Jajaja… Váyanse a la concha de su madre // Luciano Debanne

Jajaja… Váyanse a la concha de su madre.  

Ustedes con su doble vara para juzgar amontonamientos, para definir qué es una fiesta y qué una afrenta; y sus adjetivos acomodaticios según la edad, y el objetivo, y las ideas de quién se junta, y el color del glitter.

Váyanse a cagar.

Si nada propusieron para los wachos, nada pensaron para las pibas. Nada. Salvo escuelas, que ni siquiera las pensaron, las hicieron andar a la que te pariste, así nomás, para que no se ofenda el viejo ortiva de Sarmiento y su cara de orto en el busto del patio de la escuela pública y la figurita mitrista de efeméride oficial.

¿Qué actividad propusieron que no esté planeada como piensan los padres apostólicos romanos de la familia tradicional, las directoras de escuela, el funcionario que no funciona, el psicólogo del ministerio y las trabajadoras sociales que solo promueven lo que está bien y nada de lo que está un poco mal?

Qué boquean si nada pensaron, salvo clases de sumar y restar en la televisión pública. Alfabetización a distancia nomás. Y la mayoría solo si la podías pagar, si tenías para los datos, si a tus viejos les alcanzó para tirarte el smart, si vivías en una ciudad.

Cuadernillos bajaron, como si ese incendio que es la juventud cupiera en unas hojas impresas y abrochadas en imprentas de capital federal.

Mientras ustedes decidían a mano alzada dejarse salir a correr, pasear al perro, jugar al tenis, al golf. Mientras ustedes se permitían ir a los velorios, a las marchas, hacer asados canutos, visitar a sus amantes; en auto, con permisos falsos, moviéndose de acá para allá.

Mientras ustedes y sus necesidades se hacían escenciales, derechos y humanos, y el resto que aguante: dejen de joder pendejos inverbes, fuera de las plazas, virósicos, virulentos, transmisores. Que no vea a la novia, al chonguito, que no salga, para qué va a jugar afuera, para qué quiere salir si lo único que hace es estar al pedo, boludeando de acá para allá, dejate de joder con la calle, con la esquina, con la cancha del fondo del barrio, con ranchear.

Todas boludeces para los parámetros gerontocráticos de la pandemia mundial, hechos de mirar la tele y coger muy de vez en cuando, dormir la siesta con pastillas recetadas, romperse la vida en un laburo de mierda, comprar online y tirar un par de wasap para conservar la amistad total con eso alcanza.

Parámetros sin urgencias, ni pasiones; sin sangre, ni hormonas, ni granos en toda la jeta por no culiar, ni ese fuego adentro. Ese fuego.

Váyanse a la mierda.

Si no les importó un carajo lo que le pasaba a los pibes y a las pibas, a los wachines y wachinas; si solo tiraron restricciones desde el principio hasta el final, todas correas y ninguna soga.

Si no hubo políticas, ni respuesta, ni interés. Si no hubo consultas, ni fue tenida en cuenta ninguna opinión.

Ahora se sorprenden, ahora se horrorizan, ahora se indignan y escriben posteos que se celebran entre ustedes con sus comentarios clase 76 y sus likes de manitos azules. Y la van de ejemplo. Hipócritas.

Venden una docilidad que no compran. Una atención que no brindan. Un modelo que no siguen.

A los pendejos de hoy no les importa nada, dicen. Apolíticos. Antisociales. Desinteresados. Ácratas.

¿Creen que cagarse de risa y hacer fiestas en las casas y arrobar al presidente, chupame un huevo Alberta, no es una reacción política, una reacción a la falta de politicas pensadas para los pibes y las pibas, y los wachines, y las wachinas?

Giles, ustedes, giles. ¿Qué esperaban sino la rebelión silenciosa, desfachatada, indiferente y apática de aquellos y aquellas a las que no quisieron dejar entrar? Si no te importo, no me importa; así de sencillo y básico y natural.

Nadie tuvo en cuenta a la pendejada en todo este caos, y ahora reclaman enojados porque a los pendejos y pendejas les importa un carajo lo que ustedes quieran opinar. E igual salen a romperse, a jugarsela a cambio de joda y cuerpos y cagarse de risa. Y qué esperabas si ser joven es ser inmortal, si para ellos la muerte no existe, y ustedes mueranse por ortivas y por no querer escuchar.

Vayanse a la concha de su madre, regresen ahí, renazcan. Recuerden, háganse niños, niñas, adolescentes, jóvenes. Rejuvenezcan.

Y después vuelvan, si acaso quieren, y recién entonces empiecen a opinar.

1 Comment

  1. Bueno. Ya todo está observado. Porque el autor, aunque intente zafar de éllo, sólo aporta una observación, distinta, pero una más. ¿Ahora, que cabría hacer? ¿Repostear la indignación? ¿Sanar la culpabilidad con un enojado «laik»? Oh, como si nada pasara, ¿damos hacia abajo al scrol?

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