La secuencia que hemos vivido durante esta semana en Madrid puede relatarse más o menos así: las semanas y meses previos habían ocurrido una serie de convocatorias de todo tipo para rechazar la gestión nefasta de la crisis (gestión a cargo del PSOE a nivel nacional y del PP a nivel de Madrid. Según las encuestas el PP ganará las próximas elecciones presidenciales que, si no se adelantan, tienen fecha en el 2012). Desde la publicación de varios manifiestos llamando a la «indignación» general», a una huelga desganada convocada por las centrales sindicales (irremediablemente oficialistas) y alguna manifestación pionera, más uno que otro intento disperso por poner en evidencia tanta bronca. Para hacerse una idea de esta «gestión», hay que fijarse en cómo funciona el asunto del crédito hipotecario para obtener una vivienda: si una persona saca una hipoteca (durante muchos años los bancos la ofrecían con muchas facilidades) y luego -ante la desmejora del panorama económico- no puede pagar, el banco te quitan la vivienda, luego no te devuelven lo que ya venías pagando y, finalmente, quedás endeudado por el resto de la hipoteca. Si querés vender la deuda tenés que hacerte cargo de la diferencia entre el precio a que sacaste la hipoteca y el precio menor al que pudiste vender. Si no te haces cargo de la deuda, pues, quedas inhibido financieramente y se te ejecuta la garantía, ¿qué tal? Sumale a esto 20% de desocupados más una precarización de grande a creciente y el hecho de que el seguro de desempleo sólo funciona por un año. A los migrantes se lo adelantaron, para que con ese dinero se fueran a sus países.
Desde nuestra mirada-relámpago del centro de Madrid, aún no hay una producción de imágenes contundentes de la crisis. Se percibe más bien un nivel de consumo elevado (bares, comida en la calle, mucha movida), nada que nos recuerde al arrasamiento a que asociamos nosotros, porteños, este tipo de crisis. Otra cosa es escuchar a las personas. Todos cuentan historias de «parados» y de «hipotecados». Pero la sensación primera al caminar por todos lados es la de una ciudad que aparenta completa normalidad de ritmos de trabajo y ocio.
Digamos que, hasta donde alcanzamos a ver, aquí no hay nada parecido a un 2001 argentino. Eliminada la tentación de la comparación, tratamos de contar qué sí hay, qué sí vemos, y -si nos da la inspiración- intentaremos transmitir la alegría perpleja, desbordante y contagiosa que muestran estos días lxs amigxs de por acá.
Retomemos la crónica. Llegando a Madrid ya habíamos visto la convocatoria a la manifestación del domingo 15 (15-M) (en decenas de ciudades de España al mismo tiempo), y fuimos curiosos para ver qué sucedía allí. El sentido de la oportunidad no es menor para comprender «porqué ahora»: el próximo domingo hay elecciones locales en casi todo el país y el PP tiene las de ganar no sólo en Madrid sino en varias «comunidades» y ciudades, incluyendo algunos bastiones históricos del socialismo.
Algo había en el aire, algo atragantado en la gente ante lo cerrado del panorama de crisis sin horizonte, giro a la derecha luego del desastre del PP, corrupción de los partidos, incluso de la Izquierda Unida, pasividad de los desocupados, incapacidad de dar cauce expresivo a la «indignación.
De llegada a la plaza todo era clima de domingo de sol primaveral. La policía nos paró y nos revisó las mochilas, a pesar de que íbamos con Iván y como parte de un reducido núcleo de aspecto completamente inofensivo. En el camino fuimos reconociendo amigos de Madrid y de Buenos Aires que coincidían en curiosidad y entusiasmo.
La manifestación había sido convocada por varios grupos y listas de redes sociales, la que más se nombra es una «Plataforma Democracia Real». Como decís, la convocatoria era clara en que se invitaba a todos pero que se trataba de una manifestación sin «referentes» clásicos. La «mani» partía a las 18hs de Plaza Cibeles rumbo a Puerta del Sol, centro de Madrid. «Éramos» miles de personas. No es fácil calcular cuántas, pero mucho más de lo que los amigos-activistas de por acá calculaban o preveían. Así nos dijo Raúl, un antiguo militante con chaleco de «seguridad» a cargo del cuidado de la movida, como dispositivo decidido en asamblea y, según parece, acordado con el ayuntamiento. La composición era bastante homogénea. Jóvenes blancxs de clase media. Pero hubo ahí varias consignas (desde algunas menos innovadoras: que la crisis la paguen ellos; políticos no nos representan; a otros más sugerentes: «me gustas cuando votas porque estás como ausente» y «nuestro trabajo, vuestro botín»; «jóvenes sin futuro, sin casa, sin trabajo y sin miedo»; «indignados» y «democracia real ya») y varios logros: se logró que los grupos partidarios grandes y chicos participen sin banderas ni columnas propias; que la pluralidad de formas de ocupar el espacio se manifestase de modo fluido y alegre; impidieron al mismo tiempo cualquier apropiación de la movida abriendo un espacio notable a una nueva generación muy joven que parece estar liderando la movida tanto organizativa como simbólicamente.
Los comentarios de los amigos eran que sorprendía la cantidad de gente suelta, o nueva, u organizada de modo espontáneo y abierto (pero también el hecho de que los grupos de izquierda y sindicales asumían -por astucia o debilidad- estas condiciones), la capacidad de alojar indignaciones varias de modo convergente y transversal. A nosotros nos llamaba la atención -a la salida de la «mani»- que las consignas apunten más bien a los «políticos» en un sentido «destituyente» (en el sentido que le hemos dado a esto en el 2001, y no el que tomó luego con la crisis de la 125). Es decir, contra los políticos más que contra la dinámica ultraneoliberal, contra los bancos por ejemplo. (De hecho el rescate del estado a los bancos cobró acá dimensiones escandalosas).
Hacia el final hubieron algunos disturbios menores, y un grupo (del que no se sabe demasiado y no parece ser parte del núcleo convocante) decidió quedarse -sorpresivamente- en Sol, y acampar (Yes we Camp).
De todo esto nos vamos enterando por correos de móvil. La gente acá tiene twiter en sus teléfonos personales y la coordinación es vertiginosa y ultra eficaz. Este tema de las redes sociales está en el corazón del asunto. Primero, porque el acampe de la plaza resuena a todos a la imagen de Plaza Tahir, Egipto. Segundo por lo verdaderamente eficaz. Pero el hecho de que las redes permitan una movilización hiper-inteligente, no está exenta de curiosidades. En la plaza una voz dijo «estamos en facebook» y una parte de la plaza respondió «no estamos en facebook, estamos en la calle». De tanta aglomeración, en Plaza de Sol no hay señal para los móviles.
La madrugada del lunes al martes la policía cargó contra el campamento y hubieron detenidos. Esa misma tarde, hubo una convocatoria (siempre por twitter y facebook) para ocupar la plaza Sol nuevamente. Ya los medios no hablaban de otra cosa. El problema de la ocupación se planteaba así: es legítima la bronca de la gente, pero hay que custodiar la legalidad del proceso electoral, sobre todo el día sábado (desde las 12 de esta noche) el período de reflexión ciudadana.
El martes «éramos» unas 5000 personas en Sol cantando consignas contra la gestión de la crisis (contra el «atraco», la «especulación», etc) y sobre todo en torno a lo que es el gran eje del asunto: «no nos representan» y «PSOE y PP son lo mismo». Como dice un amigo madrileño veterano en estas lides -Amador-: «se apunta al sistema político porque es el que tenemos a mano, pero el fondo del asunto es la cuestión del gobierno de los mercados». Y también «el asunto primero es el de la representación, pero esto permite que confluyan cosas muy distintas, desde el cuestionamiento de la representación en sí, hasta las múltiples formas de recomponerla».
Amador viene pensando con Marga -otra amiga de larguísima experiencias en el movimiento de ocupaciones y actual hacker- y otrxs amigxs de por acá sobre el carácter anónimo de las nuevas politizaciones, al menos desde el 11-M. El asunto ahora, para ellos, es cómo hacer para no explicar lo que está ocurriendo (todo parece confirmar esas intuiciones) a en esos conceptos previos, por adecuados que parezcan. Marga está haciendo circular ahora mismo un mapa conceptual de lo más original para dar cuenta de las conexiones que convergen en la inteligencia de la plaza.
Esa tarde en Sol había un entusiasmo increíble. En un momento unos jóvenes toman la palabra con un micrófono y dicen «no somos colectivos, ni asociaciones, somos personas» (aplausos). «queremos democracia real». «Que los políticos no representen a los bancos y mercados sino a nosotros, que somos quienes tenemos derechos». La gente: «que no, que no nos representan». Y luego, los jóvenes: «queremos formular una pregunta: ¿queremos pasar la noche aquí?». La gente: «no tenemos casa, dormimos en la plaza».
A esa altura sucedían cosas parecidas en varias ciudades de España, los políticos -siempre a través de los medios- no sabían qué decir.
La organización del campamento fue rapidísima y muy cuidada, muy prolija: es decir, muy astuta. Hay tiendas, lonas, y comisiones. Se discuten todo tipo de propuestas, se debate sobre la representación (una consigna importante es la reforma del código electoral que beneficia al bipartidismo), se limpia la plaza, se reciben todo tipo de cosas que los vecinos regalan (comida sobre todo) sin aceptar dinero, se coordinan espacios de cuidado para los niños a la tarde-noche (una de las demandas que confluyen en la plaza es la falta de «plazas» o vacantes en la ciudad de Madrid para guarderías y escuelas). Nuestra amiga Marta -que participo de la mítica ocupación de El Laboratorio y de Precarias a la deriva entre otras experiencias-, madre de mellizas, dijo que un espacio para niños en una dinámica como esta le parecía una verdadera revolución.
El día miércoles la corte electoral nacional dictó una prohibición de que la gente esté en la plaza en el periodo de reflexión electoral y el ministro del interior (del PSOE, de quien depende la policía) anuncia que no van a reprimir. Se habla ahora de una manifestación importante para mañana sábado.
Ayer, jueves, en la plaza había de todo. Se discute de política, circula mucha gente. Pasan personas con cacerolas a la argentina. Hubo una presentación del libro «La crisis que viene», de Traficantes de Sueños aportando conceptos a todo esto.
Por internet circulan textos de varios colectivos o de gente inspirada con todos los tonos imaginables. En general la tensión que todos asumen es la de si es necesario o perjudicial dar una interpretación interna de los hechos de modo tan rápido.
Esta mañana Fernando Bárcena, profesor en la universidad de Madrid, llevó a sus alumnos a la plaza para preguntarse con ellos si hay un tono «romántico» (el tema que están trabajando) en torno a la plaza.
En Barcelona, según cuenta una amiga -Alida- hay menos gente, pero mucha creatividad: hay músicos, mujeres cocinando, Santiago López Petit dio una clase con sus alumnos y así.
En la plaza, como decíamos, hay un poco de todo pero no se nota presencia migrante, ni demasiado policlasista. Pero la gente de todo tipo pasa, charla, regala cosas, canta, hace carteles con consignas. Hay una simpatía general con la plaza. Una mujer mayor lloraba sobre un hacker y le decía: «hago política en el PP pero el pueblo es esto, estoy frustrada».
Los activistas de más experiencia están, buscan cómo aportar, ceden de buen grado el liderazgo a los jóvenes (saben que ellos nunca hubieran logrado algo semejante) y a su modo tratan de entender participando. Luego en el barrio Lavapiés donde se refugian a tomar unas cervezas se saludan con una sonrisa inédita, con gesto implícito de «se vino la comuna», o con ceño fruncido de ¿»cómo seguimos»?
Un amigo argentino de mi viejo que vive acá hace años, dedicado al negocio de los libros y a quien imagino durante los años anteriores como alguien que puede haber votado en ocasiones al Psoe señala lo increíblemente positivo todo esto. La indignación era necesaria. El sistema político y el financiero están ahogándolo todo. Silvia, su compañera de años, está completamente de acuerdo con las consignas de Sol. Sus hijas (una en Madrid y otra en Barcelona) sienten una identificación directa con lo que ocurre en las plazas.
La gente en Sol no habla de lo que va a pasar y no se piensa mucho aún en el futuro del movimiento. Por ahora lo notable es la capacidad -la inteligencia sorpresiva- de neutralizar todos los modos de desarmar la cosa por parte de los diferentes niveles del estado, los partidos y los medios. Básicamente su capacidad de estigmatizar, de organizar estereotipos y de aplicación de leyes «de orden» o represivas.
Finalizamos esta primera, breve y rápida crónica apuntando otro comentario de nuestra amiga Marga: no es tan impactante el número de gente movilizada, como la inteligencia difusa que se puso en marcha. Una inteligencia que circulaba ya por las ciudades europeas bajo modos de autoorganización en el trabajo sobre todo de servicios y en experiencias políticas recientes (como v de viviendas), pero que no emergía para decir «basta» ante tanta desazón. Una inteligencia, en fin, capaz de una interpelación inédita e inimaginable para convocar a las personas sin que necesariamente deban movilizarse en la plaza y para desorientar a los actores políticos y sociales existentes.
Abrazos desde Madrid, Verónica Gago y Diego Sztulwark