Anarquía Coronada

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Noviembre caliente en la Argentina

Por Verónica Gago y Diego Sztulwark (Colectivo Situaciones)


El mes de noviembre ha sembrado de interrogantes la coyuntura política argentina con dos episodios fundamentales. Primero un nutrido cacerolazo recorrió algunas ciudades del país (particularmente grande en la ciudad de Buenos Aires). Unos pocos días después se realizó una primera tentativa de paro general por parte de varios nucleamientos gremiales, políticos y sociales, opositores al gobierno de Cristina Kirchner. Nos proponemos, en estas breves notas, reafirmar impresiones en relación a los cacerolazos (dado que los cacerolazos del denominado “8N” repiten los del 13 de septiembre, ver http://www.uninomade.org/cacerolas-bastardas/) y sumar alguna línea de interpretación sobre el paro. En objetivo, en principio, es doble: destacar tanto la evidencia de ciertos signos de una novedosa movilidad social y política, como la imposibilidad de resolver la posición frente a estos diferentes acontecimientos en términos de entusiasmo o adhesión.

Para comprender la huelga del “20N” resulta clave tener en cuenta a grandes rasgos su composición en términos de actores organizados que confluyeron en esta particular coyuntura. En primer lugar, el elemento central es el estratégico gremio de camioneros, liderado por Hugo Moyano, hasta hace unos pocos meses líder de la CGT oficialista y pieza central del peronismo gobernante durante la última década. Su reciente ruptura con el gobierno, y el consecuente quiebre de la CGT, reconfiguró el panorama de la protesta sindical y social, reuniendo a su alrededor tanto a sindicatos de la derecha peronista que nunca comulgaron con los Kirchner, como a la fracción antikirchnerista de la Central de los Trabajadores Argentinos (vieja escisión de la CGT, que en los 90 jugó un papel destacado en la lucha contra el neoliberalismo y sus consecuencias), y otras corrientes gremiales, sociales y políticas de la izquierda partidaria e independiente.


Según los propios medios informativos del gobierno, el paro –que estuvo sustentado por piquetes en los ingresos a la ciudad y que no fue acompañado por una movilización central a Plaza de Mayo como se había especulado hasta unas horas antes- tuvo una notable efectividad a la hora de congelar la actividad laboral en la Ciudad de Buenos Aires, siendo más irregular su acatamiento en el resto del país. Sin embargo, esta y otras descripciones de lo sucedido nada dicen de lo que se juega en esta específica coyuntura.

En el nivel gremial, se trata de una dura respuesta a la competencia planteada por los agrupamientos sindicales que hoy apoyan al gobierno –mayoritarios en número de afiliados-, entre los que se encuentra la mayor parte de la CGT, con importantes gremios de la producción fordista tradicional, pero también de servicios (sobre todo de transporte: colectivos y taxis), una fracción de la CTA, y gremios nuevos de carácter combativo, con influencia kirchnerista y de izquierda (como el cuerpo de delegados del subterráneo de Buenos Aires, que se dividió entre quienes jugaron a parar y quienes buscaron levantar el paro). Las demandas fundamentales, sobre la existencia de un impuesto a los altos salarios y el pedido de que universalice a los asalariados la asignación por hijo, se va ensanchando o reorientando según varían los agrupamientos que las explican, pero el papel central lo ocupa el reclamo frente al más del 20% de inflación nunca del todo reconocida por el gobierno.

En el nivel político (electoral), las diferentes vertientes parecen acordar entre sí y, de manera implícita con los cacerolazos, en rechazar un modo de gobernar que se considera ²sectario y soberbio², y la forma en que se gestiona la restricción de recursos en la crisis global (se suele reclamar al gobierno el control de cambio, la retórica polarizante y desatención a cuestiones de “inseguridad”). Todo parece indicar que el efecto de este clima de protestas apunta menos a crear una organización política alternativa en lo inmediato y más a frenar toda tentativa de reforma de la constitución que habilite un nuevo mandato presidencial para Cristina Kirchner (lo que hace que varios se pregunten si no está en juego en esta coyuntura el comienzo del fin del kirchnerismo). Particularmente notable, en este sentido, es el hecho de que el sector mayoritario de los sindicatos –gremios peronistas- intentan hacer valer su capital social en la interna del peronismo promoviendo la figura de Daniel Scioli, gobernador de la Provincia de Buenos Aires y ala derechista del gobernante Frente para la Victoria.

El Gobierno interpreta este estado de protesta como parte de un conflicto más amplio contra sectores privilegiados de la sociedad (a los que concibe indistintamente como “corporaciones”), en el contexto de una verdadera guerra desatada contra el monopolio de medios de comunicación más importante del país, el Grupo Clarín, al cual intenta imponerle una cláusula antimonopólica que entrará en vigencia a partir del próximo “7D”. Como evidencia de una secreta complicidad corporativa entre los contingentes sociales activos y los intereses del Grupo Clarín se señala, sobre todo, el hecho de que los movilizados carecen de un discurso coherente, de un programa alternativo consistente o de un horizonte partidario capaz de expresarlos electoralmente, siendo los medios del monopolio los que dan “la letra” y aúpan las manifestaciones.

La propia posición del Gobierno hasta ahora es compleja en lo político.

Carente de figuras de recambio, Cristina Kirchner parece haber delegado su herencia política en un núcleo militante de organizaciones sociales y políticas llamado “Unidos y organizados”, aun en formación. A medio camino entre ser parte de una nueva organización política independiente del Partido Justicialista y un dispositivo de control del peronismo en el poder, la organización parece aun demasiado débil para cumplir cabalmente cualquiera de las dos tareas. Esta situación plantea la pregunta por la capacidad del kirchnerismo para volver a tomar la iniciativa, retomar la calle y ampliar sus bases de sustentación, recuperando el impulso que lo había llevado en los últimos años a concitar fuertes apoyos populares en amplios sectores a partir de medidas en general reconocidas como la asignación universal por hijo, la apertura de paritarias, la ley de medios, etc.

De hecho, el paro y las cacerolas expresan la formación de una nueva oposición social y política al gobierno. Su heterogeneidad no le permite presentar una síntesis programática ni organizativa coherente, pero este obstáculo bien puede representar una ventaja impensada a la hora de sumar descontentos en sectores diferentes de la sociedad (de las clases medias y altas, de parte de los sindicatos y comisiones internas, de fracciones del sistema de partidos, y del propio peronismo), apuntando a la difícil tarea de estructurar alternativas partidarias para las elecciones legislativas del 2013 y las próximas presidenciales del 2015.

Sin embargo, y a pesar del hecho de que unos y otros han tomado las formas de lucha del 2001 (cacerolas y piquetes), la situación no se puede plantear de ningún modo bajo el esquema sencillo de un estado soberano reprimiendo a una multitud libertaria. La multitud no expresa su potencia política sólo por su modo de ocupar la calle, sino también por su apertura a producir lo común. Y ni la hegemonía neoliberal de la extensa convocatoria cacerolera, ni el horizonte político del sindicalismo peronista que condujo la huelga (o el dogmatismo de los partidos marxistas-leninistas que los acompañaron) permiten imaginar que esta apertura a inventar lo común sea el signo auspicioso de estos movimientos.

Si algo preocupa en este sentido, y revela la necesidad de nuevas iniciativas en el plano político-social, es el hecho de que ni el gobierno, ni la gran mayoría de quienes se le enfrentan, hayan sido capaces de plantear de modo contundente un cuestionamiento a la base neo-extractiva del actual modelo de desarrollo, ni atender a las expresiones de un nuevo conflicto social que se desarrolla en varios territorios del país en torno a los efectos violentos y empobrecedores de la extensión del modelo neoextractivo y del agro-negocio, que se prolonga en los espacios urbanos como proliferación de episodios criminales vinculados a la generalización del negocio de la droga en los barrios, con complicidad de sectores de las policías, la justicia y del poder político.

Este nuevo conflicto social opera como el reverso vergonzante y la contracara oscura del modo de acumulación neo-desarrollista al menos en dos aspectos fundamentales: forma parte de la constitución material de modos de vida y de explotación de la riqueza común con la que inevitablemente se articulan las prácticas de gobierno y, al mismo tiempo, comparte el énfasis de valores concernidos en la retórica del crecimiento y de la ampliación del consumo entendido en una perspectiva de generalización de prácticas mercantiles.

Con esto queremos decir también que aun no cobra fuerza política suficiente el problema de la articulación entre los contrapoderes para afrontar la problemática neo-extractiva en vinculación positiva con las luchas por la apropiación activa de los diversos subsidios sociales (welfare), que emplazados como una dinámica lograda desde abajo bien pueden funcionar como un modo de denominar en esta coyuntura lo común.

¿Es es el momento actual auspicioso para un tipo nuevo de iniciativas? Quizás sí, si asumimos que tanto la dinámica populista (en el sentido positivo que le da Laclau) como la neoliberal, se encuentran momentáneamente en procesos de reorganización, con sus retóricas algo más desgastadas, y vinculadas por igual a una apuesta por fortalecer subjetividades ligadas puramente al consumo.

Clinämen: «Los afectos en política»

 

 Conversación intra-clinamen sobre la coyuntura política. ¿Hay una irrupción de los malestares y los miedos que está desplazando una política basada en la argumentación, los discursos y los intelectuales?

 


Agite y saqueo en los barrios

Por Diego Valeriano

 


Agite y saqueos en varios barrios. Hay gente agitando, siempre la hay. Parece que en Bariloche hay unos grupitos medio anarcos, que agitaron bastante. Y cierta debilidad del gobernador, después de la muerte de Soria a manos de su esposa. Después, descontrol absoluto. Es decir, “efecto contagio”. ¿Cómo entender esta capacidad de contagio sin echar una mirada a las periferias hiper violentas, consumistas y sin estado?  ¿Sin estado?  Digámoslo así: se trata de territorios a los que el estado llega siempre “después”. Es siempre después que llega la policía, los planes, los funcionarios. Mientras tanto, alcanza con la presencia de diez pibes agitando en cualquier asentamiento o villa de las ciudades para que en media hora se acumulen unos cincuenta pibes frente a un super. Luego, el trabajo es de la tele. Las imágenes son las que contagian y arman clima. Y a la hora, pueden ser ya trescientas personas. La policía ni controla, ni reprime, y entonces nuevamente la tele y los rumores, y así…

¿Un nuevo conflicto social? Ante todo una forma de vida que se fue constituyendo en los últimos diez años: territorios dominados por mafias, oportunismo e intercambios. Nuestras formas de vida son así superdesbordantes y violentas. Los saqueos de estos días son solo una manifestación entre otras. Como en otro momento lo es la hinchada de boca rompiendo todo, o los afanos en los barrios, o los enfrentamientos a piedrazos entre dos banditas del conurbano. Hay un modo de vida runfla-droga-guita-planes-feria-tecnología-estado ausente en lo capilar-conflictiva-violenta.

Las organizaciones sociales no existen más. Por lo menos desde el 2004 dejaron de ser una realidad viva y autónoma en el conglomerado suburbano bonaerense. Se fueron transformando en pymes: ya no son sujeto de nada. Nada las conmueve, nada las interpela. De hecho, no hacen nada. Y por lo tanto no le disputan tampoco el territorio a nadie en ningún lado. Ante el “nuevo conflicto social”, son espectadores. De vez en vez, corren presurosos para la foto, con sus banderas y símbolos. Son pocos. Son grupos parapetados para sumarse a los reclamos de otros. Hacen política desde los “otros”, y no como muestra de solidaridad: juegan a hacer política. Esperan ansiosos a que pase algo para movilizar, discutir y poner todo su cotillón al servicio de los reclamos. En las últimas grandes luchas urbanas han permanecido prácticamente ajenas.

Las luchas hoy son llevadas adelante por un nuevo tipo de “ciudadanía popular”. De Susana Trimarco a los vecinos de caballito; de las asambleas ambientales a los familiares de contra el gatillo fácil o los grupos pro abortistas y las minorías sexuales. Se trata de grupos o personas que disputan efectivamente el espacio público y el sentido común. Que buscan la protección estatal, siempre. Y la ampliación de derechos. Buscan justicia, reconocimiento social o bien resguardo de sus privilegios. Su potencia reside en la no-representación, como así también en la no-afiliación. Porque tanto la representación como la afiliación restan potencia. Por un lado, al encuadrar dentro de un grupo, por otro al desprestigiar su reclamo. 

¿Existe posibilidad de politizar el nuevo conflicto social? Ante todo hay que adoptar un diagnóstico certero. Un tipo de neoliberalismo popular gestionado de modo informal por instituciones del estado con mucha guita en negro, negocio narco que financia campañas electorales; gestión policial de estos territorios, participación de jueces en esta trama: se trata de una trama cada vez más violenta, porque va depredando al ritmo del crecimiento del consumo.

¿Infraeconomía?

Notas desde la transición desconocida


 por Pablo Hupert


Militar es sostener colectivamente unas preguntas».

Ariel Pennisi

Aclaraciones y preguntas (contextualizaciones)

Contextualización: cambios estructurales. Todos estos surgimientos de trabajo autoorganizado como los que hoy se dan encuentro en este Foro, pero también muchísimos otros, se inscriben en algo que acaba de mencionar Mario Barrios[2]: la crisis del trabajo en su versión salarial y más o menos fabril. Es un proceso mundial que comienza hacia fines de los años 60, principios de los 70, con Mayo del 68 y la crisis del petróleo (por poner dos hitos de un largo proceso). Las respuestas a esa crisis, para resumirlo, han sido, por arriba, por el lado del capital, la financiarización de la economía, y, por abajo, por el lado de los trabajadores, el trabajo autoorganizado. La financiarización refiere al abandono de la regulación estatal, del pleno empleo, pero, también, a la vez que se aumenta la precariedad laboral, se aumenta el endeudamiento del trabajador. El capital financiero no solo endeuda a los Estados poniéndolos bajo su égida, también endeuda a los trabajadores como forma de aumentar el consumo sin aumentar sus ingresos (una forma que cada tanto entra en crisis pero que por ahora pervive).

Esta es una respuesta del capital que, por supuesto, ha dejado desarmadas a las viejas formas de organización obrera (a veces recurriendo a dictaduras, otras veces a la financiarización y otras ambas, como en nuestros países). Es un proceso que sigue. Pero no tenemos que hablar solamente de lo malo que es el capital, porque eso ya lo sabemos ­–y por eso me gusta tanto este encuentro donde podemos ver las respuestas que se pueden dar cuando el capital ya no estructura la producción o ya no emplea al grueso de los seres humanos. Conocerán a Bartleby, el escribiente, personaje de un cuento de Melville que, cuando le dan una orden, responde “preferiría no hacerlo.” Se toma a Bartleby como ejemplo de insubordinación. Es un personaje entrañable, sin duda, pero creo que lo que estamos encontrando hoy acá es algo más difícil que decir “preferiría no hacerlo”: es la pregunta “¿qué preferiríamos hacer?” y es el hacerlo.

Hay un movimiento social que se llama Giros, que en un barrio del conurbano rosarino tiene un tambo cooperativo que produce leche, dulce de leche, queso, y que vende leche enfrente de la puerta del supermercado del barrio a $3 el litro (un saché ronda los $5). El lema de ellos es: “no decir lo que hay que hacer, hacerlo”. El tan mentado tema de la inflación: esperamos que el gobierno lo resuelva, esperamos que las grandes empresas dejen de aumentar y dominar los circuitos de comercialización y las cadenas productivas… esperanzas con pocos visos de realidad. Giros nos muestra que podemos hacer algo con eso.


Ideas en borrador. Antes de seguir, les cuento que los últimos años me vengo dedicando a pensar el Estado y la cultura actuales y que la invitación de Miguel Haiquel[3] a este panel me ha provocado una cantidad de preguntas y también me ha provocado querer compartirlas con ustedes: seguramente tendré más claro lo que quiero decir después de irme de acá, de conocer sus experiencias, de intercambiar ideas con ustedes, de escribirlo y postearlo en el blog, y de seguir intercambiando… es un aprendizaje sin fin. Como sea, aquí estoy y voy a tirar algunas preguntas que son eso, preguntas. Siempre hay un axioma: la igualdad, la no-dominación. Dicho más en concreto: la pregunta que guía nuestras preguntas es si la cooperación se puede pensar como un modo de producción por derecho propio y no como sector del modo de producción capitalista. Estas preguntas nos las esclarecerán el diálogo; nos las esclarecerán las exploraciones de los movimientos.

Felicidad: discusión ineludible. Me parece que está bueno que Mario nos haya contado que ellos charlan qué es la felicidad, porque creo que no se puede empezar si no nos preguntamos qué es la felicidad. Porque si la felicidad es tener cada vez más celulares, más autos, más aire acondicionado y demás entonces tenemos que seguir en el capitalismo y soportar todos los padecimientos que conlleva (explotación, aislamiento, miseria, estrés, deterioro ecológico, etc., etc.). Creo que los pueblos originarios, con la idea del buen vivir nos dan una pista; la idea del buen vivir y no la idea del vivir mejor. Así que tenemos que pensar una economía no sea centrada en la satisfacción; ya no solamente que la actividad económica que no sea centrada en la ganancia, sino una felicidad que no sea centrada en la satisfacción individual y en la posesión de objetos e imágenes de goce. En este sentido, decía hace poco Christian Ferrer:

“La evolución tecnológica parece el resultado de un proceso racional pero su dinámica es la del caballo desbocado. […] Los progresistas creen que con emplastos adecuados puede amenguarse el problema, pero se requieren otros ideales de felicidad pública, y un desarrollo acorde, para destrabar la cerradura de la jaula de hierro.”[4]

Digo que la infraeconomía produce nuevos posibles, convierte en verosímiles las ideas de una vida eximida del padecimiento capitalista. Acompañada del trabajo estético y de foros como el que hoy nos reúne, las imagina, las prefigura.

Quiero tirar como hipótesis (es una de las preguntas) que tal vez el capitalismo sea una economía política de la escasez, y que el cooperativismo y la autogestión y el trabajo comunitario nos enseñan que la economía comunitaria es una economía de la abundancia, y que la abundancia no está en la posesión de objetos e imágenes, sino, como decía obrero del siglo XIX llamado Gauny, está en el poseerse.[5] Pero no un poseerse como autocontrol puritano e individualista, sino como lazo donde lo satisfactorio está en el relacionarse, no en lo que yo pueda consumir. Lo feliz no está necesariamente hecho de esas emociones voluptuosas que en esta cultura se llaman satisfacción sino en otro lado. ¿En cuál? Eso es lo que necesitamos experimentar. Propongo (o sea, apuesto) que está en la relación, en el lazo cooperativo, en lo que entre nosotros podemos hacer.

Un hacer cooperativo que produce un más allá del trabajo-mercancía. Por eso recurrí a Holloway, que publicó hace poco Agrietar el capitalismo, y habla del hacer contra el trabajo: llama “hacer” a lo que Marx llama trabajo concreto, y propone llamar trabajo a lo que Marx llama trabajo abstracto. Trabajo abstracto es ese que se mide por la moneda, ese que es evaluado constantemente por el mercado, y ese que sí se puede valuar en función del lucro. El hacer, en cambio, es un trabajo concreto que se puede evaluar en función de lo que a nosotros nos empodera. En función de lo que me hace poder. Es decir: nos hace poder, porque nadie puede nada solo (aunque la cultura capitalista así me lo haga creer). Pero ahí, de nuevo, la riqueza del lazo no está en que alguien me asesore (como dijo Barrios, “creemos más en el ajeno que en el propio”, y creemos más en el de arriba que en el del costado). La potencia está más en participar del lazo, en hacer lazo, en devenir otro con otros, y menos en agradecer lo que viene de arriba o en pagar lo que da otro.

Ni centro ni fundamento ni sistema ni teleología. Entonces las preguntas son muchísimas y nos preguntamos cómo puede conformarse una economía de una sociedad basada en lo comunitario, en lo horizontal, en lo cooperativo. Eso no se va a dar por vía revolucionaria en el viejo sentido: tomar el poder del Estado y decretar la abolición de la propiedad privada, y entonces ya tenemos los ingredientes necesarios para que haya producción social e igualdad económica para todos. En este sentido, hemos aprendido que las sociedades no tienen centro ni fundamento ni son sistemas mecánicos. Si una experiencia ha hecho la humanidad en el siglo XX, es esa. Diversas corrientes de pensamiento habían creído encontrar el fundamento que sostenía todo lo social. El marxismo lo ubicaba en las relaciones sociales de producción y otros en otras dimensiones (la cultura, la religión, las leyes, por ejemplo). Suponíamos que alterando el fundamento de lo social lograríamos alterar la sociedad en su conjunto. El régimen de propiedad, la constitución, la educación suelen ser las dimensiones sociales de las que más se dice “si cambiás eso, cambiás todo”. O, también, “si no cambiás eso, no podés cambiar nada”… Pero una expresión y otra no dicen lo mismo: la primera habla de condición suficiente y la segunda de condición necesaria. Puede haber condiciones necesarias para el cambio, pero eso no significa que el cambio de esa condición asegure el cambio de todo lo demás, ni que sepamos a priori, desde el vamos, cuál condición es fatalmente necesaria. A través de la historia, de la filosofía, la economía y demás ciencias sociales, pero también de la matemática, mas sobre todo a través de la experiencia de la Revolución Rusa, hemos aprendido que los sistemas no son totalidades completamente lógicas y que el cambio del supuesto fundamento no garantiza el cambio completo del sistema social. Más bien hemos aprendido que nada de lo humano cambia por completo dejando lo viejo totalmente atrás (hay quienes que encuentran antecedentes del empresarialismo neoliberal en la Grecia antigua…).

Por otra parte, se había supuesto, al mismo tiempo que se suponía que la sociedad se cambiaba desde su supuesta base, que detentando lo que parecía ser el centro del comando social (esto es, el Estado) se podría cambiar ese fundamento, la base de la sociedad, para así planificar la construcción de las múltiples dimensiones de la nueva sociedad. Se comprendía, sin embargo, a la vez, que la única manera de lograrlo era tomando el poder de todos los Estados de todos los países (un pibe trosko no aceptaba menos que una revolución mundial e incluso intergaláctica). Hoy hemos aprendido que semejante sincronización de las mutaciones es imposible. En otras palabras, tratándose del cambio social,

“las transiciones no se dan por sustituciones ni, mucho menos, por superaciones […] Incluso con rupturas, lo que hay son incorporaciones, englobamientos sucesivos, modulaciones, cambios de énfasis, etc; procesos que [no van precedidos por] un pensamiento sistemático.”[6]

Con el posestructuralismo y con la crisis de los Estados-nación hemos aprendido que no hay en lo social un centro desde el cual comandar todo lo social .

La transición al socialismo. No hay recetas y es un proceso largo, difícil, de experimentación. Descartada la vía revolucionaria y estadocéntrica, Holloway y otros proponen imaginar una transición del capitalismo al socialismo que puede durar tanto como duró la transición del feudalismo al capitalismo, es decir, siglos. Un proceso complejísimo, desigual y combinado, con idas y venidas, con momentos donde lo nuevo se acomoda en medio de lo viejo y parece que la transición se ha detenido, con otros momentos donde lo viejo parece haber derrotado hasta el último brote de lo nuevo, con otros momentos aun de victorias pasajeras y otros donde lo nuevo y lo viejo gozan ambos de fuerza y empuje, etc.: todas las complejidades, en fin, de todo proceso histórico. Pero la exploración sigue su curso, tiene flujos y retrocesos, purezas e impurezas, momentos de claridad y otros de confusión y oscuridad, otros de victorias parciales y otros de derrotas trágicas, pero continúa. Predomina lo viejo y su salvajismo, pero la exploración de los haceres cooperativos contra el trabajo mercantil sigue su marcha (no digamos que sigue su curso porque lo desconocemos, pero sí que sigue). No promete, ni mucho menos, un paraíso en la tierra ni una armonía social definitiva, pero abre la posibilidad de una sociedad poscapitalista. Se forman grietas en el helado océano capitalista, y las grietas a veces se unen, dice Holloway, y a veces parten el hielo.

Así que, nuevamente, no veamos solamente que hemos perdido la idea de revolución y aprendamos de lo experimentado. Las realizaciones de los movimientos sociales actuales nos muestran que se logran cambios muy interesantes aun antes de tener asegurada la condición teóricamente necesaria: las fábricas recuperadas, por poner un ejemplo claro, funcionan bien sin tener asegurada la propiedad de sus medios de producción y, contra toda previsión, sobreviven en un océano de relaciones económicas capitalistas. Pero hay más ejemplos que hubieran resultado curiosos desde un punto de vista clásico: los centros culturales y emprendimientos educativos que producen subjetividad creativa e individuaciones colectivas en el océano de la publicidad y el consumo. Aquí aprendemos que, si bien todas las dimensiones sociales están funcionalmente engarzadas, no conforman, como los motores mecánicos, un sistema rígido que sólo cambia si se lo cambia por completo, destruyéndolo desde los cimientos primero y construyendo sistemáticamente uno nuevo después (programa que, también él, se constató imposible).[7]

Podemos confiar en que los diferentes haceres colectivos irán conectándose de alguna manera, seguramente trabajosa, vacilante, duradera o no, más melindrosa que directa. Creo que es lo que venimos viendo en la última década en Argentina y América Latina (pero no sólo en Argentina y América Latina): el enredarse de los colectivos cooperativos. Podemos confiar en que los variadísimos haceres, con sus variadísimas problematizaciones de lo social y sus diversísimas esferas de invención (esta la salud, aquella el trabajo, la de más allá la comunicación, la de acullá la gestión del presupuesto vecinal, otra aún la caracterización de las tecnologías de poder…) irán, aunque se dan inorgánicamente, organizándose y sinergizándose (“andando el carro se acomodan los melones”).[8] Imaginar una transición larga al socialismo permite confiar en ello (y en el socialismo).

¿Cómo distinguir amigos de enemigos? ¿Cómo discernir una novedad en medio del alud de innovaciones mercantiles (que incluyen a las mediáticas y las estatales)? No hay recetas. “No estamos haciendo un bizcochuelo”, decía Mario recién. Por supuesto, a uno le gustaría poder establecer criterios a priori de lo que servirá y lo que no en esta transición y en ese socialismo, pero, como no podemos prever el decurso histórico, como no sabemos ni su punto de llegada ni los caminos por los que transitará, y como tampoco conocemos las respuestas y ardides con que reaccionará el capital y sus esbirros, no tenemos, a priori, una teleología que nos ampare y nos habilite a tachar otras iniciativas. En este estado de la exploración, no podemos ni necesitamos tener un plan. Solamente la experimentación aporta los criterios de qué necesitamos para experimentar. En otras palabras, acogemos lo que cada vez aumenta nuestra potencia de hacer, más que lo que pretendidamente a priori nos conduciría hacia un destino a donde no sabemos cómo se llega.

Los posoperaístas (Toni Negri y Michael Hardt, por ejemplo) hablan que el capitalismo viene formando el común. Viene formando redes de cooperación de las cuales parasita, pero esas redes cooperativas, que pueden ser tanto informáticas como de cuerpo presente, tanto locales como globales, del tamaño de una empresa o de una ciudad, tanto de comunicación como de producción. No necesitarían del capital para organizarse, porque el capital financiero es parásito de esas redes, que son las que autogestionan, de hecho, la producción y el intercambio. Es un proceso que comenzó con el posfordismo en la década del 70: el desplazamiento hacia los trabajadores de la iniciativa de innovación y de respuesta a los cambios de las condiciones de mercado.

Me parece que ese proceso se puede extender también al Estado y que los dos funcionarios que hoy tenemos el honor de tener aquí[9] nos han mostrado cómo el Estado actual tampoco es capaz de organizar lo social como lo hacía el Estado Nación (es otra crisis que empezó en los 70) y que el Estado puede, a lo sumo, cogestionar lo social, junto a los movimientos sociales; puede asistirlo, reforzarlo, a veces dificultarlo, a veces reprimirlo, pero no puede organizar lo social desde su misma constitución jurídica, como hacía o parecía hacerlo el Estado nacional.

Con esto se redondean los “cambios estructurales” en cuyo contexto emerge el trabajo autoorganizado: [crisis del capitalismo fabril // financiarización // crisis del trabajo como relación salarial] >> [crisis de la capacidad del capital de organizar el proceso productivo // crisis de la capacidad del Estado de organizar soberanamente lo social // crisis de la concepción clásica de transformación social].[10] En este contexto operan los tanteos subjetivos. En estas condiciones se da la transición desconocida.


Respuestas (hipótesis)


Pero sigamos pensando esa otra economía que se viene componiendo. Quiero proponer la idea de infraeconomía: una economía que no es muy visible ni muy medible. En El Estado posnacional propongo la idea de infrapolítica, que tomo de otros autores,[11] como una política que no busca representación en el Estado. Hoy quiero probar con ustedes la siguiente ocurrencia: tal vez podemos pensar la infraeconomía como una economía que no busca visibilización en el mercado, en el rédito mercantil.

Le pregunté qué le parecía esta ocurrencia a Roberto García, un integrante de una cooperativa de intercambio llamada Mercado Solidario de Rosario y perteneciente a la Red de Comercio Justo del Litoral. Su respuesta fue:

“Si la infrapolítica es un sustrato de resistencia a la política entendida en su faz macro (o de lo sensible ya repartido, eso que Ranciére llama la policía), todavía falta la otra política, o verdadera política, a la que la infrapolítica se direcciona sin hacerla emerger con su cara más ¿revolucionaria?; entonces, análogamente, la infraeconomía serían todas las prácticas de resistencia a los embates de la explotación capitalista sin que se propongan como una práctica expresamente anticapitalista. Si lo que sucede en el movimiento social coincidiera con lo dicho, lo que nosotros hacemos estaría en algún lugar entre la infraeconomía y la producción de formas económico-políticas anticapitalistas” (las cursivas son mías).

¿Podemos pensar estas resistencias al embate capitalista, como conatos de una economía alternativa?, ¿podemos imaginar que esta economía “oculta” constituye una dispersión de células embrionarias de la economía poscapitalista?, ¿podemos asumir que esta economía “oculta”, aun si nada garantiza que constituya la forma embrionaria de la economía poscapitalista, es lo nuevo conviviendo con lo viejo y que esta convivencia promiscua entre economía del lucro y economía del lazo compone una exploración más allá del capitalismo? Podemos. No tengo respuestas seguras. Son preguntas y son apuestas. “Preguntando caminamos”, dicen los zapatistas. Las exploraciones infraeconómicas e infrapolíticas no forman un sistema acabado y coherente, no se trata de una economía paralela desenganchada de la economía dominante. Estamos en un proceso de transición (o de tanteo) donde, de manera muy confusa, muy entreverada, se dan sinergias y antagonismos, cooperaciones y contradicciones, entre el hacer y el trabajo abstracto, entre el común y el capital, entre el nosotros y el yo, entre la infrapolítica y el Estado.

Entonces, ¿cómo hacemos para orientarnos, para dirigir nuestras prácticas? ¿Cómo distinguir las prácticas potentes de las despotenciadoras? Mario contaba que en la fábrica se toman media hora de mate y conversación al comenzar la jornada. Algo muy similar cuentan en un Centro de Formación Profesional de Flores. Eso ya es laburo, ya es hacer colectivo: el mate, la ronda, incluso los divagues y las bromas, como una instancia de pensamiento, de ser colectivo, donde no se separan el trabajo intelectual y el trabajo manual ni, más importante, no se descarta el trabajo que no se puede medir mercantilmente ni se considera pérdida de tiempo el tiempo de construcción de lazo.

Tenemos que pensar (y eso incluye producir) una economía que no sea dinerocéntrica, una política que no sea estadocéntrica; un pensamiento de lo común que no esté centrado en la demanda y su satisfacción, sino en los problemas que juntos tenemos y su investigación. Necesitamos pensarlo porque lo estamos haciendo; lo estamos haciendo porque necesitamos pensarlo. Cómo vivir juntos no es algo que nos puedan responder otros: ni los de arriba, ni los que tienen plata; es algo que podemos investigar juntos. Probablemente cómo vivir juntos sea la investigación sobre cómo vivir juntos. “La búsqueda es el ser de lo común”, dicen en La Cazona de Flores.

En este sentido, me parece que si la cooperación levanta acríticamente el antiguo principio un socio-un voto podemos vernos en dificultades, porque la economía por venir no puede ser la economía del ego; me parece que tenemos que pensar más en “una asamblea-un sujeto”, que en “un socio-un voto”, así que tenemos que tener cuidado con la legislación de las cooperativas pues puede convertirse en una forma de reintroducir el individualismo en la autogestión. Necesitamos pensar (porque se están haciendo) una economía y una felicidad que no sean egocéntricas.

Roberto del Mercado Solidario de Rosario cuenta que ellos tienen dos principios rectores para juntarse con otras cooperativas y para aceptar  cualquier propuesta, incluso del gobierno: una, que en la producción no haya explotación de mano de obra; otra, que en el intercambio no sea el mercado el que pone los precios y regula los intercambios, y que el intercambio sea un pensar juntos cómo intercambiar. Pero no necesitamos irnos hasta Rosario: hoy aquí, entre las actividades de esta jornada, el colectivo El Enriedo elaboró licor de dulce de leche junto con los que queríamos comprar una botellita y junto con nosotros hizo los cálculos para arribar al precio de venta. Producción sin explotación e intercambio asociativo. Esto no quiere decir que no se use el dinero, pero sí que lo que se busca, cuando pensamos cómo vivir juntos, es cómo salir de los automatismos que nos impone el mercado. Si no pensamos juntos cómo vivir juntos, el mercado impone sus respuestas sin preguntar. La infraeconomía, para funcionar cotidianamente, requiere de un trabajo político constante.[12] Infraeconomía es actividad de politización de la cuestión del sustento. ¿Cómo vivir? No tenemos recetas. Creo que la asamblea y la autogestión –y el mate– nos dan buenas pistas, y el ámbito para trabajar la cuestión.

Por supuesto, allí surgen diferencias, y la ausencia de recetas puede hacernos sentir atorados. Quisiera entonces terminar leyéndoles una parte de la correspondencia entre Holloway y Hardt, la parte en que Hardt se despide de Holloway:

«Nos encontramos sin ningún problema, como dices, en el terreno de “institucionalizar y subvertir”, así como en el de “subvertir e institucionalizar” (dado que se trata, a no dudar, de un proceso de dos vías). Pero […] ponemos el acento en lados diferentes de la ecuación. […]
«Pero incluso esas diferencias de énfasis no deben exagerarse, dado que claramente compartimos en buena medida las mismas preocupaciones. Me siento satisfecho, entonces, con interrumpir con esta carta nuestra correspondencia, confiando en que podamos renovarla cuando los movimientos, y nosotros, hayamos avanzado unos cuantos pasos más.»[13]

Una vez más: estas son preguntas e hipótesis en borrador. El diálogo recurrente con ustedes y con nuestros movimientos realmente nos da muchas pistas sobre cómo ir respondiéndolas. Muchas gracias.




[1] Versión aumentada y corregida de la disertación en el Panel “Cambios estructurales y emergencia del trabajo autoorganizado”, en el II Foro de Intercambio de Experiencias de Comunicación en Cooperativas “Comun(ic)axión”, Universidad Nacional de Córdoba, Escuela de Ciencias de la Información, Córdoba, 14 de noviembre de 2012. Oír audio aquí.
[2] Secretario General de la Asociación Nacional de Trabajadores Autogestionados (ANTA), Presidente de la Cooperativa de reciclaje Unión Solidaria de Trabajadores (UST) (planta que pertenecía a Techint y fue recuperada en 2003).
[3] Titular de la cátedra “Planificación y Evaluación de Proyectos de Comunicación Social” de la Escuela de Ciencias de la Información de la Universidad Nacional de Córdoba, organizadora del Foro.
[4] Entrevista de C. Martyniuk: Véase en Lobo Suelto!: http://anarquiacoronada.blogspot.com.ar/2012/10/la-evolucion-tecnologica-parece.html; subrayado mío.
[5] Gauny la llamaba “economía cenobítica” que ­–a diferencia de la economía política que se preguntaba cómo aumentaba la riqueza– pensaba cómo aumentar los espacios de libertad. Ver J. Ranciére, La noche de los proletarios. Archivos del sueño obrero, Tinta Limón, Buenos Aires, 2010.
[6] Veiga-Neto, «A arte de viver e educação escolar», en Biopolítica. Gubernamentalidad, educación, seguridad, Unipe, La Plata, 2011, p. 50 (http://unipe.edu.ar/wp-content/uploads/2011/06/CuadernoTrabajo1.pdf).
[7] La exploración que explora más allá de lo dado, la exploración que se hace potente entre nosotros, comienza (o continúa) por los lugares más diversos e insólitos: una radio, una fábrica, una ley, un juicio, un taller de teatro en una prisión, un accidente de tránsito, las averiguaciones de un secuestro de una mujer para introducirla en la ley de trata, la resistencia al tendido de una autopista, una granja ecológica, una campaña contra una ley de regulación del tráfico internético, unos jóvenes graduados que se juntan para dar soporte científico a la resistencia antiminera, un taller de alfabetización, un twiteo ingenioso, una capilla villera, la protesta por un estado de sitio y un corralito bancario, una peli, una residencia de intercambio entre artistas, una obra artística de un movimiento de base, una obra artística del circuito comercial, una iniciativa de un funcionario, el corte de una ruta por hambre, la toma estudiantil de una escuela para participar de la elaboración de los planes de estudio, la organización de unas madres que ven enfermarse a sus hijos por los agrotóxicos, la organización de unos campesinos que se ven desalojados de sus tierras, una contienda electoral, la protesta de unas madres que no encuentran a sus hijos… la lista es interminable y sigue prolongándose (por supuesto, cada movida tiene su contraejemplo, pero aquí quiero señalar es que no se puede predecir “por dónde” ocurrirá una grieta ni cómo se unirá con otras). Tomo prestada una imagen de Irene Loyácono: se trata de una torta a la que hoy le damos una mordida aquí, otro día otra mordida allá y otro día otra más allá, como en un asedio múltiple, hormigueante y recurrente. Creo que la máxima para todos, todo camina hoy de la mano con otra máxima que podríamos formular así “de todos, algo”.
[8] Los trabajos de Foucault nos han mostrado, también, que los aparatos ideológicos del Estado se inventaron y desarrollaron por separado en un proceso secular y que solo en el siglo XX adquieren coherencia. Nadie planificó esta coherencia (nadie hubiera podido hacerlo): es un proceso singular que catalizó otros procesos singulares y relativamente desconectados.
[9] Franca Venturi (Directora del Programa de Trabajo Autogestionado del Min. de Trabajo de la Nación) y Sergio Lorenzatti (Secretario de Políticas Sociales Cooperativas y Mutuales de Córdoba), que participaron junto a Gustavo Valdez (Presidente de IfiCoTra) del panel “Políticas públicas para los trabajadores autoorganizados”.
[10] Sugiero leer “//” como “paralelamente” o “en correspondencia con”.
[11] Diego Sztulwark y Sebastián Scolnik la llaman “perspectiva post-estatal para los asuntos colectivos” y la definen como “el trabajo de la política capaz de elaborar sentidos colectivos poniendo entre paréntesis (lo que no quiere decir nunca negar, tachar o ignorar, sino en todo caso reconsiderar desde una relativa potencia autónoma) el código que organiza el sentido desde la política macro” (ver el prólogo a P. Hupert, El Estado posnacional. Más allá de kirchnerismo y antikirchnerismo, Pie de los Hechos, Buenos Aires, 2011.)
[12] Como una y otra vez me ha señalado Miguel Haiquel, no es que la economía capitalista no no necesite de la política para funcionar sino que ha logrado históricamente (y vuelve a lograrlo cada día) “externalizar” sus costos haciéndolos correr por cuenta del Estado, los trabajadores y los “contribuyentes”. Por ejemplo y respectivamente: el costo de investigación básica, el del traslado del trabajador al lugar de trabajo, el del rescate de los bancos en quiebra. Si la economía capitalista es “eficiente” es, primero, porque su dominancia impone los criterios de lo que se considera eficiencia y, segundo, porque logra cargar sus costos “extraeconómicos” y sus derroches a los hombres y la naturaleza.Digamos de paso que “actualmente el 96% de los recursos estatales de innovación y desarrollo tecnológico están orientados a la competitividad empresarial y áreas de conocimiento como biotecnología, nanotecnología y TICs” (Juarez y otros, Revista Economía Social 3, Avellaneda, octubre de 2012). Y no dejemos de decir que si un porcentaje tan nimio de los recursos estatales se está orientando a la economía social, es a costa de una lucha larga y constante de los movimientos y que ese monto ‘tan elevado’ no está garantizado –si disminuyera la lucha, su organización y sus construcciones, decaerían los recursos orientados a la economía social.

Serie Año Nuevo: Capitalismo Runfla 1

Balance con fernet. Sobre saqueos y territorios

por Diego Valeriano



Fin de año, sí: seamos vulgares y hagamos balances. El 2012 fue del todo picante: Once; Ciccone;  ley de medios; barras bravas; YPF; esperar mucho el bondi; Clarín y Lanata; vuelta de River a la A; negocios llenos de gente; Unidos y Organizados; trata; 13S; 8N; 7D; 20N; territorios narcos; aguinaldos que no se pagaron; mercenarios de ambos bandos; cautelares; 9D y, por fin saqueos.  


En esta breve enumeración distinguimos dos planos. El de las ficciones creada por la macropolítica, en donde mercaderes -políticos, formadores de opinión y demás- desempeñan su añeja labor de estimular el enfrentamiento de las opiniones mientras todxs nosotrxs miramos excitadxs, y seguimos participando; mientras ilustrados politólogos y militantes de diferentes rangos nos mezclamos con nuestras tías y vecinos disputando las migas de una verdad que se sostiene en el enojo y la pasión: este plano es el más divertido; el más infértil.


El otro plano es más verdadero; en él se nos va lo real de la vida: allí matamos y morimos. Ese es el nervio de nuestras felicidades y garrones. Es el espacio y el tiempo en que late y vibra la verdadera existencia, esa que brota en todos lados, en las estaciones, avenidas o donde pueda. Vida que no es ni mejor, ni peor, sino verdadera; juego cuerpo a cuerpo, en la pugna por la administración de la abundancia: la guita que surge en la periferia; donde hay mucha. Vida: violenta disputa, que es el fondo de toda administración y distribución de la riqueza.

En otros momentos, en los cuales lo que se administraba era la miseria, emergían como hongos distintas formas organizativas. Algunas tradicionales, otras más novedosas. Convengamos: gestionar la miseria es más fácil; la confrontación se vuelve ideología y las solidaridades mayores. Al dividir el campo político entre orden y revuelta, cada quien hace su juego con más soltura. A muchos se le fue la vida en esto, décadas pasadas, y no voy a ser yo quien niegue o relativice la violencia asesina a la que se confrontaron muchas organizaciones sociales. Digo, sí, que hacer organización social en la miseria es posible; en la abundancia es imposible.

La abundancia requiere acciones y herramientas que una organización social no está dispuesta a usar. La administración de la abundancia en la periferia es llevada adelante por complejas estructuras que fueron aprendiendo con los años qué hace y qué no, para llevar adelante sus negocios. No tienen problema de matar, arrasar, negociar o inscribirse en la Afip. 

Si para hacer estado en épocas de miseria hay que hacer organización social, para hacer organización social en la abundancia hay que hacer estado.
La ecuación sin embargo, no es tan sencilla. Cuando hay negocios, el estado deviene mafia, al mismo ritmo en que la mafia deviene estado. La organización social actúa en el contexto de esta solida ecuación.

Las mafias administran la vida abundante, vida runfla de bolsillos llenos, de electrodomésticos y casilla; de laburantes y chorros; de códigos novedosos y tiroteos fáciles.  Vida runfla, gozosa y consumidora, donde los derechos se regulan por la capacidad compra y de fuego.

La política, el amor, la solidaridad se entretejen con la remisería de la esquina, el operario que vuelve de la fábrica, el puesto de chori al costado de la ruta y el transa de base que arruina muchos guachos, y por eso lo pudieron ir corriendo.
Música fuerte sin temores, fiestas de las vírgenes morenas que siempre terminan mal; ladrillos sobre ladrillo edificando fortalezas; antena de DirecTV; miles de motitos; 9mm para defender la hermana, y Bora 2011.

¿Qué organización social puede hacer pie en este universo? Cuanto peor mejor, cuanto mejor peor… Cuanto más abundante, más vital.

Las organizaciones sociales no existen más. La razón es sencilla: es imposible, en este contexto, hacer sociedad de modo autónomo. ¿O hay alguien que cree, en serio, que una vida runfla vota a Cristina por el trabajo barrial de los cumpas? ¿0 alguien que cree que un pibe cobra “conciencia de sí” porque dos flacos le hablen desde la educación popular? O peor aún: ¿alguien cree que el voluntarismo organizativo puede truncar un destino runfla?

Una vida runfla puede ser parte de una organización cuando es una de las tantas posibilidades de generar recursos.

Los negocios se expanden por doquier: todos runfla. Capitalismo runfla. Diferencias en lo micro:  Once es una tragedia macro runfla que nos afectó en nuestro modo de vida (runfla). Esperar un bondi 40 minutos en el conurbano es consecuencia del capitalismo runfla que nos expone a cualquier cosa; la trata de personas es un negocio en que miles son parte, pero administrado y gerenciado por vidas runflas.

Sí, digo “administrado y gerenciado”. No hay vida runfla sin instituciones runfla, sin finanzas runfla: drogas; toma de terrenos; enfrentamientos filiares; remises de estación; viajar colgados hasta la muerte; fiestas abundantes; aires acondicionados frio-calor; imágenes de miles de vida runfla.

Serie Año Nuevo: Capitalismo Runfla 2

El pueblo

por Diego Valeriano

En la periferia de la ciudad se inauguraron unas 30 cuadras nuevas de asfalto, y el Intendente visitó casa por casa a hablar con los vecinos. Caminata, golpes de puerta, conversación con los vecinos. La recepción es excelente. Los vecinos todos, de muy buena manera, contentos y agradecidos.

Acompañando a las autoridades, va un puntero que presenta a la gente al Intendente. Todos lo saludan. Se nota que es un referente fuerte del barrio.


En una de las cuadras está la casa del hermano del puntero. La mujer del chabón se pone a hablar el intendente de un modo super amable. Le dice que su cuñado es un garca, que si bien con el Intendente y los concejales está todo bien, su cuñado es lo peor de lo peor, que cagó a mucha gente del barrio (hermano y mujer militan para el Intendente). En eso sale el marido (hermano del puntero, allí presente), y saluda al Intendente de la mejor manera, y al mismo tiempo empieza a putear a su hermano, lo amenaza feo. Cruce de puteadas, las manos van y vienen; se alejan unos metros. Empieza a salir gente de todos lados: pibes, perros, viajas que esperaban al Intendente. De las puteadas se pasan a los puños. Había varios de la comitiva oficial que querían separarlos; los apartan amablemente. La mujer-cuñada del puntero pide disculpas al intendente por la situación y se mete en su casa.

La pelea es ya una batalla campal. El puntero y uno más que estaba con él cobran de lo lindo, van hasta el auto y sacan unos palas, encaran y vuelven a cobrar. Los pibitos corren felices y a los gritos; la gente sale de sus casas y le pide fotos al intendente que ya sale de la secuencia; la cuñada del puntero sale de su casa con una recortada gritando “el que toca a mi marido se va a comer un tiro”; de enfrente una vieja que debía andar por los 70 sale con una cadena de moto y empieza a putear a la de la recortada; unos cinco pibes ya un poco mas grandes empiezan a tirar cohetes para sumar desconcierto. El puntero y su secuaz van y vienen de los golpes que reciben. Hay muchos más, pero solo les pegan a ellos. Ni a funcionarios, ni a empleados ni a nadie más. Los agarran y los tiran en una zanja. Se escuchan tiros (¿o son solo petardos?). Ya en la calle debe haber unas 100 personas. Llega la policía, y los funcionarios y militantes se van yendo. Sólo queda el sonido de la cumbia a todo lo que da, en mescolanza con la sirena de los patrulleros.

Serie Año Nuevo. Capitalismo Runfla: 3

La organización social no existe más

Por Diego Valeriano


Pienso en qué fue lo que pasó con las organizaciones sociales. Se me ocurre poco: una intuición, una molestia incordiosa. 
Sea la organización contra el hambre y el neoliberalismo; sea la reacción ante la falta de cultura o de educación para el pueblo, veo siempre la misma cosa y es más o menos así: las organizaciones sociales se arman y viven en función de darle de comer a los pibes, educarlos de la forma que sea. O para resistir algo. Pero, ¿qué onda cuando el problema en los territorios pasa a ser es el de cómo se administran los negocios? Porque lo cierto es que una organización que trabaja en un barrio y no enfrenta el tema de la trata, ponele, o el negocio narco, o el gatillo fácil, no enfrenta ningún problema. 

Y si no enfrenta ningún problema es un kiosquito.
Ahora bien, ninguna organización social puede enfrentar estos problemas, porque no dura ni un solo round (a menos que se ponga a la cabeza la madre que perdió algún pibito). Sí, por supuesto que hay gente que reclama por sus terrenos, cloacas o por diferentes cosas que hacen a su mejor calidad de vida.
Cada vez que me pregunto por la organización social me fastidio. Y me respondo con la fórmula: ciudadanía popular.
Los territorios-vida-runfla frustran a las organizaciones sociales: o mejor, las mata la lucha contra el capitalismo-runfla. Pero la «lucha» no desaparece: es asumida por una ciudadanía popular que pelea siempre por democracia y  justicia.
No hay nuevas formas organizativas.

Serie «Año Nuevo». Capitalismo Runfla: 4

Vida-runfla contra el ajuste

Por Diego Valeriano


1.- El ajuste en los territorios lo enfrenta la vida runfla. Por supuesto que a su manera. Ninguna organización política o social tiene el plafón, credibilidad ni capacidad de enfrentarlo.

2.- Las organizaciones sociales y políticas no enfrentan el ajuste. Hacen negocios propios.

El ajuste se enfrenta desde la vida-runfla, porque sí nomas. Se enfrenta solo porque la vida runfla cataliza algo. 



3.- La vida-runfla es la forma de vida post-2001 en los territorios de la abundancia. Es el resultado del modo en que se administró tanta plata que empezó a dar vuelta:  tanto negocio. 

4.- ¿Quien mató y neutralizó a las organizaciones sociales? La verdad es fácil de entender: enfrentar un ajuste neoliberal es más fácil que enfrentar en los territorios a las organizaciones runflas. ¿Qué organización social puede disputar hoy la abundancia? ¿Quién le da vida a las organizaciones sociales? ¿Quién da voluntad y capacidad de lucha las organizaciones: los sujetos o o los ciclos económicos?

5.- Insisto, las organizaciones sociales ya no existen. Subsisten, por supuesto, formas organizativas que se dan algunos.

6.- Los saqueos son una muestra especialmente visible de la vida-runfla.  Porque inquietan a la política mediática. Mucho más que las  muertes y choreos cotidianos. Puede ser un nuevo conflicto social, o simplemente formas de vida que son así. Son transacciones, consumo y adquisición de lo que sea que venga a la mano.

7.- El nuevo conflicto social es la vida-runfla articulada con negocios globales (trata, minería o drogas, da igual).

8.- ¿No es esta la auténtica ecuación de la administración?

Serie Año Nuevo. Capitalismo Runfla: 5

Saqueos

por Diego Valeriano
MIGUEL


Nos enteramos por Luis, uno de los flacos que hacen la noche, que tiro un radio que estaban vaciando el Auchán y que la policía no estaba, que nos apuremos que por ahí agarrábamos algo. Esperé unos cinco minutos a Miguel que había ido a hacer un viaje a la estación y cuando llegó, cerré la agencia y nos fuimos en el auto que él maneja para allá. 

Cuando llegamos era un bardo enorme: un montón de pibes que conozco del barrio rompían la vidriera con lo que tenían a mano y colaban para adentro sin importarles nada. Bajamos con Miguel más que nada a mirar qué onda y nos pusimos a hablar con una  vecina que nos contaba que hasta hace unos minutos había un patrullero y que los pibes lo echaron a piedrazos. Los que iban al frente no eran más de 10 o 15 pibes, a uno lo conozco bien porque es vecino de mi cuadra, hijo de Raúl que hace unos años trabajo en la agencia hasta que consiguió trabajo en Siderar. Atrás de los pibes entraron primero unas pibitas que deberían ser amigas y atrás unas treinta personas más. Miguel me preguntó que hacíamos y ni le conteste, estaba inmóvil, con un poco de miedo y sin saber si entrar o no.


En el revuelo de gente que entraba y salía, lo veo a Luis que esta hablando con dos de los pibitos. Cuando me ve viene corriendo hacia nosotros y después de abrazarnos, nos dice que metamos el auto de culata así cargamos unos LCD. Con Miguel ni lo dudamos y los pibes nos cargaron siete teles gigantes por todo el auto. Quedamos que nos encontrábamos en la casa de Luis y salimos rápido de la zona. 

Cuando agarramos para lo de Luis a la altura de la Ruta un patrullero nos cruza y dos poli con las armas en las manos nos apuntan y nos empiezan a carajear y a decirnos que nos bajemos, nos pusieron boca abajo con las manos en la nuca. Miguel conocía a uno de la cancha y le pedía que no nos hagan nada, que nos deje ir y éste le pego una patada en las costillas para que cierre la boca. Cargaron dos LCD en el patrullero y se fueron inmediatamente con la sirena prendida a toda velocidad en dirección contraria al supermercado.

AGUIJÓN Y SERVIJO

Jorge trabaja en el reparto de Coca-Cola y su horario es de 4 de la mañana hasta el mediodía, los jueves y viernes antes de ir para el trabajo para con sus amigos de la infancia que están en el maxikiosco que queda de camino a la parada del 178. Se conocen desde guachines y tienen mil historias juntos. Del grupo original de 20 pibes quedan la mitad y sí o sí una vez por mes comen un asado en el club «Mártires de Acassuso» donde jugaban al papi. El asado siempre lo pagan Jorge y dos pibes más que son los que trabajan bien, cuando hay los demás también aportan, pero eso es lo de menos.

Ese jueves hubo asado en el club, habían escabiado bastante y Jorge le pidió un poco de merca a uno de los pibes para que se le vaya el pedo. Como nadie tenia dijeron de ir a buscar a lo de El Aguijón que siempre les vende a cualquier hora. Caminaron las cuatro cuadras hasta su casa y cuando llegaron El Aguijon estaba saliendo en su Berlingo. Cuando los vió, les grito que se apuren, que estaba yendo para las cinco esquinas que iba a empezar a haber saqueos. Los cuatro sin dudar saltaron y se treparon a la camioneta. En el viaje de veinte cuadras les paso un papel para que no lo fastidiaran más. 

Cuando llegaron las cinco esquinas eran un mundo de gente que no dejaba negocio en pie; serían unas cien personas que iban y venían sin control alguno. El Aguijón tiró la camioneta a un par de cuadra, corrieron hasta llegar al corazón de los disturbios. Ya poco quedaba por hacer: todo estaba arrazado; y el Aguijon discutía con Servijo otro transa de barrio y le gritaba que lo habían dejado afuera de la jugada y varias cosas más. La discusión se puso espesa y ya no importaba lo de esta noche, se fueron a las manos y los cuatro se metieron a separan, o a pegar, o porque había que meterse. 

De un auto negro con vidrios polarizados bajaron dos tipos que indudablemente eran de la banda de Servijo, sacaron fierros y empezaron a tirar al aire. Jorge que no estaba del todo metido en la pelea, sintió un pinchazo y después la sensación que algo le quemaba por dentro, se llevó la mano al pecho y se le tiñó de rojo.

MITRE Y MÉNDEZ


El patrullero cruzaba a toda velocidad las cuadras que lo separaban del DÍA. Méndez iba cargando la escopeta de posta de goma por las dudas. La orden que le tiraron era clara “aguanten hasta que llegue la infantería, pero no hagan giladas”. Méndez y Mitre saben que cuando le dicen que no hagan giladas es que no tienen que hacer nada. Ni bueno, ni malo, absolutamente nada. 

Cuando llegan al super habría unos cincuenta pibes de la villa del fondo, algunos intentando abrir la persiana, otros tirando piedras a los vidrios de arriba y un grupito armando un fuego con basura. Cuando vieron la llegada del patrullero retrocedieron hasta la esquina. Policía y pibes quedaron separados a unos cincuenta metros y en el medio el supermercado. Pasaron quince minutos, los pibes dejaron su pasividad y comenzaron a avanzar de a poco. Méndez fue a buscar la escopeta al patrullero, mientras Mitre se comunicaba con la comisaria sin obtener respuesta. A cada minuto los pibes avanzaban un poco más y parecía que se habían olvidado del supermercado. Mitre recibió por Handy la orden de no abandonar el lugar que ya estaban llegando los del Grupo Halcón, 

Comenzaron a llover piedras y tuvieron que refugiarse detrás del patrullero. Las piedras y las amenazas eran cada vez mayores. Mitre y Méndez conocían a los pibes y los pibes los conocían a ellos. Veinte de los pibes hacían llover piedras sobre el patrullero mientras el resto, a los que se le habían sumado mujeres y pibitos; comenzaron a vaciar el supermercado. No sabían que hacer, no querían hacer giladas, y giladas es muy genérico. Los pibes estaban a unos diez metros y se habían separado en dos grupitos; llamaron por última vez y el jefe de calle les dijo que si se iban les cortaba las bolas. Méndez comenzó a disparar para asustarlos, pero ni los hizo retroceder siquiera. Mitre saco la 9mm y tiró un par de tiro al aire, pero los pibes seguían avanzando, una baldosa destrozo el parabrisas delantero, ahora Mitre tiro a pegar, sin lograr dar en el blanco. Los dos tiraban y retrocedían, el patrullero quedo atrás y paso a estar en manos de los pibes, doblaron la esquina y comenzaron a correr para salir rápido del barrio, tenían pocas balas y no estaban acostumbrados a recorrer la zona indefensos. 

Cuando estaban a unas tres cuadras del super escucharon una explosión y supieron que era del patrullero. Sabían que en breve les iban a cortar las bolas y todo era culpa de esos pibes.

EMILCE


Ayudó en un comedor del barrio, lo hago desde el 2003 cuando los piqueteros me dieron el plan por  marchar. Antes el comedor era de ellos, pero después se hizo de una concejal. Pienso que fue mejor, empezó a haber más cosas y también tuvimos que marchar menos y, además, cuando lo hacemos, nos llevan en colectivo. 

También es verdad que en el barrio estamos bastante mejor que en aquella época, aunque hay más inseguridad. Lo de lo saqueos me enteré por mi yerno que me llamó para decirme que no vaya para el Carrefour, y como una es de no hacer caso, le dije a mi comadre que me acompañe y nos acercamos hasta la colectora. Había un mundo de gente, conocía a muchos, pero otros no sabía quiénes eran. Había también un montón de gendarmes. Estaba todo muy tranquilo, los gendarmes hablaban con la gente y un grupito hablaba con gente del super, me imagino que negociaban la entrega de bolsones porque después nos dijeron a todos que hagamos la cola que nos iban a dar. 

Yo hice la cola y como soy una señora grande me dijeron que me ponga entre las primeras. Esperamos como una hora y recién ahí nos dieron algo, la verdad una bolsita de mierda con una sidra y algo más. Con Emilce cuando nos íbamos vimos unos policías de civil iban arrestando a unos jóvenes que les robaban las bolsas a señoras como nosotras.

Serie Año Nuevo. Capitalismo Runfla: 6

Ciudadanía popular




por Diego Valeriano

La ciudadanía popular es la forma de lucha que adoptan las vidas infames frente a la crueldad fiestera del capitalismo runfla. Es más eficaz que otras formas históricas de “protesta”, porque no aspira a contraponer valores alternativos y superiores. Su fórmula elemental es la suma de tres componentes, sin ninguna mediación: territorio, (literalmente, de cualquier territorio); estado (se le exige protección y se le enrostra complicidad) y los medios (con los que se establece fuertes alianzas, indispensables para atravesar el umbral de percepción -ser visible, audible- para volverse irrefrenable). 
Cuando no hay sujetos, hay ciudadanos. Activistas inmediatos del derecho a la ciudad del desborde, cuando la idea moderna de inclusión ya no opera. Una genealogía elemental de la ciudadanía popular sobre suelo runfla se fijaría en los siguientes hitos: Abuelas de Plaza de Mayo; Cutral-Có; Blumberg; Arruga; Cromañón; los transa; Verón-Trimarco; ambientalista de Famatina; Once.
Runflas y ciudadanos populares comparten algo: la infamia. Ni oficialistas, ni opositores, ni críticos, ni disidentes. Sujetos de consumo. Sólo que allí donde el runfla goza, el ciudadano popular enfrenta un dolor insoportable, que lo arroja a la intersección truculenta de victimismo y heroísmo, que es la lengua propia de la conmoción pública para decir que las autoridades descuidan el contenido ético elemental del estado: la preservación de la vida y el sentido de la dignidad que sólo es posible a partir de esa seguridad. Es el lenguaje de las madres que pierden a sus pibes; de los familiares, de los afectados, de los sobrevivientes, de los testigos y de una larga serie de voces testimoniales que se instituyen entre el lenguaje jurídico, periodístico, religioso y mediático avasallando las resistencias de lo político.
Así, la ciudadanía popular disputa el sentido común partiendo de sus bases mismas, tomando como punto de partida un manojo de verdades democráticas que nadie puede contrariar en voz alta.
La ciudadanía popular funciona como tenebroso mensajera del horror que domina en un trasmundo en el que cualquiera puede caer. Doblez narco de los territorios, reverso mafioso de las instituciones. El doble perverso se conjuga en cada operación financiera, cada fuerza de seguridad, cada sindicato, cada figura parental, sacerdotes, ministerios públicos.
El capitalismo runfla no es marginal, residual, ni excepcional. Es el reverso activo del capitalismo “en serio”. Sus hilos se tejen en la misma trama republicana a la que apelan los moralistas. Sus fuerzas se desdoblan a partir de las mismas instituciones que se suponen que debieran regularlos según reglas diferentes.
La ciudadanía popular surge de este saber, y se orienta a denunciarlo. Así irrumpieron, por ejemplo, los vecinos para frenar el acuerdo entre el Frente para la victoria y el Pro, destinado a la intensificar los negocios inmobiliarios en la ciudad de buenos Aires. La potenciación mediática es imprescindible. Combina justicia, derechos y negocios según una lógica inscripta en los hechos. Los medios no son peores ni mejores que los demás dispositivos del capitalismo-runfla.
La ciudadanía popular le pone el pecho a un flagelo antropológico que no sabemos asumir. La modernidad no cumplió con su promesa de despejar la vida de toda amenaza. No logró imponer su utopía de superar definitivamente al “mal”. No contamos –como otras culturas- con saberes para convivir con las miserias, las tormentas y las plagas. El capitalismo runfla es la vuelta gozosa de todo ese mal que creíamos haber superado o reprimido. Su ética vitalista consiste en gozarlo hasta el final. La ciudadanía popular reacciona como puede ante los efectos mortíferos de ese goce, y en base a un dolor bíblico conmueve a gentes de todos los estamentos, nichos y clases sociales.
El capitalismo runfla es la superación gozosa y cruel de los reparos y promesas de la modernidad. Crece por todos los costados. Donde hay miseria, y mas donde hay abundancia. Donde hay instituciones republicanas y donde no las hay. Donde hay retórica progresista y donde aún se habla la lengua natural del neoliberalismo. La ciudadanía popular es post-moderna (no es “crítica”), pero es, sobre todo, post-postmoderna (no se pavonea en su ya no ser “crítica”). 

La hora de las Masas

Por Juan Pablo Maccia

Con rostro inesperado, las masas han retornado. Y en pleno año electoral. Están reunidos todos los condimentos para garantizar la incerteza de un tiempo político que sigue girando en torno a la -cada vez más dramática- sucesión presidencial.
Y si bien las masas están con nosotros desde hace rato, una breve genealogía nos demuestra lo inquietante de su presencia actual: a la disolución de la institución de las masas a las que aspiraba la transición democrática –con la hiperinflación de fines de los años 80 y de comienzos del menemismo- hubo de dar respuesta el peronismo de rostro neoliberal, organizando un memorable “bloque histórico” que, al ritmo de las privatizaciones y de la convertibilidad, duró todo lo que pudo hasta estallar en el rostro del progresismo de la Alianza. La disolución de las masas neoliberales vino acompañada por gérmenes de masas revolucionarias –movimientos sociales, sobre todo de desocupados y ocupaciones de fábricas-, hasta que el peronismo de rostro inclusivista (vía consumo y derechos humanos) volvió a sentar las bases para una nueva integración, asunto que marchó bastante bien hasta la muerte del Jefe Néstor (menos resistente biológicamente a la presión política que el revalorizado Jefe Chávez), momento en el cual el proceso político se disyunta entre el mito (la presidenta lo es, ya, sin dudas) y un incipiente proceso de desagregación de masas “runflas” (como las llama en LS! Diego Valeriano), esas que hicieron su inauguración en el Parque Indoamericano y que retornaron en los saqueos navideños de hace unas pocas semanas.
Queda claro, entonces, que las masas que –a mi juicio- debieran preocupar a la presidenta, no son las masas caceroleras (que, a fin y al cabo, sólo constituyen un dato saludable para la recomposición del sistema político del que el oficialismo se ufana), sino de estas masas acosadas por el narcomenudeo, amparado por las instituciones que más saben de regulación estatal de los mercados (la justicia y la policía). Que estos días la ciudad de Rosario sea noticia, no quita que sería un festín poner la lupa en otros territorios como, pongamos, el sur del Conourbano Bonaerense. 
Lo lindo de este verano santafesino es la atención que hemos concitado en el resto del país, lo que motivó una visita familiar que esperaba largamente. Me refiero a mi primo Mario, conocido columnista político, que por fin volvió a pasar el fin de año con los suyos (toda la flía aceptó reunirse para festejar además, mis pasados cuarenta) y por la necesidad de conocer de cerca el flagelo del “narcosocialismo”. Mario dice que la cosa no es para tanto. Pero yo creo que es un dato de la realidad que el socialismo y el Frente para la Victoria (que juntos son la base progresista para impulsar la reelección presidencial) han sido enfrentados por la aparición de las masas runflas, abriendo de nuevo al PJ de la provincia la posibilidad de ganar en el 2013 las elecciones en toda Santa Fe. Más o menos en la línea de lo que viene escribiendo, dice que la suerte de Cristina depende de las legislativas. De cómo logre rosquear las listas y de la magnitud de su triunfo (trinunfo que –no sé por qué- da por descontado). Como sea, para él la reelección está casi descartada (para lograr la reforma de la Constitución habría que forzar el sistema político al extremo).
Pero –creo que esta es una primicia- apuesta a que Scioli tampoco llega. ¿En qué evidencia sostiene su –autorizada- intuición política? Simple: Cristina no le va a dar el gusto al manco. Simplemente, esto no es imaginable y no va a suceder. No se trata, como creen los “sabatellistas” (ese objeto del odio del peronismo realmente existente), de un problema ideológico sino de un problema de “pelotas”: Scioli, sencillamente, no se la banca. Nada que ver con tipos como Massa o Boudou. Cada uno de ellos, a su turno, y bien formaditos por el liberalismo derechoso de la UdeCdé, se animó a inspirar algunos de los gestos más audaces de Néstor y Cristina. Scioli no. No se animaría a jugar fuerte (¿será?) y, por esa falta de audacia, su presidencia pondría en riesgo todo lo hecho en la última década. Este es, afirma mi primo Mario, el verdadero problema con Scioli.  
El otro frente de problemas es el de los “cuadros”. Tantos años de pedagogía política han resultado estériles a nivel de la línea de los gobernadores. Son uno más guacho que el otro y los que son amigos están perdidos (miren Tucumán, San Juan o Chaco). No se puede contar con los “gobernas” (como les dice Mario) y a los “pibes”, los nuevos cuadros, no les da para jugar todavía. Capaz que en el 2015 sí, pero para eso falta y aún tienen que mostrar que pueden competir en serio. ¿Qué queda? ¿Abal Medina? (¡pobre Sarlo!).
Otra visita de verano de cumple años, Quique -hijo de un tío paterno-, militante y cuadrito de La Cámpora, ahora “Unidos y Organizados”, anda inflamado, pero al revés: banca tanto el proceso que está ilusionado incluso, con la derrota. Dice que la Presi es conducción hasta la muerte, siga o no en el Gobierno; y que si lo que se viene es Scioli o Massa hay que bancársela, porque “no hemos sabido construir algo mejor”, y tratar de volver rapidito (porque, qué duda cabe, “la gente nos quiere”).
Corroboro, entre empanadas, que la parte históricamente más peronista de la familia acompaña con menos entusiasmo que la parte “gorila” (progre), que se ha volcado a un kirchnerismo particularmente sentido, hasta las entrañas. Inesperado cambio de papeles. Mi prima Laura es el más bello y mejor ejemplo de lo que digo. Joven docente de filosofía de la Universidad Nacional de Rosario, y uno de los vástagos más brillantes de la cultura del comunismo ilustrada de la ciudad, alterna sus días entre abstrusas lecturas de Adorno (y su grave problemática de cómo pensar el mundo sin dejar de pensar en Auschwitz) con una desmedida defensa del MTD Evita (“son los únicos que combaten en nombre de Néstor y Cristina a la oligarquía en los barrios”). La angustia, sin embargo -y en esto noto su coherencia teórica- la cosa en los territorios. Cuenta que la cosa está pesada en serio, y que se puede esperar cualquier cosa (de allí lo de Adorno y Auschwitz, imagino).    
Yo los quiero a todos y, en el fondo, no disiento con ninguno. Sólo que, concluyo, la cuestión de las masas se está volviendo peliaguda. Aunque vacilo: el cambio de década me volvió más inseguro. Ya se sabe que, por más avisado que esté uno, los cuarenti son –implacablemente- los años del pifie asegurado (sobre todo a nivel de la estética). Desde allí reflexiono. Y no puedo dejar de revisar las paradojas de la última década, y de sentir cierto dolor por la evolución de estas masas de las que hablaba al comienzo, de aquellas organizaciones sociales que mandaban en los barrios y hoy son corridas por las redes de trata de blanca y venta de paco.
Me apena que la “transformación” política a la que tantos apostamos pueda quedar atrapada en el nivel puramente simbólico, sin penetrar con fuerza las estructuras sociales (¿será que la generación de los que aguantamos los trapos en el 2001 y luego apostamos por este proyecto nos hemos esforzado demasiado en retrasar la pérdida de la ilusión política que marca el pasaje a la adultez?).
¿Lecturas de verano? Desde que ya no se puede leer a Feinmann, pocas. Los diarios: La estatización del predio de la rural, un golazo, como la Presi evocando a Ho Chi Min en Vietnam. Una pena lo de la Fragata. Justo cuando hacíamos del barquito un símbolo de la soberanía, se hunde un buque de guerra en nuestro propio puerto. Queda la carta de la Presi a Darín…
Lau me trajo una revista de filosofía de Buenos Aires. Me gustó un artículo –“adorniano y peronista”, dijo, como todo lo que ella me trae- que dice, por fin, algo así como que si los kirchneristas seguimos recostados en la cultura nacional-popular tendremos, al menos, que buscar mejores enemigos (como lo fue Borges en su día), porque si seguimos peleando contra Clarín y compañía vamos a terminar con el cerebro tipo Coscia, y ya nada nos va a distinguir de Felipe Pigna, Mariana Moyano o Pacho O´Donnell.
Todo lo cual me devuelve a la incomprensible polémica de Cristina con el bobo de Darín, una de las más recientes ventanas abiertas a la -¿cómo calificarla?- “subjetividad” presidencial. Le tengo fe a un librote que me trajo Quique. Un flaco del “palo” que hizo una novela “nacional popular”, pero inteligente, o incompresible, presumiblemente del Nacional Buenos Aires, cuyo título es una extraña consigna: “Espía vuestro cuello”.
Será la resaca del morfi y de las visitas, pero no puedo dejar de pensar, repasando nuestra generación, que sólo un jueputa aparece con la capacidad de mando sobre las masas runflas de los barrios. El único que en el peronismo, y apoyado hasta por su apellido, tiene la audacia que al manco le falta, y por lo cual va a manquear sobre el final. ¿Sabrá que hacer la presidenta con el intendente de Tigre?

Clinamen, spoiler y el inconsciente zapatista

por Ángel Luis Lara

1.

Miles de personas marcharon por las calles de Mahattan el 1º de mayo de 2012. La pacífica marabunta de colores y de gestos le pintó a la ciudad de cristal una novedad inusitada: ni los más viejos del lugar recordaban una movilización tan nutrida y tan masivamente participada en una fecha historicamente evaporada del imaginario colectivo neoyorquino. Occupy a veces se vuelve una energía sin dueño capaz de obrar ese tipo de milagros. Sin embargo, apenas se ha hablado de la magia multitudinaria de ese 1º de mayo en Nueva York. Las historias de ese día no van a existir para la Historia. Casi todas ellas tratan sobre la alegría de estar juntos y la sorpresa de ser tantos y tantas. Todos nos sorprendimos de vernos tan arropados. De entre todas las bellísimas imágenes que nos produjo ese día, hay una que sobrevive en mi retina por encima de las demás: en medio de un nutrido grupo de mujeres migrantes destacaba la pequeñez de una anciana de rasgos asiáticos. Por encima de su cabeza, sus diminutas manos sostenían un cartel en el que se podía leer: “Para todos todo, nada para nosotros”. Debajo de la frase escrita en castellano reposaban cuatro letras: “EZLN”.
2.
Louis Althusser nos dejó un texto bellísimo antes de sucumbir al dolor irremediable de su vesania: La corriente subterránea del materialismo del encuentro. En ese escrito tomó prestado de Epicuro el concepto de clinamen: la desviación azarosa de un átomo de su trayectoria genera el nacimiento de nuevas e inesperadas causalidades. Althusser propuso ese potente concepto como vector de una fuerza materialista capaz de desbordar por complejidad a la tradición racionalista y al determinismo. Que una anciana asiática se reconozca en las calles de Manhattan en la rebeldía de unos pueblos mayas del sudeste de México es un puro clinamen. Prueba de que los pueblos zapatistas están dando vida a un verdadero materialismo del encuentro, capaz no sólo de resistir contra viento y marea, sino de perdurar en la Historia sin dejar de circular en las historias.
Este invierno los zapatistas han reaparecido ante nuestros ojos de manera inesperada, como casi siempre lo hacen. Son, tal vez, la mayor de las desviaciones y el más bello principio de indeterminación: puro clinamen. Quizá por eso aquellos que se muestran incapaces de despojarse del determinismo de la certeza se empeñan en no entenderlos. Quien nombra el pasado diciembre como el mes de la resurrección zapatista, se equivoca. Para resucitar primero hay que estar muerto. Los zapatistas decidieron morirse un primero de enero de hace diecinueve años, pero vivieron. Desde entonces no han dejado de construir en sus territorios la que va camino de convertirse en la experiencia colectiva de emancipación más digna y duradera de nuestra historia reciente. John Berger dice de la figura migrante en Un séptimo hombre: “la naturalidad con que la gente, las instituciones, las normas cotidianas de etiqueta de la metrópolis, los argumentos y las frases hechas, le decretan su inferioridad nunca sería tan completa e inequívoca si su función y el consecuente estatus inferior fueran nuevos. Él ha estado aquí desde el principio”. Los zapatistas no regresan, porque nunca se han ido. Siempre han estado aquí.
3.
Este último otoño recibimos en Nueva York la visita de los amigos argentinos del Colectivo Situaciones. En nuestras conversaciones enseguida afloró una paradoja que nos resultaba ciertamente común: el prolongado silencio de los pueblos zapatistas nos había sumido en una especie de orfandad, al mismo tiempo que leíamos en los nuevos movimientos y habíamos respirado en las plazas, de la Puerta del Sol de Madrid al distrito financiero neoyorquino, potentes resonancias de una cualidad netamente zapatista. En agosto, el dirigente campesino peruano Hugo Blanco ya se había dirigido al movimiento #YoSoy132 para señalarle la importancia de dichas resonancias. Tres meses antes, en un encuentro con las gentes deOccupy Wall Street, Amador Fernández-Savater, tal vez uno de los amigos que mejor ha entendido y ha contado el movimiento 15M, señalaba el zapatismo como uno de los materiales imprescindibles para la construcción de una genealogía posible del movimiento en España. Son trazos de una geometría común que observa en las nuevas dinámicas de movimiento la existencia de una especie de inconsciente colectivo zapatista, precisamente en el sentido en que Deleuze y Guattari proponían pensar el inconsciente: como una máquina de descodificación y desterritorialización.
Como ha señalado Don Pablo González Casanova hace unos días, de entre las numerosas y potentes descodificaciones realizadas por el zapatismo, destaca el haber situado la acción política y el deseo de emancipación más allá de la dicotomía izquierda/derecha. Ese es, precisamente, uno de los ejercicios de desterritorialización que caracteriza a movimientos de nuevo tipo como #YoSoy132 o el 15M. Además, la preocupación sincera y profunda por una democracia verdadera, la defensa de la diferencia, la distancia irreconciliable con los partidos y con los que arriba son mal gobierno, así como el proyecto de desprivatización de la política para convertirla en patrimonio de cualquiera, constituyen igualmente elementos de la sabia que recorre los nuevos movimientos, hermanándolos inconscientemente con unos pueblos zapatistas que hasta ahora habían vivido en la piel del spoiler: nos anticipaban lo que iba a suceder en los episodios que todavía no habíamos visto. Los zapatistas han tenido siempre ese problema de desubicación histórica: han estado contándonos el futuro desde hace casi dos décadas. Ahora ese futuro ya no existe, porque se ha hecho presente. El inconsciente zapatista de los nuevos movimientos y su conexión con los deseos multitudinarios de una nueva vida expresados por tantos y tantas en plazas de medio mundo, apuntan que la desubicación histórica ya no existe. Este es, definitivamente, el tiempo de los zapatistas.

Respuesta a Jacques Rancière (y a Lobo Suelto!)

por Juan Pablo Maccia

Ignoro los pormenores ocultos tras el post subido a Lobo Suelto! bajo el título “¿Ranciere contra Maccia?” En el se ve al filósofo francés hablando en contra de toda reelección presidencial.
Sobre el argumento del señor Rancière tengo poco que agregar a lo que ya he escrito durante todo el 2012. No veo otra discusión política, en nuestro país, que la que intentamos quienes promovemos la re-reelección presidencial. No es la mía una posición de principios (nunca hubiese apoyado la re-reelección de Menem), sino una apuesta política inscripta en una coyuntura precisa, que por cierto no cabe al filósofo apreciar.
Puede ser que el señor Rancière esté respondiendo con esta argumentación a su colega Ernesto Laclau, quien sostiene que en América Latina hay una revolución en curso, y que el proceso encarna en sus presidentes. ¡Pero yo no voy tan lejos! Sí afirmo, en cambio, que en nuestro país hay sólo una cosa más temible que la posibilidad de que la oposición parlamentaria arme gobierno. Y es que lo haga la burocracia peronista que sostiene al Frente para la Victoria.
Sin la presidenta, habría poco para elegir. Si, como argumenta Diego Valeriano (véase sus textos en LS de enero), las organizaciones sociales disminuyeron su influencia hasta rozar la inexistencia, ¿qué sería de cualquier idea de democracia social con la presidenta fuera de juego? Argentina no tolera mas ajustes, y sólo la presidenta –hoy por hoy, es un dato “objetivo” equiparable al que encontramos en Bolivia y en Venezuela– garantiza una paz considerable entre compatriotas.
En un cierto momento el señor Rancière creyó oportuno romper con su maestro, Althusser. No se trata de una ruptura cualquiera. El maestro acababa de escribir su “Respuesta a John Lewis”, en donde se afirmaba aquella tesis magistral de la historia como “proceso sin sujeto”. Contra lo que los jóvenes del 68 creyeron, la tesis de Althusser no apuntaba a aniquilar procesos subjetivos, sino a pensar la subjetividad por fuera del historicismo. No se entiende a Althusser sin las nociones claves de “coyuntura” y de “sobre-determinación”. Evidentemente, no es ésta la “lección de Althusser” que mejor apreciase su discípulo, cada día más volcado a la estética. 
El señor Rancière es una estrella internacional. Estoy al tanto de su reciente visita al país. Mi prima Laura –adorniana y peronista– viajo a Buenos Aires para participar de una fantochada de acto callejero en la ciudad. Me consta –lo charlamos– que los planteos de Rancière no logran salir de una mirada eurocéntrica, casi diría “autonomista” (recuerdo cuando en el 2001 leíamos su libro El desacuerdo). Desconozco cuál fue su cachet (y no olvido cuál es el mío). Cada quien a su realidad. 
Supongo que Lobo cree hacerme un homenaje al jugar a que una superstar mundial pudiera referirse a un lector inquieto de provincias como yo. Gesto colonial, que no me enoja, pero que tampoco agradezco.

El Líder

Por Diego Valeriano

Sin que nadie me invite, me meto en la “controversia” entre Maccia y Ranciere. Y lo hago por tres razones: uno, Maccia –con quien solo tengo un ex amigo en común– me menciona en su nota; dos, fui a la “fantochada” de Flores (donde habló de La Noche de los Proletarios, no precisamente a proletarios –¿por qué los habría? –, sino a una nutrida concurrencia mayormente femenina) y, tres, la prima adorniano-peronista del santafecino me interesa (al margen, nunca entendí bien a los intelectuales y menos a sus fans: los primeros plantean cosas absurdas y sus seguidores aplauden a rabiar). 
Y me meto para decir que Ranciere no le contesta a Maccia, principalmente, porque lo que dice es absurdo, irreal. Plantea el franchute, a nosotros, argentinos, que lo que mejor puede hacer un líder es irse rápidamente. Pero es sabido: de Alfonsín a De la Rúa tenemos una desagradable experiencia de la brevedad. La verdad es bien distinta: si la gente no puede seguir sin el líder es muy sencillamente porque la gente –aquí, como en Francia– no existe sin el líder. Quizás todo sea al revés de lo que piensa Ranciére y sea el líder quien crea al pueblo. Una idea que incómoda, pero que, en tanto tal, habría que hay que pensar a fondo.
El capitalismo runfla no deja de traer, una y otra vez, estas preguntas.

Conversación de Juan Pablo Maccia con Carta Abierta


La política se arruina cuando se hace de la opinión un negocio



Durante el mes de febrero la Juventud de Carta Abierta organizó una serie de encuentros para charlar de forma abierta con militantes e intelectuales que sostienen diferencias amables con el kirchnerismo. A continuación publicamos el encuentro con Juan Pablo Maccia. Agradecemos la gentileza del envío a Ricardo Foster.
JCA.  -¿Por qué publicar hoy en un blog, en tu cao Lobo Suelto!, y cómo definís tu apuesta por la comunicación política en el actual contexto de la “batallas de las ideas”?

JPM: -Lo único que retengo de mi paso frustrado por la carrera de comunicación, en Rosario, es lo siguiente: que la comunicación es el peor de los clichés. Que pasa por ser la respuesta a todos los males cuando en realidad se trata del más pesado de los lastres. Esto funciona, sobre todo, para el discurso que se quiere político. Lejos de toda pretensión de comunicar algo del orden de las imágenes y los sentimientos (eso que hoy pasa por lucha “hegemónica”) apuesto por la paradoja y el simulacro dado que sólo encuentro verdadera fiesta en la incomunicación. Eso es lo que extraño del 2001 y de ciertos momentos excepcionales del gobierno de Néstor: un escenario político en el cual felizmente teníamos poco y nada que decir y todo por experimentar en el nivel de la creación de lazo, de imaginación, de economías en diversos órdenes.

Es cierto que hoy publico principalmente en medios electrónicos, blogs y diarios digitales, de hecho en este momento es mi única actividad pública, pero éste es para mí un fenómeno muy nuevo. A fin del año pasado escribí sobre  un extraño libro llamado Posthegemonía, de un tal Jon Beasley-Murray, que aporta una argumentación que me interesa mucho. Él dice que está harto –y lo dice de un modo realmente muy sencillo pero verdadero– del carácter culturalista con que se recubre la política “populista”, en el sentido positivo con que se usa hoy entre nosotros el término. Él se pronuncia por un retorno a los afectos y a los hábitos (es decir, una dimensión ajena a la representación), como lo real de la política.


Lo que me gusta de esta posición es que se interesa por la política fundada en las intensidades. Y que confía mucho menos en el aspecto retórico. No se trata de una desconfianza ingenua de la lengua, sino de una nueva atención a la sensibilidad y a los problemas que surgen de la estructura material de nuestras sociedades antes de ser organizados por el régimen mediático y representativo. Creo que, contra lo que dicta la actual profesionalización de las militancias, una sensibilidad de este tipo requiere de mucho laburo, de pensamiento en serio, cosa que la mayoría de los intelectuales públicos más talentosos han ido abandonando en favor de un tipo mucho menos interesante de intervención, ligada a un ideal de la batalla política puramente argumentativa, pseudo-belicista, muy verbal y excesivamente preocupada por cuestiones de estilo.

JCA: ¿Y cómo concebís entonces el compromiso político en tu tarea?

JPM: -Lo que yo siento, la verdad, es que buena parte de los intelectuales, así como una mayoría de los militantes y del público “comprometido”, dan vida a una formidable división ideológica, muy importante por razones que todos conocemos, pero que por desgracia tiende a agotarse casi exclusivamente en el reino de la opinión. Encuentro que en el presente lo importante es mostrarse con una opinión. Es la gran satisfacción. La opinión política se ha convertido en la actualidad en uno de los códigos sociales más difundido. Es una gran novedad, digo, el hecho de que el discurso político funcione según la los requerimientos de una ecuación mercantil del tipo: tener una opinión = tener una identidad. Es como tener un valor propio para circular. Y ojo que no es una boludez, se invierte mucho esfuerzo en todo esto, en adquirir una opinión, en confrontarla, en defenderla a muerte. Lo curioso de todo esto es que la opinión nunca implica una práctica. Las prácticas han desaparecido bajo el rubro emergente de la pura opinión. Creo que la política está en problemas cuando se reduce a este juego.

Respondo más directo, entonces. Me interesa la política, desde ya, pero la política es para mí, si se me disculpa el exabrupto setentero, “creación y lucha”. Cuando digo que la política se da en el nivel de las prácticas hablo, como es lógico, de las prácticas inseparables de la cuestión del poder. No me interesa demasiado el discurso del que “sabe” de política, el discurso que en definitiva tributa a la cosa universitaria. Menos aún el discurso periodístico, que se ha vuelto muy pobre. En fin, no me siento contento con las retóricas que hoy nos gobiernan, porque las veo animadas por una tendencia muy despolitizante.

JCA: -Es extraño esta afirmación en un período de politización tan intensa, sobre todo de la juventud… 

JPM –Pero es que justamente desconfío de lo que hoy se llama “politizarse”. Al contrario de lo que se suele escuchar y leer casi en todos lados, mi impresión es que la política surge de los conflictos materiales de la vida en su conjunto. Y si bien la retórica es parte de cualquier política (y no dudo de que, efectivamente, vuelve a existir hoy un condimento político en los discursos sociales) no me resulta admirable el hecho de que la verba del sujeto político se autonomice, se aparte a tal punto de los problemas que van surgiendo, del modo en que surgen, digo. Los problemas políticos son sobre todo de mucha complejidad y están ligados a problemas como el trabajo, la infraestructura, la tenencia de la tierra, el tipo de tecnologías a las que tenemos acceso, la imagen de felicidad y de desarrollo (es decir, de bienestar) que estamos consumiendo, en fin, toda una gamas de cuestiones que son inseparables de un enfoque a fondo de lo que podemos seguir llamando, ¡por qué no!, la lucha de clases.

JCA: -No comparto tu desprecio por la opinión… me hace recordar lo que dice Rancière del “odio a la democracia”.

JPM: -No tengo gran simpatías por el señor Ranciére (como sabrán, hace poco se pronunció en contra de la re-relección presidencial con una irresponsabilidad que, en definitiva no debería sorprendernos tanto). Pero vuelvo, entonces, a la opinión. El punto, para mí, es que la opinión deja de ser la sustancia común de la democracia cuando es trabajada al modo del mercado. Yo rescato totalmente la opinión como expresión genuina de las pasiones, de la capacidad de deliberación entre iguales, pero creo que hoy no debemos ser ingenuos con el modo en que funciona el “régimen de la opinión” como parte de una administración comercial muy desarrollada.

En este contexto, me parece que hay que dejar atrás toda una épica del “dar la palabra”. El periodista comprometido no tiene nada ejemplar que hacer o decir, sino que su valor depende de su capacidad para participar de modo sensible (es decir, inteligente) en el  enhebrado colectivo. Se trata hoy de devolverle a lo colectivo su capacidad de variación. Y para eso tenemos que enfrentar la estructura emergente del poder simbólico que pretende instalarse de forma ominosa e irreversible. Me refiero, de nuevo, al hecho de que la opinión se vaya transformando en una fuente –a veces muy notable- de renta simbólica, como parte de un mercado surcado por todo tipo de intereses económicos y afectivos que no tienen ya nada que ver con lo que me parece que es la interrogación política.

JCA: -Pero entonces, ¿qué sería para vos la política?

JPM: -Yo creo en lo que llamo “la interrogación política” como brújula de las militancias. No es nada raro, sino lo que pasa cada vez que los acontecimientos nos fuerzan a actuar sin libreto. Este tipo de virtuosismo sólo existe hoy en el kirchnerismo. Sin embargo su modo de existencia es paradojal: se nos ofrece cada día como espectáculo a la vez que se nos veda a nivel de la experiencia cotidiana (es el sentido de programas como 6, 7 y 8, que todos los días nos cuentan muy pedagógicamente qué pensar ante lo que pasa).

Pensemos nomás en lo que pasó durante este verano. Es más fácil hablar sobre la Fragata, o sobre el escrache a Kicillof que sobre los saqueos, o sobre lo que Diego Valeriano viene llamando el “capitalismo runfla” (piensen, sino, en lo que sucede estos días con la violencia narco y policial en los barrios del Gran Rosario). Mientras que la primera serie de acontecimientos son “fáciles”, porque se nos dan de inmediato los recursos subjetivos para tratarlos –y por eso se habla y habla sobre ellos-, los segundos son mas jodidos, y por eso se los hurta del régimen de opinión (o se los manipula de modo indigno, como podemos ver a diario en medios como C5N, Radio 10, la señal de TN y Canal Trece, etc). Para mí, la militancia consiste en plantear desde abajo los verdaderos problemas. Son ellos los que nos hacen crecer, porque nos devuelven una imagen de nosotros mismos que no esperamos, que a veces no queremos, y, sobre todo, que arruina nuestro jueguito de la opinión-satisfacción.

JCA: Me parece injusto que digas que hay cosas que se sacan del debate. Este gobierno puso, como nunca, todos los temas del país en discusión como ningún otro.

JPM: Sin dudas, sin dudas. No quiero ser un boludo quisquilloso (por lo menos, no uno quisquilloso). Lo que digo es que si diferenciamos el régimen de la opinión (donde todo tiene un lugar, y en esto no es nada menor el mérito del gobierno) del debate en serio nos vamos a encontrar con cuestiones que son verdaderamente difíciles de elaborar. Por ejemplo: ¿con quién y cómo se discutió el hecho tan cargado de consecuencias para todos nosotros de que la “salida de la crisis” se desarrollase en base a la exportación de dos o tres granos, en condiciones completamente impuestas por la especulación financiera a nivel del mercado mundial, cuestión que –agrego condimentos nada simpáticos, lo sé bien- posee implicancias sociales desastrosas (lo que es aún más claro si ampliamos la lente hasta incluir a las economías extractivas a gran escala, a cargo de grandes multinacionales y del estado nacional)? Digo, este tema no es un tema abierto a la discusión. Podes, desde luego, ensayar una “opinión” y, va de suyo que todos queremos tener una posición al respecto sea del tipo “no a la minería” o al contrario, una afirmación del “crecimiento con inclusión”, bancándote estos costos. Pero, de hecho estas opiniones en torno de las cuales surgen las mayorías y las minorías, no surgen de un debate profundo. Digo ¿no había opciones? ¿hoy no podemos pensar opciones? Y no es sólo el tema de la soja, repito, son todos los problemas políticos de fondo.

Les doy otro ejemplo más indisimulablemente político: ¿por qué las transformaciones que se hacen hoy desde el gobierno deben apoyarse sí o sí en la estructura del peronismo, en su poder sindical y territorial, si ya es bastante claro, para la cúpula que está hoy –afortunadamente- en el gobierno, que esta estructura es una parte fundamental del problema y no de la solución? La respuesta es sencilla: tal y como sucede con la soja, o con los planes sociales como modo de tratar la pobreza, hay estructuras que debemos aceptar, porque en los hechos se escapan a la discusión política. Se nos presentan hechos duros, inmodificables, que los que bancamos este proyecto nos habituamos a aceptar sin más. Surgen así verdades catastróficas de este tipo: sencillamente no se puede derrotar ni ignorar al peronismo, y entonces hay que admitirlo como base fundamental de apoyo. Y sabemos que no es gratis, ¿no?  Por eso, como les digo, todo esto no se pone en discusión, salvo como parte de las internas, de la tácticas chiquitas, la chicana. Y aclaro de inmediato que si pongo este tipo de ejemplos, que conciernen nuestro gobierno, es porque el resto de las expresiones políticas son demasiado patéticas, no vale la pena hablar de ellas.

JCA: -Aunque yo diría las cosas de otro modo, puedo entender en general lo que decís. Lo que no entiendo bien es cómo asumís tu papel en la batalla de las ideas, desde un espacio que no es “kirchnerista”, aunque vos sí lo seas, sin enfatizar que todos estos problemas que planteás se dan dentro de un proceso innegable de cambios muy positivos en el país y en la región.

JPM: -Sí, sí, por supuesto, en este ámbito estoy dando por sobre-entendido la importancia de los cambios que se dan en muchos campos, y que conocemos de memoria. Tal vez soy anacrónico, pero, como les vengo diciendo, yo creo en la crítica con respecto al propio espacio ideológico. Y lo cierto es que escribo, a pesar de todo lo que vengo diciendo, notas “de opinión” como cualquiera. Pero intento escribirlas sin inocencia, aportando una dosis fuerte de ironía ante tanta paparruchada que nos agobia. El texto que me interesa escribir es el que es capaz de forzar al máximo la veracidad del propio género de “opinión”, poniendo en cuestión –ojalá lo lograse- el valor y el prestigioso del que goza.

En los hechos, mi argumentación busca la apariencia de quien sigue todas las reglas la opinión calificada, que incluso logra anticiparse a ella (como pasó hace poco cuando Beatriz Sarlo hizo referencia a un texto mío), pero por debajo y en el fondo la apuesta pasa por introducir la paradoja, y de introducirla a partir de radicalizar el propio juego de la opinión en el que estamos todos inmersos. Quizás sea un propósito algo triste y no pase de mostrar que en partes vivimos en un juego miserable. No me parece contradictorio con que en otros niveles pasen cosas muy positivas. Creo que vivimos un período “objetivamente fértil” y “subjetivamente estéril”, que muchos prefieren simplificar, llamándolo “apasionante”. Yo creo que hay un poco de ilusión en tanto apasionamiento.

JCA: Pero la pasión y la ilusión son parte de un nuevo clima, luego de tanto desánimo y frustración. Lo que decís me recuerda aquello del “pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad”…
JPM: ¡Es que estamos atrapados! Cuando pensamos libremente damos una falsa impresión de desanimo. No me parece justo. Aceptar esto es conceder demasiado a las posiciones de las que me estoy quejando. No es cierto que nos falte buena voluntad o ánimo optimista. Si de algo carecemos es de oportunidades reales en las que poner en juego todo el entusiasmo, y hasta el desparpajo del que somos capaces. Pero para eso hay que cortarla con toda esa mojigatería ideológica a la que uno debe someterse cuando habla en público, ¿no creen?
JCA: Lo que yo creo es que hoy el entusiasmo y la libertad no son abstractos, sino que parten de defender claramente el rumbo del gobierno…

JPM: Está bien, está bien, ¿ven? Es desalentador todo esto. También yo banco el rumbo del gobierno. No veo otro (y los que veo son horripilantes). En todo caso, tomo esta charla como ejemplo vivo de lo que digo. Lo que más me interesa, ahora, es buscar un lugar… ¿cómo llamarlo? Digamos, un lugar “inexistente”, desde el cual zafar de toda esta carga tan fastidiosa… yo quiero un espacio con suficiente libertad para sorprenderme de mis propias impresiones e ideas.

JCA: La verdad es que tu posición es bastante inclasificable…

JPM: -Me doy perfecta cuenta. Y de hecho, para mucha gente soy, o bien un operador del gobierno, o bien alguien que está en contra el gobierno (aunque nunca oculté mis simpatías por el kirchnerismo). ¡Y hasta se ha sugerido que mi nombre es falso, un pseudónimo! Gracioso sería que más que una persona de carne y hueso mi nombre tuviera un destino colectivo (“La Maccia”, por ejemplo). Pero lo entiendo, después de todo, mi vida, por fuera de mi escritura, no es más que la de un monotributista de provincias.

Sucede que me llevo mal con la cultura “progre”. En mi vida personal tomo posiciones firmes, pero no creo en eso de “tomar de la palabra” como modo de amplificar mi subjetividad. En este terreno –y espero que sólo en este- me siento más bien un liberal clásico. Para mi la palabra pública tiene que ser siempre crítica y nunca apologética. Y con relación a la escritura, les confieso que me repugna cuando se trata meramente de trasladar al texto de una opinión que se tenía de antemano. No veo dignidad alguna en esta tarea. Escribir es algo muy distinto, más vinculado con un proceso “involuntario” en el cual uno adquiere conciencia de quién es realmente y qué lugar ocupa en el flujo de la mente social. Creo que recordar que Sartre tenía este tipo de reflexiones sobre la escritura en relación a una libertad y no a una autolimitación de tipo moralista (no sé si luego él mismo no se habrá traicionado en esto).

JCA: En algunos de tus textos tomas a las generaciones como objeto de reflexión política. Si recuerdo bien, sostenes allí que tanto la generación que militaba en el 73, como la juventud que actualmente ingresa a la política arrancan con experiencias históricas primaverales, mientras que situás a la que protagoniza el 2001 –en  la que te inscribís- como “otoñal”…  ¿es así? ¿Los que tuvieron la experiencia de “militar contra el estado” hoy se sienten más proximidad con las cacerolas que del kirchnerismo?

JPM: Aclaro que mi generación es la de los “setentas”, la de quienes nacimos en los setentas. Somos los hijos de la década loca y siniestra de la de historia nacional. Mi generación, que hizo su bautismo luchando contra el poder, contra el estado (la dictadura, la impunidad, el estado neoliberal) no puede ser hoy cacerolera. Es algo que no logro entender. La palabra “dictadura” es demasiado importante como para que quede en manos de los descerebrados que “toman la palabra” y usan las redes sociales pidiendo “libertad”.

Estoy convencido, y lo escribí en mi última nota, que para nosotros lo político es totalmente inseparable de una larga reflexión sobre la relación entre capitalismo y dictadura, un tema clásico –muy caro para Lenin, que para mí sigue siendo el gran maestro de la política- que estamos obligados a pensar en nuevas condiciones. En ese artículo me pregunto si nuestra cultura política ligada al rechazo de la dictadura y de todo autoritarismo (Hebe y Foucault, digamos), es un capital a reactivar para enfrentar o, al contrario, un nuevo lastre que nos impide asumir los nuevos problemas.

¿Sigue siendo el del terror el fundamento de la hegemonía del capital y de las finanzas? ¿O debemos abandonar definitivamente esta tesis leninista, con rumbos desconocidos asumiendo, por ejemplo, como hoy dicen muchos, que el mundo neoliberal o post-neoliberal va dejando atrás el núcleo duro de la violencia, el autoritarismo y la dominación? No veo que se pueda comprender el significado histórico que tiene el kirchnerismo para mi generación sin ensayar alguna idea –aun si provisoria- respecto de de estas cuestiones.

JCA: Mientras te escuchaba pensaba que por momentos ligas tus comentarios a la crítica de las izquierdas al kirchnerismo (que es banal, que es falso) y por momentos pareces tomártelo muy en serio, como el síntoma real de este presente. 

JPM: Es que el momento actual es el de una mezcla muy extraña entre motivos muy caros, muy profundos e importantes con una dosis impresionante de banalidad, también en los actos de gobierno. Muchas veces me pregunto de dónde surge este sentimiento de que todo es tan trucho, y no encuentro una respuesta acabada: ¿surge del modo de apelación a la juventud? Es evidente que, como decíamos antes, es un tema –el generacional- bastante clave y bastante patético por momentos; ¿proviene del contraste entre una retórica militante y una contraparte que se revela (como decirlos…) de una fuerte subjetividad consumista?; ¿o procede más bien del hecho de que banderas como la de los derechos humanos quede en manos de cuadros del PJ? Seguramente es una mezcla de todo esto.

JCA: Bueno, vamos terminando, esperamos que te hayas sentido cómodo, ¿querés agregar algo más?

JPM: -No, sólo decir que para lo difícil realmente jodido de esta época es que para hablar de estas cosas tenés que inventarte un personaje. Porque siempre va a pesar sobre vos la pregunta ¿“desde donde hablás”? Y yo detesto la identidad personal como lugar de elaboración política. No creo en la coherencia, sino en la inspiración. Creo que somos unos cuantos los que vivimos estos años haciendo de nosotros mismo una máscara. Nietzsche –y parece termino como empecé, recordando textos mal leídos hace demasiados años-  hablaba de esto, creo. Una máscara es un falso rostro que no esconde debajo nada auténtico. Lo único que importa en el enmascarado es la mutación de los rasgos que habilita. Y al final la máscara, que pretendía ocultar bajo unos rasgos inconmovibles una forma demasiado débil para exponerse por sí misma, acaba siendo ella misma el objeto de la mutación, la fisonomía alterada. Y todo esto sólo puede decirse con humor, con sano humor.         

Imágenes Paganas

Por Diego Valeriano 


Cruzo la plaza rumbo al Pago Fácil. Veo gente amontonada en las escalinatas de la Catedral: cada vez son más. Cuando vuelvo unas doscientas personas festejan la buena nueva. Flamean algunas banderas vaticanas. Los autos que pasan tocan bocina en señal de  apoyo. 

Me llama un amigo de La Cámpora y me dice: «¿Viste que hija de puta la derecha? Poner a Bergoglio… ¡Cómo odian a Cristina!». En ese instante suenan unos petardos: eran los pibes de la Juventud Católica que le estaban poniendo onda y cotillón a la cosa. 

Decido cortar con mi amigo y me meto entre la gente para escuchar qué decían. Todos contentos, muchos se conocían de misa: llegaban, se abrazaban, gritaban, se reían de los K y deslizaban algún comentario contra los homosexuales. Querían esbozar algún cantito, pero claramente no es lo suyo. Pensé que si me ponía a cantar «Ole, ole, ole, ole, ole, ola y el aborto no lo tienen nunca más» mas de uno se habría enganchado, pero no les quise dar ese gusto.
A los veinte minutos y bastante aburrido, decidí hacer tiempo chusmeando las redes sociales y me divertí bastante. Los mejores son los troskos: uno declaraba orgulloso que admiraba a Altamira, porque era el único político argentino que se oponía a la designación de Bergoglio. En ese momento siento algunos gritos y veo que se arma tumulto. Entre las personas salen corriendo dos pibitos, de no mas de 12, con la mochila de un fiel creyente que descuidó sus cosas. Bajan las escalinatas tras de ellos tres jóvenes claramente rugbiers. A los veinte metros los alcanza y mientras recuperan la mochila, le pegan una buena paliza. Mi indignación hace que me vaya de la catedral y decido meterme en un bar a tomar un café con leche reparador. La tele clavadísima en TN, que tiene una super cobertura, me permite enterarme de que Francisco era jesuita como los de la peli La Misión.
Apuro el café con leche y encaro de vuelta la calle: mientras puteo la fresca que avisa el fin del verano, pienso que, en el fondo, siento cierta simpatía con que un argentino llegue a algo tan groso.

Habemus Runfla

 por Valeriano


Tres gambas al Jefe de calle le tuvo que poner Ricardo para poder vender frente a la Catedral, tres violetas antes de empezar, a eso de las 11 de la noche del lunes. Y sabía que si veían que le empezaba a ir bien antes de las 3 le iban a pedir otros 300 mangos.
 ¿Qué puedo trabajar en la Catedral?
El viernes a la noche Ricardo llamo a Pablo, su contacto cuando necesita  cualquier cosa para vender. 
              
  Fijate hermanito, tienes banderas, camisetas de San Lorenzo, calcos y pósters.
A las 6 de la mañana del sábado se subió al Sarmiento, se bajó en Flores y se tomó el bondi para el Bajo.  Recibió un mensaje de Pablo: que no lo podía ir a buscar a la esquina, que lo esperaba en su casa.  En la entrada le dijo a unos de los pibes que iba para lo de Pablo y le hicieron una seña para que pase. Caminó por Bonorino justo a la hora en que todos salen y se metió en el pasillo que lo lleva a lo de Pablo. La casa era un depósito donde se guardaba hasta lo imposible: bolsas, cajas, cosas sueltas. Tardo bastante en encontrar lo de Ricardo, por las dudas le iba ofreciendo otras cosas.

 ¿No quieres unos póster o unas banderas?

Encontró la bolsa con los calcos, pagó y salieron juntos hasta la entrada principal. A Pablo lo estaba esperando un paisano que había llegado hace unos días y que iba a pegar trabajo en una cocina. Se trepo al 132 como pudo y se volvió para Ituzaingo.

 Si querés laburar tenés que poner tres gambas.

-No tengo esa plata todavía.

 Problema tuyo.
Tenía esa guita encima por las dudas, pero le pareció excesivo lo que le estaban pidiendo. Quiso negociar, pero no le dieron oportunidad: tres gambas o a tu casa. Y le aclararon que no hinche las bolas porque le secuestraban la mercadería. Sobre el final de la charla el oficial se puso conciliador y le aclaró que era para que nadie lo jodiera.
A las 12 empezó a llegar mucha gente y las calcos con la cara de Francisco comenzaron a moverse. Las cobraba diez mangos y se los sacaban de la mano.  Observó que lo que mejor andaba eran las banderitas papales y se lamentó de no haber podido juntar unos mangos más para comprar, por lo menos, algunas. A eso de las dos se acerco a la parrilla que estaba sobre la avenida Rivadavia a comerse un pati completo.  

 ¿Cuánto te piden por poner la parrillita?

 Nada, es de los muchachos

A  las tres explotaba de gente. Cuando por los parlantes comenzó a escucharse la voz del Papa Francisco, se hizo un silencio emocionante, las miles de personas que estaban se unieron para escucharlo. El estallido, cuando terminó de hablar, fue similar al de un gol. Le arrancaron las calcos de la mano en muy pocos minutos. De diez mangos, las subió a quince y de quince, a veinte. Igual las vendió todas y lamentó no haber comprado algunas más.

  ¿Vendiste todo, papá?, le dijo el oficial con el que había hablado cuando llegó.  Mirá que si querés vender más son 500 mangos.

Roberto le sonrió, sin resignación ni odio. No tenía nada más para vender y se quería volver a su casa. Encaró caminando por Rivadavia, tranquilo, rumbo al oeste. 

Clinämen: Todo papa es político

Conversamos sobre cómo la asunción del nuevo papa puede modificar los horizontes políticos. El escenario mundial y el latinoamericano. El proyecto de una contención conservadora de lo popular. Las cúpulas de la iglesia y la dictadura en Argentina. El cristianismo como sustrato común.

 

http://ciudadclinamen.blogspot.com.ar/

Horacio González y Franciso I

por Diego Sztulwark



Estuvo relativamente interesante lo de Horacio Gonzalez (HG) anoche, con José Pablo Feinmann en TN/Clarín, discurriendo sobre el Papa Francisco. Es claro que Feinmann se ubica en una sintonía política mayor con relación al gobierno. Afirma sin rubor ni duda que no parece haber espacio a la “izquierda” del alineamiento Cristina-Francisco. Este es el punto difícil de asumir de este momento y ante el cual HG reacciona con gesto valiente. 

Su actuación de ayer, sin haber sido deslumbrante, fue muy ilustrativa. Primero se pasa el video en el que HG aparece en una reciente asamblea de Carta Abierta rechazando la táctica del oficialista Frente para la Victoria consistente en apoyar a Francisco para atraerlo a una política peronista (la ciudad apareció empapelada con un afiche -atribuidos, luego, al utra-oficialista Guillermo Moreno- con la cara de Bergoglio y la consigna “argentino y peronista”, epítetos históricos de la derecha peronista en relación a José Ignacio Rucci). 


Después, ya «en estudios», los conductores de “Palabras más, palabras menos”, Ernesto Tenembaum y Marcelo Zlotogwiazda, presentan la mesa, y se lo ve a HG vestido igual que en el video, lo que habilita la inevitable chicana: ¿“Vos siempre con el mismo saco y la misma camisa?” HG responde: “Debo confesar que acá (en TN) he tenido mis mejores derrotas, incluso referidas a la indumentaria”. Risas. 

Luego la argumentación. Se lo ve risueño, pero está bastante alarmado. HG no se desdice de lo dicho en la Asamblea de Carta Abierta, sino que, al contrario –en una actitud casi desconocida se afirma en un papel de tipo benjaminiano (“Aviso de incendio”): se dedica a sostener una voz de alerta, como si estuviese gritando: ¡Cuidado! ¡No todo giro táctico, aparentemente conveniente, conviene! 

La operación argumentativa en la que se embarca es compleja porque exige de aquellos a quienes se dirige una capacidad de entender, también, lo que no puede decir explícitamente. Que el juego de la “izquierda peronista” (¿dónde comienza y hasta dónde llega?) supone disputar las masas peronistas, sin mimetizarse con el contenido conservador que la “derecha peronista” le imprime. Lo que no se puede decir es que Perón mismo imprime este carácter conservador. Y no se lo puede decir (Cooke mismo no lo decía por escrito), porque se apuesta a que del lado de las masas, en sus luchas, surja otro principio de interpretación, capaz de darle al “amor a Perón” (haciendo del nombre Perón un significante vacío, según Laclau) nuevos contenidos morales. 

Lo que no se puede decir, pero que aún así es necesario escuchar en la argumentación de HG, es que incluso si Cristina debe visitar al Papa, las militancias populares no deben privarse de una muy seria discusión sobre lo que en esta situación está realmente en juego. Papa “argentino y peronista” equivale, para HG, a una confusión entre disputa táctica por las masas y disolución, en el desarrollo de esa táctica, de la diferenciación de contenidos morales respecto de esa “derecha peronista”, históricamente enaltecedora del mito de una argentina católica, a la que se le pide prestada la consigna. 

Cuando le preguntan por qué dice que prefiere a Ratzinger antes que a Bergoglio, cuando a todas luces pareciera ser que se trata de un paso progresivo en varios sentidos, la argumentación teológico-política de HG pierde vigor, o claridad, tal vez porque necesite de más tiempo para ser desplegada. Afirma que Ratzinger, en polémica con grandes intelectuales como Habermas y Kristeva, argumenta un Cristo que es estructura del mundo. Argumento conservador, dice HG, pero de mayor calidad teológica que el neofranciscano “camino de la iglesia hacia Cristo” proclamado por Bergoglio Papa. Entiendo que, según HG, Ratzinger, teólogo ultraconservador, encuentra una suerte de estructura divina del mundo y que, a su modo, trabaja a partir de esta versión inmanentista (que en alguno de sus artículos HG llama –para provocar, imagino- “spinozista”). Que la estructura del mundo sea Cristo supone que la iglesia debe dedicarse a conservar ese ser y a llevarnos a su encuentro, evitando nuestra perversión. Algo muy diferente al voluntarismo que pretende realizar un movimiento de “ir hacia algo» que, siendo el pueblo del que la iglesia se separó, sería objeto a alcanzar, botín a conquistar por vía del ejemplo y la evangelización. Iglesia pastor del ser y no poder pastoral como política dirigida a los pueblos. 

De este modo, lo de Francisco I sería, así, de menor densidad teológica, pero de mucha mayor peligrosidad política. Francisco es un militante, y un militante forjado al calor de la derechista Guardia de Hierro, es decir, en una estructura de cuadros especializada en los  hábitos de la conspiración que, en sus orígenes, pretendía sustituir a Perón, a partir –dice HG en sus textos de un ejercicio de mímesis con el lenguaje del mundo popular. Este sería el sentido de la tan festejada austeridad. Se trata de la gestualidad del político que va hacia el pueblo. De ahí su lenguaje llano, entrenado en años de militancia con el pueblo (el testimonio de La Alameda y de las familias de Cromañón, presentes ayer en el programa de TV, así lo confirman). Una iglesia, entonces, que dirige hacia su pueblo una iniciativa política. Ese pueblo, está claro, es el pueblo católico. El asunto no puede dejar de tener implicancias políticas directas para los pobres del mundo y en particular de América Latina. 

HG no se priva de insistir en que Bergoglio no ha dado respuestas a la rigurosa investigación que lo señala como responsable de la desaparición por varios meses, en la ESMA, de los jesuitas Yorio y Jalics. Ni ha contribuido a encontrar a los menores apropiados por los represores durante la dictadura. 

José Pablo Feinmann no comparte el argumento de Horacio, pero lo que le opone es de una pobreza, no precisamente, franciscana. Su posición, llamado a la disputa por la apropiación del Papa da pena por lo simple («Cristina marca una línea ‘este Papa tiene que ser nuestro, el que se gane este Papa va a ganar mucho, así que, muchachos, no jodan más con el pasado de Bergoglio, porque de aquí en adelante Bergoglio es Francisco y la derecha no nos lo puede sacar’”). Se trata de una suerte de versión aplanada de la disputa por la hegemonía a la Laclau (“disputar a Francisco”). 

HG aparece estos días con un rostro que sólo conocía por referencias indirectas (su testimonio en el libro La Voluntad; la lectura de un viejo prólogo sobre Gamsci y los arditi en clave nacional popular): el de un militante peronista de izquierda, tal y como se lo podría imaginar en el año 74, que sin perder sofisticación ni gracia hace de su temprana lectura de Gramsci un momento fundamental en la verdad de la historia y la política. Lo que exige, al político de oficio, una seriedad superlativa en la disputa por la conducción intelectual y moral de las masas. Concretamente y ante todo, no debe distraerse ni subestimar (esto también pertenece al propio Gramsci) el poder sutil del papado en el arte de combinar símbolos ocultado el poder de las fuerzas que en ellos se expresan. 

El militante es aquel que adquiere su destreza en las interpretaciones, porque se empeña en adentrarse en ese juego de comprensión de los signos que hacen sistema en el presente;  signos que forman parte de coordenadas de un mundo de disputas, de un carácter bélico, que no se reduce, pero que tampoco se entiende, sin incluir en él la acción directa y la violencia física.

Hay, en esta intervención de HG, una fuerte vocación hermenéutica y una honesta curiosidad por la dimensión teológica de la historia occidental. Es evidente el énfasis culturalista y politicista de muy alto vuelo (que bien haríamos en discutir) y la curiosa resonancia de viejos maestros (David Viñas, León Rozitchner), que seguramente no hubiesen participado de su apuesta al juego interno del peronismo, pero que se hacen presentes en el modo de tensionar lo político como una forma siempre desplazada la “guerra”. 

Esta presencia del tono disidente -que se venía manifestando en varias intervenciones de HG del último año- evidencian una conciencia de todo aquello que nos separa de los años setentas, así como del juego político que ya en esos años no pudo evitar una dura derrota. Situado en ese extremo-extremo, el profesor HG nos brinda, desde las entrañas mismas del  Grupo Clarín, la más conmovedora de sus clases sobre la inevitable atención que debemos prestar al mundo de los símbolos como momento central de una batalla (de “clases”) por la subjetividad de las multitudes.  

Huevos al plato y Militancia

por Valeriano


Puede ser por mis 42 y mi incipiente calvicie, puede ser por las mil derrotas y mi cinismo de fracasado. Mil motivos o ninguno tengo para afirmar que la militancia del 24 de marzo me tiene los huevos al plato.
La plaza se va a llenar dos veces hasta rebalsar de burócratas que nos dicen que son los Derechos Humanos; unos diciendo que están cumpliendo el sueño de los compañeros; otros que están continuando su lucha; ambos kioscando ideológicamente con los compañeros. También va a estar llena de militantes sueltos que cumplen con su cuota anual de compromiso callejero, para refugiarse el resto del año en Facebook.
A 37 años del golpe cívico/militar/eclesiástico (agregue usted, avezado lector, lo que le parezca); la plaza está cada vez más llena de obviedades. El 24 se ha convertido en el como si del arco ideológico que va de la centro- izquierda a la ultra-izquierda, incluyendo la izquierda peronista (hoy estética dominante). Cientos de miles se cargan de moral y en tono festivo salen a recordar, a luchar, a continuar, a decir, a saltar y cantar, a estar bien con ellos mismos.
Pero 37 no son pocos años: son muchos años de luchas y derrotas; pero también de convicciones y victorias. Como son muchos, muchas boludeces hemos tenido que escuchar en estos últimos tiempos.  Jode ver a Hebe meter, ante cualquier medida del gobierno, el sueño de sus hijos; o ser testigos de una discusión imbécil y sin sentido frente a un asado en la ESMA (viendo a un chabón que pasó por ahí, que fue torturado, compungido frente a Nelson Castro porque alguien hizo unos patys: ¡Horror! Patys y choris en la ESMA). Es tremendamente estúpido que no se pueda usar la palabra desaparecido porque algún comisario político y moral te va a corregir un “Che, me desapareció la lapicera”). Ofenden nuestra inteligencia las columnas de banderas rojas que nos vienen avisando, desde Diagonal Norte, que no se reconcilian con no sé quién, justo ellos que jamás estuvieron en la discusión. Harta ver a Estela de Carlotto enfocada cada vez que Cristina habla como garante moral del gobierno; ejemplos tenemos miles y seguramente a cada uno de los pocos que lean esto se le viene alguno ahora mismo).
Un amigo mio me contaba el otro día que tuvo que ir al Olimpo, no sé bien por qué, y que al entrar vio a un grupo de unas diez personas que, se enteró más tarde, eran una especie de militantes de 678. Al salir de la reunión que tenía, justo al pasar cerca de la asamblea seisieteochista, escuchó que comenzaban a gritar “30 mil compañeros…”.
Y como si fuera, poco hoy por hoy, las redes sociales multiplican hasta el hartazgo la imbecilidad militante.
Pero creo que mis huevos al plato con el venticuatro de marzo no se deben ni a mi claro envejecimiento; ni mucho menos a los boludos sueltos que polulan por ahí; ni a la utilización que hace el Kirchnerismo, o a la utilización que hace cualquiera.  Se debe a que se ganó.
A 37 años del golpe podemos decir que la verdad, la memoria y la justicia prevalecieron en nuestro país. Por supuesto que faltan cosas todavía y que siempre hay que estar atentos. Oca, pero la lucha principalmente de Abuelas, Madres e Hijos después (ciudadanía popular) dio claro resultados. Ganaron. Ganamos.
La Marcha del 24 es, entonces, la disputa por el contenido de la victoria. ¿Quién se queda con la Copa? Y eso me llena tremendamente los huevos. La marcha del 24 es un compendio de obviedades, de clichés, de simulaciones. Lo único bello y rescatable son las miles y miles de pibas y pibes menores de 23 que van felices a la Plaza.
Por lo expuesto, señor lector, quiero proponer que no se haga más la Marcha del 24 de marzo: fuimos valerosos en la lucha y la derrota; no seamos imbéciles en la victoria. ¿Usted cómo la ve?

Urgente: Comunicado de Prensa


Hace unos días nuestro querido colaborador Juan Pablo Maccia sufrió un agudo accidente cardiovascular que, aunque conciente, lo mantiene internado en Terapia Intensiva en un nosocomio de su Santa Fe natal,
 razón por la cual se verá mermada significativamente su actividad periodística.

En un correo que lleva su firma (junto a la socarrona expresión “el convaleciente”), Juan Pablo nos hace saber que se encuentra estable e incluso dichoso “de haber sobrevivido al tironeo de la Huesuda”. Cuenta que el médico que lo atiende atribuyó su afección al “modo de vida occidental”, y que no le parece casual que el ACV haya sobrevenido mientras escribía –perturbado y no exento de rabia–Sotanas de Hierro, la biografía no autorizada de “Papa argentino”, donde revela las andanzas de Jorge Mario Bergoglio durante los primero años ’70.

En menos de un año Juan Pablo se ha convertido para nosotros en una figura entrañable: en su homenaje publicamos una de sus mejores piezas, la entrevista que le hicieran desde la Juventud de Carta Abierta a principios de este año.

Esperamos, compañero, tenerlo pronto con nosotros nuevamente.


***


La política se arruina cuando se hace de la opinión un negocio



Durante el mes de febrero la Juventud de Carta Abierta organizó una serie de encuentros para charlar de forma abierta con militantes e intelectuales que sostienen diferencias amables con el kirchnerismo. A continuación publicamos el encuentro con Juan Pablo Maccia. Agradecemos la gentileza del envío a Ricardo Foster.


JCA.  -¿Por qué publicar hoy en un blog, en tu cao Lobo Suelto!, y cómo definís tu apuesta por la comunicación política en el actual contexto de la “batallas de las ideas”?

JPM: -Lo único que retengo de mi paso frustrado por la carrera de comunicación, en Rosario, es lo siguiente: que la comunicación es el peor de los clichés. Que pasa por ser la respuesta a todos los males cuando en realidad se trata del más pesado de los lastres. Esto funciona, sobre todo, para el discurso que se quiere político. Lejos de toda pretensión de comunicar algo del orden de las imágenes y los sentimientos (eso que hoy pasa por lucha “hegemónica”) apuesto por la paradoja y el simulacro dado que sólo encuentro verdadera fiesta en la incomunicación. Eso es lo que extraño del 2001 y de ciertos momentos excepcionales del gobierno de Néstor: un escenario político en el cual felizmente teníamos poco y nada que decir y todo por experimentar en el nivel de la creación de lazo, de imaginación, de economías en diversos órdenes.

Es cierto que hoy publico principalmente en medios electrónicos, blogs y diarios digitales, de hecho en este momento es mi única actividad pública, pero éste es para mí un fenómeno muy nuevo. A fin del año pasado escribí sobre  un extraño libro llamado Posthegemonía, de un tal Jon Beasley-Murray, que aporta una argumentación que me interesa mucho. Él dice que está harto –y lo dice de un modo realmente muy sencillo pero verdadero– del carácter culturalista con que se recubre la política “populista”, en el sentido positivo con que se usa hoy entre nosotros el término. Él se pronuncia por un retorno a los afectos y a los hábitos (es decir, una dimensión ajena a la representación), como lo real de la política.

Lo que me gusta de esta posición es que se interesa por la política fundada en las intensidades. Y que confía mucho menos en el aspecto retórico. No se trata de una desconfianza ingenua de la lengua, sino de una nueva atención a la sensibilidad y a los problemas que surgen de la estructura material de nuestras sociedades antes de ser organizados por el régimen mediático y representativo. Creo que, contra lo que dicta la actual profesionalización de las militancias, una sensibilidad de este tipo requiere de mucho laburo, de pensamiento en serio, cosa que la mayoría de los intelectuales públicos más talentosos han ido abandonando en favor de un tipo mucho menos interesante de intervención, ligada a un ideal de la batalla política puramente argumentativa, pseudo-belicista, muy verbal y excesivamente preocupada por cuestiones de estilo.

JCA: ¿Y cómo concebís entonces el compromiso político en tu tarea?

JPM: -Lo que yo siento, la verdad, es que buena parte de los intelectuales, así como una mayoría de los militantes y del público “comprometido”, dan vida a una formidable división ideológica, muy importante por razones que todos conocemos, pero que por desgracia tiende a agotarse casi exclusivamente en el reino de la opinión. Encuentro que en el presente lo importante es mostrarse con una opinión. Es la gran satisfacción. La opinión política se ha convertido en la actualidad en uno de los códigos sociales más difundido. Es una gran novedad, digo, el hecho de que el discurso político funcione según la los requerimientos de una ecuación mercantil del tipo: tener una opinión = tener una identidad. Es como tener un valor propio para circular. Y ojo que no es una boludez, se invierte mucho esfuerzo en todo esto, en adquirir una opinión, en confrontarla, en defenderla a muerte. Lo curioso de todo esto es que la opinión nunca implica una práctica. Las prácticas han desaparecido bajo el rubro emergente de la pura opinión. Creo que la política está en problemas cuando se reduce a este juego.

Respondo más directo, entonces. Me interesa la política, desde ya, pero la política es para mí, si se me disculpa el exabrupto setentero, “creación y lucha”. Cuando digo que la política se da en el nivel de las prácticas hablo, como es lógico, de las prácticas inseparables de la cuestión del poder. No me interesa demasiado el discurso del que “sabe” de política, el discurso que en definitiva tributa a la cosa universitaria. Menos aún el discurso periodístico, que se ha vuelto muy pobre. En fin, no me siento contento con las retóricas que hoy nos gobiernan, porque las veo animadas por una tendencia muy despolitizante.

JCA: -Es extraño esta afirmación en un período de politización tan intensa, sobre todo de la juventud… 

JPM –Pero es que justamente desconfío de lo que hoy se llama “politizarse”. Al contrario de lo que se suele escuchar y leer casi en todos lados, mi impresión es que la política surge de los conflictos materiales de la vida en su conjunto. Y si bien la retórica es parte de cualquier política (y no dudo de que, efectivamente, vuelve a existir hoy un condimento político en los discursos sociales) no me resulta admirable el hecho de que la verba del sujeto político se autonomice, se aparte a tal punto de los problemas que van surgiendo, del modo en que surgen, digo. Los problemas políticos son sobre todo de mucha complejidad y están ligados a problemas como el trabajo, la infraestructura, la tenencia de la tierra, el tipo de tecnologías a las que tenemos acceso, la imagen de felicidad y de desarrollo (es decir, de bienestar) que estamos consumiendo, en fin, toda una gamas de cuestiones que son inseparables de un enfoque a fondo de lo que podemos seguir llamando, ¡por qué no!, la lucha de clases.

JCA: -No comparto tu desprecio por la opinión… me hace recordar lo que dice Rancière del “odio a la democracia”.

JPM: -No tengo gran simpatías por el señor Ranciére (como sabrán, hace poco se pronunció en contra de la re-relección presidencial con una irresponsabilidad que, en definitiva no debería sorprendernos tanto). Pero vuelvo, entonces, a la opinión. El punto, para mí, es que la opinión deja de ser la sustancia común de la democracia cuando es trabajada al modo del mercado. Yo rescato totalmente la opinión como expresión genuina de las pasiones, de la capacidad de deliberación entre iguales, pero creo que hoy no debemos ser ingenuos con el modo en que funciona el “régimen de la opinión” como parte de una administración comercial muy desarrollada.

En este contexto, me parece que hay que dejar atrás toda una épica del “dar la palabra”. El periodista comprometido no tiene nada ejemplar que hacer o decir, sino que su valor depende de su capacidad para participar de modo sensible (es decir, inteligente) en el  enhebrado colectivo. Se trata hoy de devolverle a lo colectivo su capacidad de variación. Y para eso tenemos que enfrentar la estructura emergente del poder simbólico que pretende instalarse de forma ominosa e irreversible. Me refiero, de nuevo, al hecho de que la opinión se vaya transformando en una fuente –a veces muy notable- de renta simbólica, como parte de un mercado surcado por todo tipo de intereses económicos y afectivos que no tienen ya nada que ver con lo que me parece que es la interrogación política.

JCA: -Pero entonces, ¿qué sería para vos la política?

JPM: -Yo creo en lo que llamo “la interrogación política” como brújula de las militancias. No es nada raro, sino lo que pasa cada vez que los acontecimientos nos fuerzan a actuar sin libreto. Este tipo de virtuosismo sólo existe hoy en el kirchnerismo. Sin embargo su modo de existencia es paradojal: se nos ofrece cada día como espectáculo a la vez que se nos veda a nivel de la experiencia cotidiana (es el sentido de programas como 6, 7 y 8, que todos los días nos cuentan muy pedagógicamente qué pensar ante lo que pasa).

Pensemos nomás en lo que pasó durante este verano. Es más fácil hablar sobre la Fragata, o sobre el escrache a Kicillof que sobre los saqueos, o sobre lo que Diego Valeriano viene llamando el “capitalismo runfla” (piensen, sino, en lo que sucede estos días con la violencia narco y policial en los barrios del Gran Rosario). Mientras que la primera serie de acontecimientos son “fáciles”, porque se nos dan de inmediato los recursos subjetivos para tratarlos –y por eso se habla y habla sobre ellos-, los segundos son mas jodidos, y por eso se los hurta del régimen de opinión (o se los manipula de modo indigno, como podemos ver a diario en medios como C5N, Radio 10, la señal de TN y Canal Trece, etc). Para mí, la militancia consiste en plantear desde abajo los verdaderos problemas. Son ellos los que nos hacen crecer, porque nos devuelven una imagen de nosotros mismos que no esperamos, que a veces no queremos, y, sobre todo, que arruina nuestro jueguito de la opinión-satisfacción.

JCA: Me parece injusto que digas que hay cosas que se sacan del debate. Este gobierno puso, como nunca, todos los temas del país en discusión como ningún otro.

JPM: Sin dudas, sin dudas. No quiero ser un boludo quisquilloso (por lo menos, no uno quisquilloso). Lo que digo es que si diferenciamos el régimen de la opinión (donde todo tiene un lugar, y en esto no es nada menor el mérito del gobierno) del debate en serio nos vamos a encontrar con cuestiones que son verdaderamente difíciles de elaborar. Por ejemplo: ¿con quién y cómo se discutió el hecho tan cargado de consecuencias para todos nosotros de que la “salida de la crisis” se desarrollase en base a la exportación de dos o tres granos, en condiciones completamente impuestas por la especulación financiera a nivel del mercado mundial, cuestión que –agrego condimentos nada simpáticos, lo sé bien- posee implicancias sociales desastrosas (lo que es aún más claro si ampliamos la lente hasta incluir a las economías extractivas a gran escala, a cargo de grandes multinacionales y del estado nacional)? Digo, este tema no es un tema abierto a la discusión. Podes, desde luego, ensayar una “opinión” y, va de suyo que todos queremos tener una posición al respecto sea del tipo “no a la minería” o al contrario, una afirmación del “crecimiento con inclusión”, bancándote estos costos. Pero, de hecho estas opiniones en torno de las cuales surgen las mayorías y las minorías, no surgen de un debate profundo. Digo ¿no había opciones? ¿hoy no podemos pensar opciones? Y no es sólo el tema de la soja, repito, son todos los problemas políticos de fondo.

Les doy otro ejemplo más indisimulablemente político: ¿por qué las transformaciones que se hacen hoy desde el gobierno deben apoyarse sí o sí en la estructura del peronismo, en su poder sindical y territorial, si ya es bastante claro, para la cúpula que está hoy –afortunadamente- en el gobierno, que esta estructura es una parte fundamental del problema y no de la solución? La respuesta es sencilla: tal y como sucede con la soja, o con los planes sociales como modo de tratar la pobreza, hay estructuras que debemos aceptar, porque en los hechos se escapan a la discusión política. Se nos presentan hechos duros, inmodificables, que los que bancamos este proyecto nos habituamos a aceptar sin más. Surgen así verdades catastróficas de este tipo: sencillamente no se puede derrotar ni ignorar al peronismo, y entonces hay que admitirlo como base fundamental de apoyo. Y sabemos que no es gratis, ¿no?  Por eso, como les digo, todo esto no se pone en discusión, salvo como parte de las internas, de la tácticas chiquitas, la chicana. Y aclaro de inmediato que si pongo este tipo de ejemplos, que conciernen nuestro gobierno, es porque el resto de las expresiones políticas son demasiado patéticas, no vale la pena hablar de ellas.

JCA: -Aunque yo diría las cosas de otro modo, puedo entender en general lo que decís. Lo que no entiendo bien es cómo asumís tu papel en la batalla de las ideas, desde un espacio que no es “kirchnerista”, aunque vos sí lo seas, sin enfatizar que todos estos problemas que planteás se dan dentro de un proceso innegable de cambios muy positivos en el país y en la región.

JPM: -Sí, sí, por supuesto, en este ámbito estoy dando por sobre-entendido la importancia de los cambios que se dan en muchos campos, y que conocemos de memoria. Tal vez soy anacrónico, pero, como les vengo diciendo, yo creo en la crítica con respecto al propio espacio ideológico. Y lo cierto es que escribo, a pesar de todo lo que vengo diciendo, notas “de opinión” como cualquiera. Pero intento escribirlas sin inocencia, aportando una dosis fuerte de ironía ante tanta paparruchada que nos agobia. El texto que me interesa escribir es el que es capaz de forzar al máximo la veracidad del propio género de “opinión”, poniendo en cuestión –ojalá lo lograse- el valor y el prestigioso del que goza.

En los hechos, mi argumentación busca la apariencia de quien sigue todas las reglas la opinión calificada, que incluso logra anticiparse a ella (como pasó hace poco cuando Beatriz Sarlo hizo referencia a un texto mío), pero por debajo y en el fondo la apuesta pasa por introducir la paradoja, y de introducirla a partir de radicalizar el propio juego de la opinión en el que estamos todos inmersos. Quizás sea un propósito algo triste y no pase de mostrar que en partes vivimos en un juego miserable. No me parece contradictorio con que en otros niveles pasen cosas muy positivas. Creo que vivimos un período “objetivamente fértil” y “subjetivamente estéril”, que muchos prefieren simplificar, llamándolo “apasionante”. Yo creo que hay un poco de ilusión en tanto apasionamiento.

JCA: Pero la pasión y la ilusión son parte de un nuevo clima, luego de tanto desánimo y frustración. Lo que decís me recuerda aquello del “pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad”…
JPM: ¡Es que estamos atrapados! Cuando pensamos libremente damos una falsa impresión de desanimo. No me parece justo. Aceptar esto es conceder demasiado a las posiciones de las que me estoy quejando. No es cierto que nos falte buena voluntad o ánimo optimista. Si de algo carecemos es de oportunidades reales en las que poner en juego todo el entusiasmo, y hasta el desparpajo del que somos capaces. Pero para eso hay que cortarla con toda esa mojigatería ideológica a la que uno debe someterse cuando habla en público, ¿no creen?
JCA: Lo que yo creo es que hoy el entusiasmo y la libertad no son abstractos, sino que parten de defender claramente el rumbo del gobierno…

JPM: Está bien, está bien, ¿ven? Es desalentador todo esto. También yo banco el rumbo del gobierno. No veo otro (y los que veo son horripilantes). En todo caso, tomo esta charla como ejemplo vivo de lo que digo. Lo que más me interesa, ahora, es buscar un lugar… ¿cómo llamarlo? Digamos, un lugar “inexistente”, desde el cual zafar de toda esta carga tan fastidiosa… yo quiero un espacio con suficiente libertad para sorprenderme de mis propias impresiones e ideas.

JCA: La verdad es que tu posición es bastante inclasificable…

JPM: -Me doy perfecta cuenta. Y de hecho, para mucha gente soy, o bien un operador del gobierno, o bien alguien que está en contra el gobierno (aunque nunca oculté mis simpatías por el kirchnerismo). ¡Y hasta se ha sugerido que mi nombre es falso, un pseudónimo! Gracioso sería que más que una persona de carne y hueso mi nombre tuviera un destino colectivo (“La Maccia”, por ejemplo). Pero lo entiendo, después de todo, mi vida, por fuera de mi escritura, no es más que la de un monotributista de provincias.

Sucede que me llevo mal con la cultura “progre”. En mi vida personal tomo posiciones firmes, pero no creo en eso de “tomar de la palabra” como modo de amplificar mi subjetividad. En este terreno –y espero que sólo en este- me siento más bien un liberal clásico. Para mi la palabra pública tiene que ser siempre crítica y nunca apologética. Y con relación a la escritura, les confieso que me repugna cuando se trata meramente de trasladar al texto de una opinión que se tenía de antemano. No veo dignidad alguna en esta tarea. Escribir es algo muy distinto, más vinculado con un proceso “involuntario” en el cual uno adquiere conciencia de quién es realmente y qué lugar ocupa en el flujo de la mente social. Creo que recordar que Sartre tenía este tipo de reflexiones sobre la escritura en relación a una libertad y no a una autolimitación de tipo moralista (no sé si luego él mismo no se habrá traicionado en esto).

JCA: En algunos de tus textos tomas a las generaciones como objeto de reflexión política. Si recuerdo bien, sostenes allí que tanto la generación que militaba en el 73, como la juventud que actualmente ingresa a la política arrancan con experiencias históricas primaverales, mientras que situás a la que protagoniza el 2001 –en  la que te inscribís- como “otoñal”…  ¿es así? ¿Los que tuvieron la experiencia de “militar contra el estado” hoy se sienten más proximidad con las cacerolas que del kirchnerismo?

JPM: Aclaro que mi generación es la de los “setentas”, la de quienes nacimos en los setentas. Somos los hijos de la década loca y siniestra de la de historia nacional. Mi generación, que hizo su bautismo luchando contra el poder, contra el estado (la dictadura, la impunidad, el estado neoliberal) no puede ser hoy cacerolera. Es algo que no logro entender. La palabra “dictadura” es demasiado importante como para que quede en manos de los descerebrados que “toman la palabra” y usan las redes sociales pidiendo “libertad”.

Estoy convencido, y lo escribí en mi última nota, que para nosotros lo político es totalmente inseparable de una larga reflexión sobre la relación entre capitalismo y dictadura, un tema clásico –muy caro para Lenin, que para mí sigue siendo el gran maestro de la política- que estamos obligados a pensar en nuevas condiciones. En ese artículo me pregunto si nuestra cultura política ligada al rechazo de la dictadura y de todo autoritarismo (Hebe y Foucault, digamos), es un capital a reactivar para enfrentar o, al contrario, un nuevo lastre que nos impide asumir los nuevos problemas.

¿Sigue siendo el del terror el fundamento de la hegemonía del capital y de las finanzas? ¿O debemos abandonar definitivamente esta tesis leninista, con rumbos desconocidos asumiendo, por ejemplo, como hoy dicen muchos, que el mundo neoliberal o post-neoliberal va dejando atrás el núcleo duro de la violencia, el autoritarismo y la dominación? No veo que se pueda comprender el significado histórico que tiene el kirchnerismo para mi generación sin ensayar alguna idea –aun si provisoria- respecto de de estas cuestiones.

JCA: Mientras te escuchaba pensaba que por momentos ligas tus comentarios a la crítica de las izquierdas al kirchnerismo (que es banal, que es falso) y por momentos pareces tomártelo muy en serio, como el síntoma real de este presente. 

JPM: Es que el momento actual es el de una mezcla muy extraña entre motivos muy caros, muy profundos e importantes con una dosis impresionante de banalidad, también en los actos de gobierno. Muchas veces me pregunto de dónde surge este sentimiento de que todo es tan trucho, y no encuentro una respuesta acabada: ¿surge del modo de apelación a la juventud? Es evidente que, como decíamos antes, es un tema –el generacional- bastante clave y bastante patético por momentos; ¿proviene del contraste entre una retórica militante y una contraparte que se revela (como decirlos…) de una fuerte subjetividad consumista?; ¿o procede más bien del hecho de que banderas como la de los derechos humanos quede en manos de cuadros del PJ? Seguramente es una mezcla de todo esto.

JCA: Bueno, vamos terminando, esperamos que te hayas sentido cómodo, ¿querés agregar algo más?

JPM: -No, sólo decir que para lo difícil realmente jodido de esta época es que para hablar de estas cosas tenés que inventarte un personaje. Porque siempre va a pesar sobre vos la pregunta ¿“desde donde hablás”? Y yo detesto la identidad personal como lugar de elaboración política. No creo en la coherencia, sino en la inspiración. Creo que somos unos cuantos los que vivimos estos años haciendo de nosotros mismo una máscara. Nietzsche –y parece termino como empecé, recordando textos mal leídos hace demasiados años-  hablaba de esto, creo. Una máscara es un falso rostro que no esconde debajo nada auténtico. Lo único que importa en el enmascarado es la mutación de los rasgos que habilita. Y al final la máscara, que pretendía ocultar bajo unos rasgos inconmovibles una forma demasiado débil para exponerse por sí misma, acaba siendo ella misma el objeto de la mutación, la fisonomía alterada. Y todo esto sólo puede decirse con humor, con sano humor.      

El consumo libera: seis hipótesis sobre el pasaje del viejo neoliberalismo excluyente al nuevo capitalismo runfla (que lo incluye y supera)

por Diego Valeriano

1. Durante la primera década de este siglo, y en paralelo con la crisis del capitalismo europeo, amplias capas de los sectores populares del mundo urbano (de Argentina y de otros lugares del mundo) viven un ciclo, favorable, de incorporación al consumo. Se puede pensar este nuevo acceso a la riqueza como parte de un proceso de liberación (y no, como reza la tradición “crítica”, como enajenación), a condición de definir con mayor precisión esta idea de “liberación”.


2. Con el aumento de consumo cambian los modos de sentir y de pensar, los vínculos, los modos de ser, de amar, de gozar y de morir. Se abren nuevas posibilidades y declinan los saberes tradicionales sobre cómo gobernar las poblaciones. Lejos de cualquier recaída en formas clásicas de organización, la acción colectiva se abre a un nuevo cauce, un tiempo inédito e imprevisible. De este proceso forman parte, muchas veces más allá de su voluntad, los más diversos actores, desde los sindicatos, ONG’s y organizaciones de base hasta vecinos que reclaman justicia y movimientos sociales aliados o no a los gobiernos.

3. El viejo neoliberalismo, aquel que producía exclusión social, fue destruido, antes que nada, desde abajo: esto es vivencia diaria para la inmensa población de la periferia. Sobre su cadáver se construyó, siempre desde abajo, lo que venimos llamando capitalismo runfla. Se trata de la fase nueva y superior del neoliberalismo, de raigambre popular e inclusiva. El estado, en concordancia con esta fase, despliega una retórica populista y toma medidas para sostener e intentar guiar este proceso.

4. Si nos animamos a plantear la liberación es porque el motor de este capitalismo “runfla” es el consumo de masas. Esto sucede, al menos por el momento, en buena parte de lo que en otra época era la periferia del sistema-mundo y en la actualidad conforma el formidable eje sur/sur (o corredor BRIC). La salud de este tipo de capitalismo depende, queda dicho, del acceso al consumo, auténtico motor político de estos procesos y de las transformaciones en curso. Es en este contexto que se pone en juego la posibilidad de la ruptura de lazos históricos de dependencia sur/norte en varios los planos (nacionales y regionales).

5. Este proceso de “liberación” hay que entenderlo de modo siempre relativo y como parte de un proceso en disputa. Es cierto que el mismo proceso que lleva al aumento del consumo puede ser interpretado como la base de nuevas dependencias (de tipo “objetivas”: mercado mundial, sistema financiero y tecnológico; y de tipo “subjetivas”, patrón de consumo, creciente subordinación del tiempo al mando ajeno para garantizar el consumo, etc.). Aún así, insistimos en el hecho de que en estos procesos se fortalece una vitalización de los pobres desde el consumo (por otro lado, largamente postergado). Los pobres, sin dejar de serlo (aunque tienden a liberarse, también, de este modo de categorizar de esa categoría) aprenden a explotar, en su beneficio, las jerarquías sociales. Y lo hacen, sobre todo, mediante la táctica de la transfiguración continua de los territorios hasta volverlos incomprensibles, inabarcables, irracionalizables. E Ingobernables (al menos, para los viejos saberes del arte de gobernar).

6. Esta fuerza que no se va a detener, esta “vitalidad de los pobres”, es confrontada desde múltiples ángulos: las estadísticas, la solidaridad, la reciclada “pobreza” franciscana (¿no es el énfasis en el “amor” cristiano un intento por reconducir lo que este proceso tiene de liberación?). Las batallas de este proceso de liberación son cotidianas y feroces. La confrontación crónica de los pobres con el aparato represivo estatal (y privado) va en aumento y por lo que se avizora no va a haber tregua alguna. En todo caso, el capitalismo “runfla” es inseparable de una generalización de micro-guerrillas urbanas, micro-políticas de la vida.

Clinämen: Poder financiero y dictadura

Conversamos con Bruno Napoli, historiador e integrante de la oficina de derechos humanos creada dentro de la Comisión Nacional de Valores para investigar el rol de dicho organismo durante la dictadura. A dos días del 24 de marzo, nos preguntamos por el lugar del estado y sus modos de vinculación con el poder económico.

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retomamos conversaciones empezadas
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todos los martes a las 11 hs. en la mar en coche / radio la tribu

les compartimos un breve archivo
de audios de la 2da mitad de 2012
y los primeros clinámenes de 2013
(el título linkea al audio)


Poder financiero y dictadura 26 de marzo de 2013
Conversamos con Bruno Napoli, historiador e integrante de la oficina de derechos humanos creada dentro de la Comisión Nacionalde Valores para investigar el rol de dicho organismo durante la dictadura. A dos días del 24 de marzo, nos preguntamos por el lugar del estado y sus modos de vinculación con el poder económico.

Todo papa es político 19 de marzo de 2013

Conversamos sobre cómo la asunción del nuevo papa puede modificar los horizontes políticos. El escenario mundial y el latinoamericano. El proyecto de una contención conservadora de lo popular. Las cúpulas de la iglesia y la dictadura en Argentina. El cristianismo como sustrato común.

La producción política de la catástrofe 18 de diciembre de 2012

Conversamos con Ángel Luis Lara, artista y activista español que vive en Nueva York, sobre los devenires de Occupy Wall Street y el surgimiento de Occupy Sandy, luego del paso del Huracán Sandy por los Estados Unidos, en octubre de este año.

Crear comunidad como forma de resistencia 11 de diciembre de 2012

Conversamos con Raul Gatica, activista, escritor, periodista y miembro del Consejo Indígena Popular de Oaxaca (CIPO) Flores Magon. Raúl es actualmente un organizador del movimiento de trabajadores campesinos golondrina en Canadá, en donde se encuentra exiliado.

Los afectos en política 4 de diciembre de 2012

Conversación intra-clinamen sobre la coyuntura política. ¿Hay una irrupción de los malestares y los miedos que está desplazando una política basada en la argumentación, los discursos y los intelectuales?

Cuando hablamos de seguridad 27 de noviembre de 2012

Conversamos con Quique Font, profesor de Criminología y política criminal de la Universidad Nacionalde Rosario, sobre la relación entre lo policial y lo político. ¿Qué pasa en las periferias? ¿Qué formas de conflicto y de violencia? ¿Qué pasa con los jóvenes?

Impunidad y bruteza 16 de octubre de 2012

Compartimos fragmentos de una conversación con Florencia Arietta, jefa de Seguridad del Club Atlético Independiente de Avellaneda. La disputa por la fiesta. ¿Qué pasa con los pibes? Impunidad y brutalidad, el ejemplo del crimen de Mariano Ferreyra. La trama de actores: la policia, la dirigencia de los clubes, los funcionarios públicos. Las falencias del progresismo en temas de seguridad.

Multitudes insondables 2 de octubre de 2012

Conversamos con Amador Savater, pensador y activista español, sobre los devenires del 15M y algo del aniversario de Ocuppy Wall Street. Luego, hicimos una pequeña incursión en la actualidad de los movimientos en Perú, con Juan Carlos Giles en el estudio.

Fanón y la lucha anti-colonial 11 de septiembre de 2012

Conversamos con el antropólogo Miguel Mellino sobre Frantz Fanon, pensador y activista de las luchas por la independencia de las colonias europeas, cuya vida y obra resonó en las militancias de izquierda de los años 70 en nuestra región.

El regimen político megaminero 14 de agosto de 2012

Conversamos con Horacio Machado Aráoz, docente e investigador catamarqueño, sobre el nuevo modo de gobierno que se genera mediante el cruce de los aparatos estatales y los agentes de las empresas extractivas en la región.
Conversamos con Tomás Palmisano, politólogo e investigador, sobre el modelo económico actual en Argentina y en la región. Cómo la mineria a cielo abierto, el agronegocio y la explotación petrolera pueden pensarse dentro de una misma dinámica económica, de caracter extractivo.

La ciencia con las asambleas en los territorios 3 de julio de 2012

Conversamos con María Comelli y Matías Blaustein de IPPM (Investigadores Populares sobre Problemáticas Mineras), un grupo interdisciplinario de investigadores y estudiantes de las Facultades de Ciencias Exactas y Naturales y de Ciencias Sociales de La UBA que trabaja junto a las asambleas contra la megaminería en el interior del país.

Darío nunca hubiese aceptado que a las familias les tiren con glifosato 26 de junio de 2012

Conversamos con Neka Jara y Alberto Spagnolo, que integraban el Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) cuando asesinaron a Darío Santillán y Maximiliano Kosteki en Avellaneda. Diez años después, desde el Movimiento de Colectivos, reflexionan sobre las formas de organización actuales y las demandas vigentes.

Cartografías políticas

Notas para la investigación política en el seno de las paradojas del post-neoliberalismo
Por Diego Sztulwark
Los conceptos son cócteles molotoff contra la realidad, armas con las que intervenir en el combate en el que todos estamos metidos
Santiago López Petit

1.      Tres nombres propios para describir una mutación

Partimos de tres términos imprecisos para describir un pasaje, un movimiento, unas circunstancias. Tomamos tres nombres propios bien conocidos del relato político argentino: los 90la crisis del 2001; y el modelo (de “crecimiento con inclusión”). Como sabemos, los 90 son recordados sobre todo como aquellos años en los que el “clima” propicio para los “negocios” (la apertura al flujo de capitales) socavó buena parte de la infraestructura pública y terminó por sumergir en la miseria a una buena parte de la población. Se trata de una síntesis parcial, pero contundente. Aquellos años fueron también los de una revolución capitalista en el agro en base a la incorporación de nuevas tecnológica, licencias, técnicas de gestión. Como veremos, no es este un dato menor.

La crisis del 2001 es recordada frecuentemente como una exposición general de las miserias y padecimientos que conlleva el neoliberalismo para las mayorías populares. La destrucción de puestos de trabajo, de derechos laborales, de mercados, de servicios sociales y de patrimonio estatal. Es cierto que el momento de la crisis coincide con la consolidación de nuevos movimientos de resistencia sindical y social, de una nueva y extendida subjetividad política. Pero por lo general, se acepta que la crisis del 2001 es un momento interno al neoliberalismo de los años 90, caracterizado como crecimiento con exclusión, desarrollo sin sensibilidad, puro movimiento de divisas incapaz de generar/distribuir nuevas riquezas. Desde este punto de vista, el valor de las luchas que emergieron durante la crisis es meramente negativo, pura impugnación. No poseen las claves para anunciar un nuevo tiempo, sino que disponen apenas de la fuerza suficiente para la clausura de un tiempo injusto.

Todas estas percepciones, memorias, concepciones pertenecen a la perspectiva actual, caracterizada como la de un período de transformaciones presentado como modelo de  “crecimiento con inclusión”. A diferencia de los 90, las retóricas del desarrollo del presente ya no se auto-representan como exteriores al mundo popular, a las razones de la comunidad. La idea de inclusión se ha vuelto fundamental. Más allá de la retórica que enfatiza en la reparación, en las políticas sociales y en la extensión del empleo, se verifica una ampliación de derechos vía ampliación del consumo. La articulación entre la exitosa inserción de la Argentina productora de alimentos y energía en el mercado mundial provee, mediación financiera mediante, de los recursos para la intervención del estado en políticas sociales. Y una nueva voluntad estatal, anclada en un contexto nacional, regional e internacional que la favorece, alienta la actividad económica como principal variable del proceso político en curso.

La situación ha cambiado respecto del pasado reciente. El sistema político se ha aproximado a lo social. Una nueva articulación entre política y sociedad se fue constituyendo luego del 2003. Más allá de los juegos artificiales entre oficialismo y oposición, del ejercicio retórico de críticos y defensores de la acción del gobierno, la sociedad ha gozado esta última década de un nuevo período de estabilidad, de consenso y convivencia sostenida en un ultra-activismo del estado, de la política, de la justicia, de la economía, de los medios.

2. ¿Adiós al neoliberalismo?

Vale la pregunta, entonces: ¿estamos dejando atrás al neoliberalismo?  Si prestamos atención a las retóricas gubernamentales así como a ciertos actores de peso en ámbitos diversos como el académico, de los derechos humanos, del sindicalismo, de las organizaciones sociales y de los medios de comunicación pareciera que sí, que la mutación se orienta en una nueva dirección. Esta impresión se consolida si echamos una mirada regional (la práctica de los nuevos gobiernos progresistas), e incluso internacional (el contraste entre la crisis de Europa, y la activación de una economía sur-sur con eje en el corredor BRIC).

Es desde todo punto de vista alentador verificar cómo las antiguas élites vinculadas a las dictaduras así como a la aplicación salvaje de las políticas promovidas por los organismos financieros internacionales parecen sumirse en la impotencia en aquellos lugares del mundo que aún gobiernan, mientras pierden su hegemonía en regiones enteras del planeta que se reapropian de su capacidad de autogobierno y de producir riquezas.

Cierto que surgen críticas, sino verdaderas luchas, que por lo menos relativizan la potencia de esta retórica post-neoliberal. A nadie se le puede escapar que la producción de riquezas, en nuestros países, depende siempre de una “neo-liberalización” de masas en lo que hace a las pautas de consumo. Lo mismo debemos decir respecto de los parámetros que articulan la exportación de alimentos, y energía.  

3. Nuestras paradojas

Encontramos, entonces, una serie de paradojas que vale la pena explorar,  y que tomamos en cuenta sobre todo en la medida en que afectan y determinan nuestros modos de vida y nuestras prácticas discursivas:

La conquista de una autonomía mayor en la región respecto del sistema imperialista normalmente representado por los EE.UU. coincide con una nueva integración subordinada en el mercado mundial. Esta inserción supone dinámicas violentas de mercantilización de la tierra, del régimen de producción y circulación de alimentos y de energía, con su correlato de padecimientos sociales en el campo (contaminación, destrucción de economías regionales, desplazamientos forzados de comunidades), y en la ciudad (contaminación, pérdida de calidad de alimentos, pérdida de soberanía alimentaria).

La constitución de una nueva voluntad política-estatal (que no se da sólo en la Argentina, sino que adopta diversas formas en la región y en muchas partes del mundo) ha resultado eficaz a la hora de reconocer actores y procesos históricos en el ámbito de la producción de derechos; de legitimar el sistema institucional y político nacional,  de incluir contingentes sociales en la ampliación de la esfera del consumo; de consumar procesos de inserción –sobre todo neo-extractivos y de producción de alimentos- en el mercado global; y de integración política regional. Sin embargo, su activismo no ha alcanzado a sustituir (ni por “arriba” ni por “abajo”) el poder de la razón neoliberal (Verónica Gago). Por arriba, porque los designios de los actores globales -tales como los mercados financieros y las grandes empresas multinacionales- no han sido desplazados por una nueva espacialidad social e institucional capaz de regular los procesos estratégicos (como la determinación de precios y regulación de contratos; la creación de dispositivos tecnológicos y pautas de consumo); por abajo, porque la ampliación del consumo y de derechos no ha venido de la mano de una nueva capacidad pública de comprender y regular las prácticas depredatorias ligadas a la promesa de “abundancia” (de la especulación inmobiliaria a las redes narcos;  de la economía informal a al lavado de dinero; del trabajo neo-esclavista, a la trata de personas).

Estas paradojas determinan las prácticas discursivas a la vez que se alimentan de ellas. Bien se concilia con las mismas admitiendo la complejidad con la que nos toca lidiar, bien se toma conciencia de las tendencias biopolíticas que ellas viabilizan (y que acaban por reconfigurar  la vida en común) y se las convierte en objeto de investigación política. 

4.      Tres orientaciones para la investigación política

El cambio de paisaje es evidente. Basta echar una mirada al mundo del trabajo, del campo, de los territorios, de los discursos intelectuales y políticos (Mezzadra). Sin embargo, la energía comunicacional, los debates de la esfera pública parecen agotarse en la lucha política inmediata en torno al control de la decisión política. La tarea de la investigación política queda relegada del debate público, y cae bajo sospecha de operar en función directa de esta disputa. De este modo, la primera víctima de la polarización política es la práctica del discurso político no especializado, aplastado por el sistema de la opinión, caracterizado por un lenguaje preelaborado por el mundo de los medios.

Esta es otra de nuestras paradojas: la ultra politización de la opinión (régimen periodístico, militante, jurídico, etc), acompañada de una pérdida relativa de la capacidad de elaborar lenguajes y preguntas de un modo autónomo. Llamamos investigación política a la invención de procesos de recuperación de potencia en relación con la capacidad de los no especialistas de elaborar preguntas, lenguajes, saberes sobre la existencia colectiva. 

Una primera orientación apunta a reconocer una disposición indispensable para la praxis de la investigación política: lo que podríamos llamar la “arbitrariedad” (palabra en la que insistía León Roztichner), es decir, las formas de la autorización que nos damos para advertir peligros. Para avisar sobre la connotación negativas que pueden tener determinadas prácticas, aunque nazcan de zonas queridas de nuestra propia experiencia.

Una segunda orientación fundamental refiere a la dirección de nuestra atención hacia lo que podríamos llamar, inspirados en la filosofía de Nietzsche,  las “zonas oscuras” de la existencia social, aquellas en las que se elaboran las fuerzas que luego nos afectan, y nos fuerzan a pensar. Esta dimensión opaca puede referir a zonas de la subjetividad, de la política y de la economía, a aquello escapa a la legalidad y a los umbrales de visibilidad instaurados por el régimen de la opinión (Guy Debord).

Una tercera indicación, que atribuimos a Foucault, tiene que ver con el método de la “problematización”, pretendidamente extra moral, que indaga en las mutaciones de las prácticas (prácticas discursivas) para evaluar tanto aquello que, en contacto con nuevas realidades, estamos dejando de ser, como aquello que estamos comenzando a ser. Con Foucault aprendemos a mirar más allá de la distinción legal/ilegal para captar dispositivos y diagramas.

Una cuarta observación surge de una enseñanza de la filosofía de Deleuze retomada por Jon Beasley Murray para la política. Se trata de tomar en serio el mundo de las intensidades, no sólo el de las significaciones discursivas. De poner en primer lugar “afectos” (y “hábitos”, es decir, articulación entre afectos), en contra posición con la inflación de “linguismo” que caracteriza a la idea de “hegemonía” o “batalla cultural” de las retóricas del llamado “populismo” sudamericano.  

Una quinta orientación de la investigación concierne a su propia vocación de participar de las formas actuales de politización (Rodolfo Walsh), referidas en muchos casos a las articulaciones menos visibles de lo que en un sentido amplio podemos llamar la “maquinaria” de gobierno de lo social (Félix Guattari) de producción de imágenes, gobierno de la moneda, soberanía en los territorios, gestión del consumo, etc.
5.      Semiología para un cambio de paisaje
Como enseña la antropóloga Rita Segato (La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez) la investigación política depende de una sensibilidad relativa a los signos. De hecho, oscuridad, nuevas fuerzas, peligros, nuevos fenómenos, son todas expresiones que requieren de un agudo sentido semiótico.

Efectivamente, procesos como la violencia dirigida a las mujeres, organizaciones de pandillas ligadas a la negocios que pueden alcanzar dimensiones globales, aceptación del “vitalismo” que acompaña al goce del consumo, la adrenalina del riesgo, son todos motivos de una fina comprensión de lo que ocurre en territorios en los que el neoliberalismo pulsa con las culturas populares, como lo indica la expresión “capitalismo runfla” (Diego Valeriano).

Se trata del mundo de la excepción permanente (Giorgio Agamben, Paolo Virno), en la que se conjuga hábito social, fuerza fáctica de los poderes y elaboración del derecho y las instituciones. Se trata también del gobierno de la producción de riquezas a partir de dispositivos financieros (Marrazzi/Vercellone). La hipótesis que intentamos abrir parte del hecho de que el poder del capital financiero es el de gobernar el mundo de la cooperación desde “afuera” (Negri), que esta exterioridad de la valorización capitalista respecto de los procesos de creación de valor del común (bienes, infraestructura, saberes) está en el corazón del sistema de la depredación.

Y a la inversa, que este mundo del común es también activa producción desacatada de imaginarios (Machete, Robert Rodríguez; Estación Zombi, Barrilete Cósmico).

Buenos Aires, abril de 2013

Clinämen: Conservadurismo populista y crisis de la hegemonía neoliberal


Conversamos con Osvaldo Saidón (médico, psicoanalista y escritor) precisamente sobre qué hacer con el «efecto Francisco»

http://ciudadclinamen.blogspot.com.ar/

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por Diego Valeriano


Agua, muchísima agua, el paquete de velas 20 mangos en Villa Elvira, cinco trabajadores esclavos que perdieron todo y tienen que pagarlo, Club Med; calles como ríos. Subiendo las cosas a la cama y después al armario y después se ahogan conmigo. Infinidad de gritos en la oscuridad, celulares última generación que no responden, redes sociales, cruzar nadando la calle para ayudar a la vieja que vive sola y los hijos nunca pasan a ver; una, dos, tres, cuatro horas y no para, autos flotando. Un chabón subido a un árbol en la plaza, sigue lloviendo, la 7 es un río tempestuoso que se lleva puesto todo. Paró, silencio, oscuridad. Los perros comienzan a ladrar, los chicos lloran y nadie duerme, el agua baja de a poco, solidaridad entre víctimas. Sale el sol y empiezan algunos saqueos, pocos, poquitos porque no quedo mucho, plasmas al lado de los cuerpos; bomberos, policías, municipales, militantes, funcionarios desconcertados. Aparecen más cuerpos, miles de miles de victimas, quince vecinos en la única casa de la cuadra con planta alta, gente deambulando, lagrimas, llantos, gritos de dolor; basura. Celulares que no andan, miedo, limpieza; aparecen más cuerpos, Facebook, rumores, me contó mi hermana que vive en Villa Motoro, solidaridad entre parientes. Macri, Bruera, Scioli, Cristina, Magnetto, Lanata; administración de las propias carreras; planes de emergencia, Twitter operando, medios operando, miedo operando. Dormir en el suelo, mandar los pibes a lo de un amiguito, no encontrar a la Tía. Agua potable y lavandina, bidón de cinco litros de agua de mesa a cuarenta pesos, Espadol y cagadera. Corte de calle, solidaridades; solidaridad oficialista, solidaridad opositora, volanteada convocando a la asamblea; colchones. Transformadores de Edelap, comida podrida en la heladera, comunicados de prensa, camiones de basura repletos que no pueden más, va volviendo la luz y quitando algo el miedo; gente que sale a correr, festeja cumpleaños y entierra a sus muertos. Marca a un metro setenta, rumores, especialistas, todos los muebles a la calle, olor que empieza a subir, gatos muertos, nenes que no aparecen. Gendarmería en los barrios destartalados de antes, hacemos un chino, militantes con todos los dientes entrando de pechito. Bandas con pecheras, bandas enfierradas, camiones repletos de mercadería que no llegan ¿Dónde compro merca? Solidaridad cristiana, solidaridad antipolítica en el club de rugby. Yo, yo y yo llevo la ayuda. Solidaridad televisada, oportunistas y calculadores. Hundidos y flotando, cagan a trompada a la peruana que vendía las velas a 20 mangos, reventa, cortes de calles, asambleas, clase media a la altura de la catástrofe, mezquindades, obviedades, asueto y bandera a media asta. Recolección de residuos, camiones y más camiones, ¿Por qué no paran en mi cuadra? Diputado oportunista dona su sueldo ¿a quién se lo dona? En la radio una señora lo felicita, termina el círculo. Panelista indignado, periodista se relame, cambio climático, ciudadanía movilizada feliz de hacerlo. Llamo a la radio y dejo el mensaje, posteo en facebook, puteo en twitter. Calculo infinito, desprecio por las víctimas, cada quien a su juego. Empezar de nuevo, todo a la calle, una mesa que trajo mi cuñada de Burzaco, una  tele que estaba en la pieza de Mateo; lo que más me duele son los libros, y también las fotos, si, si las fotos. Colchones que no hay, ropa que sobra; la ropa se seca, solidaridad con lo que sobra, solidaridad con lo que no se tiene. Dolor en el pecho, angustia y tristeza. Gimnasia empató y River le ganó a Racing: normalidad que comienza a salir a flote. 392 milímetros que no muestran nada nuevo.

La víctima, el político y el diluvio

por Marcelo Laponia y Diego Valeriano


“Sólo la victima descubre descarnadamente la ficción de la vida en sociedad, la victima ya sin nada que perder comienza un camino de restituciones y justicia, la victima deja de ser cómplice, a la víctima le cambia el escenario de su vida. Reconfigurando su futuro y sus temores”
I.
Desde el origen de los tiempos el diluvio depura, la catástrofe elimina a los injustos. El arca que preserva la vida ya no es la de Noé con sus animalitos, sino una fuerza movilizadora en torno a la víctima, que ha dejado de ser una figura pasiva para volverse el motivo más potente de movilización.
II.
La catástrofe es general porque además de la ruina de las vidas privadas lo que se destruye es el mecanismo mismo de hacer sociedad, de hacer ciudad. La catástrofe pone en descubierto que nadie está a salvo: ¡welcome to hell!
III.
Juan Cabandié –que no es precisamente una luminaria— fue quien vio más claro el asunto cuando dijo: “sin militancia, no hay estado”. Porque si un saldo, además de los muertos y los destrozos, dejó esta catástrofe es que las redes de solidaridad hicieron las veces de la “militancia”, y la militancia se convirtió en el dispositivo de emergencia para que el estado se haga –bien o mal– presente.
IV.
Entre los bienes destrozados conviene contabilizar también la idea misma de que el estado popular (en vías de desarrollo a tazas chinas) garantiza la seguridad de la población a través de la creación de infraestructura pública y de un cuidado pastoral sobre las vidas. Never in the puta life.
V.
Porque, al fin y al cabo, qué es la política sino el arte de someter a discusión aquello que no se discute. Así entendida (y tal como anotó esa tal Rosa Lugano), la política ya no existe entre nosotros. Hemos vivido en el pasado momentos intensos de política en los que los militantes inventaban organizaciones revolucionarias para tomar el poder del estado y acabar con las miserias estructurales, económicas y morales. Desde que esos militantes fueron derrotados política y militarmente quedó fuera de la discusión la propiedad de los medios de producción y apropiación de las riquezas. Incluso, bien obvio, el problema de la desigualdad. Siempre y cuando sostengas los niveles de consumo.
VI.
Desde entonces (salvo la irrupción de movimientos sociales de nuevo tipo en torno a la crisis del 2001) lo que hay espolíticos sin política. Los políticos hacen muchas cosas: por ejemplo, participan del espacio mediático y representativo. También asumen responsabilidades de gestión en ésta o aquella repartición pública. De allí que tengan discursos, equipos, imagen. Sin embargo, ninguno de esos atributos le es esencial. Un político puede cambiar de partido, de discurso, de equipos y de repartición pública.  Lo único que es real, en serio, para el político es su carrera (el self made man). Nada que reprochar en esto. Al contrario, este hecho elemental lo aproxima a personas que en las más diversas situaciones tienen también como real más verdadero su propia carrera (sea ésta en una empresa, en la universidad, en los medios, en el deporte, etc. etc.). Sin embargo, la carrera de un político es particularmente difícil: debe poner en juego surostro y exigir al máximo cuerpo, en especial para ascender; debe poder entrar y salir de todo tipo de discusiones. Pero, ante todo, debe “medir”: su dependencia de la imagen, de la encuesta, del mercado es implacable.
VII.
El odio a los “políticos” es demasiado fácil y está exageradamente difundido. Lo que se odia en el político son dos cosas. Una más evidente: se le acusa de que vela por el bien común con un ojo puesto en sus cálculos personales. Otra es más solapada: se le recrimina el no disponer de una voluntad suficiente para transformar la sociedad en un sentido de mayor justicia. La hipocresía que se agita en este tipo de odio es también doble: no solo porque se reniega del hecho de que todos nosotros somos parte de ese mercado post-político que se ilusiona y decepciona con los políticos, linchándolos cuando la desilusión es grande; sino además porque se espera del político una fuerza de cambio que sólo tendría si hubiese una fuerza popular colectiva en la que ya no creemos.
VIII.
El político debe saber de -y posicionarse ante- todos los temas: energía, matrimonio igualitario, ley de medios, despenalización del faso, reformas fiscales, vericuetos de la justicia y política internacional. Solo un tema le es ajeno: elrégimen de propiedad de la tierra, el control de los resortes de producción de riqueza, la invención de los modos dereapropiación de la riqueza. En esto el político se debe a su pueblo: si el pueblo no lucha, el político no se ilusiona con causas poco realistas que exigen demasiado esfuerzo.
IX.
En épocas en que no hay política la reflexión colectiva se aplana y el único vector consistente es el consumo. El consumo popular libera, moviliza, incentiva, asusta, forja aprendizajes. Aunque, sin duda, también condiciona (a nivel económico menos que a nivel del imaginario). La ausencia de política conduce, en este contexto, al encuentro catastrófico: consumo sin infraestructura del común.
X.
Bajo esas condiciones, sólo catástrofe hacer pensar: Once, Cromagnon, La Plata, pero también la inseguridad o la trata.En la catástrofe emerge la potencia de las víctimas.
XI.
No hay militantes revolucionarios. Hay políticos, a veces en alta, otras en baja. No hay más organizaciones sociales, sino kiosquitos en los territorios y redes de protagonismo basadas en una nueva ciudadanía popular profundamente vinculada a esta potencia de las víctimas.
XII.
Esa potencia hace las veces de diluvio purificador. Solo van a sobrevivir quienes en esas aguas se bañen. En ese poder redentor que hoy encandila se arropan las nuevas militancias,proyectando la imagen “bergogliana” de unos políticosnuevos que ya no tendrían por meta central sus propias carreras. ¿Será?
XIII.
En las calles anegadas hemos visto solidaridad, coraje y vidas runflas.

Sexo y política en Lugano

Por Marcelo Laponia


A partir de una involuntaria recomendación de mi viejo camarada Diego Valeriano he seguido con el mayor interés las tesis presentadas por Rosa Lugano en estas mismas páginas, así como las polémicas que éstas han generado entre sus sagaces lectores. A contracorriente de la tendencia politicista dominante en este tipo de intercambios, voy a enfatizar una perspectiva otra desde la que interpelar lo que se juega en estas escrituras vinculadas al peculiar momento político que estamos transitando.

Y lo hago a partir de la preocupación que me causa la “desatención” con las que son tratadas las cuestiones vinculadas al deseo y a la sexualidad en los debates que se vienen auspiciando. Como parte de una generación que vivió en carne propia la represión cultural y política (que son, obviamente, casi la misma cosa) no puedo sino llamar la atención sobre el riesgo –muy real a mi juicio– de insistir con un lenguaje irónico y un tono cínico que no hacen más que reproducir una cultura de muerte y de desapego afectivo que ya de por sí domina en la gramática de los grandes fenómenos de comunicación. Pero, ¿cuál es la tonalidad específica de nuestra generación? ¿Sobre qué signos –o sobre qué sentidos– se afianza?

El recordado Juan Pablo Maccia –a quien lamentablemente no he llegado a conocer más que por sus luminosos textos– escribió hacia el final de su vida sobre la fundamental cuestión de la represión en relación con las distintas generaciones. En ese sentido, los más jóvenes parecen vivir el fin de la violencia política ejercida por el Estado como una liberación absoluta. Sin embargo, no parece indagarse lo suficiente sobre el tipo de terror que produce el poderoso régimen neoliberal de circulación de las mercancías.

La circulación mercantil es, ante todo, un régimen de enunciados (Lacan lo llamaba el “discurso del Amo” o del “Capitalista”). Un régimen de enunciados y una disposición de los cuerpos y de las almas. Una reorganización de las voluntades y de las energías sociales e individuales. Es así como un nuevo tipo de servidumbre voluntaria comenzó a difundirse, sobre todo, entre los más jóvenes como resultado del proceso mediante el cual el capitalismo neoliberal aprende a ligar las búsquedas de un plus de goce con la máquina de la producción/circulación de mercancías. Y todo en nombre de valores tales como la libertad, la autenticidad y la creatividad. Este es el sesgo del Nuevo Amo.

¿Qué nos muestra la maquinal escritura de la bella Rosa sino, justamente, la impotencia del sujeto crítico –de la subjetividad política– ante la imposibilidad de “tomar el poder” de un destino colectivo orientado al goce de las multitudes? Melancolía pura. El objeto perdido no es sólo el de la política revolucionaria, sino el mismo discurso del saber –decía Lacan– universitario.

Los lectores de Lugano malentienden lo que está en juego cuando le piden, no sin cierta candidez, “ejemplos y demostraciones” a fin de hacer más consistente y persuasivo su discurso del saber. La malinterpretan cuando la creen decepcionada de un ideal estatal-desarrollista o cuando le espetan un izquierdismo abstracto que bordea lo reaccionario. Malheridos por una espina de su pétalo, equivocan el camino (porque lo sobre-politizan). Pues lo que se afirma en los textos de Rosa Lugano es la lógica femenina del No-Todo (que de Lacan a Adorno constituye un modelo potente de racionalidad contra la consistencia de lo fal(s)o-universal).

La escritura de Lugano (como ya evidenciaba hace mucho tiempo en sus maravillosas polémicas con Maccia) hace del discurso político una ocasión para desmontar esa totalidad ilusoria que sostiene la coherencia discursiva de lo político, junto a un irrefrenable deseo de huida. Es notable que los lectores que intervienen en la polémica no hayan destacado lo que a mi juicio es la gran enseñanza de esta aguda pensadora: el vínculo entre poder pastoral y sexualidad en la Tesis 11 (al margen, es demasiado obvio, Rosa, incluso infantil, el juego con aquella tesis 11 sobre Feuerbach en la que Marx llama a la praxis transformadora).
No pueden clausurarse estas reflexiones sin atender –aunque sea de modo sucinto– a los artículos de mi compadre Diego Valeriano. Con los matices del caso, creo que no se llega a apreciar tampoco aquí el papel jugado por el elemento sexual en lo que creo es, esencialmente, un discurso del deseo. Valeriano, lo conozco bien, es un perfecto perverso, en la medida en que su tentativa es la de destruir toda nostalgia crítica: esa a la que Lugano se apega para agujerear el Todo, para re-investir una realidad-Todo, afirmándola por entero y, a la vez, apaciguando lo que en ella hay de siniestro para revestirla de “vitalidad”. La fórmula principal, la insigne Vida Runfla, positiviza (masculiniza) y arma plenitud donde Rosa Lugano ubicaría la inconsistencias.

   

Los textos de Valeriano hablan de otro modo hasta constituirse en un intento de “fuga hacia adelante” (y no de repliegue o de huida hacia otra lógica): renuevan la realidad como fuente de goce. Su fuerza proviene del gesto viril de poner el pecho a la frustración narcisista (un intento de enmascarar la herida subjetiva, en medio la melancolía generalizada). Valeriano es una máquina libidinal de re-investimento sobre “todo lo que existe” (una versión potente de aquel viejo y deprimente “es lo que hay”) sobre fondo de un mundo des-erotizado, en el que escasea el vigor como rasgo estratégico de constitución subjetiva.

La astucia de Valeriano –su singular “perversión” – consiste, pues, en violentar los puntos de apoyo de la subjetivación crítica, acudiendo para ello a una –demasiado voluntarista, a mi juicio– hipostación de la “vida”.  El famoso vitalismo del mundo runfla: el consumo “libera” en la que se pierde lo rico –el No-Todo– de la operación de subjetivación: el corte que distancia y reorganiza las fronteras entre vida y lenguaje. No es sino la fragilidad en la que se mueve quien palpa y hace mundo en la inconsistencia de las cosas del mundo.

Esta subordinación sutil de lo simbólico a lo real tiene por meta eliminar el momento propiamente vaginal de la política. Borrar toda hendidura en lo real, todo no saber del lenguaje. Tal forzamiento (sin duda una vil violación) es lo que hay que desmontar. Su tarea apunta a dar por ya-hecho lo que la operación subjetiva debiera justamente poner en juego. Es la coartada última del perverso: la geni(t)al operación de Narciso-herido que hace del ultravitalismo el borramiento final de toda política femenina (de un goce no conocido).

Como se aprecia, lo que importa tras la apariencia del discurso político es la diferencia sexual. No quisiera excederme con el análisis emprendido. Continúo fiel al principio según el cual toda interpretación fuera de situación –terapéutica– equivale a una agresión. Sólo quiero indicar que los textos de Rosa Lugano (en contraposición con los de Valeriano), leídos como una política del deseo, dan en la tecla al permitirnos comprender nuestro presente en torno a la reanimación del “nombre del Papa”; así como nos permiten acceder a lo que se juega en la escena política fundamental de nuestro país en la cual una sensual-mujer-presidenta debe resistir los embates de un Padre cuya debilidad fálica lo conduce a sobreactuar un amor puramente espiritual.

Y, ya lo dijo Rozitchner, no es joda la figura del Padre que oculta su impotencia castrando a sus hijos: no es otra cosa que lo social afectando de castidad a las diferentes figuras del mundo político y penetrando con su mortífera vocación patriarcal a los pobres, esos sujetos que se han dedicado a gozar de estos años consumo y que hoy se intenta convertir –vía castración del espíritu– al amor-asexuado.

Creo que no debiéramos dejar pasar la ocasión para repolitizar la dimensión sexual del deseo que las militancias políticas –ellas mismas eunucas– debieran promover.

El problema del consumo en Diego Valeriano


(Subimos esta bien interesante reseña que nos envía el taller de Cartografías Políticasen el que, parece, se están discutiendo los textos de Diego Valeriano sobre Capitalismo Runfla).
Introducción
Analizamos una serie de textos de Diego Valeriano sobre capitalismo runfla, que es la fórmula con la que el autor se refiere a lo que pasa en los territorios luego de la transición de una situación de miseria hacia un contexto de cierta abundancia. La circulación de dinero trae aparejada un aumento de la capacidad de consumo, que Valeriano asocia a una mayor vitalidad en las periferias. El consumo, entonces, no queda automáticamente ligado al apaciguamiento y el control de los grupos sociales marginales, sino que introduce una complejidad que requiere ser pensada. 
Acerca de este nuevo escenario, la serie de textos sostiene las siguientes afirmaciones:
·          Hay una intensificación del capitalismo a través de la abundancia y no una “salida” del capitalismo.
·          La runfla reemplaza la organización social solidaria de la época de la crisis. 
·          Hay protagonismo de una ciudadanía popular centrada en la figura de la víctima.
·          La vida runfla es la instancia más activa en la lucha contra los ajustes del liberalismo económico.
Hipótesis
En torno a la vitalidad, Walter Benjamín dice en su “tesis IV” de Sobre el concepto de historia: “La lucha de clases es una lucha por las cosas burdas y materiales y sin las cuales no habrá las espirituales y refinadas… Pese a todo, estas últimas se encuentran presentes en la lucha de clases, pero no como la idea de un botín que gana el vencedor. En esta lucha están vivas en tanto que confianza, valentía, humor o astucia”.
A partir de esta cita, podemos preguntarnos si es pensable que aquella vitalidad que el marxismo preveía que se daría en la lucha de clases se esté dando hoy bajo la forma de una movilidad ligada al consumo. 
Decimos
·          No se trata de un fenómeno de inclusión en un modelo de las clases medias como producto de un ascenso social (vía consumo): aunque las clases bajas consuman más no ingresan al modelo cultural tradicional de la “clase media”. Esa topografía social (de lo alto- lo medio-lo bajo) se desacopla. Por eso, es muy impreciso hablar de “inclusión vía consumo”.
 
·          Cuando sectores antes postergados acceden al consumo, se genera una lucha por el sentido (por la significación) de los bienes, por los valores que traen asociados. Se abre una disputa que afecta al juego de la imagen de las marcas, por ejemplo. En este punto, el consumo puede ser democratizador.
·          Durante el primer peronismo hubo un acceso masivo de las clases populares al consumo. Habitualmente, este antecedente es narrado en términos de inclusión y de adquisición de derechos vinculados al mundo salarial del trabajo.
·          Para saber qué pasa en acceso actual al consumo quizás sea necesario mirar lo que sucede “antes” del consumo: ¿cómo se accede al poder de adquirir? Hay fuentes múltiples de ingresos: se llega al consumo a través del trabajo en blanco, en negro, ilegal; cobrando un plan social, una renta, un subsidio; o mediante el robo, el saqueo, etc. Un aspecto a tomar en cuenta cuando se busca una dimensión “emancipativa” está asociada al desacople entre consumo y trabajo.
·          Es posible pensar que la vitalidad asociada al consumo sea también una vitalidad que se genera a partir de una nueva productividad social, ya que las poblaciones de las periferias pasaron de una situación de exclusión del sistema de producción de valor a ser la franja más activa de la economía.
·          La tesis que asocia libertad y consumo (extensivo a sectores populares) pertenece a un neoliberalismo modificado, no-noventista. No hablamos de un neoliberalismo de austeridad y privatización (que avanza vía exclusión), sino de uno en el cual el consumo no es potestad exclusiva de las elites.
·          El caso argentino no es asimilable al neoliberalismo actual en los países europeos (similar al de los ‘90 en Argentina y al aún vigente en Chile). ¿Se trata, por eso, de un modelo no-neoliberal? ¿O estaremos en una “segunda etapa” del neoliberalismo (al que podemos llamar “post-neoliberal”)?
·          En la genealogía del capitalismo runfla ocupa un lugar central el peronismo, que, desde sus inicios, afirma el derecho popular al goce (al consumo) hasta entrelazar altos índices de consumo popular con legitimidad política del gobierno. En ese sentido, no se trataría de un desarrollismo de manual, en el cual el Estado piensa en términos estratégicos qué sectores potenciar para generar un tipo de crecimiento económico integral y sustentable, sino de una apuesta al crecimiento guiado por el derecho al goce para todos.  
·          Que la preocupación del Estado sea cómo hacer para asegurar que todos los sectores accedan al consumo genera la necesidad de sostener una velocidad de crecimiento, unas fuentes de energía, una determinada gestión de la divisa, del ambiente… En este contexto, la concepción de desarrollo deviene inseparable de una determinada concepción de la política.  
Próxima Reunión: Intensidades: afectos y hábitos en política
Materiales para la próxima: Prólogo y cap. 1 del libro “Poshegemonía”, de Jon Beasley Murray.
Taller Cartografías Políticas – partesnaturales@gmail.com

La clase media es el Otro

Por Diego Valeriano y Juan Pablo Maccia[1]


Todavía existe la política por el impulso constante de los sectores medios. De hecho, si no fuera por la clase media en este país no militaría absolutamente nadie. Nadie. 

Y esto se debe a que la clase media ostenta una moral superior basada en cuestiones estrictamente estéticas. Es esta moral la que le da fuerzas para entrar a la arena pública, para hacer vivir la política y para triunfar en ella. Ningún otro sector social se siente poseedor esas verdades, ni de los argumentos para confirmarlas.

Hay una cuestión de voluntad, claro: la clase media tiene ganas de militar, le gusta, lo necesita, cree que es importante. Discuten de política en las redes sociales, alzan la voz en las cenas familiares y tienen verdaderas peleas entre amigos de muchísimos años. La clase media crea y nutre, una y otra vez, cualquier ideología, le pone palabras e imágenes a cada grupo político que ande por ahí. 



Todos nosotros sabemos que la clase media es la clase que gestiona lo simbólico: los ricos controlan la riqueza y la vida runfla tiene lógicas que pasan por otros lados. La clase media es la que lee y escribe, la que comunica, la que administra los asuntos del alma y del sentido. La clase media se encarga de la ley, de la moral, de la literatura y de las ciencias. De la universidad, la universalidad y la cultura. La clase media es la clase que hace pedagogía, la que sabe y la que aprende. ¡Y la única con auténtica conciencia de clase! 

Se trata, en síntesis, de una clase que no quiere trabajar y que no tiene de qué vivir por fuera de esta gestión de los símbolos.

Por todo esto, la clase media es la clase del estado. Haciendo política hace estado y haciendo estado encuentra su verdadero destino en sociedad (La clase media sólo fue genuinamente anti-estatal cuando no hubo promesa de estado –entre el fracaso de la Alianza y los logros de Duhalde– que anticipaban ya al actual kirchnerismo, rebosante fiesta de la middle class).

Solo la clase media hace política, solo ella piensa en el otro, habla por el otro. Sólo ella vibra deseosa de representar a los otros. Habla que te habla de Trabajadorxs, de Niñxs, de Originarixs, de Justicia, de Pueblo, de Tercerizados, de Derechos Humanos, de Republica, de Soberanía, de Inclusión, de Patria, de Libertad. Hablan, ponen el cuerpo y se lukean

Así, hacer política queda siempre entre lo absurdo y lo heroico: lo absurdo se da en el modo de vestirse con la piel del otro, impostando y creyendo; lo heroico se da al jugarse por el otro hasta pagar con la propia vida. Lo que está en juego es el simbolismo en torno al cuerpo de la víctima: ir hacia ella y, en el límite, ocupar su lugar. Si la Patria es el Otro la solidaridad es la mejor de sus arma; y el sacrificio su ejemplo más extremo.

Las vidas runflas no hacen política, no les interesa perder tiempo en la fórmula del otro. La heroicidad o el absurdo son mucho más cotidianos: no es necesario salir a buscarlo afuera. Las vidas runfla se liberan de la política desde el consumo para no ser, siquiera, espectadores. 

La política es el Otro, esa es sin duda la mejor fórmula para la nación. El Otro es la categoría ética superior de nuestra política de clase media.

Clinämen: Soberanía, cristianismo y estado

 
Conversamos con Oscar Ariel Cabezas, profesor de Literatura y Cultura Hispanoamericana en University of British Columbia, sobre su libro «Postsoberanía. Literatura, política y trabajo».

Clinämen: «Por una economía al cuidado de las vidas»

Conversamos con Natalia Quiroga Díaz, economista e investigadora en temas de economía feminista y economía social, sobre la actualidad en la región: desarrollismo y extractivismo, capitalismo y patriarcado,  mercadocentrismo, economía popular.

Clinämen: ¿Estamos ante la apertura de una etapa poschavista?

Conversamos sobre la coyuntura política a partir de tres hechos: la ajustada victoria de Maduro en Venezuela, la posición del CELS ante el proyecto oficial de reforma del Poder Judicial y las denuncias de Lanata al kirchnerismo.

Clinämen: El dominio político de las finanzas

 
Conversamos con Pablo Miguez, investigador y docente en Economía del conocimiento, sobre el dominio político de las finanzas y hegemonía del valor-conocimiento.
http://ciudadclinamen.blogspot.com.ar/

Mosquitos

por Diego Valeriano



Ya pasó un mes de las trágicas inundaciones en La Plata, el agua por suerte bajó y dejó al descubierto la inexistencia de la política. Lo primero que descubrimos ni bien el agua comenzó a irse fue la mezquindad y sectarismo del gobierno nacional, la inoperancia del provincial y la mentira y desorientación del municipal.  

El gobierno nacional decidió dejar la asistencia a las víctimas en manos de una ONG de militantes voluntarista y solidarios, pero sin ningún conocimiento del territorio y con un faccionismo obtuso. La provincia, responsable legal de la cuenca hídrica, se desentendió en absoluto del tema. Y el municipio hace y deshace pequeñas cosas sin una orientación clara.

Sería injusto –si hablamos de política­– quedarnos en los oficialismo gobernantes y no ahondar en cómo jugaron (sí, jugaron) las demás fuerzas (y fuercitas) políticas. Podemos hablar de las asambleas de vecinos, que justo son todos vecinos troskistas, orgánicos e inorgánicos. Como una remake del 2002 el PO salta de asamblea en asamblea agitando y creyendo, ¡vaya uno a saber por qué!, que pueden ser portavoces de las víctimas.

Pero no solo el PO hace “entrismo” y nutre las asambleas, el FAP también lo hace, pero esgrimiendo moderación, profesionalismo, socialmendemocracia y buscando votos para el futuro cercano.

El PTS tuvo su punto alto cortando, al otro día de la catástrofe, la esquina donde llegaban y salían las donaciones: después de semejante demostración de genialidad clasista no se los vio más.

Las organizaciones universitarias –felices como perro con dos colas– iban de aula en aula denunciando a todos por esconder los 370 muertos. ¿Cuánto peor mejor?: la catástrofe es el momento ideal para poner en juego las dos o tres pobres ideas/consignas que se tienen.

Y hablando de consignas, el Frente Popular Darío Santillán –siempre original–, salió a pintar una muy piola que ahora no recuerdo.

Antes de irme de los grupos políticos formales, quería hacer una especial mención a Vilma Ripoll que engalanó con su cara sonriente, su delineador celeste y su peluca ochentosa unos afiches que exigía que el gobierno dijera el número real de muertos por el temporal, y que Bruera, Cristina y Scioli eran los verdaderos culpables de las muertes.

Los que hacen política desde la antipolítica también tuvieron su momento de gloria; ya sea Caritas, el La Plata Rugby Club o la sociedad de fomento de Cadorna hicieron todo lo posible por ser la esperanza blanca de la solidaridad y esgrimirse como los verdaderos asistentes de las víctimas.

El agua bajó y dejó barro. En el barro nacieron unos mosquitos así de grandes (va mi mano como evidencia). Mosquitos fuertes,  robustos y grandotes, bien distintos a la política y sus hacedores.

Clinämen: La política como gestión de los afectos

Conversamos con Jon Beasley Murray, profesor británico, autor del libro “Posthegemonía”, editado en Argentina. ¿Vivimos en tiempos posthegemónicos y cínicos? ¿Las teorías  del populismo y de la hegemonía, que piensan la política en términos de consensos y de ideologías, dan cuenta de los fenómenos sociales de orden y ruptura? ¿O acaso para entender fenómenos como el peronismo y el kirchnerismo conviene acudir al ámbito de los afectos y de los hábitos?

Clinämen: Ilegalismos financieros y nuevo conflicto social

Conversamos con Pedro Biscay, especialista en delitos financieros, coordinador del CEPPAS e investigador de la Procuraduría General de la Nación, sobre ilegalismos financieros y nuevo conflicto social.

El descenso desde la ciudadanía popular a la parcialidad política

por Diego Valeriano

Creo que ya dije que la ciudadanía popular es el nombre/acción que realiza la víctima en búsqueda de justicia. Cuando la persona que perdió un ser amado se potencia en la búsqueda de justicia construye esa lucha una suerte de ciudadanía popular que nos interpela a tod@s. La secuencia es la siguiente: el primer paso consiste asumir a la víctima como tal: es tarea de la sociedad aceptar o no para alguien el estatuto de víctima. Puede tratarse de una víctima directa de las fuerzas de seguridad del estado, o bien haber sufrido la injusticia que surge de la complicidad de distintas mafias o haber caído en manos de la desidia y la corrupción que provoca muertes. La segunda, tiene que ver con el horizonte de estas luchas. La ciudadanía popular no pretende transformaciones profundas, sino que se constituye en el deseo llevar adelante demandas de sentido común: lo que dice la Constitución, que haya justicia. En tercer lugar, la intensidad de su lucha y el ejemplo de su sacrificio nos hacen partícipes, sentimos empatía por sus reivindicaciones y cada quien a su modo termina simpatizando, acompañando. En cuarto lugar, resulta fundamental que a la víctima la acompañemos tod@s, que ayudemos incuso de un modo pasivo, a generar la visibilidad necesaria para que su lucha no pueda ser negada. Su lucha se vuelve la lucha de tod@s: de los medios, los políticos, los posteadores compulsivos, mi mamá, vos. Desde Blumberg a los familiares de Once son claros ejemplos de lo que hemos dicho.
Quería ahora marcar también un camino de tres estaciones que muchas veces se recorre en la constitución de estas luchas ciudadanas: de victima a ciudadanía popular, y de esta a la participación política. Madres y Abuelas  son un claro ejemplo de este trayecto. Este paso último, al transformarlos en políticos, los desangela y parcializa. Hace que dejen de ser de tod@s para ser –sólo- de un sector. En esta ultima semana Susana Trimarco dio definitivamente ese paso al hacer declaraciones sobre Lanata y Clarín. Al hacerlo ella rompe una alianza no dicha con los medios y se pone de una vereda. Dejó de ser de tod@s para ser del gobierno. Podríamos evaluar que de alguna manera frente a parte de la sociedad bajo un escalón. Nadie va a poner en duda su lucha, pero sí van a poner en duda otras cuestiones. Susana eligió dar un paso y puede hacer lo que ella le parezca correcto, lo que dijo de Lanata y Clarin es suave con respecto a lo ellos merecen que se les diga, pero al decirlo ella dio un paso que si bien no deshace todo lo que realiza y realizó por la lucha contra la trata de personas, sí le cambia el estatuto. A partir de ahora los apoyos y los ataques que reciba tendrán otra textura.

2010-2013: #trienioperdido


bicentenario a pura fiesta. néstor vivía, lanata estaba en cable, el sarmiento no andaba tan mal, susana triamarco era una desconocida –tanto o más que la cámpora–, las redes sociales ya eran el mejor medio para que los boludos dijeran sus cosas, cristina no usaba negro, se venía el fin del kirchnerismo, el kilo de mila estaba 12 pé y una pepa, veinticinco. no sabíamos quién era maduro ni qué había pasado con julio lópez y luciano arruga. maccia tenía una beca conicet, valeriano complementaba pj con onegeísmo y de narváez era igualito que ahora. rosa lugano todavía militaba en el gremio docente. no había tarjeta sube, faltaban las monedas y el # ni calificaba. algunas ideas se empezaban a estropear. deleuze, león, ds, la barrick, monsanto, spinoza, evón y perita, el tuerto y la terca, hardt y negri, pueblos originarios, peronismo, los 70, laponia, carta abierta, asambleas, extractivismo, correa, indignados, plaza de mayo, nuevo conflicto social, runflas, amigxs, represores, facebook, twitter,

Y un blog:

Lobo Suelto!



Algunos de los últimos textos:



#capitalismorunfla


De Diego Valeriano:
La clase media es el Otro» (con de Juan Pablo Maccia)
«Mosquitos» (que hablan de política)
«392» (maravilloso y trágico retrato de la inundación de La Plata)
El Líder

Serie Capitalismo Runfla:


De Juan Pablo Maccia:


De Rosa Lugano y Marcelo Laponia:
«11 tesis para un país sin política«, de Rosa Lugano (+ su última tesis: «La 12«)
Sexo y política en Lugano”, por Marcelo Laponia

«Cuatro sensaciones apresuradas sobre anteayer» (Venezuela, Lanata y un domingo inquietante), por D.S.
Los límites de la justicia: la muerte”, Por Sebastián Stavisky
“Monsanto: La Corporación«, por Darío Aranda
«El neoextractivismo como matriz del nuevo conflicto social«, del taller Hacer Ciudad, Cazona de Flores
«Memoria desdentada: Traición y Violencia (A 40 años del triunfo de Héctor Cámpora)», por Bruno Nápoli
«El uso progresista de la Gendarmería«, por Esteban Rodríguez
«Tema del traidor y del héroe» (polémica con Héctor Leis), de Horacio González
 “El peronismo por fuera del paradigma de la hegemonía”, por Taller de Cartografías Políticas


#elpatiodearriba
¿Puede el Estado ser lo común?”, de Raúl Zibechi
«Carta gráfica del Sup a los críticos chafas«, por el Subcomandante Marcos (+ «Apagando el fuego con gasolina» (postdata a la carta gráfica)
«Eppur si muove en Cuba«, de Leonardo Padura



#líneasdefuga
Obras de los pasajes pospolíticos”, (prólogo a El Saber, las clases de Deleuze sobre Foucault)
Ver lo invisible: sobre unicornios y 15-M”, por Amador Fernández-Savater
El kit de la lucha en Internet” (video / libro a descargar), de Margarita Padilla
Tres muertes kurdas para la Paz”, por Alejandro Haddad
Paisajes de la ciudad posmoderna”, por Iconoclasistas
«La Tortura«, de Raúl Cerdeira
«Soy churrero, pero no boludo«, de Wanda Wygachiewicz
«Rosas Rojas«, de Gonzalo Salesky


#palabrasmolotov

«Nombrar un nuevo conflicto social: entrevista a Neka Jara y Alberto Spagnolo
Vanguardias artísticas y experiencia política”, una entrevista a Toni Negri
No se necesita tener una alternativa para decir no”, entrevista a Santiago López Petit.
No nos dejemos arrebatar las preguntas que la crisis nos impone” Entrevista a Amador Fernández-Savater
Dios no murió. Se transformó en Dinero”, entrevista a Giorgio Agamben.
«El cine ya no existe«, entrevista a Mariano Llinás, por Ximena Tordini y Javier Alcácer
«El autor del desencanto«, entrevista a Leonardo Padura
«Potencia de lo plebeyo«. Conversación con Raúl Zelik


#pegadoalapantalla

Un pensamiento ancestral”, (video) entrevista a Silvia Rivera Cusicanqui” (2013)
«El militante fiel«, (video) entrevista Verónica Gago a Alain Badiou (Mayo de 2012)
Política y Psicoanálisis”, (video) entrevista de Alain Badiou a Michael Foucault (1965)
Literatura y política a partir de Malvinas”, (video) conferencia de Horacio González (2012)
Literatura y Exilio”, (video) entrevista a David Viñas (México DF, 1980)
«Corazón del tiempo» (una ventana a un poblado zapatista)
«La sociedad del espectáculo«, de Guy Debord (1968)
«Resistir«: Gelman y Firmenich impulsan la contraofensiva (Francia, 1978)


#cucháclinämen:

«Por una economía al cuidado de las vidas«, conversación con la economista Natalia Quiroga Díaz.
«El dominio político de las finanzas«, conversa con Pablo Miguez sobre la economía del conocimiento.
«Postsoberanía. Literatura, política y trabajo«, conversa con Oscar Cabezas.
«Poder financiero y dictadura«, conversación con Bruno Nápoli.

Clinämen: Conversación con Claudio Lozano


«Hay una lógica oficialismo-oposición que reproduce la gobernabilidad»


 
Conversamos con el diputado Claudio Lozano sobre modelo productivo, blanqueo de capitales, cambios en la situación política y perspectivas electorales.




http://ciudadclinamen.blogspot.com.ar/

Clinämen: ¿Todo es político?


Conversamos con Christian Ferrer: ¿es cierto que todo es político? La totalización como forma interpretativa. La política en nombre de la víctima. La conservación de los modos de vida.  El estado y la gramática de los derechos. Felicidad y malestar. Seguridad y riesgo.

Apuntes sobre la Militancia

por Diego Valeriano


Militantes que rebosan solidaridad ante la Catástrofe, activistas aplicados que controlan precios o que viajan cientos de kilómetros para festejar el tiempo ganado; militante que gritan, lloran y le ponen el pecho al Proyecto; militantes organizados y militantes de la vida: cuanto más evidente es que la militancia ya no existe, más se la invoca. Y cuanto más resuena en nuestros oídos, más muestra su inexistencia. La presidenta de los 40 millones no deja de nombrarla cada vez que necesita que el Estado realice alguna tarea específica: ya lo dijo Juan Cabandié, “sin militancia, no hay Estado”.
Hablamos de festejos, hablemos del 25 de Mayo, esa formidable puesta en escena de la inexistencia de la militancia. La Plaza explotaba de gente (¿cuánta gente había? ¿500 mil almas, de las buenas?) Se puso guita, logística y simbología en abundancia. Y no pasó nada de nada. Bellas teatralizaciones, puro fuego de artificio. Un día entero de obviedades y no mucho más. Un feliz domingo de la juventud, para todos y todas.
Para que sea más claro lo que quiero decir, comparemos lo del 25 con el día que murió Néstor: misma lugar, distinto día. Ese 27 por la noche la plaza no estaba para nada llena, se podía ir y venir con bastante comodidad y casi no había banderas. Había dolor, tristeza, pocos militantes y la convicción de que se estaba allí «por si las moscas», sin saber bien para qué. Tal vez se estaba en ese lugar para lo mismo que el 19 y 20 de diciembre. La plaza del 27 fue contundente, imponente y determinante para lo que vendría, para estos últimos años. La del 25, en cambio, se diluyó de inmediato en su esterilidad.
Otro lugar en donde flamea –siempre inexistente- esta palabrita mágica es en las redes sociales, ligada en general a cuestiones de Derechos Humanos. Su día de mayor esplendor fue el de la muerte del viejo choto de Videla. Gran desfile de forros indignados o con algo para decir y compartir entre amig@s y seguidor@s. Murió Videla, 7 “me gusta”. Los dinosaurios van a desaparecer, 15 “me gusta” y 3 veces compartido. Y mejor ni hablar del grupete de mercedinos que sobreactuó la oposición a que los restos de ese siervo de la Iglesia fuesen enterrado en su ciudad. ¿Por qué alguien haría algo así, más que para salir en Página/12? Preciosa combinación de militancia y DDHH: noble y fácil.
Pero cuando pensaba que ya no había más nada que agregar y me disponía a dar una vuelta de página en la historia de la política vernácula, cuando creía que el kirchnerismo era el evidente fin de la historia militante, entro a mi bitácora cotidiana y veo una, qué digo una ¡DOS notas haciéndole bombo a ese mamarracho autodenominado Marea Popular! ¿Lobo Suelto! cerró un acuerdo con ellos? ¿Se sumó ese frente “emancipador” cuyos paladines son el gordo Lozano y esa especie de nieto no reconocido de Rolando Hanglin?
Posta que ni me importa, pero de elegir preferiría que no. Igual, como estaba al pedo me puso a ver el video al que llevaba el link y descubrí, no sin cierto estupor, que son una especie de izquierda descontracturada y silvestre que se sitúa estéticamente entre los troskos y La Cámpora, y que –herederos bastardos del 2001– busca ocupar el escenario militante con colores propios y palabras cuidadas.
Sobre llovido, mojado, pensé: en mi próxima clase en la Universidad Austral voy a usar este video para demostrar, una vez más, la absoluta inexistencia de la militancia.
Desde hace décadas, quizá incluso desde la dictadura, no existe la militancia. Desde hace décadas, los procesos de transformación y cambio los llevan adelante, o bien las víctimas, o bien el mercado con sus condimentos de Estado, mafias, catástrofes naturales, accidentes enormes, precio de la soja, suerte y alguna otra cosita.
Nadie más.
A menos que llamemos “militante” como llamaríamos “músico” al que rasga impiadoso la guitarra o “escritor” al que luce sus pavaditas en algún blog ignoto: solo son cosas para llenar la vida mientras nos vamos muriendo.

La droga es el otro.

por Diego Valeriano
Legalizar o no la droga parece una discusión bastante demodé, se me hace que es  un debate de foros internacionales o de medios de comunicación que creen que como algunas personas lo creen de la patria, la droga es el otro. Es más, me arriesgo a decir que es algo más bien de la década de los noventa, cuando el consumo de drogas comenzaba a masificarse y las políticas represivas no iban para ningún lado. En ese sentido me gustaría debatir algunos de los términos esgrimidos en este mismo medio Lucas Gordon,con nota Basta de guerra: repensar la política sobre drogas.
En el capitalismo runfla la legalidad o ilegalidad solo son categorías validas cuando a alguien le conviene ¿en que se modificaría la legalidad de la droga? Según el articulo citado, “la liberación  vaciaría la fuente de renta del crimen organizado, controlaría la calidad de las sustancias consumidas, liberaría el desarrollo de investigaciones científicas con sustancias hoy ilegales y demonizadas”; pienso en negocios que no están para nada prohibidos como la venta de ropa y siguiendo el mismo razonamiento noto que la ropa que todxs consumimos cada vez es de inferior calidad, esta manchada con sangre de las víctimas de la trata, financiando la renta del crimen organizado ¿alguna actividad más? Pensemos en la minería, una remiseria en el Doque o los agrocultivos; siendo supuestamente legales (ay! Maravillosa soja) están tan manchados de muerte, injusticias y sangre como la pasta base.
Otro de los datos alentadores que nos da la nota  es que liberar de la tutela del Estado” el uso de su propio cuerpo por parte de los individuo ¿Dónde pasa eso realmente? Cualquier consumidor de cualquier cosa hace con su cuerpo cualquier cosa menos estar bajo la tutela estatal ¿Qué legalidad estatal separa a un  individuo del consumo de merca? En el capitalismo runfla el Estado es un actor más que lejos de regular negocia y disputa con dispar éxito algunas pocas cosas. ¿Tutela estatal del uso del propio cuerpo de un pibe de 12 en la 1.11.14 a la hora de fumar base?
El nuevo capitalismo runfla, el de la abundancia y los cuerpos, donde el consumo libera está lejos de moverse en términos de legalidades o ilegalidades. Todo negocio es sangriento y se lleva puesto a los dóciles por  supuesto que hay gente que va presa o no, que hay jueces y policías pero solo como otros actores más del negocio. Muchas veces principales y muchas no.
¿Legalizar o deslegalizar? No cambiaría absolutamente nada porque  ya no importa. Despenalizar es un buen paso para evitar que nos hinche las bolas algún rati mala leche, aunque los usuarios ya llevamos la despenalización a las calles.

Apuntes para la militancia II

por Diego Valeriano
Un sinnúmero de llamados telefónicos, de mails, de guatsap, de comentario en radios y blogs, de gritos por la calle, varias amenazas y algún agradecimiento (¡Es lo que siempre quise decir y no sabía como decirlo», me dijo un petiso de sandalias ayer en la cola del chino) fue el saldo de mi última intervención. Ejemplos y más ejemplos de la inexistencia de la militancia, pidieron unos; que explique por qué agotada la militancia solo la víctima es política, indagaron otros con sinceridad. Ambas cuentas son saldadas aquí abajo. Y el que se envicie o le sobre paciencia puede pasar a las inevitable reflexiones críticas que me asaltaron al encontrarme con esta nota en este mismo pasquín (allí sugiero que nada es más estéril y anacrónico que impulsar la legalización de las drogas) y que se encuentran en la entrada siguiente.
1- Militancia, ¡no existís!


2- Sólo la víctima es política
Retomo allí donde habíamos dejado: la militancia no existe. Las ideologías y la organización no son más que ficciones. Flacos simulacros. Nadie que haga política y tenga más de veinticinco años puede contradecir, con una mínima convicción, esta realidad. ¿Qué es, entonces, aquello que existe en el lugar de la militancia y de los militantes? Existen los negocios, las carreras personales, los egos, la guita, organizar el tiempo en torno a algunas cosas, las excusas, las necesidades, el vedetismo, la gestión y administración, los guetos y microempresas, la búsqueda de trascendencia, el deseo, el ascenso social, las ganas de ser parte, las pertenencias, el amor, el odio, la inquietud, la vergüenza, la competencia, la potencia y la venganza. Mi dirán: ¡una crítica moral! Nada más lejos: no hay aquí valoración, sino juiciosa descripción.
Existen, eso sí, las víctimas ¿Qué es una víctima? Es una persona que, por una acción u omisión externa, vio truncado el tranquilo y normal desarrollo de su vida. Cuando hablo de “acción u omisión”, especifiquemos, me refiero al Estado. El Estado no pudo, no supo, no quiso, entonces, evitar que se vea transformado negativamente el normal desarrollo de la vida, de una o de un grupo de personas. Lo que la habilitará a encarnar un tipo de ciudadanía popular basada en la búsqueda de justicia. “Cuando la persona que perdió un ser amado se potencia en la búsqueda de justicia construye esa lucha una suerte de ciudadanía popular que nos interpela a tod@s”, decíamos en un apunte anterior.
Sin embargo, hay que afinar más el lápiz y buscar algo de precisión, sobre todo para repeler el obvio todos somos víctimas. Cuando hablo de “transformación del normal desarrollo de una vida”, me refiero a una transformación radical: que por mi otrora apacible cuadra comience a pasar La Lujanera o que construyan un edificio al lado de casa con jardín no me vuelve víctima, más allá que entorpece el normal desarrollo de mi vida. Cuando hablo de transformación radical digo: muerte, secuestro, desalojo, deshecho de un modelo económico, incautación del futuro familiar.
La existencia de las víctimas es la clara muestra de la particular existencia de la política, precisamente allí donde ya no exista. Mejor dicho: existe en tanto orden que regula con eficacia nuestras vidas y el que, por acción u omisión, todos estamos de acuerdo, pero no una herramienta organizada de transformación que se oponga al mercado.
La guita deja un tendal de cuerpos, no siempre víctimas. Un narco boleteado bajo las reglas correspondientes por la policía, no es una víctima –como no es el “barra brava” que ayer mató la yuta. El hijo de un falso ingeniero secuestrado y asesinado por una banda mixta, sí –por no hablar de la piba de la que hablan todas las radios. Un pibe chorro muerto por un tiro en la espalda es una discusión.
Dos categorías diferentes, entonces.: la víctima purala pre (o semi) víctima. La víctima pura accede inmediatamente al welfare mediático y a los derechos que éste habilita. El pibe chorro es una pre-víctimasus familiares y amigos deberán dar una primera pelea por transformarlo en víctima plena y así intentar conquistar la opinión pública. El pibe chorro deviene victima si ciertas almas nobles que habitan medios, palacios gubernamentales y juzgados logran sensibilizarse frente a su historia. La pre-víctima comienza un trabajo desde el dolor para ser escuchada y comprendida. 
Porque si no se es víctima, no se es nada.

Entre los fierros

por Diego Valeriano

Entre los fierros brota sangre y cansancio. Ya el Sarmiento no da ni bronca, solo hastío. Pienso, no ya en la vieja herida que hace dos minutos ayudé a bajar del tren, ni en el pibe que vi quebrado, sino en cómo mierda voy a la facultad. El 136 que me deja cerca de Rivadavia y Puán no para en ningún lado y, según dicen, en Ituzaingó cortaron Rivadavia. Busco un remis y tampoco hay ninguno por ningún lado. Viendo el panorama, decido irme a un barcito que esta frente a la estación: ¿que hago ahora varado en Castelar? Intento llamar por teléfono y no tengo servicio de red. El mozo me explica que, por el accidente, el ministerio de seguridad (recién pasó Berni), bloquea todas las lineas para liberar el espectro. Lo miro con asombro y le pido un café con leche con dos medialunas. Estoy al medio de todo, ni en casa ni en el trabajo y, para colmo, me olvidé la notebook. Leo el diario y según las especulaciones, la lista del FPV la encabezan Insaurralde, Randazzo y algunos más. Me imagino a Randazzo ahora con cara de «me quiero matar» y despidiéndose de esa lista… aunque uno nunca sabe. 
¿Y ahora? La Patria es el Otro, pero las penas son de nosotros. Las ambulancias van y vienen, dos helicópteros sobrevuelan la zona. 
Estoy aturdido y con las bolas llenas. No sé para que lado salir. Pago y salgo a la calle, miro para ambos lados de la vía y decido salir caminando para casa, por ahí en tres o cuatro horas llego.

Desprecio

por Diego Valeriano


No sé bien qué significa el “desprecio”, pero creo que tiene que ver con la falta de respeto por el otro, por lo que el otro es, por lo que significa. Medio que vivimos en ciudades donde nos despreciamos todxs: solo con estar un día fuera de tu casa sobreviviendo somos despreciados 287 veces y desprecias unos 301. Odiamos y tememos muchas más. Despreciar al otro te permite volver a casa a salvo.

Despreciar es como odiar, pero peor. El despreciado es un ser indigno, es (soy) tomado por boludo. El despreciador mira con desdén, con altanería y superioridad. Devalúa arteramente al otro.

Pero desprecio, lo que se dice desprecio, es lo que sienten muchos de los que hacen política con las víctimas. Para comprobarlo basta leer a los ciber-militantes en twitter o facebook que, sin saber una goma, tiran desde teorías conspirativas (no sólo el gordo tranza piquetero) hasta culpabilidades absurdas; denunciadores felices posteando a lo pavote. Declaraciones altisonantes, dirigentes de mini partidos mendigando aire, noteros de TN, programadores de noticieros, vecinos de enfrente: todos despreciando a las víctimas con tal de aparecer, o ser.

Superando con creces a los militantes (como corresponde institucionalmente) a operadores y demás, los Pimpinella recargados fueron más allá y se la jugaron con todo: acorde con las mejores escenas del desprecio por la vida volvieron a hacer de las suyas:

Joaquín Galán: “¡Yo también sufrí un hecho traumático y sé lo que se siente!”.

Lucía Galán: «Además de la solidaridad también tengo que decirlo, siento un poco de bronca e impotencia, ¡porque la verdad es que estamos poniéndole todo!«.


No sé bien qué significa el “desprecio”, pero me doy cuenta al toque que en su mundito siempre un poco mugriento no es un problema importante.

Clinämen: Conflictividad y finanzas

 
Conversamos con Pedro Biscay, investigador de ilegalismos financieros y coordinador del área Fraudes Económicos y Bancarios de PROCELAC en el Ministerio Público de la Nación, sobre conflictividad y finanzas. El endeudamiento como vía de sujeción. YPF vista a la luz de la disputa por el ahorro y de la orientación de las inversiones. Blanqueo económico: asimetría entre poder financiero y poder político.

Victimas y victimistas

por Diego Valeriano
(@valeriano2015 )


Sabemos que la víctima es la única que hace política. Si no hay víctima no hay política. También sabemos que no es fácil ser víctima: es una compleja construcción de valores, una disputa del sentido común, alianzas, coyunturas y legitimaciones. Ninguna víctima nace víctima.
La victima siempre está en el centro de la escena política, las gestiones siguen su itinerario; ya sea para atenderlas, atacarlas o anularlas. Un hecho que produce víctimas cambia la agenda sí o sí; hace sonar teléfonos, genera reuniones, opera medios, despierta ambiciones.
Ahora bien, la víctima hace política y otros hacen política desde la víctima. Estos serían los «victimistas». Algunas fuerzas política cooptan su propia víctima afín a su ideario; otras corren desesperadas tras alguna victimas vacante.

Hay, sí, grupos especialmente victimistas. La izquierda es victimista por excelencia, desde los Mártires de Chicago hasta nuestros días. Es celebratoriamente victimista: lo confirman sus efemérides así lo confirman. El victimismo de la derecha lo asumen, en general, los medios de comunicación y se centra sobre la víctima anónima y común. Y cuanto más anónima, mejor: así pueden moldearla a su imagen y semejanza. 

También hay víctimas a disputar y los victimistas que las persiguen van cambiando con los años y las coyunturas. El kirchnerismo/cristinismo también asume una política victimista y, al hacerlo desde el Estado, le otorga un plus sorprendente. Sale a la caza de las víctimas y las va ganando una a una… y no duda en disputárselas, incluso, a sus familiares. Muy pocas víctimas quedaron fuera de su influencia: las legitima hasta destrozar su legitimidad. Juega con ellas, las pone a su merced como el gato maula. Pero en este proceso las reconoce, les da el valor que jamás tuvieron y hasta consigue que obtengan esa justicia que buscaban y nunca nadie les había dado.

Tarea difícil, entonces, la de las victimas que en su lucha por la ciudadanía popular van  dotándose de sufrimientos, dolores y algunas victorias. Victorias testimoniales y nobles, unas; y otras contundentes, pero pírricas.

Clinämen: ¿Qué pueden los movimientos sociales?



Conversamos con Raquel Gutiérrez Aguilar, investigadora en la Universidad de Puebla y la Universidad Nacional Autónoma de México, sobre los movimientos sociales en épocas de neodesarrollismo y sobre la política en femenino.

Clinämen: ¿Cómo entender lo que pasa hoy en Brasil?

Conversamos con Salvador Schavelzon, antropólogo y activista argentino que vive en San Pablo. Ni cacerola, ni primavera árabe, ¿cómo entender lo que pasa hoy en Brasil?

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