sufrimiento psíquico y de explotación de los cuerpos, de la ética y el arte, de los procesos de subjetivación individuales y de lucha colectivos. En Clinamen vamos teniendo conversaciones siempre ya empezadas sobre estos temas, que se hilan en el pensamiento de Bifo.
Su último libro publicado en Argentina, “Fenomenología del fin”, habla sobre la mutación de la sensibilidad en la modernidad tardía. En la era de las relaciones inmateriales domina una desensibilización que separa a las mentes, ultraconectadas en circuitos abstractos, de los cuerpos. Esto ocurre a escala de los individuos pero también a escala colectiva. No hay salida, dice Bifo, si la masa de trabajadores no se liga con su cuerpo. No hay salida si el lenguaje no se liga con la lengua materna, con lo sensible material. El vínculo corporal con la madre como sustrato original de la producción de sentido. El vínculo corporal con los otros como instancia fundamental de producción del mundo.
En nuestros modos de vida actuales y en el seno de la coyuntura política que vivimos en la región la identificación de estos problemas se vuelve cada vez más vital. Ser capaces de identificar cómo la financierización de la economía avanza subordinando lo concreto a lo abstracto, tanto en el nivel de la producción de valor como en el de la producción de los cuerpos y los afectos. Advertir que no se trata de dos órdenes distintos – el de lo social y el de la economía, el de la vida y el del dinero- sino de un mismo mecanismo común de desmaterialización. Es a través del triunfo de ese código que los poderes pueden apelar a la idea de unión y armonía social a la misma vez que combaten todos los espacios materiales de conjunción, de producción de nuevos sentidos.
Creemos que no se trata de una lectura pesimista de nuestra época, sino de una visión capaz de detectar los nudos críticos donde se sostiene el entramado político y social del que somos parte. Y de poder revelar, al mismo tiempo, los potenciales de contrapoder. ¿Qué gestos de subversión de estos mecanismos de sujeción conectiva encontramos? En el contexto de la Argentina de la posdictadura podemos señalar tres grandes momentos públicos reconocibles de sensibilización en medio del terrorismo de estado, el neoliberalismo más crudo y la brutalidad patriarcal: las Madres de Plaza de Mayo; el movimiento piquetero de 2001 y el movimiento actual de mujeres.
Los movimientos sociales, que Bifo define como “desplazamientos” (la misma palabra que usa para definir el deseo), son capaces de interrumpir el orden político a través de la ironía. La ironía es la capacidad de reintroducir la corporeidad al interior de la comunicación verbal. “Vivimos en el infierno, pero en el infierno tenemos la capacidad, que es irónica, de crear espacios de vida sensibles, de vida que no olvide la felicidad como una dimensión posible. No olvidar la posibilidad de ser feliz, esa es la consigna hoy” dice Bifo.
¿Qué significa una vida an-afectiva y por qué en tu libro “Fenomenología del fin” afirmás que estamos en un diagrama de poder conectivo que desensibiliza la vida?
Bueno, cuando hablo de desensibilización en la época digital no es mi intención definir de manera rigurosa o dogmática una forma rotundamente establecida. Me interesa una tendencia, eso es importante, es una tendencia que intento definir en este libro. Desensibilización; la tesis principal de este libro es que en la transición desde la esfera de la comunicación alfabética, de la comunicación corpórea a la esfera de la comunicación digital, algo muy profundo se verifica, no sólo en la disposición física de los cuerpos, sino también en la generación del significado, del sentido, es el proceso mismo de significación lo que está cambiando. Para decirlo de manera rápida, simple, yo diría que es el cuerpo de la madre el tema central de mi interés. La formación de las generaciones alfabéticas, de las generaciones del pasado, del tiempo pre-digital, era una formación lingüística basada, fundada sobre la voz, la voz de la madre, la voz de un ser humano. No importa que sea la madre biológica, la voz que según Agamben es el punto de conexión, de conjunción entre el sentido y la carne. Bueno, hoy vivimos en un tiempo en el cual está creciendo una generación que aprendió más palabras por una máquina que por una madre, que por la voz de un ser humano. Algo muy profundo está cambiando, lo que está cambiando es que la generación de sentido, que la generación de significado no se verifica al interior de una relación corpórea, física, singular, sino que se verifica cada vez más en términos digitales, entonces desingularizados.
Y en este reemplazo de la voz por las imágenes, en este proceso de desfeminización que supone la cultura digital, ¿qué es lo que perdemos?
No me gusta mucho poner el problema en términos de qué ganamos y qué perdemos. Lo que me interesa es sobre todo individuar, definir una forma nueva de la comunicación entre seres humanos, es decir que cada vez más la formación del sentido pasa a través de una correspondiente sintáctica, lo que llamamos pattern recognition, el reconocimiento del modelo abstracto que contiene en sí mismo el sentido. En la comunicación predigital, la producción de significado era algo de absolutamente singular, era vinculado a un contexto, a una relación de tipo pragmático, erótico, carnal, situacional, de todas maneras. Es la situación la que está cancelada en la comunicación de tipo digital. Naturalmente no se verifica de manera abrupta, no pasamos de un día al otro, de una forma humana a otra forma humana, lo que me interesa es la emergencia de una forma nueva de proceso de significación.
Ante este cambio en el proceso de significación y ante esta situación que queda cancelada, como modo del aprendizaje según comentabas, la pregunta es ¿qué patologías aparecen también en esa transición de una lengua materna a la otra, en el cambio hacia esa lengua materna digital?
Cada mutación implica un sufrimiento, implica una patología, hay algo que se hace difícil, doloroso, en la relación comunicacional, en la dimensión existencial. ¿Qué se está verificando? Se está verificando que nuestro tiempo está dedicado cada vez más a la conexión sintáctico digital y cada vez menos a la conjunción de cuerpos y un espacio singular y contextualizado. Esto se manifiesta como una especie de rarificación, de devenir raro, de devenir menos cotidiana la relación entre cuerpos. Los cuerpos pierden la empatía que tenían en el tiempo precedente. Yo creo que estamos viviendo una especie de debilitación de la empatía, esto podemos verificarlo en la dimensión de la política, en la dimensión de la sociedad. La solidaridad social que se hace tan rara, tan difícil, es un efecto, una manifestación de la empatía que la raza humana está perdiendo o redefiniendo, puede ser. Yo no puedo saber cómo la mutación se manifestará en el tiempo. Yo creo que esta mutación se manifiesta hoy como patologías que son patologías de soledad, por ejemplo, o que son patologías de depresión o de pánico, porque la infoesfera, el universo mismo de la información que está alrededor de cada individuo, esta dimensión se acelera y se hace cada vez menos sensual. Es la sensualidad lo que estamos perdiendo. Este libro del cual estamos hablando, “Fenomenología del fin”, es un libro  sobre la sensibilidad; esencialmente lo que me interesa es la evolución y la mutación misma de la sensibilidad, lo que significa la palabra sensibilidad. Yo señalé que la sensibilidad es la capacidad de entender algo que no se puede decir en palabras; esa es la sensibilidad. También en la vida cotidiana decimos de la persona, ese no es sensible porque es capaz o no es capaz de entender la ironía, de entender las alusiones, de entender lo que no decimos pero decimos sin palabras. Eso se está perdiendo, porque la digitalización implica un proceso de sintactizacion de la comunicación, cada vez menos podemos entender los matices de la comunicación y cada vez más tenemos que reconocer un pattern, reconocer una forma sintáctica. La mutación implica necesariamente una plasticidad del cerebro, de la mente y una plasticidad del lenguaje mismo. Pero esta plasticidad no puede desarrollarse plenamente sin un sufrimiento. El tiempo en el cual vivimos es el tiempo en el cual la mutación se manifiesta de manera esencialmente patológica.
Ahora en tu libro, vos haces una genealogía de esta voluntad de abstracción y vas detectando en la cultura occidental previa, por ejemplo en el puritanismo norteamericano, en la historia de las religiones, toda una suerte de historia de este ideal de perfección digital. Dado que es un pasado en el que hubo nazismo, en el que todos estos antecedentes religiosos reaccionarios ya estaban actuando y que la política también tenía momentos muy oscuros y no todo lo que queda atrás es un humanismo brillante, ¿no hay en tu manera de construir tu argumento una suerte de idealización o nostalgia por esta sensibilidad del pasado? En el actual momento que caracterizás como de desensibilización, ¿no aparecen también posibilidades de ir detectando nuevas formas de sensibilización o de contra-sensibilización?
Esa pregunta es una pregunta muy rica, de implicaciones, pero muy difícil de contestar, porque tiene diversos lados. Primera cuestión: el peligro de una nostalgia de la dimensión cultural, comunicacional del pasado. Lo reconozco, para mí, es casi inevitable una referencia al pasado de la comunicación humana como una referencia que puede ser nostálgica, tal vez, pero a nivel teórico mi intento es de evitar, si lo logro, una tonalidad nostálgica de mis consideraciones, porque lo que me interesa es valorar, analizar las diferentes formaciones culturales, antropológicas y comunicacionales en su complejidad. Por ejemplo: lo que tú dices es que hay una referencia al humanismo del pasado, que puede tener un elemento de mistificación, de ideología. Intento explicar este nivel: qué ha sido del humanismo y qué ha sido de la política que el humanismo ha hecho posible en la historia de la modernidad. Me refiero por ejemplo a un texto de Maquiavelo, no recuerdo si lo he citado también en el libro, pero me parece muy útil para entendernos. Maquiavelo en “El Príncipe”, su libro más conocido, un libro en el cual habla de la formación misma de la política, en cierto punto dice que el príncipe, el político es alguien que tiene la capacidad de someter, de subyugar la fortuna, que es femenina, que es caprichosa, que es como una mujer caprichosa y tiene que ser sometida a la voluntad masculina. Este texto, en este sentido, este texto de Maquiavelo es muy importante porque de un lado nos permite entender que en la historia de la política moderna hay un elemento de violencia machista muy profundo, muy determinante, no se puede cancelar esta idea machista de una dominación sobre el carácter femenino de la naturaleza y el carácter femenino de lo que Maquiavelo llama la fortuna. ¿Qué es la fortunaLa fortuna es la imprevisibilidad de los acontecimientos, es la imprevisibilidad de la vida cotidiana; esta imprevisibilidad para Maquiavelo es el objeto de la dominación masculina y política. Entonces puedes ver que cuando hablamos de humanismo tenemos que también hablar de una forma que es esencialmente machista, que el hombre del que habla el humanismo es un macho, es un hombre es el sentido sexual, en el sentido marcado por la cultura masculino moderna. La política es la capacidad masculina de dominar y de someter la infinita imprevisibilidad de la fortuna, es decir, de los acontecimientos. Entonces puedes ver que humanismo y dominación están estrechamente vinculados en la historia de la modernidad pero, al mismo tiempo, humanismo significa la potencia de la voluntad. Sólo al interior de la dimensión humanista moderna se puede imaginar que el hombre pueda dominar la naturaleza y conocer la naturaleza de manera reductiva, de manera útil a una reducción y a una potencia. Cuando en el tiempo digital, en la época de la mutación digital, cuando la infoesfera se hace infinitamente rápida, infinitamente compleja, en este punto la fortuna no puede ser dominada, es decir, la riqueza, la imprevisibilidad de los acontecimientos, de las informaciones, del posible, se hace infinito y la potencia humana, es decir, masculina, en el sentido de Maquiavelo, se hace débil, se hace incapaz de elaborar esta hipercomplejidad. Aquí se encuentra el sentido de la razón principal de la crisis contemporánea de la política: la política como fuerza de dominación, como capacidad de la voluntad de dominar la riqueza infinita de la naturaleza, la política se hace impotente. La impotencia de la política contemporánea, en este sentido, es la impotencia de un conocimiento que no logra conocer bastante, que no logra conocer en el tiempo, en el tiempo acelerado de la digitalización en la red. En este punto, el humanismo pierde su vitalidad, es una crisis que es la crisis también de la política. ¿Tenemos que ser nostálgicos de la política, tenemos que ser nostálgicos del humanismo? No, la nostalgia no es justificable en este caso y sobre todo nunca es una potencia del conocimiento. Tenemos que reconocer la ruptura radical que se está determinando y que acompañar la mutación que estamos viviendo, pero para acompañar, en este sentido, el punto de vista más útil es la sensibilidad, no la política, no la reducción cognoscitiva.
Retomo la segunda parte o uno de los costados de la pregunta que hacíamos. Si en esta mutación sólo nos queda correr atrás de un tiempo al cual nuestra carne nunca llega y, por ende, sólo nos queda estar enfermos por no poder acceder a esa velocidad que se nos impone, bueno, preguntarnos por el lado positivo tal vez de eso. ¿Qué nuevas formas de sensibilidad aparecen en esta mutación?
Claro, eso me permite decir algo más sobra la intención de este libro. Mi intención no es sólo una descripción del proceso que estamos viviendo hoy, es decir 20 años después de la creación de internet. No sólo esto, lo que me interesa es una genealogía de la cultura y de la comunicación digital, una genealogía de una mutación psíquica que se refiere esencialmente a la sensibilidad. Esta mutación no se verifica simplemente como un efecto de una transformación tecnológica; naturalmente, la transformación tecnológica es decisiva en esta mutación, pero hay algo en la cultura moderna que paulatinamente ha venido reparando esta mutación. Es decir, a mí me parece que en la historia de la cultura moderna, de la estética moderna y del arte moderno hay una especie de separación entre la que yo llamo la dimensión barroca de la sensibilidad y una dimensión puritana, que se establece durante la modernidad como una manera de elaboración cultural. El barroco, que ha jugado un papel importante pero no dominante en la historia de la modernidad, representa la infinita complejidad de la infoesfera, de la imaginación de dios, la imaginación de dios es demasiado rica para poder ser reducida a una forma como la razón humana. Entonces hay una dimensión barroca en la historia moderna y hay una dimensión racional que llega a su madurez, a su plenitud con las formas del puritanismo, particularmente del puritanismo americano. La cultura americana, desde su comienzo, desde la declaración de independencia, la historia americana es la historia de una forma política que nace sin pueblo; no hay pueblo, no hay la materialidad del pueblo, el pueblo ha sido totalmente aniquilado en la historia americana, era el pueblo indígena cuya historia ha sido cancelada. Después de eso hay una comunidad que se forma a partir de la palabra de dios, que se forma a partir de la constitución, de una declaración verbal, la historia americana se funda sobre la perfección digital de la palabra de dios, y se funda sobre una simplificación del sí y del no. El barroco no conoce simplificación, el barroco no conoce una oposición digital entre yes and not. El barroco es la infinita riqueza de matices que complican la comunicación y la hacen rica, la hacen ambigua, la hacen irónica. Al contrario, en el mundo puritano, la historia y la comunicación son una historia de lo blanco y lo negro, no hay matices entre ellos. La cultura americana, la cultura puritana repara el pasaje a la digitalización, a la transformación de la comunicación en una sucesión infinita de si y de no, de blancos y de negros, de ceros y de unos. Es a través de esta cancelación, de esta cancelación de la ambigüedad que entramos en un mundo que es el mundo de la desensibilización. El título de este libro, en su original en inglés, es “And. Fenomenology of the end”. En la traducción en Argentina hemos cancelado “and” porque no funciona, “y” no funciona tan bien en el título de un libro, hemos decidido llamarlo “Fenomenología del fin”, pero el subtítulo es muy importante, es más importante que el título mismo. El subtítulo es sobre la sensibilidad, en la mutación de la conjunción a la conexión. Conjunción significa la riqueza y la ambigüedad de una comunicación que se verifica a través de cuerpos, cuerpos rotundos, cuerpos que intentan cambiar signos entre sí, peros sobre todo que se comunican afectividad o se comunican odio, dolor, placer. Pues, la conexión cancela todo lo que de rotundo, de carnal, de ambiguo que pertenecía a la dimensión conjuntiva, para permitir al blanco y negro, al cero y al uno armar significaciones puramente combinatorias.
En el libro decís que los movimientos sociales son la ironía en el lenguaje, que en términos históricos vuelven a oponer una insolvencia semiótica para arruinar un poco este blanco y negro del código. En la Argentina, si hacemos una historia más o menos reciente podemos tomar tres movimientos de sensibilización pública, tres momentos de resistencia a esta alianza de terror y, digamos, código blanco y negro, que serían: las Madres de Plaza de Mayo, el movimiento piquetero del 2001 y el actual movimiento de mujeres. ¿Estas formas de sensibilización pública vuelven a tener el problema de la política, esta forma de la política que en el libro vos decís que de Maquiavelo a Lenin pertenecen a un pasado histórico y no a un presente evolutivo, adaptativo? Temas como la voluntad, la decisión, la interpretación, ¿vuelven a ser problemas que hay que retomar desde estos movimientos sociales o estos movimientos  tienen un nuevo escenario en donde sus tareas son otras y, en ese caso, cómo lo ves vos?
Primera cosa, ¿qué es un movimiento social? El movimiento social es como hemos dicho, la reafirmación de la ironía al interior de un código totalmente an-irónico. Pero, ¿qué es la ironía? Intentamos ver bien el significado de esta palabra. Ironía no significa simplemente una broma, algo que no corresponde a la realidad. No, ironía significa la capacidad de ir detrás, de superar los límites establecidos del lenguaje. Cuando Wittgenstein dice en el Tractatus que los límites del mundo son los límites de mi lenguaje, está diciendo que lo que no podemos decir no lo podemos imaginar, lo que no podemos imaginar no lo podemos vivir, no lo podemos actualizar. Entonces la ironía es propiamente la capacidad del lenguaje de olvidarse de sí mismo, de olvidarse de sus límites, de salir de la dimensión sintáctica del significado. Se coloca aquí un problema que hoy se está haciendo muy doloroso: parece que la política como la hemos conocido en la modernidad se ha hecho esencialmente impotente. ¿Por qué? Porque, si entendemos política en un sentido estrecho, en el sentido establecido por Maquiavelo o por Lenin… Maquiavelo en el texto que he citado antes, en “El príncipe”, habla de la política como capacidad de dominación. En este sentido la política está muerta, porque la humanidad no tiene la capacidad de dominar una realidad que ha ido delante de nuestra capacidad de conocimiento y de control político. Pero tenemos y podemos inventar la política. No sé si el nombre, pero a la capacidad de modificar la realidad según nuestros intereses y deseos la necesitamos. ¿Y cómo podemos encontrarla? Te refieres a estos movimientos que han tenido tanta importancia en la historia argentina: el movimiento de las Madres. Es interesante que la figura materna… a mí no me interesa la retórica católica de la maternidad, a mí me interesa muchísimo el cuerpo, la corporeidad, la madre como figura de la corporeidad que entra en el proceso de significación, en el proceso de singularización del sentido, de la interpretación. Es la doxa, la singularidad corpórea que nos permite entender que en el lenguaje no hay solo sí y no, no hay sólo la pattern recognition, en el lenguaje existe la posibilidad de decir algo que no se puede decir. Esa es la política, decir algo que no se puede decir. Yo sé muy bien que en la historia argentina reciente, la ironía ha jugado un papel importante, pienso en los amigos de Etcétera, los Erroristas, pienso en el helicóptero del 23 de marzo que ha producido un efecto de escándalo y de represión mediática. El helicóptero de los Erroristas era la intuición de que hay una manera de utilizar los signos, de utilizar la imagen, de utilizar una forma de comunicación irónica para destrozar el conformismo de derecha. Han sido suficientes estos signos para producir un efecto de deconstrucción de la unanimidad conformista del poder. La ironía es la capacidad de reintroducir la corporeidad al interior de la comunicación verbal. Eso es la ironía.
Y en estos procesos de simplificación, de abstractización y desmaterialización que se dan en época digital, vos decís: hay que tener mucho cuidado de no armar territorios que sean asfixiantes, que cierren nuestras identidades. Y nosotros nos preguntábamos si el deseo puede ser la vía para salir de estos territorios que nos encierran o si el deseo también muta y queda capturado en ese universo desmaterializado.
Claro que sí, claro que el deseo que no es una subjetividad, el deseo es una fuerza, es mucho más un desplazamiento, siempre es un desplazamiento. Y lo que vivimos en este tiempo es una condición paradójica y también un poco espantosa, porque de un lado hay una abstracción financiera, hay una descorporización del poder financiero, el poder financiero que es todopoderoso porque no se confronta nunca con la materialidad, con la corporeidad social, con el sufrimiento, con la miseria, con el dolor. El poder financiero se desarrolla en una dimensión totalmente conectiva, que no tiene ninguna relación con la conjunción. Pero la corpoeridad permanece, la corporeidad no se ha disuelto, no ha desaparecido en la nada, está aquí, aunque se representa a través de una dinámica de identidad, de rabiosa venganza, como se dice revengevendetta. Es el fascismo que está resurgiendo en el mundo, es lo que algunos llaman populismo, a mí esta palabra no me gusta. El culto a la identidad, esa es la manera a través de la cual el cuerpo conjuntivo intenta retomar una posición en la historia, pero lo hace a través de la violencia, lo hace a través de ignorancia, lo hace a través de la cancelación de la riqueza de la diferencia entre seres humanos. Entonces, ¿cómo podemos escapar a esta alternativa mortal entre la conexión financiera y un retorno agresivo de la conjunción? Yo creo que la posibilidad de salir de esta alternativa es una dinámica de deseo que sea esencialmente capaz de jugar en la forma de la ironía, en la forma de la extensión detrás de los límites del lenguaje. Tengo que confesar que en este período no tengo mucha fuerza de proposición a nivel político, tengo la impresión que nos encontramos al interior de un túnel en el cual la alternativa entre conexión financiera, abstracción financiera y retorno agresivo de la corporeidad está cubriendo toda la esfera de la acción política a nivel planetario. Es una mutación que se está desarrollando, y cuando se pasa a través de una mutación no podemos saber cómo saldremos de esa mutación, pero lo que yo sé es que hay una sola fuerza subjetiva que puede imaginar esto detrás de los límites del lenguaje… lo que siempre hemos llamado “movimiento”. ¿Qué es un movimiento al final? La definición de movimiento no puede ser sociológica y no puede ser sólo política, el movimiento es un desplazamiento en el sentido preciso de la palabra, el movimiento es un desplazamiento que nos permite ver la realidad desde un punto de vista diferente del punto de vista que teníamos precedentemente. En Hamburgo, los compañeros del movimiento contra el G20, se presentaron con dos grandes acciones irónicas: la primera ha sido una manifestación de los zombies: mil zombies caminando en las calles, pintados de blanco y de gris y de negro, pintados con las caras de la muerte, han caminado en las calles de Hamburgo para decir al mundo que lo que el capitalismo financiero está preparando es un mundo de muerte, un mundo de dolor. Y después está la gran manifestación de los anarquistas y de los autónomos que se presentan con una bandera escrita que dice “welcome to the end”. Esas palabras son las palabras más irónicas que podemos decir hoy: “welcome to the end”. Vivimos en el infierno, pero en el infierno tenemos la capacidad, que es irónica, de crear espacios de vida sensibles, de vida que no olvide la felicidad como una dimensión posible. No olvidar la posibilidad de ser feliz, esa es la consigna hoy. No olvidar la posibilidad de una afectividad feliz y preguntar por la abolición del infierno, como siempre los amigos erroristas han hecho. Abolir el infierno, ese es el acto irónico esencial que tenemos que hacer en este momento.

Para la liberación de las presas y los presos del G20 de Hamburgo


Llamada para una campaña que conduzca a una manifestación internacional en Hamburgo para solicitar la liberación de todas y todos los que aún se encuentran en las cárceles alemanas después de las jornadas del G20.
Pasadas más de dos semanas después del G20, el tiempo de detención de los presos de Hamburgo se alarga cada día más. No hay ninguna intención por parte del tribunal ordinario de celebrar procesos a corto plazo – se habla de un máximo de seis meses. La fiscalía ha impedido cualquier solicitud de libertad bajo fianza y arresto domiciliario aludiendo al peligro de fuga.
Mientras reacciona con la violencia brutal a la que nos tienen habituados, el brazo armado del poder ha sido puesto en jaque por parte de la totalidad de las prácticas de los manifestantes durante las jornadas del anti G20. Por eso, el lazo de la represión ahora se cierne en torno a los cuerpos de los presos.
Durante estos días, han llegado las primeras cartas por parte de los detenidos. A la primera, la de Riccardo, ha seguido el testigo de Maria, compañera de Feltre presa durante la mañana del 7 de julio y detenida en Billwerder.
La reproducimos a continuación:
“Viernes, 14 de julio de 2017
Tal día como hoy, hace dos siglos, el pueblo alzado en armas asaltaba la Bastilla. Hoy, los que celebran esta fecha de la fundación de las democracias actuales, levantan nuevas Bastillas por todas partes. Nadie tiene que estar aquí dentro. Nunca más. Es demasiado para una persona sola. Hay menores, mujeres embarazadas, mujeres con bebés y mujeres que tendrían que estar en un hospital, todas con los mismos monos grises. Sé que estáis haciendo todo lo posible para sacarme fuera de aquí y os lo agradezco. Siento haceros estar preocupados. Aquí tengo vuestro telegrama, en realidad esperaba salir hoy y agradecéroslo en persona. Pero aquí estoy de nuevo, la apelación no se confirmó. Aunque seguramente ya sabréis algo más cuando os llegue esta carta.
Éramos cinco en la misma situación aquí en mi ala. Las dos alemanas salieron el miércoles, hoy ha salido la chica venezolana, pero con una fianza de 10.000 euros. Sí, diez mil. Quedamos una chica kurda y yo. ¡Ella es tan fuerte…! Siempre positiva, a pesar de tener dos hermanos muertos por luchar en Kurdistán. La única cosa positiva aquí son las relaciones que se crean. Son todas tan amables, altruistas. Todas están dispuestas a darte un abrazo. Sobre el resto ya no tengo ninguna ilusión. El otro día nos hicieron salir a las tres con la excusa de tener que hablar con un abogado, en realidad querían sacarnos el ADN. Aquí hay que esperar siempre lo peor, y no es ésa mi naturaleza.
La primera prisión en la que nos habían metido era un edificio prefabricado con cuartuchos de 10 metros cuadrados. Allí dentro éramos 5 durante 2 días sin nada, sin ventanas, teniendo que pedir permiso para beber y para ir al baño a un guardia que te vigila. Prácticamente sin comer. Aquí es un poco mejor, por lo menos tengo una cama y un baño.
Ya sabréis que he acabado presa sólo porque me he retrasado para ayudar a una chica con el pie roto. Roto de verdad, con el hueso afuera y con el pie agarrado sólo por una mitad. No creo que consiga nunca quitármelo de la cabeza. Como tampoco a la policía que pega a mano desnuda. Y no pensaba que pudiera ser posible acabar en prisión por esto, por no haber hecho nada de verdad. Aunque todas aquí están presas por tonterías. Robos sobre todo.
Compañeros, escribid algo sobre lo que está pasando, por favor. No os quedéis en silencio. Si queréis, publicad lo que os escribo. Además, no sé nada de Fabio, le he escrito y no me ha respondido. Tendría que estar en la misma cárcel que la mía. Si tenéis noticias suyas, escribidlas y escribidme también. Si podéis, meted dentro un sello para que pueda responder. Yo por lo menos hasta el miércoles estaré aquí. Después, ya no sé.
Os quiero mucho, a todos vosotros. Un abrazo, espero volver pronto.”
Maria no sabe que Fabio está detenido en Jork, a treinta kilómetros al este de Hamburgo, que está bien y que él también tiene una buena relación con los demás detenidos. A él también le ha sido denegada la libertad bajo fianza por la fiscalía de Hamburgo tras la propuesta del tribunal.
No sabe tampoco que, a diferencia de ellos, Alessandro, Orazio, Emiliano y Riccardo están juntos en el ala masculina de su misma cárcel, Billwerder (los últimos dos son vecinos de celda).
Estas son las palabras de un habitante de Feltre que está en contacto con las familias de Fabio y Maria, el pasado 24 de julio:
“Hoy hemos llegado a Hamburgo y nos hemos visto con sus madres. Parecen bastante serenas a pesar de que la situación no ha cambiado. Fabio esta mañana estaba mejor que el miércoles pasado. Hay algunos comités que han hecho una manifestación a favor de los presos y que intentan enfrentarse a la situación. Los abogados están trabajando mucho pero la justicia alemana está haciendo de todo para complicar la situación. Mañana iremos a la cárcel para llevar ropa y algún libro a Maria. A ver cómo va.”
Hasta ahora ha sido difícil entregar a los detenidos libros, ropa, y otros efectos personales. Pero es importante escribirles usando las direcciones publicadas por la campaña “Escríbeme”.
Muchas son las iniciativas: las concentraciones en las embajadas alemanas en Italia; la solidaridad entre compañeras y compañeros cercanas a los compañeros italianas, en contacto desde los primeros días; las informaciones en las emisoras de radio. Además de las diversas concentraciones y manifestaciones en apoyo a las presas del G20 desde Bilbao a las ciudades alemanas, entre las cuales una muy concurrida precisamente en Hamburgo, en la zona del Rote Flora.
El próximo 6 de agosto, por otro lado, se ha convocado una nueva concentración frente a la cárcel de Billwerder.
Todo esto es muy importante, pero no suficiente.
Por ello, estamos abiertos a recoger artículos, ideas y propuestas en pos de una gran manifestación internacional en Hamburgo para la liberación de todas y todos. Para que nadie se quede sólo, para que nadie se quede atrás.
¡Libertad para todas y todos!
Las compañeras y los compañeros del espacio autogestionado PostaZ de Feltre.
Para contactarnos: postaz@bastardi.net
Traduzione in spagnolo di Dario Lovaglio
fuente: http://effimera.org/

Tres muertes en el territorio // Diego Genoud

Son víctimas de una violencia que no se televisa. Murieron en los últimos meses a manos de balas anónimas que los sorprendieron en el mismo territorio en el que vivían y militaban, el conurbano bonaerense. Julián “Ikki” Darío, César Méndez y Omar Ibáñez cayeron antes de tiempo, en una forma que no esperaban.
A Julián Darío, de 39 años, le decían Ikki por uno de los personajes principales de “Los Caballeros del Zodíaco”: el ave fénix, el ave inmortal. Había sobrevivido a disparos que impactaron en su cuerpo, en dos acontecimientos callejeros que marcaron la historia reciente, el 20 de diciembre de 2001, el día de la caída de Fernando De la Rúa, y el 26 de junio de 2002, la tarde que mataron a Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. “Ikki era uno de esos hombres que nunca demuestran miedo. Nunca sabías si tenía miedo o no”, dice Ivana Ruiz, que ahora es su viuda.
Por eso, salió a la calle en febrero de 2016 cuando un desconocido –del que sólo se conoce un apodo, “Johny el sicario”- fue a buscarlo armado.
Ivana tiene 29 años y nació en Villa Celina, la localidad de La Matanza que crece en la intersección de la avenida General Paz y la autopista Richieri, del otro lado de Mataderos. Ahí mismo conoció a Ikki hace 15 años: él lideraba una organización social y ella comenzaba a dar clases de apoyo escolar. Casi una década después, se pusieron de novios y comenzaron a militar juntos en el Movimiento La Dignidad.
El conflicto que terminó con la muerte de Julián Darío se originó en una disputa por tierras que la Cooperativa de Vivienda Lozana Limitada había decidido usufructuar para beneficio propio en Villa Celina.
Es un predio de 23 hectáreas que pertenecieron al Banco Hipotecario, fueron cedidos a la ciudad de Buenos Aires y luego destinadas por el Instituto de la Vivienda de la Ciudad (ICV) a Lozana, un sello del que pocos pueden brindar antecedentes pero al que le sobran nexos con el poder político y las fuerzas de seguridad.
Con base en la sociedad de Fomento Vicente López y Planes, la cooperativa de vivienda hizo algo que no tenía permitido: lotear esos terrenos y ofrecerlos a la venta. Alambraron el predio, abrieron calles y comenzaron a vender sin autorización.
El Movimiento La Dignidad se opuso a ese emprendimiento privado con tierras públicas. Lo hizo con el respaldo de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), la coordinadora que agrupa a la mayor parte de los movimientos sociales y cuenta con el respaldo del Papa Francisco
“Esos terrenos son pluviales naturales del barrio, era el drenaje que existía y no se podía utilizar. En 2010, el barrio sufrió una inundación grandísima, entró agua donde a las casas, y no era un barrio de inundarse”, cuenta Ivana Ruiz, sentada en una silla del jardín maternal “Juanito Laguna”, donde da clases todos los días. Fueron las inundaciones las que alertaron a los vecinos de que algo raro estaba pasando.
La cooperativa Lozana tenía un permiso de “tenencia precaria” para disponer del predio de Villa Celina. Según afirman desde el IVC, la gestión de Emilio Basabilvaso e Ivan Keer –hoy funcionarios nacionales en Anses y Procrear- no hizo más que prorrogar una autorización que había sido otorgada en gestiones anteriores.
El acuerdo que Basabilvaso y Keer refrendaron a fines de 2013 y principios de 2014 con el presidente de la cooperativa Lozana, Rubén Francisco Arias, tenía como antecedente un convenio de 2010. Ese permiso fue el que exhibió el presidente de la cooperativa ante La Dignidad, cuando le fueron a reclamar por el negocio inmobiliario en terrenos del IVC.
Los funcionarios de la ciudad hoy se desligan y dicen que nunca hubo autorización para construir nada en esas 23 hectáreas. “Cuando el Estado se los requiriera, lo tenían que devolver”, explican.
Sin embargo, los directivos de Lozana actuaron como si nada les estuviera vedado y fueron muy pocos los que se animaron a alzar la voz.
Desde que Julián Darío e Ivana Ruiz se inscribieron como parte de la sociedad de fomento Vicente López y Planes y mostraron su disconformidad con lo que pasaba, comenzaron a recibir amenazas personales. Que se dejaran de joder, que les iban a pegar un tiro, que los iban a matar, les advertían. Un día pasaban en auto, otro día les gritaban desde una moto. 
Ivana dice además que el jefe de la comisaría 11 de Villa Celina, de apellido Ocampos, no le tomaba la denuncia y le advertía, que si no aflojaba, le iba a ir mal.
En poco tiempo, el miedo comenzó a crecer entre los vecinos y el Movimiento La Dignidad prefirió alejarse de la disputa por las tierras. Decidió concentrar sus fuerzas en la creación de un jardín comunitario, el primer espacio educativo que se abrió en la zona en los últimos 40 años.  Avalado por la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (SENAF), hoy funciona de 9 a 16 con 45 niños y niñas que tienen más de un año y son -muchas veces- hijos de adictos al paco.
En febrero de 2016, apenas dos meses después de la asunción de Mauricio Macri como presidente, un grupo de desconocidos interrumpió una asamblea de La Dignidad y la CTEP. La advertencia fue la misma: “que se dejaran de joder” con el tema de las tierras de la sociedad de fomento.
Después de que Ivana fuera increpada por una mujer y un hombre, Julián Darío salió a dar la cara y el intercambio poco amistoso terminó con lo que parecía apenas una bravuconada: “Ahora vas a ver: te voy a llenar de corchazos la panza.”.
Nadie pensó que, un rato después, “Johny El Sicario” iba a cumplir con su promesa de fuego. Por eso ni tomaron precauciones ni se fueron del lugar. “Ikki era alguien que no iba a esconderse. Todos le decíamos no salgas pero salió solo. Lo midió, lo apuntó bien al pecho y le pegó un tiro en la cara de todos.”, dice ahora Ivana y se quiebra, como si volviera a vivir los hechos.
La bala ingresó a 4 centímetros del corazón de Julián Darío, perforó un pulmón, se pegó al hígado –dañó los dos órganos- y quedó alojada en una costilla. Nunca se la pudieron sacar. Pese a que ese mismo día lo operaron tres veces en el Hospital Santojanni y luego una cuarta -11 meses después- en el Hospital Narciso López de Lanús, donde finalmente murió, el 21 de enero pasado.
En un primer momento, desde La Dignidad señalaron al atacante como un “puntero del PRO”. Así lo dijo incluso la propia víctima, antes de morir.
Consultados para esta nota, funcionarios del macrismo se desligaron del ataque y prefirieron no brindar declaraciones públicas. Sólo confirmaron que recibieron denuncias de personas que compraron los terrenos del IVC e iniciaron un expediente administrativo: Lozana va a tener que dar cuentas en la justicia por la venta ilegal. Sin embargo, todavía hoy no hay detenidos por el balazo que terminó en muerte. Del autor de los disparos –que solía mostrarse en la Sociedad de Fomento- no se supo nada más. Dicen que se fue del barrio.
Hoy el negocio de la venta de tierras está paralizado, los vecinos abrieron el predio y armaron una cancha de futbol, que funciona como alternativa gratuita a la que alquila a dos cuadras la Sociedad de Fomento Vicente López y Planes.
Desde el gobierno de la ciudad culpan a la administración kirchnerista por la demora en regularizar las tierras. Sin embargo, la escritura que otorga el título de propiedad de los terrenos a la ciudad de Buenos Aires todavía no está terminada.
Las fuentes consultadas coinciden. Con los terrenos ubicados entre General Paz y Roca se estaba gestando un negocio millonario. Villa Celina es uno de los lugares con mayor presencia de la comunidad boliviana y existe un empresariado que compra tierras para alquilar o construir galpones que después son utilizados como depósitos.
La cooperativa Lozana no agota su influencia en los despachos del gobierno de la ciudad. Desde la CTEP, señalan a Noemí Medina como nexo entre la Sociedad de Fomento y la Municipalidad de La Matanza.
La intendenta peronista Verónica Magario nació en Villa Celina y estaba al tanto del conflicto por las tierras del IVC. Durante la campaña electoral de 2015, desde La Dignidad le advirtieron lo que estaba pasando. Ya electa, se mostró más cerca de la Sociedad de Fomento. Ahí está todavía un cuadro suyo y una dedicatoria en la que los felicita “por fomentar la cultura y la educación”.
“Magario es cómplice porque permitió que suceda todo esto. No desconoció nunca esta situación porque el propio Ikki se lo dijo en su cara, cuando vino al barrio, que estábamos amenazados, desde la sociedad de fomento, por la comisaria”, dice Ivana Ruiz. Ante la pregunta por el conflicto en Celina que terminó con la muerte del militante de La Dignidad, los voceros de Magario quedaron en responder a las acusaciones pero finalmente no lo hicieron. Tampoco desmintieron que Noemí Medina, una de las integrantes de la Sociedad de Fomento, sea además empleada municipal.
Muerte en Cuartel V
Marisa Mezza tiene 42 años y una beba de siete meses. Todavía habla de su marido en presente.  “Tenemos cinco años de convivientes”, dice aunque hace cinco meses que a César Méndez lo mataron en el barrio en el que vivían juntos.
Desde el 15 de diciembre de 2016, Marisa está sola con sus tres hijos: uno de 15, otro de 13 y la beba que llora y la interrumpe mientras ella intenta contar qué fue lo que pasó.
Marisa y César se conocieron en Carupá, Tigre, y alquilaron durante tres años un cuarto en el que convivían. Pero como los alquileres subían y subían, hace dos años se mudaron a Cuartel V, una inmensidad de 112 kilómetros cuadrados que queda a 23 kilómetros del centro de Moreno. Cuartel V está en los confines del partido que hoy gobierna el intendente del PJ-FPV Walter Festa: creció de manera vertiginosa en los últimos 15 años y duplicó su población hasta llegar a los 100 mil habitantes.  Limita con José C. Paz, Derqui –partido de Pilar- y General Rodríguez.
La viuda de Méndez dice que, cuando ella y su marido llegaron, era un barrio muy lindo, donde vivía gente muy trabajadora –peruanos, paraguayos, bolivianos- que con mucho esfuerzo compraron terrenos y comenzaron a construir sus casas.  “Era muy tranquilo, muy hermoso. No te robaban, podías dejar la puerta abierta”, dice.
Marisa se integró rápido a la vida en Cuartel V, a 40 minutos en colectivo de la estación de Moreno. En poco  tiempo, se hizo cargo del merendero Santa Rosa, creado por el Movimiento La Dignidad, y su esposo –que al principio desconfiaba-se decidió a apoyarla. De 39 años, César se involucró con los problemas del barrio y se convirtió en delegado de manzana.
Todo parecía ir bien hasta que, hace un año empezaron los problemas. Las bandas de menores dedicadas al narcomenudeo comenzaron a tomar terrenos que tenían dueño pero no contaban con escritura, por tratarse de tierras sin título de propiedad.
“Son bandas que se dedican a ocupar terrenos o viviendas. Aprovechan que no hay ningún papel que diga ‘esta casa es mía’. Lo utilizan un tiempo como aguantadero y después lo venden. Hay una conexión muy fuerte con la comisaría de la zona”, afirma Soledad, una militante de La Dignidad que vive en Moreno desde que nació. Con ese diagnóstico coinciden los representantes de la Iglesia, una de las pocas instituciones que mantiene su presencia en el barrio.
Entre los vecinos, se repetían relatos similares: que anoche me robaron, que ayer me encañonaron en pleno día, que entraron a mi casa con un arma. Pero nadie  quería hacer la denuncia. “Todos tienen miedo porque nos amenazan, porque si denunciamos a la comisaría o no vienen o nos va peor”, explica Marisa.  
Cuando los hechos de violencia se generalizaron, la casa de Marisa y César se convirtió en el centro de quejas de los vecinos. Pensaron en organizarse para salir a andar de noche, hacer ronda o sonar un silbato ante cualquier movimiento extraño.
“Mi esposo era muy bonito, siempre quería ayudar a los vecinos y decía que nos teníamos que proteger entre nosotros”. Méndez comenzó a recibir amenazas y a padecer la situación cotidiana.  “Estaba lleno, yo lo sentía, de bronca pobrecito. Los vagos le habían dicho que no se metiera en nada porque lo iban a matar y él no se metió. Pero un día me dijo ‘estoy harto, ya se están zarpando demasiado’”.
La noche del 15 de diciembrede 2016, cerca de las 11, un grupo de jóvenes baleó el frente de la vivienda de una señora que vivía a una cuadra y media de la casa de los Méndez.
Cuando la vecina, comenzó a sentir los impactos de bala en la puerta de hierro, llamó por teléfono a Marisa. “Me dice ‘auxilio’ me están baleando la casa. Yo no quería que mi esposo se metiera, pero cuando escuchó los tiros, César fue con otros cinco vecinos. Y yo también fui”.
La viuda de Méndez recuerda que, cuando llegaron al lugar, los autores del ataque no estaban. Pero de repente uno de ellos apareció como un fantasma y comenzó a disparar: tres tiros dieron en el cuerpo de César, que murió de un paro respiratorio después de un shock hemorrágico.
La policía demoró 40 minutos en llegar y Méndez murió desangrado. Hoy hay un detenido y dos atacantes que permanecen prófugos. La denuncia de la abogada de Marisa, Gabriela Carpinetti, está radicada en el juzgado de garantías N° 2 de Moreno y en la UFI 8 a cargo de la fiscal Gabriela Urrutia.
“Estoy fortalecida, no niego que tengo miedo pero si no me hago respetar y no hago respetar a mis hijos, voy a vivir siempre con mi miedo. Y eso no es vida, me parece, para nadie”, dice Marisa.
La madrugada de los tiros mortales contra Méndez, Julián Darío –el baleado de febrero de 2016- recibió en Villa Celina un mensaje de Marisa con apenas seis palabras: “Don Ikki, mataron a mi marido”.
Darío era uno de los dirigentes de La Dignidad que visitaba Moreno con frecuencia. Se bajaba del colectivo en la ruta nacional 24 y caminaba tres kilómetros hasta entrar a Cuartel V, un barrio en el que no hay traza urbanay los alumnos de primaria precisan hacer 50 cuadras a pie para ir a la escuela.
Cuando llueve, es imposible circular en vehículos: sólo las camionetas 4 x 4 pueden ingresar y las patentes se pierden en el lodazal. “Son lugares donde no hay presencia del Estado ninguna, no entra la policía, no hay sala de primeros auxilios, no hay nada. Y hay focos de marginalidad y delincuencia que no son fáciles de identificar. Lo que se ve son los soldaditos, la mano de obra barata”, agrega Soledad.
Tras la muerte de Méndez, el 22 de diciembre pasado el Movimiento La Dignidad y la CTEP cortaron la Ruta 24 y protagonizaron una marcha en reclamo de Justicia que concluyó frente a la comisaría cuarta de Moreno con una oración y unas palabras del sacerdote del lugar Eduardo Farrel.
Poco después, el padre Farrel comenzó a recibir amenazas personales: en la calle,  en la parroquia Sagrado Corazón y en su casa. Un hombre de unos 30 años se dedicó a seguirlo. Primero le dejó una bolsita con una piedra adentro y un mensaje en letras recortadas que decía “Cortála con las marchitas”. Más adelante, la misma persona se dejó ver al término de una de sus misas con gestos que le sugerían que debía irse. Para la última advertencia, el enviado eligió nuevamente la modalidad de la bolsa con una piedra y una palabra de ocho letras: “Volviste”.  Farrel, que llevaba 9 años como cura párroco en Cuartel V, hizo la denuncia ante la fiscalía de la zona y, en marzo pasado, el obispo de Merlo-Moreno Fernando Maletti decidió enviarlo a otra parroquia para protegerlo.
 “Lo hicimos para resguardar su seguridad y integridad física. Los obispos argentinos venimos advirtiendo sobre el avance del narcotráfico pero uno está perplejo frente a todo esto”, dice ahora Maletti, quien explicó los motivos de la decisión en una carta pública.
“Debemos tomar conciencia del avance en nuestros barrios del comercio de drogas ilícitas, con todo lo que ello significa: peligroso deterioro de la salud de nuestros jóvenes y, muchas veces, brutales enfrentamientos por el control del territorio (…) Estas tareas pastorales suelen colisionar con los mezquinos y oscuros intereses de quienes solamente buscan el poder territorial y el rédito económico a cualquier costo con negocios ilícitos y sospechosas complicidades”.
Maletti explica que Méndez era un militante social reconocido en la zona de Cuartel V y de Moreno por su trabajo y la constancia en su militancia. “Intentaba evitar un robo de una persona vecina, aparentemente a manos de los narcos”, afirma. Y coincide con los que creen que existe un poder muy grande detrás de esa violencia que arrincona a los que viven en el territorio.
Payasos asesinos
De Omar Ibáñez nadie quiere hablar. Es el caso que incomoda a todos: lleno de dudas y versiones cruzadas, cuenta con todos los requisitos para ser olvidado.
Miembro de la agrupación “El Plumerillo”, de 42 años, en febrero pasado lo mataron de siete balazos en Villa Martelli. Dos desconocidos lo interceptaron cuando iba en moto, lo chocaron con un auto, lo hicieron caer y le dispararon a mansalva pero no le robaron nada. Los vecinos que fueron testigos del hecho coinciden: los asesinos llevaban puestas máscaras de payasos.
¿Quién era Ibáñez? ¿Por qué lo acribillaron? Se dijo que era empleado del sindicato de Panaderos y militante del Frente para la Victoria, pero también eso fue desmentido. El territorio en el que desarrollaba su actividad política era Villa Loyola, en el partido de San Martín, donde su cuñado Juan Manuel “Kunfu” Cáceres fue concejal del Frente para la Victoria hasta 2015.
Loyola está ubicada justo en el límite entre San Martín y Vicente López, a 15 cuadras de la Avenida General Paz.
“Para mí era un militante porque siempre buscaba lo mejor para el barrio. Él era bien peronista pero no se casaba con ninguna agrupación. Todo lo que hacía y conseguía era para la gente del barrio. Traía mercadería y la repartía entre los vecinos. Ayudó a mucha gente”, dice Marcos, militante de una organización social que integra la CTEP y prefiere no dar su verdadero nombre, por miedo a represalias.
Marcos afirma que Ibáñez siempre buscó “la paz entre vecinos”, que tenía un “localcito, tipo unidad básica” y se manejaba solo. Está convencido de que lo mataron porque quería echar a los narcos del barrio. En San Martín, se dice que Ibáñez estaba enfrentado con un grupo de soldaditos de la villa 18, el territorio en el que gobernaba Miguel Ángel “Mameluco” Villalba, a 50 cuadras de Loyola. Que estaba harto de ver cómo los chicos del barrio se quedaban encerrados en sus casas y dejaban de jugar en las calles por miedo a la violencia. Que pensó que iba a ser fácil poner un límite pero que se equivocó.
Ibáñez divide aguas porque su historia incluye antecedentes penales. Estuvo preso por robar un banco en la década del noventa. Por eso, están los que dicen que no era un militante y que su enfrentamiento con los narcos tenía un origen confuso. Desde la Agrupación El Plumerillo lo definieron como un ser excepcional y escribieron en Facebook sobre las razones del crimen: “Te hicieron caer por cuidar a los pibes del barrio”. Sus amigos y familiares hicieron una marcha sobre avenida Constituyentes para reclamar justicia. Después del tema, no se hablo más. Su muerte es una más de las que se atribuyen al narcotráfico en el conurbano.

Lo común sensible: apuestas por una política de los afectos // Andrés Abril

(sobre ¿Cómo salvar lo común del comunismo?, de Érik Bordeleau) 
La publicación de un libro es siempre una aventura, una apuesta. No solamente porque se «arriesgue algo», sino en la medida en que es un asunto de «colocación» (apponĕre), de «poner sobre la mesa». Un libro, pues, no hace más que ubicarse, situarse en un lugar determinado, y de ahí en más desplegarse y desencadenar toda una serie de reacciones y consecuencias: todo libro es peligroso (mas no dañino). En el año 2014, bajo el sello de la casa editorial Le Quartanier, aparecería Comment sauver le commun du communisme ?, libro del filósofo y autor quebequense Érik Bordeleau. Se ponía así sobre la mesa para los lectores francófonos, quienes seguramente dispondrán de él a su antojo. Pero ahora, la apuesta se da en otro nicho, otro espacio para proliferar y mutar, pues en mayo de este año Edicions Bellaterra llevó a cabo la publicación de ¿Cómo salvar lo común del comunismo?, traducción al castellano del libro de Bordeleau.

A la manera de una sugestiva reflexión, ¿Cómo salvar lo común del comunismo? desarrolla una cuestión espinosa pero indudablemente fundamental: cómo pensar y abordar lo común en el mundo contemporáneo. ¿Cómo rescatar lo común de las nefastas manifestaciones del comunismo voluntarista que dieron lugar a regímenes disfuncionales y a formas tiránicas de subjetivación sin dejarnos seducir por la absurda banalización que el capitalismo ha operado sobre la noción de «comunidad»? ¿Cómo tomar distancia del «comunismo de la voluntad» sin caer en las lógicas de la «barbarie neoliberal»? En suma, ¿cómo salvar lo común del comunismo… y cómo arrebatarlo del capitalismo? Trazando los contornos de una política de los afectos y lejos de cualquier respuesta facilista, el libro de Bordeleau constituye una apuesta por imaginar nuevas formas de estar-con. Sigue, por tanto, la estela de importantes pensadores de «la comunidad» como Giorgio Agamben, Jean-Luc Nancy, Maurice Blanchot y Georges Bataille, a la vez que renueva y refresca las reflexiones sobre lo común en un diálogo incomparablemente productivo con autores de la talla de Sartre, Merleau-Ponty, Badiou, Žižek, Sloterdijk, Deleuze, Latour, Stengers, entre otros.

Pero ¿cuál es el telón de fondo de estas reflexiones? O más bien, ¿cuáles son los acontecimientos, circunstancias o historias que las animan y las activan? Tenemos, por un lado, una caracterización del capitalismo contemporáneo a partir de la formidable exploración de tres obras audiovisuales de la artista Melanie Gilligan. En ellas, el capitalismo financiero aparece como un espíritu, un sistema brujo que captura nuestros sueños, expectativas, emociones y formas de relacionarnos. Mediante el escrutinio de las obras de Gilligan, Bordeleau pone de manifiesto la dimensión ética y terapéutica del capital y esboza el terreno en el que lo común se mueve hoy en día; es allí donde se pone en juego y se ve amenazada la posibilidad de «concertar juntos nuestros actos y nuestros pensamientos». El capitalismo exige un trabajo sobre nuestro propio ser, y a través de esa exigencia ha sabido llegar a nuestras almas, a las a las fibras más íntimas de nuestra existencia. En pocas palabras, se ha apoderado de aquello que nos hace desear, amar, vivir… 

Ahora bien, en un segundo movimiento, el libro despliega una lúcida lectura histórica de la China contemporánea: un examen de los idearios, las imágenes y las políticas movilizadas durante la Revolución Cultural en pro de la configuración del «hombre nuevo» y un acercamiento a las reivindicaciones artísticas que se gestarían en aquella época y algunos años después. Demostrando un amplio conocimiento de China y su historia, Bordeleau orienta su mirada a la dimensión subjetiva y estética de la Revolución, es decir, a las implicaciones de las políticas culturales de Mao en la constitución de un sujeto revolucionario ideal —y, por supuesto, a las reacciones que de allí se derivarían. De esa manera, la producción artística y el pensamiento no aparecen como dimensiones separadas del «mundo social», un cielo por encima de nuestras cabezas, sino como parte constitutiva de la realidad: lo estético, lo ético y lo político se conjugan y se articulan siempre en la producción de subjetividades y en medio de la lucha de fuerzas que buscan moldear lo real.

Por otro lado, y en un tono similar, el libro presenta una aproximación a las articulaciones entre política y estética en la Unión Soviética, un examen de la relación entre las vanguardias artísticas rusas y el realismo socialista como arte oficial del Estado. Si los artistas son «ingenieros del alma», como bien decía Stalin, el realismo socialista en cuanto arte de Estado no podría hacer otra cosa que integrar «la voluntad de potencia suprematista y su experiencia de la nada absoluta al servicio de la educación popular»… Finalmente, encontramos un sesudo examen de las posturas intelectuales de Sartre y Merleau-Ponty. En dos orillas distintas, las apuestas de cada uno de estos filósofos conllevan dos maneras distintas de concebir el sujeto y la acción: mientras Sartre moviliza un pensamiento del compromiso y del voluntarismo, una política «en la que cada consciencia puede devenir, si ella lo decide, si ella lo quiere, la tabula rasa de un mundo nuevo», Merleau-Ponty «prefigura un pensamiento de la presencia y del anonimato como dimensión de apertura colectiva», un pensamiento que se opone a un «voluntarismo trascendental para el que la existencia se reduce a la elección y a la consciencia de sí». Lo común, en esa medida, no puede sino tomar distintas formas: surgirá un contraste entre un comunismo de la voluntad sartriano y un comunismo sensible merleau-pontiano.

Bajo el signo del comunismo sensible, y poniendo en cuestión el estatismo, el exagerado voluntarismo unificador de deseos y la imperiosa llamada a una homegeneizante pertenencia colectiva de los movimientos políticos y de cualquier otra forma de organización social en general, ¿Cómo salvar lo común del comunismo? propende por una manera de estar en común que pasa por la resonancia entre las almas. Se trata aquí de un estar-con vibrátil en donde lo colectivo emerge no a partir de un único criterio ideológico o una voluntad suprema, sino de conexiones parciales y siempre ajustables entre los seres. Lo afectivo, la posibilidad de afectar y ser afectado, adquiere entonces un papel fundamental, pues es a ese nivel principalmente en que los vínculos son establecidos y los fines movilizados. El estar-con o, en otras palabras, la posibilidad de componer, requiere no de una ideología política o de un voluntarismo teleológico sino de una estética de la existencia que apela a una constante resistencia extática.

Si aceptamos que el neoliberalismo es un sistema de brujería sin brujos que intenta constantemente capturar las formas de sociabilidad y los encuentros entre los seres, como sugestivamente han señalado Pignarre y Stengers (2005), trabajos del talante de ¿Cómo salvar lo común del comunismo? se hacen más necesarios que nunca para recapturar y arrebatar tácticamente aquellos afectos e hilos de conectividad que el capitalismo ha puesto al servicio del mercado. En tanto herramienta de reflexión y pensamiento, el texto de Érik Bordeleau se torna táctico, y permite, en esa medida, esbozar nuevos horizontes de lo político y lo afectivo. ¿Cómo salvar lo común del comunismo? es, en ese sentido, eminentemente contemporáneo. No necesariamente porque su exploración atienda a dinámicas de una época reciente, o porque sus efectos sean aún evidentes hoy en día, sino porque con la mirada fija en su tiempo, puede vislumbrar lo que de funesto hay en él, esas oscuridades que la luz cegadora de los siglos neutraliza. Como magníficamente dirá Agamben, «pertenece en verdad a su tiempo, es en verdad contemporáneo, aquel que no coincide a la perfección con este ni se adecua a sus pretensiones, y entonces, en este sentido es inactual; pero, justamente por esto, a partir de ese alejamiento y ese anacronismo, es más capaz que los otros de percibir y aferrar su tiempo» (Agamben, 2011, p. 18).

Referencias
Agamben, Giorgio. (2011). ¿Qué es lo contemporáneo? En Desnudez (pp. 17-29). (Mercedes Ruvituso, María Teresa D’Meza y Cristina Sardoy, Trads.). Buenos Aires: Adriana Hidalgo.
Bordeleau, Érik. (2014). Comment sauver le commun du communisme ?Montreal: Le Quartanier.
________. (2017). ¿Cómo salvar lo común del comunismo? (Andrés Abril, Trad.). Barcelona: Edicions Bellaterra.
Pignarre, Philippe y Stengers, Isabelle. (2005). La sorcellerie capitaliste. Pratiques de désenvoûtement. París: La Découverte.

«La imposibilidad de apropiarse de la propia vida está en el centro de lo que llamamos el capitalismo» // Entrevista a Diego Sztulwark sobre León Rozitchner

Nicolás Levy: Buenas tardes, Diego. Para presentarte. ¿Sos politólogo, filósofo, sociólogo? ¿Un poco de todo?
Diego Sztulwark: Estudié en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, en los años ‘90, Ciencias Políticas y algunas materias de la Sociología y Filosofía, sobre todo porque algunos años di clase en materia de Filosofía de Sociología con Rubén Dri en la cátedra de filosofía, de la carrera de Sociología de la UBA.
 
Lo cierto es que, para mí, la formación en términos de saberes siempre vino más del mundo de las militancias y de las formas autodidactas de trabajar. Mi última experiencia importante fue trabajar con León Rozitchner y antes con otrxs amigxs y personas que han hecho un trayecto fuerte por su cuenta. Me cuesta bastante definir un campo de formación delimitado. Me interesan, sí, cosas que van entre la política, la filosofía, por ahí.
Erika Vacchieri: Íbamos bien entonces pensando que eras un poco de todo.
Diego Sztulwark: Sí, sí, sí. Con tal de que se sepa que es muy poco de todo, creo que vamos bien.
Carlos Bergliaffa: A partir de la publicación en Lobo Suelto! del reportaje que le hizo Silvio Lang a León Rozitchner[1], quedamos muy conmovidos.
 
Nos sucedió con el grupo de gente con que estudiamos y andamos cerca -que hemos tenido mucha referencia siempre con la filosofía extranjera, básicamente la francesa- el encontrarnos con ese reportaje fue una sorpresa por las cuestiones que él trabaja, ya que nosotros tenemos esas lecturas, pero por autores europeos. Con mucho interés queremos saber ¿cómo fue tu encuentro con León Rozitchner? Nos es llamativo porque desde acá, de Córdoba, el pensamiento siempre tiende a, en vez de pasar por el puerto, pasar directamente en avión a Francia. La pregunta es esa: ¿cómo llegaste vos a ese encuentro con León? ¿A partir de qué líneas de investigación? Y sobre la experimentación que ustedes han hecho.
Diego Sztulwark: Uno sabe lo que hace, pero no tiene tampoco tan claro por qué hace lo que hace, ¿no? Puedo contar el encuentro con León, es más difícil entender por qué uno estaba tratando de entender ciertas cosas.
 
Lo cierto es que la filosofía en nuestra época, digamos en ciertas zonas de la cultura en que nosotros solemos movernos, tienen una referencia muy fuerte a un período muy especial de la filosofía francesa, que es el período de las post guerras, digamos, después de la segunda guerra mundial, creo que ahí, después de Sartre y de esta alianza que se fue haciendo entre tradición filosófica y mundos de las izquierdas. Esa filosofía no es homogénea y ha tenido muchas ramificaciones (Sartre, Merleau-Ponty; Bataille, Blanchot; los estructuralistas; Foucault, Deleuze y Guattari, Derrida; Badiou y Ranciére y un largo etcétera que incluye de un modo muy especial al psicoanálisis lacaniano). Se trata de historias apasionantes que conocemos parcialmente, protagonizada por grandes intelectuales que tal vez ya comienzan a quedarnos un poco en el pasado, aunque aún hoy toda esa producción sigue siendo determinante en el plano teórico. León Rozitchner conoció todo ese proceso muy de cerca, estudió filosofía en Francia, es un doctor de la Sorbona -la más alta distinción de la Universidad francesa- durante los mismos años y con los mismos profesores de Deleuze o Foucault, con quien sin dudas se cruzó durante aquellos años. Quienes sentimos admiración por toda esa filosofía solemos tener también nuestro conflicto con cierta situación colonial que se establece respecto de ella en el campo intelectual. Como si hubiese un idioma y un lugar privilegiado para el pensamiento. El intelectual colonial suele ser una suerte de traductor, o divulgador, o lector lejano y tardío de esas ideas que provienen de muy lejos y gozan de un prestigio que casi nunca se revisa. Se corre así el riesgo de acabar siendo una especie de repetidor de lo que razona una cierta elite intelectual de un país que está en el centro del capitalismo mundial (una situación muy diferente de la nuestra). Creo que León se rebeló muy desde el comienzo con respecto a ese tipo de imposturas, era alguien que tenía muy encarnado, muy presente, el hecho de que la filosofía era sobre todo un tipo lenguaje que debía ser reconstituido a partir de las experiencias propias. La filosofía de León Rozitchner no consiste en la reproducción de pulsiones del mundo histórico francés, sino en una fuerte puesta en juego de lo que le fue pasando a él, lo que le iba pasando en la coyuntura latinoamericana y argentina que le tocó vivir. Esto se traduce en cosas como que, en el año ’62, León está enseñando filosofía en Cuba y a partir del que allí vive, escribe unos de sus grandes libros. O su tentativa de problematizar al peronismo. El tema de la guerra, en nuestro contexto, fue para él central, y su libro sobre Malvinas me sigue pareciendo un libro extraordinario.

Nicolás Levy: A mí me pasaba de verlo a León en las entrevistas y sentirlo liviano, sentirlo contento. Él decía: “nunca leería la cantidad de cosas que leyeron estos tipos (Deleuze, etc.), tienen una cabeza para desarmar la estructura occidental de pensamiento. Y yo en cambio me iba y me ponía a vivir cosas.” Me parecía alucinante esa relación con el conocimiento de decir: “por momentos me iba. Porque me aburría, porque no quería leer todos los libros que estaba leyendo.”[2]

Diego Sztulwark: Claro, esa vitalidad tan característica suya. Una vitalidad muy animosa junto la historicidad propia, sería un modo de aproximarnos a su tono. Hay algo conmovedor en ese tono, tal vez no tengamos tantos ejemplos vivos que nos puedan inspirar en ese sentido, personas de nuestros contextos que inventan un lenguaje propio y saben pensar lo que les pasa sin estar repitiendo discursos prefabricados. Ahí está la frase que León citaba: “es necesario ser arbitrario para hacer cualquier cosa”. Pertenece al escritor Paul Valéry. Parece que la encontró apenas llegó a Francia a estudiar. Le fascinó esa frase. Decía “esa frase habla de mí”. Lo cual significa que él no se autorizó a sí mismo en el saber académico sino en su deseo de jugar, de vivir, de existir, de dar cuenta de lo que le pasaba a él. Eso hace de León un personaje fascinante: haber atravesado una experiencia de pensamiento sin ceder en lo fundamental que es el propio deseo.
Carlos Bergliaffa: Pienso que un aporte tuyo son las preguntas sobre las subjetividades y las afectividades en esas subjetividades. Y, en la crisis del 2001, sobre el desarrollo de las subjetividades y afectividades neoliberales.
 
Me llamó la atención el año pasado y te interrogué mucho sobre eso, sobre qué desarrollos tenías al respecto.
 
A ese tipo de presentación que vos hacías yo no la podía engarzar efectivamente con ningún pensamiento. Me llamaba la atención que era como tomado de algún tipo de conexión con ciertas existencias y carnalidades que podían presentar esas cosas. Esa huella también la encuentro en el colectivo #NiUnaMenos, en Juguetes Perdidos como experimentos de escritura y de expresión.
 
Lo que me llamó la atención es que cuando te vi en los videos haciendo estas charlas con León, vi que ese modo de él de hacer no es una “filosofía del pensamiento” sino la expresión de una existencia, a través de un lenguaje, que es el lenguaje de la filosofía, para él. Y que además estos colectivos que vienen como en relación con el Colectivo Situaciones han tenido un modo de expresión que trata de manifestar las existencias, no las ideas sobre las existencias.
Diego Sztulwark: Como te decía, uno sabe lo que hace, pero no sabe tanto por qué lo hace. Está bien detectar la experiencia de lo que fue el Colectivo Situaciones, que fue un intento de formar una iniciativa de investigación militante, aunque fue algo chico y en el contexto de muchas otras experiencias. La idea era reorganizar un poco la relación entre militancia política y cuestión teórica. La cuestión era formular una práctica teórica nueva, en la que la teoría no viniera después, desde arriba. Que no fuera conclusiva, ni una traducción de teorías ya hechas. Y que la práctica fuera una práctica muy diferente de la militancia política clásica, que a su manera también siempre se define por el hecho de que tiene una línea, tiene un saber, tiene unas expectativas sobre las situaciones, que les vienen siempre de afuera de las situaciones mismas, y es muy poco permeable y muy poco sensible a moldearse por lo que en ciertas situaciones está ocurriendo. Entonces nosotros pensábamos que tal vez no haya que tener una línea política, sino una porosidad con lo que en las circunstancias de lucha social se empieza a formular como verdades necesarias para esa propia lucha. Tal vez la teoría no sea otra cosa que el intento de producir unas imágenes de pensamiento que también sirvan para el desarrollo de esas luchas. Más que tener doctrinas, teorías, líneas, etc. -que inevitablemente siempre algo de eso tenemos-, hacer un ejercicio de trabajo. Por ahí es el trabajo más difícil, que es estar dispuesto a abandonar el narcisismo individual y colectivo e intentar producir con otras herramientas, instrumentos, imágenes, afectos, que permitan darle potencia a una cierta lucha, a una cierta situación.
 
Todo esto se dio en el contexto de la crisis del 2001, con la aparición de los movimientos sociales autónomos que tenían un fuerte protagonismo en un cierto ciclo de luchas y creo que en ese momento esa experiencia fue muy rica para todos los que participamos de una o de otra manera de esas circunstancias. Y después, algunas líneas de esa experiencia fueron derivando a otras muy diferentes.
 
Lo de #Ni una menos es otra cosa, se nutre de otras experiencias. En todo caso es muy interesante reconocer en este movimiento cosas que veníamos intentando en otro contexto. Es interesante el ejercicio de hacer una genealogía de lo que se mueve en una sociedad, sobre lo que estimula a seguir pensando más pegado a situaciones y menos en términos de una teoría general y más de conceptos estratégicos, van madurando.
 
En mi caso personal, creo que la búsqueda de pensar lo que pasa toma un giro nuevo en el encuentro con León Rozitchner. El suyo es un pensamiento completamente sensual. Es lo que intentamos captar con los videos, porque se puede ver que es un pensamiento muy encarnado, es un pensamiento muy gestual. Es muy importante el tono de voz de Rozitchner cuando habla, es muy importante la gestualidad, es muy importante ver cómo la cosa pasa por él. Yo creo que ese “pasar por uno mismo” era un poco el ideal de trabajo al que el colectivo, en cierto momento, estaba apostando. Es decir, que, en cada lucha, en cada colectivo, cada compañero o compañera que haga una experiencia, la cosa pase por uno. Creo que ahí quizás se haya armado una especie de continuación de esa búsqueda.
Carlos Bergliaffa: La circulación de videos, charlas de radio, libros y textos que produjeron sobre León, la edición de Biblioteca Nacional de su obra, por ejemplo, deben haber sido eventos muy importantes para ustedes.
 
La pregunta es si la referencia de Rozitchner es para el colectivo o es algo que vos tenés particularmente con él y has ido haciendo pasar cosas para el grupo.
Diego Sztulwark: Creo que hay un período del Colectivo Situaciones, que podríamos nombrar desde el año 2000 al año 2008, muy intenso donde el grupo es un grupo de fusión, donde la idea de grupo es más potente y es más fuerte que cualquiera de las individualidades que lo componen. Después esa idea de grupo deja de funcionar así, y pasa a haber una especie de socialidad compartida. Pero ya no hay estrictamente un grupo sistemático actuando de manera tan unificada.
Carlos Bergliaffa: Ustedes se desunieron y desorganizaron cuando se creó Unidos y Organizados.
Diego Sztulwark: Es una manera de decirlo. Para nosotros como colectivo, cuando el kirchnerismo comienza a generar una micropolítica militante -allá por el conflicto con el campo, la derrota electoral de 2009 y el comienzo del conflicto con Clarín; en ese momento, que es un poco la mitología del relato kirchnerista- teníamos una percepción bastante propia de lo que está pasando en el país. Ahí proponemos pensar que en realidad lo que está ocurriendo es que hay un impasse del movimiento social autónomo, no una ofensiva del movimiento popular. Entonces era bastante difícil, porque la percepción de muchísimos amigxs y compañerxs era exactamente la inversa, para ellos era el momento de efervescencia de la militancia popular después de los años ‘70. Nosotros veníamos pensando más en el protagonismo del movimiento social autónomo, ligado a la producción, ligado a los territorios (y estábamos pensando en términos de un imaginario nuevo, si querés más influenciado por el zapatismo, más influenciado por esto que veníamos llamando los rasgos autónomos de ciertas luchas). Y resulta que esta nueva militancia retoma de manera intensa otros imaginarios, que dan centralidad a la idea de conducción política, la idea de lo popular como vinculado a lo nacional, todo eso sustituye en partes al imaginario del 2001, que era más libertario. Al mismo tiempo notamos que lo que a nivel de programa de gobierno estaba pasando era una suerte de neodesarrollismo-neoextractivismo, que volvía a poner en el centro de todo al Estado, junto a la idea de la industria y del trabajador industrial, cosa que nos parecía un error en el sentido de que esas categorías no permitían pensar transformaciones del mundo del trabajo.
 
Creíamos que eso implicaba un impasse de un imaginario autónomo del movimiento social. Si nos faltó entonces entusiasmo para tomar parte de una manera más abierta a la nueva participación de las militancias creo que es porque nos estábamos dando cuenta que nuestro tipo de trabajo, tal como lo habíamos pensado, ya no estaba dialogando con la dinámica social.
Las organizaciones sociales habían cambiado mucho. La cuestión de la subjetividad estaba muy relegada y creo que con el paso del tiempo esta tendencia se fue acentuando.
 
A la larga los sectores más sensibles del propio kirchnerismo debieron admitir que sus logros económicos y políticos venían acompañados por una subjetivación neoliberal de la propia sociedad.
 
Esos años el diálogo con León fue continuo. Nosotros en ese momento sacamos un libro que se llamaba 19 y 20 de diciembre. Apuntes para un nuevo protagonismo social[3], donde lo entrevistamos. Ya lo considerábamos un interlocutor importante. En este libro del 2008 sobre el impasse, le hacemos una entrevista muy larga, que es una entrevista donde él habla de toda su trayectoria. Esa entrevista para mí es muy querida, muy importante. Después sí, seguí yo, de manera más personal, trabajando con él, haciendo la película.
Cuando León falleció hicimos las jornadas León Rozitchner[4], y con Cristian Sucksdorf hicimos la edición de su Obra, con la Biblioteca Nacional. Ese sí ya es un camino más personal, por más que el mundo de complicidades colectivas en que nos movemos hace que después todo esto se comparta, se realimente y circule de varias maneras.
Nicolás Levy: Recién hablábamos de la anécdota que cuenta León sobre la oportunidad que tuvo de conocer al Che Guevara, en Cuba, y que finalmente se encontró con otra persona, que le resultaba mucho más importante ese día. ¿Te acordás, Diego?
Diego Sztulwark: Sí, es una anécdota muy linda. Está en el segundo de los videos. El capítulo es “Moral burguesa”, por el libro Moral burguesa y revolución, que escribió Rozitchner en el ‘62 en La Habana, y publicó después en Buenos Aires.
 
La anécdota es bastante expresiva de lo que decíamos antes de su vitalismo, su sensualidad. Sucedió cuando estaba en Cuba, dando clases. Cuenta que estaba en La Habana, iba a haber una reunión en donde él iba poder conocer al Che Guevara, algo que él deseaba mucho. Y justo en ese momento llegaba a la ciudad una persona que él amaba, Diana Guerrero, hoy detenida y desaparecida. Coincidía la llegada de Diana con el momento en que iba a ser la reunión con el Che. Y él decidió no ir a conocerlo, decidió quedarse con su amante. En el momento que lo cuenta, él recuerda un poco a Diana y dice “ella se lo merecía”. Ahí hay una elección por la sensualidad como fundamento de la posición ético-política.
 
Si podemos ver después lo que fue el derrotero de la simbología vinculada al Che Guevara, hay que decir que muchas veces se ha aceptado hacer del Che un Cristo. Es decir, una especie de ideal, en nombre del cual sacrificar la propia sensualidad. Por supuesto que el contenido histórico del Che Guevara es infinitamente más rico que esto que estoy diciendo, pero justamente pulsiones como esa, que Rozitchner pone en juego con esta anécdota, permiten pensar a qué llamó él “izquierda sin sujeto”. Es uno de sus artículos míticos del año ‘66, publicado en La rosa blindada[5]. ¿Qué pasa cuando la izquierda se vuelve sólo teórica, sólo idealista, sólo racional, sólo admirativa, y no pone en juego los más corporal, lo más material, lo más afectivo que es la propia sensualidad como parte misma de un proyecto social y político?
Nicolás Levy: ¿Se quedó sólo en esa época con ese libro, con ese planteo?
Diego Sztulwark: Creo que ese texto era parte de un intento de la nueva izquierda de la época, influenciada por la Revolución Cubana, de discutir: por un lado, con John W. Cooke y una parte del peronismo revolucionario, pero también con lo que al poco tiempo ya fue la incorporación del althusserianismo teórico, y la idea de las estructuras, de los procesos sin sujetos y una serie de enunciados del marxismo de entonces. Imagino que por aquellos años Rozitchner debe haber sido un filósofo bastante leído.
 
Desde esos años aparece una enorme preocupación suya. Una relación problemática de la izquierda argentina con la violencia política. Problemática en el sentido en que llevaba a la derrota. Es posible que, si uno relee hoy los textos de Rozitchner desde La izquierda sin sujeto a su libro sobre Perón, vaya encontrando un cierto desarrollo respecto al tipo de uso de la violencia política de los años ‘70, que no es una condena a la violencia como hizo después la socialdemocracia o la gente que se arrepintió de la lucha. Es una crítica de izquierda que no condena la violencia por ser violenta, sino que pide hacer una distinción entre violencia y contraviolencia. Y el esfuerzo teórico que hizo fue muy fuerte, porque fue el esfuerzo de leer de vuelta al teórico de la guerra Carl von Clausewitz, para encontrar en la filosofía de la guerra la diferencia entre una violencia ofensiva, conquistadora, que tiende a utilizar la categoría de asesinato como categoría posible de la violencia; y lo que él llamaría una contraviolencia de izquierda, que es siempre defensiva, siempre parte de la movilización popular y que nunca incorpora como razonamiento fundamental el asesinato.
 
Esa es para mí una de las líneas más ricas del pensamiento de Rozitchner, por su actualidad. Porque hoy se acepta de manera muy fácil que la violencia ya no es parte de la política, que la violencia ya no es parte de la historia. Y en buena medida uno celebra y apoya eso, porque cuando hablamos de violencia, hablamos de aumento de la violencia represiva, o la violencia asesina, o la violencia loca. ¡Pero justamente esta es la violencia que aumenta! ¡Matan mujeres y matan jóvenes en los barrios todo el tiempo! Lo dice el Colectivo #NiUnaMenos, lo dicen los organismos de DDHH. El problema de la contraviolencia sigue planteado, y lo que hay que dilucidar es cómo se resiste a este tipo de violencia asesina. Cómo los cuerpos individuales y colectivos pueden tener categorías, elaboraciones, formas de componerse una ética, que corten con la violencia opresiva, que corten con la violencia asesina sin repetirla, sin copiarla, sin volverse ella misma asesina y loca, derechista.
Yo creo que es una pregunta fundamental, porque en el pensamiento de Rozitchner se trata de elaborar la derrota y no de acomodarse a la derrota.
 
Entonces, fíjense que hace un rato les estaba diciendo que me parece que Rozitchner no se acomodaba bien a una reivindicación del tipo idealista del Che Guevara, y ahora digo que justamente por eso lo puede recuperar extraordinariamente bien, no aceptando que ya no se discuta el problema de la violencia. Y sobre todo denunciando que el tipo de violencia asesina que anda dando vueltas no puede ser nunca el modelo de la violencia revolucionaria.
Carlos Bergliaffa: También hace una referencia al psicoanálisis en el mismo término, hablando sobre de Freud y Lacan, respecto de la carnalidad que le parece que tiene Freud y la relación virtual con el signo que tiene Lacan. O los freudianos y lacanianos. La pregunta es: ¿cómo se llevaban estos grupos con lo que él iba diciendo? Por ejemplo, el psicoanálisis o la izquierda, cuando él dice estas “irreverencias” respecto de lo que la izquierda piensa del Che Guevara. ¿Cómo se llevaba el pensamiento, al menos el de Buenos Aires, con él?
Diego Sztulwark: El libro de León Rozitchner sobre Freud es del ‘72. El primero de los libros, el más importante, se llama Freud y los límites del individualismo burgués. Lo sacó Siglo XXI en su momento, después fue reeditado en la obra completa. Es un libro muy voluminoso. Uno de los más importantes, aún hoy, de los textos en castellano sobre Freud. Y cuando salió, tuvo una conversación con lo que fue el período más guevarista de Rozitchner. Porque el problema de la Revolución Cubana, planteado por el Che Guevara, estaba puesto en el peso del papel subjetivo. El problema de la alienación, el problema del “Hombre Nuevo”, de cómo se modifica la subjetividad en una Revolución Socialista. En los incentivos morales, más que materiales. Las condiciones subjetivas, no sólo objetivas. Es decir, había una problemática bastante fuerte a partir de la Revolución Cubana, extendida a todo el continente, sobre el papel de la subjetividad en la transformación política. Este libro introduce a Freud como un mecanismo para interrumpir el discurso del marxismo dogmático. Un marxismo que no da lugar a la pregunta por el sujeto, por el individuo, por los afectos, por la autotransformación, por los miles de vericuetos de la subjetividad sin los cuales no hay transformación histórica.
 
Creo que eso es lo que Rozitchner propone.
 
El mismo año salió El Anti-Edipo de Deleuze y Guattari, y hasta cierto punto las preocupaciones son bastante comunes. Cómo sería un Marx sin estalinismo y un Freud por fuera del ideal de profesión liberal, el psicoanálisis como profesión liberal que delimita la terapia al inconsciente familiarista del individuo. Cómo se vuelve a trazar una relación entre deseo y campo histórico político. Esa es la preocupación.
Tengo la impresión de que Rozitchner se sintió ninguneado luego de que esta propuesta suya no tuviese tanta repercusión y si la tuviese en el campo de psicoanálisis, el lacanismo. Masotta y otros personajes muy relevantes que además provenían de la revista Contorno, igual que él, dieron lugar a la incorporación del lacanismo que se volvió bastante hegemónico en el campo psicoanalítico. Me parece que en la facultad de psicología Rozitchner quedó como un pensador ausente.
Nicolás Levy: Viste que estaba el Tato Pavlovsky, Baremblitt, que también estaban medio solos cuando trajeron El Anti-Edipo acá. ¿Hay vínculos ahí?

Diego Sztulwark: Yo sé que vínculos hubo, porque León fue una persona muy activa en la cultura. No me parece que haya sido marginal o marginado. Él vivía haciendo grupos de estudio, y es muy llamativa la cantidad de gente que estudió con él y después ha tenido cierto protagonismo en la cultura. Pero creo que la investigación de León en ese sentido fue muy propia, muy autónoma, muy a nombre propio. Él evitó situarse en alguna de las grandes corrientes de la cultura europea (a pesar de la fuerte influencia que tuvo de Merlau Ponty): no fue foucaultiano, no fue lacaniano, no fue derridiano. Agarró sí, Marx, Freud, algunas líneas fundamentales de la cultura occidental e hizo un camino propio. La lectura que él tenía del lacanismo es muy original también. Por lo general, la gente que se rompe la cabeza estudiando Lacan no acepta el modo en que Rozitchner lo lee. Me parece que para León el paso del freudismo al lacanismo involucra una pérdida esencial, y esa pérdida pasaría por el lugar que ocupa el cuerpo. Para León hay en Lacan un desplazamiento hacia lo lingüístico, el universo teórico del significante, el inconsciente tomado como lenguaje, etc. Todo este pasaje a las estructuras, todo este pasaje a un lenguaje que León siente desmaterializado –y muy paralelo al momento en que Althusser escribe un marxismo que desmaterializa al sujeto- lo lleva a rechazar lo que entiende como una volatilización de la dimensión corporal-afectiva del sujeto. De nuevo la insistencia de lo sensual como clave, que no va bien con un pensamiento que girase tanto a la lógica del lenguaje puro, tanto a la cita de la cita de la cita, tanto del razonamiento enroscado en el razonamiento. León sospechaba del intelectualismo estructuralista, percibía allí, creo, una docilidad  frente al modo en que los poderes se inscriben en el cuerpo, el modo en que la burguesía va marcando distancias al interior del propio sujeto o -diría Spinoza- cómo la impotencia se elabora en los afectos. Me parece que esa percepción lo lleva a rechazar un tipo de psicoanálisis que se desprende de la historicidad política, que se desprende de la tarea de articulación -que es lo que él esperaba- de las instancias que volverían a situar al sujeto como una fuerza material, fuerza revolucionaria, fuerza colectiva. Ahí hay un núcleo central de impugnación de Rozitchner al lacanismo, y hay que decir que el lacanismo en el mundo literario, en el mundo crítico, en el mundo académico, en el mundo psicoanalítico local es influyente. Creo que sí, ahí se sintió aislado en un campo de discusiones que para él era fundamental.
Carlos Bergliaffa: ¿Hay algo de esto que disputaba León, respecto de la separación de los saberes y la carne, que forma parte obviamente de lo que se podría llamar el pensamiento macrista, de Cambiemos? Porque hay mucho de lo que vos estabas diciendo que me hace acordar a cosas que dice Alejandro, el hijo. Siento ese modo despegado o ajeno, que no tiene que ver con una experiencia de memoria de cuerpo o de sensibilidad de cuerpo en lo que él dice.
Diego Sztulwark: Me parece que sí, que eso es un poco lo que nos toca a nosotros asumir como tarea crítica del pensamiento en este momento. ¿Qué cosa es esta nueva expresión de la derecha argentina y del neoliberalismo en nuestro país que ha logrado un momento de dominio político? Tuvo su momento y todavía no sabemos bien qué tipo de mutación social y que perdurabilidad de mutación social va a implicar el macrismo. Así que me parece que vale la pena tomar el macrismo en serio y pensar un poco dónde está su fuerza. Que el hijo de León sea quien le escribe los discursos más estratégicos al presidente, los que pronuncia los primeros de marzo en la Asamblea Legislativa, no deja de llamar la atención.
 
Y me parece que, si uno se toma el esfuerzo, yo me lo he tomado, de leer un libro de Alejandro Rozitchner (Evolución Argentina) se va a encontrar con esta racionalidad difícil, se trata de una literatura ligada a la autoayuda y a formas muy simplistas de enunciación, cuesta leerlo, uno está muy tentado en decir “esto no tiene valor, está mal hecho, no es serio”, pero si uno se toma el trabajo de entender qué cosa es ese discurso para preguntarse también qué efectividad puede tener, se puede encontrar con algo que sí tiene un sentido. Por un lado, se trata de dar cuenta de un corte efectivo con lo que es el mundo de los valores de uso, de los valores del disfrute, los valores de lo que llamaríamos una emocionalidad que permite componerse con otros, una sensibilidad que permita reconocerse con otros y construir fuerza pública y fuerza colectiva. Eso que León atribuía al modo de subjetivación capitalista y que quería que la izquierda de su época comprendiese es retomado por su hijo en un sentido inverso. Lo que Marx teoriza cuando afirma que el capital quiebra la vida de las personas en dos, quiebra el tiempo de la vida en dos. Hay un tiempo en que se trabaja para uno y un tiempo en que se trabaja para el patrón. Y es el tiempo no pagado, el plusvalor de la explotación. Entonces, es claro que la imposibilidad de apropiarse de la propia vida está en el centro de lo que llamamos el capitalismo. Es la vida de cualquier trabajador, la dificultad de encontrarse consigo mismo. Es todo el problema de la alienación en Marx.
 
Yo creo que la novedad en los Alejandro Rozitchner respecto de las presentaciones anteriores de lo neoliberal en la argentina es que procuran aportarle al discurso del capital un revestimiento de palabras simpáticas, de proximidad y amabilidad, en forma de encuestas o ese tipo de cosas. Y si no cuaja es simplemente porque el discurso del capital es muy despótico, tiene una violencia intrínseca fundamental.
 
Lo que los Alejandro Rozitchner le aportan al capital es justamente un discurso sobre el disfrute, sobre el goce, sobre la libre elección, sobre la realización personal. Es como si tomasen de la crítica al capital los temas, los lenguajes y los elementos para proponer una nueva manera de adhesión a la vida capitalista. ¿Cómo? Básicamente su idea es que hacer la crítica del capital es muy triste, hacer la crítica del orden es muy costoso. Y si vos hacés la crítica del capital tenés dos posibilidades: o sos un terrorista, o sos alguien que no logra adaptarse al mundo, entonces hay algo patológico. Del lado del bien, digamos, de la gente que quiere vivir bien y gozar la vida, lo que queda es la adaptación (un tipo de adaptación que llaman “creativa”). Se trata de un llamado a entender que el deseo tiene que ir por dentro de lo que el capital ofrece como posibilidad, por dentro de la forma empresa. Es ahí donde hay libertad posible, amor posible, disfrute posible. Es muy notable el juego de reflejos invertidos, porque el sensualismo que León Rozitchner suponía que le estaba aportando al mundo revolucionario, es ese mismo al que Alejandro Rozitchner acude para ponerlo a disposición de las formas de explotación capitalistas más miserables. Entonces me parece que ahí nosotros tenemos un problema muy serio. Ya no estamos enfrentando el discurso de la violencia o el discurso de la desposesión, simplemente. Sino este discurso que logra cierta efectividad en determinadas circunstancias y sectores sociales. Provoca –veremos hasta dónde- una adhesión voluntaria al proyecto del capital. Ese es un tema serio sobre el que vale la pena seguir trabajando.
 
[Fuente: Paradigma– Programa nº 2 – Año I – 2017 – Jueves 1º de junio]

Paradigma por Radio Eterogenia, Centro Cultural España Córdoba, Argentina.


[3] Colectivo Situaciones, 19 y 20 de diciembre. Apuntes para un nuevo protagonismo social, Ediciones de mano en mano, Buenos Aires, 2002.

Podemos desde las prácticas autónomas de lucha e investigación construir un diagnóstico de las coyunturas políticas actuales en Latinoamérica? // Conversación con Diego Sztulwark

entrevista radial en Vitrina Distópica

¿Podemos desde las prácticas autónomas de lucha e investigación construir un diagnóstico de las coyunturas políticas actuales en Latinoamérica?. Aproximándonos a las diversas inteligencias grupales en la historia reciente de argentina y de otros procesos de politización latinoamericanos, ¿cuáles son las urgencias y los desafíos que hacen emerger una nueva imaginación política para traducir las transformaciones del capitalismo y la sofisticación de los mecanismos de explotación del cuerpo y las subjetividades?. Desde la experiencia del ex-colectivo Situaciones ¿Cuáles fueron las coyunturas históricas en Argentina que lo constituyeron y las estrategias e inventivas que propusieron para enfrentarlas?¿Qué pistas nos entregan las inventivas políticas, como lo fue la investigación militante, para traducir el contexto actual de una pedagogía de la crueldad y una desensibilización entre los grupos sociales?. Frente a este contexto ¿cómo asumir una sensibilidad del desafío entre colectivos, grupos sociales, microprácticas de organización que logren interrumpir la codificación neoliberal de la vida?

Fuerza propia // Diego Valeriano

Las que miran desde el bondi, los atontados por la falopa, los vendedores de zoquetes, los que cortan el pasto de la vereda, los que venden bolsas de residuos, los que descartan piola, las que usan calzas y camisetas de futbol, los que fumando esperan que tiren las hamburguesas del Mc Donalls, las que se exhiben en instagram, los que tiran cortes, los letristas de campaña, los que se refugian cuando no se puede otra cosa, los que bajan en Flores, las que traen una tiza de lejos, los que fracasan con un indoor, los que te hacen bajar la vista cuando te miran mal desde el carro, los que pierden y no se quejan, las que ya no se pueden ir, los guachines, los que escabian de mañana, las que no se dejan educar, las turras, los que postean angustiados, las doloridas, el que vende tortillas en la estación de Muñiz, los que toman la chanchita en Temperley, la piba que quiere todo, las que ya no creen, los que no tienen ni idea de que mierda es el futuro, las que votan con desgano, los que siempre pierden, las feriantes infinitas, los que no vieron el recuento, la que ni extraña, tus enemigos, los que ya ni creen en Cristina,  los que nacieron en el 2001, los veranos en ruta 4, los que odian la política, las que deambulan por la ciudad, los que transan, los que ranchan, los que saben que el presente es lucha, las que saben que el consumo libera.  

Clïnamen: Tres muertes en el conurbano

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Conversamos con el periodista Diego Genoud a partir de su investigación sobre las muertes de Julián “Iki” Darío, Omar Ibañez y César Méndez en el conurbano bonaerense. Las organizaciones sociales y las militancias barriales. La exposición de quienes se oponen a los grupos narco y la especulación inmobiliaria con complicidades políticas. Y de bonus track, un análisis de Diego sobre el resultado de las PASO.


Ellas bailan solas // Verónica Gago

De la feminización del arco de candidatas que ofrece esta vuelta eleccionaria se desprenden muchas lecturas: por un lado, la contundencia de Ni Una Menos y su carácter irreversible en su puesta de cuerpos e ideas en la calle y, por otro, esa narrativa que nos estereotipa con matices tan apretados como la gestión Cambiemos pretende imponer en su política económica. Porque nuestros sueños y deseos no caben en las urnas, qué se pone en juego cuando votamos mujeres y a quienes representan ellas cuando llegan al poder. Una radiografía de Lilita Carrió, María Eugenia Vidal y Cristina Kirchner y los pilares que construyen con sus perfiles públicos.
En la escena electoral las tres figuras principales fueron mujeres: Cristina Fernández de Kirchner, Elisa Carrió y María Eugenia Vidal. No pasa desapercibida una feminización de la política. Se habla de “ella”, acá y allá. ¿Pero es un latiguillo o algo más? Algunos analistas por supuesto señalan a las figuras femeninas sólo como mascarón de proa: lo que importa es la ratificación del poder de Mauricio Macri. Es una forma de devaluarlas. Otros lo evalúan como mera estrategia electoral: marketing de época. Es una forma de banalizarlas.

Pero el punto es volver, una vez más, sobre lo que expresan las figuras femeninas mayoritarias en términos de votos y representatividad política. Por eso la feminización tiene dos lados. Entendida en su aspecto sólo cuantitativo refiere a que más mujeres ocupen espacios, en este caso de poder. Ese es sólo un primer aspecto y respalda todas las políticas que hablan de cupo. Pero también permite medir límites: eso parece haber pasado con la impugnación judicial de una lista compuesta sólo por mujeres en Santa Fé.

Sin embargo, la feminización de la política, de modo más sustancial, es un campo de batalla sobre los sentidos de lo femenino que se moldean en esas figuras, sobre los gestos que consagran una definición de lo que hacen las mujeres en y con el poder, de las estampas que los medios producen sobre ellas y de las agendas y políticas concretas que pueden o no llevar adelante.

Pero este protagonismo de mujeres en la escena política partidaria no es un dato de “color”, como suele analizarse, si lo leemos exigidas por el contexto de las masivas movilizaciones de mujeres, lesbianas, trans y travestis que han tomado las calles, las casas, las camas y los espacios laborales, comunitarios y estudiantiles en los últimos tiempos. No porque una cosa explique la otra. Sino porque es el movimiento de la calle el que produce visibilidad para otros cuerpos feminizados y para otros modos de enunciación política; porque es en la calle donde se cocinan otras ideas de construcción de poder y otra interpelación a la escena pública que se desboca, se ensancha y se desalinea de las arquitecturas de las listas y las campañas mediáticas. 

Desde esta otra visibilidad callejera, lo público mismo está en disputa cuando no queda monopolizado por el cronograma electoral ni reducido a sus fechas y avatares. Eso quiere decir la consigna histórica de muchas feministas de que nuestros sueños, deseos y prácticas no caben en sus urnas.

Cuando las mujeres, lesbianas, trans y travestis toman las calles se produce una política distinta,con capacidad de cuestionar, exigir y disputar la idea misma de feminización de la política. Incluso para decidir abandonarla y regalársela al mercado.
Pintar de blanco
La emergencia de la gobernadora María Eugenia Vidal como la figura más destacada del escenario electoral revela un modo claro en que la feminización de la política puede declinarse. Ella cosecha adhesiones con sus modales de madre conciliadora y comprensiva, pero con autoridad moderada. Logra combinar tradicionalismo con modernidad: se separó de su marido (el intendente de Morón, Ramiro Tagliaferro) apenas inició su gestión sin alterar un ápice su estampa de esposa diligente. Y eso es porque logró transmutar esa entrega a una pura dedicación a la gestión. No deja de repetir a qué hora ya está en la gobernación y el sacrificio familiar que eso implica. Pero tiene una tarea y se reivindica sensible como ninguna gobernación peronista en las últimas décadas ha logrado serlo en la provincia. Otro punto fuerte de su impronta es cómo Vidal hace de la cuestión de la seguridad una preocupación personal. Por eso, luego de recibir amenazas, decidió mudarse y ahora su casa es en la Base Militar de Morón. En una entrevista reciente con Jorge Lanata justificó la elección en relación a sus hijxs: “Yo me iba todo el día y ellos quedaban solos. Esta casa se usaba como recepción. Cuando pinté de blanco, empezó a ser más mía. Armé los cuartos con mis hijos. Al principio, costó. Trato de no pensar que es una base, hasta que entro. Trato de vivir como una casa más” (negritas en el original).

Vidal es la contracara perfecta de un conurbano que se presenta como tierra de nadie o como una especie de lejano oeste “incontenible” o ingobernable. Ofrece esperanza de pacificación. ¿Quién no quisiera pintar de blanco todo el conurbano y dejar de pensar que es un territorio militarizado? Ella habla de su casa, pero su casa no es cualquier lugar. Metaforiza, en un lenguaje de gestos nada ingenuo, una lectura de buena parte del electorado.

Ella pareciera decirnos que la seguridad tratada como una cuestión de “deco” y de preocupación por los hijxs se hace menos truculenta y más cotidiana, menos agresiva y más palpable. Y los lugares militares (espacios del horror de hace algunas décadas) logran aggiornarse si tratamos de no pensar en lo que son y los redefinimos como un modo de enfrentar a las “mafias” (presentadas como el “horror” actual). Las mafias que la gobernadora pone como ejemplo, en la misma nota, son los empresarios de… ¡La Salada!

Así, su blanquitud se quiere piadosa: su vara es el esfuerzo y no los condicionantes de clase. Su preocupación principal son los hijos y no los “delincuentes”. ¿Quién no se siente interpelada por armar los cuartos con los hijos y ofrecerles un lugar seguro? ¿Quién no comparte la preocupación de dejar a lxs hijxs cuando se sale a trabajar? 

La función clásicamente femenina y contenedora, de romantización del hogar ahora en clave de securitización, se cumple a la perfección y condensa el miedo difuso y difundido entre todxs y que hoy se llama inseguridad. Ella lo escenifica además en jeans y sin tailleurs. Nada dramática pero mostrándose convencida (así como gestionó el conflicto con lxs docentes a principio de año).

Eso sí, Vidal no dio respuesta cuando las trabajadoras despedidas de un día para otro por la transnacional Pepsico le pidieron no ser reprimidas por la policía bonaerense y le dijeron que también eran madres: “Muchas de nosotras somos sostén de hogar, madres solteras, esposas que llevamos parte de lo necesario para sostener a nuestras familias”, le escribieron en una carta. O sea, a pesar de la valorada función procreadora, no todas las madres son iguales. 

Con esta modalidad política, Vidal logró cubrir con su legitimidad a un candidato que, vapuleado por sus lapsus incluso en la prensa internacional, parece haber puesto en palabras el inconciente colonial de nuestra ciudadanía. 

Sin carisma de ningún tipo, a Esteban José Bullrich Zorraquín Ocampo Alvear sin embargo le sobra linaje, tradición y propiedad. Por eso le quedó tan familiar hablar en Neuquén de una “nueva Campaña al Desierto”, al inaugurar un hospital-escuela, verbalizando de modo anticipado y sin querer queriendo los fundamentos de la política de represión actual de la otra Bullrich, Patricia, contra la comunidad mapuche.

Volvamos a Vidal. Hoy ya es festejada como una candidata presidencial para 2019. El artífice del marketing de Cambiemos, el asesor Jaime Durán Barba, parece que le había dicho que la clave de su éxito era  “mostrar que ella puede hacerse cargo de todos los problemas y resolverlos”. Vidal parece buena alumna. La feminización de la política también tiene este rostro de eficacia neoliberal donde el esfuerzo de las mujeres tiene metas que pueden medirse pero que a la vez son indefinidas en un horizonte de sensibilidad sin límites, impulsadas por un esfuerzo denodado que parece convalidarse en la propia experiencia histórica como mujeres.

La portada de la Revista Caras acaba de pontificarla por su estilo “natural-chic”: “impone tendencias: ponchos, minifaldas y outfits prácticos para una mujer todoterreno que asume desafíos sin perder su esencia”. O sea, asumir desafíos podría ir en contra de la esencia femenina pero no si se lo puede hacer con cierto decoro. La esencia, claro está, es la racionalidad multitarea (todoterreno) exitosa del neoliberalismo emprendedor que pone los desafíos a raya. E incluso a veces el estilo natural chic incluye enojos como el que mostró y fue tan festejado frente al periodista de Intratables, Diego Brancatelli. Su frase para comentar el sobrevalorado episodio parece estar bastante pensada: “Sí, me enojé, hice lo que sentí”.

El video que hizo del timbreo a lxs vecinos, donde se la muestra emocionada por volver a la carnicería de su barrio, fue parodiado en las redes pero no deja de generar dudas de su eficacia.

Tal vez Mariúya está imaginando pintar la Casa Rosada y convertirla en la Casa Blanca. El rosa ya no nos representa, podrá decir. 
La incontenible
Lilita Carrió logró un éxito rutilante en los comicios. La mitad de la ciudadanía porteña y en todas las comunas la eligió en las PASO, consolidando una vez más el bastión donde el experimento macrista se hizo fuerte. La figura femenina que enarbola es la de la pedagoga. Ella misma lo reivindicó en el discurso público. Aun así, se deja retar y sonríe. Macri lo hizo en pleno festejo. Haciendo referencia al almuerzo que habían compartido el mismo domingo, la denigró por comer: “Le dije a Lilita que coma liviano porque teníamos que festejar y no dejó nada en la parrilla”. A la pedagogía del discurso, esa cruzada contra la corrupción y la mafia que es la marca de largo plazo de Carrió (y que en otros momentos le hizo ganar los votos progresistas), sumó ahora una nueva faz corporal pero a la altura de la campaña. Se la veían en muchas publicidades abrazando gente, escuchando. Como una performance de abrazos gratis (esa que hoy se difunde en algunas plazas y marchas), Lilita multiplicó una imagen donde el liderazgo carismático de una mujer que tiene una misión en la vida interpela a sus votantes desde la contención. 

Ya no solo el enojo y la tribuna, ahora la apuesta fue a la amabilidad y la sonrisa. Tal vez teniendo en cuenta cómo Durán Barba la había caracterizado el año pasado-”esa señora que tiene una lengua tan larga”- se comprende la apuesta comunicacional. Hay que recordar que Carrió no se privó de criticarlo y de decir que él la odiaba.

Esta vez su imagen se centró en los carteles de campaña que imitaban selfies en gigantografías y que la reproducían rodeada de gente por toda la ciudad. Abrazo en clave selfie. Donde todxs se ven casi a la misma altura. Ilusión de que estamos juntxs y vamos juntxs. Una igualdad a medida de la imagen apaisada, al modo del celular.

Abrazo, sonrisa y selfie = producción de cercanía y abrigo contra la intemperie urbana y mafiosa. En el cierre de campaña, le habló a lxs votantes de forma moderada y preocupada: “Te pienso todos los días, no bajo los brazos, pero no los bajes vos tampoco, porque tenemos que demostrar que este cambio que hemos decidido, no fue porque nos parecía lindo, sino a conciencia y poniendo el corazón”.

Otra codificación de alto marketing contra la sensación de inseguridad. ¿Quién podría quedar ajeno a semejante combinación de dispositivos anímicos?  

Carrió sin embargo es una figura más errática, o más incontenible. Coquetea sin problemas con el ridículo. Hay que recordar sus fotos abrazada a la muñeca en 2014, a la que había bautizado Republiquita y decía que se dormía con ella bajo el slogan que tuiteó: “A la Republiquita la cuido yo!!!”. O paseando la misma muñeca en un carrito en Mar del Plata.

En el escenario del domingo pasado, insistió con que está más acostumbrada a perder que a ganar. Agradeció a sus hijxs, a quienes dijo que les robó tiempo a favor de su tarea. Esto sin embargo redobla su perfil de mujer abnegada, entregada a una causa mayor: algo así como un fundamentalismo moral que se concentra espiritualmente en su persona.
Sin embargo, su discurso republicano -incluso con sus desvaríos- y su entusiasmo religioso se complementa perfecto con el neoliberalismo que enarbola Cambiemos. Por eso Carrió pudo decir, elogiando el plan de urbanización de las villas en la ciudad de Buenos Aires, que la tarea es “construir ciudadanía donde hay parias”. Parece convencida de que si esa conversión se da, adviene la república (blanca).
La jefa
La construcción de la figura de autoridad de Cristina es la más tradicional y tal vez hoy la más inofensiva en el sentido que conecta sobre todo con quienes la siguen, con un electorado politizado en un sentido más clásicamente ideológico. Ella se ha reivindicado siempre como una política en el aspecto más tradicional de la palabra: trayectoria, pertenencia orgánica, verticalismo. De allí también que parte de su política es pedagogía: discurso elaborado, voz de autoridad, confianza en los liderazgos.

Durán Barba ironizó que los cambios en su campaña, al poner por ejemplo un escenario de 360 grados en el último acto y no rodearse de dirigentes sino de “gente común” afectada por las políticas macristas, parecían responder a que sus asesores leyeron su libro Cómo diseñar una campaña electoral, donde se recomienda qué aspectos de lo femenino pueden jugar a favor de las candidatas mujeres.

Más allá de la ironía (que también remite al asesor, también ecuatoriano y conocido de Durán Barba, que asesora a la ex presidenta) sí puede resaltarse que la figura de Cristina que se mostró en la última campaña subrayó su aspecto de escucha y contención, moderando la imagen de los momentos más revulsivos que su figura cosechó. Y abandonando gestos que desde la oposición se caracterizaban como conflictivos, propios de la “crispación” y la “grieta”, esas palabras que parodiaron la confrontación política en los últimos años. Ella lo hizo a partir de poner el foco en los efectos de la crisis -ajuste e inflación, aumento de tarifas y desempleo, sobre todo- pero dando la voz a lxs afectados. Un tono de denuncia imbricado con la vivencia personal.

Tal vez lo que llama la atención es cierto reacomodamiento del papel de las mujeres que estas elecciones iluminan a partir de las estrategias elegidas por las protagonistas del sistema político de partidos. Donde se refuerza el papel de la contención frente a la amenaza de la crisis. Donde la escucha las ubica en un lugar de comprensión. Donde la sensibilidad frente a los padecimientos se conjuga con lenguajes distintos pero constantes de auxilio. Donde se refuerza la imagen más que el discurso. Reacomodamiento en un doble sentido. Por lo menos en el caso de Cristina y de Lilita, frente a sus estilos anteriores, mucho más enfáticos.Reacomodamiento también en cuanto a la interpelación del momento actual, ya que no parece haber traducciones evidentes entre el movimiento que sucede en las calles y lo que se dirime en la arena electoral. 

A la hora de los comicios, la disputa sobre el papel de las mujeres tiene las riendas puestas por el marketing político (verdadera conducción del proceso). Que parece hoy más que nuncadictar los modos en que lo femenino puede o no contribuir y, por tanto, amoldarse ala regla del éxito electoral. El marketing trabaja y modula sobre las opiniones, expectativas y balances que hoy no explican ni la economía a secas ni las fidelidades partidarias. Mientras tanto, otro tipo de disputa sigue en las calles.

Rajoynato, municipalismos, sistema de contrapoderes // Raúl Sánchez Cedillo


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1. Sobre las características del rajoynato, contingencia y necesidad
2. La larga historia del “sistema político de pluralismo limitado”
3. El atolladero estratégico tras el final de la hipótesis populista. Podemos y la tortuga. Las paradojas de la autonomía de lo político.
4. Ecología abierta de contrapoderes en red. Municipalismos, pluralismo institucional, procesos constituyentes y fijación constitucional.
5. De lo orgánico a lo cyborgánico y del partido a la plataforma
Vivimos en el rajoynato. Desde 2012 Mariano Rajoy ha conseguido validarse como la opción menos mala para la supervivencia de la constitución material del régimen del 78. No le han faltado pruebas de fuego: la corrupción sistémica de su partido; la crisis de la deuda pública de julio de 2012, salvada in extremis por la intervención de Mario Draghi; el desafío del soberanismo en Cataluña, que este otoño lanza su último envite; el mayor ciclo de protestas y movilizaciones de los últimos 40 años que dio comienzo con el 15M; al mismo tiempo, mantiene unido a su partido a pesar de las tentativas de romperlo o de imprimirle un giro aún más derechista y contrarrevolucionario por obra de los Aznar, Aguirre y los ex combatientes del periodo ETA; y, por último, la emergencia de una alternativa institucional al vigente sistema de partidos y de formación de la voluntad política –el nexo partidos-IBEX35, para simplificar[2]– de la mano de Podemos y de las confluencias municipalistas a lo largo y ancho del Reino de España. Cuando escribimos, las suertes del gobierno de Rajoy parecen ser oscuras ante el irresistible ascenso del PSOE de Pedro Sánchez. Sin embargo, la partida no está ni mucho menos cerrada, y trataremos aquí de explicar por qué.
1. Sobre las características del rajoynato, contingencia y necesidad
Si hablamos de rajoynato lo hacemos para señalar, en primer lugar, que se trata de una solución provisional que sólo puede entenderse unida a la persona del actual presidente del gobierno; y, en segundo lugar, que se trata de una solución de excepción. En este sentido, el rajoynato es la forma específica del estado de excepción de intensidad variable que rige en todo el planeta. Tal estado de excepción rige en particular en la Unión europea, desde que la crisis del modo de acumulación financiera puso fin a la hegemonía del extremo centro neoliberal en prácticamente todos los países miembros de la UE, con la excepción de Alemania y el frágil retour à la normalede la Francia de Macron. En efecto, no entenderemos la persistencia del rajoynato, ni las claves de su posible desestructuración y desestabilización, fuera de una mirada que adopte el sistema europeo como base del análisis.
Sin embargo, no cabe hacerse ilusiones. Tras el desconcierto inicial de las élites europeas ante la profundidad y la virulencia de la crisis del modelo de acumulación financiera, el futuro inmediato de la democracia liberal se juega en torno a distintas variantes del “pluralismo político limitado”. Esto quiere decir que el cursor político se está desplazando hacia la derecha sin dejar de apuntar en sentido “de arriba abajo”. Lo que se está configurando en los países de la Unión es una tentativa de containment de las amenazas antisistémicas. La principal diferencia respecto a la doctrina del containment elaborada por George F. Kennan es que la principal amenaza para las democracias liberales oligárquicas no es un sistema de Estados socialista, sino un conjunto abigarrado de procesos de ruptura, de disolución y destitución que no pueden quedar comprendidos en una sola entidad hostil cual fuera el “comunismo” o, en los últimos 40 años, el “terrorismo”. Las diferencias entre la amenaza antisistémica que expresan las revueltas y levantamientos antioligárquicos de 2011 respecto a la amenaza que expresan las fuerzas del “fascismo blanco”[3]europeo son manifiestas y no merecen aquí mayor comentario.
Pero la ceguera de los comentaristas políticos de la democracia neoliberal se expresa en su generalización del uso del término “populismo” para englobar todos estos fenómenos. De esta suerte, el “momento populista” adolece ab ovo de esa heteronomía y/o heteronominación en los contextos europeos. Decirse “populista” es ya en la práctica defensivo y no ofensivo, hasta tal punto que con el tiempo uno puede acabar como Íñigo Errejón, diciéndole al PSOE aquello de: “¿Qué es populismo? ¿Y tú me lo preguntas? Populismo eres tú”. Ningún momento populista ha tenido relevancia alguna en la historia política europea, ni, como estamos comprobando, habrá de tenerla en los próximos años. De hecho, el espantajo del “populismo” está siendo utilizado con relativa eficacia por las elites neoliberales del subsistema europeo, a pesar de o tal vez gracias a Donald Trump.
2. La larga historia del “sistema político de pluralismo limitado”
La experiencia de la República de Weimar fue una fuente de aprendizaje para el pensamiento antidemocrático español de los años 30 y 40[4]. La obra académica y política de Javier Conde y de su discípulo Jaime Linz está atravesada profundamente por la enseñanza del catolicismo fascista de Carl Schmitt y su teoría del Estado y de la norma política y jurídica. No en vano, Carl Schmitt es el pensador de la guerra civil como fundamento de lo político. Y fue la “Gloriosa cruzada” del 18 de julio de 1936 el elemento existencial fundante de toda norma surgida del franquismo, incluida nuestra forma del Estado y en buena medida nuestra constitución vigente. Tal vez entendamos mejor este marco variable de la estrategia de dominio político de clase –variable pero al mismo tiempo isomorfo en un sentido estructural y funcional– si planteamos que la solución fascista y exterminista que da la victoria al franquismo determina una acumulación primitiva de poder de mando, y que esa acumulación permite abordar el problema de las clases populares, el desarrollo capitalista y las compatibilidades del régimen franquista con el subsistema europeo occidental con una capacidad de maniobra extraordinaria. Del “Estado campamental” (que corresponde al ejercicio del caudillaje) al sistema político de “pluralismo político limitado” –una monarquía “vacante” según las Leyes fundamentales de 1947– tiene lugar un despliegue estratégico innegable, que sólo puede comprenderse remitiendo al contexto de sobredeterminación anticomunista bajo hegemonía estadounidense, que produce un nuevo enfoque de las relaciones entre democracias constitucionales liberales y dictaduras anticomunistas. La continuidad del régimen franquista, esto es, la unidad política existencial amenazada por el movimiento obrero y el movimiento comunista internacional, sólo podía garantizarse con arreglo a un esquema dinámico de desarrollo capitalista controlado, donde los agonismos internos del régimen franquista permiten definir un “pluralismo político limitado” y donde las economías de escala fordistas definen el horizonte de “modernización” en torno al cual se crea el proyecto estratégico de la “sociedad de clases medias”. Paz, seguridad, modernización, ascenso social se tornan un proyecto viable en los márgenes políticos e industriales del proceso de integración europea[5]. El anticomunismo inherente al “sistema de pluralismo político limitado” vive en el régimen franquista tardío como alternativa interna del “Estado del desarrollo” o del “Estado plan” del fordismo avanzado. La gran prueba de fuego de esta estrategia sobredeterminada vendrá con la desaparición física de Franco y el inevitable cambio en la forma del Estado.
Hoy, la paradoja es que, tras los efectos de la dictadura comisaria en la UE, vivimos ya en una república de facto bastante sui generis. Presidencialista y ejecutiva, provisional sine die. La dictadura comisaria en vigor en la UE impone que las mayorías parlamentarias respondan a la verticalización y ejecutivización de las decisiones. En este marco, si es preciso romper un partido que es un pilar del régimen, como el PSOE, no se ha de vacilar en hacerlo. Desde 2012 no hay una verdadera jefatura del Estado conforme a la Constitución de 1978, porque falta el imperium y apenas queda una brizna de auctoritas. La república regente de Rajoy anula la división constitucional de poderes y el papel de la Jefatura del Estado porque se coloca como suplementación del poder constituido y al mismo tiempo, por su carácter de solución excepcional, no puede formular ni operar ninguna actuación en la que entren en juego las fuentes del poder constituyente, salvo aquellas, jibarizadas, del parlamento salido del sufragio, pero no en tanto que poder legislativo y de control, sino como cámara consultiva. De este modo, lentamente, el 15M habrá asestado el golpe decisivo a la Segunda restauración, abriendo el tiempo de la república presidencialista vacante en la que vivimos.
Sin caer en las comparaciones estrambóticas que amalgaman a Rajoy a un discípulo de Sun Tzu, lo cierto es que Rajoy presenta las cualidades que exige la fase actual de la crisis civilizatoria del capitalismo. Si Nikolai Bujarin veía en las teorías de Böhm-Bawerk, supuesto refutador de la teoría del valor marxiana, una “economía política del rentista[6]”, hoy cabe decir que Mariano Rajoy es el político adecuado para la gestión del tour de force del bloque de poder financiero y rentista que domina la Unión Europea. Mariano Rajoy actúa administrando y esperando, como se espera la renta y se teme su retraso o su merma. En una situación como la española y en una coyuntura como la europea-global, Rajoy sabe que los axiomas de la continuidad del Estado y de los intereses que tiene bajo su potestad garantizan, con el rigor de los vencimientos, su posición de única opción viable en la jefatura del Estado y en el cargo de primer ministro de la república regente de la renta parasitaria. La forma del futuro en Rajoy es la del vencimiento.
Renta y por ende procura de la seguridad. Renta y, por lo tanto, cálculo actuarial de los riesgos. Rajoy regenta una empresa de seguros, que es a lo que más se asemejan las estructuras estatales con pretensión nacional en la actualidad. Si extendemos el comportamiento criminal de las instituciones financieras al conjunto del sistema de partidos, cabe decir que el rajoynato vende seguridad, plazo fijo para el conjunto de perceptores de rentas del Estado, de pensionistas a funcionarios a parados de larga duración, mientras que garantiza la salvación para todos los perceptores de renta variable vinculados a las instituciones financieras. Para el resto, Rajoy vende “acciones preferentes”, hipotecas subprime, todo tipo de productos tóxicos gubernamentales. El “sentido común” vinculado y promovido hasta la saciedad por el rajoynato consiste en lo siguiente: solo la obediencia política produce renta y/o supervivencia. Quienes pretenden terminar con el régimen podrían terminar a su vez con la jerarquía de las rentas garantizadas de obediencia política. A quienes aducen, como en nuestro caso entre muchos miles, que un régimen político de crecimiento basado en la renta parasitaria y en la destrucción de fuerza productiva y de los potenciales ecológicos es inviable y ha de terminar estallando, con consecuencias gravísimas para la mayoría y para la cohesión social y territorial, el rajoynato replica con la hoja de servicios desde 2012 hasta hoy: un país mutilado y sin otro futuro que el de un persistir vegetativo, pero que si no hubiera respetado la regla de la obediencia al poder de mando financiero europeo y a sus jerarquías de la renta, estaría en camino de su propia desaparición histórica y política, o probablemente habría abandonado la senda constitucional, con consecuencias sociales inimaginables.
De esta suerte, para entender la relativa estabilidad del rajoynatotenemos que entender la transacción de expectativas sociales y políticas en las que se basa: el miedo que promueve activamente es un miedo basado en la gubernamentalidad neoliberal, no en el recurso posible a la violencia del Estado. Se trata de que individuos, familias, entidades colectivas, introyecten ese cálculo de riesgos, en el que la identificación con el tronco histórico de la forma Estado española por parte del rajoynatosirve de título de garantía de una mediación contra un peligro sistémico que es entendido como riesgo ambiental, desguarnecimiento, precariedad ontológica generalizada. La forma misma de la “estabilidad” en la que se basa el rajoynato –la garantía de las rentas y de su jerarquía parasitaria mediante el desarrollo y la promoción estatal de las sucesivas burbujas inmobiliarias, de obra pública y del capitalismo de plataformas– contiene la certeza de la recesión, pero no como un riesgo mortal, sino como un estado específico con el que ha de medirse el sistema de pluralismo político limitado. Aquí reside la gran diferencia respecto al periodo del franquismo tardío y del régimen de pluralismo consolidado por la constitución de 1978 o, si se quiere, por la Segunda restauración borbónica. Ni en el Reino de España ni en el conjunto de la UE cabe hablar hoy de un sistema de Estados del desarrollo, sino de una completa financiarización de las fuentes de poder de los Estados (y, en esa medida, de una redefinición radical de su supuesta soberanía), donde estos funcionan como “Estados de (in)seguridad”[7].
Cabe preguntarse qué habrían hecho hoy los cerebros politológicos de la transición, de Conde a Linz. ¿Es el rajoynato un régimen autoritario de pluralismo limitado, o más bien es esa la tendencia a la que apunta la triple alianza aún en vigor, a pesar de Pedro Sánchez?
Recordemos también que, en ciertos pasajes, Gramsci considera que la “forma” misma de la democracia en su versión democrático liberal de Estado de derecho, es la hegemonía política de la clase burguesa en cuanto tal.
Rajoy persiste porque mide los choques según la ocasión propicia y porque es capaz de conocer a los adversarios a partir de sus fechas o motivos de vencimiento, de su proceder en el tiempo del proceso político normal. Las inyecciones de liquidez y solvencia del BCE; la reforma laboral de febrero de 2012; el comisariamiento fiscal de las instituciones públicas por obra de la llamada Ley Montoro; la acción concertada de transferencia de rentas populares hacia el sistema del IBEX35 aseguran las bases del reinicio del proceso de la burbuja, en las condiciones de una grave inseguridad social para las clases subalternas y empobrecidas. La definición y el control relativo de esa temporalidad ha sido la mejor garantía de domesticación de la alternativa antisistémica que al menos hasta las elecciones del 26 de junio de 2016 podían expresar Podemos y las confluencias.
No obstante, la gran vulnerabilidad de Rajoy está en las des-coyunturas, en los puntos de inflexión, donde opta por la mínima acción y por la acción vicaria, tal y como acostumbra, a sabiendas que nada, salvo su ausencia de obra, está en sus manos. Pero en tales momentos se exige tanta inacción como intervención decisiva, se exige acción y representación soberana de la misma. Tal era la coyuntura del primer semestre de su gobierno, y solo Draghi con su intervención decisiva vino a modificarla desde su despacho de Francfort. El rajoynato entra en crisis cuando las protestas y sus capacidades de afectar y ser afectadas salen de los circuitos de neutralización política parlamentaria y mediática y construyen un sistema red de contagio, enunciación, deliberación, desobediencia. Las grandes conmociones de la opinión pública son un veneno corrosivo para la lógica actuarial del rajoynato, incapaz de prever los acontecimientos, de medir su importancia y extensión, de establecer gradientes de seguridad-miedo en condiciones de neutralizar y desactivar los grandes procesos de contagio y subjetivación colectiva asociados a todo sistema red de protestas. Tal es el plano hojaldrado de un sistema de contrapoderes, en cuyas consistencia y persistencia la radicalidad democrática, la autonomía y la condición distribuida inherente a los municipalismos cobran un papel decisivo, que estaba ausente en el 15M.
3. El atolladero estratégico tras el final de la hipótesis populista. Podemos y la tortuga. Las paradojas de la autonomía de lo político.
En el momento en que escribimos, pagamos la cuenta de las irreversibilidades: de una manera u otra, con entusiasmo o con canastos de reservas, le hemos entregado la capacidad política a Podemos, a los gobiernos municipales, a una leva de representantes, asesores, liberados, creciente en número y crecientemente cansada, desorientada e impolítica. Y, aunque es ley de vida en todo ciclo de neutralización o restauración, todavía al margen de los circuitos de corrupción y expolio de rentas.
La “máquina de guerra mediático-electoral”, que había sido el as en la manga de la mayoría de los dirigentes y fundadores de Podemos para establecer el modelo de partido-empresa en el Congreso fundacional de Vista Alegre en noviembre de 2014, ha venido a enfangarse en la viscosidad del tiempo financiero y fiscal del rajoynato.
Hoy se plantea a todas luces el problema de cómo salir de la trampa, del trade-off entre conservación del poder institucional y movilización no controlada en el que se ha dejado atrapar Podemos y buena parte del municipalismo. La enfermedad, que ya conoce casos terminales, se conoce  popularmente como “gobernismo”.
Sin la energía negativa del espacio político que se creó entre 2009 y 2010 la probabilidad de un 15M habría sido muy escasa. Y sin la consistencia expansiva y destituyente del 15M el sistema de partidos e instituciones de la Segunda Restauración habría permanecido casi intacto. Como ha recordado recientemente Isidro López[8], si en vez de un sistema red abierto y autopoiético, indigerible por el sistema vigente, las fuerzas del 15M se hubieran empleado en armar un artefacto político electoral inmediato, el tiempo constituyente de la sociedad de las luchas se habría visto truncado, facilitando no solo la recuperación por parte del sistema de partidos y medios, sino también y sobre todo malogrando la vacuna contra las variantes de la guerra entre subalternos y de fascistización de las clases medias en descomposición.
El proyecto de autonomía de lo político que promueve Podemos ha entrado en una fase regresiva, quién sabe si terminal. Esto se entiende mejor si decimos que, cuando surgió, Podemos podía aspirar a resolver algunos de los problemas que estaban bloqueando el proceso constituyente de otra sociedad desde su big bang en el 15M: en primer lugar, el problema de expulsar del gobierno central a las elites políticas de la austeridad y el expolio financiero (simplificando, el “PPSOE” y sus variantes catalanas); gobernar deshaciendo los agravios o restituyendo los derechos y conquistas destruidas; y, por último pero no obstante lo principal, gobernar las libertades, esto es, desarrollar una gubernamentalidad que no es pasiva ni activa, sino estratégica respecto a las tensiones, las demandas, las constricciones y sobre todo los contrapoderes en el espacio tiempo político. Esto quiere decir gobernar desde la conciencia estratégica de los límites y las servidumbres del “gobierno del Estado”, es decir, adoptar una modalidad “perversa” de la gubernamentalidad neoliberal. Esta alberga potencialidades de las que carecen, en el marco geopolítico europeo, las ilusiones musculares del “gobierno fuerte” tan caras a lo nacional-popular en sus distintas variantes, así como las aspiraciones de “alma bella” que quieren un gobierno que no gobierne, que deje hacer o se subordine a los mandatos desde abajo de la ciudadanía, los “organismos de gobierno popular” si existieran o incluso los “contrapoderes” entendidos como grupos de presión social organizada. En tanto que perversa, esta gubernamentalidad es capaz de actuar sobre las acciones posibles de los otros, a partir de un diagrama de agonismos y antagonismos políticos y sociales de la formación social española y europea. Esta gubernamentalidad perversa no aspira, con sus acciones estratégicas, a gobernar los desequilibrios sociales sino a preparar las condiciones más favorables para los procesos constituyentes que recorrer la sociedad. Ni activo ni pasivo, sino estratégico. Cabe concebir de esta manera el “menos malo” de los gobiernos posibles.
No cuesta pensar que un gobierno de Podemos + confluencias habría podido abordar con cierto éxito los dos primeros problemas. Nada lleva a pensar, sin embargo, que, en el caso de Podemos (y muchísimo menos en el caso de IU o de las tentativas de “partido orgánico” en curso) se conceda la menor relevancia o estudio al tercer problema. Lo mismo puede aplicarse, a nuestro entender, a experiencias organizativas de “notables” como Barcelona en Comú, hoy centro del “partido orgánico” catalán con el nombre de Un País en Comú.
4. Ecología abierta de contrapoderes en red. Municipalismos, pluralismo institucional, procesos constituyentes y fijación constitucional.
Cuando no se ven las ventajas comparativas de acometer una reforma o una revolución, porque el adversario no termina de pudrirse y dividirse y los interesados en la revolución no parecen ni suficientes ni lo bastante resueltos, entonces conviene centrarse en construir en las luchas las instituciones de contrapoder. Solo las instituciones de contrapoder permiten estar en condiciones de hacer de la revolución una reforma radical y de la reforma radical una revolución profunda.
Parafraseando a Artaud, tenemos una tarea: en finir avec la topologie conventionelle: no solo izquierda/derecha, también abajo/arriba. Es necesario romper con las dicotomías entre horizontalidad y verticalidad. Ahora bien, ¿cómo hacerlo? En nuestro caso, cuando hablamos de verticalización de los contrapoderes, ¿en qué se distingue ello de “jugar” en el terreno de la autonomía de lo político? Sin duda tenemos que introducir la noción de un operador de transformación topológica que transforma el espacio tiempo y sus texturas en su proceso de constitución política y ontológica.
La noción de contrapoder dista mucho de ser clara. Mucho menos claro está que podamos utilizarla como una noción operatoria en la coyuntura europea hoy. Cuando, en relación al electoralismo de Podemos y otras fuerzas –basado, no lo olvidemos, en la idea de que “hay que tomar el gobierno (o las funciones ejecutivas del Estado) para luego poder introducir políticas de cambio”– se introduce la objeción de que no puede haber cambios legislativos efectivos, ni actos de gobierno transformadores viables sin luchas populares, sin iniciativas desde abajo, sin “contrapoderes sociales”. Y se trata de una objeción justa, que no hace mucho Pablo Iglesias recogía como enmienda de la narración unilateralmente electoral y mediática previa a las elecciones generales del 26J de 2016[9]. Allí, los contrapoderes forman parte del proceso de construcción del “bloque histórico” y de su “partido orgánico”[10]. En este esquema, incomparablemente más realista que la fábula taumatúrgica del Blitzkrieg electoral, hecho de “transversalidad” y de las que se antojaban formidables cadenas equivalenciales, lo que se hace es devolver la problematización allí donde había quedado varada, a la crisis del eurocomunismo de finales de la década de 1970. No fueron Santiago Carrillo, con su indigesto Eurocomunismo y Estado, ni las piezas de Enrico Berlinguer al respecto –entre el golpe contra la Unidad Popular chilena del 11 de septiembre de 1973, el “compromiso histórico” y la gran derrota sindical y política del otoño de 1980 frente a la FIAT– los que contribuyeron a arrojar luz sobre este problema. Antes bien, debemos a los últimos trabajos de Nicos Poulantzas la exposición más adecuada del problema de la destitución, la ruptura y la “toma del poder”. Aunque junto a la exposición del problema nos queden las aporías de la práctica, que tampoco el ciclo latinoamericano de los 2000 ha conseguido superar. Como sabemos, Poulantzas combina una crítica rigurosa de la concepción del Estado como objeto, instrumento, o sustancia (proponiendo en su lugar una concepción relacional y estratégica del Estado como condensación de relaciones de fuerzas entre clases, que su vez son cambiantes en la lucha) con el señalamiento de las aporías en las que incurren tanto la concepción socialdemócrata (y por añadidura eurocomunista) como las concepciones de la ruptura revolucionaria mediante la resolución favorable de la situación de “doble poder”. Simplificando, para Poulantzas ambas concepciones son incapaces de pensar la articulación del Estado de derecho con las formas consejistas y de radicalidad democrática, apostando por unas en menoscabo de las otras[11]. Aquí es donde un concepción débil, “alternativa” o “resistencialista” de los contrapoderes tampoco puede ayudarnos a pensar la situación actual. Los “contrapoderes”, entendidos como dispositivos y organismos de lucha y decisión radicalmente democráticas –cuando lo son– no pueden aislar al Estado, ni desarrollarse “desentendiéndose” de este. En primer lugar, como hemos recordado, porque el Estado es solo una “forma”, un “centro de gravedad desde el que se ejerce la dominación” (Poulantzas) y en cuanto tal es móvil, flexible, relacional y estratégico. Y, en segundo lugar, porque si tales contrapoderes expresan intereses y proyectos de lucha de clases emancipatorios, podremos tener un campo distribuido y difuso de batallas, pero no podemos evitar la atracción del centro de gravedad estatal hacia una dualización.
Sin dejar de poder reconocerse en los esquemas de la modernidad y de sus antagonismos (antimodernidad) y alternativas de constitución (altermodernidad), en la medida en que manejamos una idea materialista de poder tenemos que apuntar a los rasgos de novedad que todo poder histórico presenta. Si hablamos de contrapoder lo hacemos de contrapotencia, esto es, de un operador productivo y constitutivo.
Señalemos para empezar las operaciones críticas necesarias para trabajar estratégicamente con la noción de contrapoder:
A) Inmanentización del poder como relación. En este sentido, si el Estado es una forma en la que se condensan relaciones de fuerzas (de poder de mando) entre las clases, la forma Estado es inmanente respecto al campo social de los contrapoderes. Esa inmanencia es completa cuando la forma Estado, financiarizada, relativizada, interdependiente en las redes híbridas de poder global, está subsumida plenamente en ciclos de acumulación que son completamente políticos, es decir, ciclos cuya dinámica solo se explica a partir de una matriz de antagonismos globales de clases.
B) Unilateralización, donde mediante esta operación lo que tenemos ya no es el par, siempre asimétrico-transcendente, entre Poder y contrapoder(s) o Estado y resistencias: el Poder no es más que un concreto “plegado” de contrapoderes; el “gobierno” es un contrapoder; todo poder es una relación que presupone gradientes de potencia (de trabajo vivo) que se ejercen estratégicamente para construir poder de mando, dominio, subordinación, obediencia, consentimiento. Pero tales operaciones son completamente isomorfas: tan ejercicio de contrapoder son las maniobras financieras, fiscales y policiales del rajoynato como, por ejemplo, lo son las iniciativas del independentismo catalán. Contrapoder(s) y/o contrapoder(s), uno(s) frente, con, contra otro(s). Ninguna transcendencia, sino sólo, como escribe Spinoza,el hecho de que “los peces gozan del agua y los grandes se comen a los chicos”[12].
C) Pluralización; los contrapoderes son multiplicidades; consisten en distribuciones combinables, composibles, ensamblables, pero siempre en dimensiones de multiplicidades fractales, de donde siempre tenemos un número fractal de contrapoderes, esto es, donde las distribuciones posibles no son reducibles a la unidad. Las relaciones fundamentales entre distintas distribuciones de contrapoderes son de antagonismo o de agonismo, y en el proceso real siempre tenemos distribuciones mixtas de comportamiento de antagonismo y agonismo entre distribuciones concretas de contrapoderes. Los procesos de inteligencia estratégica determinan centralizaciones, enjambres, dualizaciones, diseminaciones de los contrapoderes, pero solo en la cabeza de los teólogos de lo político encontramos la Unidad que no sea puramente táctica o estratégica, nunca sustancial o estructural, tanto en las distribuciones de forma Estado como en las concatenaciones de contrapoderes.
D) Positivización; estas características, que remiten a una positividad del contrapoder en cuanto tal, y a afirmar que el poder de mando (o todo Poder o Estado con mayúsculas) precisa ser un contrapoder como condición de su resultado eficaz, nos lleva a prescindir provisionalmente de las nociones del contrapoder entendido como función negativa, correctiva o equilibrante. Tal es el caso de las procedentes de la tradición liberal (las funciones constitucionales del contrapoder, entendido como countervailing power, checks and balances; la función de contrapoder en la división de poderes del Estado de derecho); también de las de la tradición teológico política y iusnaturalista (el ius resistentiae que, por derecho natural, legitima el tiranicidio) y de la tradición socialista y comunista (tanto la dialéctica negativa del “contrapoder” à la Holloway como el doble poder bolchevique y leninista; pero tampoco nos encontramos en el horizonte inconcluyente y irresoluble de los “contrapoderes en la democracia de la influencia”, tal y como los conciben François-Bernard Huyghe y Ludovic François)[13].
Con tales consideraciones en mente, se presenta un problema que podríamos definir como el problema de la democracia del común en el juego de las dualidades. Lo teológico-político se presenta como un juego de dualidades insolubles salvo como mediación o Aufhebungrecuperadora.
Lo político se encierra en la dualidad, y admite la terceridad como mediación o como transcendencia: desde el modelo de la Trinidad al de la separación de poderes. La ruptura con lo teológico político pasa por un tratamiento dividual de la numeración. De esta suerte, el tres no es la captura en la triangulación edípica o dialéctica, sino que es el desvío, la inmediación de una serie n-1. Con el tres comienza la multiplicidad[14].
En este esquema de un sistema de contrapoderes, el papel del municipalismo resulta crucial. El carácter radicalmente democrático al que se prestan con rasgos de cercanía y concreción las instituciones de gobierno municipal ya ha sido señalado con frecuencia. Pero cabe prestar atención a las metrópolis y ciudades del Reino de España como una red capaz de soportar redes bayesianas de contrapoder, capaces de determinar una fijación constitucional de su autonomía y de sus formas de democracia. Atendiendo al problema de la unidad soberana, el sistema de contrapoderes, que tiene en el municipalismo su estrato fundamental, se muestra capaz de llegar a pactos constitucionales que permitan estabilizaciones relativas
Asimismo, las batallas internas del movimiento municipalista desde 2015 son una buena ilustración de esa evolución –no necesariamente feliz, no hace falta decirlo– de las redes bayesianas de contrapoder. Por ejemplo, en el caso de Ahora Madrid, el objetivo compartido de ganar o al menos consolidarse como contrapoder en el ayuntamiento madrileño permitió un juego arriesgado, pero finalmente eficaz, entre estrategias agonistas y antagonistas. La apuesta y el método de Ganemos[15], basado en la radicalidad democrática y en su reflejo en los métodos de votación digital (el sistema Dowdall, para simplificar), tuvo que enfrentarse a la estrategia casi antagonista de Podemos Madrid, que llegó incluso a jugar al juego de la gallina, amenazando en el último momento con una espantada de la confluencia. Ganemos Madrid, en lugar de amilanarse, decidió hacer algo imprevisible, que fue publicar tales amenazas, que se habían hecho fuera de los focos. Esto hizo que la posición de partida de Podemos, que fue siempre a la zaga de Ganemos en el proceso madrileño, tuviera que rectificar y avenirse a la confluencia en los términos de radicalidad democrática que habían fijado las asambleas de Ganemos. Se trata de uno de los ejemplos más logrados de la validez de las estrategias ago-antagonistas o convergentes, que presuponen la imposibilidad de consensos duraderos entre actores e intereses heterogéneos, pero permiten hacerlos bayesianamente productivos en un cuadro pluralista de agentes y contrapoderes.
5. De lo orgánico a lo cyborgánico y del partido a la plataforma
Tras la resaca del periodo electoral, comprobamos que la idea de un “partido orgánico” de inspiración gramsciana tan sólo apunta, en las condiciones presentes, a dar un nombre digno a la suma de siglas, grupos y corporaciones de la sociedad política y civil de la izquierda. Pero ese sumatorio no solo dista mucho de ser orgánico, por más voluntarismo o “liderazgo” que se le inyecte, sino que es también completamente insuficiente. Conforme a nuestra propuesta de un sistema de contrapoderes, entendido como máquina ontológica y política del cambio constituyente, el “partido orgánico” sólo puede ser una parte, cuyo papel determinante, subordinado, táctico, etc., dependerá de las composiciones de los vectores éticos, políticos del sistema red de contrapoderes, que a su vez dependen en grado determinante de las evoluciones del rajoynato y del subsistema europeo.
Por el contrario, si, gracias a la experiencia reciente, conseguimos librarnos de la superstición de la autonomía de la esfera de lo político-estatal y consideramos el funcionamiento real de los sistemas red desde el 15M, lo cierto es que necesitamos un proceso ciborganizativocompletamente distinto. No se trata de establecer una dicotomía entre un partido (o la criatura aún desconocida llamada “partido movimiento”) y sus inevitables jerarquías y liderazgos, frente a una organización distribuida, relativamente anónima o de débil personalización. No, no se trata de una reformulación de esa vieja cuestión. Se trata más bien de que, en la dimensión bio y tecnopolítica política del poder, la rebelión, la explotación y la emancipación, que es en la que vivimos, sólo un enorme proceso de trabajo, evaluación, inferencia y decisión colectivas, multitudinario, distribuido, puede hacer verosímil la apuesta por una democracia contra la austeridad y la dictadura comisaria actuales.
El proceso ciborganizativo es el único que puede dar cuenta de la potencia política adecuada a cada singularidad de contrapoder, en el que el telos del proceso no es (sólo) “el Estado”, “el gobierno” o “los parlamentos”, sino el proceso de transición a una sociedad en la que las instituciones del común son hegemónicas respecto a las instituciones del capital, y en la que los actos de gobierno y las instituciones coercitivas están sometidas, de facto y de iure, al procedimiento ciborgánico de validación en el sistema de contrapoderes. El proceso ciberorganizativo construye los algoritmos y prepara las decisiones de la constitución del común en cada momento de su determinación política, histórica y geográfica.
Las redes aprenden, y los contrapoderes también. La tradición bendita de la multitud y del Estado dice que los muchos son caóticos y no se pueden organizar. Esa es la justificación de la unicidad y la transcendencia del poder, corregida por un sistema de controles y contrapesos. Sin embargo, cada vez más sabemos que no hay decisión sin computación previa, y que la mejor computación es la distribuida. Y asimismo sabemos que la computación implica algoritmos y que los mejores algoritmos son los que pueden ser controlados y revisados de manera distribuida (léase democrática, abierta, autónoma). La inferencia bayesiana nos remite a la retroalimentación mutua entre hipótesis creíble y probabilidad basada en la iteración de hechos compatibles con la hipótesis. El sistema red creado en el 15M es una red de creencias, una red bayesiana de inferencias y decisiones constituyentes. Tal es el método con el que ensayamos y erramos desde 2011[16]. El largo 2011 hispano no ha dicho aún su última palabra.



[1]Quiero agradecer a Gerald Raunig por su estímulo a la escritura de este texto, preparado para un libro colectivo sobre los municipalismos de próxima publicación en http://transversal.at/books
[2]Véase Rubén Juste, IBEX 35: Una historia herética del poder en España, Madrid, Capitán Swing, 2017.
[3]Usamos esta definición, producto de una discusión en curso con Antonio Negri, como una manera provisional de denominar a las nuevas fuerzas de la derecha racista e islamófoba europea.
[4]En este parágrafo me apoyo en los distintos trabajos al respecto a Gregorio Morán, Carles Sirera y Emmanuel Rodríguez, entre otros.
[5]En este sentido, las resonancias entre la retórica de la gran conmemoración franquista de los "25 años de Paz" en 1964 y el discurso de seguridad y estabilidad en tiempo de zozobra que emite el rajoynato no pueden pasarse por alto.
[6]Nicolai Ivanovich Bujarin, La economía política del rentista, (1927), en https://www.marxists.org/espanol/bujarin/obras/austria.htm
[7]Véase Isabell Lorey, Estado de inseguridad, trad. de Raúl Sánchez Cedillo, Madrid, Traficantes de Sueños, 2016.
[8]Comentario personal de Isidro López en redes sociales.
[9]Un comentario crítico de la discusión en Emmanuel Rodríguez, “El post-Podemos: contrapoder o «movimiento popular» a golpe de silbato”, https://www.diagonalperiodico.net/la-plaza/31567-post-podemos-contrapoder-o-movimiento-popular-golpe-silbato.html
[10]Recordemos las observaciones de Gramsci en los Quaderni sobre la noción de “bloque histórico”: “El pensamiento de Croce debe pues, por lo menos, ser apreciado como valor instrumental, y así puede decirse que ha atraído enérgicamente la atención sobre la importancia de los hechos de cultura y de pensamiento en el desarrollo de la historia, sobre la función de los grandes intelectuales en la vida orgánica de la sociedad civil y del Estado,  sobre el momento de la hegemonía y del consenso como forma necesaria del bloque histórico concreto”; Antonio Gramsci, Cuadernos de la cárcel, Vol. IV, México DF, Ediciones Era, 1986. p. 135.
[11]"Cómo emprender una transformación radical del Estado articulando la ampliación y la profundización de las instituciones de la democracia representativa y de las libertades (que fueron también una conquista de las masas populares) con el despliegue de las formas de democracia directa de base y el enjambre de los focos autogestionarios: aquí está el problema esencial de una vía democrática al socialismo y de un socialismo democrático"; Nicos Poulantzas, Estado, poder y socialismo, México DF, 1987, p. 313-314 (la cursiva es nuestra).
[12]Baruch Spinoza, Tratado teológico-político, cap. 16, “De los fundamentos del Estado; del derecho natural y civil del individuo y de las supremas potestades”, trad. de Atilano Domínguez, Madrid, Alianza.
[13]“Un poder disperso, en redes, resultado de un equilibrio entre juegos de influencia. Un poder, en definitiva, cuya naturaleza no se revela nunca mejor que a través de su contrario absoluto: las nuevas formas de la protesta. Paradoja en la paradoja: esas fuerzas de protesta participan a su vez del poder (o del no poder) como elemento de críticas, de inspiración, de influencia a fin de cuentas”, François-Bernard Huyghe y Ludovic François, Contre-pouvoirs, París, Ellipses, 2009, “Introduction”.
[14]Sobre estas cuestiones, véase Dividuum. Maschinischer Kapitalismus und molekulare Revolution, Band 1, de Gerald Raunig: http://transversal.at/books/dividuum
[15]Véase Montserrat Galcerán, “El «método Ganemos» o aprendiendo a hacer política en común”, Diagonal, junio de 2015, https://www.diagonalperiodico.net/la-plaza/27036-metodo-ganemos-o-aprendiendo-hacer-politica-comun.html
[16]Un problema actual y que está de lejos de haberse expuesto y detallado es que la Internet social y todos los protocolos de comunicaciones entran/en en un régimen de ciberguerra. El proceso social subjetivo-algorítmico-energético tiende a configurarse en su interior como guerra. Esto impide localizar las condiciones genéricas de formación posible de sistemas-red socio-algorítmicos de tipo autopoiético como el 15M.

Sobre los humores sociales y políticos, con la excusa de la vuelta de Capusotto // Juan Manuel Sodo

1. Así como en la literatura del siglo XX existen según Piglia lo kafkeano y lo borgeano, podríamos decir que para nuestra generación, en humor del XXI, existen lo barcelonesco y lo capusotteano. Alguien dice “parece un título de la Barcelona” o “parece un personaje de Capusotto” y todos sabemos de lo que estamos hablando.
2. Axel Biciloft es un ministro de medioambiente palermitano; Adolf Hipster un buche que hace pintadas (“Acá vive alguien que consume harinas blancas”); el Chaqueño Paravecino un folklorista vecinócrata; Skype Belinson un profesor de guitarra a distancia; Willy Crooc un saxofonista fanático de las zapatillas y Ernesto La Clota un joven lector de La razón populista que analiza la realidad como tía… Horas se puede uno pasar tirando nombres con algunos amigos.
3. Sin embargo, el procedimiento más alto de Peter Capusotto tal vez haya pasado no tanto por el juego de nombres como por mostrar los riesgos de llevar al límite algunos discursos epocales que tenían consenso. ¿Hay que tolerar todo? (“Un poco de fascismo viene bien”). ¿Qué puede pasar si no discriminamos a nadie? (Inadiii). ¿No termina el buenondismo siendo tan autoritario como aquello a lo que se opone? (Dictadura hippie). ¿Tan perseguidos fueron los artistas durante la última dictadura? (Pepe Barreta Smith). ¿Y si al final todo fuera parte de una misma manera adictivo-compulsiva de vincularnos con las cosas? (Le pegó mal la ensalada). ¿Y si el debate y el retorno de la politización no hubieran terminado siendo sino eso que hacemos en la Red Garlofa?…
4. Hipótesis: no hubo, no hay hoy -tomando radios, TV, standuperos y redes- otro humor más político que el de Peter Capusotto. La nefasta batería operadora imitadora de humor Lanato-Clarinista, El cadete de Navarro, Peroncho Stand Up, Thelma y Nanci, Stoppelman en Víctor Hugo, Barragán en su momento, Fáchima en facebook… Todos hacen humor político en tanto tematizan esa porción de la realidad que llamamos la política, en tanto usan temas de actualidad y cualidades satirizables de los políticos como materiales risibles. Pero las cosas permanecen en sus respectivos casilleros a nivel consenso de lo sensible (lo que se ve, lo que se sabe, lo que se habla, cómo se habla, lo que se espera de).
5. Con mayor o menor gracia (eso va en gustos de cada quien), el lenguaje humorístico es ahí un medio transparente para hacer pasar cosas que ya están pensadas y dichas en otro lado. La lengua se efectúa con unas reglas y unas racionalidades que son menos las del propio poder decir que las del cliché, la agenda periodística o el cálculo partidario. Si de antemano ya sabemos de quién nos vamos a reír y qué es lo que queremos escuchar -entre nosotros que en comunidad adherente ya estamos de acuerdo y sabemos lo que pensamos- entonces eso no es humor. Es otra cosa. ¿Humor orgánico?
6. En su undécima temporada -la primera post TV Pública, la que Canal 9 va a reponer los domingos a las 22hs a partir de este domingo 20- salvando un sketch sobre manipulación de los medios y el ya gastado Micky Vainilla, en una coyuntura que es desesperante Peter Capusotto la tenía fácil para apalabrar, para bajar línea, tenían servido en bandeja lo que se esperaba que digan, más aun sabida la pertenencia de Saborido y Capusotto al campo popular (el mismo con el que simpatizo), alineación que ellos mismos han ido haciendo explícita en una serie de entrevistas. Y sin embargo no. Permaneció cuidada la zona de autonomía enunciativa que por modo de producción y política expresiva caracterizó al programa en todos estos años. En efecto, a Ceo Gutierrez, el líder de Jóvenes Pordioceos -del que Jorge Meconio (séptima temporada, “el que sufre no sos vos”) puede leerse como un antecedente de la perversidad salvaje que se venía- le tomó dieciocho programas aparecer.  
 
7. Pero ese es otro problema. Porque un campo de problemas progresivamente más propios puede ser este:
a) Si la indignación nos reafirma en la parálisis, si el boludeo y la provocación de clase enervan, si los “te la debo” y los “fue un error” irritan, si las derrotas bajonean, si la urgencia actualista desespera… o sea: si la estrategia es entristecer los cuerpos llenándolos de pasiones reactivas ¿con quién te reís?, ¿cómo te reís después de “pobreza cero es una meta” o de compañeros que van siendo descartados de laburos en los que estaban implicados?
b) Con la idea de que puede servir a imaginaciones políticas, ¿qué puede ser una crítica humorística -insolente, irreverente, incorrecta, desagobiante, liberadora, perforadora de opiniones y debates, plebeyística, desobediente- cuando no es la jactancia auto-irónica (#cambiamos), el meme o la ocurrencia inteligente de usuario en redes sociales?
c) Con la hipótesis de la necesidad de crítica, no para flagelación culposa, no para regodeo en el morbo de mirarnos a nosotros mismos y denunciar nuestros propios micromacrismos sino para des-despolitización de modos de vida; con esa hipótesis: ¿cuáles pueden ser unos procedimientos humorísticos capaces de exponer ya no lo obvio (que X es cheto, que Y es bruto, que Z es autoritario) sino lo opaco, lo inercial, aquello que muerde en el nuevo consenso que pareciera estar armándose, por ejemplo las vidas urbanas medias cada vez más privatizadas que llevamos, autogestionadas con criterios microempresariales, “esas pymes llamadas Mi vida”, los parejismos, los mascotismos, los secretos deseos de seguridad y tranquilidad, de orden para andar por la ciudad, cervecita artesanal temprano porque cierran, la cuota de cultura, clotazepam, las inercias de unos cuerpos conectivos maquinizados, cada vez menos sensibles, autoprogramados para la eficiencia y el rendimiento existencial?, ¿pueden la parodia, la sátira contribuir a que pensemos algo de esto?

Apuntes más allá de la neblina electoral // Verónica Gago y Mario Santucho


Escribir bajo los efectos de una derrota suele ser catártico y contraproducente. Pero puede ser también un escenario privilegiado para recobrar lucidez. Los resultados de las PASO exigen un replanteo a quienes desde distintas perspectivas desplegamos la crítica al neoliberalismo, porque la adversidad va más allá del terreno de las urnas y sustenta el éxito de las políticas que resistimos.
Cambiemos está consolidando su dominio en todo el país, gracias al apoyo de sectores cada vez más amplios de la población. El oficialismo penetró con su noción de “cambio” en casi todos los rincones del país, hasta convertirse en (la principal) fuerza federal. Ganó en provincias impensadas. Arrasó en los grandes centros urbanos. Y aunque perdió en el conurbano con la principal candidata opositora, Cristina Fernández de Kirchner, incrementó su caudal de electores (a pesar del descontento por su primer año y medio de gestión que comienza a manifestarse). Es evidente, entonces, que la maquinaria amarilla ha logrado una importante profundidad territorial. Y parece haber tomado en serio la idea de transversalidad, ya que su voto no es fácilmente encasillable por clases sociales e interpela más allá de las estructuras partidarias.
Otro aspecto significativo: el actual gobierno cuenta con dos laboratorios políticos privilegiados, en su tentativa de transformación social. El primigenio y también el más avanzado se desarrolla en la Ciudad de Buenos Aires, donde el estilo de gestión insinuado por Horacio Rodríguez Larreta (con rivetes “progres” respecto de los gobiernos anteriores de Macri), y la entronización de Elisa Carrió como candidata del PRO, consiguieron una aceptación demoledora. El otro experimento es Jujuy, donde la metodología represiva y disciplinadora para domesticar cualquier desafío plebeyo fue revalidada en las urnas con el 36 por ciento de los sufragios.
Así las cosas, el predominio de esta nueva derecha ya no puede tomarse como algo pasajero y fortuito. Por lo tanto, es fundamental comprender en qué reside su superioridad respecto del resto de las fuerzas políticas y con qué argumentos se apropió de la iniciativa para determinar el formato de la discusión.
El macrismo se piensa a sí mismo, y es percibido por las élites latinoamericanas, como la vanguardia de la lucha contra el populismo en el Continente. El movimiento político que mejor encarna la crisis del ciclo de gobiernos populares surgido a comienzos del siglo (no hay que olvidar que el PRO es una interpretación en clave empresaria del “que se vayan todos” de 2001). A diferencia de lo que sucede en Brasil, destronó al peronismo través de elecciones en 2015. En 2016 contuvo la crisis y ensayó una transición, involucrando a muchas organizaciones sociales y a buena parte de la oposición. Ahora acaba de convalidar en los comicios de medio término su condición de faro, al recibir al vicepresidente norteamericano mientras festejaba la baja del riesgo país.
La gran promesa de Cambiemos, su horizonte ideológico, es la construcción de una sociedad posperonista. Y buena parte de su proyección se debe al modo en que traduce en clave emprendedora las expectativas de progreso popular, aprovechándose del agotamiento de la principal identidad política de la Argentina. Es notable que una estructura cuyos cuadros provienen en su mayoría de empresas o del universo de las fundaciones haya conectado con las nuevas subjetividades urbanas, y sea quien mejor esté leyendo las demandas de la población.
Como telón de fondo de esta operación de lecto-captura acontece un cambio casi antropológico: la disolución del axioma dignidad = trabajo, y su reemplazo por el anhelo de consumo y mérito. A caballo de esa verdadera fuerza motriz del neoliberalismo, desde las usinas PRO interpretan el deseo de las distintas clases sociales al ritmo del “tutun tutun”. Reformulan así la noción misma de inclusión, bajo los términos de una inclusión competitiva, pero no la desechan. Y como sucedía en los gobiernos anteriores, bloquea toda crítica a los modos en que esa integración se articula (motorizada por dinámicas financieras y extractivas). Tal vez en este punto la gobernabilidad macrista encuentre un límite insuperable, pues su incapacidad para imaginar estrategias de desarrollo al interior de nuevo orden global es evidente. Lejos de la lluvia de inversiones, aferrado al salvavidas de plomo del endeudamiento, y super-eficaces a la hora de asfixiar el mercado interno, la pauperización de las mayorías parece número puesto.
Y sin embargo, la nueva derecha ha podido apropiarse simbólicamente de banderas o significantes que tradicionalmente pertenecieron a las izquierdas y el progresismo, en su diversas variantes doctrinarias. No sólo se presenta como estandarte del futuro, con lo que eso implica de fe en el progreso y la innovación contra los valores tradicionales y el conservadurismo. También hizo suyo los valores de transparencia, contra las mafias y “los políticos profesionales” que pretenden eternizarse. Trasmiten una imagen del poder más horizontal y flexible respecto del caudillismo habitual. O reivindican el valor de la incertidumbre y el riesgo, contra el posibilismo del supuesto “círculo rojo”.
Obvio que hay muchísimo de marketing. No vamos aquí a desmentir punto punto estas supuestas fortalezas. La pregunta que tenemos que hacernos es por qué funciona. Y con qué conecta. La operación de sinceramiento que propone el macrismo implica “blanquear” las prácticas neoliberales que organizan nuestro cotidiano, más allá de las ideologías que vociferemos. La generalización de la alternativa fracaso/éxito a través del emprendedorismo, inocula por abajo los valores de la meritocracia que vuelven anacrónicos formas paternalistas o redentoras de interpelar a los sectores populares. El pack de expectativas de los CEOS está ahora disponible para todos y todas, estemos en el lugar que estemos, hagamos la actividad que hagamos. Más allá de lo que se diga, apuntan a lo que se hace. Por eso no importan los lapsus incontenibles, ni los patrimonios en crecimiento meteórico. Porque quizás lo que estén ofertando es una nueva modalidad de la representación política, donde se redefine el carácter mismo de lo democrático.
La nueva República que asoma es un territorio espinoso. Donde las instituciones ya no aspiran a superar las fracturas que, por arriba y por abajo, vacían su legitimidad. Donde la conflictividad social recrudece y motiva reacciones cada vez más clasistas, sexistas y racistas. Va siendo hora de romper con el discreto encanto neoliberal. A sabiendas de que no existe vuelta atrás. 
[fuente: http://www.revistacrisis.com.ar/]

Las pibitas y los pibitos son peligrosos // Diego Valeriano


Las pibitas y los pibitos son peligrosos, lo son porque desde muy chicas saben dónde queda desarrollo social de la Muni, porque saben ir solos al juzgado de San Martin, porque saben cuál es el auto de la directora, porque saben que la psicopedagoga es una traidora, porque le revisan la mochila al trabajador social, porque saben la clave de la tarjeta, porque saben el tono y la cara a la hora de pedir. Su peligrosidad reside en que la caretean: reciben sonrientes la bolsita de caramelos de todos los días del niño que se festejan por ahí, la taza de chocolatada en la copa de leche, los inflables en la plaza de Sol y Verde que llevaron de parte del concejal. Pero en esa sonrisa esconden una venganza. No les gusta esa mirada condescendiente, esa solidaridad, ese entusiasmo militante que parece ensañado con ellos.
Son peligrosos porque no les cabe la escuela, prefieren el tren, ser corridos por la policía, perderse en cualquier feria, contar historias, decir que van al bajo, verduguear a los que tienen uniforme de escuela, cagar a piedrazos los techos vecinos, vender medias con el hermano en el centro, trepar un árbol, conocer un transa, sentir en la boca el sabor de un enfrentamiento, deambular.
Son peligrosas porque saben de la muerte, del ocultamiento de la madre, de la traición del hermano. Saben también decir padrastro sin confiarse, saben no quedarse solas con el tío, saben acompañar a la abuela los días de cobro, saben guardarse un canuto, saben dónde queda Ezeiza, Magdalena, Caseros y la Unidad 8 de Los Hornos.
Saben que tienen que aprovechar antes de ser adolescentes, saben que la inocencia aún les garpa, saben que los consideran menos enemigos de lo que son, saben que no los pueden psicologiar, saben lo que puede un cuerpo. Son peligrosos porque saben que no pueden confiar, porque en algún momento te va a re caber por ortiba y adulto, porque saben quiénes son sus enemigos, porque miran la vida desde otro lado, porque a pesar de todo se nos nota el miedo. 

Italia, 2002: Por la resistencia global a la guerra global del Movimiento de los y las Desobedientes // Mabel Bellucci*

El historiador marxista británico Eric Hobsbawn proponía que el siglo XX era el más corto de la humanidad ya que se inició con la Revolución Rusa de 1917 y finalizó con la caída del Muro de Berlín en 1989. En un juego comparativo con tales propuestas, el filósofo Edgard Morín llama a pensar que el nuevo siglo comenzó con la revuelta de Seattle, en l999, contra la reunión de la Organización Mundial del Comercio (OMC).

No cabe duda que uno de los acontecimientos más significativos a partir de dicha batalla ha sido el protagonismo relevante de diversos colectivos de jóvenes en la dinámica del movimiento de resistencia global. Más específicamente, en las protestas internacionales que se fueron desarrollando hasta llegar a Génova, en 2001, contra la Cumbre del G-8. Sin olvidar, sus intervenciones masivas en los II Foros Sociales Mundiales de Porto Alegre, en 2001 y en 2002. Al mismo tiempo, no podría desconocerse dentro de este linaje el desempeño de grupos de jóvenes excluidos y de las barriadas pobres, hinchas futboleros, rockeros, punkies, motoqueros, estudiantes secundarios y universitarios, activistas sociales, de derechos humanos y políticos, que con sus cuerpos enfrentaron la más feroz represión que tuvo nuestra democracia, durante las sangrientas jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001.

En esta dirección, los colectivos de juveniles constituyeron uno de los elementos decisivos de la dinámica de estas nuevas rebeliones y acciones directas protestarias que se llevaron a cabo tanto en el marco internacional como nacional. Un ejemplo de lo señalado residió en los Monos Blancos (Tutte Bianche) de fácil reconocimiento por sus uniformes blancos, sus cascos y sus protecciones basadas en escudos de plástico y objetos no ofensivos. Surgieron a mediados de 1995 como una expresión de lucha sustentada en la acción directa no violenta. Procedentes de los denominados centros sociales – espacios contraculturales ocupados por diversas fracciones de las izquierdas libertarias- se focalizaron en el Norte de Italia: Leoncavallo en Milán, Rivolta en Venezia, Mestre y Pedro de Padua. A la vez, tuvieron una notable capacidad de convocatoria y movilización, con un objetivo simple y claro: ocupar las calles.

Sus primeras acciones consistieron en pequeños actos de desobediencia en Roma contra la precarización laboral y el desempleo, por lo tanto,  su gesta de insubordinación consistió en no pagar el boleto del transporte público  como un llamamiento a la resistencia. Sin embargo, su «verdadera» presentación en sociedad como una fuerza de acción político-social fue en octubre de 1998 durante las protestas que se efectuaron en la ciudad de Trieste en torno a las violencias desencadenadas contra los inmigrantes irregulares. Recuperaban como referentes históricos una multiplicidad de experiencias y miradas contrahegemónicas del amplio espacio autonomista italiano. Sus iniciativas políticas estaban animadas por la fuerte influencia de la propuesta obrera de la década de los sesenta con Potere Operaio, el grupo de izquierda extraparlamentaria más representativa del operaismo ,la corriente marxista que encabezó ,en particular, Mario Tronti (entre los fundadores de la «Clase de Opera») que había propuesto una lectura innovadora de El Capital con su texto, Obreros y Capital. No obstante; el surgimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) de Chiapas también jugó un papel de fuerte impacto político en el nacimiento de Los Monos Blancos.

Este colectivo se autoproclamó como «un ejército de soñadores nacido para desaparecer». Sus integrantes intentaban interpelar a los sectores subalternos y explotados: pobres, niños, indios, campesinos, gays, lesbianas, travestis, artistas, obreros precarios, prostitutas, jóvenes en paro y amas de casa, entre otras tantas franjas de exclusiones.

A la hora de preparar las movilizaciones, usaban escudos y protecciones corporales como forma de demostrar su postura defensiva y no-violenta. Su gran derrota se produjo en 2001, en Génova, sede central del grupo, con la gran represión  contra el movimiento de resistencia global, quienes habían conformado una contracumbre llamada el Genoa Social Forum (Foro Social de Génova). La misma se proponía coordinar a los 700 grupos y asociaciones, de múltiples inspiraciones políticas, ideológicas y culturales, interesado en protestar por la ilegitimidad de los Jefe de Estado y de gobiernos. Sostenían que pocos hombres poderosos tomarían decisiones que afectarían y condicionarían a pueblos sin representación en el G8.

Sin más, las fuerzas de seguridad italianas dinamitaron la lógica de su estrategia con la violencia física directa montada por 20.000 policías y militares. En esa ocasión asesinaron al joven Carlo Giuliani. El gran error ideológico de los Monos Blancos fue no entender el salvajismo que el sistema neoliberal  berlusconiano utilizó frente a las acciones de resistencia civil.

Entonces ellos y ellas tomaron la decisión de disolverse en un movimiento más amplio y heterodoxo, el cual reuniese a una diversidad de fracciones juveniles. Así, al poco tiempo se presentaron como Los Desobedientes.

Después de un año, en Bolonia al lado del Teatro Polivalente Ocupado, con la participación de centenares de personas que, en toda Italia, habían alzado la voz, decidieron darse una primera cita ineludible de la Desobediencia. En octubre de 2002, con los Tute Bianche, los Jóvenes Comunistas, los centros sociales de la ex-Carta de Milán, la asociación “Ya Basta”, los y las desobedientes de la Red No Global Campanien y la Red R.A.G.E de Roma, se constituyó la desobediencia civil organizada después de los amotinamientos en Génova.

El profundo debate entre las diferentes voces presentes en Bolonia generó una voluntad común de conformar el “Movimiento de los Desobedientes”, en el interior del general “movimiento de movimientos” Había un objetivo central que primaba: sostener la contestación contra la globalización neoliberal y la oposición a la Guerra Global Permanente, militar, económica y social. Bajo la consigna “construir conflicto buscando el consenso” y “con la humanidad contra la dominación, violar las leyes injustas” experimentaron prácticas desobedientes a las subjetividades y a las fronteras del conflicto social más diverso y heterogéneo. Y con un manifiesto Por la resistencia global a la guerra global, mayo-junio de 2002, el Movimiento de las y los Desobedientes de Italia se presentó a todo el movimiento de movimientos.
POR LA UNIFICACIÓN DE LAS LUCHAS SOCIALES
POR LA AUTONOMÍA Y LA CREATIVIDAD DEL MOVIMIENTO DE MOVIMIENTOS

CARTA ABIERTA DEL MOVIMIENTO DE LOS Y LAS DESOBEDIENTES

A la sociedad civil, a los movimientos, a las redes y a las singularidades en camino, construyendo otro mundo posible hace un año, en estos días nos encontrábamos en todas las ciudades italianas y del mundo para recoger el desafío de los Ocho Grandes de
la Tierra, citados para julio en Génova.
Los mensajes oscuros de intimidación y represión recogidos en Goteborg y Barcelona no nos detuvieron. No detuvieron una movilización que seguía un camino de crecimiento constante, desde Ámsterdam a Seattle, desde la selva Lacandona a Porto Alegre, de Seúl
a Bolonia, desde Johannesburgo a Praga, desde la misma Génova a Washington, desde Nápoles a Québec.
El movimiento global afirmó como nunca, aquel julio en Génova, su novedad y singularidad. Movimientos de lucha y cooperación contra el neoliberalismo, redes de prácticas libertarias y solidarias,
organizaciones políticas y sociales y, sobre todo, individualidades compusieron, aún con mil dificultades y obstáculos, contaminaciones entre diferencias y determinaciones comunes. Se asedió al G8, se rechazó reconocer su autoridad y por eso se sufrió una represión sin precedentes, confiada al gobierno de Berlusconi y a los aparatos de
estado italianos e internacionales. Un joven, Carlo Giuliani, cayó asesinado. Miles fueron perseguidos por las calles. Centenares secuestrados y torturados.
El movimiento global se adueñó de Italia, de la vida de sus ciudades: ocupó las calles defendiéndose contra aquella represión, en lugar de disgregarse. Se abrieron nuevas vías, que todavía perduran, a todas las articulaciones y a la descripción de una cartografía inédita del conflicto social y de una nueva construcción civil. El movimiento, que adoptó un nombre recogido del primer encuentro en Porto Alegre, el de los Foros Sociales, cuando ha conservado el espíritu de Génova, no se ha expresado nunca como sujeto único sino como a auténtico movimiento de movimientos.
Las que y los que se encontraron y reconocieron en el estadio Carlini de Génova y en la manifestación de desobediencia civil en via Tolemaide, que tuvieron que ver la sangre de Carlo Giuliani derramada sobre el asfalto de piazza Alimonda, que realizaron juntos la
reflexión sobre esa muerte repentina, decidieron afirmar su conciencia de cómo aquella represión había arrollado la misma práctica, pero también de cómo un nuevo valor se había generado a partir de la experiencia, un valor de socialización y de protagonismo
común, en la desobediencia al dominio y en el rechazo del orden presente.
Afirmaron la voluntad de experimentar una extensión y una transformación de la práctica desobediente, que se adecuara a la producción de subjetividad y que promoviese el conflicto y el consenso. Nos constituimos en Laboratorio de la Desobediencia Social
para contribuir con un nuevo experimento. Después llegó el tiempo de la Guerra Global Permanente. Con las matanzas del 11 de septiembre el trágico juego de espejos en el que se delinea el orden imperial, la guerra infinita con la que se reproduce dominio y exclusión, control y separación, ha impuesto sus errores.
Llegó la guerra, pero en Italia el movimiento no se detuvo: lo que había surgido de Génova logró rechazar el enfrentamiento contra el gobierno capitalista de la globalización y sus políticas neoliberales con su resumen estructural, un orden de guerra, militar pero también
económica y social, llegando así al segundo Porto Alegre. Precisamente frente a la férrea recodificación de la guerra permanente, la capacidad de iniciativa del movimiento ha mostrado elementos de un nuevo ciclo de producción de conflicto. En ese momento, cientos de miles de personas no dejaron de demostrar la nueva capacidad de reunirse en las mismas calles y en el mismo camino para manifestar la insurgencia de millones: contra la guerra tanto como contra los ataques al trabajo de la patronal industrial, contra la privatización de la enseñanza tanto como contra las leyes racistas. El movimiento avanzó más allá de los propios espacios que se había otorgado, ocupando las escuelas y los ateneos, las fábricas, los barracones y las hileras productivas del trabajo migrante. Difundió su autonarración, desplegando los instrumentos de la comunicación independiente, sustrayéndose a los monopolios de la oficial, pero también abriendo frentes. Ha superado la propia red de relaciones de una sociedad civil dividida por el saliente de la guerra como por una
espada, y se ha expresado como conjunto de movimientos sociales. Nosotros mismos, en las organizaciones y lugares donde se había producido en un inicio el experimento de la desobediencia, nos encontramos con que ésta se había convertido en el nombre común de la insubordinación. El experimento se había difundido, diseminándose en nuevas redes y en una producción renovada de sujetos, motor de conflicto. De ahí la decisión de reconocernos como movimiento entre los movimientos, para dar valor a esta diferencia y a esta difusión:
movimiento de las y los desobedientes. Sin embargo, nunca hemos estado solos. Después de tres huelgas del sindicalismo de base, después de la evocación desobediente del tema de la lucha general por los derechos, del movimientos estudiantil y del, nuevo e importante,
de los inmigrantes, apareció por fin en el horizonte la huelga general de los grandes sindicatos.
El conflicto social, redesplazado y redeterminado por el movimiento de Génova, ha tomado cuerpo y ha encontrado su punta de lanza en el terreno del enfrentamiento directo entre capital y trabajo y en sus articulaciones tradicionales. Un cuadro distinto que ha planteado al movimiento de movimientos nuevas preguntas, nuevas exigencias de perspectiva. Una reflexión que, sin embargo, se ha dispersado tras la estela compleja de un hilo trazado sobre los hechos menos visibles: el de la naturaleza global del movimiento y el de la globalidad del tema que éste había planteado, la decisión común.
Nosotros mismos, desobedientes, habíamos interpretado este límite: por ejemplo, apartándonos hasta ahora de la preparación del primer Foro Social Europeo, programado desde la última reunión de Porto Alegre para el próximo mes de noviembre en Florencia. Así como todo el movimiento italiano señaló su ausencia de una cita que debería
haber representado la primera oportunidad práctica de esta preparación: la contracumbre de Barcelona, que ha superado el techo de participación alcanzado en Génova. Mientras, se acerca una nueva cita europea, la de la contracumbre de Sevilla contra la plataforma
antisocial de la UE y reaparece el riesgo de un encuentro fallido por parte de los movimientos italianos.
Nosotros, desobedientes, aún contando con la experiencia extraordinaria de la participación en la caravana de Action for Peace en Palestina y la afirmación en ésta de una nueva acción contra la Guerra Global Perman ente, a través de la adopción de cuerpos y lenguajes prácticos de protección directa de los civiles y de diplomacia de base, hemos descubierto esta dificultad. No hemos sabido sustraernos a los términos viejos y estrechos de la
movilización clásica y ritual que no podía sino favorecer a quienes siempre han confiado en la muerte y no en la vitalidad de los movimientos. No hemos sabido reconducir la innovación, en términos de práctica y de pensamiento, representada por lo que habíamos aprendido en el corazón de la Guerra.
Las divisiones verificadas en Italia han sido un regalo al apartheid de Sharon y al desarrollo, sin demasiados tropiezos, en Israel de uno de los laboratorios más avanzados de la Guerra Global.
La huelga del 16 de abril debía para nosotros transformarse de «general» en «generalizada». Gracias a este concepto, que de hecho se convirtió en una idea asumida por todas y todos, se logró finalmente dar cuerpo y alma al viejo discurso sobre la huelga de ciudadanía.
Las iniciativas de generalización producidas en el día de la huelga, en lo que a nosotros se refiere, dejan un balance de difusión extraordinaria de acciones de desobediencia social, pero también confirman que cuando la gestión es demasiado tímida en la articulación de un discurso que proponga las diferencias como parte viva, visible y conflictual para la contaminación y recomposición de la multitud, prevalece la división en trayectos que
anteponen el logo a la centralidad del conflicto, proclives a un enfoque reducido a la delimitación y la compartimentalización.
En la reciente cita de las elecciones administrativas, algunas organizaciones desobedientes se implicaron en proyectos, diferentes entre sí, de incursión en ese ámbito, a un nivel próximo y vinculado a la cotidianeidad del hacer de las redes sociales, el nivel de los
nexos administrativos.
Los experimentos, diferentes también en sus resultados, confirman en nuestra opinión la centralidad del tema de municipalismo, de las articulaciones que éste conlleva, como los elementos de participación y democracia directa. Como otros datos que, gracias al hecho de que alguien lo hace, sin miedo de ser «excomulgado», nos dibujan un cuadro que dice a las claras que una cosa es hablar de la «crisis de la representatividad» y otra dar por descontado que ésta provoque la «crisis de los partidos». Una cosa es decir que debemos superar
los símbolos y no convertirlos en un fetiche, y otra decir que esto ya ha sucedido. Los símbolos y los partidos, en estas elecciones, cuentan, y cuentan mucho.
Las acciones contra la guerra no han incidido mínimamente en la formación de consenso, que ha venido determinado en su mayoría por el antiberlusconismo. Se han iniciado las reflexiones, pero lo cierto es que todos los nudos están por desatar y todos los caminos por
recorrer. Está claro que ya existe una red de administradores, concejales de ayuntamientos grandes y pequeños que tienen como prioridad el desarrollo de iniciativas de ruptura en el ámbito municipal. Reivindicamos toda su positividad y potencia. La fallida movilización de los movimientos con ocasión de la llegada de George Bush II a Roma y a Pratica di Mare para la cumbre OTAN-Rusia debe ser utilizada por todos para abrir una reflexión.
Como desobedientes partimos de la autocrítica, pero la decepción por no haber conseguido, en primer lugar, desempeñar nuestro papel, no puede hacernos olvidar que los problemas son de naturaleza general y nos afectan a todos. En nuestra opinión, son de al menos dos tipos: uno tiene que ver con el mecanismo de reconocimiento, participación y atracción de los foros sociales. En nuestra opinión, hoy es necesario decir con fuerza que lo importante es el espíritu de Génova y no un logo, entre otras cosas incapaz de atraer, de convertirse en motor como lo fue durante algunos meses.  Debemos superar la idea de que «aferrándose» o manteniendo burocráticamente el simulacro de los lugares del movimiento, se hace movimiento.
Debemos salir de nosotros mismos, redescubrir porqué sentimos una necesidad, porqué hay un montón de gente que participa, comparte, se siente implicada. Podríamos discutir durante mucho tiempo porqué el mecanismo de los foros sociales se han vuelto inservibles en muchísimas partes del país. En algunos casos, menores por lo general, han sido el primero y único lugar y tal vez por eso han mantenido su capacidad de ser reales. Pero debemos empezar a decir esto, sin miedo de que signifique el final del «espíritu» de Génova.
Transformar los foros sociales en una especie de maqueta preconstruida no ha hecho ningún bien al movimiento. Comencemos por decir que los lugares, los espacios públicos son múltiples y funcionan si son capaces de atraer, cada vez, de medirse con el
convencimiento y con la capacidad de producir acción política, conflicto y consenso. Librémonos de esta inercia sagrada de nuestros modos de actuar. Nos haremos a todos un favor. El otro gran problema es la calle. No podemos ocultarnos el hecho de que el límite es de naturaleza profundamente material y política al mismo tiempo.
¿Qué hemos sido capaces de proponer como acción colectiva en Pratica di Mare? ¿Otro desfile enorme y ordenadísimo? Después de Génova, después de lo que ocurrió, debemos replanteárnoslo. La práctica de la ilegalidad, es decir, de la producción desde abajo de
nueva legalidad contrapuesta a las leyes injustas del imperio, ya sea la limitación de la libertad de manifestarse o la imposición de políticas criminales que provocan la muerte a millones de seres humanos cada año, no es un nudo «táctico» y mucho menos «técnico».
desde el bloqueo del acceso a la reunión de la OMC en Seattle en el 99 hasta Génova, esto es lo que hemos sido capaces de hacer. Desde el desmontaje de un Mc Donalds realizado por Bové a los del centro de internamiento de inmigrantes en Bolonia, esto es lo que
hemos hecho. Liberar el deseo de cambiar y producir sentido al hacerlo, pensar la relación con la ley, el orden constituido como una relación no inmutable. Esto significa para nosotros también forzar el uso, la delimitación de conceptos como «sociedad
civil», «hacer sociedad», «conflicto», «consenso», «transformación». Después de Génova hemos pensado poco al respecto. Por eso consideramos importante plantearnos primero a nosotros mismo y luego a todos la pregunta. La respuesta, está claro, no puede ser sino el
fruto de grandes contaminaciones.

POR LA AUTONOMÍA Y LA CREATIVIDAD DEL MOVIMIENTO DE MOVIMIENTOS

Querríamos que se abriese sobre estos temas un debate público. Una consulta que llene de discusiones y balances todas las realidades presentes hasta ahora en nuestra experimentación, con la que retomar el trabajo interrumpido de un nuevo mapa del conflicto y de las prácticas desobedientes, a partir de los laboratorios locales que
deberían convertirse en protagonistas; durante el cual nadie hablará por las y los desobedientes, sino como desobediente, con toda sus particularidades. Mientras a agencia de comunicación, instrumento del que nos hemos dotado para la comunicación interna y externa y para la verificación de las decisiones, permanecerá como referencia de
servicio para la propia consulta, estructurándose poco a poco de acuerdo con sus resultados.
Una consulta activa, porque somos conscientes de que sólo un relanzamiento de la acciediente podría contribuir al relanzamiento de la dinámica conflictual total del movimiento de movimientos. Como tal participaremos en las jornadas de Sevilla para orientarse hacia un camino de relaciones prácticas continentales, entre desobediencias
diferentes, capaces de iniciativa común: a fin de que el Foro Social de noviembre en Florencia, en cuyo proceso de construcción nos introducimos ahora tardíamente, no sea presagio de nuevas divisiones en el movimiento y por encima de él, sino que sea de verdad un pasaje fundamental para la unificación de las luchas sociales.
Una consulta activa, porque estará dirigida hacia fuera de nosotros. Para abrir la discusión sobre las formas y las prácticas de la decisión común en el conflicto, frente a la multiplicación de las posibilidades y de los sujetos de su ejercicio en los próximos meses.
Para abrir la discusión sobre cómo esta decisión común puede señalar el camino de la construcción de momentos y lugares abiertos de democracia radical. Activa, porque deberá no interrumpir sino proseguir y vivificar los experimentos de desobediencia social, ante
todo dirigiéndose al universo de las desobediencias que no se denominan como tales pero que también hacen valer una subjetividad de movimiento capaz de sostenerlas.
Especialmente activa en la producción de nuevos recorridos de red alrededor de la propuesta de la renta básica garantizada y de su capacidad de vincularse a la multiplicación de instancias de conflicto en la combinación de las figuras del trabajo vivo, de
realizar una aportación a la continuidad de la lucha por la unidad del trabajo organizado y del precariado social que lo atraviesa y lo circunda.
Activa, además, en el mantenimiento de la experimentación de la desobediencia en el frente central del futuro de la batalla sobre los derechos, en el frente del movimiento del trabajo migrante, relanzando las acciones contra los centros de internamiento temporal
e insertándolas en el trabajo contra la ley Bossi-Fini y contra la discriminación y el las políticas sociales securitarias.
Activa, en fin, pero no en último lugar, para que en Génova se realicen asambleas del movimiento de movimientos abiertas de verdad a la exhibición de su capacidad conflictual, sin timidez ni envidias ni prevaricaciones ni medias palabras. Y para que el día del 20 de julio en Génova, un año después de su asesinato escuche con nosotros Carlo Giuliani, en una nueva y auténtica manifestación global, esta vez no para invocar sino para afirmar, con los ojos y las voces de todos y  en todas las lenguas del planeta, dos simples palabras: VERDAD Y JUSTICIA.

Desde un lugar indiferente, Italia, Europa, Planeta Tierra, Mayo- 


Junio de 2002, año segundo de la Guerra Global Permanente

MOVIMIENTO DE LAS Y DE LOS DESOBEDIENTES

                                                               

Clinämen: Verbitsky sobre la desaparición de Santiago Maldonado

Conversamos con Horacio Verbitsky, periodista y presidente del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), sobre la desaparición de Santiago Maldonado. La figura de «desaparición forzada». El rol de Pablo Noceti, jefe de Gabinete del Ministerio de Seguridad,. El encubrimiento del Estado a Gendarmería. Las distintas hipótesis y la cuestión de fondo: el reclamo ancestral de tierras de los pueblos originarios. 

¿Deberíamos permanecer en silencio frente al surgimiento de una nueva Shoáh? // Franco «Bifo» Berardi

Algunos periódicos alemanes y centros culturales judíos han criticado duramente el título de la performance “Auschwitz on the beach” que, junto con Dim y Stefano, pretendíamos realizar el próximo 24 de agosto en Kassel, Alemania, en el contexto de Documenta 14.

Dado que respetamos la sensibilidad de aquellos que se sienten ofendidos por este título, decidimos cancelar la performance, pero en las siguientes líneas procuraré responder a los argumentos que puedan ser interpretados como una mala comprensión de nuestro proyecto, o como una señal de hipocresía y manipulación de parte nuestra.

Algunas voces críticas, como por ejemplo Jorg Steinback, autor de un artículo titulado “Das ende der kunst” (“El fin del arte”)  publicado por el periódico alemán Hessische Allgemeine el día 18 de agosto, nos acusan de relativización del nazismo y del holocausto, porque nos atrevemos a nombrar el símbolo de más extrema inhumanidad –Auschwitz- y a poner dicho nombre en relación con lo que ahora mismo está sucediendo en el Mar Mediterráneo.

¿Deberíamos aceptar la idea de que el Nazismo no puede ser contextualizado y analizado en tanto resultado de una situación social,  política y psíquica específica?, ¿Por qué deberíamos aceptar la idea de que ningún elemento relativo al nazismo pueda resurgir en la historia del mundo?

La identificación del Nazismo como una manifestación del mal absoluto, sin relación a un contexto histórico determinado, es una forma peligrosa de auto-absolución del poder. El nazismo no emergió como una extraña jugada de algún dios maligno ni como una inexplicable manifestación del mal, sino que surgió en un contexto social, político y psíquico preciso. Fue el efecto de una larga humillación y empobrecimiento de la sociedad alemana. La ideología criminal basada en la discriminación racial y el exterminio étnico debe analizarse al interior de este contexto específico.

En Junio de 2016, mientras los británicos votaban el Brexit y los americanos escuchaban a Trump, Zbignew Brzesinski publicó un artículo titulado «Toward a Global Realignment» (“Hacia un re-alineamiento global”).

Según Brzesinski: «Las periódicas masacres de sus antepasados (…) a manos de los colonos y conquistadores en busca de riquezas, generalmente procedentes de Europa occidental (…) llevaron a cabo en los dos últimos siglos la eliminación de los pueblos originarios en una escala comparable con los crímenes Nazis cometidos durante la Segunda Guerra Mundial.  Masacrando  literalmente a miles, quizás millones, de víctimas… la sistemática humillación y el duelo interminable son parte de una fuerza poderosa que ahora está resurgiendo, ansiosa de venganza, no sólo en el Medio Oriente Musulmán, sino incluso mucho más allá.»

¿Deberíamos acusar a Brzesinski de anti-semita? No creo: Él se limita a decir que el Nazismo es la manifestación más extrema e inhumana de una larga tradición de inhumanidad que atraviesa la historia del colonialismo moderno, y que puede resurgir en el mundo actual de múltiples modos: como revancha de los oprimidos, que hoy pueden acceder a armas de destrucción masiva, o también como una explosión racista por parte de la población blanca occidental desempoderada y deseosa de una venganza supremachista.

La intención de nuestra performance poética, que hemos decidido cancelar, era encender una alerta: en nuestro tiempo la extrema inhumanidad del nazismo se en encuentra en pleno resurgimiento, y el Mediterráneo es uno de los teatros de esta emergencia.

Diez años de políticas de austeridad han empobrecido enormemente a los trabajadores europeos y lesionado el tejido social, especialmente en los países del sur de la Unión Europea. La democracia ha sido suprimida: las decisiones políticas tomadas por los electores han sido ignoradas en nombre de la salvación del sistema bancario: La humillación del gobierno griego de Syriza en 2015 es el punto más alto de este proceso de destrucción de la democracia.

La impotencia política y la destrucción del tejido social han resultado en la humillación de los trabajadores europeos. La traición sistemática de los partidos de izquierda ha generado un consenso cada vez más favorable a la derecha política y, más grave aún, una ola de xenofobia y de agresión racista que atraviesa a gran parte de la población europea.

El mito moderno de la potencia está agotado. La envejecida población blanca es cada vez menos capaz de modificar el estado de cosas por medio de la acción política. No deberíamos subestimar el significado de la humillación para la población blanca occidental: los agredidos tienden a identificarse con el agresor más poderoso, tal como lo demuestra la victoria de Trump en los Estados Unidos.

En esta situación, la población migrante ha sido señalada como el chivo expiatorio perfecto. Se la ha  identificado como la responsable de una crisis que ha sido generada por el capital financiero y que no guarda ninguna relación con la inmigración.

Las políticas de cierre de fronteras impuestas por la clase dirigente europea -en un intento por obtener consenso popular- y la denegación constante de permisos de ingreso a Europa han producido, por un lado, un sistema ilegal para el cruce del mar Mediterráneo, y por otro, la creación de una muro alrededor de  europea.  Los inmigrantes están obligados a entregar su dinero a las redes ilegales de tráfico de personas, que hacen “posible” la travesía del Mediterráneo en condiciones de extremo peligro y precariedad.

Innumerables inmigrantes han muerto durante su travesía en el desierto o en las aguas del Mediterráneo. La  carnicería masiva de la que somos testigos es una consecuencia directa de la negativa de los europeos a hacer frente a su responsabilidad histórica y política en esta crisis.

Tras el fortalecimiento militar de la frontera balcánica y el cierre de las fronteras griegas, ahora es el turno de la frontera italiana, sellada con la colaboración de la guardia costera Libia, vinculada con las redes ilegales de tráfico de personas.

Recientemente, el gobierno italiano, traicionado por la Unión Europea, y presionado por grupos políticos racistas de extrema derecha (Liga Norte y M5S) ha decidido seguir la metodología de rechazo a la inmigración adoptada por la mayoría de los países del continente.

Se acusa a las ONGs de ser cómplices de la inmigración ilegal, por lo cual se les obliga a someterse a un código de restricción o a abandonar su lugar en el Mediterráneo. La ONG “Médicos sin fronteras” ha decidido dejar el campo de operaciones, y otras ONGs están siendo sometidas a procedimientos judiciales, ya que son acusadas de colaboración con los traficantes. Ahora el flujo de inmigrantes se ha reducido gracias a la alianza con la guardia costera Libia, que es conocida por sus vínculos con las redes de traficantes.

Los inmigrantes pagan a los traficantes por el transporte  pero durante la travesía el bote es detenido por la guardia y devuelto a Libia, donde deben intentar por segunda vez el cruce ilegal del Mediterráneo, pagando nuevamente.

 

En la mayoría de las ocasiones, durante este regreso forzado a Libia, son detenidos en campos de internamiento en los cuales son sometidos violentamente a situaciones de esclavitud, tortura y  muerte.

Durante la década pasada, la Unión Europea se ha transformado en una máquina de depredación financiera, produciendo una transferencia de recursos sin precedentes desde la población asalariada hacia el sistema financiero.

 

En la medida en que no seamos capaces de confrontar el cinismo imperante, que deviene política a partir del rechazo y el exterminio de la población migrante y de la constante utilización de dicha población como chivo expiatorio,  Europa terminará por convertirse en una máquina de expulsión y aniquilación masiva.

Está claro que, en las presentes condiciones, las políticas de cierre y externalización de las fronteras equivalen a exterminio. Incontables migrantes han muerto intentando cruzar el mar y otros incontables  están siendo detenidos, esclavizados y torturados alrededor de todo el Mediterráneo.

Dicho Exterminio está basado fundamentalmente en la discriminación racial.

 

¿Podemos seguir afirmando que estos hechos no guardan una íntima relación con el fenómeno histórico llamado Nazismo? No es una cuestión de cantidades ni de escalas. Pero la disposición cultural y el comportamiento político de los gobiernos y de las poblaciones europeas han vuelto a traer a la escena el comportamiento de aquellos alemanes,  quienes construyeron un chivo expiatorio en los judíos y las comunidades romanas durante los  años de la segunda guerra mundial.

No sabemos cuántos árabes, afganos, africanos, sirios han muerto en el mediterráneo o en los centros de internamiento diseminados en el territorio que abarca desde la frontera balcánica hasta Ceuta. Lo que si sabemos es que la carnicería actual es sólo el comienzo de un masivo baño de sangre.

¿Podemos aún permanecer en silencio?

 

 

                                       21-08-2017

Traducción al español: Sol Prado y Franco Castignani

Nuevas viejas canalladas // Diego Sztulwark

Hace dos años leí el libro de Gabriel Levinas y compañía en que se pretendía demostrar que Verbitsky era un doble agente. Sólo encontré un amalgama de lo inverosímil y lo canallezco (reseña que entonces escribí).
Entonces, se trataba de acallar al principal crítico de Bergoglio. Pero ahora ¿de qué se trata?, ¿de evitar que se sepa qué pasó con Maldonado? Al menos eso es lo que parece explicar la denuncia de ayer de Levinas aparecida en La Nación, en la que repite los mismos argumentos basados en los mismos «documentos» sobre los que armó su libro –su operación anterior. Evidentemente, la derecha argentina prefiere descalificar a Verbitsky antes que responder a sus investigaciones. Es útil recordar al ya fallecido fundador de este género (acusar a Verbitsky de espía), el agente Carlos Manuel Acuña, autor de «Verbitsky, de la Habana a la fundación Ford», cuyas tesis –no por patéticas– resultaron menos inspiradoras del facilismo con que trabaja cierto periodismo de masas de nuestro país. En resumidas cuentas decía que la fundación Ford habría respaldado la acción de Verbitsky cuya tarea sería debilitar los pilares de la soberanía nacional: la Iglesia y las Fuerzas Armadas. Según sus enemigos de ayer y hoy, Verbitsky trabajaría alternativamente en favor y en contra de los militares argentinos, la única invariante del género consiste en evitar tomar en cuenta el rigor de sus investigaciones sobre la dictadura (y la Iglesia!), de sus peores colaboradores y de quienes hoy repiten sus métodos en democracia. Va abajo una brevísima nota del propio HV.
Reciclado
Por Horacio Verbitsky
Gabriel Isaías Levinas acaba de reciclar, ahora desde el diario La Nación, sus diatribas en mi contra, alegando que fui colaborador de la dictadura. Esta vez admite que lo hace por “el malestar que le genera que Verbitsky, a cargo de un organismo de derechos humanos, aparece ‘detrás de temas como los de Milagro Sala y Santiago Maldonado, pidiendo la intervención del Sistema Interamericano de Derechos Humanos’”. Esto es parte de la respuesta del gobierno a esas denuncias y a la investigación que publiqué el domingo pasado sobre la fortuna no declarada del presidente  Maurizio Macrì. GIL dijo hace dos años que encontró entre los papeles del Comodoro Juan José Güiraldes las memorias del Instituto de Historia Aeronáutica Jorge Newbery, en las que se afirma que fui contratado para escribir un trabajo titulado “La Aeronáutica Argentina, ayer, hoy y mañana”. Como conté antes de la publicación de su libelo, ayudé a  Güiraldes a ordenar sus viejos folletos en defensa de la línea aérea de bandera en el libro “El poder aéreo de los argentinos”, que sólo trata de rutas aerocomerciales y aviones y no tiene nada que ver con la dictadura. El propio Güiraldes, viejo amigo de mi padre, le preguntó por escrito a Julio Ramos por qué a partir de nuestra relación me acusaban a mí de colaborar con la Aeronáutica y no a él de montonero. A pedido de Güiraldes también preparé el bosquejo de una biografía de Jorge Newbery, un pionero civil del vuelo en globo y aviones, que murió hace 103 años, y ese material no satisfizo al instituto que lleva su nombre. No puedo saber si alguien cobró algún dinero usando mi nombre, por un libro que no existe, según un contrato que no firmé. Lo mismo le pasó a varios periodistas y medios que aparecieron cobrando contratos con los gobiernos de las dos Buenos Aires, que en realidad encubrían pagos ilegales a Fernando Niembro. Pedro Güiraldes, hijo del fallecido aviador, tampoco explica por qué las actas del Instituto que mencionan esos pagos aparecieron en el archivo de su padre. La única novedad que aporta ahora GIL es que encontró más copias de las mismas memorias de aquel instituto y el explícito reconocimiento de su motivación: mis actividades en defensa de una presa política y un detenido-desaparecido bajo el actual gobierno.

La inteligencia de la contra-violencia colectiva // Silvio Lang

Por Silvio Lang, reseña de Acerca de la derrota y de los vencidos.
 
Las condiciones  de pensamiento que nos deja León Rozitchner para abordar mucho de lo que nos pasa en nuestro tiempo –terrores y congojas urbanas, crímenes de los desterrados del submundo- son rugosas y tiernas a la vez. Como los sabañones en el sentir del abrazo de una abuela. Quizás, se trata de un semblante que León esculpió hasta el final de su vida: el de una abuela que te recibe cuando tu madre te ha despreciado y tu vida ha quedado en saldos y retazos. Algo de los rulos dorados de León, de su rostro ancho y regordete, su panza generosa y su voz curtida se habían desvivido y hecho a imagen y semejanza del fundamento material que envalentó toda su vida de filósofo: el cuerpo de la madre que te da la vida.
 
Cada uno esculpe su propio rostro en su intercambio con el mundo y con los otros.
 
Auden, el poeta inglés, veía en la panza del borrachín Falstaff -el gran ironista del teatro shakesperiano que afirma la vida simulando su muerte en el campo de batalla-, la panza de una embarazada y la panza de un bebé, al mismo tiempo. Pobre el país que no cuente con su Falstaff. Nosotros tuvimos el nuestro: León Rozitchner.
 
Con algunas de sus últimas articulaciones publicadas mientras moría, en el 2011, peleando su vida, Acerca de la derrota y los vencidos, por editorial Quadrata y la Biblioteca Nacional, libro inaugural de la colección Intempestivos, que incluye un mensaje de Horacio González, un prólogo de María Pía López y Diego Sztulwark, y una entrevista del Colectivo Situaciones, hay bastante para  desatascar de nuestro presente.
 
La distinción que allí  hace, León, entre violencia y contra-violencia  a partir de una polémica que mantuvo hace unos años con el filósofo argentino Oscar del Barco, puede ser útil hoy a la lucha colectiva y la organización política de las nuevas escenas de expropiación y saturación de las tierras. Una cosa es la “violencia ofensiva” de los que dominan y expropian la energía pensante y sintiente de los cuerpos de los habitantes de un suelo patrio y otra la “violencia defensiva” de éstos que se rebelan contra quienes los someten.
 
La contra-violencia: cuya lógica y cualidad es radicalmente diferente a la otra: la de quienes primero la habían impuesto.
 
Nuestras guerrillas habrían confundido los tantos: internalizaron la violencia  a secas, al no poder distinguir esa “cualidad diferente” que hace que en una violencia se desvalorice la vida y en la otra se la afirme. Percibir en cada combatiente su existencia personal intransferible es la “cualidad diferente” de la contra-violencia que construye la fuerza y la “moral” del grupo en lucha. Si las guerrillas, en nuestro país, se quedaron peleando solas fue porque:
 
El pensamiento político, que debía haber reflexionado sobre las condiciones de su eficacia en la lucha colectiva, había sido suplantado por las consignas guerreras del triunfalismo armado, por las categorías de la guerra de derecha, que en nuestro país habían sido expandidas por el militar Perón. (…) No reconocer que la disimetría de las fuerzas exige una actividad colectiva mayoritaria de los rebeldes ante sometidos para imponerse y, sobre todo, que la vida es lo que debe prevalecerse para lograr incluirlos en un proyecto digno. Mantener el valor de la vida como un presupuesto es le punto de partida de la eficacia ética en toda acción política. Si la muerte aparece, no será porque la busquemos.
 
Esta renegación del colectivo como verificador y creador del sentido de la propuesta política (en aquellos tiempos de revolución la política de masas -y no la guerra- era cosa burguesa) es lo que llevó a León a escribir un artículo muy crítico con las guerrillas y polemizar con su amigo William Cooke: “La izquierda sin sujeto”. Es que para el pensamiento de León, el sujeto-cuerpo es núcleo histórico y afectivo, y como tal, un lugar activo. El sujeto es histórico porque está situado y porque su cualidad singular es la combinación de cualidades de muchos otros sujetos-cuerpos que vibran en su subjetividad; y es afectivo porque puede sentir -comprender- esta presencia de los otros en sí mismo. Lo que lo vuelve un “sujeto en duda histórica”, una paradoja andante que León llama “absoluto-relativo”. Despreciar estasismografía emocional y vulnerabilidad identitaria del sujeto es anestesiar la base de cualquier intercambio y lazo de eficacia en la lucha colectiva.
 
La contra-violencia tiene que tener un contenido, un sentido, una significación humana que se apoya en otro lugar de la subjetividad conglomerada en nuevo colectivo. Y ese lugar, evidentemente, no es el de un poder, constituido, sino el de un poder a constituir. Que está implícito en la presencia de fuerzas que podría actualizarse, pero que no lo están todavía. Y si no contás con eso, estás en el delirio. Por ejemplo el delirio de ese grupo guerrillero. Porque vas armar a un ejército para luchar contra otro ejército sin contar, justamente, con movilizar humanamente las bases que son capaces de hacer que este pez pueda moverse en el agua, que contiene, de alguna manera, la posibilidad de su propia existencia como pez. Esa cualidad diferente es también, por esencia, la condición de su eficacia
 
La cuestión que enciende, León, al presente contemporáneo es el desafío de la eficacia del pensamiento “para conmover a la gente que está tan aplastada y sometida”. Corremos de aquí para allá para cubrir los gastos de una vida que no tenemos tiempo de disfrutar. Lo que se nos expropia día a día es el tiempo sensible: un tiempo propio y ajeno de afectos,  haceres y palabras compartidas, imágenes corporales que nos conmuevan.  No hacerse la pregunta por quién tenemos más cerca o más lejos: ¿cuál es tu padecimiento? (pregunta que engarza el pensamiento de León con el de Simón Weill), es ir al muere de toda lucha para transformar lo que sea y de cualquier política de igualdad.  Si no aflojamos un poco, si seguimos ignorando el sufrimiento del otro convertimos al Yo en una propiedad privada como nuevo fundamento del capitalismo. Sólo una “sensualidad” de la vida material entre nuestros cuerpos sintientes y pensantes puede encaramarnos en la lucha contra la destrucción de la humanidad que emprendió el capitalismo.
 
En la medida en que compra (el capitalismo), va destruyendo. Porque  para poder incrementar el capital, tiene que destruir la vida, porque se apoya en una concepción completamente cuantitativa, el dinero, que es la muerte; lo cualitativo de la vida desaparece.
 
Nuestras mayores riquezas expropiadas siguen siendo más o menos las mismas: el tiempo afectivo y pensante de los trabajadores y el espacio de los habitantes del suelo patrio. La fragmentarización del trabajo; la desertificación de las tierras productivas; los desalojos a mano armada; la  especulación inmobiliaria; la privatización del crédito hipotecario; la subejecución de los presupuestos para la vivienda, con las muertes que acarrean, conforman una nueva cronotopia de la expropiación de la situación argentina por donde se puede forzarun cambio.
 
La materialidad de la tierra patria expropiada está ligada a la materialidad de los cuerpos sufrientes expropiados.
 
Necesitamos volver a plantear una nueva inteligencia de la violencia colectiva   puesta a trabajar en la esfera pública.   
 
¿Únicamente es asesinato la violencia de muerte inmediata, donde quedaría restringido el imperativo ‘no matarás’, y no la violencia morosa que carcome día a día, hora a hora, la vida de los hombres y los aniquila?
 
Hay que comenzar a considerar la contra-violencia de los expropiados como una experiencia de vida y no de muerte, para defender las cualidades de los muchos y su suelo patrio en común. La interpretación fallida que hicieron las guerrillas argentinas hace que se prorrogue el impasse hasta nuestras generaciones. Sin embargo:
 
Cuando tenés la rigidez que tiene el PO (Partido Obrero) en sus planteos revolucionarios, ese inmediatismo, creo que no ayuda a que la gente pueda acercarse. Una especie de tozudez en el campo de la política que no tiene en cuenta las modalidades de la inteligencia colectiva para poder crear un campo más amplio.
 
Lo que encuentra, León Rozitchner, en el camino, a partir de la experiencia de hospitalidad que inscribe en cada uno de nosotros el cuerpo materno, es una rematerialización de nuestras vidas, de nuestras escenas ordinarias y extraordinarias, por así decirlo, que considere las cualidades de la gente. Se trata de una apuesta por el pensamiento que rasga algo de lo establecido, e introduce los afectos  y sus lazos como punta de lanza para la defensa y la recreación colectivas.            
 
* Texto inédito escrito en diciembre de 2011 para el diario dominical Miradas al sur.  
Recuperado del blog amigo https://campodepracticasescenicas.blogspot.com.ar/
 

 

Clinämen: Patologización y terrorismo

El plan de normalización macrista busca mostrar una Argentina confiable para la inversión extranjera. Para eso vale la mentira, el ocultamiento y la represión, herramientas que tienen un uso histórico por parte del estado. Quien escapa al orden, es patologizado para luego ser tildado de terrorista. ¿Cómo acceder a una agresividad intelectual que nos permita frenar este plan en el cual estamos inmersos? 

Luciano desaparece dos veces // Diego Valeriano


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Se desaparece dos veces cuando alguien postea 30001, cuando no hay amor, cuando se banaliza todo, cuando se sobreactúa, cuando se mezcla para ensuciar, cuando exponen al polaquito. Se desaparece dos veces cuando sigue la impunidad, cuando casi ni lo nombran, cuando te sigue  dando miedo que esté el patrullero en la esquina, cuando te sigue dando miedo que no esté. Se desaparece dos veces cuando se exalta la lucha política por sobre otras vidas, cuando los hechos se acomodan a la propia fe, cuando la novia de un preso tiene que hacer lo que no quiere para poder verlo en la comisaría, cuando ellos nombran a López, cuando nadie dice donde votaría Luciano, cuando el volumen de tu voz es según quien gobierne, cuando la vieja de mitad de cuadra ve a todos sospechosos, cuando hay requisa en la plaza, cuando con guita se arregla todo, cuando denunciar es fácil, cuando se minimiza como un caso más de excesos policiales, cuando va quinto candidato a diputado, cuando no cambian al jefe de calle, cuando un pibe asustado dispara, cuando ser transa es lo mejor que te puede pasar, cuando se está en guerra, cuando no se lo nombra para no molestar, cuando ni te acordás que Stornelli fue el ministro, cuando le pegan a un viejo a la salida del cajero, cuando decís que esto es una dictadura. Se desaparece dos veces porque es incómodo, pibe, chorro, cabeza, porque sus amigos eran peores, porque era uno de tantos, porque eran pocos en el acto en Lomas del Mirador, porque nadie sabe quién es Rosemary Chura Puña. Se desaparece dos veces porque la policía sigue haciendo lo mismo, porque la vida es horrible, porque ser pibe es un destino difícil, porque andan enfierrados, porque la gorra domina la calle, porque saben darnos miedo, porque agarrar la Rivadavia en una Honda 100 es el mejor futuro, porque la crueldad es enorme, porque hay muchas lágrimas tatuadas

Violencia es mentir // Lobo Suelto!

I
El mando del poder global tiene su rostro de “proximidad” amigable. Todo un arte liberal de gobierno que hace pasar bajo formas aparentemente democráticas, o suaves el contenido histórico que sostiene el orden: el terrorismo de estado. Según este modo soft, toda situación debe ser comprendida como una economía política de los flujos: flujo de imágenes, de votos, de riquezas, de espectadores. Incluso flujos de población y de propiedad. El héroe del momento es el individuo conectado al consumo, al interés, a la comunicabilidad: el espectáculo reúne lo separado, pero lo reúne en tanto que separado. Se trata de un sujeto capaz de comunicar y consumir crueldad. Macri es la cultura hoy (y Vidal es su versión “evitista”).
II
Pero hay otro rostro, cada vez menos oculto. Quien cuestiona o simplemente no encaja en este mundo-empresa será patologizado (primer estadío de la pedagogía de la crueldad). Las voces “mafia”, “narcos”, “piquetero”, “chorros” van confluyendo hacia una amenaza aún mayor: el terrorismo. La desaparición forzada de Santiago Maldonado señala este pasaje. No sabemos exactamente qué ocurrió con él, pero hemos visto al Estado en su conjunto desinformando. Un nuevo umbral. Los discursos oficiales sobre la violencia apuntan a la aplicación de la “ley antiterrorista”. Una ley garante para acompañar el paquete de leyes que se pretenden aprobar luego de las elecciones (baja de imputabilidad, reforma laboral, jubilatoria y la embestida contra los sindicatos).
III
El rostro “amable” del neoliberalismo ya sólo rige para quienes disfrutan la integración, en medio de una violencia generalizada que viene del estado y un poco de todas partes. La manipulación oficial de la información es sólo un capítulo más en este campo minado. Aunque obedece, como todos los demás, a la misma lógica de hierro: crear expectativas para la inversión de capital. Ese imperativo provee un sentido equivalente a situaciones aparentemente inconexas tales como la distorsión de un escrutinio, el ocultamiento de la riqueza no declarada por el presidente o la desinformación como parte del sistema de la desaparición forzada de Santiago Maldonado por agencias del propio estado. En todos estos casos se trata de producir imágenes de orden republicano y paz social sobre el fondo de la violencia nunca nombrada como tal. Si el gobierno puede mentir en nombre de la sinceridad se debe a dos fenómenos que no ha inventado: el uso que el kirchnerismo hizo de la no-verdad (hay apellidos que lo dicen todo: López; Arruga; Moreno; Milani, y de nuevo López) y la creciente disposición colectiva a consumir «verdad» como algo que no nos corresponde crear sino que viene ya envasado. 
IV
A falta de mejores comprensiones se echa la culpa de todo a la capacidad de “manipulación” de los grandes medios. Hay autocomplacencia en estas ideas. Falta revisar la propensión a satisfacer las convicciones mediante el consumo de objetos prefigurados que bloquean la capacidad de hacer experiencia -que consiste en elaborar el sentido de lo que vivimos- y desnaturaliza toda relación con la verdad como efecto de una práctica o transformación propia (individual/colectiva). Esta vocación de consumir el mundo como ya hecho se sostiene en un impulso conservador que arrasa y favorece situaciones macabras. Es ahora –y sobre todo más allá de lo electoral- que se precisan nuevas convocatorias, nuevas desobediencias.
V
Estandarización de la vida o guerra. Se trata de un escenario anímico. Cada vez más se reacciona con tristeza, angustia, miedo o dolor ante la violencia creciente de los poderes (violencia racista, sexista, clasista). Esos enojos lamentosos e inofensivos son la muestra del estado a que lleva lo progresista, una total impotencia, un modo de la servidumbre voluntaria. Las violencias padecidas merecen una respuesta. Ante todo deben ser nombradas como lo que son, una por una. Es el camino de una historicidad, de la recomposición de una cartografía de resistencias. Como lo hace el movimiento de mujeres con el legado de los organismos de Derechos Humanos. A falta de una sensibilidad activa que la rechace, la violencia ofensiva –que no es nueva, pero se intensifica- se hace en nombre de la paz. Sólo una agresividad anímica e intelectual (una contra-violencia) constituiría una autentica reacción a la violencia terrorista del liberalismo policial.
Es indispensable exigir aparición con vida de Santiago Maldonado y castigo a los culpables de lo que le haya ocurrido. La próxima cita es el Viernes 1 de Septiembre, en Plaza de Mayo. 17hs. 
Lobo Suelto!, Bs-As, agosto de 2017

¿Y si la modernidad es una cuestión de ritmo? // Leonardo Sabbatella

Reseña a Para salir de lo posmoderno, de Henri Meschonnic 
(Tinta Limón/Cáctus, 2017) 


En 1954 Alfred Hitchcock filma La ventana indiscreta, en que el personaje de James Stewart mira a través de un telescopio las escenas privadas que suceden en cada departamento del edificio que tiene enfrente. Más de veinte años después empezaría a hablarse de posmodernidad y la película de Hitchcock parecía ilustrarla retrospectivamente: relato fragmentado y parcial, mundos autónomos con cierto grado de interrelación, una narrativa puesta en crisis y un discurso hecho de señuelos y apariencias. Pero también su negación: no habría película, no habría relato, sin el punto de vista de Stewart que totaliza e inviste de sentido todas las historias fragmentadas y la pluralidad de escenas. No sabemos qué diría al respecto Henri Meschonnic pero podemos estar seguros de que el filósofo francés vería en la mirada de Stewart, en su observación a través del telescopio y el modo de articular lo que ve, el gesto posmoderno por excelencia, su seña distintiva.

En Para salir de lo posmoderno, Meschonnic apunta que la posmodernidad ha convertido la mirada sobre el arte en un arte. Ha desplazado los objetos del centro para convertir en la clave primera la mirada sobre el objeto. Es decir, la posmodernidad es un modo de leer, es interpretación, catalogación, el desplazamiento de las obras hacia la mirada que las articula, hacia la mirada que traza redes y conexiones. La posmodernidad no se encuentra en ningún objeto, en ninguna cosa en particular. No habría para Meschonnic una esencia de la posmodernidad ni un lugar donde buscarla, sino que es el modo de la época (es decir, el dominante) de proceder. La posmodernidad es “un estilo de estilos”, una estrategia que ha puesto su propia intervención como aquello que tiene valor o que dota de valor.

Entonces, la pregunta inevitable: ¿qué es la modernidad? Meschonnic tiene en claro que la modernidad no es una época, no es una era con principio y fin como pudo serlo el Renacimiento (¿o como será la posmodernidad?) sino que es una propiedad de las obras de arte y la literatura (en este punto la poesía francesa jugará un rol central, será ejemplo y teoría al mismo tiempo).

Una obra puede ser moderna cualquiera sea su fecha porque de lo que depende su condición es de la transformación que propone de las relaciones con el mundo. Y acá Meschonnic desencadena una especie de elegía sobre las obras modernas (y pone en crisis que moderno no es igual a nuevo ni algo que se oponga a lo clásico o lo antiguo). La modernidad es un inacabamiento que persiste en el tiempo, mantiene el sentido abierto, cumple con su incumplimiento, podría decirse parafraseando uno de los tantos juegos de palabras del autor francés. Meschonnic sintetiza: “la modernidad no está en el tiempo. Es un aspecto en el arte: el aspecto incumplido de las obras”.

El método de Meschonnic es una demoledora máquina de negar teorías ajenas, de poner en crisis lugares comunes, de señalar trampas, fantasmas y falsedades, una máquina de desmontar argumentos que observa obsoletos, insuficientes o por demás arbitrarios. La escritura es cáustica, sintética, letal, irónica. Una risa capaz de desbaratar los sistemas anquilosados y mofarse de cuanto teórico haya dando vueltas. Para salir de lo posmoderno se compone de capítulos breves (salvo excepciones que se extienden casi como textos autónomos) y funciona por el montaje de temas que trabaja. No hay linealidad ni hoja de ruta sino que por el contrario Meschonnic pareciera empezar de cero en cada capítulo, desde un punto distinto de su mapa mental.

En la discusión sobre modernidad y posmodernidad suele volverse sobre el grado de autonomía que conserva un sistema de pensamiento, la forma de producción de sentido de una época, respecto a sus condiciones materiales y el modo de organización social. A Meschonnic esta es una pregunta que no le interesa, la descarta casi al pasar en una referencia a Fredric Jameson en un capítulo que no casualmente se llama “La razón no entiende nada” (una mirada rápida al índice demuestra que Meschonnic es un titulador de excepción). Para Jameson como para Lyotard el pasaje a un capitalismo tardío y una sociedad posindustrial afecta o al menos condiciona la transformación de la modernidad tal como se la conoció hasta ese momento. Meschonnic encuentra rápido los puntos débiles y ciegos de Jameson (también de Lyotard, por quien guarda cierto cariño según deja ver en un brevísimo capítulo hacia el final del libro) pero no resuelve si acaso en esa relación que podríamos llamar dialéctica entre producción material y producción simbólica no hay una clave para pensar (y salir) de la posmodernidad.

Una y otra vez, Meschonnic (lector de Spinoza) vuelve sobre la idea de la posmodernidad como aquello que se escucha a sí mismo y la modernidad como el carácter de la transformación. La poesía es una arena constitutiva para su trabajo, al punto de servirle como metáfora terminal: la posmodernidad es la métrica, la modernidad es el ritmo. Y Meschonnic escribió, quizás otra vez, un manifiesto a favor del ritmo.

[fuente: Revista Ñ]

Fuera de lugar // Entrevista a Julien Coupat

Julien Coupat respondió a estas preguntas de Le Monde desde la prisión de La Santé. Fue detenido junto a otras ocho personas el 11 de noviembre de 2008, acusados de sabotear las líneas de alta velocidad de la SNCF y, también, de la redacción de un libro subversivo, La insurrección que viene. Pocos días después de publicar esta entrevista, Coupat -el último de los detenidos que permanecía en prisión- fue puesto en libertad tras pagar una fianza de 16.000 euros. Julien Coupat fue miembro del comité de redacción de la revista Tiqqun. En castellano, de la onda Tiqqun, se ha publicado también Llamamiento [NdelE]
Entrevista realizada por Isabelle Mandraud y Caroline Monnot
Estas son las respuestas a las preguntas que hemos planteado por escrito a Julien Coupat. Encausado el 15 de noviembre de 2008 por “terrorismo” con otras ocho personas interpeladas en Tarnac (Corrèze) y París, se le acusa de haber saboteado las catenarias de la SNCF. Es el último que permanece todavía en prisión (ha pedido que algunas de sus palabras estén en cursiva).
– ¿Cómo vive su detención?
– Muy bien, gracias. Estiramientos, carreras, lecturas.
– ¿Puede recordarnos las circunstancias de su arresto?
– Un grupo de jóvenes con pasamontañas y armados hasta los dientes irrumpieron violentamente en nuestra casa. Nos amenazaron, nos esposaron y nos trasladaron, no sin antes haber destrozado todo. Nos llevaron secuestrados a bordo de potentes bólidos circulando por las autopistas a más de 170 km/h de media. En sus conversaciones se refirieron frecuentemente a un tal señor Marion [antiguo jefe de la policía antiterrorista] cuyas hazañas viriles les divertían mucho, como aquella en la que golpeaba a uno de sus colegas, con buen humor, en medio de una fiesta de despedida. Nos secuestraron durante cuatro días en una de sus “prisiones del pueblo” fastidiándonos con preguntas en las que lo absurdo se disputaba con lo obsceno.
Quien parecía ser el cerebro de la operación se excusaba vagamente de todo este circo explicando que era culpa de los “servicios” de arriba, donde actuaban toda clase de gentes que nos tenían muchas ganas. A fecha de hoy, mis secuestradores siguen actuando. Algunos sucesos recientes mostrarían incluso que continúan causando estragos con total impunidad.
– Los sabotajes en las catenarias del SNCF [la Renfe francesa] en Francia fueron reivindicados en Alemania. ¿Qué opina sobre esto?
– En el momento de nuestra detención, la policía francesa ya está en posesión de un comunicado que reivindica, además de los sabotajes que nos quería atribuir, otros ataques que se habían producido simultáneamente en Alemania. Esta octavilla presenta numerosos inconvenientes: la echan al correo en Hanóver, está redactado en alemán y sólo se envió a periódicos al otro lado del Rhin, pero sobre todo no cuadra con la fábula que los medios han creado a nuestra costa, la de un pequeño núcleo de fanáticos que atacan al corazón del Estado colgando tres pedazos de hierro de las catenarias. Desde entonces se cuidarán mucho de mencionar este comunicado, ni en el procedimiento, ni en la mentira pública.
Es cierto que [en el comunicado] el sabotaje de las líneas de tren pierde mucho de su aura de misterio: se trataba simplemente de protestar contra el transporte hacia Alemania por vía férrea de los desechos nucleares ultraradioactivos y de denunciar de paso el gran fraude de “la crisis”. El comunicado concluye con un muy SNCF “agradecemos a los pasajeros afectados por su comprensión”. ¡Qué tacto tienen estos “terroristas” después de todo!
– ¿Se reconoce en los calificativos de “movimiento anarco-autónomo” y de “ultraizquierda”?
– Déjeme recomenzar un poco más atrás. En Francia, actualmente vivimos el fin de un periodo de congelación histórica cuyo acto fundador fue el acuerdo aprobado entre gaullistas y estalinistas en 1945 para desarmar al pueblo con el pretexto de “evitar una guerra civil”. Los términos de este pacto podrían formularse así, por hacerlo rápido: mientras la derecha renunciaba a sus acentos abiertamente fascistas, la izquierda abandonaba toda perspectiva seria de revolución. La ventaja con la que juega y de la que disfruta, desde hace cuatro años, la camarilla sarkozista, estriba en haber tomado la iniciativa unilateral de romper este pacto al reconciliarse “sin complejos” con los clásicos de la reacción pura: sobre los locos, la religión, Occidente, África, el trabajo, la historia de Francia, o la identidad nacional.
Frente a este poder en guerra que osa pensar estratégicamente y dividir el mundo en amigos, enemigos y cantidades despreciables, la izquierda queda paralizada. Es demasiado cobarde, está demasiado comprometida y, por así decirlo, demasiado desacreditada para oponer la menor resistencia a un poder que no se atreve a tratar como enemigo y que le arrebata uno a uno a los más astutos de sus elementos. En cuanto a la extrema izquierda a la Besancenot, cualesquiera que sean sus resultados electorales, y aunque haya salido del estado grupuscular en el que vegetaba desde siempre, no tiene otra perspectiva más deseable que ofrecer que el tono gris soviético a penas retocado con Photoshop. Su destino es decepcionar.
En la esfera de la representación política, el poder establecido no tiene nada que temer, de nadie. Y desde luego no son las burocracias sindicales, más vendidas que nunca, las que van a importunar, las mismas que desde hace dos años bailan con el gobierno un ballet tan obsceno. En estas condiciones, la única fuerza que puede ir directamente contra la banda sarkozista, su único enemigo real en este país, es la calle, la calle y sus viejas inclinaciones revolucionarias. De hecho, sólo ella, en los disturbios que siguieron la segunda vuelta del ritual plebiscitario de mayo de 2007, ha sabido elevarse por un instante a la altura de la situación. Sólo ella, en las Antillas o en las recientes ocupaciones de empresas o de facultades, ha sabido hacer encuchar otra palabra. Este análisis sumario del teatro de operaciones ha debido imponerse bastante pronto porque las informaciones generales hacían aparecer, desde junio de 2007, bajo la pluma de los periodistas a las órdenes (y en particular en Le Monde) los primeros artículos que desvelaban el terrible peligro que harían pesar sobre toda vida social los “anarco-autónomos”. Para comenzar, se les atribuía la organización de disturbios espontáneos, que en tantas ciudades saludaron el “triunfo electoral” del nuevo presidente.
Con esta fábula de los “anarco-autónomos” se ha diseñado el perfil de la amenaza al que se ha empleado dócilmente la ministra del interior, con detenciones focalizadas en redadas mediáticas, para dar un poco de carne y algunas caras. Cuando ya no se llega a contener lo que desborda, todavía se puede asignarle una categoría y encarcelarlo. Ahora bien, la de “alborotador”, en la que ahora se cruzan desordenadamente los obreros de Clairoix, los críos de las ciudades, los estudiantes que bloquean y los manifestantes de las contracumbres, siempre eficaz en la gestión corriente de la pacificación social, permite criminalizar los actos, no las existencias. Y es la intención del nuevo poder atacar al enemigo en cuanto tal, sin esperar a que se exprese. Esa es la vocación de las nuevas categorías de la represión.
Poco importa, finalmente, que no se encuentre a nadie en Francia para reconocerse “anarco-autónomo”, ni que la ultraizquierda sea una corriente política que tuvo su momento de gloria durante los años veinte y que desde entonces no ha producido jamás otra cosa que inofensivos volúmenes de marxología. Por lo demás, la reciente fortuna del término “ultraizquierda”, que ha permitido a algunos periodistas con prisas por catalogar sin dar golpe a los amotinados griegos de diciembre pasado, debe mucho al hecho de que nadie sabe lo que fue la ultraizquierda, ni siquiera si ha existido alguna vez.
En este punto, y en previsión de los desbordes que sólo pueden sistematizarse frente a las provocaciones de una oligarquía mundial y francesa acorralada, dentro de poco la utilidad policial de las categorías no debería ya sufrir debates. Sin embargo, no podríamos predecir cuál de ellas, si la de “anarco-autónoma” o de “ultraizquierda” se ganará finalmente los favores del Espectáculo, con el fin de relegar en lo inexplicable una revuelta que todo justifica.
– La policía le considera como el jefe de un grupo a punto de bascular hacia el terrorismo. ¿Qué piensa de esto?
– Una alegación tan patética sólo puede ser hecha por un régimen a punto de bascular hacia la nada.
– ¿Qué significa para usted la palabra “terrorismo”?
– Nada permite explicar que el departamento de información y de seguridad argelino, sospechoso de haber orquestado, con conocimiento de la DST, la ola de atentados de 1995, no figure entre las organizaciones terroristas internacionales. Tampoco hay nada que permita explicar la repentina transmutación del “terrorista” en héroe durante la Liberación, en socio frecuentable para los acuerdos de Evian, en policía iraquí o últimamente en “talibán moderado”, en función de los últimos virajes de la doctrina estratégica americana.
Nada, excepto la soberanía. En este mundo es soberano quien designa al terrorista. Quien rechace participar en esta soberanía se abstendrá de responder a vuestra pregunta. Quien codicie algunas migajas de la misma se sacrificará con prontitud. Quien no se ahogue de mala fe encontrará instructivo el caso de estos dos ex-“terroristas” convertidos, uno, en primer ministro de Israel, el otro, en presidente de la Autoridad Palestina, habiendo recibido ambos, para colmo, el Premio Nobel de la Paz.
La imprecisión que rodea la calificación de “terrorismo”, la imposibilidad manifiesta de definirlo, no se deben a alguna laguna provisional de la legislación francesa, corresponden al principio de algo que sí que podemos definir muy bien: el antiterrorismo, del que constituyen más bien la condición de funcionamiento. El antiterrorismo es una técnica de gobierno que hunde sus raíces en el viejo arte de la contrainsurgencia, de la guerra denominada “psicológica”, por decirlo de manera educada. El antiterrorismo, al contrario de lo que querría insinuar el término, no es un medio para luchar contra el terrorismo, es el método por el cual se produce, positivamente, el enemigo político como terrorista. Se trata, mediante todo un lujo de provocaciones, de infiltraciones, de intimidación y de propaganda, mediante toda una ciencia de la manipulación mediática, de la “acción psicológica”, de la fabricación de pruebas y de crímenes, también mediante la fusión de la policía y de la administración de justicia, de aniquilar la “amenaza subversiva” al asociar, en el seno de la población, al enemigo interior, al enemigo político, al afecto del terror.
Lo esencial, en la guerra moderna, es esta “batalla de los corazones y de los espíritus” donde se permiten todos los golpes. El procedimiento elemental es, aquí, invariable: individualizar al enemigo con el fin de cortarle del pueblo y de la razón común, exponerle bajo los rasgos del monstruo, difamarle, humillarle públicamente, incitar a los más viles a colmarlo de escupitajos, animarles al odio. “La ley debe ser utilizada simplemente como otra arma en el arsenal del gobierno, y en este caso no representa nada más que una cobertura de propaganda para desembarazarse de los miembros indeseables del público. Para una mejor eficacia, convendrá que las actividades de los servicios judiciales estén vinculados al esfuerzo de guerra de la manera más discreta posible”, aconsejaba ya en 1971 el cabo Frank Kitson [antiguo general del ejército británico, teórico de la guerra contrainsurgente], que algo sabía de esto. Una vez al año no hace daño, en nuestro caso, el antiterrorismo ha sido un fracaso. En Francia no están dispuestos a dejarse aterrorizar por nosotros. La prolongación de mi detención por una duración “razonable” es una pequeña venganza bien comprensible, vistos los medios movilizados y la profundidad del fracaso; como es comprensible el empeño un poco mezquino de los “servicios”, desde el 11 de noviembre, por endosarnos las maldades más caprichosas a través de la prensa, o por espiar a cualquiera de nuestros camaradas. En estos últimos tiempos, los arrestos acompasados de los “allegados de Julien Coupat” han tenido el mérito de revelar cuánto ha podido influenciar esta lógica de represalias en la institución policial y en el corazoncito de los jueces.”
Hay que decir que en este asunto algunos se jugaron buena parte de su lamentable carrera, como Alain Bauer [criminólogo], otros el lanzamiento de sus nuevos servicios, como el pobre señor Squarcini [director central de la información interior], otros la credibilidad que nunca tuvieron y que jamás tendrán, como Michèle Alliot-Marie.
– Usted salió de un medio muy acomodado que hubiera podido orientarle hacia otra dirección…
– “Hay plebe en todas las clases” (Hegel).
– ¿Por qué Tarnac?
– Vaya allí y lo entenderá. Si no lo entiende, me temo que nadie podrá explicárselo.
– ¿Se define a sí mismo como un intelectual? ¿Un filósofo?
– La filosofía nace como un duelo charlatán por la sabiduría originaria. Platón ya interpreta la palabra de Heráclito como algo salido de un mundo que ha desaparecido. En el momento de la intelectualidad difusa, no veo qué podría especificar al “intelectual”, si no es la extensión de la fosa que separa, en él, la facultad de pensar de la aptitud para vivir. Tristes títulos, en verdad, si no hay más. Pero, ¿exactamente para quién habría que definirse?
– ¿Es usted el autor del libro La insurrección que viene?
– Este es el aspecto más formidable de este proceso: un libro entregado íntegramente al expediente del sumario, interrogatorios en los que pretenden hacerte decir que vives como está escrito en La insurrección que viene, que te manifiestas como lo preconiza La insurrección que viene, que saboteas las líneas ferroviarias para conmemorar el golpe de Estado bolchevique de octubre de 1917 ya que se menciona en La insurrección que viene, un editor es convocado por los servicios antiterroristas…
En la memoria francesa, hacía tiempo que no se veía que el poder tuviera miedo por culpa de un libro. Normalmente se consideraba que, mientras los izquierdistas se dedicaran a escribir, al menos no hacían la revolución. Está claro que los tiempos cambian. La gravedad histórica retorna.
Lo que fundamenta la acusación de terrorismo, en lo que nos concierne, es la sospecha de la coincidencia entre un pensamiento y una vida; lo que constituye la acusación de asociación de malhechores es la sospecha de que esta coincidencia no se dejaría al heroísmo individual, sino que sería objeto de una atención común. De forma negativa, esto significa que de ninguno de los que firman con su nombre tantas críticas feroces del sistema vigente se sospecha que pongan en práctica la menor de sus firmes resoluciones; el insulto es de bulto. Desgraciadamente, yo no soy el autor de La insurrección que viene y todo este asunto debería terminar más bien por convencernos del carácter esencialmente policial de la función autor.
Soy, en cambio, un lector. Al releerlo, hace tan sólo una semana, he comprendido mejor la agresividad histérica que emplean en las altas esferas para perseguir a los presuntos autores. El escándalo de este libro, es que todo lo que figura en él es rigurosa, catastróficamente cierto, y no deja de confirmarse cada día que pasa un poco más. Porque lo que se comprueba, bajo la apariencia de una “crisis económica”, de un “hundimiento de la confianza”, de un “rechazo masivo de las clases dirigentes”, es realmente el fin de una civilización, la implosión de un paradigma: el del gobierno que en Occidente regula todo –la relación de los seres entre ellos mismos, no menos que el orden político, la religión o la organización de las empresas. Hay, en todos los niveles del presente, una gigantesca pérdida de dominio al que ningún sortilegio policial ofrecerá remedio alguno.
No será aplicándonos penas de prisión, de puntillosa vigilancia, controles judiciales y prohibiciones de comunicar con el motivo de que seríamos los autores de esta constatación lúcida, que lograrán desvanecer lo que se ha constatado. Lo propio de las verdades es escapar, desde que se enuncian, a los que las formulan. A los gobernantes no les habrá servido de nada llevarnos a los tribunales, todo lo contrario.
– Usted lee Vigilar y castigar de Michel Foucault. ¿Este análisis le parece todavía pertinente?
– La prisión es realmente el pequeño secreto sucio de la sociedad francesa, la clave, y no el margen, de las relaciones sociales más presentables. Lo que se concentra aquí en un todo compacto no es un montón de bárbaros asalvajados como les gusta hacernos creer, sino más bien el conjunto de disciplinas que afuera tejen la existencia llamada “normal”. Vigilantes, comedor, partidos de fútbol en el patio, horarios, separaciones, camaradería, peleas, fealdad de las arquitecturas: es necesario haber estado en prisión para tomar la medida plena de lo que la escuela, la inocente escuela de la República, contiene, por ejemplo, de carcelario.
Considerado desde este ángulo inexpugnable, no es la prisión la que sería una guarida para los fracasados de la sociedad, sino la sociedad presente la que parece una prisión fracasada. La misma organización de la separación, la misma administración de la miseria por el chocolate [hachís], la tele, el deporte y el porno, reina en todas partes con menos método. Para terminar, los muros elevados sólo esconden a las miradas esta verdad de una banalidad explosiva: las vidas y los espíritus son exactamente iguales a ambos lados de las alambradas y a causa de ellas. Si se busca con tanta avidez los testimonios “del interior” que expondrían al fin los secretos que la prisión esconde, es para ocultar mejor el secreto de lo que es: el de la servidumbre de los que se consideran libres mientras su amenaza pesa invisiblemente sobre cada uno de sus gestos.
Toda la indignación virtuosa que rodea la negrura de las celdas francesas y sus reiterados suicidios, toda la grosera contra-propaganda de la administración penitenciaria que pone en escena para las cámaras a los carceleros devotos del bienestar del detenido y a los directores de prisiones preocupados por el «sentido de la pena». Resumiendo: todo este debate sobre el horror del encarcelamiento y la necesaria humanización de la detención es viejo como la prisión. Incluso forma parte de su eficacia, ya que permite combinar el terror que debe inspirar con su estatus hipócrita de castigo “civilizado”. El pequeño sistema de espionaje, de humillación y de estragos que el sistema francés dispone en torno al deternido de manera más fanática que ningún otro en Europa, ni siquiera es escandaloso. Cada día el Estado lo paga con creces en sus suburbios y sin duda sólo es el principio: la venganza es la higiene de la plebe.
Pero la impostura más notable del sistema judicial-penitenciario consiste ciertamente en pretender que está ahí para castigar a los criminales cuando no hace sino gestionar las ilegalidades. Cualquier patrón -no sólo el de Total-, cualquier presidente de consejo general -no sólo el de Hauts-de-Seine–, cualquier poli sabe que las ilegalidades son necesarias para ejercer correctamente su oficio. El caos de las leyes es hoy tal, que se trata de no respetarlas demasiado, y en cuanto a los estupefacientes, se trata de regular sólo el tráfico y no de reprimirlo, lo que sería social y políticamente suicida.
La división no es entre legal e ilegal, como pretende la ficción judicial, entre inocentes y criminales, sino entre los criminales que se cree oportuno perseguir y los que se deja en paz como requiere la policía general de la sociedad. La raza de los inocentes hace tiempo que se extinguió y no es la pena a lo que condena la justicia: la pena es la justicia misma. No cabe que mis camaradas y yo “clamemos por nuestra inocencia”, tal y como la prensa escribe ritualmente, sino derrotar la peligrosa ofensiva política que constituye todo este proceso infecto. He aquí algunas de las conclusiones a las que llega el espíritu tras releer Vigilar y castigardesde la Santé [conocida prisión de París]. Podríamos sugerir, visto lo que los foucaltianos hacen desde hace veinte años con los trabajos de Foucault, que se les interne una temporada por aquí.
– ¿Cómo analiza lo que les pasa?
– Desengáñese: lo que nos pasa, a mis camaradas y a mí, le pasa a usted también. Es, por otra parte, en este punto, la primera mistificación del poder: nueve personas serían perseguidas en el marco de un procedimiento judicial de “asociación ilícita con fines terroristas” y deberían sentirse particularmente afectados por esta grave acusación. Pero no hay “caso Tarnac”, como tampoco hay “caso Coupat” o “caso Hazan” [editor de La insurrección que viene]. Lo que hay es una oligarquía vacilante en todos los sentidos y que se vuelve feroz, como todo poder, cuando se siente realmente amenazado. El Príncipe ya no tiene otro apoyo que el miedo que inspira cuando su visión ya no suscita en el pueblo más que el odio y el desprecio.
Lo que hay ante nosotros es una bifurcación, al mismo tiempo histórica y metafísica: o bien pasamos de un paradigma del gobierno a un paradigma del habitar al precio de una revuelta cruel pero transformadora, o bien dejamos que se instaure, a escala planetaria, este desastre climatizado en el que coexisten, bajo la férula de une gestión “sin complejos”, una élite imperial de ciudadanos y unas masas plebeyas situadas al margen de todo.
Hay, desde luego, una guerra, una guerra entre los beneficiarios de la catástrofe y los que se hacen de la vida una idea menos esquelética. Nunca se ha visto que una clase dominante se suicide de buena gana.
La revuelta tiene condiciones, no tiene causa. ¿Cuántos ministerios de la Identidad Nacional, despidos estilo Continental, redadas de sin papeles o de opositores políticos, chiquillos liquidados por la policía en los suburbios, o ministros que amenazan de privar de título a los que osan ocupar sus facultades, hacen falta para decidir que semejante régimen, aunque esté instalado por un plebiscito de apariencias democráticas, no tiene ninguna legitimidad para existir y sólo merece ser derribado?
Es una cuestión de sensibilidad. La servidumbre es lo intolerable que se puede tolerar infinitamente. Como es un asunto de sensibilidad y esa sensibilidad es inmediatamente política (no porque se pregunte “¿a quién voy a votar?”, sino “¿mi existencia es compatible con esto?”), para el poder es una cuestión de anestesia a la que responde administrando dosis cada vez más masivas de distracción, de miedo y de estupidez. Y ahí donde la anestesia no funciona, este orden que ha reunido contra él todas las razones para sublevarse intenta disuadirnos con un pequeño terror ajustado.
Mis camaradas y yo sólo somos una variable de este ajuste. Sospechan de nosotros como de tantos otros, de tantos “jóvenes”, de tantas “bandas”, por desvincularnos de un mundo que se hunde. En este único punto, no mienten. Felizmente, a la pandilla de estafadores, de impostores, de industriales, de financieros y de jovencitas, toda esta corte de Mazarin bajo neurolépticos, de Louis Napoléon version Disney, de Fouché dominical que de momento gobierna el país, le falta el más elemental sentido dialéctico. Cada paso que hacen hacia el control de todo les aproxima a su pérdida. Cada nueva “victoria” de la que se jactan expande un poco más el deseo de verles a todos vencidos. Cada maniobra por la que se imaginan fortalecer su poder termina por volverles más odiosos. En otros términos: la situación es excelente. No es el momento de perder el coraje.
Fuente: http://blogs.publico.es/ 

Volver de la plaza // Pedro Yagüe

Volver de la Plaza

Por Pedro Yagüe

¿Cómo pensar la Plaza del viernes? ¿Cómo entender esa Plaza llena, repleta, que terminó chorreando angustia por sus diagonales? Ahora que los jóvenes militantes se ocupan de compartir balances, de evaluar consecuencias y posibilidades, yo, que desde hace tiempo no soy joven ni militante, voy a escribir estas palabras para entender lo que siento: una fuerte desconfianza, una tristeza distante que me aleja, día a día, de lo que se aleja de mí.
Decir Plaza, al menos para nosotros, es decir democracia. Y nuestra democracia es nombrada, pensada, y sobre todo sentida, como ausencia de dictadura. Así nos lo enseñan en la escuela. Pero esta ausencia es tan sólo a medias: ausencia efectiva en tanto forma de gobierno, pero presencia indiscutible en lo jurídico, económico y subjetivo. De allí el difícil lugar que la dictadura ocupa en el presente. De allí la dificultad, también, de tener una teoría actual sobre la violencia. El terror estatal permanece como fundamento de nuestra democracia. La violencia política también.
Pero esto no es evidente. Nuestro presente no nombra el terror sobre el que se asienta: permanece encerrado en el infinito abstracto de la ilusión democrática. Imagina, convencido, que la violencia física ya no es necesaria, que el enfrentamiento abierto es cosa del pasado. Y ésta, como toda ilusión, lleva en sí la realización de un deseo: el deseo de eludir la violencia, el deseo de obtener lo que se obtiene con sangre y enfrentamiento, pero sin la sangre ni el enfrentamiento. La ilusión democrática es la permanencia en la fantasía de que se puede obtener pacíficamente lo que se quiere, como si el terror estatal hubiera desaparecido de la historia.
Sin embargo, cuando los atajos de la ilusión se topan, como siempre, con las exigencias de la realidad, la decepción es ineludible. Y la realidad histórica se nos vuelve insoportable. La violencia vuelve a mostrarse como el fundamento real de la política y la ilusión democrática de una vida pacífica y bienpensante se parte en mil pedazos, entregándose hombres y mujeres a la frustración. Entonces pasa lo siguiente. Todos pareciéramos vivir una terrible pesadilla cuando en verdad lo que sucede es lo contrario: despertamos del sueño tranquilo, ilusorio, de los años felices del humanismo democrático.
Pero la desilusión no siempre es inmediata. Encuentra sus permanencias, sus raíces firmes en la moralidad bienpensante a la que solemos llamar progresismo. Y el progresismo, como buen humanismo, responde a la búsqueda de orden y normalidad. Es la forma más extrema, y por lo tanto más delirante, de la ilusión democrática. Es la creencia en la comodidad amable de la vida cultural. Es el deseo de un orden sereno sin culpa ni muerte. Y hoy, ya bajo la espada de Cambiemos, el progresismo se nos revela como la nostalgia de un orden feliz que se imaginó sustraído de la violencia política.
Pero la decepción no conduce siempre al abandono de la satisfacción imaginada. Muchas veces, lejos de reconocer y repensar las circunstancias reales del mundo exterior, hombres y mujeres se entregan a la repetición de lo mismo. Y allí la fantasía se perpetúa: se inventa un malo caricatural (“la derecha”, “los fachos”) y se los vence en el plano retórico con todas las suspicacias e ironías al alcance. Pero esto, claro está, no puede sino ser sintomático: caricaturizar al enemigo es una resistencia a pensarlo. De esta manera, el progresismo se perpetúa en la ilusión de que se puede ganar evitando el enfrentamiento explícito, evitando el uso político de la violencia. Todo se desenvuelve en la teatralización, en la simulación del combate.
Y esto, hay que decirlo, no puede ser separado de la experiencia política de los años kirchneristas. Gratis es caro, se dice. Y ahora se está pagando el precio de aquella lucha simulada.
Por eso la sorpresa frente a cada derrota electoral. Porque el enfrentamiento sólo es imaginario, y en la fantasía siempre nos descubrimos vencedores. No hay derrota de la que aprender, no hay balance que sacar. No hay crítica sobre las propias prácticas, desprovistas, claro está, de todo cálculo y preocupación por su eficacia. La política se transforma en la farsa de la teatralización, en un conflicto performático. Carteles por las calles, músicos en protesta, centros culturales conmovidos: una intelectualidad firme junto a sus convicciones.
¿Cómo salir de esta ilusión democrática dentro de la que, querramos o no, muchos de nosotros nos encontramos? Quizás intentando pensar aquello que la ilusión nos impide: la violencia y su relación con la política. Pero la pregunta no puede ser “violencia sí o violencia no” porque nunca en la historia hubo vida –y mucho menos transformación social– sin violencia. La pregunta debe ser otra: aquella que interroga su sentido político. ¿Somos capaces de una violencia que pueda crear nuevas relaciones entre nosotros? ¿O no contamos, cuando la asumimos, sino con aquella forma que reproduce el terror y la distancia sobre el que nuestro delirio colectivo se organiza? Se trata de enfrentar en serio a la violencia, de mirarla a los ojos, y reconocer hasta qué punto estamos dispuestos a asumirla sin fantasías ni facilismos.
En política, decía Merleau-Ponty, no existe el derecho a equivocarse: sólo el éxito torna razonable lo que al principio era valentía y esperanza. De allí la importancia fundamental de dos factores: el coraje y la eficacia. En el enfrentamiento real la muerte es una posibilidad concreta. ¿Estamos preparados para ello? ¿Hay ganas, coraje? El macrismo sí está dispuesto al enfrentamiento físico. Tiene con qué, sabe dónde pegar, y sabe lo que ahí se pone en juego. Sabe que si da la batalla la gana, y que necesita mostrar esa victoria para seguir avanzando. El macrismo avanza y avanza, buscando una resistencia que no aparece. Y cuando aparece es débil: minoritaria cuando está dispuesta a asumir la violencia política, mayoritaria cuando permanece en el pacifismo de la ilusión democrática.
La llegada del macrismo al poder (primera vez en la historia que un partido político gana las elecciones nacionales con un programa explícitamente de derecha) no puede entenderse sin esta ilusión pacifista del humanismo bienpensante. Por eso la insistencia. Y pensar esta ilusión es pensar hasta qué punto estamos dispuestos a asumir el carácter violento de la política. No escribo estas palabras desde una exterioridad. Todo lo contrario.
Entonces me pregunto: la plaza del viernes, esa Plaza que con justa razón exigió la aparición con vida de Santiago Maldonado, ¿pone en entredicho la lógica progresista que nos llevó al macrismo? ¿O la refuerza? ¿Con qué otros métodos contamos, además de la Plaza y de “exigir la renuncia de…” cuando la realidad muestra con crudeza el fundamento violento de la política? ¿Cómo dejar de ir a la plaza y perderse de la constitución de esa fuerza que uno necesita? ¿Cómo ir a la plaza sin desconfiar de la repetición infinita de lo mismo? No encuentro ahora respuestas para estas preguntas. Sólo la convicción de que, para contestarlas, debemos desconfiar de nosotros mismos, debemos despojarnos de la ilusión democrática que niega la reflexión política sobre la violencia.
***
Puede que estas palabras parezcan anacrónicas, puede que sean leídas como una apología a una violencia auténtica o un llamado a la agresión inmediata. Nada más lejano. Estas ideas que escribo parten de un diagnóstico: no está dando la fuerza para el enfrentamiento directo. La violencia directa lleva en sí, al menos hoy, el germen de la derrota. Y la derrota en política es la muerte. Pero esto no puede condenarnos tampoco a la ilusión de que algo puede conseguirse sin enfrentamiento. Por eso la pregunta que queda –y para la que hoy no tengo respuesta– es aquella por las condiciones en que esa fuerza puede ser suscitada. La pregunta por las condiciones en que la violencia política debe ser asumida.
Estas pocas páginas, con su apuro, con sus torpezas, vienen escribiéndose hace años. Vienen escribiéndose al calor de una Argentina delirante, encerrada en la fantasía que siempre nos deja triunfales, impolutos, mientras la realidad avanza y avanza, volviéndose cada vez más dolorosa.


A tres años de Ayotzinapa // Oscar Ariel Cabezas

Desgraciados los pueblos donde la juventud no haga temblar al mundo y los estudiantes sean sumisos ante el tirano
—Lucio Cabañas
Con sus intensidades y sus incendios, la infancia es el lugar de una experiencia singular. Es el Ave Fénix que quema las infinitas energías del estar vivos sin la ansiedad de la muerte. En su vuelo desordenado se ordena la vida como proximidad a lo infinito. Lo infinito es la condición genérica y singular de que la vida es vida para el juego. La infancia es el plano erotizado de las reglas y del cambio de reglas de juego que emerge una y otra vez de las cenizas del cuerpo. Sin embargo, el cuerpo es el finito de la infinitud de destellos de historia. Por eso es que las historias, aunque no sin el juego del duelo, pueden siempre volver a empezar.  La infancia no tiene más refugio que el infinito re-nacer. Ayotzinapa es el clamor de la urgencia de este re-nacer porque es hoy el nombre del crimen organizado contra la infancia. Renacer es lo opuesto al cadáver y la materia desde las que todos los lugares del nacimiento confluyen en la afirmación del juego de la vida como lucha por la dignidad de estar y habitar en común la Tierra.
Ayotzinapa es el lugar de la memoria de la infancia de esa multiplicidad que llamamos humanidad. Es el clamor que se opone a la mano criminal de genocidas escudados en el Estado de contabilidad del libre mercado o en el poder acéfalo de las armas del narco. Los estudiantes son el fantasma de los saberes posibles e imposibles de una voluntad de memoria fundada en la experiencia de la comparecencia ante el otro. Ayotzinapa es el otro que habita las edades posibles de la niñez y de las escuelas como experiencia cotidiana de estar vivos en la intemperie. Olvidar el clamor de los 43 estudiantes desaparecidos sería abrazar la complicidad del poder y la de los poderosos que niegan la experiencia infinita de los nacimientos. La infancia nace a la intemperie porque se abre al juego de los acontecimientos. En el juego, la oscuridad de la noche es la claridad de una mañana sombría. La infancia es la distracción de la crueldad, de la discriminación racial, de la explotación y de la banalidad del mal porque es el intermedio entre la temperatura del sol y el río Mississippi de las aventuras genéricas del amanecer a la infancia, como en los juegos, siempre al borde de un desborde, de Tom Sawyer y Huckleberry Finn.
Pero la noche de Iguala en la que desaparecieron 43 niños-estudiantes está desinscrita de la experiencia del juego del amanecer.  Esa noche se les desgarró la carne ensoñada a niños-profesores como síntoma de que la infancia podría desaparecer.  Si la infancia es el lugar genérico de realización de la humanidad, lo que ocurrió hace dos años fue el horror consumado de apagar la infancia de la humanidad. A través del horror innombrable de una masacre que rotula la esfera inmunológica del Estado y abre la vida de la especie a su posibilidad de extinción, la ferocidad del crimen amparado en un estado cómplice de la mano asesina, hizo temblar —desde Ayotzinapa hasta el lugar más recóndito de la tierra— toda comunidad de nacimientos.
No es difícil imaginarlo, mientras se apagaba la infancia de los 43 normalistas, a esa misma hora nacía, en plena intemperie, el hijo, la hija de un padre, madre anónimos que no dejaban y, aún no dejan, de temblar ante el acontecimiento de la vida. El que nace ante la ley del manantial de la vida es promesa de infancia, es promesa de vida y jamás (por mucho que persista cierta filosofia de la finitud en ello) la infancia está ante la muerte.  Esta actualidad que arranca la piel de los hijos e hijas que nacen de la pasión por la vida solo puede entenderse como pasión necropolítica si la inactualidad de la memoria, su potencia activa, se opone, resiste y lucha contra la complicidad con el crimen, la indiferencia, la apatía, el consumo y el espectáculo de la muerte. Esta, como circulación mercantil, como estética de horror y fetichización de lo que ha sido despojado de rostro y mutilado en su carne, es la conversión de la materia ensoñada de la infancia en cadáver. En la circulación cambiaria el cadáver emerge como olvido y despojo de humanidad a la que le falta su infancia, su vitalidad, su posibilidad de volver a nacer, su renacimiento. El habitus del fetichismo del cadáver no es otra cosa que el habitus de una economía de lo visual depuesta en marcha por falta de fidelidad a la memoria de las luchas en Ayotzinapa.
Recordar las luchas de los niños-normalistas de Ayotzinapa —y las de las luciérnagas que acompañaron a Lucio Cabañas en la sierra de Guerrero— es compartir el destello de luz que enciende la memoria de una fidelidad irrenunciable. La memoria enlutada no es la renuncia a la mirada de lo que ha ocurrido, ni menos aún la de la espectacularización mercantil-informática del cadáver, sino efervescencia de un recuerdo que incendia el alma y hace temblar a aquello que nos mira. Cuando miramos el rostro de esos niños desaparecidos de Ayotzinapa, sabemos que hay “algo” que nos mira hasta hacer que nos reconozcamos en la experiencia aniquilada por lo innombrable e inenarrable de la tragedia política, social y económica de México, esto es, la masacre de la noche de Iguala. 
¿Qué significa ver hoy esos rostros de niños-normalistas desaparecidos? Hay que romper el cerco de la circulación cambiaria del cadáver. El inconsciente óptico deviene político cuando el luto hace temblar la circulación mercantil del cadáver y nos dispone a pasar de la contemplación de la tragedia convertida en plusvalía sentida para los ojos de un mercado cultural que vive del goce mediático de los niños muertos de Ayotzinapa a la política de quienes miran hacia el por venir de lo infinito de la vida. ¿Pero qué es lo que mira por fuera de la circulación del cadáver? El paso al acto de la mirada que compone la  memoria del dolor y de la pérdida de la infancia arrebatada de los brazos de Ayotzinapa. La memoria enlutada para aproximarse a la verdad y la justicia debe ser, es urgente que así sea, una memoria enluchada. Se trata de una memoria que no evita las cenizas como inminencia de lo que ha desaparecido para volver a reaparecer porque en el duelo y la lucha, desde las cenizas, reaparecer no solo supone la fidelidad a la política y  a la lucha de Ayotzinapa, sino también a la justicia y a la posibilidad de la infancia como experiencia irreductible del clamor por la vida.
Podrá, en efecto, hallarse en el movimiento de la escritura de Jacques Derrida, en el poema de Pier Paolo Pasolini a Antonio Gramsci, en el conmovedor poema “Serán cenizas” de José Ángel Valente, en la leyenda del ave Fénix, el lugar de un pensamiento de las cenizas. Pero una escritura que escribe sobre y en las cenizas jamás podrá reconocerse en la compulsión circulatoria del cadáver. El cadáver es lo que niega el pensamiento ceniciento que enciende y se encarna en los movimientos de indignación, protesta, y clamor por la vida. Se trata de las cenizas colectivas de la comunidad de nacimiento y, así, de la lucha por la infancia como lugar en el que ocurren  los nuevos comienzos. Debemos decirlo con todo el clamor de la justicia, la infancia es una categoría esencial de la lucha política. Por eso, es lo opuesto a la mercantilización del cadáver, cuya plusvalía también niega y retira el ritual social del estar ante la muerte.
Frente a la muerte que nos hace temblar, el cadáver de la circulación mercantil es el olvido de la infancia, la asfixia de su memoria. Durante toda la modernidad, haciendo prevalecer el cadáver y las tecnologías de la desaparición forzada con las que los estados han operado, se desea arrancar la infancia como materia ensoñada y subversiva de la especie humana. Los estados temen a la infancia que abre lo visual a su venganza porque detiene la muerte y pone en circulación los fantasmas de una permanente rebelión. La infancia es la imaginación de una subversión urgente y necesaria contra las formas de olvido que anidan en los excesos tardo capitalistas del muestreo del cadáver. Lo que se resta a la rebelión de los desaparecidos —de todos aquellos que han sido víctimas del horror del Estado y de la complicidad acomodaticia de los espectadores y escribanos académicos de la sangre— es, precisamente, el estar ante la muerte.
El recogimiento ante la muerte es inevitable. Pero también lo es la indignación y la ira convertida en duelo y clamor por el devenir político de los cambios. Por eso, los rostros de los normalistas desaparecidos evocan el nombre de Ayotzinapa como lugar de aquello que nos falta. Nos faltan las alegrías y las tristezas de los desaparecidos por los estados del terror. Nos faltan los 43 normalistas-niños de Ayotzinapa. La memoria, sin duda, es el registro de luchas abiertas y sedimentadas que conmemora la falta de justicia, de equidad, la falta de cuerpo ensoñado dispuesto a interrumpir la valoración capitalista de las experiencias de lucha. Nos faltan cuarenta y tres veces, nos faltan infinitamente nuestros hijos de Iguala, nos falta la ensoñación de sus cuerpos guerreros llamados a cambiar la injusta sociedad en la que nos ha tocado vivir. Nos queda el lugar de las cenizas, siempre quedan las cenizas en las energías de quienes recuerdan, evocan, rememoran y, sobre todo, pasan al acto como los miles y millones de anónimos que desde el temblor de lo ocurrido en Iguala afirmaron el recuerdo de la infancia y las cenizas en Iguala como posibilidad del por venir de la justicia.
En los rostros de los 43 niños-normalistas se puede ver el Ave Fénix de la memoria de Ayotzinapa. ¿Apocalipsis de la infancia? La memoria de la experiencia de lucha, de juego, de amor y pasión por la vida de esos valientes hijos de Ayotzinapa corrobora los conatos del nacer y re-nacer a la experiencia negada por la nada del cadáver con la que hoy se espectacularizan sus muertes. La infinitud de la vida está del lado de este segundo nacimiento, es decir, re-nacer, cuarenta y tres veces, re-nacer desde la fuerza revolucionaria de las cenizas del Ave Fénix, porque nacer dos veces compone la ontología del recuerdo de las cenizas, como ontología política.
En el nacimiento por segunda vez, el recuerdo disemina e insemina la posibilidad o imposibilidad de levantarse —desde las cenizas— a  contrapelo de las catástrofes y de los horrores de la mala muerte y, así, también de la “mala infinitud” que es la vida de muerte vampirizada por gobiernos corruptos y estados al servicio de la vida sin vida del capital. En el rostro de los 43 niños de la escuela de Ayotzinapa podemos ver hoy las huellas de la subversión y de la resistencia, de la infancia y de la lucha política que emana del malestar dejado por el crimen en contra de esos niños de Iguala en el Estado de Guerrero. Los rostros de los 43 niños normalistas componen la figuración alegórica de un desborde, un derrame en las calles de la siempre fallida modernidad. Pero sobre todo, componen la posibilidad política de una memoria que detenga las injusticias de la pulsión de muerte, es decir, que detenga las injusticias producidas por la barbarie neoliberal consumada en una necropolítica asesina y generalizada en todos los rincones del planeta donde juegan y aman los mismos infantes que hoy recordamos con tristeza enluchada.
Lo que evocan los 43 normalistas es la irreductibilidad del fantasma de nuestra infancia, de cualquier infancia y, sobre todo, de la infancia por-venir. El fantasma de la justicia es el terror del terror necropolítico. Es lo que atemoriza al poder hasta hacer temblar ante la ley incalculable de lo que en tanto relación a la experiencia de la infancia no tiene edad, ni raza y menos posición en la división social del trabajo capitalista. La justicia es lo que ante la demanda incalculable interrumpe el orden del capital. Lo que Derrida, pensando en el fantasma del padre asesinado de Hamlet, llamó el tiempo disyunto (out of joint) multiplica su intensidad en Ayotzinapa porque ya no se trata del padre muerto y su fantasma que clama por justicia. En México, en Ayotzinapa, ha ocurrido, hace tan solo dos años, y sigue ocurriendo, el ejercicio consumado de una política del cadáver, de una política para la muerte cuya nomenclatura no puede hoy decirse que está dominada por el espectro del padre muerto. Se mata a los hijos porque en ellos está la multiplicidad infinita de una vida que podría afirmar otro modo que el del capitalismo y sus narcóticos cotidianos y solidarios con el narcomundo, puesto en marcha con la complicidad del Estado o, más bien, de la falta de Estado en México. Pero también, solidarios con la complicidad de lo que esa enorme superpotencia, tan cerca de México y tan lejos de la infancia, hace o deja de hacer en las proximidades de sus fronteras.
México es uno de los lugares más adoloridos y trágicos del planeta. El dolor de esta nación no solo expresa la imposibilidad del análisis de los afectos encerrados en el duelo y la melancolía de la irreparable pérdida de esos 43 niños que nos faltan y les faltan a sus padres, a sus amigos cercanos, a las singularidades colectivas que los vieron crecer, reír, estudiar, amar la vida. El análisis de lo irrepresentable del horror sufrido esa noche de Igual repele la transferencia porque la sustitución de esos 43 niños de Iguala es imposible y quedará, en la historia de la humanidad, escrita en el alma de una infinita melancolía.
La  violencia sin nombre e inclasificable en el Estado de Guerrero es la violencia desplegada más allá de la “contabilidad soberana” del Estado de derecho. Es el síntoma de la descomposición del Estado moderno y burgués. Tal como lo afirma el análisis de Adolfo Gilly, este es el mismo Estado que interrumpió la larga marcha por la justicia de la revolución plebeya de Pancho Villa y Emiliano Zapata. Pero también y sobre todo es la lucha de ese humilde maestro rural egresado de la Escuela Normal de Ayotzinapa que fuera Lucio Cabañas. Lucio, nombre de luciérnaga y hombre hecho a la altura del tamaño de la esperanza, tuvo que levantarse en armas e irse a la sierra de Guerrero para destemplar el oído obtuso del gobierno siendo asesinado el 2 de diciembre de 1974.  Hoy cuando la posibilidad de las guerrillas se halla agotada su figura no deja de inspirar y de regresar clamando justicia y memoria para esas zonas olvidadas de México.  
Como si volviese de la misma fuente de la infancia, Lucio es la expresión alegórica de un irrenunciable clamor de justicia. Y mientras haya memoria, sus  cenizas, al igual que la de los 43 normalistas incendiarán los estados injustos que oprimen y se coluden con criminales. Desde ese rostro-fantasma que es el de Lucio Cabañas se escucha la voz de una infancia al servicio de las rebeldías, al servicio de la insubordinación de las injusticias en las que se posa y bate alas la luciérnaga enlutada que trabaja en nosotros contra el olvido. En las miles de luciérnagas que tras la luz de una vela encendida por esos, los 43 hijos de México, la sociedad civil no solo conmemora, sino que también se oponen a las privatizaciones de una sociedad neoliberal cansada de las mezquindades de un Estado ineficiente y cómplice del terror y la muerte.  En medio de una guerra sin regulación ni fin, en medio de la falta de un Estado que vele por la seguridad y la equidad en un México tantas veces herido,  el rostro de los normalistas es también el rostro de Lucio y viceversa. Rostros de fantasmas para recordar, contener y detener la necropolítica que emana de manera confesa o inconfesamente del Estado.
Como muchos estados en América Latina, la reconversión del Estado social y soberano en Estado necropolítico y solidario del “narcomundo” globalizado es responsable y doblemente responsable de lo que ocurre en el territorio de México. Las tecnologías de la desaparición, los complejos carcelarios globalizados y las políticas basadas en el capitalismo por desposesión no solo están visibilizados por la tragedia de México. Dan cuenta de que el neoliberalismo como programa de dominio global desea el privilegio de las políticas a través de soberanías débiles o descompuestas. Esta descomposición permite la hiperexplotación de los sectores rurales más pobres de México y el intercambio mercantil, transnacional y a escala planetaria, sin importar quienes son esos infantes privados de la experiencia de la infancia y de un por venir que no sea el de encontrar la muerte como signo de un Estado que no solo no protege a sus ciudadanos sino que, además, los entrega a la industria mortuoria de la producción mediática y espectacular del cadáver. 
En México, el lugar del cadáver, topología necropolítica de la postsoberanía, es el arma desplegada contra la infancia femenina y masculina y, quizá, más femenina que masculina porque el poder es masculino y falocéntrico. La infancia no es simplemente el lugar de la niñez es la ocurrencia de un acontecimiento que corrobora que la experiencia de la vida es lo opuesto a la fabricación de cadáveres. Si la postsoberanía necropolítica es fabricación de cadáveres, la apelación y defensa de la aparición y reaparición de la infancia —como experiencia irreductible de la vida— es su contención,  su más profunda y honda trinchera.
No hay memoria sin infancia. La memoria es la producción de la infancia y viceversa, es decir, la memoria produce el fantasma juguetón que se sobrepone al duelo narcisista y transforma el dolor en acontecimiento colectivo. El fantasma es el  movimiento de aparición y reaparición, cuyo clamor es tan potente como las imágenes que tiene un ciego para, en medio de la noche, imaginar y ver las estrellas. Hay que volver a imaginar y actualizar los fantasmas que contra el terror y el miedo aparecen y reaparecen para indicar, quizá, que el camino está del lado de las cenizas del Ave de Ayotzinapa. Larga vida a Lucio, larga vida a esos 43 niños normalistas que reaparecerán una y otra vez cuando la memoria active la urgencia de la lucha contra la muerte. 

廣瀬純 Entrevista a Jun Fujita Hirose

“La filosofía es algo que llega demasiado pronto llegando demasiado tarde”; “Nadie quiere comprar nada más. Nosotros ya tenemos todos todo”; “La crisis actual es la crisis del capitalismo industrial. Es la crisis del pacto del Capital con el Trabajo. Es la crisis de lo social”; “Podemos decir que esta militarización del Japón es un nuevo pacto (un new deal) entre el Capital y una parte de la clase proletaria en el marco de la crisis del antiguo pacto”; “Hay una división interna dentro de la clase trabajadora”.
Entrevistamos en Kyoto al profesor, crítico de cine y filósofo 廣瀬純 Jun Fujita Hirose que nos acerca con sus reflexiones a la realidad actual del Japón hablando en español.

  • ¿Qué es la filosofía? ¿Cuál es su relación con ella?
Gilles Deleuze y Félix Guattari, filósofos franceses, escribieron en 1991 un libro que se llama ¿Qué es la filosofía?. En este libro, Deleuze y Guattari sostienen que cuando hay revolución imperial hay religión, y que cuando hay revolución ciudadana hay filosofía.
Ellos dicen de la filosofía griega que si hay una filosofía en Grecia antigua, es porque hay una revolución ciudadana, es decir, creación del ágora y las redes mercantiles, y dicen lo mismo por la filosofía moderna. Dicen que si hay una filosofía en Europa moderna, es porque hay una revolución ciudadana que crea las asambleas nacionales y el capitalismo industrial.
Deleuze y Guattari define la filosofía como práctica que consiste en “asumir el relevo” de la revolución ciudadana. ¿Cómo la filosofía “asume el relevo” de la revolución? Según Deleuze y Guattari, la filosofía intenta “llevar al infinito” o “implusar a lo absoluto” los movimientos de desterritorialización que se realizan de manera relativa en la revolución ciudadana. En el caso de la filosofía europea moderna, ella llega para llevar al infinito los movimientos de desterritorialización que se reterritorializan en los Estados democráticos y el capitalismo industrial, es decir, en las socialdemocracias.

“Geo-cinema y revolución. Desde Eisenstein hasta Straub y Huillet pasando por Rocha”, por Jun Fujita Hirose (http://www.lafuga.cl/geo-cinema-y-revolucion/838)
¿Qué quiere decir impulsar a lo absoluto los movimientos de desterritorialización que se relativizan en una revolución? Pongamos el ejemplo de la Revolución francesa. Friedrich Engelsdice algo muy interesante comentando los manuscritos de su discípulo, Karl Kaustky, sobre la Revolución francesa.

Charles ThéveninToma de la Bastilla, 1793
Engels dice: “Será claro […] que la burguesía era demasiado cobarde […] para defender sus propios intereses; que a partir de los acontecimientos de Bastilla, los plebeyos debieron asumir todo el trabajo para la burguesía […]; pero que esto no habría sido posible sin que la plebe atribuyera a las reivindicaciones revolucionarias de la burguesía un sentido que no era contenido en éstas mismas, es decir, sin que impulsara igualdad y fraternidad a tal extremidad que el sentido burgués de estas consignas se invirtió totalmente […]; y, como siempre – es la ironía de la historia –, la concepción plebeya de los lemas revolucionarios constituyó la palanca más potente para realizar su contrario, a saber: concepción burguesa de la igualdad (ante la ley) y de la fraternidad (en explotación)”.
Engels habla de la Revolución francesa como una revolución torcida, es decir, una revolución burguesa llevada a cabo por las fuerzas plebeyas. Las fuerzas plebeyas de desterritorialización se reterritorializan en una revolución burguesa. Las aspiraciones absolutas de igualdad y fraternidad de la plebe se reterritorializan en sus formas relativizadas de la burguesía, que son la “igualdad ante la ley” y la “fraternidad en explotación”, es decir, un Estado democrático y el capitalismo industrial.
Pero ¿cuáles son las aspiraciones absolutas de igualdad y fraternidad de la plebe? Engels dice que nadie lo sabía durante todo el proceso revolucionario y que es precisamente por eso por lo que son las concepciones burguesas las que se realizaron efectivamente en la Revolución francesa.
Engels escribe: “‘Bienestar para todos sobre la base del trabajo’ aún expresa de manera demasiado definida las aspiraciones de fraternidad de la plebe de aquel tiempo. Nadie podía trasladar lo que se quería, antes de que François Babeuf le diera forma concluyente, mucho tiempo después de la caída de la Comuna en 1795. Si la Comuna llegó demasiado pronto con sus aspiraciones de fraternidad, Babeuf a su vez llegó demasiado tarde”.
Creo que a partir de este argumento de Engels podemos considerar como una primera operación filosófica moderna lo que Babeuf hizo en 1796 con la llamada Conspiración de los Iguales. Babeuf creó el concepto de las aspiraciones absolutas de igualdad y fraternidad de la plebe, asumiendo el relevo de la Revolución francesa, y impulsando a lo absoluto los movimientos plebeyos de desterritorialización relativizados en sus formas burguesas. Pero Engels dice también que Babeuf llegó “demasiado tarde”, ya que cuando Babeuf creó el concepto, el proceso revolucionario ya había acabado en la constitución de una sociedad burguesa con la igualdad ante la ley y la fraternidad en explotación.
¿Llega siempre demasiado tarde la filosofía con respecto a la revolución? La respuesta sería positiva, según Deleuze y Guattari, que definen la filosofía como práctica consistente en “asumir el relevo” de la revolución. Sin embargo, en un sentido, ¿no podríamos decir también que la filosofía llega demasiado pronto? La filosofía, con su creación del concepto de la desterritorialización absoluta, ¿no nos pone a nosotros a la expectativa de una nueva revolución ciudadana por venir, que sería una revolución plebeya?
Esto es la filosofía para mí. Para mí, la filosofía es algo que llega demasiado pronto llegando demasiado tarde. La filosofía, para mí, es una práctica que nos pone a la expectativa de una nueva revolución creando un concepto de la desterritorialización absoluta.
  • ¿Cómo ve usted la situación actual -éconómica, política, social, culturel- en España/Japón (y en el mundo)? ¿Qué es lo que se llama -en los medios, en los debates políticos, etc.- “crisis económica” / crisis (en general)?
La crisis actual es la crisis del capitalismo industrial. Es la crisis del pacto del Capital con el Trabajo. Es la crisis de lo social. ¿De dónde viene esta crisis? Creo que esta crisis viene de la crisis de los mercados de bienes. Viene de la crisis del consumo, crisis de la compra de bienes. Nadie quiere comprar nada más. Nosotros ya tenemos todos todo. Todos tenemos ya las ropas, los televisores, los coches, los computadores, los smartphones. Y además, desde hace muchos años, el capitalismo industrial no conoce ninguna innovación comparable a la de los ferrocarriles. Los mercados de bienes vuelven así completamente saturados.
Esta crisis del consumo lleva con ella otro tipo de crisis: la crisis de la producción. Si se consume menos, si se compra menos, es lógico que se produzca menos. De esta crisis de la producción viene un tercer tipo de crisis: la crisis del trabajo. Si se produce menos, es natural que se emplea menos o que se paga menos cuando se quiere mantener la misma cantidad de empleados que antes. Por su valorización, el capital no necesita de hecho del trabajo. El capital puede continuar valorizándose, sin trabajo, sin producción, sin consumo. Es en este sentido en el que la crisis actual del capitalismo industrial va acompañada de la llamada financiarización del capital. Si el capital se valoriza cada vez menos en el terreno industrial, se valoriza cada vez más en el terreno financiero. Es lo que está pasando actualmente o lo que tiene su origen en la ruptura de los Acuerdos de Bretton Woods a principios de los años 1970.

José Luis Aranda, El País, 15 de noviembre de 2008 (https://economia.elpais.com/economia/2008/11/15/actualidad/1226737974_850215.html)
En estos últimos años, bajo el gobierno del primer ministro Shinzo Abe, el Japón conoce una verdadera mutación en su política militar. Con una decisión gubernamental, Abe introdujo una nueva interpretación del artículo 9 de la Constitución de Japón, artículo que prohíbe actos bélicos por parte del Estado, por facilitar, en suma, la participación militar de las Fuerzas de autodefensa japonesas en las guerras desarrolladas en el mundo.
Con esa introducción de la nueva interpretación del artículo 9, el gobierno Abe reformó también los principios de exportación de armamentos, para permitir que las empresas fabricantes japonesas participen en los mercados internacionales de armas. Contra este proceso de militarización hubo una grandísima movilización en todo el país durante casi 3 años. Una de sus consignas principales es: “si la economía no se mantiene sin recurrir a las guerras, ¡no necesitamos tal economía sangrienta!”

EURONEWS, “Japón aprueba una ley que permitirá enviar tropas al extranjero”, 19/09/2015, (http://es.euronews.com/2015/09/19/japon-aprueba-una-ley-que-permitira-enviar-tropas-al-extranjero)

EURONEWS, 19/09/2015, “Japón aprueba una ley que permitirá enviar tropas al extranjero” (http://es.euronews.com/2015/09/19/japon-aprueba-una-ley-que-permitira-enviar-tropas-al-extranjero)

Lo importante es el hecho de que el Rengo, la confederación sindical más grande del Japón con 8 millones de afiliados, no participó a la movilización antimilitar y asintió de facto a las propuestas gubernamentales. Este posicionamiento del Rengo es bastante comprensible. La confederación sindical encontró una gran posibilidad de mantener los empleos en la industria bélica que había quedado siempre subdesarrollada bajo el artículo 9 y los antiguos principios de exportación de armas. Podemos decir que esta militarización es un nuevo pacto (un new deal) entre el Capital y una parte de la clase proletaria en el marco de la crisis del antiguo pacto. Y este nuevo pacto va acompañado de una nueva división dentro mismo de la clase proletaria.
  • ¿Qué podemos hacer los ciudadanos (las personas, la gente), si es que hay algo que podemos hacer?
Tenemos que hacer algo a partir de dicha división de la clase proletaria. Creo que el antagonismo no se encuentra en la famosa oposición entre 1 y 99 por ciento. (…). Veo una gran potencia en la gente que dice que no necesita la “economía sangrienta”. Es una afirmación muy potente, sobre todo cuando la escucho de la boca de un trabajador. También, en Japón hay un grupo relativamente grande de madres que afirman lo mismo, que no necesitan la “economía sangrienta”. ¿Esto qué quiere decir? ¿Las madres no quieren mantener el trabajo de sus niños? Están diciendo que aceptan un futuro en el que no haya trabajo para sus hijos… es una declaración revolucionaria. Para mí esto es muy interesante. No sé a dónde va, cuál es la dirección futura de esta declaración, pero esta declaración existe en todo el país (es verdad que ya no hay manifestaciones, pero la idea continúa existiendo en todo el país). Por ejemplo, en esta universidad donde estoy trabajando, conozco a muchos estudiantes que no quieren ser empleados por empresas como Panasonic (que está cerca de aquí) después de salir de la universidad. Ellos están buscando una alternativa que no conocemos, es una alternativa que está por venir. Creo que hay mucho coraje en la gente.
En este contexto puedo decir que si existe esa división interna de la clase trabajadora es porque el antagonismo no se encuentra en la famosa oposición entre el 1% y el 99%. Para mí se trata de un antagonismo secundario. Una parte de ese 99% comparte completamente los mismos intereses con ese capitalismo industrial; entonces, la subjetividad revolucionaria se encuentra en otra parte de esa clase trabajadora que tiene el gran coraje de decir que no necesita la “economía sangrienta”.

[fuente: https://filosofiaenlaazotea.wordpress.com/]

¿Quién puede frenar una tanqueta de la Federal? // Diego Valeriano

Los pibes que miran mal, las turras con esos shorcitos, los guachines que se escapan y nadie busca, los amanecidos que cagan a piedrazos un patrullero a la salida de Jessy, las pibas que salen a la noche a pesar de todo esperando poder vengarse, los que ranchan, los gedes sin edad ni dientes ni promesas.
Los que no tienen mirada crítica, ni leen, ni especulan, ni dudan, ni postean, ni nada. Los que se hacen cargo de las provocaciones, los eventeros, las que van porque hay que ir, los limpiavidrios, los que no marchan con ATE, las que odian que les llenen las horas con talleres, los que se funden en otros mirando las estrellas en Huracán, los que saben que siempre es más peligroso quemar un patrullero que pensar, las que le hacen la segunda a los que toman la escuela, las que no necesitan ni piden explicaciones, los que no quieren trabajar.
Las que marchan por el plan y a la primera de cambio se esconden a fumar, los que ya están dando la batalla en una esquina de Paso del Rey, los que transan, las que viajan, las que ni se cansaron en Olavarría,  los que cuando superan en número a los de la local los arrebatan, los que pincharon a Esteche, las que odian los nenes que cuidan,  los que venden plantas,  las que cuando el profe habla de Maldonado están mirando el Instagram,  los que descubrieron a la Gendarmería hace mucho, las que trabajan en la calle del Cementerio de Morón, los oportunistas, las que construyen confianza y ahí, justo ahí, se chorean la caja y no vuelven nunca más.
Pueden frenar la tanqueta de la Federal porque son los verdaderos enemigos de Macri, porque rompen la normalidad careta, porque saben desde las tripas quién es el enemigo, porque no opinan ni tienen discurso, porque nadie los conduce, porque encienden batallas en lugares inconcebibles, porque no dan tregua, porque tienen muertos, porque van por atrás, porque ante todo son una fiesta.  

Mutación de la soberanía // Grupo de Estudios Discretos Paul K. Feyerabend, Colectivo Vitrina Dystópica.

Mutación de la soberanía:
Frente al sadismo instituyente y el masoquismo meritante, cambiar juntas las reglas del juego.

                                                  Grupo de Estudios Discretos Paul K. Feyerabend.         
                                           Colectivo Vitrina Dystópica.


I
 “Claramente, se está haciendo un modelo Stalin al revés: él decía yo lo obligo que sea estatal. Acá se dice: yo le prohíbo que sea estatal y lo obligo a que sea privado”, señala el rector de la Universidad de Chile, ya que, aunque habría un deseo juvenil de entrar en las universidades “estatales”, éstas se pauperizan sistemáticamente, especialmente con la nueva Ley para la Educación Pública con la cual el Estado corona más de una década de luchas en las calles “por una educación pública, gratuita y de calidad” y la traduce a una codificación “social” de mercado (neoliberal) a través de la obstaculización de la capacidad para acoger a los estudiantes, el debilitamiento de fondos de financiamiento directo, la participación democrática y la autonomía efectiva respecto de los gobiernos de turno, no obstante, mantiene el imperativo “público” de la universalidad.
Y no es que uno esté demasiado a favor de los rectores de lo que sea, pero esta vez expone con singular claridad una fuerza obligatoria del mercado que habría siempre que volver a revisar. La comparación con Stalin, en el sentido de un totalitarismo que “expulsaría” a un cierto Estado de las universidades es interesante, a la vez que engañosa. Interesante, en la medida, justamente del modo en que expone la capacidad impositiva, incluso institucionalmente respaldada, de lo que teóricamente debería implicar sobre todo “seducción” por parte de las ventajas que ofrece el privado. Pero es engañosa, precisamente, porque cabría entender la relación entre obligación y seducción como una de continuidad armónica antes que de oposición. Sadismo de la seducción para el sometimiento. Sadismo que descansa y produce instituciones. Sadismo instituyente.
 El deseo por entrar a las universidades en Chile, está íntimamente ligado a que fue construido como la única posibilidad de “no ser pobre”. Y esto es, simplemente, eso: el “no ser pobre”, gozar del mérito social que significa “hacer como que no lo somos” y disfrutar perversamente de él sobre quiénes demuestran “no tener el ánimo de superación” para dejar de serlo. Deuda contraída de antemano por los meritantes que se agolpan como “acreedores de su propia deuda” frente a un autoestimulante marco institucional neoliberal “que no asegura nada a nadie”, como dijera literalmente el propio Pinochet. Engaño acumulaticio, en la medida en que la obligación institucional ya existe y que adquiere una y otra vez la forma de la deuda que, bajo una economía estrictamente libidinal del emprendimiento y el mérito, permite un goce de autoadministración por medio de algo así como un masoquismo meritante.
De acuerdo con esta infraestructura libidinal del saqueo, las demandas a las instituciones estatales se lanzan al vacío, porque el Estado, al menos este Estado, dista mucho de ser el lugar de la inclusión infinita, estando estructuralmente dispuesto y depuesto a la vez, como parte de una situación estratégica mucho mayor. Acá, la famosa crisis o achicamiento del Estado, nunca fue otra cosa que el nombre de su increíble capacidad para autodestruirse o, mejor dicho, para dejar anclada, instalada, insertada en su mismo seno, su punto de fuga: la acumulación privada.
II
Santiago Maldonado desaparece en medio de protestas contra la arbitrariedad judicial en el caso del lonko Facundo Jones Huala. Facundo había sido detenido en mayo del 2016, en medio del uso que el grupo empresarial italianio “Benetton” hace de las fuerzas del Estado argentino, para apropiarse “legítimamente” de una exuberante cantidad de tierras en la Patagonia. De hecho, Benetton posee casi un millón de hectáreas, convirtiéndose en “dueño” mayoritario de una gran porción del territorio argentino. Las comunidades mapuche en resistencia, por supuesto, no tienen ninguna razón para reconocer tal inverosímil apropiación y, por tanto, no se dejan expulsar. Aun así, el año pasado la justicia había dado por cerrada la causa contra el lonko, puesto que los testimonios habían sido obtenidos bajo torturas. Y ahora, nuevamente, en 2017, Chile solicita la extradición, por actividades terroristas, y es detenido. Y Santiago Maldonado desaparece.
La institucionalidad que despliega la obligación, es articulada por élites locales, atravesadas por fuerzas que pretenden la acumulación global e ilimitada. Lo que significa que el extractivismo, la expulsión, destrucción y saqueo de las tierras locales, está íntimamente ligada al completo desinterés que tienen los inversionistas, respecto de los lugares físicos donde aterrizan sus flujos de capital, en apariencia, espectrales. Lo único que requieren es asegurar sus inversiones. Y para ello buscan, por cierto, hacer del estado otra de sus armas. Y la primera arma del estado neoliberalizado es la seducción como fuerza obligatoria del mercado a través de la cual se estetiza y decora la devastación de territorios y comunidades por medio de una compulsión perversa que prioriza la satisfacción individual del consumo antes que una pregunta ética por la dignidad de las comunidades. Compulsión publicitaria a una forma de vida, al movimiento frenético, a las autopistas y los edificios altos, a los celulares y televisores plasma, al emprendimiento individual y la autonomía de la autoexplotación. En fin, compulsión hacia todo aquello que se suele mostrar cuando se quiere hablar del progreso o de la virtud del modelo chileno, recurrente y siniestro ejemplo de desarrollo comercial y mercantil al sur del sur global. Obligación de dejarse seducir que se ancla en la desposesión y que, por tanto, si se le resiste, reaparece como estrategia de criminalización. De ahí que, la condición de cualquier inclusión prometida, sea la exclusión de cualquier aspiración distinta a la posibilidad de ser explotado y la neutralización de cualquier capacidad afectiva, vinculante, empática y responsable, por lo tanto, la desafección entre las y los sujetos con otras formas de vida.
III
Si el Estado fuera la idea de Estado, entonces, claramente la soberanía se encontraría amenazada, en tanto, se perdería la posibilidad de incidir democráticamente sobre aquello que acontece en el territorio que habitamos. En cambio, si entendemos el Estado como una resultante, un producto final, entonces, esta forma-estado y no otra cosa, es lo que tenemos debido a la situación singular de las fuerzas políticas. Y las fuerzas políticas, no son, ni han sido nunca sinónimo de “partidos”.
De ahí que, no cabría entender el neoliberalismo, sino como esa particular mutación de la soberanía que se articula en base a una arquitectura global de saqueo que ensambla estratégicamente un sadismo instituyente e invierte en infra-economía libidinal de la inmovilización, la desafección y un masoquismo meritante. En ese sentido, un Estado no se opone a la expansión del mercado, sino todo lo contrario, es impulsado a transformarse en brazo a(r)mado de la inversión global, la cual se nos ha señalado una y otra vez es, de hecho, la fuerza motriz del propio estado, toda vez que su éxito se mide en cifras macroeconómicas. La desmercantilización no está ya íntimamente vinculada a las instituciones del estado y, es más, buscará ser mostrada, como lo ha sido en Chile sistemáticamente desde la década de los 80, antes como un defecto técnico, que como una apuesta política válida. El proceso de acumulación global, el neoliberalismo o el neoextractivismo si queremos, tiene en esta articulación sadico instituyente y masoquista meritante uno de sus elementos centrales y TERRORISMO es el nombre de su nueva campaña conjunta.
IV
Al día siguiente del golpe de estado en Chile, la dictadura envía a los militares a pintar de blanco los muros de la ciudad, anteriormente cubiertos con murales que indicaban el momento histórico que se sentía atravesar y, por ende, al mismo tiempo, contribuía a construirlo. Ese gesto tan temprano, expone una preocupación mayor por los destinos de los espacios compartidos de la ciudad. Espacios que, en efecto, son aquello que hacen una ciudad y es en la ciudad, donde es posible involucrase con los asuntos comunes. Por ello, la difusión del miedo es fundamental para despejarlos. Convertirlos en inhabitables, hacer emerger peligros por todas partes. Y, por tanto, que el orden aparezca como lo más deseable. Muros blancos, orden y progreso. Deseo de seguridad, por tanto, de policía; tolerancia a las inspecciones, a los controles; entrega de información, construcción de las conductas sospechosas: ¿por qué no tienes Facebook?
Y el deseo de seguridad es solidario con la inercia del pacifismo. No se trata aquí tanto de una incitación a la violencia, como de una reflexión sobre los métodos. ¿Exigirle qué a quién? ¿Qué me cabe esperar de aquel que va dirigida mi queja? La demanda a instituciones cuya inscripción dentro de las fuerzas políticas no se conoce del todo o, incluso peor, se conoce, pero se hace como si realmente no fuera tan así, nos hace jugar dentro de unas reglas que, finalmente, refuerzan más aquello que ha hecho brotar la necesidad de su transformación. Brutal es el ejemplo de las leyes de la educación en Chile que, fruto de extensas y enormes movilizaciones tanto en 2006, como 2011, no terminan sino por hacer más intrincado el problema, manteniéndolo y gestionándolo en su ruina administrativa y económica. Y hay aquí un problema fundamental, como apuntara Pedro Yagüe en Lobo Suelto: el vínculo entre violencia y política.
La inercia de la marcha democrática, lleva a buscar excluir toda forma de violencia, como manera de protegerse de la brutalidad policial, pero también como forma de seducir a los medios de comunicación, apresurándose a aclarar siempre el carácter completamente pacífico que tiene la manifestación. Y el problema no es que sea pacífico, sino que los grandes medios no articulan, ni informan, ni transmiten nada hacia ni desde la opinión pública, sino que la construyen. La arman, la producen, es decir, juzgan los movimientos que transmiten por las pantallas y, con ello, los neutralizan cuando éstos pretenden recibir la supuesta aprobación de un supuesto telespectador, olvidando cualquier mediación. Por ello no sería extraño que las policías fueran ellas mismas las que ocasionan los disturbios. En efecto, con las marchas estudiantiles el horario de los enfrentamientos coincide incluso con la transmisión del noticiario del almuerzo. Sin embargo, esto no implica que toda la violencia sea un montaje, así como no implica que haya que excluir toda violencia por ir contra un “orden democrático”. Con base en estos procesos de reconfiguración de la noción de soberanía, en donde el Estado deviene brazo armado de otras fuerzas que, sin embargo, utilizan sus antiguas atribuciones, el “monopolio legítimo de la fuerza” para ser concretos; no es posible entender el orden democrático, esta paz social y ciudadana[1], sino como una intensidad de la guerra y, entonces, se hace necesario desbloquear el pensamiento sobre el vínculo violencia y política, sobre todo para dejar de ver política allí donde hay violencia y, en consecuencia, ser capaces de examinar las políticas de la violencia, para pasar de la inmovilización sacrificial a una ofensiva sensible.
V
GRITA TU NOMBRE. La avanzada neoliberal latinoamericana bajo la forma de una campaña del desierto corporativa orientada a una pacificación devastatoria no puede concretar su estabilidad basada en extracción, acumulación e inversión si no es por medio de la guerra, de la producción sistemática de terror y miedo, de amenaza y crueldad. Durante los últimos años Brasil, Argentina y Chile no han dudado en hacer usufructo de las técnicas de muerte y desaparición que dejaron impresas las dictaduras para justificar «la seguridad» de inversiones que trama la mediática idea de «paz social». La «paz social» del consenso neoliberal lleva el nombre de Santiago Maldonado, lleva el nombre de José Huenante[2], lleva el nombre de Macarena Valdés[3] y gritar sus nombres significa poner en evidencia los procedimientos de muerte que los Estados Democráticos neoliberales, como operarios de choque del mercado financiero, ejecutan sobre quienes se inquietan con vivir de otra forma, con vivir a cuidado del sadismo instituyente y las economías libidinales de un masoquismo meritante. “Grita tu nombre” decían las compañeras y los compañeros a quienes eran tomados por la fuerza y detenidos en la última manifestación por Santiago Maldonado, una única forma de diálogo en un estado de violencia y hostilidad represiva sin parangón, con excepción de las peores escenas de las dictaduras, convirtiéndose en un llamado a cuidarnos, a reconocernos y extender sensibilidades afectivas en medio de esta campaña conjunta, de esta operación Cóndor del último tiempo. “Grita tu nombre”, como una exigencia histórica que nos sacude y obliga a compartir los malestares que nos son comunes, es también el cuerpo de una ofensiva sensible capaz de desprogramar la economía libidinal de la rendición y habilitar nuevos códigos y prácticas de acción y autodefensa posibles entre nos, porque la guerra en curso al estar organizada bajo una gramática de «la nueva paz social» y de la inmovilización sacrificial nos quiere desaparecer. Quiere desaparecer los ánimos y los deseos de vida que se ponen en juego en cada revuelta, en cada amistad. Quiere desaparecer la capacidad colectiva de nombrar nuestro tiempo presente, de nombrarnos juntas. Quiere desaparecer la capacidad colectiva de cambiar las reglas del juego.


[1] Fundación del Agustín Edwards, dueño del periódico golpista El Mercurio, fundada una vez formalmente terminada la dictadura, para liderar el proceso de desplazamiento del discurso de la seguridad nacional al de la seguridad ciudadana.
[2] http://www.elciudadano.cl/justicia/puerto-montt-familiares-recuerdan-a-jose-huenante-a-12-anos-de-su-desaparicion/09/03/

[3] http://www.eldesconcierto.cl/2016/10/20/el-feminicidio-empresarial-de-la-activista-macarena-valdes-munoz-en-liquine/

Clinämen: De las subjetividades a las sujeciones

Conversamos con Marcelo Percia, escritor, psicoanalista y docente en relación a conceptos de su libro “Estancias en común”. De lo grupal a lo común. Hermosas cadenas, sensibilidades avasalladas y otras definiciones en charla, para romper con la libertad en cautiverio.

[fuente: https://ciudadclinamen.blogspot.com.ar]

La corrupción: el uso privado de la cosa pública // Marco Teruggi


Con la Asamblea Nacional Constituyente está en debate el modelo de sociedad. Dentro de él, la economía ocupa un lugar medular: el pan de cada día es necesario para lo demás, salvo en momento de excepcionalidad política, que, se sabe, no son eternos. Ese pan puede ser garantizado por un privado, por el Estado, por una comunidad organizada, o por una alianza entre partes. Parece ser un consenso dentro del chavismo para este momento y los años próximos que vendrán.
Dentro de ese posible consenso existen debates. Uno de ellos tiene que ver con lo estatal. El punto de acuerdo es que su intervención es necesaria, y ciertas ramas de la economía deben estar bajo su control. Sería necesario determinar cuáles, según los objetivos para la etapa que atravesamos y en la perspectiva de transición al socialismo. Sin embargo, la discusión suele presentarse con dificultad para hacer balances de los dieciocho años de intentos, ensayos, planes ya ejecutados. ¿Qué se pudo y qué no? ¿Por qué?
El asunto parece pendiente. La derecha lo salda de la manera que necesita para construir su sentido común neoliberal: el Estado es ineficiente, el privado en cambio sí sabe gestionar. La argumentación para revertir esa matriz se centra sobre todo en desmontar el mito del gran empresariado eficiente y popular, demostrar las mafias y el parasitismo que ha mantenido con las divisas estatales. Pero en cuanto al Estado como tal: ¿qué sucede con la producción bajo su control, con las empresas que se expropiaron, compraron, fundaron, con los planes de desarrollo agrícolas, los objetivos trazados? Ahí parece estar la zona compleja, que, al abordarse poco, dificulta el debate sobre el modelo, posibles medidas centrales a tomar en este país bajo guerra, donde el Estado debe tener un papel vertebral.
***
Particularizar la discusión puede reducir su alcance, llevarlo a detalles que no son el punto que acá se busca. Hacerlo en abstracto puede quitarle fuerza a la argumentación. A modo de equilibrio imposible voy a poner una experiencia reciente: el debate con obreros del Central Azucarero Ezequiel Zamora, y con productores agrícolas en el Centro Técnico Productivo Socialista Florentino, ambos en Barinas, de propiedad estatal. La conclusión a la que se llega es que los proyectos estuvieron bien planteados según las capacidades del territorio, los mercados de compra y venta, y sin embargo no lograron desarrollarse. Funcionan en un porcentaje de producción inferior de lo que podrían según su capacidad instalada, que no es tampoco la que debía ser definitiva, ya que tenían, según el plan, que ampliarse.
¿Qué sucedió entonces? ¿Qué razones impidieron el desenvolvimiento de esas empresas? No se trata en estos casos, como sí sucedió en otros, de compras de empresas que estaban por ser quebradas por sus dueños, con maquinaria obsoleta y mercados cerrados. Las respuestas entonces son varias, pero se concentran en un punto: la corrupción, es decir el mal manejo de los fondos, la utilización de lo público para beneficio personal/familiar, como, por ejemplo, dinero que llegó y no fue invertido, ganado y maquinarias vendidas ilegalmente ‒el universo de la corrupción es mucho más amplio‒: evasión de impuestos, cuentas en paraísos fiscales, sobrefacturaciones y un etcétera en el cual los grandes empresarios son expertos.
Se trata de un tema de difícil abordaje, porque, en parte, es un arma con la cual la derecha ‒inmersa hasta el cuello en la corrupción‒ ataca a todos los procesos progresistas y revolucionarios. El problema es que las explicaciones que no proporcionamos son dadas por esos mismos otros. Quien, desde filas propias, aborda este asunto es, por ejemplo, Álvaro García Linera; en una entrevista reciente acuna conceptos como el de la “democratización de la micro-corrupción” y plantea la pregunta central: ¿qué hacer ante ese problema?
“Es un hecho que te corroe la moral, y la única fuerza que uno tiene cuando se viene de abajo es su fuerza moral (…) Si te vuelves tolerante pierdes tu fuerza moral (…) Si pierdes moralmente pierdes generacionalmente, la peor derrota de un revolucionario es la derrota moral, puedes perder en elecciones, perder militarmente, perder la vida, pero sigue en pie tu principio, tu credibilidad, cuando pierdes la moral ya no te levantas”. Explica, con el énfasis puesto en la dimensión moral, y la necesidad de identificar a los responsables, juzgar, golpearse a sí mismo.
Ese impacto moral es evidente. En particular por la impunidad que generalmente ha existido ante estas situaciones. Podrían pensarse varias hipótesis para explicar que se haya aplicado centralmente la lógica de sancionar con apartar del cargo ‒a veces para ir a un puesto de igual importancia‒ y no la de enjuiciar: la cultura política, la correlación de fuerzas, la falta de seguimiento que permitan conducir los casos a la justicia. Seguramente existan más explicaciones. La falta de castigo a los responsables afecta a obreros, productores agrícolas, habitantes de la zona, del país, a la batalla de ideas de la revolución, su construcción de sentido común.
Existe otra dimensión además de la moral: la económica. Pongamos un caso que aparece sistemáticamente en cada comuna, territorio agrícola: Agropatria, la empresa estatal que debe suministrar insumos para la producción. Todas las descripciones señalan que la empresa no suele tener los insumos necesarios, y esos mismos insumos son revendidos por redes de bachaqueros. Las investigaciones conducen a la complicidad entre personas de la empresa y revendedores. La ganancia para los corruptos y las mafias es grande, el peso para los productores también: sus costos de producción se elevan, sus ganancias disminuyen, los precios ‒con beneficios extraordinarios para los intermediarios‒ aumentan, la capacidad adquisitiva se ve golpeada, la guerra se agudiza para los sectores populares.
Debatir las causas de la situación de la economía estatal es clave para abordar el modelo y las medidas necesarias, inmediatas y estratégicas. La hipótesis es que el problema no es el modelo ‒como señala la derecha‒ sino que no se logró desarrollar como previsto en la estrategia. Eso se debe, en parte, por la corrupción que ha frenado, a veces quebrado, iniciativas claves. Lo señaló Nicolás Maduro en su discurso ante la Asamblea Nacional Constituyente: “Lo nuevo no termina de nacer, y a veces se echa a morir por culpa de la burocracia y la corrupción. Y lo viejo no termina de morir, y a veces se viene con un puñal a matar lo nuevo”. La corrupción en la esfera estatal no es obra del chavismo sino parte endémica de la formación económica, política y estatal petrolera, un lubricante constitutivo del capitalismo. No es un problema nuevo, ni se resuelve con una estocada mágica.
***
Han existido varios arrestos en las últimas semanas: en el Ministerio Público, en Pdvsa, en el Hospital de Valencia, y Maduro ha pedido retomar la investigación de Cadivi. Si se le suma también el caso, por ejemplo, de Pequiven, a principios de año, el resultado es que el problema afecta áreas claves del Estado para el desarrollo económico, y que existen responsabilidades en altas esferas. Las capacidades para enfrentar los ataques de guerra serían de otra magnitud con una estatalidad con capacidad productiva consolidada, una justicia en las zonas donde la corrupción se ha instalado y coincide con los planes de quienes conducen la estrategia contra Venezuela. Una coincidencia que puede explicarse por la acción de los factores de guerra para generar corrupción en áreas y territorios geográficos estratégicos.
Esto último ubica la corrupción dentro del problema mayor actual: el plan de recuperación del poder económico por parte del bloque golpista, dirigido desde Estados Unidos. Las desviaciones de fondos/complicidades de frontera/falta de seguimiento/saboteo, tienen por objetivo ‒para quienes dirigen la guerra‒ engranarse en la paralización de la economía para asfixiar a la población. Pero cumplen también otro objetivo, el de descomponer el tejido social, romper las solidaridades populares. Se ha visto en los últimos tiempos cómo la corrupción ha ido en ascenso en el espacio público cotidiano, en lo pequeño, una “democratización de la microcorrupción” ‒analizada por García Linera‒ pero ya no solamente en el Estado sino también en la sociedad.
Es central ejercer la justicia, aplicar el peso del Estado sobre el mismo Estado, sobre los grandes privados, empezar de arriba, desde dentro, para llegar aguas abajo ‒lo popular no es sinónimo automático de inocencia‒. Es necesario hacerlo para aplicar las medidas tomadas, impulsar la fuerza económica propia que puede desarrollar el Estado ‒que se da de manera exitosa en algunas experiencias‒, acompañar el desarrollo social/comunal, establecer acuerdos con el sector privado que se cumplan y no terminen siendo una fuente de enriquecimiento ilegal.
Necesitamos debatir el Estado, su potencia y sus fallas, balancear lo hecho, corregirlo en nuestra estrategia, ponerles nombre a los responsables de los robos y enjuiciarlos, y no volver a crear las mismas estructuras que no se sostienen por sus lógicas de funcionamiento, faltas de seguimiento y castigo. De lo contrario se puede correr el riesgo de repetir errores, no lograr construir soluciones necesarias en este cuadro de guerra, y mantener una cultura de impunidad que, se sabe, genera más impunidad.

Fuente: http://www.15yultimo.com/

¿Dónde está Santiago Maldonado? // Entrevista Amador Fernandez-Savater a Diego Sztulwark

¿Dónde está Santiago Maldonado? Historia, contexto y análisis político de una desaparición forzada

El 1 de agosto, en medio de la represión policial contra la comunidad mapuche, desaparece el joven Santiago Maldonado. ¿Quién es? ¿Qué se sabe de él? ¿Cuál es el contexto social y político de esta desaparición forzada?
Entrevista con Diego Sztulwark, investigador-activista argentino

«¿Dónde está Santiago Maldonado?» La pregunta se repite por toda Argentina y también fuera, en las redes y las calles. Una impresionante movilización pide la «aparición con vida» de este joven desaparecido en la Patagonia argentina, tras una operación policial contra el pueblo mapuche en lucha contra la expropiación de tierras.

  Pero, ¿cuál es el contexto social y político de la desaparición de Maldonado? ¿Cómo se vincula esta desaparición con el momento presente del gobierno de Mauricio Macri, dos años después de llegar al poder? ¿Hay algún vínculo entre esta desaparición forzada y el «terrorismo de Estado» de la dictadura militar, de qué tipo sería? ¿Está respondiendo la sociedad argentina, cómo? 
Hablamos de todo ello con Diego Sztulwark, intelectual atípico cuya formación tiene más que ver con el mundo de las militancias políticas y las maneras autodidactas de trabajar que con la academia. Diego Sztulwark es co-editor de Tinta Limón Ediciones y del blog Lobo Suelto!, colaborador del programa de Clinamen de radio La Mar en Coche y ha producido varias intervenciones (en radio, escritas) al respecto de la coyuntura política argentina actual, atravesada por la desaparición de Maldonado.
Amador: ¿Quién es Santiago Maldonado? ¿En qué situación se da su desaparición? ¿Qué sabe de ella?
Diego Sztulwark: Hace ya bastante más de un mes -el 1 de agosto- desapareció, en medio de la represión de la Gendarmería Nacional a una comunidad mapuche de la Patagonia argentina, Santiago Maldonado, un joven procedente de Buenos Aires que solía viajar ganándose la vida como artesano. Lo último que se sabe de Maldonado, por testigos de la comunidad, fue que lo capturó la Gendarmería.
A: ¿Cómo responde el Estado? ¿Puede hablarse ya de “desaparición forzada”?
D: A pesar de una extraordinaria movilización social que se pregunta “dónde está Santiago Maldonado”, el gobierno ha hecho todo lo posible para confundir y evitar que las cosas se esclarezcan. El fiscal de la causa caratuló el caso como “desaparición forzada”.
La reacción del Poder Ejecutivo y de una impresionante mayoría de los medios de comunicación fue desconcertante. En lugar de investigar a la Gendarmería y al poder político, actuaron como si Santiago Maldonado se hubiese extraviado. Lo buscaron en provincias lejanas e incluso en Chile. ¡Luego afirmaron que había sido asesinado por un mapuche!
Se han dedicado a mentir, a desinformar. Ahora procuran culpar  a un par de gendarmes para salvar su propia responsabilidad orgánica en los hechos. La respuesta del Estado recuerda la propaganda de la dictadura: “Los desaparecidos están en España”. Esta reacción del gobierno y de los grandes medios ratifica el carácter “forzado” de la desaparición: no solo es una agencia del Estado (la Gendarmería) la que actúa en la desaparición, sino que es el Estado mismo el que luego impide que se investigue.

El contexto de la desaparición

A: ¿De qué tipo es el conflicto entre el Estado y el pueblo mapuche? ¿Cuál es su historia?
D: El conflicto entre las fuerzas de seguridad del Estado y el pueblo mapuche se centra en el reclamo de tierras ancestrales del sur del país ocupadas por grandes empresas como Benetton (producción ganadera, de lana, monocultivo forestal) o los grupos Roca, Bemberg, Lewis y otros. En todos estos casos, la apropiación de tierras es irregular e implica conflictos con poblaciones desplazadas.
Estas disputas no son nuevas, pero se han masificado e intensificado durante los últimos años. Para comprender la dinámica de este conflicto, hay que intentar captar la superposición de dos lógicas complementarias: la concentración de la propiedad en torno a una economía extractivista, que cada vez más se desplaza hacia las fuentes de energía, y la tentativa de encuadrar como “terrorista” toda resistencia a la expropiación de territorios.
El gobierno de Mauricio Macri ha aceptado el diagnóstico del  Comando Sur de los EEUU que incluye la lucha de los mapuches en la lista de nuevas amenazas a la seguridad del Estado. Es decir, se parte de la idea de que las luchas por la tierra y las comunidades mapuches son estructuralmente criminalizables.
Es importante entender que la represión estuvo comandada sobre el terreno por Pablo Nocetti, jefe de gabinete del Ministerio de Seguridad, un abogado de jefes militares de la última dictadura y apologeta del terrorismo de Estado. Este dato hace imposible culpabilizar a la Gendarmería de manera autónoma sin implicar en la denuncia al poder político que da órdenes y conduce el procedimiento en el lugar de los hechos.
Por otro lado, ya había antecedentes serios. Durante el mes de enero, nos enteramos de una dura represión de la Gendarmería a una comunidad mapuche en lucha. Como ahora, en aquella represión la Gendarmería actuó mas allá de toda orden judicial, pero con nítido apoyo político.
A: ¿Cuál es el contexto social y político de la desaparición de Santiago Maldonado? ¿Cómo se vincula esta desaparición con el momento presente del macrismo, dos años después de llegar al poder?
D: Para conectar la desaparición forzada de Maldonado con el contexto hay que prestar atención a la estrategia de comunicación que el macrismo puso en juego desde marzo de este año hasta la fecha. Nos referimos a la represión de los docentes que intentaban poner una carpa en la plaza del Congreso en su lucha por salarios y defensa de la educación pública, a las mujeres convocadas por el movimiento Ni Una Menos en lucha contra los femicidios, a los trabajadores de Pepsico en lucha contra los despidos o a los grupos piqueteros que reclaman la emergencia social y alimentaria.
En todos los casos –hay más- la violencia oficial actúa de manera “expresiva”, como dice la antropóloga Rita Segato: más que conseguir objetivos puntuales, la violencia del estado comunica a la sociedad una estética de la crueldad(destrucción de la empatía y de la sensibilidad). Se busca completar de este modo una tarea de remodelación social del país que surge de la crisis de 2001. La aplicación de esta violencia represiva forma parte de la producción de una cierta “normalidad” –esto es, un sinceramiento cínico de las jerarquías y desigualdades- y a la creación de códigos para que cada quien pueda acceder de modo voluntario a las dinámicas de integración social fuera de las cuales toda existencia es percibida como una amenaza patológica o criminal.
En definitiva, resumiendo, se trata de una violencia ejercida en nombre de la paz que tiende a construir toda anomalía bajo el horizonte del terrorismo. La consigna parece ser “amigabilidad” para quienes viven dentro de la norma, acción represiva para quien se atreva a no cuajar en el orden. Es preciso aclarar que esta “norma” es la más banal del mundo: la forma empresa como modo de cooperar en la creación de riqueza; la forma policía para ofrecer seguridad; el estrés continuo en torno a la crisis para construir consensos crónicos sobre la gobernabilidad del país.
La desaparición de Maldonado reúne y permite comprender cómo funcionan todos los ingredientes de este régimen de instauración del orden: poder policial; tratamiento racista y estereotipado de todo lo que no encaja; prioridad de la propiedad de la tierra como mercancía al servicio de la forma empresa; estrés llevado al extremo en los medios y redes sociales.
A: Y supongo que en este mismo contexto puede entenderse también la detención de Milagro Sala…
D: Absolutamente. Lo que pasa en la Provincia de Jujuy es algo muy grave. Se trata de una provincia dominada por el ingenio azucarero Ledesma, que controla todo el sistema político de la provincia. Junto con la llegada de Macri a la presidencia, a fines de 2015 en Jujuy llega el temible gobernador Gerardo Morales (que es radical, participa de la alianza Cambiemos y accede al gobierno aliado con el Frente Renovador del dirigente bonaerense Sergio Massa), quien se ocupó de encarcelar ilegalmente a Milagro Sala, la dirigente de la Organización Barrial Túpac Amaru, y de desarmar las cooperativas y los planes de barrios de viviendas populares.
La situación es escandalosa. Al punto de que si Milagro Sala está hoy en un arresto domiciliario se debe a que la lucha por su libertad logró la intervención de organismos internacionales de derechos humanos como la Comisión Interamericana de DDHH. Desde el punto de vista del gobierno, se trata de desarmar un “estado paralelo” y de mostrar que ninguna mujer pobre e india va a desafiar el poder del ingenio y los partidos que le sostienen (el radicalismo y el peronismo). Horacio Verbitsky, periodista (principal columnista del diario Página 12) y presidente del Centro de Estudios legales y sociales (CELS), hizo unainvestigación, completa y en tiempo real, de la detención irregular de Milagro Sala.

El macrismo como forma de gobierno

A: En un momento en el que la derecha pujante y victoriosa electoralmente es proteccionista, soberanista, antiglobalizadora (Trump, Brexit), sorprende el macrismo. ¿Qué tipo de gobierno es? ¿Cuáles han sido sus líneas de actuación una vez en el poder?
D: Estos primeros dos años de gobierno de la alianza Cambiemos tuvieron como objetivo disciplinar a la sociedad y desprender al país del rumbo “populista” (como caracterizan a los gobiernos llamados “progresistas” de la región), aumentando la concentración de ingresos –con el consecuente aumento de la desigualdad-, transfiriendo poder a agencias represivas del Estado –que derivó en un aumento de la violencia represiva-, cuestionando la narración de la historia reciente basada en los aportes de las organizaciones de derechos humanos –lo que desinhibió mecanismos racistas, clasistas y patriarcales siempre presentes en la sociedad- y retomando el modelo de endeudamiento externo –renovando los mecanismos de valorización financiera, especulación y fuga de capitales.
A: ¿Representa el macrismo una cesura radical con respecto al kirchnerismo? ¿Qué continuidades y discontinuidades hay?
D: Como dijimos anteriormente, el programa del macrismo es reformar la sociedad emergente de la crisis de 2001 y, si se aplica con cierta gradualidad, solo se debe a que hasta el momento no posee la fuerza política para avanzar con mayor contundencia.
Al mismo tiempo, el macrismo es una correcta interpretación de las condiciones en las que la Argentina se inserta en el mercado mundial –productora de alimentos y energía- y de la pulsión por el consumo que, lejos de fortalecer la organización popular democrática (el programa de participación popular en el disfrute de las riquezas), más bien subjetivó a una parte importante de la población en términos neoliberales: modos de vida dominados por la estabilidad vía consumo, el consumo de modos de vida.
Desde ese punto de vista, no es posible hacer una crítica a fondo del macrismo sin hacer también una crítica del kirchnerismo, o sea, una crítica de la creación de un inconsciente de orden y estabilización que creó las condiciones para el surgimiento de una derecha que hoy pretende licenciar al peronismo como mediación fundamental. Junto a una ampliación de derechos, el kirchnerismo profundizo políticas neoextractivistas y de monocultivo como importantes pilares económicos, política de la que el macrismo se apropia plenamente.
Dicho esto, hay que decir con toda claridad que el macrismo es un fenómeno completamente reaccionario y que, por más que se endose los atributos de nuevo y democrático, reúne en un bloque la reacción conservadora del país contra los elementos plebeyos que emergieron con la crisis de 2001 y que tuvieron vínculos de negociación permanente con el kirchnerismo.
Por último, aunque no sea el momento de desarrollarlo, no es posible pensar la actualidad del macrismo sin ponerlo en una perspectiva regional, muy particularmente con relación al golpe institucional al gobierno del PT en Brasil.

Macrismo duro y macrismo blando

A: Has dedicado tiempo a analizar, para comprender la especificidad del nuevo gobierno de Macri, la figura y el pensamiento del filósofo Alejandro Rozitchner. ¿Por qué? ¿En qué sentido este personaje y su pensamiento funcionan para ti como “analizador”?
D: Lo que llama la atención de este filósofo, volcado a asesorar al presidente Macri y a su equipo de gobierno en cuestiones de comunicación, es su empeño en ofrendar a estos algunos contenidos engendrados en las contraculturas de los años sesenta, setenta y ochenta. Entre esos temas –de la marihuana a la entera cultura del rock, de las espiritualidades no religiosas a las citas de Nietzsche-, se encuentran elementos de la obra de su padre, León, un notable filósofo de la izquierda argentina comprometido en su momento con la proyección continental de la revolución cubana.
En los años sesenta, poco tiempo después de la publicación del escrito clave del Che Guevara sobre el papel de la subjetividad en la revolución -El socialismo y el hombre en Cuba- , León Rozitchner escribe un breve artículo llamado “ Izquierda sin sujeto». En este texto ya célebre, el filósofo advertía sobre la necesidad de incluir la transformación subjetiva –afectiva, psíquica- como parte de la transformación objetiva que la política de izquierda impulsaba. El aspecto material de la revolución debía incluir la dimensión sensual de la existencia que el capitalismo de cuño cristiano denigra.
Décadas después, su hijo ensaya una apropiación reaccionaria de estas tareas irresueltas, un vanguardismo irreverente al servicio del capital. Se diría que el hijo altera el título del libro de su padre y escribe “La derecha sin sujeto”: enseña a los nuevos agentes del desarrollo de las fuerzas productivas a incluir una ética del disfrute, de lo sensual y del entusiasmo. Esta tentativa tiene cierto valor para renovar la cara de una derecha que no desea verse reflejada en el espejo de la última dictadura militar. Alejandro Rozitchner es el comunicador de un discurso que enseña a amar las cadenas de lo neoliberal.
A: Dices que hay “cambio de clima” en Argentina. ¿Está sustituyendo ahora el “modo duro” de gobierno macrista (violencia, mentira, desaparición) al “modo blando” que puede simbolizar Alejandro Rozitchner?
D: El gobierno de Macri, su propia biografía y la de su familia estuvieron siempre ligados a la violencia. Para no remontarnos a antecedentes lejanos, podemos recordar la salvaje represión sobre la toma del Parque Indoamericano por parte de familias que reclamaban viviendas a fines de 2011, que quizá sea el episodio más nítido de esa concepción macrista de la violencia. Por entonces, Macri era el jefe del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y fomentó la violencia de vecinos armados, así como la impunidad para las policías que intervinieron en el desalojo hablando de una “inmigración descontrolada” y de “migrantes usurpadores”. Claro que inmediatamente después, durante la campaña electoral por la que fue reelecto, el gobierno llenó la ciudad con unos carteles donde mostraba a personas de todo tipo de aspecto –incluidos migrantes- y la leyenda “vos también sos bienvenido”.
Ahora bien, durante un largo primer año en la presidencia, el gobierno nacional se esmeró en mostrar una cara “amigable”, de “proximidad”. Eso se terminó en algún momento del presente 2017. Es posible fechar este cambio en la ya citada represión del mes de marzo a los docentes. A esa represión televisada a maestros con sus guardapolvos blancos, un domingo de lluvia, siguieron otras: la cacería de mujeres que participaron de una de las multitudinarias manifestaciones convocadas bajo la consigna “Ni una menos” y “Paro internacional de mujeres”; el salvaje desalojo de una manifestación de organizaciones de desocupados mientras se llevaban a cabo negociaciones con el gobierno; o la reciente represión a los trabajadores de la planta de Pepsico que resistían una tanda de despidos.
Para terminar de componer el cuadro de situación, es preciso recordar que en mayo de 2017 la Corte Suprema de Justicia falló a favor de aplicar una norma que reducía penas a un torturador activo durante la última dictadura. La norma invocada –llamada 2 x 1, que reducía penas a presos comunes si habían estado detenidos años sin pena- ponía a cientos de agentes del terrorismo de Estado en condiciones de escapar al cumplimiento de sus penas.
Por fortuna, una gigantesca manifestación de 500.000 personas en Plaza de Mayo y en todo el país acabó en una semana con esa posibilidad (los tres poderes del Estado acabaron volviendo sobre sus pasos), pero vale la pena reflexionar sobre dos sucesos que formaron parte de estos hechos: un día antes de la manifestación, el episcopado argentino había anunciado un proceso de “reconciliación” nacional reuniendo a familiares de víctimas y represores para “conocer” sus testimonios; y, por otro lado, la Corte Suprema de Justicia acababa de cambiar su composición y entre los nuevos integrantes ingresó un juez, Carlos Rosenkrantz –su voto fue decisivo en el fallo- que venía planteando una doctrina de impunidad para los militares. Por esta razón fue impugnado por organismos de derechos humanos cuando se aprobaron sus pliegues en el Senado, cámara entonces controlada ampliamente por el peronismo.
Si leemos de manera simultánea el encadenamiento de episodios represivos junto a la tentativa de consagrar la impunidad para los cuadros de la dictadura, podemos ver con más claridad porqué el caso de Santiago Maldonado es un punto de inflexión que tensa todas las energías democráticas del país.

Violencia, neoliberalismo y dictadura

A: Una tesis fuerte que puede leerse en tus escritos es el vínculo de la violencia actual y la dictadura. Hablas del “terrorismo de Estado” como algo muy presente: una especie de fondo latente, siempre activable. Puede sonar a exageración, a provocación. ¿Cómo se justifica esa historicidad?
D: El problema de la violencia no ha dejado de plantearse como una cuestión absolutamente central en la historia del país. La desaparición de Maldonado, el conflicto mapuche, nos llevan a recordar la tesis del gran escritor David Viñas, autor de un libro clave publicado a fines de los años setenta, Indios, ejércitos y fronteras, para quien la conquista de la Patagonia, la guerra con el indio y la expropiación de sus tierras no solo conforman las bases fundacionales del Estado, sino también la mentalidad de las clases dominantes del país (incluyendo lo que él denomina los “intelectuales colonizados”).
Hay una historia que es necesario tener presente porque sus líneas básicas siguen actuando en el presente. El bombardeo a la Plaza de Mayo y el derrocamiento del gobierno de Perón, sostenido por una movilización popular significativa, promovió décadas de violencia. Durante la última dictadura militar -1976/1983- se constituyó un “Estado terrorista” (es importante esta caracterización temprana hecha por Eduardo Luis Duhalde en un libro que lleva precisamente ese título). El terrorismo de Estado aplicó la violencia no solo para desarticular a las organizaciones armadas revolucionarias (cosa que logró en torno al año 1977), sino para remodelar quirúrgicamente la estructura social del país.
Para decirlo pronto: impuso un modelo de acumulación fundado en la valorización financiera (cuestión que explica muy bien el economista Eduardo Basualdo y su equipo), la difusión del terror como amenaza de aniquilación en el interior del cuerpo social (inevitable citar nuevamente la obra de León Rozitchner) y blindó la relación entre concentración de la riqueza y la defensa armada de la propiedad privada, cosa que ninguno de los gobiernos democráticos posteriores alcanzó a cuestionar.
La democracia posterior a 1983 se funda sobre la base de una total falta de voluntad en cuestionar las principales líneas de continuidad de esta violencia en la que se sustenta la concentración de la propiedad privada. Bien mirada, esa relación entre economía y terror sigue siendo el problema principal de la democracia argentina: la imposibilidad de cuestionar la concentración de la propiedad de la tierra, del control de los alimentos, de los medios de comunicación o de las finanzas.
A. No se trata simplemente de un análisis teórico, sino de una denuncia que podemos encontrar en los movimientos sociales argentinos, ¿no es así?
D: Más que una retórica de denuncias, esta descripción de los hechos constituye un saber de las principales luchas populares que durante estos años vinieron limitando e intentando cuestionar este estado de cosas: la aparición de las Madres de Plaza de Mayo y el movimiento de derechos humanos que aún hoy son el principal límite que encuentra el gobierno de Macri; la constitución del movimiento piquetero en torno al 2001 –y junto a este una pluralidad de subjetividades de la crisis, de las fábricas recuperadas a los escraches de HIJOS- que activó una fuerza comunitaria y de naturaleza insurreccional para destituir la dinámica neoliberal entonces hegemónica; y el actual movimiento de mujeres, capaz de mostrar el contenido patriarcal de la violencia estatal, económica y doméstica, de reconstruir la relación entre terrorismo de Estado y femicidio.
Estos tres movimientos tienen, a mi juicio, algo en común: constituyen una ofensiva en el campo de la sensibilidad –que es algo sobre lo que insiste Rita Segato y no solo ella- como el campo en el cual actúa la estética de la crueldad ya nombrada. El gran legado del movimiento de derechos humanos es una lúcida compresión del carácter desensibilizante de la violencia que crea terror. Y la necesidad, por tanto, de crear espacios de sensibilización donde sea posible elaborar esa violencia, dar lugar a una contra-agresividad de otra naturaleza, y traducir –en ese medio de lo sensible- luchas que carecen de lenguaje común a priori.

El campo social de las fuerzas

A: En varios textos afirmas que el neoliberalismo no se impone simplemente desde arriba, sino que es una dinámica más compleja. ¿Y la violencia?
D: La violencia represiva no es un invento de Macri, sino una intensificación de una constante que no había desaparecido durante el gobierno anterior. El “crecimiento económico” de los años posteriores a la crisis tuvo su traducción cotidiana en la consolidación de la precariedad de la existencia, laboral y afectiva, y en una creciente demanda de “seguridad” que permeó en todos los niveles de la sociedad.
Para comprender esto es necesario recurrir nuevamente a las hipótesis de Rita Segato, para quien el establecimiento de una economía rentística que se valoriza por fuera de toda regulación de poderes públicos tiende a constituir modos de regulación clandestinos que segregan una violencia informal, capaz de crear una soberanía oscura en los territorios. Episodios de linchamientos, gatillo fácil policial, justicia “por mano propia” o mensajes salvajes en las redes sociales ya advertían sobre la difusión de un odio violento a todo lo que obstruye un cierto ideal de orden y normalidad, que en la precariedad es a veces una utopía movilizadora.
El gobierno de Macri retoma esa pasionalidad oscura que se venía desinhibiendo y le da cauce simbólico e institucional. Hace política con ella. La conjuga con una promesa de orden basada en la multiplicación de fuerzas de seguridad en los territorios y en la promoción de un código de identificación con el cual cada uno puede sentirse parte integrante del nuevo orden.
A: ¿Qué resistencias están apareciendo y te parecen más desafiantes prometedoras? ¿Pasan por la movilización, lo electoral, una combinación de ambas?
D: La idea que el gobierno intenta difundir es que hoy no hay oposición legítima a su proyecto, que se ofrece como purgación de la sociedad luego de la violencia de la crisis y la fiesta del populismo. Nada sería más catastrófico que creerle (cosa que podría pasar si en octubre las elecciones de medio término desalientan las expectativas que puedan haber con el kirchnerismo o las opciones de izquierda).
Al contrario, tanto las manifestaciones masivas contra el 2 x 1 o por la aparición de Santiago Maldonado; las convocadas por el movimiento de mujeres y las movilizaciones de trabajadores -que no han escaseado y que tienen el interés renovado de combinar, como nunca antes, demandas conjuntas de trabajo en blanco con trabajadores de la economía informal popular-, nos habla de una sociedad que no ha sido derrotada y posee capacidad de organización.
El interés de este activismo social se redobla cuando lo percibimos a nivel micro, en experiencias educativas, entre trabajadores de la salud, redes de trabajadores sociales o de artistas. Un nuevo ejemplo de eso es la oposición masiva de los estudiantes de colegios secundarios contra un proceso de reforma que elabora el gobierno de la ciudad de Buenos Aires a favor de la adaptación educativa al mundo de las empresas. Hay fuerzas procesando el nuevo escenario, intentando romper la perplejidad, y está en marcha –muy probablemente- una recreación de afectos e ideas, ojalá una nueva agresividad intelectual.
FUENTE: http://www.eldiario.es/

Clinämen: Tomas en las escuelas secundarias de la Ciudad

Conversación con estudiantes del colegio Carlos Pellegrini y del Nicolás Avellaneda por las tomas en las escuelas secundarias contra la “Reforma Educativa” impulsada por Horacio Rodriguez Larreta.
“En el Pellegrini llevamos casi doce días de toma y estamos un poco cansados pero somos bastantes y seguimos a favor”, explica Ana, estudiante del Carlos Pellegrini.
“Todavía no sabemos si fue una filtración voluntaria o involuntaria por parte del Ministerio. Un documento de lo que es la “Secundaria del Futuro”, que viene a plantear cambiar todo menos la currícula”, plantea Santiago del Nicolás Avellaneda.  
[Fuente: ciudadclinamen.blogspot.com/]

El 2001 sigue en la calle // Diego Valeriano

                                                   El 2001 sigue en la calle                                   

                                                                                                                              Diego Valeriano

 
Una orden de desalojo que nadie se anima a ejecutar, las salitas vacías de médicos y remedios, la zanja tapada de botellas de plástico, las pibas que no aparecen, el bautismo de un sobrino que termina en una batalla campal, el comedor que sigue funcionando y María lleva los tupper. El 2001 sigue en la calle entre los pibes que deambulan, en la insurrección que late en forma de guacho, cuando el barrio se moviliza a la comisaría y el enfrentamiento es inevitable, cuando es diciembre, cuando todo es una fiesta.
El 2001 sigue en la calle. ¿Y adentro? Adentro no,  adentro hay un plasma cada vez más grande, un teléfono nuevo para cada uno, escabio y asado los domingos. Se pide el certificado de alumno regular para la asignación, se paga el viaje de egresados casi en término. Cristina ganó con el 54, y aún hoy la votamos. Adentro los guachines tienen la Play, Aylén festeja los 15 en un salón cerca de la estación, se azuleja el baño, compramos el sillón en cuotas, se terminó la pieza de atrás, se hace el trámite de ANSES desde el teléfono, se discute en el Face, se mira Intratables y se asiente con la cabeza, se prende el aire fuerte esos días que son un infierno, se pide empanadas para la noche.
El consumo libera derramando insurrección desde adentro y hace que el 2001 siga presente afuera, que se agigante en cada calle, que siga transformando los territorios, liberándolos, haciéndolos cada día más difíciles, cada día más festivos. El 2001 sigue ahí, en la posibilidad necesaria de saqueos, en la vieja regando las plantas de la vereda desde atrás de las rejas, en la remisería de la esquina que saca pibes a robar, en el floripondio pelado, en el puesto de gendarmería, en la feria de San Miguel, en la loza a medio terminar, en la policía que baja la mirada si está sola, en las pibas que ni saben a qué van a la escuela, en la familia entera que va en moto por ruta 4, en La Flaca que llora a Marquitos, en la  irrupción permanente de otras formas de vida, distintas, desordenadas, ásperas y gozosas, en las batallas que nos quedan para defender el consumo y la fiesta.

 

Vida, finanzas y ataduras: 1º Encuentro de la Casa de Bajos Estudios





Como a las arañas nos interesa lo que ocurre en los rincones y lo que vibra en red; las intersecciones y los espacios comunes; las formas múltiples de las palabras, las acciones y las imágenes; los saberes y los cuerpos que se aprenden en la búsqueda de lo que nos excede y nos da ganas de más vida.
Nos interesan esas bajas intensidades que rebalsan, envuelven y atraviesan nuestras vidas, esas formas que se nos dan y nos hacen otra vida posible, fuera de lugar de la norma despótica de todos los días. Aprendemos las partes subdesarrolladas, los tercermundos de nuestras sensaciones del mundo.
Como una  escuela de técnicas colectivasnuestra Casa de Bajos Estudios reúne a pensador*s, colectivos, inventor*s implicados en producir lo común no-neoliberal. Los saberes técnicos que se comparten son múltiples y en apariencia inconexos, y cualquiera puede pasar al grupo un saber práctico. Lo que sabemos y practicamos surge de pensar las experiencias de vida en común, del contacto real con las existencias que llevamos, de los datos del mundo que percibimos, de lo que nos mantiene vivas y en pie.
La Casa de Bajos Estudios se reunirá una vez al mes, los domingos cuando atardece, en jornadas de 4 horas
Vida, finanzas y ataduras lleva por título el  1º encuentro, que tendrá lugar en la Cazona de Flores el domingo 1º de octubre. Nos encontraremos con el abogado e investigador -ex director del Banco Central de la República Argentina- Pedro Biscay, la socióloga y activista feminista Luci Cavallero, el director de la revista Crisis, Mario Santucho  y el colectivo feminista Las Insumisas de las Finanzaspara conversar sobre el mundo de las finanzas como forma de mando de la vida actual y sus posibles estrategias de salida. Participará también la artista visual de Uruguay Irene Guiponi, quien realizará una presentación y demostración de la técnica japonesa shibari (ataduras en el cuerpo), junto a un modelo-performer.
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Importantes:
·      confirmar participación a la jornada del domingo 1º de octubre, de 18 a 22 hs. al mail: casadebajosestudios@gmail.com
·      la participación requiere del pago de un bono contribución de $100 que se abona el mismo domingo.
·      habrá tortas y café, para antes, y cerveza y algo rico para después del encuentro
(todo gurmet a precios populares)
·      Habrá espacio de juegos para niñxs.

Coordinación General: Silvio Lang
Organizan e invitan: La Periférica Distribuidora / YoNoFui / Revista Crisis / Simbiosis Cultural / Tinta Limón Ediciones / CFP24 / Laboratorio Audiovisual Comunitario / Gráfica Abya Yala / Escuela de Técnicas Colectivas / Cazona de Flores.

144 // Verónica Gago

El call center es pequeño. Pero se entra allí y emerge una sensación dantesca: las operadoras de la línea 144 de la provincia de Buenos Aires atienden sin cesar llamadas de las que se escuchan apenas retazos que angostan la garganta y hacen espesa la atmósfera. “¿Dónde estás?”/“Alejate del agresor”/“Quedate con el bebé adentro”/“¿Qué te respondieron en la comisaría?”/“¿Te está amenazando ahora?”/“Esperá a que llegue la policía y no cortes”. En ese cuarto de pocos metros resuena un gran infierno: el que viven miles de mujeres que acuden a ese número como recurso de ayuda, de urgencia y de desesperación buscando encontrar una voz como se busca una bocanada de aire. La mayoría de las llamadas proviene del conurbano, con números especialmente altos en los municipios de La Matanza y Moreno.
¿Cómo se soporta ese trabajo que consiste en atender la violencia de género de modo constante? ¿Cómo se aguanta quedarse con el relato de uno y otro caso y garantizar su seguimiento, saber de los pormenores y no desprenderse hasta no sentir que se lo ha encauzado? ¿Cómo se ingresa a través del servicio telefónico en hogares estallados conteniendo a una mujer que se anima a decir “basta” en una situación límite?
En el caso de la ultra promocionada línea 144 (prioridad de los anuncios gubernamentales), las trabajadoras que le ponen el cuerpo a esta enorme tarea lo hacen en condiciones de gran precariedad. La cuestión vuelve como un boomerang: ¿Qué tipo de violencia implica que las mujeres que auxilian, diagnostican y conducen casos de violencia de género de la provincia más grande del país lo hacen como trabajadoras sin derechos, tercerizadas, con sueldos míseros en relación a sus tareas y sin condiciones de trabajo dignas? Eso se preguntan ellas reunidas, en conversación con el colectivo NiUnaMenos. Han iniciado un conflicto laboral que sigue en curso: se vienen reuniendo en asambleas, han hecho paro y se sumaron por primera vez las contratadas a pesar de las amenazas de despido y del chantaje que implica la renovación de contratos cada tres meses, tienen dos delegadas de ATE (Asociación de Trabajadorxs del Estado) y no dejan de decir que sus reclamos son parte de un proceso de organización más amplio.
¿Quién habla?
Las trabajadoras no pueden dar sus nombres, porque su tarea les exige confidencialidad. Tampoco se puede saber el lugar físico donde trabajan, por su propia seguridad.  “Cobramos salarios apenas por arriba de la línea de pobreza, de 13 mil pesos y otras directamente bajo la línea de indigencia: 6450 pesos”, puntualizan. Los turnos son de seis horas y de altísima intensidad. El más duro, dicen, es el de 18 a 24 horas. “Es cuando hay más llamadas y cuando se juntan las más difíciles”, dice una de las operadoras con experiencia de rotación. Esa intensidad se tatúa en el cuerpo de estas trabajadoras, de edades variadas, y se traduce en patologías específicas: manchas en la piel por stress, problemas gástricos, insomnio, miedos de diversa índole por las amenazas de agresores que llaman a la línea anunciando represalias, ansiedad, disfonía, problemas en el oído. “Nos agreden bastante: llaman a la línea y nos dicen ‘vos hiciste que mi mujer me denuncie, te vas a arrepentir’ y también cosas peores”, dice una de las operadoras que nos recibe apenas llegamos. Otras se suman a listar las amenazas que recuerdan, o las más frecuentes. Los dolores físicos se suman a las dolencias psíquicas: “los casos siguen con nosotras, es muy difícil desenchufar cuando te vas de acá”, señala otra de las entrevistadas.
¿Quiénes contienen a las que contienen? “No tenemos ningún tipo de espacio de contención institucional. Por eso nos autogestionamos el cuidado. Nos cuidamos entre nosotras. Dos compañeras que son psicólogas armaron un espacio para que podamos poner en común lo que nos implica este trabajo. No todas nos podemos pagar una terapia”, comenta una de las ellas que hace turnos el fin de semana, madre al frente de un hogar con cuatro hijxs.
El stress de la tarea, a pesar de que todas tienen experiencia y una formación especializada, es ineludible: sobre ellas recae la primera atención y asistencia de una problemática que ocupa la agenda nacional desde hace al menos dos años y que va en ascenso. Mientras tanto, el teléfono no para de sonar.
Resulta al menos paradójico –o tal vez directamente cínico– que una política hoy tan prioritaria a nivel de la discusión pública y tan presente en la publicidad institucional se haga con el 90% de las trabajadoras precarizadas, según los números que relevan las propias involucradas. Además, ellas denuncian el descuido de condiciones de salubridad básicas: en la sala donde hacen la carga de datos y el seguimiento de casos están las centrales de llamadas que las trabajadoras pidieron que se retiren porque son cancerígenas y, sin embargo, ahí siguen. Ahora, eso sí, empapeladas por afiches que piden la aparición con vida de Santiago Maldonado.
La precariedad como condición común
La pregunta es muy concreta: ¿por qué las trabajadoras que atienden la violencia de género están bajo condiciones de violencia laboral? Las situaciones contractuales, aun trabajando todas en la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia (a la que pertenece la Subsecretaría de Género y Diversidad Sexual, donde se ubica la línea 144), son un puzzle: están las operadoras telefónicas, quienes están tercerizadas a través de Provincia Net (empresa de recursos tecnológicos del Banco Provincia) y por tanto son encuadradas como “trabajadoras de comercio”; están las coordinadoras, quienes tienen un contrato de monotributistas autónomas que, por una ley de emergencia provincial, les impide exigir incorporación como trabajadoras del estado; y finalmente están aquellas que están en planta, que en general son quienes se ocupan del seguimiento de casos. “Eexisten cuatro tipos de contratación de los cuales tres son precarias, que no garantizan condiciones laborales dignas”, se lee en unos de los volantes que cuelgan en la oficina. Allí también reclaman por cupo laboral trans y por discapacidad.
La mayoría de los contratos se renuevan cada tres meses. “No sabemos si nos renuevan en octubre”, dice una de ellas mientras ceba mate. Y sigue: “Eso también es muy pesado de sobrellevar. Además, como empleadas de comercio, si faltamos por un familiar enfermo, se nos descuenta el día”. A la intensidad psíquica y afectiva de la tarea, se suma la incertidumbre de la continuidad laboral, la gestión de la propia precariedad.
Así, estas mujeres trabajan con la angustia ajena mientras hacen malabares con la propia. Una suerte de violencia redoblada. “Muchas chicas tienen miedo cuando salen de acá y vuelven a sus casas. Somos amenazadas permanentemente. Además, hay que tener en cuenta que muchas de las denuncias que recibimos involucran a miembros de las fuerzas de seguridad. Eso implica dos cosas: que ellos se avisan entre ellos de las denuncias que hacen sus esposas o ex novias o hijas cuando nosotras las elevamos y, luego, que tienen mayor capacidad para hacernos llegar amenazas”, explica con voz tranquila una de las operadoras que conoce el servicio desde que se llamaba Programa AVM (Atención Violencia Mujer).
Atienden las 24 horas, los 365 días del año. Reciben un promedio de 30 mil llamadas al mes. Pero según los datos que recopilan la actividad de la línea, julio ya pasó esa barrera y sumó más de 32 mil llamadas. Desde el gobierno se les insiste con que el criterio de productividad es la cantidad de llamadas atendidas (en sintonía con la modalidad de disciplinamiento por productividad, ese nuevo “premio” que se está aplicando en diversas instancias estatales). Sin embargo, las trabajadoras lograron imponer su propio criterio de productividad: “Nosotras somos las que sabemos cuándo podes y cuándo no podes cortar una llamada. Muchas de las mujeres que llaman están en situación también crítica en términos familiares, de salud, psíquicos y económicos. No podemos aplicar un criterio de eficacia tecnocrática frente a situaciones de tal vulnerabilidad”.  
En ese saber que ponen en juego como trabajadoras, son también ellas las que se ponen en juego: porque no hay cumplimiento de su tarea sin involucramiento profesional que es al mismo tiempo personal.
“No puede creerse que esto es un call center de atención al cliente de una empresa, donde tenés un guión y un tiempo de llamada standarizada. Acá trabajamos con casos, muchas veces límites, y lo que funciona es acompañar, sostener la llamada, contener a la mujer que está del otro lado y nos siente como su recurso. Nosotras sostenemos la conversación hasta que evaluamos que la demanda está encauzada, y consideramos que la situación está contenida. Ese tiempo lo diagnosticamos nosotras”, dice una de las operadoras refiriendo a las “cartas” donde se registran los casos. Cada operadora trabaja aproximadamente con veinte casos por turno.
El sistema permite acumular datos (datos de la persona en situación de violencia, datos del vínculo, de la persona agresora y el recorrido institucional), darle continuidad a cada llamada e ir registrando las que se reiteran porque se practica una codificación única en las diferentes instituciones intervinientes. Es una suerte de carta de navegación para acompañar esas vidas que quedan registradas en sus momentos más frágiles: “Fecha. Lugar: Lanús. C. Llama con situación de amenaza grave. El agresor, ex marido, dice que le va a prender fuego la casa. Se va a la casa de su hermana. Es amenazada también allí. Radica la denuncia en la comisaría de la mujer/ Fecha. Vuelve a llamar su hija. Reitera denuncia de amenazas. El agresor volvió por la noche, gritando y golpeando las ventanas. Derivación a centro de asistencia barrial./ Fecha. No contesta el teléfono personal ni el de la hija/”.  Estos registros son fundamentales porque luego son parte de la prueba judicial.
Territorializar la demanda
Algunas de ellas ahora están por fin en la ardua tarea de actualización del “recursero”: es el mapeo de los recursos institucionales y territoriales con los que se puede conectar a las mujeres en situación de violencia. No se actualizó en los últimos dos años, lo cual hacía que muchas veces las operadoras derivaran a las mujeres a lugares, espacios o recursos que ya no existían. “Imaginate la desesperación de quien te vuelve a llamar y te dice: ‘pero ahí donde fui no hay nadie’ o ‘ese número de teléfono no existe más’”. 
El ida y vuelta con las redes territoriales de organizaciones, ong´s, municipios e instancias de coordinación es fundamental, argumentan: permite hacen concreta la ayuda, encauzarla también más allá de la urgencia, resguardar los marcos de intervención y responder en escala de cercanía.
“Hay cada vez más publicidad de la línea 144 pero sin compensar esa difusión con los recursos que disponemos. Entonces se produce un desfasaje que recae sobre nosotras. También hay más llamadas porque hoy las mujeres somos más conscientes y entonces hay mayor sensibilización frente a la violencia verbal, psicológica y sexual. Se sabe que esas violencias cuentan, y que son la antesala de la violencia física directa, de los golpes. Antes se llamaba sólo ante la violencia física directa”, dice una de las coordinadoras frente a la pregunta de cómo analizan el boom de llamadas.
Otra de las operadoras (que se toma su tiempo de comida para participar del encuentro) señala que “son las organizaciones feministas que trabajan la violencia de género las que arman una red mucho más eficaz y que saben que la judicialización no es el único recurso en términos de justicia”. La pregunta queda flotando en el aire: ¿qué sería la producción de una justicia feminista capaz de transmitir criterios a un sistema policial y judicial que no deja de exhibirse como misógino en la mayoría de sus intervenciones?
“Nosotras sabemos que apelar sólo la denuncia revictimiza a las mujeres. Además de reproducir situaciones de gran violencia: por ejemplo, hemos escuchado de primera mano que al llevar una denuncia contra un marido el comisario le dice (mientras se niega a tomar la denuncia): ‘pero dale, cocinale algo rico y se le va a pasar’”. “También sabemos –cuenta otra de las presentes- que las comisarías de la mujer son lugares de ‘castigo’ interno: a quienes les toca ir ahí lo viven como una ‘devaluación’ de su tarea, lo cual es bastante sintomático y preocupante”.
Así, la línea se ve desbordada porque además de las denuncias de violencia de género recibe las denuncias por violencia institucional. Y también porque es el número donde desembocan pedidos sobre adolescentes y niñxs, a medida que se cierran otros programas de ayuda: «Por supuesto no es específicamente lo que corresponde, pero tampoco vamos a decir que no atendemos cuando nos llaman por un caso que involucra a lxs hijxs de quien llama. Lo que nos queda claro es que el ajuste del Estado es incompatible con dar respuesta a la violencia machista», concluye una de las delegadas sindicales.
Una de las más jóvenes argumenta: “Nuestro desafío, por estar comprometidas con cuestiones de género y porque somos feministas, es pensar la violencia sin el código de la seguridad policial como clave única porque sabemos que eso no funciona, que es sólo marketing”. Como política pública, ir más allá de la seguridad como slogan implica el cuidado de las propias trabajadoras como prioridad. En el afán publicitario, el gobierno provincial dio a conocer nombres de las operadoras cuando sus identidades deben ser confidenciales. Lo mismo pasó hace unos días cuando se publicitaron las direcciones de los refugios para víctimas de violencia. “Responsabilizamos a la gobernadora de la provincia María Eugenia Vidal. Creemos que es parte de la política de infantilización que hacen de nuestros reclamos, cuando los ningunean o nos quieren aislar o simplemente creen que se solucionan con políticas cosméticas”, remata otra de las trabajadoras, también en referencia a la dificultad de interlocución con la Directora Provincial de Abordaje Integral a las Víctimas de Violencia de Género, la politóloga y ex empleada de la empresa de maquillaje Avon, Sabrina Landoni, y más directamente con la Subsecretaria de Género y Diversidad Sexual, Daniela Reich, candidata a senadora provincial de Cambiemos. Y mientras, el teléfono no para de sonar.
Ellas hacen
“Una política de seguridad, además, sin perspectiva de género es ineficaz desde el principio para tratar las violencias machistas. Pongo un ejemplo concreto: muchas denuncias se hacen primero al 911, pero muchas veces la policía no responde si es por cuestiones de género. Para el 911 la prioridad son los delitos contra la propiedad privada. Por eso nosotras, como coordinadoras, tenemos que reiterar los pedidos al 911”, comenta una de las trabajadoras que lleva años en el servicio.
Según los datos estadísticos de la línea, el 15% de las llamadas son situaciones de emergencia grave, lo que las pone a lidiar con riesgos de vida inminentes. La Matanza es la localidad con mayor demanda al 144 y Moreno es el municipio con mayor demanda medido en relación a la población total femenina. Ellas gestionan, con mucha dificultad, pedidos para el programa Ellas Hacen, para garantizar un mínimo ingreso para las denunciantes. Han logrado ahora (recién hace un mes) recuperar un fondo en efectivo no muy grande pero que les permite direccionar algún dinero a compra de pasajes o a alguna salida de emergencia que no puede esperar meses de tramitación.
La responsabilidad que sienten estas trabajadoras es enorme. Y por eso argumentan que su auto-organización es parte de esa responsabilidad. “Nosotras nos organizamos incluso antes de que llegue el sindicato”, comenta una de ellas. Las anécdotas del paro de 8 de marzo se suceden: “hicimos paro con lo difícil que eso es por nuestra tarea, pero el paro fue parte de nuestro compromiso feminista, que es lo que nos hace estar acá a pesar de lo que nos cuesta en términos personales”. “Paramos por todas y paramos por nosotras mismas”, dice otra de las más jóvenes. Y recuerdan que ahora, con el conflicto laboral que llevan adelante, se dio la novedad de que las contratadas hicieron paro por primera vez, justamente porque no cobraban. “Las autoridades nos decían que no podíamos hacer paro, que no estaba entre nuestras atribuciones”, recuerdan. “Cuando nos dicen eso, el subtexto es el mismo: ‘tendrías que agradecer tener trabajo’. Pero nadie nos hace un favor. Nosotras somos trabajadoras. Y nos organizamos porque es también una forma de cuidarnos entre nosotras y de reconocer el valor que producimos”.

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