Anarquía Coronada

Author

lobosuel - page 113

lobosuel has 5880 articles published.

La llegada de Temer: radicalización conservadora y fin de ciclo // Salvador Schavelzon


Impeachment e indefinición desde arriba

La situación política en el Brasil después de la destitución de Dilma Rousseff parece indicar que ya no será el Partido dos Trabalhadores (PT), quien administrará el difícil momento económico abierto en el capitalismo brasileño. Después de ocupar ininterrumpidamente la presidencia desde 2003, el PT siente el vértigo de su propia debilidad, sin haber podido resistir a la operación política iniciada por un grupo de políticos de poca monta, antes sus aliados, que se concreta como Impeachment y cambio de gobierno. Una época de comando conservador del Estado, deberá encontrar formas nuevas de resistencia, y un camino donde los grandes problemas del país puedan ser efectivamente abordados.

Un quiebre en el sistema político parece haberse cocinado por años, mientras la gobernanza neoliberal, como forma principal del reaseguro político de las elites, se volvía inexorable para la derecha y la izquierda estatal. No se trata de decretar la muerte de un partido, que continuará actuando y muy posiblemente también formando parte de gobiernos. Se trata de registrar un fin de época que concluye llevando a la marginalidad la forma de entender la política de quienes fueron sus protagonistas. La salida del PT es una derrota para los más pobres. Pero su permanencia no garantizaba un freno para recortes que castigaban especialmente las áreas sociales, y así se abre un problema más complejo que el de resistir a las políticas de Temer. Se debe construir un contrapoder descuidado en tiempos de progresismo.

El momento actual es el de un nuevo gobierno que combina políticos ideológicos conservadores alineados con intereses empresariales; políticas autoritarias y elitistas para cada uno de los ámbitos de actuación; alineados con voces de la derecha policial, en guerra contra los más pobres y criminalizador de manifestantes; además de posturas religiosas distintas iglesias contra derechos de mujeres y minorías. El cuerpo en que esa coalición que confluye en la defensa de un programa de retrocesos neoliberales, se sostiene es una clase política crecida a la sombra de un Estado de cargos repartidos, pequeños y grandes negocios y privilegios, hoy con Temer, ayer con Dilma y mañana con cualquiera que ocupe la presidencia.

El bloque a favor de la destitución de Dilma fue articulado con la participación de partidos que co-gobernaban con el PT y otros que se habían mantenido en la oposición. Sorprendería la facilidad con que después de 13 años en el poder el partido en la presidencia no tendría a su alcance recursos políticos ni institucionales para hacer valer un reciente triunfo electoral. Es factible que entre los factores que impulsaran a los operadores del Impeachment se encuentre la búsqueda de impunidad en causas abiertas por corrupción, que también afectaban al PT[1], pero el cambio de gobierno parece hablar de una grieta más profunda.

Los parlamentarios comprometidos y asociados a las agendas reaccionarias como las identificadas con la bancada “BBB” (en referencia a Bala, Boi [ganado vacuno] y Bíblia)[2], encontraron en la debilidad política de Dilma un atajo para asaltar las instituciones. Pero mucho más que de manipulaciones de reglamento, la destitución consistió en alinear pulsiones de impunidad y privilegio con el carácter conservador mayoritario en la composición de la legislatura nacida de las últimas elecciones. Este voto conservador, unido a una crisis en la izquierda, indica que la situación actual no es de alternancia entre un bloque de izquierda y otro de derecha.

En el nuevo gobierno, tendencias de intereses diversos, pero ya sin sindicatos ni movimientos en la mesa, buscan por estos momentos un punto de ebullición, aún no definido entre las distintas familias del poder, que no se puede decir que estén de vuelta porque, en rigor, nunca dejaron de participar de las decisiones y rumbo estratégico del gobierno. Mientras no está claro quien tomará la delantera en un momento que se propone achicar el Estado y profundizar reformas solicitadas por los “agentes del mercado”, se acerca al año electoral de 2018 sin claridad sobre el cuadro político que irá a surgir.

El actual gabinete sin mujeres, ni negros, ni jóvenes, y ya con tres bajas debido a causas de corrupción, no aspira a continuar como gobierno después de elecciones en las que Temer no tendría posibilidades y talvez ni siquiera habilitación por parte de la justicia electoral. Según sondeos de opinión, la realidad política es que la mayoría de la población fue favorable al Impeachment de Dilma, pero no apoya al gobierno nacido de tal destitución[3]. Haciendo virtud de esa imposibilidad, su gobierno se atribuye a sí mismo la tarea de efectuar medidas impopulares sin objetivos electorales de corto plazo que podrían desviarlos de esa tarea.

La candidatura que nazca del actual gobierno, buscaría entonces un nombre que pueda dar al programa de reformas la legitimidad de la que Temer carece. Por el otro lado, el PT buscará ser el eje de estructuración de una candidatura contraria al gobierno que lo sucede. Pero después de que consignas pidiendo nuevas elecciones o la vuelta de Dilma mostraron ninguna adherencia en la sociedad e inviabilidad en el sistema político, la debilidad como fantasma que sobrevuela al PT, y que llevó al Impeachment, muestra su consistencia. Todavía no hay actores de peso que capitalicen la salida del PT, como parte de una clase política desprestigiada. Pero el momento nuevo ya está abierto.

En lo electoral, las pesquisas muestran que Lula haría una buena elección en primera vuelta, aunque su posibilidad de disputar tampoco está garantizada por la justicia electoral. Por otra parte, Marina Silva, del partido Rede Sustentabilidade, se impondría frente a todos los hoy potenciales candidatos en un eventual segundo turno, según encuestas[4]. Lo cierto es que, aunque es mucho el trecho a recorrer hasta las nuevas elecciones, tanto en términos del gobierno resultante de lo que se puede entender como nacido de un parlamentarismo de facto, como en términos electorales, los dos partidos que comandan el país desde 1995 están desplazados.

El PSDB y el PT, que se repartieron casi en partes iguales la totalidad de un electorado de cerca de 100 millones de votantes poco tiempo atrás, en las elecciones de octubre de 2014, hoy tienen a los protagonistas de esa disputa, Dilma y Aécio[5], ausentes o sin chances en cualquier posible futuro escenario electoral. Un Brasil del norte y nordeste que podría reconocer la importancia de políticas sociales legado del ciclo económico de crecimiento, y donde el PT o sus aliados mantendrían relevancia, no podrían con el Brasil del centro y sudeste, dominante demográfica y políticamente, donde la imagen de un PT corrupto llevó más personas a la calle que la denuncia de golpe de Estado en curso.

Ahondando en el posible cambio de ciclo, sin embargo, para analizar una crisis en el plano de la representación política y de los principales partidos que gestionaron el país nacido de la Constitución del 88, es necesario superar el plano de la medición de candidatos. En el caso del PT, es justamente la entrega de un movimiento político con muchas ramificaciones y millones de simpatizantes a los especialistas de marketing y al financiamiento empresarial, donde radica su debilidad y ocaso como instrumento político de los de abajo.

La fuerza del PT en el nordeste, donde antes se votaba a la derecha de señores territoriales, habla del impacto socioeconómico positivo asociado al lulismo, con mucha presencia de políticas de transferencia de renta, que mejorar la situación de la región. En términos de proyecto político de movimientos sociales o representación de las mayorías, sin embargo, allí tampoco hay señales de vitalidad o regeneración política con espacio para la participación y construcción de una sociedad más justa. Aún donde el apoyo electoral fue mayoritario, el PT no deja de avanzar por el camino de fortalecimiento de la máquina electoral y de participación en el Estado en detrimento de la influencia de la militancia o las bases. La falta de cambios estructurales, y un vínculo del Estado con los gobernantes que no difiere de la lógica tradicional, explican que el triunfo con más del 70% en el nordeste que permitió la reelección de Dilma, se haya esfumado en la evaluación negativa, que también alcanzaría a Lula cuando la crisis y las políticas de austeridad se anunciasen.

Marina Silva no mostró por el momento estar dispuesta a desprenderse de los intereses políticos que gobiernan hace tiempo independientemente del PT y el PSDB: la gobernanza financiera y neoliberal, los lobbies empresarios y religiosos que supieron neutralizar al PT y que dictan los pasos del nuevo gobierno. Su capacidad para formar un gobierno de perfil propio todavía no se ha probado en el final de ciclo que ha llegado, aunque su abertura a asumir causas como la ambiental, indígena, y de crítica al desarrollo más brutal, que el PT no puede ya hacer suyas, puede que la convierta en un actor de influencia creciente en el juego político de los próximos años.

Sin nuevos referentes ni movilización social, con un PT claudicante y sin palabras para recuperar su lugar conducción fuera del gobierno, dan lugar a un vacío que puede entenderse como distancia entre la clase política y la población en general. Es de esa forma fue posible un paso a primer plano del PMDB, partido de las sombras y cloacas de todos los gobiernos desde la democratización, que ya tienen sobre la mesa un plan de acción accesible, en la medida en que no indispone ningún sector del poder y desarma el Estado afectando a los ya castigados por el modelo que estaba en marcha.

El nuevo momento político fue evidente ya en junio de 2013, cuando tuvieron lugar manifestaciones multitudinarias sin precedentes en centenas de ciudades contra el aumento del precio del transporte decretado por los gobiernos locales de todo el país, y donde el reclamo por derechos sociales era tan altisonante como la impotencia para interpretarlos de los gobiernos formados por los partidos del viejo ciclo. Junio de 2013 pudo haberse constituido como nuevo centro político que abriera un ciclo de profundización de reformas, pero se recluyó ante el paso a primer plano de la dinámica política con foco en el impeachment. Al mismo tiempo, la única reacción desde el gobierno federal consistía en sobreactuar un aleccionador rechazo a cualquier deseo de reforma, con llamada para la represión de la protesta y ajuste, como salida presentada como inexorable.

Si las calles de junio hicieron la lectura más sana del fin de un ciclo, sería el Impeachment quien lo aprovecharía en primer instancia para traducir institucionalmente el agotamiento de las fuerzas políticas gobernantes. Entre el pedido de más derechos en las calles, y una nueva articulación política que busca profundizar el ajuste que ya había sido iniciado, sólo queda claro que un modelo político está acabado. La dominancia de los protagonistas de un Brasil que nace de pactos constituyentes en los 80 sin desplazar totalmente a los grupos de poder de la dictadura, se muestra artificial y neutralizada.

El país del ‘88 que se va

La promesa de Lula en 2002, en la “Carta a los Brasileños”, de que mantendría las cuentas públicas y la inflación controladas, con estabilidad económica y “responsabilidad”, se traduciría en la no modificación de los lineamientos de la economía neoliberal establecida en los 90, en un proceso político sin rupturas, pero que pudo abrir cierta disputa y capacidad de acción en su interior. Ya en 2003 el PT se mostraría como articulador de un centro político que definiría una izquierda disidente que quedaría como voz marginal, y una derecha que buscaría imponerse e influenciar desde adentro del gobierno de coalición, a sabiendas que el triunfo electoral le sería inalcanzable.

El gobierno del PT exploraría las posibilidades y límites de lo que se conoció como “pacto lulista”: un modelo donde se proponía que tanto los trabajadores como los empresarios serían beneficiados, por el camino de la apertura para inversiones, el fomento estatal al sector empresario, y un interés por lo social. Si bien reformas importantes que mejoraran un paupérrimo sistema educativo, de salud y de desigualdad en el campo, y aunque hoy es difícil sostener que una nueva clase media fue consolidada, como buscaba instalar la propaganda oficial, por ese camino se redujo la pobreza y la extrema miseria, se amplió el acceso a la universidad y se iniciaron políticas de cultura innovadoras, mientras indígenas y pequeños productores rurales no eran solamente desplazados, sino que también accedían a derechos.

En el último tiempo, coincidente con la presidencia de Dilma, pero que mantenía a Lula y al PT en el armado de articulaciones conservadoras, ese modelo perdería la capacidad de contentar distintos actores políticos, y sólo avanzaría en una dirección de clausura de derechos. Perdería su ambigüedad. Un mundo formado en la oposición entre el PSDB y el PT, y un lenguaje donde privatizaciones y mercado se oponían a lo social y al desarrollo, dejaba de tener correlato con la realidad, aunque volvería a instalarse en las elecciones de 2014 y con la denuncia de la salida de Dilma como golpe de Estado. Más que un impasse o cambio de correlación de fuerzas, sin embargo, lo que parece en juego es que la comparación entre esos dos modelos puede no ser más el punto crucial ni la mejor forma de describir el cuadro político actual.

Hay un hecho de la realidad política que no puede ser dejado de lado: sólo un camino conservador parece tener coherencia política para instalarse. Un arreglo de piezas y discursos políticos que tenía al PT en el centro se termina, cediendo lugar a un avance conservador que sin embargo no se constituye todavía como nuevo modelo. El empoderamiento de actores que ya circulaban por el Palacio Planalto, puede prescindir del marco presentado como conciliación, pero no hace más que dar viabilidad al programa presentado por Dilma Rousseff a inicios de 2015, en un episodio que quedó cristalizado con claridad como mentira electoral, cuando poco después de ganar la elección en que el PT logró imponerse como candidatura contra el ajuste, el gobierno daría media vuelta e iniciaría la implementación de “políticas de austeridad”. La elección del banquero Joaquim Levy en el ministerio de hacienda, entregaba el comando de la economía al que poco antes era responsable del programa de campaña del candidato derrotado.
Es que el fin de época no tiene que ver con una comparación de legados o, incluso, voluntades y trayectorias, como sostiene el apoyo al gobierno saliente y cierta oposición al gobierno de Temer que se empeña en clausurar cualquier discusión o mirada crítica sobre las bases frágiles en que se apoyaba el progresismo. Esta es una discusión en la izquierda, incluso entre quienes fueron parte o apoyaron la agenda que el PT pudo ciertamente representar. Cuando las posibilidades de conducir un proceso de profundización democrática y de reformas se substituye por el programa neoliberal de recorta sobre asalariados y pobres, se impone el fin de un proyecto político con raíces en las huelgas del final de la dictadura y adaptado al capitalismo en los ’90, hoy golpeado desde la derecha con la que la cercanía en términos de lógica de funcionamiento ya es innegable.

Parece claro, así, un movimiento en tres actos iniciado por un desvío, interrumpido por una llamada de atención desde las calles, y la sustitución de piezas para continuar por un camino ya anunciado, pero con cualquier posibilidad de reacción mucho más alejada. A pesar de que bajo ningún concepto se puede decir que Dilma Rousseff fue insubordinada a los dictados de arriba para recortar derechos por abajo; la forma en que el PT sale del poder no parece indicar que su vuelta será posible próximamente, por lo menos por el camino que hasta ahora recorrió. Junto al PT, la misma crisis se percibe entre los sectores sociales que acompañaron como aliados que no han podido construir una posición autónoma cuando sus históricas demandas eran abandonadas.

La incapacidad de reacción en la actual coyuntura, también se extiende a organizaciones sociales que acompañaron la transformación del PT en un actor gubernamental. El Movimiento Sin Tierra (MST) se encuentra con dificultades de encabezar un ciclo de protesta, después de haberse recluido en los gobiernos del PT, aun cuando la reforma agraria sólo avanzaría según las necesidades del agro-negocio, o se interrumpiría totalmente, durante el gobierno Dilma. Lo mismo con un sindicalismo que había sido novedoso y revitalizador. Voces políticas de la cultura y el trabajo inmaterial con quienes el PT también construyó una relación desde el Estado, alzaría su voz contra Temer, pero no haría una lectura del fin de una época, tal como vemos en su incapacidad para reaccionar cuando el ministerio de cultura sufrió un recorte del 50% del presupuesto, como parte del ajuste iniciado en 2015 por Dilma Rousseff.

La debilidad política que hoy se evidencia ante la dificultad de enfrentar las medidas de Temer, se relaciona con la pérdida de autonomía y no es ajena a la presencia del PT en el gobierno. En esa época, permitió que organizaciones políticas y militancia “gobernista”, mantuviera silencio frente a proyectos como la represa de Belo Monte[6] y otras obras de gran impacto, indefendibles desde ningún punto de vista que no sea el de la transferencia de recursos públicos a manos privadas. Tal cooptación de las fuerzas sociales en un proyecto ajeno, es lo que muestra el fin de época que requerirá reagrupamiento y creatividad política para aprender a situarse en una nueva coyuntura.

De salida, el progresismo recuerda la influencia de los grandes medios de comunicación. Pero como en otros ámbitos, quizás sea tarde cuando no se buscó funcionar desde otra lógica. El lugar privilegiado que tienen para el progresismo el análisis de la manipulación de la prensa, sin duda un factor en la erosión de su vínculo con la población, no sólo deberá responder el sentido de financiar ampliamente con pauta oficial a la prensa conservadora[7], sino también abrir la discusión de porqué la comunicación progresista hacía oídos sordos a medidas regresivas que hoy son denunciadas, pero que se dejaban avanzar con indiferencia cuando sus impulsores eran del gobierno anterior[8].

Radicalización conservadora e impotencia del PT

Al atrincherarse en la defensa cínica y pragmática de lo que sería una diferencia en el grado del ajuste, o en el vínculo con una historia, que ya no podía ofrecer conquistas sociales ni garantía de mantener en pie lo conseguido, se fue permitiendo la neutralización de resistencias a un proceso en que era el gobierno progresista introducía políticas conservadoras sin reacción. Pero a diferencia de otros países latinoamericanos donde todavía las fuerzas progresistas protagonistas de la década anterior –se encuentren o no de salida– representan la posición de la gente contra el ajuste y el ataque a los sectores más vulnerables; o represente conquistas de la memoria y la organización popular (y aunque en esos lugares el avance conservador en el seno del progresismo no sea para nada ajeno), en Brasil el PT no sale derrotado por haber intentado un camino alternativo al recetado por los intereses del gran capital. Es ese posicionamiento, comprobado una y otra vez en la historia reciente, lo que obliga a ubicar al PT en el campo del poder, instaurando en su lugar instaura un vacío.

Por un camino que se profundizará en el nuevo gobierno, en lo que debe verse como una radicalización conservadora antes que un punto de inflexión, vemos demarcarse una nueva época, en la medida en que la neutralización del PT hace que las nuevas luchas sociales busquen hoy nuevas referencias. Es el resultado de una larga lista de auto-golpes, como el reciente impulso a privatización de la salud pública y de explotación de áreas petroleras (con senadores del PT votando la entrega de nuevas reservas junto al PSDB); o la desvinculación de recursos del Estado para cumplir con gastos sociales, según el proyecto impulsado por el gobierno de Temer, pero que comenzó a circular como propuesta del PT[9].

El último PT de gobierno también defendería propuestas de reforma jubilatoria con aumento de edad de retiro; y concretaría la derogación de legislación que resguardaba conquistas laboristas de la década del 40. Siguiendo una agenda internacional conservadora, se avanzaría en la criminalización de protesta con legislación “anti-terrorista”; y pondría al Brasil en el mapa de los peores conflictos ambientales del mundo, como parte de una concepción de desarrollo que además fue incapaz de reaccionar contra los responsables de desastres naturales prevenibles[10].

Quien continuará la tarea de implementar el ajuste y una política “de austeridad” será un gobierno que nunca hubiera conseguido alcanzar la presidencia por el voto. Pero aunque muy probablemente no será Michel Temer el que transite el momento que se abre, después de las elecciones de 2018, parece menos posible un retorno al proyecto hoy desalojado por un agotamiento que viene de su interior, y que no se puede atribuir al desgaste, sino a la propia concepción política, o cooptación por parte de visiones empresarias, como queda claro en el proyecto de país emprendido antes de la crisis, con opción tecnocrática por un desarrollo capitalista apoyada en grandes grupos empresarios, y empeñada en la creación de otros.

El cuño antidemocrático, que es la marca de la nueva época, se constata en lo político con candidatos dependientes del apoyo empresarial, sabe eludir la decisión popular con mentiras electorales o despolitización generalizada, y avanza en un modelo de desarrollo que destruye todo lo que no se adapte a una civilización de consumo. La clausura a conectarse con expresiones de un Brasil menor, de las diferencias y territorios existenciales, muestra al PT como parte de una máquina que puede llamarse democrática, pero impone privilegios e injusticia, y es menos herramienta de la gente que del gran capital.

El modelo de desarrollo, cuya participación en su gerenciamiento llevó a Dilma Rousseff a ser la candidata elegida por Lula para sucederlo[11], es compartido por el gobierno Temer, beneficiado de la destitución después de haber aprovechado un empoderamiento resultante de la estrategia de alianzas del propio PT. Estas alianzas permitieron a Eduardo Cunha llegar presidir el congreso y a Michel Temer ser segundo en la línea sucesoria, ratificado en ese lugar por el mismo caudal de votos que llevó a Dilma a la presidencia. Fue la respuesta con que el PT se adapta a un sistema “presidencialista de coalición”, que en el primer gobierno de Lula dio lugar al escándalo de Mensalão, por compra de votos a parlamentarios de partidos chicos, y que da cuerpo a la demanda de una reforma política, atrás de la cual el PT y parte de la izquierda busca encontrar espacio para rearmar un proyecto político.

La cercanía del gobierno saliente y entrante queda evidente si enfocamos en los propios actores que saltaron de un gobierno a otro. Un alto porcentaje de ministros de Michel Temer también lo fueron en los gobiernos del PT[12]. Otros participaron de la base de apoyo en el parlamento, y el ministro de economía de Temer, Henrique Meirelles, que hoy es adalid de los recortes, fue presidente del Banco Central escogido y elogiado por Lula, que también lo propondría para ocupar la cartera de economía en el segundo gobierno de Dilma, y que hoy es quien se encarga de articular las propuestas de recorte social, profundizando lo promovido por el anterior gobierno.

Esta continuidad permite no extrañarse ante la circulación jocosa, en la prensa y las redes sociales, de desafíos en que era difícil descubrir si ciertas declaraciones o medidas antipopulares provienen del gobierno de Dilma o del de Temer[13]. Hay una unidad en la clase política brasilera, de la que el PT forma parte a pesar de un origen como instrumento político de los trabajadores y la izquierda, décadas atrás. Así, los líderes del PT no sólo son protagonistas de escándalos de corrupción relacionados con obras públicas y dinero para elecciones. El PT comparte con los partidos que fueron parte de su base o que estaban en la oposición, una misma lógica de gobierno. El gran partido de la izquierda brasileña, dicho de otro modo, no es hoy una herramienta de transformación.

El fin de época es así un proyecto implementado por propia visión política, combinada con un sentido común al que el comando del Estado -o de este Estado, corrupto por naturaleza- es lo que marca el fin del PT como fuerza política de cambio. Cuando hubo realmente una movilización popular, de composición joven, popular y con demandas progresistas, en cambio, no sólo perdió la oportunidad de comunicarse con nuevos movimientos horizontales y en red que mostraban que las calles exigían un cambio, sino que dio incluso la espalda a la vieja concepción de participación social y cercanía con movimientos de donde nace el PT.

Entre la corrupción y el golpe: junio de 2013

Señalar la continuidad de las políticas actuales con las iniciadas por el PT, no busca un juicio moral a los caminos de cierta izquierda, y tiene el sentido de evitar dos marcos explicativos que, acomodándose a una disputa mediática que da continuidad a las estrategias del marketing electoral, deja de lado la necesidad de pensar a partir de un fin de época. Tanto el foco en la corrupción, principal script de los grandes medios, como una grandilocuente denuncia de un golpe que no es acompañada de las acciones que tal acontecimiento exigiría, dejan de lado la gravedad de la naturalidad con que tanto el gobierno de Dilma Rousseff como el de su sucesor, asumen la necesidad de un ajuste sobre los más débiles.

Otro camino, que toma nota del fin del Brasil del PT, probablemente junto con el de su rival histórico, el PSDB, exige pensar en las jornadas de movilización iniciadas en junio de 2013, cuando los problemas de un consenso transversal a toda una clase política enclaustrada, se mostró unificada en una respuesta de represión y promesas de reforma que no se llevarían adelante. Más que alternativas electorales, para situar el centro de la nueva época tenemos las reformas conservadoras, y la resistencia de un nuevo sentido común que salió a las calles.

El primer marco interpretativo que es necesario dejar de lado para entender los movimientos tectónicos de hoy cuando se analiza el impedimiento constitucional de la presidenta, es el énfasis exclusivo en los escándalos de corrupción que involucraban al PT. Este lugar común de los grandes medios y buena parte de la clase media, pero con efectos en todas las clases, permitió la convocatoria de movilizaciones con millones de personas pidiendo la salida del Dilma y dirigidas contra el PT. Se conectan con investigaciones judiciales que reformas impulsadas por el propio gobierno Dilma posibilitaron, no pueden reducirse a una conspiración antipopular, con participación imperialista, y consiguieron que empresarios de corporaciones multimillonarias, convertidas en actores internacionales con apoyo estatal, vayan a prisión.

Las protestas contra la corrupción, que en otros países (como India y España) dieron lugar a la renovación de un sistema político, con aparición de nuevos actores, en Brasil no puede constituirse como marco principal de la crisis política. Acompañaron la acción del parlamento en la abertura del Impeachment, pero el mismo se torna incongruente al observar que la destitución dio lugar a un gobierno mucho más comprometido con la corrupción endémica a un Estado que ahora es gobernado directamente por su casta dirigente más conservadora. Si bien ocupa un papel en la erosión de una base electoral, el agotamiento del PT debe medirse en relación a lo que fue su propio proyecto, y a la posibilidad del mismo en el Brasil actual.

La realidad del ajuste, como síntoma de cierta lógica de gobierno, defendemos acá que explica más que la teoría de una gran conspiración golpista o la dependencia de dinero ilegal para una política que de hecho opta por el marketing electoral y conducciones autonomizadas. Ser un régimen corrupto, se ve en muchos lugares, no es suficiente para dejar de ser alternativa. Como narrativa que explica un cambio de gobierno, sin embargo, también es necesario ver más allá de lo que buena parte de la izquierda explica como modus operandi de las elites contra un gobierno popular. La falta de movilización de los que votaron por Dilma, o de los trabajadores que el PT nació para representar, hace necesario que la búsqueda de un marco interpretativo para la crisis también descarte esa explicación.

La narrativa del “golpe de Estado”[14], que abre un largo campo de disquisiciones jurídicas difíciles de traducir a la mayoría de la población, también deja de lado algo esencial para situarse en la actual crisis política. Ella deja de lado la imposibilidad del campo popular brasilero y la izquierda, de plantear una alternativa al ajuste. Entre la corrupción y el golpe, y sin negar la medida en que estas narrativas puedan ser verdaderas, se vuelve necesario encontrar una explicación para la persistencia de una casta política. Ese lugar político existe, aunque desdibujado, en el recuerdo de las amplias olas de movilización que sorprendieron Brasil en junio de 2013.

Más allá de la discusión sobre como caracterizar el modo de aplicación de la herramienta constitucional de Impeachment, en la que no faltan elementos de manipulación, que permitirían usar de forma laxa el vocablo “golpe”, pero que también difieren del sentido comúnmente dado a esta palabra en América Latina, por lo que nos inclinamos por la idea del recurso de unparlamentarismo de facto, es importante pensar el momento político sin centrarse en la destitución de Dilma. La misma, si dejamos de lado elementos de cultura e identidad política que es antagónica entre el gobierno saliente y entrante, nos lleva a la necesidad de señalar la continuidad de un modelo, organizado en su arquitectura económica desde la década del 90, y que el PT supo complementar socialmente, pero que hoy no encuentra para la crisis otra solución que el recorte de gastos sociales.

Los rasgos comunes de un modelo, no se evidencian solamente en la respuesta ante la crisis, sino también en consensos sobre un desarrollo que se apoya especialmente en el agronegocio, y que tolera 58 mil muertes violentas por año[15] con impunidad policial garantizada por leyes de confidencialidad, y sin capacidad de hacer frente al avance conservador en la sociedad, que participa como espectador de disputas entre elites políticas lejanas, y donde las posibilidades de una política emancipatoria pierden para la lógica del Estado padre que se territorializa como máquina electoral de operadores locales en el marco de una lógica gubernamental de asistencia neoliberal[16].

Una sobredimensión de la traición de Michel Temer y otros ex aliados del PT, como Eduardo Cunha (presidente de la cámara de diputados que habilitó el impeachment) y Renan Calheiros (presidente del senado y como el primero también partícipe de varios esquemas de corrupción), no permite entender el tipo de gobernabilidad y tablero político que desaparece, ni el desplazamiento del PT y el PSDB, sus principales arquitectos junto al PMDB, que tampoco será capaz por sí sólo de ser quien paute los caminos políticos de los próximos años.

Al hablar de “golpe”, sobredimensionando la traición de Michel Temer y otros ex aliados, o defendiendo una conspiración con participación norteamericana, es necesario explicar por qué no fue posible que una movilización masiva se oponga a las maniobras del congreso, ni que un estado de sitio, mecanismos de defensa o acciones judiciales de emergencia sean accionadas. También se debe explicar la diferencia con situaciones como las de Honduras y Paraguay, en que presidentes son desalojados con intervención militar violenta – en el caso de Honduras – o repentinamente sin derecho a defensa – como en Paraguay – pero especialmente, se debe explicar por qué no se constata la presencia de un cambio de rumbo, o de sectores golpistas opuestos al tipo de políticas articuladas desde el gobierno saliente.

En la narrativa del golpe, prolongada o no en una estrategia electoral que buscará el regreso de Lula u otro candidato, la impunidad cotidiana en Brasil, o medidas que muestran el sesgo autoritario y conservador del nuevo gobierno, son usados como argumentos que confirman que en lugar de un juicio político se trataría en una interrupción del Estado de Derecho, antes en pie. Sin negar que el vínculo deteriorado entre el PT, sus bases y votantes históricos se recompone moralmente mientras el partido es desalojado de una máquina que lo modificó en mayor medida de lo que se vio modificada por el mismo.

Como ocurrió en 1991 con Collor de Melo, en un juicio político acompañado de movilización en las calles con argumentos que posteriormente serían descartados por la justicia, la salida de Dilma se daría en un proceso del que participan mayorías calificadas del senado y la cámara de diputadas (el voto de un tercio del senado hubiera sido suficiente para bloquearlo), así como del Tribunal Supremo Federal, en el desenlace del proceso, del cual tanto como 9 miembros, de 11, accedieron a sus puestos propuestos por el propio PT. Las palabras fuertes sobre el golpe, que no esconden una cercanía real entre el nuevo gobierno y la herencia de la dictadura, también se oyeron en declaraciones de países aliados, pero que tampoco llevaron adelante posiciones consecuentes como el corte de relaciones diplomáticas con el gobierno golpista, el accionamiento de la cláusula democrática del Mercosur o el Boicot al nuevo gobierno en los Juegos Olímpicos disputados mientras el proceso de impeachment se encontraba sobre la mesa.

La situación de indiscernibilidad entre las políticas del segundo gobierno de Dilma, en que el apoyo de la población, poco después de haberla reelecto, se redujo a menos del 10%, según las investigaciones de opinión, se prolonga aún después de abierto el escenario del Impeachment. Aún después de que ministros dejen sus cargos para pensar contra la presidenta, el PT y el PCdoB, aliado hasta el final, mantendrían alianzas para las elecciones municipales de octubre con el PMDB y otros partidos que votaron a favor de la destitución, en más de 1600 municipios y algunas grandes ciudades[17]. Varios congresistas del PT también apoyarían un nuevo candidato a presidente de la cámara también proveniente del PMDB. Ni durante ni después delImpeachment el PT decide despegarse de una lógica política de alianzas con lo más corrupto de la política, alternando, como en tiempo de elecciones, una retórica radicalizada con una política real pragmática y conformista por debajo de la mesa.

El que fuera uno de los mayores partidos de izquierda en el mundo, así, muy posiblemente ya no volverá a ser en el corto plazo el centro de la política brasileña ni tampoco, como ya muestran nuevas articulaciones, el instrumento con que se organice la izquierda. Surgen así nuevas fuerzas políticas y alianzas que buscan cabalgar en el vacío que junio de 2013 pone en evidencia, incluso entre los que se embarcaron en la denuncia de un golpe, después de haber sido críticos a los sucesivos gobiernos del PT, que ven posibilidades de sus candidaturas en algunas ciudades y de articulación con movimientos sociales antes exclusivamente aliados al partido de gobierno.
En el campo social de la izquierda no organizada en partidos ni movimientos, protagonista de protestas en 2013, surgen nuevas luchas como las de las escuelas secundarias o huelgas por afuera de los sindicatos. También se expande la fuerte corriente de opinión pública que no está dispuesta a apoyar movimientos que ignoren los efectos de un modelo de desarrollo y grandes obras, planeado desde una perspectiva de intereses meramente capitalistas, e inseparable de una política necesitada de financiamiento ilegal proveniente de las mismas obras.

A la hora de explicar el declive del PT, uno se pregunta si se trató de una estrategia equivocada. Apenas un tercio de los senadores hubieran impedido el Impeachment. El PT no consiguió el voto siquiera de seis senadores que habían actuado como ministros[18]. ¿Todavía externos en una institucionalidad ajena? Quizás el problema fue el contrario: el PT se encontraba demasiado integrado al sistema político que para la población despierta o bien indignación, o bien indiferencia. Después de más de una década en que las organizaciones de la sociedad dejaran la calle y se dedicaran a recorrer ministerios, no sin resultados materiales inmediatos que se deben valorar, un contrapoder que sirviera contra los recortes desde las calles, se encuentra ya desarticulado.

Después de las masivas movilizaciones de junio de 2013, y su desdeñado papel de alerta para una clase política que no tuvo sensibilidad para escucharlo, en 2013, se bifurcaría a partir de ellas una serie de movilizaciones anticorrupción sin horizonte político crítico, por un lado, y de defensa nostálgica de un gobierno debilitado, con actos espaciados y de baja concurrencia, como testimonio del fin de ciclo de lo que fue una importante construcción colectiva y hoy deja el poder como fuerza transformista, además de derrotada.

Notas:
[1] Esta lectura se desprende de las pruebas publicadas por la prensa, derivadas de la “delación premiada” del empresario petrolero Machado. Resultaría en la renuncia del hombre fuerte de Temer en su primer gabinete, pocos días después de asumir. Ver: Talento, A. e M. Falção “Em delação, Machado diz que Renan e Jucá recebiam mesada do petrolão”, 15 de junio 2016, http://www1.folha.uol.com.br/poder/2016/06/1781918-em-delacao-machado-diz-que-renan-e-juca-recebiam-mesada-do-petrolao.shtml
[2] Martins, R. “A bancada BBB domina o Congresso” 14/4/2015 http://www.cartacapital.com.br/revista/844/bbb-no-congresso-1092.html
[3] “Após afastamento, reprovação a Temer chega a 70% e avaliação de Dilma melhora, diz pesquisa” Ingrid Fagundez http://www.bbc.com/portuguese/36636385 “O que as últimas pesquisas revelam sobre apoio ao impeachment e a Temer?” http://www.bbc.com/portuguese/brasil/2016/05/160511_temer_rejeicao_lab “Nem Dilma, nem Temer: maioria da população quer eleição antecipada, aponta nova pesquisa” Mariana Schreiber
[4] “Lula lidera intenção de voto em 2018, mas perderia 2º turno” http://politica.estadao.com.br/noticias/geral,lula-lidera-intencao-de-voto-em-2018-mas-perderia-2-turno,10000063304“Lula e Marina lideram corrida para 2018; tucanos despencam” http://www1.folha.uol.com.br/poder/2016/04/1759342-lula-e-marina-lideram-corrida-para-2018-tucanos-despencam.shtml“Datafolha mostra Marina Silva vencendo as eleições de 2018 em todos os cenários” http://www.infocors.com/2016/07/datafolha-mostra-marina-silva-vencendo.html?m=1
[5] Aécio Neves fue afectado por denuncias de corrupción y también desplazado políticamente dentro del PSDB por dos líderes: Serra, canciller de Temer, y Alckmin, gobernador de São Paulo. Ambos se disputa su bastión, el Estado de São Paulo, pero sin buenas mediciones en el ámbito nacional.
[8] Véase el caso del proyecto PEC 241/2016, “Temer exuma a PEC de Dilma que reduz despesa pública com o povo” http://cgtb.org.br/2016/06/19/temer-exuma-a-pec-de-dilma-que-reduz-despesa-publica-com-o-povo/ La misma sensación de falta de seriedad en el debate político sentimos al comparar el tratamiento de medidas como suba de tasas de interés, aumento de tarifas, tratados de libre comercio y otros, cuando impulsados por presidentes “progresistas” o conservadores sudamericanos.
[9] Diferentes proyectos de enmienda constitucional, presentados en 2015 y 2016, inicialmente defendidos por el gobierno Dilma, luego como prioridad en la agenda de Temer buscan desvincular la obligatoriedad constitucional de gastos en salud y educación del presupuesto de la nación. El proyecto PEC 241/2016, hace eso poniendo un techo de 20 años al gasto público, no pudiendo este superar el gasto del año anterior, corregido por la inflación. De esa forma los gastos sociales quedan descomprometidos por parte del Estado, mientras el pago de la deuda se mantiene intacto como prioridad.
[10] Milanez, F. “Os 10 conflitos ambientais mais explosivos do mundo”, 8/8/2016, http://www.cartacapital.com.br/sustentabilidade/dez-conflitos-ambientais-que-explodem-no-mundo
[11] La lógica de gobierno queda clara al analizar el Programa de Aceleración de Crecimiento (PAC), cuyo gerenciamiento como ministra llevó a Dilma a ser candidata elegida por Lula para sucederlo. Con inversiones calculadas en R$ 500 mil millones en su primera versión y R$ 1,5 billones en la segunda, y como fue evidente con Mundial de fútbol y los Juegos Olímpicos, que tuvieron exoneración de impuestos para las empresas organizadoras, el legado del modelo de desarrollo es desalojo ilegal de pobres, sobreprecios, desvío de dinero, impacto ambiental irreversible y además errores de planeamiento que vuelven a muchas de esas obras inservibles o abandonadas. Albuquerque R, T. e Salvador, E. “As implicações do Programa de Aceleração do Crescimento nas Políticas Sociais” SER Social, Brasília, v. 13, n. 28, p. 129-156, jan./jun.2011http://repositorio.unb.br/bitstream/10482/9689/1/ARTIGO_ImplicacoesProgramaCrescimento.pdf
[12] En el primer gabinete de Michel Temer, con 23 ministros, el jefe de gabinete (Padilha); los ministros de planeamiento (Jucá); de ciencia y tecnología (Kassab); de turismo (Alves); de gobierno (Vieira Lima) y de Integración Nacional (Barbalho), fueron secretarios de estado o ministros de Lula o Dilma. Así, proyectos que tramitan con Temer como la reforma jubilatoria, el límite para gastos públicos y desvinculación de los mismos a un mandato constitucional, restituciónd e impuestos regresivos, etc, no extraña que hayan sido agenda presentada por Dilma al congreso como camino para retomar el crecimiento.
[14] Argumentos contrarios a la interpretación que caracteriza un golpe de Estado pueden encontrarse en: A RETÓRICA DO “GOLPE DE ESTADO” NO IMPEACHMENT DE DILMA ROUSSEFF por Marcus Fabiano, disponible en https://marcusfabiano.wordpress.com/2016/04/17/a-retorica-do-golpe-de-estado-no-impeachment-de-dilma-rousseff/ A favor de esta interpretación puede citarse el libro “Por que gritamos Golpe?”, Varios Autores, Sao Paulo, Boitempo, 2016, o la compilación publicada por la red CLACSO, disponible en:http://www.clacso.org.ar/difusion/Golpe_Brasil_genealogia/genealogia.htm .
[15] “Ramalhoso, W> Brasil registra 58,5 mil assassinatos em 2014, maior número em 7 anos” 08/10/2015 http://noticias.uol.com.br/cotidiano/ultimas-noticias/2015/10/08/brasil-registra-585-mil-assassinatos-em-2014-maior-numero-em-7-anos.htm Martin, M. “Brasil tem seis assassinatos por hora, a maioria de homens negros” 11/11/14http://brasil.elpais.com/brasil/2014/11/11/politica/1415732921_778564.html
[16] Toledo Jr, V “Frei Betto critica assistencialismo e pede reformas por «democracia econômica»”. 15/03/2008 http://noticias.uol.com.br/ultnot/2008/03/15/ult23u1484.jhtm
[17] Castaneda, M. PT se coliga com golpistas PMDB, PSDB e DEM em 1683 municípios https://lidadiaria.wordpress.com/2016/08/19/pt-se-coliga-com-golpistas-pmdb-psdb-e-dem-em-1683-municipios/
[18] Charleaux, JP, “Dilma ficará frente a frente com ex-ministros que agora são seus adversários: quem são eles” 8/8/2016 https://www.nexojornal.com.br/expresso/2016/08/19/Dilma-ficar%C3%A1-frente-a-frente-com-ex-ministros-que-agora-s%C3%A3o-seus-advers%C3%A1rios-quem-s%C3%A3o-eles

La Hora del Lobo


Corto documental realizado en el marco del Posgrado en Documental Contemporáneo de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina) – Festivales: BAFICI / FICIC / FAB (Bariloche) / Cine B (Chile) / Valdivia (Chile) / ANTOFADOCS (mención del jurado) / La Habana Film Fest (Cuba)
SINOPSIS
‘La Hora del Lobo’ es un corto documental que retrata cómo vivieron los hechos ocurridos durante la noche del 3 y la madrugada del 4 de diciembre del 2013 los estudiantes del barrio cordobés de Nueva Córdoba, cuando la policía se declaró en huelga y una sucesión de saqueos se producían en diferentes partes de la ciudad.
FECHA Y LUGAR DE REALIZACIÓN
Córdoba (Argentina) Diciembre 2014
EQUIPO DE TRABAJO
Idea, Dirección, Guión: Natalia Ferreyra / 
Producción: Natalia Ferreyra, Ana Lucía Frau / 
Montaje: Gisela Hirshfeld-Natalia Ferreyra / 
Fotografía: Facundo Moyano / 
Postproducción: Gisela Hirschfeld / 
Tutoría de proyecto: Federico Robles, Pablo Baur.
CONTACTO
Direcciòn: Natalia Ferreyra: paranataliaferreyra@gmail.com
Producciòn: Ana Lucìa Frau: analuciafrau@gmail.com
Coordinación académica: Federico Robles / Pablo Baur: posgrado_documentales@mail.com
eci.unc.edu.ar

facebook.com/posgradodocumental

Entrevista a Raquel Gutiérrez Aguilar // Mariano Pacheco

Actualmente vive en México, aunque durante varios años su hogar estuvo en Bolivia, donde participó del Ejército Guerrillero Tupac Katari organización político-militar aymara que al ser golpeada por la represión terminó con algunos de sus integrantes en la cárcel. Entre ellos, la propia Gutiérrez Aguilar, y su pareja de entonces, el hoy vice presidente Álvaro García Linera. Raquel es socióloga, matemática y filósofa. Intelectual crítica vinculada a distintos movimientos sociales del continente. Su libro “Los ritmos del Pachakuti”, en el que describe y analiza las luchas en Bolivia entre el año 2000 y el 2005, ha sido fuente de consulta de numerosas experiencias políticas que pujan en Nuestra América por sostener un pensamiento crítico y una práctica política de nuevo tipo. De paso por Buenos Aires, “La luna con gatillo: una crítica política d ella cultura”, la entrevistó telefónicamente el pasado jueves, para conversar sobre la actual situación política de América Latina.
Nuestra América en Movimiento
–¿Cómo ves la actual situación política en América Latina, sobre todo desde la perspectiva de la organizaciones que, como sostienen los zapatistas, apuestan a una construcción política desde abajo y a la izquierda?
–Ahorita veo muy difícil poder hacer un balance general de todo lo que está pasando en el continente, pero lo primero que quisiera decir es que resulta fundamental poder una hacer distinción de cuáles son los países en los que se está abriendo un proceso de rearticulación de la capacidad social de intervenir en los asuntos públicos y en donde eso no está ocurriendo. Eso fue lo que se abrió en la temporada de las luchas que abrieron este siglo. Y ese proceso se da de distintos modos. En México, por ejemplo, pese a vivir aún un momento oscuro, no es un momento como el que vivimos entre 2007 y 2014.
En 2007, luego del cambio de gobierno, se reconfigura el proceso político, tras esos doce años de experiencia, de acumulado que va desde el surgimiento del zapatismo en adelante. Allí se puso en discusión una serie de asuntos públicos, de discutir desde abajo esa prerrogativa de cómo discutir los destinos del país. Esa capacidad organizativa y la perspectiva zapatista de ir construyendo desde los territorios la capacidad de establecer los términos en que se regulara la existencia cotidiana, todo eso se ve brutalmente confrontado desde 2007, estableciendo bajo el nombre de “guerra contra el narcotráfico”, una verdadera guerra contra el pueblo. Toda esa política, con cada vez mayores territorios militarizados y un creciente número de bajas humanas provocado por el accionar de bandas armadas, todo ese apuntó a lo que yo llamo generar una “opacidad estratégica”.
–¿A qué te referis con esto de “opacidad estratégica? Es un concepto que venís utilizando hace ya algunos años.
–Me refiero sobre todo a una situación en la que no se entendiera lo que estaba pasando. Empezaban las desapariciones y toda esa barbaridad. Comenzaba una confiscación brutal del territorio para la minería a cielo abierto, se aprobaba la Ley minera, una baja terrible de los salarios, en fin, se comenzaba a producir un proceso acelerado de domesticación del trabajo, incrementando los índices de explotación, pero también inhibiendo las posibilidades de resistencia. Y el asunto de la desaparición de los compañeros de Oyotzinapa y todo el proceso de protesta en México y solidaridad internacional que se produce, rompe ese velo de opacidad. No es que de ahí para acá se hayan resulto las preguntas, pero se pudo resignificar esa guerra contra los pueblos y entender mucho mejor las articulaciones entre las fuerzas de seguridad y el poder político a niveles locales, y cómo ahí operaban las bandas narco. Ha sido muy difícil de pensar en otras claves, pero se ha comenzado a lograr.
El estudio radial del Centro Cultural España-Córdoba está lleno. Alrededor de la mesa, los locutores y los integrantes del equipo que trabajan las redes sociales virtuales del programa. A un costado los columnistas de “Economía Crítica”, integrantes del Colectivo de Pensamiento Crítico en Economía (CoPenCe), que esperan para ingresar. Afuera, militantes del Frente Organizado Contra el Código de Faltas (FOCCOF), comienzan a prepararse para su columna de “Movimientos sociales”. El operador técnico sube el volumen de un parlante que apunta hacia afuera para que todos escuchen. Sergio Fernando Job, columnista de “Pensamiento crítico”, toma la palabra para también ingresar en la conversación con Raquél, a quien le pregunta:
–¿Cómo, desde las organizaciones populares de otros sitios del continente que pujan por construir desde abajo y a la izquierda, te parece que se puede operar para no permitir que ese velo de opacidad del que hablabas se termine de condensar en los niveles en los que ha condensado en México?
–Ymirá, yo hace tres años, cuando vine a la Argentina, me topé con los compañeros que estaban organizando eso que se llamó el Instituto de Investigación y Experimentación Política, que se proponían entender la conflictividad social desde otra clave, no desde la propuesta de intelección del Estado, de los de arriba, sino más a ras de suelo, de cómo se comenzaban a imbricar el narco-menudeo, cierto poder policial en las Intendencias, reconfiguración territorial de la zona peri-urbana de Buenos Aires, y en otras provincias, para desplazar población en función de las especulaciones de los negocios inmobiliarios. ¿Pero cómo se hacía todo esto? Bueno, apelando a ciertas tramas capilares de las fuerzas policiales que condensan un saber represivo muy fuerte, con nuevos negocios en frontera con la ilegalidad, y que necesitan establecer términos de contención muy violentos a nivel local. Y si bien no es una cosa igual a la de México, donde están los grandes empresarios de la venta de estupefaciente, que llega a ser una tercera gran rama de la economía, luego de la producción de armas y de petróleo. Eso no es así acá, está claro, pero sí está presente, cada vez más, esa trama de complicidad que garantizan impunidad y establecen un orden de mando por fuera de la ley para administrar la vida y dirimir los conflictos a nivel local de tal modo que no haya posibilidad de articulación política y se inhiba el protagonismo social. Todas esas políticas que hoy se nos tornan tan incomprensibles, son en realidad una gran actualización de los antiguos dispositivos contra-insurgentes. ¿Pero quienes serían ahora los insurgentes? Bueno, lo que nosotros en México vemos, al menos desde el grupo de la Universidad de Puebla, donde yo trabajo, es que ese protagonismo social que se desplegó a principios de siglo, esa capacidad de politización para disputar el sentido de las cosas, y orientar el término de lo que tiene que pasar en los distintos país. No solo en relación a su capacidad de impugnación, sino que en las movilizaciones ya se expresaban los términos de lo que podía hacerse. En Bolivia, por ejemplo, eso fue muy claro, con la reapropiación de los hibricarburos y la reorganziación de la vida política, la asamblea constituyente.
***
LA LUNA CON GATILLO: Una Crítica Política de la Cultura
Jueves de 15 a 17 horas por Radio Eterogenia (www.eterogenia.com.ar)-
Conducción y producción general: Mariano Pacheco.
Seguinos en Twitter (@GatilloLuna) y en FB: La luna con gatillo.

Entrevista a Michel Foucault: El poder, los valores morales y el intelectual

por Michael Bess
(Traducción: Francisco Larrabe)
Esta entrevista se realizó el 3 de noviembre de 1980 por Michael Bess, estudiante graduado del Departamento de Historia en la Universidad de California, Berkeley. Foucault se encontraba en Berkeley para ofrecer las conferencias Howison (“Subjetivación y verdad”) los días 20-21 de octubre de 1980. Extractos de la entrevista aparecieron en un artículo escrito por el propio Bess y publicado el 10 de noviembre de 1980 en el diario estudiantil Daily Californian, de dicha universidad. La entrevista se desarrolló en francés y fue traducida por el propio Michael Bess.
Hace un momento usted me contaba que es moralista…
En cierto sentido lo soy, en la medida en que creo que uno de los propósitos, uno de los sentidos de la existencia humana – la fuente de su libertad – es no aceptar nunca nada como definitivo, intocable, obvio o inmóvil. No se debería aceptar que ningún aspecto de la realidad se convierta en ley definitiva y anti humana para nosotros.
Sin embargo, necesitamos aferrarnos, incluso de manera provisoria.
Sí, es cierto. Esto no significa que uno deba vivir en una discontinuidad indefinida. A lo que me refiero es que uno debe considerar todos los puntos de fijación, de inmovilización, como si fuesen elementos tácticos, estratégicos; como parte de un esfuerzo por devolver las cosas a su movilidad original, a su apertura al cambio.
Te mencionaba anteriormente los tres elementos de mi moral. Estos son (1) la negación a aceptar como evidente las cosas que se nos proponen; (2) la necesidad de analizar y conocer, dado que no podemos llevar a cabo nada sin la reflexión y el entendimiento – de ahí el principio de curiosidad; y (3) el principio de innovación: buscar en nuestras reflexiones aquellas cosas que nunca han sido pensadas o imaginadas. En resumen: negación, curiosidad, innovación.
Me parece que el concepto que tiene la filosofía moderna respecto del sujeto supone estos tres principios. Me refiero a que la diferencia entre sujeto y objeto es precisamente que el sujeto es capaz de negarse, de generar innovación. Por tanto, ¿su trabajo ataca la tendencia a cristalizar esta noción de sujeto?
Lo que estaba explicando era el campo de valores dentro del cual sitúo mi trabajo. Me preguntaste antes si yo era un nihilista que rechaza la moralidad. Te respondí que no. También me estuviste preguntando “por qué hace el trabajo que hace”
Estos son los valores que propongo. Pienso que la teoría moderna del sujeto, la filosofía moderna del sujeto, muy bien podría ser capaz de otorgar al sujeto una capacidad para la innovación, etc., pero que, sin embargo, en la actualidad la filosofía moderna sólo lo hace en un nivel teórico. En la realidad no es capaz de traducir en una práctica estos diferentes valores que estoy tratando de elaborar en mi propio trabajo.
¿El poder puede ser abierto y fluido, o es intrínsecamente represivo?
El poder no debe ser entendido como un sistema opresivo que somete desde la altura a los individuos, castigándolos con prohibiciones sobre esto o aquello. El poder es un conjunto de relaciones. ¿Qué significa ejercer el poder? No significa tomar esta grabadora y arrojarla contra el suelo. Tengo las capacidades para hacerlo, tanto material como física y anímica. Sin embargo, si la azoto contra el suelo con el propósito de hacerte enojar o que no puedas reproducir lo que he dicho, o presionarte de modo que te comportarás de tal o cual manera o para intimidarte; pues bien, lo que he hecho al moldear tu comportamiento mediante ciertos medios, eso es poder.
Esto quiere decir que el poder es una relación entre dos personas, una relación que no está en el mismo orden de la comunicación (incluso si estás obligado a servirme como instrumento de comunicación). No es lo mismo que decirte “el clima está agradable” o “nací en tal o cual día”.
Ejerzo poder sobre ti: influyo en tu comportamiento o intento hacerlo. Intento guiarlo, conducirlo. Y la manera más sencilla es, obviamente, tomándote de la mano y obligarte a que vayas a donde quiero. Ese es el caso límite, el grado cero del poder. Y es precisamente en ese momento en que el poder deja de serlo y se convierte en simple fuerza física. Por el contrario, si uso mi edad, mi posición social, el conocimiento que pueda tener sobre determinado tema para hacer que te comportes de un modo particular – es decir, no te estoy forzando a algo sino que te estoy dejando completamente libre – ahí es cuando empiezo a ejercer poder. Está claro que no debemos definir el poder como un acto violento y opresor que reprime a los individuos forzándolos a hacer algo o evitando que hagan algo distinto. Sino que el poder tiene lugar cuando existe una relación entre dos sujetos libres y esta relación es desigual, de modo que uno puede actuar sobre el otro, y ese otro es guiado o permite que lo guíen.
Por tanto, el poder no siempre es represivo. Puede tomar varias formas. Y es posible tener relaciones de poder que son abiertas.
¿Son relaciones equitativas?
Nunca son equitativas porque la relación de poder es desigual. Pero puedes tener sistemas de poder reversibles. Tomemos, por ejemplo, lo que sucede en una relación erótica – no estoy hablando de una relación amorosa sino simplemente una relación erótica. Pues bien, tienes claro que es un juego de poder y la fuerza física no es necesariamente el elemento más importante aquí. Ambos tienen una cierta manera de actuar en el comportamiento del otro, moldeándolo y determinándolo. Uno de los dos puede usar esta situación de un modo determinado y luego generar el inverso exacto con respecto al otro. Pues bien, ahí tienes una forma específica y pura de poder reversible.
Las relaciones de poder no son en sí mismas formas represivas. Lo que sucede es que en las sociedades, o en la mayoría de ellas, se crean organizaciones para mantener cristalizadas las relaciones de poder, para mantener dichas relaciones en un estado de asimetría, de modo que un cierto número de personas obtienen una ventaja social, económica, política, institucional, etc. Y esto cristaliza la situación. Eso es lo que uno llama poder, en el sentido estricto del término: es un tipo específico de relación de poder que ha sido institucionalizado, cristalizado e inmovilizado para beneficios de algunos y perjuicio de otros.
Pero, ¿son ambas partes de la relación victimas del poder?
¡No del todo! Sería forzar demasiado la idea si decimos que aquellos que ejercen el poder son víctimas. De cierta manera es verdad que pueden quedar atrapados en la trampa, dentro de su propio ejercicio de poder; pero no son tan victimas como los otros. Inténtalo…ya verás [risas].
¿Está alineado con la posición de los marxistas?
No lo sé. Verás, no estoy seguro de saber qué es el marxismo en realidad y no creo que exista como algo abstracto. Para mala o buena suerte de Marx, su doctrina ha sido adoptada casi siempre por organizaciones políticas y es, después de todo, la única teoría cuya existencia siempre ha estado atada a organizaciones sociopolíticas que fueron extraordinariamente fuertes y volátiles, hasta el punto de convertirse en aparatos del Estado.
De manera que cuando mencionas al marxismo, te pregunto a cuál te refieres, ¿el que se enseña en la República Democrática Alemana (marxismo-leninista); el vago, desaliñado y bastardo concepto que usan algunos como George Marchais; o el cuerpo doctrinario que sirve como punto de referencia para algunos historiadores ingleses? En otras palabras, no sé lo que es el marxismo. Intento luchar con los objetos de mi propio análisis, por lo que cuando uso un concepto utilizado tanto por Marx o los marxistas, un concepto útil y tolerable, para mí es indiferente. Siempre me he negado a considerar como factor decidor el estar o no de acuerdo con el marxismo a la hora de negar o aceptar lo que digo. No me podría importar menos.
¿Tiene algunas ideas respecto de un sistema de poder que ordene a la masa de seres humanos en el planeta, un sistema de gobierno que no se convierta en una forma de poder represiva?
Un programa de poder puede tomar tres formas. Por un lado, ¿cómo ejercer un poder que sea efectivo y posible (en esencia, cómo reforzarlo)? O, por otro lado, la postura inversa: ¿cómo anular el poder, qué puntos atacar para derrumbar la cristalización del poder ya existente? Y por último, la postura intermedia: ¿de qué manera limitar las relaciones de poder tan encarnadas y desarrolladas en una sociedad específica?
Pues bien, la primera postura no me interesa: crear un programa de poder que ejerza el poder más que antes. La segunda postura es interesante, pero me complica que se deba considerar esencialmente bajo el propósito de sus objetivos concretos: las luchas que uno desea emprender. Y esto significa, precisamente, que uno no debe hacer de ella una teoría a priori.
En cuanto a la postura intermedia – ¿cuáles son las condiciones aceptables del poder? – digo que estas condiciones aceptables para el ejercicio del poder no pueden ser definidas a priori. Ellas son siempre el resultado de relaciones de fuerza dentro de una sociedad. Y en tal situación sucede que un cierto desequilibrio en las relaciones de poder es, en efecto, tolerado por un periodo de tiempo por aquellas víctimas que están en una posición más desfavorable. Esto no quiere decir que semejante situación sea aceptable. Ellos son conscientes de esto desde el primer momento, de modo que después de pocos días, años, siglos, las personas siempre terminan resistiéndose y ese viejo compromiso ya no funciona. Eso es. Pero no se puede dar una fórmula definitiva para el ejercicio óptimo del poder.
¿Quiere decir que algo se cristaliza en las relaciones de poder entre las personas y que se vuelve intolerable después de un tiempo?
Claro, a pesar de que a veces sucede de inmediato. Las relaciones de poder, tal como se expresan en una determinada sociedad, no son sino la cristalización de una relación de fuerzas. Y no hay ninguna razón para que estas cristalizaciones de las relaciones de fuerza deban ser formuladas como una teoría ideal de dichas relaciones.
Dios sabe que no soy un estructuralista o un lingüista o algo por el estilo, pero, verás, es casi como si un filólogo quisiera decir “bien, así es como el lenguaje debe ser hablado, así es como el inglés o francés debe ser hablado”. ¡Pero no! Uno puede describir de qué manera un lenguaje es hablado en un determinado momento, uno puede decir lo que es comprensible y lo que es inaceptable, incomprensible. Y es todo lo que uno puede decir. Por otro lado, sin embargo, esto no significa que este tipo de trabajo en relación al lenguaje no permita innovaciones.
Es una posición que se rehúsa a hablar en términos positivos, excepto para el momento presente.
Desde el momento en que uno concibe el poder como un ensamble de relaciones de fuerza, no puede haber ninguna definición programática de un estado óptimo de fuerzas, a menos, claro, que uno fije posiciones al decir “quiero que el blanco ario, de raza pura tome el poder y lo ejerza”, o incluso, “quiero que el proletariado ejerza el poder y quiero que lo haga de manera absoluta”. En ese momento sí se ha establecido un programa para la construcción del poder.
¿Es intrínseco a la existencia humana que su organización se transforme en una forma represiva de poder?
Sí. Por supuesto. Tan pronto como haya personas que se encuentren en una posición – dentro del sistema de relaciones de poder – donde puedan actuar sobre otros y determinar la vida y el comportamiento de éstos, pues bien, la vida de esas otras personas no será del todo libre. Como resultado, dependiendo del umbral de tolerancia y de un gran número de variables, la situación será más o menos aceptada, pero nunca completamente. Siempre habrá personas que se rebelen, que se resistan.
Permítame poner otro ejemplo. Si un niño quiere rayar las murallas de una casa, ¿sería represivo impedir que lo haga? ¿En qué punto uno dice “¡Basta!”?
[…] Si acepto la idea que frecuentemente se tiene del poder – vale decir, que es algo horrible y represivo para el individuo – es evidente que evitar que un niño raye las murallas sería una tiranía insoportable. Pero eso no es el poder: Yo digo que el poder es una relación. Una relación en la que uno guía el comportamiento de los otros. Y no hay ninguna razón para decir que la manera de guiar el comportamiento de los otros no puede tener, en última instancia, un resultado positivo, valioso, interesante, etc. Si yo tengo un hijo, te aseguro que no rayaría en las murallas; y si lo hiciera, sería contra mi voluntad. ¡Incluso el solo pensarlo!
Es complicado…a veces uno tiene que cuestionar constantemente.
¡Sí, sí! ¡Así es! Un ejercicio de poder nunca debe ser algo evidente. No significa que porque seas el padre tienes derecho a golpear a tu hijo. A menudo, incluso, no castigarlo es también una manera de moldear su comportamiento. Este es un dominio de relaciones bastante complejo que exige una reflexión constante. Y cuando uno piensa en el cuidado con que los sistemas semióticos han sido analizados en nuestra sociedad, para develar su valor significante [valeur signifiante], ha existido un relativo descuido de los sistemas para el ejercicio del poder. No se le ha dado la suficiente atención a este complejo ensamble de conexiones.
Su postura escapa continuamente de la teorización. Tiene que rehacerse una y otra vez.
Es una práctica teórica, si tú quieres. No es una teoría sino más bien una manera de teorizar la práctica. […] Como mi posición aún no ha sido esclarecida del todo, a veces la gente piensa que soy una suerte de anarquista radical que tiene un profundo odio hacia el poder. ¡No! Lo que trato de hacer es abordar este fenómeno tremendamente importante y confuso que es el ejercicio del poder en nuestra sociedad, con la mayor reflexión y prudencia. Prudencia en mi análisis, en los postulados morales y teóricos que empleo. Intento averiguar qué está en juego. Pero cuestionando las relaciones de poder de la manera más escrupulosa y atenta posible, examinando todos los ámbitos de su ejercicio, que no es lo mismo que construir una mitología del poder como si fuera la bestia del apocalipsis.
¿Hay temas positivos en su concepto sobre lo que es bueno? En la práctica, ¿cuáles son los elementos morales en los que basa sus acciones?
Ya te los dije: negación, curiosidad e innovación.
Pero, ¿no son todas ellas negativas en cuanto al contenido?
La única ética que puedes tener con respecto al ejercicio del poder, es la libertad de los otros. Yo no le digo a la gente “hagan el amor de esta manera, tengan hijos, vayan a trabajar”.
Debo admitir que estoy un tanto perdido al no tener puntos de orientación en su mundo, hay demasiada apertura.
Escucha, escucha… ¡No es tan difícil! No soy un profeta; no soy un organizador; no quiero decirle a la gente qué debe hacer. No voy a decirles “¡esto es bueno para ti, esto no!”.
Intento analizar una situación real en sus diversas complejidades, con el propósito de permitir la negación, la curiosidad y la innovación.
Y con respecto a su vida personal, eso ya es distinto…
¡Pero a nadie le incumbe!
Pienso que en el fondo de todo esto hay un malentendido sobre la función de la filosofía, del intelectual, del conocimiento en general: y es que les concierne a ellos decirnos qué es bueno.
¡Pues no! ¡No, no, no! No es responsabilidad de ellos. Ellos ya son bastante propensos a interpretar ese papel. Por dos mil años han estado diciéndonos qué es bueno, con todas las consecuencias catastróficas que eso ha generado.
Hay un juego terrible aquí, un juego que oculta una trampa en la que los intelectuales tienden a decir lo que es bueno, y las personas no encuentran nada mejor que les digan lo que es bueno, cuando sería mejor que empezaran a gritar “¡esto es malo!”
Pues bien, cambiemos el juego. Digamos que los intelectuales ya no tendrán el rol de decir lo que es bueno. Por tanto, dependerá de las propias personas, basando su juicio en los múltiples análisis de realidad que se les ofrezcan, trabajar o comportarse espontáneamente, de manera que puedan definir por sí mismos qué es bueno para ellos.
Lo bueno a veces surge a través de la innovación. Lo bueno no existe como tal en un cielo atemporal con personas que serían como los Astrólogos del Bien, cuyo trabajo es determinar cuál es la naturaleza favorable de las estrellas. Lo bueno es definido por nosotros, se practica, se inventa. Y es un trabajo en conjunto.
¿Está más claro ahora?
[Fuente en español: https://defilosofia.com/

Ante la nación norteamericana: histórica entrevista de Ernesto Che Guevara a la CBS (1964)


El programa de la Televisión Cubana, “La pupila asombrada”, que se transmite los jueves a las diez de la noche por Cubavisión, rescató del olvido una entrevista que ofreció el Comandante Ernesto Che Guevara para el programa “Face the Nation”, de la CBS, el 13 diciembre de 1964. En el diálogo con los periodistas, transmitido en vivo de costa a costa en Estados Unidos, el Che emitió criterios sobre las relaciones de EEUU-Cuba, de sorprendente actualidad. El Che estaba en Nueva York y había pronunciado, dos días antes, un histórico discurso como representante de la República de Cuba en la Asamblea General de las Naciones Unidas.
A continuación, publicamos la transcripción íntegra de la entrevista y el video, con subtítulos en español. Cubadebate ha rescatado, además, las imágenes que la agencia AP tomó de ese diálogo:
El 13 de diciembre, el ministro de industrias, comandante Ernesto Che Guevara, compareció ante las cámaras de televisión de la Columbia Broadcasting System (CBS) para ser entrevistado en el programa “Face the Nation” (Ante la Nación). Formularon preguntas al comandante Guevara, Paul Niven, corresponsal de la C.B.S.; Richard C. Hottelet, corresponsal de la CBS en Naciones Unidas, y Tad Szulc, de la Oficina de Nueva York del “New York Times”.
Sr. Niven: Comandante Guevara, en su discurso de la Asamblea General antes de ayer, usted acusó a Estados Unidos de ayudar a los vecinos de Cuba a preparar nuevas agresiones contra ella. Nosotros, a nuestra vez, hemos acusado frecuentemente a su gobierno de promover la subversión en otros países latinoamericanos. ¿Ve usted alguna salida a esta situación; algún modo de mejorar las relaciones?
Comandante Guevara: Yo creo, con relación a las soluciones, que hay soluciones, y creo que hay sólo una. Hemos dicho repetidas veces al gobierno de Estados Unidos que nosotros queremos nada más que ellos se olviden de nosotros, que no se preocupen de nosotros, ni en bien ni en mal.
Sr. Niven: Comandante Guevara, tenemos otras preguntas acerca de las relaciones de Cuba con este país y con los países comunistas y acerca de su propia situación interna. Comandante Guevara, usted dijo hace un momento que a usted sencillamente le gustaría que nosotros los norteamericanos nos olvidáramos de Cuba. Su discurso del otro día sugiere que usted no puede olvidarse de nosotros; usted nos considera un gobierno hostil a 90 millas. ¿Cómo puede usted esperar que nosotros los olvidemos?
Comandante Guevara: Yo no dije exactamente que tenía la esperanza de que ustedes nos olvidaran. Usted me preguntó por una solución y yo dije cuál es esa solución, en el momento actual. Sí ello es posible o no, ésa es otra pregunta.
Sr. Szulc: Sr. Guevara, en varias oportunidades recientemente el Premier Fidel Castro ha sugerido en entrevistas con periodistas visitantes, y en otras ocasiones que debe hacerse un nuevo esfuerzo por normalizar las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, particularmente en el terreno del comercio y el intercambio. Como economista, ¿entiende usted personalmente que la reanudación de relaciones de esta naturaleza sería útil o provechosa para Cuba? En otras palabras, ¿le gustaría ver estas relaciones normalizarse?
Comandante Guevara: No como economista, porque nunca me he considerado un economista, sino como un funcionario del Gobierno Cubano, como un cubano más, creo que las relaciones armoniosas con Estados Unidos serían muy buenas para nosotros desde el punto de vista económico más que en cualquier otro campo, porque toda nuestra industria fue establecida por Estados Unidos y las materias primas y los repuestos qué tenemos que hacer con grandes dificultades o traerlos de otras áreas pudieran venir directamente. Además, el azúcar, para el cual tuvimos tradicionalmente el mercado norteamericano, que está también cercano.
Sr. Szulc: Comandante, si mi memoria me es fiel, en 1960 pronunció usted varios discursos, particularmente uno en marzo de 1960 en el que dijo que para Cuba, continuar vendiendo azúcar a Estados Unidos era una forma de colonialismo a la cual Cuba estaba sometida. ¿Ha cambiado usted de opinión acerca de esto?
Comandante Guevara: Naturalmente, porque aquéllas eran condiciones distintas. Nosotros vendíamos azúcar bajo condiciones específicas establecidas por compradores norteamericanos, los que a su vez dominaban el mercado y la producción interna de Cuba. Actualmente si vendiésemos azúcar a Estados Unidos sería el gobierno cubano el único que lo vendería y todos los beneficios serían para nuestro pueblo.
Sr. Hottelet: Doctor Guevara: Washington ha dicho que hay dos condiciones políticas para el establecimiento de relaciones normales entre Estados Unidos y Cuba. Una, abandono de sus compromisos militares con la Unión Soviética. La otra; el abandono de la política de exportar revolución a América Latina. ¿Ve usted alguna posibilidad de cambio en cualquiera de estos dos puntos?
Comandante Guevara: En absoluto. No ponemos condición de ninguna clase a Estados Unidos. No queremos que ellos cambien su sistema. No pretendemos que cese la discriminación racial en Estados Unidos. No ponemos condición alguna para el establecimiento de relaciones, pero tampoco aceptamos condiciones…
Sr. Hottelet: Pero mi pregunta es si usted aceptaría estas condiciones establecidas por Estados Unidos para la reanudación de relaciones normales.
Comandante Guevara: No aceptaremos condición alguna de Estados Unidos. No aceptaremos condición alguna impuesta a nosotros por Estados Unidos.
Sr. Hottelet: Pero en el asunto de los proyectiles rusos en Cuba y de las relaciones militares cubanas con la Unión Soviética, ¿cómo puede Estados Unidos estar seguro de que Cuba no será una amenaza estratégica nuevamente? ¿Aceptaría usted la inspección de las Naciones Unidas o la inspección de la Organización de los Estados Americanos en el lugar?
Comandante Guevara: Usted mencionó la Organización de Estados Americanos. Antes de ayer, el delegado colombiano habló: “de la órbita” de la OEA. Eso es en efecto, una órbita alrededor de Estados Unidos. Una inspección por semejantes delegados sería una inspección realizada por Estados Unidos. Usted dice que Estados Unidos no se siente seguro y nosotros le preguntamos a Estados Unidos, ¿podremos nosotros sentirnos seguros de que no existen proyectiles contra Cuba? Entonces, no podemos llegar a una solución armónica a menos que todos los países sean iguales en el mundo. Inspeccionemos todas las bases, las bases atómicas de Estados Unidos, e inspeccionemos también lo que tenemos en Cuba, y si usted lo desea, liquidemos todas las bases atómicas en Cuba y en Estados Unidos y nosotros estaremos en un completo acuerdo con eso.
Sr. Niven: Comandante, ¿están ustedes, en realidad, tratando de exportar su Revolución? ¿Envían ustedes armas todos los días a otros países latinoamericanos? ¿Están ustedes trayendo revolucionarios dé otros países y devolviéndolos a su patria?
Comandante Guevara: También tuve la oportunidad de decirlo en la Asamblea y puedo repetirlo enfáticamente ahora: las revoluciones no se exportan. Las revoluciones son creadas por las condiciones de opresión que los gobiernos latinoamericanos ejercen contra los pueblos y de allí viene la rebelión y después emergen las nuevas Cuba… No somos nosotros los que creamos las revoluciones, es el sistema imperialista y sus aliados, aliados internos, lo que crean las revoluciones.
Sr. Niven: Pero su actitud hacia el actual gobierno de Venezuela, considerado en muchos países como izquierdista y progresista, ¿no sugiere que ustedes consideran a cualquier gobierno como opresor si éste no es comunista?
Comandante Guevara: Absolutamente no. Lo que nosotros consideramos es que el gobierno de Venezuela no es un gobierno izquierdista, no tiene nada de gobierno izquierdista. Es un gobierno opresor. Es criminal. Ha asesinado a los patriotas en las luchas campesinas en la región de Falcón, donde hay asesores militares de Estados Unidos. El gobierno que hoy hay en Venezuela —a pesar de que la prensa norteamericana no lo revela— no es un gobierno izquierdista.
Sr. Niven: ¿Existe algún gobierno en este hemisferio al cual Cuba considere como progresista?
Comandante Guevara: La palabra “progresista” es una palabra ambigua. Hay gobiernos con el cual mantenemos relaciones diplomáticas: el gobierno de México, con el cual tenemos buenas relaciones. Nuestros sistemas son diferentes. Respetamos su sistema. Estamos en completa armonía hasta la fecha y espero que continuemos en la misma forma. Pero si usted me pregunta mi concepto de América Latina, le diré que hay algunos gobiernos que oprimen a sus pueblos, mucho más que otros, y entre los menos opresivos, entre aquéllos con los cuales pudiéramos tener relaciones, sin dificultad alguna, están: Uruguay, Chile, tal vez Costa Rica, pero Estados Unidos no lo permite.
Sr. Hottelet: Pero todos estos países han roto relaciones diplomáticas con Cuba. ¿No se sienten ustedes aislados al no tener amigos en todo el hemisferio?
Comandante Guevara: Tenemos gran cantidad de amigos, pero no entre los gobiernos. Los amigos están en el pueblo y, en última instancia, los pueblos serán quienes gobernarán esos Estados.
Sr. Szulc: Pudiéramos cambiar la escena geográfica de la amistad o no amistad en el mundo. Usted hizo una visita a Moscú en noviembre, el mes pasado, después del cambio de la dirigencia máxima. Hemos tenido la impresión aquí de que el Gobierno de Cuba había adoptado una posición poco definida acerca de las dificultades entre la Unión Soviética y China, ideológicamente. ¿Pudiera usted decirnos, si como consecuencia de su visita, resulta más claro o más difícil para el Gobierno de Cuba adoptar una posición definida en relación con el problema soviético-chino?
Comandante Guevara: Puede que ustedes tengan la impresión de que nuestra actitud no es clara, pero nosotros tenemos la impresión de que nuestra actitud es muy clara.
En efecto, hay un conflicto, un conflicto ideológico que todos conocemos. Hemos establecido nuestra posición en el sentido de la unidad entre los Estados socialistas. La unidad es la primera medida y sostenemos siempre que la unidad es necesaria porque la desunión favorece a Estados Unidos, que es nuestro enemigo y todo lo que esté a favor del enemigo debe ser eliminado. He ahí el por qué estamos a favor de la unidad. Creemos que existe la necesidad de fortalecer esta unidad y que ella será fortalecida y que el bloque monolítico de los países socialistas se formará otra vez.
Sr. Szulc: A principios de este año —creo que por primera vez en marzo y de nuevo en junio—, el Gobierno soviético, encabezado entonces por el Premier Jruschov, formuló invitaciones a un número de partidos comunistas o marxista-leninistas del mundo, incluido el Partido Socialista cubano o, más bien, el Partido Cubano de la Revolución Socialista, para que asistieran a una reunión preparatoria de Partidos Comunistas, en Moscú. Según recuerdo el Partido cubano es uno de los pocos que no ha contestado a esa invitación. Vemos hoy que el Gobierno soviético ha reiterado la invitación para una reunión preparatoria de países comunistas o marxistas leninistas en marzo, ¿aceptaría ahora su Gobierno, o su Partido, la invitación soviética?
Comandante Guevara: Eso será estudiado en el momento apropiado y daremos la respuesta. Es ésta una invitación formulada no al Gobierno sino al Partido y es el Partido el que tiene que responder. Yo estoy aquí representando al Gobierno ahora.
Sr. Hottelet: Comandante Guevara, usted es probablemente el más importante exponente de la guerra de guerrillas en el hemisferio occidental y usted ha dicho que los problemas de la Revolución en la América Latina se resolverán con balas más bien que con votos y, en general, su actitud dinámica ante estas cosas parece estar más cerca de la línea comunista china. También, Cuba nunca ha firmado el tratado que proscribe los ensayos nucleares en el espacio ultraterrestre, en la atmósfera y en el mar. Esta es también la posición comunista china. ¿No lo coloca esto a usted, realmente, en términos de su actitud práctica y en política, del lado chino de la cerca comunista?
Comandante Guevara: Bien, hay tres o cuatro preguntas comprendidas en una. Trataré de responder una por una. En primer lugar, hay una afirmación que me gustaría negar, o quizás la traducción no fue correcta. Según yo le oí, usted dijo que soy el exponente de las guerrillas en este hemisferio. Yo no soy el exponente de las guerrillas en este hemisferio. Yo diría que ese exponente lo sería Fidel Castro, líder de nuestra Revolución y quien tiene el papel más importante en la dirección de la lucha revolucionaria, y en la estrategia del Gobierno cubano.
Respecto a las otras dos cuestiones específicas, no tenemos que participar en la controversia porque hay problemas muy específicos. El problema de la transición pacífica al socialismo, nosotros lo discutimos como una cuestión teórica, pero en América es muy difícil y es prácticamente imposible. Por eso es que específicamente nosotros decimos que en América, el camino para la liberación de los pueblos, que será el camino del socialismo, marchará a través de las balas en casi todos los países, y puedo pronosticar con tranquilidad que usted será testigo.
Respecto al problema de firmar el nuevo tratado que proscribe los ensayos nucleares, hemos acogido con beneplácito ese paso como una medida que tiende a prevenir que se agraven las tensiones, pero hemos señalado muy claramente que nosotros, con una base militar norteamericana en nuestro territorio donde pudiera haber toda clase de armas, donde tenemos que sufrir toda clase de provocaciones, tenemos que soportar —resistir— los vuelos sobre nuestro territorio, nosotros no podemos firmar ese tratado porque seria una traición a nuestro pueblo. Esto es independiente del hecho de que recibimos con beneplácito el tratado público no refleja más que la verdad.
Sr. Niven: Comandante, ¿puedo preguntarle qué porcentaje del pueblo de Cuba respalda la Revolución?
Comandante Guevara: Bueno. . .
Sr. Niven: Tenemos diez segundos.
Comandante Guevara: Es muy difícil en diez segundos. En este momento no tenemos elecciones, pero una gran mayoría del pueblo respalda a este Gobierno.
Sr. Niven: Gracias, comandante Guevara, por estar con nosotros en “Face the Nation” (Ante la Nación).

(La transcripción de esta entrevista aparece en Ha sonado la hora postrera del colonialismo. Intervención del Comandante Ernesto Che Guevara en Naciones Unidas. República de Cuba. Ministerio de Relaciones Exteriores. Dirección de Información. Fue cedida a Cubadebate por La pupila asombrad

La desobediencia en el caldero // Verónica Gago

Foto: Jose Nicolini
Hace algunos meses desde México, habló en estas páginas de política del deseo. Más allá de las decodificaciones, se trata de una de esas frases que funcionan como insignias. Comunican. Conectan. Sin saber muy claro en qué sentido. Pero por eso mismo: porque proliferan sentidos en los que la resbalosa y a la vez precisa política del deseo se encastra, se anima, se acuerpa. La filósofa y militante Raquel Gutiérrez Aguilar pasó por Buenos Aires una semana y, en ese trajín de días que ensancharon sus horas, hizo aquello que dice ser su tarea: averiguar aquí y allá cómo se produce, cómo se cocina y cómo se conversa una política en femenino. Una declinación de la política del deseo. “No es la reposición de un binarismo ramplón”, aclara, sino “el modo en que el lenguaje produce una torsión que viene del ras de otras prácticas políticas, que encienden otras sensibilidades”. Es también el título de un futuro libro que escribe y que parece no poder escribirse sin viajar una y otra vez, y llenar cuadernos de apuntes, y deshilvanar al detalle cada conversación en busca de esa llama que nombra como “novedad política” y se le encienden los ojos. Está convencida –con la precisión de matemática que alumbra sus razonamientos, con la pasión de una combatiente que persevera en las peleas con ritmos diversos– que estamos ante la emergencia de una época del “entre mujeres”. Una época de desbordes y desacatos inéditos. Sólo así se comprende, a contrapelo, el nivel creciente de violencia machista que aparece como respuesta misógina.

En Buenos Aires transitó por una serie de conversaciones, de “pistas”, que se cruzaron con sus intuiciones y experiencias y que no pueden dejar de pensarse al calor de una sistematización que se quiere estratégica en un sentido muy concreto: ¿cómo avanzamos en construir y hacer fuerte una disposición a no obedecer? ¿Cómo se acumulan flujos de desestabilización del orden patriarcal capitalista? ¿Cómo es posible pensar los horizontes de transformación política desde lugares concretos de alianza y confianza? Unas preguntas clave para el multitudinario Encuentro Nacional de Mujeres que empieza mañana en Rosario.
Desandar y desordenar

Una vez Raquel contó que en la cárcel aprendió que decir “sí” no siempre significa lo mismo. Había detectado al menos cuatro variantes, gracias al cromatismo del aymara: “sí donde ya se sabe que es no”, “sí de que me lo voy a pensar”, “sí de que tengo que ver cómo siguen las cosas” y “sí de sí”. Esa diferenciación había sido dura: surgió de ensayos, fracasos y éxitos que costaron mucho al intentar organizar acciones colectivas, desde huelgas de hambre a pedidos de mayores visitas íntimas, entre las presas de Obrajes, en La Paz. Raquel estuvo allí desde 1992, cuando fue detenida y procesada por alzamiento armado y una decena más de cargos junto a otros y otras integrantes del Ejército Guerrillero Tupac Katari (EGTK), entre ellos Álvaro García Linera y Felipe Quispe. Había llegado a Bolivia pasados los veinte años, a fines del ’84: “Lo que sentíamos era que todo estaba por hacerse. Ese era el reto, la dificultad y la belleza. Una vez más: ¿qué hacer?, ¿cómo organizarse?, ¿cómo impulsar la revolución?”. Antes, había tenido en México una militancia con los salvadoreños del FMLN en el exilio, mientras estudiaba filosofía y matemáticas. Pero fue de aquella experiencia en la cárcel donde parió su primer libro: ¡A desordenar! Por una historia abierta de la lucha social, ahora editado en Buenos Aires. Apenas unos años después de ser liberada, toma fuerza, premura y empuje otro libro que también acaba de presentarse: Desandar el laberinto. Introspección en la feminidad contemporánea (ambos Tinta Limón Ediciones). Este último, escrito en 1999, se trata de un texto liminal, de frontera. Al borde del siglo nuevo y de la inminencia de una época intensamente movilizada en Bolivia. Al borde de la libertad y de la razón, en los resquicios de una comunidad que se deshace y otra que se está preparando. En la línea entre lo que se rompe y aquello de lo que apenas se tiene visiones fugaces. Este libro, sin embargo, está ya más allá del encierro y el desorden, pero para ir a fondo con otra fórmula para esos mismos problemas: ¿qué sería volver a recorrer, como se deshace una madeja de lana, el laberinto de la subjetividad femenina? ¿Por qué después de la comunidad de mujeres vivida en la cárcel, de una fusión amorosa, y de un grupo político reducido y de confianza, se está aun en medio del laberinto? Esa maraña aparece en estas páginas como un ejercicio, a la vez gozoso y a la vez dolido, del más generoso don (una palabra con una fuerza de atracción recurrente en el libro) en el que se pone al desnudo lo que se sabe, lo que se siente y lo que se cuentan las mujeres a sí mismas y entre sí para entender la captura del cuerpo y la economía política del sexo, la institución matrimonial y las exigencias y moralidades sociales, la lógica de los intercambios y el avance del capital sobre terrenos más y más extensos.

Del laberinto se puede salir de muchas maneras. Desandarlo es otra cosa. “No pretendo, ni por un solo momento, elaborar una teoría general de la liberación de las mujeres”, advierte Raquel. Pero traza andariveles, y en medio de ellos se puede bracear y tomar aire. El primero conduce a una pregunta: cómo experimentar la “disposición de sí” para desmontar los bloqueos e inhibiciones que se organizan como un malestar intangible y pegajoso. Luego, advertencias: por qué tendemos a dudar de nosotras, de lo que queremos hacer para “atrincherarnos en una apatía vital”. Y más a fondo: las cosas se pondrán peor cuanto más “perseveramos en la afirmación de una elección vital, en la seguridad de una intuición íntima”. El recorrido es largo (con mojones que van de Marx a Simone de Beauvoir, de Badinter a Illouz, de Bourdieu a Varela y Maturana) pero el oleaje logra un ritmo: la construcción de autonomía es lo único que horada, como el agua, al laberinto desde abajo.
Una comunidad de mujeres más allá del encierro

Estamos en el patio del local de la organización Yo No Fui, que trabaja con mujeres presas en los penales de Ezeiza y San Martín. Debíamos entrar al Centro Universitario de Ezeiza (CUE) del Complejo IV, pero el día anterior estalló una huelga de brazos caídos en reclamo del pago de las doscientas horas laborales. Mientras tanto, en el Congreso el PRO y el Frente Renovador presentaban en comisión un proyecto de ley para modificar la ley 24.660 y suspender las salidas transitorias cuando se cumple la mitad de la condena (iniciativa anunciada por la ministra Bullrich en el programa Almorzando con Mirtha Legrand). “Es un debate sobre la pena de muerte encubierto”, dice una de las presentes: “saber que no tenés ni chance de salir por tu conducta es como declararte muerta viva dentro de la cárcel”. El ambiente no es ni un milímetro ajeno a la época. Otra compañera le cuenta el conflicto alrededor del artículo 64 de la ley 20.337 que prohíbe a quienes estuvieron presxs armar y trabajar en cooperativas porque se les prohíbe ser parte de su Consejo Administrativo. “¿Pero entonces las mujeres que estuvimos presas somos ciudadanas mutantes?”, dice Raquel.

“Cuando salí de la cárcel tenía clara una idea: quería que persistiera esa comunidad de mujeres en la que había vivido pero quería tener la llave”. Hay un saber acumulado en esa imagen que está en la experiencia de cada una de las mujeres que han estado presas y que ahora rememoran la cercanía de esa “familia” que se arma en el encierro, de la intensidad de afectos que luego es difícil encontrar “afuera”. “También hay un saber de la organización entre mujeres que en la cárcel es muy claro”, dice Raquel y que, sin dudas, podemos expandir: la organización por problemas, aprovechar todos los resquicios para hacer oír la propia voz, la técnica informal de la charla y un saber estratégico sobre cómo gestionar las violencias. Muy diversa a la representación de tipo sindical (por delegado) que caracteriza a los penales de varones, las formas organizativas que ella recuerda como potentes “son aquellas que producen escenas donde nos aliábamos y, a partir de eso, el triunfo era darnos y construir confianza, lo que ya va tejiendo la acción por venir”. No es lo mismo la prisión en Bolivia de hace veinte años (divididas las presas entre las “1008” –la ley que penaba el narcotráfico–, las comunes, y las bombas –las presas políticas–), pero las traducciones se hacen sin problema. “En Bolivia se decía “corchas” a las que se portaban bien con el servicio penitenciario: ¿cómo se les dice acá?”. “Sopla bolsa”, dicen varias a la vez en medio de una larga sucesión de chistes.
La red: Ni Una Menos y Vivas Nos Queremos

Las manifestaciones de Ni Una Menos y el modo en que la consigna ha sido tomada y elaborada en organizaciones y barrios de distintos puntos del país y de la región muestran algo que no era hasta ahora habitual: la cuestión feminista como cuestión de masas. No es menor que la contraofensiva venga del mismísimo poder de la Iglesia, que se propone justamente la disputa por las movilizaciones masivas y en busca de la representación de una pobreza casta, capaz de reconocer un mando superior y con una masculinización de la conducción evidente, la cual se arroga todos los liderazgos populares. Como en una broma de la historia, brujas y papas vuelven a ser personajes que aparecen en carteles y pancartas. Iconografías para nada anacrónicas si se miran las puestas en escena de las últimas movilizaciones, donde se grita “somos las nietas de las brujas que no pudiste quemar” y en paralelo se pasean todos los colectivos que conducen a Roma.

“Es posible pensar el movimiento que se abre con estas movilizaciones como un movimiento sin demandas. En el sentido que instituir demandas es ya dar un código de interpretación del poder. Eso no significa desentenderse de las cuestiones concretas. Pero tenemos que encontrar nuestra propia manera de formularlas que no es precisamente en el lenguaje de las demandas que el poder siempre exige para reconocernos”, comenta Raquel en una conversación con una de las impulsoras primeras del #NUM. Es esa descodificación lo que habilita otra perspectiva: “pensar el movimiento como un flujo de desestabilización”. Más tarde, en el Centro Cultural Tierra Violeta dirá que la idea de flujo no es la de una vía libre y rápida, sino “un trayecto lleno de tensiones, de conflictos, en fin: flujo de desestabilización es otro nombre para lo que llamamos lucha en su sentido práctico-histórico”.

Estas ideas son parte de lo que se discute como claves a nivel del feminismo latinoamericano: un mapa que intenta articularse ahora con más fuerza que en otros períodos y que reúne una capacidad de trasvasarse entre los “momentos excepcionales” –los de la pelea álgida o el tiempo de la insurrección- y los “momentos cotidianos” –donde esa lucha se prolonga bajo modos y en espacios que no son su fase oscura, minimalista o defensiva, sino lo que construye la base material y secuencial de otras formas de la pelea.

Se está trabajando para que el año próximo las manifestaciones se hagan al unísono en América Latina, bajo la consigna de #Vivas nos queremos, que popularizaron las mexicanas y que da un paso más sobre el Ni Una Menos, porque afirma y abre sobre un punto de partida ya constatado: una vida tiene chances de autodefensa cuando se teje colectiva y tiene a la calle como recurso de acción directa. “Del Ni Una Menos al Vivas nos queremos es una coreografía pública del flujo de desestabilización del orden masculino patriarcal. ¡Vaya que lo hemos desordenado! Lo que necesitamos ahora es profundizar en las herramientas teóricas y en las prácticas políticas que nos permitan seguir manteniendo abierto ese flujo de desestabilización. Las violencias machistas son el intento justamente por bloquearlo asesinando mujeres para aleccionarnos en el miedo. Frente a ese miedo, tenemos que entender y cuidar aquello que vibró en nosotras en ciertos momentos colectivos”. Esa clave ya la tenemos en el cuerpo.

Raquel cuenta que los dos libros que vino a presentar los escribió en momentos de quiebre vital y confiesa que su trayectoria con el feminismo es la del alebrije: esos animales fantásticos que hacen en Oaxaca, donde se componen crestas de dragón con patas de ave y ojos de serpiente. No existen pero se inventan. Recuerda las primeras incursiones con el periódico Feminismo proletario, repasa lo que llama los “congelamientos” en las “agendas de la equidad y los derechos sexuales y reproductivos” e invita a volver a pensar aquella frase que escupieron algunas feministas italianas, “No creas tener derechos”, para tomar en serio el conjunto de despojos y expropiaciones del presente. “Creo que hoy vemos crecer un “entre mujeres” que actualiza el feminismo de la diferencia de una manera distinta a cómo había quedado congelado, esquematizado. Y creo que es gracias a las luchas concretas que enfrentan la masculinización abstracta que es la lógica misma del capital. Percibo en América latina una potencia masiva en este momento a la que tenemos que ser sistemáticamente sensibles, ver qué va variando, que se inventa aquí y allá, a partir de conocimientos situados”.
Partir de sí para salir de sí

Dice Raquel que le gustaría quedarse para asistir al Encuentro Nacional de Mujeres de Rosario. Mientras, se puede hacer el ejercicio de algunos puntos que nos deja, también para pensar en la proyección regional que ya va tomando forma:
# las masivas movilizaciones feministas en el continente y todo el debate alrededor del feminismo popular-comunitario nos muestran otra clave de lectura que la del puro cierre o fin de ciclo para pensar los ritmos de la región.
# tenemos que pensar al interior de lo que en general se consideran “incoherencias” del movimiento (por ej.: moviliza pero no queda en nada, enuncia pero no organiza, etc.) para revertir su formulación (o, como lo hacen las lenguas vivas indígenas, poder hablar desde esas llamadas incoherencias): ¿cuál es el tipo de organización que aparece y que hay que darle estatus de novedad política?, ¿qué tipo de acumulación de fuerza es posible que parte de acciones concretas como desenganchar la violencia machista de la respuesta securitista y policial que se quiere dar desde arriba?, ¿dónde se producen esas otras formas de acumulación?
# evidenciar cómo en el trasvase generacional los límites y umbrales de lo que se consolida como intolerable van cambiando sensiblemente.
# es necesario salirse de una política estado-céntrica sin dejar de pensar el Estado. Plantear desde aquí iniciativas de reapropiación de la riqueza social expropiada (ajustes, tarifazos, etc.)
# sostener los espacios que se tejen como relaciones de confianza que nos dotan de fuerza con otras y empuja el deseo. En esa clave, la lucha social abre horizontes prácticos y lo común deja de ser una consigna que nos roban para convertirse en la base material para las peleas.

“El anarquismo es extremadamente realista”: entrevista a Daniel Colson


Entre las tradiciones históricas revolucionarias, es difícil encontrar una más repleta de tesoros que el anarquismo. Las diferentes versiones del marxismo-leninismo (maoísmo, trotskismo), son hoy prácticamente “lenguas muertas”, es decir, “lenguas que no son ya la lengua materna de ningún individuo, ni la lengua de uso en ninguna comunidad natural de hablantes”. Y si algún autor de esa corriente aún nos hace pensar hoy, como es el caso de Gramsci, es por haber tenido que inventar en su día un nuevo lenguaje (en lugar del vocabulario marxista clásico) para esquivar la censura.
Por el contrario, el anarquismo resuena intensamente con los movimientos políticos más recientes como las plazas de 2011: autoorganización, rechazo de la delegación, disgusto hacia las intrigas de palacio, atención sensible hacia todas las relaciones vitales, carácter afirmativo y no sólo reactivo, lógica no frontal o simétrica del antagonismo, etc. Y sin embargo, ese vínculo es más implícito e inconsciente que explícito. ¿Por qué? Porque hay dragones. Dragones guardianes que, hechizados por el brillo del tesoro, lo custodian de tal modo que lo sofocan y esterilizan. Encierran el anarquismo en siglas, fechas y héroes, fetichizan la memoria, construyen identidades-fortaleza, desconfían de lo nuevo.
Se vuelven necesarios, pues, los espíritus aventureros que se atreven a burlar la vigilancia de los dragones para liberar y compartir los tesoros retenidos. Los “traductores” que devuelven la vida al anarquismo y el anarquismo a la vida, activando una memoria no nostálgica, sino inspiradora para el presente. Como por ejemplo Tomás Ibañez Christian Ferrer o el filósofo e historiador francés Daniel Colson.
En esta entrevista concedida a la revista francesa Ballast, Daniel Colson comparte algunos de los preciosos tesoros que ha encontrado en sus incursiones: el anarquismo como ontología y no como utopía o ideal, la visión del Estado como “resultante” de las relaciones de poder micro, el antiautoritarismo existencial como rasgo libertario, la ética anarquista como lógica de los comportamientos y los afectos, la revolución social más allá de la revolución política, el sentido de la multiplicidad, etc.
Tesoros para disfrutar y compartir, para activar en la vida y en las luchas, una vez liberados de los dragones guardianes de la ortodoxia.
Propones la idea de que el anarquismo no sería un modo de vivir, ni un estado de ánimo, sino una verdadera ontología. ¿Qué quieres decir con esto?
Hablar de ontología es hablar de lo que es, de lo que hay, de las cosas, de los hechos. Al contrario de lo que se piensa a menudo (algunos libertarios también lo hacen), el anarquismo no es un ideal o una utopía, ni tampoco una de esas ideas bellas pero irrealizables. El anarquismo es extremadamente realista. Habla de las cosas tal y como son: el caos, los accidentes, la vida y la muerte, la alegría, pero también la tristeza y el sufrimiento, las relaciones de fuerza y de poder, el azar y la necesidad, tanto de la existencia humana como del mundo y el universo que son los nuestros. En dos palabras, la «anarquía» de lo que es. El idealismo y la utopía no están del lado del anarquismo, sino del lado de las «leyes», de las «religiones», de los «Estados» y de los sistemas (incluso científicos) que pretenden poner orden y dar sentido al caos, doblegarlo a su lógica particular, a costa de muchos sufrimientos, violencias y obligaciones. El orden se dice a sí mismo realista, pero su realidad no es otra que la de la dominación.
¿Podrías hablarnos de esto a través de un ejemplo?
Sí, formo parte desde hace muchos años de una librería asociativa libertaria, La Gryffe. Como todas las asociaciones -esos «seres colectivos», que diría Proudhon-, La Gryffe ha vivido (y vive) numerosos conflictos a lo largo de su dilatada historia: una multitud de pequeñas tensiones localizadas en el día a día; pero también conflictos generales (o de conjunto) más o menos dramáticos, bajo la forma de crisis periódicas en torno a la orientación y el funcionamiento de la librería o a la apropiación de la «fuerza colectiva» (Proudhon) que «resulta” de cualquier cooperación, grupo o asociación.
Esas tensiones y crisis han provocado a menudo un profundo desánimo entre los miembros de La Gryffe y entre quienes la observan desde fuera. ¿Cómo? ¿Incluso un proyecto libertario como La Gryffe no logra evitar las fricciones, los líderes y las luchas por el «poder»? ¿Qué pasaría entonces en un marco más amplio? ¿Cómo puede creerse en el proyecto anarquista si ya sus más mínimas manifestaciones y tentativas no consiguen funcionar sin complicaciones, divisiones, renuncias, impotencias y choques (incluso a veces violentos, como lo demuestra la historia del anarquismo español)?
Por supuesto, hay razones evidentes en este mundo para estar desanimado. Pero desde un punto de vista libertario, no son de este tipo. No tienen que ver con la debilidad de una utopía o ideal que se estrellaría contra la dura realidad de un mundo en el que actuar como un ángel conduce muy a menudo a comportarse como una bestia. Lejos de sorprenderse o desanimarse, los anarquistas deberían advertir que las tensiones, los conflictos, las pasiones, las rivalidades y las violencias que se pueden constatar por todas partes son justamente la prueba más concluyente de la ontología que ellos defienden: la anarquía de lo que es, la anarquía de lo que hay. Bajo la fachada de las religiones y los Estados, de la cortesía y de las apariencias, siempre espera una nueva crisis, una nueva explosión, una nueva demostración del carácter anarquista e indomable de la realidad.
El desánimo de los libertarios no tiene que ver con el diagnóstico de la realidad, sino con la dificultad para deshacerse del peso de las representaciones idealistas, con la transformación reiterada del realismo anarquista en unos principios abstractos e ideológicos comparables a los de todas las demás ideologías y religiones, morales o estatales. Una vez convertido en programa e ideal, los anarquistas se esfuerzan, como nuevos Sísifos, en aplicar el proyecto anarquista a la realidad, pero es en vano. Ni siquiera disponen del poder de las instituciones autoritarias y jerárquicas que podrían darle a su proyecto, como ocurre en los demás casos, ciertas apariencias de realidad.
¿Dónde y cómo nace la concepción anarquista de la realidad? ¿Y en tu caso personal?
El punto de partida de la concepción anarquista del mundo no radica en la filosofía o en «la cabeza» de algunos pensadores como Proudhon o Bakunin. Bakunin «se vuelve anarquista» tardíamente, bajo el efecto de los acontecimientos, de su encuentro sensible y concreto con los  obreros relojeros del Jura en Suiza. El pensamiento de Proudhon, muy marcado al comienzo de su vida por la experiencia profesional en una imprenta, se debe principalmente a los acontecimientos de 1848, que transformaron profundamente, quizá no tanto a la persona que era, pero sí lo que pensaba y no dejó ya nunca de pensar.
En mi caso (mucho más modesto, evidentemente), tampoco empecé por la filosofía, sino también por unos acontecimientos (los de Mayo del 68 en este caso) que cambiaron mi vida, pero también por una serie de investigaciones históricas profundas sobre el movimiento obrero. Es decir, yo me hice interiormente anarquista en el fuego de los acontecimientos de Mayo, pero fue el contacto con la historia obrera lo que me hizo entender la amplitud y la profundidad del proyecto libertario, su manera de relacionarse con las cosas y con la vida más inmediata y material, así como la radicalidad de la revolución que este proyecto implica.
En el vocabulario de la filosofía contemporánea, se podría decir que el anarquismo constituye un horizonte de pensamiento o, de manera más amplia, un “plano de consistencia” (Deleuze). Algo «prende», algo «cuaja» y va asociando numerosas entidades diferentes al mismo tiempo que las hace proliferar: prácticas, teorías, técnicas, expresiones, temperamentos, personalidades, modos de ser, conceptos, gestos, ideas, estéticas, etc. Proudhon propone un concepto especial para pensar este «cuajar» de hechos y fuerzas diferentes: es el concepto de «homología» (que por cierto usa también Spinoza cuando explica, a groso modo, que hay más puntos comunes entre un caballo de labranza y un buey que entre un caballo de labranza y un caballo de carreras).
Así es como se han asociado (para mí) realidades tan diferentes como la historia del movimiento obrero y El Anti-Edipo de Deleuze y Guattari, entre ellas y a la vez con todo un mundo de hermanos, hermanas y primos, a veces muy lejanos: Spinoza, Leibniz, Simondon, Gabriel Tarde y muchos otros más. Y así creo que puede entenderse el concepto de «anarquía positiva» de Proudhon: un «prender», un «cuajar» de cuerpos y sentidos, no como se solidifica el hormigón (esa es la manera del fascismo religioso y el integrismo islámico), sino más bien en el sentido de una improvisación de jazz: modos de asociación de entidades radicalmente dispares y singulares que recomponen el mundo sin dejar nunca de ser diferentes, de tener una realidad, un modo de ser y un punto de vista radicalmente irreductibles a todos los demás. Los «haces de autonomía» (Proudhon), las «libres asociaciones de fuerzas libres» (Bakunin) o la «unión libre […] de los únicos» (Stirner y Landauer) son modos de asociación que implican la autonomía absoluta de las fuerzas asociadas.
Hablabas de «anarquía positiva». ¿Tiene esta noción de Proudhon un eco en tus libros, en tu insistencia sobre el carácter nocivo del resentimiento y de la negatividad como motores políticos, tan presentes sin embargo en los ámbitos contestatarios? En el fondo, ¿cómo luchar sin odio?
No había pensando en el sentido que le das a la palabra «positiva» en la fórmula de Proudhon. Me parece que esta palabra le servía sobre todo para distinguir entre una especie de anarquía primera, en el sentido tradicional y negativo de «an-anarquía», de caos, y un segundo sentido, la auto-organización en el seno de ese caos, la auto-organización de ese mismo caos, mediante todo un proceso de selección de fuerzas, de disposiciones, en oposición y en equilibrio, etc. Pero, tenga que ver o no con Proudhon, tu pregunta sigue vigente y valida.
El anarquismo, estrechamente vinculado en su nacimiento a la violencia de la lucha de clases de los inicios del capitalismo industrial, no se libró de los efectos de odio, de resentimiento y de venganza que inducía dicha violencia. Pero no es el odio y el resentimiento lo que llama más la atención cuando se estudia la historia del anarquismo, especialmente de ese anarquismo obrero que fue su cuna y su horizonte.
Si uno examina la organización de los  «Caballeros del trabajo» o el contenido de los discursos de los líderes de los movimientos obreros que recriminan a su público la actitud de esclavos o de ovejas, es que el anarquismo obrero nace y se afirma, no como un movimiento de víctimas, sino de «maîtres» [amos y señores, pero también maestros y maestros artesanos], en el sentido que Nietzsche da a esa palabra. El «amo» anarquista y el «amo» nietzscheano comparten la característica decisiva de no tener ni necesitar esclavos (tanto Nietzsche como Proudhon son críticos de Hegel y de su dialéctica del amo y del esclavo).
Los «amos» de artes y oficios donde el anarquismo encuentra a muchos de sus militantes, los “amos” zapateros del Père Peinard que echan a los patrones a golpes de cinturón, etc. Habría mucho que decir sobre la complejidad y la ambivalencia de aquella actitud de «amos», tanto en el terreno profesional como dentro de las familias obreras, a través del modelo patriarcal que defiende vigorosamente Proudhon, donde el cinturón no sólo sirve para echar a los patrones…
Los «amos» de Nietzsche y del anarquismo son afirmativos, afirmativos en la rebelión y en las fuerzas interiores que autorizan esa rebelión, incluso cuando se trata de una rebelión tan desesperada como la de los Sonderkommandos de Birkenau o de Treblinka. En Nietzsche y en el anarquismo encontramos la misma idea de una afirmación emancipadora que escapa a toda negatividad; una afirmación generosa que pretende arrastrarlo todo consigo, rehacerlo todo, como lo demuestra la idea de huelga general insurreccional y el «separatismo» que implica («la comunidad en la fuga» de la que habla Gustav Landauer) y que uno encuentra en el viejo anarquismo obrero, pero también en muchos movimientos contemporáneos (puede leerse en este sentido A nuestros amigos, el último libro del Comité Invisible).
Creo que estás de acuerdo con el análisis que hace  Foucault del poder, ¿nos puedes decir algo más al respecto?
Para Foucault, el «poder» está en todas partes: es una multitud infinita de pequeños poderes o de pequeñas relaciones de poder que se encadenan, producen y sostienen entidades más amplias (las «resultantes» de que hablan Proudhon, Bakunin, Reclus…): los Estados, las Iglesias, las leyes religiosas, el capital, Dios. Todas las micro-relaciones de poder parecen emanar de estas entidades, pero en realidad son su causa y su sostén .
Se puede lamentar que Foucault no haya tomado más en cuenta el pensamiento libertario. Pero también es lamentable el hecho de que el pensamiento libertario haya podido, no tanto en sus prácticas como en las representaciones de muchas de sus organizaciones y de sus militantes más ideológicos, hipostasiar las resultantes de las relaciones de dominación: hipostasiar el Estado, el capital, las religiones como grandes enemigas (reproduciendo la creencia de que ellas son la fuente y el origen de las relaciones de poder, cuando en realidad sólo son sus resultantes y sin ellas no son nada).
El anarquismo no nació de una teoría previa y negativa del Estado y su conveniente destrucción. De forma mucho más concreta, el anarquismo nació de la práctica y de las interacciones inmediatas y minúsculas de la Primera Internacional, del modo en que Anselmo Lorenzo y Paul Robin percibieron las relaciones de Marx con sus discípulos, por ejemplo. Son estas pequeñas interacciones, amplificadas, las que han dado sentido a una crítica más general del Estado, del Capital, de la Religión, de la Política y de los Partidos. De manera muy significativa, el movimiento libertario naciente no se definió primero como anarquista, sino como «anti-autoritario». El anarquismo nació de prácticas y percepciones anti-autoritarias (la vertiente guerrera y combativa de la palabra «libertario») y son esas prácticas y esas percepciones las que han continuado dándole cuerpo y sentido al anarquismo, al anarquismo obrero o al anarquismo actual, en sus componentes más vivas y menos ideológicas.
La suerte del anarquismo es que, como movimiento práctico y nacido de la práctica, tuvo enseguida, con Proudhon y Bakunin principalmente, una teoría homóloga a esas prácticas. Una teoría de la «fuerza colectiva» compuesta por otras fuerzas colectivas que producen «resultantes» que corren siempre el riesgo de volverse contra las mismas fuerzas que las han producido. Sé que es complicado, sobre todo para las mentes marcadas por las representaciones del orden dominante, pero me parece que quienes tienen las tripas (ese «otro cerebro») o el resorte anarquista, deberían hacer el esfuerzo de leer realmente a Bakunin, a Proudhon, a Kropotkin y a tantos otros…
¿Qué podríamos encontrar en estos viejos autores?
Por ejemplo, Proudhon proporciona una batería de conceptos extremadamente ricos y esclarecedores sobre la naturaleza de las relaciones de poder. «Fuerzas», «fuerzas colectivas», «resultantes», «componentes» y «composiciones», «absolutos», «mónadas», etc. La gran originalidad de la teoría anarquista de inspiración proudhoniana se puede resumir en tres puntos:
1. Dar cuenta, de manera concreta, de todas las potencias que nos aplastan y dominan en el campo económico (teoría del valor), político (nacimiento y sostenimiento del Estado), ideológico y simbólico (Iglesia, Dios).
2. Dar sentido a las luchas e interacciones más inmediatas y minúsculas, frente a la visibilidad cegadora de las grandes dominaciones, como los «focos» donde se libra por doquier la guerra entre dominación y emancipación.
3. Inscribir explícitamente lo que está en juego de manera global e inmediata en lo que Proudhon llama una «nueva ontología» que funda la potencia teórica, práctica y revolucionaria del anarquismo.
Criticas el «cientificismo ingenuo y cínico» del marxismo y elogias la ética del anarquismo. ¿Cuál es esa ética? ¿Que los medios, como decía Camus, son ya fines en sí mismos? ¿Que, como declaraba Malatesta, a quien dedicaste un libro, más vale una derrota que la victoria sin principios?
Me parece que habría que precisar lo que entiendo por «principios». En el anarquismo, no se trata de ideas y leyes abstractas, codificadas y grabadas en mármol. Se trata de una determinación y de un juicio internos a cada situación , por minúscula que sea, un juicio o una evaluación inmediata, práctica y muy intuitiva, intempestiva, por ejemplo la de los milicianos españoles desertando de las columnas anarquistas en el momento mismo de su militarización.
Camus tiene razón. Para el anarquismo, solo existen «fines» y no «medios», fines inmediatos e innumerables: en dos palabras, la anarquía, la an-arkhe , no es la ausencia de principios, sino un exceso de principios primeros, de “absolutos” como decía Proudhon, que asociados y federados, son capaces por selección, confrontación, imitación, lógica y dinámica internas de reproducirse y propagarse por todas partes. El anarquismo se opone a cualquier lógica instrumental yutilitaria, objetiva y objetivante. Cada cosa es una fuerza singular que resulta de una composición de fuerzas igual de singulares, ellas mismas compuestas de otras fuerzas singulares.
Para criticar el anarquismo, hay quien habla de «deseo», de «capricho» y de «subjetividades deseantes». Pero es equivocado reducir el anarquismo a las trampas y las deformaciones del liberalismo, a la presión de consumir cada vez más objetos o mercancías de todo tipo. Para el anarquismo, los «deseos» no son los del consumo capitalista y sus individuos artificiosos, esas «unidades de codicia» de las que habla Gilles Châtelet en Vivir y pensar como puercos: «bolas de billar patéticas que en sus esfuerzos por diferenciarse se hunden cada vez en la mayor equivalencia». Para el anarquismo, los deseos son fuerzas materiales singulares que implican y movilizan cada vez la totalidad de lo que es, bajo cierto punto de vista, según cierta configuración, un modo de ser opresivo o emancipador. «Deseos», «fuerzas», «voluntad de poder» (pero también «conatus», «entelequias» y otras nociones) son conceptos que afirman, cada uno a su manera, la misma realidad, la realidad material de lo que es.
Efectivamente, al cientificismo del marxismo (a las «situaciones objetivas» decretadas e impuestas por el Partido), el anarquismo no le opone ninguna moral, ni unos principios morales, sino una «ética», en el sentido de Spinoza. Una ética que es ante todo una etiología, una lógica de los comportamientos y de los afectos, un sentido práctico, que proviene de las cosas, los acontecimientos y las situaciones.
Una vieja querella agita los movimientos de emancipación, en el sentido amplio de la palabra: el individuo y el colectivo. Se acusa a menudo a los anarquistas de despreciar el segundo término y a los comunistas de sacrificar el primero. ¿Cómo resuelves esa cuestión?
Históricamente, el anarquismo padeció durante mucho tiempo una corriente «individualista» muy particular y que hoy, afortunadamente, casi ha desaparecido. Se volvió inútil en la medida que el propio capitalismo impuso a todo el mundo la «individualización» de los «gustos y colores» que el individualismo «anarquista» oponía a las nuevas y viejas comunidades (Iglesias, sindicatos, oficios, naciones, familias, grupos de afinidad, etc.). Este individualismo anarquista (que siempre fue marginal y que todavía perdura aquí y allá, en el terreno de la alimentación, de la procreación o de la sexualidad por ejemplo) tiene dos características negativas.
Acabamos de ver la primera: la inscripción del individualismo anarquista en el interior de las representaciones y las prácticas o los «deseos» del liberalismo capitalista hoy hegemónico. La segunda característica deriva de la primera pero va más allá. Es la creencia exorbitante en la existencia primera y auto-fundadora de un «sujeto» trascendental, dueño de sus elecciones y de sus decisiones; una creencia y un postulado extremadamente poderoso en la vida práctica (educativa, laboral, judicial…) y en el terreno de la filosofía, desde Descartes a Sartre, pasando por Kant, Husserl y muchos más.
Para los movimientos anarquistas pasados y presentes, la relación entre el individuo y el colectivo se plantea en unos términos y en un horizonte de pensamiento y acción radicalmente diferentes. La afirmación «personal», como diría Proudhon, no tiene nada de liberal y no remite a la ficción moderna de un individuo o un sujeto trascendente, que existiría por fuera de las cosas, de las situaciones y de los acontecimientos. La inmensa mayoría de los militantes revolucionarios, orgánicamente vinculados a movimientos de masas (principalmente, el sindicalismo), pueden calificarse seguramente como «personalidades fuertes» o «individualistas», pero ese individualismo y esa personalidad sólo tienen sentido y existencia dentro de los movimientos colectivos, dentro de las «subjetividades colectivas» de las que son a la vez el producto y una de sus componentes.
Un último comentario: para el anarquismo, no hay diferencias de naturaleza entre el «individuo» y el «grupo». Como lo subraya Proudhon, «el individuo es un grupo», un «compuesto de potencias» ellas mismas compuestas de otras potencias compuestas y así hasta el infinito. El «individuo es un grupo» y todo «grupo es un individuo», una «individuación», un «ser», una «subjetividad», un «absoluto», cada vez singular y sorprendente, y sólo mediante una larga experiencia colectiva podemos captar sus fuentes y sus efectos, buenos o malos, opresivos o emancipadores.
Críticas la pertinencia de las nociones de derecha y de izquierda como «ilusiones» que sólo sirven para estafar a los ciudadanos-electores. ¿Piensas que habría que superar esa división ineficaz para comprender nuestra época, como aconsejaba Castoriadis? Hay quien te diría que es lo mismo que dice el Frente Nacional…
La distinción derecha/izquierda, así como el «ni derecha ni izquierda», son nociones políticas y politiqueras, aunque se basen y actúen en un viejo fondo imaginario que desborda los meros dispositivos políticos. El anarquismo recusa lo político como una trampa mortal para un proyecto revolucionario que abarca la totalidad de lo que hay, que parte de esta totalidad, de todos sus componentes. A la «revolución política» (nuevo Estado, nuevos dirigentes, nueva constitución), el anarquismo opone desde el principio una revolución social y económica («la Social») que se distingue radicalmente de la simple y vieja revolución política. Una revolución que parte de todas las cosas, una revolución de largo recorrido que las implica a todas por igual: es «la independencia universal» y «la independencia del mundo» que cantan las viejas canciones obreras del siglo XIX. En esa lógica emancipadora, los «revolucionarios» no preguntan jamás a sus numerosos compañeros de pelea si son socialistas, de derechas, cristianos o budistas. La dinámica y la lógica emancipadora valen por sí mismas, no se exigen los compromisos ideológicos propios de los partidos, las Iglesias o las «sectas».
Hemos visto recientemente, en España, a ciertos anarquistas mostrarse extremadamente hostiles hacia un movimiento como Podemos y, en particular, hacia su portavoz Pablo Iglesias: ¿no hay una especie de purismo y de sectarismo en el movimiento anarquista que le condena a predicar dentro de su capilla, a hablar sólo a las minorías, a mantenerse lejos de “las masas”, por usar una palabra que no te gusta mucho?
Desconozco la naturaleza de esas críticas hacia Podemos y, por experiencia, desconfío un poco de ellas. Pero en lo que venimos diciendo creo que habría argumentos para elaborar una crítica anarquista. Podemos presenta dos características estrechamente unidas e igualmente inaceptables para el anarquismo:
1. Una solución política, ganar las elecciones, conquistar el poder del Estado.
2. Fundar su acción y esta victoria (de opinió) sobre la cantidad, sobre la «mayoría» de individuos-electores-ciudadanos, que se parecen como tales a las «bolas de billar» de Chatelet y se expresan en  grandes coreografías «de masa» que llegan después de (y codifican) las movilizaciones de las multitudes heterogéneas.
Para acabar, quizá la pregunta más difícil: ¿podrías dar una breve definición del anarquismo?
Es Deleuze (y Guattari) quien, de manera aparentemente enigmática, da a mi juicio la mejor definición: la Anarquía, «una extraña unidad que sólo se reclama de lo múltiple». Espero que lo dicho anteriormente contribuya a aclararla.
Esta es una versión parcial de la entrevista publicada por la revista francesa Ballast en febrero de 2015.
Fuente: http://www.eldiario.es/
Traducción al castellano de Nicolas Bersihand

Víctimas // Diego Valeriano


Antonia agarra bien fuerte a Abigail, están solas y extrañan mucho a Zunilda, la estación de Tribunales es un mundo de gente que las choca, las empuja y las arrastra hacia la salida. Abigail tiene miedo que le arranquen el cartel que hizo pidiendo justicia por su mamá.

Hace dos años que no tienen más a Zunilda y se sienten más solas que nunca. Antonia creyó que iba a sacar fuerzas desde lo más profundo para buscar justicia por su hija, pero no puede. Apenas puede mantenerse diariamente para Abigail.

Vieron que se hacía la marcha y salieron bien temprano. Dos bondis hasta la estación, tren y subte es un viaje enorme que nunca hicieron juntas. A la vuelta sí o sí en remís; después que cae el sol, el barrio se pone imposible.

Hasta hace poco la mala sangre casi no la dejaba comer, bajó diez kilos de caminar, pasillear por  Tribunales y ser boludeada en la comisaría. Un día entendió que la causa jamás iba a avanzar, entendió que el fiscal no la iba a recibir, que el Juez está de viaje, entendió que si no pagaba un abogado nada iba a pasar nada.  Entendió y dejó de hacerse mala sangre.

En la plaza hay un montón de mujeres con historias similares, también hay algunos hombres. Un mar de cartelitos hechos a mano con caras, corazones y nombres: Matilda, Caro, Virginia, Tomás, Zunilda.

El primer policía que llegó a su casa la abrazó fuerte, mientras ella no podía ni llorar. Le prometió que los iba a hacer cagar a esos hijos de puta, que la iban a pagar. Un tiempo después, se enteró por el carnicero que sí le pagaron al policía.

Ya no pasa por la comisaria, ni por los Tribunales de Lomas, ni por la esquina donde para el hermano del que le quitó a Zunilda.
Cada una de las personas con la que habla en la plaza tienen la misma historia: una vida arrancada, un recorrido infinito por lugares ajenos, muchísimas mentiras, el desamparo, la soledad, la impunidad  y la esperanza de que una cámara muestre su cartel.

Clinämen: ¿Podemos controlar democráticamente a las fuerzas de seguridad?

 

Conversamos con Nacho, de La Garganta Poderosa, y con Gabriela Carpineti, abogada de Iván y Ezequiel, los pibes torturados por Prefectura en el barrio Zabaleta. La situación en los barrios a partir de las denuncias por malos tratos y torturas de las fuerzas de seguridad a los pibes. ¿Pueden lxs vecinxs organizadxs controlar dramáticamente a las fuerzas de seguridad que ocupan los barrios pobres? ¿Qué papel juegan lxs pibxs en estos procesos?

Apuntes sobre vida mula, derrotas y alianzas // Colectivo Juguetes Perdidos

(La gorra coronada IV)

La gorra ajustada 
Macri toca el bolsillo de la gente pero también su alma: gorruda y mula. Y acá –vale decirlo una vez más– no hablamos de categorías morales o moralizantes para impugnar las vidas populares (nada de gorilismo ni de racismo progre), nos referimos a modos de vida, a máquinas sociales… a tonalidades afectivas de la multitud mula. La Vida Mula no es una impugnación moral a un modo de valorizar la vida o una categoría sociológica para bardear desde una exterioridad gorila la relación de los “sectores populares” con el trabajo (o con el consumo, con la rutina, con la vida barrial, etc.). La Vida Mula es la Realidad; sin Vida Mula no hay sociedad. La Vida Mula es un modo de las relaciones sociales contemporáneas; el roce cotidiano con las cosas, con la pantalla del celular que dispara la alarma a las cinco de la mañana, con los otros cuerpos-laburantes que se aprietan en los viajes en bondis y trenes, con los laburos de día, con los quilombos familiares de noche, con las violencias difusas de tiros en la madrugada, con el ruido insoportable de los rejuntes barriales… Vida Mula es también sociabilidad laboral –y acá las imágenes van tomando cada vez más ambitos de la ciudad blanca…–, romances, curtidas y amistades laborales, after-office y fulbito semanal, cabezas quemadas, birras y fasitos en la plaza, grupitos de whatsapp, fines de semanas de escabios y drogas y días de semana de ibuprofenos y café, disposiciones anímicas para la obediencia y el muleo, profunda necesidad subjetiva de que en –y por– el trabajo pase gran parte del tiempo de vida y la sociabilización; el trabajo como excusa para postergar las filosas preguntas existenciales, el trabajo como excusa para olvidar el emprobrecimiento vital, el trabajo como excusa para reforzar la sujeción al endeudamiento, la familia, el hogar estallado e hiperpoblado o el depto en el barrio blanco…
Las grandes pantallas exponen nuevamente los linchamientos: devenires del engorrarse en su modo oscuro y ambiguo de gestionar desbordes. “La vida mula se resiente y descarga su incertidumbre sobre un cuerpo tirado en el piso”… y claro que no es la misma la descarga de una vida que no descansa en ciertas redes materiales (garitas, patrullajes de seguridad privada), culturales (humanismo ilustrado), sociales, etc… A mayor exposición a la precariedad totalitaria más amoral, oscura y violenta es la guerra; nada de “pobres contra pobres”, como dice el slogan sensiblemente –y materialmente– exterior a la sórdida realidad social y barrial; hay guerra de realismos, guerra de formas de vida, disputas por la intensidad sobre fondo de precariedad. El engorramiento es ambiguo y amoral, a la vez que profundamente político. Es empobrecimiento vital (vecinos rejuntados, defensa del “consumo” y la propiedad –aguantada con el cuerpo–, pedidos desesperados de tranquilidad, etc.), y es al mismo tiempo una disputa oscura por la intensidad. Empobrecimiento vital que no es quietud ni normalización; reacciones que intensifican el continuo de la Vida Mula.
El realismo político gobernante lo sabe y se monta sobre esa movilización barrial (incluso robando imágenes de izquierda: la gente reacciona y se autoorganiza, se cansa y se planta, marchan para no naturalizar la situación…). Conectar con esa “movilización”, apostar por el realismo vecinal (amplificándolo desde el Palacio, reforzándolo, encarnizándolo…) es su trabajo de base, su apuesta por hacer pie y sostenerse territorialmente (ni hablar mediáticamente). El que lincha es un tipo que retiene el terror cotidiano, y explota cuando ve que puede (hay un terror anímico previo al terror gorrudo). En estos días ese constatar que se puede deviene social, mayoritario y no encuentra fronteras –discursivas, retóricas, Políticas– que lo resistan –aunque más no fuese mínimamente– a nivel gubernamental (como pasaba durante el kirchnerismo). Al jugar en esos términos, el macrismo no solo instaura un umbral peligroso de gobernabilidad (el incendio se puede salir de control), sino que refuerza (sobre todo en “ausencia” de aparatos políticos, con internas con la policía, crisis y ajuste) algo de la alianza de clases que lo empujó (y sostiene) hasta aquí. Todo el poder a los mulos, a los rejuntados, a los quemados, a los engorrados, a la gente (alianza de clases: barrios populares y ciudades blancas). Si vas a ser empresario de vos mismo que sea de verdad: bancando con el cuerpo detrás cada inversión rapiñada.
Durante la década ganada el consumo implicó toda una gestión cotidiana de las fuerzas vitales; mística, energía, aguante, rebusque, agite, pero también engorramiento (“sostener con el cuerpo lo que se compra con las cuotas”). La situación económica actual va borrando o difuminando algunos componentes de ese encadenamiento y pone cada vez más el acento en otros; menos consumo más engorramiento. La gorra se ajusta varios talles (y calza bien con el consumo deshinchado, vitalmente deshinchado y enfriado…). No hay normalización con el macrismo, ni aquietamiento, como no hay normalidades pacíficas ni duraderas en la precariedad totalitaria. La exposición al afuera sin límites interrumpe cualquier orden y norma duradera, cualquier aquietamiento o “desmovilización”. La tranquilidad (densa, casi siempre siniestra, de atmósfera cargada…) se juega minuto a minuto, y es mantenida bajo estado de movilización bélica (guerras sociales de no tan baja intensidad). A la tranquilidad –como al consumo, como dijimos durante la “década ganada” y como queda obscenamente expuesto ahora– se la aguanta fierro en mano, “cueste lo que cueste”. Los pedidos de tranquilidad (o las guerras por la tranquilidad) en la precariedad totalitaria suponen una gran movilización de energías psíquicas y físicas para mantenerse en pie; una “vida normal”, tranquila, es guerra cuerpo a cuerpo con cada día como escenario de combate.
La gobernabilidad macrista habla mejor el lenguaje de los nuevos barrios, del continuo de la vida mula (y los rajes y escapes a este dispositivo), de las disputas de realismos, de las “nuevas conflictividades sociales”… que el resto del arco Político reconocido. Pero que el macrismo intente “cooptar” a líderes sociales (“el carnicero” o “el doctor” son los líderes piqueteros que tenía Néstor) de los movimientos de trabajadores híperocupados y movilizados no significa que los nuevos barrios estén identificados sensiblemente con el macrismo: están luchando vitalmente por sostenerse en la precariedad totalitaria que cada vez expone más su fondo. Esta misma belicosidad social –de las fuerzas anti-todo– puede ir contra el macrismo –como fue contra el kirchnerismo y todo aquello que le pasaba cerca–, y nada de esa direccionalidad ocasional augura una vida más alegre.
A medida que el cierre por arriba se profundiza, que el enfriamiento y el ajuste toma cuerpo y se encarna, la imagen del “estallido social” sobrevuela muchas de las discusiones, de los imaginarios, de los cálculos y sobre todo de las expectativas. Pero a la imagen del estallido no podemos no sumarle la de la implosión. Cada cuerpo, cada casa, cada barrio implosionando en enormes y profundos micro-estallidos hacia adentro. La implosión: estallido sobre fondo de precariedad totalitaria. Cuerpos que no dan más. Hogares que colapsan. Roles fundidos (ni siquiera desfondados, sino quemados por sobreexposición, por soportar de más). El ajuste en un escenario de precariedad totalitaria, implosiona sobre los cuerpos-fuerzas que atreviesan el continuum, la vida mula se endurece e implosiona para todos lados, como una bomba bajo tierra… con menos laburos, menos changas, menos guita, cualquier elemento fundamental para mantener a flote una vida en un terreno precario se vuelve más pesado y estalla sobre el cuerpo responsable. La obviedad macrista parece “resistir” estas explosiones e implosiones sociales, y hasta quizás las necesite para hacerse más fuerte…
Tres tristes derrotas  
Tres derrotas provocaron –y ahondan cada vez más– al macrismo sobre nuestra sociedad y nuestros cuerpos. La menos importante es la del medio, la derrota electoral. O mejor, esa derrota no se explica sin la derrota sensible (primera y fundante) que se continúa hoy en día; porque se sigue percibiendo “la derrota en las urnas” y en la aplastante coyunturaPolítica, pero no la derrota de las formas de vida que la incubaron. Ya hablamos de la primera derrota: existencial antes que macropolítica, derechización vital antes que ideológica (“derrota existencial o derrota vital ‘antes’ que macropolítica, o como condición para que ésta suceda: falta de inyección vital, experimentaciones frustradas, cierres de las posibilidades al interior de cada vida… eran algunas señales que aparecieron los últimos años que hablaban de un enfriamiento vital, caldo de cultivo –junto a otras dinámicas– del actual escenario político y social. Empezar a pensar –y pararse ante lo que pasa– por este lado, nos saca de un plano puramente ideológico, de ‘toma de posiciones’, de posturas que cierran bien a un nivel discursivo o imaginario, o de principios, pero que poco entran en juego con la vida, con las maneras de vivir, con el hábito, con los afectos, con las alianzas vitales que vas tejiendo, con las disputas efectivas en las que estás metido –disputas no sólo a nivel material, económico, político, de relaciones de fuerza, sino también disputas a nivel de la intensidad, de las ganas, de cómo valorizás tu vida”–). Ahora sin embargo, en plena gorra coronada, con las fuerzas anti-todo deviniendo gobierno y el continuo de la Vida Mula demostrando su plasticidad, la tercera derrota (que es la profundización de las anteriores) nos aplasta aún más. Hablamos de la derrota de quedar inscriptos en un plano abstracto, ideológico, de representación, de reacción política. El régimen de obviedad macrista sustrae energías militantes y las pone a dialogar en un nivel cómodo –de padecida comodidad– en dónde cada vez hay más distancia entre lo que pasa por ahí y las fuerzas y deseos sociales, las disputas de las vidas concretas, las pasiones populares… Es desde ese plano discursivo desde donde se arman estrategias para “luchar” contra los despidos, contra el ajuste, contra el vaciamiento de programas, contra… y el macrismo sigue intacto y como si nada. Quizás porque se disputa siempre un solo elemento del continuo en el que se insertan las vidas, manteniéndose intactos todos los demás. “Saltamos” por alguno de esos elementos violentados (por ejemplo, el trabajo) pero conservamos instintivamente los otros elementos, inmóviles…
Dijimos que las fuerzas anti-todo y revanchistas no apuntaban al kirchnerismo en tanto fuerza política sino que –sobre todo– la gran revancha es contra los mantenidos, contra la vagancia, contra cualquier sensibilidad social suelta por ahí que intentó valorizar su vida de modo distinto al de la multitud mula. Si se va contra el kirchnerismo es menos contra sus figuras o su programa de gobierno y más contra lo que el k dejaba hacer (habilitando las condiciones sociales para que suceda, o no actuando para bloquearlas). El revanchismo es contra lo silvestre. Por eso se alimenta de las disputas por el realismo que nacieron en los diferentes barrios y ciudades: realismo vecinal vs realismo de lo silvestre (el realismo pillo, el realismo de lo que raja). En este escenario, olvidar al kirchnerismo sin más es un gesto peligroso y es una trampa: porque es borrar también la memoria de vidas concretas en situaciones de agite público (una movilización, pero sobre todo una fiesta, una gira, un caos público, un dinero que se cambia de signo, un rechazo al trabajo, un espacio laboral menos organizado por el verdugueo de los jefes y patrones, un agite suelto, un deambular de otra manera por la ciudad… no mucho –y sin embargo tanto– más). Borrar al K es ignorar lo silvestre que atravesó a muchos pibes y pibas (las generaciones curtidas en los años de la “década ganada”, quizás quienes mejor comprendieron sus dinámicas sociales), es cagarse en fuerzas vitales que atravesaron consumo, laburos, barrios, políticas, calle; es evitar un plano de afectos y agite vital que siempre evitó –e impugnó, involuntariamente quizás– la derechización existencial. Y es un gesto de arrugue también con las propias fuerzas y con las propias derrotas…
La crítica sin carne que se escucha hacia el K, puede llevarse puesto también modos de vida populares no-mulos, sensibilidades que se expandieron durante esos mismos años y que son lo único concreto que puede resistir realmente al macrismo (realmente: en el plano sensible, en el cuerpito, en la forma de vida, en la calle, en la noche, en el bolsillo, en la feria; realmente: disidencia existencial, no parla o ideología crítica o expresiones de deseo). ¿Cómo se componen los cuerpos después de experimentaciones frustradas, qué pasa con las derrotas vitales (o cuando lo que queda es el refugio en las propias vidas)? Renegar de la última década, dejar que se la lleve puesta una lectura exterior, molar, aplanadora, es por un lado esquivar la primera derrota, la más importante, la que nos toca en las formas de vida que se armaron y sedimentaron en los últimos años… y al mismo tiempo es desconocer el subsuelo de la precariedad totalitaria y como ésta es esencial a los nuevos barrios. Tanto para sus dinámicas oscuras (aquellas con las que dialoga el macrismo) como para sus rajes y politicidades.

¿Qué barrios, qué experiencias, qué cuerpos son los finalmente se convocan “pasando por arriba” esas derrotas, esas mutaciones, esas experimentaciones? Seguramente unos más abstractos, menos potentes, menos reales (también menos ambiguos, menos “sucios”); quizás con roles más cómodos que interpretar (o “militar”), pero también menos reales…? Más allá de lo bancable de ciertas -y necesarias- escenas militantes (movilizaciones, campañas contra la violencia institucional, denuncias, actos) es fundamental “inquietarlas” cuando se arman desde “arriba”, desde cierta exterioridad sensible, cuando muerden poco en el barrio, cuando parecen desconocer las pequeñas y grandes derrotas, las mutaciones de los nuevos barrios, el engorramiento extendido, el terror anímico de fondo, las condiciones materiales y afectivas de existencia de la multitud mula, los modos en que los pibes valorizan sus vidas… Una militancia potente es la que, más allá de “lo programático”, busca alianzas insólitas que trascienden las fronteras externas e internas de los nuevos barrios; una militancia que piense los problemas “picantes” y los rajes sucios, los modos en que se politiza (se valoriza) una vida y una muerte… una militancia que soporte lo ambiguo y amoral de las fuerzas que atraviesan las vidas concretas… (que no son heroicas ni santas).
Cuando el poskirchnerismo deviene prekirchnerismo se cierra un círculo Político que, sacándose de encima–del cuerpo– una larga, compleja y pesada década, hace aún más insondable las líneas de fuga al macrismo gobernante; las mismas que se incubaron en disputas cuerpo a cuerpo con la sensibilidad que lo parió. Más que criticar –lúcida o moralmente– la década ganada o de festejarla desde sus imágenes Políticas (desde su representación), se trata más bien de investigar –para aumentar, para agitar, para continuar, para que no se corten…– los agites que se conquistaron –que se soltaron– en todos esos años y que aún siguen sueltos por ahí. Olvidando al kirchnerismo se borran hábitos distintosa los oficiales (porque ya eran distintos a la oficialidad kirchnerista; la misma que descubre recién ahora la tortura en las cárceles, la violencia institucional, el verdugueo de las fuerzas de seguridad… un despertar tardío y torpe que sigue ignorando la politización singular de lo silvestre, la potencia de lo que raja, la resistencia que es siempre y en primer lugar insistencia: de las propias formas de vida, de los berretines que mueven un cuerpo, de las alegrías conquistadas).
Ahora que la sensibilidad gorruda, el realismo vecinal, la multitud mula devino gobierno, la sensibilidad silvestre y los agites intensos no pueden ser olvido. Si esto sucede “las luchas políticas” estarán castradas de cualquier tipo de materialidad sensible, afectiva, libidinal; serán pura parla sin cuerpo. Crítica sin sujeto. Si los rajes y los agites no se piensan desde los mismos barrios y vidas concretas que los parieron, lo que queda es idealismo Político y tozudez (en estos meses asistimos a una “segunda vuelta de la política”, igual de molar que la primera, igual de sedienta en detener todas esas fuerzas y deseos en moldes, programas y posturas políticas descarnadas, igual de impotente…) y el riesgo de seguir alimentando el régimen de obviedad macrista que, a diferencia de la “obviedad militante” –que muerde muy poco en las sensibilidades sociales– se expande cada vez más por ciudades y barrios, porque se nutre del realismo vecinal popular.
Pero si en los nuevos barrios –ahí donde hoy surfea la gobernabilidad macrista– se expandía la gimnasia sensible del engorramiento (que es vitalismo oscuro: linchamientos, vecinos enfierrados y empoderados, gendarmes, policías y prefectos con el verdugueo recargado, cachivaches gatillando y rastreros bardeando, pitufos molestando, etc.) y se endurecía la Vida Mula, también –reverso o anverso, según por dónde se le entre o según a qué plano se le de prioridad– se preparaban y experimentaban rajes, agites, gestos pillos y movidas lúcidas que de hecho (y desde su ambigüedad) cortaban esos dispositivos o los vaciaban a nivel sensible…

¿Se puede luchar realmente contra el macrismo si no hay una repulsión profunda a las sensibilidades que lo incubaron y que lo alimentan? Quizás tengamos que dejar por un tiempo de “ver” lo que el macrismo hace y nos hace y ponernos a investigar cómo se hace en nosotros, cómo se elabora sensiblemente en nuestras vidas, en qué momentos lo interrumpimos, qué rajes son los que insisten, que nuevas percepciones sociales se tienen que habilitar, con quiénes nos aliamos para hacerlo saltar(antes de nuestras vidas que del Palacio…).
Macri Gato Blanco
Las fuerzas anti-todo no nos gobiernan
Arriba la Vagancia

Octubre de 2016

http://colectivojuguetesperdidos.blogspot.com.ar// 

La comuna en Venezuela y las luchas por la descolonización: Entrevista con George Ciccariello-Maher

por Gustavo Quintero
Hablar de Venezuela post-Chávez y del legado del chavismo para la población venezolana son temas que no dejan de causar polémica. ¿De dónde surgió Hugo Chávez? ¿Cómo es que, a pesar de los constantes ataques por parte de los medios internacionales, lideró hasta su muerte en el 2013 un gobierno con un amplio soporte popular? ¿Cuál es el futuro del chavismo en la Venezuela de Maduro?
Para George Ciccariello-Maher, profesor de Teoría Política en Drexel University, Filadelfia, hay que entender la consolidación del Chavismo a partir de un largo proceso de luchas populares contra las élites políticas tradicionales y contra la llegada del neoliberalismo en la década de los ochenta. En su libro We Created Chavez: A People’s History of the Venezuelan Revolution, Ciccariello-Maher se enfoca en las diferentes formas de lucha que se cristalizan en el Chavismo, pero que desbordan de manera muy amplia la década de los 90 (cuando Chávez fracasó en su intento de golpe de Estado en el 92, y que luego lo catapultó a ser elegido popularmente en las elecciones del 98).
La visión de Ciccariello-Maher sobre la larga duración de la historia de las luchas populares en Venezuela se enmarca dentro de un movimiento de lo que él llama la “descolonización de la dialéctica”. Para él, hay que descolonizar las categorías que usamos para pensar lo político, con el fin de entender los modos de resistencia anti-estatal en las Américas desde una perspectiva no eurocéntrica.
Como ocasión de la próxima publicación de sus libros Building the Commune: Radical Democracy in Venezuela, en Octubre 2016, y Decolonizing Dialectics, en enero del 2017, hablé con Ciccariello-Maher sobre las comunas en Venezuela y su relación con el gobierno de Maduro, pero también discutimos sobre cuestiones de anarquismo en Latinoamérica, poder constituyente y poder constituido, y sobre formas de lucha frente a sistemas de legitimación del racismo institucionalizado.
           
Gustavo Quintero: Primero que todo, George, háblanos de tu nuevo libro Construir la comuna: la democracia radical en Venezuela y cómo se relaciona con tu libro anterior llamado Nosotros Creamos a Chávez (2013). 
George Ciccariello-Maher: Pues mira, el primer libro, Nosotros creamos a Chávez: una historia popular de la revolución venezolana, trataba sobre una historia de longue durée o larga duración de lo que es el proceso bolivariano, es decir un proceso que no empezó ni en el 98 cuando fue electo Chávez, ni en el 92 cuando fracasó su golpe de Estado. Ni siquiera en el 89, en el momento de la revuelta popular en contra del neoliberalismo llamada el Caracazo, sino proviene y se enriquece a través de toda una historia muy larga de organización popular revolucionaria, que pasa por la guerrilla a los movimientos sociales de afros, indígenas, de mujeres, de estudiantes, durante décadas, y llega al presente como una culminación de cierto tipo de cristalización de todas esas luchas y en su unificación en torno no sólo a Chávez, sino a un proceso de cambio fundado en la revuelta popular del 89.
Lo que hago en el nuevo libro que se llama Construir la comuna: la democracia radical en Venezuela es pensar más en lo que implica eso para la actualidad en un momento muy distinto, es decir el momento post-Chávez, pero también un momento en el que las luchas populares se están desarrollando bajo otro concepto paraguas u otro horizonte, el de la comuna. Lo interesante para mí fue que, después de hacer entrevistas con muchísimos movimientos populares y revolucionarios en los años 2006, 2007, 2008 y 2009, para los años 2013 y 2014, todo el mundo estaba hablando no ya de su movimiento particular, sino de cómo ese movimiento forma parte de un proyecto comunal. Eso viene del hecho de que en el último discurso importante de Chávez, llamado “el golpe de timón”, fue una autocrítica al movimiento –o más bien al gobierno– por no cumplir con la promesa de la comuna. Me explico: Había cierta demanda surgiendo desde abajo de la comuna, también había un ministerio de comunas, pero no había comuna en cuanto aspecto legislativo, es decir que formalmente las comunas no existían. Ese discurso, de octubre del 2013 fue muy importante porque en ese momento yo creo que Chávez sabía que iba a morir, que le quedaba poco, y que quería sellar su legado. Él sabía muy bien que, después de morir, él iba a ser sujeto de una lucha importante sobre el significado de la revolución Bolivariana, es decir que la derecha iba a tratar de invalidarlo, y la izquierda iba a proclamar cuál había sido el significado del chavismo y de la revolución. Chávez entonces quiso inmovilizar eso un poco, y quiso enfocarse en la cuestión de la comuna, para que todo el mundo supiera que el legado de Chávez es la comuna, es lo que él llamaba el Estado comunal.  Desde ese momento, y a través del peso retórico que tenía ese discurso, todas las bases agarraron esas palabras, de forma tal que, cuando yo hablaba con los comuneros por todo el país, ellos me decían: «Pero todo el mundo sabe que Chávez es la comuna, la comuna es Chávez, y si alguien no es comunero, no se puede llamar Chavista». 
GQ: Entonces, ¿Chávez incorporó el término “comuna”, y a su vez, desde abajo se incorporó el término pero esta vez a través de Chávez?
GCM: Sí, ya existían las bases, y ya existía el concepto de comuna, pero a un nivel menor; un poco antes del 2009, grupos desde abajo y militantes en el ministerio salieron para formar una red llamada “Red de comuneros y comuneras”, para incorporar ese esfuerzo desde abajo, mientras tanto, el Estado apenas estaba empezando a hablar de eso desde arriba. Además, el término “comuna” tiene una historia, no viene de la nada en Venezuela. Para mí es muy importante referirme al ex-guerrillero que se llamaba Kléber Ramírez Rojas, a quien en el 92 le habían dado la tarea de escribir los documentos para un nuevo Estado una vez fuera exitoso el golpe de Chávez. Y he aquí la importancia de la historia de larga duración: este exguerrillero venía de la lucha armada de los años 60s, era comandante de la guerrilla, y en el 92 escribe unos documentos diciendo que, una vez Chávez tomara el poder, se iba a disolver el estado y se lo iba reemplazar por un Estado comunal, un Estado consejista, donde todo el mundo elige en asamblea popular a sus representantes locales, y éstos forman un gobierno consejista por todo el país. Esto es una visión muy radical, y Chávez empieza a hablar a partir de esta visión, porque él fue colega e incluso co-conspirador con Kléber Ramírez, y Chávez lo cita cuando empieza a hablar de la comuna. Esa es un poco la larga trayectoria del concepto, es decir que es un concepto nuevo del poder, que también es un concepto nuevo de la producción. Con esto me refiero a que Venezuela es un país petrolero en el que la política está totalmente mediada por lo económico, y lo económico por lo político: la riqueza del petróleo, una vez extraído, es distribuida por el Estado. Ese Estado petrolero crea un sistema que está totalmente basado en las importaciones y las incentiva en gran medida. Ahora bien, en un barrio que se organiza conforme a los consejos comunales (que de hecho existían antes de ser formalizados por el Estado) en instancias formales económicas de la participación popular, si todo el mundo consume productos importados desde otras partes de Venezuela y de otros países, el poder político queda prisionero de la cuestión económica. Así, ese barrio no puede tener autonomía política. La comuna, en contraste, intenta resolver eso al incentivar y cultivar la producción local manejada directamente por la población. Es decir, en la comuna hay varias categorías para tener una empresa, pero la más importante es la «empresa de propiedad social directa y comunal»: todo lo que produce esa empresa, los salarios, quien trabaja, cuántas horas, cómo se distribuye el producto, y también el excedente que va a la comuna, todo eso se hace a través del parlamento comunal, eso es de manera directamente democrática. La verdad debo decir que es impresionante: estamos hablando de un socialismo bien desarrollado de manera territorial para gobernar el territorio mismo. 
GQ:¿ Entonces cada comuna tiene su paramento, a partir del cual dirigen la producción en un nivel totalmente local?
GCM: Sí, absolutamente local. La cuestión es hasta qué punto ese sistema tiene importancia nacional. Y dejando a un lado la crisis actual por el momento, las comunas en Venezuela son todavía un experimento. La lucha no está ganada. Cuando yo llegué a Venezuela para hacer la investigación, estaba preguntándome si el proyecto comunal era o no un éxito. Y todo el mundo me miraba como loco, porque saben perfectamente que es una lucha interminable que apenas empezó, que va a ser cuesta arriba totalmente, y que no existe ninguna garantía de éxito de esa lucha. Por eso la cuestión no es tanto si las comunas son un éxito, sino la importancia que tienen, lo que representan, y también cómo se puede apoyar, profundizar, desarrollar y desplegar ese sistema comunal por todo el país. 
GQ: Quisiera preguntarte un poco más sobre ese aspecto: en tu texto «Building the Commune: Insurgent Government, Communal State» mencionas el peligro de la ultra localización de las comunas, que es justamente el estar en una isla de comuna, en un océano capitalista. ¿Cómo se articulan esos dos polos?
GCM: Esa pregunta recae en debates históricos muy importantes de la izquierda sobre si puede construir un socialismo separado en islitas, en un gran mar turbulento capitalista, pero ponerlo en esos términos, es como imaginar ser Dios mirando todo desde arriba, cuando en realidad hay que mirarlo desde dentro del proceso. ¿Qué es lo que se ve cuando uno ya está dentro del proceso? Ya uno ve que no es una cuestión de que si es bueno o malo, sino que es una realidad. Ese es el punto de partida: hay que empezar desde el proceso de construir la comuna. Por eso, si estamos hablando de los conceptos autóctonos que las bases venezolanas agarran a través del discurso del gobierno y también desde el discurso popular, hay que resaltar una idea que viene de Simón Rodríguez, el tutor de Bolívar, quien trabajó mucho sobre el tema de la pedagogía y la política. Simón Rodríguez desarrolla un concepto para gobernar Venezuela llamado la toparquía. Aunque es totalmente utópico, se refiere a islas autogobernadas, repúblicas dispersas por todo el país, y ese concepto ha sido agarrado por las masas. Por ejemplo, yo fui a una comuna en Terrazas de Cúa, en Estado Miranda, esa comuna se llama La Toparca y el perrito que va corriendo por ahí se llama Topo. A partir esas islas, que son trincheras para la lucha, se va construyendo algo que se convierte en una forma de nuevo socialismo. Así se va tejiendo una fábrica nacional a veces con fibras muy locales y a veces con fibras muy largas: supongamos que hay una comuna que no tiene otras al lado, sino que la siguiente queda a unos cincuenta kilómetros, en ese caso de todos modos se tiene que ir intercambiando los bienes con otra comuna, para construir un sistema comunal que no esté limitado por zonas próximas una de la otra. Y ese concepto de la toparquía, del desarrollo de esas islas cada día más entrelazadas, es muy importante en la Venezuela contemporánea. 
GQ: Por lo que dices, la comuna misma adoptó el vocabulario relacionado con la toparquía.
GCM: Sí, y eso hace parte de un intercambio entre lo de arriba y lo de abajo, pero tenemos que entender que hoy en día, en casi todos los lugares de Venezuela, la mayoría de veces las bases están por delante del liderazgo del gobierno. En el caso de la participación popular, por ejemplo, el consejo comunal se forma legalmente en el 2006, pero ya en los noventa hay asambleas de barrio, y esos son prototipos para el consejo comunal. La comuna se establece por ley en el 2010, pero ya en el 2008 la gente está construyendo las comunas, no están esperando la formalización o la legitimidad por parte del gobierno, porque las bases van desarrollando su propia legitimidad interna. La comuna no carece de legitimidad, y la insistencia de la oposición de decir que la comuna es ilegal porque no aparece en la constitución es hecha de muy mala fe. La constitución es del 99, producto de un momento y balance de fuerzas específicas, y esa misma oposición hizo se opuso fuertemente a esa constitución. Lo que pasa es que desde antes del 99, a través del procesos de escribir colectivamente esa constitución, todo el mundo empieza a ver a las leyes y a la misma constitución, no como algo sagrado, intocable, fetichizado, sino como algo que es el resultado de manos humanas, y que siempre se puede cambiar, ajustar al movimiento de la realidad. 
GQ: El término comunas es un término que hace alusión a diferentes formas de organización, cada una con su propia historia. Más todavía, en términos de autogobierno, la palabra “comuna” hace eco de situaciones relacionadas con la comuna de París. Pero en tu artículo “Building the commune” planteas la necesidad de descolonizar la idea de la comuna venezolana. Así que tú quieres darle un enfoque distinto al de referirnos a la comuna de Paris, quieres apuntar a otras fuentes de donde viene el término comuna. ¿Podrías hablarnos un poco de este movimiento de descolonización del término comunas?
GCM: Lo que significa descolonizar a la comuna es insistir en que existe una trayectoria muy larga del autogobierno popular. Eso suena muy amplio, y en realidad lo es. Porque si se agarra como prototipo el modelo de París de 1871, ya está implícitamente acordado que hay algunos parámetros específicos y eurocéntricos de lo que significa ese autogobierno. No es que eso no tenga importancia, pero la misma comuna de París es un caso que no viene de la nada. Antes de la comuna de París, había luchas en todo Francia que entran en una trayectoria muy larga de lo que es el poder comunal. Es cierto que la comuna de París tiene mucha importancia para América Latina, pero ya en 1500 hay luchas populares que estaban desarrollando sus propios conceptos contra el colonialismo, luego contra el capitalismo, luego contra las clases élites, contra las clases mantuanas (como diríamos en Venezuela).
Es a través de toda esa lucha que libra la insurrección, y también de las diferentes formas de gobernarse, siempre en relación con momentos insurreccionales, momentos en los que se manifiesta el poder constituyente, que podemos empezar a triangular lo que es la trayectoria comunal comunera. Cuando llegamos hacia la actualidad, se hacen más claras las referencias, por ejemplo Kléber Ramírez entre otros pensadores. También que hay que resaltar la importancia de István Mészáros, un filósofo húngaro que escribió mucho sobre la cuestión del poder comunal en Más allá del capital. Ese libro influyó mucho en Chávez, pero lo interesante es que en ese libro Mészáros también cita a Chávez, porque él mismo estaba leyendo los escritos de Chávez desde la cárcel. Este es un ciclo muy interesante que nos indica que nunca se debe asumir que la flecha de la influencia va desde los europeos hacia Latinoamérica. Siempre se está cultivando algo más, y hay una especie de retroalimentación.
GQ: En la mayoría de tus textos, para hablar de la formación del Estado, retomas los términos de “poder constituyente” y “poder constituido” de Enrique Dussel. Pero tú pareces encaminarte a pensar un Estado que se aproxima a esa dualidad entre “poder constituyente” y “poder constituido” de una forma distinta a la de Dussel, ¿podrías decirnos un poco más sobre cómo piensas esa articulación? 
GCM: Los conceptos de constituido y constituyente tienen muchos orígenes, pero si nos enfocamos a la popularidad reciente de esos términos, hay que referirnos a Antonio Negri y a los pensadores de la autonomía italiana. Ahora bien, Enrique Dussel ve esos conceptos de una manera un poco diferente, porque para él, Negri opone estos conceptos de una manera demasiado absoluta. Es decir: «Multitud» es un poder constituyente totalmente puro que rechaza lo constituido, y Dussel más bien entiende la necesidad y al mismo tiempo el peligro de la constitución. A esto me refiero con que hay un momento en el cual el poder constituyente, como la revuelta en la calle, la violencia popular, la resistencia no estructurada, se articula con la necesidad de entrar en un proceso de institucionalización. Ese proceso puede surgir incluso en el mismo momento en que nos sentamos a tomar una decisión de cómo vamos a proceder y cómo vamos a seguir luchando. Ahí estamos en un proceso de institución, y la institucionalización para Dussel es necesaria pero peligrosa. Para mí, es aún más peligrosa: yo creo que cuando Dussel lee la constitución Venezolana del 99, a veces parece que él da por resuelta la cuestión de cómo incluir la participación popular en una constitución. Eso yo lo veo más bien como una especie de foto de un momento muy preciso en el que hay un balance de fuerzas particular. Pero para avanzar, hay que continuar el proceso. Yo entiendo que existe la necesidad de establecer las instituciones, pero aunque Dussel lo ve como algo peligroso, yo lo veo como algo contradictorio: siempre existe cierta tensión que no se puede abolir, no se puede eliminar. No hay forma de constituir un poder que incluya totalmente al poder constituyente, porque el poder constituyente es revuelta directa y absoluta, y es la lucha constante para cambiar las cosas, para mejorar las cosas. Por eso veo que hay una larga dialéctica que incluye lo de arriba y lo de abajo, es decir el poder constituido y el poder constituyente, y que nunca se estabiliza de manera cómoda. Esta dialéctica siempre es muy dinámica. Siempre hay tener en mente que si bien el objetivo es entender cómo acomodar esa participación en el Estado, en ese proceso de constitución de todos modos la rebeldía no desaparece, o lo hace cuando hay igualdad social y política, lo que significa la abolición, o como lo llamaría Dussel, la disolución del Estado. 
GQ: Y eso sería un horizonte al que se apunta y no al que se llega. 
GCM:Exacto, y la idea de horizonte para Dussel es muy importante. Apuntamos hacia el horizonte, pero no demandamos que ese horizonte sea realidad ahora, en la actualidad. Para Dussel, pensar que ese horizonte puede actualizarse en el presente es un error fundamental en lo político. Es el error de Negri y esos, es el error anarquista que no ubica las demandas y las estrategias dentro de una lucha larga, dentro de una cadena de cambios que están por venir. De ahí mi énfasis en lo peligroso de considerar que el poder se puede estabilizar en lo constituido. El poder constituyente es perfecto, por decirlo de alguna manera, no puede hacer mal, porque no puede hacer propiamente nada, no puede instituirse. Cuando llega el momento de la constitución y de la institución, cuando institucionalizamos ese poder constituyente, lo hacemos para hacer cosas, para lograr cosas, pero ahí entra también en la historia el peligro de hacerlo mal, el peligro de contradecir o incluso de destruir las fuerzas del poder constituyente. Para mí, el gran ejemplo de esto es el caso de los consejos comunales que aparecen formalmente en el 2006, pero ya existían como asambleas populares de barrio. La cuestión es ver que hay una distancia entre los consejos comunales y las asambleas populares: las asambleas populares son espontáneas, directas, son como una explosión institucionalizada, pero que siempre tienen una fuerza constituyente mucho más fuerte que los consejos populares, que están constituidos desde arriba. Para mí esa brecha práctica entre los dos tipos de instituciones no se puede eliminar, por eso digo que es peligroso, en ningún momento se puede pensar que esa tensión se ha resuelto o que se puede resolver. Es una tensión permanente.
GQ: Quisiera profundizar un poco más en la cuestión de decolonización de conceptos como formas distintas de articular los cambios sociales y las formas de gobierno. De hecho, el otro libro tuyo que está próximo a publicarse tiene como título Descolonizar la dialéctica. ¿A qué te refieres con la idea de descolonizar la dialéctica? Lo sigo porque este término nos lleva a pensar en filósofos europeos cuya forma de aproximarse al movimiento de la historia es al poner en el centro a Europa, lo que hace que los pueblos colonizados sean meros elementos que corroboran el destino último de Europa. ¿ Podrías explicarnos un poco cuál es tu razonamiento para pensar si se puede descolonizar la dialéctica?
GCM:Bueno, yo parto de esa esa pregunta en el libro. Ahí me pregunto si vale la pena intentar descolonizar la dialéctica o si hay que rechazarla. Yo personalmente, le apuesto al sí, yo apuesto que sí se puede hacerlo. Pero eso, para mí, implica llegar al punto de quiebre de la cuestión dialéctica. ¿Qué quiero decir con eso? Voy a explicarlo de una forma muy esquemática: para Hegel, hay una tensión entre la diferencia interna y lo que él llama la diversidad, la diferencia interna tiene lógica interna, tiene vínculos internos, y por ende es dialéctica. La diferencia externa, es decir la diversidad, no tiene sentido. Para Hegel, las relaciones son dialécticas, o hacen parte de la exterioridad diversa sin sentido, son relaciones que no tienen lógica. Este es un límite muy importante cuando venimos a las cuestiones de la descolonización, porque en cuanto hacemos más estrechos los vínculos internos de cierta lógica, tenemos una tendencia de apuntar hacia una visión muy cerrada de la historia. Esto tiene muchísimas implicaciones, y ya conocemos las más problemáticas del legado hegeliano: que la historia es una sola, es unidireccional, y reposa sobre un progreso imparable que va hacia un horizonte único para toda la humanidad. Esos son los problemas de la dialéctica. ¿Cómo podemos entender el choque dinámico de las identidades políticas afuera ese esquema transhistórico de Hegel? ¿O incluso el de Marx, que tiene aspectos muy distintos, pero que en su mayoría conlleva aspectos muy parecidos a los de Hegel? ¿Cómo se puede formular lo dialéctico fuera de ese esquema transhistórico, eliminando o despojándolo del determinismo de esa concepción de la historia como una sola dirección, y más que todo  despojarlo de un enfoque que privilegia el cierre? La dialéctica descolonizada es, y tiene que ser, una dialéctica de apertura, de choque, de combate, en donde no sabemos dónde va a terminar, donde no sabemos si la historia va avanzando. Porque para un esclavo, la historia no avanza. La historia está hecha de retrocesos muy fuertes. Tenemos que repensar la historia a través de esa realidad colonizada, esclavizada, racializada, para ver si podemos rescatar un tipo de dialéctica. Eso lo hago en el libro al enfocarme, primero, en el francés George Sorel, quien para mí, formula una dialéctica de la lucha de clases, pero muy abierta y sin determinismos, que prioriza la lucha de clases ferozmente formulada. En otras palabras, no estamos hablando del futuro sino de la lucha de ahora, y esa lucha abre una posibilidad en la historia. Luego paso a Franz Fanon, la figura central del libro, quien formuló una dialéctica propiamente descolonial primero en Europa, al trabajar la cuestión de la raza, la racialización y a discriminación racial; y luego en Argelia, en la lucha de descolonización de la revolución argelina. Lo más importante de eso es que Fanon parte de un concepto que es “la zona del no-ser”, lo que para mí es la piedra angular de una dialéctica descolonizada. 
GQ: ¿Podrías explicarnos un poco la manera como elaboras la zona del no-ser? 
GCM: Sí, claro. La zona del no-ser viene de la experiencia del propio Fanon, pero también de su reformulación crítica de la dialéctica del amo y el esclavo de Hegel. Porque en Hegel se acercan dos seres históricamente abstractos y vacíos para empezar una lucha por el reconocimiento. Pero para Fanon, en el mundo histórico actual, los seres individuales no son vacíos ni abstractos, son históricos y concretos, son blancos o son negros. Si es así, o bien uno ya es esclavo y o bien ya es amo. Así, la lucha por el reconocimiento no se desarrolla de la misma manera: para Fanon, ésta es una lucha que tiene un corto circuito, que no funciona y que no avanza, porque se interpone la cuestión de la raza. El ser negro, racializado, colonizado, para Fanon existe únicamente en una zona del no-ser, es decir que existe pero no tiene ser, no tiene acceso al pleno ser del ser humano. Por eso esa dialéctica queda bloqueada, y eso implica que hay que repensarla desde la lucha subjetiva de los colonizados, de los racializados, de los oprimidos, de los condenados al no ser. El movimiento histórico no viene de una lógica interna, sino que viene de la intervención subjetiva. En el libro, eso me permite pasar a pensar la dialéctica a través de Dussel. Él casi que rechaza el concepto mismo de dialéctica y en su lugar pone el énfasis en la exterioridad, es decir los históricamente excluidos, que de manera muy similar, no son legibles para el sistema, pero se hacen visibles a través de las luchas y de sus logros históricos. Esos excluidos son invisibles para la dialéctica clásica, pero aparecen en la historia como algo inesperado, en los momentos explosivos de la historia. Ese énfasis en la exterioridad es para Dussel un intento de superar los límites marxistas de la división de clases, es una forma de construir un bloque histórico de los oprimidos y los excluidos al entender esas dos categorías juntas. De esta forma, para regresar un poco al principio, la exclusión histórica profunda, la invisibilización racial colonial, es algo que no cabe muy bien en la dialéctica de Hegel. Por eso tenemos que llegar, como digo en el libro, hasta el punto de quiebre de las relaciones dialécticas para poder entender las luchas de la descolonización.  
GQ: Con el fin de profundizar un poco más algunas cuestiones de la descolonización de los conceptos quisiera referirme a algo que mencionas en tu texto “Anarchism that is not anarchism: Notes towards a Critique of Anarchist Imperialism”. Ahí introduces el término “Anarquismo Imperialista” para describir un fenómeno en el que anarquistas de países desarrollados suelen ser más fieles a una identidad del anarquismo que a la serie de prácticas que se han llegado a llamar anarquistas. ¿Podrías hablar un poco sobre el término Anarquismo Imperialista?
GCM: Si estamos hablando del anarquismo en América Latina, hablamos de un fenómeno histórico y no un concepto abstracto. ¿Qué fenómeno es? Si miramos en dónde hay fuertes movimientos del autodenominado anarquismo en América Latina, encontramos a los países que tienen mucha inmigración europea, en particular la española e italiana. Es decir que la llegada del autodenominado anarquismo es un fenómeno muy vinculado a la inmigración europea. Eso crea un fenómeno de desigualdad y de asimetría, en términos de los que utilizan las palabras. Esto es de capital importancia: el autodenominado anarquismo no es lo mismo que las prácticas anti-Estado. En todo el continente hay prácticas anti-Estado, prácticas que buscan construir y profundizar la autonomía y el autogobierno, pero en muchos países, esas prácticas no se llaman anarquistas. En Venezuela, por ejemplo, casi no hay anarquismo en términos de grupos que se autodenominan anarquistas. Pero en cambio, sí hay muchísimas prácticas autónomas. Lo que me preocupaba mucho era la invisibilización de esas luchas a causa del nombre mismo de anarquismo. Me explico: tomemos el ejemplo de un grupo como El Libertario en Venezuela, que no sirve para nada, que no tiene base popular, que tiene un anarquismo totalmente europeo, y que ni siquiera quiere vincularse con las luchas populares. Este grupo, sin embargo, existe en un contexto que desborda de prácticas revolucionarias anti-Estado, pero que en el momento actual, entran en una relación con elementos del Estado. Ahora, un anarquista norteamericano que quiere ir a Venezuela, ¿qué hace? busca por internet en dónde están los anarquistas en Venezuela, encuentra ese grupito que no tiene ninguna importancia y entra en un circuito cerrado de los autodenominados anarquistas, en lugar de buscar las prácticas concretas y el contenido social de lo que se está proponiendo. Lo que me preocupaba también, y aquí entra el imperialismo, los anarquistas norteamericanos y europeos usualmente sí tienen una visión muy cerrada, y lo que hacen es dictarle al mundo cómo tiene que ocurrir la revolución, afirman que sólo hay una manera de hacer la revolución porque han leído tales y cuales libros escritos por europeos o norteamericanos y se convencen de que tienen La Verdad, que son portadores de La Verdad histórica. ¿Cómo se puede evitar eso? Hay que estar atento a las prácticas, en lugar a de las formas, hay que privilegiar el contenido sobre la forma. Pero otra cosa es también pensar el porqué del Estado. Ese tema lo trabajo un poco en mi libro Descolonizar la dialéctica porque los pensadores que trato ahí, no son anarquistas pero sí son anárquicos. Tienen distintas maneras de formular su relación con el Estado. Sorel es anti Estado no porque se llame Estado, sino porque es una estructura de jerarquía formal, es una estructura de desigualdad institucionalizada. Y creo que nosotros tenemos que enfocarnos en eso: no oponernos al Estado porque se llama «Estado», sino porque legitima formas de opresión y de exclusión, porque representa el poder instituido con base en la desigualdad institucionalizada. Para Fanon, Estado en ese sentido, hay que ampliarlo para pensar el Estado como status de los individuos racializados, oprimidos, que no tienen status, el statu-quo es una forma de institucionalizar su invisibilización, su no existencia, y hay que entender que tanto statu-quo, como Estado, y status como posicionamiento social, están todos interrelacionados. Para Fanon, luchar contra el Estado es luchar contra la desigualdad, el apartheid racial, como la forma más fuerte de división y de desigualdad en el mundo actual. Dussel lo formula de manera muy parecida, ya que de privilegia el contenido sobre la forma. Pero él dice que su teoría es anárquica, en el sentido de que etimológicamente, an-archē es el ir más allá del principio que estructura el presente. Para él, anarquismo significa el ir superando de manera transcendente lo que existe, el ir más allá de la estructura. Por eso, lo que tenemos que hacer es continuar un proceso abrir de poco a poco lo que es el Estado con el fin de entender que luchamos en contra de la desigualdad institucionalizada, del poder de las minorías, aunque no nos llamemos anarquistas, o comunistas, o luchadores descoloniales o cualquier otra cosa. Debemos tener ese objetivo más amplio.
GQ: Para llevar esa pregunta un poco más lejos, quisiera preguntarte si ves ese tipo de prácticas en un nivel más académico. Es decir, me acabas de dar el ejemplo del anarquista de países desarrollados que va a buscar grupos anarquistas en otros países, y que muchas veces prefiere los que están en vía de desarrollo. Quisiera entonces cambiar el enfoque de la discusión hacia las prácticas que ocurren en la academia. ¿Ese movimiento de anarquismo imperialista también es algo que se encuentra en instancias académicas? 
GCM: Claro que sí, lo pasa es que asume formas muy distintas. La posición estructural del intelectual académico, sobre todo en los países desarrollados (pero eso también pasa en todo el mundo) facilita e incentiva el escepticismo hacia los movimientos populares y el nihilismo cuando tiene que ver con la cuestión del poder. Lo que conlleva una cierta incapacidad para entender a los sectores populares en sus prácticas. Esa incapacidad puede asumir varias formas. Últimamente he estado criticando varias maneras de entender procesos históricos localizados. Por ejemplo, he sido muy crítico con la idea de post-hegemonía de Jon Beasley-Murray, y otros intelectuales muy pesimistas, que vienen de los estudios culturales latinoamericanos, porque afirman que todo está corrompido, que ya no se puede confiar en eso, que ya toda la historia es una especie de reiteración de los mismos trucos y las mismas trampas populares y populistas, y que el poder sigue siendo el mismo. Hay sectores de los estudios poscoloniales que dicen que lo que está pasando en Bolivia no es descolonización, y que la descolonización no tiene nada que ver con el marxismo, ni con el socialismo. ¿Qué tienen en común esas perspectivas, o más bien posturas, por más contradictorias que sean? Es que todos rechazan, descartan e invisibilizan a la subjetividad popular que está luchando. Es decir que no es simplemente mirar al mundo, pensar, observar de modo reflexivo y crítico, sino que hay que intentar cambiarlo. Las luchas tienen lugar todos los días, ¿por qué?, porque hay que luchar. Como dice Fanon, los pobres del mundo, los oprimidos, los condenados, saben que la lucha es la única solución, que no es una cuestión de observar y criticar hipercríticamente a los movimientos y la actualidad, sino que se trata de luchar y cambiar el estado de las cosas. Lo que implica no tanto un optimismo, sino más bien una manera de acercarse al mundo que afirma la necesidad de luchar. Esta visión no es optimista en el sentido de que no sabemos qué vamos a ganar, pero las luchas son constantes. 
GQ: ¿Es decir que sería un cierto imperativo de lucha, más que la urgencia de ganar esa lucha? 
GCM: Sí, porque ser optimista significa que sabes que tienes la capacidad de ganar, o que al menos vas a ganar algo. Pero lo que pasa es que las grandes mayorías del mundo, el proletario oscuro, como lo llama W. E. B. Dubois, no tiene por qué creer que va a ganar, pero sigue luchando. 
GQ: Parece ser entonces que desde tu enfoque sobre la cuestión de la descolonización, le das a la violencia un rol capital en todo proceso emancipador. ¿Podrías hablarnos de la forma en que planteas la relación entre violencia como lucha emancipadora y poder constituyente?
GCM: Hay que pensar esa relación desde varios aspectos, pero la verdad es que los debates sobre la violencia ni empiezan a tocar esos temas fundamentales, porque se asume que la violencia es algo que podemos evitar. En primer lugar, esa es la pretensión liberal de la historia, que implica que hemos superado la etapa violenta, cuando todo el mundo sabe y toda la historia nos dice que vamos haciendo más y más violencia, que el mundo se ha vuelto más violento por la manera en que hemos desarrollado nuestras sociedades. Segundo, ¿quién puede evitar la violencia? bueno, los liberales, porque creen que pueden optar por estar fuera de un sistema violento, aunque de todos modos están participando en esa violencia. A qué me refiero con esto: por ejemplo, acaban de matar a un hombre afro en Tulsa que estaba pidiendo ayuda. ¿Cómo se puede entender ese asesinato de un hombre pacífico? Para Fanon y para mí, no se lo puede entender por fuera de una cuestión de violencia ontológica: los sujetos racializados, negros, colonizados, son considerados ontológicamente violentos. Es decir que ya son violentos antes de ser cualquier otra cosa, por eso se matan sin tener armas, por eso tienen violencia en su misma piel, y pues así la pretensión de evitar la violencia se desentiende por completo de esa visión de que todo lo que hacen los oprimidos, los racializados, es considerado como violento. Si salen por la calle con música es considerado como violencia, si tienen una marcha para protestar es considerado como violencia, cuando este futbolista Colin Kaepernick se pone a rodillas durante el himno nacional, eso se percibe como violento hacia el sistema y se responde con violencia, es decir con amenazas de muerte y cosas por el estilo. Esa es una violencia ontológica que no se puede evitar, y cuando uno no puede evitar la violencia, no tiene desincentivación de participar en la violencia liberatoria. Ahora bien, ese aspecto es muy importante, que también viene de Fanon: lo que se llama violencia es parte de la constitución del sujeto individual y colectivo, más que todo cuando es un sujeto al que se le enseña todos los días que es inferior, que sufre lo que Fanon llama un complejo de inferioridad, porque si tú te crees inferior, no hay mejor manera de superar ese sentido de inferioridad que se te ha inculcado, más que atacando, luchando y finalmente matando al opresor. El enfrentarse al enemigo que te está deshumanizando todos los días es participar en un acto violento que te da consolidación subjetiva como ser con valor, como un ser igual. Esa es la igualdad más fundamental. Malcolm X, el líder afro estadounidense, dijo una vez «que sus muertes sean recíprocas, eso es lo que quiere decir la igualdad». En el fondo es algo muy hegeliano en el sentido en el que uno se opone en una lucha de vida o muerte para demostrar la igualdad y la capacidad. Eso, para Fanon, unifica al pueblo en la lucha popular y esa unificación no se puede hacer sin violencia, porque si se regala la liberación, de todos modos no se ha pasado por esa etapa de lucha emancipadora, de imponerse en el otro. Si uno no lucha por la libertad, entonces lo que se obtiene es una liberad totalmente vacía, que no tiene sentido; no es una igualdad de verdad. Los amos siguen siendo los mismos. En la actualidad, que se hace tanto énfasis en la no-lucha, supuestamente no hay esclavos, pero hay amos y sí hay esclavos, porque no se ha hecho una ruptura más fundamental con esa estructura. Esa ruptura pasa por la lucha popular. 
GQ: Entonces tendríamos varios niveles de violencia: un nivel sería lo que tú denominas como violencia ontológica, que consiste en considerar que el oprimido es violento por naturaleza, que su manera de existir es violenta. Pero, también habría un segundo nivel que obedece a la visión de los dominantes, los que pueden decir eso de los dominados. Y esos dos aspectos se enmarcarían en una lógica violenta que es de lo que tú, al retomar a Fanon, tratas como el proceso emancipador por medio de la violencia, el gesto violento de poder sobrepasar la jerarquía establecida. Ese parecería ser un nivel de violencia que no se inscribe totalmente en la violencia considerada ontológica, sino que es más bien un gesto liberatorio
GCM:Claro, totalmente. Las élites tienen el poder de ejercer un segundo tipo de violencia que es una violencia simbólica, que implica el acto mismo de determinar el ser del oprimido, o en ese caso, su no-ser, su falta de existencia. Para Fanon, el último aspecto que mencionas no siempre tiene que ser violencia física, aunque suele serlo, dado que uno tiene que enfrentar los movimientos del poder. Pero en sí, esos gestos no tienen que ser concretamente violentos. Él dice incluso que si hay una lucha simbólica que ha consolidado al pueblo en contra el colonizador, que logra sus efectos sin llegar a manifestaciones físicas de violencia, entonces eso tiene el efecto liberatorio. Pero concretamente, ese gesto suele ser violento y además los opresores lo van a denominar como violento. El marco más amplio es el hecho de que por esas esas dinámicas y estructuras, el mundo es violento. Nadie está sobre eso, punto. 
GQ: Sólo para ir un poco más lejos sobre la cuestión de la violencia y su relación con las luchas emancipadoras, quisiera preguntarte sobre lo que está ocurriendo en Colombia, país limítrofe con Venezuela, dado que los dos países han tenido relaciones muy complejas con respecto a su zona fronteriza. Ahora en Colombia ganó el “No” en un referendo en el que el pueblo avalaba o no los acuerdos de las negociaciones con las FARC, el mayor grupo guerrillero de ese país. Quisiera poner en relación lo que mencionas con respecto a la violencia, con la situación colombiana. La violencia en Colombia ha dejado innumerables víctimas y se ha llevado a cabo bajo formas particularmente extremas contra el ejército, pero también contra la población civil. ¿Cómo se puede pensar el proceso emancipador por medio de la violencia, si lo relacionamos con la situación de Colombia?
GCM:Claro, lo primero es que para Fanon, pero también para mí, la violencia se refiere a una manera específica de hacer la lucha armada, significa levantarse y resistir. Ahora, levantarse y resistir para alguien de la población afro en Estados Unidos en los años cincuenta, de la misma forma que para alguien que vive en una zona de conflicto en Colombia, significa morir, es decir que el hecho mismo de levantarse y resistir tiene un efecto mortal. Pero eso no implica que se pueda evitar por no levantarse. Además podemos plantear la cuestión de si la lucha armada como existe en el momento actual está contribuyendo a una violencia liberatoria en términos de Fanon. Esto no quiere decir que todo es culpa de las FARC, para nada, sino que en este momento en el que hay un impase muy importante, no estamos hablando de una lucha hecha cara a cara en el que el enemigo va empoderando a las masas populares en su resistencia. Se puede más bien pensar en el Paro Agrario como forma de violencia ontológica en la que los no-seres se están levantando. Una vez que ellos se levantan y se manifiestan, los matan, la fuerza estatal los masacra. Todo eso es para decir que no es para nada sencillo, pero me parece que la violencia es algo inevitable en el sentido de que todavía no existe igualdad social en las formas de reconocimiento entre el gobierno colombiano con sus élites de Bogotá y los que son considerados como no-seres, tanto en las zonas rurales como en las zonas menospreciadas de las ciudades. Hasta que exista esa igualdad, siempre va a existir la necesidad de una lucha que será denominada como estructuralmente violenta, porque rompe con lo que existe, rompe con ese statu-quo de legitimar jerarquías y de considerar a las masas denigradas como inexistentes. Cuando estas masas aparecen, eso se interpreta como violencia, y se responde a su vez con más violencia. 
GQ: Ya para terminar, quisiera preguntarte de qué forma los planteamientos de las comunas sobre los proyectos de autogobierno y autogestión en Venezuela se han relacionado con la gestión de Maduro, y cómo ves eso a futuro. 
GCM: Estamos hablando de una situación de crisis fundamental que están sufriendo no tanto los que andan quejándose por los medios internacionales, sino los de las bases de la sociedad venezolana. Esas bases siguen siendo chavistas a pesar de sus críticas a Maduro. Yo supongo que un referendo hoy en día lo perdería Maduro, pero si tú ves cualquier encuesta, la mayoría del pueblo todavía se identifica como chavista. Lo que están criticando es la gestión del gobierno de Maduro. Ahora, desde el punto de vista de la comuna, Maduro la ha apoyado bastante. Ha reforzado la comuna, ha ofrecido fondos, varios incentivos, apoyos estructurales, y ha defendido la autonomía de la comuna. Por ejemplo cuando el tribunal supremo intentó revocar la carta agraria de la comuna El Maizal, una más importantes del país, Maduro y otros líderes atacaron esa decisión que fue hecha por la derecha dentro del gobierno. Pero las comunas no existen fuera del contexto macroeconómico, que en la actualidad está en una situación muy difícil. El gobierno ha manejado muy mal la cuestión de la moneda y de los controles de cambio. Ya en el 2013, era obvio que había que liberar la tasa de cambio, porque se estaba desarrollando una dinámica de mercado negro del dólar, y eso estaba incentivando la corrupción, la especulación, y además, cuando se especula con los dólares, en lugar de producir, o en lugar de importar, lo que pasa es que surge la escasez. Venezuela ya está en plena crisis económica. ¿Qué significa eso para las comunas? No es bueno en el sentido en que se están perdiendo muchos fondos y muchas formas de financiación y aportes económicos del gobierno a las comunas. Tampoco es bueno porque la cuestión de la comuna ha pasado a un segundo o tercer plano; todo el mundo está hablando de la crisis macro, el gobierno está hablando de golpes y de la agresión de la oposición, y no está hablando de cómo desarrollar y profundizar su apoyo popular a través a través de la producción sostenible nacional. No es bueno en ese sentido, pero ¿por qué no se ha desarrollado la producción nacional sostenible autogobernada durante los últimos quince años? Porque había mucho dinero del petróleo, y por ende esa cuestión no había sido tan importante. Ahora se están desarrollando debates de cómo romper con la dependencia del petróleo, de cómo producir sin recurrir a éste. La misma población está desarrollando la capacidad de producir lo nacional en lugar de importar todo. Cuando hay mucho dinero del petróleo, todo el mundo importa, sin considerarlo un problema. Pero ahora, en la crisis, todo el mundo sabe que tiene que producir, que no hay fondos para importar, y las comunas van produciendo de maneras muy interesantes, al facilitar el desarrollo de unas industrias nacionales, de formas muy creativas por parte de la población. Si la gente no puede comprar jabón, entonces lo fabrica. Hace poco salieron unos opositores con una pancarta diciendo «no queremos cocuy, queremos poder beber como antes» el cocuy es una bebida alcohólica nacional indígena que ahora ha tomado fuerza porque el whisky cuesta mucho y todo lo importado está muy escaso. Así que todo el mundo está fabricando cocuy, pero los ricos no lo quieren por cuestiones culturales. Eso para decir que cada crisis es una oportunidad. La derecha eso lo conoce muy bien. La izquierda tiene que aprenderlo más, tiene que aprender que de la crisis surgen oportunidades. Y hay que buscar esas oportunidades para que nuevas políticas salgan adelante. 

Fotogramas de un Encuentro // Lucas Paulinovich

Foto: Nadim Abraham
La imagen fue imponente. El Monumento repleto de mujeres de todo el país concentradas para la apertura del Encuentro Nacional de Mujeres, una singularidad rebosante a nivel mundial. La fotografía aérea se presta a las fórmulas fáciles: nada más que decir; sobran palabras; elocuencia plena de la imagen. Sin embargo, eso no alcanza a dimensionar los efectos imprevisibles: la efervescencia por debajo que reniega de los moldes y categorías que hay para mencionarlo. Todo puede ser creado.
Desde que empezó el Encuentro, el macrocentro de la ciudad se multiplicó de pequeñas marchas organizadas bajo una consigna y con reclamos específicos, como la Marcha de las Tortas; o desparramadas e improvisadas por grupitos de 20 o 30 que se juntaban y comenzaban a cantar, saltar y gritar. Fue una forma de reocupación: la toma de una potencia negada. Bastaba una sola mujer, un solo pañuelo verde, para hacer sentir esa fuerza que se expresa y denuncia, acusa, cuestiona, remueve.
El Encuentro planteó la posibilidad de ocupar espacios para que se abran otros, obstruidos socialmente, clausurados por violencias, abusos e inequidades diarias. Logró hacer emerger preguntas implícitas en las relaciones cotidianas: que se mueva, haya desplazamientos, dislocación del espacio y el tiempo de la ciudad. Que durante tres días, Rosario tuviera otra vida.
***
Plaza feminista, sábado a la noche. Hay un festival y para comprar un choripán, una larga cola. Una señora bien vestida, abrigada hasta casi taparse, manda un mensaje mientras espera su turno.
– Me vine disfrazada –escribe-. Para saber lo que pretenden, hay que meterse entre ellos.
Cada comentario que envía lo sigue de una larga risa –que escribe, ella está seria, casi que atemorizada- y una mirada alrededor, para controlar que nadie la observa y no corre ningún riesgo.
– Espero que no me hagan nada –sigue. Y escribe otra vez su risa.
La escena parece empecinarse en exhibir un antagonismo en el uso del cuerpo que fue una constante en los tres días del Encuentro. La señora de encubierto, se disfraza: tiene que simular, se repliega ante los cuerpos desnudos, pintados, transpirados, desaliñados, en plena acción expansiva. Hay algo que saca de lugar, descoloca: una incomodidad instalada en el centro de las rutinas de los ciudadanos comunes, habituados a sus costumbres, inamovibles.
La puerta de la Facultad de Humanidades está llena de mujeres, que se amontonan después de una actividad. Una mujer mayor observa desde enfrente. Por ahí pasan dos pibes caminando.
– Por fin hombres – respira la señora.
***
En la plaza San Martín hay cinco baños para más de 80 mil personas. Está repleta, casi sin espacios vacíos. Es difícil encontrar un lugar para mear escondido. Hay que irse hasta algunos de los bares de la redonda. Esa comodidad autoproclamada del varón de mear donde quiere, queda suspendida. No se puede mear, hay que irse a otro lugar. Unas pibas, en cambio, caminan hasta unos arbustos y se ponen a mear agachadas. La hicieron fácil, apenas se las ve. Terminaron y siguieron. Esa reversión de insolencias que devienen capacidad resolutiva, insumisión, fueron dándose arreglo durante el Encuentro, como desarmando las asignaciones de roles, las escenificaciones, las formas de interactuar en los espacio públicos.
Esa misma activación y contagio de las miles de mujeres corriendo por Oroño unos minutos después. Desde algunos colectivos que esperaban en la bocacalle, los pasajeros sacaban fotos y se sumaban a los cantitos. Uno de los choferes también levanta los brazos y canta con la marcha. La contracara es el taxista que una cuadra antes, aceleró y pasó puteando; o los autos desesperados a bocinazos que se metieron mal, sin tener noción de lo que sucedía en la ciudad.
El Encuentro fue creación de una zona donde se pusieron en crisis paradigmas rectores, modos de relación, derechos, legislaciones, relaciones de pareja, trabajo sexual, vínculos sexoafectivos, universos simbólicos y sensibles, deseos, sensaciones, imaginarios. Una reconversión de la crisis de seguridad que se orquestaba a su alrededor: un momento de nuevos modos de encuentro, solidaridad y creación, en una ciudad convulsionada, temerosa y en guardia; un encuentro entre militantes feministas, interesadas, autoconvocadas, jóvenes, adultas, orgánicas, sueltas, una heterogeneidad creativa y potente que latió durante las tres jornadas, frente a la predisposición opuesta de la Catedral cercada y cubierta con un preservativo: profilaxis y violencia diferenciadora.
***
Calle Moreno. Distintas delegaciones esperan la formación de columnas para arrancar la marcha. Todavía falta bastante, recién finalizan los talleres y las mujeres se van convocando a la plaza y sus alrededores. Una columna ya está preparada. Algunas están en tetas, pintadas, otras con instrumentos de vientos y redoblantes. Cantan y bailan, mientras esperan. Antes de llegar, una piba pasa por al lado, mira confundida y se apura. Al rato vuelve, acompañada de una amiga.
-Me da un poco de temor- le dice, sin detenerse. Las dos cruzan la calle y se pierden para el lado del río.
Las tres jornadas del Encuentro, la plaza feminista, la intensidad permanente, los grupos de mujeres dando vueltas por la ciudad, son una masiva impugnación de las lógicas penalistas que se desprenden del temor. Cuerpos indóciles asumiendo el valor político de su indocilidad. Ese resquebrajamiento es intolerable para los sectores que se perciben interpelados con la denuncia misma de esas mujeres estando ahí, los que deducen la penalidad como condición previa de cualquier libertad.
***
Difícil una imagen que sintetice mejor la alianza de fuerzas activas que sobrevivieron a la dictadura con total impunidad: los militantes católicos –en su mayoría jóvenes- armando un anillo alrededor de la Catedral para rezar, protegidos por un imponente operativo de seguridad. Una premeditada teatralización del pacto civil-eclesiástico. Breves capturas del terror: la Guardia de Infantería emboscada detrás del vallado de la Catedral, esperando los disturbios que, con su misma operatoria, estaban produciendo.
El acuerdo de seguridad entre el gobierno provincial y nacional luciéndose bajo la forma de una barrera de policías disparándole a militantes y periodistas. Unas horas antes, la intendenta Mónica Fein y el gobernador Miguel Lifschitz acompañaron desde el palco oficial la procesión de la Virgen del Rosario. Los acuerdos políticos subsisten desde esas gestualidades mínimas que traman lo cotidiano. El Encuentro de Mujeres consiguió hacer visibles esas continuidades procesistas que recobran vigor y ferocidad.
Los pocos vestigios de Estado laico se desmoronan ante la honestidad terrible de esa alianza represiva que se prolongó durante toda la democracia, como una capa inferior y precedente del sinceramiento que ahora lo saca a relucir. Esas alianzas que en Rosario se alargan en la avaricia empresarial –exportadora, financiera e inmobiliaria-, la prepotencia de las cúpulas judiciales y la extemporánea influencia de la Iglesia. Son los que salieron ilesos y vuelven a poner en práctica parte de sus imaginarios exterminadores. Para el gobierno provincial y municipal, la seguridad debía ser para los grupos de militantes católicos, no para las ochenta mil mujeres que marchaban y a las que expuso a proyectiles antidisturbios, corridas y gases lacrimógenos.
***
Minimarket de Buenos Aires y Rioja. Ya pasaron los incidentes, las columnas se dispersaron y las organizaciones intentaban llegar a la explanada de los galpones donde se hacía la peña. Tres hombres, dos jóvenes, el otro por encima de los sesenta, fuman y comentan las primeras repercusiones de los hechos. Un relato que se empezó a trabajar antes de que comenzara el Encuentro. Los vinieron a buscar; llegaban con palos y barretas; prendían fuegos y gritaban alrededor; son unas quilomberas que vienen a pudrirla; retratos de barbarie aterrorizante que se dan forma con sentidos ya definidos, cerrados, que venían anticipando y formateando el conflicto. La intencionalidad política del operativo policial está dada por esa campaña de pánico y criminalización instalada semanas antes del Encuentro.
– Era sabido- confiesa el jefe del operativo ante la cámara de Emergente que mostraba en vivo la represión.
***
Apelando a la defensa de las fuerzas de seguridad ante una agresión de radicalizados, se pone a funcionar el castigo corrector. Legítima defensa ante el desborde, el prudente uso de la autoridad violenta, tan reclamada. El escenario de crisis se legaliza en las figuras de infiltrados, vándalos y anarquistas extremistas. Se necesita la desviación a corregir con la fuerza.
Aunque hasta la última de las acciones de las manifestantes es en respuesta a una provocación anterior. El cerrojo policial, la puesta en escena en la Catedral y la Guardia escondida, es la primera violencia, pensada con antelación, dispuesta desde la tarde. Confundir una pequeña parte con la totalidad del Encuentro es un sesgo, en principio, malintencionado.
***
Si lo revolucionario es un fenómeno erótico, de la prolongación sensible de los cuerpos, por Rosario anduvo un gran cuerpo erotizado, insurgente, materia vívida que tuvieron que aplacar con balas y gases. Desde las plazas con música y baile, los talleres y los festivales, se desdibujó el mapa de la ciudad. Los cantos de la marcha fueron un inmenso mosaico de imágenes, alusiones a realidades locales, problemáticas, conflictos, intercambio de prácticas y experiencias. Distintas entonaciones que tonifican esa voz colectiva femenina, inesperada, estremecedora, interrogante. La gente, ese fantasma generalmente indiferente, no pudo evitar verlas, escucharlas, percibirlas, conmoverse. Aún para decir que durante un fin de semana, por la peatonal “no se podía caminar”.
***
Algunas horas después de los incidentes, el ministro Pullaro introdujo la hipótesis de la participación de infiltrados y adjudicó los desmanes a un grupo de 200 activistas que se desviaron del recorrido y exigieron hacer un ejercicio “correcto y extremadamente profesional” del operativo de seguridad. La protocolización de la protesta social es llevada al lenguaje. La seguridad es una cuestión puramente técnica para contener desviaciones. Así entendido, el conflicto es una anomalía que justifica la aplicación enderezadora. La política se vuelve asunto de diagramas y recorridos: desentendida de los matices y ambivalencias de las acciones colectivas, la vitalidad del movimiento de los cuerpos en marcha.
No se trata de ejercicios de derechos, la vulneración estructural, que inevitablemente surge violenta porque es violencia todos los días. Los disparos policiales son el salvamento último, brutalizado, de las represiones cotidianas. Ante el avance de un cuerpo político activo, femenino, la última respuesta es prepotencia. Si el objetivo era quebrar la marcha, lo hicieron desde el núcleo simbólico que potenciaría las tres jornadas. La emboscada eclesiástico-policial logró quitar la imagen última, el Monumento rebalsado de mujeres que durante tres días discutieron, gritaron, bailaron, hicieron de la ciudad un lugar nuevo, repleto de otros sentidos políticos, hinchado de posibilidades.
***
En esa presencia formidable, la ciudad surcada por una columna interminable de mujeres, quedan expuestas las distancias de los tiempos institucionales respecto a la calle. El repudio moralista e higienista del vandalismo se acopla a esas tardanzas. La pintada pronuncia urgencia, reclama contra violaciones, humillaciones, explotaciones, denuncia el hambre, el sometimiento, las consecuencias de ajustes y tarifazos. Las consignas en las paredes resumen la heterogeneidad vivaz del Encuentro. Lo que es pedido desesperado, reclamo impostergable, necesidad; las instituciones lo traducen en demanda a tramitar, una solución administrativa que extrae las densidades de los fenómenos y los demora. En esa lógica de cliente que reclama-el Estado que satisface, la represión es parte de un procedimiento ordenador.
Pero las paredes de la ciudad hablan, expresan, sienten lo que pasó. A diferencia del buen vecino que lamenta el vandalismo de los grafitis, sin afligirse por las mujeres que recibieron los perdigonazos ni el porqué de ese Encuentro que lleva treinta y una ediciones. La valorización financiera que organiza sentimientos, prácticas y aprecios en Rosario, pocas veces tendrá mejor exposición: cuidado de las paredes inmuebles, abandono de los cuerpos. Esas mujeres no son objeto de inversión. Se resisten a eso y por eso las ven punibles.
El pedido de paredes limpias, sin escraches, da por entendida una idea de la pulcritud como valor civilizado, un factor de diferencia, un primer ellos-y-nosotros en la distribución de derechos y libertades. La movilización pensada como cumplimiento civil, asunción de una responsabilidad, ciudadanía que fluye sin dejar marcas. Vaciada de lo político, la complejidad pesada, las pasiones degradantes, la furia que impulsa, la reivindicación desafiante, el hedor que deja huellas. Una expresión límpida que no produzca efectos imprevistos y, finalmente, no proponga modificar nada. Que la ciudad quede limpia y reluciente, como la encontraron, como si no hubiera pasado.

[fuente: http://agenciasincerco.com.ar/]

Que retiemble en sus centros la tierra

A los pueblos del mundo
A los medios libres de comunicación
A la Sexta Nacional e Internacional
Convocados por la conmemoración del 20 aniversario del Congreso Nacional Indígena y de  la viva resistencia de los pueblos, naciones y tribus originarios de este país México, de las lenguas amuzgo, binni-zaá, chinanteco, chol, chontal de Oaxaca, coca, náyeri, cuicateco, kumiai, lacandón, matlazinca, maya, mayo, mazahua, mazateco, mixe, mixteco, nahua, ñahñu, ñathô, popoluca, purépecha, rarámuri, tlapaneco, tojolabal, totonaco, triqui, tzeltal, tsotsil, wixárika, yaqui, zoque, chontal de Tabasco y hermanos aymara, catalán, mam, nasa, quiché y tacaná     decimos  con firmeza que nuestra lucha es abajo y a la izquierda, que somos anticapitalistas y que se ha llegado el tiempo de los pueblos, de hacer vibrar este país con el latir ancestral del corazón de nuestra madre tierra.
Es así que nos reunimos a celebrar la vida en el Quinto Congreso Nacional Indígena que tuvo lugar del 9 al 14 de octubre de 2016 en el CIDECI-UNITIERRA, Chiapas, desde donde nuevamente nos damos cuenta de la agudización del despojo y la represión que no han parado en 524 años en que los poderosos iniciaron una guerra que tiene como fin exterminar a los que de la tierra somos y que como sus hijos no hemos permitido su destrucción y muerte para beneficiar a la ambición capitalista que no conoce fin, más que la destrucción misma. La resistencia por seguir construyendo la vida hoy se hace palabra, aprendizaje y acuerdos.
En nuestros pueblos nos construimos cada día en las resistencias por detener la tempestad y ofensiva capitalista que no cesa sino que se vuelve cada día más agresiva y se ha convertido en una amenaza civilizatoria no sólo para los pueblos indígenas y campesinos sino para los pueblos de las ciudades que deben también crear formas dignas y rebeldes para no ser asesinados, despojados, contaminados, enfermados, esclavizados, secuestrados o desaparecidos. Desde nuestras asambleas comunitarias hemos decidido, ejercido y construido nuestro destino desde tiempos inmemoriales, por lo que mantener nuestras formas de organización y defensa de nuestra vida colectiva es posible únicamente desde la rebeldía ante los malos gobiernos, sus empresas y su delincuencia organizada.
Denunciamos que:
1.     Al Pueblo Coca, Jalisco, el empresario Guillermo Moreno Ibarra invadió 12 hectáreas de bosque en el paraje conocido como El Pandillo en contubernio con las instituciones agrarias, usando la criminalización de los que luchan que llevó a que 10 comuneros estuvieran sujetos a juicios por 4 años. El mal gobierno está invadiendo la isla de Mezcala que es tierra sagrada comunal, al mismo tiempo que desconoce al pueblo coca en la legislación indígena estatal con el objetivo de borrarlos de la historia.
2.     Los Pueblos Otomí Ñhañu, Ñathö, Hui hú, y Matlatzinca del Estado de México y Michoacán están siendo agredidos a través de la imposición del mega proyecto de construcción de la autopista privada Toluca – Naucalpan y el tren interurbano, destruyendo casas y lugares sagrados, compran conciencias y amañan las asambleas comunales con presencia policiaca, además de los tramposos censos de comuneros que suplantan la voz de todo un pueblo, privatización y despojo de agua y territorio en el volcán Xinantécatl, conocido como el Nevado de Toluca, al que los malos gobiernos quitan la protección que ellos mismos le dieron para entregarlos a empresas turísticas. Se sabe que detrás de todos estos proyectos está el interés por el despojo del agua y de la vida de la región. En la zona de Michoacán se le niega la identidad al pueblo otomí mientras un grupo de gendarmería ha entrado a la región para cuidar los cerros prohibiendo a los indígenas subir y cortar madera.
3.     A los pueblos originarios residentes en la Ciudad de México se les despoja de los territorios que han conquistado para ganarse la vida trabajando, robándoles sus mercancías y usando fuerza policiaca. Se les desprecia y reprime por usar su ropa y su lengua, además de que se les criminaliza acusándoles de vender droga.
4.     El territorio del Pueblo Chontal de Oaxaca es invadido por concesiones mineras que desmantelan los terrenos comunales, lo que afectará a 5 comunidades, su gente y recursos naturales.
5.     En el Pueblo Maya Peninsular de Campeche, Yucatán y Quintana Roo hay despojo de tierras para la siembra de soya transgénica y palma africana, la contaminación de los acuíferos por agroquímicos, la construcción de parques eólicos, parques solares, desarrollos eco turístico y empresas inmobiliarias. Asimismo están en resistencia contra las altas tarifas de la luz eléctrica que han traído hostigamientos y órdenes de aprehensión. En Calakmul, Campeche 5 comunidades son despojadas por la imposición de áreas naturales protegidas, pago por servicios ambientales y captura de carbono, en Candelaria, Campeche persiste la lucha por la certeza en la tenencia de la tierra. En los 3 estados se da una fuerte criminalización a quienes defienden el territorio y los recursos naturales.
6.     Al Pueblo Maya de Chiapas, tzotzil, tzeltal, tojolabal, chol y lacandón, se les continúa despojando de sus territorios para la privatización de los recursos naturales, lo que ha traído encarcelamientos y asesinatos de quienes defienden el derecho a permanecer en su territorio, se les discrimina y reprime constantemente cuando se defienden y se organizan para seguir construyendo su autonomía, aumentando las violaciones a los derechos humanos a cargo de fuerzas policiacas. Existen campañas de fragmentación y división dentro de las organizaciones, así como asesinatos de compañeros que han defendido su territorio y recursos naturales en San Sebastián Bachajón. Los malos gobiernos siguen tratando de destruir la organización de las comunidades bases de apoyo del EZLN y nublar la esperanza que de ellas emana y que ofrece una luz a todo el mundo.
7.     El pueblo Mazateco de Oaxaca ha sido invadido por propiedades privadas, donde explotan el territorio y la cultura para el turismo como el nombramiento de Huautla de Jiménez como “Pueblo Mágico” para hacer legal el despojo y la comercialización de saberes ancestrales, acompañado de concesiones mineras y exploración de espeleólogos extranjeros en las grutas existentes. Lo que imponen mediante un creciente hostigamiento por parte del narcotráfico y militarización del territorio. Los feminicidios y violaciones a las mujeres en la región van en aumento siempre con la complicidad omisa de los malos gobiernos.
8.     A los Pueblos Nahua y Totonaca de Veracruz y Puebla se enfrentan a las fumigaciones aéreas que producen enfermedades a nuestros pueblos. Hay exploración y explotación de minería e hidrocarburos a través del fracking y se encuentran en peligro 8 cuencas a causa de nuevos proyectos que contaminan los ríos.
9.     Los pueblos nahua y Popoluca del sur de Veracruz enfrentan el asedio de la delincuencia organizada y sufren los riesgos de la destrucción territorial y desaparición como pueblo por la amenaza de la minería, de los eólicos y sobre todo de la explotación de hidrocarburos mediante el fracking.
10.                              El Pueblo Nahua, que se encuentra en los estados de Puebla, Tlaxcala, Veracruz, Morelos, Estado de México, Jalisco, Guerrero, Michoacán, San Luis Potosí y Ciudad de México, enfrenta una constante lucha por contener el avance del llamado  Proyecto Integral Morelos, que comprende gaseoductos, acueductos y termoeléctrica. Los malos gobiernos deseando detener la resistencia y comunicación de los pueblos intenta despojar de la radio comunitaria de Amiltzingo, Morelos. Asimismo la construcción del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México y las obras complementarias amenazan los territorios circundantes al lago de Texcoco y la Cuenca del Valle de México, principalmente Atenco, Texcoco y Chimalhuacán. Mientras que en Michoacán el pueblo nahua enfrenta el saqueo de los  recursos naturales y minerales por parte de sicarios acompañados por policía o ejército y la militarización y paramilitarización de sus territorios. Tratar de detener esta guerra ha costado el asesinato, persecución, encarcelamiento y hostigamiento a líderes comunitarios.
11.                              El Pueblo Zoque de Oaxaca y Chiapas enfrenta la invasión por concesiones mineras y supuestas propiedades privadas en tierras comunales en la región de los Chimalapas; asimismo tres hidroeléctricas y la extracción de hidrocarburos mediante fracking. Hay corredores ganaderos y en consecuencia tala excesiva de los bosques para pastizales, también se están cultivando semillas transgénicas. Al mismo tiempo existen zoques migrantes en varios estados del país reconstituyendo su organización colectiva.
12.                              El Pueblo Amuzgo de Guerrero enfrenta el despojo del agua del río San Pedro para zonas residenciales y el abastecimiento de la ciudad de Ometepec. Su radio comunitaria ha sido objeto de una constante persecución y hostigamiento.
13.                              El Pueblo Rarámuri de Chihuahua sufre la pérdida de áreas de cultivo por la construcción de carreteras, el aeropuerto en Creel y por el gaseoducto que viene de Estados Unidos a Chihuahua, además de existir mineros japoneses y de represas y turismo.
14.                              El Pueblo Wixárika de Jalisco, Nayarit y Durango se enfrenta a la destrucción y privatización de sus lugares sagrados de los que dependen todos sus tejidos sociales, políticos y familiares, el despojo de sus tierras comunales a favor de caciques, valiéndose de las indefiniciones limítrofes entre estados de la República y campañas de división orquestadas desde los malos gobiernos.
15.                              El Pueblo Kumiai de Baja California sigue luchando por la reconstitución de sus territorios ancestrales, contra invasiones por particulares, la privatización de sus lugares sagrados y la invasión de los territorios por gaseoductos y autopistas.
16.                              El Pueblo Purépecha de Michoacán tiene el problema de deforestación, ejercida desde la complicidad entre los malos gobiernos con los grupos narcoparamilitares que saquean los bosques y la madera. Para ellos la organización de debajo de las comunidades es un obstáculo para el saqueo.
17.                              En el pueblo Triqui de Oaxaca la presencia de los partidos políticos, empresas mineras, paramilitares y malos gobiernos fomentan la desintegración de los tejidos comunitarios para el saqueo de los recursos naturales
18.                              Al Pueblo Chinanteco de Oaxaca le destruyen sus formas de organización comunitaria con el reparto agrario, la imposición de pagos por servicios ambientales, la captura de carbono y el ecoturismo. La proyección de una autopista de 4 carriles atraviesa el territorio y lo divide. En los ríos Cajono y Usila los malos gobiernos tienen proyectadas tres represas que afectará a pueblos chinantecos y zapotecos. Hay concesiones mineras y la exploración de pozos petroleros.
19.                              El Pueblo Náyeri de Nayarit enfrenta la invasión y destrucción de sus territorios sagrados en el sitio denominado Muxa Tena en el Río San Pedro mediante el proyecto hidroeléctrico Las Cruces.
20.                              El Pueblo Yaqui de Sonora mantiene la lucha sagrada en contra del gaseoducto que atravesará su territorio y en defensa de las aguas del Río Yaqui que los malos gobiernos deciden llevar a la ciudad de Hermosillo, Sonora, aún en contra de sentencias judiciales y recursos internacionales que han dejado demostrada su razón legal y legítima, valiéndose de la criminalización y hostigamiento de autoridades y voceros de la tribu Yaqui.
21.                              Los Pueblos Binizzá e Ikoot se organizan y articulan para contener el avance de los proyectos eólicos, mineros, hidroeléctricos, presas, gaseoductos y en especial la zona llamada Zona Económica Especial del Istmo de Tehuantepec y de infraestructura que amenazan el territorio y la autonomía de los pueblos en el Istmo de Tehuantepec, quienes son calificados como talibanes del medio ambiente y talibanes del derecho indígena como las palabras expresadas por la Asociación Mexicana de Energía al referirse a la Asamblea Popular del Pueblo Juchiteco.
22.                              El Pueblo Mixteco de Oaxaca sufre el despojo de su territorio agrario, afectando con ello sus usos y costumbres mediante amenazas, muertes y encarcelamientos que buscan callar las voces de los inconformes, promoviendo grupos paramilitares armados por los malos gobiernos, como es el caso de San Juan Mixtepec, Oaxaca.
23.                              Los pueblos Mixteco, Tlapaneco, y Nahua de la montaña y costa de Guerrero enfrentan la imposición de megaproyectos mineros apoyados por el narcotráfico, sus paramilitares y los malos gobiernos, que se disputan los territorios de los pueblos originarios.
24.                              El mal gobierno mexicano sigue mintiendo y tratando de ocultar su descomposición y responsabilidad absoluta en la desaparición forzada de los 43 estudiantes de la escuela normal rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, Guerrero
25.                              El Estado mantiene secuestrados a los compañeros Pedro Sánchez Berriozábal, Rómulo Arias Míreles, Teófilo Pérez González, Dominga González Martínez, Lorenzo Sánchez Berriozábal y Marco Antonio Pérez González de la comunidad Nahua de San Pedro Tlanixco en el Estado de México, al compañero zapoteco de la región Loxicha Álvaro Sebastián, a los compañeros Emilio Jiménez Gómez y Esteban Gómez Jiménez presos de la comunidad de Bachajón, Chiapas, a los compañeros Pablo López Álvarez y manteniendo en el exilio de Raúl Gatica García y Juan Nicolás López del Consejo Indígena y Popular de Oaxaca Ricardo Flores Magón. Recientemente un juez de consigna dictó sentencia de 33 años de prisión al compañero Luis Fernando Sotelo por exigir la presentación con vida de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, a los compañeros Samuel Ramírez Gálvez, Gonzalo Molina González y Arturo Campos Herrera de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias- PC. Asimismo mantiene cientos de presos indígenas y no indígenas en todo el país por defender sus territorios y exigir justicia.
26.                              En el pueblo Mayo el territorio ancestral está siendo amenazado por proyectos carreteros para unir Topolobampo con el estado de Texas, Estados Unidos; al mismo tiempo que se configuran ambiciosos proyectos turísticos en la Barranca del Cobre.
27.                              La nación Dakota está viendo invadido y destruido su territorio sagrado por gaseoductos y oleoductos, por lo que mantiene un plantón permanente para proteger lo que es suyo.
Por todo lo anterior reiteramos que el cuidado de la vida y de la dignidad, es decir la resistencia y la rebeldía desde abajo y a la izquierda, es nuestra obligación a la que sólo podemos responder de forma colectiva. La rebeldía pues, la construimos desde nuestras pequeñas asambleas en localidades que se conjuntan en grandes asambleas comunales, ejidales, en juntas de buen gobierno  y en acuerdos como pueblos que nos unen bajo una identidad. En el compartir, aprender y construir de los que somos el Congreso Nacional Indígena nos vemos y sentimos en nuestros dolores, descontento y en nuestros fundamentos  ancestrales.
Para defender lo que somos, nuestro caminar y aprendizaje se han consolidado en el fortalecimiento en los espacios colectivos para tomar decisiones, recurriendo a recursos jurídicos nacionales e internacionales, acciones de resistencia civil pacífica, haciendo a un lado los partidos políticos que sólo han generado muerte, corrupción y compra de dignidades, se han hecho alianzas con diversos sectores de la sociedad civil, haciendo medios propios de comunicación, policías comunitarias y autodefensas, asambleas y concejos populares, cooperativas, el ejercicio y defensa de la medicina tradicional, el ejercicio y defensa de la agricultura tradicional y ecológica, los rituales y ceremonias propias para pagar a la madre tierra y seguir caminando con ella y en ella, la siembra y defensa de las semillas nativas, foros, campañas de difusión y actividades político culturales.
Ése es el poder de abajo que nos ha mantenido vivos y es por ello que conmemorar la resistencia y rebeldía es también ratificar nuestra decisión de seguir vivos construyendo la esperanza de un futuro posible únicamente sobre las ruinas del capitalismo.
Considerando que la ofensiva en contra de los pueblos no cesará sino que pretenden hacerla  crecer hasta haber acabado con el último rastro de lo que somos como pueblos del campo y la ciudad, portadores de profundos descontentos que brotan también en nuevas, diversas y creativas formas de resistencias y de rebeldías es que este Quinto Congreso Nacional Indígena determinó iniciar una consulta en cada uno de nuestros pueblos para desmontar desde abajo el poder que arriba nos imponen y que nos ofrece un panorama de muerte, violencia, despojo y destrucción.
Ante todo lo anterior, nos declaramos en asamblea permanente y consultaremos en cada una de nuestras geografías, territorios y rumbos el acuerdo de este Quinto CNI para nombrar un concejo indígena de gobierno cuya palabra sea materializada por una mujer indígena, delegada del CNI como candidata independiente que contienda a nombre del Congreso Nacional Indígena y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional en el proceso electoral del año 2018 para la presidencia de este país.
Ratificamos que nuestra lucha no es por el poder, no lo buscamos; sino que llamaremos a los pueblos originarios y a la sociedad civil a organizarnos para detener esta destrucción, fortalecernos en nuestras resistencias y rebeldías, es decir en la defensa de la vida de cada persona, cada familia, colectivo, comunidad o barrio. De construir la paz y la justicia rehilándonos desde abajo, desde donde somos lo que somos.
Es el tiempo de la dignidad rebelde, de construir una nueva nación por y para todas y todos, de fortalecer el poder de abajo y a la izquierda anticapitalista, de que paguen los culpables por el dolor de los pueblos de este México multicolor.
Por último anunciamos la creación de la página oficial del CNI en la dirección www.congresonacionalindigena.org
Desde el CIDECI-UNITIERRA, Chiapas, octubre de 2016
Por la Reconstitución Integral de Nuestros Pueblos
Nunca Más un México sin Nosotros
Congreso Nacional Indígena
Ejército Zapatista de Liberación Nacional

Huelga de mujeres: #VivasNosQueremos

Gentileza: Constanza Niscovolos

19 DE OCTUBRE: PARO DE MUJERES, TRAVESTIS, TRANS Y LESBIANAS
……………………………………….
el paro es una propuesta de todas nosotras, las que nos sentimos autoconvocadas 
.
por la violación múltiple, tortura y asesinato de Lucía Perez de 16 años.
por el asesinato de Marcela Crelz por lesbiana.
por el primer aniversario del travesticidio de Diana Sacayàn.
.
porque siguen siendo constantes los feminicidios y travesticidios, como siguen multiplicándose la cultura de la violaciòn 
y las mùltiples violencias hacia mujeres, travestis, trans y lesbianas.
.
porque estamos dolidas y rabiosas, y vamos a organizar la rabia.
porque #VivasNosQueremos y estar VIVAS es tomar las calles, organizarnos en acciones, movilizaciones, artivismos.
PORQUE ANTE TODO LO QUE INTENTA EXPULSARNOS DE NUESTROS CUERPOS, MULTIPLICAMOS PRESENCIA.
.
CONVOCAMOS A UNA ACCIÒN ARTIVISTA URGENTE 
a realizar el 19 de octubre,
en el PARO Y MOVILIZACIÓN DE MUJERES, TRAVESTIS, TRANS Y LESBIANAS

Día de la madre // Diego Valeriano


Son las 11 y pico  de la noche, Marisol sube al último tren cargada de muchas cosas: un bebé en un cochecito con una rueda rota, otro colgado de la teta y dos más que deben tener entre 4 y 7 vuelan por el pasillo. Bolsas de ropa, de dolores, de comida  y una panza de seis meses. Se desploma en el asiento y sin ninguna orden, sin ninguna señal inmediatamente se arma ranchada. Se suman dos pibes que no entraron con ella. El círculo es perfecto en torno a ella. Juntan los billetes y monedas, los sacan de todos los bolsillos, Marisol comienza el recuento.

Existe una política de los cuidados, una gestión cariñosa del otro. Cualquier mamá es mamá de varios al mismo tiempo, los reta y los cuida. Madres por roles, decisiones y funciones. Maternajes distribuidos, diseminados en el acto de cuidar  y en el gesto amoroso. Mamá fuera de toda fidelidad, fuera de toda deuda, fuera de toda culpa. 

Marisol arma, cuida, resiste, pelea, deambula. La vuelta al barrio es lo peor del día. A veces quiere morirse. A veces solo quiere llegar. Antes que arranque el tren, logra comprar cuatro superpanchos. Siente una soledad poblada de gritos de pibes.

Algunas formas de vida contemporáneas atestiguan la disolución del concepto de madre y la renovada pertinencia del concepto de maternaje. El runflerío armado alrededor de maternajes, es metamorfosis de una máquina de guerra.  Como toda máquina de guerra, responde a otras reglas, que animan una indisciplina fundamental de la guerrera, una puesta en tela de juicio de la jerarquía, un perpetuo chantaje al abandono, un sentido del honor muy susceptible, un sentido de la ética muy arraigado. Un sentido muy profundo del cuidado.

En Flores se le cierran los ojos, sus músculos no relajan ni en el sueño más profundo. Siente que los chicos van y vienen a los gritos, pero sabe que están a mano. En Morón,  entredormida, los relojea: la bebe duerme, el de la teta volvió a la teta y los demás ya son grandes.

Lo que se arma, desarma o disuelve, en definitiva, es efecto de las circunstancias que produce deambular. En los maternajes, el acto de enlace no es consecuencia de la obligación ni de la responsabilidad heredada, sino de la capacidad de ser afectada por las presencias. Ya no arman las referencias, arman los cuerpos, arman los viajes. Marisol no es portadora de una función, ella se hace cargo estando. Todo se produce por fuera del imperativo moral, los maternajes se sostienen por fuerzas afectivas. La vida es deambular, es consumir, es cuidar y, a veces, fiesta.  Una constelación de afectos.

En Merlo la despiertan a los gritos, a los apretones, casi a los golpes. Se pelean, se empujan, se ríen. Es la 00:01 del domingo, ya es el día de la madre y ninguno quiere ser el último en darle un beso.

Los pueblos no hablan tanto por sus votos como por sus luchas // Lobo Suelto!

(o cuando la crítica se vuelve práctica)
Foto: https://www.instagram.com/fotografiaemergente
Los pueblos no hablan tanto por sus votos como por sus luchas. Y la lucha contra la dominación patriarcal es una lucha de fondo y de masas.
A diferencia de la democracia liberal, que  es una forma de gobierno, una democracia popular funciona como una tregua en plena guerra: sirve para cuestionar la dominación.
Varias corrientes feministas explican lo imposible que es cuestionar a fondo la dominación política, social y racista sin desactivar la violencia patriarcal que funciona organizando tanto la lógica de las grandes organizaciones colectivas como las formas opresivas del deseo en lo íntimo.
El neoliberalismo no sería nada si no presionara sobre figuras humanas, familiares y sociales: hombres, pibes y mujeres de todos los sexos en sus barrios, laburos y hogares.
El movimiento de mujeres, las marchas de Ni una menos, trabajan micropolíticamente armando redes de grupos y personas sin líderes ni modelos, constituyendo fuerza para darse fuerza, para desafiar y ocupar la vía pública. Es decir, organizan la insurrección. La crítica se vuelve práctica. Es indigno detenerse a señalar límites o a ridiculizar.
Cuando se cuestiona a la heterosexualidad, no a solo la masculina, se cuestiona un código cerrado, normalizador, que naturaliza funciones, impone tareas, fija identidades, excluye deseos. Todo cuestionamiento a una identidad puede ser pensada como la invitación a la creación. De hecho todo devenir tiene la forma de un baile de dos: sin uno que fugue no hay oportunidad de mutar para la otra.
Una lucha como la  que hoy planteamos  se desarrolla en todo espacio y todo tiempo: es una lucha por la sensibilidad, no solo por las ideas; por mutar estructuras inconscientes, no solo discursos conscientes. Un ejercicio colectivo y no violento no puede aspirar a ser del todo pacífico. Menos cuando cuestiona la dominación y tensa la tregua.
Cuando la CGT no quiere ponerse al frente de una lucha y custodia –junto a la Iglesia y a gran parte de la clase política-empresarial– las formas mas conservadoras y retrogradas del ser social, las mujeres-trabajadoras hablan a todxs lxs trabajadorxs para recordarnos que parando, dejando de obedecer, abandonando la docilidad, recobramos todas nuestras potencias personales, colectivas, de clase y de género.
  
Basta de violencia machista
Vivas nos queremos
Vivas las queremos
Lobo Suelto!
18 de octubre de 2016

Clinämen: El cuerpo de las mujeres como campo de batalla

 

Conversamos con Maisa Bascuas, docente universitaria y militante del Movimiento Popular la Dignidad. ¿Qué hacer contra la violencia patriarcal y la degradación laboral (cuando la CGT no para!)? Formas de lucha y organización sin centro ni líderes. El cuerpo de las mujeres como campo de batalla personal y político. 

www.ciudadclinamen.blogspot.com.ar

Nosotras paramos: #niunamenos


Nosotras paramos.

Contra los que nos quieren parar. Mientras transcurría el 31 Encuentro Nacional de Mujeres, violaban y asesinaban a Lucía en Mar del Plata. Un año antes, habíamos sido reprimidas en esa ciudad, como este año en Rosario.
Nosotras paramos.

Para que no nos paren con su pedagogía criminal. Para hacer pedagogía nosotras, porque juntas vamos a construir una sociedad sin machismo. Porque libertad implica desmontar definitivamente el patriarcado.
Nosotras paramos. Porque nos duele y nos indigna que en este mes de octubre ya se cuenten 19 muertas. Paramos porque para detener a la violencia femicida necesitamos plantarnos desde la autonomía de nuestras decisiones y esto no es posible mientras el aborto no sea legal, seguro y gratuito para todas. Mientras las variables económicas sigan reproduciendo la violencia machista: porque nuestras jornadas laborales son dos horas más largas que las de los varones, porque las tareas de cuidado y reproductivas caen sobre nuestras espaldas y no tienen valor en el mercado de trabajo.
Porque la desocupación crece dos puntos cuando se habla de mujeres, porque la brecha salarial es, en promedio, de un 27 por ciento. Es decir, que a igual trabajo, las mujeres ganamos mucho menos que nuestros compañeros.
En un contexto de ajuste, de tarifazos, de incremento de la pobreza y achicamiento del Estado como el que propone el gobierno de la Alianza Cambiemos, nosotras nos llevamos la peor parte: la pobreza tiene rostro femenino y nos coarta la libertad de decir no cuando estamos dentro del círculo de violencia.
II
Nosotras paramos.

Paramos contras las balas que intentan detener nuestra fuerza. Una fuerza que crece en encuentros, movilizaciones, debates. Fuerza feminista, fuerza de mujeres.
Paramos contra el disciplinamiento para todas que implica que Milagro Sala esté presa por mujer, por indígena, por haberse organizado, por reclamar no sólo los derechos básicos sino también el derechode todos y todas a la recreación y la fiesta. Contra la detención y el procedimiento judicial irregular que mantiene como rehén a Reina Maraz, migrante quechuahablante a quien los resortes de una justicia misógina y colonial han condenado injustamente a cadena perpetua. Contra las condiciones que una y otra vez hacen de las cárceles de mujeres espacios donde se amplifican las jerarquías clasistas y racistas. Contra las formas en que en barrios como el Bajo Flores las adolescentes son asediadas y desaparecidas durante días, después de ser amenazadas y chantajeadas, pero también contra el modo en que esos barrios se vuelven cada vez más asfixiantes, tomados por tramas de economías ilegales que habilitan nuevas y más duras formas de violencia.
Contra la política retrógrada que inaugura un centro de detención para migrantes, en un claro retroceso respecto de la legislación vigente.
Paramos tomando la iniciativa. Mostrando capacidad de reacción frente a una guerra contra las mujeres que se escribe día a día.
Nos movilizamos y nos auto-defendemos. Cuando tocan a una, respondemos todas. Por eso, hoy 19 de octubre de 2016 #Nosotras paramos.
Somos las amas de casa, las trabajadoras de la economía formal e informal, las maestras, las cooperativistas, las académicas, las obreras, las desocupadas, las periodistas, las militantes, las artistas, las madres y las hijas, las empleadas domésticas, las que te cruzás por la calle, las que salen de la casa, las que están en el barrio, las que fueron a una fiesta, las que tienen una reunión, las que andan solaso acompañadas, las que decidimos abortar, las que no, las que decidimos sobre cómo y con quien vivir nuestra sexualidad. Somos mujeres, trans, travestis, lesbianas. Somos muchas y del miedo que nos quieren imponer, y la furia que nos sacan a fuerza de violencias, hacemos sonido, movilización, grito común: ¡Ni Una Menos! ¡Vivas nos queremos!
III

Nosotras paramos.

Paramos contra los femicidios, que son el punto más alto de una trama de violencias, que anuda explotación, crueldades y odio a las formas más diversas de autonomía y vitalidad femeninas, que piensa nuestros cuerpos como cosas a usar y descartar, a romper y saquear.
La violación y femicidio de Lucía Pérez muestran una línea sostenida contra la autonomía y capacidad de decisión, acción y elección y deseo de las mujeres. Lucía fue considerada una cosa a la que hay que darle hasta que aguante y dejada en una sala de emergencias para hacer creer que había muerto de una sobredosis, intentó tapar la verdad. No fueron las drogas, fueron los machos. La violaron y mataron en Mar del Plata horas antes de la represión en la marcha del final del Encuentro Nacional de Mujeres en Rosario. La reunión más transversal y creativa que moviliza identidades y sensibilidades diversas bajo formas de organización también diversas: colectivos políticos, artísticos, barriales, sindicales, etc. Todas sumamente políticas: porque la política es la lucha insistente por la invención de libertades, por la construcción comunitaria y por la ampliación de derechos.
Como todos los femicidios, el de Lucía también apunta al disciplinamiento de las mujeres y de todas las personas que se rebelan contra los roles que esta sociedad defiende a capa y espada: serás lo que supuestamente es normal o no serás nada. Y no podrás decir NO porque el costo de decir NO será, en el extremo, la muerte.
De un cautiverio a otro. De un tipo de explotación a otras más cruentas. Entre las mujeres menores de 30 años, el desempleo es del 22 por ciento. Precariedad de nuestras vidas. Mujeres convertidas en putas o encarceladas. Trans y travestis reprimidas a diario en las calles mientras no se les asegura su derecho a incorporarse en la vida laboral y se les sigue imponiendo la prostitución como único destino. Mujeres asesinadas por sus parejas o por un empleado. Abusadas por sus padres o golpeadas por la policía. Estamos viviendo una temporada de caza. Y el neoliberalismo prueba sus fuerzas sobre nuestros cuerpos. En cada ciudad y en cada rincón del mundo. No estamos a salvo.
IV
Nosotras paramos.
Porque todas las variables económicas dan cuenta de la violencia machista. Los femicidios son el resultado de una serie de violencias económicas y sociales, de pedagogías de la crueldad, de una cultura del “por algo será”, el “algo habrán hecho” que los permite, los justifica y los avala. No son un  problema deseguridad o inseguridad. Luchar contra esas violencias exige una respuesta múltiple. Nos implica a todos y a todas, pero sabemos que a los poderes del Estado y a todas sus instancias (nacional, provincial, municipal), sólo se los hace actuar bajo presión social, impulsada desde abajo. Por eso estamos aquí hoy, en todo el país y en varios países a la vez, diciendo #NiUnaMenos, #VivasNosQueremos.
¿Cómo creamos otro mundo posible si las medidas tendientes a esa transformación como el Programa de Educación Sexual Integral es desmantelado de a poco o directamente no se aplica en varias provincias?
¿Cómo se atreven a comparar las pintadas sobre una pared con el asesinato y tortura a una niña?
¿Cómo nos piden paciencia cuando ganamos un 27% menos que los hombres por el mismo trabajo?
¿Cómo quieren que nos cuidemos si al mismo tiempo desde los medios de comunicación nos dicen que las que nos vamos solas y amanecemos muertas tenemos la culpa? ¿Cómo quieren que tengamos paciencia si nos sacan la jubilación por amas de casa y no toman en serio el trabajo que significa cuidar a la familia? Sí, trabajo. El 76% de los trabajos no remunerados los hacemos nosotras. ¿Cómo se atreven a decirnos que nada de esto es tan grave cuando quitan la capacidad de autonomía económica a miles de mujeres cuando las echan de sus trabajos, cuando nos bajan los sueldos, cuando nos amenazan con paritarias cada vez más bajas? ¿Cómo quieren que esperemos cuando nos morimos por abortos mal hechos y nos encarcelan si vamos al hospital con un aborto espontáneo? Y así podríamos seguir. Nadie quiere hacerse cargo de estas preguntas. Y menos quieren pensar respuestas que nos incluyan no sólo como víctimas, muertas, cosas sino como protagonistas con voz propia. Nosotras sí queremos insistir, exigir, preguntar, responder, porque no queremos más víctimas de ningún tipo. Por eso, #NosotrasParamos.
Y este pedido se vuelve regional: Bolivia, Chile, México, Perú, Uruguay, Costa Rica, Guatemala, El Salvador. En América Latina nos acompañamos entre todas.
Ni Una Menos. Vivas nos queremos

El día que movimos el mundo // Marta Dillon

¿Qué otro deseo podría haber desafiado la lluvia persistente, el viento del sur, el frío en plena primavera, los charcos que humedecían los pies que no fuera el deseo de insumisión? Una enorme voluntad de rebelarse, un deseo colectivo de hacer historia que no iba a detenerse por un accidente climático aunque ese accidente hiciera temblar los cuerpos desbandados por la avenida 9 de Julio y todas las calles transversales entre el obelisco y la Avenida de Mayo. No podía perderse la oportunidad, y no se perdió. Aunque no hubo operativo alguno de seguridad que protegiera los pasos que marcharon encolumnados y aquellos que caminaron buscando un lugar donde sentir calor humano, que era el único que se podía sentir. Las mujeres tomaron la calle, impulsadas por el dolor de una muerte adolescente, por la brutalidad de un femicidio del que se dieron suficientes detalles como para repetirlos aquí pero que evidentemente puso en escena con toda crueldad esa disputa que no se calla con saña. Una disputa que enfrenta los deseos de una contra la necesidad de otros de imponer el suyo, que sea el suyo el único que domine, que ella se calle, que ella resista hasta que no resiste más. La mataron por usarla. La mataron porque saciaron con ella su deseo de dominación. Y eso no se soporta más. Contra eso, la insumisión. Contra eso, los pasos rebeldes que ayer hicieron historia y a medida que caminaban descubrían otras escenas veladas: ¿Por qué no tenemos derecho al placer, aun cuando esos placeres sean inconvenientes? ¿Por qué seguir resistiendo en silencio todas esas variables que se miden en números pero que condicionan nuestras vidas y nuestra autonomía? ¿Se trata de resistir hasta que no se resiste más? Somos las que cuidamos de los otros y las otras, las de la mano tendida, se supone, las que por amor nos postergamos. ¿Somos esas o estamos resistiendo lo que alguna vez creímos que era un destino? Resistiendo porque alguna vez creímos que era eso lo que nos daba valor. Para que después nos regalen licuadoras y planchas en el día de la madre, para que en el día de la madre nos saluden a todas porque las que no lo son algún día lo serán o lo padecerán. Y resulta que un día no resistimos más. No resistimos más trabajar para que nuestro trabajo sea invisible, coser los botones de los varones que van a hablar en público, planchar el delantal de los hijos porque es el delantal blanco más blanco el que habla bien de nosotras. Resistir y resistir, meter la cintura en caja o tener vergüenza de no tenerla, ocultar el embarazo para que no te echen antes de tiempo del trabajo, volver rápido a casa después de la fábrica para que la comida esté caliente. Ganar siempre menos. Resistir hasta no aguantar más. Sólo que al revés de Lucía, y con el luto por Lucía cubriéndonos el cuerpo y enquistado en el corazón, no aguantar se trató ayer de algo muy distinto del final, del cese del latido, del fin del dolor. Se trató de decir basta. De dejar de trabajar primero. Parar, sí, usar, enunciar y hacer acto esa palabra insurrecta en tiempos en que los varones que hace décadas definen los destinos de la clase trabajadora no quieren decir. Parar y que se den cuenta, que nuestros brazos, nuestra imaginación, nuestros saberes aportan y mueven el mundo. Estos cuerpos violentados a diario desde los medios de comunicación, desde los discursos sociales, desde los chistes que ven en cada pollera corta a una mujer disponible; estos cuerpos producen plusvalía. Y también pueden restarla. Pueden poner en el mundo una palanca y moverlo de eje.
Eso es lo que pasó ayer. El mundo que conocemos se movió de eje, porque salimos otra vez a la calle, porque los acuerdos transversales que se fundan en el reconocimiento de las heridas comunes que tenemos sólo por ser mujeres, y en los que se enredan en el reconocimiento de las estrategias que pusimos en juego para sobrevivir, nos llevó a desafiar la sudestada, en la hora de paro y más tarde también. Porque para decir basta no estamos cansadas. Para decir basta el temblor de los músculos que se tensaron, mojados, ateridos, doloridos, fue un desafío épico que asumimos sin dudar. No siempre se tiene el privilegio de ser parte de una revolución. Ayer gozamos de eso. Fuimos quienes con nuestros pasos marcamos una huella nueva. No sólo desde el luto por tantas niñas y mujeres muertas. Sino por la lucha a la que estamos gozosamente entregadas. Porque nosotras, las que nos proponemos como la voz de las que ya no tienen voz, no vamos a aguantar hasta que se silencie nuestro latido sino que vamos a tomar la calle una y otra vez, hasta que la conciencia de la injusticia cale tan hondo como ayer caló la lluvia que empujaba el viento que venía del Río de la Plata. Nosotras no somos víctimas, somos sobrevivientes y ese saber que acumula quien ha tenido que sobreponerse es una fuerza que puesta en común es irrefrenable. Y no pedimos piedad sino respeto. Pedimos justicia. Y ni siquiera pedimos. Exigimos. Porque nuestro trabajo y nuestro saber mueve el mundo y no queremos más menosprecio, no queremos ser las desocupadas ni el rostro de la pobreza, ni las abnegadas cuidadoras de los otros y las otras si esas tareas no se valoran. Nosotras no vamos a resistir hasta no aguantar más. Nosotras vamos a mover el mundo. Nosotras, juntas, ya lo sacamos de eje. Y no sabemos cómo será lo que vendrá, pero sí sabemos que tenemos el poder para que ese porvenir sea a la medida de nuestros deseos.

#NosotrasParamos // Verónica Gago

Foto: M.A.F.I.A
Llueve y hacer frío como si estuviéramos en invierno. Pero secretamente todas sabíamos que el calor era demasiado fuerte. Que allí íbamos a estar y a inundar las calles, hacerlas nuestras. Porque esa otra temperatura estaba en los cuerpos. Desde el Encuentro Nacional de Mujeres en Rosario el caldero no se apaga e hicimos todo lo necesario por resguardar las llamas. Esa fuerza se acuerpó como iniciativa política frente al crimen horrendo de Lucía Pérez en Mar del Plata. La escena y los detalles cruentos con que la violaron y asesinaron quisieron difundir la amenaza, hacerla contundente y aterradora. Se sabe en la teoría y lo comprobamos una vez más en la práctica: la respuesta del poder siempre tiene la medida de las luchas que quiere acallar.
Y octubre, el mes de nuestra revolución, se quiere llevar el récord de femicidios. Así no se cansan de anunciarlo los medios. Así no se cansan de preguntarnos desde el tono supuestamente bienintencionado: “¿no les parece que desde que están las movilizaciones #NiUnaMenos hay más femicidios?”. La pregunta que parece de sentido común y nos la reiteran aquí y allá tiene el veneno bien dosificado: busca, como en firulete, culpabilizar a la movilización de mujeres del incremento de violencias machistas. Otro modo de la amenaza: “miren que cuánto más se movilizan, peor es”. Además el subrayado es claro: “Los varones más se enojan y más se ensañan”. Mientras estábamos en Rosario, asesinan a Lucía. Mientras el jueves íbamos a la asamblea que decidió el paro, nos enteramos de otro femicidio en Florencio Varela y el día anterior se habían producido agresiones a dos niñas a cuadras de donde estábamos reunidas. En las vísperas del paro, una mujer es acuchillada en una plaza en Tucumán por un ataque de celos de su pareja. Y así siguiendo. A esa sucesión de muertes, el paro y la masiva movilización del 19 de octubre le dice ¡ya basta!.
Ayer nos embanderamos en nuestras fuerzas y en el grito. En la movilización se sucedían cantos pero lo que hacía retumbar y temblar al unísono todos los cuerpos presentes, y a las muertas y ancestras que están con nosotras y nos dan fuerzas, era ese grito que se hace golpeándose la boca. Un aullido de manada. De disposición guerrera. De tembladeral que desencaja el cuerpo y marea de alegría.
Ayer todas nosotras hicimos la primer huelga de mujeres de la historia argentina. Nosotras paramos el país durante una hora todas coordinadas pero durante la jornada entera lo hicimos de mil maneras diversas y conectadas. Durante todo el día nos resistimos a hacer otra cosa que no sea organizarnos para estar juntas. En nuestro método de desborde práctico nos dimos cuenta sobre la marcha de estas horas intensas que no sólo estábamos comunicándonos a nivel nacional, sino que en América Latina y en varios lugares del mundo miles de mujeres se enhebraban con nosotras en nuestra rabia y necesidad de movilización. Nos podemos sentir orgullosas de hacer palpable y visible la fuerza internacionalista que el movimiento de mujeres no ha dejado de tener desde sus orígenes. Nos podemos sentir orgullosas de que las imágenes de los líderes sindicales negociando los términos de la obediencia y el ajuste nos den risa. Nos podemos sentir orgullosas de esa marea apretujada que nos envuelve, nos empapa, y nos devuelve a nuestros lugares con el tatuaje vívido del entusiasmo colectivo. Nos podemos sentir orgullosas de cómo las amigas se cuentan entre sí las escenas de desacato cotidiano, los chismes de la revuelta, los murmullos anónimos del día que paramos el mundo y nos encontramos entre nosotras.

Presentación de Cabecita negra: ensayos sobre literatura y peronismo, de Mariano Pacheco,

El libro Cabecita negra: ensayos sobre literatura y peronismo(Editorial Punto de Encuentro), de Mariano Pacheco, se presenta en las ciudades de Buenos Aires, La Plata, Quilmes y Córdoba capital.
70 años de historia del peronismo a través de la literatura
En este, su quinto libro, Mariano Pacheco reúne una serie de ensayos que abordan los modos en que la literatura trabajó el fenómeno peronista entre 1945 y 2015.  Publicado por la Editorial Punto de Encuentro, el libro reúne textos que analizan artículos y crónicas periodísticas, cuentos, novelas, obras de teatro, poemas y ensayos críticos, acompañados por una puesta en diálogo con un entramado de análisis políticos e historiográficos.
¿Podrá hacerse una suerte de historia del peronismo a través de la literatura y la crítica cultural sin caer en los típicos trabajos monográficos promovidos por la Academia, que aburren tanto a quienes los escriben como a quienes los leen?, se pregunta el autor, 35 años, ensayista y periodista autodidacta nacido y criado en la zona sur del Conurbano Bonaerense, actualmente radicado en la ciudad de Alta Gracia (provincia de Córdoba). Pacheco es comunicador popular y ensayista, conduce semanalmente un programa radial en Radio Eterogenia y escribe para diversos medios gráficos, entre otros Revista Zoom y el periódico Resumen Latinoamericano. Es autor de los libros “De Cutral Có a Puente Pueyrredón: una genealogía de los movimeintos de Trabajadores Desocupados” (El Colectivo, 2010/2016); “Montoneros silvestres (1976-1983). Historias de resistencia a la dictadura en el sur del conurbano” (Planeta, 2014); “Kamchatka. Nietzsche, Freud, Arlt: ensayos sobre política y cultura” (Alción, 2013); “Darío Santillán, el militante que puso el cuerpo” (Planeta, 2012, en co-autoría con Ariel Hendler y Juan Rey).
“Deseo hacerte llegar mis felicitaciones por tu nuevo emprendimiento cultural, que evidencia y pone de manifiesto, en forma clara, ese mundo particular peroniano ,dueño de cien aristas diferentes para finalmente conformar un ´corpus´ propio que bien puede significar una nueva y provechosa manera de abordar la temática que ocupa tu estudio. Es realmente un aporte que no pasará desapercibido para los estudios del tema entre lo que naturalmente me incluyo”, escribió Roberto Baschetti en la contratapa del libro.
Asimismo, Noé Jitrik –autor del prólogo de la publicación– remarca:
Desde que hizo su aparición en la escena política argentina el peronismo dejó colgando un interrogante, en parte respondido por los hechos materiales y físicos, acerca de lo que produjo en el campo cultural y, en particular, más que en la literatura en el terreno de la comunicación en el cual la literatura desempeña un papel principal. Asumirlo y responderlo es lo que se propone este libro, con un primer resultado sumamente interesante: actualiza textos y propuestas que tal vez muchos no conocen o han olvidado y que ilustran lo que el autor quiere mostrar. Borges, Cortázar. Discépolo, Martínez Estrada, Walsh, Rozenmacher, naturalmente La razón de mi vida, Huerque Mapu, Martínez, Asís, Viñas, Piglia, los Lamborghini, Solanas, Gelman, Gleyzer, Urondo, Cedrón, Cooke y tantos otros de quienes reproduce importantes fragmentos que dicen mucho acerca del fenómeno”.

El libro se presentará durante los próximos días, con presencia del autor, en los siguientes lugares:
VIERNES 21 DE OCTUBRE EN CIUDAD DE BUENOS AIRES
18.30 horas en IMPA (Querandíes 4290, Almagro). Con la presencia de Omar Acha (historiador/ensayista), Roberto Cirilo Perdía (ex dirigente montonero) y Facundo “El Belga” Guillén(militante de la organización juvenil La Simón Bolivar).
SÁBADO 22 DE OCTUBRE EN AL CIUDAD DE LA PLATA
20.30 horas en el Espacio Cultural Malisia(Calle 78 n.º 506, esquina 6). Con la presencia de Verónica Luna(editora), Jorge “Chiqui” Falcone (poeta/ documentalista) y Esteban Rodríguez Alzueta (abogado/ensayista).
DOMINGO 23 DE OCTUBRE EN LA CIUDAD DE QUILMES
19 horas en el Centro Cultural Factótum(Mitre 1331). Con la presencia de Fabio González (dirigente político).
MARTES 25 DE OCTUBRE EN LA CIUDAD DE CÓRDOBA
19 horas en la Librería Punto de Encuentro(Independencia 620). Con la presencia de Omar Hefling(escritor/periodista) y Joaquín Collazo (librero). Cierre con intervención de Cruz Zorrilla, Laura Ledesma y Santiago San Paulo (músico, actriz y actor de Zéppelin Teatro).

¿Es posible pensar lo común como principio organizativo en relación a luchas actuales? // Entrevista a Christian Laval

por Verónica Gago

[Traducción: Agustina Blanco]

Común. Ensayo sobre la revolución del siglo XXI es el tercer tomo de una serie escrita a dúo. Antes estuvo La nueva razón del mundo. Ensayo la sociedad neoliberal (Gedisa). Y en el inicio, los fraceses Christian Laval y Pierre Dardot habían escrito otro volumen que aun no se tradujo: Marx, prénom: Karl. Christian Laval estará en Buenos Aires para una serie de eventos, invitado por el Centro Franco Argentino (UBA) y el Instituto Francés. En esta entrevista, adelanta algunos puntos que serán abordados en las discusiones públicas: ¿es posible pensar lo común como principio organizativo en relación a luchas actuales? Desde una perspectiva amplia, que sin embargo no toma los intensos debates latinoamericanos al respecto, surge un recorrido que permite una determinada “arqueología del concepto” y que quiere coronar con una propuesta política esbozada en nueve puntos y un post-scriptum.

Usted postula “lo común” como principio político. ¿Qué significa en términos de organización política? 

El principio de lo común es, por excelencia, el principio de la democracia que plantea que la participación en toda actividad colectiva, política, económica, social,  supone, en todos los campos y a toda escala, el efectivo reconocimiento del derecho de cada uno a involucrarse en la deliberación y en la decisión de todo lo que atañe a su vida y sus actividades. Este principio político, de alcance normativo, no es nuevo. En ciertos aspectos, es tan viejo como la democracia, pero hoy vuelve a emerger a la superficie del planeta bajo formas inéditas. Cada época se ve llevada a reinventar la fórmula de su porvenir. A esa reinvención contemporánea le hemos dado el nombre de “común”, o “principio de lo común”, porque en lugares y países muy dispares, y según lógicas heterogéneas, casi todos los actores históricos de las luchas y las experiencias se refieren a los “comunes”, es decir, a instituciones que buscan revitalizar la práctica democrática y que privilegian los derechos de uso colectivo contra la apropiación privada de los recursos. Lo importante en el vocablo “común” es la dimensión  del actuar, o también de la “puesta en común” organizada de manera democrática.

¿Por ejemplo?

Vemos ejemplos de ello en diferentes campos, económicos, políticos, culturales. En la actualidad, los “comunes del conocimiento”, a través de la expansión de las redes digitales, están omnipresentes en nuestras maneras de vivir y trabajar. Asistimos a uno de esos momentos históricos en los cuales, en todos los puntos del globo, se multiplican la experimentación de nuevas formas de organización, tanto en el terreno político como en el terreno económico. Basta con pensar en lo que, desde 2010, se denomina “el movimiento de las plazas”. Pero tampoco debemos olvidar el desarrollo de nuevas experimentaciones económicas, muy diversas, de las cuales da cuenta un retorno de la cuestión democrática al campo de la producción: recuperación de fábricas, cooperativas, nuevos circuitos de intercambio, monedas paralelas, etc. A su vez, y está ligado, vivimos un período de agotamiento histórico de los partidos políticos profesionales, de fuerte tendencia oligárquica, tal y como se constituyeron a finales del siglo XIX, primero en Europa y Estados Unidos, en el marco de las “democracias representativas”. Más o menos en todas partes los grandes partidos masivos, conservadores o progresistas se están debilitando, y los electores o bien se abstienen de votar, o bien se dispersan en nuevas formaciones. Esta crisis de los viejos partidos obviamente es una crisis más general del sistema político, al cual el neoliberalismo ha dado la “estocada final” cuando volvió manifiesta su impotencia frente a los poderes económicos y financieros globalizados. Creo que el quid de la cuestión ya no es construir nuevos grandes partidos centralizados destinados a adueñarse del poder de Estado, como buscaron hacerlo los socialdemócratas y los comunistas desde finales del siglo XIX y en el transcurso del siglo XX. Se ha iniciado un período de invención, donde la cuestión práctica consiste en articular de otro modo los movimientos sociales, las experimentaciones locales de democracia directa y las coaliciones de asociaciones y pequeñas formaciones políticas. Porque lo que hoy está en juego no es tan sólo “tomar el poder” sino gobernar distinto, o para decirlo más claramente, desarrollar al máximo las prácticas de autogobierno, en particular, a escala local. Pierre Dardot y yo personalmente estamos muy atentos a lo que está intentando hacer, por ejemplo, el equipo de Ada Colau en el marco de “Barcelona en común”.
En esta serie de preocupaciones, ¿cómo utilizan a Marx para conceptualizar lo común?

El pensamiento de Marx es una base ineludible para el análisis crítico de las sociedades y, a su vez, una teoría muy problemática que hoy no puede aportar todas las respuestas que necesitamos. Afirmar esto es, por cierto, una manera de respetar el método materialista, que sitúa a los pensadores en su época y circunscribe el marco de lo pensable dentro del cual todo autor, incluso Marx, está encerrado. Paradójicamente, Marx resulta menos útil que su gran enemigo Proudhon, u otros socialistas de su tiempo llamados “utópicos”, para pensar las nuevas prácticas económicas o políticas que se están inventando hoy. Y por una sencilla razón: Marx no se interesó realmente por las creaciones institucionales nuevas del movimiento obrero. Las aceptó, las integró orgánicamente en la Primera Internacional, pero no quiso, o no pudo, pensar el desarrollo original de lo que llamamos un “derecho proletario” independiente del derecho estatal. Para él, lo común, y esto puede resultar muy curioso, está ante todo orquestado por el capital dentro de la gran industria, bajo la forma de la cooperación forzosa entre obreros. Y todo el problema de Marx consiste en preguntarse en virtud de qué necesidad histórica se pasará de esa forma de cooperación digitada por el capital a la cooperación libre de los “productores asociados”. ¡Confiar en el capitalismo para implementar lo común no deja de ser una apuesta arriesgada! Y el costo político ha sido infinitamente alto en la historia. A falta de pensar la creación histórica de las instituciones obreras democráticas (cooperativas, mutuales, sindicatos, consejos, asambleas, etc.), las formas de lo común poscapitalista adquirieron en el siglo XX una dimensión estatal absolutista. Seguramente aún padeceremos por mucho tiempo más las consecuencias del fracaso completo, moral, político, económico del comunismo de Estado. Es por eso también que hay que hacer todo lo posible por desligar lo común de la mera lógica estatista en la cual la ha encerrado el comunismo de Estado.
Sin embargo, no puede dejar de pensarse el Estado. ¿Cómo es posible hacerlo desde la perspectiva de lo común?

Recordemos ante todo que los Estados-naciones modernos son creaciones históricas evolutivas, no “esencias” eternas. Por tanto, hay que pensar en su transformación. Los primeros socialistas y los marxistas más fieles al espíritu y a la letra de Marx creyeron que los Estados iban a extinguirse. Estamos lejos de eso. Pero eso no es motivo para no querer su transformación profunda en un sentido democrático. Es más, incluso es urgente hacerlo, pues los Estados han demostrado en el siglo XX el peligro totalitario, despótico y tiránico que aún contienen en ellos. Los dictadores no están tan lejos de nosotros: basta con pensar en nuestra actualidad mundial, en Rusia o en Turquía, por ejemplo. No me olvido tampoco de que en Europa la extrema derecha está avanzando por todas partes, ¡incluso en Alemania! Lo que podemos retener de Marx es que el Estado nunca es un bloque homogéneo y neutro, que no es un simple “instrumento” que podría ser utilizado en sentido negativo un día y en sentido positivo otro día. Es más bien un campo de lucha entre fuerzas y lógicas contrarias.

Para volver a su pregunta, el principio de lo común, tal como surge hoy, no es un principio estatal, como tampoco es un principio mercantil y capitalista; y en ello radica todo su interés y su fuerza. Escapa a la dicotomía de lo privado y lo público que estructura el mundo occidental desde finales de la Edad Media. Una política inspirada en el principio de lo común no niega abstractamente esa dualidad constitutiva de la organización social, sino que apunta a remodelar esa división, transformando según un mismo principio democrático las estructuras privadas (empresas y asociaciones) y las estructuras estatales (servicios públicos, administraciones locales y nacionales). Concretamente, esto significa que así como se plantea el problema del gobierno democrático de las empresas privadas, también se plantee el problema del gobierno democrático de los “servicios públicos”, a fin de que estos últimos sean auténticamente “servicios comunes” de la sociedad. Esto implica que primero hay que entender bien lo que son, o más bien lo que deben ser en una sociedad democrática genuina: recursos humanos y materiales puestos en común para una colectividad para alcanzar fines democráticamente concertados. Entendiéndolos así, transformándolos en esa dirección podremos protegerlos mejor del actual control que ejercen los grupos capitalistas privados en el dominio público, tendencia que no deja de devolvernos al feudalismo…
En este sentido, un desafío más grande más que el Estado hoy parece ser la hegemonía financiera, a la cual el Estado no es para nada ajeno…

El surgimiento a escala mundial de la problemática de los comunes, el movimiento de las plazas, las invenciones políticas organizacionales que acabamos de mencionar son respuestas prácticas al nuevo capitalismo con predominancia financiera, favorecido desde hace treinta años por las políticas neoliberales. Como dicen los primeros promotores de los comunes, vivimos un segundo gran momento histórico de “cercamientos”, caracterizado por la destrucción del patrimonio natural, por la apropiación de las mejores tierras, por el acaparamiento del conocimiento, por la privatización del dominio público. De allí lo atinado de la consigna altermundialista de la manifestación de Seattle en 1999: “Reclaim our commons!”. Significa que debemos instituir como común todo lo que está amenazado de apropiación y de destrucción, comenzando por el medioambiente vital de mujeres y hombres. Por consiguiente, hablar de comunes es oponerse directamente a la apropiación generalizada de los recursos que encabeza el capitalismo neoliberal y financiero a escala planetaria. Y no se trata de responder a ello de manera meramente teórica o programática para un largo plazo, sino de hacerlo en términos prácticos, desde ahora mismo, protegiendo y retirando del campo de apropiación capitalista todo aquello que pueda ser acaparado. También implica desarrollar, tanto como se pueda, otra economía procedente de una lógica radicalmente diferente de aquella del capital financiero. Lo cual supone que la lucha contra la hegemonía financiera se lleve a cabo en todas partes, y que cada uno, en su propio campo, deba cuestionarse acerca de modos alternativos de actuar, vivir, aprender y trabajar en los cuales podría participar de manera creativa. En ese sentido, lo común no es un asunto de profesionales de la política, de especialistas en “management de lo común”, sino que es cosa de todos. De hecho, eso es precisamente lo que indica la palabra “común”…
Por último, ¿cómo funciona el régimen de explotación en detrimento de lo común?

Es innegable que la explotación ha cambiado de base, ampliándose a nuevos recursos y actividades. La explotación pasa por la apropiación de los recursos gratuitos o adquiridos a bajo precio por el capital. A propósito, la problemática de los comunes ha permitido reactualizar los antiguos análisis de Rosa Luxemburgo sobre “la acumulación por desposesión”. El capital se apodera del resultado de procesos naturales y del producto de evoluciones culturales o históricas para explotarlos por cuenta propia. La educación, la salud, los paisajes, el patrimonio cultural de un país, todo lo que puede verse acaparado por nuevos “cercamientos” es objeto de una explotación cada vez más racionalizada. El mercadeo se extiende así a todos los ámbitos. Pero eso no es todo. El punto donde los análisis de Marx de El capital continúan siendo muy útiles es en su demostración acerca de cómo el capitalismo ha organizado “la fuerza colectiva” de los trabajadores en la fábrica para tornar más intensiva la explotación de su cooperación. Por más curioso que pueda parecer, el capital crea un parte de común, o mejor dicho, crea las condiciones de una “puesta en común” de las calificaciones y las habilidades cuyo producto luego explota. Es a todas luces lo que sucede cada vez más en la industria moderna, con la creciente importancia que se le concede a la puesta en común de los conocimientos de los individuos adquiridos por fuera del campo productivo, en particular a través de la educación. Hoy, gracias a la digitalización de las actividades, las empresas organizan una “puesta en común” mucho más amplia, que se extiende a los consumidores de bienes o servicios, que son invitados u obligados a proporcionar datos personales, opiniones, consejos, etc. El management se ha puesto a tono con el wiki. El capitalismo digital, de crecimiento exponencial, descansa así en la capacidad del management para acumular datos y procesarlos de modo rentable, y sobre todo para estructurar la puesta en común de la información y el conocimiento vía las redes sociales, para hacer de ello un campo excepcional de ganancias. En ese sentido, el capital no se limita a destruir lo común, sino que lo organiza para su propio desarrollo. Vemos entonces que lo común es el desafío último del combate político y social, y que la cuestión que planteaba Marx sigue teniendo vigencia: ¿podremos un día controlar las condiciones y las finalidades de nuestra cooperación social, o como decimos con Pierre Dardot, de nuestro actuar común? Porque creer que el capitalismo engendrará por sí mismo las condiciones de una mejor sociedad sería un craso error. El capitalismo es un sistema eminentemente perverso: no explota únicamente los peores instintos egoístas de apropiación y acumulación. Es capaz de seducir a los individuos en su mejor vertiente, por el altruismo, la generosidad, la cooperación, las ganas de comunicarse con el otro, el deseo de aprender. ¿Hasta dónde llegará? La pregunta queda abierta…

Si tocan a una, nos organizamos todas: crónica del 19-o desde Nueva York

por Begonia Santa Cecilia, Susana Draper y Elia Gran
La tortura y asesinato de Lucía Pérez en Argentina fue el desencadenante de las numerosas protestas que se sucedieron el 19 de octubre en el continente americano: Argentina, México, Uruguay, Chile, Perú, Estados Unidos… En esta crónica urgente, Begoña, Susana y Elia nos cuentan cómo transcurrió la jornada en Nueva York, entre lemas, conversaciones, alegría de estar juntas, rabia y un deseo formulado en voz alta: si las mujeres toman la plaza, toman el mundo.

Tuvimos suerte, hacía un día caluroso, como de verano.  Un clima excepcional para un 19 de octubre. “Stop violence against women, “Ni una menos, Not one less” entonábamos todas en Washington Square Park, una céntrica plaza de Nueva York siempre muy concurrida por todo tipo de gente y con un largo historial de protestas.  Llegamos un grupo de unas veinte mujeres al cual se fue sumando más y más gente. Casi todas vestidas de negro y armadas con decenas de carteles de colores con eslogan. Éramos de muchos países: Argentina, Perú, Chile, EE.UU., Colombia, República Dominicana, España, Uruguay, Ecuador, Grecia, Israel, México, Brasil,  etc. Las compañeras peruanas trajeron una larga tela roja que habían usado ya en acciones similares y la extendimos en el suelo cerca de mítico arco de la plaza. Allí fuimos dejando los carteles con los nombres de muchas trans/mujeres asesinadas, y encima de ellos colocamos nuestros cuerpos. Una por una. Ni una menos. Vivas nos queremos.
“Hay que aliarse y tenemos que juntar nuestras fuerzas y complicidades. Tenemos que dejar de tener miedo, pero para ello debemos saber que no estamos solas. No se trata de pensar que el cambio vaya a ser estructural, sino de hacer una intervención tremenda por saber que estamos juntas, que confiamos las unas en la otras y podemos hacer algo como esto”, comentó Jennifer, compañera de República Dominicana.
Nos propusimos hacer visible una palabra que en los Estados Unidos no se nombra: feminicidio. Sólo se habla de feminicidio como algo que pasa fuera, en otros países, y más bien en Latinoamérica, pero en Estados Unidos miles de mujeres también son maltratadas y asesinadas a manos de hombres.
Fue un momento de diálogo, de conversar y compartir. Acentos, tonalidades, ideas- preguntas. “¿Esto es por la chica que mataron en Argentina?”,“¿es por la violencia de género y el machismo tan fuerte en Latinoamérica?”preguntaban.  Respondíamos sí pero no sólo eso, es por la violencia de género, por los asesinatos de mujeres y de trans, aquí y allá; es por el brutal aumento de esta violencia que produce el patriarcado y el capitalismo.
Y también se dijo: “Somos argentinas que vivimos en Estados Unidos y las expresiones de Trump como ‘grab them by the pussy’ refiriéndose a una mujer nos parece que forman parte de la misma violencia sostenida también en Latinoamérica hacia las mujeres, hacia su cuerpo, hacia su sexualidad.  Nos parece interesante poder traerla y poder lograr que la gente de acá sienta nuestras demandas como mujeres, igual acá y allá.”
Cantábamos todas:
¿Qué hacemos con el patriarcado?
¡Lo hacemos concha!
What do we do with patriarchy?
We grab it by the pussy!
“En estas acciones hay un mensaje importante para los hombres: que sean buenos aliados de esta protesta, buenos aliados de estos reclamos, que detengan a sus compañeros-hombres cuando ellos estén ejerciendo violencia verbal o física contra las mujeres y que eduquen a su propia comunidad. Y también hay un mensaje para las mujeres: que no se queden en silencio y que reclamen lo que les corresponde, es decir una vida digna sin violencia” ―nos contaban Aines y su amiga mientras llevaban un cartel que decía “Pussy Grabs Back”.
La violencia de género es una demostración de poder. Con los actuales candidatos a la presidencia de Estados Unidos, la impunidad del poder político ejerciendo la violencia contra la mujer está ahora mismo encima de la mesa. Nos juntamos en Nueva York, capital simbólica del poder capitalista para decir BASTA.
Pero no sólo nos juntamos en Nueva York. Hubo miércoles negro en muchas otros puntos del país, con protestas en  Arkansas, Berkeley, Michigan, Kansas, Oregon, San Francisco, Seattle, Washington DC  y Wisconsin, entre otros… Todo se organizó en menos de 48 horas a través de las redes y muchas protestas fueron convocadas desde distintas universidades.
La alegría de estar juntas y compartir la rabia se hizo cuerpo en la plaza, uniendo nuestros acentos en un grito común. Traspasar las fronteras. Sentimos que la plaza se convertía en mundo. Habló el deseo: si las mujeres toman la plaza, toman el mundo.

[fuente: http://revistaalexia.es/]

“Estamos volviendo a las condiciones de trabajo del siglo XIX» // Entrevista a David Harvey

por Alexandra Prado Coelho

En la crisis del mercado inmobiliario de 2007-2008 en los EE.UU., mejor hubiese sido dar dinero a la gente para que pudiesen pagar sus deudas a los bancos y continuar en sus casas, en lugar de dársela a los bancos que “sólo se salvaron a sí mismos “, sostiene el geógrafo británico David Harvey.

Cuando se quiere presentar a David Harvey se suele usar dos palabras, “geógrafo marxista”. Esto es una reducción para describir a este británico de 81 años que desde hace varias décadas vive en EEUU, donde es profesor de Antropología y Geografía de la Universidad de la Ciudad de Nueva York. Autor de más de dos docenas de libros, es profundamente crítico del sistema capitalista, que analiza a la luz de las teorías marxistas, y es un defensor de la idea del “derecho a la ciudad”, que incluye las exigencias actuales de la calidad de vida en las ciudades. En su página web (davidharvey.org) ofrece un curso en video de ayuda a una lectura contemporánea del Capital, de Karl Marx.

Harvey fue orador invitado en la inauguración de la conferencia IX Congreso Portugués de Sociología, del 6 al 8 de julio en la Universidad de Algarve. Comenzó su discurso de dos horas hablando de la cantidad de cemento que China consumió los últimos tres años, “más que los EEUU en todo el siglo pasado.” Según Harvey fue China la que “salvó al capitalismo de la gran depresión que pudo haber ocurrido” tras la crisis que comenzó en 2007-2008 en los EEUU, con el estallido de la burbuja inmobiliaria. Una de las consecuencias de esta crisis ha sido un enorme aumento del desempleo en China, que es uno de los principales proveedores de materias primas para la construcción en EEUU. Para absorber esta masa de parados y evitar el malestar social, China se lanzó a un auge de la construcción (que según cifras citadas por Harvey, absorbió 27 millones de trabajadores), creando nuevas ciudades, algunas todavía sin habitantes.

La carrera por construir, dice el geógrafo, es una salida clásica de las crisis: fue lo que hizo EEUU cuando tuvo que absorber los soldados que regresaban de la Segunda Guerra o lo que hizo Luis Bonaparte en la Francia del Segundo Imperio, a partir de 1848. En todos estos casos “fue la urbanización lo que salvó la economía capitalista del colapso económico.” Pero, recuerda Harvey, esto se hace a costa de un enorme aumento de la deuda pública.

El gran problema, señala, es que “las nuevas formas de urbanización son una locura” no sólo por la escala y el hecho de que las ciudades se llenan de casas vacías que se compran más que nada para especulación y no para vivienda”. Hoy en día, gran parte del capital se concentra en bienes raíces y rentas” Y, advierte Harvey, el malestar social está surgiendo vinculado cada vez más a las cuestiones de la vida cotidiana en las ciudades, como ocurrió en Brasil en las protestas que estallaron en 2014 por el transporte público. Al final de la conferencia, el geógrafo habló con el público acerca del “Brexit”, el futuro del trabajo, las crisis y las posibles alternativas al capitalismo.
¿Ves al “Brexit” como la democracia funcionando, una distorsión de la democracia en la que las personas han sido manipuladas o una forma de protesta contra la desigualdad?
En primer lugar, hay una pregunta en cuanto a lo que constituye la democracia. Tenemos democracias parlamentarias en que la mayoría de las decisiones se toman en otros lugares, hay un déficit democrático en los EEUU y Europa. No entiendo por qué el primer ministro británico David Cameron convocó a un referéndum que era una locura. Creo que nunca creyó que perdería. El resultado debe ser interpretado como un gran voto de protesta. Es el equivalente a decir “no”, y la gente habría dicho “no” a casi todo.

Hay un enorme descontento que fue canalizado en esta votación. Una parte no tiene nada que ver con la UE, sino contra la forma en que las élites toman las decisiones, les dijeron que estas decisiones beneficiarían a todos, y la mayoría no ve ningún beneficio en su nivel de vida o su ingreso. De hecho, muchos han perdido en los últimos siete u ocho años.


Hay algunas buenas razones para que la gente se pregunte sobre para qué quieren esta UE cuando hace lo que hicieron Grecia y ahora está amenazando con hacer a Portugal. Se supone que es una unión de ayuda mutua y parece ser cada vez más una unión de los grandes sin ningún sentido para los pequeños. Por eso hubo algunas buenas razones para el voto, más allá de lo que comúnmente se conoce como xenofobia. Hay un lado de la xenofobia, pero sería erróneo interpretar el voto únicamente como resultado de eso.

Se argumenta que el descontento de la población tiene más que ver con las condiciones de vida en las ciudades que con problemas de desempleo. ¿Por qué? Siempre he sostenido que el descontento que se plantea en el espacio en que vivimos es tan importante como lo que tiene que ver con el desempleo.
La izquierda tiende a enfatizar el tema del empleo y devaluar las protestas sobre la calidad de vida.
Pero muchas de las grandes protestas globales que han surgido en los últimos 15 años tienen que ver con la calidad de vida en las ciudades. La política de la vida cotidiana es un área a la que se debe estar muy atento. Mucha explotación ocurre allí. Pregunten a la gente si están satisfechos con cómo funcionan las tarjetas de crédito y las empresas de comunicación que cobran cargos adicionales, una gran cantidad de riqueza se extrae de la vida cotidiana.
Por lo tanto, ¿el desempleo no es la preocupación dominante?
Sin duda es una preocupación, pero si le preguntas a la gente que tiene empleo, sienten que está haciendo un trabajo de relleno, con poco sentido. No sólo hay una gran cantidad de personas que no tienen ingresos por el trabajo, también una gran parte que vive una existencia sin mucho sentido en relación al trabajo que hace. Se han realizado estudios recientes en los EE.UU., preguntando a la gente si estaban satisfechos con su trabajo y el 70% dijo que lo odiaban o le era indiferente. Hay un problema más grande que el desempleo, y los políticos ponen demasiado énfasis en la idea de empleo, empleo, empleo, en lugar de preguntar ¿qué tipo de trabajo? Se requieren trabajos en los que las personas sientan que están contribuyendo a la sociedad, y del que estén orgullosos.

Se habla ahora mucho del espíritu empresarial, que la gente cree sus propios puestos de trabajo, nuevas empresas por todos lados. ¿Cómo ves esto?

Hay maravillosas historias de personas que se han convertido en empresarios brillantes, pero hay muchos que han intentado y han fracasado. Aun cuando los resultados implican inmensa auto-explotación. Hay cálculos sobre la cantidad de trabajo que se hace colectivamente en Internet y les pagan menos de dos dólares la hora. Y sólo se cuentan los casos de éxito que aparecen en los periódicos. ¿Cuántas personas fracasan? ¿Cuántas hacen el trabajo del que otros se apropian? Las organizaciones como Google o Amazon son grandes en apropiarse del trabajo de otros.

¿Qué valor tiene hoy el trabajo en comparación con otros períodos históricos?
Solía enseñar Marx, cuando había un mundo socialdemócrata que nos rodeaba, y no tenía mucho sentido. Pero trata de leer ahora el Libro I de ‘El Capital’ y verás que es exactamente lo que está sucediendo. Leer a Marx hoy tiene sentido. En cierto modo, estamos volviendo a las condiciones de trabajo del siglo XIX, que es a lo que apunta el proyecto neoliberal: reducir el poder de los trabajadores y ponerlos en una posición en la que no sean capaces de resistir los procesos de explotación masiva.
Luego está el desarrollo de tecnologías que hacen del trabajo cada vez más redundante. En Baltimore, en 1969, había 37.000 personas que trabajan en la industria del acero. En 1990, la industria producía la misma cantidad de acero con 5.000 personas. Esta ha sido una característica de los últimos 30, 40 años. Mucho trabajo se ha vuelto redundante por primera vez en la industria manufacturera y ahora también en el sector de servicios. Cada vez más, como consumidor, soy yo el que hago el trabajo. Soy explotado en el consumo. Terminamos en una masa de personas sin medios de producción y que va haciendo pequeños trabajos aquí y allá.

La teoría de la destrucción creativa -en parte, por cierto, el pensamiento de Marx- dice que cada avance tecnológico importante se destruye muchos puestos de trabajo y tipos de trabajo, y emergen otros nuevos. ¿No ocurrirá ahora lo mismo?

Rápidamente un trabajo de ser una tarea que requiere una cierta calificación pasa a ser algo que cualquiera puede hacer. Hace 20 años, los programadores de computadoras eran muy hábiles, ahora todo el mundo sabe cómo crear un sitio web. Surge la necesidad de trabajo especializado que se descalifica casi al instante. Al capital no le gusta que el trabajo tenga algún poder de monopolio en el mercado, por eso se asegura que una gran masa desarrolle estas habilidades rápidamente. Los programadores informáticos ya no reciben salarios como los de hace veinte años. Y esto sucede en todas las áreas.

Y se da además otro paso importante con la evolución de la inteligencia artificial.

La inteligencia artificial conducirá a una transformación radical del sector de servicios. Del mismo modo que vemos la desindustrialización por los cambios tecnológicos en los años 70 y 80, veremos el equivalente en el sector de los servicios en los próximos años.  

Estás hablando de altos niveles de desempleo…

Sí. Y esto nos lleva a un tema que plantean algunos en Silicon Valley: si sucede eso, ¿cómo se va a alimentar el consumo en el mercado? De ahí que este sector, y también en la izquierda, se haya comenzado a discutir la cuestión de la renta básica. Porque si no hay tal estrategia…
… no podemos ser consumidores

Exactamente. Hay que darle a la gente medios para que pueda seguir consumiendo y que el sistema se mantenga.
¿Crees en un escenario en el que no necesitemos trabajar y sólo tengamos que consumir?
Es posible, ya tenemos una cierta experiencia en este sentido, como el “Bolsa Familia” en Brasil, que da a la gente un ingreso mínimo. Es una redistribución del ingreso que permite que el mercado siga funcionando y que está condicionado a cosas como mandar a sus hijos a la escuela.

Enviar a sus hijos a la escuela para que puedan tener un trabajo cuando no hay trabajo…

Exactamente. Pero tenemos que pensar que la educación deberá centrarse más en que las personas adquieran conocimientos para desarrollar diferentes actividades que las satisfagan. Hay un crecimiento considerable en el mundo de la cultura, con la gente haciendo actividades culturales en las que no ganan mucho dinero, sino diversión. Y hay trabajo voluntario para hacer, porque esas necesidades existen, incluso siendo tareas no remuneradas. En la industria del cuidado, por ejemplo. Las familias abandonan el cuidado de la gente de tercera edad a menos que haya una retribución para los que lo hacen. Hay mecanismos de este tipo, algunos que funcionan bien, pero no resuelven el problema macro, que es la dinámica del cambio tecnológico basada en convertir la mano de obra en cada vez más redundante, en un momento en que hay cada vez más fuerza de trabajo. Antes de los años 80, China no era parte de la fuerza de trabajo, así como todo el antiguo bloque soviético. Además, está el crecimiento de la población, hay muchas más personas disponibles para trabajar, y al mismo tiempo la dinámica de la transformación capitalista tiene por finalidad ahorrar trabajo.
¿Cómo podemos pagar ese ingreso mínimo para toda la población?
Veamos lo que sucedió durante la crisis financiera de 2007/2008. Las autoridades dijeron básicamente esto: tenemos que salvar al sistema bancario y financiero. Los bancos centrales les adelantaron gran cantidad de dinero –la flexibilización cuantitativa– y este dinero se dirigió al mercado de valores, lo levantó, dio buenos rendimientos a las clases más altas. Ahora, podría haber hecho lo mismo pero que se beneficiase a las clases más bajas, apoyando el derecho del pueblo a tener un hogar. Y todas estas propiedades que estaban en manos de los bancos podrían estar en las de las personas que las necesitan. Con la crisis, las clases altas en los EE.UU. aumentaron sus ingresos en un 12%. Estos 12% debería haber ido a las clases más bajas. Hubo una clara opción, se podría salvar a los bancos y hacer que las personas perdiesen sus hogares, o darles el dinero y evitar que se diese la crisis bancaria, porque las personas pagarían los préstamos. Pero si en el momento en que dijésemos esto, ellos dirían “esto es ridículo”, y no lo verían como una opción.
Esta es una decisión política. ¿No deberían los políticos tomar en cuenta a la gran masa de los votantes?
Depende del país. En los EE.UU. tenemos la corrupción generalizada del proceso electoral. No hay control sobre la capacidad de los ricos de comprar elecciones. Al principio de la campaña republicana este año, 136 familias fueron las principales contribuyentes a los candidatos. Hubo una fotografía en The New York Times en la que veían los hogares de seis de estas familias en la misma zona. Hay que sacar el dinero de los procesos electorales y garantizar el libre acceso a la televisión. La prensa es otro problema: es un medio capitalista, por lo que muchas de las decisiones políticas se nos presenta en una forma distorsionada.

Pero el poder que tenemos como consumidores, ¿no es muy grande?
Hay algunos grupos que lo utilizan. Hay algunos ejemplos en Internet, hemos visto que en la campaña Bernie Sanders en EE.UU., por ejemplo. El gran problema es cómo convertirlo en un movimiento social que se mantenga unido.

Cuando se trata de salvar a los bancos, el argumento es que son esenciales para el funcionamiento de la economía.

No estoy diciendo que hay que dejar caer a los bancos, pero si hubiéramos estado tratando con la crisis en el mercado inmobiliario de otro modo, los bancos tampoco irían a la quiebra. Se guardaron a sí mismos, sin salvar a nadie. Sólo digo que hay otras opciones.
¿Hubo cambios significativos en relación con el control del sistema financiero después del estallido de la crisis?
Esto sería algo extraordinario en el capitalismo. Siempre pensamos que un capitalismo justo y razonable es posible, pero hay que ver la cantidad de ilegalidades y robos que suceden. Ellos deben ser controlados, y allí es donde el Estado entra, pero es muy difícil de controlar muchas de estas cosas como vimos con los documentos de Panamá. Lo que es extraordinario es que estamos hablando de personas inmensamente ricas que podrían pagar impuestos, pero que se toman una gran cantidad de trabajo para no pagar nada. Ellos pusieron el dinero en Panamá o las Islas Caimán para evitar el pago de impuestos. La idea de que el capitalismo puede ser desarrollado con honestidad… en un momento nos preguntamos si esto es posible.
¿Esto es en gran parte debido a la globalización ha hecho que sea posible llevar las cosas a otro nivel?
¿Cuál es la forma de capital que puede ser más movido fácilmente? Se puede mover una unidad de producción, pero todo el mundo verá que cambiar dinero de un lugar a otro es lo fácil. Se hace un montón de dinero con estas manipulaciones financieras. Era necesario resolver el problema de los paraísos fiscales, pero ocultar el dinero es un arte que ya existía en la clase capitalista en el siglo XIX. 

¿No ves, entonces, posibilidad de un capitalismo más ético?
Hoy en día existe mucha literatura sobre el capitalismo ético y responsable. No digo que todos los capitalistas son piratas, hay por supuesto personas que se preocupan y que quieren crear un capitalismo con ética. Lo que les puedo decir es: tengo muchas dudas, pero me alegro de que haya personas que quieren probar “buena suerte, espero que tengas éxito, avísame cuando lo logres”.

Las reglas para controlar el sistema tendrían que ser integrales y aplicadas por todos, lo cual es difícil. No es imposible. La mayor parte de la deuda es en dólares, y, como hemos visto, en el caso de la quiebra de la Argentina las negociaciones terminaron en los tribunales de Nueva York, debido a que el contrato era en dólares. En los años 90, cuando se argumentaba que había que seguir la pista del dinero, nos dijeron que era imposible. Después del 11 de septiembre se empezó a investigar y se ha demostrado que se puede hacer. La pregunta es cómo van a utilizar esta información. 

Si no crees en el capitalismo “con rostro humano”, ¿qué abogas como sistema alternativo?
Los cambios revolucionarios no suceden de la noche a la mañana, pero hay muchos que creen que algo mejor es posible. Si vas a China, verás que ocurrió una transformación revolucionaria y todo el mundo es optimista acerca de la idea de que se puede cambiar el mundo y hacerlo muy rápidamente.

Por otro lado, soy lo suficientemente viejo para recordar al mundo antes del neoliberalismo, era un mundo muy diferente, las relaciones sociales existentes, e instituciones en que las que las personas confían o no. Mucho de esto se ha terminado. Hubo una revolución, o más bien una contrarrevolución, que nos llevó de la socialdemocracia a esta política de austeridad de derecha.
¿Estás hablando de los 50, 60?
Sí, los 70 y 80 fueron el punto de inflexión. Estos grandes cambios ocurren. Esta es una historia que no ha sido bien contada. La clase capitalista estaba hasta ese momento bastante desorganizada, y se organizó en los años 80, el nivel ideológico y de estrategia. La izquierda ha fallado por varias razones, en parte por la represión sobre muchos de sus movimientos, pero también por tener ideas equivocadas sobre cómo podría funcionar una economía alternativa. Por desgracia, el modelo soviético no es un buen modelo, el chino se convirtió varias veces en un desastre, por lo que la izquierda quedó muy confundida acerca de qué tipo de modelo alternativo podría ser creado. Esto permitió que el neoliberalismo ganase espacio. Hoy en día hay experimentos en marcha en torno a una economía solidaria, o formas colectivas de propiedad, o formas alternativas de gobierno y los sistemas monetarios. No sabemos qué va a resultar de ellas al pasar a una escala mayor, debido a que muchas de estas experiencias son apenas locales. Sin embargo, hay una forma sencilla de empezar a pensar en estas cosas. En mi tiempo, la educación superior era gratuita. Desde entonces se ha convertido cada vez más en un commoditie. Bernie Sanders vino a defender un sistema de educación superior gratuita. No hay ninguna razón para no hacerlo. Se acabaría con las enormes deudas que tienen los estudiantes. Y muchos piensan ahora, “eso no es una mala idea”. No parece molestarles que eso sea socialismo, si tiene sentido para ellos. Debe haber un sistema de salud para todos y terminar con esta tontería de las compañías de seguros, que pierden su tiempo y el nuestro en un trabajo inútil como es el de buscar como negarnos nuestros derechos.
Hablas de socialismo y marxismo, pero para mucha gente son palabras estrechamente asociadas con regímenes represivos sin libertad política…
Las personas pueden preferir ser libres sin acceso a la salud. Marx siempre hablaba de la libertad: los trabajadores son libres en un doble sentido, para hacer un contrato con quien quieran, y también libres de cualquier acceso a los medios de producción. Tienen que comprarlos. Si usted no es capaz de comprar, pasa hambre. Sí, hay un intercambio. Hay un sistema de completa libertad. Un sistema libre siempre se basa en un porcentaje de falta de libertad. La libertad es a menudo un contexto de ciertos tipos de dominación.

Neoliberalismo y subjetividades // por Sebastián Puente

Diagramas de poder, compuestos de enlaces y subjetividades de estabilización
La intuición de base, el punto de partida, que no es una intuición propia, que es algo que ya se está repitiendo por todas partes, es que el neoliberalismo no es reductible a una doctrina económica, a una ideología, a un paquete de medidas económicas, y ni siquiera a un modelo económico, en el sentido de una distribución de los sectores en los que se valoriza el capital (extractivismo, finanzas, industria, servicios), etc. Tenemos la intuición de que se trata de algo más profundo, y a la vez más asequible, que involucra modos de vida, formas de deseo, ambiciones, motivaciones, vínculos incluso más o menos inmediatos.
Como es una intuición, está hecha como de retazos de la vida social que uno va juntando, y que parecieran confluir. Pero como es una intuición, justamente, a la hora de ver hacia dónde confluyen exactamente los retazos, qué los asocia o los reúne, la cosa se complica. Esto va a tener mucho de retazos sueltos.
Y lo que tengo para reunirlos son unas líneas muy generales, muy abstractas, pero no porque sean conceptos, sino porque justamente se mueven en esa intuición: son como preconceptuales, son como indicaciones, en el sentido de señalizaciones, para que pensemos juntos hacia dónde conviene dirigir esa intuición compartida.
Me gustaría entonces que discutamos si es que este sería un camino más o menos adecuado para ordenar y moverse en esas intuiciones dispersas, más si las direcciones son pertinentes o ventajosas para las búsquedas en las que está cada uno, que precisiones conceptuales, que además no creo estar en condiciones de dar.
Organicé estas líneas en dos hipótesis.
Hipótesis 1:
El neoliberalismo implica un cambio generalizado en el estado y el régimen de funcionamiento de las fuerzas.
Cuando digo “fuerzas”, me refiero a fuerzas institucionales, políticas, sindicales, sociales en general, pero también a las fuerzas microinstitucionales o preinstitucionales, también a los individuos, y también a las fuerzas preindividuales, las que arman, forman, dan consistencia a lo que llamamos personas. Fuerza es todo lo que mueve, lo que arma y desarma, lo que conduce o direcciona, lo que empalma, vincula, etc.
Ese cambio puede describirse como el pasaje de un estado de las fuerzas muy agregado a un estado de las fuerzas fuertemente desagregado.
Agregado” quiere decir que las fuerzas presentan una fuerte estabilidad que, como sucede con los líquidos cuando los enlaces moleculares son muy estables, produce una “tensión superficial”. Por eso los agregados permiten distinguir un adentro y un afuera. Y como tienen “tensión superficial”, adentro/afuera, chocan en sus bordes, en la superficie, con otras fuerzas agregadas. Fuerza agregada son los sindicatos, por ejemplo. O eran. O quizás algunos siguen siendo y otros no tanto. Fuerza agregada que choca por fuera con organizaciones empresarias o partidos de gobierno. Pero el sindicato es agregado de agregados, el sindicato ya agrega un agregado muy estable: la clase trabajadora. Y la clase trabajadora ya agrega un nivel agregado, como los tipos de familia, o personas. “Hombre”, por ejemplo, ya es un agregado de fuerzas infrapersonales muy estabilizadas, que producen entonces tensión superficial, y que hace que “hombre” choque en su borde, en su superficie, con “mujer”. Por ejemplo, sobre el derecho al voto. Hombre, padre de familia, laburante. O mujer, madre, profesional. Hay secuencias de agregados, agregados de agregados, que siempre chocan por sus bordes.  
Como primera referencia histórica, podríamos decir, como dice cualquier sociólogo o historiador, que el peronismo del 45′ expresa un cambio en las correlaciones de fuerzas: crece la fuerza de la clase trabajadora, urbana, industrial, masculina, y el peronismo la integra a un régimen político y económico que permite sostener al mismo tiempo la acumulación de capital. Es lo que los gramscianos llaman “hegemonía”. Pero lo que interesa acá es el estado y el funcionamiento de esas fuerzas: son fuerzas en estado agregado, muy estables internamente, y que chocan en su superficie, básicamente porque tienen superficie o “tensión superficial”.  
¿Cuándo comienza entonces a gestarse ese pasaje implicado por el neoliberalismo? No quisiera ponerme demasiado historicista para que no se pierdan del todo los difusos rasgos preconceptuales que estoy tratando de hacer, pero me parece que este punto puede aclarar. Suele ubicárselo en la dictadura, y sus puntos inaugurales serían el plan Martínez de Hoz y el terrorismo de Estado. Pero para nosotros no es ni un paquete económico, ni una doctrina, ni un modelo… Y además en esto quisiéramos ser foucaultianos: las mutaciones en el ejercicio del poder corren detrás de los puntos de resistencia. La dictadura no inicia el neoliberalismo. Va, como toda estrategia de poder, “detrás de los acontecimientos”. Entender el neoliberalismo supone entonces, me parece, hacer una relectura de la década del 70, una relectura “actual” (en el sentido de: desde los problemas del presente, y no desde los problemas de la propia década del 70 o de la postdictadura, del alfonsinismo).
El pasaje de este estado agregado de las fuerzas a un estado desagregado comienza a gestarse en la década del 60/70, y a la vanguardia del pasaje -sin siquiera proponérselo, por supuesto- se encuentran las organizaciones político-militares. ¿Por qué las organizaciones político-militares, las guerrillas urbanas, están a la vanguardia de un proceso de época? Porque llevan al paroxismo la fuga de la vida social. Si de un lado son aparatos fuertemente militarizados, verticalizados, disciplinarios, del otro lado son como enormes aspiradoras, enormes dispositivos de fuga: fuga de la vida doméstica, del trabajo, del estudio, de los modelos de éxito, de las carreras, de los roles hombre-mujer, etc. Detrás de los fines y las estrategias discursivas, la estrategia de poder no discursiva, inconsciente, implícita, o como quiera llamársele, es que se lucha políticamente movilizando toda la propia vida, desestabilizando los agregados, manipulando, actuando y desestabilizando todos los enlaces: clandestinidad, semiclandestinidad, doble vida, fuga de la vida doméstica, parejas que se arman y desarman, familias que funcionan como pantalla, no-obreros que laburan para militar (proletarización), sindicalistas que son en realidad guerrilleros, estudiantes que no estudian para estudiar, etc. O sea: las organizaciones político militares extraen su potencia política, no de los agregados que constituían la etapa anterior, como suele pensarse, sino justamente de la desestabilización de esos agregados. Y esto es un rasgo de época, más allá de la guerrilla: periodistas que quieren ser intelectuales, intelectuales que no quieren ser intelectuales, mujeres que no quieren ser amas de casa, artistas que no quieren ser artistas, estudiantes a los que no les importan los estudios…
La dictadura lee claramente este pasaje. Y por eso ya no retoma la guerra clásica “de superficie” contra los agregados (represión de manifestaciones, prohibición de partidos, de sindicatos, encarcelamiento de dirigentes). Me salteo, para evitar el historicismo, lo que implicó el Rodrigazo, la hiperinflación, las políticas públicas de la década del 90, la tercerización, la precarización, etc. Pero creo que más o menos puede intuirse. Cómo el Rodrigazo, por ejemplo, consiste en trasladar el poder que implica la velocidad de circulación de la moneda a un nivel que ya no es el de la lucha entre agregados (empresarios/sindicatos). O que la precarización y la tercerización es la estrategia de un capital que ya no puede ejercer su poder al nivel de los agregados clase obrera-sindicato. En fin, sólo quería indicar el inicio, porque me parece que aclara.  
¿Dónde nos encontramos ahora? Yo diría que, en lugar de esas fuerzas agregadas, lo que tenemos son compuestos de enlaces inestables.Las fuerzas desagregadas dan lugar a compuestos de enlaces inestables, a compuestos moleculares. Los compuestos moleculares están fundamentalmente abiertos (“a la intemperie”), es decir ya no hay adentro/afuera, porque ya no tienen tensión superficial. Ya no hay choques por los bordes. Personas, instituciones, grupos, tienden cada vez más a devenir compuestos de enlaces. ¿Qué enlaces? Enlaces de todo tipo, ustedes dirán en cada caso. Habría que pensarlos y descomponerlos: enlaces de votante, enlaces de consumo, enlaces semióticos, enlaces de pareja, enlaces de crianza, enlaces salariales o parasalariales, enlaces corporales, sanitarios, enlaces de banda o de grupúsculo, enlaces comunitarios, etc. Ya no se trataría entonces de fuerzas agregadas que chocan en su superficie, sino de fuerzas que actúan a nivel molecular, en el sentido de que se enlazan formando compuestos abiertos e inestables.
Habría que ver si esto funciona. Para poner esto a prueba habría que ver si funciona pensar el campo social, el presocial, el individual, el preindividual, como un químico, buscando para las personas, para los grupos, para las instituciones en las que estamos metidos, las fórmulas químicas, los compuestos de enlaces en los que consisten, y si eso despeja algo de su funcionamiento actual.
¿Qué sería hoy una “mujer”? ¿O por qué “mujer” no es lo mismo que hace 70 u 80 años? Porque “mujer” ya no tiene borde, es una semiótica del cuerpo enlazada a un enlace de consumo, enlazada a un tipo de salario, a un enlace de crianza, a un enlace familiar o parafamiliar, etc. Es un compuesto de fuerzas inestables que enlazan signos, cuerpos, dinero, etc. El pasaje de una especie de feminismo de borde, de superficie, de comparación externa con el hombre (sobre derechos, inserción laboral, salario, etc.) a una especie de microfeminismo que piensa los enlaces signos-cuerpo-consumo podría dar cuenta de esto, por ejemplo.
Las estrategias de poder parecieran dar la razón, ir cada vez más en ese sentido, son como estrategias de formulación -en el sentido de fórmula química- de enlaces: se trata de crear un enlace nuevo o intensificar un enlace ya existente para inducir en un compuesto el efecto deseado, para poder extraerle un producto. Las estrategias capitalistas de tercerización, free-lance, trabajo por resultados, domiciliario, cuentapropismo parecen ir en ese sentido. De cierta manera, muy entrecomillada, es una “retirada”: el capital renuncia a organizar la totalidad de la vida. Siendo más precisos, ya no puede dar por supuesta una totalidad organizada de la vida en agregados.
Muchas políticas públicas parecen también ir en ese sentido. La A.U.H. no supone ningún agregado, es la introducción en compuestos muy inestables y heterogéneos, de un enlace parasalarial para inducir un enlace de consumo, un enlace sanitario y un enlace de crianza. ¿Qué pasó en Buenos Aires con los “cartoneros”? Que no son un agregado, son un compuesto de enlaces parasalariales, familiares, comunitarios. El gobierno no los prohíbe, ni arma una empresa estatal. Introduce un enlace de capitalización mínima y un enlace parasalarial para inducir una semiótica que organice y regule la actividad en un sentido “útil”, higiénico, etc. ¿O qué propuso el GCBA para las escuelas hace un tiempo? Un sistema de puntaje para que el desempeño de los pibes esté atado a ciertas asignaciones presupuestarias. No modifican el sistema escolar, ni la pedagogía, ni la currícula, ni nada, crean un enlace donde no había: dinero – notas de los pibes. De lo cual esperan, a su vez, inducir una semiótica de la eficacia que organice la actividad. Ya no son estrategias que se dirigen a la superficie de un agregado, son estrategias de creación o intensificación de enlaces, de las que se espera que induzcan ciertos efectos. Otra educativa de Buenos Aires: están pensando en hacer cumplir la ley nacional y convertir a todas las escuelas en jornada completa o doble. Entonces parece que van a armar experiencias piloto bajo la idea de que los pibes hagan la jornada simple como siempre, y a contraturno la escuela se descentraliza en clubes de barrio, ONG del barrio, etc. O sea, habría que agarrar Vigilar y castigar y tirarlo a la mierda: ya no habría “esas instituciones completas y austeras”, espacios cerrados en que las fuerzas tienden todas hacia un borde.
Hipótesis 2
El pasaje de un estado agregado de las fuerzas a un estado de compuestos moleculares implica el pasaje de una subjetividad de moldeado a una subjetividad de equilibrios o de estabilización.
Primero: ¿a qué llamamos “subjetividad”? En esto sigo la lectura que hace Deleuze de Foucault (cfr. La subjetivación[1] en el stand ubicado a mi derecha – neoliberalismo es que el tipo que da la charla vende los libros) cuando se pregunta por qué, en el Uso de los placeres, Foucault parece abandonar toda su dirección anterior para ir a estudiar filosofía griega. Y dice Deleuze que Foucault va a buscar el origen de la subjetividad. ¿Siempre existió “subjetividad”? ¿En todas las sociedades hubo “subjetividad”? Si pensáramos “subjetividad” como todo lo que diferencia a un sujeto de un objeto (deseo, pensamiento, lenguaje, creencias, etc.), diríamos que sí. Pero no es la dirección de Foucault. En la lectura de Deleuze, podría pensarse que la subjetividad es un invento griego. Y es un invento griego porque los griegos inventan esto: que las fuerzas del hombre se pliegan sobre sí mismas, se ejercen sobre sí mismas. La subjetividad es el pliegue de una fuerza que se ejerce no sobre otras, sino sobre sí misma. Hay subjetividad desde que las fuerzas se toman a sí mismas por objeto, se aplican sobre sí mismas. Suena misterioso, pero podría ser bastante simple: el deseo, por ejemplo, se toma a sí mismo por objeto: se desea desear de tal manera, se desea desear tal o cual cosa, se desea desear un poco más o un poco menos, etc. O el trabajo: se trabaja no sólo sobre un objeto, se trabaja sobre el trabajo mismo, sobre los ritmos del trabajo, las formas de organización, etc.
¿Qué sucede con estas fuerzas que se ejercen sobre sí mismas -subjetividad- en el pasaje implicado por lo que llamamos “neoliberalismo”? Se siguen ejerciendo sobre sí mismas, sino no habría subjetividad, pero de otra manera. Cambia el tipo de operación por la cual las fuerzas actúan sobre sí mismas.
¿Cómo es que los “agregados” mantenían un estado estable de las fuerzas y una tensión superficial? Las fuerzas se ejercían sobre sí mismas en una operación de moldeado: acercar, hacer tender las fuerzas (el deseo, la creencia, las ideas, etc.) hacia un horizonte, hacia un límite, hacia un borde. Si ustedes quieren, hacia una norma. La norma actúa como superficie. Las fuerzas operan sobre sí mismas en una operación de moldeado que las hace tender hacia un borde o una superficie.
¿Qué sucedería hoy en este estado de desagregación molecular, de compuestos de enlaces? Las fuerzas siguen ejerciéndose sobre sí mismas -si no, repito, no habría subjetividad- pero en una operación de equilibrio o de estabilización. Las fuerzas ya no buscan agregarse tendiendo hacia un borde, sino estabilizar un compuesto (construirse un motor, estabilizar un reactor, según anticipaba ya en la década del ’90 el filósofo Roberto Lucrecio Bornoroni Jeremías V Bosta de Vaca[2]): estabilizar una relación entre consumo y trabajo, entre trabajo y pareja, entre pareja niños y escolarización, entre trabajo y cuerpo, cuerpo y semióticas y consumo, etc. Subjetividad significaría hoy este trabajo permanente de fuerzas que buscan estabilizar un compuesto de enlaces siempre abierto e inestable. Subjetividad es: intensificar unos enlaces, bajar la intensidad de otros enlaces, crear o romper enlaces, buscando la estabilización de un compuesto.
Caricaturizando un poco. No se puede no desear, hay que evitar la apatía para poder moverse, pero tampoco se puede desear tanto, para evitar la angustia. Hay que regular el deseo. ¿A qué enlazarlo entonces? ¿Al consumo? Puede ser. Pero tampoco hay que consumir mucho, porque habría que trabajar mucho, y eso puede ser contraproducente para el cuerpo. Entonces hacerle al cuerpo un enlace sanitario (ir al gimnasio, tomar pastillas para dormir, para bajar, o para levantar, lo que sea). ¿Se puede tener hijos? ¿Cuántos? Hay que ver, administrar, según los enlaces laborales y de consumo, y los potenciales enlaces de crianza. ¿Y bajar el consumo? Puede ser, enlazándose a una semiótica política, por ejemplo. Pero un poco, no tanto, o a una que permita seguir trabajando y consumiendo. Toda la medicalización actual, occidental u “oriental”, todas las técnicas del cuerpo, todas las semióticas de la búsqueda de la felicidad parecen inscribirse en este campo. Pero esto está en todos los niveles. La pedagogía actual, por ejemplo, los que tenemos pibes vemos a qué apunta (y a qué apuntamos nosotros mismos): apunta mucho a que los pibes aprendan a administrarse. Pero no es una administración de un “deber”, es una administración de sí mismos, de sus tiempos de atención, de sus descuidos, de sus modos de entender. Todo el asunto de que cada uno vaya a su tiempo, de que cada uno tome el método que le sirve, encuentre sólo sus respuestas, etc. Hay también en ciernes toda una discusión en torno a educar a través de “proyectos”, en lugar de las materias tradicionales, que tiende a eso: ya no es una estrategia formativa, sino de inducción de enlaces. El proyecto es la práctica en la cual los pibes se convierten en ensambladores, enlazadores de conocimientos.
¿Qué ventajas, me parece a mí, que tienen estas hipótesis?Yo digo las ventajas solamente, ustedes me dicen las desventajas.
1) Primero, un alerta sobre el campo de batalla en el que estamos. Quien crea que está exento del poder, o enredado en alguna resistencia porque no pretende adecuarse a la norma, porque no sigue los patrones de normalidad, porque evita los mandatos morales… No sé, me parece que no estaría viendo para dónde va la cosa.
2) Respecto de ese campo, abrir la posibilidad de preguntarse si la idea de “resistir al poder”, la noción misma de “resistencia” como resistencia física, no está demasiado atada a las fuerzas agregadas que chocan por fuera en superficie, y si no tendríamos que empezar a elaborarnos más bien una semiótica de -una palabrita que saco de Deligny[3]– la “refracción”. 
3) Descartar cualquier relación privilegiada entre neoliberalismo y subjetividad. Cierta literatura pareciera indicar como que la subjetividad se ha vuelto un problema ahora, como si el deseo o el afecto no hubieran importado demasiado antes, en el capitalismo fordista, por ejemplo, y en cambio ahora pasan a primer plano. Como contrapartida, que ahora las ideologías no importan, no son las ideologías las que movilizan a las personas, sino los afectos. A mí me parece que lo que se ha roto es un sistema de confluencia entre ideologías, afectos, deseos, etc., en el que todo tendía hacia la misma norma, hacia el molde, hacia una misma superficie. Ser obrero, peronista, o incluso revolucionario, también implicaba una tendencia del deseo y de la afectividad. Lo que estamos viendo hoy no es una primacía del afecto sobre la ideología, sino un cambio de régimen, en el que afectividad y representaciones, semiótica, ya no tienden hacia un mismo borde, ya no confluyen, son enlaces “sueltos” que confluyen solamente en la medida en que puedan equilibrarse, son enlaces “sueltos” que tienen que tramitar un equilibrio inestable. Toda la semiótica kirchnerista, si no, carecería de sentido, por ejemplo. Y decir que el discurso kirchnerista es irrelevante, porque las ideologías ya no cuentan, o que es mentira, que es puro “relato”, no me parece ni muy productivo ni muy realista, vimos perfectamente sus efectos. Habría que pensar otras hipótesis. Por ejemplo, que la semiótica kirchnerista, como estrategia de poder, a diferencia de lo que sucedía antes, ya no funciona como norma o molde para formar agregados, sino que es un enlace semiótico que suelda un enlace de votante y un enlace de consumo para estabilizar un cierto compuesto.
4) Permitiría situar mejor el kirchnerismo con todas las confusiones que se han generado en torno suyo, quizás porque ha presentado como viejo lo que tenía de nuevo, y como nuevo lo que tenía de viejo. El kirchnerismo no es la década del ’90, efectivamente, pero tampoco es un anti o un post neoliberalismo. El kirchnerismo abre, me parece, el momento de la hegemonía neoliberal. Es lo mismo que fue el peronismo del ’45 respecto de la industrialización por sustitución de importaciones. Y el 19/20 de 2001 es al neoliberalismo, lo que el 17 de octubre a la industrialización por sustitución de importaciones: es la irrupción de un cambio en la correlación de fuerzas que obliga al capital y a las agencias estatales a integrarlas -de un modo neoliberal, no hay otra- a la acumulación de capital. Sólo que esta vez, cuando hablamos de cambio de correlación de fuerzas, hablamos de esas fuerzas desagregadas ya en compuestos de enlaces.
[Este texto fue presentado en L’ecole Bon Appetit, Córdoba, el jueves 13 de octubre de 2016]


[1]      G. Deleuze, La subjetivación, Cactus, 2015.
[2]      Cf. Carlos Bergliaffa y Sebastián Puente, Producción Bornoroni. Relato degenerado del encuentro con un loco, Cactus, 2008.
[3]      Cf. F. Deligny, Lo Arácnido y otros textos, Cactus, 2015. 

La escena política después del paro de mujeres // Taller de Investigación Política

Durante el encuentro organizado el último fin de semana bajo título de Escena Política se pudo pensar colectivamente sobre lo ocurrido con el paro de mujeres durante esa intensa semana. Para que no se pierdan y sigan generando discusión, precisemos tres ideas plateadas en un nutrido taller de este congreso transversal de pensamiento artístico y político cuyo eje fueron las relaciones de expropiación mutuas entre movimientos y estado.
·            el paro de mujeres (a contraluz de la CGT) presenta todos los elementos de un nuevo sindicalismo social, capaz de registrar la emergencia de sujetos que producen valor mas allá del modo del imaginario laboralista-industrialista. La producción común de lo común, que vemos funcionar un poco por todos lados, en las redes de cooperación y en las tramas de las economías populares, busca sus propias reglas para organizarse, sus propias palabras para hacerse oír, sus propias manifestaciones para volverse visible. Un nuevos mapa de sujetos creadores de riqueza social que se resiste la explotación y a la violencia emerge con contundencia.
·            el paro de mujeres parece abrir también una nueva perspectiva en el plano de los derechos colectivos: no se trata sólo de luchar por derechos que el estado debe reconocer, sino también y sobre todo de constituir la fuerza para ejercerlos: se intenta unir potencias y derechos. Esto hace una diferencia considerable respecto de la idea dominante de derechos sin potencias, modo propiamente neoliberal de congelar a los sujetos en el papel de víctimas demandantes. Este congelamiento es despolitizador: nos hace creer merecedores y no constructores de derechos. Es el discurso de los poderes: para no modificar la realidad, se nos ofrecen compensaciones a nuestras pérdidas, defectos, heridas y frustraciones. Frente a esta idea de derechos sin potencia, las mujeres pusieron en la calle su propia fuerza para ejercer sus derechos propios.
·            el paro de mujeres permite entrever la radicalidad del movimiento, puesto que al profundizar su lucha desestabiliza por entero al campo social. La esencia estratégica del movimiento, parece obvio decirlo, es feminista. Al rechazar la violencia de los hombres hacia las mujeres en tanto que mujeres, el movimiento cuenta ya con todos los elementos necesarios para denunciar la violencia de la apropiación privada. De ahí que más que una especificidad entre otras, la lucha de las mujeres contra la violencia patriarcal sea “la” especificidad. Como no podía ser de otro modo, la oscurísima respuesta que el movimiento recibe es la del terror; el mismo terror que dio origen al movimiento que convocó al paro, pero aumentado. En ese marco, el enlace con la lucha de los derechos humanos aporta riqueza al movimiento, aunque seguramente no sean suficientes los organismos existentes. Contra el terror capilar, la construcción de redes micropolíticas concretas de protección.
La extraordinaria potencia del primer paro de mujeres es evidente, entonces, tanto por lo que sintetiza y reúne como por lo comunica y propone. Justo cuando el dialogo argentino entre el gobierno neoliberal y el poder de la Iglesia Católica pretende cerrar el espacio de decisión, apoderándose del gobierno de los cuerpos, el movimiento de mujeres enfrenta el miedo y el dolor, se vuelve multitud vital, nos sacude la impotencia y nos permite imaginar de otro modo el futuro inmediato. Hay mucho que crear y las mujeres en lucha parecen saber hacerlo.

Grecia se vende: la privatización del agua y todo lo demás // Giansandro Merli

Con 152 votos en favor y 141 en contra, el martes 27 de septiembre, el Parlamento griego aprobó una nueva medida de recorte a las jubilaciones y la transferencia de todas las propiedades públicas al «súper fondo» impuesto por los acreedores. A cambio, Alexis Tsipras logró un nuevo giro del préstamo que suma 2.800 millones de euros (de los 86 mil acordados con la Troika en julio de 2015).
Las nuevas medidas de austeridad llegan después de la amenaza de la Unión Europea de bloquear los créditos por las demoras del gobierno griego en ratificar las reformas conformemente a lo acordado. El plan de privatizaciones votado por Syriza es probablemente el más grande realizado en Europa después de la reunificación alemana en 1990. Como estableció por el Tercer Memorándum, los bienes del Estado se transfieren a la Hellenic Company of Assets and Participations (HCAP), el súper fondo encargado de conseguir efectivo a corto plazo, extrayendo valor desde la propiedad pública o vendiéndola a privados.
El instrumento financiero involucra a todos los sectores estratégicos de la economía: infraestructura, transportes, energía, telecomunicaciones, desarrollo inmobiliario. La gestión del súper fondo corre a cargo de cinco técnicos: tres nombrados por el gobierno y aprobados por el European Stability Mechanism (ESM) y otros dos nombrados por el ESM y aprobados por el gobierno. Tiene duración de 99 años: el anterior, creado con el mismo objetivo, duraba seis.
La lista del HCAP es muy larga. Catorce aeropuertos regionales fueron ya dados en concesión por cuarenta años y a precios irrisorios a un consorcio empresarial del que, entre otros, forma parte la empresa alemana Lufthansa. La compañía de trenes Trainose fue comprada por Trenitalia, el puerto del Pireo por los chinos del grupo COSCO. Sobre el de Salónica tienen los ojos puestos unos inversores rusos. En Atenas, el ex aeropuerto Hellenikon, teatro de una fuerte y larga resistencia en contra de los planes especulativos, fue cedido por 99 años a Lambda Development, que construirá una ciudad privada inundando de cemento un área de más de tres millones de metros cuadros frente al mar.
En la lista de las liquidaciones hay también autopistas, el aeropuerto de la capital, el correo, las empresas públicas de luz, gas y petróleo. A esto se suman EYDAP y EYATH, las compañías que gestionan el agua en Atenas y Salónica. El ministro de Energía, Panos Skourletis, y el de Economía, Euclid Tsakalatos, declararon que la transferencia de la propiedad estatal al súper fondo no significa privatización. Pero ya son pocos los que siguen creyendo en la buen fe de Syriza. «Venderán incluso la Acrópolis», gritaban el 27 de septiembre los trabajadores de EYDAP durante una manifestación en la plaza Syntagma.
“El gobierno ha mentido demasiado, non merece ninguna confianza”, afirmó George Theodoridis, miembro de los Water Warriors de Salónica y denunció: “Las compañías del agua se venderán. Está escrito en el Tercer Memorándum y en las directrices de la relación entra Grecia y la Troika. Por cierto, se trata de compañías en muy buen estado de salud, que prestan un servicio de calidad y tienen un presupuesto con superávit”.
Agua en venta: contra la Constitución y le tendencia global
Salónica es la ciudad en donde hay que ir para comprender cual es realmente el precio de la privatización del agua. Ya en los años anteriores se intentó algo similar. La segunda ciudad griega encabezó la resistencia contra este proyecto, desplegando protestas y propuestas (como la “iniciativa 136”, que reclama la gestión social del servicio por el medio de cooperativas de nivel municipal). Durante la movilización de trabajadores y ciudadanos se celebró incluso un referéndum.
En el día de las elecciones locales del 18 de mayo 2014, los comités por el agua pública se presentaron en lo colegios electorales con papeletas de voto y urnas. A pesar de que las instituciones habían negado el reconocimiento oficial de la consulta, más del 60% de los electores de Salónica participaron votando masivamente contra (98% de 228 mil electores) la privatización. Unas semanas después, el bloqueo definitivo llegó por el Consejo de Estado, con la sentencia 1906/2014. El tribunal, basándose en los artículos de la Constitución griega numero 5 (derecho a la salud) y 21 (deber del Estado de cuidar los ciudadanos), estableció que privatizar el agua es una contradicción con la ley fundamental del país.
“Syriza participó en esa movilización y se benefició mucho en términos electorales”, recuerda un activista. Pero no era la misma Syriza de hoy en día. El gobierno aceptó vender las dos principales compañías de agua (y todo lo demás) hace un año, firmando el memorándum y después decidiendo aplicarlo. La medida que afecta al bien más preciado es parte de los términos humillantes impuestos a Grecia por la Europa alemana: justo mientras la misma Alemania está viviendo una oleada de nuevo control público del servicio hídrico.
De hecho nueve ciudades de la República Federal Alemana, encabezadas por Berlín, pusieron nuevamente bajo control público las compañías de agua, para contrarrestar el aumento de los precios y la reducción de la calidad del servicio a la cual la privatización había llevado. Según un reporte publicado en 2015 por el Transnational Institute, más de 235 ciudades en todo el mundo recuperaron la gestión del servicio hídrico en los últimos 15 años. El modelo de la privatización ha fracasado pero, evidentemente, esto no interesa ni los acreedores, ni a las instituciones europeas.
Las medidas de austeridad impuestas en estos años tendrían que haber llevado Grecia en el camino del crecimiento económico y de la reducción de la deuda. Sin embargo lo que ha pasado es muy diferente: entre 2008 y 2016 el producto interior bruto se derrumbó más del 40% y el ratio deuda/PIB va a superar el 180% (antes de la crisis era poco más de la mitad). Por el contrario, la devastación social y política del país heleno no para, en una espiral sin fondo de la que Syriza ha decidido no salir. Mientras el partido que estaba con los movimientos sociales y en contra de la austeridad vota en el Parlamento las peores medidas de ajuste, las plazas griegas no consiguen reanimarse. El trauma de la firma del Tercer Memorándum no ha sido aún superado y la resignación parece haber remplazado la ira que quemaba las calles.
[fuente: http://www.dinamopress.it/]

Huelga de brazos caídos en la Unidad 31 de Ezeiza // Red de Cooperativas de Liberadxs

Durante la jornada del martes 25 de octubre, las mujeres que se encuentran alojadas en la Unidad 31 de Ezeiza, Sector común y Planta de Madres, comenzaron una huelga de brazos caídos, realizando además una denuncia formal contra el Jefe de trabajo de este establecimiento ante los Tribunales de Lomas de Zamora en virtud del recorte de las horas laborales.
Esta acción que hoy protagonizan las compañeras de la Unidad 31 de Ezeiza, se suma a las  ya realizadas por las mujeres del Complejo IV durante los meses de abril y septiembre, razón por la cual la Procuración Penitenciaria de la Nación acompañó el reclamo  presentando un Habeas Corpus por sus derechos laborales, al que el Juzgado de Lomas interviniente no hizo lugar, resolución que la Procuración apeló. El jueves 22 de septiembre el expediente volvió de la Cámara de Apelaciones y conforme lo resuelto por la Alzada, el juez de grado deberá dictar un nuevo pronunciamiento.
En la Unidad 31, las actividades están totalmente interrumpidas nadie sale de su pabellón en reclamo a esta situación. A esto se suma el rechazo de retirar la comida del «carro», hecho que simboliza al interior del penal  una acción colectiva contra el Servicio Penitenciario y en especial hacia la gestión de gobierno de la cárcel.
La vulneración de los derechos laborales no solamente impacta sobre sus vidas, sino también sobre sus familias  ya que ellas continúan siendo jefas de hogar, aún estando detenidas.
Una vez más las condiciones de detención vuelven a agravarse para las mujeres privadas de libertad. Cabe recordar que fue en esta misma Unidad, en Mayo del 2014,  donde todo un sector fue desplazado de su alojamiento siendo trasladado de forma violenta a otro establecimiento  de máxima seguridad en el que  existe una peor situación edilicia, entre otras irregularidades,  para que esos lugares sean ocupados por  detenidos condenados por delitos de lesa humanidad que hasta el día de hoy  utilizan estas plazas, compartiendo espacios comunes con mujeres y niños alojados en Planta de Madres, población para la que fue creada la Unidad 31.
También, durante esta semana mediante una medida de atropello similar, otro grupo de compañeras fue trasladado de la Unidad 4 de Santa Fe a la Unidad Nº 13 de La Pampa, viendo interrumpidas compulsivamente sus actividades laborales y educativas, alejándolas de sus afectos y privándolas de las visitas familiares en virtud de la distancia.
Hechos arbitrarios como los ya mencionados anteriormente se constituyen como parte de la violencia institucional que cae sobre las mujeres dentro del régimen penitenciario.
A días de #NiUnaMenos resulta urgente visibilizar las situaciones vejatorias a las que son expuestas  las mujeres privadas de libertad.
Contacto:
Compañera referente en la U31 de Ezeiza:
Esperanza:  4295 5756/3757

Contacto Red de Cooperativas de Liberadxs
(YoNoFui, Hombres y Mujeres Libres, Rancho Aparte, Limando Rejas, La Mella Cárceles, Esquina Libertad, Reverdecer)
María Medrano: 156 172 3202
Liliana Cabrera: 152 331 6716

reddecooperativasdeliberados@gmail.com 

Un mundo restringido. Comentario al discurso de Pablo Iglesias // Amador Fernández-Savater

Pablo Iglesias es, desde luego, una «rara avis» en el Parlamento español. Sus discursos van un poco más allá de las intrigas palaciegas inmediatas para tratar de dibujar algunos contornos del mundo en que vivimos. Es algo muy de agradecer. Aunque lo que se resalte mediáticamente sean los tics de estilo o los golpes de efecto, sus intervenciones pueden dar algo que pensar. A mí, por ejemplo, el discurso del jueves en la sesión de investidura me hizo reflexionar sobre los problemas de la dicotomía vieja/nueva política como eje de coordenadas para entender (en un sentido transformador) nuestro mundo.


Crisis del sistema político español
Una idea básica de la intervención de Pablo Iglesias es que estamos ante una «sesión de investidura histórica». ¿Por qué, en qué sentido? Porque en la composición misma de la Cámara se manifiesta muy claramente la crisis profunda del sistema político español nacido de la transición: el famoso «régimen del 78» y su membrana protectora, la Cultura de la Transición.
Tiene toda la razón Pablo Iglesias. En un artículo de 2013, definíamos la Cultura de la Transición (CT) como una «máquina de visión y de interpretación del mundo». Una fábrica de la percepción sobre la realidad en la que trabajan a diario periodistas, políticos, intelectuales, historiadores, creadores, expertos, etc. ¿Y qué percepción se fabrica ahí cotidianamente? La del consenso en torno al tipo de democracia surgida de la transición como único «espacio de convivencia y libertad» posible si no queremos volver a algún tipo de «caos» o de «guerra civil».
Decíamos en ese artículo que la CT es un «marco de lo posible» definido por tres características: en primer lugar, prescribe lo que se puede discutir y lo que está fuera de discusión (la arquitectura política del régimen del 78 quedaría fuera de discusión, sólo se puede discutir «dentro» de ella y de sus coordenadas); en segundo lugar, establece dos opciones básicas para todo: PSOE y PP (izquierda/derecha, progresismo/inmovilismo), con su complemento mediático correspondiente (El Mundo/ El País, la COPE/la SER, etc); y por último, determina quién puede hablar, cómo y desde dónde. Es decir, desde qué lugares se puede hablar, qué sujetos tienen derecho a ser escuchados, qué tonos y palabras hay que usar, etc.
En esta sesión de investidura se puso de manifiesto, como acertadamente señaló Pablo Iglesias, que las costuras de ese «marco de lo posible» han estallado (y seguramente para siempre). En primer lugar, hay una voz con cinco millones de votos detrás que cuestiona la arquitectura y los consensos del régimen del 78. En segundo lugar, vemos cómo el PSOE le entrega el poder al PP, dinamitando así la diferencia simbólica entre ambos. En tercer lugar, un cierto tono «plebeyo» (en los modos, los estilos y las palabras) entra con Podemos en el parlamento (aunque aquí habría que ampliar la discusión, porque esta «democratización de la palabra» sigue muy ajustada a lugares privilegiados, a especialistas y profesionales de la política, aunque sea la nueva, etc.).
Pablo Iglesias explicó en su intervención cómo el sistema político español, que fue diseñado para excluir a un tercero (por ejemplo, a una izquierda no sumisa), entra en crisis cuando ese tercero ingresa con fuerza en el espacio parlamentario y disputa el poder al bipartidismo, como ocurre ahora con Podemos. Entra en crisis también cuando las máquinas mediáticas de la CT no logran instalar ya en la cabeza de la gente los consensos de décadas estigmatizando toda voz que los cuestione (los disparates que El País se obliga a sí mismo a decir todos los días sobre Podemos no son muestra de fuerza sino de debilidad y pérdida del control sobre los enunciados, en el pasado nunca hizo falta ponerse tan nervioso). Por último, el sistema político español entra en crisis cuando «la gente pierde el miedo», dijo Pablo Iglesias. El miedo a votar por opciones políticas que son acribilladas a diario por los medios de comunicación oficiales, el miedo a votar por «el diablo con coleta».
Según el discurso del jueves, dos serían los factores que han desestabilizado los consensos y el paisaje político en el que languidecíamos desde hace décadas. En primer lugar, la plurinacionalidad de España, manifiesta en los resultados electorales pero ignorada e incomprendida aún por la «triple alianza» formada por PP, PSOE y Ciudadanos. En segundo lugar, el 15M. Aquí sería posible abrir otra discusión, porque aunque el independentismo catalán haya tenido desde siempre una base cultural y política importante, el repunte que tiene ahora le debe mucho al rechazo del sistema político español. Es la  «capitalización identitaria» de un malestar (por la aplicación despiadada de las políticas de austeridad, la corrupción y la represión) que se había expresado primero en las plazas de otra forma. Ese «independentismo no nacionalista» es clave para entender el empuje que tiene el «procés» en Catalunya.
Pablo Iglesias citó la presencia electoral decreciente («marginal») de los partidos del 78 en Euskadi y Catalunya, la realidad de las grandes ciudades y de los menores de 45 años como los índices de una transformación en curso. «El tiempo pondrá a cada uno en su lugar». Es decir, el régimen del 78 y la CT se mueren de viejos y Podemos (En Común, confluencias) encarnan lo nuevo que viene y se impondrá más pronto que tarde.
Vieja y nueva política
El eje fundamental del discurso de Pablo Iglesias fue por tanto la tensión entre vieja y nueva política. Es aquí donde me gustaría detenerme ahora. Porque, más allá del discurso del jueves, ese es el marco de coordenadas que se ha instalado para pensar la política desde que lo electoral-institucional pasó a primer plano a lo largo de 2013, tras el debilitamiento del movimiento 15-M (lo que llamamos el «eclipse de Sol»). Quisiera señalar tres límites importantes de este marco discursivo. Tres reducciones que opera en nuestra comprensión-acción de los desafíos políticos a los que nos enfrentamos.
— En primer lugar, el encierro en la cuestión nacional. En los últimos 30 años, se ha construido un orden global que articula (jerárquicamente) Estados, instituciones supraestatales, multinacionales y capital financiero. La política de los Estados ha quedado completamente subordinada a la mera gestión de las necesidades y los efectos de ese orden global en un territorio y una población concreta. Es lo que venía a decir a las claras Mariano Rajoy cada vez que anunciaba un nuevo recorte en la pasada legislatura: «No hay margen de maniobra posible».
La política estatal no es una «pobre víctima» de esta situación, sino que más bien ha sido un «agente activo» en la construcción de este nuevo orden global. De alguna manera se ha disparado en el pie, porque su autonomía (y, por tanto, su propia legitimidad y credibilidad) se ha reducido drásticamente. Por ejemplo, por mucha retórica sobre la importancia de la nación o de la soberanía popular que se utilice, basta con un telefonazo desde alguna institución supranacional para que se tenga que modificar la «sagrada» Constitución con alevosía y nocturnidad, como hizo Zapatero en su día cavando así su propia fosa política.
Sin embargo, el eje vieja/nueva política vuelve a poner en el centro la toma del poder político y el Estado como lugar privilegiado de acción, pasando de puntillas sobre las consecuencias que podríamos extraer de lo ocurrido con Syriza. La vía estatal tiene sus propios «techos de cristal» y no son menores. Este recentramiento de la estrategia en torno al poder político explica también la necesidad de Podemos de resignificar lo «nacional» como identidad común. Es la insistencia (¿un poco artificial?) de Pablo Iglesias en la retórica de «España», «lo español» y «la patria».
Creo que la geografía política local-global que nos proponían los «movimientos de las plazas» (Tahrir, Occupy, 15M, etc.) era más compleja e interesante y un poco más a la altura del mundo en que vivimos y sus posibilidades de transformación. El 15M cuestionaba la CT (las posiciones izquierda/derecha, la cuestión nacional como central, etc.) precisamente porque se trata de un marco reductor que nos impide asumir los problemas que nos plantea nuestra inscripción en un orden global en el que compartimos un único mundo común, la interdependencia es la regla general y todos somos «afectados» (para bien o mal) de lo que ocurre más allá de las fronteras nacionales.
Para el 15M, se trataba de «suspender» o «salir» del marco estrecho de coordenadas de la CT, como pasó cuando la gente de Madrid salió a la calle para expresar su solidaridad con las personas desalojadas brutalmente de Plaza Catalunya al grito de «Barcelona, no estás sola». Se trataba de inventar nuevas formas abiertas de nombrar la identidad común como «indignados» o «somos el 99%». Se trataba de dibujar una nueva geografía política (resonancias entre los distintos movimientos de las plazas, etc.) que trascendiese las fronteras que encierran nuestra imaginación y nuestra sensibilidad en un marco estatal-nacional, cuando las fuerzas que configuran hoy la realidad lo desbordan por todos lados. 
— En segundo lugar, el estrechamiento en la misma manera de interpretar los movimientos recientes . «La gente que salió a la calle el 15M quería orden e instituciones que funcionasen bien», dijo ayer Pablo Iglesias muy en consonancia con los discursos que podemos escuchar a menudo desde Podemos. Me parece que ese acercamiento tan instrumental («lo que quería el 15M es algo como Podemos»), limita nuestra comprensión de lo que se puso en juego entonces.
En la política de las plazas se quería (y se practicaba) una política al alcance de cualquiera, igualitaria no delegativa, no monopolizada por «los que saben» (sean expertos nuevos o viejos). En la política de las plazas se querían (y se practicaban) formas de acción y participación acogedoras e inclusivas, no fracturadas por las luchas de poder internas típicas de los partidos, incluidos los nuevos. En la política de las plazas se quería (y se practicaba) una política vinculada a la vida, a sus territorios y condiciones, a sus ritmos y problemas, no puramente espectacular-mediática o subordinada al calendario oficial.
El eje vieja/nueva política deja fuera del campo de visión la necesidad de inventar formas de hacernos cargo de los asuntos comunes que no pasen necesariamente por la representación-delegación. No nos permite pensar e imaginar lo que más necesitamos quizá hoy: no sólo un cambio de política y de políticos, sino un cambio en la relación misma con la política. La fuerza del 15M consistió básicamente en esa experiencia viva de otra política y de otra democracia, no en la demanda de unos buenos representantes para poder volver a casa tranquilamente con nuestra vida privada.
— Por último, el empobrecimiento de nuestro análisis sobre el neoliberalismo . Hemos inflado demasiado la importancia de la CT. La cultura que marca de manera más intensa nuestra vida cotidiana es la «cultura neoliberal» que nos propone una relación de «gestión empresarial» con la realidad, con los otros y con nosotros mismos. Es esa cultura neoliberal la que nos presiona a diario hacia la individualización de nuestra relación con el mundo, hacia la competencia como principio de relación con los otros, hacia la superación indefinida de uno mismo como objetivo constante (como «empresarios de nosotros mismos», como gestores de un «capital humano» o una «imagen-marca» que rentabilizar). 
El eje vieja/nueva política tampoco nos sirve para entender esto. Por ejemplo, según el discurso de Pablo Iglesias la esperanza está en «las grandes ciudades» y en «los menores de 45 años» que ya no votan a los partidos del 78. Son lo nuevo y, por tanto, lo bueno. Pero, ¿no es justo en las grandes ciudades y entre los menores de 45 años donde la presión de la cultura neoliberal es más fuerte? «Ya no hay miedo», dice Pablo Iglesias. Quizá no haya miedo a los tanques franquistas, pero respecto de muchas otras cosas la nuestra es una de las sociedades más temerosas de la historia. Miedo a quedar fuera en la carrera constante por salir adelante, miedo al agujero negro de la soledad y la miseria.
Según el discurso de Pablo Iglesias, parece que el neoliberalismo es algo que tiene lugar «desde arriba»: políticas de austeridad, recortes y desregulación. Es una visión muy limitada, puramente negativa. El neoliberalismo no es exactamente un «régimen político», sino un sistema social que organiza la vida entera. No se trata de un «grifo» que derrama hacia abajo sus políticas y que podemos cerrar conquistando los lugares centrales del poder político, sino una dinámica que nosotros mismos reproducimos en mil decisiones cotidianas. No se impone simplemente por miedo o coerción, sino porque propone formas de vida deseables
Acabo. El discurso de Pablo Iglesias fue muy bueno, pero no lo comparto. Nos encierra en un mundo reducido. La realidad que nos afecta realmente desborda por todos lados la estrecha dicotomía viejo/nuevo. Es preciso y urgente activar otra imaginación política. Con todas sus insuficiencias, límites e ingenuidades, las plazas del 15M abrieron esa posibilidad: inventar otras identidades colectivas (más allá de la pertenencia nacional), ensayar otras posibilidades de participación y co-implicación en los asuntos comunes (más allá de los partidos y la simple toma del poder), plantear un desafío al neoliberalismo encarnado en la misma materialidad de la vida que llevamos (un desafío que que no se puede delegar en Pablo Iglesias, Errejón o quien sea). La tarea ahora es retomar esas posibilidades y prolongarlas, con nuevas formas de hacer y decir, irreconocibles incluso con respecto a las que conocimos el 15M.  La salida meramente «política» de la crisis civilizatoria que atravesamos es muy estrecha y finalmente ni siquiera es una salida.
[fuente: http://www.eldiario.es/]

Pacheco, un revolver peronista y salvaje // Esteban Rodríguez Alzueta

El peronismo es una tarea pendiente, un rompecabezas que no encaja, por eso todo el tiempo lo estamos intentando otra vez. Una re-escritura interminable. Siempre le están faltando o sobrando piezas. Alguna vez dije que el peronismo era como el tren fantasma, que llevaba a la mujer maravilla pero también a Drácula, el hombre lobo, al cuco. Una anomalía, nos recuerda Mariano Pacheco, es decir, un cuerpo hecho con restos de otros cuerpos. El peronismo es un movimiento, y como todos los movimientos, suele ser muy generoso. Todos tienen el derecho a llamarse peronistas, a pasar por el peronismo, aunque sólo sea en algún momento de su vida; todos tienen el derecho a saber en carne propia qué es aquello tan íntimo e indescifrable que llamamos “peronismo”; o mejor dicho, todos tenemos el derecho de estar para saber qué se siente ser peronista.
El peronismo es un punto de vista afectivo de la Argentina, una manera de sentir al otro, de ponerse en el lugar del otro, de dejarse afectar por los otros y, por añadidura, de pensarlos también. Se sabe, en el peronismo, el viejo axioma cartesiano se reescribe de la siguiente manera: siento luego existo. Si no lo siento no lo puedo pensar. Para pensar hay que sentir. Por eso se sigue cantando que el peronismo es un sentimiento. Ya lo dijo Evita, en una frase que constituye uno de los grandes chistes que supo enfurecer a la gorilada: La razón de mi vida es el sentimiento que el pueblo tiene por Perón.
Perón llamaba a todo esto “la comunidad organizada”, pero en realidad se trataba de un quilombo mayúsculo que no siempre se podía cerrar con una decisión oportuna. Quilombo!, otra palabra que formaba parte del vocabulario diario de Perón. Un quilombo con la capacidad de quilombificaral país. Los que han leído su correspondencia con Cooke saben de lo que estoy hablando y los que no lo hicieron todavía los invitamos con Pacheco a que lo hagan. Por eso el bricollage es un método para pensar ese pasticheque llamamos “peronismo”. El peronismo es una gran collage. Por eso me gusta la tapa del libro de Pacheco: un revoltijo, un revolver peronista y salvaje.
El peronismo no es un hecho literario, pero no hay duda que moviólas aguas en el campo de la cultura. No voy a decir que fue un parteaguas, pero las revolvió. El peronismo es el revulsivo del mundo académico. A primera vista se lo presenta como su contrario. Sucede que el antiperonismo confunde la química peronista con el anti-intelectualismo. El peronismo es una forma de pensamiento salvaje. Ya lo dijo el viejo Levi-Strauss: “lo propio del pensamiento mítico es expresarse con ayuda de un repertorio cuya composición es heteróclita y que, aunque amplio, no obstante es limitado.” “Todos esos objetos heteróclitos que constituyen su tesoro, son interrogados por él para comprender lo que cada uno de ellos podría significar…” En ese sentido, Pacheco se presenta como un bricolluer, “capaz de ejecutar un gran número de tareas diversificadas” con los elementos residuales preconstreñidos que colecciona y utiliza a piacere. Sigo citando a Levi-Strauss porque me parece que lo que hace Pacheco con el acervo peronista-antiperonista es lo que hacen los bricoleurs: Lo propio del pensamiento salvaje, dice, “consiste en elaborar conjuntos estructurados, no directamente con otros conjuntos estructurados, sino utilizando residuos y restos de acontecimientos, (…) sobras y trozos, testimonios fósiles de la historia de un individuo o de una sociedad.” Porque el peronismo, como los universos mitológicos, escribía también Franz Boas, “están destinados a ser desmantelados apenas formados, para que nuevos universos nazcan de sus fragmentos.”
León Rozitchner dijo que “de alguna u otra manera, todos somos peronistas”. Incluso Pacheco, que ahora dice ser un leninista deleziano. Porque a diferencia del leninismo, en el peronismo se puede leer a Lenin y a Deleuze sin tener que rendir cuentas a nadie. Mientras que en el leninismo no hay lugar para la disidencia, cualquiera que se corra de la línea correcta será considerado un sectario y expulsado o deberá fundar su propio grupo de estudio. Mientras que en el peronismo cada cual puede formar su propia agrupación en torno a una de las verdades peronistas o una interpretación de una de esas verdades. Porque en el peronismo nadie está en la verdad, siempre estamos en el error, es decir, las verdades son siempre a medias. Esta tampoco es una idea mía, se la escuche una vez a Horacio González cuando reclamaba una lectura piadosa de su sinuosa trayectoria peronista frente a nosotros, cuando éramos sus ayudantes, que no parábamos de formular preguntas teñidas de reproche. Una idea que la volví a leer en “Las transformaciones del justicialismo”, un libro del historiador Steven Levitsky, que me recomendó Jerónimo Pinedo. Levitsky señala que el movimiento peronista se caracteriza por su bajo nivel de rutinización formal, que flexibiliza las estructuras garantizando la autonomía de los distintos subgrupos para operar al margen de las burocracias eventuales. Por eso se podía seguir siendo peronista con Blanco o con Rucci, o a pesar de Lorenzo Miguel, o peor aún, con Isabelita, López Rega y el mismísimo Perón, con Luder o Saadi, con Menem, con Duhalde o Soria, con Scioli, De la Sota o Massa. Dice Levitsky: “Esta disociación entre la conducción y las organizaciones de base brinda al PJ una importante ventaja en la competencia electoral, ya que permite a la conducción perseguir estrategias electorales orientadas al exterior, dirigidas a los votantes independientes, mientras las organizaciones de base siguen trabajando hacia el interior y apuntan a captar los votos peronistas tradicionales. En otras palabras: mientras las organizaciones de base prestan atención al ámbito de identificación, los dirigentes del PJ poseen relativa libertad para salir en busca de votos en el ámbito de competencia”.
Sabemos de memoria que el peronismo es el lugar de la lealtad, pero sabemos también que es el lugar de la traición. No hay nada más peronista que la traición, y también la adulación de los obsecuentes. Porque en el peronismo se confunde la obediencia debida con la lealtad. Una lealtad que tiene la duración del mandato exitoso, porque como me dijo alguna vez Gonzalo Chaves: “en el peronismo, el que pierde, es un traidor”. Los traidores son los peronistas que no saben perder, que no quieren esperar. La lealtad está hecha de tiempo, necesita tiempo. Mientras que la política real está hecha de urgencia. La lealtad consiste en saber esperar, es decir, aprender a no desesperarse. La historia no empieza ni termina con uno. Pero las aspiraciones personales, que en el peronismo se confunde con la vocación de poder, necesitan de las continuas confabulaciones internas que serán –si lo sabremos!- más encarnizadas que las otras.
El peronismo sigue siendo el hecho maldito del país clasemediero que contribuyó a realizar con su prepotencia de trabajo. Porque…, ¿qué es la clase media sino otro de los inventos peronistas? La clase media es la expresión de la movilidad social, es decir, del salario mínimo vital y móvil, del consumo para todos. Un hijo descarriado que tarde o temprano renegará de su origen y estará dispuesto a practicar el parricidio. Porque ya sabemos que el consumismo no genera conciencia social sino más ganas de consumir. Del consumismo nunca se sale por izquierda. El consumismo de la clase media empuja el país a la derecha, y también al peronismo. He aquí uno de las contradicciones peronistas irresolubles, según parece: una serpiente que se muerde la cola. Por eso me gusta la corrección que hizo Martín Rodríguez a la frase de Cooke que cita Pacheco en varias oportunidades: la clase media es el hecho maldito del país peronista.
Pacheco escribe rápido y lee más rápido todavía. Piensa en voz alta. Luego busca otra caja de resonancia para convidar lo que escribe y lee. Pero también lo que conversa. Y luego sale a militar lo que publicó. A veces buscando aliados, otras veces ladrando solo. Porque Pacheco es un gran conversador también. Aprendió del peronismo: solo se puede hacer política con la comunidad de amigos. Encuentra en la amistad un punto de apoyo para pensar en voz alta. Hay una gimnasia en Pacheco que aprendió en su militancia previa. Pero aquello que lee y escribe, y luego milita y discute, está sobredeterminado por su peronismo intempestivo. Porque lo que Pacheco nos está diciendo es que el peronismo es mucho más grande que la masa del pueblo que lo integra y por supuesto, que los dirigentes que quieren representarlo. Está hecho también con novelas, cuentos y poesías; con programas de radios, películas y sketch de televisión. No todas fueron piezas celebratorias. Están las que se encargan de denigrarlo, denunciarlo, llevarlo hasta los estrados judiciales, expulsarlo o proscribirlo. Estos relatos son igualmente importantes, porque siguen siendo el insumo secreto del peronismo. Mientras siga habiendo antiperonismo hay peronismo para rato. El gorilismo de la derecha, pero también de la izquierda, no es su impugnación, sino la oportunidad para multiplicarlo. Me sucede muy a menudo, y a Pacheco también: Frente al gorilismo propalado por los medios empresariales o unos cuantos referentes militantes de izquierda (que tienen la virtud no declarada de coincidir con la derecha), nos sorprendemos defendiendo al peronismo otra vez, no nos queda otra que seguir siendo peronistas. Y que conste que no hablo de “peronismo coyuntural”, como dice mi amigo Daniel Badenes, sino de peronismo estructural. El peronismo coyuntural es una discusión que tendrá lugar en cada coyuntura electoral, mientras que el peronismo estructural o mágico, es un peronismo salvaje o silvestre, como le gusta decir a Pacheco, un peronismo que, como los yuyos, sigue creciendo desde abajo, en tierra árida, desconectado de los figurones eventuales.
Pero de la misma manera que el gorilismo es necesario para el peronismo, su fetichismo, la repetición vacía y calcada, es una de sus peores versiones para proyectarse. El tradicionalismo le alcanza para que nadie saque los pies del plato, pero a veces ni eso. Por eso Pacheco aconseja con Passolini: “no hay que abandonar la tradición a los tradicionalistas”, es decir, hay que defender al peronismo de los peronistas.
Pero quiero volver sobre una frase que subraye recién: “peronismo intempestivo”. Porque el peronismo estructural que practica Pacheco es una invariante histórica. El peronismo es el significante flotante de la política Argentina, la argamasa de la hechura argentina. El peronismo tiene la capacidad de juntar aquello que está disperso. No lo hace por su vocación pragmática sino porque habla el lenguaje de los afectos primordiales. Es amor y odio, pero también es piadoso y a veces demasiado piadoso. El peronismo irrumpe en la escena contemporánea y pone las cosas patas para arriba para volverlas a poner patas para abajo y a veces, para sentar en la mesa a su peor enemigo. El peronismo es el desquicio de la historia Argentina. Suele sacarnos de la historia para volver a ingresar a ella con otro ímpetu. Y cuando lo hace será una gran aspiradora con la capacidad de devorarse todo aquello que, por sí mismo, no tiene capacidad de articulación alguna. Porque eso es el peronismo, una manera de articular lo que no se sabe, no se quiere o no se puede articular.

Termino: el peronismo puede ponerse de moda pero nunca se dejará atrapar o estabilizar del todo. Al menos mientras siga habiendo antiperonismo. Ni siquiera los tradicionalistas han podido fijarlo de una vez y para siempre. Parafraseando a Cortázar diremos que el peronismo son otros 62 modelos para armar. Y Pacheco, en “Cabecita negra”, recordando su origen plebeyo, arma su propio rompe-cabezas.

“Creo que sería productivo pasar de lo político a la politización» // Entrevista a Santiago López Petit


Santiago López Petit (Barcelona, 1950) es un filósofo que toma una posición clara, honesta y profundamente radical ante la vida y la política. ¿Cómo se puede impugnar la realidad? ¿Qué significa «querer vivir»? ¿Cómo se traducen estos planteamientos en prácticas políticas concretas? Profesor de Filosofía de la Universidad de Barcelona, sus clases eran un refugio para militantes y activistas de la izquierda de la izquierda, cuando ser anticapitalista no estaba de moda. Por sus clases han pasado muchos protagonistas de la «nueva política». Hablamos con él de filosofía, del 15-M y los nuevos partidos, entre otras cuestiones.

Algunos analistas políticos, como Enric Juliana, dicen que vivimos tiempos interesantes. ¿Qué piensa?

El concepto ‘tiempos interesantes’ aplicado aquí no me parece muy adecuado. ¿Para quién son interesantes? ¿Por qué son interesantes? De hecho, te ponen en la situación de espectador. Es cierto que parece que se ha terminado la huelga de los acontecimientos y que pasan muchas cosas. Pero la pregunta entonces sería hasta qué punto los acontecimientos son portadores de una novedad radical, hasta qué punto vienen cargados de futuro. Yo tengo una sensación dividida. Hay momentos en que pienso que sí, que realmente son momentos históricos, que el bipartidismo en España está hundiéndose, que la gente está organizada en todas partes y, por ejemplo, hay más ateneos, más interés por la cultura.

Pero, por otra parte, desde otro punto de vista, tengo la impresión de que no es así; que estoy viviendo, al igual que otros miembros de mi generación, la repetición de una historia ya conocida, de un teatro, de una comedia que realmente no abre espacios posibles, sino que repite una historia ya sabida, un mero cambio de élites. Estoy con un pie a cada lado. De hecho, el proverbio chino que dice «¡Que vivas tiempos interesantes!» es una maldición. Quiere decir que vivas tiempos problemáticos. En este sentido, desde mi punto de vista, ojalá viviéramos tiempos problemáticos. Tiempos que nos permitieran  ir al fondo de las cuestiones esenciales.

Dice que estamos ante una comedia que se repite. Hablemos de su trayectoria. Comenzó a militar políticamente en los años setenta.

Yo estudiaba Químicas en la Universidad de Barcelona y un día vino a la facultad el militante autónomo José Antonio Díaz Valcárcel a dar una conferencia sobre el Primero de Mayo. Su discurso era completamente diferente del que conocíamos. En ese momento había grupos trotskistas, pro-chinos o Bandera Roja, que representaban la izquierda tradicional, más o menos heterodoxa. En realidad defendían el mismo partido leninista de siempre concebido por Lenin en su libro ¿Qué hacer?. Aunque bajo versiones diferentes se trataba de una estructura jerárquica y verticalista hacia dentro. Mientras que hacia fuera la estructura jerárquica se ejercía sobre  la clase trabajadora que permanecía  sometida al partido, el partido al comité central, y, finalmente, éste al líder. José Antonio Díaz Valcárcel me enseñó que había en Barcelona otras formas de organización, asamblearias y autoorganizadas. Mi entrada en la política fue apoyando este tipo de movimiento que no era la izquierda hegemónica.

En el libro Crítica de la izquierda autoritaria en Cataluña, ahora reeditado y actualizado, explica que fueron las prácticas y las formas de organización de las formaciones leninistas las que les hicieron buscar otras formas de militancia. ¿Cuál era la problemática?

La idea central del libro era desmitificar el modelo leninista que antes he comentado. No lo queríamos hacer oponiéndolo a otra tradición como, por ejemplo, el anarquismo, y entrar así en una discusión de libros, sino mostrando, por ejemplo, cuál era el valor de la teoría política dentro de las organizaciones: la gente creía que tú participabas en una organización política si estabas de acuerdo con su programa político,  con su concepción de la sociedad futura. Nosotros, fruto de la experiencia personal y de los testimonios recogidos, llegábamos a la conclusión de que la gente participaba en una organización concreta por afinidades personales, por proximidad e incluso por cuestiones amorosas.

Desmontamos unas grandes verdades fetiches. La clandestinidad era la gran excusa para estas élites para controlar la organización, ya que incomunicaba las células y sólo los dirigentes conocían toda la información y no permitían hacer grandes asambleas. De esta manera, cortaban la comunicación interna y separaban a intelectuales y obreros para evitarse problemas. El papel del líder era clave. Y, por ejemplo, describimos detalladamente como el líder intelectual utilizaba al líder obrero para llegar a las masas. Lo que nos movió era una idea que sigue siendo válida ahora: los medios que utilizas para alcanzar una sociedad diferente deben estar prefigurados ya en esta sociedad. El núcleo del pensamiento dialéctico lo afirma de la siguiente manera: si quieres llegar a una sociedad libre, debes ser libre ya antes. Con un partido leninista, esto era imposible.

¿Podríamos decir que fuerzas como Podemos siguen una estrategia leninista?

En cierto modo, sí. La nueva política ha puesto otra vez en el centro la idea de la dirección política. El partido leninista pone en primer plano la necesidad de dirigir políticamente a las masas, los trabajadores; ahora dirán la gente decente. Se trata siempre de una idea de dirección política externa al mismo movimiento. Esta dirección siempre implicará la creación de una  burocracia. El grupo Socialismo o Barbarie en Francia mostró muy bien que  una de las principales consecuencias de este modelo consiste en separar dirigentes de dirigidos, en definitiva, los que piensan de los que meramente ejecutan.

¿Qué papel tuvo la izquierda autoritaria en la Transición?

Creo que no vale la pena perder mucho tiempo criticando la Transición. Durante años éramos muy pocos los que la criticábamos, y ahora, de repente, son muchos los que  atribuyen a la Transición ser la fuente de todos los males. Recuerdo hace un par de años el sociólogo Salvador Giner criticando la Transición en una conferencia donde también estaba Pasqual Maragall, cuando son gente que participó en todo esto. La Transición es muy fácil de explicar: en un momento determinado, la fracción del capital inteligente se da cuenta de que la dictadura no les sirve y es débil. La naturaleza represiva de la dictadura politizaba cualquier acto, cualquier reivindicación.

Por ejemplo, recuerdo cómo la lucha por un semáforo en Hospitalet derivó en un problema de orden público. Como estructura política era inservible, ya que, en lugar de apaciguar, multiplicaba los conflictos. Y, en un momento dado y ya en plena dictadura, los sectores reformistas del capital que perciben la dictadura como un obstáculo se encuentran con el reformismo obrero. Y ambos reformismos se encuentran en contra de lo que se les escapaba, lo que podemos llamar movimiento autónomo, o autonomía obrera. En la Transición hubo más conflictos que durante la Revolución Rusa. Es impensable para la gente joven de ahora comprender lo que sucedió en aquella etapa de nuestra historia: conflictos permanentes en las fábricas, en las universidades, en los barrios, en todas partes. Había un contrapoder difuso que se extendía, y había que acabar con él. Los Pactos de la Moncloa, el pacto social, son la escenificación de este encuentro entre los dos reformismos. No es una cuestión de traición, no se debe personalizar este proceso.

Hay muchos que cambian de chaqueta; pero, si hubiera sido sólo una cuestión de traición, el movimiento habría continuado hacia adelante y la derrota no se habría planteado como victoria, que es lo que ha acabado ocurriendo. La clase trabajadora entendió en un momento dado que ante ella se abría un abismo, y prefirió dar un paso atrás: convertirse en un grupo de presión dentro del mismo sistema. Pronto pagaríamos cara nuestra derrota, y el neoliberalismo comenzó la progresiva desarticulación política, económica y social de la clase trabajadora. Cuando un joven hoy va a buscar trabajo y se encuentra la situación actual de precariedad y de explotación es porque hace muchos años, cuando aún no había nacido, perdimos.

¿Cuál sería el momento concreto en que se da esta desarticulación, esta derrota?

Depende de cada país. En Italia en 1977, tal y como explicó Nanni Balestrini, 30.000 personas pasan por la cárcel. Esto marca un antes y un después. En París, con los acuerdos de Grenelle, los trabajadores aceptan unos aumentos salariales elevados y la tranquilidad vuelve a las fábricas. En el caso de España, podemos decir que los Pactos de la Moncloa suponen el momento en que se saca la política de la fábrica y se lleva al Parlamento. Es la institucionalización de la rendición. En el caso de España, me gusta hacer un punto de autocrítica. Nos faltó inteligencia para verlo: estábamos tan metidos dentro de esta ola intentando llevar más allá el movimiento autónomo que quizás, si lo hubiéramos visto más claro .. Bueno, tampoco sé que habríamos hecho. Prepararnos mejor para lo que venía. Acumular fuerzas para detener la humillación que se avecinaba. Intentamos empujar un movimiento en el que creíamos lo más lejos posible.

La derrota de la clase obrera, y de todo lo que representaba, no se ha explicado aquí. Quizás aquí nos ha faltado esa mirada.

Nosotros desde Espai en Blanc, a posteriori, hemos hecho una película, Autonomía Obrera. Unos amigos hicieron Setenta y dos horas, pero poco más. Nos faltó inteligencia para prever el ataque neoliberal. Cuando desde el movimiento autónomo veíamos como la clase trabajadora, en cierta medida, retrocedía, algunos entraron en Herri Batasuna, otros entramos en la CNT … Hubo como una especie de explosión. Yo mismo entré en la CNT, no siendo anarcosindicalista de tradición, pensando que mediante esta estructura histórica renovada se podía alargar un poco un ciclo de luchas que se estaba agotando.

También hubo quien pasó al PSC. Quizás fueron estos gestos los que hicieron que la balanza fuera decantándose y que el movimiento obrero se desmovilice.

Es difícil precisarlo. Los hechos de Vitoria, con todos los muertos que se produjeron, no generaron una gran huelga de protesta. En ese momento, una serie de gente tuvimos la tentación de la lucha armada, nos aproximamos a ella, la observamos y vimos que íbamos a que nos matasen y desestimamos esa opción. Y otros, en el mismo momento, apostaban por entrar en el PSC y hacer una tendencia autogestionaria dentro. Algunos de este sector llegaron a asumir responsabilidades políticas importantes, como Enric Truñó, compañero mío del sector químico que terminó como concejal del PSC organizando los Juegos del 92. No sé lo que te lleva a decidir qué camino tomar. No es el hecho de ser más o menos radical. En el sector autónomo hubo un grupo pequeño de gente que creyó de buena fe que se podía hacer algo entrando en el PSC. Y en el famoso mitin de este partido en el Palacio de Deportes hablaron de anticapitalismo y de autogestión. Progresivamente fueron a parar hacia el final de la lista electoral hasta que desaparecieron. Personas de este sector se dejaron deslumbrar: te daban una tribuna, reconocimiento público de todo tu pasado… De no tomar esta opción, quedabas arrinconado, como yo. La filosofía es lo que me salvó, ya que pude pensar filosóficamente todo lo que había pasado. Había creído que cambiaríamos el mundo, y de repente, estaba solo en casa. Y comenzó una larga travesía de soledad.

Centrémonos en esta travesía. En los ochenta es muy dura, en los noventa se dulcifica un poco con la okupación y el zapatismo.

Es un periodo largo de soledad amarga. Pero a la vez los autónomos teníamos la dolorosa satisfacción de ver que nuestra crítica a la izquierda autoritaria y hegemónica se había corroborado: la gente deja las organizaciones, se hunden los partidos, las asociaciones de vecinos permanecen pero ya como simples tentáculos de las instituciones. Es una victoria desde el punto de vista del análisis, pero personalmente amarga. En 1994, con el zapatismo, surgen nuevas formas de hacer política. Después se irán acumulando diferentes ciclos de movilizaciones: la okupación, la antiglobalización, el movimiento contra la guerra de Irak. Resumiendo, creo que la novedad en la forma de hacer política es que, por unos momentos, no se tiene en cuenta la correlación de fuerzas. Las luchas de estos ciclos pasan a ejercer un desafío directo, a poner el cuerpo. Un ejemplo son las contracumbres de la década de los 2000 y su determinación radical de imposibilitar la celebración de la cumbre. El discurso podía ser un poco humanista pero la práctica era absolutamente radical.

Hay quien diría que esto era sólo el comienzo de un proceso político más largo que evolucionará hacia la correlación de fuerzas.

Tomando el caso del 15-M, se ve muy bien eso que estás diciendo, ya que representa esta nueva manera de hacer política que consiste en interrumpir la vida cotidiana y decir basta. En este caso, se hizo desde la inteligencia colectiva y con la convicción de que el espacio puede ser una palanca. Ocupar una plaza es usar el espacio para poder expresar el malestar. El gesto radical de la ocupación de la plaza abre un espacio del anonimato. Me interesa remarcar que se trata de un espacio del anonimato, ya que esto es lo que se ha ido perdiendo con la «nueva política».

En las plazas no íbamos ni como trabajadores ni como ciudadanos; íbamos como singularidades. Como un cuerpo que decía: no quiero más eso, quiero vivir. En este sentido, hablo de una política diferente. Una política que significaba poner el cuerpo. El espacio del anonimato era el lugar donde se tomaba la palabra y se perdía el miedo. ¿Qué pasó? Porque yo soy el primero en reconocer el límite de este gesto radical. ¿Por qué la politización de la existencia que se dio allí se detiene? Es complicado contestar. Creo que la respuesta es que el 15-M y este tipo de politización de la vida, de la existencia, es demasiado romántico. En el 15-M nos faltó más rabia y más estrategia.

Desde la nueva política lo que se ha hecho es traducir en términos políticos el 15-M, pero este ya era político.

Como antes he dicho, aquí tampoco es un problema de traición. Es evidente que había gente interesada en traducir políticamente la fuerza del anonimato que se les escapaba. Pero también es verdad que el 15-M se convirtió en un espejo de la misma sociedad. Un hecho que lo muestra claramente es un día que llegué a la plaza de Cataluña y había una mesa en la entrada donde te preguntaban dónde querías ir según tus intereses: economía, ecología, espiritualidad… Esto es lo que nos hundió. Es decir, convertir en temas lo que era un grito colectivo. De repente, ya no sabíamos por qué estábamos allí, lo habíamos convertido en temas que expertos serían los que los tratarían. De hecho, la nueva política no es más que una nueva forma de tematizar, y por tanto de apropiarse, de lo que inicialmente era un grito colectivo.

¿Cree que era posible que con esa estructura se pudiera ir más allá?

Una de las frases centrales del 15-M era aquella de «Vamos despacio porque vamos lejos», y esto significaba una relación diferente con la política. Significaba la politización de la existencia. ¿Cómo se podía sostener este grito? Creo que sólo construyendo una posición en un campo de guerra. El problema es que construirla es sobre todo una apuesta colectiva. ¿Cómo se pueden mantener abiertos los espacios del anonimato?

Es muy difícil porque estamos en una sociedad capitalista, porque tenemos familia, porque a las 12 de la noche se acababa el metro, porque los que teníamos hijos teníamos que regresar a casa, etc. No puedes estar siempre militando activamente todas las horas del día. Por otro lado, éramos muy pocos. Cuando bajabas al metro, veías otra ciudad. La respuesta a tu pregunta sería: el espacio del anonimato, el gesto radical que son la expresión del querer vivir. No sé cómo se puede mantener este grito, sinceramente. Puedo decir grandes frases, pero de hecho a mí mismo, si me hicieran ir cada día a una asamblea de vecinos aquí en el barrio, no sé si iría. Seguramente preferiría quedarme en casa leyendo un libro.

En el caso de Cataluña, a la nueva política se añade el crecimiento del independentismo. Se pasa de la proclama de «lo queremos todo» a aceptar la política institucional como herramienta para gestionar la vida y la realidad.

El 15-M, la ocupación de las plazas, abre un vacío. Es un periodo de experimentación política y vital, pero no sabemos mantener abierto este espacio. Este vacío que se crea será llenado por dos discursos tradicionales, la nueva política y el independentismo, que plantearán una politización desde el Estado. Traducir en el lenguaje político lo que se escapaba: la fuerza del anonimato, el gesto desafiante, etc. En el caso de la nueva política, es más interesante lo que sucede. La nueva política se engaña y nos engaña porque presupone la autonomía de lo político. Y no es así. El subsistema político, con su código gobierno/oposición, no tiene autonomía respecto a una realidad que se ha hecho plenamente capitalista.

¿Cómo ha visto la emergencia de fuerzas políticas nuevas, como Podemos, o no tan nuevas, como la CUP?

La CUP es tragicómica, y Podemos, directamente, cínico. La CUP está atravesada por una tragedia como tal: que si se institucionaliza, que si unas gotas de anticapitalismo… Asimismo es una comedia como vimos en la asamblea aquella donde empataron para decidir el futuro político de Artur Mas. Pero en el caso de Podemos ya es falsedad. Tiene una concepción de la política patética y autoritaria. Cree que todo pasa en el discurso, y que basta con un buen relato para ganar cuotas de mercado. Es una mezcla de Lacan y de posmodernismo francés.

No me dan ninguna pena ahora que parecen perdidos. Con Podemos, el gesto radical termina en pura gesticulación. Es el espacio del oportunismo y del cinismo. En la CUP todavía hay algo de verdad. En cuanto a los otros, no son creíbles. Un día, hablando con Raimundo Viejo [ahora diputado en el Congreso de En Común Podem], le dije: «Vosotros no tendréis tiempo de traicionarnos porque todo pasa demasiado deprisa, todo se quema demasiado deprisa. A vosotros os dan espacio para crear más confusión, desanimar a la gente y ya está». Él me contestó: «Totalmente de acuerdo. Preparemos juntos el fracaso». Pero no nos hemos visto más.

¿Y no se puede hacer nada?

Al final del prólogo del libro planteo algo que creo que todavía es válido. En un momento determinado se puede optar por dar un paso adelante y decidir pactar con el PSC, en el caso de BComú, o con CDC, en el caso de la CUP, o bien se puede parar y afirmar públicamente que no hay nada que hacer. En otras palabras: hacer una interpelación colectiva. Esta interrupción, esta toma de posición, dentro del mismo sistema político es impensable. Llegar a este punto sería el que daría verdad a una práctica política. Tsipras era querido por todos y ahora es un maldito que nadie quiere en un mitin. ¿Por qué? Pues porque ha mostrado que no hay nada que hacer. Ha mostrado que el margen para otra política no es posible. Es en este sentido que digo que nos engañan y se engañan.

Con la globalización la política de Estado es la gubernamentalidad neoliberal y dentro de esta no hay espacio para otra cosa. La frase de Margaret Thatcher «No hay alternativa» es asquerosamente cierta. Pero en este punto, asumiendo esta profunda derrota, quizás podría comenzar algo. Y aquí es donde no se quiere llegar nunca. Barcelona en Común no puede intervenir realmente en el puerto de la ciudad por los límites competenciales y los fuertes intereses que operan allí, ni tampoco pueden tocar la Guardia Urbana cuyo pasado no es muy esplendoroso. Ante esto, ¿qué hacemos? Para mí, la posición sería quememos las naves y avancemos hacia adelante. Eso es lo que dije a Raimundo Viejo. A mí, y a mucha más gente, nos encontraréis entonces. Pero engañarnos, hacer «como si»… eso no.

Parece que el poder tiene una dinámica fagocitadora. ¿Cómo se puede superar?

Me gusta decir que nos encontramos ante un impasse que tendría una cara objetiva y una cara subjetiva. La cara objetiva nos dice que lo que es políticamente factible no cambia nada y las acciones que podrían conseguir hacer cambios verdaderos son políticamente impensables. Creo que una nueva izquierda debería admitir esto como punto de partida. Este impasse no debe tomarse como un límite infranqueable, como un final, sino como un límite a superar. La cara subjetiva sería la existencia de hiato profundo entre el destino personal y el destino colectivo. Hoy difícilmente alguien piensa que colectivamente podrá resolver sus propios problemas laborales. Cada uno se busca la vida como puede.

¿Y cómo se puede salir de este bloqueo?

Salir del impasse sólo es posible atravesándolo. Se trata de llevar hasta sus últimas consecuencias el sentimiento de que no puedes más. Una manera de atravesarlo sería introduciendo el verbo ‘politizar’. Así como Carl Schmitt en un momento determinado plantea pasar de la política a lo político. Creo que sería productivo pasar de lo político a la politización. Politizar puede ser desde reivindicar la transparencia en Internet hasta cuestionarse la industria alimentaria, etc. Conjugar el verbo politizar abre todo un abanico de posibilidades. Creo que en este punto es donde se puede intentar ir un poco más allá. La política mediatiza, representa, juega con la oportunidad, mientras que la politización es imprevisible, articula, despliega un espacio de posibles e implica un giro subjetivo. Es lo que te decía de las dos dimensiones del querer vivir: una nueva política debe tener una dimensión colectiva y una dimensión personal. La idea de politización permite, en cierto modo, vincular estas dos dimensiones.

Barcelona en Común, Podemos o la CUP aceptan también esta doble dimensión de lo personal y de lo colectivo.

Creo que la discusión es qué relación hay entre hacer política y politizar como verbo. Politizar tiene unos límites, cuando hemos hablado del 15-M, lo hemos visto. Politizar deja a un lado la cuestión de la decisión. Hacer política es otra cosa. Aún más: muchas veces hacer política se opone a politizar porque politizar abre unos espacios imprevistos, desencadena dinámicas que se escapan. En este sentido, pienso que esta travesía del impasse tiene que ver con un giro subjetivo que pone la politización de la existencia en el centro pero siempre con el interrogante que nos dice «¿En algún momento se ha de hacer política? ¿Es suficiente una práctica colectiva de la politización?». Una manera de entender este giro subjetivo consiste en abandonar la política, y conjugar el verbo politizar con todo lo que implica y a pesar de todas las dificultades. Obviamente con ello sé que abro más problemas. Pero el otro camino…

En sus libros defiende el concepto de odio libre: «Hay que odiar la vida». Es una afirmación muy fuerte que no aparece nunca en los medios ni en los libros de autoayuda.

El trabajo, que era la forma de control político por excelencia, hoy se ha transformado en la obligación de tener una vida. Esta obligación la llamo la movilización global. Es la que organiza la existencia dentro de este vientre de la bestia. Dentro de la movilización global, vivir es tener una vida, cargar con una vida, hacer de uno mismo un yo marca. Películas como El club de la lucha representan muy bien esta realidad. El querer vivir está capturado dentro de esta máquina de movilización. Todo lo que he intentado durante 40 años es hacer del querer vivir un desafío que para mí sería la apertura hacia otra manera de hacer política, aunque no solamente. Para hacer del querer vivir un desafío, tenemos que salir de esta movilización en la que estamos metidos y a la que llamamos vida.

Vivir no consiste en tener el mejor curriculum vitae pegado en culo. ¿Cómo podemos salir de esto? Durante algún tiempo pensé que el odio, un odio libre, podía ser la manera de salir de ella. Tú sólo puedes hacer de tu querer vivir un desafío si una pasión fuerte expulsa tu miedo. Esta pasión es el odio. Hablo del odio a la vida que tienes. Si tú no odias a fondo tu propia vida, no la cambiarás nunca. Hay un odio que libera. Si odio la vida, levanto una línea que separa lo que quiero vivir de lo que no quiero vivir. Cuando tuve que plantearme la cuestión de la enfermedad, introduje la idea de anomalía. En el momento en que la enfermedad se hizo más fuerte sobre mí, tuve que plantearme más radicalmente el odio a la vida. Fue cuando empecé a hablar de la noche.

Sufre una enfermedad difícil de diagnosticar, el síndrome de fatiga crónica. ¿Cómo afecta a su pensamiento?

Con el paso de los años, la enfermedad que padezco se fue haciendo cada vez más fuerte.  Llegó un momento en el que la idea que me había movido a estudiar filosofía, y que era «¿Qué quiere decir querer vivir?» , se convirtió directamente en una necesidad vital. Me preguntaba «¿Por qué sigo vivo?». Y «¿Qué es el querer vivir?». Fue en ese momento cuando me topé con la necesidad de pensar la enfermedad en ella misma. Por esta razón escribí Hijos de la noche (Tinta Limón Ediciones, 2015), que contiene y resume muchas de mis ideas.

El punto de partida es la constatación de que existen unas enfermedades de la normalidad. Son enfermedades que se deben a que justamente estamos movilizados permanentemente porque trabajar consiste en estar permanentemente movilizado. Esta movilización, esta máquina de muerte que es el capitalismo, nos tritura. Las enfermedades de la normalidad son las enfermedades que surgen como consecuencia de esta imposibilidad de vivir. De querer vivir y no poder hacerlo. Enfermos de normalidad, por lo tanto, son las vidas que se rompen ya que no pueden seguir este ritmo de movilización exigido la misma realidad.

«Borracho de viento, y yo mismo, hecho un jirón de viento me agarro con toda mis fuerzas esta puta vida hermosa [sic]». Tal como dice al final de Hijos de la noche , a pesar de todo, la vida es bella.

Normalmente no uso palabrotas, pero me gusta mucho esta frase porque condensa esta relación ambivalente con la vida. Hijos de la noche es un libro muy personal, pero es también un libro de filosofía que traza una demarcación. Frente a Nietzsche o a Deleuze, que nos dicen que lo que hay que hacer es afirmar la vida y que, por ello, expulsan de la vida todo lo que son las pasiones tristes, yo planteo que afirmar la vida implica necesariamente una lucha a muerte con la vida. Sólo una lucha a muerte con la vida puede provocarla, y hacer que venga hacia nosotros. En toda anomalía hay una fuerza de dolor. Y anomalía es todo aquel o aquella que dice basta, quiero vivir… Si esta fuerza de dolor tú la acoges, en cierto modo eres dueño de tu vida. Entonces el problema, el único problema que verdaderamente se plantea, es cómo poder dirigir esta fuerza de dolor y atacar a esta realidad que me ahoga.

[fuente: http://ctxt.es/]

Trabajo cero en Europa: un mundo de sensaciones // Franco ‘Bifo’ Berardi & Geert Lovink


El sistemático rechazo de los inmigrantes en las fronteras de Europa no es solamente una manifestación de brutalidad, sino el síntoma de una transformación de la Unión Europa, devenida en una fortaleza racista. Crece una ola de nacionalismo y de odio en la población europea. El archipiélago de la infamia se expande en torno al mar Mediterráneo: los europeos construyen campos de concentración en sus territorios y le pagan a sus ‘gauleiters’ (NdR: los jefes de zona del partido nazi) en Turquía, Libia y Egipto para que hagan el trabajo sucio en las orillas del Mediterráneo donde el agua salada ha reemplazado al gas ZyklonB de los hornos. Si no paramos esta barbarie, se estarán asentando las condiciones para una guerra civil racista en todo el área europeo-mediterránea.
La rapiña financiera ha empobrecido el continente y los europeos están tan obsesionados y temerosos que toman a esos pocos millones de inmigrantes como chivo expiatorio del desastre económico del capitalismo financiero y de la depresión que se expande en la raza blanca declinante. Si aparece algún intento de reactivar la democracia como ocurrió en julio de 2015 en Grecia, la dictadura financiera sume a la gente en la humillación y la impotencia. No importa demasiado si el juicio es cierto o equivocado: se ve a la Unión Europea como un poder opresivo del que quieren liberarse. El modelo de la UE está muerto, pero aun así no tiene sentido volver al estado nacional.
Debemos reinventar Europa porque ninguno lo hará por nosotros. No queremos dejar de ser europeos ni aceptamos la amenaza de disolución del horizonte europeo: eso abriría las puertas del infierno del fascismo. Pero las elites financiera y política han destruido la posibilidad de ser europeo; han perdido el control a manos del populismo de derecha y no tienen los instrumentos económicos para crear puestos de trabajo, mientras la economía -bien lejos de una recuperación- avanza hacia un estancamiento permanente.
Antes del giro neoliberal y del diktat financiero de la Unión Europea, era un proyecto de redistribución del dinero y del trabajo. Después de Maastrich el centro, el programa de los gobiernos europeos, pasó a ser la estabilidad financiera. Y el fantasma de la estabilidad atraviesa todo.
El pleno empleo es una horrible utopía: no hay trabajo para todos y no lo habrá nunca más, excepto que se reduzca la jornada laboral. Según el Instituto McKinsey la mitad de los empleos desaparecerán en los próximos años gracias a la tecnología. El ‘Trabajo cero’ es la tendencia y debemos prepararnos para este perspectiva que al fin de cuentas no es tan terrible si aceptamos la idea de que se trabajará menos horas y tendremos más tiempo para pensar en la vida, en el arte y lo que nos da placer , y menos en lo que se gana y en el crecimiento.
Estamos en el punto más alto de un crack económico que, según Lawrence Summers y muchos otros economistas está llamada a prolongarse sin fin. De hecho, no se trata de una crisis. Al contrario: es un cambio de paradigma. La sabiduría de Europa debería adecuarse a esta condición y poner a punto un proyecto de emancipación de la obsesión económica moderna. No hay otro modo de salir de la depresión.
La política de estabilidad financiera produjo pobreza y precariedad. Muy lejos de ser un factor de estabilidad, las finanzas son un peso para la vida social. Una desgracia. Pero el dinero podría actuar como un activador de la demanda. Para eso, deberíamos reivindicar el Quantitative Easing, aquella iniciativa de comprar activos de los bancos para mantenerlos activos y evitar su bancarrota. ¡Pero no para la banca! ¡Para los ciudadanos! Llegó la hora de que los helicópteros del Banco Central Europeo lancen billetes desde el cielo. Los bancos centrales deberían distribuir dinero digital cuyo valor disminuye hasta agotarse si en pocos meses el beneficiario no lo gasta. Ese es un software fácil de programar. Importa poco que el Quantitive Easing sea en bitcoins o en euros. Debe generar inflación, porque eso es lo que sucede.Quién puede imponer un proceso de este tipo? ¿La Comisión que tuvo hasta hace poco un presidente que es un agente de Goldman Sachs? ¿El parlamento fantasma? ¿El intocable centro de poder financiero que es el Banco Central Europeo? Esas estructuras están paralizadas y no pueden reformarse desde adentro. Solo un movimiento desde abajo, un movimiento de ciudadanos y ciudadanas, y de ciudades, puede revitalizar esta UE agonizante.
Nos preguntamos, entonces, ¿qué es un movimiento en la época de las redes sociales? ¿Alcanza con un think tank como el de DIEM25 – Democracy in Europe Movement? El que se precisa es un acto performativo lo suficientemente amplio para provocar la disolución final del cadáver de la vieja UE, y lo suficientemente fuerte como para viabilizar la construcción de una Europa 2.0, basada en un salario ciudadano universal, en el dinero negativo y en una reducción inmediata del tiempo de trabajo
Están los conceptos, los retos, el software y hay modelos sostenibles fundados en el salario ciudadano universal. Y hay confianza en nuestras fuerzas mentales, incluso cuando la historia gira en direcciones imprevisibles. Y horrendas.

Viejas locas // Lucas Paulinovich

Viejas Locas tocaba en el Anfiteatro. Con unos amigos decidimos ir al parque Urquiza con unas cervezas y escuchar desde afuera. Nos sentamos a unos metros de la entrada. Un cordón policial se apostaba a un costado del ingreso. El operativo parecía un poco exagerado. El pánico, los prejuicios, la historia negra de los medios, todo lo que circula alrededor del rock y de Viejas Locas, el terror a los desmanes, la suciedad, el desorden, a los que vienen, se suma al clima de emergencia en seguridad y se agudizan los nervios represivos. Todo es peligroso, cualquier síntoma de vida se vuelve una amenaza.
Algo había que era cierto y evidente para los que estábamos ahí: esos guardias no se habían armado y preparado para proteger y garantizar nuestra seguridad, cuidar que podamos escuchar la banda tranquilos. No quedábamos comprendidos en el ideario de tranquilidad. Estaban ahí contra nosotros, una coreografía en la aplicación de esas lógicas securitistas que parecen pensadas por viejas locas, aterradas, odiando la vida de tanto miedo. Los hechos siempre se rebelan con algo poético. Viejas locas que no dejan tocar a Viejas Locas, una colisión de sentidos que concluye en la imagen que anuncia formalmente las hostilidades, una provocación protocolar.
Ya había terminado de tocar Farolitos. No sonaba música. Estábamos preguntándonos dónde renovar el porrón, porque no había ningún lugar cerca que nos vendiera y ya se habían pasado las once de la noche. Después de esa hora, no se puede caminar con una cerveza por la calle. Está prohibido el exhibicionismo etílico. Tampoco se puede estar sentado en el parque, compartiendo un rato con amigos y esperando que suene un recital de rock. El sentido público del parque, pasado cierto huso horario, se trastoca. Se reconfiguran los términos del cuidado. El operativo de seguridad lo tenía perfectamente estudiado: para eso se habían dispuesto los guardias en la puerta y dos policías de la montada. Los que estábamos ahí, no.
Sonó un estallido. Nos preguntamos con ingenuidad si no serían petardos para agitar la salida de la banda. Ya hacía un rato que estábamos, que debía empezar, que se estiraba. Se escuchan los cantitos desde el Anfiteatro. La cosa debe estar por arrancar. Pero los estallidos se repitieron uno tras otro. No podían ser petardos y los que retrocedieron corriendo desde la puerta, lo confirmaron. El cordón de guardias ahora era una formación de combate. Se armaron y tiraban. El jefe del operativo se desprendía unos metros y tiraba una o dos veces. Algunos se intentaron resguardar detrás de los autos, se corrían fuera de la línea de tiro, se agachaban y corrían.
La bronca, como era inevitable, se devolvió. Volaron algunas botellas pero enseguida el resto empezó a calmarlos. Las fuerzas de seguridad aplicaban la seguridad a la fuerza, aunque ninguno entendía lo que pasaba. No se advirtió ningún revuelo previo, ni siquiera algún grito por fuera de esa espera festiva que era el pedazo de parque.
La formación de la guardia avanzó unos treinta metros, tirando al cuerpo, no hacia arriba. No estaban disuadiendo. Era una persuasión violenta, agresiva, de ir para adelante. Mientras la infantería avanzaba, dos agentes de la montada sacaban a correr a cualquiera, disolvían grupitos distribuidos en el parque,  arrinconaban a alguno contra un árbol y repartían fustazos.
– “¡Qué hacen loco, paren un poco!”- le gritó una piba, cuando los caballos pasaron por al lado nuestro.
La repuesta del cana me flasheó.
-“Cerrá el orto y quédense ahí”- le dijo.
No nos pidió que nos corriéramos, que desistiéramos de una actitud hostil, que nos fuéramos. Nos dijo: quédense ahí. La facilidad para el tiro que exhibió el operativo de seguridad, que arrancaran sin que haya pasado nada zarpado, un quilombo notorio, algo groso, los hacía parecer cumpliendo parte de un procedimiento. Una acción pre-sabida, que tenía que ser.
El pedido de los montados es parte de esa persuasión. Un signo del cambio represivo que vivimos, la prepotencia optimista de las fuerzas de seguridad que pueden tirar y pegar más tranquilos. Es algo que viene pasando, que empezó a pasar en un marco de legitimidades más amplias. Sostenida en el silencio, aval o directa participación represiva de vecinos y ciudadanos. A pocas horas de distancia, un clon del periodista Alberto Yorlano escoltaba una detención arbitraria en Mitre y Santa Fe. En la grabación, se veía al buen vecino, la opinión pública, vigilando el correcto desempeño del operativo de rutina. Unos pibes que estaban parados en una esquina sin hacer nada: fuente imaginaria de lo punible. Los policías se los llevaron en medio de un mambo generalizado, con algunos que filmaron y denunciaron el hecho por las redes. El vídeo circuló unas horas en las redes y después desapareció. Así se llegan a conocer las cosas.
Es inevitable asociarlo –aunque más que asociación es una superposición de imágenes inquietantes- con el botellazo del homicida vecinal que le pegó a una piba en La Chamuyera hace unos días; o de los gendarmes queriendo impedir un torneo de fútbol de los pibes del Movimiento Evita en barrio Molino Blanco, en zona oeste, y verduguean como pedagogía ritual; o en los comentarios sobre exterminios masivos y bombas higiénicas para todos que habitan las conversaciones cotidianas. Se impregnan como sentido común fatalista y aterrorizado. Un “algo estarán por hacer” que se extiende por la superficie social, en cada lugar donde se acumulan núcleos de vitalidad.
Anoche tiraron antidisturbios, nomás. Digamos que nomás tiraron perdigones y quizás le hayan pegado a alguno pero no hubo ningún herido de gravedad. Que la cosa no pasó a mayores y que no hay que exagerar las intensidades, como si fuera el nivel de la violencia lo importante, y no su ejecución inmediata como única vía para la resolución de los conflictos. El país de los triunfadores destacado, subrayado con autoridad, envalentonado hasta adquirir, por momentos, una incerteza de realidad ficcional, de límites difusos entre la farsa y lo real.
Los que van a escuchar Viejas Locas son portadores de una culpa, son algunos de los que están penalizados incluso antes de cometer cualquier acto. Si están, se tienen que quedar ahí. Quédense ahí, nos dijeron. A la espera de ser reprimidos, para que la represión sea. El nuevo orden cada vez se extiende con mayor violencia. Así son sus reglas.

[http://agenciasincerco.com.ar/]

Clinämen: Sobre Milagro Sala: ¿qué puede el poder popular ante el estado?

Conversamos con Ximena Tordini, integrante del CELS y de la Revista Crisis, sobre la situación de Milagro Sala, detenida ilegalmente por el gobierno de Jujuy. Esta semana la ONU pidió su libertad, negada una vez mas por el poder judicial de la provincia. ¿Puede una organización popular construir poder sin diseñar sus propias tecnologías de control social? ¿Cómo se transforma un movimiento social cuando se convierte en administrador de bienes y servicios? 

http://ciudadclinamen.blogspot.com.ar/

Sobre Foucault: entrevista a Toni Negri

Pregunta 1: ¿Los análisis de Foucault mantienen su actualidad para comprender el movimiento de las sociedades? ¿En qué terrenos le parece que deberían ser renovados, reajustados, prolongados? 
Respuesta 1: La obra de Foucault es una extraña máquina; en realidad, no permite pensar la historia más que como historia presente. Probablemente, una buena parte de lo que Foucault escribió (Deleuze lo subrayó muy acertadamente) debería hoy ser reescrito. Lo que resulta asombroso –y conmovedor- es que en ningún momento cese de buscar; hace aproximaciones, deconstruye, formula hipótesis, imagina, construye analogías y cuenta fábulas, lanza conceptos, los retira o los modifica… Es un pensamiento de una inventiva formidable. Pero esto no es lo esencial; yo creo que lo fundamental es su método, porque éste le permite estudiar y a la vez describir el movimiento del pasado al presente y del presente al porvenir. Es un método de transición del cual el presente representa el centro. Foucault está ahí, en ese hueco, ni en el pasado, del que hace la arqueología, ni en el futuro, del que a veces esboza la imagen –“como en los límites del mar, un rostro sobre la arena”-. Es a partir del presente como resulta posible distinguir los demás tiempos. A menudo se le ha reprochado a Foucault la legitimidad científica de sus periodizaciones; es comprensible la actitud de los historiadores, pero al mismo tiempo me gustaría decir que no se trata de un verdadero problema: Foucault se encuentra allá donde se instale la problemática, y esto partiendo siempre de su propio tiempo. 
El análisis histórico se convierte, con Foucault, en una acción; el conocimiento del pasado, en una genealogía; la perspectiva futura, en un dispositivo. Para quienes proceden del marxismo militante de los años 60 (y no de las tradiciones dogmáticas caricaturescas de la Segunda y la Tercera Internacional), el punto de vista de Foucault se percibe, de forma natural, como absolutamente legítimo; se corresponde con la percepción del acontecimiento, de las luchas, y de la alegría de arriesgarse fuera de toda necesidad y de toda teleología preestablecida. En el pensamiento de Foucault, el marxismo queda completamente desmantelado, ya sea desde el punto de vista del análisis de las relaciones de poder o de la teleología histórica, del rechazo del historicismo o de cierto positivismo; pero, al mismo tiempo, el marxismo se ve también reinventado y remodelado desde el punto de vista de los movimientos y de las luchas, es decir, desde el punto de vista, en realidad, de los sujetos de tales movimientos y tales luchas: porque conocer es producir subjetividad. 
Pero antes de seguir avanzando, me gustaría volver atrás por un instante. Es habitual distinguir tres Foucault: hasta finales de los años 60, Foucault estudia la aparición del discurso de las ciencias humanas, es decir, de lo que llama una arqueología del saber y, al mismo tiempo, de su economía después de tres siglos, y lleva a cabo una gran lectura de la modernidad occidental a través del concepto de episteme; más tarde, en los años 70, vienen las investigaciones sobre las relaciones entre los saberes y los poderes, sobre la aparición de las disciplinas, del control y de los biopoderes, de la norma y de la biopolítica, es decir, una analítica general del poder y, al mismo tiempo, la tentativa de hacer la historia del desarrollo del concepto de soberanía desde su aparición en el pensamiento político hasta nuestros días; y finalmente, en los años 80, el análisis de los procesos de subjetivación bajo la doble perspectiva de la relación estética con uno mismo y de la relación política con los otros –aunque, sin duda, en este caso se trata de la misma indagación: el cruce entre la estética de uno mismo y la preocupación política es lo que también se llama ética-. 
En realidad, no sé si podemos distinguir tres Foucault, ni siquiera dos, pues antes de la publicación de Dichos y Escritos y de los cursos en el Collège de France, se tendía a no tener verdaderamente en consideración al último Foucault. Me parece, en efecto, que los tres temas sobre los que se centró la atención foucaultiana son perfectamente continuos y coherentes; coherentes en el sentido de que forman una producción teórica unitaria y continua. 
Lo que cambia es, probablemente, la especificidad de las condiciones históricas y de las necesidades políticas a las que Foucault se enfrentaba y que determinan de forma absoluta los campos por los que se interesa. Desde este punto de vista, asumir la perspectiva foucaultiana consiste también –se lo digo con mis propias palabras; sólo espero que también hubieran podido ser las de Foucault- poner un estilo de pensamiento (ese que reconocemos en la genealogía del presente, ese que no deja de reactivarse cuando habla de producción de las subjetividades) en contacto con una situación histórica dada. Y dicha situación histórica es una realidad histórica de las relaciones de poder. Foucault lo repite a menudo cuando habla de su pasión por los archivos y del hecho de que la emoción de su lectura procede de que nos narran fragmentos de existencia: la existencia, pasada o presente, ofrecida en papeles amarillentos o vivida día a día, es siempre un encuentro con el poder; no es más que eso, pero es algo enorme. 
Cuando Foucault se pone a trabajar sobre la transición de finales del siglo XVIII a comienzos del XIX –es decir, a partir de Vigilar y Castigar-, se encuentra frente a una dimensión específica de las relaciones de poder, de los dispositivos y estrategias que éste implica, es decir, en realidad frente a un tipo de relaciones de poder totalmente articuladas sobre el desarrollo del capitalismo. Éste exige un control total de la vida en la medida en que la constitución de una fuerza de trabajo, por un lado, y las exigencias de la rentabilidad de la producción, por otro, lo demandan. El poder se convertía en biopoder. Ahora, si bien es verdad que Foucault utiliza a continuación el modelo de los biopoderes para tratar de hacer una ontología del presente, se buscarán en vano, en los análisis consagrados al desarrollo del capitalismo, la determinación del paso del Welfare-State a su crisis, de la organización fordista a la organización posfordista del trabajo, de los principios keynesianos a los de la teoría neoliberal de la macroeconomía. Pero es verdad también que en esta sencilla definición de la transición del régimen de la disciplina al de control, a comienzos del siglo XIX, ya se puede comprender que lo posmoderno no representa una retirada del Estado con respecto al dominio sobre el trabajo social, sino un perfeccionamiento de su control sobre la vida. 
En Foucault, uno encuentra, en realidad, esta intuición desarrollada por todas partes, como si el análisis de la transición a la era post-industrial constituyese un elemento central de su pensamiento, cuando lo cierto es que nunca habla de ello directamente. El proyecto de una genealogía del presente, que estructura por completo su relación con el pasado desde comienzos de los años 70, y la idea de una producción de subjetividad, que permite, desde el interior del poder, tanto modificar y quebrar su funcionamiento como crear subjetividades nuevas, son impensables al margen de la determinación material de dicho presente y la transición que ha encarnado en él. El paso de la definición de lo político moderno a la de lo biopolítico posmoderno, he aquí lo que –a mi parecer- Foucault intuyó de forma extraordinaria. 
En Foucault, el concepto de lo político –y el concepto de la acción en un contexto biopolítico- difieren radicalmente tanto de las conclusiones de Max Weber y sus epígonos del siglo diecinueve como de las concepciones modernas del poder (Kelsen, Schmitt, etc.). Foucault fue probablemente sensible a sus tesis, pero tengo la impresión de que, a partir del 68, el marco cambia radicalmente y Foucault no puede dejar de tenerlo en cuenta. Para nosotros que continuamos utilizando a Foucault a su pesar, más allá de él mismo –y es un regalo el que nos hizo de una generosidad extraordinaria; Foucault fue un hombre de pensamiento generoso, es demasiado raro para que se insista lo suficiente-, no hay nada que renovar ni que corregir en sus teorizaciones: basta con prolongar sus intuiciones sobre la producción de subjetividad y sus implicaciones. 
Cuando Foucault, Guattari y Deleuze apoyan, por ejemplo, las luchas sobre la cuestión carcelaria en los años 70 construyen una nueva relación entre el saber y el poder: tal relación no concierne solamente a la situación en las prisiones, sino al conjunto de situaciones en las que pueden desarrollarse, conforme al mismo modelo, espacios de libertad, pequeñas estrategias de torsión del poder desde el interior del poder mismo, la reconquista de la propia subjetividad individual y colectiva, la invención de nuevas formas de comunidad, de vida y de lucha; en una palabra: lo que nosotros llamamos subversión. Foucault no es grande solamente por la notable analítica del poder que llevó a cabo, por sus fulgores metodológicos, o por la manera inédita en que entremezclo la filosofía, la historia y la preocupación por el presente. Foucault nos deja intuiciones cuya validez no cesamos de constatar; en particular, redefinió el espacio de las luchas políticas y sociales y la figura de los sujetos revolucionarios con respecto al marxismo “clásico”: la revolución, para Foucault, no es –o, en todo caso, no es sólo- una perspectiva de liberación; es una práctica de libertad. Es producirse a uno mismo y con los otros en las luchas; es innovar, inventar lenguajes y redes; es producir, reapropiarse del valor del trabajo vivo. Es volar el capitalismo desde su interior. 
Pregunta 2: ¿No le parece que asistimos a una cierta marginación de Foucault por parte de la mayoría de las corrientes que afirman querer retomar la crítica social y política en Francia? ¿Qué ocurre en el resto de Europa (en Italia, por ejemplo) y en los Estados Unidos? 
Respuesta 2: Los medios académicos detestan a Foucault. Creo que se le marginó ya en los años 60; después, vino la promoción en el Collège de France para aislarlo aún mejor –y no solamente porque la Universidad no perdona el éxito a los intelectuales-. El positivismo sociológico a lo Bourdieu ha resultado sin duda muy fecundo, pero no ha sido capaz de asimilar el pensamiento foucaultiano, del que ha denunciado su subjetivismo. Ahora bien, evidentemente no hay subjetivismo en Foucault. Bourdieu, probablemente, se dio cuenta en sus últimos años. 
Lo que Foucault refuta siempre, en todos los rincones de su obra, es el trascendentalismo, las filosofías de la historia que no aceptan poner en juego todas las determinaciones de lo real frente a la red y al conflicto de las potencias subjetivas. Por trascendentalismo, en suma, entiendo todas las concepciones de la sociedad que pretenden poder evaluarla o manipularla desde un punto de vista externo, autoritario. No, tal cosa no es posible. El único método que nos permite el acceso a lo social es el de la inmanencia absoluta, el de la invención continua de la producción del sentido y de los dispositivos de acción. Como otros autores importantes de su generación, Foucault ajusta las cuentas con todas las reminiscencias del estructuralismo; es decir, con la fijación trascendental de las categorías epistemológicas que ésta prescribe (hoy en día, este error se reproduce con una cierta renovación del naturalismo, en funcionamiento en la filosofía y en las ciencias sociales…). 
Y luego, en Francia, Foucault es rechazado porque, desde el punto de vista de la crítica, no se inscribe en las mitologías de la tradición republicana: no hay nadie más alejado que él del soberanismo, aunque sea jacobino; de la laicidad unilateral, aunque sea igualitaria; del tradicionalismo en la concepción de la familia y de la demografía patriótica, aunque sea integradora, etc. Pero, entonces, ¿la metodología de Foucault no se reduce a una posición relativista, escéptica; es decir, a la degradación de una concepción idealista de la historia? No, de nuevo no. El pensamiento de Foucault propone fundar la posibilidad de la subversión –el término es más mío que suyo; Foucault hablaría de “resistencia”- mediante un liberación total con respecto a la tradición moderna del Estado-nación y del socialismo. Una propuesta que es del todo distinta de la del escéptico o el relativista; una propuesta que, por el contrario, se construye sobre la exaltación de la Aufklärung, de la reinvención del hombre y de su potencia democrática, después de que todas las ilusiones del progreso y de la reconstrucción común hayan sido traicionadas por la dialéctica totalitaria de lo moderno. En suma, Foucault podría apropiarse de la frase del joven Descartes: Larvatus prodeo, “camino enmascarado”. 
Cada uno de nosotros debe –creo yo- admitir lo siguiente: el nacional-socialismo es un puro producto de la dialéctica de lo moderno. Liberarse de él significa ir más lejos. La Aufklärung, nos recuerda Foucault, no es la exaltación utópica de las luces de la razón; al contrario, es la des-utopía, es la lucha cotidiana en torno al acontecimiento, es la construcción de la política a partir de la problematización del “aquí y ahora”, de los temas de la emancipación y la libertad. La batalla de Foucault en torno a la cuestión de las prisiones, llevada a cabo con el GIP a comienzos de los años 70, ¿le parece a usted relativista o escéptica? ¿O la toma de posición en apoyo de los autónomos italianos en el momento más difícil de la represión y del compromiso histórico en Italia? 
En Francia, Foucault ha sido a menudo víctima de la lectura que hacían de él sus amigos, sus alumnos y sus colaboradores. El anticomunismo ha desempeñado aquí un papel crucial. Se ha presentado la ruptura metodológica con el materialismo y el colectivismo como una reivindicación del individualismo neoliberal. Cuando deconstruía las categorías del materialismo dialéctico, Foucault era muy apreciado; pero también reconstruía las del materialismo histórico, y eso ya no valía. Y cuando la lectura de los dispositivos y el trabajo sobre la ontología crítica del presente hacen referencia a la libertad de las multitudes, a la construcción de bienes comunes, al desprecio por el neoliberalismo, entonces sus alumnos se retiran. Tal vez Foucault murió en buen momento. 
En Italia, en Estados Unidos, en Alemania, en España, en América Latina y ahora, cada vez más, en Gran Bretaña, no hemos conocido este perverso juego parisino que se ha puesto en marcha para marginar a Foucault de la escena intelectual. Foucault no ha pasado por la criba asesina de las querellas ideológicas de la intelligentsia francesa; se le ha leído en función de lo que dijo. La analogía con respecto a las tendencias de renovación del pensamiento marxista de finales de los años 70 también se ha considerado a menudo fundamental. Sin embargo, no sólo se reconoce la coincidencia cronológica: se trata, más bien, de la sensación de que el pensamiento foucaultiano ha de comprenderse en medio de toda una serie de tentativas –prácticas o teóricas- de emancipación y de liberación, en un enmarañamiento de preocupaciones epistemológicas y perspectivas ético-políticas que implica una crítica violenta de los partidos, de la lectura de la historia y de los sujetos que en ella se reconocen. Creo que los obreristas europeos y las feministas americanas, por ejemplo, han encontrado en Foucault numerosas pistas para la investigación y, sobre todo, la incitación a transformar sus metalenguajes en una lengua común, tal vez universal, para el mundo que viene, o en todo caso para el siglo que viene. 
Pregunta 3: Michael Hardt y usted mismo escriben, en Imperio, que “el contexto biopolítico del nuevo paradigma es absolutamente central para nuestro análisis”. ¿Puede explicarnos el vínculo, que no tiene nada de inmediatamente evidente, entre las nuevas formas de poder imperial y el “biopoder”? 
Pregunta 4: Su deuda con respecto a Michel Foucault, de la que da fe a menudo, no está exenta de ciertas críticas. Así, escribe usted que Foucault no consiguió aprehender “la dinámica real de la producción en la sociedad biopolítica”? ¿Qué quiere decir con esto? ¿Hay que deducir de aquí que los análisis foucaultianos conducirían a una suerte de callejón sin salida político? 
Respuestas 3 y 4: Partiendo de estas dos cuestiones, quisiera tratar de esclarecer lo que, en Imperio, Michael Hardt y yo hemos tomado en préstamo a Foucault y aquello a propósito de lo cual hemos, por el contrario, hecho ciertas críticas. Al hablar de imperio, no solamente hemos tratado de identificar una nueva forma de soberanía global diferente de la forma del Estado-nación; hemos tratado de captar las causas materiales, políticas y económicas de tal desarrollo y, al mismo tiempo, de definir el nuevo tejido de contradicciones que necesariamente encierra. Para nosotros, desde un punto de vista marxiano, el desarrollo del capitalismo (incluida la forma extremadamente desarrollada del mercado mundial) echa raíz en las transformaciones, así como en las contradicciones, de la explotación del trabajo. Son las luchas de los trabajadores las que transforman las instituciones políticas y las formas de poder del capital. El proceso que ha conducido a la afirmación de la hegemonía de la regla imperial no es una excepción: después de 1968, después de la gran rebelión de los trabajadores asalariados en los países desarrollados y de los pueblos colonizados en el tercer mundo, el capital ya no puede (en el terreno económico y monetario, militar y cultural) controlar y contener los flujos de la fuerza de trabajo dentro de los límites del Estado-nación. El nuevo orden mundial corresponde a la exigencia de un nuevo orden en el mundo del trabajo. La respuesta del capitalismo toma forma en diferentes niveles, pero el de la organización tecnológica de los procesos de trabajo es fundamental. 
Se trata, en efecto, de la automatización de la industria y de la informatización de la sociedad: la economía política del capital y la organización de la explotación comienzan a desarrollarse cada vez más a través del trabajo inmaterial, la acumulación concierne a las dimensiones intelectuales y cognitivas del trabajo, a su movilidad espacial y a su flexibilidad temporal. La sociedad entera y la vida de los hombres se convierten así en objeto de un nuevo interés por parte del poder. Marx había previsto perfectamente (en los Grundrisse y en El Capital) tal desarrollo, al que él llamaba “subsunción real de la sociedad en el capital”. Foucault comprendió –creo yo- este paso histórico, puesto que, por su parte, describió la genealogía del control de la vida – tanto de la vida individual como de la vida social- por el poder. Pero la subsunción de la sociedad en el capital (así como la aparición de los biopoderes) es mucho más frágil de lo que creemos, y, en particular, mucho más frágil de lo que el capital mismo cree, o de lo que el objetivismo de los epígonos marxistas (como la Escuela de Francfort, por ejemplo) quiere reconocer. 
En realidad, la subsunción real de la sociedad (es decir, del trabajo social) en el capital generaliza la contradicción de la explotación a todos los niveles de la sociedad misma, del mismo modo que la extensión de los biopoderes abre la puerta a una respuesta biopolítica de la sociedad: no ya los poderes sobre la vida, sino la potencia de la vida como respuesta a tales poderes; en suma, esto abre la puerta a la insurrección y a la proliferación de la libertad, a la producción de subjetividad y a la invención de nuevas formas de lucha. Cuando el capital se adueña de la vida entera, la vida se revela como resistencia. Es, pues, en este punto en el que los análisis foucaultianos de la transformación de los biopoderes en biopolítica han influido en los nuestros sobre la génesis del imperio: en suma, cuando las nuevas formas del trabajo y de las luchas, producidas por la transformación del trabajo material en trabajo inmaterial, se revelan como productoras de subjetividad. 
Con todo, no sé si Foucault estaría totalmente de acuerdo con nuestros análisis -¡yo espero que sí!-; porque producir subjetividad, para Michael Hardt y para mí, es en realidad hallarse en una metamorfosis que conduce al comunismo. En otros términos, pienso que la nueva condición imperial en la que vivimos (y las condiciones sociopolíticas en las que construimos nuestro trabajo, nuestros lenguajes y, en consecuencia, a nosotros mismos) pone en el centro del contexto biopolítico lo que nosotros llamamos lo común: no lo privado o lo público, no lo individual o lo social, sino lo que, todos juntos, construimos para asegurar al hombre la posibilidad de producirse y reproducirse. En lo común, nada de lo que constituía nuestras singularidades queda suspendido o borrado: simplemente, las singularidades se articulan las unas con las otras para obtener un “agenciamiento” –el término es de Deleuze- en el que cada potencia se ve multiplicada por la de los otros, y en la que cada creación es también inmediatamente la de los otros. 
La vías que unen la revisión creativa del marxismo (a la que nos adherimos) con las concepciones revolucionarias de lo biopolítico y de la producción de la subjetividad elaboradas por Foucault son –creo yo- muy numerosas. 
Pregunta 5: Las dos últimas obras de Foucault sobre los modos de la subjetivación parecen haber atraído menos su atención. ¿La construcción de una ética y de estilos de vida ajenos o resistentes al biopoder es una vía demasiado alejada de lo que ustedes proponen (la figura del militante comunista)? ¿O bien existen posibilidades de un acuerdo más profundo que nosotros no hemos percibido? 
Respuesta 5: Las últimas obras de Foucault han tenido una gran influencia sobre mí; creo que lo que acabo de decirle a propósito de Imperio lo muestra con claridad. Permítame que le cuente un recuerdo un tanto curioso: a mediados de los años 70 escribí un artículo sobre Foucault en Italia –sobre eso que hoy se llama el “primer Foucault”, el Foucault de la arqueología de las ciencias humanas-. Trataba de señalar los límites de ese tipo de indagación y esperaba una especie de paso hacia delante, una insistencia más fuerte sobre la producción de subjetividad. En aquella época, yo mismo estaba intentado salir de un marxismo que, sin bien resultaba profundamente innovador en el terreno teórico –puesto que se preguntaba si era factible un “Marx más allá de Marx”-, presentaba en cambio, en el terreno de la práctica militante, el riesgo de terribles errores. 
Quiero decir con esto que, en los años de lucha apasionada que siguieron a 1968, en la situación de feroz represión que los gobiernos de derecha ejercieron contra los movimientos sociales de protesta, muchos de nosotros corrimos el peligro de una deriva terrorista y algunos cedieron a ella. Pero, tras este extremismo, estaba siempre la convicción de que el poder era uno y solamente uno, de que el biopoder convertía a la derecha y a la izquierda en algo idéntico, que sólo el partido podía salvarnos –y si no el partido, las vanguardias armadas estructuradas como pequeños partidos en versión militar, en la gran tradición de los “partisanos” de la Segunda Guerra Mundial-. Nosotros comprendimos que esa deriva militar era algo de lo que los movimientos no se recuperarían; y que no sólo se trataba de una elección humanamente insostenible, sino de un suicidio político. Foucault, y junto a él, Deleuze y Guattari, nos pusieron en guardia contra dicha deriva. A este respecto, eran ellos los auténticos revolucionarios: cuando criticaban el estalinismo o las prácticas del “socialismo real”, no lo hacían de manera hipócrita y farisaica, como los “nuevos filósofos” del liberalismo; trataban de hallar el medio de afirmar una nueva potencia del proletariado contra el biopoder del capitalismo. 
La resistencia al biopoder y la construcción de nuevos estilos de vida no están, pues, alejados del militantismo comunista, si se acepta pensar que el militantismo es una práctica común de libertad y que el comunismo es la producción de lo común. Como en Imperio, la figura del militante comunista no se toma en préstamo de un viejo modelo. Al contrario, se presenta como un nuevo tipo de subjetividad política que se construye a partir de la producción (ontológica y subjetiva) de las luchas por la liberación del trabajo y por una sociedad más justa. 

Para nosotros, pero creo que también para los movimientos sociales de hoy en día, la importancia de las últimas obras de Foucault es, en consecuencia, excepcional. La genealogía pierde aquí todo carácter especulativo y deviene política –una ontología crítica de nosotros mismos-, la epistemología es “constitutiva”, la ética asume dimensiones “transformadoras”. Pero no se trata de un nuevo humanismo; o, más exactamente, se trata de reinventar al hombre en el seno de una nueva ontología: así, sobre las ruinas de la teleología moderna, recuperamos un telos materialista.

A la izquierda los porteños // Mario Santucho

DE IZQUIERDA A DERECHA: GIORGIO JACKSON, DIPUTADO DEL PARTIDO REVOLUCIÓN DEMOCRÁTICA; JORGE SHARP, FLAMANTE ALCALDE DE VALPARAISO; Y GABRIEL BORIC, NUESTRO ENTREVISTADO.

No está claro por qué los nacidos en Santiago de Chile se sienten “santiaguinos”, mientras los de Santiago del Estero se creen “santiagueños” y los de Santiago de Cuba se dicen “santiagueros”. ¿Ordenamiento impuesto por la Real Academia de la Lengüa Española? ¿Pura casualidad? ¿O auto-organización terminólogica de los pueblos? Más obvio resulta comprender, en todo caso, por qué la gente de Valparaíso se identifica como “porteña”, al igual que quienes vivimos en la Ciudad de Buenos Aires.
El asunto es que desde hace una semana, en Chile, casi todos hablan del desafío que “las porteñas y los porteños” lanzaron al sistema político trasandino, al elegir como alcalde de la ciudad de los poetas y los mariscos a un tal Jorge Sharp, candidato del Pacto Urbano La Matriz, una plataforma de grupos de izquierda y asociaciones vecinalistas que alcanzó el 52 por ciento de los votos, duplicando la performance de los partidos mayoritarios que cogobiernan al país más neoliberal del continente desde que Pinochet les entregara, allá por 1990, el control de La Moneda.
El flamante alcalde de 31 años pertenece, además, al Movimiento Autonomista, una fuerza política surgida de la rebelión de los pingüinos. Su principal referente es Gabriel Boric, treinta pirulos, electo en 2014 diputado nacional por la región de Magallanes y la Antártica, o sea que viene bien de abajo. Lo que sigue es una entrevista electrónica al diputado Boric, al calor de una semana de agite y reseteo.
Pero antes, un comentario más: ha sido tal el revuelo causado por el triunfo de estos cabros radicalizados en la segunda ciudad del país, que hay quienes especulan con la posibilidad de que alguno de ellos pegue el zarpazo en las presidenciales del año que viene. “Tan grande es la crisis del sistema político y tan mísera la oferta de las estructuras tradicionales, que no sería raro un Boric presidente en 2017. No es impensable que llegue al balotaje”, se entusiasma un analista.
Sin embargo, la transición pactada siempre guarda una as en la manga: para llegar al cargo más alto del estado hay que tener 35 años. Según la primera Constitución chilena, sancionada en 1828, con treinta bien cumplidos bastaba, criterio que se mantuvo en las de 1833 y 1925; pero en 1980 la Reforma pinochetista elevó a cuarenta el requisito, y la última Constituyente del año 2005 promedió la exigencia etaria en 35. Las últimas noticias provenientes de allende la cordillera anuncian debates en el Parlamento sobre la posibilidad de introducir una enmienda constitucional para que las jóvenes promesas puedan participar.
Veamos entonces lo que uno de ellos tiene para decirnos.
La victoria de La Matriz en las elecciones municipales de Valparaíso sorprendió al sistema político chileno. ¿Cómo se explica este triunfo y qué proyección le adjudican?
Los porteños y las porteñas demostraron que ya no están disponibles para el chantaje del mal menor y que son capaces de organizar su descontento y transformarlo en una propuesta política para el puerto. Nosotros hicimos un proceso de primarias ciudadanas con muchos movimientos y vecinos independientes. Tenemos la satisfacción de haber demostrado que es posible levantar una alternativa profundamente democrática para autorepresentar los intereses de los y las porteñas. Con esto se termina la democracia en la medida de lo posible en el puerto y se abre paso a la posibilidad de transformar Chile.
La abstención alcanzó niveles récords en estas elecciones, incluso en Valparaíso, y solo votó el 33 por ciento del electorado. ¿La población ya no confía en que la política sea la forma de cambiar la sociedad?
La enorme desafección de la ciudadanía con la política no es accidente, ni es solo atribuible a los escándalos de corrupción del último tiempo. Los casos de corrupción no hicieron más que develar una relación estructural entre el empresariado y la política de la transición. La crisis tiene raíces más profundas, es producto de un aumento de la conflictividad social y una incipiente politización que ha logrado identificar el malestar con el modelo y sus administradores. El tejido social se ha ido articulando desde fines de los noventa, con un punto cúlmine en las movilizaciones estudiantiles, para exigir demandas que el poder no puede procesar sin tocar los intereses de quienes les han financiado durante todos estos años: el empresariado.
¿Imaginan al nuevo gobierno de Valparaíso como el primer paso hacia una transformación de fondo, como sugieren las hipótesis municipalistas, o es poco lo que puede hacerse a escala local?
Es importante recordar que acá se expresan años de construcción social y política. Jorge ha estado a la cabeza del Movimiento en Valparaíso por muchos años, trabajando en el mundo estudiantil, con sindicatos y sectores excluidos de la política tradicional. Ahora viene el enorme desafío de recuperar Valparaíso para los porteños y porteñas. La ciudad lleva muchos años de abandono, mercantilización y de asuntos bien irregulares. Además de estar a la altura de un municipio con alta capacidad administrativa, eficiente, transparente y probo, debemos aprovechar los gobiernos locales como instrumentos que permitan la participación en la base de la sociedad. Este municipio va a tener la vocación de que las comunidades construyan una política que supere aquella que ha estado al servicio de la elite y el dinero. 
El alcalde electo, Jorge Sharp, forma parte de tu misma organización, la cuál durante los últimos meses ha iniciado un replanteo. ¿Nos podrías comentar hacia dónde se orientan?
Los resultados en Valparaíso muestran que Chile está listo para construir una nueva alternativa política. Yo creo que esto es un adelanto de lo que viene en la política en Chile. Como Movimiento Autonomista estamos muy orgullosos de haber encabezado esta apuesta, pero entendemos que este es un triunfo que solo fue posible porque trabajamos unidos con otros sectores reunidos y expresados en las primarias ciudadanas. Y ese trabajo hay que profundizarlo y proyectarlo a otros territorios. La candidatura de Jorge se armó desde una plataforma ciudadana que hizo propuesta bien concretas para Valparaíso, que pueden revisar en detalle en su programa municipal: http://jorgesharp. cl/programa/ 
En el camino hacia esta alternativa nacional, ¿imaginan una plataforma amplia de acuerdos que incluya a sectores de la Nueva Mayoría, o privilegiarán el vínculo con las fuerzas de izquierda?
Entendemos que tenemos que ser capaces de articularnos con fuerzas más allá de la izquierda: sectores medioambientalistas, agrupaciones ciudadanas, etc. Lo que también tenemos muy claro es que nuestra emergencia como fuerza política solo es posible por fuera de la Nueva Mayoría.
¿Qué margen ven para un eventual gobierno transformador en el marco de la democracia neoliberal existente?
Esta elección deja claro que es posible que emerja una fuerza nueva que empuje los cambios, con autonomía de los grupos empresariales que han transformado a Chile en un mall donde todo se compra y se vende. Queremos convocar a todos los sectores que creen que debemos mirar más allá del mercado para definir el modo en que vamos a convivir, el mercado no sabe de protección, no sabe de cuidados, no sabe de derechos, no sabe de justicia, no sabe de igualdad. Necesitamos un nuevo modelo de sociedad y en Valparaíso vamos a mostrar que es posible hacer las cosas de otra forma. 
Hay procesos recientes en los que la voluntad de modificar los pilares estructurales del neoliberalismo no alcanzó. ¿Cómo valoran las experiencias de Syriza y Podemos? 
Las miramos con mucho interés y, de hecho, hemos conversado con Pablo Iglesias en España y hemos apoyado su proceso a la distancia. Creo que hay mucho que aprender de procesos como el español, el boliviano, el uruguayo o el ecuatoriano, pero que en Chile tenemos que ser capaces de formar nuestro propio camino. Mariategui, un intelectual peruano decía “ni calco ni copia, sino creación heroica”.
En el año 2019 hay elecciones presidenciales y las opciones de los partidos mayoritarios no entusiasman. ¿Es posible y desable intentar llegar a la presidencia en el corto plazo, desde una fuerza política en gestación?
Estamos dando precisamente ese debate en el marco de nuestra constitución política como movimiento. Sabemos que estos son procesos largos y que solo es posible ofrecer una alternativa real con inserción territorial y completa autonomía del empresariado.
Desde Argentina y Brasil se percibe una alteración del ciclo político. Vuestra experiencia, ¿es una expresión más de esa oleada de gobiernos progresistas que, al decir de Álvaro García Linera, podría volver a expandirse, o es concebida como una nueva generación con su propia imagen de la política y el cambio social?
Nosotros tenemos una vocación profundamente lationamericanista y entendemos que las luchas que hemos estado dando en Chile son muy similares a las que han estado dando otras organizaciones en el resto del continente. Creemos que es posible volver a conquistar el sentido común de la gente, a esas personas que les duele la sociedad actual como nosotros y que creen que de ese dolor puede nacer un nuevo escenario. Los acogotados por las deudas, las jubiladas, los estudiantes, las mujeres que sufren el machismo brutal de nuestra sociedad, los desencantados de la alegría concertacionista que nunca llegó, las que sueñan con un país en que seamos realmente libres e iguales, los que no están dispuestos a seguir basando nuestro desarrollo en la destrucción de nuestra naturaleza, los que entendieron que la sociedad no es simplemente una colección de individuos y que tenemos el deber de cuidarnos entre tod@s. 
[http://revistacrisis.com.ar/]

Sin pan y sin trabajo // Verónica Gago

(Museo Nacional de Bellas Artes. Exposición Ernesto de la Cárcova)


Sin pan y sin trabajo
Con esa frase simple y sintética, el Grupo de Arte Callejero en 2002 acordonó y pegatinó varias instituciones: bancos, edificios públicos, la propia sede del gobierno de la ciudad, en el umbral de la Plaza de Mayo. Fue para la celebración del 1º de mayo en plena crisis argentina, cuando la calle humeaba aun de revuelta y represión. Cuando el día del trabajador era sin más el día de los “sin trabajo”. La pegatina simula esas cintas que se ponen cuando se inhabilita una zona por reparaciones. En este caso el efecto era evidente: las instituciones estaban en suspenso y al mismo tiempo se las señalaba como responsables de la situación de pobreza y desempleo.
El GAC llevaba a las paredes –en su estilo sintético y callejero, siempre hecho de engrudo y denuncia política– la obra de Ernesto de la Cárcova: esa escena mitológica de la cuestión obrera en Argentina que anuda elementos que estaban, un siglo después del momento de su realización, otra vez en escena. Una crisis bancaria y de endeudamiento, el cierre de las fábricas, la desocupación masiva, la rebelión y el conflicto social. En el cuadro de de la Cárcova la escena doméstica familiar de desesperación es la que abre a ver la escena pública: desde la ventana del hogar se ve la represión a una huelga mientras las chimeneas de las fábrica se recortan apagadas.
En la intervención callejera del GAC el cuadró se salió de sí: la pegatina “Sin pan y sin trabajo” funciona directamente en el afuera, como grito y proclama de quienes se vieron obligadxs a dejar de ver la crisis por la ventana. Si hay algo que se hizo a la vista pública entonces fueron a las mujeres con niñxs pequeñxs en los cortes de ruta y en las calles. Tal vez tan flacas como la mujer que pinta de la Cárcova pero con un gesto más de rabia que de resignación. Si de la Cárcova hubiese pintado en el 2000, más que afiliarse al Centro Socialista Obrero como hizo entonces, estaría entre los Movimientos de Desocupadxs. Así como lo hizo el GAC, cuyas intervenciones se replicaron también en fábricas ocupadas y asambleas.
Las cintas de GAC tienen hoy una estremecedora nueva actualidad: la realidad llama hoy a que se repita la “obra”, una vez más como intervención política y artística. “Sin pan y sin trabajo” nombra lo que en velocidad se está produciendo en el país a golpes de ajuste, tarifazos, inflación y endeudamiento. Y se agrega algo del contexto que de la Cárcova tenía en mente: la llamada crisis con los “inmigrantes” (no se sabe si el propio protagonista del cuadro no es un trabajador migrante), que estos días alienta las medidas y declaraciones racistas, clasistas y fascistas de varios políticos y funcionarios.
Conocido como “Sin pan y sin trabajo”, sin embargo el título del fabuloso cuadro es “La huelga”: es lo que se viene, lo que se ve un poco a la distancia pero que arrastra –tal vez– a la familia a dejar la penumbra del hogar y al pintor al compromiso político. Es el llamado de las calles. A diferencia de la escena finisecular, hoy la re-edición de la obra del GAC pone un calendario de la crisis y en el cuadro de la huelga se ven sólo mujeres.
Noviembre 2016

Percepción y acción política // Diego Sztulwark


(¿o qué sería subjetivar no/neoliberalmente?)


Percepción y acción política
(¿o qué sería subjetivar no/neoliberalmente?)
Intento entrar a lo político a partir de lo político mismo, es decir de las dinámicas que dividen lo social y las posibilidades de construir nuevos posibles colectivos. Hoy estamos intentando comprender transformaciones demasiado recientes, tratando de hacer mapas sobre los comportamientos de las fuerzas sociales. Y no es posible trazar cartografías si se renuncia a la percepción. 
Deleuze decía que lo político mismo es una cuestión de percepción. El creía que la “percepción llamada de izquierda” se caracteriza por registrar el mundo desde el conflicto y las periferias. Mientras que la percepción llamada “de derecha” lo hace desde la propia estabilidad. 
Sostiene que la política es un problema de percepción no de ideología. No es un problema de doctrina, de interés, sino de percepción. Una cosa es la percepción desde el conflicto y otra la percepción desde la propia estabilidad. 
Afirma que se puede percibir la realidad a partir de lo que pasa en el mundo palestino y en el mundo latinoamericano, a pesar de vivir en París o bien se la puede percibir primero como parisino, después como francés y muy en la periferia y muy al final el conflicto, llamado Tercer mundo (ubicándonos en la época en que él escribía esto). 
Es decir tenemos un tipo de percepción a partir de la cual el conflicto y las luchas sociales están en el centro y a partir de ahí estructuramos nuestra percepción o bien desplazamos el conflicto y tratamos de registrar el mundo a partir de nuestro deseo de estabilidad, de orden. 
Podríamos empezar a pensar la cuestión política asumiendo la de la percepción e intentar hacer una distinción entre derechas e izquierdas. Llamaríamos de derecha a los que desplazan, eluden o rechazan el problema de la transformación o del acontecimiento y de izquierda a aquellos que quieren, que intentan ponerlo en el centro, sienten como próximo el problema de la transformación o el acontecimiento, ponen en el centro el conflicto. 
Esta idea de percepción permite reacomodar muchas cosas. Deleuze dice básicamente: “no hay gobiernos de izquierda”. No hay que esperar gobiernos de izquierda. La derecha y la izquierda no son categorías que sirvan para pensar el Estado. Sirven para pensar el deseo de transformación o su bloqueo y en todo caso cuando nos interese hacer distinciones a nivel de los estados o gobiernos, habría gobiernos más o menos permeables a las transformaciones. Están aquellos que los impiden activamente o los que pueden favorecerlas, tolerarlas, establecer un diálogo. Pero la transformación no es asunto del Estado, es tema de las percepciones, de lo que Deleuze llama los “devenires minoritarios”. Conjunto de transformaciones que no tienen un sujeto político estructurado, tradicional, reconocible en el sistema político. 
Me parece muy importante hacer esta entrada a la cuestión de lo político. Propongo pensar lo político en lo político mismo. Es decir, meternos de lleno en la coyuntura actual. Es abstracto querer pensar lo político por fuera de la coyuntura que se está viviendo. Eso supone una atención, un registro de las coyunturas que se están viviendo, si es que se quiere hablar de política. 
El problema es que estamos tratando de entender todavía qué es lo que se transformó en el país y en la región en los últimos años. Creo que los análisis políticos despreciaron mucho un conjunto de fenómenos que son los que explican la transformación en que estamos metidos. No es posible pensar lo político sin declarar la perplejidad por lo que está pasando en nuestra región, la necesidad de situarse para entender, comprender, los límites de las políticas de los últimos años e intentar extraer de la situación categorías y disposiciones sensibles para poder afrontar de lo que viene.
Propongo entonces pensar la coyuntura actual retomando el problema de la percepción, es decir, tratando de situar lo político ante todo como un problema de percepción. Esto abre al pensamiento de Suely Rolnik –psicoanalista, artista, brasileña, que vive en San Pablo- quién a propósito de la coyuntura latinoamericana actual, sudamericana, argentino-brasileña del último año -para ser todavía más precisos- sostiene que no podríamos agotar un balance de lo que está pasando políticamente en el cono Sur de América, si miramos solamente lo que se llama la macro-política, los partidos políticos sin Estado. Cuando hablamos de política hablamos siempre de eso, pero al mismo tiempo es imposible hacer un balance político de lo que pasó si sólo prestamos atención a ese nivel. Por eso traje a Deleuze, porque hay un problema de cómo se trabajan las percepciones. 
El problema de las percepciones no se lo constituye simplemente a nivel de lo macro-político, hay que abrir otra zona, que Suely Rolnik llama: “micro-política”, en la que actúan un conjunto de dispositivos que operan sobre la percepción, sobre la sensibilidad, sobre el deseo. La política ha subestimado el hecho de que la subjetivación –que en los últimos años se puso en juego, ahora lo vemos más claro- fue neoliberal, aun cuando algunas políticas de los gobiernos –llamémoslos de izquierda- no lo fueran. Suely define por izquierda: “un mínimo, mínimo”. Se refiere a poner un mínimo de filtro, un mínimo de distancia, un mínimo de autonomía, un mínimo de frontera, respecto al modo en que el Mercado Mundial descarga sobre los países sudamericanos la crisis, se trata de no obedecer absolutamente. Ese “mínimo mínimo” es lo que pueden hacer, dice Suely, las izquierdas nacionales a nivel macro-político: una mínima protección. Desde esa postura Rolnik se va a preguntar cómo explicar la situación de derrota electoral de estas izquierdas en varios países y el tipo de conversión social que la acompaña. 
No podemos pensar esta situación sin considerar que en paralelo con este “mínimo mínimo”, o lo que llamamos “voluntad de inclusión” –que puso en juego el kirchnerismo en Argentina, el PT en Brasil- funcionaron estos años micro-políticas neoliberales ligadas al consumo, a la comunicación, a las finanzas, que subjetivaron al modo neoliberal. Así que tenemos una situación en la cual por más de una década en algunas zonas de Sudamérica, las luchas sociales dieron lugar a gobiernos progresistas, o llamados de izquierda –desde ese “mínimo mínimo”- junto con una mecánica social que no dejó de ser neoliberal. A esta doble dimensión, macro y micro política hay que prestarle mucha atención, pienso, porque sigue dando mucho que pensar.
Álvaro García Linera, el vicepresidente de Bolivia -la mente más analítica de los gobiernos progresistas de la región- hace un balance del referéndum que se hizo en Bolivia en febrero pasado, en el que el gobierno de Evo Morales perdió muy ajustadamente -se votaba la posibilidad de una re-re-elección-. Llama a las masas plebeyas que los gobiernos llamados “progresistas” incluyeron en el consumo, “nuevas clases medias despolitizadas”. Tenemos nuevas clases medias, una recomposición de la sociedad –a partir del consumo, de reformas que se hicieron, del papel del Estado, de la nueva estrategia regional, de la autonomía respecto de EEUU, todo lo que podríamos caracterizar como discurso progresista- y dentro de ese cuadro encontramos sectores sociales que se beneficiaron con el aumento del consumo, se situaron de una manera más ventajosa en la estructura social y sin embargo, votan en contra de esos gobiernos. En Argentina, en Bolivia, las derrotas electorales de los gobiernos progresistas fueron por muy poca diferencia, aunque los efectos políticos de las derrotas son contundentes. Álvaro García Linera sostiene que no se han sabido politizar a esos sectores que se beneficiaron en el plano del consumo y otros derechos. Este balance nos interesa, porque en él aparecen los problemas que queremos también nosotros pensar. 
Siguiendo a García Linera nos encontramos entonces con que junto al sistema político clásicamente pensado -partidos políticos, Estado y todo el juego de la representación- actúan otros mecanismos de recomposición de la sociedad (redes sociales, producciones semióticas y comunicacionales). Cuando se habla de despolitización de los sectores que se incluyen en el consumo -García Linera nombra de este modo lo que pasa en Bolivia, pero podemos extender el mismo diagnóstico a otras partes de la región-, está señalando un punto ciego de las políticas progresistas de estos últimos años. El hecho es que esa incorporación de colectivos de personas al consumo ha supuesto lo que él llama una “despolitización”, seguramente porque el consumo subjetiva, y el modo de organizar el consumo suponía una despolitización. Esto es algo que habría que pensar más a fondo. 
Quizás sea más preciso decir que esta inclusión por consumo fue hecha casi enteramente sobre un andamiaje de micro-políticas neoliberales. Digo más preciso en el sentido que puede permitirnos pensar más directamente qué tipo de subjetivación es la que se pone en juego: la idea de “despolitización” no me parece del todo útil en la medida en que no queda claro que se entendería por politización. 
Traigo esta cita a Álvaro García Linera porque me resulta útil al menos en dos aspectos. En primer lugar, porque puede ayudar a construir un tipo de razonamiento que no se limite al dilema sencillo de si se trata de objetar o bien de acompañar a los gobiernos llamados progresistas. Plantear el problema de qué balance hacemos de ese período implica ya situarnos ante un escenario nuevo. Una vez asumido que el balance nos interesa a todos y que puede sacarnos del dilema pro/contra podemos insertarnos de un nuevo modo en la coyuntura política actual. 
El balance que hace García Linera merece ser completado a la luz del razonamiento que hace Foucault en uno de sus cursos en el Colegio de Francia según el cual el neoliberalismo es una forma de gobernar que consiste en interpelar al lazo social en términos empresariales y en que los sujetos se constituyen con criterios empresariales, lo que implica una cierta idea de libertad –la libertad de empresa- y una idea de riesgo –el riesgo empresarial que conlleva a una competitividad muy fuerte de construcción de uno mismo como un capital que da renta, como un hacer marca de uno mismo. A partir de esta cita de Foucault puede organizarse de otro modo el razonamiento, ya que los gobiernos llamados progresistas no han inventado un modo diferente de gobierno y los actuales gobiernos neoliberales de Argentina y Brasil son bien capaces de retomar este tipo diagnóstico en su favor. Es decir, no precisan crear todo desde cero. 
El otro uso que querría dar a la cita de Álvaro García Linera tiene que ver con lo que –nuevamente- Suely Rolnik denomina “inconsciente colonial”. Lo neoliberal no sería nada sin este tipo de inconsciente. Si hay un “inconsciente neoliberal”, él mismo no sería nada sino la maduración de una larga historia en la que lo colonial es absolutamente central. Llama la atención que nociones que pertenecen a planos analíticos tan distantes (lo colonial como avatar de la geopolítica, y como modalidad de un inconsciente) puedan funcionar juntos. Suely Rolnik dice que este “inconsciente colonial” actúa en cada uno de nosotros como un impulso a la estabilización frente a las crisis. Nos aferramos un conjunto de referencias a las que estamos familiarizados y que nos permiten reaccionar ante cualquier imprevisto, cualquier fuente de caotización proveniente del mundo, es decir, de la sociedad. Rolnik encuentra en este inconsciente reactivo a transformaciones sensibles el origen de mecanismos paranoicos, culpógenos y/o racistas. En otras palabras: en lugar de vivir las crisis –ella las llama “tormentas”- que azotan a nuestra subjetividad como ocasión para crear nuevas referencias en base a la alteración de lo sensible, en lugar de crear los territorios existenciales necesarios para seguir viviendo, nos sometemos a mecanismos que refuerzan nuestros modos de vida, compensan nuestros sufrimientos, rechazan los devenires. Y llama dispositivos micro-políticos, o micro-políticas neoliberales, al conjunto de estos mecanismos al servicio de la estabilización: formas de consumo, de espiritualización, de asimilación de discursos teóricos, de identificaciones políticas o religiosas. En la medida que estén al servicio de una estabilización de la subjetividad, al servicio de un fortalecimiento de las referencias que están siendo desestabilizadas, estamos ante la actualización de un inconsciente colonial, que tiene su origen en la coyuntura en la que lo cristiano se vuelve Imperio, y luego en una larga historia, en la que se va desautorizando y debilitando aquello que en la vida es útil para actuar creativamente en las crisis.
Suely Rolnik como profesora en San Pablo, detecta que el régimen universitario y muchos alumnos tienen una relación directa con la teoría. Leen conceptos, los reproducen, los explican. Y se pregunta si eso no es una expresión de ese “inconsciente colonial”. Si el hecho de que nuestra relación con el conocimiento sea simplemente la posibilidad de comprender una lógica conceptual y después reproducirla, agarrarse, apropiarse y vestirse con ella, incluso habla de usar las teorías como un desodorante (ella habla de un “desodorante Deleuze”, debe haber también uno “Lacan”, etc.), para que no se note el mal olor de que uno no se pone a pensar por sí mismo. 
Ella dice todo esto con tristeza, por lo difícil que parece ser que en la universidad, o entre los estudiantes, se adopte como punto de partida para el pensamiento de preguntas existenciales, aquellas que revelan una singularidad a partir de la cual sí es productivo seleccionar aquello que la teoría autorizada tiene para decirnos. El “inconsciente colonial” actúa en el pensamiento teórico estabilizando categorías, referencias, subjetividades. Bloquea la posibilidad de crear una situación nueva en la que la teoría no actúe ya como conjunto de saberes sistematizados sino, como dice Henri Meschonnic, como reflexión sobre lo que no sabemos. 
  
Quiero hacer una cita más en el mismo sentido. La antropóloga argentina Rita Segato, que enseña también en Brasil, ha hecho en una entrevista reciente que le hicieron en la Universidad Libre de Rosario, una distinción entre “imaginación teórica” y “destreza intelectual”. Considera que la intelectualidad latinoamericana es mayoritariamente colonial en la medida que acepta, tanto en las Universidades como a partir de la enorme influencia de la industria editorial -que selecciona y propone a un conjunto de pensadores generalmente blancos, de habla inglesa  y siempre perteneciente a una geopolítica del norte- delegar la “imaginación teórica” y asumir como tarea propia sólo aquellas tareas que implican una “destreza intelectual”. Por imaginación teórica Segato entiende la capacidad de crear las categorías y referencia que vuelven habitable y pensable la experiencia que vamos viviendo. Y por destreza intelectual, la aptitud de traducir, exponer y relacionar categorías de autores (Adorno, Durkheim, Freud, no importa cuáles). Es, nuevamente, un problema de colonialidad del saber. ¿Hasta dónde somos capaces de llegar -las militancias, los intelectuales- con nuestra “imaginación teórica” en las situaciones políticas que afrontamos? 
Al situar lo político en el nivel de la percepción podemos despejar un primer malentendido posible. Ya sabemos que hay izquierdas políticas que tienen percepciones de derecha, así como hay movimientos sociales que no se autodefinirían políticamente como izquierdistas y actúan con percepciones lo que Deleuze llamaría percepciones “de izquierda”. Entonces, tenemos que contar con ese tipo de desacoples sobre los que ya John W Cooke había advertido en los años sesentas respecto del peronismo. 
A nivel macropolítico podemos distinguir posiciones más de izquierda y otras más de derecha. La derecha prioriza el orden y la inversión; la izquierda quiere que el Estado se encargue de hacer la mínima diferencia de la que habla Rolnik. Pero después está el problema de cómo nosotros elaboramos categorías mentales, cómo damos lugar a sensibilidades que puedan crear mundos. Esta disputa se da fundamentalmente en un nivel micropolítico. Creo que es en este nivel que Deleuze piensa al poner en el centro la percepción. 
La percepción tendría una relación muy fundamental con la manera de pensar, cosa que ciertas doctrinas de la ideología muchas veces no consideran. Me refiero a quienes identifican la ideología con una sistemática de ideas más que a esa capacidad de partir de la percepción a la hora de dar lugar a una idea. 
La filosofía de Deleuze intenta abrir una zona nueva, en donde el problema no es tanto ser coherentes con ciertos principios, como ser capaz de pensar a partir de conflictos que se van presentando, que nos afectan y nos llevan a plantear nuevas categorías para avanzar. 
Álvaro García Linera dice, después de una década de gobiernos progresistas, que las poblaciones beneficiadas con sus políticas se han despolitizado. Entonces, tal vez corresponda pensar de otro modo la situación, en la línea de inventar nuevas categorías –una nueva teoría política- para avanzar en donde estos procesos se han bloqueado.
¿Cómo entender esto? La teoría política habitual de los últimos años entre los sectores progresistas, me refiero a la llamada política “populista” –lo digo presuponiendo que todos están al tanto que este término no es peyorativo, sino un nombre auto atribuido-, no tiene demasiados recursos para pensar todo esto. Y no los tiene, es porque considera que, en general, si el pueblo –sectores plebeyos incluidos en el consumo y en un discurso de derechos- está siendo protagonista de un proceso, si se beneficia de él, entonces no hay modo de explicar por qué vota en contra. En otras palabras: se desarma esa idea de un pueblo que es sujeto, de un sujeto que es pueblo. 
¿A qué otras imágenes podemos acudir para pensar todo esto de otro modo? En general se resuelve esta aporía con una teoría de la pura manipulación de los medios de comunicación en contra de los intereses de la gente. Me parece una explicación tan verdadera como insuficiente. Los medios de comunicación manipulan -¿qué duda cabe?- pero la eficacia de esta manipulación depende de factores más complejos. Habría que volver a esa zona de las subjetividades que interesan a Suely Rolnik cuando habla de las micro-políticas neoliberales, a los inconscientes coloniales, para pensar desde allí cómo operan los medios de comunicación y en qué suelo logran producir efectos. Creo que volvemos sobre el “punto ciego”, sobre lo impensado por las teorías populistas que celebraron el crecimiento y la inclusión sin producir distinciones en torno a los modos de subjetivar involucrados en determinados modos del consumo, en todas las clases sociales. No creo que funcione realmente reducir toda esta complejidad a una denuncia de los medios de comunicación.
Entonces, no me planteo la cuestión de si estoy o no de acuerdo con el diagnóstico de Álvaro García Lineras (la despolitización de los incluidos). Sí me planteo la pregunta sobre qué otra a forma de democratización podemos concebir. Esa pregunta me lleva al problema del protagonismo popular. No del pueblo-sujeto, sino de los nuevos sujetos. Lo que supone ya un cambio de teoría. ¿Cómo pensar la división política a partir de la emergencia de nuevos sujetos que pueden impulsar nuevas formas de subjetivación política si ocupan de modo más decidido el centro de la escena, o lo que es lo mismo, si se los coloca en la escena de la decisión política?
Pregunto hacia adelante, no me interesa rascar hacia atrás. Si el balance de los protagonistas de los llamados “gobiernos” indica que incluso sus propios éxitos conllevan una despolitización, señalando de ese modo un límite del propio proceso, cómo no introducir allí la pregunta ineludible: ¿qué otro modo de pensar lo político hay? Porque todo balance elabora líneas de acción. Me parece importante que este estado de balance no se cierre. 
Con la categoría de despolitización se pierde la idea de “inconsciente colonial”. Porque la despolitización siempre queda en manos de la militancia, es un límite de ella no haber participado más, no haber politizado más. Lo que se pierde es pensar más radicalmente, que las formas de inclusión que se pusieron en juego subjetivaron neoliberalmente. Eso es una cuestión fundamental. Generaron percepciones, una cierta relación con el deseo, ciertos posicionamientos. Si ese es el problema, podríamos preguntarnos si en la dinámica latinoamericana no existieron experiencias comunitario- populares que subjetivaban de otra manera. ¿Qué relación tuvo la política estatal con esas experiencias? Y ¿por dónde podríamos encontrar una fuente de imaginarios diferentes a ésta que provino de esta manera de pensar la inclusión?
Entonces: ¿cómo interpretar el planteo según el cual los procesos de inclusión tuvieron un déficit de politización? Evitemos una interpretación demasiado sencilla, del tipo: faltó más propaganda, más entusiasmo militante, más pedagogía política. Con todo lo necesario que es en política activar una voluntad militante, el balance de García Linera nos señala otro problema: el de cómo subjetivan los propios mecanismos de la inclusión. Ahí hay algo que entender mejor.
¿Y qué sería subjetivar no/neoliberalmente? Quizás sea ésta hoy la gran pregunta. Hay una imposibilidad de responder a esto teóricamente. Ya hemos referido al “inconsciente colonial”. Hemos insinuado que los instrumentos de inclusión –con todo lo que de valioso podamos advertir allí- sostuvieron una dialéctica oscura con ese inconsciente colonial. 
En el encuentro que tuvimos aquí por mayo, intentaba situar la crisis del 2001 como un momento donde aparecían subjetividades estratégicas, o subjetividades de la crisis. Fue, sin dudas, un período de intensa politización. Sobre todo a nivel micropolítico. Algo bastante inverso al período posterior, el de inclusión social, en el cual la sociedad parece haberse polarizado a nivel macro y perdido creatividad de estrategias a nivel micro, a nivel de creación de territorios existenciales.
Llegamos a un momento en el cual es vital profundizar este tipo de balances. Si vamos a ir a fondo, vamos a necesitar categorías que no son sólo las de la teoría política que estos años desarrolló esta perspectiva. Si vamos a cambiar: ¿hacia dónde lo haremos?, ¿con qué categorías vamos a concebir el proceso político que viene? ¿Cómo hacemos para que los próximos años en Ecuador, en Bolivia –donde todavía hay gobiernos progresistas- ocurra otra cosa? ¿Con qué dinámicas sociales nos vamos a conectar y con qué expectativas? No creo que se trate de desarrollar una respuesta puramente intelectual a estas preguntas, pero me parece que nos toca plantear con claridad estos problemas: ¿con qué categorías vamos a radicalizar estos balances?, ¿vamos a entrarle a la cuestión del “inconsciente colonial” (o neoliberal)?, ¿nos atreveremos a sacar conclusiones del hecho de que la forma de inclusión que hemos desarrollado conecta al menos parcialmente con una subjetivación neoliberal? 
Son preguntas. Solo eso. Las respuestas no pueden ser sino la acción política misma. Hay que poder meterse en la acción política y preguntarse desde dentro qué significa una subjetivación “no neoliberal”. 
No me parece demasiado útil enfrentar esta situación, estas preguntas, a partir de un estado de “desilusión”. Para estar desilusionado hace falta haber estado “ilusionado”. Y si hubo ilusión tal vez sea un paso adelante reconocerlo, si no, no se puede avanzar en el pensamiento. Los no ilusionados al mismo tiempo estamos intentando sacudir un poco el escepticismo, porque la necesidad del pensamiento político está igualmente presente en todos. 
Janine Puget: la idea es ampliar la mente de los psicoanalistas y que puedan detectar dentro del material de una sesión indicadores que hacen a categorías o posicionamientos políticos que incluyen prejuicios, ideas de verdad absoluta y que tenemos que encontrar cómo cuestionar. Pero antes, aprender a detectar. Poder revisar en lo que nos dicen los pacientes y lo que decimos nosotros, cuánto hay de ideología colonial, o cuánto hay de prejuicios o de cerramientos en relación con tomar en cuenta la realidad llamada exterior, la del sujeto en su contexto. Abrirnos a la creación de nuevas categorías y poder hacer un análisis de los discursos, para ver cómo intervenir, cómo cuestionar, como se está haciendo hoy aquí.  
DS: Parto de la idea -quiero decir, leo a pensadores que, como León Roiztchner, por ejemplo, afirman que- no habría una distancia tan abismal entre psiquismo individual y campo social. Asumo que no es muy productivo aceptar esa distancia. Cuando digo –con Rolnik- “inconsciente colonial”, implica una cierta articulación entre un campo histórico social y una subjetividad. 
En la medida en que identificamos el proceso político con problemas de subjetivación, el psicoanálisis está concernido y seguramente haya vías productivas para trabajar lo político a partir del psicoanálisis, aunque sobre eso yo no sé nada. Recuerdo sí que alguien como Félix Guattari insistía –y Bifo lo sigue haciendo- en reunir saberes analíticos, estéticos, políticos, clínicos. 
Recientemente Cristina Kirchner dijo que habría que estudiar muy bien qué es lo que los medios de comunicación le meten en la cabeza a la gente. Me interesó que diga eso, en la medida en que eso implique la política admita que hay algo que se le escapa. ¿Qué sería eso de que se está trabajando sobre la cabeza de la gente de una manera nueva? Lo veo ligado con lo que veíamos de Álvaro García Linera: por más que se distribuya, por más que se difundan derechos hay un comportamiento de colectivos grandes que actúan “contra sus intereses”. Lo que me interesa de esa perplejidad es el modo en que abre al problema de las micropolíticas del que estamos hablando. Se abre un campo que no es el estrictamente político convencional. No sé si los políticos tienen mucho que decir sobre cómo se produce esta subjetivación, tal vez haga falta la presencia de otros protagonismos. 
(Pregunta Inaudible) 
DS: Para aclarar los términos, cuando pienso en términos de conflicto lo hago en dos niveles. Por un lado, creo que la conflictividad estructura y explica una coyuntura política: si esto es así, no es posible hablar realmente de política sin ser conscientes de cuáles son los conflictos que atraviesan en un momento determinado el campo social. Por ejemplo, el problema de la protección de los ingresos populares es un tema fundamental, hablar de qué vive la gente, de la agresión a los ingresos, a la vida material. Es difícil hoy decir qué es la política en abstracto, sin situar eso que es una fuente de conflictos. En segundo término, también en el plano micro-político, me refiero al conflicto, en el sentido de la crisis -o de la tormenta-, como aquello que altera el “inconsciente colonial”. 
La posibilidad de crear territorios existenciales se vincula a los procesos políticos. Creo que algo de esta relación entre proceso político y creación de territorios existenciales había comenzado a desplegarse en América Latina y ha quedado como en un impasse. Cuando pensamos en Bolivia, en Argentina o en Brasil –previo a estos gobiernos llamados progresistas- ocurrieron movimientos insurreccionales, un florecer de organizaciones sociales. Muchos de ellos indígenas, comunitarios, de mujeres, de gente que tiene una relación con el territorio –pienso también en el movimiento piquetero. Ahí había una máquina imaginaria produciendo. Como diría Rita Segato, más “imaginación teórica” que “destreza intelectual”. Había movimientos haciéndose cargo de la experiencia, intentando darle forma, generar estrategias. Esa riqueza, que subsiste en la América Latina actual, tiende a proveer imágenes resistentes, que implican una crítica a aspectos modernizantes/desarrollistas y tal vez posibiliten que el repliegue actual –de haberlo- no sea tan abrupto. No dé lugar a una coyuntura tan reaccionaria. Creo que hay señales en este sentido.
(Pregunta Inaudible) 
DS: Ahí hay un problema de porosidad, de relación de la subjetivación –en el enlace entre lo individual y lo político- que habría que intentar pensar, sobre todo hay un problema de tiempo político también. No se piensa cualquier cosa en cualquier momento. ¿Cómo se tramita esto que no sea como una mera desilusión? Hubo una ilusión, se disipó la ilusión, ¿dónde quedamos?, como diría Nietzsche, en la nada. Creímos en algo más fuertemente que en el mundo, eso se disolvió, nos quedamos sin ilusión y sin mundo. Para evitar ese desenlace podemos preguntarnos en términos de los conflictos, de las coyunturas, del conjunto de los procesos de subjetivación actuales, dónde encontrar claves para resistir, intentar, crear. Eso es lo que estoy proponiendo, no una solución, sino un para dónde mirar. Pienso en cómo se hacen los mapeos, las relaciones, las investigaciones, cómo se promueven formas colectivas e individuales diferentes, dónde buscamos, dónde encontramos. Hay un problema de práctica, no la que se remite a la clínica individual, a la cuestión profesional. Me pregunto si este juego entre lo que digo y lo que tienen como imagen puede abrir algún cuestionamiento, alguna posibilidad, generar algún desplazamiento interesante. Son las reglas de juego para todos, intentamos pensar cosas y después vemos qué efectos tienen. 
(Pregunta Inaudible) 
DS: Pienso en cómo restituir esta referencia al campo político práctico efectivo que hoy vivimos. Más que esperanza, me digo, conviene juntar coraje para enfrentar el obstáculo. El pensamiento político si se guía por la esperanza queda muy débil. La idea de que a pesar de todo hay una esperanza, o que hay ejemplos a encontrar en algún lado, no sé. No me parece que funcione.
El cuestionamiento a la globalización neoliberal por momentos viene del lado más reaccionario de los poderes, del lado del Brexit, Trump en los EEUU, de lo que está pasando en Brasil, o Daes. Suponíamos que el descontento con el neoliberalismo podía ser articulado desde una reivindicación de lo común, pero en este momento preciso ese descontento está tramitado por formas de arcaísmo brutalmente fascistas. La década pasada no se presentaba así. Insisto: el pensamiento político no tiene que ser esperanzado, tiene que tener coraje para ver obstáculos y preguntarse con qué estrategias los enfrenta. Ese es el punto efectivo del pensamiento político. Me resulta penoso cada vez que escucho hablar sobre la esperanza a compañeros o políticos profesionales o gente que se arroga saberes sobre el espíritu. Ya Spinoza en el siglo XVII decía que la esperanza es una pasión triste, no es una novedad teórica decir esto. 
Hoy los sectores populares buscan concretar políticas defensivas de los ingresos, sean o no asalariados, sean o no formalizados. Tienen capacidad alta de movilización y más o menos buena de organización. Pero hay poderes que cuentan con que esas fuerzas se organicen por fuera de los instrumentos tradicionales de integración que asumen lo reivindicativo desvalorizando la creación autónoma de infraestructura de vida popular. Se han sucedido movilizaciones gigantescas desde que Macri asumió el gobierno en Argentina. La más grande fue la de la CGT, pero el viernes pasado (2-9-16) se hizo la Marcha Federal, el día de San Cayetano fue la de  la economía popular, convocada por CTEP, la Universidad hizo sus manifestaciones, cuando Cristina Kirchner fue llamada en abril pasado a declarar, hubo una manifestación enorme. Lo político hoy hay que considerarlo también a partir de esa capacidad de movilización, que es muy grande. A ocho meses del gobierno de Macri se organizó una movilización masiva por mes, es algo que no habíamos visto antes. Esas marchas por sí mismas no terminan de desbloquear la situación y probablemente no alcance con este tipo de movilización. Como decía al inicio, no creo que podamos pensar la política fuera de nuestra coyuntura. Sin enfrentar las dificultades del momento. Y eso implica que cada quien piense cómo nos ligamos, desde nuestras preocupaciones (incluso las profesionales, en su caso) con esta situación.
(Pregunta Inaudible) 
DS: El otro rasgo que veo en la coyuntura actual es que el llamado bloque de poder -los que gobiernan la Argentina desde la última elección- carece de homogeneidad. Sólo la tienen en relación a rechazar al movimiento social autónomo y a una eventual revitalización del kirchnerismo. Contra estos adversarios se unifican y tienen un programa claro, que es la destrucción del ciclo político previo. Pero en la medida en que el ciclo anterior se desgasta los sectores dominantes no comparten programa político unificado, y por consiguiente es posible que vayan a una división política, sobre todo en el plano electoral. En consecuencia es altamente probable que si las movilizaciones populares no generan un tipo de proyección propia y autónoma de sus intereses y de sus propios programas terminen metidos al interior de la división del bloque gobernante. Quiero decir: que Sergio Massa o alguien como él aparezca como única alternativa a Macri. Eso sería muy lamentable y hay que intentar impedirlo. Siempre las posibilidades son a crear. 
Janine Puget: La cuestión es tener imaginación y ver si se puede crear algo nuevo.
DS: Es el riesgo de identificar un problema, sólo se puede intentar a partir de ahí, ¿qué sería plantearlo de otro modo? Podemos intentar con el pensamiento encontrar los obstáculos, verlos lo más a tiempo posible, hacer las mejores alianzas, ser lo más claro posibles en las cosas que vemos, discutir con la mayor sinceridad, no veo mucho más que se pueda hacer en el marco de este encuentro. 
Janine Puget: me parece que estás poniendo el acento sobre las movilizaciones actuales que no es por esperanza que se hacen, sino porque creen que una acción sirve. ¿A qué va a servir?: -no sabemos todavía. Pero sí hay una politización de varias clases sociales agrupadas en esas movilizaciones, que no son partidarias, que piensan que hay algo para hacer, pero que no dicen qué. 
DS: Hay una valor de la movilización popular que permite crear estrategias defensivas, relativamente eficaces. Se intenta poner límites a ciertas medidas y que en el corto plazo haya una alianza electoral que ponga freno a lo más agresivo de la coyuntura actual. Esas estrategias -esas movilizaciones- son correctísimas interpretaciones de lo que se está viviendo. Habría que ver si de estas movilizaciones surge también alguna posibilidad diferente para el futuro.
Janine Puget: esas movilizaciones no son sólo por economía, sino por derechos humanos. Es un poco diferente que en Grecia y que en Brasil. Es algo muy propio de este momento, porque ganarse bien la vida es un derecho humano también. Los movimientos de derechos humanos y todos, incluso los con diferencias ideológicas, están en las plazas. Eso es una nota especialmente argentina.
D.S: Cuando hablamos de salarios, de ingresos, prefiero pensar en disfrute de la vida material y colectiva, más que en la economización de ese discurso. Y ahí el tema de los derechos humanos tiene mucho que hacer. Si pensamos el proceso de politización que va del año 1983 en adelante, mi impresión es que los organismos de derechos humanos -su política-, es lo más importante que ocurrió. Justamente por su capacidad de mezclarse con las categorías del trabajo, no por sus demandas específicas y separadas. Recordarán el 20 de diciembre del año 2001. La movilización final que termina con la renuncia del gobierno de De la Rúa, se inicia con las imágenes en la televisión de Hebe de Bonafini, las madres de Plaza de Mayo golpeadas por policías arriba del caballo. Eso es lo que más mueve, lo que más moviliza, lo que más convoca. Me parece que esa fusión relativa entre dinámica de derechos humanos y dinámica del conflicto social-laboral, ha sido muy especial, muy interesante y es lo que hay que cuidar, porque el programa de las clases dominantes consiste en romper esa alianza. Conflictos laborales va a haber, pero si no se codifican en términos de derechos humanos en sentido más amplio, en un tipo de sensibilidad que tienen esos derechos, la situación en la Argentina cambia radicalmente. La capacidad de resistencia disminuye muchísimo, al volverse sólo salarial es una visión súper restringida de la idea de ingresos. 
Janine Puget: eso es lo menos colonial que tenemos. Es algo muy propio de la Argentina, no ha sucedido en otros países del mundo, algunos intentaron hacer algo, pero muy pequeño. Y nos ha dado un lugar especial en el mapa de la búsqueda de mejor estado social.
D.S: Si fuésemos capaces de reinvertir los éxitos que tuvieron los movimientos de derechos humanos con respecto a la política de la dictadura, tendríamos –tal vez- bastantes claves de qué significaría hacer una política hoy. El problema de la violencia estructural de lo neoliberal en los barrios es un tema fundamental, no deja de estar todo el tiempo presente, condicionando la percepción y dando todo el tiempo lugar a una demanda de seguridad que neoliberalmente es todo el tiempo interpretada, todo el tiempo puesta en juego. La campaña electoral Massa-Scioli-Macri, fue homogénea en ese punto. Y los organismos de derechos humanos quedaron completamente desplazados de esa agenda de discusión. De vuelta, hay un problema práctico, que es cómo se reinvierte, cómo se traducen saberes y tecnologías que han puesto en juego los organismos de derechos humanos en términos de un escenario de conflictividad neoliberal de un país que cambió, de sujetos nuevos. Pero hay mucho que pensar en términos de cómo se podría reaprovechar eso. La mera posibilidad de que los conflictos territoriales vayan separándose cada vez más de esa sensibilidad es gigantesca. Hay que pensar lo que pasa en las cárceles de la Argentina. Horacio Verbitsky decía hace poco que las cárceles en argentina son las micro- ESMAs del presente. Allí se practica un régimen de crueldad, que después se difunde también en los barrios,  una especie de pedagogía de la crueldad. Se constituye un tipo de subjetivación, un tipo de territorio, un tipo social. Esos cruces son un poco lo que digo cuando no acuerdo con  las políticas de inclusión. Porque me parece que son ciegas a la necesidad de crear unas categorías mentales que den cuenta de esto que hablamos. Nuevos territorios, nuevas subjetividades y necesidad de imaginar políticas de derechos humanos y de ingresos que se vinculen, que piensen las mutaciones en sus territorios en esta situación. En el caso de Bolivia por ejemplo, la presencia de lo popular-comunitario es muy obvia y quienes están más vinculados con ello se han cansado los últimos diez años de discutir con el gobierno de Evo Morales y de Álvaro García Linera que no codifique todo en términos de un nuevo capitalismo andino. Que tome más en cuenta esas realidades. Hay mucho material, la socióloga Silvia Rivera Cusicanqui, ha publicado en Argentina, por ejemplo. Ella es muy conocida en Bolivia y hace rato que viene planteando que el imaginario desarrollista para la economía boliviana presenta muchos problemas de exclusión de imaginario político. Deja al proceso boliviano con un imaginario muy blanco, muy débil con respecto a la propia dinámica de fuerzas que tiene que enfrentar. 
-Janine Puget: Nos llevás a pensar. Van surgiendo nuevos temas, sin que tengamos las categorías ya pre- hechas. Pienso, por ejemplo, la imagen de Hebe Bonafini parando a la policía. Dijo: -no acepto, y tuvieron que acatar. Son imágenes, manifestaciones, que dan cuenta de que se puede hacer algo. Estas reuniones también, pero se puede sin tener en este momento disponibles las categorías que no pasen por esperanza sino por concretamente hacer, cada uno en el ámbito en el que se mueve. En cualquier campo de acción en los que actuamos, hay posibilidad. En general los regímenes dictatoriales deciden que uno no tiene acción personal posible.     

* Desgrabación de charla “Micro-políticas, percepción y actividad no-neoliberal. Cambios en la imagen de la política”, ApdeBA, Departamento de Familia y Pareja,  8 de septiembre de 2016)

Non una di meno!

(manifestación nacional en Italia – 26 de noviembre)

Un tercio de las mujeres italianas, extranjeras y migrantes sufre violencia física, psicológica y sexual, a menudo en las viviendas y en frente de sus propios hijos. Desde comienzos de este año, decenas y decenas de mujeres han sido asesinadas por mano de hombres. La violencia masculina contra las mujeres no es un hecho privado ni una emergencia sino un fenómeno estructural y trasversal de nuestra sociedad, un ámbito político de primer orden que echa sus raíces en la desigualdad de poder entre los sexos. Las políticas de austeridad y las reformas como la del trabajo y de la educación, en continuidad con lo que pasó en los últimos diez años, contribuyen en poner en peligro los itinerarios de autonomía de las mujeres y dinamitar las discriminaciones sociales, culturales y sexuales.
La violencia traversa todos los aspectos de la existencia, controla y domestica los cuerpos y las vidas de las mujeres: en la familia, en los lugares de trabajo, en la escuela, en la universidad, en la calle, por la noche, por la día, en los hospitales, en los medios y en la red.
Se puede abordar a la violencia masculina contra las mujeres solo con un cambio cultural radical, como nos enseñan la experiencia y las prácticas del movimiento de las mujeres y de los Centros Antiviolencia, que desde hace 30 años resisten a cualquier intento de las instituciones de transformarlos en servicios de apoyo neutros, negando su naturaleza política y de cambio.
Basta ya! Es el grito que se alza de varios lados del mundo.
En Polonia, Argentina y España las huelgas y las protestas de las mujeres que se rebelan a la violencia y al feminicidio y luchan por la autodeterminación femenina han paralizado naciones enteras. Los cuerpos de las mujeres invaden las calles, tienden puentes y narraciones comunes de un lado al otro del mundo. La movilización se extiende mas allá de las fronteras nacionales y plantea la potencia política de las mujeres.
También en Roma, el pasado 8 de octubre y después meses de movilización, una asamblea llena de centenares y centenares de mujeres, decidió de bajar en las calles y hablar frente a la matanza de mujeres y a las varias formas de violencia cotidiana.
Esta lucha pertenece a todas, suprime las fronteras y no conoce geografía. En este sentido, tenemos que rechazar cualquier instrumentalización racista que pretenda reducir la violencia a un problema de orden público. Con la misma fuerza tenemos que denunciar todas formas de violencia contra las lesbianas y l@s transexuales destinada a imponer un modelo heterónormado de sociedad que no corresponde a la realidad ni a los deseos de las personas.
Si nos tocan a una, nos tocan a todas!
Por estos motivos, el próximo 26 de noviembre, con ocasión del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, desde todas partes de Italia bajaremos en las calles de Roma detrás de una pancarta común con el eslogan Ni Una Menos!, por una gran manifestación de mujeres abierta a tod@s l@s que reconocen en la fin de la violencia masculina una prioridad por el proceso de transformación del existente.
La marcha saldrá a las 2 de la tarde desde Piazza della Repubblica, cruzara las calles del centro de Roma pasando por algunos lugares simbólicos y terminará en Piazza San Giovanni. No se acepta alguna bandera, eslogan, pancartas institucionales de partidos y sindicatos durante la marcha. Al contrario, el objetivo será de articular, difundir y comunicar en la manera la mas eficaz posible los contenidos y los lemas planteados en la construcción compartida a nivel nacional y territorial de la movilización. Por esto, el blog https://nonunadimeno.wordpress.com/ se pone a disposición como espacio compartido de comparación de los materiales comunicativos y de análisis con vistas al 26 de noviembre.
Consideramos el 26 el primer paso de un camino capaz de proponer un Plan Feminista contra la violencia de los hombres y una gran movilización para afirmar y ampliar l’autodeterminación femenina.
Por esto, el 27 de noviembre a partir de la 10 de la mañana en la escuela primaria Federico Di Donato (Via Nino Bixio 83), convocamos una nueva asamblea nacional organisada en las comisiones decididas en la asamblea del 8 de octubre (https://nonunadimeno.wordpress.com/portfolio/assemblea-nazionale/), que terminará en una plenaria donde discutir sobre como dar continuidad y respiro al camino de elaboración, comparación y de propuestas.
Por la manifestación nacional del 26 de noviembre contra la violencia de los hombres contra las mujeres

Por la construcción de la asamblea nacional con comisiones del 27 de noviembre.
#NiUnaMenos!

Clinämen: ¿Por qué se le teme al realismo en cine?

  
Conversamos con César González, poeta y director de cine, que está estrenando su última película «Exomologesis». ¿Cómo se habla de la marginalidad en las películas? La moral del cine progresista. ¿Cómo filmar contra los estereotipos? La prudencia en el arte. La filosofía como cantera para la vida.

«Hacer del paro una herramienta de insumisión, de desacato» // Entrevista a Verónica Gago

En La luna con gatillo (programa 32 – 20 de octubre de 2016) sobre el 1º Paro nacional de mujeres y la movilización que se realizó el 19 de octubre de 2016 en Buenos Aires y en otras importantes ciudades de Argentina y de América Latina.
Mariano Pacheco: ¿Tenés idea, más o menos cuánta gente se calcula que participó en la movilización de Buenos Aires?
Verónica: Mirá, ayer, se decía doscientas mil personas, pero la verdad es que no hay manera de chequear ese dato. Sólo se puede calcular a partir de cómo se circuló ayer en la marcha, por rumor, por entusiasmo y un poco por el agite de estar ahí. Es difícil de hacer un número preciso debido a la forma de desborde mismo que asumió la movilización. Lo que habíamos imaginado en la asamblea, un punto de concentración y después la movilización a Plaza de Mayo entrando por una sola avenida, se desbordó, se dispersó en dos avenidas y en las calles laterales, por la cantidad de gente, por la lluvia y también por un modo mismo de darse la propia asistencia a la marcha que no cabe en los encuadres más usuales.
Mariano Pacheco: ¿Nos contás más desde lo vivencial, cómo experimentaste vos, «el estar ahí»?
Verónica Gago: La verdad que fue muy, muy impresionante y muy emocionante.
Primero, porque sucedió a pesar del clima que era horrible.  Ayer en Buenos Aires llovió todo el día, hacía frío, había viento. Se podría decir que eran las peores condiciones para una movilización y, aun así, empezaron a llegar contingentes, colectivos, grupos de amigas, chicas sueltas, y a quedarse bajo la lluvia, con una disposición colectiva a estar ahí, y a aguantar esas condiciones climáticas muy duras, a estar varias horas empapándose y marchando.
Había como una especie de felicidad muy palpable, que surgía de estar ahí presentes, a pesar de todo.
Lo más notable fue haber podido materializar esa reacción tan rápida que tuvimos después del encuentro de Rosario, y frente al crimen de Lucía, y a los crímenes que se sucedieron enseguida, después del Encuentro Nacional de Mujeres. Tener esa velocidad de iniciativa política, de reacción, y de transformar un poco la fuerza que venimos sintiendo, y que en Rosario fue muy evidente, en una capacidad concreta, en las calles, de «decir basta». Aun si en principio, por supuesto, parecía muy difícil organizar un paro en una semana.
Quisimos un paro a nivel nacional por la sensación de urgencia, por la sensación que teníamos que hacer algo con esa rabia, que no podía hacerse un cálculo de tiempo que fuera más allá de esa indignación, sino que había que convertir esa indignación en fuerza política y la verdad es que salió muy bien.
Me parece que fue eso lo que conectó, transversalizó, e hizo que se difundiera la propuesta incluso más allá de Argentina.  Estábamos todo el tiempo sorprendidas de cómo esto empezaba a repercutir en América Latina e incluso en otros lugares del mundo, y tener esa experiencia de fuerza que conecta con otras,
es muy impresionante y muy inolvidable.
Carlos Bergliaffa: Verónica, me llamó mucho la atención ayer, que algunos medios y redes, esto que estás diciendo vos, respecto de lo que parecía que esas dificultades, como la lluvia o la falta de tiempo para convocar, se preguntaban ¿qué iba a pasar con eso, con las condiciones adversas? Como si las condiciones adversas de las vidas de las mujeres no fueran bastante más terribles que mojarse las horas que estuvieron ustedes en la marcha. Me parece que se minimizaba la posibilidad de que pudiesen mostrar la fuerza del rechazo, el grito de no soportar más estas condiciones que están tolerando en la vida cotidiana.
Verónica Gago: ¡Totalmente!  Me parece que la fuerza de indignación, de rabia, por el crimen de Lucía y de todas las muertes de mujeres, nos da una energía a partir del rechazo. A pesar de que todo el tiempo nos quieren enlutar, y nos quieren, sobre todo, enmudecer.
Me parece que con estas manifestaciones se muestra esa mezcla rara de duelo y de luto por la tristeza de estas muertes y de cómo nos están matando, pero, también, se muestra la energía y la alegría colectiva que genera sentir que no estamos solas, que podemos hacer algo juntas con ese dolor y que tenemos la fuerza para decir «Ya basta». Es esa mezcla la que es muy potente.
Poder hacerse cargo del duelo, públicamente, colectivamente, es decir, no cada una quedándose con el miedo encerrada en su casa o no pudiendo salir, o tragándose una cantidad de injusticias, o envenenándose mirando cómo en la televisión se relatan esos crímenes; si no, haciendo de eso una disposición a estar con otras, en cualquier condición. Me parece que ahí hay una estrategia de autodefensa concreta. Queda claro que la única manera de defendernos es haciendo de esto un movimiento político, encontrándonos, estando en la calle.
Y, además, me parece, que también está quedando claro que estas manifestaciones, que son muy masivas, como fueron las del 3 de junio, la de Rosario, y ésta, se tejen por un cotidiano, por un día a día, que es organización, charla con la vecina, charla con la amiga, pequeñas actividades en un centro comunitario, en un centro cultural o en cualquier barrio. Es decir, que hay toda una trama que se mueve, día a día, que hace posible y que se manifiesta, de manera tan contundente, en estos llamados, porque si no tampoco se entendería la capacidad de difusión y de masividad y receptividad, que se tuvo desde el jueves pasado, que fue el día de la asamblea en la que se decidió ir al paro.
Carlos Bergliaffa:  Fue realmente tremendo el impacto, tanto es así que le modificaron la agenda a todo el mundo y también a los medios, a los gobiernos y a las redes sociales. Fue con una potencia que nadie pudo sustraerse realmente a la convocatoria, una “provocación” al sistema patriarcal. Y, por otra parte, una cosa muy llamativa, muy interesante, es que desde la proposición de ustedes nunca al menos, se trató de hacer una cuestión corporativa, unificada, organizada. No se trató de hacer, lo que sí propone el régimen patriarcal, un modo unificador. Propusieron otra cosa, que hizo correr un montón de intensidades y flujos muy variados, muy heterogéneos, muy distintos, pero con los cuales también se hizo algo, como un cuerpo no organizado.
Verónica Gago: Sí, la verdad que eso es muy impresionante porque es otro tipo de organización. Ayer, el paro fue una hora todas coordinadas, para dejar de hacer lo que estábamos haciendo, para ausentarnos de nuestros trabajos, para sustraernos de las tareas de cuidado, pero a la vez, lo que fui escuchando, lo que fui viendo, es que todas, durante todo el día, lo que hicimos fue dedicarnos a hacer las cosas que teníamos que hacer para estar juntas. O sea que la forma de parar también fue: «hoy nos dedicamos solamente a hacer lo que hay que hacer para organizarnos y estar juntas». Otro punto central es que me parece que se pluralizó mucho la noción de paro. Por un lado, porque le sacamos el monopolio de esa herramienta a los sindicatos, y sobre todo a estas fotos de los cinco varones que aparecen todo el tiempo, con el supuesto poder de decir «nosotros decimos cuándo se para y cuándo no se para» y mientras tanto, van negociando los términos de la obediencia y del ajuste. Nosotras lo que hicimos fue, por un lado, burlarnos mucho de esa situación, y por otro sustraer esa herramienta y además reinventarla, me parece, porque lo que hicimos fue decir: «Bueno, podemos parar todas» en las condiciones en que estemos: ocupadas, desocupadas, formales, informales, precarias, amas de casa… y cada quien va a ir inventando y conectándose y mostrando cómo puede hacer del paro una herramienta de insumisión, de desacato. Y también problematizando un poco lo que es el mapa muy heterogéneo del trabajo especialmente en lo que refiere al trabajo femenino, que se complementa con la enorme brecha salarial entre hombres y mujeres, que llega a un 27% promedio. Esa complejidad del mundo del trabajo, que es el mundo de las vidas y el mundo de los cuidados, el mundo de los reconocimientos, el mundo salarial y el mundo de las relaciones familiares, se puso ayer un poco en movimiento paradójicamente con el paro. En ese sentido, se logró conectar la cuestión de la violencia de género, con la cuestión de la violencia económica, política, social y cultural en un acto masivo.
Me parece que hay otra fuerza del movimiento y que es no hacernos un gueto: no es una cuestión de confinar la experiencia de las mujeres, no es sólo una cuestión de violencia específica de género, sino cómo entendemos que esta violencia, que hoy se inscribe en el cuerpo de las mujeres, -como siempre dice Rita Segato-, que toma el cuerpo de las mujeres como texto, y nos está hablando de un nivel de violencia, de formas de explotación y de formas de despojo, que estamos pudiendo nombrar y que estamos pudiendo contestar, para poder resistir…
Mariano Pacheco: Sí, parece que a la CGT se le se le escapó la tortuga nuevamente. Como cuando emergieron los movimientos de trabajadores desocupados, entre otras expresiones. Ayer, otra vez la dinámica de los movimientos sociales los excedió por todos lados.
Verónica Gago: Y sí, yo creo que con la manifestación de ayer, lo que quedó claro es que la velocidad del reclamo no la ponen ellos, que la agenda no la ponen ellos, y hay que ver de qué manera se puede interlocutar, o no. Pero está claro que hay otras vías de protesta, hay otros lenguajes, en los que se está diciendo cuál es la injusticia del momento, y que eso es muy masivo. Son grupos que están pensando la coyuntura y que pueden, justamente, cruzar estos elementos de coyuntura de resistencia contra el ajuste, contra el tarifazo, de resistencia a las formas de expropiación que se están viviendo todo el tiempo, y el modo en que eso afecta directamente el cuerpo de las mujeres y estalla como violencia cotidiana.
Carlos Bergliaffa: La convocatoria al paro y a la marcha dio la posibilidad de imaginar la forma de liberar la potencia del cuerpo de la mujer del intento de dominación masculina, que se viene ejerciendo desde miles de años de existencia humana. Me parece que en esto que vos decís, recién se vio este germen y no se sabe qué energía puede liberar en el campo social.
Verónica Gago: Si, eso me parece que es un punto clave: hasta qué punto esta movilización arrastra también elementos del campo social y del campo político, en general.
Y después, me parece, que también hay que pensar que esta guerra contra las mujeres, este tipo de ofensiva, en el que nos agreden y matan todos los días, y que se muestra en las imágenes que propagan, por ejemplo que octubre se quiere llevar el ranking de los femicidios en Argentina, lo que está también mostrando es un tipo de represalia contra un poder o contra una autonomía que están poniendo en acto las mujeres, en toda su heterogeneidad y en cada situación concreta.
Entonces, ahí también hay que estar todo el tiempo evaluando cómo es esta movida de fuerzas. Lo que está claro es que este nivel de violencia está respondiendo a un nivel de autonomía, como respuesta a un poder nuestro. Esa forma, esa genealogía, esa ofensiva del poder, también nos da conciencia y nos da visibilidad de nuestro propio poder.
Marisa Emilia Francia: Me preguntaba qué afectos se pueden liberar en mujeres que resisten y que descubren que pueden resistir. Ayer en la marcha, por ejemplo, se sumaban mujeres a nuestra columna con ganas de cantar, que nos pedían les pasemos las canciones, que querían intervenir con nosotras, tomadas. Me quedé pensando de cuando el afecto se libera, creo que también se desconoce el afecto que está oprimido en el cuerpo de la mujer, y se desconoce la potencia que puede tener, y es hermoso realmente encontrar mujeres liberadas, que encuentran… Eso me pasaba ayer, a mí, en la marcha, sentíamos que éramos como sostén de todas esas mujeres que estaban buscando liberarse, y creo que eso es una potencia inimaginable que no se sabe a dónde puede terminar, o a dónde puede llevar, eso me parece fantástico.
Verónica Gago: Totalmente. Totalmente. Fue así y lo compartimos con muchas compañeras, de volver a nuestros propios lugares con esa experiencia de fuerza en el cuerpo, que no es lo mismo haber pasado por ahí, haberlo experimentado, tenerlo encima y volver, a donde sea que se vuelve, con esa fuerza. Es una fuerza que se vuelve recurso, tal como vos lo decías.
Y lo del canto era muy impresionante, porque había un montón de cantitos, pero también, lo que por momentos hacía como una especie de marea, era ese grito tapándose la boca, que es muy fuerte, porque es una especie de vibración que se empieza a sentir, y realmente le dio a la marcha un tono muy, muy alegre, y a la vez de mucha fuerza.
Carlos Bergliaffa: Verónica, respecto de lo que estábamos hablando recién de los afectos, en tu nota de Lobo suelto! vos planteás con mucha delicadeza, y mucha dulzura, que a la proposición del paro surgió una reacción de la violencia masculina diciendo qué es lo que tenían que hacer ustedes, si nos tenían que invitar o no a la marcha, como tratando de organizar lo que ustedes tenían que hacer, lo que a ustedes les pasaba.  Intentando limitar lo que ustedes hicieron circular, lo que a ustedes les pareció que había que hacer.
Verónica Gago: Sí, fue una polémica, me parece que cuando surge toda esta iniciativa y toda esta fuerza, desde ciertos medios se intenta banalizar un poco el tema, y una de las maneras fue decir: «Bueno, las mujeres excluyen a los hombres», o también: «es una marcha que discrimina a los varones». Y la verdad es que la idea desde el principio, y se discutió bastante en la asamblea, era «en esta marcha, lo que hay que garantizar es el protagonismo femenino, cómo nosotras salimos y  reaccionamos y nos hacemos fuertes juntas, frente a estos crímenes que estamos sufriendo las mujeres, y que los compañeros acompañen». Era bastante claro y bastante sencillo. Creo que logramos eludir este intento de que sea, finalmente, el tema principal qué hacían los varones.
Mariano Pacheco: Bien Verónica, estamos en el tramo final del programa, quería compartir con nuestros oyentes un texto, que salió publicado, si mal no recuerdo, hace dos días en Lobo suelto, un blog en el que vos participas y escribís a menudo, que dice: «Una Lucha como la que hoy planteamos, se desarrolla en todo espacio y todo tiempo, es una lucha por la sensibilidad, no sólo por las ideas, por montar estructuras inconscientes, no sólo discurso conscientes, un ejercicio colectivo y no violento, no puede aspirar a ser, del todo pacífico, menos cuando cuestiona la dominación y tensa la tregua». Entonces, para finalizar esta entrevista, además de agradecerte que te comuniques telefónicamente con nosotros, quería pedirte una breve reflexión en torno a esto, de que está tan presente nuestra cuestión política cotidiana, la cuestión de los consensos, que todo debe ser en una especie de puesta de acuerdo de todo, todo el tiempo. Movimientos como estos de ayer vienen a un poco a violentar esa situación del consensualismo democrático de estas democracias parlamentarias.
Verónica Gago: De alguna manera sí, sobre todo porque en último tiempo estamos viendo que esta idea del consenso es bastante espuria, si bien  podemos siempre discutir hasta qué punto la democracia en general es una forma en la que, más que consenso, lo que hay son ciertos pactos, me parece que ahora, con las últimas medidas del gobierno, y con lo que estamos viendo de cómo se afecta la vida cotidiana, está claro que hay una violencia que viene canalizada en medidas de ajuste, de privatización y de denigración en general de la vida que obliga a poner a discutir de qué violencia estamos hablando cuando hablamos de violencia. La escenificación que se quiso hacer en el Encuentro nacional de Mujeres fue grotesca: no se hablaba en los medios de la convocatoria masiva hasta que se perpetró la represión policial. El uso político que se hace de lo que los medios llaman violencia -como es pintar grafitis, por ejemplo- como justificación de la represión de las organizaciones y manifestaciones sociales es verdaderamente violenta. Y la violencia patriarcal a la que respondió la medida de ayer es el verdadero problema donde hoy se anuda la violencia de la explotación, del racismo y del sexismo.

A tres años de Ayotzinapa, memoria e infancia // Oscar Ariel Cabezas

http://anarquiacoronada.blogspot.com.ar/2016/11/a-tres-anos-de-ayotzinapa-memoria-e.htmlhttp://anarquiacoronada.blogspot.com.ar/2016/11/a-tres-anos-de-ayotzinapa-memoria-e.html
Desgraciados los pueblos donde la juventud no haga temblar al mundo y los estudiantes sean sumisos ante el tirano
—Lucio Cabañas
Con sus intensidades y sus incendios, la infancia es el lugar de una experiencia singular. Es el Ave Fénix que quema las infinitas energías del estar vivos sin la ansiedad de la muerte. En su vuelo desordenado se ordena la vida como proximidad a lo infinito. Lo infinito es la condición genérica y singular de que la vida es vida para el juego. La infancia es el plano erotizado de las reglas y del cambio de reglas de juego que emerge una y otra vez de las cenizas del cuerpo. Sin embargo, el cuerpo es el finito de la infinitud de destellos de historia. Por eso es que las historias, aunque no sin el juego del duelo, pueden siempre volver a empezar.  La infancia no tiene más refugio que el infinito re-nacer. Ayotzinapa es el clamor de la urgencia de este re-nacer porque es hoy el nombre del crimen organizado contra la infancia. Renacer es lo opuesto al cadáver y la materia desde las que todos los lugares del nacimiento confluyen en la afirmación del juego de la vida como lucha por la dignidad de estar y habitar en común la Tierra.
Ayotzinapa es el lugar de la memoria de la infancia de esa multiplicidad que llamamos humanidad. Es el clamor que se opone a la mano criminal de genocidas escudados en el Estado de contabilidad del libre mercado o en el poder acéfalo de las armas del narco. Los estudiantes son el fantasma de los saberes posibles e imposibles de una voluntad de memoria fundada en la experiencia de la comparecencia ante el otro. Ayotzinapa es el otro que habita las edades posibles de la niñez y de las escuelas como experiencia cotidiana de estar vivos en la intemperie. Olvidar el clamor de los 43 estudiantes desaparecidos sería abrazar la complicidad del poder y la de los poderosos que niegan la experiencia infinita de los nacimientos. La infancia nace a la intemperie porque se abre al juego de los acontecimientos. En el juego, la oscuridad de la noche es la claridad de una mañana sombría. La infancia es la distracción de la crueldad, de la discriminación racial, de la explotación y de la banalidad del mal porque es el intermedio entre la temperatura del sol y el río Mississippi de las aventuras genéricas del amanecer a la infancia, como en los juegos, siempre al borde de un desborde, de Tom Sawyer y Huckleberry Finn.
Pero la noche de Iguala en la que desaparecieron 43 niños-estudiantes está desinscrita de la experiencia del juego del amanecer.  Esa noche se les desgarró la carne ensoñada a niños-profesores como síntoma de que la infancia podría desaparecer.  Si la infancia es el lugar genérico de realización de la humanidad, lo que ocurrió hace dos años fue el horror consumado de apagar la infancia de la humanidad. A través del horror innombrable de una masacre que rotula la esfera inmunológica del Estado y abre la vida de la especie a su posibilidad de extinción, la ferocidad del crimen amparado en un estado cómplice de la mano asesina, hizo temblar —desde Ayotzinapa hasta el lugar más recóndito de la tierra— toda comunidad de nacimientos.
No es difícil imaginarlo, mientras se apagaba la infancia de los 43 normalistas, a esa misma hora nacía, en plena intemperie, el hijo, la hija de un padre, madre anónimos que no dejaban y, aún no dejan, de temblar ante el acontecimiento de la vida. El que nace ante la ley del manantial de la vida es promesa de infancia, es promesa de vida y jamás (por mucho que persista cierta filosofia de la finitud en ello) la infancia está ante la muerte.  Esta actualidad que arranca la piel de los hijos e hijas que nacen de la pasión por la vida solo puede entenderse como pasión necropolítica si la inactualidad de la memoria, su potencia activa, se opone, resiste y lucha contra la complicidad con el crimen, la indiferencia, la apatía, el consumo y el espectáculo de la muerte. Esta, como circulación mercantil, como estética de horror y fetichización de lo que ha sido despojado de rostro y mutilado en su carne, es la conversión de la materia ensoñada de la infancia en cadáver. En la circulación cambiaria el cadáver emerge como olvido y despojo de humanidad a la que le falta su infancia, su vitalidad, su posibilidad de volver a nacer, su renacimiento. El habitus del fetichismo del cadáver no es otra cosa que el habitus de una economía de lo visual depuesta en marcha por falta de fidelidad a la memoria de las luchas en Ayotzinapa.
Recordar las luchas de los niños-normalistas de Ayotzinapa —y las de las luciérnagas que acompañaron a Lucio Cabañas en la sierra de Guerrero— es compartir el destello de luz que enciende la memoria de una fidelidad irrenunciable. La memoria enlutada no es la renuncia a la mirada de lo que ha ocurrido, ni menos aún la de la espectacularización mercantil-informática del cadáver, sino efervescencia de un recuerdo que incendia el alma y hace temblar a aquello que nos mira. Cuando miramos el rostro de esos niños desaparecidos de Ayotzinapa, sabemos que hay “algo” que nos mira hasta hacer que nos reconozcamos en la experiencia aniquilada por lo innombrable e inenarrable de la tragedia política, social y económica de México, esto es, la masacre de la noche de Iguala. 
¿Qué significa ver hoy esos rostros de niños-normalistas desaparecidos? Hay que romper el cerco de la circulación cambiaria del cadáver. El inconsciente óptico deviene político cuando el luto hace temblar la circulación mercantil del cadáver y nos dispone a pasar de la contemplación de la tragedia convertida en plusvalía sentida para los ojos de un mercado cultural que vive del goce mediático de los niños muertos de Ayotzinapa a la política de quienes miran hacia el por venir de lo infinito de la vida. ¿Pero qué es lo que mira por fuera de la circulación del cadáver? El paso al acto de la mirada que compone la  memoria del dolor y de la pérdida de la infancia arrebatada de los brazos de Ayotzinapa. La memoria enlutada para aproximarse a la verdad y la justicia debe ser, es urgente que así sea, una memoria enluchada. Se trata de una memoria que no evita las cenizas como inminencia de lo que ha desaparecido para volver a reaparecer porque en el duelo y la lucha, desde las cenizas, reaparecer no solo supone la fidelidad a la política y  a la lucha de Ayotzinapa, sino también a la justicia y a la posibilidad de la infancia como experiencia irreductible del clamor por la vida.
Podrá, en efecto, hallarse en el movimiento de la escritura de Jacques Derrida, en el poema de Pier Paolo Pasolini a Antonio Gramsci, en el conmovedor poema “Serán cenizas” de José Ángel Valente, en la leyenda del ave Fénix, el lugar de un pensamiento de las cenizas. Pero una escritura que escribe sobre y en las cenizas jamás podrá reconocerse en la compulsión circulatoria del cadáver. El cadáver es lo que niega el pensamiento ceniciento que enciende y se encarna en los movimientos de indignación, protesta, y clamor por la vida. Se trata de las cenizas colectivas de la comunidad de nacimiento y, así, de la lucha por la infancia como lugar en el que ocurren  los nuevos comienzos. Debemos decirlo con todo el clamor de la justicia, la infancia es una categoría esencial de la lucha política. Por eso, es lo opuesto a la mercantilización del cadáver, cuya plusvalía también niega y retira el ritual social del estar ante la muerte.
Frente a la muerte que nos hace temblar, el cadáver de la circulación mercantil es el olvido de la infancia, la asfixia de su memoria. Durante toda la modernidad, haciendo prevalecer el cadáver y las tecnologías de la desaparición forzada con las que los estados han operado, se desea arrancar la infancia como materia ensoñada y subversiva de la especie humana. Los estados temen a la infancia que abre lo visual a su venganza porque detiene la muerte y pone en circulación los fantasmas de una permanente rebelión. La infancia es la imaginación de una subversión urgente y necesaria contra las formas de olvido que anidan en los excesos tardo capitalistas del muestreo del cadáver. Lo que se resta a la rebelión de los desaparecidos —de todos aquellos que han sido víctimas del horror del Estado y de la complicidad acomodaticia de los espectadores y escribanos académicos de la sangre— es, precisamente, el estar ante la muerte.
El recogimiento ante la muerte es inevitable. Pero también lo es la indignación y la ira convertida en duelo y clamor por el devenir político de los cambios. Por eso, los rostros de los normalistas desaparecidos evocan el nombre de Ayotzinapa como lugar de aquello que nos falta. Nos faltan las alegrías y las tristezas de los desaparecidos por los estados del terror. Nos faltan los 43 normalistas-niños de Ayotzinapa. La memoria, sin duda, es el registro de luchas abiertas y sedimentadas que conmemora la falta de justicia, de equidad, la falta de cuerpo ensoñado dispuesto a interrumpir la valoración capitalista de las experiencias de lucha. Nos faltan cuarenta y tres veces, nos faltan infinitamente nuestros hijos de Iguala, nos falta la ensoñación de sus cuerpos guerreros llamados a cambiar la injusta sociedad en la que nos ha tocado vivir. Nos queda el lugar de las cenizas, siempre quedan las cenizas en las energías de quienes recuerdan, evocan, rememoran y, sobre todo, pasan al acto como los miles y millones de anónimos que desde el temblor de lo ocurrido en Iguala afirmaron el recuerdo de la infancia y las cenizas en Iguala como posibilidad del por venir de la justicia.
En los rostros de los 43 niños-normalistas se puede ver el Ave Fénix de la memoria de Ayotzinapa. ¿Apocalipsis de la infancia? La memoria de la experiencia de lucha, de juego, de amor y pasión por la vida de esos valientes hijos de Ayotzinapa corrobora los conatosdel nacer y re-nacer a la experiencia negada por la nada del cadáver con la que hoy se espectacularizan sus muertes. La infinitud de la vida está del lado de este segundo nacimiento, es decir, re-nacer, cuarenta y tres veces, re-nacer desde la fuerza revolucionaria de las cenizas del Ave Fénix, porque nacer dos veces compone la ontología del recuerdo de las cenizas, como ontología política.
En el nacimiento por segunda vez, el recuerdo disemina e insemina la posibilidad o imposibilidad de levantarse —desde las cenizas— a  contrapelo de las catástrofes y de los horrores de la mala muerte y, así, también de la “mala infinitud” que es la vida de muerte vampirizada por gobiernos corruptos y estados al servicio de la vida sin vida del capital. En el rostro de los 43 niños de la escuela de Ayotzinapa podemos ver hoy las huellas de la subversión y de la resistencia, de la infancia y de la lucha política que emana del malestar dejado por el crimen en contra de esos niños de Iguala en el Estado de Guerrero. Los rostros de los 43 niños normalistas componen la figuración alegórica de un desborde, un derrame en las calles de la siempre fallida modernidad. Pero sobre todo, componen la posibilidad política de una memoria que detenga las injusticias de la pulsión de muerte, es decir, que detenga las injusticias producidas por la barbarie neoliberal consumada en una necropolítica asesina y generalizada en todos los rincones del planeta donde juegan y aman los mismos infantes que hoy recordamos con tristeza enluchada.
Lo que evocan los 43 normalistas es la irreductibilidad del fantasma de nuestra infancia, de cualquier infancia y, sobre todo, de la infancia por-venir. El fantasma de la justicia es el terror del terror necropolítico. Es lo que atemoriza al poder hasta hacer temblar ante la ley incalculable de lo que en tanto relación a la experiencia de la infancia no tiene edad, ni raza y menos posición en la división social del trabajo capitalista. La justicia es lo que ante la demanda incalculable interrumpe el orden del capital. Lo que Derrida, pensando en el fantasma del padre asesinado de Hamlet, llamó el tiempo disyunto (out of joint) multiplica su intensidad en Ayotzinapa porque ya no se trata del padre muerto y su fantasma que clama por justicia. En México, en Ayotzinapa, ha ocurrido, hace tan solo dos años, y sigue ocurriendo, el ejercicio consumado de una política del cadáver, de una política para la muerte cuya nomenclatura no puede hoy decirse que está dominada por el espectro del padre muerto. Se mata a los hijos porque en ellos está la multiplicidad infinita de una vida que podría afirmar otro modo que el del capitalismo y sus narcóticos cotidianos y solidarios con el narcomundo, puesto en marcha con la complicidad del Estado o, más bien, de la falta de Estado en México. Pero también, solidarios con la complicidad de lo que esa enorme superpotencia, tan cerca de México y tan lejos de la infancia, hace o deja de hacer en las proximidades de sus fronteras.
México es uno de los lugares más adoloridos y trágicos del planeta. El dolor de esta nación no solo expresa la imposibilidad del análisis de los afectos encerrados en el duelo y la melancolía de la irreparable pérdida de esos 43 niños que nos faltan y les faltan a sus padres, a sus amigos cercanos, a las singularidades colectivas que los vieron crecer, reír, estudiar, amar la vida. El análisis de lo irrepresentable del horror sufrido esa noche de Igual repele la transferencia porque la sustitución de esos 43 niños de Iguala es imposible y quedará, en la historia de la humanidad, escrita en el alma de una infinita melancolía.
La  violencia sin nombre e inclasificable en el Estado de Guerrero es la violencia desplegada más allá de la “contabilidad soberana” del Estado de derecho. Es el síntoma de la descomposición del Estado moderno y burgués. Tal como lo afirma el análisis de Adolfo Gilly, este es el mismo Estado que interrumpió la larga marcha por la justicia de la revolución plebeya de Pancho Villa y Emiliano Zapata. Pero también y sobre todo es la lucha de ese humilde maestro rural egresado de la Escuela Normal de Ayotzinapa que fuera Lucio Cabañas. Lucio, nombre de luciérnaga y hombre hecho a la altura del tamaño de la esperanza, tuvo que levantarse en armas e irse a la sierra de Guerrero para destemplar el oído obtuso del gobierno siendo asesinado el 2 de diciembre de 1974.  Hoy cuando la posibilidad de las guerrillas se halla agotada su figura no deja de inspirar y de regresar clamando justicia y memoria para esas zonas olvidadas de México.  
Como si volviese de la misma fuente de la infancia, Lucio es la expresión alegórica de un irrenunciable clamor de justicia. Y mientras haya memoria, sus  cenizas, al igual que la de los 43 normalistas incendiarán los estados injustos que oprimen y se coluden con criminales. Desde ese rostro-fantasma que es el de Lucio Cabañas se escucha la voz de una infancia al servicio de las rebeldías, al servicio de la insubordinación de las injusticias en las que se posa y bate alas la luciérnaga enlutada que trabaja en nosotros contra el olvido. En las miles de luciérnagas que tras la luz de una vela encendida por esos, los 43 hijos de México, la sociedad civil no solo conmemora, sino que también se oponen a las privatizaciones de una sociedad neoliberal cansada de las mezquindades de un Estado ineficiente y cómplice del terror y la muerte.  En medio de una guerra sin regulación ni fin, en medio de la falta de un Estado que vele por la seguridad y la equidad en un México tantas veces herido,  el rostro de los normalistas es también el rostro de Lucio y viceversa. Rostros de fantasmas para recordar, contener y detener la necropolítica que emana de manera confesa o inconfesamente del Estado.
Como muchos estados en América Latina, la reconversión del Estado social y soberano en Estado necropolítico y solidario del “narcomundo” globalizado es responsable y doblemente responsable de lo que ocurre en el territorio de México. Las tecnologías de la desaparición, los complejos carcelarios globalizados y las políticas basadas en el capitalismo por desposesión no solo están visibilizados por la tragedia de México. Dan cuenta de que el neoliberalismo como programa de dominio global desea el privilegio de las políticas a través de soberanías débiles o descompuestas. Esta descomposición permite la hiperexplotación de los sectores rurales más pobres de México y el intercambio mercantil, transnacional y a escala planetaria, sin importar quienes son esos infantes privados de la experiencia de la infancia y de un por venir que no sea el de encontrar la muerte como signo de un Estado que no solo no protege a sus ciudadanos sino que, además, los entrega a la industria mortuoria de la producción mediática y espectacular del cadáver. 
En México, el lugar del cadáver, topología necropolítica de la postsoberanía, es el arma desplegada contra la infancia femenina y masculina y, quizá, más femenina que masculina porque el poder es masculino y falocéntrico. La infancia no es simplemente el lugar de la niñez es la ocurrencia de un acontecimiento que corrobora que la experiencia de la vida es lo opuesto a la fabricación de cadáveres. Si la postsoberanía necropolítica es fabricación de cadáveres, la apelación y defensa de la aparición y reaparición de la infancia —como experiencia irreductible de la vida— es su contención,  su más profunda y honda trinchera.
No hay memoria sin infancia. La memoria es la producción de la infancia y viceversa, es decir, la memoria produce el fantasma juguetón que se sobrepone al duelo narcisista y transforma el dolor en acontecimiento colectivo. El fantasma es el  movimiento de aparición y reaparición, cuyo clamor es tan potente como las imágenes que tiene un ciego para, en medio de la noche, imaginar y ver las estrellas. Hay que volver a imaginar y actualizar los fantasmas que contra el terror y el miedo aparecen y reaparecen para indicar, quizá, que el camino está del lado de las cenizas del Ave de Ayotzinapa. Larga vida a Lucio, larga vida a esos 43 niños normalistas que reaparecerán una y otra vez cuando la memoria active la urgencia de la lucha contra la muerte. 

“Producir otro ritmo, otra respiración, otra empatía, otros silencios, de modo que algo pueda hacer sentido de nuevo” // Entrevista con Peter Pal Pelbart

Peter Pal Pelbart nació en Budapest, capital de Hungría, en 1956. Llegó a Brasil siendo joven; fue a estudiar en la Sorbona, en París, y regresó a Brasil en los 80. Terminó sus estudios de maestría y doctorado en la Pontifícia Universidad Católica de São Paulo (PUC-SP). Filósofo, traductor y reconocida referencia en el campo de estudios y reflexiones acerca de Gilles Deleuze, se desempeña como profesor en el Departamento de Filosofía y en el Centro para el Estudio de la Subjetividad del programa de posgrado en Psicología Clínica de la PUC-SP. Su actividad va más allá de lo académico –fundó y coordina el grupo Companhia Teatral Ueinzz, en el que trabaja con pacientes y ex-drogadictos de una guardia psiquiátrica en São Paulo, y es uno de los fundadores de la Editorial n-1, que se dedica a la publicación de “libros-como-objetos” que actualizan y problematizan preguntas contemporáneas cruciales. En esta ocasión, habló con la Revista Continente acerca de la imposibilidad del silencio, que es uno de los temas más agudos en nuestros tiempos.
¿Qué podemos no-oír dado el ruido de tanta modernidad?
Para empezar, diría que hoy en día, se vive una suerte de saturación en todo sentido: imágenes, palabras, sonidos, estímulos de todo tipo. Hay una especie de movilización total de todos los sentidos al mismo tiempo. Este tipo de “turbocapitalismo” debe ser descrito: movilización del cuerpo y los sentidos, llamado de atención, llenado de todo espacio metálico hasta el límite –esto, de alguna forma, es lo que nos gobierna. Pero también, y esto no es arbitrario, esto es un tipo de control, de conexión, de monitoreo, de direccionamiento. Tal vez lo más difícil, que es prácticamente imposible, sería desconectar, devenir-desconectado. Hoy todo está hecho para una conexión absoluta, tan saturada como sea posible.
Este modelo de conexión absoluta, ¿no termina definiendo el modo colectivo de vida?
Esto genera, digamos, un automatismo en la respuesta. Así, debido a que estamos estimulados para responder inmediatamente un email o cualquier tipo de comunicación, uno imaginaría una necesaria inmediatez en esta intersubjetividad. Por supuesto, cada vez que alguien se desconecta, permanece en silencio, no responde a la expectativa, se genera un malestar, una sensación de incomodidad, de desasosiego, una molestia. Y este tipo de molestia generalizada no sucede solamente in nuestra comunicación. Diría que, desde un punto de vista preliminar y generalizado, esto puede ser verificado en cualquier campo. Este tipo de contaminación es una nueva forma de control. Todo esto es un modo de la política, un modo de economía, una nueva modalidad de producción de subjetividad. Claramente, si queremos precisar algunos detalles, no podríamos ver esto como una totalidad dada. Pero, ¿por qué? Porque hay también otras cosas sucediendo en todo lugar. Innumerables fugas, conexiones, diminutas estrategias de Creación…
¿Es entonces necesario intentar escapar a todo esto?
Deleuze, el filósofo que he seguido durante algún tiempo, solía decir que estamos atravesados por palabras inútiles a tal punto, que es necesario crear vacuolas de no comunicación para poder tener algo que decir. De ese modo, esta forma de crear silencios que hagan emerger lo imprevisible, aquello que no está previamente formateado es lo que algunos artistas, creadores, y también algunos experimentos colectivos intentan afirmar hoy en día. Ellos tratan de producir otro ritmo, otra respiración, otra empatía, otros silencios, de modo que algo pueda hacer sentido de nuevo.
Estando en medio de esos excesos, de ese bombardeo generalizado, de esa saturación, todo y nada se convierte en una misma cosa. Así, uno pierde la capacidad de producir significación, y debido a la cantidad que este sunami de información implica, nadie es capaz de aprehender, elaborar, digerir, seleccionar o siquiera rehusarse a nada.
¿Cómo podemos encontrar silencio en medio de este remolino, de esta multitud de gente hablando todo el tiempo –telefónicamente, a través de mensajes y publicaciones online?
A través de diferentes medios que son inventados gradualmente. Puedo darte un ejemplo propio. No tengo celular, nunca he tenido uno, y me aterrorizaría tener uno. Y me enoja mucho ver situaciones en las que el celular consume el espacio e interfiere en mi vida. No tengo nada en contra del celular: trabajo principalmente desde casa, pero sé que aquellos que salen de casa en la mañana y regresan a la noche necesitan uno, ya que necesitan estar conectados. No condeno la tecnología per sé, sino el lugar que esta invasiva interconectividad ha ganado gradualmente. Sin embargo, no tengo una fórmula que diga qué hacer para resolver esta saturación conectiva generalizada. Lo que veo es que el umbral de lo intolerable en relación con todo esto ha sido alcanzado.
Sospecho que algunas personas están cambiando, abandonando las cosas que hasta hace poco les resultaban indispensables. De repente, abandonan el automóvil, que era vital hasta ayer, y empeizan a usar la bicicleta o a caminar. Este rechazo masivo a la tecnología es, de alguna manera, un tipo de situación no-tan-apocalíptica: todo parece desechable, todo puede ser resignificado. Hoy, de algún modo, se ha vuelto necesario producir silencio, crear estos silencios que no son dados. Alguna vez, compré un dispositivo que hacía silencio, un aparato que hacía su propio ruido. No pude desarrollar el nivel de autismo y sordera que deseaba. Por lo tanto, no es lo que sucede concretamente, es algo más. Sin embargo, debido a estos abandonos activos, puede haber un éxodo probable de ciertos hábitos que han devenido casi naturales, y tal vez otras cosas pueda ser creadas como resultado.
“El problema no es ser abandonado, sino no estar suficientemente solo”, es una frase de Deleuze que usas en un texto. Contra el ruido generalizado, ¿hemos perdido la capacidad de oírnos a nosotros mismos en soledad, de abrir espacios para el recogimiento?
El silencio no consiste necesariamente en oírnos a nosotros mismos. El silencio es la condición de poder oír a los demás, de oír otras voces de la historia, de las muchas tribus que nos rodean. Creo que hoy en día hay un exceso de gregarismo. La voluntad de estar juntos todo el tiempo, con todos a la vez, no permite oír nada en absoluto. La soledad no refiere a la idea romántica que tenemos de oír nuestra voz interna; más bien se trata de una soledad poblada. La soledad puede ser atravesada por muchas voces. En mi caso, la enseñanza de Nietzsche en relación con el gregarismo es totalmente válida. Él dice que el espíritu de la horda es siempre del orden de la homogeneidad, del consenso, de la servidumbre. En ese sentido, un modo de desapego de ese gregarismo es condición para algo nuevo, para una cierta singularidad, un cierto disenso, una cierta diferencia. Pero esto no es una oda a la soledad misma como una especie de insularidad. No se trata de eso. Es precisamente lo opuesto: es necesario tener cierta soledad para poder establecer otras conexiones que el gregarismo no permite.
Esta conducta de la horda, de la muchedumbre, puede ser observada en conexiones promovidas por el capitalismo, tal y como lo mencionas en un texto: “Este capitalismo produce grandes cantidades de una nueva y diferente soledad; y una nueva ansiedad –la ansiedad del desapego. El capitalismo contemporáneo produce no sólo esta nueva ansiedad ante la posibilidad de estar desconectado de la red digital, sino además la ansiedad ante la posibilidad de desconexión de las redes vitales, cuyo acceso es mediado cada vez más por peajes que son demasiado costosos para la mayoría”. ¿No es esto la gran imposibilidad del silencio?
Se trata de un campo de lucha. Pensemos en un autor como Franco Berardi, Bifo: un filósofo italiano autonomista que, durante los 60 y 70 escribió mucho sobre la noción de “neuromagma”. Él defiende la idea de que las personas ya no discuten, ni argumentan ni deciden, sino que están atravesados por olas de lo que llama “neuromagma” –corrientes psicoquímicas de miedo, pánico y entusiasmo por una cosa u otra.
En un pasado ya distante, el sujeto individual y racional decidía qué hacer. Hoy, el mismo sujeto está sujetado a estas olas que le demandan una actitud diferente. La idea no es volver nostálgicamente al sujeto autónomo que fuimos por no sé cuánto tiempo, a nuestro ideal humanista, sino tomar algo de este caos contemporáneo y hacer algo con eso, como producir desvíos. Una opción es establecer una relación profundamente arraigada con el presente: “Todo es terrorífico, así que me cerraré sobre mí mismo en una resistencia radial y permaneceré en las periferias”. Esta sería la vieja forma de pensar la resistencia propia. Pero se pueden producir otros tipos de redes en medio de todo estos influjos, producir otros tipos de movimientos, a la vez individuales y colectivos. A pesar de partir de la idea de soledad poblada, no deberíamos necesariamente tomar esto como algo literal: es posible vivir en grupos, en colectivos en los que otros modos de ‘espaciotiempos’, otros ritmos y maneras –incluyendo intercambios en los que nadie hablase o en lo que no se espere respuesta inmediata– sean inventadas.
¿Puede ser esta producción de desvíos entendida como una forma de resistencia que orienta en alguna medida tu experiencia con los miembros de la compañía de teatro del Ueinzz?
Las personas que hacen parte del Ueinzz ya tienen incorporada esta idea de manera casi corporal. Ellos no necesitan hablar u oír todo el tiempo. No necesitan tocar. Cada uno está en su propio planeta –si es necesario, van a Venus y vuelven hasta medio camino, y todo está bien con eso. No necesitan prestar atención todo el tiempo, nosotros no tenemos esta mentalidad de grupo. Parecemos más bien lo contrario –una heterogeneidad en el arte de estar juntos. Ahora bien, incluso en la actividad lírica, como en el teatro o en clases, es posible sostener un hiato y observar cómo estas interrupciones pueden tener un efecto inquietante, en el sentido más interesante de esa palabra. Pero todo puede perderse también, y eso no significa una catástrofe.
Una última pregunta: en relación con todo lo que hemos discutido, ¿cuál podría ser el reto individual y colectivo más grande?
Crear nuevos medios de interrupción. La imagen del freno de emergencia de un tren viene a mi mente. Sin embargo, con una interrupción así de abrupta, definitivamente son posibles los descarrilamientos. Y éstos son y serán, en muchos casos, necesarios.
Versión en portugués en la revista Continente
Traducción por Camilo Rios de la versión en inglés, disponible acá

Ir a Arriba