Anarquía Coronada

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Lula, nosotros y el problema de la corrupción // Diego Sztulwark

¡Ojalá estuviéramos en condiciones de crear medios alternativos! Ya llegaremos, creo. Pero hay que entender que estamos en Brasil y no en Europa. ¡Es otro universo, otra formación política, otra experiencia de lucha! Pero creo que llegaremos a esa situación, porque es la única manera de liberarnos de la dependencia de los medios oficiales.

Ignacio Lula da Silva, 1982

La Perestroika del capital

La corrupción es un fenómeno de perversión o devaluación que, referido a la vida pública, se convierte en un problema ético y político de primer orden. La historia reciente de utilización del discurso anticorrupción, por parte de quienes regulan los mecanismos de acumulación y control social, remite al menemismo. A la salida de la guerra fría, las elites empresariales, políticas y religiosas definieron, junto con el aparato de comunicación, la conveniencia de dirimir sus disputas intestinas al interior de un espacio discursivo que no cuestionase las líneas fundamentales del sistema socioeconómico triunfante. El discurso anticorrupción obró como un blindaje y sustituyó al de la lucha de clases, dentro de un contexto en el que la amenaza golpista por parte del viejo partido militar comenzaba a agotarse. El código penal y los valores morales se convirtieron en el fundamento último de lo político, aniquilando toda realidad sustancial para la práctica democrática. Como si Maquiavelo no hubiera enseñado nada sobre la realidad extra-moral de la política. Desde entonces, la rotación del personal político se zanja por medio de acusaciones con o sin pruebas de delitos y desfalcos. Lo vemos hoy en Brasil, Ecuador, en Perú y en Argentina. Así de sencillo. Los gobiernos llamados progresistas, casi todos ellos surgidos como efectos del ciclo de las luchas sociales dadas entre 1996 y 2003, están siendo barridos del mapa por medio de este procedimiento, inicialmente diseñado para resolver las cuitas internas de los que mandan.

Robo para la corona

Se hace evidente, por lo tanto, la necesidad de contar con un pensamiento político crítico de aquel centrado en la denuncia de la corrupción. En un primer repaso mínimo y aéreo de algunas cosas que ya se han dicho y escrito sobre el tema se podrían considerar los siguientes puntos de partida:

1. Corrupción de la democracia: luego de la crisis provocada por la deuda en la década de 1980 y hasta la crisis de fines de la de 1990, las elites locales pactan con los acreedores globales un modo de captación de plusvalía colectiva a través del Estado: privatizaciones, festival de bonos, etc. Estos son mecanismos de transferencia de recursos públicos hacia los grandes grupos económicos y los organismos de crédito internacionales. Durante esos años, la corrupción es un recurso de clase destinado a situar al Estado como un instrumento de explotación social y de compensación interna entre fracciones del propio bloque de las clases dominantes. Este proceso de despojo es realizado en plena democracia, mediante el secuestro de la representación popular. La corrupción se convierte así en un engranaje imprescindible de la malversación del proceso de la toma de decisiones en beneficio de los grandes capitales, y provoca la esterilización del potencial democrático del estado de derecho y del régimen parlamentario.

2. Corrupción de las formas comunitarias. Más allá de un enfoque puesto en los modos políticos, el neoliberalismo es una manera de corromper a las formas de vida comunitarias. El investigador Enzo Traverso se refiere de modo directo al neoliberalismo como una “antropología”. Se trata de un régimen de gestión de los procesos de individuación que bloquea y agrede a toda figura de potencia colectiva que no sea funcional al héroe empresarial. Como lo explica la antropóloga Rita Segato (y la cuestión que no cesa de plantearse en el movimiento del 8M), la violenta penetración de esta subjetivación neoliberal sólo se podrá revertir a condición de que los cuerpos políticos –instituciones, gobiernos, Estados– devuelvan fueros comunitarios a las poblaciones.

Guerra contra la democracia

El discurso contra la corrupción y a favor de una república del capital se plantea como una guerra contra la democracia (incluso contra la república que, en un sentido clásico, es un esfuerzo indisoluble por liquidar el poder del partido de los ricos por sobre la cosa pública), y sus principales dispositivos son, según un breve texto de Hardt y Negri – Declaración–, los procesos de mediatización de la percepción, de representación de lo político, de securitización de la vida, y de endeudamiento o de subordinación de la cooperación social por la vía de las finanzas. El fundamento que coordina estos cuatro dispositivos de producción de un individuo desprovisto de lazos sociales es la propiedad privada. Sin la crítica a fondo de esta compleja maquinaria es imposible comprender cómo se constituyen los fenómenos de crueldad propios de la sociedad neoliberal, ni la importancia estratégica que adopta el discurso anticorrupción como modo de deslegitimar toda figura de lo colectivo que se constituya a partir de principios diferentes y contrarios a los del neoliberalismo.

¡Destruir a Lula!

Destruir a Lula es destruir el esfuerzo pionero y sistemático de crear una nueva izquierda fundada en los movimientos sociales (https://lobosuelto.com/?p=19295), a partir de la caída del socialismo soviético. Comunidades eclesiales de base, movimientos de campesinos sin tierra, el poderoso sindicalismo de los metalúrgicos, los intelectuales que habían resistido a la dictadura: el PT se conforma como expresión política no stalinista y de masas, capaz de convocar e inspirar a las luchas sociales del continente, y lo hace bajo el poderoso liderazgo de un hombre nacido en la pobreza del Nordeste, él mismo obrero metalúrgico y dirigente sindical. Es cierto que Lula y el PT se alejaron bastante de este esfuerzo cuando, una vez en el gobierno, se esmeraron en transformar la novedad de esta izquierda en una actitud amistosa (muy celebrada) en los foros tipo Davos. Por otro lado, el PT sufrió durante estos largos años numerosas críticas y desprendimientos por izquierda. De hecho, los gobiernos del PT implementaron políticas neoliberales y reprimieron, de modo absolutamente imperdonable, los movimientos que se pronunciaron, en 2013, por la gratuidad del transporte y otras demandas. Es imprescindible conocer a fondo los límites del PT sobre estas cuestiones esenciales, para lo cual puede consultarse el diálogo reciente de Toni Negri con cuadros importantes del partido (https://lobosuelto.com/?p=19305). A pesar de todo esto y debido al papel histórico que cumplieron tanto a nivel nacional como continental, Lula y el PT siguieron siendo un obstáculo para la burguesía más potente del continente. Destruir a Lula, en este momento histórico preciso, es liquidar toda articulación democrática posible entre instituciones y movimientos populares.

El crimen perfecto

El régimen neoliberal –el del capital desbocado y el de sus operadores– se siente capaz de un improbable crimen perfecto; está demasiado confiado en la inactividad de un suelo plebeyo que actúa por debajo y más allá de los partidos y gobiernos. Pero quizás todo pueda verse de modo invertido si se parte del movimiento de los sin tierra, los sin techo, los habitantes de las periferias, los movimientos de mujeres, esa revolución molecular en marcha contra la que se alían liberales y conservadores, poniendo en crisis el espacio político democrático en el que hasta aquí se dirimían los conflictos. Como acaba de escribr la psicoanalista Suely Rolnik, nuevas estrategias de resistencias surgirán de la mezcla de estos componentes explosivos (https://outraspalavras.net/brasil/666381/ ).

#LulaLivre

O seriado do golpe em três temporadas // Suely Rolnik

Em sua nova dobra, financeirizada e neoliberal, os golpes do capitalismo incidem na própria vida, sua potência de ação criadora. Mas em face disso, irrompe outra modalidade de resistência

Um ensaio de Suely Rolnik* | Imagem: George GroszEclipse, 1926 (detalhe)

[Título original: A nova modalidade de golpe de Estado: um seriado em três temporadas]

Uma paisagem sinistra instaurou-se no planeta com a tomada de poder mundial pelo regime capitalista em sua nova dobra – financeirizada e neoliberal –, poder que leva seu projeto colonial às últimas consequências, sua realização globalitária. Junto com este fenômeno, um outro, simultâneo, também contribui para o ar tóxico da presente paisagem: a ascensão ao poder de forças conservadoras por toda parte, cujo teor de violência e barbárie nos lembra, para ficarmos apenas no século XX, os anos 1930 que antecederam a segunda guerra mundial e os anos mais recentes de regimes ditatoriais, os quais foram se dissolvendo ao longo dos anos 1980 (é o caso, por exemplo, dos regimes militares da América do Sul e o governo totalitário da União Soviética). Como se tais forças jamais tivessem desparecido de fato, mas apenas feito um recuo estratégico temporário à espreita de condições favoráveis para sua volta triunfal.

Neoliberais e “neo”(?)conservadores unidos! Como assim?

À primeira vista, a simultaneidade entre estes dois fenômenos nos parece paradoxal: são sintomas de forças reativas radicalmente distintos, assim como são distintos seus tempos históricos. Além das diferenças mais óbvias que consistem no transnacionalismo de umas e no nacionalismo das outras, o alto grau de complexidade, flexibilidade, sofisticação e refinamento perverso, próprio do modo de existência neoliberal e suas estratégias de poder está a anos luz do arcaísmo tacanho e da rigidez das forças abrutalhadas deste neoconservadorismo – cujo prefixo “neo” só faz sentido porque articula-se com condições históricas distintas das anteriores. Se o convívio entre estes dois regimes de poder turva nossa compreensão, passada a perplexidade inicial, vai se tornando evidente que o capitalismo financeirizado precisa destas subjetividades rudes temporariamente no poder. São como seus capangas que se incumbirão do trabalho sujo imprescindível para a instalação de um Estado neoliberal: destruir todas as conquistas democráticas e republicanas, dissolver seu imaginário e erradicar da cena seus protagonistas – entre os quais, prioritariamente, as esquerdas em todos os seus matizes.

 

Uma coincidência de interesses de neoconservadores e neoliberais em relação a este objetivo específico permite sua aliança temporária. A torpe subjetividade destes (neo)conservadores é arraigadamente classista e racista, para não dizer colonial e escravocrata, o que os leva a querer cumprir este papel, sem qualquer barreira ética e numa velocidade vertiginosa. Quando nem bem nos damos conta de uma de suas tacadas, uma outra já está em vias de acontecer, geralmente decidida pelo congresso na calada da noite. Além disso, colabora para seu interesse nesta tarefa o fato desta ser muito bem remunerada pelo poder executivo. Este lhes oferece em troca avultosas somas de dinheiro para realizar projetos absurdos em suas regiões de origem e, com isso, ampliar seu apoio local. Instaura-se um campo de negociação entre Congresso e Executivo, no qual os deputados, em posição vantajosa, podem chantagear à vontade, exigindo mais e mais dinheiro para cumprir sua função de capangas. O exercício desta missão lhes proporciona um gozo narcísico perverso, a tal ponto inescrupuloso, que chega a ser obsceno. A esse gozo acrescenta-se a patética exposição de sua vaidade por terem de volta o poder em suas mãos, o que alimenta sua autoimagem de machos valentões que eles exibem como se trouxessem na lapela arcaicos e ridículos brasões. Mal sabem eles que com seu trabalho sujo, prepara-se o terreno para o livre fluxo do capital transnacional, cujos líderes, globais e locais, são os verdadeiros senhores do poder e que os eliminarão de cena tão logo se tornem desnecessários. É neste cenário que se dá o novo tipo de golpe, criado pela atual versão do capitalismo: um seriado que se desenrola em três temporadas.

Embora o roteiro do seriado que será aqui apresentado se baseie em sua versão brasileira, este é muito semelhante em suas versões na maioria dos países da América Latina (tendo sido a primeira no Paraguai em 2012). Ele traz igualmente elementos para abordá-lo em suas demais versões no resto do planeta, como na Espanha, na Polônia, na Hungria, na Áustria e na Rússia. Com variações de nuances para adaptar-se aos diferentes contextos, a estratégia do novo tipo de golpe de Estado tende a ser a mesma.

Roteiro do seriado

Na primeira temporada (que no Brasil tem início em 2005 com o “Mensalão”), se estabelece uma aliança entre, de um lado, os poderes Legislativo, Judiciário e Policial e, de outro, o empresariado nacional – mais direta a ativamente os grupos que detém o poder da mídia. A política e o direito encontram-se plenamente integrados (o que, aliás, não é novo no Brasil). Os juízes envolvidos na operação do golpe manipulam despudoradamente as regras constitucionais existentes – ou até as mudam se necessário –, em favor dos interesses políticos no poder, os quais eles não só compartilham, mas tem em sua defesa um papel central. São condenados à prisão acusados sem prova concreta (como é o caso de Lula), enquanto são considerados inocentes ou punidos com penas bem mais leves, acusados com base em provas escandalosas. Não há possibilidade alguma de prever as sentenças segundo as regras da justiça democrática, próprias de um Estado de direito; apenas consegue-se identificar os interesses políticos que as conduzem, e mesmo assim sem saber ao certo quais serão suas estratégias para justificá-las.

Eduardo Cunha cercado pelos juízes do STF e Janot: aliança contra um governo de esquerda

Sustentados por esta aliança e ocupando a maioria no Congresso Nacional, os capangas do capitalismo financeirizado dão o golpe que expulsa do governo seus líderes mais à esquerda. Usa-se para demonizá-los não só denúncias de corrupção não comprovada (é o caso de Lula), mas também sua suposta responsabilidade pela crise econômica do país, que na verdade é apenas um sintoma local da crise mundial (é o caso de Dilma). Mas o seriado do golpe não se encerra com a condenação de vários líderes do PT e do processo de destruição do imaginário democrático, culminando no episódio do impeachmentde Dilma (agosto de 2106). Uma vez concluído este primeiro trabalho sujo e já parcialmente destruído este imaginário, tem início sua segunda temporada. Embora outros elementos venham a ter o papel de réus ao longo do seriado do golpe, o personagem demonizado continuará paralelamente a ser protagonizado pelos líderes de esquerda – principalmente os do Partido dos Trabalhadores, tendo sempre Lula como foco privilegiado. Sua demonização atravessará todos os episódios até o final da segunda temporada do seriado, quando se consumará a farsa da condenação de Lula e sua consequente exclusão do processo eleitoral para presidência da República.

Segunda Temporada

Na segunda temporada do seriado do golpe, o foco será o indispensável desmonte da Constituição. Para prepará-lo micropoliticamente o script se concentrará em tornar bem mais aterrorizador o fantasma da crise econômica, assim como intensificar a desqualificação do imaginário progressista, já parcialmente conquistada na primeira temporada. O desmonte da constituição se dará por meio de um novo conjunto de trabalhos sujos a serem realizados pelos capangas. O primeiro será o bloqueio de gastos públicos: a Proposta de Emenda à Constituição, assim chamada a “PEC do fim do mundo”, promulgada em dezembro de 2016, congela os gastos públicos por vinte anos sob o argumento da crise econômica. Tal bloqueio incide nos subsídios para o desenvolvimento e nas verbas destinadas aos programas sociais, sobretudo à educação e à saúde. Além de desmontar leis promulgadas durante os governos petistas que ampliaram o acesso à educação e à saúde de qualidade para a maioria da população, o golpe desmontará igualmente a universidade pública, por meio de cortes de verbas de educação e pesquisa. O segundo trabalho sujo consistirá na indecente reforma laboral, que inclusive incidirá na educação ao atingir as universidades privadas (imediatamente após a promulgação da mudança de tais leis, várias destas universidades demitiram em massa seus professores, os substituindo por professores com salários miseráveis e sem direitos trabalhistas). O terceiro consistirá nas indecentes reformas do seguro social e da previdência e o quarto, na privatização dos bens e empresas estatais mais rentáveis, ou que serão tornadas rentáveis por meio de arranjos espúrios, de modo a ampliar a lista das privatizáveis cult. E quando os tais capatazes não conseguirem a maioria do Congresso para votar alguma ementa ou lei necessária a tal desmonte, condição para que o poder executivo possa efetivá-lo, entrarão rapidamente em cena as agências que detém as maiores bases mundiais de indicadores financeiros, as quais lideram a avaliação do mercado global de capitais e, portanto, a classificação de risco para os investimentos (como Standard & Poor’s e Moody’s Corporation). Sua operação consiste em rebaixar as notas da economia brasileira ou ameaçar fazê-lo, o que oferece poderosa munição para que as mudanças de políticas públicas que ainda sofrem alguma resistência no próprio Congresso sejam enfim votadas, sob ameaça de falência do país (é o que está em curso no Brasil em relação à previdência e que já ocorreu na Europa, com Portugal, Grécia, Irlanda e Espanha, que receberam o eloquente acrônimo: “PIGS”). E o Estado de direito irá tendo assim rapidamente destruídos os elementos de “res pública” ou de democracia social que o caracterizaram em sua arquitetura moderna (a qual, no Brasil, assim como em vários países do continente sul americano, começava apenas a instalar-se com os governos progressistas pós-ditaduras, justamente os alvos do novo golpe). O intuito é transformá-lo, no final do seriado, em Estado neoliberal, cuja função é estritamente focada naquilo que interessa ao capitalismo transnacional e seus cúmplices das elites locais: facilitar ao máximo a circulação de seus investimentos de modo a criar condições ideais para a multiplicação do capital investido e o mais velozmente possível.

Enquanto se desenrolam estas novas operações, os próprios capangas do capitalismo globalitário serão os próximos alvos das denúncias de corrupção, preparando-se o terreno para sua ejeção tão logo sua tarefa esteja concluída. Na última temporada do seriado do golpe, o novo regime jogará estes conservadores no lixo da história, sem o menor constrangimento. Esta é uma primeira diferença em relação aos golpes de Estado que se utilizaram do exército: embora estes tenham sido igualmente executados pelos conservadores (no caso, militares) e sob o comando dos poderes hegemônicos do capitalismo em sua dobra anterior (na época, principalmente em mãos dos Estados Unidos), naquele contexto o regime precisava de um Estado totalitário e, para isso, tinha que manter os conservadores no poder após o golpe e por um longo período.

Paralelamente, ainda nesta segunda temporada, enquanto se introduz na narrativa oficial as denúncias de corrupção contra os políticos capangas, o mesmo se faz com o empresariado nacional, incluindo os altos executivos. Poupa-se nesta operação os bancos, parcela do empresariado ligada ao capital financeirizado e que inclusive, neste mesmo momento, tem perdoada parcela significativa de suas dívidas com o governo. Visa-se sobretudo as grandes empreiteiras que, organizadas em cartéis, monopolizam a construção de obras públicas, não só no Brasil, mas também em países aliados dos recém depostos governos progressistas, sobretudo nos continentes latinoamericano e africano que constituem mercados promissores. A permanência em cena desta parcela do empresariado apenas interessa aos líderes do capitalismo globalitário enquanto precisem de sua cumplicidade não só para a destruição do imaginário de esquerda – e da defesa das leis democráticas que este sustenta –, mas também para trazer dados que, selecionados, respaldem e reforcem a ideia de que estamos diante de um eminente colapso econômico. Com este apoio, criam-se condições favoráveis para as privatizações e o extermínio de tais leis, principalmente as que concernem o trabalho. No que concerne o trabalho, no Brasil, isto não se limitará à sua precarização, mas chegará ao cúmulo de legalizar condições aviltantes até então consideradas pela Constituição como definidoras do trabalho escravo e passíveis de punição. Que se diga de passagem: a decisão de legalizá-lo confirma que tais condições persistem até hoje e não só nas zonas rurais; basta mencionar o tratamento dado aos imigrantes ilegais na indústria da moda. O objetivo de apressar-se a introduzir empresários e altos executivos como novos personagens vilões do seriado é preparar o terreno para tirá-los do comando, principalmente das obras públicas, assim que o direito às privatizações estiver instituído.

Com esta dupla ejeção – de políticos e empresários – e já tendo se instaurado no país uma grave crise institucional e econômica, acentuada pela paralisia das obras públicas resultante das prisões das figuras chaves do empresariado nacional que as comandavam, o terreno estará totalmente pronto para a chegada dos investimentos sem entraves do capital transnacional. Nesta segunda temporada do seriado, entre os dispositivos do golpe são particularmente importantes as cenas do ringue entre distintas máfias de políticos sórdidos, assim como entre eles e as máfias do elegante empresariado. “Premiados” por suas delações, eles se destroem mutuamente diante da sociedade que, noite após noite, assiste perplexa ao espetáculo grotesco da derrocada de ambos nas telas da TV. A esse espetáculo se tem acesso igualmente pelas redes sociais que se pode consultar a qualquer hora, assim como pelos jornais, que parte das classes médias e altas leem ao despertar. Com esta ampla e ininterrupta divulgação, a atenção de toda a sociedade passa a concentrar-se nas espantosas imagens e mensagens, escritas ou faladas, de negociações de falcatruas econômicas e políticas, clandestinamente captadas em telefonemas, e-mails e gravações, bem como em documentos entregues pelos delatores ou encontrados pela polícia nas devassas de seus escritórios e residências. É um verdadeiro show de psicopatia que chega a ser divertido pois nos lembra os mais hilários filmes B e seus canastrões. A triste diferença é que, neste caso, a narrativa ficcional baseia-se em dados da realidade. Se estes, por si só, provocariam uma total indignação, ao serem devidamente editados na construção da narrativa, cuja função é preparar o terreno para o golpe, eles tem o poder de gerar graves efeitos micropolíticos nas subjetividades: a propagação da insegurança e do medo de colapso.

Há realmente algo de novo no uso de narrativas ficcionais pelo poder?

É verdade que não constitui novidade o uso pelo capitalismo da manipulação pelo discurso, seja ele verbal ou imagético, por meio da construção de narrativas que demonizam o inimigo da hora, como estratégia micropolítica de poder para viabilizar e justificar seus projetos macropolíticos. Tal estratégia foi amplamente usada pelo regime desde sua fundação (basta citar a catequese, uma versão de narrativa ficcional, no modo palavras-de-Deus, único e universal), tendo se aprimorado com a advento dos meios de informação e comunicação de massa, no final do século XIX, que acompanhou a segunda revolução industrial. Neste contexto, além de ter sido um dispositivo central das estratégias de produção de subjetividade no século XX, foi amplamente usado pelo poder nos regimes totalitários, assim como na preparação dos golpes de Estado dos anos 1960 e 70. Porém o modo como atualiza-se este dispositivo de poder não é idêntico: aqui reside uma segunda diferença entre as duas versões do regime, industrial e financeirizada.

O avanço exponencial das tecnologias de informação e comunicação à distância a partir do final dos anos 1970, não só tornou seu uso micro e macropolítico mais sutil e poderoso, mas foi o que, em parte, viabilizou a própria conquista do poder globalitário pelo capitalismo, em sua nova dobra. As narrativas de propaganda realizadas pelo capitalismo industrial (igualmente arquitetadas e financiadas por uma aliança entre empresários e políticos) eram toscas, acessadas pelo rádio e pela televisão (cujo uso aumentou depois da segunda guerra mundial), assim como nos cinemas antes dos filmes. Já as novas tecnologias de comunicação permitiram um aprimoramento significativo deste dispositivo do poder: a sofisticação das linguagens e das técnicas de manipulação e publicidade (o que inclui uma profunda mudança da televisão), a multiplicação das mídias e o alcance mundial da divulgação das mensagens em tempo real. Se divulgar falsas informações tampouco é novidade e faz parte da composição das narrativas ficcionais impostas às subjetividades, no capitalismo financeirizado tal dispositivo se aprimora. Viabilizadas pelo desenvolvimento tecnológico de robôs que passam a agir na Internet, as chamadas fake-news não só viralizam, mas simulam sua legitimidade com infinitos likes instantaneamente produzidos por tais robôs, o que as faz parecer massivamente aceitas, intensificando e propagando sua ilusória credibilidade.

Tampouco são os mesmos nos dois contextos os focos privilegiados para produzir temor e insegurança e mobilizar a fúria conservadora. Nos anos 1950 e 60 do capitalismo industrial, o foco era o fantasma do comunismo propagado pela guerra fria: uma ameaça que encontrava respaldo na recente divulgação dos horrores totalitários do stalinismo, a qual trazia de volta à memória das massas os traumas provocados pelo nazismo e o fascismo, cujos efeitos ainda infectavam sua subjetividade. Projetava-se esse fantasma nos governos com tendências democratizantes (foi o caso de Jango, no Brasil), projeção cujos efeitos nas massas preparou o terreno para os golpes de Estado nos anos 1960 e 70. Entretanto, nos anos 1990, as experiências de governos com tendência à esquerda após o fim das ditaduras, mobilizaram ampla identificação nas camadas mais desfavorecidas da sociedade – sua grande maioria –, não sendo mais possível associá-los ao comunismo como um fantasma ameaçador, e menos ainda à sua versão totalitária, ao que se acrescenta o fim da URSS e a queda do muro de Berlim. É então esta identificação que a dobra financeirizada do capitalismo necessitará destruir. Para lográ-lo, elege-se a corrupção como foco para a demonização das esquerdas na narrativa a ser construída e midiatizada. Se a acusação de corrupção já foi e continua sendo amplamente usada pelo poder para eliminar seus inimigos, usá-la contra líderes de esquerda tem um adicional de eficácia: a destruição de sua imagem de honestidade e de uma sincera cumplicidade com a agenda social, uma das principais virtudes que lhes são atribuídas no imaginário dos que com eles se identificam, a qual os diferenciava dos demais políticos, que no país são tradicionalmente associados à corrupção. No caso específico de Lula, associá-lo à corrupção visa destruir igualmente a imagem de que sua origem de classe garantiria sua cumplicidade com as causas sociais. A ideia de que são todos “farinha do mesmo saco” faz com que à insegurança e ao medo, acrescente-se a decepção, gerando uma espécie de apatia por exaustão.

Mas o uso pelo regime colonial-capitalístico de estratégias micropolíticas para sustentar suas estratégias macropolíticas não se reduz à propaganda. Este é apenas um dos dispositivos de seu modus operandi micropolítico, o qual é muito mais amplo e complexo e, com desdobramentos e variações, é por ele praticado desde sua fundação no século XV. E tem mais: este é um dos elementos fundamentais de sua modalidade de poder.

Matriz micropolítica do poder colonial-capitalístico: o abuso da vida

A estratégia micropolítica do poder colonial-capitalístico consiste em investir na produção de um certa política de subjetivação, matriz do regime nesta esfera. Tal política tem como elemento fundamental o abuso da vida enquanto força de criação e transmutação, força na qual reside seu destino ético e a condição para sua continuidade. Isto inclui a potência vital em todas suas manifestações e não só nos humanos – sendo que nos humanos o abuso não se restringe à sua manifestação como força de trabalho, como se pensava no marxismo. O intuito do abuso é separar a subjetividade de sua potência vital, obstruindo seu acesso a tal potência e a destituindo assim de seu poder de escolha para conduzí-la, o que a torna dócil e submissa aos modos de existência necessários ao regime e à sua exploração.

No entanto, na nova dobra do regime, a intervenção nesta esfera refina-se e se intensifica. O abuso da força vital vai mais fundo: seu intuito não é mais simplesmente o de torná-la dócil e submissa, como o era no capitalismo industrial em suas primeira e segunda revoluções. Ao contrário, o intuito agora é estimular esta potência e acelerar e intensificar sua produtividade, mas a desviando de seu destino ético, para converter sua natureza de força de “criação” de novos modos de existência em resposta às demandas da vida, em força de “criatividade”, a ser investida na composição de novos cenários para a acumulação de capital (econômico, politico, cultural e narcísico). No lugar da criação do novo, o que se produz (criativamente e cada vez mais velozmente) são “novidades”, as quais multiplicam as oportunidades para os investimentos de capital e excitam a vontade de consumo. Embora tal vontade venha sendo mobilizada desde a dobra anterior do regime, ela encontra agora a seu dispor uma contínua explosão de novos produtos, cujas imagens – que lhe chegam como bombas por todos os lados, lançadas pelos meios de comunicação e informação –, alimentam sem cessar sua compulsiva voracidade. Ou seja, a potência vital passa a ser usada para a reprodução do status quo; apenas muda-se, criativamente, suas peças de lugar ou se faz variações sobre as mesmas.

Comemoração da vitória do impeachment na Câmara: golpe sem militares

Se o novo tipo de golpe de Estado não faz uso da força militar, não é apenas porque governos rígidos, totalitários e nacionalistas não lhe convêm. Além destas razões macropolíticas, há razões micropolíticas que funcionam segundo a mesma perspectiva: tampouco lhe convém a subjetividade rígida identitária própria de regimes autoritários que convinha ao capitalismo industrial. O regime capitalista anterior precisava de corpos dóceis que se mantivessem sedentários, cada um fixo em seu lugar, disciplinarmente organizados (como os operários na fábrica). Diferentemente disso, o capitalismo financeirizado necessita destas subjetividades flexíveis e “criativas” que se amoldem, tanto na produção quanto no consumo, aos novos cenários que o mercado não para de introduzir. Em outras palavras, o novo regime necessita produzir subjetividades que tenham a maleabilidade de circular por vários lugares e funções, acompanhando a velocidade dos deslocamentos contínuos e infinitesimais de capital e informação.

Esta é mais uma das razões pelas quais não interessa à nova dobra do capitalismo o uso da força militar em seus golpes de Estado; é com a força do desejo que os realiza micropoliticamente. Isto se faz por meio da corrupção do desejo, enquanto seus capatazes fazem o serviço bruto na esfera macropolítica. É por esta mesma razão que é também micropoliticamente que não interessa ao novo regime manter conservadores no poder após os golpes de Estado, e muito menos regimes ditatoriais e nacionalistas.

O surto conservador

Voltemos ao seriado do golpe. Mais para o final da segunda temporada, à manipulação das subjetividades acima descritas se acrescentará mais um dispositivo micropolítico de poder que incidirá mais direta e veementemente nesta esfera e em seu uso instrumental na esfera macropolítica. Para o cumprimento de tal tarefa, serão mais do que perfeitos os grosseiros capangas do neoliberalismo com sua mentalidade infame e sua ânsia de massacrar todos aqueles que não são seu espelho. É quando irrompe mais violentamente o surto conservador.

Apela-se mais fanaticamente ainda à moral igrejista, familialista e identitária que, embora presente desde o início no script do seriado, beira agora o delírio. Toma-se como alvo a cultura em seu sentido amplo: das práticas artísticas, educacionais, terapêuticas e religiosas (não cristãs) aos modos de existência que não se encaixam nas categorias machistas, heteronormativas, homofóbicas, transfóbicas, racistas, classistas e xenofóbicas. Com ampla divulgação pela mídia, certos tipos de práticas passam a ser associadas ao demônio, como o eram nos séculos da Inquisição as práticas de mulheres que foram pejorativamente chamadas de “bruxas”, qualificação que autorizava sua prisão, tortura e morte. (Isto, aliás, continuou acontecendo após a Inquisição – são mais de um milhão de mulheres assassinadas como bruxas desde então –, e continua se reproduzindo ainda hoje. Basta lembrar que é à figura da bruxa que se associou Judith Butler para atacá-la em sua recente visita ao Brasil. Chegou-se a queimar publicamente um boneco que a reproduzia em frente ao SESC, uma das instituições culturais mais respeitadas do país na qual se realizava o simpósio internacional que Butler ajudara a organizar). Tal dispositivo de manipulação das subjetividades preparará o terreno para efetuar mudanças nas leis vigentes nestes campos. Fiquemos em três exemplos, todos ocorridos no mesmo período (de meados ao final do segundo semestre de 2017).

É preciso converter Butler em bruxa -para ser legítimo massacrá-la

O primeiro é a arte: certas práticas artísticas – as que trazem à tona questões de gênero, de sexualidade e de religião –, passam a ser desqualificadas e criminalizadas. Nesta operação mata-se dois coelhos de uma cajadada só: demoniza-se as práticas ligadas a estas questões que não se enquadram em suas formas dominantes e, com isso, demoniza-se igualmente a dignidade ética da arte em seu exercício ativo da pulsão criadora, neutralizando assim sua potência micropolítica. Tal potência consiste em tornar sensíveis as demandas da vida ao ver-se sufocada nas formas vigentes de existência individual e coletiva, quando estas perderam seu sentido pelos efeitos que os encontros com a alteridade mutante do entorno produziram nos corpos. Materializadas em obras, estas demandas vitais teriam o poder de contágio dos públicos que a elas têm acesso, o que tenderia a mobilizar a força coletiva de transfiguração das formas da realidade e de transvaloração de seus valores. Atacar a arte é atacar a possiblidade de irrupção social de tal força, dificultando ainda mais seu acesso pelas subjetividades.

O segundo exemplo são os movimentos que performatizam mutações das subjetividades, especialmente nos âmbitos da sexualidade e das relações de gênero (movimentos feministas, LGBTQI, etc). A operação neste caso consiste em mobilizar a volta aos valores da heterossexualidade monogâmica da família nuclear patriarcal como forma absoluta de laço social e de erotismo (se é que faz sentido manter esta palavra neste caso). O objetivo é interromper a propagação do processo pulsional de criação de novos modos de existir nestes terrenos. Um processo que se desencadearia pela urgência da vida de recuperar sua potência em tais terrenos, em cujas formas dominantes encontra-se debilitada.

O terceiro exemplo diz respeito aos negros e indígenas que, em diferentes proporções em função dos circuitos do tráfico de escravos africanos, formam a maioria nas sociedades das ex-colônias. Se o comportamento dominante em relação a estas camadas da população sempre consistiu em sua humilhação e estigmatização – o que inclui suas tradições culturais e, principalmente, a perspectiva que as conduz, segundo a qual estas atualizam-se em novas formas em função do contexto –, agora tal comportamento se exibe publicamente com orgulho, sem o menor pudor. No Brasil, isto se manifesta do lado dos negros na destruição em série de terreiros de Candomblé: a associação ao demônio desta prática religiosa de origem afro legitima os agentes de seu messacre, os quais o divulgam ampla e abertamente, exibindo-se orgulhosamente nas redes de comunicação e informação. Do lado dos indígenas, o alvo são suas terras, às quais estão indissociável e visceralmente vinculadas suas tradições culturais (além do fato óbvio de promoverem seu sustento). Se a tomada das terras que desde sempre lhes pertenceram nunca parou de existir desde o início da colonização, a operação atual consiste na abolição das leis que haviam demarcado terras a eles destinadas, seja das que lhes pertencem desde sempre, ou daquelas para onde foram levados após as demarcações – leis cuja promulgação pela Constituição Cidadã, de 1988, havia sido fruto de uma árdua luta das décadas anteriores. Agora é com o apoio da lei que os empresários rurais expulsam os indígenas de suas terras. Na maioria dos casos, como sempre, mata-se primeiro seus líderes, preparando assim o momento da expulsão da comunidade inteira, momento em que, se necessário, apela-se para o genocídio.

Se no terceiro exemplo, o das tradições culturais africanas e indígenas, o objetivo destas operações que compõem o golpe é mais obviamente macropolítico (a expropriação dos terrenos do Candomblé e das terras indígenas, assim como o ataque aos movimentos negros e indígenas que vêm se fortalecendo), basta colocá-lo lado a lado com os outros dois exemplos de operações, simultaneamente em curso, para nos darmos conta de que há igualmente neste dispositivo um objetivo mais sutil, micropolítico, indispensável para a preparação da mudança de leis nos campos da educação, da saúde, do direito à posse de terras e da preservação ambiental.

No campo da saúde é neste mesmo momento que deputados federais desenterram um projeto de lei que visa incluir a homossexualidade entre as doenças a serem tratadas. Com o hilário lema da “cura gay” se pretende legalizar terapias (psicológicas ou religiosas) cuja função é transformar a orientação sexual de todos aqueles cujas práticas escapem das categorias dominantes de gênero e sexualidade. Lembrando que já na década de 1990, a Organização Mundial da Saúde (OMS) descartou qualquer projeto que associe a orientação sexual a doença, e que no Brasil o Conselho Federal de Psicologia proibiu esta associação em 1999 e o Conselho Federal de Medicina, há mais de 30 anos – é no mínimo surpreendente, para não dizer estarrecedor, que a questão tenha voltado à baila no Brasil em pleno ano de 2017, provocando uma acalorada polêmica. Mas é menos surpreendente o retorno deste fantasma se o situarmos no universo de operações micropolíticas do roteiro do golpe: desta perspectiva, o fato de que tal projeto de lei tenha sido descartado não impede seu impacto como dispositivo micropolítico de poder que incide na produção de subjetividade.

No campo da educação, durante as discussões no congresso em torno da nova Base Nacional Comum Curricular (BNCC) demoniza-se nos currículos escolares qualquer abordagem de temas como a política (o famoso lema: “Escola sem partido”), a identidade de gênero, a orientação sexual e as culturas africanas e indígenas. Aprovada em dezembro de 2017, na nova BNCC foram eliminados trechos que afirmavam a necessidade de um ensino sem preconceitos. Mais especificamente, foram excluídos mais de dez trechos que mencionavam as questões de gênero e sexualidade e eliminados da bibliografia textos que abordassem a mitologia dos orixás, com o argumento de que seu conteúdo seria demoníaco. Tais cortes do currículo escolar têm seu lastro nas operações micropolíticas mencionadas nos dois exemplos anteriores (LGBTQI e negros e indígenas) e participam da construção da mesma narrativa que agora tem nestas camadas da sociedade seu novo personagem vilão.

A mesma dimensão micropolítica das operações do poder neste campo está presente nos cortes de verbas de educação e pesquisa nas universidades públicas, acima mencionados. Se é fato que, historicamente, o acesso às universidades públicas no Brasil sempre foi privilégio das classes mais abastadas – o que só começou a mudar nos governos petistas –, o desmonte da própria universidade elitista denota que o golpe na educação não incide apenas na esfera macropolítica, na qual seu objetivo óbvio é eliminar o recém-conquistado acesso da grande maioria à educação. Seu objetivo micropolítico é enfraquecer o acesso à informação e à formação intelectual na sociedade brasileira como um todo, o que tem por efeito debilitar a potência do pensamento, essencial para decifrar as asfixias da vida em suas formas presentes e combatê-las, criando novos cenários. Faz igualmente parte da dimensão micropolítica do golpe na educação, os efeitos da nova lei trabalhista nas universidades privadas. Se é óbvia a meta macropolítica da demissão em massa dos professores – aumentar exponencialmente o lucro das empresas de educação, pagando menos aos professores e baixando o valor pago pelos alunos de modo a aumentar sua clientela –, sua meta é também micropolítica. Durante os governos petistas, com a melhora de qualidade de vida das camadas sociais mais desfavorecidas, estas passaram a frequentar universidades privadas. O objetivo micropolítico da demissão em massa dos professores não foi apenas o de baixar a ainda mais a qualidade de educação que lhes era oferecida por estas universidades, a coisa é mais perversa: tais universidades usaram a diminuição do custo do estudo como foco de suas campanhas publicitárias, amplamente veiculadas quase concomitantemente à tal demissão. De cunho incontestavelmente populista, a narrativa de tais campanhas tem por efeito levar esta camada da sociedade a acreditar que o acesso à educação teria sido ampliado. O mesmo discurso populista foi utilizado pelo governo federal para legitimar sua Base Nacional Comum Curricular, em farta campanha publicitária veiculada, várias vezes ao dia durante meses, por todos os meios de comunicação.

No campo do direito à terra, que inclui as leis ambientais e as que concernem os indígenas, no mesmo ano de 2017, o presidente Temer promulgou um decreto extinguindo a Reserva Nacional do Cobre e Associados (Renca). Trata-se de uma área localizada entre o Pará e o Amapá que abrange 4,2 milhões de hectares, criada no final da ditadura militar para evitar que os minérios fossem explorados por empresas estrangeiras. Nesta reserva, vivem algumas comunidades indígenas, além do fato de que o Renca se localiza no “Escudo das Guianas”, área que envolve parte da Amazônia brasileira, a Venezuela e as Guianas. Neste escudo se encontra a maior extensão de áreas protegidas do mundo, com menos de 1% de desmatamento, além de aí viverem espécies que não existem em outros lugares do mundo. Do ponto de vista macropolítico, tal decreto que visava contemplar os interesses da bancada ruralista e abrir novas oportunidades de investimento para o capital internacional, foi um fracasso. Temer foi levado a recuar pela pressão de sua enorme repercussão negativa nacional e internacionalmente (principalmente por parte dos ambientalistas); tentou ainda editar um novo Decreto com texto similar, mas este foi questionado pela Justiça e enfim suspenso. Apesar do fracasso da operação na esfera macropolítica, fica nítido aqui que a operação micropolítica da desqualificação das culturas indígenas visava, entre outros objetivos, contribuir para seu sucesso. Mais amplamente, em tal decreto fica nítida a matriz micropolítica do regime colonial-capitalístico: o abuso da vida – não só da vida humana, nem da vida de uma região, mas do planeta como um todo.

O conservadorismo é imprescindível para o capitalismo financeiro globalitário

Agora, podemos esmiuçar mais precisamente a operação micropolítica da nova modalidade de golpe própria do capitalismo financeiro globalitário e a razão pela qual para realizá-la lhe é necessário insuflar o conservadorismo como um dispositivo essencial de poder. Na primeira temporada a fragilidade das subjetividades, decorrente da desapropriação de sua força de criação pelo abuso, é aguçada pela insegurança que lhes provoca a demonização das esquerdas no governo e o fantasma da crise. Na segunda temporada a insegurança se intensifica com a demonização das classes política e empresarial como um todo e o tom mais veementemente apocalíptico em torno da crise econômica, à qual se acrescenta a crise institucional que vem desagregando o Estado a olhos vistos. Isto faz com que as subjetividades tendam a agarrar-se a qualquer promessa de estabilidade e segurança e passem, por isso, a projetar seu mal-estar nas figuras de bode expiatório que desempenham o papel de vilão no roteiro do golpe, das quais os mocinhos irão salvá-las. Porém, nos episódios finais da segunda temporada, um passo a mais é dado na estratégia micropolítica. Até então o papel de vilão era desempenhado pelos políticos acusados de corrupção para que as subjetividades pudessem projetar seu mal-estar no Estado, assim como pelo empresariado sobre o qual podiam projetar seu ódio de classe. Agora, a estigmatização de modos de existência destoantes permite que se projete o mal-estar em segmentos da sociedade, que já não podem ser simplesmente encaixados nas categorias de classe.

Terreiro destruído: transformar as religiões afro em “demoníacas”

É a própria alteridade que passa então a ser demonizada, o que leva a reforçar mais gravemente a já existente blindagem das subjetividades em relação à sua experiência vital. É que sendo esta composta pelos efeitos do outro no corpo, tais efeitos, agora demonizados, tornam-se perigosíssimos no imaginário e devem ser denegados a qualquer custo, para que não se corra o risco de absorvê-los. Isso tem o poder de desmobilizar ainda mais a potência de transfiguração da realidade coletiva, da qual a experiência de habitar a trama relacional tecida entre distintos modos de existência seria portadora, se as rédeas do destino da pulsão estivessem em nossas mãos. As condições estão dadas para que o desejo se entregue mais plena e gozosamente ao abuso colonial-capitalístico da pulsão vital.

Em suma, nos episódios finais da segunda temporada do seriado do golpe, enquanto intensifica-se a operação macropolítica de desmonte da constituição e da economia nacional, intensifica-se igualmente a operação micropolítica de produção de subjetividades entregues à cafetinagem do desejo. Com esta dupla operação indissociável, prepara-se a sociedade para a terceira e última temporada: a tomada do poder político e econômico pelo capitalismo globalitário. Ela estará enfim pronta para recebê-lo de braços abertos como o salvador “civilizado” que saneará a economia de sua falência e reestabelecerá a dignidade da vida pública, devolvendo ao país seu prestígio perdido e a serenidade a seus cidadãos. Fim do seriado. Golpe concluído.

A máscara da legalidade democrática

Para chegar a este programado gran finale do seriado, é preciso eliminar todo e qualquer tipo de estorvo que interrompa ou diminua a velocidade da circulação de capitais, de informação e de subjetividades por vários lugares e funções. Os obstáculos podem ser encontrados em qualquer rota do capital e são de ordens variadas e variáveis – pessoas, grupos, instituições, serviços, postos de trabalho, fronteiras, países, leis, imaginários, hábitos, modos de existência, etc. Sendo assim, eles não se encaixam em figuras fixas organizadas em pares binários por oposição, o que torna obsoleta a figura do “inimigo”, tal como ela se configura na tradição ocidental. Mas em seu jogo midiático perverso, o regime usa esta figura, vestindo seus obstáculos com a máscara do vilão do seriado, para torná-los alvo da vontade de destruição pelas massas. Isso dura um breve período, o tempo necessário para tirá-los da frente; e, rapidamente, novos obstáculos ocuparão o lugar de vilão.

O Estado de direito e o regime democrático estão entre os principais obstáculos macropolíticos ao capitalismo financeirizado globalitário. Para eliminá-los usa-se a mesma operação micropolítica que apela para a figura do inimigo; contudo, embora a operação tenha a mesma lógica, neste caso invertem-se os papéis. Aqui os obstáculos ao regime (o Estado de direito e a democracia) é que serão mascarados com o personagem do mocinho, enquanto o papel de inimigo caberá a seus detratores, verdadeiros ou ficcionais; um papel que no final da segunda temporada terá sido desempenhado por todos os protagonistas do poder nacional, político e econômico (não financeirizado). É então que o capitalismo transnacional apresenta-se como o único mocinho do planeta capaz de recuperar a legalidade democrática – personagem com o qual o regime se mascara no seriado do golpe de Estado, ocultando assim o fato de ser ele seu verdadeiro agente e que é precisamente este tipo de Estado que ele visa destruir.

A composição da máscara de legalidade democrática é sutil e astuta. A segunda temporada do seriado do golpe começa a ser veiculada pela mídia imediatamente após o final da primeira. Os scripts são idênticos, só mudam os personagens que desempenham o papel de vilões acusados de corrupção. Se, na primeira temporada, parte da sociedade brasileira ainda conseguia ver que se tratava de um golpe cujo objetivo era aniquilar a imagem dos políticos progressistas para tirá-los do poder, com a substituição dos protagonistas do papel de vilão na segunda temporada, vence na maioria a ideia de que a expulsão dos governantes progressistas havia sido uma ação imparcial e digna, visando a necessária moralização da vida pública. Tal ideia consegue inclusive contaminar aqueles que têm menos acesso aos direitos, parcela majoritária da população que havia sido favorecida pelos governos progressistas e os sentia como seus aliados. Neste final da segunda temporada do seriado, quando todos os políticos se tornam vilões, o inimigo passa a ser a própria política como um todo e, portanto, o Estado de direito. Esta operação teria, em princípio, uma tripla vantagem. A primeira é desacreditar o Estado em sua atual estrutura, democrática, para que seja mais facilmente reestruturado segundo a agenda neoliberal. A segunda vantagem é a despolitização da sociedade para que esta deixe de depositar em sua participação na democracia o mediador da defesa de seus direitos civis, já que esta passou a ser vista como intrinsecamente ligada à corrupção, onde todos são ladrões. O mais grave é que a despolitização na esfera do estado de direito leva de roldão a pulsão social de uma luta autônoma em relação ao Estado, seja ela macro ou micropolítica. A terceira vantagem é tornar as subjetividades ainda mais frágeis para facilitar seu abuso.

Em síntese

O novo tipo de golpe, próprio do capitalismo neoliberal globalitário, consiste num complexo conjunto de operações micro e macropolíticas, no qual pretende-se matar vários coelhos numa cajadada só – todos os coelhos que atravessam as vias, concretas ou virtuais, visíveis ou invisíveis, por onde circula o capital transnacional a cada momento. São eles: os políticos de esquerda e o imaginário progressista a eles associado (pelas dificuldades que impõem ao desmantelamento da constituição, às privatizações e à entrega do país ao capital financeirizado transnacional e seus comparsas locais), os políticos de alma pré-republicana e escravocrata (por seu arcaísmo nacionalista e identitário, sua ignorância e incompetência, e seu péssimo hábito de precisar de um Estado inchado para mamar em suas tetas), os líderes do empresariado industrial local (por manter investimentos na produção, desperdiçando assim oportunidades de aplicá-los na especulação), os líderes do empresariado nacional da construção das obras públicas (por impedir que o capital transnacional se aproprie plenamente dos grandes negócios locais neste setor) e, por fim, o próprio Estado em sua versão democrática e/ou nacionalista – tudo isso acompanhado micropoliticamente do desvio da potência coletiva de ação pensante criadora que se mobilizaria diante deste quadro intolerável.

Em síntese, a nova modalidade de golpe de Estado é, na verdade, não só um golpe contra a democracia e, portanto, contra a sociedade (em sua esfera macropolítica), mas, mais radicalmente ainda, é um golpe contra a própria vida – não só a vida humana, individual e coletiva, mas a vida do planeta como um todo (esfera micropolítica). E o capitalismo transnacional sai vitorioso e de mãos aparentemente limpas. Esta é, provavelmente, a apoteótica cena prevista para o final do seriado do golpe.

Entretanto, dois possíveis efeitos do seriado não estavam previstos em seu script. Ambos começam a manifestar-se no final da segunda temporada, em consequência da quebra do feitiço que as acusações contra Lula haviam gerado na primeira temporada e, sobretudo, do grau traumático a que chegou o desamparo em que se veem lançadas as subjetividades. São distintas as estratégias do desejo que se mobilizam diante do trauma. Fiquemos apenas nos dois polos extremos do amplo leque de tais estratégias, embora estas possam oscilar entre várias posições, além do fato de que os processos de elaboração têm o poder de deslocar posições iniciais. Num dos extremos, apelamos para estratégias defensivas que nos levam a agarrar-nos de unhas e dentes ao status quo: uma resposta patológica por termos sucumbido ao trauma, e que tem por efeito nos despotencializar. No outro extremo, amplia-se o alcance de nossa mirada, o que nos permite ser mais capazes de acessar os efeitos subjetivos da violência em nossos corpos, de sermos mais precisos em sua decifração e expressão e mais aptos a inventar maneiras de combatê-la. Mobiliza-se então a força criadora para transformar o status quo de modo que a pulsão vital cumpra seu destino ético: esta é uma resposta saudável que ao nos proteger de sucumbir ao trauma, mantém nossa potência e tende até a intensificá-la.

A primeira resposta, fruto de uma estratégia de desejo reativa, tende a gerar uma identificação das subjetividades com os conservadores, o que as leva a apoiá-los com euforia e fervor. Com o prolongamento da permanência dos conservadores nos governos na segunda temporada e seu crescente apoio pelas massas, apoio insuflado pelas estratégias do golpe, estes acabam sendo eleitos aos cargos legislativos, conseguindo assim estabelecer-se efetivamente no poder. Mais grave ainda é quando se elegem ao cargo de presidente da república, o que vem acontecendo em vários países. O exemplo mais significativo é o da vitória do brutamontes Trump para a presidência dos Estados Unidos, bufão psicopata e nacionalista ao extremo. É bom lembrar que o nacionalismo foi um dos elementos do discurso populista dos capangas do capitalismo financeiro, usado por ele para a construção da figura do “inimigo comum” que deve ser eliminado de cena, o que justifica e legitima o golpe (as políticas europeias anti-migratórias e o virulento anti-europeísmo, fenômenos que vem se manifestando atualmente, entram nesta mesma chave). Mas os capangas conservadores nacionalistas deveriam ser descartados assim que o golpe estivesse consumado: sua instalação no poder é o primeiro efeito colateral do seriado que não estava previsto no roteiro.

O bufão que agita o espantalho do “inimigo externo”

Já a segunda resposta, fruto de uma estratégia de desejo ativa, gera a ascensão de uma nova modalidade de resistência, que se cria coletivamente face à nova modalidade de poder. Este é o segundo efeito colateral do seriado do golpe que tampouco estava previsto no roteiro. Por ser portador de oxigênio para o ar mortífero que respiramos no presente, finalizemos com alguns comentários acerca deste segundo fenômeno.

A nova modalidade de resistência

Passados os primeiros capítulos da segunda temporada, na qual se conseguira instaurar a ilusão de que não se tratou de golpe, seus capítulos seguintes – onde se vê a destruição das conquistas democráticas, a penalização da criação cultural e a desqualificação da política como um todo – não terão o mesmo êxito. Cada vez mais gente, em mais setores sociais e regiões do país, passa a se dar conta do sério risco que o poder globalitário do capitalismo traz não só para a continuidade da vida da espécie humana, mas do planeta como um todo. O sinal de alerta faz com que tenda a cair o véu de sua ilusão, tecido pelo abuso. Instaura-se nas subjetividades um estado de urgência que as faz batalhar para abrir o acesso à experiência subjetiva de nossa condição de viventes e retomar em suas mãos as rédeas da pulsão. Isto leva o desejo a deslocar-se de sua entrega ao abuso e a agir no sentido de transfigurar o presente, impedindo que a carnificina prossiga.

O fato de que, em sua nova dobra, fique mais escancarado que o capitalismo incide na esfera micropolítica dá origem a uma nova modalidade de resistência: surge a consciência de que a resistência tem que incidir igualmente nesta esfera. Isto aparece nos novos tipos de movimento social que vêm desestabilizando aqui e acolá o poder mundial do capitalismo financeirizado na determinação dos modos de existência que lhe são necessários. A propagação deste tipo de resistência, que se intensificou após o tsunami dos ditos golpes de Estado provocados pelo novo regime por toda parte, tem surgido principalmente entre as gerações mais jovens e, mais contundentemente, nas periferias dos grandes centros urbanos. Nestes contextos, destacam-se especialmente os citados movimentos das mulheres (numa nova dobra do feminismo), dos LGBTQI (numa nova dobra das lutas no campo da homossexualidade, transexualidade, etc, na qual estas se juntam em torno de alguns objetivos e refinam suas estratégias) e, também, dos negros (numa nova dobra de suas lutas anti-raciais). A estes movimentos somam-se as lutas por moradia e o combate dos indígenas, cada vez mais amplo e articulado – em ambos, uma forte atuação na esfera micropolítica agrega-se à sua tradicional atuação na macropolítica. Neste novo campo de batalha, cada um destes movimentos ganha novas forças.

A irrupção destas novas estratégias de combate nos ajuda a ver que o horizonte do modo tradicional de resistência das esquerdas tende a reduzir-se à esfera macropolítica e que esta redução seria uma das causas de sua desorientação e impotência frente ao atual estado de coisas. Tal entendimento tem o poder não só de nos tirar da paralisia melancólica fatalista à qual nos faria sucumbir a sombria paisagem que nos rodeia, bem como de nosso ressentimento com as esquerdas, mas também de nos permitir uma reaproximação das mesmas. Isto pode ter por efeito um aprimoramento dos instrumentos de resistência em ambas as esferas, micro e macropolítica.

O seriado do capitalismo financeirizado começa bem antes das três temporadas focadas em seus golpes de Estado e, certamente, será bem longa sua terceira temporada, em cujo roteiro parece estar prevista a instalação plena do poder globalitário do regime colonial-capitalista. Seus efeitos serão delineados coletivamente nos embates entre diferentes forças das mais reativas às mais ativas. Forças reativas que, em diferentes graus e escalas e com diferentes tipos de expressão, promovem o abuso da vida em sua potência pulsional de criação – seja atuando no personagem do vilão que abusa ou no da vítima que se deixa abusar. E forças ativas que, em diferentes graus e escalas e com diferentes tipos de expressão, promovem sua afirmação transfiguradora, dissolvendo tais personagens e, com eles, a cena em que atuam. Ninguém é permanentemente ativo ou reativo, tais posições oscilam e se mesclam ao longo da existência individual e coletiva. O que importa do lado das forças ativas é o trabalho incansável que consiste em combater as forças reativas em nós mesmos e em nosso entorno, cujo sucesso jamais estará garantido e tampouco será definitivo.

Impossível prever o desfecho (sempre provisório) deste embate em que estamos envolvidos e que prosseguirá na terceira e última temporada do seriado. Mas há um alento no ar que nos vem da experiência de liberação da pulsão das sequelas de seu abuso colonial-capitalista. Apesar desta experiência ser relativamente recente, ela nos permite imaginar outros cenários e agirmos em sua direção. Isso nos faz acreditar que é possível despoluir o ar ambiente de sua poeira tóxica, pelo menos o suficiente para que a vida volte a fluir. O tratamento de tal poluição é micropolítico: um trabalho coletivo de descolonização do inconsciente, cujo foco são as políticas de produção de subjetividade que orientam o desejo e as consequentes formações do inconsciente no campo social. Esta é a tarefa que nos desafia no presente. Depois é depois: novas formas de existência se instalarão, com novas tensões entre diferentes qualidades e intensidades de forças ativas e reativas e seus confrontos, os quais convocarão novas estratégias de resistência, num combate sem fim pela vida.

São Paulo, 2017/2018

 

Lula discursa na praça da República depois de sua condenação: o seriado não acabou

P.S: Em 24 de janeiro de 2018, poucos dias após a finalização da escrita deste texto, Lula foi praticamente excluído da vida pública, condenado à prisão por doze anos, quando então terá 84 anos. “Praticamente”, porque embora ainda falte o recurso de seus advogados a duas instâncias da Justiça, podemos prever que estas manterão as decisões de condená-lo e legitimarão sua imediata prisão. Com isso, já podemos dizer que o golpe de Estado “propriamente dito” foi bem sucedido. Mas o maldito seriado do golpe não termina aqui: apesar do Estado propriamente dito ser um de seus objetos privilegiados, ele não é o único. Terá sido a eliminação de Lula o último episódio de sua segunda temporada? Neste caso, a partir de agora assistiríamos a sua terceira temporada: será seu roteiro próximo ao que foi aqui anunciado? Haverá outras temporadas mais? Jogos de adivinhação não são bem-vindos neste tipo de contexto. Além de não podermos prever exatamente seu script, efeitos não previstos podem surpreender seus autores e a nós trazer alento, como já vem acontecendo. Apesar do seriado ser ininterruptamente campeão de audiência, e o golpe propriamente dito ter sido vitorioso, o tiro pode sair pela culatra. Isso fica mais uma vez notório na reação da maioria da sociedade brasileira à condenação de Lula. Se sua vitória foi celebrada pelas elites internacionais do capitalismo financeirizado, assim como por suas elites locais, do lado de suas camadas expoliadas (a grande maioria), assim como das camadas politizadas das classes médias, no Brasil e no exterior, a reação foi oposta. Por ser claramente injusta e fruto de uma cruel armação, a condenação indignou tais camadas e gerou um efeito bumerangue: reativou-se poderosamente a força da presença de Lula em seu imaginário – no qual ele já vinha resgatando seu lugar de liderança digna, mesmo entre aqueles que tem críticas a seu governo. Basta lembrar que se o seriado do golpe, no início de sua primeira temporada, havia conseguido fazer com que os 80% de aprovação de seu governo, baixassem para 12% de intenções de voto, na segunda temporada seu número já passara a ser suficiente para que ele vencesse as eleições para a presidência da república em 2018, provavelmente já no primeiro turno.

Mas, como sugere o texto em sua frase final, a história humana (como a do cosmos) nunca chega ao fim. A ideia de fim, seja ele um gran finale ou o anúncio do apocalipse, é herdeira da ideia nefasta de paraíso e de seu corolário, o inferno. São estes os dispositivos mais antigos em nossa civilização para a instrumentalização da pulsão e a consequente manipulação das subjetividades. Tais figuras encobrem a pulsão com um duplo véu de equívocos costurados um ao outro. O primeiro véu-equívoco é o de que um dia a vida se estabilizará definitivamente (seja – e não por acaso – após a morte ou seja nesta existência, com os substitutos do par paraíso-inferno propostos na modernidade). Um véu que encobre suas inevitáveis turbulências face à quais atuaria sua (em nós) vontade de perseveração. O segundo véu-equívoco é de que só terão o privilégio deste suposto destino da vida aqueles que entregarem as rédeas da pulsão a Deus (ou seus substitutos na modernidade), os quais para merecê-lo terão que submeter-se às ordens da Igreja (ou de seus substitutos na modernidade). Não há mais tempo a perder com nossa nefasta submissão a tais ideias, próprias da redução do pensamento à esfera macropolítica. Impõe-se a nós a exigência de nos livrarmos deste reducionismo na condução de nossas estratégias de resistência, expandindo-as de modo a englobarem a esfera micropolítica. Esta é a condição para ativarmos a imaginação criadora a fim de que oriente o desejo na direção de ações efetivamente transfiguradoras.


* Com agradecimentos a Josy Panão, Paul Preciado, Pedro Taam, Maria Alves de Lima, Rolf Abderhalden e Tício Escobar pelos ricos aportes trazidos em sua cuidadosa leitura deste texto e a todos aqueles que tem se dedicado a decifrar a nova modalidade de golpe e de poder do capitalismo contemporâneo.

 

Fuente: outraspalavras

Impresiones de una visita a Brasil // Toni Negri

Traducción: Decio Machado

Como pensador, Toni Negri ha desarrollado nuevas interpretaciones sobre las actuales configuraciones de poder y estructura de las sociedades. A los 83 años, se ha convertido en referencia para análisis de fenómenos bastantes actuales, que van desde el ascenso de un nuevo tipo de derechas, más agresiva y sofisticada, hasta las nuevas movilizaciones de resistencia, tales como el movimiento Occupy, en los Estados Unidos, o los levantamientos de la Primavera Árabe o las mismísimas movilizaciones de junio de 2013 en Brasil. Entre las ideas que defiende está el que las formas tradicionales de organización política, como partidos y sindicatos, perdieron importancia en un escenario complejo marcado por alteraciones estructurales de la producción y la división del trabajo en las metrópolis. Es en las calles que surge la resistencia más activa a las nuevas ofensivas capitalistas de privatización de bienes comunes, cuerpos y afectividades. Entender como se da el fenómeno de saber lidiar con una diversidad de multitudes y sus demandas es fundamental para enfrentar la onda conservadora que golpea en la actualidad al planeta y reorganizar la resistencia en favor de una sociedad más democrática y justa. Es desde ese prima que Negri hace su lectura sobre la crisis institucional que abate a Brasil. Él estuvo en Sao Paulo en octubre de 2016, invitado por la editorial Autonomía Literaria e FFLCH-USP, teniendo la oportunidad de conocer y conversar con integrantes de diferentes corrientes de la izquierda y de movimientos sociales, además de académicos, estudiantes y activistas. En este artículo, comparte sus dudas y conclusiones tras la visita.

En el viaje de trabajo realizado a Brasil encontré políticos e intelectuales brasileños y, ante estos, hice algunos cuestionamientos, recibiendo respuestas distintas, y a veces contradictorias, sobre la crisis institucional en curso y sobre la derrota del PT (inicialmente en el ámbito parlamentario y, por último, en las elecciones municipales). A partir de las respuestas a estas cuestiones, paso a hacer algunas conclusiones provisorias. Mis interlocutores eran personas de la izquierda, de una izquierda brasileña hoy muy fragmentada. Primera pregunta: ¿por qué el PT reprimió las luchas modelo Ocuppy de 2013-2014 al punto de desvirtuar su significado y permitir que la derecha lograse la hegemonía sobre ellas? La respuesta que recibí de los políticos del PT fue unívoca y terriblemente decepcionante. Por parte de todos, este es un punto realmente grave, por parte de todos sin ninguna excepción y sin arrepentimiento alguno (incluso en muchas ocasiones con el embarazo de la mentira), obtuve una sola respuesta: esos movimientos amenazaban desde su inicio nuestra gobernabilidad. No voy a considerar comentarios sin sentido, como cuando alguien dice que las luchas de 2013 habían sido impulsadas por la CIA, y esto no solo en Brasil, sino también durante ese mismo ciclo en Estambul o El Cairo… Es evidente que, a partir de estas aseveraciones, sin duda insensatas, podemos concluir que el PT ya tenía una deteriorada relación con las poblaciones urbanas, que, inmersa en la crisis económica del país y golpeadas por la inflexión neoliberal de las políticas de Dilma, pedían desde 2013 al gobierno y al municipio un cambio de línea.

La segunda pregunta fue: ¿por qué tantos jóvenes negros continúan muriendo? No me dieron respuestas a esta cuestión. Como siempre que visito Brasil, esto se mantiene silenciado. La incomprensión de esta situación, la falta de voluntad de asumirla como problema fundamental, fue determinante en la impotencia del PT. No lo digo encontrarle solución, sino simplemente enfrentar el problema, por ejemplo, de las «favelas» (más allá de la dinámica del capital inmobiliario), y que ahora precipitó un vacío de relaciones que permitió y facilitó la entrada de la derecha religiosa (y no religiosa) al proletariado negro.

La función de las iglesias evangélicas es infravalorada respecto a su capacidad de organizar los nuevos estratos de clase media dentro y fuera de las «favelas» y esto permitió la penetración ideológica de la derecha y de una propaganda de «valores» totalmente subyugada a propuestas reaccionaras y/o de la restauración de la moralidad conservadora, etc. Probablemente aquí está el eje de uno de los puntos centrales de la crisis del PT, su pérdida de contacto (o de alguna forma de capacidad para reconducirse) respecto al proletariado negro del sistema industrial en crisis (si es que no en disolución) en las periferias de las grandes ciudades (en los estados de Sao Paulo y Minas Gerais, particularmente).

Es al interior de esta ex clase proletaria (dividida ahora entre nueva clase media y multitudes de desempleados y precarizados) que se revela la crisis más fuerte para la izquierda, pues es en estos espacios donde esa izquierda fue anteriormente hegemónica. La pérdida de hegemonía en estos estratos del proletariado urbano es sentido por los cuadros del PT como una traición. Se mira con espanto la emergencia y afirmación de nuevos «cuadros» negros en la derecha. En suma, parece que existe una completa ignorancia respecto a los cambios estructurales en el sistema productivo y en la división del trabajo urbano, al cual hay que agregar el abandono, como veremos, de los estratos proletarios más pobres.

Tercera pregunta: ¿por qué el PT no consiguió dar respuestas al ataque de la derecha (desde 2013) haciendo que reaccionasen las organizaciones de masas ligadas al partido? Aquí las respuestas demuestran que también con las organizaciones tradicionales (la CUT, el MST, etc) la relación ya se había convertido en irrelevantes, o tal vez subsistiese apenas basada con finalidad propagandística. Los sindicatos pasaron a ser corporativistas, adquiriendo los mismo problemas que existen en Europa ante la ofensiva «emprendedora» del empresariado financiero; el MST se vio también frustrado por la negativa o la lenta y contradictoria manera en que se emprendieron las expropiaciones de tierra (como consecuencia, se enraizó un sordo resentimiento respecto a un gobierno que a su vez no podía dejar de lado con el fin de no quedar sujeto al contra ataque de las fuerzas del latifundismo agrario). Sindicatos industriales y rurales se convirtieron en mecanismo de control político y, posiblemente, hasta de represión. ¿Cómo pedirles a estos actores una reacción organizada frente al predominio de la derecha? Y más allá de lo anterior, qué decir respecto de los movimientos sociales y el pueblo, si estos también habían sido duramente reprimidos.

La ofensiva de la derecha

Probablemente es aquí donde consigamos entender la conquista de la hegemonía por parte de la nueva derecha en las protestas urbanas, algo que sucedía por primera vez desde 2014, consiguiendo movilizar a centenas de miles de personas en medio de la ausencia de cualquier tipo de respuesta antagónica. El elemento que incendia y permite a la derecha el protagonismo en las calles está ligado a la campaña contra la corrupción que, de forma conjunta, accionan también contra el PT el poder judicial y los grandes medios de comunicación, leyendo a la perfección («la tempestad perfecta») el momento de crisis de relacionamiento entre el partido y la masa. El modelo utilizado para el ataque contra el PT por parte del poder judicial y los grandes mass media es exactamente el mismo que el que ya se había dado en la operación Manos Limpias (el juez Moro, que representa el eje de las iniciativas judiciales, ya había escrito y teorizado al respecto).

Dos breves reflexiones sobre esto: la corrupción de buena parte de las élites del PT surge, inicialmente, de la necesidad de equilibrar la «mayoría» en el parlamento brasileño, donde el PT nunca obtuvo mayoría; y posteriormente se amplifica, debido al usual apetito derivado del hábito de la corrupción política respecto al enriquecimiento personal de muchos cuadros del partido. Con todo, se trata de una corrupción generalizada en el sistema político brasileño: la fuerza y la astucia de la derecha (y del sistema jurídico/mediático) fue lanzar estas denuncias sobre el gobierno del PT. Parece que ahora, más allá del desastre del PT, la magistratura está redirigiendo sus acciones también contra sectores de la derecha, sin aún ejercer la misma eficacia terrorista que se produjo en relación al PT.

Continúan dos preguntas más. La primera: ¿por qué con tres presidencias el PT no se impulsó una reforma constitucional que garantizase la gobernabilidad sin necesidad de corromperse? Y en segundo lugar: ¿por qué en aquel mismo momento no se construyó un sistema de comunicación/media que permitiese al PT por lo menos alguna defensa contra los dinosaurios mediáticos (Globo, Folha, etc) de ese país? En la primera pregunta obtuve respuestas ambiguas y confusas. Para algunos, no era posible reformar la Constitución de un país que no hacía mucho había salido de un largo paréntesis dictatorial. Consecuentemente, la idea de gobernar por medio de ejercer la corrupción, es decir, retornando al hábito de la derecha, no les parecía perturbador para el proyecto del PT. Un sistema constitucional en que el presidente es electo con 60% de los votos -tales son los números de Lula-, en una república federal semi presidencialista en que el Congreso y el Senado no alcanzan -en un sistema electoral casi proporcional- nunca la mayoría (presidencia) necesaria para el funcionamiento legislativo y ejecutivo, es un monstruo constitucional, condenado a la inestabilidad y al negociados continuo.

Respecto a la cuestión mediática, muchos de mis interlocutores fueron menos reticentes. Me pareció entender que hubo, desde el inicio de los gobiernos del PT, un acuerdo tácito de fair play con los conglomerados mediáticos: ningún ataque sobre ellos por parte del gobierno y recíproca lealtad por parte de los media. Ese acuerdo se rompió en el momento en que la derecha conquistó las calles y la capacidad de expresar una oposición de perfil orgánico. No pretendo con esto imputar a la ingenuidad del PT la responsabilidad por la caída del gobierno, del deterioro de su acumulado y sobre todo de la pérdida de su hegemonía. El problema está, evidentemente, en otra parte, concretamente en la incapacidad política de resistir la ofensiva neoliberal, de abrir una respuesta multitudinaria (como aquella protagonizada en 2013 por parte de los movimientos urbanos), pero sin lugar a dudas, esas ingenuidades, que se convirtieron en estructurales, también ayudaron a la caída.

Crisis económica y clase media

Una nueva cuestión: ¿por qué la crisis económica mundial fue percibida con tal violencia en Brasil al punto de convertirse en algo incontrolable, es decir, controlable solamente mediante herramientas neoliberales? Aquí la respuesta fue más precisa. Tenemos documentos del PT que ilustran esta situación. Dicen: ganamos las elecciones presidenciales de 2014 con una campaña de izquierdas (yo incorporo: intentando retomar el contacto con los movimientos reprimidos en 2013), pero Dilma, apenas reelecta, invierte su política, intimidada por la fuerza de la crisis y de la recesión. Adopta las medidas macroeconómicas energéticas, expone sus nervios a las fuerzas financieras globales y de ellas proviene una dura reacción.

Me ahorraré aquí la historia de lo que continuó, pues no es nada que vaya más allá de los acontecimientos, es decir, la formación de un bloque de oposición que ve al partido tradicionalmente aliado al PT (el PMDB) convertir de súbito su línea política en términos neoliberales; una tentativa de Dilma de corregir la línea política… inmediatamente rota posteriormente. Es como decir que la tortilla neoliberal fue tímidamente catada por el PT, pero no le cayó bien, sin embargo, acabó impuesta en nuestra dieta alimenticia fruto de un «golpe de Estado». Una derecha ahora capaz, esta es su novedad, de identificar políticas financieras en el escenario global y privilegiar medidas que simplemente favorezcan a los ricos, como hacían tradicionalmente.

Pero que triste es escuchar a personas que fueron militantes, marxistas, compañeros de movimiento, interpretar todo en términos de equilibrio gubernamental y parlamentario cuando perdieron la oportunidad de relanzar una acción de izquierda y renovar el propio partido, pues reprimieron las luchas de 2013. Cabe señalar además, que en 2008 algunos de ellos consideraban que habían, ante la crisis, construido suficientes barreras de defensa. En realidad se trató de una ilusión. Pero de lo que sí estaban sinceramente convencidos es de que habían creado un ciclo independiente (1) (2) del comando financiero del Norte, un ciclo financiado por el petróleo y defendido por las alianzas políticas de los BRICS.

Otra cuestión: ¿qué es de esta bendita «clase media» que las políticas del PT en el gobierno impulsaron y que -incomprendidas- habrían cometido este parricidio? Para algunos del PT, 2013 fue un delito que el pueblo cometió contra sí mismo y en suma, contra el poder popular. Algo así como si una bestia inmunda se hubiese revelado… y enrabietado. Es extraño como la incomprensión política de las necesidades de «contrapoderes» activos en la sociedad puede revelarse letal para las fuerzas de la vieja izquierda que se volvieron socialdemócratas. Existe una total incomprensión sobre la acción de las minorías de las multitudes activas. Hablando con ex-funcionarios de la Alcaldía de Sao Paulo -ya girado hacia la derecha la institucionalidad local tras las elecciones seccionales- que provocaran accidentalmente los procesos de lucha de 2013 al negarse a reducir el precio de los transportes, mi percepción sobre la incapacidad de comprender los mecanismos elementales de poder por parte de esos burócratas quedó mas que confirmada.

Ellos tienen en la mente una doble ilusión: que la legitimidad de las luchas no puede ir más allá de la fábrica y que las luchas sociales son antidemocráticas. Todo tecnócrata entiende perfectamente que la metrópoli es, a estas alturas, el mecanismo central de acumulación capitalista, y que a partir de ella ocurren los procesos de extracción de plusvalía, pero no quieren entender que la fuerza de trabajo urbana debe ser por ese motivo, de alguna forma reconocida y eventualmente recompensada -que aquel «común» urbano debe ser explorado y de alguna forma «remunerado» (por ejemplo, por medio de la gratuidad en el transporte en una ciudad de 18 millones de habitantes, con una extensión y con un caos que vuelven la movilidad en una ardua tarea)-.

Con todo, no hay una respuesta precisa a como definir esta «fantasmagórica» nueva clase media. Sociológicamente, eso es lo que ya habíamos notado, se trata de una clase trabajadora que evolucionó en nuevas formas de composición cognitiva y urbana, ahora golpeada por la crisis y por las políticas neoliberales: ella defiende conquistas que creía haber adquirido y se rebela contra una situación miserable que considera inaceptable. Políticamente, esa multitud urbana es la clase productiva que quiere ser reconocida como tal. Los movimientos representan una especie de introducción a la política y esbozan una aproximación al poder, una tentativa de ejercicio de contrapoder. En consecuencia, el fracaso de las acciones de los movimientos que deviene de la represión impuesta contra estos, impide cualquier posibilidad de recuperación y mediación en el gobierno de la ciudad: abre camino con la reivindicación y acciones basadas en el poder de la mediación, mientras la decisión ya no se expresa en la voluntad democrática ni quedan sujetos al control democrático. Sus instrumentos fueron desconsiderados y/o destruidos. En Sao Paulo, simplemente andando por la ciudad o en algunas periferias de clases medias, la miseria es desbordante: pobres tumbados por las calles -no se sabe si durmiendo o muriendo-, gente pidiendo por todos lados, violencia nocturna, etc. Espectáculos intolerables.

La nueva derecha

Nueva pregunta: ¿cuál es el peso y cual es el juego de los varios componentes de la derecha brasileña (la fascista antigua, la moderna liberal, la nueva derecha militante, el fundamentalismo evangélico, la derecha católica, etc)? Si el elemento determinante de la sublevación reaccionaria fue la clase media en crisis, por qué lo fue y cómo? Les ahorraré los testimonios de algunas personas, integrantes del PT, con las que me tropecé: perseguidos y sometidos a una especie de linchamiento público, por parte de los transeuntes, de conocidos, de tenderos -uno de ellos me relató como fue llamado «comunista» y «ladrón» en la clase ejecutiva de un avión… amenazas y manifestaciones bajo las ventanas de los «petistas», denunciados como enterradores de la nación, la crisis económica les fue imputada… sin olvidar (e indudablemente no debe ser olvidado) que se espera en encarcelamiento de Lula.

Volviendo a lo nuestro: una novedad, por ejemplo, es el hecho de que una derecha agresiva, bélica, se manifiesta hoy por las calles. Desde los tiempos de la caída de la dictadura que algo así no sucedía. La derrota del poder municipal del PT fue masiva en las elecciones de noviembre del 2016; ninguna ciudad fue reconquistada en lugares en que el PT tenía casi monopolio. Entonces, ¿qué es ahora la nueva derecha? En muchos aspectos, es algo todavía indefinible; al momento, es una fuerza indistinta, ferozmente anti-PT, muchas veces antisindicatos… los elementos ideológicos clásicos del neoliberalismo la atraviesan. Acepta las pesadísimas operaciones que el nuevo gobierno decidió de forma inmediata a la llegada al poder: rigor presupuestario, flexibilización del mercado de trabajo y, sobre todo, la decisión de limitar -constitucionalmente- por veinte años la progresión del gasto público al ritmo de la inflación (idéntica operación hecha por Macri en Argentina). El déficit en el sistema de pensiones justificaría, por otra parte, el hecho de fijar en 65 años de edad el límite del retiro, hasta entonces tasado en los 35 años de contribuciones de servicio. Estado mínimo, privatizaciones, etc, constituyen una perspectiva próxima.

¿Podrá de esta manera mantenerse por mucho tiempo o esta derecha también está destinada a disolverse? Sobre esto las opiniones son distintas, el debate está abierto, pero es evidente que estamos ante un nuevo ciclo. Brasil es un país potencialmente riquísimo, pero su estructura social es tal vez más injusta (casi absurda) que la de otros países con análogo potencial. Una derecha que mantenga intactas las actuales condiciones sociales es impensable: el tiempo de estancia del PT en el poder, en este sentido, marcó una viraje decisivo. Para la derecha, mantenerse en el poder puede significar desorganizar las estructuras democráticas del Estado. Hay algo de patético en mis interlocutores del PT, cuando los reprendí por el comportamiento durante los movimientos de 2013-2014: «pero es que nosotros defendemos el Estado de Derecho». Pero ya no era más defendible, esto es lo que ellos no entendieron, mejor apostar por los contrapoderes de los pobres que ser aplastado por la contra revolución y la desorganización autoritaria del Estado de Derecho que la derecha no puede dejar de hacer. ¿Qué es entonces la derecha? Es una nueva máquina de poder que no podrá hacer otra cosa más que consolidar, en formas autoritarias, el control financiero sobre el desarrollo del país. Más allá de esto, a este tronco se injerta una derecha racista, blanca y oligárquica que, desde siempre, aún cuando no dominó políticamente, impuso en Brasil su voluntad. Teniendo presente este dato, es impensable en Brasil cualquier slogan del tipo indignados que equipare derecha e izquierda. En Brasil, se anticipó Trump.

El futuro del PT

Aquí surge una última pregunta: ¿Que queda del partido (PT)? ¿Por qué no se produce un relevo de cuadros, un rejuvenecimiento del partido? ¿Por qué se reveló un cuerpo blandengue contra el cual la empuje del enemigo fue fácil y su estocada profunda? Mi opinión es que el PT no conseguirá volver a ser una fuerza hegemónica. Por mejor que sea a partir de ahora, se convertirá en uno de los pequeños partidos de izquierda que pululan en el escenario brasileño.

Distinto es el parecer de algunos de los dirigentes del PT, cosa poco relevante dada la inteligencia estratégica que continúan expresando. Según ellos, el partido debe renacer y es interesante la forma en que imaginan dicho renacimiento. Debe volver al pasado, es decir, renacer como movimiento. Un movimiento horizontal que se presente en todas los estratos de la sociedad donde se trabaja y se es explotado. Sin embargo, laa situación cambio completamente desde que el partido nació, y los procesos de explotación se extendieron sobre toda la sociedad: es a partir de ahí, entonces, que se debe accionar. Y mientras tanto, junto a la movilización social, entienden que la verticalidad de una organización es necesaria. Brasil es un continente; una acción reformadora no puede avanzar si no es por medio de un gobierno, una verticalidad mediadora que sepa colocarse a la altura de aquello que exige el país y de la tremenda complejidad de las cuestiones y desafíos que aparecen. Es por ello que estos reivindican nuevamente el hecho de que han conducido una política cualificada, hacia la revolución interna del Brasil, por haber comprendido la necesidad de una unidad continental de América Latina y por haber iniciado una alianza política intercontinental con los BRICS.

Representación horizontal, unidad continental, conexión con los países del hemisferio sur contra el capitalismo financiero: para ellos, todavía es este el cuadro en el cual renacerá el partido. ¿Qué quiere decir todo esto? El hecho de los que dirigentes no quieran discutir los eventos de 2013 y que los atribuyan a la CIA es algo bastante cómico, como ya dije anteriormente. Es necesario, aún así, admitir que en quince años esas personas transformaron Brasil y sacaron a 50 millones de personas de la pobreza. En fin, se hace necesario admitir que el PT sucumbió a su propio éxito. En realidad, lo que es diferente en la experiencia brasileña respecto a otros países, es el hecho de que la dirección del partido PT fue derrotada por la clase media que se había emancipado de una condición subalterna y que había sido construida sobre las cenizas de una clase trabajadora ya envejecida. Más que una derrota política, lo que está sucediendo en Brasil parece ser para la vieja dirección una némesis antropológica, y tal vez hasta lo sea. Es irrebatible también el hecho de que aquellas nuevas generaciones, que pudieron representar un fuerte avance en la revolución brasileña, se volvieran en lugar de eso, presas de la ofensiva de la derecha neoliberal. No se, por tanto, que sucederá con el PT. En todo caso, descarto que pueda volver a ser de nuevo aquello que fue en su momento más feliz, una fuerza capaz de ejercer hegemonía. De todas formas, no es cuestión de botar todo al tacho de la basura como insisten algunos: hay todavía mucha vida alrededor de ese partido y cualquier movimiento que quiera asumir la tarea de reconstruir una hegemonía debe tener esto presente.

Aquí se debe agregar una defensa explícita del Lula «revolucionario» y también una lectura no irrisoria de su papel como estadista. Si de hecho es inaceptable que él tenga considerado las manifestaciones de 2013-2014 como promovidas por la CIA, sin duda la iniciativa de Lula en el terreno latinoamericano e internacional para garantizar los fondos internos y el desarrollo externo del proyecto petista dañó, si no es que en parte rompió, la tela de araña construida por el comando financiero global y tal vez haya incluso insinuado una forma de acercarse a su control: construir unidades continentales homogéneas a partir de las cuales se pueda ejercitar resistencia y redefinir el poder sobre el territorio global. Quien no tenga presente esos presupuestos no comprende como el modelo y proceso de inserción de Brasil y de América Latina en el sistema global (la condición GlobAL(3)) ha avanzado. Lula intentó un camino de ruptura: unidad continental latinoamericana, apertura -con tonalidad no sólo táctica- a los BRICS, con particular interés con los más «sucios»: África del Sur, India, y sobre todo, Irán. Esta intuición de Lula (permitan que exprese mi respeto por su inteligencia revolucionaria) es leninista.

Esa es una razón más para insistir sobre el hecho de que una alternativa al PT, más allá de desarrollarse en el terreno de clase y de abrirse a la comprensión de la cuestión racial en los procesos organizativos, necesita recoger del PT aquella intuición política global (más allá de las payasadas populistas del bolivarianismo y en ruptura con el reflujo nacionalista del progresismo andino).

La reconstrucción de la izquierda

¿Movimientos de reconstrucción? No se si existen, y tampoco se si están en marcha nuevas experiencias organizativas que tengan futuro. Es cierto, en todo caso, que existe la sensación generalizada en Brasil de que hay algo nuevo en el ambiente -contrario e irreductible ante la derecha neoliberal y racista-. Es algo nuevo que va más allá de la expectativa de una crisis interna en el formato neoliberal del gobierno, suponiendo que las acciones judiciales puedan ahora generarles daños a la derecha. De todas formas, no creo mucho que algo nuevo pueda surgir de forma tan rápida. También en Brasil el ciclo neoliberal está distante de su conclusión, pero es evidente que el «golpe de Estado», más allá de golpear al PT, golpeó al sistema y a la Constitución de 1988, violentándola, lo que tal vez haya bloqueado las articulaciones y las capacidades de mediación del poder. Es aquí, por tanto, que me parece posible tener en cuenta los encuentros con los compañeros de los movimientos, atentos a la actual fase de crisis. Fueron ellos, al fin y al cabo, los que me indicaran las lineas de recomposición y de programa para reconstruir una fuerza antagonista.

He aquí los puntos más importante que obtuve para ello:

1.        La denuncia de la violencia de la policía y del Estado. Una violencia que no se dirige solamente contra la población negra, sino contra cualquier iniciativa social. Violencia institucional, una situación en que el estado de excepción se volvió norma. Deviene de una matriz colonial en la cual la normalidad de la violencia esclavista y colonialista es mantenida y desarrollada por las instituciones del Estado. En este punto, la atención unánime se concentra en el desarrollo de estrategias de resistencia que permitan evitar las condiciones de excepcionalidad sufridas. Emerge aquí una características del debate autónomo brasileño en el cual, dentro de las calificaciones de formas de lucha y de programa, la demanda por la construcción de una «política del deseo» se vuelve central. Entiéndase así las acciones políticas en las que prevalecen componente del deseo, formas de adición en las cuales los puntos motores son los aspectos creativos de hacer política. ¿Pacifismo contra la policía? Evidentemente no, pero creaciones alegres de formas de resistencia contra la violencia y la brutalidad ciega del poder son necesarias. Compréndese así porque Félix Guattari es aún tan citado en Brasil.

2.        Las luchas en curso, sobre todo en las escuelas secundarias. Luchas que engloban gran parte de estas instituciones en Sao Paulo y que también se transmitieron al estado de Paraná. Son luchas por el financiamiento público de la escuela y por la autonomía en la enseñanza. Luchas largas, ocupaciones que duran meses, conducidas por chicos y chicas y apoyadas por las familias. Esas luchas por las escuelas se unen, con bastante frecuencia, luchas de estilo argentino, parte de los movimientos feministas, juntos contra la violencia sexual y contra la violencia sobre la reproducción (reivindicaciones: garantía de ingresos, trabajo doméstico remunerado, etc). En toda la América Latina, siguen, tras la derrota de los gobiernos progresistas, sobre todo las luchas en las escuelas y las luchas conducidas por las mujeres. Se trata de nuevos frentes sociales, centrales para la lucha de clases. El conocimiento y la reproducción constituyen, de hecho, en los espacios en el que el capital debe dominar, formas directas de emergencia de un tejido biopolítico sobre el cual se da una confrontación de clase. Es allí que se abren nuevos espacios sociales de lucha anticapitalista.

3.        Y después de la lucha la población negra, principalmente contra la masacre de los inocentes, es decir, la carnicería continua de jóvenes en las periferias de las favelas. Pero la cuestión racial no emerge solamente en relación al genocidio de la juventud negra. La cuestión racial se da en todas las partes de la sociedad brasileña, construyéndose «la excepción» sobre la cual se funda la «constitución material» del país. También la cuestión de la pobreza está completamente ligada a la dimensión racial-esclavista de la sociedad brasileña. No se puede aseverar que en Brasil existe una democracia plena sin que la cuestión racial sea resuelta. Las luchas de los negros y negras constituyen, por lo tanto, la verdadera sublevación de la sociedad brasileña. Discutí con jóvenes compañeros y viejos activistas negros esta que es su conclusión: sin la dirección de una fuerza militante negra, será imposible construir cualquier forma de organización autónoma en Brasil, así como cualquier tipo de vuelta a lógicas políticas de liberación.

4.        Las principales fuerzas que hoy se mueven en el terreno social en Sao Paulo, particularmente el movimiento contra la tarifa de los transportes urbanos y el «movimiento de los sin techo», conducen a una discusión sobre un terreno instantáneamente político. Esos movimientos, protagonistas de las luchas de 2013-2014, el primero por haberla iniciado, el segundo por haberse sumado con las fuerzas de decenas de millares de familias «sin techo», son también los que tienen una consistencia numérica (cuadros de organización) y un respaldo importante de la masa. Son fuerzas que producen programa político en la ciudad y que, de una forma nueva, constituyen contrapoderes sociales en el ámbito urbano. En la discusión con esos compañeros, el tema de lo «común» es central, tornándose evidente de manera inmediata -tal y como es- por las luchas contra las tarifas del transporte y también por la vivienda. El «común» puede ser traducido -dicen esos compañeros- en objetivos inmediatamente viables. Además de eso, el debate destacó la importancia de una «huelga general» como forma de lucha que puede unificar las fuerzas que se agitan en el contexto metropolitano. Falta el hecho de que las grandes movilizaciones de masas (y pacíficas) son todavía consideradas como un arma fundamental.

5.        ¿Qué hacer? La conclusión de muchos de estos compañeros de movimiento está basado en el hecho de que el PT se tornó en una «izquierda blanca», pálida en relación a la cuestión racial y blandengue para confrontar a las políticas neoliberales. El partido perdió la relación con la sociedad y no podrá ya ser una locomotora para el desarrollo político. Hay, entonces, que encontrar fuerzas políticas y construir una nueva organización social y política partiendo de los movimientos. La autonomía de los movimientos es ahora fundamental para comenzar una nueva temporada política.

¿Y cómo? El punto central -como fue visto- será conjugar el (proyecto del) común como tema unificador de luchas. La «renta universal no condicionada biopolítica» es, en este cuadro, la trama sobre la cual pueden desarrollarse el discurso político y la movilización de defensa de la «bolsa familia» y hasta la gratuidad del transporte urbano. Siempre desde ese mismo cuadro, deben ser también destacados otros tres campos de lucha: 1) intervención sobre escuela y conocimiento; 2) sobre el trabajo de reproducción (particularmente el femenino); 3) sobre la cuestión racial y la pobreza. La primera intervención sobre escuela y conocimiento es central en la actual fase de acumulación capitalista en el territorio cognitivo. No es por casualidad que la escuela se convirtió en uno de los puntos centrales de construcción de las nuevas legitimidades neoliberales. Es por ello que las luchas en curso en el terreno de la escuela son estratégicas y en ellas se pueden construir nuevas vanguardias. Pero el discurso puede alargarse y probablemente es desde este punto de vista -el de la crítica y la intervención sobre el conocimiento- que el tema de la nueva clase media podría ser enfrentado -porque es aquí, dentro de esta composición social y productiva, que el conocimiento es, sobre todo, explorado-. La clase de trabajo intelectual y de servicios ya constituye -también en Brasil- la medida social y sobre todo es de ahí de donde se extrae la plusvalía. Respecto a las luchas sobre la reproducción, la iniciativa argentina me parece resonar también en Brasil como perspectiva para el movimiento. En lo que tiene que ver con la cuestión racial y los temas de pobreza, ya nos pronunciamos. Partiendo de Sao Paulo, tal vez  se pudiese impulsar un movimiento que convine esas diversas aunque divergentes líneas de acción. Esto fue lo que aparentemente pude comprender al interrogar a los movimientos autónomos de Sao Paulo.

[fuente: https://www.aldhea.org/]

Notas:

1 Disponible en: http://www.consuladodebolivia.com.ar/2016/05/29/disertacion-del-vicepresidente-bolivia-alvaro-garcia-linera-la-universidad-buenos-aires

2 A propósito, ver entrevista concedida por Marco Aurélio Garcia al períodico Página 12:https://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-112803-2008-10-05.html

3 Sobre el tema, ver libro de Toni Negri Glob(AL): biopoder e luta em uma América Latina globalizada, publicado no Brasil em 2005 pela editora Record. (Nota da Edição)

4 Disponible en: http://rosaluxspba.org/a-multidao-de-negri-o-bem-viver-de-acosta-e-um-arabe-no-centro

 

«El movimiento plebeyo, huyendo y no huyendo, crea valor, crea ciudad, crea barrio, crea formas de amar, crea estéticas, crea lenguajes, crea afectos, crea códigos, crea belleza, y el capital lo que hace es explotar eso» // Diego Sztulwark conversa con Paradigma, Radio Eterogenia

Conversación con Diego Sztulwark Paradigma nº 003 – Año II – 2018 – Jueves 22 de marzo Radio Eterogenia

Paradigma: Lobo Suelto publicó un artículo de Diego Sztulwark donde dice que “las derechas desean ser simples por dos razones: porque se ofrecen para canalizar frustraciones sobre la vida colectiva en el mundo neoliberal y porque aspiran a hacerlo por la vía de la comunicación”. Hoy charlaremos con Diego, y veremos cómo nos ayuda a salir de esa simplicidad. Nos parece que quizás tenemos reacciones, respuestas o resistencias un poco no correlativas con lo que es este avance y esta mutación. Diego nos propone pensar sobre esta mutación con respecto a los modelos desde los cuales nosotros tratamos de pensar o asimilar lo que está pasando con el gobierno de la alianza Cambiemos en este momento. Entonces, esos modelos -la dictadura, el menemismo- nos resultan insuficientes para poder entenderlo.

Hola, Diego.

Diego Sztulwark: ¿Qué tal? ¿Cómo están?

Paradigma: Muy contentas por retomar estas columnas en nuestra radio, y hablábamos un poco sobre cómo, gracias a varios artículos y entrevistas -en Clinämen y Lobo Suelto-, nos ayudas a actualizar nuestros mapas, a ver con mayor precisión lo que significa la mutación de estas derechas o proyectos reaccionarios y, en ese sentido, nos interesa tu enfoque del modo comunicativo que propone la derecha visto como una simplicidad o una simplificación. Nos preguntamos entonces si nuestras reacciones, o desde los lugares que estamos resistiendo o proponiendo algo alternativo, no tienen también el defecto de un cierto reduccionismo, de una simplificación, como por ejemplo responder a todo desde el paradigma de la inclusión. No sé si por ahí podemos entrar un poco a la charla.

Diego Sztulwark: Pienso que cambió mucho el panorama político en los últimos años y tal vez nos cueste organizar de nuestro lado (no sé exactamente quiénes seremos “nosotros”, pero digámoslo así para hablar rápido), del lado de aquellos que no habíamos estado cómodos durante el kirchnerismo porque veíamos que muchas de las cosas que ocurrían en ese período estaban muy por debajo de nuestras expectativas, y también muy por debajo de lo que habíamos entrevisto como posibilidad en la insurrección del 2001, ver cómo, en definitiva, lo que gobierna con el macrismo en este momento es lo peor de lo peor. Se trata del grueso bloque de clase dominante de la Argentina, de una alianza bastante compleja entre sus distintas facciones.

Esto se nos mezcla por momentos; no terminamos de hacer la crítica del kirchnerismo y ya tenemos que pensar en una crítica mucho más radical al macrismo, una crítica mucho más frontal y urgente. ¿Cómo acomodar todo esto?

En la época del kirchnerismo era muy importante demostrar que lo que se llamaba “inclusión social” era en realidad una inclusión muy parcial. Se trataba de una inclusión al interior de la economía política tal como la ideaba el neoliberalismo, a pesar de la voluntad del Estado de intervenir, a pesar de la voluntad política de poner condiciones a ciertos grupos de poder, a pesar de los avances en algunas políticas y de la retórica de los derechos sociales y los avances sobre todo en derechos humanos. Es decir, era una política que podíamos discutir muchísimo pero que tendía a reconocer, al menos parcialmente, algunas demandas sociales históricas que muchos sectores populares reivindicaban en ese momento. Nada de eso ocurre con el macrismo.

El problema que afrontamos con el macrismo es el del déjà vu: tendemos a reaccionar frente a él como si fuese un monstruo conocido, es decir, como si fuese la dictadura, como si fuera el menemismo. Y no es lo mismo.

Me parece que este último año fue muy complejo y nos hemos dedicado en buena medida a registrar eso que el historiador Enzo Traverso llama “las nuevas caras de la derecha”, es decir, el fenómeno nuevo de una derecha que por primera vez –pensando en la Argentina-, en prácticamente un siglo, se vuelve capaz de ganar elecciones. Es una derecha taquillera, que tiene sus seguidores y que convence a una parte de la población. Ya no es el golpe de Estado militar ni es el partido militar, es otra cosa.

Por otro lado, la alianza de gobierno ha mostrado una voluntad sanguinaria de disciplinamiento social, como lo muestra lo ocurrido con Santiago Maldonado, del cual hemos hablado muchísimo el año pasado (y creo que hay que seguir hablando muchísimo), pero también el posterior e infame asesinato por la espalda de Rafael Nahuel. Son dos caras o aspectos simultáneos de esta derecha, historiacamente reaccionaria y al mismo tiempo capaz de renovarse en ciertos aspectos. En el momento en que la derecha mata reconocemos algo que viene de muy lejos. Lo novedoso es el modo en que ahora hace política y suscita consenso con esos muertos. Hemos visto a la Ministra de Segurda reivindicar abiertamente una “nueva doctrina” de seguridad que consiste en el hecho de que las fuerzas armadas del orden poseen desde ahora la razón a priori cada vez que aprietan el gatillo. Esa doctrina postula que los cuerpos de seguridad del Estado están formados por funcionarios que se supone que ponen todo su empeño en custodiar una cierta idea del país fundada en la propiedad privada concertada. Esa doctrina, la doctrina Chocobar, que de un modo u otro está activa desde hace demasiado tiempo, fue reforzada y oficializada, seguida de una la serie de asesinatos policiales de chicos y chicas en todos los lugares del país. Matan y después gozan del apoyo oficial.

Entonces, enfrentamos una situación de una complejidad muy grande. Por un lado, está Cambiemos como fenómeno de innovación política, capaz de interpretar corrientes profundas de la sociedad argentina -como explica muy bien José Natanson en su libro ¿Por qué?, que trabaja un poco este rasgo de nueva derecha o derecha democrática, en el sentido de que gana elecciones e intenta pensar las nuevas singularidades-, pero también hay que pensar lo que esta derecha mantiene de su proyecto histórico consistente en disciplinar el movimiento social, el movimiento popular, en función de las exigencias inmediatas de los negocios, una derecha que no ha dudado nunca en masacrar en nombre de la propiedad. Esto da como resultado un mixto bastante extraño y bastante nuevo, hecho de continuidades y de discontinuidades, que tenemos que poder pensar. Contiene aspectos muy tradicionales que están relacionados con lo que inspiró el programa económico y el programa ordenancista de la dictadura y, al mismo tiempo, es capaz de adaptarse al mundo de las subjetividades flexibles que promueve la antropologia neoliberal cuando postula la libertad del individuo, una ética new age, mucha preocupación en el manejo de las redes sociales, en la opinión y en comunicación, es decir, muy aliados a fenómenos de esta época. Creo que tenemos que afinar una caracterización que sea capaz de comprender las dos cosas de manera simultánea.

Paradigma: A partir de tu análisis, lo que enfrenta el macrismo o la alianza Cambiemos ¿tiene que ver con lo que queda vivo de aquello que desde el 2001 se llamó los modos sociales, las corrientes sociales que podríamos denominar plebeyas? ¿Tiene una especial furia por eso? Porque es como si Menem se hubiera ocupado de lo que llamamos, para decirlo rápido, “movimiento obrero” o “gremialismo” que se entendía como la primer afrontera dura para detener el avance del plan de reformas neoliberal. Es como si el macrismo fuera un poco más allá, hacia modos de vida que son alternativos. En línea con este razonamiento ¿qué le pasa al gobierno con respecto al movimiento de mujeres, a #NiUnaMenos u #8M?

Diego Sztulwark: Cuando digo “plebeyismo” me refiero a un movimiento informe, que no refiere a ninguna categoría sociológica previa ni a ningún grupo de clase social específico, sino a esa tendencia callejera e irreverente que sucede a lo largo del siglo XX en la Argentina, y de modo muy particular contundente en octubre 45, en el mayo del 69, o e diciembre del 2001 y ahora con el movimiento de mujeres, y donde también hay que incluir el movimiento de derechos humanos.

El plebeyismo es un movimiento de desborde de la regulación burguesa de la vida, y lo reconocemos por una serie de impulsos o desplazamientos que cuestionan los códigos con que las elites contienen posibilidades de la existencia que van más allá de su propio horizonte. Se trata del aspecto libertario el que muchas veces late como impulso en la vida popular, en ciertos pensamientos, en ciertos textos. No me refiero a movimientos revolucionarios clásicos, ni a fuerzas que puedan suplantar un orden social por otro, sino a resistencias que agrupan elementos de constitución de otra sensibilidad, de otra manera de pensar, de una crítica de la economía, de la crueldad, del militarismo, del clericalismo, del control de los cuerpos. Creo que eso es bien importante.

¿Había algo de eso en 2001? Estoy convencido de que sí. Hay que dejar de pensar un poquito el 2001 de los ahorristas y mirar un poco el 2001 de los piqueteros en los barrios. Estos elementos ya aparecen, por supuesto dentro de otras formas, con otros límites y potencialidades.

¿Es el kirchnerismo un momento plebeyo? Creo que no. Populismo y plebeyismo no son lo mismo. El populismo es una organización desde arriba de lo plebeyo. En todo caso, el peronismo tuvo esa tensión en su interior desde siempre. El libro de Miguel Mazzeo sobre John William Cooke, El hereje, trabaja con mucha claridad esta tensión, la idea de una lucha de clases dentro del peronismo, entre elementos populistas y plebeyos. Lo cierto es que lo plebeyo subsiste pese a las crisis del populismo y es capaz de abrir horizontes propios, como lo vemos estos últimos meses en las calles. Volviendo entonces sobre el kirchnerismo, debiéramos registrar que una cosa es la crítica de muchas de sus políticas, sobre todo la del formato estatalista que se le dio al plebeyismo, la adecuación de lo político a la gestión de la acumulación de capital, y otra cosa es la crítica que le hace la derecha, que refiere justamente al asco y al miedo que les provoca el contacto con lo plebeyo que el kirchnerismo supo tener en determinados momentos. O sea que es probable que la plebe sea un fenómeno en evolución, crecimiento y cualificación de estos elementos que antes enumeramos, y que irrumpe en un momento muy concreto, cuando el sistema político no ofrece en absoluto ninguna otra alternativa que la discursiva al bloque en el poder, en este caso al poder macrista.

Tal vez valga la pena abordar el movimiento de mujeres -contenedor de una cantidad enorme de movimientos y grupos de diferentes identidades o prácticas de lo sexual, lo vital y lo político- como un momento de herencia del legado de lo plebeyo particularmente rico. Esto me parece evidente cuando se percibe la composición del movimiento pero también cuando se repara en el documento que se leyó el 8 de marzo en Plaza de Mayo. Se trata de un programa muy plural y abarcativo que contiene todo un desarrollo, una cartografía muy actual de problemas y de potencias colectivas de este momento. Y de nuevo, el elemento plebeyo aparece como un impulso libertario contra las formas de masculinidad dominantes en el patriarcado; como un desborde del deseo con respecto a cómo el patriarcado define los géneros y la vida amorosa. El elemento plebeyo discute qué es la vida que se da en la economía, en el trabajo, en las casas, en las instituciones. El feminismo popular, vivo en las pibas de los barrios, hereda y recrea esta dinámica libertaria.

Paradigma: Me hace pensar en algunas cosas que trabaja el colectivo Juguetes Perdidos, y algún texto del Diego Valeriano, con respecto a si se puede plantear que esos movimientos plebeyos tienen una cosa como a lo que ellos llaman el raje. A esos movimientos plebeyos se les demanda o se les cuestiona el no tener una organización para oponer o una polarización para enfrentar, sino que es algo que se escapa del orden dominante. Por eso pienso en la cosa del raje, el raje callejero, en ese sentido. ¿Cómo lo ves?

Diego Sztulwark: Si uno se pone a escuchar algunos relatos de pibes y pibas, el “raje” es muy visible, muy constante, y al mismo tiempo inspirador, muy motivador. Al mismo tiempo creo que hay que pensar muy bien el hecho de que este movimiento plebeyo es capaz de operar al interior, de manipular hasta cierto punto desde el interior de las categorías de la dominación. No solamente es raje hacia afuera, también es raje hacia adentro. Durante el kirchnerismo, el movimiento plebeyo se metió adentro de la economía y manoteó todo lo que pudo. Quizás ahora, en plena retracción “gradualista” pase un poco lo mismo. Esta zona que el macrismo llama “emprendedurismo” tiene una cierta zona gris respecto de las economías populares que cuentan con una topología muy ambigua: operan muchas veces dentro del formato neoliberal, empresarial, y por otro lado se trata de “trabajo vivo” –como decía Marx- que hace su experiencia de saber hacer, de plebeyismo social, que está siempre lindando el desborde y actuando de un modo muy pragmático, muy extramoral, “tratando de ver por dónde”.

Esa ambigüedad se roza con otra, aquella que algunos llaman “autonomismo”. Se trata de una ambigüedad respecto del capital. El autonomismo es el mayor crítico, el mayor antagonista, y al mismo tiempo es el que más se le yuxtapone, el que más se le parece puesto que entre ambos hay una zona de contacto, ya que el capitalismo siempre permanece en el intento por comprender cuáles son las formas en las que la sociedad crea valor autónomamente para explotarlo, y el “autonomismo” siempre intenta que esas formas se autonomicen de la regulación del capital. Esto produce un punto de encuentro. Y en ese punto de encuentro, quizás, se juegue eso que estamos llamando lo plebeyo, en torno a las figuras que crean valor y que no son sumisas al mando del capital. Ese es el corazón del asunto. El movimiento plebeyo, huyendo y pervirtiendo el mando que pesa sobre él, crea valor, crea ciudad, crea barrios, crea formas de amar, crea estéticas, crea lenguajes, crea afectos, crea códigos, crea belleza, y el capital lo que hace es intentar explotar eso. Exactamente eso es la lucha de clases: el modo como se montan estructuras de capturas para apropiarse del valor colectivo.

Paradigma: Entonces, cuando desde la lectura del kirchnerismo se imagina que se votó a Macri o al neoliberalismo como a lo contrario o a algo que estuviera en contra de sí mismo, vos decís que eso que propone el kirchnerismo no se lee tan cómodamente.

Diego Sztukwark: Me parece que el kirchnerismo tiene una serie de límites muy claros para comprender lo que ocurrió bajo su gobierno en esa zona de articulación entre economía política y plebeyismo. Es decir, frente a toda esta idea de fomentar el consumo, de incluir al movimiento callejero y plebeyo dentro de la economía política, me parece que no encontramos el modo eficaz de apoyarlo y criticarlo al mismo tiempo: apoyar por lo que tiene de contenido democrático (la inclusión extendida de la población en el consumo) y criticar para evitar las formas de subjetivación más neoliberales y coloniales implícitas en esa inclusión. No se pudo ver hasta qué punto podía haber una cierta continuidad posible entre kirchnerismo y macrismo en la experiencia popular. No es una continuidad total, sino una continuidad parcial e indirecta, nada lineal, es cierto, pero aún así me parece que hay que pensarla.

En la medida en que se decide promover la incorporación del movimiento popular dentro de las economías de mercado, de sus categorías, luego uno no se puede decepcionar ante el hecho de que las estrategias de todas las clases sociales incorporen esa racionalidad neoliberal. Y aún cuando esto sea así, me parece de una insoportable arrogancia ilustrada reprocharle al movimiento popular el no saber leer sus intereses. Es infinitamente más inteligente tratar de entender por qué las racionalidades se orientan a leer ciertas continuidades, ciertas alternativas bajo determinados contextos. No para aceptarlas, no para apoyarlas, pero sí para partir de un piso de sensatez. De otro modo, ¡habría que aceptar como punto de partida la idea miserable de que cierta intelectualidad progresista sabe más sobre la vida de la gente que la gente misma!

Paradigma: Sobre el texto que publicaste sobre la caracterización de la derecha, me interesa pensar lo referido a lo “emprendedor”. Si el kirchnerismo fue una voluntad de inclusión, el macrismo platea la figura del emprendedor . ¿Esa subjetivación del emprendedor pierde la idea de la lucha de clases contra otros, contra un enemigo, y mete una interioridad del emprendedor como una autorrealización? Me parece que hay algo del emprendedurismo en Trump, habla como Kiyosaki, textos que son muy comunes, Padre rico, padre pobre. Es la lógica del emprendedor que es como una pastoral de emprendedurismo, que Macri expresa, pero que es a nivel mundial.

Diego Sztulwark: Sí, quizás haya que partir de lo que fue la derrota del socialismo en 1989. Estamos ante la arrogancia de la unipolaridad neoliberal y la reconfiguración del heroísmo social en términos de emprendedor o empresario. El emprendedor individual que innova como modelo general, es un modelo universal que parece gozar de un prestigio formidable. En este punto vuelvo a lo anterior. Tal vez se trate de poder pensar una zona de ambigüedad donde “empresa” no quiere decir exactamente enajenación, alienación, modelización neoliberal de la vida, sino más bien de aquello que convive con zonas de resistencia.

La reacción popular de los días 18 y 19 de diciembre del año pasado por el proyecto de reforma del sistema jubilatorio, la gente soportando la represión salvaje, los cacerolazos, la crisis política que esto le generó al macrismo durante meses, ¿cómo explicarlo con la hipótesis de que la gente se ha vuelto estúpidamente emprendedora y ya no tiene capacidad crítica ni capacidad de acción colectiva? Quizás haya que pensar que hay emprendedurismo y plebeyismo en simultáneo. Quiero decir que no me pasaría por alto toda una historia de luchas sociales que tienen sus propias líneas de evolución, sus propias líneas de desarrollo, incluso a nivel insurreccional, como ya lo hemos mencionado. Olvidar esta historia, este polo plebeyo, es caer en una mistificación neoliberal de lo popular, puesto que el propio emprendedor, en la medida en que su propia experiencia de la cooperación social entra en contacto con la de la explotacion y la violencia social, con la de la crueldad social, está inscripto en un campo social mucho más complejo que esta mistificación que se hace del mundo liberal de lo emprendedor.

Me pregunto si no es más adecuado pensar a la vez el éxito del capitalismo al ofrecer un código (los llamados “axiomas” por Deleuze y Guattari) de desarrollo para las personas y grupos, y al mismo tiempo los momentos de descodificación, cuando lo plebeyo surge como fuerza social y política. Me parece que esta coexistencia hay que pensarla y remito de vuelta al #8M, donde cientos y cientos de miles de mujeres y chicas de realidades completamente diferentes dicen con todas las letras lo que piensan de este momento del capitalismo argentino, de este momento del poder político argentino. No estamos hablando de un grupo ilustrado, estamos hablando de una composición social bien compleja.

Insisto en que la bibliografía del emprendedurismo es bibliografía no crítica, es bibliografía mistificada. Es eficaz, pero mucho más eficaz sería una bibliografía que pueda combinar la fuerza del emprendedurismo con la fuerza plebeya de la resistencia que la recorre por adentro.

Lula, Guattari y la Revolución Molecular

Fuente: Luis Hessel/El Furgón En el año 1982, el intelectual, psicoanalista y activista francés Felix Guattari (1930-1992) viajó a Brasil y entrevistó a Luiz Inácio Lula da Silva, joven candidato a gobernador del estado de Sao Paulo por el recién conformado Partido Dos Trabalhadores (PT). En medio de la convulsión actual que sacude a Brasil, entre la complicada situación judicial del ex presidente y la posibilidad de una candidatura que lleve nuevamente al PT al poder, recuperamos el diálogo que Guattari mantuvo con un Lula, preocupado entonces por la construcción de un partido de izquierdas alejado de los políticos tradicionales, la burocratización y las decisiones tomadas desde arriba.

La micropolítica tropical

Guattari visitó Brasil en siete oportunidades durante los últimos catorce años de su vida. La primera vez fue en 1979, motivado por las insistentes invitaciones de una antigua colaboradora brasilera: Suely Rolnik. Se conocieron cuando ella se exilió en Europa en los tiempos en que las dictaduras militares desangraban Latinoamérica. Había sido detenida en 1970 mientras estudiaba ciencias sociales y al recobrar su libertad escapó inmediatamente del país. Al llegar a Paris, se diplomó en Filosofía y Sociología en la Universidad de Vincennes. Allí asistió a las clases de filosofía de Gilles Deleuze y a los cursos del antropólogo anarquista Pierre Clastres. También estudió en la carrera de Ciencias humanas clínicas en la Facultad de filosofía de Paris 8, creada después de Mayo de 68′ con una fuerte influencia del psicoanálisis, el esquizoanálisis y de experiencias como La Borde.

Felix Guattari se ligó desde temprana edad al ala más radical del comunismo francés, participó de experiencias alternativas en salud mental como la clínica La Borde, donde desarrolló importantes aportes a la psicoterapia y al análisis institucional, que quedaron plasmados en el libro Psicoanálisis y Transversalidad. En sociedad con el filósofo Gilles Deleuze, a quien conoció durante los días de Mayo de 1968, escribieron obras como El Anti EdipoMil Mesetas y ¿Qué es la filosofía?, entre otras, que se ubicaron entre las más originales del pensamiento contemporáneo. Pero fue para ambos la revuelta del Mayo Francés el hecho que terminó transformando su escritura, su militancia y su vida para siempre. Durante esos días de furia presenció la irrupción de lo que conceptualizó como la “micropolitica”; la capacidad de resistir cotidianamente el poder y sus instituciones, no sólo para cambiar la sociedad sino la vida misma. Era el fin de las creencias en el paradigma bolchevique. El fantasma de la revolución molecular recorría Europa.

¿Qué tenía Brasil para ofrecer al padre del esquizoanálisis? “Cuando llegué aquí la cosa tomó proporciones de una envergadura que no imaginaba. Fui literalmente capturado por todo tipo de grupos. Suely había organizado encuentros con escuelas alternativas, movimientos gays y feministas de varias tendencias, gente interesada en montar radios libres, varios grupos de experiencias alternativas en psiquiatría y grupos del PT preocupados por la cuestión de la autonomía”, recordó.

Guattari encontró en el país sudamericano todo lo que buscaba. En el campo de las ideas, sus trabajos ya eran estudiados gracias a la labor iniciada por el psiquiatra y psicoanalista Gregorio Baremblitt, exiliado argentino, fundador (posteriormente) del Instituto Felix Guattari de la ciudad de Belo Horizonte y a las iniciativas -ediciones, difusión, discusiones dentro de las instituciones universitarias y fuera, creando el movimiento internacional de- que impulsó Suely Rolnik.

Pero lo más importante para él, fue que en el campo de lo político tenía frente a sus narices toda una multiplicidad de nuevos actores, colectivos e identidades transversales que trazaban la cartografía de una nueva izquierda: campesinos sin tierra embanderando la reforma agraria, comunidades eclesiásticas de base, pueblos indígenas, colectivos lésbico-gay, obreros fabriles, artistas, intelectuales y militantes de la anti-psiquiatría.

El encuentro

La entrevista entre Guattari y Lula tuvo lugar el 1° de septiembre de 1982, en una parada de la gira de campaña a gobernador del líder metalúrgico. El encargado de la organización del encuentro fue el historiador Mario Aurelio García -compañero y asesor personal de Lula hasta su repentina muerte en 2017- junto con la psicoanalista Suely Rolnik. Ella fue quien había propuesto a Laymert preparar la entrevista y, tal como ella cuenta, lo hicieron en una bella casa de fin de semana con vista al mar. El reportaje fue también publicado por el PT bajo el nombre “Felix Guattari entrevista Lula”, y posteriormente, formó parte del libro Micropolítica, Cartografías del deseo, de Guattari y Rolnik, del cual extraemos algunos pasajes.

-Guattari: El PT nació del flujo del movimiento de Sao Bernardo, después de que la clase obrera industrial dio pruebas de su capacidad para comprometerse en luchas políticas de envergadura, a las que podrían asociarse el conjunto de los miembros de la clase obrera, así como las clases medias, los intelectuales, etc. Sé que el PT también se preocupa por los intereses de los campesinos; incluso formuló el primer y auténtico programa de reforma agraria de Brasil. Pero ¿acaso el PT no sigue siendo esencialmente un “partido de ciudades”? ¿De qué bases de apoyo dispone en el campo?

-Lula: Yo diría que proporcionalmente el PT es más fuerte en el campo que en las ciudades. Principalmente en el norte y el nordeste del país. La acusación de que sólo éramos un partido de grandes centros urbanos perdió todo su sentido en la medida en que nuestro trabajo en el campo ha conocido un considerable desarrollo. Es un trabajo difícil, que se hace en condiciones financieras terribles, en el que faltan, por ejemplo, medios de locomoción, algo que en un país tan grande como el nuestro es un problema esencial. Creo, sin embargo, que por primera vez en la historia de este país estamos concretando el viejo sueño que la izquierda brasileña nunca logró realizar: la unión de los trabajadores del campo con los de la ciudad.

-El programa económico del PT prevé la reapropiación colectiva de los grandes medios económicos (bancos, complejos industriales) para liberarlos de la dominación de los monopolios nacionales y las multinacionales. ¿Esto no tendrá consecuencias sobre una cierta concepción subyacente de las futuras relaciones entre el Estado, la economía y la sociedad? A tu juicio, ¿qué forma debería tomar esa colectivización? ¿La forma de una nacionalización estatal o la de un proceso más autogestionario?

-Si tuviera que contestar en dos palabras, yo diría que las cosas se orientarían más bien hacia un sistema de estatalización. Pero hay que ser realistas y saber que los procesos de transformación no se realizan porque nosotros lo deseemos, sino en virtud de las fuerzas políticas sobre las cuales se apoyan. Si, en una primera etapa, pudiéramos hacer una nacionalización, ya sería muy importante, pero el objetivo final sigue siendo la estatalización. Pero es preciso que las cosas estén claras: esa estatalización sólo tiene sentido en el marco de un Estado democrático, en el que el pueblo puede gestionar y administrar sus industrias y sus bancos en beneficio de la colectividad, y no en provecho de las burocracias del Estado. Tenemos que ser realistas, las propuestas del PT no pueden ser utópicas; hoy no tenemos siquiera delegados sindicales, ni comisiones de fábrica. Si pudiéramos obtenerlos sería ya un paso decisivo, que podría ser continuado con otras medidas y acercarnos a alguna forma de cogestión, con acceso a la contabilidad de la empresa, con poder de decisión para discutir los proyectos y las inversiones. Luego llegaríamos a una etapa de nacionalización y acumularíamos fuerzas para pasar por fin a la de estatalización. Es como si tuviéramos que subir una escalera de 16 escalones: si no los subimos de uno en uno corremos peligro de caernos y rompernos una pierna. No queremos que la sed nos precipite. ¡Queremos matar nuestra sed! Y por eso hay que tener cuidado.

-¿De modo que no ves, en lo alto de la escalera, un modelo de tipo soviético, o chino, o cubano?

-No, de ninguna manera. ¡Ni siquiera francés, o sueco!

-¿También piensan crear radios libres que no estén bajo la dirección ni del Estado, ni de los partidos, ni de los grupos comerciales?

-¡Ojalá estuviéramos en condiciones de crear medios alternativos! Ya llegaremos, creo. Pero hay que entender que estamos en Brasil y no en Europa. ¡Es otro universo, otra formación política, otra experiencia de lucha! Pero creo que llegaremos a esa situación, porque es la única manera de liberarnos de la dependencia de los medios oficiales.

-Actualmente, el PMDB (Partido del Movimiento Democrático Brasileño) intenta ejercer un chantaje sobre el cuerpo electoral, con su campaña llamada del “voto útil”, proclamando que el PT no tiene madurez suficiente y que sus dirigentes no tienen competencia real que justifique su pretensión de administrar los asuntos del país. ¿Podría este tipo de argumento tener cierto impacto sobre la opinión pública?

-Creo que puede tener cierto peso en el electorado. En primer lugar, porque la experiencia de participación política de nuestro pueblo es todavía muy restringida. A lo largo de nuestra vida, y desde la proclamación de la República, hemos sido tratados como una masa manipulable. El pueblo siempre ha sido inducido a pensar que no tiene la menor posibilidad de autogobernarse y que es necesario que alguien lo dirija. En segundo lugar, por los prejuicios de clase que existen en nuestro país. Muchos sectores de las clases medias, en particular las capas elevadas de esas clases, y el conjunto de la burguesía nacional, consideran que la capacidad de las personas se mide por la cantidad de diplomas o por las ganancias que acumulan en el banco, o por sus propiedades, o sus títulos bursátiles, etc. Una de las grandes tareas del PT es desmitificar precisamente ese error histórico y demostrar que la administración de un Estado no es una cuestión técnica, sino lisa y llanamente una cuestión política.

-¿Y el peligro de una intervención directa de los militares?

-En un país dirigido por militares siempre existe el riesgo de que la represión militar se acentúe. Y el riesgo subsistirá hasta que el pueblo no se organice y tenga conciencia política. Por eso en el PT decimos que lo más importante es organizar a la clase trabajadora. Luego tendrá que decidir por sí misma su destino.

A medida que la entrevista avanzó Guattari se movió con mayor naturalidad. Era un encuentro entre dos militantes políticos. Fraterno pero sin pruritos. La variedad de temáticas no pareció asustar a Lula; incluso Felix no se privó siquiera de consultar al líder petista sobre su opinión de situación la Argentina.

-¿Cuál fue la posición del PT durante la guerra de Malvinas?

-El PT se pronunció contra la demostración de fuerza de Inglaterra, pero también contra la dictadura de los militares argentinos. En el PT creemos que el general Galtieri trabó esa operación para hacer que el pueblo argentino olvidase sus problemas internos: los 30.000 desaparecidos, la inflación del 150 por ciento, etc. Resultado: nada se resolvió en el plano interno y Argentina salió del asunto completamente desmoralizada. Lo más grave de todo esto son las vidas humanas perdidas que nunca serán recuperadas. De todas maneras, esa guerra dejó perfectamente claro lo siguiente, los países desarrollados siempre se apoyarán mutuamente, en lugar de ser solidarios con los países subdesarrollados. Un buen ejemplo de eso fue Estados Unidos, que, aunque sea el acreedor más importante de Argentina, no dudó en abandonar a ese país para sostener a Inglaterra.

-¿Apoyas la consigna “Las Malvinas son argentinas”?

-Fue algo muy debatido en el seno del PT. Lo discutimos durante todo un día. Mi posición es que las Malvinas pertenecen a Argentina.

-Si no entendí mal, no aprobaste la posición defendida por gran parte de la izquierda argentina sobre esa cuestión.

-No. Incluso me invitaron a participar de una reunión en Perú en la que distintos sectores de la izquierda argentina —incluidos los Montoneros— proclamaron su intención de volver a Buenos Aires para apoyar al general Galtieri. Me negué a aceptar la invitación. En ningún momento el PT apoyará, no ya la guerra de Malvinas sino al general Galtieri. Con la izquierda latinoamericana —sobre todo con la izquierda ligada a los partidos comunistas argentino y brasileño—, ¡uno nunca sabe si estamos a la izquierda o a la derecha!

Otras de las temáticas que más preocupaban a Guattari se vinculaba directamente a la necesidad de construir organizaciones de nuevo tipo, a tono con ese debate Lula se adentró a describir la estructura de funcionamiento de su fuerza: “Pese a todas sus imperfecciones, el PT ha logrado crear un sistema de núcleos de base que garantizan que todas las decisiones pasen por un proceso de discusión a nivel local y de manera que las instancias nacionales siempre puedan disponer de una representación exacta de lo que piensa en realidad el conjunto del partido”.

-¿Con respecto a esto, no tienes la impresión de que, dentro del PT, coexisten igualmente muchos componentes militantes tradicionales, dogmáticos? ¿No están evolucionando, también, hacia su lado los viejos grupos sectarios que entraron en el PT?

-La tendencia, antes que cualquier otra cosa, es a que se “disuelvan” en el seno del PT, sin que haya, sin embargo, “patrullas ideológicas”. Cuanto más numerosos sean los trabajadores dentro del partido, menos motivos habrá para la supervivencia de tales tendencias.

-¿Cómo se ve a los intelectuales en el seno del PT? ¿Hay nuevos tipos de relación entre ellos y el movimiento social? Pienso, por ejemplo, en los que se instituyeron en Polonia en el seno de Solidaridad.

-Un hecho muy importante dentro del PT es la mistificación de la distancia entre el intelectual, el estudiante, el campesino y el trabajador. El PT ha acercado a las personas, ha creado nuevas relaciones de fraternidad y ahí se sienten mucho más iguales. Creo incluso que una de las razones del gran éxito de nuestro partido tiene que ver con el hecho de que en su seno no hay divergencia alguna fundada en la posición social o el origen de clase de sus miembros. En realidad, ese tipo de prejuicio existía menos en el seno de la clase obrera que en los demás sectores de la sociedad. Creo sinceramente que dentro del PT las personas viven libremente.

-Para mí, Solidaridad en Polonia, el PT en Brasil, son experiencias a gran escala que intentan inventar nuevos instrumentos de iniciativa y de lucha colectiva, así como una nueva sensibilidad y una nueva lógica política y micropolítica.

-La gran fuerza, la mejor arma del PT es justamente esto —el no dogmatismo—, porque el dogmatismo es parecido en todo el mundo… Por ejemplo, cuando fui a Italia, participé de una reunión con el grupo Manifesto, y allí también pudimos percibir con mucha claridad que las personas son adoctrinadas por sus manuales. Y sólo después llegan a la práctica. Sin embargo, nosotros creemos que la práctica debe estar estrechamente ligada a la teoría. Si no, no tiene ningún sentido. No nos interesa discutir la teoría, si el pueblo mismo tampoco está dispuesto a discutirla. Antes es preciso despertar su interés. ¡Es evidente!

Somos conscientes de que la lucha del PT y la lucha de la clase obrera no terminarán con el proceso electoral, que, en realidad, para nosotros representa un paso más en la organización de la clase obrera. Ésta es la única razón por la que aceptamos asistir a las elecciones y decidimos presentar nuestros candidatos.

Al despedirse de su amiga Rolnik, Guattari le vaticinó: “Si ustedes continúan al ritmo en que están comprometidos en esta suerte de transformación de Brasil, tal vez ustedes acaben marcando el camino de las revoluciones moleculares”.

Preso con Lula // Diego Valeriano

Hay que ir preso con Lula. Hay que aguantarla de verdad aunque sea una sola vez, la última. Hay que llamar a las amigas en Brasil, dejar de postaer, tomarse un bondi o un avión, juntarse entre varios y salir en auto. Hay que saquear el Coto, cagar a piedrazos los tribunales de Morón, saber que la alegría no sirve para nada.

Hay que armar ranchada, quemar colchones, pasar pastillas, dejar los taper sucios, amotinarse, saber que toda presa es política, en especial las pibas.

Hay que enfrentarse con el ejército, perderse en los pasillos del bajo, romper la noche, llorar como maricas, abrazar a las putas viejas de la colectora como solo las abrazaría Lula. Salir a cortar calles, quemar un patrullero en la madrugada de Ramos, putear en portuñol, romperle la boca de una trompada al que se atreva a decir algo malo de él.

Hay que llorar por que estamos perdiendo feo, saber que tal vez sea nuestra última oportunidad, la única, la que nos queda, la que ya  no podemos evitar.

LULA // Luciano Debanne

Lula saluda, abraza, besa, agradece. Llora.

Y el pueblo, puro pueblo, lo saluda, abraza, besa, agradece. Y llora con él. Ese llanto es algo incomprensible para las oligarquías de todo el mundo, que son finalmente una sola, es llanto de pueblo.

Inexplicable desde la instrumentalidad, desde la racionalidad numérica del imperio financiero y offshore.

Pasa que a veces, a veces, cuando un pueblo festeja, se equivoca; a veces, a veces cuando un pueblo se enfurece, se equivoca… pero cuando un pueblo llora, cuando el pueblo llora por alguien, masivamente, públicamente, sin tapujos ni vergüenzas, cuando un pueblo llora por alguien, compañeros, compañeras cuando un pueblo llora.. bueno ustedes saben, si nos habrán visto llorar.

Lula saluda, abraza, besa y agradece, y llora . Que es lo mismo que decir que el pueblo saluda, abraza, besa y agradece, y llora. Solo los incautos ven ahí una derrota, o a unos derrotados. Solo los mercanchifles del lleve y traiga ven ahí una victoria que asumen propia.

Solo los que cuentan costillas y te miden el corazón, los que destripan la gallina para ver como se hacen los huevos de oro, solo los estadistas de encuesta y opinión, pueden ver ahí a un hombre empequeñecido.

Pero es normal, qué saben los que nada saben, qué nos van a venir a hablar de amor!

El juez Moro ordenó el arresto exprés de Lula // Eric Nepomuceno

Dieciocho horas después de que su pedido de hábeas corpus preventivo fuese negado por el Supremo Tribunal Federal, el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, favorito para las elecciones de octubre, fue objeto de una orden de prisión expedida por el juez de primera instancia Sergio Moro. Se trata del mismo juez que lo condenó en un juicio que, en opinión de juristas y abogados no solo de Brasil sino de algunas de las más prestigiosas escuelas de derecho del mundo, estuvo plagado de arbitrariedades y manipulaciones, sin que hubiese una única prueba en su contra.

Moro determinó que Lula da Silva se presente a la Policía Federal en Curitiba, capital de Paraná, antes de las cinco de la tarde de hoy. En un comunicado lleno de formalismos, Sergio Moro prohíbe expresamente el uso de esposas, “atendiendo a la dignidad del cargo que ocupó”.

Tanto el Tribunal Federal Regional de Porto Alegre, la segunda instancia que confirmó y aumentó la condena de Lula, como Sergio Moro, rechazaron siquiera recibir los recursos que habían sido presentados por la defensa del ex presidente. Como argumento, afirmaron que se trataba de una “maniobra claramente destinada” a postergar el cumplimiento de la detención, aunque la presentación de recursos esté prevista con todas las letras en la legislación vigente.

La noticia de la orden de prisión del más popular presidente brasileño de las últimas seis décadas, originada en dos tribunales que actuaron claramente de manera arbitraria, sorprendió al país. Lula y sus abogados creían que ella no ocurriría antes de por lo menos el martes 10.

Al principio de la noche de ayer, uno de los abogados del ex presidente, un renombrado y veterano jurista llamado José Roberto Batochio, dijo que la ansiedad por mandarlo detener antes de que los recursos fuesen examinados “revela una arbitrariedad sin fin”.  Agregó que intentará algún recurso de urgencia, pero que si resulta inútil el expresidente deberá acatar la determinación de Moro y presentarse a la Policía Federal.

Cuando se supo de la decisión, Lula estaba reunido con asesores y amigos en el instituto que lleva su nombre. A los pocos minutos salió en un automóvil sin hablar con nadie y se dirigió al Sindicato de Metalúrgicos de San Bernardo del Campo, en el cinturón industrial de San Pablo, que presidió durante la dictadura y fue la cuna de su carrera política.

Según la noticia era conocida en el país, dirigentes de otros partidos de izquierda convocaban marchas populares para dirigirse a la residencia del ex presidente, también en San Bernardo. Y la dirección del Partido de los Trabajadores, el PT, pidió una concentración en el mismo sindicato.

La CUT (Central Única de Trabajadores) convocó movilizaciones para hoy en todo el país, y estudiaba decretar un paro general en caso de que Lula sea efectivamente detenido, lo que parecía inevitable.

En los últimos días, en conversaciones con amigos e integrantes de su círculo personal más cercano, Lula da Silva admitía que difícilmente no iría preso. Al fin y al cabo, decía, verlo tras las rejas era el objetivo central del golpe institucional que destituyó a la presidenta Dilma Rousseff en 2016. La pasividad con que la Corte Suprema actuó en el pasado miércoles, rechazando por un voto la concesión de un hábeas corpus preventivo, confirmó las previsiones de Lula, quien se mostró bastante afectado.

Ayer, antes de que se conociera la orden de prisión, él dijo a los amigos con quien se reunió que era preciso “movilizar a la gente en las calles”, aunque admitió que eso difícilmente ocurriría antes que lo llevasen preso, algo que previó que ocurriría la semana que viene. “Y será importante mantener a la gente en las calles mientras yo esté preso”, dijo, para mantener a la militancia activa en su defensa.

Alrededor de las ocho de la noche, se supo que Lula debería permanecer en el Sindicato de Metalúrgicos, en lugar de dirigirse a su casa. La propuesta de los sindicalistas era mantenerse en vigilia permanente al lado del expresidente, con la idea de obligar a la Policía Federal a invadir el local a partir de las cinco de la tarde de hoy.

Mientras gruesas columnas de manifestantes se dirigían al Sindicato, Lula examinaba con sus abogados y miembros de su círculo más íntimo y de confianza qué hacer.

Hasta conocer la orden de detención, Lula había decidido presentarse tan pronto fuese notificado. La previsión era que eso ocurriría luego que sus recursos fuesen rechazados por el Tribunal Regional Federal, semana que viene. La intempestiva medida adoptada por sus integrantes, de siquiera recibir los recursos, y de inmediato acatada por Sergio Moro, lo llevó a repensar el asunto. Para el expresidente, Moro actuó de manera totalmente arbitraria e inadmisible, lo que provocaría otro tipo de actitud.

En varios momentos Lula reiteró la necesidad de una “resistencia pacífica”, evitando enfrentamientos.

Luego de la decisión de Moro, aumentaron las preocupaciones de que aumente la inestabilidad social, y crezca el riesgo de convulsión callejera, con enfrentamientos entre defensores y acusadores de Lula da Silva.

Al parecer, ninguna de esas preocupaciones se les ocurrió a los seis miembros de la Corte Suprema que el pasado miércoles le negaron un hábeas corpus preventivo hasta que se agotasen todas las instancias a las cuales podría –y podrá– recurrir.

 

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La destrucción de la empatía (y las lágrimas felices) // Amador Fernández-Savater

¿Es posible leer la coyuntura política, no simplemente como una disputa entre distintos grupos por el poder, sino como un choque entre diferentes percepcionesde la vida social, entre diferentes sensibilidades de la vida en común?

Vamos a ensayarlo tomando apoyo en el sugerente concepto de “pedagogía de la crueldad” propuesto por la antropóloga  Rita Segato. Lo explico muy resumidamente a continuación.

En nuestras sociedades, la vida se vuelve cada vez más precaria: la indefensión y la desprotección son tendencias generales, transversales.

El capitalismo hoy no mira simplemente por su reproducción regulada, sino que busca incesantemente la conquista de nuevos territorios objetivos y subjetivos: nuevas tierras y nuevas capas del ser que explotar. Es un capitalismo de rapiña.

Esta conquista permanente requiere, no sólo de la abolición de las viejas regulaciones y protecciones (fruto muchas veces de las luchas de la gente de abajo), sino de una insensibilización radical.

En la guerra de todos contra todos, la competencia general y el sálvese quien pueda, el otro debe percibirse ante todo como obstáculo o amenaza: como enemigo.

El principio de crueldad es la disminución de la empatía: el otro es desechable y prescindible, ningún hilo me une a él, nuestros destinos no tienen nada en común.

Hay toda una “programación neurobélica de la baja empatía” en nuestras sociedades. Y la violencia aquí es clave como herramienta: lanza el mensaje aleccionador de que el otro (mujer, viejo, migrante, pobre, negro, disidente) sobra, es eliminable.

Lo que sostiene pues las políticas de precarización de la vida es una cierta configuración (o desconfiguración) de la percepción y la sensibilidad. Estas son asuntos políticos de primer orden, pero los análisis de coyuntura no reparan apenas en ellas, enfocados más bien en reseñar las maniobras partidistas y las intrigas palaciegas, las relaciones de fuerza entre organizaciones y facciones, el estado de los sondeos y la “opinión pública”. Es necesario y urgente dotarse de unasensibilidad poética sismográfica para adentrarse y describir este plano de realidad.

Derechización afectiva

Se ha repetido mucho. El 15M ha funcionado como un “cortafuegos” del ascenso del populismo derechista que se extiende a nivel micro y macro por toda Europa: Frente Nacional, Brexit, Alternativa para Alemania, Pegida, Liga Norte, Casa Pound, Amanecer Dorado.

Pero, ¿qué tipo de “cortafuegos” era? Por nuestra parte, hemos insistido en pensar y describir el 15M como un efecto de sensibilidad. Un fenómeno de sensibilización colectiva. A partir de mayo de 2011, se desplegó un poco por todas partes en la sociedad una especie de “segunda piel” en y por la cual se sentía como algo propio y cercano lo que les sucedía a otros desconocidos.

Esto no quiere decir que todo el mundo estuviese presente en cada desahucio en los barrios, en cada acompañamiento de un migrante sin tarjeta sanitaria, en cada encierro en un colegio amenazado de recortes, sino más bien que había un clima social general que abrazaba, conectaba y amplificaba cada acción, cada iniciativa. El 15M creó un común sensible en el que era posible sentir a los otros y con los otros, como semejantes.

Esa piel se ha retirado o adormecido, debilitada en buena medida por una “verticalización” de la atención y el deseo, depositados y delegados durante el “asalto institucional” en la promesa electoral de la nueva política. Cautivados por los estímulos que venían de arriba (tele, dirigentes, partidos), descuidando mientras lo que sucedía a nuestro alrededor, la piel se rajó.

En realidad no hemos salido de ninguna crisis: simplemente se ha perdido elcontacto sensible entre los “hundidos” y los “salvados” (o quienes se creen salvados de momento). La retirada del “cortafuegos” 15M deja vía libre a las fuerzas que están siempre ahí: la profundización y consolidación de la precariedad existencial general, la guerra de todos contra todos y el sálvese quien pueda.

El veneno de la amargura que anida en cada cual por tantas humillaciones recibidas en el cotidiano -sean grandes o pequeñas, reales o imaginarias- se convierte en el aguijón del resentimiento victimista que circula hoy a placer por las redes sociales entre zascas y booms.

La “derechización” de que se habla últimamente, sobre todo a raíz de lo que ha “despertado” el conflicto en Catalunya, no es en primer lugar una cuestión ideológica, identitaria o política, sino una crispación social y afectiva. Un endurecimiento de la percepción y de la sensibilidad.

El fondo del contenido de las banderas españolas que aún se pueden ver en los balcones (ya hasta el Mundial…) es el miedo, la amargura, la soledad, un deseo reactivo de orden, consumo y mano dura contra todo lo que se desvíe o desestabilice la ficción de normalidad, con el anti-catalanismo como elemento aglutinador primario.

Es sin duda Ciudadanos el partido que de manera más desenvuelta agita hoy esa “pasionalidad oscura” (Diego Sztulwark) con el fin de recogerla más tarde electoralmente y hacer de ella la base del proyecto político de convertir la sociedad en una empresa total. Donde sólo haya lugar para los ganadores, donde no tengan lugar los adversarios (destituidos como interlocutores mediante la represión, la censura y la criminalización), ni tampoco las “anomalías” (como los centros sociales en las ciudades o los manteros).

En ese fondo oscuro y crispado aparecen sin embargo voces y movimientos que convocan otra sensibilidad, activan otra percepción y abren otra piel. Sin ningún ánimo exhaustivo o totalizante, voy a centrarme en tres ejemplos (hay más). El 8 de marzo, la voz de Patricia Ramírez, madre del “pescaíto”, las movilizaciones en torno a la muerte de Mame Mbaye.

El mandato de masculinidad

Según Rita Segato, la primera expresión de la pedagogía de la crueldad es la violencia machista. El capitalismo de rapiña instala un campo de batalla en el cuerpo de las mujeres.

En la precariedad general, la posición del hombre está fragilizada: no puede proveer, no puede tener, no puede ser. Pero al mismo tiempo tiene que probar que es un hombre. Los varones estamos sometidos a un “mandato de masculinidad” que nos obliga, para ser, a demostrar fuerza y poder: físico, intelectual, económico, moral, bélico, etc. El mandato de masculinidad se traduce hoy así en un mandato de violencia.

La violación no es erótica o de placer, sino una demostración de poder. El poder del impotente, ansioso por demostrar que es, que sigue siendo un hombre. Es un mensaje que manda un hombre a otros hombres: puedo, soy capaz, soy dueño de las vidas. No es un hecho excepcional, cosa de algunos varones monstruosos o “psicópatas”. Se asienta en una base compuesta de mil violencias cotidianas y transversales: en el espacio público y en el íntimo, en la calle y en casa, en el trabajo y en las relaciones.

La mujer no es simplemente un cuerpo-víctima de la violencia. Lo que se agrede en ella es precisamente su fuerza insumisa al mandato de masculinidad, la capacidad de creación de vínculos, de lazos, de redes, de complicidades, de empatía y de comunidad.

El 8M visibilizó a miles de mujeres en todo el mundo diciendo basta. Sus cánticos y pancartas pueden leerse como un registro detallado de las mil violencias cotidianas que habitan la “normalidad”. No se vuelve a ella igual después de haber vivido una jornada así excepcional, sino más enredadas y más fuertes. El 8M sólo es la cresta de la espuma de una ola de fondo que empuja para cambiar completamente la vida cotidiana, ese “caldo de cultivo” de la violencia más espectacular que vemos en las noticias.

Y puede asumirse también como ocasión por los hombres que desean desobedecer el mandato de masculinidad y salir de ese bucle funesto entre la indigencia existencial extrema y la obligación de demostrar poder. Como una invitación a la metamorfosis.

Las acciones bonitas

La desaparición y la búsqueda de Gabriel Cruz, el “pescaíto”, ha sido un fenómeno altamente mediatizado.

Los medios de comunicación y las redes sociales son hoy -sobre todo de un tiempo a esta parte- los vehículos privilegiados de la pedagogía de la crueldad. Las tendencias a la espectacularización (el morbo), la simplificación de la realidad (el zasca) y la polarización social (la lógica de bandos, buenos y malos) los atraviesan transversalmente. Pero da igual que la realidad se instrumentalice a favor de la derecha o de la izquierda: se contribuye en cualquier caso a la destrucción de la sensibilidad, el pensamiento y la autonomía.

Pese a todo, los medios y las redes facilitaron durante varios días la activación de mucha gente que ayudó en la búsqueda de Gabriel o quiso hacer sentir de algún modo a su familia calor y solidaridad. El apoyo se trastocó en odio al conocerse la identidad del asesino: mujer, extranjera, de color. En este contexto,  la voz de Patricia Ramírez, madre de Gabriel, resonó como salida de otro mundo, cuando en realidad provenía del amor más común que existe: el amor de madre.

Su mensaje principal: no poner el foco en la rabia y el enemigo, sino en la solidaridad y las “acciones bonitas”. Desplazar la atención hacia los gestos de apoyo que habían “sacado lo mejor de las personas” durante aquellos días. Que lo que permanezca, en el sinsentido absoluto de la muerte de Gabriel, sea el recuerdo cálido del abrazo social. “Porque otras personas lo van a necesitar en el futuro”.

¿De dónde sacaba Patricia las fuerzas para no dejarse envenenar por el deseo de venganza? Es la pregunta que le hacían los periodistas una y otra vez, perplejos e impresionados. Y ella respondía siempre lo mismo: “en honor al pescaíto, él no era así y yo tampoco”. Es decir, no es que Patricia haya conservado la “sensatez” y la “cabeza fría”, como si los afectos llevasen directos al odio y la rabia y sólo “la razón” pudiese contenerlos. Es la típica visión masculina. En realidad es justo al revés: la voz de Patricia salía del amor hacia su hijo, del agradecimiento hacia quienes se habían movido por él y del deseo de que su recuerdo no quedase asociado a la rabia vengativa. De los afectos.

Palabra precisa y preciosa, cargada de humanidad y ternura, rica en metáforas muy físicas (relacionadas muchas veces con el agua: el río abierto, la marea de solidaridad, la resaca de dolor…), la voz de Patricia ha conseguido desarmar por momentos la voracidad de los medios de comunicación y las redes sociales, basados en las lógicas de espectacularización, simplificación y polarización social.

Y nos ha dejado caer, indirectamente y como de regalo, algunas indicaciones que cada cual puede convertir en modos de resistencia a la destrucción de la empatía y de cultivo de otra sensibilidad: estar con los que nos quieren (“muy juntitos”), buscar la intimidad y el silencio, agradecer el cariño, transformar los afectos reactivos en afectos activos, evitar la instrumentalización, no dejar que otros hablen en nuestro nombre, no tomar excesivo protagonismo, “mirar siempre dentro del corazón”.

Guerra entre pobres

Sin lugar a dudas, a Mame Mbaye le ha matado un sistema de maltrato cotidiano que,  como explica muy claramente Sarah Babiker, inyecta a diario el miedo, cercena la felicidad y enferma, destruyendo el derecho humano a la despreocupación, el descanso y la serenidad.

Ese sistema de maltrato cotidiano -ley de extranjería, desigualdad económica, redadas policiales, etc.- es justamente la “pedagogía de la crueldad”. Más que perseguir objetivos concretos, como la erradicación de la manta, lo que se busca esproducir insensibilidad: marcar y hacernos ver al otro como otro, distinguir entre los hundidos y los salvados, entre los que están dentro y los que están fuera, cortar la empatía y toda solidaridad posible.

Atizar una guerra entre pobres, cuando en realidad el colectivo mantero sólo es la punta más extrema de las tendencias generales de las que hoy nadie está a salvo: la precarización, desprotección e indefensión de la vida.

Un día después de la muerte de Mame Mbeye, los discursos que se improvisaron en la concentración de la plaza Nelson Mandela de Lavapiés mezclaban la digna rabia (por una muerte intolerable) y las palabras que apelaban una y otra vez a la igualdad, a la humanidad común, a la empatía. Contra el mandato de crueldad: no sentir, no sentir con otros, no con-moverse.

Los oradores hablaron nada menos que en tres lenguas (inglés, francés, español), mostrando así de pasada la potencia que hay en las vidas migrantes: la energía, las capacidades y los saberes que habitan en estos cuerpos acostumbrados a los trayectos más difíciles, al aprendizaje y la realfabetización constantes, a la creación de redes de apoyo y complicidad.

No sólo son pobres o víctimas que merezcan nuestra compasión, sino que en ellos habita una gran riqueza, un gran potencial que nuestra sociedad no sabe ni quiere acoger. Como recordaba Malick Gueye, portavoz del sindicato de manteros, Mame no era sólo un “mantero”, sino una persona implicada en la pelea por derechos sociales y un artista, al que no se permitió ejercer su profesión en España.

Lágrimas felices

Lo confieso:

Se me saltaron las lagrimas el 8M viendo a primera hora de la mañana un “piquete” de chicas sub16 (y chicos, a la zaga) recorriendo el barrio, con energía a chorros e infinita lucidez en sus consignas.

Se me saltaron las lágrimas escuchando a Patricia Ramírez pidiendo a la gente que “se sacase a la bruja de la cabeza” y recordase más bien las «acciones bonitas» que tuvieron lugar durante la búsqueda de Gabriel.

Se me saltaron las lágrimas escuchando a los oradores de la plaza Nelson Mandela de Lavapiés apelar, sólo un día después de la muerte (muerte política) de Mame, a la humanidad compartida, a la igualdad de todas las personas.

El filósofo y escritor George Bataille decía que hay “lágrimas felices”. No son exactamente lágrimas de alegría, sino de emoción por ver acontecer algo “milagroso”: imprevisible, inesperado, impensable, imposible pero cierto.

Es “milagroso” escuchar a quien ha sufrido el daño más grande hablar de pelear por más vida y no por más muerte, por más humanidad y no por menos, por más empatía y no por más guerra de todos contra todos.

Que se nos humedezcan más a menudo los ojos de estas lágrimas, para despertar y reactivar nuestra piel endurecida por el principio de crueldad.

Gracias Marga, Marta, Diego, Ema, Guille, Jabuti, Miriam, Juan, Leo por las conversaciones.

La guerra que nos habita // Redacción La tinta

Durante la guerra de Malvinas el rol de las mujeres fue invisibilizado. A todas, la dictadura les prohibió hablar, al igual que a los soldados excombatientes. A las que no callaron, no les creyeron. Otras, sufrieron estrés postraumático y pudieron hablar mucho años después.

Cuando se cumplieron 30 años de la guerra de Malvinas, el Congreso reconoció como veteranas a varias mujeres que habían participado del enfrentamiento armado entre Argentina e Inglaterra. Hace unos pocos días, se identificaron los restos de soldados caídos enterrados como NN en las islas, y muchas madres pudieron descansar sabiendo dónde están sus hijos. No sólo es mentira que las mujeres no formaron parte de la guerra de Malvinas sino que además, ésta, las sigue habitando.

Veteranas de guerra

La mayoría eran enfermeras e instrumentadoras quirúrgicas civiles que fueron a las trincheras del combate, hoy veteranas que padecen las mismas consecuencias que los varones que empuñaron las armas.

En el libro “Mujeres Invisibles” su autora, Alicia Panero, cuenta que cuando entrevistó a las mujeres que estuvieron en la guerra de Malvinas como voluntarias para cuidar a los heridos se encontró con muchos testimonios. Ellas contaron que en general no le preguntaban a los soldados qué les había pasado, sólo los escuchaban: “Les contaban del frío, del hambre, de que extrañaban a sus mamás. Y ellas sentían la necesidad de abrigarlos. Las de la Fuerza Aérea, por ejemplo, lo que más recuerdan es que cuando se abrían las puertas de los Hércules y bajaban las camillas, no había un sólo soldado que no pidiera por su madre”.

En una entrevista que le realizaron, relata uno de los hechos que le contaron: “En un traslado de Buenos Aires a Comodoro Rivadavia el comandante tuvo que llevar a la cabina a cinco mujeres de la Fuerza Aérea, porque no paraban de gritarles cosas machistas y piropos subidos de tono. No querían que estén ahí. También la pasaron mal en el hospital, porque no estaban muy informadas de lo que estaba pasando. Y mientras esperaban a los primeros heridos hacían vida de cuartel. No las tenían bien”. En la guerra, no sólo se mide el poder del hombre contra el hombre, sino que se reafirma la objetivación de la mujer, su sumisión, y su servicio. Las mujeres fueron a realizar tareas de cuidado, extensiones de sus tareas domésticas no reconocidas ni en las casas, ni en la guerra.

Las otras madres

El regreso a casa de los soldados que pelearon en Malvinas fue esperanzador. Las familias se agolparon para recibir a sus hijos enviados a luchar por una “patria” que los llevó y los llevaría durante los años posteriores a la finalización de la guerra, a su muerte. Pero, más atrás, algunas no festejaban. Sus hijos no estaban en las bases ni en los hospitales. Primero, les dijeron que estaban recuperándose y ganando peso antes de volver a sus casas. Pero sus nombres no estaban en los censos oficiales. La búsqueda comenzó para muchas de ellas. Un proceso largo para encontrar a sus hijos caídos en Malvinas.

En la guerra fallecieron 649 soldados reconocidos, pero 122 yacían en el cementerio Darwin en territorio malvinense esperando ser identificados. Sus placas rezan: “Soldados Argentinos sólo conocidos por Dios”.

Ellas tocaron miles de puertas, hicieron millones de trámites. Escribieron los nombres de sus hijos en formularios y papeles, pero recién hace unos pocos días algunas pudieron nombrar las tumbas. A sus hijos se los llevaron con nombre y apellido, y ellas no podrían descansar hasta que esos NN encontrasen de nuevo aquel nombre perdido en el tiempo.

El consuelo que les dieron desde los altos mandos militares no bastó, les dijeron que habían muerto como valientes. “Lo prefiero cobarde, pero conmigo”, dijo una de ellas. Como valientes en una guerra orquestada, a la que incluso muchos ni sabían que estaban destinados hasta que se bajaron de su avión en suelo de Malvinas.

Nombrar a los restos que yacen en tumbas anónimas es una lucha bien conocida para las madres de nuestra Argentina. Las madres que quisieron saber qué pasó con sus hijos. Las madres que no dejaron jamás que el círculo cierre sin ellos. No dejaron jamás que la mala memoria se lleve sus historias.

 

Tanto a las ex veteranas como a las madres de los soldados que estuvieron en combate, la guerra las sigue habitando. Su lucha sigue viva.

el segundo naufragio de los pichis // Hernán Vanoli

Peronismo, ejército y nación. Una tríada incómoda para las promesas de modernidad que trae el segundo ciclo soñado de neoliberalismo. Argentina es hoy un pequeño enclave sojero donde la ubicación del norte geopolítico vuelve a discutirse sin nuevas preguntas y con las mismas respuestas de siempre, mientras las inversiones siguen sin llegar y reclaman un severo disciplinamiento laboral. Es en este contexto que las discusiones sobre Malvinas resultan todavía ásperas, porque ponen en la picota los relatos identitarios de un país y trazan un inquietante perfil para una nación que no termina de narrarse a sí misma de un modo apacible.

 

Juan Terranova publicó hace unos meses Puerto Belgrano, novela sobre un médico militar que forma parte de la tripulación que padece el hundimiento del Crucero y luego es rescatada. Superados los 35 años de su inicio, la guerra de Malvinas parecía haber obtenido alguna especie de cierre simbólico en el imaginario social. El Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur, inaugurado por la ex presidenta Cristina Kirchner en 2014, pretendía coronar el proceso de cicatrización de la costra simbólica llamada Malvinas. Un gobierno que apelaba a la simbología peronista, un relato progre y federal en el corazón de una exESMA nacanpop, híbrido entre un enorme centro cultural hippie y un gélido homenaje teutón a las víctimas del nazismo, con el gaucho Rivero proyectado en pantallas led y la visita de cientos de miles de estudiantes de escuelas públicas, más el reclamo diplomático de la soberanía. En torno a este hermoso cambalache la casa parecía estar en orden. Nacionalismo light, antimilitarismo, dignidad en el dolor y en la derrota como combustible de un discurso victimizante y al mismo tiempo combativo. Pero los tiempos cambiaron.

 

Las representaciones

Por detrás de estas políticas de Estado teníamos nuestras crónicas conmovedoras -por dar un ejemplo, Nuestro Vietnam de Daniel Riera-, nuestras películas taquilleras -Gastón Pauls se había puesto bajo la piel de un conscripto más parecido a sus pares de Leicester que a los changos jujeños que pelearon la guerra en Iluminados por el Fuego, basada en las investigaciones de Edgardo Esteban-, teníamos una obra de teatro con performance de Lola Arias, y teníamos también nuestros más ricos y complejos modos de abordaje desde la literatura. Fogwill, que se daba cuenta rápido de las cosas, había escrito Los Pichiciegos al son de las  baterías de metralla, amparado por sus míticos gramos de cocaína.

 

Con aquella novela Fogwill inaugura una veta interpretativa y un universo simbólico para escribir sobre la guerra. Según ese cosmos, que luego se convirtió en credo del progresismo, la guerra había sido el manotazo de ahogados de una cúpula castrense ebria y desesperada, corolario de una dictadura que en realidad era un pacto cívico-militar, con una sociedad civil en el fondo cómplice del terrorismo de estado. Ese era el mainstream. En el nicho, lo que había en Los Pichiciegos era un trabajo sobre el filón reventado del habla popular rebelde, anticorporativa y antisocial, acompañada por una lectura sobre la lumpenización freeraiderista de ciertos sectores medios que vendrían a acompañar el disciplinamiento financiero que la dictadura había iniciado y del cual el alfonsinismo sería, a fin de cuentas, una continuidad. En su novela, además de hablar de la ineptitud militar, Fogwill habría hecho una resonancia magnética al ethos de amplias capas de la sociedad que en lugar de pelear la guerra capitalista del todos contra todos preferirían también quedarse en la trinchera, ya fuese estatal, asistencial, militante o contratista, haciéndose los boludos mientras esperaban para hacer sus negocios en democracia. Después de todo, eso fue lo que llevó a cabo la familia Macri.

 

El sedimento de Fogwill produjo sus frutos. De ella surgieron novelas que profundizaron en el clima moral y las contradicciones de la alianza cívico-militar, como Dos Veces Junio (2002) de Martín Kohan, o la original Trasfondo (2012) de Patricia Ratto, que con un gran trabajo de investigación hace que la guerra suceda en un submarino. Carlos Gamerro dio un paso más con Las Islas (1998), una novela ambiciosa y voraz, que se anima a satirizar la guerra, a mostrar las ambivalencias y los trágicos destinos de muchos de los soldados, y la vincula no solo a los ochenta sino también a la década menemista y su turbia primera modernización neoliberal. Los ganadores internos, la patria contratista y financiera, eran los mismos amos que en los noventa habían construido Puerto Madero, los grandes dependientes parasitarios de un capitalismo imposible. En Una puta mierda, publicada en 2007 y republicada luego como Nosotros caminábamos en sueños, Patricio Pron se centró en cifrar la decodificación de los discursos que circulaban en una guerra de la cual nunca había habido suficientes imágenes por parte de receptores infantiles, siguiendo con el tono farsesco de Gamerro, pero añadiéndole una perspectiva de hijos que luego se pondría tan en boga durante el kirchnerismo.

 

Lo cierto es que todas estas representaciones, con estéticas disímiles y planteos originales, poseían algunas coincidencias que tenían que ver con el desprecio hacia el actor militar, el antinacionalismo, cierta certeza socialdemócrata que campeaba de fondo, cierta fe en las instituciones. Claro que hubo anomalías e irreverencias, como por ejemplo en «La soberanía nacional», aquel cuento de Rodrigo Fresán publicado en Historia Argentina (1991), o el intento conciliador de Brilla tu, borracho loco (2012), con los notables poemas de Hugo Emilio Sánchez. Por su parte, la novela La Construcción (2014), de Carlos Godoy, inaugura un abordaje novedoso para concebir las islas ya no como un territorio que se convierte en escenario de una disputa histórica, sino como un enigma natural donde acontece justamente lo que las narraciones históricas impiden pensar: el derrumbe de las categorías que solíamos esgrimir para narrar el conflicto.

 

¿Adiós a los pichis?

En 2017 otra novela abordó la cuestión de la guerra desde una perspectiva algo corrida de los consensos vigentes. 1982, de Sergio Olguín, es un drama explícitamente inspirado en Fedra, la tragedia griega. En uno de los vértices del triángulo amoroso que se narra aparece Augusto Vidal, un militar que participó en el intento de recuperación de las islas y volvió un poco místico, un poco más violento, un poco chiflado. Sus contrapartes son Pedro, su hijo, y Fátima, su pareja, con quien tiene otro hijo. Fátima y Pedro se enamorarán, intentarán huir juntos. Olguín cuenta una historia donde la textura está en lo íntimo, donde el militar sigue ocupando un rol de malvado en línea con su complicidad con la dictadura, y donde la sutileza está puesta en la resonancia de la guerra en las relaciones humanas. Pero lo saliente es que 1982 es una novela que se escribe en contra de la pedagogía, no tanto en contra del actor militar -a quien ya se considera justamente derrotado y con quien, como corresponde, no se tiene piedad- como en contra de las moralidades que circularon en torno a la guerra.

 

El caso de Puerto Belgrano es diferente. Terranova pertenece a otra generación, está más cerca de Pron que del resto de los que escribieron sobre Malvinas, y está también cerca de Godoy. A contrapelo de muchos de sus contemporáneos que escriben una literatura sentimental hecha para esquivar deliberadamente los nodos del conflicto político, Terranova parece haber madurado su pulso de escritor y con una prosa seca que por momentos evoca a Cormac McCarthy pero se permite arrebatos, disgresiones, y un desatado rap ensayístico belicista al final del libro, se despacha con una novela que sin resignar una nutrida investigación histórica mete el dedo en la llaga y viene a desafiar los consensos desde los cuales se venía narrando el combate. La pregunta de fondo parece ser: una vez que el neoliberalismo triunfa en las urnas y con su verdadero nombre, ¿sigue vigente la idea de los pichis?

 

Apenas empezamos a leer Puerto Belgrano entendemos que el Crucero ARA General Belgrano era en realidad una suerte de hermosa y aún efectiva ruina que Perón les había comprado a los Estados Unidos. El hundimiento del Belgrano fue el triste y solitario final del Phoenix, un acorazado que había combatido en la Segunda Guerra Mundial. La cuestión se complejiza cuando Terranova juega con la hipótesis de que Malvinas fue un conflicto que debe ser leído dentro del escenario de la Guerra Fría: una conflagración burocrática y helada, colonial y fuera de tiempo, irreal pero al mismo tiempo bien concreta, en la cual una alianza con la ex Unión Soviética podría haber sido una posibilidad efectiva, incluso luego de la pésima planificación de los militares argentinos. De hecho, toda la historia de Puerto Belgrano está atravesada por la fantasmática presencia de Reina, un enigmático marinero que Eduardo Dumrauf, el médico castrense que narra, se encuentra en diversos momentos de su vida, tanto a bordo del Belgrano como, años más tarde, en una reunión de ex combatientes. Resulta que, al parecer, Reina era una suerte de espía britántico, o quizás un brujo, y un grupo de altos cuadros del ejército militar soviético desembarcan en el Belgrano en su búsqueda.

 

Pero la falta de agallas y de comprensión geopolítica de los militares argentinos no es leída desde la sociedad civil ni desde la dictadura. Por el contrario, Terranova elige contarla desde un militar argentino de rango intermedio que luchó con honor junto a sus soldados, con quienes compartía un gran amor por la patria. Apartado de la victimizada figura del colimba, Dumrauf es un cirujano que realiza curaciones a bordo del Belgrano, que participa activamente de las operaciones de rescate, que es náufrago del hundimiento, y que se queda con la sangre en el ojo por no haber podido pelear la guerra. Le pregunté a Terranova por los motivos de haber construido a ese personaje, un médico argentino y al mismo tiempo filonazi, para narrar Malvinas:

 

“No sé si es filonazi. ¿Lo es? El padre, queda claro si uno lee con atención, atendió a un aviador nazi que les enseñó a volar a muchos pilotos argentinos. Pero no sé. ¿Que escuche Wagner lo hace nazi? ¿Dónde estaría ese nazismo? No digo que no. Solo que creo que las cosas con Dumrauf y con los bordes de la Segunda Guerra son más ambiguos. Yo me siento muy cerca de la gran novela oral que trabajan todos los días los veteranos de Malvinas, sus voces, sus charlas, sus breves textos en Facebook. Todos los que luego escribimos sobre esa experiencia somos los vampiros de las letras que tomamos esa energía”.

 

Nacionalismo y democracia

Una de las secuencias más largas, puntillosamente descritas y bellamente documentadas de la novela de Terranova es el rescate a los náufragos del Belgrano. El autor se nutrió de testimonios de los sobrevivientes pero con ellos hizo algo más que un homenaje o una condolencia: generó una pintura del hundimiento en la cual el lector se identifica con los militares. Esto excede a la revindicación de la destreza técnica y de las agallas de muchos combatientes argentinos que participaron de la guerra. Y también, de la natural identificación con los vencidos: lo que se caldea, y atraviesa a la novela, es una permanente insatisfacción con la democracia. Hasta hoy la narración de Malvinas había sido utilizada para celebrar la democracia. Incluso Fogwill se conformaba con desconfiar de ella, pero en su trabajo sobre los pichis había también cierto homenaje. En este caso, lo que puede leerse es una radical disconformidad que se trabaja a través de la exposición de los mecanismos burocráticos con los cuales la democracia aplasta el heroísmo, a la épica e incluso al sentido de la existencia, triturando además a sus víctimas –principalmente a los ex combatientes– de un modo silencioso y naturalizado.

 

Por otra parte está el nacionalismo. ¿Tiene sentido ser nacionalista hoy, en la era de las megalópolis, o se trata más bien de la evocación retrospectiva de un sentimiento antimoderno que actúa como resistencia en el plano simbólico, pero con efectos conservadores en los procesos reales? Lo cierto es que en Puerto Belgrano es muy difícil no emocionarse ante cada “viva la patria” de los soldados argentinos. De hecho, la novela establece una diferencia bastante notable entre los soldados, su nobleza y su predisposición y la desidia, la cobardía y la torpeza de los altos mandos. Le pregunté a Terranova por ese sentimiento nacional y por su relación con el peronismo. ¿No es el peronismo el padre no declarado de los Pichis, figura que su novela viene en gran medida a cuestionar?

“Creo que el problema viene por otro lado. Una de las principales instituciones que la dictadura cívico-militar dañó y destruyó hasta la ruina fueron las tres armas mismas. Esto no es contradictorio. Los militares siempre tuvieron internas y divisiones. Perón mismo era un militar. Pero con Onganía, bajo la presión de los Estados Unidos, y con la instrucción francesa, el ejército comienza a abandonar la defensa de la soberanía y a funcionar como un operador policial contra el comunismo, aunque en ese momento el comunismo acá no parecía estar en el negocio de la revolución. Pero esa era la agenda de Estados Unidos y lo que proveía era armamentos ligeros, no cañones ni acorazados. Y luego los franceses también impusieron su agenda con las tácticas de lucha contra la subversión que ya han sido historizadas hasta el hartazgo. Eso unido a que Onganía realmente fue un político horrible que nunca habría llegado al poder sin las purgas de la Revolución Libertadora… Si no se entiende eso, no entendés lo que vino después. Ahí, en la Libertadora, hay un cambio que luego nos va a llevar al Proceso de Reorganización Nacional y a un movimiento histórico que recién se viene a reparar con el kirchnerismo. Es un tema largo pero lo simplifico: cuando hoy unos pibes de veinte años en una marcha en Plaza de Mayo cantan ‘el que no salta es militar’ las que se benefician son las potencias imperialistas. Y bueno, los escritores argentinos son todos unos cobardes y unos ignorantes en este sentido. Ese fue un gran daño que hizo la dictadura: cuestionar el orgullo de ser argentinos”. Mientras escribía esta nota alguien me recordó que, tras haber repudiado al actor militar, en su fase postrera y decadente, el kirchnerismo intentó tener un aparato de inteligencia propio a través del general Milani. Los resultados fueron una sinécdoque del tipo de desarrollismo que se propuso.

 

 

Los buenos servicios del peronismo

Pero esto lleva a otra escena notable de la novela. Una noche Dumrauf es abordado en un consultorio y llevado al luctuoso Cuartel General de la Policía ubicado en Avenida Belgrano. Es la policía democrática, los servicios secretos de la democracia, tan servicios y tan secretos como los de la dictadura, aunque sin tortura ni plan sistemático de exterminio. La novela hace hincapié en los grises. Y esa parte, contada por el propio Dumrauf, retrata su propia posición ante la represión ilegal. El tipo había asistido a gente que estaba siendo torturada, y consideraba que la tortura era reprochable pero lógica en un escenario que los superiores habían caracterizado como de guerra. Al parecer, desconocía un plan sistemático y se amparaba en la obediencia debida. Pero, de todos modos, reconoce un límite cuando lo interrogan por los nacimientos en los centros clandestinos de detención. Vuelvo a preguntarle a Terranova: ¿Qué imaginás que hubiera hecho un tipo como Dumrauf si lo llamaban para asistir a un parto en la ESMA?

 

“Insisto: la dictadura fue la que destruyó el honor militar en la Argentina. Y lo hizo con toda precisión. Mientras sigamos asociando lo militar a la crueldad y a la torpeza, vamos a seguir siendo una Nación con fronteras inexploradas y una soberanía débil. Ese es, sobre todo, un desafío para los militares. Y si me permitís, los que salvaron ese honor fueron los veteranos y ex combatientes –soldados, suboficiales, oficiales– que después de la guerra siguieron militando Malvinas, señalando los errores, siendo consecuentes con sus reivindicaciones, pidiendo lo que les correspondía. El futuro siempre es bastante oscuro. Pero algunas cosas tengo claras. Si un día de mi vejez me llaman por teléfono y me dicen que el avión de mi hijo fue derribado mientras atacaba un convoy de barcos chinos en el Pacífico sur voy a sentir dolor, el dolor más fuerte que un padre pueda sentir, pero también voy a sentir orgullo, el orgullo más grande que un padre pueda sentir”.

 

Una hipótesis para pensar el cambio implícito en Puerto Belgrano: con la descomposición del peronismo, los argentinos pasan de ser los pichis a convertirse en los kelpers. Los kelpers del orden económico mundial, los kelpers que sueñan con ser británicos pero no lo son, los kelpers que vuelven a tener que pelear por el reconocimiento de sus derechos laborales ante una corona que jamás se los dará. Terranova estuvo en las Islas y le pregunto cómo los vio. Cómo vio a nuestros hermanos siameses. “Me sorprendió lo cola de paja que son los isleños importantes. Nosotros perdimos la guerra pero son ellos los que viven con miedo”. ¿Con miedo de qué? “El miedo es una sensación interesante. Está en el centro de nuestra constitución como sujetos modernos. El miedo y la paranoia. Los isleños viven paranoicos de que la Argentina recupere las islas y ellos tengan que abandonar su penosa vida de trabajar y engordar para morir. Los que traté me cayeron muy bien. La clase trabajadora es clase trabajadora en todas partes. Como dijo Gramsci, siempre hay gobernantes y gobernados. Pero creo que los isleños, kelpers, británicos y demás personas que hoy viven en Malvinas nunca lo leyeron”.

 

Pese a su belicismo y a su visión modernista del actor militar, Terranova conserva las esperanzas. En uno de los raps de la novela donde tematiza al ser nacional, habla del sino argentino como una cadencia entre el aburrimiento y la destrucción. ¿Qué lugar ocupa el peronismo en ese baile? ¿Y qué lugar te gustaría que ocupase?

 

“El peronismo siempre sale a la pista con un pasodoble. Suena un tango, pasodoble. Le ponés Technotronic, pasodoble. Le ponés Pet Shop Boys, pasodoble. Le das pastillas locas, pasodoble. Toca Black Sabatth, pasodoble. Y hay momentos en que suena un pasodoble y entonces se alinean los planetas y la rompe. Creo que hay una ortodoxia en esa perseverancia que es a la vez ridícula y esperanzadora. El pasodoble al final te termina salvando la noche”.

 

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Malvinas desde Rozitchner, Verbitsky y Fogwill // Clinämen

A 36 años del comienzo de la Guerra de Malvinas, evocamos una conversación con León Rozitchner y repasamos zonas subrayadas de “Los pichiciegos” de Fogwill y “La última batalla de la tercera guerra mundial” de Horacio Verbitsky. El fondo del terror y el plan económico que padecemos y resistimos hasta hoy.

Reseña de Aceleracionismo. Estrategias para una transición hacia el postcapitalismo (Editorial Caja negra) // Mariano Pacheco

Una lectura del libro que reúne textos de más de una docena de autores, entre los que se destacan Antonio Negri, Franco “Bifo” Berardi y Mark Fisher.

Se sabe: toda lectura es siempre situada.

¿Cómo leer entonces un libro como Aceleracionismo, donde se compilan todos textos producidos desde contextos bien diferentes a los tercermundistas latinoamericanos? Tal vez desde su análisis de la situación internacional, puesto que si bien estamos parados en realidades diferentes producto de la división internacional del trabajo, todos compartimos el hecho de actuar, pensar, sentir, leer, escribir desde el interior del mercado mundial.

A falta de una visión social, política, organizativa y económica radicalmente nueva, los poderes hegemónicos de la derecha seguirán siendo capaces de impulsar contra todas las evidencias su miope imaginario, escriben Alex Williams y Nick Srnicek en su “Manifiesto por una política aceleracionista”, en la que describen la situación en la que nos encontramos luego de treinta años de neoliberalismo planetario (la civilización global se enfrenta a una especie nueva de cataclismo).

¿Qué ha pasado en estas tres décadas con el movimiento obrero, las izquierdas y los movimientos sociales? La respuesta -por momentos angustiante- que brindan los autores nos interpela respecto de los desafíos presentes, si de verdad aspiramos a contribuir a un nuevo ciclo de rebeliones contra el sistema imperante y apostar por construcciones que vayan más allá del capital (la izquierda tiene una necesidad imperiosa de recuperar la perspectiva de gestar una nueva hegemonía mundial), insisten los autores del Manifiesto.

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¿Qué es el aceleracionismo?

Según la definición esbozada por los compiladores de este libro, el aceleracionismo es una herejía política, una insistencia en que la única respuesta política radical al capitalismo no es protestar, agitar, criticar, ni tampoco esperar su colapso en manos de sus propias contradicciones, sino acelerar sus tendencias al desarraigo, alienantes, decodificantes, abstractivas.

Publicado en Argentina a fines de 2017 por la editorial Caja negra, Aceleracionismo. Estrategias para una transición hacia el postcapitalismo reúne dieciséis textos escritos entre 1994 y 2015 (incluyendo una introducción de los compiladores, Armen Avanessian y Mauro Reis, y un epílogo del primero). El más viejo de estos textos es “Colapso”, de Nick Land (periodista actualmente radicado en Shangai a quienes los autores del Manifiesto consideran un precursor del aceleracionismo, junto con Karl Marx) y el más nuevo: el “Manifiesto xenofeminista” del colectivo Laboria Cuboniks, que los compiladores consideran la manifestación programática más potente de esta nueva afluencia acelerativa.

También hay textos de importantes referentes internacionales como Antonio Negri, Franco “Bifo” Berardi y el recientemente fallecido Mark Fisher.

Avanessian y Reis parten de un diagnóstico compartido por los impulsores de este movimiento a la hora de presentar el libro. A saber: que la desesperanza parece ser el sentimiento dominante en la izquierda contemporánea. De allí que critiquen, tanto de la izquierda liberal como de la más radical pero no menos iletrada tecnológicamente izquierda académica, el hecho de reducir la economía capitalista a un montón de números y la tecnología a puro dominio instrumental del capital, abandonando a su adversario la inteligencia tecnológica y los argumentos económicos. De allí también que reclamen, de manera urgente, criterios pragmáticos capaces de realizar una identificación y selección de aquellos elementos del sistema que puedan ser eficaces en una transición concreta hacia otras formas de vida más allá del capital. Por eso junto con la pregunta por una transición posible hacia otros sistemas, aparece con fuerza el interrogante en torno a los posibles usos de la tecnología, en un movimiento de lectura que implica recuperar tanto las reflexiones que Marx realiza en los Grundrisse sobre las máquinas como una reapropiación/reformulación del componente “maquínico” presente en las teorizaciones de Gilles Deleuze y Félix Guattari, sobre todo en torno a la relación entre la producción maquínica y la producción del ser humano como tal.

¿Cuál es la relación entre los efectos socialmente alienantes de la tecnología y el sistema de valor capitalista? ¿Por qué y cómo son los efectos emancipadores del “nuevo fundamento” de la producción maquínica contrarrestados por el sistema económico del capital? ¿En qué podría convertir el humano social si el capital fijo fuese reapropiado en el interior de un nuevo socius postcapitalista? Estas son algunas de las preguntas que vienen a plantearse en el libro de la mano de algunas propuestas para liberarse de la coerción del trabajo asalariado.

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La cuestión del retorno de un pensamiento más complejo, capaz de arriesgar hipótesis más allá del cortoplacismo de cada lucha particular y más acá de las apuestas que implican definiciones de objetivos de mediano plazo y el trazado de estrategias concretas para obtenerlos, sin por ello renunciar a una mirada que da lugar al azar y las formas creativas de intervenir en política, es seguramente uno de los mayores aportes de este libro, más allá de las coincidencias o no con los postulados aceleracionistas.

La construcción de una nueva infraestructura intelectual capaz de contribuir a la gestación de una nueva ideología y de nuevos modelos económicos y sociales; la disputa por los medios tradicionales de comunicación más allá de la intervención en internet y las redes sociales; junto con la convicción de reconstruir un poder de clase, teniendo en cuenta las identidades proletarias parciales encarnadas a menudo en las formas postfordistas de trabajo precario en el mundo contemporáneo, son los tres objetivos de mediano plazo esbozados por Alex Williams y Nick Srnicek en el “Manifiesto por una política aceleracionista”. Estos objetivos son planteados junto con una convicción: la necesidad de rediscutir los modos de organización y las tácticas de lucha.

¿Qué pasa si las marchas con pancartas o zonas temporalmente autónomas devienen reconfortantes sustitutos del éxito efectivo? se preguntan en el Manifiesto, que las búsquedas pasen más por la apuesta que por la afirmación de seguridades conocidas: el único criterio para una buen táctica es si posibilita o no un éxito significativo dicen, a la vez que instan a estar atentos a los modos en que los adversarios políticos aprender a defenderse y contraatacar los métodos de lucha antaño eficaces. Algo similar sucede con los modos de organización. Para los aceleracionistas hay que poder desprenderse de la idea de democracia-como-proceso, del fetichismo de la apertura y la horizontalidad y poder entender que, a veces, el secretismo, la verticalidad y la exclusión también tienen su lugar. Por supuesto, advierten sobre los riesgos de que las autoridades verticales legítimas devengan centralismo totalitario y tiránico y por eso también llaman a romper con el sectarismo, asumir un pluralismo de fuerzas que pueda experimentar con diferentes tácticas y no quedarse apegados a los modos conocidos.

Es en este sentido que los autores del Manifiesto insisten en la necesidad de discutir la planificación postcapitalista tanto como poder salirse de la nostalgia fordista, esa que hoy se presenta muchas veces como pasado glorioso cuando en realidad no era más que ambiente disciplinado en ambiente laboral fabril donde el hombre (varón) recibía seguridades básicas para su vida, pero a cambio de un aburrimiento existencial profundo y una marcada represión social que iba acompañada de un racismo/sexismo en el plano nacional (con su correlativa jerarquía familiar de subyugación de las mujeres) y una jerarquía internacional sostenida en colonias y zonas de periferias subdesarrolladas.

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Pero no todos los ensayos reunidos en este libro son para ratificar los postulados del Manifiesto que lo inaugura. Hay otros textos que señalan insuficiencias, que plantean contrapuntos. Uno de ellos es el de Franco Berardi para quien la aceleración es una de las formas de subyugación capitalista. Bifo destaca que cuando de lo que se trata es del proceso de recomposición de la subjetividad y de la formación de una solidaridad social la aceleración implica la sumisión del inconsciente a la máquina globalizada. El ex obrerista italiano retoma a Deleuze y Guattari, a Negri, pero también a Spinoza y a Marx, para recordar que no hay afuera posible, que las posibilidades de futuro están contenidas en la composición actual de la sociedad, y que esa fuerza inmanente corre el riesgo de ser interpretada como una necesidad (la inmanencia del comunismo o el despliegue autónomo del general intellect implican una posibilidad, no una necesidad, insiste Berardi).

Antonio Negri, por su parte, destaca el paso al frente que implica en Manifiesto respecto de la tarea comunista en la actualidad y afirma que aún hay espacio para un saber subversivo. Pero advierte que no se saldrá de la situación actual espontáneamente. Sólo un acercamiento sistemático de clase a la construcción de una nueva economía y a una nueva organización política de los trabajadores podrá reconstruir una hegemonía y pondrá las manos del proletariado sobre un futuro posible.

También Negri insiste en dejar atrás la ilusión de un retorno al trabajo fordista y comparte con el aceleracionismo la idea de liberar la potencia del trabajo cognitivo (“¡Ciertamente aún no sabemos lo que un cuerpo tecnosocial moderno puede hacer!”).

En la perspectiva del teórico italiano resulta fundamental retomar la crítica aceleracionista al horizontalismo espontáneo y a la idea de democracia-como-proceso. Cuando se habla de transformación revolucionaria -escribe- no se puede eludir un pasaje institucional fuerte, más fuerte que el que el horizontalismo democrático podrá nunca proponer. Planificar exigirá, antes o después del salto revolucionario, transformar la abstracción del conocimiento de la tendencia en la potencia constituyente de instituciones futuras, postcapitalistas, comunistas. Y remata: esta es la directriz que debe ser adoptada y la labor que debe desarrollarse: planificar la lucha antes que planificar la producción.

Por otra parte, Negri también retoma el planteo aceleracionista de lo que denomina ensamblaje e hibridación respecto de combinar las experiencias desarrolladas y por venir, en función de avanzar no sólo con la crítica de la social-democracia y los socialismos realmente existentes sino también de los límites de los nuevos movimientos sociales en perspectivas de avanzar en la construcción de un programa comunista. Estos umbrales son aquellos que se determinan en la relación entre composición técnica y composición política del proletariado y que se fijan históricamente. Sin estas consolidaciones, un programa -aún transitorio- es imposible. Y es precisamente porque hoy no logramos definir con precisión esta relación, que a veces nos encontramos metodológicamente inermes y políticamente impotentes.

Por último -en esta reseña, aunque no en el libro, puesto que los otros textos no citados aquí abren aún más discusiones- quisiera destacar algo planteado por Mark Fisher en su texto, en donde intenta indagar en el vínculo entre revolución psíquica y revolución social en el horizonte de la cultura popular.

Las dos primeras décadas del siglo han estado marcadas hasta ahora por una insólita sensación de inercia, repetición y retrospección, destaca el pensador británico, para quien -tanto política como estéticamente- pareciera no poder esperarse ya más que lo mismo conocido hasta el momento. Situación que no puede entenderse por fuera de la reacción conservadora de las últimas décadas, donde el familiarismo jugó un papel central en el ascenso de la nueva derecha, en abierta reacción frente a la contracultura gestada en las décadas del ‘60 y del ‘70. Aquella que propugnó formas de organización colectivas (no-estatistas) nuevas y sin precedentes, dando voz a nuevas formas del deseo desconocidas incluso por las izquierdas más clásicas.

Como podrá observar quien lea esta reseña, los temas abiertos por el aceleracionismo son muchos y de vital importancia para poder repensar las prácticas impugnadoras del orden existente, y seguir promoviendo un pensamiento crítico insumiso que pueda ser capaz de denunciar, sí, pero también

de contribuir a las reflexiones y los modos de nombrar aquello que cuestionamos, y aquello por lo que luchamos.

Una nueva metalurgia // Diego Sztulwark

 

Hacer agujeros no es simplemente hacer vacío, sino encontrar algo que existe en los agujeros.

 

Anti-Edipo, Mil mesetas y Qué es la filosofía, tres de las principales obras escritas en colaboración por Gilles Deleuze y Felix Guattari, son tratados sobre los movimientos de la tierra (territorialización, desterritorialización y reterritorialización) y de los flujos (codificación, descodificación, sobrecodificación). Los autores, en particular en su último trabajo, ligan la filosofía ya no a una relación entre sujeto y objeto sino a una “geofilosofía” o “geopolítica”. El Anti-Edipo relata una historia universal: la comunidad primitiva, que codifica todo flujo como perteneciente a la tierra, ha debido enfrentar el nacimiento del Estado –Imperio– que sobrecodifica la actividad comunitaria remitiéndola a la propiedad pública representada por el déspota. Basados en abundante bibliografía proveniente de la antropología, los autores afirman que el surgimiento del Estado –esa idea eterna que se encarna de modos diferentes– se dio de una sola vez. El Urstaat: sobrecodificación general de todos los flujos. Junto al Estado imperial nace el sobre-trabajo, la moneda -con relación a los impuestos y a la renta- y el monopolio del comercio exterior. Si la actividad comunal presentía y conjuraba al Estado, el Estado presiente y conjura la temida descodificación general de los flujos, el derrame del que surge el capitalismo.

Deleuze explica en sus clases que tanto en China como en Roma se vivieron fenómenos de descodificación general, auténticos contragolpes a la sobrecofidicación imperial. El esclavo liberto chino o el plebeyo romano eran producidos por el Estado de tipo despótico pero no formaban parte de la sobrecodificación. Eran sujetos despojados de su estatus. El plebeyo romano, a diferencia del patricio romano, no tenía derecho a explotar la riqueza pública y solo se le entregaba una parcela privada. Deleuze ubica el   nacimiento de la propiedad privada y su extensión al comercio y a la empresa en este movimiento de descodificación plebeya. Sin embargo, la descodificación de los flujos no es suficiente por sí misma para explicar el nacimiento del capitalismo. Hace falta aún que estos flujos se encuentren y den lugar a una toma de consistencia capaz de crear una nueva sociedad. El capitalismo surge de una conjunción de los flujos descodificados: de la relación diferencial y de determinación recíproca entre flujos en los que la riqueza se pone como capital y la actividad humana como trabajo. El Estado no desaparece en la nueva sociedad, pero ya no ocupa el lugar de la trascendencia imperial. Deviene inmanente, un operador interior al encuentro entre los flujos descodificados que no dejan de relanzarse en nuevas combinaciones  según una lógica que los autores denominan axiomática.

La axiomática capitalista es una lógica en la cual la instancia que formaliza y conecta no es exterior ni superior a los términos formalizados y puestos en conexión. Si la axiomática capitalista parte del mercado mundial, se efectúa en los Estados, que actúan  adjuntando o bien substrayendo axiomas; proponiendo al capital modelos de realización. El Estado regula y territorializa flujos descodificados. La axiomática capitalista es la oscilación misma entre un polo socialdemócrata o populista (adjunción de axiomas, mercadointernismo) y uno neoliberal o totalitario (substracción de axiomas, prioridad del mercado exterior). Los Estados, heterogéneos entre sí, resultan así isomorfos en relación con la axiomática que se desarrolla en el nivel del mercado mundial. Claro que las categorías de Deleuze y Guattari no pueden leerse como si fueran exclusivamente sociológicas, perdiendo de vista su dimensión deseante. La axiomática de los flujos limita el componente esquizofrénico de la descodificación presente en el capital; la añoranza del Estado actualiza el componente paranoico. Se trata de mostrar, sobre todo en El Anti-Edipo, hasta qué punto el psicoanálisis de época formaba parte de la axiomática del capital, en la medida en que ofrecía una reconducción del deseo hacia las figuras parentales sumisas a la reproducción de las categorías del modo de producción capitalista.

Tanto en Antiedipo como en Mil mesetas la discusión con las izquierdas revolucionarias tenía que ver, precisamente, con la necesidad de retomar la unidad de lo deseante y lo histórico como condición de una verdadera ruptura. La cuestión de si es deseable y posible retomar estas consideraciones metodológicas en función de un plebeyismo actual se plantea sin cesar cada vez que en las calles y en las ideas se abandona la obediencia de la regulación burguesa de la existencia. No se trata de un mero voluntarismo sino de la crisis y el surgimiento de nuevas figuras. Además de lo que hoy ocurre en torno al movimiento de mujeres, hay otras pistas que tal vez valga la pena evaluar: la relación entre trabajo y territorio, y la relación entre alianza y filiación. Como sostiene Deleuze en sus clases, publicadas bajo el título Derrames II. Aparatos de Estado y axiomática capitalista, la relación entre trabajo y territorio, en la medida en que “la crisis actual no es en absoluto una crisis; corresponde exactamente a las condiciones actuales de la formación del nuevo capital”, los contingentes colectivos que no participan de las nuevas zonas de recomposición de la economía (lo que fue el movimiento piquetero, lo que son los trabajadores de la economía popular) quedan situados en una zona de crisis continua, en la que solo resta politizarse para promover derechos –movimientos sociales que buscan adjuntar axiomas– o bien (no se trata de caminos excluyentes) liberar las conexiones del trabajo precario, esa zona de crisis en la que los enunciados y las acciones resultan indecidibles.

En cuanto a la relación entre alianza y filiación, esta tiene que ver con la capacidad de promover desacatos subjetivos en la escena del deseo, en particular en el punto en el que la reproducción de humanos se liga y subsume a la reproducción de las relaciones sociales que genéricamente llamamos neoliberales. La breve pero rica tradición iniciada por las Madres de Plaza de Mayo permite retomar el problema de los vínculos en una clave que no es la de la reproducción del capital: madres no sumisas, madres de revolucionarios, hijos y abuelas. Durante el último año aparecieron los primeros testimonios de quienes dan lugar a una nueva figura: los “exhijos” (los “hijos” de cuadros de la represión durante los años del Estado terrorista). Quizás no se trate solo de la desafiliación de unas víctimas en el ámbito familiar con respecto a los malos tratos de unos monstruos que hoy ya nadie defiende, sino de una posibilidad aún más trascendente, de una acción que permite identificar y desactivar las operaciones de suma crueldad (en el sentido que le da Rita Segato y no Artaud a la palabra crueldad) con las que ayer y hoy se habilita la subordinación de la reproducción de la vida a la de la acumulación de capital. En cualquier caso, plebeyismo ya no es la clase obrera con la que estuvieron en contacto las izquierdas durante el largo período que va de la Comuna de París a la caída del socialismo real. Quizás la nueva plebe no sea una categoría sociológica más, ni se adecúe a los valores morales del progresismo, sino una manera discontinua de contactar con las pulsiones descodificantes que recorren el campo social –mujeres, trabadores irregulares, exhijos– de modo indecidible, es decir, no necesariamente dispuestos a derivar su existencia de los diseños dispuestos por los Estados como modelos de continuación para la realización del capital.

Además de las dos grandes imágenes con las que concibe el espacio (los espacios estriados –estatales– y los lisos –los cielos y los mares, pero también los territorios nómades–), Deleuze encuentra que los metalúrgicos constituían redes móviles que permitían ligar la minería con la fabricación de espadas, es decir, entraban y salían del Imperio. Ni acción de alisamiento ni de resonancia o de estrías, su relación con el espacio consistía en hacer agujeros. Hacer agujeros, es decir, buscar yacimientos. Un espacio agujereado hace posible nuevos descubrimientos.

Valores Fundamentales: Elementos para una crítica a las (no tan) nuevas derechas // Colectivo Vitrina Dystópica

 

  1. Valores fundamentales

 

Hay una serie de estas nuevas. Una serie que se llama The Handmaid’s Tale (El cuento de la criada, 2017), basada en un libro de Margaret Antwood (1985), en la cual se propone – para variar – un futuro dystópico. ¿Qué sucede en este futuro? Algo ha ocurrido con la fertilidad del planeta y no solo las cosechas son escasas, sino que también lo son los hijos, los cachorros humanos. Entonces, una especie de régimen totalitario se instala en, al menos, parte de lo que era Estados Unidos. Una especie de régimen totalitario que, apoyándose en una suerte de fundamentalismo cristiano, reinstala la más explícita dominación masculina: literalmente convierte a las mujeres que aún son fértiles, en esclavas de la casta dominante, para proveer de hijos.

 

El discurso oficial les llama criadas. El discurso oficial dice que eligieron serlo en beneficio de la humanidad. El discurso oficial dice que esas mujeres y las mujeres de la casta dominante, no son esclavas de los hombres (únicos autorizados a los puestos de jerarquía), sino que éstas fueron liberadas ¿Liberadas de qué, perdón? De la liberal (sic) “ideología de género”, por supuesto, pero también de los opresivos cánones de belleza que el neoliberalismo articula(ba) para su propia mantención. Vuelta a los valores tradicionales, entonces, como forma de salvar lo que queda de “comunidad”, lo que queda de “país”, lo que queda de “mundo” e, incluso, de por fin liberar a las mujeres de esas tontas ideas que conllevaría la ideología de género, pues como lo dice uno de los personajes (El Comandante), ahora pueden dedicarse libremente a cumplir con su objetivo biológico: tener hijos.

 

La protagonista de The Handmaid’s Tale siendo aleccionada. Serie realizada por Hulu.

 

“Según el censo de 2013, la comunidad evangélica en Chile representa el 16,62% de la población, es decir, 3,5 millones de personas, de las cuales 2,5 millones estarían habilitadas para votar: un botín nada despreciable que los candidatos cada vez miran con mayor atención”, así abre la nota sobre “el factor evangélico” un periodista de la revista Qué Pasa, por supuesto de COPESA, en plena “carrera” presidencial de 2017.

 

Esta fuerza religiosa ha tenido un crecimiento disperso, pero sostenido desde el guiño de la dictadura y los coqueteos con los demócratas, lo que la ha convertido, por tanto, en una fuerza política. Aunque no es difícil saber que ya era fuerza política desde el principio, su masividad, pero sobre todo la capacidad de fijar puntos y lograr unidad en la diferencia, es decir, la posibilidad de constituir una axiomática en apariencia muy sencilla, consigue llamar la atención de cada vez más “candidatos”. Y no olvidemos que en nuestra economía afectiva la atención llama a la atención, o sea, redobla su fuerza.

 

“Hay un tema transversal en que convergemos con Franco[1] y que tiene que ver con la vuelta a los valores. Uno de los discursos de Franco es que él no le debe nada a nadie, no tiene compromisos con el mundo financiero. En ese sentido estamos de acuerdo… – explica el pastor Molina, acompañado de su esposa [la pastora Zuñiga], en un café vegano budista de Providencia”. Franco, esta vez fue apoyado por un partido que se llama Unidos en la Fe y, a pesar de lo tenebroso del nombre no es este movimiento el “principal” peligro, sino la axiomática que articula.

 

La “marcha por la vida”, fue un momento fundamental consigna Qué Pasa, pues se reunieron católicos y evangélicos, superando sus “históricas disputas”. Esto fue posible, pues como señala, el antes UDI y hoy también independiente, José Antonio Kast: “[coincido] plenamente con la mirada valórica que ellos tienen, en todos los temas provida (…) estoy convencido de que una política de género es muy dañina para la sociedad y en lo [último] que coincido es en la libertad”.

 

Marcha «provida», Santiago de Chile, 2017. Foto autoría desconocida (se agradece información)

 

 

  1. Puritanismo y finanzas

 

¿La libertad? Cualquiera que mantuviera aun al menos cierta inquietud, estaría tentado a preguntarse algo como eso, de qué libertad me habla Kast. Y cabría adelantar así en bruto, velozmente, una hipótesis: la libertad de no mezclarme, la libertad de protegerme. ¿Qué? ¿Entonces, ya no es la libertad de consumir, la de elegir, la de explotarme, la de ser un individuo, todo eso que, sabemos, es la cumbia del neoliberalismo? Sí, claro que lo es, pero renovado ahora sobre un discurso de la comunidad. Los solos constituyeron comunidad y, por cierto, atravesada, enarbolada, ensamblada por el miedo.

 

Prototipo barrio cerrado «cul-de-sac», o sea, con calles sin salidas. Foto Plataforma Urbana.

 

 

Si el principal elemento de consumo era en realidad un estilo de vida y, entonces, todo lo que consumíamos se trataba finalmente de la propagación del modo de vida imperial. Y si, por cierto, esa democratización de las posibilidades se desmentía una y otra vez en la deuda, mostrando toda la articulación valórica neoliberal al modo de los libros de autoayuda, es decir, como un inmenso vacío en el que hay que hacer como si todos tenemos ya la vida que se supone debemos tener, porque solo depende de nosotros (y, entonces, fotos en Instagram).

 

Desmentida, también, en su recíproca, es decir en la estetización de la posición depresiva, compañera estructural del como si neoliberal y, por cierto, de la proliferación de la autoayuda y las terapias. Entonces, aun si, o mejor dicho porque se desmentía constantemente, no basta para asegurar la acumulación. Esta comunidad que no rehuiría del vacío, sino que lo buscó gestionar como sociedad de oportunidades, es decir, plenamente nada. Nada más que la obligación tácita de incorporarte a la forma de producción dominante, o morir. Esta comunidad hubo de agregar, ante la catástrofe que es el presente, a lo menos, un axioma: su defensa como tal.

 

 

Famosa marcha de los camiones quemados en 2015. Quemados, como se supo posteriormente, por sus propios dueños y no por supuestos terroristas mapuche. Foto La Tercera.

 

Es que acá todas las frases en apariencia nacionalistas, como America first o Chile para los chilenos, no pueden separarse de otras como make America great again o vienen tiempos mejores. El desmentido constante del reino de las oportunidades ha sido movilizado en favor de la acumulación y no en su contra. El nacionalismo como muchas veces antes, pero quizá con mayor claridad, es vector de una global dominación de clase. Los tiempos mejores que vienen o que vuelven, implican reconstruir aquel fallido paraíso de las oportunidades y si nunca existió, entonces, culpar a alguien. ¿A quién? A los que ingresaron. ¿Cómo trazar la frontera? ¿A quiénes de los que ingresaron expulsar? Pues a quienes muestren debilidad en su fe.

 

Son sospechosos todos, entonces, quienes mediante su ingreso hayan afectado algo anterior, o sea, algo tradicional. Mujeres, homosexuales, migrantes, insistentes. Y, aun así, bienaventurados los esforzados, pues la comunidad será de ellos y ellos serán de la comunidad. El nacionalismo puede menos que la adopción del dogma. La producción del deseo de purificación y su fascismo, es un problema de clase o de casta, antes que de nación. Mejor dicho, es sobre todo un poder de cacería. La relación con las finanzas, entonces, no sería realmente de oposición como quería el pastor, sino una continuidad compleja, incluso para los financistas. Las finanzas especulan con un mundo infinito, los fascismos puritanos saben que no lo es y que, por tanto, hay que proteger a la comunidad, antes que defender la sociedad. Parecería haber, entonces efectivamente, una oposición, pero a condición de olvidar que las formas de exclusión son modos de incorporación en desventaja. O sea, que, por ejemplo, querer cerrar fronteras no significa que no haya migrantes, sino que entran en peores condiciones y, fundamentalmente, dirigidos a satisfacer demandas de grandes agentes financieros. O sea, en condiciones, que permiten mayor extracción de plusvalía, tanto por ser casi esclavistas o, por la obligación de inculcarse el dogma de la producción de valor (para otro).

 

Si se busca relativizar cuestiones como la catástrofe medioambiental, es porque, sencillamente, es indesmentible. Y si eso es así, entonces, se puede movilizar la sensación de que no caben todos. Y la comunidad se muestra en toda su violencia y desea la muerte. Desea la muerte en general, los chivos expiatorios se irán eligiendo. Ahora bien, ese “no caben todos”, supone la mantención del aumento en el crecimiento sobre la apropiación de la riqueza, aun en circunstancias de su manifiesta imposibilidad. Dadas nuestras circunstancias actuales, como ya ha sido dicho, la generación de riqueza descansa básicamente en desposesión de los demás y que, si “los más ricos” quieren seguir siéndolo cada vez más como a hasta ahora, es a ellos a los que les conviene el “cierre de las comunidades” que quiere decir sobre todo controlar el ingreso para su beneficio. Pero dado que hubieron “democratizado” ese vacío como estilo de vida, esa inseguridad, ese miedo como comunidad, el encierro devino genuinamente un deseo colectivo, al que había que ponerle palabras y enemigos. De paso modificar la estructura normativa y así como por valores humanitarios, pero sobre todo tradicionales, abrir el paso a otra tecnología de poder para dar caza a todo cuerpo que amenace a la comunidad de productores de valor (para otro). La inseguridad fue territorializada, por diversas especies de puritanismos que, movilizando el deseo de protegerse, aseguran la mantención de la apropiación de la riqueza en condiciones de catástrofe. O sea, literalmente, administran la ruina.

 

Foto campos de paltas en Petorca, donde el monocultivo de la dichosamente exportada y transada en la bolsa Palta Hass, reventó la capacidad hídrica de la región. Según consta en la web de Radio Universidad de Chile: «desde la segunda mitad de la década de los 90 en adelante pasó de 2 mil héctareas de paltos a más de 16 mil.  La provincia de Petorca es la más relevante en términos de la producción y exportación de palta hass en el país. La provincia concentra un 30,5 por ciento de toda la oferta exportadora del país y ese cambio en la estructura productiva se originó con la plantación de paltos en suelos sin actitud de cultivo y la devastación de los ríos. En este sentido, el Rio Petorca, fue declarado agotado en 1997 y el Río Ligua entró en la misma condición en 2004”.

 

  • Finanzas y catástrofe

 

La mención al mundo financiero no es algo a despreciar. Su despegue se da coincidentemente en la misma época en que emerge la catástrofe medioambiental como problema mundial y que las tecnologías permiten, precisamente, un mercado financiero global. Sin ninguna necesidad de una mesa coordinadora, ni de una gran conspiración, la financiarización de la economía posibilita hacer rentable incluso la devastación planetaria. En ese sentido, tampoco es despreciable que el periodista haya consignado que los pastores se encontraban en un café vegano budista.

 

Vista en el espacio del Roadster de Tesla, lanzado al espacio gracias a la otra empresa de Elon Musk: SpaceX. Foto Infobae.

 

 

Elon Musk, exitoso empresario preocupado por el desastre ambiental, promotor de energías renovables, es también dueño de la compañía espacial privada estadounidense SpaceX, cuyo objetivo es hacer viajes turísticos al espacio y establecer una civilización humana multi-planetaria, ante, digamos, el mismo diagnóstico. Recientemente, lanzó su primer cohete de prueba con el objetivo de enviar a Marte un auto, por supuesto eléctrico, de otra empresa de su propiedad llamada Tesla. El principal objetivo, sin embargo, además de la publicidad, era probar el sistema de propulsión reciclable, es decir, que debía arrojar a la nave al espacio, pero volver a tierra para poder ser reutilizado, pues de otro modo la empresa simplemente no funciona. El primer viaje turístico a la órbita lunar está pronosticado para finales de 2018. Y su declaración parece muy humanista “Esto representa, señala Musk a la BBC, una oportunidad para que los seres humanos vayan al espacio profundo por primera vez en 45 años». Los turistas son dos. Las identidades de los turistas son desconocidas, pero Musk, según consigna la misma nota, asegura que no son de Hollywood y que “ya han pagado un depósito significativo”. No es difícil imaginar, entonces, cuál será la humanidad multiplanetaria.

 

Desde las crisis financieras de los 2000 y los movimientos de 2011, algo evidente queda expuesto: que el motor de la economía financiera es el riesgo, pero que también este tiene consecuencias nada abstractas. Sin embargo, ante la debilidad de la imaginación política de izquierda y el peso de, precisamente, aquellas fuerzas globales, la protección se instala como necesidad básica. Los afectos que movilizaron críticas al corazón del sistema de valorización contemporáneo terminan siendo encausados por retóricas que, situándose como si estuvieran fuera de las finanzas y políticas corruptas, permiten la elección de millonarios políticos evidentemente corruptos. Cambiando el foco de atención, designando a quienes con su sola presencia parecen perturbar el orden de los valores tradicionales como amenazas, logran disponer para su beneficio del terror a la crisis, siempre anunciada como si aún no llegara del todo. Lo único que no se puede tocar no es la nación, es la acumulación. Su vía: las finanzas.

 

7 Policías defendiendo bancos en el extremadamente pacífico Occupy en Madrid, 2011.
Foto Daniel Yustus.

 

 

  1. Cacerías y desobediencia

 

Supongámosle al capitalismo un axioma y solo uno: tienes que producir valor para otro. O sea, alguien debe apropiarse de tu trabajo como fuerza de trabajo, lo que quiere decir, no como un producto concreto, sino como la energía de tu cuerpo, la creatividad, la fuerza, la concentración, etc. Y es sobre todo gracias a la explosión de la financiarización que es posible apropiarse de eso no tan solo en las antiguas fábricas e industria, sino que de manera continua. Desde el trabajo a la “diversión”. Lo que en parte explica la dificultad para saber cuándo se deja de trabajar en las formas de empleo más propias de la economía contemporánea.

 

 

 

8 Propaganda de la empresa monopolistas de tarjeta bancarias, tratando de que compremos TODO mediado por la posibilidad de especulación.
Imagen del sitio de Redcompra

 

Lo anterior contribuye también a entender la importancia de la financiariación frente al agotamiento de la economía material en los 70’s. Así no solo se dispone de una inmensa masa de trabajadores radicalmente precarizados y explotados en los talleres e industrias de las marcas globales, sino que también se dispone de otra masa conectada a un taylorismo digital, explotada menos en sus capacidades físicas clásicas y más en las de procesamiento de información que exige nuestra interacción con las máquinas contemporáneas. Luego, todos arrojados a comprar, publicitar y trabajar gratis corporal y virtualmente para los gestores de la ruina del mundo. Es decir, que lo que no se puede tocar es la financiarización global que habilita la posibilidad de producir valor en condiciones de catástrofe.

 

9 Hace tiempo sabemos que nuestra ropa la hace mano de obra fundamentalmente esclava. La industria de moda rápida, simplemete la exacerba (Zara, H&M, etc.). Foto Nguyen Huy Kham taller promedio industria global.

 

 

 

«Hay que distinguir dos cosas – señala en febrero de 2018 la diputada joven electa de Renovación Nacional, Camila Flores. De lo que hablamos nosotros es de la protección férrea y potente del derecho a la vida del que está por nacer, no del derecho de los que ya nacieron«

 

¿Qué significa defender una vida así en abstracto? Una vida sin ningún atributo, en medio de nuestro modelo de organización es, disculpen si lo ofende señor conservador, la defensa de un cuerpo-batería del cual es susceptible extraer valor desde antes que diga su primera palabra. Los que ya nacieron deben vérselas por ellos mismo en el reino de las oportunidades que, como dijimos, no es otra cosa que un inmenso interregno repleto de nada más que la obligación de vender tu fuerza de trabajo. Y, bueno, si fracasa, se le podrá extraer valor como desecho.

 

10 Escena de The Matrix. Neo despertando en medio del campo de baterías humanas.

 

El problema comienza si es que se resiste. Y acá resistir no quiere decir nada muy tremendo en primera instancia, tan solo, por ejemplo, no querer seguir soportando lo que cierto feminismo llama brecha salarial o, el elemento estrechamente asociado, del trabajo doméstico no pagado. O si a las y los migrantes, se les ocurre tener los mismos derechos que los otros animales humanos que, casualmente, nacieron dentro de una determinada organización jurídica que, algunos adoran como “su país”. Cualquier cosa que amenace la mantención de la acumulación, o sea, la capacidad de desposesión. Para qué decir si lo que se quiere es defender otra forma de vida. Ahí la intensidad de la guerra civil en curso se muestra prístina.

 

11 Policía militarizada en una de sus constantes operaciones de asedio contra la resistencia de otras formas de vida en el Wallmapu.
Foto El Ciudadano.

 

 

Entonces, ninguna contradicción entre mercados globales y fronteras cerradas. El movimiento de aparente cierre no es otra cosa que un mecanismo de incorporación, a la vez que la articulación de un nuevo paradigma de vigilancia. La producción de la exclusión no busca tanto la expulsión de grupos en su totalidad, como la de aquell.s que se resisten a la mantención de la acumulación exponencial (ninguna sorpresa por Le Pen, entonces). Táctica de demarcación, otorga la legitimación a la cacería de cuerpos que, no queriendo asumir su lugar en la escala de explotación, amenazan con volver a dirigir la atención colectiva al problema tan absurdamente evidente, como aparentemente invisible, de las inadmisibles tasas de ganancias de los especuladores de todos los países que poco importan ya. Tan inadmisibles que los más exitoso de este modelo no pueden sino imaginar la posibilidad de una humanidad interplanetaria para sostener el crecimiento de sus riquezas.

 

12 En enero de 2015 Oxfam publicó un informe titulado «Riqueza: tenerlo todo y querer más». En el informe de 2016, señalan que “En 2015, sólo 62 personas poseían la misma riqueza que 3.600 millones (la mitad más pobre de la humanidad). No hace mucho, en 2010, eran 388 personas”

 

En The Handmaid’s Tale, el régimen totalitario se instala fundamentalmente para mantener condiciones de acumulación (siguen haciendo negocios internacionales, por ejemplo), en medio de la más evidente devastación. La movilización de los valores fundamentales solo permite justificar la nueva escala de intensidades de explotación. Y ahí, uno de los elementos más interesante de esa serie cobra relevancia: el relato de la transición en apariencia imperceptible entre un mundo tal como el nuestro, en donde nos reímos de Trump y Piñera y Macri, a una vigilada vida puritana, en la cual una serie de espacios rígidamente demarcados, permiten la caza, o sea, atrapar y dar muerte, a todo quien los trasgreda.

 

13 En febrero en Santiago de Chile, con base en la humanitaria defensa de una niña violada y asesinada llamada Sophia, personas marchas pidiendo la reinstalación de la pena de muerte en la justicia ordinaria, es decir, la modificación de la pena máxima y, por ende, de toda la arquitectura jurídica nacional.

 

En estas circunstancias, la sobrecodificación securitaria de los sistemas jurídicos nacionales, que incluye la discusión sobre la pertinencia de la pena de muerte, adquiere un cariz político fundamental. No se trata únicamente de las fronteras, de las corporalidades o de la soberanía sobre las vidas, lo que se juega también en este terreno es la modificación del aparato en su conjunto, habilitando justamente a la “ley” como cacería y a sus detentadores, cada vez más intocables, como las aves de rapiña de los cuerpos resistentes al capital global.

 

¿Cómo pensar, entonces, las resistencias nuevamente? ¿Cómo interrumpir en lo local, con el cuerpo y con la tierra, y a la vez en el dominio de la programación financiera? ¿Cómo articular, en estas circunstancias, una desobediencia colectiva? ¿Qué implica, qué significa una desobediencia hoy? En definitiva: ¿cómo devenir, cómo construirnos, un cuerpo-hacker?

 

 


14 Pintura del compañero Papas Fritas, al cual agradecemos por el uso de su obra. La serie a la cual pertenece se llama: Folklor Insurrecto.

 

[1] Franco Parisi, candidato presidencial “independiente” que, para las anteriores elecciones apoyaba el aborto en 3 causales y el matrimonio igualitario, pero luego de volver con su esposa tras haber sido acusado de acoso sexual en Estados Unidos y de unas sesiones de rezos por Skype (según consigna la misma nota de la misma revista), pudo resolver los temas valóricos y rechazar tan erradas opciones.

Que no se termine marzo // Diego Valeriano

Que no se termine marzo, que no oscurezca temprano, que ser amanecido no sea tan largo, que escabiar birra no se ponga difícil. Que no se terminen las plazas repletas, la memoria piola, las columnas por Diagonal Norte, las pibas llenas de purpurina y porvenir, los bondis en la 9 de Julio, las viejas puteando por la tele. Creer que se puede. Que no se termine poner un punto de encuentro, pedir que te cuides, estar con las Madres y su vanguardia, reírte con amigas, ir aunque ya no tengas con quien marchar,  la dulzura del humo, encontrarte con amigos que hacía varias claudicaciones que no veías.

Que no se termine marzo como se terminó diciembre, que siempre se termina, que siempre estamos ahí de cerquita de que pueda pasar eso que soñamos. Nunca damos el paso de caretas que somos.  Que no se terminen las ganas de marchar, la prepotencia,  el odio, las interpretaciones idiotas, la verdad plebeya. Que marchar no sea barato o lo mismo o solo una fiesta. Que te quedes manija, que te enojes con los ortibas, que postear no te calme. Que la política se vuelva algo intuitivo, que ya no nos expliquen. Que al volver no estés tranquilo, ni satisfecha, que siempre te falte algo, que no te sientas del todo bien.

Que el gordo de la rotisería no dé más de odio, que Facu y León no vuelvan por la madrugada como si nada, que las calles sigan pobladas, que lleguen de todos lados, que el amor arranque, que saquear sea un rumor que crece, que Ale siga yendo a la asamblea, que Mica llegue porque el bondi esta vez pasó a horario. Que por una vez sigamos nuestros pálpitos.

Que no se termine marzo, que la ofensiva plebeya de diciembre no se frene  nunca, que dé una vuelta al año, que las calles sean definitivamente nuestras, que las fuerzas silvestres derramen todo, que el temor se apodere de ellos a punto tal que ya no tiren ni por la espalda, que nos plantemos en las calles como gedientos que de tan intensos ya no tenemos a donde volver.

Foto: Emergentes

MACRI es la CULTURA // Autores varios, Tinta Limón

En todo estás vos
La victoria del macrismo es inseparable de un deseo de orden, de una determinada idea de tranquilidad, de una imagen de felicidad, de un contundente avance de la vecinocracia, del dominio de unas técnicas de la amabalidad, de la conformación de una férrea voluntad de normalización. Que excede por mucho al macrismo (no se explica sólo ni por sus cuadros ni por sus sponsors) aun si éste supo interpretarlo y darle cauce. Un engorramiento capilar que conecta las demandas de seguridad en los barrios con los globos y las bicisendas de la capital. La república de los CEOS es la más desprejuiciada inserción en el mercado global, turístico y financiero.
En la guerra sorda de los modos de vida y los estados de ánimo -“me rompo el orto para que no me rompan las bolas”- conecta con el “en todo estás vos” (el narcisismo a escala de masas, cada quien gestionando sus clicks). Pastillas conectan con angustia difusa. Mímesis de enojos que sólo generan posteos. Orden que legitima el orden que legitima al orden, y así siguiendo. Consumo y tranquilidad. Un orden de mercado es un juego de domesticaciones y violencias que estallan hacia adentro. Un juego que restaura por la vía de la constante simplificación. Sistemática banalización. Una banalización nada trivial. Que neutraliza e hipermoviliza (aunque moviliza por el lado de lo obvio).
“En todo estás vos”. Tecnocapitalismo comunicacional y protocolarizado que amenaza con la crisis del cuerpo social, al tiempo que le inyecta una crisis presente; y a ese juego le llama legitimidad democrática. Que une lo separado como separado. Y así hace ciudad, hace país. Hace esperanza. Revolución de la alegría y fe en el futuro. La banalización reconduce todo a una escena irreal, pacificada. Mientras la crítica se consuma en su derrota. Miedo poroso y sonrisa cínica: componentes perfectos para un clima en el que lo problemático es delegado en la gestión empresarial o médico-fitness. Existencias enfriadas. Lo banal  se revela como código y razón reguladora. En todo estás vos. Activa y voluntariamente. Vidaspresas de sus miedos y de la necesidad de que nada altere el delicadísimo equilibrio psíquico, anímico. El macrismo es la fuerza de esa debilidad, está hecho de todo aquello que nos negamos a pensar, a asumir, a vivir.  Macri es la cultura.
Macri es la cultura reúne una serie de textos que, ante la perplejidad de los tiempos, se interrogan sobre los modos de vida que posibilitaron, y al mismo tiempo son efecto de, el macrismo. Si bien algunos son previos (fueron escritos para entender el resultado electoral de Cambiemos), la mayor parte fueron escritos durante los primeros tres meses del gobierno de Maurizio Macri. Casi todos, también, ya circularon digitalmente (en Lobo Suelto!, en el blog de Juguetes Perdidos, en Emergente) o fueron publicados por la RevistaCrisis. De ahí que los cuatro sellos editoriales que firman este libro sean, en realidad, perspectivas, lugares de enunciación, que apuestan por ampliar lo pensable. Voces que aúllan.
Mayo 2016
http://www.tintalimon.com.ar/libro/MACRI-ES-LA-CULTURA

Escuela intervenida y emancipada // Diego Valeriano

Egresó el más grande de mis hijos de la primaria. La fiesta no fue ni espantosa. 37º /38º  grados dentro de un tinglado que en breve se cae, un equipo de sonido que ahogaba (por suerte) todas las voces y un power point con fotos de lxs chicxs que, mínimo, atrasaba 20 años, hicieron del ultimo día de clases una jornada olvidable. Lo único que me llevo como intuición y certeza de estos seis años es que la escuela pública, tal como está hoy, es el mejor lugar del mundo donde puede estar un pibe.

Ni de cerca voy a hablar sobre la currícula, los contenidos, las maestras gastadas, los gabinetes, las psicólogas y un montón de cosas que ya no le importan a nadie. Para reivindicar la escuela hay que abandonar el lenguaje y el punto de vista escolar.

Reivindicar que la escuela la hacen los pibes, que se forjan en la escuela mientras la van forjando, mientras engañan a la otra escuela, la de la burocracia y los pedagogos. Reivindicarla como ese lugar único de experimentación, subsistencia, sufrimiento y goce. Saber que mientras la van sobreviviendo, los pibes también la van haciendo. Saber que la inventan, la perfeccionan, la alteran. Saber que como casi ninguno de ellos puede escapar a la escuela, aprovechan las circunstancias y hacen de ese territorio un espacio liberado donde pasan cosas.

Reivindicar que a fuerza de convivir mínimo cuatro horas diarias, instauran relaciones, crean modos de existencia, desarrollan nuevos posibles, se alían de mil maneras, se pelean y se vuelven a aliar. Reivindicar que cada encuentro es una ocasión para imprimir nueva realidad al mundo. Realidad paralela a lo que se espera en la escuela. Realidad fabulada. Reivindicar que desertan sin irse, que no enfrentan el dispositivo escolar, que simulan estar en él y desarrollan otros mundos paralelos.

Saber que no rechazan maestras, porteras, el quiosco con sobreprecios, horarios, abanderados, obligatoriedades, sanciones y boletines. Saben que esa es la cancha donde jugar, y ahí juegan. Saber que se transforman en vaqueanos, que devienen lectores, que aprecian signos, que son contadores de historias nuevas. Saber que irrumpen, que chocan, que se sumergen en una claridad que padecen y que para llegar a ella deben primero sumergirse en lo oscuro.

Reivindicar que ese ruido, que esa interferencia que explota en las maneras adultas de comprender, para ellos es material para entender, para hacer encuentros, para inventar, para enfrentar, para emanciparse.

Saber que muchas veces la escuela es un lugar donde los adultos se hunden en lo caótico y se sienten amenazados. Saber que los pibes como reales hacedores de la escuela perciben cosas insospechadas, deseos, dolores reales y preguntas nunca hechas.

Saber que la escuela se ha movido en torno de la intervención, que enseñar fue un acto de intervención. Reivindicar que ahora esto ya no se puede, que la escuela está intervenida por los chicos, que la transforman al punto de hacerla irreconocible, al punto de hacerla insoportable, atroz, espantosa, al punto de hacerla una fiesta.

Este texto fue publicado en Semilla de crápula, de Fernand Deligny. Editado por Tinta Limón y Editorial Cactus, 2017.

Desierto y resistencia Una comunidad beduina y un proyecto de ecoturismo en la Palestina ocupada. // Jessica García

“No  te preocupes, nosotrxs nos vamos a quedar aquí por siempre”. Esto fue lo que me dijo Jameel mientras me contaba que su comunidad estaba siendo vigilada diariamente desde hace varios días por la policía israelí.

Jameel vive en Sateh Al Bahar[1], una comunidad beduina en el desierto de Cisjordania, al sur de Jericó y de camino a Jerusalén, a pocos kilómetros del asentamiento israelí Mitzpe Jericho[2]. Allí viven 16 familias, alrededor de 80 personas, de las cuales casi la mitad son niñxs. El área donde está asentada la comunidad ha sido declarada zona de fuego por las autoridades israelíes. En consecuencia todas las familias que allí viven han recibido órdenes de demolición o desalojo, incluso el jardín de infantes.

Como en la mayoría de las comunidades del Valle del Jordán, en Sateh al Bahar las familias no tienen acceso a la red eléctrica, razón por la cual se ven obligados a utilizar paneles solares que sólo alcanzan para abastecer de energía a unos pocos artefactos.

A metros de donde está asentada esta comunidad, la empresa israelí de agua Mekorot[3] está construyendo un pozo, otro más en la Palestina ocupada. En la comunidad no saben a quiénes proveerá de agua ese pozo, pero seguramente no será a Sateh Al Bahar[4].

Al igual que otras comunidades beduinas del Valle del Jordán y de Jerusalén Este, Sateh Al Bahar está afectada por uno de los planes de relocalización del gobierno israelí. Sí, el gobierno israelí tiene tres planes para relocalizar a las comunidades beduinas, tres planes para obligarlas a dejar su propia tierra y  hacinarlas en ciudades, acabando con su forma de vida[5].

De acuerdo al último informe de la agencia de Naciones Unidas de Coordinación de Asuntos Humanitarios (UNOCHA por sus siglas en inglés), son 46 las comunidades beduinas que están en riesgo de desplazamiento forzoso debido a los planes de relocalización del gobierno israelí[6].

Sin embargo, ante esta situación las comunidades siguen resistiendo. Es el caso de Sateh al Bahar, donde hace tres años decidieron comenzar a desarrollar un proyecto de ecoturismo[7]. De este modo quieren mostrarle al mundo quienes son lxs beduinxs, su modo de vida y su relación con el desierto, pues los beduinos no viven en el desierto sino que forman parte de él.

A través de este proyecto la comunidad recibe anualmente alrededor de unas mil personas de diferentes países a quienes les cuentan qué es lo que está sucediendo en Sateh al Bahar, pero también en Cisjordania en general, pues los problemas que estas familias enfrentan se repiten alrededor de toda la Palestina ocupada. Por ejemplo, Ein Ad Duyuk, otra comunidad beduina cercana a Jericó, sufrió en el mes de septiembre la demolición de nueve casas bajo el argumento de la falta de permisos de construcción. Las familias que allí vivían no pudieron sacar absolutamente nada antes de que sus casas fueran demolidas.

En 2016 el Comité Especial Encargado de Investigar las Prácticas Israelíes que Afecten a los Derechos Humanos del Pueblo Palestino y Otros Habitantes Árabes de los Territorios Ocupados presentó su informe ante la Asamblea General de Naciones Unidas. Allí se afirma que “el traslado forzoso en un contexto de ocupación a falta de un consentimiento libre, previo e informado de los interesados está prohibido a título de infracción grave del Convenio de Ginebra[8] y hace temer por la posibilidad de desalojos forzosos y destrucción de la propiedad privada en incumplimiento de las obligaciones que corresponden a Israel conforme al derecho internacional humanitario y el derecho de derechos humanos”[9].

En 2017 el relator especial sobre la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados desde 1967, Michael Lynk, presentó su segundo informe en el cual hace referencia al crecimiento de los asentamientos israelíes en los territorios ocupados. Allí sostiene que según la organización israelí Paz Ahora “desde comienzos de 2017 ha habido licitaciones para la construcción de 2858 unidades de vivienda, un aumento considerable con respecto a 2016 (42 unidades de vivienda) que supera los datos registrados durante, por lo menos, los últimos diez años”[10].

No obstante el conocimiento de todas las acciones llevadas a cabo por Israel tendientes a forzar el desplazamiento de la población palestina, y después de 50 años de ocupación, este Estado continúa sin ser sancionado por la comunidad internacional. Todo lo contrario, Israel sigue avanzando en dichas acciones, sigue ocupando impunemente un territorio que no le pertenece. Sólo queda en las comunidades palestinas seguir resistiendo, seguir permaneciendo en la tierra que les pertenece y mostrarle al mundo lo que allí sucede.

[1] Visité Sateh al Bahar como acompañante ecuménica del Programa Ecuménico de Acompañamiento en Palestina e Israel (PEAPI o EAPPI por sus siglas en inglés). Más información sobre el programa en: http://americalatina.peapi.org/ o https://eappi.org/en Las opiniones aquí vertidas son solamente responsabilidad absoluta de quien escribe.

[2] “La población de colonos de la Zona C de Cisjordania y Jerusalén Oriental se ha duplicado desde los Acuerdos de Oslo, hasta superar las 594.000 personas (incluidas las 208.000 estimadas en Jerusalén Oriental) a finales de 2015, repartidas entre unos 130 asentamientos y 100 asentamientos de avanzada” (Informe anual del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos e informes de la Oficina del Alto Comisionado y del Secretario General. Asentamientos israelíes en el Territorio Palestino Ocupado, incluida Jerusalén Oriental, y en el Golán sirio ocupado, 2017. Pág. 4). Ver informe completo en: http://www.un.org/en/ga/search/view_doc.asp?symbol=A/HRC/34/39&referer=http://www.un.org/es/documents/index.html&Lang=S

[3] En 1982, la infraestructura hídrica de Cisjordania controlada por el ejército israelí se dejó en manos de Mekorot, la empresa nacional de suministro de agua de Israel. Mekorot administraba en 2009 unos 42 pozos en Cisjordania, principalmente en la zona del valle del Jordán. Estos pozos abastecen en su mayor parte a los asentamientos israelíes. Vende algo de agua a las empresas palestinas de suministro de agua, pero la cantidad que puede vender la determinan las autoridades israelíes, no Mekorot (Amnistía Internacional, 2009). informe “Israel y los Territorios Palestinos Ocupados: aguas turbulentas, .negación del derecho de acceso al agua a la población palestina”, disponible en: https://www.amnesty.org/es/documents/mde15/027/2009/es/

En 2014 se dio a conocer la intención de la empresa israelí de instalarse en territorio argentino, a partir de un acuerdo con el gobierno de la provincia de Buenos Aires durante la administración de Daniel Scioli. Sin embargo, dicho ingreso no se pudo concretar debido a las denuncias  y protestas de organizaciones de la sociedad civil que se pronunciaron en contra del mismo (BDS, 2014). Ver más en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=182416

[4] “Los israelíes consumen al menos cuatro veces más agua que los palestinos que viven en los Territorios Palestinos Ocupados. El restrictivo suministro de agua a la población palestina por Israel no permite cubrir las necesidades básicas de la población palestina ni supone una distribución justa de los recursos hídricos comunes” (Amnistía Internacional, 2017). Ver informe completo en: https://www.amnesty.org/es/latest/campaigns/2017/06/israel-occupation-50-years-of-dispossession/

[5] Los tres planes de relocalización son: Al Jabal Occidental, Nweima y Fasayil, el primero al sur de Jerusalén, el segundo y el tercero en el centro y norte del Valle del Jordán respectivamente (UNOCHA, 2014). Mapa disponible en: https://www.ochaopt.org/content/plan-progresses-transfer-bedouin-communities-central-west-bank

[6] UNOCHA (2017). 46 Bedouin Communities at Risk of Forcible Transfer in the Central West Bank: A Vulnerability Profile. Disponible en: https://www.ochaopt.org/page/46-bedouin-communities-risk-forcible-transfer-central-west-bank-vulnerability-profile

[7] Sahari Desert Eco Tourism. Ver más en: https://www.facebook.com/SahariDesertEcoTourismPalestine/

[8] IV Convenio de Ginebra relativo a la Protección de Personas Civiles en Tiempo de Guerra.

[9] Asamblea General de Naciones Unidas (2016). Informe del Comité Especial Encargado de Investigar las Prácticas Israelíes que Afecten a los Derechos Humanos del Pueblo Palestino y Otros Habitantes Árabes de los Territorios Ocupados. A/71/352. Página 11. Disponible en: https://documents-dds-ny.un.org/doc/UNDOC/GEN/N16/266/63/PDF/N1626663.pdf?OpenElement

[10] Asamblea General de Naciones Unidas (2017). Informe del Relator Especial sobre la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados desde 1967. A/72/556. Pág. 5. Ver informe completo en: http://www.un.org/en/ga/search/view_doc.asp?symbol=A/72/556&referer=http://www.un.org/es/documents/index.html&Lang=S

La subversión del orden. Cinco preguntas sobre los derechos humanos como política // Diego Sztulwark

El repudio de un hijo es inédito porque ir más allá de un padre es un acto de otro orden; si no hubiese aparecido el 2×1, yo tampoco habría hablado.

Mariana Dopazo

Y yo decía: ¿Por qué no tengo yo un papá muerto? ¡Y listo! (…) Pero logré ir dejando eso de lado. Tomar decisiones y elegir estar de un lado que a mí me hacía mejor, me hacía más libre, un lugar que me daba menos vergüenza.

Florencia Lance

¿Por qué es tan subversivo el movimiento de derechos humanos en la Argentina?

La importancia del movimiento de derechos humanos en la Argentina no deja de sorprender. Una de sus enseñanzas más profundas y perdurables es la capacidad de reescribir las alianzas y las filiaciones que tejen lo social. Las Madres de Plaza de Mayo han operado una radical liberación del rol parental respecto de toda sumisión a las figuras de mando en el campo social (¿cómo no ver en esta insumisión una expresión de la lucha de clases en la Argentina posterior a 1977?). Si el encuentro subversivo entre figuras familiares y roles sociales es la línea de brujería de cada 24M, la gigantesca movilización contra el 2 x 1 de 2017 dio lugar a una última y poderosa insubordinación: habilitó la emergencia de una nueva figura subjetiva, la de “ex hijx”. Cada 24M se suman nuevas voces a la Plaza, y este año es imposible no conmoverse con el coraje de testimonios como el de Mariana Dopazo –ex hija de Etchecolaz– cuando pregunta «¿Cómo hacés para tramitar que tu progenitor fue un represor y un asesino del Estado y un apropiador y un torturador y un vejador? Puertas para adentro es una cosa, pero no, esto es por lo que hizo afuera».

¿Por qué crece la importancia de los 24 de Marzo?

El historiador Bruno Napoli lo atribuye a la especificidad del crimen de la desaparición forzada que no deja de consumarse en el tiempo, de modo que la demanda de “aparición con vida” no cesará hasta que no haya una explicación convincente de lo que pasó con cada cuerpo y se juzguen a fondo las responsabilidades del Estado y de sus cómplices. Pero hay algo más, un plus ligado al carácter de invención política que cada 24 de Marzo recuerda y actualiza: en medio del terrorismo de Estado, las Madres de Plaza de Mayo y quienes las acompañaron crearon una manera de enfrentar el poder ya no apelando a la lógica de las armas ni al choque entre aparatos –terreno en el que la victoria de las FF.AA. sobre las organizaciones revolucionarias había sido inapelable– sino a partir de su capacidad para conmover en el plano de lo sensible.

¿Por qué afirmar que los derechos humanos en la Argentina son una política?

La dictadura efectuó una operación quirúrgica sobre el cuerpo social que abarcó dos mundos simultáneos: el del exterminio, o sea el de la lucha contra el “enemigo subversivo” que dio cohesión subjetiva a los cuadros de la represión; y el de la reconversión neoliberal de las estructuras económicas, o sea la consagración del régimen de la propiedad privada concentrada. Solo la política de derechos humanos fue capaz de erigirse como antagonista del terrorismo de Estado, tanto durante la dictadura como en democracia. Se trata de una política que creció a pesar del Estado y de los partidos políticos, los cuales la apoyaron solo en ocasiones, y no dejó de derramar sobre el entero campo social. Su fuerza fue y es ética y consiste en combinar dos ejes: uno temporal que comprende las luchas del pasado y del presente, junto a otro espacial entendido como un campo de traducción común para las diferentes luchas de la actualidad. Sus logros se miden por su capacidad de inspirar un germen insurreccional popular: el 19D y el 20D de 2001, pero también el 8M. Desde los pañuelos blancos hasta los pañuelos verdes, las mujeres prepararon su paro desde hace 40 años.

¿Por qué esa política sobrevive al kirchnerismo?

Luego del período de claudicación sistemática de la democracia (1983-2001), el kirchnerismo hizo política con los derechos humanos. Si bien muchos sostienen que cooptó a los organismos, es más justo aceptar que fueron estos últimos los que consiguieron lo que se proponían: que algún gobierno les hiciera caso. Lo cierto es que los avances institucionales de aquellos años –avances que hoy defendemos- coincidieron con una impotencia creciente a la hora de afrontar en los territorios una crueldad social –patriarcal, clasista y racista– regida por las formas de la valorización financiera. La ofensiva sensible, en la que los derechos humanos hicieron escuela, sobrevive para defender una memoria y para reinventarse retomando su autonomía, como lo muestran hoy sus prolongaciones en el movimiento de mujeres y minorías sexuales en rebeldía. La política de derechos humanos se planta para enfrentar la crueldad neoliberal de este tiempo y, en esa medida, hereda un legado plebeyo. Así lo recuerda Florencia Lance: “El Negro Molina una vez nos contó que durante los años de la resistencia viajaba en un colectivo. Y de un lado estaba la policía reprimiendo y del otro parte del pueblo resistiendo. —Hay momentos de la vida en que uno tiene que elegir de qué lado se pone. Nos dijo. Y esa imagen para mí es así: uno siempre, siempre, siempre, puede elegir de qué lado se pone».

¿Por qué el macrismo, que suele presentarse como una nueva derecha democrática, pretende impunidad para los viejos cuadros de la dictadura?

Repasemos los hechos del último año: luego de la marcha del 24M de 2017, el gobierno trató de terroristas a los organismos por recordar a las organizaciones revolucionarias de los años setenta; el intento de excarcelar a genocidas a partir de la sanción del 2×1 –operación montada por los tres poderes del Estado y la cúpula de la iglesia católica, y abortada por una gigantesca movilización popular–; el surgimiento de las voces de los hijos de genocidas (¡ex hijos!) dispuestas a narrar sus verdades sobre la conexión entre terrorismo de Estado y horror doméstico; los asesinatos en el Sur mapuche de Santiago Maldonado –causa aún no esclarecida– y de Rafael Nahuel –a balazos por la espalda–; el anuncio de la nueva doctrina de seguridad que avala a priori el accionar de las fuerzas represivas, las que tienen siempre la razón al actuar en defensa de la propiedad privada (los asesinatos policiales posteriores respondieron a esta concepción); la propuesta desde el gobierno de la política de la prisión domiciliaria para los viejos cuadros de la represión, como se dispuso para el caso Etchecolaz, resolución posteriormente revocada. Hay varias hipótesis verosímiles –el gobierno debe pagar ante su electorado; la nueva doctrina de seguridad, dispuesta a enfrentar el conflicto social creciente, requiere un homenaje a los represores de ayer para sus continuadores–, pero creo que la más relevante es la siguiente: la necesidad de quebrar la historicidad –la fuerza y el porvenir– de esta política fundada en la sensibilización del campo social que es la expresión más nítida de la lucha de clases en la Argentina.

FOTO PRINCIPAL: Emergentes

Qué afirma hoy la memoria // Agustín Jerónimo Valle

Los militantes revolucionarios mataron gente, pusieron bombas, secuestraron. La valoración, incluso la condena de estos actos, es una discusión compleja -también rica e interesante-. No podría darse sin discutir primero quién y desde dónde puede legítimamente hacerla, esa valoración. Pero previo a esa discusión es preciso recordar una verdad que la sitúa, la circunscribe: los militantes no torturaron, no violaron, no robaron bebés, no estafaron; en suma: ni «negocio» ni crueldad formó parte de la praxis de los combatientes (de hecho muchos hicieron negocio justamente tras dejar de ser combatientes). La crueldad fue de quienes defendían el capitalismo («occidental y cristiano»). Acaso de un lado la muerte estaba al servicio de la vida; y del otro, la muerte estaba al servicio de un modelo de vida que reproduce la muerte. Seguro un deseo -el de una sociedad igualitaria- excluye la crueldad; el otro -el de una sociedad desigual- necesita la crueldad.

El ejercicio de la memoria de los asesinados, exiliados y desaparecidos, es una afirmación presente: la afirmación de un deseo, gigantesco, multitudinal -aunque aún así en cierto sentido minoritario-, el deseo de una concepción del lazo social que excluya la crueldad, en tanto dispositivo productor -y símbolo- de la desigualdad. Por eso las Madres son el aglutinador clave de la política igualitarista en la Argentina moderna: ellas abren el más jocundo espacio de fraternidad.

 

¿Por qué? // Diego Sztulwark

 

 

¿Por qué afirmar que los derechos humanos en la Argentina son unapolítica? La dictadura efectuó una reforma quirúrgica del cuerpo social que abarcó dos mundos simultáneos: uno de exterminio (lucha contra el “enemigo subversivo”) y otro de reconversión neoliberal (consagración de la propiedad privada concentrada). Solo la política de derechos humanos fue/es capaz de plantarse como antagonista en ambos planos del terrorismo de Estado (en dictadura y en democracia). Su fuerza es ética y consiste en combinar dos ejes: uno temporal –luchas del pasado y del presente– y otro espacial –un campo de traducción común para las diferentes luchas del presente–. Sus logros se miden por su capacidad de inspirar un germen insurreccional popular: el 19D y el 20D de 2001, pero también el 8M.

¿Por qué esa política sobrevive al kirchnerismo? Luego del período de claudicación sistemático de la democracia (1983–2001), el kirchnerismo promovió avances institucionales, que hoy defendemos, mientras crecía una impotencia creciente a la hora de afrontar en los territorios una crueldad social regida por las formas de la valorización financiera. La ofensiva sensible, en la que los derechos humanos hicieron escuela, sobrevive para defender una memoria y para reinventarse retomando su autonomía, como lo muestran hoy el movimiento de mujeres y minorías sexuales en rebeldía.

¿Por qué el macrismo, que suele presentarse como una nueva derecha democrática, pretende impunidad para los viejos cuadros de la dictadura? Repasemos los hechos del último año: luego de la marcha del 24M de 2017, el gobierno trató de terroristas a los organismos por recordar a las organizaciones revolucionarias de los años setenta; el intento de excarcelar a genocidas a partir de la sanción del 2×1; el surgimiento de la voz de los hijos de genocidas (¡ex hijos!); los asesinatos en el Sur mapuche de Santiago Maldonado y de Rafael Nahuel; el anuncio de la nueva doctrina de seguridad que avala a priori el accionar de las fuerzas represivas (los asesinatos policiales posteriores responden a esta concepción); la propuesta desde el gobierno de la política de la prisión domiciliaria para los viejos cuadros de la represión. Hipótesis verosímiles hay varias –el gobierno debe pagar ante su electorado; la nueva doctrina de seguridad dispuesta a enfrentar el conflicto social creciente requiere de un homenaje a los represores de ayer– pero creo que la más relevante es la siguiente: la necesidad de quebrar la historicidad –la fuerza y el porvenir– de esta política fundada en la sensibilización del campo social.

 

Diego Sztulwark para Emergentes

Derrames // Lobo Suelto

A las calles, de todas las formas posibles. En manada, los agrupamientos se organizan al galope: pura intuición plebeya. Desbordando todo orden ortiba fundado en el terror, la violencia y la mentira. Comenzando por la doctrina de seguridad oficial, que llama a confiar a priori en las fuerzas de seguridad cuando asesinan -como hicieron con Santiago, Pablo, Rafael , Luciano y con miles de pibes  que rompen la noche- en defensa del país de la propiedad privada concentrada. Cuantos más peritos ponen, más se les nota la intención de ocultar el crimen. Crean Estado en torno al crimen y al ocultamiento. A las calles, a darle la espalda a quienes disparan por la espalda: a frenar una política de la crueldad hecha política de Estado. A las calles como ante el 2×1 y el 8M: tejiendo el pañuelo blanco de las Madres y el pañuelo verde del aborto; sabiendo que las Madres y Abuelas vienen haciendo paro de mujeres todos los jueves desde hace 40 años. Sabiendo que las jaurías de pibas pasan por arriba de todos. Sus finanzas se salpican de nuestra sangre. Derrames: que la política de Derechos Humanos derrame sobre los barrios, las escrituras, los hogares, la economía, las instituciones. El último 18 de diciembre vimos resurgir la fuerza de la calle plebeya, reactivando nuestra capacidad de desobedecer todo el orden asesino que nos proponen. En marzo quedó en claro nuestro programa: la calle plebeya. 24 de marzo es memoria de la calle plebeya. Una calle que derrita las columnas, vuelva cenizas las banderas, desobedezca lo que  ya no dice nada y solo reconozca el amor de las Madres. Son relámpagos en instantes de peligro que bien pueden ser diluvios, derrames, tormentas.

23 marzo de 2018

¿Cuál es tu marcha? // Diego Valeriano

 

Gladys abraza la foto de Joel y marcha para la comisaría. Está sola y sabe que la esperan los escudos de la infantería. Sabe que Joel se mandó un montón de macanas, pero eso no detiene su marcha. Sabe que se volvió un atrevido y que las juntas lo empeoraron. ¡Ya casi no le tiene miedo a nada! Sabe que hablan de él a sus espaldas y que algunas vecinas la dejaron de saludar. También sabe que él nunca le regateó ni un poquito de amor.

 

Rivadavia es infinita cuando ya no anda nadie y así los guachos pueden romper las noches de muchos barrios a la vez. Van y vienen, se escurren entre las pinzas, se ríen con orgullo del miedo que dan. Tirando cortes anuncian el futuro. Un futuro desquiciado, vital, manija, en guerra y con lágrimas tatuadas que ya está en marcha.

 

Mica aguanta, gas pimienta en mano,a que lleguen las pibas en la parada del bondi. Odia que sean tan impuntuales, pero más odia no tener datos. Son las 11 de la noche y recién empieza todo. Mariló está lejos de casi todo, pero en cuanto ellas aparecen se ilumina su sonrisa y hacen mundo. Salir, escapar, viajar bien lejos, construir venganzas dejando todo atrás, aunque más no sea solo por esta noche. Esta única noche.Ya sin los miedos iniciales, las pasiones de las pibas se ponen en marcha y Mica siente que son maravillosas, únicas, fuertes, capaces de todo.

 

Hay marchas urgentes, necesarias, de vida o muerte y hay marchas que ya no dicen nada. Marchas como verdades ortibas que ya no desean nada, verdades como consignas que repetimos y nos dejan inmóviles, verdades encolumnadas, marchas como posteos. Modos ingratos de pensar. Gladys, los pibes, Mica y sus amigas marchan por el porvenir, se mueven como única manera de seguir con vida, como única manera de estar cerca de las verdades altas. Marchan, empujan, arrancan, no retroceden porque aprendieron que solo tienen valor las vidas que surgen marchando.

Desafíos para este 24 de Marzo // Clinämen con Bruno Nápoli

De cara al 24 de marzo el desafío es pensar a Cambiemos saliendo de la condición del boxeador groggy que acusa los golpes y trata de defenderse con viejas técnicas que sirven de poco. Es la propuesta del docente de Historia e investigador Bruno Nápoli en esta conversación. Oligarquías financieras reconvertidas, la offshore como estancia y los cuerpos indeseables.

Más allá de las armas: La violencia neoliberal // Lorena Parker

Una semana después del tiroteo en la escuela de Parkland, Florida, donde el joven Nikolas Cruz mató a 17 personas, me llega una alerta en el celular: “La policía está investigando una denuncia de una persona armada en el estacionamiento S. No se acerque al lugar.” Estoy en la universidad donde trabajo y están hablando del estacionamiento donde dejo mi auto todos los días. Un rato después me llega un segundo mensaje que dice que la policía no encontró nada y que todo está bajo control. Me detengo unos minutos, hace unas horas estuve en ese estacionamiento que queda a unos pocos metros del edificio donde doy clase, pero tampoco me preocupa mucho, todos sabemos que en los días después de un tiroteo masivo multiplican las amenazas en otros sitios, por lo general sólo son estudiantes que quieren rajar de un examen, todo normal.

Un poco después voy a enseñar mi última clase del día. Ahí, mientras los alumnos hacen un ejercicio, noto que hay uno quien no está trabajando. El joven, ya lo sé por unos formularios que me hicieron firmar, tiene estrés postraumático después de dos años en el ejército estadounidense en Irak. Ahora empieza a expresar su frustración, grita a la computadora y a los otros alumnos. Después de unos minutos muy tensos, se levanta, me dice “me tengo que ir porque si no te voy a pegar a vos o, peor, a la computadora” y se va.

Me hace acordar a la semana anterior cuando ese alumno me había quejado porque la ayudante le “habló sin respeto”. En esa ocasión me había gritado: “yo maté para este país, me tienen que respetar”. Soy profesora, no soy psicóloga, y la guerra en Irak me parece una barbaridad, pero no digo nada de esto. El alumno es grandote, todavía tiene el corte de pelo militar y no me deja de gritar. Le prometo que todos le tenemos mucho respeto, que no va a volver a pasar, que le doy más tiempo para completar el trabajo, cualquier cosa para que se calme, para que se vaya de mi oficina.

Después me pregunto, ¿no basta con que las mujeres sufrimos esas violencias, ahora es también mi trabajo contener a ese pibe para que no ataque a los demás? Y claro, hay toda una multitud de redes y prácticas de mujeres que se cargan de contener esa violencia. Y no sólo los tiroteos masivos como el de Parkland, o la situaciones de violencia explícita, sino también la violencia cotidiana de todos los hombres enojados, los que se quedan enojados después de haber cometido crímenes en una de las muchas guerras del país, o enojados por la situación económica, por los migrantes, por el fútbol, lo que sea. Y a nosotras nos toca cuidalos para que no se pongan violentos.

No es mi primera experiencia con un estudiante con estrés postraumático. Hay miles y miles de pibes que entran al ejército porque para muchos es la única manera de pagar la universidad. Después vuelven a un país donde no hay cuidado médico ni psicológico suficientes para ellos. Y, como no debe sorprender, vuelven enojados y violentos. Sus parejas y familias son las primeras en sufrir: varios estudios muestran que más del 80 por ciento de los veteranos con estrés postraumático abusan a sus parejas. Y, muchísimas veces, las parejas y los hijos lo aguantan porque el abusador es un héroe de guerra, o eso es lo que les dice la policía cuando van a hacer una denuncia.

No son los veteranos los que llevan al cabo los tiroteos masivos en la mayoría de los casos. Pero tampoco se puede pensar esos tiroteos, esos masacres, sin tomar en cuenta la violencia que despliega el país al nivel global todos los días. O la violencia policial dentro del país en contra de las comunidades negras. Estas violencia es, en todos los casos, un ataque directo a las comunidades y las formas de vivir, es violencia que las mujeres sufren dos veces: en el momento y cuando tienen que rehacer sus familias y sus comunidades después del ataque. Pero es esa violencia que les hace héroes a los hombres.

Mientras el debate público en los estados unidos después de Parkland se centra en la cuestión del control de las armas, pocas veces se conecta los tiroteos en las escuelas (y otros lugares públicos) con el espectro de violencia machista que va desde los aspectos más íntimos de la vida hasta la violencia colonial y imperialista que se difunda por toda la planeta. Hombres relativamente jóvenes son los protagonistas de estos tiroteos en la mayoría de los casos. Y muchísimas veces, ya han atacado a mujeres o por lo menos demuestran una misoginia profunda en sus escritos o videos. Como Elliot Rodger quien mató a 6 personas y hirió a 14 en California en el 2014, proclamando que fue llevado a hacerlo por todas las mujeres que lo rechazaron y no “reconocieron su valor”. O, al otro lado del atlántico pero en un caso muy parecido, el “manifiesto” de Anders Breivik, quien mató a 77 personas en Noruega en el 2013, en lo cual echa la culpa al feminismo y el multiculturalismo por haber destruido el supuesto ideal de la familia heteropatriarcal de los años 50s.

Los tiroteos masivos actuales, en este sentido, no vienen de la nada, sino que tienen una conexión directa con la larga historia de violencia del estado capitalista, la violencia patriarcal, y la violencia colonial.. Pero también tienen un aspecto que es totalmente contemporáneo. En su libro Héroes, Bifo analiza estos tiroteos como una expresión de la expansión del neoliberalismo: la competencia en todas las áreas y todos los tiempos de la vida, hasta los ámbitos más íntimos y de la subjetividad misma. Por un lado, se ve la ideología neoliberal, que solo los más fuertes merecen sobrevivir, en las proclamaciones de muchos de los protagonistas de estos tiroteos. Por otro lado, cuando lo subjetivo y lo afectivo son puestos a trabajar, son subsumidos al capital, se produce toda una serie de patologías que pueden terminar en los masacres y los suicidios.

Y las escuelas están en el centro de la batalla por la producción de subjetividad neoliberal. Me acuerdo que estaba en el secundario cuando sucedió el tiroteo en el colegio de Columbine. Después empezó la intensa securitización de todos los colegios: policía o agentes de seguridad armados en todas las puertas, detectores de metales, todo tipo de vigilancia. Al mismo tiempo la competencia era cada vez más feroz: cada examen una oportunidad de mostrar que eras el mejor de todos, con más posibilidad de ir a la mejor universidad. Y no sólo en lo académico, también ser el mejor en los deportes, en las organizaciones sociales o activistas, caer bien a los docentes para que te escriban la mejor carta de recomendación. Ahí fue la primera vez que escuché que había que convertirse en una marca personal.

Y para cualquier expresión de malestar o desobediencia: el prozac. Para las chicas esta presión fue doble y las posibilidades de desobedecer o escapar menos. Había que competir sí, pero sin perder la feminidad y sin hacer enojar a esos chicos que se podían poner violentos en cualquier momento, siempre había que estar muy atenta.

La facilidad de conseguir armas es, entonces, un sólo aspecto de la violencia actual en los estados unidos. Un aspecto que se puede entender mejor como un rasgo fundamental de la subjetividad masculina en el país. El varón proveedor no sólo trabaja para sostener la familia en términos económicos, también está armado para proteger la familia de cualquier amenaza externa. Y cuando más difícil mantener la parte económica de la masculinidad, más importante el lado de la protección. Así se ve la íntima relación entre la familia heteropatriarcal y las reformas neoliberales. Y también con el racismo. Los que tienen la mayoría de las armas en los estados unidos son, sobre todo, hombres blancos, con poca educación, mucha deuda y actitudes muy racistas – están convencidos que necesitan las armas para proteger sus familias de los negros.

Entonces, ¿qué hacer contra toda esa violencia? Si entendemos que la violencia de los tiroteos masivos tiene una conexión íntima con la violencia imperialista, y racista, y misoginia, se puede tratar uno de esos temas sin tocar los demás?

Ahora el partido republicano habla de armar a los docentes, el partido demócrata habla de regular las armas. Es decir, el mismo debate que siempre. Otros dicen que la violencia es inevitable y lo único que se puede hacer es estar preparado. Unos amigos me cuentan que en la escuela primaria donde va su hija hacen simulacros para que los niños saben como responder a un tiroteo. También venden mochilas que sirven de escudos: la seguridad, otra vez, es la responsabilidad de cada uno y se puede comprar. Los adultos pueden hacer sus propios trainings para responder a estas situaciones. Cada uno de nosotros tiene que estar armado y listo para entrar a una escuela, una cine, una iglesia, un shopping, para matar al “malo”. No es difícil ver a donde lleva esto, ya hubo un incidente de un docente armado que hirió a unos alumnos cuando disparó sin querer.

Mientras tanto, en las semanas después del tiroteo en Parkland, son los estudiantes del secundario quienes se han movilizado: la semana pasada casi un millón de estudiantes de todo el país participaron en marchas contra la violencia. Tienen una demanda sencilla: que no los maten. En esta manera se conecta con una multitud de luchas de los últimos años con reivindicaciones parecidas. Por el momento concentran sus demandas en el estado y sobre todo piden nuevas leyes para regular las armas. Pero ya están encontrando frustración por este camino, los políticos no los escuchan, no los toman en serio, se burlan de ellos. Pero los estudiantes mismos están encontrando otros caminos, haciendo otros vínculos con distintas luchas, creando enlaces concretos. Por ejemplo, hace poco, los estudiantes sobrevivientes de Parkland se reunieron con estudiantes negros quienes están organizando en contra de la violencia en sus comunidades – incluso la violencia policial. Así van conectando las distintas formas de violencia, y, además, construyendo un modo de relacionarse que no es el neoliberal, y que no se basa en la competencia.

 

Nora Cortiñas: “El feminismo no surge de un día para el otro, sobre todo para las que nacimos en un hogar machista” // Nair Castillo

FUENTE: CONTRATAPA WEB

Tras la multitudinaria marcha por el Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras, Contratapa dialogó con Nora Cortiñas, referente de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, sobre el movimiento de mujeres en la Argentina, sobre el Paro Internacional del 8M y los aportes que los organismos de Derechos Humanos realizan a este movimiento heterogéneo, diverso y transversal que está haciendo temblar la tierra.

– ¿Que pensás sobre el movimiento de mujeres en la Argentina y sobre el feminismo?

– Muy interesante el movimiento de mujeres saliendo de la invisibilidad de años y años. Las Madres de Plaza de Mayo estuvimos años en la calle pero no en los movimientos feministas. Algunas madres hemos participado de la marcha del orgullo gay, hemos apoyado y firmado expresiones a favor de la decisión sobre sus propios cuerpos. Siempre hemos abogado que no hubiera persecuciones ni por cuestiones de género ni por opciones de vida. Así que no podemos decir tenemos esta postura o aquella de manera institucional. Cada Madre tiene la independencia de expresar lo que siente. No te puedo hablar en nombre de la institución sobre el feminismo, sobre el aborto. Como Nora puedo decirte que desde hace algunos años empecé a entender qué era el feminismo. Estuve desde los inicios participando de los encuentros nacionales de mujeres. Fuimos varias madres a los encuentros de mujeres, pero no encuadradas en el feminismo. Nosotras deseamos que haya respeto. Rechazamos los femicidios, la brutalidad. Entendemos que el hombre que comete un femicidio se denigra a sí mismo y a su familia como también a la sociedad en sí. Es un acto deleznable y repudiado por nosotras. En ese sentido, sí estamos de acuerdo como institución para expresar este rechazo.

El feminismo lo entendí hace algunos años, entendí que un punto fundamental era que nos respetaran nuestros derechos. Me crié en un hogar machista y yo como mujer tenía que desarrollar los deberes fundamentales que se esperaban de una mujer: ser buena esposa. De a poco fui entendiendo y después que se llevan a Gustavo, salgo a la calle y empiezo a tener mi relación con otras mujeres. A través del Encuentro Nacional de Mujeres, he asistido a encuentros en otros países también, como las Mujeres de Negro. Así fui fogueándome en estos temas. Creo que es importante documentarse, formarse, leer. No surge de un día para el otro, sobre todo para las que nacimos en un hogar machista y luego cuando tuvimos hijos los criamos de forma machista. Yo aprendí de mujeres amigas que nos acompañaron en esta lucha de 40 años. Tengo amigas lesbianas, con opciones de vida que siempre respeté y que pudimos caminar juntas. Las mujeres en sí fuimos invisibilizadas por la propia sociedad y por el propio sistema patriarcal y conservador.

“HACE ALGUNOS AÑOS EMPECÉ A ENTENDER QUÉ ERA EL FEMINISMO”

– ¿Qué opinás sobre lo que fue el Paro Internacional del 8M?

– Estos dos años que llevamos haciendo Paro las mujeres han sido muy importantes. No soy partidaria de discriminar a los hombres. No podemos condenar a todos porque algunos son violentos y matan. El feminismo lo veo y lo voy estudiando y voy avanzando en tanto mi conciencia, mi ética pueda seguir firme. No soy presionada a dar una opinión única. Por eso las madres nos respetamos en cuanto a nuestras opiniones sobre diversos temas. No hay una línea única dentro de Madres.

Las Madres fuimos maltratadas, discriminadas y hasta la propia sociedad también nos miró con indiferencia y en hasta nos tildaron de locas de Plaza de mayo. Fue muy difícil para nosotras recibir este trato especialmente por parte de la cúpula de la Iglesia que nos decía: ustedes no criaron bien a sus hijos, no los educaron. Así que por eso entendemos que las mujeres tenemos que salir a la calle y decir: acá estamos. Por eso nos parece muy bien que más de 700.000 mujeres salgan a la calle para protestar. Ojalá que después del 8M, haya un seguimiento para reivindicar la lucha de las mujeres.

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Foto: Alfonso Sierra

– ¿Qué tienen para decir en esta jornada las Madres de Plaza de Mayo? ¿Cuál es el mayor aporte que hacen los organismos de derechos humanos al movimiento feminista actual?

– Las mujeres durante el Terrorismo de Estado fueron violadas, vejadas, maltratadas. Hay casos muy graves. Tanto es así que después de 30 años, recién se animaron las mujeres a contarlo. Inclusive al tener sus hijxs eran maltratadas. Por ejemplo Adriana Calvo tuvo su hija atada a un árbol en el piso, a cielo abierto. Brutalidades. Entonces eso sí hay que reconocerlo y denunciarlo.

Las Madres no aportamos más que la denuncia cuando hay injusticias. Estamos en contra de las injusticias y de la discriminación hacia las mujeres. Aportamos en general cuando denunciamos las injusticias cometidas contra ellas. Hoy por ejemplo estuve en el Juicio por Diana Sacayán ya que considero que lo que pasó con ella es una brutalidad. Hay que apoyar a la familia, denunciar que hay odio contra la comunidad trans. Fue una muestra de discriminación y odio y esto hay que modificarlo. Tenemos que ser gestoras ante el Estado para que el Estado a través de los caminos correspondientes, saque leyes y sistemas de protección para eliminar los femicidios y travesticidios.  Se tiene que condenar con toda la fuerza de la ley a estos crímenes de odio. Somos solidarias y apoyamos todos los movimientos en este sentido.

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– ¿Cómo afecta la presente coyuntura -caracterizada por despidos, ajuste y represión – sobre la vida y el cuerpo de las mujeres? ¿Cómo impactó esta coyuntura a la convocatoria del Paro?

– La política económica que esté llevando a cabo este gobierno perjudica más a la mujer que al hombre. Las leyes que salen protegen al hombre en vez de proteger a la mujer. Estoy de acuerdo en que hay que expresarse en contra. Tenemos que tener claro lo que queremos. Por eso la fuerza del Paro en demostrar que no somos invisibles.

Creo que se unió la fuerza de la denuncia y el no al ajuste, no a la represión y no a la persecución política. Todo eso nos une y por eso fue tan masiva la marcha del 8M. Por eso mismo es que creo que la discriminación hacia los hombres (respecto al llamado a que no participen de la movilización) no me pareció acertada, porque están despidiendo hombres y mujeres, si bien sabemos que afectan más a las mujeres. Pero lo cierto es que este ajuste es brutal y es perjudicial tanto para hombres como para mujeres.

“CREO QUE SE UNIÓ LA FUERZA DE LA DENUNCIA Y EL NO AL AJUSTE, NO A LA REPRESIÓN Y NO A LA PERSECUCIÓN POLÍTICA”

– ¿Qué opinión te merece el colectivo Historias Desobedientes conformada por hijas e hijos de genocidas que apareció en la escena pública el pasado 3 de Junio?

– Estuvimos conversando con ellos. Lógicamente todo lo que puedan aportar a la justicia lo deben aportar. Nosotras no nos podemos inmiscuir en estas nuevas organizaciones que van surgiendo. Tenemos que esperar que ellos y ellas hagan su camino y seguir comunicados.

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– ¿Cómo se organizan de cara al próximo 24 de marzo en esta coyuntura marcada por un negacionismo por parte del Gobierno?

– Las Madres no nos organizamos solas. Los organismos conversamos y cambiamos opiniones y propuestas. Se hacen reuniones. Nosotras somos de la opinión de que si vamos todas juntas, es mejor. Si hay necesidad de hacer dos documentos, que haya dos documentos. Nosotras pensamos que en este contexto hay que denunciar el ajuste, para que el Gobierno dé marcha atrás la reforma laboral. Este 24 decimos no al ajuste, no a la represión, no a los despidos. Fundamental: tienen que abrir los archivos. Esa es nuestra demanda de siempre y lo seguiremos pidiendo. Para que nos digan qué pasó con todos los desaparecidos durante el Terrorismo de Estado. También pedimos por la libertad de los presos que se llevaron por salir a protestar. No se puede judicializar ni reprimir la protesta social. Estamos en contra de la prisión de Milagro Sala,no tiene por qué estar presa dos años. En todo caso, que le hagan un juicio que determine de qué se la acusa y que se pueda defender. Queremos que en nuestro país haya justicia y haya igualdad entre hombres y mujeres, por igual trabajo, igual salario. Tenemos todo esto claro porque somos madres que venimos de la lucha desde nuestros hogares. Nuestros hijos luchaban por la justicia social y por eso no están. Tenemos claro que levantamos las banderas de lucha de nuestras hijas e hijos y decimos: acá estamos para defender al pueblo de cualquier injusticia.

Gustos por la espalda // Agustín Valle

Recordé un par de cosas tras el asesinao de Facundo Ferreira con un balazo en la nuca. No solo el apoyo gubernamental a matar, que empezó mucho antes de Chocobar, cuando un carnicero de Zárate persiguió con su auto al tipo que le había robado en el local y lo mató atropellándolo; el Gato Matón dijo «el carnicero tiene que estar tranquilo en su casa», como si matar a un ladrón no te convirtiera en asesino. También recordé un posteo con foto de la marcha del paro de mujeres; una foto tomada al nivel de los cuerpos, es decir al nivel de la presencia, y que solo mostraba nucas y espaldas. Era un festejo de las nucas (“Pienso en las nucas que vi de cerca durante horas…”) . Uno de los valores de una movilización multitudinal aparece, así, en la capacidad de darnos las espaldas. No es meramente cuidarnos las espaldas. Es convertir lo que convencionalmente se rechaza (“dar la espalda”), en una intimidad multitudinal a la que se accede. Espaldas y nucas: la parte del cuerpo menos hecha vidriera; la faz del cuerpo que menos se conforma al patrón social mandatario. No solo son partes más vulnerables; también son la zona del cuerpo más silvestre. Nuestra parte cimarrón. Exceptuada de la obviedad de la forma humana. Si somos «animal que habla», la parte parlante está al frente y la animal detrás. En un movimiento democratizante -donde entramos todos en un deseo común, donde nos igualamos, iguales en nuestra capacidad de diferenciarnos-, las nucas aparecen como un logro elaborado de la cooperación. Y en la nuca se ve al cerebro, a la mente, como parte de nuestro cuerpo animal.

Pero recordé también el asesinato de Rafael Nahuel: por la espalda. Y el asesinato perpetrado por el ídolo oficial Chocobar: por la espalda. Y el asesinato incluso de Santiago Maldonado, también huyendo, también perseguido, es decir por la espalda. Tiene como una obsesión, la razón gobernante, que llamamos macrismo, con matar por la espalda.

Scioli ya era deleznable y revelador -o confirmador- de rasgos esenciales del kirchnerismo como máquina de gobierno. Pero el triunfo del Gato Matón es el triunfo de la cara del patrón. Ya cuando el término “cheto” pasó de ser peyorativo a ser admirativo, el deseo popular estaba bastante normalizado. La coronación de la cara del patrón es el broche. Por supuesto la noción de patrón es mucho peor que la de Jefa; no solo por la condición femenina de la jefa, sino porque la jefatura es una posición que se sostiene renovando sus condiciones constantemente; el jefe manda en un cuerpo vivo, donde hay que llegar a jefe y mantenerse jefe; el patrón es posición estructural, es decir que manda por castración a priori de la potencia viva de la mayoría. No necesita probarse. El patrón naturaliza el mando, negando al conflicto como dimensión inherente a la sociedad de clases. Por eso mata y remata a aquellos que escapan a su orden: los concibe sujetos arbitrariamente generadores de conflicto. La cara del patrón -rubio sin un solo rasgo agreste, garca que no necesita siquiera carisma- se entroniza  cuando -porque- la vida se ve regulada por su racionalidad. Primero el patrón de conductas, comportamientos, el patrón de deseos, el patrón de praxis. Después el rostro del patrón. Sus ojos celestes reciben reconocimiento de millones de caras. Las espaldas no: las espaldas aceptan su padecimiento, o escapan, o se comparten (en tres posibles que son análogos a los movimientos del esípiritu de Zarathustra: el camello que carga lo que debe -espaldón justamente-, el león que ruge que no, el niño que conquistó la inocencia.

Las espaldas son las partes naturales que pueden siempre decir que, si hay un patrón, no es suyo.  La espalda adaptada común saca selfies de su cara para participar del patrón general de existencia. El adaptado exitoso con poder es tan pura cara que requiere guarda espaldas. El compañerismo ve en las espaldas igualdad y libertad. El agente del orden ve, en las espaldas, cuerpos cuyas caras niegan reconocer(se en) la cara del patrón, cuerpos que escapan al patrón de la forma humana y por eso siente que puede matarlos sin concebirse asesino.

Proust y los signos // Gilles Deleuze

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La caracterización de la derecha // Diego Sztulwark

La simplicidad es para mí un avance total. Yo creo en la inocencia, creo en la frescura y en la inocencia.

Alejandro Rozitchner

Así sucede con la estetización de la política que propugna el fascismo. Y el comunismo le responde por medio de la politización del arte.

Walter Benjamin

La derecha es una posición en la lucha de clases, solo que ni la lucha ni las clases responden a un modelo congelado.Esto plantea la cuestión de cómo no realizar caracterizaciones perezosas o incapaces de actualizar la evaluación sobre las mutaciones y rupturas en la evolución ideológica de los grupos reaccionarios en el poder. En la Argentina o en Brasil, en EE.UU. o en Europa, la misma cuestión se plantea de modos diferentes: ¿Cambia la derecha, se renueva realmente? Y de hacerlo, ¿qué valor asignarle a esos cambios? En otras palabras, ¿con qué criterios diagnosticar la relevancia de las discontinuidades internas que acompañan la renovación del proyecto de dominación de clases?

¿Una clase, dos o ninguna?

Siguiendo la regla según la cual las clases se definen menos por cierta realidad sociológica o cultural –ingresos, consumos- y más por las luchas en las que se constituyen históricamente (subjetivamente), hay quienes afirman que, como nunca antes, ya no existe más que una sola clase, la clase de los capitalistas organizada sobre todo a partir del control de los grandes mecanismos financieros y, a través de ellos, de la actividad productiva y los emporios de la comunicación. Al poder del capital no lo enfrenta el desafío de un proyecto histórico alternativo. La existencia de una clase de los proletarios ya no polariza el campo histórico político al modo de lo sucedido durante el largo período que comienza con la Comuna de París y culmina con el Socialismo Soviético. La ideología neoliberal expresa correctamente la experiencia capitalista de una unipolaridad en el campo social. En su fase actual, el capital está tomado por la creencia de haber quedado solo, y atribuye sus conflictos a su propia incapacidad de autorregulación. Sin embargo, no dejan de constituirse, aquí y allá, un poco por todos lados, unos proletariados que por varias razones quizá convenga nombrar por el momento como lo “plebeyo”. Lo plebeyo como modo de denominar la capacidad popular de desafiar la regulación del capital.

¿Hay derecha democrática?

Luego de décadas de acceso al poder político –control del Estado– a través de golpes militares o influyendo sobre movimientos políticos de raíz popular, una parte destacada de la derecha argentina llegó por fin al gobierno mediante elecciones libres derrotando al peronismo. La novedad de una derecha taquillera, que viene a relevar una década larga de gobiernos autodenominados “populistas”, ha empujado a diversos analistas a discutir el grado de novedad de esta “derecha democrática”[1]. Lo que está en juego es la determinación de las continuidades y discontinuidades del gobierno de Macri con respecto a las dos últimas grandes representaciones de la derecha neoliberal/conservadora: el menemismo y, sobre todo, la última dictadura.

La discusión sobre si Macri debe ser leído como una continuación de la dictadura se planteó decenas de veces durante el último año, a partir de los cantos masivos en diversas movilizaciones de masas (“Macri basura, vos sos la dictadura”), rectificada por el “hit del verano” coreado en estadios y anfiteatros (MMLPQTP). Es tan relevante el hecho –inédito- que la derecha -la Alianza Cambiemos- gobierne dentro del marco del Estado de Derecho (violándolo en diversos sentidos, como cualquier gobierno); que se adecúe perfectamente al régimen parlamentario (con las torpezas del caso); que compita con éxito por la vía electoral (¡un gran avance para los dueños del país!); y que flexibilice sus tácticas en un contexto internacional, regional y nacional que no le permite aplicar su programa de máxima (privatización, políticas desembozadas de impunidad a los cuadros del terrorismo de Estado, apertura radical de importaciones, disciplinamiento represivo de la sociedad), como que la racionalidad fundamental que orienta sus acciones apunta precisamente a esos núcleos que sí establecen una continuidad con las ambiciones históricas de las clases dominantes y con la ideología actual de muchos de sus cuadros provenientes del directorio de grandes empresas y universidades por ellas financiada[2]. Ni la ostentación de una lógica cultural postmoderna, ni la continuidad de los planes sociales heredados del kirchnerismo, ni la estrategia gradualista del ajuste económico -que explican muchos de sus éxitos políticos- alcanzan para relativizar estas continuidades.

Fascismo y postfascismo

El historiador Enzo Traverso emplea el término “postfascismo”[3] para distinguir a las nuevas derechas surgidas durante los últimos años a ambos lados del Atlántico (tanto en Europa, en particular en Francia con el fortalecimiento del Frente Nacional de Le Pen, como en EE.UU. con el ascenso de Trump) y capitalizan parcialmente el descontento con el consenso republicano y neoliberal. Para Traverso, ni Le Pen es propiamente fascista puesto que en realidad se encuentra en una transición incompleta a la democracia, ni es posible suponer que el fenómeno Trump implique una “fascistización

de los Estados Unidos” sino que en todo caso es el resultado de un “rechazo profundo al establishment político y económico” expresado en una “abstención masiva y, a la vez, en un voto protesta conquistado por un político demagogo y populista”. ¿Por qué llamar “postfascista” a una derecha no-fascista? Simplemente porque no es posible caracterizar a estas derechas homofóbicas, antifeministas, antisemitas, racistas y negrofóbicas sin considerar el complejo juego de analogías y homologías que las definen. La noción de postfascismo, a diferencia de la de “neofascismo” –dice Traverso–, no pretende establecer una continuidad histórica ni designar una herencia asumida concientemente. Se trata de formaciones paradójicas que llegan a capitalizar el rechazo del neoliberalismo, aún cuando sus líderes puedan encarnar el modelo antropológico mismo de lo neoliberal. La constelación “postfascista” de la que habla Traverso abarca una tendencia tan general como heterogénea: “el surgimiento de movimientos que ponen en entredicho desde la derecha los poderes establecidos y hasta cierto punto la propia globalización económica”. Estos movimientos no expresan “valores fuertes” (como el fascismo), sino el rechazo de la política reducida a la gestión material de las existencias a la vez que fomentan un programa proteccionista, soberanista e identitario. Entre sus principales rasgos comunes, Traverso enumera: una xenofobia que apunta a migrantes de antiguas colonias; un nacionalismo islamofóbico y antiglobalización y un repliegue nacional antieuropeo. Si el fascismo clásico era nacional-revolucionario y militarista, el principal rasgo del postfascismo –más pragmático– es la “coexistencia contradictoria entre herencia del fascismo antiguo y el injerto de nuevos elementos que no pertenecen a su tradición” (como es el hecho notable de que el líder del FN sea una mujer).

Macri y Macron

En su libro ¿Por que? Natanson pretende superar el estado de “contemplación alucinada” provocada por los sucesivos festejos del macrismo. Advierte que el macrismo no es un accidente histórico sino una expresión de una corriente profunda de la sociedad argentina y que hay, entre sus logros, una recuperación de valores propios del liberalismo. Básicamente dos: el discurso de la igualdad de oportunidades en base al trabajo y el esfuerzo, y la celebración de una energía emprendedora fundada en la apología del individuo creativo y en detrimento de la dimensión colectiva (atribuye las conexiones con las culturas new age a este último rasgo). Este retrato del macrismo no dista mucho del que ofrece Traverso del presidente Macron: expresión de “un nuevo ethos de la era neoliberal: la competición, la vida concebida como desafío y organizada según un modelo empresarial. Macron no es de derecha ni de izquierda, encarna al homo oeconomicus que ingresó a la política. No quiere una oposición del pueblo a las elites, propone al pueblo la elite como modelo. Su léxico es el de la empresa y de los bancos; quiere ser el presidente de un pueblo productor, creador, dinámico, capaz de innovar y de … obtener ganancias”.

¿Por qué? tiene el valor de tomarse en serio las nuevas caras de la derecha argentina y de clarificar algunos rasgos para una nueva caracterización. Tiene sentido leerlo con Las caras nuevas de la derecha que posée el mérito de caracterizar las novedades sin perder las continuidades, y forja así un léxico capaz de comprender las nuevas singularidades sin perder en el camino su potencial combativo. De la suma de estas virtudes puede surgir un lenguaje nuevo. Capaz de entender, para el caso de la Argentina, la conexión subsistente entre proyectos históricos e injertos nuevos.

El lenguaje de la crítica

Solo dos ejemplos de cómo en algunos tramos del libro de José Natanson sentí la necesidad de cambiar las palabras y las formas de conectar situaciones, para lograr con más eficacia el propósito de caracterizar a la vez continuidades y discontinuidades. El primero, cuando analiza la campaña del Macrismo en la ciudad de Buenos Aires con el uso de la consigna “Vos también sos bienvenido”. Natanson expone un spot con “primeros planos de una serie de identidades tipificadas: un taxista, un fan de un grupo de rock”, etc. En la investigación Vecinocracia, escrita por el Taller Hacer Ciudad, se vincula esta campaña con los sucesos previos al violento desalojo de la ocupación del Parque Indoamericano, acompañada por aquella frase de Macri sobre la “migración descontrolada” [4]. La apelación a la pluralidad de perfiles de la ciudad no llega a comprenderse en todo su sentido sin su reverso represivo y racista. El segundo, cuando Natanson explica que al afirmar que la “nueva derecha” ha “optado por un camino democrático” no se intenta relativizar “que los conglomerados empresariales de los cuales muchos dirigentes son accionistas (incluso Macri y Piñera) no se hayan beneficiado de las políticas de regímenes autoritarios”. Aclarado el propósito de no olvidar lo viejo en el afán de caracterizar lo nuevo, me dio toda la impresión de que las palabras “beneficio” o “regímenes autoritarios” eran completamente débiles, sobre todo cuando disponemos de una sólida terminología sobre la responsabilidad –incluso penal– de los empresarios (y no solo) durante el terrorismo estatal practicado por la última dictadura[5].

 

Política y Estética

Las derechas desean ser simples por dos razones: porque se ofrecen para canalizar frustraciones sobre la vida colectiva en el mundo neoliberal, y porque aspiran hacerlo por la vía de la comunicación. Una estetización postfascista de la existencia. En efecto, el neoliberalismo no es una política más. Tan fuerte como el concepto de “postfascismo” es en Traverso el de “modelo antropológico neoliberal”, que el autor compara con una religión política (probablemente continuando al propio Benjamin). El postfascismo conecta con el modelo antropológico neoliberal más de lo que confiesa. Su clave de funcionamiento no es la movilización política sino el manejo de los códigos comunicativos.

Ya no hay respuesta “comunista” (como sugería Benjamin), sino reacción plebeya. Porque la izquierda política no logra superar “el yugo mental” impuesto por el bloque capitalista a partir de 1989 (Traverso). La reacción plebeya, en cambio, es un fenómeno bien diferente al de la izquierda política. Un fenómeno nada “simple”. La gigantesca movilización del 8M lo muestra muy bien: una nueva distribución de lo sensible cuestionador del orden: la politización del arte.

 

1 José Natanson, ¿Por qué? La rápida agonía de la Argentina kirchnerista y la brutal eficacia de una nueva derecha, Siglo XXI, Buenos Aires, 2018.

2 Para una caracterización de la procedencia de los principales cuadros de Cambiemos y su paso del empresariado a la militancia política en términos casi gramscianos, ver Gabriel Vommaro, La larga marcha de Cambiemos, la construcción silenciosa de un proyecto de poder, Siglo XXI, Buenos Aires, 2017.

3 Enzo Traverso, Las caras nuevas de la derecha, Siglo XXI, Buenos Aires, 2018.

4 http://tintalimon.com.ar/libro/VECINOCRACIA

5 Horacio Verbitsky y Juan Pablo Bohoslavsky editores, Cuentas Pendientes. Los cómplices económicos de la dictadura, Siglo XXI, Buenos Aires, 2013. En efecto, este trabajo colectivo aspira a determinar categorías para tipificar las responsabilidades penales de los actores económicos de la última dictadura.

Mensaje de odio disciplinador // Magdalena De Santo

La muerte de Marielle Franco entristece y alerta a toda una población que su figura representaba estando viva y sigue representando ahora, tras esta muerte violenta. Era popularmente conocida como la joven concejal de Río de Janeiro que había recibido 50.000 votos en las últimas elecciones y era una esperanza política de muchos y muchas. La mujer de 39 años, miembro del partido brasileño Partido Socialismo y Libertad (PSOL), fue acribillada desde otro vehículo mientras volvía de regreso de la actividad comunitaria en el Barrio de Lapa, en pleno centro.

Ayer sus restos fueron velados en la Cámara Municipal donde ella misma trabajaba. Luego su cuerpo fue trasladado al Cementerio de Inhuma con sus familiares más próximos, mientras una multitud de personas sigue despidiéndose, exigiendo justicia y reuniendo mas potencia política contra la intervención militar en la ciudad que ha dejado un saldo de 157 asesinatos sin piedad solo este último año, el mayor número registrado en los últimos quince años.

No caben dudas que se trata de un asesinato político. Las pericias confirmaron que en la escena no hay rastros de intención de robo y se especula que se trata de un disciplinamiento por las recientes denuncias que como Presidenta de la Comisión de la Defensa de la Mujer había realizado la última semana, en el barrio de Acari, en Rio. Entre sus últimas declaraciones se cuenta el siguiente tweet que hacía referencia al asesinato brutal de un chico en manos de las fuerzas de seguridad: “Un homicidio más de un joven que se suma a la cuenta de la Policía Militar. Matheus Melo estaba saliendo de la iglesia. Cuantos más precisan morir para que esta guerra acabe?” En efecto, la concejala, desde su este lugar, ya venía denunciando la violencia policial y poco antes de morir se había pronunciado muy fuertemente contra la intervención del Ejército que ya cumple un mes en la ciudad.

Marielle Franco era una activista cercana a su comunidad, nacida en Maré, el mayor complejo de favelas de la ciudad. Obtuvo una beca completa para realizar sus estudios en Sociología en la Pontificia Universidad Católica (PUC), donde se graduó. Además de su carrera en sociología, había realizado una maestría en administración pública. A los 19 años fue madre de una niña, hecho que según muchas de sus declaraciones le ayudó a constituirse como una luchadora por los derechos de las mujeres y la concientización de los embarazos adolescentes. El asesinato de una amiga suya por una bala perdido también fue una marca que la llevó a dedicarse a la vida política. Franco fue una mujer afrodescendiente feminista de izquierdas comprometida y abocada desde muy joven a desmantelar las redes de tráfico de armas y la violencia que azota especialmente a niñxs y mujeres empobrecidas y racializadas.

Estaba en pareja con Mónica, su amor desde hacía diez años, era solo conocida por allegados y un poco más allá, aunque Franco muy recientemente se había declarado públicamente como bisexual. Los diarios la presentan como lesbiana, palabra que no es tan sencilla de emitir cuando se trata de pretender una carrera política en el contexto brasileño. Su compañero de partido, en cambio, Jean Willys, conocido por sus grandes discursos contra Temer, es abiertamente gay desde sus comienzos políticos, ya que su participación del show televisivo Gran Hermano que fue el puntapié inicial de su popularidad. Pero para Franco, como mujer de base, la situación fue distinta. Según la activista lesbiana Luisa Tapajós, hacia pocos días había estado comentado en La Casa de las Negras que había sido muy difícil asumir su condición públicamente, no solo por los contextos religiosos donde mayormente se movía sino por las lógicas masculinizadas de los partidos políticos que impedían hacer este tipo de reivindicaciones.

Por su parte, desde el velatorio multitudinario, la psicóloga ambientalista, feminista y poeta Luisa Tapajós informó a PáginaI12 que un cordón de mujeres negras recibieron el féretro en un acto tan espontáneo como conmovedor, al grito de ¡Marielle presente! “Era una mujer que amaba a las mujeres, feminista negra y combativa. Una mujer de movimiento y en su movimiento seguimos: en las jornadas del día de la visibilidad lésbica, Marielle se acercó a conocernos y participar de las actividades que habíamos programado. Allí dijo que estaba casada con Mónica,” contó Tapajós. Desde ese momento empezó a estar en contacto con el Frente de Lesbianas de Rio y nos invitó a su despacho para impulsar un proyecto de ley que oficialice el 29 de agosto como “día de la visibilidad lésbica”

En 14 meses de mandato, Marielle había presentado 13 proyectos de ley. Especialmente  la salud integral y reproductiva de las mujeres, que fue una de las causas mas trabajadas. Entre los proyectos que presentó en la Cámara Municipal incluía programas de  información para practicar abortos legales, informes sobre violencia de género de libre acceso o la construcción de espacios seguros como refugios para las víctimas de violencia sexista.

La ejecución de una líder feminista de esta envergadura en el marco de la avanzada neoliberal del continente, en donde el gatillo fácil es moneda de cambio y se instala como práctica política, en el mes de marzo donde miles y millones de mujeres gritamos vivas nos queremos, estremece por su carácter disciplinador. Y estremece por su mensaje de odio. Sin embargo, la resistencia activista persiste con más solidaridad y consciencia de las intersecciones de género, clase social y racialización.

 

Pagina/12

En defensa propia, en defensa de la memoria // Mirtha Luz Pérez Robledo (la madre, la mujer, la ciudadana)

«(…)De más está decir que luchamos a brazo partido, pero tuvimos jefes corruptos, líderes cobardes, pusimos toda nuestra generosidad en un ideal que hacía más de cincuenta años estaba muerto, pero igual lo hicimos, porque fuimos estúpidos y generosos, como son los jóvenes, que todo lo entregan y no piden nada a cambio, y ahora de esos jóvenes ya no queda nada(…) Toda América Latina está sembrada con los huesos de esos jóvenes olvidados» ROBERTO BOLAÑO ( Entre Paréntesis)

“(…)Estado se llama al más frío de todos los monstruos fríos. Es frío incluso cuando miente; y ésta es la mentira que se desliza de su boca: “ Yo el Estado, soy el pueblo”.(…)pero el estado miente en todas las lenguas del bien y del mal; y diga lo que diga, miente, y posea lo que posea lo ha robado. Falso es todo en él.(..) hace señas a los predicadores de la muerte(…)” FRIEDRICH NIETZSCHE (Así hablaba Zaratustra)

Han pasado ya 31 meses desde aquélla fatídica tarde del 31 de julio de 2015 en que fueron asesinados Rubén Espinosa, Nadia Vera, Mile Martín, Yesenia Quiroz y Alejandra. He escrito dos veces al respecto, la primera vez hice preguntas que no respondió la PGJ, la segunda vez ya no eran preguntas, era la certeza de que no se había hecho una investigación científica y acudimos a la CDH de la CDMX que emitió una recomendación con 17 puntos, pero a la fecha, no hemos tenido respuestas satisfactorias, por ello escribo estas líneas.

EN DEFENSA PROPIA, EN DEFENSA DE LA MEMORIA:

Desde este país de las simulaciones, donde se simula una democracia sólo durante las elecciones ,y el partido que queda en el poder se vuelve una dictadura que amenaza, como suelen amenazar las dictaduras a quienes no coinciden con ella y a quienes critican sus desaciertos y por ende los ciudadanos tenemos que hablar entre líneas y con insinuaciones.

Desde este país donde los del poder no nos escuchan y lo que decimos los ciudadanos comunes se vuelve un monólogo constante o una letanía fúnebre porque la violencia y la impunidad no parecen aminorar.

Desde este país donde la mayoría de los ciudadanos somos invisibles a los ojos de los políticos, que sólo trabajan para buscar su beneficio personal y no el bien común.

Desde este país donde desde el poder se fabrican verdades absolutas atravesadas por un interés mezquino.

Desde este país donde vigilan constantemente a los periodistas que se vuelven incómodos para el sistema, porque son los únicos que saben hacer diligentes investigaciones que la PGR en su negligencia no es capaz de realizar.

Desde este país donde me tocó la vida, pero también la muerte.

Desde este país sólo pido sensibilidad. Si usted señor funcionario público, servidor público, pusiera en su pensamiento la palabra funcionario y funcionara para lo que dice que le pagan. Si usted servidor público pudiera servir con su trabajo al país, si tuviese un poco de sensibilidad desde el cargo en que esté, siendo presidente, jefe de gobierno, gobernador, senador, legislador, procurador de la nación, de algún estado, o del municipio que fuese. Si tuviese un poco de sensibilidad, podría entonces su cerebro sentir un poco de empatía con los ciudadanos que sufren, desde un trámite que debería ser simple si usted cumpliera con su trabajo, hasta la búsqueda de un desaparecido o la investigación de un crimen.

Si pudiera ser sensible señor empleado de la Procuraduría sabría que cada persona desaparecida o asesinada tiene una historia de vida, una familia que sufre, que siente angustia y dolor por la pérdida de su ser querido.

Hacer su trabajo ,aminoraría en algo esa angustia, porque le daría a las familias de los de los asesinados un poco de acompañamiento, y aunque nunca comprenderé qué es justicia después de que mi hija ha sido asesinada, si hace su trabajo y busca la verdad fundamentada en una investigación científica, podrá darle a las familias, un poco de consuelo y no tendría que pasarse los días en los medios de comunicación dando pésames falsos, ofreciendo disculpas obligadas, anunciando el pago de nimias indemnizaciones por no haber hecho bien su trabajo o renunciando obligatoriamente a su cargo, como quien abandona un barco que se hunde.

En este remolino de muertos que se ha vuelto el país, en este aire de cenizas de desaparecidos, entre este hatajo de malvados que se ostentan como autoridades, entre el hartazgo que ya ha alcanzado a muchos y los lleva al sinsentido, a la indiferencia, a la indolencia cómplice y criminal y se vuelven depredadores de sus semejantes ; aquí, alguien logra alzar la voz, y exige sólo lo que es nuestro derecho de los sin voz:

EL DERECHO A LA VERDAD, EL ACCESO A LA JUSTICIA , EL COMBATE A LA IMPUNIDAD, EL RESPETO A LA MEMORIA.

Entendemos que no hay verdades absolutas, pero no insulten nuestra inteligencia diciéndonos una mentira así nomás; sabemos que ustedes mienten, y queremos que acepten que han mentido. Y créanme, porque Uds. no piensen en nosotros, porque no les importe nuestra suerte, no desaparecemos, seguimos aquí, con nuestros muertos que siguen vivos en cada uno de nosotros.

Mirtha Luz Pérez Robledo (la madre, la mujer, la ciudadana)

Artistas ilegítimos (Una lectura estratégica de Para salir de lo postmoderno, de Henri Meschonnic) // Silvio Lang

El artista solo es artista en la medida en que, lejos de tener el arte detrás suyo, tiene delante de sí, un arte que todavía no existe. El artista es el único que no tiene el arte.

Henri Meschonnic

Aversión al cliché. Meter los clichés en una máquina trituradora para fabricar otra cosa. Extrudirlos con una bomba de metales para que salgan otras figuras. El cliché es lo que creés que te funciona y no ponés en cuestión. Desviar las ideas preconcebidas de todo funcionamiento que te impidan pensar y arrojarse a otro conjunto de experiencias del presente. “La inteligibilidad del presente es lo que está en juego, y la preparación del futuro”, escribe Henri Meschonnic, contra el consenso del pensamiento postmoderno.

Lo postmoderno es lo que ha reaccionado a la modernidad. La modernidad tiene que ver con la poética social. La poética es lo que perdimos y lo que está impensado para nosotros. La poética no es el arte poético y se opone al mito. Ni tiene reglas de composición ni está regulada por un código de interpretación. Una poética es la capacidad, siempre renovada, de ligar un estado de lengua y unas situaciones; un sentido con un afecto; un modo de ser con una institución y con una insubordinación; una manera de relacionarse con un modo de conocer; unos gestos y un tono físico con un bloque de espacio-tiempo; una voz con una historia subjetiva; unos cuerpos con un lenguaje… La poética es el continuo de las diferencias que pueblan una vida social.

O sea que la poética, que se aborda como teoría del arte y de la literatura, es un asunto crítico de la antropología, la filosofía, la sociología, el psicoanálisis, la economía y la política. Para Meschonnic, la poética es un “pensamiento de lo continuo”. Poética y modernidad van juntas. Porque la modernidad no es tanto una periodicidad de la producción cultural y artística, sino una cualidad del pensamiento y el funcionamiento de sus obras que han enfrentado el cerco del presente. El sujeto poético desborda el producto de una época gestada en la conciencia del sujeto normalizado, cuando critica sus funcionamientos y los historiza, e inventa a la vez otros posibles. Es por eso que toda poética es poética de una modernidad.

Nuestro trabajo artístico es la mutación de un sujeto a otro o, mejor aún, comenzar a pensar al sujeto clásico y único como transformación o subjetivación poética. Un modo de hacerse y desviarse a otra forma de vida, de trastornar y transformar la percepción de tu cuerpo y de tu sensualidad; del modo de conocer mundos, personas, saberes; de relacionarte con las prácticas y las posibilidades; de la manera de vivir la afectividad y hacer alianzas. Hay, para Meschonnic, un “pensamiento del continuo” porque la colonización del signo en todos los planos humanos ha hecho de la experiencia, de la política, del significado y del cuerpo un discontinuo. El signo porta un carácter teológico por su dosis de abstracción. Desensibiliza: sustrae al cuerpo del lenguaje, lo separa de la experiencia y de su capacidad de producir sentido sensible. El signo es la central de gestión de lo discontinuo en el capitalismo: desde la abstracción del dinero, las imágenes publicitarias y la conectividad virtual hasta las finanzas.

Sin embargo, el pensamiento de lo continuo apuesta por un ritmo: junturas singulares de los mil planos de nuestra existencia para que pasen por allí intensidades, ganas de vida. La modernidad es la actividad que trabaja en estos ritmos poéticos contra el orden discontinuo en oferta de la época. Un/a artista moderno/a trabaja no para soliviantar el orden ofertado del cerco del presente sino para desbordarlo con relaciones improbables, coherencias impensadas que abren un conjunto de posibles modos de vida.

Un/a artista moderno/a trabaja contra su época y no para adaptarse a ella. No es contemporáneo/a a la época ni a sus colegas. Vive de la alteridad y de lo múltiple, y no de la mismidad de la identidad, la marca y la imagen de sí. Sabe que es incompatible con el código de su contemporaneidad. Por eso está todo el tiempo creando las condiciones y el discurso de existencia de su lenguaje y su vida. Es un trabajo de historización constante para seguir con vida. Hay modernidades como hay historicidades: subjetivaciones corporales que insisten en existir desde su hartazgo y diferencia. Las modernidades de la modernidad son individuaciones críticas-invenciones. “Se trata de situarse como historicidad”, recalca Meschonnic, “de ver lo que cambia verdaderamente, y que hace a la ética y a la política de la poética”.

Mientras que lo postmoderno recicla y compagina los signos de la historia compatibles con la orden del día de la contemporaneidad, y se desentiende de la crítica de los modos de existencia, ¿cómo te situás en tu práctica hoy? Esa es la pregunta moderna. Lo demás es servidumbre a “las autoridades del momento”. Las prácticas poéticas artísticas no son opiniones sobre el mundo sino variaciones de intensidades subjetivantes que abren mundos: “practicar una disociación de ideas” preconcebidas que asuman las condiciones de posibilidad de invención de modos de vida desobedientes; comunidades provisorias haciéndose; performatividades colectivas.

Lo moderno se opone a lo contemporáneo, pero no a lo clásico. Lo contemporáneo es lo académico, que no es más que una “caricaturización” de las intensidades del presente. “El academicismo no cambia nada. Es lo que repite lo que ya fue hecho en su orden”, se define Meschonnic. El academicismo es la mismidad y cada modernidad cuenta con uno. Cuál es la historicidad y la especificidad de cada obra es una indagación ante la cual el academicismo se muestra nulo. Porque la alteridad no lo altera, sino que es objeto de su conquista. Como la propiedad privada, el academicismo vive del robo. El academicismo cultural de toda modernidad es indiferente a la especificidad subjetivante de las obras. No tiene una relación ética-sensible con las modernidades sino moral-reglamentaria.

Las modernidades se incrustan en la historia como operadores de transformación de los modos de individuación social. Incorporarse a un poema, a una forma del lenguaje, a una fisicalidad, a un uso del tiempo y del espacio, a una lógica de imaginación, es crítica e invención social de la poética moderna. Sin una aventura del pensamiento del cuerpo-lenguaje contra el mantenimiento del orden no hay invención posible. Ese pensamiento insurrecto explora una contra (nueva) coherencia de relacionarse con uno mismo, con los otros y con el mundo. Pero no tiene nada que ver con el saber: “El pensamiento es insoportable para el saber. El pensamiento es intempestivo, o no es. Es en lo único que es una aventura. De ahí su acompañamiento: “la risa de la teoría, la amistad, el compartir la aventura”, dice Meschonnic. “Pensar la sociedad por la poética” requiere de alianzas combativas: amistades o formas de vida interseccionadas que van juntas y ríen, porque hacen teoría y camino de lo que no saben.

¿Cuáles son tus alianzas? Es la otra pregunta de la modernidad. ¿Con qué y con quiénes gozás de lo desconocido? “La risa, la relación, aquí, con el placer de vivir este pensamiento, y de pensar este vivir, es una relación con el pensamiento”, nos dice el filósofo. Porque hay “una alegría del pensamiento intempestivo”. Esa alegría de la amistad fundada en el placer de “entrenarse en ver” juntos; “en oír todo lo que uno no sabe que se ve y se oye”. El lenguaje para Meschonnic es más una escucha que otra cosa; la actividad de reconocer diferencias y ritmarlas para hacernos otros. “El goce del ritmo. El goce de lo casi inescuchado. Que está ahí”.

Hay una identidad ilegítima en el/la artista moderno/a. No tiene derecho a existir en el territorio del orden académico y del mercado. Es un/a extranjero/a. “El extranjero no es solo el otro, es también el invisible, lo borrable borrado”. En tanto produce fuera-de-lugares está fuera-de-lugar. No combate por ocupar espacios, privilegios, reconocimiento, poder institucional sino por existir. Es decir, resiste a no ser borrado del mapa por su potencia intempestiva. Y existe creando bloques de espacio-tiempo que no existen aún. Trabaja por lo que está viniendo, no por lo que hay disponible en el mercado del arte ni con la reglamentación o codificación cultural de la época. Es un mestizo del tiempo: está en su presente y a la vez en un futuro imposible o en lo impotente de ese presente. Se desencadenan altas dosis de conflictividad entre lo contemporáneo y lo moderno que el/la artista saca a relucir y resulta insoportable para los otros y otras, y agotador para sí mismo/a. De este modo deviene “sujeto del poema”. Es decir, activa un proceso de subjetivación que transforma las relaciones con uno/a mismo/a y con los otros, corporal e intelectualmente.

Trabajar contra los clichés contemporáneos del postmodernismo que es deducción de producción de realidad del mercado global; pensar lo extranjero, lo que no se ha pensando aún; escuchar lo imperceptible; transformar la visión, los modos de decir, de leer y de oír; rechazar los modos actuales de representación; interseccionar poética y política con sus efectos éticos; conceptualizar el continuo de la experiencia de individuación que producen los funcionamientos de las obras de arte, son las principales acciones que Meschonnic compromete al “sujeto del poema” o a todo proceso de subjetivación moderna.

Por el sendero luminoso de David Viñas // Mariano Pacheco

De La luna con gatillo. Aquí el Facebook de lxs amigxs: La luna con gatillo

En 1964 David Viñas publica su disruptivo libro Literatura argentina y realidad política. De allí en más, ni la literatura, ni la historia, ni la crítica en Argentina se leerán del mismo modo. Es el mismo año en que José Luis Manguieri funda La rosa Blindada, emblemático proyecto político-editorial que toma el nombre del libro homónimo de poesía de 1936 escrito por Raúl Gozález Tuñón –nombrado “Director de honor” por el colectivo editorial– en homenaje a la insurrección masacrada de los mineros de Asturias, ocurrida en octubre de 1934. Desde hacía una década Viñas venía publicando novelas y un año antes había publicado ese magistral Manifiesto que figura en la solapa de su único libro de cuentos, Las malas costumbres (casi podría decirse que los cuentos acompañan la solapa, más que la solapa acompaña al libro). También había fundado y dirigido, junto a su hermano Ismael la emblemática revista Contorno (1953-1959), de la que participaron –entre otros– León Rozitchner y Adelaida Gigli. Revista que en su Nº 2, de 1954, rescata la figura de Roberto Arlt.

Tuñón y Artl, el legado y el parricidio.

Arlt murió joven, sin escuela y como un maldito entre los malditos. O en los bordes heréticos de las iglesias literarias. Tuñón, se sabe, apadrinó a Juan Gelman, y luego, al Cuarteto Cedrón.

Pero eso fue hace mucho. Antes de que todos los integrantes de este proyecto naciéramos. Antes de que el Río de la Plata se transformara en una marea de muertos sin sepultura, y antes de que el deseo revolucionario se extinguiera de nuestra sociedad. Lo que vino después es archi-conocido: la teoría de los dos demonios, el reconocimiento de militantes de la cultura de izquierda sólo en sus funciones de “poetas”, “periodistas” y “escritores”. Así y todo, personajes como los de Rodolfo Walsh, Francisco Urondo y Haroldo Conti no dejaron de acompañar a nuevas generaciones, pero más como figuras que como expresiones de proyectos estético-políticos a revisitar.

Cuando surgió este proyecto (primero “trinchera radiofónica”, luego también blog y ahora en búsquedas por diversificarse), elegimos el nombre de La luna con gatillo para rescatar a Tuñón de cierto olvido, para trazar genealogías que fueran más allá de los años 70 y para recordar (nos) que no siempre la política y la crítica de la cultura marcharon por caminos tan separados como en las últimas décadas.

Tuñón murió en 1974, pero Viñas nos acompañó hasta hace no tanto. De hecho hay quienes escriben en esta semana especial que le estamos dedicando –a siete años de su fallecimiento– que tuvimos la suerte de cruzarlo por ahí alguna vez, o entrevistarlo en algún bar de la calle Corrientes, o asistir a una de sus clases en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Por eso pensando en el programa de radio, y este portal web, tal vez podríamos haber pensado en titular este homenaje bajo el nombre de “Viñas, Tuñón, un sólo corazón”.

***

2018-

Como en el viejo zaping, pero ahora en youtube: Viñas, David Viñas, entrevistas. La lista de reproducción larga varias posibilidades. Ya las he visto todas, en distintos momentos, pero cada tanto –en alguna noche de desvelo como esta– suelo volver a mirar algunas.

1995-

Viñas participa de una charla en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata. Gente sentada en sillas, muchas pibas y pibes jóvenes sentados en el suelo. Numerosos carteles colgados con rostros de otros jóvenes, pero de 20 años atrás. Están desaparecidos, entonces y ahora. Tal vez alguno haya aparecido (su cadáver en realidad) producto del trabajo realizado por el Equipo Argentino de Antropología Forense. No lo sabemos. Lo que sí sabemos, porque ha quedado registrado en una cámara filmadora, es que Viñas liga el rostro de esos militantes con los de sus hijos, también desaparecidos por el Terrorismo de Estado. David nombra a María y Lorenzo Ismael Viñas y luego a Víctor Choque.

¿Quién se acuerda de Víctor? De Cabezas muchos. Es que José Luis era fotógrafo, y su nombre fue mencionado durante mucho tiempo, cada día, en los noticieros de Canal 13. “No se olviden, de José Luis Cabezas”, repetía a diario Santo Biassatti con rostro adusto. Pero de Víctor no. Se olvidaron rápido los medios hegemónicos. Pero entonces Viñas lo recordó. Había muerto hacía poco de todos modos. Y David lo puso en serie con sus hijos detenidos-desaparecidos durante la última dictadura cívico-militar. ¿Hizo mal? Poco importa. Lo que importa es su coherencia.

Víctor Choque fue un obrero de la construcción, salteño, asesinado en Ushuaia el 12 de abril de 1995, justo dos años antes de que Teresa Rodríguez fuera asesinada cuando pasaba por las cercanías de un piquete en Cutral Có. Son los años cínicos, los años del Menemato, según supo tempranamente caracterizar, y nombrar, David Viñas, el hombre que desde la literatura y la crítica argentina había trazado un hilo invisible entre los indios, los gauchos, los cabecitas negra, los subversivos, es decir, entre todos aquellos asesinados por esa “constante con variaciones” que fue la “violencia oligárquica” en Argentina. Estamos en ejercicio de la memoria, insiste David. Y recuerda también a los fusilados en la Patagonia Rebelde en los años 20; a los fusilados en José León Suárez, a mediados de los años 50 y a los asesinados durante el Cordobazo, ya finalizando los años sesenta. Todas secuencias del siglo XX.

2017-

Releo un libro de Viñas, tras haber realizado un ejercicio viñesco: leer con atención el diario La Nación. Luego escribo:

Fines de la década del ‘50 del siglo XX: Viñas escribe Los dueños de la tierra. Fines de la década del ‘90 del siglo XIX. David sitúa el inicio del relato de su novela. Dos personajes discuten sobre “la mejor manera de cazar indios”. “Como si fueran guanacos o cualquier cosa”, dice uno. Porque “matar era como violar a alguien. Algo bueno”, comenta otro. El relato avanza, y las frases pronunciadas resuenan desde el fondo de la historia en esta cruda realidad del siglo XXI. “¿Nosotros venimos aquí a divertirnos o qué?”.

El interrogante es del libro de Viñas, no de la actual “Revolución de la alegría”, que a través de la Gendarmería Nacional ha detenido-desaparecido al joven trabajador de la economía popular Santiago Maldonado.

Meses después aparecerá el cadáver de Maldonado flotando sobre un río. Nuevas operaciones mediáticas, políticas, judiciales. El veredicto final determina que Santiago se ahogó mientras cruzaba el río, sin padecer su cuerpo violencia previa. Para muchos la prueba de que seguimos en democracia. Ergo: ya no se cometen delitos de lesa humanidad. Para otros tantos la autopsia no cambia algo sustancial: Maldonado escapaba de una represión (ilegal), desatada por Gendarmería Nacional. El artesano estaba en el sur del país junto a la comunidad mapuche que resiste el avance represivo del Estado argentino que ahora toma la Ley Antiterrorista aprobada durante el anterior gobierno para “inventarse” ese nuevo enemigo público. Ese mismo Estado que casi un siglo y medio atrás recorrió similares latitudes en una campaña que denominó del desierto, pero resulta que ese desierto lo habitaban los indios, tan condenados entonces como hoy.

Era famoso en toda esa parte de la Patagonia. Bond. Y cuando esos animales -o lo que fuera- caían, él los golpeaba hasta que agacharan la cabeza, no miraban más y quedaban completamente oscurecidos como su propia piel, leo en la novela de Viñas, quien agrega: lo que molestara tenía que ser eliminado.

Las mismas tierras patagónicas en donde semanas después, en una nueva represión a las comunidades mapuches, la Prefectura Nacional asesina a Facundo Nahuel, otro joven de la economía popular (menos reivindicable por nuestras bellas almas progresistas, al parecer, porque no era blanquito y capitalino como Maldonado): las mismas latitudes en donde hace casi un siglo atrás el Estado exterminaba trabajadores criollos, de Argentina y de Chile, y también, inmigrantes. Esos que le habían salido como tiro por la culata en los planes de Don Faustino, el Sarmiento que había promocionado que pobláramos el “desierto” con gente de bien, europeos, no negros de mierda –como ahora– venidos de países cercanos, o de tierra tan lejanas que no sabemos ni ubicar en el mapa. Entonces vinieron europeos, sí, pero resulta que esa gente de bien no era tan de bien, al parecer. Eran anarquistas, hombres y mujeres de espíritu libertario, no iguales pero parecidos a los gauchos e indios que en malones y montoneras se habían resistido a la captura operada por el Estado en su búsqueda por transformarlos en ciudadanos de la república burguesa, es decir, en fuerza productiva para el capital.

2018-

Sigo viendo videos. Los años van variando, la actitud de Viñas no. Aparece más joven o más viejo, siempre con bigotes, voz decidida, intervenciones punzantes.

Viñas con cincuenta y pico, durante el exilio mexicano; Viñas viejito ya, más de ochenta años, meses antes de morir, contando que está metido en un proyecto para fundar una nueva revista sobre temas latinaomericanos. Lamenta que en Argentina no exista ninguna biblioteca donde poder investigar seriamente sobre literatura Latinoamericana.

Viñas cultiva siempre la incomodidad como posición existencial.

David ya es una gran figura ampliamente reconocida y con trayectoria en el campo cultural argentino; ya rechazó unos años antes la beca Guggenheim; ya se le reconoce el mérito de haber acuñado el concepto de menemato; ya fue candidato a intendente de la ciudad de Buenos Aires por una lista de izquierda. Tiene setenta años y va a participar de una mesa sobre “intelectuales y política” del programa Los 7 locos, que se emite por la televisión pública. Un breve extracto de ese programa se hizo luego famoso, hace poco, porque Beatriz Sarlo se indigna en un momento y se va. El extracto se viralizó bajo el nombre de “El antecedente de Conmigo no Barone”, pero lo sustancioso de la intervención de Viñas no está allí, sino en el track de 15 minutos (que compartimos al final de esta nota). Es 1995, mitad de la “década perdida”, la “segunda década infame” o quieran llamar a ese doble mandato de Carlos Saúl Menem en la presidencia de la Nación. Viñas, impoluto, les dice en la cara todo lo que les tiene que decir a quienes comparten mesa con él. No se ruboriza, no se acobarda, no da tregua ni hace concesiones. Es un buen ejemplo de cómo debería entender un intelectual crítico que tiene que posicionarse frente a una cámara de televisión.

 

Viñas aclara que se debe distinguir entre intelectuales críticos y sumisos. Es interrumpido por la conductora, que le dice que no cree haber invitado gente sumisa a su programa. Y Viñas vuelve a la carga, e insiste en que se siente abrumado por la presencia de tantos funcionarios. Hace un paréntesis a su alocución para señalar que en un lugar llamado Los siete locos la escenografía está compuesta por personas a las que les falta la cabeza, cuando la locura tiene que ver con la cabeza y no con los pies. Todas parejas heterosexuales, remarca (yo que participo activamente en la homosexualidad me siento discriminado). La conductora intenta conciliar, pero Viñas insiste en que no se reconoce como colega de quienes están en esa mesa, algunos de los cuales han pasado del menemato a la Alianza. Y recuerda que a mayor riesgo de crítica, mayor riesgo de sanción. Cita los nombres de Rodolfo Walsh, de Silvio Frondizi y de John Willian Cooke. La conductora se impacienta. Viñas no retrocede. Rescata su derecho a definirse por la discrepancia. ¿Nada más?, lo increpa la conductora. Y nada menos, agrega Viñas, quien remata: decir No es empezar a pensar.

El video sigue. Haga una pausa y me levanto a buscar ese libro que publicó cuatro décadas antes de asistir a ese set televisivo. Releo Los dueños de la tierra y encuentro esas líneas que había ido a buscar; esa frase que tanto me gusta y que pongo en serie con sus dichos en Los siete locos para cerrar esta nota de homenaje al gran intelectual irreverente. Extracto de su novela de 1957 que dice así:

Y era bueno poder ver a los enemigos, si hasta era saludable poderlos odiar enteramente, como un ojo mira redondamente a un blanco. Es que ese odio sí que se lo sentía con de esa forma total, resultaba placentero, no incomoda, llenaba el cuerpo y lo sostenía a uno. Hasta adquirían importancia y su verdadero valor los enemigos y uno se definía a partir de ellos. “No” a lo que comen, “no” a lo que leen, “no” a lo que tienen metido en la cabeza…–le había dicho Yuda.

 

Altos niveles de empatía: la paternidad de presencia // Entrevista a Agustin J. Valle

Fuente: LA LIBRE

A comienzos de marzo salió de imprenta Cachorro, Breve tratado de filosofía paterna, de Agustín J. Valle. Editado por Hekht, este libro es “una indagación poética con curiosidad ensayística sobre la fenomenología bebítica, una indagación lírica habilitada por una perspectiva de la paternidad antipatriarcal”. Aquí las Ranas entrevistan a Valle ante este nuevo acontecimiento libril.

¿Cómo surge el libro?

Estaba con mi hijito recién nacido, e incluso antes en la espera, en esa suspensión del tiempo normal que implica el nacimiento -aunque no siempre, porque hay mucha industria o técnica para reinsertar en la normalidad tamaño acontecimiento. En ese limbo uterino, que suspende las urgencias, la distribución de los valores, las obsesiones naturalizadas del deseo, y también por la lectura de un par de dos textos: La cosa y la cruz de León Rozitchner y Mi hijode Rafael Barrett, empecé a observar desde el lugar de inocencia que el acontecimiento me permitió, la escena del bebé recién nacido. Los primeros trazos vinculares, su reacción a la vibración de la voz, la escena del amamantamiento…

El primer hallazgo fue el de la mirada a los ojos durante el amamantamiento, una acción que me pareció esencial, incluso por encima del acto nutricio. A partir de ahí, gracias a esas lecturas y esa atmósfera antinormalizante del acontecimiento bebítico,  fui encontrando una experiencia de conocimiento irremplazable. Mirar y acompañar de cerca el crecimiento de un bebé que tanto nos muestra de nosotros mismos, porque nosotros también somos bebés que crecieron.

¿Qué son estas otras masculinidades a las que hacés referencia en el libro?

Estamos viviendo un acontecimiento histórico, un desplazamiento, para el cual no hay guion establecido. Este desplazamiento tiene que abrir, no solo la posibilidad de crítica a estas masculinidades violentas, sino también la posibilidad de contar masculinidades que se puedan afirmar, que no tengan vergüenza de sus fortalezas, porque violencia y fortaleza no son lo mismo. No sabemos bien cómo son esas masculinidades, hay que investigarlas.

Una de las líneas de investigación, de experimentación de estas masculinidades nuevas consiste en la paternidad de cercanía, en la paternidad de presencia. Estas son las primeras generaciones en las que es tan masivo que ambos trabajen. Y de hecho fue también eso lo que hizo a la escritura del libro. Cuando la mamá de mi hijo empezó a trabajar a los seis meses, yo me quedaba muchos días enteros con él y en el momento de su siesta me iba a la terraza de mi casa a tratar de registrar lo que más me había sorprendido, de lo que había visto en ese momento.

En el libro empezás desarmando la frase “Ya vas a ver cuando venga tu padre”.  Esto ¿era algo que solías escuchar de chico?

No recuerdo, es probable. Pero es un lugar común, algo que nos toca a todos, un punto sensible instalado en todos aún sin haberlo experimentado en la biografía individual, es algo común de la cultura. El hecho de que el padre porta la ley, de que no está porque está trabajando, de que lo doméstico es de la mujer y de los niñxs y que la realidad la instaura el padre portador de ley cuando llega. Que es el nexo entre lo social, el orden cívico, y ese mundo doméstico que todavía guarda algo de ensoñado.

Todo nuestro mundo entra en revisión…

Mis propios parámetros y criterios, la relación con el sentido común dominante y con las formas de vida que vienen dadas por inercia. Todo entra en revisión, la llegada de un bebé o bien refirma la adhesión a la normalidad (“lo que hay que hacer”), o bien se acepta las preguntas que trae sobre cómo vivir. La relación entre vida privada y vida pública, cuánto se comparte y cuanto es cerrado, la distribución del tiempo, el vínculo con la calle, la sacralización del trabajo, la implicación política, la alimentación… ¿Qué significa alimentarse? O ¿contratamos una empleada doméstica ahora que laburamos y somos papás y mamás? o ¿trabajamos menos? ¿Trabajamos más porque necesitamos más plata? ¿Lo mandamos lo antes o lo más tarde posible al jardín? Cosas simples pero densas. El guión de la vida mercantil usa al bebé como excusa, entonces se toman decisiones como dejar un berretín porque ahora tengo un hijo… Y en realidad el bebé no pidió nada, ni que renuncies ni que hagas nada; solo presencia y amor. La pregunta por las paternidades alternativas no se puede separar de la pregunta sobre nuestros propios modos de vida, nuestros deseos, aspiraciones, valores….

La creciente igualdad de género cuenta con mutaciones que son de un aire liberador del modelo de varón patriarcal. ¿En qué sentís que los libera?

Nos libera de esa  posición de poder que es un mandato para los hombres. Nos invita a poder desear tranquilo, desear sin violencia (o sin violencia unilateral, porque seguramente un especialista en deseo puede demostrar que el deseo en cierto sentido siempre implica una cierta violencia…). El movimiento por la igualdad de género invita a pensar un deseo más sano, más alegre, más placentero, intenso, fuerte, más vital; un deseo sin vestigio de odio por lo deseado. Invita a correrse progresivamente de aquel lugar de padre ausente que porta la ley, que se apoya en que su palabra es Ley, que lleva la marca de la gorra, es liberador. El viejo Padre, el padre viejo, tenía como potestad distintiva que su palabra era la Ley, y por eso guardaba una cierta distancia corporal sensible con el crío. Es muy liberador poder acceder a esa cercanía, a ese roce sostenido con el cachorro, un tipo de rol paterno-varonil que aún no tiene nombre, aún no sabemos cómo llamar a la paternidad presente, a ese presentismo paterno.

¿De qué naturaleza son las cosas que nos enseña el bebé?

El bebé enseña cosas sobre la naturaleza humana y por lo tanto lo que muestra dialoga con la filosofía política, en sentido amplio. En relación cómo se organiza el deseo, la atención, el aprendizaje, el placer y el miedo; en relación a la concepción misma del sujeto, o a la naturaliza de la empatía. Para el bebé conocerse a sí y conocer las cosas son inseparables. Los bebés refutan la condición liberal del individuo insular, del yo como sustrato último de la subjetividad, el bebé lo refuta. La subjetividad nace en la medida de que hay otro que te está mirando, nace como un nosotros. Aparte otro que te está mirando con la parte menos prescriptiva del cuerpo, que son las pupilas, las que menos mandatos tienen.

Nosotros somos bebés que crecieron, que mutaron, y los bebés nos enseñan cosas sobre el estatuto de las palabras y el lenguaje, cómo el lenguaje y las palabras se inscriben en el cuerpo primariamente como algo que forma parte de la corporalidad sensible, y no del régimen abstracto y superior. O enseñan la naturaleza primaria del juego, cuando nos damos cuenta de que los juguetes sirven sobre todo para que el bebé no juegue con “otras cosas”. El hecho de que hayas juguetes consagrados a la diversión, al goce, al disfrute, sirve para forzar una renuncia a a tener un vínculo lúdico y de experimentación general y abierta con la existencia. O enseñan también el hecho de que el esfuerzo no necesita de la obligación, de un régimen de obligatoriedad para existir. El nene aprende a caminar, que es un gran esfuerzo, con una especie de curiosidad natural sobre sus propias potencias. Y no es porque tenía la meta finalista de caminar o porque sea algo sagrado que había que conseguir.

La importancia de deconstruir la paternidad…

Es importante deconstruir la paternidad porque la paternidad de distancia, la del padre castrador, es el primer operador de la inscripción de la ley y del mandato de lo abstracto y del deber en la subjetividad. Se inscribe lo abstracto, lo distante, la obediencia, el deber. Y la discusión sobre el fundamento del poder. Porque el poder del padre no tiene otra justificación que el poder del padre. Del mismo modo que el poder del dinero y el poder de la ley no tienen otra justificación que el poder del dinero y el poder de la ley. En ningún lugar está escrito que hay que obedecer la ley, la ley lo presupone. El trasfondo es una relación de fuerza, la ley presupone su obligatoriedad, enuncia el conjunto de las obligaciones. El carácter arbitrario de la ley se naturaliza primeramente en esa figura del padre castrador, donde lo que hace es poner límites, instalar lo que no, con lo que no se juega y lo que sí se debe (cosas que en una paternidad presentista pueden hacerse, pero son laterales, accesorias). Y esto instala el deber y esto prepara a los sujetos para la condición deudora, siendo la deuda acaso el mecanismo de sujeción contemporáneo más importante.

Pero además es un problema para los varones padres, a quienes se nos instala que hay algo más importante que perder el tiempo en esa escena doméstica babosa con el bebé, que es la esfera de la producción, la esfera económica y de reconocimiento, de modo que nos vemos empujados a menospreciar (aún con tristeza y sin quererlo, es decir de hecho) una escena de amorosidad y alegría inmediata por una de miedo, esperanza esclavista y competitividad…

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 Cachorro – contratapa

¿Cómo son las masculinidades necesarias para los nuevos modos de vida igualitarios? ¿De qué modo pueden los varones ser afirmativos y estar presentes en esos modos, sin reproducir la antigua asimetría? No lo sabemos bien, no estamos segurxs, erramos, seguimos. Pero los cachorros están acá y exigen que hagamos. En este libro se intuye que si se los observa bien, ellos sugieren senderos, los muestran como se muestra la vida: modesta, contundente, desprejuiciada, fértil, excesiva. Reinventar la mirada para estar al ras del suelo.

Agustín J. Valle

Nació en Buenos Aires en 1981. Entró a estudiar Historia en la UBA pero era 2001 y dejó. Aprendió con Ignacio Lewkowicz hasta su muerte. Después estudió filosofía política con Diego Sztulwark. Participó del Colectivo Inmediato, de pensamiento y escritura, del ciclo de lecturas Ensayos en Vivo y su sello artesanal Ensayos de Libro. Es autor de “Solo las cosas, notas de subjetividad mediática y crónicas de naturaleza urbana” y de la plaqueta “Notas de montaña” (ambos en EEL); es coautor de “A quién le importa. Biografía política de Patricio Rey” (Tinta Limón); “De pies a cabeza, ensayos de fútbol” (Interzona); “Nueva autoayuda, por un sueño latinoamericano” (Kier): “Mirate esta. Cartas de películas” (EEL). También colaboro con artículos en varios libros; escribió en medios gráficos y hace un micro en radio La Tribu sobre cultura y política. Es profesor en la Diplomatura en Gestión Educativa y coordina el seminario Subjetividades Mediáticas y Educación, en FLACSO Argentina.

Presentación viernes 20 de abril en Nivangio (Boedo) 

Nuestro Marx // Antonio Gramsci

¿Somos marxistas? ¿Existen marxistas? Tú sola, estupidez, eres eterna. Esa cuestión resucitará probablemente estos días, con ocasión del centenario, y consumirá ríos de tinta y de estulticia. La vana cháchara y el bizantinismo son herencia inmarcesible de los hombres. Marx no ha escrito un credillo, no es un mesías que hubiera dejado una ristra de parábolas cargadas de imperativos categóricos, de normas indiscutibles, absolutas, fuera de las categorías del tiempo y del espacio. Su único imperativo categórico, su única norma es: «Proletarios de todo el mundo, uníos». Por tanto, la discriminación entre marxistas y no marxistas tendría que consistir en el deber de la organización y la propaganda, en el deber de organizarse y asociarse. Demasiado y demasiado poco: ¿quién no sería marxista?

Y, sin embargo, así son las cosas: todos son un poco marxistas sin saberlo. Marx ha sido grande y su acción ha sido fecunda no porque haya inventado a partir de la nada, no por haber engendrado con su fantasía una original visión de la historia, sino porque con él lo fragmentario, lo irrealizado, lo inmaduro, se ha hecho madurez, sistema, conciencia. Su conciencia personal puede convertirse en la de todos, y es ya la de muchos; por eso Marx no es sólo un científico, sino también un hombre de acción; es grande y fecundo en la acción igual que en el pensamiento, y sus libros han transformado el mundo así como han trasformado el pensamiento.

Marx significa la entrada de la inteligencia en la historia de la humanidad, significa el reino de la conciencia.

Su obra cae precisamente en el mismo período en que se desarrolla la gran batalla entre Tomás Carlyle y Heriberto Spencer acerca de la función del hombre en la historia.

Carlyle: el héroe, la gran individualidad, mística síntesis de una comunión espiritual, que conduce los destinos de la humanidad hacia orillas desconocidas, evanescentes en el quimérico país de la perfección y de la santidad.

Spencer: la naturaleza, la evolución, abstracción mecánica e inanimada. El hombre: átomo de un organismo natural que obedece a una ley abstracta como tal, pero que se hace concreta históricamente en los individuos: la utilidad inmediata.

Marx se sitúa en la historia con el sólido aplomo de un gigante: no es un místico ni un metafísico positivista; es un historiador, un intérprete de los documentos del pasado, pero de todos los documentos, no sólo de una parte de ellos.

Este era el defecto intrínseco a las historias, a las investigaciones acerca de los acaecimientos humanos: el no examinar ni tener en cuenta más que una parte de los documentos. Y esa parte se escogía no por la voluntad histórica, sino por el prejuicio partidista, que lo sigue siendo aunque sea inconsciente y de buena fe. Las investigaciones no tenían como objetivo la verdad, la exactitud, la reconstrucción íntegra de la vida del pasado, sino la acentuación de una determinada actividad, la valoración de una tesis apriórica. La historia era dominio exclusivo de las ideas. El hombre se consideraba como espíritu, como conciencia pura. De esa concepción se derivaban dos consecuencias erróneas: las ideas acentuadas eran a menudo arbitrarias, ficticias. Y los hechos a los que se daba importancia eran anécdota, no historia. Si a pesar de todo se escribió historia, en el real sentido de la palabra, ello se debió a la intuición genial de algunos individuos, no a una actividad científica sistemática y consciente.

Con Marx la historia sigue siendo dominio de las ideas, del espíritu, de la actividad consciente de los individuos aislados o asociados. Pero las ideas, el espíritu, se realizan, pierden su arbitrariedad, no son ya ficticias abstracciones religiosas o sociológicas. La sustancia que cobran se encuentra en la economía, en la actividad práctica, en los sistemas y las relaciones de producción y de cambio. La historia como acaecimiento es pura actividad práctica (económica y moral). Una idea se realiza no en cuanto lógicamente coherente con la verdad pura, con la humanidad pura (la cual no existe sino como programa, como finalidad ética general de los hombres), sino en cuanto encuentra en la realidad económica justificación, instrumento para afirmarse. Para conocer con exactitud cuáles son los objetivos históricos de un país, de una sociedad, de un grupo, lo que importa ante todo es conocer cuáles son los sistemas y las relaciones de producción y cambio de aquel país, de aquella sociedad. Sin ese conocimiento es perfectamente posible redactar monografías parciales, disertaciones útiles para la historia de la cultura, y se captarán reflejos secundarios, consecuencias lejanas; pero no se hará historia, la actividad práctica no quedará explícita con toda su sólida compacidad.

Caen los ídolos de sus altares y las divinidades ven cómo se disipan las nubes de incienso oloroso. El hombre cobra conciencia de la realidad objetiva, se apodera del secreto que impulsa la sucesión real de los acaecimientos. El hombre se conoce a sí mismo, sabe cuánto puede valer su voluntad individual y cómo puede llegar a ser potente si, obedeciendo, disciplinándose a la necesidad, acaba por dominar la necesidad misma identificándola con sus fines. ¿Quién se conoce a sí mismo? No el hombre en general, sino el que sufre el yugo de la necesidad. La búsqueda de la sustancia histórica, el fijarla en el sistema y en las relaciones de producción y cambio, permite descubrir que la sociedad de los hombres está dividida en dos clases. La clase que posee el instrumento de producción se conoce ya necesariamente a sí misma, tiene conciencia, aunque sea confusa y fragmentaria, de su potencia y de su misión. Tiene fines individuales y los realiza a través de su organización, fríamente, objetivamente, sin preocuparse de si su camino está empedrado con cuerpos extenuados por el hambre o con los cadáveres de los campos de batalla.

La comprensión de la real causalidad histórica tiene valor de revelación para la otra clase, se convierte en principio de orden para el ilimitado rebaño sin pastor. La grey consigue conciencia de sí misma, de la tarea que tiene que realizar actualmente para que la otra clase se afirme, toma conciencia de que sus fines individuales quedarán en mera arbitrariedad, en pura palabra, en veleidad vacía y enfática mientras no disponga de los instrumentos, mientras la veleidad no se convierta en voluntad.

¿Voluntarismo? Esa palabra no significa nada, o se utiliza en el sentido de arbitrariedad. Desde el punto de vista marxista, voluntad significa conciencia de la finalidad, lo cual quiere decir, a su vez, noción exacta de la potencia que se tiene y de los medios para expresarla en la acción. Significa, por tanto, en primer lugar, distinción, identificación de la clase, vida política independiente de la de la otra clase, organización compacta y disciplinada a los fines específicos propios, sin desviaciones ni vacilaciones. Significa impulso rectilíneo hasta el objetivo máximo, sin excursiones por los verdes prados de la cordial fraternidad, enternecidos por las verdes hierbecillas y por las blandas declaraciones de estima y amor.

Pero la expresión «desde el punto de vista marxista» era superflua, y hasta puede producir equívocos e inundaciones fatuamente palabreras. Marxistas, desde un punto de vista marxista…: todas expresiones desgastadas como monedas que hubieran pasado por demasiadas manos.

Carlos Marx es para nosotros maestro de vida espiritual y moral, no pastor con báculo. Es estimulador de las perezas mentales, es el que despierta las buenas energías dormidas que hay que despertar para la buena batalla. Es un ejemplo de trabajo intenso y tenaz para conseguir la clara honradez de las ideas, la sólida cultura necesaria para no hablar vacuamente de abstracciones. Es bloque monolítico de humanidad que sabe y piensa, que no se contempla la lengua al hablar, ni se pone la mano en el corazón para sentir, sino que construye silogismos de hierro que aferran la realidad en su esencia y la dominan, que penetran en los cerebros, disuelven las sedimentaciones del prejuicio y la idea fija y robustecen el carácter moral.

Carlos Marx no es para nosotros ni el infante que gime en la cuna ni el barbudo terror de los sacristanes. No es ninguno de los episodios anecdóticos de su biografía, ningún gesto brillante o grosero de su exterior animalidad humana. Es un vasto y sereno cerebro que piensa, un momento singular de la laboriosa, secular, búsqueda que realiza la humanidad por conseguir conciencia de su ser y su cambio, para captar el ritmo misterioso de la historia y disipar su misterio, para ser más fuerte en el pensar y en el hacer. Es una parte necesaria e integrante de nuestro espíritu, que no sería lo que es si Marx no hubiera vivido, pensado, arrancado chispas de luz con el choque de sus pasiones y de sus ideas, de sus miserias y de sus ideales.

Glorificando a Carlos Marx en el centenario de su nacimiento, el proletariado internacional se glorifica a sí mismo, glorifica su fuerza consciente, el dinamismo de su agresividad conquistadora que va desquiciando el dominio del privilegio y se prepara para la lucha final que coronará todos los esfuerzos y todos los sacrificios.

(Publicado en Italia el 4 de mayo de 1918 en el periódico EL GRITO DEL PUEBLO)

El problema de los argentinos (y las argentinas). Relato dedicado a Facundo Burgo Ferreyra // Mariano Pacheco

No era un “inocentón”, no. Era un niño.

“Nuestras bellas almas son racistas”

Jean Paul Sartre

El problema son los choros. Y los ñoquis. Sí. Ahora. Ahora el problema son los choros y los ñoquis. Los ñoquis y los vagos. Los que piden monedas. Los trapitos. Los que venden estampitas. Que venden, va. Que te extorsionan con la imagen de un santo. O de la Virgen. Virgen deberían ser esas chicas. Esas mugrosas. ¡Que vayan a laburar! El problema es que no quieren laburar. Les das un trapo de piso y salen corriendo. Que se van a poner a limpiar. Igual hay que tener cuidado. Le das la mano y te toman el codo. Le abrís la puerta de tu casa y te roban. Las negras siempre roban. Te roban tu casa. Y si te descuidas te roban el marido. O te lo toman prestado. No te lo sacan del todo. Te lo llevan por un rato. Las negras se calientas con los tipos de guita. Se hacen la croqueta. Se piensan que ellas también serán como las negras de las novelas: lograr que un tipo lindo y de guita se enamore de ellas. Pero eso sólo se ve en las pantallas. Y las negras no son negras. Son blancas que actúan de negras. De provincianas. Igual también están los blanquitos que son negros de alma. Los que salen a la calle a hacer quilombo. Porque le dicen protesta pero es hacer quilombo. Una cosa es salir con una olla y una cuchara, como puede hacer una de nosotras, que se yo, a hacer un poco de ruido, y otra cosa es cortar una calle. Prender fuego. Los tipos sin remeras, todos sudados. ¡Que vayan a la-bu-rar! Pero que van a laburar estos… Queres un electricista y no hay. Querés un plomero, y no hay. Queres uno que te destape el baño al menos, tampoco hay. Siempre tienen otros trabajos “pendientes”, te dicen. Por una pendiente habría que tirar a todos esos negros de mierda. Y a las negras. Solo salen a pedir. O a “protestar”, como le dicen. Las minas llenas de críos alrededor. Claro, por unos mangos que les llueva de arriba las negras ya van y tiene hijos. No uno o dos. O tres. ¡No! ¡Un montón! Las negras se llenan de críos. Y de perros. Y de gatos. Se creen que todavía están esos ranchos del interior de donde vienen. Pero no. Están en la ciudad. Pero bueno. Esto no es de ahora. Antes también. Los negros se hacían los cocoritos en la época de la yegua. Decí que se murió. La mató el cáncer. Decí, que sino alguien igual la habría matado, a ese macho con polleras. Hubo blancos también igual he… Blancos que eran negros de alma. Nenes de mamá contaminados por los negros. Se hacían los héroes metiéndose en la guerrilla. Decí que los mataron a todos. Bueno, no. A todos no. A casi todos. Si los hubiesen matado a todos la cosa se habría terminado. Pero no se terminó. Los negros son así: se multiplican. ¡Otra que los panes de Cristo! Los panes, la harina y la grasa. Este país está lleno de grasa. Otra que tortafritas. Una torta de tortafritas se puede hacer con tanta grasa. Una gran torta. Este país está lleno de tortas. Y de putos. Sí, si ahora hasta se pueden casar. Y tener hijos. Y andar mostrando obscenidades por ahí. El otro día salí de casa y me topé con dos tortas de la mano, caminando como si nada. Y dos putos dándose un beso en medio de la plaza. Mirá si los ven los nenes. ¡Qué degenerados! Pero así estamos: rodeados de putos, de tortas, de cirujas, de negros, de grasas, de ñoquis. ¡Se podría poner un supermercado con todo eso! Pero no. Ni siquiera. Porque ni un negocio como se debe se puede tener en este país. Porque vienen las bolivianas y se te sientan a vender cosas en la puerta. Todo el día ahí sentadas las peruanas. Peruanas no. Bolivianas. Bueno, no sé, es lo mismo. Las negras esas olorientas. Y sus maridos. ¡Qué olor tienen esos tipos! Y sí. Habría que hacer un supermercado con toda esa grasa disponible. O no: se los podría sacar de la Villa y meterlos… En una gran villa. Sí. Pero todos juntos. Los negros, las negras, las tortas, los putos, los peruanos, las indias, las bolitas, los choritos, los que protestan, todos. Meterlos a todos en una villa y prenderla fuego. Para no andar gastando balas en matarlos de a uno. Y sí, que pase un avión y los rocíe de nafta y los mate a todos. Y a todas. De una vez. De una puta vez. A ver si así se dejan de joder…

Meschonnic y las micropolíticas // Diego Sztulwark

(Sobre Spinoza, poema de pensamiento[1])

I.

Los textos de Henri Meschonnic afirman una política del poema y de la traducción. Esa política concierne al lenguaje y a su potencia de transformación: a una interacción entre lenguaje, ética y política capaz de crear modos de vida.

Esa actividad concierne al sujeto del poema, que es diferente al sujeto del psicoanálisis o al de la filosofía (pero también al del “amor” a la poesía). El sujeto del poema se singulariza en la oralidad: carga al signo con las fuerzas del cuerpo e introduce afectos en los conceptos. En todo “nominalismo de los vivos” hay sujeto de poema. También lo hay en la risa ética de la teoría, que no es sino una reflexión sobre aquello que aún no sabemos. El sujeto del poema subjetiva el lenguaje contra el orden, transformando y transformándose: inventando vida virtuosa.

Esta política depende de una crítica; de una crítica del ritmo al signo. Del ritmo, sí, que es rastro del cuerpo en el lenguaje. Significante mayor: marca de las fuerzas que animan y hacen decir a las palabras. La crítica del ritmo se rebela contra el reino del signo autonomizado; contra el modo en el que el signo, separado, se vuelve borrante del cuerpo.

Crítica es guerra, sí: pero no polémica. Porque no se trata de vencer, sino de historizar, de mostrar funcionamientos y de inventar. Crítica del genio de la lengua (sea el hebreo o el griego, el alemán o el francés). Crítica del saber interpretativo que extrae sentido de la letra y la palabra. Crítica, en definitiva, del puro signo. Del modo en que el signo puro semiotiza lo social. Crítica de lo teológico político. Del modo en el que lo “semio” (signo espiritualizado) comanda el sentido.

Crítica y política constituyen el territorio de encuentro de Meschonnic con Spinoza en un bellísimo libro que Hugo Savino está terminando de traducir y que presentaremos en breve en Buenos Aires: Spinoza, poema de pensamiento.

II.

Meschonnic corta cabezas a mansalva. Es el escándalo mismo: un poeta masacrando filósofos. Roza lo insoportable. ¿Qué ve este poeta serial en Spinoza? Un antídoto contra la filosofía: el Lado Spinoza de la vida como antídoto contra el Lado Descartes (o el Lado Hegel) de la vida. Que es como decir: Lado Inmanencia contra Lado Trascendencia. Lado Natura (de la radical historización) contra Lado Teológico (en el que se funden lo sagrado, lo divino y lo religioso).

Spinoza como poema de pensamiento es una cima desde la cual reprocharle a la filosofía académica su tentativa por hacer del spinozismo un sistema explicativo, de hacer de Spinoza un hecho pedagógico; y a los intelectuales “comprometidos” (pero también a los estetizantes) por haber cedido a la separación entre política y lenguaje: política sin poema y lenguaje despolitizado son fórmulas de retorno a la heterogeneidad de las categorías de la razón, de inmersión en lo abstracto y de pérdida de potencia de transformación.

Meschonnic encuentra poema de pensamiento en el funcionamiento del lenguaje de Spinoza[2]: en la  la unidad  del afecto y el concepto; en la interacción entre lenguaje, ética y política. Encuentra allí la fórmula del antídoto contra la interminable insistencia que separa la vida humana en cuerpo y alma. Es una cuestión de lenguaje: no hay “unión” sino “unidad” entre cuerpo y alma. Este tipo de indicaciones vuelven atractivo al libro. Un libro que es también problemático porque cuestiona a los comentaristas y pensadores que nos han enseñado a amar a Spinoza.

III.

Leer a Meschonnic no es cosa sencilla. Él mismo enseña que el sujeto de la lectura sólo emerge en una segunda lectura. Dicho de otro modo: es en la relectura que se engendran las preguntas que nos detienen o aceleran, que nos obligan a hacer nuevas conexiones. Sin ese tiempo de las preguntas seríamos devorados por el texto. Por eso leer es entre otras cosas tomar conciencia de las citas con las que funcionamos; poner junto al texto problemas que no son del todo los del autor, o tal vez sí, solo que el lector está llamado a desplazarlos, a introducir su propio replanteo. Sin enfrentarlo a nuestras preguntas, sin confrontarlo con nuestras citas, ¿para qué Meschonnic?

Y el problema es el carácter teológico del signo que no deja pensar, ni saber que no se piensa. Y no se piensa porque este carácter teológico del signo supone una posposición eterna de la sensibilidad sin la cual no es posible la elaboración de nuestras verdades. Es esta eminencia espiritual del signo la que provoca la enemistad de Meschonnic y la que, para mejor comprenderla, me impulsa a extender el planteamiento por medio de citas que no le son afines y que me resultan indispensables. Meschonnic deviene así, un interlocutor tan inesperado como privilegiado para las micropolíticas (asunto que no debería sorprender en la medida en que las micropolíticas conciernen a la dimensión activa de la sensibilidad de toda política).

IV

Por ejemplo, Félix Guattari. También para él se presentaba la cuestión de los signos.  Hace décadas ya selañaba la afinidad entre máquinas semióticas de producción y orientación de flujos y formaciones capitalistas tanto a nivel de la constitución de lo social como del individuo mismo.[3] Era sumamente sensible a la actividad semiótica en el centro del funcionamiento del Capitalismo Mundial Integrado,  en que el signo independizado se torna materia espiritual y anima tanto el mundo imaginario postmoderno como las técnicas de control.[4]

Tras Guattari, Franco Berardi. Bifo retoma esta cuestión del semio-capitalismo como “régimen económico que se alimenta del trabajo mental de un número ilimitado de trabajos precarios y fractales”, una forma de capitalismo “conectivo” en el que la compatibilización digital tiende a colonizar la sensibilidad.[5] El semio-capitalismo define un modo de producción predominante en una sociedad en la que “todo acto de transformación puede ser sustituido por información y el proceso de trabajo se realiza atreves de la producción de signos”. La semiotización de lo social opera coaccionando: toda diferencia será festejada si abandona su capacidad para diferenciarse por su cuenta. Toda diferencia será alentada si se esfuerza por volverse código compatible.

Y Paolo Virno, claro. Interesado en Marx, Virno verifica el ingreso del lenguaje a la producción: “en el postfordismo –escribe– el general intellect no coindice con el capital fijo, sino que se manifiesta principalmente como interacción lingüística del trabajo vivo”.[6]

Conectividad y lenguaje aparecen, así, como operadores fundamentales en el semiocapitalismo. En el semio-capitalismo reina el signo. Y es solo a través del signo así sacralizado que se valoriza el capital, que se produce el mundo como capital.

En el mismo sentido funciona la noción de producción de pseudo-mundos en Maurizio Lazzarato. Para realizar una mercancía -escribe- el capital crea el mundo en el cual los posibles existen como signos (imágenes publiscitarias, por ejemplo) que se actualizan en los cuerpos bajo la forma de cambios en la sensibilidad.[7] La mercancía vale como signo de realización de ese mundo. Suely Rolnik muestra bien cómo la realización del mundo en la mercancía actualiza la promesa del paraíso de la religión.[8] Trabajamos por el éxito, el éxito es la adecuación a signos paradisíacos.

Y Christian Marazzi, que hace foco en cómo funciona el lenguaje en la organización del capital financiero, creando convenciones para que millones de ahorristas de todos los tamaños puedan orientarse sin apelar a referentes corpóreos. El virtuosismo del lenguaje –puesto a coordinar acciones estratégicas y especulativas– ordenando los flujos de inversión.[9]

El capitalismo se vuelve “semio” en el momento en el que el alma abandona al cuerpo, como dice Deleuze para referirse al momento en que la fábrica es abandonada por la empresa, y en particular, por el departamento de ventas.[10] El “semio”, del semio capitalismo, por todos lados.

V.

Walter Benjamin ya lo había visto cuando tituló unos apuntes breves: “el capitalismo como religión”: lo teológico político persiste secularizado. Persiste como política sin transformación y lenguaje ultra-retorizado. Sobre este punto insistía León Rozitchner en sus últimos escritos[11]. Hay una afinidad evidente entre su las críticas de su “izquierda sin sujeto”[12] y las retóricas que se acomodan a lo que Meschonnic ve como el discontinuo teológico, como discontinuo entre cuerpo y signo, como preeminencia del signo, del signo borrante del cuerpo (esa afinidad expresa una común incomodidad frente al estructuralismo).Para Rozitchner la espiritualización del signo, eso que Marx llamaba fetichismo, se opera –castrándolo- en el cuerpo afectivo. Cuerpo contra cuerpo entonces. Cuerpo-Afecto contra Cuerpo-materia devaluada por la exaltación de una razón separada. Cuerpo-Resistente historizado contra Cuerpo-Fetiche espiritualizado por medio de una estetización/semiotización generalizada.

Leer a Meschonnic con Rozitchner permite socializar la potencia política del poema contra aquello que Guy Debord llamaba en La sociedad del espectáculo la unión “de lo separado como separado”.

Me es imposible leer a Meschonnic sin ciertas citas.

VI

Spinoza, poema de pensamiento es el intento por refutar la idea según la cual una filosofía construida more geométrico (como está construida la Etica de Spinoza) excluye la hipótesis de un sujeto creador de sentido. Sólo que este sujeto ya no es el sujeto filosófico apegado a comprender el sentido por medio del signo, sino aquel que surge en la realización de la concatenación potencia-afecto, potencia-concepto, potencia-lenguaje. Es el gran combate del  Tratado Teológico Político: la desacralización de lo divino trascedente.

La vida que este libro de Meschonnic sobre Spinoza pueda tener entre nosotros es aún un misterio. Aunque no es difícil imaginarle vastos territorios sobre los que podría intervenir[13]. En primer lugar, el territorio de la reflexión sobre el lenguaje (una reflexión debilitada según Meschonnic, por el “giro lingüístico”), el terreno de la poesía, del ensayo y del psicoanálisis. En segundo lugar, el de la filosofía y, en particular, el de los estudios sobre Spinoza. En tercer lugar, el territorio del pensamiento político singado por la necesidad de su renovación, sobre todo allí donde los vientos de cambio corren serios riesgos de extraviarse en teorías formalistas, en retóricas declamacionistas y en encierros identitarios.

La actividad del Spinoza de Meschonnic en estos territorios tal vez permita trastocar, hacer trabajar el desencuentro entre el “izquierdismo del pensamiento y su propia incompatibilidad con el intocable signo”. Aprendiendo de Meschonnic a leer en Spinoza el lenguaje como “potencia en acto del intelecto” y como implicación entre “ética y acto de lenguaje”.

Es lo que entiendo cuando leo que el lenguaje vuelve a ser la guerra

[1] Henri Meschonnic, Spinoza, poema de pensamiento; Editorial Cactus y Tinta limón ediciones, Bs-As, 2015-

[2] En su modo de “mal tratar” -es decir, de bien-escribir- el latín

[3] Félix Guattari, Líneas de fuga, por otro mundo de posibles, Ed. Cactus, Bs-As, 2013.

[4] Francisco José Martinez; Hacia una era Post-mediática, ontología, política y ecología en la obra de Félix Guattari, Ed. Montesinos, España, 2008

[5] Franco Berardi (Bifo), Generación Postalfa. Patologías e imaginarios en el semio-capitalismo; Tinta Limon Ediciones, Bs-As, 2007.

[6] Paolo Virno, “Diez tesis sobre la multitud y el capitalismo postfordista”; en Gramática de la multitud.

[7] Mauricio Lazaratto, Políticas del acontecimiento, Tinta Limón Ediciones, Bs-As, 2006

[8] Suely Rolnik, “Geopolítica del rufian”, en Micopolíticas. Cartografia del deseo,  Tinta Limon Ediciones, Bs-As, 2005.

[9] Christian Marazzi, Capital y Lenguajehacia el gobierno de las finanzas; Tinta Limón Ediciones, Bs-As, 2013.

[10] Gilles Deleuze, “Postdata a la sociedad de control”, en Dos regímenes de locos, textos y entrevistas ()1975-1995), Ed. Pre-textos, Valencia, 2007.

[11] León Rozitchner, El materialismo ensoñado, Tinta Limon ediciones, Bs-as, 2011.

[12] León Rozitchner, “Izquierda sin sujeto”, http://www.redroja.net/index.php/pensando-criticamente/2036-la-izquierda-sin-sujeto

[13] Y antes casi no tuvo vida, sólo una pequeña tirada en francés, a cargo de una editorial ya desaparecida

Contra la religión. León Rozitchner y la crítica del marxismo religioso // Pierina Ferretti

“La rusticidad y la incomprensión consisten precisamente

en no relacionar sino fortuitamente

fenómenos que constituyen un todo orgánico”

Karl Marx

 

I

“[…] es el opio del pueblo” blasfemaba en 1844, desde las páginas de la “Introducción” a la Crítica de la filosofía del derecho y del Estado de Hegel, un joven Karl Marx autoexiliado en París. A partir de entonces, y más allá de que la formulación no le pueda ser atribuida exclusivamente[1], este epigrama se ha asumido como el núcleo esencial de la crítica marxista a la religión. Sin embargo, las cosas no son tan simples, ni menos pueden reducirse a la pura negación, cuando hablamos de relación urdida entre religión y marxismo desde los orígenes de la reflexión marxiana y a lo largo de la historia de las tradiciones que se reclaman tributarias del pensamiento de Marx[2].

Sintetizando exageradamente, y de acuerdo con las investigaciones existentes, podríamos decir que las posiciones ante el fenómeno religioso han oscilado entre el rechazo y la asimilación, pasando por un abanico de alternativas en las que estas posibilidades se combinan en distinto grado. Lenin, por mostrar uno de esos extremos, declaraba en 1909 lo siguiente:

“esta máxima de Marx constituye la piedra angular de toda la concepción marxista en la cuestión religiosa. El marxismo considera siempre que todas las religiones e iglesias modernas, todas y cada una de las organizaciones religiosas, son órganos de la reacción burguesa llamados a defender la explotación y a embrutecer a la clase obrera”.

Mientras que casi veinte años después y desde este lado del Atlántico, José Carlos Mariátegui, admirador del líder ruso y de la gesta bolchevique, escribía en una dirección muy diferente:

“Sabemos que una revolución es siempre religiosa. La palabra religión tiene un nuevo valor, un nuevo sentido. Sirve para algo más que para designar un rito o una iglesia. Poco importa que los soviets escriban en sus affiches de propaganda que “la religión es el opio de los pueblos”. El comunismo es esencialmente religioso”.

Se aprecia entonces, que, si bien la beligerancia y la crítica radical hacia la religión han sido predominantes en el marxismo, se hallan igualmente, y en no menor medida, posturas que valoran ciertos aspectos de la religiosidad o que, derechamente, reivindican el carácter religioso del socialismo.

Entre los “clásicos”, autores como Friedrich Engels, Karl Kautsky y Ernst Bloch, prestaron atención al cristianismo primitivo, a las guerras campesinas en Alemania y a la figura de Thomas Mütnzer, llegando a la conclusión de que, en ciertas circunstancias históricas, la religión podía contener un potencial subversivo. Asimismo, intelectuales contemporáneos como Alain Badiou, Antonio Negri y Michael Hardt o Slavoj Žižek y John Milbank, han mostrado una sensibilidad particular hacia la cuestión religiosa, al punto de que es posible apreciar un nuevo impulso en la reflexión marxista sobre la materia, tal como sostiene Bruno Bosteels en su libro Marx y Freud en América latina…:

“En años recientes -apunta en su trabajo- toda una serie de pensadores del lado izquierdo del espectro político parecen sentir la necesidad no sólo de meterse con la religión y con la persistencia de cierta teología política en el pensamiento radical, sino también y especialmente de modelar nuevas formas de militantismo a partir de la figura del santo: desde San Pablo para Badiou y Žižek, a San Francisco de Asís para Hardt y Negri” [3]

Suscribiendo completamente la interpretación de Bosteels, nos gustaría sin embargo plantear que esa sensibilidad hacia la religión, que puede observase en el campo teórico de las izquierdas, adopta proporciones mayores en América latina, donde el llamado “cristianismo liberacionista”, la teología de la liberación y un conjunto de imágenes bien asentadas en la memoria colectiva refuerzan la fusión de marxismo y religión: Camilo Torres, el cura guerrillero, cayendo en combate; Fidel Castro reconociendo la posibilidad de que cristianos y marxistas se encuentren en las luchas revolucionarias; la iconología en torno al Ché que lo muestra como una suerte de Cristo revolucionario; la misma idea de “hombre nuevo” de inocultable raigambre religiosa; el movimiento Cristianos por el socialismo en Chile apoyando a Salvador Allende y los miles de creyentes combatiendo en el Ejército Sandinista de Liberación Nacional y participando constructivamente en el gobierno revolucionario, son solo algunos ejemplos de una lista podría alargarse enormemente.

Estas experiencias y elaboraciones teóricas han ayudado a erigir una manera de asociar militancia revolucionaria y religión que hace que no resulte problemático pensar al militante como un santo o un mártir[4], o que se considere que las metas del “cristianismo verdadero” (aquel encarnado por las comunidades cristianas primitivas, antes de que el cristianismo se convirtiera en la religión del imperio) son las mismas que las de la revolución socialista; ideas que ya venían instalándose desde el siglo XIX pero cuya gravitación se acentúa en las condiciones históricas abiertas a partir de la segunda mitad del siglo XX en América Latina, en un terreno que había sido abonado desde antes por lecturas como las de José Carlos Mariátegui, quien, considerado como justicia como el primer marxista de América latina, reivindicó abiertamente y sin complicaciones, como vimos en la cita evocada más arriba, el carácter religioso del socialismo[5].

Pues bien, en medio de un clima intelectual y político propenso a fundir marxismo y religión y de experiencias históricas que reforzaron la convergencia entre cristianos y marxistas, la reflexión que desde mediados de los años sesenta fue desarrollando León Rozitchner se nos presenta como una interrupción radical de estas formas estabilizadas. Sus preocupaciones y desarrollos teóricos van a avanzar a contrapelo de las maneras típicas de pensar la relación entre marxismo y religión instaladas por la convergencia entre cristianos y sectores de izquierda en los procesos revolucionarios del continente y de las versiones liberacionistas de la teología y la filosofía, al tiempo que, retomando la crítica marxista de la religión, va a articular una compleja reflexión sobre la relación entre cristianismo y neoliberalismo, sobre las consecuencias negativas que para la izquierda ha tenido la adopción de modelos de militancia inspirados en el cristianismo y, en un sentido más amplio, sobre la persistencia de lo teológico en lo político.

Teniendo en cuenta estas consideraciones, las líneas que siguen pretender apuntar algunos elementos de la crítica de Rozitchner a la religión que permitan relevar su lugar disrruptivo y desestabilizador de aquellos discursos, tan extendidos en América Latina, en que marxismo y religión se reconcilian, junto con sus aportes a la crítica marxista de la religión. Sin poder todavía realizar una interpretación general del conjunto de su obra, vamos centrarnos en dos momentos específicos: su polémica con el filósofo Conrado Eggers Lan en 1963 y su libro La cosa y la cruz: cristianismo y capitalismo. (En torno a las confesiones de San Agustín) publicado en 1996 [6].

 

II

En un texto bastante temprano, y antes de que el cristianismo liberacionista y la teología de la liberación se convirtieran en los puntos de referencia que son hoy en día, León Rozitchner sentaba las bases de una crítica demoledora a todo intento de lectura cristianizante del marxismo y esbozaba algunos ejes que permanecerían en su universo de preocupaciones teórico-políticas durante todo su itinerario intelectual. Se trata del artículo “Marxismo o cristianismo” publicado en Pasado y Presente en 1963[7], para discutir con el filósofo cristiano Conrado Eggers Lan, de quien se había publicado, en octubre de 1962, la entrevista “Cristianismo y Marxismo”[8]. El juego con el título, y la conjunción disyuntiva “o” elegida por Rozitchner, anuncia su convicción de que no existe posibilidad de conciliación entre cristianismo y marxismo que no signifique una pérdida para este último y que no genere repercusiones perjudiciales para las luchas sociales.

“Debemos formular previamente una salvedad -decía a modo de advertencia en los primeros párrafos de su artículo-: discutir con un creyente, sobre todo si es de buena fe, es siempre una tarea incómoda. Parecería que estamos asignándole culpas que no son suyas, ligándolo a pesar de sus propias declaraciones, y hasta acciones, con aquello que él mismo declara combatir. Es forzoso que esto suceda, sobre todo cuando el problema más importante alrededor del cual gira la discusión es el siguiente: comprender la significación que adquiere la subjetividad bien intencionada cuando se la confronta con actividades y resultados objetivos de los cuales ella misma expresó estar al margen. Y que, en nuestro caso, nos proponemos tenazmente conectar” (subrayados nuestros)[9].

Conectar la subjetividad bien intencionada con resultados objetivos y asociar elementos que en apariencia no están conectados para mostrar su relación es el ejercicio que se propone en el texto. Y lo que quiere conectar, a contrapelo de lo que Eggers Lan argumenta, es la imposibilidad de la emancipación social dentro de los márgenes del cristianismo. Eggers Lan, en una típica dirección socialcristiana, intentaba no solo subsumir al marxismo en el cristianismo (señalando que los objetivos del primero serían, en el fondo, los mismos que aquellos del “cristianismo verdadero”: instaurar un reino de justicia en la tierra, rebelarse contra los poderosos, combatir las estructuras opresivas, etc.), sino también corregir al marxismo de acuerdo con ideales cristianos, en particular el del amor, principio que, a su parecer, estaría ausente de la filosofía de Marx, provocando consecuencias regresivas.

“Es patente, no obstante -dice a este respecto-, que falta en Marx ese principio trascendente, humano-cósmico, esa fuerza de amor universal […] Lo cierto es que, a mi juicio, esa ausencia impidió la total coherencia de una doctrina que por su misma esencia reclamaba el amor, y ha dado origen así a las actitudes contradictorias (por ejemplo, la que en nombre del hombre y de la sociedad acepta y aún reclama la vía de la destrucción del hombre y de la sociedad) […] Y la contradicción que señalo no es meramente teórica, sino que se refleja en la praxis: impide, a mi juicio, consumar la revolución que Marx proclama (que en definitiva consiste en abolir las estructuras del imperio romano, que el cristianismo fue el primero en estremecer), y preserva, por el contrario, tales estructuras imperiales con todo su carácter cesáreo, por más cambios que puedan producirse dentro de ellas. Si el marxismo comprende esta contradicción y esta ambigüedad, habrá encontrado definitivamente el camino revolucionario” [10]

Así, Eggers Lan, juzga al marxismo desde el parámetro del amor cristiano y achaca a la falta de este principio las derivas autoritarias y destructivas ocurridas en los socialismos reales. Sin entrar a discutir aquí el desajuste entre la supuesta causa (falta de amor) y el efecto (los crímenes cometidos a nombre del socialismo), estas consideraciones críticas de Eggers Lan dan pie a una rica reflexión de Rozitchner, quien no desperdicia la ocasión para mostrar, entre otras cosas, los efectos conservadores que se desprenden del amor cristiano y de desarrollar la concepción del amor que puede derivarse del marxismo, otorgando en este ejercicio un rol primordial al odio en tanto disposición afectiva adecuada ante la opresión y la injusticia[11].

Desde un punto de vista general, para Rozitchner, cristianismo y marxismo implicarían “dos formas esencialmente diferentes de concebir la totalidad de los hombres”, que se traducirían, a su vez, en maneras opuestas de entender el amor. En el amor cristiano, donde lo espiritual y lo material se entienden como dimensiones separadas y jerarquizadas, la totalidad se concebiría “como una totalidad simbólica, abstracta, hacia la cual no existe un tránsito material inscripto en mi praxis cotidiana, modificadora de las condiciones sensibles que envuelven a los otros”[12], dando pie con ello a un amor abstracto, inmaterial, y que no persigue efectos en las condiciones concretas de existencia. Al contrario, para el marxismo, la totalidad, concebida como “una totalidad concreta, genérica, que está ligada a cada actividad singular y sensible de mis relaciones con los hombres”[13], conlleva un concepto de amor que involucra “la presencia de los otros en cada acto de mi sensibilidad humana” [14] y que implica la necesidad de transformar la realidad. Allí se encuentra una primera distinción entre amor cristiano y amor marxista que Rozitchner releva.

Por otra parte, y aquí fija otro punto importante, el desprecio por lo sensible del amor cristiano se traducirá en la negación de la lucha de clases y en la anulación de la respuesta afectiva adecuada a la injusticia, el odio.

“[…]el odio -señala en esta dirección-, la falta concreta de amor, no es el hombre sometido quien lo inventa: sólo es la reacción adecuada, precisa, que bordea con todo rigor el contorno del sometimiento. Es la estructura afectiva que su relación con un mundo de sometimiento decantó en él, esa que le permitirá templar el exacto acero para terminar con la impotencia a la que se los quiere reducir […]”[15] (Cursivas de Rozitchner)

Pero el cristianismo, con su amor abstracto, niega el valor del odio, convirtiendo así la fuerza de los oprimidos en impotencia. Citamos en extenso:

“la prédica cristiana impide que la contradicción material y mortal sea asumida en el mismo plano en el cual se ejerce el poder de sometimiento, es decir en el plano material. Aquí es donde la escisión entre espíritu y materia rinde su fruto político disfrazado de lo más alto: de puro amor. La lucha de clases en su específico plano de lucha histórico-económica resulta entonces no ser una lucha también espiritual. El amor universal actual, a su espiritual manera, pretende realizar la conversión de los hombres en el plano del espíritu, pero con ello quiere obtener sobre todo un resultado: convertir la fuerza revolucionaria en debilidad, la transformación de su materialidad humana en abstracción, la reducción de su eficacia creciente a una mera conducta simbólica. Así, a través del «espíritu» es la sangre lo que pretende sorber. Porque a través del «espíritu» despoja precisamente a los sometidos de su único tesoro, de su única brújula en el medio hostil que lo rodea: el odio, es decir la exacta respuesta para la exacta agresión que se les realiza […] ¿para quién va dirigido el llamado al amor? Pues para los que no tienen como único poder sino su odio. Para los que nada tienen, su única fuerza reside en la pasión que los mueve: en su afectividad que agita el músculo que valida el poder creador del cuerpo, que está tendido hacia su obstáculo que con toda precisión el odio, la ausencia de amor, les señala. Es aquí, en este hogar de la rebelión, donde el amor cristiano, disolvente del odio sólo en los sometidos, viene a intentar aplacar una vez más su rebeldía”[16] (Cursivas de Rozitchner).

Los fragmentos escogidos son lo suficientemente elocuentes como para requerir comentarios o explicaciones complementarias. Baste señalar, que estas potentes intuiciones de 1963 van a ir madurando en la reflexión de Rozitchner para alcanzar un grado de penetración mucho más fino en la década de los noventa, cuando aborda de lleno los efectos de la maquina teológico-política cristiana en la formación de la subjetividad moderna.

III

En 1996, León Rozitchner publica La cosa y la cruz: cristianismo y capitalismo. (En torno a las confesiones de San Agustín) (2001). El libro es una extensa reflexión sobre el sustrato teológico-político del capitalismo, desarrollada a partir del análisis de las Confesiones de San Agustín, a quien presenta como modelo de subjetividad necesario de ser constituido para la posterior instalación de la economía capitalista.

La tesis central del ensayo es, básicamente, que “el capitalismo triunfante, acumulación cuantitativa infinita de la riqueza bajo la forma abstracta monetaria, no hubiera sido posible sin el modelo humano de la infinitud religiosa promovido por el cristianismo, sin la reorganización imaginaria y simbólica operada en la subjetividad por la nueva religión del Imperio romano”[17]. Y, siguiendo esa premisa, Rozitchner ve la necesidad de volver a poner atención en la cuestión religiosa, retomando así la tradición de la filosofía moderna -y dentro de ella del marxismo-, que advirtió tempranamente que la tarea de poner en cuestión el conjunto del orden social debía comenzar por la crítica de la religión.  “No por nada -señala nuestro autor-, los análisis crítico-filosóficos que prepararon la transformación social del Estado moderno, y también el advenimiento de la revolución socialista comenzaron con la crítica a la religión como método de sujeción social”[18].

De esta manera, Rozitchner va a regresar a las más ricas intuiciones y desarrollos de Marx acerca de la religión; por ejemplo, al camino trazado de la crítica del cielo y la teología a la de la tierra y la política[19], o a su comprensión del efecto del cristianismo sobre la subjetividad[20] o a su entendimiento de la imbricación existente entre esta doctrina, con su culto al hombre abstracto, y el capitalismo[21], pero, al mismo tiempo, va a mostrar los límites de la crítica marxista a la cuestión religiosa y las consecuencias que ello implicó en la historia de las izquierdas y los socialismos reales, proponiéndose ir más allá de Marx y el marxismo. Dice sobre esto:

“La insuficiencia de esa crítica -la religión considerada en el marxismo sólo como hecho de conciencia- y la incomprensión cabal de la producción “material” (sensible) de hombres por la religión -que es previa a la producción de mercancías que El Capital describe- tiene mucho que ver, pensamos, con el fracaso del socialismo en el mundo, su acción política no alcanzaba el núcleo donde reside el lugar subjetivo más tenaz del sometimiento. Una transformación social radicalizada deberá modificar aquello que la religión organizó en la profundidad de cada sujeto -si no queremos repetir los sacrificios heroicos pero estériles de nuestro reciente pasado”[22].

Lo que Rozitchner reclama aquí es que la religión, y la ideología en general, sea valorada como lo que es: una fuerza material que produce sujetos –“producción “material” (sensible) de hombres por la religión”- y no un simple epifenómeno derivado de la estructura económica. Como vemos, se posiciona en el viejo debate de la relación entre estructura y superestructura tensionando el orden de la determinación en una dirección claramente anti-economiscista: la religión actúa como fuerza material, produce sujetos, y en la incomprensión de ello no solo radica un problema teórico, sino, y sobre todo, un problema político, que explicaría, entre otras cosas, los fracasos de los socialismos reales y de las experiencias revolucionarias en América Latina. Una política revolucionaria -piensa Rozitchner-, no puede soslayar esa fuerza material y sus consecuencias y tendrá que proponerse necesariamente modificar lo que ella organizó en el ser humano. Su mirada es por ello particularmente crítica de los efectos de esa incapacidad de las izquierdas y sus “sacrificios heroicos pero estériles”, realizados, en buena medida, por la permanencia acrítica del modelo de subjetividad cristiano en la militancia revolucionaria[23].

El ejercicio al que nos invita entonces, para ir más allá de lo avanzado por los análisis marxistas y lograr desmontar los efectos de la máquina teológico-política cristiana, es llegar al origen cultural del capitalismo, donde se hallan procesos de expropiación anteriores a los económicos. “¿Por qué necesitamos volver al origen cultural de nuestra historia occidental -se pregunta-, no ya sólo a la historia económica del capitalismo y de su origen, sino a la historia más densa de la configuración imaginaria y fantasmal de nuestra cultura?”[24]. Y adelanta una respuesta, que está a la base de su programa de investigación:

“Porque esta configuración sentida, más próxima a la carne sensible que al concepto abstracto, es anterior y prepara por tanto las relaciones económicas que el capitalismo instaura. El análisis marxista consideraba la expropiación del cuerpo del trabajador en el proceso productivo, pero no la historia previa de la expropiación mítico-religiosa del cuerpo vivo, imaginario y arcaico, que constituye -creemos- el presupuesto también de toda relación económica. Pese a saberlo, Marx se hacía ilusiones al respecto: pensaba que cuando triunfara la racionalidad científica la vigencia social de los mitos y de las religiones se desvanecería”[25].

Ir más allá de Marx en la crítica de la religión, significa entonces prestar atención a los procesos de expropiación simbólica operados por la religión y considerarlos elementos determinantes en la posibilidad del desarrollo de una economía sustentada en el valor de cambio y el trabajo abstracto. El ejercicio es, en el fondo, indagar en las formaciones psíquicas precapitalistas que produjo la religión.

“Las consecuencias de la aplicación del racionalismo patriarcal en la construcción social del cuerpo afectivo y consciente -apunta en esta dirección- requiere entonces ir a buscar sus antecedentes no sólo en las “formaciones económicas precapitalistas”, como lo hace Marx para la economía, sino también en las “formaciones psicológicas (subjetivas) precapitalistas” que están contenidas en los mitos “sagrados” de Occidente: en ambas biblias. Estas determinaciones simbólico-imaginarias religiosas son históricamente más estables y permanentes que las cambiantes relaciones económicas”[26].

Rozitchner emprende este cometido estudiando la figura de San Agustín, en quien halla el caso ejemplar para observar estos procesos.

“Si tomamos este modelo humano -explica-, considerado como el más sublime, y mostramos que allí, en la exaltación de lo más sagrado, también anida el compromiso con lo más siniestro, ¿no habremos con ello puesto al desnudo el mecanismo obsceno de la producción religiosa cristiana? Este es el desafío: comprender un modelo de ser hombre que tiene dieciséis siglos de sujeción sutil y refinada, brutal e inmisericorde”[27].

De allí entonces la importancia de centrarse en Agustín y de mostrar cómo en él opera la expropiación mítica del cristianismo que va a permitir la instalación del capitalismo. “En su economía libidinal teológica -sostiene Rozitchner- el santo nos proponía, desde muy antiguo, la inversión originaria más rendidora para acumular capital sagrado: “mediante el ahorro en carne podréis invertir en Espíritu”. El Espíritu cristiano y el Capital -concluye- tienen premisas metafísicas complementarias”[28]. Esas premisas metafísicas, y en esto se conecta con sus reflexiones de la polémica con Eggers Lan, descansan en el desprecio de lo sensible, del cuerpo, de la vida material, propio del cristianismo.

“Creemos que el cristianismo -apunta en esa dirección-, con su desprecio radical por el goce sensible de la vida, es la premisa del capitalismo, sin el cual éste no hubiera existido. Puesto que para que haya un sistema donde paulatinamente todas las cualidades humanas, hasta las más personalizadas, adquieran un precio -valor cuantitativo como “mercancía”, forma generalizada en la valorización de todo lo existente- fue necesario previamente producir hombres adecuados al sistema en un nivel diferente al de la mera economía. La tecnología cristiana, organizadora de la mente y del alma humana, antecede a la tecnología capitalista de los medios de producción y la prepara”[29] (Cursivas nuestras).

De este modo, si en su disputa con el socialcristianismo Rozitchner acusaba al amor cristiano de neutralizar el odio y la rebeldía de los oprimidos, treinta años más tarde, el cristianismo aparece como la premisa metafísica del capitalismo, preparando a los seres humanos para la explotación. Ese desprecio por el cuerpo, que redundaba en un amor abstracto, se muestra ahora como un desprecio por la vida, porque el cristianismo, al inventar tanto una vida como una muerte eternas, no hace sino provocar el desprecio por la vida concreta y sensible.

“El cristianismo -dice Rozitchner- abre una nueva vida, la eterna, pero en realidad lo hace para agregarle (eternamente) una segunda muerte a la verdadera vida, para hacernos renunciar a ella. No hay solo una muerte, ahora hay dos muertes, y la segunda es la verdadera, no la primera que realmente sufrimos en el cuerpo. La primera, que es la verdadera muerte, hay que sufrirla con contento, hay que sacrificarla ahora para alcanzar la vida eterna. Nos piden que aceptemos morir en vida, que seamos obedientes para ser eternos”[30].

Y sigue más adelante:

“Si hay dos muertes entonces también hay, hemos visto, dos vidas, una real y otra imaginaria. La vida eterna (fantaseada por la amenaza interna y por la regresión aterrada frente a la amenaza social) como “reino de los cielos” prevalece, como si fuera más valiosa que la vida real, la única que tenemos para ser vivida”[31].

Ahora bien, y para ir cerrando estas notas, con esa visión del rol que el cristianismo ha cumplido como máquina productora de espíritus sin carne y de cuerpos despreciados disponibles para la explotación, ¿qué pasa con los esfuerzos cristianos que se pretenden emancipatorios y con la historia de cristianismo liberacionista que caracterizó la segunda mitad del siglo XX en el continente? Esas experiencias, ¿no contradicen la tajante negativa de Rozitchner a reconocer en el cristianismo, y en la religión en general, posibilidades liberadoras? Al contrario de lo que podría pensarse, nuestro autor sigue convencido, y ahora con más y más densos argumentos, de que un cristianismo emancipador es imposible, a pesar de las buenas intenciones de los creyentes de izquierda, de toda la historia acumulada por los cristianos comprometidos con los procesos revolucionarios y de todos los mártires que esos procesos dejaron a su haber.

“nos preguntamos -señala en esta ocasión- si es posible que cada creyente con el contenido del imaginario cristiano, pese a sus buenas intenciones y aunque esté inscripto en la Teología de la Liberación, pueda hacer una experiencia política en su esencia diferente a la política que combate. Preguntamos: si todo el fundamento religioso cristiano no es necesariamente fundamento de dominación en lo que tiene precisamente de religioso. Más todavía: pensamos que aun los hombres no religiosos estamos determinados férreamente, más allá de nuestras decisiones conscientes en la conformación de nuestro imaginario más hondo, por la cultura cristiana de Occidente -judíos incluidos-. Y por eso, históricamente, el cristianismo aparece produciendo en masa a hombres subjetivamente sometidos, no sólo por el terror y la amenaza externa en sus cuerpos -que era la situación de los esclavos- sino en las marcas más elementales que organizan la singularidad de cada “libre” y democrático ciudadano posmoderno” [32] (Cursivas nuestras).

No existe la posibilidad de que con el contenido del imaginario cristiano pueda realizarse una experiencia política emancipatoria, a pesar de esa la densa trama histórica de cristianismo liberacionista tejida durante la segunda mitad del siglo XX, con esos potentes capítulos y figuras que mencionábamos al comienzo de estas líneas: la revolución sandinista, Camilo Torres, los Cristianos por el socialismo o las luchas por los derechos humanos en el contexto de las dictaduras militares, entre muchas otras más. La reflexión de Rozitchner impugna de cuajo la lectura más asentada del significado del cristianismo liberacionista y toda esa historia acumulada no hace que modifique su intuición inicial de la imposibilidad de un cristianismo emancipador y de la inconveniencia para el marxismo de asimilarse a modelos religiosos. Entendiendo que “todo el fundamento religioso cristiano … es necesariamente fundamento de dominación en lo que tiene precisamente de religioso”, la posibilidad de un cristianismo que, a final de cuentas y más allá de los deseos de bienintencionados creyentes, no sirva a la dominación del cuerpo por el capital, se anula. La religión es fundamento de dominación, precisamente, por ser religión y por ello es lo religioso lo que debe ser desalojado de la política que se proponga alcanzar la emancipación humana[33].

Esta lectura de Rozitchner, echa por tierra, o al menos tensiona enormemente, las hipótesis sobre el potencial subversivo de la religión, que animaran interpretaciones como las de Engels, Kautsky y Bloch sobre Thomas Müntzer y las guerras campesinas o el cristianismo primitivo, así como las afinidades entre religión y marxismo que Mariátegui celebraba cuando decía que el comunismo era esencialmente religioso y, también, los coqueteos actuales entre pensamiento radical y teología política. En el esquema de Rozitchner no hay cabida para esos intercambios, sino que, al contrario, su obra no hace sino interrumpir ese hilo de marxismo religioso tan arraigado en el continente y poner en cuestión el giro teológico político que observamos hoy.

Acertadamente señaló Alejandro Horowicz, discutiendo con ciertas lecturas que intentaban clasificar a Rozitchner como una suerte de teólogo [34], que “si algo hizo León es dinamitar sistemática y continuamente la teología”[35]. Y efectivamente, su obra insiste en la denuncia de la persistencia porfiada de lo teológico en lo político y en lo afectivo, y si se propuso buscar “el fundamento de lo político en lo más específicamente religioso”[36], fue, precisamente, para desanudar esa condición. En esta misma dirección, Oscar Ariel Cabezas, plantea que:

“su pensamiento no debe ser comprendido como la confrontación de una teología-política contra otra. La obra de Rozitchner no es teológica. Por el contrario, constituye una de las más intensas prácticas materiales de pensamiento deconstructivo de la teología en cualquiera de sus manifestaciones incluyendo, por cierto, la teología judaica. Rozitchner no es un teólogo, sino un filósofo político que reacciona contra la traducción de los hábitos seudo-seculares con los cuales las formas burguesas y/o abstractamente populistas de organización del socius articulan el poder de una milenaria teología que persiste desde la interioridad misma de la cultura”[37].

Puestas así las cosas, y más allá de los límites de estas líneas todavía muy tentativas, nos interesa rescatar a Rozitchner como un camino de salida para las derivas religiosas del marxismo, tan caras a ciertas tradiciones latinoamericanas, y mostrar cómo este aspecto de su pensamiento permite restituir la posibilidad de una política revolucionaria que se haga cargo de los límites del marxismo del siglo XX y que sea, de esta forma, adecuada a las condiciones actuales de terror cristiano-neoliberal.

[1] Siguiendo las anotaciones de Michael Löwy, constatamos que estos juicios de Marx sobre la religión no son producto de una síntesis original del autor, sino que más bien forman parte del universo cultural jovenhegeliano que todavía organizaba su comprensión de la realidad social por aquellos años. Incluso, la frase “la religión es el opio del pueblo”, considerada como la esencia de la crítica marxiana de la religión, no proviene precisamente de Marx y puede rastrearse en filósofos anteriores como Immanuel Kant, Johann G. Herder, y en varios de sus contemporáneos como Ludwig Feuerbach, Bruno Bauer, Moses Hess y Heinrich Heine. Michael Löwy. “Marxismo y religión. ¿Opio del pueblo?” En Atilio Borón, Javier Amadeo y Sabrina Gonzalez (eds), La teoría marxista hoy. Problemas y perspectivas. Bueno Aires: Clacso, 2006, pp. 281-296.

[2] El propio enunciado, “la religión es el opio del pueblo”, tiene un sentido ambivalente. Por una parte −y es lo que los intérpretes más han explotado−, denuncia su carácter de ideología legitimadora de las condiciones existentes: “La religión es la teoría general de este mundo, su suma enciclopédica, su lógica bajo forma popular, su point d’honneur espiritualista, su entusiasmo, su sanción moral, su solemne complemento, su razón general para consolarse y justificarse”. Pero, por otra, considera que es, al mismo tiempo, “la protesta contra la miseria real […] el suspiro de la criatura agobiada, el estado de alma de un mundo desalmado, porque es el espíritu de los estados de alma carentes de espíritu”. La religión encerraría, entonces, un sentido doble −de opresión y de protesta, de justificación y de rebeldía− que abre la posibilidad de una interpretación dialéctica del fenómeno religioso, la cual será ensayada por varios marxistas a lo largo del siglo XX.

[3] Bruno Bosteels, Marx y Freud en América Latina: Política, psicoanálisis y religión en los tiempos del Terror. Madrid: Akal, 2016, p. 141.

[4] Para el tema de los santos como modelo del militante ver el recién citado Marx y Freud en América Latina… de Bosteels.  

[5] Para un estudio sobre la cuestión religiosa en la obra de José Carlos Mariátegui ver Ferretti, Pierina (2016). Del misticismo decadentista a la religiosidad revolucionaria. Estudio de la dimensión religiosa en el pensamiento de José Carlos Mariátegui. Tesis para optar al grado de Magíster en Estudios Latinoamericanos. Facultad de Filosofía y Humanidades. Universidad de Chile. Disponible en http://repositorio.uchile.cl/handle/2250/136671

[6] Este texto se enmarca en una investigación doctoral titulada “Religión y marxismo en América latina. Estudio de las políticas de la religión en José Carlos Mariátegui, José Revueltas y León Rozitchner”, desarrollada en el Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos de la Universidad de Chile, bajo la dirección del Dr. Grínor Rojo. El sentido de incluir en este estudio la obra de León Rozitchner es, precisamente, poner de relieve la forma en la que este interrumpe las lecturas cristianizantes del marxismo y al propio cristianismo liberacionista. Esta investigación está todavía en curso y lo que se presenta en esta ocasión es una lectura muy parcial y tentativa de dos textos: “Marxismo o religión” y La cosa y la cruz. Queda pendiente un ejercicio que incluya otros trabajos que son imprescindibles para el tema que nos convoca, como, por ejemplo, “La cuestión judía”, “Primero hay que saber vivir. Del vivirás materno al no matarás patriarcal, Levinas o la filosofía de la consolación y los textos reunidos en Cuestiones cristianas.

[7] La polémica con Eggers Lan ha sido provechosamente analizada por Diego Sztulwark en “Lo que saben los cuerpos, amor e inmanencia en León Rozitchner”. Escrituras americanas. Vol. 1, n°. 2, pp. 2-33.

[8] Los argumentos de Eggers eran típicos de las perspectivas socialcristianas que muestran al cristianismo como un intento por liberar al ser humano de las estructuras sociales opresivas. Dice, por ejemplo, en esta entrevista: “Considero al cristianismo –en su aspecto histórico, y con prescindencia, por ende, de su significación transhistórica, a la cual, sin embargo, está esencialmente unida– como un movimiento cuyos esfuerzos se centran en la realización plena de la persona humana, y que procura, pues, su liberación de los factores que la esclavizan y degradan”. Conrado Eggers Lan, “Cristianismo y marxismo”. En Correo de C.E.F.Y.L, Buenos Aires, año 1, n° 2, pp. 1-2. Versión digital en http://www.filosofia.org/hem/196/96210cc.htm

[9] León Rozitchner “Marxismo o cristianismo” en Pasado y Presente. Revista trimestral de ideología y cultura. Año I, número 23, julio-diciembre, p. 113.

[10] Conrado Eggers Lan, “Cristianismo y marxismo”. En Correo de C.E.F.Y.L, Buenos Aires, año 1, n° 2, pp. 1-2. Versión digital en http://www.filosofia.org/hem/196/96210cc.htm

[11] Para la discusión que queremos relevar, vamos a concentrar nuestra atención en la crítica al concepto cristiano de amor por su desprecio de lo sensible, dejando pendiente una lectura más completa de este texto. Sin embargo, la polémica con Eggers Lan contiene un conjunto de temas sobre los que debemos volver, entre ellos, el problema de la teoría de la verdad en el marxismo y su relación con la transformación material del mundo, a partir de la crítica de Rozitchner a la lectura que Eggers hace de las Tesis sobre Feuerbach; la relación entre transformación social y autotransformación; la comprensión marxista versus la comprensión cristiana de la praxis y la contraposición entre método fenomenológico y método histórico-económico.

[12] León Rozitchner “Marxismo o cristianismo” en Pasado y Presente. Revista trimestral de ideología y cultura. Año I, número 23, julio-diciembre, p. 121.

[13] Ibíd.

[14] Ibíd.

[15] Ibíd, p. 125.

[16] Ibíd, pp. 125-126.

[17] León Rozitchner, La cosa y la cruz: cristianismo y capitalismo. (En torno a las confesiones de San Agustín. Buenos Aires: Losada, 2001, p. 9.

[18] Ibíd.

[19] Es la idea que Marx desarrolla en la Introducción a la crítica de la filosofía del derecho y del Estado de Hegel: “La misión de la historia consiste, según esto, en descubrir la verdad más acá, una vez que se ha hecho desaparecer al más allá de la verdad. Y, ante todo, la misión de la filosofía, puesta al servicio de la historia, después de desenmascarar la forma de santidad de la autoenajenación del hombre, está en desenmascarar la autoenajenación bajo sus formas profanas. La crítica del cielo se trueca, de este modo, en la crítica de la tierra, la crítica de la religión en la crítica del derecho. la crítica de la teología en la crítica de la política”. Karl Marx, “En torno a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel. Introducción”. En Marx, Karl; Engels, Friedrich. Obras fundamentales. Tomo 1. Escritos de juventud de Carlos Marx, México: Fondo de Cultura Económica, 1982, p. 492. Cursivas de Marx.

[20] El impacto del cristianismo, y en particular el protestantismo, en la formación de la subjetividad de los seres humanos, en tanto interiorización de mandatos, es captado tempranamente por Marx. “Lutero -dice en 1844- venció, efectivamente, a la servidumbre por la devoción, al sustituirla por la servidumbre en la convicción. Acabó con la fe en la autoridad al restaurar la autoridad de la fe. Convirtió a los sacerdotes en seglares, al convertir a los seglares en sacerdotes. Liberó al hombre de la religiosidad externa, al erigir la religiosidad en el hombre interior. Sacudió las cadenas del cuerpo, encadenando el corazón”. Karl Marx, “En torno a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel. Introducción”. En Marx, Karl; Engels, Friedrich. Obras fundamentales. Tomo 1. Escritos de juventud de Carlos Marx, México: Fondo de Cultura Económica, 1982, p. 498. Cursivas de Marx.

[21] La afinidad entre cristianismo y capitalismo fue planteada claramente por Marx en este pasaje de El capital que es retomado por Rozitchner. “Para una sociedad de productores de mercancías, cuya relación social general de producción consiste en comportarse frente a sus productos como ante mercancías, o sea valores, y en relacionar entre sí sus trabajos privados, bajo esta forma de cosas, como trabajo humano indiferenciado, la forma de religión más adecuada es el cristianismo, con su culto del hombre abstracto, y sobre todo en su desenvolvimiento burgués, en el protestantismo, deísmo, etc.” Karl Marx, El capital, tomo 1, vol. III, México: Siglo XXI, 2005, pp. 1011-1012.

[22]  León Rozitchner, La cosa y la cruz… ed. cit., pp. 9-10.

[23] Para analizar este problema se vuelve fundamental la respuesta de León Rozitchner a Oscar del Barco a propósito del debate por la violencia revolucionaria que tuvo lugar en Argentina a propósito de las declaraciones de Héctor Jouvé sobre las ejecuciones ocurridas en la guerrilla. El texto de Rozitchner se titula “Primero hay que saber vivir. Del vivirás materno al no matarás patriarcal” y se publicó originalmente en la revista El Ojo Mocho de agosto de 2006.

[24] León Rozitchner, La cosa y la cruz… ed. cit., p. 12.

[25] Ibíd.

[26] Ibíd., p. 14.

[27] Ibíd., p. 10.

[28] Ibíd.

[29] Ibíd, p. 11.

[30] Ibíd., p. 411.

[31] Ibíd., p. 414.

[32] Ibíd.p. 12.

[33] Las reflexiones de Rozitchner, se acercan a las de Walter Benjamin en “Para una crítica de la violencia” o en “Capitalismo como religión”, textos en los que este desenmascara la violencia mítica, fundadora del orden, y en los que penetra en la estructura religiosa del capitalismo, presentándolo como una máquina productora de culpa, deuda y servidumbre.

[34] Por ejemplo, Guillermo David, “León Rozitchner, teólogo marxista” en VVAA, León Rozitchner: contra la servidumbre voluntaria. Jornadas en la Biblioteca Nacional. Buenos Aires: Biblioteca Nacional, 2015, pp. 163-167.

[35] Alejandro Horowicz, “Ser judío en Marx; ser judío en Rozitchner” en VVAA, León Rozitchner: contra la servidumbre voluntaria. Jornadas en la Biblioteca Nacional. Buenos Aires: Biblioteca Nacional, p. 187.

[36] León Rozitchner, La cosa y la cruz…ed. cit., p. 12.

[37] Oscar Ariel Cabezas, “León Rozitchner, geofilósofo del presente” en VVAA, León Rozitchner: contra la servidumbre voluntaria. Jornadas en la Biblioteca Nacional. Buenos Aires: Biblioteca Nacional, p. 224.

Empezar acabando: la marcha dice // Lucía Naser

El proceso hacia este 8 de marzo estuvo marcado por la organización de por un lado la movilización o marcha que hace algunos años se realiza; por otro la organización del Paro Internacional de Mujeres, una propuesta que desde la articulación internacional trabajó para aterrizar en varios países y contextos de formas muy diferentes.

El aterrizaje o traducción entre diversas orientaciones de los feminismos y el campo político local y global donde ellos se mueven, signó este día-acontecimiento que al crecer, hace leudar su potencialidad política y por ende multiplica con o sin quererlo las tensiones y debates que toda interna y externa de y entre organizaciones (que piensan diferente pero quieren hacer juntas) genera.

Como en todo proceso político – y artístico y afectivo – a veces el tiempo de llegar a es mucho más fundamental y potente que el instante en sí en que se llega. En este sentido y aunque fue políticamente tensa y disputada, la previa del 8M puso a discutirse temas fundamentales para el feminismo, sus aliadxs y sus contrarios. Temas que si por momentos fueron confundidos con banalidades organizativas, tocaban en la profundidad de la marea y su contra ola. De “no seas tan sensible” está hecho el ocultamiento de que en las microdecisiones también se juegan cosas grandes y fuertes para la vida de las mujeres. Y de todxs.

Si era una marcha de mujeres o de cualquiera que se llamara feminista; si era una marcha feminista o una de mujeres; si una marcha expresa la adhesión a una causa o la visibilidad del sujeto afectado por la causa que se defiende; si una marcha es la expresión de una demanda o un acontecimiento que en sí mismo ya está haciendo. Que si el paro es de todas o se suman hombres a las mujeres; que si organizaciones mixtas se suman o adhieren por fuera sus mujeres; que si la marcha debe ser convocada por organizaciones feministas o si convocan y organizan organizaciones de mujeres atravesadas por el tema; que si estrados con proclama o abrazos con lecturas colectivas; que si pedir al estado o fortalecer las redes autónomas de y entre mujeres.

Estas “minucias”, no lo son. En las discusiones sobre como movilizarnos en el 8M se abrieron y condensaron problemas fundamentales para el movimiento. Problemas de esos a habitar y no tanto a resolver apresuradamente. Mejores o peores tramitados, con o sin violencias, la organización de este 8M propuso y logró problematizar el modo de adherir de los hombres pidiéndoles no solo su apoyo sino que se pusieran a pensar su lugar en este proceso de transformación y movimiento. Logró problematizar que la dimensión económica del feminismo no es nada secundaria y que la opresión a las mujeres no sólo es afectiva y corporal sino que ella habilita y sostiene estructuras capitalistas que nos enseñaron a pensar “por fuera”. Logró despertarnos la mañana del 8M para mirar las relaciones que nos hacen bien o nos hacen mierda, para abrazar a las amigas, para abrazar desconocidas, para abrazar y también saber soltar (y que nos suelten) a los hombres que amamos.

El paro y la propuesta de que fuera solo de mujeres puso de manifiesto que cuando las mujeres nos retiramos para parar activamente, hay todo un sistema de división del trabajo que tambalea y afecta a mucho más que la rama productiva en la que nos desempeñemos; puso de manifiesto que no todas las mujeres en lucha son asalariadas o tienen vagina; puso de manifiesto todas las tareas que hace la mujer y que sostienen. Lo evidenciaron cuestiones tan simples como que si solo paraban mujeres surgían una infinidad de problemas y labores que quedaban desatendidas (y que a menudo no son remuneradas ni reconocidas). Que si paraban hombres y mujeres las mujeres quedaban igual a cargo de los hijos. Que si parábamos solas las mujeres que podíamos parar 24hs sin darse posibilidades de otras formas de ser parte, estaban quedando afuera un grupo gigante de mujeres. Que las clases sociales que habitamos no son un aspecto menor de cómo sufrimos el machismo y como participamos del movimiento. Parar activamente y como se pudiera fue la consigna y muchas muchisimas hicimos el máximo esfuerzo por visibilizar nuestra presencia ausentándonos (por las ausentes y por las que no podían hacerlo).

Se puso al ego de los varones a ocuparse de las tareas que hacemos nosotras todo el tiempo y no les gustó. Se les pidió silencio – y esta vez no no su voz fuerte diciendo que nos apoyan -, y no les gustó. Y a algunas mujeres tampoco les/nos gustó (si es que vale reconocer que existimos en subjetividad escindida en relación a algunos temas). Pero el hecho es que hacerlo abrió preguntas y pensamientos que justifican el desconfort. Nosotras nos bancamos tanta mierda y no hay espacios de discusión donde se nos pregunte si estamos de acuerdo. Generar espacios de preguntarnos qué queremos entre nosotras. Entre nosotras y antes – o aparte – de que vengan a ofrecernos soluciones que ya vimos que no, o la alternativa de una tibia inclusión en la agenda de derechos.

Es así que a medida que el movimiento crece se pone también en cuestión la relación entre mujeres de diferentes clases sociales, diferentes modos de entender y vivir ser mujeres, diferentes opresiones y privilegios que pueden ser reciclados para alimentar la lucha de las más débiles. La vanguardia del movimiento la tiene clara y propone consignas pensadas y fuertes pero tiene simultáneamente a su alcance hacer entrar a la ronda a muchas otras mujeres. ¿Cómo? Es quizás la pregunta del momento. Una pregunta a responder en la acción.

En la marcha los contingentes de las agrupaciones – esas que a veces parecen delimitadas  y separadas por cercos infranqueables – se disuelven un poco en la acción y con ellas las distancias ideológicas. Los varones se corren y en su lugar entran muchas mujeres, adolescentes, pibas que llegan con toda la fuerza, mujeres viejas viejas o quizás nuevas en el movimiento. “Quien no se mueve no siente las cadenas” dicen algunas. Enormes círculos se arman y detienen la procesión lineal frontal de la marcha. Círculos de mujeres se abren; nos miramos y es importante que bastemos nosotras para sentirnos fuertes. La casi ausencia de varones nos invita a mirarnos y reconocernos, a practicar una libertad que sabemos que cambia cuando hay hombres en la vuelta, cuando los cuerpos están si o si un poco más a la defensiva, quizás tirarte en la calle o abrazarse masivamente es algo que nuestros cuerpos asustados por los machos aprendieron a evitar como forma de autodefensa. Acá podemos hacerlo.

Diferentes colectivos participan desde diferentes ánimos y propuestas. Una batucada furiosa que encabeza; la danza poniendo cuerpo e invitando a la improvisación y la escucha como armas; cientos de mujeres siguiendo a los tambores tocados por ellas; ir al suelo para pulsar juntas; saber que no da para agredir a gente que viene a provocar, a traernos su violencia “pro-vida” que nos da más asco y pena que rabia con su intervención en nuestra marcha. Caminar, cantar y atacar a una iglesia, rabiosa pero coloridamente – disculpen pero a nuestro estilo les decimos que se pueden ir con sus cruces a la mierda. La apostasía es nuestra vocación porque queremos abortar una y mil veces a su moral represora de nuestros cuerpos. Aunque seamos nosotras a las que siempre nos toca sangrar. Más atrás organizaciones mixtas. Las mujeres somos protagonistas por una vez y se siente bien. La policía brilla por su ausencia. La organización Iglesia Misión Vida brilla por su presencia como brillan los soretes al sol. La organización le ha pagado a unxs pibxs re jóvenes y pobres para sostener sus carteles recién ploteados que dicen “femenina si, feminista no” con colores rosado y celeste de bebé. Están ahí estáticxs, plantados en una de las aceras del 18 de Julio invadiendo desde la lateral nuestro avance y movimiento, protestando porque hacemos con nuestros cuerpos lo que queremos. Están ahí y con los carteles se tapan la cara porque saben que aunque dicen que están para defender la vida, la vida está de nuestro lado. Les cantamos “mujer escucha únete a la lucha” y hacemos un abrazo de conjura y complicidad, de barrer el odio y plantarnos desde el canto y desde el grito ante esta violencia. La resistencia del presente es también ancestral y cuando cantamos abrazadas y por nosotras, son nuestras abuelas las que también se liberan. Aceptamos ese legado y lo transformamos: nos reconocemos mujeres pero para eso parimos con dolor y con alegría otra forma de ser mujeres. Eso o encontrarle otra palabra. Eso e inventarnos otros cuerpos.

El feminismo nos excede a todas – personas, organizaciones, instituciones, leyes –  pero también es cierto que no existe sin cada una y su fuerza. Para que cuando toquen a una nos toquen a todas es necesario sentir ese todas en nuestro cuerpo. Y ese todas vibra en mi cuando estoy junto a otras muchas. Ese todas enciende fuegos. Ese todas está en la calle este 8M.

 

En llamas

Se va a acabar esa costumbre de matar. Se va a caer el patriarcado. Y este paro empieza acabando.  El 8M arranca con un orgasmo: como subrayando la idea que también aplicamos al sexo de que no todo es por y termina en el orgasmo o acabada final, tan autocelebrada por el macho. A una orgasmatón de las 0hs convocaban las compañeras argentinas de Ni Una Menos. Empezar acabando y convertir el 8 de marzo en un acontecimiento que sucede por fuera de las casas y los regalos de felicitación. Este día que ha pasado cada vez más de ser un “dia de” a ser un día de lucha, en que los cuerpos de mujeres aparecen y se movilizan juntas en el espacio público. El orgasmo como comienzo. El orgasmo como momento climático pero sin embargo no el único; como momento íntimo pero no secreto ni tabú. El orgasmo – sexual o político – pensado sí como momento climático pero también pensado desde la sexualidad femenina en la que puede funcionar más como una activación del inicio del deseo que como instante final. Repensamos el orgasmo y la lucha desde nuestros cuerpos: de orgasmos múltiples, de sexo expandido desde el clítoris a toda nuestra piel y desde los bordes del cuerpo a un abrazo colectivo que abraza también a los dolores que se nos han metido en el cuerpo.

No solo nos enseñaron muy poco a tocarnos sino que nos enseñaron a tocarnos poco. En la activación de nuestro contacto y nuestro abrazo se deshacen cadenas de dependencia patriarcal. Se deshacen cadenas. Lloro al abrazar y tristeza y felicidad se vuelven indiscernibles.

El paro lo hace cada una como puede, desde las casas o desde la calle, vistiendo un lazo violeta o pidiendo a la pareja que hoy encare él las tareas, se hace discutiendo en grupos de whatsapp, infiltrando la pregunta allí donde nunca se toca el tema; esos espacios que les encantaría poder afirmar que feminismo es para las mujeres locas o en todo caso para esos lugares pretendidamente lejanos donde habitan monstruos violadores de esos que salen en canal 4.

A la marcha se viene a caminar pero también a cantar, a gritar, a llorar, a inventarnos la potencia, a ver como otras gritan basta y muestran las tetas, a sumarse a algo que no sabías, a proponer un canto, a seguir y ser seguida hasta no saber quién guía. Esta marcha se hace experimentando y sin miedo a salir de las fórmulas militantes exitosas o inteligibles. Se hace desde un deseo de probar qué sucede si……

Política experimento. Política inventándonos en el proceso. Movilización no como demostración sino como acto creativo. Manifestación como acto performativo. No estamos ahí para ser, sino que estamos ahí siendo, resistiendo. “Cambiamos el mundo sin pedir permiso” dice una pancarta.

La política es experimentación e importa mucho más lo que sucede y se experimenta ahí siendo que las lecturas de la marcha como discurso, como plataforma de reivindicaciones, como número final de asistentes dicho por el noticiero. Esta marcha tiene un cimiento ideológico pero es en sí misma acontecimiento. La marcha habla y dice que estamos juntas y somos fuertes y podemos estarlo aún más. La marcha dice que la mayor potencia política es la que se mueve hacia cosas que queremos y que nos liberan. Dice que aunque el feminismo crece (o no) en los espacios de nuestras decisiones más individuales, íntimas y cotidianas, es sumandonos, socializando nuestra fuerza y también nuestras miserias, que podemos convertir la rabia en grito y el dolor en movimiento.

Este 8M no lo marché con mis cómplices ideológicas más cercanas sino con mis compañeras de trabajo, de arte y de otras luchas que aunque no se llaman “feministas” tienen todo que ver con eso. La danza siempre es la conexión con una dimensión existencial atravesada de goce pero también de dolores, de violencia, de todo eso que vive en la palabra “cuerpo”.  El feminismo y la danza tienen en común que afectan profundamente nuestra percepción de una misma y del mundo. El cuerpo se vuelve un entramado de sensaciones y de afectos. Marcho ahí, entre cuerpos que veo moverse habitualmente, pero que hoy lo hacen por nosotras y por las que no están. Marchamos por Olga de 44 años que tan solo unas horas antes murió asesinada por su pareja de quien intentaba protegerse (con ayuda de un policía que murió también de bolea). Nos duele este “otra vez”, esta nueva muerte. Marchamos porque horas después de terminar la marcha nos enteramos de otro feminicidio: Mirtha Lorena de Rocha, embarazada de 5 meses, asesinada por su ex pareja sobre el que regía una orden de restricción de acercamiento por 120 días. Marchamos y duele constatar lo difícil que es detener esto y lo importante que es seguir y profundizar esta lucha. Para exorcizar la tristeza y sentir que sí podemos marchamos y bailamos con más fuerza que nunca. Bailamos como bailaría Olga o Mirtha si ahora pudieran vernos o sumarse. Marchamos y en nuestros cuerpos viven las mujeres que perdimos y que conocíamos (Nadia Vera sos mi compañera de luchas siempre) o no. Somos desconocidas pero enseguida nos reconocemos, nos encontrarnos con la mirada desde un canto que va tomando su ritmo y nos coreografía a todas. Decir que sí a una ronda que nace acá o allá, ser parte desde la acción y no solo desde el discurso. Dejarse afectar. Recibir el cansancio y aportar la fuerza que se tenga. Dejar llegar un cansancio físico que se va disipando a puro contagio de la fuerza de otras, que están ahí para sostener, para sostenernos.

Terminamos la marcha y mi cuerpo está (aunque sea por un rato) con más energía para correr y bailar que al principio. Y es que no estamos aquí solo para demostrar nuestras fuerzas e ideas o para hacer nuestros pedidos, o para llegar al final de la marcha y disiparnos tranquilamente. Estamos aquí para transformarnos en el encuentro, para ver qué nos pasa y qué nace de esta acción, que dice y hace mucho más que cualquier manifiesto.

Estamos empezando a acabar con el patriarcado y los machismos, pero sabemos que la transformación ya empezó, que no puede esperar a que termine de caer, que no puede esperar.

¿Qué subjetividad puede llevar adelante una revolución que sabe que implicará deshacer (para rehacer) parte de sí misma en el proceso?, o algo parecido me preguntaba hace un año en un artículo previo a ese 8M. Esa subjetividad la vi en la calle el jueves y no tiene cara individual ni nombre de agrupación, sino la forma de un abrazo que grita y que salta entrelazando; la temporalidad de un encuentro que dura unas cuadras pero te cambia para siempre; la expansión de una lucha que espera viva a ser activada en cada una de nuestras cuerpas. Y esa activación es únicamente colectiva. Esa activación empezó hace mucho y al mismo tiempo recién comienza.

Que alegría la de acabar empezando!

En Uruguay ya está convocada la próxima asamblea

No es gatillo fácil, son solo escenas repetidas de esta guerra. // Diego Valeriano

 

Casi nadie puede entender la bala en la nuca del Negrito, ni siquiera él que le disparó. Nadie lo felicita por ese disparo, ni una palmada en la espalda recibe esta noche. “Mataste un nene, pelotudo”, le dice un oficial en el patrullero, y él baja la vista mientras escucha lo pelotudo que es. No lo puede creer, no quiere creer que sea verdad. No puede creer que tenga la edad de su sobrino. Se sienta en la oficina del oficial principal, no quiere preguntar si está detenido pero se imagina que sí. Sabe cómo son los procedimientos, lo sabe porque no es la primera vez que dispara. Él sabe lo que es poner el pecho y se banca las consecuencias, pero no puede creer que sea un nene.Pidió llamar a su vieja y le hicieron señas para que use su teléfono.

El sabe lo que son los pibes en moto, lo que pueden, lo que hacen, el miedo que desatan cada vez. Lo sabe porque alguna vez trabajó con ellos. No quiso dispararle a un nene, pero sabe lo que hacen esos guachos con esas motos rompiendo la noche. Sabe cómo esos pibes en esas motos se escurren como agua entre esas calles donde ellos casi nunca llegan. Esos atrevidos rompen la noche y se nos escurren, se repite mentalmente de forma tal para que alguien lo entienda. Porque ese nene, ese pibito, estaba con los otros que en moto son capaces de todo. Porque esos pibes son sus enemigos, porque él no quiso que tenga 11 o 12, la edad de su sobrino. Él no quiso que ese negrito estuviera en esa moto. Él pensó que podía tener 15 o 20, como esos dos que agarraron la otra semana en el bajo y que terminaron cociéndose a tiros, o como esas pibas que les juraron que eran mayores y nadie iba a desmentirlas. Él pensó que era solo una noche más, una noche cualquiera, que los pibes eran chorros y donde él hacia lo que tenía que hacer. Pero el nene tenía 11. Él creyó ver el brillo de un fierro en la cintura de uno de ellos y esto lo va a jurar donde sea necesario.

Sabe que la cagada está hecha. Piensa que tal vez ni siquiera vayan a protegerlo, y un poco lo entiende, aunque después del reto el oficial dijo que ellos no dejan a nadie solo.Sabe que disparar es una orden no dicha, sabe que es un ruego silencioso, un grito ahogado, sabe que disparar es mejor que ser un gil, y que si no disparaba esos atrevidos no lo iban a respetar nunca. Sabe que se tiene que hacer respetar porque así es la calle, sabe que el miedo que genera es su mejor arma.

Siempre dispara, siempre hace lo que se le pide, siempre soporta, siempre cumple, siempre obedece, siempre calla todo lo que sabe, siempre cumple con los de arriba, siempre mantiene la cadena de mando, siempre es parte del todo, siempre es parte del problema y la solución, pero esta vez es un nene y se siente horrible, porque hasta en esta guerra está mal matar nenes.

El marxismo plebeyo de John W. Cooke // Diego Sztulwark

A Manuel, el Negro Molina

 

 El verdadero oximorón de nuestros días es el peronismo de base

Miguel Mazzo

 

La primera vez que escuché hablar de John William Cooke fue a través de dos personas que lo conocieron bien: Eduardo Luis Duhalde y Manuel “el Negro” Molina. Duhalde,  compilador de su Obra Completa en cinco tomos,[1] hablaba de “el Bebe” en charlas de “formación” en un local de la calle Perón, a fines de los años ochenta. Lo ubicaba como figura contrapuesta a Juan José Hernández Arregui; ambos representaban dos modos opuestos de cruzar marxismo y peronismo. El Negro, en cambio, hablaba en voz baja y en charlas de uno a uno.

 

El Negro, procedente de Mendoza, llegó a Buenos Aires a fines del primer peronismo. Una tarde de 1955, una requisa militar hizo bajar por la fuerza a un contingente de trabajadores que viajaba en colectivo por la zona de Plaza de Mayo, y el Negro se vio arrastrado a lo que sería su bautismo de fuego en la resistencia, rompiendo veredas y apedreando uniformados en defensa de Perón. Luego fue dirigente sindical de los barraqueros, en Avellaneda (donde Herminio Iglesias era su chofer y juntos salían a tirar “miguelitos”), y apoyó activamente la campaña de Andrés Framini como candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires, en 1962. Mucho más adelante, participó en la fundación de SUTEBA (fue compañero de Mary Sánchez) y fue próximo al ignoto grupo Proa (Partido Revolucionario de los Obreros Argentinos).[2] Cooke aparecía siempre en sus conversaciones de los años noventa. El Negro estaba horneado en ese peronismo obrero referenciado en Amado Olmos y en un marxismo antiimperialista fuertemente moldeado por la Revolución Cubana. Él había sido parte de un grupo de trabajadores seleccionados por el propio Cooke para recibir formación política. Pablo Levin –varias décadas más tarde inspirador de Axel Kicillof– le daba clases sobre El Capital. Bajo el hechizo de las narraciones del Negro, no quedaba otra que sumergirse en la lectura atenta de los libros de Cooke y maravillarse con su escritura. El Negro siguió en contacto con los compañeros y compañeras de la ARP (Acción Revolucionaria Peronista), la organización fundada por Cooke a su vuelta de Cuba, hasta el final de sus días.

 

Durante la segunda mitad de la década de los noventa y como parte de la irrupción de los llamados “movimientos sociales”, comenzaron a circular numeroso trabajos sobre Cooke (recuerdo sobre todo los libros de Richard Gillespie, John W. Cooke. El peronismo alternativo;[3] de Norberto Galasso, Cooke, de Perón al Che;[4] y las páginas de Resistencia e integración de Daniel James[5]). Cooke era parte del debate militante universitario y de las organizaciones sociales. Manuel Gaggero, que lo había conocido bien, hablaba de él en las Cátedras Che Guevara, en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Cooke impresionaba por el uso diestro del lenguaje, certero y literario, por su radicalidad política, sus tensiones con Perón y su amistad con el Che; también por la complejidad de su dialéctica en la que la lucha de clases era concebida como una contradicción entre peronismo y antiperonismo y, simultáneamente, como un antagonismo interno en el propio peronismo. Pero por sobre todas las cosas, cautivaba su tentativa de ligar teoría y práctica política en un mismo movimiento, un marxismo plebeyo (el célebre “hecho maldito del país burgués”) con eje en la experiencia concreta de la radicalización obrera de la época de la resistencia. Años más tarde, ya en medio del conflicto por la 125, Horacio González –siempre interesado por Cooke, y autor de un artículo mítico sobre la correspondencia con Perón publicado en la revista Unidos– le preguntó por Cooke al ex presidente Néstor Kirchner, en el transcurso de una de las asambleas de Carta Abierta, en la Biblioteca Nacional. ¿Era viable ese engarce entre cookismo y kirchnerismo? Otro que hablaba de Cooke era León Rozitchner: habían sido amigos en La Habana y polemizaron sobre peronismo y revolución en la revista La Rosa Blindada.[6]

 

En paralelo a estos recuerdos, el nombre de Cooke siempre estuvo en boca de Miguel Mazzeo: desde su militancia en el grupo Retruco y en el activismo universitario en La Mariátegui, hasta su participación en el Movimiento de Desocupados de la Zona Sur del conurbano y luego en el Frente Popular Darío Santillán, Mazzeo no dejó nunca de investigar y publicar sobre Cooke. Su libro El hereje, apuntes sobre John William Cooke[7] no es una tesis académica sino el resultado de una prolongada pasión intelectual y vital. Se trata de una biografía política y de una toma de partido en el campo de las ideas, de una investigación histórica y de una fuerte afirmación en las discusiones recientes sobre peronismo y revolución (subtítulo del libro Sublunar, de otro historiador de la UBA de la misma generación, Javier Trímboli[8]). Además del repaso sistemático y al detalle de los textos de Cooke en El hereje, Mazzeo realiza una serie de afirmaciones que permiten apreciar la calidad e incluso la vigencia de Cooke como pensador político argentino. Enumero algunas:

 

  1. Los planteos de Cooke no se adecúan a los planteos de la izquierda peronista que asumió como opción al kirchnerismo, ni a las teorías populistas a la Laclau.[9] Mientras que Cooke concibió la transformación social con la dinámica de radicalización popular, las teorías populistas identifican el cambio político con el control del Estado. El peronismo, al que el Bebe le reclamaba las tareas propias de un frente de liberación nacional y social, quedó reducido a un movimiento de regulación de la lucha de clases y, en versiones más progresistas –dice Mazzeo– a gestionar del modo más inclusivo posible los ciclos del capital.

 

  1. La práctica política de Cooke fue la de una pedagogía múltiple y dinámica, explicaba el peronismo a la izquierda y la izquierda al peronismo, y argumentaba ante el propio Perón sobre la necesidad de una palabra suya que autorizara a quienes como él sostenían posiciones socialistas. Esta pedagogía combinaba una fina percepción de la realidad argentina –y del peronismo– como una pluralidad en estado de desfasaje entre las palabras y las cosas, junto a una pasión intelectual por traducir fenómenos difíciles de armonizar en una estrategia revolucionaria (radicalidad obrera, burocracia sindical, ambigüedad entre el carácter encarnado y mítico del liderazgo). Para Cooke –no olvidemos que su muerte ocurrió en 1968–, el peronismo estaba recorrido por una tensión constitutiva que lo volvía incompatible objetivamente (radicalización obrera) y compatible subjetivamente (influencia de la burocracia) con el capitalismo. Se trataba, por lo tanto, de orientar esa subjetividad hacia la revolución (lucha de clases dentro del peronismo).

 

  1. El propio Cooke fue tomado por este proceso de radicalización plebeya que arrasaba el país y el continente. En una carta de 1961, le explica a Perón que en la Argentina “los comunistas somos nosotros”, los peronistas; cinco años más tarde, el mítico “delegado de Perón” sustituiría la conducción estratégica del general por la del Che Guevara (sin que quepa reducir este mix cookeano armado de guevarismo y peronismo a ninguna estrategia de tipo foquista).

 

  1. Si hubo algo así como un “cookismo” –y hasta un “walshismo” –, dice Mazzeo, resultaría completamente incomprendido sin reparar en el “grupo Avellaneda”, referenciado en Domingo Blajaquis y Raymundo Villaflor, emergentes de una cultura obrera autodidacta y politizada, que hacía su propia traducción plebeya del marxismo y que elaboró las premisas del alternativismo expresado por las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas) y el Peronismo de Base. Cooke converge con el grupo Avellaneda en la comprensión del peronismo como territorio de disputa entre autonomización y subordinación de contingentes obreros a la influencia de la burocracia –sindical, intelectual y política– que hizo del peronismo un fenómeno de contención de un amenazante movimiento obrero.

 

  1. Las aporías de Cooke se plantearon sobre todo con relación a los dobles de Perón: el Perón de carne hueso (cada vez más alineado con los valores occidentales) y el Perón mítico (invocado por todas las fracciones del movimiento). ¿Cuál de ellos podía ser utilizado a favor de la revolución? ¿Cuál de ellos la frenaba? Mientras que el lenguaje político de Perón era oscilante e “incierto” (finalmente decantó en posiciones abiertamente contrarrevolucionarias), el de Cooke era preciso y buscaba las definiciones que el general evitaba; mientras que la concepción de la política de Perón estaba dentro de los marcos del equilibrio y de la contención, la de Cooke era la del desborde y la ruptura.

 

  1. Si algo enseña la lectura de la lucha de clases en la Argentina de Cooke es a distinguir plebeyismo de populismo. El peronismo supo contener -sobre todo luego del 55, fecha a partir de la cual Cooke da por agotado el programa del 45- dos vertientes antagónicas de lo nacional-popular: una resistencia obrera antiimperialista en constante radicalización, y un sistema de liderazgos estratégicos conservadores, incapaces de ir más allá del horizonte burgués marcado por la intervención del Estado en la regulación del conflicto. Si el plebeyismo es un movimiento de descodificación y ruptura con el mando del capital, el populismo –lo nacional y popular desde arriba– es una praxis de imitación de captura de lo plebeyo y de imitación de lo popular desde abajo. El peronismo, dice Mazzeo, subsiste como fenómeno de simulación.

 

  1. Cooke se hizo marxista de adulto y fue un gran lector del Marx de la alienación y de Lukács. No fue leninista sino un crítico del centralismo y del elitismo de la vanguardia, más próximo a un luxemburguismo de la autodeterminación popular. Sí fue un prematuro gramsciano que concibió al intelectual como organizador de la hegemonía de las clases subalternas. Mazzeo no deja de señalar con razón que Cooke fue injustamente ignorado por los estudiosos del gramscismo en la Argentina, mayormente reformistas y populistas

 

Sobre el final del libro, los apuntes de Mazzeo trazan un perfil –los rudimentos de una biografía– de la compañera de Cooke, Alicia Eguren, una figura tan fascinante como eludida por buena parte de las militancias, y relata una triste escena ocurrida en 2014, en ocasión de la ceremonia durante la que se arrojaron las cenizas de Cooke en el Río de la Plata, con presencias del establishment peronista. Una cita de Horacio González le sirve para sintetizar un sentimiento: “Toda la política argentina media frente a Cooke muestra su carácter incompleto y desdichado”. El libro se abre con un prólogo de Guillermo Cieza y cierra con un epílogo a cargo de Mariano Pacheco: un modo de enlazar al menos tres generaciones en el interés por la singular figura de este  “Trotsky del peronismo”. El cookismo histórico que Mazzeo nos presenta en su articulación política puede valer, ante todo, como introducción a una comprensión actual de lo “plebeyo” como conjunto de desacatos al mando neoliberal y al paternalismo populista.

 

 

[1] Eduardo Luis Duhalde (comp.), Obras Completas de John W. Cooke (5 tomos), Ediciones Colihue, Buenos Aires, 2007-2011.

[2] De Proa, organización clandestina que funcionó entre 1974 y 1977, sólo supe de oídas por Duhalde, Molina y otros amigos. Disponemos de la investigación de Gabriel Rot: Itinerarios revolucionarios, Eduardo L. Duhalde/Haroldo Logiurato. De la resistencia peronista  al Partido Revolucionario de los Argentinos, La campana de palo, Buenos Aires, 2016.

[3] Richard Gillespie, John William Cooke. El peronismo alternativo, Buenos Aires, Cántaro Ediciones, 1989.

[4] Norberto Galasso, Cooke, de Perón al Che. Una biografía política, Buenos Aires, Editorial Nuevos Tiempos, 1997.

[5] James, Daniel, Resistencia e integración: El peronismo y la clase trabajadora argentina, 1946-1976, 2ª ed., Buenos Aires, Siglo Veintuno,Editores, 2010.

[6] En la compilación que hizo de la revista –La Rosa Blindada, una pasión de los ’60. Buenos Aires, La Rosa Blindada, 1998- Néstor Kohan reproduce un fragmento de una entrevista con León Rozitchner en la que este último le cuenta sus conversaciones con Cooke en La Habana sobre Perón: “Él era muy crítico de Perón. Me mostró las cartas, tenía copia de todo. Lo único que no podía hacer, para seguir siendo peronista, era revelar la verdad y decir públicamente que Perón era un cabrón (…). Yo le planteé mis críticas en Cuba y él me reconocía que Perón era un hijo de puta pero que había que pincharlo al viejo para ver si podía inscribirlo en un campo determinado, diferente, de izquierda, y no de derecha. Y no fue viable porque Perón era de derecha. El punto ciego, no sólo de Cooke sino de toda la izquierda peronista, era que lo que decía no podía escribirlo y publicarlo”.

[7] Miguel Mazzeo, El Hereje, apuntes sobre John William Cooke, Buenos Airesel colectivo, 2016.

[8] Javier Trímboli, Sublunar. Entre el kirchnerismo y la revolución, Buenos Aires, Cuarenta Ríos, 2017.

[9] El populismo es, para Mazzeo, “una estrategia para diluir los contenidos populares más radicales en una totalidad que los incluye pero que los subordina a través de significantes flexibles”, una “estrategia de regulación de la lucha de clases” y un juego de “polarización social limitada y controlada”.

La carta de la abuela del niño asesinado en Tucumán «Debemos soportar infinidad de historias falsas»

 

Mataron a mi negrito

Por Mercedes del Valle Ferreira

«Ya no me quedan lágrimas. Nos destrozaron la vida. El Negro era un niño maravilloso, lleno de amistades, que no tenía problemas con nadie. Y anteayer a la madrugada, a pocas horas de su primer día en la secundaria, lo mataron, me lo mataron. Tenía 12 años: 12 años, tenía, ¿entienden? Un niño, hermanito de otras dos niñitas, de repente pasó a estar en el hospital Ángel Padilla, tirado en un rincón, con la cabeza destrozada… Era una criaturita, mi criaturita.

¿Cómo se hace? ¿Cómo hacemos? ¿Quién se lleva este dolor? Para colmo, debemos soportar infinidad de historias falsas, circulando por internet o televisión, porque no, nada hubiera justificado lo que hicieron, pero mi nieto no robaba, ni manejaba un revólver, como inventa la Policía. Había terminado la primaria en la escuela Miguel Lillo con muy buenas notas y estaba por arrancar su nuevo ciclo en la ENET Nº5. Ya tenía todos los útiles, la mochila preparada y su ropa lista. Es más, acabábamos de comprar unos zapatos que no le gustaban para nada, pero los necesitaba para arrancar el colegio. Vivía conmigo y con sus tíos, en mi casa, en el barrio Juan XXIII, conocido como Villa Bombilla, en Tucumán.

El miércoles a la noche, Facu salió en moto con Juan, un amigo dos años más grande, para ir a ver las picadas en el Parque 9 de Julio, como es común acá entre los changos… Al regresar, pasada la medianoche, unos uniformados les dispararon a quemarropa, así, ¡a quemarropa! No existió ningún enfrentamiento. Y en cuanto nos enteramos, salimos corriendo al hospital, donde nos recibieron con mentiras los voceros arreglados con las Fuerzas. “Sufrió un accidente vial”, nos dijeron. Y minutos después, la tomografía nos anunció que había fallecido por el tiro de un arma de 9 milímetros.

La versión oficial vino acompañada por un cordón policial, porque “íbamos a generar problemas”. Y entonces inmediatamente fuimos a la Comisaría 1ª, donde nos dijeron que los agentes ya estaban detenidos. Éramos dos mujeres y ellos un montón de hombres, apuntándonos con itakas. Nos ocultaron información y nos sacaron zamarreándonos de los brazos. Ahora, el barrio está lleno de patrullas y, mientras dejo caer estas palabras como lágrimas, comienza una razia en la otra cuadra, bajo la mira de un helicóptero policial que sobrevuela la zona.

El 7 de mayo, Facu iba a cumplir 13. Y sí, soñaba ser como Messi, para poder comprarle una casa a su mamá, que vive en Santa Fe. Allá, él había jugado al fútbol en Unión de Sunchales y tenía pensado volver en unos meses. ¡No podrá! Me parece verlo ahora, jurándonos que algún día nos iba a comprar “una mansión, para poder vivir mejor”. Lo pienso y todavía no entiendo. ¿Cómo que no volveré a ver a mi nieto? ¿Cómo que no volverá a correr hasta mis brazos, gritándome «Pachona, Pachona»? ¿Cómo que lo mataron, si nunca nadie dijo nada malo de mi negrito? No puedo explicar lo que siento aquí, en el pecho. ¡No saben cuántos amigos tenía! No saben cuántos niños había en su entierro.

¡Su entierro!

Ahora sólo nos queda luchar, yendo a Tribunales todos los días, caminando en los pies de todos ustedes, todas las veces que haga falta, porque nosotros no tenemos plata, pero tenemos dignidad. No entendemos y nunca podremos entender por qué hicieron lo que hicieron, pero no van a detenernos hasta que no se haga justicia, para que mi nietito pueda descansar en paz. Yo sigo llorando. No puedo parar. Siento un dolor inmenso, que ya no puedo calmar con sus abrazos…

Te juro, mi negrito, que no voy a bajar los brazos»

«El Paro Internacional de Mujeres no es un acontecimiento, sino un proceso» // Verónica Gago

 Fuente: el Especial 8M de La luna con gatillo

Entrevista realizada por Mariano Pacheco

El Paro Internacional de Mujeres no es un acontecimiento, sino un proceso, dice Verónica Gago, quien se posiciona desde un feminismo popular que, entiende, es un feminismo ligado a la conflictividad social y no de “cupo”, y que tiene la capacidad de conectar a distintas luchas populares.

Verónica Gago conversa con La luna con gatillo en un bar situado en La Chacarita, rato antes de dirigirse a una asamblea de mujeres convocada en el mismo  barrio porteño. Gago es investigadora y participa activamente de las asambleas de Ni Una Menos en Buenos Aires. Es autora del libro La razón neoliberal. Economías barrocas y pragmática popular y escribe con frecuencia en Página/12 y el Portal Lobo suelto. Antes de meterse en una charla acerca del 8M, sobre la reflexión en torno a conceptos como la economía popular o el feminismo popular, recomienda un libro publicado el año pasado por Tinta Limón, editorial que integra desde hace años. El libro se llama De #BlackLivesMatter a la liberación negra, nombre del “movimiento por las vidas negras importan a la liberación negra” escrito por la mujer negra norteamericana Keeanga-Yamahta Taylor, en el que construye “un mapa de la historia de la lucha de las mujeres negras en Estados Unidos”. También -a pedido de este cronista que siempre solicita a quienes entrevista que nombren un libro, una película y una canción- Gago recomienda ver el film original de El cuento de la criada (dirigido por Volker Schlöndorff) basado en la novela de ciencia ficción de la escritora canadiense Margaret Atwood que fue llevada a la pantalla chica en 2017, en formato serie, por HBO.

Atravesada por una coyuntura que la encuentra pensando en el fenómeno de cada vez mayor protagonismo de la mujer en la política argentina -a la vez que participando de él- Verónica Gago contribuye con esta conversación a seguir reflexionando sobre uno de los temas más candentes de la  escena contemporánea.

  • ¿Cómo pensar el contexto de este 8 de marzo, respecto de las luchas feministas, pero también, de las luchas más generales que viene librando el movimiento popular?

Me parece que lo primero sería pensar qué ha pasado desde el 8 de marzo de 2017 a hoy. Algo que estamos intentando pensar desde el movimiento feminista es que el Paro Internacional de Mujeres no es un acontecimiento, sino un proceso. ¿Esto que significa? En primer lugar que el paro no es una fecha en el calendario, sino un horizonte organizativo que nos permite desarrollar un proceso político. Y eso lo estamos sintiendo muy fuerte en la preparación de este paro porque, por un lado, se están realizando asambleas por todo el país, sean asambleas grandes en ciudades de otras provincias o bien algunas pequeñas en pueblos más alejados; por otro lado, en la Mutual Sentimiento, acá en el barrio de Chacarita, están viniendo a las asambleas de preparación del paro, todos los viernes, 1.500 mujeres, cuando el año pasado eran asambleas grandes, pero de no más de trescientas. Incluso decían algunas activistas sindicales que está habiendo asambleas en muchos lugares de trabajo. Creo que esto no es casual. Yo creo que desde el Colectivo Ni Una Menos en particular, pero sobre todo desde el movimiento feminista en general, hemos sabido desplegar durante todo el año pasado el dispositivo de la asamblea como un dispositivo que podía moverse después del paro, y también, como dispositivo de producción de una inteligencia colectiva para hacer un diagnóstico de ciertos problemas comunes. Por ejemplo: cuando hicimos la asamblea con las trabajadoras de Pepsico, luego de que fueran despedidas por la trasnacional de alimentos y montaran la carpa frente al Congreso de la Nación, junto con los trabajadores despedidos. Se pudo hacer allí algo así como el mapa de alianzas transversales que se habían construido para el 8 de marzo de 2017 y que veíamos que seguían vivas y con necesidad de encontrarse, de articularse y poder producir un diagnóstico conjunto de lo que estaba sucediendo en los lugares de trabajo, pero también, como eso que estaba pasando en los lugares de trabajo formal afectaba directamente a las trabajadoras de la economía popular. Es decir, que en esas asambleas se pudo ir produciendo una información sensible y de mucha importancia política en torno a cómo leemos la coyuntura a partir de situaciones muy concretas. Después de eso, a fines de septiembre, hicimos otra asamblea en El Bolsón, bajo la consigna “¿Dónde está Santiago Maldonado? Nuestros cuerpos, nuestros territorios”, con la idea de intentar pensar qué significa la ofensiva del capital en este momento, que avanza sobre los territorios y sobre el cuerpo de las mujeres (ofensivas que tienen en común el hecho de pensar el cuerpo de las mujeres como un territorio) y por qué hay una confluencia de una cantidad de luchas feministas, pero también de producción teórica feminista que tiene que ver con pensar la autonomía y la soberanía de los propios cuerpos, y como eso hoy conecta con luchas de territorios muy distintos que hoy están pensando su autonomía, su soberanía y su autodefensa. Esa asamblea fue muy importante, porque salió de ahí el mandato de no desacoplar la consiga de ese momento, que era “Aparición con vida de Santiago Maldonado” con la criminalización de las luchas mapuches. Pero también esta necesidad de muchas organizaciones feministas de encontrarse con las mujeres mapuches, que quizá en otro momento no se había producido una articulación directa. Después participamos de una asamblea en Jujuy, que se llamó Jaiahia de mujeres, en donde se reclamó la libertad de Milagro Sala y otros presos políticos. Me da la sensación de que todo esto que pasó no fueron hechos aislados, sino que es una situación que da cuenta de una inteligencia colectiva y un acumulado que se expresa ahora en la dinámica organizativa que se está produciendo en toda esta etapa previa al 8 de marzo de este año.

 

-Y de las dinámicas más generales del movimiento popular en este último tiempo, ¿qué pudiste ver?

-Me parece que fue importante ver en febrero, por ejemplo, que algunos dirigentes sindicales convocaran al Paro de este 8M. El año pasado era un reclamo desde el movimiento feminista hacia los sindicatos, y fue una discusión muy interesante porque mientras algunas cúpulas sindicales se rehusaban a que el movimiento de mujeres fuera el que convocara al paro (los sindicatos decían: “al paro lo convocan los sindicatos, no el movimiento de mujeres o los movimientos sociales”), hoy en día el paro ha sido reapropiado y reinventado por las mujeres, dando cuenta de una multiplicidad laboral que excede a los ámbitos sindicalizados. Creo que este año el sindicalismo está muy consciente de la fuerza que ha adquirido el movimiento feminista y por eso se ha plegado a la convocatoria. Y esto se debe en gran medida al enorme trabajo que vienen realizando muchas mujeres al interior de los sindicatos, abriendo espacios de discusión democrática y complejizando la discusión en torno a qué significa el trabajo desde el punto de vista feminista. Esto es, que pensado desde una perspectiva feminista, el trabajo incluye al reconocido y al no reconocido, al remunerado y al no remunerado, al registrado y sindicalizado y al doméstico y reproductivo. Entonces, me parece, esta discusión ha impactado en los sindicatos, y se está tejiendo con esas compañeras una alianza muy interesante. Después agregaría que esto de que el feminismo viene funcionando como caja de resonancia de todos los conflictos. Por ejemplo, acá en las asambleas que se vienen haciendo en La Chacarita, pasan las mujeres despedidas de la Casa de la Moneda, las de Hospital Posadas, las del INTI, las del Ferrocarril Sarmiento, las de Río Turbio. Es decir, puede verse que comienza a construirse un ámbito de escucha y de elaboración política. Y de esos relatos sobre la situación laboral también surgen otros que tienen que ver con la violencia de género, con el ajuste de distintos programas del Estado que impacta directamente en la calidad de vida y en la posibilidad de autonomía para las mujeres. Y también de los conflictos territoriales. Han venido compañeras de la Marcha Originaria de las Mujeres y pueblos indígenas a plantear su situación. Por eso creo que el feminismo está produciendo en estos momentos una capacidad de transversalidad que no están teniendo otras dinámicas políticas. Y esto creo que se está notando tanto en su capacidad de movilización callejera como en la trama cotidiana de organización. Hay una efervescencia de la discusión en torno a tratar de entender qué significa esta violencia contra las mujeres, contra los cuerpos feminizados en general, vinculando la violencia económica con la policial, la laboral o la violencia política en general. Y esto nos está dando mucha capacidad de hacer lecturas de lo que sucede en un barrio, en una escuela, con las familias que están estalladísimas. Y es un análisis que se está expandiendo cada vez más y que está funcionando como una suerte de alimento al interior de muchas organizaciones. En este sentido te diría, por último, que es muy potente esta capacidad que se está gestando de ligar la discusión en torno a la reproducción social con la discusión sobre el trabajo. Por ejemplo, en una de las asambleas que hicimos en estos días en la Villa 21-24 salía un interrogante colectivo en torno a qué significa parar en las condiciones en las que estamos. Y varias compañeras que atienden los comedores aclaraban que, para ellas, parar no podía ser dejar de dar de comer, pero sí elaborar estrategias determinadas para poder parar. “Que no se nos diga que como somos trabajadoras de la economía popular no podemos parar”, decían. Y agregaban: “podemos entregar crudo”. Y por si quedaban dudas aclaraban: “ese día podemos entregar la comida pero sustraer nuestro trabajo de cocinar, de servirla, de lavar los platos…”. Me pareció una síntesis muy brillante, de dar una respuesta a una responsabilidad de producción de valor social que tienen estos emprendimientos, como el comedor, y a la vez una gran imaginación política. Reflexión que culminó con la elaboración de un stencil que decía: “#8M: hoy entregamos crudo. #NiUnaMenos”.

Se habla mucho hoy del feminismo, pero es difícil pensar en una definición. Dentro de los feminismos se habla por ejemplo de un feminismo popular. ¿Qué reflexiones podrías compartirnos al respecto?

Me parece que sí, que en primer lugar hay que hablar de feminismos en plural, que da cuenta de una diversidad y pluralidad que es un punto de riqueza en este momento, porque no hay una doctrina feminista. Pero me parece importante pensar qué es esa diversidad. Las luchas del feminismo son globales en este momento, pero desde hace unos años América Latina está teniendo una importancia destacada en impulsar unas dinámicas que podríamos denominar como feminismo villero, feminismo comunitario, feminismo indígena, feminismo popular. Son nombres que se conjugan, que tienen su historia, su genealogía y tienen en común el hecho de ser un feminismo ligado a la conflictividad social. No es un feminismo estrictamente analítico, o académico o de las instituciones. Ese para mí es un primer punto. Después, me parece, en Argentina está siendo muy importante la discusión sobre el feminismo popular. Creo que distintas organizaciones y distintas compañeras lo venimos desarrollando en el sentido de eso que te decía antes respecto al paro: ¿qué significa esa ampliación del mundo del trabajo que nos permite hacer esa suerte de mapa del trabajo en clave feminista y que incluye el reconocimiento de tareas, de labores, de formas de hacer que tienen que ver con la reproducción social, es decir, lo que hacemos las mujeres todos los días para hacer posible la vida? Y eso en Argentina tiene una particularidad, que es que después de la crisis de 2001 y en continuidad con la irrupción de los movimientos sociales que politizaron la crisis, pero por sobre todas las cosas, que problematizaron acerca de qué significaba que entrara en crisis la reproducción social desde el punto de vista de estar desempleado o tener subsidios que apenas alcanzan, me parece que desde allí se desarrolló toda una trama de economías populares que se hacen cargo de pensar, de manera colectiva/comunitaria, qué es esa reproducción en términos sociales, populares, barriales, comunitarios. Experiencia que en Argentina tiene una escala de masas, porque está conectada con un qué-hacer cotidiano de comedores, merenderos, guarderías comunitarias, pero también se conectan con luchas que tienen que ver con la tierra, con la vivienda, por el territorio, contra la contaminación, contra los proyectos extractivistas. Es decir, que hay toda una interseccionalidad –para decirlo con un término viejo pero que ahora está puesto de nuevo un poco en juego– de las luchas que el feminismo conecta y que tiene que ver con una dinámica de la vida cotidiana de las mujeres y de los cuerpos feminizados pero también con una dinámica de resistir los despojos y las nuevas formas de explotación y que poco tiene que ver con cierta idea que a veces aparece relacionada con esto de que la mujer pueda tener más lugar en las listas electorales o las empresas. Me parece que eso es lo más potente que hoy por hoy se está desplegando en Argentina y en América Latina. Un feminismo radical que tiene en cuenta la dimensión de las luchas, de las rebeldías, de poner en juego la cuestión de los cuerpos, de plantear la discusión del aborto y, a la vez, conectar esas discusiones con la cuestión del trabajo, de la precarización de la vida en general. Si algo ha logrado el feminismo popular es tener un discurso en cuanto a cómo impacta la precarización de la vida en términos sociales, políticos, económicos y cómo eso es hoy una discusión clave en todos los territorios.

*Fotos: Ezequiel Moskovich, Resumen Latinoamericano

el día de las pibas // Diego Valeriano

No es una mujer palestina, pero sufre la ocupación territorial de la policía y de los pibitos que como roban se creen grandes y machos. Ambos con sus fierros y sus pijas desenfundadas. No es una estudiante heroica, jamás podría tomar el Nacional, quiere terminar la secundaria con el FinES en una Unidad Básica que está a dos cuadras. Y en una de esas puede conseguir laburo en algún lugar mejor.

Es perseguida desde antes de tener tetas. Sufrió el abuso del padrastro, la complicidad de la madre, el silencio de las hermanas mayores, la risa traidora de los hermanos. El vecino le muestra la pija desde que ella recuerda, el vecino envejece a fuerza de falopa y escabio, pero sigue ahí con su pija en la mano.

Nada heroico se asoma en ella. No hay lucha política en pintarse para ir a bailar, en clavarse el shorcito en acomodarse el escote, tomarse el tren y juntarse con sus amigos en el obelisco a escabiar, siempre con el cuidado suficiente de no ser violada por alguien si queda hecha un despojo. No es una comandante del EZLN, no es Ramona, no es reivindicada por nadie un 8 de marzo. En la jungla está sola, ella y su cuerpo.

A sus 14 tiene más vida sexual que la psicóloga que da el taller de sexualidad en el centro comunitario. Más conocimiento real de la justicia que el trabajador social que la citó al servicio social de la municipalidad. Más saber sobre política que la piquetera con el pañuelo palestino que anda dando vueltas en algunas fotos.

Y ahí va con su cuerpo, con su deseo, con su placer. Con la certeza de lo que un cuerpo puede a pesar de lo sufrido. Fiesta, viaje y consumo. Es permeable a cada mirada, crece con ellas, se fortalece, su poder interior se expande. Tiene el poder de la esponja. Camina y va acomodando su cuerpo a los horrendos gestos de aprobación que recibe de los otros. Con las miradas deja las frustraciones y tristezas bien atrás. Lejos de cualquier aplanamiento de su vida en un fetiche amoroso, este tipo de curiosidad expande su práctica hacia una multiplicidad de figuras corpóreas, para encontrar allí su tránsito hacia una pequeña trascendencia. Ninguna piba nace heroína, es solo un transitar.

Mi #8M // Maru

Escribí estas notas desordenadas en mi móvil para subir a Facebook. Porque es en Facebook adonde leo y leo esa pregunta que se repite y que me parece tan injusta: ‘¿por qué no lo dijo antes?’ Frente a la impotencia que me causa ese cuestionamiento embarrado del machismo imperante no encuentro mejores argumentos que hablar de mí.

Un día a los treinta y pico respiré y lo dije. Lo dije con las palabras que pude, entre un interminable llanto de odio, de tristeza, de culpa, de vergüenza… Después lo dije de nuevo y mi familia y mis amigxs me ayudaron a decirlo y lo supo mi psicóloga y lo supo mi psiquíatra.

Hacía años que vagaba de psicólogo en psicólogo, de psiquiatra en psiquiatra, de pastilla en pastilla… Respiré y lo dije y a los pocos meses no había más consultorios en el horizonte.

Y pienso junto a ustedes, ¿cómo pueden esos tantos cuestionar los tiempos? ¿Cómo se atreven a preguntar ‘por qué no lo dijo antes’?

Como sino haberlo dicho antes no nos hubiera generado bastante dolor, angustia, culpa…

A 30 años sólo se lo pude decir a un puñado de personas y convivo con el dolor de no saber que otros dolores podría evitar y haber evitado. ¿A cuántos les habrá cagado la vida este tipo? ¿A cuántos se las cagará ahora, en mi ciudad, cerca de mi casa, después de tocarle bocina a mi viejo que lo saluda desde la puerta?

¿Se le puede ocurrir a alguien que yo no lo quise decir antes o que yo no quisiera gritar su nombre y apellido, su dirección, decir dónde trabaja? Si tiene hijos y nietos y sobrinos y ahijados y es un tipo querido y reconocido.

Aún hay tres imágenes y cinco oraciones que me siguen despertando de noche o me hacen llorar en el colectivo o me sacan de una reunión de trabajo. En la justicia ya no se puede hacer nada. Ya pasó mucho tiempo. ¿Qué más quisiera yo que haberlo dicho antes y que pagara por tanto daño?

Los últimos #8M (afortunadamente) vienen cargados de una impronta de cambio, la sensación es que las mujeres no vamos a permitir que se reproduzcan las desigualdades y las afrentas que venimos padeciendo durante toda la puta historia.

Yo tengo un deseo y la obligación insoslayable de hacer todo para que se cumpla. No quiero que nos sigan preguntando por qué no lo dijimos antes. Así que si ustedes leen esa pregunta o la escuchan o ven que alguien la sugiere, inviten a esa persona a reflexionar, a ponerse en el lugar del otro. Tomen mi historia de ejemplo si quieren y háganlos imaginarse qué sentirían ellos si después de 30 años uno de sus hijxs les cuenta que fue vejados, una y otra vez, a metros de donde estaban ellos, por alguien que era de su confianza (o lo que es peor, lo sigue siendo). Y valga (n) la (s) redundancia (s), pregúntenles si les preguntarían ‘por qué no lo dijeron antes’ o si harían lo posible por sanarlos, aunque fuera imposible.

Bueno, me arrepentí y no puse estas líneas en Facebook. Y ojalá fuera por la floja redacción. No las puse porque aún tengo miedo (s). Miedo que de alguna forma se entere mi viejo que aún no lo sabe y que a sus 78 no sé cómo puede reaccionar, ni quiero saberlo… Y más miedo a que este tipo se asuste e intente que me olvidé del asunto a fuerza de violencia contra mí o mi familia. Ya fue demasiado sufrimiento para sumar más.

Que estas líneas no lxs pongan tristes. Yo no lo estoy. Me siento fuerte para andar por esta vida. Y esta fortaleza es gracias a ustedes que jamás me preguntaron por qué esperé 30 años. Es gracias a ustedes que me acompañaron, que me cuidaron y me revivieron.

El aborto y el privilegio del nonato sobre la vida de la madre // León Rozitchner

La dimensión de muerte que invadió la vida, que penetró hasta negarla en las profundidades materiales, engendradoras y uterales de la madre genitora, se muestra claramente en la posición que ante el aborto tiene la Iglesia Católica.

El no-nato es el símbolo del Espíritu que debe ser salvado: el Niño y la Virgen son su modelo. Si el niño, que es hijo de Dios, ha de nacer, debe ser salvado sin importar la vida histórica y corpórea de la madre engendradora (el padre ya ha sido primero suprimido como hombre carnal en el engendramiento divino; la madre lo es ahora en tanto virgen). Nace como hijo de Dios espiritual, no como hijo de la carne. Nace como Jesús-niño divino. AI condenar y prohibir el aborto, condena a la muerte a los cientos de miles de mujeres que mueren en los abortos clandestinos sólo para salvar la imagen del engendramiento divino en una Virgen. Por eso la Iglesia Católica es el fundamento de muerte y de dominio de todo otro poder humano sobre los hombres; se evidencia en que sacrifica a la materia engendradora, cuerpo de la madre pecadora, negado como lugar fundante de la vida. Todo para justificar a la virgen que engendró sin pecado. La vida es una gracia «divina», una gracia del poder de la Iglesia, no de la naturaleza de la mujer y del hombre. Es desde el vientre de la madre desde donde el privilegio de la espiritualidad santa, la negación de la mater-ia como fundamento del espíritu y de la vida engendradora, implica el renunciamiento previo a su cuerpo como vida despreciada. La mujer no es dueña de su cuerpo; aunque se arruine la vida debe tener todos los hijos que el pecado le acerca cuando goza como hembra y se descuida. Debe tenerlos aunque se destruya su vida como mujer histórica. Todo niño que vive, vive entonces sacrificando y distanciando el cuerpo pleno de la madre. Pero a los hijos que realmente nacen, a esos la Iglesia no los cuida: los incluye en el despiadado capitalismo de mercado que cobija. Mejor dicho; es sobre esta negación radical del cuerpo vivo y cualitativo como pudo instaurarse el capital, cuantificador abstracto de un cuerpo materno previamente negado y despreciado.

 

La cosa y la cruz

 

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