Anarquía Coronada

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Asamblea de presencias, psicofonías en clave de Sol // Amador Fernández-Savater

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¿Crees en las psicofonías? Nosotros en principio tampoco, pero…
Son voces y sonidos producidos por energía psíquica. No se pueden escuchar normalmente, ni siquiera aguzando mucho el oído, pero sí quedar registrados en distintos tipos de grabadoras de audio.
Estas “voces psicofónicas” están vinculadas a ciertos lugares, donde se han vivido intensidades fuertes, grandes pasiones, emociones. Pero no sólo rebotan como ecos del pasado: se las puede interrogar, se puede dialogar con ellas.
Cinco años después del 15M, nos acercamos a la Puerta del Sol grabadora en mano. Si hay un lugar impregnado de intensidades es este. Y nosotros aún tenemos muchas preguntas sin respuesta.
Así, convocamos a voces del pasado, a voces del presente, a voces sin cuerpo ni tiempo asignable y les preguntamos por la plaza del 15M: ¿qué pasó allí? ¿De qué dimensiones, de qué materiales estaba hecha la plaza? ¿La hemos mirado y pensado bien? ¿Dónde residía su fuerza?
Y a partir de estas preguntas empieza, cómo no, una asamblea. Una asamblea de presencias.
Nota: “Los registros psicofónicos suelen ser explicados racionalmente como resultado de ‘apofenia’ -encontrar significados en hechos insignificantes- o simplemente son considerados fraudes por la ciencia” (Wikipedia).
http://www.radiobibrambla.com/
Asamblea de presencias es una creación de  Amador Fernández-Savater y Raqel Mezqita para Radio Bib Rambla
Las voces son de Amador Fernández-Savater, Raqel Mezqita, Susana Jiménez Carmona y José Ángel Olalla. Los audios que aparecen han sido extraídos de las emisiones de radio del programa Una línea sobre el mar. Gracias a José, Ana, Beatriz y Álvaro que aparecen en ellas, y a Mareo Producciones por compartir los sonidos de estas emisiones. Gracias a Solfónica y a la pianista Kimiko Ishizaka por publicar su interpretación de las Variaciones Golberg de Bach en formato abierto.
Gracias también a Comité Invisible, Lyotard, Silvia Gil y a Cristina Vega cuyas palabras hemos recogido.
Este programa fue grabado el 9 de abril de 2016 en las instalaciones de Medialab Prado y en la Puerta del Sol de Madrid.

“Hámsters” en la sala de máquinas // Entrevista a Christian Ferrer

por Verónica Gago y Diego Sztulwark


Ensayista exquisito, los textos de Christian Ferrer reunidos en el libro Los destructores de máquinas y otros ensayos sobre técnica y nación, (colección Ademanes, Biblioteca Nacional 2015) son de una esplendorosa actualidad al hablar de los ludditas destructores de maquinaria textil del siglo XIX. En un método que ya tiene su marca estilística, Ferrer encuentra escenas que son como joyas de condensación: personajes, problemas, consignas, sublevaciones, vidas insurrectas y también olvidos que labran imágenes poderosísimas de una escena siempre esquiva, como es la de la resistencia que no se adapta a los modos mayoritarios o aceptados de resistir. Cada uno de estos textos-gemas, traten de lo que traten, hablan de maneras más o menos laterales sobre las invariantes argentinas, de esa inflexión una y otra vez revisada llamada nación. Que lo haga Ferrer, cuya propia máquina de pensamiento es de un anarquismo lúdico e implacable, deja ver un brillo siempre oscuro, sin dudas estremecedor pero capaz de reirse a carcajadas de cualquier iluminismo.
En “Los destructores de máquinas” afirmas que los “ludditas” atacaban las máquinas y plantas industriales de su tiempo porque intuían que la novedosa “Revolución Industrial” iba a desbaratar su poder de regulación comunitaria. ¿Es posible trazar un paralelo entre esa desposesión y fenómenos actuales con relación a las tecnologías productivistas? Además, recuperas los nombres de militantes “ludditas”. Y junto a ellos escribís: “Ningún nombre debe perderse”.
La de los ludditas, famosa por la destrucción de máquinas textiles a golpes de maza, es una de esas sublevaciones que pasan incomprendidas. Lo primero a dejar en claro es que los ludditas destruían las máquinas ensambladas en las nuevas fábricas, no las suyas propias. No rechazaban la tecnología por sí misma, sino aquella que ocasionaba un daño al común, en este caso la producción artesanal de tejidos en pequeños pueblos. El abaratamiento de costos, y también el de salarios, los dejó fuera de juego. Eso siguió ocurriendo, y también hoy, cuando ya estamos habituados al desembarco de novedades técnicas en todo lugar. Por ejemplo, se dice que las computadoras “ahorran tiempo”. Pero que yo sepa, a nadie se le permite salir antes de oficinas o fábricas, por más que haya “ahorrado tiempo”. ¿Quién “ahorra” ese tiempo entonces? El dueño de la empresa, que así ve multiplicada la productividad de los trabajadores, casi nunca compensada por subas de salarios. Inevitablemente, el afán por la novedad ofusca los ojos de los desventurados que padecerán las consecuencias, para no hablar de aquellos que hoy sienten dicha ante la velocidad de las interconexiones informáticas y que a su vez son minuciosamente inspeccionados por sistemas de vigilancia. Pero está claro que el ciudadano prefiere que su narcisismo sea recompensado más allá de los peligros eventuales a ser arrostrados. Si mencioné los nombres de muchos ludditas olvidados es porque me importa la dignidad de su rebelión, que jamás podría haber triunfado. Pero prefirieron batallar a resignarse. Y la lucha es vida y cada uno de esos nombres es contraseña y compromiso, sin dejar de ser extrañeza y signo de tabú. Por otra parte sigue en pie lo que intuyeron: que ninguna técnica debe ser aceptada sin primero ponderar qué daños recaerán sobre una comunidad.
A lo largo de los artículos del libro, con sus dos grandes temas, la nación y la técnica, se sobreimprime el problema del maquinismo, al que definís como un modo de vivir. ¿Podrías explicar mejor esto?
El “maquinismo”, desde la Revolución Industrial en adelante, es una consigna enarbolada por todos los bandos a la vez y asimismo principio rector de orden social, pero no deja de ser una declaración de hostilidad a la vida. De otro modo: es la historia de la destrucción de cada cuerpo que nace y muere en esta Tierra. Ninguna máquina es inerte ni neutra, siempre está inserta en una red institucional de poderes, finanzas, y controles. La cuestión es que las ansias vitales terminan escurriéndose en espacios laborales mayormente, y además son compelidas a ciclos de formación permanente y a tributar admiración y consumo a cualquier innovación “superadora”, cuya posesión se vuelve casi obligatoria. Somos como hamsters apremiados por deudas incomprensibles y por una continua expropiación del tiempo personal. Ya las redes sociales han logrado colonizar lo que antes se llamaba “tiempo de ocio”, en tanto el futuro amenazante es solazado con zanahorias o gigantografías publicitarias, sin contar pasatiempos, “amenities”, o la gestión de la imagen de sí en diversos soportes tecnológicos. Es agotador. Desde ya que muchos sucumben en esta cinta sin fin, pero las instituciones disponen de especialistas en tasar el grado de dolor a partir del cual los damnificados pueden ser declarados “necesitados”, sea de fármacos, subsidios, recompensas simbólicas y otros contrapuntos por el estilo. Cada pájaro en su celda y la celda bien decorada, ese es el modo de vida. No es una postal agradable, la vida debería ser un banquete, no un transcurrir acelerado al interior de una máquina impávida. Todos arriesgamos devenir en minicomponentes orgánicos, hasta que al fin somos declarados inservibles.
Para referirte a la Argentina pensás un tiempo cíclico, en que nuestro desdén por asumir a fondo los problemas son relevados por nuevas y afortunadas oportunidades de reenganche al mercado mundial. ¿Qué podría detener este ciclo?
Si me remito a mi propia experiencia, cada etapa política que vi iniciar, haya sido la dictadura, la “recuperación” de la democracia, la economía de un peso igual a un dólar, o bien los gobiernos kirchneristas, todo terminó mal, casi siempre abruptamente, y no veo por qué la actualidad quedaría exenta de morder el polvo en un horizonte no tan lejano. Ezequiel Martínez Estrada decía que los argentinos reparaban un mal viejo con un mal nuevo, y barrunto que tenía razón. Esto no tiene sentido. Nuestros dilemas no son de índole económica –por Dios, este es un país rico, no el desierto de Kalahari–. No, nuestros problemas conciernen a la pésima distribución de la riqueza y a la conducta incivil, son problemas morales. Codicia, encono, desconfianza, ambiciones de poder sin fundamento, y mucho temor, tal parecen ser las constantes de nuestro destino. Sería preciso un inmenso examen de conciencia colectivo tanto como amenguar el frenesí de la productividad como único ideal de construir un país, pero eso está fuera de nuestras posibilidades.
Decís que las políticas progresistas o populistas suponen una transacción con las tendencias ineluctables de la historia y así descalifican la posibilidad de una imaginación diferente. Ninguna tradición política logró desarmar esta dinámica, ni el socialismo, ni el radicalismo ni el peronismo. ¿Por qué persiste el peronismo, si es que pensamos que aún persiste?
Quién sabe, quizás la cohesión social de los argentinos sea bastante más ficticia de lo que se cree, y por eso el Estado funciona aquí a modo de imán, un aparato de contención que por un tiempo mantiene una precaria realidad de orden y contento. En todo caso, el peronismo persiste porque su diseño es el del mandala, al cual se puede ingresar y salir por todos los lados, y de ese modo reorganiza las energías políticas inorgánicas siempre prestas a desbocarse. Por otra parte, el signo del peronismo es la metamorfosis, es cambiante, improvisa, se cristaliza, disgrega y vuelve a reinventarse. Puede hacerlo porque supera en fantasía a cualquier otra imaginación política existente en el país, al menos hasta el momento.      
En tus textos anuncias que esos objetos que hacen cómoda a la vida cotidiana son inseparables de una apología de la muerte. Haces un inventario del correlato entre invento técnico y masacres, esclavización de poblaciones y desmadre ecológico. ¿Cómo es esto?
A nadie le gusta admitir la íntima simbiosis entre invención técnica, guerra y control. Pero siempre ha ocurrido. Un tren transporta pasajeros o bien cañones al frente de batalla, el cable submarino mensajes de salutación u órdenes de batalla, el teleobjetivo apunta al enemigo o fotografía el paisaje, los rasgos de una selfie permiten el acceso a un cajero automático tanto como le advierten a un dron que ya es hora de bombardear. Para conquistar el África se necesitó la quinina tanto como el fusil ametralladora, eran inescindibles. Cabe recordar que la invención de la goma de caucho para las bicicletas produjo el exterminio de tres o cuatro millones de personas en el Congo belga, así como la de miles y miles en la frontera entre Perú y Colombia, y eso mismo está sucediendo en el Congo actual con la explotación de ese mineral “estratégico”, el coltan, sin el cual la telefonía celular no existiría. Vale la pena releer el libro de José Eustaquio Rivera, La vorágine, un clásico de la literatura americana, para enterarse. O bien el de Conrad, El corazón de las tinieblas. Estas cosas no salen en los noticieros. Tampoco entonces.

(Publicado en Revista Ñ / Sábado 21/05/2016)

Macri Gato // Diego Valeriano

Nadie enarbola las vidas runflas como modos de vida, como consigna o simplemente como ejemplo. Son demasiado promiscuas, demasiado poco pensantes. Sin excentricidades, ni moral, se las termina victimizando para quitarle la carga política que vomitan.
No son un cambio para mejor, no son una propuesta virtuosa, casi que no hay palabras bellas. Aunque para ser honestos, “gato”, “transa”, “corte que”, “te recabió”, “pulsera”, “pin pan pum”, “zarpado”, “chipá”, “arrancar”, son de una belleza poética pocas veces reconocidas.
La feroz crisis al bolsillo que desató la restauración careta sacó a los empoderados de las plazas y puso a manteros, artesanos y buscas en general. La guita no alcanza, calles y plazas explotan a pesar del otoño horrendo de colores, aromas y productos.  Hay tanto color y olor en las calles que ya parece fin de año y todos sabemos qué pasa en diciembre.
El militante, el intelectual, el torpe que escribe en un blog, el treintañero que coordina el centro cultural, la chica que rajaron de la Biblioteca Nacional están expectantes y desorientados. Saben y no saben, están inquietos e inmóviles. Postean y postean y hasta ya se olvidaron de Milagro. Sus sueños fueron desmantelados en poco tiempo y no saben en qué creer.
A pesar de lo bello que es, nadie destruye máquinas, solo las satura hasta que exploten. “Macri Gato” es una consigna que comienza a nacer. La guita no alcanza y comprar la garrafa a veces es una opción. “Macri Gato” es la consigna que gritan gedientos cuando el domingo a la mañana no hay plata ni para los chinchulines.
El primer runfla que rompa la vidriera de un COTO y salga corriendo con un Led en la espalda, desata una nueva revuelta. En sus nervios hay mucha información del futuro. En definitiva, es una lucha de ortibas contra los bien piola, no es otra cosa.

Clinâmen: “La democracia dejó de funcionar, la fase que sigue es la autoorganización»

Conversamos con el pensador italiano Franco Berardi (Bifo). El capitalismo murió y vivimos atrapados en su cadáver. Valor de uso y valor de cambio: la producción de utilidad en la sociedad actual. El resurgir del nacionalismo en Europa, el avance de las derechas. Las sublevaciones en Grecia, el 15M. La red de trabajadores cognitivos. El papel de los jóvenes. Sabotaje de la maquinaria técnica y redefinición de lo político.

http://ciudadclinamen.blogspot.com.ar/

“La extensión de la vida sería un triunfo de la pulsión de muerte” // Entrevista a Gustavo Dessal

Pablo E. Chacón

El escritor y psicoanalista argentino Gustavo Dessal, radicado en España desde 1982, revisa críticamente los experimentos que empiezan a sucederse con objeto a extender la vida biológica del sujeto, o la resurrección, programada a ese fin. Al respecto, se conocen dos artículos cercanos, en la revista Viva, del diario Clarín, y poco después otro, publicado por la BBC. Dessal es autor de varias novelas, “Micronesia”, “Anne” (publicada en inglés, aún no traducida al castellano) y “Demasiado rojo”, entre otras. Publicó también, junto al sociólogo polaco Zygmunt Bauman, “El retorno del péndulo”. Es miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (ELP) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP).

¿Es posible pensar que la crionización (La criónica es una práctica que consiste en conservar mediante frío animales a quienes la medicina actual no puede mantener con vida, hasta que su reanimación sea posible en un futuro) represente una «esperanza» para una cantidad importante de personas?
De tu pregunta voy a destacar dos cuestiones: la “esperanza” y la “cantidad importante”. En “La lotería en Babilonia”, Borges se refiere a «la posibilidad de que todos, pobres y ricos, participaran por igual en el terror y la esperanza”. Es un binomio que Borges empleó en más de una ocasión. Su prodigiosa capacidad para ahondar en los sumideros de la condición humana le permitió comprender que estos dos términos están hermanados. La esperanza presupone un terror manifiesto o subyacente, y es la conexión sobre la que se basan todas las creencias religiosas. Sin el terror que el carácter mortal de nuestra existencia nos infunde, no tendría cabida alguna la necesidad de la esperanza y tampoco las promesas a las que estamos dispuestos a alienarnos. Ahora vayamos a la “cantidad importante”, que difiere de la frase de Borges por el hecho de que durante muchas décadas la crionización será bastante menos igualitaria que la muerte. La única “cantidad importante” de la que podremos hablar será la de la cuenta corriente indispensable para asumir esta posibilidad técnica.
P : La extensión de la vida biológica, ¿no implica un triunfo de la religión, en los términos estrictos que lo formuló en su momento Jacques Lacan?
La extensión de la vida biológica sería un triunfo de la pulsión de muerte, aunque pueda parecer paradójico. Las posibilidades técnicas de lograr una vida media de 150 años avanzan con una asombrosa velocidad, pero no así la evolución de las condiciones políticas, sociales y económicas capaces de afrontar las consecuencias que supondría un impacto semejante. El delirio de prolongar indefinidamente la duración del organismo humano es el comienzo del fin de la especie, dado que la anulación de la muerte equivale al imperio de la destrucción misma de aquello que permite la vida. Por otra parte, y si nos ceñimos estrictamente a esta técnica, es importante considerar que ella no anula la dimensión de la muerte. El sujeto que vamos a descongelar veinte años después de su crionización, no es el mismo. Es otro. El anterior ha muerto, y el nuevo no sabemos qué es. La idea de que el «hardware mental» pueda grabarse en un disco duro para ser recuperado décadas más tarde, es una hermosa o una siniestra historia de ciencia ficción. El sujeto no es digitalizable, razón por la cual lo que se dice sobre la inteligencia artificial no es más que una cháchara sin sentido.
Cualquiera sea la respuesta, ¿cómo pensar al goce en este diagrama de saberes (eventuales)?
Se puede crionizar el organismo, pero no al sujeto. Por la misma razón, tampoco el goce puede conservarse, dado que no es una sustancia extensa, en el sentido cartesiano, sino algo que depende del lenguaje. Por supuesto, la técnica tiene una idea muy restringida de lo que es el lenguaje, de allí que no consiga resolver el problema de la inteligencia artificial. Las máquinas no piensan, no podrán pensar nunca como los seres hablantes, porque estos no piensan con el cerebro. Lacan ironizaba al respecto cuando aseguraba que él pensaba con los pies. Pero en la ironía hay una verdad: el sujeto se enreda la pata en el goce de su pensamiento, y eso es imposible de trasladar a un algoritmo matemático.
La inmortalidad o la aspiración a tal cosa, ¿suena a extremismo de superviviente (a su goce), o a delirio psicótico, o a ninguna de las dos cosas o a otra cosa? ¿A cuál, en ese caso?
La inmortalidad es una pesadilla disfrazada de sueño. En una conferencia dictada en Lovaina, Lacan se mostró convencido de que uno no se angustia ante la posibilidad de la muerte, sino ante la posibilidad de que no llegue nunca. No se trataba para él de una cuestión metafísica, sino bien real. Basta con imaginarse que uno deba vivir la vida eternamente. Si es una vida horrible, es evidente que la perspectiva de su infinitud es un espanto. Y si por el contrario es maravillosa, debe de ser terrible aburrirse hasta el hartazgo y no poder siquiera morirse del aburrimiento. 

Los dos filósofos del rey // Pedro Yagüe


Hace un tiempo con unos amigos nos preguntábamos si había que tomarse en serio las declaraciones de Alejandro Rozitchner. Relajado y provocativo, el coach ontológico de Macri se enfrentó en las últimas semanas a periodistas con ese estilo “rockero” que poco se condice con la sobria imagen que uno espera de un filósofo. ¿Qué se esconde detrás de la pose canchera del marihuanero nietzscheano que hoy le escribe los discursos a Macri? Sus declaraciones generan en el amplio espectro intelectual una mezcla de indignación y desprecio. Una muestra de ello es la nota de Ricardo Forster –publicada hace unos días en Veintitrés– en la que el ex secretario del pensamiento intenta poner a Rozitchner en su lugar. La nota deja, sin embargo, un gustito amargo en los ojos. No porque no haya que poner al filósofo del entusiasmo en su lugar, sino justamente por el lugar en el que Forster lo pone.

Como reacción frente a una provocativa entrevista a Alejandro Rozitchner –en la que afirma, por ejemplo, que Cambiemos retoma y realiza las banderas de la izquierda– Ricardo Forster escribió un artículo en el que básicamente se burla de cada línea pronunciada por el filósofo de Macri. Entendemos que es inevitable hacerlo, pero a la vez insuficiente. El ex secretario del pensamiento, entre ironía e ironía, nos invita a advertir la hipocresía, el cinismo y el borramiento de la memoria histórica presentes en el discurso de Alejandro Rozitchner. Pero si hablamos de hipocresía, cinismo y borramiento de la memoria histórica habría que señalar que el referente de Carta Abierta se diferencia de Rozitchner tan sólo por su estilo barroco y encriptado. Una diferencia de eficacia, digamos, en la que Forster lleva las de perder.
Pasaron ya varios meses de macrismo y todavía nos escuchamos diciendo las mismas frases rimbombantes que hace un año creíamos lúcidas y potentes. Mucho hay que pensar, mucho que entender y, sin embargo, nos encontramos repitiendo lo mismo que hace cinco o seis meses. Como si nada de lo que estuvo pasando en este tiempo hubiera afectado nuestro pensar y nuestro sentir. Queda claro que el llamado pensamiento crítico del que muchos se vanaglorian ha sido tan sólo una impostura intelectual de estos últimos años. La idea de crítica hoy en día circulante está deshecha, despolitizada. Sólo hay retórica violenta autocomplaciente que se limita a las discusiones coyunturales y a todos conforma.
Es por eso que nos resulta difícil identificar las nuevas formas neoliberales de producir sociedad. No creemos que alcance con repetir los lemas foucaultianos del Nacimiento de la biopolítica ni con denunciar el regreso maquillado de los años noventa. Si nos alejáramos por un momento de las categorías con las que, sabemos, nos resulta más cómodo pensar el presente político nos encontraríamos frente a la evidencia de que todavía no sabemos cómo problematizarlo. La crítica que decimos hacer no se encuentra a la altura de la batalla que queremos librar. Para que haya una problematización real, ésta debe tener arraigo en la materialidad de nuestra experiencia cotidiana. En esa materialidad sensible que se constituye en nosotros como pensamiento. La crítica que buscamos –esa capaz de desentrañar los hilos invisibles sobre los que el neoliberalismo macrista se asienta– debe buscar un núcleo práctico y no limitarse a la retórica violenta o a la abstracción petulante.
Es por eso que necesitamos sacar a Alejandro Rozitchner del lugar en el que Forster (y muchos otros referentes del campo intelectual) lo pusieron. Ubicarlo donde realmente está será el primer paso para dejar de discutir con caricaturas y así esbozar una crítica eficaz del pensamiento macrista.
El macrismo, se dijo y se dice, es la última etapa del neoliberalismo argentino. Criticarlo implica un intento por reconocer las estrategias sobre las que su poder se asienta. Es en este sentido que vemos en Alejandro Rozitchner algo más que un simple vocero o referente. Sus habituales talleres sobre entusiasmo, positividad inteligente y felicidad (a los que asisten muchos funcionarios y ministros del actual gobierno) nos colocan frente a un pensamiento con mayor eficacia de la que creemos.
El asesor de Macri propone un interrogante –en apariencia sencillo y trivial– que tomado seriamente no es fácil de rebatir. Nos pregunta: ¿Por qué enojarse y mantener un neurotismo con respecto a la vida neoliberal? La vida puede ser maravillosa, nos dice, si la asumimos plenamente y dejamos de comparar el presente con una situación posible o imaginada. Ignorar la dimensión política de esta pregunta, por trivial que parezca, nos impide ver la fuerza con la que el neoliberalismo –en este caso macrista– se impone.
La crítica de la izquierda aparece desde su punto de vista como algo moral, producto del resentimiento y de la comodidad retórica. La crítica intelectual, afirma Alejandro Rozitchner, sólo es una falsa inteligencia. No se trata de amargarse porque el presente sea problemático, sino de dejarse llevar por la felicidad, esa materia explosiva que nos permite romper con el pasado y asumir el presente pleno en sus posibilidades. Por eso es que la historia, dice nuestro filósofo, se encuentra sobrevalorada. Se busca en ella respuestas que en realidad vienen de otro lado. El primer paso para la afirmación del deseo es justamente la ruptura con el propio pasado. O mejor dicho, la ruptura con aquello que elegimos no retener. No vamos a mejorar a la Argentina observando su historia, nos dice, sino viendo qué queremos y cómo lo vamos a hacer. Una teoría que va, con sus tropiezos, desde la autoayuda hasta el liderazgo político.
Insistimos en tomarnos en serio este discurso. No porque encontremos en él un desafío exegético, sino porque entendemos que produce una coherencia afectiva con esa vida emputecida que el neoliberalismo produce. El macrismo no se impone a partir de grandes retóricas complejas y sofisticadas (de allí la ineficacia de críticas como la de Forster), sino a partir de una apología de la sensibilidad que el propio neoliberalismo genera. El pensamiento de Alejandro Rozitchner brinda palabras claras y eficaces a esa libertad con mandato autovalorizante que hoy organiza el entramado social. Entonces volvemos a la clásica pregunta: ¿qué hacer? De nada servirá burlarse, ni denigrar a pensamientos que, de una u otra manera, funcionan en lo más profundo de nosotros. Hace falta sí –y, claro está, este texto no es su realización– un inteligente reconocimiento de los efectos que el discurso de Alejandro Rozitchner produce. Para ello también hace falta advertir la resonancia que su pensamiento tiene con los años felices que hoy muchos intelectuales añoran. Tarea que, por obvias razones, el ex secretario del pensamiento no está en condiciones de realizar.

La agenda perdida del progresismo y la nueva ola de movilizaciones // Salvador Schavelzon

El nuevo siglo comenzó en el mundo con fuertes movilizaciones de distinto carácter pero que podían entenderse como parte de un movimiento contrario a la globalización neoliberal. No había una instancia internacional de coordinación de estas protestas, pero las mismas pueden ser asociadas a un mismo horizonte de época. América Latina fue parte de este ciclo de forma activa, con movilizaciones contra el ALCA (Alianza de Libre Comercio para las Américas), y levantamientos que expulsaron presidentes con agendas neoliberales en Argentina, Bolivia y Ecuador, se enfrentaron a tratados de libre comercio en México, o rechazaron ajustes.
En Brasil, el Foro Social Mundial, inicialmente surgido como oposición al Foro Económico de Davos, se sumaba a una ebullición de movimientos sociales que fueron centrales en las protestas latinoamericanas, en un momento en que era posible aglutinar sectores tan diversos que podían mostrar simpatía por Chávez o por el Subcomandante Marcos, definirse como autonomistas y horizontales, recibir financiamiento de ONGs o ser un sindicato aliado a un partido. Estudiantes, maestros, campesinos, indígenas, trabajadores sin tierra o desocupados contribuyeron a que se vuelva posible un cambio de signo político que se registró electoralmente en la mayoría de los países de la región.
Buena parte de la energía que venía de estas movilizaciones se transformó en apoyo a nuevos gobiernos progresistas, en algunos lugares protagonizados por los propios movimientos, en otros impulsando medidas exigidas por estos en los años anteriores. Una política que se expresaría alrededor de la dinámica electoral, en los grandes medios de comunicación y cada vez más en las redes sociales, dejaría las calles para nuevos participantes. En un mundo de “Guerra al Terror”, BRICS y la gestación de una nueva crisis económica mundial, pasarían diez años hasta que un ciclo de fuertes movilizaciones se reiniciara.
En el tiempo del auge del progresismo sudamericano, sectores críticos al gobierno y que se movilizaban a partir de nuevos conflictos mantendrían cierta conexión con las nuevas modalidades y perspectivas políticas ya expresadas en el momento anterior de movilizaciones anti-neoliberales y altermundialistas. Desde asambleas o movimientos auto-organizados, y con una crítica transversal a toda la clase política mostrarían creatividad pero, en este momento, poco impacto. Al mismo tiempo se iría generando una agenda política nueva ante la persistencia de la violencia policial en las periferias, la amenaza de poblaciones y medio ambiente ante el avance del extractivismo y las grandes obras, o la timidez para efectivizar derechos sociales y escuchar a las minorías.
El repliegue de la movilización de organizaciones aliadas al progresismo, aún cuando agendas como las de reforma agraria y ampliación de derechos del trabajo sean interrumpidas o ignoradas, harían que grandes movimientos sociales y sindicatos dejaran de ser componentes centrales de la movilización. Las fuerzas que no perdieron capacidad de expresión, sin embargo, no encontrarían espacios para denunciar la continuidad del neoliberalismo en escenarios sumamente desmovilizados y envueltos en narrativas mediáticas que priorizaban otras temáticas. Cualquier propuesta política que tuviera los ojos más allá de la coyuntura política nacional, o de caminos políticos que no fueran los del mercado y el Estado, además, se mantendría silenciada ante dos grandes aparatos de creación de relatos que no cuestionaban esa predilección por historias de líderes carismáticos reformadores o bandidos en el poder.
Durante el tiempo del progresismo también se movilizarían sectores de clase media no organizados en movimientos y que no habían sido protagonistas del ciclo anterior de movilizaciones pero que salían a la calle en distintos países. Levantaban pautas como corrupción, seguridad, autonomía política para regiones abastadas, o críticas a medidas políticas que las afectaban. Como el progresismo, estos sectores enfocaban sus relatos en figuras presidenciales o en partidos de gobierno, y en ese sentido no eran invisibilizados, sino más bien reforzadas por la polarización mediática imperante.
Los estrategas de los gobiernos progresistas atenderían mejor las movilizaciones de clase media, acogiéndolas desde políticas y discurso. Frente a las que interpelaban más directamente su identidad política, oscilarían entre la indiferencia, el enfrentamiento discursivo desde el pragmatismo y la represión. Sólo en Venezuela se vivió un intento de profundización de reformas, mientras que en otros países sería más visible una deriva conservadora, con acercamiento a agendas de iglesias y alianzas empresariales y políticas muy difíciles de justificar. Se aprobarían leyes o acciones “anti-terroristas” contra la protesta mapuche en Chile, contra la Copa del Mundo en Brasil o conflictos por explotación minera en otros países. Se perseguirían líderes sociales o movimientos ecologistas presentados desde el poder como obstáculos para el desarrollo.
Las movilizaciones de Junio de 2013 en Brasil, o de distintos sectores en Bolivia y Ecuador que se asocian más con la conflictividad que anticipó la llegada del progresismo que con las clases medias opositoras que también estaban en la calle, mostrarían nuevas fuerzas y modalidades de protesta que anticiparon el cierre de un ciclo abierto cuando caían los gobiernos iniciados en los años 90, identificados con la defensa de la privatización y aplicación acrítica de los programas de ajuste de los organismos internacionales de crédito.
Las derrotas electorales recientes en varios países sudamericanos, reabren la posibilidad de una nueva fase de movilización, con la posible articulación de fuerzas que se enfrentaron al progresismo con otras que reaccionen al cierre o amenaza de una serie de políticas de inspiración social y estatista impulsadas por el gobierno. Los nuevos gobiernos verán la posibilidad de volver al comienzo de siglo, con movilizaciones que enfrentaron al progresismo y otras que saldrán en su defensa. Al mismo tiempo, pondrán al descubierto la necesidad de retomar una agenda anti-neoliberal enfrentando un andamiaje político puesto en funcionamiento décadas atrás pero que el progresismo no buscó desarmar de forma estructural.
En Brasil, los grupos de clase media que impulsaron protestas a favor del Impeachment ya dan muestras de que no permanecerán movilizados, aunque el nuevo gobierno no atienda los reclamos que reivindicaban. Las características que adoptará la movilización en este nuevo contexto, deberá definirse desde dos lógicas y visiones políticas distintas que pudieron dialogar en las manifestaciones de los años 90 y 2000, pero que durante el progresismo se encontraron en las antípodas.
En tiempos del nuevo gobierno (interino) de Michel Temer, parte de la movilización inscribirá sus esfuerzos en la estrategia de recuperación de las instituciones. La exigencia de nuevas elecciones o de reivindicación de vuelta para el gobierno depuesto con denuncia de ilegalidad, se combinan desde este horizonte con acciones judiciales y articulación política, además de un llamado para la movilización que hasta ahora no mostró capacidad de impacto y masividad para influir en los acontecimientos.
Esta salida política “por arriba”, apunta sus energías y esperanzas en la cabeza del ejecutivo, subordinando la movilización a la resolución del enredo en la instancia institucional y no siempre aceptando discutir el proyecto que se defendería en una vuelta al gobierno. Mediante la constitución de frentes unificados en el rechazo al nuevo gobierno, también se movilizará con este horizonte institucional el arco político partidario que se opuso al Impeachment sin haber abandonado la crítica al gobierno del PT y aliados, desde la reforma de previdencia de 2003 a la política de austeridad de 2015.
Volviendo a la movilizaciones altermundialistas de comienzos de siglo, pero también a la fuerza destituyente e insubordinada mostrada en las calles en las jornadas de Junio de 2013, se abre también, en Brasil y otros lugares, la posibilidad de un rechazo “desde abajo” a las políticas del nuevo gobierno que profundice el curso conservador o avance contra políticas progresistas sí iniciadas en la anterior gestión. Sin un objetivo electoral o partidario, se buscará resistir y poner límites desde una movilización que aspira a fortalecerse sin abandonar las calles. A veces sólo es necesario pensar en un número de día y una letra de mes para poner fecha a una movilización que no surja de la articulación de dirigentes, y que logre producir efectos por su propia fuerza, sin necesidad de mediaciones que busquen traducirla institucionalmente.
La falta de verticalidad y jerarquía de este tipo de movilizaciones, las hace irreductibles a una negociación que la finalice sin resultados. Su horizontalidad y dispersión permite sumar innúmeras posiciones y reclamos en una fuerza que se constituye como contrapoder sin aspirar a ocupar el lugar de gobierno. Su fuerza no sólo está dada por venir de abajo, conectar indignaciones y mantenerse al margen de la institucionalidad del sistema. Su fuerza se relaciona también con su forma de articulación sin cúpulas burocratizadas ni filiación a una estructura clásica. De sentido común especialmente para muchos jóvenes, no identificados con las formas de organización verticales, evitan la fragmentación a la que podría llevar la falta de estructura orgánica con formas de conexión en red. Estas movilizaciones funcionan como performance antes que como discurso y proyecto político alternativo.
Este tipo de protestas aparecen como irracionales, infantiles, o subversivas para fuerzas represivas e interlocutores del Estado, pero también para una izquierda dogmática y centralizada, para la prensa y las ciencias sociales que exigen o esperan propuestas y demandas claras, interlocutores con rostro y biografía, trayectos de movilización delimitados y horario para finalizar claramente establecido. Protestas como las de Junio de 2013, Occupy Wall Street, el 15M español, la primavera árabe y el reciente Nuit Debout en Francia, no se adaptaban a estos parámetros, como crítica “desde afuera y desde abajo” a todo un sistema político, pero también a un modelo de sociedad y civilización. Esa realidad utópica no la paraliza, de ahí deriva su fuerza de rápida difusión e impugnación política.
Desde este lugar, que encuentra jóvenes de las grandes ciudades con voces marginales, de visión descolonizadora o comunitaria, se observa con claridad el agotamiento de alternativas ya neutralizadas por el neoliberalismo, como es el caso de la socialdemocracia europea y, por el mismo camino, el progresismo latinoamericano. También se da cuenta del rápido disciplinamiento de opciones inicialmente rupturistas, cuando estas no cuestionan los límites de la representación política, y se limitan a un escenario de “adentro y arriba”, limitado a la dimensión nacional e institucional, sin proponerse cambiar las reglas de juego de un sistema ajeno. 

Resistencia // Diego Sztulwark

 

A veces parece
que estamos en el centro
de la fiesta
sin embargo
en el centro de la fiesta
no hay nadie
En el centro de la fiesta
está el vacío
Pero en el centro del vacío
hay otra fiesta.
Juarrós
Emergencia! Es el grito atorado de una vida que se desmultiplica en zonas de adaptación y confort y zonas de padecimiento y rabia. ¿Se trata de aprender a gestionar nuestras pasiones? ¿no es justamente este poder de auto-regulación lo que nos ha sido despojado? ¿no este último capítulo, el de la desposesión subjetiva, individual y comunitaria, lo que llamamos, en el fondo, neoliberalismo? ¿hay política posible sin cuestionar esta desapropiación que nos vuelve gobernables, sin apropiarnos de una autonomía pasional colectiva?
En la escisión entre régimen de opinión y desposesión afectiva se juega el registro de lo político contemporáneo. Lo político mas como medio socialización anímica que como revisión de nuestras servidumbres maquínicas. Incluso allí dónde lo político entusiasma. Ni hablar cuando deprime.
Tomados en ese vaivén, en la Argentina -luego de un período de notable entusiasmo- se escucha hablar de “resistencia”. El primer recuerdo histórico que esa palabra evoca es la resistencia obrera, primero anarquista o irigoyenista, y luego mayormente peronista, durante los años sesentas. Aquella resistencia, sin embargo, se desarrollaba al interior de un paradigma represivo, mientras que los poderes actuales, aún cuando no han dejado nunca de acudir a la represión y perfecciones sus medios, operan de manera productiva –modulando positivamente los modos de vida- y movilizante. ¿Qué puede significar, en este contexto, la noción de resistencia?
La transacción neoliberal no se da sin ganancia subjetiva (en términos de consumo, de libertad, acceso a servicios e información). Esta ganancia es el principal obstáculo para una política de transformación fundada en la voluntad de cambio. ¿La resistencia a la normalización de la vida y de la política que experimentamos puede ser vital sin ser política: puede también ser política sin ser vital? ¿Y cómo podría la política, siendo lo que es, ligar con lo desafiante vital?
Lo primero entonces, es aclarar esta noción de lo vital. Que el neoliberalismo reivindica para sí en términos de goce y movilización.  Y que lo resistente no puede concebir sino como persistente no-adecuación. Lo neoliberal es el esfuerzo por difundir códigos de adaptación. Lo resistente por tomar distancia de ese esfuerzo, por resistir el llamado a amar las cadenas. Sin esa resistencia no se crea vitalidad. Sencillamente se la consume.
Han Fallada ha escrito en 1946 un libro sobre la resistencia: Sólo en Berlin[1]. Una pareja de obreros (los Quangel) adherida al modo de vida nazi predominante durante los años 40- 42. Una vida sencilla, sin preguntaba por el destino de quienes caían en desgracia.
Un día como tantos, los Quangel, reciben una carta que les comunica la muerto de su único hijo en el frente de batalla. Una espesa conmoción se apoderó de ambos. Luego, el silencio. Días de silencio. De trabajo, rutina y silencio.  Días que incuban una transformación de alcance inesperado. Otto, el marido, comienza a escribir una postal dirigida a la máquina asesina del Tercer Reich: “Madre: El Führer ha matado a mi hijo…”. Anna, la mujer, comprende que “con esa primera frase él ha declarado una guerra eterna”. Guerra que deberán librar “ellos dos, unos pobres, pequeños insignificantes trabajadores que con una palabra podían ser  borrados para siempre, y al otro lado el Führer, el Partido, con su enorme aparato de poder y su esplendor y tres cuartas partes, incluso cuatro quintas partes del pueblo alemán detrás”.
Un día tuvieron un hijo, el Führer lo ha asesinado y ahora escriben postales. Unas postales que dejarán semanalmente en escaleras de edificios en los que viven médicos y abogados, por las que circulan clientes y pacientes. “Inundaremos Berlin de postales”, dice Otto a Anna: “entorpeceremos el funcionamiento de las máquinas, derribaremos al Führer, pondremos fin a la guerra…”.
El viejo Quangel seguirá siendo el mismo jefe de taller de fábrica, ese hombre “viejo y estúpido”, “poseído por el trabajo y una sucia avaricia”. Nadie sabrá jamás que por su cabeza bullen ideas que no tienen sus jefes ni los trabajadores a quienes vigila. “Todos ellos morirían de miedo si los asaltaran semejantes pensamientos”. El viejo Quangel los tiene, y los engaña a todos.
Y cuanto más postales difunden más mutan sus modos de percibir lo que sucede en su entorno. Ya no aprueban tan dócilmente la persecución de los judíos que, “como la mayoría de los alemanes” los Quangel habían aprobado en “su fuero interno”. Ahora que se habían convertido en “enemigos del Führer” esas cosas adquirían para ellos un aspecto y una relevancia completamente diferentes.

¿Que harían los Quangel cuando ya no debieran ocuparse más de escribir sus postales? ¿ya encontrarían algo por lo que merezca la pena luchar, decía Anna, algo público y notorio, sin tanto peligro? “Peligro siempre hay”, respondía Otto: “de lo contrario no sería lucha”. El peligro acecha, lo huele.  “El peligro no acecha en la escalera, ni al escribir. El peligro está en un lugar diferente que no puedo precisar. De pronto nos despertaremos y sabremos que siempre ha estad ahí, pero no lo hemos visto. Y entonces será demasiado tarde”.
El peligro, escribe fallada, no estaba en los detalles operativos. Sino en el hecho que, como a todo el mundo los Quangel “creían en su esperanza”. No sabían que casi todas las postales iban siendo capturadas por la Geheine Staatspolizei (Gestapo). Cuando los interrogadores policiales le pregunten cómo fue posible que creyese que él sólo, junto a Anna, pudiera derrotar al aparato de Führer, Otto respondió: “usted no lo entenderá nunca”. “Da igual que sólo luche uno o diez mil; cuando alguien se da cuenta de que tiene luchar, lucha, sea sólo o acompañado. Yo tenía que luchar, y siempre volvería a hacerlo. Sólo que de un modo distinto, completamente diferente”.

La historia de los Quangel es tan real como ficcional. Fallada (su verdadero nombre era Rudolf Ditzen;1893-1947) accede a ella a partir de los archivos de la Gestapo. Sus amigos de la recién creada Liga Cultural para la Renovación Democrática de Alemania, fundad en 1945, le habían ofrecido el legajo y proponía que escribiera una novela sobre la historia del matrimonio Hampel (los Quangel). El encargo sólo surtió efecto cuando el escritor se convenció de la singularidad del caso: “no se trataba de una actuación derivada de un compromiso político consciente, sino de la voluntad individual de dos personas corrientes de vida retirada”. Tiempo después Primo Levi escribió que se trataba del libro “más importante jamás escrito sobre la resistencia alemana».

¿A qué podemos atribuir esta importancia? ¿al relato “micropolítico” de Fallada, que nunca sacrifica los tejidos efectivos entre vidas y hechos al juicio ideológico totalizante? ¿a la captación de una alteración molecular, una desviación afectiva respecto de la norma que hace que un matrimonio del todo ligado al orden se convierta en una autentica máquina de guerra? ¿en la enseñanza de la fuerza que adquieren las batallas movidas por un arraigo involuntario a la vida, por sobre la frágil solidez de los enfrentamientos fundados en motivos de conciencia teórica? ¿al modo para nada estetizante de concebir lo resistente, que no apela a la ostentación de lo “alternativo” sino que hace de las variaciones imperceptibles el arma mas poderosa, la que transforma mas radicalmente la existencia sin alterar en apariencia la vida cotidiana? ¿del modo en que convoca un desafío vital como exigencia interna de toda acción verdaderamente resistente, es decir, creadora de nuevos hábitos y perspectivas? Tal vez haya que buscar por otro lado: por la des-estereotipización de lo resistente que pone en juego al descubrir en la ruptura de los afectos que enemista con el orden, vivida sin ayuda alguna de fuerzas colectivas en que lo político pudiera reinventarse, no lo “antipolítico” y el refugio en lo individual, sino el punto en el cual lo político mismo comienza a faltar, empieza a estar en falta y por una vez debe inclinarse ante la vida sacudida y abandonar su altanera pedagogía.
La resistencia puede adquirir tal vez la forma de los “preocursores oscuros”, aquellos elementos de los que se presume que forman parte del orden sin serlo, partículas que tantean cursos aún inexistentes buscando catalizar un potencial ignorado, ideando encuentros que actualizan nuevas feurzas. Una ética de precursor supone actuar sin creer en el orden, en continua atención, aún en la oscuridad. 

Fuente: http://erroristas.org/

Resistencia en acto, locura creativa // Alberto Sladogna

El texto  “Resistencia” de  Diego Sztulwark desplegó temas que alcanzaron mi cuerpo, incluso como corresponde a la física cuántica de la amistad, se produjo una vibración en mi actividad como analista. ¿Qué pasó? Seré breve, “lo bueno si breve dos veces bueno, y aun lo malo, si poco, no tan malo…” (Cfr.: Baltasar Gracián “Oráculo manual y arte de prudencia”).
El término “resistencia” tiene muchas significaciones e impacta en varias actividades desde la política hasta el análisis. Tomo su presencia en el territorio del análisis. “Resistencia” es un término que figura en el Diccionario de psicoanálisis de Laplanche y Pontalis: “Se denomina resistencia a todo aquello que, en los actos y palabras del analizado, se opone al acceso de éste a su inconsciente. Por extensión, Freud habló de resistencia en psicoanálisis para designar una actitud de oposición a su descubrimiento, por cuanto estos revelaban los deseos inconscientes e infringían al hombre una “vejación psicológica”

Freud desplegó una parte de su teoría tomando apoyo en la teología, en particular su teología familiar a la que denominó “complejo de Edipo”: El padre, la madre y el hijo, equivalente a la trinidad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; trilogía que fundó una forma del Estado dividido en Poder Ejecutivo, Poder Judicial y Poder Legislativo; esas formas ternarias no son ajenas a un texto de Lenin “¿Qué hacer? 1901/1902”: el partido, los sindicatos, la masa. Los complejos familiares del capitalismo fueron interrogados y objetados por Félix Guattari junto con Gilles Deleuze en “El Anti-Edipo. Capitalismo y esquizofrenia”.
Cuando el analista se desprende del prejuicio familiarista, la resistencia cambia de lugar: quién se resiste es el “psico…analista” a recibir los deseos que habitan a tal o cual analizante. Se trata de una resistencia a las formas inéditas que toma el deseo para resistir en forma activa –hacer algo- no solo a los mandatos familiares, también a las propuestas de los políticos y de las máquinas de producir subjetividad del actual capitalismo. Un joven quiere dedicarse a estudiar el didgeridoo (instrumento de aire de los aborígenes de Australia) se lo impide el mandato capitalista de “utilidad” sostenido, entre otros, por su familia, eso provoca inhibiciones, síntomas y angustias; en sus “psico…análisis” recibía interpretaciones “edípicas”, según ellas él  “competía con su padre y por esa razón, se negaba a estudiar y seguir una brillante carrera de medicina” (sic, re sic, recontra sic). Esas interpretaciones razonantes (Cfr. Paul. Sérieux y Joseph Capgras “Las locuras razonantes. El delirio de interpretación”) se estructuran sobre un pequeño axioma: una cosa representa a otra cosa, un motivo representa a otro motivo oculto.

La cuestión del joven encontró otro camino cuando se aceptó, se reconoció y se lo acompaño en eso que estaba en la superficie, su deseo ¿cuál? : tocar el didgeridoo. Un deseo que no le pide permiso a lo util, a las ganancias, a los futuros ingresos garantizados, a la seguridad de tener un empleo rentable. El deseo es un deseo que resiste en acto ¿A qué se debe que a nombre de lo “útil”, del “beneficio”, o del “gasto excesivo” se suprimen bajo el gobierno de Mauricio Macri los dineros necesarios para que sigan tocando orquestas donde los infantes, sean del sector sean, accedan a tocar música? ¿Por qué se aceptan como natural la existencia de “gastos superfluos o inútiles o improductivos? ¿A causa de qué sectores de la sociedad consideran necesario justificar la asignación universal por hijo en términos de un gasto “inclusivo” o peor aún “productivo”? ¿Tiene algo de malo per se realizar gastos superfluos o malditos? (Cfr. Georges Bataille, “La parte maldita”)
Retorno a la “resistencia”, las locuras son formas de resistencias a nivel micro, cuando el ajedrecista  Robert James Fischer, conocido como Bobby Fischer, obtiene el título máximo del ajedrez mundial al vencer al soviético Boris Spassky, después de eso rechazó las ofertas por varios millones de dólares que el capitalismo le ofrecía. Fischer realizó una resistencia en acto, su deseo tenía un objeto: jugar; ese deseo no incluía como objeto: ganar dinero. Como lo señala Diego Sztulwark “Lo resistente por tomar distancia de ese esfuerzo, por resistir el llamado a amar las cadenas. Sin esa resistencia no se crea vitalidad. Sencillamente se la consume.” La resistencia es una locura que conlleva vida, implica arriesgar el cuerpo, sin sacrificarlo a las cadenas, es  ponerlo en cada juego creativo. Llama la atención, así lo recibo en mi práctica, cada acto de creación, tenga el alcance que tenga, siempre es una puesta en acto de una locura, la locura de un acto vital. Siguiendo Erasmo de Rotterdam en su “Elogio de la locura”: la locura tiene una dimensión creativa que queda a la espera de un pueblo que esta por venir –como decía Kandinsky; mientras que al mismo tiempo Rotterdam insistió en un hecho paradójico: los peores crímenes y los actos más violentos suelen estar a cargo de los…normales que no se resisten…a cometerlos. Los planificadores, los constructores, los administradores, los dirigentes y los empleados de los campos de concentración de la Alemania nazi eran en un 98,5%…normales.
Las  micros resistencias son, en cada situación, un acto social,  se resiste junto con otros, no se trata de una “conducta” solitaria o individual, conviene recordar el viejo adagio que Jacques Lacan tomó del anarquismo: “El colectivo no es nada sino el sujeto de lo individual” o también “El colectivo no es nada sino el tema de lo individual”.
Veamos dos actos a nivel micro de locos que resisten, actos cuyo testimonio lo transmitió el literato Thomas Bernhard (1931-1989). Bernhard en su última voluntad, prohibió cualquier puesta en escena de sus obras así como la publicación de su obra inédita en Austria, así muerto siguió haciendo resistencia al nacionalismo austriaco: su muerte fue anunciada después de su funeral.
“Correo”
Un hombre de Augsburgo fue internado en el manicomio  de  Augsburgo  sólo  porque,  durante toda su vida, afirmó en cualquier ocasión que lo último que dijo Goethe fue “mehr nicht!” (¡más no!) y no “mehr Licht!” (¡más luz!), lo que, con el tiempo y a la larga, acabó por atacar los nervios de tal modo a todas las personas que tenían relación con él, que se pusieron de acuerdo para conseguir el internamiento de aquel augsburgués obsesionado de forma tan desgraciada por su tesis. Seis médicos se negaron a internar en el manicomio al desgraciado, pero el séptimo dispuso su ingreso inmediatamente. Este médico, como  he  sabido por  el  “Frankfurter  Allgemeine Zeitung”, ha sido galardonado por ello con la medalla de Goethe de la ciudad de Fráncfort.
“Locura”
En  Lend  dejaron  cesante  a  un  cartero,  que durante años no repartió todas las cartas de las que sospechaba noticias tristes ni, como es natural, todas las esquelas que recibía, sino que las quemaba en su casa. Finalmente, el Correo hizo que lo internaran en el manicomio de Scherrnberg, donde, con uniforme de cartero, va de un lado a otro repartiendo continuamente cartas, que echa en un buzón colocado expresamente para ello por la administración del manicomio en uno de los muros del manicomio, y que están dirigidas a los demás pacientes. Inmediatamente después de internado  en  el  manicomio  de  Scherrnberg,  el cartero  pidió  su uniforme  de  cartero,  según se dice, para no tener que volverse loco.
Tercer testimonio:   “Luchar por más esclavitud”
Recibí el siguiente relato: “José quien votó por un cambio, relata en una sesión de mayo del 2016, en Buenos Aires: “Esta dura la situación del país…disculpe llegue con retraso por el transito” Se le pregunta “¿Qué ocurría en la ruta? Responde “No ocurrió nada, pero con el aumento del peaje y de la nafta deje de usar el coche, tomo dos colectivos, me lleva como una hora treinta”…guarda silencio, añade “Pienso que no será suficiente pues el tiempo y los boletos no logró bajar  gastos…” Silencio. Se le comenta “Están duros los tarifazos”, responde “Si, pero las tarifas estaban muy baratas” ¿Se trata de un caso de masoquismo? ¿Es una nueva forma de hacer un sacrificio al dios del mercado? Al pagar resignado pues eran “muy baratas” ¿José estaría indicando que “combate por su servidumbre como si se tratase de su salvación” (Spinoza, Reich)? Qué cantidad de dudas. Y si el analista ¿hiciese un acto de resistencia? ¿Cómo? En lugar de interpretar toma las cosas tal cual, sigue la sorpresiva constatación de José (“estaban muy baratas”) ¿Qué ocurriría si se le duplica lo que decidió pagar por su sesión?

Por una justicia anacrónica contra la servidumbre feliz // Manuel Ignacio Moyano

 
I. En un texto publicado por la Agencia Paco Urondo, “‘Va a estar bueno’: una aproximación a los futuros del macrismo”, Ezequiel Gatto mostraba cómo el discurso macrista se ha ido organizando por medio de la institución de un saber técnico con una temporalidad histórica muy específica: la alusión inevitable hacia el futuro, un futurismo. Así, “Cambiemos”, “Revolución de la alegría”, “Cordobazo del desarrollo”, “Rebeldía sana”, no son solo consignas discursivas de campaña y de gestión —otra de las novedades de este futurismo es que la campaña política que tiende a ganar el futuro y la gestión no se diferencian en lo más mínimo en términos discursivos— sino también modalidades de subjetivación. El texto de Gatto lo sabe y muestra bien cómo este futurismo sin reservas se aloja en el feliz entrecruce contemporáneo de las tecnologías más refinadas con los afectos y las emociones más comunes. Se trata ya no de una tecnocracia sino de una cibercracia. Retomando las palabras de Gustavo Varela, afirma: “en el horizonte del macrismo, está convertir al gobierno en una aplicación.” Bien podríamos decir, en consecuencia, que este horizonte quiere realizar en el gobierno lo que ya acontece en el nivel socio-cultural más inmediato. Precisamente ésta es la definición de neoliberalismo que encontramos entre muchos otros que piensan micropolíticamente al macrismo: el neoliberalismo no solo es un conjunto de políticas económicas sino también y fundamentalmente una disposición de los cuerpos y los afectos a un nivel socio-cultural extendido. Es decir, un dispositivo de organización social que funciona más acá y más allá del gobierno estatal pero, y esta es la actualidad argentina que se extiende en América Latina, también busca atravesar al Estado y transformarlo radicalmente. En su jerga: modernizarlo —de allí el flamante Ministerio de Modernización y su protagonismo brutal en el nuevo gobierno.

Sin embargo, y esto se ha repetido bastante ya en la senda de las investigaciones de Foucault sobre la biopolítica y la gubernamentalidad, este modelo de subjetivación extiende y/o busca extender un modelo de subjetividad a todo el resto del tejido social. Este modelo no es otro que el del “empresario” o “emprendedor”, figura que busca obtener su felicidad en la producción de una ganancia subjetiva que siempre será vital —de allí su tenacidad y constancia. El neoliberalismo empresarial es, en consecuencia, un capitalismo vitalista.

Ahora bien, esta “ganancia” solo será posible en relación con otros. Y esta es una de las novedades de este nuevo empresario-ciudadano. No se trata de un capitalismo salvaje, de una guerra de todos contra todo, como en la figuración del cerdo burgués de principios de siglo XX. Es un modelo, pese a quien le pese, comunal. Si en los eslogans del nuevo gobierno siempre resaltó la figura del “trabajo en equipo”, ahora lo es la de “todos juntos”. No estamos ante un individualismo salvaje y competitivo del sálvese quien pueda. El empresariado de hoy tiene una altísima conciencia social que está más allá de las figuras tradicionales de la ideología. Como se ha visto, a pesar de su obvio cinismo, la ideología PRO es la misma que la de cualquier alma progresista. No hay falsa conciencia, por lo tanto. Futurismo y comunidad hacen también a la subjetividad neoliberal.
II. Si tomamos en serio a Alejandro Rozitchner, el filósofo-coach del PRO y quien escribe los discursos presidenciales, y observamos sus talleres y discursos podemos afirmar que estamos ante la presencia de un saber muy concreto, de un saber-hacer muy específico que se ha ido produciendo silenciosamente en la cofradía entre las más diversas instituciones (ONG’s, fundaciones, universidades privadas, museos y festivales de circuitos artísticos de “gestión” cultural, gimnasios, maestrías y doctorados académicos, instituciones de intercambio internacional) y determinadas prácticas (literatura de autoayuda, composición fitness del cuerpo, alimentación sana y cuidada, desarrollo psíquico y emocional, el devenir “coaching ontológico” de la filosofía, el diseño cibernético de la vida privada y pública). Y este saber-hacer, llevado a cabo en una red de instituciones y prácticas determinadas es la que hoy se extiende por todas partes, acechando y re-produciendo las instituciones y prácticas tradicionales hasta convertirlas, desde dentro, en neoliberales. Como dijimos antes, es un saber-hacer “futuro” y “comunidad”, en ello radica el entusiasmo que generan y su promesa de felicidad.

Ahora bien, todo este “entusiasmo” que propone el mentor de la inteligencia PRO tiene una ingeniería muy precisa: la de saber-hacer una comunidad plural y tolerante que, sin embargo, solo acepta constituirse como tal a condición de eliminarlas trabas históricas del pasado —que no son sino formas conflictivas en que se inscriben la memoria y sus imágenes— para abrirse al futuro, siempre ubicado por delante del sujeto y obligándolo así a posicionarse hacia él. “Entusiasmo”, “Superación del Melodrama” y “Ganas de vivir”, las consignas del profeta PRO, son también nombres para la utopía contemporánea de la derecha que busca alejarse del pasado —tomado solo como “pesada herencia” o como resultado de un proceso esencialmente “meritocrático” y como tal cerrado. El PRO es utópico y progresista, y esta es la más insidiosa continuidad que mantiene con el kirchnerismo —no solo en su faz gubernamental sino también en sus bases. Por lo tanto, como dijimos, la subjetividad neoliberal contemporánea, tomada del modelo empresarial, es futurista y también comunal. En el enlace de futuro y comunidad está toda su astucia, porque solo allí se realiza la promesa (también futura) de la felicidad y realización personal. Lo que esto conlleva es a asumir el pasado como un bloque pesado y cerrado. Casi todas las prácticas gubernamentales y comunicativas de estos pocos meses de gobierno de Macri giran en torno a esto. Algo que ya gira desde hace rato en los cuerpos ciudadanos.
III. ¿Qué nos queda frente a toda esta propensión futurista y común de los dispositivos neoliberales? Dos cuestiones.

En primer lugar, dejar de “discutir” con el macrismo. Ya de nada sirve intervenir en el reino de la opinión y la afección macrista que vive, al modo de las profecías autocumplidas, de la constante legitimación y aceptación de la sensibilidad y la inteligencia que el mismo neoliberalismo produce. Que el Facebook y el Twitter ya no sean el campo de la batalla cultural. Dejar de convencer. Trasladar el plano de lucha y disputa a un “nosotros anti-macrista”, y de ahí potenciarse.
En segundo lugar, posicionarse desde el lugar más anacrónico posible y trabar cualquier forma de progreso —individual o colectivo—, para asumir, como Diego Tatián reclamaba allá por 2007, una voluntad conservadora. Esto es, una voluntad que sepa distinguir lo que debemos conservar y llevar a la práctica esta voluntad a cualquier precio. Quizás volver a 2001, a la puesta en crisis del consenso neoliberal, sea el inicio de esta restauración. Pero también, junto a la puesta en crisis de los valores neoliberales, recuperar una palabra, una mera y singularísima palabra que no parece encajar tan fácilmente en la aceitada maquinaria neoliberal: justicia. Porque si bien toda justicia, sea cual sea, se proyecta para delante ella no deja de mirar y de surgir con la vista clavada en el pasado. Es su única obligación: mirar al pasado. Y esta no es otra cosa que una posición anti-futurista. Hay que quitarle a la justicia sus alas arremolinadas por el huracán del progreso. Porque la justicia, la interrogación por la justicia, es la potencia de los anacronismos —de los pasados irresueltos e irrealizados. Sin embargo, en esta asunción lexicográfica, ella deberá resolver su eterno dilema con el derecho. Bien es sabido que justicia y derecho no son lo mismo, y sin embargo se co-pertenecen. Pues bien: en este consenso neoliberal, que vive de un imaginario futurista y de comunidades sin grietas, el poder judicial de los diversos Estados latinoamericanos ha sido fundamental para asegurar la victoria del mismo a nivel gubernamental (no hace falta mencionar la coyuntura brasilera para entender este punto). Por lo tanto, frente a ellos habrá que saber reivindicar una y otra vez la justicia, y sobre todo porfuera de ellos. Pero antes habremos de entender que justicia no es una fuerza de los cielos. Tampoco un significante con contenido alguno. Es solo una palabra-imagen que conmina a determinada posición: a mirar el pasado, a escuchar el pasado, a “citar” el pasado para tergiversar el curso arrollador del progreso. Porque la justicia es una memoria involuntaria que suspende las coordenadas presentes, he ahí su potencia. No se trata, entonces, solo de denunciar la “injusticia” del presente y mostrar la otra cara del neoliberalismo —la guerra civil global que despliega. Eso ya está hecho y viene por sí solo en cualquier foco de resistencia. El punto es que el neoliberalismo sabe anestesiar los efectos de esa guerra subterránea y de las manifestaciones de la resistencia. ¿Cómo? Lo dijimos: con su futuralidad común, su moral de pluralidad tolerante y su inoculación de entusiasmo mechado con sentido común en cada ciudadano. Frente a esta anestesia, introducir la punta de lanza de una justicia anacrónica que con todo el peso del pasado lesione el cerrazón del presente. Si al multiforme campo popular y a los miles de contrapoderes que quieren destronar al neoliberalismo les falta una palabra común, esta palabra se llama justicia. Hay que emocionarse y afectarse e imaginarse desde ella y acabar con la servidumbre feliz.

Memorias de la resistencia: “El Cordobazo” // Mariano Pacheco

 

¿Cómo acercarnos a El Cordobazo siendo que hay todo un mundo, un país, una dinámica social que ya no existen más? Una posibilidad es, valga el juego de palabras, la del posibilismo: “ese país en el cual el clasismo emergió ya no existe. Hagamos ahora lo que podemos”. Eso sí: ante cada fecha emblemática, un homenaje… También puede optarse por el cinismo liso y llano, y hacer referencias a cuestiones determinadas, no con conceptos determinados que intenten aproximar alguna interpretación, sino con términos que no tienen nada que ver. El cinismo más exacerbado y ramplón, hablando del tema, ha sido la referencia de “Cordobazo del desarrollo” realizada por el Ingeniero Macri. Claro que se puede ser un nostálgico de buenas intenciones, pero ya sabemos, pedreado de buenas intenciones está el camino hacia el infierno. Y no se dice nada porque queda mal, hay algo de culpa que nos agarra a la hora de cruzarnos con los nostálgicos, pero temo que deberé decirlo: toda referencia hacia el pasado “glorioso” como algo siempre mejor que nuestro presente es una postura reaccionaria. Por más que se ensalce un “pasado revolucionario”. Cada generación debe medirse con su tiempo, y si de revoluciones se trata, habrá que ver, que descubrir, que ensayar qué cornos sería una revolución en nuestra época. Sí, sí, ya sé: está la de “la alegría”, pero temo que hablo de una revolución que se llevaría puesta todas esas sonrisas.
***
El Cordobazo -como el 17 de octubre de 1945, o las movilizaciones de junio-julio de 1975 en repudio a “El Rodrigazo”- es un hecho que se caracteriza por ser mucho más que eso: un hecho histórico. Como acontecimiento político marcó un momento de llegada, y a su vez, un momento de partida. Fue una bisagra. Una “grieta” se diría hoy en día (¡podbre Gilles Deleuze!). La bibliografía historiográfica es abundante, así que no nos meteremos aquí en los confines de la historia. Solo destacar que El Cordobazo  dio inicio a uno de los momentos más intensos de la lucha de clases en nuestro país. Se sabe, pero a veces se toma con liviandad: el clasismo sindical y la lucha armada como una “vía viable” hacia la transformación radical de la sociedad son sus consecuencias más directas, con todo lo que ello implica, con las implicancias represivas que tamañas apuestas tuvieron que enfrentar.
¿Entonces? Y entonces que no es fácil rememorar El Cordobazo en este contexto. Ya ni siquiera ante un afán de amnesia histórica como promovía la derecha más clásica, sino ante una que mezcla de todo con todo. Y ante un “memorialismo” que a veces funciona más como lastre que como un punto a partir del cual agarrarnos para trazar una genealogía crítica. Sí, ya sabemos: “no nos derrotado, no nos han vencido” y toda esa sanata. ¿O no es sanata si se canta como cliché y después se tiene una política conformista con el orden existente?
Necesitamos de la historia, sí, pero también deberíamos activar ciertos olvidos. Dejarle un poco de espacio a la invención en el presente. Si los grandes momentos y las grandes figuras del pasado nos aplastan no nos sirven. Sólo deberían ser tenidas en cuenta para inspirar nuevos soles, nuevas rebeldías.
Tal vez haya más Agustines entre los adolescentes y jóvenes que se toman en serio la lucha por la educación pública en la argentina de hoy; quizá haya más potencias subversivas en las doñas que cortan calles y se movilizan reclamando salario social para sus trabajos realizados en el marco de una economía popular teñida por la precarización (la “herencia neoliberal” para “los empoderados” de ayer), que en tantos supuestos homenajes consientes a Tosco y El Cordobazo.
Tuvimos nuestro 19/20 de diciembre, pero cada más amenaza con ser mera historia.
No estamos en dictadura. Al Ingeniero lo votó no solo la clase dominante –que es minúscula en cantidad- sino amplios sectores de ese pueblo que hoy mira un poco con asombro, un poco con disgusto, un poco con confusión todo lo que está pasando. Tu amigo, amiga, vecino, compañera de trabajo o de estudio. El que putea ahí con junto a los negros y todos esos que putean a la negrada que putea.
Ya está: ahora resta ver si lo que sigue es el juego respetuoso de los consensos o si, por el contrario, estamos dispuestos a quebrar los consensos que nos impone la época. Ahí encontraremos puntos de contacto auténticos con El Cordobazo.

Alexia, revista de pensamiento narrativo


Borges habla en un cuento de un mundo hecho de signos. Donde cada persona y cada cosa, cada vínculo y cada proceso, cada animal y cada flor son signos dentro de un código. Se trata de un mundo que se puede presuponer sin escuchar, comprender sin pensar y contar sin sentir. Basta con acceder a las claves de interpretación, los manuales y los diccionarios. La tragedia en el cuento es que el código se ha perdido y la gente vive en la mayor de las melancolías. Hay código, pero falta. 
Ese mundo fabulado por Borges se parece mucho al nuestro, salvo que la melancolía se sustituye acá por una guerra a muerte por el control y la imposición del código: el lugar central de atribución de sentidos. Los códigos del mercado, la política o el periodismo dibujan día a día mapas saturados donde cada cosa-signo encuentra su lugar y su posición. Mapas que nos dan respuestas y seguridades. Nada que escuchar, pensar o crear: sólo códigos que leer y obedecer. Saco un manual y dice cómo hago. Monólogos por todas partes. 
¿Qué es la alexia? Es un trastorno del lenguaje, por una lesión cerebral. La pérdida parcial o total de la capacidad de leer y escribir, cuando ya fue adquirida previamente. Ceguera a las palabras. Catástrofe de los sentidos. Vértigo y desconcierto por la ausencia de referencias pero también una oportunidad, porque los mapas dados se vuelven inservibles, en cada signo se abre una pregunta y hay que acercarse otra vez a las cosas para aprender a leer y escribir junto a ellas. 
Tras la alexia, tenemos la oportunidad de dejar de ver signos en cualquier parte y aprender a ver y relacionarnos con mundos. Territorios, afectividades, formas de vida. Mundos que no se dejan conocer sin pensar, pensar sin escuchar y escuchar sin sentir. Mundos donde habitan las potencias capaces de modificar el estado de cosas. Mundos donde podemos reaprender a ver y vivir. ¿Sentís su bullicio? Escuchemos. 
Los signos son para descifrar, contabilizar y conquistar. Los mundos son para pensar, narrar y habitar. No se trata de mirar otra cosa, sino de mirar de otro modo. La alexia es el comienzo de ese viaje. ¿Hacia dónde? Los acontecimientos nos guiarán.
***

Dossier sobre el Campo de Cebada 
(para pensar sobre lo común autoorganizado sin centro asambleario, sino a partir de las bandas que lo habitan y sus hábitos).
-El relato de Jabuti sobre la cocina de Tabacalera (la primera vez que lo expone): http://revistaalexia.es/tabacalera-una-bombona-de-butano-contra-la-ley-del-mas-fuerte/
-Un diálogo entre Laval/Dardot y los chicos del Campo de Cebada:
-Y un cuento de Lucio Compau sobre la pluriarquía contra democracia: http://revistaalexia.es/la-tribu-variopinta-de-la-cebada/

Asomadas al colapso de la arquitectura europea // Beatriz García, Marisa Pérez Colina, David Gámez (Fundación de los comunes)

¿Dar marcha atrás o cambiar la Unión Europea? Una pregunta en la que nos va la vida

Sabemos que nuestra vida se decide en gran medida en Bruselas y Frankfurt. Ya no hay forma de obviar nuestra pertenencia a una estructura supranacional llamada Unión Europea ni de esquivar la obligación de tenerla en cuenta para pensar las transformaciones sociales y políticas que deseamos y necesitamos.
Dado el papel de la UE tanto en la imposición del neoliberalismo como en las actuales políticas de austeridad (en connivencia indispensable con las élites estatales) y dada su falta de democracia, a la hora de pensar qué hacer, los movimientos y personas en favor de los derechos humanos y la justicia social suelen debatirse entre «dar marcha atrás» o «intentar cambiarla».
La primera opción, «volver al Estado-nación», suele defenderse en términos de «recuperar la soberanía perdida». Ahora bien, aunque es cierto que los Estados-nación han visto mermada su capacidad de decisión al integrarse en la UE, no cabe olvidar que la verdadera artífice de este proceso es la globalización neoliberal.
Esta nueva etapa capitalista, caracterizada por mecanismos de deslocalización productiva y de financiarización es lo que llamamos «dictadura de los mercados» y ningún país, ni dentro ni fuera de la Unión, parece quedar a salvo de ella. Además, 30 años de UE han modificado la estructura económica de todos sus Estados miembros.
En la reordenación territorial europea, los países del Norte han mantenido la función productiva y exportadora, mientras los del Sur (como España) se han especializado en el sector inmobiliario y la industria turística.
Por lo tanto, sin restar importancia a la urgencia de pensar y practicar, en todas las escalas, modelos de desarrollo más centrados en las personas y menos en la acumulación de beneficio, ¿no sería más justo y democrático exigir un reparto de renta a escala europea en vez de salirnos de la UE completamente mutilados (dada la especialización productiva) y empobrecidos?
Por último, a muchos nos parece positivo que «lo nacional» pierda centralidad en favor de pactos transnacionales capaces de difuminar unas fronteras que, esgrimiendo derechos de suelo o de sangre, acaban excluyendo a las personas más maltratadas por el neoliberalismo.
Pensar que no basta con volver a la soberanía nacional para evitar los males de la UE y recordar que saliendo de la misma seguiríamos en un mundo neoliberal con una estructura económica profundamente desequilibrada (y quizá aún más desprotegidos frente a ataques especulativos y grandes empresas), no significa que no haya que encarar el problema de la pérdida de control democrático de las instancias políticas y económicas que deciden nuestras vidas.
El problema de la democracia mundial, del desajuste entre poder económico y político global, está en la cabeza de todos y todas. Y la necesidad de construir soberanía alimentaria y economías de cercanía es evidente, igual que la de tener espacios de decisión y gestión de los recursos más próximos.
Pero si no enfrentamos estos problemas a una escala mayor, europea y global, corremos, como poco, dos riesgos: el de no poder solucionarlos –si el capitalismo se organiza a escalas transnacionales no parece sensato combatirlo a escalas inferiores– y el de quedar encerrados en fronteras que fortalezcan opciones claramente xenófobas y eurocéntricas.
La segunda opción, «democratizar Europa», suele rechazarse por imposible. Hay quienes piensan que la UE siempre ha sido una huida hacia adelante de las élites continentales frente a la pérdida de los imperios coloniales, las victorias de los movimientos obreros y la crisis de la tasa de beneficio; una forma de esquivar los sistemas representativos estatales y de coordinar capitales y mando.
La UE obedece, sin duda, a los intereses de las élites neoliberales. Grecia, asfixiada de forma innecesaria y contraproducente sólo para mostrar el poder de los acreedores, ha dado buena cuenta de ello.
Pero ¿cómo hacer frente y transformar algo tan vasto, lejano y poderoso? Determinadas posiciones políticas proponen un movimiento de dos tiempos: primero «tomar el Estado», después, cambiar Europa.
En relación a Grecia, España –dicen– es un Estado grande e importante y en consecuencia capaz de imponer algunos cambios; también se habla de futuras alianzas con otros países del Sur.
Otras posiciones arguyen que de no construir desde el principio dichas alianzas con habitantes de otros países –»deudores» y «acreedores»–, cualquier propuesta quedará encallada en un combate de poder por arriba. Al fin y al cabo un Sur fuerte frente a un Norte unido podría llevar más a una fractura que a una transformación.
Además, aunque un Sur desgajado tendría sin duda más posibilidades de arrancar mejor una reconstrucción que un país aislado, también perdería, no olvidemos, todo la riqueza transferida a los países del Norte durante los últimos 50 años.
¿Existe «la» opción buena? En nuestra opinión, tras las jornadas sobre procesos constituyentes para Europa organizadas por la Fundación de los Comunes en abril, no cabe desechar ninguna idea susceptible de impulsar procesos de profundización democrática.
A la vez, lo más importante sigue siendo lo que hagamos desde abajo, pues la pregunta del millón no es la de dentro o fuera, sino la de cómo construir alianzas y movimientos que presionen al máximo por la democratización de la UE en todos los países y que construyan, desde ya, alternativas económicas y políticas en lo cercano, dotándose, al mismo tiempo, de un plan de emergencia por si la salida o la expulsión se produjera finalmente, con o sin nuestro apoyo.
Un mapa capaz de situar los avances y sinergias de estos tres planos en la UE nos colocaría en una posición favorable para construir otro futuro continental. Las movilizaciones del 28 de mayo y las propuestas de coordinación como Plan B o Diem25 son, sin duda, buenos pasos en este camino. Pero lo más importante es que Europa se abra un hueco en nuestras preocupaciones políticas diarias, que nuestras luchas se alineen con estas problemáticas: en este terreno, no tenemos otra opción.
Fuente: https://www.diagonalperiodico.net

«Sólo un auténtico movimiento de masas puede crear las condiciones de la gran transformación política a la que aspiramos» // Entrevista a Frédéric Lordon

por Xavi Espinet (El Critic, de Barcelona)
Traducción del catalán: Montserrat Pacheco

¿Qué llevó al gobierno socialista a decidir presentar semejante proyecto de reforma laboral y qué simboliza la ley El Khomri?
No hay otra explicación que la ciega ideológica más absoluta. Este gobierno, que se pretende de izquierdas, en realidad lleva a cabo una política más de derechas que cualquier otro gobierno de la Va República. Si lo consideramos desde el punto de vista histórico del régimen, podemos percatarnos que se trata de un hecho político de primer nivel. Las consecuencias serán enormes y se harán patentes muy rápidamente, y a más tardar durante las elecciones presidenciales de 2017. Asistimos a la liquidación histórica de la socialdemocracia francesa. En realidad, es un aligeramiento. Pero habrá sido necesario que esta socialdemocracia se haya escurrido hacia la derecha más que cualquier otro gobierno para que su liquidación se realice. Por lo tanto, es el fanatismo neoliberal del Partido Socialista el que habrá conducido este gobierno a presentar esta reforma, que ni siquiera Sarkozy se hubiera atrevido a presentar. Con esto, se pueden hacer una idea del estado de descomposición intelectual de este partido, que ya no tiene con la izquierda otra relación más que la simple inercia nominal. 
Pero además de esta deriva ideológica, la reforma laboral demuestra también que el PS ha perdido totalmente el contacto con el estado real de la sociedad. Hace falta ignorar el sufrimiento y la precariedad general de los trabajadores asalariados para cometer la locura de agravarlo todo aún más.
Después de la paralizante derrota contra la reforma sarkozysta de la jubilación en el 2010, Francia vuelve a bajar a la calle. ¿Cuáles son las relaciones que ‘Nuit Debout’ debería mantener con la movilización sindical contra la reforma laboral ?
Unas relaciones mucho más fuertes que las que tiene actualmente. No habrá transformación política de gran envergadura sin movimiento popular de masas. Un movimiento de masas adopta por necesidad en parte, la forma de la huelga general. Y no puede haber huelga general sin la participación de las organizaciones sindicales. Así de fácil. Pero, aunque no tengamos ninguna certidumbre sobre el origen efectivo de una huelga general (y pueden estar seguros de que haremos todo lo que podamos para que, como mínimo, sea probable), es de una importancia estratégica saber agrupar a todas las fracciones de la izquierda, habitualmente separadas por barreras sociológicas invisibles. Es el caso de la separación entre la izquierda militante del centro de los ciudadanos y la izquierda de las clases obreras sindicales. A pesar de todos los obstáculos, hay una base objetiva para esta convergencia: la condición salarial. Es más, hoy esta convergencia sería aún más fácil, ya que el neoliberalismo maltrata ciegamente y uniformemente, incluso a su propia base social, es decir, a los estudiantes. Futuros directivos del capitalismo, pero destinados a la precariedad por éste y a formas de inserción en el mercado laboral cada vez más degradadas. Estos estudiantes se esfuerzan, esperan que su trayectoria escolar responda a sus ambiciones, y descubren amargamente que estas ambiciones se verán defraudadas. Por lo tanto, tenemos todos los ingredientes para una confluencia de clases sociales que su heterogeneidad mantenía hasta ahora alejadas.
No puedo acabar de contestar a su pregunta sin mencionar la existencia en ‘Nuit Debout’ de de una comisión «huelga general» a la que tenemos que agradecer unas primeras acciones muy concretas. Como por ejemplo haber organizado una delegación de estudiantes que fueron el 12 de abril pasado a la estación de Saint Lazare a reunirse con los empleados del ferrocarril a expresarles nuestro apoyo por su lucha. Acciones como ésta son absolutamente ejemplares, y sólo con multiplicarlas estaremos a la altura de nuestra propia consigna de convergencia de las luchas.
Muchos analistas, más o menos mediáticos, hacen de ‘Nuit Debout’ un fenómeno generacional. ¿Qué nos puede decir de esta juventud que se consideraba despolitizada y que despliega su ser político fuera de los canales institucionales?
Personalmente, me niego a encerrar ‘Nuit Debout’ en la categoría de fenómeno generacional. En realidad, la reducción generacional de un fenómeno social es la característica esencial del discurso mediático. Por otro lado, hay que reconocer las cosas con lucidez : una de las razones de la acogida mediática bastante positiva hasta el momento de la ‘Nuit Debout’ se debe a que los periodistas han actuado, a veces sin ser conscientes de ello, de acuerdo con afinidades sociológicas. Unas afinidades que desaparecen por completo cuando se trata de movimientos sindicales clásicos y los periodistas se entregan, a veces sin ser conscientes de ello también, a un racismo social muy claro.
En cualquier caso, la tematización generacional es la operación típica del comentario despolitizado. Se trata sólo de «cosas de jóvenes» y por lo tanto, de cosas sin importancia, que se evaporarán en cuanto crezcan (cuanto antes mejor, a ser posible) y mientras, se está dispuesto a ser tolerantes, siempre y cuando no vayan demasiado lejos. Es aquí donde nos lleva el análisis de «generacional».
Dicho esto, querría añadir una observación personal, limitada y parcial como todas las impresiones personales. Me da la sensación de asistir a una efervescencia intelectual y política inédita de los estudiantes franceses y, hecho aún más relevante, de los estudiantes de secundaria. Cada vez recibo más mensajes, propuestas, consultas por parte de los estudiantes de secundaria. Y les puedo asegurar que estos mensajes dejan entrever una consciencia crítica y política muy bien desarrollada. Es un fenómeno totalmente novedoso. Los políticos que estén en el gobierno en diez o quince años deberían preocuparse: les esperan problemas muy serios que han empezado a madurar hoy mismo.
“Nuit Debout’ movimiento proteiforme y horizontal parece no querer ni padrinos ni portavoces. Sin embargo, no se puede negar que usted ha jugado un papel de primer orden y que representa una autoridad intelectual para los «indignados» franceses. ¿De qué manera ha participado en la génesis de este movimiento y como querría contribuir en él a partir de ahora ?
En enero, éramos tres o cuatro, convencidos que «tenía que pasar alguna cosa» y que «esta cosa» podía cristalizarse alrededor de la película de François Ruffin «Merci Patron!». La posibilidad de una explosión nos parecía muy real, teniendo en cuenta el nivel de saturación de indignación en la atmósfera social así como la inanidad cada vez mas manifiesta del juego institucional de la Va República con la proximidad de las presidenciales del 2017, de las cuales todos sabíamos y sabemos que no saldrá nada interesante.
Nos rondaba por la cabeza una reproducción original de los movimientos de plaza europeos. Un movimiento que tendría que permitir romper con el cartel de las tiendecillas partidistas de la izquierda, atrapadas en las instituciones de la Va República, incapaces de levantar cabeza para inventar alguna otra cosa y destinadas a perderse por el camino con sus eternas maniobras para terminar a menudo como comparsas en el desfile socialista. Era necesario pues un movimiento de plaza para que la gente pudiese juntarse físicamente, pero dejando en casa las etiquetas partidistas. Era necesario trabajar con otra lógica, para hacer algo diferente. Elegir la plaza fue finalmente bastante fácil : la República. Desde enero, ya teníamos en mente una actividad, en torno a la proyección pública, salvaje, de «Merci Patron!». ¡Pero las inspiraciones de tres o cuatro no bastan ! Para que se materialicen es necesario ser un buen grupo. Después del estreno de «Merci Patron!», unas cuantas docenas de personas acabaron reuniéndose, espontáneamente y trabajaron para que se hiciese realidad nuestra consigna el 31 de marzo (jornada de movilización contra la reforma laboral): «Después de la manifestación; no volvemos a casa». Son las mismas personas que, por ejemplo, inventaron el nombre de ‘Nuit Debout’, un magnifico pensamiento.
La gente que hoy va a la plaza, sin duda, no imagina toda la energía, la dedicación, que esta primera ocupación de la plaza pudo suponer para los que trabajaron concretamente en ella. Y funcionó. Están ahí desde el 31 de marzo. Posteriormente, el movimiento ha sabido crecer de por sí solo, y ahora vive su vida. Los que trabajaron en la eclosión han ido pasando el relevo progresivamente. Otras energías, otras dedicaciones, se han añadido. Algún día habrá que explicar la historia. Por ejemplo, pienso en todo lo que hacen las comisiones «acogida y serenidad» (¡el servicio de orden!), «Logística» o «Cocina». Todo esto puede parece muy prosaico pero sin toda esta gente, ‘Nuit Debout’ no existiría.
Con su discurso del 31 de marzo en la «République» llamaba al «deseo político que crea y que afirma». En plena crisis del Estado-nación y de la política, ¿Cuál sería el sujeto de este deseo y de qué «objetos políticos» debería apoderarse ? ¿Y qué les contestaría a los que califican hoy esta afirmación, renovada cada noche en la «République», de puramente voluntariosa?
El sujeto de este deseo no se puede definir ex ante. El « nosotros » se define con el proceso mismo de sus realizaciones. « Convergencia de las luchas » es una estenografía que dice su deseo, el deseo de ser tan grande como sea posible. Y si se quieren nombrar más explícitamente sus componentes, nombrémoslos : el joven urbano precarizado, las clases obreras sindicalizadas (y más en general el mundo del trabajo), los barrios abandonados de las «banlieues». En cuanto a los objetos de este deseo, cada uno podrá seleccionárselos. Pero lo que este movimiento no debe hacer es abocarse a la vindicación intransigente de sí mismo. Si su energía no se convierte en deseos determinados, en objetos políticos explicados, continuará siendo improductivo. Conservar este sentido del objeto supone recordar siempre su necesidad durante los debates, con la finalidad de lucha contra la dispersión total.
Personalmente, creo en una especie de «telescopio» que sabría dar-se una graduación de objetivos, desde lo más cercano (retirada de la reforma El Khomri) hasta lo más alejado (redacción de la Constitución de una República social), pasando por toda una serie de ideas «intermediarias» que debemos saber imponer en el debate político, como por ejemplo obligar la banca a abandonar sus actividades especulativas, para luchar contra la dispersión completa.
¿Todo esto es un «voluntarismo de la afirmación» ? Cierto. Pero ¿qué política no lo es? A pesar que no puede satisfacerse de ello, la intervención política es esencialmente performativa. Decir «hay que» es contribuir a hacer realidad la cosa que decíamos antes que no existe efectivamente. ¡Y hay que aceptar que se trata de una especie de intervención idéntica a la apuesta ! Pero, aunque perdamos nuestra apuesta, la intervención política siembra alguna cosa que hará camino : una idea, el sentido del problema, una exigencia.
Durante la revolución francesa, Sieyès enunciaba el principio de la democracia representativa: sólo los representantes del pueblo pueden expresar la voluntad popular. Por su configuración misma, ‘Nuit Debout’ pone en tela de juicio este principio, y en cada asamblea general del movimiento se critica duramente la democracia representativa. ¿Cuáles son los nuevos medios de decisión y de legitimización políticos deja entrever ‘Nuit Debout’ ?
Lo que diré ahora puede parecer muy crítico con las inclinaciones espontaneas de ‘Nuit Debout’ ; pero me da lo mismo. Pienso que, en una escala microscópica, no puede haber política sin una cierta forma de institucionalización e, incluso, de representación. De hecho, la configuración misma de la Asamblea general de ‘Nuit Debout’ no es conforme con al modelo de horizontalidad pura que pretende alcanzar. Por ejemplo, no hay ninguna AG sin normas: la toma de la palabra, el tiempo de intervención, respeto de la persona moderadora, reglas de gestos para manifestar opiniones, etc. Estas normas contienen por definición un carácter institucional y « verticalizador » ya que se imponen a todos, son autoría, y todos las reconocen. Ya de entrada, y a partir de esta escala, las tenemos que ver como un hecho institucional «verticalizado». Y esto demuestra bastante bien la inanidad de toda consigna maximalista de horizontalidad pura, la cual, de hecho, es totalmente imposible.
La verdadera pregunta no reside en las absurdas antinomias «instituciones vs. ninguna institución» u «horizontal vs. vertical», si no en la manera de configurar nuestras instituciones y en los medios de contención y control de una verticalidad, que necesariamente producimos con el simple hecho de organizarnos colectivamente, por poco que lo hagamos.
Todo y con esto, aunque ‘Nuit Debout’ se verticalice por su propio movimiento, puede firmemente permanecer en una configuración muy cercana a los ideales de horizontalidad y democracia directa. Pero es indudable que esta configuración sólo es posible gracias a su medida y escala reducidas. Por lo tanto, es necesario saber pensar dos ideas juntas, que aunque lo parezcan, no son contradictorias. Por un lado, la configuración institucional a escala microscópica, o nacional, no podría ser un simple calco del modelo experimental a escala de «République». Por otro lado, ‘Nuit Debout’ ilustra unos principios genéricos que deben de guiar la elaboración de una configuración institucional global.
¿Cuáles serían estos principios ? Subsidiariedad máxima, es decir, máxima delegación de autonomía posible a niveles locales. Desconfianza hacia la capacidad de apropiación que supone cualquier institucionalización. Control activo de los representantes y de los portavoces, incluyendo la revocabilidad permanente Organización de la dialéctica constante entre niveles superiores y niveles inferiores, pero no entregar a los primeros el monopolio de la iniciativa, para no convertirlos en simples cámaras de aprobación/validación. Las ideas deben circular en ambos sentidos y los niveles superiores deben continuar inspirándose de los niveles inferiores.
Saber extender ‘Nuit Debout’ entre las clases populares de las «banlieues», ¿le parece una condición necesaria tanto para el éxito del movimiento como para su legitimada? La mayoría de las clases populares del país se encuentran en la “Francia periférica”, donde el Front National se hace cada vez más presente. ¿Cómo puede dirigirse a unas clases populares sin provocar la reprobación de las otras ?
Ésta es una cuestión tan decisiva que para mí es casi dolorosa. Cuando veo las dificultades que ya se presentan a nosotros tan sólo para concertar fracciones politizadas aunque heterogéneas sociológicamente, como las clases obreras sindicales y las diversas familias de la izquierda urbana, puedo concebir con mayor lucidez las grandes barreras que es necesario saltar para llegar tanto a una parte de la población de las «banlieues» como a lo que ustedes llaman la «Francia periférica». No insistiré ahora en todas las diferencias que oponen ambas poblaciones… Y no debemos hacernos ilusiones: una «emergencia» performativa como ‘Nuit Debout’ que contiene, en sí misma, suficiente poder para volver a trabajar tan profundamente el tejido social hasta el punto de producir en él una modificación masiva como ahora la «deslepenización». Esto sólo lo puede conseguir una militancia local, tozuda, y a menudo invisible, que va a la reconquista de la gente, persona a persona, o casi. Lo que sí puede hacer un movimiento como ‘Nuit Debout’ es reconstruir dentro del panorama político general una propuesta verdaderamente de izquierdas. Si esta propuesta acaba dejando huellas, podrá percibirse como una alternativa para todos aquellos que no tienen otra alternativa salvo el FN. Cabe decir que esto exige tiempo, mucho tiempo….
En «République» afirmó que ‘Nuit Debout’ inauguraba el final de la reducción reivindicativa de las luchas y superaba las ambiciones de la movilización sindical contra la reforma El Khomri. Declaro la muerte del orden político actual y milita por el advenimiento de una República social. ¿Ya es así ? ‘Nuit Debout’, ¿Asamblea constituyente? ¿Cuáles son las disposiciones que se deberían adoptar para que el movimiento se convirtiera en ello ?
La frase «nosotros no reivindicamos nada» debe entenderse bien. Me he percatado post festum que había engendrado toda una serie de malos entendidos, sobre todo con los sindicatos, donde esta fórmula parecía atacar de frente la gramática misma de la acción, la cual es fundamentalmente reivindicativa. Sin embargo, está claro que no se trata de declarar las luchas reivindicativas caducadas, allí donde tengan lugar; hacerlo sería tan grotesco como falto de pertinencia.
Se trata más bien de llamar la atención sobre el hecho que las reivindicaciones, por construcción, acaban expresándose dentro de un marco que permanece incuestionable… cuando este marco establece incluso las condiciones misma de posibilidad (o de imposibilidad) de ciertas reivindicaciones. Reivindicar un aumento del sueldo mínimo, por ejemplo, está condenado al fracaso o a la inanidad, si olvidamos cuestionar a la vez las estructuras de la globalización neoliberal (el poder accionarial, el librecambismo desenfrenado, las deslocalizaciones) que hacen objetivamente imposible el aumento salarial porque estas estructuras han instalado objetivamente los obstáculos que se oponen a ellos. El famoso TINA (There Is No Alternative) permanecerá como un hecho hasta que no pongamos nuestra atención en el conjunto de las estructuras neoliberales que lo convierten en un hecho y fuera de las cuales deja de ser un hecho. Para sustituir al TINA por el TIAA (There is An Alternative), hay que volver a crear las condiciones de posibilidad estructurales, es decir, volver a crear el marco. Y reconstruir el marco es algo totalmente diferente a reivindicar. Hay que abrir un proceso altamente político de reconstrucción institucional, en el sentido más amplio del término «instituciones». Este proceso se convierte en algo aun más trascendental cuando pretende ser un nivel constituyente, es decir «meta-marco». Porque, ¿a quién deben dirigirse las «reivindicaciones» de una Asamblea Constituyente ¡A nadie! Es el mismo pueblo quien se hace con este deseo, quien lo afirma, quien lo plantea.
Ahora bien, habría que precisar la naturaleza de un llamamiento a una Constituyente, según dos interpretaciones distintas. La primera lectura tiene que ver, una vez más, con el registro performativo de la intervención política. Según esta interpretación, apelar a una Constituyente sería una manera de plantear problemas, dos en particular.
  • El primero: consideramos que el sistema institucional actual, el de la Va República, está agotado, que ninguna transformación significativa del marco puede producirse en ella, y que hay que volver a edificar de nuevo, para democratizarlo todo de nuevo, y que vuelva a ser posible nuevamente la expresión de diferencias políticas significativas. En el fondo, la democracia es esto: la posibilidad siempre abierta de hacer las cosas de otra manera.
  • El segundo: una Constituyente no se impone como un juego jurídico formal y desarraigado, sino como el medio de dar la forma jurídica más alta a los principios fundamentales de un modelo de sociedad. Así como las constituciones sucesivas de las repúblicas francesas (y en esto, ¡se parecen todas !) tenían como finalidad real la santificación del derecho de propiedad, base del capitalismo, es evidente que el proyecto de acabar con el imperio del capitalismo sobre la sociedad sólo puedes pasar por la destitución del derecho de propiedad y por la implantación de la propiedad de uso (se entiende aquí la propiedad como medios de producción y no como posesión personal). Sólo un texto de última instancia y del alcance jurídico de una constitución puede operar este cambio, literalmente, revolucionario.
Y aquí viene la segunda lectura del llamamiento a una Constituyente. Una lectura histórica y estratégica que nos recuerda que estamos muy alejados de un proceso constituyente y aun más alejados si este proceso tuviese que desembocar en una república social libre de todo derecho de propiedad (en el sentido indicado anteriormente). Según esta segunda interpretación, positiva, la Constituyente es la consagración de un proceso revolucionario y futuro, el cual tiene como condición, la posibilidad de hecho. Pero a la vez, ¿por qué debemos proyectarnos así en un horizonte casi irreal ? Porque es una manera de incluir problemáticas en la agenda del debate público. Es una manera de afirmar, públicamente y de forma decidida, al espacio público la existencia de un problema con las instituciones de la pérdida de posesión. Es una manera de mostrar que hay un problema con el imperio del capitalismo sobre la sociedad, como la reforma El Khomri tiene la virtud de mostrárnoslo más claramente como nunca.
Se acercan las elecciones presidenciales del 2017. Es cierto que el paisaje político a la izquierda del PS no parece prestarse para la creación de un nuevo partido. Pero ustedes afirman que un Podemos a la francesa sería un grave error. ¿Por qué ?
La vía constituyente también es una respuesta a esta cuestión. Creo que debemos salir de lo que se llama la antonimia OWS (Occupy Wall Street) / 15-M-Podemos. Por un lado OWS, movimiento que ha mostrado desgraciadamente su improductividad política (y no desprecio los efectos de Occupy que han sabido hacerse camino a escondidas para hacer posible, por ejemplo, la posibilidad hoy de un Bernie Sanders). Por otra parte, el 15-M, movimiento que sólo se ha convertido en productivo prolongándose en la forma de Podemos… Es decir, bajo la forma que traiciona totalmente el espíritu de los orígenes. Un partido clásico, con un líder clásico, clásicamente obsesionado por la competición electoral, y muy decidido a jugar el juego de la manera más clásica del mundo: en las instituciones tal y como son, sin la mayor veleidad de transformarlas.
El llamamiento a una Constituyente es una manera de salir de esta contradicción de la improductividad o del retorno al establo electoral. Es necesario que el movimiento produzca «alguna cosa», pero esta «cosa» no puede entregarse al funcionamiento de las instituciones vigentes. Conclusión: esta «alguna cosa» podría consistir, precisamente, en la transformación de las instituciones.
«Hay que bloquearlo todo para desbloquearlo todo», dicen. ¿Qué se debe hacer ?
La vía constituyente. Y si su condición de posibilidad es un proceso revolucionario, la finalidad del movimiento podría ser poner los inicios de este proceso. Una de las mejores consignas de ‘Nuit Debout’ es «convergencia de las luchas». Entonces, practiquémosla. Organicemos la confluencia de la juventud, de los militantes de los centros de las ciudades, de las clases obreras sindicadas. Y examinemos la posibilidad de recorrer camino hacia la huelga general. Sólo un autentico movimiento de masas puede crear las condiciones de la gran transformación política a la cual aspiramos.

Fuente: El Correo de la diáspora – www.elcorreo.eu.org.

Todo lo que cambia con los secundaristas [1] // Peter Pál Pelbart

En carta abierta a los que ocupan escuelas, el filósofo celebra: contra el teatro agotado de la vieja política, ustedes reavivan la potencia del deseo, de la ruptura y el disenso.

Traducción: Igor Peres y Santiago Sburlatti
Quiero saludar a los secundaristas aquí presentes, profesores, funcionarios, padres de alumnos, amigos y simpatizantes de este movimiento glorioso. Agradezco la oportunidad de hablar en una escuela en que estudié por siete años, en una época en que la enseñanza pública todavía gozaba de gran prestigio y credibilidad, establecimiento éste que fue escenario de uno de los más pioneros y combativos momentos en la eclosión del movimiento.
La ocupación de más de doscientas escuelas al final del año pasado por los secundaristas de São Paulo, en protesta contra un plan de reorganización de la red pública estadual por el gobierno de Alckim, pasará  a la historia como uno de los gestos colectivos más osados en la historia reciente de Brasil. Yo diría, sin titubear, que este movimiento destapó la imaginación política en nuestro país. El coraje y la inteligencia con que esta lucha fue conducida, la manera democrática y autogestiva con que se sustentó, las formas de movilización y comunicación que aquí se inventaron, el modo en que supo suscitar el diálogo y la conexión con las diversas fuerzas de la sociedad civil, la manera autónoma que demostró a lo largo de todo el trayecto, merecen nuestro más vivo aplauso y admiración. Sin embargo, más allá de eso, constituyen una verdadera clase de ética y política para todos nosotros. Si nuestros políticos aprendieran el uno por ciento de lo que aquí se enseñó, nuestro país sería otro.
Como se dijo en ese momento, mientras los niños se comportaron como verdaderos políticos, los políticos actuaron como niños. Hay mucho para pensar al respecto de esa inversión, y estamos lejos de haber extraído de ella las lecciones y las consecuencias que se imponen. Una cosa es elogiar la madurez, la responsabilidad, la organización interna, toda la prudencia que no dio lugar a la vileza de los medios de comunicación, que sólo buscaban alguna señal de disturbios, orgía, drogas, para criminalizar el movimiento. Aunque esa cautela ha sido eficaz, desde mi punto de vista no fue lo más importante. Ustedes introdujeron en paralelo al teatro agotado y degradado de la representación institucional una nueva coreografía política, produciendo una atmósfera muy refrescante, un afecto colectivo inusitado, una dinámica de proliferación y contagio, una manera inédita de manifestar la potencia multitudinaria que prolongó lo mejor que tuvo el 2013, sin dejarse capturar por lo que de peor ocurrió allí.
Independientemente del desenlace concreto del movimiento, fue un momento en que la imaginación política se destrabó. La imaginación política no es una esfera soñadora y desconectada de la realidad, al contrario, es precisamente la capacidad de conectarse con las fuerzas reales que están presentes en una situación dada, las fuerzas del entorno, pero también las fuerzas de ustedes. Las ocupaciones desencadenaron un proceso imprevisible cuyo carácter al mismo tiempo disruptivo e instituyente dejó a todos estupefactos. No me cabe a mí hacer un análisis de lo que ocurrió, y sí a quienes protagonizaron el movimiento y lo expandieron, en el cuerpo a cuerpo, en el día a día, en el combate físico, en el antagonismo ético, en la inteligencia colectiva.
Pero puedo decir, desde afuera, que ustedes operaron un corte en la continuidad del tiempo político. Esto significa que la percepción social y la sensibilidad colectiva en la ciudad de São Paulo sufrieron una inflexión. Es la dificultad en toda ruptura: no puede ser leída sólo con las categorías disponibles antes de ella, categorías éstas que  justamente la ruptura está en vías de poner en jaque. La mejor manera de matar un acontecimiento de ese orden es reinsertarlo en el encadenamiento causal, reduciéndolo a los diversos factores que lo explicarían y lo agotan, en lugar de desplegar lo que traen embutido, aunque de modo balbuceante y embrionario, de nuevo, de inaugural, de fundante.
A los ojos de nuestros gestores políticos, la resistencia de los secundaristas no pasa de una reacción pasajera, de un estorbo a ser rápidamente removido, una locura juvenil. Pero de repente, se invirtió la ecuación –locura fue  lo que apareció a los ojos de todos, desde la prepotencia sorda del Secretario de Educación hasta la barbarie fascista de la policía militar, protegida por el Secretario de Seguridad y que se abatió sobre el cuerpo de los niños y jóvenes de manera intolerable, fuera y dentro de las escuelas.
Quería insistir en este aspecto tan importante, a mi modo de ver –un acontecimiento como el del año pasado, con su cortejo de arbitrio, de violencia, abuso, pero también de movilización, iniciativa, afirmación, representó un corte abrupto en la percepción social sobre la enseñanza, la escuela, la policía, el Estado, el poder, el deseo. Esta ruptura, este giro y su efecto significan lo siguiente: lo que hasta entonces era una trivialidad cotidiana, de repente se vuelve intolerable. Por ejemplo, hasta entonces parecía natural que quien decidía sobre los equipamientos escolares eran los gestores, no sus gabinetes; súbitamente esto aparece como una aberración intolerable. Como eso, todo un conjunto de cosas se vuelve intolerable. La mercantilización  de la educación, las relaciones de poder vigentes dentro de la escuela, la disciplina panóptica, los modos desgastados de enseñanza, aprendizaje, evaluación, hasta el objetivo mismo de la escuela. Al mismo tiempo, en contrapartida, lo que hasta entonces parecía inimaginable (los alumnos puedan ocupar y administrar los espacios que les son destinados, no sólo para reivindicar sus derechos, profundizarlos, ampliarlos, sino también para experimentar la fuerza de un movimiento colectivo, autogestivo, sus posibilidades infinitas e inusitadas) se torna no sólo posible, sino sobre todo deseable.
De pronto, ya no se tolera lo que antes se toleraba, y se pasa a desear lo que antes era impensable. Esto significa que la frontera entre lo intolerable y lo deseable se desplaza –y sin que se entienda cómo ni porqué, de pronto parece que todo cambió: ya nadie más acepta lo que antes parecía inevitable (la escuela disciplinadora, la jerarquía arbitraria, la degradación de las condiciones de enseñanza), y todos exigen lo que antes parecía inimaginable (la inversión de las prioridades entre lo público y lo privado, la primacía de la voz de todos los estudiantes, la posibilidad de imaginar una escuela otra, una enseñanza otra, una juventud otra, ¡incluso una sociedad otra!).
Un acontecimiento en el sentido fuerte de la palabra, como el que fue producido en el interior de este movimiento, divide el tiempo en antes y después. Ya no se puede volver atrás –algo de irreversible se desplazó en el cuerpo, en el afecto, en la imaginación, en la comprensión de los estudiantes, pero también en la de sus padres, de los profesores, de sus familias, de la comunidad, de la ciudad. Y lo que aconteció se convierte en una especie de farol, de incandescencia, de marca indeleble, de referencia ineludible- ya no es posible fingir que nada ocurrió, que se puede pasar por encima de esto, que se puede volver a la misma sumisión o apatía o pasividad de antes. Y que fue muy fuerte lo que se vivió, fue muy intenso, fue más que una experiencia, fue una experimentación colectiva, microplítica y macropolítica, que abrió un campo de posibles, y por consiguiente puede ser retomada en cualquier momento, y puede ser prolongada, ampliada, traspuesta, tal como de hecho va contagiando otros Estados de Brasil, de forma variada. 

Godard decía que los niños son prisioneros políticos. Nada más verdadero. No digo que lo son solamente en manos de las familias, de las escuelas, de los psicólogos, de los psiquiatras, de los pedagogos, de los medios, del mercado, de los juegos electrónicos destinados a ellos etc… Es justamente en los momentos en que la prisión revela su arbitrariedad, y su legitimidad es puesta en cuestión, es justamente ahí que aparece su fuerza y fragilidad, su peso y su vulnerabilidad, y queda claro que gran parte de su eficacia reposa en el miedo y en la intimidación. Lo mismo se puede decir de los secundaristas: justamente cuando perciben que están a merced de las varias instancias del Estado encargadas de decidir sobre su destino a partir de un gesto burocrático, que perciben cuánto este poder desmesurado pretende decidir sobre su vida más cotidiana, es entonces que todo se da vuelta, porque es cuando dejan de estar a merced, ya que sienten lo intolerable de la situación, y no pueden hacer otra cosa que partir hacia el enfrentamiento, para la resistencia activa y pasiva, para las calles, rompiendo con gran osadía el bloqueo de los medios, o el bloqueo militar, el bloqueo jurídico, el bloqueo del miedo o de la intimidación.

Tal vez podamos decir todos lo mismo, hoy, en este momento gravísimo que atravesamos de ascensión de un fascismo pavoroso, tal vez seamos todos prisioneros políticos en medio a un estado de excepción donde la más grande conspiración entre canallas de todo tipo esté dando vuelta la mesa democrática dicha representativa. Más que nunca, la lección que ustedes dejaron es de una importancia capital. Pues es preciso ir mucho más allá de las categorías aún manipulables por el discurso político, o mismo mesurables por los planificadores y economistas, y redibujar el campo de las posibilidades de la vida. Atrevámonos a la pregunta: ¿y si esta operación de destape de la imaginación política se extendiese a la sociedad como un todo? Si por momentos tenemos la impresión de que todos desean lo mismo, dinero, confort, seguridad, ascenso social, prestigio, placer, felicidad, hay momentos en que queda claro que eso es un espejismo engañoso, diseminado por la cultura mediática y publicitaria, por un supuesto consenso capitalista que camufla formas de vida en lucha, no solo clases en lucha, con todas las segmentaciones y herencias malditas, esclavistas, racistas, elitistas, etc., sino también conflictos entre modos de existencia que colisionan, formas de vida distintas en pugna flagrante, anhelos plurales.

Es fácil constatar que modelos de vida mayoritarios, por ejemplo el de la clase media tomada como patrón, propagada como un imperativo político, económico y cultural, de consumo desenfrenado, y que se impuso al planeta entero – extermina cotidianamente modos de vida “menores”, minoritarios, no solo más frágiles, precarios, vulnerables, sino también más vacilantes, disidentes, ora tradicionales, como lo de los quilombolas o indígenas, ora, al contrario, aún nacientes, a tientas, o mismo experimentales, como los que ustedes ensayaron.

No es fácil rechazar la predominancia de un cierto modo de vida genérico, con el modo de valorización que está en su base – por ejemplo, esta teología de la prosperidad, que no es exclusividad de las iglesias pentecostales, y que se va infiltrando por todas la partes. ¿Cómo cepillar esa hegemonía a contrapelo, revelando las múltiples formas que resisten, se reinventan o mismo se van forjando a contracorriente y a pesar de la hegemonía de un sistema de mercado, moldeado por mecanismos de control y monitoreo eficaz y sutilmente o nada sutilmente despóticos?       
 
Eso se agrava mucho en el contexto actual, frente a este golpe parlamentar-financiero-mediático-jurídico-religioso, donde se asoma todo el arcaísmo esclavista aliado a la más peligrosa manipulación de la fe, que va de la mano con intereses económicos precisos y una máscara de legalismo y modernidad autoglorificada. Sí, vivimos en un momento especialmente cruel, en lo cual el carácter más flexible, anónimo, oscilante, de algunos mecanismos de poder económico y político no pueden ocultar la brutalidad más retrograda de la cual dependen, y con la cual se conjugan violentamente, imputando la violencia, como siempre, a los que contestan esa alianza espuria, criminalizando aquellos que la rechazan con vehemencia. 

Entonces, toda la cuestión está en cómo ampliar el campo de la política, o pensar la dimensión política de las formas de vida, y de la sensibilidad que les corresponde, o para formularlo de una manera aún más precisa: ¿cómo pensar la propia política a la luz de esa cuestión de las formas de vida que la antecede? Tal vez Foucault siga teniendo razón: hoy en día, al lado de las luchas tradicionales en contra de la dominación (de un pueblo sobre otro, por ejemplo) y contra la explotación (de una clase sobre otra, por ejemplo), está la lucha contra las formas de sujetamiento, es decir, sumisión de la subjetividad, que prevalecen. Pues nuestro tiempo inventó modalidades de servidumbre inauditas. Y lo que los secundaristas nos enseñaron es que las formas de resistencia también se reinventan. La horizontalidad y su ausencia de centro o comando en las ocupaciones y manifestaciones dramatizaron una geografía otra de la conflictividad. Es difícil nombrar un cambio así, y sobretodo transformarlo en pauta concreta. ¿Cómo traducir en propuestas las nuevas maneras de ejercer la potencia, de hacer valer el deseo, de expresar la libido colectiva, de eludir las jerarquías, de hacer circular el discurso sin quedar a merced de la lógica de la representación, de redibujar la escuela, de hacer ruptura, disenso?

En todo caso, todo indica que la ocupación de las escuelas no aspiraba y no aspira exclusivamente a la elevación del nivel de enseñanza, el respeto a los espacios de aprendizaje, las modalidades de consulta y decisión, para no decir gestión, sin hablar de las cosas elementales como la garantía de la comida, pero de algún modo, en esta experimentación surgieron muchas otras cosas. Si las protestas evocaron un rechazo de la representación (nadie nos representa, nadie puede hablar en nuestro nombre, ni siquiera alguien de nosotros que pretendiese ser nuestro representante), tal vez también hayan expresado cierta distancia con relación a las formas de vida que se vienen imponiendo brutalmente en las últimas décadas, en nuestro contexto así como en nuestro planeta como un todo, y que atraviesan la escuela, fatalmente: productivismo desenfrenado aliado a una precarización generalizada, movilización de la existencia con vistas a finalidades cuyo sentido se nos escapa a todos, capitalización de todas las esferas de la existencia – en suma, un nihilismo biopolítico que no puede tener como respuesta sino justamente la vida multitudinaria puesta en escena, en la escuela, en las calles, en las plazas, en la Asembléia Legislativa, en la autarquía estadual que administra las Escuelas Técnicas de São Paulo, etc.     

En medio a reivindicaciones muy concretas, puntuales, precisas, muchos otros deseos se dejan expresar en la dinámica del proprio movimiento. Las reivindicaciones pueden ser satisfechas, pero el deseo obedece a otra lógica – tiende a la expansión, se distribuye, contagia, prolifera, se multiplica y se reinventa a medida que se conecta con otros. Hablamos de un deseo colectivo, donde se tiene inmenso placer en ocupar colectivamente un espacio antes ocupado por la policía, en ir a la calle juntos, en sentir la pulsación multitudinaria, en cruzar la diversidad de voces y cuerpos, sexos y tipos, y aprehender un “común” que tiene que ver  con las redes, con las redes sociales, con la conexión productiva entre los varios circuitos, con la inteligencia colectiva, con una sensorialidad ampliada, con la certeza de que la escuela debería ser el corazón de una sociedad, y no su apéndice agonizante, así como en 2013 algunos sostuvieron que el transporte en São Paulo debería ser un bien común, así como en Turquía los jóvenes consideraran que el verde de la Plaza Taksim en Estambul era común, así como lo debería ser el agua, la tierra, internet, las informaciones, los códigos, los saberes, la ciudad, de modo que todo tipo de privatización e enclosure en su versión actual constituye un atentado a las condiciones de la producción contemporánea, que requiere cada vez más el libre compartir del común. Tornar cada vez más común lo que es común – otrora algunos llamaron eso de comunismo. Un comunismo del deseo. La expresión suena hoy como un atentado al pudor. Pero es la expropiación común por los mecanismos de poder que ataca y destruye capilarmente aquello que es la fuente y la materia misma de lo contemporáneo – la vida (en) común, la inteligencia común.

Tal vez una otra subjetividad política y colectiva se estuviese experimentando, en este movimiento y en otros, como el de Parque Augusta y muchos otros, para lo cual carecemos de categorías y parámetros. Más insurreccional, más anónima, más múltiple, de movimiento más que de partido, de flujo más que de disciplina, de impulso más que de finalidades, con un poder de llamamiento incomun, pero también con una capacidad de organización horizontal, sin que eso garantice nada.

Es difícil medir tales movimientos sin usar la regla de la contabilidad de la marcearía o del partido de futbol. ¿“Cuánto lucramos”, “en qué terminó”, “a cuales fuerzas favoreció”, “finalmente quién venció”?, preguntarán. No se trata de menospreciar la evaluación de las fuerzas en juego, sobretodo en un país como el nuestro, en que una vasta alianza conservadora distribuye las cartas y conduce el juego hace siglos, independientemente de los regímenes que se suceden o de lo que dicen las urnas. Es decir, no se trata de confiar en la providencia, sino, al contrario, afilar la capacidad de discriminar las líneas de fuerzas del presente, fortalecer aquellas direcciones que garanticen la preservación de esta apertura, y distinguir en el medio de una corriente de agua lo que es remolino y lo que es una ola grande y prolongada, cuáles son constituyentes, cuáles apenas repiten lo instituido, cuales comportan riegos de retroceso.  

En todo eso, no se debe subestimar la inteligencia cartográfica y la potencia psicopolítica de los secundaristas. Yo diría, para retomar una formula conocida, que una de las definiciones de ética es estar a la altura de lo que nos ocurre. Creo que el movimiento de los secundaristas estuvo plenamente a la altura de aquello que les ocurrió, del acontecimiento que les tocó experimentar, inventando dispositivos concretos que permitirán sostenerlo, intensificarlo y expandirlo. Solo puedo desear que esta charla sea parte de esta movilización, incluso en las condiciones muy adversas del presente, que no tienden a enfriarse. 
* El texto fue leído en el Colégio Fernão Dias Paes, en 28 de abril de 2016 durante un debate público sobre el tema de la ética, con la participación de Marilena Chaui, alumnos, padres, profesores y funcionarios de la escuela, por la iniciativa de Dalva Garcia, profesora de la escuela e de la PUC-SP: En la madrugada siguiente, alumnos de la escuela resolvieron retomar la ocupación en solidaridad a la ocupación del Centro Paula Souza.


[1]Estudiantes de escuela secundaria en Brasil.

Breve tratado sobre el apriete financiero // Mario Santucho

Foto: Sebastián Andrés Vricella

Aunque no lo admita, Pedro Biscay es un sobreviviente. Con su título de abogado recién estrenado recaló allá por 2003 en el Centro de Políticas Públicas para el Socialismo (Ceppas), donde aprendió el oficio con Alberto Binder. Luego se desempeñó como coordinador del área Fraude Económico y Bancario de la Procuraduría de Criminalidad Económica y Lavado de Activos (Procelac), junto a Carlos Gonella. Y arribó al Directorio del Banco Central de la República Argentina (BCRA) a fines de 2014, convocado por Alejandro Vanoli. Una carrera veloz y obsesiva por descifrar los entreverados circuitos del delito financiero, la verdadera placa madre de la democracia neoliberal.
Cuando el proyecto político al que tardíamente terminó adscribiendo fue derrotado en las urnas, él permaneció en su puesto en cumplimiento del mandato constitucional otorgado por el Senado de la Nación. Y desde allí pispea, atónito, el regreso del tren fantasma del endeudamiento y la fuga de capitales. Biscay es un sobreviviente de una época que no merece morir, al menos no del todo, pero parece estar apagándose sin remedio; mientras contempla con amargura el asomar de una era que no quisiéramos ver despegar, aunque casi nada parece ponerle freno.
Lo que sigue es la transcripción de una larga entrevista realizada en su despacho de Reconquista 266. Fue grabada el viernes 26 de mayo, el mismo día que la Cámara de Casación porteña rechazó su pedido de recusación contra el juez Claudio Bonadío en la causa conocida como “dólar futuro” y caratulada como “Banco Central de la República Argentina y otros s/defraudación por administración fraudulenta”. Porque Biscay es uno de los 16 procesados en ese expediente judicial y ultramediático, que avanza ante el asombro de una casta política que tira la piedra y luego esconde la mano.
Nuestro entrevistado se esfuerza para no parecer abatido por el contexto. Y ensaya una interpretación orgánica de la madeja que vincula el ajuste y la devaluación con las operaciones extorsivas orquestadas desde el poder judicial: un mapa para entender el devenir mafioso de las finanzas, y su arrastre sobre el conjunto de las instituciones de una república éticamente en bancarrota.
Devaluación forzada de la moneda           
La denuncia que da origen a este juicio fue presentada el 30 de octubre de 2015, por Mario Negri y Federico Pinedo, dirigentes políticos en ese entonces de la oposición, cinco días después de las elecciones generales donde Cambiemos ganó la Provincia de Buenos Aires y se proyectó hacia el ballotage. ¿Qué buscaban en ese momento?
La denuncia por la venta de contratos de futuro de dólar encierra una operación política montada en el último mes y medio del gobierno de Cristina Fernández con la finalidad de desplazar a Alejandro Vanoli de la Presidencia del Banco Central de la República Argentina. ¿De qué manera? Mediante una causa penal inventada para cuestionar su desempeño como presidente del Banco. Cuando asumen las nuevas autoridades de Cambiemos, buscan una refundación financiera orientada a despolitizar las finanzas. Lo que puntualmente significa: proscribir en la medida de la posible el financiamiento del Tesoro a través del Banco Central mediante el uso de adelantos transitorios; y reducir fuertemente la base monetaria, que entre enero y marzo del 2016 tuvo un ritmo de crecimiento negativo del tres por ciento, cuando la tendencia desde el 2010 en adelante fue de crecimiento positivo, producto de una determinada configuración política y de definición estratégica del rol del Banco Central en la economía. La denuncia viene a poner fin a un ciclo donde el Banco Central tiene una visión política y un rol a jugar con relación a la generación de empleo, la inclusión social y la expansión de derechos. Por eso la acusación fundamental es que el BCRA estaba politizado, que era una chequera, porque en el fondo de lo que se trata es de romper los atisbos o resabios de soberanía política que pueda tener la moneda argentina. Y de ahí el cambio de semblante en los billetes que vienen ahora. De ahí, también, que se piense exclusivamente en una tasa de interés de referencia dirigida a contraer la economía y generar desempleo como política para bajar la inflación.
¿No había también un objetivo táctico e inmediato en la denuncia, de forzar una devaluación por parte de la gestión anterior antes de entregar el gobierno?
Sí, este es el otro elemento. Nosotros luchamos contra la manifestación recurrente de corridas cambiarias. Fueron nueve las corridas, fue un período de fuerte especulación financiera, una especulación descomunal para desestabilizar el peso y para provocar una devaluación. De modo que, si el mercado lograba imponerle la devaluación al gobierno kirchnerista, sobre sus espaldas caería la responsabilidad por los costos salvajes en términos de aumento de los precios, caída del salario y aumento de la desocupación. De hecho, la narración sobre la pesada herencia que propone el macrismo ha sido tan desprolija que ni siquiera puede sostenerse en términos numéricos: tuvieron que maquillar el déficit para elevarlo al 7,1 por ciento dejando de lado incluso la metodología prevista en el Manual del FMI; tuvieron que negar la política de crecimiento del empleo informada según registro de aumento de CUILes que marca 590 mil puestos creados en el sector privado y 280 mil en el sector público entre 2010 y 2015; pero no pudieron ocultar que el país creció un 2.1% el año pasado, incluso según informes del INDEC de estos meses. Creo que la “pesada herencia” se construyó como relato sustituto ante la confirmación de que no estábamos dispuestos a devaluar la moneda.
Una vez que el macrismo llega al gobierno, cambia el sentido de esta causa. ¿Cómo y por qué?
Digamos que los usos políticos de esta causa mutan cuando cambia la administración del Banco Central, porque la actual conducción es responsable de la devaluación. La decisión de devaluar fue tomada coordinadamente por el Ministro de Economía y el Presidente del BCRA, y se instrumentó con la liberación del mercado de cambios a partir de la Comunicación “A” 5850. Esa normativa se votó en el Directorio, con la oposición de los tres directores que venimos de la anterior administración. Producida la devaluación, los contratos cambiaron de signo; esto es, la compensación de un contrato pagadero en pesos en el mercado de futuros que hasta ese momento daba resultados positivos para el Banco Central, con ganancias que habían alcanzado los 5.500 millones de pesos, se traduce en una compensación negativa que ahora tiene que empezar a realizar el BCRA con relación a los tomadores de esos contratos, entre los que hay empresarios que buscaban cobertura por operaciones a plazo y otros que estaban especulando. Como te decía, este cambio de signo implica que la causa empieza a mutar en sus usos políticos y se transforma rápidamente en una herramienta para cuestionar la línea de política monetaria y financiera que la administración del gobierno de Cristina Fernández llevaba adelante. Lo que quieren es hacernos pagar a nosotros las consecuencias políticas por no haber devaluado: el procesamiento es básicamente un castigo anticipado por intervenir en el mercado de cambios. Por eso el juez, mediante una interpretación que es disparatada y forzada por todos lados, involucra penalmente a la ex presidenta. Llegados a este punto solicité la recusación del juez Claudio Bonadío, por su manifiesta falta de imparcialidad. Es impactante el modo en que obstaculizó el acceso a fotocopias y a presentar y producir prueba de utilidad para dilucidar aspectos de la operatoria. Un disparate jurídico de esta magnitud solo se sostiene sobre la base de denegar el derecho de defensa en juicio.
Hay quienes creen que la causa se transformó en una jugada personal de Bonadío, ya que algunos voceros del actual gobierno han dicho que la acusación carece de fundamento: me refiero a Carrió, al propio denunciante Federico Pinedo, y a ciertas voces periodísticas de los principales medios empresariales.
Bueno, claramente hay una irresponsabilidad por parte de ellos en hacer este tipo de operaciones políticas para romper la estabilidad de mandatos que son definidos por voluntades constitucionalmente establecidas. El mandato de un director del Banco Central requiere aprobación del Senado de la Nación y se confiere por un tiempo determinado. Este procesamiento por la causa de futuro de dólar implica, por ejemplo, un serio cuestionamiento respecto de si el BCRA es un actor legítimo para fijar el tipo de cambio en una economía; si es un actor legítimo o no lo es para determinar una tasa de interés; y si el BCRA en última instancia es un actor legítimo para emitir moneda y para regular el mercado y el sistema financiero en su conjunto. Si preguntas, varios funcionarios de primera línea del Banco te dicen que el fallo crea tanta incerteza que prácticamente impide ejercer políticas de regulación de banca central sobre los mercados. De manera que, más allá que quienes han originado esta denuncia terminen diciendo que no tenían previsto que Cristina forme parte de la causa penal, hay un grado de irresponsabilidad mayúscula en tanto no se piensa los efectos nocivos que judicializar una política económica determinada genera en términos de estabilidad de un sistema monetario. En síntesis, la causa penal y el procesamiento reflejan una decisión política de alto nivel: no controlar ni regular las finanzas. Pero hay una segunda cuestión que me parece clave y es que Cristina Fernández de Kirchner aparece involucrada en esta causa penal de una manera forzada, caprichosa e ilegítima, porque la operación tiene un alcance geopolítico. Esta causa debe leerse en serie con otros ataques que en América Latina están sufriendo los pueblos y sus organizaciones sociales y sobre todo los líderes que han representado un proyecto de independencia política y económica de los poderes imperiales. Esta causa es una persecución. No solamente una determinada discrepancia con una política económica o monetaria, sino una persecución a quien lideró un proceso político de independencia y que representa los intereses de los sectores populares, con todas las limitaciones que pudo haber tenido ese proceso en términos históricos. Y me parece que hay que poder leer también esta denuncia penal, como una operación política que transcurre en paralelo a la persecución y encarcelamiento ilegal de Milagro Sala, que es la diputada en el Parlasur que representa al indigenismo y los sectores trabajadores del Norte argentino, y que ha logrado construir una alternativa de poder contra-oligárquico en Jujuy. Hay una línea de actuación muy precisa que busca desarticular líderes populares en América Latina, porque se está buscando dinamitar un proceso de independencia económica y crear las condiciones para que nuestros países firmen los acuerdos de libre comercio a nivel mundial. Es la vuelta del ALCA y en ese plan los sectores trabajadores ocupan un lugar específico como mano de obra intensiva y no calificada.
Volviendo a la causa: durante las indagatorias el juez parecía orientarse a acusarlos por asociación Ilícita, pero en el procesamiento cambia la figura penal. ¿Por qué? ¿Y de qué, concretamente, se los acusa ahora?
Cuando Bonadío toma la primera indagatoria, sorpresivamente aparece una imputación por asociación ilícita. Se dibuja de forma encubierta, porque aparecen los rasgos típicos de esta figura que en el derecho penal nació para perseguir a las organizaciones obreras. Nos imputaron el haber actuado en forma planificada, organizada y sistemática, con una jefa que daba las órdenes, organizadores que las ejecutaban y miembros que las cumplíamos. Un disparate que consiste en travestir una unidad política constitucional y democráticamente elegida en una banda criminal dedicada a cometer delitos. Lo que estaba tratando de decir Bonadío es que quiere ver presa a Cristina Fernández de Kirchner porque en la jurisprudencia argentina (y más en la de su tribunal), la asociación ilícita siempre ha sido la figura penal utilizada para encarcelar a alguien al momento de dictar su procesamiento. ¿Qué pasó entre la primera indagatoria y el 13 de abril cuando le corresponde declarar a la ex-presidenta? Se impuso en las calles una fuerte movilización popular de apoyo a Cristina que marcó, me parece a mí, un punto de inflexión, un cambio de dirección. Luego, al momento del procesamiento Bonadío se echó atrás y dijo que el hecho de que hubiese descripto los elementos típicos de la asociación ilícita no implicaba que la iba a imputar necesariamente por ese delito.
¿Y en el procesamiento, finalmente, de qué se los acusa?
La acusación es por administración infiel agravada en perjuicio de una administración pública. Un delito contra el patrimonio, que implica quebrantar el mandato de administración de un patrimonio ajeno, mediante la generación de un daño concreto o generando un aprovechamiento o un beneficio a favor de un tercero. El mismo delito por el que tienen presa a Milagro Sala, el mismo delito que encuadró la investigación por la deuda externa en la Argentina y por muchos otros delitos económicos cometidos por bancos y entidades financieras, como el caso Moneta o el Megacanje. El registro de presos por este delito es muy finito, sólo Milagro Sala está presa. No es curioso este dato, revela la condición de clase del sistema de justicia.
Puede decirse entonces que, de hecho, la causa empezó a morir con este cambio entre la indagatoria y el procesamiento.
Bajó de precio un poco la causa y me parece que quedó a las claras lo descabellado que resulta meter por la ventana a la ex Presidenta y también al ex ministro de Economía. La imputación por administración fraudulenta es descabellada porque no hay una violación a los intereses confiados. Haber devaluado la moneda, como lo pretendieron con esta causa, hubiese implicado violar ese mandato de confianza. Yo no tengo ninguna duda respecto de que la administración que llevamos adelante se encargó de custodiar el valor del peso frente a una embestida devaluacioncita que buscaba alterar esos valores, con un impacto directo que se ve hoy en los salarios que cayeron abruptamente. Argentina tenía el nivel de salarios más alto en América Latina cuando terminó el mandato de Cristina: 622 dólares. Y hoy cayó a 418 dólares aproximadamente. Cayó un 33%. Entonces, nosotros cumplimos con un mandato que teníamos de proteger al país de una devaluación y de generar inclusión social. Ese mandato está atado a una determinada atribución constitucional que nuestra Carta Magna pone en manos del Congreso, quien tiene la función de fijar el valor de la moneda local y la extranjera, vía el Banco Central. En este sentido Bonadío opera como representante de los sectores económicos a los cuáles les molesta que el Estado intervenga en la economía fijando, por el mecanismo técnico que sea, el precio de todas las relaciones comerciales. Se nos acusaba de que el tipo de cambio estaba retrasado y eso tornaba a la economía poco competitiva; sin embargo, la devaluación no mejoró los términos de competitividad de la Argentina: durante el primer cuatrimestre de este año las exportaciones fueron levemente menores respecto del primer cuatrimestre de 2015.
Dólar delivery: de Redrado a Bonadío
Sin embargo, queda la idea de que el manejo que hicieron específicamente con el dólar a futuro fue ruinoso, y eso habilitaría la acusación por administración infiel.
No creo para nada que exista un daño aquí que permita justificar un procesamiento por el delito de administración infiel. Fijate el siguiente aspecto que muestra la mutabilidad de las funciones o de los usos políticos de esta causa: cuando el proceso arrancó se nos acusó, e incluso está puesto por escrito en la denuncia, de que estábamos haciendo negocios para el sector privado, es decir que beneficiábamos a grupos económicos. Bastó con comprobar que quienes habían comprado futuros eran funcionarios de la administración del actual gobierno, e incluso funcionarios que fijaron el precio de los contratos  en el re ajuste de precios, para que ese argumento desaparezca del mapa, desaparezca de la escena. Esta es la otra razón por la que cae la idea de una asociación ilícita, porque se demostró por los hechos objetivamente constatados, que no existía un contubernio entre la administración anterior y específicos actores del mercado. Creo que los medios esperaban, cuando se publicó la lista, encontrarse del otro lado a Cristina, a familiares de Vanoli, o mios, no sé. Pero no estábamos nosotros del otro lado, los que estaban eran los funcionarios que conforman el actual gobierno. Ahora hay un fiscal y un juez que tienen que investigar si manejaban información privilegiada, porque en realidad el único contubernio que existió fue entre el mercado y la actual gestión política. Y digo que era un contubernio porque si pensaban devaluar no tendrían que haber tomado posiciones en contratos de futuros. Entonces, rápidamente, ese argumento lo dejaron de lado. Pero ese hecho también pone en duda la acusación por “administración fraudulenta”, porque esta última tiene más peso cuando se utiliza o se comete el delito para beneficiar un tercero.
Insisto con algo: ¿existe un daño producido al Banco Central por la operación que hicieron con el dólar a futuro?
No existe. El balance del Banco Central que acaba de ser aprobado hace pocos días por el directorio refleja resultados positivos. Su patrimonio neto es positivo, nuestra gestión cerró el 2015 con un total de 177.346 millones contra 108.315 millones de 2014. Te leo: las utilidades del BCRA fueron 147 mil millones en 2015, frente a 78 mil millones de 2014. O sea, un 88 por ciento más. Pero hay más, para que tomes una dimensión de lo inconsistente que es la acusación: mientras las erogaciones monetarias ocasionadas por la devaluación en lo referido a las operaciones de futuros fueron de un poco más de 42 mil millones, la revalorización de los activos dolarizados arrojó una ganancia de casi 251 mil millones. ¿Se entiende en qué sentido el balance de un Banco Central es dinámico?
¿Y este balance lo aprobó el actual directorio del BCRA?
Hace apenas unos días. Pero quiero ir más allá: la discusión de fondo es también si un Banco Central puede o no registrar pérdidas contables. Toda política tiene un costo de implementación, genera consecuencias. La política monetaria también. La política de futuros de dólar generó, obviamente, consecuencias que se registran a nivel de balance. De hecho, el balance de un Banco Central, incluso desde la concepción de la Reserva Federal de los Estados Unidos, es en sí mismo un instrumento de política monetaria. Esto es, un Banco Central puede utilizar su balance como herramienta de política. La cuestión es si un balance presenta un patrimonio neto que decrece: ¿implica necesariamente que se está causando un perjuicio al Banco Central? ¿Ese perjuicio es jurídicamente relevante? ¿Es posible evaluar a un Banco Central con los criterios de una empresa comercial? ¿El objetivo de un Banco Central es tener ganancia o rentabilidad? No, un Banco Central regula la política monetaria y la política financiera, y su objetivo es dar estabilidad, ir contra la corriente. El balance de la Reserva Federal de Estados Unidos, cuando se produjo la crisis de 2008, mostró un crecimiento descomunal de los activos y pasivos porque la FED tuvo que salir a rescatar las hipotecas-basura de la crisis subprime. Compró los créditos, emitió letras del tesoro para amortiguar los efectos negativos de la crisis, y eso se vio reflejado en el balance. El presidente de aquel momento de la Reserva Federal, Ben Bernanke, sostuvo que el balance del Banco Central se ponía en juego para administrar la salida de una situación crítica, diciendo incluso que la compra de estos activos basura no generaba (pese al aumento descomunal) un “riesgo de crédito” para la FED. Te pongo otro ejemplo, en el año 1992 se produjo en Inglaterra una corrida descomunal contra la libra esterlina. El Banco de Inglaterra llegó a perder 3.300 billones de libras para parar una crisis devaluatoria contra la moneda mientras que Georges Soros ganó miles de millones de dólares vendiendo posiciones de corto plazo de esta divisa. Sin embargo, esto no implicó una discusión sobre si el Presidente o el board del Banco de Inglaterra era responsable penalmente por haber gastado la cantidad de libras esterlinas que gastó para frenar una devaluación que finalmente no logró frenar. La política de emisión de Lebac, con una tasa del 38 por ciento, también tiene consecuencias, porque implica aumentar el déficit cuasi fiscal del Banco Central en función de una deuda con el mercado financiero y hasta con los consumidores que invierten en este título. La cantidad de Lebac colocadas en el mercado casi iguala la base monetaria, con lo cual la presión de esa deuda cuasi fiscal es poderosísima. ¿Esto implica que el Banco Central está sufriendo un deterioro contable en su patrimonio o en su balance por los pagos comprometidos? Yo creo que no, porque forma parte de la política que hoy el Banco lleva adelante con un fin determinado. La política de Lebac con una tasa tan alta sí tiene consecuencias sobre la economía real porque implica enfriar los niveles de actividad económica e implica, también, aumentar los niveles de tasa de interés de toda la economía, con lo cual, deteriora la actividad productiva.
Un argumento que utiliza el juez es que los dólares a futuro que se canjeaban a 10 u 11 pesos en Buenos Aires podían venderse a 14 en Nueva York. ¿Eso es verdad?
Eso es falso. Pero más importante es lo siguiente: también es falso lo que sostiene Bonadío, y que en su momento plantearon quienes orquestaron esta operación política, de que el precio del mercado de los contratos de futuro se define por una referencia del exterior, el NDF. El Non-Delivery Forward no es un mercado sino un tipo de contrato que se pacta en el exterior entre un banco y un cliente, que no está institucionalizado ni responde a reglas preestablecidas. Es bilateralidad pura, donde las partes acuerdan las cláusulas de forma privada. Además, el NDF es una operatoria que se llama “over the counter”, OTC, es decir que no hay un mercado institucionalizado que regule las relaciones jurídicas comerciales y financieras que tienen allí lugar. Mientras que el mercado donde nosotros operamos, el ROFEX, sí está institucionalizado y regulado, además de operar en pesos a diferencia de los NDF que son contratos pagaderos en dólares. El precio de un mercado se determina en el ámbito en que las operaciones se realizan y no en otro. Las operaciones realizadas en el ROFEX nunca fueron atacadas ni nulificadas porque eran válidas. Por otro lado, la intervención del BCRA siempre es regulatoria, es decir que obedece a esa finalidad.
¿Y por qué hay tanta diferencia entre un precio y otro?
Bueno, el precio de un mercado de futuro en la Argentina se define por el precio del tipo de cambio, el dólar presente, más una tasa de interés. Ese valor es el precio del mercado de futuro de dólar, el que rige ese contrato de dólar a futuro. Históricamente, el precio del mercado del ROFEX, donde interviene el Banco Central, define su precio siguiendo esta fórmula que te comento. Luego, el NDF se acopló siempre al nivel de precios del ROFEX excepto en dos momentos. En 2008, con la crisis financiera internacional, hubo un período muy cortito en que se despegó el NDF del Rofex; en esa ocasión Martín Redrado intentó “traerlo”, es decir intervino vendiendo contratos en el NDF, como la denuncia de Bonadío sugiere que debíamos haber hecho nosotros, pero le fue mal, no lo logró y dejó de hacerlo. Luego, disipada la turbulencia financiera, el precio se acomodó. El segundo momento cuando el NDF se autonomiza del ROFEX es en 2015, durante el mes previo a las elecciones, especialmente en el marco del ballotage. Queda más que claro que se trató de un ataque especulativo con intenciones políticas, y que nuestra tarea consistió en resistir esa corrida, sosteniendo el precio pactado en el ROFEX. Otro punto para mostrar hasta qué punto lo que sostiene el procesamiento es inconsistente, es que la participación del Banco Central en el mercado del Rofex no es del cien por ciento de los contratos sino que es del 36 por ciento. Los contratos que vendió el Banco Central fueron el 36 por ciento de los que se celebraron, es decir no fue el único vendedor en el mercado, como se sostiene en la denuncia.
En la foto del presente, entonces, podemos decir que ese ataque especulativo comandado desde el NDF fue exitoso, pues logró doblegar a la moneda argentina forzando su devaluación.
Se habría disipado sí no devaluaban la moneda. De hecho nosotros teníamos un plan de convergencia de precios de futuro de dólar con los ajustes parciales al tipo de cambio que veníamos realizando. Esa convergencia se producía al mes de junio a un precio que rondaba los 11,39. Otro punto que muestra lo miserable de esta denuncia es cuando sostiene que habían actores que compraban acá en el ROFEX, se daban vuelta y vendían allá en el NDF. Eso también es falso, porque el Banco Central tenía controles a la circulación de capitales y solamente se podía vender o girar plata al exterior si se contaba con autorización previa. Con lo cual, no es cierto que se compraba acá un contrato y se lo vendía en el exterior. No había ningún arbitraje posible entre el mercado de futuros locales y el mercado de futuros de Nueva York. Quienes dicen esto tratan de confundir haciendo pasar un análisis de portafolio por un arbitraje de activos financieros.
Altas mafias de interés
Te propongo que nos pongamos un poco cínicos y asumamos como inevitable esta politización de la justicia: “bueno, dejémonos de llorar por un rato”. El gobierno anterior fue derrotado políticamente y el rumbo económico cambió radicalmente. La pregunta sería entonces: ¿qué tipo de autocrítica se pueden hacer teniendo en cuenta esta dura derrota?
Desde el lugar donde yo he aportado, lo primero que debe explicitarse en un esbozo de autocrítica es el contexto en el que actuamos: la pelea que nosotros dimos contra cierta concepción de las finanzas estuvo articulada fuertemente por la agenda de los fondos buitre, en un contexto donde la Argentina fue forzada a entrar en un escenario de default creado por un Juez de los Estados Unidos, impidiéndole al país pagar sus compromisos internacionales con los acreedores reestructurados, lo cual impactó en el funcionamiento del sistema financiero dificultando la toma de créditos y elevando las tasas de interés. Asumiendo esa complejidad y esa limitación, me parece que llegamos tarde a la discusión sobre el sistema financiero. Creo que el kirchnerismo llegó tarde a discutir el sistema financiero. Esta discusión debería haberse planteado mucho antes, y creo que todavía hay cuestiones claves que están pendientes como discusión política a futuro. El sistema financiero argentino es profundamente dependiente de las finanzas internacionales, rechaza fuertemente las políticas de supervisión financiera, de control de la actividad ilegal de la banca y de las finanzas, y es un sistema financiero que orienta poco el crédito. La gran discusión que tenemos por delante es cómo profundizar la implementación de las reformas que se lograron con la Carta Orgánica, y que fueron un avance muy significativo; a su vez, avanzar con las reformas a las ley de entidades financieras que abre la pregunta respecto a qué sistema financiero queremos y qué condiciones de funcionamiento no queremos volver a reproducir. Primero, necesitamos una política financiera y de créditos que apueste fuertemente al impulso de la banca pública y nacional, para evitar la dependencia financiera de lógicas globales y de organismos internacionales. Segundo, es fundamental diferenciar tasas de interés por sectores productivos, apostando a controlar los niveles de las tasas. Tercero, queremos un sistema financiero que esté fuertemente supervisado, tanto en términos de liquidez, de solvencia, como de participación de la banca en actividades delictivas. Tendríamos que haber introducido antes esta discusión en Argentina y por eso, si bien la reforma de la Carta Orgánica en el 2012 fue muy significativa, no se logró avanzar en la implementación de políticas claves, como las referidas a la orientación del crédito. Claro que la línea de créditos para la Inversión Productiva fue un gran ensayo y hay que seguir defendiéndola, pero fue muy resistida por el mercado. Quienes conducen hoy la administración del Banco Central tienen una visión orientada a profundizar más aún la participación de las finanzas en el producto bruto, pero si nosotros hubiésemos logrado una mayor contundencia, una mayor raigambre de las políticas de orientación del crédito, hoy sería más difícil de cuestionar lo que considero nuestro aporte. No estoy tan seguro que profundizar la incidencia de las finanzas en el producto bruto mejore la calidad de vida de la sociedad. No estoy tan seguro de que estén dadas las condiciones para que la inclusión financiera no sea expulsiva. Los niveles de tasa de interés en las periferias del sistema financiero, en los proveedores no bancarios son salvajes y predatorios. Muy poco se hace desde la supervisión para regularlos.
En ese sentido, ¿qué tipo de actores son los que impiden un cambio en la orientación política de las finanzas?
Bueno, en primer lugar están los sujetos de las finanzas globales, de los que ya hablamos sobradamente. Los bancos tampoco han sido muy amigos de  acompañar una política de orientación del crédito. Orientar el crédito significa fundamentalmente establecer prioridades de financiamiento y diferenciales en la tasa de interés, para que ciertos sectores productivos o ciertas actividades específicas tengan tasas de fomento o tasas amigables al dinamismo de la actividad productiva, a la realidad de cada sector. Hoy, en el contexto de ajuste y recesión, las Pymes necesitan todo el apoyo del Estado con políticas de estímulo y tasas subsidiadas. Creo que otra de las grandes críticas para hacerle al sistema financiero argentino es que ha puesto mucho énfasis en el financiamiento al consumo como correlato del poco énfasis puesto en la producción. La actividad de consumo ha estado fuertemente financiada y ha desarrollado una red, muy compleja y muy opaca a la vez, de financierización de los sectores populares, que son justamente los más vulnerables frente a las finanzas, los que sufren de forma completamente desigual las condiciones o las lógicas de funcionamiento de las finanzas. Porque los sectores populares tienen que pagar una tasa del 150 por ciento o 200 por ciento por un crédito, mientras los sectores de la clase media y alta por el mismo crédito y para comprar el mismo producto operan con una tasa de interés que estaba en el orden, antes de la desregularización de las tasas de interés, del 30/35 por ciento. La expansión de redes de financiamiento ligadas a la industria de los proveedores no financieros, de las entidades para consumo, de las bancas especializadas, de las mutuales que dan créditos, de las cooperativas crediticias, permitió expandir una dinámica de desarrollo de la actividad financiera en la cual los sectores populares quedaron atrapados a los modelos de tasas de interés más usurarios, encima atrapados por los códigos de descuento sobre el salario. Y la banca, en vez de expandirse con los mecanismos tradicionales de una banca pública bien desarrollada y cercana a la gente, quedó acotada.
Vos sos uno de los tres sobrevivientes de la gestión anterior: ¿hay algún tipo de solidaridad por parte de tus compañeros de Directorio en esta causa judicial que parece tan arbitraria, y cuyos argumentos en el futuro podría ser usados también contra ellos?
Yo no me consideraría un sobreviviente. Los tres que estamos aún somos directores con mandato otorgado por el Senado de la Nación, conforme una Carta Orgánica que fija plazos para el cumplimiento de esos mandatos que son distintos al que establece la Constitución Nacional para el cargo de una función presidencial. Por lo tanto, somos directores que venimos de una administración anterior y tenemos nuestra propia visión sobre el funcionamiento de la política monetaria y la política financiera del Banco Central. Así nos hemos presentado en el directorio y así trabajamos, con esa visión crítica sobre las políticas económicas implementadas por esta gestión del Banco Central, porque ya conocemos las consecuencias de estas políticas. El núcleo de este diferendo hoy en día se relaciona con la propensión del nuevo gobierno al endeudamiento financiero y el financiamiento de la fuga de capitales que son, creo yo, los dos grandes vectores que articulan la organicidad de las relaciones financieras en la actualidad.
¿Pero en la institución hay conciencia sobre lo que implica esta causa? ¿Se discutió este tema en el Directorio, por ejemplo?
Bueno, la devaluación la produjeron las actuales autoridades del banco. Además, hay funcionarios que antes del diez de diciembre eran empresarios y habían comprado futuros y actualmente deciden parte de la política económica y financiera del país; ellos están involucrados en otra causa penal por esta misma historia. Lo cierto es que todos han notado que el procesamiento de Bonadío abrió escenarios y consecuencias hacia distintos vectores, entonces se introducen reaseguros adicionales cuando se trata de tomar hoy en día una decisión de política económica que puede implicar incurrir en alguno de los estándares que Bonadío considera que pueden ser factores delictivos, como puede ser fijar una tasa de interés o intervenir en un mercado. Es en ese nivel donde hemos debatido el tema.
Siendo vos un procesado en esta causa, que a su vez ocupás tu lugar en el Directorio, ¿que reflexión te surge sobre las garantías constitucionales que en tu caso personal están siendo puestas en juego, con consecuencias concretas sobre tu persona y sobre tu futuro?
La Cámara de Casación acaba de rechazar mi recusación al juez, con lo cual la causa va a proseguir seguramente. Yo recurriré ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Pero la causa avanzará como reflejo de una profunda crisis democrática que hay en Argentina. El hecho de que no se discuta este tema en el Directorio tiene que ver con que quienes denunciaron una maniobra que era absolutamente absurda quedaron ahora manchados por los efectos no previstos de judicializar una política monetaria. Pero, me parece, en el fondo hay una profunda crisis en la democracia que tiene que ver con naturalizar operaciones judiciales como un recurso para intervenir la política económica de un gobierno; que tiene que ver también con usar causas judiciales para perseguir políticamente una determinada idea de país, con fuerte tono independentista y latinoamericano. Este es una causa emblemática porque es un caso contra el Estado de derecho. No hay argumentos jurídicos para justificar siquiera aparentemente un procesamiento, y cualquier argumento que se utilice tiene como objetivo maquillar esta operación política, como por ejemplo sostener que el Banco Central no puede intervenir en la fijación del tipo de cambio, que es lo que está implícito en la afirmación de Bonadío cuando dice “Cristina Fernández de Kirchner estaba obsesionada con el tipo de cambio, con el dólar en Argentina”. Y claro que estaba obsesionada, y está muy bien que lo estuviera, porque la historia argentina muestra cómo el dólar ha sido uno de los factores de desestabilización más potentes de nuestra economía, es el mecanismo de transmisión de los golpes de mercado. Si esta causa realmente investiga un delito o no, a nadie le importa. Y a “la política” menos. Lo que importa es que la causa despliega usos políticos. Y desde ese punto de vista, me parece a mí, algunos jueces hacen suya la dimensión mafiosa de las finanzas. Y de ese modo, la dimensión mafiosa del poder judicial se vuelve más explícita. No alcanza con decir que hay jueces mafiosos, o que hay banqueros mafiosos: es la dinámica de funcionamiento de las finanzas contemporáneas la que impone parámetros mafiosos. Porque es extorsiva: ponés la tasa de interés por las nubes o te provocan una corrida cambiaria. Esta es una lectura política de las inferencias de correlación de variables entre el tipo de cambio y la tasa de interés. Si esta última está en niveles bajos, el primero sube. Entonces, tenés que subirla para que el dólar no vuele y con él no vuele la economía por el aire.
Lo que se está discutiendo es la posibilidad misma de una soberanía política que sea capaz de regular dinámicas corporativas y ponerle límite a los intereses de los especuladores.
Lo que se discute es exactamente eso. La conclusión de esta causa penal, en última instancia, es que nos castigan porque nosotros no devaluamos la moneda. No es casual, porque se trata de la primera vez que en Argentina se pudo parar una corrida cambiaria, que en realidad fueron varias corridas cambiarias. Se nos criminaliza por haber cumplido con una función que es lógica. ¿Qué tiene que hacer un Estado soberano cuando atacan su moneda para forzar una devaluación? Nuestra convicción es que el Estado tiene que parar la devaluación, porque si no: ¿quién la para? No la para nadie y entonces pierden los asalariados y ganan los señores de las finanzas. 
Fuente: revistacrisis.com.ar

Clinämen: “No hay patrones sin laburantes, los que generan riqueza son los trabajadores”

Conversamos con Víctor De Gennaro, dirigente gremial y social, referente y uno de los fundadores de la CTA, sobre la importancia histórica y actual de pensar la centralidad de la clase trabajadora en las transformaciones históricas de nuestro país. Autonomía en el sindicalismo y nacimiento de la CTA. Historia de las luchas populares en Argentina. Salida de la dictadura. 2001, kirchnerismo y contexto actual.

Macri gato de la cultura // Diego Valeriano

Poco o nada duró la batalla cultural. Desmantelaron desde leyes enormes a micro programas con  un espíritu adolescente que variaba entre ONG y cultural popular y no pasó nada. No pasó nada de nada.

No hay un vacío en ningún lado, no le falta nada a nadie. No se extrañan las dudosas verdades que salían de los talleres de murga, ni los vecinos se agolpan en la puerta del centro cultural porque ya no abre sus puertas la biblioteca popular “Haroldo Conti”. Salvo lxs talleristas nadie extraña los inverosímiles talleres que se daban en cada espacio compañero.

La batalla cultural era polenta cuando se tenía los fierros del Estado, ahora ni micro guerrillas. ¿Micropolítica? Tal vez en un gesto marcadamente romántico se buscaba mantener vivo algo que había muerto hacía ya una década. Sin ir más lejos las radios comunitarias…

La cultura genuina, la que enfrenta a la restauración careta, se nutre del consumo, la fiesta, el viaje y está cargada de afectos. Es la que va a enfrentar a piedrazos a esos corazones ortibas y emprendedores. Un estribillo dice mucho más que toda la Biblioteca Nacional lejana y sola. Ver a Zamba roto es una linda metáfora gede de esta década festiva que nos quieren hacer creer que quedo atrás.

Las horas de viaje, los afectos y sus ternuras, lo que hay en sus nervios, lo que se transa y con quien se arranca es en definitiva la cultura anti gato. En esta verdadera batalla cultural se juega muchísimo, Macri gato es la consigna que mejor condensa el optimismo de lo que vendrá, la pasión de lo que es ahora y la suciedad propia de la cultura real.

Kill Box (“Teoría del Dron”) // Grégoire Chamayou *

 Nada de lo que haga el hombre en la superficie de la tierra puede entorpecer el vuelo de un avión, que se desplaza libremente en tercera dimensión.Giulio Douhet[i]

  
Con el concepto de «guerra global contra el terror», la violencia armada perdió sus límites tradicionales: indefinida en el tiempo y también en el espacio.[ii] El mundo es, digamos, un campo de batalla. Pero sería más exacto decir: un terreno de caza. Porque si se globaliza el radio de la violencia armada, es en nombre de los imperativos de la persecución.

Si la guerra se define en última instancia por el combate, la caza se define esencialmente por el seguimiento. Dos geografías distintas corresponden a cada una de estas actividades. El combate estalla cuando colisionan las fuerzas, la persecución se desplaza dónde va la presa. En el espíritu del Estado-cazador, el lugar de la violencia armada ya no se define según los contornos de una zona delimitable, sino por la simple presencia del enemigo-presa, quien transporta, por así decirlo, su pequeño halo móvil de zona de hostilidad personal.

Para huir de sus perseguidores, la presa intenta volverse indetectable o inaccesible. Ahora bien, la inaccesibilidad no queda únicamente determinada en función de los relieves de la geografía física —vegetación frondosa o concavidades profundas—, sino también en función de las asperezas de la geografía política. Como recuerdan los teóricos de la cacería humana: «Las fronteras soberanas están entre los mejores aliados que puede tener un fugitivo».[iii]. Antaño, la Common Law inglesa autorizaba en las zonas rurales a «dirigir la caza de las bestias de presa nocivas, como los zorros y los turones, hasta la propiedad del otro, porque la destrucción de tales criaturas se consideraba de interés público».[iv] Este tipo de derecho es el que hoy pretende arrogarse Estados Unidos para las presas humanas, a escala mundial.[v] Es necesario, resumía Paul Wolfowitz, «negarles cualquier santuario».[vi]

Lo que se pergeña es un poder invasivo fundado, no en la noción de derecho de conquista sino en la del derecho de persecución. Un derecho de intrusión o de usurpación universal, que autorizaría a correr detrás de la presa no importa donde se refugie, a riesgo de pisotear el principio de integridad territorial clásicamente ligado a la soberanía estatal. Porque, con semejante concepción, la soberanía de los otros estados deviene, en rigor, contingente. El aprovechamiento completo de esta concepción sucede cuando otros Estados permiten que la persecución imperial se desarrolle en su seno. En caso contrario, si no pueden —«Estados fallidos»— o no quieren —«Estados parias»—, su territorio puede ser legítimamente violado por el Estado-cazador.
A las formas terrestres de soberanía territorial, erigidas sobre la clausura de los territorios, el dron opone la continuidad dominante del aire. Así, prolonga las grandes promesas históricas del poder aéreo; indiferente frente a las asperezas del suelo, el arma aérea, escribía Douhet, «se desplaza libremente en tercera dimensión»,[vii] Traza en el cielo sus propias líneas.

Al devenir estratosférico, el poder imperial modifica su relación con el espacio. Se trata menos de ocupar un territorio que de controlarlo desde lo alto, asegurándose el dominio del cielo. Eyal Weizman explica en estos términos un capítulo completo de la estrategia israelí contemporánea, que describe como una política de la verticalidad. En este modelo, «tecnología antes que ocupación»,[viii] se trata de «mantener la dominación sobre las zonas despejadas por medios distintos al del control territorial».[ix] A dicha verticalización del poder le corresponde una forma de autoridad fuera-del-suelo, donde todo, cada individuo, cada casa, cada calle, «incluso el acontecimiento más pequeño dentro del terreno puede ser vigilado, sometido a medidas de control policial o destruido desde el cielo».[x]

La cuestión de la soberanía posee, entonces, una dimensión aeropolítica:[xi] ¿quién detenta el poder sobre el aire y sobre las ondas?[xii] Alison Williams, quien insiste en la importancia de pensar hoy en día la geografía política como un fenómeno en tres dimensiones, evoca una «crisis de la soberanía aérea».[xiii] Las repetidas violaciones de los espacios aéreos subalternos por parte de los drones norteamericanos son una de las manifestaciones prominentes de la crisis. La soberanía ya no es plana, servilmente territorial, sino volumétrica y tridimensional, su puesta en causa también.

Las doctrinas militares clásicas, explica Stephen Graham, procedían vía «proyección horizontal del poder en un espacio geopolítico esencialmente “plano” y sin relieve».[xiv] Actualmente, este modo de proyección fue reemplazo o completado por otro. Muy esquemáticamente, se pasa de lo horizontal a lo vertical, del espacio bidimensional de los antiguos mapas del estado mayor a una geopolítica de volúmenes.
En las doctrinas contemporáneas del poder aéreo, el espacio operacional ya no es concebido como un aire homogéneo y continuo. El espacio deviene «un mosaico dinámico, donde los objetivos y las tácticas de los insurgentes pueden variar de un barrio a otro».[xv] Hay que representarse un patchwork con casillas de colores a las cuales atañen reglas de comportamiento específicas.
Pero esas casillas son también y sobre todo cubos. El concepto central de la kill box, traducido imperfectamente como «caja letal» o «cubo de la muerte», que emergió a comienzos de los años 1990: «La kill boxse representa gráficamente por una línea negra continua que delimita un aire específico, con diagonales en negro en su interior».[xvi] Debemos imaginar, en una pantalla 3D, cubos puestos en un terreno cuadriculado. El teatro de operaciones se llena de cajas transparentes.

La kill box tiene un ciclo de vida: se abre, se activa, se congela y se cierra. Se puede seguir cómo evoluciona en pantalla, un poco como la desagregación del disco duro: pequeños clustersque se activan y cambian de color a medida que son procesados.

«Cuando se pone en funcionamiento, el fin inmediato de una kill box es autorizar a las fuerzas aéreas para conducir excursiones contra blancos en la superficie sin ninguna coordinación con el comando».[xvii] Sabiendo que «la naturaleza “mosaico” de la contrainsurrección la torna particularmente apta para una ejecución descentralizada».[xviii] Cada cubo, entonces, se transforma en una «zona autónoma de operación»[xix] para las unidades combatientes que están a su cargo. En suma: en un cubo dado, fuego a voluntad. Una kill box es una zona autónoma de matanza temporal

Con este modelo, la zona de conflicto aparece como un espacio fragmentado en una multitud de cajas de la muerte provisorias, activadas según un modo a la vez flexible y burocrático. Como lo explica con un entusiasmo indisimulable el general Formica en un e-mail: «Las kill box nos permiten hacer aquello que queríamos hacer desde hace años, […] ajustar muy rápidamente la traza del campo de batalla; en el presente, con las tecnologías automatizadas y el uso de las kill box por parte de la Air Force, se puede delimitar el campo de batalla de manera muy flexible, tanto en el tiempo como en el espacio».[xx]

En una nota dirigida en 2005 a Donald Rumsfeld, el presidente de la RAND Corporations le aconsejaba «adoptar un sistema no lineal de kill box»[xxi] para las operaciones de contrainsurgencia. Thomson subrayaba el punto crucial: «El tamaño de las kill box puede ser modulado para que puedan adaptarse a un terreno abierto o a una guerra urbana; pueden ser abiertas o cerradas rápidamente en respuesta a una situación militar dinámica».[xxii]
 Este doble principio de intermitencia y de modulación a escala de la kill box es capital, ya que permite pensar la extensión del modelo hacia fuera de la zona del conflicto declarado. Los micro-cubos temporales letales podrían ser abiertos, según las contingencias del momento, en cualquier lugar del mundo, apenas se hubiese localizado a un individuo seleccionado como blanco legítimo.

Cuando los estrategas de las fuerzas armadas norteamericanas imaginaron a qué se parecerían los drones en veinticinco años, empezaron por hacerle dibujar a las iconografistas del servicio el retrato-robot de una ciudad árabe típica, con su mezquita, sus inmuebles y sus palmeras. En el cielo volaban libélulas. Se trata de los nano-drones, robots-insectos autónomos capaces de merodear en tropel y de «volar en espacios cada vez más estrechos».[xxiii]

Gracias a artefactos de este estilo, la violencia armada podría ejercerse en pequeños espacios, en micro-cubos de la muerte. Antes que destruir un inmueble completo para eliminar a un individuo, miniaturizar el arma, entrar en el hueco y confinar el impacto de la explosión telecomandada a una sola pieza, incluso a un solo cuerpo. Tu habitación o tu oficina se transforman en una zona de guerra.

Sin esperar a estas micro-maquinas del futuro, los partidarios de los drones insisten, ahora mismo, en la precisión tecnológica de su arma. Pero la paradoja es que lo que se supone ganado en precisión les sirve como argumento para extender el campo de tiro al mundo entero. Se observa un doble movimiento, que al tijeretear la noción de espacio-jurídico de la «zona del conflicto» armado tienden a dislocarlas casi completamente. Los dos principios de este desmembramiento paradojal son los siguientes: 1° La zona de conflicto armado, fragmentada en kill boxminiaturizables, tiende idealmente a reducirse al único cuerpo del enemigo presa —el cuerpo como campo de batalla—. Se trata del principio de precisión o de especificación. 2° Pero este micro-espacio móvil es acreditado, en nombre de las necesidades del seguimiento y del carácter «quirúrgico» del ataque, para ser lanzado en todas partes, allí donde se encuentre la presa —el mundo como terreno de caza—. Se trata del principio de globalización o de homogeneización. Porque podemos apuntar a nuestros blancos con precisión, podemos —dicen en rigor los militares y la CIA—, atacarlos donde nos parezca, e incluso fuera de la zona de guerra.

De manera convergente, toda una franja de juristas norteamericanos afirma hoy que la noción de «zona de conflicto armado» ya no debe ser interpretada en un sentido estrechamente geográfico. Los juristas le oponen a la concepción geo-centrada, supuestamente obsoleta, una noción blanco-centrada, ligada a los cuerpos de los enemigos-presas, cuya zona de conflicto armado «va donde ellos van, sin ninguna relación con la geografía».[xxiv] Se trata de la tesis según la cual «las fronteras del campo de batalla no están determinadas por las líneas geopolíticas sino por la localización de los participantes del conflicto armado».[xxv] 

Uno de los principales argumentos, más pragmático que jurídico, es el que toman directamente los juristas de los discursos de la administración norteamericana. Si hay que tirar por la borda la interpretación geo-centrada del derecho de guerra es porque prorrogarla ayudaría en la práctica —repiten ellos dócilmente— a «crear santuarios para las organizaciones terroristas en los Estados conocidos por la ineficacia de sus fuerzas policiales».[xxvi] No obstante, el argumento revela, encubierto en un debate semántico, la apuesta política: se trata de justificar el ejercicio de un poder de policía letal fuera de las fronteras.

Uno de los problemas es que, como apunta Derek Gregory, «la lógica jurídica que comprende el campo de batalla más allá de la zona de combate declarado es en sí misma infinitamente extensible».[xxvii] Al redefinir la noción de zona de conflicto armado como un lugar móvil atado a la persona del enemigo, se llega a reivindicar, disimulado en el derecho de los conflicto armados, el equivalente a un derecho a la ejecución extrajudicial ampliada al mundo entero, también en la zona de paz, contra cualquier sospechoso, fuera de proceso, incluso contra sus propios ciudadanos.[xxviii]

¿Dónde se detiene esto? Es la pregunta que le planteó en 2010 la ONG Human Rights Watch a Barack Obama:
La noción según la cual el mundo entero deviene un campo de batalla, donde se aplican las leyes de la guerra, es contrario al derecho internacional. ¿Cómo define la administración el «campo de batalla global»? ¿Toma la expresión en sentido literal? Esto implicaría que el uso de la fuerza letal es permitido a causa del derecho contra un presunto terrorista, en un departamento en París, una galería comercial en Londres o una parada de Bus en Iowa City.[xxix]
Contra los peligros de semejante interpretación, juristas críticos defienden una concepción más clásica de la noción de zona de conflicto armado, insistiendo sobre la idea fundamental de que la violencia armada y sus leyes tienen contornos marcados en el espacio; que la guerra, en cuanto categoría jurídica, es y debe ser un objeto geográficamente delimitado. ¿Un conflicto armado tiene como rasgo el ocupar un lugar, una zona delimitable? A pesar de su aparente abstracción, esta cuestión ontológica posee hoy consecuencias políticas decisivas. Si se responde afirmativamente, en primer lugar se enuncian una serie de obviedades: hay una geografía legal de la guerra y de la paz, concebida no solamente como estados que se suceden en el tiempo sino también como espacios delimitables. Una zona es una zona: una porción circunscripta de espacio, con sus límites, un adentro y un afuera; y un conflicto armado es un conflicto armado, es decir, se distingue por un nivel reconocible en la intensidad de la violencia. Sin embargo, estas simples definiciones tienen implicancias normativas muy importantes, en primer lugar: si las leyes especiales del derecho de guerra se aplican sólo donde hay una guerra; entonces, fuera de ella, no se tiene el derecho a comportarse como un guerrero.
Como recuerda la jurista Mary Ellen O’Connell, quien califica de ilegales los actuales ataques de los drones en Pakistán, en Somalia o en Yemen: «Los drones lanzan misiles o sueltan bombas —tipos de armas que sólo pueden ser utilizadas de forma lícita en las hostilidades decisivas de un conflicto armado—».[xxx] Ahora bien, «no había un conflicto armado en el territorio de Pakistán porque no existían combates armados intensos entre grupos armados organizados. El derecho internacional no reconoce el derecho a matar con armas de guerra fuera de un conflicto armada efectivo. La llamada “guerra contra el terror” no es un conflicto armado».[xxxi] En rigor, estos ataques constituyen graves violaciones del derecho de guerra.

Los proyectos de cacería humana globalizada entran inmediatamente en contradicción con esta lectura tradicional del derecho. En consecuencia, sus promotores intensifican los esfuerzos para contrarrestar dicha visión de las cosas, haciendo polvo la tesis que sostiene que el derecho de los conflictos armados presupone una ontología geográfica implícita.[xxxii] En las luchas en curso para extender el dominio de la caza, los juristas están en primera línea. Y la ontología aplicada constituye su campo de batalla.[xxxiii] La pregunta ¿qué es un lugar? se torna una cuestión de vida o muerte. Quizás sea el tiempo de recordar que delimitando geográficamente el ejercicio lícito de la violencia, la intención fundamental del derecho era acotarla.  

* Kill Box forma parte de Teoría del dron, de Grégoire Chamayou (Futuro Anterior ediciones, 2016)

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[i] Douhet, G., La Maîtrese de l’air, Económica, París, 2007, pág 57.
[ii] El geógrafo Derek Gregory explica que se debe analizar este fenómeno tanto en el tiempo como en el espacio, no solamente como una forma de «guerra para siempre”, sino también una «guerra por todos lados». Derek Gregory «The everywhere war», The Geographical Journal, vol. 177, n° 3, septiembre de 2011, págs. 238-250, pág. 238.
[iii] Marks, Meer, Nilson, op. cit, pág. 28.
[iv] Véase Blackstone, Commentaries on the Laws of England, Garland, Nueva York, 1978, vol. III, pág. 213.
[v] Sin embargo, para hacerlo completamente se requiere resucitar, en contradicción con el derecho contemporáneo, la categoría arcaica de enemigos comunes de la humanidad. Véase Daniel Heller-Roazen, The Enemy of All: Piracy and the Law of Nations, Zone Books, Nueva York, 2009.
[vi] «Deputy Secretary Wolfowitz Interview with CNN International», transmitida el 5 de noviembre de 2002.
[vii] Douhet, op. cit., pág. 57.
[viii] Véase Eyal Weizman, Hollow Land: Israel’s Architecture of Occupation, Verso, Londres, 2007, pág. 239.
[ix] Ibíd., p. 237.
[x] Weizman, E., «Control in the air» Open Democracy, mayo de 2012, http://www.opendemocracy.net/ecology-politiesverticality/article_810.jsp
[xi] La expresión fue utilizado por un autor olvidado de los años 1940: Burnet Hershey, The Air Future: A Primer of Aeropolitics, Duell, Sloan & Pearce, Nueva York, 1943.
[xii] Weizman recuerda que, durante las negociaciones de Camp David, el Estado de Israel, concesivo en el suelo, exigía conservar «el uso del espacio aéreo y electromagnético y su supervisión» por encima de los territorios palestinos. Conceder el suelo, pero para arrogarse el cielo. Weizman, op. cit.
[xiii] Alison Williams, «A crisis in aerial sovereignty? Considering the implications of recent military violations of national airspace», Area, vol. 42, n° 1, marzo de 2010, págs. 51-59.
[xiv] Graham, S., «Vertical Geopolitics: Bagdad and After», Antipode, vol. 36, n° 1, enero de 2004, págs. 12-23.
[xv] Joint Publication 3-24, Counterinsurgency Operations, 5 de octubre de 2009, VIII-16, s. p.
[xvi] Air Land Sea Application Center, Field Manual 3-09.34 Multi-Service Tactics, Techniques and Procedures (MTTPs) for Kill Box Employment, 13 de junio de 2005, I-5, s. p.
[xvii] Ibíd., I-1.
[xviii]Joint Publication 3-24, Counterinsurgency Operations, 5 de octubre de 2009, II-19.
[xix] En 1996, un informe de prospectiva militar acerca del uso futuro de los drones armados consignaba, de forma clarividente: «A largo plazo, los drones (UAVs) podrán reunir a la vez datos sobre la localización de los blancos y atacarlos desde los aires sin requerir autorización (kill box)». Véase Air Force Scientific Advisory Board (SAP), UAV Techonologies and Combat Opertations, 3-4 SAF/PA 96-1204, 1996, 3-4, s. p.
[xx] Citado por James W. MacGregor, «Bringing the Box into Doctrine: Joint Doctrine and the Kill Box», Unites States Army School of Advanced Military Studies, Unites States Army Command and General Staff College, AY 03-04, pág. 43.
[xxi] «James A. Thomson to Donald H. Rumsfeld, memorandum», 7 de febrero de 2005, citado por Howard D. Belote, «USAF Counterinsurgency Airpower: Air-Ground Intergration for the Long War» Air & Space Power Journal, vol. XX, n° 3, otoño 2006, págs. 55-68, pág. 63.
[xxii] Ibíd.
[xxiii] US Army, Unmanned Aircraf Systems, Roadmap, 2010-2035, pág. 65.
[xxiv] Anderson, K., «Self-Defense and Non-International Armed Conflict in Drone Warfare», Opinio Juris, 22 de octubre de 2010, http://opiniojuris.org/2010/10/22/self-defense-and-non-international-armed-conflict-in-drone-warfare
[xxv] Lewis, M.L., «How Should the OBL Operation be Characterized?», Opinio Juris, 3 de mayo de 2011, http:// opiniojuris.org/2011/05/03/how-should-the-obl-operation-be-characterized
[xxvi] Lewis, M.L., «Drones and the Boundaries of the Battlefield», Texas International Law Journal, vol. 47, n° 2, junio de 2012, págs. 293-314, pág. 312.
[xxvii] Gregory, op. cit., pág. 242.
[xxviii] Puesto que es cosa juzgada, ahora se sabe: tener la nacionalidad norteamericana no inmuniza contra el asesinato selectivo. Pero el ciudadano norteamericano asesinado en Yemen por un ataque de drones en septiembre de 2011, Anouar Al-Awlafi, acaso no era, para los ojos que decidieron su muerte, completamente ciudadano, ni verdaderamente norteamericano. Su hijo de 16 años, nacido en Denver, y asesinado una semana más tarde por un ataque que retornó para terminar el trabajo, sin duda tampoco. Véase Tom Finn, Noah Browning, «An American Teenager in Yemen: Paying for the Sins of His Father?», Time, 27 de octubre de 2011.
[xxix] HRW, Letter to Obama on Targeted Killings and Drones, 7 de diciembre de 2010, http://www.hrw.org/news/2010/12/07/letter-obama-targeted-killings
[xxx] Mary Ellen O’Connell, Unlawful Killing with Combat Drones: A case Study of Pakistan, 2004-2009, Abstract, Notre Dame Law School, Legal Studies Research Paper, n° 09-43, 2009.
[xxxi] Ibíd.
[xxxii] Como sintetiza Kenneth Anderson, la inquietud, reflejada en las críticas, se debe a que «la emergencia de tecnologías de asesinato selectivo realizados por los drones […] arrastra la posibilidad de perturbar y minar el sobreentendido tácito de las leyes de la guerra: una geografía implícita de la guerra». Kenneth Anderson, «Targeted Killing and Drone Warfare: How We Came to Debat Whether There is a “Legal Geography of War”», in Peter Berkowitz (ed.), Future challenges in national security and law, Research Paper, n° 2011-16, Hoover Institution, Stanford, pág. 3. 
[xxxiii] Sobre este concepto, véase Catherine Munn, Barry Smith, Applied Ontology: An Introduction, Ontos Verlag, Fráncfort, 2008.

Ex libris: Achille Mbembe// Verónica Gago y Juan Obarrio *

Ex libris: “perteneciente a la biblioteca de alguien”. (“placa impresa al inicio de un libro”)
Crítica y clínica
Con este libro, el lector de habla castellana accede, por fin, a la biblioteca de una de las voces mayores del campo de las humanidades contemporáneas, a nivel mundial. Esta Crítica de la Razón Negra, que profundiza y a la vez desplaza a la perspectiva kantiana que evoca el título, constituye la primera publicación relevante en traducción al castellano de la creciente y asombrosa biblioteca de Achille Mbembe, uno de los mayores cultores de la teoría postcolonial. Este evento intelectual profundiza perspectivas críticas y vías de lectura y pensamiento iniciadas en su libro de mayor suceso, De la Postcolonie, y continuada recientemente en Sortir de la Grand Nuit. Circularon anterioremente traducciones de sus ensayos sobre necropolítica y sobre el gobierno privado indirecto. El texto actual incorpora y expande esos conceptos clave pero, sobre todo pone en debate, a través de una disección meticulosa, dos palabras-figuras: África y Negro.
Ex libris: a modo de sintética presentación de las problemáticas abordadas por Mbembe, diremos que un cierto hilo de ariadna une el discurso y excurso que va de esos libros al actual: el presente texto profundiza la disección de la matriz del poder colonial, y de la construcción de la subjetividad colonial iniciadas en textos anteriores, trasladándola desde África y el momento inmediato de la post-independencia a un terreno global y al contexto contemporáneo. Las lógicas actuales de la violencia y de la explotación extractiva a escala planetaria, que perpetúan dinámicas de racialización y segregación, son aquí definidas como el momento del “devenir negro del mundo”.
Si, por una parte, el filósofo africano Valentin Mudimbe describió la biblioteca colonial que fue construyendo a lo largo de siglos la idea de África que impera en Occidente, puede decirse que a lo largo de más dos décadas Achille Mbembe ha venido pacientemente desmontando muchos de los basamentos de esos saberes, a la vez que elabora una portentosa biblioteca postcolonial, erigida sobre un suelo de pensamiento crítico y apuntando a un horizonte emancipatorio. Se trata de una colección de libros que desgranan diversas hilaciones de una misma idea: la del fin de Europa como referente central de nuestro tiempo.
Este libro lleva la firma indeleble de Mbembe, un gran estilista de la lengua francesa que, evocando series de imágenes del África poscolonial, desglosa algunos de los temas clásicos que atraviesan sus textos: los aparatos de captura coloniales y neocoloniales encarnados en los campos de lo fiscal, las finanzas y las burocracias que generan territorios segregados y poblaciones flotantes, contextos donde emerge  fuertemente la centralidad de la figura histórica del esclavo. Sobre todo, el texto continúa el estudio del lugar crucial que ocupan la violencia y las diversas figuras de la muerte dentro de estas dinámicas de poder.
Ex libris: de la biblioteca Mbembe nos llega ahora este libro, marcado por el prefijo ex: el del exterior, el exceso y el excedente.  En efecto, se trata de un libro que arriba a Latinoamérica y a España desde el exterior de Occidente. Incluso, más allá de límites geográficos, el libro les es externo en el sentido del “pensamiento del afuera” que planteaba Foucault.  Este texto es una heterotopía, un lugar de exterioridad con respecto a sistemas de pensamiento hasta ahora hegemónicos.
Ex libris: se trata de un texto del exterior que realiza una crítica inmanente de la mundialización, a la vez que enarbola un trabajo de lo negativo, desde el afuera del capitalismo y la modernización: como un pensamiento de lo que los excede.
La trayectoria histórica de construcción y destrucción de lo negro que el texto traza abarca continuidades entre colonialismo, esclavitud, apartheid y globalización neoliberal. Se trata de ver a contraluz y en perspectiva histórica la posición del cuerpo negro con respecto a dinámicas de intercambio, de trabajo y de valor. Este posicionamiento se da en una dialéctica, un vaivén, entre estructuras de segregación y alienación, y la potencialidad de la esperanza, de la creación, en suma, de la libertad.
En este movimiento, el texto desarrolla, entrelazándolos, los registros de la crítica y de la clínica. A partir de un descoyuntamiento originario, se trata de desplazarse hacia una posible reunión o comunión: remontar lo desmontado, hacia un nuevo potencial de la comunidad, desde el análisis a la cura.
Crítica I
Ex libris: Las problemáticas del exceso y el excedente son aquí analizadas desde diversos ángulos: ya en De la Postcolonie, Mbembe había seguido las huellas de un plus valor de sentido que marcaba lo excesivo, hasta lo grotesco, que lo político poscolonial heredaba del régimen colonial. Aquí se prosigue esa perspectiva, pero focalizando el análisis en el modo en que la figura de sujeto negro existe en exceso, internalizada y expulsada  a la vez, respecto de la razón moderna occidental. Así como la colonia, decía Fanon, era a la vez un espacio paradójico de contigüidad y rechazo, el negro es un excedente, un resto constituyente de lo moderno, a la vez que, atado ineludiblemente a la problemática del trabajo, es también el generador del excedente material que va a fundar el capitalismo moderno. El problema del excedente va a ser profundizado en el texto en relación a las nuevas modalidades contemporáneas de producción y extracción de plusvalor en el capitalismo actual.
Ex-libris: Uno de los hilos –a la vez histórico-conceptual-político-narrativo– que anuda las palabras-figuras África y Negro es la cuestión del extractivismo. De modo tal que expoliación y despojo se expresan en una sucesión de humanidades a la vez productivas, a la vez suspendidas (una variante más ambigua de la negación) como origen del capitalismo: hombre-mineral, hombre-metal, hombre-moneda. Una humanidad que no surge ni de un mero efecto óptico –lo negro– ni de un origen estricto –África–, sino de un encuentro: el esclavo de origen africano en América, dice Mbembe, es una figura singular del Negro que logra universalizarse como elemento fundamental de un modo de acumulación a escala mundial.
En ese punto, América forma parte ya de ese encuentro y, por tanto, deviene un pliegue ineludible de las palabras África y Negro, con el acontecimiento revolucionario de Haití como uno de sus momentos más filosos. Su incorporación se conecta también con una tensión política que Mbembe deja traslucir en sus páginas: “resistir las sirenas de la insularidad” (como logra hacerlo la poética y la política de Aime Césaire) al punto tal de pensar en un Todo-Mundo (como propone Edouard Glissant). Ni Otro, ni Tercer. El mundo entero. Lo cual implica también asumir de modo radical la marca que caracteriza nuestra época según insiste Mbembe: el fin de la centralidad histórica e ideologica de Europa.
África y Negro se tornan entonces nombres de una cierta mundialización; o, dicho más directamente: nodos constituyentes del mercado mundial que se triangula de modo transatlántico. En este esquema, la construcción del Negro es un procedimiento que se consolida en el siglo XVII a través de la racialización de ciertos elementos clave: el trabajo, el sistema penal, la prohibición del sexo interracial, los permisos para la portación de armas y la reducción de la movilidad de los esclavos. En el siglo XXI lo negro es racializado a partir de otros dispositivos de gestión de la vida, el trabajo, la sexualidad, la seguridad y la movilidad. La tesis que el texto propone debatir es si la raza, sus invariantes y sus formas nuevas, siguen operando en el momento contemporáneo como principio de orden político, tal como lo hacía bajo el orden colonial.
Por eso, para la actualidad, más que una deconstrucción de lo Negro, Mbembe hipotetiza un devenir negro del  mundo. Es una fórmula para denunciar la expansión de lógicas de desposesión articuladas con una nueva norma de existencia que reduce drásticamente el campo de lo posible. El devenir negro no tendría el ánimo minoritario que resuena en Deleuze –autor que se halla muy presente en este libro-, sino que refiere a una radicalización de prácticas imperiales que tienen en la depredación, la ocupación y la extracción de beneficio su cifra inconfundible.
El de Mbembe es tanto un pensamiento del afuera como también un análisis de lo que ha sido construido como un afuera constituyente de la razón occidental moderna.
Así, el texto describe el modo en que históricamente la razón negra funcionó como conjunto de prácticas y discursos que fabricaron al negro como sujeto de raza y como “exterioridad salvaje”: programas de dominación y fabulación para explotar su valor y descalificarlo moralmente. Pero la razón negra, advierte Mbembe, es un texto que no deja de modificarse según variantes múltiples y contradictorias y que, por tanto, no pertenece al pasado.
El texto analiza otra declinación del prefijo ex: la del capital que se auto-produce ex nihilo, es decir una producción casi teológica de una totalidad que aparentemente surge de la nada. El neoliberalismo (como fase contemporánea de una nueva escalada del capital, donde el dinero pareciera realizar su fantasía de crearse a sí mismo en el corto plazo) sería entonces el momento de la acumulación capitalista a la que (co)rresponde, con urgencia, la crítica de la razón negra. Justamente porque la humanidad –o la idea misma de hombre nuevo- es recodificada, produciéndose una división no ya del trabajo, sino entre aquellos que son sujetos de mercado y de deudas y aquellos que son calificados como “humanidad superflua”. El neoliberalismo correspondería así a la época del “devenir negro del mundo”; y este estudio de la razón negra es así tanto crítica del colonialismo y del capitalismo como clínica del sujeto (pos)colonial.
La definición misma de la práctica colonial como una concordancia entre la lógica de las razas y las lógicas del beneficio, la fuerza y la corrupción amplían el concepto hasta volverlo una matriz del presente, incluso si se considera que Europa ya no es el centro del mundo. En tal sentido, si el poder colonial, como argumenta Mbembe, es una forma de poder constituyente por el modo que ata las poblaciones y el territorio a lógicas de raza, burocracia y negocio, nuestro presente (pos)colonial continuaría la lógica de tal poder, ahora bajo una sintaxis que se inscribe sobre nuevas figuras de lo negro, por ejemplo en el cuerpo de los migrantes o de trabajadores denigrados.
Más allá de las heterogeneidades y diferencias, las ideas modernas de libertad, igualdad, incluso de democracia son, desde esta perspectiva, históricamente inseparables de la realidad de la esclavitud y de las formas en que continúa hoy esa matriz de explotación. Lo negro, pensado de este modo, es un modo de nombrar nuevamente los elementos del mercado mundial, ahora compuestos a mayor velocidad y escala y según la necesidad de nuevas relaciones serviles (más afines a las lógicas del neoliberalismo,  basadas en la industria del silicio, las tecnologías digitales y las finanzas). 
Crítica II

La crítica de la modernidad permanece incompleta sin el examen exhaustivo acerca de cómo el principio de raza se afirmó como un corpus de saberes, discursos, fantasías y formas de explotación y dominio naturalizadas y, al mismo tiempo, permanentemente renovadas como “materia prima” con la que se fabrica, dice Mbembe, el excedente y la diferencia de la (pos) modernidad capitalista.
Se vuelve aquí al momento extractivo, un término clave también del debate global –y especialmente latinoamericano– actual. El mismo “yacimiento de fantasías” y de riquezas que África y el Negro implicaron para la empresa colonial y, más tarde y en sentido opuesto, reivindicativo para la imaginación surrealista, anarquista y etnográfica, tienen en América latina su doble. Podrían calcarse algunos debates sobre el dualismo y la transfiguración como imágenes que contrapuntean el dominio sobre la población negra y su valoración como promesa de un pueblo liberado respecto de las valoraciones que formularon la cuestión indígena. La crítica al dualismo como oscilación entre lo oscuro y el vitalismo, entre lo siniestro y la autenticidad, se debe a que -para Mbembe- los polos comparten, como movimiento especular, demasiados puntos de cercanía. Por eso, se propone problematizar el gesto de inversión, incluso cuando la “razón negra” se positiviza y funciona como llamado a la revuelta, a la insumisión, volviéndose bandera de movimientos de afirmación.
Sin embargo, aquella contra-fabulación que creció al calor de las utopías críticas, de los deseos insumisos de identidad, no dejan de tener una fuerza de archivo y de llamado a una comunidad que busca participar de una mundialización en su época a través del abolicionismo, el internacionalismo políglota, la desnacionalización de la imaginación y las resistencias al capitalismo. Se toca aquí una fibra muy interesante para pensar políticamente, en Latinoamérica y otras regiones del Sur, más allá de la estricta distinción entre lo racial y lo étnico, con sus confinamientos continentales, y sobre todo para aprovechar la maquinación y las experiencias libertarias negras e indígenas sin proponerlas como una cuota de pureza y autenticidad capaz de aislarse de los desafíos actuales que complican las divisiones estrictas entre, justamente, primer y tercer mundo.
Clínica I
El texto de Mbembe evoca un devenir histórico-político que va de los espacios de la colonia o la plantación a un presente de campos de refugiados y asilados, sitios del trabajo precarizado, o asentamientos de las urbes globalizadas donde se hacina una población excedente, expulsada de los sistemas políticos y económicos.
En el trasfondo de estas reflexiones se hallan los cursos de Foucault que, cita Mbembe, definieron la raza “no con un sentido biológico, sino como clivajes histórico-políticos de diferencia  de origen, de lengua, de religión y sobre todo como un tipo de lazo que se establece a través de la violencia de la guerra. A esta perspectiva foucaultiana, que analiza históricamente la lógica del estado desde el nacimiento de la biopolítica en el siglo diecinueve hasta el comienzo del neoliberalismo, Mbembe la articula con la mirada de Fanon sobre la violencia colonial y sus dimensiones psicológicas y sensoriales.
Así, la raza, para Mbembe, aparece hoy como “lenguaje privilegiado de la guerra social”:  se actualiza bajo la ideología de la seguridad y expande los mecanismos de optimización –bajo el clivaje riesgo/protección– como declinación de las figuras ciudadanas. La raza, como máquina productiva de ciertos sujetos, organiza así una “nueva economía política de lo viviente”. Fanon y Cesaire son los guías de Mbembe en su disección de la “parte maldita” (Bataille) de la violencia originaria colonial, con su  obstrucción de la emergencia de una subjetividad postcolonial autónoma, a través del rechazo a la diferencia, y la represión de toda similitud entre colonizador y colonizado,  procesos pulsionales que para Mbembe se replican hoy en la dimensión político-sensorial de la globalización neoliberal.
Una vez más, África y Negro van más allá de sí mismos: estos nombres designan, en otras regiones del mundo, un modo de la injusticia amparada en la producción de sujetos de raza. Las invariantes del racismo reaparecen bajo la sintaxis del pensamiento genómico, de la selección de embriones, de la mutación de las estructuras del odio.
“El capitalismo racial es el equivalente de una vasta necrópolis que descansa en el tráfico de muertos y de osamentas humanas”, dice Mbembe subrayando la política mortífera en que la racialización de los sujetos descansa y se reinventa. Ese fondo constituyente y material del universalismo capitalista tiene en la expropiación y la violencia su moneda de cambio y explicita el modo en que la acumulación siempre necesita de suplementos o subsidios raciales. La cuestión de la necropolítica, de la administración masiva de poblaciones a través de una economía de la muerte a gran escala, que Mbembe desarrolló en ensayos anteriores, encuentra en este texto su verdadera dimensión histórica y geopolítica. Esa reflexión sobre la dimensión necropolítica del gobierno y de la acumulación del capital interpela hoy, por ejemplo, a quienes piensan la violencia estatal y paraestatal en México y a quienes, a su vez, ligan esa conflictividad con una resistencia amplia a la coerción social y al disciplinamiento territorial que implican los proyectos neoextractivos bajo tramas pos-soberanas (de México a Sudamérica).
La cuestión del retorno de la violencia, de la emergencia de estas nuevas violencias, vuelve a exigir, como lo hizo Fanon, un saber “partisano”: “No quise ser objetivo. Por otra parte, esto es falso: no me fue posible ser objetivo”, declaraba. Y continúa Mbembe, tras citarlo: “Se trataba, primero, de acompañar en la lucha a todos aquellos que el colonialismo había herido, descerebrado y transformado en locos – se trataba, allí donde fuera posible aún, de cuidar y curar”. La dimensión crítica es simultáneamente clínica (cuidar y curar) como tarea política, como diferencia ética. Tal como en América latina sucede a partir de las masacres perpetradas por las dictaduras militares, no se trata de una victomología, sino de algo que va más allá: un saber que surge de las luchas, de construir un lenguaje contra esa fuerza necropolítica que, como recuerda Fanon para el caso colonial, está “animada en su origen por una pulsión genocida”. La violencia ética del colonizado, bajo las tres funciones que aquí son apuntadas (destruir lo que destruye, asistir-curar y dar sepultura a los caídos) reúne características que podrían trazar una genealogía popular de los derechos humanos no como discurso universal e inofensivo, sino como forma de contrapoder que las organizaciones sociales forjaron como modo de inaugurar la época de la posdictadura en Latinoamérica.
Clínica II
Este texto, al igual que los recientes trabajos de Mbembe, es a la vez un diálogo privado, nocturno y una carta abierta, en vigilia, a Frantz Fanon y su obra. A esta impronta se agrega ahora la cuestión del exceso y del excedente venida de la obra de George Bataille.
Se conjugan en el texto de Mbembe un Fanon psíquico, de la vida psicológica del poder, y un Bataille corpóreo, del gasto y la deuda, en suma, de una economía libidinal que estructura lo colonial. La memoria de la colonia, en los discursos anti o postcoloniales, es sobre todo un recuerdo de la deuda, la culpa y la pérdida, que intentan elaborar esas zonas oscuras con vistas a una cura psíquica.  “El mundo africano que viene de la colonia será un mundo de la pérdida, ocasionada por el crimen”, escribe Mbembe.
Así, el discurso poscolonial, que intenta curar las herencias traumáticas de la dominación colonial y sus efectos contemporáneos, debe ser, afirma Mbembe, una clínica, un texto terapéutico, que lidie con los “pequeños secretos” de la alienación y del sujeto escindido (entendido en un sentido psicoanalítico y político).
La cuestión de la herida y la cura, de la fantasía y del delirio, se anudan en el trípode del deseo como motor de la máquina colonial: deseo de consumo, de gasto sin condiciones (en íntima conexión con el sacrificio) y de sexualidad (en íntima relación con la muerte). Lo que denuncia Mbembe es que no hay subjetividad exterior a esta “burda trampa de la maquinación imaginaria que fue la mercancía” y que eso implica al propio sujeto colonizado (sujeto-mercancía, doble del esclavo).
De allí la necesidad de la clínica que es también una batalla por el lenguaje: W.E.B. Dubois primero y Fanon luego, se recuerda en estas páginas, sitúan en la desposesión de la facultad de hablar por sí mismo a la causa de quedar como “intruso’, al menos como alguien condenado a aparecer en el campo social como un ‘problema’”. Los nuevos intrusos son señalados como los nuevos “condenados de la tierra”: “aquellos a quienes se les ha negado el derecho a tener derechos; son aquellos que, se estima, no deben moverse de su lugar y están condenados a vivir en encierros de todo tipo –los campamentos, los centros de tránsito, los mil lugares de detención que siembran los espacios jurídicos y judiciales. Son los reprimidos, los deportados, los precarizados, los expulsados, los clandestinos y otros “sin papeles”.
Del prefijo ex, de los amplios procesos históricos de exclusión, adviene el legado de un desafío acerca de cómo volver a construir comunidad, a restañar heridas, a encontrar nuevos sentidos de pertenencia e inclusión.
La propuesta de Mbembe declina hacia una humanidad dedicada a una restitución y reparación infinitas que se materializa en un llamado a una comunidad que debe hacerse cargo de una herida. “Comunidad universal”, propone Mbembe, y allí se respira el kantianismo de su título y, tal vez, del cierre de su libro. Comunidad con dos cualidades-exigencias, dos figuras de la potencialidad: lo abierto y la cura. Lo abierto es aquello que no resulta familiar pero que no es exactamente la diferencia. La diferencia no tiene un valor total y completamente positivo aquí. ¿Qué es la diferencia entonces? “El resultado de la construcción de un deseo” y al mismo tiempo “el resultado de un trabajo de abstracción, clasificación, división y exclusión”. La diferencia aparece como un trabajo del poder incorporado por los propios excluidos. La afirmación de la diferencia, dice Mbembe citando a la crítica negra, es un momento de un proyecto más ambicioso y no su conclusión. Es un programa centrado en superar los límites asfixiantes del  presente –y su luctuosa historia basada en la esclavización y el canibalismo modernos–a través de una movilización de “reservas de vida”.
Ese proyecto, de un mundo por venir, es el de un universalismo reparador que, por momentos, semeja un nuevo humanismo que sorprende, como corolario de un relato minucioso por el cual el capitalismo es siempre negación de una parte de la humanidad. Lo común entonces aparece como palabra-llave y es en principio definido por la negativa: “La raza es la negación de la idea de lo común”. La raza y la comunidad aparecen así como polaridades que se excluyen mutuamente, como el antagonismo que define al momento presente por antonomasia. En ese dilema se condensan, tal vez, las nuevas exigencias de una posible universalidad que se propone delinear Mbembe y que, sin embargo, compiten con lo que él mismo señala como una violenta fabricación de nuevos sujetos de raza.
Este texto, en fin, articula el análisis de dos tipos de excedente: por una parte, el plusvalor económico producido por las nuevas poblaciones “negras” del mundo y aun el trabajo (simbólico, material) de los nuevos sectores expelidos como exceso de la sociedad; y por otra parte, el excedente de sentido producido por la condición colonial, un exceso de significado que genera la alienación del sujeto (pos)colonial y que genera exclusión, ya que solo algunos pueden ser capaces de decodificarlo.
A esta historia colonial, que llega hasta el presente, dentro de la cual el sujeto colonizado tenía prohibido “el uso público de la razón” (Foucault) viene a responder el desafío de esta crítica de la razón negra, como un gesto y un habla emancipadores, en la tradición política de la autonomía y la auto-determinación.
Ex libris: con este volumen el lector tiene entre manos un texto con todas las propiedades del lenguaje poético y el pensamiento crítico de Achille Mbembe; un ejemplo de esos libros que, al decir de Caetano Veloso, “pueden lanzar mundos dentro del mundo”
* Este texto presenta a modo de prólogo la edición en castellano de Crítica de razón negra, de Achille Mbembe (Futuro Anterior ediciones, 2016).

***
Entrevista a Achille Mbembe: 

Entrevista a Marta Malo: “Siempre se cuida en colectivo, pero hay una tendencia privatizadora”

por Patricia Reguero


Investigadora situada, coautora del volumen Ensayos y experiencias entre investigación y militancia (Traficantes de sueños, 2004), Marta Malo ha reflexionado sobre la crianza en el proyecto de formación política Nociones Comunes y en su barrio, Vallecas (Madrid), donde vive con sus dos hijas y hace tribu alrededor de la escuela.

¿De qué se habla cuando se habla de crianza colectiva?

Yo diría que siempre se cuida en colectivo, pero hay una tendencia privatizadora que hace que las otras figuras que cuidan tengan una posición muy vasalla y que la única figura que tiene la autoridad, el reconocimiento y, en contrapartida, toda la carga, es la madre y, a veces, el padre. ¿Por qué no reconocer los vínculos que existen y que están sosteniendo el cuidado? Da miedo porque supone perder parte del control, pero es la única manera de que la crianza deje de ser puramente carga y sea más rica, alegre y gozosa. Nuestra generación ha crecido con una ajenidad y un analfabetismo con respecto a lo que supone criar, cuidar, que en muchos casos genera crianzas muy neuróticas, de puro miedo, inseguridad y falta de referentes y herramientas, y sólo el diálogo y la conexión con otros, mano a mano, nos puede librar de eso.

¿Qué cambia cuando cuidas?

Dar los cuidados en el nivel de intensidad que los primeros años de la crianza u otras fases de la vida requieren te hace requeridora a tu vez de cuidados y eso intensifica y visibiliza las redes de interdependencias en las que vivimos. Saca a la luz que, en realidad, las fases de la vida en las que podemos vivir de manera totalmente individualizada, tal y como está organizada la sociedad, son pocas. Son más abundantes las fases de vulnerabilidad, donde necesitamos insoslayablemente cooperar con otros. Me parece que no habría que separar la crianza de otras fases de la vida que requieren cuidados.

¿Se ha puesto de moda hablar de tribus?

Creo que hay una añoranza de lugares donde éramos más. ¿Qué es esto de vivir dos en una casa? Me parece claustrofóbico. Lo que da otras prácticas de crianza es que descarna más los problemas que tiene la organización social de los cuidados, porque hay más fragilidad, más exposición, no hay una estructura garantizada.

¿Qué pasa fuera de los “modelos” tradicionales?

Cuando no estás en los modelos más normativos hay mucha intemperie, la familia te la inventas con lo que te vas encontrando, todo el rato. Pero ese criar en las afueras habilita la activación de cuidados fuera del lazo de sangre y nos hace descubrir una generosidad de los vínculos, del cuidado que se da porque sí, que da mucha confianza en el futuro y quita muchos miedos.
(Fuente: https://www.diagonalperiodico.net)

Venezuela, tiempo de plagas // Raúl Zibechi

La situación que vive Venezuela desafía el clásico concepto de crisis. Entre otras razones porque se prevé la emergencia de una sociedad bien distinta. Quizá mejor. Quizá peor. En todo caso, está en curso una profunda mutación, probablemente la más trascendente.
“Aquí se ha desarrollado un complejo proceso revolucionario donde una camarilla terriblemente corrupta y apolítica terminó haciéndose del poder. La cueva de gángsteres que le quitó a la clase obrera venezolana diez veces el valor de su trabajo. Si alguien en el mundo ha podido hacer semejante desmán con la población que lo diga”, escribió la semana pasada Roland Denis, filósofo, militante social y viceministro del gobierno de Hugo Chávez en sus primeros años (Aporrea, 19-V-16).
Es tan sencillo acusar de la situación que vive actualmente Venezuela a enemigos externos e internos del proceso bolivariano, que los hay y muchos, como difícil aceptar los desvaríos que se fueron acumulando con los años. No hay gas. Aunque es monopolio del Estado, que produce y exporta hidrocarburos a granel. No hay cemento. Inexplicable, porque las fábricas, todas estatales, trabajan y producen. Sin duda las mafias desvían la producción para beneficio de viejas y nuevas elites con fuerza suficiente como para hacerlo: tramas de poder que Denis califica como “cueva de ladrones”, en las que participan diversos actores, desde las nuevas y las viejas mafias hasta militares, policías y miembros del oficialismo. Tramas que se reproducen en todos los rincones de la sociedad, arriba y abajo, porque se ha convertido en moneda corriente hacer las cosas para beneficio personal sin mirar al resto, sin tener en cuenta que se vive en algo que –antes– se llamaba sociedad.
Militares
El general retirado Cliver Alcalá integró el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200, fue nombrado comandante por Hugo Chávez y fue ministro para la Región Estratégica de Desarrollo Integral Central. En declaraciones a Globovisión (18-V-16) dijo que “votaría por el revocatorio” (el referéndum que podría decidir la continuación o el cese de la gestión de Nicolás Maduro) “para evitar un enfrentamiento entre el pueblo”.
Se trata de un militar fiel a Chávez, de gran audiencia dentro de las fuerzas armadas, que ahora se desmarca del gobierno. “El legado de Chávez está vigente, pero Maduro lo ha administrado muy mal”, dijo. Sobre la llamada guerra económica del imperio, con la que el presidente justifica el desabastecimiento, el general retirado dijo que existe, pero “la genera la cantidad de trámites y la discrecionalidad de los funcionarios en la administración pública, (lo cual) origina un diferencial cambiario que promueve esa corrupción”.
Este tipo de declaraciones, formuladas por un general que se reivindica chavista, deben interpretarse como un misil contra el gobierno, y en particular demuestra la existencia de una sensibilidad chavista contraria a Maduro. Como destaca Denis, “un mesianismo profano pareciera nacer de nuevo teniendo la posibilidad de canalizar un chavismo de­sesperado por la descomposición total del gobierno que dice representarlo”.
Cliver Alcalá se muestra temeroso de un posible “estallido”, por la falta de alimentos y la corrupción. Apuesta a que la salida de Maduro unifique al chavismo, con lo que reconoce la división existente en filas de quienes apoyan el proceso bolivariano.
Lo cierto es que hay dos hechos que parecen incontrovertibles. Uno es que los militares están divididos: no todos apoyan al gobierno, aunque los disidentes no necesariamente estén alineados con la oposición. Lo mismo sucede con parte considerable de los chavistas, lo cual se puede constatar en la calle, en las colas y en cualquier conversación familiar. Los chavistas críticos del actual gobierno no quieren alinearse con un discurso que culpa de todo a la derecha, los medios y el imperialismo, un discurso gastado, que hace agua por todos los costados.
El resultado es que surge una tercera opción entre el gobierno y la oposición y que busca, en palabras de Alcalá, “el reencuentro del chavismo”. Esta corriente parece pensar en el mediano plazo más que en la coyuntura, intentando evitar que el legado de Chávez sea dilapidado y sus fuerzas se dispersen en multitud de corrientes. Ese proyecto pasa por poner distancias con el actual gobierno y, según se desprende de las declaraciones del general, por deponer a Maduro.
Estallido
Desde el Caracazo de febrero de 1989, la posibilidad de que se repitan estallidos sociales en Venezuela es un hecho. Esta semana en Barquisimeto se pudieron apreciar, de primera mano, dos hechos marcantes. Frente a una cooperativa que distribuye alimentos con precios regulados se formó una multitud, en su mayoría de adultos mayores, que exigían cuotas para ellos. Había personas que atizaban el saqueo y que los cooperativistas identificaron con miembros de la oposición.
En las enormes colas que se forman frente a las ferias de Cecosesola hay entre cinco y diez mil personas. Muchas veces se impacientan, ya sea por la prolongada espera o porque los “bachaqueros” se cuelan rompiendo el orden. Alguien gritó: “¡Saqueo!”. Un señor fornido se agarró al portón y dijo en voz muy alta: “No habrá saqueo”. La multitud pareció sentirse aliviada. Sin embargo, todos aseguran que hay pequeños saqueos que no suelen aparecer en los medios, sobre todo en pequeños supermercados de barrio.
Es evidente que la oposición quiere e impulsa levantamientos populares. Pero también parece claro que la población no la acompaña, por lo menos en este tipo de métodos. Uno de los mayores legados del chavismo consiste en que afianzó la autoestima de los sectores populares y su politización. La gente sabe de qué se trata y parece consciente de que debe evitar situaciones de violencia para no dar oportunidad a salidas que no la van a favorecer.
Denis colocó, por fortuna, el escenario sirio como salida posible. Por fortuna, porque es evidente que es el peor escenario para los pueblos de esta región del mundo, pero quizá uno de los más apetecibles para los think tanks del Comando Sur estadounidense. La caída del gobierno sería apenas un paso en busca de algo mayor: “Lo cierto, como en Siria, es que la sangre y la desesperación harán imposible cualquier opción de liberación”, señala Denis.
Lo que no dice la propaganda oficialista es que el imperio está acostumbrado (y en ello basa su poder) a negociar con cúpulas corruptas, pero poco puede hacer ante las multitudes decididas a hacer valer sus derechos. Los poderosos, aun los progresistas, “tomarán sus aviones y dólares expropiados a la riqueza pública para abordar los apartamentos y quintas que ya tienen comprados en Europa y Estados Unidos. Pero los centenares de miles de muertos que vendrán a continuación los pondremos nosotros”.
¿Acaso el dictador Marcos Pérez Jiménez no huyó a República Dominicana para terminar en España protegido por el dictador Francisco Franco, cuando una insurrección popular y un levantamiento militar lo alejaron del poder en 1958?
Sí se puede
“Ya descubrí por qué a la gente le gusta hacer colas”, dice un chico de pocos años a su madre. En las horas que pasó de pie esperando para comprar hizo amigos, se relacionó con otros que le ofrecieron arepas y jugos, conversaron, compartieron, se lo pasaron en grande. Todos los días, en todas las colas, se pueden ver gestos conmovedores de generosidad.
Así como existen fuertes tendencias hacia la descomposición (véase edición de la semana pasada de Brecha), hay otras ancladas en la solidaridad que se mueven en sentido inverso, manteniendo la cohesión social. En la Venezuela de hoy se producen muchos alimentos, y en algunos rubros, como hortalizas y frutas, son abundantes. Las ferias de la Central Cooperativa de Servicios Sociales de Lara (Cecosesola) son un buen ejemplo. Varios días recorriendo los puestos son suficientes para convencerse de la abundancia de plátanos, papayas, mangos, piñas y otras variedades de frutas tropicales. Tomates no faltan, así como las principales hortalizas. Otra cuestión es el precio. En todo caso, en las tres ferias con 300 cajas hay alimentos en número adecuado.
El problema principal está en los productos con precios regulados. Sobre todo la harina de maíz para elaborar arepas (la comida nacional), y también las pastas, el azúcar, el aceite y, de modo especial, la leche. Escasean a los precios regulados pero se pueden encontrar en el mercado paralelo a precios diez y hasta 50 veces superiores al oficial.
Otra recorrida por pueblos rurales de los estados de Lara y Trujillo permite conocer grupos de campesinos que cultivan y cosechan grandes cantidades de hortalizas y verduras. Desafían no pocos problemas: la falta de semillas, la escasez de insumos, las enormes dificultades para trasladar la producción hasta las ferias, porque los transportes necesitan neumáticos (que no existen o tienen precios abusivos) y porque no hay repuestos para los coches y camiones. En la ciudad hay una enorme cola de coches para comprar baterías. Una fila permanente, de varias cuadras, donde los autos y sus conductores duermen y velan el momento de poder comprar.
Ciertamente, el país aún produce. Aunque las colas consumen una energía social considerable que se le hurta a la producción. Las fábricas nacionalizadas producen cada vez menos, mucho menos que cuando estaban en manos privadas. Es el caso, por ejemplo, de las cementeras mexicanas, como la Siderúrgica del Orinoco (Sidor) que fue reestatizada en 2008 luego de un largo conflicto sindical. Llegó a producir 4,3 millones de toneladas de acero, pero ya en 2014 bajó a 1,3 millones de toneladas, un 29 por ciento de su capacidad.
Es triste comprobar que cuando Sidor pertenecía al grupo argentino Techint producía 3,5 veces más que en manos del Estado. El propio sindicato reconoció que hay desvíos de fondos, falta de repuestos y materias primas y que no existen auditorías. De algún modo se conjugan la ineficiencia con la corrupción, en todos los niveles, para que el país haya llegado a este extremo.
Plagas y clases
Un sencillo recorrido de este a oeste de la ciudad, y viceversa, permite comprobar que toda la propaganda oficial se disuelve en la cruda realidad. Los ricos viven cada vez mejor. Los pobres siguen como siempre, pero además hacen colas muy largas.
La zona este luce elegante, con amplios espacios verdes y arbolados; por sus avenidas circulan coches nuevos y se pueden observar numerosos edificios de reciente construcción. Pero lo que más llama la atención es que en plena crisis y escasez de cemento se siguen construyendo centros comerciales, edificios, hoteles de lujo. Es el mismo estilo de ciudad que conocemos en todas las zonas de clase media alta del continente.
La zona oeste es bien diferente. Calles polvorientas y casas precarias, absoluta falta de alumbrado público en las noches, autos viejos destartalados y un largo etcétera que también conocemos en las ciudades latinoamericanas. Las colas son interminables, no sólo extensas sino permanentes ante cualquier comercio en busca de cualquier producto. En los barrios privilegiados las colas son casi inexistentes.
Es seguro que la geografía urbana esconde detalles que deben ser desvelados. La clase media tradicional está en caída libre y es uno de los sectores más crispados contra el chavismo. La segunda cuestión es que a la antigua elite debe sumarse la nueva, surgida del proceso bolivariano, la llamada “boliburguesía”.
Ante semejante panorama vale preguntarse: ¿por qué los ricos de Venezuela quieren derribar al chavismo, cuando no les ha ido tan mal en estos años? No es fácil enhebrar una respuesta, sobre todo porque entre los antichavistas hay sectores muy diversos, desde las clases medias empobrecidas hasta las viejas y nuevas mafias. La respuesta sería obvia si se considerara que los grandes países occidentales, con Estados Unidos a la cabeza, desean controlar las mayores reservas de petróleo del mundo.
La respuesta verdadera, la que no se puede pronunciar en alto, la dio un empresario uruguayo radicado hace muchos años en Caracas. “No queremos que nos gobiernen los negros”, dijo en tono mortecino, esbozando una sonrisa, como quien se saca las ganas de expulsar el gargajo atragantado. Cuando las clases se solapan con el color de piel, el racismo debe dar un largo rodeo eludiendo las tranqueras de lo políticamente correcto. Quizás el orgullo y la autoconfianza adquiridos por los sectores populares, que fue creciendo desde el Caracazo de 1989 hasta colorear la sociedad con su estilo bullanguero y desaliñado, rompiendo la monotonía de las salas de espera de los aeropuertos, sea la mejor herencia del chavismo. Esos modales que molestan e irritan a las buenas familias.

Macri, Panama Papers y ¿narcoparamilitarismo? // Tomás Aslaterra


La reciente investigación del periodista Daniel Coronell desnuda las vinculaciones financieras entre el gobierno de Mauricio Macri y empresas de seguridad privada ligadas al ex-presidente colombiano Álvaro Uribe Velez acusado de vínculos con el narcotráfico, el paramilitarismo y de uno de los mayores genocidios de la historia reciente en América Latina.
Podría haber sido una nota de color. Sin embargo sus implicancias son de terror. En su investigación “Lagunas de Panamá”, publicada recientemente en la revista Semana de Colombia, el periodista Daniel Coronell documenta las relaciones entre la empresa Ángel Total Solutions SAS, que integra la lista de los Papeles de Panamá, y la estrategia narcoparamilitar de represión y apropiación de recursos que el dizque “sistema capitalista” exporta a través de su mejor gestor y ejemplo, el ex-presidente colombiano Álvaro Uribe Velez, y que tiene en Mauricio Macri uno de sus más fervientes admiradores.

Ángel Total Solutions SAS pertenece a Laddern Group S.A, sociedad panameña que de acuerdo con archivos de ese país también ha tenido dirección en las Islas Vírgenes Británicas. Fue fundada en mayo de 2012 por una firma de abogados de Medellín con el nombre “Andalucía de Colombia SAS” y su propósito era dedicarse a los negocios de finca raíz. Sin embargo, de acuerdo con el registro mercantil vigente, su gerente y representante legal, Federico Gutiérrez Zuluaga, utilizó la firma para venderle a la ciudad de Buenos Aires, entonces gobernada por Mauricio Macri, asesoramiento en seguridad. En ese entonces, 2013, el legislador porteño Alejandro Bodart denunció que el entonces ministro de Justicia y Seguridad de Buenos Aires, Guillermo Montenegro, viajó a Medellín y se reunió con Gutiérrez Zuluaga en la casa de Uribe para cerrar el contrato con Ángel Total Solutions SAS para un primer curso con la Policía Metropolitana, dos días antes de la represión en el Borda. Si bien Gutiérrez, actual alcalde de Medellín, negó a Coronell dicha reunión, el periodista muestra en su nota fotos de la misma.
Además de Messi, el ex- presidente de Islandia y el actual presidente de Argentina, hay 850 colombianos involucrados en la investigación del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) bautizada como los Papeles de Panamá. Entre ellos, los jefes negociadores del gobierno con las FARC y el ELN, Humberto de la Calle y Frank Pearl. De la Calle es un destacado abogado colombiano que ha sido vicepresidente, ministro, magistrado de la Corte Suprema, constituyente y embajador de Colombia. También figura Alberto Carrasquilla, ex gerente técnico del Banco de la República y economista del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que además fue ministro de Hacienda entre 2003 y 2007, durante el mandato de Uribe (2002-2010). Y Augusto Acosta, superintendente financiero entre 2006 y 2007.

El caso de Gutierrez Zuluaga y Ángel Total Solutions podría ser simplemente uno de los tantos mencionado en los Papeles de Panamá, si no reflejara de manera tan clara la vinculación entre sistema financiero, lavado de dinero, narcotráfico y empresas de seguridad privada al servicio de gobiernos y empresas multinacionales que conjugan el extractivismo con la criminalización, judicialización y asesinato sistemático de personas y comunidades opositoras a este sistema económico global, cuyo intrincado mapa de redes es tan denso como la trama inversa, la de los pueblos, movimientos sociales y resistencias o alternativas a dicho sistema.

Dice el colectivo de comunicación popular Pueblos en Camino: “Nada de esto se sabe y todo esto se niega. Excepto que en las Laguna de Panamá Coronell descubre la empresita y la inversión en los ‘Papeles de Panamá’. Lo que ya sabemos empieza a documentarse: el negocio de terror contrainsurgente del sistema, las mafias que lo controlan y lucran de él al más alto nivel (lo llaman seguridad y es uno de los negocios más lucrativos y tenebrosos del planeta). Existe, tiene coordinadores y coordinaciones mafiosas poderosas que ejercen los cargos políticos más altos en diversos países y que brindan seguridad al mayor sistema de explotación, despojo y acumulación concentrada de ganancias de la historia. Ya lo habíamos esbozado, lo venimos preguntando, la gente lo viene sufriendo en mecanismos de terror cotidianos que penetran todos los ámbitos, en golpes blandos y guerras contra los pueblos, en neo-fascismos omnipresentes, para el despojo, la muerte, la acumulación y superación de la crisis del capital desde la Patagonia Mapuche hasta el ártico pasando por masacres, feminicidios, asesinatos, control de territorios y recursos, guerras permanentes (como las del Medio Oriente) y políticas compartidas para el despojo corporativo/especulativo. Si le siguiéramos la pista a lo que acá destapa Coronellen todas partes, llegaríamos al centro de éste aparato inteligente y coordinado y coordinaríamos mejor y en todas partes la resistencia. ¿Dónde Estamos?”

Gutiérrez es alcalde de Medellín, Montenegro embajador en Uruguay, Macri presidente y Uribe, elegido el colombiano del siglo por los espectadores del History Channel, es uno de los principales asesores y conferencistas en “seguridad democrática” a nivel latinoamericano, a pesar de sus probadas vinculaciones con el cartel de Pablo Escobar y el paramilitarismo (incluso su hermano  Santiago fue jefe de un grupo paramilitar). También hay numerosos pruebas sobre su responsabilidad en una de las mayores escaladas de represión en Colombia y América Latina en este siglo, que entre otras frías y cuestionables estadísticas implicó 5 milones de desplazados, miles de presos y muertos políticos, cientos de intelectuales y militantes exiliados y jóvenes de barrios de bajos recursos asesinados para ser presentados como supuestos guerrilleros (como demuestran y visibilizan las Madres de Soacha). Eso sin contar otros miles de jóvenes de bajos recursos empleados como paramilitares para realizar horrorosas masacres sobre pueblos originarios cuyo único crimen fue nacer en territorios codiciados por sus recursos naturales por las grandes empresas que nos venden este consumo moderno, sangrante presente globalizado.

El mismo hombre, la misma mafia, al que Mauricio Macri, además de contratos de consultoría en “seguridad”, otorgó las llaves de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en diciembre de 2010. “Es una esperanza para todos los latinoamericanos”, dijo el jefe de gobierno porteño en la ceremonia en que nombró a Uribe “Huésped de Honor”.

En medio de su supuesta cruzada contra el “narcotráfico” y la “inseguridad”, el gobierno de Cambiemos nombró como directora de la Subsecretaría de Gestión de la Información Criminal a Alejandra Monteoliva, ex ministra de Seguridad de Córdoba, egresada de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Católica de la misma ciudad. Magister en Planificación y Administración del Desarrollo Regional del Centro Interdisciplinario de Estudios Regionales (CIDER) de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia y ex directora de la carrera de Ciencia Política, la Especialización en Gobierno y Gestión Pública y el Centro de Estudios en Gobernabilidad Local de la Pontificia Universidad Javeriana (también Colombia). Durante su estadía en el país de la cumbia y la arepa, Monteoliva trabajó en los equipos de seguridad creados por Uribe para la reurbanización de Medellín, las llamadas Cooperativas Convivir que, luego se comprobó, se usaron para financiar grupos narcoparamilitares. Grupos que en complicidad con el ejército sembraron el terror en todo el norte de la región (Urabá) para imponer proyectos extractivos como la producción de palma africana para biodiesel y la explotación de antiguas plantaciones bananeras, amenazadas por la guerrilla, los sindicatos y los movimientos sociales. La gran mayoría de los ex-jefes paramilitares extraditados a Estados Unidos para ser juzgados, no por criminales o terroristas sino por “narcos”, eran antiguos vecinos y amigos de “Alvarito”, a quien Pablo Escobar puso en su momento (1980) como Director de la empresa de Aeronáutica Civil de Medellín, desde donde se encargó de legalizar la estructura de exportación aérea de la cocaína del cartel de Medellín hacia el principal país consumidor de ese producto: Estados Unidos. Todo bajo la atenta mirada de la DEA, que en 1991 ubicaba a Uribe en el puesto número 82 de la lista de narcotraficantes más buscados del mundo. Hay un largo prontuario de investigaciones sobre el apoyo de la DEA y el gobierno de Estados Unidos al ascenso de Uribe de “narco” a “presidente” y ahora a “asesor latinoamericano en seguridad democrática”. Una densa trama de color. Negro.

Ni “primitivos” ni “carentes de apertura mental” // Colectivo Simbiosis Cultural

“(…) las pautas culturales de los pueblos del altiplano (…)”
Dr. Norberto Oyarbide, Juez, 2008
“(…) es costumbre entre los bolivianos (…)”
Dra. Norma Bouyssou, Defensora Pública, 2016
A más de 10 años del incendio del taller de costura de la calle Luis Viale que costara la vida a Juana Vilca, Harry Rodríguez, Luis Quispe, Rodrigo Quispe Carabajal, Elias Carabajal Quispe y Wilfredo Quispe Mendoza, reiteramos enérgicamente nuestro pedido de justicia y denunciamos el uso de categorías discriminatorias hacia personas de origen boliviano por parte de la defensa, que pretende justificar la reducción a la servidumbre apelando a calificaciones que humillan y violentan a todos los involucrados. Consideramos que los argumentos de la defensa revisten una gravedad inaceptable, toda vez que fueron esgrimidos por una funcionaria pública, una “doctora” que forma futuros abogados en la Universidad de Buenos Aires e incluso afirma tener “conocimiento de causa” por “haber dado cursos de garantías a jueces de Bolivia”. La persona en cuestión apeló a argumentos que no solo laceran a su propio defendido, sino que los hacen manifiestamente extensivos al conjunto de la “cultura” de los bolivianos.
En palabras de la Defensora, los bolivianos “están acostumbrados, son sumisos, viven con hábitos y costumbres”. Según esta lógica, tendríamos que entender que en Argentina hay ciudadanos que no deberían reclamar por sus derechos, ya que están presos de sus “parámetros culturales”. Durante el juicio, las únicas personas que intentaron reclamar por las condiciones de trabajo, animándose a denunciarlas, fueron acusadas por falso testimonio. La defensa llegó al extremo de afirmar que “en el contexto en el que se mueve (uno de los acusados), su mente es bastante primitiva”, enfatizando en la “poca apertura mental” y en su “sociabilidad diferenciada”, con lo cual se pretende juzgar de manera diferente dado que “lo que para nosotros es reducción a la servidumbre, para Sillerico es ayudar a un paisano”. De hecho, no es la primera vez que se utilizan las llamadas “pautas culturales” para justificar contextos de explotación en la industria textil. Los argumentos propuestos por la defensora fueron refutados hace ya más de 8 años en el contexto de otro juicio de características idénticas, donde el Dr. Gabriel Juricich pretendió justificar el accionar de sus defendidos de un modo análogo, dando pie al tristemente célebre fallo del Juez Norberto Oyarbide, en el que se sobreseyó a los directivos de la firma Gilmer S.A., comercializadora de la marca de moda SoHo, bajo el pretexto de que no había explotación sino “pautas culturales”. Detrás de la idea de “ellos son así: son re laburadores” se oculta una estrategia ignominiosa y se corre el eje en el cual se juzgan delitos penales.
Esa anulación como persona, la infantilización, el pensarnos inferiores, forman parte del mismo tipo de pensamiento, el paternalista, del quien se define como el salvador, quien tiene que liberar de esas condiciones o quien tiene que juzgar de manera diferenciada. De cualquiera de las dos formas de expresarlo, se lo hace desde la misma postura, desde el mismo pensamiento.

No vamos a caer en el juego culturalista propuesto por la Dra. Bouyssou. No vamos a cambiar el eje del juicio. No vamos a olvidar quiénes son los verdaderos responsables de esta y todas las tragedias que apelan a atenuantes “culturales”. 64 personas trabajaban en condiciones irregulares para el rédito económico de los dueños de las máquinas, el inmueble y las marcas. Son Fischberg y Geiler. Los actuales imputados tienen la responsabilidad que les corresponde, pero la cadena no comienza allí. Las condiciones de trabajo eran comprendidas perfectamente por los capataces y eran definidas por los dueños, quienes son solidariamente responsables por las condiciones en las que trabajaban sus empleados, tercerizados a 150 metros de la fábrica.

#Niunamenos: Señorita Extraviada

No existe un mejor lugar para matar a una mujer que en Ciudad Juárez, México. En los últimos diez años, cientos de mujeres han desaparecido o han sido encontradas asesinadas en esta ciudad fronteriza. La mayoría de ellas fueron empleadas de maquiladoras o en plantas de ensamblaje de la zona. Solo algunos casos se han solucionado.

La cifra de mujeres asesinadas, de 1993 a la fecha, rebasa ya las trescientas, y el total de desaparecidas se eleva a quinientas. Detrás de estos crímenes se acumulan miles de casos de hostigamiento sexual, doméstico y laboral, no denunciados, de violencia intrafamiliar no atendida, y sobre todo de una misoginia institucional que magnificada por la prensa local sirve como estímulo a los perpetradores de lo que hoy se conoce ya como un feminicidio. Esta situación criminal se relaciona con la violencia del narcotráfico, el desempleo, y la miseria fronteriza en tiempos de globalización forzada, originando el derrumbe de oportunidades y la contratación de mano de obra femenina (pésimamente remunerada), que desplaza a buena parte de la fuerza laboral masculina.
Lourdes Portillo reúne los testimonios de la frustración y del rencor social, el encono misógino, y el desdeñoso retrato moral de las víctimas (para las autoridades, simples provocadoras ­:»ellas se lo buscaron»). A todo esto opone el perfil de las jóvenes, apenas adolescentes, obligadas a trabajar en turnos de madrugada, expuestas al riesgo urbano de calles mal alumbradas, temerosas siempre, canjeando diariamente seguridad física por supervivencia económica. ¿Qué hacían las «muertas de Juárez» en la calle?, pregunta la prensa local. «No iban precisamente a misa», le responde con sarcasmo un gobernador panista. Vista así, entre la difamación y la caricatura, todo autoriza el ajusticiamiento que es, al mismo tiempo, un mensaje social en tiempos de cambio; el desdén hacia la mala pécora como parte de un programa de saneamiento civil, que incluye a homosexuales y travestis. «Todas son putas», explican las autoridades en Señorita extraviada, o mulas tercas que aún no entienden que la gente decente se pasea de día, y la indecente se expone a todo por andar de noche.
Lourdes Portillo es directa, lacónica, profesional en todo momento; no precisa insistir en lo que está a la vista: la corrupción a todos los niveles, la venalidad de los medios, y el machismo fanfarrón que se ampara en el buen juicio de las autoridades, terrenales o divinas. La realizadora muestra que estos crímenes, sistemáticos, parecidos entre sí, con evidencias de tortura casi todos, no son asunto de nota roja, como se argumenta a la ligera, sino llanamente ejecuciones realizadas con alevosía y saña, producto en cada caso del odio a las mujeres, a las que,se tilda de prostitutas «para así descalificarlas, disminuir el horror de su desaparición y nulificar las averiguaciones». Lo más escandaloso es la pasividad de las autoridades, a nivel local y federal, ante estos actos irracionales, y el torrente retórico que disimula mal esa apatía.
Lourdes Portillo nació en Chihuahua y conoce de cerca la situación fronteriza y los saldos de la violencia misógina; estudió y vive en Estados Unidos, donde su labor como documentalista le valió una nominación al Oscar en 1986. (losotrosdocumentales.blogspot.com). Año: 2001.

#Niunamenos: «Violencia contra las mujeres. Nuevas guerras y frente colonial» // Rita Segato

 Audio de la presentación de libro «La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juarez», de Rita Segato, que tuvo lugar en Madrid, el jueves, 2. Junio 2016 y organizó Traficante de Sueños.

A partir del análisis del feminicidio de Ciudad Juárez, Segato propone pensar la violencia contra las mujeres como un sistema de comunicación que muestra la fuerza y la impunidad de aquellos que desde el Estado y lo paraestatal reinan en la frontera.
Si el acto violento es entendido como mensaje y los crímenes se perciben orquestados en claro estilo responsorial, nos encontramos con una escena donde los actos de violencia se comportan como una lengua capaz de funcionar eficazmente para los entendidos, los avisados, los que hablan, aun cuando no participen directamente en la acción enunciativa. Es por eso que, cuando un sistema de comunicación con un alfabeto violento se instala, es muy difícil desinstalarlo, eliminarlo.
La violencia constituida y cristalizada en forma de sistema de comunicación se transforma en un lenguaje estable y pasa a comportarse con el casi-automatismo de cualquier idioma.

Ni una menos – Vivas nos queremos (Texto + Fotos)


Texto: Vero Gago
Fotos: M.A.F.I.A
Ayer vivimos una sorpresa y una constatación: volver a tomar las calles, un año después. 3 de Junio (3J) instalado como cita multitudinaria, en su repetición y diferencia. Esta vez aun más gente movilizada, poniendo en marcha ese trayecto de Congreso a Plaza de Mayo, inundando la avenida. Lxs familiares de las víctimas de la violencia patriarcal encabezaron la manifestación, cargando carteles, cantando y llevando fotos y banderas, haciendo presentes, una y mil veces, cada nombre. Con denuncias concretas: a la policía, a la justicia, a la indiferencia. Poniendo otro lenguaje a lo que la TV sólo narra como crimen, venganza pasional o bajo la luz de detalles morbosos. La Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito tiñó de color verde la atmósfera, no sólo entre sus militantes, sino en la garganta de muchxs que se quieren colgar ese pañuelo, contraseña y distintivo, para gritar más fuerte. Cientos y cientos de grupos, de jóvenes de escuelas, de comedores barriales, de agrupaciones de teatro, de ex mujeres presas, de trabajadoras, de madres, de estudiantes y de amigas sueltas. “Ni una menos” se desliza a “vivas nos queremos”. A veces con llantos, a veces con risas, casi siempre con dolores añejos y nuevos. Son dos consignas que se enlazan a otras canciones: las que vienen de los escraches a genocidas hasta las marchas contra los femicidios en México, pasando por la complicidad de la iglesia con la dictadura. Sabemos, por el mapa que circuló en redes, que esa movilización –en esos mismos momentos– se replicaba en muchos puntos del país. 
¿Qué queda de esa consigna ancha y envolvente hasta la cita del año que viene? Queda una manera de nombrar la violencia que exige auto-organización y auto- defensa. Queda una experiencia de composición callejera que se aloja en el cuerpo de cada una. Queda un desafío político.


Quilombo contra el golpe


En el instante exacto en que escribimos esta carta abierta, un golpe de estado ocurre en Brasil. Orquestado por poderosos sectores económicos vinculados a las oligarquías brasileñas, ejecutado por miembros de la corporación judicial, de los medios concentrados y de una clase política notoriamente involucrada en continuos escándalos de corrupción, el golpe avanza destituyendo todo lo que signifique vivir en el marco de libertades democráticas y conquistas sociales. Un gobierno ilegítimo impuesto interinamente a través de un proceso inconstitucional y lleno de maniobras jurídicas y parlamentares que ha confiscado cerca de 54 millones de votos otorgados a la Presidenta Dilma Roussef. Este mismo gobierno pone a Brasil en un estado de caos y de convulsión social al suspender los derechos de los trabajadores y eliminar programas sociales en áreas esenciales de educación, salud, ciudad, derechos humanos, cultura, diversidad y medio ambiente, entre otros.

Afirmamos que el golpe es machista porque se ejecuta contra la primera mujer elegida como presidenta en Brasil, es también racista porque se dirige contra la población negra y los pobres, estos hechos se confirman con el nombramiento de un gabinete en donde no hay una sola mujer ni un sólo afrodescendiente. Por último, afirmamos que el golpe es declaradamente homofóbico al hacer pacto con los sectores más reaccionarios de la sociedad brasileña que fomentan el odio contra la comunidad LGBTIQ.

El golpe ta,bién es clasista, pues se produce en contra de una tradición que ha hecho de la lucha de los trabajadores una bandera.

Aunque el golpe de estado en Brasil tuvo una amplia cobertura internacional – destacado en los principales diarios de Argentina, Uruguay, Chile, Venezuela, Colombia, Bolivia, Francia, Alemania, España, Portugal, Holanda, Inglaterra, Polonia, Russia y los más poderosos grupos de medios en los EEUU, dentro de Brasil, la gran prensa es representada por un monopolio formado por seis familias que controlan el  85% del sistema de concesiones y licencias públicas de medios, que ignora los reclamos del exterior y conspira abiertamente contra la democracia insuflando el odio entre los brasileños.

Hace pocos días en Brasil celebramos otro aniversario de la Abolición de la Esclavitud (13 de mayo de 1888) y tomamos las calles para una jornada de protestas contra el golpe y contra las violaciones al estado de derecho y a la libre expresión. En las manifestaciones que ya están ocurriendo rescatamos para nuestras luchas las figuras históricas de ZUMBI DE PALMARES y GANGA ZUMBA, líderes quilombolas que nos han enseñado la lucha por los derechos de los pueblos afrodesciendentes en Brasil y en toda la America de la diáspora, asi como la fraternidad y el respeto por nuestras raíces y culturas ancestrales.

Como los Quilombos en el pasado, refugio de esclavos que combatían los poderes de la Casa Grande y del señor colonial, nos ponemos en estado permanente de resistencia y de lucha para exigir el restablecimiento del gobierno legítimo y del estado de derecho en Brasil.
QUILOMBO CONTRA EL GOLPE
Miércoles 8 de junio a las 17 hs.
Plaza Cataluña, Cerrito y Arroyo, CABA

CONVOCAN:

– Frente Argentino por la Democracia en Brasil

– Esfera Común

– Zonas de Contato

– Baca Balé Afro e Contemporáneo

– Asamblea de Mexicanos en Argentina

– Agrupación Afro Xango

– Colectivo de Comunicación Popular Abriendo Caminos/La ComunitariaTV

– Frente Migrante (colectivo de rap boliviano)

– Forjando Utopìas (agrupaciòn Comuna 15)

– G.R.A.S.A. – Grupo de Resistencia Artística Síndico Autogestivo

– LAC – Laboratorio Audiovisual Comunitario

– Simbiosis Cultural


– La Periférica Distribuidora

Entrevista con Jacques Rancière: potencias y problemas de una política del 99% // Amador Fernández-Savater

Con una nueva introducción para su edición en Francia (en el marco de la Nuit Debout), volvemos a publicar esta entrevista al filósofo francés Jacques Rancière sobre las potencias y los problemas del nuevo paradigma de política ciudadana y no partidista que emergió a partir del 15-M en España.
A 5 años vista, ¿cómo entender el 15M, el movimiento que en Francia se conoce como “los indignados”? Cada cual toma su decisión al respecto. Hay quien lo ve como un fogonazo en la noche, hermoso pero sin porvenir. Otros lo conciben como una mera antesala que hizo posible la aparición de “la política de verdad”: Podemos, etc. En cambio, algunos lo asumimos más bien como un nuevo comienzo, un nuevo punto de partida. Ni como algo sin porvenir, ni como algo cuya verdad sería otra cosa, sino como una potencia que abre el futuro.
¿En qué sentido? El 15M amplió lo posible: por ejemplo, la posibilidad de pensar-hacer una política al alcance de cualquiera, ya no sólo de los partidos políticos, la izquierda o los movimientos sociales; la posibilidad de pensar-hacer una política radical -en tanto que plantea preguntas de raíz sobre la vida en común- y a la vez masiva, no autorreferente o identitaria; la posibilidad de pensar-hacer una política no separada, sino entrelazada con la vida, a la que transforma y de la que se alimenta, etc.
Estos posibles son como semillas frágiles que necesitan tiempo y cuidado para prender, brotar y dar fruto. ¿Frágiles en qué sentido? Los nuevos puntos de partida son siempre inciertos e impuros, incorrectos e ilegítimos para las miradas ya establecidas. Mirar una novedad como el 15M desde un saber previo es ver sus carencias y no sus potencias.
Así, para la izquierda tradicional, el 15M era un movimiento sin memoria (“adanista”), mal o poco situado ideológicamente, mal o poco situado sociológicamente, sin líderes, programa ni organización, etc. Por su lado, para la izquierda radical el 15M era un movimiento inmaduro, pacifista ingenuo, reformista, demasiado ambiguo y mezclado con la normalidad de este mundo (en el uso las redes sociales y tantas otras cosas). Desde el deber-ser, a la realidad siempre le falta algo, nunca está a la altura. Es una forma de mirar triste y entristecedora.
Si lo que queremos en cambio es cuidar y prolongar la potencia inscrita en las semillas, hay que atreverse a sostener lo incierto e impuro, dejarse impregnar por ello, suspender las respuestas previas y partir de un no-saber (lo que tiene que pasar, cómo se hacen las cosas). Y desde ahí, se trata de crear formas de organización que favorezcan el crecimiento de las posibilidades abiertas, formas de pensamiento que las hagan comprensibles, comunicables, comunes.
Fue en ese sentido que quisimos en su día entrevistar a Jacques Rancière, uno de los pocos filósofos (entre los muy conocidos) que ha prestado atención y ha dado valor al 15M -y a los movimientos de las plazas en general-, sin considerarlo desde sus “limitaciones”, sino más bien desde sus potencias. Y le planteamos una serie de preguntas que se planteaban también en el interior del movimiento: cómo pensar la inclusividad, la figura del enemigo, la tecnología, qué es una victoria o un logro en política… El resultado es un momento de encuentro entre el pensamiento de Rancière y el 15M.  
Ahora que en la Nuit Debout la referencia al 15M es constante, esta entrevista -publicada hasta ahora solamente en español, en 2014- tiene de nuevo una actualidad. No se trata con ella de ningún modo de “decir la verdad” del 15M, de transmitir ningún modelo o receta. En realidad, cada movimiento interpreta a los demás y esa interpretación tiene mucho de traducción y reapropiación. La “conversación entre plazas” está siempre llena de malentendidos y esos malentendidos son creadores. En el 15M nos pasó con la primavera árabe: no sabíamos exactamente lo que había pasado, pero la plaza Tahrir funcionaba como ejemplo y referencia inspiradora. Esta entrevista con Rancière es una aportación más a esa conversación entre movimientos, pero una aportación especial que lee el 15M como una intensidad que abre y da lugar, no como carencia y falta con respecto a lo que debiera-ser.

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1- Sobre la inclusividad y la “política del cualquiera». El primer 15-M de las plazas llamó “inclusividad” a algo que podría resonar con lo que usted ha nombrado como una “política de cualquiera”. En sus maneras de hacer y decir, trató siempre de que cupiese cualquiera, de interpelar a cualquiera, sin dirigirse a bloques o grupos determinados (sociológicos o ideológicos), sino más bien a personas singulares y a un 99% simbólico. Las banderas y las siglas (y en general todas las señas identitarias que provocaban división) quedaron desde el primer momento fuera de la Puerta del Sol.
Pero hay quien piensa que ese “nosotros abierto” se consiguió al precio de borrar u ocultar las diferencias y los conflictos internos. Por ejemplo, las diferencias de acceso a ese “nosotros” entre ciudadanos con papeles e inmigrantes sin papeles. El cualquiera del que usted habla, ¿es abstracto? En las manifestaciones de la “política de cualquiera” que usted ha investigado, ¿cómo se piensa y se elabora esa relación entre el cualquiera y las identidades-diferencias particulares?
Jacques Rancière. Es importante comprender que hay dos figuras del “cualquiera”. En primer lugar, el sujeto de la política es el sujeto creado por la acción política misma, el sujeto creado por una manifestación y una enunciación colectiva, el sujeto que se crea cuando la acción política dice “nosotros”.
Esto significa que una subjetivación se define, no por una identidad previa, sino por los actos que genera, por la modificación que estos actos ocasionan en el tejido normal de las identidades, los lugares y las ocupaciones [lo que Rancière ha llamado el “reparto de lo sensible”].
El “nosotros” se distingue así del sujeto político concebido a la manera clásica de la clase y la vanguardia porque no se define por un conjunto de propiedades, ni por una interioridad compartida que se traduciría en acciones exteriores. No preexiste, son más bien sus propias acciones las que lo crean.
En segundo lugar, esa afirmación colectiva se dirige a individuos cualquiera a los que propone incluirse sin preocuparse por conocer su pertenencia social. Quienes se incluyen pueden hacerlo en tanto que “personas”, en tanto que miembros de un grupo de afinidades personales o en tanto que militantes de tal o cual colectivo. Lo esencial es que el “nosotros” pueda estar abierto a cualquiera que lo desee. De hecho, la suspensión de las identidades particulares marca generalmente el comienzo de los movimientos, así como el retorno de los conflictos entre grupos indica muy a menudo su declive.
Por otra parte, está claro que no todo el mundo es igual de entrada en cuanto a la posibilidad de manifestarse y a la disponibilidad para ocupar la calle. El tema es que no se sientan excluidos por la forma de las acciones.
En todo caso, hay que evitar tratar la relación entre 99% y 1% en términos estadísticos. Y sin duda podemos discutir incluso de la pertinencia de la fórmula. No es 99% contra 1%, sino una figura del pueblo contra otra. La figura de un pueblo a construir sobre la base de la presuposición igualitaria contra el pueblo que administran nuestros gobernantes, pero también contra las “mayorías silenciosas” a las que apelan o contra el pueblo identitario que se concentra en manifestaciones como la “mani para todos” convocada por los que se oponen al matrimonio homosexual en Francia.
2- Sobre la figura del enemigo. El 15-M ha estrechado muchísimo la figura del enemigo: es el 1% de la oligarquía financiera, política y mediática. Y eso no sólo “teóricamente” o en los discursos, sino también en las calles. Por ejemplo, en la práctica del “Stop desahucios”, la interpelación firme pero humana hacia el otro (bombero, cerrajero, también policía) ha producido numerosas grietas bajo los uniformes y las funciones asignadas.
¿Cómo pensar hoy la figura del enemigo, más allá de la lógica de la lucha de clases? ¿Quién es hoy el enemigo? ¿Hay que confrontarlo, destruirlo o simplemente sustraerse a él? En resumen, ¿cómo entender esta frase suya: “(la política crea) escenarios de interlocución que reconocen al enemigo como parte integrante de la misma comunidad”? 
Jacques Rancière. La pregunta contiene varios problemas. En primer lugar, la diferencia entre la política y la guerra. La política es una manera de incluir al enemigo. No se trata de generosidad. La forma misma de la acción política instituye una esfera de universalidad, y la constitución de esa esfera sirve de test sobre la capacidad misma de las partes en lucha.
Un ejemplo. Investigué especialmente esas situaciones que pertenecen al nacimiento de la huelga en el siglo XIX, donde los obreros instituían con los patrones una escena de discusión pública que, para los patrones, no existía, porque la negociación de las condiciones de trabajo era para ellos un asunto privado entre personas. Los patrones no tenían ninguna razón para aceptar esa escena de discusión, pero ese rechazo significaba una inversión de los papeles: el colectivo obrero afirmaba su potencia como sujeto intelectual frente a los que no veían en él más que una jauría brutal, mientras que la capacidad de los patrones quedaba reducida simplemente a las armas de la policía.
Es cierto que esta figura de interlocución estaba muy vinculada a una lógica de la política como lucha de clases. Hoy existe una política de la lucha de clases desarrollada por la clase capitalista bajo la bandera de la economía y la necesidad económica, pero en el otro bando no hay apenas nada que corresponda a lo que fue la política obrera de la lucha de clases. Es esta situación la que traduce precisamente a su manera la fórmula del 99% contra el 1% considerada desde el punto de vista estadístico.
Esto significa, concretamente, que no hay en la actualidad una figura fuerte de inclusión del enemigo. Por un lado, hay una figura de separación que otorga mayor importancia a la afirmación de autonomía que a las estrategias del conflicto y, por otro lado, la figura de las acciones violentas simbólicas (de tipo enfrentamiento con la policía y destrucción de cajeros automáticos al final de las manifestaciones) que, inversamente, otorga mayor importancia a la designación del enemigo que a la afirmación colectiva. Pero también existen esas acciones que su pregunta evoca, en el curso de las cuales se fisura el frente de los representantes de la autoridad.
No hay respuesta general: es en la acción misma donde podemos conocer al enemigo y saber cómo comportarnos con él. No se puede “evitar” al enemigo. La cuestión es cómo nos diferenciamos de él: o bien privilegiando una visión estratégica de los golpes que le dirigimos, o bien privilegiando la diferencia de formas de pensamiento, de vida y de acción que le oponemos. Yo considero que es posible adquirir más fuerza por esta segunda vía.
3- Sobre subjetividad y subjetivación. Usted ha puesto mucho énfasis en la importancia de la subjetivación. La política no “expresa” un sujeto latente o preconstituido (como ocurre por ejemplo en la teoría de Toni Negri sobre las “multitudes”), sino que lo crea. Crea un “espacio de sujeto” donde cualquiera puede contarse.
¿Cómo pensar la relación entre nuestra vida cotidiana y ese proceso de subjetivación? La subjetivación es ruptura y creación, pero creamos a partir de nuestra experiencia cotidiana (en el trabajo, en la ciudad, en las redes). El filósofo Cornelius Castoriadis utilizaba el término “elaboración” para pensar la misma cuestión en el movimiento obrero: la subjetivación obrera, decía Castoriadis, “elabora creativamente” la experiencia cotidiana del trabajo en la fábrica.
¿Tiene sentido para usted pensar qué relación hay entre experiencia cotidiana y subjetivación? ¿Sirve de algo estudiar las situaciones de vida para pensar la política?
Jacques Rancière. Resulta claro que la subjetivación política no nace como una emergencia radical si convenimos en que no opone un grupo a otro, sino un mundo a otro. La formación misma de ese mundo tiene un origen doble. Por un lado, es fruto del proceso de separación que la acción misma produce al crear otro uso del tiempo y del espacio, otros lazos entre los individuos, otros posibles en el pensamiento. Pero también es el resultado de una multiplicidad de transformaciones en las prácticas y las formas de vida y de pensamiento.
Hay dos grandes tipos de transformaciones “subjetivadoras” de este tipo. En primer lugar, la creación de lazos, a través de las experiencias concretas de solidaridad en el trabajo, en la lucha, pero también a través de las formas de intercambio que pueden experimentar las personas en la vida cotidiana o a través de los distintos servicios que pueden prestarse entre sí. Y, en segundo lugar, las diferentes maneras en que las personas escapan a las rigideces de su identidad: mediante la apropiación de una cultura diferente, como por ejemplo entre los autodidactas que he estudiado, o actualmente mediante la experiencia de los viajes y de la multiplicidad de culturas.
Una subjetivación política es el encuentro de estos dos componentes: el lazo que se opone a la separación de los individuos y el devenir-otro que rompe con la asignación identitaria. Pensar las transformaciones y las interacciones entre esos dos componentes nos permite salir de las oposiciones rígidas entre lo individual y lo colectivo, entre lo cotidiano y la política. No hay oposición entre esos dos términos, sino siempre un cierto trenzado de lo individual y lo colectivo, del tiempo cotidiano y el tiempo del mundo.
4- Dejar de ser, politizar lo que se es. La política como subjetivación consiste de alguna manera en “dejar de ser lo que hay que ser” e inventarse un cuerpo nuevo, capaz de otras cosas. Por ejemplo, usted ha estudiado cómo la subjetivación obrera inventó nuevos cuerpos capaces de hablar o escribir, dejando de ser así simples “mulas de carga”.
En torno al 15-M y sus prolongaciones, hemos visto a médicos, profesores o periodistas que, más que dejar de ser lo que son, se activaban políticamente desde su posición. Más que abandonar su lugar y función, lo politizaban, defendiendo el derecho universal a la salud o la educación. ¿Podemos entender esas formas de politización como subjetivaciones? 
Jacques Rancière. “Politizar una función” es una expresión ambigua. La defensa del derecho universal a la salud o a la educación no es una reivindicación específica de la profesión médica o docente, sino una reivindicación igualitaria general.
Por supuesto, el ejercicio de la medicina, de la enseñanza, del periodismo o de la magistratura, nos enfrenta a cuestiones muy específicas de opresión y libertad, de igualdad y desigualdad, que suscitan energías militantes. Pero un médico que milita por el derecho al aborto o contra el encierro psiquiátrico o que participa en un consultorio gratuito no lo hace únicamente como médico, sino vinculando su práctica de la medicina a una idea de igualdad de los sexos, de libertad de los individuos o de solidaridad social.
Entre los militantes de los movimientos sociales y revolucionarios, siempre ha habido médicos, abogados o profesores que han participado en la acción política sobre la base de su experiencia profesional. Por tanto, no hay que hacer de esos compromisos una novedad que significaría el relevo del movimiento obrero por nuevas categorías sociales o el relevo del militantismo de lo universal por un militantismo de las especificidades. 
5- Sobre lo común y las comunidades. Usted ha escrito que la idea de socialismo contiene la idea de una gestión asociativa y democrática de los bienes comunes (la educación, la salud, los transportes, el agua, etc.).
¿Qué formas de comunidad son necesarias para ello? ¿Son suficientes esas “comunidades de aparición, azarosas y aleatorias” que según usted surgen en los “momentos políticos”?
Pensar formas cotidianas de gestión democrática y asociativa de lo común, ¿no nos obliga a pensar en un tejido social sólido, con relaciones duraderas, compromisos fuertes e instituciones estables? ¿Es ello compatible con las subjetivaciones móviles, intermitentes y no identitarias de las comunidades de aparición?
En definitiva, ¿puede estabilizarse un “poder de cualquiera” (o del 99%)? ¿Puede hacerlo sin recaer en las formas jerárquicas de división del trabajo y reparto de las funciones? ¿Tiene usted experiencias de ello en mente?
Jacques Rancière. Desde luego no me corresponde a mí encontrar la solución a los problemas en torno a los cuales han tropezado tantos movimientos colectivos de ayer y de hoy.
Hay un primer nivel de la cuestión sobre el que se puede responder lo siguiente: la experiencia ha demostrado que las formas de gestión común de los problemas que afectan a la comunidad no pueden ser aplazadas sin perjuicio a un futuro subordinado a las estrategias de toma y ocupación del poder. No se puede separar la lucha por lo común y la organización de lo común.
Una vez dicho esto, se presentan otros problemas. Por un lado, la cuestión de qué formas de contra-sociedad igualitaria pueden establecerse en el seno mismo de la sociedad desigualitaria. Y, por otro, la cuestión de qué formas de organización ello requiere.
Sabemos que en el pasado han existido -por ejemplo en los movimientos anarquistas o comunistas, y especialmente en el movimiento anarquista español- formas fuertes de contra-sociedad: cooperativas de producción, formas de vida colectivas, instituciones educativas y culturales. Es evidente que todo ello formaba parte de una fuerza colectiva que se traducía también en medios poderosos de lucha y una visión clara del porvenir. Los movimientos democráticos recientes han vuelto a poner en el orden del día el aspecto de las instituciones alternativas, pero parece como si les correspondiera a ellas constituir, de la nada, el terreno de lo común, mientras que en el pasado era el terreno de lo común el que fundaba las instituciones alternativas. Es un problema que no se va a resolver apelando a la espontaneidad o a la organización, ni queriendo sustituir un militantismo de clase por un militantismo de las comunidades.
Los compromisos estables de ayer dependían más de la solidez de los horizontes de esperanza que de las disciplinas de organización. Las “comunidades de aparición” están atravesadas por la oposición entre identidad y subjetivación. Y la constitución de un común vivido va más allá, forzosamente, de la acumulación de fuerzas que requieren los objetivos militantes específicos.
6- Sobre política y tecnología. El “clima” político de esta nueva política ciudadana se comunica, extiende y amplifica a través de Internet y sus redes sociales (las más vulgares y masivas, como Twitter y Facebook).
Desde hace ya diez años, observamos una correspondencia entre la socialización de las herramientas comunicativas más allá del ámbito activista (de Indymedia a los blogs y las redes sociales) y la emergencia de procesos de nueva politización protagonizados por la gente común (desde el “no a la guerra” y la respuesta social tras el atentado del 11 de marzo de 2004 hasta el 15-M). Como si las redes hubieran ayudado a hacer más participable y móvil la cosa política.
¿Cómo pensar el uso político de las tecnologías? Está el punto de vista de la neutralidad: la tecnología es un instrumento neutro que sirve para lo bueno y para lo malo. Y está el punto de vista determinista: la tecnología suscita por sí sola transformaciones sociales (revolucionarias o catastróficas). ¿Le interesa esta cuestión, le parece relevante, podría haber un tercer punto de vista? 
Jacques Ranciére. Tenemos suficientes elementos para señalar los límites de los dos puntos de vista. Un instrumento técnico que sirve de medio de comunicación no puede ser nunca simplemente un medio neutro para cualquier fin.
La cuestión de los “medios” siempre ha estado sobredeterminada por la relación entre los que viven en el universo de los fines y los que están confinados en el universo de los medios: a quienes se llamaba por esa razón hombres “mecánicos”. Dicho de otro modo, cualquier novedad técnica entra en el seno de un determinado reparto de lo sensible donde la misma eficacia técnica está modulada por una distribución de las capacidades y los papeles sociales. De modo que una novedad técnica no se basta a sí misma para definir un nuevo reparto de lo sensible.
La tesis catastrofista reaparece ante cada nuevo medio: cine, radio, televisión, internet, redes sociales. A pesar de lo que pueda tomar prestado a las profundidades filosóficas heideggerianas o al rigor científico y político del marxismo, esa tesis remite siempre al viejo mito de la caverna que presenta a los ignorantes manipulados por aquellos que mueven los hilos.
Ahora bien, a pesar de todos aquellos que asimilan Internet a la vigilancia totalitaria, las redes sociales han servido por ejemplo en China para construir formas de información y circulación de las ideas que se oponen al monopolio del Estado policial. Y en nuestros países, supuestamente abocados al individualismo consumidor, han permitido que las personas separadas entre sí por las nuevas formas de trabajo se comuniquen, se encuentren, reconozcan lo que les une y tomen confianza. De ese modo han proporcionado una figura material al poder de los anónimos.
Pero ese efecto no es inherente al medio técnico. Cada día constatamos que el mismo medio es también una vía de expresión y difusión de todos los fantasmas identitarios, racistas, sexistas y demás.
7- Sobre la subjetividad neoliberal. Si el poder consiste en la producción de subjetividad, ¿cuál es la subjetividad que se produce hoy en día? ¿Existe algo así como una “subjetividad neoliberal”? ¿En qué consiste? ¿Podríamos hablar, en este sentido, de un poder que no está fuera de nosotros, sino que nos atraviesa y conforma evitando sin embargo los efectos despotenciadores de “naturalización”, “victimización” o “culpabilización”?
Jacques Rancière. Hay que resistirse a todas las descripciones del mundo contemporáneo que nos lo presentan como un mundo homogeneizado por la ley del mercado que configura una pequeña burguesía globalizada. Muy al contrario, lo que llamamos neoliberalismo es un proceso de diferenciación extrema.
¿Cuál es la subjetividad “neoliberal” de los obreros y las obreras de Bangladesh que fabrican -por un salario que recientemente ha alcanzado los 65 dólares al mes- los jerséis que se venden en nuestros supermercados? ¿Y la de los obreros migrantes chinos, sometidos a un régimen de pasaportes interno que recuerda a las cartillas obreras del siglo XIX en Europa?
En nuestros propios países europeos, el neoliberalismo no suele producir las formas de conciencia “liberal” supuestamente homogéneas con respecto al culto de la libre empresa y la libre circulación de capitales y mercancías. La violencia de las manifestaciones contra el matrimonio homosexual en Francia, el furor evangélico de los anti-abortion en Estados Unidos o las recientes leyes contra el aborto en España prueban la vanidad de las tesis dominantes sobre la correspondencia entre liberalismo económico y libertad sexual.
Hay, de hecho, formas múltiples de conexión y desconexión entre diferentes tipos de libertad. Por ejemplo, las campañas en favor del consumo instruido y responsable que desarrollan diferentes asociaciones de consumidores y grupos ecologistas que se presentan como opuestos al sistema dominante refuerzan a menudo el modelo dominante de “libertad” propuesto por el sistema: el de la libertad como instancia de elección, guiada por el conocimiento.
Por otro lado, cierta interiorización del modelo neoliberal ha tenido como efecto -positivo, al fin y al cabo- el cuestionamiento de una fe demasiado facilona de las conciencias progresistas de mi generación que consideraban la potencia colectiva como algo ya dado e identificaban muy ligeramente el socialismo y la gestión estatal de los medios de producción. Y ha creado formas de conciencia y de acción militantes para las cuales la potencia colectiva no es algo dado, sino a construir en la acción misma.
8- ¿Qué es una victoria o un logro en política? El 15-M ha producido infinitos efectos en la sensibilidad y la percepción del mundo, desplazando los límites de lo visible y lo invisible, de lo posible y lo imposible, de lo tolerable y lo intolerable (el ejemplo de los desahucios es muy claro: ahora es una cuestión de rechazo social generalizado mientras que antes era completamente invisible y estaba absolutamente normalizado y naturalizado).
Sin embargo, como (aún) no se ha conseguido ningún gran “logro tangible” (en las leyes, en la esfera macroeconómica o del poder político), el discurso en torno al 15-M es muy negativo, despotenciador, triste y pesimista (“no se ha conseguido nada”, etc.). Y este relato tiene efectos depresivos terribles.
¿Cómo podemos ver y valorar (y hacer ver y valorar, comunicar) esas otras “conquistas” o “logros” de la política, como la transformación de la experiencia vital y subjetiva, sensible y perceptiva (sin la cual, de hecho, los demás cambios no son posibles)?
Jacques Rancière. Es una contradicción inherente a las formas actuales de los movimientos democráticos. Incluso cuando arrancan de problemas muy concretos y localizados, como los árboles del parque Gezi en Estambul, se trata de movimientos fundamentalmente diferentes de los movimientos reivindicativos que pueden contar sus victorias en términos de modificaciones inscritas en la ley.
Uno puede estar contento o decepcionado con aquello que los poderes públicos conceden cuando se les pide alguna cosa concreta. Cuando no se les pide nada, cuando se construye la acción sobre la distancia misma con respecto a esas demandas, está claro que, si el viejo mundo no se hunde por sí solo, nos acecha la depresión que nos lleva a decir: nada puede cambiar, o bien, hay que volver a los viejos modelos de las organizaciones revolucionarias o progresistas.
La cuestión que se plantea aquí es saber qué entendemos por un movimiento autónomo. Efectivamente, es muy importante insistir sobre el aspecto de la transformación subjetiva y sobre la necesidad de preservarlo preservando, a su vez, la autonomía de los movimientos con respecto a las organizaciones político-sindicales y al sistema de demandas dirigidas al Estado que funciona como marco de su acción.
Pero esa transformación no puede mantenerse por sí sola como propiedad de un colectivo. Debe verificarse constantemente. Y lo hace a través de las acciones que desarrolla, como esas luchas contra los desahucios, o las formas concretas de lo común que crea, pero también a través de su capacidad para llevar a cabo campañas públicas por la transformación de las leyes y las instituciones.
Es posible actuar como una fuerza autónoma que consigue victorias inscritas en la ley y las instituciones, manteniéndose al mismo tiempo a distancia del juego que pretende obtener lugares en el aparato de Estado. O en todo caso es posible intentarlo, unir la autonomía del movimiento y la acción que define objetivos por alcanzar en la relación de fuerzas, tal y como esta se inscribe también en la ley y las instituciones.
Pero el problema más importante es saber cómo la conquista de momentos de igualdad en el mundo de la desigualdad se articula con la perspectiva de un nuevo mundo de igualdad. Más allá de las banalidades sobre la espontaneidad y la organización, hay un problema que uno puede ya encontrar en los movimientos de emancipación del pasado: la emancipación es una manera de vivir como iguales en el mundo de la desigualdad. Y esa manera de vivir bien puede ser autosuficiente. Es decir que, tal vez, aquellos y aquellas que han vivido esos momentos de igualdad no deseen nada más.
La traducción ha sido posible gracias a la ayuda de Álvaro García-Ormaerchea, Jordi Carmona, Javier Bassas, Pablo Bustinduy y Álvaro.      

La fuerza del nosotrxs retumba en las calles de Argentina // Ita del cielo

3J del #NiUnaMenos al #Vivasnosqueremos

Ímpetu, dolor e indignación cimbraron el microcentro de la capital argentina este viernes 3 de junio (3J) cuando cientos de miles de mujeres de diversas edades y orígenes se manifestaron contra la violencia patriarcal al grito de ¡NiUnaMenos-VivasNosQueremos! que por segundo año hizo estallar de creatividad y digna rabia en la Plaza del Congreso movilizándose hasta la Plaza de Mayo.  Una convocatoria nacional que tuvo eco en casi 200 poblaciones del territorio nacional.

La consigna convocó a muchxs: sindicalistas y desempleadas, trabajadoras precarizadas, migrantes, docentes, estudiantes,  agrupaciones barriales, deportivas, artísticas, ecologistas, maricas, trans, tortas y mutantes, niñxs con su familia, amigas y vecinas. Se hace público lo que pasa en privado: cada 30 horas una mujer es asesinada por la violencia patriarcal. El femicidio aparece como la punta que se asoma del montón de machismos que a diario se hacen carne en los cuerpos feminizados.
Pregunto a Liliana qué la convoca, mujer de a pie, 58 años. Viene por su cuenta desde Morón, provincia de Buenos Aires, junto con Belén, su hija de 24. Habla con dolor y  fuerza a la vez: “yo soy sobreviviente de violencia de género y como tengo una hija quiero que esté al tanto, que participe y acompañe a las demás para que sepan defenderse, no sólo en el golpe, también de la violencia psicológica, obstétrica, laboral […] las mujeres somos acosadas en diversos ámbitos […] aunque siempre hemos estado presentes en la historia”, insiste.
Mientras el contingente de familiares de víctimas de violencia que encabezaron la manifestación ya llegaban a la Plaza de Mayo, todavía la retaguardia no salía del Congreso donde el caminar circulaba lento. Una cámara-dron pasa por encima, documenta el tamaño de la multitud: ¿80, 100, 150 mil?. El mar de emociones y detalles queda lejos de ser capturado: decenas de siglas, banderines, intervenciones callejeras, carteles, performances, rompen la normalidad de las calles centrales.
La alegría amorosa de las batucadas feministas coreando festivas: “Pido justicia por estos cinco siglos […] por eso yo vengo a luchar […] por el aborto legal, mi cuerpo no es mercancía, es mío y de nadie más”. Decenas de fotografías y cientos de nombres convocan a no olvidar que detrás de cada cifra hay cuerpos con historia, dolores y deseos: Laura Iglesias, Bety Cariño, Diana Sayacan, Diana Colman, Berta Caceres, Machi, Florencia, Melina, Ángeles, Daiana y un largo etcétera. ¡Faltan las presas! recuerda la bocina: ¡Libertad a Belén! ¡Liberen a Milagros Salas! ¡Libre Reina Maraz!. ¡Libertad a Claudia Córdoba!
Parece muy claro: sin trabajo, vivienda, educación y salud no puede haber #NiUnaMenos.  En medio de la efervescencia social, contra los ajustes, y despidos masivos, la convocatoria feminista es un espacio de concurrencia popular y al mismo tiempo enuncia su particularidad. Desde la experiencia histórica los cuerpos feminizados devienen lienzo de expresión de la violencia que se agudiza en momentos de desposesión y crisis. Esta amplia convergencia de sectores populares y gremiales desafía por un lado la mera reivindicación identitaria y victimista y a contrapelo del androcentrismo del movimiento independiente que con dificultades dota de contenido antipatriarcal sus luchas popular-comunitarias.
El grueso de las asistentes hace suya la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, las consignas se hermanan, aunque todavía provocan escozor en algunas asistentes. Una señora observa el dibujo de unos ovarios “mi cuerpo, mi decisión”. “¿Y el cuerpo del bebé?”, me increpa. Las compañeras socorristas le explican sobre el derecho a decidir, que en todo caso al cigoto no se le puede llamar bebé, etcétera. No hay posibilidad de diálogo.
El número 33 se hace presente en el cruce con 9 de julio. Igual número se congregan y solidarizan con el reciente caso en Morro da Barão, Río de Janeiro, donde una adolescente fue violada multitudinariamente. La indignación hizo salir a las calles a decenas de miles para pedir un alto a la cultura de la violación, en un momento de protestas callejeras contra el golpe que destituyó a Dilma Rousseff. De ahí las consignas recordaban que lo de Brasil fue un golpe de estado machista.
Llama mi atención el entusiasmo de las mujeres del Movimiento Popular La Dignidad, aquél no cesa durante todo el recorrido. Su nutrida tropa feminista, una convergencia de migrantes, universitarias, familias de la corriente villera independiente corean: “Contra el patriarcado, salimos a luchar, rebeldes y combativas, luchamos por un mundo sin mujeres oprimidas, y que se escuche en toda américa latina con las mujeres unidas no vas a poder”.
Hay un listón rosa mexicano rodeando el numeroso contingente de la Colectiva Lohana Berkins —activista trans fallecida el pasado febrero— agrupa una variopinta pasarela de las autonombradas tortas, mutantes y feminaSis. Sus consignas: “mi cuerpo es mío, mi deseo también”, “ni una menos por precarizar las vidas”, “sin las tortas, maricas y travas no hay ni una menos”.
Circulan playeras, parches, libros, zines, imanes, pins e imágenes feministas. Los puestos itinerantes de asado desbordan la normalidad de los restaurantes en plena Avenida: chori, cerveza, “paty y coca”, sándwiches vegetarianos o pan relleno integral, alimentan a lxs participantes durante las cinco horas que duraría la manifestación.
En las paredes del gobierno de la ciudad se proyectan imágenes, cifras, consejos para enfrentar la violencia de género. En Bolívar queda el testimonio del paso de la furia de la manada feminista que nos habla:  “Estado misógino y genocida”  “¿Quién decide cuando parís, quién decide cuando abortás?” “Si te maltrata no te quiere, corta la brocha” “Macho=facho” “Macri queremos tu cabeza” “Abortá la heterosexualidad”.
Hasta los letreros de neón de la red de transporte subterráneo hacen eco por este día al “Ni una menos”, ¡Que hipocresía, si la violencia es parte del ajuste! Dicen algunas. ¿La apuesta del gobierno municipal para subirse al barco de la indignación legítima o la conquista de un movimiento que permeó en los medios hasta instalar la consigna?
Mientras los contingentes van llegando a la Plaza, se organiza una pequeña fogata al pie de la Catedral, esta vez resguardada con vallas y seguridad. Una joven con el rostro cubierto se apuesta desafiante detrás de la quemazón: “¡Ni un macho más!”. Otras marcan el asfalto, la plantilla dice: “las pibas que violaste están de regreso”, las llamas iluminan la pintura fresca, se mira plateada. Las demás mujeres ululan alrededor del fuego como evocando a las ancestras guerreras. Hay complicidad en este gesto que se diluye en cada despedida, en el cansancio de los cuerpos ya caída la noche.

Clinämen: «Hoy la calle es de los movimientos sociales»

Conversamos con Emilio Pérsico, dirigente del Movimiento Evita. El macrismo y la derrota del campo popular. El lugar de los movimientos sociales frente al estado. La posición del Evita durante el kirchnerismo y frente al gobierno actual. La economía popular como economía de los trabajadores. El «buen vivir» contra el «vivir mejor». La dignidad del trabajo vs. el consumo de los subsidios.

http://ciudadclinamen.blogspot.com.ar/

Colombia: 120.000 Voces contra el extractivismo // Valentina Camacho Montealegre


El viernes 3 de junio los departamentos de Caquetá, Tolima y Quindío se movilizaron en contra de la locomotora minero-energética que el gobierno de Juan Manuel Santos pretende imponer a las comunidades a lo largo y ancho del territorio colombiano.
La Marcha Carnaval es una propuesta de movilización en donde las comunidades buscan manifestarse de manera pacífica, alegre y colorida a favor de la vida y la naturaleza y en contra de los proyectos de minería a gran escala. Esta protesta se ha convertido en símbolo de resistencia al extractivismo. En el Tolima, cada año más municipios se movilizan y este año se sumaron Armenia y Florencia. La Primer Marcha Carnaval tuvo lugar en Ibagué en el año 2011, a esta movilización asistieron alrededor de 12.000 personas.
La I Marcha Carnaval de Caquetá se dio en el municipio de Florencia, desde las 9 de la mañana más de 5.000 personas marcharon en contra de la extracción de petróleo que hoy amenaza al departamento, pues están concedidos más de 43 bloques petroleros ubicados en varios municipios, los manifestantes alegaron que incluso algunos bloques mineros están ubicados en regiones que hacen parte de la región amazónica.
En Quindío, la movilización inició en el Parque Fundadores de Armenia, más de 12.000 personas marcharon en defensa de su territorio, allí la amenaza minera está latente, títulos mineros han sido otorgados en zonas de alta fragilidad ambiental y de tradición económica agropecuaria y turística, amenazando especies de fauna y flora en peligro de extinción, como la Palma de Cera y el Lloro Orejiamarillo.
La VIII Marcha Carnaval en defensa del agua, el territorio y la soberanía en Ibagué tuvo más de 22 cuadras, se calcula que al menos 100.000 personas de diversos sectores se movilizaron: delegaciones departamentales y nacionales, campesinos, indígenas, estudiantes de secundaria y universidades, maestros, sindicatos, partidos políticos, senadores, concejales y la alcaldía municipal.
La oposición al proyecto minero La Colosa que pretende desarrollar la multinacional Anglogold Ashanti en Cajamarca, ha sido la bandera durante todas las Marcha Carnaval, “este año la exigencia es que se permita la participación ciudadana, para que el pueblo pueda expresar si está de acuerdo o no, con proyectos de minería contaminante en sus municipios, por medio de consultas populares” afirmó una de las manifestantes.
En otros municipios del Tolima como Dolores, Espinal, y Saldaña se registraron marchas que suman entre todas aproximadamente 3.000 asistentes.

Colombia: buscando un símbolo de paz // Carina López Monja


El paro de la Cumbre Agraria, Campesina, Étnica y Popular en Colombia entra en su segunda semana. La respuesta represiva del gobierno y un diálogo enmarañado. La brecha entre las concepciones de la paz del presidente Santos y el movimiento social.
La primera impresión fue de extrañeza. En un paro nacional que tuvo el primer día un indígena asesinado y hoy ya son tres, las mesas regionales de diálogo entre las fuerzas de seguridad, el gobierno y los líderes de los movimientos sociales que protagonizan la Minga podía interpretarse como la búsqueda de un símbolo de paz. Pero no. Sólo fue hipocresía gubernamental.
Los alcaldes de varios departamentos arengaban frente al viceministro del Interior de Colombia, Guillermo Rivera, en pleno diálogo regional en Arauca. “Nuestra región está abandonada y sólo el movimiento social con los paros ha logrado transformaciones”. Las palabras no eran de los líderes de las comunidades campesinas, indígenas y afrodescendientes sino de los funcionarios locales, algunos de los cuales pertenecen al partido del inefable Álvaro Uribe.
Lo extraño es que a eso siguió la palabra de los representantes de las fuerzas de seguridad de la zona de Arauca, ratificando sus garantías a la protesta social y finalmente la del propio viceministro definiéndose como garantista y llegando a decir que no habría paz sin diálogo y transformaciones para el pueblo colombiano.
Sin embargo, ese relato del presidente Juan Manuel Santos, que busca quedar en la historia como el artífice de la paz, contrasta con el tratamiento de guerra que ha dado el gobierno a la protesta social que se desarrolla desde el lunes pasado en toda Colombia con cortes y bloqueos en más de cien puntos del país.
Tres indígenas asesinados, 152 heridos, 145 detenidos, cientos de hombres y mujeres detenidas ilegalmente no son sólo números de una semana de paro y la respuesta de guerra del Escuadrón Antidisturbios (ESMAD) y el Ejército de Colombia, sino que son una respuesta clara a la discusión sobre qué paz se disputa en la Colombia del siglo XXI.
De qué hablamos cuando hablamos de paz
El gobierno de Santos fue claro: los diálogos de La Habana no incluirán el debate del modelo económico o las políticas públicas necesarias en el país y la mesa con el ELN no incluirá un debate sobre la doctrina militar.
Fue igualmente claro con la política hacia la protesta social: no habrá negociación con la Cumbre Agraria, Campesina, Étnica y Popular mientras se mantengan los cortes de calles y ruta. Habla de paz, acumula horas de diálogo, pero las demandas incumplidas llevan más de tres años. Y mientras repite una y mil veces el reconocimiento a la Minga Nacional y sus reclamos, se reprime brutalmente y se intenta fragmentar el inmenso paro nacional, no sólo con represión sino también con sus ministros denunciando una supuesta “infiltración” del ELN en la protesta para deslegitimar la Minga Nacional.
Se trata, en el fondo, del significado del proceso de paz en Colombia. El expresidente Uribe lanzó su propuesta de resistencia civil (mismo término que utilizaban los paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia –AUC-) y su “propuesta para la paz”, que busca con un referéndum dar marcha atrás con las negociaciones abiertas en La Habana y Ecuador con las insurgencias, intentando desprestigiar al gobierno de Santos por estar “enamorado de la guerrilla y no del pueblo colombiano”.
Frente al intento de cerrar las vías a una salida política y negociada al conflicto por parte de Uribe, quien buscaría una salida militar y de sometimiento como la que impulsó durante su presidencia y generó efectos devastadores para el pueblo colombiano, Santos intenta surfear las negociaciones para otorgar el mejor escenario económico a las grandes empresas.
Una solución al conflicto armado que brinde paz y certidumbre a las trasnacionales que quieren asentarse en Colombia o que esperan invertir y ser participantes activar del modelo extractivista minero energético y agroindustrial en un país rico en metales, minerales y petróleo, sería el mejor sueño de Santos, que lejos está de concretarse.
Por su parte, el movimiento social colombiano reclama el reconocimiento político y una participación acorde en los diálogos para la paz en el país. En este sentido, la necesidad de poner en debate el modelo económico, que dé cuenta de un escenario posterior a los acuerdos con transformaciones económicas y políticas centrales es uno de los ejes que se plantea en el paro nacional agrario y campesino.
En un contexto político especial para Colombia, cientos de miles de indígenas, afros y familias campesinas se encuentran en las calles. A ellas se sumaron los docentes y este lunes será el turno de los camioneros. Las deudas sociales con el pueblo colombiano son infinitas: el saqueo de los bienes comunes, la falta de educación y salud y la ausencia a estatal, a excepción de la presencia militar. Pero hay un saber popular que atraviesa Colombia, desde los llanos hasta la costa Pacífica, y es que no existieron transformaciones en el país que no fueran a punta de lucha. Acaso por eso, con los tanques enfrente, las comunidades cantan en pleno piquete: “El pueblo no se rinde, carajo”.

Colombia y el paro general: La piel insumisa de los pueblos // Andrés Figueroa Cornejo

“Y el pueblo llene las calles vacías
con sus frescas y firmes dimensiones”
Pablo Neruda
En medio de una de las más brutales ofensivas del imperialismo norteamericano en contra, tanto de los gobiernos progresistas de Nuestramérica (Venezuela) como de las democracias representativas no sujetas al cordón pentagonista del Pacífico latinoamericano (Brasil), los pueblos de Colombia en paro general desde el 30 de mayo pasado, ofrecen resistencia pacífica creciente. La llamada Minga Nacional, Étnica y Popular, a velocidad lumínica, dejó de limitarse a los sujetos y territorios rurales y como espuma y humanidad en lucha, se extiende por las principales capitales y ciudades de ese país nuestro. El mal gobierno liderado por Juan Manuel Santos apostó a la muerte y al crimen mediante el Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD) y al Ejército, restando la vida de, hasta ahora, tres indígenas, contando a cientos de detenidos/as ilegalmente y heridos de gravedad, como a personas desaparecidas, y haciendo uso hasta de municiones de fragmentación no convencionales, prohibidas internacionalmente. Sin embargo, los de abajo no se intimidaron. La piel azul y plural de las y los oprimidos de Colombia se resuelve en superioridad numérica y cualitativa. Las y los negros del Puerto de Buenaventura, los trabajadores del petróleo y del transporte de carga, los estudiantes y ambientalistas, se agregaron en los últimos días a los más de cien puntos estratégicos movilizados por la sociedad civil organizada y desarmada, que ya cubren la totalidad de la geografía colombiana.
La inmensa mayoría de América Latina y el mundo desconoce que la actual Colombia alzada tras la conquista de sus derechos sociales elementales no tiene ninguna relación orgánica con las guerrillas (Fuerzas Armadas Revolucionarias, FARC, y el Ejército de Liberación Nacional, ELN), las cuales, de manera diferenciada, sostienen mesas de diálogo por la paz con la administración gubernativa de turno desde hace tiempo.
Con fines represivos y tendientes a confundir a la opinión pública de dentro y de fuera del país, ha sido el oficialismo desde el Estado corporativo, oligarca y rentista de Colombia quien ha usado los medios de comunicación dominantes (que les pertenecen) para castigar y maldecir a la sociedad de personas comunes en resistencia. Lo que persigue la Minga en acción es la fundación de un espacio complementario y distinto al de las mesas del gobierno con las insurgencias político-militares. En consecuencia, nunca el paro general en curso ha sido el resultado de la “reconversión mágica y por sustitución” de las fuerzas guerrilleras transformadas en pueblo protagonista e inerme. La gente común y corriente, y organizada en agrupaciones independientes de las insurgencias es la que hoy llena e interrumpe con su movimiento las carreteras, calles, ciudades, oficinas, fábricas, caseríos, universidades y puertos.
Colombia funciona como un todo en cuyo vientre se desenvuelven las clásicas contradicciones del capitalismo de los siglos XX y XXI, propias de los territorios periféricos y dependientes respecto de las economías centrales del capital. Por eso la demanda capilar de la Minga es la paz con justicia social y ambiental. Los pueblos colombianos no viven en un mundo paralelo, distinto al de quienes han optado por el camino de la lucha político-militar y en la actualidad, complejamente, llevan conversaciones con el gobierno para la paz. Esto es, la sociedad civil, las y los comunes, auto-valentes y conciente de sus intereses históricos, se moviliza ampliamente porque las causas estructurales (económicas, políticas, sociales, étnicas, culturales, medioambientales, etc.) que originaron las insurgencias, son las mismas que sufren las mayorías.
Haciendo eco de la declaración emitida por la solidaridad internacionalista de las organizaciones populares de Chile con los pueblos de Colombia, “La sociedad civil y organizada de Colombia hoy lucha por sus derechos sociales básicos: tierra, agua, trabajo seguro y decente, inclusión social, participación política, autodeterminación de los pueblos, infancia digna, soberanía alimentaria y soberanía nacional, pluri-cultura y pluri-etnicidad, educación y salud de excelencia, vivienda, seguridad social, resguardo del medioambiente y de los recursos naturales”. No hay misterio detrás de la Minga. Su batalla pacífica tiene la finalidad meridiana de una Colombia en paz y con un proyecto de desarrollo que en síntesis arribe a una democracia radical, participativa e inclusiva multidimensionalmente. ¿Será larga esa batalla? Tan larga y proporcional a la fuerza social que logren acumular los pueblos para derrotar la versión más endemoniada del capitalismo financiero y extractivista que azota al país, sin olvidar nunca el desmontaje necesario de la industria transnacional del narcotráfico y del paramilitarismo asesino.
Asimismo, el Congreso de los Pueblos de Colombia, una de las fuerzas-eje de la Minga Nacional, señala que una eventual Mesa Social para la Paz con el gobierno debe contemplar los cambios en materia de “la doctrina militar, el tratamiento a la protesta social, la política de seguridad, una agenda humanitaria para atenuar los impactos de la guerra, la situación de las víctimas del conflicto armado y de las legislaciones de despojo, garantías para ejercer el derecho a la oposición, las problemáticas alrededor de la tierra y los territorios, el derecho a una ciudad digna, los bienes comunes, los derechos de la madre tierra, el empleo y los derechos del pueblo”. El horizonte político y su programa concreto no provienen ni de la academia ni de vanguardias auto-proclamas: emergen volcánicamente del movimiento real de la lucha de clases ampliada y de alta densidad, y es original y originaria en forma y contenido. Como fruto de un árbol maduro que no ceja de resistir una y otra vez condicionado por un lugar y un tiempo determinado. Por lo demás, los pueblos de Colombia no son satélite de ninguna potencia mundial. Ellos deciden y actúan por sí mismos, aleccionando a cierta ‘izquierda’ que teme a la libertad y a la incertidumbre, categorías constituyentes de la vida real, y conservadoramente se acuartelan en los convenientes y confortables relatos y conductas políticas del posibilismo, el acomodo y la corrupción legalizada.
A la hora en que finaliza la redacción del presente artículo, la vocería unida férreamente de la Cumbre Nacional Agraria, Étnica y Popular, en el marco de la protesta general indefinida y pacífica, se reunió en la ciudad de Cali con los ministros del Interior y de Agricultura del gobierno. En este primer contacto entre las partes se acordaron oficialmente las garantías en Derechos Humanos y la legitimidad de la protesta en términos de no más agresiones de la fuerza pública a las personas movilizadas en todo el territorio nacional; la reactivación de la Comisión de Derechos Humanos conjunta con el Ministerio del Interior en acompañamiento de la Defensoría del Pueblo y las Naciones Unidas (ONU); y el intercambio de propuestas para la instalación y metodología de negociación para la Mesa Única.
No obstante, de manera paralela e incumpliendo los acuerdos recién convenidos, continúan los “fuertes hostigamientos, represión y abusos de autoridad por parte de la fuerza pública (ESMAD, Ejército y Policía) con armas convencionales y no convencionales en contra de las comunidades concentradas en los diferentes puntos del país, entre los más críticos: Cauca; Quinamayó-Santander de Quilichao; El Túnel-Cajibío, Los Robles-Timbío, en Cesar; San Martín, Besotes, Agua Chica, La Mata, La Gloria, en Santander; La Lisama, Barrancabermeja, en el Norte de Santander; Berlín, en Valle; La Delfina, Buenaventura, en Nariño; Pedregal-Ipiales, en Huila; Bruselas-Pitalito, El Hobo, Uraba Antioqueño; escenarios donde aún no ha llegado la defensoría del pueblo y las entidades de derechos humanos internacionales como se acordó con Gobierno Nacional en el primer punto (…) haciéndose evidente el incumplimiento del gobierno y agudizándose así la afectación y violación de los derechos humanos y el derecho legítimo de los pueblos a la movilización social, ahora víctima de la fuerza pública colombiana, la cual ha venido dándole un tratamiento de guerra a las y los manifestantes”.
Pero no existe por parte del poder y la opresión la violación de los compromisos sin el uso y abuso de los medios de comunicación hegemónicos y de su propiedad. La vocería unida de la Cumbre Agraria en lucha denunció que “nos encontramos con diferentes posturas y declaraciones del gobierno nacional que buscan dividir y desinformar a la opinión pública, afirmando que tienen toda la disposición, pero que es la Cumbre Agraria la que está dividida y que no está lista para iniciar el diálogo. (Al respecto) rechazamos y desmentimos categóricamente esas afirmaciones y declaramos nuestra disposición al diálogo con presencia de garantes de la Cumbre, ONU, Defensoría del Pueblo, Congresistas y la Iglesia, así como las condiciones acordadas en términos de garantías humanitarias y logísticas para la movilización, acentuando nuestra posición de unidad, cohesión y trabajo conjunto de cara a un escenario único de negociación”.
Del mismo modo, la Cumbre Agraria termina saludando “las manifestaciones de apoyo y de movilización que vienen realizando estudiantes, camioneros, sindicatos, pobladores en diferentes momentos y regiones, y hacemos un llamado a toda la población colombiana a lo largo y ancho del país a tener conciencia colectiva, a entender y solidarizarse con esta justa lucha del campo colombiano que busca reivindicar los derechos de todos y todas a tener una vida digna, justa, respetuosa de los territorios y el ambiente, que garantice la soberanía alimentaria con frutos sanos de la tierra y economías justas para nuestros productores agrarios”.
Ahora mismo en América Latina, la piel profunda e insumisa de las y los comunes se concentra en la resistencia y movilización de los pueblos de Colombia. Miren su estatura. Ocurre aquí y ahora, no en otra época, no en otra plaza. Que esta humanidad encendida alumbre ejemplarmente cada corazón nuestroamericano y mundial, indígena y mestizo, negro y amarillo y blanco, citadino y campesino. La lucha por la supervivencia y porvenir justiciero del género humano es una sola. Y en el instante mismo en que acaban estas palabras, se condensa paradigmática y amorosamente en todos los territorios de Colombia insumisa.

El estado de decepción // Sebastián Scolnik

Foto: Martín Acosta
El ajuste se convirtió en la nueva retórica gubernamental, pero contra los pronósticos que diagnosticaban irreversibilidad y valor, entre los trabajadores estatales resistir se hizo cuesta arriba. El miedo, el cálculo y la anuencia sindical se instalaron como forma de digerir el cambio de pantalla. Motivos y razones de lo vivido, para comenzar desandar el oscuro laberinto en que nos metimos.
La impresionante velocidad con que han sido desmontadas ciertas zonas emblemáticas del complejo institucional, estatal y jurídico de la década anterior es uno de los logros más nítidos del nuevo gobierno. El desmantelamiento del AFSCA y la Ley de Medios de Comunicación Audiovisual fue quizá, por la contundencia de su ejecución, la más dramática de un conjunto de medidas que incluye el cierre de programas, el vaciamiento de instituciones y despidos masivos, que a mediados de mayo totalizaban once mil en el estado nacional (según el Instituto de Pensamiento y Políticas Sociales, cuyas cifras coinciden con las proporcionadas por el Ministerio de Modernización), a los que habría que añadir los estados provinciales y municipales, llegando en conjunto a los setenta mil cesanteados.
Tal reordenamiento del entramado institucional precedente, sin embargo, ha suscitado débiles resistencias. Se dirá, con razón, que la complicidad del andamiaje político, judicial y sindical fue decisiva. Pero esto no alcanza para comprender el telón de fondo social que permite que una parte de las dirigencias que acompañaron la hegemonía anterior ahora avalen la dirección inversa. Más allá de los oportunismos a la carta, conocemos sobradamente la insuficiencia de la categoría de “traición” para explicar este tipo de contorsiones masivas.
El desafío es penetrar la argamasa de afectos que concurren e inyectan legitimidad al nuevo llamado de orden. La negativa a preguntarse de frente cómo se gestaron estas subjetividades mayoritarias que decidieron un cambio de época, es la principal causa de la pobreza argumentativa del anti-macrismo. Aún si esos argumentos fueran justos y verdaderos, la crítica no puede renunciar a la eficacia. Y no hay impugnación efectiva al actual oficialismo si al mismo tiempo no se critica el tipo de modelo político del kirchnerismo, que ha resuelto en el plano de lo imaginario y enunciativo dilemas que se definen en el terreno más íntimo de los sujetos destinatarios de la producción de nuevos derechos.
volvieron, pero no tanto
Es necesario pensar en qué puntos el kirchnerismo y el macrismo, con sus evidentes diferencias a cuestas, se inscriben en una línea de continuidad que permite llevar a cabo el  ajuste en el estado ante la pasividad o la impotencia de sus trabajadores, y en alguna medida con su acuerdo.
Cuando Néstor Kirchner arribó al gobierno propuso un enunciado que parecía perimido: la “vuelta del estado”. De repente,  el mismo estado que se había comportado como una máquina excluyente y represiva, adquiría una nueva orientación y asumía funciones, otorgaba financiamientos y cedía espacios a sujetos que hasta entonces habían permanecido en sus márgenes. Una camada de militantes, referentes sociales y culturales, se transformaron en nuevos funcionarios y en sujetos “beneficiarios” del reconocimiento gubernamental. El estado dejó de ser, para buena parte del imaginario progresista, un ente oscuro al servicio de los poderes económicos y se transformó en un dispositivo dador de prestigio. Esta exitosa reconstrucción de la legitimidad de instituciones que habían caído al abismo del “que se vayan todos”, sólo fue posible porque estuvo acompañada por una enorme distribución de dinero bajo la forma de nuevos derechos, por parte de un gobierno capaz de recombinar la economía dura de la soja por un lado, con los pañuelos blancos por el otro.
Lo que nunca se dijo es cómo volvió ese estado que retornó. Porque en lo sustancial la maquinaria no cambió, y por eso soporta distintos contenidos ideológicos, económicos, o científico-técnicos. Esa superficie en la que se alojan políticas y técnicas gubernamentales que se presentan como opuestas, para unos será el otorgador de nuevos derechos sociales gracias al decisionismo del grupo en el poder, para otros una usina de servicios eficientes manejado con criterios empresariales. Y es esta impermeabilidad del aparato del estado, susceptible de ser capturado por una u otra fuerza, la que permite el desmembramiento con tanta desenvoltura, bajo el peso de la última derrota electoral, de las edificaciones institucionales que el kirchnerismo proyectó en él.
La economía del estado argentino, su ejecución presupuestaria, el software que regula el gasto, el sistema de compras y licitaciones y buena parte del personal clave de sus líneas intermedias es el mismo que diseñó Cavallo, artífice de las reformas estatales importantes del neoliberalismo. Así funciona desde hace varias décadas lo que podríamos llamar el disco duro de la administración pública. En lugar de desentrañar esta madeja para adecuar la forma estatal a las nuevas necesidades sociales y políticas, se impusieron dos estilos de gestión para lidiar con los problemas que surgen contidianamente en las instituciones: el cinismo, que toma nota de la distancia existente entre regla y experiencia, y acude a los procedimientos mercantiles para resolver las dificultades (en el área de cultura la figura del “productor” es emblemática, la tendencia a tercerizar, la precarización, las triangulaciones financieras con universidades); y el voluntarismo militante, que supone la autoexplotación de conocimientos, saberes, recursos y energías adquiridas por fuera de la práctica estatal, para sobreponerse a la dureza de un estado que no se deja conmover por la vocación transformadora. Ambas tonalidades, cinismo y voluntarismo, mantuvieron inalterado el núcleo duro del proceder estatal, habilitando todo el tiempo una dinámica de excepciones para sortear reglas que, se asumía con naturalidad, no iban a ser modificadas. En este sentido, la dimensión simbólica y discursiva del kirchnerismo fue tan efectiva para movilizar los afectos colectivos y dar grandes batallas políticas, como impotente para perforar la materialidad de los procesos reales de la gestión.
lo mismo y lo otro
Llegamos entonces al problema que necesitamos comprender: ¿por qué los trabajadores del estado, incluso aquellos que han protagonizado los programas más innovadores y sugerentes de este último tiempo padecen el miedo como una sensación dominante, sienten indignación como una experiencia íntima pero no politizable y conviven con la rabia como un malestar contenido? Se tiene miedo a perder el modo de vida que nos unió más allá de las diferencias: el de sujetos consumidores y pasivos. Esta forma del consumo es tan expansiva como bifronte, pues ofrece una cara democratizadora de los recursos existentes mientras la otra nos subordina en el encadenamiento general de la opinión y la mercancía. Al fin de cuentas, la sujeción a los dispositivos técnicos y financieros no reconoce diferencia entre sector público y privado, asalariados y cuentapropistas, o militantes y consumidores. En cierto modo el macrismo, con su apego a las jerarquías y su promesa de una vida tranquila, acentúa la dimensión más conservadora del consumo. Y lo hace sabiendo que estamos dispuestos a ceder parte del dinero conquistado a cambio de una estabilidad relativa en el reino de la normalidad.
La estrategia del gobierno consiste en lanzar la noticia del despido, dejando en suspenso la posibilidad de la recontratación. Se instala así una disciplina interna que les permite ganar un tiempo valioso para asentarse. Mientras tanto, las reincorporaciones conseguidas no son presentadas como noticia. Más aún, se prohíbe hablar de “eso”. El macrismo huele el miedo y lo utiliza como mecanismo de domesticación. En este proceso, la avanzada gubernamental se vale de los sindicatos, especialistas en olfatear derrotas y cambios en la correlación de fuerzas. Los gremios funcionan como una pieza fundamental del disciplinamiento, porque lo que hay que apaciguar es un elemento preciso: el rasgo democratizador que se desplegó por debajo y entre las narrativas estatales.
En esas redes de experimentación que ensayaron una flexibilidad más allá de las fronteras y rigideces institucionales, y de los automatismos de los movimientos sociales, estuvo el plus creativo de la etapa anterior. Me refiero a los proyectos culturales tan críticos como  populares, a la siempre problemática coronación de los derechos humanos, a las campañas contra la violencia institucional en cárceles y barrios, a los programas sociales, de cooperativas y de trabajo en los territorios urbanos y rurales, a las dinámicas de formación docente, a las líneas de investigación históricas y económicas en los cénaculos del capital financiero, a la construcción de espacios de visibilidad para distintas producciones intelectuales y políticas, entre otros.
El kirchnerismo no tuvo otro modo de leer ese desborde que poniéndose él mismo como causa, para encuadrar sus efectos. Pero estos ensayos, más que una amenaza a la conducción centralizada, insinuaban una potencialidad democrática e interpelaban a las subjetividades que anticiparon la derrota, intentando confrontar con los límites que imponía el neodesarrollismo. Que el macrismo orientó su política de ajuste a atacar esos segmentos se demuestra en el hecho de que no hubo un ahorro económico ni una lógica tan clara en la selección de los despedidos. Mas bien se puso en marcha un rediseño en el perfil del estado. Hubo recorte de empleados y subsidios, finalización de programas y proyectos, pero también se crearon cuatro ministerios, quince secretarías, tres decenas de subsecretarías y se multiplicaron las direcciones. Actualmente está implementándose un proceso de reescalafonamiento que eleva el rango de los cargos políticos, con un generoso aumento salarial para estas capas dirigenciales, con el objetivo de crear una nueva élite en la gestión conforme a la idea de un estado técnico-administrativo.
La política hacia dentro de los organismos estatales hoy combina la dureza disciplinaria (control del movimiento de los cuerpos y manipulación de una obediencia consentida), el vaciamiento de sectores (dejando inactivos a sus trabajadores, o relocalizándolos en otras áreas), la paralelización de funciones (colocando funcionarios por arriba de las estructuras existentes) y, al mismo tiempo, la captura de segmentos dinámicos que no han estado en la primera línea de visibilidad durante la década pasada. Estos últimos poseen saberes específicos que corren el riesgo de ser instrumentalizados, por parte de un liberalismo que o bien “deja hacer” con la intención de servirse de esa productividad, o bien busca engullirse y despolitizar la experiencia colectiva en las instituciones recortándola del fondo político en el que emergieron.
Lejos ya de aquella tensa pero productiva relación entre la experimentación micropolítica en instituciones y una macropolítica gubernamental que supo alojarla aunque no siempre comprenderla, las resistencias contemporáneas tienen que asumir la complejidad de ese tiempo anterior, sus dilemas irresueltos y sus paradojas, porque en estos caminos truncos y nunca pensados a fondo hay sedimentos de los dispositivos de gobierno que se proyectan sobre el presente.
Fuente: Revista Crisis: http://www.revistacrisis.com.ar/

Crónicas antiheróicas griegas: tras el desalojo de Idomeni // Irene Rodríguez y Marta Pérez

Cuando nuestras amigas Marta e Irene nos contaron que querían irse un mes a Grecia para acompañar a las personas refugiadas y contar las distintas iniciativas que iban surgiendo allí, rápidamente les propusimos un espacio en nuestra revista. Ambas están muy implicadas en movimientos por los derechos sociales universales en Madrid y les gusta relatar lo que ven y escuchan, narrando escenas, captando la vida en sus detalles, expresando dudas y preguntas, sin utilizar fórmulas manidas como la del héroe y la víctima indefensa. Esta es la primera de las crónicas griegas que iremos publicando a lo largo del mes de junio.
“¿Por qué queréis ir ahí?”, nos pregunta el hombre que hace el check-in en el hostal cuando le contamos que al día siguiente vamos a ir a visitar el hotel City Plaza, uno de los edificios okupados en Atenas donde conviven 300 personas refugiadas y locales. Es una muy buena pregunta: “¿por qué estamos aquí?”. Hemos venido un tiempo desde Madrid a Grecia a apoyar a los refugiados pero no tenemos predefinido cómo. Hemos venido solas, sin organizaciones detrás, sin tener una tarea concreta que realizar. Hemos venido con contactos de gentes griegas y españolas que están ya haciendo cosas aquí y con algún dinero de amigas y familiares para gastar en lo que se necesite en los proyectos que encontremos, pues nos dijeron que era mejor eso que llevar cosas desde España, por lo cambiante de la situación y las necesidades. Nos preguntamos cómo es relacionarse con las gentes desde otro sitio, que no es el que ocupan los militares ni las personas que llevan chalecos de ONGs. ¿Es posible acompañar a las personas, construir con ellas las formas de apoyarlas?, ¿se pueden encontrar formas y lugares que rompan con la dicotomía asistencialismo vs acción política?, ¿de qué están hechos esos lugares?, ¿qué límites y qué potencias tienen?
Nos proponemos aprender y construir ese lugar haciendo, sin una respuesta a priori que nos defina los qués y los cómos.
“Hemos venido a pasar aquí todo el mes de junio. Tenemos todo nuestro tiempo para dedicarnos a trabajar con las personas refugiadas” le explicamos a Nano, una griega que se nos acerca en una asamblea en la que se están organizando acciones de denuncia de los campos de refugiados. Nos cuenta que desde su colectivo de mujeres se estaban planteando hacer ese acompañamiento a las mujeres, tejiendo redes de solidaridad y apoyo, pero que su gran problema es el tiempo, porque tienen trabajos y exámenes que dificultan el estar de forma continuada. Sonríe, cuando le decimos que nosotras hemos venido aquí para dedicar todos los días que estemos a esto; y nosotras también sonreímos, porque podemos poner a funcionar con ella nuestro tiempo, ese privilegio que tenemos aquí y que nos falta en Madrid. Estaremos en contacto.
CAMPOS MILITARES, CAMPOS INFORMALES
Llevamos tres días en Tesalónica, visitando 4 campos de refugiados de los 15 que por el momento se han abierto a las afueras de la ciudad: Sindos – Frakapor, Softex, Oreokastro y Diavatá. Hay 55 campos contabilizados por ahora en todo el país. Los militares que los custodian nos han pedido identificación en algunos, en otros hemos entrado sin más, pero sabemos que en cualquier momento y por cualquier motivo nos pueden empezar a poner problemas por no estar con ninguna organización, por sospechar que somos periodistas, o simplemente porque el comandante de turno decida cerrar el paso.
El control de entrada es una de las diferencias con los campos informales, aunque según nos han contado compañeras se comenzó a instaurar en las últimas semanas de Idomeni, como una de las medidas que iban preparando el momento del desalojo. Un compañero de la Solidarity Clinic de Thessaloniki, Yannis, contaba dos cosas que nos sirven para intuir la ruptura y la continuidad entre Idomeni y los campos militares. La primera era que Idomeni era un lugar de lucha, con todos los problemas que se pueden dar en una acampada que llegó a tener 20.000 personas: Idomeni eran personas asentadas al lado de la frontera justamente para cruzarla. La segunda cosa que nos contaba Yannis la decimos con sus propias palabras: “Idomeni telos?” (¿El final de Idomeni?). Yannis barruntaba que las gentes iban a acabar divididas en grupos en campos militares, como ha ocurrido, campos que contienen muchos de los problemas de Idomeni pero que se diferencian en varios aspectos clave.
Están lejos de la frontera, en lugares recónditos. Ha sido todo un trabajo para las gentes que apoyan a las personas trasladadas ir localizando, visitando y conociendo estos campos militares y sus condiciones. Estas son deplorables, tal y como repiten las personas obligadas a vivir en ellos: litro y medio de agua al día por persona y no más; los alimentos son sobre todo arroz y pasta; hay muchos mosquitos, y niños y mayores están llenos de picaduras (pero es más grave en los pequeños porque se rascan más y les producen infecciones); escasea la ropa limpia y el jabón, tanto para lavar la ropa como el cuerpo, así como el agua para lavarse (dos bombas que se rellenan dos veces al día con un camión cisterna). No hay árboles ni vegetación, no hay sombras y no hay nada que hacer en todo el día. El contacto con el exterior está mediado por gentes con uniforme (los militares y/o la policía) y gente con chaleco (las ONGs, sanitarias y también de otros tipos).
Nuestra capacidad para hacernos cargo de las necesidades materiales es muy reducida. Este es uno de los hechos que nos devuelven una y otra vez a la pregunta inicial “¿por qué queremos estar aquí?”, aunque sobre el terreno el por qué muta más hacia un para qué. Es una pregunta que nos hacen continuamente personas que están en los campos, personas que están fuera (griegas, españolas y de otros países que están aquí por libre) y también personas de ONGs. Una pregunta que, de hecho, todas se están haciendo a sí mismas pues este momento, los primeros días tras el desalojo de Idomeni, se caracteriza por la incertidumbre y el caos.
ENTRE EL DENTRO Y EL AFUERA
Hay organizaciones no gubernamentales que están teniendo debates acerca de si entrar a trabajar o no en los campos militares: estar ahí puede implicar una legitimación de esos lugares pero no estar implica que las condiciones serán peores. De todos los campos militares que hemos visitado tan sólo Sindos-Frakapor carecía de presencia de ONGs, aunque la misma tarde de nuestra visita una organización estadounidense montó un puesto médico. Por su parte, todas las personas griegas y de otros países que están por libre con las que hemos podido hablar han decidido no trabajar dentro de los campos militares aunque sí hacen visitas, algunas de forma similar a como hacemos nosotras, dedicando varias horas a pasar el tiempo con la gente.
El nuestro es un lugar extraño, pero extrañamente normal: las relaciones y los vínculos con la gente muchas veces surgen muy normales y, al tiempo, sabemos que están atrevesados por la extrañeza que caracteriza el lugar de alguien que aparece por allí a no se sabe muy bien qué, estando además los roles tan definidos y delimitados en los contextos “humanitarios”. Por ejemplo, en Síndos-Frakapor conocemos a Serigne, una mujer kurda del norte de Siria a la que acompañamos a gestionar la atención médica que necesita su hijo. Nos pide que no la dejemos sola en la consulta y nos agarra la mano en varios momentos de la misma, como si de una amiga de siempre se tratara; y así es como vivimos los sucesivos encuentros con ella, a pesar de la barrera del idioma.
Estos momentos compartidos, además de contar con un valor inconmensurable por sí mismos, pueden ser el punto de entrada para construir una confianza en un contexto muy diferente al de Idomeni: si allí la acampada podía acoger a gentes de todo tipo, aquí es muy difícil que dejen dormir a gente no registrada como refugiada en los campos militares; también es más complejo montar alguna actividad que requiera algo de infraestructura, aunque sea efímera. Entras y sales, con más o menos control, pero hay muchas barreras para formar parte, incluida la barrera ético-política que plantea si la gente de fuera, más que formar parte, legitima. Y aún hay tiempo para imaginar cómo, además de escuchar y atender las demandas sobre las necesidades materiales, hacemos (todos) para escuchar y actuar con la misma intensidad las demandas repetidas, claras y concisas que piden acabar con los campos: la gente, además de decir que no tiene agua suficiente o que los niños necesitan zapatos, no para de decir también que no quieren estar ahí, que se quieren mover, qué cuándo van a venir de ACNUR o del gobierno a contarles sobre el proceso de pre registro para el asilo, el realojamiento o la reagrupación familiar, tal y como les prometieron durante el desalojo de Idomeni.
La cercanía de estos campos a una ciudad, Tesalónica, donde ya hay movimientos de apoyo a las personas que se mueven por las fronteras, es una potencia cuyo despliegue tiene que ver con esa confianza que se pueda construir entre el dentro y el afuera. En estos primeros días, esta es de una de las tareas que nos hemos ido dando, que nos han ido dando las personas con las que nos hemos encontrado. En los próximos textos iremos contando más concreto los diversos intentos en torno a ese trabajo, así como otros que tienen que ver con proyectos de autoorganización fuera de los campos militares. Tomamos este espacio que nos ha regalado Alexia como un cuaderno de bitácora de textos abiertos y mutables según se vayan sumando otros; como una manera de compartir con la gente que lea los caminos que vayamos transitando, esperando que cada paso contribuya a dinamitar las fronteras.
Fuente: http://revistaalexia.es/

Sigue la violencia contra las familias campesinas de Santiago del Estero


Santiago del Estero, 11 de junio del 2016
Desde el Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MO.CA.SE.) y la Mesa Provincial de Tierras hacemos extensivo este comunicado acompañando a las familias campesinas nucleadas en la Mesa Parroquial de Tierras de Nueva Esperanza que se encuentran consternadas por los hechos sucedidos en el día de hoy.

En el paraje de Ovejería, Dpto. Pellegrini a 30 km de Nueva Esperanza, en horas del mediodía se encontraba en su casa Sergio Levi Arias junto a su prima y su tía preparando algunas cosas para celebrar el aniversario del fallecimiento de su padre, cuando ingreso en su lote el Sr. Guillermo Bancora, empresario de la zona, quien dice tener aproximadamente unas 5000 has en la zona y le disputa a las familias una posesión de 200 has. Bancora estaba  acompañado de tres personas,  con quienes ingreso al domicilio, empezó a agredir verbalmente y posteriormente se acercó y lo tomo de la ropa realizándole una herida cortante con un cuchillo en el pecho, Sergio se encuentra internado en el hospital regional en grave estado ya que la herida afecto parte de la membrana que cubre el corazón y también parte del hígado, por lo cual se debate entre la vida y la muerte.

Esto es un proceso desencadenante de sucesivos intentos de usurpación del terreno y amenazas que Bancora le realizaba a Sergio Levi, ya que existen múltiples denuncias en la comisaria de Nueva Esperanza. Además, las familias tienen iniciado un juicio de prescripción en su contra.

Sergio Levi Arias nació en ese lugar donde vivieron sus padres por más de dos generaciones. Son reconocidos por los vecinos como poseedores, se dedicaban y dedican a la cría de animales vacunos, además de ser docente en una escuela cercana en Campo Grande y con gran compromiso en la participación de la Mesa Parroquial de Tierras de Nueva Esperanza.

Bancora se encuentra actualmente detenido en la comisaria de Nueva Esperanza. Llegó a la comisaria manejando su auto con personal policial que lo acompañaba. Pero tememos que la justicia nuevamente no cumpla con el deber de garantizar la vida y el resguardo de los derechos de las familias campesinas,  ya que estos hechos ponen otra vez de manifiesto que los conflictos de tierra no se fueron de nuestra provincia, sino que se profundizan con desalojos y creciente violencia, una vez más poniendo en riesgo la vida de compañeros campesinos. Por lo que 

EXIGIMOS JUSTICIA
QUE TERMINE LA VIOLENCIA CONTRA LAS FAMILIAS CAMPESINAS E INDÍGENAS DE NUESTRA PROVINCIA 
SEGUIREMOS LUCHANDO PORQUE QUE LA TIERRA ES NUESTRA!!

Clinâmen: Me.Co.Po: Círculos para crear otras formas de consumo

Conversamos con Cristóbal Cervera, de la Misión Mercado de Consumo Popular Me.Co.Po. Crear otros circuitos de circulación de bienes. Los círculos de consumidores y la articulación con los productores. Economía popular, prácticas de intercambio no especulativas.

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El pensador niño y adulto // María Gabriela Mizraje


La obra de León Rozitchner (1924-2011) reviste una originalidad poco comparable dentro del campo filosófico argentino. Polémico y apasionado, perseverante, ácido y cálido, toma de la mano al lector y lo conduce por los pasadizos de sus emociones, en medio de las ideas, de un modo insobornable.
L. Rozitchner, amigo de Hegel y Levinas, del  Pentateuco y lo impío, de Simón Rodríguez y John William Cooke, puede ir una y otra vez de los primeros años del cristianismo a los primeros años del siglo XXI o de la fundación del psicoanálisis a los fundamentos de la revolución cubana.
Bajo el cuidado afectuoso de Cristián Sucksdorf y Diego Sztulwark, aparecieron 18 volúmenes que dan cuenta de la potencia, la versatilidad y la poesía de aquel  pensador.
Independientemente de los acuerdos o rechazos ideológicos y políticos que pueda suscitar en unos o en otros, e incluso de la atracción u oposición teóricas frente a sus postulaciones, ni el lector más firmemente situado en las antípodas de las líneas y las curvas trazadas por L. Rozitchner podría negar la importancia de su impronta.
Esa persistencia para tantear el alma, acariciar el cuerpo y sacudir la mente, a través de la materialidad sensible que en León siempre evoca lo materno, hace una juntura entre pálpito y reflexión allí donde el  lenguaje restituye sus pliegues para echarse a volar con hálito de verso o de versículo.
L. Rozitchner practica una escritura fibrosa, conoce el valor de la filosofía del lenguaje, explora dentro de sí lo que observa en el mundo y explora en el mundo lo que advierte en su persona, por ello no teme a la perplejidad o al desgarro, porque, en tanto formas vívidas, lo reconducen en su humanidad más plena al reconocimiento de los otros, con los otros, entre los otros.
Su pensamiento vivo, activo, las salpicaduras de sus manuscritos, sus formas de rodear el objeto, sus modos de lanzar certeramente el dardo en el corazón mismo de las ideas a menudo intuidas y de pronto consolidándose, recorren los muchos volúmenes hasta ahora desconocidos, sobre la gravitación del total.
Siete consisten en reediciones y los once restantes son libros inéditos o parcialmente inéditos, ya que algunos pasaron por el caleidoscopio de una reestructura, siendo agrupados con escritos nuevos. Este último fue el destino que les cupo, dentro de la colección, a las compilaciones de Freud y el problema del poder, Las desventuras del sujeto político. Ensayos y errores y El terror y la gracia, que en su forma original habían sido publicados en los años 1983, 1996 y 2003, respectivamente y que ya no se encontrarán aislados bajo estos mismos títulos.
Los reeditados permiten volver a algunos de los aportes más decisivos y mejor conocidos del autor, a lo largo de medio siglo: el primer libro de L. Rozitchner, un ensayo de 1962 “sobre la significación ética de la afectividad en Max Scheler”, Persona y comunidad; el otro ensayo de 1963, que enlaza subjetividad, sociedad y política y que había quedado fuera de circulación desde la década del `70, Moral burguesa y Revolución. El rupturista Ser judío y otros ensayos afines, que Ediciones de la Flor había sacado en una fecha clave para el judaísmo, el año 1967; el otro estudio de L. Rozitchner sobre Freud, previo al antes mencionado, Freud y los límites del individualismo burgués (1972); el libro con el que se aboca a la Argentina desde el exilio, Perón: entre la sangre y el tiempo. Lo inconsciente y la política, que sale a la luz en 1984, en Venezuela; luego, Malvinas: de la guerra sucia a la guerra limpia, publicado en 1985 y, por último, la filosa revisión agustiniana de La Cosa y la Cruz, de 1997.
Completando este cuadro, la nueva composición y los destellos surgidos de los papeles inéditos pueden hallarse ahora entre los siguientes libros: Filosofía y emancipación. Simón Rodríguez: el triunfo de un fracaso ejemplar, un texto clave que estuvo entre los primeros de la colección de la Biblioteca Nacional y que hace del oxímoron una fuerza en la cual reflejarse sin desfallecer, a pesar de todas las vicisitudes de las historias personales o la Historia mayúscula.
Levinas o la filosofía de la consolación es, por supuesto, un abordaje a la obra del fino autor de Difficile liberté, que L. Rozitchner venía elaborando con esmero pero incluye asimismo la polémica con Oscar Del Barco en torno al concepto de “No matarás”, a la que acabarían sumándose otras varias voces locales.
Cuestiones cristianas tira la flecha hacia lo que se había convertido en una obsesión para L. Rozitchner, siguiendo el mismo hilo que ya desovillara La Cosa y la Cruz; allí, además de los siempre presentes parámetros comparativos entre judaísmo y cristianismo, se detiene en el apóstol Pablo como un alucinado bíblico, en sentido etimológico y en la fuerza de las lenguas. Génesis. La plenitud de la materialidad histórica (y otras escrituras impías) es quizás uno de los más límite e inquietantes, entre los textos nuevos. La inevitable pregunta por la vida y la muerte, de quien ya parece estar sintiendo a esta última demasiado al acecho, se abre con un poema de su autoría que es una sucesión de condicionales e interrogaciones, tanteando en lo inefable, en lo desconocido, en lo incierto, pendiendo —o dependiendo— de Dios o de la destrucción, del pensamiento o del sueño de la existencia. En este texto, como en los otros de su última etapa, L. Rozitchner se asoma hasta el aura, “la aureola imaginaria que portamos nos acompaña siempre”, “el halo imaginario que nos envuelve”, de ahí que sea imprescindible algo del orden de la restitución de la inocencia, porque sólo los niños son capaces de captar esa aureola que los adultos ya no vemos. El secreto tutelaje de la infancia aporta al mundo la emanación y percepción de ese reflejo.
Alumbrado acaso él mismo por las presencias infantiles, L. Rozitchner abraza estas reflexiones con fervor y dando vueltas en su molino da cabida a otros escritos como los que se albergan en la reunión de los textos de Marx y la infancia, donde recuperamos el abordaje que había servido de tesis secundaria para su doctorado en La Soborna, a través de la “negación de la conciencia pura en la filosofía de Marx” (1962) y el recorrido de los conceptos del primer Marx, es decir, de sus escritos juveniles; Rozitchner se detiene en el nudo que hace converger mito, naturaleza e infancia, y reconoce en el pensamiento del filósofo alemán la mitología fundante de las relaciones objetivas con la naturaleza en las sociedades de la infancia de la humanidad. La cooperación vinculada al cuerpo productivo, la expropiación de los poderes del cuerpo, la alienación, la famosa polémica con Bruno Bauer en 1843 sobre “La cuestión judía”, son algunos de los otros tópicos que atraviesa con pasión.
A su turno, por Ensoñaciones fluyen los años de París, la familia, los amigos, permitiendo o conformando cierto mosaico autobiográfico donde los sueños (incluyendo la premonición) se enlazan con los recuerdos, y las lecturas con las ciudades y las utopías. Retratos filosóficos es un paseo por los mundos de algunos de sus interlocutores silenciosos del campo intelectual, ya amigos, como Adelaida Gigli y Ramón Alcalde, ya bibliografías obligatorias, como Artaud y Althusser, ya dos capítulos de la historia de la literatura argentina, el rechazado Eduardo Mallea, a quien confrontara desde Contorno y el rodeado Macedonio Fernández; ya una entrevista sobre Oscar Masotta, que L. Rozitchner quiso que saliera en forma póstuma y dará de qué hablar.
La lista se completa con distintos “Escritos”, los políticos, los psicoanalíticos y los de fin de siglo. Por Escritos psicoanalíticos. Matar al padre, matar al hijo, matar a la madre circulan ecos antiguos, figuras aisladas sobresalientes y plurales de masas. Moisés, Edipo, la Esfinge, Freud, Clausewitz, Lacan, Sade, el punto de articulación en que el poder se interioriza en el sujeto y “el suelo como esencia de todo conflicto”, gestionando la guerra.
Escritos políticos revisa las izquierdas, el peronismo, el neoliberalismo y llega hasta el kirchnerismo. Insiste con el paradigma cristiano, en un contrapunto con el marxista, donde advierte la crisis entre sus intelectuales, recuerda las lecciones del exilio o repasa los primeros cuarenta años de Cuba. Desde la promesa de aquello que necesariamente huirá, albergada en la esperanza profética de Isaías (“Y huirá la tristeza y el gemido”), se pregunta una vez más por el horror de las masacres, del genocidio y aborda los testimonios de mujeres que sobrevivieron al exterminio articulado desde la ESMA. “Una internacional del terror y de la muerte” denunciada para penetrar en “la incógnita más escandalosa”, como León llama con lúcida razón al resorte de la criminalidad humana. El volumen contiene así aportes fundamentales que habían sido diseminados en revistas (también en diarios) a lo largo de medio siglo, desde Contorno hasta los últimos tiempos en Página/12 y recoge y reagrupa textos que habían formado parte de las Desventuras del sujeto político (1996) y Del terror y de la gracia (2003).
Por su parte, Escritos de fin de siglo insiste con Freud y Marx, recala en Spinoza y Lévi-Strauss y además nos permite conocer sus lecturas, reinterpretaciones y aportes a Todorov y a Buber para encarar al Otro, a Baudrillard para sentarse o hincarse junto a la muerte, en la otra cara de la seducción, y al retorno de lo arcaico para tantear respuestas sobre el rol de la conciencia histórica en la posmodernidad y desplegar el enlace entre la negación y la nada, que L. Rozitchner querrá desmontar en un juego de palabras: el “ano-nada-miento”. Como en casi todos los tramos de su obra, los mandatos (o mandamientos) y las resistencias a los mismos inauguran la tarea de la búsqueda de sentido para huir hacia el fondo de una interioridad acunada.
Imposible dar cuenta, en unas cuantas líneas, de tal vastedad y hondura como las que atesoran los múltiples libros aquí desplegados, pero este recorrido se abre en consonancia con aquella voluntad de que los papeles conocidos y los papeles guardados se desarrollen de cara a todos, para traernos ya una cifra, ya un murmullo, ya un empuje, ya un modo de reconocimiento o de reencuentro.
Las obras se cierran con unas reflexiones en torno a Hegel, Hegel psíquico I (del alma), lo cual hace entrever asimismo otra puerta entornada. El aliento del título exhibe una promesa de continuidad. La interrogación del autor al texto hegeliano radica especialmente en la forma en que la naturaleza humana se distancia del resto de la naturaleza, en pos de la profundización de la libertad del espíritu.
En Hegel psíquico irrumpe aquello que un apunte sabe revelar y de lo que se nos permite ser testigos: la indicación para uno mismo, la apertura en espejo, el entreacto, el deseo de volver a los escritos, a las ideas, luego de alguna pausa imprescindible: “Seguir aquí. [Me encuentro desconcertado: Hegel me apabulla; por momentos siento como si un loco estuviera pensando en el vacío alambique de un cerebro que destila pensamiento tras pensamiuento, y lo vuelve a destilar y a refinarlo, como si con ello engendara la materia misma del mundo en su desarrollo […] ¿Qué es lo que me maravilla y al mismo tiempo me repugna, hasta siento náuseas […]?”
León Rozitchner forcejea por llenar ese vacío dejado por la imagen, por su metáfora potente. La ansiedad textual que lo oprimía en los últimos años y que su voz traía una y otra vez en el teléfono (“tengo mucho que hacer, no voy a llegar”) parece haber hallado la mejor respuesta entre sus propios archivos y, al fin, la serenidad.
León era, por formación, como David Viñas, de los que se exigían a sí mismos tanto como a los otros siempre un poco más, de ahí cierto sello de disconformidad pero también de ahí la actividad perpetua y la oscilación entre el escepticismo y la esperanza.
Y a Rozitchner, crítico tan a menudo disconforme o nihilista, se le nota cuánto cree en el amor y puede seguírselo en el hilo de una estela que no se apaga, aquella de lo materno irreductible. Es ésa una vibración de lectura en la cual hasta el feminismo más puro o más duro podría detenerse, porque no se trata de esencialismos sino de la más sutil construcción de la subjetividad, con las repercusiones de lo arcaico y la contundencia de los cuerpos.
Dichosos nosotros frente a su logro, pues, bajo el susurro de su trazo firme e insinuante, podemos recordar que si toda inflexión filosófica está situada en su contexto, no menos cierto es que ningún momento histórico podrá abolir jamás la reflexión.

Políticas del ser y del poder, aura de los lenguajes y los tiempos, desde las fulguraciones de la historia hasta las premoniciones de la vida, León Rozitchner, con su filosofía ensoñada, nos ofrece un recorrido intenso, lleno de nombres propios, de revisiones y búsquedas de un más allá que es más acá que nunca cesa.

El coraje de gritar


Lobo Suelto! no acompaña la hipócrita catarsis social en torno a la corrupción. No llama a los jueces para que “laven” el sistema político, ni le interesan los desesperados abrazadores de valijas repletas de divisas, a los que sólo se repudia cuando el espectáculo mediático los sorprende in fraganti, como si no fueran desde siempre parte del establishment, pobres hombres que exhiben la tristeza de un medio y de una época.

Lobo no se solaza junto con los panzallena que esperan que tanta perplejidad e indignación de por terminado todo diferendo político, creyendo poder imponer bajo la idea de un “mani pulite” que aquello que no es libertad de empresa sólo puede ser mundo criminal, como si hubiese un crimen más sistemático que el empresarial. Como si el estado fuese tan otra cosa.

Lobo no está dispuesto a participar del luto y del lamento por el kirchnerismo perdido, porque lo que no se critica en tiempo y forma, cuando es posible aún orientar el rumbo de las cosas, se convierte luego en retórica podrida.

El silencio en medio de esta penosa catarsis, esta consagración de la mentira colectiva, no supone una apuesta a la mudez. Se renuncia a la palabra sólo porque se busca aún el  grito que –contenido, como todo lo auténtico- aun no llega. Grito, es decir, conversión del espanto en alivio. Frente al sistema de  lo banal.

El sueño de Lobo es sencillo: un pueblo que no pierde el coraje de gritar.

Revista Crisis #25: la clase obrera no va a los paraísos fiscales

Un camión agazapado. Entrevista a Hugo Moyano.
Por su poder, su lugar en el tablero sindical y su tradición callejera, a pocos meses de haber asumido Macri todos se preguntan qué va a hacer Moyano. ¿Resistente o integrado? El 29 de abril produjo la movilización más importante que enfrentó el gobierno pero, luego del veto, dijo no al paro. Hugo acumula, empuja la unificación de las CGT, concibe un sindicalismo de acción que no renuncie a la inteligencia, y hasta se le anima al «Guasón» Angelici. Fuimos al bunker camionero a preguntarle las cosas directamente a él. Por Paula Abal Medina, Martín Rodríguez y Mario Santucho.
Manifiesto. Dónde está el sujeto.
El alcance regional de esta nueva “transición hacia la democracia de las finanzas” refuerza el presentimiento de que nos enfrentamos a un punto de inflexión histórico. Las derechas políticas y mediáticas avanzan con cabal conciencia de clase en dos planos esenciales: el replanteo del modo de acumulación, con la correspondiente transferencia de ingresos en favor de las élites; y un proceso de reorganización general de las instituciones del estado, gracias al cierre reaccionario del sistema político y judicial. Por el Colectivo Editorial Crisis.
El estado de decepción
El ajuste se convirtió en la nueva retórica gubernamental, pero contra los pronósticos que diagnosticaban irreversibilidad y valor, entre los trabajadores estatales resistir se hizo cuesta arriba. El miedo, el cálculo y la anuencia sindical se instalaron como forma de digerir el cambio de pantalla. Motivos y razones de lo vivido, para comenzar a desandar el oscuro laberinto en que nos metimos. Por Sebastián Scolnik.

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Habitar la espera, entre los campamentos y los campos (crónicas antiheroicas griegas II) // Irene Rodríguez y Marta Pérez

Fronteras cerradas. Miles de refugiados esperando su oportunidad. ¿Dónde y cómo se habita esa espera? Es muy diferente hacerlo en un campamento informal y medio autoorganizado o en uno de los campos militares dispuestos por el gobierno griego. Explicar esta diferencia es el eje de la segunda “crónica antiheroica griega” que nos regalan desde el terreno Irene Rodríguez y Marta Pérez, el terreno en el que ahora mismo se juega el futuro de miles de personas y también, sin exageración ninguna, la suerte política de Europa.
 – Where are you from?
– We from Spain, and you?
– Syria, we from Syria. I have a lot of spanish friends! From Catalunya!
A los pies de una manguera de gasolina, Amjad y su hermano nos saludan y nos hacen señas para que nos sentemos con ellos. Nos reímos un rato intercambiando palabras en árabe y en inglés y explicando nuestra inexistente pasión futbolera. Nos preguntan a qué hemos venido y le contamos que queríamos conocer el Eko Project, el proyecto que, con el impulso de un grupo de catalanes, se comenzó a construir el pasado mes de marzo en un campamento en torno a una gasolinera EKO, y que creció tras el desalojo de Idomeni.
En ese desalojo, Amjad subió junto a otra mucha gente a un autobús que les llevó a los campos militares. En uno de ellos le dijeron que no iban a registrarle por ser un hombre soltero solo. Las familias tenían prioridad a la hora de inscribirse como residentes en los campos. Amjad podía quedarse si quería pero no tendría tarjeta de identificación, que sirve para poder recibir las raciones de comida; tampoco entraría en el pre-registro para el proceso de asilo del gobierno griego y ACNUR (que ha comenzado a principios de este mes de junio). Así que Amjad, su hermano y su mejor amigo cogieron sus cosas y se vinieron al Eko, uno de los tres últimos espacios sin control militar que quedaban cerca de la frontera con Macedonia (los otros dos eran el campamento en torno a la gasolinera BP y el del Hotel Hara, desalojados un día después del Eko, el martes 14 de junio).
Amjad y sus amigos han cruzado la frontera en dos ocasiones, y las dos han sido detenidos mientras atravesaban Macedonia camino de Serbia, para ser devueltos a Grecia. No se plantean volver a intentarlo por ahora. Quieren esperar a ver qué pasa con el pre-registro; si ven que se demora demasiado se plantean volver a Turquía. Los dos meses que estuvieron allí ahorrando para venir a Grecia los emplearon en un trabajo de 16 horas en una cocina, por el que cobraban 400 euros al mes.

Los campamentos informales: la experiencia del Eko-Project


Si levantamos la vista del surtidor de gasolina en el que estamos todos sentados vemos la tienda de la gasolinera, que cuenta con una pequeña cafetería que el dueño ha dividido en dos para permitir a un par de chavales montar un pequeño puesto de kebab, a 1,50 euros la unidad. En la terracita hay bancos de madera donde la gente se sienta a comer, a tomar el té y a ver las noticias en la tele. Se respira un ambiente de tranquilidad y comunidad, una sensación que quizá nosotras acrecentamos tras pasar cuatro días en campos militares.
Charlando sobre esto, coincidimos en que una de las cosas que hemos notado en el Eko es que los niños y las niñas van más a su bola. Pasan el rato con sus familias, jugando entre ellos, aprendiendo idiomas en la pequeña escuelita o en la zona de juegos, dos de los espacios de Eko Project. Mientras, en los campos militares suele suceder que al entrar se acercan corriendo varios pequeños y pequeñas que te acompañan a todos los lugares y demandan tu atención; estos chavales, si no están en una jaima que se queda pequeña cuando hay más de cuatro personas sentadas, pasan el rato corriendo por suelos de cemento.
En el Eko existen espacios compartidos para adultos y para niños, que en gran medida están gestionados por los propios habitantes del campamento. El Eko Kitchen es una cocina que cada día prepara comidas con productos frescos para 1600 personas; la escuelita la llevan profesores sirios, hay un espacio de mujeres y un espacio de cuidado de bebés y por las noches se proyectan películas en un cine al aire libre. El campamento cuenta con una antena de wifi abierta, con el doble de baños que los campos militares que hemos visitado y con un equipo de limpieza que nos deja anonadas: hacen rondas cada dos o tres horas, así que los váteres están limpios y tienen papel higiénico.

También trabajan aquí algunas ONGs sanitarias y otras que intervienen con niños, aunque su presencia pasa más desapercibida: hay más tránsito, más conversaciones, más grupos, de modo que también las personas que llevan chalecos identificativos forman parte de un paisaje, mientras que en los campos militares son inmediatamente apercibidas. Nos gusta el proyecto y el espacio pero nos queda claro que no necesitan gente; una conclusión que, de nuevo, nos sorprende si la comparamos con la necesidad que hemos sentido en los campos militares.
Y es que el Eko no es un campo, al menos no es como los campos controlados. Precisamente el control es lo que articula un campo militar. Lo expresó de forma muy clara un trabajador de ACNUR que estaba en el Eko el día de nuestra visita: “we have no control here, this is not a camp”. El gobierno griego, y con él ACNUR, no reconocen los campamentos informales como campos, tampoco en lo que respecta al proceso de pre-registro para el asilo: si no estás registrado en un campo oficial, por el momento no puedes formar parte de ese proceso, pues no está claro cómo se va a pre-registrar a las personas que no están en espacios controlados por los militares.
Esta incertidumbre es de facto una forma de colocar a las personas en una decisión muy difícil, entre la necesidad de pre-registrarse para el asilo y la obligación de moverse a campos imposibles de habitar. Los representantes de ACNUR que nos hemos encontrado intentan eludir esta situación con el argumento de la neutralidad: “no podemos decir al gobierno griego lo que ha de hacer, no tenemos control sobre el proceso, somos neutrales, denunciamos las condiciones de los campos en informes periódicos…”.

Los campos militares: lugares de espera total


Condiciones infames, como las que soportan ahora mismo en el campo militar de Vasilica las personas que habitaban el Eko. Cuatro días después de nuestra visita y de esa conversación con ACNUR, el Eko fue desalojado por la policía (el lunes 13 de junio). Comenzaron a las seis de la mañana metiendo a la gente en autobuses sin decirles a dónde se dirigían y sin darles tiempo a recoger sus cosas. El desalojo se llevó a cabo con total impunidad, sin permitir a la gente grabar o sacar fotos: la mayoría de los que aquí llaman “voluntarios” acabó en la comisaría del pueblo más cercano, Polikastro, retenida durante una o dos horas. A nosotras nos obligaron a borrar los vídeos y las fotos que habíamos hecho. La gente acabó a más de 100 kilómetros de la frontera, a las afueras de una pequeña localidad al este de Tesalónica. Sus cosas se quedaron en el Eko, que es ahora una colección silenciosa de tiendas de campaña, comida, ropa y útiles abandonados.
Los sucesivos barracones de Vasilica ya contenían tiendas en su interior antes de que la gente fuera llegando en los autobuses. Tiendas con moho, tiendas sucias. Una niña nos lleva a que las veamos por dentro y nos insiste: “photo, Facebook, send to Alemania, no good”. Un representante de la ONG norteamericana InterVolve, que lleva trabajando con los militares diez días para “acondicionar” este campo, nos comenta que es un “good start”, que le digamos eso a la gente. Pero la gente ya está sacando sus propias conclusiones, no hace falta más que darse una vuelta y fijarse en las miradas, en cómo nos miran, en cómo pierde la mirada Amjad, al que nos encontramos en uno de los barracones. Para él, como para otras personas del Eko, la posibilidad de que un campo del gobierno pudiera ser mejor que el Eko, sobre todo porque permitía el pre-registro, saltaba por los aires: el campo era horrible, horrible ver un montón de militares con mascarillas y guantes haciendo fotocopias de los papeles de los cientos de personas sentadas en el suelo arenoso.
Para nosotras, ser testigos de esta experiencia acrecentó la profundidad y también la angustia que atraviesa la pregunta que nos venimos haciendo desde hace varios días: además de una falta escandalosa de cobertura de las necesidades materiales más básicas, ¿de qué están hechos los campos militares y, sobre todo, qué trabajo se puede hacer ahí justamente para salir de ellos? Sin minusvalorar los problemas – de precariedad, de límites en su capacidad de inclusión y ampliación- de un campamento como Eko Station, era un espacio visible y habitado: las gentes esperaban poder cruzar la frontera, se habían establecido muy cerca de la misma y organizaban su vida cotidiana.
Los campos militares son lo que llamamos un lugar de espera total: las gentes han sido llevadas a varios kilómetros de la frontera, a lugares donde han de esperar por todo. Además de esperar para cruzar la frontera y de esperar a la gente de ACNUR para hacer el pre-registro, están obligados a esperar para que se abra la puerta y poder salir del campo a las nueve de la mañana; han de esperar para que les distribuyan el desayuno, luego el agua no potable, luego la comida (judías verdes con patata, macarrones o arroz) y el agua potable, luego la cena (un trocito de una especie de pudding de patata, o patatas cocidas, o arroz)… y así hasta las nueve o diez de la noche, cuando se cierra la puerta, porque andar por la noche por polígonos industriales y carreteras sin alumbrado es un “problema de seguridad”, como asegura la policía.
Esa espera total marca también las relaciones entre personas que quieren cruzar la frontera y personas que han venido a apoyarlas. Aunque las diferencias, sobre todo en cuanto a vulnerabilidad, son enormes siempre, no es lo mismo trabajar codo con codo en una cocina como la del Eko que llegar de visita a un campo donde las personas están obligadas a depender para todo de otros: de los militares y las ONGs que están dentro y de la ayuda que puedan prestar los de afuera cuando la policía les deja pasar, cosa que ocurre a veces y otras veces no. Los espacios que se liberan dentro de estos campos –como la pequeña escuela que han creado unas niñas de 12 años dentro del campo de Sindos Frakaport– nos despiertan tanta admiración como preocupación por la fragilidad extrema que los atraviesa.
Así, va cobrando cada vez más fuerza la primera experiencia que tuvimos en este viaje a Grecia, esa visita que hicimos al City Plaza Hotel en Atenas. Retrospectivamente, lo que aprendimos allí toma toda su fuerza ahora, cuando los campos son todos militares y las gentes ya no están en zonas abiertas cerca de la frontera sino en las afueras de una ciudad, Tesalónica, con numerosos edificios vacíos. El hotel City Plaza de Atenas tiene siete plantas y 92 habitaciones en las que viven 112 mujeres, 98 hombres y 185 niños y niñas de Siria, Afganistán, Irán, Kurdistán, Iraq, Palestina y Pakistán, así como personas griegas. Se cocinan 900 comidas al día entre desayuno, almuerzo y cena, y también hay clínica, escuela, cafetería, centro de lucha y peluquería (1). Se celebran reuniones sobre aspectos legales o asambleas de profesoras de la red pública griega sobre cómo integrar a los niños y niñas que viven en el hotel en sus escuelas el curso que viene.

Al despedirte de la gente del City Plaza no puedes decir “espero volver a verte dentro de un mes cuando vuelva”. Pero la razón de evitar esta despedida tan común no es porque el lugar que se ha compartido sea un problema; es que nadie quiere seguir sin poder moverse durante un mes. He ahí la diferencia entre los lugares que se habitan mientras dura la espera y los lugares de espera total. Mientras empujamos para que se abran las fronteras, la experiencia de estos días nos empuja a pensar y trabajar en y por esos espacios habitables.
Fuente: http://revistaalexia.es/


(1) Decidimos gastar 80 euros del dinero que nos han confiado amigos y familiares en una compra para uno de los turnos de comida. Compramos productos frescos, pues es lo que más escasea en la despensa del hotel (tomates, manzanas, patatas), así como jabón para lavar ropa, papel film para guardar los restos de comida y guantes para manejar los alimentos. El City Plaza acaba de lanzar un llamamiento a la participación – en forma de donaciones o de presencia – que se puede consultar en su página de Facebook y en solidarity4refugees.gr.

Los escondites // Pedro Biscay

Con la publicación de este texto de Pedro Biscay intenta promover una discusión sobre el financiamiento de la política. Naturalmente, se trata de evitar la catarsis hipócrita y dar lugar a una verdadera problematización.
¿Qué significa esconder? Una y otra vez pienso en los escondites y en sus miles de formas. Miro la televisión y en cada canal aparecen noticias, debates y polémicas que hablan de nuestra democracia mediática. Allí, en los estudios de TV todo se dice, todo se discute, amplia y vorazmente. La tiranía del tiempo escueto se vuelve participativa porque varios personajes –sean diputadxs, expertos, opinadores seriales, periodistas, “ciudadanxs de a pie”, etc.– dan sus ideas sobre la corrupción y el escándalo. Allí todo es muy transparente e incluso la amplia cobertura televisiva pareciera ayudarnos a medir el grado de acceso a esa información, tan vital para el devenir democrático y la formación de ideas sobre los acontecimientos que estamos viviendo.
Sin embargo, nadie se pregunta qué significa esconder. Pareciera que la cuestión se resuelve en la medida que aparecen bóvedas, tachos de material, actos desesperados en los que se arrojan millones de dólares por la medianera de un sitio –nada menos que religioso– que viene a consagrar la eficacia del símbolo, justo cuando la retroexcavadora fracasó en levantar en cada uno de sus movimientos, paladas y paladas de dinero como se esperaba.
Vi los acontecimientos de los días pasados y por un momento quedé perplejo por lo inverosímil del hecho pero a la vez por la potencia arrolladora que esa imagen genera en la conciencia  y en el sentido común. Vale la pena preguntarse sí durante estos días hemos visto la imagen desnuda de la corrupción o de la mafia. Vimos bolsos, vimos un ex funcionario público fuera de quicio y además vimos una metralla. Todo esto en una secuencia de shock que paraliza, avergüenza, interroga, desmoraliza y desorganiza. Puesto en un televisor dentro de un espacio cerrado al vacío podría ser una imagen perfecta de un narco estado. Una imagen que quieren imponernos a cómo sea.
La maquinaria de la moralidad es tan bestial que el escándalo se potencia y nos impide ver más allá de los efectos que la inmediatez nos impone. Tenemos la obligación de mirar más allá de este episodio y asumir el desafío de desarmar la eficacia de la mediatización. Así como un pibe que roba no es un pibe chorro, el barrio donde vive tampoco es un barrio de chorros. De igual modo, un funcionario implicado en un caso de corrupción no vuelve corrupta toda la política. Sin embargo, la eficacia de la mediatización hace del pibe un “pibe chorro” y del funcionario un “funcionario corrupto”. Incluso antes que el poder judicial dicte condena, los medios ya han anticipado su veredicto.  Este es el poder del estereotipo que impide ver más allá y que mancha a toda la comunidad política. 
Aquí hay una operación que combina lo mediático pero algo más. Ese algo más es el corazón de una lógica mafiosa que vuelve delictivo todo lo hecho por una gestión de orientación popular. Se opera una conversión cínica que vuelve delito, choreo, estafa, malversación cualquier iniciativa de política pública del anterior gobierno. Es delito no haber ejecutado en su totalidad un proyecto presupuestado, es delito haberlo ejecutado tardíamente, es delito sí se lo ejecuto en etapas que implicaron correcciones, como también es delito sí se adeuda a determinados proveedores. Todo es delito porque sí un funcionario público cometió un delito, entonces todo lo que rodea a ese funcionario público también es delictivo. Es la lógica de la asociación ilícita aplicada a la organización de la política.
Claro que la política tiene vicios corruptos. Por supuesto que hay miles y miles de funcionarios dispuestos a dejarse sobornar por unos mangos a cambio de aceitar contrataciones. Pero esto es igual de cierto como que entre retorno y sobreprecio se establece una correlación que no es otra que la de empresario corruptor/funcionario corrompido. Desde hace muchos años, somos varios quienes decimos que “detrás de cada funcionario público corrupto, hay un empresario que corrompe”. Y lo decimos porque creemos que el fenómeno corrupto no tiene tanto que ver con la moralidad o inmoralidad de determinados funcionarios, sino que explica una matriz de reproducción y acumulación del capital económico y político también.
Un libro que siempre me pareció fundamental para entender este tema dice lo siguiente: “El elemento fundamental de la corrupción son las empresas, pues son ellas las constructoras sociales de los mercados, tout court, y además, del monopolio y del oligopolio, como nos demuestran todas las investigaciones sobre la extorsión […] Se trata de empresas ilegales, que adquieren ventajas competitivas a través de la violencia, la evasión fiscal y tributaria, la circulación de enormes masas de capital que derivan de actividades ilícitas, entre las que se destacas el narcotráfico”. Así arranca el capítulo sexto de Cleptocracia, del historiador económico Guido Sapelli.
La corrupción fue durante los años noventa un medio para la acumulación de rentas económicas construidas a costa del saqueo y la cooptación del aparato estatal y de las empresas públicas en un momento en el que junto a las privatizaciones (que pagaban parte de los intereses de la deuda externa) la patria contratista se reacomodaba funcional y estratégicamente en el nuevo entramado de la obra pública.
No podemos eludir más la discusión frontal sobre la corrupción durante la última década. No es sano, no es inteligente y deja sin herramientas a los movimientos sociales que apuestan por opciones de gobierno populares. Quieren queramos defender estas banderas y las políticas de inclusión social y de derechos construidas estos años, tenemos la obligación de hacerlo. Así como frente al gatillo fácil y la represión policial oponemos políticas de control civil sobre el uso de la fuerza y programas contra la violencia institucional, debemos construir programas de prevención de corrupción que pongan en el centro de la escena el rol corruptor de las empresas y los problemas de debilidad legal que favorecen la corrupción.
Por eso, sí durante los noventa las empresas de la corrupción se repartieron nuevas cartas de participación en el mercado de la corrupción; tal vez debamos explorar qué aspectos de ese proceso continuaron en los años posteriores. Para avanzar en esa línea deberíamos explorar todas las debilidades normativas que los sistemas de comprar y contrataciones tiene para permitirles a las empresas efectuar intercambios clandestinos con funcionarios corruptos.
Este punto es hoy imperioso porque cada vez que el empresariado coopta la política, se produce en simultáneo una apropiación privada de lo público y una clandestinización de los intercambios entre privados. Esto es así porque lo privado clausura lo público y al hacerlo sumerge en la clandestinidad las transacciones ilegales. En un determinado punto de este proceso las debilidades normativas, que son el plafón que retroalimenta los mercados criminales (de los cuales la corrupción es sólo uno de ellos), se transforman en el liderazgo de la ilegalidad. Tomo estas ideas también del texto de Sapelli.
¿Por qué no hablan los empresarios y cuentan cómo y quiénes los corrompían? ¿Por qué no explican los circuitos que recorrían cada vez que tenían que sortear los requisitos de un pliego de bases y condiciones? ¿No sería este el momento justo, especialmente sí se tiene en cuenta que el actual gobierno viene a traer aires de honestidad y transparencia a la gestión? Además, ¿no sería bueno este momento si ya el kirchnerismo no tiene capacidad de “apretar”, o sea, de volver rehén a los empresarios que quieren trabajar en el país?
Tal vez durante los últimos doce años la corrupción tuvo otras dinámicas, es decir, otras funcionalidades. Sin embargo, no dudo ni un segundo en creer que alimentó a los corruptores de obras públicas y de servicios de asesoramiento y provisión de bienes en todo el Estado. No quiero generalizar, pero vale la pena preguntarse por esto porque alguna respuesta tenemos que encontrar, especialmente porque el liderazgo de la ilegalidad está relacionado con la fuga de capitales, el endeudamiento externo y la evasión tributaria.
Algo está escondido y es la falta de capacidad para articular propuestas institucionales que permitan encerrar el fenómeno corrupto (digo encerrarlo porque no se puede eliminar, es un asunto que hace a la democracia, que hace a la distribución de razones deliberativas, porque forma parte del consenso, aunque la moral no le permita a muchos aceptarlo: siempre es más fácil indignarse). Nos guste o no la corrupción y la democracia conviven y se retroalimentan.
Pero algo también está escondido en la discusión sobre el financiamiento a la política, porque siempre llegamos tarde y de un modo poco lúcido para pensar estos problemas. Creer que la transparencia y la explicación de quienes financian las campañas es garantía suficiente es poco inteligente, poco atractivo y poco desafiante. Me arriesgaría a pensar que es parte de una afirmación indiscutida: sólo con guita se hace caja, sólo con la caja se ejerce el poder. Esta visión es profundamente neoliberal, y desde el campo popular tenemos que ser astutos para no quedar atrapados en estas formulaciones que son propias de la holgazanería pero no del esfuerzo por repensar el desafío de la emancipación política. La emancipación política requiere para el mediano plazo pensar otras formas de financiamiento de la política en donde los ricos no financian los proyectos políticos del pueblo. Sí se requiere de guita, son los movimientos y no las empresas quienes tienen que conseguir y generar recursos dinerarios. Ahora, para el largo plazo tenemos que aprender a pensar la política sin guita, porque la plata compra, privatiza voluntades y la política forma la escena de lo público, es decir, es su contrario más extremo.
El riesgo que corremos es muy alto, porque el poder económico siempre acecha las fronteras del aparato estatal (lo repudia pero cada vez que puede lo controla para doblegarlo a su favor; su vínculo es histérico) para desprestigiarlo y destrozarlo. El estado y la política sólo tienen razón de ser si se vuelven herramientas para la construcción de derechos, para la independencia de los pueblos.
Y los pueblos organizados molestan, generan irritación a los sectores dominantes porque la esfera pública politizada hace de la democracia una poderosa maquinaria que impone límites a la avaricia de los ricos.
De allí que la expansión del poder popular sea catalogada de clientelar. Quienes hacen esto confunden empoderamiento popular con servidumbre, porque le temen a la conquista de derechos sociales. Es así, los sectores populares no pueden ejercer la política, no pueden reclamar, no pueden exigir porque al hacerlo ejercen derechos que impactan directo en el corazón de la rentabilidad empresaria: el componente salario del costo de producción de una unidad económica.
De allí la acusación de ir detrás de un pancho, como si formar parte de la voluntad general sólo fuera admisible para unos pocos ilustrados. Por todo esto hay que repensar la dinámica y los circuitos del financiamiento de la política actual y de los mecanismos de financiazción que creemos son válidos para fondear la acción política de un proyecto popular.
En esta línea me pregunto, ¿qué diferencia hay entre la obra pública y el grupo económico que financia al candidato político? ¿Acaso no son los dos componentes de la misma ecuación, es decir, aquella compuesta por el retorno y el sobreprecio? ¿Cómo se mide esta relación? ¿Cuál es la tasa entre coima y sobreprecio?
Esto deberían explicar a la opinión pública los “rehenes” que se presentan sin identificarse como víctimas de la corrupción. Sería útil, al menos, para medir intensidades corruptoras, zonas de mayor o menor riesgo corruptor y, por supuesto, protagonistas con nombre propio. Esto no aparece nunca, no se discutió ni en la televisión, ni en la academia ni en las organizaciones de la sociedad civil, siempre conformes con presentar los malos índices de Transparencia Internacional, que además son subjetivos y efectuados por el poder económico. 
Por este tipo de pliegues complejos que esconden preguntas fundamentales se perpetúan formas de corrupción que no hacen más que mancillar la política, que hacerle el juego a la potencia del empresariado que quiere que el juego del libre mercado no esté interferido por la decisión política.
Pero hay otro escondite muy alejado de nuestra cercanía conceptual y territorial y que pareciera que “no es delito en sí”. Los paraísos fiscales, las cuentas off shore, los bancos pantalla, las sociedades encadenadas y otras estructuras jurisdiccionales y/o societarias útiles y eficaces para la evasión impositiva, el lavado de dinero y la fuga de capitales.
Un paraíso fiscal es una guarida porque permite esconder. Aquí no vale la ontología del “en sí” y “para sí” cómo sí se tratara de un objeto sartreano. Nada de eso, no nos dejemos tomar el pelo por estas expresiones cínicas que pretender transformar la opacidad en virtud para esconder, justamente, la utilización delictiva de estas estructuras. Si cualquier persona de bien asiste a un curso sobre planificación tributaria o siquiera lee un libro sobre este tema, al igual que si asiste a una conferencia de lavado de dinero o utiliza un manual de prevención, rápidamente verá que un paraíso fiscal es una jurisdicción considerada de mayo riesgo por las implicaciones que en materia de evasión fiscal y lavado de activos genera. Quien constituye una off shore sabe que lo hace para estos fines que no son lícitos. Toda la Oficina Anticorrupción sabe esto al igual que lo sabe toda la Unidad de Información Financiera.
El mayor escándalo es que desde aquella oficina, liderada por un cuadro político del oficialismo, nos digan que “no es delito en sí” cuando la jurisprudencia en la materia establece que una sociedad off shore es una presunción de delito (que admite prueba en contrario, claro está). Y es el mayor escándalo porque apaña y esconde la realidad societaria de todo el empresariado que evade impuestos, sobreprecios o rentas usurarias como parte de sus estrategias de planificación empresaria. Más escandaloso aún es cuando los empresarios se vuelven funcionarios, porque es allí que necesitan blindar su situación reputacional para lo cual acuden al otro escondite.
El otro escondite es el más burdo. Es el escondite del tal López, a quien no me interesa defender. Que actúe la justicia esclareciendo los extraños sucesos que rodean su bizarro raid. Aunque lo primero que tendría que hacer la justicia es decomisar ese dinero que no sabemos de dónde viene,  pero que no queremos que quede tirado en un sótano a la espera de integrar el presupuesto del Poder Judicial, como sucedió con el remate del Petit Hotel de Alsogaray cuyos fondos nunca fueron al Hospital Garrahan porque la CSJN lo prohibió. Este escondite que parece copiado de series televisivas es grotesco y escandaliza, por eso paraliza e impide pensar en todo lo anterior y,  sobre todo, en el siguiente último escondite que resumo en una pregunta: ¿cómo se construye el consenso en torno a votaciones claves como las de estos días, que han implicado el sacrificio del sistema provisional, el traslado de la UIF al Ministerio de Economía y la designación de dos jueces propuestos por decreto para la CSJN?
Se requiere de un escándalo como éste que vuelva todo lo demás delictivo: es el efecto de la mancha venenosa. Es radioactivo porque todo lo que toca lo contamina y expande su contaminación radialmente. No dejo de pensar en este escondiste porque es el más siniestro de todos. Excede la incapacidad que hemos tenido para pensar respuestas audaces y poderosas frente a la corrupción, pero a su vez nos deja sin capacidad de respuesta porque al criminalizarlo todo, nos vuelve cautivos de un mecanismo extorsionador que trasviste la banalidad del mal en una virtud, el temor en seguridad, la opresión en libertad y la dignidad de haber construido derechos en avergonzamiento público.
Esta lógica es mafiosa en sí y para sí. Se impone en los recintos parlamentarios, en la justicia y en los medios televisivos. Es la única opción posible de enceguecernos para que la matriz criminal del poder económico, aumente el endeudamiento externo como mecanismo de financiamiento de la fuga de capitales a la par de asegurar que la pila de la rentabilidad financiera crezca obscenamente mientras las pilas de la producción y el consumo se destruyan progresivamente. 
Es verdad que López intentó esconder dineros de procedencia no justificada y eso es suficiente para que la justicia actúe.  No quisiera ni por un segundo que este texto se lea como una defensa de este señor repudiable, ni tampoco de ningún otro corrupto (sin importar su jerarquía) porque es éste el juego al que nos quieren llevar para impedir discutir políticas públicas y proteger así a quienes son titulares de los 400.000 millones de dólares fugados de la Argentina. Esos fondo sí que permanecen bien escondidos en las tierras de la banca off shore. Su exteriorización no es blanqueo si no implica repatriación, porque aquí también hay una deuda histórica con todo el pueblo argentino que quedó atrapado en el corralito impuesto a sangre y fuego luego del giro de utilidades que los banco efectuaron en el 2001 al amparo de un BCRA pasivo y dispuesto a no controlar nada (y que luego continuaron durante doce años violando todo tipo de control de capitales y cambios).
Esta es la corrupción del saqueo de la riqueza del país. Es la contracara más perversa, más oculta y más protegida de todos aquellos funcionarios que ayer y hoy cobran coimas. Es la corrupción del poder económico, que siempre permanece escondida en los pliegues de las tranzas e intercambios del poder oculto conformado por procederes empresarios y corporativos. 

«Cuando el poder brutaliza el cuerpo, la resistencia asume una forma visceral» // Entrevista a Achille Mbembe


Hablamos sobre las formas de racismo contemporáneo y resistencia con el filósofo camerunés Achille Mbembe, una voz pública de primer nivel que interviene en el debate intelectual -aún muy eurocéntrico- desde África.
por Amador Fernández-Savater – Pablo Lapuente Tiana y Amarela Varela
Crítica de la razón negra. Ensayo sobre el racismo contemporáneo de Achille Mbembe, publicado por  Ned Ediciones y Futuro Anterior, es un tratado de la envergadura de Orientalismo de Edward Said. En primer lugar, se trata de una arqueología del texto eurocéntrico que construyó una idea de África como continente caníbal y bárbaro, como aquel territorio que sólo podía proveer (aún lo hace) hombres-cosa-mercancía al capitalismo, su cara oscura.
En segundo lugar, el libro es un ejercicio (ético, estético, poético) que plantea, en la misma tradición de Said y los estudios culturales, pensarse, conocerse y des-conocerse “al margen” de esta mirada imperial europea. Es decir, re-construir una memoria “de abajo” sanadora y desvictimizadora -es lo mismo- capaz de proyectar un futuro común. Mbembe rescata aquí la literatura de la otra razón negra, poetas y novelistas, Fanon y Cesaire, en un trabajo serio y delicioso, potente y extremo, doloroso y esperanzador.
Finalmente, este libro analiza la vigencia de las prácticas coloniales/imperiales que “ensalvajan” hoy en día el globo. Lo que el autor llama y anima a pensar como “el devenir negro del mundo”. Ese momento histórico en que, como dice en esta misma entrevista, «la distinción entre el ser humano, la cosa y la mercancía tiende a desaparecer y borrarse, sin que nadie –negros, blancos, mujeres, hombres- pueda escapar de ello». 
Achille Mbembe nació en Camerún en 1957. Es profesor de Historia y Política de la Universidad Witwaterstand de Johannesburgo (Sudáfrica). Su primer libro publicado en castellano fue Necropolítica, donde analiza las políticas de ajuste y expulsión que primero se ensayaron en el continente africano en los años 90 y hoy se extienden por todas partes.
1. Habla usted de “cambio epocal”, ¿cómo se justifica eso? ¿Qué factores lo indican?
En efecto, creo que vivimos un cambio de época. Por un lado, el mundo ha empequeñecido, se ha contraído espacialmente, hemos, de algún modo, tocado sus límites físicos, hasta el punto de que probablemente ningún rincón de la tierra sea desconocido, esté deshabitado o sin explotar. Al mismo tiempo, la historia humana atraviesa una fase caracterizada por lo que llamo la repoblación del planeta, que demográficamente se traduce en un envejecimiento de las sociedades del norte y un rejuvenecimiento del continente africano y asiático en particular.
En cuanto a la estructura de las poblaciones, estamos viendo el crecimiento de una gran segregación social, una suerte de gigantesco apartheid, junto a enormes olas migratorias a escala planetaria que recuerdan a los primeros tiempos de la colonización. Y con respecto a las transformaciones tecnológicas, una de sus principales consecuencias es la transformación de nuestras antiguas nociones de tiempo y de velocidad.
Políticamente, estamos entrando en un mundo nuevo, caracterizado desgraciadamente por la proliferación de fronteras y de zonas exclusivamente militares. Este mundo se afianza gracias al “fantasma del enemigo”, del que hablo en mi último libro, y la emergencia de un Estado global securitario que busca normalizar un estado de excepción a escala mundial, donde las nociones de Derecho y de libertad que eran inseparables del proyecto de la modernidad quedan suspendidas.
Hay, por lo tanto, muchos factores que indican que estamos entrando en un mundo diferente, altamente digitalizado y financiarizado, donde la violencia económica ya no se expresa en la explotación del trabajador, sino en hacer superflua una parte importante de la población mundial. Un mundo que cuestiona radicalmente el proyecto democrático heredado de la Ilustración.
Necropolítica: políticas de muerte
2. ¿Cómo describiría la violencia del capital en este cambio epocal? En su último libro, usted ha definido al neoliberalismo como un “devenir negro del mundo”, ¿podría abundar en ello?
Digamos que en mis libros quiero hacer converger dos tradiciones del pensamiento crítico que desde hacía un tiempo parecían divergir: por un lado, la tradición del pensamiento crítico concerniente a la formación y lucha de clases; por otro lado, la tradición del pensamiento crítico que intenta comprender la formación de las razas. Estas dos tradiciones han sido a menudo contrapuestas, cuando esto, ya sólo en términos históricos, es insostenible.
Si estudiamos atentamente la historia del capitalismo, nos damos cuenta enseguida de que para funcionar tuvo, desde sus inicios, la necesidad de producir lo que llamo “subsidios raciales”. El capitalismo tiene como función genética la producción de razas, que son clases al mismo tiempo. La raza no es solamente un suplemento del capitalismo, sino algo inscrito en su desarrollo genético. En el periodo primitivo del capitalismo, que va desde el siglo XV hasta la Revolución Industrial, la esclavización de negros constituyó el mayor ejemplo de la trabazón entre la clase y la raza. Mis trabajos se han centrado particularmente sobre ese momento histórico y sus figuras.
El argumento que desarrollo en mi nuevo libro es que, en las condiciones contemporáneas, la forma en que los negros fueron tratados en ese primer periodo se ha extendido más allá de los negros mismos. El “devenir negro del mundo” es ese momento en que la distinción entre el ser humano, la cosa y la mercancía tiende a desaparecer y borrarse, sin que nadie –negros, blancos, mujeres, hombres- pueda escapar a ello.
3. Esto nos lleva a su concepto de “necropolítica” (o política de la muerte), ¿cómo lo explicaría?
Son dos cosas. La “necropolítica” está en conexión con el concepto de “necroeconomía”. Hablamos de necroeconomía en el sentido de que una de las funciones del capitalismo actual es producir a gran escala una población superflua. Una población que el capitalismo ya no tiene necesidad de explotar, pero hay que gestionar de algún modo. Una manera de disponer de estos excedentes de población es exponerlos a todo tipo de peligros y riesgos, a menudo mortales. Otra técnica consistiría en aislarlos y encerrarlos en zonas de control. Es la práctica de la “zonificación”.
Es significativo constatar que la población de las cárceles no ha cesado de crecer a lo largo de los 25 últimos años en EEUU, China, Francia, etc. En ciertos países del norte, la combinación de técnicas de encarcelamiento y la búsqueda del beneficio ha llegado a un enorme desarrollo. Hay toda una economía del encierro, una economía a escala mundial, que se nutre de la securización, ese orden que exige que haya una parte del mundo confinada. La necropolítica sería, pues, el trasunto político de esta forma de violencia del capitalismo contemporáneo.
4. Queríamos preguntarle, a propósito de esto, su opinión sobre la actual “crisis de refugiados”: ¿cuál ha sido a su juicio el papel de los gobiernos? ¿Qué opinión le merece la respuesta de la ciudadanía europea?
Es justamente a partir de la necropolítica y la necroeconomía que podemos comprender la “crisis de los refugiados”. Esta crisis es el resultado directo de dos formas de catástrofes: las guerras y las devastaciones ecológicas, que se afirman recíprocamente. Las guerras son factores de crisis ecológicas y una de las consecuencias de las crisis ecológicas es fomentar guerras.
La crisis de los refugiados tiene también que ver con lo que antes llamé la «repoblación del mundo», en la medida en que las sociedades del norte envejecen, aumenta su necesidad de repoblarse, y la migración ilegal es una parte esencial de ese proceso, que seguramente se acentuará en el curso de los próximos años. A este respecto, la reacción de Europa está siendo esquizofrénica: levanta muros en torno al continente, pero necesita la inmigración para no envejecer.
5. Otro de los conceptos importantes que aparece en sus trabajos, asociado al de “necropolítica”, es el de “gobierno privado indirecto. ¿Qué puede decirnos al respecto?
Ese concepto fue elaborado en los años 90, en una época en la que el continente africano estaba enteramente bajo el poder del FMI y el Banco Mundial. Era un periodo de grandes ajustes estructurales que golpearon duramente la economía africana, de un modo similar al actual caso griego: endeudamiento fuera de cualquier norma, suspensión de la soberanía nacional, delegación de todo el poder soberano a instancias no-democráticas, privatización de todo, especialmente del sector público, etc. La idea de gobierno privado indirecto apunta a esa forma de gobierno de la deuda, que desarrolla por fuera de todo marco institucional unatecnología de la expropiación en países dependientes económicamente, privatizando lo común y descargando la responsabilidad de todo mal en los individuos (“ha sido vuestra culpa”).
6. Este concepto, elaborado en el contexto del continente africano en los años 90, ¿puede explicar tendencias globales actuales, aplicarse en otras partes del planeta? En México, por ejemplo, mucha gente sigue atentamente sus trabajos por las poderosos resonancias de sus análisis con lo que allí sucede.
Creo que es posible seguir pensando este concepto hoy en día a escala global. El gobierno privado indirecto a nivel mundial es un movimiento histórico de las élites que aspira, en última instancia, a abolir lo político. Destruir todo espacio y todo recurso -simbólico y material- donde sea posible pensar e imaginar qué hacer con el vínculo que nos une a los otros y a las generaciones que vienen después. Para ello, se procede a través de lógicas de aislamiento -separación entre países, clases, individuos entre sí- y de concentraciones de capital allí donde se puede escapar a todo control democrático –expatriación de riquezas y capitales a paraísos fiscales desregulados, etc. Este movimiento no puede prescindir del poder militar para asegurar su éxito: la protección de la propiedad privada y la militarización son correlativos hoy en día, hay que entenderlos como dos ámbitos de un mismo fenómeno.
La transformación del capitalismo desde los años 70 ha favorecido cada vez más la aparición de un Estado privado, donde el poder público en el sentido clásico, que no pertenece a nadie porque pertenece a todos, ha sido progresivamente secuestrado para el beneficio de poderes privados. Hoy resulta posible comprar un Estado sin que haya gran escándalo y EEUU es un buen ejemplo: las leyes se compran inyectando capitales en el mecanismo legislativo, los puestos en el congreso se venden, etc. Esa legitimación de la corrupción al interior de los Estados occidentales vacía el sentido del Estado de Derecho y legitima el crimen al interior mismo de las instituciones. Ya no hablamos de corrupción como una enfermedad del Estado: la corrupción es el Estado mismo y, en ese sentido, ya no hay un afuera de la ley. El deterioro del Estado de Derecho produce políticas exclusivamente depredadoras, que invalidan toda distinción entre el crimen y las instituciones.
Resistencia visceral
7. Desde la idea foucaultiana del poder como “relación”, echamos de menos en su ensayo sobre la necropolítica más referencias a las resistencias, a las prácticas de vida de la gente de abajo. ¿Podemos describir el poder sin describir las resistencias?
No, por supuesto. No se puede hacer ese tipo de descripción sin pensar en las formas de resistencia que son correlativas a cualquier poder. Mis primeros trabajos, que desgraciadamente no han sido todavía traducidos, se habían centrado precisamente en las resistencias al poder y en sus límites también.
¿Qué decir de las formas contemporáneas de resistencia a la necropolítica y a la necroeconomía? Desde luego son muy variadas, dependen de las situaciones locales y los contextos. Tomaré el caso sudafricano como un ejemplo. Me interesa mucho la manera en la que en ese país las resistencias se organizan a partir de la ocupación de los espacios, en una búsqueda de la visibilidad ahí donde el poder quiere relegarnos y apartarnos. Las formas de resistencia que se están desarrollando en ese país tienen que ver con la lucha de los cuerpos por hacerse presentes (corporal, física, visiblemente) frente a la producción de ausencia y silencio del poder. Son formas ejemplares de resistencias porque el poder hoy funciona produciendo ausencia: invisibilidad, silencio, olvido.
Durante los últimos años hemos asistido en Sudáfrica a un gran movimiento llamado la descolonización, una descolonización simbólica que ha operado, por ejemplo, llamando a destruir las estatuas del colonialismo, pero también luchando por transformar el contenido del saber y de las formas de producción del saber; reactivando la memoria y resistiendo al olvido, etc. Las resistencias en Sudáfrica pasan por una rehabilitación de la voz, por la expresión artística y simbólica, desafían la tentativa del poder de reducir al silencio las voces que no quiere escuchar. En esa región del mundo estamos viviendo un ciclo de luchas de lo que yo llamo las políticas de la visceralidad.
8. ¿En qué consisten esas “luchas de la visceralidad”?
Hay un surgimiento de pequeñas insurrecciones. Esas micro-insurrecciones toman una forma visceral, en respuesta a la brutalización del sistema nervioso típica del capitalismo contemporáneo. Una de las formas de violencia del capitalismo contemporáneo consiste en brutalizar los nervios. Y como respuesta, emergen nuevas formas de resistencia ligadas a la rehabilitación de los afectos, las emociones, las pasiones y que convergen en todo eso que yo llamo la “política de la visceralidad”.
Es interesante ver cómo en muchos lugares, tanto en las luchas de la población negra en Sudáfrica como en EEUU, los nuevos imaginarios de lucha buscan principalmente la rehabilitación del cuerpo. En EEUU, el cuerpo negro está en el centro de los ataques del poder, desde lo simbólico -su deshonra, su animalidad- hasta la normalización del asesinato. El cuerpo negro es un cuerpo de bestia, no un cuerpo de ser humano. Allí la policía mata negros casi todas las semanas, sin que existan apenas estadísticas que den cuenta de esto. La generalización del asesinato está inscrita en las prácticas policiales. La administración de la pena de muerte se ha desligado del ámbito del Derecho para volverse una práctica puramente policial. Esos cuerpos negros son cuerpos sin jurisprudencia, algo más próximo a objetos que el poder tiene que gestionar.
9. Usted analiza cómo el trabajo de la memoria ha sido para muchos pueblos un ejercicio de cura y autocuidado para nombrarse autónomamente. Pero, ¿hasta qué punto estas memorias son elaboradas o escritas desde “los vencidos”?
La memoria popular nunca cuenta historias limpias, no hay memorias puras y diáfanas. No hay memoria propia. La memoria siempre es sucia, siempre es impura, siempre es un collage. En la memoria de los pueblos colonizados encontramos numerosos fragmentos de lo que en un determinado momento fue roto y que ya no puede ser reconstituido en su unidad originaria. Así pues, la clave de toda memoria al servicio de la emancipación está en saber cómo vivir lo perdido, con qué nivel de pérdida podemos vivir.
Hay pérdidas radicales de las que nada se puede recuperar y, sin embargo, la vida continua y debemos encontrar mecanismos para hacer presente de algún modo esa pérdida. Podemos recuperar algunos objetos de una casa incendiada, incluso reconstruir la casa, pero hay cosas que no podremos jamás remplazar porque son únicas, porque manteníamos con ellas una relación única. Y hay que vivir con esa pérdida, con esa deuda que ya no podemos pagar. La memoria colectiva de los pueblos colonizados busca maneras de señalar y vivir aquello que no sobrevivió al incendio.
10. ¿Cómo reconstruir la desgarradora historia de despojo y violencia en clave de potencia y evitar la autorepresentación como víctimas perpetuas?
Es una cuestión central. La conciencia victimista es una conciencia peligrosa, porque es una conciencia enmudecida por el resentimiento y el deseo de venganza, que busca siempre infligir al otro –un otro generalmente más débil, no necesariamente el culpable real- la cantidad de violencia que se ha sufrido. Creo que hay un peligro en esa forma victimista de conciencia. La cuestión es cómo la gente que ha sufrido un traumatismo histórico y real, como una guerra o un genocidio, puede recordar lo que le ha ocurrido y utilizar la reserva simbólica de la catástrofe histórica para proyectar un futuro que rompa con la repetición de las violencias sufridas. Es un camino, casi diríamos, de áscesis. Una búsqueda de “purificación”, de identificación de los elementos de la tragedia con el fin de no repetirla.
11. Hay quien habla de un “uso estratégico del esencialismo”, de un uso táctico de la identidad como palanca en la construcción de un sujeto político. ¿Cómo se sitúa usted en esos debates sobre la identidad?
Digamos que, si repasamos la historia de las luchas contra la discriminación racial, suele darse un momento en que la resistencia se construye a través de una cierta esencialización de la raza. Lo hemos visto, por ejemplo, en los EEUU con Marcus Garvey o en el “movimiento de la negritud” en Francia, donde se trataba precisamente de revalorizar la condición negra. Son movimientos que buscan emanciparse de la condición de objeto, retraduciendo positivamente esos atributos que nos condenaban a ser objetos -la negritud- en un signo humano. Esta es la función estratégica de la función esencialista.
El problema es cuando el esencialismo nos impide continuar el camino que gente como Fanon consideraba el horizonte de nuestras luchas. ¿Cuál es ese horizonte? El que abre el camino a una nueva condición, donde la raza ya no importa, donde la diferencia ya no cuenta, porque todos nos hemos vuelto simplemente seres humanos: el pasaje de la indiferencia a la diferencia. En este sentido, me considero “fanonista”, aunque comprendo que, en circunstancias determinadas, haya movimientos que utilicen estratégicamente el esencialismo como manera de fortalecer una identidad colectiva.
12. Por último, el capitalismo se ha renovado, actualizando y sofisticando las violencias necropolíticas del colonialismo. ¿Lo han hecho quienes se le resisten? ¿Hemos renovado nuestra imaginación política para responder con formas de acción efectivas la necropolítica del capitalismo contemporáneo?
Si reflexionamos sobre el ejemplo africano, el siglo XX podría estar dividido en dos ciclos de lucha. Desde el comienzo del siglo XX hasta los años 30, hemos vivido una forma de lucha que llamaré acéfala, ligada a lo local, a las condiciones de reproducción de la vida cotidiana. Tras la segunda guerra mundial entramos en un ciclo de lucha vertical, representada por sindicatos y partidos políticos. Ahora parece que hemos regresado a las formas acéfalas de lucha, luchas locales, luchas más o menos horizontales, que insisten sobre la recuperación de la capacidad de interrupción de la normalidad, del relato que ordena la normalidad, que nos hace pensar que lo pasa es normal cuando no lo es.
En el caso del sur de África, la pregunta ahora es cómo transformar esa ruptura de la normalidad, esa des-normalización, en una nueva forma de institucionalización. Tengo la impresión de que las nuevas luchas acéfalas no acaban de aportar respuestas plausibles y eficaces a esa pregunta: cómo dar forma a una nueva institucionalidad, abierta y democrática, que haya aprendido de los problemas que acarrea el verticalismo. No creo que pueda haber democracia sin institucionalización ni representación. Sabemos que hay una crisis de representación en todas partes, pero no creo que la respuesta sea disolverla en cuanto tal, disolver toda idea de representación.
En definitiva, nuestras viejas recetas (los partidos políticos, por ejemplo) están mostrando dificultades estructurales para preservar y defender lo común dentro de las actuales instituciones y seguirá siendo así mientras no haya comunidades fuertes que puedan democratizar la política desde abajo. Los movimientos de los últimos años van en ese sentido, aunque todavía estén frágilmente vinculados entre sí. Creo que de estas distintas resistencias acéfalas surgirán nuevas propuestas de instituciones, quizás no para derribar el Estado, sino para forzarlo a mutar nuevamente en un órgano de defensa del bien común.
Entrevista pensada y realizada por Amarela Varela, Pablo Lapuente Tiana y Amador Fernández-Savater, con la ayuda de Ned Ediciones. Pablo Lapuente transcribió y tradujo del francés. 

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Ir a Ex libris: Achille Mbembe, prólogo a Crítica de la Razón Negra,
de Verónica Gago y Juan Obarrio

Economías violentas del lazo // Juan Pablo Hudson

En los últimos años Rosario apareció como el epicentro del narcotráfico, las situaciones de violencia se abarrotaron en los principales medios de comunicación. Ni la derecha más reaccionaria ni la izquierda progresista pudo con el avance destructor de un negocio que se montó sobre la sociedad neoliberal de los 90 y continúa expandiéndose hasta nuestros días, interviniendo el territorio y erosionando las relaciones comunitarias de los barrios periféricos. ¿Cómo es el día a día en las periferias de una ciudad donde el negocio no hace más que expandirse?
Luego de la crisis que abrió a patadas este nuevo siglo, las periferias iniciaron un proceso de mutación: ya no sólo concentran pobreza e indigencia sino también negocios rentísticos que generan una fabulosa tasa de ganancias. Ninguna geografía puede quedar excluida allí cuando la ciudad toda deviene en el escenario crucial de la explotación financiera contemporánea.
La especulación inmobiliaria fue la punta de lanza en ciudades como Rosario para una neovalorización mercantil de tierras antes únicamente destinadas a migrantes expulsados de áreas rurales del nordeste argentino. El feroz crecimiento de la exportación de soja y sus derivados industriales motorizó una alianza entre el Estado, los winners del agronegocio, y los desarrolladores inmobiliarios para ocupar los despreciados (y depreciados) bordes urbanos.
En esta línea se inscribe la creciente financiarización de los sectores populares. Los créditos a sola firma para el consumo hasta antes de la devaluación macrista eran moneda corriente en los barrios. Con sólo presentar el recibo de cobro de la AUH o el Progresar. El carácter usurario de esos préstamos no invalida la clara ampliación de las fronteras del negocio financiero hacia territorios inéditos.
El avance del narcotráfico parecería ser parte de esta transformación histórica. No porque no existiera en décadas anteriores sino por un punto de inflexión reciente: se impone como una autoridad territorial con capacidad para regular los principales flujos barriales. Lo aclaramos desde ahora: esa autoridad no es absoluta. Al menos en Rosario no logra desprender zonas para gobernarlas con total autonomía. Marcelo Saín advierte sobre el creciente avance de los narcos sobre las fuerzas de seguridad conseguido en la provincia de Santa Fe pero aclara que todavía “estos grupos criminales no detentan una capacidad de cooptación o control directo o indirecto de parte del sistema institucional de persecución penal –fiscales, jueces y policías”, ni cuentan con capacidad operacional suficiente para sostener una contestación armada contra el Estado. Por otra parte, hace años que sacuden pero aún no destierran a las referencias comunitarias que encarnan las organizaciones sociales.
Una diferencia con la especulación inmobiliaria, que requiere a los pobladores de la periferia cómo mano de obra intensiva y luego los expulsa, es que este mercado ilegal (que también se desarrolla a nivel lumpen) requiere de esos mismos pobladores como un segmento específico de consumo. De allí el imperativo de regulación social. Eso significa acumular información y, con las armas como recurso principal, tener poder de incidencia sobre los movimientos cotidianos de aquellos que viven en las inmediaciones de cada punto de venta. En Rosario, por ejemplo, los transeros nunca permitieron la venta de paco por temor a que los efectos excesivos en los consumidores propiciaran bardos permanentes en los barrios.
La expansión del narcotráfico -como negocio y principio de autoridad- no puede leerse como un elemento exógeno respecto a dinámicas sociales gestadas a finales del siglo XX e inicios del actual. Se trata de una máquina capaz de montarse sobre subjetividades, imaginarios, y lógicas (pre)existentes: consumismo como sinónimo de felicidad, disyunción entre trabajo e identidad, precariedad generalizada (laboral, identitaria, afectiva, familiar, educativa), desdibujamiento de la figura del semejante, exaltación del éxito individual, el hedonismo y la propia imagen, fin de la concepción fordista del futuro, extensión del racismo y el resentimiento social, y la mediatización de la vida.
Parece tranquilizador considerar que este negocio viene a quebrar sólidos lazos comunitarios. Sin embargo, Ignacio Lewkowicz, supo detectar como principal saldo del neoliberalismo de los noventa una desligadura de lo social y el ingreso en una fase de amontonamientos entre fragmentos dispersos. La pata territorial de la larga cadena narco surge desde las entrañas de esa gran transformación social y subjetiva para capitalizarla e intensificarla a través de metodologías y un lenguaje cruel que va codificando y configurando las relaciones sociales.
Las mediaciones comunitarias e institucionales han perdido eficacia frente a los conflictos cotidianos. En este contexto, con la propagación de economías delictivas, los barrios suelen estallar por las luchas territoriales. Pero una barriada hoy también se quiebra por otros tipos de enfrentamientos -más o menos banales- entre banditas de pibes o familias no ligadas necesariamente al negocio. Entonces la vida para un adolescente se reduce a una manzana, o a dos cuadras, para después extenderse y volver a angostarse al compás de las confictividades. En estas geografías parece un exceso seguir hablando de barrios. El colectivo Juguetes Perdidos plantea que “cualquier micro-quilombo barrial pone en evidencia la precariedad no solo de las instituciones que intentan regular nuestras vidas, sino también la del lazo y las redes cotidianas”.
El departamento de Rosario pasó de tener una tasa de homicidios dolosos de 12 asesinatos cada 100 mil habitantes en 2003 a 22 en 2013. Desde entonces, por izquierda y derecha, el narcotráfico se convirtió en la explicación monocausal de este dramático crecimiento, ubicándose como una de las tres ciudades más violentas de la Argentina (junto con Santa Fe y Comodoro Rivadavia). El límite de esta mirada es menos una sobreestimación del fenómeno (aunque eso ocurra) que su aislamiento respecto a otras lógicas letales y represivas con las que se ensambla: los mencionados estallidos entre vecinos, crisis intrafamiliares, linchamientos de pibes por vecinos autoorganizados contra “la inseguridad”, la violencia institucional, y otros negocios ilegales. Existe un trasfondo social sobre el que se asienta toda una economía violenta allá abajo.
Lo mismo ocurrió a nivel país con la llegada del macrismo al poder: reducción de la inseguridad al tráfico de drogas y la reapertura de un nuevo ciclo de relaciones carnales con la DEA y la agenda global contra las drogas y el terrorismo. Pero volvamos al barrio, en donde los transeros y soldaditos son amigos, hermanos, cuñados, madres o tías, y no personajes de historietas que excitan a televidentes enceguecidos por las pantallas LED; ni tampoco ejércitos con un poder de fuego más imaginario que real que permite aplicar corrompidas políticas en materia de (in)seguridad.
Hasta hace dos años el narcotráfico explicaba, a pesar de las opiniones mediáticas, una porción menor de los homicidios en comparación con otros conflictos. Desde el 2014 ese porcentaje creció fuertemente pero no es la principal causa. De nuevo: la violencia letal más que responder a un proceso único, se inscribe sobre dinámicas y subjetividades capilares que fueron consolidándose en aparente silencio mientras la sociedad, incluidos los sectores populares, ahora escandalizada y con exigencias represivas, dejaba atrás una gravísima crisis de décadas y se arrojaba a un postergado consumo para todos.
A su vez, si se suspenden las miradas morales, se detecta en este mercado ilegal una fuente de dinamismo en las periferias. No sólo porque fomenta una importante economía popular (ínfima al interior del negocio global) sino porque es capaz de generar expectativas y reconocimientos en sujetos que suelen padecer el desprecio en sus propios barrios y el resto de la ciudad: colegios, centros de atención estatales, laburos, boliches, la vía pública, comisarías. Existe allí un vitalismo popular -riesgoso y temerario- que entremezcla nuevas formas de explotación, incluida la neoesclavitud en los búnkeres, con una voluntad de crecimiento, reconocimiento, y superación más allá de las formas de sumisión impuestas socialmente.
El triunfo del PRO abre serios interrogantes en torno a cómo se (re)configurarán estas dinámicas barriales. El nuevo gobierno, con su brutal recorte de la capacidad de consumo popular, subestima esta explosiva conflictividad. Parece confiar en los deseos represivos y de restauración meritocrática que comparten clases medias y “bajas”. Jock Young afirma que la modernidad tardía “conduce a grandes sectores de la población de la parte inferior y media de la estructura de clases a experimentar lo que Nietzsche llamaba resentimiento, un sentimiento de ira, amargura e impotencia que busca culpables y moviliza las diferencias”. Las clases medias, sometidas a agotadoras jornadas de trabajo para sostener su crecimiento económico y presas del mercado terapéutico para transitar su fragilidad ontológica, deplora a una clase “baja” que entiende que vivía de subsidios financiados con “sus impuestos”; los sectores populares, quienes padecen con mayor intensidad esas mismas vidas asfixiantes, claman por orden y disciplina en barrios regados de balas, microdelitos y asesinatos.
Nada indica que esta nueva derecha pueda conseguir esa implorada tranquilidad. La militarización y la represión directa generarán expectativas hasta que demuestren, una vez más, su ineficacia para imponer ordenes mínimos. ¿Qué pasará entonces cuando las economías violentas sigan vigentes pero ya sin consumo para todos?

Fuente: http://www.revistaturba.com.ar/


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(Tinta Limón Ediciones – 2015)

Día del padre // Diego Valeriano

Gris, feo, frio, horrible. Yaqui se protege con gorro, bufanda y guantes, se protege del frio y muchas veces es de lo único que se puede proteger.
Acaban de cancelar un tren y no sabe si molestarse o no. Se aferra fuerte a su carrito lleno de billeteras, fundas de celulares y chalinas de hombre. Va a aprovechar la urgencia de los que se olvidaron del día del padre, justo ella que jamás puede olvidarse de este día.
Si la dejan va a poner el puesto sobre Corrientes. Cada día es más difícil. Cada día son más y siente que cada día puede menos con los machos, los piolas, los ratis y los comerciantes indignados que ni se le animan a los negros pero con ella son bien gritones y prepotentes.
El próximo tren sale en diez minutos, si no hay demasiados contratiempos a las 11 ya va a estar poniendo el puesto. Antes tiene que pasar por lo de Choli, la peruana que aguanta junto a sus hijos el puesto en la calle Peron, casi sobre la bicisenda. Si ella le fía, le va a pedir medias y soquetes. Nunca regalaría nada de lo que vende y mientras el frio se mete por las zapatillas cree que las medias le vendrían bien a ella.
Llegar a la calle Corrientes desde Moreno es casi línea recta, casi que no hay desvíos, ni laberintos. Le gustaría perderse, no volver, bajar en otro lugar y no tener que volver con el carrito lleno y unos pocos pesos en el bolsillo. No volver a la historia de su mamá que viajo desde Oran detrás del tipo que la dejó embarazada y se vino para Buenos Aires. Y después viajo de Flores a Merlo a ese rancho de mierda con el primero que pareció protegerla. Quiere aprender con el viaje, no quiere acumular historias para no entenderlas.
No quiere a un gendarme mentiroso que se va a ir, no quiere a Rodri que prometió pero está en Ezeiza, no quiere que ni vuelva a aparecer el hijo de mil puta de Oscar diciendo que es el padre, no quiere volver a ver a ese tipo que se quedó un par de meses y se terminó llevando lo poco que les quedaba, además de dos celulares y unos pesos.
Los tipos se hacen los papá garrón de vez en cuando, los presos son mejores padres adentro, los gendarmes muestran fotos de sus hijas que están en Chaco solo para pedir un pete, los guachos se tatúan el nombre de su hijo mientras esta en la panza de la mina y después apenas balbucean su nombre cuando amanecidos les duele la noche de pastillas y escabio.
Su mamá, Marcela, la Mecha,  aun llora y putea su primer embarazo, el primer tipo que la dejo tirada y se fue, la caída libre de su vida desde aquel día. Sufre las mentiras y llamativamente cree que fue ella la que estuvo mal, Yaqui se enoja de los consejos de la Mecha. De Flores a Merlo, de nuevo a Flores a una pensión. Fuerte Apache, Barrio Mariló, San Miguel y de nuevo Moreno. El viaje la cargo de odio y lucidez. El día del padre es un día de mierda y ahora, además llovizna. 
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