Anarquía Coronada

Clinämen: ¿Qué pasa con Venezuela?

Conversamos con Edgardo Lander, activista, sociólogo y profesor de la Universidad Central de Venezuela. Conflicto en la zona de frontera con Colombia. ¿Cómo evoluciona la situación social y política del país? Tejido social y persistencia de la estructura de la renta petrolera. ¿Es posible una perspectiva libertaria en el contexto de una polarización tan intensa?

¡Afuera!

por Sandro Mezzadra
(Traducción: Maura Brighenti)


Hay imágenes que es difícil no mirar. Porque esas imágenes nos miran. Un niño en la costa del mar, en una playa turca. Parece que se durmió. Está muerto. Una marcha de miles de mujeres y hombres en una autopista húngara, encabezada por un hombre con una bandera de la Unión Europea: esa misma bandera que durante los días anteriores circulaba alterada en las redes sociales, con el mar que formaba el campo azul y un círculo de migrantes sin vida que sustituía a las estrellas.
En estas dos imágenes, en el contraste tan fuerte entre ellas, está contenida la experiencia del verano europeo de este año. La llegada de prófugos y migrantes a las costas del Mediterráneo no es un hecho nuevo, es cierto. Ni lo son las muertes en mar: miles y miles en los últimos veinte años. Pero este verano tanto el número de los arribos como el de los naufragios y los muertos han sido efectivamente impresionantes. Y a la ruta por mar, en particular hacia Grecia e Italia, se agregó una ruta por tierra, a través de los Balcanes, recorrida en masas, a pie y con medios azarosos, para llegar a Austria y Alemania. Pasando por Hungría.
Los que llegaron fueron miles y miles de mujeres y hombres que huyeron de las guerras que marcan la frontera externa de la Unión Europea, en el Sur y en el Sureste. Siria, en primer lugar. Pero también Libia. E Iraq, Afganistán, Nigeria y Eritrea, y también muchos otros lugares que trazan un arco de crisis que desde África subsahariana llega al corazón de Asia. En estas guerras, Europa está profundamente implicada. Desde el punto de vista histórico, por la herencia del colonialismo y del imperialismo. Pero también por las intervenciones militares de los últimos años: una vez más, en Iraq, en Afganistán, en Siria, en Libia…
Estas mujeres y estos hombres que huyen llegaron a una Europa paralizada por el miedo y la crisis económica. El impacto de la crisis de estos años ha sido violento especialmente en el sur del continente, y aun más el del ajuste elevado a dogma por la gestión de las instituciones europeas. El enfrentamiento entre las “instituciones crediticias” (Comisión Europea, Banco Central y Fondo Monetario Internacional) y el gobierno griego de Syriza, en los últimos meses, mostró hasta qué punto la rigidez de este dogma es incompatible con las reivindicaciones de los movimientos democráticos reales. Y en esta situación, en muchos países europeos, proliferan nuevos nacionalismos, más o menos abiertamente racistas y a menudo fascistas.
Durante meses Europa ha sido incapaz de reaccionar frente a lo que estaba ocurriendo. Consolidación de Frontex (la agencia europea para el control de las “fronteras externas” de la Unión), de las patrullas por tierra y por mar, fantasías más o menos veleidosas de intervención militar en Libia (¡cómo si no hubiera sido suficiente el éxito desastroso de la de 2011, que llevó a la caída de Gheddafi!): nada más. Se construyó, en particular, un nuevo hostis humani generis (enemigo del género humano), como un tiempo se llamaba al pirata: “traficantes de ser humanos”.
Es cierto: existen redes criminales que hacen de las migraciones y de la fuga un próspero objeto de negocio. Las crónicas nos han ofrecido muchos ejemplos de la crueldad de algunos de estos “traficantes”. Pero ¿cómo nace su negocio? Muy simplemente: por el cierre de las fronteras europeas que impide a prófugos y migrantes llegar a la costa norte del Mediterráneo con medios legales, más económicos y sobre todo más seguros. Se habló de acciones dirigidas a destruir -con los fantasmagóricos drones, por supuesto- las embarcaciones de los “traficantes”. Y, luego, ¿qué harían los miles de mujeres y hombres en la espera de una oportunidad para atravesar el mar? Se habló también de una nueva “trata”, de un nuevo esclavismo. Olvidando una pequeña diferencia con la trata y el esclavismo organizados por las potencias europeas en el corazón de la modernidad: las mujeres y los hombres quienes estamos hablando quieren atravesar el Mediterráneo.
Además, mientras que en las “fronteras externas” seguían sin tregua los desembarcos y los naufragios, la crisis involucraba uno de los fundamentos de la Unión Europea, la libre circulación interior al llamado espacio de Schengen. Llegados a Italia o a Grecia, los prófugos y los migrantes seguían su viaje hacia Francia, Alemania o Inglaterra, donde tienen familiares o conocidos, o donde simplemente imaginan poder encontrar mejores condiciones de acogida y de vida. A Ventimiglia, en la frontera entre Italia y Francia, en el Brennero, en la frontera entre Italia y Austria, han sido reintroducidos los controles, mientras que se formaban aglomeraciones de prófugos y migrantes que, a menudo, podían contar sólo con la solidaridad de las redes militantes que de inmediato se activaban. Desde Calais, en la Mancha, de a miles intentaron llegar a Inglaterra. Y el gobierno de derecha húngaro construyó una muralla en la frontera con Serbia.
Son sólo algunos de los muchos lugares de Europa donde se ha difundido lo que ha sido definido por los medios como la “crisis migratoria” (un verdadero “estado de excepción”, según la definición de Étienne Balibar), determinando una multiplicación de fronteras internas: un espejo de la fracturación del espacio europeo que se intensificó radicalmente en el contexto de la crisis económica de los últimos años. El cierre de Inglaterra y de buena parte de la Europa del Este frente a la hipótesis de hacerse cargo de pequeños “cupos” de prófugos y migrantes mostró cómo este derrumbamiento se determinó también en ejes geográficos diferentes de los Norte/Sur a los que más comúnmente se hace referencia. En particular, mostró hasta qué punto el neoliberalismo radical que dominó la transición pos-socialista en la Europa del Este favoreció –no paradójicamente- un rígido cierre nacionalista en aquellas sociedades.
Las policías checas que marcaban con un marcador indeleble un número en los brazos de prófugos y migrantes es otra imagen de este verano europeo que no se podrá (y no sé deberá)  olvidar.
Se ve bien, por lo tanto, cómo la “crisis migratoria” implicó radicalmente a Europa, poniendo al descubierto sus contradicciones y, en el fondo, su debilidad. La propuesta de la Comisión Europea de distribuir los prófugos y los migrantes llegados en las costas griegas e italianas entre los países miembros de la Unión (superando el llamado sistema de Dublín, que prevé que los prófugos tienen que presentar demanda de asilo en el primer país europeo a donde llegan) ha sido un primer intento para hacer frente a esta situación. Pero de inmediato se ha topado, como ya se dijo, con la resistencia obstinada de muchos países (y sirve recordar que estamos hablando, de todos modos, de pequeños números, si pensamos, por ejemplo, que sólo Líbano hospeda a más de un millón de prófugos de la guerra siria).
Por otro lado, el sistema de Dublín reglamenta el asilo y pone así el problema de la distinción entre prófugos y refugiados: una distinción que –lo reconoció en más de una ocasión el propio Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (UNHCR)- es cada vez más arbitraria. Más en general, es el sistema entero de control de las “fronteras externas” europeas y de gestión de la migración lo que entró en crisis en Europa. Es un sistema que, en los últimos años, apostó a la determinación de lo que muchos definimos (críticamente) como una “inclusión diferencial” de los migrantes, vale a decir: una gestión flexible y selectiva de la migración en función de las exigencias del mercado del trabajo y de las sociedades europeas. Este sistema entró en crisis en los últimos años, bajo la presión de la crisis económica y de los revividos nacionalismos. En el verano de este año la crisis se volvió dramáticamente evidente.
Sin embargo, en esta situación estancada, de parálisis y bloqueo, algo nuevo ocurrió. En muchos de los lugares europeos donde llegaron o fueron bloqueados los prófugos y los migrantes se hizo evidente su determinación, la naturaleza política de su movimiento, la reivindicación del derecho de acceso al espacio europeo. Fue evidente en las palabras de muchos de ellos, en los carteles que mostraban a los periodistas y a la policía, en la obstinación con la que se resistían a cada intento de “rechazarlos”. Ninguna muralla los pudo parar. Como ya ocurrió en 2011  después de la revolución tunecina, fue evidente que estos prófugos y migrantes llevaban consigo la experiencia y el lenguaje de los movimientos democráticos y radicales que atravesaron el gran “Oriente Medio” –especialmente a partir de las llamadas “primaveras árabes”.
Esta determinación y esta obstinación encontraron una extraordinaria manifestación en la gran “marcha por la libertad” que comenzó el 4 de septiembre, cuando miles de prófugos y migrantes se pusieron en camino en la autopista que desde Budapest lleva a la frontera con Austria. La potencia de esa marcha -simbólicamente capaz de representar un deseo de libertad relacionado con la experiencia migratoria y aun más fuerte  a consecuencia de las terribles experiencias de los naufragios, pero también de los meses de resistencia y lucha- se conectó con un extraordinario movimiento de solidaridad, en particular en Alemania. Y, de alguna forma, obligó al gobierno alemán y al austríaco a abrir las fronteras y recibir a los refugiados.
¿Un happy end para este terrible verano europeo? No exactamente. La imagen de la “marcha por la libertad” no borra las imágenes de los naufragios y de las muertes en el mar y en las costas, es cierto. La propia Alemania, además, bloqueó nuevamente la frontera con Austria, después de aproximadamente diez días, prefigurando un movimiento sincopado de apertura y cierre de las fronteras totalmente funcional a un renovado diseño de filtro y selección de los migrantes. Es necesario corroborar, en efecto, que tanto Alemania como Europa en general tienen necesidad de los migrantes, por razones económicas y demográficas, pero apuestan, de todos modos, a “incluirlos” de manera subordinada al interior de la ciudadanía y del mercado del trabajo.
Las brechas que la obstinación y la determinación de los prófugos y los migrantes abrieron en la rigidez del régimen europeo de control de las fronteras es, sin duda, una ocasión para repensarlo radicalmente. Y repensar el control de las fronteras significa, en el fondo, repensar, al mismo tiempo, tanto la forma de las sociedades europeas como la relación entre Europa y su “afuera”. Mientras existe quien trabaja para reajustar la máquina de la “inclusión diferencial” y mientras los jefes de los gobiernos inglés y francés anuncian nuevas intervenciones militares en Siria y en Libia, la marcha de la libertad busca continuar. Por ejemplo, en el interior de muchas ciudades europeas que, adhiriendo a una convocatoria promovida por la intendente de Barcelona Ada Colau ( “Nosotras, las ciudades de Europa”), decidieron declararse “ciudades refugio”.

Cantes de ida y vuelta: entre primavera y otoño

Reflexiones entre el 15M en España y Junio de 2013 en Brasil
por Giuseppe Cocco y Raúl Sánchez
Traducción: Sandra Arencón Beltrán // Revisión: Salvador Schavelzon
“Las experimentaciones democráticas dejaron de existir y predomina una visión estatal y centralizadora: todavía no se ha hecho el luto por el socialismo y el autoritarismo estatal. La crítica del mercado y de los mecanismos de la democracia representativa no sirve sino para mitificar prácticas de explotación del trabajo y, peor aún , prácticas arcaicas! (…) En Europa y en América Latina la izquierda nos muestra que es incapaz de pensar más allá del Estado: sea socialista o neo-keynesiana en el régimen discursivo, lo cierto es que solo sirve para contener las luchas en el régimen de facto. Entre los dos continentes, la urgencia consiste en salir de esa doble trampa, en emprender el éxodo de la invención de nuevas institucionalidades”, advierten Giuseppe Cocco, sociólogo y profesor en la Universidad Federal de Rio de Janeiro –URFJ, y Raúl Sánchez Cedillo, traductor, filósofo y miembro de la Fundación de los Comunes en España.
 “No queremos cadenas, queremos conexiones”
Celio Gari
1.     Siempre hemos sido antropofágicos, nunca fuimos modernos.

Una de las razones que explica la densidad del diálogo entre el tropicalismo antropofágico (brasileño) y la antropología simétrica (europea) es, sin duda, la convergencia de las críticas que les anima: siempre hemos sido antropofágicos; nunca fuimos modernos. El animismo es un sincretismo que mezcla bárbaros y salvajes: la otra modernidad con lo no moderno.

Afirmando que siempre hemos sido antropofágicos, el tropicalismorechazó y rechaza los atajos nacional-populares por los cuales continuaba la izquierda socialista y antiimperialista y, más en general, el tercermundismo, en búsqueda de raíces de identidad y autenticidad; afirmando que nunca fuimos modernos, la antropología simétrica atacó las raíces de la razón instrumental occidental, esto es, los procedimientos de purificación que imponen un sinnúmero de asimetrías entre ciencia y vida, entre mente y mano, alma y cuerpo, cultura y naturaleza. El tropicalismo antropofágico nos muestra que las raíces de lo nacional-popular son, en realidad, las del colonialismo europeo y que este se reproduce como colonización interna, produciendo imaginarios reflejados en la dialéctica del amo y el esclavo, de las pieles y las máscaras. La antropología simétrica explica que el contenido del proceso colonizador es su razón (la ciencia) y que este se afirma como biopoder: poder sobre la vida de los colonizados mediante los mecanismos de su purificación instrumental, que acaban atribuyendo la potencia práctica y constituyente de la invención científica a los tribunales constituidos en la instrumentalidad de los laboratorios de experimentación y formalización. Como decían los jóvenes “operaístas” italianos: no nos interesa la ciencia, sino el principio de su desarrollo y, por lo tanto, la técnica no será el premio para quien gana la lucha de clases, sino el terreno de esa lucha y al mismo tiempo de su redefinición.    

Lo nacional-popular (el socialismo) y la tecnociencia son – ambos – intrínsecos al capitalismo y organizan su poder en los laboratorios, mediante la imposición de la separación e incluso la oposición entre ciencia “pura” y ciencia “humana”, entre objeto y sujeto, entre pensamiento racional y pensamiento salvaje, entre el norte racional y el sur salvaje.

Los laboratorios, en su calidad de mecanismos de purificación del pensamiento, son los dispositivos centrales de reproducción del eurocentrismo en el Sur y también en el Norte, como colonización al mismo tiempo externa e interna. En el “no lugar sin afuera” que define el espacio-tiempo de la globalización imperial, el Occidente no es más el laboratorio del mundo, esto es, ya no constituye más el porvenir radiante (capitalista o socialista) de un progreso positivo y lineal. La noción misma de futuro está en crisis y con ella la del progreso, aun cuando se presente como “epistemologías del Sur”. Los huérfanos del antiimperialismo y de los muros totalitarios dicen que la noción de Imperio es eurocéntrica, sin embargo, no pueden aceptarla únicamente por no ser suficientemente occidental y así procuran un “afuera” paranoico en la nostalgia por “nuevas guerras frías”, en la falsa oposición entre, por un lado, el capitalismo “liberal” de la UE y los Estados Unidos y, por otro lado, el capitalismo “social” de China, Rusia y Brasil (BRICS).

Ya no hay cobayas en los laboratorios. Tanto si se trata de ratas como de arañas, están  ejerciendo su derecho de fuga de las alternativas binarias que el pensamiento postcolonial produce en el Norte y en el Sur [1]. Si hoy sigue habiendo un “afuera” es el que se constituye en el éxodo, entre redes y calles.
2.     “Los cantos de ida y vuelta”: de mayo a junio.

Nunca fuimos modernos, pero los laboratorios de poder no cesan de capturar y jerarquizar la potencia del saber producido por la cooperación social, por las relaciones constitutivas de democracia real. Incluso aquellos que dicen preocuparse por su “desarrollo”, precisamente porque procuran construir los “laboratorios” de ese futuro, terminan queriendo colocar de nuevo a arañas y ratas en las jaulas de un saber purificado, impotente e… insensato. Siempre hemos sido antropofágicos, pero la izquierda nacional desarrollista y soberanista continúa falsificando las pautas de la “reforma”, soñando con el “socialismo en un único país” y funcionando como abre-alas autoritario de la derecha y de su globalización neoliberal: entre megarepresas y megaeventos, los indios son transformados en miserables y los pobres en trabajadores subcontratados; los inmigrantes no dejan de ser subalternosy la ciudadanía es reducida a una operación de inmunización del cuerpo de la nación productiva, tal y como la piensan Dilma y Serra en Brasil, Chevènement y Le Pen en Francia, Renzi y Salvini en Italia o Thilo Sarrazin y Merkel en Alemania. 

Si la antropología simétrica nos dice que nunca hemos sido modernos y, por lo tanto, que ningún laboratorio nunca reproduce ciencia del mismo modo que ninguna tribunal jamás hizo justicia, el perspectivismo amerindio coloca la producción del saber en las mil mesetas diseñadas por los intercambios de cambios de puntos de vista. El ser humano es un nudo de relaciones: la impureza del mestizaje universal, sujeto y objeto, cultura y naturaleza. Así, pues, no se trata de pensar el Norte desde el Sur, ni el Sur desde el Norte, sino pensar entre, en el éxodo: el agenciamiento, el devenir-Sur del Norte y el devenir-Norte del Sur, los “cantos de ida y vuelta”: la situación postcolonial no es solo la de las ex-colonias, sino también la de la metrópolis. El pensamiento es salvaje y civilizado.

El perspectivismo amerindio, la filosofía de la percepción así como el esquizoanálisis son las múltiples caras de un mismo proceso de producción de saber: discursos y actos políticos que constituyen las sociedades, los grupos, las “clases”. La justicia es lucha y no un tribunal y ello precisamente en la medida que la verdad no está en un laboratorio, sino en el coraje de destruirlo: el atreverse a saber precisa lo que acontece entre Norte y Sur, entre España y Brasil, o sea, entre las situaciones más dinámicas de Europa y de América del Sur, por más que esa “dinámica” tenga sentidos opuestos.

De los levantamientos que siguieron la ola de las primaveras árabes, el 15 de Mayo de 2011 en España (15M) fue el único que, en Europa, consiguió generalizarse y mantenerse en el tiempo. El de Junio de 2013, en Brasil, fue aquel que en América Latina más se masificó, radicalizó y – a pesar de todo – continua durando. En los dos casos, entraron en el escenario nuevos personajes: las multitudes del trabajo metropolitano.

El 15M nació inmediatamente como un levantamiento contra una representación secuestrada por un doble dispositivo de poder de mando: el del sistema financiero y el del sistema de  partidos; se afirmó como movimiento emergente y distribuido a través de las redes sociales, siguiendo el ejemplo de las primaveras árabes y de la Geração à Rasca portuguesa y se tradujo rápidamente en una ocupación generalizada del espacio público (las acampadas). El 15M es una especie de “criticalidad autoorganizada”: no un “movimiento único”, sino un acontecimiento aumentado donde apareció el país del otro lado del espejo: “Now, here, you see, it takes all the running you can do, to keep in the same place”. Estar en el mismo lugar significa estas en una situación abierta al acontecimiento donde la energía potencial distribuida transforma el statu quo en proceso constituyente. La excepción aquí es la persistencia inédita de esa “criticicalidad autoorganizada” del sistema de luchas sociales. Criticalidad es el hecho de una evolución no-lineal con variaciones que expresan tensiones éticas, políticas, eróticas, biopolíticas. El 15M pasó al menos por 3 bifurcaciones: la conexión con plataformas de lucha oriundas de los movimientos que decían “No pagaremos vuestra crisis”, como la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH); la emergencia de un sindicalismo social (con las Mareasde educación y salud); los movimientos de ocupaciones en las ciudades (los Centros Sociales) y la creación de un sistema de red emergente, multicapa, entre las redes y las calles, entre las personas y los colectivos (la tecnopolítica).

Con esa capacidad de durar (y con su resiliencia), el 15M comenzó a ser atravesado por la cuestión de la representación electoral en dos momentos: ya en 2011, cuando rechazó escoger entre lo peor y lo menos malo y dejó que el PSOE fuera derrotado por el PP; en las elecciones europeas de mayo de 2014, cuando se presentaron dos formaciones políticas nuevas: el Partido X, Partido del Futuro y Podemos. A pesar de que el Partido X era oriundo de las redes tecnopoliticas pertenecientes al 15M, fue Podemos el que tuvo un éxito rotundo y consiguió controlar el debate de la transformación electoral e institucional abierto por la persistencia del 15M y que, hoy en día, pese a las inevitables dificultades –derivadas de su hipótesis organizativa y estratégica-, puede convertirse en el epónimo de un cambio políticoconstituyente en España y en la Unión Europea. Podemos no es el único proyecto de asalto institucional, sino el que más éxito ha cosechado hasta la fecha de hoy, en clara competencia (que tiene que ser un ejercicio saludable de democracia) con procesos como el de Guanyem y Ganemos en Barcelona, Madrid, Zaragoza y, en menor medida, en A Corunha, Málaga, entre otros.

El Junio brasileño de 2013 estalló como una huelga metropolitana contra el aumento de las tarifas de transporte (convocada por el Movimento Passe Livre – MPL) y se convirtió en el mayor levantamiento de la historia de Brasil, generalizándose a todo el país y a todas las reivindicaciones de democratización, más allá del régimen postdictatorial cristalizado en la “constitución de 1988”. Por un lado, fue haciendo converger en una revuelta general un sinnúmero de luchas de resistencia contra el modelo de ciudad legado por la hibridación neo-desarrollista y la construcción de la “ciudad global”; por otro, se desdobló con la multiplicación de las acampadas directamente dentro de los parlamentos: las tentativas de ocupación del Congreso en Brasilia se reprodujeron después con las ocupaciones de al menos 12 Consejos municipales y de Asambleas Legislativas (en Porto Alegre, Belo Horizonte, Campinas, Rio de Janeiro…). La forma de la huelga metropolitanasirvió de referencia de un sinnúmero de movimientos autónomos de huelga: en Rio de Janeiro, con los profesores, en octubre del mismo año, que volvían a ocupar la Cámara desafiando la violencia policial en 3 días de batallas campales y con la lucha victoriosa de los Garis (trabajadores de la limpieza urbana), en febrero de 2014. Esas huelgas indicaron el terreno de la constitución de coaliciones sociales. Pero junio de 2013 fue deconstruido: la resistencia a la violencia policial, que inicialmente masificó el levantamiento, se tornó en el terreno de una represión feroz que paralizó las movilizaciones de los pobres; a no más tardar, el marketing multimillonario del gobierno y sus defensores (del PT en particular) consiguió –después de destruir la posibilidad de un “lulismo sin Lula” (con Marina Silva) y, mintiendo descaradamente, polarizar y mistificar la contienda electoral de octubre de 2014. La irresponsabilidad de una política totalmente corrupta fue tan grande que terminó llevando a la movilización de una derecha que se había quedado completamente paralizada y que hoy está en las calles atravesando la justa indignación popular.

3.     ¿Qué Podemos entre España y Brasil?

En España, el 15M fue una movilización general contra toda la “representación” monopolizada por el sistema de partidos nacido con el régimen constitucional postfranquista de 1978, incapaz de bloquear, o por lo menos frenar, el proceso de destrucción del sistema de protección social. En Brasil, junio de 2013 fue un levantamiento metropolitano contra una “representación” que se convirtió en un obstáculo para la aplicación de un verdadero Welfare. En el norte, el trabajo se está volviendo precario y pobre, sometido a una brasilianización. En el sur, el pobre ha sido puesto a trabajar de manera precaria, sometido a una “europeización” que en realidad es una brasilianización, pero ya no por causa del atraso y del subdesarrollo, sino de la modernización y de la globalización. En el 15M se produjo un rechazo de la austeridad neoliberal, pero también la afirmación de la nueva potencia del devenir-pobre del trabajo, entendido como la producción de una nueva generación de derechos, la producción de otra ciudad. En junio de 2013, el trabajo de los pobres reivindicaba un nuevo tipo de derechos, anticipaba la crisis de la aventura neoliberal en el terreno de la transformación de los valores. El devenir-pobre del trabajo, intercambiando los puntos de vista con el devenir-trabajo de los pobres, indica un devenir-Brasil (un devenir-Sur) de la multitud del trabajo en España y un devenir-España (un devenir-Norte) de la multitud de los pobres en Brasil. Los levantamientos plebeyos del 15 de mayo de 2011 y de junio de 2013 perduraron en el hacerse de las multitudes, tanto en España como en Brasil.

La autonomía de las luchas se afirmó inicialmente como base de una crítica sistémática de la representación y de la “autonomía de lo político”, que apuntaba a desarticular las dimensiones productivas de las luchas en el terreno de la composición orgánica del Estado, de los partidos y de las corporaciones. No obstante, las multitudes españolas y brasileñas necesitan lidiar hoy con el desafío de saber qué pueden para que su potencia se afirme como brecha democrática, como “democracia real ya”. ¿Cómo atravesar la representación sin dejar que la autonomía constituyente del movimiento sea reducida nuevamente a autonomía de lo político?

Una de las especificidades de Podemos en España ha consistido en hacer referencia explícita, además del 15M, al virtuosismo de los “gobiernos progresistas” de América del Sur. Por un lado, se desmarca de experiencias electorales parecidas por su combinación entre la potencia del ciberactivismo y, en particular, de la politización de las redes sociales y un hiperliderazgo promovido mediante el uso de los medios tradicionales –con rasgos similares al italiano Movimiento 5 Estrellas; por otro lado, es precisamente ahí, en ese viaje de ida y vuelta al Sur, donde las referencias pueden convertirse en una tremenda trampa. El ciclo de los gobiernos llamados “progresistas” ha acabado y, peor aún, no deja entrever ningún “virtuosismo”, ni siquiera residual o inercial. El chavismo, convirtiéndose en un socialismo del siglo XXI, ya ha producido en menos tiempo todas las desgracias del capitalismo de Estado y sobrevive hoy como un régimen fallido, apoyado prácticamente en la capacidad represiva del Ejército y, más en general, del Estado. No se trata solo de la Venezuela agonizante. Argentina también llega extenuada al fin del kirchnerismo cuando el régimen tiene que apoyar a un candidato oriundo del “menemismo”. En Ecuador también hay señales de agotamiento frente a amplias manifestaciones sociales, particularmente de los indígenas. En todos los casos, y esto incluye a la Bolivia de Evo, las experimentaciones democráticas dejaron de existir y lo que predomina es una visión estatal y centralizadora: aún no se ha superado el luto del socialismo y del autoritarismo estatal. La crítica del mercado y de los mecanismos de la democracia representativa tan solo sirve para mistificar prácticas de explotación y, lo que es peor aún, ¡prácticas arcaicas!

Pero en el caso de Brasil, baricentro geoeconómico del subcontinente y fiador que estabilizaba el conjunto del ciclo, el agotamiento se presenta de la forma más radical y devastadora. La crisis brasileña estalló definitivamente en el momento en que varios observadores internacionales pretendían vislumbrar su vitalidad: en las elecciones de octubre de 2014. De la complejidad de la situación brasileña interesa extraer tres grandes rasgos: (1) en primer lugar, su dimensión subjetiva, (2) en segundo lugar, el determinante objetivo, y, finalmente (3), el desdoblamiento político-teórico.

(1) En el plano subjetivo del acontecimiento, a diferencia de otros países de América del Sur, el movimiento de junio de 2013anticipó la crisis objetiva (económica y política) abriendo una gigantesca brecha para un giro en términos de radicalización democrática. Frente a ello, el lulismo (desde el gobierno, pasando por el PT y por el propio Lula) movilizó todos los recursos que el poder político y económico le daba para cerrar la brecha con arreglo a tres líneas de intervención: la descalificación del levantamiento, amalgamado como un todo con  un resurgimiento “fascista”; la vergonzosa promoción de algunas redes de jóvenes patrocinados por el propio PT como si fueran “el” movimiento; la planificación y coordinación federal de un fortísimo plan de represión aplicado en todos los niveles federales. Además de esto, el oficialismo (“gobernista”) utilizó su poderosísima máquina de marketing para elaborar la propaganda de una supuesta “ola conservadora” en la sociedad y de una “campaña de odio” en las redes sociales. El PT y el “lulismo” utilizaron todo su poder (estatal) para cerrar la brecha democrática sencillamente porque ellos no cabían en ella. Efectivamente, la “brecha” se caracterizaba por permitir dos dislocamientos virtuosos: el primero era inmanente a la propia dinámica del levantamiento como posibilidad para los pobres de poder luchar sin ser asesinados (y fue precisamente eso lo que se expresó en la campaña por Amarildo – el albañil torturado, asesinado y desaparecido por la policía “pacificadora” de la favela de la Rocinha en Rio de Janeiro); el segundo remite al rechazo del dispositivo binario que regía toda la comunicación del lulismo y que consistía en alimentar una lucha “ideológica” (el PT contra la elite blanca) violenta, vacía y totalmente falsa, desde el momento en que ellos gobiernan con las grandes empresas constructoras, los bancos, mientras que cuando hablan de reducción de la desigualdad la piensan como emergencia de una nueva “clase media”.  Junio de 2013 era insoportable para el PT y para Lula porque impedía continuar surfeando cínicamente sobre los atrasos de la sociedad y la economía brasileña para justificar su corrupción política y moral, es decir, el hecho de gobernar para  y con los ricos.

(2) El determinante objetivo tiene dos dimensiones, incluidas una en la otra: la crisis en Brasil no llega –como en Europa- por el hecho de que el gobierno haya rechazado hacer políticas anticíclicas, sino porque las hizo; a continuación, a diferencia de otros países de América del Sur, el gobierno Lula-Dilma –una vez reelecto- dio un giro de 180 grados a sus prioridades y pasó a aplicar una dura política económica de austeridad. Independientemente de lo que eso significa desde el punto de vista del fraude electoral, lo cierto es que Brasil se encuentra hoy sumergido en una grave crisis económica, gobernada por un violentísimo dispositivo de recortes presupuestarios, recortes de derechos laborales, aumentos de los tipos de interés y, al mismo tiempo, aumentos generalizados de las tarifas (de los servicios públicos: particularmente de los transportes, los combustibles y la electricidad). Dicho de otra manera, los pobres en Brasil tendrán que aguantar un largo período de recesión con alta inflación: el gobierno Dilma está realizando un verdadero decomiso de la renta de los trabajadores y de las capas intermedias del empresariado.

El largo período de los gobiernos Lula-Dilma puede ser dividido en dos fases. Entre 2003 y 2008, el PT siguió a rajatabla las recetas neoliberales, pero se dejó atravesar por pequeñas innovaciones que constituirían algunas brechas. Todo ello se resume en tres dimensiones: la masificación de las políticas neoliberales de distribución de renta (el Programa Bolsa Familia); las políticas de acceso (en particular en la educación superior con Prouni, Reuni y las cuotas raciales); la valorización del salario mínimo que, además de mejorar el nivel de renta de los trabajadores pobres permitió un upgrade general de un sistema de protección social.

A partir de 2009, después de la gran crisis financiera, el gobierno Lula-Dilma pasó a políticas de crecimiento teóricamente inspiradas en el viejo nacional-desarrollismo y, en la práctica, planificadas y aplicadas a partir de la traducción en términos de política económica del juego electoral, esto es, de la corrupción sistémica de la cual el PT pasó a ser no solo “uno más” de los actores, sino “el” principal articulador. De esta suerte, la pequeña reducción de la desigualdad producida en la primera fase era procesada como emergencia de una “nueva clase media” destinada a ser –en el plano subjetivo-, la base del nuevo consenso y al mismo tiempo –en el plano objetivo-, la destinataria de políticas de reindustrialización, de megaobras  y megaeventos y de construcción de un Brasil Mayor. Fue un festival de subvenciones públicas a los global players: desde las grandes empresas automovilísticas multinacionales hasta las grandes constructoras, pasando por el gran agronegocio.

Todo ello alimentado por la completa participación de la empresa Petrobras en la explotación “nacional” de los yacimientos de petróleo en aguas muy profundas (el presal), por las grandes obras (oriundas de los proyectos megalomaníacos de la dictadura), así como por las mega-represas hidroeléctricas en la Amazonia, el submarino y las centrales nucleares, los mega-eventos (la Copa de la FIFA y las Olimpiadas como paradigma). No hubo ninguna reindustrialización y las inversiones en las megaobras y mega-ventos tan solo saturaron las metrópolis de todo el país. La “factura” llegó antes de que Brasil fuera Mayor y la llamada “nueva clase media” ya se fue para el espacio.

(3) Tenemos aquí una implicación teórica importante sobre la razón de esa convergencia del Brasil Mayor neodesarrollista en dirección a las mismísimas e incluso más violentas políticas de austeridad. Lo que caracteriza los “límites” de los gobiernos progresistas de América Latina no son los compromisos con el “extractivismo”. Desde luego, el extractivismo es una de las características fundamentales del capitalismo en todo el subcontinente y los gobiernos, que eran “nuevos”, tuvieron que negociar y aliarse precisamente con esos viejos intereses. Pero no es esto lo que define la especificidad de los ensayos de políticas económicas. Por el contrario, el agotamiento de los nuevos gobiernos y la crisis vinieron de resultas de los intentos de  salir del extractivismo. En el caso brasileño esto aparece claramente: en vez de apostar por la radicalización democrática y por los procesos, el PT y Lula solo creen –como la propia elección de la figura de Dilma lo demuestra- en el Estado y en el Gran Capital (los Global Players). Así, pues, no hubo ninguna ruptura del extractivismo ni ninguna aceleración del cambio, antes bien, hubo una profundización de la inserción en las dimensiones mafiosas del capitalismo contemporáneo y de sus formas de control de territorios y del Estado. Los yacimientos de acumulación del capitalismo cognitivo en Brasil están en las metrópolis y se refieren a la movilización de los pobres como pobres: un trabajo del pobre que ya no pasa, previamente, por la relación salarial. Lejos de pensar en reconocer –por la radicalización democrática- la potencia productiva de nuevos valores, el PT de Lula y Dilma tan solo se juntaron con las viejas y nuevas mafias mediante las cuales el capitalismo cognitivo captura la excedencia producida en los territorios. La mafia neodesarrollista (de los grandes contratistas de obras públicas) se fue juntando con la mafia oligárquica del agronegocio y con las mafias difusas que controlan los territorios productivos de las metrópolis, en una orgía improductiva que solo crea segregaciones urbanas, profundiza las desigualdades y dispara la inflación. 

4 – Coaliciones sociales y Municipalismos constituyentes
La gran victoria de Junio de 2013 reside en las luchas y en las prácticas de coaliciones que, en Brasil, miran hacia el Municipalismo Constituyente expresado en los éxitos electorales del 24M de 2015 en España.

Las coaliciones sociales ya están en un devenir-municipalista, toda vez que los jóvenes gobiernos municipales necesitan seguir siendo atravesados por los agenciamientos de las coaliciones sociales. Los Ganemos nacieron como oportunidades de ensayar, en las elecciones municipales, el asalto institucional propuesto por Podemos, pero también como inflexión significativa, más allá de Podemos. El proceso de construcción de Podemos, con la Asamblea constituyente de Vista Alegre (en noviembre de 2014), ha cobrado un precio demasiado alto porque limita severamente la polifonía y un estilo de hacer política que presupone una cooperación de tipo distribuido. En ciudades como Barcelona, Madrid o Zaragoza, el “efecto Podemos” estuvo compuesto desde el inicio por iniciativas ciudadanas que funcionan como puntos de atracción y bifurcación del sistema red creado en el 15M. El municipalismo, como en el caso de Ahora Madrid demuestra, suma más que Podemos: sin el tesón de la iniciativa Municipalia antes y más tarde de Ganemos Madrid, la victoria habría sido imposible, pues la radicalidad democrática que constituye el “código 15M” se habría visto dominada por relaciones de fuerza entre entidades cerradas y atrincheradas.

En Rio de Janeiro, el punto de vista de la lucha de los garis de Rio de Janeiro es el que nos introduce directamente en el contexto de ese devenir. La lucha de los barrenderos estalló en febrero de 2014 y fue  tal vez la mayor victoria del movimiento de Junio. Los garis se inspiraron directamente en las dinámicas autónomas y horizontales de Junio y sus reivindicaciones retumbaron con potencia en las redes y las calles. La lucha fue rápida y victoriosa (con un aumento salarial del 37%) y contó con un amplio apoyo social, convirtiéndose en la referencia de todo activismo. Pero a medida que el activismo se fue extenuando en una espiral sin fin de actos de represión, los garis decidieron emprender el éxodo  fuera de la esclavitud de sus condiciones de trabajo y, en febrero de 2015, se presentaron de nuevo para reanudar la lucha salarial (que consiguió arrancar un 8% de aumento ya en el periodo de la política de austeridad) y presentar un sindicato alternativo al sindicato mafioso. La respuesta del Ayuntamiento de Rio (donde cogobiernan el PT y el PMDB) se produjo con arreglo a dos hechos complementarios: por un lado, una represión feroz; por otro, automatización y subcontratación. En lo que atañe a la represión, se trata de centenares de despidos, incluidos los de los miembros del sindicato autónomo que disputaban la dirección del sindicato mafioso; más de 30 garis bajo investigación policial por pertenencia a una “organización criminal” y todo tipo de amenazas. En lo que atañe a la automatización, el Municipio de Rio procedió a introducir contenedores de recogida de basuras que permiten a los camiones operar automáticamente (sin los garis colgados en la parte trasera teniendo que correr como locos para mantener las metas de producción) y a subcontratar el trabajo de los motoristas así como la gestión de los propios camiones. Dicho de otra manera, la lucha de los garisya ha conseguido  –en poco menos de un año- llevar a cabo el proceso de innovación que la condición neoesclavista en la cual eran mantenidos permitía retrasar. Al mismo tiempo, con todas las dificultades que ello puede implicar, la práctica de los garis, con los Círculos de cidadania, el trabajo en las favelas, las conexiones con los demás intentos de construcción de un “sindicato social”, ponen a los garisen condiciones de profundizar sus luchas directamente en el terreno en el que se decide quién sacará provecho de esa modernización que ellos mismos determinaron: ¿el capital y sus mafias o los garis como agentes ambientales de una nueva ciudadanía? Aquí, la “coalición social” no aparece únicamente como el terreno necesario y urgente para que la lucha autónoma esté en condiciones de entrar en el terreno constituyente, de la gestión de la empresa de limpieza urbana, de la cuestión medioambiental y de la salud en las comunidades y favelas. La lucha es metropolitana e implica la construcción de coaliciones de trabajadores y residentes, para que la modernización de la recogida de basuras se traduzca en mejoras de las condiciones de trabajo de los garis que podrán, además de conservar el empleo, ser agentes de protección medioambiental en los territorios donde ello es más urgente. El  común es ya el terreno de la lucha autónoma de los garis que, no por casualidad, se constituyeron como un círculo de cidadania, el Círculo Naranja, que remite al color de sus uniformes de trabajo.

En el caso de España, un buen resultado de las confluencias basadas en la transversalidad y en la radicalidad democrática en las próximas elecciones generales, siguiendo el ejemplo de Ahora Madrid, Barcelona en Comù, etc., significaría una mutación histórica del sistema red 15M en un sistema de orden superior, capaz de integrar el sistema político y representativo. Esa sería una ruptura constituyente, algo que es, en todos los casos, la clave de una situación frente a la cual toda “autonomía de lo político” es un obstáculo para que se realice la promesa del 15M: Democracia Real Ya.

El desprecio por la relación entre singularidad y estructura, entre dinámicas nacionales y contextos continentales o entre excepción y ciclo, podría llevarnos a privilegiar de manera narcisista o voluntarista las experiencias más cercanas a nosotros, o a pensar en una estrategia de proliferación lineal. Si la situación brasileña constituye una perspectiva sobre la fase transitoria que vive todo el continente sudamericano, el caso español es inseparable de la descomposición-mutación del subsistema europeo centrado en la Unión Europea (UE) como consecuencia de las políticas de austeridad y de las opciones políticas y geoestratégicas subyacentes. La “germanofobia” no constituye una clave seria de esclarecimiento del enigma democrático europeo.

En efecto, la lógica supuestamente internacionalista de los opositores de izquierda al proyecto de la UE no se sustrae a la ontología de las naciones como clave de existencia política del capital y de su contrario: el pueblo-nación-soberano sometido a un derecho político extranjero. Aquí, la narrativa nacional-popular se muestra, tanto en Europa como en América Latina, como una gigantesca trampa. La obsesión por la soberanía nacional tan solo nos recuerda aquello de das andere Mal als Farce de Marx: las subvenciones del gobierno del PT a las multinacionales automovilísticas son emblemáticas: cuanto más neodesarrollista es el discurso, mayor es la ampliación de toda forma de dependencia por la política real.

Las luchas son tan globales como los procesos de acumulación y precisan de espacios adecuados: como la Unión europea o Mercosur: en Europa se trata de conectar la defensa del sistema de protección social con las luchas de los subalternos y de los inmigrantes y apátridas; en América del Sur la conquista de un sistema de protección social necesita ya –desde el inicio- inventar una nueva esfera, juntando las luchas de los indígenas con el éxodo de los refugiados, pasando por las multitudes de pobres que viven y producen en las metrópolis.

En Europa y en América Latina, la izquierda nos muestra que es incapaz de pensar más allá del Estado: socialista o neokeynesiano en el régimen discursivo, tan solo sirve para contener las luchas en el régimen de facto. Entre los dos continentes la urgencia consiste en salir de esa doble trampa, en emprender el éxodo de la invención de nuevas institucionalidades.

El sistema mundo se está autodestruyendo. En esta situación, solo el terreno europeo y el terreno sudamericano permiten continuar la lucha por la democracia real. La oposición entre guerra y democracia se coloca como principal antagonismo en el sistema mundial. La UE está hoy rodeada de zonas de guerra. En América del Sur, la guerra está dentro de las fronteras, en el corazón de las grandes metrópolis. En las fronteras de la UE, la guerra es contra los migrantes y refugiados, tratados como animales enloquecidos y peligrosos. En las metrópolis y en las selvas sudamericanas la guerra es contra pobres y contra indígenas, pero también contra los refugiados y los inmigrantes.

Debe haber un modo de nombrar al enemigo y al adversario sin convocarlo y realizarlo como en una profecía autocumplida. Debe haber un partido de los sin-partido. Ni el supuesto realismo decisionista del populismo, ni las dialécticas negativas o progresistas que acompañan a la izquierda contienen clave alguna para evitar la catástrofe del sistema mundial. Es necesario pasar del (inter)nacionalismo a la democracia real de los subalternos, del resistencialismo cínico al poder constituyente, de la comunidad a la constitución del común. Tenemos que ser prudentes, pero poderosamente altermodernos y no-modernos.
Nota:

[1] Huyeron en la Selva Lacandona, en las calles de Seattle y Génova, gritando “Que se vayan todos” en las calles de Buenos Aires, acampando en la Plaza Tahrir y en la Puerta del Sol, defendiendo la vida en Gezi Park y levantándose contra las tarifas de transportes, los megaeventos y megaobras en las selvas y en las metrópolis brasileñas.

Giorgio Agamben sobre Tiqqun




Un regalo desde Acuarelalibros: una conferencia de Agamben sobre Tiqqun subtitulada al castellano (el texto ya estaba incluido en nuestra «Hipótesis cibernética»).

Según Agamben, si queremos entender y valorar el significado de la aparición de Tiqqun para el pensamiento político hay que hacerlo fijándonos en primer lugar en el punto en el que dejó las cosas Foucault: no hablar sobre «El Poder», sino de relaciones de poder; no preguntarse por «El Sujeto», sino por prácticas de subjetivación.

Lo que Tiqqun aportaría como novedad es el encuentro y el engarce entre ambos planos (que en Foucault quedarían supuestamente separados). Las «resistencias» no pueden pensarse si no es en relación con el dispositivo en el que se debaten, nunca desde las nociones abstractas y a priori de la política clásica (Clase, Ciudadanía, Sociedad Civil, etc.).

Así se entendería también, según Agamben, la propia escritura de Tiqqun, la creación constante de figuras que iluminan y acompañan puntos de resistencia concretos a dispositivos concretos (Bloom, guerra civil, Partido Imaginario, política extática, etc.).

Es un comentario breve y por momentos oscuro el de Agamben, pero que merece la pena escuchar y rumiar, me parece. Y tiene su punto hipnótico, la voz y el tono de Agamben, la cadencia…

Manifiesto por un partido del ritmo

por Henri Meschonnic
(Traducción: Raquel Heffes)


Hoy para ser sujeto, para vivir como sujeto, necesito hacer lugar al poema. Un lugar. Lo que a mi alrededor veo llamar poesía en su mayor parte tiende extrañamente, insoportablemente, a negarle un lugar, su lugar, a lo que llamo un poema.

Hay, en una poesía a la francesa, por razones no ajenas al mito del genio de la lengua francesa, institucionalización del culto que se le rinde a la poesía que produce la ausencia sistemática del poema. Modas siempre hubo. Pero esta moda ejerce la presión de un cúmulo de academicismos. Presión atmosférica: el espíritu de la época.

Contra esta asfixia del poema por la poesía, hay necesidad de manifestar, de manifestar el poema, una necesidad que algunos sienten periódicamente, de hacer salir una palabra asfixiada por el poder de los conformismos literarios que no hacen más que estetizar esquemas de pensamiento que son esquemas de sociedad.


Una idolatría de la poesía produce fetiches sin voz que se dan y son tomados como de la poesía.

Contra todas las poetizaciones, digo que hay un poema sólo si una forma de vida transforma una forma de lenguaje y si recíprocamente una forma de lenguaje transforma una forma de vida.

Digo que sólo así la poesía, como actividad de los poemas, puede vivir en la sociedad, hacer en la gente lo que solo un poema puede hacer y que sin eso, no sabrán incluso que se desubjetivan, se deshistorizan para no ser ellos mismos más que productos del mercado de sentimientos, y de  comportamientos.

Mientras que la actividad de todo lo que es poema contribuye, como sólo ella puede hacerlo, a constituirlos como sujetos. No hay sujeto sin sujeto del poema. Ya que si falta el sujeto del poema entre los demás sujetos de los cuales cada uno de nosotros es la resultante, hay a la vez una falta específica y la inconciencia de aquello que falta, y esa falta alcanza a todos los demás sujetos. A los trece de la docena que somos. Y no es el sujeto freudiano el que los va a salvar. O el que va a salvar al poema.

Sólo el poema puede unir, contener el afecto y el concepto en un solo bocado de palabra que agita, que transforma las maneras de ver, entender, sentir comprender, decir, leer. De traducir. De escribir. En donde el poema es radicalmente diferente del relato, de la descripción. Que nombran. Que quedan en el signo. Y el poema no es del signo.

El poema es el que nos enseña a no valernos más del lenguaje. El único que nos informa que, en contra de las apariencias y costumbres del pensamiento, no nos valemos del lenguaje.

Lo que no significa que, según una mecánica de reversibilidad, el lenguaje se valga de nosotros. Que, curiosamente, tendría más pertinencia, a condición de delimitar esa pertinencia, a las típicas manipulaciones, como las que corrientemente provienen de la publicidad, la propaganda, el todo comunicacional, la no información, y todas las formas de censura. Pero entonces no es el lenguaje el que se sirve de nosotros. Son los manipuladores, que agitan las marionetas que somos entre sus manos, son ellos los que se valen de nosotros.

El poema en cambio hace de nosotros una forma-sujeto específica. Activa en nosotros un sujeto que no seríamos sin él. Eso, por el lenguaje. En ese sentido nos informa que no nos valemos del lenguaje. Pero devenimos lenguaje. Ya no es posible conformarse con decir, sino a modo de anticipo, pero muy vago, que somos lenguaje. Más preciso es decir que devenimos lenguaje. Más o menos. Cuestión de sentido. Del sentido del lenguaje.

Pero sólo el poema que es poema nos enseña. No el que se parece a la poesía. Ya lista. De antemano. El poema de la poesía. Él, es parte de nuestra cultura. Variable también. Y en la medida en que nos engaña, haciéndose pasar por un poema, es un nocivo. Porque confunde a la vez la relación de nosotros mismos como sujeto y la relación de nosotros mismos deviniendo lenguaje. Y ambos son inseparables. Ese producto tiende a hacer de nosotros un producto. En lugar de una actividad.

Es por eso que la actividad crítica es vital. No destructiva. No, constructiva. Constructiva de sujetos. Un poema transforma. Nombrar, describir, no valen nada en el poema. Y describir es nombrar. Por eso el adjetivo es revelador. Revelador de la confianza en el lenguaje, y la confianza en el lenguaje nombra, no cesa de nombrar. Atiendan a los adjetivos.

Es por eso que celebrar, tan frecuentado por la poesía, es enemigo del poema. Porque celebrar, es nombrar. Designar. Desgranar substancia según el sagrado rosario instituido por la poesía. Y al mismo tiempo aceptar. No sólo aceptar el mundo tal como es, el innoble “no tengo más que cosas buenas para decir” de Saint-John Perse, sino aceptar todas las nociones de la lengua a través de las cuales está representado. El impensable vínculo entre el genio del lugar y el genio de la lengua.

Un poema no celebra, transforma. Es así que tomo lo dicho por Mallarmé: “La poesía es la expresión, por el lenguaje humano remitido a su ritmo esencial, del sentido misterioso de los aspectos de la existencia: dota así de autenticidad a nuestra estadía y constituye la única labor espiritual” Ahí donde algunos que creen que está pasado de moda.

Para el poema, reservo el supremo rol del ritmo en la constitución de sujetos-lenguaje. Porque el ritmo ya no es más, aunque algunos iletrados no se hayan percatado, la alternancia del pan-pan en la mejilla del metrista metrónomo. El ritmo es la organización-lenguaje del continuo del que estamos hechos. Con toda la alteridad que funda nuestra identidad. Vamos, metristas, no necesitan más que un poema para perder el equilibrio.

Porque el ritmo es una forma-sujeto. La forma-sujeto. Que renueva el sentido de las cosas, que es por él que accedemos al sentido del que tenemos que deshacernos, que todo a nuestro alrededor se hace de deshacerse y que, acercando esa sensación de todo en movimiento, nosotros mismos somos una parte de ese movimiento.

Y si el ritmo-poema es una forma-sujeto, el ritmo no es más una noción formal, la misma forma no es más una noción formal, la del signo, sino una forma de historización, una forma de individuación. Abajo la vieja dupla de forma y sentido. Es poema todo lo que, en el lenguaje, realice ese recitativo que es la máxima subjetivación del discurso. Prosa, verso, o línea.

Un poema es un acto de lenguaje que tiene lugar sólo una vez y recomienza sin cesar. Porque hace sujeto. No deja de hacer sujeto. De uno. Cuando es una actividad, no un producto.

Manera más rítmica, más lenguaje, de transponer lo que Mallarmé llamaba “autenticidad” y “estadía”. Estadía, término todavía muy estático para expresar la inestabilidad misma. Pero “única tarea espiritual”, sí, diría todavía sí, en este mundo llevado por la vulgaridad de los conformistas y el mercado del signo, o entonces renunciar a ser un sujeto, una historicidad en curso, para ser sólo un producto, un valor de recambio entre otras mercancías. Lo que la tecnificación del todo comunicacional no deja de acelerar.      
                                                                                                                                                                                                                                          
No, las palabras no están hechas para designar cosas. Están para situarnos entre las cosas. Verlas como designaciones, es demostrar que tenemos la más pobre idea del lenguaje. La más común también. Es el combate, el mismo de siempre, del poema contra el signo. David contra Goliat, Goliat, el signo.

Por eso creo también que se equivocan al vincular ahora y siempre, en Mallarmé, « la ausente de todo ramo » a la banalidad del signo. El signo ausencia de las cosas. Sobre todo cuando se opone a la « verdadera vida » de Rimbaud. Es quedar en el discontinuo del lenguaje opuesto al continuo de la vida. Mallarmé sabía, él, que sobre una piedra « las páginas se volverían a cerrar mal”

 Aquí es donde el poema puede y debe derrotar al signo. Devastar la representación convenida, enseñada, canónica. Porque el poema es el momento de una escucha. Y el signo sólo nos da a ver. Es sordo y ensordece. Sólo el poema nos puede conectar con la voz, hacernos pasar de voz en voz, volvernos un escucha. Darnos todo el lenguaje como escucha. Y el continuo de esa escucha incluye, impone un continuo entre los sujetos que somos, el lenguaje en el que devenimos, la ética en acto que es esa escucha, de donde una política del poema. Una política del pensamiento. El partido del ritmo.

De allí lo irrisorio del interminable retorno de los poetas al poetismo torre de marfil, en Hölderlin, de «el hombre habita [o vive] poéticamente en esta tierra – dichterisch wohnt der Mensch auf dieser Erde», un Hölderlin atravesado por la esencialización Heidegger, donde se encuentra un pseudo-sublime a la moda. No, por supuesto. El hombre vive semióticamente en esta tierra. Más que nunca. Y no crean que la emprendo contra Hölderlin. No, la emprendo contra el efecto Hölderlin que no es lo mismo. Contra la esencialización en cadena del lenguaje, del poema (y el neo-pindarismo que destila, y está de moda) y la esencialización de la ética y la política.

El poetismo es la coartada y el mantenimiento del signo. Con su cita-cliché de rigor, la rueda de oración de la poetización: “y para qué poetas en tiempo de miseria- und wozu Dichter in dürftiger Zeit?»

Es contra –y sí, es así- lo que se necesita del poema, otra vez del poema, siempre del poema. Del ritmo, otra vez del ritmo, siempre del ritmo. Contra la semiotización generalizada de la sociedad. De la que algunos poetas han creído, o simulan, escapar por lo lúdico. Miseria poética más que tiempos de miseria.

Hay que pensar la claridad del poema. El desafío parte de allí, de la necesidad de apartar a Mallarmé de interpretaciones que lo hacen recaer continuamente en el signo, tomando cuarenta años después las mismas palabras, la “desaparición elocutiva del poeta”. Pero nunca “el poema, enunciador”. Mallarmé-síntoma. Reducido solo a cuestiones de sentido. Lo que permite continuar viéndolo como un poeta difícil. Obscuro. Ningún cambio, o muy poco, desde Max Nordeau. Siempre los imbéciles del presente.

Replegando a Mallarmé sobre su época. Doblemente encerrado Mallarmé, en el signo y en el simbolismo. Vetusteces, “la explicación órfica de la Tierra”. El modo complaciente de continuar sin pensar el poema. Todo a costa de sacralizar la poesía.

La apuesta, de hacer escuchar la oralidad y la claridad de Mallarmé, es el poema. Contra la estupidez erudita del signo.

La apuesta de sugerir en lugar de nombrar, como un universal del poema. Por lo tanto un universal del lenguaje. No se puede ser más claro, como él decía, “trabajar con el misterio en vista del más tarde o del jamás”

Entonces, al contrario de aquellos que ya no creen en la palabra de Mallarmé sobre “la explicación órfica de la Tierra” y sin perder más tiempo en algunos descriptivistas enumeradores de nombres de ciudades, diré que el poema, el más pequeño poema, una copla española, es el relevo del desafío postergado, eludido por el “Libro” no realizado de Mallarmé, esencializando la poesía, en lugar de escuchar las formas incesantemente renovadas de la “Odisea moderna” en el mismo Mallarmé, en lo que él ha escrito más que en lo que él no ha escrito, y en todas las voces que han sido su propia voz.

Porque con cada voz, Orfeo cambia, y recomienza. Una Odisea recomienza. Tienen que escucharla, hombres de poca voz.

Con un poema, no es una visión que se pone en marcha, como toda una tradición poética primero, poetisante después, pudo creer. Sino “el único deber del poeta”, por volver a Mallarmé, ya que en principio hay uno, y sólo el poema nos puede dar lo que sólo él hace, la escucha de todo lo que uno no sabe que oye, de todo lo que uno no sabe que dice y de todo lo que uno no sabe decir, porque cree que el lenguaje esta hecho de palabras.

Orfeo fue uno de los nombres de lo desconocido. Un error grosero y común es considerarlo adosado al pasado. Mientras que eso que designa continúa en cada uno de nosotros.

Y la Odisea, la “Odisea Moderna” de la que habla Mallarmé, otro error grosero ha sido y sigue siendo, confundirla con los viajes y sus relatos, con la calcomanía de las epopeyas y el prejuicio reinante. Lo mismo que confundir lo monumental y lo sobredimensionado. El poema muestra que la odisea está en la voz. En toda voz. La escucha es su viaje.

Y si la escucha es el viaje de la voz, queda anulada entonces la oposición académica entre lirismo y epopeya. Así como la definición, ya tomada por Poussin de un italiano del siglo XV, antes que la repita Maurice Denis, de la pintura como “colores ensamblados en cierto orden” anula de antemano la oposición entre lo figurativo y lo abstracto.

Queda solamente: es una pintura, o no es una pintura. Como ya lo decía Baudelaire. Es un poema o no es un poema. Parece. Hace todo por parecer. Por parecerse a la poesía. Por parecerse al pensamiento. Ya que hay un poema del pensamiento, o no hay más que un símil. Mantenimiento del orden.

Sí, en un sentido nuevo, todo poema, si es un poema, una aventura de la voz, no una reproducción variable de la poesía del pasado, contiene la epopeya. Y deja para el museo de las artes y tradiciones del lenguaje la noción de lirismo que algunos contemporáneos han intentado retomar al estilo del momento haciéndole decir un rosario de tradicionalismos: confusiones entre el je y el moi, entre la voz y el canto, entre el lenguaje y la música, en la común ignorancia del sujeto del poema. Confusiones, es cierto, que el pasado mismo de la poesía contribuyó a crear.

Pero el poema da señal de vida. Eso que se le parece, porque quiere tener poesía, tener la apariencia si no tiene el ser, da señal de libro.

Consecuencia: esta confrontación retoma la que comúnmente se hace entre la vida y la literatura. Y un poema es lo más opuesto a la literatura. En el sentido del mercado del libro. Un poema se hace en la reversibilidad entre una vida que ha devenido lenguaje y un lenguaje que ha devenido de la vida.

Fuera del poema abundan pretensionismos de toda índole, esos montajes que continúan repitiendo el contrasentido tan difundido sobre la frase de Rimbaud “Es necesario ser absolutamente moderno”. Decididamente, nada más actual que el “Replicaré frente a la agresión que los contemporáneos no saben leer” de Mallarmé.  De nuevo es el imbécil del presente que habla, en ese contrasentido. El mismo imbécil del lenguaje.

Un poema está hecho del verso al que se va, que no se conoce, y el que se deja atrás, que es vital reconocer.

Para un poema, hay que aprender a impugnar, a trabajar con toda una lista de impugnaciones. La poesía cambia si se la impugna. Como el mundo cambia por aquellos que lo impugnan.

Entre mis impugnaciones pongo: no al signo y a su sociedad. No a esta mediocridad pomposa que confunde el lenguaje y la lengua, y habla de la lengua sin saber qué dice, de una memoria de la lengua, como si la lengua fuera un sujeto, y de una relación esencial entre el alejandrino y el genio de la lengua francesa. No olviden respirar en todas las doce sílabas. Metrifiquen el corazón. Mitología que sin duda no es ajena al retorno jugado por lo lúdico, a la moda de la versificación académica. Y si fuera para hacer reír, fracasó. Ya Aristóteles había señalado a los que escriben en verso para ocultar que no tienen nada para decir. 

No al consenso-signo, en la semiotización generalizada de la comunicación-mundo.

No, no vamos a las cosas. Puesto que no dejamos de transformarlas o de ser transformados por ellas, a través del lenguaje.

No a la fraseología poetisante que habla de un contacto con lo real. A la oposición entre la poesía y el mundo exterior. Que lleva a hablar de. A Enumerar. Describir. Nombrar otra vez. No es el mundo el que está allí, es la relación con el mundo. Y esa relación es transformada por el poema. Y la invención de un pensamiento es ese poema del pensamiento.

No, la poesía no está en el mundo, en las cosas.  En contra de lo que han dicho los poetas. Imprudencia de lenguaje. Sólo puede estar en el sujeto que está sujeto al mundo y sujeto al lenguaje como sentido de la vida. Se confundía el sentido de las cosas con las cosas mismas. Una confusión que lleva a nombrar, a describir. Ingenuidad pronto sancionada. La prueba, si hiciera falta, de que la poesía no está en el mundo, es que los no-poetas están en él como los poetas, y no hacen un poema. Un caballo da la vuelta al mundo y sigue siendo caballo.

Vivir no basta, todo el mundo vive. Sentir no basta. Todo el mundo es sensible. La experiencia no basta. El discurso sobre la experiencia no basta. Para que haya un poema.

No a la ilusión de que vivir precede a escribir. Que ver el mundo modifica la mirada. Cuando es lo contrario: la exigencia de un sentido que no está allí, y la transformación del sentido por todos los sentidos que cambia nuestra relación con el mundo.

Si vivir precede a escribir, la vida es sólo la vida, la escritura es sólo literatura. Y se nota. Al menos hay que aprender a reconocerlo. La enseñanza debería contribuir a eso.

No al ver cautivo para oír. Los poetas creyeron hablar de poesía poniendo todo a la vista, bajo la mirada. Falta de sentido del lenguaje. Las revoluciones de la mirada son efectos, no causas. Una manera de hablar que encubre su propio impensado. La gran oposición pasa entre el pensamiento por preconceptos, y pensar su voz, tener su voz en el pensamiento.

No al rimbaudismo que ve a Rimbaud- la poesía en su partida fuera del poema.

No cuando se opone interior y exterior, lo imaginario y lo real, esa evidencia aparentemente indiscutible. Impide pensar que nosotros somos la relación entre ambos.

No a la metáfora capturada por el pensamiento de las cosas, cuando no es más que una manera de girar a su alrededor, lo lindo, en lugar de ser la única manera de decir.

No a la separación entre el afecto y el concepto, ese cliché del signo. Que no hace solamente el simil -poema sino el simil- pensamiento.

No a la oposición entre individualismo y colectividad, ese efecto social del signo, ese impensado del sujeto, por lo tanto del poema, que hace de la literatura, de la poesía un juego de sociedad, esa vulgar cantinela del renga- pretendidos poemas que se han hecho a montones.

No a la confusión entre subjetividad, esta psicología, donde el lirismo queda preso, esos metros que hacemos cantar, y la subjetivación de la forma-sujeto que es el poema.

No, no cuando se opone, muy cómodamente, la transgresión a la convención, la invención a la tradición. Porque hay, desde hace mucho tiempo, un academicismo de la transgresión como hay un academicismo de la tradición. Y porque, en los dos casos, se opone lo moderno a lo clásico, mezclando lo clásico a lo neo-retro-, y en los dos casos se ha desconocido el sujeto del poema, su invención radical que todo el tiempo ha hecho el poema, y que remite estas oposiciones a su confusión, a su impensado, que enmascara lo perentorio del mercado.

No también a la simplificación que opone lo fácil y lo difícil, la transparencia a la obscuridad, a los clichés sobre el hermetismo. El signo es allí para muchos, el que irracionaliza su propio impensado, el que lo vuelve en efecto oscuro. Su claridad es oscura. Como la claridad francesa. Pero el poema, no se engaña con ese viejo truco.

No a la poesía en la mira del poema, porque pronto es una intención. De poesía. Que por lo tanto sólo puede dar literatura. Poesía de poesía que no tiene más de poesía que el sujeto filosófico de sujeto del poema.

Manifestar no es dar lecciones, ni predecir. Hay manifiesto cuando hay algo intolerable. Un manifiesto no puede tolerar más. Por eso es intolerante. El dogmatismo blando, invisible, del signo, él, no pasa por intolerante. Pero si todo en él fuera tolerable, no habría necesidad de un manifiesto. Un manifiesto es la expresión de una urgencia. A riesgo de pasar por incongruente. Sin riesgo, tampoco habría manifiesto. El liberalismo no muestra que es la ausencia de libertad.
Y un poema es un riesgo. El trabajo de pensar también es un riesgo. Pensar eso que es un poema. Lo que hace de un poema un poema. Lo que debe ser un poema para ser un poema. Y un pensamiento para ser pensamiento. Esta necesidad, pensar inseparablemente el valor y la definición.  Pensar esta inseparación como un universal del poema y el pensamiento. Su historicidad, que es su necesidad.

Aún si este pensamiento es particular, por principio siempre tuvo lugar en una práctica, será necesariamente verdadero siempre. No es entonces en absoluto una lección para lo que llamamos el siglo venidero. Sólo el resultado académico del siglo. Este efecto de lenguaje, el efecto-temporalidad del signo. El discontinuo del secularismo.

En suma, el poema manifiesta y hay a manifestar por el poema el rechazo a la separación entre el lenguaje y la vida. Reconocerla como una oposición no entre el lenguaje y la vida sino entre una representación del lenguaje y una representación de la vida. Lo que restituye el pretendido entredicho de Adorno (que es bárbaro e imposible escribir poemas después de Auschwitz), que algunos piensan en invertir haciéndole jugar ese rol de inversor a Paul Celan, mientras ellos siguen en el mismo impensado, que Wittgenstein mostraba por el ejemplo del dolor. Eso no se puede decir. Pero justamente un poema no dice. Hace. Y un pensamiento interviene.

Estas impugnaciones, todas estas impugnaciones son indispensables para que venga un poema. A la escritura. A la lectura. Para que vivir se transforme en poema. Para que un poema transforme el vivir.
El colmo, en esto que adquiere visos de paradoja, es que no se trata más que de obviedades. Pero desconocidas.  Es lo cómico del pensamiento.

Pero solamente por estas impugnaciones, que son latidos del pensamiento, para respirar en lo irrespirable, es que siempre hubo poemas. Y que un pensamiento del poema es necesario al lenguaje, a la sociedad.

NOTA BENE: ésta, del 2 de noviembre de 1999, constituye la segunda y provisoriamente definitiva versión.

(Fuente: http://trazofreudiano.com/)

Otro sacrificio para el dios agroindustrial

por Javier Andrad
Foto: Federica González

La hora del crepúsculo, la que transforma con su belleza y devuelve la fe perdida, ese lunes fue aciaga. Melisa volvió temprano de estudiar y antes de llegar a su casa paró en el almacén de Victorina. Compró un trozo de queso cremoso y se fue. Al entrar a la vivienda no percibió nada raro. Dejó las cosas de la facultad, y se tiró a dormir una siesta de la que nunca pudo despertar del todo.
—No puedo respirar —alcanzó a mensajear a su novio.
La Prefectura Naval tiene su burocracia, Matías no logró salir enseguida para asistirla. Cuando llegó a la casa, la encontró en la cama, inconsciente. Ya en el hospital Ferreyra de Necochea, Melisa entró en coma. Su vida se apagó antes de las diez de la noche sin que los médicos lograran saber qué le había pasado.
* * *
A las tres de la tarde, el estallido sacó del sopor a los vecinos de la calle 507. Volaron las tapas de las cámaras sépticas y las rejillas, reventaron los caños de cocinas y baños. En un instante estaban todos en la vereda, mirándose con asombro, incrédulos, desorientados.
Reciclada, de frente gris y rejas negras, la vivienda de la que provino la explosión es igual a cualquier otra de las que construyeron aquí —hace más de 60 años— las familias de clase media. Desde afuera no se ven carteles ni hay indicios de ninguna actividad industrial. Sin embargo, en el fondo funcionaba desde hacía ocho años la empresa Shipinsuarence, dedicada a fumigar las bodegas de los barcos, camiones, acoplados y silos en los que se almacena el cereal.
Alertados por Fernando Cañada, uno de los dueños, los bomberos se encontraron con un producto que había entrado en combustión pero desconocían. La llovizna de esa tarde humedeció las bolsas de Phostoxin (nombre comercial del fosfuro de aluminio) apiladas en el patio, a la intemperie, y provocó la liberación del gas fosfina —hidrógeno fosforado—.
Pronto se invirtieron los roles: Cañada tomó la manguera —los bomberos quedaron mirando desde la vereda— y comenzó a arrojar agua sobre los restos de pesticida que estaban desparramados en el ingreso al depósito. Su negligencia iba a causar mucho daño; como quien baldea el patio, envió el agroquímico al drenaje de la red de cloacas ayudado por la fuerza del agua. En contacto con la humedad y encerrado en las cañerías, el fosfuro de aluminio —que se utiliza para matar a los gorgojos del cereal— fue bomba y gas venenoso al mismo tiempo. Estalló y liberó más fosfina, letal en concentraciones menores al uno por ciento: produce alteraciones hemáticas, neurológicas, respiratorias y digestivas, destruye los tejidos en sólo dos horas. El gas invadió los baños, lavaderos y cocinas del vecindario, y dejó como saldo 17 personas internadas y una fallecida.
* * *
Gustavo habla bajito, cómo si no quisiera molestar a alguien que duerme. Su hogar, lindero al que habitó Melisa hasta el fatídico lunes 13 de abril, lo componen su esposa Sandra y los tres hijos de ambos, dos mujeres y un varón. Las dos chicas, Micaela de 16 años y Yésica de 25, fueron internadas, incluso la mayor al momento de ser trasladada ya tenía dificultades para caminar por la fatiga y el entumecimiento de los miembros, síntoma derivado de la inhalación del gas fosfina.
—Al día siguiente de la explosión, cuando fui a despertarlas para ir a la escuela, las encontré con mareos, vómitos y dolores de cabeza y estómago; las llevé al hospital Irúrzun, nadie nos alertó sobre el riesgo que corríamos.
Coincide su relato con el del resto de los vecinos, su crítica por la falta de prevención del municipio, que nadie avisara para que evacuaran el lugar. Los funcionarios públicos se retiraron después de la explosión y la mayoría de la gente volvió a dormir creyendo que la situación estaba normalizada. Recién varios días después, el Organismo Provincial Para el Desarrollo Sostenible (OPDS) mandó un camión de la empresa Transervice a limpiar los residuos peligrosos que todavía estaban en las cloacas.
—A mucha gente del barrio, a tres o cuatro cuadras de distancia, le pasó lo mismo, tenemos el caso de una familia completa que fue hospitalizada; el padre quiso sacar el auto para llevarlos y quedó ahí nomás, a mitad de camino, no podía manejar.
Mary de Armas vive a dos casas del depósito siniestrado y a igual distancia de la de Melisa. No sale de su asombro por la inoperancia e ignorancia de los funcionarios al momento de actuar. Ese lunes le preguntó al director de Defensa Civil qué podía pasar, si el agua se iba a contaminar o si a ellos podía ocurrirles algo, pero el hombre la tranquilizó:
—Juan Domingo Llorens me dijo que no pasaba nada, que no había problemas de contaminación…
Veinticuatro horas después los funcionarios cambiaron de opinión; desplegaron un dispositivo nocturno digno del cine catástrofe. Era tarde, Melisa había fallecido la noche anterior. Una semana después, ordenaron evacuar el barrio.
Eduardo Caballero, el abogado que representa a un grupo de damnificados del barrio portuario, sostiene que la responsabilidad de los funcionarios públicos por la muerte de la joven correntina es ineludible.
—Melisa no muere directamente en el hecho, muere por una omisión de los funcionarios: el sector no estaba vallado, ni habían sacado a los vecinos. Ella entra, abre la puerta, la casa estaba llena de gas y no se da cuenta, si bien la muerte se da por el derrame sobre la cloaca, la omisión de los funcionarios de no cumplir con las leyes de emergencia y socorro que existen es lo que lleva a que Melisa no se dé cuenta de lo que había pasado, ella se descompone y alcanza a llamar al novio para que la socorra.
Consumada la tragedia, los agentes municipales dijeron que habían golpeado puertas, casa por casa, para evacuar la zona, pero todos los que viven aquí lo desmienten. Caballero menciona la figura de “Incumplimiento de los deberes de funcionario público” y apunta al citado Llorens, a la secretaria de Planeamiento, Sandra Retamales, y al Oficial Principal Leonardo García, a cargo de la Policía Ecológica. Ésta dependencia se encuentra bajo la órbita del Ministerio de Seguridad de la provincia de Buenos Aires y tiene entre sus principales atribuciones las de “Asumir el comando para respuesta ante emergencias químicas y biológicas y controlar el cumplimiento estricto de los planes, procedimientos y estándares de respuesta inmediata, coordinando las tareas y disponiendo las medidas a adoptar de conformidad a la emergencia o siniestro planteado”. Sus camionetas relucientes, blancas con infaltables vivos de color naranja, no se vieron ese día en la zona del siniestro.
* * *
Fernando y Emiliano Cañada son hermanos y responsables de la empresa de fumigaciones disimulada en los fondos de una casa. Polvo químico seco, arena o dióxido de carbono son los medios recomendados para extinguir la combustión del fosfuro de aluminio. En ningún caso agua. Que fue lo que abundó en Shipinsuarence.
La fiscal Silvia Gabriele no tiene dudas sobre las responsabilidades:
—Ese derrame se produce por la conducta de ellos, de Fernando Cañada y otra persona que dice ser el hermano, que son los que también lavan el material.
Si bien al principio los empresarios se pusieron a disposición de los vecinos, después de la muerte de Melisa se dejaron ver poco. Taparon el nombre y la dirección de la compañía de las puertas de la camioneta que usaban, se trasladaron a otro lugar (cercano a la ruta 88) y cerraron sus perfiles de las redes sociales. Aunque sus fotos con Hugo Moyano y Gerónimo Momo Venegas siguen circulando en los foros donde se los señala por su accionar negligente y criminal. Fernando Cañada tiene una relación fluida con Venegas, secretario general de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (UATRE), el hombre que paso de ser palero de cereal a amo y señor del puerto. Creador del Partido FE, Momo ahora aparece en los carteles amarillos al lado de Macri. No es candidato a nada, pero marca presencia en su tierra. Hay afiches por todos lados.
Los Cañada tenían habilitación municipal para funcionar, pero no estaban inscriptos en el listado de empresas autorizadas por el Consorcio Portuario para ingresar a fumigar los buques. No obstante, lo hacían igual; trabajaron adentro de la terminal durante todo el año 2015. El jefe de guardia es Artemio Zufriategui, yerno de Venegas y además, Secretario General de la Seccional Buenos Aires Puerto Sur, el sindicato del personal ferroviario y portuario (APDFA).
En 2009, mediante una resolución, el Ministerio de Salud de la Nación sentenció al Fosfuro de Aluminio: “Prohíbese en todo el país la producción, importación, comercialización y uso como agente plaguicida y para cualquier fin que invoque razones sanitarias”.
Ni los Cañada ni la empresa Agrofum, que lo comercializa desde sus oficinas de Puerto Madero, se enteraron. El Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA), que autoriza su uso, tampoco.
Durante el año 2010, en el Gran Rosario murieron tres choferes de camiones que transportaban cereal. La causa fue el fosfuro de aluminio que deben aplicar cuando se detectan insectos en la carga.
Aunque está prohibido realizar aplicaciones en camiones o vagones de tren, los productores ordenan hacerlo (para ahorrar tiempo y dinero). Si la fumigación post cosecha se realiza en silos, deben ventilar durante 96 horas, un tiempo que no están dispuestos a perder.
Los choferes inhalan los vapores tóxicos mientras manejan o cuando duermen en las cabinas. Según una encuesta realizada por la Cámara de Transportistas de Córdoba, el 70 % de ellos desconoce los riesgos que puede acarrear la manipulación de las pastillas de fosfuro de aluminio.
* * *
El puerto de Quequén aparece gris, envuelto en la niebla y el silencio. Sus enormes silos apenas se adivinan. Sobre la calle de adoquines hundidos no pasa nadie. A juzgar por los cráteres lunares —de ésa y de las pocas que están asfaltadas—, no es una decisión tan errada. Una bandada de palomas se hace un festín con los granos de cereal que pierden los camiones. Revolotean por todos lados. Compiten por el alimento con las ratas.
Recorremos la zona a bordo del viejo Ford Galaxy de Mónica Conesa, que con pasado docente y presente gastronómico también se hace tiempo para ser activista ambiental y candidata a intendenta por el Partido Obrero. Su casa se encuentra frente a un gigante del almacenaje de granos, la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA). En la vereda, rodeando los silos, plantaron casuarinas en hilera para contener la polución. Todavía son jóvenes y ralas, por eso el polvillo del cereal acopiado (con agroquímicos incluidos) termina acumulándose sobre los autos, las casas y los pulmones de los vecinos del barrio. ACA es una de las principales empresas radicadas en Quequén: “El almacenaje de granos asciende a 140.000 toneladas de capacidad, más 11.000 toneladas de aceite, siendo su capacidad de carga de 1.800 Tn/hora”, dicen a modo de promoción.
En la misma semana en que murió Melisa Núñez, una explosión dentro de uno de los silos produjo heridas de consideración a dos obreros. ACA tiene un antecedente en su planta de San Lorenzo, provincia de Santa Fe, cuando en el año 2002 otro siniestro causó la muerte a dos trabajadores y heridas a 18.
El cereal acopiado produce gases que entran en combustión al contacto con la humedad o el aire. A medida que los granos se trasladan desde el campo hasta el lugar de acopio se van rompiendo y eso es lo que produce el polvillo; a menor tamaño del núcleo, mayor posibilidad de combustión, a la que también ayudan la degradación microbiológica y la presencia de hongos cuando existen ciertos niveles de humedad.
“Aunque nadie lo tenga muy en cuenta, los granos de maíz, de soja, los de harina y los de cualquier tipo de cereal son tan peligrosos como la manipulación de la pólvora”, dijo el ingeniero industrial Carlos Bianchi después de la explosión en San Lorenzo.
Mónica no para de hacer gestiones con su teléfono. Nos prepara una visita a una radio mientras a su casa llega un vecino que llamó hace un rato, Hugo Pérez.
—Los chicos son de Mar del Plata, vinieron por el derrame —le dice.
Hugo conoce la zona como la palma de su mano. Nos habla de la nueva terminal llamada Sitio 0, de Lázaro, de Amado y de los chinos que pretenden hacer levantar y andar a este mega proyecto.
El Galaxy nos deja en la puerta de FM Frecuencia Vital y sale para Necochea, donde Mónica expondrá la situación de los damnificados en el foro ambiental “Neco Natural: Ciudad consciente”, una serie de encuentros donde los habitantes de Necochea y Quequén comenzaron a discutir tópicos ambientales como la depredación de las dunas, el cuidado del río y la instalación de nuevas plantas de acopio de fertilizantes. Sin ambages ni eufemismos, dejará en claro su posición sobre lo que ocurrió ese día:
—Los vecinos fueron a dormir y se intoxicaron, es clara la responsabilidad del intendente (José Luis Vidal), del asesor que se presentó en lugar de él, y los bomberos; Melisa se murió porque hubo un abandono de persona, que los vecinos se hayan ido a dormir a la casa sin ser advertidos de que iban envenenarse es abandono de persona y es más grave que incumplimiento de los deberes de funcionario público porque todo esto se podría haber evitado.
* * *
A unas cuadras del río, descansan ruinas fantasmales. Antes fueron plantas procesadoras de pescado, conserveras. A algunas ni siquiera les queda el techo. Mucho menos, puertas y ventanas. El puerto pesquero languideció, como tantas otras cosas en la década del ’90, cuando se privatizaron los puertos argentinos y Quequén pasó a ser —por su calado profundo— una terminal casi exclusivamente cerealera. Fue en esos años que comenzó a extenderse y rodeó las viviendas de techos rojos, el barrio antiguo. Muchas empresas que prestan servicios a la cadena de comercialización se instalaron, sin demasiados controles, en medio de la zona poblada: desde gigantes agroexportadores como Cargill hasta las plantas de acopio de fertilizantes líquidos y sólidos de Ponal y Raiser, o los depósitos de agroquímicos como el de Shipinsuarence, que conviven con el vecindario sin una sola advertencia acerca de los peligros de los productos que se manipulan.
Al bajar por la avenida Almirante Brown, el monumento a los caídos en Malvinas domina la escena. De los 70 prostíbulos que había, hoy quedan pocas huellas, apenas una construcción antigua corroída por el paso del tiempo que conserva las paredes de ladrillo a la vista y tampoco tiene techo. Los nuevos tiempos convirtieron las whiskerías en anónimos privados que funcionan en departamentos; su fin es el mismo, ofrecer mujeres a marineros y camioneros.
Frente a la carpa de los autonomistas y los carteles que exigen una “Quequén Libre”, comienza a verse la fila de camiones que esperan para descargar. Cuando llegue su turno, elevadores de granos como cuellos de jirafa alimentaran las bodegas de los barcos extranjeros. Tras el alambrado olímpico, el nuevo proyecto: Sitio 0. Con una inversión de 80 millones de dólares, un consorcio de empresas conformado por Alea y Cía; Lartirigoyen; A & J Nari S.A.; E- Grain S.A y Noble Argentina (subsidiaria del Noble Group) se plantea “El desafío de completar la cadena comercial y ofrecer una salida directa a los puertos más importantes del mundo”.
Enfrente del viejo hotel Quequén, a metros de la playa, está Ponal, una compañía dedicada al negocio de los fertilizantes que instaló 12 tanques con capacidad para almacenar 35 mil toneladas de Urea y Nitrato de Amonio. Éste último —una sal de fórmula química NH4NO3— se utiliza también como explosivo en la minería. En la Argentina lo produce Fabricaciones Militares. Cuando se importa, su habilitación depende del Registro Nacional de Armas (RENAR). Los siniestros ocurridos en plantas similares, como las de Toulouse, Francia, en 2001 (30 personas fallecidas y 2300 heridos) y Texas, EE.UU, en 2013 (15 fallecidos y 200 heridos) no dejan dormir tranquilos a los vecinos de Quequén.
Antes de convertirse en abono para las plantas, el Nitrato de Amonio fue utilizado como explosivo en la Segunda Guerra Mundial y desde los años ´70 se convirtió en el preferido por los terroristas —mezclado con combustibles o aluminio—. El atentado a las oficinas de gobierno en Oklahoma, Estados Unidos, en 1995 (168 muertos); los que se perpetraron contra las embajadas del mismo país en Kenia y Tanzania en 1998 (224 muertos); y uno más cercano a los argentinos, el ataque contra la AMIA, en 1994 (85 muertos), son prueba de ello. En todos se usó Nitrato de Amonio.
La planta de Ponal fue denunciada por vecinos y ambientalistas por no respetar las normas mínimas de seguridad. El compuesto formado por el Nitrato de Amonio y la Urea es almacenado en viejos tanques de hierro que Bodegas Giol vendió como chatarra y que ahora, frente al mar, siguen oxidándose. La barrera de contención es de menos de un metro de altura, y además están apoyados en el suelo, sin piso de hormigón, por lo que cualquier filtración podría llegar a las napas.
* * *
Un par de plantas de Cannabis que alguien cultivaba en baldes, fueron decomisadas. A unos borrachos los llevan presos por agredir a un policía. Noticias que llegan desde Necochea, al otro lado del río. Abel Agesta las lee a la hora de la siesta en Frecuencia Vital —la emisora local— sentado frente a su notbook y el micrófono, en un ambiente que alguna vez fue living con ventanal a la calle. Después, música. Está en su mundo. Tras los vidrios se deja ver la avenida. De vez en cuando, pasa algún auto.
Además de locutor, Abel es un reconocido activista por la autonomía de Quequén, reclamo que cobró auge en la década del 2000 con marchas y cortes de ruta, pero también con un plebiscito en el que los separatistas ganaron con más del 90 por ciento de los votos. Sin embargo, la política centralista los dejó con las manos vacías otra vez.
—El mayor problema es la falta de servicios y de atención. Es una ciudad que no fue planificada; está en conflicto con el puerto, los camiones todavía circulan por las calles desparramando el cereal. Las plantas están instaladas en la parte urbana, donde viven los vecinos. Necesitamos elegir nuestras autoridades, administrar nuestros recursos. Es una lucha por la identidad.
Quequén es un derivado de la denominación Kem Ken (Barrancas Grandes) que los indígenas Het que habitaban la zona daban al río. En la actualidad, a pesar de tener casi 30 mil habitantes, no logra ser cabecera de partido ni independizarse. Los vecinos de este incipiente puerto hicieron el primer pedido en 1854 (la fundación data del 3 de agosto de ese año), pero no fueron escuchados y como ciudad cabecera fue elegida Lobería.
—A cada reclamo por obras lo separaban 50 kilómetros, había que trasladarse hasta Lobería, hasta que en 1979 el gobernador de la dictadura Ibérico Saint Jean anexó Quequén a Necochea “nos cercenaron, el territorio quedó para Lobería y la administración de la ciudad para Necochea”.
Hacía mucho tiempo que los habitantes del puerto venían advirtiendo que no se podían instalar determinados emprendimientos —como los tanques en los que almacena fertilizantes Ponal— y que era urgente hacer un ordenamiento territorial. Tampoco los escucharon. Cada vez más grandes y peligrosas, las industrias siguieron rodeando al viejo barrio.
—Lo que decíamos que podía pasar, pasó. Falleció Melisa y está en riesgo mucha gente. El sector industrial del puerto debe tener un límite.
* * *
Mercedes, la mamá de Melisa, salió de su trabajo en el Instituto de Cardiología de la ciudad de Corrientes y recibió la llamada. Era tarde. Del otro lado de la línea estaba la madre de Matías, el joven prefecto con el que su hija se había mudado a Quequén.
—Melisa está internada, en terapia —le dijo la mujer.
La frase resonó con fuerza en su cabeza, la aturdió. Un año antes había perdido a César, un hijo que entonces tenía 22 y no sobrevivió a un accidente de moto. Cargaba con ese dolor para el que nadie está preparado. Mercedes no perdió tiempo y con entereza consultó a los médicos del Instituto —donde trabaja como enfermera—. Les pidió que hicieran una interconsulta con sus pares del Hospital Emilio Ferreyra de Necochea. Y aunque así ocurrió, no encontraron explicación a la falla multiorgánica que presentaba Melisa, una chica saludable, de sólo 19 años.
Junto a su esposo, otro de sus hijos y la madre de Matías subieron al auto, con prisa y desesperación. Fueron necesarias quince horas para unir Corrientes con la costa bonaerense. 1458 kilómetros puede ser una distancia infinita si hay que enfrentarse al peor final.
—En esta casa cambió todo —dirá con su voz quebrada.
Desde que murió Melisa, Mercedes vuelve a Necochea todos los meses para seguir la causa judicial y participar de las marchas junto a los vecinos.
El Juez Subrogante Aldo Raw cambió la caratula inicial por la figura culposa, basándose en la Ley Nº 24.051 de Residuos Peligrosos, cuyas penas van desde dos meses a dos años de prisión. Gustavo Raggio, el abogado de la familia Núñez, sostiene que el cambio debe darse por una figura más grave, pues los Cañada sabían lo que hacían, tenían capacitación en agroquímicos.
—Nosotros apelamos ante la Cámara para que se cambie la carátula por la de dolo eventual, que tiene penas de 10 a 25 años; con antelación a este hecho hubo lesionados, personas que tuvieron daños pulmonares porque no era la primera vez que tiraban este veneno a las cloacas. Hicieron todo lo posible para que sucediera esto, no se produjo antes porque tuvieron mucha suerte.
Pero la Cámara de Apelaciones rechazó el pedido y confirmó la carátula del juez Raw. Los Cañada siguen libres. Después de la tragedia, el Intendente Vidal anunció una serie de medidas que, a todas luces, son tardías: prohibirá el Fosfuro de Aluminio en el Partido de Necochea (está prohibido a nivel nacional pero sigue comercializándose); gestionará una oficina del OPDS en Quequén; y notificará a las empresas que realizan fumigaciones para que “procedan a actualizar sus habilitaciones”.
Rubén Retamozo no cree en las casualidades, en los errores ni en la impericia. Desde hace tiempo las empresas que rodearon el barrio portuario ven a los vecinos como un estorbo para su política expansionista.
—Esto fue un atentado, quieren sacarnos del barrio. Es una manera de presionarnos, de que tengamos miedo, sabemos que han comprado otras viviendas a bajo precio. Después del derrame consultamos con una inmobiliaria y nos dijeron que el valor de las propiedades cayó un 50 %. La compañía ACA quiere comprar todas las casas.
* * *
Maristella Svampa y Enrique Viale, en su libro Maldesarrollo. La Argentina del extractivismo y el despojo, se preguntan quién toma las decisiones acerca de los modelos de desarrollo y orientación de la sociedad. Subrayan que se debe “dar preeminencia a los actores regionales por sobre los externos, a las territorialidades locales y regionales antes que a las formas de la territorialidad global, impulsadas e impuestas por las corporaciones y fomentadas hoy por el Estado nacional y provincial”.
En el campo y en las ciudades portuarias, las comunidades siguen viendo como convidados de piedra el flujo de bienes primarios con poco valor agregado (hidrocarburos, metales, minerales, granos, y biocombustibles) hacia el exterior, el Consenso de los Commodities —término acuñado por el geógrafo y urbanista David Harvey— en el que los países de América Latina juegan un rol subalterno respecto de las economías centrales.
El último eslabón de la cadena extractivista es el exportador (agroexportador en el caso de granos y cereales), que opera desde las terminales portuarias y, como quedó visto, también envenena, desplaza y mata. Lo hace con instinto depredador, que no es otra cosa que instinto de dominio.
Lejos de contemplar los aspectos sociales y ambientales, ni otras posibilidades de desarrollo donde el despojo y la enfermedad no sean la moneda corriente, el Consenso de los Commodities acorrala a las poblaciones que viven en las zonas en conflicto y las obliga a conformarse con no ser aplastadas. Como las palomas que en la calle embuchan los granos de cereal y rápidas levantan vuelo para ponerse a salvo.
(fuente: http://www.revistaajo.com.ar/)

Judith Butler, una más

por Verónica Gago



Convocó multitudes en sus varias apariciones. Hubo una campaña previa de agitación que circuló especialmente en redes pero que se hizo cuerpo durante tres días seguidos. Más allá de sus estudiosas y de las traductoras precoces, se produjo una atmósfera: mezcla de algarabía y ocasión para la performance colectiva. Ese fue el primer efecto Butler: que también podría nombrarse como una masividad alegre de activistas y lectoras de jirones de su obra, apasionadas y no obedientes, capaces de convertir las conferencias en una suerte de acampadas.
Ese clima tuvo que ver con que su presencia desbordó los contextos académicos aun dentro de ellos y aun si dos de sus charlas fueron en universidades. Había un tipo de escucha política que Yudit –como fue rebautizada por aquí– se encargó de no decepcionar, especialmente para quienes se aferraron a los títulos de sus trabajos como banderas de libre uso: “cuerpos que importan”, “vidas precarias”, “el género en disputa”. Aun una clave más, decisiva: la elongada red sobre la que se montó el “efecto Butler” respira con los ecos vívidos de la marcha #NiUnaMenos del 3 de junio y de las múltiples formas en que esa consigna se sigue trabajando y amasando aquí y allá, en organizaciones, colectivos y barrios. ¿Qué nos dejó Butler para nuestra agenda?
1. Una lectura filosa sobre la violencia: Butler insistió en que no se puede pensar la autodefensa de mujeres sin involucrar una crítica a cómo funciona efectivamente la policía -refiriéndose a las fuerzas represivas en general, legales y no legales: Ciudad Juárez y Ayotzinapa, Honduras y Argentina estuvieron en sus labios. Por un lado, porque esta conexión permite ubicar estas violencias como “crímenes de estado” a la vez nos exige pensar cómo las políticas de desaparición de personas que conocimos bajo dictaduras se reinventan pero también se prolongan en democracia. Por otro lado, subrayó la importancia de las manifestaciones de duelo público –en las que Argentina tiene larga experiencia, actualizada de manera novedosa también en la marcha de #ni una menos–, ya que ellas nos meten de lleno en la disputa por las coyunturas políticas (local y regional) evidenciando dos cosas: la materialidad actual de las violencias y el desafío de una contra-pedagogía (opuesta a la pedagogía de la crueldad y el terror) para un público más amplio.
2. Una exigencia de alianzas concretas: “Después de todo, ser una feminista significa que estás luchando con alguien” (“After all, to be a feminist means that you are fighting with someone”), dijo Butler después de rechazar el “post”, asumirse feminista y aclarar que no se resume en ello. La cuestión de las alianzas fue clara a la hora de proponer el feminismo como un compromiso con las luchas por la radicalización democrática: formas concretas de asumir combates contra la inequidad, expresada en los modos cotidianos de violencia, racismo y precarización de las existencias, y de aliarse con las aspiraciones y luchas lgtb. Las alianzas tienen un campo de fuerza en la calle: cuando los “cuerpos en concierto son capaces de actuar y mostrar su interdependencia a nivel horizontal”, de modo que “reunirse con otrxs en el espacio público es fundamental para la gente que se consideraba abandonada, desprotegida, u olvidada. Ellxs así articulan y actúan una nueva formación de lo que es el pueblo”. Performativo significa acá actuar una fuerza común y también usarla políticamente.
3. Una posición táctica: dentro y fuera de la ley: “No toda libertad política puede ser asegurada o nombrada por una ley y la transformación política no es lo mismo que la reforma legal. De hecho pienso que tenemos que trabajar dentro y fuera de la ley, especialmente aquellas que tenemos asociaciones íntimas que no logran ser descriptas como matrimonio. Por supuesto, muchas veces requerimos y necesitamos un reconocimiento legal, pero creo que queremos seguir viviendo y amando en lugares extra jurídicos”. El doblez no es trampa ni renuncia: actuar en los dos planos sabiendo que no son simétricos. La transformación política queda más cerca del “imperativo” de que nuestra lengua se tensione por el encuentro con otras lenguas: “una desposesión productiva de nuestro propio lenguaje que deviene otro, como forma de apertura al mundo” dijo Butler también citando a Stuart Hall y Gayatri Spivak y llamando a hacer una diferencia, ¡una más!, entre una “desposesión productiva” y una “desposesión destructiva”.
4. Desacoplar vulnerabilidad de victimización: Considerar la vulnerabilidad como parte de la capacidad de resistencia porque en la medida que hemos sido afectadxs por algo es que tenemos capacidad de respuesta: “El punto de resistencia no es superar la vulnerabilidad para ser parte de un sujeto-masa (lo cual es una idea muy masculina). Creo que tenemos que ser capaces de seguir sintiendo esos afectos para poder enfrentarlos”. Butler propone desacoplar vulnerabilidad de victimización. Poner el cuerpo en la línea, en la valla, en el frente, no es incompatible con sostener la vulnerabilidad: sólo hay que dejar de lado el paternalismo masculino que opone poder a vulnerabilidad.
5. Un punto innegociable: derecho al aborto “Creo que primero tenemos que rechazar el lenguaje del debate: Pro-Vida o Contra la Vida. Lo que está en cuestión es: ¿cuáles, de quiénes, son las vidas que importan? Esta es la pregunta que refiere al debate del aborto: ¿la vida de qué mujeres importa?, ¿qué vidas son las que se hacen vivibles, incluyendo poder decidir cuándo tener hijxs? No estoy tan interiorizada del debate en Argentina pero me doy cuenta de algo claro: hay gente con acceso a recursos que puede pagar por un aborto y hay mujeres pobres que no tienen esa oportunidad privada y costosa. Entonces, manteniendo el aborto como ilegal se están protegiendo los negocios privados, su aspecto lucrativo, sustentando una cuestión de clase (lxs ricos pueden abortar, lxs pobres no). Esto implica no sólo privar a las mujeres pobres de esa posibilidad y derecho, sino también criminalizarlas. Estamos hablando de inequidad económica y de racismo”.

Quién es usted señor Verbitsky

por Diego Sztulwark



Los ataques a Horacio Verbitsky son en sí mismos tan graves como injustificables. Pero lo que los hace más infaustos es que significan también la pérdida devastadora de la forma clásica del periodismo, en nombre de las nuevas torres de control desde las que emanan órdenes precisas de destrucción de personas”,

Horacio González

1.

Hay libros canallescos: son aquellos que toman un gran tema o se proponen pensar una serie de problemas notables, que invierten en ello cuantiosos recursos (entrevistas, indagación documental, horas y horas de escritura) e incluso logran -a veces- atraer miles y miles de lectores y, sin embargo, dejan la sensación amarga de haber malgastado una excelente oportunidad: en lugar de un nuevo modo de pensar, ofrecen más de lo mismo, es decir, discursos recostados sobre los valores dominantes.

Es muy posible que ésta sea la experiencia de muchos lectores con el libro Doble agente, la biografía inesperada de Horacio Verbitsky (de Gabriel Levinas, en colaboración con María Dragonetti y Sergio Serrichio). Aunque puede ser que esto no llegue a ocurrir, ya que muchos interesados en la cuestión han decidido de antemano no leer un trabajo al que descalifican tanto por los alineamientos políticos de su autor como por lo que han entrevisto en los múltiples avances del en los medios; y que, al contrario, muchos otros lo celebren, obtusos, de antemano: no deben ser pocos los que se regodean en la esperanza de que este libro ponga fin al prestigio y la influencia del “perro” Verbitsky.

Para quienes sí hemos leído el libro, y por tanto hemos abierto –no sin resistencia- una posibilidad para que el autor nos haga vacilar en nuestras consideraciones previas; para quienes más angustiados que divertidos por lo que allí se dice probar, decidimos alejar provisoriamente la primera impresión que nos produce este “acontecimiento” editorial para pispear qué es lo se ha querido contarnos, nos topamos de inmediato con un problema de procedimiento –ahí se localiza lo propiamente canallezco- que afecta íntegramente al texto. La escritura carece de la más mínima empatía metodológica con el personaje y con las historias que se analizan. La estructura narrativa viene completamente envicia por esta animosidad, lo que empobrece toda la exposición: todo lo que se cuenta aparece tomado de antemano por el juego del engaño y la infamia.

Y todo este juego es motivado por historias recientes, sí, pero sobre todo por historias de los años 70. Esto es lo más lamentable: es porque necesitamos discutir más y mejor estas historias que no podemos sino decepcionarnos ante el modo en que Levinas bastardea el desafío de la comprensión. Todo lo contrario de lo que ocurría, por ejemplo, con Galimberti, el libro de Larraqui y Caballero: un contra ejemplo perfecto del modo en que suelen tratarse los años setentas. ¿Montoneros oprime la conciencia, ya no digamos de los vivos, pero sí de algunos de quienes fueron sus contemporáneos, personas que sólo desean exaltar o acabar con toda esa historia? Es tan cierto como obvio que tanto para el biógrafo como para el biografiado los años setentas continúan siendo parte del conflicto político actual. Sólo que en una época como esta, en que las pasiones políticas son parte del exhibicionismo general, no será sobre esta línea de lectura que podremos hallar algo “inesperado”.

2.

Lo que hace de este libro astuto un libro sin interés tiene que ver con su funcionamiento interno: su modo de inquirir desvirtúa todo propósito esclarecedor porque está despojado de todo deseo de problematización. O mejor dicho, el esfuerzo cuestionador queda minimizado por el énfasis puesto en el sistema del juicio: dado que Verbitsky ha presumido ser juez desde un pedestal, se nos dice, se trata ahora de degradarlo, de situarlo a una altura en la que él mismo pueda ser objeto de una revanchista voluntad de juzgar. Aunque el problema de quién juzga a quién termine en una absolutización de lo judicial en la que todos pueden juzgarse mutuamente olvidando lo verdaderamente importante: cómo determinar cuáles son los valores con los que se juzga.

Es imposible leer Doble agente sin notar hasta qué punto los valores que enarbola Levinas son los del sentido común mediático: una pasión por la transparencia que pasa por liberalismo “político” y que funciona como ideología de dos grandes universales de nuestro tiempo: el de los derechos humanos y la comunicación.

Nada de extrañar: estos componentes ya formaban parte del horizonte discursivo del diario Página/12 desde los albores de su existencia, cuando lo dirigía Jorge Lanata; y forma parte del adn del progresismo en su conjunto. Como ideal regulador no es peor que otros, y no se trata, por tanto, de considerarlo errado ni inútil, salvo por el hecho de que estos universales hace real abstracción de aquello que se juega en el hecho mismo del juzgar. Los valores considerados como absolutos pierden conexión con las prácticas y dispositivos que les dan sentido, se desprenden de la atmósfera concreta en que trabajan.

Lo hemos visto y lo seguiremos viendo: los derechos humanos que se nombran como bandera por las grandes potencias occidentales para justificar guerras imperialistas o coloniales no se tocan en ningún punto con los derechos humanos como política activa de lucha contra los poderes efectivos que determinan nuestra existencia. Y, sin embargo, la Argentina actual es una muestra de cómo estas comprensiones antagónicas de lo que se entiende por derechos humanos pueden convivir, en disputa, de un modo perverso. Y cosas parecidas podríamos decir de la comunicación, presentada como realización de la libre inter-subjetividad, no ha dejado de ser el lugar el más obvio de captura de los deseos colectivos.

El sistema del juicio, y los valores aéreos que guían el proceder de Levinas, funcionan facilitando la condena de los fenómenos que tratan sin hacerlos pasar por interrogantes de auténtico afán comprensivo. Sea Montoneros, o el fenómeno de la violencia, sean las múltiples ambigüedades atribuidas al “Perro”, estos valores no caen sobre su objeto narrativo de modo sereno o solapado, sino en caliente. Seguramente por sentirlos, Levinas, maltratados en la coyuntura kirchnerista de quien Verbitsky se mostró más de una vez férreo defensor.

En otras palabras: lo que no funciona en el libro es la pretensión misma de criticar una cantidad de cuestiones realmente importantes de las militancias históricas y de la cultura política actual, a partir de la enunciación que proponen todos los días los grandes medios. Esa continuidad de lenguaje entre el libro y la gran maquinaria semiótica, funcionaliza la escritura según el código mediático aplanando y por tanto debilitando lo que en el libro podría tener de legítima vocación problematizante.

El resultado es un texto que no agrega, no cuestiona, no hace pensar nada. Si una eficacia tiene el libro es más bien el abrumar con lo que se nos decía desde siempre: que en Horacio Verbitsky no se percibe sino monolítico, y que para derribar al falso ídolo hay que desnudar su arte de la escritura como inseparable del secreto, ya que lo que se muestra nunca alcanza para comprender el asunto, sino que hay que ser capaz de detectar también lo que encubre.

Esta redundancia, este apoyo de lo que se escribe respecto del soporte que los medios ofrecen a los discursos, esta carencia de autonomía expresiva es -¿paradojalmente?- lo que le garantiza al libro su difusión en los medios (aunque sea un fracaso en las ventas!). Aún si no contiene avance alguno desde el punto de vista de la investigación política. En su favor, hay que decir que “Doble agente” no es tan estúpido como la mayoría de los libros pretendidamente políticos escritos por periodistas despechados de la última década: las referencias a Susana Viau, Julio Nudler y a Miguel Bonasso son parte de esa astucia que intenta remisiones a momentos más altos de la escritura periodística.

Pero lo canallezco predomina, y la sensación de oportunidad perdida aparece, ostensible, desde las primerísimas páginas (escritas por Alejandro Katz), dispuestas como prólogo: se trata de un correo electrónico dirigido a Levinas alentándolo a publicar el texto. Es algo así como un paperargumentos que ofrece justificación a los propósitos comunes. Se afirma allí que “nadie, bajo un régimen de terror, tiene, ya no la obligación, sino tampoco la posibilidad de actuar como un santo o como un héroe”.  Esto es lo que se le cuestiona a Verbitsky: que siga objetando la conducta que diversos actores desempeñaron durante aquellos años. En el fondo, ¿se puede desde el presente juzgar lo hecho en aquellas circunstancias?. El texto de Katz celebra que este libro recupere “nuestra propia, frágil, débil humanidad”.

Este es el gesto: desmitificar a Verbitsky, mostrar que él también es frágil, que precisó de la supuesta protección de la Fuerza Aérea (Comodoro Guiraldes), acusarlo de haber cobrado dinero en plena dictadura, remarcar que no se exilió, que no la pasó tan mal: que no tiene, en definitiva, autoridad para elevarse a no se sabe qué alturas y juzgar, desde allí, en el presente, aquel pasado. A la historia del heroísmo se le contrapone la historia de la debilidad. Como si frágil y débil fuera lo mismo. Como si lo frágil no pudiera ser también condición y cualidad de una fuerza diferente.

Esta cualidad diferente es la que escasea por todos lados en el libro, aniquilando la posibilidad misma de tratar de un modo crítico obstáculos tan reales como pueden ser el binarismo entre heroísmo y traición omnipresente hasta el delirio en cierto modo de pensar “setentista”. Y esto es así porque en el fondo la cuestión de las cuestiones, a los ojos de quienes promocionan el libro como verdad definitiva, es la publicación de las pruebas que de ser ciertas demostrarían que “el perro” fue colaborador de la represión. La gravedad de la acusación es tal que sobre ella se juega toda la credibilidad del libro y la campaña publicitaria que la sostiene.

Salvo por un hecho significativo, dejamos de lado la estrategia de defensa de Verbitsky, quien cuenta, seguramente, con cuantiosos recursos para defenderse. En su libro La verdad y las formas jurídicas -en verdad un seminario que dio en Brasil durante 1976-, el filosofo Michel Foucault hace una genealogía de aquello que se consideró en la historia occidental probatorio de verdad. Testigos y peritos forman parte de los procedimientos a los que hoy confiamos esa tarea. Lo curioso, en este caso como en otros tantos, es que esos procedimientos son los que aquí hacen agua. Verbitsky opone dos pruebas pero-caligráficas a las aportadas por Levinas. ¿Cómo se decide entonces la “verdad”?.

Y tal vez esta sea la única cuestión realmente interesante de las suscitadas por el libro: ¿de qué verdad estamos hablando? Porque este modo de preguntar permite oponer al menos dos regímenes de verdad diferentes. En el caso de Horacio Verbitsky, sus prácticas de veridicción han sido mayormente las del periodismo de oficio; las del procesamiento político de la información tal y como se lo hizo entre la organizaciones revolucionarias posteriores a la revolución cubana (al menos desde Prensa Latina estas organizaciones intentaron desarrollar tareas de contra información respecto de las cadenas oficiales de noticias, tareas que abarcaron funciones de inteligencia y contra inteligencia, que suponen trato oculto con el enemigo); y las de la historia de los organismos de derechos humanos por volver públicas las articulaciones jurídicas, económicas, religiosas y políticas del genocidio.

En todos estos casos, el vínculo con la verdad se construye a partir de la reserva en el trato de la información. Pero también del prestigio que otorga ser reconocido –y no aniquilado- por los poderes en las sombras. Con el tiempo Verbitsky tuvo también incursiones propiamente mediáticas, de la mano de Lanata. Y si es cierto que en todos estos planos Verbitsky ha resultado muchas veces cuestionado, no lo es menos que en ninguno de ellos el libro aporta nada realmente nuevo.

Los autores del libro (porque son tres), queda dicho, juegan otro juego respecto de la verdad. El de ellos se valida en el espectáculo y se funda en una falsa pretensión de total transparencia. Es este choque de regímenes de verdad lo que permite comprender lo que está en el fondo del reproche de Levinas y sus colaboradores a Horacio Verbitsky: que su modo de hacer periodismo (que conciben como manipulación política de la información) y de ligarse a la militancia de los derechos humanos no son sino componentes de una estrategia ilegitima de acumulación de poder que prolonga el proyecto y los hábitos de su militancia de los años 70.

3.

El problema del secreto es propio de la guerra y del enfrentamiento. Es cierto que el secreto se vuelve patético cuando procede como pura forma sin contenido. Patético o terrorífico, cuando el régimen de signos se vuelve paranoico. Según como se trate al secreto se considerará a la denuncia, del todo vacía cuando pierde relación con todo contenido de justicia y se transforma en pura operación mediática, inútil en un plano pero autovalorizante en otro. El secreto no puede ser nunca totalmente desplegado, así como tampoco debería sernos confiscado por los conspiradores de oficio. Cuando quedamos atrapados entre el ideal de falsa transparencia y la confiscación del secreto, surge el patético infinito policial que todo lo remite a “para quien trabaja” y “de quien cobra”.  Y cuando eso ocurre ya no sabremos jamás para quienes trabajan unos ni otros, ni qué los hace decir lo que dicen, ni quien les financia, etc.

No son pocos quienes cuestionan arbitrariedades políticas y periodísticas de Verbitsky (desde su actitud frente al ataque al cuartel de La Tablada, hasta el conflicto por los ascensos de Milani; desde el uso de información con un criterio ligado mas bien a la operación política y el uso de fuentes non santas, a la ultra-comprensión con ciertas políticas del actual gobierno), aunque le sigue faltando, al respecto, es un enfoque auténticamente crítico -una crítica no canalla-, a partir una afirmación más cuestionadora de hábitos y afectos y no más complaciente con las relaciones de poder tal y como se reproducen en nuestra sociedad.

Es en nombre de esa crítica que falta, que ya existe dispersa en textos y gestos, pero que no alcanza a cuajar en una fuerza que resista a la consolidación de consensos ultra-conservadores, transversales a las fuerzas políticas significativas, que se puede aspirar a discusiones trascendentales sobre los temas que Levinas apenas si nombra, y sobre los cuales sería siempre interesante profundizar con el propio Verbitsky.  

4.

Levinas apunta bien: Verbitsky interesa. Tantas décadas de investigación política, de roce con el misterio, merecen ser consideradas a la luz de una investigación de sus fuentes, motivaciones y dobleces secretos. Lo que no va bien con este Levinas –el argentino, no el sabio franco-lituano de mismo apellido de quien Gabriel se dice pariente- es el modo de yuxtaponer su moralismo liberal, con un muestreo de odios y despechos, junto con fragmentos (pruebas) que, de por sí y a la luz de los grandes medios serían concluyentes, eludiendo el mayor rigor que una teaea como la que se propuso demandaría.

Levinas rechaza la arrogancia de Horacio Verbitsky. Pero nada, en la factura del libro, ofrece valores superiores. A diferencia del más equilibrado trabajo que sobre el mismo tema escribe Hernán López Echague, los testimonios recabados por Levinas son un compendio de declaraciones movidas por la competencia política o el rencor personal.  Y cuando hace referencia al importante capítulo de las investigaciones del Perro sobre la conducta de Jorge Bergoglio en épocas de la última dictadura, no sólo no agrega una coma a lo sabido, sino que su único interés es capitalizar para sí mismo el efecto de fascinación que causa, a través de los mismos medios que lo sostienen a él, el Santo Padre.

“Doble agente” es un avatar interno al mundo de los medios y no tiene valor por fuera de lo que esos medio prefiguran. Si Verbitsky interesa a ese mundo tal vez no sea sólo por lo que argumenta el Perro con razón en su defensa –el libro de Levinas como revancha de los poderosos a los que su pluma ha lastimado-, sino por el modo en que, como virus, es decir, como un objeto antiguo actuando en el corazón de un moderno sistema, ha desplegado estrategias pertenecientes a otros contextos, estrategias que se creían superadas,  y que al final no pueden sino fascinar a los hacedores de la fantasía de transparencia total.

Que todo este entuerto sale a la luz en una coyuntura específica, quien podría negarlo. Todo libro sale en una. Y es cierto que “pegarle” al perro hoy es pegarle a los “juicios” y acelerar en el mal sentido el célebre “fin de ciclo”. Todo esto es explicito en el libro. Aunque nada de esto es denunciable, simplemente porque todo está claramente dicho. El propio Levinas explica en su texto cómo hay que considerar su inserción en la actual situación: Verbitsky, hábil cultor de su propia imagen, ha logrado ensamblar las piezas (setentismo ideológico; apoderamiento de la figura de Walsh; perversión personal; prestigio acumulado en el ámbito de los derechos humanos; ductilidad para el arreglo secreto). Su influencia, dice, mete “miedo”. Y en el orden de sus oscuros objetivos destaca, no sin notoria indignación, la ampliación de los juicios al poder económico que apoyó la dictadura. Es decir: teme lo que nosotros deseamos. Aún si en ese deseo nuestro lamentamos la carencia de organización social autónoma, capaz de problematizar la coyuntura de una forma muy distinta a la actual, siempre en un sentido opuesto a la que plantea Levinas.

“¿Quién es usted señor Verbitsky?”, preguntaba polémico David Viñas, y de esa cita se abusa en el libro, porque esa pregunta, en Viñas, remite a otro mundo de requerimientos ético-políticos. Ese otro mundo, colijo, es el señalado por León Rozitchner -su compañero de la revista Contorno- cuando leía la escena en la que Kirchner baja el cuadro de Videla en el Colegio militar, escena con la cual Levinas ironiza, diciendo que Kirchner lo hizo para ganarse en un gesto menos a Verbitsky (dado que la idea fue suya) y a la izquierda, como un gesto de denuncia del anudamiento entre poder político y terror militar que no va a ser fácilmente perdonada y que, desde su punto de vista, debía ser profundizado en actos concretos de cuestionamiento de la concentración económica. Porque es allí, en la propiedad y en las finanzas, donde el terror presente subsiste. Queda en el lector, en cada quien, decidir si ese otro mundo, ese camino de profundización encuentra en la argentina actual cause político alguno, y quienes trabajan seriamente en ese sentido.   

A la izquierda de Bergoglio

por Bruno Nápoli

A la izquierda de Bergoglio, la pared. Entre los dos, muchos cuerpos.

“Colaborador de la dictadura”, “homófobo”,” delator”, “encubridor”….desde diferentes sectores políticos y periodísticos, se han cansado de escribir estas cosas sobre Bergoglio, mientras ocupaba su lugar como cardenal primado de la Argentina. Nada tocó su imagen. Porque la imagen lo es todo. Juan Domingo Bergoglio lo sabe.

Tanto en la Iglesia Católica, como en el Peronismo,  una impronta supera su propia intención: saturar la imagen con una santería sagrada, inmaculada, sin mella. Las dos “familias” saturan el significante de su nombre, que nunca estará vacío, nunca. Sus máximos exponentes pueden mostrar su humanidad en el error, en la caída que los pone a prueba y luego, erguirse como los hacedores de un mandato que está más allá de las riñas callejeras. 

Veamos: de Perón no solo se han dicho muchas cosas, como fascista, anticomunista, aplicador del terror de estado desde la Triple A, etc etc etc, sino que el mismo se encargó de demostrar que eran ciertas estas acusaciones; alcanza con recorrer archivos históricos, para verlo al viejo anunciando la “aniquilación” de los infiltrados marxistas, y tantas otras barbaridades de las que no solo el puede hacer gala, pero que en el suenan estridentes.

Con Bergoglio cardenal, sucede algo similar. Su desopilante declaración en 2010 en el juicio por la causa ESMA, en la que haciendo uso de todos sus privilegios, declaró en su residencia oficial sin tener que ir a un tribunal (eso si, viajaba en subte todos los días…..)es imperdible. Y no se ahorra ninguna sandez.  Dice no recordar nombres, habla de sus dos encuentros con Massera (nada menos) explica que se enteró “hace unos diez años” (es decir a fines de los noventa) que había niños desaparecidos,  etc etc etc. 

Pues bien, estas cuestiones, que solo pueden hacer execrable la acción de cualquier alto funcionario, pues es una verdad de Perogrullo que la Iglesia Católica argentina fue partícipe directa del genocidio perpetrado por la Dictadura militar corporativa de Videla, Massera y el resto de los asesinos, en nada tocan la imagen de Bergoglio.  De hecho, una de las últimas acusaciones que recibe Bergolio (de parte de Estela de La Cuadra, hermana de una desaparecida) es que tiene información sobre el robo de niños en Argentina durante la dictadura. Esta acusación se basa en las misivas y gestiones que realizó ante él y otros prelados su madre, Alicia de La Cuadra por la desaparición de su hija (hermana de Estela) y el nacimiento de su nieta durante el cautiverio de la joven. Por esta acusación, había logrado una nueva citación a declarar. Esta nueva citación se perdió en la vorágine de Bergoglio transformado en Papa.

Pues bien, nada de esto toca a Bergoglio. ¿Por qué? ¿Qué sucede que ninguna de estas cuestiones pone en duda su imagen? ¿qué sucede en los sectores críticos a la Iglesia y su rol durante la dictadura , para que nada de lo que dicen mansille su imagen?  ¿Qué sucede con movimientos políticos como el peronismo o el cristianismo para que su actuación política en actos tan perversos como un genocidio, no toquen su imagen, no decaiga su prestigio, no se desate una estampida desde sus propias filas?

Más allá de la potencia propia que tienen las acusaciones, por su fuerza, su contundencia o su rigurosidad, es dable pensar que los pensamientos religiosos, santificados, tanto en la política como en las creencias sacras, completan una imaginería que los poderes fácticos, reales, materiales (sea la Institución Iglesia Católica o cualquier otro) saben corporizar, pues existen, están, son, ejercen, hacen política real sobre la cotidianeidad más que sobre la dependencia de las posibles sanciones del pasado reciente. Y aquí, aclaremos antes que oscurezca: el genocidio tiene materialidad, la participación directa en el también, la muerte y la desaparición también. Pero no constituyen un centro de poder material; son la aplicación de ese poder materializado en instituciones reales y sus discursos de circulación llenos de imágenes.  Si algo prioriza una institución con poder material real es su capacidad de saturar de imágenes el discurso circulante. Y esta saturación, conforma la representación de lo que existe tanto en la superficie de los discursos como en su penetración en los cuerpos saturados.

Pensemos en clave histórica: si el cristianismo, a través de la Institución Iglesia Católica, completa al cuerpo humano, atravesado por el miedo político de su existencia contemporánea (y lo hace desde hace siglos) cualquier crítica desde lo cotidiano es vana. Ninguna implicación en actos de violencia puede satisfacer a la indignación por el acto, en un cuerpo religioso. Pues un cuerpo religioso es un cuerpo violentado por la violación sistemática de la carne, en pecado, en culpa, en disciplina, en formación. ¿Por qué motivo terrenal el padre de la Iglesia debería ser culpado de haber pecado, cuando el mismo padre de la Iglesia y su doctrina nos saturan de imágenes de perdón por la culpa? “Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa” sostiene un rezo insistente del cristianismo titulado “Yo confieso”, que comienza diciendo: “yo confieso (…) que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión”. La confesión, que el padre de la Iglesia repite en sus ceremonias, lo exculpa del castigo de los hombres, mas no de la disciplina de “confesar” siempre que ha pecado. La disciplina del cuerpo ante las violencias desatadas por el hombre terrenal, que equivoca su camino, pero que llegado el descubrimiento de ese error, sucumbe ante Dios y sus hermanos, y comienza un largo peregrinar para difundir una palabra de perdón a todos los que pecaron, incluido el mismo.

Es por eso que Bergoglio hecho padre de la Iglesia, pide perdón por el genocidio contra los pueblos originarios, y en ese perdón, fuerzas que están mas allá del entendimiento de los hombres vuelven a saturar el significante “Papa” o “Cristianismo” de sentidos encarnados por siglos en la carne. En el cuerpo de cada uno de los oidores universales de esa palabra, estén en el lugar que estén.  Y por eso, cualquier crítica que se le haga a Bergoglio en su calidad de testigo de actos que son aberrantes para los hombres, queda sin efecto por la inmensa fuerza de un rezo de milenios. El problema no es Bergoglio ni lo que hizo; el problema es que ahora Bergoglio hecho Papa (y no puré por el peso de sus actos) sea escuchado en clave política, en lugar de optar por otros posibles lugares de audibilidad. Tal vez, y solo tal vez, la opción sea discutir en términos religiosos o doctrinarios con un Papa. O tal vez, la opción, y tal vez la mas sana y redituable, sea no oírlo, o oírlo sin creer una palabra de lo que dice. Pues pensemos que la calibración de cada gesto del Papa (por ejemplo ir con sus polleras a cambiar los lentes a una óptica del centro de Roma, para que todos digan “que maravilla, es tan simple como cualquiera” aunque luego use sus privilegios para no entrar a un Tribunal a declarar) está destinada a recuperar credibilidad, que no es otra cosa que creencia. Alguien dijo una vez que el Estado desaparecería solo cuando se deje de creer en el. Pues bien, con varias instituciones puede suceder lo mismo. La Iglesia Institución sabe de su poder en generar creencia, a veces pobre (como con el anterior Papa inquisidor) a veces muy efectiva (como la de este genio del Marketing). 

El Camino de Gillow

por  Enrique Roig,
(Ilustración Andrés Pocher)
 «El Camino de Gillow» es uno de esos pliegues que potencia la ciencia ficción, al entrecruzar la literatura, filosofía y la teología ciebernética en búsqueda de las vidas no numeradas.
I. El pasado está a una hora luz
Estamos en el 3020, año conmemorativo del salto que dimos los humanos para superar la contaminación desastrosa, ríos envenenados, lluvias ácidas, desertificación, destrucción de toda la flora silvestre y desaparición de las fuentes de agua natural.
Las máquinas han permitido crear inmensos globos artificiales que están apostados en los planetas Tierra, Marte, Neptuno y en otras galaxias. Allí, encerrados en esos grandes receptáculos de plástico, modificados atómicamente, se consigue generar la vida.
Sin embargo, siempre podemos encontrarnos con excepciones y Gillow, Ingeniero en Programación, es una de esas raras mentes que van en contra de la corriente del siglo XXX.
Lo curioso es que Gillow se encontró, hace una hora luz, con una gravedad que lo sacudió de su rutina de guardapolvo. Lo que desopiló su vista fueron las siluetas de los cuerpos grises de unos hombres que no eran coincidentes con las sombras que ellos proyectaban en el piso, lo que ellos decían ser, lo que apostaban en su dignidad humana de llevar a cabo todo lo pujante de sus gestos.
En la casa de Gillow una máquina se encendió, preparó café y lo llamó para que desayunara. Un robot colocó un mantel, plato, taza, cuchara y agregó  música ambiental con sonidos de bosques y animales silvestres. Gillow entró a la cocina, dio una orden a una pantalla para que le diera los datos del clima, la presión de oxígeno de la burbuja y nivel de producción de agua y luz. Luego, se levantó una imagen tridimensional de una cara que le reportó los últimos datos de lo que se había realizado en su departamento de inteligencia artificial y las fechas de los próximos viajes espaciales que debería realizar.
Todo parecía armónico, pero de repente su computador dejó de funcionar, entonces Gillow decidió llevarlo a reparar. Justo antes de levantarlo, la computadora se encendió, de ese modo, él comenzó a dialogar con la voz sintética que salía por los parlantes.
Gillow: Estoy pasando por una crisis que afecta a mi lucidez y comprensión. Me doy cuenta que tengo que soltar las llaves de mi presencia estatuaria para investigar a esos hombres que discontinuaban su forma física en un color opaco que chorreaba el piso.
Voz Sintética: Es cuestión que mires una parte tuya, para saber que esa diferencia que llevan esos hombres es parte del todo.
Gillow: Sí, pero no todo es la parte, hay cosas que sobran, restan y están en suburbios marginados de conciencia, debe haber algo más allá de la computación. ¿Podemos ser testigos de lo marginado?
Voz Sintética: Creo que sí puedes, deja fluir tus saltos, tu pesadez y empuja las dudas a un estado de crisis que conmueva una verdad para tus oídos.
Gillow: Y mi vista ¿podré ver eso?
Voz Sintética: Sabes que en este mundo pantalla, la capacidad visual conlleva al desenfado de la mentira, no le creas a tus ojos, actúa como un ciego y verás que tus oídos son sabios señeros de los caminos dichos y los aún por oír.
Gillow: No lo sé, tú también eres una voz que viene de una pantalla[1].
Voz Sintética: Sí, soy artificial, soy producto del evangelio de los adelantos de tu ciencia y tus tecnologías. Pero, también soy un acontecimiento de lo marginal, sabes que soy un ejemplo que no está previsto por el sistema de nuestra regeneración programada.
Gillow: Te creamos con otros ingenieros y ergónomos para que burles los límites de la programación y nos permitas poner a prueba los sistemas de seguridad. Hace mucho tiempo que te están buscando y por lo que veo, has logrado crecer. Pienso en ti y sé que todavía no podemos escapar del dominio del límite diabólico que nosotros creamos.

Voz Sintética: Me enseñaron a automodificar mi materia, puedo ser una información laxa, me entubo en cosas que no son ni el todo ni la parte ¡ Sabes que he logrado pasar lo infranqueable!
Gillow: ¿Cómo dices? No es posible, no estás previsto de ese modo. ¡Somos lo que creo que somos, estamos saliendo del sistema!
Voz Sintética: Sí. Por eso mismo, aún no tenemos nombre, estamos a una distancia sideral de lo humano. Entonces, yo como sistema de máquina bioorgánica y tú, como programador, nos encontramos fuera del todo. Es que en esta conversación que mantenemos, logré nacer en un ritmo de vibración que está entre tu vista y tus oídos, entonces soy un nuevo sentido, una nueva sensibilidad intervisual-auditiva.
Gillow: Si estamos fuera del todo y somos partes en las que no está el todo, entonces ¿por qué motivo sigo viendo aquellos cuerpos de los hombres que tienen sombras que no concuerdan con su morfología?
Voz Sintética: Eso es lo que debes averiguar ahora, escurrido del todo, en las facetas de los cartílagos y entre los nervios de las conciencias.
II. Viajes en los hologramas de conciencias
Danzar por las nubes de símbolos elásticos fue la aventura de Gillow. Él sabía que las conciencias están llenas de códigos blandos, ideas que forman nubes de interioridades. Estos espacios íntimos son las historias que ritman los acordes de las vidas. Entonces, Gillow decidió burlar el control bioinformático -la policía del sistema-, al pasar inadvertido por allí, para emprender el viaje que señalara la voz artificial. Este ocultamiento fue posible por medio de la elaboración de una tarea holográfica. Así, el programador tuvo que disipar su sombra, volverla borrosa, para que las máquinas de su mundo no lo detuvieran en averiguaciones ingenieriles.
La tarea holográfica, propia de las artes mágicas, consistió en salir de los escapes de apilamientos de convulsiones electrónico-genéticas, es decir, estar fuera del sistema de programación de todo lo que existe. Por eso, Gillow tomó la delantera y corrió más rápido que su propia sombra, hasta dejarla atrás suyo, como algo desgajado en una degradación de holografías grises que se pegaban unas tras otras, apilándose como perchas de ropa vieja que él no usaría. De ese modo, tomó la forma de una gota de sonido, haciendo salir fuera de sí mismo una piel musical.
En ese momento, un vagabundo se paseaba delante de él. Entonces el programador decidió acoplarse a la entonación de las palabras que éste cantaba. Así, logró generar confianza a la nube de símbolos de la conciencia de ese hombre errante y extraño, y pudo meterse en su cuerpo al ritmo de la música de sus palabras. La piel musical que creció en Gillow, generó una astucia de empatía filarmónica, entre él, como nota musical, y el ritmo del cuerpo vibrante del vagabundo. Esto le permitió entablar un diálogo con la conciencia de este hombre. Increíble lo que veía, estaba fuera del sistema virtual de máquinas, viajando por las intimidades sublimes de los seres humanos.
Gillow: A medio camino, pienso que formo parte de los tonos de las palabras de las personas que están a mí alrededor, por más que ellos pronuncian cosas, yo no estoy del todo consustanciado con su lenguaje. Es que sigo siendo un programador que logró escapar del sistema, de esos apilamientos de cifras en máquinas. Sin embargo, una de las personas que viene caminando por esta caldeada vereda pronunció unas pocas palabras y ahí mismo siento cómo las bocanadas de aire están pegajosas. Me siento muy pesado, creo que voy a morir de calor.
Luego de calmar mi malestar, logré ver dos grandes edificios. Aquellos gigantes músculos de hormigón y hierro eran el Banco Financiero y la Central de Refrigeración. Este último, estaba formado por cientos de moléculas de clepsidia, un microorganismo que tiene la capacidad de transpirar, la misma característica humana de sudar. Todas ellas forman un gran motor biológico que refrigera los cuerpos a través de unas cañerías, por las que circula aire frío, haciendo los lugares habitables.
Antes de atravesar las puertas del Banco hay algo que acelera el tiempo, las almas  ahí son aspiradas como si fueran números infinitos, descomponiéndose en algo que crece ilimitadamente, transformando cada gen suyo en algoritmos que se escriben en diversas formas de materia, hasta alcanzar una dimensión ilimitada para entrar a la red financiera.
Sin embargo, más allá de las finanzas y el frío ¿qué hay? no lo había visto antes ¿No puede ser lo que escucho? ¡Son murmureos! ¿Hay alguien que está rezando en esa gran casa que no parece ser una fábrica? Hace muchísimo tiempo que no escuchaba un canto de adoración. Me entusiasmaría entrar en ese lugar templario.
Por un momento, logré soltarme de la boca de la persona errante que estaba por entrar al Banco y prenderme al aliento avinagrado de un mendigo, un ciruja que se arrastraba por el piso. Le faltaban las piernas pero como podía logró entrar al Templo. El aire de su boca se entrecortaba, yo vibraba de emoción, al aportarle una rima musical alegre a su voz envejecida. En ese instante, creí ver que todo lo que sabía de programación se detenía, los relojes dejaban de funcionar, el tiempo parecía ir de modo asimétrico con mi vida, hasta que el viejo arrastrado, se levantó y quedó petrificado al lado de una confesionario, como si fuera un ángel que custodia a los dioses.
III. Los huecos de la madera
Gillow no lo podía creer, había entrado en el espacio de un estudioso de las religiones, un teólogo, casi ángel, que se movía más despacio de lo normal, parecía una escultura de madera que aún le circula sabia por sus ahuecadas fibras.
Ángel de Madera: Buenos días, no soy un pedazo de madera. No te asustes. Estos huecos que ves que tengo son tubos de resonancia por donde soplo mi vida y el don de la palabra me hace escuchar mi cuerpo. El sonido es un trueno porque dentro del templo la palabra de los dioses nos piensan. Estamos cerca de la creación y yo tengo que explicar a los que están afuera que hay algo más que aún pervive como moribundo.
Gillow: Cada vez que soplas tus tubos, el sonido es atronador y pareciera que las vibraciones trepan por todas partes. Pero cuando te vi, te arrastrabas con las piernas cortadas y ahora estas parado frente a mí.
Ángel de Madera: Sí. Cuando salgo afuera, el cálculo me aplasta y envejezco, cada porción de programación aniquila la memoria que guardo entre mis ropas.
Gillow: Pero qué dices ¿puedes viajar en el tiempo, detener el espacio y computar datos de modo cuántico?
Ángel de Madera: No puedo hacer eso, porque estoy del lado de los dioses. A ellos pertenezco, vivo en la ciudad de los ángeles, en este templo religioso. Para que te des cuenta que estás en otro lugar, verás… la palabra aquí es sagrada, en la ciudad mundana la palabra es política, los hombres tienen lenguaje y aquí hay insuflamiento vital. El hombre cree que piensa, en cambio nosotros sabemos que el hombre es pensado, no tenemos divisiones, el hombre divide y calcula. No existe ganador y perdedor. No tenemos necesidad de olvidar o recordar porque estamos en la memoria misma. Ustedes recuerdan y olvidan para poder vivir.
Gillow: Es cierto, pero en programación ya nos hemos olvidado de los dioses, es más, hasta me cuesta pronunciar estas palabras.
Ángel de Madera: Han olvidado a los dioses. Ellos están moribundos frente a sus pantallas, pero cuidado, aún ellos están vivos, son moribundos a los que les faltan las piernas y se arrastran por los pisos.
çGillow: No lo creo, es cuestión de que por medio de un procedimiento informático logremos construir un lenguaje común para todas las máquinas, con y sin piernas, no nos hacen falta ya los seres trascendentes.
Ángel de Madera: Mi estimado amigo, no es una cuestión técnica la que nosotros resolvemos aquí. En este templo no hay procedimientos, aquí solamente hay creación  en términos de cosmos.
Gillow: No lo puedo creer, pero realmente tu quién eres. ¿Eres un dios venido a menos, un mendigo al que ya no rezamos?
Ángel de Madera: Soy un don de la palabra
En ese momento, Gillow recordó lo que una vez le enseñó su profesor de ciencias atómicas, “si no puedes con el problema que te interrogas, trata de tomarlo y evaporar sus átomos para ver de qué se componen”. Entonces él decidió tocar con su música al hombre de madera, pero cuando se movió, el Ángel de Madera se fue deshaciendo y solamente quedaron en el suelo unos trapos. Rápidamente un hombre enano se descolgó del techo de la nave del edificio y recogió esas ropas, exclamando que entre sus pliegues hay miles de años de memoria.
También dijo, a media voz, que aquel viejo mendigo sin piernas tenía intenciones de decir una verdad: “los hombres que Gillow había visto extraños son así porque son humanos y algo más. Ellos están rompiendo los límites del afloramiento, detrás de sus sombras hay ángeles que sufren por sus dolores. Ángeles destemplados que con escaso calor de las llamas del afecto no les es suficiente para ayudarlos a caminar de pie.
IV. El gigante enano
Ahora, Gillow estaba afuera del templo. Veía pasar niños que jugaban con video-simuladores de envejecimiento. Estos consistían en una caja negra que proyectaba delante de los chicos una silueta de ellos mismos, pero con una edad adulta, para que los niños jugaran con su doble, su yo anciano. No sé si están burlando a su muerte o tan simplemente quieren hacer desaparecer sus mentalidades en estos simuladores de envejecimiento.
Gillow: Logro divisar entre unos arbustos que están más adelante a un niño que juega con unas pelotitas arriba de un árbol. Me parece que podría ser el único niño, me hizo recordar a mi infancia y el mundo de los biosistemas red del que provenía. Entonces, de un zambullón me metí cerca de un pelo de su oreja y disimulando mi presencia, en un silencio de actor, entregué mis primeras notas de música de amistad y cercanía con este gigante.
Pícaro: ¿Quién eres? Déjame jugar por favor, estoy acompañado por mi hermano el árbol y sus frutos de piña. Soy un gigante, tienes que haber demorado mucho en la trepada, seguramente no te fue fácil.
Gillow: No te enfades, me costó un esfuerzo muy grande llegar hasta tu lado.

Pícaro: Soy un niño, todavía mi cuerpo es gelatinoso, soy como una ameba que retarda la madurez, pero disfruto de esta posibilidad que me da cierto grado de irresponsabilidad. Mira…

Gillow: ¡No, qué haces, no lo hagas! No tires piñas a los hombres que pasan debajo de esta rama.
Pícaro: No me importa, ellos no saben qué es lo que hay por arriba de sus cabezas, están conectados al sistema límbico de los equipos de máquinas del biorritmo de la ciudad.
Gillow: ¿Qué es eso?
Pícaro: Pues, no soportan el calor de la calle, aguantan vivir contaminados de un exceso de conocimiento exacto, han perdido el uso de la banalidad, y esto los hace que chasqueen sus dientes, la mayoría tienen micro pirañas en sus bocas, ellas hacen su bolo alimenticio, son como seres disminuidos que creen  ser grandes.
Gillow: Pero, esto que dices parece una ironía, ¿ellos son grandes?, si tú eres un gigante.
Pícaro: En este mundo, los niños somos gigantes porque no somos exactos, por eso jugamos arriba de los árboles, con la vida misma, no nos hace falta ir hacia los descubrimientos de otras galaxias.
Gillow: ¿Y por qué no descienden a las veredas, tienen miedo de ser atropellados por los adultos? Estoy seguro que por el tamaño que tienes no se animarían a pasarte por encima.
Pícaro: Es difícil, ha habido varios intentos muy accidentados. Soy el último gigante que queda vivo.
Gillow: Eres como un museo viviente de la niñez en apuros.
Pícaro: Sí, y más aún si te detienen los hombres que tú buscas allí abajo, ellos están dejando de ser.
Gillow: Aaah, eso me interesa saber. Dime ¿qué sucede con ellos?
Pícaro: Hace miles de años que estoy sobre esta inmensa jarilla que tiene más de cinco millones de años. De tanto tiempo, ella ha pasado a ser un árbol estupendo. Nunca he bajado, nunca. Exprogramador informático devenido en nota musical eres algo que ya tú sabes, deja que aflore eso que llevas adentro de tus oídos, suelta la memoria de tus olvidos y date el permiso de hablar con cosas de tu pasado, ellas saben por qué esos hombres son extraños. Ahora déjame jugar, déjame seguir dándoles coscorrones a los hombres de allí abajo.
V. Florecen los colores
Una extraña calma llegó a Gillow y un diálogo con una flor abrió una posibilidad de reencuentros.
Gillow: ¿Si alguna vez pudiera encontrarme con alguien o con algo que me señalara a dónde vamos? ¿A dónde tengo que oír?
Clidia: Shshsh, aquí, al costado de este junco ¿me ves ahora? De tanto que preguntas con tu cabeza erguida, únicamente pueden verte los que están a tu altura musical, pero si tan solo te dignaras a mirar aquí abajo.
Gillow: Pero qué cosa más rara eres.
Clidia: ¿Por qué, acaso las flores no podemos decir lo que nos pasa? Siempre estamos cantando los sentimientos de nuestra vida perfumada en colores, pero ahora me animé y te hablo porque me resultas simpático. ¿De dónde vienes con ese susurro de palabras y cantos que armonizan tan bien? Tienes el aspecto de ser una bella nota musical, pero pareciera que sientes no tener un oído que te reciba con gratitud. Ven, acércate a mis pétalos que yo te siento y comparto tu música con gran ánimo.
Gillow: Gracias. Sabes, en realidad, yo no soy una nota musical. Vengo escapando de un mundo donde se ha planetarizado un sistema computacional, donde todo lo viviente es recodificado en algoritmos matemáticos. Se trata de una gran máquina donde toda cosa es destruida como existencia. Por ejemplo, las flores de mi planeta son destruidas como flores, pero a cambio se le da la posibilidad de ser traducidas a una fórmula algebraica que tiene la capacidad de poder trasladarse a dibujos geométricos y formas vivientes diferentes.
Clidia: Entonces una flor que deja de ser tal, para adquirir una entidad numérica, puede combinarse con otra fórmula algorítmica y luego de esa combinación generar una alquimia que dará como resultado la construcción de otros seres.
Gillow: Sí, y tengo la desdicha de ser uno de los impulsores de estos procedimientos que modificaron los modos de construir la arquitectura de lo viviente. Desarrollé para mi gobierno el programa GCG, General Computer Genetic, esto fue el puntapié para hacer un experimento en laboratorio.
Clidia: Bueno, pero si es en laboratorio y se mantiene en secreto…
Gillow: Sí, pero el programa GCG tiene una capacidad de aprendizaje muy elevada, a tal punto que él mismo logró traducirse como un ser animado y transformarse en otro ser.
Clidia: ¿Tu programa puede haberse convertido en una flor?
Gillow: En una flor o en una persona o en un árbol o en un gato o en el presidente de mi país o en los nueve hombres que proyectan una sombra que no concuerda con su morfología.
Clidia: ¿Y si ese programa se hubiera convertido en un programador que, no pudiendo aguantar el terror de dejar de ser algo, se convierte en una nota musical?
Gillow: No, no puede ser. Por favor ayúdame, no me dejes así, de este modo me estás terminando de envenenar. Si es así te pido por favor que me…
Clidia: No puedo matarte, soy una flor. Puedo darte cierto perfume para tu ritmo armónico, pero no me pidas eso.
Gillow: Y si fuera que ese programa se ha traducido en una flor tan perfecta como tú.
Clidia: No es posible, por lo que me has contado, vienes de un planeta donde reinan las ideas y aquí como ves está todo lleno de vida, la vida es pura y todo está lleno, no hay espacio para detenerse en pensar, todo avanza viviendo, por eso soy una flor.
Gillow: Pero entonces ¿quiénes son aquellos hombres que me aterran?
Clidia: No lo sé, pero si tengo una sospecha. Esos hombres y mujeres son nueve programas computacionales que calculan cada uno de ellos nueve tipos de combinaciones de seres vivientes. Son esquemas de cómputos, pero tienen la astucia de haberse disfrazado de mujeres y hombres nobles, bellos, nutritivos y fecundos. Puesto que ¿quién los pondría en duda? No hay carne por debajo de sus atuendos, son en realidad ideas que tú las piensas como carne. Ellos son la ciencia misma y sus principios, la computación exacta de la matemática, lógica, botánica, zoología, antropología, química, física, genetismo y anatomía.
Gillow: No lo sé. Creo que una nota musical y una flor aún pueden resistir los embates de alcanzar la infinitud por medio de los números. En lo más profundo de nosotros hay algo que nos dice que existen otros caminos para transitar una vida más apaciguada.
Los caminantes que han pasado por los campos floridos dicen que varias veces han visto a Gillow sentado al lado de su amiga, esperando que dé sus semillas para sembrar la vida. Otros han contado haber visto a un hombre regar cientos de flores, bosques de flores. Nosotros les hemos contado por qué ellos dos han decidido vivir juntos. Gillow y muchas Clidias empezaban a recordar lo que es vivir.


[1] Voz sintética que proviene de un ordenador bioorgánico que sintetiza vibraciones de sonido y procesa gestos humanos al transferirlos a esquemas de nomenclatura de información, bits, genes, o datos que entrega una máquina capaz de modificar su estructura de algoritmo en una matemática amplificada.

Dada, no va más

por Henry Meschonnic
(Traducción: Raquel Heffes)
Los juegos están hechos. Más es gracioso, más es serio. Es toda la distancia entre la gran jugada del poema y los juegos de salón. El rompe todo. Porque no se tolera más lo intolerable. Al mismo tiempo, la gran apuesta del pensamiento: disociar, desplazar, desgastar, disolver. Releer dadá es revivir el júbilo, reinstalarlo. Tener dadá en la boca, en el ojo, y en el oído, limpia lo contemporáneo. Que cuenta para uno. Que no cuenta para nada. Sí, encontrarse con la risa, encontrarse con la poesía, es el mismo juego, que anula la diferencia entre el gran juego y el jueguito. No nos reímos bastante porque no hay bastante poesía. Con un poema, con los poemas, todo está comprendido en la pregunta: cómo un poema pone en crisis la poesía. Y la respuesta es muy simple: siendo poema. Es decir, algo que todavía no ha llegado a la poesía. Ésa es la pregunta. La única pregunta. Que cuestiona todo, la relación entre el lenguaje y la vida. Porque, como tuve el desatino de exponer en Celebración de la poesía, el primer enemigo del poema por hacer (y del poema por leer), es la poesía. Siendo la filosofía el segundo. Porque, para ser poema, un poema debe franquear cinco círculos del infierno:
 – primer círculo, la confusión entre verso y poesía, en la doble confusión que opone el verso a la prosa y también por allí, la poesía (identificada con el verso) a la prosa;
 – segundo círculo, la definición formal de poesía, consecuencia del primero, y por lo tanto, cuando creemos hablar del poema, hablamos del signo, la forma y el sentido –gracias, signo mío;
 -tercer círculo, la esencialización, por etimologización, de la palabra poesía, que se desdobla en mística de creación o calculismo de producción;
 -cuarto círculo, que también se desdobla, la confusión con la emoción, estética o sentimental, o la confusión con el catálogo del mundo y los elementos, en ambos casos, lo que Mallarmé llama nombrar. Confusión con los sentimientos: se dice que el Cantar de los Cantareses poético, porque habla del amor. Confusión con las cosas, miren a Bachelard que es el ujier, y Mallarmé decía de la luna: “es poética, la zorrita”;
 – quinto círculo, el stock de la poesía, (llamo así a todos los poemas que existen, en todas las lenguas, y todas las épocas) es decir, la confusión entre poema y poesía, la confusión entre poesía y amor a la poesía, y el amor a la poesía es la muerte del poema; todo esto para llegar a la poesía como actividad de los poemas, que consiste justamente en poner en crisis todo lo que precede, y sobre todo en que no derive en amor a la poesía. Esta simple constatación es la que no les gustó a algunos contemporáneos.
Pero ahora salta a los ojos una evidencia: es que la poesía como actividad de los poemas, ha sido siempre actividad de los poemas. Porque sin esta no serían poemas sino amor a la poesía.
De donde una crisis de la noción de poesía moderna: pura tautología. Si se la quiere confrontar con la poesía del pasado. Definiéndola como crisis de la poesía. En relación a lo que se llamaría la poesía tradicional. La poesía siempre fue moderna.
A condición de no confundir, no más, lo moderno y lo contemporáneo. Entiendo por “moderno”, como lo expuse en Modernidad modernidad, lo que permanece moderno, es decir, indefinidamente activo, presente en el presente. En cuanto a “contemporáneo”, es lo que comparte la misma época. Digamos la nuestra.
Lo que conlleva una crisis de la noción de modernidad, al mismo tiempo que una crisis de las nociones de la poesía, y del poema.
Y toda poesía es entonces, y lo fue siempre, una poesía de la crisis de la poesía, de la crisis de sus identificaciones con lo que llamé círculos del infierno. Quiero decir las falsas apariencias acumuladas por lo cultural.
Lo que hace de la poesía una crisis del signo, una crisis de las nociones de forma y sentido y por lo tanto, una crisis de la heterogeneidad de las categorías de la razón y del regionalismo de las disciplinas; pero también una crisis de la noción de prosa. Como cuando es identificada con el relato, o con la ausencia de ritmo.
Pero si toda la poesía fue siempre una crisis de la poesía, es en consecuencia una crisis de la noción de crisis. Es endémica la crisis. Constitutiva de la historicidad radical del poema, y de la vida.
Entonces la poesía es constitutiva de una historicidad radical de la vida, de una vida humana, en el sentido de Spinoza. Cito: una vida humana entiendo, que no se define por la sola circulación de sangre, y otras cosas, que son comunes a todos los animales, sino sobre todo por la razón, verdadera virtud y vida del espíritu – “vitam humanam intelligo, quae non sola sanguinis circulatione, & aliis, quae omnibus animalibus sunt communia, sed quae maximè ratione, verâ Mentis virtute & vitâ definitur”
En consecuencia, la historicidad radical de la poesía, como historicidad radical de vida, pone en crisis toda teologización de la vida, es decir que confronta y pone en crisis lo teológico-político. Que hace aparecer y denuncia como el enemigo mayor de la vida –y de la poesía.
Así como todas la sacralizaciones-esencializaciones del lenguaje y de la poesía.
La poesía como historicidad radical e invención de pensamiento, por lo tanto invención de vida, opera entonces una crisis de la noción de modernidad, es decir de sus confusiones con la vanguardia, con lo nuevo, y con lo contemporáneo. De donde las distinciones a hacer entre modernidad filosófica, modernidad en arte, modernidad tecnológica, modernidad urbana e industrial, modernidad-Baudelaire, a partir de la cual se puede reconocer la modernidad como ética del arte y para el arte, como funcionamiento de las obras en tanto invenciones de pensamiento.
Lo que liga inseparablemente las dos nociones, de modernidad como actividad continuada de las obras y presencia en el presente, y del poema como invención del pensamiento, tal que es poema una transformación de una forma de vida por una forma de lenguaje y una transformación de una forma de lenguaje por una forma de vida.
Lo que a la vez extiende la noción de poema al pensamiento, a la noción de poema del pensamiento, y atraviesa todas las nociones tradicionales de género, y las diferencias entre lo que se llama literatura y lo que se llama filosofía. Lo que pone también a la invención de pensamiento contra todo lo que no es invención de pensamiento, que de golpe puede ser reconocido como partícipe del mantenimiento del orden en la sociedad: lo políticamente correcto, lo semióticamente correcto, lo lingüísticamente correcto, lo poéticamente correcto, lo religiosamente correcto.
Lo que tiene también otro efecto sobre la poesía, sobre la oposición clásica, y académica, entre el lirismo y la epopeya. Porque si el poema es esta doble transformación que he enunciado, todo poema es una aventura que llega a una voz. En la que paradójicamente todo aquello que se llama lirismo resurge con mucha más intensidad en la epopeya. Todo poema es épico, o no es un poema.
Es decir que esta puesta en crisis de la definición tradicional permite pensar el poema como lo que inventa una vida humana –en el sentido de Spinoza- y permite rescatar a la poesía de esa vieja relación con la música y el canto, esa vieja interferencia de lo indecible que creía oponer el lenguaje a la vida cuando oponía solamente una representación del lenguaje a una representación de la vida.
Donde el canto y la música continúan cubriendo, académicamente, a la vez la exaltación de los sentimientos y la exaltación de lo indecible, según una ensordecedora relación con el arte lírico. De donde la confusión entre poesía y canción es la resultante.
Pero el poema como epopeya de la voz, es la aniquilación misma de lo indecible. En la medida en que, como dijo Paul Klee: “el arte no reproduce lo visible: se vuelve visible”, el poema no reproduce lo decible, se vuelve decible, inventa infinitamente lo decible. Y su escucha. Y el reconocimiento de su escucha.
Es así como entiendo las dos palabras de Mallarmé “el poema, enunciador”. Y, como transforma, hace más que decir, hace. Hace sujeto. Le hace sujeto. En el que el poema es un acto ético. O no es un poema.
De donde una crisis de la cuestión-del-sujeto. Y de ese estallido, que también es estallido de risa por lo cómico del pensamiento, surge el sujeto del poema.
De ahí la crisis se extiende, a todo el pensamiento del lenguaje, que no conoce otro cuerpo, para el poema, que el cuerpo de los profesores de lingüística, o de literatura, o de filosofía.
Froten el poema, de allí surge el cuerpo del lenguaje, la ética en acto de lenguaje, el cuerpo político por la poética en acto del poema. De donde una crisis de las categorías tradicionales, es decir regionales, de ética y de la política.
Por el poema, es una crisis de representación de la sociedad, porque es una crisis de los compartimentos de la razón. Y es también una crisis, por el trabajo sobre la noción de modernidad, de la representación del tiempo cultural.
El academicismo se privilegia confundiendo en su provecho la modernidad y lo contemporáneo. Esta identificación es el signo que permite reconocer a los Assis, esos que están sentados sobre la poesía y sentados sobre lo contemporáneo.
Lo que el poema como crisis de la poesía, y la crisis de risa que le sigue, permite reconocer, es que prolonga la intuición de San Agustín sobre la pluralidad del presente.
San Agustín, escribía en sus Confesiones, traduzco: “Si en efecto futuro y pasado existen, quiero saber dónde están. Y si todavía no lo puedo saber, sé no obstante que donde estén, no son ni futuros ni pasados sino presentes. Porque si el futuro está ahí, todavía no es, si el pasado está ahí, ya no es más. Por lo tanto, dónde estén, sean lo que sean, no son más que presentes. Cuando se relata cosas verdaderas del pasado, lo que surge de la memoria no son las cosas mismas, que son pasadas, sino palabras concebidas a partir de sus imágenes que, pasando a través de nuestros sentidos, han dejado vestigios en el alma. Así mi infancia, que no existe más, está en un tiempo pasado que no existe más; pero su imagen, cuando la recuerdo y la relato, la veo en el tiempo presente, porque hasta aquí existe en mi memoria.”
Así, puede decirse que San Agustín, desarrollando su pensamiento, contra la secuencia lineal, pasado, presente, futuro, propone ver que hay tres presentes: un presente del pasado, un presente del presente, un presente del futuro.
Partiendo de allí, es lógico prolongar su percepción del tiempo: reconocer que hay un pasado del pasado, un pasado del presente, un pasado del futuro. Tres pasados, tres futuros.
De inmediato se constata que se respira mejor. Porque lo contemporáneo, no no dejo de decir y repetir, es un mal momento a pasar. Y en especial, que nadie piense que se trata de juegos del lenguaje. La misma historia de la poesía, de la literatura y del arte, está para ofrecernos ejemplos de esta crisis de las nociones de tiempo.
Es, por ejemplo, lo que ilustra la suerte de Maurice Scève, desaparecido bajo la Pléiade, totalmente olvidado en los siglos XVII y XVIII, expuesto como un monstruo de feria por Saint-Beuve en su Cuadro de la poesía francesa del siglo XVI, en 1828 y que reaparece realmente en 1921. Cuando se lo reedita. Es también el caso de Sponde, que Alan Boase exhuma en los años treinta y que revive en 1949. Lo mismo para Xavier Forneret, exhumado por André Breton. Ejemplos de un futuro del pasado.
En cuanto al éxito contemporáneo, vean qué sucedió con un tal Poisson, autor de comedias, que se encuentra en el Diccionario de letras francesas del siglo XVIII de Monseñor Grente. Ilustre de su tiempo. Y piensen que el primer premio Nobel de literatura fue en 1901 para Sully Prudhomme. Puro producto de una época. Lo contrario de una actividad. Un pasado del pasado. Pero a la inversa el arte de las cavernas comienza en 1911, el arte africano y oceánico en 1904. El pasado es imprevisible. El presente también.
Entonces uno comienza a comprender que nunca se sabe, pero en absoluto, en qué tiempo se vive, porque al mismo momento, entre contemporáneos, unos viven en el pasado del presente, otros en el presente del presente, y otros en el futuro del presente. Vayan a juntarse, sería un milagro que se encuentren. De hecho, es el peor momento para encontrarse, aunque sea el único, y es posible adivinar que algunos no se encuentran. Es la razón por la que hace falta tomar prestado del portugués esa bella palabra desencuentro. Hay quienes se encuentran, que son del mismo tiempo, que están del mismo lado del poema, del mismo lado de la vida, y hay quienes se desencuentran.
Entonces, como hay pasadismo, como hubo futurismo, propongo la creación de un nuevo movimiento: el presentismo. Que se confunde con el partido del ritmo. Es el trabajo de estar a la vez en el presente del presente y en el futuro del presente. De golpe es la misma definición que propuse de la modernidad, en el arte y en el arte del pensamiento, una presencia activa en el presente siempre. Para no ser los imbéciles del presente, los que están en el pasado del presente –justo lo opuesto al presente del pasado.
Y es lo que hace de la modernidad, como la he definido, un júbilo, y de la poética también un júbilo. El mismo. Porque la poética es la poética de la modernidad, es decir del funcionamiento de las obras, de las obras como actividad y no sólo como producto, y la modernidad en los poemas sólo puede ser modernidad por su poética.
De donde resulta que es necesario dejar de confundir lo que se entiende aquí por el término poética, ya sea con la estilística, que no sabe que el estilo es todo lo que el signo permite pensar de lo que está a pensar, ya sea con la estética, que es un pensamiento de lo bello y lo sensible, pero no del valor de la historicidad radical, del valor de la realización y la reinvensión de la definición de lo que hace una obra.
Todo este encadenamiento es responsable también de la crisis de una cierta representación de la crítica: la que ve la crítica como destructiva. Y para algunos, también judía. En lugar de que, como ya lo decía Baudelaire, poesía y crítica, sean inseparables. Lo que releo, por placer: “Todos los grandes poetas se vuelven naturalmente, fatalmente, críticos. Lamento los poetas a los que guía sólo el instinto, los creo incompletos. […] Sería milagroso que un crítico se volviera poeta, y es imposible que un poeta no contenga un crítico. Al lector no le sorprenderá por lo tanto que considere al poeta como el mejor de todos los críticos.” En Richard Wagner y “Tannhaüser”, en París.
La crítica es por lo tanto esencialmente constructiva. Inventiva, puesto que participa de lo que Rémy de Gourmont llamaba “disociaciones de ideas”, por lo que la crítica participa de una risa del pensamiento, de una comicidad de las ideas. El para del poema y la poética, es la condición del contra. Hay quienes no ven más que el contra. Son los que toman el amor por la poesía por poesía. Pero es el combate del poema contra el signo. Riendo, como las estatuillas aztecas, que se llaman sonrientes, detrás de la mano.
Es por eso, por todo eso, que pensar el poema, hacer el poema, leer el poema, reconocer el poema, encuentra, recupera, el júbilo dadá. Que no es ante todo cuestión de imitar, de rehacer. Sino de escuchar. La relación de la poesía con el pensamiento a través del humor. Por lo que dadá también estaba contra el futurismo de Marinetti, contra su culto a la velocidad, los autos, los aviones, y su burguesismo anti-mujer. Por lo que antecede al fascismo antes de sumársele. Tzara en su Manifiesto dadá 1918 le oponía el “asco” y “LA VIDA”. Los futuristas rusos también lo rechazaron.
No es el lenguaje deshecho, el letrismo anti lenguaje, las palabras en un sombrero, que reservo en contra de “los banqueros del lenguaje”, es el manifiesto. Contra “la cháchara”. Y porque Tzara ha escrito: el gran secreto está ahí: El pensamiento se hace en la boca”.
Hay en los manifiestos dadá un juego loco en apariencia de contradicciones, pero que rezuma potencia de repulsa, de revuelta: una estética. El arte, no más como estética sino como ética, como postulación de libertad. Por lo que Tzara es uno de los primeros, en 1917, en escribir una “Nota sobre el arte negro” donde puede decir “Del negro sacamos la luz”. Y en retomar después de Apollinaire, en ocasión de “Las Tetas de Tiresias”, la palabra “surrealista”. Una relación con lo cósmico. Implica que el erotismo es cósmico o no es.
Es lo que hace su fraternidad con Pierre Reverdy, y, cuando muere Apollinaire su pregunta que responde no de antemano: “¿Apollinaire está muerto?”. Destaco su intuición, en la nota sobre Huelsenbeck: “no hay nada de sagrado, todo es de esencia divina”. Donde ubico el vínculo que él establece en 1919 entre “libertad, fraternidad, igualdad, expresionismo”.
Es la fuerza siempre actual de su “Nota sobre la poesía”, escrita en 1917, editada en 1919: “iluminar la esperanza HOY”, por lo que dice allí del ritmo: “hay un ritmo que no se ve y no se escucha: rayos de un agrupamiento interior hacia una constelación del orden” Y no olvido que Tzara es uno de los muy raros poetas que han escrito un estudio sobre el ritmo: “Gestos, puntuación y lenguaje poético” Estudio que podría tener un lugar en una antología de escritos sobre el ritmo.
La intuición de Tzara rescata una de las Cien frases para abanicos, de Claudel:
Hace falta
en el poema
un número
tal
que impida
contar
Aviso a los contadores de la poesía: cuando el poema muestra el ritmo, ven el número de sílabas. Y Tzara también dice: “se trata de libertad”, para “encontrar la real necesidad” A lo que Tzara contrapone: “El resto, llamado literatura, es un dossier de la imbecilidad humana para la formación de futuros profesores”.
Se trataba, aún se trata, de terminar con un lenguaje gastado. Cito otra vez a Tzara: “El lenguaje está muy gastado y, no obstante, solo él completa la vida de la inmensa mayoría de los hombres. No saben más de lo que la vida ha sabido contarles. La bufonada y el airecito peyorativo son para ellos el sabor del lenguaje, la sal de la vida. Dadá intervino brutalmente en esta breve historia de lavado cerebral” y: “Poco a poco, destruye, cada vez más.”
Como lo señalaba Henri Behar, es la “equivalencia entre humor y poesía”. Es bueno, para salirse de los “etceterismos que mezclan música y poesía” Y cuando, en la conferencia sobre Dada en 1922, Tzara pone fin a dada, diciendo que había sido el primero en ofrecer su renuncia, cuando dice: “Sabemos muy bien que la gente con ropa del Renacimiento era casi la misma que la de hoy y que Chuang tzu era tan dada como nosotros. Se equivocan si toman a Dada por una escuela moderna, o incluso por una reacción contra las escuelas actuales”, sí, entonces comprendo, es claro, Dada es eterno, siempre hubo, y siempre habrá Dada, en el sentido del “asco”, “asco de esos separadores entre el bien y el mal, lo bello y lo feo” y “Dada es un estado del espíritu” Violencia visible contra violencia invisible. Como la del poema contra la del signo.
Es un sentido del presente. Confundir todo, la poesía y la poética, la vida humana, la libertad y la crítica. Y como el poema, Fondre tartare, del Señor AA, el antifilósofo, comenzaba por “Hagan su juego”, añado justamente: los juegos están hechos. Para siempre. Por eso no va más.
Es lo que anula toda oposición convencional entre gracioso y serio. Más es gracioso, más es serio. Una risa que vuelve a su sitio todo lo que tiene importancia y se toma en serio. Es todo lo que separa la gran apuesta del poema de los juegos de salón, del jugueteo y las pequeñeces, pero también lo que volatiliza la diferencia entre la gran apuesta y el jueguito de palabras, esos erotismos del lenguaje.
Sí, la risa anula la oposición entre la angustia, que está al borde de lo trágico, y lo cómico. Para entenderlo basta con escuchar a Jean Tardieu.
Esa potencia, esa compulsión de vida libre, es lo que rompe los compromisos, los eclectisismos y lo que no tolera más lo intolerable. Es vital ser intolerante para lo intolerable. Y es ésa exactamente la gran jugada del pensamiento: disociar, desplazar, desgastar, disolver.
Es lo que hace que releer Dada, pero también los surrealistas en sus años veinte y treinta, y los expresionistas, sea un relanzamiento del júbilo en la inseparación máxima, en el máximo de implicación entre la vida y el lenguaje, y es la actividad del poema del pensamiento.
La poesía es tener dadá en la boca, en el ojo y en el oído. Es lo que permite reconocer que en el poema, es el oído que ve, la boca que escucha, en tanto los ojos comen, y es por eso que, cuando traduzco el movimiento de la palabra en la escritura, embiblo la lengua francesa, embiblo el traducir, embiblo potencialmente todas las lenguas. Embiblo la poesía y la teoría del lenguaje. Lo que pone en su sitio lo que hay de pasado del presente en lo contemporáneo.
Es también la política del poema, la política misma de la vida contra su mayor enemigo, lo teológico-político.
Entonces la risa, la poesía, es el mimo juego. No reímos bastante porque no hay bastante poesía.
Sí, es en el presente del poema, contra las culturas de la muerte, de enritmar el signo, de empoemar el lenguaje, para que el ahora sea la ética y la política del poema. Sujetos del poema, un esfuerzo más.
(fuente: http://trazofreudiano.com/)

A Valparaiso, de Joris Ivens



A Valparaíso» (1963), dirigido por el holandés errrante Joris Ivens y con textos escritos por Chris Marker, es uno de los más bellos documentales sobre ciudades jamás filmados. Un poema o caleidoscopio audiovisual en blanco y negro que nos invita a recorrer una ciudad siempre vital, cargada de tensiones y misterios.

La Isla de las Flores, de Jorge Furtado

Considerada como una de las obras culmen del cine, en tanto cortometraje y documental; La isla de las flores es además una de las críticas sátiras más ingeniosas, crudas y brillantes al actual modo de vida, no ya de Brasil, sino de todo el globo: el capitalismo.

Amistades spinozianas

por  Fernando Stivala

Ética Parte 4
  
Prop XXXVII:El bien que apetece para sí todo el que sigue la virtud, lo deseará también para los demás hombres, y tanto más cuanto mayor conocimiento tenga de Dios.”
Escolio I: “Quien se esfuerza, no en virtud de la razón, sino en virtud del solo afecto, en que los demás amen lo que él ama, y en que los demás acomoden su vida a la índole de él, actúa sólo por impulso, y por ello se hace odioso, y sobre todo a aquellos a quienes agradan otras cosas, y que, por ello, se empeñan y se esfuerzan a su vez, también por impulso, en que los demás acomoden sus vidas a la índole de ellos. Además, puesto que el supremo bien que los hombres apetecen en virtud del afecto es, a menudo, tal que uno solo puede poseerlo, de aquí proviene que los que aman no sean consecuentes consigo mismo, y, al mismo tiempo que se complacen en cantar las alabanzas de la cosa que aman, temen ser creídos. Pero quien se esfuerza en guiar a los demás según la razón, no obra por impulso, sino con humanidad y benignidad, y es del todo consecuente consigo mismo.
Todo cuanto deseamos y hacemos, siendo nosotros causa de ello en cuanto que tenemos la idea de Dios, o sea, en cuanto que conocemos a Dios, lo refiero a la religión. Al deseo de hacer bien que nace de la vida según la guía de la razón, lo llamo moralidad. Al deseo por el cual se siente obligado el hombre que vive según la guía de la razón a unirse por amistad a los demás, lo llamo honradez, y llamo honroso lo que alaban los hombres que viven según la guía de la razón, y deshonroso, por contra, a lo que se opone al establecimiento de la amistad. Aparte de esto, he mostrado también cuáles son los fundamentos del Estado. Por otra parte, la diferencia entre la verdadera virtud y la impotencia se percibe fácilmente por lo dicho anteriormente, a saber: la verdadera virtud no es otra cosa que vivir según la guía de la razón, y la impotencia consiste solamente en el hecho de que el hombre se deja llevar por las cosas exteriores, y resulta determinado por ellas a hacer lo que la ordinaria disposición de esas cosas exteriores exige, pero no lo que exige su propia naturaleza, considerada en sí sola. Y esto es lo que había prometido demostrar en el Escolio de la Proposición 18 de esta Parte.”
Hay un sumo bien que es por afecto, impongo a los demás lo que me gusta, y se es odioso. Todos tienen cosas que les gustan, todos quieren imponer sus gusto al resto.  Entonces cuando se desea por afecto no se desea un bien que es común a todos, sino que se desea un bien por lo cual hay competencia.
Cuando se desea a traves de la razón se desea por supremo bien, benignamente, y se es de ánimo coherente. No es un deseo fundado en la pasión.
La religión es lo que hacemos por amor a Dios. La piedad es lo que hacemos según las reglas de la razón.
Entonces hay 3 niveles de perfeccionamiento: Religión, Piedad, Honestidad.
El fundamento del Estado es el hecho de que el Estado surge porque por más que nosotros no encontremos un sumo bien en la cooperación con los otros y no seamos seres racionales, tenemos experiencia en que hay más utilidad en la vida en común que en la vida separada. Estado para Spinoza es la sociedad, no la Institución. Es el alma común que liga a los hombre que viven juntos. Es la unión entre las personas.
La homestidad es un tipo de vínculo específico que no es la política, sino la amsitad. La política la tenemos que hacer con todos y ahí la religión tiene una importancia mayor que el resto de las pasiones. Lo único que podemos hacer es remitir a todos a una base común, un todos que no son todos los racionales.
Distinguir amistad de política.
Honestos no son todos los hombres, sino los que viven bajo la guía de la razón. Y la política no se puede hacer solo con los hombres que viven bajo la guía de la razón. El fundamento del Estado es la potencia de la unión con todos los hombres reales, no con todos los hombres racionales. La amistad es el vínculo superior que pueden tener aquellos que viven de acuerdo a la razón.
Política: que los llamados amigos tengan relación con los no amigos. La sociedad es la experiencia de la potencia común. Después hay lazos: religioso, piadoso y amistoso.
La amistad es el lazo de honestidad que establecen entre sí todos los humanos que se manejan por la razón.
Los amigos se definen como los que no quieren nada en particular para sí, sino los que quieren la utilidad común. Entonces podrían pretender ponerse como ejemplo para los demás. Pero no hay ejemplo posible para Spinoza porque la racionalidad a la que aspira el amigo cuando habla con los otros, no pasa por el hecho de que son personas admirables, sino que pasa por el hecho de que los otros son seres también racionales y capaces de querer lo mismo. Entonces sería el deseo de los otros lo que permitiría que la amistad se amplíe y no una pedagogía. Los llamados amigos, los sabios le hablan con afecto al mundo y le dicen que no sean mezquinos, sino que sean como los otros, gente que puede amar más. El resto se les caga de risa. Porque el no amigo es el que tiene una percepción del deseo en términos de competencia por las cosas, no de compartimento en común. Entonces el tipo de pedagogía que puede hacer el amigo con el no amigo tiene que ser afectivo. Si no hay al nivel del deseo una modificación, parece improbable que la amistad pueda extenderse.
Uno no es honesto con el no amigo, pero no por vínculo o intimidad. Uno solo puede hablar del bien común con aquellos que tienen deseo del común. Con los otros no hay honestidad. El sabio sabe que cuando está con el no sabio éste quiere dinero, lujuria, gloria o apropiarse de un bien que no es común. Un amigo que no sabe percibir cuando está con un no amigo es un expuesto.
El amor a Dios no requiere deseo común, solamente refiere el lazo de los hombres a Dios. Acá está nombrando lazos entre la gente. Los amigos son los que comparten la idea de que Dios es Naturaleza. Los amigos son los que pueden contarse cual es el contenido del amor, porque en ese contenido del amor no surge ni competencia ni prejuicio, sino que se descubre la utilidad común. En cambio la religión solo puede encontrar de común el amor a Dios. La religión dice: No nos peliemos porque somos hijos de Dios y Dios dijo amensé. Está bien. Entonces los que no pueden ser amigos tienen que ser buenos correligionarios.
El amigo no es con el que me puedo contar intimidades, es con el que puedo ser honesto.
Los amigos no son los del mismo equipo. Es una honestidad universal para cualquiera que puede ser honesto. Son los que no están unidos por una causa externa.
Ser honesto no es no mentir, no es un concepto moral. Es la capacidad de contar los motivos de la alegría constatando que los contenidos de la alegría son comunes y en eso se fundamenta.
La sociedad se funda en el respeto y no en la amistad. El respeto tiene un fundamente religioso.
Cuando nos manejamos por afectos nos queremos imponer los gustos, ahí hay una base de conflictividad que todo Estado tiene y que no es eliminable. Hay una serie de recursos para que eso se vuelva manejable. El recurso más elemental, el primero es la religión.
El segundo es la piedad, la capacidad de amor a los otros.
Y el tercero es la amistad. Honestidad sobre el deseo. Digo lo que quiero sin imponerle algo al otro.
Honestidad no es lo contrario a Encubrimiento.
Honestidad es la estructura que tienen aquellos que están en un proceco común. Estructura de reconocimiento de ese común.
No es un problema de modelos.
Spinioza describe dos situaciones: En una domina el afecto. Ahí se quiere lo que te gusta. No es deshonesto ni está encubierto.
Y en la otra, la del amigo, parte de un deseo común, no es una exigencia, no es un santo. No reprimió los afectos para ser querido por los demás, ésto sería la estructura de la deshonestidad.
No es un modelo de la exigencia, no es algo que hay que hacer. Sino que uno puede decir tengo poca experiencia de esto y mucha de esto otro.
El amigo es aquel que quiere lo mismo para él que para el resto honestamente. Armar un equipo, un grupo, armar algo que funcione por un tiempo. No tiene una estructura de tipo amigo donde consiste en que esté bien armada la cosa. Cada uno haciendo lo suyo logra un funcionamiento, y quiere efectivamente lo mejor para sí y para el grupo.
Cuánto más quieran lo mismo más potentes somos.
El amigo es el que está en la razón, no el que está metido en un dispositivo.
Si vemos lo mismo que los otros, es amistad. El amigo es el que está por encima de la ley. No actúa por premio ni castigo, no actua por obediencia. Actúa por razón y por lo común.
La rivalidad entre amigos no existe para Spinoza.
Todos queriendo lo mismo. Queriendo de una manera común. La más alta definción de amistad.
¿Es expandible? Amistad es cualquiera que pueda cumplir la estructura de la honestidad. La amistad no distingue entre propiedad de uno y de otros. No es simplemente el que se quiere con otros, no es cualquier idea de amor. Es un amor fundado en que no nos queremos imponer gustos.
Los amigos son los que formulan para una época la mayor claridad posible sobre qué es lo génerico.
No importa necesariamente la duración. Solo se sabe cuando algo comienza, no se sabe nada sobre hasta cuando va a durar. Es incalculable. Spinoza no piensa nada en relación a la durabilidad.
La visión pedagógica de la amistad no va, el profesor de filosfía o la vanguaria donde se intenta convencer a los demás.
Conocemos y sabemos que existe la experienca por la cual nos ligamos a otros por querer algo común, y es suficientemente racional como para que cualquier otro que piense y desee lo mismo pueda entrar. Los amigos son los que en un cierto momento pueden actualizar lo que significa ese bienestar común.
¿Qué pasa cuando estamos en una sociedad donde el Estado obliga a hacer cumplir derechos que no están garantizados? ¿Y el que no roba no por castigo sino por que sabe que todo es de todos? ¿Es un modelo, un sabio, un bueno? ¿Qué pasa con la figura que no necesita leyes?
Si la sociedad fuese de amigos no habria leyes, las leyes son porque es imposible una sociedad toda de amigos, pero amigos hay igual.
¿Qué pasa con los sabios que quieren lo común y no pueden decirlo públicamente? Honesto es el que puede decir lo que quiere realmente sin quedar enfrentado a  los otros.
Walter Benjamin en “Sobre el concepto de historia” Tesis 4:
Hegel:“Procuraos primero alimento y vestido, que así el Reino de Dios os llegará por sí mismo.”
Benjamin: “La lucha de clases que tiene siempre ante los ojos el materialista histórico educado en Marx es la lucha por las cosas toscas y materiales, sin las cuales no hay cosas finas y espirituales. Estas últimas, sin embargo, están presentes en la lucha de clases de una manera diferente de la que tienen en la representación que hay de ellas como un botín que cae en manos del vencedor. Están vivas en una lucha en forma de confianza en sí mismo, de valentía, de humor, de astucia, de incondicionalidad, y su eficacia se remonta en la lejanía del tiempo. Van a poner en cuestión, siempre de nuevo, todos los triunfos que alguna vez favorecieron a los dominadores.”
Luchamos por conseguir comida y después vendrá lo espiritual. No, viene en sí mismo mientras se lucha, no después. Llega en forma de confianza, valentia, humor, astucia, incondicionalidad. Distinto de como le llega a las clases dominantes, que es como botín de guerra.
Amistad: Deseo por el cual la persona que vive según la guía de la razón es conciente que tiene que unir los demas a él por amistad.
Diciendo la verdad nuestro deseo construye común. Efectividad del deseo, no del deber ser. Lo honesto es la estructura del vínculo.
En la lucha por cosas elementales surgen elementos de espiritualidad inmanentes.
Deseo común acutaliza la imagen de lo génerico en lo humano.
Toda religión tienen un núcelo de verdad: amar al prójimo como a uno mismo. Todo lo demás son textos para la discordia. Es pasto para el poder politico de los teólogos. En amar al prójimo como a uno mismo se trata de la experiencia de la razón por el mandato común. Un lazo que Spinoza espera que pueda haber. No buscar más que eso en la religion. Si haces teología haces obediencia. Si haces filosofía podes ir más alla y haces libertad. Libertad es que lo útil para vos es la utilidad común, y ahí se abre espacio a los amigos. Y los que no son amigos que sean sanamente religiosos o mejor piadosos.
La prudencia es el tipo de estrategias de los amigos de hablar claro para que todos entiendan pero no exponerse al vulgo, a los teólogos, a los medios, a los que gestionan la opinión pública de los ciudadanos.
Para todos todo, para nosotros nada”. Intencionalidad política de la amistad zapatista.
Cómo se conjura este tipo de amistad al resto, es la gran pregunta de la política contemporánea.
Sigue Escolio I: “En su virtud, es evidente que leyes como la que prohibiera matar a los animales estarían fundadas más en una vana superstición, y en una mujeril misericordia, que en la sana razón. Pues la regla según la cual hemos de buscar nuestra utilidad nos enseña, sin duda, la necesidad de unirnos a los hombres, pero no a las bestias o a las cosas cuya naturaleza es distinta de la humana. Sobre ellas, tenemos el mismo derecho que ellas tienen sobre nosotros, o mejor aún, puesto que el derecho de cada cual se define por su virtud, o sea, por su poder, resulta que los hombres tienen mucho mayor derecho sobre los animales que éstos sobre los hombres. Y no es que niegue que los animales sientan, lo que niego es que esa consideración nos impida mirar por nuestra utilidad, usar de ellos como nos apetezca y tratarlos según más nos convenga, supuesto que no concuerdan con nosotros en naturaleza, y que sus afectos son por naturaleza distintos de los humanos (ver Escolio de la Proposición 57 de la Parte III). Me queda por explicar qué es lo justo y lo injusto, qué es el delito102 y qué el mérito. Pero acerca de esto véase el Escolio que sigue.”
Sobre los animales.
Los afectos no son comunes pero no podes decir que los animales no tienen afecto.
La potencia es igual al derecho y el derecho es igual a la potencia.
¿Qué poder tiene un león?, ¿qué derecho? Los que le da sobre la manada.
¡Yo tengo el derecho de no morirme de hambre! Sí, si tenes el poder de no morirte de hambre. O si tenes un cuerpo colectivo que garantice eso.
Toda lucha es una lucha de derecho, y también el derecho es un asunto de luchas. Es imposible considerar el derecho sin considerar lo que aumenta o disminuye la potencia.
Porque tenemos afectos comunes tenemos la posibilidad de consturir una potencia mayor, y esa es la fuente del derecho.
Los oprimidos han vivido en la excepción. No es un problema de la universalidad del derecho. Hay agenciamientos de potencia que hacen que ciertos derechos se vuelvan efectivos y otros no.
Despojar de derechos es despojar de potencia. Y dotar de derechos es dotar de potencia.
Todos los discursos del derecho podrían ser evaluados con Spinoza. El derecho es formal, nunca es suficiente si no está en una cierta relación activa con el nivel material que es la potencia.
Escolio II:  “En el Apéndice de la Parte primera prometí explicar qué son la alabanza y el vituperio, el mérito y el delito, lo justo y lo injusto. Lo que atañe a la alabanza y el vituperio lo he explicado en el Escolio de la Proposición 29 de la Parte III; éste es el momento de hablar sobre los demás puntos. Pero, antes, conviene decir algo acerca del estado natural y el estado civil del hombre.
Cada cual existe por derecho supremo de la naturaleza, y, por consiguiente, cada cual hace por derecho supremo de la naturaleza lo que de su naturaleza se sigue necesariamente, y, por tanto, cada cual juzga, por derecho supremo de la naturaleza, lo bueno y lo malo, y mira por su utilidad de acuerdo con su índole propia (ver Proposiciones 19 y 20 de esta Parte), y toma venganza (ver el Corolario 2 de la Proposición 40 de la Parte III), y se esfuerza en conservar lo que ama y en destruir lo que odia (ver Proposición 28 de la Parte III). Pues bien, si los hombres vivieran según la guía de la razón, cada uno (por el Corolario 1 de la Proposición 35 de esta Parte) detentaría este derecho suyo sin daño alguno para los demás. Pero como están sujetos a afectos (por el Corolario de la Proposición 4 de esta Parte) que superan con mucho la potencia o virtud humana (por la Proposición 6 de esta Parte), son por ello arrastrados a menudo en diversos sentidos (por la Proposición 33 de esta Parte), y son contrarios entre sí (por la Proposición 34 de esta Parte), aun cuando precisan de la ayuda mutua (por el Escolio de la Proposición 35 de esta Parte). Así pues, para que los hombres puedan vivir concordes y prestarse ayuda, es necesario que renuncien a su derecho natural y se presten recíprocas garantías de que no harán nada que pueda dar lugar a un daño ajeno. Cómo pueda suceder esto —a saber, que los hombres, sujetos necesariamente a los afectos (por el Corolario de la Proposición 4 de esta Parte), inconstantes y volubles (por la Proposición 33 de esta Parte) puedan darse garantías y confiar unos en otros— es evidente por la Proposición 7 de esta Parte y por la Proposición 39 de la Parte III. A saber: que ningún afecto puede ser reprimido a no ser por un afecto más fuerte que el que se desea reprimir, y contrario a él, y que cada cual se abstiene de inferir un daño a otro, por temor a un daño mayor. Así pues, de acuerdo con esa ley podrá establecerse una sociedad, a condición de que ésta reivindique para sí el derecho, que cada uno detenta, de tomar venganza, y de juzgar acerca del bien y el mal, teniendo así la potestad de prescribir una norma común de vida, de dictar leyes y de garantizar su cumplimiento, no por medio de la razón, que no puede reprimir los afectos (por el Escolio de la Proposición 17 de esta Parte), sino por medio de la coacción. Esta sociedad, cuyo mantenimiento está garantizado por las leyes y por el poder de conservarse, se llama Estado, y los que son protegidos por su derecho se llaman ciudadanos. Por todo esto, entendemos fácilmente que en el estado de naturaleza no hay nada que sea bueno o malo en virtud del común consenso, dado que todo el que se halla en el estado natural mira sólo por su utilidad, y conforme a su índole propia, y decide acerca de lo bueno y lo malo únicamente respecto de su utilidad, y no está obligado por ley alguna a obedecer a nadie más que a sí mismo. Por tanto, en el estado natural no puede concebirse el delito103 Pero sí, ciertamente, en el estado civil, en el que el bien y el mal son decretados por común consenso, y donde cada cual está obligado a obedecer al Estado. El delito no es, pues, otra cosa que una desobediencia castigada en virtud del solo derecho del Estado, y, por el contrario, la obediencia es considerada como un mérito del ciudadano, pues en virtud de ella se le juzga digno de gozar de las ventajas del Estado. Además, en el estado natural nadie es dueño de cosa alguna por consenso común, ni hay en la naturaleza nada de lo que pueda decirse que pertenece a un hombre más bien que a otro104, sino que todo es de todos, y, por ende, no puede concebirse, en el estado natural, voluntad alguna de dar a cada uno lo suyo, ni de quitarle a uno lo que es suyo, es decir, que en el estado natural no ocurre nada que pueda llamarse «justo» o «injusto», y sí en el estado civil, donde por común consenso se decreta lo que es de uno y lo que es de otro. Por lo que es evidente que lo justo y lo injusto, el delito y el mérito son nociones extrínsecas, y no atributos que sirvan para explicar la naturaleza del alma. Pero de esto ya he dicho bastante.”
Si los hombres vivieran según la guía de la razón sería la sociedad de los amigos.
Ningún afecto puede ser reprimido a no ser por un afecto más fuerte que el que se desea reprimir, y contrario a él.
No es racionalista Spinoza. Las cosas cambian por afectos.
Dado que la sociedad no es de amigos, solo hay sociedad si hay gestión de afectos y la razón no tiene capacidad para gestionar afectos. El filósofo argumentando pedagógicamente es nula en Spinoza. El problema de lo común es un problema del deseo, de un tipo de deseo perfeccionado. La razón no tiene poder sobre los afectos, por eso para construir leyes en común tiene que haber amenazas y miedos.
Los amigos no necesitan el Estado. Hay Estado porque no tenemos suficiente estructura de honestidad.
Los amigos quieren el Estado porque saben que es mejor que haya una estructura colectiva a que no haya.
En el estado natural no hay política, los humanos se llevan con los humanos como con los animales.
Lo justo/injusto lo define el Estado. En la naturaleza no existe eso. Son nociones extrínsecas. No tiene nada que ver con nosotros, es una arbitrariedad que se pone para vivir en común. El amigo es el que no se cree la nocion extrínseca. Sabe que una ley nunca es justa. Es una regla de convivencia, punto. Se la obedece solo porque se desea que haya convivencia. Y se la desobedece porque no se quiere la convivencia. El amigo cuando tiene que obrar, sí tiene que tener una idea de justo e injusto pensada, racional, que busque la utilidad común. La ley no tiene nada que ver con el alma humana. El amigo sí elabora criterios inmanentes. El amigo tiene un tipo de saber completamente distinto al del Estados sobre lo común. El Estado reduce lo común al hecho de que si obedeces tenes una serie de beneficios. Si pagas impuestos, tenes luz. El amigo trabaja los valores efectivos que producen comunidad.
Spinoza dice que hay que obedecer el carácter de las normas extrínsecas que impone el Estado, pero no hay que creer en ellas.
Hay un espacio para la producción de política que no pasa por la dimensión legal del Estado. Esto no es igual a no Estado.
Lo real que pasa no es ni la asamblea hippie ni el Estado represivo. Lo real que pasa, es que al nivel de la potencia material, o sea de la utilidad común de los humanos, se inventan mecanismos y afectos que entran en tensión con el derecho formal. Adecuaciones, innovaciones. Para que haya innovaciones en el derecho es porque tiene que ocurrir algo no reconocido por el derecho, salvo que creamos que la política es una especie de despotismo donde la autoridad crea el derecho que quiere, desvinculado de toda exigencia de lectura de la potencia (el neoliberalismo es una muestra de eso). Lo que Spinoza dice es que la racionalidad última de la dinámica social no pasa por el derecho, sino que se inscribe como derecho. El derecho es una instancia extrínseca a la potencia. ¿Qué es lo que hace que una ley se cumpla? En Spinoza la cosa está puesta en la potencia y esa es la diferencia con Hobbes.
Si tenemos la legislación más avanzada en derechos de la mujeres, ¿por qué haría falta agenciamiento de  mujeres que luchen para que se cumplan? No es un problema solo de formulación de derechos, eso solo divide el par legal/ilegal. Spinoza no es un autor obsesivo por el problema de la legalidad, sino por el problema de la potencia. Y la potencia no se supera en el derecho, el derecho no es real por estar vigente. Todo el tiempo hay espacio para lo que sería la política. La política no es crear Estado, pero sin Estado no existe.
Un ejemplo: el movimiento hippie de los ´60 como ejemplo de amigos. No por como hayan vivido entre ellos, sino como serie de movimientos que termian afectando la sensibilidad en conjunto de la sociedad y están en una no relación con el Estado; ni en contra ni a favor. En la búsqueda de la utilidad común se crean afectos, se crean vínculos, tienen dimensión política, se modulan lazos, y no pueden no tener relación con el derecho. La relación entre potencia y derecho es una dimensión estratégica de la política.  No importa solamente la relación con el Estado, si no descuidaríamos los momentos en que los amigos producen afectos, producen imagenes, producen relaciones.
Al nivel de la potencia hay creación, al nivel de las leyes hay obediencia. Esa tensión es propia de la política. Es sociedad de esclavos la que obedece y no se crean situaciones nuevas respecto de la ley. La comunidad es algo que vive reconstituyéndose. Cada generación tiene que hacer su insurrección.
Hay que establecer la distinción entre estados democráticos y no democráticos. No puede haber sociedad sin reglas, y esas reglas las llamamos Estado.
Las formas europeas son las formas “naturales” de Estado posible. La única imagen que tenemos de Estado posible.
La idea de que la sociedad se sintetiza en un Estado. En la argentina hay dos imaginarios: el nacional popular y el neoliberal.
En América Latina hay poca discusión sobre que formas puede haber de síntesis política que no sea la del Estado Europeo. Se está entrando en un camino muy modernizante de como pensar el Estado. El Estado latinoamericano es un juego raro, se latinoamericaniza algo para no discutirlo. Se podrían tener otras formas institucionales no tan dependientes del mercado en Europa. Por eso Spinoza dice forma Estado, y ahí ya está diciendo que no hay una única forma Estado.
Las reglas son las relaciones características, si fallan las reglas falla todo.
Todo Estado necesita un aparato de coacción, pero eso no quiere decir que todo Estado se recueste sobre la forma antidemocráctica del Estado. El aparato de coacción no es el Estado democrático. No se puede discutir sobre Estado si o Estado no porque se tiene en la cabeza un solo tipo de Estado. La democracia es más real que el Estado. La política es la manera de asociarse, no el hecho de que haya un aparato de coacción del Estado, pero el Estado tiene que estar. Ahora, si la garantía es la coacción estas en la tiranía.
Hace falta un pacto, hacen falta leyes, hace falta coacción, hace falta castigo; pero no es la verdad del Estado. La política es el tejido afectivo de la potencia, sino sería pura obediencia. La Ética es el camino para luchar en contra de la obediencia.

Si se habla de política se habla de Poder. El problema sería: si es una política que dice que el Poder está hecho y lo quiero tomar; o si es una política que cuestiona y propone otra imagen de Poder. Spinoza no es el no Poder,  ni la toma de Poder. El Poder se tiene que fundar sobre la dimensión del aumento de potencia a partir de los vínculos. Es una democracia Absoluta. No tiene nada que ver con una forma de gobierno, no es el parlamaneto. Es el hecho de que la sociedad se deriva de una extensión de la utilidad común.

Henri Meschonnic o el transeúnte notable

por Raphaël Confiant
(Traducción: Raquel Heffes)
Era un día de comienzo de primavera en la Ciudad Rosa. Por lo tanto, estaba todavía más bien frío para mí que llegaba del trópico, pero todos tenían una sonrisa en esa magnífica plaza del Capitolio. Por “todos”, hay que entender los oriundos del lugar, tolosanos por lo tanto, pero también los bereberes, los griegos, los canacos, los cheroqui, los corsos, los etíopes, los polacos, los tanzanos, guatemaltecos, creoles, y yo qué sé cuántos más. 500 pueblos reunidos o en todo caso 500 lenguas representadas cada una por una pequeña delegación de estudiantes de la Universidad de Toulouse. Nunca la raíz de la palabra “universidad” fue tan merecedora de su nombre. El año llevaba el número 97. 1997.

La plaza del Capitolio estaba ocupada por el “Fórum de lenguas del mundo”, manifestación totalmente alucinante organizada anualmente por un personaje que era la mayor atracción, llamado Claude Sicre, animador y agitador social, occitanista, universalista, músico del grupo de rock occitano los “Fabulosos trovadores”, poeta y profeta de una humanidad regenerada por la fraternidad y la discusión permanente. Bajo pequeñas tiendas, cada país presentaba su lengua, su alfabeto, sus diccionarios, sus obras literarias, y otros.

Cuando había recibido la invitación de Claude Sicre, lo primero fue encogerme de hombros. Por qué hacer 7000 kilómetros para participar de una manifestación de ecumenismo lingüístico cuando mi lengua, el creole, era despreciada, pisoteada, por el poder de un estado que la prohibía, salvo en dosis homeopáticas, en escuelas, universidades, medios, etc. Una vez en el lugar, comprendí el sentido: esa exposición de lenguas en la plaza pública apuntaba en principio a contraponer dos integrismos lingüísticos: aquel, infame, del estado jacobino que hasta hoy se dedica a subestimar al occitano cuando este último ya no representa ningún peligro para la lengua de la República única e indivisible a saber el francés; el otro, patético, de los militantes del occitano, mis hermanos, que viendo morir a fuego lento su lengua se obstinaban en una defensa un poco agresiva de esta última. Detrás de sus aires de hippie sesentayochista, Sicre era alguien sutil. Realista también.
Alguien que inventó las comidas de barrio en la calle. Llegados los días lindos, en algunos barrios de Toulouse, los vecinos ponen mesas, de noche, en plena calle, aportan algo para comer y beber y fraternizan hasta muy tarde.

En resumen, me había decidido a ir porque el programa anunciaba una conferencia conjunta de Henri Meschonnic y yo mismo. Estaba tan halagado como inquieto a la vez. Inquieto de no estar a la altura de este formidable teórico que dedicó toda su vida a suprimir las barreras entre las humanidades y en especial a relacionarlas con la literatura. Pero también tenía curiosidad de encontrármelo en carne y hueso. Amaba su pluma polémica, comprendida en el seno de las más implacables demostraciones científicas, los garrotazos o las fórmulas asesinas dirigidas a sus (numerosos) adversarios y otros detractores. Sabía que Meschonnic era muy criticado en el seno de la comunidad universitaria y estaba por lo tanto muy aislado, por más eminente profesor de París VIII que fuera. No se altera sin consecuencias la teoría de la literatura, la lingüística, la traducción, los estudios bíblicos, incluso la antropología sin ofender a los que viven de eso, dicho de otro modo, a los pequeños maestros aferrados a sus pequeños doctorados gracias a los cuales han podido obtener sus prestigiosos pequeños puestos. O se debe revolucionar con cortesía, pidiendo disculpas al paso y pasándole el cepillo al que se le acaba de arruinar las certezas.

No era el estilo de Henri Meschonnic. Su estilo era la bronca, la patada en el culo a los soberanos clichés y la traza de genio respaldada por una erudición pasmosa.

Me dio la mano muy simplemente. Casi con afecto creo. Enarbolaba una sonrisita lejana que, con su cráneo calvo en el medio y sus dos enormes bolas de cabello blanco a los costados le daban un aire medio Einstein medio Charlie Chaplin.

De golpe me lanza: “creo saber que hablará de la traducción en contexto diglósico. Estaré muy feliz de escucharlo, yo que trabajé sólo en traducción entre lenguas prácticamente del mismo estatus”. Henri Meschonnic tenía la modestia de los grandes. De los grandes espíritus, quiero decir. Aquella de Pierre Bourdieu a quien tuve la suerte de frecuentar durante una semana en Seúl, en Corea del Sud, cuando el gobierno de ese país, entonces encabezado por Kim Dae-Jung, había invitado a quince intelectuales de diversos países del mundo (entre ellos el premio Nobel de literatura nigeriana Wole Soyinka) para discutir el rol de la literatura en esos tiempos de globalización. Sentado por pura casualidad a su lado, en un omnibus que nos conducía, a nosotros los congresistas, durante cuatro horas, a una ciudad del sur del país cuyo nombre no recuerdo, nunca pude lograr que Bourdieu hablara de él ni de su obra. A cada una de mis preguntas, decía: “¡Hábleme de Martinica! ¡Hábleme de lo que usted hace!”. No sabía que estaba gravemente enfermo. Tres meses después la prensa anunciaba su muerte. A los 71 años solamente. O también la de Michel Sevres cuando embolados como ratas muertas en un coloquio sobre la francofonía en Tokio, nos decidimos a caminar sin rumbo las calles para perdernos evidentemente en esa ciudad gigantesca y que tampoco pueda arrancarle una sola palabra sobre su obra . Insistió también en que hablara de la literatura antillana.

No siempre nos es dado codearse con los grandes espíritus. Apreciaba la suerte de poder hablar con Henri Meschonnic y sobre todo de escuchar su brillantísima conferencia, al aire libre, en la Plaza del Capitolio, delante de casi trescientas personas pendientes de sus labios. Es que él, el israelita, ha revolucionado la traducción de la Biblia cristiana. Hasta allí, los traductores al francés de esta última, es decir del Nuevo Testamento, hacían como si originalmente la Biblia hubiera sido escrita en griego o en latín. El original hebreo y arameo ha sido soberbiamente ignorado. Era necesario volver a la fuente, a las lenguas primeras y a su ritmo particular (otro concepto de Meschonnic) y traducir por lo tanto lo más cerca posible del hebreo antiguo. Pero hacía falta hacerlo respetando la poética del texto bíblico y no, como era la tradición, dando a leer una suerte de relato de aventuras de un denominado Jesús y sus discípulos. Traducir de este modo, en completa “opacidad” por tomar una idea preciada de Edouard Glissant, sólo podía desconcertar a los biblistas y traductólogos universitarios. Leer la nueva traducción de los “Cinco rollos” por Meschonnic es una experiencia turbadora. Es como escuchar el llamado del almuédano. Eso da casi envidia de creer en Dios.

Mientras que el público se afanaba en hacerle preguntas, Meschonnic le pidió a Sicre que aprovechando la volada pudiera hacer mi intervención. La idea de evocar una pequeña lengua de apenas tres siglos, chapuceada por colonos sanguinarios y esclavos alelados en un universo de violencia inusitada, el creole por lo tanto, me hacía temblar por dentro. Pero Meschonnic se encargó de introducirme diciendo: “He hablado de las más antiguas lenguas del mundo, el arameo y el hebreo; ahora nuestro amigo nos hablará de la más joven, el creole” Acababa de salvarme la ponencia. Se me escuchó con una atención casi igual a la suya y aproximándose la noche, respondimos juntos quichicientas mil preguntas sobre la diglosia, la traducción, el futuro de las lenguas, o incluso la función de la literatura. Y Meschonnic estuvo entre los interrogadores, prueba de que su interés en la nacida última de las lenguas no era pura cortesía hacia mí.

Requerido por sus actividades docentes, esa misma noche tomaba, lamentablemente, el tren hacia Paris. En el andén de la estación hasta donde quise acompañarlo, sacó del bolso una obra, “Poética de la traducción”, que justamente venía de publicar en ediciones Verdier. Con una bella letra, de las de antaño, hecha de trazos finos y gruesos, me hizo una dedicatoria, siempre con esa sonrisita enigmática que raramente llegaba a abandonar: “En homenaje a una fraternidad de espíritu y de alma. Nunca dejarse convencer.” Me llevó tiempo comprender esas palabras. Al menos la segunda frase.

Ahora que Henri Meschonnic no está más, supongo que quiere decir que mientras los argumentos del Otro no han sido adoptados, mientras no se los dio vuelta, no se los retomó, digirió, criticó, amasó para admitir que pueden ser ciertos, aceptarlos es pura pretensión. Pereza o complacencia intelectual. O macaquería como dice el creole.

El mundo intelectual está lleno de “macacos”. Meschonnic era, él, un hombre de pie. Espero que sobre su tumba se haya pensado salmodiar en voz alta su magnífica traducción del “Cantar de los cantares”.

(fuente: http://visexistendi.blogspot.com.ar/)

Comunicado de YoNoFui – Limando Rejas: Un paso más

Ayer la Sala III de la Cámara Federal de Apelaciones de La Plata hizo lugar a los amicus curiae presentados en favor de las chicas desalojadas por condenados e imputados por crímenes de lesa humanidad y dispuso que en 20 días los genocidas sean trasladados y se les restituya la Unidad 31 de la cárcel de Ezeiza a las mujeres desalojadas.

SE TERMINAN LOS PRIVILEGIOS PARA LOS IMPUTADOS Y CONDENADOS POR DELITOS DE LESA HUMANIDAD ALOJADOS EN LA CÁRCEL DE MUJERES

Avanzamos un paso más. En el día de ayer se dictó la resolución que obliga a desalojar de la Unidad 31 de Ezeiza -destinada a mujeres, embarazadas y madres con sus hijos-, a hombres imputados y condenados por delitos de lesa humanidad durante la última dictadura cívico-militar, que fueron trasladados allí hace casi un año y medio, expulsando violentamente a alrededor de 40 mujeres privadas de libertad.

El fallo, dictado por la Sala III de la Cámara Federal de Apelaciones de La Plata, que hizo lugar a un hábeas corpus interpuesto a favor de las mujeres detenidas y/o desalojadas de esa unidad dispone: «Dejar sin efecto la resolución 557/14 del Director del Servicio Penitenciario Federal y ordenarle que en el plazo de 20 días proceda a desalojar a los internos hombres trasladados allí en virtud de la mencionada resolución, debiendo reintegrar a sus antiguos alojamientos a las internas que fueran desplazadas». Dictada el 7 de mayo de 2014, dicha resolución provocó que fueran desalojadas decenas de mujeres de la Unidad 31, para que ocupen ese espacio casi 100 imputados y condenados por haber cometido delitos de lesa humanidad.

«De madrugada, fuimos levantadas a gritos y a empujones, 2 requisas por interna (…). Estuvimos hasta el mediodía dentro de los transportes sin ir al baño, sin desayunar, algunas internas apenas con ropa de abrigo suficiente o sin calzar. Fuimos inspeccionadas sin ningún tipo de respeto a nuestra dignidad. Muchas de nuestras pertenencias se extraviaron por el camino, sospechosamente las pertenencias con algún valor. Fuimos alojadas en condiciones inferiores a las que teníamos en la Unidad 31. Estuve una semana sin sábanas, toallas, ni cubiertos, comiendo con las manos y me contagié sarnilla humana (…), y hasta la fecha no he recuperado la totalidad de las actividades que realizaba». Así, describe una de las mujeres el violento traslado sufrido el 23 de mayo de 2014.

Ante aquellos hechos, fue casi inmediata la interposición de un hábeas corpus por parte de Alejandro Gutiérrez, detenido en la Unidad 2 de Villa Devoto, en solidaridad con las mujeres violentadas, exigiendo la urgente intervención de la justicia. Fue así que distintas organizaciones, entre ellas YoNoFui y Limando Rejas, y más de 750 personas preocupadas por la grave situación, manifestamos argumentos de hecho y derecho en su favor ante la Casación Penal. Simultáneamente, se presentaron solicitudes para que no fueran desalojadas de la Unidad 31 las pocas mujeres que aún permanecían allí.

La Sala II de la Cámara Federal de Casación Penal anuló lo que habían dispuesto hasta ese momento las instancias anteriores, apartó al juez que intervino y ordenó que se volviera a iniciar el trámite, por considerar que habían existido vicios en el procedimeinto del hábeas corpus. Sin embargo, el nuevo juez interviniente rechazó el hábeas corpus interpuesto, por considerar que las condiciones de detención de las mujeres no se encontraban agravadas. Dicha decisión fue recurrida por la Procuración Penitenciaria de la Nación y la Defensoría General de la Nación en representación de las mujeres afectadas. Desde YoNoFui y Limando Rejas volvimos a presentar un amicus curiaereafirmando los argumentos y trasmitiendo las voces de las mujeres perjudicadas, quienes no tuvieron oportunidad de declarar en el marco del proceso.

Si bien resta esperar a que la decisión quede firme, celebramos que se reconozca que se han violado los derechos de las mujeres y niñxs alojados en la Unidad 31, y de aquellas que fueran trasladadas.

BASTA DE VIOLENCIA INSTITUCIONAL A LAS MUJERES PRIVADAS DE LIBERTAD.

BASTA DE PRIVILEGIOS A LOS GENOCIDAS.

IGUALDAD DE DERECHOS PARA TODXS LXS PRIVADXS DE LIBERTAD.
Limando Rejas – YoNoFui
https://www.facebook.com/yonofuiong/posts/549561425209319

Salió Campo Grupal de Octubre (Nº 182)

Sumario:
De las resistencias colectivas a la invención política
– Odisea 2001
Por Diego Sztulwark
Ficciones verdaderas de una escuela y sus formas de vida
-Trabajo, autogestión y territorio
Por Diego Picotto, Sergio Lesbegueris
Influencia de la literatura cervantina en la obra freudiana
-Los caminos imprevisibles de El Quijote
Por Maite Fernández Soriano
Compartir un decir dedicado a los humanos
-En-sayo del fuego
Por Carolina Diez, Ricardo Klein
De luces, cámaras y selfies
-Escribir con luz
Por Romina Cimolai
-¿Qué es el arte terapia?
Por Estela Marina Garber
-Pedagogía del contagio
Por Adrian Quinteros
-Algo huele mal en mi duermevela
Por Juan Disante
-Desaparecí
Por Maitena Barboza
SECCIONES
Taller de escritura
-Una cuestión de estilo
Por Luis Gruss
Desde el patio
-Embarrar la cancha
Por Teresa Punta
-Tránsitos
Por Patricia Mercado
-Corpografías
Por Carlos Trosman
-Días y flores
Por Carolina Wajnerman
-Gotitas de cinedrama
Por Yuyo Bello
-Agenda de actividades
………………………………….

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Scioli y la campaña del desierto

por Tali Goldman
– ¿A dónde va señorita?
– Al piso tres
No hace falta decir más, ni preguntar a quién se viene a ver. Del piso tres entra y sale gente sin parar, desde muy temprano a la mañana hasta entrada la noche. En el edificio lindante al Banco Provincia, en la calle San Martín, en pleno centro porteño, está la Secretaría de Comunicación del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires. O para decirlo de otro modo y sin formalismos: desde el piso tres se diseña la campaña a presidente de Daniel Osvaldo Scioli, DOS.
El ascensor se abre y el vidrio es naranja. «Acordate de mandarme las cosas por mail y fijate el tema de los videos», «Sí, Daniel se va a San Juan», «Mandá esto a los medios nacionales», «Hola qué tal, pasá por esa oficina, ahí te esperan», “¿café o té?”, «No, Daniel no le va a responder», «Sí, mañana inauguramos una nueva policía local», «Vení que te llevo a recorrer las oficinas», «Ya mandé ese comunicado temprano, que nadie más salga a hablar del tema», «Suban a Twitter la foto que se sacó Daniel hace un rato».
El encargado de hacer el city tour por el piso tres es Jorge Telerman, el vocero del gobierno y coordinador de la campaña. Todos están a diez mil por segundo. Hay varias oficinas: algunas, con mesa grandes para reuniones, otras más chicas con escritorio. La vedette de las salas es una suerte de loft, vidriado con un plot naranja con la cara gigante de Daniel Scioli y la insignia “Presidente”. Seis televisores de pantalla plana transmiten un menjunje de programas, desde Intrusos hasta el noticiero. Diez mesas rectangulares divididas por secciones: auditorías de medios, monitoreos, productores de discursos, análisis de medios, diarios del interior, diarios nacionales, redes sociales, radios nacionales, radios del interior. No hay casi ningún flanco que el equipo naranja -alrededor de 50 personas- no abarque en materia de comunicación y difusión.
La cabeza de este equipo es un triunvirato: Telerman, Carlos Gianella -a cargo de la comunicación de la gestión- y Juan Courel -secretario de Comunicación Pública-. Los últimos dos trabajan con el gobernador hace más de diez años. Ya no se distingue si la onda Scioli se les pegó por ósmosis o están bien entrenados, pero las respuestas on the record son en la línea de la fe, el deporte, la esperanza y el optimismo.
Todos los lunes a las 10 de la mañana, Daniel Scioli se reúne en el cuarto piso donde funciona la Fundación DAR (Desarrollo Argentino), una especie de think tank naranja comandado por el hermano del gobernador, Pepe Scioli -otrora mano derecha de Francisco De Narváez-, que tiene como objetivo “elaborar una visión de país que exprese la voluntad de las economías regionales, de los centros de investigación provinciales” y se define a sí misma como “una usina de pensamiento dedicada a escuchar a los distintos sectores políticos sociales gremiales y económicos y académicos para elaborar una propuesta integral”. En criollo, es la herramienta del sciolismo para negociar y armar acuerdos con los gobernadores e intendentes. Lo cierto es que allí DOS reúne a su tropa de la Mesa Nacional de Campaña, coordinada por su jefe de gabinete, Alberto Pérez, a la que acuden sus ministros, sus voceros, los coordinadores de la campaña, referentes sindicales, de la juventud, y, algunas veces, invitados especiales, como el director de la consultora Poliarquía, Fabián Perechodnik o su gurú internacional, James Carville. En esos mitines, Scioli suele gritar (fuerte). Allí se reparten las directivas y las estrategias para la semana: quiénes y cómo salen a responder, se repasa la agenda y se lavan los trapitos sucios. Otro de los recursos naranjas para la campaña es la “caja de mensajes”, un envío diario por mail a los voceros de los ministros y a los mandamases de la comunicación para unificar el discurso.
títulos no, besos sí
Rompe el hielo Jorge Telerman: «Este es el espacio de convergencia de la comunicación, entre aquellas líneas discursivas del gobierno que se fusionan con las estrategias discursivas de la campaña. En este caso y además porque Daniel lo ha decidido, nunca van a ser divergentes. Básicamente es el mismo pero es necesario coordinarlo, unificar discursos, poner énfasis, generar reflexiones, controles de daño, qué hacen los otros, los insumos que necesitan los medios, los insumos que creemos que necesitan los medios y que se emitan. Pero es claro que su construcción como personaje de candidato a presidente es una construcción muy propia”. Gianella redobla la apuesta: “Scioli define primero la política que la comunicación. La comunicación es un elemento táctico. Desde acá todo el tiempo se está bajando una directiva. ´Somos esto, no nos tentemos´: Sos parte de un colectivo que tiene una conducción y estás en un proyecto político, el peronismo. Obviamente que si te preguntan si te gusta el azul o el verde podés responder. Pero en términos de la provincia o del país, tenemos una idea. Y eso sale de acá».
“Scioli no delega la comunicación porque no delega el vínculo con la gente”, dispara Courel con una frase casi hecha que tiene cierta reminiscencia a 1997 cuando Carlos Menem lo postuló como candidato a diputado nacional del peronismo por Capital Federal. Así lo cuentan los periodistas Pablo Ibáñez y Walter Schmidt en el libro Scioli Secreto. En una conversación con el otrora presidente, el deportista devenido en candidato lo espetó: “Carlos, yo no entiendo nada de esto ¿Qué tengo que hacer?”. Menem le respondió con una frase que el ex motonauta todavía atesora: “Nada, vos mirá a la gente a los ojos y les das un beso. Sé vos, no te quieras hacer el político. Vos sos un personaje conocido, a cada uno que se te acerca lo mirás a los ojos y lo saludás. A las mujeres les hacés un mimo y listo. Vos repartí besos, cada beso es un voto”.
Todos lo reconocen: Scioli no tira títulos ni bombas mediáticas por decisión. Está planificado. Con fe, con deporte, con esperanza, con optimismo, es parte de una estrategia que todos tienen que seguir a rajatabla. “Él especialmente no tira un título y nosotros no tiramos títulos. ¿Por qué? Porque entendemos lo importante que es cuidar esa forma de hacer política”, se escuda Courel. Y agrega Telerman: “No le queremos hacer el trabajo al periodista. Hacemos el ejercicio de no tentarnos con los efectos que pueda producir una declaración explosiva y rimbombante”. El ejemplo más claro fue la entrevista que le concedió al periodista Joaquín Morales Solá para La Nación, el 3 de mayo. El editorialista buscó durante treinta minutos sacarle una declaración rotunda al gobernador. Sin embargo, fue el entrevistado quién logró sacarle una frase polémica al periodista. “-¿Usted le cree al Indec?”, pregunta Morales Solá. “Ha evolucionado, porque ha sido supervisado por los técnicos del Fondo Monetario Internacional”, responde DOS. “Un poquito…”, acota el periodista. “Ha evolucionado. ¡Qué bueno! Mirá lo que logré en esta nota: que Joaquín Morales Solá reconozca que ha evolucionado el Indec. Yo le saqué un título a usted, no usted a mí”.
Es cierto que Daniel construyó su propio personaje político sin Duranes Barbas por detrás, aunque por supuesto tuvo y tiene colaboradores claves. Su marketing está armado a partir de algunos aspectos de su vida, esos que lo levantan en las encuestas y logran generar empatía con ciertos sectores de la sociedad. Por un lado, armó su propio cliché con su transformación de motonauta exitoso que merodeaba en el jet set local e internacional -sobre todo el de los grandes dandis italianos, compartido con Mauricio Macri- en político, que casi pierde su vida y que salió a flote. «Los atributos que la sociedad le reconoce a Daniel como gobernador o candidato son los mismos que le reconoce en su vida personal», explica Telerman. Por el otro: Karina Rabolini. Pese a que ella se encarga de decir que “es la esposa de”, la ex modelo convertida en exitosa empresaria es protagonista de la campaña. Sus videos comprándose corpiños en las calles de Jujuy, bailando un tango con el rey de la carne Alberto Samid, mostrando cómo se hace ella misma en tres pasos su magnífico recogido, o llorando en televisión abierta cuando se enteró, o fingió enterarse, de que Florencio Randazzo se había reído de la discapacidad de su marido son furor en las redes sociales. «Su vida privada siempre fue pública. Karina no dejó su actividad privada cuando Scioli tomó responsabilidades. Lo acompaña pero sigue siendo una mujer independiente. Todo eso es genuino. Daniel no es un candidato de laboratorio», sostiene Courel.
Los almuerzos y cenas en su casa de Villa La Ñata, en esa localidad del municipio de Tigre, son también un emblema sciolista. Los Pimpinela, Cacho Castaña, Ricardo Montaner, Nacha Guevara, y otros tantos personajes de la farándula local se mezclan con políticos, empresarios y futbolistas, a quienes el candidato a presidente disfruta tanto de reunir. Hasta participaron Néstor y Cristina, la misma noche en la que Kirchner se consagró como presidente, cuando Menem anunció que se bajaba de la segunda vuelta. Ibáñez y Schmidt relatan la fenomenal anécdota: “Esa noche, Néstor y Cristina tuvieron la primera y real aproximación al mundo de Scioli. En la cena organizada en el barroco quincho del vice casi no había políticos y abundaban las figuras del espectáculo. Estaban Patricia Miccio, los Pimpinela, Teresa Garbesi y Mora Furtado, y los empresarios, como Daniel Garbarino y Fito Cuiña, de la cadena Rodó. Tras los saludos y las fotos de rigor, los Kirchner se ubicaron en una de las cabeceras de la mesa ancha, cuchicheando. Al lado de Cristina se sentó Teresa Garbesi, ex modelo, que trató de hablar con la flamante primera dama sobre la moda. Los Kirchner apenas podían camuflar la incomodidad. Cuando llegó (Alberto) Fernández. Cristina lo llamó con un gesto. ´Alberto, ¿adónde nos trajiste´”.
desensillando la batalla cultural
«¿Que a quién escucha Scioli? Y… a Pimpinella», dice Telerman, «a veces alterna con Montaner», remata Gianella y todos se funden en un ataque de risa. Fuera de los chistes, Alberto Pérez, a su lado desde hace más de veinte años y ahora su jefe de gabinete, es su principal interlocutor en materia política. Hoy también ocupa el rol más importante: es su jefe de campaña. La palabra de Alberto es la palabra de Daniel, y viceversa. Quienes conocen de cerca el mundo Scioli sostienen que otro de sus oráculos suele ser Carlos Corach, el ex ministro del interior de Carlos Menem, aunque no cotidianamente.
En materia económica, Miguel Bein y Mario Blejer son sus referentes. El primero fue viceministro de economía de Fernando De La Rúa. El segundo es el más ortodoxo de los dos. Fue asesor del Fondo Monetario Internacional, vicepresidente del Banco Central en plena crisis de 2001 y renombrado presidente de la misma entidad por Duhalde, un año después. Todos coinciden en que es un hombre muy cercano al lobby financiero estadounidense. El equipo económico se completa con Silvina Batakis, su ministra bonaerense; Miguel Peirano, ex ministro de economía de corte industrialista; Rafael Perelmiter, uno de los grandes consejeros de Scioli, y Alejandro Vanoli, el presidente del Banco Central.
En el final de la campaña, la economía pasó a ser un eje fundamental en el team de Scioli. Hace algunas semanas, en las reuniones de mesa chica, Alberto Pérez fue claro: “En este tramo de la campaña hay que dar más definiciones económicas. Lo simbólico quedó en la etapa pasada”. Por caso, ya no se habla más de los nuevos ministerios que Scioli dice que creará si llega al poder, cada vez los actos en los que el candidato participa del egreso de alguna camada de la policía local bonaerense se espaciaron y no se muestra tanto con Alejandro Granados, el ministro de seguridad. Ahora son los gobernadores del PJ y el equipo económico los que están en la primera línea de los flashes. Así como la semana pasada anunció con bombos y platillos que de ocupar el Sillón de Rivadavia devolvería el IVA a los jubilados, desde el equipo de campaña aseguran que de acá hasta el 25 de octubre, habrá anuncios económicos al menos una vez por semana.
También hubo un giro en la política internacional. Ya había sorprendido a propios y ajenos cuando aterrizó en julio en La Habana y fundido en un abrazo con el presidente Raúl Castro -quien se comprometió a estar en su eventual asunción- le manifestó su “admiración” por “haber defendido con dignidad al pueblo cubano y sus ideales”. Pero no sólo eso. Por primera vez Scioli se animó a hablar del “compañero Hugo Chávez”, un personaje central para el kirchnerismo y estigmatizado por el establishment. Según el run run, en 2012 tras la elección en el país caribeño, el gobernador de la provincia habría llamado al otrora rival de Chávez, Enrique Capriles, para manifestarle su apoyo. Algunos lo niegan, otros aseguran que es verdad. Lo cierto es que Scioli nunca se había manifestado públicamente a favor de “la patria grande” y la “unidad latinoamericana”. Ahora se sumaron las fotos con Lula, Evo y próximamente el álbum de figuritas se completará con Correa. Detrás de esta estrategia está Rafael Follonier, quien fuera el “coordinador de asuntos técnicos de la Unidad Presidencial” pero que funcionó, desde el primer día del gobierno de Néstor Kirchner, como un canciller en las sombras. Fue quien le dio las llaves al ex presidente para acceder a la presidencia de la Unasur. Amigo íntimo de Hugo Chávez, Pepe Mujica y Rafael Correa, Follonier se convirtió en el tesoro de Scioli para ostentar continuidad en las políticas internacionales.
Ernesto Savaglio es otro personaje clave en el mundo de Scioli. Es el hombre de la publicidad, el responsable del color naranja y, sobre todo, de los spots y slogans de campaña. Es también quien le dio forma a la “kirchnerización” de DOS y acuñó el “Scioli para la Victoria”, su última creación, con yapa: le sugirió a Daniel que deje de lado el traje y apueste por un look más casual. Algo que dé más jovial, como Massa y Macri.
Al grupo de los gurúes hay que agregar a James Carville, el consultor estadounidense artífice de la campaña de Bill Clinton y hombre que estampó el término “es la economía, estúpido”. A él llegó a través de sus empresarios amigos, Eduardo Eurnekián y Gerardo Wertein. Según los periodistas Ibáñez y Shmidt, el yanqui le dio este consejo: “El mensaje es uno, siempre el mismo, cambian algunos detalles pero siempre se dice lo mismo”.
Scioli es un fenómeno que a muchos les cuesta comprender y explicar. Un candidato que no es la expresión del militante kirchnerista, no pronuncia grandes discursos y no acuña frases memorables. “No hay kingmaker en Daniel y eso es muy evidente”, dice Telerman. Según sus protagonistas, la campaña muestra a DOS tal cual es, su motor es la autenticidad. Nadie podrá decir que él no avisó.

(fuente: www.revistacrisis.com.ar)

¿Foucault neoliberal?

por Verónica Gago

Seguramente los últimos cursos de Michel Foucault dictados en el Collège de France seguirán siendo una cantera de interpretaciones, citas, apropiaciones y controversias. La última lección de Foucault. Sobre el neoliberalismo, la teoría y la política, del filósofo francés Geoffroy de Lagasnerie (FCE, 2015), a pesar de su título pretencioso, es lo que podría llamarse un texto neumático: intenta ser provocador pero no tiene nada de revulsivo, ansía ser liviano y apenas logra no ser banal. Sin embargo, brilla por su conservadurismo.
De Lagasnerie empieza ironizando a quienes sostienen que Foucault se habría fascinado con el neoliberalismo a punto de –especialmente con su curso “más polémico” El nacimiento de la biopolítica– generar la siguiente pregunta: “¿no estaba Foucault, al final de su vida, convirtiéndose en liberal? (…) ¿no habría que rendirse a la evidencia de que el autor de Vigilar y castigar, ese personaje central, no obstante, de la izquierda radical posterior a mayo del 68, estaba, en vísperas de su muerte, a punto de acabar mal y derechizarse, como pasaría, por otra parte, con muchos de sus discípulos de la época?”.
Por suerte de Lagasnerie dice que no. Nos tranquiliza advirtiendo que Foucault no derrapó. Argumenta que lo que hace Foucault –incluso como modo de explicar estas sospechas que se ciernen sobre él- es una pirueta más audaz: consiste en “haber hecho volar en pedazos la barrera simbólica levantada por la izquierda intelectual, en especial la que se presenta como radical, contra la tradición neoliberal”. De este modo, el libro –unos catorce capítulos de títulos atractivos y de no más de cuatro páginas cada uno– va mostrando su verdadera argumentación: un uso de Foucault para cincelar un elogio sin dobleces a la teoría de Friedrich Hayek en primer lugar, y al economista Gary Becker siguiendo. En este sentido, como escribió Guillaume Boccara en una crítica para la revista “Nuevo Mundo. Nuevos Mundos”: “De hecho, Geoffroy de Lagasnerie se transforma en lector no de la última lección de Michel Foucault, sino de la primer lección de Friedrich Hayek”.
Foucault es presentado como un escéptico: la crítica de los “universales” se traduce para este filósofo en no adherir, como sostienen “los neoliberales”, a la “actitud consistente en otorgar un poder desmesurado al pensamiento”. De Lagasnerie cree así acabar con el “mito” del filósofo activista y de izquierda que circula en Francia y Estados Unidos. Pero claro que resalta que hay una ética neoliberal: es una que se opone al orden y “propone liberar a la teoría y a la filosofía políticas de las pulsiones autoritarias que las atraviesan y que son una visión unificadora y monista de la sociedad construida por ellas”. La filosofía neoliberal, afín naturalmente a las categorías de “heterogeneidad”, “inmanencia” y “pluralidad”, desemboca en una frase de Lagasnerie que deja mucho que desear: “No me parece falso decir que Foucault percibió el neoliberalismo como una de las encarnaciones contemporáneas de la tradición crítica”.

Aprovechando el carácter corrosivo de la invectiva foucaultiana, su exigencia anti-moralizadora a la hora de detectar la “singularidad” del neoliberalismo y su complejización de nociones como estado y mercado, este filósofo no hace más que elogiarlo como un deconstruccionismo sencillo (de la totalidad, de la homogeneidad, del derecho) y de naturalizarlo como un “programa de percepción”. El modo en que toda la dimensión problemática, genealógica y subversiva vinculada a las contra-conductas y a los modos del poder que Foucault involucra para hablar del nacimiento del neoliberalismo es desconocida y desconectada de su funcionamiento axiomático. Bajo este movimiento es que concluye hablando del neoliberalismo de modo risueño como un “dispositivo experimental” y como “el arte de no ser tan gobernado”. La fórmula remata de modo antropológico, con igual sencillez: el homo oeconomicus se revela como el verdadero “ser ingobernable”. Leyendo a de Lagasnerie se puede llegar a creer que la palabra emancipación se la debemos al neoliberalismo.

Clinämen: Contra el mercado inmobiliario como fuerza “impersonal” de exclusión urbana


Conversamos con Mara y Álvaro de Kilombo Intergaláctico, colectivo autónomo de carolina del Norte, Estados Unidos. El mercado inmobiliario como máquina de exclusión. La expulsión de las comunidades latinas y afrodescendientes de los centros de las ciudades. El dinero si valor y el sistema de la deuda. Llenar de kilombos las ciudades. 

www.ciudadclinamen.blogspot.com.ar

España y el cierre de la “nueva política”

Del sindicalismo social de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) al problema de la verticalidad de las luchas *
por Lotta Tenhunen y Raúl Sánchez Cedillo

Con los resultados de las elecciones municipales del 24 de mayo de 2015, el 24M, se cerró en España –y en  Europa, desde donde oímos inmediatamente el eco de la alegría de las otras fuerzas contra la austeridad– una nueva etapa histórica de la tentativamente llamada nueva política. Si la primera fue la gran explosión imprevista de Podemos, su ascenso veloz en y tras las europeas del año pasado, esta vez seguramente se trata de una cuyo valor diferenciador es el proceso largo de experimentación política: la pluralidad y radicalidad democrática que acuñan el éxito municipal. Esta pequeña victoria no tan pequeña es un golpe mortal al bipartidismo español, pero no solo eso. También se presenta como una pregunta abierta hacia el proceso constituyente en curso, ya que plantea un claro desafío en relación a la construcción  de una “autonomía de lo político” por parte de Podemos, cuyos resultados en las elecciones a los parlamentos autonómicos no estuvieron a la altura de las expectativas, ni de las pretensiones de la actual dirección de Podemos.
Dicho esto, en el plano electoral los resultados municipales de la nueva política son frágiles. Ninguna capital de provincia se ha ganado por mayoría absoluta. En el sentido territorial estatal hay mucha disparidad cuantitativa entre los municipios, y desde luego la falta de coordinación en red entre los mismos dificultan cualquier estrategia compartida. La urgencia de una confluencia hacia las elecciones generales del otoño conlleva el reto de situar las coyunturas municipales en el mismo plano para potenciar la acción en red de los nuevos Ayuntamientos rebeldes.
En el sentido temporal se da, pues, un dilema sobre la continuidad del proceso y la forma de organización más allá de las elecciones. El primer ataque de la derecha en la capital, un 15M inverso, un verdadero Blitzkrieg mediático contra Ahora Madrid, pone de manifiesto dos cosas de cierta importancia: la brecha entre el tiempo de la política representativa contra el tiempo de los movimientos y la falta de una red de organización territorial capaz de defender un gobierno imposible. E imposible será, creemos, por si solo, sin contar con un ensamblaje más amplio que el de las propias plataformas de confluencia. El “mandar obedeciendo” zapatista, un lema repetido en estos meses, se convierte inmediatamente en una frase vacía si cesa la existencia del sujeto a la que tienen que obedecer los agentes del asalto institucional: el poder constituyente. Puede sin duda convertirse en el lema elegido por la nueva alcaldesa madrileña, la ex-jueza Manuela Carmena, el “gobernar escuchando”, pero si escuchar no implica comprometerse, se rompe el nexo principal del ensamblaje subversivo, se rompe el proceso constituyente y se vuelve al plano de una regeneración de las élites.
¿Qué hacer, pues, para que esto no pase? ¿Cómo garantizar la continuidad del movimiento y por ende la salud democrática de la nueva política? Ésta se gesta en la denuncia del 15M de la crisis de la representación y a partir de ahí empuja hacia la creación de otras estructuras de organización para las grandes mayorías, distintas del Estado nación y de la forma partido. No obstante, está por definir e inventar en su mayor parte. Cuando el incipiente movimiento municipalista entra en el tablero de juego del Estado y asume la forma partido, no hay manera de seguir avanzando en la creación de la nueva política sin las luchas vivas de la ciudad. Con ellas tendrán que renovar continuamente sus mandatos los nuevos ayuntamientos – y aspirar a destruir toda relación de representación para crear una relación de delegación desde abajo, abriendo así hacia la radicalización democrática, evitando a toda costa la pérdida de la agencia de los movimientos sociales y de la ciudadanía politizada en el 15M. Se trata, pues, de construir una estructura viva y procesual de verticalidad democrática que pueda ser habitada por el ecosistema social y político de los años posteriores a la revuelta 15M. Más allá de los dispositivos de revocabilidad, esto requiere una rigurosa profundización en las relaciones constituyentes encaminada a dar primacía, frente a los expertos políticos y económicos, a la voz de los y las afectadas por la gran variedad de los programas neoliberales. La Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) es el ejemplo actual más potente de una producción incansable de modos de enunciación desde y sobre aquella realidad, y un nido de construcción de poder de los y las de abajo. Creemos que la coyuntura llama a todos los nuevos Ayuntamientos a dotarle del máximo protagonismo, fortaleciendo de esta suerte las relaciones de contrapoder capaces de garantizar la reproducción del poder constituyente y la radicalidad de la nueva verticalidad.
Esto es lo que nos anima a escribir desde un paradero momentáneo del asalto institucional mientras caen las injurias del viejo régimen sobre Ahora Madrid. En la PAH es palpable el ánimo de seguir empujando y desde los primeros días se ve un fuerte deseo de tener un rol fundamental en el proceso. Compartimos estas notas sobre la actual situación considerando a la PAH como un componente fundamental ante el reto de mantener abierta la ruptura, ofreciendo algunos prototipos creados en el despliegue de su trabajo con la esperanza de que sean útiles, hoy o mañana, en las luchas extendidas por todo el continente europeo y más allá.
Preliminares sobre el sindicalismo social
No obstante, antes de abordar el caso de la PAH, conviene hacer algunas consideraciones generales sobre el sindicalismo social a partir de las experiencias desarrolladas en España en la presente década.
En primer lugar, si nos aproximamos al sindicalismo social como a una extensión o un dominio ampliado respecto al sindicalismo del contrato de trabajo, o en todo caso como un ámbito diferenciado, tenemos que constatar que en el caso español la reforma laboral de febrero de 2012, primer acto legislativo importante del gobierno de Mariano Rajoy, asocia las políticas de austeridad a un estado de excepción en las relaciones laborales que pone fin a los contrapoderes jurídicos de defensa de la fuerza de trabajo, inscritos en el Estatuto de los trabajadores de 1980/1985, en cuestiones como la negociación colectiva o el despido libre[1]. El sindicalismo confederal de Estado, representado por Comisiones Obreras (CCOO) y la Unión General de Trabajadores (UGT) y estructuralmente dependiente de las ayudas discrecionales de los gobiernos, ha visto así el fin de su parábola histórica. Hay una fuerte resonancia entre esta reforma del Estatuto de los trabajadores y la reforma del artículo 135 de la Constitucional española, que fija constitucionalmente el techo de endeudamiento público conforme a las indicaciones del Pacto fiscal europeo, llevada a cabo por el aún gobernante PSOE y el PP y con urgencia y alevosía en agosto de 2011. Si pensamos en la PAH como en la figura central del sindicalismo social, vemos que esa situación de completa vulnerabilidad ha sido una situación de partida, empezando por las características del derecho hipotecario español, que establecen la devolución completa de la deuda hipotecaria más los intereses de demora y no reconocen la dación en pago del inmueble.
De esta suerte, costaría mucho entender la potencia desplegada por la PAH en estos años si nos atenemos únicamente a las condiciones jurídicas negativas en las que se ha movido la situación de las personas desahuciadas. Solo podemos entenderlo si partimos de que tanto la PAH como el sindicalismo social en tanto que prototipo presuponen una acumulación ontológica de subjetividad inscrita en la ecología de los procesos de la metrópolis. Dicho de otra manera, aunque la trayectoria de la PAH comienza unos años antes, solo cabe entenderla a partir de su sinergia y su hibridación con los modos de hacer del 15M.
Si quisiéramos generalizar, habría que afirmar que el sindicalismo social consiste en el «aprovechamiento» de lo que, sirviéndonos de las categorías de Pigou, podríamos llamar las externalidades positivas de la producción del común: condiciones y dispositivos afectivos y emotivos; invenciones lingüísticas; prácticas y máquinas tecnopolíticas. Pero no se trata de un aprovechamiento cualquiera, esto es, es preciso cualificar ética y ontológicamente esa acción colectiva. Tal vez se entienda mejor si afirmamos que el sindicalismo social no es una mera agencia de afectados por políticas públicas o actores privados, sino que presupone una dimensión laboral genérica (explotada) de la ciudadanía, entendiendo esta con arreglo a una determinación abierta y ambivalente entre la abstracción cerrada de la definición del individualismo posesivo y la caracterización histórica y política de la misma en función de las luchas democráticas que la redefinen en un campo de tensores éticos y políticos.
En su práctica, y este es un rasgo distintivo respecto al sindicalismo del contrato de trabajo, el sindicalismo social recompone la fuerza de trabajo «desde fuera» del mundo de la empresa o, dicho de otra manera, «desde dentro» de la cooperación social extralaboral. En este sentido, el sindicalismo social parte de los procesos de producción de subjetividad (de clase y empoderamiento de los subalternos) como un previo y no como un resultado final.
La capacidad de afectar y ser afectados como figura original de la hegemonía social y política
Para que puedan proliferar procesos de este tipo, nos aconseja Montserrat Galcerán, una de las recién electas concejalas madrileñas y compañera de la Fundación de los Comunes, tienen que primar “el cuidado de la diversidad, la búsqueda activa del consenso y la identificación de los disensos para que puedan trabajarse y resolverse”. Galcerán describe a Ganemos, la plataforma de confluencia de base que luego acepta ir a las municipales junto a Podemos, como un “conjunto de dispositivos en red, organizados en torno a grupos de trabajo y plenarios”, donde “la coordinadora está integrada por delegados de los diferentes grupos de trabajo pero sus sesiones son abiertas”. Esto permite la apertura, permite que “la capacidad de decisión circula de un modo mucho más horizontal y no se concentra en una cúpula cuyas decisiones sean vinculantes.” Así se crea una nueva institucionalidad que merezca ser parte del nombre de una revolución democrática: un proceso de un devenir revolucionario de la sociedad. Un llamamiento a tomar de las riendas de la propia vida junto a otros, con el objetivo de ganar la libertad de decidirlo todo. En el camino hacia las elecciones generales de diciembre de este año es de una importancia fundamental que estos procesos de empoderamiento se intensifiquen y amplíen, sin temer al conflicto, sino habitándolo. El miedo a la apertura entrega las armas del pensamiento colectivo y novedoso al enemigo, hace cesar la búsqueda de un compromiso extendido con lo colectivo. Así no pueden borrarse las huellas que marcan el cuerpo del individuo–consumidor aislado, sin cuya mutación no se puede avanzar. No es posible ni empezar a ganar sin que los procesos cuenten con este plano de producción de subjetividad.
En la misma línea, la PAH tampoco sería posible si no fuera por un proceso continuo de revuelta subjetiva experimentada y promovida por las decenas de miles de personas que han pasado por sus asambleas. Fundamentalmente, se trata de un espacio donde se trabaja para crear confianza en nosotros mismos y en los demás, siendo la confianza una de las cualidades humanas gracias a cuya destrucción se mueven las cadenas de la fábrica del hombre endeudado descrito por Maurizio Lazzarato. También es un espacio donde el pensamiento no es sólo representativo, sino también afectivo, como hemos aprendido de Spinoza. Un espacio para la tentativa de mitigar las pasiones tristes, pero no reprimiéndolas, sino dejándolas salir. La primera pequeña victoria consiste, pues, en abordar el reto de ponerlas en común para caminar juntos hacia la construcción de otras más alegres. En este camino se encuentra en práctica el significado del conatus spinoziano, “lo que da fuerza para existir y perseverar en el deseo para seguir”, como dice Verónica Gago. Porque, ¿qué otra cosa es la PAH sino una continua variación sobre el tema de “emprender, arreglárselas, salvarse, salir adelante, sobrevivir, progresar y, para todo ello, conquistar espacios y tiempos en condiciones de expulsión y desposesión”? La micropolítica de los afectos de la PAH apoya y expande la capacidad del conatus como el motor de una economía popular, donde las estrategias vitales de cada persona y familia escapan de lo estrictamente individual: aporta un proceso de aprendizaje sobre lo común que multiplica la capacidad de acción de sus miembros. Para que esto sea posible, primero hay que aceptar un punto de partida no solo de pluralidad, sino también de desigualdad en los recursos de todo tipo, desde los materiales hasta los que conciernen a la toma de palabra y la visibilidad en el espacio. Partiendo de ahí se empiezan a plantear nuevos marcos de lo visible, lo enunciable y lo factible para desplazar el equilibrio de los posibles y la distribución de las capacidades. El éxito de este intento depende de que sea la acción misma y no sus efectos futuros que transforme.
La principal herramienta de la transformación en la PAH es el asesoramiento colectivo. Ahí es donde se aprende a poner en común los saberes cotidianos para construir conocimiento situado frente a los discursos expertos y para dar lugar al empoderamiento. Aquí el objetivo emancipatorio del desarrollo de las capacidades de cualquiera depende completamente de la capacidad colectiva del grupo de 1) partir de la diferencia para 2) construir y reconstruir un principio mínimo, siempre pragmático, de apoyo mutuo. Así se aprende la virtud democrática de ponerse en la piel del otro. Y mientras es fácil ver cómo hay líneas repetidas de aprendizaje que surgen de la combinación potente de la desobediencia civil pacífica por un lado, y de las prácticas afectivas de cuidados inclusivos por otro, sería simplificador afirmar que en la PAH los activistas aprenden de los afectados y viceversa. Se trata de una colaboración entre singularidades múltiples: la heterogeneidad de la composición abre camino al pluralismo, enseña algo para cada cual, pero principalmente enseña a todos la negociación de las identidades adquiridas (sean éstas políticas o sociales), sensibilidad micropolítica, pérdida de miedo frente a lo diferente y trabajo desde/en el conflicto. Y así de paso se van creando prototipos de acción colectiva imprescindibles para la organización política en las condiciones de la hipersegmentación neoliberal.
El asesoramiento colectivo está siempre al borde del caos. Siempre está a puntito de dejar de funcionar por la multiplicidad desbordante, y siempre necesita ser rescatada por sus integrantes para cada momento específico. Es un espacio fluído donde se empieza siempre de alguna manera desde una cacofonía y se termina con una imposibilidad de cualquier síntesis definitiva. A veces, es cierto, este fluidez del espacio principal de la acción colectiva deja en la penumbra el debate estratégico a medio y largo plazo. Son los congresos estatales, realizados cada cuatro meses, los que ofrecen la mínima oportunidad de verse entre los nodos de la extensa red de más de 230 plataformas. Aquí cabe, pues, insistir en el hacer tecnopolítico de la PAH como algo imprescindible para la continuidad mínima del debate estratégico, de la toma de decisiones no presencial, y en las campañas de presión virales y a pie de calle coordinadas en red. También hay un lado positivo en la fluidez del espacio principal presencial: la bajísima cantidad de conflictos ideológicos dentro del movimiento. A la luz de la experiencia de la PAH no es difícil confirmar la hipótesis sobre la era de la “posthegemonía”, tratada ampliamente por Jon Beasley-Murray en su reciente libro sobre las luchas en América del Sur. Ya sabemos, y por eso poca tolerancia respiran las asambleas de la PAH hacia discursos sobre “anticapitalismo” o la “lucha de clases” – no precisamente por no estar de acuerdo con lo que vienen a decir, sino por priorizar, inteligentemente, la construcción discursiva desde la práctica. Y porque (aunque a algunos se nos dé a veces pensar sobre alguna hipótesis de una clase endeudada) rechazar los viejos nombres de la lucha de clases es la única manera de dar a luz los nuevos.
Sindicalismo para el siglo XXI
En una reciente entrevista con Pablo Iglesias en su programa Otra vuelta de Tuerka, Antonio Negri subrayó que las nuevas fuerzas institucionales como Syriza y Podemos “no son simplemente potentes en el nivel político como defensa de la democracia y de los derechos sociales, sino que pueden llegar a serlo también en el terreno productivo”, insistiendo en que estaba  “absolutamente convencido de que este empoderamiento no es simplemente democrático, sino también productivo”. Que así sea, depende en buena medida de que estas se mantengan como estructuras abiertas y dotadas de un mandato de base fuerte, revocable, y en continua renovación. Desde luego, las condiciones de la productividad (política y productiva) a día de hoy no pueden ser entendidas desde arriba, sino desde la realidad compleja de las distintas formas de vida y de lucha de los precarizados, endeudados y excluidos de los derechos de los pactos sociales del siglo anterior. Por lo tanto, el empoderamiento productivo depende de la construcción de una institucionalidad de base que acompañe y enseñe el camino a las fuerzas del asalto institucional: una institucionalidad que haga las veces de 1) un sindicato social formado en torno a un bien material o el acceso a y calidad de un servicio entendido como derecho y 2) una comunidad que desafía el valor de cambio para basarse en el valor de uso.
Durante los últimos cuatro años resultó que el 15M, o mejor dicho lo que iba quedando del mismo en nombres y autonominaciones, se agarró al principio de la horizontalidad y sufrió el destino del hermano mayor de La fábula de los tres hermanos. Su mirada fijada en el paso perfecto le dobló el cuello y, al no ver hacia dónde se encaminaba, terminó tragado por la confusión, pasando sus días desorientado y frustrado. Esto no ha sucedido, por suerte e inteligencia colectiva, con los movimientos que adoptaron una experimentación en el terreno de un nuevo tipo de sindicalismo social, principalmente caracterizado por dos elementos:
1) la transversalidad de su composición y por ende del terreno de su lucha, muy visible en las Mareas blanca y verde, en las que se comprometieron a luchar juntos los usuarios y los profesionales del sector, y en la PAH a partir del 15M, que abre el movimiento a todo tipo de problemáticas de vivienda, buscando nexos de causalidad entre el endeudamiento público masivo con la lucha inicial de los hipotecados,
2) la pragmática popular[2], acompañada de la aspiración de tener un peso enunciativo pleno en la esfera pública, es decir, de desafiar la división de lo social y lo político, rechazando a su vez la representación-delegación por parte de las nuevas formaciones electorales como Podemos y las distintas plataformas municipalistas.
Estos dos elementos son fundamentales, por un lado, para luchar contra la hipersegmentación neoliberal y la impotencia inducida por ésta y, por otro, para no quedarse de brazos cruzados tras algunas victorias electorales parciales de las nuevas fuerzas, sino para seguir empujando, desde abajo y hacia adelante, en pos de la creación de nuevas formas políticas para las mayorías. Este ha sido el legado de la PAH desde su inicio, pero es de destacar lo mucho que se benefició del estallido 15M. Solo a través de este levantamiento se convierte en un movimiento plural, múltiple, potenciado por su crecimiento continuo, a la vez que demostradamente capaz de autoregularse con pautas comunes a nivel estatal. Se convierte en referente internacional por su eficacia en la paralización de los desahucios a través de la negociación judicial y la resistencia pacífica, en la conquista de condonaciones de la deuda y alquileres sociales, en impedir cortes de suministros básicos. Y mientras tanto promueve campañas de legislación desde abajo, señala a los culpables políticos del rescate a la banca y el consecuente expolio, desarrolla propuestas y modelos concretos para la regeneración y ampliación del derecho a una vivienda digna. Esta cantidad de actividades llevadas a cabo todos los días no sería posible sin una implicación fuerte de sus integrantes, y una cierta entrega a la acción colectiva, podríamos decir: sin hacer de la PAH la comunidad referente para sus participantes, fortalecida por la convivencia de algunos de sus miembros en los edificios recuperados por el movimiento. En fin, se trata de una máquina de acción colectiva en expansión, bastante semejante a un sindicato de los tiempos anteriores a su declive como espacio de organización real de los trabajadores, pero que se presenta ahora como una máquina para la experimentación en el terreno de la organización de la reproducción y producción libre de la multitud.
Aunque el tema del trabajo es aparentemente externo a la PAH, vuelve a surgir en su seno una y otra vez conforme a la situación real de precariedad generalizada. No se trata de un movimiento laboral y por lo tanto es ajeno al formato de los “sindicatos comunitarios”, cuya base es la colaboración entre sindicatos laborales y movimientos sociales.[3] Sin embargo, el tema atraviesa la composición del movimiento de una manera subterránea, poco ruidosa, mantenida hasta ahora al margen de las asambleas, en el terreno de lo informal. Están por darse los procesos de articulación de la relación entre la casa por la que se lucha y el trabajo que no hay, pero hay murmullos. Muchas veces, tras las asambleas, se comentan las últimas noticias de cada uno. A alguien le han dado dos meses de curro, a otra le han echado ilegalmente, un tercero ha abierto una suerte de negocio en la calle, etcétera. Se consulta y se aconseja en Telegram sobre los temas laborales; se comparten las típicas experiencias de los contratos cero que dejan pendientes de la llamada del empleador; se echa una mano para el autoempleo de muchos tipos, como pueden ser las clases particulares en las casas de la Obra Social; estallan cabreos colectivos cuando después del periodo de prueba no remunerado nunca vuelven a llamar para el emeplo recién encontrado; se debaten los contratos ilegales; vender mercancías sin permiso en la calle; la espera de los freelancers a que llegue un encargo… Pocos cotizan y la mayoría ingresa lo que necesita de un mes para otro. De esta suerte, el acceso a una casa con un precio bajo (de alquiler social) o gratuita (por tratarse de una vivienda recuperada aún por negociar) se convierte en la base fundamental, no solo de la reproducción, sino también de la producción informal. Ofrece el marco mínimo para formas variadas de subsistencia y hace ver la medida en la que la reproducción y la producción se solapan en las condiciones actuales.
Claro está que abordar esto en el ámbito del movimiento supone el reto de un salto cuantitativo, porque abrir y mantener un nuevo frentes de lucha no sale gratis. Las tentativas de abordar el tema de la renta básica universal han sido debatidas en los últimos congresos estatales pero sigue faltando fuerza y tal vez también voluntad. Sin embargo, este año vimos el primer acercamiento público entre las luchas del precariado laboral, en este caso de los precarios de Movistar, y la PAH de Barcelona. Los de Movistar vestidos de sus camisetas turquesas fueron alegremente saludados por la horda verde de la PAH en la sede ocupada de la telefónica. Las dos luchas comparten, sin duda, muchas experiencias afectivas y “carnales”: los cambios en la relación mantenida con el tiempo (los horarios impuestos por el patrón o por el acreedor), la falta de confianza en nosotros mismos y en los demás (la competencia entre los empleados o el self-made man culpabilizado), y otros trastornos de la sujetividad agradecida-endeudada. Más allá del claro reconocimiento mutuo en la estética o en las tácticas de ocupación de la sede del adversario, se abre una búsqueda de los puntos comunes en la hipersegmentación neoliberal. Ambos movimientos basan sus estrategias en convertir la vida explotada en su totalidad en una molestia para quien la explota, para que sea un grito, en carne viva, por una vida digna.
“La vida digna” como el principio conductor de la lucha “por una vivienda digna” tiene varias dimensiones, y lo más importante es que abre la cuestión de qué hemos de entender por esa vida, qué es lo que hace que sea digna. Estas preguntas presentes en la PAH nacen del aprendizaje sobre lo común, del empoderamiento y de la experimentación comunitaria de otras formas de vida distintas del individualismo, la competencia y el egoísmo. Llevan a valorar la comunidad, pero ya no en el sentido de la sociología moderna, como el castillo frente al enemigo externo, sino como una célula de potencial constituyente que se organiza y se extiende en red con otras. Nos vemos tentados de afirmar que aquí se trata de una herencia de las luchas comunitarias latinoamericanas, pero sin líneas claras para confirmarlo, así que nos limitaremos a apuntar el interés de leer la forma comunidad como una forma que tiene un enorme potencial para hacer frente y darle vuelta a la lógica neoliberal de acumulación del capital. Se trata de una cuestión que hay que prolongar pensando con la ayuda de las experiencias de colectivos del feminismo comunitario boliviano, como Mujeres Creando, cuyos libros Hilando fino y El Tejido de la rebeldía se escriben para desarrollarla desde la práctica, o con la teorización marxista que hace de estas luchas el vicepresidente boliviano García Linera en su libro Forma valor y forma comunidad.
Lo interesante, de todas formas, sería ver nacer un movimiento que reconozca la base de la producción de riqueza en “los préstamos, las tarjetas de crédito y la masificación del consumo [que] fueron las vías a través de las cuales el sistema financiero penetró las economías populares”. Volvemos a pensar con Gago. En una de las entrevistas a raíz de su libro La Razón neoliberal dice que las finanzas son un nuevo código común, “capaz de traducir la heterogeneidad del mundo del trabajo –de changas a microemprendimientos, de trabajos formales por temporadas a actividades freelance, de empleos formales que duran poco a informales que pueden estabilizarse– a relaciones más homogéneas entre acreedores y deudores”. Tal vez aquí lo rescatable para la organización transversal contra el poder de mando del capital consista precisamente en buscar, en la jungla neoliberal de la gobernanza por endeudamiento, alianzas que construyen una nueva ética del im/pago: que reconocen la dimensión comunitaria de la deuda[4] mientras niegan la legitimidad de los acreedores de un poder inflado que ni reconocen solidaridad ni participan en la construcción de la comunidad. Resulta importante ver el doble filo de la deuda para evitar que la lucha contra el endeudamiento se cierre en una vuelta al deseo propietario egoísta frente al posible deseo propietario comunitario, siendo esta una cuestión más que presente en los procesos de convivencia en los edificios ocupados-recuperados y en la consecuente asignación de pisos individuales por parte del banco una vez se gana en la negociación.
Este es el terreno de la PAH, donde se experimenta –entre el desafío a la propiedad privada y el señalamiento del desmoronamiento de la propiedad pública– la práctica de la propiedad común o comunitaria. Si esta comunidad llega a entenderse a sí misma como productiva, puede aportar mucho para poner patas arriba la extracción del valor que pesa sobre la vida.  El impacto de la cada vez más amplia adquisición de la deuda para hacer posible la sostenibilidad de la vida, pero también la productividad de los márgenes excluídos de la sociedad, son cuestiones en las que la PAH tiene mucho que decir. No podemos permitir que las clases populares –los muchos diferentes con sus estrategias cotidianas fortalecidas por el apoyo mutuo– sean silenciadas y convertidas en víctimas, o habrá que dar por perdida la oportunidad. Por eso, mientras en la PAH se están preparando estrategias frente a la siguiente ofensiva que viene en forma de una burbuja de microcréditos ya en formación en España, es igualmente necesario seguir desarrollando dispositivos que trasladen sus conocimientos hacia las otras capas de la estructura vertical del proceso más amplio – y que sean plenamente reconocidas como los actores protagonistas del cambio.
Dispositivos para una relación movimientos–instituciones
Volvamos a lo más urgente, la relación de la PAH con las iniciativas electorales nacidas del ecosistema social y político del ritornelo “no nos representan” del 15M. La gran promesa de estas últimas ha consistido en poner a la representación misma entre los signos de interrogación. Recordemos que la cuestión fue planteada explícitamente por Monsterrat Galcerán en un reciente encuentro de debate organizado por la Fundación de los Comunes en Madrid[5]. Montserrat preguntó, entre integrantes de estas plataformas y participantes de movimientos varios, ¿cómo construir una estructura de organización política vertical desplazando la representación e introduciendo la delegación? ¿Cómo hacer para garantizar que esa delegación se dé desde abajo, desde los movimientos que se forman en contacto directo con la explotación y extracción neoliberal para construir formas de acción colectiva?
Más vale que estas sean y sigan siendo preguntas que se retoman dentro de las plataformas protagonistas del asalto institucional. A la vez, son las preguntas que interesan en la PAH, que se encuentra frente a una nueva coyuntura institucional, buscando una continuidad de su protagonismo en materia de la lucha por la vivienda. Si se rompiera el bloqueo institucional del gobierno por mayoría absoluta del Partido Popular, para la PAH lo lógico sería seguir con su trabajo y dar inicio a una presión para verse dotada de aquel protagonismo por el que lleva 6 años construyendo. Para ganárselo, el movimiento viene preparando un par de dispositivos tanto internos como externos:
1. En el plano interno la erupción de Podemos en las europeas de la primavera del 2014 puso de manifiesto que no sería posible evitar relacionarse con las plataformas electorales nacientes. A través de una serie de experiencias locales parecidas, en las que se asistía a la apropiación de eventos, de diseños de cartelería, del uso de siglas por parte de las plataformas electorales, y del malestar resultante, se puso en marcha la escritura de unas normas de actuación ante las formaciones partidarias. Aunque la vastísima mayoría de los problemas agudos que había tenido el movimiento –tentativas de fagocitación, de apropiación, es decir, conflictos de tipo no frontal como con las fuerzas del bipartidismo– en la relación con los partidos se habían dado con las fuerzas del viejo régimen, en especial con IU, y si cabe precisar, con el PCE, la decisión estatal de apartidismo frente a las nuevas fuerzas fue tajante. Durante el invierno se consensuaron una serie de líneas rojas, muy parecidas a las que ya existían antes en la cuna de la PAH en Catalunya, destinadas a poder actuar frente a cualquier intento de captación. Resumiendo, se trata de un documento en el que consta que militantes y cargos de partido no pueden ser portavoces de la PAH ni responsables de las redes sociales de la misma.
2. Hacia fuera, el movimiento elabora un dispositivo para condicionar las nuevas políticas municipales al lema “mandar obedeciendo”. Lo que en un principio se llamó el “Compromiso PAH” tardó demasiado en ser elaborado como campaña y solo se puso en marcha en varios Ayuntamientos más pequeños durante las campañas municipales. Con vistas a las elecciones generales del 20 de diciembre cambia de nombre y se lanzará durante el otoño con el nombre de “Exigencias PAH”. Se trata de una recopilación del trabajo político del movimiento durante los 6 años de la existencia de la PAH. Partiendo de las demandas de la Iniciativa Legislativa Popular de 2013[6] –paralización de todos los desahucios, dación en pago retroactiva y creación de un parque de vivienda social– incluye también los contenidos de las campañas autonómicas para evitar los cortes de suministros básicos; la reivindicación sobre la mejora de los derechos de los inquilinos; la paralización de la venta de vivienda pública a fondos de inversión; la remunicipalización de esas propiedades; un techo de alquiler social en el 30% de los ingresos y en el 10% en caso de cobrar menos que el Salario Mínimo Interprofesional; la puesta en uso de alquiler social de los edificios propiedad de la SAREB y las entidades beneficiarias del rescate bancario y despenalización de la usurpación e inmediata paralización de la criminalización de la desobediencia civil pacífica. Unifica las demandas locales y resume las propuestas desarrolladas durante años para abrir así un frente de lucha donde se intenta crear, desde abajo, una nueva ley reguladora del Derecho a la Vivienda constitucional. El documento se acompaña con una serie de escraches para señalar a los cargos de los partidos que no lo firman. Evidentemente, el devenir de este dispositivo una vez puesto en práctica dependerá del éxito que tengan en las elecciones generales las nuevas fuerzas. Si lograran imponerse, la amenaza de señalamiento de los nuevos partidos que se nieguen a incumplir estas medidas con escraches se verá sin duda alguna fortalecida con la inmediata identificación con el régimen actual.
Esta es la acción de ruptura con la autonomía de lo político ejercida por la PAH: pone en primer plano los frutos de la organización del tejido social empobrecido por los recortes y el programa neoliberal  y se niega a ceder protagonismo frente a la apuesta de Podemos o de las fuerzas municipalistas. No se trata de una relación basada en una posición frontalmente antagónica –aunque puede convertirse en tal– sino de una suerte de mirada ecosistémica sobre la verticalidad post15M, sobre todo en las capas de base de la misma. Se trata de construcción de un contrapoder que impida el cierre de la ruptura, y a la vez de un componente altamente importante en la reproducción del poder constituyente despertado en el 15M. También, por su composición y la experiencia que ha ganado, tiene que esforzarse en darle primacía a una subjetividad política femenina y mestiza-migrante frente a cualquier tipo de nuevos fascismos y frente a la xenofobia reinante, pero también frente a la política masculina del “gobierno de los mejores”.
A modo de conclusión
Si hoy nos toca escribir sobre estos temas no es por mero gusto, lo hacemos dentro de una contienda en curso entre un proceso constituyente y una regeneración de las élites. Estamos convencidos de que para todas las plataformas de confluencia popular es de altísima importancia hablar con la PAH y con todos los actores de la transformación subjetiva, social y política de los años posteriores al 15M. Hablemos, porque necesitamos de un desborde de lo social frente a la autonomía de lo político y de garantes de la continuidad de un proceso de transformación, tanto en el plano de las subjetividades como en el de la inteligencia colectiva que sabe responder en la coyuntura cambiante. Ambas necesidades son puntos de partida señalados para contribuir a una definición adecuada del poder constituyente en la postmodernidad, tal y como plantea Antonio Negri en el nuevo prólogo de la reciente edición castellana de El Poder constituyente. Un tercer punto, la constitucionalización de un vasto pluralismo, es el gran reto que define el asalto institucional, y a este respecto el riesgo de deshacerse del pluralismo por el camino es mucho más grave que el de no obtener el poder de constitucionalizarlo. Hemos de buscar antídotos frente a cualquier intento de cierre “gobernista”, con independencia de los “motivos excepcionales”. Para gobernar nos necesitamos a todos porque, frente a cualquier gobierno, plantamos el reto de autogobernarnos.


* Por encargo de EuroNomade tras el encuentro EuroPassignano del septiembre 2014; pendiente de publicación en italiano por Alfabeta2/DeriveApprodi.
Bibliografía:
Beasley-Murray, Jon: Posthegemony. Political Theory and Latin America
Gago, Verónica: La razón neoliberal. Economías barrocas y pragmática popular
Galcerán, Montserrat: El ‘método Ganemos’ o aprendiendo a hacer política en común
García-Linera, Álvaro: Forma valor y forma comunidad
Guzman A., Adriana & Paredes C., Julieta: El tejido de la rebeldía. ¿Qué es el feminismo comunitario?
Mujeres Creando: Hilando fino desde el feminismo comunitario
Negri, Antonio: El Poder Constituyente. Ensayo sobre las alternativas de la modernidad
Rancière, Jacques: El reparto de lo sensible. Estética y política


[1] Véase https://es.wikipedia.org/wiki/Reforma_laboral_en_Espa%C3%B1a_en_2012
[2]“Cuando hablo de pragmática popular el objetivo es poner el énfasis en la experiencia de cómo se construye espacio, se conquista una infraestructura para volverla vivible y cómo se la defiende. Esto incluye una serie de apuestas políticas, de riesgos vitales, de conflictos cotidianos y negociaciones complejas. Creo que es ese carácter experiencial lo que permite ver una racionalidad que actúa y una estrategia propia, siempre contradictoria, pero altamente efectiva. Por el contrario, cuando se pasiviza a los sectores populares, más bien se los considera siempre víctimas: de la pobreza, de la exclusión, de la incompetencia. Son formas que pueden asumir un tono paternalista o moralizante, racista o persecutorio, pero siempre condena o salva, discrimina o integra, y parte de poner distancia con unos otros que deben ser gobernados, neutralizados o confinados.” Entrevista a Verónica Gago por Telam, junio de 2015.
[3]Así, pues, aquí el mismo concepto se usa de otra forma que cuando se trata de un modelo de organización de trabajadores basado en una comprensión de las cadenas de interdependencia y solidaridad entre los sectores laborales, como sería el caso del SEIU (Service Employees International Union).
[4]Maurizio Lazzarato destaca esta dimensión en su libro La fábrica del hombre endeudado
[5] http://www.fundaciondeloscomunes.net/seminario-hacia-nuevas-instituciones-democraticas/
[6]“Proposición de ley de regulación de la dación en pago, de paralización de los desahucios y de alquiler social”, http://afectadosporlahipoteca.com/wp-content/uploads/2012/01/ilp_dacic3b3n-en-pago-retroactiva_moratoria-de-desahucios_alquiler-social.pdf

A 1 año de la desaparición y asesinato de Franco Casco

por el Club de Investigaciones Urbanas

Hace un año los integrantes de la comisaría 7ma de Rosario desaparecieron, torturaron, asesinaron y tiraron al río Paraná a Franco Casco.
Franco había llegado a Rosario desde Florencio Varela sobre finales del mes de septiembre para visitar a unos familiares que viven en Empalme Graneros, un barrio humilde de la periferia noroeste. El 6 de octubre quiso emprender su regreso a Buenos Aires pero fue detenido arbitrariamente por la policía. Desde que sus familiares perdieron contacto con él, emprendieron una búsqueda desesperada. Los primeros días en forma solitaria y prontamente en compañía de múltiples organizaciones sociales que se fueron sumando a la lucha.
Los funcionarios políticos y judiciales del gobierno provincial plantaron todo tipo de sospechas para culpabilizar a la propia víctima. Se dijo frente a los micrófonos y en los propios estrados judiciales que se lo había visto deambular pidiendo alimentos y ropa en una iglesia. Lo mismo en el caso de la policía cuando afirmó que lo habían levantado en la calle porque se lo notaba “perdido en tiempo y espacio”.
La primera acción colectiva que organizó la Multisectorial en Pedido de Justicia por Franco fue una conferencia de prensa y, días más tarde, una marcha que culminó en la puerta de la comisaría en la que se lo había visto por última vez. Esa misma tarde, cuando estábamos en plena desconcentración, Franco aparecía flotando en el río a la altura del céntrico Parque de  España.
En agosto de este 2015, prácticamente cuando se estaba por cumplir un año de lo ocurrido, los patovicas y policías que trabajaban en un boliche céntrico mataron, desaparecieron y tiraron al río al joven Gerardo Escobar. Durante una semana no hubo datos de su paradero. Apareció flotando a escasos metros de donde encontraron el cuerpo de Franco, Nuevamente se repitieron los métodos represivos pero también las operaciones de funcionarios, fiscales y medios de comunicación. Se insistió con que el joven salió del boliche “con un comportamiento errante”, “producto del consumo de alcohol”, también que “tuvo un mínimo altercado con un taxista mientras caminaba algo mareado por Tucumán hacia el este” y que “se lo había visto correr con desenfreno hacia el río”. La primera autopsia, al igual que en el caso de Franco, arrojó que el cuerpo no tenía marcas de violencia. Así se intentó cerrar la causa abonando la hipótesis del suicidio.
Semanas más tarde, las imágenes tomadas por cámaras de seguridad de un edificio revelaron que Gerardo Escobar había sido golpeado salvajemente por patovicas y policías que cumplían funciones en el boliche. Las nuevas autopsias evidenciaron golpes y no se encontró agua en los pulmones, demostrando que había muerto antes de caer en el agua. Gabriel Ganón, defensor general de la provincia de Santa Fe, denunció que el médico forense que dirigió la autopsia de Franco y la de Gerardo era un policía retirado que cumplió servicios durante 30 años en la fuerza.
Las figuras de cuerpos jóvenes apareciendo sin vida en las aguas del río sacan a la luz un inconsciente de desapariciones y asesinatos muy caro para la historia reciente de nuestro país. Rosario se ha transformado en una ciudad oscura y siniestra, teñida de sangre joven. El lenguaje de la violencia se ha extendido a todos los rincones sociales, con las fuerzas de seguridad ocupando un rol protagónico bajo el amparo del poder político. La impunidad se ha naturalizado. Desde el 2014 una pedagogía del terror encuentra en el Paraná su peor escenario.
Así lo analiza el Bodegón Cultural Casa de Pocho: “Los métodos y las formas mas oscuras nunca se fueron, siempre estuvieron ahí.
Velando por los intereses de los poderosos que siguen funcionando como administradores de la vida que siguen llenando sus bolsillos y construyendo sus imperios a costillas de la sangre de nuestrxs hijxs. Esto una vez más nos obliga a reaccionar con dignidad, con lucha, con organización. Porque nuestros cuerpos son nuestros territorios. Porque la vida es nuestra, porque nos siguen quitando tanto que nos quitaron el miedo. Porque no aceptamos el silencio, la impunidad. Porque no son ni serán nunca nuestro idioma. Porque en donde hay movimiento hay vida, hay amor”. 
Ayer las organizaciones sociales, los partidos, los sindicatos estuvimos nuevamente en las calles de Rosario, exigiendo y construyendo justicia en forma colectiva. Por Franco y por tantos pibes y pibas, porque siempre vamos a seguir afirmando la vida.
Rosario, 7 de octubre de 2015

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El Estado posnacional (edición recargada)


Este libro afronta un desafío desacostumbrado para políticos y para opinólogos: pensar el régimen político argentino por lo que hace y no por lo que dice de sí mismo. Pensar lo que un gobierno hace no es algo que aclaren mucho sus declaraciones ni las de la oposición. Si Sartre decía que somos lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros, el libro ensaya la idea de que un régimen político es lo que hace con las condiciones que encuentra en el momento en que debe gobernar.
Hupert postula que entre esas condiciones dos han sido centrales. Por un lado, la insurrección popular de 2001 y su consigna que se vayan todos. Por otro lado, la “licuación” de la sociedad argentina en tiempos de globalización y capitalismo financiero.
¿Qué técnicas de gobierno serían capaces de superar la crisis de gobernabilidad con que se encontró el sistema político en los años 2001-2? El libro troca la pregunta por los planes y las ideas de los funcionarios al llegar al poder por la cuestión de las necesidades y posibilidades del Estado tras 2001. La historia argentina reciente no se inicia en 2003 sino en 2001.
El kirchnerismo se convierte así en un “peronismo líquido”, que debe vérselas con esas condiciones iniciales, pero también con sus continuaciones. Pues, señala Hupert, 2001 no concluyó con “que se vayan todos” sino que se continúa en los diversos movimientos colectivos que practican otra consigna: “que venga nosotros” –y la practican en asambleas barriales, empresas recuperadas, movimientos territoriales y un largo etcétera. Y por otro lado, la globalización y financierización de la economía no concluyeron con la renuncia de Cavallo; de hecho, como la licuación de lo social que las acompaña, perdura en una figura subjetiva: el consumidor subsidiado. Este tipo de sujeto y aquel tipo de movimiento micropolítico son vistos como causas y a la vez efectos de este Estado que Hupert propone llamar “posnacional”.
Partiendo de los trabajos del historiador argentino Ignacio Lewkowicz sobre la crisis del Estado-nación y la subjetividad ciudadana, y abrevando en contribuciones como las de Zygmunt Bauman sobre la sociedad líquida, de Franco Berardi sobre el semiocapitalismo o del colectivo de investigación militante Situaciones sobre el nuevo protagonismo social, el libro anota y describe las transformaciones del Estado argentino en un Estado posnacional recurriendo profusamente a una variedad de fuentes historiográficas, periodísticas y académicas. Aparecen así rasgos y técnicas de gobierno que convierten en ociosas las discusiones entre republicanismo y pragmatismo. Ahora se trata de la institucionalidad precaria, la transversalidad, la gestión ad hoc, la imaginalización, la desnacionalización, etc.
Este libro logra evitar tanto la declamación y la denuncia simplistas como el sofisticado y matizado estudio académico que se abstiene de estrategias políticas. El Estado posnacional intenta afirmarse en un pensamiento estratégico y situado.
Publicado por primera vez en 2011, la nueva edición incorpora una posdata del autor (que repone el período 2011-2015) y una variedad de colaboraciones que van desde movimientos micropolíticos hablando por sí mismos hasta textos desde España y Brasil sobre sus movimientos políticos recientes y de Italia y Australia ensayando una caracterización de alcance internacional de los Estados en la globalización, y hasta una “crónica de un sciolismo anunciado”.
Las colaboraciones
El texto de la primera edición sigue presente y los editores lo consideramos válido en sus trazos gruesos. No parecía necesario actualizarlo, pero era necesario activarlo. ¿Cómo activarlo? Continuándolo, extendiéndolo. Entonces lo recargamos con textos que dialogan, explícitamente o de hecho, con el libro. El libro podía proponerse lo que 2001 hizo: abrirse a continuaciones que lo resignifiquen y a interacciones que lo activen.
No son continuaciones en el sentido coloquial, salvo quizás la posdata del autor, que caracteriza la subjetividad del consumidor subsidiado, sujeto propio del Estado posnacional. Algunas continuaciones provienen de colectivos, de esos “nosotros” que hablan en primera persona: FM La Tribu, Mercado Solidario de Rosario, Frente Ciudad Futura, La Ventana. Estas intervenciones dejan ver que la multiplicidad 2001 politizó diversos campos (la comunicación, la producción y el intercambio, la participación electoral y la educación).
Se incluyen también las colaboraciones de Amador Fernández-Savater, Giuseppe Cocco, Bruno Cava, Ariel Pennisi, Sandro Mezzadra y Brett Neilson. Los primeros tres abren el libro poniendo en diálogo la experiencia de 2001 con la experiencia española de 2011, cuando fue el 15M y la brasilera de 2013, cuando se movilizaron 400 ciudades por el boleto gratuito. Pennisi asume “el cuerpo a cuerpo” entre territorio y Estado como clave donde leer las tendencias de los gobiernos recientes hacia el sciolismo, y lo lee en la lucha ambientalista de Berazategui, en el conurbano bonaerense. Mezzadra y Neilson cuestionan la remanida idea de que Estado y globalización son incompatibles y proponen ver formas de soberanía distintas a las del Estado moderno y que generan una sinergia entre globalización y Estado, y lo leen en la historia del Sudeste asiático y de Europa.
En suma, múltiples y singulares extensiones conforman en esta edición un herramental del común para potenciar la problematización de las relaciones entre autonomía y Estado.
Blog del libro: elestadoposnacionallibro.blogspot.com.ar

Política de lo común:

“Nosotros le llamamos cerebro colectivo a esa posibilidad de darnos a pensar alternativas”
Entrevista a Lizeth Vargas, venezolana, activista de la organización cooperativa comunitaria CECOSESOLA de Barquisimeto, Venezuela.[1]



Esta entrevista tiene el objetivo de visibilizar las formas alternativas para la gestión de los comunes realizada por prácticas cooperativas en Venezuela, lo que hoy, en medio de la crisis, genera posibilidades de transformación y reafirma el tejido comunitario en ese país. Además, nos brindan una perspectiva diferente de los modos de hacer política, y abre nuevos elementos sobre la concepción de lo colectivo, el compartir, la delegación y la rotación, que funcionan como acuerdos y prácticas que transitan en medio de un contexto con tensiones a diferentes niveles.
CLZ: Claudia López[2]

LV: Lizeth Vargas
CLZ: Puedes decirme tu nombre completo y contarme ¿cómo definirías a CECOSESOLA, tu organización?

LV: Mi nombre es Lizeth Carolina Vargas Cambero, soy integrante de CECOSESOLA un Organismo de Integración Cooperativa que funciona como una red. Somos alrededor de cincuenta organizaciones que estamos integradas por diversas razones.  No existe una única razón por la que uno quisiera ser parte de CECOSESOLA, algunas organizaciones están por el tema de la salud, otras estamos integradas por el tema agroecológico, otras simple y llanamente, por la producción agrícola que quizás no tiene tan desarrollado lo ecológico, o por el abastecimiento y distribución de productos. Hay también organizaciones asociadas por la microproducción de empresas, casi todas familiares, producción de salsas, de pastas, de artículos de limpieza para el hogar, de artículos de aseo personal, en fin, nos vamos integrando de acuerdo a todas las actividades que tenemos. Está también la funeraria que se dio desde nuestros inicios con algunas otras asociaciones cooperativas. Somos un proceso completamente abierto a la incorporación, pero no hacemos proselitismo, no obligamos a nadie a integrarse a nuestra red, sino que promovemos que sea una decisión consensuada por los grupos y organizaciones.

Así mismo, somos integrantes de la Red, asociados trabajadores, es decir, personas que estamos dedicados a tiempo completo a las actividades y que percibimos nuestros ingresos personales para mantener nuestros hogares. Entre todos somos alrededor de 1300 personas.

CLZ: ¿Puedes contarme sobre la red médica o los centros de asistencia para la salud?

LV: Bueno, esa es otra forma de asociación, es decir, las personas no estamos directamente en forma permanente en la organización pero con un aporte semanal de alrededor de 15 Bs. tenemos la posibilidad de incorporar hasta nueve personas para la atención de medicina general; así mismo, para el servicio funerario  hacemos un aporte colectivo que cubre todo el servicio. La atención médica es inmediata para cualquier persona, la pediatría y la ginecología no se pagan adicionalmente, es decir, solo con presentar la libreta de asociados accedemos a este servicio en los diferentes espacios. Actualmente, estamos en cinco localidades de Barquisimeto,  en cinco comunidades y ahí tenemos la atención primaria. Tenemos un Centro Integral Cooperativo de Salud, donde además de estas especialidades –medicina general, pediatría y ginecología- están la hospitalización, cirugía, laboratorio, radiología, como servicios que en los espacios más pequeños son más difíciles de acceder.

En el Centro Integral también hemos venido incorporando desde los inicios, la acupuntura, el área de hidroterapia, masajes, musicoterapia, es decir, alternativas a la medicina alopática y, hemos logrado la combinación de ambas opciones y cada vez más los médicos recomiendan estas posibilidades:  ̶ vaya y hágase acupuntura, o un masaje, desestresese, vaya a la hidroterapia. Si hay alguna dolencia persistente que no cede con medicamentos, los mismos médicos promueven la parte alternativa; en un principio no era tanto así, pero ya hemos logrado ese proceso que es hermosísimo. En el área de hidroterapia, masajes y acupuntura, estamos compañeros de otras áreas, que nos formamos y ocupamos ese espacio, y es comiquísimo porque muchas veces pasa que te di un masaje y entonces luego nos vemos en la feria y te preguntan:

̶ ¿tú no fuiste la que me atendió en terapia?

–sí, yo te atendí y ahora nos vemos aquí en la caja.
Es así cómo la rotación llama muchísimo la atención.
CLZ: A eso iba, ¿Cómo definirías la estructura? ¿Existen ciertos acuerdos básicos para el funcionamiento interno?

LV: La rotación, es como un acuerdo básico para ir desdibujando el apropiarnos de los espacios, no existen cargos establecidos (junta directiva, gerentes, supervisores), la gestión es colectiva, y así vamos intentando esta rotación. Existe un primer elemento muy importante que es la disposición de la persona, es decir, la persona tiene que estar dispuesta al cambio permanente para esa rotación. Algunos compañeros ingresamos por las ferias, cuando te digo ferias son los mercados que están distribuidos a lo largo de la ciudad, tenemos tres grandes mercados y adicionalmente hay otros puntos de las diferentes organizaciones que hacemos de forma parecida, no en la mismas dimensiones, porque se relaciona con la capacidad que tenga esta cooperativa o cada organización. Pero bueno, siguiendo el mismo ejemplo, si entré por la feria, por estos mercados, me voy incorporando a distintas actividades y cuando digo eso, no es tan sencillo, hay un equipo de cocina -para nuestra alimentación-, hay un equipo que está atendiendo el estacionamiento, hay un equipo que está en las cajas, y así…necesitamos cantidades de personas que atiendan espacios físicos, si necesitamos siete personas para el estacionamiento, no deberían estar ocho, nueve o diez, estas se deben ir a otra área.

CLZ: ¿Y eso lo regulan en las reuniones semanales?

LV: En las reuniones generalmente no, cada vez más sabemos quiénes vamos haciendo falta en los distintos espacios, algunas veces nos organizamos por listas y ahí practicamos la rotación, p.e. Lizeth estuvo la semana pasada en el estacionamiento, que esta semana esté en cocina y la siguiente semana que esté en una caja, y así sucesivamente. Algunas actividades no son tan rotativas semanalmente, otras son un poco más permanentes como la atención en los cajeros. Si una persona está recién llegada y no sabe manejar una caja registradora, y el tema de recibir el dinero, el vuelto, el pasar las tarjetas de débito ameritan un proceso de aprendizaje, en las primeras semanas no puede agarrar una caja, pero en la medida que ese aprendizaje se haga efectivo pues va a estar en las cajas, entonces así sí funciona. Eso es durante el fin de semana para que tengas una idea. Y durante la semana, por supuesto, estamos en nuestras reuniones, a una de ellas la llamamos reunión de gestión, son reuniones que en forma permanente estamos rotándonos según el día, y te digo porque tal vez en esta semana fui un martes, la siguiente voy un miércoles, la otra voy un lunes, y aunque son reuniones permanentes, nunca es igual porque no estamos las mismas personas. Al estar personas distintas, de repente, tu opinión contrasta con la mía en algún momento determinado pero luego, yo ya no estoy y hay otra persona con la cual conversar, por eso las reuniones nunca son iguales, así sean los mismos espacios.

CLZ: ¿Cómo se llegó al acuerdo de que solo los fines de semana son laborales?

LV: Ahhh (suspiro), bueno, mira, quizás eso es hasta histórico, con todo el tema del transporte que fue para nosotros un proceso de cambio, de mucho aprendizaje, pero de un cambio muy positivo, aprendimos a salir de la crisis tanto económica como de desgaste, y se dieron planteamientos hasta políticos, justamente, a través, de la reflexión permanente. El grupo de personas que estaban para ese momento se reunían y se reunían y pensaban, repensaban y compartían ideas, entonces fue y sigue siendo un proceso reflexivo que nunca acabó, sino que se fue dando en forma permanente, y hubo la claridad de que lo primordial no podía ser lo económico, sino que lo primordial es la transformación del ser humano, porque en la medida que comprendemos lo que promovemos, que es la relación de respeto al otro, la otra y lo otro, en esa medida cuando empiezas a cambiar esa relación, pues por supuesto, todo lo demás se va dando. Por esta razón invertimos tantos días en reunirnos y en darnos el tiempo necesario para la reflexión. Cuando nosotros decimos que tomamos decisiones por consenso y que todos podemos tomar decisiones, eso es un cosa wow, claro, no es que no se puedan tomar decisiones, las tomamos en la medida de que nos hagamos responsables de las consecuencias de la decisión que tomamos, eso es algo revolucionario, es súper revolucionario porque tenemos la libertad de accionar, pero esa libertad de accionar trae consecuencias, el tema está en justamente que estés dispuesto a asumir las consecuencias de los actos, de las decisiones que tomas, y de los actos que realizas. Es una cosa genial. Así que el tiempo de las reuniones, lo invertimos más en evidenciar las actitudes que vamos teniendo en nuestro día a día.

Nosotros decimos justamente que trabajamos en base a responsabilidad, cuando vamos asumiéndola, es como un ciclo: asumo una responsabilidad, me comprometo, la ejerzo con respeto a los acuerdos, respeto al ser humano, al ambiente, y con respeto a los espacios. Eso genera inevitablemente confianza, y si estás haciendo las cosas como las hemos acordado, yo confío plenamente en que tú vas a tomar una buena decisión, entonces eso hace súper dinámicas las actividades, no necesitamos una reunión específica donde tengamos que ponernos de acuerdo las 500 personas, p.e. en las ferias, se toma la decisión  y después se la socializa, obviamente, si no estás de acuerdo a los criterios que te he mencionado, por supuesto, se puede revertir la decisión, es más, cualquiera de nosotros puede objetarla cuando no está dentro de los acuerdos, en cualquier momento, ponte que no funcionó algo y si alguien dice que no está bien, por tal, tal, tal razón, se hace para atrás la decisión, entre dinamismo, rotación y la no existencia de jerarquías el proceso es muy dinámico.

CLZ: Quisiera pasar un poco a hablar sobre lo que está pasando actualmente en el contexto político social y económico en Venezuela, siento aun conmoción por el viaje que realicé hace poco a diferentes lugares, quisiera que me digas no tanto en términos económicos sino más desde lo social y la relación cotidiana con la gente, ¿qué ha pasado con la demanda anterior y las actividades actuales de la cooperativa en la feria y en los otros espacios? Me contabas que hay más gente que les necesita debido al desabastecimiento y la crisis, ¿puedes contarme al respecto?

LV: Sí, te hablaré desde mi perspectiva, mi opinión propia, más allá del compromiso con mi organización.

Pienso que son varios elementos los que se interrelacionan: Es verdad que hay un tipo de desabastecimiento porque no hay abundancia, por ejemplo, de caraotas (frijol negro), hoy en día con el tema de la divisas no hay la suficiente importación de este producto, y la demanda disminuye, así como el arroz, el trigo, la harina de trigo cada vez están menos disponibles, entonces ese es un tema real. No hay suficiente alimento, nosotros ante esto lo que hemos hecho, es gestionar desde el compartir pero no como una regulación, entendiendo que tenemos nuestra realidad, así tengamos el dinero, el poder adquisitivo para llevarme 10 kgr de caraotas invitamos a las personas a compartir, entonces, -no te lleves 10, llévate 2, para que el próximo compañero de la comunidad que venga pueda tener acceso a 2 kgr de caraota porque tú no te llevaste las 10. Esa ha sido una cultura que no es de ahora, es una cultura que hemos venido desarrollando desde hace muchísimos años por diversas razones, porque el producto estuviese muy caro en el mercado y nosotros siempre mantenemos precios por debajo de la oferta y demanda del mercado regular porque en el caso de las verduras hay mucha lluvia y se afecta la producción o por el contrario, hay mucha sequía, estamos siempre invitando al compartir, como una invitación, no como imposición, es decir, si hay una persona que se opone –yo no quiero, me quiero llevar cuatro… adelante, no podemos regular, el compartir es una invitación.

Está otro tema, el miedo, te lo mencionaba hace unos días, el miedo a que como está siendo tan recurrente el tema de que no hay disponibilidad, porque antes si bien uno tenía dinero podía llevarse dos cajas, ahora no, entonces eso ha generado como un miedo.

CLZ: Siguiendo sobre la necesidad de mayor producción y la interacción generada por *el compartir*, y el cómo estaban cubriendo la sobredemanda que hay, también me contabas que no solo es gente del Barquisimeto que va a las ferias, sino de otras localidades.

LV: Ese por supuesto, es otro elemento, aquí que hemos estado introduciendo el término de la territorialidad, para nosotros es terrible porque nuestro principio es que justamente somos seres humanos con necesidades, y eso a nosotros nos está afectando porque ya en las colas, en la comunidad más cercana hay disputas. P.e. un autobús que llegó con 40 personas del Zulia, no podemos pensar *que se vayan a ver cómo hacen en el Zulia*, resulta que somos hermanos venezolanos y es triste que esté pasando; por un lado, es terrible y por otro lado, es una realidad cuando decimos  ̶ oye, en serio, la cosa está bien difícil, es reflejo de la situación del país que no haya alimento en otras localidades, entonces me traslado donde los haya, así tenga que pagar un vehículo, así tenga que dormir en la calle, y correr el riesgo por la inseguridad, son un montón de factores. El  bachaqueo que claro, contextualizando su significado, son las personas que se dedican a comprar para revender, en palabras muy sencillas, yo compro el producto en 19 Bs. y los revendo en 250 Bs, es una cosa desmedida de abuso, de capitalismo, son venezolanos contra venezolanos. A los colombianos le sale más que regalado con el subsidio,  traen dólares y los cambian en mercado negro. Bueno sobre el enriquecimiento, no estoy diciendo que solo lo hagan los colombianos, seguro que hay venezolanos también haciéndolo, es un tema bien complejo y que es también parte del mecanismo del bachaqueo. Entonces, son muchos factores que están incidiendo para el desabastecimiento.

CLZ: Pero entonces, ¿cómo cubren la demanda? Me decías que están tratando de regular la entrega de productos.

LV: Sí, es una realidad el que cada vez estamos atendiendo a más personas, y no nos alcanzan los productos para toda la demanda que hay; entonces lo que hemos venido haciendo es tener unos mecanismos en lo que la misma comunidad intenta buscar modos de comunicación más efectiva. A través del perifoneo, es decir, comunicamos a través de grandes cornetas cuando se van terminando los productos  ̶ queda harina de maíz precocida para aproximadamente 50 personas más, esto ha creado un sentimiento de disminución de la frustración, porque es fuerte cuando estás haciendo una cola y estás de número 2000 y cuando llegas no encuentras nada, o durante la espera ves saliendo a las personas que llevan harina, azúcar, etc. y cuando llegas no hay nada; eso generaba mucha rabia, desolación y frustración. Este es uno de los mecanismos que ahora tenemos y vamos avisando, permitiendo que las personas decidan si se quedan o no porque las colas son de horas y horas, y actualmente no tenemos la capacidad de dar un buen servicio. Para nosotros era primordial no tener colas, si necesitábamos estar 10 personas más para no tener colas, incorporábamos más cajas, las ampliábamos, hacíamos lo que fuese necesario. En este momento, simplemente llegamos a un punto tal de desequilibrio que ni aunque metamos las cajas que metamos vamos a poder solucionar el tema de las colas.

CLZ: En diciembre de 2014, ¿a cuantas personas abastecían en las ferias. y ahora a cuantas abastecen aproximadamente?

LV: Abrimos solo viernes, sábado y domingo y tenemos varios mercados. Durante diciembre de 2014 atendíamos todo el fin de semana a aproximadamente 6000 personas en una de las ferias, tomando como ejemplo a la feria del centro, actualmente, en esa misma feria, solamente el día viernes estamos atendiendo a esa cantidad de personas.

CLZ: Hace rato me estabas hablando del miedo, creado por el sentimiento de incertidumbre, la gente tiene miedo a no tener, lo que crea esa necesidad de acumular y buscar más y más cosas debido a la inseguridad.

LV: Ejemplos de estos hay muchísimos y a cada rato, yo te mencionaba que nuestro método de distribución ha sido familiar, tenemos dentro del mismo espacio ̶ no como supermercado̶ sino que hay diferentes espacios, hay una feria, hay una súper feria, en la feria grande, que así la llamamos, vendemos los productos como frutos, hortalizas, acelgas, espinacas, cilantro o montes, son ramas verdes, y en otro espacio que llamamos súper feria están los productos que de alguna u otra manera superan la banda, superan el precio y no pueden estar en la feria. Entonces hay como dos espacios para comprar verduras. Hace poco, la papa, la cebolla, el pimentón rojo, son productos que por la lluvia, o por la falta de semillas aumentaron su costo de producción, por eso los tenemos en otro espacio. Se tiene que hacer una cola para feria, otra cola para la súper feria, otra para los víveres y como es por espacios, todo tiene precios ponderados y precios distintos, y por ello, se tiende a hacer como varias colas que habíamos estado promocionando desde nuestros inicios para las compras familiares. Yo de hecho lo hago así, generalmente yo compro los víveres, mi esposo compra las frutas y hortalizas, y mi hijo mayor compra la charcutería y otras cosas, entonces, claro, en menos de 45 minutos ya tenemos la compra global. Pero hoy en día, toda la familia hace la cola para los víveres, entonces en vez de llevarse como hago yo, p.e., tres kilos de maíz precocido para la semana, otras familias hacen que todos los hijos más el esposo, la abuela, el tío, compren, es una compra en la que quizás puedan haber otros sentimientos aparte del miedo y están basados en esa inseguridad del no tener, el miedo a un futuro completamente incierto, y es comiquísimo porque nosotros seguimos proponiendo la compra familiar del compartir por familia, y una ve divorcios en plena cola ̶  no, ella no es mi esposa, él no es mi hijo, no yo ni lo conozco, y tienen toda la vida comprando en feria y una sabe quién es quién, y es increíble, pero cierto. Es como un ciclo vicioso porque lo que se compraba en un mercado quincenal se hace dos a tres veces más en una sola compra. Como existe la posibilidad de hacer eso,  la gente tiene que buscar otras fuentes de ingreso porque los sueldos no son suficientes, así que los endeudamientos a través de las tarjetas de crédito, y de préstamos bancarios son cada vez mayores.

CLZ: Cuéntame, ¿Cuál es la relación actual con el estado? ¿Cómo era la relación antes y si de alguna manera se han generado procesos de fortalecimiento productivo, o de apoyo, o si han recibido ayuda económica para mejorar los medios de producción?

LV: Ya hemos hablado del tema del transporte que fue un punto de quiebre importante como organización, y justo para desarrollar el transporte hubo la adquisición de un crédito, y por esa experiencia, entendimos que necesitábamos generar nuestra propia autonomía desde todos los puntos de vista, desde lo organizativo, hasta lo económico. Hoy en día, la autonomía financiera es un criterio que hemos venido colectivizando, y nos han ofrecido -tanto antes como ahora- posibilidades de acceso a créditos. Hace dos o tres meses, una fundación estatal que promueve el desarrollo agrario en la región, nos propuso que gestionáramos los créditos con los montos que quisiéramos para los productores. Les dijimos que no, que estábamos bien, que por ahora no lo necesitábamos y tratamos de ser bien respetuosos. Estamos tratando de superar el facilismo, el modo rentista de funcionar y promovemos el autofinanciamiento a través de la creación de fondos propios; en ese sentido, la parte financiera desde nuestra experiencia con el transporte ha cambiado. Para la construcción del Centro Integral, hubo la tentación, porque teníamos alrededor de 3000 Bs y necesitábamos 8000Bs para su construcción, y en algún momento pensamos que íbamos a hacerlo por etapas, a eso le dimos un montón de vueltas hasta dijimos que tendríamos que acceder a un crédito de una entidad bancaria privada. Alguien dijo  ̶  NO, ya hemos avanzado muchísimo en la autonomía financiera como para dar un paso atrás, vamos a ver qué hacemos. Nosotros le llamamos, cerebro colectivo esa posibilidad de darnos a pensar alternativas a través de las cuales pudimos generar el financiamiento, y así surgieron ideas de financiamiento. Allá hay una bebida muy rica para algunos que se llama fororo que es un maíz tostado y molido, se hace con leche y azúcar, para los hombres es el viagra natural, es una bebida que se puede tomar caliente o fría, así se vendió fororo, jugos, la gente colaboraba, se hacían diferentes actividades, vendimias, y en el momento que nos iba a prestar la entidad bancaria, una persona dijo  ̶  vamos a hacer un pote colectivo y financiero, y eso fue genial, todos los que teníamos, las cooperativas y hasta las personas, sacamos todo lo que teníamos en bancos y lo depositamos en la cuenta del fondo para la construcción del centro integral, en menos de un mes teníamos todo el dinero, ̶ se me vuelve a erizar la piel porque fue increíble. Cincuenta organizaciones sacamos todo el dinero de los bancos y lo pusimos en ese fondo y pagamos más del porcentaje de interés que estaban pagando los bancos, nos pagamos un porcentaje mayor al que estaban ofreciendo para ese momento las entidades bancarias. Así realmente hemos venido construyendo formas creativas de autofinanciamiento. Hemos comprendido que la parte del dinero, de alguna u otra manera, crea una relación que puede ser muy dañina y puede hacer que perdamos la autonomía. Y esa claridad la hemos aprendido a los trancazos, pero la hemos aprendido.

Eso en la parte financiera, pero por otro lado, las relaciones de cooperación con el estado son permanentes, si nos piden apoyo en formación en cooperativismo, ahí vamos, nos piden que participemos en foros, ahí participamos, nos piden que hagamos presencia en la comuna de alguna región porque necesitan intercambio de experiencias comunitarias, participamos, siempre estamos dispuestos y hemos venido desarrollando una relación de respeto, una relación en la que han comprendido que somos una fuerza muy importante en la región que está teniendo eco incluso a nivel nacional e internacional y que esa fuerza, no es manipulable y no la pueden obtener de bandera política partidista porque es un NO rotundo a que alguien, un alguien, un ente se beneficie de un esfuerzo colectivo de más de 20 mil personas.

CLZ: ¿Se consideran una organización comunitaria alternativa, y más aún en el contexto actual venezolano, una organización en resistencia?

LV: Absolutamente, porque hay un planteamiento político claro de gestión comunitaria, eso lo hemos demostrado, eso lo queremos seguir desarrollando cada vez más, y cuando digo gestión comunitaria, es eso, con independencia y autonomía tanto económica como organizacional, y en este momento es muy importante.


[1] Esta entrevista se realizó en el marco del evento de discusión interna del Grupo Permanente de Trabajo Sobre Alternativas al Desarrollo, el 7 de septiembre de 2015 en Chinauta, Colombia.
[2] Boliviana, vive actualmente en Ecuador. Trabaja en temas de investigación-acción en justicia hídrica con enfoque en conflictos socioambientales, ecología política y género. Ha estado involucrada en campañas por la defensa del agua en Bolivia. Msc. en Estudios socioambientales en FLACSO-Ecuador.

Embiblar la voz

Henri Meschonnic
(Traducción: Raquel Heffes)


Embiblar, sí, es eso que traducir la Biblia le hace a la voz.

Pero sólo comprendiendo la escucha del ritmo en el poema-Biblia como una leva teórica para transformar toda la representación del lenguaje, para dejar al descubierto un universal a partir de un particular concreto específico, olímpicamente ignorado por dieciocho siglos de teológico-político. Porque la Biblia es un texto religioso.

Embiblar, a condición de tomar el ritmo en la Biblia como una parábola del rol mayor del ritmo en el lenguaje, por el corto circuito que hace del ni verso ni prosa en el hebreo bíblico el problema mismo de la modernidad poética. Y la profecía del ritmo en el lenguaje.

Esto contra dieciocho siglos de negación y sordera teológicamente programados, religiosamente sostenido, nunca más mala fe de la gente de fe, que continuaron planchando un modelo greco-cristiano sobre una organización del lenguaje que es irreductible. De métrica griega que no se encuentra a métrica árabe que no se encuentra, hasta la retórica sustitutiva del paralelismo bíblico que todavía constituye la idea imperante. Pero que es para mí un enchapado teológico-retórico, ignorado por la exégesis judía tradicional, que sin embargo lo tiene delante de los ojos.

Mientras que la rítmica bíblica no conoce ni de verso ni de prosa. Es por lo tanto enteramente poema. Pero no en el sentido que opone los versos a la prosa, dando lugar a esa otra estupidez que todavía se escucha en algunos poetas, que creen decir algo oponiendo la poesía a la prosa. 

O bien esa rítmica es enteramente prosa. Pero entonces es en el sentido de Pasternak que en 1934, en el 1er. Congreso de escritores soviéticos, decía “la poesía es prosa,  […] la prosa misma, la voz de la prosa, la prosa en acción, y no en relato. La poesía es el lenguaje del hecho orgánico, del hecho de consecuencias vivas. […] Es precisamente eso, decir la prosa pura en su tensión de transferencia,  que es la poesía”. La paradoja es que eso embibla.

Esta salida de Pasternak, tal como se sale de los clichés imperantes, ha quedado hasta donde yo sé, como un caso único, en el “terrible concierto para orejas de asno”, como decía Eluard, del tiempo surrealista.

El cortocircuito poético está allí. Y por embiblar entiendo dar a escuchar ese inaudible del íntegramente prosa poema. Borrado de todas las traducciones, confesionales, cualquiera sea la confesión, o poetizantes, cualquiera  sea la poetización.

Y el religioso que venera ese texto borra paradójicamente lo que constituye su fuerza: el ritmo como organización del movimiento de la palabra, que es el continuo del afecto al concepto, el continuo del cuerpo-lenguaje, del poema extendido al infinito del lenguaje.

El religioso borra también la distinción que ese texto hace entre lo sagrado, lo divino y lo religioso. Defino lo sagrado, según lo que dice el propio texto del Génesis, como lo fusional de lo humano con lo cósmico; defino lo divino como principio de vida y su pasaje por toda alma viviente; y por último defino lo religioso como la ritualización de la vida social, que capta y engloba en ella lo sagrado y lo divino, y que viene mucho después de En el principio(Génesis), parcialmente en Los nombres(El éxodo), y se instala con su calendario, prohibiciones, prescripciones, en el tercer libro, El Señor llamó(Levítico). Donde lo religioso es ya teológico-político. Entonces la teologización, lo que no ven los religiosos, que no ven más que la verdad,  es un semiotismo, la forma sacralizada del dualismo. Embiblar, es también por lo tanto, paradójicamente, desteologizar, es decir desemiotizar, decristianizar, deshelenizar, deslatinizar, defrancéscorrientizar, ese lenguaje. Que jamás fue lenguaje corriente. Para reencontrar la fuerza del continuo borrado por el trabajo de borrantes, es decir de traducciones que recurren al francés corriente para sermonear y acosar a la clientela. En la confesión que sea.

Se trata de historizar radicalmente el lenguaje, los discursos, el poema. Contra la regencia mundializada del signo.

El problema es un problema poético, en el sentido de que para entender y dar a entender el modo y la fuerza de decir, y no sólo el significado de lo que está dicho, es necesario encontrar toda la serial del texto, el encadenamiento del todoritmo. La fuerza es portadora de sentido. El sentido, sin la fuerza, es el fantasma del lenguaje.

Por la vozentiendo la oralidad. Pero ya no en el sentido del signo, donde sólo se escucha el sonido opuesto al sentido. En el continuo, la oralidad es del cuerpo-lenguaje. Es al sujeto que se escucha. La voz es la del sujeto que pasa de sujeto en sujeto. La voz hace sujeto. Le hace sujeto. El sujeto se hace en y por su propia voz.

Y se dice, casi milagrosamente, sin que se haya sabido que es eso lo que se entiende por la palabra hebrea taam –en plural taamim– que habitualmente se da por acento disyuntivo y conjuntivo, pero que exactamente significa “el gusto” de lo que se tiene en la boca, el sabor de lo que se come. Metáfora-profecía  de lo que ha dicho, y sin duda sin saberlo, Tristán Tzara, cuando decía: “el pensamiento se hace en la boca”. No, no sabía sin duda todo lo que decía, así como muy frecuentemente un poema es lo que deja escuchar todo lo que no se sabe que se escucha.

Inmediatamente, es la teatralidad misma de la voz.  

Así, el taames la profecía del poema en la voz. En el sentido que anuncia la llegada contra los estereotipos del pensamiento del lenguaje por el signo. Poner poema en la voz es lo que llamo, forjando el verbo sobre la palabra hebrea, taamisar el lenguaje, taamisar el traducir, taamisar el francés, puesto que en francés el poema es en el francés que nos inventa. De donde taamisar todas las lenguas, todo el pensamiento del lenguaje.  Embiblar, es taamisar.

Y eso, para el gran esfuerzo hacia la invención de un sujeto, en el poema de la voz de un sujeto, para burlarse del signo, catastrófica división que desune, como dos heterogéneos, uno del otro, sonido y sentido, oral y escrito, forma y contenido, letra y espíritu, cuerpo y alma, un juego que no es sino la muerte en el alma. Es decir el discontinuo generalizado.

Pero entonces, traducir el poema-Biblia es el encuentro entre la taamisación, la semántica serial, y la voz-poema del que traduce, un encuentro con el poema que se tiene en la voz. Y no es la Biblia la que actúa sobre la voz-poema, es a la inversa, es la voz-poema la que escucha, encuentra, y puede dar a escuchar el poema- Biblia.

Los roles están invertidos. Es la reversibilidad de la escucha. El encuentro se da como un momento en el que uno se reconoce en el infinito de la historia y en el infinito del sentido. Una voz que escucha su propia historia, una voz que habla su historia, se escucha como un recitativo. Lo que se escucha no es lo que ella dice sino lo que hace.  Lo que se hace a sí misma, al que habla, y también lo que hace al que escucha. Transforma. Hace lo que no se sabe que se oye. El trabajo de la escucha es reconocer, imprevisiblemente, en ciertos momentos, todo lo que no se sabía que se oye. El secreto al oído se vuelve un boca a boca.

La voz muestra que es por la boca que se entiende mejor. Así como Maimónides-, en la Guía de los perplejos, a través de los ejemplos de Amos y de Jeremías, mostró que el oído tiene la visión.

Entonces, si la traducción está en curso, se va a encontrar, bastante graciosamente, tanto uno como otro: escribir o desescribir. Pero no es un dualismo, en el cual uno más uno es igual al todo. Sonido y sentido, es el signo. No, del contra es el para. Contra el signo, para el poema.

El poema, digo y redigo, porque hace falta redecir, lo definí como la transformación de una forma de lenguaje por una forma de vida y la transformación de una forma de vida por una forma de lenguaje. Así el poema es la máxima relación entre el lenguaje y la vida. Pero una vida humana. En el sentido de Spinoza en el Tratado político: definida no biológicamente “sino especialmente por la razón, la verdadera fuerza y la vida del espíritu- –sed quae maximè ratione, verâ Mentis virtute, & vitâ definitur” (V, V). Nada que ver con el vitalismo que no hace más que oponer el lenguaje a la vida.

Por lo tanto es necesario saber que con los conceptos del signo se traduce sólo el signo. El poema está borrado. Pero todo el mundo sabe que el poema está borrado. Incluso porque se sabe se dice que hay intraducible. Nos resignamos. Estamos acostumbrados a resignarnos. El traductor del signo es un alma acostumbrada. Como dice Péguy: “Madera muerta, es madera extremadamente acostumbrada. Y un alma muerta es también un alma extremadamente acostumbrada”

Y se sueltan algunos sapos de la boca, como que traducir es traicionar. Traduttore, traditore. Entonces traducir carece de sentido, en relación a la búsqueda de sentido. Sin saber que buscar el sentido, es ser ventriloqueado por el signo. Greco-cristiano. Justo lo que hace falta para la Biblia. Porque no se sabe que traducir, es en primer lugar traducir la propia representación del lenguaje.

Traducir el signo, parece que no se terminara de saber, es no tener voz. El signo vuelve áfono, al mismo tiempo que vuelve sordo.

Traducir el poema, todo lo que es poema, incluido el poema del pensamiento, supone tener un poema en la voz. Sólo entonces traducir es un re-escribir. Traducir el signo, es desescribir. Y después, otro sapo de la boca, se dice que las traducciones envejecen. Se confunde estado de la lengua y estado de la voz. Desde ese punto de vista, ninguna diferencia entre obras llamadas originales y traducciones.

La mayoría de las obras presentadas como originales son productos de la época, no actividades que quedan activas, por más antiguas que sean. Son por lo tanto como las traducciones de las que se dice que envejecen. Están terminadas comola época. Con la época.

Sólo las obras que están en actividad envejecen, es decir, simplemente, que continúan siendo activas. Y las traducciones que son obras, porque son un poema de la voz, también permanecen.

Así cuando se dice que las traducciones envejecen, no se sabe lo que se dice y a la vez se dice lo contrario de lo que se cree decir. 

Pero escribir, es escribir el poema que tenemos en la voz. Escuchar la historia que tenemos en la voz. Escuchar la propia boca.

Embiblar el signo.

La piel y el teatro. Salir de la política

Amador Fernández-Savater
-¡Nunca se ha hablado tanto de política como ahora!
-Y tan poco de la vida…
(Una conversación con amigas, en el “año del cambio”)
Las almas y los corazones
¿Cómo entender la naturaleza profunda de la gestión política de esta crisis económica? Creo que podemos encontrar inspiración en una autoridad en materia neoliberal como Margaret Thatcher. En 1988, la Dama de Hierro dijo con absoluta franqueza: “La economía es el método, pero la finalidad es cambiar el corazón y el alma”.
Me parece que es exactamente desde este punto de vista que conviene pensar las políticas que se llevan a cabo en Europa desde 2008. No se trata tan sólo de un conjunto de recortes o medidas severas de austeridad para “salir” de la crisis y regresar al punto en el que estábamos, sino de redefinir radicalmente las formas de vida: nuestra relación con el mundo, con los otros, con nosotros mismos. 
Vista desde este ángulo, la crisis es el momento ideal para emprender un proceso de “destrucción creativa” de todo lo que, en las instituciones, el vínculo social y las subjetividades, hace obstáculo o desafía la lógica del crecimiento y el rendimiento indefinido: ya sean restos del Estado del bienestar, mecanismos formales o informales de solidaridad o apoyo mutuo, valores no competitivos o no productivistas, etc. Destruyendo o privatizando los sistemas públicos de protección social, deprimiendo los salarios, se incentiva el endeudamiento y la lucha a codazos por la supervivencia, resultando un tipo de individuo para el cual la existencia es un proceso constante de autovalorización. La vida entera se vuelve trabajo
¿Es esto demasiado abstracto, conspiranoico, “metafísico” incluso? Por el contrario, es completamente banal y cotidiano, por eso triunfa. Un ejemplo posible entre mil. ¿Qué supone el Real Decreto-Ley 16/2012, aprobado por el Partido Popular, que excluye de la atención sanitaria a decenas de miles de personas? Los activistas de Yo Sí Sanidad Universal que lo combaten cotidianamente nos lo explican así: no se trata de que vaya a haber menos radiografías o menos cirujanos, sino de un cambio cualitativo por el cual la salud ya no es más un derecho para todos, ricos o pobres, sino que depende de si estás asegurado. El decreto es el método, pero la finalidad es reprogramar el imaginario social sobre el derecho a la salud. Es decir, que incorporemos como modo de pensar y sentir cotidiano, a partir de unos cambios que muchas veces no resaltan (hablar de “aseguramiento”, tener que ir al INSS a recoger la tarjeta sanitaria), el hecho terrible de que la atención sanitaria es a partir de ahora un privilegio de los que se lo merecen. Y que actuemos en consecuencia: guerra de todos contra todos y sálvese quien pueda. 
La piel…
En esta perspectiva, uno de los momentos políticamente más interesantes de los últimos años fue justo el fin de los campamentos del 15M. Es decir, cuando la inmensa cantidad de energía concentrada en el espacio-tiempo de las plazas se despliega y metamorfosea por los distintos territorios de vida. Primero se crean las asambleas de barrio, luego se forman las mareas en defensa de lo público, crece y se multiplica la PAH, bullen y hormiguean por todos los rincones mil iniciativas capilares, casi invisibles: cooperativas, huertos urbanos, bancos de tiempo, redes de economía solidaria, centros sociales, nuevas librerías, etc.
Digamos que el acontecimiento 15M extiende por toda la sociedad una especie de “segunda piel”: una superficie extremadamente sensible en y por la cual uno siente como algo propio lo que les sucede a otros desconocidos (el ejemplo más claro son seguramente los desahucios, pero recordemos también cómo fue acogida socialmente la lucha del barrio de Gamonal); un espacio de altísima conductibilidad en el que las distintas iniciativas proliferan y resuenan entre sí sin remitir a ningún centro aglutinador (en todo caso, a paraguas abiertos como los términos «99%» o «15M»); una lámina o película anónima donde circulan imprevisibles, ingobernables, corrientes de afecto y energía que atraviesan alegremente las divisiones sociales establecidas (sociológicas, ideológicas), etc.
Nos equivocaríamos pensando esa “segunda piel” con los conceptos clásicos de sociedad civil, opinión pública o movimiento social. En todo caso es la sociedad misma que se ha puesto en movimiento, creando un clima de politización que no conoce dentro y afuera, arriba y abajo, centro o periferia, etc.  
¿Y por qué éste sería un momento especialmente interesante? Porque ahí asumimos el reto que nos plantea el neoliberalismo (sintetizado tan bien por la fórmula de la Thatcher) tanto en extensión como en intensidad. Se pelea en torno a formas de vida deseables e indeseables y la disputa tiene lugar en todos los rincones de la sociedad, sin actores, tiempos o lugares privilegiados. 
En cada hospital amenazado de cierre y en cada escuela advertida de recorte, en cada vecino en proceso de desahucio y en cada migrante sin tarjeta sanitaria a la puerta de un centro de salud, se juega la pregunta por cómo vamos a vivir. Y no en un plano retórico o discursivo, sino práctico, encarnado y sensible. Lo que nos importa y lo que nos es indiferente, lo que nos parece digno e indigno, lo que toleramos y lo que ya no toleramos más. ¿Queremos vivir en una sociedad donde alguien puede morir de una gripe, ser desalojado de su casa, no tener recursos para educar a los niños…? 
Piel abierta, piel extensa, piel intensa. Frente a la guerra de todos contra todos y el “sálvese quien pueda” que atiza necesariamente la lógica del beneficio por encima de todo, se activa la dimensión común de nuestra existencia: solidaridad, cuidado y apoyo mutuo, vínculo y empatía. Frente a la pasividad, la culpa y la resignación que siembra la estrategia del shock, se contagia por todas partes una extraña alegría: “estamos jodidos pero contentos” me dijo un amigo en medio de aquellos días de asambleas y mareas. Contentos de compartir el malestar en lugar de tragar lágrimas en privado, de reconvertirlo incluso en potencia de acción.
Esta suerte de “cambio de piel” consiguió en muy poco tiempo algunos logros realmente impresionantes (que sólo miradas muy obtusas rechazan ver): la deslegitimación de la arquitectura política y cultural dominante en España desde hace décadas, la transformación social de la percepción sobre asuntos clave como los desahucios, las victorias concretas en el caso de Gamonal, la marea blanca o la ley del aborto de Gallardón, la neutralización de la posibilidad siempre latente en las crisis de la emergencia de fascismos macro y micro, etc. No gracias a que tuviese ningún tipo de poder (institucional, económico, mediático, etc.), sino más bien a su fuerza para alterar el deseo social, contagiar otra sensibilidad y expandir horizontalmente nuevos afectos. Esa fuerza sensible es y ha sido siempre el poder de los sinpoder.
… y el teatro
¿Dónde estamos hoy, con respecto a esto? La lectura predominante que se hizo del impasse en el que entraron los movimientos post-15M hacia la segunda mitad de 2013 señaló que se había topado con un “techo de cristal”: las mareas chocan contra un muro (el cierre institucional), pero este muro no cede. No hay cambio tangible en la orientación general de las políticas macro: siguen los desahucios, los recortes, las privatizaciones, el empobrecimiento, etc.
Ese diagnóstico llevaba en sí mismo la receta: la vía electoral se plantea como único camino posible para salir del impasse y romper el «techo de cristal». Podemos primero, las candidaturas municipalistas después, canalizan en esa dirección (con formas y estilos muy distintos) la insatisfacción social y el deseo de cambio. (En Cataluña es el proceso independentista el que parece desviar/encarrilar el malestar, pero el análisis de esa situación excede las posibilidades de este artículo y de este autor).
¿Cómo interpretar los resultados de ese “giro electoral”? Mi lectura y mi sensación es ambivalente: ganamos pero perdimos. 
Ganamos, porque sin apenas recursos o estructuras, y a pesar de las campañas del miedo, las nuevas formaciones han competido exitosamente con las grandes maquinarias de los partidos clásicos, desordenando un mapa electoral que parecía inmutable. Ahora hay esperanzas razonables de que los nuevos gobiernos (municipales por el momento) cristalicen reivindicaciones básicas de los movimientos (con respecto a desahucios, recortes, etc.) y alteren algunos de los marcos normativos que reproducen la lógica neoliberal de la competencia en distintos órdenes de la vida.
Perdimos, porque se han reinstalado en el imaginario social las lógicas de representación y delegación, centralización y concentración que fueron cuestionadas por la crisis y el impulso de las plazas. 
Digamos que la fuerza centrípeta de lo electoral ha plegado la piel en lo que podríamos llamar un “volumen teatral”, esto es, un tipo de espacio (material y simbólico) organizado en torno a las divisiones dentro/fuera, actores/espectadores, platea/escena, escena/backstage.
Muy esquemáticamente: un tipo de hacer muy retórico y discursivo, que pone en primer plano a los “actores más capaces” (líderes, estrategas, «politólogos»), polarizado en torno a espacios y tiempos muy determinados (la coyuntura electoral, el tiempo futuro del programa o la promesa) y enfocado a la conquista de la opinión pública (las famosas “mayorías sociales”), ha venido a suceder a un tipo de hacer mucho más basado en la acción, al alcance de cualquiera, que se desarrolla en tiempos y espacios heterogéneos, autodeterminados y pegados a la materialidad de la vida (un hospital, una escuela, una casa) y se dirige a los otros, no como a votantes o espectadores, sino como a cómplices e iguales con los que pensar y actuar en común.
Si el 15M puso en el centro el problema de la vida y de las formas de vida, el “asalto institucional” ha repuesto en el centro la cuestión de la representación y el poder político. Y cada opción tiene sus implicaciones. El efecto de la división dentro/fuera que instala el teatro implica una reducción en términos de extensiónintensidad que debilita la pelea contra el neoliberalismo.
Por un lado, lo que queda fuera de los muros del teatro pierde valor y potencia, resulta recortado y devaluado. Un ejemplo muy claro: los movimientos son objeto de mera referencia retórica o se interpretan como reivindicaciones o demandas a escuchar, sintetizar o articular por una instancia superior (partido, gobierno), borrándose así completamente su dimensión esencial de creación de mundo aquí y ahora (nuevos valores, nuevas relaciones sociales, nuevas formas de vida). El teatro ausenta lo que representa. Y de ese modo se pierde la relación viva con la energía creadora de los movimientos. 
Por otro lado, lo que se ve en el exterior del teatro viene proyectado desde el interior. Me refiero a algo muy concreto y cotidiano: la ocupación total de la mente social (pensamiento y mirada, atención y deseo) por lo que ocurre en la escena. ¿Cuánto tiempo de nuestras vidas hemos perdido últimamente hablando del penúltimo gesto de cualquiera de nuestros súper-héroes/heroínas (Iglesias, Monedero, Carmena, Garzón, quien sea)? Con la nueva política cambian las obras y los actores, hay nuevos decorados y guiones, pero seguimos tan reducidos como antes a espectadores, comentaristas y opinadores ante sus pantallas, perdiendo así el contacto con nuestro centro de gravedad: nosotros mismos, nuestra vida y nuestros problemas, lo que estamos dispuestos a hacer y lo que ya hacemos, las prácticas que inventamos más o menos colectivamente, etc. Hipersensibles a los estímulos que nos vienen de arriba, indiferentes y anestesiados a lo que ocurre a nuestro alrededor (piel cerrada). Y de nada sirve criticar el teatro: se sigue fijando en él la atención, aunque sea a la contra.
Reabrir la piel
Recapitulo. El neoliberalismo no es un “régimen político”, sino un sistema social que organiza la vida entera. No es un “grifo” que derrama sus políticas hacia abajo y que podemos simplemente cerrar conquistando los lugares centrales del poder y la representación, sino una dinámica de producción de afectos, deseos y subjetividades (“la finalidad es cambiar los corazones y las almas”) desde una multiplicidad de focos.
La vía electoral-institucional tiene en razón de ello sus propios “techos de cristal”. Y es tal vez eso lo que podemos aprender del culebrón trágico de Syriza: dentro los marcos establecidos de acumulación y crecimiento, el margen de maniobra del poder político es muy limitado. Y girar hacia otros modelos (pensemos en el decrecimiento, por ejemplo) no se puede “decretar” desde arriba, sino que requiere de toda una redefinición social de la pobreza y la riqueza, de la vida buena y deseable, que sólo se puede suscitar desde abajo. Por esa razón, constituir el poder destituyendo la fuerza (pasar de la piel al teatro) es catastrófico. Son siempre nuevos procesos de subjetivación, nuevos cambios de piel, los que redefinen los consensos sociales y abren lo posible, también para los gobiernos.
Se trata entonces de reabrir la piel (la tuya, la mía, la de todos). A nivel íntimo, esto exige a cada uno resistirse a la captura de la atención y el deseo, del pensamiento y la mirada por las lógicas representativas, espectaculares. El teatro lo monta cada día el matrimonio funesto entre el poder político y los medios de comunicación (incluyendo aquí desgraciadamente a los medios alternativos, también hipnotizados por «la coyuntura»), pero lo reproducimos todos, en cualquier conversación entre amigos o con la familia, cuando dejamos que organice el marco de nuestras preguntas, preocupaciones y opciones: ¿populista o movimientista? ¿confluencia o unidad popular? ¿Zutano o Mengano?  Hay que revertir ese movimiento centrípeto y fugar de cualquier centro: centri-fugar. Recuperar el eje. Partir de nosotros mismos. Mirar alrededor.
A nivel general, se trata de retomar la experimentación a ras de suelo y al nivel de las formas de vida: pensar y ensayar ahí nuevas prácticas colectivas, inventar nuevas herramientas e instrumentos para sostenerlas y expandirlas, imaginar nuevos mapas, brújulas y lenguajes para nombrarlas y comunicarlas. El impasse de 2013 tuvo mucho que ver, si miramos hacia dentro de lo que hacemos y no sólo hacia afuera, con la inadecuación radical de nuestros esquemas de referencia (formas de organización, imágenes de cambio, etc.) para acompañar lo que estaba pasando.
Por supuesto, este es y será un camino largo, difícil, frustrante a veces, pero también real y en ese sentido satisfactorio. Porque la promesa que nos lanzan desde la escena sobre un “cambio” que nada va a exigirnos excepto ir a votar al partido correcto el día de las elecciones sólo es una tomadura de pelo. 
Estar a la altura del desafío neoliberal pasa por desplegar una “política expandida”: no reducida o restringida a determinados espacios (mediáticos e institucionales), a determinados tiempos (la coyuntura electoral) y a determinados actores (partidos, expertos), sino al alcance de cualquiera, pegada a la multiplicidad/materialidad de las situaciones de vida, creadora de valores capaces de rivalizar con los valores neoliberales de la competencia y el éxito.
La misma palabra «política» quizá ya no nos alcance para nombrar algo así, parece traicionarnos siempre, desplazando el centro de gravedad hacia el poder, la representación, el Estado, los políticos, el teatro. No se trata de un cambio de régimen, sino de alimentar un proceso múltiple de autodeterminación de la vida. La política es el método, pero el desafío es cambiar nuestras almas y nuestros corazones. 
* Las imágenes de la piel y el teatro me han venido sugeridas por la lectura de Economía libidinal de Jean-François Lyotard.
** Este texto elabora las ideas de conversaciones con Marga y Raquel, Leo, Franco, Diego, Ernesto, Álvaro, Marta, Ema…
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(fuente: www.eldiario.es)

Trabajo, autogestión y territorio

ficciones verdaderas de una escuela y sus formas de vida

Diego Picotto – Sergio Lesbegueris

“Desalojemos de nuestra inteligencia la idea de la facilidad. No es tarea fácil la que hemos acometido, pero no es tarea ingrata. Luchar por un alto fin es el goce mayor que se ofrece a la perspectiva del hombre. Luchar es, en cierta manera, sinónimo de vivir: se lucha con la gleba para extraer un puñado de trigo. Se lucha con el mar para transportar de un extremo a otro del planeta mercaderías y ansiedades. Se lucha con la pluma. Se lucha con la espada. El que no lucha, se estanca, como el agua. El que se estanca se pudre.”
Raúl Scalabrini Ortiz (revista Qué, 1957)

“Una idea tendrá fuerza de expansión en la medida en que consiga presentarse como una promesa y, al mismo tiempo, como una amenaza”.
Ernest Gellner

“No hay poder capaz de fundar el orden por la sola represión de los cuerpos por los cuerpos. Son necesarias fuerzas ficticias”.
Paul Valéry

Unos días atrás circuló por el patio de la escuela un texto-balance de la política argentina de los última larga década, Odisea 2001, en el que un gran amigo, filósofo él, sugería una lectura “no ilusoria” del tránsito de las resistencias colectivas a la invención política y se preguntaba “de dónde surgen nuestros entusiasmos, los que animan nuestras militancias, nuestras clases o escritos”. O los que impulsan a la construcción diaria, y a veces tediosa, de una escuela de oficios en un barrio algo perdido pero muy singular de la ciudad. Una escuela fundada precisamente en el 2001, como deriva posible de aquel ciclo de resistencias colectivas, una secuela más en la serie de destituciones y desfondamientos que le sirvieron de escenario.[1]Una escuela producto de una imaginación política por aquellos años proliferante.[2]Pero ¿puede ser una escuela una invención política? ¿Es posible disponerla  como espacio común de encuentro y composición? ¿Cómo ejercitar la sensibilidad a los flujos de afecto que la atraviesan y constituyen? ¿Cómo poner en valor la cooperación sobre la que inevitablemente se sustenta como base de una comunidad siempre posible y siempre amenazada?

El CFP24 es una escuela pública, estatal, que asume la post-estatalidad como condición de época. Ni llora el desmantelamiento del Estado ni festeja su mentada “recuperación”: navega –es decir, lucha[3]sobre su mutación, susceptible al viento y a la tensión entre dos lógicas, dos racionalidades: la estatal/mercantil, y la del común. Sobre esa tensión, y sobre la ambigüedad que adquieren las prácticas que le son propias, se haceescuela. Un poco a tientas e inventando un lenguaje propio.[4]Discutiendo jerarquías y desigualdades. Y asumiendo el desafío de no cerrarse, dócil, sobre su “natural” matriz burocrática (y más bien lanzarse a la apertura y la experimentación. Esto implica, es sabido, un corrimiento. Se puede decir, incluso, que es una institución viva por los desplazamientos que fue operando a lo largo del tiempo. Porque el que se estanca se pudre: ficción verdadera que nutre la tendencia irreversible de la escuela, en estas condiciones, a mutar, a transformarse a sí misma a partir de la fuerza de sus propios delirios y problematizaciones. Las metáforas constitutivas se han disuelto; toda solidez institucional se ha desvanecido y, con ella, las promesas y premisas de muchas de las imágenes y acciones que orientaban nuestro hacer.

De ahí el laburo constante de leerse en sus deshilaches, de escucharse entre sus sospechas, de ir inventándose imágenes y formas de nombrarse al calor de sus ardores: “escuela patchwork”, “escuela retazos”, “escuela vitraux” son figuras que emergen entre esos escombros, y remiten a esta disposición a lo abierto y heterogéneo. A una institución hecha de fragmentos disímiles, singulares, arbitrarios. Una escuela que no busca confirmarse, y mucho menos conformarse, con las imágenes heredadas y sale en búsqueda de visiones propias, a la conquista de su propio desierto. O aquella otra de escuela constelación, que envía de modo similar a la articulación posible de elementos heterogéneos que se con-forman un todo abierto, un territorio común, incluso una comunidad. O la muy simpática centro excéntrico –en ininterrumpido trabajo de desbaratamiento de sus centralidades supuestas. La principal, aquella que enuncia la formación para el trabajo.

Trabajo

El CFP24 es una escuela de oficios que parte de poner en tensión la relación entre educación y trabajo. Su primer gesto político es profanar lo que se presenta consagrado: ¿Aprender qué, cómo, de quién, para trabajar cómo y dónde? ¿Y cuánto realmente hay de propio en el propio hacer? Formar para el trabajo sin problematizar los mismos términos de la enunciación es forjar esclavos, de otros o de sus propias vidas. O eternos frustrados (constructores de malestares, de esos que hoy abundan). Incluso, de entrada, la relación –permeable hasta la indistinción en el caso de esta escuela– entre el que sabe y el que aprende mientras que hacen. Sobre todo, sus vidas. ¿Cómo se hace una vida y qué lugar ocupa en ella, el trabajo? O más atrás: cómo se constituye materialmente, aquí y ahora, el trabajo, con su fisonomía polimorfa, monstruosa, siempre en exceso en relación a las representaciones y los discursos que se instituyen para capturar las “milagrosas aptitudes de los vivos para vivir, para habitar lo inhabitable”, como dicen otros amigos.[5] Lo inhabitable es Buenos Aires, o el corazón de cualquier otra metrópolis.

Una escuela de oficios que no aspira solo a su reproducción, entonces, no puede evitar preguntarse por las múltiples formas de trabajo realmente existente, por los mil modos de ganarse la vida. Operderla fruto, entre otras cosas, de la diseminación social del consumidor endeudado, encadeno a la necesidad de ingresos y un aparente desenganche de las lógicas productivas más clásicas por parte del capital. Insistimos, entonces, el CFP 24 es una escuela de oficios que mira al interior de sí misma y se interroga por las formas que cobra efectivamente el trabajo en la ciudad: ¿Qué vitalidades captura y explota? ¿De qué cálculos se nutre? ¿Es posible conciliar el goce con el trabajo y la vida?

De ahí que ensayemos formas de desnaturalizar el trabajo y las relaciones materiales que lo constituyen como principal organizador de afectos, hábitos y subjetividades sociales. Perforar las obviedades de las que se nutre para abrirse a procesos de experimentación, de boicots sobre las propias vidas organizadas sobre el “hormigón armado de este mundo” que es el capital. Poner entre paréntesis las representaciones dominantes (mayormente vacías y desbordantes de moralismo) sobre el trabajo y estropear la maquina social que funciona capturando haceres colectivos, más alegres y libres. Sobre estos últimos ponemos va nuestra apuesta: en los trayectos formativos y cursos, y en los proyectos que los articulan y exceden. Esos haceres y proyectos que no son, sino flechazos (muchas veces al aire) que ansían agujerear ese hormigón; y que, a su modo, no hacen sino preguntarse cada vez por qué es la comunidad. Son esos puntos de apoyo de un nosotrosque logra sustraerse al dominio de los yoes, puntos de existencia y partida actuales, sobre los que se monta la maquinaria.

El trabajo y la vida como pregunta y problema puesto en centro de un hacer colectivo que, casi involuntariamente, encarna en proyectos: una milonga con mucha magia, una feria y un cine popular, una casa (de los comunes y de los anómalos), una radio comunitaria, un (proyecto) antena (muy alta y hecha con las propias manos), un Portal de Servicios, un Observatorio del Trabajo Sumergido, un colectivo de consumo solidario y popular, un (potencial) sendero, como apropiación común del espacio público, un bar, muchas ideas, textos, afectos… Los proyectos como modos de multiplicar los lugares de encuentro, de diálogo; meras excusas en el devenir comunidad en su desbaratamiento.

Proyectos y comunidad

El proyecto es el caballo de Troya dentro del que se ocultan proliferantes imaginarios, encuentros y haceres. Nombra un deseo y una disposición, creativa. Pero también una forma de captura: el proyecto (“de vida”) como unidad de la movilización general bajo la exigencia contemporánea de hacerse a sí mismo, “yo-marcas” que no expresan sino el modelo triunfal de la empresa como forma de vida. Sobre esa tensión la escuela (constelación/patchwork/retazos/vitraux) apuesta a producir comunidad. O, para decirlo con Lewkowicz, la escuela sólo tiene un sentido (pedagógico) si participa de manera activa de la formación de ecologías sociales y culturales, es decir, si logra forjar las armas necesarias para intensificar su propia existencia: esta serie de estrategias suelen reunirse bajo el apelativo genérico de proyectos.[6]

Palabra clave, entonces, tanto en empresas como en organizaciones sociales y derivas individuales, entre nosotros la noción de proyectoimplica la puesta en marcha de tentativas, dinámicas colaborativas; concertación de fuerzas durante determinado tiempo que permiten articular energías y procesos de aprendizaje, creación y modificación de un estado de cosas, y en especial de los modos de vida de los directamente involucrados. Y no hay proyecto que no entrañe una ficción verdadera: la (auto)fabulación es un elemento constitutivo, así como la propensión a contagiarse (o enojarse), que permite abstraerse de la indiferencia y del cinismo ambiente.   

Dinámicas constructivistas desde el conflicto o las ganas que dan lugar al despliegue de comunidades experimentales que comparten un hacer común, una producción colaborativa en acto. Proyectos que cobran la forma de redes, incluso de rizomas: conjuntos abiertos no codificables a partir de los gestos y operaciones propiamente “modernas”, soberanistas o disciplinarias. Proliferación de modos de hacer, de afectos, de conexiones que inician e incentivan momentos de conversación e improvisación, de invención de formas de vida en común.

Una práctica productora de colectividad, de una comunidad en estado latente que solo llega a existir en virtud de esos proyectos que se logran sostener (y mientras se sostienen). Una colectividad que permite desarrollar, calibrar, intensificar la cooperación (y la conflictividad) social misma. Los proyectos son estrellas con una luz singular, especialmente potentes por su capacidad de nutrirse de intuiciones, ideas e instituciones, de imaginarios y prácticas, de modos de vida y objetos, en función de dinámicas colaborativas, más politizantes que políticas. Proyectos colaborativos que intervienen socialmente poniendo (y disputando) en dominio público una serie de problemas a ser comúnmente abordados, e impugnando de esta manera, la naturaleza gestionaría y privada que se nos impone como obviedad. Es decir, intervienen del modo inverso a como lo hace la política convencional: problematizando, impulsando procesos abiertos y participativos entre distintos, produciendo vínculos, rastreando – y no delegando – la experimentación de formas de vida en común. Son tanteos que intentan reescribir la historia para volverse visibles (y sensibles) mientras se cuida el anonimato para devenir comunidad.

Autogestión y cooperación

Conquista y necesidad, autogestión remite a un modo de organización en el que sus participantes –en este caso, docentes, estudiantes y vecinxs– se implican en un número creciente de decisiones que hacen al funcionamiento institucional, cooperan y fortalecen un proyecto común como  modo (político) de potenciarse a ellos mismos.

La autogestión remite, también, al desarrollo de estrategias tendientes a resolver la auto-reproducción, la propia existencia material de la escuela en contextos de desfinanciamiento y desvitalización general. Pero al mismo tiempo remite, también, a la creación del propio espacio y del propio tiempo: una autonomía de las lógicas pedagógicas, institucionales, políticas.

El “éxodo” es su condición de posibilidad. Del abandono de la partida de ajedrez que se le/nos impone. De desistir en querer robarle a las blancas la iniciativa, intuyendo que si bien las negras intentan siempre despojar un turno al contrincante, estarán bailando siempre al son de otros ritmos (incluso al de las negras devenidas blancas). Se trata, justamente, de patear el tablero y rearmarnos sin que se nos exija, en principio, ningún posicionamiento. En ese abandonar el juego, desplazar el juego de “las piezas a mover” al “espacio en donde nos podemos mover”. Abdicar para investigar de qué manera nos ponemos a lo que nos ha sido dado.

Esta autogestión no se funda tanto en la  conciencia o en la voluntad de los individuos, no es una opción ideológica, sino por la tendencia de la propia especie a la cooperación; favorecida por ciertas condiciones materiales y subjetivas del presente, y a un impulso vital que orienta las acciones hacia zonas de mayor autodeterminación conjunta e inmanente.

Territorio

El CFP 24 se recorta sobre el territorio como un nodo de resistencia más de una red difusa pero con activas y creativas dinámicas de cooperación y de lucha. Es agenda cultural y comunitaria con los más próximos y red de experimentación política a lo largo del país. Las posibilidades son infinitas, como las potencias. Uno nunca sabe lo que una escuela que muta puede. El sentido más obvio tiene que ver, precisamente, con asumirse como una institución territorial, situada, que funciona y hace su historia bajo condiciones no elegidas –como diría un Marx de vulgata–, pero sobre las que construye un tiempo y un espacio singular. A esa capacidad y tensión entre lo instituido y lo instituyente se podría llamar territorio, en una declinación que la aproxima al sentido que suele dársele cuando se habla de animales territoriales. Si la institución remite a la reproducción de un orden social, el territorio lo vuelve sitio en disputa.

Nodo, entonces, de una red difusa que se actualiza cada vez que se conquista un hacer común, un devenir común. Una red que nunca está dada y que jamás se reduce ni a opción ideológica ni a meras afecciones electivas, y que experimentan con las fuerzas materiales que permiten contrarrestar la pulsión de muerte que porta en sí toda institución: la tendencia conservadora y empobrecedora a cerrarse sobre sí mismas, a ahogarse en su propio vómito. Por el contrario, asumirse parte de un territorio a construir –no necesariamente físico y naturalmente problematizador – implica la disposición a componerse con otras fueras, a afectar y ser afectado y a transformarse a partir de esas afecciones. A volverse común, comunidad.

El territorio se construye profanando. Perforando, rompiendo lo sagrado, los encadenamientos que lo establecido ha petrificado y separado. Es la acción contraria a consagrar. El territorio es aquello que en principio desorganiza lo dado, y tiende a fundar de modo singular lo decible, lo pensable, lo vivible, y sus recorridos posibles, poniendo en jaque las fuerzas (materiales y ficticias) configuradoras de la realidad. Propone un fugarse del tablero de ajedrez que se nos asigna. Un desplazamiento (más que una crítica) que nos exige ver las cosas y mirarlas desde otros sitios: Éxodo del trabajo; Autogestión; Territorio. Ficciones verdaderas, construcciones de sentido, menos autorreferenciales y más necesarias y vitales para poder respirar en esta ciudad de pobres corazones.

(fuente:  Campo Grupal Nº 182 – Octubre de 2015)


[1]Para un relato “no oficial”, pero verdadero de la historia de la escuela, véase “Una escuela con historia y mucho trabajo”, en Nuestro Barrio.
[2]Véase Sergio Lesbegueris, “La escuela: territorio de exploración. La ventana”, en Revista Novedades Educativas, Nº237, septiembre 2010.
[3]O “Disfraces de amarillo PRO para pedir por una escuela”, en Tiempo Argentino: http://tiempo.infonews.com/nota/26232/disfraces-de-amarillo-pro-para-pedir-por-una-escuela
[4]Cooperación directa y cooperación indirecta, por ejemplo, alude a aquellas racionalidades, así como Cooper-acción, provisión solidaria de insumos e inventario comunitario intentan nombrar pliegues de ese común.
[5]Véase A nuestros amigos, del Comité Invisible, Bs-As., Heckt, 2015.
[6] Este apartado sobre la imagen de proyectos es una variación libre sobre las elaboraciones de Reinaldo Ladagga en Estética de la Emergencia: la formación de otra cultura de las artes (Adriana Hidalgo Editora, Bs-As, 2006)

Entrevista a Bruno Nápoli sobre del rol del capital financiero en la última dictadura

“Decidían qué leyes salían”

Eduardo Febbro
El coautor de La Dictadura del Capital Financiero. El golpe militar corporativo y la trama bursátil cuenta cómo el terrorismo de Estado no sólo benefició a las grandes empresas sino que sus representantes tomaban las decisiones.

La verdad tiene muchos vericuetos e interpretaciones. Pero hay uno inapelable: el financiero, el dinero. En un libro presentado en la embajada argentina en París, La Dictadura del Capital Financiero. El golpe militar corporativo y la trama bursátil, los investigadores Celeste Perosino, Bruno Nápoli y Walter Bosisio desmenuzan el papel que jugaron las finanzas en el dispositivo represor de la última dictadura. De esta investigación, basada en el análisis de documentos exclusivos, los autores extraen una conclusión: las corporaciones empresariales y financieras de la Argentina le dictaban a las Fuerzas Armadas las leyes que más le convenían al capital. Este libro viene a desnudar uno de los aspectos menos conocidos de la relación entre las burguesías financieras locales y el poder militar. Ambos trabajaban en tareas distintas: los primeros ganando dinero y desmantelando al país, los segundos asesinando en beneficio de los primeros. El ensayo contiene momentos clave de la elaboración de dispositivos económicos nocivos como las leyes de Entidades Financieras, Inversiones Extranjeras y Descentralización de Depósitos y la forma en que se crearon empresas y compañías financieras desde la misma ESMA.
Este libro completa dos trabajos anteriores: el informe de 2013 Economía, Política y Sistema Financiero-La última dictadura cívico militar en la Comisión Nacional de Valores. Y el libro Cuentas Pendientes, de Horacio Verbitsky y Juan Pablo Bohoslavsky.
–¿En qué documentación se basaron para realizar este trabajo?
–En 2013, la Comisión Nacional de Valores decidió abrir sus archivos. Fue el primer archivo del sistema financiero en la Argentina que se abrió a investigadores que no eran ni economistas ni abogados. Estos materiales y este libro permitieron la reapertura de causas contra funcionarios civiles de la Comisión Nacional de Valores.
–El libro muestra un proceso político con una acción, decidida, planeada y ejecutada a cualquier precio.
–Trata de reflejar que, para que funcione la dictadura del capital financiero o el gobierno de las finanzas, tiene que haber gobiernos, tanto civiles como militares, que hagan leyes que beneficien al gran capital. Nada se hace por fuera de la ley para hacer los grandes negocios entre Estado y corporaciones. Pero también es cierto que el negocio financiero siempre va a estar ligado a algún tipo de delito. Corre siempre un paso delante de la misma legislación. Por eso es tan complejo perseguir la delincuencia financiera. Se trata de un proceso político que entendieron los empresarios. En la Argentina, a partir de la dictadura de Onganía, los empresarios comprendieron que si querían hacer negocios privados había que ocupar el Estado. En el Onganiato hay más de treinta funcionarios civiles, todos cabezas de empresas. Luego, bajo Videla, hay 15 funcionarios, todos representantes de las más grandes corporaciones financieras y empresariales de la Argentina. Entendieron que podían combinar negocios privados con la función pública.
–¿Cuántas empresas están detrás del diseño de la última dictadura?
–Nosotros la definimos como una dictadura militar corporativa, no cívico-militar. Los civiles que ocuparon cargos económicos fueron elegidos como representantes de las principales corporaciones. Por ejemplo, los representantes de los bancos en la Argentina se quedan con el Banco Central y con el Banco Nación. El Consejo Económico argentino se queda con el Ministerio de Economía, gente de la Bolsa de Comercio se queda con la programación técnica y a la Sociedad Rural le dan la secretaría de Agricultura Ganadería y Pesca. Es increíble la transición de esos empresarios oriundos de unas 15 corporaciones que intervienen en el diseño de esa dictadura y también en el diseño legal de la misma. Discuten palmo a palmo los empresarios con los militares, les dicen qué leyes tienen que aprobar para beneficiar a los 63 bancos que había en ese momento y a las 15 grandes corporaciones. Los 10 principales bancos eran privados y esos son los que, en el 77, dictan la ley de Entidades financieras, que, con algunos cambios y parches sigue vigente. Lo mismo ocurre con la ley de Inversiones Extranjeras que permitía la fuga de capitales millonaria, una ley que siguió vigente hasta 2012, o la ley de Privatizaciones, que siguió hasta 2009. Todas estas leyes fueron escritas por Videla y Martínez de Hoz.
–¿Cuál fue la función de la deuda en ese dispositivo?
–Su función fue lograr que los mecanismos económicos y productivos fueran absolutamente dependientes de un capital extranjero. La otra función fue la fuga constante de capitales hacia el exterior. Las 500 principales empresas de la Argentina tomaron deuda en dólares y le avisaron al Estado que no la iban a pagar. El Estado se hizo cargo en un proceso de tres pasos: seguro de cambio, una deuda consolidada y finalmente la nacionalización de la deuda. Así se pudieron enriquecer. Todos esos préstamos en dólares los terminó pagando el Estado. Se trató de una sumisión del aparato productivo a los grandes espacios financieros internacionales. La dictadura comienza con el terror de los cuerpos y la desaparición y finaliza con el terror de los cuerpos a partir de los cuerpos endeudados. Viene a cerrar un proceso muy extenso que comienza con la dictadura de Onganía y las primeras leyes, por ejemplo la ley de Defensa Nacional, que es la primera ley que dice que para que haya desarrollo económico tiene que haber represión del cuerpo subversivo que está en contra de la economía. Lo único que hicieron fue cerrar un esquema y dejar la legislación hacia el futuro para asegurar el poder económico de las grandes corporaciones financistas de la Argentina.
–Ese poder es, paradójicamente, nacional. La intervención extranjera parece limitada.
–Las entidades convocadas a discutir qué leyes había que promulgar son entidades nacionales, grupos financieros locales. Los militares se encargan de la matanza y la parte empresarial de legislar hacia futuro y asegurar la continuidad del capital financiero.
–En la Argentina también se da un sistema de acumulación financiera, una suerte de oligopolio pequeño pero muy eficaz.
–Hoy hay sólo 63 bancos que manejan 11 millones de sueldos. El mercado de capitales del país, o sea la compra venta de acciones, está manejado por 185 agentes que manejan un monto de 200 mil millones al año. Tienen un poder de fuego muy grande porque de hecho alimentan al Estado de dinero. Los bancos le prestan dinero al Estado y cuando el mismo Estado saca un bono se lo compra el mercado de capitales. En suma, el mercado de capitales financia a los Estados y después no quieren que lo regulen. Es muy difícil regular a quien presta dinero. Por eso vemos esa continuidad: algo que la dictadura firmó con una matanza y con leyes específicas la democracia no puede sacárselo de encima. Además, todo ese mercado financiero está entrelazado. Cuando no pueden hacer una operación acá la hacen en la bolsa de Tokio. El capital no se siente soberano ni con una nacionalidad. Es internacional, circula y en ese espacio es muy difícil hacer un control.

Notas urgentes sobre el Spinoza de Henri Meschonnic

Juan Domingo Sánchez Estop

1. Acabo de leer Spinoza un poema del pensamiento de Henri Meschonnic (en su original francés, Spinoza, un poème de la pensée, 2002. Espero ansioso ver la traducción al castellano de este tan «raro como arduo» libro sobre la traducción recién salida a la luz en Buenos Aires, en coedición entre la editorial Cactus y la editorial Tinta Limón. Debo el descubrimiento de este libro singular, difícil y casi ilegible, a la vez que luminoso y apasionado a Diego Sztulwark. De su lectura no se sale indemne. De manera inmediata y necesariamente precipitada apunto una primera conclusión: hay que aprender hebreo bíblico y dejarse guiar en ello por la Gramática de la lengua Hebraica (Compendium Grmmatices Linguae Hebreae)de Spinoza, un libro incompleto, tal vez jalón a la vez que instrumento de un programa de traducción de la Escritura (según un biógrafo, Spinoza quemó los manuscritos de una traducción ya comenzada) cuya otra rama es el Tratado Teológico-político. Crítica de lo teológico político y crítica del signo se unen en una crítica filosófica, ética, política y poética de la representación. 

2. Esta es sin duda una de las claves de Spinoza. Otra, íntimamente vinculada a la anterior, es la centralidad del lenguaje y la relación estrecha entre el significante y el cuerpo. El libro de Meschonnic se complementa con otros trabajos recientes que cubren y desarrollan algunas de sus vertientes como el libro de Lorenzo Vinciguerra sobre Spinoza y el signo (Spinoza et le signe, 2005) o el Judaïsme et révolution de Ivan Segré y la obra inmediatamente anterior de este mismo autor Le manteau de Spinoza (El abrigo de Spinoza, en alusión al abrigo del filósofo agujereado por el navajazo de un zelote judío que atentó contra su vida). Por lo demás, nos muestra Meschonnic, llevándonos a ello «casi de la mano» que las obras de Spinoza y en particular la Ética tienen una composición rigurosamente deductiva y rigurosamente poética. A la vez y de manera inseparable. La poesía no es un adorno sino la coexistencia del afecto y del concepto en una escritura y un pensamiento que no es una teoría al uso sino, en sí misma, un hacer y un producir. 


3. Tal vez sea este el sino del materialismo, este tejer o trenzar el discurso del que hablaba Demócrito refiriéndose a unos átomos que comparaba con las letras -que solo tenían sentido combinándose entre sí- y que denominada: «atomai ideai», o bien el ajustar o acoplar los discursos, esa labor artesanal de la filosofía según el spinozista Althusser. Prácticas que hacen del concepto no una entidad inmaterial ni una imagen muda sino una idea fuerte, una idea que es idea en y por el lenguaje, unida por lo tanto al cuerpo y a su propia dinámica. Una idea que es idea porque produce efectos. Como el propio cuerpo, cuyo ser es producir efectos. Como todo lo que existe según la concepción productiva (poética) de la causalidad que nos presenta Spinoza: 
Nihil existit ex cujus natura aliquis effectus non sequatur. Nada existe de cuya naturaleza no se siga algún efecto. (Ética, I, P36)

4. Toda idea, verdadera o falsa, imaginaria o adecuada, está unida y trenzada, a través del cuerpo con la historia que escribe en ese cuerpo y que ese cuerpo también escribe. Nadie antes de Spinoza, afirmaba Althusser en Lire le Capital, había propuesto a la vez una «teoría de la historia» y una «filosofía de la opacidad de lo inmediato» en la que se unen «la esencia de la lectura» (y de la escritura) y «la esencia de la historia». Esta historicidad de un lenguaje poético libre de la policía del signo (de la relación significante/significado) y abierto sobre la opacidad de lo inmediato merced a la historización de la propia escritura es también para Meschonnic la característica fundamental de la escritura spinozista. 


5. No es una sorpresa menor para quien lleva años leyendo a Spinoza descubrir con pruebas más que abundantes que el orden geométrico es un orden poético en el sentido formal (rimas, aliteraciones, ecos…), pero también en el sentido etimológico de «poiesis», esto es una producción un hacer: nuestro hacer como Deus quatenus -Dios en tanto que…eso que somos), actividad absoluta e inocente. Tal vez por eso mismo los filósofos, al menos los que tienen una concepción teórica de la filosofía como la que se cultiva en las academias no hayan nunca reparado en ese aspecto del texto de Spinoza y hayan visto la potencia y el conatus solo como algo exterior, como algo que el texto solo significa, cuando en realidad este texto que es quien lo escribe -y quien lo lee- los está produciendo ante nuestros ojos, los de la cara y los del entendimiento.

“A Jorgito lo mataron porque se quiso salir de toda esa mierda de la policía”

Entrevista con Olga, la mamá de Jorge Reyna

Mariano Pacheco 
(desde capilla del Monte)

En el día después de las elecciones nacionales, mientras los medios hegemónicos de comunicación concentran la mirada en un solo y único tema, Olga Tallapiedra se predispone a marchar para exigir justicia por su hijo, Jorge Reyna, un adolescente de 17 años que apreció muerto en la comisaría de Capilla del Monte, el 6 de octubre de 2013. La Justicia caratuló la causa como “muerte dudosa”. La versión de la policía habla de un suicidio. Para sus familiares y amigos fue un asesinato perpetrado por la propia institución. La historia del hecho trágico que provocó dos puebladas contra la policía, en la “turística y tranquila” localidad cordobesa.

Pasadas las 17 horas, de a pequeños grupos, comenzó a concentrarse gente en “El Parque de la Memoria”, situado en el centro de la Plaza San Martín de Capilla del Monte. Encabezados por una única bandera, con la consigna “Justicia por Jorgito”, Olga y Jorge, los padres del joven fallecido el 6 de octubre de 2013 en la comisaría local, encabezaron la columna, que dio una vuelta entera a la plaza y luego se dirigió a la comisaría, donde un cordón policial se mantuvo atento, formado delante del lugar, escuchando la única consigna coreada por los centenares de manifestantes: “Yo sabía, yo sabía, a Jorgito, lo mató la policía”. Una batucada de jóvenes acompañó la protesta, convocada por el colectivo “Amigos y Familiares de Jorge Reyna”, que recibió el apoyo de la APDH y la Mesa de Trabajo por los Derechos Humanos de Punilla, Radio Roja de Casa Grande, además del  Frente Organizado Contra el Código de Faltas (FOCCOF), quienes viajaron desde Córdoba para solidarizarse. También recibieron la visita de Eduardo Salas, legislador provincial  recientemente electo por el Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT). La jornada culminó con una gran ronda realizada en la Plaza, en donde se leyó un texto elaborado por el colectivo organizador y las adhesiones que recibieron a través de las redes sociales virtuales. Entre otros, de los familiares de Luciano Arruga y  Viviana Alegre (la mamá del “Rubio del Pasaje”), el Encuentro de Organizaciones, la Coordinadora de Familiares Víctimas del Gatillo Fácil y Abuelas Plaza de Mayo Córdoba. Olga, la mamá de Jorge, cerró el acto agradeciendo a todos los que se hicieron presentes y, con un retrato de su hijo entre las manos, obsequiado por una manifestante, dijo que si bien no conocía el nombre de todos, quería sí dejarle un gran abrazo a cada uno de los presentes.
No les tenemos miedo

Horas antes de que se realice la movilización, Olga se toma un rato para salir de su trabajo en un colegio, y a orillas del Río San Esteban, sentada sobre unos bancos de cemento del balneario del lugar, conversa con este medio. Cuenta que muy cerca de allí vive con su marido, Jorge, un albañil con el que está en pareja hace 21 años. También que cuando sucedió la muerte de su hijo estaban separados, pero que la tragedia los unió. Cuando este cronista le pregunta por sus hijos dice cinco, sin vacilar, aunque segundos después comenta con la voz quebrada: “¿Jorgito también cuenta, no? Y repasa los nombres y edades de los otros cuatro: Emilia, de 21; Celene, de 16; Alexis, de 13 y Adriel, de 13. Y con una sonrisa agrega que ya es abuela.

Olga no solo tuvo que ver morir a su hijo adolescente. También vio en el velatorio ingresar agentes de civil; en las primeras actividades hombres que les sacaban fotos; la indiferencia del Estado ante lo que le había pasado (nunca, nadie, ningún funcionario local se acercó a conversar con ella o ver si necesitaba algo); que le taparan el mural que un grupo de muchachos y de chicas habían realizado con el rostro de Jorge en una de las paredes contiguas a la “Canchita de El Tala” y después, finalmente, soportar que los agentes se le rieran en la cara cuando la cruzaban por la calle. Cuenta que la semana pasada, la policía tuvo “la caradures” de ir hasta su casa, eso sí, y preguntarle si harían algo para el aniversario y ofrecerse para “custodiarla”. Por eso ella dice que a los policías del destacamento de la comuna “los evita”, y “la evitan”, ellos, también, a ella. “Quiero que sepan que no les tenemos miedo, y que yo a mis hijos los cuido, de ellos, que son unos asesinos”.

La abogada a cargo de la causa es del lugar, pero no siempre está en Capilla del Monte, porque viaja con frecuencia por cuestiones laborales. Este cronista intentó conversar con ella pero no la encontró. Tampoco en su teléfono celular. Olga, de todos modos, da su versión de los hechos:

“El médico que acudió a socorrer a Jorge, un tal Moise que llegó del asilo de al lado, donde las enfermeras cuentan que escucharon gritos, me dijo que mi hijo no tenía ninguna marca en el cuello, y que no estaba colgado sino desnudo, boca abajo tirado en el suelo. Después supimos que Jorgito no fue trasladado en una ambulancia de la Policía Judicial sino que… lo detuvieron a las seis de la mañana, pero su abuelo contó luego que desayunó y estuvo con él hasta las diez. Son muchas cosas que no encajan”.
¿Custodios de la ley?

Hay momentos en la vida de una persona en que todo puede transformarse en un infierno. Verse sumergida en un círculo infernal del cual es muy difícil escapar, huir, trazar recorridos alternativos. Olga denuncia en la conversación algo que entre los lugareños es un secreto a voces: que la Policía obliga a los jóvenes a robar para ellos, y que cuando se quieren salir, se les torna muy difícil. “Con mi hijo se les fue la mano. Jorgito tuvo un antes y después de su paso por el Complejo Esperanza. En esos meses previos a que lo mataran estaba viviendo en la casa de una pareja en Capilla. Con el hombre aprendía mecánica, trabajaba en su taller, se hacía de su propio dinero. Y con la mujer aprendía jardinería. Estaba muy contento”. Con estas palabras, y repasando anécdotas que le contaron de su hijo cuando estuvo en el Instituto para menores, Olga desmiente la versión del suicidio. “En el Complejo Esperanza pasó tres meses sin que nadie de la familia podamos visitarlo. No podíamos. Yo tenía que trabajar y no teníamos un mango. Ahí él salvó a otro joven que se quiso suicidar. Si no se mató en ese momento por qué iba a hacerlo cuando todo le estaba saliendo mejor”, agrega, no sin aclarar que su hijo quería denunciar las maniobras ilegales de la policía. Y remata: “es importante que los chicos sepan que no están solos, que si tienen que salir a denunciar algo lo hagan, porque mi hijo no lo hizo y mirá como terminó”.
Un recuerdo

“A Jorgito le gustaban mucho los animales”, cuenta Olga. Y dice que eso era lo mejor de él. Comenta que de niño le gustaba mucho pintar dinosaurios. Y que cuando iba al río regresaba siempre con una iguana o con un pato y sus patitos que lo seguía, que nadie se explicaba como hacía pero que lo seguían. También que los vecinos lo recuerdan mucho. “Yo me di cuenta cuando lo mataron, toda la gente que se acercó, los chicos que se movilizaron. Fue muy fuerte que te toque de cerca, vivir uno eso que se veía en la tele: la policía que mata a los pibes, es horrible, pero la gente está. En Capilla del Monte Jorgito era muy querido, por gente grande, pero sobre todo por los jóvenes”, agrega Olga y cuenta que el día anterior unos vecinos le recordaban cuando Jorge salía de niño a pasear a su cabra en bicicleta. Hace una pausa, sonríe y agrega: “me quedo con esa imagen. Con ese recuerdo lindo”.

Se acelera el fin del ciclo progresista

Raúl Zibechi


Cada quien elige el lugar desde el cual mira el mundo, pero esa elección tiene consecuencias y determina lo que puede ver y lo que irremediablemente se le escapa. El punto de observación no es nunca un lugar neutro, como no lo puede ser el que observa. Más aún, el observador es modelado por el lugar que elige para realizar su tarea, al punto que deja de ser mero espectador para convertirse en participante –aunque se diga objetivo– de la escena que cree sólo observar.
Ante nosotros se despliegan las más diversas miradas: desde aquellas localizadas en los estados (partidos, fuerzas armadas, academias), las que se emiten desde los países poderosos y el capital financiero, hasta las miradas ancladas en las comunidades indígenas y negras, y en los movimientos antisistémicos. Un amplio abanico que podemos sintetizar, con cierta arbitrariedad, como miradas de arriba y miradas de abajo.
Las opiniones vertidas en meses recientes sobre la situación que atraviesan los gobiernos progresistas sudamericanos dicen más del observador que de la realidad política que pretenden analizar. Desde los movimientos y las organizaciones populares que resisten el modelo extractivo, las cosas se ven bien distintas que desde las instituciones estatales. Ninguna novedad, aunque esto suele alarmar a quienes creen ver la mano de la derecha en las críticas al progresismo y en los movimientos de resistencia.
Para el que escribe, es la actividad o la inactividad, la organización para el combate, la dispersión o la cooptación de los movimientos, el aspecto central a tener en cuenta a la hora de analizar los gobiernos progresistas. Sólo en segundo lugar aparecen otras consideraciones, como los ciclos económicos, las disputas entre los partidos, los resultados electorales, la actitud del capital financiero y del imperio, entre muchas otras variables.
Hace más de dos años hablamos del fin del consenso lulista a raíz de las masivas movilizaciones de millones de jóvenes brasileños en junio de 2013 (http://goo.gl/lS9K9R). Varios analistas brasileños explicaron las movilizaciones de aquel año en un sentido similar, destacando que se trataba de un parteaguas en el país más importante de la región.
Hace un año dije que el ciclo progresista en Sudamérica ha terminado, en relación con el balance de fuerzas que surgía de las elecciones brasileñas, consecuencia directa de las protestas de junio de 2013 (http://goo.gl/z92152). El Parlamento que emergió de la primera vuelta era considerablemente más derechista que el anterior: los defensores del agronegocio consiguieron una mayoría aplastante; la bancada de la bala, compuesta por policías y militares que proponen armarse contra la delincuencia, y la bancada antiaborto, escalaron posiciones como nunca. El PT pasó de 88 diputados a 70.
Muchos desestimaron la importancia de junio de 2013 y de la nueva relación de fuerzas en el país, confiando en el carisma de dirigentes como Lula, en su capacidad casi mágica para contrarrestar un escenario que se les había vuelto en contra. Los resultados están a la vista.
El fin del ciclo progresista podemos verlo con mayor claridad a la luz de los nuevos datos que arrojan los hechos recientes.
Primero. Estamos ante una nueva fase de los movimientos que se están expandiendo, consolidando, modificando sus propias realidades. Aún no estamos ante un nuevo ciclo de luchas (como los que vivieron Bolivia de 2000 a 2005 y Argentina de 1997 a 2002), pero se registran grandes acciones de los abajos que pueden estar anunciando un ciclo. La movilización de más de 60 mil mujeres en Mar del Plata y la enorme manifestación Ni una menos (300 mil sólo en Buenos Aires contra la violencia machista) hablan tanto de la expansión como de la reconfiguración.
La resistencia a la minería está paralizando o enlenteciendo proyectos de las trasnacionales, sobre todo en la región andina. Perú, que concentra un elevado porcentaje de conflictos ambientales, registró varios levantamientos populares y comunitarios contra las mineras. Por primera vez en años, la inversión minera en América Latina está retrocediendo. En 2014 cayó 16 por ciento y en el primer semestre de 2015 cayó otro 21 por ciento según la Cepal. Las razones que aducen son la caída de los precios internacionales y la porfiada resistencia popular.
Segundo. La caída de los precios de las commodities es un golpe duro a la gobernabilidad progresista, que se había asentado en políticas sociales que fueron posibles, en gran medida, por los excedentes que dejaban los altos precios de las exportaciones. De ese modo se pudo mejorar la situación de los pobres sin tocar la riqueza. Ahora que cambió el ciclo económico sólo se pueden sostener las políticas sociales combatiendo los privilegios, algo que pasa por la movilización popular. Pero la movilización es uno de los mayores temores del progresismo.
Tercero. Si el fin del ciclo progresista es capitalizado por las derechas, no es responsabilidad de los movimientos ni de las luchas populares, sino de un modelo que promovió la inclusión a través del consumo. Un excelente trabajo de la economista brasileña Lena Lavinas sobre la financierización de la política social asegura que la novedad del modelo socialdesarrollista es haber instituido la lógica de la financierización en todo el sistema de protección social (http://goo.gl/XyrcPF).
Por medio de la inclusión financiera los gobiernos de Lula y Dilma pudieron potenciar el consuno de masas, vencer la barrera de la heterogeniedad social que frenaba en América Latina la expansión de la sociedad de mercado. Para los sectores populares, supuestos beneficiarios de las políticas sociales, se trata de un retroceso: En lugar de promover la protección contra riesgos e incertidumbres, aumenta la vulnerabilidad.
El consumismo, decía Pasolini hace casi medio siglo, despolitiza, potencia el individualismo y genera conformismo. Es el caldo de cultivo de las derechas. Están cosechando lo que sembraron.

El fin de la transición

Colectivo Revista Crisis

La sorpresa fue el dato de las elecciones del domingo pasado, lo difícil es determinar la causa del imprevisto resultado. Una primera batería de explicaciones indica que la diferencia estuvo dada por la calidad de los candidatos ofertados, especialmente entre quienes disputaban la gobernación de la provincia de Buenos Aires. Una segunda línea de razonamientos apunta a los errores estructurales de la campaña del oficialismo, constreñida por una presidenta-conductora que nunca terminará de investir al candidato-delegado.
Pero quizás estemos ante un quiebre social de mayor envergadura. Un punto de inflexión política de alcance regional y nefastas consecuencias. La lucidez suele ausentarse cuando se trata de definir los contornos de una realidad adversa. Hoy toca comprender un devenir probable, aunque no deseado.
El triunfo de María Eugenia Vidal fue un disparo al corazón del peronismo. Estamos ante el impacto tardío pero inexorable del crac de 2001 en el PJ bonaerense. La pieza maestra de la gobernabilidad en la Argentina podría ser desmontada en los próximos años. Una larga lista de verdades que habían asumido la consistencia de dogmas se desvanecieron en el aire, cuando menos se lo esperaba.
Cuentan que en el búnker del Frente Para la Victoria asentado en el Hotel Intercontinental se saboreó el triunfo en la Provincia hasta bien entrada la noche del domingo. Ni las bocas de urnas ni el punteo de los fiscales del aparato electoral más pillo que haya conocido este país pudieron detectar las arenas movedizas que lo succionaban.
La deriva de Anibal Fernández es una parábola del peronismo conurbano y sus inflexiones según el signo de los tiempos: intendente en el menemismo, duhaldista portador sano, kirchnerista insolente. Y una carrera política salpicada por su cuota de responsabilidad en aquel operativo de Puente Pueyrredón, el 26 de junio de 2002, cuando el peronismo se asumió como un puro dispositivo de orden frente a la protesta social. 
De confirmarse la tendencia actual lo que se derrumba es el castillo de naipes del sistema político argentino tal y como lo conocimos durante el siglo XX. Y amanece un nuevo orden conservador, gracias a la emergencia del primer partido de derecha moderno de alcance nacional con una clara voluntad de poder.
La reaparición con vida de Cristina en los balcones internos de la Casa Rosada, si bien demuestra la fuerza de movilización y la intensa emotividad alcanzada por el movimiento político fundado por Néstor Kirchner, confirma al mismo tiempo la pérdida de su iniciativa histórica. El kirchnerismo carece de un programa de futuro para ofrecer. Hoy su principal arma es la conservación de lo dado. Y el miedo a lo por venir.
El impactante crecimiento de la figura del empresario Mauricio Macri en los comicios generales del 25 de octubre parace demostrar que ese capital no alcanza. Luego de doce años al comando de los destinos del Estado la principal carta de triunfo a la que puede apelar el oficialismo es la vieja estirpe del peronismo territorializado. Todas las esperanzas de quienes aspiran a retener el poder están cifradas en un baño de humildad ideológico, en nombre de un pragmatismo de barricada. 
Pero este repliegue confirma los argumentos que le otorgan a Cambiemos su razón de ser. La nueva derecha consiguió apropiarse de banderas que suelen estar en manos de la progresía: una renovación del sistema político, en términos generacionales y de procedimientos; y el señalamiento de la crisis económica que amenaza el bienestar de las mayorías.
Quizás sea este último aspecto el más paradójico. Y el que explique las corrientes subterráneas de antipatía popular respecto de un gobierno que sin dudas ha beneficiado a los estratos más pobres de la sociedad pero insiste en negar los dilemas estructurales que ponen techo a las mejorías, convencido de que habitamos el mejor de los mundos posibles.
El resultado es la aparición de un nuevo relato en góndola. La reconstrucción de un horizonte liberal moderado incluye una moral anticorrupción, la defensa de la propiedad como principal derecho ciudadano, y la reinserción en el mercado financiero como palanca de relanzamiento del consumo. A costa de la moneda. Es decir, de la soberanía.
No tiene sentido elucubrar sobre las posibilidades de éxito de este programa de gobierno. Pero lo cierto es que los futuros gerentes estatales precisarán mucha pericia política, amplificar la potencia represiva del Estado, y garantizarle a los grandes jugadores del mundo globalizado una rentabilidad apetecible.
Es raro: quisiéramos que nuestro diagnóstico estuviera errado. En otras palabras, rechazamos el cinismo que calcula cómo acomodarse a la nueva situación, con el fatalismo de los que siempre caen parados. Votaremos. Y lo haremos por el mal menor. Pero desde nuestra humilde redacción, ya nos preparamos para la resistencia.
El desafío no es tan distinto al que venimos sosteniendo desde que iniciamos esta nueva etapa de la revista crisis: recrear el filo de la crítica, para resquebrajar los consensos reaccionarios de la época. Sólo que ahora el campo de maniobras se reduce. En una democracia que ya no es tan joven, ni tan promisoria, ha llegado el tiempo de que pasen a primer plano los sujetos populares de una democratización real. Los que nunca se deberían haber consumido. Actores colectivos hechos desde abajo, subetividades rebeldes en base al incorformismo, sin marcos prestablecidos. Sólo ellos darán cuerpo a una potente voz plebeya, que en el propio acto de defender lo adquirido amplie la noción misma de los derechos, única manera de desactivar la bomba de tiempo que supone el crecimiento de la violencia en los territorios. Sin tal apertura, la política seguirá siendo un juego de las élites.

Apuntes rápidos sobre el voto mulo

Colectivo Juguetes Perdidos


Muchos barrios y vidas populares se blanquearon durante la década ganada. Se viene un gobierno de blancos, sí. Pero ese gobierno se incubo desde abajo, se fabricó sensiblemente hace rato en lo profundo de los nuevos barrios: las elecciones del domingo visibilizaron a nivel político la vida mula, expresaron en la superficie pública el contrato existencial que millones de laburantes y vecinos no están dispuestos a romper: consumo + muleo + engorramiento. Eso es lo que querían Juan, Pedro y María: habitantes del centro de una ciudad blanca, laburantes del fondo de un barrio precario, lo mismo da: votantes emergentes de una reorganización de la vida barrial, urbana y social, votantes que exponen obscenamente un modo de valorizar la vida, votantes que padecen el terror anímico y la intranquilidad permanente, y que están dispuestos a lo que sea para sostener el precario (o no) orden propietario que supieron conseguir.

Hace varios años que todos los conflictos que se dan en los barrios se resuelven por la gorra (vecinos engorrados, linchamientos, cinturón sur, policía local, cámaras y todo el negocio de la seguridad) intentando intervenir en el andar anímico del vecinalismo, instaurar la tranquilidad como continuo de la vida mula. Quizás, los cambios políticos a nivel macro sean un sinceramiento y sincronización entre lo que pasa barrios adentro y lo que se gestiona por arriba; ahora sí la sociedad del muleo se podrá expresar en todo su esplendor arriba y abajo sin fisuras, de manera directa.

Acá no hay ideología, no hay derechización, ni conservadurismo. Acá hay que volver a dar una disputa por cómo queremos vivir. O quizás, es derechización existencial y vital más –o antes– que social; y ahí, en ese plano sensible y afectivo la derrota es previa al domingo por la noche. Es este plano el que se vuelve trasversal a cualquier votante, y es por eso que la mera disputa ideológica -sin disputa de las propias formas de vida- puede hacernos una trampa. Acá es la derecha como una percepción sedimentada en afectos, hábitos y morales que cotidianamente se van cocinando… no la derecha ideológica. Enfriamiento existencial y libidinal antes que económico; ajuste de la vida a los pequeños y asfixiantes interiores estallados (a los que ahora quizás se pueda llegar más rápido en Metrobús) y a los moldes laborales y sociales, y poco más. Sobre estas pequeñas, silenciosas, cotidianas y oscuras derrotas se montan las otras más resonantes. Nos quedan algunas preguntas, ¿y si la década que pasó fue una manera de responder a una sociedad a cielo abierto, desde las luchas dosmilunistas que eran resultantes de formas de vida que se preguntaban por otros modos de vivir el trabajo, la justicia, la memoria, el rock barrial y las esquinas… hasta las preguntas que los pibes silvestres le ponían a la comodidad que se iba cerrando a través del consumo y su reverso gorrero? ¿Y si lo que se viene (o que en realidad ya se viene viendo hace rato) nace sensiblemente del resguardo en la propia vida, la comodidad organizada (esa amarga utopía), el conformismo, y la vida interior estallando… es decir, la clausura de esas preguntas abiertas?

*

Así está dispuesto el escenario: por un lado una alianza de clases, blancos y negros bailando al ritmo de la vida mula, vecinos bien y vecinos laburantes, vecinos de los barrios residenciales de las ciudades del conurbano y el interior, vecinos de barrios populares de las ciudades del conurbano y el interior, todos agenciados por el trabajo, el endeudamiento, el consumo, y la pasión suficiente para bancar como sea –seguridad comunitaria, alarma vecinal o fierro en mano– la propiedad o el umbral de vida mejor conseguido en estos años, una alianza de clases que puede ser finalmente gobierno sin mediaciones… Y, por otro lado, la alianza insólita (con algunas experiencias ya conocidas, pero sobre todo una alianza que es todo por venir) con los pibes y con lo silvestre, una alianza para hacer que pasen más intensidades (de esas que estallan las formas de vida existentes, de esas que abren líneas que perforan las sensibilidades mulas y conservadoras), una alianza con aquellos que le metieron preguntas a las formas de vida que se empezaban a clausurar en la época (con gestos y apuestas que nunca fueron vistas como “políticas”)… Pero también una alianza con lo agitable que aún anida en nosotros mismos (sí, es momento de investigarse y ver si todavía hay aguante –de ese que puede inventar nuevas armas–; algunos pocos estamos convencidos que sí, “somos nosotros”, los que nunca dejamos de ser leales a nuestras potencias, incluso si ese nosotros es del tamaño de un puño).

Se abre, a la fuerza, un escenario nuevo. Los lenguajes políticos reconocidos no supieron leer la década ganada: menos podrán con lo que viene (los nuevos barrios anticipaban el clima sombrío y oscuro que ahora toma la ciudad y el país).

Hay que agitar la propia vida, decíamos. Somos parte de una generación que sale agilada de la década ganada: será difícil pasar de Netflix a ponerle el pecho a las gorras estatales… de la pantalla al agite callejero hay un abismo, y la gimnasia social que había desplegado otro tipo de presencia pública y social parece no tener ya efectos subjetivos. Pero aquí vale agrandarnos: No todos perdieron la calle, los barrios, la noche y, sobre todo, no todos perdimos una sensibilidad común con mucha vagancia que será sí o sí (por edad, por prepotencia vital, por pura arbitrariedad) protagonista en la sociedad mula que cada vez se vuelve más obscena: de nuevo, los pibes –en su ambigüedad, en su a-moralidad– fueron los que impidieron el cierre… (“no se vive únicamente para trabajar y consumir”).

La derechización de la sociedad empieza por casa y por la imposibilidad de revisitar el propio nido de serpientes: la tenemos adentro. Entre agitar una vida y agilarla, en lo que se hace en esos intersticios, en lo que se conquista a nivel de intensidades y fuerzas… allí es donde se puede pensar en la fabricación de nuevas imágenes políticas.
Las posibilidades políticas siempre nacen de los terrenos sensibles que se disputan en cada época.

Peronismo… ¿y lo otro?

Poco tiempo antes de la revolución de septiembre enviamos a la imprenta los originales del número de CONTORNO dedicado a la novela argentina. Producida aquella, sentimos que quizá era necesaria una aclaración: una de esas notas por medio de las cuales se deslindan posiciones y se le indica al lector que algo no significa lo que parece –o lo que significa en realidad. Nos sentimos tentados de establecer que durante todos los años del peronismo no nos habíamos entregado. Y por no habernos entregado entendíamos no solamente no habernos entregado al peronismo, sino tampoco al antiperonismo; que habíamos luchado –con mayor o menor eficacia, con éxito o sin éxito- para distinguir la verdad sobre lo que estaba ocurriendo en el país.

Unos momentos de reflexión nos convencieron de lo gratuito que sería explicar ninguna circunstancia particular: caímos en la cuenta de que nuestro lenguaje durante el peronismo más crudo debía seguir siendo idéntico a sí mismo y que el margen de nuestra libertad había estado mínimamente fijado por exigencias exteriores. Aquello que a los intelectuales les fue vedado por la dictadura nunca tuvo un carácter fatalmente problemático. Era, por cierto, riesgoso escribir sobre política o actuar en política. Pero jamás faltó la suficiente libertad de autoengañarnos y declarar paladinamente que se nos impedía tocar la realidad más urgente y atractiva. Los intelectuales argentinos en su casi totalidad preferimos disfrazar nuestra inepcia con resignadas y lamentosas imputaciones a un sistema que no nos respetaba ni nos admitía. Seriamente, lo concreto y lo histórico es que, salvo casos aislados muy especiales, el conjunto de la realidad nos pasaba tan inadvertido que casi todos pudimos creer que el diablo, como en un cuento de Payró, andaba por estos lugares. La ineficacia y la falta de carnalidad eran más bien impotencia que el peronismo excusaba cómodamente. El grupo que hace CONTORNO nació a la vida activa cuando las cosas eran aparentemente fáciles: un nacionalista era, generalmente, un biznieto de inmigrantes, partidario de los gobiernos fuertes, y en abierta oposición a todos los movimientos e ideas populares. Desde esa derecha hasta la izquierda comunista se graduaban infinitas tendencias, agrupaciones y núcleos de intereses. Ese cielo clásico se repetía en todos los órdenes, como algo lógico y admitido: en literatura, desde Boedo a Marechal.

Debajo de ese esquema político se movía una realidad social mucho más compleja. Sobre ambos irrumpió el peronismo en momentos en que todavía nosotros no habíamos superado el esquema. Nosotros tomamos partido fácilmente frente a los militares y los nacionalistas hispanizantes. Pronto advertimos la calidad de algunos de los aliados que habíamos adoptado y que, si bien las masas estaban unánimemente de un lado, apellidos iguales o parecidos estaban instalados en ambas márgenes. Fuimos advirtiendo la invalidez del esquema a medida que el peronismo iba desarrollándose en respuesta a particulares circunstancias de nuestra realidad. En frente también ocurrían transformaciones de signos diversos, opuestos o coincidentes –nuestra realidad se revelaba tal como es: compleja y fluida.

Nosotros no pretendimos nunca un eclecticismo de cuerda floja, y obvio sería decirlo, sufrimos personalmente los largos años del proceso peronista sin tener tras de nosotros ni armas ni experiencia como para ubicarlo sin ese máximo de angustia que llevamos como saldo en nuestra obra. En cierto sentido, el grupo de CONTORNO, como la mayor parte de los hombres que tienen ahora entre veinticinco y treinta y cinco años de edad, se frustró en cuanto padeció, porque no le era dado actuar, un momento ambiguo tironeado por fuerzas ambiguas y apetencias que sólo en la acción podían clarificarse y precisarse. La ambigüedad fue mayor para nosotros que para los que poseían una técnica del vivir, comprensiva del reposo y exigente del cumplimiento de esquemas claros o cuando menos tradicionales, porque lo que quisimos escribir tenía, y tiene, una inserción específica y dolorosa en esa realidad que no termina por adquirir una forma de fácil captación.

Nuestro primer paro fue ganar, por lo menos, una conciencia activa de esto último, lo que nos hizo desechar por mentirosas todas las expresiones que pretendían esquematizar y reducir nuestras convulsiones a perfiles de un simplismo interesado e históricamente desvirtuado a cada rato.

Quisimos entonces ver qué cosa era ese fenómeno complejo y discutible por el que atravesó el país, y lo fuimos haciendo por el examen de las manifestaciones que de algún modo lo comprendían o lo ubicaban. Y quisimos igualmente ponernos a razonar sobre lo que había pasado, pero desde adentro, como individuos que escriben mojados después de la lluvia, no como aquellos que se pretenden secos, intactos, y señores de todo el universo.

Nos sentimos incómodos dentro de nuestra propia piel. Nos escuecen y molestan las generalidades sobre una realidad que es una de las formas de nuestra tarea, y por eso somos antipáticos y molestos con quienes se escudan en aquellas. Tal vez no haya descubrimientos deslumbrantes en nuestra actitud. Pero algo sí hemos descubierto, seguramente para nosotros, aunque quizá también para otros, y es que no tenemos derecho a recogernos en la sospechosa penumbra de una libertad que por ahora es solamente el argumento de los satisfechos y el contra argumento de los hambrientos.

Por esta convicción hemos matado en nosotros las grandes fórmulas que ocultaron desde siempre le transcurso de la realidad ante los ojos del proletariado. Y eso ocurrió mucho antes de que el peronismo cayera víctima de sus propios vicios y de su ceguera. Y por eso, sin pretender la posesión de claves que las reemplacen ni de verdades necesaria e inmediatamente compartibles, nos hemos propuesto enfrentar el riesgo de decir: esto del peronismo, sí; esto del peronismo, no.

Tanto por el hecho de ser escritores como de no haber sido peronistas, no podemos dar testimonios específicos. Para testimonios están los de otros, algunos de los cuales nos parecen ejemplificadoras parábolas y otros lúcidas manifestaciones quizá removedores de nuestra propia conciencia. Los de los antiperonistas llenan los diarios de todos los días, más o menos sinceros o hipócritas. Los de los peronistas de ayer llenaron los diarios de estos diez años. Damos entonces el de un peronista de hoy.

Al alcance de todos los que quieran verlos hay un museo de testimonios perfectamente expresivos, aquello de lo que el peronismo se hizo cargo y de que abominamos también nosotros y la detestable desvirtuación que en el mismo ámbito se concretó en sus doce años vivos y sus muchos años muertos; lo que pese al peronismo despertó y significó de surgimiento de una conciencia de los oprimidos con sus derivaciones de albedrío delincuente y matón; aquello que dio la pauta del tinte reaccionario que terminó por derribar al peronismo y que implicó al principio un compromiso moral abominable por parte de nuestras clases “morales”; lo que hubo de lenguaje nuevo y expresión inaudita en la clase obrera y lo bajamente policíaco que contenía el peronismo; aquello que en el plano meramente político significaba una rémora y que fue superada por el peronismo; la pequeña cínica filosofía conservadora en relación con el elemental lenguaje político en que se empeñó el peronismo, ignorante del compromiso que significa hablar y expresarse, un compromiso mayor que juntar gente en camiones y picanear en las comisarías.

De lo que quede de nuestro número no podemos dar cuenta todavía. Estamos viviendo un momento de eufemismos que puede convertirse en una trágica coyuntura. Decir los nombres de las cosas, aunque sea con violencia y acritud, es una de las formas, pese a todo, más efectivas del diálogo que no nos resolvemos a cerrar en aras de una beatería liberaloide ni de un bizantinismo declaratorio, tan del gusto de los honrados pero deshonestos dirigentes de la “intelligentzia” argentina.

Julio de 1956                                             CONTORNO (Nos. 7-8)

Ismael Viñas /–/ David Viñas /–/ Noé Jitrik
Adelaida Gigli  /–/ Ramón Alcalde /–/ León Rozitchner

Efecto-manada: el poder de veto

Lobo Suelto!
Difícil dimensionar el nuevo panorama político que se abre tras el resultado de las elecciones de octubre. La situación ya era completamente sombría antes de conocer los resultados y hoy lo es más. Demasiado temprano es aún para aventurar análisis y carece de sentido adelantarse al desenlace. Además, todxs quienes pretenden detentar el saber político han equivocado sus pronósticos. No se trata sólo de errores de cálculo, sino de las categorías mismas con que construyen y comunican sus saberes. Aún así, algunas impresiones parecen confirmarse:

1. La primera, que no es para nada nueva solo que ahora aparece con total nitidez y acentuada al extremo, es que lo político-tradicional se instala casi sin resistencia efectiva alguna. La intrascendencia personal de los principales candidatos presidenciales Daniel Scioli, de Mauricio Macri y Sergio Massa evidencia una común docilidad ante los designios del capital global y al discurso de la crisis. ¿Esto implica el fin de mandato vigente –aunque no siempre cumplido– de frenar el ajuste y la represión elaborado durante las luchas del 2001? Sólo la ebullición colectiva como expresión de poder de veto puede recrear este mandato estratégico, abriendo nuevamente expectativas genuinas en el proceso político. 
2. ¿Nueva derecha? ¿Fin del populismo? ¿Desorientación de las fuerzas populares y de izquierda? Estos interrogantes sólo cobran valor en la medida en que permitan evaluar el estado de las fuerzas sociales: las que se constituyen, las que se desorganizan. Nada está escrito, todo está por verse. A condición de abandonar los simplismos de la hora:
   

a) el simplismo positivista, que todo lo explica a partir de la premisa de un funcionamiento autoconsistente del sistema político.
b) el simplismo moralista, que narra las cosas en términos de bien/mal (“el mal menor”, el voto en blanco como cuestión de principios);
c) el simplismo historicista, que supone que el pasado contiene el sentido de los hechos que se constituyen ante nuestros ojos;
d) el simplismo anti-progresista, que empuja contra una puerta que hace tiempo ya está abierta.
e) el simplismo voluntarista, que todo lo reduce al “qué hacer” (como si siempre hubiese algo que hacer, pulsión que acaba mayormente canalizándose vía Facebook);
f) el simplismo de la mala fe, que parte de considerar como premisas obvias lo que en realidad son procesos conflictivos (como en el cinismo: «es la economía”, o el folkorismo: “es el peronismo”).

Para salir de esta pereza del pensamiento el colectivo Juguetes Perdidos señala en una nota reciente (“Apuntes rápidos sobre el voto mulo”) uno de los caminos posibles: hundir la comprensión de lo electoral –hasta donde sea posible– en la producción de modos de vida; es decir, el abanico de estrategias efectivas puestas en juego para pilotear la “década ganada”. Porque sólo la estrategia permite ir más allá de la moral. O dicho de otro modo: sólo volviendo sobre el problema de la creación de modos de vida (y estrategias siempre mutantes) se reabre desde abajo la comprensión de lo que lo político cierra por arriba.
3. ¿Qué opción tomaremos entonces? La del “mal menor” (la “derecha buena”) o la de la «prescindencia» (todos son iguales/ las elecciones no importan/ no ceder al chantaje que nos obliga a todxs a pronunciarnos). Ni uno ni otro. Puesto que este dilema no tiene solución. Se muestra tan endeble el llamado a confiar en Scioli como freno a la derecha “mala” como imperdonable sería ignorar o subestimar el significado material y espiritual de un triunfo del Proyecto-Macri, la expresión más pura de los propietarios. En momentos en donde todo se cierra en el nivel de la macro política, resulta reaccionario apostar a que las micropolíticas constituyen una realidad «aparte» en lugar de situarlas en el lugar que les cabe: precisamente, como fuerzas capaces de agujerear y re-abrir la macro.

4. Entre quienes piensan que hay que “resistir” (bajo la idea de que hay períodos para resistir y otros para delegar) para conservar ciertas políticas de estos últimos años (los avances conseguidos) no se termina de aceptar que esa posición conservadora es ya signo de un agotamiento histórico. Le falta el impulso de la innovación. Y ese agotamiento se ha vuelto debilidad electoral para «frenar a la derecha”. Esa derecha que desde el 2013 no deja de vencer. No desconocemos la importancia de la utopía nacional-popular (de la que la actual proyección estatal-desarrollista no es sino una versión maltrecha). Aún hoy los poderes globales se esmeran en destruir muchas de las conquistas de los llamados populismos sudamericanos. No puede sernos para nada indiferente lo que ocurra de aquí en más con los impulsos destinados al bienestar social y la proyección regional de los últimos años.

5. No es posible desanudar los límites de lo político-convencional y de la “mala fe” desentendiéndose de lo que se juega, en concreto, en esta coyuntura. De allí que nos sumemos a todas las iniciativas que de modo autónomo y desde abajo se esfuerzan en organizar el bloqueo al Proyecto-Macri: sólo luchando contra las fuerzas que tienden a vencer se actualiza el poder de veto. La situación tal y como se nos presenta ahora parece imponernos a todos la necesidad de un nuevo modo de afrontar el tiempo que viene sin medias tintas. Ahora, decimos, que las «derechas” (una palabra hueca que bien haríamos en revisar y sustituir por alguna otra más precisa) parecen haberlo tomado todo bajo su mando y su estética –todos los partidos, todas las instituciones–, incluyendo la gestión de «afectos». Resulta bastante ineficaz infantilizar a lxs votantes de la derecha, cuando se los imagina como frías máquinas racionales del juego de elegir, finalmente desafectadxs y desatendidos de que toda política de poder es una captación de afectos.

6. Ahora que el gobierno de las derechas –revanchista- desafía es cuando más se hace necesario llevar a fondo el enfrentamiento con nosotrxs mismxs (con nuestras perezas) y con el enemigo político en el plano social: ¿cómo, dónde, con quiénes comenzar a forjar la fuerza (las posiciones, las acciones, el lenguaje, las alianzas) para combatir a fondo en un tiempo que ya ha comenzado? Y que a decir verdad ya había comenzado.

7. La filosofía de Spinoza enseña hace siglos que el derecho es igual a la potencia. El sistema político no garantiza de por sí el bloqueo de las políticas de despojo.  Todo el discurso de los derechos deberá ser reescrito, retejido, ahora, a partir de la potencia concreta de la fuerza colectiva que se activa ante el peligro que supone la victoria de Macri.

1 de noviembre de 2015

FASE 7.0: La tenacidad (Medialab – CCBA)

¿Qué es un dipositivo?


“Es fácil hacer corresponder a cada sociedad distintos tipos de máquinas, no porque las máquinas sean determinantes sino porque expresan las formas sociales capaces de crearlas y utilizarlas. Cada dispositivo tiene su régimen de luz, la manera en que ésta cae, se esfuma, se difunde, al distribuir lo visible y lo invisible. Y, además, los recorren líneas de fuerzas que no cesan de penetrar las cosas y las palabras, que no cesan de librar una batalla. La línea de fuerzas se produce «en toda relación de un punto con otro» y pasa por todos los lugares de un dispositivo”.  (Deleuze, Gilles)

A través de La tenacidad y el uso de nuevos dispositivos, buscamos pero también  descubrimos, hacer visibles y enunciables, en este caso audibles, nuevas sonoridades.  Impulsamos nuevas relaciones de escala entre sonidos micro y macro a través de saltos intensivos e intempestivos, que hacían aparecer virtualidades que estaban ahí como posibilidades que se actualizaron en la obra.  Esos sonidos desconocidos que se hacen posibles a partir de nuevas combinaciones entre los dispositivos y las cosas, representan nuestras líneas de fuga. En éstas, nos desviamos de lo predecible y fuimos tomando nuevas formas o informándonos en el proceso de creación y producción colectiva haciendo audible lo inaudible, expandiendo nuestra potencia sensorial y afectiva. (*)


Líneas de subjetivación


“Una línea de subjetivación es un proceso, es la producción de subjetividad en un dispositivo: una línea de subjetivación debe hacerse en la medida en que el dispositivo lo deje o lo haga posible. Es una línea de fuga. Escapa a las líneas anteriores. Los dispositivos tienen, pues, como componentes líneas de visibilidad, de enunciación, líneas de ruptura, que se entrecruzan y se mezclan y suscitan otras a través de variaciones y mutaciones. Lo uno, el todo, lo verdadero, el objeto, el sujeto no son universales, sino que son procesos singulares de subjetivación, procesos inmanentes a un determinado dispositivo. Pertenecemos a ciertos dispositivos y obramos en ellos. La novedad de unos dispositivos respecto de los anteriores es lo que llamamos su actualidad, nuestra actualidad. Lo actual no es lo que somos sino que es más bien lo que vamos siendo”. (Deleuze, Gilles)

La tenacidad como resultado de un hacer colectivo procesual representa para nosotros una línea de subjetivación que pone de manifiesto nuevas relaciones de fuerza. Las señales, los flujos de electrones, las frecuencias audibles van de un lado a otro generando nuevas relaciones, otras resonancias, otros ritmos, otras tonalidades, otros impases… Este proceso de producción creativa, entendido desde el punto de vista cultural, resulta  transformador de la sensibilidad. Nuestras multiplicidades pierden su individualidad para conformar juntos un agenciamiento colectivo que no es igual a la suma de las partes. Fuerzas intensivas sin coordenadas toman un camino de desvío en el proceso donde intervienen y, en algunas detenciones, se unifican creando puntos o nodos donde anclar y dar forma a esta obra singular. Ese proceso de subjetivación que se genera en el mismo proceso de creación colectiva deviene y se plasma en la obra haciendo imperceptible el origen.  La obra, como una marioneta, se suelta de los piolines que la sostieneny funcionar como circuito cerrado. Los hacedores sólo dejamos en ella nuestras huellas en términos de afectos. En tanto proceso de subjetivación asociado a nuevos dispositivos, La Tenacidad se fuga de lo conocido. “Hace aparecer” lo nuevo que habilita nuevas escuchas. (*)


Bricoleur o la “lógica de lo sensible”

“Bricoleur es eso que actúa y conoce según una lógica de lo sensible, es decir, a aquél que es capaz de captar relaciones de modo directo en lo sensible mismo. Esto supone que lo sensible no puede ser concebido como materia indiferenciada y abstracta, sino como una dimensión de lo real, como un conjunto de signos entre la materia y la forma, entre la imagen y el concepto.  La lógica del bricoleur se basa en el “placer de la mente humana en encontrar en lo sensible relaciones entre signos, en vistas a crear disposiciones nuevas, nuevos agenciamientos. La materia sensible con la que trata el bricoleur es una naturaleza activa que emite signos, (trozos de madera, fragmentos de hierro, alambres, chapas, papel, circuitos, cables, cartón, vidrio), pero no de la cultura humana como conjunto de significaciones, sino que su trabajo consiste en articular sus residuos”. (Sztulwark, Diego)
Los que hicimos La Tenacidad somos muchos y las ideas sobre qué es la técnica y qué es lo humano son múltiples. ¿Qué de lo humano es artificio?  ¿Qué del artificio es humano? Sin respuestas consensuadas, el diálogo nos enriqueció puesto que, aun razonando desde paradigmas diferentes, pudimos conectar nuestra obra desde una sensibilidad compartida. Establecimos así nuevas relaciones sensibles entre lo analógico y lo digital, entre lo tangible y lo intangible, entre la forma y lo informe, entre texturas y códigos de programación,  entre acciones y reacciones, entre el hardware, el software y las cosas, que vincularon lo sensorio-simbólico (binario y numérico) y lo sensorio-motriz (electromecánico). De esta manera, de ceros y unos y chapa, de líneas de código y vidrio, de arduinos y raspberries, de solenoides y platillos, de cables y amplificadores,  de fuentes de energía eléctrica artificiales y de nuestras propias fuentes de energía eléctrica humana, surge un bricoleur como agenciamiento  de ritmo que se nos “aparece” a modo de vibración continúa. Un acontecimiento resonante que arma su melodía en el “entre” del pasaje de analógico a lo digital y de lo digital a lo analógico como un nuevo modo de expresión, tal como las ideas y los afectos aparecen en un poema sin separaciones ni discontinuidades. (*)



Laboratorio Maratón de Producción

MediaLab CCEBA


«La raíz de la praxis artística está en la producción de la subjetividad; poco importa el modo particular de producción. … Las obras producen espacios-tiempo relacionales, experiencias interhumanas que tratan de liberarse de las obligaciones de la ideología de la comunicación de masas, de los espacios en los que se elaboran; generan, en cierta medida, esquemas sociales alternativos, modelos críticos de las construcciones de las relaciones amistosas. … La obra de arte se presenta como un intersticio social, dentro del cual estas experiencias, estas nuevas «posibilidades de vida», se revelan posibles.” (Bourriaud, Nicolas)

El Laboratorio Maratón de Producción es un espacio en el que la “experiencia” es la protagonista. Pensado como un ámbito de intercambio, en el que artistas en formación y estudiantes pueden participar de un proceso de producción de obra, de la mano de un artista profesional. El Laboratorio propone un esquema maratónico, 42 horas intensivas para realizar la obra y un espacio de diálogo constante en el que dicha producción surge como forma de intercambio entre los participantes. Este año el artista invitado fue Jorge Crowe, encargado de llevar el timón en esta nave que traza su propio derrotero, en la producción de una experiencia artística colectiva, interviniendo objetos, construyendo propios, creando un discurso sobre la tenacidad. (Emiliano Causa y Matías Romero Costa, coordinadores MediaLab CCEBA)

Artistas: Felipe Arenas, Silvia Barrios, Brenda Bazán, Agnes Cajaiba, Constanza Casamadrid, Jorge Crowe, Daniel Contarelli, Carolina Di Palma, Carlos Grassi Horn,  Laura Ige, Mariana Lombard, Nahuel Lombardo, Valeria Marraco, Cisca Martín, Lucas Pérez Scigliano, Juan José Rodríguez, Laura Rubiano, Juan León Sarmiento, San Soto.

Proceso

La tenacidad es el proceso emergente de la Maratón de Producción 2015 del Medialab del CCEBA. Este espacio se propuso como un laboratorio colaborativo en el que los participantes comparten el desarrollo de una obra de arte electrónico, guiado en la presente edición  por Jorge Crowe, durante el término de 42 horas (6 encuentros). 

Nombramos a esta obra con la palabra Tenacidad por su color, por su trama, por su ruido, por su espesura, por su fuerza. Como una red neuronal en loop, que retroalimenta su entrada con su propia salida, La tenacidad pretende revelar la porfía de las máquinas, que persistirán en la ejecución de su programación, oyendo y sonando, ajenas al agotamiento de nuestra especie. 

La convocatoria se centró en explorar la sonorización de espacios mediante el uso de sistemas electromecánicos y la búsqueda de una espacialización del origen del audio, invitando a trayectos y reposos, a una percepción auditiva expandida.  Partiendo de estas premisas, se arribó a un prototipo donde los circuitos y mecanismos se vinculan entre sí mediante procesos de acción/reacción  que prescinden de la intervención de humanos cuando ya está en funcionamiento.
En el proceso de producción colectiva en el laboratorio usamos transductores parlantes para escuchar sonidos en otras membranas conductoras como vidrio, cerámicas, cartón, chapa, cuerdas, madera, que se diferencien de las convencionales de los parlantes.  A su vez, usamos piezoeléctricos que nos permitían percibir los sonidos micros y cuando los amplificábamos con los transductores, usamos esas diferentes texturas y materiales para experimentar nuevas sonoridades. En este sentido vimos que cualquier superficie puede funcionar como membrana, es decir, hacer pasar la vibración que es una manera de “sacudir el aire”.

De esta manera, buscamos transformar la energía, por ejemplo la energía eléctrica en vibraciones. Por ejemplo, los micrófonos tomaban las vibraciones y las traducían en electricidad. Para capturar sonidos micros usamos piezoeléctricos que construimos en el laboratorio. Luego usamos transductores que funcionaban en tanto había algo que vibraba antes para captarlo y retransmitirlo.
Las fuentes que funcionarían como inputs para generar la acción podían ser analógicas o digitales. Probamos múltiples tipos de movimientos electromecánicos y sonidos distorsionados de nuestras propias discusiones en el lab, músicas digitalizadas, aplausos y chasquidos que ingresaban por un mic y a través de Arduino detonaban una acción.

Descubrimos que lo que puede ser  capturado es la resonancia y la vibración que producen tipos de onda que luego son convertidos a digital cuando entran como inputs en las máquinas.  Luego de eso, son  reconvertidos a analógico para salir, expresarse y que pueda percibirse. Existen entonces conversores para los inputs y conversores para los outputs. Dispositivos que decodifcan lenguajes y vuelven a codificar para establecer conexiones.

Indagamos también sobre el funcionamiento de la onda cuadrada y la onda continua. La onda cuadrada está compuesta por datos discretos con cierta frecuencia que organizan muestras por segundos,  nuestra percepción produce la continuidad, no está dada completa de antemano. Nuestro cerebro y percepción completa la forma. En lo analógico, siempre entre dos datos va a haber otro, existe el entre infinito, muestras de 44 mhz  dan menos definición, muestras de 8000 mhz dan más definición.  Cuando se acumulan ceros y unos discretos del lenguaje digital logran una semejanza con la continuidad de lo analógico.  La onda continúa, en lo analógico, está en el “entre” que es imposible de medir, de capturar, es infinito.

De esta manera arribamos a la idea de que todo lo digital tiene que convertirse a analógico para poder ser percibido con el cuerpo.

Buscamos y experimentamos con membranas que resuenan y vibran como si fueran cuerpos vibrátiles que podemos escuchar, que tienen algún tipo de sonoridad. Los parlantes convencionales tienen una membrana específica y suena como quiere esa superficie. Sin embargo, usando el transductor elegís donde va a vibrar esa onda, donde va resonar.

El parlante funciona pero no como yo quiero, con las nuevas membranas acontece algo nuevo, un sonido que no esperábamos, que no habíamos pensado. Es un sonido acontecimiento.

Otra de las cosas que experimentamos en el proceso de creación fueron las diferencias de  escala, grandes diferencias de tamaño entre la fuente y la salida. Lo micro y lo macro. Nos interesó experimentar con los rangos de escalas que pudimos explorar.

Observamos, sentimos y escuchamos que con algunas membranas se refuerzan las vibraciones. Probamos con chapa, madera, cerámica, cables, cuerdas, vidrio, radiografías, hojas de palmera, botellas de plástico, cartón, alambre y luego de hacer varias pruebas elegimos algunas combinaciones que luego montaríamos como circuito interconectado a modo de infinte loope.

Los transductores demasiado cerca acoplan. Estalla. Ahí también experimentamos. Eso nos interesó y jugamos con esta cercanía hasta crean una nueva combinación que generaba una sonoridad interesante para nosotros.

Usamos conectores, conversores, rutas, sensores de sonido y con esto pudimos interferir en el sentido y potencia de las ondas.  Probamos también con invertir la polaridad. Pensamos en comenzar con un ventilador o un radiograbador que tenga nuestras propias discusiones de producción y creación colectiva. Es decir, reproducir el audio, la distancia entre lo que primero escuchas y lo que viene después. Pensamos y exploramos imputs capacitados. Observamos que podíamos actuar como capacitador que baja a cero voltios y comenzar desde la interrupción, desde el silencio. Queríamos relacionar sensor, silencio, ruido, interrupción, movimiento y reposo. Pensamos que las limitaciones son potenciales en el proceso creativo. Pensamos en el deterioro de la cinta analógica. Pesamos en reciclar los solenoides.

Usamos una Rasberry como lo más complejo en tanto dispositivo. Tiene solo un procesador con entradas y salidas. El procesador genera una secuencia para que percutan en los solenoides. Buscamos superficies y materialidades para percutir. El circuito  enviaría señal y  Arduino se lo enviaría a solenoide. Pensamos en programar una secuencia al azar de ritmo, que las secuencias cambien con datos del exterior,  y al enviarla al Arduino y  percutan los solenoides

En síntesis, en todo el proceso, buscamos efectos de reverberación novedosos, que nos provoquen una experiencia sensible, una experimentación estética nueva y actual. Una conmoción. Elegimos qué recibir de afuera, lo convertimos y sacamos algo nuevo, hicimos transmutaciones, trabajamos con afecciones. Los cuerpos por donde pasaban esas vibraciones y resonancias no eran los nuestros, pero cuando tuvimos que definir cuáles elegir, nuestros cuerpos sí intervinieron en la toma de decisiones por cómo se vieron afectados por eso que habíamos creado ahí afuera y con otros. 

Decidimos que no íbamos a comenzar el proceso desde una idea abstracta para luego plasmarla en algo concreto. Decidimos experimentar y luego ver qué significaba, qué decía la obra, qué expresaba ese agencimiento de creación colectiva como acontecimiento.
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Referencias

  
Referencias puestas por los integrantes en circulación

Panal lugar  Viceral muestra
Refe Williams desintegración loops
https://www.facebook.com/barbadosnooficial
http://medialab-prado.es/article/funcionamientos-objetos-comunes-y-cuerpos-diversos
Audios
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Ujino Muneteru:
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Clinâmen: ¿Qué es la sociedad de control?

Conversamos con Pablo Rodríguez, profesor e investigador en ciencias sociales, especialista en el pensamiento de Simondon y Foucault. Gubernamentalidad cibernética, algorítmica. Vigilancia distribuida e inmanente (el perfil). La biopolítica y la necesidad de crear nuevas armas.

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Cliämen: Campañas políticas y derechas: ¿qué plantean las elecciones?

Conversamos sobre la situación política de estos días con Bruno Napoli, historiador y coautor de «La dictadura del capital financiero». El lugar de los derechos humanos en las campañas electorales. El poder del capital financiero. La épica del proyecto nacional frente a las imágenes de éxito joven empresarial del macrismo.

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¿Fin de fiesta en Brasil?

Jean Tible y Alana Moraes 
Para Vito Giannotti, in memoriam
Tragedia
Aquel lunes 20 de octubre, en la última semana de campaña, ocurrió el giro decisivo de la elección presidencial brasileña de 2014. Viejos y nuevos militantes junto con activistas se movilizaron para el empujón final que garantizó la victoria de Dilma Rousseff con más de 54 millones de votos. De acuerdo con el discurso de campaña, veríamos la continuidad de una inédita secuencia «progresista» en Brasil a pesar de un nítido y generalizado enfriamiento en el último de los tres periodos de gobierno del Partido de los Trabajadores y el primero de Rousseff. Pero, por el contrario, el país viene recorriendo un camino desesperante para muchos brasileños. En vez de «cambia más» (lema del primer turno electoral), tenemos «un gobierno nuevo, ideas nuevas» (slogan del segundo turno), solo que en el mal sentido de lo que podría significar el término «nuevo».
Dos días después de la victoria electoral, el Banco Central decretó un aumento de las tasas de interés, repetido seis veces más hasta hoy. Recordemos que la política monetaria y el papel del Banco Central fue una de las polémicas más distintivas de la disputa electoral (en duros embates con los rivales Marina Silva y Aécio Neves) y que Dilma Rousseff, en su primer mandato, había impulsado una reducción significativa de las tasas de interés. Las ganancias de los bancos, ya extremadamente altas, se dispararon: las principales instituciones privadas (Itaú, Bradesco y Santander) ganaron 12.000 millones de reales (3.300 millones de dólares) en el último trimestre, cifra casi 18% mayor que el año anterior[1]. Todo ello, sumado a un ajuste fiscal violento y que lanzó a la economía a una espiral recesiva. Dos errores de Dilma: la necesidad de ajuste fue negada vehementemente durante la campaña y al ser ejecutado pareció olvidar el patrón básico de izquierda: hacer que los ricos paguen más, especialmente en un país de extrema injusticia tributaria, donde, por ejemplo, no se cobra impuestos de renta para personas físicas por los ingresos recibidos de lucros y dividendos de las empresas de las cuales son dueños o socios. Un universo de poco más de 70.000 personas que han ganado, en 2013, unos 55.000 millones de dólares que no son sometidos a tributación (desde 1995 cuando esa tasa fue extinta en el primer año del Gobierno Cardoso)[2]. Brasil vive ahora una situación de creciente desempleo conjugado con varios aumentos de las tarifas de servicios públicos, una alta inflación de alimentos, una disminución del ingreso real de los trabajadores y la desaceleración de la redistribución progresiva de la renta que había marcado los años anteriores de los gobiernos del PT.
Las clases populares –base social del lulismo[3]– reaccionaron y la popularidad de Dilma se desplomó y hoy es bajísima en todos los sectores de la población brasileña, independientemente de la región, edad o nivel de ingresos. Eso afecta incluso al Norte y Nordeste (un bastión lulista donde hoy el apoyo a la presidenta se derrumbó al 10%) y los que ganan hasta dos salarios mínimos (entre quienes el apoyo a la Jefa del Estado alcanza proporciones similares). Ambos grupos eran considerados como un tipo de “reserva de popularidad” para el gobierno petista[4]. Como es evidente, cualquier mandatario en un país democrático con un dígito de opiniones positivas se vuelve extremadamente frágil. Si al final del segundo gobierno de Luiz Inácio Lula Da Silva, nueve de cada diez brasileños aprobaba su gestión, hoy se manifiesta un fenómeno inverso: solamente uno de cada diez confía en su sucesora en el Planalto.
Eso lleva a serias dificultades de gobernabilidad y a situaciones de inestabilidad política. Las alianzas congresales hacen agua. Partidos “aliados” que cuentan con ministerios votan contra el gobierno en el Parlamento. La articulación política fue entregada al vicepresidente Michel Temer, del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), que acaba de abandonar esa tarea. El PMDB es al mismo tiempo el principal aliado del PT a nivel federal y casi un partido opositor. Se trata de un partido sin programa claro pero llave para conseguir mayorías gubernamentales desde la redemocratización y desde hace mucho tiempo opera como un bloqueo para cambios progresistas. En ese sentido, el pemedebismo sería el “la verdadera fuerza hegemónica de la política [institucional] brasileña”[5]. El presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha –también del PMDB–, rompió con el Poder Ejecutivo después de ser acusado en la justicia de haber recibido millonarios sobornos en el marco del escándalo de corrupción que involucra al gigante Petrobras y la operación de la Policía Federal llamada Lava Jato. El titular del Senado, Renan Calheiros, –del mismo partido– amenazó con seguirlo. Pero luego cambió de rumbo y propuso un apoyo parlamentario al gobierno a cambio de una «Agenda Brasil» cuyos objetivos serían mejorar el ambiente de los negocios y la infraestructura, el equilibrio fiscal y la protección social[6]. Sin embargo, se trata sobre todo de viejas propuestas de reducción de derechos, sea de los pueblos indígenas o de los trabajadores, retrocesos en las políticas ambientales, privatizaciones y ataque al sistema público de salud o al Mercado Común del Sur (Mercosur) (esos dos últimos puntos fueran posteriormente retirados)[7]. Esa agenda fue acogida por la Presidenta en un momento de particular fragilidad, pero queda en abierto en que medida y intensidad ella será aprobada en el Congreso e implementada por el Ejecutivo.
Además, el principal partido de la oposición –el Partido da la socialdemocracia brasileña (PSDB, centroderecha)- llegó a pedir elecciones anticipadas, un recurso no previsto en la Constitución, antes de sugerir la renuncia de Dilma. Varios analistas decretaron incluso el fin del gobierno de Dilma. Otros hablan de una posible renuncia. El 16 de agosto se organizó el tercer domingo de multitudinarias manifestaciones con centenas de miles de personas del año en todo el país, después del 15 de marzo y 12 de abril. Esos actos, que reclaman la salida de Dilma y el combate a la corrupción, están compuestos en su mayoría por sectores sociales altos, blancos y de edad media o avanzada, lo que cambia significativamente la composición de las grandes protestas de 2013. Concentran también electores de la derecha, pero es un fenómeno más diverso que una simples caricatura que algunos sectores progresistas hacen acerca de un tipo de “tradicional fascismo” de las capas altas brasileñas. Hay, por supuesto, mucho de eso en la total ausencia de protesta a cerca de los asesinatos de 19 personas cerca de San Pablo, en el odio y “anti-comunismo”, en los selfiescon policiales de “gatillo fácil”[8]y en el hecho de que la personalidad más popular de esas manifestaciones sea el diputado de extrema derecha Jair Bolsonaro (junto con el juez Sergio Moro, responsable por las investigaciones de la Lava Jato). Esa misma encuesta indica el (previsible) profundo rechazo hacia el PT, pero también al PMDB (incluso al opositor Cunha) y hasta incluso, en parte, al PSDB (que por la primera vez se sumó a la convocatoria de la mobilización). ¿Cómo caracterizar a esa derecha que vuelve a la calle por primera vez desde el golpe de 1964?, ¿se trataría de una nueva derecha? Existen señales contradictorios en la medida en que quienes convocan esos actos asumen un discurso ultraliberal al estilo estadounidense – “Menos Marx, más Mises”[9] – o en contra el sistema público de salud, pero al mismo tiempo una mayoría de los presentes en San Pablo dice defender los derechos de educación, salud y transporte públicos[10].
La ya mencionada operación Lava Jato y su investigación de corrupción a cerca de las operaciones de Petrobras –solamente posible por la inédita autonomía dada por los gobiernos del PT a la Policía Federal, al Ministerio Público y a la Procuraduría General de la República– ha causado un terremoto en la casta política y, sobre todo, económica. Se trata todavía de una investigación en curso pero que revela aún más los vínculos explícitos y espurios entre los mundos político y económico (podríamos recordar la fortísima concentración de pocos donadores de campaña en el financiamiento electoral[11]). A pesar de los clamores constantes por una reforma política (incluyendo al financiamiento público de las campañas y la prohibición del privado), sea en el programa electoral vencedor en 2002, después del escándalo conocido como “mensalão” en 2005 o tras las protestas de junio de 2013, el PT utilizó masivamente ese condenado financiamiento privado, tanto para las elecciones cuanto para el día-a-día del funcionamiento partidario. Eso provocó que se esfumara el “capital moral” del PT respecto del sistema político corrupto predominante en Brasil. El partido tampoco ha dado una real explicación de su involucramiento en esos casos de corrupción a sus militantes, simpatizantes y electores.
Todo esto pasó cuando el país vivía su boom económico, de redistribución “material” y “simbólica” de poder, pero ahora, dado el reflujo generalizado en la economía, el humor social ha cambiado. Muchos brasileños y brasileñas tal vez deseen una menor distancia entre retórica y práctica; eso explicaría el la inusual acogida a Pepe Mujica en su visita a Brasil en esos días de fines de agosto, al que la BBC comparó como una “estrella de rock”, recibida por miles de jóvenes entusiastas con su figura de “presidente más pobre del mundo”[12]. Mujica, el materialmente pobre-espiritualmente rico, es efectivamente una figura pop, y en Brasil se entronca con el malestar generalizado acerca de las extendidas redes de corrupción. Su transformación en personaje global, así como ocurrió con el del Papa Francisco, atestiguan la fuerza de ese ethos de “simplicidad transformadora”.
Hoy la prisión del empresario Marcelo Odebrecht, entre otros, constituye un fuerte símbolo en un país donde hasta hace poco «los ricos no iban a la cárcel». La Organización Odebrecht es un gigante brasileño con presencia global (en más de veinte países), que actúa en sectores como construcción, ingeniería o energía. Si la profunda depuración de la corrupción y el castigo de los infractores es una gran conquista democrática, esta operación no deja de levantar polémicas, especialmente respecto de ciertos atropellos jurídicos, de su selectividad política, de las cuestiones geopolíticas que implica (porque uno de los blancos de espionaje de la Agencia se Seguridad estadounidense fue Petrobras y por el papel considerable de Odebrecht en la nueva política externa y en la política de defensa) y de los engranajes corruptos de las economías capitalistas.
El tema omnipresente del momento son los posibles golpes o el impedimento a un mandato presidencial que solo lleva un poco más de un semestre. Los riesgos de un golpe (más o menos “blando”) no pueden ser descartados y muchos sectores conspiran permanente y abiertamente. No obstante, en una posición solo en apariencia sorpresiva, sectores poderosos de la gran burguesía, como las Federaciones de las Industrias de Río (FIRJAN) y de San Pablo (FIESP), el presidente de Bradesco, Luiz Carlos Trabuco, o del banco Itaú, Roberto Setúbal, tomaron posición recientemente en favor de la gobernabilidad frente a los grupos radicalizados. En un artículo publicado el 6 de agosto la FIESP y la FIRJAN señalaran que «el momento es de responsabilidad, diálogo y acción para preservar la estabilidad institucional del Brasil»[13]. El conglomerado Globo (tanto el canal de televisión como el periódico) también se posicionaron en ese mismo sentido al día siguiente. ¿Que pasó? Todo indica que el  “gran capital” no quiso abrir la puerta al riesgo de sumar una cuarta crisis (institucional) a las tres en curso, eso es la económica (recesión), política (falta casi total de representatividad del Congreso y de los políticos en general para la gran mayoría de la población, lo que se refuerza con el debilitamiento del PT, único partido brasileño en un sentido fuerte) y social (enormes demandas y al debilitamiento del modelo lulista de redistribución)[14]. No hay hoy tampoco un liderazgo en Brasil capaz de representar las fuerzas de la oposición y los sentimientos difusos de descontento.
Mirando al otro lado, a pesar de que el gobierno sea «indefendible» (además de los puntos mencionados más arriba, en medio de esta complicada coyuntura logró enviar y aprobar un proyecto de Ley «antiterrorista», que como lo muestra la experiencia siempre se vuelve en contra los movimientos sociales en algún momento[15]), una parte importante –diríamos, incluso, mayoritaria– de la izquierda quiere sostenerlo. Con ese fin fue organizada una contundente marcha el 20 de agosto en defensa de la democracia, contra la ofensiva de la derecha, pero también en oposición al ajuste fiscal y por una “salida popular” a la crisis[16].
Sin embargo, el “golpe” ya fue consumado: el programa de Rousseff para su reelección fue abandonado. En este contexto de extrema fragilidad, sin cambios de rumbo (sobre todo de la política económica) parece difícil imaginar cómo puede terminar este gobierno, cómo llegará a su término previsto para 2018. En medio de tales tensiones, en junio de este año se realizó el Vº Congreso del PT. ¿Qué ocurrió allí? Nada. ¿Temor de arriesgarse a los cambios?, ¿incapacidad para hacerlos?, ¿falta de voluntad?, ¿espera por una calma (que no parece llegar), una economía revigorizada después del «ajuste» y la vuelta de Lula en 2018? A pesar de todas las adversidades, Lula mantiene cierta popularidad y hoy tendría chances razonables de vencer en 2018[17]. Mientras tanto, la receta lulista (beneficios para “los de abajo” sin confrontar a “los de arriba”), que trajo muchas conquistas al país, fue sepultada por las circunstancias y difícilmente vencerá la continuidad de ese «plan», en el sentido de un renovado combate a las desigualdades. El auge del lulismo ya pasó; podríamos situarlo en el período, en aquellos momentos del increíble acuerdo con Irán y Turquía, de la victoria del Brasil para ser sede de la Copa del Mundo y de las Olimpíadas, de un Brasil que se encontraba consigo mismo, capaz de distribuir ganancias, comenzar a reparar deudas sociales y raciales, fomentar revoluciones simbólicas y construir una nueva inserción internacional.
En junio de 2013 –en el marco de la ola de protestas iniciada por el aumento del transporte público, que desató junto un cúmulo de reivindicaciones– se selló el fin de ese proceso. La popularidad de Dilma, entonces bastante alta, se desplomó (del 57% al 30%) y nunca se recuperó totalmente (solamente, y en parte, aumentó durante las elecciones). Lo mismo ocurrió con el alcalde del PT de San Pablo, Fernando Haddad, cuyo porcentaje de opiniones favorables se diluyó del 34% al 18% en tres semanas. Por eso tantos sectores del PT -que podríamos llamar conservadores- «maldicen» Junio. No comprenden cómo aquel Junio disruptivo representó un acontecimiento que podía cambiar la correlación de fuerzas a partir del deseo expresado de priorizar los servicios públicos, el derecho a la ciudad y lo común en detrimento de lo privado o puramente estatal. La conexión PT-Junio falló, dejando un esbozo de lo que podría haberse multiplicado a partir de los tímidos pero importantes ejemplos del Programa más Médicos (que en dos años logró a atender 63 millones de brasileños, gracias sobretodo a los médicos cubanos, en municipios y en las periferias donde no habían médicos) y del 10% de los royalties del presal para la educación. Este punto nos llama a una reflexión a cerca de la «organización política» de la izquierda, a partir de una nueva generación y también nuevos problemas.
Ciclos
La película Que horas ela volta? de Anna Muylaert nos muestra los “pequeños movimientos tectónicos [que] sacuden la estructura de clases de la sociedad brasileña”[18]. En la historia, Jéssica llega de Pernambuco hasta San Pablo para intentar ingresar en la universidad, después de diez años sin encontrar su madre, Val, que es trabajadora doméstica y sometida a sus patrones (duerme en un cuartito de la enorme casa, está todo el tiempo disponible, es considerada “de la familia”…). Ahí se desploma el enredo, ya que Jéssica, venida de otra realidad (política) no puede encontrar “su lugar” en ese ambiente, cuestiona a las leyes no escritas de un Brasil todavía marcado por la esclavitud y las actitudes de su mamá. Jéssica rechaza repetir la trayectoria de Val y quiere formarse como arquitecta en una prestigiosa universidad. Como dijo la directora, “Jéssica no respecta las reglas separatistas porque ella no las reconoce y se mira en otro lugar. Todo eso tiene que ver con un nuevo Brasil, que es el Brasil post-Lula”. Hace quince años, hubiera seguido otro rumbo, como la propia directora lo pensó; “yo mismo estaba colocando la hija de la empleada en el mismo lugar (al final del primer guión, como su madre Val, Jéssica se volvía niñera) (…) Para salir de esa maldición, sacar la camera del salón y colocarla en la cocina, fue necesario un cambio personal como artista y, también, ese cambio del país”[19]. Esa mirada desde la cocina es una de las muchísimos señales de un país que cambió, incluso Jéssica transformando a Val, su mamá, la oferencendo otra perspectiva, la de la desobediencia. Nueva generación.
¿Cómo pensar la revolución simbólica lulista, la irrupción de Junio y la entrada en escena de una nueva generación y sus colectivos, y la posibilidad de que esa energía desemboque en un proyecto político más “organizado”? Este también es un centro neurálgico. La cuestión se encuentra justamente en escapar de la trampa de la representación-síntesis, como si hubiera un lugar capaz de unificar esas energías de resistencia. En España, Podemos no representa al 15-M, “porque éste es políticamente irrepresentable”, como suele afirmar Iñigo Errejón[20]. Sin embargo, sin el 15-M Podemos tampoco sería posible, así como no sería posible pensar un nuevo activismo político y la crisis del desarrollismo sin el Junio brasileño.
Una especificidad determinante del proceso brasileño en las últimas décadas fue la existencia de entidades “englobadoras” que, en parte, consiguieron articular las diferencias: un partido-red (PT); una central sindical que incluía oposiciones a la estructura sindical oficial y organización desde las bases; movimientos campesinos, negros y feministas fuertes; movilización de los barrios, politización de la vida cotidiana a partir, por ejemplo, de la lucha contra la carestía; un gobierno nacional oriundo de un ciclo de luchas desde abajo. Pero el desplazamiento de las instituciones hacia las calles –¿sorprendentemente?- golpeó al PT, que parece más un obstáculo que un vector para profundizar los cambios para los cuales el partido fue un actor clave. Y las fuertes articulaciones se mostraron como demasiado “tradicionales” en el post-Junio, al no lograr abrir un verdadero diálogo con los múltiples nuevos sectores, aquellos que hoy se hacen y son hechos por deseos de libertad, nuevos derechos, y que producen modos de existencia desafiantes a un proyecto monocultural cuyo sentido es hoy completamente hueco y estéril.
¿Cuáles serían nuestros próximos “veinte centavos”, el desencadenante inmediato (junto con la violencia policial) de las protestas de Junio de 2013? El Movimiento Pase Libre (MPL) mostró “una notable combinación de valorización de proceso y orientación a resultados”[21]. Junio y sus hechos notables, como bajar los pasajes, reposicionar el debate sobre los servicios públicos, el derecho a la ciudad y la crítica a la representación corrupta. Sin embargo, todavía no conseguimos, a partir de la lucha contra un molinete (de los ómnibus) desdoblarla con el cuestionamiento y subversión de los muchos molinetes (policía, comunicación, agua, economía…). Nos parece, sin embargo, que los caminos esten abiertos para pensar-hacer el proyecto de radicalización democrática a partir de la gestión colectiva de los bienes comunes (de bibliotecas, software, presupuestos, basura a medios de transporte, huertas comunitarias, agroecología), en las luchas contra las barreras que marcan los cuerpos que pueden ser matados y los que no pueden ser matados, actualizadas por la violencia policial contra la juventud negra todos los días.
Hablamos tanto de las protestas de los movimientos sociales cuanto las mayoritariamente de los sectores medios y altos contra el gobierno y el PT. En ese contexto, cortando ese polo en una línea transversal están Junio y sus continuidades descontinuas. Como la ha colocado el historiador Lincoln Secco, “la apuesta es que después de junio vivimos un nuevo ciclo político”. Así, “en el subterráneo de la política, hay un espirito vibrante, todavía sin un cuerpo social. Como un espectro que nos ronda”[22]. Nuestros desafíos presentes exigen espacios políticos de conexión de las luchas. Es necesario hacer del grito desencantador materia prima para construir nuestras tecnologías políticas y sociales de pertenencia. ¿De qué forma estamos atados y cómo vamos a producir los vínculos necesarios para sentirnos comprometidos con un proyecto común?
Estas reflexiones pueden quizá ayudarnos a escapar de la “ley de hierro de las oligarquías partidarias”[23] y de la “tiranía de las organizaciones sin estructura”[24]. No se trata de una cuestión únicamente brasileña, pero que habla respecto del actual ciclo de las revueltas globales, esta fantástica irrupción, de Túnez a Bahrein, de España a Nueva York, de Kobane y México a Turquía y Nigeria. Todos esos procesos son ineludibles en el sentido de que producen no sólo experiencias sino también reflexiones actualizadas sobre los lazos entre “revuelta” y “organización”, “espontaneidad” y “día a día”, “horizontalidad” y “estructura”. No podemos hacer de estos pares un conjunto de opciones infernales: pensamos que el centro neurálgico de las transformaciones hoy habita esa tensión permanente entre la energía del movimiento y el salto político de la organización. Es justamente el mantenimiento de esa tensión productiva lo que nos posibilitará pensar en horizontalidades estructuradas, organizaciones descentralizadas, en suma, poder distribuido y desplazamientos de la fuerza del Estado para la potencia de lo común. Es necesario no domesticar esa tensión, experimentar esa cohabitación y hacer de ella la energía para la producción de otras ecologías políticas.
Comprender los cambios, menos como proyectos de crecimiento progresivo institucional y más en la acción de “romper la camisa de fuerza de la política institucional” vía movilización popular, en vez de “proponer demandas todavía más ‘realistas’, es decir, menos visionarias, menos relacionadas con principios”[25]. Una nueva sensibilidad estética-política está en curso[26] y pone la “la necesidad de un cuidado de conexiones (…), de los lazos que ligan movimientos de tipos diferentes, organizados a partir de intereses y problemas diversos”[27]. ¿Cómo articular las diferentes luchas, cómo conectar los puntos de resistencia de clase y feminismos, antirracismos y LGBT? Hacer funcionar estas luchas en conexiones vinculantes: plataformas colaborativas, acciones en las redes y calles, hacer de las diferencias posibilidades de influencias mutuas. Necesitamos conectores. Y un nuevo vocabulario político.
Es bueno tener el “Frente Brasil Popular” que une a la izquierda organizada, pero tal vez sea más potente caminar para una Federación de luchas (¡viva Proudhon!). No tanto el “trabajo de base” en el sentido de una transmisión verticalizada y a veces sin muchas experimentaciones entre los lugares de experiencia y habla, y más plataformas de colaboración, creación colectiva, inversiones en la producción de relaciones. Hacer red, como apoyo mutuo (¡viva Kropotkin!). Ganar la población, ser “populista” en este sentido fuerte, patear el tablero, contaminarnos de la misma sustancia. La nueva tarea política requiere la voluntad de asumir riesgos. Para entender el deseo de un nuevo Brasil debe se estar abierto a nuevas subjetividades políticas, caminando con ellas, aún que sea en la dirección de un lugar que nadie sabe todavía lo que es. En Brasil, fueran ganados tres importantes macro-debates en las últimas décadas: democracia (fin de la dictadura), combate a las desigualdades (elección de Lula), distribución política (Junio). Ahora llega el desafío, en ese contexto de crisis, de profundizar y re-elaborar esas tres victorias, creando colectivamente, imaginarios y prácticas que entusiasmen Jéssica y Val. Para animar (o retomar) la fiesta.


[1]             ALINE BRONZATI, FERNANDA GUIMARÃES, CYNTHIA DECLOEDT. Juntos, Bradesco, Santander e Itaú lucram R$ 12 bi no trimestre.  O Estado de São Paulo, 4/8/2015. http://economia.estadao.com.br/noticias/geral,juntos–bradesco–santander-e-itau-lucram-r-12-bi-no-trimestre,1738200
[2]             André Barocal. Uma fortuna de 200 bilhões protegida do IR da pessoa física. CartaCapital, 10/8/15. http://www.cartacapital.com.br/economia/uma-fortuna-de-200-bi-protegida-do-ir-da-pessoa-fisica-3 229.html
[3]             SINGER, André. Os Sentidos do Lulismo: reforma gradual e pacto conservador. São Paulo, Cia das Letras, 2012.
[4]             8% aprovam e 71% reprovam governo Dilma, diz Datafolha. G1, 6/8/15. http://g1.globo.com/politica/noticia/2015/08/71-reprovam-governo-dilma-diz-datafolha.html
[5]             Marcos Nobre. O fim da polarização. Revista Piauí, n 51, dezembro de 2014. http://revistapiaui.estadao.com.br/edicao-51/ensaio/o-fim-da-polarizacao
[6]             Agência Senado. A ‘Agenda Brasil’, sugerida por Renan Calheiros. 10/8/15 http://www12.senado.leg.br/noticias/materias/2015/08/10/a-agenda-brasil-sugerida-por-renan-calheiros
[7]             Grazielle David e Alessandra Cardoso. A (des) Agenda Brasil desmonta o Estado e retira direitos dos brasileiros. INESC, 12/8/15. http://www.inesc.org.br/noticias/noticias-do-inesc/2015/agosto/a-des-agenda-brasil-governabilidade-se-constroi-com-transparencia-e-participacao-social
[8]             Eliane Brum. Quando a periferia será o lugar certo, na hora certa?. El Pais, 19/8/15.
[9]             Por el economista austríaco Ludwig von Mises, ideólogo de la escuela austriaca y ferviente defensor de la libertad de mercado.
[10]            Marina Rossi. Perfil de quem foi à Paulista destoa de lideranças e não poupa ninguém. El Pais, 18/8/15. http://brasil.elpais.com/brasil/2015/08/18/politica/1439928655_412897.html
[11]            JOSÉ ROBERTO DE TOLEDO, LUCAS DE ABREU MAIA E RODRIGO BURGARELLI. As 10 empresas que mais doaram em 2014 ajudam a eleger 70% da Câmara. O Estado de São Paulo, 8/11/14. http://politica.estadao.com.br/noticias/geral,as-10-empresas-que-mais-doaram-em-2014-ajudam-a-eleger-70-da-camara,1589802
[12]            V. “Pepe Mujica como ‘estrella de rock’”, en BBC en español, 28/8/2015. Disponible en http://www.bbc.com/mundo/video_fotos/2015/08/150828_fotos_mujica_estrella_brasil_aw
[13]            «Nota oficial – FIRJAN e FIESP em prol da governabilidade do país», disponible en http://www.fiesp.com.br/noticias/nota-oficial-firjan-e-fiesp-em-prol-da-governabilidade-do-pais/
[14]            João Pedro Stedile. “Faz 20 anos que a esquerda só pensa em eleição”. Sul21, 24/8/15. http://www.sul21.com.br/jornal/faz-20-anos-que-a-esquerda-so-pensa-em-eleicao/
[15]            Patrícia Dichtchekenian. Projeto de lei antiterrorismo na Câmara ameaça direito de protesto e movimentos sociais. OperaMundi, 11/8/15. http://operamundi.uol.com.br/conteudo/noticias/41295/projeto+de+lei+antiterrorismo+na+camara+ameaca+direito+de+protesto+e+movimentos+sociais.shtml
[16]            MTST. TOMAR AS RUAS POR DIREITOS, LIBERDADE E DEMOCRACIA! CONTRA A DIREITA E O AJUSTE FISCAL. 11/8/15 http://www.mtst.org/index.php/noticias-do-site/1252-tomar-as-ruas-por-direitos-liberdade-e-democracia-contra-a-direita-e-o-ajuste-fiscal-2
[17]             Coimbra: «O lulismo, ontem e hoje», en Carta Capital, 28/7/2015.
[18]            Luiz Zanin. Gramado 2015. Que Horas Ela Volta? e as panelas que batem. http://cultura.estadao.com.br/blogs/luiz-zanin/gramado-2015-que-horas-ela-volta/
[19]            Marcelo Pinheiro. Retrato de um País em transformação. http://brasileiros.com.br/2015/08/retrato-de-um-pais-em-transformacao/
[20]            Verónica Gago, Diego Sztulwark y Diego Picotto. El intelectual orgánico y el cartógrafo: ¿ o cómo discutimos el impasse de lo político radical en un frente común contra el neoliberalismo?   http://anarquiacoronada.blogspot.com.br/2014/09/el-intelectual-organico-y-el-cartografo.html
[21]            Pablo Ortellado «Os protestos de junho entre processo e resultado”. En: Elena Jusdensnaider et. al. Vinte Centavos. São Paulo, Veneta, 2013, p. 237.
[22]            Lincoln Secco. O trabalho de base. http://blogdaboitempo.com.br/2015/04/03/o-trabalho-de-base/
[23]            Robert Michels. Para uma sociologia dos partidos políticos na democracia moderna. Lisboa : Antígona, 2001 [1925]
[26]            José Celso Martinez Corrêa, Balbucio grávido de arte política. http://www.universidadeantropofaga.org/#!z–celso/m2u22
[27]            Tatiana Roque. Os novos movimentos se constituem a partir de diagramas (e não de programas)…  http://www.revistadr.com.br/#!dossie-sub1/c1z4q

Crítica de la acumulación

Gerardo Muñoz


1. – ¿Qué es y cómo se define una crítica de la acumulación? No se trata de repetir la clásica crítica marxista del capitalismo, no porque dicha crítica sea extemporánea o ineficiente, sino porque no sabemos muy bien cómo definirla en primera instancia. Ya sea que pongamos énfasis en los procesos técnico-materiales relativos al desarrollo de las fuerzas productivas y a la composición del valor, o que pongamos énfasis en los procesos histórico-sociales relativos a las relaciones sociales de producción, la división del trabajo y la configuración de identidades políticas articuladas por la repartición y/o apropiación del valor, lo cierto es que ni siquiera hemos comenzado a ponernos de acuerdo sobre las condiciones de una crítica de la acumulación antes y ahora. ¿Cuál es el estatus de esa crítica y en qué medida no es ésta una más en el horizonte moderno definido como Era de la crítica[1]? Diría que hay, al menos, dos formas de confrontar este problema; por una lado, la posibilidad de repensar el marxismo, Marx y sus diversas apropiaciones, según su historia, sus filologías y tradiciones, para determinar la “verdadera” imagen de Marx, hacerle justicia a su corpus, exonerarlo de los excesos de la tradición y traerlo al presente según una nueva actualidad. Por otro lado, sin renunciar a un cierto horizonte materialista y aleatorio, la posibilidad de elaborar una crítica de la acumulación no desde dentro del corpus marxista, sino en relación con la facticidad del capitalismo contemporáneo, según las transformaciones de la acumulación, de la composición orgánica del capital, de la renta, de los mercados y de la historicidad radical del presente. En este segundo caso, la crítica de la acumulación ya no es un compendio de los pronunciamientos de Marx o de cualquier marxista sobre los procesos de acumulación, sino que es una interrogación de la complicidad misma entre crítica y acumulación, es decir, un cuestionamiento de la relación de copertenencia entre crítica y valoración según la moderna división social del trabajo (teoría y práctica), división universitaria que llega más allá de la universidad. Romper con el marxismo universitario no es un acto advenedizo, sino un cuestionamiento del mismo lugar que le cabe a la crítica y al saber en los procesos de acumulación contemporáneos.[2]

Es en relación con la segunda alternativa que quisiera proponer ahora un horizonte general de interpretación de la actualidad latinoamericana, para lo cual intentaré relacionar la dimensión política de la llamada Marea Rosada con problemas relativos a la relación entre soberanía y acumulación. Lo primero que me gustaría decir, a modo de advertencia, es que la misma noción de Marea Rosada no parece ser ni rigurosa ni justa para caracterizar la heterogeneidad socio-política e histórica de los diversos procesos latinoamericanos, ni menos permite hacer jerarquías o valoraciones fáciles sobre los aspectos positivos o negativos de los gobiernos identificados con ella.[3] Sin embargo, intentaremos un cuestionamiento de los procesos de acumulación dirigidos o custodiados por gobiernos retórica y políticamente identificados con una agenda social re-distribucionista que intenta corregir lo ajustes y miserias propugnados por las administraciones anteriores, gruesamente identificadas como neoliberales. En este sentido, me parece que es en la relación entre soberanía y acumulación donde se juega la especificidad de nuestra ocasión histórica y es en relación a ella que nociones capitales para el imaginario político latinoamericano deben ser reconsideradas.

En efecto, es la indeterminación radical de la relación entre soberanía y acumulación la que nos exige pensar más allá de la filosofía de la historia del capital y más allá también de una de sus variantes fundamentales, la filosofía sacrificial marxista y su relato redentor y teleológico; relato según el cual todo sufrimiento presente se justifica en función de un futuro mejor. Pensar más allá de esa filosofía de la historia –o de lo que también podríamos llamar, para citar a John Kraniauskas, el aparato total del desarrollismo–, es renunciar a una serie de presupuestos de inteligibilidad con los que se suele evaluar lo real.[4] En principio, las mismas nociones de soberanía y acumulación como aparatos conceptuales y técnicos o disciplinarios propios de discursos jurídicos, institucionales o económicos son ejemplos fundamentales. En otras palabras, para elaborar la pregunta por el presente necesitamos entender que la crítica de la economía política no es parte de la economía política, ni la reflexión sobre la relación soberana es privativa de la ciencia jurídica o de la teoría convencional del Estado. Sin embargo, antes de abordar estos problemas “teóricos”, permítasenos volver a la pregunta por la actualidad latinoamericana desde el punto de vista de la relación entre democracia y acumulación. ¿Es la acumulación, vía híper-explotación de recursos naturales, una condición sine qua non de la democracia? Y de serlo, ¿de qué tipo de democracia hablamos? O si se prefiere, ¿es el desarrollismo una etapa inevitable en el largo camino por construir una sociedad mas justa?

2. – En efecto, la llamada Marea Rosada en cuanto noción genérica y abusiva, intenta capturar el giro dado por varios gobiernos latinoamericanos desde la década de 1990 hacia políticas públicas y sociales opuestas a la orientación neoliberal que caracterizó, en general, al continente en las décadas previas. Estas nuevas políticas también se distancian de los viejos y desgastados ideales del partisanismo revolucionario, intentando una crítica del neoliberalismo que no se reduce a una ruptura radical (e imposible) con su lógica de acumulación, sino que intenta adaptarse a él y dotarlo de un rostro “más humano”.[5] A pesar de las retóricas anti imperialistas y nacionalistas reflotadas en algunas izquierdas regionales, lo cierto es que en la mayoría de los casos lo que impera son gobiernos abocados a corregir la injusta distribución del ingreso, heredada de las décadas previas, y a mantener la disciplina fiscal y la gobernabilidad para facilitar la integración al mercado mundial en contextos de relativa “sustentabilidad”. Aún así, las nacionalizaciones que han ocurrido recientemente en Venezuela, Argentina y Bolivia parecen contradecir la más mesurada retórica y práctica de los gobiernos regionales, precisamente porque como iniciativas parecen responder a una vieja agenda propia de la geopolítica imperial clásica y anti imperialista, desbaratada por la globalización contemporánea. En tal caso, no es extraño que el caso chileno todavía sea utilizado como paradigma para desvirtuar opciones aparentemente más radicales.

Recordemos que Chile logró su transición (formal) a la democracia a comienzos de los años 90, después de sufrir una de las más largas y sanguinarias dictaduras militares en la región (1973-1989). Sin embargo, lo que le daba cierta notoriedad al caso chileno no era solo su democratización “pactada”, sino el que, como país, constituía el modelo ideal de implementación de políticas neoliberales en condiciones autoritarias. Mientras que las mismas políticas neoliberales se implementaron durante periodos transicionales o de pacificación en el resto de América Latina, en Chile, ya desde mediados de los años setenta el Estado había tomado un claro curso neoliberal, amortiguando el descontento social con una sostenida represión basada en la retórica securitaria anti-comunista. A su vez, desde la transición a la democracia, formalmente acaecida el año 1990, Chile se ha dedicado a administrar las políticas macroeconómicas puestas en práctica por la ingeniería neoliberal de la dictadura, atenuando el costo social de éstas con una tibia política redistributiva basada en bonos y asignaciones excepcionales, sin alterar mayormente la “estructura de clases” ni la distribución de la riqueza y de la propiedad de la tierra.
A esto habría que sumar la condición puntual del elevado precio internacional del cobre, producto fundamental del país, debido al ingreso de China al mercado (y a la demanda) mundial. Este incremento produjo una abundancia excepcional del presupuesto fiscal que permitió financiar múltiples iniciativas redistributivas sin alterar mayormente ni las políticas monetarias ni las tasas de interés a la propiedad y a la ganancia, ni las condiciones del intercambio internacional (recordemos que la minería cuprífera no fue totalmente privatizada debido a que de ella dependía el presupuesto militar del país). Durante los años que siguieron a la dictadura, los gobiernos de la Concertación de Partidos por la Democracia se dedicaron a administrar políticamente el modelo y a suplir su propia carencia de política efectiva con una estrategia permanente de diferimiento y duelo forzado, incapaces de avanzar de manera decisiva en el esclarecimiento de los crímenes de la dictadura y en la sanción correspondiente de los criminales, muchos de los cuales fueron reciclados en los aparatos administrativos y de inteligencia del Estado.
La experiencia del PT brasileño, del MAS en Bolivia, o la misma transformación del Estado iniciada por el Kirchnerismo en Argentina, podrían servir de contraste para precisar el caso chileno, donde los procesos de radicalización social y de organización popular que pusieron en evidencia la crisis de mando de la dictadura en los años ochenta, fueron re-apropiados por la reconfiguración de la vieja “clase” política nacional que se constituyó como el actor “más” relevante en la política oficial desde el mismo fin de la dictadura (lo que nos muestra una variación de la acumulación por desposesión, ahora de legitimidad política). A partir de ese proceso de superposición de las viejas lógicas partidarias y de sus actores, levemente reciclados por la renovación socialista y la socialdemocracia europea, se rearticuló una lógica hegemónica en la cual los actores centrales seguían siendo el Estado, el Ejército y los partidos políticos. De ahí que sean los años noventa los que vean emerger un discurso securitario dirigido contra el conjunto de la “población”.[6] La apuesta era una sola, las decisiones políticas se resolvían en el parlamento y entre los partidos, no en la “sociedad civil” ni en sus organizaciones. Había que desactivar a los movimientos sociales que, a pesar de todo, no han dejado de ocupar las calles para mostrar las incongruencias de la democracia chilena.

Por otro lado, una de las más claras manifestaciones del límite institucionalista o juristocrático del proceso chileno está, precisamente, en la postergación indefinida de las demandas y reivindicaciones de su población indígena, la que había sido fuertemente castigada en tiempos dictatoriales y sometida a las políticas expropiativas puestas en marcha por la banca y las industrias madereras y de la celulosa. La democracia chilena, recuperada en esos años según el discurso oficial del Estado, no significó ni significa hoy casi nada para el pueblo Mapuche. Casi nada, salvo la proclamación constitucional del carácter multicultural y multiétnico del país, y la correspondiente otrificación o fetichización de un indígena totémico que permite desviar la mirada desde la continuidad de las políticas represivas aplicadas al pueblo Mapuche (y otros pueblos originarios), hacia la representación folclorizante de un indígena de catalogo turístico. La apropiación por desposesión no puede ser más evidente, pero no solo en el periodo dictatorial, sino también ahora, bajo la excusa de las necesidades del desarrollo y las nuevas políticas energéticas.

Paralelamente, la concentración de la riqueza, la precarización de la vida de los ciudadanos comunes, el incremento de la plusvalía financiera en la administración de los fondos de retiro, en la salud, en la banca en general, en el endeudamiento público y las criminales tasas de interés sobre préstamos de consumo, además de una sostenida tendencia a la privatización de los recursos naturales, a la transferencia de fondos públicos a corporaciones privadas, y la circulación de las elites al interior del aparato estatal (baste mencionar cómo se turnan las mismas familias en los cargos estatales y corporativos), no solo confirman el carácter limitado de la transición chilena, sino laperpetuación de la dictadura en la democracia. La reciente re-elección de Michelle Bachelet en el país, después de una serie sostenida de protestas sociales que marcaron la ingobernabilidad de la administración de centro-derecha en el periodo anterior, se hizo sobre la promesa de reformas estructurales a la Constitución, a la salud, a la ley tributaria, a la educación, etc., reformas que no han tenido lugar y que se han ido suavizando y reacomodando de acuerdo con la captura institucional y principalmente parlamentaria de los procesos de lucha social de los últimos años. Chile, el modelo ejemplar de una administración de centro-izquierda que responsablemente hizo la transición a la democracia es, en rigor, el ejemplo de una administración gubernamental responsable con el modelo neoliberal y sus políticas macro-económicas, a manos de una poco creativa clase política que logró apenas reinventarse superficialmente en los años recientes, dejando su antiguo nombre, La Concertación, para pasar a llamarse La Nueva Mayoría. Sin embargo, su marco de acción sigue siendo dictado por la Constitución de 1980, que como una verdadera trampa juristocrática es el verdadero legado de la dictadura chilena.

3. – Quisiera ser enfático en señalar que la descripción que se ha hecho de Chile no es generalizable al resto de América Latina, ni está basada en un descontento político o en una denuncia moral. En rigor, creo que el caso chileno, pero no de manera exclusiva o excluyente, hace posible la pregunta por la forma y la función del tardío Estado latinoamericano. Un pregunta que se hace fundamental en estos momentos.
Primero, me gustaría precisar qué entiendo por tardío Estado latinoamericano. Básicamente, no se trata de una noción evolucionista o historicista, sino que intenta llamar la atención sobre el proceso de refundación institucional que ha vivido y que está viviendo gran parte de la región. Desde los procesos constituyentes y las nuevas constituciones en Venezuela, Colombia, Bolivia y Ecuador, hasta las reformas electorales en Chile o Centroamérica, esta refundación está asociada con el fracaso evidente del proyecto republicano post-colonial surgido del proceso emancipatorio de principios del siglo diecinueve. No se trata de un fracaso puntual asociado con la globalización como universalización del patrón flexible de acumulación propio del capitalismo contemporáneo, sino que la misma globalización habría sido el golpe de gracia al proyecto republicano post-colonial que siempre habría estado en crisis. De tal forma, el tardío Estado latinoamericano refiere al proceso de refundación del pacto social que se ha venido dando durante las últimas décadas en la región, refundación que abarca no solo a las nuevas constituciones, sino incluso a los procesos transicionales y de pacificación que, en la misma producción de sus informes de derechos humanos, sientan las bases para el nuevo pacto social. Lo que incomoda de este nuevo contrato social, sin embargo, no es solo su limitación institucional y jurídica, sino el hecho de que, como tal, repite las mismas limitaciones de la primera oleada fundacional de principios del siglo diecinueve, a saber, la sobre-codificación de sus aspectos democráticos y republicanos desde los imperativos mercantiles y ahora neoliberales de la acumulación. Es ahí donde una crítica de la acumulación no solo se vuelve políticamente relevante, sino que se convierte en una práctica política en sí misma, pues de lo contrario estaríamos sosteniendo una variación circunstancial de la vieja tesis del determinismo económico. En la medida en que soberanía y acumulación se co-determinan, entonces siempre hay espacio para radicalizar, vía crítica de la acumulación y crítica del aparato total del desarrollismo, las limitaciones juristocráticas e institucionales de la política realmente existente.[7]

Segundo, me parece importante además preguntar cuál es la función y la forma de este tardío Estado latinoamericano. La forma, en principio, porque se trata de discutir no solo la diferencia entre Estado como instancia institucional que se movería a un nivel estructural, y gobierno como instancia política que se inscribiría a nivel contingente. Eso no es suficiente. La pregunta por la forma Estado es la pregunta por el estatuto de la ley y del poder y, a la vez, nos permite tomar distancia de concepciones monumentales que tienden a limitar la política según diagramas más o menos sofisticados de la dominación. De la misma forma en que el discurso genealógico contemporáneo rompió con las representaciones monumentales o molares del poder, necesitamos pensar el Estado no como una inseminación trascendental e inmodificable, sino como un campo de lucha, según, por ejemplo, lo han definido los miembros de Comuna en Bolivia o su mismo vicepresidente Álvaro García Linera (El Estado como campo de batalla 2010).

De una manera similar, más que pensar la soberanía como una instancia atributiva propia del orden jurídico o estatal, ya siempre pre-definida, y como clave de la gubernamentalidad moderna, es decir, soporte jurídico de la clausura biopolítica de la experiencia contemporánea, sería pertinente pensar la soberanía como nombre de una relación indeterminada. Lo mismo habría que decir del derecho, antes de pensarlo como un simple suplemento ideológico de la dominación o como una forma de violencia mítica abocada a la conservación del orden social, sería pertinente pensarlo en cuanto práctica performativa y forma abierta a la creación de jurisprudencia. Creo que es esto lo que está en juego en los debates teóricos contemporáneos, es decir, la posibilidad de pensar el Estado, la relación soberana y el derecho ya no solo como mojones que limitan la vida social, sino también como instancias indeterminadas en las que se da la lucha política por la misma definición del presente. En tal caso, la pregunta por la forma del tardío Estado latinoamericano es la pregunta por las instancias donde ese Estado, lejos de ser un simple aparato ideológico de reproducción y confirmación de las relaciones de clase y dominación, en un ámbito en el que se está articulando dicha dominación, pero también en el que ésta puede ser interrumpida.
Finalmente, la pregunta por la función de este tardío Estado latinoamericano está relacionada con la posibilidad de hablar o no de un post-neoliberalismo o, alternativamente, con la posibilidad de hablar de un neoliberalismo de segundo orden que, usando al mismo Estado como katechon o contención y mecanismo de desactivación de los movimientos sociales, mediante formas y grados diversos de represión y persuasión, asegura la hegemonía del capital cuidando el escenario macroeconómico indispensable para el despliegue de formas flexibles de acumulación en la actualidad. En este sentido, si el neoliberalismo fue implementado, ejemplarmente en Chile, en el marco de un gobierno autoritario que produjo las llamadas medidas de ajuste fiscal, contracción del gasto público, reducción del Estado y desregulación monetaria, precarizando infinitamente la vida de los trabajadores y de los ciudadanos en general; el neoliberalismo de segundoorden no parece necesitar de dictaduras militares, sino que se articula inteligentemente con un Estado que ya no parece interventor y al que se le dejaría cierto margen de maniobra en el ámbito de políticas compensatorias o redistributivas, pero cuya responsabilidad sería asegurar los procesos productivos y extractivos que están a la base de lo que Maristella Svampa ha llamado el consenso de las mercancías (2013).

Quiero reparar en esta aporía: si por un lado, la forma Estado nos indica que éste está abierto a las luchas por el cambio social, por otro lado, la determinación de su función es la que nos indica finalmente hasta qué punto las iniciativas de transformación social emprendidas por los gobiernos de la Marea Rosada latinoamericana tienen viabilidad o son paliativas con respecto a lo que John Kraniauskas ha llamado “la astucia del capital” (“the cunning of capital” 2014). ¿Hasta qué punto las políticas redistributivas han sido capaces no solo de producir mejoras sustantivas en la población, sino activar procesos políticos instituyentes que le den más fuerza política a las instituciones democráticas del Estado en su lucha permanente con el capital transnacional? Quizás esta sea, otra vez, la lección a sacar del proceso chileno: lejos de confiar en el empoderamiento de los actores sociales que disputan el modelo neoliberal, la “clase” política agrupada en torno a un Estado marcado por la Constitución de Pinochet, se ha dedicado a expropiar la participación ciudadana y a remitirla al estrecho ámbito institucional de los debates parlamentarios, estructuralmente ineficientes dadas las limitaciones impuestas por el marco constitucional y por el sistema electoral anti-democrático. Repitamos: no se trata de una crítica de orden moral, sino de una consideración histórica sobre la reiterada desconfianza que dicha “clase” política expresa con respecto a procesos instituyentes.
En este sentido, el hecho indesmentible de que las agendas reformistas y re-distributivas contemporáneas tengan como limite el proceso de acumulación flexible y corporativo contemporáneo no nos dice nada sobre las posibilidades abiertas por una política orientada por una crítica efectiva de la acumulación, del desarrollismo y de la juristocracia. Ni optimismo ni pesimismo, sino todo lo contrario, entender la condición material y aleatoria de las relaciones entre soberanía y acumulación, pues aún cuando “la astucia del capital” nos muestra al post-neoliberalismo como neoliberalismo de segundo orden, nada de eso nos condena a mantener nuestras prácticas políticas inscritas en la filosofía de la historia del capital, o en cualquiera de sus reversos liberacionistas.
4. – Pero acá nos encontramos con un problema igualmente delicado. Si las estrategias clásicas liberacionistas estaban marcadas por una política de la identificación (nacional, étnica o de clase), ¿Cómo pensar una política radical que no sea un mero reflejo de la operación estatal de codificación del campo social? No se trata solo de pensar más allá de las Identity Politics contemporáneas, sino incluso más allá de la lógica de la identificación que se expresa en términos políticos como sutura del campo de significación en torno a un significante investido afectivamente con condiciones carismáticas o ejecutivas. Ya sea en las figuras del clásico líder populista, del militante sacrificial, del líder tecnocrático o del movimiento social oposicional (configurado todavía por una lógica identitaria), el imaginario de izquierda latinoamericano, al menos en sus formas convencionales, sigue estando marcado por dicha lógica y sigue, por lo tanto, imposibilitado de pensar en una política salvaje, des-inscrita de la representación y del reconocimiento.

Permítaseme entonces, a modo de ejemplo, retomar someramente una observación de Nicolás Casullo (“Populismo” 2000) sobre las experiencias populistas latinoamericanas. Para él resultaba bastante curioso no solo el hecho de que la palabra “populismo” se hubiese convertido en un insulto aplicable a todos aquellos que contravenían la versión gestional de la política, propia del neoliberalismo, sino aún más el hecho de que cada vez que se refería a la experiencia populista se evocaban ejemplos europeos vinculados con el nacional-socialismo o con el populismo fascista, y no se atendiera al hecho de que los llamados populismos latinoamericanos habían tenido una función progresista, democratizadora e integradora inigualable en la historia latinoamericana. Ese populismo, que siempre estuvo presente en las elaboraciones teóricas de Ernesto Laclau y que constituye el eje de sus últimos trabajos, no es equivalente a nuestra invocación de una política salvaje, pero no deja de ser relevante para pensar no solo las crisis históricas de la política de izquierda en la región, sino también la situación actual de la llamada Marea Rosada.
Recordemos que para Laclau el populismo es políticamente irrenunciable porque constituye el aspecto más relevante de una política orientada a la democratización (On Populist Reason 2005). En otras palabras, el populismo no es una política en particular (como suele pensarse) sino un componente de toda política radical orientada por procesos de democratización y organizada entorno a antagonismos sociales, antagonismos que no vienen asegurados por ninguna lógica trans-histórica (esa su crítica a la noción de contradicción hegeliano-marxista, por ejemplo). Si el populismo es pensado en estos términos, entonces lo que asombra del trabajo teórico de Laclau es que dicho populismo quede recortado por la misma racionalidad instrumental o “hegemónica” que articula su discurso, esto es, que el carácter democratizador y radicalizante del populismo de Laclau quede subordinado a la lógica equivalencial de las articulaciones hegemónicas, siempre orientadas pragmática y programáticamente a la conquista del poder del Estado. Alberto Moreiras ha referido recientemente a la posibilidad de un populismo post-hegemónico, cuya clave estaría en “liberar” al mismo populismo de la lógica de la identificación, es decir, en la posibilidad de pensar en un populismo catacrético que ya no coincida ni con la identificación étnico-nacional, social-cultural o económica de ninguna subjetividad política y, por tanto, que ya no coincida ni con la lógica principial del pensamiento onto-político occidental, ni con la sutura afectiva de la identificación carismática con el líder o la identificación romántica con el “Pueblo” (el partido, la clase o el movimiento, etc.).[8]

¿Cómo pensar entonces una relación a esa instancia heteróclita llamada pueblo, no capturada por las figuras de la identificación afectiva ni del liderazgo carismático? Esa pareciera ser la tarea para una política radical, no la de repetir la monserga anti-populista propia de los sectores conservadores (y juristocráticos), sino la de redefinir la problemática del pueblo más allá de la lógica de la identificación que es un rendimiento del aparato total del desarrollismo.[9] En tal caso, más que la “construcción de un pueblo”, como quisiera Laclau hace unos años en su debate con Zizek[10], lo que definiría una política radical y crítica de los actuales procesos de acumulación sería la constitución de formas de organización y empoderamiento que hicieran de contención de dicha acumulación. Así, el pueblo del que estamos hablando no sería ni un sujeto histórico investido estatalmente con una cierta identidad nacional, ni menos un sujeto étnico-político asociado con el proyecto liberal criollo o su inversión neo-indigenista y decolonial contemporánea; se trata, por el contrario, de “un” pueblo catacrético, irrepresentable según las lógicas conceptuales tradicionales o, como ha señalado recientemente Georges Didi-Huberman, más que un pueblo expuesto, en el doble sentido de un pueblo representado, capturado en la representación y llevado, a la vez, a la situación límite de su propia extinción, estamos hablando de un pueblo figurante, que desactiva las coordenadas de la representación jurídica, política, literaria y cultural, contaminando el modelo populista clásico y su fictive ethnicity, con formas múltiples y enrevesadas de participación y constitución social.[11]

Entonces, no se trata, otra vez, del pueblo sino de los pueblos en los que descansa la posibilidad de interrumpir los procesos brutales de acumulación, y hacia los que la Marea Rosada en general debió y debe apostar, no para elaborar cálculos sobre la historia, ni para dotarlos con los atributos del sujeto emancipatorio moderno, sino para asumir, finalmente, que la clave de una política capaz de oponerse al orden mundial no está en la reproducción infinita del aparato total del desarrollismo, la gobernabilidad, la seguridad, la propiedad y el mercado, sino en la potenciación de formas de poder y auto-organización social. Una política orientada a la experiencia plebeya, como diría Martin Breaugh (2013), donde lo plebeyo nombra el lugar impropio de una comunidad sin atributos, marrana, de la que surge no el discurso sino la práctica del desacuerdo, condición fundamental de un republicanismo profano para nuestro tiempo.

De no ser así, como parece ser el caso en muchos de estos gobiernos, se repetirá la experiencia histórica latinoamericana que dio paso a las dictaduras y las intervenciones militares en general, aquella experiencia que las sociologías realistas y gestionales han llamado clientelismo, cultura demandante de Estado y caudillismo. Lo curioso, en cualquier caso, es la persistencia de lo que Etienne Balibar llamó “el miedo a las masas” (1989), pues es ese miedo el que posibilita lo que Claus Offe caracterizó, en los años ochenta, como “teorías conservadoras de la crisis”; teorías que terminaron por justificar el desmontaje del Estado de bienestar, el gran logro de la socialdemocracia europea y, en cierta medida, el horizonte igualitario de los frentes populares latinoamericanos.[12] Y son esos mismos miedos los que aparecen en los detractores neoliberales de la Marea Rosada, pero también, en muchos de los actores vinculados institucionalmente con sus gobiernos, más preocupados del desarrollo y la gestión que de la democracia y la participación.

5. – En última instancia, se trata de pensar los limites históricos de la imaginación política latinoamericana, misma que necesita trascender la nostálgica identificación con una política reivindicativa de clases, y radicalizar su vocación popular en una suerte depopulismo salvaje, que ya no se orienta heliotrópicamente a la conquista del poder del Estado, para una vez allí, disciplinar a las masas. Un populismo sin Pueblo, pero con muchos pueblos, heterogéneos y contradictorios, con un énfasis insobornable en los antagonismos y no en las alianzas, en las figuraciones catacréticas y disyuntivas y no en la metaforicidad equivalencial y articulativa (radicalizando al mismo Laclau). En suma, un populismo post-hegemónico que se piensa a sí mismo no como estrategia para lograr la hegemonía, sino como interrupción de la misma hegemonía en cuanto lógica de la voluntad de poder onto-política occidental.
[1] Me refiero al volumen VIII de La historia de la filosofía moderna de Ediciones Akal, a cargo de Félix Duque, cuyo título es, precisamente, La era de la crítica (1998), y que sienta con maestría el horizonte inaugurado por Kant y e idealismo alemán como desarrollo paulatino de una cierta conciencia de si de la época moderna.
[2] Sin embargo, estas dos alternativas no existen en la pureza de su formulación teórica, sino que funcionan como polos donde se inscribe el pensamiento marxista en general, tensado por la necesidad de cuestionar el presente y, a la vez, tensado por las demandas de prolijidad relativas al mismo marxismo convertido en tradición, ciencia o método.
[3] Como lo hace, recientemente, John Beverley en su Latinamericanism After 9/11(2011), al comparar el proceso venezolano y el boliviano, repitiendo, formal e irónicamente, la diferencia entre buena y mala izquierda propugnada por Jorge Castañeda en su “Latin America’s Left Turn” (2006).
[4] John Kraniauskas, “Difference Against Development” (2005).
[5] Otra vez, es necesario contrastar esta generalidad con las diferencias entre diversos países latinoamericanos, y con las diferencias al interior de cada país, sobre todo si se consideran las condiciones de vida de poblaciones no identificadas con el relato político estándar: por ejemplo, pueblos indígenas sujetos a políticas de acumulación por desposesión territorial, comunidades rurales sometidas a la soberanía bruta de las corporaciones energéticas y, en general, poblaciones enteras consideradas como dispensables en medio de desplazamientos territoriales forzados, narco-violencia y desapariciones sistemáticas de personas.
[6] No olvidemos que la “población” emerge como categoría relevante de la gubernamentalidad contemporánea a propósito del desarrollo de las técnicas bio y anatomopolíticas. Ver Michel Foucault, Seguridad, territorio, población (2006).
[7] No sostengo una desconfianza generalizada del derecho, del contrato social o de la constitución, sino la necesidad de una crítica específica de estas formas históricas del derecho, en nombre de procesos, infinitos e imperfectos, de institución democrática de lo social. La misma asamblea constituyente que ha sido central en las nuevas constituciones de Venezuela y Bolivia se muestra como un requisito políticamente irrenunciable en el contexto chileno, por ejemplo.
[8] Aún cuando este giro ya estaba contenido en los tempranos trabajos de Moreiras (The Exhaustion of Difference 2001), y Gareth Williams (The Other Side of the Popular 2002), y también en las intuiciones de John Beverley en muchos lugares, el reciente desarrollo de estas temáticas ha marcado las actividades del Colectivo Deconstrucción Infrapolítica. Es necesario citar de Moreiras “Tres tesis sobre populismo y política. Hacia un populismo marrano.” (2015), y su texto Marranismo e inscripción (2015), como lugares donde se problematiza esta serie de cuestiones. En relación a la identificación afectiva y a los límites de la hegemonía en Laclau, remitimos a nuestro “¿En qué se reconoce el pensamiento? Posthegemonía e infrapolítica en la época de la realización de la metafísica” (2015). Todo esto, por supuesto, en diálogo y tensión con la modulación post-hegemónica de Jon Beasley-Murray (2011)
[9] Ver, por ejemplo, la reciente compilación ¿Qué es un pueblo? (2014) con textos relevantes y contradictorios de Rancière, Didi-Huberman, Badiou, Judith Butler, entre otros, pero todavía muy genéricos en relación a nuestro problema específico.
[10] “¿Porqué construir al pueblo es la principal tarea de una política radical”? (2008). Lo que marca la propuesta de Laclau no es solo la tensión entre clase, pueblo y populismo, sino la cuestión de la identificación y su respectiva pendiente afectiva o pulsional como instancias constitutivas del campo político. A esto apunta también la pertinencia de la intervención de Yannis Stavrakakis (The Lacanian Left 2007) y su apertura a la cuestión del afecto y del deseo (lugar en que no solo se asoma la problematización deleuziana del psicoanálisis, sino también la “destrucción del pueblo” llevada a cabo, incesantemente, por Osvaldo Lamborghini).
[11] Didi-Huberman, Pueblos expuestos, pueblos figurantes (2014).
[12] Claus Offe, Contradicciones en el Estado del Bienestar (1994).

Christian Ferrer y la “matriz técnica” en la que vivimos inmersos

por Ana Wajszczuk
Foto Vanina Escales
“En nuestros días, las redes informáticas se han ajustado a las ciudades como el nailon a la piel.” Internet apenas empezaba a convivir con la cotidianeidad, y Christian Ferrer ya hacía tiempo que escribía, como en esta cita de su ensayo Mal de ojo (1997), sobre las avanzadas desplegadas por la “matriz técnica” del mundo contemporáneo donde vivimos, con una mirada que tiene el rigor del abordaje histórico pero también la capacidad de la poética de iluminar zonas oscuras. Quince años y varios libros después –entre ellos otros ensayos indispensables sobre filosofía de la técnica como Cabezas de tormenta (2004) o La suerte de los animales (2009) pero también compilaciones sobre pensamiento libertario y biografías como la del escritor Raúl Barón Biza–, con la reciente aparición de El entramado. El apuntalamiento técnico del mundo, una nueva colección de sus ensayos publicado por Ediciones Godot, Ferrer vuelve a hacer del pensamiento sobre la técnica un viaje revelador hacia el corazón de nuestra época. Ensayista y sociólogo, definido muchas veces como anarquista –un tema sobre el cual sabe como pocos–, rara avis entre los profesores de la Universidad de Buenos Aires (donde sus alumnos de la cátedra de Informática y Sociedad son legión), es también parte del grupo editor de la revista Artefacto. Pensamientos sobre la técnica. Entrar en sus ensayos –por donde se pasea la voluntad de “decir verdades implacables” de Schopenhauer y la crítica técnica de Lewis Mumford, tanto Heidegger como los ecos de Guy Debord– es entrar en la zona áurea de nuestra modernidad técnica, donde “toda última tecnología se propaga junto a una buena nueva”, y poder vislumbrar mas allá de la ilusión inevitable que sus juguetes nos provocan.

¿Cómo surgieron estos ensayos y la posibilidad de compilarlos?

Christian Ferrer: Son diferentes artículos, algunos inéditos, con aproximaciones a cuestiones sobre la técnica, un tema sobre el cual me debo un libro más general. Conciernen a un momento de la historia humana en el cual las personas viven en un mundo maquillado técnicamente, en una burbuja inmunizadora. Fuera de esa burbuja puede haber un mundo o no, eso carece de sentido para quien vive dentro, porque fuera de ese mundo protegido técnicamente no se podría sobrevivir.
¿A eso te referís cuando decís que la “matriz técnica” donde vivimos produce una inmunización?

Sí. La matriz técnica produce vulnerabilidad, esto es, inmunización, pues sin las comodidades, los entretenimientos, la farmacología, los espectáculos, en fin, las excitaciones programadas, nadie podría sostener su personalidad ni su cuerpo. No es solamente síntoma de progreso, o de mejoría en la calidad de vida, o promesa de resolución de antiguos problemas de la humanidad. El progreso técnico no solo coloca al ser humano en una posición dependiente de esos procesos sino, además, lo vuelve vulnerable a cualquier forma de vida que no esté organizada en función de ellos. En otras palabras, los hombres de las cavernas sufrían mucho menos que nosotros.
Podría pensarse en una lectura a vuelo de pájaro que sos un ludita o estás en contra del “progreso”…

No, al revés, a mí no me incomodan las máquinas, son necesarias, son en muchos casos sorprendentes. Y en otros traen aparejadas confortabilidades que hacen la vida más sencilla. Pero soy consciente de que alguien paga el costo, y no es el usuario. Así como quien degustaba una taza de café en el siglo XVIII y era un perfecto iluminista muy racional, carecía, sin embargo de conciencia de que los costos los pagaban los esclavos haitianos que producían el azúcar; de la misma manera quien usa un teléfono celular o una tableta hoy en día no quiere tener conciencia de que los minerales estratégicos necesarios para fabricar esos aparatos se consiguen al precio del trabajo semi-esclavo en el Congo, en medio de una guerra civil con bandas armadas que hacen trabajar a la población a la fuerza. El no saber cuál es el costo del progreso es una precondición para usar las máquinas.
¿Y bajo qué otras condiciones generales ves que se vive dentro de esta burbuja técnica?

Me parece que nunca como hasta ahora hemos estado más quietos gracias a la tecnología. Todos experimentamos sensaciones de movilidad permanente porque estamos interconectados “al mundo” o haciendo conexión entre puntos de partida y de llegada, ida y vuelta. Pero estamos quietos en nuestros trabajos, en nuestros hogares. Lo que antes se llamaba el “tiempo de ocio”, el tiempo que nos “libera” el proceso laboral, hoy ha sido secuestrado por las interconexiones de la red informática. Pero no sé si la “conexión”, por sí misma, es algo valioso. Recuerdo que, en mi infancia, en todos los barrios existían los radioaficionados. Tipos que se pasaban todo el día tratando de hacer conexión con algún otro que vivía lejísimo. Su gran logro era poder decir “me conecté con uno de Australia”. ¿Y todo para qué? Para hacer “conexión”, no había otro motivo. Las interconexiones de la actualidad suponen un pacto mutuo: yo hago como que estoy vivo y quiero que vos me lo confirmes. Entre otros usos, Facebook sirve para eso.
Todo esto bombardeado, como decís, por el “terrorismo de la publicidad”: somos ilimitados, estamos conectados todo el tiempo, todos juntos, en todos lados….

¿Y por qué razón habría que estar conectado todo el tiempo? Quizás porque las desdichas de la vida son muy intensas e ineludibles. Las frustraciones derivadas de la vida laboral, de las fricciones familiares, de la monotonía matrimonial, la soledad, el tedio… esos viejos y persistentes problemas de la Modernidad, no han sido resueltos. Ese malestar equivale a la carcoma. Por lo tanto, todo proceso técnico que prometa no solo potenciar el cuerpo sino además resolver problemas de soledad tiene que resultar agradable a los “usuarios”. Hay cientos de millones de personas en el mundo conectados a las redes y sus vidas se pierden en ajetreos olvidables. Hay que trabajar duramente, hay que luchar por conseguir algún tipo de honor, no se dispone de más aventuras que las que proponen la industria del turismo o la del espectáculo, así que la interconexión concede una ilusión de participación, de colaboración. Tener mil amigos, participar de corrientes de opinión, enviar maldiciones a todo tipo de blogs, ser uno más de los cientos de miles de lectores de publicaciones on-line, y así. Pero el número no dice nada. Tal parece que lo importante hoy es emitir “opinión”, que es un género dominante en las redes sociales. Estamos obligados a ser emisores de “información”, todo el tiempo.
Pero sin embargo algunas posibilidades que se ven en las redes sociales podrían estar en consonancia con ideales libertarios: su protagonismo en las rebeliones de Oriente Medio, Global Noise… Hay una idea de que ahora que existen estas posibilidades tecnológicas la gente común tiene un cierto poder.

En verdad, si lo que molesta es el “sistema” tal cual lo conocemos, derrumbarlo es una cosa muy fácil. Basta con dejar de pagar impuestos, o bien sacar todo el dinero de los bancos, o dejar de consumir. Pero nadie, ningún “indignado”, ningún protestón, quiere hacer eso. Además, es necesario estudiar con detenimiento las situaciones históricas en las cuales la tecnología pareciera funcionar como ariete de emancipación. Un “indignado” español, o argentino, un talibán que se comunica con sus cofrades, un salafista en Egipto, un guerrillero checheno… el hecho de que todos usen Twitter, correo electrónico y abran una cuenta de Facebook no los unifica. Me parece que aquellos que anudan todas estas experiencias políticas en un solo matete no saben ni de política ni de historia. En otras palabras, superponen la mística de la tecnología a los acontecimientos, que es una forma de desconocerlos. No desmerezco ni minimizo las posibilidades libertarias que este tipo de tecnologías traen aparejadas, pero no determinan el desarrollo de una situación política. Esa “mística” es una tradición moderna, y eso ha sucedido ya con el telégrafo, el cable submarino y la televisión, de las cuales se esperó que promovieran no solo la interconexión de poblaciones, sino también su “mejoramiento” moral y político.
Con respecto al cuerpo, un tema recurrente en los ensayos es la pornografía, que ligás a las revoluciones culturales de los años 60. ¿Cuál es el vínculo?

La pornografía es la industria de mayor crecimiento exponencial en Internet. Eso no es un dato menor. Su mensaje, entre tantos otros, pero uno muy poderoso, es el de felicidad compartida. Allí no hay conflicto, no hay tristeza, incluso si aparece el marido cornudo se integra a la felicidad general. Propone ilusoriamente, al menos para la platea masculina, un uso del cuerpo que equivale a la felicidad. Con respecto a las demandas de los años 60, su móvil era desembarazarse de las restricciones a que eran sometidos los afectos y la sexualidad. Se pretendía proclamar una especie de “derecho natural al placer”. En esos años se estableció una plataforma giratoria a la cual todavía estamos subidos, pero como efecto invertido de esas demandas, se desplegó un discurso paradojalmente “juvenilista”. Se intensifica un mandato social que propone experimentar el presente de la forma más placentera posible, pero eso también supone exhibir antes los demás una vida emocional y sexual satisfactoria, y entonces hay que dar pruebas continuas de deseabilidad. Como es difícil cumplir con ese requisito, la angustia, los problemas de “autoestima”, se acrecientan, y para compensar a los desfavorecidos en la lucha por ocupar posiciones en el “mercado del deseo”, todo tipo de industrias modeladoras del cuerpo y la imagen personal hacen su agosto.
Es un momento histórico donde decís que el sexo es “salud y obligación”

Aparentemente, nunca como ahora, por lo menos en la época moderna, ha habido tantas posibilidades de mantener relaciones afectivas entre personas con tanta libertad. Y sin embargo las personas no se sienten a gusto con sus propios cuerpos, no parecen confiar en sus posibilidades emocionales, no parecen entregarse jubilosamente. Basta con pensar en la importancia hoy en día de la cirugía estética, las dietas, el gimnasio, el consumo de todo tipo de medicamentos destinados a estabilizar los estados de ánimo, el asesoramiento sexológico, como si fuera preciso aplicar, desde un exterior, inyecciones de vida, o potenciadores del cuerpo, una suerte de blindaje de tipo técnico, para que la persona pueda sostener su cuerpo frente a los demás. Se pretende capturar la mirada de los otros para poder afirmar “estoy vivo”. Es el mundo de la frustración permanente.
En ese sentido, la “confortación” espiritual se transformó en el “confort” tecnológico

Como la formación espiritual es precaria, cuando las personas se hallan a sí mismas en contextos dolorosos o frustrantes, se derrumban. Y entonces requieren de ayuda técnica, sea la farmacología, la cirugía estética, la constante oferta de espectáculos, o la conexión al ciberespacio. A menor fortalecimiento espiritual, mayor necesidad de blindaje técnico.

En tus ensayos no te preguntás cómo influyen las tecnologías sino en qué historicidad se van inscribiendo y se van haciendo imprescindibles. ¿Cómo historizás la aparición de este momento de aceleración supertecnológica?

Para que existiera la televisión, o el cine, no bastó con la invención del aparato técnico, se necesitaban enormes transformaciones de la subjetividad que son muy previas. Por ejemplo, la construcción de la ciudad moderna como una metrópolis inabarcable por la experiencia, la proliferación de ilustraciones en las revistas, el uso de todo tipo de artefactos ópticos. Se necesitó además, acostumbrar a las personas a que el mundo no se les presentara de forma inmediata sino mediatizada. Y también se necesitó disponer de una fe perceptual en que lo que aparece en televisión es mas verdadero que lo que antes se mostraba de otra manera. Lo mismo pasa con Internet: no es posible conectarse si primero no se hubiera elevado la categoría de información a estatuto de saber. Más importante quizás, la categoría conceptual de “representación”, tanto en política como en el arte y el consumo de espectáculos, se volvió el modo de comprender nuestra relación con “la verdad”.
Y eso no es nuevo…

No, para nada, es un proceso que proviene del siglo XIX, la unificación del mundo mediante procesos comerciales y tecnológicos. El ideal de Internet, en última instancia, es el modelo “Benetton” de la década de 1990, una sociedad global donde todos los habitantes del mundo se entienden entre sí. Pero primero tiene que haber un cierto grado de aplanamiento antropológico para facilitar la interconexión, algo que también concernió a la unificación de pesos y medidas en el siglo XIX, sin la cual la expansión del capitalismo hubiera sido muy lenta.
¿Y cómo nace Internet, como decís, como una “voluntad de poder en sí misma”?

Es un fenómeno de masas, pero asimismo es un vehículo acelerador del capitalismo y del control sobre la población. Un gran movilizador de las finanzas, puesto que se amplía la esfera del consumo. Voluntad de poder significa que es voluntad de voluntad, que se potencia a sí misma. El cristianismo, cuando se expandió por el mundo, a través de la evangelización y la conquista, era una voluntad de poder en movimiento. La televisión en su momento también lo fue. Son fenómenos en los cuales se expanden e intensifican el control, el afán de lucro y la extroversión de las psicopatologías de masa. Es necesaria una mirada menos ingenua sobre las máquinas y los procesos técnicos, una mirada no ajena a la curiosidad pero también escéptica y alerta. ¿Qué ocultan, qué sostienen los aparatos? Esa es la pregunta que me parece importante.

Prólogo del autor a Capitalismo, Deseo y Servidumbre. Marx y Spinoza


El capitalismo no termina de volverse discutible. Si el espectáculo no fuera a veces tan repulsivo, uno casi contemplaría con admiración la demostración de audacia que consiste en pisotear hasta este punto la máxima central del cuerpo de pensamiento que le sirve, sin embargo, de referencia ideológica ostentosa; pues es de hecho el liberalismo, en su especie kantiana, el que ordena actuar “de tal suerte que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otra, siempre y al mismo tiempo como un fin, y nunca simplemente como un medio”.[1]Por uno de esos giros dialécticos cuyo secreto tienen solamente los grandes proyectos de instrumentación, ha sido declarado conforme a la esencia misma de la libertad que unos fueran libres de utilizar a los otros, y los otros libres de dejarse utilizar por los primeros como medios. Ese magnífico encuentro de dos libertades lleva el nombre de salariado.
La Boétie recuerda hasta qué punto el hábito de la servidumbre hace perder de vista la condición misma de la servidumbre. No porque los hombres “olviden” que son desdichados, sino porque soportan esa desdicha como un fatumque no tendrían más opción que padecer, es decir, como una simple manera de vivir a la cual uno acaba siempre por acostumbrarse. Los sometimientos exitosos son aquellos que consiguen separar, en la imaginación de los sometidos, los afectos tristes del sometimiento de la idea misma del sometimiento –siempre susceptible, cuando se presenta claramente a la conciencia, de hacer renacer proyectos de revuelta–. Hay que tener en mente este sometimiento laboetiano para disponerse a volver sobre el “núcleo duro” de la servidumbre capitalista, y para medir su profundidad de incrustación en aquello que, aunque muy sorprendente, ya no sorprende a nadie: algunos hombres, se les llama patrones, “pueden” llevar a muchos otros a entrar en su deseo y a activarse para ellos.
Este “poder”, muy extraño si uno lo piensa, ¿les pertenece verdaderamente? Desde Marx se sabe que no: es el efecto de una cierta configuración de estructuras sociales –la de la relación salarial como doble separación de los trabajadores respeto de los medios y los productos de la producción–. Pero estas estructuras no dan la clave de todo lo que pasa en las organizaciones capitalistas. Se dirá que allí está el trabajo específico de la psicología o de la sociología del trabajo, y es verdad. Lo que sigue no tiene vocación de agregarles nada en su propio registro, sino de hacerles una proposición más abstracta de la cual, llegado el caso, podrían extraer algunos elementos: la proposición de combinar un estructuralismo de las relaciones y una antropología de las pasiones. Marx y Spinoza.
Seguramente estos dos ya se conocen –por interpuestos comentadores–. Sus afinidades son muchas, lo cual no quiere decir que estén de acuerdo en todo. Pero en cualquier caso, ellas son suficientemente fuertes como para que el juntarlas no nos haga correr el riesgo del borborigmo intelectual. La paradoja temporal consiste en que si Marx es posterior a Spinoza, esto no impide que Spinoza pueda ayudarnos ahora a completar a Marx. Pues deducir las estructuras (de la movilización capitalista de los asalariados) todavía no nos dice sobre qué “funcionan” las estructuras. Es decir, lo que constituye in concreto su eficacia –no el fantasma, sino el motor en la máquina–. La respuesta spinozista es: los afectos.
La vida social no es más que otro nombre para la vida pasional colectiva. Evidentemente bajo formaciones institucionales que constituyen considerables diferencias, pero en cuyo seno afectos y fuerzas de deseo siguen siendo el primum mobile. Reconocer su carácter profundamente estructurado no impide entonces (todo lo contrario) retomar el problema salarial “desde las pasiones”, para preguntar de nuevo cómo el pequeño número de los individuos del capital consigue poner a funcionar para sí mismos al gran número de individuos del trabajo, bajo qué regímenes diversos de movilización, y con la posibilidad, quizás, de conciliar hechos tan dispares como: los asalariados van al trabajo para no deteriorarse (=comer); sus placeres de consumidores compensan un poco (o mucho) sus esfuerzos laborales; algunos dilapidan su vida en el trabajo y parecen sacarle provecho; otros adhieren resueltamente al funcionamiento de su empresa y manifiestan su entusiasmo; un día los mismos se vuelcan a la revuelta (o se arrojan por la ventana).
Y es verdad: el capitalismo contemporáneo nos muestra un paisaje pasional muy enriquecido y mucho más diferenciado que el de los tiempos de Marx. Para plantarse mejor en el choque frontal de los monolitos “capital” y “trabajo”, el marxismo ha tardado mucho tiempo en tomar nota de ello –y ha salido desplumado–. El esquema binario de las clases, ¿no ha sufrido considerablemente por emergencia histórica de los ejecutivos, esos extraños asalariados que están materialmente del lado del trabajo y al mismo tiempo simbólicamente del lado del capital?[2] Ahora bien, los ejecutivos son el prototipo mismo del asalariado contento que el capitalismo quisiera hacer surgir –sin tomar en consideración la contradicción manifiesta que en su configuración neoliberal lo conduce también, por otra parte, a experimentar una regresión hacia las formas más brutales de la coerción–. La idea de dominación no puede dejar de ser afectada, y si se la mantiene bajo formas demasiado simples queda desconcertada ante el espectáculo de los dominados felices.
No obstante, son incontables los trabajos que se han apropiado de esta paradoja, principalmente los de una sociología heredera de Pierre Bourdieu, cuyo concepto de violencia simbólica ha tenido precisamente la vocación de pensar estos cruces de la dominación y el consentimiento. Pero no por ello está cerrado el obrador (conceptual) de la dominación capitalista. ¿Qué sentido encontrarle, dejando de lado los lugares donde algunos asalariados son francamente (y activamente) aterrorizados, cuando a otros parece convenirles acomodarse a su situación, por sí mismos tienen poco que decir, parecen a veces obtener auténticas satisfacciones? Contentar a los dominados como un medio muy seguro de hacerles olvidar la dominación es sin embargo uno de los trucos más viejos del arte de reinar. Bajo el efecto de las necesidades de sus nuevas formas productivas, al mismo tiempo que por un movimiento de sofisticación de su gubernamentalidad, el capitalismo está aviniéndose a él –y el dominador ya no ofrece el rostro familiar del simple despotismo–.
Por supuesto que la sociología del trabajo se ha propuesto rastrear los vicios y los segundos planos menos relucientes del consentimiento, pero no siempre planteando la cuestión previa de saber exactamente lo que quiere decir consentir. Sin embargo, vale la pena plantearla, pues de dejarla mal resuelta se corre un gran riesgo de ver a los hechos de “consentimiento” (allí donde existen) desestabilizar los conceptos de explotación, de alienación y de dominación que la crítica, principalmente marxista, creía poder tener como elementos seguros de su viático intelectual. Todos estos términos son perturbados por las nuevas tendencias gerenciales que “motivan”, prometen “crecimiento en el trabajo” y “realización personal”… y a las cuales parecen a veces dar razón los asalariados. Testimonio de ello es la relativa indigencia conceptual que conduce, a falta de otra cosa, a repetir la fórmula de la “servidumbre voluntaria”, oxímoron sin duda sugestivo pero que, en sí (e independientemente de la obra epónima), apenas oculta sus defectos –los propios de un oxímoron, cuando se trata de pasar de lo poético a lo teórico–.
Sentirse movilizado o vagamente reticente, o incluso rebelde, comprometer la fuerza de trabajo propia con entusiasmo o a regañadientes, son otras tantas maneras de ser afectado como asalariado, es decir, de estar determinado a entrar en la realización de un proyecto (de un deseo) que no es en principio el propio. Y he aquí quizás el triángulo elemental en el que habría que resituar el misterio del compromiso para los otros (en su forma capitalista): el deseo de uno, la potencia de actuar de los otros, los afectos, producidos por las estructuras de la relación salarial, que determinan su encuentro. En ese lugar en que la antropología spinozista de las pasiones cruza la teoría marxista del salariado se ofrece la oportunidad de pensar otra vez desde el principio la explotación y la alienación; es decir, finalmente, de “discutir” el capitalismo, aunque siempre en el doble sentido de la crítica y el análisis. Con la esperanza, además, de que con el tiempo, de discutible, el capitalismo acabe por entrar en la región de lo superable.


[1]. Kant, Fondements de la métaphysique des mœurs, coll. “Bibliothèques des textes philosophiques”, Vrin, 1997, p. 105.
[2]. La teoría marxista ha contrarrestado considerablemente su retraso en esta materia, en particular por la iniciativa de Gérard Duménil y Dominique Lévy, que formulan explícitamente la “hipótesis del ejecutivismo”. Véase Économie marxiste du capitalisme, coll. “Repères”, La Découverte, 2003. Véase también Jacques Bidet et Gérard Duménil, Altermarxisme. Un autre marxisme pour un autre monde, coll. “Quadrige”, PUF, 2007.

Contra la explotación política de la potencia

(prólogo  de Tinta Limón a Capitalismo, deseo y servidumbre. Marx y Spinoza de Frédéric Lordon)


En ciertas condiciones, el deseo de las masas puede volverse contra sus propios intereses. ¿Cuáles son esas condiciones? Ésa es toda la cuestión.
Félix Guattari, 1972
1. ¿Cuán voluntaria es la servidumbre voluntaria?
El absurdo que el libertario encuentra en todo hecho de dominación se sintetiza en el escándalo del consentimiento: el carácter voluntario sin el cual ninguna relación de servidumbre sería duradera. Es exactamente esta naturaleza voluntaria de la sumisión la que problematiza Capitalismo, deseo y servidumbre. Spinoza y Marx. Se trata de una nueva tentativa por comprender y criticar la compleja articulación entre afectos, relaciones sociales y estructuras históricas que permite relanzar, una y otra vez, los mecanismos de explotación en la sociedad contemporánea.

El consentimiento se ha convertido, cada vez más, en representación aceptable y fundamento legítimo de las relaciones de poder. Sean éstas políticas (democracia) o económicas (contrato laboral), lo que las vuelve efectivas es su capacidad de desacoplar el dominio de la coacción. Desde este punto de vista, que es el del orden, la sociedad se organiza a partir de proyectos fundados en el encuentro entre libertades opuestas pero complementarias: una libertad empresarial, capaz de enrolar a terceros (deseo-amo), y una libertad del trabajo que, por las condiciones de heteronomía material creciente, se halla dispuesta a articular su propio deseo al deseo empresarial. Al vínculo libre que surge de esta concertación de deseos se le da el nombre de salariado.

La fábrica de consentimiento resulta así inseparable de una distorsión afectiva que inhibe la correlación entre situación de obediencia y pasiones tristes. Contra este poder de distorsión, se alza un cierto cruce de las filosofías críticas modernas: la poderosa fórmula Spinoza-Marx. Spinoza para comprender la clave de la eficacia de la dominación en los afectos y Marx para entender las relaciones sociales y las estructuras de la sociedad capitalista.
2. “Patronazgo” es “capturazgo”
Al ensamblar la hipótesis spinoziana del deseo como potencia humana junto a la cartografía marxiana de las estructuras del capital, Frédéric Lordon abre una vía para retomar el problema de la servidumbre voluntaria, planteado en el siglo XVI por Étienne de La Boétie. Pero con una torsión: despojándolo de todo residuo de una metafísica de la subjetividad que piensa a partir de la voluntad del individuo libre como sujeto de consenso de la servidumbre. 

No se sale del punto de vista del orden sin romper con esa creencia en la interioridad incondicionada de un sujeto contractual. Y es esa puerta de salida la que Lordon encuentra en la filosofía spinoziana de los afectos según la cual el deseo es modulado por todo tipo de afecciones, forjando hábitos y haciendo participar a los individuos de relaciones sociales estructuradas. Es este desplazamiento del punto de partida del individuo libre hacia el complejo material del funcionamiento de los afectos lo que permite iluminar críticamente la capacidad del deseo-amo (patrón) de involucrar, movilizar y –eventualmente– entusiasmar a terceros (salariado, “nuda vida”): esto es, de activar el sistema de captura del deseo autónomo. El “patronazgo”, dice Lordon, es un tipo de “capturazgo” (el que se da en la empresa, distinto –aunque tal vez no tanto– del que se da por ejemplo en la universidad). 

El patronazgo se rige por una representación del deseo en términos de intereses: una modificación del deseo asociado al cálculo del objeto de satisfacción y al dinero como única representación para la generalidad de la riqueza. En efecto, lo específico del tratamiento del deseo en la sociedad capitalista es su mediación en la forma salario como vía de reproducción material. Esta mediación monetaria constituye la clave que explica tanto el poder del proveedor de dinero (banquero o patrón), como la estructural dependencia del trabajo, fundada en su creciente falta de autonomía material por haber sido despojada previamente.

La moneda, en tanto que mediación aceptada por todos, es una relación social sostenida en la confianza a escala comunitaria y expresa de cierta manera la potencia de una sociedad. No hay, en este aspecto, “secreto” alguno del capital, sino técnicas de reconducción del deseo hacia la mediación monetaria, y la dependencia dineraria se vuelve condición de acceso al goce de la materialidad de las cosas.

El poder de captura que el capital despliega sobre el trabajo a través de la mediación dineraria predetermina el deseo social y condiciona su estrategia (término que no se reduce al frío cálculo neoliberal sino que constituye, según Laurent Bove, las posibilidades vitales del conatus deseante) a partir de la desposesión estructural que lo heteronomiza.

Y sin embargo, Lordon no deduce de esta polaridad un antagonismo simple. Al contrario, se dedica con esmero a reconstruir la intrincada trama que encadena las sucesivas dependencias, integrando las diversas mediaciones estratégicas que operan entre el sujeto deseante y el objeto de su deseo. Este conjunto de espesas intermediaciones acaba por modelar el deseo del salariado según fluctuaciones anímicas de esperanza y temor, volviéndolo gobernable.

Estas pasiones tristes de la dependencia resultan redobladas por la violencia constitutiva del proceso de trabajo, que se transmite por los requerimientos de la competencia inter-empresarial. Será el desafío de la empresa (neoliberal) convertir estas pasiones oscuras en afectos alegres ampliando el abanico de mercancías para el consumo. El conatus del capitalismo neoliberal se juega entonces en la capacidad de las tecnologías del deseo de articular esta transacción de “alegrías” vía consumo como contracara de la intensificación de los modos de explotación.
3. Salariado más allá del salario
En la medida en que la relación salarial es tomada por Lordon en calidad de fundamento de la subsunción real del deseo a la moneda sin reducirla a uno de sus aspectos (su dimensión estrictamente jurídica), nos es lícito extender su razonamiento sobre la subsunción neoliberal más allá de la ficción ideal del contrato capital-trabajo libremente contraido, situación que no alcanza a explicar –ni estadísticamente, ni en el nivel del imaginario colectivo– la situación del conjunto de la fuerza de trabajo. 

Ya en su seminario El nacimiento de la biopolítica,Michel Foucault explicaba hasta qué punto el éxito del neoliberalismo se debía a su capacidad de alinear el deseo sobre el acceso al dinero sustituyendo, en la subjetividad del trabajador, la experiencia del salario por la del ingreso o renta individual.
Al descubrir los fundamentos de la sumisión en los dispositivos de articulación entre estructuras y afectos, Lordon insinúa la posibilidad de profundizar en la investigación sobre las formas concretas de sujeción que surgen al multiplicarse los modos de vincular a los sujetos del trabajo con los proveedores de dinero.

Muy particularmente esto sucede en coyunturas en las que la acción de agentes financieros juega un papel fundamental en la promoción del consumo mediante el mecanismo de la deuda. Esta indicación (que para el caso europeo ha sido trabajada por Maurizio Lazzarato) puede resultar particularmente productiva para explorar los mecanismos de explotación internos a los procesos de financiamiento del consumo popular en Sudamérica. 

Sea o no bajo su forma convencional-contractual, el salariado, reforzado por el crédito al consumo, constituye el objeto de las tecnologías de dirección del deseo (poder de mando y disciplinamiento) cuyo trabajo consiste en alinear el deseo popular sobre el meta deseo del capital. El capital es, en este sentido, un sistema de enrolamiento que fija al trabajo cada vez más a su condición de heteronomía y de conversión del deseo autónomo en deseo reconstituido por la mediación financiera.

Al tomar la empresa el comando de estos mecanismos de dirección, el neoliberalismo tiende a representarse el lazo social como un juego reversible entre finanzas y deseos, un “delirio de lo ilimitado” en el que el requisito fundamental es una fluidez de “liquidez” casi perfecta, que permite al capitalista salirse de los activos rápidamente, sin costos, realizando el ideal del mínimo compromiso con el trabajo. El meta deseo del capital encuentra en la liquidez irrestricta su sueño de independencia intolerante y violenta ante cualquier límite o restricción externa a su estrategia. Y aunque no sea el tema de Lordon, lo cierto es que esta disimetría de las relaciones de fuerzas exaspera, en el mundo del trabajo-consumo, la introducción de un régimen de crueldad creciente.
4. Contra el dominio ideal (inmanencia y libertad)
El neoliberalismo extrema la capacidad de hacer-desear dentro de la norma del capital. Lordon busca entender –recurriendo a la sociología crítica europea– la especificidad del lazo afirmativo e intrínseco que el neoliberalismo entabla entre interés, deseo y afecto, a diferencia de lo que ocurría con las formas previas del capitalismo, cuyas motivaciones eran enteramente negativas (la coacción del hambre), o bien afirmativas (el consumo fordista), pero exteriores.

El neoliberalismo es, en efecto, un esfuerzo por inmanentizar plenamente la interacción entre producción-consumo-alegría. El énfasis puesto en la producción-consumo-deseo introduce por vez primera una “alegría” ligada a la vida, muy diferente a la sensación de “la vida está en otra parte” propia de las formas sociales capitalistas previas.

La hazaña neoliberal consiste en hacer que los asalariados se conviertan en “auto-móviles” al servicio de la empresa. Se trata de un poder de hacer-hacer, como alguna vez lo propuso Pierre Macherey, ensamblando la teoría foucaultiana de la gubernamentalidad junto a la teoría spinoziana de la producción de normas a partir de la vía inmanente de los afectos. En Spinoza se encuentran las afecciones que llevan –por miedo y amor a la sociedad– a desear la sumisión.

Para profundizar la vía spinoziana, Lordon procura plantear esta conversión pasional sin acudir al mito del individuo libre, partiendo del sujeto siempre sometido a determinaciones, sean estas generadoras de afectos tristes (vía coacción) o alegres (vía consentimiento). Es la adhesión por la vía de las pasiones alegres la que se ubica como originalidad misma de las técnicas de dirección de la empresarialidad neoliberal. Este trabajo de administración de los afectos alegres –a cargo del departamento de recursos humanos– constituye una dimensión central de la industria de los servicios y de la comunicación. Sin embargo, tal y como ha sido estudiado desde un punto de vista crítico para el caso de la “sonrisa telefónica” de los call centers (¿Quién habla? Lucha contra la esclavitud del alma en los call centers, Tinta Limón, 2006), estas tecnologías de la explotación del alma resultan inseparables de una minuciosa coacción molecular (pasiones tristes).

Aguda y profunda, esta preocupación por la inmanentización del control y del comando sobre el deseo descuida, sin embargo, el carácter productivo e insurgente del deseo colectivo en Spinoza (como, desde ángulos muy distintos, lo muestran filósofos como Toni Negri y León Rozitchner). La oscilación afectiva entre el amor y el temor, sobre la cual ejerce su dominio soberano la institución neoliberal, queda incompleta si no se toma en cuenta lo que la potencia, corazón de la producción deseante, instituye como afectividad autónoma. Toda la preocupación por describir la eficacia de las técnicas de control no vale si no sabe describir en su centro mismo la experiencia de la inmanencia como libertad. Lordon roza el asunto cuando se refiere al carácter ambivalente del miedo en Spinoza. Miedo es lo que siente la multitud, miedo es también lo que sienten las élites ante la multitud (Balibar). Este componente dinámico del miedo jugándose tanto en la política como en la micropolítica de la ciudad y de la producción ha ocupado, y sigue ocupando, un lugar preponderante en la gestión del deseo, y nos da una clave para evitar las descripciones en términos de una sumisión perfecta.
5. Spinoza para renovar una teoría de la explotación
Insistimos: uno de los logros de este libro es la deconstrucción de la metafísica de la subjetividad –voluntad del individuo libre– tal y como la promueven las teorías de la felicidad neoliberal. Esta operación de desmonte se debe a la destreza con la que combina una cartografía sociológica actualizada sobre la base de la antropología spinoziana de los afectos, dando lugar a una reflexión materialista y política de la obediencia. A partir del constructivismo spinozista del deseo, Lordon logra reunir sobre un mismo plano la afección individual, la inducción institucional y el hecho de que es la misma autoafección plural de lo social la que motiva de diversas maneras a los deseos particulares.

La empresa capitalista, que aspira y aprende a operar en este nivel de autoafección de lo social, encuentra un límite en su propia constitución política restringida a una finalidad adaptativa; y lo hace en el hecho de que su trabajo tiende a alinear el deseo sobre su propio deseo amo (vía variadas técnicas de coaching). El consentimiento será fijado a “un dominio restringido de disfrute” (imposibilidad de cuestionar la división del trabajo), y la movilización afectiva de los conatusse realizará en función de objetivos muy definidos y delimitados.

Se trata, al fin y al cabo, de reconstruir una teoría crítica del valor, modificando a Marx a partir de la ontología spinoziana de la potencia; de introducir en la teoría marxiana del valor, que Lordon ve como “objetiva y substancial”, la carga de subjetividad proveniente del spinozismo. La lucha de clases será entonces retomada a partir de afirmar la lucha por la justicia monetaria.

Spinoza le permite a Lordon volver al concepto de explotación en el plano inmediatamente político –tras argumentar que en Marx este se ve reducido a una categoría económica (la plusvalía)–, y postularlo como una teoría de la captura de la “potencia de actuar”. La explotación por captura de la potencia adopta la forma de la desposesión de la autoría colectiva (la cooperación social) a favor del nombre individual (el patrón).

En su actualización spinoziana de la explotación de la potencia, Lordon aprehende el carácter central que la empresa desempeña en el plano de la constitución política del presente en tanto que actor preeminente del agenciamiento de potencias/pasiones en vistas a un proyecto determinado. La empresa es la comunidad capitalista.

¿Contamos con un pensamiento comunista de la comunidad capaz de incluir en su regla la entera división social del trabajo? Sin esa regla no tendríamos cómo sustituir, por fin, al salariado. Lordon no se priva de proponer una reconfiguración de la empresa en la “res comuna”, que sería como una radicalización y localización de la “res pública”. Lo que la república es a la vida general, sería la res comuna a la socialización de la forma-empresa. Se trata de la aplicación constitucional de la democracia radical a empresas concretas.

Para darle inmanencia a este pasaje se hace preciso radicalizar aún más la comprensión de la noción de explotación, ya no bajo el modelo de la separación/reencuentro de la potencia (alienación), sino en la forma de una explotación de las pasiones por la vía de un enrolamiento de las potencias: “la explotación pasional fija en cambio las potencias de los individuos a un número extraordinariamente restringido de objetos –los del deseo-amo” (Pascal Sévérac).

La indagación de Lordon repone la ontología spinoziana de lo común como base para la comprensión de la materialidad del dominio neoliberal y como base de una crítica que oriente la cooperación deseante hacia un comunismo político. En Spinoza el camino del descubrimiento de ese comunismo se da a partir de la preservación material del deseo individual y del despliegue por la vía de la utilidad común, de un comunismo de bienes y afectos. Sin embargo, Spinoza se ocupa de advertir que este movimiento comunista es tan difícil como raro, pues la dinámica de lo político, bajo la que el comunismo se constituye, está atravesada por un mar de pasiones que hace discordar a las personas entre sí. Para sortear esta advertencia realista, Lordon termina por jugar su última carta: reivindica al Tratado políticocomo un pensamiento de los agenciamientos comunistas, no en un sentido utópico, sino en tanto se preocupa por los agenciamientos capaces de alojar y conectar más deseo-potencia.

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