Anarquía Coronada

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por Diego Valeriano


Agua, muchísima agua, el paquete de velas 20 mangos en Villa Elvira, cinco trabajadores esclavos que perdieron todo y tienen que pagarlo, Club Med; calles como ríos. Subiendo las cosas a la cama y después al armario y después se ahogan conmigo. Infinidad de gritos en la oscuridad, celulares última generación que no responden, redes sociales, cruzar nadando la calle para ayudar a la vieja que vive sola y los hijos nunca pasan a ver; una, dos, tres, cuatro horas y no para, autos flotando. Un chabón subido a un árbol en la plaza, sigue lloviendo, la 7 es un río tempestuoso que se lleva puesto todo. Paró, silencio, oscuridad. Los perros comienzan a ladrar, los chicos lloran y nadie duerme, el agua baja de a poco, solidaridad entre víctimas. Sale el sol y empiezan algunos saqueos, pocos, poquitos porque no quedo mucho, plasmas al lado de los cuerpos; bomberos, policías, municipales, militantes, funcionarios desconcertados. Aparecen más cuerpos, miles de miles de victimas, quince vecinos en la única casa de la cuadra con planta alta, gente deambulando, lagrimas, llantos, gritos de dolor; basura. Celulares que no andan, miedo, limpieza; aparecen más cuerpos, Facebook, rumores, me contó mi hermana que vive en Villa Motoro, solidaridad entre parientes. Macri, Bruera, Scioli, Cristina, Magnetto, Lanata; administración de las propias carreras; planes de emergencia, Twitter operando, medios operando, miedo operando. Dormir en el suelo, mandar los pibes a lo de un amiguito, no encontrar a la Tía. Agua potable y lavandina, bidón de cinco litros de agua de mesa a cuarenta pesos, Espadol y cagadera. Corte de calle, solidaridades; solidaridad oficialista, solidaridad opositora, volanteada convocando a la asamblea; colchones. Transformadores de Edelap, comida podrida en la heladera, comunicados de prensa, camiones de basura repletos que no pueden más, va volviendo la luz y quitando algo el miedo; gente que sale a correr, festeja cumpleaños y entierra a sus muertos. Marca a un metro setenta, rumores, especialistas, todos los muebles a la calle, olor que empieza a subir, gatos muertos, nenes que no aparecen. Gendarmería en los barrios destartalados de antes, hacemos un chino, militantes con todos los dientes entrando de pechito. Bandas con pecheras, bandas enfierradas, camiones repletos de mercadería que no llegan ¿Dónde compro merca? Solidaridad cristiana, solidaridad antipolítica en el club de rugby. Yo, yo y yo llevo la ayuda. Solidaridad televisada, oportunistas y calculadores. Hundidos y flotando, cagan a trompada a la peruana que vendía las velas a 20 mangos, reventa, cortes de calles, asambleas, clase media a la altura de la catástrofe, mezquindades, obviedades, asueto y bandera a media asta. Recolección de residuos, camiones y más camiones, ¿Por qué no paran en mi cuadra? Diputado oportunista dona su sueldo ¿a quién se lo dona? En la radio una señora lo felicita, termina el círculo. Panelista indignado, periodista se relame, cambio climático, ciudadanía movilizada feliz de hacerlo. Llamo a la radio y dejo el mensaje, posteo en facebook, puteo en twitter. Calculo infinito, desprecio por las víctimas, cada quien a su juego. Empezar de nuevo, todo a la calle, una mesa que trajo mi cuñada de Burzaco, una  tele que estaba en la pieza de Mateo; lo que más me duele son los libros, y también las fotos, si, si las fotos. Colchones que no hay, ropa que sobra; la ropa se seca, solidaridad con lo que sobra, solidaridad con lo que no se tiene. Dolor en el pecho, angustia y tristeza. Gimnasia empató y River le ganó a Racing: normalidad que comienza a salir a flote. 392 milímetros que no muestran nada nuevo.

Clinämen: «Por una economía al cuidado de las vidas»

Conversamos con Natalia Quiroga Díaz, economista e investigadora en temas de economía feminista y economía social, sobre la actualidad en la región: desarrollismo y extractivismo, capitalismo y patriarcado,  mercadocentrismo, economía popular.

Clinämen: ¿Estamos ante la apertura de una etapa poschavista?

Conversamos sobre la coyuntura política a partir de tres hechos: la ajustada victoria de Maduro en Venezuela, la posición del CELS ante el proyecto oficial de reforma del Poder Judicial y las denuncias de Lanata al kirchnerismo.

El problema del consumo en Diego Valeriano


(Subimos esta bien interesante reseña que nos envía el taller de Cartografías Políticasen el que, parece, se están discutiendo los textos de Diego Valeriano sobre Capitalismo Runfla).
Introducción
Analizamos una serie de textos de Diego Valeriano sobre capitalismo runfla, que es la fórmula con la que el autor se refiere a lo que pasa en los territorios luego de la transición de una situación de miseria hacia un contexto de cierta abundancia. La circulación de dinero trae aparejada un aumento de la capacidad de consumo, que Valeriano asocia a una mayor vitalidad en las periferias. El consumo, entonces, no queda automáticamente ligado al apaciguamiento y el control de los grupos sociales marginales, sino que introduce una complejidad que requiere ser pensada. 
Acerca de este nuevo escenario, la serie de textos sostiene las siguientes afirmaciones:
·          Hay una intensificación del capitalismo a través de la abundancia y no una “salida” del capitalismo.
·          La runfla reemplaza la organización social solidaria de la época de la crisis. 
·          Hay protagonismo de una ciudadanía popular centrada en la figura de la víctima.
·          La vida runfla es la instancia más activa en la lucha contra los ajustes del liberalismo económico.
Hipótesis
En torno a la vitalidad, Walter Benjamín dice en su “tesis IV” de Sobre el concepto de historia: “La lucha de clases es una lucha por las cosas burdas y materiales y sin las cuales no habrá las espirituales y refinadas… Pese a todo, estas últimas se encuentran presentes en la lucha de clases, pero no como la idea de un botín que gana el vencedor. En esta lucha están vivas en tanto que confianza, valentía, humor o astucia”.
A partir de esta cita, podemos preguntarnos si es pensable que aquella vitalidad que el marxismo preveía que se daría en la lucha de clases se esté dando hoy bajo la forma de una movilidad ligada al consumo. 
Decimos
·          No se trata de un fenómeno de inclusión en un modelo de las clases medias como producto de un ascenso social (vía consumo): aunque las clases bajas consuman más no ingresan al modelo cultural tradicional de la “clase media”. Esa topografía social (de lo alto- lo medio-lo bajo) se desacopla. Por eso, es muy impreciso hablar de “inclusión vía consumo”.
 
·          Cuando sectores antes postergados acceden al consumo, se genera una lucha por el sentido (por la significación) de los bienes, por los valores que traen asociados. Se abre una disputa que afecta al juego de la imagen de las marcas, por ejemplo. En este punto, el consumo puede ser democratizador.
·          Durante el primer peronismo hubo un acceso masivo de las clases populares al consumo. Habitualmente, este antecedente es narrado en términos de inclusión y de adquisición de derechos vinculados al mundo salarial del trabajo.
·          Para saber qué pasa en acceso actual al consumo quizás sea necesario mirar lo que sucede “antes” del consumo: ¿cómo se accede al poder de adquirir? Hay fuentes múltiples de ingresos: se llega al consumo a través del trabajo en blanco, en negro, ilegal; cobrando un plan social, una renta, un subsidio; o mediante el robo, el saqueo, etc. Un aspecto a tomar en cuenta cuando se busca una dimensión “emancipativa” está asociada al desacople entre consumo y trabajo.
·          Es posible pensar que la vitalidad asociada al consumo sea también una vitalidad que se genera a partir de una nueva productividad social, ya que las poblaciones de las periferias pasaron de una situación de exclusión del sistema de producción de valor a ser la franja más activa de la economía.
·          La tesis que asocia libertad y consumo (extensivo a sectores populares) pertenece a un neoliberalismo modificado, no-noventista. No hablamos de un neoliberalismo de austeridad y privatización (que avanza vía exclusión), sino de uno en el cual el consumo no es potestad exclusiva de las elites.
·          El caso argentino no es asimilable al neoliberalismo actual en los países europeos (similar al de los ‘90 en Argentina y al aún vigente en Chile). ¿Se trata, por eso, de un modelo no-neoliberal? ¿O estaremos en una “segunda etapa” del neoliberalismo (al que podemos llamar “post-neoliberal”)?
·          En la genealogía del capitalismo runfla ocupa un lugar central el peronismo, que, desde sus inicios, afirma el derecho popular al goce (al consumo) hasta entrelazar altos índices de consumo popular con legitimidad política del gobierno. En ese sentido, no se trataría de un desarrollismo de manual, en el cual el Estado piensa en términos estratégicos qué sectores potenciar para generar un tipo de crecimiento económico integral y sustentable, sino de una apuesta al crecimiento guiado por el derecho al goce para todos.  
·          Que la preocupación del Estado sea cómo hacer para asegurar que todos los sectores accedan al consumo genera la necesidad de sostener una velocidad de crecimiento, unas fuentes de energía, una determinada gestión de la divisa, del ambiente… En este contexto, la concepción de desarrollo deviene inseparable de una determinada concepción de la política.  
Próxima Reunión: Intensidades: afectos y hábitos en política
Materiales para la próxima: Prólogo y cap. 1 del libro “Poshegemonía”, de Jon Beasley Murray.
Taller Cartografías Políticas – partesnaturales@gmail.com

La clase media es el Otro

Por Diego Valeriano y Juan Pablo Maccia[1]


Todavía existe la política por el impulso constante de los sectores medios. De hecho, si no fuera por la clase media en este país no militaría absolutamente nadie. Nadie. 

Y esto se debe a que la clase media ostenta una moral superior basada en cuestiones estrictamente estéticas. Es esta moral la que le da fuerzas para entrar a la arena pública, para hacer vivir la política y para triunfar en ella. Ningún otro sector social se siente poseedor esas verdades, ni de los argumentos para confirmarlas.

Hay una cuestión de voluntad, claro: la clase media tiene ganas de militar, le gusta, lo necesita, cree que es importante. Discuten de política en las redes sociales, alzan la voz en las cenas familiares y tienen verdaderas peleas entre amigos de muchísimos años. La clase media crea y nutre, una y otra vez, cualquier ideología, le pone palabras e imágenes a cada grupo político que ande por ahí. 



Todos nosotros sabemos que la clase media es la clase que gestiona lo simbólico: los ricos controlan la riqueza y la vida runfla tiene lógicas que pasan por otros lados. La clase media es la que lee y escribe, la que comunica, la que administra los asuntos del alma y del sentido. La clase media se encarga de la ley, de la moral, de la literatura y de las ciencias. De la universidad, la universalidad y la cultura. La clase media es la clase que hace pedagogía, la que sabe y la que aprende. ¡Y la única con auténtica conciencia de clase! 

Se trata, en síntesis, de una clase que no quiere trabajar y que no tiene de qué vivir por fuera de esta gestión de los símbolos.

Por todo esto, la clase media es la clase del estado. Haciendo política hace estado y haciendo estado encuentra su verdadero destino en sociedad (La clase media sólo fue genuinamente anti-estatal cuando no hubo promesa de estado –entre el fracaso de la Alianza y los logros de Duhalde– que anticipaban ya al actual kirchnerismo, rebosante fiesta de la middle class).

Solo la clase media hace política, solo ella piensa en el otro, habla por el otro. Sólo ella vibra deseosa de representar a los otros. Habla que te habla de Trabajadorxs, de Niñxs, de Originarixs, de Justicia, de Pueblo, de Tercerizados, de Derechos Humanos, de Republica, de Soberanía, de Inclusión, de Patria, de Libertad. Hablan, ponen el cuerpo y se lukean

Así, hacer política queda siempre entre lo absurdo y lo heroico: lo absurdo se da en el modo de vestirse con la piel del otro, impostando y creyendo; lo heroico se da al jugarse por el otro hasta pagar con la propia vida. Lo que está en juego es el simbolismo en torno al cuerpo de la víctima: ir hacia ella y, en el límite, ocupar su lugar. Si la Patria es el Otro la solidaridad es la mejor de sus arma; y el sacrificio su ejemplo más extremo.

Las vidas runflas no hacen política, no les interesa perder tiempo en la fórmula del otro. La heroicidad o el absurdo son mucho más cotidianos: no es necesario salir a buscarlo afuera. Las vidas runfla se liberan de la política desde el consumo para no ser, siquiera, espectadores. 

La política es el Otro, esa es sin duda la mejor fórmula para la nación. El Otro es la categoría ética superior de nuestra política de clase media.

Clinämen: Soberanía, cristianismo y estado

 
Conversamos con Oscar Ariel Cabezas, profesor de Literatura y Cultura Hispanoamericana en University of British Columbia, sobre su libro «Postsoberanía. Literatura, política y trabajo».

Clinämen: El dominio político de las finanzas

 
Conversamos con Pablo Miguez, investigador y docente en Economía del conocimiento, sobre el dominio político de las finanzas y hegemonía del valor-conocimiento.
http://ciudadclinamen.blogspot.com.ar/

Mosquitos

por Diego Valeriano



Ya pasó un mes de las trágicas inundaciones en La Plata, el agua por suerte bajó y dejó al descubierto la inexistencia de la política. Lo primero que descubrimos ni bien el agua comenzó a irse fue la mezquindad y sectarismo del gobierno nacional, la inoperancia del provincial y la mentira y desorientación del municipal.  

El gobierno nacional decidió dejar la asistencia a las víctimas en manos de una ONG de militantes voluntarista y solidarios, pero sin ningún conocimiento del territorio y con un faccionismo obtuso. La provincia, responsable legal de la cuenca hídrica, se desentendió en absoluto del tema. Y el municipio hace y deshace pequeñas cosas sin una orientación clara.

Sería injusto –si hablamos de política­– quedarnos en los oficialismo gobernantes y no ahondar en cómo jugaron (sí, jugaron) las demás fuerzas (y fuercitas) políticas. Podemos hablar de las asambleas de vecinos, que justo son todos vecinos troskistas, orgánicos e inorgánicos. Como una remake del 2002 el PO salta de asamblea en asamblea agitando y creyendo, ¡vaya uno a saber por qué!, que pueden ser portavoces de las víctimas.

Pero no solo el PO hace “entrismo” y nutre las asambleas, el FAP también lo hace, pero esgrimiendo moderación, profesionalismo, socialmendemocracia y buscando votos para el futuro cercano.

El PTS tuvo su punto alto cortando, al otro día de la catástrofe, la esquina donde llegaban y salían las donaciones: después de semejante demostración de genialidad clasista no se los vio más.

Las organizaciones universitarias –felices como perro con dos colas– iban de aula en aula denunciando a todos por esconder los 370 muertos. ¿Cuánto peor mejor?: la catástrofe es el momento ideal para poner en juego las dos o tres pobres ideas/consignas que se tienen.

Y hablando de consignas, el Frente Popular Darío Santillán –siempre original–, salió a pintar una muy piola que ahora no recuerdo.

Antes de irme de los grupos políticos formales, quería hacer una especial mención a Vilma Ripoll que engalanó con su cara sonriente, su delineador celeste y su peluca ochentosa unos afiches que exigía que el gobierno dijera el número real de muertos por el temporal, y que Bruera, Cristina y Scioli eran los verdaderos culpables de las muertes.

Los que hacen política desde la antipolítica también tuvieron su momento de gloria; ya sea Caritas, el La Plata Rugby Club o la sociedad de fomento de Cadorna hicieron todo lo posible por ser la esperanza blanca de la solidaridad y esgrimirse como los verdaderos asistentes de las víctimas.

El agua bajó y dejó barro. En el barro nacieron unos mosquitos así de grandes (va mi mano como evidencia). Mosquitos fuertes,  robustos y grandotes, bien distintos a la política y sus hacedores.

Clinämen: La política como gestión de los afectos

Conversamos con Jon Beasley Murray, profesor británico, autor del libro “Posthegemonía”, editado en Argentina. ¿Vivimos en tiempos posthegemónicos y cínicos? ¿Las teorías  del populismo y de la hegemonía, que piensan la política en términos de consensos y de ideologías, dan cuenta de los fenómenos sociales de orden y ruptura? ¿O acaso para entender fenómenos como el peronismo y el kirchnerismo conviene acudir al ámbito de los afectos y de los hábitos?

Clinämen: Ilegalismos financieros y nuevo conflicto social

Conversamos con Pedro Biscay, especialista en delitos financieros, coordinador del CEPPAS e investigador de la Procuraduría General de la Nación, sobre ilegalismos financieros y nuevo conflicto social.

El descenso desde la ciudadanía popular a la parcialidad política

por Diego Valeriano

Creo que ya dije que la ciudadanía popular es el nombre/acción que realiza la víctima en búsqueda de justicia. Cuando la persona que perdió un ser amado se potencia en la búsqueda de justicia construye esa lucha una suerte de ciudadanía popular que nos interpela a tod@s. La secuencia es la siguiente: el primer paso consiste asumir a la víctima como tal: es tarea de la sociedad aceptar o no para alguien el estatuto de víctima. Puede tratarse de una víctima directa de las fuerzas de seguridad del estado, o bien haber sufrido la injusticia que surge de la complicidad de distintas mafias o haber caído en manos de la desidia y la corrupción que provoca muertes. La segunda, tiene que ver con el horizonte de estas luchas. La ciudadanía popular no pretende transformaciones profundas, sino que se constituye en el deseo llevar adelante demandas de sentido común: lo que dice la Constitución, que haya justicia. En tercer lugar, la intensidad de su lucha y el ejemplo de su sacrificio nos hacen partícipes, sentimos empatía por sus reivindicaciones y cada quien a su modo termina simpatizando, acompañando. En cuarto lugar, resulta fundamental que a la víctima la acompañemos tod@s, que ayudemos incuso de un modo pasivo, a generar la visibilidad necesaria para que su lucha no pueda ser negada. Su lucha se vuelve la lucha de tod@s: de los medios, los políticos, los posteadores compulsivos, mi mamá, vos. Desde Blumberg a los familiares de Once son claros ejemplos de lo que hemos dicho.
Quería ahora marcar también un camino de tres estaciones que muchas veces se recorre en la constitución de estas luchas ciudadanas: de victima a ciudadanía popular, y de esta a la participación política. Madres y Abuelas  son un claro ejemplo de este trayecto. Este paso último, al transformarlos en políticos, los desangela y parcializa. Hace que dejen de ser de tod@s para ser –sólo- de un sector. En esta ultima semana Susana Trimarco dio definitivamente ese paso al hacer declaraciones sobre Lanata y Clarín. Al hacerlo ella rompe una alianza no dicha con los medios y se pone de una vereda. Dejó de ser de tod@s para ser del gobierno. Podríamos evaluar que de alguna manera frente a parte de la sociedad bajo un escalón. Nadie va a poner en duda su lucha, pero sí van a poner en duda otras cuestiones. Susana eligió dar un paso y puede hacer lo que ella le parezca correcto, lo que dijo de Lanata y Clarin es suave con respecto a lo ellos merecen que se les diga, pero al decirlo ella dio un paso que si bien no deshace todo lo que realiza y realizó por la lucha contra la trata de personas, sí le cambia el estatuto. A partir de ahora los apoyos y los ataques que reciba tendrán otra textura.

2010-2013: #trienioperdido


bicentenario a pura fiesta. néstor vivía, lanata estaba en cable, el sarmiento no andaba tan mal, susana triamarco era una desconocida –tanto o más que la cámpora–, las redes sociales ya eran el mejor medio para que los boludos dijeran sus cosas, cristina no usaba negro, se venía el fin del kirchnerismo, el kilo de mila estaba 12 pé y una pepa, veinticinco. no sabíamos quién era maduro ni qué había pasado con julio lópez y luciano arruga. maccia tenía una beca conicet, valeriano complementaba pj con onegeísmo y de narváez era igualito que ahora. rosa lugano todavía militaba en el gremio docente. no había tarjeta sube, faltaban las monedas y el # ni calificaba. algunas ideas se empezaban a estropear. deleuze, león, ds, la barrick, monsanto, spinoza, evón y perita, el tuerto y la terca, hardt y negri, pueblos originarios, peronismo, los 70, laponia, carta abierta, asambleas, extractivismo, correa, indignados, plaza de mayo, nuevo conflicto social, runflas, amigxs, represores, facebook, twitter,

Y un blog:

Lobo Suelto!



Algunos de los últimos textos:



#capitalismorunfla


De Diego Valeriano:
La clase media es el Otro» (con de Juan Pablo Maccia)
«Mosquitos» (que hablan de política)
«392» (maravilloso y trágico retrato de la inundación de La Plata)
El Líder

Serie Capitalismo Runfla:


De Juan Pablo Maccia:


De Rosa Lugano y Marcelo Laponia:
«11 tesis para un país sin política«, de Rosa Lugano (+ su última tesis: «La 12«)
Sexo y política en Lugano”, por Marcelo Laponia

«Cuatro sensaciones apresuradas sobre anteayer» (Venezuela, Lanata y un domingo inquietante), por D.S.
Los límites de la justicia: la muerte”, Por Sebastián Stavisky
“Monsanto: La Corporación«, por Darío Aranda
«El neoextractivismo como matriz del nuevo conflicto social«, del taller Hacer Ciudad, Cazona de Flores
«Memoria desdentada: Traición y Violencia (A 40 años del triunfo de Héctor Cámpora)», por Bruno Nápoli
«El uso progresista de la Gendarmería«, por Esteban Rodríguez
«Tema del traidor y del héroe» (polémica con Héctor Leis), de Horacio González
 “El peronismo por fuera del paradigma de la hegemonía”, por Taller de Cartografías Políticas


#elpatiodearriba
¿Puede el Estado ser lo común?”, de Raúl Zibechi
«Carta gráfica del Sup a los críticos chafas«, por el Subcomandante Marcos (+ «Apagando el fuego con gasolina» (postdata a la carta gráfica)
«Eppur si muove en Cuba«, de Leonardo Padura



#líneasdefuga
Obras de los pasajes pospolíticos”, (prólogo a El Saber, las clases de Deleuze sobre Foucault)
Ver lo invisible: sobre unicornios y 15-M”, por Amador Fernández-Savater
El kit de la lucha en Internet” (video / libro a descargar), de Margarita Padilla
Tres muertes kurdas para la Paz”, por Alejandro Haddad
Paisajes de la ciudad posmoderna”, por Iconoclasistas
«La Tortura«, de Raúl Cerdeira
«Soy churrero, pero no boludo«, de Wanda Wygachiewicz
«Rosas Rojas«, de Gonzalo Salesky


#palabrasmolotov

«Nombrar un nuevo conflicto social: entrevista a Neka Jara y Alberto Spagnolo
Vanguardias artísticas y experiencia política”, una entrevista a Toni Negri
No se necesita tener una alternativa para decir no”, entrevista a Santiago López Petit.
No nos dejemos arrebatar las preguntas que la crisis nos impone” Entrevista a Amador Fernández-Savater
Dios no murió. Se transformó en Dinero”, entrevista a Giorgio Agamben.
«El cine ya no existe«, entrevista a Mariano Llinás, por Ximena Tordini y Javier Alcácer
«El autor del desencanto«, entrevista a Leonardo Padura
«Potencia de lo plebeyo«. Conversación con Raúl Zelik


#pegadoalapantalla

Un pensamiento ancestral”, (video) entrevista a Silvia Rivera Cusicanqui” (2013)
«El militante fiel«, (video) entrevista Verónica Gago a Alain Badiou (Mayo de 2012)
Política y Psicoanálisis”, (video) entrevista de Alain Badiou a Michael Foucault (1965)
Literatura y política a partir de Malvinas”, (video) conferencia de Horacio González (2012)
Literatura y Exilio”, (video) entrevista a David Viñas (México DF, 1980)
«Corazón del tiempo» (una ventana a un poblado zapatista)
«La sociedad del espectáculo«, de Guy Debord (1968)
«Resistir«: Gelman y Firmenich impulsan la contraofensiva (Francia, 1978)


#cucháclinämen:

«Por una economía al cuidado de las vidas«, conversación con la economista Natalia Quiroga Díaz.
«El dominio político de las finanzas«, conversa con Pablo Miguez sobre la economía del conocimiento.
«Postsoberanía. Literatura, política y trabajo«, conversa con Oscar Cabezas.
«Poder financiero y dictadura«, conversación con Bruno Nápoli.

Clinämen: Conversación con Claudio Lozano


«Hay una lógica oficialismo-oposición que reproduce la gobernabilidad»


 
Conversamos con el diputado Claudio Lozano sobre modelo productivo, blanqueo de capitales, cambios en la situación política y perspectivas electorales.




http://ciudadclinamen.blogspot.com.ar/

Clinämen: ¿Todo es político?


Conversamos con Christian Ferrer: ¿es cierto que todo es político? La totalización como forma interpretativa. La política en nombre de la víctima. La conservación de los modos de vida.  El estado y la gramática de los derechos. Felicidad y malestar. Seguridad y riesgo.

Apuntes sobre la Militancia

por Diego Valeriano


Militantes que rebosan solidaridad ante la Catástrofe, activistas aplicados que controlan precios o que viajan cientos de kilómetros para festejar el tiempo ganado; militante que gritan, lloran y le ponen el pecho al Proyecto; militantes organizados y militantes de la vida: cuanto más evidente es que la militancia ya no existe, más se la invoca. Y cuanto más resuena en nuestros oídos, más muestra su inexistencia. La presidenta de los 40 millones no deja de nombrarla cada vez que necesita que el Estado realice alguna tarea específica: ya lo dijo Juan Cabandié, “sin militancia, no hay Estado”.
Hablamos de festejos, hablemos del 25 de Mayo, esa formidable puesta en escena de la inexistencia de la militancia. La Plaza explotaba de gente (¿cuánta gente había? ¿500 mil almas, de las buenas?) Se puso guita, logística y simbología en abundancia. Y no pasó nada de nada. Bellas teatralizaciones, puro fuego de artificio. Un día entero de obviedades y no mucho más. Un feliz domingo de la juventud, para todos y todas.
Para que sea más claro lo que quiero decir, comparemos lo del 25 con el día que murió Néstor: misma lugar, distinto día. Ese 27 por la noche la plaza no estaba para nada llena, se podía ir y venir con bastante comodidad y casi no había banderas. Había dolor, tristeza, pocos militantes y la convicción de que se estaba allí «por si las moscas», sin saber bien para qué. Tal vez se estaba en ese lugar para lo mismo que el 19 y 20 de diciembre. La plaza del 27 fue contundente, imponente y determinante para lo que vendría, para estos últimos años. La del 25, en cambio, se diluyó de inmediato en su esterilidad.
Otro lugar en donde flamea –siempre inexistente- esta palabrita mágica es en las redes sociales, ligada en general a cuestiones de Derechos Humanos. Su día de mayor esplendor fue el de la muerte del viejo choto de Videla. Gran desfile de forros indignados o con algo para decir y compartir entre amig@s y seguidor@s. Murió Videla, 7 “me gusta”. Los dinosaurios van a desaparecer, 15 “me gusta” y 3 veces compartido. Y mejor ni hablar del grupete de mercedinos que sobreactuó la oposición a que los restos de ese siervo de la Iglesia fuesen enterrado en su ciudad. ¿Por qué alguien haría algo así, más que para salir en Página/12? Preciosa combinación de militancia y DDHH: noble y fácil.
Pero cuando pensaba que ya no había más nada que agregar y me disponía a dar una vuelta de página en la historia de la política vernácula, cuando creía que el kirchnerismo era el evidente fin de la historia militante, entro a mi bitácora cotidiana y veo una, qué digo una ¡DOS notas haciéndole bombo a ese mamarracho autodenominado Marea Popular! ¿Lobo Suelto! cerró un acuerdo con ellos? ¿Se sumó ese frente “emancipador” cuyos paladines son el gordo Lozano y esa especie de nieto no reconocido de Rolando Hanglin?
Posta que ni me importa, pero de elegir preferiría que no. Igual, como estaba al pedo me puso a ver el video al que llevaba el link y descubrí, no sin cierto estupor, que son una especie de izquierda descontracturada y silvestre que se sitúa estéticamente entre los troskos y La Cámpora, y que –herederos bastardos del 2001– busca ocupar el escenario militante con colores propios y palabras cuidadas.
Sobre llovido, mojado, pensé: en mi próxima clase en la Universidad Austral voy a usar este video para demostrar, una vez más, la absoluta inexistencia de la militancia.
Desde hace décadas, quizá incluso desde la dictadura, no existe la militancia. Desde hace décadas, los procesos de transformación y cambio los llevan adelante, o bien las víctimas, o bien el mercado con sus condimentos de Estado, mafias, catástrofes naturales, accidentes enormes, precio de la soja, suerte y alguna otra cosita.
Nadie más.
A menos que llamemos “militante” como llamaríamos “músico” al que rasga impiadoso la guitarra o “escritor” al que luce sus pavaditas en algún blog ignoto: solo son cosas para llenar la vida mientras nos vamos muriendo.

La droga es el otro.

por Diego Valeriano
Legalizar o no la droga parece una discusión bastante demodé, se me hace que es  un debate de foros internacionales o de medios de comunicación que creen que como algunas personas lo creen de la patria, la droga es el otro. Es más, me arriesgo a decir que es algo más bien de la década de los noventa, cuando el consumo de drogas comenzaba a masificarse y las políticas represivas no iban para ningún lado. En ese sentido me gustaría debatir algunos de los términos esgrimidos en este mismo medio Lucas Gordon,con nota Basta de guerra: repensar la política sobre drogas.
En el capitalismo runfla la legalidad o ilegalidad solo son categorías validas cuando a alguien le conviene ¿en que se modificaría la legalidad de la droga? Según el articulo citado, “la liberación  vaciaría la fuente de renta del crimen organizado, controlaría la calidad de las sustancias consumidas, liberaría el desarrollo de investigaciones científicas con sustancias hoy ilegales y demonizadas”; pienso en negocios que no están para nada prohibidos como la venta de ropa y siguiendo el mismo razonamiento noto que la ropa que todxs consumimos cada vez es de inferior calidad, esta manchada con sangre de las víctimas de la trata, financiando la renta del crimen organizado ¿alguna actividad más? Pensemos en la minería, una remiseria en el Doque o los agrocultivos; siendo supuestamente legales (ay! Maravillosa soja) están tan manchados de muerte, injusticias y sangre como la pasta base.
Otro de los datos alentadores que nos da la nota  es que liberar de la tutela del Estado” el uso de su propio cuerpo por parte de los individuo ¿Dónde pasa eso realmente? Cualquier consumidor de cualquier cosa hace con su cuerpo cualquier cosa menos estar bajo la tutela estatal ¿Qué legalidad estatal separa a un  individuo del consumo de merca? En el capitalismo runfla el Estado es un actor más que lejos de regular negocia y disputa con dispar éxito algunas pocas cosas. ¿Tutela estatal del uso del propio cuerpo de un pibe de 12 en la 1.11.14 a la hora de fumar base?
El nuevo capitalismo runfla, el de la abundancia y los cuerpos, donde el consumo libera está lejos de moverse en términos de legalidades o ilegalidades. Todo negocio es sangriento y se lleva puesto a los dóciles por  supuesto que hay gente que va presa o no, que hay jueces y policías pero solo como otros actores más del negocio. Muchas veces principales y muchas no.
¿Legalizar o deslegalizar? No cambiaría absolutamente nada porque  ya no importa. Despenalizar es un buen paso para evitar que nos hinche las bolas algún rati mala leche, aunque los usuarios ya llevamos la despenalización a las calles.

Apuntes para la militancia II

por Diego Valeriano
Un sinnúmero de llamados telefónicos, de mails, de guatsap, de comentario en radios y blogs, de gritos por la calle, varias amenazas y algún agradecimiento (¡Es lo que siempre quise decir y no sabía como decirlo», me dijo un petiso de sandalias ayer en la cola del chino) fue el saldo de mi última intervención. Ejemplos y más ejemplos de la inexistencia de la militancia, pidieron unos; que explique por qué agotada la militancia solo la víctima es política, indagaron otros con sinceridad. Ambas cuentas son saldadas aquí abajo. Y el que se envicie o le sobre paciencia puede pasar a las inevitable reflexiones críticas que me asaltaron al encontrarme con esta nota en este mismo pasquín (allí sugiero que nada es más estéril y anacrónico que impulsar la legalización de las drogas) y que se encuentran en la entrada siguiente.
1- Militancia, ¡no existís!


2- Sólo la víctima es política
Retomo allí donde habíamos dejado: la militancia no existe. Las ideologías y la organización no son más que ficciones. Flacos simulacros. Nadie que haga política y tenga más de veinticinco años puede contradecir, con una mínima convicción, esta realidad. ¿Qué es, entonces, aquello que existe en el lugar de la militancia y de los militantes? Existen los negocios, las carreras personales, los egos, la guita, organizar el tiempo en torno a algunas cosas, las excusas, las necesidades, el vedetismo, la gestión y administración, los guetos y microempresas, la búsqueda de trascendencia, el deseo, el ascenso social, las ganas de ser parte, las pertenencias, el amor, el odio, la inquietud, la vergüenza, la competencia, la potencia y la venganza. Mi dirán: ¡una crítica moral! Nada más lejos: no hay aquí valoración, sino juiciosa descripción.
Existen, eso sí, las víctimas ¿Qué es una víctima? Es una persona que, por una acción u omisión externa, vio truncado el tranquilo y normal desarrollo de su vida. Cuando hablo de “acción u omisión”, especifiquemos, me refiero al Estado. El Estado no pudo, no supo, no quiso, entonces, evitar que se vea transformado negativamente el normal desarrollo de la vida, de una o de un grupo de personas. Lo que la habilitará a encarnar un tipo de ciudadanía popular basada en la búsqueda de justicia. “Cuando la persona que perdió un ser amado se potencia en la búsqueda de justicia construye esa lucha una suerte de ciudadanía popular que nos interpela a tod@s”, decíamos en un apunte anterior.
Sin embargo, hay que afinar más el lápiz y buscar algo de precisión, sobre todo para repeler el obvio todos somos víctimas. Cuando hablo de “transformación del normal desarrollo de una vida”, me refiero a una transformación radical: que por mi otrora apacible cuadra comience a pasar La Lujanera o que construyan un edificio al lado de casa con jardín no me vuelve víctima, más allá que entorpece el normal desarrollo de mi vida. Cuando hablo de transformación radical digo: muerte, secuestro, desalojo, deshecho de un modelo económico, incautación del futuro familiar.
La existencia de las víctimas es la clara muestra de la particular existencia de la política, precisamente allí donde ya no exista. Mejor dicho: existe en tanto orden que regula con eficacia nuestras vidas y el que, por acción u omisión, todos estamos de acuerdo, pero no una herramienta organizada de transformación que se oponga al mercado.
La guita deja un tendal de cuerpos, no siempre víctimas. Un narco boleteado bajo las reglas correspondientes por la policía, no es una víctima –como no es el “barra brava” que ayer mató la yuta. El hijo de un falso ingeniero secuestrado y asesinado por una banda mixta, sí –por no hablar de la piba de la que hablan todas las radios. Un pibe chorro muerto por un tiro en la espalda es una discusión.
Dos categorías diferentes, entonces.: la víctima purala pre (o semi) víctima. La víctima pura accede inmediatamente al welfare mediático y a los derechos que éste habilita. El pibe chorro es una pre-víctimasus familiares y amigos deberán dar una primera pelea por transformarlo en víctima plena y así intentar conquistar la opinión pública. El pibe chorro deviene victima si ciertas almas nobles que habitan medios, palacios gubernamentales y juzgados logran sensibilizarse frente a su historia. La pre-víctima comienza un trabajo desde el dolor para ser escuchada y comprendida. 
Porque si no se es víctima, no se es nada.

Entre los fierros

por Diego Valeriano

Entre los fierros brota sangre y cansancio. Ya el Sarmiento no da ni bronca, solo hastío. Pienso, no ya en la vieja herida que hace dos minutos ayudé a bajar del tren, ni en el pibe que vi quebrado, sino en cómo mierda voy a la facultad. El 136 que me deja cerca de Rivadavia y Puán no para en ningún lado y, según dicen, en Ituzaingó cortaron Rivadavia. Busco un remis y tampoco hay ninguno por ningún lado. Viendo el panorama, decido irme a un barcito que esta frente a la estación: ¿que hago ahora varado en Castelar? Intento llamar por teléfono y no tengo servicio de red. El mozo me explica que, por el accidente, el ministerio de seguridad (recién pasó Berni), bloquea todas las lineas para liberar el espectro. Lo miro con asombro y le pido un café con leche con dos medialunas. Estoy al medio de todo, ni en casa ni en el trabajo y, para colmo, me olvidé la notebook. Leo el diario y según las especulaciones, la lista del FPV la encabezan Insaurralde, Randazzo y algunos más. Me imagino a Randazzo ahora con cara de «me quiero matar» y despidiéndose de esa lista… aunque uno nunca sabe. 
¿Y ahora? La Patria es el Otro, pero las penas son de nosotros. Las ambulancias van y vienen, dos helicópteros sobrevuelan la zona. 
Estoy aturdido y con las bolas llenas. No sé para que lado salir. Pago y salgo a la calle, miro para ambos lados de la vía y decido salir caminando para casa, por ahí en tres o cuatro horas llego.

Desprecio

por Diego Valeriano


No sé bien qué significa el “desprecio”, pero creo que tiene que ver con la falta de respeto por el otro, por lo que el otro es, por lo que significa. Medio que vivimos en ciudades donde nos despreciamos todxs: solo con estar un día fuera de tu casa sobreviviendo somos despreciados 287 veces y desprecias unos 301. Odiamos y tememos muchas más. Despreciar al otro te permite volver a casa a salvo.

Despreciar es como odiar, pero peor. El despreciado es un ser indigno, es (soy) tomado por boludo. El despreciador mira con desdén, con altanería y superioridad. Devalúa arteramente al otro.

Pero desprecio, lo que se dice desprecio, es lo que sienten muchos de los que hacen política con las víctimas. Para comprobarlo basta leer a los ciber-militantes en twitter o facebook que, sin saber una goma, tiran desde teorías conspirativas (no sólo el gordo tranza piquetero) hasta culpabilidades absurdas; denunciadores felices posteando a lo pavote. Declaraciones altisonantes, dirigentes de mini partidos mendigando aire, noteros de TN, programadores de noticieros, vecinos de enfrente: todos despreciando a las víctimas con tal de aparecer, o ser.

Superando con creces a los militantes (como corresponde institucionalmente) a operadores y demás, los Pimpinella recargados fueron más allá y se la jugaron con todo: acorde con las mejores escenas del desprecio por la vida volvieron a hacer de las suyas:

Joaquín Galán: “¡Yo también sufrí un hecho traumático y sé lo que se siente!”.

Lucía Galán: «Además de la solidaridad también tengo que decirlo, siento un poco de bronca e impotencia, ¡porque la verdad es que estamos poniéndole todo!«.


No sé bien qué significa el “desprecio”, pero me doy cuenta al toque que en su mundito siempre un poco mugriento no es un problema importante.

Clinämen: Conflictividad y finanzas

 
Conversamos con Pedro Biscay, investigador de ilegalismos financieros y coordinador del área Fraudes Económicos y Bancarios de PROCELAC en el Ministerio Público de la Nación, sobre conflictividad y finanzas. El endeudamiento como vía de sujeción. YPF vista a la luz de la disputa por el ahorro y de la orientación de las inversiones. Blanqueo económico: asimetría entre poder financiero y poder político.

Victimas y victimistas

por Diego Valeriano
(@valeriano2015 )


Sabemos que la víctima es la única que hace política. Si no hay víctima no hay política. También sabemos que no es fácil ser víctima: es una compleja construcción de valores, una disputa del sentido común, alianzas, coyunturas y legitimaciones. Ninguna víctima nace víctima.
La victima siempre está en el centro de la escena política, las gestiones siguen su itinerario; ya sea para atenderlas, atacarlas o anularlas. Un hecho que produce víctimas cambia la agenda sí o sí; hace sonar teléfonos, genera reuniones, opera medios, despierta ambiciones.
Ahora bien, la víctima hace política y otros hacen política desde la víctima. Estos serían los «victimistas». Algunas fuerzas política cooptan su propia víctima afín a su ideario; otras corren desesperadas tras alguna victimas vacante.

Hay, sí, grupos especialmente victimistas. La izquierda es victimista por excelencia, desde los Mártires de Chicago hasta nuestros días. Es celebratoriamente victimista: lo confirman sus efemérides así lo confirman. El victimismo de la derecha lo asumen, en general, los medios de comunicación y se centra sobre la víctima anónima y común. Y cuanto más anónima, mejor: así pueden moldearla a su imagen y semejanza. 

También hay víctimas a disputar y los victimistas que las persiguen van cambiando con los años y las coyunturas. El kirchnerismo/cristinismo también asume una política victimista y, al hacerlo desde el Estado, le otorga un plus sorprendente. Sale a la caza de las víctimas y las va ganando una a una… y no duda en disputárselas, incluso, a sus familiares. Muy pocas víctimas quedaron fuera de su influencia: las legitima hasta destrozar su legitimidad. Juega con ellas, las pone a su merced como el gato maula. Pero en este proceso las reconoce, les da el valor que jamás tuvieron y hasta consigue que obtengan esa justicia que buscaban y nunca nadie les había dado.

Tarea difícil, entonces, la de las victimas que en su lucha por la ciudadanía popular van  dotándose de sufrimientos, dolores y algunas victorias. Victorias testimoniales y nobles, unas; y otras contundentes, pero pírricas.

Clinämen: ¿Qué pueden los movimientos sociales?



Conversamos con Raquel Gutiérrez Aguilar, investigadora en la Universidad de Puebla y la Universidad Nacional Autónoma de México, sobre los movimientos sociales en épocas de neodesarrollismo y sobre la política en femenino.

Clinämen: ¿Cómo entender lo que pasa hoy en Brasil?

Conversamos con Salvador Schavelzon, antropólogo y activista argentino que vive en San Pablo. Ni cacerola, ni primavera árabe, ¿cómo entender lo que pasa hoy en Brasil?

La dékada ganada

por @valeriano2015

(Textos anteriores de esta polémica: Los JM (de Marcelo Laponia) // Laponia la tenés adentro: la polémica con Valeriano (de Diego Valeriano); ¡Siga chupando, Valeriano! (de Marcelo Laponia)

Chuparla es algo maravilloso, es la sumisión máxima: gozar y dar placer. Placer doble, doble erotismo.
Confundir tenerla adentro con homofobia es mirar las cosas de forma binaria. 
Cincelar la palabra, sumarle firuletes a las oraciones es pura debilidad disfrazada de sutilezas.
¿Hablamos de mis torpezas conocidas o de la letra K?
Con trazo grueso o sin él, lo importante es que la dékada ganada tiene doble entrada en su construcción de arriba y de abajo. Por un lado, la cooptación de las estructuras tradicionales de poder y, por el otro, la nueva, desordena, inteligente, caótica y trazogruesista transfiguración en las periferias. 
La dékada ganada no fue sutil, jamás nadie gana siéndolo. 
La K la tenemos adentro y es imposible que la cambiemos con simples letras. La K no lo es. Es otra kosa como bien dejo Laponia, es un estilo de vida, es la rekontrucción del hedonismo popular, del placer de consumir, de la felicidad de tener guita y reventarla en giladas.
Cristina convoca a ganar otra década, no es necesario. Eso ya sucedió.

Clinämen: Brasil, la política en las calles

Conversamos con Guiseppe Cocco, profesor de la Universidad de Río de Janeiro y miembro de Universidad Nómada, sobre la situación en Brasil. Lo que expresan las movilizaciones. La representación en crisis. El cognitariado y las condiciones de vida en la ciudad. La fase destituyente y la constituyente.

http://ciudadclinamen.blogspot.com.ar/

Moreno

@valeriano2015



Sobre fines del 2006 fue re-inaugurada la estación de Moreno: el país estaba en pleno despegue y esta construcción moderna intentaba acompañar ese despegue. La mega obra de más de 11 mil metros cuadrados fue pensada para recuperar el uso residencial revitalizando, reordenando y renovando el uso comercial, recreativo y cultural de la ciudad de Moreno.

El país estaba en pleno despegue, pero al carretear todo se fue transformando. El vuelo devino runfla y el crecimiento no fue todo lo estéticamente ordenado que puede soñar un urbanista.

Lejos de las bonitas intenciones y bajo esos 11 mil metros fue creciendo el capitalismo de los de debajo con prepotencia, abundancia y desorden. El sujeto feria, el pensar runfla es un collage que se amontona y expande en cualquier superficie.

Si bajas del tren más o menos a la mitad te vas a encontrar con un ascensor (único en el Sarmiento) que no sabemos si funciona o no porque justo delante de su puerta hay dos caballetes y una tabla. Detrás de ellos, una señora vende todo lo posible que se pueda comer. Subimos las escaleras y nos dirigimos a la dársena de los bondis, tras el puente de unos cincuenta metros entramos de lleno a un centro comercial que explota de camisetas de fútbol, equipitos de audio chinos que saturan hasta el infinito,s joggings, vendedoras con colas rebosantes, zapatillas, cedés, maquinitas de peluches, ropa interior, camperones de barra, dvd, celulares libres. Todo moviéndose en la danza de los millones con Nene Malo de fondo… compran las rochas, también las chetas.

Bajo las escaleras y un oficial de la federal ya entrado en años cancherea con una pibita que vende algodones dulces de color lila, unos metros mas allá dos pibitos relojean todo para ver a quien caerle. La dársena explota: es domingo y miles de familias vuelven a sus casas. Como están con hijos e hijas compran y comprar para calmarlos. En la entrada de la estación una señora de mi edad vende pollitos bebé teñidos de varios colores; a unos metros su hijo, que también podría tener mi edad, tiene unas cotorritas también teñidas. 

El chipá fresco sale como trompada. Cruzo la calle y compro Guerra Mundial Z (me asegura que es calidad final), dos flacos me apuran de mal modo para que les compre unos alfajorcitos espantosos que hicieron en su granja de rehabilitación, por su boca pastosa pareciera que estuvieron comiendo los alfajorcitos de maicena que venden. Logro esquivarlos, pero en el movimiento pateo dos frascos de Plusbelle en el puesto de un tipo que tenía artículos de limpieza a la venta; nos miramos a lo ojos, me insulta, algunos transeúntes también nos miran; miro los precios: ¡dos Plusbelle diez mangos! Compro. Lo doy un billete de 20 y el muy cararrota me dice que no tiene cambio “llevate un rexona”, acepto porque me conviene. Me dirijo a la remiseria que esta a diez metros de los semáforos, sobre la esquina hay unos pibes oscuros, pero no tanto, que hacen hip hop. Dudo entre acercarme con carpa a escuchar lo que cantan o alejarme con carpa y matar  una tuca: el 504 destartalado que me toca en suerte anula toda vacilación. 

Amor a la sumisión

por Marcelo Laponia

Textos anteriores de esta polémica: Los JM (de Marcelo Laponia) // Laponia la tenés adentro: la polémica con Valeriano (de Diego Valeriano) // ¡Siga chupando, Valeriano! (de Marcelo Laponia) // La Dékada Ganada (Diego Valeriano) //


Amo polemizar con Valeriano. ¡Despierta mis pulsiones homosexuales y asesinas!  ¿Cómo no amar a alguien que va tan directamente a las cosas, sin miedo de tragárselas en el camino? La maravilla del goce y de la sumisión arman maquina fascista sin complejos críticos. Brindo por la libertad del buen salvaje que todos traemos dentro.  
Lo que no me esperaba, lo confieso, es esa creencia repentina en la política ¿No es que la política la hace la víctima? ¿O viene ahora eso de las máquinas de cooptación? Valeriano imagina un universo entero en torno a la letra que clavada lleva en su trasero: inteligencia, astucia, generosidad.  No me esperaba de su parte un lenguaje militante (“la década ganada”!). ¿No que la militancia no existe?
Resulta insostenible su afirmación de que la K que llevamos tan adentro no resulta sustituible por “simples letras”: ninguna letra es simple en políticas del deseo. ¿O lo es acaso la P de Perón, la E de estado, la M de mercado, la D de dios…? (a todas ellas las llevamos adentro, y sin embargo, la lengua se mueve, las letras se desplazan). Sólo una ilusión de sumisión (hasta de castración –como decimos en mi oficio-) puede pretender detener el lenguaje en torno a una letra única (significante amo).
En otras palabras: ninguna letra recubre por entero y por siempre a la Cosa (hoy la Kosa). Salvo que aceptemos lo que sólo Valeriano parece dispuesto de aceptar: que la k de Kirchner remite a la de Kapital.  Y entonces sí, la sumisión de Valeriano emerge gloriosa, triunfal, mostrando el lugar del konsumo con sus determinaciones y concretas y contradictorias, como hecho de servidumbre y libertad.

El debate no es el otro

por @valeriano2015
Textos anteriores de esta polémica: Los JM (de Marcelo Laponia) // Laponia la tenés adentro: la polémica con Valeriano (de Diego Valeriano) // ¡Siga chupando, Valeriano! (de Marcelo Laponia) // La Dékada Ganada (Diego Valeriano) // Amo la sumisión (de Marcelo Laponia)
No amo polemizar, me aburre. Y más me aburre esa cancioneta tan repetitiva de que en este breve intercambio no se hable de la idea sino de quien la expresa. Valeriano esto, Valeriano aquello. Aburrido.
Vamos a hacerla bien simple Marcelo: tenés la más absoluta razón en todo lo que planteas de mi. En lo que no puedo darte la razón (ya que lo único que haces es dármela vos a mí) es respecto a tu búsqueda inicial de otras letras ya que la K te genera culpita.
La K la tenes tan adentro que te ves ¿obligado? a recurrir a Dios, Perón, Mercado o Estado para refutar o extirpar la K. De todas maneras, me parece que la K remite inequívocamente a un determinado periodo de nuestro país y no a ninguna otra cosa. ¿La D remite a Dios? ¿la E a Estado? Nunca asocié esas letras con esos sentido. La V y la P una arriba de la otra si me remite a Perón, pero la P sola en lo más mínimo.
No sé si la «k» remite a Kapital, si lo hace a Konsumo. Pero lo que es bien claro es que cuando a una palabra que va con «c» se la escribe con «k» (konsumo, dekada, kumpa, korrupción) cualquier con medio milímetro de frente y sin culpita de intelectural progre sabe de qué estamos hablando. 

Cuando el pensamiento religioso se come al salvaje

por Marcelo Laponia

Textos anteriores de esta polémica: Los JM (de Marcelo Laponia) // Laponia la tenés adentro: la polémica con Valeriano (de Diego Valeriano) // ¡Siga chupando, Valeriano! (de Marcelo Laponia) // La Dékada Ganada (Diego Valeriano) // Amo la sumisión (de Marcelo Laponia) // El debate no es el otro (de Diego Valeriano)

Cuando el antropólogo estudia a la tribu que baila para hacer llover extrae la siguiente conclusión: la danza no es irracional, satisface la exigencia de mantener al pueblo unido en tiempos de sequías. Esta deducción es demasiado laica. No alcanza a comprender cómo es que la danza de ese pueblo acaba por hace llover. Problemas como este han recorrido desde siempre al pensamiento occidental. Más desea aproximarse a la diferencia, más necesita controlarla.  
Vuelvo a la polémica que me ha planteado el ahora aburrido Valeriano. El defiende que la k de kirchnerismo simboliza de modo absoluto el aumento en la capacidad de consumo en las periferias. No importa si ese consumo viene de antes, si es regional, si tiene causas parcialmente ajenas a las políticas del gobierno. La k, dice el creyente, nos atraviesa y determina a todxs. Cuando le argumento (como al antropólogo) que no hay konsumo (danza) sino para el kapital (la lluvia), su argumento se deprime, se apaga, pierde todos sus rastros de salvajismo y se torna demasiado laico, se refugia en una tibia fe nacional: “no sé si la K remite a Kapital, sí lo hace a Konsumo y lo que es bien claro es que cuando a una palabra que va con C  se la escribe con K (Konsumo, dekada, kumpa, korrupción) todos sabemos de que estamos hablando”.  

Esta polémica no puede durar. Ambos disfrutamos de la k. Kafka fue un enorme escritor, y los Kirchner los mejores presidentes que tuvimos. Sin embargo, y en la medida en que nuevas fuerzas trabajen en la coyuntura ninguna letra la tiene tan fácil para eternizarse en el imaginario que su folklore propone. Allí está, como ejemplo, el avance de la P. Pcde Papá Castrado, Pb de Papa Bergolgio, de Pgh de Peronista de Guardia de hierro, PPde Papa Peronista, PCC de Populismo conciliador de clases, de Pl de Pobrismo latinoamericano.

Entre la carne y el tiempo

León Rozitchner asumió desde muy temprano la tarea de hacer encarnar la filosofía en la vida real de los hombres y de quitarla del territorio europeo para ampliar su zona de incumbencia a la geografía de América latina. A dos años de su muerte, la Biblioteca Nacional emprendió la recuperación de todas sus obras, en un plan editorial cuidado y de enorme interés. Comenzando por Moral burguesa y revolución, Perón: entre la sangre y el tiempo y Filosofía y emancipación (su libro sobre Simón Rodríguez), pronto seguirán otros libros que despliegan un pensamiento vivo y una escritura desafiante de la razón aislada de la carne y la pasión.

Por Fernando Bogado


No hay razón, no hay filosofía sin acontecimiento. Esta frase, que puede parecer bastante simple, encierra una serie de profundas discusiones en el interior del discurso filosófico, discurso que, como cualquier otro, requiere de una serie de instituciones que lo legalicen, que le den su visto bueno: esto que dice tal es correcto porque pertenece a tal Universidad (con mayúscula, claro). O: salió publicado en tal libro y lo dijo tal filósofo. Decir que la filosofía depende del acontecimiento es, precisamente, subvertir la lógica del filósofo académico, que precisa de una serie de “credenciales” para poder pensar, en primer lugar, y para poder decir algo acerca del presente, en segundo lugar, siempre y cuando sea posible equiparar tal experiencia de la actualidad con tal otra del pasado europeo (geografía del pensamiento filosófico). No hay filosofía si no piensa el acontecimiento: este breve postulado, este humilde y sintético estandarte, esta idea es quizá la que puede resumir el pensamiento de León Rozitchner, fundamental filósofo argentino, quien dedicó su producción no sólo al ejercicio de la crítica de los saberes dogmáticos que se cerraban sobre sí mismos y se alejaban del drama cotidiano del hombre sino que, por sobre todo, arriesgó un pensamiento original que proponía una filosofía abierta a la experiencia de lo latinoamericano, a los problemas que tenían el pulso vivo del presente. Eso, al menos, es algo que perfectamente puede comprobarse en la reedición de la obra de Rozitchner que la Biblioteca Nacional está llevando adelante bajo la revisión y supervisión de Diego Sztulwark y Cristian Sucksdorf, tarea que, con tres títulos ya publicados, presenta un programa de publicaciones que incluye no sólo los clásicos sino, también, varios trabajos inéditos en nuestro país.

¿Qué implica “pensar el presente”? No hay mejor manera de responder a esta pregunta que volver a uno de los libros más renombrados de Rozitchner, Moral burguesa y revolución (1963), en donde, a partir de su confesa adscripción al proceso revolucionario cubano, desarma la moral imperialista de los invasores de Playa Girón y revela una estructura que, a esos mismos sujetos, les resultaba “invisible”, esto es, imposible de ver y de confesar. En ese mismo libro encontramos el modelo “en negativo” del pensador que Rozitchner representa, estrictamente, el objeto de su crítica: uno de los prisioneros, un joven de 23 años que creció en las facultades más renombradas del ámbito europeo, alguien que tomó las armas para derrocar al gobierno de Castro. Encerrado en la lógica universitaria, el sujeto interrogado por los periodistas cuyos argumentos fueron luego analizados por Rozitchner se niega a revisar las condiciones de su propia existencia e introduce constantemente “falsos infinitos” a través de procesos analíticos que se pierden en el detalle o síntesis monstruosas que se dan como saltos metafísicos de difícil lógica deductiva. Concentrarse en el detalle minúsculo para no revisar las condiciones objetivas de existencia (el joven pudo estudiar gracias al trabajo precarizado y al sometimiento de una enorme masa de la población cubana) y tratar de conciliar ideales altruistas sin acciones efectivas en el presente (el bienestar universal sin ningún programa efectivo para alcanzarlo), es el vicio del racionalismo burgués, el cual se entrega al pensamiento como si de un juego se tratara, lejos de las condiciones históricas de su existencia, o sea del descubrimiento de los crímenes cotidianos, y naturalizados, que permiten su existencia. Opuesto a esto, entonces, el pensamiento (vivo) de León Rozitchner.

LA FILOSOFIA Y SU CONTORNO
Pero, claro, si revisamos la biografía de Rozitchner encontramos también su adscripción a los estándares institucionales más elevados dentro del ámbito académico. Nacido en Chivilcoy en 1924, tendría su paso por la Universidad de Buenos Aires y luego se trasladaría a París, estrictamente a La Sorbona, donde continuaría sus estudios en Humanidades en las clases de los profesores más renombrados de la época de posguerra, nombres que constituyen una futura élite intelectual y que, en alguna medida, representan el pasaje que se da entre comienzos y finales de la década del 50, de la centralidad del existencialismo y la versión francesa de la fenomenología husserliana al estructuralismo. Los nombres de esos profesores lo dicen todo: Maurice Merleau-Ponty, Lucien Goldmann y Claude Lévi-Strauss. Sus primeros méritos académicos también atraviesan la época: obtuvo su licenciatura en Letras en 1952 y logró su doctorado en Filosofía en 1960. Y es en esa misma época en la que, en los márgenes de la vida universitaria argentina, aparece una de las relaciones más relevantes de su vida intelectual, una revista que codirigió y que marcaría un importante quiebre en la conformación de la intelectualidad argentina: la revista Contorno.
Proyecto liderado por los hermanos Ismael y David Viñas, Contorno nace de las cenizas de Verbum, órgano del Centro de Estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras, y de Las ciento y una, publicación dirigida por Héctor A. Murena que dio a luz un solo ejemplar. De la ruptura de los Viñas con Murena se saca en claro que, en el eclipse del peronismo, había que ofrecer una alternativa intelectual que pudiera distanciarse del pensamiento hegemónico y, al mismo tiempo, realizar planteos contemporáneos ligados a las nuevas interpretaciones que se abrían paso en ese momento. Ya sea a partir de una lectura que cruza la historia nacional con su proyecto literario (propia de los hermanos Viñas), de la recuperación de un irracionalismo intuitivo presente ya en los trabajos de Martínez Estrada o en el propio Murena (perspectiva representada por Rodolfo Kusch) o la impronta que en esa generación deja la travesía intelectual de Jean-Paul Sartre (representada en el grupo por Juan José Sebreli, Carlos Correas y Oscar Masotta); todas estas tendencias encontraban su lugar en una revista crítica, sobria y “parricida”, nombre que les quedó pegado luego del famoso comentario del crítico Emir Rodríguez Monegal. El objetivo era claro: oponerse a la tradición y recuperar figuras marginales, como el propio Martínez Estrada o Roberto Arlt, para distanciarse del canon estilístico y estético implantado por los miembros de una generación intelectual anterior.
Uno de los artículos aparecidos en Contorno, estrictamente en el número 5/6 de 1955 y que lleva el nombre de “Comunicación y servidumbre: Mallea”, plantea de manera muy temprana las principales preocupaciones del andar filosófico de Rozitchner. En principio, se encuentra la clara oposición a los ideales liberalistas representados por la gente de Sur (aludidos aquí a través de la crítica de la obra de Eduardo Mallea, célebre colaborador de la revista), cuya concepción del escritor tiñe la actividad de un halo de santidad que obliga necesariamente a la separación, a la abstracción del sujeto con respecto a su entorno, esto es, a la realidad histórica. El escritor no es otra cosa que un esclavo de su clase, alguien que comparte las mismas, negativas y entristecedoras condiciones del sacerdote cristiano: olvidar las vejaciones del yo empírico, del hombre en su contexto, para concentrarse en la posibilidad de un mundo más allá, de un yo trascendente que –él sí– pueda ser amo de su vida. Otra síntesis monstruosa con una lógica forzada: el más allá será nuestro, el más acá es de los dominadores. Y aquí emerge una de las principales preocupaciones teóricas que el filósofo va a mantener a lo largo de toda su vida: la crítica a la moral burguesa es, también, una crítica a la moral cristiana y a la Iglesia Católica como institución, crítica que aparece en diversos trabajos pero que toma forma definitiva en uno de sus últimos y más polémicos libros, La cosa y la cruz. Cristianismo y capitalismo (en torno de Las Confesiones de San Agustín), de 1997.

PERON AL DIVAN
Terminado el ciclo de Contorno, Rozitchner continúa con su trabajo crítico articulado en función de viajes significativos, como su estadía en Cuba entre los años 1961 y 1962, época en la que dio clases de ética en la Universidad de La Habana. El resultado de su perfil teórico y su encuentro con la realidad revolucionaria trae como resultado uno de sus trabajos más significativos, el ya mencionado Moral burguesa y revolución. Pero ya en su primer libro marca este contrapunto entre el estado de situación del mundo y la posibilidad de un accionar diferente, novedoso, un accionar que realmente cambie las condiciones de existencia del hombre en la historia. Persona y comunidad: ensayo sobre la significación ética de la afectividad en Max Scheler (1962) atraviesa la perspectiva del fenomenólogo alemán confrontándola con ciertas líneas claramente marxistas. En su recuperación de Scheler, Rozitchner observa que la aprehensión de las estructuras afectivas (como la simpatía o el amor) como esencias a priori implica un salto metafísico que deja de lado la referencia al trabajo moral del hombre en la comunidad, o sea, al mismo proletariado que Scheler, políticamente, rechazaba. La esencia misma del hombre, en definitiva, no se da antes de la historia, sino que emerge por su propia participación histórica, por su estar en el mundo, y cualquier lectura que plantee que estas esencias anteceden al drama del hombre en el mundo es un resabio burgués que, tal como los prisioneros de la Playa Girón, esconde en sus planteos metafísicos la verdad histórica y objetiva de su aparición. La esconde, claro, para no hacerse cargo.
Comenzada la década del 70, este pensamiento volcado al problema de la comunicación y al accionar moral e histórico del hombre concreto empieza a revisar con mayor insistencia la articulación de estos problemas en el psicoanálisis freudiano que, junto con el peronismo revolucionario, se convertirán en las dos obsesiones de este nuevo tiempo que se abre. Luego de Ser judío (1967), Rozitchner publica Freud y los límites del individualismo burgués (1972), dando comienzo a un nuevo ciclo que culmina con otro de los textos más importantes de su producción, también publicado ahora por la Biblioteca Nacional: Perón: entre la sangre y el tiempo, libro aparecido en 1985 pero escrito a finales de la década del 70, ya en su exilio venezolano y al comienzo de su vínculo institucional con la Universidad Central de Venezuela. Este libro, amargo, es también una lectura fuertemente marcada por las preocupaciones de su generación y por la implantación del terror en el país: la pregunta fundamental es cómo entender a Perón y el peronismo y cómo entender, desde la experiencia el exilio, los errores de la izquierda argentina.
Un artículo recuperado hace no mucho tiempo en la edición que la Biblioteca Nacional publicó de ese eslabón perdido de la intelectualidad argentina, el número de la revista Tiempos modernos de 1981, dedicado al drama nacional, funciona como puente entre esta situación biográfica y el encuentro de un pensamiento que interpela, reclama, exige. “Psicoanálisis y política: la lección del exilio” muestra, precisamente, cómo toda una generación llenó los vacíos del peronismo con ilusiones que ocultaban el verdadero trasfondo de la política: la guerra, el terror impune que luego se instaló como verdad irremediable.
En toda su lectura psicoanalítica, el gran contrapunto que mantiene Rozitchner no sólo es con la intelectualidad de izquierda argentina, sino también con el lacanismo imperante en el mismo período: ¿cómo se va a sostener que la castración es simbólica frente a la castración real y efectiva, a la vejación objetiva que los torturadores llevan adelante en la Argentina? Todo el planteo de un mundo simbólico sujeto a la lógica del significado y el significante es sólo el discurso paternalista y propio de ese mismo terror que nos aleja de nuestra verdadera realidad, del auténtico materialismo revolucionario que, para el último Rozitchner, no será otra cosa que el regreso a la madre.

CUANTO PUEDE UN CUERPO
Uno de los grandes aportes críticos y filosóficos de Rozitchner, aún en el exilio, es Las Malvinas: de la guerra sucia a la guerra limpia (1985), escrito luego de su resistencia a firmar una carta, en 1982, respaldando el accionar militar que se proponía recuperar las islas. Ese documento, sostenido por el Grupo de Discusión Socialista (entre los que se encontraban José Arico, José Nun y Emilio de Ipola), si bien mantenía su distancia crítica con respecto a los sucesos en territorio nacional, consideraba positivo el intento de recuperación del territorio expropiado en función de la defensa de la soberanía nacional. Esta breve mención muestra el carácter de Rozitchner, quien, pese a ser amigo de gran parte de los firmantes y mantener fuertes vínculos después del suceso, no dejó de señalar su diferencia y de postular que ninguna soberanía nacional podía defenderse desde la perspectiva de una soberanía popular aplastada, torturada y disuelta debido al terrorífico accionar de la Junta.
De regreso al país, Rozitchner continuó con su producción filosófico- crítica que tenía en su haber el tratamiento de problemas de ética y moral (sobre todo en sus trabajos de los ’60) y sus estudios en torno del psicoanálisis como práctica burguesa que podía recuperarse para el accionar político antiburgués (tal como lo hemos podido comprobar en sus trabajos de los ’70).
Cristian Sucksdorf y Diego Sztulwark, los responsables de esta reedición, argumentan, en el notable prólogo que acompaña cada uno de los libros, que estos dos momentos del pensamiento de León son continuados por otras dos instancias, en donde la preocupación central es el descubrimiento, en la etapa que se abre con La cosa y la cruz, de la centralidad del cuerpo materno como fundamento de la vida. El materialismo, presente ya desde los primeros textos, pasa ahora a transformarse en un mater-ialismo, una reivindicación del lugar de la madre dentro de la esfera de lo político, de las instituciones, de lo moral, de la comunicación y el pensamiento, que no es otra cosa que el ser sentido y pensado del hombre, esa esencia que, lejos de ser una idea, es, sobre todo, el reconocimiento mismo de lo corporal como lugar primero de la existencia.
“Nadie sabe cuánto puede un cuerpo”: la cita de Spinoza, que aparece en el prólogo de Perón: entre la sangre y el tiempo, puede muy bien servir para entender el porqué de este pensamiento en torno de la madre. El discurso del terror, el discurso cristiano-filosófico-institucional, no hace otra cosa que instaurar la separación y la falta para distanciarnos de ese momento primero, natural, en el que estábamos sumergidos en el amor materno y en el que, tal como lo ha argumentado Freud, no distinguíamos nuestro cuerpo del de nuestra madre. El odio y la disgregación del discurso paterno es el mismo mundo simbólico lacaniano, en donde el “sentido sentido” es reemplazado por el “significado”, y en donde el respeto a instituciones que aparecen fuera del tiempo (¿no es ésa la supuesta “sincronía” del discurso estructuralista, por caso?) se contrapone a la vida material e histórica, al efectivo ser-en-el-mundo que el vínculo con la madre implica. El cuerpo habla y respira por debajo de cada conciencia racionalmente construida: la falta se nos quiere instaurar desde afuera para dominarnos, la verdadera crítica materialista tiene que volver al cuerpo, volver a ese mundo materno que sigue existiendo en cada uno de nosotros.
El último Rozitchner, el de libros como Materialismo ensoñado (Tinta Limón, 2011), no hace otra cosa que volver sobre estos temas con una prosa cada vez más poética: allí está, en definitiva, el sentido. La lengua materna, ese conjunto de balbuceos que emergían del más absoluto sentimiento, sólo puede rozarse desde la lengua paterna (la del significado) en la poesía: allí volvemos a encontrar el vínculo con una existencia primera que hay que volver a asumir como un segundo nacimiento desde el presente. Las críticas que Rozitchner hace a la perspectiva de Lévinas o Derrida apuntan precisamente a ello: ambos pensadores insisten en este problema del origen, pero, por respeto a las instituciones filosóficas a las que pertenecen, no van más allá y terminan adosando conceptualmente algún adjetivo que les permita realizar su planteo sin faltar a la lógica del discurso filosófico. La “hospitalidad incondicionada” de Derrida no es la “hospitalidad” a secas; el adjetivo “incondicionada” es respetar las mismas credenciales empobrecedoras de siempre.

TOTAL RECUPERACION
La recuperación de estos libros de León Rozitchner forma parte de un plan de edición prolijo, cuidado y de enorme trascendencia: luego de los tres ya publicados, aparecerán en breve Freud y los límites del individualismo burgués, Persona y comunidad y un libro inédito que constituye uno de los últimos aportes intelectuales del filósofo: Lévinas o la filosofía de la consolación, en donde se incluye su polémica con Oscar del Barco surgida a partir de la interpretación del “no matarás” lévinasiano. Diego Sztulwark asegura también que, muy probablemente para finales de este año, se dará a conocer una serie de veinte capítulos con entrevistas a León realizadas entre 2008 y 2010, proyecto en donde también están involucrados Ximena Talento, Javier Ferreyra y Jorge Attala.
Juan Bautista Alberdi, en un artículo publicado en el diario La moda, de 1824, y recuperado en una nota de Confirmado del año 1966, aseguraba que, liberados del yugo español, “debemos abocarnos sin demora a la edificación de una filosofía nuestra, que nos diferencie de los modelos europeos. Sólo así seremos realmente independientes”. El proyecto filosófico de León Rozitchner no es otra cosa que la respuesta a este pedido: un pensamiento original, enteramente nuestro, propio, que articula la pesada herencia del discurso filosófico europeo con la emergencia del acontecimiento histórico latinoamericano, poniendo a funcionar ese aparato para pensarnos a nosotros mismos y poder por fin asegurar una completa, irrenunciable, independencia.

Aburridos vuelven a casa

por @valeriano2015


No entiendo qué pasó en Brasil con toda esta movida de la gente en las calles, no digo ahora con Francisco, sino antes cuando todos se movilizaban no precisamente para festejar. Aquí y allá leí algunas cosas, pero siempre se sobredimensiona la movilización callejera en cualquier lado (recuerdo un volante de algún grupo de izquierda que festejaba la movilización callejera del heroico pueblo de Kirguistán). Se sobredimensiona y se sobrefactura: cualquier análisis quiere cobrar como propio lo que pasa en otro lugar y eso pasa en especial con aquellos que jamás pueden cobrar como propio algo por estas pampas.

En los muchos análisis que se hicieron, obviamente se comparó lo que estaba pasando en la tierra de Neymar y Xuxa con las últimas multitudinarias movilizaciones que ocurrieron en nuestro país. Se habló del poder de los medios y estos hablaron de uno y otro gobierno, en especial resaltaron la capacidad y vocación de diálogo que tuvo siempre Dilma y cómo escuchando a los manifestantes tomó sus reclamos y modificó el aumento del bondi.

Dilma escuchó, dialogó, concedió, y ese fue su gran error: les dio la puntita y fueron por más. No es difícil imaginar a Cristina llamándola y diciéndole que los ningunee, que los niegue, que mande a cualquier portavoz a decir que son golpistas, o rojos, o títeres de los medios, y que en especial no le conceda nada de nada. Solo la gente que está muy al pedo puede sostener varios días una movilización: el ninguneo los desanima en forma rápida, pero darles la razón los alienta y empuja en busca de más cosas.

¿Qué nos enseña el cristinismo con respecto a la movilización callejera? Ignorarlos hasta que se aburran. Y, de todos modos, si esto no alcanza para desorganizarlos y desmovilizarlos, siempre está el troskismo para mandarlos a casa.

La Izquierda es la antipolítica

por Diego Valeriano


Ahora que es evidente el agotamiento de la militancia, queda en primer plano un hecho innegable: la izquierda es la anti política. Su práctica apunta al corazón de la política para desgastarla hasta que queda vacía. Lo que no deja de ser llamativo, dado que sus militantes creen de modo ciego exactamente lo contrario. ¿Se dan cuenta de lo cerca que están de Miguel Del Sel, por ejemplo? Me animaría a decir, incluso, que son cara y cruz de la misma moneda. Y no me refiero a la imagen idiota de los «extremos que se tocan”: hablo del mismo cuerpo y de la misma idea. Destruir la política, vaciarla hasta que sea un cadáver, una cascarita.
Ya me escucharon decir en más de una oportunidad que si no hay víctima no hay política, que es solo ella y en torno de ella que se hace política. Pero si a los poderes de gobierno las víctimas se les imponen y deben gestionar los efectos de su aparición; la izquierda, en cambio, sale tras ellas como un tiburón que huele sangre: se mete en cuanta injusticia cree distinguir, la intentan copar, conducir y llevar a buen puerto. El puerto de ellos. Pero en este recorrido hostigan a la víctima hasta matarla políticamente. Como decíamos: vacían la política, deslegitiman la víctima.
Emociona o enoja (ahora no lo sé) ver cómo se meten en asambleas de lo que sea (del 2001 a La Plata: todas) y ejercitando su gran gimnasia oratoria la van copando de a poco. Radicalizan el discurso, filtran sus consignas, son voluntariosos y tienen fotoduplicadora. Trabajan, trabajan y trabajan duro… hasta que no queda nada. Esta anti política es en extremo burda, carente de cuidados estéticos y con mohines de asesino torpe que gusta de ser descubierto. Tiñen manifestaciones de rojo, acusan a cualquiera, complejizan discusiones, dan argumentos sólidos.
Y de vez en vez captan alguna víctima, la pasean por aulas universitarias, le presentan a sus siempre eternos y perfumados dirigentes, pintan una pared con sus nombres y escriben volantes sobre el tema mientras todo lo demás sigue su curso. Es un fenómeno raro, indudablemente, la izquierda: pareciera muchas veces que sus militantes solo buscan interpelarse entre ellos. Un soliloquio. Un diálogo de sordos. El fin de la política.

Proselitismo

por @valeriano2015


Bajo del Sarmiento y como ando holgado de tiempo opto por caminar hasta el trabajo. Ni bien piso la plaza Miserere me aborda una bella chica de Unidos y Organizados que me invita a votar a los candidatos de Cristina en la ciudad. Pensaba seguir caminando, pero como buen antropólogo de la sociedad actual que no soy decido quedarme a escucharla. No sé bien que decía: sus ojos y su corta edad nublaron mi entender. Sí noté un entusiasmo militante tan piantavotos que me sacó de mi embelesamiento de viejo verde y le plantee lo difícil que es hablarle de «década ganada» a alguien que acaba de bajarse del Sarmiento. Sin embargo, aún mayor garra militante comenzó a hablarme del «menemismo entreguista», de la «burocracia sindical» y del «troskismo saboteador». Tenemos que organizarnos para defender a Cristina, dijo, y no me conquistó. Me alejo azorado y muñido de una única certeza: si quiero votar a los candidatos de Cristina, no tengo que escuchar a los simpatizantes de Cristina.

Cruzo la plaza y mientras voy esquivando a los tantos hermanos latinoconurbanos que la pueblan me aborda un joven medio jipi con la propuesta de Camino Popular. Vaya uno a saber por qué creí que le podía ceder unos minutos de mi tiempo y comencé a escucharlo. Si bien la tonada es bien porteña, me tira una consigna tras otra, a lo René de Calle 13. Me habla de Monsanto y de la megaminería; también de que no son ni anti ni a favor del gobierno, y resalta tanto la «participación popular» que me lleva a pensar para qué mierda van de candidatos si todo el trabajo lo voy a terminar haciendo yo. Esto los emparenta con la gente del FIT que están en la esquina de Rivadavia y Jujuy, con los que tuve un breve intercambio que permitió ver algunos desplazamientos, solo que en lugar de «participación popular» casi todas las cosas tienen que estar bajo control obrero. (¿no entienden que yo no quiero controlar cómo anda el tren, sino tomármelo y que ande bien?) y en lugar de convencerte con onda para que los votes, te cagan a pedos y maltratan (¿creerán que los obreros hablan así?)

A una cuadra hay otra mesa del FIT, pero en los afiches aparcen otros candidatos. Con tanto curiosidad como masoquismo, me acerco y les pregunto la razón del cambiazo. Me explican que son de la juventud del PTS, que son parte del Frente y que buscan captar el voto joven. Me hablan de que tenemos que seguir el ejemplo de Brasil y parar el ajuste K, que tenemos que expulsar a la policía de nuestros barrios (pienso en Merlo Gómez sin policía y una gota helada me cae desde la nuca hasta la mismísima raya del ojete). Me dan un folleto, “para un sobrino o hermano menor”, me dicen, y decido que a estos, por irrespetuosos, no solo no los voto sino que además les afano todas las boletas del cuarto oscuro. 

Estoy a diez cuadras del trabajo, me quedan unos minutos y quedé medio manija con las mesitas políticas. Veo a lo lejos (atrás de un puesto de panchos, de un evangelista poseído, de dos senegaleses con sus valijas de almohada, de tres putas dominicanas, cinco pibes-limpiavidrios, varios borrachos deprimentes y algunos perros mugrientos) una chicas del PRO y avanzo decidido a su encuentro: imagino una panzada con estas muchachas insustanciales, más promotoras que militantes, que basan su campaña en estrategias de marketing de dudosa eficacia . Pero, vaya sorpresa, me como una paliza ideológica que me deja descolocado. Las cuatro mesas anteriores sin duda colaboraron en la solidez de estas chicas. O tal vez, con los años –como siempre me decía el gorila de mi viejo- me esté volviendo «de derecha». O nada de eso: menos peliculeras, estas chicas fueron cálidas, no agresivas y nada más me pidieron que los vote. 

«I like Ike», me resuena en algún lugar recóndito del cerebro y me invade un irresistible deseo de entrarle a un panchó con lluvias de papas (con gusto a humedad,como los de Osvaldo). Mientras busco un diego que se soterra en el fondo del bolsillo, apuro el paso: por boludear otra vez estoy llegando tarde al laburo.

Clinämen: Las micro-finanzas del trabajo informal

Conversamos con Victor Ruilova, gerente de Fie-Gran Poder, financiera boliviana con sede en Argentina. Crédito sin endeudamiento y el mundo de las micro-finanzas del trabajo informal.

¿A quién le importan Los Redondos? (una política del raje)

por Diego Sztulwark


Un principio ético elemental: si hemos de hablar de los Redonditos de Ricota ha de ser para alimentar, y nunca para develar, el misterio. A partir de allí sólo cuenta engrosar la conflagración. Con este único recaudo sale a las calles un libro fuera de lo común: Redondos, a quién le importa. Biografía política de Patricio Rey, por Perros Sapienz (Tinta Limón Ediciones, Bs.As., 2013). No digo más.

Se los ame o no –se nos dice-, los Redondos activan un nervio especial. El de una verdad que se juega en el espacio habitualmente neutralizado de lo sensible. Lo sensible en estado de conmoción. La conmoción como condición para habilitar un registro especial. Especial experiencia de la verdad. Los Redondos cuentan en el espacio especial de una verdad sensible.

Una verdad que circula muy de vez en cuando por nuestras sociedades públicas (y secretas). Una verdad que hemos vivido en su fase de preparación y de estallido, y que no funcionó (cuando no) en la de su pretendida institucionalización. El estallido del 2001 (eso creemos entender) fue mucho más intenso e inteligente para quienes se formaron en la poética ricotera (“carnaval subterráneo”, “fiesta rabiosa”, “escepticismo fértil”: “siempre un raje”), que para los cuadros formados en otras escuelas.     

¿Hacía falta un libro sobre los Redondos? Creo que no. Hacía falta sí –y no lo sabía hasta leerlo- este libro, tratado de intensificación de la propia presencia ante uno mismo que dispone de un modo muy práctico los afectos individuales como superficie de comprensión de la fuga colectiva.

Hacía falta, digo (y no lo sabía de un modo tan concreto), inventar en nosotros un cuerpo vivido como objeto geológico en cuyas capas (nos) comprendemos, de un modo mucho más que intelectual, como lugar de elaboración de nuestras verdades históricas, o como descubrimiento de las luchas que forjan nuestro acceso a esa verdad, en última instancia política, que abarca a nuestro barrio, a nuestra ciudad, a nuestro país.

¡Cuánta filosofía de la buena, de esa que se practica sin citas eruditas, en estas páginas! (“rock, pensamiento crítico que se baila”). ¿A dónde ir a buscar mejor expresados –como experiencias que dan a pensar- conceptos tales como “acontecimiento”, “sujeto”, “excepción permanente”, “nihilismo activo” o “nociones comunes”?  

Es esta densidad en la que aún nos movemos las viudas de los redondos la que nos liga aun hoy a esa, nuestra historia más bella y sostenida, las más cruda y festiva, que nunca cuajó como Verdad Revelada: siempre resistencia, desde el sistema nervioso,  a las teologías (post) modernas.

La “investigación ricotera”, de eso se trata, procede de modo cruel: taladra sobre nosotros para encontrar las zonas aún vivas y apasionadas, en las profundidades; y descubre un programa de simple enunciación: materialismo/sensual/en estado de “raje”.

Fuga de lo que somos; fuga ciega –es decir, involuntaria-, disparada al encuentro de lo imprevisto; “pura suerte” (y ya no mero rock and roll).

Los redondos ya no importan. Protagonizan el movimiento, ahora, esos “nenes” que debieron asumir el destino “en sus manos, ahora y para siempre” (como reza Juguetes Perdidos). O importan, sí, en la medida en que han dado vida al único trasvasamiento generacional en el que podemos creer. Otra dulzura; nada de “imberbes”. Estos viejitos fueron setentistas (de allí provienen sus saberes libertarios) de un modo completamente diferente.

Al cuidar ese tesoro de la inocencia como lo más propio y querido pudieron atravesar la época puliendo las armas al calor de las nuevas batallas.  Evitaron el peor de los patetismo: el de querer incluir a los “nuevos” en la escena del propio ideal.

Y aparecieron, como estallido, para la generación del neoliberalismo, como la más sabia y celebratoria expresión de lucha contra los dispositivos de visibilidad y mercantilización. Ese encuentro, pura mística laica (o pagana) fue desobediente y tierra fértil en la que practicar una autentica (nunca como winners) apertura al mundo.

Una apertura narcotizada. No se desorganizan los órganos en la cultura soldadezca de la militancia guervarista o peronista, mojigata por donde se las mire, sino en los parajes de una contracultura que juega con el límite, en donde se trasmutan –o no- las alucinaciones de muerte en nueva fabulación, economía riesgosa, a veces sabia, cuidada- de los placeres.  

Me detengo en una fórmula del libro: “éxodo hacia adentro”. Siempre envidié esa capacidad ricotera de formular imágenes más políticas que las que la política imagina. Adentro, no quiere decir –entiendo- interior subjetivo. Ese adentro es término inicial, sin conmoción.

Me lo explico de este modo: ya no se trata de rajar del rock (¿puede haber rock argentino y ricotero después de Capusotto haciendo letras al estilo Indio Solari?). Rajar hacia adentro es la fórmula de la inmanencia. El “raje” define la imposibilidad de la quietud. El “hacia” no se define por el punto de llegada, es “no finalista”. El “adentro” es nuestro mundo, la renuncia a la tierra ideal, prometida, a la expectativa estúpida de una estúpida utopía.

Agudo manifiesto, “A quien le importa”; que parece extrañar en el darse del mundo la conmoción que aún vive en sus mundos privados. Curioso destino el de ser esquirla encendida de una máquina de guerra vencida (y diseminada, vencedora). Este libro no sabe, sin embargo, de buenos tiempos pasados. La escritura no abre distancias, sino en el imperceptible gesto de quien vive  preparando el próximo escape.

¿El Papa Francisco es el ganador de las PASO?

Clinämen: Redondos. A quién le importa

Conversamos con Perros Sapiens y amigxs sobre su libro recién publicado «Redondos. Aquién le importa. Biografía política de Patricio Rey«. Una década sin los Redondos. Disolución y desilusión. Raje vs. huida. Combatir la nostalgia. Juventudes políticas. El misterio y los peligros.

Clinämen: Finanzas sin capital financiero

Conversamos con Natalia Quiroga Díaz, coordinadora académica de la Maestría de Economía Social en la Universidad General Sarmiento y con Marcelo Romero, coordinador de la Banca Popular de Tucumán, sobre finanzas en la economía social. El microcrédito y la financierización de la vida cotidiana. La búsqueda de formas de economía no capitalistas.

¿Qué es la “ilustración radical”? // Diego Sztulwark

por Diego Sztulwark



Jonathan I. Israel compone una obra desde todo punto de vista formidable. Sus tesis nos interesan sobre manera hoy que Europa destila oscuridad, crisis global y amenazas nacionalistas arcaizantes. Hoy, que la preocupación por la gobernabilidad, junto al decaimiento del ala radical de los movimientos, exige una activación de la conciencia política.    

Su erudito estudio sobre la alta ilustración, entendida como proceso cultural y político de secularización del mundo cristiano, se apoya en tres grandes afirmaciones, todas ellas de elevada significación política: a. la ilustración no fue un fenómeno nacional (francés o ingles) sino inmediatamente paneuropeo; b.la llamada “ilustración radical”, lejos de resultar menor y/o periférica constituyó un motor vital en la ilustración en su conjunto (y en particular, en relación con la ilustración moderada), demostrando incluso una mayor consistencia intelectual sobre el plano internacional; c. la centralidad dominante de Spinoza y el spinozismo dentro de esta última corriente (a contrapelo de las versiones mitologizadas de un Spinoza genial pero carente de influencia).

La presentación de las dos alas rivales ilustraciones está en la base de todo el argumento: la ilustración moderada, “respaldada por numerosos gobiernos y facciones influyentes de las principales iglesias” aspiraba, a partir del prestigio de  figuras de la talla de Newton, Leibniz o Locke, a “vencer la ignorancia y la superstición” y a establecer “la tolerancia”, a “revolucionar las ideas, la educación y las actitudes por medio de la filosofía” preservando, eso sí, elementos de las “viejas estructuras, consideradas esenciales”, en una nueva síntesis entre la razón y la fe.  

La ilustración radical, en cambio, “rechazaba todo compromiso con el pasado, y buscaba acabar con las estructuras existentes en su totalidad”, incluyendo la creencia en un Dios Creador del mundo, capaz de intervenir en los asuntos humanos, pero también la influencia política de las iglesias, y también las jerarquías sociales (privilegios políticos, concentración de la tierra) fundadas en cualquier principio divino.

El trabajo de Jonathan I. Israel (La ilustración radical, la filosofía y la construcción de la modernidad, 1650-1750[1]) no es detallista  sólo en la descripción de la formación de las instituciones (las bibliotecas, la clandestinidad, las editoriales, la censura), de las corrientes intelectuales y tonalidades afectivas del siglo XVII, sino que repara sobre todo en las hipótesis en torno a las cuales coaguló el ala republicano-radicalizado (un movimiento mas organizado de lo que se cree) en torno al “círculo” Spinoza: la inherencia del movimiento a la materia (contra la idea de que el movimiento nace del alma o del espíritu); la extensión de la mecánica y de las leyes del movimiento y reposo a la esfera universal de la material extensa-naturaleza (contra la división según la cual la física mecánica explicaría sólo algunos movimientos, reservando el resto a las potestades divinas); la dialéctica afirmativa entre institución del poder político y multitud (contra la legitimación divina y vertical de la soberanía); el democratismo igualitario (contra la escisión entre una esfera de libertad de opinión, y un acceso restringido a la tierra); la afirmación de una única substancia eterna e infinita Dios sive Natura (recusando tanto la idea del Dios creador, como el dualismo alma/cuerpo); la afirmación de la naturaleza como campo absoluto de inmanencia (y el rechazo de los milagros); la tolerancia filosófica, republicana y antiteológica (contra la tolerancia teológica, concerniente a la libertad de culto); el combate sobre el fundamento teológico del orden social; y la negación de una autoría divina de la biblia.

Celebrando la reciente aparición del libro en castellano uno se pregunta si el legado de la ilustración radical, que como sabemos debe completarse en el plano histórico con una política igualmente radical en relación con la democracia y el igualitarismo, no constituye un momento privilegiado para pensar nuestra propia posición –en ciertos aspectos excepcional– en comparación con la producción intelectual y política europea contemporánea.

En efecto, la mencionada decadencia de aquella Europa ilustrada, que desde su margen izquierdo alimentó radicalidades diversas a partir de sus propios desarrollos de sectas/movimientos (spinozismo el S XVII/marxismo de fines del SXIX, comienzos del XX) se nos aparece como exhausta, a nosotros que nos hemos visto demasiado tiempo como seres más bien caducos, entre el atraso y la periferia.

Esta cartografía política es la que parece estar por fin mutando. Salvo para quienes se encuentran cómodos en el gozoso (o rentable) lamento victimal de los colonizados, la evidencia se acumula en una nueva orientación, según la cual la crítica ilustrada radical, y luego marxiana puede encontrar hoy, fuera de Europa las mejores condiciones materiales e intelectuales para su desarrollo.

El desarrollo ya no Europeo de un movimiento que se apropie y continúe la crítica desplegada por la ilustración radical de cúneo spinozista supone una compleja tarea de reformulación del fundamento naturalista, materialista y republicano-igualitario-radical para nuestros contextos[2]. Dicha reformulación supone, desde ya, una recreación del estilo de participación en las batallas culturales y políticas desde una perspectiva extremo-igualitarismo-libertarismo, más atenta a las pulsiones colectivas tendientes a la apropiación de la riqueza colectiva, y a generación de dinamismo de mayor sensualidad que a la promoción de modas universitarias y editoriales dependientes de los centros occidentales de producción de saberes y mercancías.

Sólo un autentico cosmopolitismo des-occidentalizante/o no-europeo[3]puede abrir polémicas a la altura de este programa, más próximas a las aspiraciones expresadas por vastos movimientos sudamericanos a lo largo de la última década y media.

Es a la luz de estas tareas que adquiere particular valor la obra de Israel, y su esfuerzo de reconstrucción de las coordenadas culturales y políticas del S XVII a partir de una minuciosa exposición del aparato de censura europeo; de un comentario inesperado del papel de las mujeres y de la cuestión de la sexualidad; de una bellísima descripción de la creación de instituciones pan-europeas como las bibliotecas universales; y en general, la confección de un mapa estratégico de los poderes confesionales y estatales desafiados por la izquierda del movimiento de la ilustración (con sus ediciones clandestinas de libros, la circulación de manuscritos, sus revistas y tabernas).

Estas polémicas (constitutivas de nuestra razón política) sobre los poderes de la razón, la libertad y el Estado, constituyen aún hoy un suelo fértil para revisar nuestras posturas y convicciones en el contexto de una necesaria y una más radical ilustración comunista sudamericana.

Un ejercicio de esta índole supone hoy un renovado empeño en la constitución de prácticas no teológica de la tolerancia (decididamente enfrentada al poder pastoral); la formación de ideas, praxis e instituciones políticas apoyadas en un democratismo absoluto; y una renovada teoría del poder de la materia no ya sólo moviente y mutante, sino además ensoñada(como decía uno de nuestros ilustrados radicales: León Rozitchner[4]), capaz de combatir y sobreponerse al dominio teológico-racional-científico del ensamblaje tecno-capitalista[5]y su espiritual ley del valor.      

Sin dudas, este debate estalló hace más de una década en nuestros países. La relativa debilidad del movimiento dio lugar a gobiernos en ocasiones demasiado débiles, y cómodos en una perspectiva recurrentemente nacional. La ilustración moderada se ha volcado de lleno, entre nosotros, a estabilizar la preocupación por la gobernabilidad en detrimento del programa radical.

Es preciso, al contrario, ampliar la idea de “gobierno” para dar cuenta de una relación más abierta y compleja entre mercado, estado y multitud a través de la creación de instituciones que escapen a la trampa soberanista. Instituciones que no separen el espacio de la creación y desarrollo del reconocimiento de derechos del espacio de la reproducción en la esfera económica.

Lo que nos liga, finalmente, a la ilustración radical es el hecho de que la crítica de la teología y de la soberanía trascedente sigue constituyendo la premisa de toda crítica del presente. Israel nos cuenta, por ejemplo las correlaciones elaboradas en el s:XVII entre libertad de pensamiento y distribución y acceso a la tierra (Radicati), o la toma de postura a favor de la realización no represiva de la lívido sexual de hombres y mujeres por igual (Beverland).

Es que la ilustración radical, o la crítica de la teología-política no sólo se replantea la relación entre libertad e igualdad, sino que reabre la idea misma de la naturaleza humana, hacia nuevos agenciamientos colectivos (“la naturaleza es una y la misma para todos” dice el autor del Tratado Teológico Político).

La ilustración radical, en conexión con los contextos de radicalización no europeos de nuestro tiempo, abre las puertas para trascender los límites hasta ahora impuestos por el liberalismo en terrenos tan duros como son la definición misma de lo que entendemos por democracia e igualdad.

Es en la obra de Spinoza, mucho antes de Marx, donde con mayor coherencia se ha pensado una ontología relacional[6], como base para una alternativa a la tradición liberal. De hecho, la preocupación por el hombre y su estado “natural” como tentativa de determinar los conceptos de democracia y libertad, derramando sobre cuestiones fundamentales tales como el derecho a la tierra, estuvo –dice Israel- en el origen de todos los igualitarismos militantes y revolucionarios.

El ya citado Conde Alberto, o Radicati di Passerano (1689-1737), por ejemplo, creía que la democracia y la igualdad sólo se alcanzarían con la propiedad comunal de la tierra, y con la abolición del matrimonio y la familia. Una larga serie de autores de la ilustración radical son revividos para nosotros por Israel: Anthony Van Dale; Balthasar Bekker; los hermanos Koerbagh; Friederik Van Leenhof; Antonio Conti; Ehrenfried Walther Von Tschirnhaus; John Toland; Anthoni Collins; Abraham Joannes Cuffeler; Jean Baptista Boyer, Conde de D`Argens; Johann Georg Watcher; Henri de Boulinvilliers; Bernard Mandeville. Todos ellos nos enseñan que vale de muy poco la coexistencia de una intelectualidad libre y de un funcionariado satisfecho ante un pueblo substraído. Puesto que la democracia y la igualdad no son valores para la legitimación de un orden, sino criterios inmanentes a la praxis colectiva que hoy debe fortalecerse en la superación de los años del terror, recuperando aquel saber radical según el cual la sociedad es prolongación y no ruptura y olvido respecto de la igualdad natural que de Spinoza a Rousseau fundamentan la acción colectiva.

Durante el S.XVIII, comenta Israel, la percepción general es que el spinozismo es la absoluta antítesis del cristianismo, y la autoridad política evidencia una tensión semejante en el mundo intelectual a la que se generó durante buena parte del siglo XX con los seguidores de Marx.

Para entonces el cartesianismo francés (Descartes/Malembranche) se encuentra en franca retira de la guerra internacional de las ideas dejando el tablero estratégico ocupado cuatro grandes posiciones: el aristotelismo-escolástico, ya en declive; las dos grandes corrientes de la ilustración moderada: el empirismo ingles de Boyle, Newton y Locke, y el racionalismo-cristiano alemán de Leibniz-Woolff; y la ilustración radical, fundamentalmente spinoziana.  

El más perturbador de los ataques de Spinoza a la autoridad fue su crítica a la Biblia. Así lo relata el gran teólogo de su tiempo, el suizo Johan Heinrich Heidegger (1633-1698): “nadie atacó los fundamentos de todo el pentateuco más desvergonzadamente que Spinoza”, y reclama un esfuerzo proporcional en refutarlo.

Entre los intentos más ingeniosos de la ilustración moderada por aislar a su ala radical y pactar con las cabezas más abiertas el mundo teológico-político se encuentra el “argumento del diseño”, según el cual la mera disposición del hombre a contemplar la naturaleza revela y demuestra la armonía y perfección del mundo y de la creación, y que este ejercicio elemental nos acerca a la redención, esto es, a utilizar los ojos para ver, los oídos para oír, y los demás órganos naturales para similares propósitos demostrables. El argumento del diseño asocia la redención a la finalidad, y propone una negociación aceptable para no pocos científicos y filósofos de la época.

Israel refuta, también, la tradición inglesa según la cual es Thomas Hobbes quien inspira el teísmo filosófico británico. Según sus fuentes también en la Gran Bretaña es Spinoza y el spinozismo quien funda, por su radicalismo democrático, el ala radical de la ilustración. 

El spinozismo fue considerado en toda Europa como el más articulado y radical ataque a las autoridades bíblicas y políticas, de la cristiandad. La contrafigura genial de Leibniz lo certifica, con su proyecto de una filosofía compatible con la unificación de la cristiandad.

Es notable, y es este otro mérito de la obra de Israel, la influencia de Spinoza sobre una pluralidad muy grande de movimientos ilustrados, democráticos y radicales de toda Europa. Surge así otro Spinoza, moldeado en la crítica del cristianismo como modelo de toda “crítica” (al decir del joven Marx[7]), incluso –de eso se trata- del capitalismo contemporáneo.

La cuestión de la potencia de una filosofía materialista y subversiva de la inmanencia depende, también en nuestra actualidad, de la capacidad recobrar el vigor de la crítica forjada como crítica de la teológica. Pues incluso hoy, las viejas metafísicas dualistas que animaron al cristianismo animan con su contenido espiritual secularizado las instituciones de nuestras sociedades.

Israel goza repasando la lista de inútiles refutadores que durante siglos intentaron neutralizar –a partir de la denuncia del texto- al spinozismo. Antiguos refutadores (y actuales entusiastas) comparten la misma fe en la filosofía de Spinoza como asunto de pura letra y palabra. Tal énfasis en la explicación erudita[8]bien puede descuidar un orden intensivo y menos textualista [9]de Spinoza. Un orden capaz, tal vez, de otorgar a su filosofía una actualidad política exquisita (Anticristo en tiempos de Francisco!).

El texto de Israel es, además, una valiosa prueba –por si aun faltase evidencia- del valor del registro de lo escrito en el pasado. Del papel de archivo (“archivo” también en un sentido foucaultiano[10]) sobre el cual revivimos el riesgo de la escritura clandestina y la productividad de enunciados radicales que socaban la época.

Igualmente iluminador es la reconstrucción de la circulación de los libros y manuscritos clandestino, “raros, costosos e ilegales” escritos por estos eruditos  decididos a cuestionar la autoridad por medio de la filosofía sin esperar, de estos esfuerzos, ninguna recompensa económica o de posición institucional.

La extraordinaria narración de Israel termina en la revolución. En la Francesa. La filosofía radical se encuentra por detrás, como tejido laico, asumiendo una eficacia mundana que las academias suelen rechazar, por pudor y por temor. Por una vez la filosofía política asume una perspectiva completamente ateo del estado, en la que el poder de los gobernantes no descansa (y no debe hacerlo) sobre algún tipo de separación del grupo dirigente (jacobinismo[11]) respecto de su fundamento material; ya que no hay lugar para el “buen dirigente” con independencia de las vicisitudes de la constitución colectiva de deseos y necesidades. El príncipe colectivo deviene multitud en el ámbito de la economía, cuando la reproducción material deja de actuar como esfera “baja”, objeto de condenas morales o de técnicas puramente gubernamentales.


[1] El libro fue editado por la Universidad de Oxford en el 2001, y Fondo de Cultural, de México, lo publicó en castellano durante el año 2012.
[2] La ilustración a la que se refiere Israel es la “alta ilustración” (que llegaría hasta 1750), más que a la de Voltaire y sus amigos que se habrían dedicado más a sistematizar que a agregar ideas, según el parecer del autor. La importancia política de esta lectura, que retoma la centralidad del spinozismo en el proceso de secularización, concierne también a la importancia en la discusión de cierta izquierda argentina que discute sobre la ilustración en términos de un mínimo de pedagogía de masas en el combate de las supersticiones del mundo popular. La derrota del marxismo nos haría “volver a Voltaire”. Al contrario, con Israel es Voltaire quien viene siempre “después”, a sistematizar y publicitar lo que la batalla internacional de las ideas ha producido, y la lucha igualitarista y libertaria no admite ser regulada por “etapas”.  
[3] No-europeo no puede significar, de ningún modo antieuropeo. El “no” (de no-europeo) no supone rechazo al occidente, sino desplazamiento, apertura de un nuevo espacio desde el cual apropiarse productivamente de parte de la tradición a partir de nuevos (nuestros) problemas. 
[4] A lo largo de su obra Rozitchner se ha preocupado de diversas maneras por reunir, en su formulación crítica,  la distribución de la tierra y tratamiento del cuerpo pulsional. En el nivel filosófico, esta crítica supone cuestionar el cierre del concepto y del lenguaje teórico  sobre sí mismo en un discurso abstracto y su reapertura al fondo sensible y poético que lo sostiene. Rozitchner consideraba que las oscuridades de lenguaje de la obra de Spinoza, así como su apariencia racionalista se debía precisamente a la ausencia de una tierra no cristiana en la que una ilustración judía (que abarcaría también a Marx) hubiese podido desarrollado con una lengua propia mejor desarrollada. La propia posición política de Rozitchner frente al peronismo en la argentina debe ser interpretada a la luz de esta discusión teórica de largo aliento. Lo que Rozitchner busca, a lo largo de toda su obra, es refundar un materialismo histórico alejado del cientificismo, y del teoricismo.  Recientemente Oscar Ariel Cabezas se ha ocupado de este aspecto de la obra de Rozitchner, en su trabajo “Postsobernía, literatura, política y trabajo” (La cebra, Bs-As, 2013). El autor de este estudio expone con agudeza la crítica “materialista” de Rozitchner al capital global -postosoberano- que destrata a la materia viva, aún si queda por elucidar el carácter ensoñado como índice de verdad (y de potencia) de las subjetividades resistentes. Es en su última obra Rozitchner que concreta con máxima claridad y belleza su formulación: “Ensoñación sería la “materia” del ensueño anterior al sueño, el cuerpo afectivo que emana del cuerpo  y que hace que cada relación vivida con alguien o algo pueda aparecer como sentida y calificada en su ser presencia como teniendo un sentido” (Leon Rozitchner, “Materialismo ensoñado”, Tinta Limon Ediciones, Bs-As, 2011).
[5] Para una rica y minuciosa fenomenología del poder de los emplazamientos tecnológicos en nuestras vidas cotidianas ver Christian Ferrer; “El entramado; el apuntalamiento técnico del mundo Autor”; Ediciones Godot, Bs-As, 2012. También la obra de Franco Berardi, Bifo, que ofrece un enfoque directamente político de la cuestión. 
[6] Nociones provenientes del a obra de Gilbert Simondon (particularmente de su obra La individuación, editado entre nosotros por Cactus y La Cebra, bs-as, 2009) tales como trans-individualidad o equilibrio meta-estable aplicadas a la lectura de Eticailuminan aún más el potencial no-liberal de la ontología relacional en Spinoza.  Así lo comprendió y desarrolló Etienne Balibar en un artículo llamado Spinoza. De la individualidad, a la transindividualidad, una jugosa conferencia que dio el filósofo en Rijnsburg, Holanda, en el año 93 y que, luego revisada se publicó en castellano en el N 25 de la revista Confines, de noviembre del 2009, y de modo independiente por la editorial Brujas, en la ciudad de Córdoba el mismo año.
[7] La recurrencia Spinoza-Marx/spinozismo-marxismo en Israel es explicita, pero no desarrollada, y descansa en el hecho de que ambos fueron visto por los poderes europeos como la “más absoluta antítesis y el primordial adversario del cristianismo y la autoridad”. Existe una pluralidad de fuentes para desarrollar los vínculos entre Spinoza y Marx. Los biógrafos de este último se han encargado de señalar la importancia del encuentro del joven Marx con la obra de Spinoza en 1841, año en el cual se entregó a la lectura del Tratado teológico político (Maximilien Ruble, “Karl Marx, ensayo de biografìa intelectual”, Paidós, Bs-As, 1970). Esas lecturas han quedado registradas en un cuaderno de notas que se acaban de editar en castellano (Carlos Marx, Cuaderno Spinoza, edición a cargo de Nicolás González Varela, por la editorial española Montesinos). La influencia directa de Spinoza sobre Marx es objeto de una abundante investigación en el terreno de la filosofía política contemporánea. Miguel Abensour resume la cuestión de este modo: “De Spinoza, Marx retiene pues no solamente la tesis central del Tratactus theológico políticus favorable a la libertad de filosofar, sino la idea de que, para fundar la Res publica, conviene destruir el nexusteológico-político, ese mixto impuro de fe, creencia y discurso que invita a la sumisión, esa alianza particular de lo teológico y lo político (tal el estado cristiano contemporáneo de Marx) en la que, por la invocación de la autoridad divina, lo teológico invade la ciudad, reduce la comunidad política a la esclavitud, peor aún: desequilibra totalmente su ordenamiento superponiendo a su lógica propia una lógica dependiente de otro orden” (Miguel Abensour, “La democracia contra el Estado”, Ed. Colihue, Bs-As, 1988). No resulta exagerado afirmar que la idea de una “crítica radical” en Marx se encuentra inspirada en gran medida en la crítica radical de Spinoza a la teología. Fue Gilles Deleuze quien con mayor claridad ha señalado que en la crítica spinozista de la  teología se elabora el modelo más coherente de toda trascendencia (incluida la específica trascendencia inmanentizada del capital).     
[8] En efecto, la obra Henri Meschonnic ofrece una reflexión sobre políticas de la lectura, y de la interpretación y traducción de textos fundada en una teoría lingüística del “ritmo” contrapuesta a la hegemonía del “signo”, cuyo ámbito es, de modo inherente, teológico político. Meschonnic se apoya particularmente en la obra de Spinoza para elaborar su crítica del tratamiento de los textos de acuerdo a las modernas teorías linguísticas y de la lectura. A partir de la célebre fórmula “no se sabe nunca lo que puede un cuerpo”. Para Meschonnic no se trata de explicar a Spinoza, sino de practicar un spinozismo vivo caracterizado por el continuo (concatenatio) entre cuerpo y palabra (¿Qué puede un cuerpo en el lenguaje?). Una nueva versión de la crítica materialista se esboza en el espacio del lenguaje y de la escritura destacando el ritmo como momento de singularización subjetiva por sobre la tiranía del signo de las semióticas, demasiado significante, secretamente teológico (La poética como crítica del sentido; Marmol izquierdo, Bs-As; 2007).  
[9] Describiendo la relación de Goethe con Spinoza, Fritz Mauthner se refiere a la Eticade Spinoza como “mi antiguo asilo”; a ella recurre quien descubre que todo es vanidad, y pasa por inhumano, ateo y ajeno al mundo intentando pensar lo eterno. Aclara de inmediato Goethe que él no hubiese “firmado sus escritos” pues ha descubierto que “nadie comprender al otro”, que “nadie piensa lo mismo cuando se pronuncian las mismas palabras”. La confianza de Goethe en la obra de Spinoza “reposaba sobre la calma que había producido” en su vida. El régimen de intensidad sobre el del puro entendimiento lógico textual (las citas de Goethe pertenecen  a Spinoza, bosquejo de una vida; Ritz Maunnher, Ed. Brujas, Córdoba, 2011). 
[10] El archivo audiovisual como objeto de una filosofía que se esmera en considerar la ontología como una sucesión de aprioris históricos, tal y como lo explica Gilles Deleuze en su recientemente publicado curso sobre Foucault; El saber, curso sobre Foucault, Cactus, Bs-As, 2013.
[11] La historia que vincula a Spinoza con la Revolución requiere –así lo ha pensado Remo Bodei en su clásico Geometría de las pasiones, miedo, esperanza, felicidad: filosofía y uso político, Fondo de cultura 1997- de algunas precisiones: “Espinoza no pide en absoluto a los individuos sacrificarse a sí mismos y a sus pasiones, ni en nombre del Estado, ni en nombre de Dios. Él es el defensor de la utilitas, de la tendencia a la auto-conservación previsora y no miope, que se robustece en alegría, sociabilidad y “amor intelectual” de Dios”; “El esfuerzo de los jacobinos ha sido el de cambiar el problema de la voluntad y de las pasiones de la esfera privada e individual a la pública y colectiva”; “La revolución pretende crear el “hombre nuevo” no tanto a través del control endógeno o exógeno sobre las pasiones, cando a través de la eliminación de los obstáculos y de los condicionamientos que provocan las desigualdades socialmente nocivas, la impotencia o la prepotencia en el obrar, las ilusiones y los conflictos”; “Espinoza y los jacobinos se hallan, respectivamente, en el origen y los finales de la crítica al Estado absolutista, pero están en las antípodas de la valoración del moi soleil, tanto como sujeto de soberanía, cuando como individuo o ciudadano moralmente responsable”. En definitiva, el problema revolucionario es asumido de maneras diferentes por spinozistas y jacobinos (de un modo que conserva toda la actualidad para nuestra propia coyuntura): “la respuesta espinosista consiste en decir que hasta que un individuo o grupo acumule en sí tanto poder que se imponga a los demás, todo escándalo por tales sacrificios será vano. El único remedio a semejante situación consiste en aliarse los ciudadanos para alcanzar juntos el poder común tal que impida toda excesiva desproporción de sus componentes”; al contrario, “los jacobinos –aun cuando implícitamente habrían aceptado esta solución- siguen, de hecho, en su breve experimento, un camino diametralmente opuesto. En vez de eliminar el miedo y la esperanza del horizonte individual y colectivo, los consolidan; en vez de transformar las pasiones las dividen (combatiendo aquellas frías y tranquilas, ligadas al “egoísmo” y a la indiferencia, y exaltando aquellas calientes, tórridas o “gélidas” ligadas a la amistad, a la fraternidad, al amor por la patria y la humanidad o bien al odio y al terror); en vez de practicar, espinozianamente, una “meditación de la vida”, retornan a una “meditación con la muerte”, reproduciendo, en trágicas circunstancias, el nexo clásico muerte-razón”; resulta que “con el modelo jacobino, la sabiduría filosófica se funde con las pasiones, se vuelve ideología, en cuanto unión de razones y pasiones, de filosofía y sentido común, de jefes políticos y masas. En el intento por influir sobre la naciente opinión pública, la distinción entre verdad y opinión, entre razón y deseo, se adelgaza hasta casi desaparecer. De la figura del sabio se pasa a aquella que quisiera definir del homo ideologicus moderno, el cual utiliza o cree utilizar las pasiones en última instancia  en beneficio de la razón, orientando –según “mitos racionales”, amasados con ilusiones conscientes y esperanzas fabricadas en serie- aquel mismo pueblo que antes había sido guiado a través de “mitos pasionales”. En cambio, “El sapiente espinosiano (que había rechazado el miedo y la esperanza) se transforma ahora en político-agitador-filósofo, en “intelectual” que opera por medio de ellos sobre la razón y sobre la sociedad, con el fin, sin embargo, de extender a todo el cuerpo social aquella libertad y aquella felicidad que Espinoza asignaba al sapiens”; “Espinoza y los jacobinos están además, en el origen de dos opuestas perspectivas de la democracia. EL filósofo holandés basa su reconocimiento del derecho de los individuos a la autodeterminación política sobre el poder efectivo que viene, cada vez, colegialmente conseguido por el cuerpo político; los revolucionarios franceses, sobre principios universales de emancipación humana, que establecen un programa y una dirección en marcha para practicarse en tiempo largos y difíciles y que presuponen un molde rígido o una adecuación del individuo a la “voluntad general”; “Rechazando toda propensión al ascetismo y a la renuncia de sí mismos, Espinoza indica el camino para una democracia no exclusivamente “formal”, para una individualidad que no deduzca sus derechos sólo de principios o de leyes universales (que aunque indispensables, pueden entrar en conflicto entre sí), sino del grado de la propia “potencia de existir” lograda en relación y en alianza política con los propios semejantes”.               

Clinämen: Balance de la izquierda independiente después de las PASO

 
Conversamos con referentes de listas de la izquierda independiente en Buenos Aires y Rosario. ¿Cómo evalúan Camino Popular y el Frente de la Ciudad Futura esta primera incursión electoral? ¿Qué aportan estas experiencias en la coyuntura que se abre? ¿Cómo se articulan las prácticas políticas que se desarrollan en la universidad y en los territorios con la dimensión electoral? ¿Qué diferencia hay entre este tipo de “partido” y los partidos clásicos de los que se diferencian?

Clinämen: Atajo, rock de Bolivia

 
Nos visitó el grupo de rock de Bolivia Atajo. Conversamos sobre su música y sobre la política en el país vecino. Después nos convidaron unos temas.


Fernando Peña y el cierre de listas en la capital

por Diego Valeriano


La noticia es esta: Gustavo Vera, de la ONG La Alameda, encabezará la lista de Coalición Sur, la alianza entre el cineasta Pino Solanas y Lilita Carrio. Es amigo de Jorge Bergoglio, con quien luchó contra la trata de personas.

La moralidad católica tiene lista propia en Capital. Alabado sea Di@s. Un viejo cajetilla que exhala nobleza nacional y popular, una ultracatolica y un cristianuchi que terceriza la defensa de los esclavizados plantan bandera y dan la lucha electoral. Asco, siento un verdadero asco. Tanta anti-entrega nacional, tanta anti-corrupción y tanto “el sufrimiento es el otro”, tiñen a la política de unas texturas y colores opacos y super aburridos. Me imagino a los tres autolamiendose en TN con Bonelli, o mejor aun con el Dr Nelson Castro,  mirándolos con su cara de ACV mal curado y asintiendo ante cada denuncia.

Como salidos de una mala película los cristianuchis vuelven a escena. Francisco se aprovecha de la debilidad de Cristina, le hecha sal en las y visibiliza los daños colaterales del modelo. No la corre por derecha, tampoco po izquierda; la corre desde la bondad. El hasta hace poco ignoto Vera entrará a la cancha para hacer las delicias de los medios (siempre que no hinche las pelotas con las empresas que auspician este programa) para mostrarle al camporismo que “el otrx es mas esclavo y oprimido” que un inundado en La Plata. Para mostrarnos y demostrarles que, en la competencia por la moral, denunciar un taller clandestino es mucho más noble que ser parte del voluntariado universitario, y que un luchador a-partidario siempre paga mejor con uno con pecheras.

El francisquismo detona la moralidad nacional y popular por varios frentes: con Pino ataca desde adentro del modelo, con Lilita desde la derecha honesta y con Vera desde la podredumbre misma. La moral siempre es el costado más débil de cualquier gobierno, de los populistas aun más. Pero hasta ahora ninguna fuerza política podía correr seriamente a Cristina desde ese lugar.

Francisco juega; avisa que puede jugar mucho más. Desde su exilio divino no da puntada sin hilo, todxs tendríamos que preocuparnos, porque ademas de poderoso ha dejado de ser obvio. Ya no encabezará cruzadas medievales contra los trolos o esas cosas. Su lucha comienza a desarrollarse en voz baja y con paciencia. No tiene apuro ¿porque tenenerlo? Si esta seguro de la vida eterna. No simula moralidad, pone moral real en juego. Frente al doble discurso de las demas fuerzas políticas, moral real frente al crecimiento desmedido del consumo.
Preocupémosnos realmente, corramos a cobijarnos bajo Horacio González, o mejor encomendemos las elecciones a Satán. Hace unos meses se cumplieron cuatro años de la muerte de Fernando Peña: una lástima, hubiera sido un gran candidato testimonial contra el francisquismo que se viene.

@valeriano2015

Ni bajando a 8 años la edad de imputabilidad…

por Diego Valeriano


«Ningún pibe nace chorro» es una noble frase que por más que la repitamos no va a dejar de parecernos idiota. Andá a explicarle eso a una doña que dos pibes le rompieron la puerta para robarle la garrafa. Seguramente casi ningún pibe es narco de los grosos, o maneja un prostíbulo. Menos aún, un garito de juego o un desarmadero donde cortan autos. De hecho, ningún menor maneja una comisaria. No hay dudas que los delitos grosos no son llevados adelante por pibes y que esta discusión sobre la baja de la edad de imputabilidad en los pibes aparece siempre en momentos electorales.
Discusión que siempre tiene gusto a poco. Discutir sobre la baja en la edad de imputabilidad de los pibes nos lleva sin paradas intermedias a la hoguera de las obviedades, en donde conocidos de un bando y de otro nos dirán su discursito/kiosco que ya todos más o menos conocemos. La llamada derecha mediática, con argumentos cortos e imágenes contundentes, y el progresismos con ideas mas complejas e imágenes pobres.
Discusión eterna que tomará ribetes multicolores: un pibe matará a una vieja; dos ratis torturarán a un niño que no quiso robar para ellos… discusión para la que muchísimos están entrenados.
La verdad, no sé por qué un pibe de quince que comete delitos no debería ir preso. Mi razonamiento me lleva a pensar que sí debería ir. No me parece ilógico que un pibe frente a un delito pueda tener un abogado defensor y que un fiscal que lo investigue.  ¿Debido proceso? ¿Nadie es inocente hasta que se demuestre lo contrario? ¿Baja en la edad de la procesabilidad? La verdad, no lo sé. Pero intuyo que si un pibe va preso a los 8 o a los 19, el delito y la violencia no van a cambiar demasiado. Tampoco la situación de los pibes.
Voy a tomar las palabras de nuestro novel Ministro de Seguridad provincial, Don Alejandro Granados: “estamos en guerra”. Pero a diferencia de lo que plantea el flamante encargado de la policía, esta guerra no es entre delincuentes y honestos. Esta guerra, silenciosa y fuertemente territorial, es por el derecho al consumo. Lucha bien plebeya y liberadora, sin códigos, sin moral y sin prisioneros.

Una guerra de sujetos cínicos (seres de puro cálculo) y oportunistas (seres sin estructuras fijas) dispuestos a todo con tal de obtener el necesario botín.
Y en esta guerra, como en la vida en general, los cachorros son los más voraces.
@valeriano2015

Clinämen: Los redondos. Una historia política.



Clínica de temas de los redondos a cargo de los Perros Sapiens. Un recorrido por los álbumes de la banda. El raje ricotero como perspectiva desde la cual leer nuestra historia, recordar lo eterno, disputar el presente.  http://ciudadclinamen.blogspot.com.ar/   

Clinämen: El paro nacional agrario y popular en Colombia

Conversamos, junto a Federico Bernal del Colectivo Colombianxs en el Sur, con Emmanuel Rozental desde Colombia y, luego, con  Héctor Mondragón, economista colombiano exiliado en Brasil. Coyuntura histórica del paro. Contexto latinoamericano de la crisis del sector agrícola. Neoextractivismo y multinacionales (con y sin el ALCA).

De la serie: La guerra por el consumo

Los Killer-Runfla 

(tics de la revolución)

Por Diego Valeriano



La guerra por el consumo tiene cotidianamente pequeñas batallas a muerte: se es  víctima y victimario según el momento y el lado del mostrador. Y lo mejor de esta guerra es que solo hay un bando.
Sí existen killers-runfla que actúan como tropa de ocupación de algunos territorios. Estos killers son cuerpos indóciles que parecen haber abandonado los límites de la moral. Estos cuerpos, son los cuerpos jóvenes (cómo no serlo) que dominan territorios mutables a través de la violencia machista. ¿Cuerpos indóciles? Tal vez, no tanto.
Los killers-runfla parecen cuerpos atrevidos que desafían el orden barrial aunque, muy por el contrario, lo sostienen. Controlan desde la esquina, carpetean a cada quien que pasa; cobran peaje, verduguean, denigran pibitas, se jactan de quienes creen que son; muestran los fierros y la pija: ese es su territorio y hacen lo que quieren.
Algunos podrán decir que son terciarizados del control social y no sería errado pensarlo así. Negocian con la bonaerense, intercambian figuritas, hacen un trabajo más capilar. Los policías ya con más edad, un poco más controlados, negocian y evitan quilombos. Evitan quilombos y obtienen ganancias.
La guerra por el consumo es aceptada siempre y cuando sea una guerra “sorda”. Los killers-runfla, en cambio, con su desborde y prepotencia machista son demasiados ruidosos. Y en democracia, cuando el ruido se vuelve descontento que interfiere en lo electoral, algo hay que hacer.
El gobierno mandó gente leal al campo de batalla, los gendarmes van a disputar el territorio allí a dónde la policía había acordado una tregua que solo les servía a ellos. Lo llamativo de esto que está comenzando a pasar es la similitud del accionar de uno y otro: los gendarmes copian el despliegue territorial de los killers: son tropa de ocupación, cobran peaje, verduguean. Se paran desde la prepotencia machista, muestran los fierros y la pija.
No hay duda alguna que las primeras batallas las va a ganar la gendarmería. Pero solo las primeras, hasta que el capitalismo runfla los axiomatice y los transforme en parte del paisaje.
Jesi tiene 16 años. Los lunes cuida una viejita hasta las 12 de la noche. De ahí se va caminando hasta su casa, la separan solo seis cuadras. Son las 12 y media, tiene que cruzar la plaza ¿Qué tropa de ocupación prefiere cruzarse?

Disidencia: hacia una topografía inconclusa

por Verónica Gago y Diego Sztulwark 

De la resistencia al impasse

La disidencia es, clásicamente, la construcción de un lugar que se posiciona frente a un centro de poder. En América Latina, la disidencia puede pensarse en distintos momentos como figuras cambiantes, como itinerarios que abren a descomposiciones y recomposiciones de la topografía política. Esto supone una tesis: el poder muta en relación a esas figuras disruptivas, tratando alternativamente de subsumirlas, metamorfosearlas, quebrarlas y/o disolverlas. Está siempre a su espera, atento a lo que ellas producen y simultáneamente probando su propia capacidad de captura.
Durante la década del 90, en Argentina, la disidencia constituía un variopinto repertorio de contestaciones y resistencias al esquema neoliberal de gobierno que era, básicamente, la explicitación de reformas que habían tenido su origen en las dictaduras militares y en el genocidio perpetrado por el terrorismo estatal. La disidencia, entonces, estaba claramente nutrida y difundida por una red de prácticas que planteaban en el plano de la justicia y la memoria, de los derechos humanos, laborales y sociales, una apuesta de acción política no institucional. Esto suponía, en lo concreto, desarrollar formas de antagonismo que iban más allá de las fronteras delimitadas por el Estado para aquello designado como espacio político. También, este proceso nos llevó, de un modo, a trazar una genealogía (o una historia no lineal) con las luchas de los años 60/701. Entre la transición democrática (y su fallido proyecto de reconciliación nacional) de los años 80 a la explicitación del proyecto neoliberal durante los 90, la disidencia tomó la forma de una pluralidad resistente.
Podemos ubicar el inicio de un segundo momento en el pasaje de la resistencia a la crisis como acontecimiento que hizo visible y audible una multiplicidad de sujetos y espacios políticos de nuevo tipo. La crisis de 2001 en Argentina fue el momento donde esa red de prácticas resistentes toma cuerpo en la lucha callejera, se abre a un protagonismo marcado por la presencia de los sectores de desocupados que van más allá de su mera definición como excluídos y donde las iniciativas de los diversos movimientos sociales se convierten en una forma de hacer, pensar y proponer que redefine y organiza de manera radical el conflicto político. Tal dinámica desplegada en iniciativas concretas (del piquete al escrache, de la asamblea a la red de trueque) renueva las imágenes y las nociones de la política desde abajo.
Es entonces cuando el antagonismo se vuelve destituyente: el protagonismo social declara el fin de la legitimidad política del neoliberalismo e inaugura un verdadero inicio de la posdictadura2 al comienzo del siglo. La disidencia, entonces, se convierte en la constatación popular de la representación vaciada del sistema político y, en contraposición, en la propuesta de modos de resolución de la vida concreta a partir de dispositivos (comunitarios, organizativos, de movilización y negociación) de los propios movimientos sociales. La disidencia, como figura política, deviene propositiva y, más que una fórmula negativa o de desplazamiento continuo, se encarna en la dinámica de creación social en marchaLa disidencia funciona simultáneamente como una modalidad de innovación política y de crítica institucional. Y es, sobre todo, una posición inmanente: no se trata de una forma de distancia crítica o prudente, sino de un proceso de inmersión, una perspectiva interior, a la dinámica propia de crisis e invención desde posiciones también múltiples que se apropian del espacio público y sus dilemas.
Esa fase de autonomía en ebullición es brutalmente interrumpida con el crimen de dos militantes del movimiento de desocupados que busca aleccionar por el terror: nuevamente, la masacre aparece como posibilidad real y efectiva frente al avance territorial y experimental de la organización popular3.
En el 2003, el período que se inicia con el gobierno de Néstor Kirchner (tras una victoria con un bajísimo porcentaje de votos) opera como una suerte de freno a la posibilidad de una escalada del conflicto social y la represión estatal. En ese sentido, se propone una tregua que rápidamente, por algunos signos fuertes desde el gobierno, apuesta al reconocimiento de las luchas sociales como capital simbólico y se traduce como signo y contenido de ciertas políticas estatales.
La polarización producida desde entonces movió el eje de la coyuntura, reponiendo al gobierno y al Estado como vectores principales de la topografía política. Esto fue posible gracias a que el gobierno operó una política de doble reconocimiento: de las luchas sociales, especialmente aquellas vinculadas a los derechos humanos, por un lado, y de la necesidad de reconstrucción del sistema de gobierno, por el otro. La resultante fue un esquema de nuevos alineamientos que debieron pronunciarse a favor o en contra de la gestión en curso. Ya durante el mandato siguiente de Cristina Fernández de Kirchner, una serie de conflictos fuertemente corporativos (con los sectores vinculados al campo, con algunos sectores sindicales, etc.) tensó aún más ese esquema de alineamientos, a partir del cual el sistema de representación recobró una vitalidad que había estado ausente por un largo tiempo y los movimientos sociales quedaron atravesados –y en general partidos- por esa nueva línea divisoria impulsada desde arriba.
Entre el gobierno y su antagonismo formal, emergen figuras de la oposición, se desarrolla el lugar delcrítico. Entre los movimientos sociales más autónomos que no se ajustan exactamente a esas posiciones, se produjo una situación de impasse4 que inmovilizó y neutralizó buena parte de los lenguajes y las prácticas anteriores. Una cierta desorientación se apoderó de quienes rehusaron pronunciarse al interior del binarismo que delimita el tablero de juego según clasificaciones preestablecidas. El problema es que esta polarización política acentuada durante los últimos años presiona en favor de una simplificación que opera por un dualismo excluyente a la hora de abordar los problemas que surcan los diferentes territorios. Y ese binarismo tiene, sobre todo, un espacio de ultra-centrismo5 organizado por tres polos: un polo exportador-extractivita generador de divisas, un polo fundado en una retórica tecnológica-industrialista, y un polo fundado en la dinámica de “derechos” (sociales y humanos).
De este modo, por ejemplo, o bien se es sensible a las luchas que se desarrollan en torno a la nueva economía neo-extractivista; o bien se da crédito a las dinámicas ligadas a retórica de la ampliación los derechos sociales sin reparar críticamente en lo que podríamos llamar la “base económica” del modelo –como si el desafío no consistiese, justamente, en articular (y no en enfrentar) lo que cada territorio enuncia como rasgo democrático y vital.
El potencial de riquezas de los procesos actuales se juega en la posibilidad de combinar los diferentes ritmos y tonos de las politizaciones, en la capacidad de articular lo que hoy se presenta como las disyunciones campo-ciudad, interior-capital, consumo-empleo, etc. Así como en reconocer las premisas transversales a las luchas por la reapropiación de recursos naturales, los diferentes procesos de valorización de los servicios, de la producción, y de las redes sociales como fuentes de la riqueza común y disputa por una infraestructura popular en los territorios.

América Latina en transición: disidencia en el postneoliberalismo

En la América Latina actual se vive una transición. La disidencia que tiene como eje el neoliberalismo ha concluido para muchos. Más bien, se trata de discutir y problematizar lo que se ha denominado “post-neoliberalismo”. La disidencia frente al post-neoliberalismo consiste en abrir los espacios de resistencia y debate sobre el neodesarrollismo como modalidad en que el país se inserta en el mercado mundial y las consecuencias que esto implica en términos de destrucción y sumisión para ciertos modos de vida.
El neodesarrollismo no es un modelo económico, sino un ensamble objetivo-subjetivo entre tecno-ciencia aplicada tanto al bíos (modos de vida) como al zoé (vida biológica). Su fuerza no es sencilla: proviene del ensamble de una retórica de los derechos colectivos amalgamada con políticas de contención social, financiadas con los ingresos de commodities.  Pero son esos modos de vida, de la vida metropolitana, la vida común (esa que se pone en juego en la catástrofe de trenes en Once, o la que se activa en la resistencia a la minería en Famatina) la que emerge como clave disidente.
La vida política y el debate intelectual no han logrado, hasta ahora, imaginar formas diferentes de la felicidad popular por fuera de un modo único de instrumentación basado en la inserción del país en el mercado global como exportador de materias primas tecnológicamente asistidas.  La apelación al crecimiento con que se han conquistado los consensos políticos y la creencia de que la política, así entendida, basta para transformar la realidad se ha convertido en el límite mismo, en el tope de lo pensable, abriendo una interrogación difícil sobre el deseo social que se viabiliza a través de estas configuraciones discursivas e institucionales. A su vez, esta dinámica necesita confrontarse a un dinamismo mayor: en los países llamados “emergentes”, el surgimiento de un mundo capitalista “popular” está estrechamente ligado a la capacidad de recuperar experiencias y prácticas de autogestión capaces de lidiar con relaciones, transacciones y políticas no estatales en una sociedad crecientemente heterogénea. Esta capacidad es regenerada una y otra vez desde abajo, en relación directa con el mercado. Es esta realidad creciente la que opera como contrapunto permanente de una formulación institucional acabada y estable.
Volvamos a la cuestión: hoy ser disidente supone una diferencia respecto de otras dos figuras ya mencionadas: el opositor y el crítico. El opositor es interior a la realidad, es un pretendiente a ocupar un lugar central en ella. El crítico es objetor, custodia un ideal, y quisiera modificar esta o aquella cuestión. La disidencia, en cambio, atañe al modo de vida, y por tanto no es un discurso, sino un estado subjetivo capaz de dar cuenta de una materialidad concreta. El disidente no se encuentra en estado de debate, sino de minorización: su sensibilidad y su modo de pensar –en ese sentido, de vivir- no acaban de cuajar con la realidad instituida y mediatizada a la vez que conecta con otras dinámicas subterráneas pero no marginales.
El disidente precisa de un coraje muy particular. Debe sostener una perspectiva en contra de la verdad que afirman ciertas opiniones mayoritarias. Tiene que hacerse un cuerpo (común) capaz de sostenerse en estas verdades minoritarias. Por lo tanto, la disidencia requiere de una práctica, de una dimensión colectiva. Es fundamental este enlace entre disidencia y común. En el fondo la disidencia habla otra lengua. Se nutre de otros afectos. Lee con otros prismas. Tiene otra memoria, y otra economía.

¿Tiempos excepcionales o tiempos de excepción?

¿Hay una relación entre disidencia y excepción? Se dice que vivimos en estado de excepción permanente. El poder de esta afirmación surge de la yuxtaposición de sentidos que la acosan. La excepcionalidad es, al mismo tiempo, la norma y la historia de los “oprimidos” (Benjamin), y una condición de reproducción del poder (estado de excepción, según Carl Schmitt). Pero también es el brillo de toda singularidad y el nombre de un momento reflexivo que intenta extenderse al conjunto de la experiencia. Por allí vamos.
Sin embargo, cabe distinguir el presente como excepción de una retórica del presente como excepcionalidad. Walter Benjamin se encuentra en el cruce de un entuerto. Citado a favor del desarrollo, que apunta a un mañana mejor, es un crítico radical de la noción evolutiva de progreso y de toda política que se enuncie en nombre del futuro, desdeñando sufrimientos del presente. Hay que liberar la excepcionalidad de la ideología de la víctima. ¿No nos es necesario detectar los nuevos peligros del presente que en la proliferación del homenaje institucional quedan invisibles?, ¿no es cierto, acaso, que ciertos olvidos son necesarios para la lucha y la creación?
La constitución de una nueva voluntad política-estatal (que no se da sólo en la Argentina, sino que adopta diversas formas en la región y en muchas partes del mundo) ha resultado eficaz a la hora de reconocer actores y procesos históricos en el ámbito de la producción de derechos; de legitimar el sistema institucional y político nacional,  de incluir contingentes sociales en la ampliación de la esfera del consumo; de consumar procesos de inserción –sobre todo neo-extractivos y de producción de alimentos- en el mercado global; y de integración política regional. Sin embargo, su activismo no ha alcanzado a sustituir (ni por “arriba” ni por “abajo”) el poder de la razón neoliberal. Por arriba, porque los designios de los actores globales -tales como los mercados financieros y las grandes empresas multinacionales- no han sido desplazados por una nueva espacialidad social e institucional capaz de regular los procesos estratégicos (como la determinación de precios y regulación de contratos; la creación de dispositivos tecnológicos y pautas de consumo); por abajo, porque la ampliación del consumo y de derechos no ha venido de la mano de una nueva capacidad pública de comprender y regular las prácticas depredatorias ligadas a la promesa de “abundancia” (de la especulación inmobiliaria a las redes narcos;  de la economía informal a al lavado de dinero; del trabajo neo-esclavista, a la trata de personas).
Estas paradojas determinan las prácticas discursivas a la vez que se alimentan de ellas. Bien se concilia con las mismas admitiendo la complejidad con la que nos toca lidiar, bien se toma conciencia de las tendencias biopolíticas que ellas viabilizan (y que acaban por reconfigurar  la vida en común) y se las convierte en objeto de investigación política.

La disidencia como perspectiva de un nuevo conflicto social

El nuevo conflicto social es el marcador más visible y confiable a la hora de comprender la matriz actual de la explotación de lo común, así como los límites del potencial democrático que cabe atribuir a la regulación estatal.
Nos referimos, con ese término, a una serie de episodios violentos que van desde el desalojo de campesinos de sus tierras a partir de la extensión de los agro-negocios, así como al desplazamiento de comunidades producto del avance de las inversiones extractivas de mega-minería e hidrocarburos; pero también a la proliferación de episodios criminales vinculados a la generalización del negocio de la droga en los barrios, con complicidad de sectores de las policías, la justicia y del poder político.
El nuevo conflicto social es el reverso vergonzante y la contracara oscura del modo de acumulación neo-desarrollista al menos en dos aspectos fundamentales: forma parte de la constitución material de modos de vida y de explotación de la riqueza común con la que inevitablemente se articulan las prácticas de gobierno y, al mismo tiempo, comparte el énfasis de valores concernidos en la retórica del crecimiento y de la ampliación del consumo entendido en una perspectiva de generalización de prácticas mercantiles.
Esta “contracara” debilita la retórica de la “inclusión” en dos aspectos esenciales: revela el régimen de expropiación despiadada de lo común sobre la que se sustenta; y erosiona el imaginario mismo de un espacio social fundado en la vigencia de la ecuación entre trabajo asalariado y ciudadanía en el cual valdría la pena incluirse.
Este nuevo conflicto social ya no se calca de modo preciso sobre el esquema con el cual hemos atravesado la crisis del 2001: estado contra movimientos sociales. Sino que emerge de las nuevas condiciones de relanzamiento capitalista y nuevos modos de producción de estatalidad y de instrumentos de gobierno.
Estas condiciones se anudan, sobre todo, en la articulación entre grandes negocios globales y una innovadora empresarialidad popular: se trata de formidables generadores de ganancias enlazadas en torno a distintos tipos de valorización rentística (que poco y nada tienen que ver con la ideología industrializadora del modelo nacional y popular). Pero también de modalidades salvajes de expropiación de la riqueza común, y en la introducción de una dimensión de violencia terrorista en la gestión de territorios.
Estas actividades empresariales, tan diferentes entre sí, sin dudas, comparten además otras características importantes como el recurso a la ilegalidad, su potencia de reorganización/valorización de los territorios –muchas veces periféricos-, y su organización reticular, reproducida desde arriba, pero también desde abajo.
Luego de dos décadas ininterrumpidas de acelerada acumulación, estas nuevas tramas del poder económico poseen hoy una gran capacidad desestabilizadora, y de refuncionalización de las fuerzas de seguridad a sus servicios, como lo demuestra el caso paraguayo. La notable modernidad de sus estructuras comerciales, contrasta con el contenido conservador y despótico de sus modales políticos.
El nuevo conflicto social se extiende también al mundo del trabajo, en la medida en que nos enseña a comprender el vínculo entre súper-explotación/ consumo/producción de nuevos modos de vida que vemos desarrollarse en el mundo de la industria y los servicios (de los talleres textiles a la lógica del transporte). En ambos casos, la creciente regulación estatal no altera significativamente, sino que se enraíza en lo que podríamos llamar un  neoliberalismo popular acondicionado a nuevos modos de gobernar.
El nuevo conflicto social, decíamos, no se calca como un esquema siempre vigente sobre los modos de politización que enfrentaron a gobierno y movimientos sociales durante la crisis del 2001. Como cabe señalar, en buena medida los movimientos sociales participan hoy del gobierno, alterando la relación entre gobierno y territorio. Sin embargo, la activación de organización social en torno a esta violencia expropiatoria y terrorista no ha dejado de hacerse presente actualizando la necesidad de la investigación militante y la producción de conocimientos y iniciativas organizativas a la altura de las circunstancias.
La disidencia, en este punto, se renueva como forma de la investigación política: apuesta a la presencia de experiencias con la potencia suficiente para disolver el espacio de la representación estatal y mediática (en la medida en que la verdad y la justicia van unidas, la investigación supone una ética contra la criminalidad del poder) y, al mismo tiempo, recurso a una imaginación necesaria que nos ayuda a comprender las capas más profundas de eso que podemos asumir como verdad.

Apuntes finales para la investigación política

Muchas veces en nuestra actualidad la energía comunicacional y los debates de la esfera pública parecen agotarse en la lucha política inmediata en torno al control de la decisión política. La tarea de la investigación política queda relegada del debate colectivo, y cae bajo sospecha de operar en función directa de esta disputa. De este modo, la primera víctima de la polarización política es la práctica del discurso político no especializado, aplastado por el sistema de la opinión, caracterizado por un lenguaje preelaborado por el mundo de los medios.
Marcamos aquí una primera paradoja: la ultra politización de la opinión (régimen periodístico, militante, jurídico, etc.) va acompañada de una pérdida relativa de la capacidad de elaborar lenguajes y preguntas de un modo autónomo. Llamamos investigación política a la invención de procesos de recuperación de potencia en relación con la capacidad de los no especialistas de elaborar preguntas, lenguajes y saberes sobre la existencia colectiva.
De este modo, una primera orientación que proponemos apunta a reconocer una disposición indispensable para la praxis de la investigación política: lo que podríamos llamar la “arbitrariedad” (palabra en la que insistía el filósofo argentino León Rozitchner), es decir, las formas de la autorización que nos damos para advertir peligros. Para avisar sobre la connotación negativa que pueden tener determinadas prácticas, aunque nazcan de zonas queridas de nuestra propia experiencia.
Una segunda orientación fundamental refiere a la dirección de nuestra atención hacia lo que podríamos llamar, inspirados en la filosofía de Nietzsche,  las “zonas oscuras” de la existencia social, aquellas en las que se elaboran las fuerzas que luego nos afectan, y nos fuerzan a pensar. Esta dimensión opaca puede referir a zonas de la subjetividad, de la política y de la economía, a aquello escapa a la legalidad y a los umbrales de visibilidad instaurados por el régimen de la opinión.
Una tercera indicación tiene que ver con el método de la “problematización”, pretendidamente extra moral (al decir de Foucault), que indaga en las mutaciones de las prácticas (prácticas discursivas) para evaluar tanto aquello que, en contacto con nuevas realidades, estamos dejando de ser, como aquello que estamos comenzando a ser.
Una cuarta observación: se trata de tomar en serio el mundo de las intensidades, no sólo el de las significaciones discursivas,  Se tiene que poner en el primer lugar “afectos” (y “hábitos”, es decir, articulación entre afectos), en contra posición con la inflación de “linguismo” que caracteriza a la idea de “hegemonía” o “batalla cultural” de las retóricas del llamado “populismo” sudamericano.
Una quinta orientación refiere a profundizar en las articulaciones menos visibles de lo que en un sentido amplio podemos llamar la “maquinaria” de gobierno de lo social, de la producción de imágenes, del gobierno de la moneda, de cómo funcionan y se multiplican las soberanías en los territorios, de la gestión del consumo, etc. De ese modo, la investigación se liga a su propia vocación de participar de las formas actuales de politización.
Finalmente, si los “movimientos sociales” ya no guardan el aspecto de antaño y más bien tienden a ser parte de esta frágil mecánica del gobierno, la propia investigación militante se ve forzada a mutar al menos en dos direcciones diferentes y simultáneas: hacia la problematización de las nuevas formas de gobierno; y hacia la activación de lo que podemos llamar las nuevas movilidades sociales, que de un modo completamente diferente al de los movimientos de la década pasada, prefiguran un nuevo mapa de luchas y de lenguajes para sus formas de hacer y, sobre todo, de problematizar la actualidad. La disidencia, si habría que repensarla bajo esta luz, refiere a un modo de problematizar los consensos de la época (siempre un determinado ensamblaje entre lo que se ve y lo que se oye) y de construir una inteligencia común sobre las injusticias del presente. 

Verónica Gago y Diego Sztulwark pertenecen al Colectivo Situaciones (Argentina), un colectivo de investigación militante.

Notas
1 Nos referimos al amplio ciclo de luchas de radicalización política que incluye a diversas organizaciones que tenían la hipótesis de un cambio revolucionario en nuestro país. La violencia del terrorismo estatal es la respuesta contrainsurgente a este proceso.
Se puede ver el desarrollo de esta idea en Colectivo Situaciones (2002): 19 & 20. Apuntes para el nuevo protagonismo social, Buenos Aires: De Mano en mano. Disponible en http://tintalimon.com.ar/
3 Nos referimos a la masacre del 26 de junio de 2002, en el Puente Pueyrredón, donde fueron asesinados por la policía los militantes piqueteros Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, pertenecientes a los Movimientos de Trabajadores Desocupados de Guernica y Lanús, del sur del conurbano bonaerense.
4 Ver al respecto AAVV (2009): Conversaciones en el impasse. Dilemas políticos del presente, Tinta Limón: Buenos Aires. Disponible en www.tintalimon.com.ar
5 Para el desarrollo de este término se puede ver: «Notas de la coyuntura argentina» enhttp://www.uninomade.org/notas-de-la-coyuntura-argentina/y «Cacerolas bastardas»enhttp://www.revistacrisis.com.ar/cacerolas-bastardas.html

De la serie «La guerra por el consumo»: Armisticios

Por Diego Valeriano


Partamos de la base de que un  armisticio es una situación de facto que no equivale a un tratado de paz. En la guerra por el consumo, desatada en todas las periferias del mundo, la paz es solo un lujo de los que ya no quieren nada. Un armisticioconsiste en la suspensión momentánea de las agresiones en pequeños territorios (¿momentos?).
Entendamos que armisticio no es tampoco una tregua, es decir, una suspensión más extendida, más duradera y más pensada de la guerra. El consumo no da treguas.
Momentos de alto el fuego se viven a diario, sin que esto signifique reacomodamientos o claudicaciones. Roli fue detenido con un 25 y llevado a la 3era de Pacheco. Después que le armaron la causa y antes de dejarlo ir el oficial a cargo le preguntó si tenía más plata para ir a comprar de nuevo. Roli medio asombrado le contestó que no, y el oficial le regaló dos porros, aclarándole que eran flores.
Dicen que en Padua hay un jefe de calle que se apiada de los pibitos que arrebatan a los descuidados. Si bien los persigue, los agarra y les pega; también los deja ir y los reta como un padre. Incluso algunas veces les da plata de su bolsillo.
A las doce de la noche de un miércoles caminar por cualquier calle de un barrio es el peor lugar para una mujer sola. Luana eso lo sabía pero no le quedaba otra e iba apurando la marcha. Y pasó lo que tenía que pasar: dos pibes un poco más chicos que ellas la cruzaron y le pidieron el celular y la billetera. No sé si fue por sus ojos negros y enormes, por el celular de mierda que tiene o porque sí, pero la cosa es que los pibes desistieron de robarla y le ofrecieron de acompañarla hasta la avenida.
Hay un killer runfla en la zona de Brian que a las doñas cuando le roba el celu les devuelve el chip.
En ruta 4, a la altura de Transradio, se estaba dando una toma muy grande. La policía de Berazategui había sido superada y la Gendarmería intentaba poner orden. Era diciembre y la temperatura estaba cerca de los 40. Los muchachos de verde, cuando cambiaron de turno, en lugar de volver a Campo de Mayo le pidieron permiso a la gente del camping del sindicato textil que estaba a dos cuadras de la toma para comer un asadito y usar las instalaciones. Al poco tiempo de estar relajados unos quince muchachos de los que estaban en la toma fuero a pedirle a los gendarmes que intercedan con las autoridades del camping para que les permitan hacer un asado a ellos también. Una vez finalizados ambos asados, compartieron la pileta y jugaron varios partidos al vóley.
Los armisticios no dejan de ser excepciones que nos confirman que estamos en guerra.

De la serie: La guerra por el consumo: «Experimentación, subsistencia y creación»

por Diego Valeriano



No tiene la menor duda de que a la persona que más quiere es a Ludmila, su sobrinita. A ella le compra todo lo que puede y si alguna vez piensa en una casa, es para que Ludmila la disfrute. Quiere/imagina una piecita para ella sola, llena de Barbies,  peluches y un equipo de música. Cuando Caro quedó embarazada la envidió secretamente. Ya a sus trece sabía que jamás le pasaría a ella. ¿Una Ludmila le traería algo de paz?

El papá de Ludmi es un pibe que trabaja de remisero cuando puede y también cuando puede hace de padre, o eso dice él hábilmente cada vez que parte de la familia le pide que se haga cargo de su hija, o que por lo menos le pase plata; algo, unos pesos para los pañales. A Mara íntimamente no le importa que el pibe aporte, cree que lo mejor sería criarse sin ese gil: está segura de que ellas la puedan educar y cuidar mejor. Si se le puede sacar plata mejor, siempre que eso no implique que vaya a su casa a pasar días con él o, peor aún, con su mamá que es re conventillera y arma siempre bondis mal.
Ahora Ludmi tiene casi un año y quieren programar un gran cumpleaños. Mara en algún momento soñó con un gran cumpleaños de quince, pero en este momento le parece una chiquilinada. Sabe que lo que la haría muy feliz es organizar el cumpleaños más grande y lindo para Ludmila. Hace un mes que con Caro se la pasan armando cada cosa que van a hacer para la fiestita y sacando cuentas de cuánto les va a costar todo.
Pocas veces sale tan temprano de su casa: es domingo y casi no durmió porque se quedó con otras pibas del barrio charlando y escuchando música toda la noche. Después del bondi, se toma el tren y tras una hora y media de viaje llega a Chacarita, donde la espera Ramón. Caminan por Corrientes para el lado del centro, hablan de la historia de Ramón, de porque es gendarme, de cómo extraña a su hija y que cree que en tres o cuatro semanas va a poder ir a verla. Doblan dos o tres veces, entran en calles como laberintos. Llegan a una casa vieja y destruida, los dos se miran sabiendo que llegaron. Ramón golpea la puerta, antes de que alguien las atienda le explica que el no puede entrar, que no se preocupe por nada, que va a ser bien tratada y que después pasa a buscarla. Una señora de unos 60 años pero que aparenta un millón, la hace pasar indicándole que espere sentada en una silla de madera, a los diez minutos vuelve y le pregunta si sabe para qué vino. Mara sabe para qué vino, no es tan boluda, y también sabe por qué Ramón le dijo a ella y no a otra piba. Sabe bien qué tiene y cómo usarlo. La lleva hasta una habitación y le pide que espere, hay una cama y no mucho más; el primer tipo que pasa es horrible y huele más horrible aun, pero le gusta la cara que pone al verla. Pasaron cuatro tipos en poco tiempo aunque se le hizo eterno, no la trataron mal pero tampoco bien, la señora entra y le dice que puede descansar un par de horas que vaya para el fondo que están las demás chicas. El fondo es un cuartito oscuro donde hay tres camas ocupadas y dos colchones en el piso.
En estos tres días estuvo con dieciséis hombres; ya se vuelve para su casa y tiene que arreglar los números con Haydee. Se sientan en la  habitación oficina y le da mucha menos plata de la que Ramón le había dicho: “te cobro alquiler de la habitación y comida, además fueron catorce tipos, no dieciséis”. No le queda otra que aceptar. Ramón la espera afuera, cuando le da su parte nota que es bastante menor de lo que esperaba pero no se queja, le pregunta si no quiere ir a tomar un café con leche, pero ella prefiere volver a su casa. Ramón la acompaña hasta la estación, pero se despide antes que venga el tren desde retiro. Tiene que ir a Campo de Mayo y si no se apura va a llegar tarde.
En el tren de vuelta Mara hace cálculos y cree que puede hacer mejor las cosas. Este acontecimiento muestra lo que su vida tiene de intolerable, pero también siente que le aparecen nuevas opciones (de experimentación, de subsistencia, de creación). Entender que se está en guerra abre posibilidades nuevas y reacomoda los deseos. Sus «posibles» le generan contradicciones que no le interesa resolver. Le duele todo el cuerpo, solo quiere llegar a su casa, estar con Ludmila y, si tiene suerte, dormir un poco.

De la serie: “La guerra por el consumo”: Poema conjetural

Por Diego Valeriano


Zumban las balas en la tarde última. Hay viento y hay cenizas en el viento, se dispersan el día y la batalla deforme, la victoria es de los otros. Hay dos killers enchalecados y fierros por todos lados.
Las doñas no entienden bien cuál es la pelea y la quiosquera pone los tablones en la ventana para evitar que las balas se metan. Vencen los bárbaros; los gauchos vencen; vencen los transas.
Los Rosales superados en número y actitud se saben perdidos, huyen hacia el fondo de Zavaleta por arrabales últimos. Como aquel capitán del Purgatorio que, huyendo a pie y ensangrentando el llano, fue cegado y tumbado por la muerte. La noche lateral de los pantanos y zanjones acecha y demora.
En estas guerras, ya lo dijimos, no se toman prisioneros. Facundo está rodeado -las befas de su muerte, los jinetes, las crines, los caballos- se ciernen sobre él… Ya el primer golpe, ya el duro hierro que le raja el pecho, el íntimo cuchillo en la garganta.
Aparecidos como del humo de la quema, Jorge y Laprida entran a los tiros para rescatarlo. Las balas salen en todas las direcciones. El momento es de ellos, pero afecta todo el territorio
Cuando la bala perdida atravesó su cuerpo descubrimos que Kevin al fin se encontraba con su destino conurbano. A esta ruinosa tarde lo llevaba el laberinto múltiple de pasos que sus días tejieron desde un día de la niñez.

En el espejo de esta noche alcanzo su insospechado rostro eterno.

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