Nodaléctica materialista: anudar o morir // Roque Farrán

Hace un tiempo escribí una tesis provocativa: el capitalismo es la ontología misma, lo que en Occidente se conoce como discurso del ser en tanto ser; de allí su éxito ineluctable: es la ontología consumada. Claro, no hacía más que llevar al extremo el pensamiento marxista leído en clave badiouana, desde el cual se concibe al capitalismo como una disolución generalizada de los lazos sagrados y el despliegue consecuente de la pura multiplicidad contable escrita en fórmulas matemáticas de flujos sin fin.

No obstante, como se desprende del pensamiento de Badiou, con la ontología no basta. Es necesario, además, que haya sujeto: teoría del sujeto en realidad que se desprende de los puntos de imposible o impasse de la formalización, de las lógicas computacionales que quisieran borrar por inercia las molestas trazas subjetivas y realizar el “crimen perfecto”, como le gusta decir a Jorge Alemán. Lo cual por otra parte no es posible porque, como nos mostró Foucault, por más aceitada que esté la máquina de guerra que despliega el poder, siempre necesita del consentimiento del sujeto (como los vampiros para entrar a la casa, según el mito); allí vienen pues los procedimientos litúrgicos y comunicacionales de hoy día, las Fake News que tanto nos divierten (y confunden a los politólogos respecto de si este régimen es autoritario o no).

El problema es que gozar así no nos subjetiviza para nada, tendríamos que parar un poco y saber por dónde pasan efectivamente las trazas acontecimentales que nos permitirán formar un sujeto en verdad. Encontrar y alimentar nuestros propios afectos, no los que nos ofrece el mercado. La teoría en todo esto ayuda bastante, orienta y focaliza; incluso, si es bien practicada, nos dejará al borde del abismo para dar el salto; pero no realiza al sujeto. Podríamos decir: el sujeto no se realiza sin teoría, aunque no coincide plenamente con ella; hay un plus irreductible a la ontología y a la teoría misma, y se define por el acto. El acto, en breve, es por lo que se autoriza un sujeto a conectar acontecimientos y verdades allende la complejidad alcanzada en sus teorías (sexuales e infantiles por estructura). Badiou también suele oponer un poco esquemáticamente la filosofía sistemática a la antifilosofía; la primera se orienta por conceptos entrelazados rigurosamente, mientras que la segunda depende de un acto sin garantías. Aunque reconoce su necesaria vinculación, sostiene cierta exterioridad opositiva entre amabas prácticas; sin embargo, me parece que la creación conceptual también necesita de actos precipitados o decisiones de pensamiento que son sin garantías. Entonces, entre la filosofía sistemática o fragmentaria y la antifilosofía o la sofística lo que propongo, siguiendo a mis maestros, es la nodaléctica: un modo de entender la sistematicidad desde la mutua implicación de instancias, niveles y conjuntos prácticos. No hay totalidad, pero sí nudos problemáticos cuya recurrencia y generalidad se muestran bastante extendidas. Nodaléctica no admite las oposiciones típicas entre: teoría/práctica, micro/macro, individuo/colectivo, etc., como tampoco se solaza en el goce de “umbrales de indiscernibilidad” por el cual sólo algunos sujetos calificados podrían pasar o permanecer allí. Nodaléctica es, ante todo, un pensamiento práctico dispuesto para el ejercicio de cualquiera que lo desee.

Si bien inventar un significante nuevo no es algo que ocurra todos los días, tampoco es la gran cosa; simplemente permite tomar cierta distancia, mínima y real, respecto a las elaboraciones anteriores, para desplegar un modo de trabajo que es absolutamente singular, aunque esté enlazado con ellas: autonomía relativa. No hay deuda con -ni copia de- ningún original, sino el ejercicio concreto de métodos combinados. Cada invención muestra que el gesto performático circunscribe un vacío y lo contornea, pero no se abisma en la nada, pues a la vez sitúa el marco convencional justo en el cual se inscribe excediéndolo a su modo. Nodaléctica viene a situar esa operación de pensamiento materialista que excede el marco francés y lo retraduce, con términos propios, en la coyuntura latinoamericana. En los términos más amplios: filosofía, política y psicoanálisis. Ese pase que, por estructura, no es europeo ni americano, muestra que el pensamiento material no conoce fronteras geográficas, disciplinarias ni culturales. Es una práctica entre prácticas.

Me gustaría apuntar cuatro cuestiones elementales al respecto. Primero, situar la especificidad o singularidad de las prácticas, cuáles sean, sin definirlas por valoraciones a priori (no hay fin ni principios en un pensamiento materialista, sino recomienzos incesantes); esto es, atender a sus materiales específicos, modos de producción y técnicas, sus relaciones de producción con otras prácticas e instancias, etc. A partir de ahí se abre la interrogación por su eficacia propia e incidencia en el todo estructurado complejo: la sobredeterminación. Este es el segundo punto a tener en cuenta: ninguna práctica, por más que guarde su especificidad y autonomía relativa, deja de afectar y ser afectada por otras prácticas e instancias de las cuales se nutre y a su vez contamina (toma materiales y técnicas según su modo y conveniencia); la potencia de actuar se puede incrementar o no en función de ello, la evaluación de la potencia transformadora de las prácticas se da de manera inmanente y no según fines o principios prefijados de antemano. El tercer punto que quisiera señalar es la economía política que orienta a las prácticas materialistas; se trata de practicar por practicar, por deseo de experimentación y transformación, no en función de fines y búsqueda de resultados, por eso las verdaderas prácticas transformadoras y potentes son derrochonas y generosas, se guían por una economía abierta del gasto que no contabiliza ganancias ni capitalizaciones (y, como se sabe desde Spinoza al menos, lo que venga como resultado –en términos de ganancias, reconocimientos, retribuciones, etc.– no será descartado en pos de incrementar la práctica, pero no regula sus fines). Por último, nodaléctica materialista parte de la tópica marxista althusseriana para complejizarla y enriquecerla con otras prácticas indagadas por Foucault y por algunos teóricos que toman en cuenta los nuevos desarrollos tecnológicos: prácticas de sí y ejercicios espirituales materialistas, conocimiento y uso de las redes sociales y nuevas tecnologías digitales, etc. Además, desplaza el punto nodal estratégico y sitúa el AIE dominante en otro lado: hoy, la práctica clave que puede desestabilizar el sistema regulador y reproductivo que comanda la lógica neoliberal, es la práctica ética en tanto se encuentra entrelazada a otras prácticas; por consiguiente, el principal aparato a cuestionar y transformar lo constituyen los medios de comunicación y la subjetividad troll que estos retroalimentan sin cesar. Nodaléctica desea contribuir en la constitución de un sujeto ético-político que pueda hacer uso de los distintos saberes e incidir, así, en la transformación de la sociedad en su conjunto, porque la lógica neoliberal que hoy gobierna en todos los niveles nos está llevando hacia la autodestrucción definitiva.

Un punto crucial, como he señalado, lo constituye el uso de las redes sociales. Muchas veces me encuentro con gente que parece ignorar olímpicamente la especificidad de estos medios digitales; como de cualquier otro medio, por cierto. No saben anudar materialmente. Así, imaginan que desde las redes sociales se puede o debe dar un giro radical del pensamiento, intervenir en el plano político movilizando multitudes, o cambiar el sentido del mundo; y si no es así, mejor compartir fotos de gatos y comidas, según lo dicta el uso común. Ni tanto ni tan poco, diría. Por eso propongo que el “materialismo nodaléctico” piense y practique con los materiales singulares de cada medio, de cada nivel, de cada instancia, encontrando los puntos singulares de desborde respecto al uso normal o estandarizado del mismo, para conectar con otras prácticas y así mostrar la mutua implicación entre ellas. Un uso semejante sólo puede ser posible si está orientado por el deseo y no por el mero voluntarismo, la intencionalidad o el cálculo de ganancias. Esto supone dos cosas: (i) que la especificidad de cada medio no remite a una especialización aislante, porque remite a otras prácticas e instancias (nada de expertos sino sujetos del deseo); (ii) pero tampoco conlleva una totalización homogeneizadora, porque el anudamiento implicativo se da desde lo radicalmente heterogéneo (no hay homologación de las prácticas). Cada práctica puede conectarse con otras encontrando su índice de eficacia singular, sin que haya garantías en cuanto al resultado y a la movilización de conjunto, porque no hay telos ni unificación homogeneizante como supone el idealismo; pero, el anudamiento concreto da cuerpo material para que ello acontezca más asiduamente y habilite nuevos enganches cada vez más efectivos. Esta lógica nodal también le resta importancia a la oposición grosera entre lo micro y lo macro, lo individual y lo colectivo, etc. En fin, contra la ignorancia olímpica que busca encadenamientos inexorables, la sabiduría práctica nodaléctica que encuentra los materiales adecuados al caso, cualquiera sea el nivel donde opere.

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