Tesis del Colectivo Socialista de Pacientes + Prefacio a Hacer de la enfermedad un arma, por Jean-Paul Sartre

Colectivo Socialista de Pacientes

 

“La piedra que uno lanza a las centrales de mando del capital y las piedras en los riñones que otro sufre son intercambiables. ¡Protejámonos de las piedras en los riñones!”

“El sistema nos ha enfermado. Vamos a dar el golpe de muerte al sistema enfermo”

Colectivo Socialista de Pacientes

El querer vivir es una zona en disputa: no hay ganas, estamos cada vez más obedientes, más sumisos. Nuestras energías vitales están siendo expropiadas y capturadas a través de diferentes dispositivos, que nos acorralan en la impotencia, la confusión, la indiferencia, la estupidez. Pero hay síntomas que resisten, que se niegan a adaptarse a la sensación de derrota anímica. ¿Qué es hoy una política del síntoma? ¿Cómo apropiarnos de nuestras crisis? ¿Cuáles son nuestras estrategias sensoriales, neuro-químicas, eróticas, afecticas y psicopolíticas? ¿Cómo articular malestares distintos y desiguales? ¿Quiénes están capitalizando el hartazgo, la bronca, la decepción, el odio?

El malestar es la “nueva cuestión social”, decían en el colectivo Espai en Blanc, afirmando un querer vivir contra la muerte que en vida nos dan. Nuestras enfermedades son un territorio de investigación, explotación y resistencia. Las crisis anímicas son el punto de vista del antagonismo de las multitudes sintomáticas. Porque en la fuerza insumisa de nuestros síntomas se elabora una intimidad común. No son “problemas” que debamos curar. Son huellas y energías de las mutaciones. ¿Qué nos dicen las ansiedades, depresiones, insomnios, apatías, anorexias sobre nuestros modos de vivir y morir? ¿Cómo apropiarnos de las fuerzas y saberes de la desilusión, del fracaso, del delirio, del odio y el rechazo? Cuando la política del capital es gestión de las emociones, cerebros y deseos, el poder se convierte en control narco-terapéutico. Pero nuestros síntomas resisten: no quieren encajar en la gestión del caos. ¿Qué es hoy una liberación anímica colectiva, capaz de conspiraren la fragilidad? ¿capaz de conquistar una nueva clandestinidad, una nueva sensualidad, otra agresividad?¿Un “hedonismo alternativo” donde la politización de los malestares se afirme como el reverso de la invención de nuevos disfrutes, ocios y fantasías?

En esa coyuntura bio-psíquica de crisis de la salud mental, recuperamos las “Tesis del Colectivo Socialista de Pacientes” y el prefacio de Jean-Paul Sartre al libro Hacer de la enfermedad un arma, escrito en 1970.En el primer texto afirman que la “enfermedad mental” es una “fuerza productiva para el capital”, ya que es “condición previa y resultado” de las relaciones sociales capitalistas. Sin embargo, si «la enfermedad” se manifiesta como una “protesta de la vida contra el capital” puede ser una «fuerza productiva revolucionaria para los seres humanos”. La estrategia psicobiopolítica de este colectivo es convertir “la enfermedad” en un territorio de resistencia contra el capital, dirigiendo las fuerzas del sufrimiento contra las causas estructurales que hacen del capitalismo un sistema productor de muertes, malestares y “trastornos mentales”. En el segundo texto, Sartre discute el optimismo cruel de la “cura” en la psiquiatría y en el psicoanálisis, mostrando que el desafío político es llevar la “enfermedad hacia su máximo desarrollo, es decir, hacia el momento en que se convertirá en una fuerza revolucionaria”.

Emi Exposto

Tesis del Colectivo Socialista de Pacientes.

  1. La enfermedad es condición previa y resultado de las relaciones de producción capitalista.
  2. En tanto que condición previa de las relaciones de producción capitalista, la enfermedad es una fuerza productiva para el capital.
  3. En tanto que resultado de las relaciones de producción capitalista, la enfermedad, en su forma desplegada como protesta de la vida contra el capital, es la fuerza productiva revolucionaria para los seres humanos.
  4. La enfermedad es la única forma en que la “vida” en el capitalismo es posible.
  5. Enfermedad y capital son idénticos: la enfermedad se multiplica e intensifica en la medida en que se acumula capital muerto (capital fijo), un proceso que va acompañado de la destrucción del trabajo humano, la llamada destrucción del capital.
  6. Las relaciones capitalistas de producción implican la transformación del trabajo vivo en materia muerta (mercancías, capital). La enfermedad es la expresión de estos procesos cada vez más extendidos.
  7. En tanto que desempleo camuflado, y mediante retenciones salariales en concepto de cargas sociales, la enfermedad es el amortiguador de crisis del capitalismo tardío.
  8. En su forma no desplegada, es decir en su cara inhibidora, la enfermedad es la prisión interior de cada uno.
  9. Si la enfermedad se substrae a su gestión, explotación y guardia en las instituciones sanitarias para manifestarse en forma de resistencia colectiva de los pacientes, el Estado tendrá que intervenir para sustituir la falta de prisión interior por prisiones exteriores “reales”.
  10. El sistema sanitario sólo puede gestionar la enfermedad privando a los pacientes de cualquier derecho.
  11. La salud es una quimera fascista-biologicista que en las cabezas de los idiotizadores e idiotizados del mundo no tiene otra función que enmascarar que la enfermedad está condicionada socialmente y tiene una función social.

 

 

Prefacio a Hacer de la enfermedad un arma, por Jean-Paul Sartre.

Queridos camaradas,

Leí su libro con el mayor interés. En él encontré no sólo la única radicalización posible de la antipsiquiatría, sino también una práctica coherente que apunta a sustituir las pretendidas “curas” de la enfermedad mental.

A lo que Marx llamaba la alienación, que es un hecho general en la sociedad capitalista, parece que ustedes–hablando a grandes rasgos– le dan el nombre de enfermedad. Me parece que tienen razón. En 1845 Engels escribía en su libro La situación de la clase obrera en Inglaterra: “la industrialización ha creado un mundo tal que solamente una raza deshumanizada, degradada, rebajada a un nivel bestial, tanto desde un punto de vista intelectual como desde un punto de vista moral, físicamente enferma puede encontrarse como en su casa”.

Dado que las fuerzas atomizantes se aplicaban a degradar sistemáticamente esta clase de hombres en infrahombres, del exterior al interior, se puede entender bien que el conjunto de personas de las que habla Engels hayan sido afectadas por esa “enfermedad”; y esta “enfermedad” puede comprenderse, a la vez y en su conjunto, tanto como un daño que se impone a los asalariados, como una rebelión de la vida contra ese daño que tiende a reducirles a la condición de objeto. Después de 1845 las cosas han cambiado profundamente, pero la alienación permanece y permanecerá tanto tiempo como dure el sistema capitalista ya que ella como bien dicen ustedes es “la condición y el resultado” de la producción económica. La enfermedad, afirman, es la única forma de vida posible en el capitalismo.

En el mismo momento, el psiquiatra que es un asalariado se convierte en un enfermo como todo el mundo. Simplemente la clase dirigente le da el poder de “curar” o de “internar”. La “cura”, está claro, no puede ser en nuestro régimen la supresión de la enfermedad: es sólo la capacidad de continuar produciendo, aunque enfermo. En nuestra sociedad existen, pues, los sanos y los curados (dos categorías de enfermos que se ignoran y cumplen las normas de producción); y por otro lado, los “enfermos” reconocidos, los que una extraña rebelión pone fuera del estado de producir, y que son llevados al psiquiatra. Este policía empieza por ponerlos fuera de la ley al negarles los derechos más elementales. Naturalmente es cómplice de las fuerzas atomizantes: analiza los casos individuales aisladamente, como si las perturbaciones psiconeurológicas fueran taras propias de ciertas subjetividades, unos destinos particulares.

Reuniendo a los enfermos que parecen semejantes en tanto que singularidad, estudia las diversas conductas –que no son más que efectos– y las vincula entre ellas constituyendo así entidades noseológicas que trata como enfermedades y posteriormente somete a clasificación. El enfermo es, por ende, atomizado en tanto que enfermo, y recluido en una categoría particular (esquizofrenia, paranoia, etc.), en la que se encuentran otros enfermos que no pueden establecer una relación social con él porque todos son considerados como ejemplares idénticos de una misma enfermedad psíquica.

Ustedes, en cambio, se proponen ir más allá de la variedad de los efectos para apuntar al hecho fundamental y colectivo: la enfermedad “mental” está indisolublemente ligada al sistema capitalista que transforma la fuerza de trabajo en mercancía, y por consiguiente, a los hombres en cosas. Según ustedes, el aislamiento de los enfermos no hace más que llevar más lejos la atomización que comienza a nivel de las relaciones de producción y que, en la medida que los pacientes en su rebelión reclaman oscuramente otra sociedad, conviene que permanezcan juntos, y que interaccionen entre ellos. En resumen, que constituyan un colectivo socialista.

Y dado que el psiquiatra es también un enfermo, ustedes rechazan considerar al enfermo y al médico como dos individuos orgánicamente separados. Esta distinción, en realidad, ha tenido siempre como efecto hacer del “psiquiatra” el único significante y del enfermo aislado y colocado fuera de la ley, el único significado, y por tanto, el puro objeto. Ustedes, por el contrario, consideran la relación paciente/médico como una relación dialéctica que encontramos en cada uno, y que según la coyuntura y una vez reunidos los enfermos, se manifestará en uno u otro término en la medida en que los pacientes insistirán más en los elementos reaccionarios de la enfermedad; o al revés, insistirán en tomar mayor conciencia de su rebelión y de sus verdaderas necesidades que han sido negadas y desfiguradas por la sociedad.

Se hace necesario, entonces, y puesto que la enfermedad más allá de sus diversos efectos es una contradicción común –y dado que cada individuo es un significante/significado– juntar los enfermos para que expulsen gracias a su ayuda mutua los elementos reaccionarios de la enfermedad (por ejemplo: la ideología burguesa) y afirmen los elementos progresistas (exigencia de otra sociedad en la cual el fin supremo sea el hombre y no el beneficio).

Se entiende que estos colectivos no persigan la cura, ya que toda enfermedad del hombre está producida por el capitalismo, y la “cura psiquiátrica” no es más que una reinserción de los enfermos en nuestra sociedad. Por esa razón, lo que tienen que hacer estos colectivos es empujar la enfermedad hacia su máximo desarrollo, es decir, hacia el momento en que se convertirá en una fuerza revolucionaria mediante la toma de conciencia.

Lo que me parece maravilloso de su colectivo es que los pacientes sin médico individual –es decir, sin el polo individuado de las relaciones de significación– establecen relaciones humanas y se ayudan unos a otros en una toma de conciencia de su situación mirándose a los ojos, o sea, en tanto que sujetos significantes-significados. Mientras que en la forma moderna de la psiquiatría, es decir en el psicoanálisis, el enfermo no mira a nadie y el médico está situado detrás de él para apuntar sus palabras y agruparlas tal como le parece. Esta distribución espacial de la relación paciente/médico pone al primero en la situación de puro objeto, y al segundo en la situación de significante absoluto que descifra el discurso de la enfermedad mediante una hermenéutica de la cual sólo él conoce el secreto.

Estoy contento de haber comprendido el progreso real que implica el Colectivo Socialista de Pacientes. Conociendo además sus investigaciones, entiendo que están expuestos a la represión por parte de esta sociedad capitalista, la cual los atacará mediante los representantes de la “cultura”: los políticos y los policías. Ustedes necesitaran luchar con todos los medios dado que los dirigentes de nuestra sociedad pretenden impedirles proseguir con sus trabajos y acciones prácticas. Incluso con la acusación gratuita de conspiración. No se los juzgará por estos encarcelamientos imbéciles sino por los resultados que hayan obtenido.

 

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