Anarquía Coronada

El aborto y el privilegio del nonato sobre la vida de la madre // León Rozitchner

La dimensión de muerte que invadió la vida, que penetró hasta negarla en las profundidades materiales, engendradoras y uterales de la madre genitora, se muestra claramente en la posición que ante el aborto tiene la Iglesia Católica.

El no-nato es el símbolo del Espíritu que debe ser salvado: el Niño y la Virgen son su modelo. Si el niño, que es hijo de Dios, ha de nacer, debe ser salvado sin importar la vida histórica y corpórea de la madre engendradora (el padre ya ha sido primero suprimido como hombre carnal en el engendramiento divino; la madre lo es ahora en tanto virgen). Nace como hijo de Dios espiritual, no como hijo de la carne. Nace como Jesús-niño divino. AI condenar y prohibir el aborto, condena a la muerte a los cientos de miles de mujeres que mueren en los abortos clandestinos sólo para salvar la imagen del engendramiento divino en una Virgen. Por eso la Iglesia Católica es el fundamento de muerte y de dominio de todo otro poder humano sobre los hombres; se evidencia en que sacrifica a la materia engendradora, cuerpo de la madre pecadora, negado como lugar fundante de la vida. Todo para justificar a la virgen que engendró sin pecado. La vida es una gracia «divina», una gracia del poder de la Iglesia, no de la naturaleza de la mujer y del hombre. Es desde el vientre de la madre desde donde el privilegio de la espiritualidad santa, la negación de la mater-ia como fundamento del espíritu y de la vida engendradora, implica el renunciamiento previo a su cuerpo como vida despreciada. La mujer no es dueña de su cuerpo; aunque se arruine la vida debe tener todos los hijos que el pecado le acerca cuando goza como hembra y se descuida. Debe tenerlos aunque se destruya su vida como mujer histórica. Todo niño que vive, vive entonces sacrificando y distanciando el cuerpo pleno de la madre. Pero a los hijos que realmente nacen, a esos la Iglesia no los cuida: los incluye en el despiadado capitalismo de mercado que cobija. Mejor dicho; es sobre esta negación radical del cuerpo vivo y cualitativo como pudo instaurarse el capital, cuantificador abstracto de un cuerpo materno previamente negado y despreciado.

 

La cosa y la cruz

 

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