Saltan los molinetes en Santiago, el andén en Merlo, las balas en Tablada. Saltan las pibas y van un poco más allá. Saltan, arrancan, se plantan. Salta un guacho cuando no le dan el asiento a su novia embarazada en el sarmiento. Fuego, estallido, saqueo, fiesta.
Se plantan las pibas, escrachan, se apañan, se quieren, se segundean. Los guachines se plantan y tocan a la estación para hacer mundo. Se plantan en Santiago, Merlo Gomez, Mendoza, Quito. Y todo es fuego, enfrentamientos, aguante, deserción, fiesta. Se plantan contra este neoliberalismo cruel, tan lleno de requisas, precariedad monótona y tristezas. Contra este chamuyo de la inclusión, que agobia con talleres, cultura, cuotas, explicaciones y política. Contra esta vida tal cual es.
Estalla todo, una ciudad, un país, el furgón, una esquina. Porque esto no puede seguir así, porque no quieren creer que la vida sea tan solo esto. Un trabajo, un viaje de dos horas, una app, una salida laboral, un clona, unas flores, una lata de birra en el chino camino a casa.
Arrancan contra la gorra aunque después sea todo dolor, verdugueada y soledad. Porque el dolor de los golpes es mejor que ser empanada gigante, gato del plan, maestra en cualquier escuela, operario calificado, madre. Es mejor que aceptar, que creer, que esperar. Porque el gusto a sangre en la boca es el único modo de decir revelarse. Porque arrancar es casi lo único real que puede pasar en esta vida.