Anarquía Coronada

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Ernesto Guevara, rastros de lectura // Ricardo Piglia

Vale la pena recuperar, en el 50 aniversario de la muerte de Ernesto «Che» Guevara, un brillante análisis de Ricardo Piglia sobre Guevara como lector y como se juega en su figura la supuesta contradicción entre la teoría y la práctica, entre el tiempo largo del pensamiento y la inmediatez de la acción.

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Para descargar:

Ricardo Piglia: Ernesto Guevara, rastros de lectura.

Piglia y Rozitchner discutiendo en Cuba la tensión entre intelectuales y política y el rol de los intelectuales en los procesos revolucionarios o construcción de los mismos.

Homenaje al Che: Conversaciones con Diego Sztulwark // La luna con Gatillo

SEMANA GUEVARA DE LA LUNA CON GATILLO.QUINTA ENTREGA

En esta edición especial de La Luna con Gatillo, a 50 años del asesinato de Ernesto “Che” Guevara, Mariano Pacheco conversó con Diego Sztulwark, columnista de pensamiento crítico y movimientos sociales desde Buenos Aires.

Mariano Pacheco (MP)- Retomamos contacto telefónico, para este especial Guevara de la trinchera radiofónica la idea es que nos convides algunas reflexiones en torno a lo que implicó su figura para nuestras generaciones, es decir, más cerca del cambio de siglo que en los años ‘60 – ‘70.

Diego Sztulwark (DS)- Me parece que la cuestión se podría plantear como la actualidad del Che Guevara, que no es una pregunta fácil de resolver porque es tan múltiple ese personaje, es tan múltiple lo que se jugó esa coyuntura, son tantas las décadas que fueron pasando y en ese sentido también los intentos de lecturas y de renovar uno u otro aspecto de la figura del Che.

Digamos también que abordar la figura del Che es el problema de abordar los años de terror con los que se ha ocultado la enseñanza del Che Guevara -por llamarla de alguna manera- pero también la escolástica estalinista de la izquierda, también la santificación cristiana que se ha hecho del Che, y la mistificación también. No es un tema fácil pero me gustaría proponer, para conversar un poco, que en el Che Guevara se juega algo que sí es muy vigente, muy actual y muy relevante para la coyuntura de la actualidad sudamericana.

En el año 1965 Guevara escribe el texto El socialismo y el hombre nuevo en Cuba. Él explica que la tarea del socialismo, básicamente, consiste no tanto en la distribución económica o la justicia económica que eso va a desuso en sí, sino el tema de la desalienación o la no enajenación del hombre y la mujer, del individuo. La posibilidad de contar con la irrupción revolucionaria, con las masas activas, con las masas revolucionarias, para que ese nuevo poder efectúe transformaciones pero no transformaciones meramente económicas, y tampoco meramente morales. Es una transformación que el Che Guevara llamaba ‘la construcción del hombre nuevo’, y apunta a preguntarse: ¿qué tipo de libertad humana, individual o social existe cuando se rompe con la ley del valor?

Es decir que el Che Guevara tuvo una percepción muy clara y, desde mi punto de vista, medio insuperada sobre el hecho de que la ley del valor y la forma de producción de mercancía es la principal fuente de subjetividad capitalista. Es un problema que por supuesto también se había planteado en la revolución rusa. Y en cualquier revolución o gobierno democrático popular, es decir, mientras las formas de producción sigan siendo las de producción de mercancías, por más que el gobierno o el Estado, o la escuela o la educación (etc.) construyan un discurso anti burgués, anticapitalista y anti individualista en el plano del discurso, la forma de producción -lo que el Che Guevara llamaba el cordón umbilical- que liga al hombre con  la vieja sociedad, con la forma mercancía, sigue produciendo forma humana. Me parece muy luminosa esta percepción del Che que por supuesto vi muy teorizada en el campo del marxismo, no es que es un descubrimiento teórico, pero sí me parece undescubrimiento político.

¿Que puede el poder político hacer para producir un tipo de subjetividad y un tipo de libertad en los individuos y en las masas frente a esta persistente influencia de la estructura llamada ley del valor?

 

MP- Se podría enlazar esta pregunta y este recorrido por ese texto emblemático de Guevara con alguna de las reflexiones que en su momento hizo John William Cooke a propósito del concepto de cultura en el marxismo y en la también emblemática revista ‘La rosa blindada’, ¿no?

DS- Sí, tengo el texto muy presente por supuesto. El texto de Cooke es del año ‘65: una proposición de las bases para una cultura revolucionaria, una eventual cultura socialista revolucionaria. Es un repaso super fresco, de una postura que sería muy compatible con las del Che. Estamos hablando de dos textos del mismo año.

MP- No había reparado que eran del mismo año, pero recordaba esta afinidad a partir de lo que vos estabas reflexionando, de algún modo un guevarista argentino hecho y derecho.

DS- Me parece que sí, que si queremos encontrar en Argentina un escritor de primer nivel, que además es un dirigente político y resistente de primer nivel, que es capaz de hacer una analítica tan sutil como la que estamos hablando, y que sea más un aliado por lo menos desde el año ‘61 – ‘62, ahí estamos hablando de Cooke.

Me gustaría, ya que citaste este texto, contar -y de esto no se cuánto se habrá dicho- que ese texto de Cooke fue el comienzo de una polémica con León Rozitchner que un año después -en el ‘66- escribe, también en ‘La rosa blindada’, como respuesta un texto que se llama ‘La izquierda sin sujeto’. Me parece que si uno leyese de vuelta el texto de Cooke y el de Rozitchner podríamos encontrarnos ahí con un debate estrictamente guevarista dentro de la izquierda Argentina.

Dos posiciones que están asumiendo más o menos este mismo problema: hay que saber que la subjetividad no es un problema subjetivo, el problema de la subjetividad es un problema materialista, subjetivo y objetivo a la vez, que si no se puede alterar la forma de producción no se puede alterar voluntaristamente al sujeto y viceversa. Y esa discusión estaba dada en términos de si en Argentina era posible y cómo.  

Me parece que cuando León hablaba de una izquierda sin sujeto, hablaba de una izquierda que confiaba mucho en una mera transformación en el plano objetivo sin suponer que lo objetivo era parte de lo subjetivo. Una suerte de dialéctica que el Che Guevara se plantea con mucha claridad y que después los filósofos, intelectuales y militantes de izquierda han quedado con ese asunto dando vueltas. Asunto que me parece que después de la última dictadura militar, y con la derrota de las organizaciones revolucionarias, no ha sido nuevamente planteado con claridad.

MP- Como cierre queríamos preguntarte sobre la apropiación de la figura del Che, quizá podríamos decir que el paso de los ’50 años es una fecha para revisitar de un modo más fuerte. En Argentina los 30 años fue una fecha emblemática para el rescate de la figura del Che, podríamos decir que los 40 años pasaron más sin pena ni gloria, qué te parece ahora que pasaron 50 años: ¿qué posibilidades ves de una apropiación crítica de la figura, y no solamente la estampita o la remera?

DS- Por un lado, me hacés acordar algo: nosotros cuando fue el aniversario de los 30 años organizamos acá las Cátedras libres del Che Guevara y fue un fenómeno muy interesante, pero también interesante en cómo se combinó con los encuentros de organizaciones sociales y todo este momento que fue para la coyuntura de Argentina muy preparatorio de lo del 2001. Es decir que ese enganche es interesante hacerlo hoy, hace 20 años la figura del Che y la reflexión crítica sobre los ‘70 y el Che tenía que ver mucho con la cultura de autoorganización del movimiento social y la juventud.

A los 50 años de la muerte del Che creo que nos encontramos con una situación mucho peor, por dos razones. La primera porque me parece que los gobiernos llamados progresistas volvieron a caer en la ilusión de que podía transformarse la sociedad humana sin transformarse la dimensión material, es decir, estamos yendo para atrás en términos revolucionarios cuando pensamos en la figura del Che. Si vos me dijeses una de las cosas con la que veo una vigencia actual y lo que hoy tendríamos que estar trabajando, es precisamente eso, un balance de los años de política progresista en términos de un reformismo, un ilusionismo por el cual se podría suponer que por el hecho de hacer una distribución económica o por el hecho de dar un discurso que es progresista, antiimperialista pero no es crítico, eso puede sustituir la transformación de las formas de producción de valor en la centralidad de los sujetos que cuestionan. Esto me parece lo primero.

Como segunda razón, que me parece por lejos lo más preocupante, es que los gobiernos actuales en Latinoamérica, pero sobre todo el gobierno estrella de Latinoamérica que es el de Macri, porque es igual de reaccionario que los demás pero consigue votos, consigue una especie de aura de ‘cosa nueva’, optimista, que puede remodelar la ciudad en términos neoliberales, está tomando de manera invertida el programa del hombre nuevo. Vamos a decirlo así: si con la figura del Che Guevara se puede pensar una modelización del humano fuera de la ley de valor, el macrismo actual tiene esbozos sobre todo en la figura de Alejandro Rozitchner, y otros optimistas de esta brecha neoliberal que tienen la pretensión de retomar la idea de una modelización humana interna a la ley de valor, completamente. Todos los elementos de novedad económica, moral e histórica que con el Che se plantean en términos de una salida al capitalismo, se los recupera a todos en términos de una inmersión final dentro del capitalismo.

El hecho de que ellos puedan apropiarse de discurso de la ‘nueva humanidad’, por no decir el hombre nuevo, de que la nueva humanidad y la modelización de la sociedad está a cargo de empresarios, CEOS, y los sectores más tradicionales de la clase política argentina me parece que nos tendría que preocupar mucho, pero también nos tendría que dejar ver el carácter contrarrevolucionario que tiene este gobierno, no solamente autoritario, no solamente más o menos democrático-dictatorial.

Sino contrarrevolucionario, actúa perfectamente invertido a los desafíos planteados en la revolución cubana, dispuesto como programas contrarrevolucionario a escala regional.

Para concluir, sólo quiero volver a plantear  que la idea del nuevo hombre del Che no es lo que el estalinismo o el liberalismo quisieron hacer después: una especie de modelización nazi, queremos que las personas sean así o así, como si fuera una especie de voluntarismo que va a rediseñar autoritariamente, caprichosamente la idea de un futuro malo. Sino que lo que plantea el Che es una pregunta: ¿cómo construimos en base a la complejidad de las instituciones y de las masas masas movilizadas un ideal más allá de la ley del valor?

Para mi esa es una pregunta que queda picando, que está irresuelta, y que a partir de la derrota de los últimos años es una pregunta que ha sido más desarrollada en el plano de las revoluciones moleculares, como decía Guattari, ha sido más desarrollada por movimientos sociales, por movimientos indígenas, por movimientos de mujeres, por movimientos de desocupados, por movimientos de jóvenes.

La pregunta que deberíamos hacernos es si este plano de experimentación molecular no tiene que en algún momento volver a preguntarse por este horizonte guevarista del más allá de la ley de valor

Fuente:

*LA LUNA CON GATILLO: Una crítica política de la cultura

Jueves de 19 a 20.30 horas en vivo por Radio Eterogenia (www.eterogenia.com.ar), la radio del Centro Cultural España Córdoba.

https://www.facebook.com/lunacongatillo/

https://twitter.com/GatilloLuna

Fanzine digital de actualización diaria:https://lepondregatilloalaluna.blogspot.com.ar.

**Desgrabación de Agustina Machiavello.

 

Apuntes sobre el Che // John William Cooke

Elegimos recobrar un texto poco leído y apenas mencionado: los apuntes “dolorosamente  garrapeados” que sobre el Che Guevara esbozara John William Cooke.

El vinculo entre ambos era estrecho: la política y la revolución delinearon el proyecto común que enlazo sus vidas. Apenas un año fue el tiempo que separo ambas muertes, de octubre de 1967 a septiembre de 1968. Como homenaje al aniversario de la muerte de quien fuera el delegado político de Perón durante los primeros años de la resistencia e ideólogo del peronismo revolucionario, la revista Nuevo Hombre, donde participara activamente su compañera, Alicia Eguren, publico este texto a lo largo de tres números sucesivos. En otro octubre, el de 1973, la revista Compromiso publico estos borradores, únicamente acompañados con un poema de Eguren titulado “Seis años sin el Che”.

En este octubre, reproducimos este escrito sin variaciones respecto a las ediciones anteriores, incluida la Nota que aparece incorporada a los Apuntes y que no pertenece a Cooke- presumiblemente escrita por su compañera. Es notable la importancia de este” texto encontrado” , que permite reconstruir, al mismo tiempo, un momento histórico, un cierto estado a las reflexiones de Cooke y los encuentro entre el peronismo, el marxismo, y la experiencia cubana.

[1] Tanto la introducción como el texto de John William Cooke fueron recuperados de la revista “La escena contemporánea” Nro 3, octubre de 1999

Apuntes sobre el Che, John William Cooke

          Plan

                                                   Revolucionarios

                                                   Otros

  1. I) Reacción ante muerte: Malos entendidos

¿Ejemplo admirable abstracto?

  1. II) Desdibujado homenaje:Unido a una praxis

III) Homenaje=praxis. Vanguardias: No Che = reflujo temporario

  1. IV) ¿Che = guerrilla?

V)Che: acercamiento pueblo argentino

  1. VI) Santo

Héroe

VII) ¿Valía la pena?

Apostolo la vida

VIII) Cadáver

  1. IX)Arquetipo abstracto
  2. X) ¿Flirteo con la muerte?

– Psicoanalis

– Romántico

– Poeta maldito

– Amor. Compasión

  1. XI) HISTORIA

Junto futuro y presente

Palabras y acción

La Revolución no debe mentarse en vano

Arquetipo moral.

Guerrilla.

FINAL          CHE                  Santo

Héroe

Tanatos

Romántico. Poeta maldito.

I-II

Buscando su destino americano el Che Guevara se encontró, en un recóndito paraje agreste con la muerte de metralla que desde hacia mucho tiempo formaba parte de su cotidiana contingencia guerrillera. Aunque las difíciles circunstancias en que se venia desenvolviendo el grupo de patriotas a su mando multiplicaba el coeficiente de esa probabilidad, el hecho nos produjo la impresión de absurdo y gratuidad con que se reciben las muertes prematuras y cercanas.

De pronto sentimos que se había devaluado el poder significativo de las palabras, que solo pobre desteñidamente lograban aludir a las dimensiones del holocausto, al grado de nuestra desolación. En ese atroz vació de octubre, nuestra rabia clamaba contra la injusticia de que el Comandante hubiese caído “cuando aun no era el tiempo de morir” . Sin embargo, a través del mundo de las voces revolucionarias coincidían en afirmar una sola verdad esencial, que rescataba el sentido de luto colectivo: más vivido y apremiante que nunca, vibraba en las conciencias la convocatoria del Che para los compromisos totales de la lucha liberadora. Lo expresaba el grito de guerra que simultáneamente afirmaba en todos los idiomas: “El Che vive”. De entonces a ahora, los insurgentes del tercer mundo, los activistas del “poder negro”, los obreros rebeldes y los estudiantes europeos, demuestran que el desdeñoso desafiante de la muerte sigue triunfando sobre ella como calida presencia que inspira a los que se alzan contra las estructuras de la opresión.

La memoria del Che no admite otro tributo que los de esa voluntad de militancia que guía a los núcleos que en nuestro país buscan como mejor pueden, formas y métodos para iniciar el proceso de enfrentamiento violento con las fuerzas de la dependencia y de la explotación. Es en relación con esas actividades que nos parece oportuno referirse a ciertos factores que integran el cuadro nacional de situación como consecuencia directa del episodio de Bolivia.

(Interpolación) Es la marcha combativa de los núcleos combativos que en nuestro país buscan más que variantes. De núcleos combativos que en nuestro país están identificados con esa…

En primer termino las perspectivas que se abren por las repercusiones emocionales que produjo en el pueblo esa tragedia de coraje y de soledad; y que aun en medios burgueses despertó una admiración testimoniada explícitamente o mediante actitudes de respetuosa circunspección.

Esa loable amplitud de los homenajes, conspira por otra parte, contra la compresión de las autenticas proyecciones y significado de lo ocurrido, y se presta a que el periodismo encubra sus tergiversaciones tras el fácil reconocimiento de algunos méritos personales al enemigo ya aniquilado. Propósito que cumplen también ciertas lagrimas de cocodrilo

“izquierdistas”, buscando saldos póstumos del héroe a quien en vida combatieron con perfidia, y depaso propaganda equívocos y malentendidos sobre sus acciones e ideas. No interesa refutarlos indignamente sino señalar sus principales tácticas y variantes en cuanto tienden a malograr las tareas de esclarecimiento que pueden contribuir decisivamente a que surja una política revolucionaria que sea síntesis eficaz de las experiencias dispersas.

(Interpolacion) Che: lo que representa, lo que ejemplifica: la construcción del hombre nuevo sobre las ruinas del viejo orden y sus alineaciones ya ha comenzado y el tiempo ya esta maduro para la lucha y el sacrificio con que se inician las batallas definitivas. No hay epopeyas gloriosas pero lejanas sino estas, las de hoy mismo…

La figura del Comandante guerrillero no permite sectarismos que la identifiquen con alguna parcialidad de su pensamiento que nos resulta particularmente importante. Ni sus tesis son verdades intangibles ante las cuales solo queda prosternarse en aceptaciones acriticas, lo que seria doblemente ridículo en el caso de quien tan elocuentemente expreso el rechazo de la Revolución Cubana por los dogmatismos paralizantes y las sabidurías inmanentes bebidas en textos canónicos. Pero tampoco permitimos que su persona se desdibuje en un ritual de honras convertido en un fin en si mismo donde se lo reverencie “ a pesar de sus ideas” o “independientemente” de ellas.

Las consecuencias con los principios llevados hasta el sacrificio de la propia vida es un espectáculo humano admirable. Reivindicar a nuestro compatriota como otro de los ejemplos ilustres que registra la Historia podrá parecer a algunos el máximo tributo a su memoria.

Para nosotros, desentenderse de cuales sean los principios que lo inspiraron a sustituir el acto real y concreto por su representación; eliminar su vivencia histórica como reverenciarlo como simbología estética. En síntesis, es seccionar los lazos directos, inmediatos, vi vientes, íntimos, que tiene con nosotros y con esta época. Archivarlo como biografía celebre que el transcurrir del tiempo ira empalideciendo de mas en mas es una manera rastrera de ignorarlo, volver abstracto un ideal que es el de nuestra América y de nuestro mundo actual y que implica una praxis que tiene como fin ultimo la libertad de los hombres que estos solo alcanzaran por medio de la lucha. Su vida, pasión y muerte no se agota como experiencia singular sino que se justifica y perpetúa como parte de esa empresa colectiva. El Che seguirá formando parte de nuestra circunstancia mientras haya quienes  compartan ese proyecto para la transformación del mundo, que el enriqueció teóricamente y sirvió hasta las ultimas consecuencias.

Si algo bien presente, era que su vida y pasión no se agotarían como proceso singular sino que se justificaban como parte de esa empresa colectiva que lo perpetuaría. Lo dijo de mil maneras y nunca tan elocuentemente como en su ultimo mensaje: …”Si nos toca algunos de estos días lanzar el ultimo suspiro sobre cualquier tierra, ya nuestra, regada con nuestra sangre, sépase que hemos medido el alcance de nuestros actos y que no nos consideramos mas que elemento; en el gran ejercito del proletariado”. Ese gran ejército de la independencia latinoamericana solo existe, por ahora, en la esperanza y en los planes de los destacamentos de vanguardia que tratan de cumplir abnegadas y difíciles tareas precursoras.

Para ellos, las consecuencias inmediatas a la tragedia de Bolivia son bien graves. Hemos perdido a nuestro Comandante de los Andes que ya no aportara sus dotes excepcionales a la conducción de la penosa  guerra en ciernes, ni servirá como punto de confluencia para los núcleos incordiándoos entre si pero coincidentes en su liderazgo cimentado en sus antecedentes personales y en los nexos que establecía con Cuba, físicamente aislada por la insularidad y el bloqueo imperialista.

Además su desaparición recarga el complejo de factores adversos que afrontamos: es evidente el reflujo del entusiasmo y la combatividad en medios donde la predica revolucionaria encontraba ecos propicios hace apenas un año, y la perdida de confianza y viabilidad de una salida insurreccional en sectores que en principios aceptan que no hay transición pacifica hacia un país autodeterminado interna e internacionalmente y apto a satisfacer las reivindicaciones de los desposeídos. Este ambiente fue aprovechado por la nube de teóricos que viven racionalizando la pasividad y predicando un “realismo” prudente que es una modalidad estricta del reformismo. Aunque presumen de utilizar un sistema científico de investigación, ni siquiera cumplieron con el más elemental recaudo de buen juicio: partir del análisis de la experiencia bolivianas – cuyos datos faticos recién se van conociendo – . Prescindiendo de eso, afirmaron que el desastre se debió a que el método guerrillero es impracticable. Impracticabilidad que, a su vez, esta demostrada por el desastre acaecido. Así, mediante un razonamiento circular en que las premisas no son demostradas en confontracion con la realidad sino que se apoyan recíprocamente, los puntos de vista que se sustentaban reaparecen luego como “ conclusiones” de análisis sedicentemente críticos. Y luego de repetir sacramentalmente que la solución final solo se lograra por la violencia terminan impugnando, junto con la guerrilla, toda la política que concretamente tenga como base una estrategia de lucha armada para el poder.

Todo lo que tienda a la violencia a la provocación o delirio. La epopeya final remitida a un futuro indefinido en que se dará una constelación de condiciones que nada tienen que ver con las presentes será ineluctable y solo exige ahora que seamos consecuentes en las prácticas reformistas.

Aclaremos que el problema del “ foco guerrillero” es ajeno a lo que aquí estamos considerando. No hay duda que todo planteo serio sobre los métodos de la lucha revolucionaria no puede prescindir de tomar en cuenta un hecho tan importante como el de Bolivia, que debe ser examinado a fondo para saber en que medida el descalabro obedeció a causas especificas de ese intento o es ilícito inferir de el fallas en la concepción militar a que respondía. Lo que rechazamos es que se sustituye la confrontación entre teoría y realidad, indispensable para todo dirigente responsable, con la utilización del episodio por parte de los “ filósofos” de la revolución a poco precio.

Como mucha gente personificaba en el Che la eficacia de la guerrilla, nada más fácil que presentar su muerte como probatoria de lo contrario, ni más deshonesto. Pues que el Che no haya logrado, mediante el éxito, demostrar la bondad de sus tesis militares, no permite concluir con el fracaso las invalida.

Consecuente consigo mismo fue al monte y al sacrificio, pero no convirtió en piedras de toque para el fallo sobre sus concepciones el resultado de una tentativa cuyas abrumadoras desventajas, conocía demasiado bien.

También rechazaremos la actitud de singularizar a Guevara como el pugnador del “foco guerrillero” y basar en ello su valorización como teórico revolucionario. Lo que enseño con la palabra y la acción fue mucho mas amplio y trascendente: la urgencia de la lucha armada para conquistar la libertad; la posibilidad que se le abre hoy a nuestros continentes subdesarrollados para terminar con las estructuras de la dominación colonial y la injusticia social; la concepción de una estrategia común contra el enemigo que universaliza su opresión y debe ser combatido por medio de frentes de luchas que se vayan abriendo en todos lados ( “Hay que crear dos, tres, muchos vietnams; esa es la consigna”); el papel de las vanguardias, definidas en función de su praxis encaminadas a desatar las energías de los pueblos: para oponer su viloncia a las clases dominantes; la falacia de confiar en procesos ajenos a nuestra voluntad el advenimiento de un nuevo orden político-social; la formación del “ hombre nuevo” estimulando desenvolvimiento de los valores morales alineados en la deshumanización de la sociedad clasista; la solidaridad como base de la convivencia en la construcción del socialismo y de las relaciones entre movimientos y países revolucionarios.

En fin, el esquematismo de una enumeración no hace justicia a la riqueza de sus ideas, ni de los planteos con que las aplicaba a los problemas concretos que encaraba.

Es pueril también evaluar sus aciertos como teórico en base a buscar principios “inéditos” , “teorías originales” : el no creo un sistema de ideas como pensador solitario sino que fue participe de una creación colectiva que es la de la revolución cubana.

Toda revolución va encontrando formas frescas, renovadas, determinadas soluciones a determinados problemas sobre los cuales no se adjudican ninguna paternidad.

Dentro de esa apreciación real del tema que consideramos, los grandes revolucionarios apuntan menos enfoques y argumentos, y a veces llegan por caminos propios a redescubrir lo que ya habían transitado los otros.

Es en el contexto de ese humanismo sin retórica ni concesiones que debe ubicarse la empresa boliviana y el papel protagónico del Che.

La discusión de la guerrilla como vía para la emancipación latinoamericana continuara por mucho tiempo. Peo, resumiendo lo anterior, deseamos diferenciar entre los discrepantes puntos de vista que resulten de una apreciación honestamente revolucionaria de los hechos y los recursos confusionistas que se valen del drama boliviano para: a) utilizarlo como argumento para descalificar, sin base en un examen riguroso de los hechos, las tesis militares del Che; b) reducirlo a una ordalía en que se demostraia que esas tesis eran correctas si triunfaba y falsas en caso contrario; c) presentar a Guevara como simple propugnador de la concepción guerrillerista pasando por alto que eso era parte de una amplia y rica concepción revolucionaria.

Ellos creen que vivimos el tiempo opaco en que los progresos revolucionarios son necesariamente lentos, porque solo al cabo de una evolución del estado burgués se irán dando condiciones para que la toma del poder por los trabajadores pueda ser posible. Nosotros, en cambio, estamos convencidos de que vivamos una época en que la revolución esta madura y en que la praxis puede apurar las condiciones objetivas. La abstención de los reformistas no es impuesta por una lectura legible de la realidad, sino que esa abstención es la prorroga de existencias de las burguesías.

Nosotros creemos que depende de una praxis el estallido y la modificación de las condiciones que actualmente impiden llegar a ello. Ellos, en cambio, sostienen, que son las condiciones objetivas las que obligan a no largarse. Esa concepción corresponde a quienes ven a la Historia como algo externo y ajeno al hombre. El Che, en cambio, tiempo presente, tiempo futuro, mensajero de la muerte y del futuro, nos enfrenta con la muerte como posibilidad inmediata, porque el destino deja de ser indefinida imagen imprecisa en el porvenir, sino una tarea cuya hora ha sonado ya.

III

Junto  a las repercusiones inmediatas negativas para las agrupaciones revolucionarias surge un hecho nuevo que parece ofrecerles amplias perspectivas favorables, y que debe ser estudiado en sus verdaderos alcances y posibilidades.

Nos referimos al contacto de las masas argentinas con el compatriota asesinado, proceso que creo tuvo dos tiempos, cronológica y cualitativamente hablando.

El primero consistió en la desaparición de la muralla alzada por la propaganda burguesa, que fijo una imagen popular del Che como personaje exótico, sobre el cual variaban las interpretaciones, pero siempre dentro de ese carácter del individuo ajeno, perteneciente al lejano y pintoresco mundo del Caribe.

Las truculencias periodísticas a raíz de su desaparición de Cuba, lo mantuvieron como tema de las crónicas, pero a fines de 1966 paso a ser un fantasma que rondaba nuestras fronteras. Poco después, su espectacular reaparición publica con el Mensaje de la Tricontinental, determino que la prensa, incluida la sensacionalista, que llega a capas mas populares, divulgasen rasgos biográficos que fueron dando entidad al ser novelesco y trashumante. Casi a renglón seguido, las noticias espectaculares fueron acaparadas por el proceso Regis Debray y a la guerrilla boliviana, y se fue afirmando la conjetura de que  Guevara desempeña es esta un rol estelar. Bolivia forma parte del ámbito geográfico que el argentino del común concibe como realidad inmediata, para lagente del Noroeste integra su propio hábitat. Por si algo faltaba destacar al Che en el interés directo de nuestra vida nacional, el gorilaje corre en ayuda de sus colegas bolivianos y acordona las provincia limítrofes con tropas, objetivando la artifiocidad de una separación que solo es tajante en los colores de la cartografía, pero que la geografía concreta ignora, lo mismo que el revolucionario y que los órganos represivos.

El Che Guevara ya es componente de nuestra vida social: se lo comenta en la cola de la feria, en el café en la fabrica. Nadie olvida ni por un instante que nació en la Argentina, y a cada rato asoma la reivindicación posesoria de ese connacional extraordinario.

Para contrarrestar ese peligroso acercamiento de un pueblo oprimido e impotente con una praxis insurreccional, se apela a una artimaña típica: un cable noticioso transcribe presuntas declaraciones del general Peron atacando al Che; pero el efecto es contraproducente, pues inmediatamente Peron expide un enérgico desmentido, denunciando la maniobra como un intento de dividir a los que luchan por la liberación nacional latinoamericana.

La segunda parte del proceso se produce con su muerte: el impacto emocional es de una intensidad que excede el impulso afectivo que despiertan siempre los héroes abatidos por la fatalidad. El fenómeno no es simplemente por efecto acumulativo de la “aproximación” previa y el desenlace trágico de su protagonista. Considero que se opera un hondo cambio cualitativo en la actitud espiritual hacia el. Por una parte, su caso se integra con algunas constantes culturales de nuestro pueblo: el culto al coraje, el desprecio por la ley como algo ajeno, impuesta a los humildes “desde arriba”, la identificación con los rebeldes que se baten solidariamente con las fuerzas tremendistas del orden constituido.

Esos héroes de la tradición plebeya persisten en la memoria de las generaciones. En cualquier rincón del país, y a todos niveles de cultura Martin Fierro continua batiéndose con la partida y denostando a los poderosos. Cruz reivindica con su gesto solidario los valores del hombre de la tierra. La montonera opone sus lanzas a la codicia de gringos y porteños.

Sea por un acto reflexivo o por una asociación de ideas espontaneas, de pronto, ese patrimonio especial, no deteriorado por un siglo de culturalizacion alineante se objetiva en un hombre real, próximo, contemporáneo. Con un agregado: nadie ignora que ningún azar desgraciado, ninguna compulsión externa había empujado al Che a esa situación limite, sino que era una situación voluntaria dictada por su  propia conciencia.

La gente de la base es muy sensible a ese ejemplo de coherencia entre las palabras y los actos, aunque para explicarlo recurra a los modelos que forman parte de su bagaje conceptual. No es extraño, entonces, que muchos de los que nos piden una explicación de “como era el Che” invoquen la noción de santidad aplicada a lo laico. En ese orden de cosas, un sacerdote lo ha definido con mas precisiónpatriótica, como “ un héroe cristiano” ( R.P. Hernan Benitez).

Un intelectual uruguayo, Eduardo Galeano, comenta que por su capacidad de sacrificio era el dirigente mas parecido al cristiano de las catacumbas. El Nuncio Apostólico en Cuba, monseñor Zacchi, ante una pregunta hace poco, sobre Fidel Castro, respondió al periodista: “Yo lo considero eticamente un cristiano”.

Y el propio Fidel quien , al hacer el panegírico de su camarada caído dice: “El Che reunía, como revolucionario, las virtudes que pueden definirse como la mas cabal expresión de las virtudes de un revolucionario: hombre integro a carta cabal, hombre de honradez suprema, de sinceridad absoluta, hombre de vida estoica y espartana, hombre a quien prácticamente en su conducta no se le pudo encontrar ni una sola mancha.

Constituye por sus virtudes lo que se puede llamar un verdadero modelo revolucionario”.

Después de haber eliminado su lejanía, el final brutalmente elocuente del Che fue como un relámpago que ilumino de golpe toda la admirable trayectoria, perfilando la imagen aun difusa con los rasgos propios del santo o del héroe y estableciendo el vinculo extrañable que liga a uno y otro arquetipo con la multitud, que ve en ellos a sus semejantes, pero con aptitud para llevar hasta los extremos del absoluto las virtudes que solo concebimos, ordinariamente dentro de los limites “humanos” hasta consumar sin vacilaciones, y como parte de los trabajos de las horas y los días, la inmolación definitiva de la que todos se sienten destinatarios. Y que habrá cumplido sus fines en la medida en que se convierta en reconocimiento de la filosofía que sostuvo esa conducta de ilimitada generosidad.

(Interpolación)El no buscaba su autosacrificio. Buscaba la victoria…

…Para que no se lleven las aguas torrentosas…

…Su muerte física: un alto coeficiente del calculo de probabilidades.

Pero su otra muerte…solo nosotros podemos.

Por eso era exacto que no le ha llegado el tiempo de morir.

…Los hombres se reencontraran con el en los potreros del alba…acerco las palabras a la verdad. Punto de reflexion…

(Hay varias palabras y hasta parrafos ininteligibles)

IV

Más allá del acontecimiento y sus fúnebres esplendores, la intuición popular capto su densidad histórica, su filiación en la lucha emancipadora del continente. Esta penetrante aproximación esta cargada de promesas, a condición de que logremos que se comprenda, ademas, su inserción en el proceso inconcluso cuyas tareas nos reclaman. Sabemos que la historia de Latinoamérica esta hecha de epopeyas y catástrofes, de breves apoteosis y largos horrores. En la medida en que creemos que termina el tiempo muerto de la impotencia y la frustración mas acuciante se vuelve la mirada que busca en ese pasado las claves que ayuden a orientarse en este presente confuso, ambiguo y desarticulado en que nos proponemos el advenimiento de las batallas definitivas que consumen esa vocación de auto-destino malogrado por el semicolonialismo.

Y mas vehemente es el rechazo de la fabula sin sentido que los engranajes culturales que la dependencia difunde como historia oficial desde hace un siglo; en cambio , sentimos la intima proximidad de lo que estaba perdido en las brumas del tiempo o disperso en un catalogo de anécdotas inconexas y falseadas. Se vuelven vivas y reales las hazañas de Tupac Amaru, las esperanzas de tantos lanzamientos indios, negros, mulatos y zaparrastrosos que oligarquías crueles y rapaces ahogaron en sangre.

Fuera de la iconografía patriotera que entrevera a héroes y canallas, las figuras cumbres de las luchas independentistas repiten sus verdades peligrosas largamente sepultadas bajo el polvo retorico de la cultura vasalla.

Incorporar al Che a esa nomina de próceres americanos es un acto de justicia histórica, pero insuficiente en si mismo porque oculta lo mas importante para nosotros. Es que si hay verdades de nuestra América Latina que son permanentes, cada época tiene sus verdades propias que se renuevan la vigencia de aquellas: una versión para expresar la necesidad existencial de la patria bolivariana, un puñado de hipótesis estratégicas para enfrentar a los opresores de turno, un esquema de comunidad libre que habrá de realizar los valores que hoy son negados al hombre americano. La figura del Che enraiza con la de los próceres y mártires de la búsqueda de ese sueño incumplido, pero expresando la verdad de nuestro tiempo. Las historias académicas, lo sabemos, lo destinan a integrar la legión de mártires relegados al olvido o infamados por haberse rebelado contra la civilización del statu quo Pero tampoco constituye un reconocimiento el incorporarlo a la cálida tradición que vive en la memoria agradecida de los pueblos por cuanto forma parte de nuestra realidad presente y su leyenda es parte de nuestras luchas por las reivindicaciones inalcanzadas.

Habrá muchos “izquierdistas” que trataran de apurar ese transito hacia el panteón de los precursores ilustres, donde no habra inconveniente en homenajearlos con exangües flores de lirismo revolucionario abstracto. Pero es nuestra tarea que la admiración y el respeto de los sectores populares se conviertan en conocimiento e identificación y no se esterilice en alguna forma de cristalización legendaria o histórica que le quite al Che su verdad presente para otorgarle una inmortalidad de museo de cera.

VI – VII – VIII – IX

      Esa inerradicable presencia del Che en la dinámica creciente del enfrentamiento global entre las fuerzas que tutelan los privilegios minoritarios y los movimientos que se alzan contra esas prerrogativas intolerables esta patentizado en el proceder de sus victimarios. Herido y capturado seguía siendo peligroso. Entonces los agentes de la CIA y los pequeños déspotas militares de Bolivia asesinaron con alevosa premeditación al prisionero y a sus compañeros. Y como intuían que aun así no quedaba eliminado como factor – de perturbaciones hicieron desaparecer su cadáver. El primitivismo de creer que la amenaza provenía de esos restos de materia sin vida es simétrico a la sofisticación de quienes tratan de crear un ídolo vacío para sustituir al personaje real y cargado de la potencia explosiva de un ejemplo de predica revolucionaria insertadas en el medio de esta América grávida de conflictos retardados. Esta formula para exorcizar el espectro del líder ajusticiado es la que no debemos subestimar. En cambio el acto perpetrado por los sicarios del imperialismo carece de eficacia y solo sirvió para mostrar hasta que punto llega la abyección de los cruzados “occidentales-cristianos”.

Nosotros tenemos un ejemplo bien conocido de ese imbécil fetichismo gorila: los homicidas del bombardeo  a Plaza de Mayo, los vencedores del pueblo indefenso, los estrategas de la proscripción y el Conintes, cosecharon parte de sus laureles en una batalla que desde hace trece años libran contra el cadáver de una compañera que consagro su vida a servir a los trabajadores y a los desvalidos.

Ese atentado contra la decencia fue contraproducente para los fines perseguidos. Desde el punto de vista político nos hicieron un señalado favor. Mientras en las bases existe conciencia bien clara del significado revolucionario de Evita, se impidió que ese significado se aguase en la esterilidad de los ritos para adorar sus relatos, para lo que los burócratas peronistas hubiesen prestado una contribución inestimable.

Pero que la difamación o la desmemoria es la tentativa de sacralización histórica o moral del Che. El culto a los muertos despojándolos de aquello que nos compromete, adaptándolos a la morbosidad de las soluciones sin riesgo, en el caso del Che, el formalismo litúrgico es una manera de servirse de el, de “cosificarlo”, otorgándole una supervivencia que no es mas que la firma hipócrita del olvido, o la negación de sentido que tuvo su vida. Y que ofrendo en la certeza de que perduraría en la única forma que mantendría intactos sus lazos con los seres humanos, es decir en el recuerdo que lo reconoce en la verdad de su existencia, que encuentra acogida y continuidad en lo inacabado de las vidas consagradas a llevar adelante el proyecto para la realización de lo humano. Solo ese tipo de vínculos admite la figura del Che que convoca a la solidaridad activa que resulta negada en el formalismo litúrgico.

(Interpolacion) Peor que el odio y la desmemoria es adjudicarle esa supervivencia de museo de cera a nuestro compatriota, que murió con la certeza de que perduraría en la única forma de recuerdo que mantendría intactos sus lazos con los seres humanos, es decir, en el que lo reconoce en la verdad de su existencia, que encuentra acogida y continuidad en lo inacabado de las vidas consagradas al proyecto que el sirviera con la suya.

Ademas, como arquetipo abstracto canonizado en algunas de las inmortalidades transitorias y formales, pierde el peso demostrativo que tiene como hombre próximo a nosotros, que compartió nuestra misma circunstancia. Era un hombre común, surgido de nuestro medio: rosarino, estudiante, asmático, jugador de rugby, ciclista, lector de “El Gráfico”, con una visión de la realidad argentina donde se mezclaban aciertos y alineaciones distorsionantes. Ningún hado lo predestino para la gloria. Su espíritu de justicia, su generosidad – virtudes arraigadas en nuestra gente – y su aguda inteligencia, en contacto con las miserias de nuestra América, le fueron dando una conciencia cada vez mas lucida de que solo habría soluciones si se barría violentamente con las estructuras del coloniaje. Una serie de azares lo llevaron a encontrarse con Fidel y a participar en su aventura, aparentemente signada por la catástrofe.

Lo demás es conocido, desde su penoso bautismo de fuego al desembarcar en Cuba, herido y ahogado por el incendio del maizal en que estaban rodeados por las tropas de gobierno hasta su muerte en manos de los rangers bolivianos. Dirigidos por los expertos yanquis, consiguieron eliminarlo físicamente. Presurosos sepultureros quieren completar la obra desarmando su recuerdo. Pero ese profeta armado sabia que no dejaría de serlo porque cayese con su fusil .

“Bienvenida”…

La gente de buena voluntad nos pregunta: ¿Valia la pena que una figura de tanta importancia para todo el proceso revolucionario corriese esos riesgos desproporcionados y fuese a morir en una lucha aislada y solitaria? Recordemos la frase de su mensaje que sintetiza gráficamente su pensamiento “…Si nos toca algún día de estos…” El creía en la invencibilidad de la guerrilla pero no en su propia invencibilidad. Su muerte no era el fin de la aventura sino parte de ella,  y tal vez una formidable carta de triunfo. Se arriesgo porque perdiendo la vida también la ganaba. Por eso Fidel Castro confirmo su muerte, cuya gravedad era el primero en comprender.

Si tenia razón  o no respecto de la guerrilla, solo el futuro podrá dar la respuesta categórica.

Por ahora, la experiencia en Bolivia, dato que no puede omitirse en el análisis, resulta sis se toma como probanza de la inaplicabilidad del método. Seria desconocer que las revoluciones triunfantes desatan jalonadas de desastres, que la victoria final confirma como avances hacia el objetivo logrado.

Y que la discusión no es en abstracto, computandolos fracasos de un tipo de lucha, pero sin oponerle en la practica otro mas eficaz. Mientras solo éxito probara la verdad de la tesis guerrillera o de cualquier estrategia que se plantee en su reemplazo, ninguna historia mas desastrosa que la de los métodos reformistas, las postergaciones de la estrategia violenta a la espera de “condiciones objetivas” que nunca son las actuales, etc., que han malogrado ademas, mas combatientes que la guerrilla, sin poder computar ni una victoria.

Por sobre todo el Che aposto su vida a los hombres, a la capacidad de ellos de tomar como guía todo ejemplo individual, a empeñar todos sus esfuerzos y a cometer todos los sacrificios en busca de la libertad común.

Fue un héroe que no se consideraba imprescindible porque estaba seguro que los hombres y mujeres ordinarios son capaces de todas las heroicidades.

(Variación) Lo demás es conocido, desde su penoso bautismo de fuego a poco de desembarcar en Cuba, herido y ahogado por el incendio del maizal en que estaban rodeados por  las tropas de gobierno hasta su revelación como guerrillero genial y temerario; desde la maduración de su visión revolucionaria hasta sus éxitos como teórico y expositor de pensamiento de revolución; desde el abandono de su investidura oficial para empuñar las armas contra el imperialismo, hasta las hazañas de su minúsculo grupo guerrillero y el fin en que con manos alevosas cierran congruentemente esa trayectoria que muestra plenitud del ser moral. Al frente de un minúsculo contingente de héroes se paseo por entre las mallas de fuerzas represivas formidables, hasta que una serie de fatalidades culminaron con el combate en que lo hirieron e hicieron prisionero. Pero lo seguían temiendo y lo asesinaron, y el pavor los llevó hacer desaparecer su cadáver. Pero seguirá combatiendo mientras haya revolucionarios que busquen empuñar armas. Solo cuando su convocatoria no halle ecos, lo habrán desarmado; es decir , cuando no queden revolucionarios.

El Che parecía un hombre común y lo era , y lo era hasta que se encontró una coyuntura histórica y dio muestras de lo que era capaz.

Y en cada nueva experiencia fue enriqueciendo sus conocimientos y su persona que se fue depurando de todo lo que no fuesen valores esenciales. Mantenia con respecto a si mismo una actitud critica, algo sobradora y burlona, como correspondía a su idiosincrasia cordobés-porteña que rechazaba lo ampuloso y solemne.

La revolución cubana es el heroísmo pero también la alegría y la irreverencia, porque para construir lo nuevo hay que perder el respeto a los ídolos del viejo orden y arrasar con las fachadas que  encubrían su humanidad y avaricia. El Che ponía su mordaz acento rioplatense en ese desprecio a los perjuicios y convencionalismos.

Como presidente del Banco Central tuvo que firmar los nuevos billetes que sustituyeron a los de la emisión previa,y estampo su rubrica: “Che”; en la conferencia de Punta del Este en medio de la pomposidad de la diplomacia panamericana, no solo expuso herejías que demostraban la inocuidad la Alianza para el Progreso, sino que se aparto de la sequedad de la jerga cientificista de la burocracia de los organismos financieros y los rebatió con hirientes ironías, y completo el escándalo bautizando los planes de la Alianza como “ letrinocracia”.

(Variación) El Che sabia que en la perspectiva trascendental en que valoraba su accion, aun el martirio probable seria un acto eficaz…”en cualquier lugar en que nos sorprenda la muerte…”

En estas vísperas revolucionarias, los sacrificios fructificaran, a corto plazo, y miles de brazos responderán a su llamado.

En lugar de considerarse como parte de una élite de seres excepcionales que han alcanzado la posteridad histórica, cumbres solitarias sobresaliendo sobre la uniformidad de las personas comunes, se sentía parte de un universo en que los hombres orgánicamente ligados por la solidaridad, solo posible por la comunidad de la acción combatiente.

En lugar de amurallarse en la singularidad de un héroe, es la acción colectiva lo que permite esa comunidad orgánica donde los valores humanos se tornan posibles. Consecuente con esa visión revolucionaria, el Che negaba al heroísmo como prerrogativa aristocrática, tal como se lo considero a través de muchos siglos. La tragedia griega tiene como protagonistas a un grupo de elegidos que mandan sobre las personas comunes, y están en una u otra manera ligados a los dioses.

Los espartanos debían ser mas valerosos que los ilotas. Los caballeros de la Edad Media mas que los plebeyos. Los soldados imperiales mas que la tropa nativa de la colonia. Durante este siglo la derecha adopto una ética heroica, con Spengler como ideologo, que afirmaba que solo el héroe, el hombre del destino, esta en el mundo real, y es quien hace la historia. A medida que el mundo del capitalismo en ascenso siente los sacudones de las grandes crisis, se abandona el racionalismo democrático por la idea de que las relaciones de las culturas, los países, los hombres no tienden naturalmente a la espada. Sus intelectuales piden baños de sangre que terminen con la amenaza de las masas-fuerzas oscuras que amenazan irrumpir en los recintos purificados de los selectos. Contra la masificacion, la multitud, las clases altas justifican su dominio como atributo del espíritu, parapetadas tras la violencia represiva que ejercen a través de la casta militar.

El Che en cambio enfrentaba a ese orden injusto y su concepción del heroísmo era “ democrática”, viéndolo con una virtud que los pueblos despliegan con generosidad una vez movilizados revolucionariamente.

(Interpolación) (Excepción: la independencia, los caudillos, etcétera).

Los militares viven haciendo su propio panegírico, hablando en nombre de la Patria, etc. Son una casta que se considera por encima del nivel común, y que refleja esa nobleza en cada uno de ellos.

En consecuencia consideraba que los títulos tan limpiamente ganados como dirigente hacían mas imperativos los compromisos. Veía sus títulos de conductor revolucionario como una fuente de obligaciones frente a sus semejantes desvalidos.

Era un extraordinario conductor militar que no creyó que con el se perdería un factor imprescindible, sino que su eficacia estaba en razón directa de su contribución a desatar la acción del pueblo.

APOSTO A LOS SERES HUMANOS, Y ESA APUESTA SIGUE EN PIE.

(A desarrollar) Fue lo opuesto a la contrafigura del hombre corriente.

Rechazo la teoría de ser excepcionalmente dotado que constituye un fenómeno impar en el mundo “amorfo” de los hombres anónimos.

La personalidad del hombre de la sociedad clasista no es el reflejo enriquecido de sus dotes, pues estas no pueden desarrollarse en ese sistema de relaciones alienantes. Consecuencias:

1)El revolucionario es el que toma conciencia y se mueve por los dictados de su voluntad, que potencialmente existe en los seres humanos y están aletargados por la coerción de una sociedad cuya escala de valores se basa en el egoísmo.

2) La condición de revolucionario resulta de esa praxis, producto de la conciencia, la voluntad de lucha, del núcleo de vanguardia y no de un azar exterior a el. La lucha no depende del fortuito circulo de seres superdotados para la guerra y la conducción, sino que estos serán resultado de la praxis.

Parecía un hombre común y lo era, hasta que se encontró con una coyuntura histórica y dio muestra de todo cuanto era capaz.

Y en cada nueva experiencia en diversas esferas de su actividad fue enriqueciendo su pensamiento y su persona, porque mantenía, respecto de si mismo la actitud critica y algo sobradora y  burlona del cordobés-porteño que rechaza la solemnidad y el aspaviento.

Creía que los tiempos están maduros para que los lucidos y capacitados promoviesen con su acción, situaciones-limite, que pusiesen en juego el coraje, la abnegación y los grandes valores que existen en la gente de pueblo y afloran al fragor de las grandes luchas reivindicativas.

…Al morir había llegado a la maduración completa. Era el hombre perfilado y reducido a sus valores.

Esta fe, confirmada por ejemplos tan evidentes como el de Cuba, China, Corea o Vietnam, esta en la raíz de las enseñanzas que quiso dejar el Che y que se pierden si nos presentan al prócer y nos escamotean al hombre.

Hay otra manera de falsear los hechos, que procede a la inversa, presentándonos una imagen del hombre que desdibuja sus perfiles históricos.

Me refiero a las características que lo presentan como una especie de alucinado por la muerte, en permanente flirteo con el peligro mortal, buscando riesgo por si mismo y por el vértigo de la propia aniquilación .

Esa es una interpretación cara a los burgueses, como todas las que explican los fenómenos sociales inquietantes como problemas puramente psicológicos: el “resentimiento” seria el motor de la lucha de las clases , y las rebeldías tienen como causales frustraciones individuales, inadaptaciones familiares o sociales; las  “protestas” son agresividades no canalizadas normalmente. El Che seria un caso típico de personalidad fracturada, imposibilitada por causas por rastrear en la adolescencia para adaptarse a la convivencia y sublimada en formas heroicas que son impulsos a la autoaniquilación. He aquí , variante mas, variante menos, como el hecho perturbador del guerrillero caído es re-introducido en los esquemas del pensamiento convencional como caso clínico sin mas consecuencias que la incitación a que algún neurótico, excitado por el ejemplo, también se haga matar estrepitosamente.

La hipótesis que muchos propagan de puro imbéciles – por hacerse los inteligentes analistas capaces de penetrar en la profundidad del suceso o porque encuentran esa fantasía mas atrayente que la explicación real – contribuye al confusionismo de sectores cuyo esclarecimiento nos interesa.

En cuanto a lo que opinen los burgueses, nos tiene sin cuidado. Lo que nosotros no podemos considerar “ humano”, ni “normal” es el acondicionamiento espiritual que permite que el conformismo en el seno de una estructura social injusta y deformante: lo lógico nos parece que se reaccione aun en forma neurótica o patológica, aunque se llegue a la neurosis o la locura, y lo anormal y repugnante resulta la aceptación del orden vigente, la “neutralidad” de los cuadros psiquiátricos, tomados como referencia para medir los “desajustes”.

El rechazo del orden imperante puede traducirse en reacciones de psicología patológica, en actitudes de inconformismo que , en la medida que son mas conscientes, se vuelven mas radicales.

El Che Guevara es, precisamente, uno de los mas relevantes exponentes de esa rebeldía, guiada por la lucidez, es decir, traducida en praxis revolucionaria.

El Che era una personalidad reflexiva y compleja, que no admite el retrato psicologico que la reduzca al simplismo de un espíritu lineal, invulnerable a los interrogantes y los problemas sobre la conducción humana que se plantea a todo ser inteligente.

Pero nadie tiene derecho a “interpretarlo” valiéndose de esos análisis del psicoanalismo tramposo. Porque el Che fue bien explicito respecto de las razones de sus actos , que respondían a una concepción moral madura y coherente. Ni aun quienes son incapaces de comprender los procederes de un revolucionario pueden lícitamente negar la férrea lógica de esa armonía entre pensamiento y acción escindiendola arbitrariamente para invertir sus términos constitutivos y presentar al pensamiento como una astuta racionalización de acciones impulsadas por algún daimon aposentado en la oscura zona de la psiquis.

Solo como recurso para enturbiar lo que es perfectamente diáfano puede aludirse al hechizo de Tanatos en esa trayectoria sin contradicciones que fue una inmensa pasión razonada. En su biografía abundan demostraciones de arrojo pero no hay ninguna mención de actos impulsivos inspirados por la exaltación fugaz.

Claro que la muerte era par el una presencia cercana, familiar, con la que rozo muchas veces durante la guerra de Cuba. Y puesto que era – como dice a sus padres en carta de despedida – de los que exponen el pellejo “para demostrar sus verdades”, el fin violento le rondara permanentemente. “…no lo busco ,pero esta dentro del calculo de probabilidades”. Era la tranquila aceptación del riesgo inherente a una empresa mucho mas importante que su suerte personal . Todo lo contrario de esa fascinación por la sombría belleza del suicidio que figura en los diagnósticos morbosos.

Y la muerte se vuelve importante porque es la alternativa a una vida que ha perdido. El revolucionario no busca la muerte, busca la victoria. Si no le importa la muerte es porque esa contingencia personal pierde importancia ante el objetivo que había contribuido a alcanzar. En otras palabras, porque esa muerte permitiría que otros hombres gocen de la vida autentica que en la sociedad actual es negada.

(Variación)Por que el Che fue bien claro y explicito con respecto a las razones de sus actor; estos eran la practica de una concepción una racional, y no a la inversa, su concepción una racionalización astuta de las acciones impulsadas por algún “daimon” oscuro aposentado en la zona obscura de su psiquis. No era un ser sometido a la atracción de Tánatos, sino el sujeto de un amor servido sin contradicciones, una inmensa pasión razonada.

Toda su vida es un acto de amor y desprendimiento con la mirada fija no en el abismo de la nada sino en el destino de los hombres.

Esa tranquila aceptación del riesgo inherente a su empresa frente cuya magnitud desprecia a la muerte, es todo lo contrario de esa fascinación por la sombría belleza del suicidio que inventan los interesados en sustituir con diagnósticos morbosos una parábola donde nada carece de sentido.

Los diagnósticos morbosos pierden la frialdad de dictámenes supuesta mente científicos cuando recurren a ellos los “izquierdistas” empeñados a presentar al Che como un predicador de delirios cuyas enseñanzas solo pueden seguirse por empecinado y furioso voluntarismo que se estrella contra las condiciones “objetivas” del continente. Entonces se ofrece, con zalamera simpatía y comprensión, la imagen de un espíritu que buscaba lo absoluto en un pacto con la muerte que se consumo como acto histórico de alto valor estético. O sea, otra táctica para negar al Che en lo quiso afirmar, y respetarlo en el plano metafísico.

(Interpolación) Depurado de todo arrastre negativo…depurado de todo lo que fuesen sus valores esenciales. Analicemos los rasgos de su personalidad revolucionaria depurada de todo lo que no fueran sus valores esenciales. Como todo hombre no fue sino un proceso.

La irracionalidad que pretende adjudicarle como explicación de sus motivaciones es una fantasía estúpida y malévola, o ambas cosas a la vez. Aun quienes son incapaces de comprender los actos de un revolucionario – que escapan a los sistemas de equivalencias del pensamiento burgués- pueden pasar por alto datos objetivos que convierten esas explicaciones psicológicas en una fantasía estúpida o malévola, o ambas a la vez. Hay una correlación absoluta entre el pensamiento del Che y sus actos, una razonada visión del mundo de sus deberes como revolucionario, una determinación consciente en ese altruismo que no admite concesiones para consigo mismo, no por el rechazo de la propia personalidad sino porque no concibe manera mas cabal de realizarse que entregándose totalmente a la gran causa colectiva de la humanidad oprimida. Buscar la irracionalidad de tendencias subconscientes es una forma absurda de meter en los moldes de…(Validación) Los “izquierdistas” empeñados en presentar al Che como un predicar de delirios, también se sirven de ese diagnostico, aunque circunscrito al caso individual, por extensión seguir las enseñanzas del Che constituye un gesto de empecinado y furioso voluntarismo, producto de una visión distorsionada de las “condiciones objetivas” del continente o de impulsos anímicos tendencialmente  suicidas.

…Valía la pena? Por que lo hizo?

Comprendemos que para el modo de pensar burgués no existe otra explicación que la psicoanalítica. No la hay para toda la vida publica, ni para cada uno de los episodios conocidos o desconocidos de su vida privada.

…Guerrilla. Cuba.

Asma

A pesar de todo ello, el extranjero, creando, mas sin embargo no había solamente un llamado estratégico para hacer la guerra en la Argentina, también había un profundo llamado cultural emotivo.

…El asma.

…Abandona funciones de gobierno para tentativas mas difíciles aun.

Calculo: proporción entre el valor del Che para la causa revolucionaria y los riesgos a que se expone en Bolivia.

Para comprender esto como todo lo anterior, es necesario saber lo que es la conciencia revolucionaria, la moral revolucionaria, el desprendimiento, ese desinterés por la propia vida. El despojamiento de todo egoísmo patológico o sublime ( como la santidad); para el pensamiento revolucionario es un caso de plena vocación revolucionaria, del hombre nacido en esta sociedad a que aspiramos.

Sin esa visión resulta incomprensible lo que ocurrió en Cuba y lo que ocurre en Vietnam . En Vietnam se decía que era una lucha indirecta de los chinos. Ahora solo los mas obtusos reaccionarios dejan de admitir que el aparente milagro es un resultado del heroísmo y la abnegación colectiva de todo un pueblo. Es decir, de la conciencia revolucionaria , el desinterés y el espíritu de sacrifico de millones de héroes anónimos. Que en el se reconozcan, es un hecho suficientemente demostrativo de su valor revolucionario. Es la mejor explicación de sus actos.

(Para desarrollar) No nos mueve la indignación contra quienes carecen de una elemental , mínima decencia, al negar, al Che el bien ganado derecho de que se lo trate con seriedad, o sea, a que sus argumentos sean tratados en el plano lógico en que están planteados y no a que se le oponga en torpe confrontación con las heladas formulas de un marxismo de museo. El Che no necesita que lo defendamos de esta clase de ataques, ni se justifica que salgamos a denunciar los ataques de este tipo.

Escribimos para que los revolucionariamente comparten sus verdades básicas, para los que comparten estas verdades con que se amasa la conciencia revolucionaria de un proceso. Nuestro fin es inminente mente practico: analizaremos cuales son los mecanismos y las causas que dificultan la difusión de las verdades que los revolucionarios conocemos tanto en el seno del pueblo como en los sectores pretendida mente revolucionarios.

 

El poeta maldito

 

NOTA:El tema pertenece a uno de los últimos puntos ( creo que al ultimo) del plan inicial del trabajo. Cooke conoce las primeras noticias sobre la muerte del Che en Londres en la Conferencia de las OLAS , a la que fuera presidiendo la delegación argentina. El golpe fue para el mas grave que para quienes de pronto , cobraron conciencia de que habían perdido a su jefe para la guerra verdadera. Para John esa muerte encadenaba también la muerte o por lo menos la trágica prosternación de planes de trabajo para los cuales previamente , ya había renunciado a muchas cosas, inclusive, a nivel humano, a las que mas quería. De Londres paso a París. Allí permaneció algo mas de una quincena esperando contactos que no se produjeron. El desastre fue muy grande para que inmediatamente se reconstruyeran los circuitos quebrados. Por lo menos no existía la organización, los planes de acción y de emergencia como para que, el proyecto original fracturado por el desastre , pudiera desarrollarse en lo inmediato. John conoció, y vivió de cerca en Paris la insurrección estudiantil la lucha obrera paralela, desencadenada por la primera. Ávido lector de la literatura francesa de la Comuna. Tropieza con un tema mas o menos desconocido: la mayoría de los intelectuales, poetas malditos, esa pléyade de robustos y tremendos amantes de la autodestrucción y la muerte, habían sido combatientes derrotados en la batalla de la Comuna. Sin militancia revolucionaria orgánica ligada a la clase obrera, destrozados en su posibilidad real , al no intentar el salto de intelectuales a revolucionarios militantes, capotan con su agudizado talento en una trágica protesta individualista contra la sociedad explotadora e indestructible por lo menos para esa generación, después de la masacre de los comuneros.

La comparación con la vida del Che, o mejor dicho, la asociación para el análisis de la personalidad de los intelectuales post-comunards y el revolucionario que acababa de morir, inspiran un tema que, de haber sido desarrollado, sin duda habría significado un agua purificadora y des-neurotizante para sectores intelectuales vitales para la creación del arte revolucionario socialista, aun en pañales en el mundo a pesar de los casi sesenta años de revolución soviética institucionalizada. Desgraciadamente la notas son brevísimas, pero el tema es muy rico.

…El Che seria, en el campo de la acción un equivalente de los poetas malditos. Estos cantaron a la muerte…El no la canto ni la llamo lírica mente. Le salio el encuentro. El busco lógicamente y activamente la muerte que aquellos cantaron y conocieron lírica mente. Ademas de malévola es falsa la comparación. De acuerdo con los datos la actitud del Che es antitética con la de los grandes obsesionados por el Ángel de la Muerte. Los casos mas ilustres forman parte de una tendencia general que afecto a todos los grandes artistas del siglo XIX cuando vieron que las grandes transformaciones por las que venían luchando y que habían parecido inminentes se transformaban en imposibles . la burguesía había aplastado a las fuerzas populares con las que se habían aliado para combatir al orden monárquico y consolido su dominación. El fracaso de las insurrecciones del 48 y de la Comuna de París, produjo en los artistas, el desgarramiento de una sociedad que aventó las esperanzas revolucionarias; hizo caer en ellos estrepitosamente el mundo de los valores, en el que habían creído y los puso frente a la realidad de una sociedad de la que eran marginales.

La reacción desesperada ante ese desgarramiento tiene como ejemplo mas patético el de Van Gogh ( otro “caso clínico”), que lo reflejo en su pintura y finalmente en el tiro con que puso fin a su vida.

Mientras el Che cayo creía en la revolución, es el fin de las esperanzas revolucionarias lo que empuja a los poetas y artistas malditos a la muerte o a su vida “satánica” de acuerdo con una terminología convencional, burguesa y que nada expresa, pero que resulta hasta aquí, tradicional. El Che cayo buscando Revolución. Aquellos que renegaron de la vida porque la revolución había dejado de ser posible.

Mientras el Che cayo porque creía en la Revolución, es el fin de las esperanzas revolucionarias lo que motiva que los poetas rechacen la vida.

Baudelaire, con un fusil al hombro, marcho con los insurrectos de 1848, dirigió un periodo revolucionario y durante años negó el arte que se desentendiese del problema social. Cuando comprendió que estaba condenado al insoportable mundo burgués es que llama a la Muerte, la Vieja Capitana, para que lo lleve al Cielo o al Infierno. Rimbaud, depuse de cantar a la revolución futura y de participando en la  Comuna, renuncia a la poesía y busca aniquilamiento de su condición humana en el abandono de todo principio moral. Velaine, también comunard cambia los tonos esperanzados de su poesía.

(A desarrollar) El repudio a la vida, la fascinación por la muerte, fue una de las formas en que se expreso la reacción de todo el movimiento artístico frente a las consecuencias de la derrota.

Los poetas buscaron la fuga, pues ya no era posible alcanzar la victoria.

Y si existe algún punto para comparar a esto al Che

Ocurre que no es el de la muerte sino el de la Revolución. Porque así como el Che no era en su subconsciente un esteta de la muerte, la muerte se le volvió un tema de los grandes artistas, sopor motivos intrínsecos a la Estética o por las tendencias psicológicas de los artistas, sino como repercusión del proceso político en el que estos estaban comprometidos.

(Interpolación) Nos parece oportuno referirnos a algunos de los nuevos factores que surgieron en el cuadro de la situación de nuestro país como consecuencia directa de los episodios de Bolivia, en relación con las actividades que desarrollan los núcleos revolucionarios que, como mejor pueden, buscan iniciar el proceso de enfrentamiento violento con las fuerzas de la dependencia y la explotación. En primer termino las perspectivas que se abren ante el impacto emocional que produjo esa tragedia de coraje y soledad en nuestra masa popular que despertó incluso la admiración de muchos sectores burgueses, testimoniada explícitamente o mediante actitudes de respetuosa circunspección. La loable amplitud del homenaje conspira al mismo tiempo contra el esclarecimiento del autentico significado y  proyecciones de lo ocurrido. Inmediatamente la tergiversación cubre con olas de simpatías al peligroso enemigo aniquilado. Y las lagrimas de cocodrilo buscan sacar rédito del héroe al que en vida intentaron aislar de la masa. No basta refutarlos indignadamente, no basta refutarlos.

Hay que señalarlos en sus principales variantes y tácticas. Pues hoy se suman al coro de lloronas pero en el tiempo multiplicaran su comercio confusionista.

Su muerte: El final consecuente de una vida vivida en el grado extremo de la intensidad; corolario inevitable, despojado de todo signo funeral.

Ideas sin practica. Practica sin ideas. El Che es una síntesis creadora constante.

La Historia: Voluntad humana Tiempos de esplendor

Contingencias, no inútil riesgo deliberado

Tiempos opacos y de esplendor

Cada uno esta comprometido con su generación, esta es nuestra verdad.

Pacto con el presente y con el porvenir.

El hombre nuevo y el Che. Esto será, en fin, lo fundamental.

Las palabras y las acciones.

No mentar el nombre de la revolución en vano.

Falta desarrollar: Amor , vida.

Amor, compasión.

Fe en el hombre, equivale a estimulos morales, equivale a Revolucion Cubana.

La forma humana y el valor. Medio siglo sin el Che // Diego Sztulwark

 La forma humana y el valor. Medio siglo sin el Che

                                                                                                          Diego Sztulwark

Serie: ¿Quién necesita la revolución?

A Fernando Martínez Heredia
El hombre del siglo XXI es el que debemos crear, aunque todavía es una aspiración subjetiva y no sistematizada.
Che
Si la guerra está en la política como violencia encubierta en la legalidad, se trata de profundizar la política para encontrar en ella las fuerzas colectivas que, por su entidad real, establezcan un límite al poder. La guerra ya está presente desde antes, solo que encubierta. Por eso decimos: no se trata de que neguemos la necesidad de la guerra, solo afirmamos que hay que encontrarla desde la política, y no fuera de ella. Porque de lo que se trata en la política es de suscitar las fuerzas colectivas sin las cuales ningún aparato podrá por sí mismo vencer en la guerra.
León Rozitchner
El presente es lucha, el futuro es nuestro.
                                   Che

 


I
Un libro notable de Alain Badiou, El siglo,propone reflexionar sobre un lapso de tiempo que se pensó a sí mismo bajo la exigencia de transformar al hombre, intensificar la vida, dominar la historia. Entre 1917 y 1976 (la muerte de Mao), el siglo puede ser pensado como comunista, aunque también puede serlo como el siglo totalitario si se lo analiza como aquel cuyas categorías condujeron con reiteración al campo de la concentración y el exterminio. El siglo XX es pensable en simultáneo como el período en el cual las fuerzas del capital, la democracia y las sociedades de mercado se liberan triunfantes. En todos los casos, lo que está en juego de modos muy distintos es la idea misma de transformación. La idea de “hombre nuevo” -el Che Guevara no la inventó, pero le fue esencial- no se afirma en el siglo sino a partir de una acentuada desconfianza en la historia. Si el humano debe forzarse a sí mismo, modelarse en algún sentido, es porque ya no se espera que la historia por sí misma provea un sentido ni que lo lleve a su cumplimiento. Aun cuando hubiere un sentido en la historia, esta no posee los medios para realizarlo. Toda proyección política de una remodelación subjetiva parte de un estado agudo de sospecha, lo que en el caso del Che se acentuaba por su fuerte conciencia de la “excepcionalidad” de la Revolución Cubana.
II
En 1965, el Che Guevara publica “El socialismo y el hombre en Cuba”, en el semanario Marcha de Uruguay, donde plantea el papel de los aspectos llamados “subjetivos” en el proceso histórico de superación del capitalismo y de construcción de una nueva sociedad. Individuo y sociedad, subjetivo y objetivo, moral y material, cualitativo y cuantitativo, son los términos de una dialéctica que propone la cuestión del hombre nuevo como tarea principal de la revolución. “Para construir el comunismo, simultáneamente con la base material, hay que construir al hombre nuevo”, y el instrumento adecuado para lograrlo, en el nivel de la “movilización de las masas”, debe ser de índole “moral”, sin despreciar el uso adecuado de los “estímulos materiales”, ya que la “más importante ambición revolucionaria” es “ver al hombre liberado de su alienación”.
La formación de unas masas no sumisas, que actúen por vibración y no por obediencia, constituye para el Che la fuerza principal del proceso revolucionario. Ellas son la fuente de un nuevo poder -coercitivo y pedagógico- imprescindible en la tarea de constitución de una subjetividad nueva, libre de la coacción que sobre la humanidad ejerce la forma-mercancía. Pero, advierte, esta fuerza nueva de unas masas revolucionarias constituye un fenómeno “difícil de entender, para quien no viva la experiencia de la Revolución”. Estas masas nunca fueron pensadas por Freud en su célebre estudio sobre las “masas artificiales”. Y no es que los movimientos de liberación que se dan dentro del sistema capitalista no deseen su transformación, sino que estos no devienen revolucionarios, dice el Che, porque viven lo que dura la vida del líder que los impulsó “o hasta el fin de las ilusiones populares, impuesto por el rigor de la sociedad capitalista”.
El freno a ese impulso es la persistencia de la ley del valor, fuente del “frío ordenamiento” que además de regir la producción de mercancías está en la base de un modo de individuación humana. Las masas revolucionarias poseen, para el Che, una potencia expresiva (y cognitiva) capaz de introducir al individuo, “el ejemplar humano, enajenado”, en la comprensión de ese “invisible cordón umbilical que lo liga a la sociedad en su conjunto”, a la ley del valor que actúa sobre todos los aspectos de su existencia (Spinoza había definido el poder de actuar del dinero como el “compendio de todas las cosas”). La conmoción que las masas revolucionarias provocan en el ser social, explica el Che, da inicio a nuevos procesos de individuación porque afectan al individuo en su doble faz de ser singular y de miembro de una comunidad, libera la forma humana y le devuelve a cada quien su condición “de no hecho, de producto no acabado”. No hace falta suponer que el Che conocía a su contemporáneo Gilbert Simondon para aceptar que su pensamiento se orientaba hacia una teoría política de la individuación socialista como apertura del individuo a un común preindividual, que el capitalismo esteriliza por medio de una continua prefiguración (modulación).
¿Qué es la ley del valor? Brevemente: las relaciones laborales de producción entre las personas en una economía mercantil-capitalista adquieren necesariamente la forma del valor de las cosas, y solo pueden aparecer bajo este modo material. El trabajo solo no puede expresarse más que a través de un valor dado. La ley del valor, en la tradición marxista, designa la teoría del trabajo abstracto presente en toda mercancía (en la que el valor de uso se subordina al de cambio), siendo el trabajo la substancia común de todas las actividades de la producción. La magnitud del valor expresa el vínculo existente entre una determinada mercancía y la porción de tiempo social necesario para su producción. La ley del valor es una parte de la ley del plusvalor (explotación) y manifiesta la existencia de un orden que dota de racionalidad a las operaciones de los capitalistas, así como a las acciones tendientes a conservar el equilibrio social en medio de los desajustes y estragos provenientes de la falta de una planificación racional de la producción.[1]

El Che Guevara comprende que el máximo desafío que enfrenta una revolución social tiene que ver con ese persistente mecanismo creador de subjetividad que actúa desde las profundidades del proceso de producción. Para interrumpir su influencia apela a la tensión socialista entre masas revolucionarias y nuevas instituciones, proceso de transformación económico y político que favorece la reapertura del proceso de individuación implicado en la idea de “hombre nuevo” (diremos de ahora en adelante: humanidad nueva). Se trata de una puesta en acto de la cuestión de la pedagogía materialista tal como Marx la esbozaba en 1845: el propio educador es quien debe ser educado. La educación de la nueva humanidad no queda a cargo de una instancia pedagógica esclarecida sino que surge del pliegue -o interacción- entre la vibratilidad de las masas y el carácter permanente inacabado de un individuo articulados en instituciones que conectan fronteras a la influencia de ley del valor.

Fidel Castro, discurso en Cuba
 
III
La revolución es un movimiento de la tierra. Deleuze y Guattari la llaman “desterritorialización absoluta”. La salida de la tierra de la esclavitud, el éxodo por el desierto, la promesa de una nueva tierra de libertad. La revolución es también un movimiento que afecta el tiempo, porque la constitución de un nuevo poder colectivo supone una nueva capacidad de crear un presente y un futuro. El sabio Maquiavelo decía que la unidad de la república consistía en la capacidad de los pobres en unirse en la formación de una potencia pública capaz de imponer en el presente un temor sobre el futuro a los poderosos. La nueva sociedad en formación, dice el Che, nace en una dura competencia con el pasado en el que arraiga la “célula económica de la sociedad capitalista”. Mientras estas relaciones persistan como un poder muerto del pasado sobre una tentativa vital del presente, “sus efectos se harán sentir en la organización de la producción y, por ende, en la conciencia”.
El sujeto de este proceso -las masas revolucionarias y el individuo capaz de creación- es percibido por el Che como liberación del trabajo, es decir, como capacidad de rebelión de lo que Marx llamaba el “trabajo vivo”, dado que esa liberación no se reduce a lo que el liberalismo entiende como juego democrático. La capacidad de romper las ataduras definidas por la ley del valor no se deciden en el plano restringido de la legislación jurídica, y la cuestión del Estado ya no será planteada en su pretendida autonomía, sino como forma colectiva correlativa a la ley del valor.  
Esta comprensión marxiana de la ley del valor lo lleva a una comprensión más leninista que marxista de la ruptura revolucionaria. La revolución no surge, dice el Che, de una explosión producto de la maduración de las contradicciones que acumula el sistema capitalista (como creía Marx), sino de las acciones que “desgajan del árbol imperialista” a países que son como “sus ramas débiles” (como enseña Lenin). El capitalismo alcanzó un desarrollo en el que sus contradicciones y crisis no reducen su capacidad de organizar su influencia sobre la población de modo automático.
Durante el período de transición, dice el Che, se presenta la peligrosa tentación –la “quimera”- de acudir a las armas “melladas que nos lega el capitalismo” (las categorías que se desprenden de la forma mercancía: rentabilidad e interés material individual como palanca de desarrollo, etcétera). Orientado por estas categorías, el socialismo conduce a un callejón sin salida (¿está pensando el Che en la NEP de Lenin?) donde los revolucionarios conservan el poder político mientras que “la base económica adoptada ha hecho su trabajo de zapa sobre el desarrollo de la conciencia”. Para el Che, la construcción del comunismo no debe reducirse, por lo tanto, al estímulo de la base material sino suscitar, de modo simultáneo e inaplazable, al “hombre nuevo” (humanidad nueva). Para ello, la movilización de masas debe basarse en contenidos morales: “Una conciencia en la que los valores adquieren categorías nuevas”, dice el Che, afirmación que parece proveniente no solo de un lector de Marx sino también de Nietzsche, cuando unifica la idea de valor moral con la de valor económico. La crítica del Che fundada en la noción de valor (la reivindicación de los valores de uso junto a la inversión de los valores morales) trabaja en los efectos de las enseñanzas de los grandes maestros de la sospecha.
La revolución –y ya no la crisis- será entonces el espacio en el cual se planteará el problema más difícil: el de la disputa por la producción (material y subjetiva) de las mujeres y los hombres. El socialismo se da para el Che como fluidificación de lo fijo y articulación compleja entre multitudes que marchan al futuro, como espacio de experimentación de esta producción y creación de un complejo de instituciones revolucionarias a cargo de generar conductas libres de la coacción económica, en base a nuevas formas de cooperación y de toma de decisiones. Aun hoy esas formas permanecen relativamente increadas, si bien la experiencia de invención de fronteras al mando del capital es una práctica habitual y frecuente en las luchas sociales de diversas escalas (la lucha social como laboratorio). El propio Guevara era consciente de que esta tarea debía ser llevada a cabo, a pesar de que cierta izquierda escolástica aferrada a dogmas y a esquemas preformados había frenado el desarrollo de una “filosofía marxista”, dejando al socialismo huérfano de una economía política para la transición revolucionaria. (A esta última cuestión se dedicó el Che de un modo más sistemático de lo que en general se conoce.)
IV
La Revolución Cubana introdujo en el continente una polémica directa sobre la “forma humana” correspondiente a la superación del neocolonialismo y el capitalismo. Así lo comprendió Alberto Methol Ferré, pensador latinoamericano que se presenta como próximo a Jorge Bergolio y que fue un relevante asesor de Antonio Quarracino en la polémica contra la teología de la liberación a fines de los años 70. “La Iglesia –dice Ferré- rechazaba al marxismo esencialmente por su ateísmo y su filosofía materialista. No se le oponía en su vocación de justicia social. Y no hay que olvidar que el marxismo encarnó el despliegue en la historia del más amplio e intenso ateísmo conocido hasta el momento. Hasta que no fue sintetizado por el materialismo histórico marxista, el ateísmo no se convirtió en un movimiento histórico organizado”.[2]Ahora bien, en América Latina, recuerda Ferré, el marxismo “tiene el rostro de la Revolución Cubana”. Es ella la que lo torna “realmente significativo”. Cuba “representa el retorno de América Latina” y “Fidel Castro es el nombre de mayor influencia y de mayor repercusión que jamás haya habido en la historia contemporánea de América Latina”, superando incluso a Simón Bolívar. “Cuba fue una suerte de onda anómala”, en la que la “simbiosis Che-Fidel” obró como síntesis capaz de vincular los extremos geográficos del continente. Y fue también una “gigantesca revancha moral de la juventud de América Latina” que acabó por provocar “un holocausto de jóvenes latinoamericanos, fascinados por el Che, que terminaron perdiendo contacto con la realidad”.
Una Iglesia sin un enemigo principal, dice Ferré, se queda sin capacidad de acción. La “enemistad” para la Iglesia es inseparable de un “amor al enemigo”, que busca “recuperar al enemigo como amigo” reconociendo en el enemigo una verdad extraviada en su ateísmo. Y bien, una vez concluida la enemistad con el marxismo (que en América Latina se expresó para Ferré como guevarismo) a partir de su derrota del año 1989, la Iglesia procura recuperar para sí la crítica (ya no radical) del capitalismo y apropiarse de su áurea revolucionaria para combatir a un enemigo nuevo y temible, que ya no es el mesianismo marxista sino un nuevo ateísmo que se comporta como un “hedonismo radical” (un “agnosticismo libertino”): un nuevo consumismo infinito que renuncia a cualquier criterio de justicia y para el cual el único valor es el poder. Caído el marxismo, el enemigo ahora es el neoliberalismo, un ateísmo libertino que hace la apología de los cuerpos sensibles.
V
Un año después de la aparición de El socialismo y el hombre en Cuba, León Rozitchner publicaba en la revista La Rosa Blindada, de Argentina, y en la revista Pensamiento Crítico, de Cuba, “Izquierda sin sujeto”, un artículo que discutía con el peronismo revolucionario de su amigo John W. Cooke, donde contrapone dos modelos humanos a partir de sendos liderazgos de contenidos opuestos: Fidel Castro y Perón. Mientras el último era el “cuerdo”, ya que se inclinaba por conservar a la clase trabajadora dentro de los marcos de sumisión del sistema, el primero era el “loco”, puesto que había catalizado las insatisfacciones y disidencias dispersas en el campo social cubano y había operado, a partir de ellos, una revolución social. Según Rozitchner, la revolución no se consuma con ideas puramente coherentes en la teoría, ni tampoco por medio de logros materiales inmediatos en la práctica. Ambos aspectos deben ser replanteados en torno a una praxis que transforma al sujeto, una “teoría de la acción” que permite por fin un “pasaje a la realidad”. La tarea de crear un “hombre nuevo” (humanidad nueva) en torno a unas masas revolucionarias no era tarea sencilla en la Argentina, y para afrontar esas dificultades Rozitchner se sumerge en la obra de Freud.
Rozitchner había expuesto en sus libros Moral burguesa y revolución, y luego en Ser Judío, su comprensión muy temprana de lo que la revolución cubana ponía en juego en todo el continente; y su obra, al menos hasta el exilio, puede ser concebida como una confrontación filosófica y política sobre la forma humana a partir de una lectura encarnizada de Marx y Freud invocados desde América Latina para el despliegue de una nueva concepción de la subjetividad revolucionaria.
Freud y los límites del individualismo burgués en su primer edición por la editorial Siglo XXI. Recientemente fue reeditado por la Biblioteca Nacional bajo la gestión de Horacio Gonzalez.
VI
Unos años después, en 1972 y ya pasados 5 años desde la muerte del Che, Rozitchner vuelve a tomar la Revolución Cubana como motivo de una contraposición entre “modelos humanos” antagónicos. En su libro Freud y los límites del individualismo burgués escribe: “Creemos que aquí Freud tiene su palabra que agregar: para comprender qué es la cultura popular, qué es actividad colectiva, qué significa formar un militante. O, si se quiere, hasta dónde debe penetrar la revolución, aun en su urgencia, para ser eficaz”. Y agrega que la teoría psicoanalítica debe volver a encontrar “el fundamento de la liberación individual en la recuperación de un poder colectivo, que solo la organización para la lucha torna eficaz”.
El revolucionario, dice Rozitchner en un apartado llamado “Transformación de las categorías burguesas fundamentales”, es un operador fundamental de la cura en tanto que trastoca la “forma humana” en la que se expresa e interioriza el conjunto de las contradicciones del sistema de producción social. El revolucionario, en la medida en que actualiza el enfrentamiento con lo que lo somete ya no solo en el campo de sus fantasías sino en el efectivo plano histórico, adopta la imagen de un “médico de la cultura”, y así se liga con la de las masas insurrectas que señalan la salida de las “masas artificiales” teorizadas por Freud.
Todo lo contrario de lo que ocurre en el plano religioso, según Rozitchner, en el que Cristo “nos sigue hablando, con su carne culpable y castigada, de inconsciente a inconsciente, de cuerpo a cuerpo, en forma muda”. En la religión “encontramos solo la salida simbólica para la situación simbólica, pero no una salida real para una situación real: nos da la forma del padre pero no la del sistema de producción, donde ya no hay un hombre culpable, sino una estructura a desentrañar”. Cristo forma sistema “con la fantasía infantil, pero no con la realidad histórica”. Rozitchner encuentra entonces en este Cristo de la religión el tipo de forma humana opuesto al del Che Guevara. En tanto que modelos de forma humana, el primero, perteneciente a lo religioso, funciona como el del “encubrimiento” y el segundo, próximo al psicoanálisis freudiano, como el del “descubrimiento”, considerando que los modelos son dramatizaciones, “como los dioses del Olimpo, de las vicisitudes de los hombres”, con diferentes potenciales de acceso al sistema de relaciones sociales que toda forma humana conlleva.
En efecto, para Rozitchner se destacan dos tipos de modelos: “los congruentes con el sistema, los que en su momento fueron creadores de una salida histórica y que sin embargo se siguen conservando más allá de su tiempo y del sistema que los originó, como si fueran respuestas siempre válidas, aunque en realidad ya no (la figura de Cristo, por ejemplo)” y aquellos que, actuales, asumen su tiempo “y la necesidad de su unilateralidad como aquellas cualidades que deberían conquistar por ser fundantes de otras (la figura del Che, por ejemplo)”. Estos últimos asumen su tiempo sin modelos verdaderos y deben enfrentar, por lo tanto, “la creación de nuevas formas de hombre” y de mujer en los que la “necesidad actual, determinada” se exprese. En este último caso, dice Rozitchner, no se trata de un superyó, porque el modelo humano carece “del carácter absoluto que adquieren los otros: la lejanía y la normatividad inhumana aunque sí entran a formar parte de la conciencia de los hombres, como formas reguladoras del sentido objetivo de sus actos”.
Esta distinción le permite a Rozitchner explicitar el carácter político que asume en Freud el superyó colectivo. Si toda forma humana evidencia un sistema histórico en sus contradicciones más propias, contradicciones que mujeres y hombres interiorizan, sin poder zafarse de ellas a no ser bajo la forma de la sumisión, la neurosis o la locura, entonces la única posibilidad histórica de cura sería el enfrentamiento también con los modelos culturales, que regulan las formas de ser individual como las únicas formas de humanidad posible.
El Che Guevara es tomado por Rozitchner, entonces, en 1972, como modelo revolucionario del superyó, contra el oficial. “Siguiendo el caso del Che Guevara, se ve claramente cómo su conducta aparece, en tanto índice de una contradicción cultural, asumida por él hasta el extremo límite del enfrentamiento” y se ve al mismo tiempo cómo, en la dinámica del enfrentamiento, Guevara suscita “la forma de hombre adecuada al obstáculo para que se prolongue, por su mediación, en los otros como forma común de enfrentamiento y lucha”. Rozitchner sostiene que este modelo guevariano, que enfrenta al sistema no en sus fantasías sino en el terreno del sistema de producción capitalista, abre “para los otros el sentido del conflicto y muestra a los personajes históricos del drama, en el cual cada uno debe necesariamente incluirse”.
VII
A fines de los años 70, León Rozitchner (a quien seguimos tratando de mostrar que su filosofía contiene un dialogo y una elaboración de las más importantes intuiciones del Che) escribe Perón: entre la sangre y el tiempo. En este libro problematiza la relación de la izquierda argentina –peronista o no- con la violencia política como parte de una reflexión más amplia sobre la guerra y las ilusiones que conllevan a la derrota (esta cuestión se ahonda en su libro Malvinas: de la guerra sucia a la guerra limpia y en su polémica con el filósofo Oscar del Barco). En el corazón de sus preocupaciones sobre el problema de la violencia, Rozitchner no se pliega a una condena a esta, sino que intenta pensarla desde la izquierda: no condenar la violencia por ser violenta sino por no haber hecho la distinción imprescindible entre violencia (de los poderes) y contraviolencia. Rozitchner lee los trabajos militares de Perón, pero también del teórico de la guerra Carl von Clausewitz, y elabora una filosofía de la guerra en la se puede distinguir la diferencia entre una violencia ofensiva, conquistadora, que tiende a utilizar la categoría de asesinato como categoría posible de la violencia; y lo que él llamará una contraviolencia de izquierda, que es siempre defensiva, que siempre parte de la movilización popular y que nunca incorpora como razonamiento fundamental el asesinato. Pasadas varias décadas, podemos corroborar que esas distinciones están más vigentes que nunca. El aumento de la violencia represiva, asesina, o la violencia loca no ha dejado de proliferar sobre el cuerpo de las mujeres, de los jóvenes en los barrios y, por lo tanto, también se activan movimientos de contraviolencia. Esta situación la vemos con claridad en el caso de la desaparición de Santiago Maldonado, como también en la irrupción activa del movimiento de mujeres y de los organismos de derechos humanos. El problema de la contraviolencia sigue planteado, y lo que hay que dilucidar es cómo se resiste a este tipo de violencia asesina. Cómo los cuerpos individuales y colectivos pueden tener categorías, elaboraciones, formas de componer una ética que corte con la violencia opresiva, que corte con la violencia asesina sin repetirla, sin copiarla, sin volverse ella misma asesina y loca, derechista. Se trata de la recuperación del problema de la relación entre violencia y obediencia, en un contexto nuevo donde problematizar estas cuestiones sea un modo de no acomodarse a la derrota. En ese intento de volver a plantear el problema de la violencia se juega la lectura que Rozitchner hace de la figura de Guevara. Frente a una reivindicación de tipo idealista del Che Guevara (la idea básica de un Guevara cristologizado, cuya verdad proviene de una supuesta disposición a hacerse matar), Rozitchner recupera su imagen justamente para analizar el modo de plantear el problema de la violencia en un campo de antagonismos, en el que la violencia asesina, siempre presente, no puede convertirse nunca en el modelo de la violencia revolucionaria.
VIII
El neoliberalismo de estos años invoca un cuerpo sensible que ya no aspira a ninguna idea de supresión de las estructuras de dominación –al contrario, para esa subjetividad estas resultan simplemente inexistentes- ni refiere su propia potencia a instancia colectiva o revolucionaria alguna -solo reconoce la empresa y la competencia como dinámicas colectivas legítimas-. Se trata de un ateísmo sin trascendencia –en palabras de Ferré-, aunque dispone de saberes prácticos sofisticados respecto de los procesos micropolíticos de la subjetivación. Unos saberes que excluyen y borran eso que Marx y Freud habían inventado, cada uno por su cuenta en sus respectivos campos: la escucha del síntoma –lucha proletaria o deseo- que conlleva una alianza con un proceso de verdad aún por concretar. La alianza con el síntoma, en el plano social e individual, daba lugar para las subjetividades críticas (que hoy se patologizan) a un nuevo modo de concebir la verdad como aquello a lo que solo se accede mediante la autotransformación del sujeto. Es este sujeto el sujeto de la investigación militante.  Es el sujeto que queda abolido por un nuevo sacerdocio –vaticano o neoliberal-, que vuelve a sujetarlo a su condición natural, orgánica y creada. Doble fijación: a una salud fundada en la estabilidad y a una visión moralista del mundo. El sujeto en tiempos de terror es el sujeto impotente con respecto a los fenómenos de violencia, capturado por la teología política de la propiedad privada, de la cual solo se discuten sus abusos y excesos.
La novedad con referencia a sus presentaciones anteriores es la pretensión de lo neoliberal de revestir las operaciones del capital con un llamado al disfrute, al goce, a la libre elección sobre la realización personal. Se propone una nueva manera de adhesión a la vida capitalista bajo el supuesto de que la vida crítica es difícil y triste, además de sospechosa. Quien no participe del juego transparente del amor a las cadenas es un inadaptado, alguien patológico, tal vez un terrorista. Si todo esto no termina de cuajar del todo es simplemente porque el discurso del capital es muy despótico y es poseedor de una violencia intrínseca fundamental.
La coyuntura argentina actual –últimamente discutida en términos de si la derecha en el poder es más o menos “democrática- quizás pueda ser entendida como la asunción, en el plano directo de lo político, de eso que ya ocurre desde hace tiempo al nivel de unas micropolíticas neoliberales: la disputa por la forma humana. Si prolifera la sensación de una contrarrevolución en marcha, tal vez sea por el modo como se retoman los elementos de esa “humanidad nueva” que para Guevara solo eran concebibles en la ruptura con la ley del valor, como parte de un proyecto de modelización comunista. El actual entusiasmo desbordante con la idea de un porvenir sin rupturas imagina el diseño humano confinado a los efectos de la alianza entre economía de mercado y nuevas tecnologías.
Claro que hablar de contrarrevolución tiene un inconveniente insalvable, puesto que no es posible identificar una revolución previa a la que se procura liquidar o absorber (la coyuntura del kirchnerismono fue revolucionaria). El gesto futurista, que por momentos esboza la ofensiva actual de la derecha sobre el plano de la sensibilidad y de las ideas, es parte de una estrategia de inscripción violenta de todos aquellos rasgos de una nueva subjetividad en el orden del capital: entusiasmo, deseo de libertad, capacidad creativa, sentido comunitario, disfrutes vitales varios, asuntos asociados en el pasado con el proyecto revolucionario -y con la ruptura de la ley del valor- se conciben ahora como sólo alcanzables en términos individuales por medios completamente adaptativos (la inercia que brota de los dispositivos comunicativos, tecnológicos y corporativos  que se trata de sostener a como de lugar).
Quizás convenga retomar el lenguaje de Alain Badiou y nombrar nuestro tiempo como restauración (rechazo de toda revolución). Marco Teruggi dijo hace poco que la situación en Venezuela era la de una revolución incompleta respondida por una contrarrevolución completa. Este sentido de la desproporción no habla sólo del rechazo a la revolución. Dice algo también sobre una cierta atracción reaccionaria que provocan los elementos de las subjetivaciones autónomas. Contrarrevolución, quizás, como labor continua de esterilización comunicacional y refuncionalización neoliberal de todo aquello que surge como elemento de fuga y resistencia a la coacción de la economía del valor. La teorización de Félix Guattari sobre las “revoluciones moleculares” tal vez sea aún hoy las más acertada para describir una heterogénesis activa y proliferante que adopta la forma de luchas, fugas y transformaciones. Los movimientos indígenas, comunitarios, de mujeres, de trabajadores de la salud, de la educación, del arte, de los trabajadores informales, de la economía popular, entre otros, constituyen un campo de batalla fundamental, en el momento mismo en que lo neoliberal hace de la subjetividad su principal preocupación, y permiten retomar en un nuevo contexto la cuestión guevariana de la ruptura entre ley del valor y obediencia.
                                                                      


[1] “En Marx, sin embargo, la ley del valor se presenta bajo una segunda forma, como ley del valor de la fuerza de trabajo” consistente en “considerar el valor del trabajo no como figura de equilibrio, sino como figura antagonista, como sujeto de ruptura dinámica del sistema” en la medida en que se considera –como lo hace Marx- a la fuerza de trabajo como “elemento valorizador de la producción relativamente independiente del funcionamiento de la ley del valor” como vector de equilibrio. (Toni Negri en “La teoría del valor-precio: crisis y problemas de reconstrucción en la postmodernidad, en Antonio Negri y Félix Guattari, Las verdades Nómadas y General Intellect, poder constituyente, comunismo, Akkla, Madrid, 1999). Negri escribe sobre el Che: “Es extraño pero interesante y extremadamente estimulante, recordar que el Che había tenido la intuición de algo de lo que ahora estamos diciendo. Esto es, que el internacionalismo proletario tenía que ser transformado en un gran mestizaje político y físico, que uniera lo que en ese momento eran las naciones, hoy multitudes, en una única lucha de liberación”. (Toni Negri, “Contrapoder”, en Contrapoder una introducción, Colectivo Situaciones y autores varios, Ediciones de mano en mano, Buenos Aires, 2001)  

[2] Las citas a Methol Ferré pertenecen al libro de entrevistas con Alver Metalli, El papa y el filósofo, Ed. Biblos, Buenos Aires, 2013.

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