Anarquía Coronada

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Volver de la plaza // Pedro Yagüe

Volver de la Plaza

Por Pedro Yagüe

¿Cómo pensar la Plaza del viernes? ¿Cómo entender esa Plaza llena, repleta, que terminó chorreando angustia por sus diagonales? Ahora que los jóvenes militantes se ocupan de compartir balances, de evaluar consecuencias y posibilidades, yo, que desde hace tiempo no soy joven ni militante, voy a escribir estas palabras para entender lo que siento: una fuerte desconfianza, una tristeza distante que me aleja, día a día, de lo que se aleja de mí.
Decir Plaza, al menos para nosotros, es decir democracia. Y nuestra democracia es nombrada, pensada, y sobre todo sentida, como ausencia de dictadura. Así nos lo enseñan en la escuela. Pero esta ausencia es tan sólo a medias: ausencia efectiva en tanto forma de gobierno, pero presencia indiscutible en lo jurídico, económico y subjetivo. De allí el difícil lugar que la dictadura ocupa en el presente. De allí la dificultad, también, de tener una teoría actual sobre la violencia. El terror estatal permanece como fundamento de nuestra democracia. La violencia política también.
Pero esto no es evidente. Nuestro presente no nombra el terror sobre el que se asienta: permanece encerrado en el infinito abstracto de la ilusión democrática. Imagina, convencido, que la violencia física ya no es necesaria, que el enfrentamiento abierto es cosa del pasado. Y ésta, como toda ilusión, lleva en sí la realización de un deseo: el deseo de eludir la violencia, el deseo de obtener lo que se obtiene con sangre y enfrentamiento, pero sin la sangre ni el enfrentamiento. La ilusión democrática es la permanencia en la fantasía de que se puede obtener pacíficamente lo que se quiere, como si el terror estatal hubiera desaparecido de la historia.
Sin embargo, cuando los atajos de la ilusión se topan, como siempre, con las exigencias de la realidad, la decepción es ineludible. Y la realidad histórica se nos vuelve insoportable. La violencia vuelve a mostrarse como el fundamento real de la política y la ilusión democrática de una vida pacífica y bienpensante se parte en mil pedazos, entregándose hombres y mujeres a la frustración. Entonces pasa lo siguiente. Todos pareciéramos vivir una terrible pesadilla cuando en verdad lo que sucede es lo contrario: despertamos del sueño tranquilo, ilusorio, de los años felices del humanismo democrático.
Pero la desilusión no siempre es inmediata. Encuentra sus permanencias, sus raíces firmes en la moralidad bienpensante a la que solemos llamar progresismo. Y el progresismo, como buen humanismo, responde a la búsqueda de orden y normalidad. Es la forma más extrema, y por lo tanto más delirante, de la ilusión democrática. Es la creencia en la comodidad amable de la vida cultural. Es el deseo de un orden sereno sin culpa ni muerte. Y hoy, ya bajo la espada de Cambiemos, el progresismo se nos revela como la nostalgia de un orden feliz que se imaginó sustraído de la violencia política.
Pero la decepción no conduce siempre al abandono de la satisfacción imaginada. Muchas veces, lejos de reconocer y repensar las circunstancias reales del mundo exterior, hombres y mujeres se entregan a la repetición de lo mismo. Y allí la fantasía se perpetúa: se inventa un malo caricatural (“la derecha”, “los fachos”) y se los vence en el plano retórico con todas las suspicacias e ironías al alcance. Pero esto, claro está, no puede sino ser sintomático: caricaturizar al enemigo es una resistencia a pensarlo. De esta manera, el progresismo se perpetúa en la ilusión de que se puede ganar evitando el enfrentamiento explícito, evitando el uso político de la violencia. Todo se desenvuelve en la teatralización, en la simulación del combate.
Y esto, hay que decirlo, no puede ser separado de la experiencia política de los años kirchneristas. Gratis es caro, se dice. Y ahora se está pagando el precio de aquella lucha simulada.
Por eso la sorpresa frente a cada derrota electoral. Porque el enfrentamiento sólo es imaginario, y en la fantasía siempre nos descubrimos vencedores. No hay derrota de la que aprender, no hay balance que sacar. No hay crítica sobre las propias prácticas, desprovistas, claro está, de todo cálculo y preocupación por su eficacia. La política se transforma en la farsa de la teatralización, en un conflicto performático. Carteles por las calles, músicos en protesta, centros culturales conmovidos: una intelectualidad firme junto a sus convicciones.
¿Cómo salir de esta ilusión democrática dentro de la que, querramos o no, muchos de nosotros nos encontramos? Quizás intentando pensar aquello que la ilusión nos impide: la violencia y su relación con la política. Pero la pregunta no puede ser “violencia sí o violencia no” porque nunca en la historia hubo vida –y mucho menos transformación social– sin violencia. La pregunta debe ser otra: aquella que interroga su sentido político. ¿Somos capaces de una violencia que pueda crear nuevas relaciones entre nosotros? ¿O no contamos, cuando la asumimos, sino con aquella forma que reproduce el terror y la distancia sobre el que nuestro delirio colectivo se organiza? Se trata de enfrentar en serio a la violencia, de mirarla a los ojos, y reconocer hasta qué punto estamos dispuestos a asumirla sin fantasías ni facilismos.
En política, decía Merleau-Ponty, no existe el derecho a equivocarse: sólo el éxito torna razonable lo que al principio era valentía y esperanza. De allí la importancia fundamental de dos factores: el coraje y la eficacia. En el enfrentamiento real la muerte es una posibilidad concreta. ¿Estamos preparados para ello? ¿Hay ganas, coraje? El macrismo sí está dispuesto al enfrentamiento físico. Tiene con qué, sabe dónde pegar, y sabe lo que ahí se pone en juego. Sabe que si da la batalla la gana, y que necesita mostrar esa victoria para seguir avanzando. El macrismo avanza y avanza, buscando una resistencia que no aparece. Y cuando aparece es débil: minoritaria cuando está dispuesta a asumir la violencia política, mayoritaria cuando permanece en el pacifismo de la ilusión democrática.
La llegada del macrismo al poder (primera vez en la historia que un partido político gana las elecciones nacionales con un programa explícitamente de derecha) no puede entenderse sin esta ilusión pacifista del humanismo bienpensante. Por eso la insistencia. Y pensar esta ilusión es pensar hasta qué punto estamos dispuestos a asumir el carácter violento de la política. No escribo estas palabras desde una exterioridad. Todo lo contrario.
Entonces me pregunto: la plaza del viernes, esa Plaza que con justa razón exigió la aparición con vida de Santiago Maldonado, ¿pone en entredicho la lógica progresista que nos llevó al macrismo? ¿O la refuerza? ¿Con qué otros métodos contamos, además de la Plaza y de “exigir la renuncia de…” cuando la realidad muestra con crudeza el fundamento violento de la política? ¿Cómo dejar de ir a la plaza y perderse de la constitución de esa fuerza que uno necesita? ¿Cómo ir a la plaza sin desconfiar de la repetición infinita de lo mismo? No encuentro ahora respuestas para estas preguntas. Sólo la convicción de que, para contestarlas, debemos desconfiar de nosotros mismos, debemos despojarnos de la ilusión democrática que niega la reflexión política sobre la violencia.
***
Puede que estas palabras parezcan anacrónicas, puede que sean leídas como una apología a una violencia auténtica o un llamado a la agresión inmediata. Nada más lejano. Estas ideas que escribo parten de un diagnóstico: no está dando la fuerza para el enfrentamiento directo. La violencia directa lleva en sí, al menos hoy, el germen de la derrota. Y la derrota en política es la muerte. Pero esto no puede condenarnos tampoco a la ilusión de que algo puede conseguirse sin enfrentamiento. Por eso la pregunta que queda –y para la que hoy no tengo respuesta– es aquella por las condiciones en que esa fuerza puede ser suscitada. La pregunta por las condiciones en que la violencia política debe ser asumida.
Estas pocas páginas, con su apuro, con sus torpezas, vienen escribiéndose hace años. Vienen escribiéndose al calor de una Argentina delirante, encerrada en la fantasía que siempre nos deja triunfales, impolutos, mientras la realidad avanza y avanza, volviéndose cada vez más dolorosa.


Las pibitas y los pibitos son peligrosos // Diego Valeriano


Las pibitas y los pibitos son peligrosos, lo son porque desde muy chicas saben dónde queda desarrollo social de la Muni, porque saben ir solos al juzgado de San Martin, porque saben cuál es el auto de la directora, porque saben que la psicopedagoga es una traidora, porque le revisan la mochila al trabajador social, porque saben la clave de la tarjeta, porque saben el tono y la cara a la hora de pedir. Su peligrosidad reside en que la caretean: reciben sonrientes la bolsita de caramelos de todos los días del niño que se festejan por ahí, la taza de chocolatada en la copa de leche, los inflables en la plaza de Sol y Verde que llevaron de parte del concejal. Pero en esa sonrisa esconden una venganza. No les gusta esa mirada condescendiente, esa solidaridad, ese entusiasmo militante que parece ensañado con ellos.
Son peligrosos porque no les cabe la escuela, prefieren el tren, ser corridos por la policía, perderse en cualquier feria, contar historias, decir que van al bajo, verduguear a los que tienen uniforme de escuela, cagar a piedrazos los techos vecinos, vender medias con el hermano en el centro, trepar un árbol, conocer un transa, sentir en la boca el sabor de un enfrentamiento, deambular.
Son peligrosas porque saben de la muerte, del ocultamiento de la madre, de la traición del hermano. Saben también decir padrastro sin confiarse, saben no quedarse solas con el tío, saben acompañar a la abuela los días de cobro, saben guardarse un canuto, saben dónde queda Ezeiza, Magdalena, Caseros y la Unidad 8 de Los Hornos.
Saben que tienen que aprovechar antes de ser adolescentes, saben que la inocencia aún les garpa, saben que los consideran menos enemigos de lo que son, saben que no los pueden psicologiar, saben lo que puede un cuerpo. Son peligrosos porque saben que no pueden confiar, porque en algún momento te va a re caber por ortiba y adulto, porque saben quiénes son sus enemigos, porque miran la vida desde otro lado, porque a pesar de todo se nos nota el miedo. 

Fuera de lugar // Entrevista a Julien Coupat

Julien Coupat respondió a estas preguntas de Le Monde desde la prisión de La Santé. Fue detenido junto a otras ocho personas el 11 de noviembre de 2008, acusados de sabotear las líneas de alta velocidad de la SNCF y, también, de la redacción de un libro subversivo, La insurrección que viene. Pocos días después de publicar esta entrevista, Coupat -el último de los detenidos que permanecía en prisión- fue puesto en libertad tras pagar una fianza de 16.000 euros. Julien Coupat fue miembro del comité de redacción de la revista Tiqqun. En castellano, de la onda Tiqqun, se ha publicado también Llamamiento [NdelE]
Entrevista realizada por Isabelle Mandraud y Caroline Monnot
Estas son las respuestas a las preguntas que hemos planteado por escrito a Julien Coupat. Encausado el 15 de noviembre de 2008 por “terrorismo” con otras ocho personas interpeladas en Tarnac (Corrèze) y París, se le acusa de haber saboteado las catenarias de la SNCF. Es el último que permanece todavía en prisión (ha pedido que algunas de sus palabras estén en cursiva).
– ¿Cómo vive su detención?
– Muy bien, gracias. Estiramientos, carreras, lecturas.
– ¿Puede recordarnos las circunstancias de su arresto?
– Un grupo de jóvenes con pasamontañas y armados hasta los dientes irrumpieron violentamente en nuestra casa. Nos amenazaron, nos esposaron y nos trasladaron, no sin antes haber destrozado todo. Nos llevaron secuestrados a bordo de potentes bólidos circulando por las autopistas a más de 170 km/h de media. En sus conversaciones se refirieron frecuentemente a un tal señor Marion [antiguo jefe de la policía antiterrorista] cuyas hazañas viriles les divertían mucho, como aquella en la que golpeaba a uno de sus colegas, con buen humor, en medio de una fiesta de despedida. Nos secuestraron durante cuatro días en una de sus “prisiones del pueblo” fastidiándonos con preguntas en las que lo absurdo se disputaba con lo obsceno.
Quien parecía ser el cerebro de la operación se excusaba vagamente de todo este circo explicando que era culpa de los “servicios” de arriba, donde actuaban toda clase de gentes que nos tenían muchas ganas. A fecha de hoy, mis secuestradores siguen actuando. Algunos sucesos recientes mostrarían incluso que continúan causando estragos con total impunidad.
– Los sabotajes en las catenarias del SNCF [la Renfe francesa] en Francia fueron reivindicados en Alemania. ¿Qué opina sobre esto?
– En el momento de nuestra detención, la policía francesa ya está en posesión de un comunicado que reivindica, además de los sabotajes que nos quería atribuir, otros ataques que se habían producido simultáneamente en Alemania. Esta octavilla presenta numerosos inconvenientes: la echan al correo en Hanóver, está redactado en alemán y sólo se envió a periódicos al otro lado del Rhin, pero sobre todo no cuadra con la fábula que los medios han creado a nuestra costa, la de un pequeño núcleo de fanáticos que atacan al corazón del Estado colgando tres pedazos de hierro de las catenarias. Desde entonces se cuidarán mucho de mencionar este comunicado, ni en el procedimiento, ni en la mentira pública.
Es cierto que [en el comunicado] el sabotaje de las líneas de tren pierde mucho de su aura de misterio: se trataba simplemente de protestar contra el transporte hacia Alemania por vía férrea de los desechos nucleares ultraradioactivos y de denunciar de paso el gran fraude de “la crisis”. El comunicado concluye con un muy SNCF “agradecemos a los pasajeros afectados por su comprensión”. ¡Qué tacto tienen estos “terroristas” después de todo!
– ¿Se reconoce en los calificativos de “movimiento anarco-autónomo” y de “ultraizquierda”?
– Déjeme recomenzar un poco más atrás. En Francia, actualmente vivimos el fin de un periodo de congelación histórica cuyo acto fundador fue el acuerdo aprobado entre gaullistas y estalinistas en 1945 para desarmar al pueblo con el pretexto de “evitar una guerra civil”. Los términos de este pacto podrían formularse así, por hacerlo rápido: mientras la derecha renunciaba a sus acentos abiertamente fascistas, la izquierda abandonaba toda perspectiva seria de revolución. La ventaja con la que juega y de la que disfruta, desde hace cuatro años, la camarilla sarkozista, estriba en haber tomado la iniciativa unilateral de romper este pacto al reconciliarse “sin complejos” con los clásicos de la reacción pura: sobre los locos, la religión, Occidente, África, el trabajo, la historia de Francia, o la identidad nacional.
Frente a este poder en guerra que osa pensar estratégicamente y dividir el mundo en amigos, enemigos y cantidades despreciables, la izquierda queda paralizada. Es demasiado cobarde, está demasiado comprometida y, por así decirlo, demasiado desacreditada para oponer la menor resistencia a un poder que no se atreve a tratar como enemigo y que le arrebata uno a uno a los más astutos de sus elementos. En cuanto a la extrema izquierda a la Besancenot, cualesquiera que sean sus resultados electorales, y aunque haya salido del estado grupuscular en el que vegetaba desde siempre, no tiene otra perspectiva más deseable que ofrecer que el tono gris soviético a penas retocado con Photoshop. Su destino es decepcionar.
En la esfera de la representación política, el poder establecido no tiene nada que temer, de nadie. Y desde luego no son las burocracias sindicales, más vendidas que nunca, las que van a importunar, las mismas que desde hace dos años bailan con el gobierno un ballet tan obsceno. En estas condiciones, la única fuerza que puede ir directamente contra la banda sarkozista, su único enemigo real en este país, es la calle, la calle y sus viejas inclinaciones revolucionarias. De hecho, sólo ella, en los disturbios que siguieron la segunda vuelta del ritual plebiscitario de mayo de 2007, ha sabido elevarse por un instante a la altura de la situación. Sólo ella, en las Antillas o en las recientes ocupaciones de empresas o de facultades, ha sabido hacer encuchar otra palabra. Este análisis sumario del teatro de operaciones ha debido imponerse bastante pronto porque las informaciones generales hacían aparecer, desde junio de 2007, bajo la pluma de los periodistas a las órdenes (y en particular en Le Monde) los primeros artículos que desvelaban el terrible peligro que harían pesar sobre toda vida social los “anarco-autónomos”. Para comenzar, se les atribuía la organización de disturbios espontáneos, que en tantas ciudades saludaron el “triunfo electoral” del nuevo presidente.
Con esta fábula de los “anarco-autónomos” se ha diseñado el perfil de la amenaza al que se ha empleado dócilmente la ministra del interior, con detenciones focalizadas en redadas mediáticas, para dar un poco de carne y algunas caras. Cuando ya no se llega a contener lo que desborda, todavía se puede asignarle una categoría y encarcelarlo. Ahora bien, la de “alborotador”, en la que ahora se cruzan desordenadamente los obreros de Clairoix, los críos de las ciudades, los estudiantes que bloquean y los manifestantes de las contracumbres, siempre eficaz en la gestión corriente de la pacificación social, permite criminalizar los actos, no las existencias. Y es la intención del nuevo poder atacar al enemigo en cuanto tal, sin esperar a que se exprese. Esa es la vocación de las nuevas categorías de la represión.
Poco importa, finalmente, que no se encuentre a nadie en Francia para reconocerse “anarco-autónomo”, ni que la ultraizquierda sea una corriente política que tuvo su momento de gloria durante los años veinte y que desde entonces no ha producido jamás otra cosa que inofensivos volúmenes de marxología. Por lo demás, la reciente fortuna del término “ultraizquierda”, que ha permitido a algunos periodistas con prisas por catalogar sin dar golpe a los amotinados griegos de diciembre pasado, debe mucho al hecho de que nadie sabe lo que fue la ultraizquierda, ni siquiera si ha existido alguna vez.
En este punto, y en previsión de los desbordes que sólo pueden sistematizarse frente a las provocaciones de una oligarquía mundial y francesa acorralada, dentro de poco la utilidad policial de las categorías no debería ya sufrir debates. Sin embargo, no podríamos predecir cuál de ellas, si la de “anarco-autónoma” o de “ultraizquierda” se ganará finalmente los favores del Espectáculo, con el fin de relegar en lo inexplicable una revuelta que todo justifica.
– La policía le considera como el jefe de un grupo a punto de bascular hacia el terrorismo. ¿Qué piensa de esto?
– Una alegación tan patética sólo puede ser hecha por un régimen a punto de bascular hacia la nada.
– ¿Qué significa para usted la palabra “terrorismo”?
– Nada permite explicar que el departamento de información y de seguridad argelino, sospechoso de haber orquestado, con conocimiento de la DST, la ola de atentados de 1995, no figure entre las organizaciones terroristas internacionales. Tampoco hay nada que permita explicar la repentina transmutación del “terrorista” en héroe durante la Liberación, en socio frecuentable para los acuerdos de Evian, en policía iraquí o últimamente en “talibán moderado”, en función de los últimos virajes de la doctrina estratégica americana.
Nada, excepto la soberanía. En este mundo es soberano quien designa al terrorista. Quien rechace participar en esta soberanía se abstendrá de responder a vuestra pregunta. Quien codicie algunas migajas de la misma se sacrificará con prontitud. Quien no se ahogue de mala fe encontrará instructivo el caso de estos dos ex-“terroristas” convertidos, uno, en primer ministro de Israel, el otro, en presidente de la Autoridad Palestina, habiendo recibido ambos, para colmo, el Premio Nobel de la Paz.
La imprecisión que rodea la calificación de “terrorismo”, la imposibilidad manifiesta de definirlo, no se deben a alguna laguna provisional de la legislación francesa, corresponden al principio de algo que sí que podemos definir muy bien: el antiterrorismo, del que constituyen más bien la condición de funcionamiento. El antiterrorismo es una técnica de gobierno que hunde sus raíces en el viejo arte de la contrainsurgencia, de la guerra denominada “psicológica”, por decirlo de manera educada. El antiterrorismo, al contrario de lo que querría insinuar el término, no es un medio para luchar contra el terrorismo, es el método por el cual se produce, positivamente, el enemigo político como terrorista. Se trata, mediante todo un lujo de provocaciones, de infiltraciones, de intimidación y de propaganda, mediante toda una ciencia de la manipulación mediática, de la “acción psicológica”, de la fabricación de pruebas y de crímenes, también mediante la fusión de la policía y de la administración de justicia, de aniquilar la “amenaza subversiva” al asociar, en el seno de la población, al enemigo interior, al enemigo político, al afecto del terror.
Lo esencial, en la guerra moderna, es esta “batalla de los corazones y de los espíritus” donde se permiten todos los golpes. El procedimiento elemental es, aquí, invariable: individualizar al enemigo con el fin de cortarle del pueblo y de la razón común, exponerle bajo los rasgos del monstruo, difamarle, humillarle públicamente, incitar a los más viles a colmarlo de escupitajos, animarles al odio. “La ley debe ser utilizada simplemente como otra arma en el arsenal del gobierno, y en este caso no representa nada más que una cobertura de propaganda para desembarazarse de los miembros indeseables del público. Para una mejor eficacia, convendrá que las actividades de los servicios judiciales estén vinculados al esfuerzo de guerra de la manera más discreta posible”, aconsejaba ya en 1971 el cabo Frank Kitson [antiguo general del ejército británico, teórico de la guerra contrainsurgente], que algo sabía de esto. Una vez al año no hace daño, en nuestro caso, el antiterrorismo ha sido un fracaso. En Francia no están dispuestos a dejarse aterrorizar por nosotros. La prolongación de mi detención por una duración “razonable” es una pequeña venganza bien comprensible, vistos los medios movilizados y la profundidad del fracaso; como es comprensible el empeño un poco mezquino de los “servicios”, desde el 11 de noviembre, por endosarnos las maldades más caprichosas a través de la prensa, o por espiar a cualquiera de nuestros camaradas. En estos últimos tiempos, los arrestos acompasados de los “allegados de Julien Coupat” han tenido el mérito de revelar cuánto ha podido influenciar esta lógica de represalias en la institución policial y en el corazoncito de los jueces.”
Hay que decir que en este asunto algunos se jugaron buena parte de su lamentable carrera, como Alain Bauer [criminólogo], otros el lanzamiento de sus nuevos servicios, como el pobre señor Squarcini [director central de la información interior], otros la credibilidad que nunca tuvieron y que jamás tendrán, como Michèle Alliot-Marie.
– Usted salió de un medio muy acomodado que hubiera podido orientarle hacia otra dirección…
– “Hay plebe en todas las clases” (Hegel).
– ¿Por qué Tarnac?
– Vaya allí y lo entenderá. Si no lo entiende, me temo que nadie podrá explicárselo.
– ¿Se define a sí mismo como un intelectual? ¿Un filósofo?
– La filosofía nace como un duelo charlatán por la sabiduría originaria. Platón ya interpreta la palabra de Heráclito como algo salido de un mundo que ha desaparecido. En el momento de la intelectualidad difusa, no veo qué podría especificar al “intelectual”, si no es la extensión de la fosa que separa, en él, la facultad de pensar de la aptitud para vivir. Tristes títulos, en verdad, si no hay más. Pero, ¿exactamente para quién habría que definirse?
– ¿Es usted el autor del libro La insurrección que viene?
– Este es el aspecto más formidable de este proceso: un libro entregado íntegramente al expediente del sumario, interrogatorios en los que pretenden hacerte decir que vives como está escrito en La insurrección que viene, que te manifiestas como lo preconiza La insurrección que viene, que saboteas las líneas ferroviarias para conmemorar el golpe de Estado bolchevique de octubre de 1917 ya que se menciona en La insurrección que viene, un editor es convocado por los servicios antiterroristas…
En la memoria francesa, hacía tiempo que no se veía que el poder tuviera miedo por culpa de un libro. Normalmente se consideraba que, mientras los izquierdistas se dedicaran a escribir, al menos no hacían la revolución. Está claro que los tiempos cambian. La gravedad histórica retorna.
Lo que fundamenta la acusación de terrorismo, en lo que nos concierne, es la sospecha de la coincidencia entre un pensamiento y una vida; lo que constituye la acusación de asociación de malhechores es la sospecha de que esta coincidencia no se dejaría al heroísmo individual, sino que sería objeto de una atención común. De forma negativa, esto significa que de ninguno de los que firman con su nombre tantas críticas feroces del sistema vigente se sospecha que pongan en práctica la menor de sus firmes resoluciones; el insulto es de bulto. Desgraciadamente, yo no soy el autor de La insurrección que viene y todo este asunto debería terminar más bien por convencernos del carácter esencialmente policial de la función autor.
Soy, en cambio, un lector. Al releerlo, hace tan sólo una semana, he comprendido mejor la agresividad histérica que emplean en las altas esferas para perseguir a los presuntos autores. El escándalo de este libro, es que todo lo que figura en él es rigurosa, catastróficamente cierto, y no deja de confirmarse cada día que pasa un poco más. Porque lo que se comprueba, bajo la apariencia de una “crisis económica”, de un “hundimiento de la confianza”, de un “rechazo masivo de las clases dirigentes”, es realmente el fin de una civilización, la implosión de un paradigma: el del gobierno que en Occidente regula todo –la relación de los seres entre ellos mismos, no menos que el orden político, la religión o la organización de las empresas. Hay, en todos los niveles del presente, una gigantesca pérdida de dominio al que ningún sortilegio policial ofrecerá remedio alguno.
No será aplicándonos penas de prisión, de puntillosa vigilancia, controles judiciales y prohibiciones de comunicar con el motivo de que seríamos los autores de esta constatación lúcida, que lograrán desvanecer lo que se ha constatado. Lo propio de las verdades es escapar, desde que se enuncian, a los que las formulan. A los gobernantes no les habrá servido de nada llevarnos a los tribunales, todo lo contrario.
– Usted lee Vigilar y castigar de Michel Foucault. ¿Este análisis le parece todavía pertinente?
– La prisión es realmente el pequeño secreto sucio de la sociedad francesa, la clave, y no el margen, de las relaciones sociales más presentables. Lo que se concentra aquí en un todo compacto no es un montón de bárbaros asalvajados como les gusta hacernos creer, sino más bien el conjunto de disciplinas que afuera tejen la existencia llamada “normal”. Vigilantes, comedor, partidos de fútbol en el patio, horarios, separaciones, camaradería, peleas, fealdad de las arquitecturas: es necesario haber estado en prisión para tomar la medida plena de lo que la escuela, la inocente escuela de la República, contiene, por ejemplo, de carcelario.
Considerado desde este ángulo inexpugnable, no es la prisión la que sería una guarida para los fracasados de la sociedad, sino la sociedad presente la que parece una prisión fracasada. La misma organización de la separación, la misma administración de la miseria por el chocolate [hachís], la tele, el deporte y el porno, reina en todas partes con menos método. Para terminar, los muros elevados sólo esconden a las miradas esta verdad de una banalidad explosiva: las vidas y los espíritus son exactamente iguales a ambos lados de las alambradas y a causa de ellas. Si se busca con tanta avidez los testimonios “del interior” que expondrían al fin los secretos que la prisión esconde, es para ocultar mejor el secreto de lo que es: el de la servidumbre de los que se consideran libres mientras su amenaza pesa invisiblemente sobre cada uno de sus gestos.
Toda la indignación virtuosa que rodea la negrura de las celdas francesas y sus reiterados suicidios, toda la grosera contra-propaganda de la administración penitenciaria que pone en escena para las cámaras a los carceleros devotos del bienestar del detenido y a los directores de prisiones preocupados por el «sentido de la pena». Resumiendo: todo este debate sobre el horror del encarcelamiento y la necesaria humanización de la detención es viejo como la prisión. Incluso forma parte de su eficacia, ya que permite combinar el terror que debe inspirar con su estatus hipócrita de castigo “civilizado”. El pequeño sistema de espionaje, de humillación y de estragos que el sistema francés dispone en torno al deternido de manera más fanática que ningún otro en Europa, ni siquiera es escandaloso. Cada día el Estado lo paga con creces en sus suburbios y sin duda sólo es el principio: la venganza es la higiene de la plebe.
Pero la impostura más notable del sistema judicial-penitenciario consiste ciertamente en pretender que está ahí para castigar a los criminales cuando no hace sino gestionar las ilegalidades. Cualquier patrón -no sólo el de Total-, cualquier presidente de consejo general -no sólo el de Hauts-de-Seine–, cualquier poli sabe que las ilegalidades son necesarias para ejercer correctamente su oficio. El caos de las leyes es hoy tal, que se trata de no respetarlas demasiado, y en cuanto a los estupefacientes, se trata de regular sólo el tráfico y no de reprimirlo, lo que sería social y políticamente suicida.
La división no es entre legal e ilegal, como pretende la ficción judicial, entre inocentes y criminales, sino entre los criminales que se cree oportuno perseguir y los que se deja en paz como requiere la policía general de la sociedad. La raza de los inocentes hace tiempo que se extinguió y no es la pena a lo que condena la justicia: la pena es la justicia misma. No cabe que mis camaradas y yo “clamemos por nuestra inocencia”, tal y como la prensa escribe ritualmente, sino derrotar la peligrosa ofensiva política que constituye todo este proceso infecto. He aquí algunas de las conclusiones a las que llega el espíritu tras releer Vigilar y castigardesde la Santé [conocida prisión de París]. Podríamos sugerir, visto lo que los foucaltianos hacen desde hace veinte años con los trabajos de Foucault, que se les interne una temporada por aquí.
– ¿Cómo analiza lo que les pasa?
– Desengáñese: lo que nos pasa, a mis camaradas y a mí, le pasa a usted también. Es, por otra parte, en este punto, la primera mistificación del poder: nueve personas serían perseguidas en el marco de un procedimiento judicial de “asociación ilícita con fines terroristas” y deberían sentirse particularmente afectados por esta grave acusación. Pero no hay “caso Tarnac”, como tampoco hay “caso Coupat” o “caso Hazan” [editor de La insurrección que viene]. Lo que hay es una oligarquía vacilante en todos los sentidos y que se vuelve feroz, como todo poder, cuando se siente realmente amenazado. El Príncipe ya no tiene otro apoyo que el miedo que inspira cuando su visión ya no suscita en el pueblo más que el odio y el desprecio.
Lo que hay ante nosotros es una bifurcación, al mismo tiempo histórica y metafísica: o bien pasamos de un paradigma del gobierno a un paradigma del habitar al precio de una revuelta cruel pero transformadora, o bien dejamos que se instaure, a escala planetaria, este desastre climatizado en el que coexisten, bajo la férula de une gestión “sin complejos”, una élite imperial de ciudadanos y unas masas plebeyas situadas al margen de todo.
Hay, desde luego, una guerra, una guerra entre los beneficiarios de la catástrofe y los que se hacen de la vida una idea menos esquelética. Nunca se ha visto que una clase dominante se suicide de buena gana.
La revuelta tiene condiciones, no tiene causa. ¿Cuántos ministerios de la Identidad Nacional, despidos estilo Continental, redadas de sin papeles o de opositores políticos, chiquillos liquidados por la policía en los suburbios, o ministros que amenazan de privar de título a los que osan ocupar sus facultades, hacen falta para decidir que semejante régimen, aunque esté instalado por un plebiscito de apariencias democráticas, no tiene ninguna legitimidad para existir y sólo merece ser derribado?
Es una cuestión de sensibilidad. La servidumbre es lo intolerable que se puede tolerar infinitamente. Como es un asunto de sensibilidad y esa sensibilidad es inmediatamente política (no porque se pregunte “¿a quién voy a votar?”, sino “¿mi existencia es compatible con esto?”), para el poder es una cuestión de anestesia a la que responde administrando dosis cada vez más masivas de distracción, de miedo y de estupidez. Y ahí donde la anestesia no funciona, este orden que ha reunido contra él todas las razones para sublevarse intenta disuadirnos con un pequeño terror ajustado.
Mis camaradas y yo sólo somos una variable de este ajuste. Sospechan de nosotros como de tantos otros, de tantos “jóvenes”, de tantas “bandas”, por desvincularnos de un mundo que se hunde. En este único punto, no mienten. Felizmente, a la pandilla de estafadores, de impostores, de industriales, de financieros y de jovencitas, toda esta corte de Mazarin bajo neurolépticos, de Louis Napoléon version Disney, de Fouché dominical que de momento gobierna el país, le falta el más elemental sentido dialéctico. Cada paso que hacen hacia el control de todo les aproxima a su pérdida. Cada nueva “victoria” de la que se jactan expande un poco más el deseo de verles a todos vencidos. Cada maniobra por la que se imaginan fortalecer su poder termina por volverles más odiosos. En otros términos: la situación es excelente. No es el momento de perder el coraje.
Fuente: http://blogs.publico.es/ 

Fuerza propia // Diego Valeriano

Las que miran desde el bondi, los atontados por la falopa, los vendedores de zoquetes, los que cortan el pasto de la vereda, los que venden bolsas de residuos, los que descartan piola, las que usan calzas y camisetas de futbol, los que fumando esperan que tiren las hamburguesas del Mc Donalls, las que se exhiben en instagram, los que tiran cortes, los letristas de campaña, los que se refugian cuando no se puede otra cosa, los que bajan en Flores, las que traen una tiza de lejos, los que fracasan con un indoor, los que te hacen bajar la vista cuando te miran mal desde el carro, los que pierden y no se quejan, las que ya no se pueden ir, los guachines, los que escabian de mañana, las que no se dejan educar, las turras, los que postean angustiados, las doloridas, el que vende tortillas en la estación de Muñiz, los que toman la chanchita en Temperley, la piba que quiere todo, las que ya no creen, los que no tienen ni idea de que mierda es el futuro, las que votan con desgano, los que siempre pierden, las feriantes infinitas, los que no vieron el recuento, la que ni extraña, tus enemigos, los que ya ni creen en Cristina,  los que nacieron en el 2001, los veranos en ruta 4, los que odian la política, las que deambulan por la ciudad, los que transan, los que ranchan, los que saben que el presente es lucha, las que saben que el consumo libera.  

¿Y si la modernidad es una cuestión de ritmo? // Leonardo Sabbatella

Reseña a Para salir de lo posmoderno, de Henri Meschonnic 
(Tinta Limón/Cáctus, 2017) 


En 1954 Alfred Hitchcock filma La ventana indiscreta, en que el personaje de James Stewart mira a través de un telescopio las escenas privadas que suceden en cada departamento del edificio que tiene enfrente. Más de veinte años después empezaría a hablarse de posmodernidad y la película de Hitchcock parecía ilustrarla retrospectivamente: relato fragmentado y parcial, mundos autónomos con cierto grado de interrelación, una narrativa puesta en crisis y un discurso hecho de señuelos y apariencias. Pero también su negación: no habría película, no habría relato, sin el punto de vista de Stewart que totaliza e inviste de sentido todas las historias fragmentadas y la pluralidad de escenas. No sabemos qué diría al respecto Henri Meschonnic pero podemos estar seguros de que el filósofo francés vería en la mirada de Stewart, en su observación a través del telescopio y el modo de articular lo que ve, el gesto posmoderno por excelencia, su seña distintiva.

En Para salir de lo posmoderno, Meschonnic apunta que la posmodernidad ha convertido la mirada sobre el arte en un arte. Ha desplazado los objetos del centro para convertir en la clave primera la mirada sobre el objeto. Es decir, la posmodernidad es un modo de leer, es interpretación, catalogación, el desplazamiento de las obras hacia la mirada que las articula, hacia la mirada que traza redes y conexiones. La posmodernidad no se encuentra en ningún objeto, en ninguna cosa en particular. No habría para Meschonnic una esencia de la posmodernidad ni un lugar donde buscarla, sino que es el modo de la época (es decir, el dominante) de proceder. La posmodernidad es “un estilo de estilos”, una estrategia que ha puesto su propia intervención como aquello que tiene valor o que dota de valor.

Entonces, la pregunta inevitable: ¿qué es la modernidad? Meschonnic tiene en claro que la modernidad no es una época, no es una era con principio y fin como pudo serlo el Renacimiento (¿o como será la posmodernidad?) sino que es una propiedad de las obras de arte y la literatura (en este punto la poesía francesa jugará un rol central, será ejemplo y teoría al mismo tiempo).

Una obra puede ser moderna cualquiera sea su fecha porque de lo que depende su condición es de la transformación que propone de las relaciones con el mundo. Y acá Meschonnic desencadena una especie de elegía sobre las obras modernas (y pone en crisis que moderno no es igual a nuevo ni algo que se oponga a lo clásico o lo antiguo). La modernidad es un inacabamiento que persiste en el tiempo, mantiene el sentido abierto, cumple con su incumplimiento, podría decirse parafraseando uno de los tantos juegos de palabras del autor francés. Meschonnic sintetiza: “la modernidad no está en el tiempo. Es un aspecto en el arte: el aspecto incumplido de las obras”.

El método de Meschonnic es una demoledora máquina de negar teorías ajenas, de poner en crisis lugares comunes, de señalar trampas, fantasmas y falsedades, una máquina de desmontar argumentos que observa obsoletos, insuficientes o por demás arbitrarios. La escritura es cáustica, sintética, letal, irónica. Una risa capaz de desbaratar los sistemas anquilosados y mofarse de cuanto teórico haya dando vueltas. Para salir de lo posmoderno se compone de capítulos breves (salvo excepciones que se extienden casi como textos autónomos) y funciona por el montaje de temas que trabaja. No hay linealidad ni hoja de ruta sino que por el contrario Meschonnic pareciera empezar de cero en cada capítulo, desde un punto distinto de su mapa mental.

En la discusión sobre modernidad y posmodernidad suele volverse sobre el grado de autonomía que conserva un sistema de pensamiento, la forma de producción de sentido de una época, respecto a sus condiciones materiales y el modo de organización social. A Meschonnic esta es una pregunta que no le interesa, la descarta casi al pasar en una referencia a Fredric Jameson en un capítulo que no casualmente se llama “La razón no entiende nada” (una mirada rápida al índice demuestra que Meschonnic es un titulador de excepción). Para Jameson como para Lyotard el pasaje a un capitalismo tardío y una sociedad posindustrial afecta o al menos condiciona la transformación de la modernidad tal como se la conoció hasta ese momento. Meschonnic encuentra rápido los puntos débiles y ciegos de Jameson (también de Lyotard, por quien guarda cierto cariño según deja ver en un brevísimo capítulo hacia el final del libro) pero no resuelve si acaso en esa relación que podríamos llamar dialéctica entre producción material y producción simbólica no hay una clave para pensar (y salir) de la posmodernidad.

Una y otra vez, Meschonnic (lector de Spinoza) vuelve sobre la idea de la posmodernidad como aquello que se escucha a sí mismo y la modernidad como el carácter de la transformación. La poesía es una arena constitutiva para su trabajo, al punto de servirle como metáfora terminal: la posmodernidad es la métrica, la modernidad es el ritmo. Y Meschonnic escribió, quizás otra vez, un manifiesto a favor del ritmo.

[fuente: Revista Ñ]

Sobre los humores sociales y políticos, con la excusa de la vuelta de Capusotto // Juan Manuel Sodo

1. Así como en la literatura del siglo XX existen según Piglia lo kafkeano y lo borgeano, podríamos decir que para nuestra generación, en humor del XXI, existen lo barcelonesco y lo capusotteano. Alguien dice “parece un título de la Barcelona” o “parece un personaje de Capusotto” y todos sabemos de lo que estamos hablando.
2. Axel Biciloft es un ministro de medioambiente palermitano; Adolf Hipster un buche que hace pintadas (“Acá vive alguien que consume harinas blancas”); el Chaqueño Paravecino un folklorista vecinócrata; Skype Belinson un profesor de guitarra a distancia; Willy Crooc un saxofonista fanático de las zapatillas y Ernesto La Clota un joven lector de La razón populista que analiza la realidad como tía… Horas se puede uno pasar tirando nombres con algunos amigos.
3. Sin embargo, el procedimiento más alto de Peter Capusotto tal vez haya pasado no tanto por el juego de nombres como por mostrar los riesgos de llevar al límite algunos discursos epocales que tenían consenso. ¿Hay que tolerar todo? (“Un poco de fascismo viene bien”). ¿Qué puede pasar si no discriminamos a nadie? (Inadiii). ¿No termina el buenondismo siendo tan autoritario como aquello a lo que se opone? (Dictadura hippie). ¿Tan perseguidos fueron los artistas durante la última dictadura? (Pepe Barreta Smith). ¿Y si al final todo fuera parte de una misma manera adictivo-compulsiva de vincularnos con las cosas? (Le pegó mal la ensalada). ¿Y si el debate y el retorno de la politización no hubieran terminado siendo sino eso que hacemos en la Red Garlofa?…
4. Hipótesis: no hubo, no hay hoy -tomando radios, TV, standuperos y redes- otro humor más político que el de Peter Capusotto. La nefasta batería operadora imitadora de humor Lanato-Clarinista, El cadete de Navarro, Peroncho Stand Up, Thelma y Nanci, Stoppelman en Víctor Hugo, Barragán en su momento, Fáchima en facebook… Todos hacen humor político en tanto tematizan esa porción de la realidad que llamamos la política, en tanto usan temas de actualidad y cualidades satirizables de los políticos como materiales risibles. Pero las cosas permanecen en sus respectivos casilleros a nivel consenso de lo sensible (lo que se ve, lo que se sabe, lo que se habla, cómo se habla, lo que se espera de).
5. Con mayor o menor gracia (eso va en gustos de cada quien), el lenguaje humorístico es ahí un medio transparente para hacer pasar cosas que ya están pensadas y dichas en otro lado. La lengua se efectúa con unas reglas y unas racionalidades que son menos las del propio poder decir que las del cliché, la agenda periodística o el cálculo partidario. Si de antemano ya sabemos de quién nos vamos a reír y qué es lo que queremos escuchar -entre nosotros que en comunidad adherente ya estamos de acuerdo y sabemos lo que pensamos- entonces eso no es humor. Es otra cosa. ¿Humor orgánico?
6. En su undécima temporada -la primera post TV Pública, la que Canal 9 va a reponer los domingos a las 22hs a partir de este domingo 20- salvando un sketch sobre manipulación de los medios y el ya gastado Micky Vainilla, en una coyuntura que es desesperante Peter Capusotto la tenía fácil para apalabrar, para bajar línea, tenían servido en bandeja lo que se esperaba que digan, más aun sabida la pertenencia de Saborido y Capusotto al campo popular (el mismo con el que simpatizo), alineación que ellos mismos han ido haciendo explícita en una serie de entrevistas. Y sin embargo no. Permaneció cuidada la zona de autonomía enunciativa que por modo de producción y política expresiva caracterizó al programa en todos estos años. En efecto, a Ceo Gutierrez, el líder de Jóvenes Pordioceos -del que Jorge Meconio (séptima temporada, “el que sufre no sos vos”) puede leerse como un antecedente de la perversidad salvaje que se venía- le tomó dieciocho programas aparecer.  
 
7. Pero ese es otro problema. Porque un campo de problemas progresivamente más propios puede ser este:
a) Si la indignación nos reafirma en la parálisis, si el boludeo y la provocación de clase enervan, si los “te la debo” y los “fue un error” irritan, si las derrotas bajonean, si la urgencia actualista desespera… o sea: si la estrategia es entristecer los cuerpos llenándolos de pasiones reactivas ¿con quién te reís?, ¿cómo te reís después de “pobreza cero es una meta” o de compañeros que van siendo descartados de laburos en los que estaban implicados?
b) Con la idea de que puede servir a imaginaciones políticas, ¿qué puede ser una crítica humorística -insolente, irreverente, incorrecta, desagobiante, liberadora, perforadora de opiniones y debates, plebeyística, desobediente- cuando no es la jactancia auto-irónica (#cambiamos), el meme o la ocurrencia inteligente de usuario en redes sociales?
c) Con la hipótesis de la necesidad de crítica, no para flagelación culposa, no para regodeo en el morbo de mirarnos a nosotros mismos y denunciar nuestros propios micromacrismos sino para des-despolitización de modos de vida; con esa hipótesis: ¿cuáles pueden ser unos procedimientos humorísticos capaces de exponer ya no lo obvio (que X es cheto, que Y es bruto, que Z es autoritario) sino lo opaco, lo inercial, aquello que muerde en el nuevo consenso que pareciera estar armándose, por ejemplo las vidas urbanas medias cada vez más privatizadas que llevamos, autogestionadas con criterios microempresariales, “esas pymes llamadas Mi vida”, los parejismos, los mascotismos, los secretos deseos de seguridad y tranquilidad, de orden para andar por la ciudad, cervecita artesanal temprano porque cierran, la cuota de cultura, clotazepam, las inercias de unos cuerpos conectivos maquinizados, cada vez menos sensibles, autoprogramados para la eficiencia y el rendimiento existencial?, ¿pueden la parodia, la sátira contribuir a que pensemos algo de esto?

Violencia es mentir // Lobo Suelto!

I
El mando del poder global tiene su rostro de “proximidad” amigable. Todo un arte liberal de gobierno que hace pasar bajo formas aparentemente democráticas, o suaves el contenido histórico que sostiene el orden: el terrorismo de estado. Según este modo soft, toda situación debe ser comprendida como una economía política de los flujos: flujo de imágenes, de votos, de riquezas, de espectadores. Incluso flujos de población y de propiedad. El héroe del momento es el individuo conectado al consumo, al interés, a la comunicabilidad: el espectáculo reúne lo separado, pero lo reúne en tanto que separado. Se trata de un sujeto capaz de comunicar y consumir crueldad. Macri es la cultura hoy (y Vidal es su versión “evitista”).
II
Pero hay otro rostro, cada vez menos oculto. Quien cuestiona o simplemente no encaja en este mundo-empresa será patologizado (primer estadío de la pedagogía de la crueldad). Las voces “mafia”, “narcos”, “piquetero”, “chorros” van confluyendo hacia una amenaza aún mayor: el terrorismo. La desaparición forzada de Santiago Maldonado señala este pasaje. No sabemos exactamente qué ocurrió con él, pero hemos visto al Estado en su conjunto desinformando. Un nuevo umbral. Los discursos oficiales sobre la violencia apuntan a la aplicación de la “ley antiterrorista”. Una ley garante para acompañar el paquete de leyes que se pretenden aprobar luego de las elecciones (baja de imputabilidad, reforma laboral, jubilatoria y la embestida contra los sindicatos).
III
El rostro “amable” del neoliberalismo ya sólo rige para quienes disfrutan la integración, en medio de una violencia generalizada que viene del estado y un poco de todas partes. La manipulación oficial de la información es sólo un capítulo más en este campo minado. Aunque obedece, como todos los demás, a la misma lógica de hierro: crear expectativas para la inversión de capital. Ese imperativo provee un sentido equivalente a situaciones aparentemente inconexas tales como la distorsión de un escrutinio, el ocultamiento de la riqueza no declarada por el presidente o la desinformación como parte del sistema de la desaparición forzada de Santiago Maldonado por agencias del propio estado. En todos estos casos se trata de producir imágenes de orden republicano y paz social sobre el fondo de la violencia nunca nombrada como tal. Si el gobierno puede mentir en nombre de la sinceridad se debe a dos fenómenos que no ha inventado: el uso que el kirchnerismo hizo de la no-verdad (hay apellidos que lo dicen todo: López; Arruga; Moreno; Milani, y de nuevo López) y la creciente disposición colectiva a consumir «verdad» como algo que no nos corresponde crear sino que viene ya envasado. 
IV
A falta de mejores comprensiones se echa la culpa de todo a la capacidad de “manipulación” de los grandes medios. Hay autocomplacencia en estas ideas. Falta revisar la propensión a satisfacer las convicciones mediante el consumo de objetos prefigurados que bloquean la capacidad de hacer experiencia -que consiste en elaborar el sentido de lo que vivimos- y desnaturaliza toda relación con la verdad como efecto de una práctica o transformación propia (individual/colectiva). Esta vocación de consumir el mundo como ya hecho se sostiene en un impulso conservador que arrasa y favorece situaciones macabras. Es ahora –y sobre todo más allá de lo electoral- que se precisan nuevas convocatorias, nuevas desobediencias.
V
Estandarización de la vida o guerra. Se trata de un escenario anímico. Cada vez más se reacciona con tristeza, angustia, miedo o dolor ante la violencia creciente de los poderes (violencia racista, sexista, clasista). Esos enojos lamentosos e inofensivos son la muestra del estado a que lleva lo progresista, una total impotencia, un modo de la servidumbre voluntaria. Las violencias padecidas merecen una respuesta. Ante todo deben ser nombradas como lo que son, una por una. Es el camino de una historicidad, de la recomposición de una cartografía de resistencias. Como lo hace el movimiento de mujeres con el legado de los organismos de Derechos Humanos. A falta de una sensibilidad activa que la rechace, la violencia ofensiva –que no es nueva, pero se intensifica- se hace en nombre de la paz. Sólo una agresividad anímica e intelectual (una contra-violencia) constituiría una autentica reacción a la violencia terrorista del liberalismo policial.
Es indispensable exigir aparición con vida de Santiago Maldonado y castigo a los culpables de lo que le haya ocurrido. La próxima cita es el Viernes 1 de Septiembre, en Plaza de Mayo. 17hs. 
Lobo Suelto!, Bs-As, agosto de 2017

Clinämen: Patologización y terrorismo

El plan de normalización macrista busca mostrar una Argentina confiable para la inversión extranjera. Para eso vale la mentira, el ocultamiento y la represión, herramientas que tienen un uso histórico por parte del estado. Quien escapa al orden, es patologizado para luego ser tildado de terrorista. ¿Cómo acceder a una agresividad intelectual que nos permita frenar este plan en el cual estamos inmersos? 

Apuntes más allá de la neblina electoral // Verónica Gago y Mario Santucho


Escribir bajo los efectos de una derrota suele ser catártico y contraproducente. Pero puede ser también un escenario privilegiado para recobrar lucidez. Los resultados de las PASO exigen un replanteo a quienes desde distintas perspectivas desplegamos la crítica al neoliberalismo, porque la adversidad va más allá del terreno de las urnas y sustenta el éxito de las políticas que resistimos.
Cambiemos está consolidando su dominio en todo el país, gracias al apoyo de sectores cada vez más amplios de la población. El oficialismo penetró con su noción de “cambio” en casi todos los rincones del país, hasta convertirse en (la principal) fuerza federal. Ganó en provincias impensadas. Arrasó en los grandes centros urbanos. Y aunque perdió en el conurbano con la principal candidata opositora, Cristina Fernández de Kirchner, incrementó su caudal de electores (a pesar del descontento por su primer año y medio de gestión que comienza a manifestarse). Es evidente, entonces, que la maquinaria amarilla ha logrado una importante profundidad territorial. Y parece haber tomado en serio la idea de transversalidad, ya que su voto no es fácilmente encasillable por clases sociales e interpela más allá de las estructuras partidarias.
Otro aspecto significativo: el actual gobierno cuenta con dos laboratorios políticos privilegiados, en su tentativa de transformación social. El primigenio y también el más avanzado se desarrolla en la Ciudad de Buenos Aires, donde el estilo de gestión insinuado por Horacio Rodríguez Larreta (con rivetes “progres” respecto de los gobiernos anteriores de Macri), y la entronización de Elisa Carrió como candidata del PRO, consiguieron una aceptación demoledora. El otro experimento es Jujuy, donde la metodología represiva y disciplinadora para domesticar cualquier desafío plebeyo fue revalidada en las urnas con el 36 por ciento de los sufragios.
Así las cosas, el predominio de esta nueva derecha ya no puede tomarse como algo pasajero y fortuito. Por lo tanto, es fundamental comprender en qué reside su superioridad respecto del resto de las fuerzas políticas y con qué argumentos se apropió de la iniciativa para determinar el formato de la discusión.
El macrismo se piensa a sí mismo, y es percibido por las élites latinoamericanas, como la vanguardia de la lucha contra el populismo en el Continente. El movimiento político que mejor encarna la crisis del ciclo de gobiernos populares surgido a comienzos del siglo (no hay que olvidar que el PRO es una interpretación en clave empresaria del “que se vayan todos” de 2001). A diferencia de lo que sucede en Brasil, destronó al peronismo través de elecciones en 2015. En 2016 contuvo la crisis y ensayó una transición, involucrando a muchas organizaciones sociales y a buena parte de la oposición. Ahora acaba de convalidar en los comicios de medio término su condición de faro, al recibir al vicepresidente norteamericano mientras festejaba la baja del riesgo país.
La gran promesa de Cambiemos, su horizonte ideológico, es la construcción de una sociedad posperonista. Y buena parte de su proyección se debe al modo en que traduce en clave emprendedora las expectativas de progreso popular, aprovechándose del agotamiento de la principal identidad política de la Argentina. Es notable que una estructura cuyos cuadros provienen en su mayoría de empresas o del universo de las fundaciones haya conectado con las nuevas subjetividades urbanas, y sea quien mejor esté leyendo las demandas de la población.
Como telón de fondo de esta operación de lecto-captura acontece un cambio casi antropológico: la disolución del axioma dignidad = trabajo, y su reemplazo por el anhelo de consumo y mérito. A caballo de esa verdadera fuerza motriz del neoliberalismo, desde las usinas PRO interpretan el deseo de las distintas clases sociales al ritmo del “tutun tutun”. Reformulan así la noción misma de inclusión, bajo los términos de una inclusión competitiva, pero no la desechan. Y como sucedía en los gobiernos anteriores, bloquea toda crítica a los modos en que esa integración se articula (motorizada por dinámicas financieras y extractivas). Tal vez en este punto la gobernabilidad macrista encuentre un límite insuperable, pues su incapacidad para imaginar estrategias de desarrollo al interior de nuevo orden global es evidente. Lejos de la lluvia de inversiones, aferrado al salvavidas de plomo del endeudamiento, y super-eficaces a la hora de asfixiar el mercado interno, la pauperización de las mayorías parece número puesto.
Y sin embargo, la nueva derecha ha podido apropiarse simbólicamente de banderas o significantes que tradicionalmente pertenecieron a las izquierdas y el progresismo, en su diversas variantes doctrinarias. No sólo se presenta como estandarte del futuro, con lo que eso implica de fe en el progreso y la innovación contra los valores tradicionales y el conservadurismo. También hizo suyo los valores de transparencia, contra las mafias y “los políticos profesionales” que pretenden eternizarse. Trasmiten una imagen del poder más horizontal y flexible respecto del caudillismo habitual. O reivindican el valor de la incertidumbre y el riesgo, contra el posibilismo del supuesto “círculo rojo”.
Obvio que hay muchísimo de marketing. No vamos aquí a desmentir punto punto estas supuestas fortalezas. La pregunta que tenemos que hacernos es por qué funciona. Y con qué conecta. La operación de sinceramiento que propone el macrismo implica “blanquear” las prácticas neoliberales que organizan nuestro cotidiano, más allá de las ideologías que vociferemos. La generalización de la alternativa fracaso/éxito a través del emprendedorismo, inocula por abajo los valores de la meritocracia que vuelven anacrónicos formas paternalistas o redentoras de interpelar a los sectores populares. El pack de expectativas de los CEOS está ahora disponible para todos y todas, estemos en el lugar que estemos, hagamos la actividad que hagamos. Más allá de lo que se diga, apuntan a lo que se hace. Por eso no importan los lapsus incontenibles, ni los patrimonios en crecimiento meteórico. Porque quizás lo que estén ofertando es una nueva modalidad de la representación política, donde se redefine el carácter mismo de lo democrático.
La nueva República que asoma es un territorio espinoso. Donde las instituciones ya no aspiran a superar las fracturas que, por arriba y por abajo, vacían su legitimidad. Donde la conflictividad social recrudece y motiva reacciones cada vez más clasistas, sexistas y racistas. Va siendo hora de romper con el discreto encanto neoliberal. A sabiendas de que no existe vuelta atrás. 
[fuente: http://www.revistacrisis.com.ar/]

La inteligencia de la contra-violencia colectiva // Silvio Lang

Por Silvio Lang, reseña de Acerca de la derrota y de los vencidos.
 
Las condiciones  de pensamiento que nos deja León Rozitchner para abordar mucho de lo que nos pasa en nuestro tiempo –terrores y congojas urbanas, crímenes de los desterrados del submundo- son rugosas y tiernas a la vez. Como los sabañones en el sentir del abrazo de una abuela. Quizás, se trata de un semblante que León esculpió hasta el final de su vida: el de una abuela que te recibe cuando tu madre te ha despreciado y tu vida ha quedado en saldos y retazos. Algo de los rulos dorados de León, de su rostro ancho y regordete, su panza generosa y su voz curtida se habían desvivido y hecho a imagen y semejanza del fundamento material que envalentó toda su vida de filósofo: el cuerpo de la madre que te da la vida.
 
Cada uno esculpe su propio rostro en su intercambio con el mundo y con los otros.
 
Auden, el poeta inglés, veía en la panza del borrachín Falstaff -el gran ironista del teatro shakesperiano que afirma la vida simulando su muerte en el campo de batalla-, la panza de una embarazada y la panza de un bebé, al mismo tiempo. Pobre el país que no cuente con su Falstaff. Nosotros tuvimos el nuestro: León Rozitchner.
 
Con algunas de sus últimas articulaciones publicadas mientras moría, en el 2011, peleando su vida, Acerca de la derrota y los vencidos, por editorial Quadrata y la Biblioteca Nacional, libro inaugural de la colección Intempestivos, que incluye un mensaje de Horacio González, un prólogo de María Pía López y Diego Sztulwark, y una entrevista del Colectivo Situaciones, hay bastante para  desatascar de nuestro presente.
 
La distinción que allí  hace, León, entre violencia y contra-violencia  a partir de una polémica que mantuvo hace unos años con el filósofo argentino Oscar del Barco, puede ser útil hoy a la lucha colectiva y la organización política de las nuevas escenas de expropiación y saturación de las tierras. Una cosa es la “violencia ofensiva” de los que dominan y expropian la energía pensante y sintiente de los cuerpos de los habitantes de un suelo patrio y otra la “violencia defensiva” de éstos que se rebelan contra quienes los someten.
 
La contra-violencia: cuya lógica y cualidad es radicalmente diferente a la otra: la de quienes primero la habían impuesto.
 
Nuestras guerrillas habrían confundido los tantos: internalizaron la violencia  a secas, al no poder distinguir esa “cualidad diferente” que hace que en una violencia se desvalorice la vida y en la otra se la afirme. Percibir en cada combatiente su existencia personal intransferible es la “cualidad diferente” de la contra-violencia que construye la fuerza y la “moral” del grupo en lucha. Si las guerrillas, en nuestro país, se quedaron peleando solas fue porque:
 
El pensamiento político, que debía haber reflexionado sobre las condiciones de su eficacia en la lucha colectiva, había sido suplantado por las consignas guerreras del triunfalismo armado, por las categorías de la guerra de derecha, que en nuestro país habían sido expandidas por el militar Perón. (…) No reconocer que la disimetría de las fuerzas exige una actividad colectiva mayoritaria de los rebeldes ante sometidos para imponerse y, sobre todo, que la vida es lo que debe prevalecerse para lograr incluirlos en un proyecto digno. Mantener el valor de la vida como un presupuesto es le punto de partida de la eficacia ética en toda acción política. Si la muerte aparece, no será porque la busquemos.
 
Esta renegación del colectivo como verificador y creador del sentido de la propuesta política (en aquellos tiempos de revolución la política de masas -y no la guerra- era cosa burguesa) es lo que llevó a León a escribir un artículo muy crítico con las guerrillas y polemizar con su amigo William Cooke: “La izquierda sin sujeto”. Es que para el pensamiento de León, el sujeto-cuerpo es núcleo histórico y afectivo, y como tal, un lugar activo. El sujeto es histórico porque está situado y porque su cualidad singular es la combinación de cualidades de muchos otros sujetos-cuerpos que vibran en su subjetividad; y es afectivo porque puede sentir -comprender- esta presencia de los otros en sí mismo. Lo que lo vuelve un “sujeto en duda histórica”, una paradoja andante que León llama “absoluto-relativo”. Despreciar estasismografía emocional y vulnerabilidad identitaria del sujeto es anestesiar la base de cualquier intercambio y lazo de eficacia en la lucha colectiva.
 
La contra-violencia tiene que tener un contenido, un sentido, una significación humana que se apoya en otro lugar de la subjetividad conglomerada en nuevo colectivo. Y ese lugar, evidentemente, no es el de un poder, constituido, sino el de un poder a constituir. Que está implícito en la presencia de fuerzas que podría actualizarse, pero que no lo están todavía. Y si no contás con eso, estás en el delirio. Por ejemplo el delirio de ese grupo guerrillero. Porque vas armar a un ejército para luchar contra otro ejército sin contar, justamente, con movilizar humanamente las bases que son capaces de hacer que este pez pueda moverse en el agua, que contiene, de alguna manera, la posibilidad de su propia existencia como pez. Esa cualidad diferente es también, por esencia, la condición de su eficacia
 
La cuestión que enciende, León, al presente contemporáneo es el desafío de la eficacia del pensamiento “para conmover a la gente que está tan aplastada y sometida”. Corremos de aquí para allá para cubrir los gastos de una vida que no tenemos tiempo de disfrutar. Lo que se nos expropia día a día es el tiempo sensible: un tiempo propio y ajeno de afectos,  haceres y palabras compartidas, imágenes corporales que nos conmuevan.  No hacerse la pregunta por quién tenemos más cerca o más lejos: ¿cuál es tu padecimiento? (pregunta que engarza el pensamiento de León con el de Simón Weill), es ir al muere de toda lucha para transformar lo que sea y de cualquier política de igualdad.  Si no aflojamos un poco, si seguimos ignorando el sufrimiento del otro convertimos al Yo en una propiedad privada como nuevo fundamento del capitalismo. Sólo una “sensualidad” de la vida material entre nuestros cuerpos sintientes y pensantes puede encaramarnos en la lucha contra la destrucción de la humanidad que emprendió el capitalismo.
 
En la medida en que compra (el capitalismo), va destruyendo. Porque  para poder incrementar el capital, tiene que destruir la vida, porque se apoya en una concepción completamente cuantitativa, el dinero, que es la muerte; lo cualitativo de la vida desaparece.
 
Nuestras mayores riquezas expropiadas siguen siendo más o menos las mismas: el tiempo afectivo y pensante de los trabajadores y el espacio de los habitantes del suelo patrio. La fragmentarización del trabajo; la desertificación de las tierras productivas; los desalojos a mano armada; la  especulación inmobiliaria; la privatización del crédito hipotecario; la subejecución de los presupuestos para la vivienda, con las muertes que acarrean, conforman una nueva cronotopia de la expropiación de la situación argentina por donde se puede forzarun cambio.
 
La materialidad de la tierra patria expropiada está ligada a la materialidad de los cuerpos sufrientes expropiados.
 
Necesitamos volver a plantear una nueva inteligencia de la violencia colectiva   puesta a trabajar en la esfera pública.   
 
¿Únicamente es asesinato la violencia de muerte inmediata, donde quedaría restringido el imperativo ‘no matarás’, y no la violencia morosa que carcome día a día, hora a hora, la vida de los hombres y los aniquila?
 
Hay que comenzar a considerar la contra-violencia de los expropiados como una experiencia de vida y no de muerte, para defender las cualidades de los muchos y su suelo patrio en común. La interpretación fallida que hicieron las guerrillas argentinas hace que se prorrogue el impasse hasta nuestras generaciones. Sin embargo:
 
Cuando tenés la rigidez que tiene el PO (Partido Obrero) en sus planteos revolucionarios, ese inmediatismo, creo que no ayuda a que la gente pueda acercarse. Una especie de tozudez en el campo de la política que no tiene en cuenta las modalidades de la inteligencia colectiva para poder crear un campo más amplio.
 
Lo que encuentra, León Rozitchner, en el camino, a partir de la experiencia de hospitalidad que inscribe en cada uno de nosotros el cuerpo materno, es una rematerialización de nuestras vidas, de nuestras escenas ordinarias y extraordinarias, por así decirlo, que considere las cualidades de la gente. Se trata de una apuesta por el pensamiento que rasga algo de lo establecido, e introduce los afectos  y sus lazos como punta de lanza para la defensa y la recreación colectivas.            
 
* Texto inédito escrito en diciembre de 2011 para el diario dominical Miradas al sur.  
Recuperado del blog amigo https://campodepracticasescenicas.blogspot.com.ar/
 

 

«La imposibilidad de apropiarse de la propia vida está en el centro de lo que llamamos el capitalismo» // Entrevista a Diego Sztulwark sobre León Rozitchner

Nicolás Levy: Buenas tardes, Diego. Para presentarte. ¿Sos politólogo, filósofo, sociólogo? ¿Un poco de todo?
Diego Sztulwark: Estudié en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, en los años ‘90, Ciencias Políticas y algunas materias de la Sociología y Filosofía, sobre todo porque algunos años di clase en materia de Filosofía de Sociología con Rubén Dri en la cátedra de filosofía, de la carrera de Sociología de la UBA.
 
Lo cierto es que, para mí, la formación en términos de saberes siempre vino más del mundo de las militancias y de las formas autodidactas de trabajar. Mi última experiencia importante fue trabajar con León Rozitchner y antes con otrxs amigxs y personas que han hecho un trayecto fuerte por su cuenta. Me cuesta bastante definir un campo de formación delimitado. Me interesan, sí, cosas que van entre la política, la filosofía, por ahí.
Erika Vacchieri: Íbamos bien entonces pensando que eras un poco de todo.
Diego Sztulwark: Sí, sí, sí. Con tal de que se sepa que es muy poco de todo, creo que vamos bien.
Carlos Bergliaffa: A partir de la publicación en Lobo Suelto! del reportaje que le hizo Silvio Lang a León Rozitchner[1], quedamos muy conmovidos.
 
Nos sucedió con el grupo de gente con que estudiamos y andamos cerca -que hemos tenido mucha referencia siempre con la filosofía extranjera, básicamente la francesa- el encontrarnos con ese reportaje fue una sorpresa por las cuestiones que él trabaja, ya que nosotros tenemos esas lecturas, pero por autores europeos. Con mucho interés queremos saber ¿cómo fue tu encuentro con León Rozitchner? Nos es llamativo porque desde acá, de Córdoba, el pensamiento siempre tiende a, en vez de pasar por el puerto, pasar directamente en avión a Francia. La pregunta es esa: ¿cómo llegaste vos a ese encuentro con León? ¿A partir de qué líneas de investigación? Y sobre la experimentación que ustedes han hecho.
Diego Sztulwark: Uno sabe lo que hace, pero no tiene tampoco tan claro por qué hace lo que hace, ¿no? Puedo contar el encuentro con León, es más difícil entender por qué uno estaba tratando de entender ciertas cosas.
 
Lo cierto es que la filosofía en nuestra época, digamos en ciertas zonas de la cultura en que nosotros solemos movernos, tienen una referencia muy fuerte a un período muy especial de la filosofía francesa, que es el período de las post guerras, digamos, después de la segunda guerra mundial, creo que ahí, después de Sartre y de esta alianza que se fue haciendo entre tradición filosófica y mundos de las izquierdas. Esa filosofía no es homogénea y ha tenido muchas ramificaciones (Sartre, Merleau-Ponty; Bataille, Blanchot; los estructuralistas; Foucault, Deleuze y Guattari, Derrida; Badiou y Ranciére y un largo etcétera que incluye de un modo muy especial al psicoanálisis lacaniano). Se trata de historias apasionantes que conocemos parcialmente, protagonizada por grandes intelectuales que tal vez ya comienzan a quedarnos un poco en el pasado, aunque aún hoy toda esa producción sigue siendo determinante en el plano teórico. León Rozitchner conoció todo ese proceso muy de cerca, estudió filosofía en Francia, es un doctor de la Sorbona -la más alta distinción de la Universidad francesa- durante los mismos años y con los mismos profesores de Deleuze o Foucault, con quien sin dudas se cruzó durante aquellos años. Quienes sentimos admiración por toda esa filosofía solemos tener también nuestro conflicto con cierta situación colonial que se establece respecto de ella en el campo intelectual. Como si hubiese un idioma y un lugar privilegiado para el pensamiento. El intelectual colonial suele ser una suerte de traductor, o divulgador, o lector lejano y tardío de esas ideas que provienen de muy lejos y gozan de un prestigio que casi nunca se revisa. Se corre así el riesgo de acabar siendo una especie de repetidor de lo que razona una cierta elite intelectual de un país que está en el centro del capitalismo mundial (una situación muy diferente de la nuestra). Creo que León se rebeló muy desde el comienzo con respecto a ese tipo de imposturas, era alguien que tenía muy encarnado, muy presente, el hecho de que la filosofía era sobre todo un tipo lenguaje que debía ser reconstituido a partir de las experiencias propias. La filosofía de León Rozitchner no consiste en la reproducción de pulsiones del mundo histórico francés, sino en una fuerte puesta en juego de lo que le fue pasando a él, lo que le iba pasando en la coyuntura latinoamericana y argentina que le tocó vivir. Esto se traduce en cosas como que, en el año ’62, León está enseñando filosofía en Cuba y a partir del que allí vive, escribe unos de sus grandes libros. O su tentativa de problematizar al peronismo. El tema de la guerra, en nuestro contexto, fue para él central, y su libro sobre Malvinas me sigue pareciendo un libro extraordinario.

Nicolás Levy: A mí me pasaba de verlo a León en las entrevistas y sentirlo liviano, sentirlo contento. Él decía: “nunca leería la cantidad de cosas que leyeron estos tipos (Deleuze, etc.), tienen una cabeza para desarmar la estructura occidental de pensamiento. Y yo en cambio me iba y me ponía a vivir cosas.” Me parecía alucinante esa relación con el conocimiento de decir: “por momentos me iba. Porque me aburría, porque no quería leer todos los libros que estaba leyendo.”[2]

Diego Sztulwark: Claro, esa vitalidad tan característica suya. Una vitalidad muy animosa junto la historicidad propia, sería un modo de aproximarnos a su tono. Hay algo conmovedor en ese tono, tal vez no tengamos tantos ejemplos vivos que nos puedan inspirar en ese sentido, personas de nuestros contextos que inventan un lenguaje propio y saben pensar lo que les pasa sin estar repitiendo discursos prefabricados. Ahí está la frase que León citaba: “es necesario ser arbitrario para hacer cualquier cosa”. Pertenece al escritor Paul Valéry. Parece que la encontró apenas llegó a Francia a estudiar. Le fascinó esa frase. Decía “esa frase habla de mí”. Lo cual significa que él no se autorizó a sí mismo en el saber académico sino en su deseo de jugar, de vivir, de existir, de dar cuenta de lo que le pasaba a él. Eso hace de León un personaje fascinante: haber atravesado una experiencia de pensamiento sin ceder en lo fundamental que es el propio deseo.
Carlos Bergliaffa: Pienso que un aporte tuyo son las preguntas sobre las subjetividades y las afectividades en esas subjetividades. Y, en la crisis del 2001, sobre el desarrollo de las subjetividades y afectividades neoliberales.
 
Me llamó la atención el año pasado y te interrogué mucho sobre eso, sobre qué desarrollos tenías al respecto.
 
A ese tipo de presentación que vos hacías yo no la podía engarzar efectivamente con ningún pensamiento. Me llamaba la atención que era como tomado de algún tipo de conexión con ciertas existencias y carnalidades que podían presentar esas cosas. Esa huella también la encuentro en el colectivo #NiUnaMenos, en Juguetes Perdidos como experimentos de escritura y de expresión.
 
Lo que me llamó la atención es que cuando te vi en los videos haciendo estas charlas con León, vi que ese modo de él de hacer no es una “filosofía del pensamiento” sino la expresión de una existencia, a través de un lenguaje, que es el lenguaje de la filosofía, para él. Y que además estos colectivos que vienen como en relación con el Colectivo Situaciones han tenido un modo de expresión que trata de manifestar las existencias, no las ideas sobre las existencias.
Diego Sztulwark: Como te decía, uno sabe lo que hace, pero no sabe tanto por qué lo hace. Está bien detectar la experiencia de lo que fue el Colectivo Situaciones, que fue un intento de formar una iniciativa de investigación militante, aunque fue algo chico y en el contexto de muchas otras experiencias. La idea era reorganizar un poco la relación entre militancia política y cuestión teórica. La cuestión era formular una práctica teórica nueva, en la que la teoría no viniera después, desde arriba. Que no fuera conclusiva, ni una traducción de teorías ya hechas. Y que la práctica fuera una práctica muy diferente de la militancia política clásica, que a su manera también siempre se define por el hecho de que tiene una línea, tiene un saber, tiene unas expectativas sobre las situaciones, que les vienen siempre de afuera de las situaciones mismas, y es muy poco permeable y muy poco sensible a moldearse por lo que en ciertas situaciones está ocurriendo. Entonces nosotros pensábamos que tal vez no haya que tener una línea política, sino una porosidad con lo que en las circunstancias de lucha social se empieza a formular como verdades necesarias para esa propia lucha. Tal vez la teoría no sea otra cosa que el intento de producir unas imágenes de pensamiento que también sirvan para el desarrollo de esas luchas. Más que tener doctrinas, teorías, líneas, etc. -que inevitablemente siempre algo de eso tenemos-, hacer un ejercicio de trabajo. Por ahí es el trabajo más difícil, que es estar dispuesto a abandonar el narcisismo individual y colectivo e intentar producir con otras herramientas, instrumentos, imágenes, afectos, que permitan darle potencia a una cierta lucha, a una cierta situación.
 
Todo esto se dio en el contexto de la crisis del 2001, con la aparición de los movimientos sociales autónomos que tenían un fuerte protagonismo en un cierto ciclo de luchas y creo que en ese momento esa experiencia fue muy rica para todos los que participamos de una o de otra manera de esas circunstancias. Y después, algunas líneas de esa experiencia fueron derivando a otras muy diferentes.
 
Lo de #Ni una menos es otra cosa, se nutre de otras experiencias. En todo caso es muy interesante reconocer en este movimiento cosas que veníamos intentando en otro contexto. Es interesante el ejercicio de hacer una genealogía de lo que se mueve en una sociedad, sobre lo que estimula a seguir pensando más pegado a situaciones y menos en términos de una teoría general y más de conceptos estratégicos, van madurando.
 
En mi caso personal, creo que la búsqueda de pensar lo que pasa toma un giro nuevo en el encuentro con León Rozitchner. El suyo es un pensamiento completamente sensual. Es lo que intentamos captar con los videos, porque se puede ver que es un pensamiento muy encarnado, es un pensamiento muy gestual. Es muy importante el tono de voz de Rozitchner cuando habla, es muy importante la gestualidad, es muy importante ver cómo la cosa pasa por él. Yo creo que ese “pasar por uno mismo” era un poco el ideal de trabajo al que el colectivo, en cierto momento, estaba apostando. Es decir, que, en cada lucha, en cada colectivo, cada compañero o compañera que haga una experiencia, la cosa pase por uno. Creo que ahí quizás se haya armado una especie de continuación de esa búsqueda.
Carlos Bergliaffa: La circulación de videos, charlas de radio, libros y textos que produjeron sobre León, la edición de Biblioteca Nacional de su obra, por ejemplo, deben haber sido eventos muy importantes para ustedes.
 
La pregunta es si la referencia de Rozitchner es para el colectivo o es algo que vos tenés particularmente con él y has ido haciendo pasar cosas para el grupo.
Diego Sztulwark: Creo que hay un período del Colectivo Situaciones, que podríamos nombrar desde el año 2000 al año 2008, muy intenso donde el grupo es un grupo de fusión, donde la idea de grupo es más potente y es más fuerte que cualquiera de las individualidades que lo componen. Después esa idea de grupo deja de funcionar así, y pasa a haber una especie de socialidad compartida. Pero ya no hay estrictamente un grupo sistemático actuando de manera tan unificada.
Carlos Bergliaffa: Ustedes se desunieron y desorganizaron cuando se creó Unidos y Organizados.
Diego Sztulwark: Es una manera de decirlo. Para nosotros como colectivo, cuando el kirchnerismo comienza a generar una micropolítica militante -allá por el conflicto con el campo, la derrota electoral de 2009 y el comienzo del conflicto con Clarín; en ese momento, que es un poco la mitología del relato kirchnerista- teníamos una percepción bastante propia de lo que está pasando en el país. Ahí proponemos pensar que en realidad lo que está ocurriendo es que hay un impasse del movimiento social autónomo, no una ofensiva del movimiento popular. Entonces era bastante difícil, porque la percepción de muchísimos amigxs y compañerxs era exactamente la inversa, para ellos era el momento de efervescencia de la militancia popular después de los años ‘70. Nosotros veníamos pensando más en el protagonismo del movimiento social autónomo, ligado a la producción, ligado a los territorios (y estábamos pensando en términos de un imaginario nuevo, si querés más influenciado por el zapatismo, más influenciado por esto que veníamos llamando los rasgos autónomos de ciertas luchas). Y resulta que esta nueva militancia retoma de manera intensa otros imaginarios, que dan centralidad a la idea de conducción política, la idea de lo popular como vinculado a lo nacional, todo eso sustituye en partes al imaginario del 2001, que era más libertario. Al mismo tiempo notamos que lo que a nivel de programa de gobierno estaba pasando era una suerte de neodesarrollismo-neoextractivismo, que volvía a poner en el centro de todo al Estado, junto a la idea de la industria y del trabajador industrial, cosa que nos parecía un error en el sentido de que esas categorías no permitían pensar transformaciones del mundo del trabajo.
 
Creíamos que eso implicaba un impasse de un imaginario autónomo del movimiento social. Si nos faltó entonces entusiasmo para tomar parte de una manera más abierta a la nueva participación de las militancias creo que es porque nos estábamos dando cuenta que nuestro tipo de trabajo, tal como lo habíamos pensado, ya no estaba dialogando con la dinámica social.
Las organizaciones sociales habían cambiado mucho. La cuestión de la subjetividad estaba muy relegada y creo que con el paso del tiempo esta tendencia se fue acentuando.
 
A la larga los sectores más sensibles del propio kirchnerismo debieron admitir que sus logros económicos y políticos venían acompañados por una subjetivación neoliberal de la propia sociedad.
 
Esos años el diálogo con León fue continuo. Nosotros en ese momento sacamos un libro que se llamaba 19 y 20 de diciembre. Apuntes para un nuevo protagonismo social[3], donde lo entrevistamos. Ya lo considerábamos un interlocutor importante. En este libro del 2008 sobre el impasse, le hacemos una entrevista muy larga, que es una entrevista donde él habla de toda su trayectoria. Esa entrevista para mí es muy querida, muy importante. Después sí, seguí yo, de manera más personal, trabajando con él, haciendo la película.
Cuando León falleció hicimos las jornadas León Rozitchner[4], y con Cristian Sucksdorf hicimos la edición de su Obra, con la Biblioteca Nacional. Ese sí ya es un camino más personal, por más que el mundo de complicidades colectivas en que nos movemos hace que después todo esto se comparta, se realimente y circule de varias maneras.
Nicolás Levy: Recién hablábamos de la anécdota que cuenta León sobre la oportunidad que tuvo de conocer al Che Guevara, en Cuba, y que finalmente se encontró con otra persona, que le resultaba mucho más importante ese día. ¿Te acordás, Diego?
Diego Sztulwark: Sí, es una anécdota muy linda. Está en el segundo de los videos. El capítulo es “Moral burguesa”, por el libro Moral burguesa y revolución, que escribió Rozitchner en el ‘62 en La Habana, y publicó después en Buenos Aires.
 
La anécdota es bastante expresiva de lo que decíamos antes de su vitalismo, su sensualidad. Sucedió cuando estaba en Cuba, dando clases. Cuenta que estaba en La Habana, iba a haber una reunión en donde él iba poder conocer al Che Guevara, algo que él deseaba mucho. Y justo en ese momento llegaba a la ciudad una persona que él amaba, Diana Guerrero, hoy detenida y desaparecida. Coincidía la llegada de Diana con el momento en que iba a ser la reunión con el Che. Y él decidió no ir a conocerlo, decidió quedarse con su amante. En el momento que lo cuenta, él recuerda un poco a Diana y dice “ella se lo merecía”. Ahí hay una elección por la sensualidad como fundamento de la posición ético-política.
 
Si podemos ver después lo que fue el derrotero de la simbología vinculada al Che Guevara, hay que decir que muchas veces se ha aceptado hacer del Che un Cristo. Es decir, una especie de ideal, en nombre del cual sacrificar la propia sensualidad. Por supuesto que el contenido histórico del Che Guevara es infinitamente más rico que esto que estoy diciendo, pero justamente pulsiones como esa, que Rozitchner pone en juego con esta anécdota, permiten pensar a qué llamó él “izquierda sin sujeto”. Es uno de sus artículos míticos del año ‘66, publicado en La rosa blindada[5]. ¿Qué pasa cuando la izquierda se vuelve sólo teórica, sólo idealista, sólo racional, sólo admirativa, y no pone en juego los más corporal, lo más material, lo más afectivo que es la propia sensualidad como parte misma de un proyecto social y político?
Nicolás Levy: ¿Se quedó sólo en esa época con ese libro, con ese planteo?
Diego Sztulwark: Creo que ese texto era parte de un intento de la nueva izquierda de la época, influenciada por la Revolución Cubana, de discutir: por un lado, con John W. Cooke y una parte del peronismo revolucionario, pero también con lo que al poco tiempo ya fue la incorporación del althusserianismo teórico, y la idea de las estructuras, de los procesos sin sujetos y una serie de enunciados del marxismo de entonces. Imagino que por aquellos años Rozitchner debe haber sido un filósofo bastante leído.
 
Desde esos años aparece una enorme preocupación suya. Una relación problemática de la izquierda argentina con la violencia política. Problemática en el sentido en que llevaba a la derrota. Es posible que, si uno relee hoy los textos de Rozitchner desde La izquierda sin sujeto a su libro sobre Perón, vaya encontrando un cierto desarrollo respecto al tipo de uso de la violencia política de los años ‘70, que no es una condena a la violencia como hizo después la socialdemocracia o la gente que se arrepintió de la lucha. Es una crítica de izquierda que no condena la violencia por ser violenta, sino que pide hacer una distinción entre violencia y contraviolencia. Y el esfuerzo teórico que hizo fue muy fuerte, porque fue el esfuerzo de leer de vuelta al teórico de la guerra Carl von Clausewitz, para encontrar en la filosofía de la guerra la diferencia entre una violencia ofensiva, conquistadora, que tiende a utilizar la categoría de asesinato como categoría posible de la violencia; y lo que él llamaría una contraviolencia de izquierda, que es siempre defensiva, siempre parte de la movilización popular y que nunca incorpora como razonamiento fundamental el asesinato.
 
Esa es para mí una de las líneas más ricas del pensamiento de Rozitchner, por su actualidad. Porque hoy se acepta de manera muy fácil que la violencia ya no es parte de la política, que la violencia ya no es parte de la historia. Y en buena medida uno celebra y apoya eso, porque cuando hablamos de violencia, hablamos de aumento de la violencia represiva, o la violencia asesina, o la violencia loca. ¡Pero justamente esta es la violencia que aumenta! ¡Matan mujeres y matan jóvenes en los barrios todo el tiempo! Lo dice el Colectivo #NiUnaMenos, lo dicen los organismos de DDHH. El problema de la contraviolencia sigue planteado, y lo que hay que dilucidar es cómo se resiste a este tipo de violencia asesina. Cómo los cuerpos individuales y colectivos pueden tener categorías, elaboraciones, formas de componerse una ética, que corten con la violencia opresiva, que corten con la violencia asesina sin repetirla, sin copiarla, sin volverse ella misma asesina y loca, derechista.
Yo creo que es una pregunta fundamental, porque en el pensamiento de Rozitchner se trata de elaborar la derrota y no de acomodarse a la derrota.
 
Entonces, fíjense que hace un rato les estaba diciendo que me parece que Rozitchner no se acomodaba bien a una reivindicación del tipo idealista del Che Guevara, y ahora digo que justamente por eso lo puede recuperar extraordinariamente bien, no aceptando que ya no se discuta el problema de la violencia. Y sobre todo denunciando que el tipo de violencia asesina que anda dando vueltas no puede ser nunca el modelo de la violencia revolucionaria.
Carlos Bergliaffa: También hace una referencia al psicoanálisis en el mismo término, hablando sobre de Freud y Lacan, respecto de la carnalidad que le parece que tiene Freud y la relación virtual con el signo que tiene Lacan. O los freudianos y lacanianos. La pregunta es: ¿cómo se llevaban estos grupos con lo que él iba diciendo? Por ejemplo, el psicoanálisis o la izquierda, cuando él dice estas “irreverencias” respecto de lo que la izquierda piensa del Che Guevara. ¿Cómo se llevaba el pensamiento, al menos el de Buenos Aires, con él?
Diego Sztulwark: El libro de León Rozitchner sobre Freud es del ‘72. El primero de los libros, el más importante, se llama Freud y los límites del individualismo burgués. Lo sacó Siglo XXI en su momento, después fue reeditado en la obra completa. Es un libro muy voluminoso. Uno de los más importantes, aún hoy, de los textos en castellano sobre Freud. Y cuando salió, tuvo una conversación con lo que fue el período más guevarista de Rozitchner. Porque el problema de la Revolución Cubana, planteado por el Che Guevara, estaba puesto en el peso del papel subjetivo. El problema de la alienación, el problema del “Hombre Nuevo”, de cómo se modifica la subjetividad en una Revolución Socialista. En los incentivos morales, más que materiales. Las condiciones subjetivas, no sólo objetivas. Es decir, había una problemática bastante fuerte a partir de la Revolución Cubana, extendida a todo el continente, sobre el papel de la subjetividad en la transformación política. Este libro introduce a Freud como un mecanismo para interrumpir el discurso del marxismo dogmático. Un marxismo que no da lugar a la pregunta por el sujeto, por el individuo, por los afectos, por la autotransformación, por los miles de vericuetos de la subjetividad sin los cuales no hay transformación histórica.
 
Creo que eso es lo que Rozitchner propone.
 
El mismo año salió El Anti-Edipo de Deleuze y Guattari, y hasta cierto punto las preocupaciones son bastante comunes. Cómo sería un Marx sin estalinismo y un Freud por fuera del ideal de profesión liberal, el psicoanálisis como profesión liberal que delimita la terapia al inconsciente familiarista del individuo. Cómo se vuelve a trazar una relación entre deseo y campo histórico político. Esa es la preocupación.
Tengo la impresión de que Rozitchner se sintió ninguneado luego de que esta propuesta suya no tuviese tanta repercusión y si la tuviese en el campo de psicoanálisis, el lacanismo. Masotta y otros personajes muy relevantes que además provenían de la revista Contorno, igual que él, dieron lugar a la incorporación del lacanismo que se volvió bastante hegemónico en el campo psicoanalítico. Me parece que en la facultad de psicología Rozitchner quedó como un pensador ausente.
Nicolás Levy: Viste que estaba el Tato Pavlovsky, Baremblitt, que también estaban medio solos cuando trajeron El Anti-Edipo acá. ¿Hay vínculos ahí?

Diego Sztulwark: Yo sé que vínculos hubo, porque León fue una persona muy activa en la cultura. No me parece que haya sido marginal o marginado. Él vivía haciendo grupos de estudio, y es muy llamativa la cantidad de gente que estudió con él y después ha tenido cierto protagonismo en la cultura. Pero creo que la investigación de León en ese sentido fue muy propia, muy autónoma, muy a nombre propio. Él evitó situarse en alguna de las grandes corrientes de la cultura europea (a pesar de la fuerte influencia que tuvo de Merlau Ponty): no fue foucaultiano, no fue lacaniano, no fue derridiano. Agarró sí, Marx, Freud, algunas líneas fundamentales de la cultura occidental e hizo un camino propio. La lectura que él tenía del lacanismo es muy original también. Por lo general, la gente que se rompe la cabeza estudiando Lacan no acepta el modo en que Rozitchner lo lee. Me parece que para León el paso del freudismo al lacanismo involucra una pérdida esencial, y esa pérdida pasaría por el lugar que ocupa el cuerpo. Para León hay en Lacan un desplazamiento hacia lo lingüístico, el universo teórico del significante, el inconsciente tomado como lenguaje, etc. Todo este pasaje a las estructuras, todo este pasaje a un lenguaje que León siente desmaterializado –y muy paralelo al momento en que Althusser escribe un marxismo que desmaterializa al sujeto- lo lleva a rechazar lo que entiende como una volatilización de la dimensión corporal-afectiva del sujeto. De nuevo la insistencia de lo sensual como clave, que no va bien con un pensamiento que girase tanto a la lógica del lenguaje puro, tanto a la cita de la cita de la cita, tanto del razonamiento enroscado en el razonamiento. León sospechaba del intelectualismo estructuralista, percibía allí, creo, una docilidad  frente al modo en que los poderes se inscriben en el cuerpo, el modo en que la burguesía va marcando distancias al interior del propio sujeto o -diría Spinoza- cómo la impotencia se elabora en los afectos. Me parece que esa percepción lo lleva a rechazar un tipo de psicoanálisis que se desprende de la historicidad política, que se desprende de la tarea de articulación -que es lo que él esperaba- de las instancias que volverían a situar al sujeto como una fuerza material, fuerza revolucionaria, fuerza colectiva. Ahí hay un núcleo central de impugnación de Rozitchner al lacanismo, y hay que decir que el lacanismo en el mundo literario, en el mundo crítico, en el mundo académico, en el mundo psicoanalítico local es influyente. Creo que sí, ahí se sintió aislado en un campo de discusiones que para él era fundamental.
Carlos Bergliaffa: ¿Hay algo de esto que disputaba León, respecto de la separación de los saberes y la carne, que forma parte obviamente de lo que se podría llamar el pensamiento macrista, de Cambiemos? Porque hay mucho de lo que vos estabas diciendo que me hace acordar a cosas que dice Alejandro, el hijo. Siento ese modo despegado o ajeno, que no tiene que ver con una experiencia de memoria de cuerpo o de sensibilidad de cuerpo en lo que él dice.
Diego Sztulwark: Me parece que sí, que eso es un poco lo que nos toca a nosotros asumir como tarea crítica del pensamiento en este momento. ¿Qué cosa es esta nueva expresión de la derecha argentina y del neoliberalismo en nuestro país que ha logrado un momento de dominio político? Tuvo su momento y todavía no sabemos bien qué tipo de mutación social y que perdurabilidad de mutación social va a implicar el macrismo. Así que me parece que vale la pena tomar el macrismo en serio y pensar un poco dónde está su fuerza. Que el hijo de León sea quien le escribe los discursos más estratégicos al presidente, los que pronuncia los primeros de marzo en la Asamblea Legislativa, no deja de llamar la atención.
 
Y me parece que, si uno se toma el esfuerzo, yo me lo he tomado, de leer un libro de Alejandro Rozitchner (Evolución Argentina) se va a encontrar con esta racionalidad difícil, se trata de una literatura ligada a la autoayuda y a formas muy simplistas de enunciación, cuesta leerlo, uno está muy tentado en decir “esto no tiene valor, está mal hecho, no es serio”, pero si uno se toma el trabajo de entender qué cosa es ese discurso para preguntarse también qué efectividad puede tener, se puede encontrar con algo que sí tiene un sentido. Por un lado, se trata de dar cuenta de un corte efectivo con lo que es el mundo de los valores de uso, de los valores del disfrute, los valores de lo que llamaríamos una emocionalidad que permite componerse con otros, una sensibilidad que permita reconocerse con otros y construir fuerza pública y fuerza colectiva. Eso que León atribuía al modo de subjetivación capitalista y que quería que la izquierda de su época comprendiese es retomado por su hijo en un sentido inverso. Lo que Marx teoriza cuando afirma que el capital quiebra la vida de las personas en dos, quiebra el tiempo de la vida en dos. Hay un tiempo en que se trabaja para uno y un tiempo en que se trabaja para el patrón. Y es el tiempo no pagado, el plusvalor de la explotación. Entonces, es claro que la imposibilidad de apropiarse de la propia vida está en el centro de lo que llamamos el capitalismo. Es la vida de cualquier trabajador, la dificultad de encontrarse consigo mismo. Es todo el problema de la alienación en Marx.
 
Yo creo que la novedad en los Alejandro Rozitchner respecto de las presentaciones anteriores de lo neoliberal en la argentina es que procuran aportarle al discurso del capital un revestimiento de palabras simpáticas, de proximidad y amabilidad, en forma de encuestas o ese tipo de cosas. Y si no cuaja es simplemente porque el discurso del capital es muy despótico, tiene una violencia intrínseca fundamental.
 
Lo que los Alejandro Rozitchner le aportan al capital es justamente un discurso sobre el disfrute, sobre el goce, sobre la libre elección, sobre la realización personal. Es como si tomasen de la crítica al capital los temas, los lenguajes y los elementos para proponer una nueva manera de adhesión a la vida capitalista. ¿Cómo? Básicamente su idea es que hacer la crítica del capital es muy triste, hacer la crítica del orden es muy costoso. Y si vos hacés la crítica del capital tenés dos posibilidades: o sos un terrorista, o sos alguien que no logra adaptarse al mundo, entonces hay algo patológico. Del lado del bien, digamos, de la gente que quiere vivir bien y gozar la vida, lo que queda es la adaptación (un tipo de adaptación que llaman “creativa”). Se trata de un llamado a entender que el deseo tiene que ir por dentro de lo que el capital ofrece como posibilidad, por dentro de la forma empresa. Es ahí donde hay libertad posible, amor posible, disfrute posible. Es muy notable el juego de reflejos invertidos, porque el sensualismo que León Rozitchner suponía que le estaba aportando al mundo revolucionario, es ese mismo al que Alejandro Rozitchner acude para ponerlo a disposición de las formas de explotación capitalistas más miserables. Entonces me parece que ahí nosotros tenemos un problema muy serio. Ya no estamos enfrentando el discurso de la violencia o el discurso de la desposesión, simplemente. Sino este discurso que logra cierta efectividad en determinadas circunstancias y sectores sociales. Provoca –veremos hasta dónde- una adhesión voluntaria al proyecto del capital. Ese es un tema serio sobre el que vale la pena seguir trabajando.
 
[Fuente: Paradigma– Programa nº 2 – Año I – 2017 – Jueves 1º de junio]

Paradigma por Radio Eterogenia, Centro Cultural España Córdoba, Argentina.


[3] Colectivo Situaciones, 19 y 20 de diciembre. Apuntes para un nuevo protagonismo social, Ediciones de mano en mano, Buenos Aires, 2002.

Luciano desaparece dos veces // Diego Valeriano


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Se desaparece dos veces cuando alguien postea 30001, cuando no hay amor, cuando se banaliza todo, cuando se sobreactúa, cuando se mezcla para ensuciar, cuando exponen al polaquito. Se desaparece dos veces cuando sigue la impunidad, cuando casi ni lo nombran, cuando te sigue  dando miedo que esté el patrullero en la esquina, cuando te sigue dando miedo que no esté. Se desaparece dos veces cuando se exalta la lucha política por sobre otras vidas, cuando los hechos se acomodan a la propia fe, cuando la novia de un preso tiene que hacer lo que no quiere para poder verlo en la comisaría, cuando ellos nombran a López, cuando nadie dice donde votaría Luciano, cuando el volumen de tu voz es según quien gobierne, cuando la vieja de mitad de cuadra ve a todos sospechosos, cuando hay requisa en la plaza, cuando con guita se arregla todo, cuando denunciar es fácil, cuando se minimiza como un caso más de excesos policiales, cuando va quinto candidato a diputado, cuando no cambian al jefe de calle, cuando un pibe asustado dispara, cuando ser transa es lo mejor que te puede pasar, cuando se está en guerra, cuando no se lo nombra para no molestar, cuando ni te acordás que Stornelli fue el ministro, cuando le pegan a un viejo a la salida del cajero, cuando decís que esto es una dictadura. Se desaparece dos veces porque es incómodo, pibe, chorro, cabeza, porque sus amigos eran peores, porque era uno de tantos, porque eran pocos en el acto en Lomas del Mirador, porque nadie sabe quién es Rosemary Chura Puña. Se desaparece dos veces porque la policía sigue haciendo lo mismo, porque la vida es horrible, porque ser pibe es un destino difícil, porque andan enfierrados, porque la gorra domina la calle, porque saben darnos miedo, porque agarrar la Rivadavia en una Honda 100 es el mejor futuro, porque la crueldad es enorme, porque hay muchas lágrimas tatuadas

Nuevas viejas canalladas // Diego Sztulwark

Hace dos años leí el libro de Gabriel Levinas y compañía en que se pretendía demostrar que Verbitsky era un doble agente. Sólo encontré un amalgama de lo inverosímil y lo canallezco (reseña que entonces escribí).
Entonces, se trataba de acallar al principal crítico de Bergoglio. Pero ahora ¿de qué se trata?, ¿de evitar que se sepa qué pasó con Maldonado? Al menos eso es lo que parece explicar la denuncia de ayer de Levinas aparecida en La Nación, en la que repite los mismos argumentos basados en los mismos «documentos» sobre los que armó su libro –su operación anterior. Evidentemente, la derecha argentina prefiere descalificar a Verbitsky antes que responder a sus investigaciones. Es útil recordar al ya fallecido fundador de este género (acusar a Verbitsky de espía), el agente Carlos Manuel Acuña, autor de «Verbitsky, de la Habana a la fundación Ford», cuyas tesis –no por patéticas– resultaron menos inspiradoras del facilismo con que trabaja cierto periodismo de masas de nuestro país. En resumidas cuentas decía que la fundación Ford habría respaldado la acción de Verbitsky cuya tarea sería debilitar los pilares de la soberanía nacional: la Iglesia y las Fuerzas Armadas. Según sus enemigos de ayer y hoy, Verbitsky trabajaría alternativamente en favor y en contra de los militares argentinos, la única invariante del género consiste en evitar tomar en cuenta el rigor de sus investigaciones sobre la dictadura (y la Iglesia!), de sus peores colaboradores y de quienes hoy repiten sus métodos en democracia. Va abajo una brevísima nota del propio HV.
Reciclado
Por Horacio Verbitsky
Gabriel Isaías Levinas acaba de reciclar, ahora desde el diario La Nación, sus diatribas en mi contra, alegando que fui colaborador de la dictadura. Esta vez admite que lo hace por “el malestar que le genera que Verbitsky, a cargo de un organismo de derechos humanos, aparece ‘detrás de temas como los de Milagro Sala y Santiago Maldonado, pidiendo la intervención del Sistema Interamericano de Derechos Humanos’”. Esto es parte de la respuesta del gobierno a esas denuncias y a la investigación que publiqué el domingo pasado sobre la fortuna no declarada del presidente  Maurizio Macrì. GIL dijo hace dos años que encontró entre los papeles del Comodoro Juan José Güiraldes las memorias del Instituto de Historia Aeronáutica Jorge Newbery, en las que se afirma que fui contratado para escribir un trabajo titulado “La Aeronáutica Argentina, ayer, hoy y mañana”. Como conté antes de la publicación de su libelo, ayudé a  Güiraldes a ordenar sus viejos folletos en defensa de la línea aérea de bandera en el libro “El poder aéreo de los argentinos”, que sólo trata de rutas aerocomerciales y aviones y no tiene nada que ver con la dictadura. El propio Güiraldes, viejo amigo de mi padre, le preguntó por escrito a Julio Ramos por qué a partir de nuestra relación me acusaban a mí de colaborar con la Aeronáutica y no a él de montonero. A pedido de Güiraldes también preparé el bosquejo de una biografía de Jorge Newbery, un pionero civil del vuelo en globo y aviones, que murió hace 103 años, y ese material no satisfizo al instituto que lleva su nombre. No puedo saber si alguien cobró algún dinero usando mi nombre, por un libro que no existe, según un contrato que no firmé. Lo mismo le pasó a varios periodistas y medios que aparecieron cobrando contratos con los gobiernos de las dos Buenos Aires, que en realidad encubrían pagos ilegales a Fernando Niembro. Pedro Güiraldes, hijo del fallecido aviador, tampoco explica por qué las actas del Instituto que mencionan esos pagos aparecieron en el archivo de su padre. La única novedad que aporta ahora GIL es que encontró más copias de las mismas memorias de aquel instituto y el explícito reconocimiento de su motivación: mis actividades en defensa de una presa política y un detenido-desaparecido bajo el actual gobierno.

Italia, 2002: Por la resistencia global a la guerra global del Movimiento de los y las Desobedientes // Mabel Bellucci*

El historiador marxista británico Eric Hobsbawn proponía que el siglo XX era el más corto de la humanidad ya que se inició con la Revolución Rusa de 1917 y finalizó con la caída del Muro de Berlín en 1989. En un juego comparativo con tales propuestas, el filósofo Edgard Morín llama a pensar que el nuevo siglo comenzó con la revuelta de Seattle, en l999, contra la reunión de la Organización Mundial del Comercio (OMC).

No cabe duda que uno de los acontecimientos más significativos a partir de dicha batalla ha sido el protagonismo relevante de diversos colectivos de jóvenes en la dinámica del movimiento de resistencia global. Más específicamente, en las protestas internacionales que se fueron desarrollando hasta llegar a Génova, en 2001, contra la Cumbre del G-8. Sin olvidar, sus intervenciones masivas en los II Foros Sociales Mundiales de Porto Alegre, en 2001 y en 2002. Al mismo tiempo, no podría desconocerse dentro de este linaje el desempeño de grupos de jóvenes excluidos y de las barriadas pobres, hinchas futboleros, rockeros, punkies, motoqueros, estudiantes secundarios y universitarios, activistas sociales, de derechos humanos y políticos, que con sus cuerpos enfrentaron la más feroz represión que tuvo nuestra democracia, durante las sangrientas jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001.

En esta dirección, los colectivos de juveniles constituyeron uno de los elementos decisivos de la dinámica de estas nuevas rebeliones y acciones directas protestarias que se llevaron a cabo tanto en el marco internacional como nacional. Un ejemplo de lo señalado residió en los Monos Blancos (Tutte Bianche) de fácil reconocimiento por sus uniformes blancos, sus cascos y sus protecciones basadas en escudos de plástico y objetos no ofensivos. Surgieron a mediados de 1995 como una expresión de lucha sustentada en la acción directa no violenta. Procedentes de los denominados centros sociales – espacios contraculturales ocupados por diversas fracciones de las izquierdas libertarias- se focalizaron en el Norte de Italia: Leoncavallo en Milán, Rivolta en Venezia, Mestre y Pedro de Padua. A la vez, tuvieron una notable capacidad de convocatoria y movilización, con un objetivo simple y claro: ocupar las calles.

Sus primeras acciones consistieron en pequeños actos de desobediencia en Roma contra la precarización laboral y el desempleo, por lo tanto,  su gesta de insubordinación consistió en no pagar el boleto del transporte público  como un llamamiento a la resistencia. Sin embargo, su «verdadera» presentación en sociedad como una fuerza de acción político-social fue en octubre de 1998 durante las protestas que se efectuaron en la ciudad de Trieste en torno a las violencias desencadenadas contra los inmigrantes irregulares. Recuperaban como referentes históricos una multiplicidad de experiencias y miradas contrahegemónicas del amplio espacio autonomista italiano. Sus iniciativas políticas estaban animadas por la fuerte influencia de la propuesta obrera de la década de los sesenta con Potere Operaio, el grupo de izquierda extraparlamentaria más representativa del operaismo ,la corriente marxista que encabezó ,en particular, Mario Tronti (entre los fundadores de la «Clase de Opera») que había propuesto una lectura innovadora de El Capital con su texto, Obreros y Capital. No obstante; el surgimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) de Chiapas también jugó un papel de fuerte impacto político en el nacimiento de Los Monos Blancos.

Este colectivo se autoproclamó como «un ejército de soñadores nacido para desaparecer». Sus integrantes intentaban interpelar a los sectores subalternos y explotados: pobres, niños, indios, campesinos, gays, lesbianas, travestis, artistas, obreros precarios, prostitutas, jóvenes en paro y amas de casa, entre otras tantas franjas de exclusiones.

A la hora de preparar las movilizaciones, usaban escudos y protecciones corporales como forma de demostrar su postura defensiva y no-violenta. Su gran derrota se produjo en 2001, en Génova, sede central del grupo, con la gran represión  contra el movimiento de resistencia global, quienes habían conformado una contracumbre llamada el Genoa Social Forum (Foro Social de Génova). La misma se proponía coordinar a los 700 grupos y asociaciones, de múltiples inspiraciones políticas, ideológicas y culturales, interesado en protestar por la ilegitimidad de los Jefe de Estado y de gobiernos. Sostenían que pocos hombres poderosos tomarían decisiones que afectarían y condicionarían a pueblos sin representación en el G8.

Sin más, las fuerzas de seguridad italianas dinamitaron la lógica de su estrategia con la violencia física directa montada por 20.000 policías y militares. En esa ocasión asesinaron al joven Carlo Giuliani. El gran error ideológico de los Monos Blancos fue no entender el salvajismo que el sistema neoliberal  berlusconiano utilizó frente a las acciones de resistencia civil.

Entonces ellos y ellas tomaron la decisión de disolverse en un movimiento más amplio y heterodoxo, el cual reuniese a una diversidad de fracciones juveniles. Así, al poco tiempo se presentaron como Los Desobedientes.

Después de un año, en Bolonia al lado del Teatro Polivalente Ocupado, con la participación de centenares de personas que, en toda Italia, habían alzado la voz, decidieron darse una primera cita ineludible de la Desobediencia. En octubre de 2002, con los Tute Bianche, los Jóvenes Comunistas, los centros sociales de la ex-Carta de Milán, la asociación “Ya Basta”, los y las desobedientes de la Red No Global Campanien y la Red R.A.G.E de Roma, se constituyó la desobediencia civil organizada después de los amotinamientos en Génova.

El profundo debate entre las diferentes voces presentes en Bolonia generó una voluntad común de conformar el “Movimiento de los Desobedientes”, en el interior del general “movimiento de movimientos” Había un objetivo central que primaba: sostener la contestación contra la globalización neoliberal y la oposición a la Guerra Global Permanente, militar, económica y social. Bajo la consigna “construir conflicto buscando el consenso” y “con la humanidad contra la dominación, violar las leyes injustas” experimentaron prácticas desobedientes a las subjetividades y a las fronteras del conflicto social más diverso y heterogéneo. Y con un manifiesto Por la resistencia global a la guerra global, mayo-junio de 2002, el Movimiento de las y los Desobedientes de Italia se presentó a todo el movimiento de movimientos.
POR LA UNIFICACIÓN DE LAS LUCHAS SOCIALES
POR LA AUTONOMÍA Y LA CREATIVIDAD DEL MOVIMIENTO DE MOVIMIENTOS

CARTA ABIERTA DEL MOVIMIENTO DE LOS Y LAS DESOBEDIENTES

A la sociedad civil, a los movimientos, a las redes y a las singularidades en camino, construyendo otro mundo posible hace un año, en estos días nos encontrábamos en todas las ciudades italianas y del mundo para recoger el desafío de los Ocho Grandes de
la Tierra, citados para julio en Génova.
Los mensajes oscuros de intimidación y represión recogidos en Goteborg y Barcelona no nos detuvieron. No detuvieron una movilización que seguía un camino de crecimiento constante, desde Ámsterdam a Seattle, desde la selva Lacandona a Porto Alegre, de Seúl
a Bolonia, desde Johannesburgo a Praga, desde la misma Génova a Washington, desde Nápoles a Québec.
El movimiento global afirmó como nunca, aquel julio en Génova, su novedad y singularidad. Movimientos de lucha y cooperación contra el neoliberalismo, redes de prácticas libertarias y solidarias,
organizaciones políticas y sociales y, sobre todo, individualidades compusieron, aún con mil dificultades y obstáculos, contaminaciones entre diferencias y determinaciones comunes. Se asedió al G8, se rechazó reconocer su autoridad y por eso se sufrió una represión sin precedentes, confiada al gobierno de Berlusconi y a los aparatos de
estado italianos e internacionales. Un joven, Carlo Giuliani, cayó asesinado. Miles fueron perseguidos por las calles. Centenares secuestrados y torturados.
El movimiento global se adueñó de Italia, de la vida de sus ciudades: ocupó las calles defendiéndose contra aquella represión, en lugar de disgregarse. Se abrieron nuevas vías, que todavía perduran, a todas las articulaciones y a la descripción de una cartografía inédita del conflicto social y de una nueva construcción civil. El movimiento, que adoptó un nombre recogido del primer encuentro en Porto Alegre, el de los Foros Sociales, cuando ha conservado el espíritu de Génova, no se ha expresado nunca como sujeto único sino como a auténtico movimiento de movimientos.
Las que y los que se encontraron y reconocieron en el estadio Carlini de Génova y en la manifestación de desobediencia civil en via Tolemaide, que tuvieron que ver la sangre de Carlo Giuliani derramada sobre el asfalto de piazza Alimonda, que realizaron juntos la
reflexión sobre esa muerte repentina, decidieron afirmar su conciencia de cómo aquella represión había arrollado la misma práctica, pero también de cómo un nuevo valor se había generado a partir de la experiencia, un valor de socialización y de protagonismo
común, en la desobediencia al dominio y en el rechazo del orden presente.
Afirmaron la voluntad de experimentar una extensión y una transformación de la práctica desobediente, que se adecuara a la producción de subjetividad y que promoviese el conflicto y el consenso. Nos constituimos en Laboratorio de la Desobediencia Social
para contribuir con un nuevo experimento. Después llegó el tiempo de la Guerra Global Permanente. Con las matanzas del 11 de septiembre el trágico juego de espejos en el que se delinea el orden imperial, la guerra infinita con la que se reproduce dominio y exclusión, control y separación, ha impuesto sus errores.
Llegó la guerra, pero en Italia el movimiento no se detuvo: lo que había surgido de Génova logró rechazar el enfrentamiento contra el gobierno capitalista de la globalización y sus políticas neoliberales con su resumen estructural, un orden de guerra, militar pero también
económica y social, llegando así al segundo Porto Alegre. Precisamente frente a la férrea recodificación de la guerra permanente, la capacidad de iniciativa del movimiento ha mostrado elementos de un nuevo ciclo de producción de conflicto. En ese momento, cientos de miles de personas no dejaron de demostrar la nueva capacidad de reunirse en las mismas calles y en el mismo camino para manifestar la insurgencia de millones: contra la guerra tanto como contra los ataques al trabajo de la patronal industrial, contra la privatización de la enseñanza tanto como contra las leyes racistas. El movimiento avanzó más allá de los propios espacios que se había otorgado, ocupando las escuelas y los ateneos, las fábricas, los barracones y las hileras productivas del trabajo migrante. Difundió su autonarración, desplegando los instrumentos de la comunicación independiente, sustrayéndose a los monopolios de la oficial, pero también abriendo frentes. Ha superado la propia red de relaciones de una sociedad civil dividida por el saliente de la guerra como por una
espada, y se ha expresado como conjunto de movimientos sociales. Nosotros mismos, en las organizaciones y lugares donde se había producido en un inicio el experimento de la desobediencia, nos encontramos con que ésta se había convertido en el nombre común de la insubordinación. El experimento se había difundido, diseminándose en nuevas redes y en una producción renovada de sujetos, motor de conflicto. De ahí la decisión de reconocernos como movimiento entre los movimientos, para dar valor a esta diferencia y a esta difusión:
movimiento de las y los desobedientes. Sin embargo, nunca hemos estado solos. Después de tres huelgas del sindicalismo de base, después de la evocación desobediente del tema de la lucha general por los derechos, del movimientos estudiantil y del, nuevo e importante,
de los inmigrantes, apareció por fin en el horizonte la huelga general de los grandes sindicatos.
El conflicto social, redesplazado y redeterminado por el movimiento de Génova, ha tomado cuerpo y ha encontrado su punta de lanza en el terreno del enfrentamiento directo entre capital y trabajo y en sus articulaciones tradicionales. Un cuadro distinto que ha planteado al movimiento de movimientos nuevas preguntas, nuevas exigencias de perspectiva. Una reflexión que, sin embargo, se ha dispersado tras la estela compleja de un hilo trazado sobre los hechos menos visibles: el de la naturaleza global del movimiento y el de la globalidad del tema que éste había planteado, la decisión común.
Nosotros mismos, desobedientes, habíamos interpretado este límite: por ejemplo, apartándonos hasta ahora de la preparación del primer Foro Social Europeo, programado desde la última reunión de Porto Alegre para el próximo mes de noviembre en Florencia. Así como todo el movimiento italiano señaló su ausencia de una cita que debería
haber representado la primera oportunidad práctica de esta preparación: la contracumbre de Barcelona, que ha superado el techo de participación alcanzado en Génova. Mientras, se acerca una nueva cita europea, la de la contracumbre de Sevilla contra la plataforma
antisocial de la UE y reaparece el riesgo de un encuentro fallido por parte de los movimientos italianos.
Nosotros, desobedientes, aún contando con la experiencia extraordinaria de la participación en la caravana de Action for Peace en Palestina y la afirmación en ésta de una nueva acción contra la Guerra Global Perman ente, a través de la adopción de cuerpos y lenguajes prácticos de protección directa de los civiles y de diplomacia de base, hemos descubierto esta dificultad. No hemos sabido sustraernos a los términos viejos y estrechos de la
movilización clásica y ritual que no podía sino favorecer a quienes siempre han confiado en la muerte y no en la vitalidad de los movimientos. No hemos sabido reconducir la innovación, en términos de práctica y de pensamiento, representada por lo que habíamos aprendido en el corazón de la Guerra.
Las divisiones verificadas en Italia han sido un regalo al apartheid de Sharon y al desarrollo, sin demasiados tropiezos, en Israel de uno de los laboratorios más avanzados de la Guerra Global.
La huelga del 16 de abril debía para nosotros transformarse de «general» en «generalizada». Gracias a este concepto, que de hecho se convirtió en una idea asumida por todas y todos, se logró finalmente dar cuerpo y alma al viejo discurso sobre la huelga de ciudadanía.
Las iniciativas de generalización producidas en el día de la huelga, en lo que a nosotros se refiere, dejan un balance de difusión extraordinaria de acciones de desobediencia social, pero también confirman que cuando la gestión es demasiado tímida en la articulación de un discurso que proponga las diferencias como parte viva, visible y conflictual para la contaminación y recomposición de la multitud, prevalece la división en trayectos que
anteponen el logo a la centralidad del conflicto, proclives a un enfoque reducido a la delimitación y la compartimentalización.
En la reciente cita de las elecciones administrativas, algunas organizaciones desobedientes se implicaron en proyectos, diferentes entre sí, de incursión en ese ámbito, a un nivel próximo y vinculado a la cotidianeidad del hacer de las redes sociales, el nivel de los
nexos administrativos.
Los experimentos, diferentes también en sus resultados, confirman en nuestra opinión la centralidad del tema de municipalismo, de las articulaciones que éste conlleva, como los elementos de participación y democracia directa. Como otros datos que, gracias al hecho de que alguien lo hace, sin miedo de ser «excomulgado», nos dibujan un cuadro que dice a las claras que una cosa es hablar de la «crisis de la representatividad» y otra dar por descontado que ésta provoque la «crisis de los partidos». Una cosa es decir que debemos superar
los símbolos y no convertirlos en un fetiche, y otra decir que esto ya ha sucedido. Los símbolos y los partidos, en estas elecciones, cuentan, y cuentan mucho.
Las acciones contra la guerra no han incidido mínimamente en la formación de consenso, que ha venido determinado en su mayoría por el antiberlusconismo. Se han iniciado las reflexiones, pero lo cierto es que todos los nudos están por desatar y todos los caminos por
recorrer. Está claro que ya existe una red de administradores, concejales de ayuntamientos grandes y pequeños que tienen como prioridad el desarrollo de iniciativas de ruptura en el ámbito municipal. Reivindicamos toda su positividad y potencia. La fallida movilización de los movimientos con ocasión de la llegada de George Bush II a Roma y a Pratica di Mare para la cumbre OTAN-Rusia debe ser utilizada por todos para abrir una reflexión.
Como desobedientes partimos de la autocrítica, pero la decepción por no haber conseguido, en primer lugar, desempeñar nuestro papel, no puede hacernos olvidar que los problemas son de naturaleza general y nos afectan a todos. En nuestra opinión, son de al menos dos tipos: uno tiene que ver con el mecanismo de reconocimiento, participación y atracción de los foros sociales. En nuestra opinión, hoy es necesario decir con fuerza que lo importante es el espíritu de Génova y no un logo, entre otras cosas incapaz de atraer, de convertirse en motor como lo fue durante algunos meses.  Debemos superar la idea de que «aferrándose» o manteniendo burocráticamente el simulacro de los lugares del movimiento, se hace movimiento.
Debemos salir de nosotros mismos, redescubrir porqué sentimos una necesidad, porqué hay un montón de gente que participa, comparte, se siente implicada. Podríamos discutir durante mucho tiempo porqué el mecanismo de los foros sociales se han vuelto inservibles en muchísimas partes del país. En algunos casos, menores por lo general, han sido el primero y único lugar y tal vez por eso han mantenido su capacidad de ser reales. Pero debemos empezar a decir esto, sin miedo de que signifique el final del «espíritu» de Génova.
Transformar los foros sociales en una especie de maqueta preconstruida no ha hecho ningún bien al movimiento. Comencemos por decir que los lugares, los espacios públicos son múltiples y funcionan si son capaces de atraer, cada vez, de medirse con el
convencimiento y con la capacidad de producir acción política, conflicto y consenso. Librémonos de esta inercia sagrada de nuestros modos de actuar. Nos haremos a todos un favor. El otro gran problema es la calle. No podemos ocultarnos el hecho de que el límite es de naturaleza profundamente material y política al mismo tiempo.
¿Qué hemos sido capaces de proponer como acción colectiva en Pratica di Mare? ¿Otro desfile enorme y ordenadísimo? Después de Génova, después de lo que ocurrió, debemos replanteárnoslo. La práctica de la ilegalidad, es decir, de la producción desde abajo de
nueva legalidad contrapuesta a las leyes injustas del imperio, ya sea la limitación de la libertad de manifestarse o la imposición de políticas criminales que provocan la muerte a millones de seres humanos cada año, no es un nudo «táctico» y mucho menos «técnico».
desde el bloqueo del acceso a la reunión de la OMC en Seattle en el 99 hasta Génova, esto es lo que hemos sido capaces de hacer. Desde el desmontaje de un Mc Donalds realizado por Bové a los del centro de internamiento de inmigrantes en Bolonia, esto es lo que
hemos hecho. Liberar el deseo de cambiar y producir sentido al hacerlo, pensar la relación con la ley, el orden constituido como una relación no inmutable. Esto significa para nosotros también forzar el uso, la delimitación de conceptos como «sociedad
civil», «hacer sociedad», «conflicto», «consenso», «transformación». Después de Génova hemos pensado poco al respecto. Por eso consideramos importante plantearnos primero a nosotros mismo y luego a todos la pregunta. La respuesta, está claro, no puede ser sino el
fruto de grandes contaminaciones.

POR LA AUTONOMÍA Y LA CREATIVIDAD DEL MOVIMIENTO DE MOVIMIENTOS

Querríamos que se abriese sobre estos temas un debate público. Una consulta que llene de discusiones y balances todas las realidades presentes hasta ahora en nuestra experimentación, con la que retomar el trabajo interrumpido de un nuevo mapa del conflicto y de las prácticas desobedientes, a partir de los laboratorios locales que
deberían convertirse en protagonistas; durante el cual nadie hablará por las y los desobedientes, sino como desobediente, con toda sus particularidades. Mientras a agencia de comunicación, instrumento del que nos hemos dotado para la comunicación interna y externa y para la verificación de las decisiones, permanecerá como referencia de
servicio para la propia consulta, estructurándose poco a poco de acuerdo con sus resultados.
Una consulta activa, porque somos conscientes de que sólo un relanzamiento de la acciediente podría contribuir al relanzamiento de la dinámica conflictual total del movimiento de movimientos. Como tal participaremos en las jornadas de Sevilla para orientarse hacia un camino de relaciones prácticas continentales, entre desobediencias
diferentes, capaces de iniciativa común: a fin de que el Foro Social de noviembre en Florencia, en cuyo proceso de construcción nos introducimos ahora tardíamente, no sea presagio de nuevas divisiones en el movimiento y por encima de él, sino que sea de verdad un pasaje fundamental para la unificación de las luchas sociales.
Una consulta activa, porque estará dirigida hacia fuera de nosotros. Para abrir la discusión sobre las formas y las prácticas de la decisión común en el conflicto, frente a la multiplicación de las posibilidades y de los sujetos de su ejercicio en los próximos meses.
Para abrir la discusión sobre cómo esta decisión común puede señalar el camino de la construcción de momentos y lugares abiertos de democracia radical. Activa, porque deberá no interrumpir sino proseguir y vivificar los experimentos de desobediencia social, ante
todo dirigiéndose al universo de las desobediencias que no se denominan como tales pero que también hacen valer una subjetividad de movimiento capaz de sostenerlas.
Especialmente activa en la producción de nuevos recorridos de red alrededor de la propuesta de la renta básica garantizada y de su capacidad de vincularse a la multiplicación de instancias de conflicto en la combinación de las figuras del trabajo vivo, de
realizar una aportación a la continuidad de la lucha por la unidad del trabajo organizado y del precariado social que lo atraviesa y lo circunda.
Activa, además, en el mantenimiento de la experimentación de la desobediencia en el frente central del futuro de la batalla sobre los derechos, en el frente del movimiento del trabajo migrante, relanzando las acciones contra los centros de internamiento temporal
e insertándolas en el trabajo contra la ley Bossi-Fini y contra la discriminación y el las políticas sociales securitarias.
Activa, en fin, pero no en último lugar, para que en Génova se realicen asambleas del movimiento de movimientos abiertas de verdad a la exhibición de su capacidad conflictual, sin timidez ni envidias ni prevaricaciones ni medias palabras. Y para que el día del 20 de julio en Génova, un año después de su asesinato escuche con nosotros Carlo Giuliani, en una nueva y auténtica manifestación global, esta vez no para invocar sino para afirmar, con los ojos y las voces de todos y  en todas las lenguas del planeta, dos simples palabras: VERDAD Y JUSTICIA.

Desde un lugar indiferente, Italia, Europa, Planeta Tierra, Mayo- 


Junio de 2002, año segundo de la Guerra Global Permanente

MOVIMIENTO DE LAS Y DE LOS DESOBEDIENTES

                                                               

Rajoynato, municipalismos, sistema de contrapoderes // Raúl Sánchez Cedillo


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1. Sobre las características del rajoynato, contingencia y necesidad
2. La larga historia del “sistema político de pluralismo limitado”
3. El atolladero estratégico tras el final de la hipótesis populista. Podemos y la tortuga. Las paradojas de la autonomía de lo político.
4. Ecología abierta de contrapoderes en red. Municipalismos, pluralismo institucional, procesos constituyentes y fijación constitucional.
5. De lo orgánico a lo cyborgánico y del partido a la plataforma
Vivimos en el rajoynato. Desde 2012 Mariano Rajoy ha conseguido validarse como la opción menos mala para la supervivencia de la constitución material del régimen del 78. No le han faltado pruebas de fuego: la corrupción sistémica de su partido; la crisis de la deuda pública de julio de 2012, salvada in extremis por la intervención de Mario Draghi; el desafío del soberanismo en Cataluña, que este otoño lanza su último envite; el mayor ciclo de protestas y movilizaciones de los últimos 40 años que dio comienzo con el 15M; al mismo tiempo, mantiene unido a su partido a pesar de las tentativas de romperlo o de imprimirle un giro aún más derechista y contrarrevolucionario por obra de los Aznar, Aguirre y los ex combatientes del periodo ETA; y, por último, la emergencia de una alternativa institucional al vigente sistema de partidos y de formación de la voluntad política –el nexo partidos-IBEX35, para simplificar[2]– de la mano de Podemos y de las confluencias municipalistas a lo largo y ancho del Reino de España. Cuando escribimos, las suertes del gobierno de Rajoy parecen ser oscuras ante el irresistible ascenso del PSOE de Pedro Sánchez. Sin embargo, la partida no está ni mucho menos cerrada, y trataremos aquí de explicar por qué.
1. Sobre las características del rajoynato, contingencia y necesidad
Si hablamos de rajoynato lo hacemos para señalar, en primer lugar, que se trata de una solución provisional que sólo puede entenderse unida a la persona del actual presidente del gobierno; y, en segundo lugar, que se trata de una solución de excepción. En este sentido, el rajoynato es la forma específica del estado de excepción de intensidad variable que rige en todo el planeta. Tal estado de excepción rige en particular en la Unión europea, desde que la crisis del modo de acumulación financiera puso fin a la hegemonía del extremo centro neoliberal en prácticamente todos los países miembros de la UE, con la excepción de Alemania y el frágil retour à la normalede la Francia de Macron. En efecto, no entenderemos la persistencia del rajoynato, ni las claves de su posible desestructuración y desestabilización, fuera de una mirada que adopte el sistema europeo como base del análisis.
Sin embargo, no cabe hacerse ilusiones. Tras el desconcierto inicial de las élites europeas ante la profundidad y la virulencia de la crisis del modelo de acumulación financiera, el futuro inmediato de la democracia liberal se juega en torno a distintas variantes del “pluralismo político limitado”. Esto quiere decir que el cursor político se está desplazando hacia la derecha sin dejar de apuntar en sentido “de arriba abajo”. Lo que se está configurando en los países de la Unión es una tentativa de containment de las amenazas antisistémicas. La principal diferencia respecto a la doctrina del containment elaborada por George F. Kennan es que la principal amenaza para las democracias liberales oligárquicas no es un sistema de Estados socialista, sino un conjunto abigarrado de procesos de ruptura, de disolución y destitución que no pueden quedar comprendidos en una sola entidad hostil cual fuera el “comunismo” o, en los últimos 40 años, el “terrorismo”. Las diferencias entre la amenaza antisistémica que expresan las revueltas y levantamientos antioligárquicos de 2011 respecto a la amenaza que expresan las fuerzas del “fascismo blanco”[3]europeo son manifiestas y no merecen aquí mayor comentario.
Pero la ceguera de los comentaristas políticos de la democracia neoliberal se expresa en su generalización del uso del término “populismo” para englobar todos estos fenómenos. De esta suerte, el “momento populista” adolece ab ovo de esa heteronomía y/o heteronominación en los contextos europeos. Decirse “populista” es ya en la práctica defensivo y no ofensivo, hasta tal punto que con el tiempo uno puede acabar como Íñigo Errejón, diciéndole al PSOE aquello de: “¿Qué es populismo? ¿Y tú me lo preguntas? Populismo eres tú”. Ningún momento populista ha tenido relevancia alguna en la historia política europea, ni, como estamos comprobando, habrá de tenerla en los próximos años. De hecho, el espantajo del “populismo” está siendo utilizado con relativa eficacia por las elites neoliberales del subsistema europeo, a pesar de o tal vez gracias a Donald Trump.
2. La larga historia del “sistema político de pluralismo limitado”
La experiencia de la República de Weimar fue una fuente de aprendizaje para el pensamiento antidemocrático español de los años 30 y 40[4]. La obra académica y política de Javier Conde y de su discípulo Jaime Linz está atravesada profundamente por la enseñanza del catolicismo fascista de Carl Schmitt y su teoría del Estado y de la norma política y jurídica. No en vano, Carl Schmitt es el pensador de la guerra civil como fundamento de lo político. Y fue la “Gloriosa cruzada” del 18 de julio de 1936 el elemento existencial fundante de toda norma surgida del franquismo, incluida nuestra forma del Estado y en buena medida nuestra constitución vigente. Tal vez entendamos mejor este marco variable de la estrategia de dominio político de clase –variable pero al mismo tiempo isomorfo en un sentido estructural y funcional– si planteamos que la solución fascista y exterminista que da la victoria al franquismo determina una acumulación primitiva de poder de mando, y que esa acumulación permite abordar el problema de las clases populares, el desarrollo capitalista y las compatibilidades del régimen franquista con el subsistema europeo occidental con una capacidad de maniobra extraordinaria. Del “Estado campamental” (que corresponde al ejercicio del caudillaje) al sistema político de “pluralismo político limitado” –una monarquía “vacante” según las Leyes fundamentales de 1947– tiene lugar un despliegue estratégico innegable, que sólo puede comprenderse remitiendo al contexto de sobredeterminación anticomunista bajo hegemonía estadounidense, que produce un nuevo enfoque de las relaciones entre democracias constitucionales liberales y dictaduras anticomunistas. La continuidad del régimen franquista, esto es, la unidad política existencial amenazada por el movimiento obrero y el movimiento comunista internacional, sólo podía garantizarse con arreglo a un esquema dinámico de desarrollo capitalista controlado, donde los agonismos internos del régimen franquista permiten definir un “pluralismo político limitado” y donde las economías de escala fordistas definen el horizonte de “modernización” en torno al cual se crea el proyecto estratégico de la “sociedad de clases medias”. Paz, seguridad, modernización, ascenso social se tornan un proyecto viable en los márgenes políticos e industriales del proceso de integración europea[5]. El anticomunismo inherente al “sistema de pluralismo político limitado” vive en el régimen franquista tardío como alternativa interna del “Estado del desarrollo” o del “Estado plan” del fordismo avanzado. La gran prueba de fuego de esta estrategia sobredeterminada vendrá con la desaparición física de Franco y el inevitable cambio en la forma del Estado.
Hoy, la paradoja es que, tras los efectos de la dictadura comisaria en la UE, vivimos ya en una república de facto bastante sui generis. Presidencialista y ejecutiva, provisional sine die. La dictadura comisaria en vigor en la UE impone que las mayorías parlamentarias respondan a la verticalización y ejecutivización de las decisiones. En este marco, si es preciso romper un partido que es un pilar del régimen, como el PSOE, no se ha de vacilar en hacerlo. Desde 2012 no hay una verdadera jefatura del Estado conforme a la Constitución de 1978, porque falta el imperium y apenas queda una brizna de auctoritas. La república regente de Rajoy anula la división constitucional de poderes y el papel de la Jefatura del Estado porque se coloca como suplementación del poder constituido y al mismo tiempo, por su carácter de solución excepcional, no puede formular ni operar ninguna actuación en la que entren en juego las fuentes del poder constituyente, salvo aquellas, jibarizadas, del parlamento salido del sufragio, pero no en tanto que poder legislativo y de control, sino como cámara consultiva. De este modo, lentamente, el 15M habrá asestado el golpe decisivo a la Segunda restauración, abriendo el tiempo de la república presidencialista vacante en la que vivimos.
Sin caer en las comparaciones estrambóticas que amalgaman a Rajoy a un discípulo de Sun Tzu, lo cierto es que Rajoy presenta las cualidades que exige la fase actual de la crisis civilizatoria del capitalismo. Si Nikolai Bujarin veía en las teorías de Böhm-Bawerk, supuesto refutador de la teoría del valor marxiana, una “economía política del rentista[6]”, hoy cabe decir que Mariano Rajoy es el político adecuado para la gestión del tour de force del bloque de poder financiero y rentista que domina la Unión Europea. Mariano Rajoy actúa administrando y esperando, como se espera la renta y se teme su retraso o su merma. En una situación como la española y en una coyuntura como la europea-global, Rajoy sabe que los axiomas de la continuidad del Estado y de los intereses que tiene bajo su potestad garantizan, con el rigor de los vencimientos, su posición de única opción viable en la jefatura del Estado y en el cargo de primer ministro de la república regente de la renta parasitaria. La forma del futuro en Rajoy es la del vencimiento.
Renta y por ende procura de la seguridad. Renta y, por lo tanto, cálculo actuarial de los riesgos. Rajoy regenta una empresa de seguros, que es a lo que más se asemejan las estructuras estatales con pretensión nacional en la actualidad. Si extendemos el comportamiento criminal de las instituciones financieras al conjunto del sistema de partidos, cabe decir que el rajoynato vende seguridad, plazo fijo para el conjunto de perceptores de rentas del Estado, de pensionistas a funcionarios a parados de larga duración, mientras que garantiza la salvación para todos los perceptores de renta variable vinculados a las instituciones financieras. Para el resto, Rajoy vende “acciones preferentes”, hipotecas subprime, todo tipo de productos tóxicos gubernamentales. El “sentido común” vinculado y promovido hasta la saciedad por el rajoynato consiste en lo siguiente: solo la obediencia política produce renta y/o supervivencia. Quienes pretenden terminar con el régimen podrían terminar a su vez con la jerarquía de las rentas garantizadas de obediencia política. A quienes aducen, como en nuestro caso entre muchos miles, que un régimen político de crecimiento basado en la renta parasitaria y en la destrucción de fuerza productiva y de los potenciales ecológicos es inviable y ha de terminar estallando, con consecuencias gravísimas para la mayoría y para la cohesión social y territorial, el rajoynato replica con la hoja de servicios desde 2012 hasta hoy: un país mutilado y sin otro futuro que el de un persistir vegetativo, pero que si no hubiera respetado la regla de la obediencia al poder de mando financiero europeo y a sus jerarquías de la renta, estaría en camino de su propia desaparición histórica y política, o probablemente habría abandonado la senda constitucional, con consecuencias sociales inimaginables.
De esta suerte, para entender la relativa estabilidad del rajoynatotenemos que entender la transacción de expectativas sociales y políticas en las que se basa: el miedo que promueve activamente es un miedo basado en la gubernamentalidad neoliberal, no en el recurso posible a la violencia del Estado. Se trata de que individuos, familias, entidades colectivas, introyecten ese cálculo de riesgos, en el que la identificación con el tronco histórico de la forma Estado española por parte del rajoynatosirve de título de garantía de una mediación contra un peligro sistémico que es entendido como riesgo ambiental, desguarnecimiento, precariedad ontológica generalizada. La forma misma de la “estabilidad” en la que se basa el rajoynato –la garantía de las rentas y de su jerarquía parasitaria mediante el desarrollo y la promoción estatal de las sucesivas burbujas inmobiliarias, de obra pública y del capitalismo de plataformas– contiene la certeza de la recesión, pero no como un riesgo mortal, sino como un estado específico con el que ha de medirse el sistema de pluralismo político limitado. Aquí reside la gran diferencia respecto al periodo del franquismo tardío y del régimen de pluralismo consolidado por la constitución de 1978 o, si se quiere, por la Segunda restauración borbónica. Ni en el Reino de España ni en el conjunto de la UE cabe hablar hoy de un sistema de Estados del desarrollo, sino de una completa financiarización de las fuentes de poder de los Estados (y, en esa medida, de una redefinición radical de su supuesta soberanía), donde estos funcionan como “Estados de (in)seguridad”[7].
Cabe preguntarse qué habrían hecho hoy los cerebros politológicos de la transición, de Conde a Linz. ¿Es el rajoynato un régimen autoritario de pluralismo limitado, o más bien es esa la tendencia a la que apunta la triple alianza aún en vigor, a pesar de Pedro Sánchez?
Recordemos también que, en ciertos pasajes, Gramsci considera que la “forma” misma de la democracia en su versión democrático liberal de Estado de derecho, es la hegemonía política de la clase burguesa en cuanto tal.
Rajoy persiste porque mide los choques según la ocasión propicia y porque es capaz de conocer a los adversarios a partir de sus fechas o motivos de vencimiento, de su proceder en el tiempo del proceso político normal. Las inyecciones de liquidez y solvencia del BCE; la reforma laboral de febrero de 2012; el comisariamiento fiscal de las instituciones públicas por obra de la llamada Ley Montoro; la acción concertada de transferencia de rentas populares hacia el sistema del IBEX35 aseguran las bases del reinicio del proceso de la burbuja, en las condiciones de una grave inseguridad social para las clases subalternas y empobrecidas. La definición y el control relativo de esa temporalidad ha sido la mejor garantía de domesticación de la alternativa antisistémica que al menos hasta las elecciones del 26 de junio de 2016 podían expresar Podemos y las confluencias.
No obstante, la gran vulnerabilidad de Rajoy está en las des-coyunturas, en los puntos de inflexión, donde opta por la mínima acción y por la acción vicaria, tal y como acostumbra, a sabiendas que nada, salvo su ausencia de obra, está en sus manos. Pero en tales momentos se exige tanta inacción como intervención decisiva, se exige acción y representación soberana de la misma. Tal era la coyuntura del primer semestre de su gobierno, y solo Draghi con su intervención decisiva vino a modificarla desde su despacho de Francfort. El rajoynato entra en crisis cuando las protestas y sus capacidades de afectar y ser afectadas salen de los circuitos de neutralización política parlamentaria y mediática y construyen un sistema red de contagio, enunciación, deliberación, desobediencia. Las grandes conmociones de la opinión pública son un veneno corrosivo para la lógica actuarial del rajoynato, incapaz de prever los acontecimientos, de medir su importancia y extensión, de establecer gradientes de seguridad-miedo en condiciones de neutralizar y desactivar los grandes procesos de contagio y subjetivación colectiva asociados a todo sistema red de protestas. Tal es el plano hojaldrado de un sistema de contrapoderes, en cuyas consistencia y persistencia la radicalidad democrática, la autonomía y la condición distribuida inherente a los municipalismos cobran un papel decisivo, que estaba ausente en el 15M.
3. El atolladero estratégico tras el final de la hipótesis populista. Podemos y la tortuga. Las paradojas de la autonomía de lo político.
En el momento en que escribimos, pagamos la cuenta de las irreversibilidades: de una manera u otra, con entusiasmo o con canastos de reservas, le hemos entregado la capacidad política a Podemos, a los gobiernos municipales, a una leva de representantes, asesores, liberados, creciente en número y crecientemente cansada, desorientada e impolítica. Y, aunque es ley de vida en todo ciclo de neutralización o restauración, todavía al margen de los circuitos de corrupción y expolio de rentas.
La “máquina de guerra mediático-electoral”, que había sido el as en la manga de la mayoría de los dirigentes y fundadores de Podemos para establecer el modelo de partido-empresa en el Congreso fundacional de Vista Alegre en noviembre de 2014, ha venido a enfangarse en la viscosidad del tiempo financiero y fiscal del rajoynato.
Hoy se plantea a todas luces el problema de cómo salir de la trampa, del trade-off entre conservación del poder institucional y movilización no controlada en el que se ha dejado atrapar Podemos y buena parte del municipalismo. La enfermedad, que ya conoce casos terminales, se conoce  popularmente como “gobernismo”.
Sin la energía negativa del espacio político que se creó entre 2009 y 2010 la probabilidad de un 15M habría sido muy escasa. Y sin la consistencia expansiva y destituyente del 15M el sistema de partidos e instituciones de la Segunda Restauración habría permanecido casi intacto. Como ha recordado recientemente Isidro López[8], si en vez de un sistema red abierto y autopoiético, indigerible por el sistema vigente, las fuerzas del 15M se hubieran empleado en armar un artefacto político electoral inmediato, el tiempo constituyente de la sociedad de las luchas se habría visto truncado, facilitando no solo la recuperación por parte del sistema de partidos y medios, sino también y sobre todo malogrando la vacuna contra las variantes de la guerra entre subalternos y de fascistización de las clases medias en descomposición.
El proyecto de autonomía de lo político que promueve Podemos ha entrado en una fase regresiva, quién sabe si terminal. Esto se entiende mejor si decimos que, cuando surgió, Podemos podía aspirar a resolver algunos de los problemas que estaban bloqueando el proceso constituyente de otra sociedad desde su big bang en el 15M: en primer lugar, el problema de expulsar del gobierno central a las elites políticas de la austeridad y el expolio financiero (simplificando, el “PPSOE” y sus variantes catalanas); gobernar deshaciendo los agravios o restituyendo los derechos y conquistas destruidas; y, por último pero no obstante lo principal, gobernar las libertades, esto es, desarrollar una gubernamentalidad que no es pasiva ni activa, sino estratégica respecto a las tensiones, las demandas, las constricciones y sobre todo los contrapoderes en el espacio tiempo político. Esto quiere decir gobernar desde la conciencia estratégica de los límites y las servidumbres del “gobierno del Estado”, es decir, adoptar una modalidad “perversa” de la gubernamentalidad neoliberal. Esta alberga potencialidades de las que carecen, en el marco geopolítico europeo, las ilusiones musculares del “gobierno fuerte” tan caras a lo nacional-popular en sus distintas variantes, así como las aspiraciones de “alma bella” que quieren un gobierno que no gobierne, que deje hacer o se subordine a los mandatos desde abajo de la ciudadanía, los “organismos de gobierno popular” si existieran o incluso los “contrapoderes” entendidos como grupos de presión social organizada. En tanto que perversa, esta gubernamentalidad es capaz de actuar sobre las acciones posibles de los otros, a partir de un diagrama de agonismos y antagonismos políticos y sociales de la formación social española y europea. Esta gubernamentalidad perversa no aspira, con sus acciones estratégicas, a gobernar los desequilibrios sociales sino a preparar las condiciones más favorables para los procesos constituyentes que recorrer la sociedad. Ni activo ni pasivo, sino estratégico. Cabe concebir de esta manera el “menos malo” de los gobiernos posibles.
No cuesta pensar que un gobierno de Podemos + confluencias habría podido abordar con cierto éxito los dos primeros problemas. Nada lleva a pensar, sin embargo, que, en el caso de Podemos (y muchísimo menos en el caso de IU o de las tentativas de “partido orgánico” en curso) se conceda la menor relevancia o estudio al tercer problema. Lo mismo puede aplicarse, a nuestro entender, a experiencias organizativas de “notables” como Barcelona en Comú, hoy centro del “partido orgánico” catalán con el nombre de Un País en Comú.
4. Ecología abierta de contrapoderes en red. Municipalismos, pluralismo institucional, procesos constituyentes y fijación constitucional.
Cuando no se ven las ventajas comparativas de acometer una reforma o una revolución, porque el adversario no termina de pudrirse y dividirse y los interesados en la revolución no parecen ni suficientes ni lo bastante resueltos, entonces conviene centrarse en construir en las luchas las instituciones de contrapoder. Solo las instituciones de contrapoder permiten estar en condiciones de hacer de la revolución una reforma radical y de la reforma radical una revolución profunda.
Parafraseando a Artaud, tenemos una tarea: en finir avec la topologie conventionelle: no solo izquierda/derecha, también abajo/arriba. Es necesario romper con las dicotomías entre horizontalidad y verticalidad. Ahora bien, ¿cómo hacerlo? En nuestro caso, cuando hablamos de verticalización de los contrapoderes, ¿en qué se distingue ello de “jugar” en el terreno de la autonomía de lo político? Sin duda tenemos que introducir la noción de un operador de transformación topológica que transforma el espacio tiempo y sus texturas en su proceso de constitución política y ontológica.
La noción de contrapoder dista mucho de ser clara. Mucho menos claro está que podamos utilizarla como una noción operatoria en la coyuntura europea hoy. Cuando, en relación al electoralismo de Podemos y otras fuerzas –basado, no lo olvidemos, en la idea de que “hay que tomar el gobierno (o las funciones ejecutivas del Estado) para luego poder introducir políticas de cambio”– se introduce la objeción de que no puede haber cambios legislativos efectivos, ni actos de gobierno transformadores viables sin luchas populares, sin iniciativas desde abajo, sin “contrapoderes sociales”. Y se trata de una objeción justa, que no hace mucho Pablo Iglesias recogía como enmienda de la narración unilateralmente electoral y mediática previa a las elecciones generales del 26J de 2016[9]. Allí, los contrapoderes forman parte del proceso de construcción del “bloque histórico” y de su “partido orgánico”[10]. En este esquema, incomparablemente más realista que la fábula taumatúrgica del Blitzkrieg electoral, hecho de “transversalidad” y de las que se antojaban formidables cadenas equivalenciales, lo que se hace es devolver la problematización allí donde había quedado varada, a la crisis del eurocomunismo de finales de la década de 1970. No fueron Santiago Carrillo, con su indigesto Eurocomunismo y Estado, ni las piezas de Enrico Berlinguer al respecto –entre el golpe contra la Unidad Popular chilena del 11 de septiembre de 1973, el “compromiso histórico” y la gran derrota sindical y política del otoño de 1980 frente a la FIAT– los que contribuyeron a arrojar luz sobre este problema. Antes bien, debemos a los últimos trabajos de Nicos Poulantzas la exposición más adecuada del problema de la destitución, la ruptura y la “toma del poder”. Aunque junto a la exposición del problema nos queden las aporías de la práctica, que tampoco el ciclo latinoamericano de los 2000 ha conseguido superar. Como sabemos, Poulantzas combina una crítica rigurosa de la concepción del Estado como objeto, instrumento, o sustancia (proponiendo en su lugar una concepción relacional y estratégica del Estado como condensación de relaciones de fuerzas entre clases, que su vez son cambiantes en la lucha) con el señalamiento de las aporías en las que incurren tanto la concepción socialdemócrata (y por añadidura eurocomunista) como las concepciones de la ruptura revolucionaria mediante la resolución favorable de la situación de “doble poder”. Simplificando, para Poulantzas ambas concepciones son incapaces de pensar la articulación del Estado de derecho con las formas consejistas y de radicalidad democrática, apostando por unas en menoscabo de las otras[11]. Aquí es donde un concepción débil, “alternativa” o “resistencialista” de los contrapoderes tampoco puede ayudarnos a pensar la situación actual. Los “contrapoderes”, entendidos como dispositivos y organismos de lucha y decisión radicalmente democráticas –cuando lo son– no pueden aislar al Estado, ni desarrollarse “desentendiéndose” de este. En primer lugar, como hemos recordado, porque el Estado es solo una “forma”, un “centro de gravedad desde el que se ejerce la dominación” (Poulantzas) y en cuanto tal es móvil, flexible, relacional y estratégico. Y, en segundo lugar, porque si tales contrapoderes expresan intereses y proyectos de lucha de clases emancipatorios, podremos tener un campo distribuido y difuso de batallas, pero no podemos evitar la atracción del centro de gravedad estatal hacia una dualización.
Sin dejar de poder reconocerse en los esquemas de la modernidad y de sus antagonismos (antimodernidad) y alternativas de constitución (altermodernidad), en la medida en que manejamos una idea materialista de poder tenemos que apuntar a los rasgos de novedad que todo poder histórico presenta. Si hablamos de contrapoder lo hacemos de contrapotencia, esto es, de un operador productivo y constitutivo.
Señalemos para empezar las operaciones críticas necesarias para trabajar estratégicamente con la noción de contrapoder:
A) Inmanentización del poder como relación. En este sentido, si el Estado es una forma en la que se condensan relaciones de fuerzas (de poder de mando) entre las clases, la forma Estado es inmanente respecto al campo social de los contrapoderes. Esa inmanencia es completa cuando la forma Estado, financiarizada, relativizada, interdependiente en las redes híbridas de poder global, está subsumida plenamente en ciclos de acumulación que son completamente políticos, es decir, ciclos cuya dinámica solo se explica a partir de una matriz de antagonismos globales de clases.
B) Unilateralización, donde mediante esta operación lo que tenemos ya no es el par, siempre asimétrico-transcendente, entre Poder y contrapoder(s) o Estado y resistencias: el Poder no es más que un concreto “plegado” de contrapoderes; el “gobierno” es un contrapoder; todo poder es una relación que presupone gradientes de potencia (de trabajo vivo) que se ejercen estratégicamente para construir poder de mando, dominio, subordinación, obediencia, consentimiento. Pero tales operaciones son completamente isomorfas: tan ejercicio de contrapoder son las maniobras financieras, fiscales y policiales del rajoynato como, por ejemplo, lo son las iniciativas del independentismo catalán. Contrapoder(s) y/o contrapoder(s), uno(s) frente, con, contra otro(s). Ninguna transcendencia, sino sólo, como escribe Spinoza,el hecho de que “los peces gozan del agua y los grandes se comen a los chicos”[12].
C) Pluralización; los contrapoderes son multiplicidades; consisten en distribuciones combinables, composibles, ensamblables, pero siempre en dimensiones de multiplicidades fractales, de donde siempre tenemos un número fractal de contrapoderes, esto es, donde las distribuciones posibles no son reducibles a la unidad. Las relaciones fundamentales entre distintas distribuciones de contrapoderes son de antagonismo o de agonismo, y en el proceso real siempre tenemos distribuciones mixtas de comportamiento de antagonismo y agonismo entre distribuciones concretas de contrapoderes. Los procesos de inteligencia estratégica determinan centralizaciones, enjambres, dualizaciones, diseminaciones de los contrapoderes, pero solo en la cabeza de los teólogos de lo político encontramos la Unidad que no sea puramente táctica o estratégica, nunca sustancial o estructural, tanto en las distribuciones de forma Estado como en las concatenaciones de contrapoderes.
D) Positivización; estas características, que remiten a una positividad del contrapoder en cuanto tal, y a afirmar que el poder de mando (o todo Poder o Estado con mayúsculas) precisa ser un contrapoder como condición de su resultado eficaz, nos lleva a prescindir provisionalmente de las nociones del contrapoder entendido como función negativa, correctiva o equilibrante. Tal es el caso de las procedentes de la tradición liberal (las funciones constitucionales del contrapoder, entendido como countervailing power, checks and balances; la función de contrapoder en la división de poderes del Estado de derecho); también de las de la tradición teológico política y iusnaturalista (el ius resistentiae que, por derecho natural, legitima el tiranicidio) y de la tradición socialista y comunista (tanto la dialéctica negativa del “contrapoder” à la Holloway como el doble poder bolchevique y leninista; pero tampoco nos encontramos en el horizonte inconcluyente y irresoluble de los “contrapoderes en la democracia de la influencia”, tal y como los conciben François-Bernard Huyghe y Ludovic François)[13].
Con tales consideraciones en mente, se presenta un problema que podríamos definir como el problema de la democracia del común en el juego de las dualidades. Lo teológico-político se presenta como un juego de dualidades insolubles salvo como mediación o Aufhebungrecuperadora.
Lo político se encierra en la dualidad, y admite la terceridad como mediación o como transcendencia: desde el modelo de la Trinidad al de la separación de poderes. La ruptura con lo teológico político pasa por un tratamiento dividual de la numeración. De esta suerte, el tres no es la captura en la triangulación edípica o dialéctica, sino que es el desvío, la inmediación de una serie n-1. Con el tres comienza la multiplicidad[14].
En este esquema de un sistema de contrapoderes, el papel del municipalismo resulta crucial. El carácter radicalmente democrático al que se prestan con rasgos de cercanía y concreción las instituciones de gobierno municipal ya ha sido señalado con frecuencia. Pero cabe prestar atención a las metrópolis y ciudades del Reino de España como una red capaz de soportar redes bayesianas de contrapoder, capaces de determinar una fijación constitucional de su autonomía y de sus formas de democracia. Atendiendo al problema de la unidad soberana, el sistema de contrapoderes, que tiene en el municipalismo su estrato fundamental, se muestra capaz de llegar a pactos constitucionales que permitan estabilizaciones relativas
Asimismo, las batallas internas del movimiento municipalista desde 2015 son una buena ilustración de esa evolución –no necesariamente feliz, no hace falta decirlo– de las redes bayesianas de contrapoder. Por ejemplo, en el caso de Ahora Madrid, el objetivo compartido de ganar o al menos consolidarse como contrapoder en el ayuntamiento madrileño permitió un juego arriesgado, pero finalmente eficaz, entre estrategias agonistas y antagonistas. La apuesta y el método de Ganemos[15], basado en la radicalidad democrática y en su reflejo en los métodos de votación digital (el sistema Dowdall, para simplificar), tuvo que enfrentarse a la estrategia casi antagonista de Podemos Madrid, que llegó incluso a jugar al juego de la gallina, amenazando en el último momento con una espantada de la confluencia. Ganemos Madrid, en lugar de amilanarse, decidió hacer algo imprevisible, que fue publicar tales amenazas, que se habían hecho fuera de los focos. Esto hizo que la posición de partida de Podemos, que fue siempre a la zaga de Ganemos en el proceso madrileño, tuviera que rectificar y avenirse a la confluencia en los términos de radicalidad democrática que habían fijado las asambleas de Ganemos. Se trata de uno de los ejemplos más logrados de la validez de las estrategias ago-antagonistas o convergentes, que presuponen la imposibilidad de consensos duraderos entre actores e intereses heterogéneos, pero permiten hacerlos bayesianamente productivos en un cuadro pluralista de agentes y contrapoderes.
5. De lo orgánico a lo cyborgánico y del partido a la plataforma
Tras la resaca del periodo electoral, comprobamos que la idea de un “partido orgánico” de inspiración gramsciana tan sólo apunta, en las condiciones presentes, a dar un nombre digno a la suma de siglas, grupos y corporaciones de la sociedad política y civil de la izquierda. Pero ese sumatorio no solo dista mucho de ser orgánico, por más voluntarismo o “liderazgo” que se le inyecte, sino que es también completamente insuficiente. Conforme a nuestra propuesta de un sistema de contrapoderes, entendido como máquina ontológica y política del cambio constituyente, el “partido orgánico” sólo puede ser una parte, cuyo papel determinante, subordinado, táctico, etc., dependerá de las composiciones de los vectores éticos, políticos del sistema red de contrapoderes, que a su vez dependen en grado determinante de las evoluciones del rajoynato y del subsistema europeo.
Por el contrario, si, gracias a la experiencia reciente, conseguimos librarnos de la superstición de la autonomía de la esfera de lo político-estatal y consideramos el funcionamiento real de los sistemas red desde el 15M, lo cierto es que necesitamos un proceso ciborganizativocompletamente distinto. No se trata de establecer una dicotomía entre un partido (o la criatura aún desconocida llamada “partido movimiento”) y sus inevitables jerarquías y liderazgos, frente a una organización distribuida, relativamente anónima o de débil personalización. No, no se trata de una reformulación de esa vieja cuestión. Se trata más bien de que, en la dimensión bio y tecnopolítica política del poder, la rebelión, la explotación y la emancipación, que es en la que vivimos, sólo un enorme proceso de trabajo, evaluación, inferencia y decisión colectivas, multitudinario, distribuido, puede hacer verosímil la apuesta por una democracia contra la austeridad y la dictadura comisaria actuales.
El proceso ciborganizativo es el único que puede dar cuenta de la potencia política adecuada a cada singularidad de contrapoder, en el que el telos del proceso no es (sólo) “el Estado”, “el gobierno” o “los parlamentos”, sino el proceso de transición a una sociedad en la que las instituciones del común son hegemónicas respecto a las instituciones del capital, y en la que los actos de gobierno y las instituciones coercitivas están sometidas, de facto y de iure, al procedimiento ciborgánico de validación en el sistema de contrapoderes. El proceso ciberorganizativo construye los algoritmos y prepara las decisiones de la constitución del común en cada momento de su determinación política, histórica y geográfica.
Las redes aprenden, y los contrapoderes también. La tradición bendita de la multitud y del Estado dice que los muchos son caóticos y no se pueden organizar. Esa es la justificación de la unicidad y la transcendencia del poder, corregida por un sistema de controles y contrapesos. Sin embargo, cada vez más sabemos que no hay decisión sin computación previa, y que la mejor computación es la distribuida. Y asimismo sabemos que la computación implica algoritmos y que los mejores algoritmos son los que pueden ser controlados y revisados de manera distribuida (léase democrática, abierta, autónoma). La inferencia bayesiana nos remite a la retroalimentación mutua entre hipótesis creíble y probabilidad basada en la iteración de hechos compatibles con la hipótesis. El sistema red creado en el 15M es una red de creencias, una red bayesiana de inferencias y decisiones constituyentes. Tal es el método con el que ensayamos y erramos desde 2011[16]. El largo 2011 hispano no ha dicho aún su última palabra.



[1]Quiero agradecer a Gerald Raunig por su estímulo a la escritura de este texto, preparado para un libro colectivo sobre los municipalismos de próxima publicación en http://transversal.at/books
[2]Véase Rubén Juste, IBEX 35: Una historia herética del poder en España, Madrid, Capitán Swing, 2017.
[3]Usamos esta definición, producto de una discusión en curso con Antonio Negri, como una manera provisional de denominar a las nuevas fuerzas de la derecha racista e islamófoba europea.
[4]En este parágrafo me apoyo en los distintos trabajos al respecto a Gregorio Morán, Carles Sirera y Emmanuel Rodríguez, entre otros.
[5]En este sentido, las resonancias entre la retórica de la gran conmemoración franquista de los "25 años de Paz" en 1964 y el discurso de seguridad y estabilidad en tiempo de zozobra que emite el rajoynato no pueden pasarse por alto.
[6]Nicolai Ivanovich Bujarin, La economía política del rentista, (1927), en https://www.marxists.org/espanol/bujarin/obras/austria.htm
[7]Véase Isabell Lorey, Estado de inseguridad, trad. de Raúl Sánchez Cedillo, Madrid, Traficantes de Sueños, 2016.
[8]Comentario personal de Isidro López en redes sociales.
[9]Un comentario crítico de la discusión en Emmanuel Rodríguez, “El post-Podemos: contrapoder o «movimiento popular» a golpe de silbato”, https://www.diagonalperiodico.net/la-plaza/31567-post-podemos-contrapoder-o-movimiento-popular-golpe-silbato.html
[10]Recordemos las observaciones de Gramsci en los Quaderni sobre la noción de “bloque histórico”: “El pensamiento de Croce debe pues, por lo menos, ser apreciado como valor instrumental, y así puede decirse que ha atraído enérgicamente la atención sobre la importancia de los hechos de cultura y de pensamiento en el desarrollo de la historia, sobre la función de los grandes intelectuales en la vida orgánica de la sociedad civil y del Estado,  sobre el momento de la hegemonía y del consenso como forma necesaria del bloque histórico concreto”; Antonio Gramsci, Cuadernos de la cárcel, Vol. IV, México DF, Ediciones Era, 1986. p. 135.
[11]"Cómo emprender una transformación radical del Estado articulando la ampliación y la profundización de las instituciones de la democracia representativa y de las libertades (que fueron también una conquista de las masas populares) con el despliegue de las formas de democracia directa de base y el enjambre de los focos autogestionarios: aquí está el problema esencial de una vía democrática al socialismo y de un socialismo democrático"; Nicos Poulantzas, Estado, poder y socialismo, México DF, 1987, p. 313-314 (la cursiva es nuestra).
[12]Baruch Spinoza, Tratado teológico-político, cap. 16, “De los fundamentos del Estado; del derecho natural y civil del individuo y de las supremas potestades”, trad. de Atilano Domínguez, Madrid, Alianza.
[13]“Un poder disperso, en redes, resultado de un equilibrio entre juegos de influencia. Un poder, en definitiva, cuya naturaleza no se revela nunca mejor que a través de su contrario absoluto: las nuevas formas de la protesta. Paradoja en la paradoja: esas fuerzas de protesta participan a su vez del poder (o del no poder) como elemento de críticas, de inspiración, de influencia a fin de cuentas”, François-Bernard Huyghe y Ludovic François, Contre-pouvoirs, París, Ellipses, 2009, “Introduction”.
[14]Sobre estas cuestiones, véase Dividuum. Maschinischer Kapitalismus und molekulare Revolution, Band 1, de Gerald Raunig: http://transversal.at/books/dividuum
[15]Véase Montserrat Galcerán, “El «método Ganemos» o aprendiendo a hacer política en común”, Diagonal, junio de 2015, https://www.diagonalperiodico.net/la-plaza/27036-metodo-ganemos-o-aprendiendo-hacer-politica-comun.html
[16]Un problema actual y que está de lejos de haberse expuesto y detallado es que la Internet social y todos los protocolos de comunicaciones entran/en en un régimen de ciberguerra. El proceso social subjetivo-algorítmico-energético tiende a configurarse en su interior como guerra. Esto impide localizar las condiciones genéricas de formación posible de sistemas-red socio-algorítmicos de tipo autopoiético como el 15M.

Clïnamen: Tres muertes en el conurbano

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Conversamos con el periodista Diego Genoud a partir de su investigación sobre las muertes de Julián “Iki” Darío, Omar Ibañez y César Méndez en el conurbano bonaerense. Las organizaciones sociales y las militancias barriales. La exposición de quienes se oponen a los grupos narco y la especulación inmobiliaria con complicidades políticas. Y de bonus track, un análisis de Diego sobre el resultado de las PASO.


Podemos desde las prácticas autónomas de lucha e investigación construir un diagnóstico de las coyunturas políticas actuales en Latinoamérica? // Conversación con Diego Sztulwark

entrevista radial en Vitrina Distópica

¿Podemos desde las prácticas autónomas de lucha e investigación construir un diagnóstico de las coyunturas políticas actuales en Latinoamérica?. Aproximándonos a las diversas inteligencias grupales en la historia reciente de argentina y de otros procesos de politización latinoamericanos, ¿cuáles son las urgencias y los desafíos que hacen emerger una nueva imaginación política para traducir las transformaciones del capitalismo y la sofisticación de los mecanismos de explotación del cuerpo y las subjetividades?. Desde la experiencia del ex-colectivo Situaciones ¿Cuáles fueron las coyunturas históricas en Argentina que lo constituyeron y las estrategias e inventivas que propusieron para enfrentarlas?¿Qué pistas nos entregan las inventivas políticas, como lo fue la investigación militante, para traducir el contexto actual de una pedagogía de la crueldad y una desensibilización entre los grupos sociales?. Frente a este contexto ¿cómo asumir una sensibilidad del desafío entre colectivos, grupos sociales, microprácticas de organización que logren interrumpir la codificación neoliberal de la vida?

Clinämen: Cuba y la revolución dentro de la revolución

Conversamos con Víctor Cassaus, quien coordina junto a María Santucho el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau en La Habana. Acaban de editar el libro “Crónicas de Segunda Cita” de Guillermo Rodríguez Rivera, material que compila sus textos en el blog Segunda Cita del trovador Silvio Rodríguez. En esta conversación Víctor habla del presente de Cuba, del ejercicio de la crítica en la Isla y los cambios sonoros a partir de la política de Obama para con el bloqueo. 

[fuente: http://ciudadclinamen.blogspot.com.ar/]

A 3 años de la desaparición de 43. A 8 años de 26 mil. Correspondencias anímicas: “que del dolor salga algo de vida, algo de verdad” // Mateu A. Hostis

 
 
Esta crónica es la puesta en juego de un tiempo y un espacio comunes entre experiencias distantes, la posibilidad de un corredor de afectos trans-fronterizo que permite encontrar anímicas inquietas,  sensibilizadas con sus corajudos destellos a más de 8 mil kilómetros, y donde el estar cerquita, como señalará Jean Luc Nancy, apuesta por rediseñar una ofensiva discreta, sensible, a ras de piso y a contrapelo, capaz de desafiar la operación sistemática de producción de dolor y horror, expandida a escala planetaria bajo la forma de una necro-empresa global de acumulación, basada en la desaparición y en la devastación. Una suerte de guiño amistoso, un discreto ademán de solidaridad, en medio de un estado de control y amenaza total, donde la crueldad, la indiferencia, el silencio y la inacción satura los prismáticos a través de los cuales se imprime una norma cívica, algo así como un consenso del miedo, que empuja a quienes resisten a un abismal estado actual de desesperación general.
“Hola güera, ya te veo muy libre, nos vamos a Oaxaca, ¿nos vamos a levantar un bloqueo?” escucho en medio de risas y abrazos entre dos compas en medio del acampe que exigía justicia por los 43 estudiantes de Ayotzinapa al frente de la infame Procuraduría General de la República (PGR). Un saludo lleno de erotismo, de confianza, de amistad entre compas que indirectamente caló mi cuerpo y me invitó sin preámbulos a entregar mi correspondencia.
Ya hacía un año que junto a mi compa Ion Mongl del siempre presente colectivo Ojoeperro habíamos sentido la urgencia de activar diálogos y cercanías transfronterizas bajo el fuego cruzado de los aparatos necro-estatales. En Chile, la persecución contra colectivos y organizaciones sociales nuevamente acechaba a la incólume Villa Francia, donde los padres de los hermanos Vergara Toledo, jóvenes combatientes asesinados por la policía de Pinochet en 1985, volvían a poner el cuerpo, la memoria y la indocilidad frente a los medios de comunicación y el hostigamiento policial, en la jornada previa a la conmemoración del Día del Joven Combatiente. Sabíamos que la cosa no iba bien entre tanto sapo recorriendo y asediando la Villa. Sin embargo, supimos que las palabras de los tatas estarían siempre abiertas a acoger una nueva ofensiva, sin miedo, sin rodeos. El diálogo empezó, la estrategia no la imaginaron, algo precipitábamos que se tornaba novedoso y completamente urgente, sensaciones vertiginosas recorrían la casa esquina. “Ojalá que del dolor salga algo de vida, algo de verdad”, terminó diciendo Don Manuel.
 

 

 
 
Era una tarde fría cuando llegué de forma completamente imprevista a la acampada. Todos corrían de un lado a otro adelantando lo que parecía ser una nueva jornada de asamblea o reunión. Mientras tanto, a las afueras, compas denunciaban el asedio policial al histórico Centro Okupado Chanti Ollin. En el diálogo con los compas, les comenté que tenía una correspondencia que entregar, que iba dirigida a los padres de los 43 de Ayotzinapa y que venía desde Chile. No pasaron algunos minutos, cuando se me acerca un compa. “Había tenido suerte”: hoy estaban ahí. No pasó mucho rato cuando llegan al frente mío dos de los padres, recuerdo especialmente la profunda mirada de Don Clemente, quien con entusiasmo frente a la noticia de una correspondencia preparó las condiciones en el acampe para que pudieran recibirla todas y todos quienes en ese momento estaban ahí. La correspondencia se entregó en las manos de ellos, sin embargo, recorrió las sensibilidades de todas y todos quienes, a medida que pasaba la tarde, se congregaban para viajar juntas y juntos a una nueva jornada de la Asamblea Nacional Popular en Ayotzinapa, a la cual sorpresivamente ya me habían invitado.
El mensaje inundó la carpa y estrechó los tiempos para la llegada del bus que venía por todes. La correspondencia la vimos dos o tres veces, una inmensa curiosidad por la resistencia en Chile tomaba cuerpo entre inquietudes que se desplazaban desde la jornada de conmemoración en el Día del Joven Combatiente, el estado de salud de la machi Francisca Linconao perseguida por el Estado de Chile, las prácticas de intervención y violencia policial en territorio mapuche y la profunda rabia que sentían con el estadio actual de privatización y criminalización que vivíamos al sur. Algunes compas ya habían estado en Chile, la frontera del arte y el activismo les había involucrado con los movimientos estudiantiles, con la ferocidad de la resistencia callejera de quienes eran sólo niños y adolescentes luchando por una educación distinta: cuánta alegría les inundaba recordar en esa jovial rebeldía el rostro de sus 43 rebeldes, de sus 43 hijos, de sus 43 amigos, por los que allí estaban, y por lo cual, también nosotros nos habíamos encontrado, nos habíamos reconocido, nos habíamos acercado.
Hace unos días, nuestro amigo Oscar Cabezas decía a propósito de Ayotzinapa: “La infancia no es simplemente el lugar de la niñez, es la ocurrencia de un acontecimiento que corrobora que la experiencia de la vida es lo opuesto a la fabricación de cadáveres. Si la postsoberanía necropolítica es fabricación de cadáveres, la apelación y defensa de la aparición y reaparición de la infancia —como experiencia irreductible de la vida— es su contención, su más profunda y honda trinchera”. Escrita con aguda sensibilidad, esta idea se aproxima de forma insospechada a lo que aquella tarde acontecía en la Ciudad de México, en la que una proximidad imposible se venció a sí misma abriendo una brecha, un encuentro, un corredor anímico entre quienes seguían en pie en Chile y en México, movidas y remecidas por una experiencia de ataque y reacción global contra la jovial rebeldía, contra la infancia, que lograba tornar posible y de manera intempestiva un diálogo, una mirada, un abrazo, una narrativa en el recuadro de la fogata estrechando la memoria en torno a los hermanos Vergara Toledo, con más de una “pingüina” insurrecta en las barricadas de la Alameda, alguna de las miles de niñas secuestradas y desaparecidas por el sólo hecho de ser mujeres y resistir como tales, y los insurrectos normalistas que inundan la lucha por justicia en Guerrero: Julio César Mondragón, Genaro Vásquez y hasta el mismísmo Lucio Cabañas. Nadie estaba solo esa noche fría, nadie podía sentir miedo frente al hostigamiento permanente de la PGR. Nadie quería no estar ahí.
 
 
 
Yo sin haber ido preparado para el viaje a Guerrero, a la Escuela Raúl Isidro Burgos, estaba ahí tranquilo frente a la generosidad de mis compas del acampe, quienes me ofrecieron abrigo y comida con tal de que no dudara de ir a presentar esta correspondencia. El bus Estrella de Oro venía retrasado por más de 5 horas, y el frío calaba cruentamente los huesos. Entre los cafés, los chocolates, los cigarrillos y la pantalla que reproducía algunas entrevistas a compañerxs en otros lugares del mundo hablando sobre el orgullo de quienes luchan, las conversaciones iban permitiéndonos rastrear cómo el narco-gobierno distribuye zonas de muerte que se acompañan de una vasta empresa de producción de zonas económicas especiales, donde el narco no sólo explota el agro a través del cultivo de drogas sino también a través de un mercado legal alojado en la agro-industria, el ahuacate o el limón, también la pesca, la minería, entre otras, tornándose ya indiscernible la frontera que permite diferenciar operaciones de inversión legales de aquellas que no lo son, en un contexto de avanzada predatoria neoextractiva amplia.
Así como los cárteles diversifican la exploración e inversión económica, es también como el narco-estado diversifica y sofistica las tecnologías de muerte y terror, empeñándose en propagar dispositivos de hostigamiento que permitirían extender la genocida Guerra contra el Narco a una escala total en el país, a través de lo que el PRI ha denominado Ley de Seguridad Interior, que otorga facultades excepcionales a los organismos militares para ejecutar acciones de intervención y extracción de información según lo estimen conveniente, convirtiéndose en una amenaza inminente frente al actual contexto de organización territorial-comunitaria, de consolidación del Consejo Nacional Indígena, de multiplicación de grupos de autodefensa, de proliferación de grupos de amigos y familiares de desaparecidos que con sus propias manos excavan, recuerdan, reconstruyen la memoria de quienes nos fueron arrebatados por incomodar.
Cuando llega el bus no miento que me inunda una sensación extraña. Todas y todos desprenden una exhalación de relajo frente a la llegada que, por el contrario, a mí se me reemplaza por una preocupación inmediata, por una producción serial de imágenes del bus Estrella de Oro que se reproduce en mi memoria de forma incesante, remitiéndome a las imágenes de cientos de ataques por parte de bandas policiales y delictuales contra normalistas, de detenciones arbitrarias y discrecionales, de persecuciones, de todo aquello que inunda la telemática del terror y que funciona en la medida que es capaz de neutralizar toda la potencia del encuentro, la imaginación corporal, el erotismo y el coraje de la palabra compañerxs. No miento cuando al ver el bus Estrella de Oro pasan por mi cabeza los rostros de los 43 compañeros, y mientras subo mi cuerpo vibra entre una oscura incertidumbre y una vitalizada confianza del estar juntos, donde se juega una potencia que creo que ya la vivo, la comparto. Vámonos, compas.
El viaje fue corto, mi compañera de asiento llenó de valentía mi andar, llevaba desde hace 4 años luchando por la libertad de Alejandro Bautista Peña, compañero arrestado de manera arbitraria en medio de una manifestación que expuso una total violencia por parte del narco-estado contra los asistentes el 2 de octubre del 2013. Él sacaba fotografías, se convertía inmediatamente en un estorbo para la impunidad con que las policías despliegan a mansalva la crueldad en México contra quienes osan demostrar su descontento y organizar el malestar. Ese 2 de octubre en que fue arrestado Alejandro en Ciudad de México marcó un episodio sangriento, dejando en la memoria otra serie de hechos violentos impunes, como la represión en Atenco, donde el actual presidente del país, Peña Nieto, entregó las órdenes que sembraron asesinatos y una serie de casos de violencia sexual contra las manifestantes, coronando la impunidad con su presidencia. Luego de anotar el nombre del documental Sentenciado: la injusticia no merece una sola lágrima, sino gritos y protestas, que recorre el caso del compañero, mi cuerpo pudo descansar.
Desperté cuando ya estábamos a un kilómetro de Tixla, entrando en el bus a la Normal Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa. Un sol matutino y revitalizante me despertó junto a las voces de mis compas, con quienes habíamos compartido parte completa de nuestras conversaciones durante la espera del bus. Los compañeros normalistas nos dieron la bienvenida, recibieron nuestras cosas con una hospitalidad incondicional, y rápidamente se empeñaron en invitarnos a que fuéramos a Tixla a desayunar. Entre chilates y atoles, disfrutados por los pasillos del mercado de Tixla, pudimos observar cómo una comunidad entera no da chance al olvido, pese a que los colores y la luminosidad de tan bella ciudad pretenda poco a poco ser borrada, desprendida de sus propios muros, como los rostros de algunos desaparecidos que pese a las inclemencias del miedo resisten al olvido malintencionado.
 
 
 
La asamblea ya estaba por comenzar y entre chilate y cotorreo nos estábamos quedando atrasados. Volvimos velozmente a la Normal mientras me contaban que hace unos meses habían recibido otro ataque cruel y despiadado. El asesinato de dos estudiantes a unos kilómetros de la Escuela seguía demostrando que la guerra contra un modelo de educación, contra una memoria de lucha y resistencia, seguía intentando ser aplacada. Campaña que ha reducido las Normales de 44 a sólo 17, y que se ha extendido desde la guerra sucia hasta la actualidad sin tregua, y que hoy en día aparte del terror del sicariato y las policías debe luchar contra un proceso de reforma educativa neoliberal. Actualmente, la matrícula de la Raúl sigue reduciéndose lentamente, llegando a 70 cupos de lo que eran 120 estudiantes aproximadamente por año.
Cuando llegamos, ya era hora de almorzar. Los compañeros nos habían cocinado a todas y todos quienes asumimos con responsabilidad la convocatoria a esta nueva Asamblea Nacional Popular. Pronto comenzaría una conversación que se extendería por horas, y donde estaba completamente prohibido tomar fotografías sin avisar, aunque todas y todos sabían que la policía no dejaría jamás de infiltrarse para robar información o el rostro de alguna o algún compañero. Entre palabra tomada y palabra cedida, compañerxs de distintos lugares del México que resiste, emprendían la oratoria: “No se puede dar una cara de derechos humanos a un sistema que es de muerte”, clamaba una compañera, que entre aplausos daba paso a la exigencia del Plantón: “Ha llegado el momento de que hablemos como Pueblos, no como gremios”, interpelando con dedicación a una asamblea que no dudó en reafirmar la condición revolucionaria que los encontraba allí: “Es más revolucionario quien interpreta con objetividad la realidad y actúa por ello” sin perder “la calidad moral” frente al miedo que les amenaza incesantemente. La asamblea armaba un diálogo intenso, procurando emplazar a los más heterogéneos grupos y movimientos a la búsqueda de “lugares de intercambio, de nuevos lugares, espacios y conocimiento para la paz, para construir memoria”, reafirmando una posición afectiva y viva frente al terror, y donde pese a todo “no nos van a robar la alegría y no queremos una revolución que sea sin esperanza”.
 
 
 
La asamblea estaba llena de intensidades. Los convocantes, la agrupación de Padres, Familiares y Amigos de los 43, seguían asignando las palabras, permitiéndose mantener un espacio de diálogo, respeto, escucha y tolerancia en medio de cuerpos y energías que no daban pie atrás pese a que la noche ya había caído una vez más sobre la Isidro Burgos. Fue de pronto que la conversación cesó y la asamblea se pone de pie para sellar una nueva jornada de complicidad, solidaridad, resistencia y compañía con puño en alto y al unísono del Venceremos, el histórico himno de la Unidad Popular chilena que, pese a los años, demuestra su completa vigencia histórica en los ánimos de quienes encumbran al presente la memoria de años de luchas pasadas, no obstante dando un cierre infatigable con el mero sello de quienes en México siguen de pie, pese a todo: “Porque vivos se los llevaron, vivos los queremos… Porque ahora se hace indispensable presentación con vida y castigo a los culpables”.
Cuando ya la asamblea se dispersa, comienza un encuentro muy bello de cercanías con las y los compas. Los padres y familiares de los 43 entregan un fervoroso saludo y apoyo al pueblo mapuche en resistencia y reciben la correspondencia que hace una noche había presentado en el acampe. Un breve recorrido por la Normal me permite sacar un registro fotográfico de las decenas de murales que animan la persistencia de los compañeros a través de los cuales se escribe diariamente una crónica viva de los lamentables hechos ocurridos hace tres años en Iguala, pero que sin embargo, no se agotan allí sino que se remontan décadas atrás, cuando las Normales se surgieron como una de las principales herramientas de una revolución mexicana dirigida al campo, a las comunidades indígenas, a aquellas y aquellos que miraban desde lejos la infamia del desarrollo y el progreso que años después, a sangre y fuego, vendría a instalarse sin otros miramientos durante las últimas décadas del siglo XX en todo el territorio.
 
 
 
Las Normales, ese gran libro abierto de una esperanza que no se espera, sino que crece y se construye día a día, donde la infancia no se rinde ni doblega frente al terror que intenta cruentamente apagar la novedad con que cada generación de estudiantes, cada generación de maestros, propaga la historia una y otra vez desde esa policéntrica mundanidad que acontece de la mano de cada comunidad. Esa potencia de una infancia que no da tregua a la imaginación con tal de no abandonar a sus compañeros y a esas madres, padres y niños que todos los días les reciben en sus escuelas, con la prudencia salvaje de quienes no han sido curtidos por la violencia sino por una sensibilidad inclaudicable frente al miedo. Esa insurgente inocencia y creatividad que abrazo como despedida, cuando para nosotros y nosotras ya es hora de volver a la ciudad-marca, y para ellos, la hora de terminar de estampar cada camiseta de práctica con la honorable insignia de la Normal Raúl Isidro Burgos. Ya no pueden esperar nada de nadie, y mañana sus compañeros tienen que volver a las escuelas, salir a las calles y enfrentar el silencio y la impunidad con la frente en alto, con la dignidad que les queda a quienes no se rinden, a quienes no dejan de luchar, a quienes recuerdan, a quienes no olvidan. 
 
Mateu A. Hostis de Vitrina Dystópica / órgano de difusión del Grupo de Estudios Experimentales Paul K. Feyerabend 

A tres años de Ayotzinapa // Oscar Ariel Cabezas

Desgraciados los pueblos donde la juventud no haga temblar al mundo y los estudiantes sean sumisos ante el tirano
—Lucio Cabañas
Con sus intensidades y sus incendios, la infancia es el lugar de una experiencia singular. Es el Ave Fénix que quema las infinitas energías del estar vivos sin la ansiedad de la muerte. En su vuelo desordenado se ordena la vida como proximidad a lo infinito. Lo infinito es la condición genérica y singular de que la vida es vida para el juego. La infancia es el plano erotizado de las reglas y del cambio de reglas de juego que emerge una y otra vez de las cenizas del cuerpo. Sin embargo, el cuerpo es el finito de la infinitud de destellos de historia. Por eso es que las historias, aunque no sin el juego del duelo, pueden siempre volver a empezar.  La infancia no tiene más refugio que el infinito re-nacer. Ayotzinapa es el clamor de la urgencia de este re-nacer porque es hoy el nombre del crimen organizado contra la infancia. Renacer es lo opuesto al cadáver y la materia desde las que todos los lugares del nacimiento confluyen en la afirmación del juego de la vida como lucha por la dignidad de estar y habitar en común la Tierra.
Ayotzinapa es el lugar de la memoria de la infancia de esa multiplicidad que llamamos humanidad. Es el clamor que se opone a la mano criminal de genocidas escudados en el Estado de contabilidad del libre mercado o en el poder acéfalo de las armas del narco. Los estudiantes son el fantasma de los saberes posibles e imposibles de una voluntad de memoria fundada en la experiencia de la comparecencia ante el otro. Ayotzinapa es el otro que habita las edades posibles de la niñez y de las escuelas como experiencia cotidiana de estar vivos en la intemperie. Olvidar el clamor de los 43 estudiantes desaparecidos sería abrazar la complicidad del poder y la de los poderosos que niegan la experiencia infinita de los nacimientos. La infancia nace a la intemperie porque se abre al juego de los acontecimientos. En el juego, la oscuridad de la noche es la claridad de una mañana sombría. La infancia es la distracción de la crueldad, de la discriminación racial, de la explotación y de la banalidad del mal porque es el intermedio entre la temperatura del sol y el río Mississippi de las aventuras genéricas del amanecer a la infancia, como en los juegos, siempre al borde de un desborde, de Tom Sawyer y Huckleberry Finn.
Pero la noche de Iguala en la que desaparecieron 43 niños-estudiantes está desinscrita de la experiencia del juego del amanecer.  Esa noche se les desgarró la carne ensoñada a niños-profesores como síntoma de que la infancia podría desaparecer.  Si la infancia es el lugar genérico de realización de la humanidad, lo que ocurrió hace dos años fue el horror consumado de apagar la infancia de la humanidad. A través del horror innombrable de una masacre que rotula la esfera inmunológica del Estado y abre la vida de la especie a su posibilidad de extinción, la ferocidad del crimen amparado en un estado cómplice de la mano asesina, hizo temblar —desde Ayotzinapa hasta el lugar más recóndito de la tierra— toda comunidad de nacimientos.
No es difícil imaginarlo, mientras se apagaba la infancia de los 43 normalistas, a esa misma hora nacía, en plena intemperie, el hijo, la hija de un padre, madre anónimos que no dejaban y, aún no dejan, de temblar ante el acontecimiento de la vida. El que nace ante la ley del manantial de la vida es promesa de infancia, es promesa de vida y jamás (por mucho que persista cierta filosofia de la finitud en ello) la infancia está ante la muerte.  Esta actualidad que arranca la piel de los hijos e hijas que nacen de la pasión por la vida solo puede entenderse como pasión necropolítica si la inactualidad de la memoria, su potencia activa, se opone, resiste y lucha contra la complicidad con el crimen, la indiferencia, la apatía, el consumo y el espectáculo de la muerte. Esta, como circulación mercantil, como estética de horror y fetichización de lo que ha sido despojado de rostro y mutilado en su carne, es la conversión de la materia ensoñada de la infancia en cadáver. En la circulación cambiaria el cadáver emerge como olvido y despojo de humanidad a la que le falta su infancia, su vitalidad, su posibilidad de volver a nacer, su renacimiento. El habitus del fetichismo del cadáver no es otra cosa que el habitus de una economía de lo visual depuesta en marcha por falta de fidelidad a la memoria de las luchas en Ayotzinapa.
Recordar las luchas de los niños-normalistas de Ayotzinapa —y las de las luciérnagas que acompañaron a Lucio Cabañas en la sierra de Guerrero— es compartir el destello de luz que enciende la memoria de una fidelidad irrenunciable. La memoria enlutada no es la renuncia a la mirada de lo que ha ocurrido, ni menos aún la de la espectacularización mercantil-informática del cadáver, sino efervescencia de un recuerdo que incendia el alma y hace temblar a aquello que nos mira. Cuando miramos el rostro de esos niños desaparecidos de Ayotzinapa, sabemos que hay “algo” que nos mira hasta hacer que nos reconozcamos en la experiencia aniquilada por lo innombrable e inenarrable de la tragedia política, social y económica de México, esto es, la masacre de la noche de Iguala. 
¿Qué significa ver hoy esos rostros de niños-normalistas desaparecidos? Hay que romper el cerco de la circulación cambiaria del cadáver. El inconsciente óptico deviene político cuando el luto hace temblar la circulación mercantil del cadáver y nos dispone a pasar de la contemplación de la tragedia convertida en plusvalía sentida para los ojos de un mercado cultural que vive del goce mediático de los niños muertos de Ayotzinapa a la política de quienes miran hacia el por venir de lo infinito de la vida. ¿Pero qué es lo que mira por fuera de la circulación del cadáver? El paso al acto de la mirada que compone la  memoria del dolor y de la pérdida de la infancia arrebatada de los brazos de Ayotzinapa. La memoria enlutada para aproximarse a la verdad y la justicia debe ser, es urgente que así sea, una memoria enluchada. Se trata de una memoria que no evita las cenizas como inminencia de lo que ha desaparecido para volver a reaparecer porque en el duelo y la lucha, desde las cenizas, reaparecer no solo supone la fidelidad a la política y  a la lucha de Ayotzinapa, sino también a la justicia y a la posibilidad de la infancia como experiencia irreductible del clamor por la vida.
Podrá, en efecto, hallarse en el movimiento de la escritura de Jacques Derrida, en el poema de Pier Paolo Pasolini a Antonio Gramsci, en el conmovedor poema “Serán cenizas” de José Ángel Valente, en la leyenda del ave Fénix, el lugar de un pensamiento de las cenizas. Pero una escritura que escribe sobre y en las cenizas jamás podrá reconocerse en la compulsión circulatoria del cadáver. El cadáver es lo que niega el pensamiento ceniciento que enciende y se encarna en los movimientos de indignación, protesta, y clamor por la vida. Se trata de las cenizas colectivas de la comunidad de nacimiento y, así, de la lucha por la infancia como lugar en el que ocurren  los nuevos comienzos. Debemos decirlo con todo el clamor de la justicia, la infancia es una categoría esencial de la lucha política. Por eso, es lo opuesto a la mercantilización del cadáver, cuya plusvalía también niega y retira el ritual social del estar ante la muerte.
Frente a la muerte que nos hace temblar, el cadáver de la circulación mercantil es el olvido de la infancia, la asfixia de su memoria. Durante toda la modernidad, haciendo prevalecer el cadáver y las tecnologías de la desaparición forzada con las que los estados han operado, se desea arrancar la infancia como materia ensoñada y subversiva de la especie humana. Los estados temen a la infancia que abre lo visual a su venganza porque detiene la muerte y pone en circulación los fantasmas de una permanente rebelión. La infancia es la imaginación de una subversión urgente y necesaria contra las formas de olvido que anidan en los excesos tardo capitalistas del muestreo del cadáver. Lo que se resta a la rebelión de los desaparecidos —de todos aquellos que han sido víctimas del horror del Estado y de la complicidad acomodaticia de los espectadores y escribanos académicos de la sangre— es, precisamente, el estar ante la muerte.
El recogimiento ante la muerte es inevitable. Pero también lo es la indignación y la ira convertida en duelo y clamor por el devenir político de los cambios. Por eso, los rostros de los normalistas desaparecidos evocan el nombre de Ayotzinapa como lugar de aquello que nos falta. Nos faltan las alegrías y las tristezas de los desaparecidos por los estados del terror. Nos faltan los 43 normalistas-niños de Ayotzinapa. La memoria, sin duda, es el registro de luchas abiertas y sedimentadas que conmemora la falta de justicia, de equidad, la falta de cuerpo ensoñado dispuesto a interrumpir la valoración capitalista de las experiencias de lucha. Nos faltan cuarenta y tres veces, nos faltan infinitamente nuestros hijos de Iguala, nos falta la ensoñación de sus cuerpos guerreros llamados a cambiar la injusta sociedad en la que nos ha tocado vivir. Nos queda el lugar de las cenizas, siempre quedan las cenizas en las energías de quienes recuerdan, evocan, rememoran y, sobre todo, pasan al acto como los miles y millones de anónimos que desde el temblor de lo ocurrido en Iguala afirmaron el recuerdo de la infancia y las cenizas en Iguala como posibilidad del por venir de la justicia.
En los rostros de los 43 niños-normalistas se puede ver el Ave Fénix de la memoria de Ayotzinapa. ¿Apocalipsis de la infancia? La memoria de la experiencia de lucha, de juego, de amor y pasión por la vida de esos valientes hijos de Ayotzinapa corrobora los conatos del nacer y re-nacer a la experiencia negada por la nada del cadáver con la que hoy se espectacularizan sus muertes. La infinitud de la vida está del lado de este segundo nacimiento, es decir, re-nacer, cuarenta y tres veces, re-nacer desde la fuerza revolucionaria de las cenizas del Ave Fénix, porque nacer dos veces compone la ontología del recuerdo de las cenizas, como ontología política.
En el nacimiento por segunda vez, el recuerdo disemina e insemina la posibilidad o imposibilidad de levantarse —desde las cenizas— a  contrapelo de las catástrofes y de los horrores de la mala muerte y, así, también de la “mala infinitud” que es la vida de muerte vampirizada por gobiernos corruptos y estados al servicio de la vida sin vida del capital. En el rostro de los 43 niños de la escuela de Ayotzinapa podemos ver hoy las huellas de la subversión y de la resistencia, de la infancia y de la lucha política que emana del malestar dejado por el crimen en contra de esos niños de Iguala en el Estado de Guerrero. Los rostros de los 43 niños normalistas componen la figuración alegórica de un desborde, un derrame en las calles de la siempre fallida modernidad. Pero sobre todo, componen la posibilidad política de una memoria que detenga las injusticias de la pulsión de muerte, es decir, que detenga las injusticias producidas por la barbarie neoliberal consumada en una necropolítica asesina y generalizada en todos los rincones del planeta donde juegan y aman los mismos infantes que hoy recordamos con tristeza enluchada.
Lo que evocan los 43 normalistas es la irreductibilidad del fantasma de nuestra infancia, de cualquier infancia y, sobre todo, de la infancia por-venir. El fantasma de la justicia es el terror del terror necropolítico. Es lo que atemoriza al poder hasta hacer temblar ante la ley incalculable de lo que en tanto relación a la experiencia de la infancia no tiene edad, ni raza y menos posición en la división social del trabajo capitalista. La justicia es lo que ante la demanda incalculable interrumpe el orden del capital. Lo que Derrida, pensando en el fantasma del padre asesinado de Hamlet, llamó el tiempo disyunto (out of joint) multiplica su intensidad en Ayotzinapa porque ya no se trata del padre muerto y su fantasma que clama por justicia. En México, en Ayotzinapa, ha ocurrido, hace tan solo dos años, y sigue ocurriendo, el ejercicio consumado de una política del cadáver, de una política para la muerte cuya nomenclatura no puede hoy decirse que está dominada por el espectro del padre muerto. Se mata a los hijos porque en ellos está la multiplicidad infinita de una vida que podría afirmar otro modo que el del capitalismo y sus narcóticos cotidianos y solidarios con el narcomundo, puesto en marcha con la complicidad del Estado o, más bien, de la falta de Estado en México. Pero también, solidarios con la complicidad de lo que esa enorme superpotencia, tan cerca de México y tan lejos de la infancia, hace o deja de hacer en las proximidades de sus fronteras.
México es uno de los lugares más adoloridos y trágicos del planeta. El dolor de esta nación no solo expresa la imposibilidad del análisis de los afectos encerrados en el duelo y la melancolía de la irreparable pérdida de esos 43 niños que nos faltan y les faltan a sus padres, a sus amigos cercanos, a las singularidades colectivas que los vieron crecer, reír, estudiar, amar la vida. El análisis de lo irrepresentable del horror sufrido esa noche de Igual repele la transferencia porque la sustitución de esos 43 niños de Iguala es imposible y quedará, en la historia de la humanidad, escrita en el alma de una infinita melancolía.
La  violencia sin nombre e inclasificable en el Estado de Guerrero es la violencia desplegada más allá de la “contabilidad soberana” del Estado de derecho. Es el síntoma de la descomposición del Estado moderno y burgués. Tal como lo afirma el análisis de Adolfo Gilly, este es el mismo Estado que interrumpió la larga marcha por la justicia de la revolución plebeya de Pancho Villa y Emiliano Zapata. Pero también y sobre todo es la lucha de ese humilde maestro rural egresado de la Escuela Normal de Ayotzinapa que fuera Lucio Cabañas. Lucio, nombre de luciérnaga y hombre hecho a la altura del tamaño de la esperanza, tuvo que levantarse en armas e irse a la sierra de Guerrero para destemplar el oído obtuso del gobierno siendo asesinado el 2 de diciembre de 1974.  Hoy cuando la posibilidad de las guerrillas se halla agotada su figura no deja de inspirar y de regresar clamando justicia y memoria para esas zonas olvidadas de México.  
Como si volviese de la misma fuente de la infancia, Lucio es la expresión alegórica de un irrenunciable clamor de justicia. Y mientras haya memoria, sus  cenizas, al igual que la de los 43 normalistas incendiarán los estados injustos que oprimen y se coluden con criminales. Desde ese rostro-fantasma que es el de Lucio Cabañas se escucha la voz de una infancia al servicio de las rebeldías, al servicio de la insubordinación de las injusticias en las que se posa y bate alas la luciérnaga enlutada que trabaja en nosotros contra el olvido. En las miles de luciérnagas que tras la luz de una vela encendida por esos, los 43 hijos de México, la sociedad civil no solo conmemora, sino que también se oponen a las privatizaciones de una sociedad neoliberal cansada de las mezquindades de un Estado ineficiente y cómplice del terror y la muerte.  En medio de una guerra sin regulación ni fin, en medio de la falta de un Estado que vele por la seguridad y la equidad en un México tantas veces herido,  el rostro de los normalistas es también el rostro de Lucio y viceversa. Rostros de fantasmas para recordar, contener y detener la necropolítica que emana de manera confesa o inconfesamente del Estado.
Como muchos estados en América Latina, la reconversión del Estado social y soberano en Estado necropolítico y solidario del “narcomundo” globalizado es responsable y doblemente responsable de lo que ocurre en el territorio de México. Las tecnologías de la desaparición, los complejos carcelarios globalizados y las políticas basadas en el capitalismo por desposesión no solo están visibilizados por la tragedia de México. Dan cuenta de que el neoliberalismo como programa de dominio global desea el privilegio de las políticas a través de soberanías débiles o descompuestas. Esta descomposición permite la hiperexplotación de los sectores rurales más pobres de México y el intercambio mercantil, transnacional y a escala planetaria, sin importar quienes son esos infantes privados de la experiencia de la infancia y de un por venir que no sea el de encontrar la muerte como signo de un Estado que no solo no protege a sus ciudadanos sino que, además, los entrega a la industria mortuoria de la producción mediática y espectacular del cadáver. 
En México, el lugar del cadáver, topología necropolítica de la postsoberanía, es el arma desplegada contra la infancia femenina y masculina y, quizá, más femenina que masculina porque el poder es masculino y falocéntrico. La infancia no es simplemente el lugar de la niñez es la ocurrencia de un acontecimiento que corrobora que la experiencia de la vida es lo opuesto a la fabricación de cadáveres. Si la postsoberanía necropolítica es fabricación de cadáveres, la apelación y defensa de la aparición y reaparición de la infancia —como experiencia irreductible de la vida— es su contención,  su más profunda y honda trinchera.
No hay memoria sin infancia. La memoria es la producción de la infancia y viceversa, es decir, la memoria produce el fantasma juguetón que se sobrepone al duelo narcisista y transforma el dolor en acontecimiento colectivo. El fantasma es el  movimiento de aparición y reaparición, cuyo clamor es tan potente como las imágenes que tiene un ciego para, en medio de la noche, imaginar y ver las estrellas. Hay que volver a imaginar y actualizar los fantasmas que contra el terror y el miedo aparecen y reaparecen para indicar, quizá, que el camino está del lado de las cenizas del Ave de Ayotzinapa. Larga vida a Lucio, larga vida a esos 43 niños normalistas que reaparecerán una y otra vez cuando la memoria active la urgencia de la lucha contra la muerte. 

Clinämen: Tomas en las escuelas secundarias de la Ciudad

Conversación con estudiantes del colegio Carlos Pellegrini y del Nicolás Avellaneda por las tomas en las escuelas secundarias contra la “Reforma Educativa” impulsada por Horacio Rodriguez Larreta.
“En el Pellegrini llevamos casi doce días de toma y estamos un poco cansados pero somos bastantes y seguimos a favor”, explica Ana, estudiante del Carlos Pellegrini.
“Todavía no sabemos si fue una filtración voluntaria o involuntaria por parte del Ministerio. Un documento de lo que es la “Secundaria del Futuro”, que viene a plantear cambiar todo menos la currícula”, plantea Santiago del Nicolás Avellaneda.  
[Fuente: ciudadclinamen.blogspot.com/]

Vida, finanzas y ataduras: 1º Encuentro de la Casa de Bajos Estudios





Como a las arañas nos interesa lo que ocurre en los rincones y lo que vibra en red; las intersecciones y los espacios comunes; las formas múltiples de las palabras, las acciones y las imágenes; los saberes y los cuerpos que se aprenden en la búsqueda de lo que nos excede y nos da ganas de más vida.
Nos interesan esas bajas intensidades que rebalsan, envuelven y atraviesan nuestras vidas, esas formas que se nos dan y nos hacen otra vida posible, fuera de lugar de la norma despótica de todos los días. Aprendemos las partes subdesarrolladas, los tercermundos de nuestras sensaciones del mundo.
Como una  escuela de técnicas colectivasnuestra Casa de Bajos Estudios reúne a pensador*s, colectivos, inventor*s implicados en producir lo común no-neoliberal. Los saberes técnicos que se comparten son múltiples y en apariencia inconexos, y cualquiera puede pasar al grupo un saber práctico. Lo que sabemos y practicamos surge de pensar las experiencias de vida en común, del contacto real con las existencias que llevamos, de los datos del mundo que percibimos, de lo que nos mantiene vivas y en pie.
La Casa de Bajos Estudios se reunirá una vez al mes, los domingos cuando atardece, en jornadas de 4 horas
Vida, finanzas y ataduras lleva por título el  1º encuentro, que tendrá lugar en la Cazona de Flores el domingo 1º de octubre. Nos encontraremos con el abogado e investigador -ex director del Banco Central de la República Argentina- Pedro Biscay, la socióloga y activista feminista Luci Cavallero, el director de la revista Crisis, Mario Santucho  y el colectivo feminista Las Insumisas de las Finanzaspara conversar sobre el mundo de las finanzas como forma de mando de la vida actual y sus posibles estrategias de salida. Participará también la artista visual de Uruguay Irene Guiponi, quien realizará una presentación y demostración de la técnica japonesa shibari (ataduras en el cuerpo), junto a un modelo-performer.
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Importantes:
·      confirmar participación a la jornada del domingo 1º de octubre, de 18 a 22 hs. al mail: casadebajosestudios@gmail.com
·      la participación requiere del pago de un bono contribución de $100 que se abona el mismo domingo.
·      habrá tortas y café, para antes, y cerveza y algo rico para después del encuentro
(todo gurmet a precios populares)
·      Habrá espacio de juegos para niñxs.

Coordinación General: Silvio Lang
Organizan e invitan: La Periférica Distribuidora / YoNoFui / Revista Crisis / Simbiosis Cultural / Tinta Limón Ediciones / CFP24 / Laboratorio Audiovisual Comunitario / Gráfica Abya Yala / Escuela de Técnicas Colectivas / Cazona de Flores.

Tomar posición en una situación extraña // Santiago López Petit

Hay momentos en los que la realidad se simplifica. Ya ha pasado la hora de sopesar cuánta verdad y cuánta mentira existe en los argumentos que pretenden defender la unidad de España o proclamar la independencia de Catalunya. Tampoco es necesario remontarse al año 1714 ni seguir buceando en los agravios más recientes. Cuando se apela a «la Ley y el Orden», de pronto, todo se clarifica y cada posición queda perfectamente definida en el tablero de juego. Entonces, algunos de los que habíamos permanecido callados, y porque nos sale de las tripas, sabemos dónde ponernos: siempre estaremos enfrente de los que desean imponer la consigna que restablece la autoridad. Conocemos muy bien una frase acuñada en Francia antes de la revolución de 1848 que decía: «La legalidad mata».
Efectivamente estamos, pues, contra el Estado español y su legalidad, aunque para ello tengamos que apartar las banderas que ahogan porque quitan el aire, y los himnos que ensordecen e impiden escuchar a los que juntos, hablan. Sería magnífico afirmar que a esta legalidad del Estado español se le opone la legitimidad de un pueblo. Desgraciadamente no es así, y que no vuelvan a engañarse los partidos independentistas.
La legitimidad que ellos defienden ha sido construida obviando por lo menos a la mitad de los catalanes, se ha hecho en base a recursos jurídicos muy discutibles y, finalmente, aprovechando la gestión de la violencia terrorista que han llevado a cabo los Mossos después de los recientes atentados. Cuando un tertuliano afirmó que durante unas horas Catalunya tuvo un auténtico Estado, tenía toda la razón. Es Hobbes en toda su pureza. Yo abandono el derecho a gobernarme a mí mismo y firmo un pacto de sumisión, a cambio de la seguridad que se me ofrece.
En definitiva, y como siempre, el miedo a la muerte, el deseo de tranquilidad y el dictado de la razón, están detrás del surgimiento del Estado. Ahora bien, ¡pobre pueblo el que hace de un comisario de policía su héroe! y en lugar de matar emplea la palabra «abatir».
El mérito indudable del independentismo es haber desvelado el mito del Estado de Derecho. Resulta divertido oír estos días a políticos catalanes defensores del orden acusar al Estado español de ser un «Estado policíaco y represor». O quejarse de las horas que han pasado en comisaría. ¿Y que se creían? No, no hay ningún Estado de excepción. Hay lo que desde hace tiempo coexiste perfectamente: el Estado-guerra y el fascismo postmoderno. El Estado-guerra que, con la excusa del terrorismo, se pone más allá de cualquier normativa jurídica, mientras persigue implacablemente al que señala como su enemigo. Terrorista o sedicioso. El fascismo postmoderno que neutraliza políticamente el espacio público y expulsa los residuos sociales. Por cierto, fue CiU quien plantó la semilla de la Ley Mordaza en julio de 2012 en las Cortes españolas.
El protoEstado catalán que, como todos los Estados, se ha construido mediante engaños y la gestión del miedo, hace años que intenta transformar al pueblo catalán en una auténtica unidad política. En este sentido las convocatorias de cada 11 de septiembre han servido para ir puliendo y domesticando un deseo colectivo de libertad que no puede recogerse en una sola voz.
La operación política ha sido la siguiente: el Govern decide quien es su pueblo, y en la medida que consigue convertirlo en una unidad política, es decir, en un nosotros contra un ellos, adquiere una legitimidad que le permite negociar con el Estado español. En verdad, el independentismo hegemónico no desea ningún cambio social realmente profundo. Llama a la desobediencia al Gobierno para enseguida obedecer al Govern. «De la ley a ley» nos aseguran. En el fondo las élites dirigentes siempre se entienden entre ellas ya que la sombra del capital es muy alargada.
Por eso en esta guerra en la que estamos metidos, lo más probable es que cada oponente realice lo que se espera de él. El Gobierno dirá que ha defendido el Estado de Derecho hasta el final, eso sí, de manera proporcionada. El Govern afirmará que, en las condiciones actuales, se ha llegado tan lejos como nunca se había conseguido. Es difícil pensar que la lógica del protoEstado catalán conduzca más allá de una ruptura pactada que debería plasmarse en una reforma de la Constitución.
Con todo la situación permanece completamente abierta. Cuando las calles se llenan de gente y delante se alza un Estado prepotente, incapaz de autocrítica y que desconoce cualquier forma de mediación, puede suceder cualquier cosa. Y realmente es así. Nadie sabe que pasará porque se ha producido una situación inédita: votar se ha convertido en un desafío al Estado.
Para muchos de nosotros, el voto nunca ha sido portador de cambios reales. Ahora, sin embargo, el mero hecho de querer votar tiene algo de gesto radical y transgresor. Es extraño lo que está sucediendo. Ciertamente mucha gente se emociona y se cobija bajo la bandera independentista. Pero también somos muchos lo que ahora acudimos y permanecemos en la intemperie. A pesar de que no tenemos bandera alguna sabemos que hay que estar allí.
Nosotros tampoco tenemos miedo, pero nos cuesta olvidar. Cuesta confiar en unos dirigentes políticos que mandaron desalojar brutalmente una plaza Catalunya tomada, y que fueron de los primeros en aplicar medidas neoliberales. En el año 2011 rodeamos el Parlament justamente para impedirlo. ¿Ahora tenemos que fundirnos en un abrazo con ellos?
Cuando Felipe González afirma que «la situación en Catalunya es lo que más me ha preocupado en cuarenta años» es una buena señal. Las fuerzas políticas independentistas han sido capaces de intranquilizar a un poder centralista y represivo que tiene siglos de experiencia. No es fácil derribarlo y su reacción a la defensiva, lo prueba. Hay que reconocer, por tanto, la fuerza de este movimiento político, su capacidad de organización y de movilización. Pero el Estado español nunca concederá la independencia de Catalunya. Para conseguirla, primero hay que romperlo, y para avanzar en este proceso de liberación el independentismo catalán necesita muchos más apoyos. En definitiva, oponerse al Estado español desde la voluntad de ser otro Estado, no solo es poco interesante, es sencillamente perdedor. En cambio, imaginar una Catalunya que persista incansable como la anomalía que es, sí puede lentamente socavar la legalidad neofranquista, y constituirse además en la avanzadilla de algo imprevisible en Europa.
Si queremos que el derecho a decidir no se quede en una consigna vacía, y que el 1 de octubre no sea un final sino un comienzo, hay que terminar definitivamente con la división nosotros/ellos establecida exclusivamente en términos nacionalistas. Catalunya sola nunca podrá encontrarse a sí misma. La república catalana únicamente puede nacer hermanada con las repúblicas de los demás pueblos que viven en esta península.
Votemos, pues, para romper el régimen de 1978 heredero del franquismo. Votemos porque votar en estos momentos constituye un desafío al Estado, y ese desafío nos hará un poco más libres. Pero no olvidemos nunca el grito de «nadie nos representa» ni tampoco que la lucha de clases sigue actuando en lo que aparentemente es homogéneo.

廣瀬純 Entrevista a Jun Fujita Hirose

“La filosofía es algo que llega demasiado pronto llegando demasiado tarde”; “Nadie quiere comprar nada más. Nosotros ya tenemos todos todo”; “La crisis actual es la crisis del capitalismo industrial. Es la crisis del pacto del Capital con el Trabajo. Es la crisis de lo social”; “Podemos decir que esta militarización del Japón es un nuevo pacto (un new deal) entre el Capital y una parte de la clase proletaria en el marco de la crisis del antiguo pacto”; “Hay una división interna dentro de la clase trabajadora”.
Entrevistamos en Kyoto al profesor, crítico de cine y filósofo 廣瀬純 Jun Fujita Hirose que nos acerca con sus reflexiones a la realidad actual del Japón hablando en español.

  • ¿Qué es la filosofía? ¿Cuál es su relación con ella?
Gilles Deleuze y Félix Guattari, filósofos franceses, escribieron en 1991 un libro que se llama ¿Qué es la filosofía?. En este libro, Deleuze y Guattari sostienen que cuando hay revolución imperial hay religión, y que cuando hay revolución ciudadana hay filosofía.
Ellos dicen de la filosofía griega que si hay una filosofía en Grecia antigua, es porque hay una revolución ciudadana, es decir, creación del ágora y las redes mercantiles, y dicen lo mismo por la filosofía moderna. Dicen que si hay una filosofía en Europa moderna, es porque hay una revolución ciudadana que crea las asambleas nacionales y el capitalismo industrial.
Deleuze y Guattari define la filosofía como práctica que consiste en “asumir el relevo” de la revolución ciudadana. ¿Cómo la filosofía “asume el relevo” de la revolución? Según Deleuze y Guattari, la filosofía intenta “llevar al infinito” o “implusar a lo absoluto” los movimientos de desterritorialización que se realizan de manera relativa en la revolución ciudadana. En el caso de la filosofía europea moderna, ella llega para llevar al infinito los movimientos de desterritorialización que se reterritorializan en los Estados democráticos y el capitalismo industrial, es decir, en las socialdemocracias.

“Geo-cinema y revolución. Desde Eisenstein hasta Straub y Huillet pasando por Rocha”, por Jun Fujita Hirose (http://www.lafuga.cl/geo-cinema-y-revolucion/838)
¿Qué quiere decir impulsar a lo absoluto los movimientos de desterritorialización que se relativizan en una revolución? Pongamos el ejemplo de la Revolución francesa. Friedrich Engelsdice algo muy interesante comentando los manuscritos de su discípulo, Karl Kaustky, sobre la Revolución francesa.

Charles ThéveninToma de la Bastilla, 1793
Engels dice: “Será claro […] que la burguesía era demasiado cobarde […] para defender sus propios intereses; que a partir de los acontecimientos de Bastilla, los plebeyos debieron asumir todo el trabajo para la burguesía […]; pero que esto no habría sido posible sin que la plebe atribuyera a las reivindicaciones revolucionarias de la burguesía un sentido que no era contenido en éstas mismas, es decir, sin que impulsara igualdad y fraternidad a tal extremidad que el sentido burgués de estas consignas se invirtió totalmente […]; y, como siempre – es la ironía de la historia –, la concepción plebeya de los lemas revolucionarios constituyó la palanca más potente para realizar su contrario, a saber: concepción burguesa de la igualdad (ante la ley) y de la fraternidad (en explotación)”.
Engels habla de la Revolución francesa como una revolución torcida, es decir, una revolución burguesa llevada a cabo por las fuerzas plebeyas. Las fuerzas plebeyas de desterritorialización se reterritorializan en una revolución burguesa. Las aspiraciones absolutas de igualdad y fraternidad de la plebe se reterritorializan en sus formas relativizadas de la burguesía, que son la “igualdad ante la ley” y la “fraternidad en explotación”, es decir, un Estado democrático y el capitalismo industrial.
Pero ¿cuáles son las aspiraciones absolutas de igualdad y fraternidad de la plebe? Engels dice que nadie lo sabía durante todo el proceso revolucionario y que es precisamente por eso por lo que son las concepciones burguesas las que se realizaron efectivamente en la Revolución francesa.
Engels escribe: “‘Bienestar para todos sobre la base del trabajo’ aún expresa de manera demasiado definida las aspiraciones de fraternidad de la plebe de aquel tiempo. Nadie podía trasladar lo que se quería, antes de que François Babeuf le diera forma concluyente, mucho tiempo después de la caída de la Comuna en 1795. Si la Comuna llegó demasiado pronto con sus aspiraciones de fraternidad, Babeuf a su vez llegó demasiado tarde”.
Creo que a partir de este argumento de Engels podemos considerar como una primera operación filosófica moderna lo que Babeuf hizo en 1796 con la llamada Conspiración de los Iguales. Babeuf creó el concepto de las aspiraciones absolutas de igualdad y fraternidad de la plebe, asumiendo el relevo de la Revolución francesa, y impulsando a lo absoluto los movimientos plebeyos de desterritorialización relativizados en sus formas burguesas. Pero Engels dice también que Babeuf llegó “demasiado tarde”, ya que cuando Babeuf creó el concepto, el proceso revolucionario ya había acabado en la constitución de una sociedad burguesa con la igualdad ante la ley y la fraternidad en explotación.
¿Llega siempre demasiado tarde la filosofía con respecto a la revolución? La respuesta sería positiva, según Deleuze y Guattari, que definen la filosofía como práctica consistente en “asumir el relevo” de la revolución. Sin embargo, en un sentido, ¿no podríamos decir también que la filosofía llega demasiado pronto? La filosofía, con su creación del concepto de la desterritorialización absoluta, ¿no nos pone a nosotros a la expectativa de una nueva revolución ciudadana por venir, que sería una revolución plebeya?
Esto es la filosofía para mí. Para mí, la filosofía es algo que llega demasiado pronto llegando demasiado tarde. La filosofía, para mí, es una práctica que nos pone a la expectativa de una nueva revolución creando un concepto de la desterritorialización absoluta.
  • ¿Cómo ve usted la situación actual -éconómica, política, social, culturel- en España/Japón (y en el mundo)? ¿Qué es lo que se llama -en los medios, en los debates políticos, etc.- “crisis económica” / crisis (en general)?
La crisis actual es la crisis del capitalismo industrial. Es la crisis del pacto del Capital con el Trabajo. Es la crisis de lo social. ¿De dónde viene esta crisis? Creo que esta crisis viene de la crisis de los mercados de bienes. Viene de la crisis del consumo, crisis de la compra de bienes. Nadie quiere comprar nada más. Nosotros ya tenemos todos todo. Todos tenemos ya las ropas, los televisores, los coches, los computadores, los smartphones. Y además, desde hace muchos años, el capitalismo industrial no conoce ninguna innovación comparable a la de los ferrocarriles. Los mercados de bienes vuelven así completamente saturados.
Esta crisis del consumo lleva con ella otro tipo de crisis: la crisis de la producción. Si se consume menos, si se compra menos, es lógico que se produzca menos. De esta crisis de la producción viene un tercer tipo de crisis: la crisis del trabajo. Si se produce menos, es natural que se emplea menos o que se paga menos cuando se quiere mantener la misma cantidad de empleados que antes. Por su valorización, el capital no necesita de hecho del trabajo. El capital puede continuar valorizándose, sin trabajo, sin producción, sin consumo. Es en este sentido en el que la crisis actual del capitalismo industrial va acompañada de la llamada financiarización del capital. Si el capital se valoriza cada vez menos en el terreno industrial, se valoriza cada vez más en el terreno financiero. Es lo que está pasando actualmente o lo que tiene su origen en la ruptura de los Acuerdos de Bretton Woods a principios de los años 1970.

José Luis Aranda, El País, 15 de noviembre de 2008 (https://economia.elpais.com/economia/2008/11/15/actualidad/1226737974_850215.html)
En estos últimos años, bajo el gobierno del primer ministro Shinzo Abe, el Japón conoce una verdadera mutación en su política militar. Con una decisión gubernamental, Abe introdujo una nueva interpretación del artículo 9 de la Constitución de Japón, artículo que prohíbe actos bélicos por parte del Estado, por facilitar, en suma, la participación militar de las Fuerzas de autodefensa japonesas en las guerras desarrolladas en el mundo.
Con esa introducción de la nueva interpretación del artículo 9, el gobierno Abe reformó también los principios de exportación de armamentos, para permitir que las empresas fabricantes japonesas participen en los mercados internacionales de armas. Contra este proceso de militarización hubo una grandísima movilización en todo el país durante casi 3 años. Una de sus consignas principales es: “si la economía no se mantiene sin recurrir a las guerras, ¡no necesitamos tal economía sangrienta!”

EURONEWS, “Japón aprueba una ley que permitirá enviar tropas al extranjero”, 19/09/2015, (http://es.euronews.com/2015/09/19/japon-aprueba-una-ley-que-permitira-enviar-tropas-al-extranjero)

EURONEWS, 19/09/2015, “Japón aprueba una ley que permitirá enviar tropas al extranjero” (http://es.euronews.com/2015/09/19/japon-aprueba-una-ley-que-permitira-enviar-tropas-al-extranjero)

Lo importante es el hecho de que el Rengo, la confederación sindical más grande del Japón con 8 millones de afiliados, no participó a la movilización antimilitar y asintió de facto a las propuestas gubernamentales. Este posicionamiento del Rengo es bastante comprensible. La confederación sindical encontró una gran posibilidad de mantener los empleos en la industria bélica que había quedado siempre subdesarrollada bajo el artículo 9 y los antiguos principios de exportación de armas. Podemos decir que esta militarización es un nuevo pacto (un new deal) entre el Capital y una parte de la clase proletaria en el marco de la crisis del antiguo pacto. Y este nuevo pacto va acompañado de una nueva división dentro mismo de la clase proletaria.
  • ¿Qué podemos hacer los ciudadanos (las personas, la gente), si es que hay algo que podemos hacer?
Tenemos que hacer algo a partir de dicha división de la clase proletaria. Creo que el antagonismo no se encuentra en la famosa oposición entre 1 y 99 por ciento. (…). Veo una gran potencia en la gente que dice que no necesita la “economía sangrienta”. Es una afirmación muy potente, sobre todo cuando la escucho de la boca de un trabajador. También, en Japón hay un grupo relativamente grande de madres que afirman lo mismo, que no necesitan la “economía sangrienta”. ¿Esto qué quiere decir? ¿Las madres no quieren mantener el trabajo de sus niños? Están diciendo que aceptan un futuro en el que no haya trabajo para sus hijos… es una declaración revolucionaria. Para mí esto es muy interesante. No sé a dónde va, cuál es la dirección futura de esta declaración, pero esta declaración existe en todo el país (es verdad que ya no hay manifestaciones, pero la idea continúa existiendo en todo el país). Por ejemplo, en esta universidad donde estoy trabajando, conozco a muchos estudiantes que no quieren ser empleados por empresas como Panasonic (que está cerca de aquí) después de salir de la universidad. Ellos están buscando una alternativa que no conocemos, es una alternativa que está por venir. Creo que hay mucho coraje en la gente.
En este contexto puedo decir que si existe esa división interna de la clase trabajadora es porque el antagonismo no se encuentra en la famosa oposición entre el 1% y el 99%. Para mí se trata de un antagonismo secundario. Una parte de ese 99% comparte completamente los mismos intereses con ese capitalismo industrial; entonces, la subjetividad revolucionaria se encuentra en otra parte de esa clase trabajadora que tiene el gran coraje de decir que no necesita la “economía sangrienta”.

[fuente: https://filosofiaenlaazotea.wordpress.com/]

Aguarde Un Instante (¿Más?) // Erica Krebs

 

Me llevó seis meses dar de baja un contrato de servicios de una empresa de telecomunicaciones.
Sí, seis meses.
Seis meses probando diversas estrategias para resolver una desvinculación que se presentaba imposible.
Si aceptás las reglas que ellos ponen, quedarás pagando o bien atrapado hasta el infinito.
Pero hay otras opciones.
PASO 1: LLAMADOS TELEFÓNICOS
El juego empieza así: para dar la baja (ellos lo llaman “solicitar” la baja) tenés que llamar del 1 al 5 del mes a un número y horario que La Empresa te indica.
Yo llamé.
La primera vez, me dejaron dos horas en espera, escuchando musiquita y promociones, promociones, promociones, promociones, promociones.
Dos horas de turururururururú, y todosnuestrosoperadoresestánocupados, aguardeuninstanteporfavor.
Cuando, finalmente, me atendieron, informé que quería dar la baja del servicio.  
Me cortaron.
Asumiendo la posibilidad, ingenua, del error volví a intentarlo.
Otra vez casi dos horas de espera, turururururururúy nuestrosoperadoresocupados aguerdeuninstantemásyloatenderemos.  
Una vez más,  informé que quería la baja del servicio.
Y me volvieron a cortar.
¿Cuántas horas de vida se supone que debemos perder en tareas absurdas y, además, imposibles de realizar? ¿Por qué lo aceptamos con tanta naturalidad?
Me propuse  -porque por alguna razón insensata uno sigue tratando de hacer las cosas “bien”- volver a intentarlo pero esta vez con un tope: no esperaría más de quince minutos.
Veinte minutos sosteniendo el tubo entre mi hombro y mi oreja aumentaban la ya estable contractura a nivel atroz. Y si no hacía esa pequeña acrobacia, tenía que quedarme con el teléfono en la mano esperando a que me atiendan, sin poder hacer nada.
Qué boludez, ¿no?
Pero se trata de mi cuerpo -y de mi tiempo- y no estaba dispuesta a ofrendar ninguna de las dos cosas a La Empresa.
Hice tres intentos más. En ninguno me atendieron antes de los quince minutos que me parecían razonables.
Cinco intentos me parecieron prueba empírica suficiente de que esa no era la vía adecuada para dar de baja el servicio.
No estaba dispuesta a pagar un solo peso de más por un servicio del que quería desprenderme y del cual, según la ley, debería ser igualmente fácil desvincularse que contratar.
Lo primero que hice fue suspender el débito automático. Eso me daba tiempo, y el tiempo me permitía pensar.
¿Pensar qué?
Pensar cómo avanzar con otras reglas de juego, un poco menos perversas.
PASO 2: EL CORREO
Decido notificarlos por e-mail.
Utilicé la misma dirección desde la cual ellos me enviaban la factura, las promociones y demás informaciones que consideraban importantes.
No respondieron
Lo intenté nuevamente y esperé unos días.
No respondieron.
Pero no sólo eso: La Empresa me envió un mail reclamando el pago… ¡desde esa misma dirección!
Ya había pasado más de un mes desde mi intento de obtener la baja telefónica y consideraban que les debía blablablablá.
La forma de la escena es una encerrona: o pagás lo que La Empresa dispone como sacrificio;  o quedás atrapado en el laberinto burocrático, y te convertís en deudor.
Empecé a enojarme. Si no podía inventar una estrategia que convirtiera ese trámite en un juego posible, ese enojo me iba dañar a mí.
Cuando digo juego, a esta altura, quiero decir unas reglas que mi cuerpo soporte sin sufrimiento.
Porque tampoco quería ofrendar mi salud a La Empresa.
PASO 3: LAS REDES SOCIALES
Por esas cosas, apareció en mi facebook un aviso de La Empresa. Habrán detectado que yo había escrito varios mails en donde figuraba su nombre.
¡Gracias algoritmos!  ¡Es una gran idea!
Porque tengo algo de sangre uruguaya en las venas elijo, en primera instancia, el discreto camino del inbox.
Me respondieron rápidamente. Con una amabilidad digna de destacar.
Me informaron que tenía que llamar al número tal -sí, ese en el que no me atienden… no me atienden y me cortan cuando digo que quiero dar la baja-  en el horario de 9 a 19 horas.
A partir de allí se desarrolló un diálogo de locos en donde yo explicaba lo que ocurría cuando intentaba tramitar la baja por teléfono, y del otro lado amablemente me contestaban -como si estuvieran lobotomizados, o filmando una nueva versión de Memento- que debía llamar al número tal en el horario cual.
Agregaban, además, que no tenían registrado mi “pedido” de baja y que, entonces, me encuentro en mora.
“Por supuesto que no tienen registrado mi aviso-les subrayo, porque no estoy pidiendonada- de baja si cada vez que intenté tramitarlo me cortaron”
Me indican que debo llamar blablablá
La conversación se vuelve circular y me canso.
Cansarse es algo interesante. Permite registrar un límite. Y el límite permite construir otro juego.
Decido que voy a hacer que ellos me llamen a mí. Al fin y al cabo son ellos quienes quieren cobrar y yo quien quiero desvincularme.
Les escribo que, por mi parte, como ellos –los facebook lobotomizados- también son La Empresa, y ya han leído mis mensajes, los considero debidamente notificados de mi decisión, unilateral, de dar por finalizada nuestra relación.
Y que si me siguen molestando con el asunto de la supuesta deuda voy a enviar –utilizo la palabra mágica- una carta documento.
Funciona. Ofrecen llamarme ellos. “Alguien del sector de bajas va comunicarse con usted, por favor, aguarde el llamado” solicitan. Les digo que me da igual, que yo ya he terminado la relación con ellos.
Pero ellos no han terminado conmigo. Y me llaman.
Demoran  semanas, pero me llaman.
Están interesados en saber por qué quiero desvincularme.
“Me mudé, ya no vivo más ahí. Pedí la baja porque me iba.”
No les alcanza. Me ofrecen mudar el servicio.
“No quiero”
Quieren saber las razones.
“No quiero charlar. Está todo bien. Sos muy amable. Pero no quiero charlar con vos. Sólo quiero la baja del servicio”
Insisten en que yo primero tengoque dar los motivos de la misma.
“No quiero ser maleducada, pero no tengo tiempo para perder conversando sobre un servicio que ya no me interesa, por favor, tramitemos la baja y punto”
Me cortan, otra vez.
PASO 4: LA IMAGEN
A esta altura, es un desafío personal.
No quiero seguir recibiendo mails de reclamo de deuda, no quiero quilombos con eso a futuro.
Y, además, les quiero ganar.
Cambio de estrategia.
Empiezo a escribir comentarios en el muro de facebook de La Empresa.
En público. Allí donde los community manager postean diariamente las novedades del servicio.
Me pongo disciplinada en mi juego: yo también comento a diario. Me mimetizo con el tono amable que ellos me enseñaron.
Siempre lo saludo de la misma manera:
“¡Hola La Empresa! ¿Cómo te va? Soy yo otra vez. ¿Te acordás? Te estuve llamando, me dejaste, en espera, luego cuando pedí la baja me cortaste, después te escribí inbox, me dijiste que volviera a llamar al número en dónde me dejabas en espera y luego me cortabas. No quiero seguir llamando a ese número, porque tengo cosas más interesantes que hacer. ¿Cómo vamos a hacer para que me des la baja y dejes de reclamarme deuda?”
La estrategia de los community manager es responderte por privado.
Que cada quien de la pelea individualmente. Y sin testigos.
No me importa. Aprendo rápido, aprendo de ellos. Que juegan como quieren.
Yo también puedo jugar como quiero.
A cada comentario que me hacen por privado, vuelvo a responder en el muro de La Empresa, en público. Siempre con la misma pasmosa amabilidad que ellos. “¡Hola La Empresa!  ¿Cómo te va? Soy yo otra vez. Insistís en contestarme por privado, pero yo quiero que charlemos en público, quiero que los otros clientes y potenciales clientes de La Empresa sepan cómo estás tratando a quienes quieren dar la baja. Que sepan que hace ya tres meses que estoy pidiendo la baja y vos hace tres meses que no lo resolvés y encima me reclamás una deuda que no corresponde. Me están haciendo perder mucho tiempo y mi tiempo es muy valioso, para mí. Es tiempo de vida,  ¿sabías?”
Los diálogos suceden más o menos en esos términos durante un tiempo.
Algo de la imagen pública los inquieta, y responden siempre. Incluso a mis comentarios más disparatados. Aparecen repentinamente docenas de usuarios que elogian el servicio, respondiendo a mis comentarios. Un ejército de trolls intentando neutralizarme.
Le respondo a cada troll con el link a una nota sobre un usuario de La Empresa que fue al local y les revoleó un modem.
Allí, supongo, algún superior les dice que me ignoren y dejan de responderme.
Pero yo no he resuelto el asunto.
El juego no terminó ahí.
Pruebo escribir mis comentarios en los posteos de otros clientes que se quejan o bien que consultan para contratar el servicio. Pido a algunos amigos que comenten mis posteos.
Utilizo sus redes para mi cruzada.
La Empresa les escribe a cada uno de mis amigos, por privado “Hola Fulanito/Menganita ¿en qué podemos ayudarte?”
Decido escribir un último comentario en su muro:
“Qué triste la situación en la que están quieres me contestan por privado cada mensaje. Si así trata La Empresa a sus clientes, no me quiero imaginar el nivel de maltrato y explotación que tiene para con sus empleados”
Varios de mis amigos ponen me gustaa ese comentario. Incluso algunos desconocidos lo leen y adhieren.
Eureka.
Al rato me llama por teléfono un agente de fidelización.  
Me abstengo de hacerle algún comentario sobre su cargo. Informa que tengo una deuda con La Empresa.
Le explico que es al revés. No sólo  no tengo ningún compromiso más con ellos, sino que La Empresa me deben a mí todo el tiempo que estoy perdiendo. «¿Cómo piensan devolverme ese tiempo?»
Me cuenta que, ahora sí (milagrosamente)  han encontrado registro de mi “pedido” de baja de marzo.
“La notifiqué en febrero”, aclaro.
“Nosotros tenemos registrado un pedido de marzo”, insiste.
“Mirá -le sugiero- busquen bien. Si quieren, les doy unos días más. Porque hasta ayer no tenían registrado nada, y ahora, finalizando julio, apareció lo de marzo. Hagan un esfuercito y ordenen un poco los papeles, que parece que tienen alto despelote ahí. Si apareció ahora esto, puede aparecer el primer pedido, no?”
El agente porfía en que no aparecerá el registro faltante. Y, sin ese registro, les debo.
“Lo que me estás explicando es que si ustedes no registran bien las cosas lo tengo que pagar yo?  Mmmm… a ver, dejame pensar. No. No me parece. No lo estaríamos resolviendo”
Con su tono amable me propone una solución: si yo pago uno de los – a esta altura- cuatro meses que me están reclamando, ellos me aceptarían la baja por los otros tres meses.
“De ninguna manera” le digo “no corresponde y, aunque lo aceptara, no confío en que me darán la baja luego de pagar”.
Agente me asegura que sí.
Le digo que, entonces, me lo mande por escrito.
Agente afirma que con su palabra es suficiente.
Le explico que no es nada personal, pero que su palabra -en tanto representante de La Empresa- no vale para mí ni un quinoto.
“Además -agrego- lo que me proponen es extorsivo e ilegal”
Esto parece tocar alguna fibra porque el robot de fidelización se malhumora, se ofende, se ofusca, levanta el tono y pierde esa amabilidad de peinado engominado que tenía hasta ese momento.
Le explico que no es nada personal, que él capaz es una buena persona, y que yo lamento mucho que tenga que trabajar en estas condiciones haciendo algo tan feo. «Tan feo y tan ilegal”
Agente sigue farfullando lo que su manual de respuestas le indica. Ya perdió la calma.
Le pido que haga silencio un ratito: yo voy a hablar con el supervisor que está escuchando la conversación.
Le habló con la misma amabilidad que ellos me han enseñado que hay que tener, porque ya llevo un largo tiempo aprendiendo de La  Empresa.
“Hola supervisor-que-escucha-la-conversación. Buenas tardes, ¿como éstas? Este muchacho  me ha transmitido la propuesta que ustedes tienen para mí. Me parece que no entendieron. Yo no voy a aceptar una extorsión. No es nada personal, ustedes son siempre tan amables! Es sólo que no quiero ser extorsionada. La cosa es así: o me dan la baja y el libre deuda o nos vamos a ver por vía judicial”
No hay caso: el robot engominado, ya un poco despeinado, insiste en hablar y no deja que el supervisor-que-escucha-la-conversaciónreciba mi mensaje.
Una pena.
Le digo al agente que ya no quiero hablar con él.
Y, esta vez, les corto yo.
He agotado mis instancias de negociación directa.
Pero ellos son incansables. Me siguen mandando mails reclamando la deuda.
No sólo eso: la indexan. La deuda es cada vez más grande. La deuda de un servicio hace rato inexistente.
Alguien que conozco me dice: “¿Por qué no pagás y listo? No es tanto. Así te lo sacás de encima”.
Encima: dícese del lugar donde se ubican las deudas.
Le respondo que el razonamiento es equivalente a proponerle a una víctima de violación que se deje violar un rato, así se lo “saca de encima”.
Por supuesto, yo soy la exagerada.
¿Por qué se espera que quien es estafado/abusado/acosado siempre sea quien ceda un poco más?
Pareciera más fácil divorciarse que desvincularse de una empresa de servicios de telecomunicación.
Entonces, decido divorciarme legalmente de La Empresa.
PASO 5: DEFENSA DEL CONSUMIDOR
Pedir turno en el CGP. Llevar todos los papeles que piden.
No necesito explicar nada. Basta nombrar a La Empresa para que el muchacho que se ocupa de ese trámite me diga “podés elegir cualquier miércoles, la abogada de La Empresa viene todos los miércoles por este asunto”
Todos los miércoles.
TODOS LOS MIERCOLES.
En Buenos Aires hay 15 CGP. Y le pagan a alguien -que seguro no es abogado, probablemente un explotado estudiante de Derecho- por ir semanalmente cada comuna a resolver los conflictos de aquellos que decidimos llevarlos hasta las últimas consecuencias.
En el camino quedan los que se cansan: quienes  aceptan pagar el tributo sacrificial que la divinidad Empresa exige para liberarlos, o quedar como morosos.
En el camino quedan todos aquellos a los que el sistema vence por agotamiento.
Me dan un turno para una mediación en dos semanas.
Concurro en el horario indicado. La abogada llama: está demorada.  El muchacho del CGP pregunta si la puedo esperar dos horas.
Dos horas.
Otra vez dos horas.
Parece ser el tiempo  que La Empresa dispone para vencer el ánimo de los mortales.
“De ninguna manera” es mi respuesta. “No voy a esperar por La Empresa ni un minuto más. Decile a la abogada que yo paso por acá la semana que viene a retirar un papelito en donde diga que yo no debo nada, que no tengo nada que ver con La Empresa, y punto”
Me ve lo suficientemente decidida, le comunica eso a la abogada y la abogada acepta.
Unos días después, tengo en mi mano el libre deuda, en donde La Empresa afirma -sin reconocer nada de lo que se le acusa- que tiene la buena voluntad de dar por finalizado el vínculo conmigo y dejarme libre de toda deuda y de todo compromiso.
Pero.
Pero, por supuesto, no termina ahí.
No van a soltarme del todo. Siempre quieren algo más.
Se van a comunicar conmigo para retirar el equipo.
Claro, el equipo está en comodato. Es de La Empresa.
Me lo dieron en el 2012, hace cinco años y medio, no les debe servir para nada ya. Pero es de La Empresa.
Hace casi seis meses que no tengo el servicio. Pero el equipo es de La Empresa.
Me mudé no tengo la más remota idea de a dónde fue a parar el equipo. Pero el equipo es de La Empresa.
Y yo se los DEBO.
Porque La Empresa siempre consigue que uno le deba algo.
 
EPILOGO
Con una celeridad absolutamente diferente de la que tuvieron para darme la baja del servicio, a la semana siguiente de mi trámite en Defensa del Consumidor, se están comunicando conmigo de Recupero de Equipos.
Una voz acaramelada, del otro lado del teléfono, pregunta por mí.
 “¿De parte de quién?”.
“La llamo de La Empresa, es para recuperar el equipo”
“Sí, cómo no –le respondo- aguarde un instante por favor”
Con la mayor afinación posible canto al teléfono:
Turururururururú.
Elijo la melodía de Para Elisa.
Me parece adecuada.
Me parece amable para alguien que está en espera en un llamado, eso he aprendido de la empresa.
Canto un rato más.
Turururururururú.
Del otro lado hay absoluto silencio, sólo una respiración me avisa que alguien sigue allí.
Y, cuando me canso de cantar, le informo con toda la dulzura de la que soy capaz:
“En este momento todos nuestros operadores están ocupados por favor intente nuevamente en otro momento”.
Y corto.
Gracias, empresa, por todo lo que me has enseñado.
Aprendí bien.

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