Anarquía Coronada

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Primeras impresiones // Diego Sztulwark

Primera impresión: Cristina deja de ser la candidata y se sitúa como la principal líder política del país. Con esa decisión, comunicada de cara al próximo 25 de mayo, queda constituido el instrumento político apto para derrotar en elecciones el programa de Macri (no importa quien sea candidatx de Cambiemos): un frente patriótico antimacrista capaz de ganarle el centro al peronismo no kirchnerista. Desde el punto de vista electoral, la candidatura del ultra-acuerdista Alberto Fernández puede llegar a resolver el obstáculo que imponía la figura de Cristina a la idea del contrato, la unidad y giro al centro.

Sería un error exagerar el efecto de «renunciamiento evitista». La novedad política tiene un sentido opuesto: el afianzamiento del liderazgo de Cristina, que se muestra capaz de aquello que se le negaba, es decir, su aptitud para conducir. Si la jugada electoral funciona -y tiene todo para hacerlo- el nuevo dispositivo queda conformado por un presidente que garantiza a los poderes un acuerdo sincero junto a una vicepresidenta que conserva el poder político suficiente para garantizar un programa mínimo de reconstitución de derechos.

Queda la pregunta: dado que no hubo espacio para una candidatura rupturista, que ponga en primer lugar gestos más radicales, ¿cómo leer desde las fuerzas militantes decididas por la transformación el sutil juego de interlocuciones que se abre con esta jugada?

Sueño y libertad en tiempos de Feminismos y primacía neoliberal // Lila María Feldman*

“…En las páginas leídas
en las páginas vírgenes
en la piedra la sangre y las cenizas
escribo tu nombre…”

Libertad, Paul Eluard.

“En lo inestable tiene el futuro más posibilidades que en lo estable…”

El hombre sin atributos, Robert Musil.

Si un modo posible de definir lo neoliberal es en términos de la desposesión subjetiva que implica y produce, intentaré en este texto dimensionar, precisar algunos aspectos de esa incomensurable desposesión. En el horizonte, las preguntas respecto de los movimientos Feministas, esa revolucionaria fuerza política que es hoy y seguirá siendo, capacidad, potencia de apropiaciones, reapropiaciones, territorio transversal, heterogéneo, espacio que barre con nuestra vieja idea de frontera y patria (de hecho, lo neoliberal es movimiento asimismo transnacional) donde se disputan, conquistan y reformulan Derechos, rompiendo, recreando e inventando una subjetividad no gobernable. Sobre todo: no pastoralmente gobernable.

De la mano de los movimientos plebeyos, en verdad movimiento popular por excelencia, el Feminismo es revolución, revuelta prefiero decir, frente a la “revolución secreta del Neoliberalismo” (Wendy Brown), o su “contra-revolución” neoliberal, según Diego Sztulwark.

El Feminismo supo hacer pie, y cómo, allí donde los “populismos” retrocedieron, pese a los tantísimos aciertos y logros. Sabemos que las ideas y creencias se sostienen y nos sostienen, en función de los afectos que movilizan.

Me interesa trazar aportes a estas discusiones, desde la idea de libertad. ¿Qué nos hace libres? ¿Qué hace el Neoliberalismo con la libertad? ¿Y el Feminismo? ¿Cuáles son los puntos de encuentro entre fuerza democratizadora y libertad? ¿Alcanzan las políticas democratizadoras, en sí mismas, para construir libertad?

Parto de la necesidad de diferenciar al populismo de lo plebeyo, precisamente porque en cada uno de ellos hay formas bien diferenciadas de encarnar libertad, y subjetivar. Si la pregunta que tanto nos viene movilizando es cómo llegamos a esto, y no queremos quedar sumergidos en el “dispositivo de la derrota”, hará falta trazar recorridos que recuperen capacidad o potencia de pensar: el mejor modo de sustraernos del modo de vida neoliberal, con su enorme maquinaria capaz de encarnar una paradoja: construir el culto a las posesiones, a la vez que la cultura de la desposesión material, afectiva y pensante, tanto en las vidas singulares como en los espacios colectivos. Desposesión en un doble sentido. Es desposesión “objetiva» (expropiación de tierra, baja salarial, violencia sobre el cuerpo de las mujeres y niñes, etc.), sobre la que se instituye una desposesión “subjetiva” (compulsión al goce, asunción de une misme como empresa-marca, reducción del sujeto a consumo etc.).

Wendy Brown sitúa lúcidamente estos procesos en su libro “El pueblo sin atributos’, leyendo a Foucault. Señala que bajo la “racionalidad neoliberal” el gobierno se transmuta en gobernanza y administración, configurando todos los aspectos de la existencia en términos económicos. Una “antipolítica”, se torna un gerenciamiento que apunta a instituir las “mejores prácticas”, anulando los devenires históricos e instalándose como racionalidad, orden normativizante.  La razón neoliberal configura el alma y la ciudad como empresas contemporáneas y no como entidades políticas.

El deseo humano, así como las necesidades más elementales, se redefinen de acuerdo a su capacidad de ser escenarios de “empresas rentables”.

Spinoza dice: “Nosotros no nos esforzamos, queremos, apetecemos ni deseamos algo porque juzgamos que es bueno, sino por el contrario, juzgamos que algo es bueno porque nos esforzamos por ello, lo queremos, apetecemos y deseamos”.

Lo neoliberal propone un modo de desear, y hace de lo rentable el paradigma de lo bueno, reconfigurando así las coordenadas y metas para los deseos.

Desigualdad intensificada, mercantilización y comercio insensibles, creciente influjo corporativo en el gobierno, caos e inestabilidad económica: son todas consecuencias de las políticas neoliberales. El neoliberalismo ataca los principios, las prácticas, las culturas, los sujetos y las instituciones de la democracia entendida como el gobierno del pueblo. ¿Por qué añorarían los sujetos y las subjetividades “desdemocratizadas” este régimen político?

Lo Neoliberal, entonces, expresa la permanente y creciente transformación del sujeto en actor del mercado, y con ello la destrucción de la idea de ciudadanía: inversionista, productor, consumidor, cliente, formas en las que el sujeto se espeja y es. El objetivo es mejorar el valor (económico) futuro de uno mismo, particularmente en las redes sociales. Somos Capital humano individual y social.

Se economizan los Derechos, y se ataca y degrada a lo colectivo como fuerza política. Es en este sentido, también, que los feminismos son el movimiento político más contundente, por ahora, capaz de “deconstruir” el andamiaje neoliberal, esqueleto de la subjetividad que lleva al capital económico y al dios mercado a su máxima expresión. Movimiento, insisto, que se inscribe en una historia de luchas, y que podría restituir a la subjetividad su valor de potencia, ya no capital económico y bien de circulación dentro del mercado. Los feminismos construyen otras subjetividades, otros vínculos y circulaciones. El homo politicus fue siempre de modo expreso masculino. El neoliberalismo intensifica de modo fundamental la subordinación de género teórica y políticamente invisible.

Feminismo mediante volvemos a hablar de Derechos. Hablamos aún más, de Derechos. Nos sensibilizamos cada vez más, ponemos más el cuerpo, habitamos más las calles, convergen mundos heterogéneos en encuentros, colectivos, lenguajes, mundos sensibles. Cambian las palabras, hay nuevo lenguaje. En “La lengua revuelta” sostengo que una palabra es nueva y necesaria, es revuelta del lenguaje, cuando permite visibilizar alguna opresión. En ese sentido, es fuerza contraria al lenguaje que lo neoliberal impone y reproduce, legitimando su poder.

Judith Butler proponía, días atrás, hablar de un nuevo modo de acumulación, que el Feminismo, particularmente los Feminismos populares, fundan: “acumulación de fuerza”. La acumulación de capital se desmorona como causa última. La acumulación de fuerza es capacidad de resistir, sensibilizar, visibilizar y oponerse a los antagonismos que el poder ordena. Más adelante retomaré estas cuestiones para proponer e incorporar un otro término: el de medida. Medida humana. Pero antes de eso, intentaré abordar la pregunta acerca de la “libertad neoliberal”.

La libertad neoliberal

La libertad para lo Neoliberal es un bien regulado desde la lógica de la desigualdad. (Se instituye la desigualdad como forma naturalizada de administración y distribución de Derechos y libertades). La libertad se vuelve más bien sinónimo de “interés”. Tener libertad es la capacidad de cuidar, privilegiar, los propios intereses. La revolución neoliberal ocurre en nombre de la libertad (mercados, países, hombres libres) pero destruye su fundamento en la soberanía tanto en los Estados como en los sujetos. Los sujetos, emancipados de todas las preocupaciones por lo público, lo social, lo colectivo, lo político, se insertan en las normas e imperativos de la conducta del mercado y se integran en sus propósitos.

Es el imperio de la “nuda vida” (Aristóteles y Hannah Arendt) y la vida confinada a la necesidad (Marx).

El Neoliberalismo instituye política de la austeridad, que inviste fuertemente la figura del sacrificio. (Máxima de una libertad servil).

Foucault, refiere Brown, está intrigado por esa libertad que el liberalismo y el neoliberalismo prometen. Asistimos a la reconstrucción neoliberal del sujeto como capital humano. Los sujetos se convierten en capital para ellos mismos y capital para otros, la base del individuo soberano se desvanece y el significado de la ciudadanía política se encoge. El “homo oeconomicus” como empresario de sí mismo. Si desea prosperar debe aliarse a los intereses del mercado.

La libertad neoliberal es libertad mercantilizada, y banalizada. Se es libre de acuerdo a la capacidad de desarrollar voluntad y eficacia para someterse exitosamente a la ley del Mercado. Mercado como espacio de “veridicción” (Foucault). El mercado es en sí mismo verdadero y representa la forma verdadera de toda actividad.

La libertad en nombre del sacrificio (otra paradoja), sacrificio que conjuga lo sagrado y lo profano, en nombre de la economía como valor supremo.

En el triunfante “fin de la historia” de Occidente, la mayoría ha dejado de creer en la capacidad humana para crear y mantener mundos que sean compasivos, libres, y sobre todo que estén de modo modesto bajo el control humano. Semejante pérdida de convicción en la capacidad humana para crear y guiar su existencia es el sentido más profundo y devastador en que la modernidad ha “terminado”. La perversa teología del Neoliberalismo descansa sobre esta tierra de creencias arrasadas de lo moderno. Al conferir a los mercados todo el poder para dar forma al futuro, se consagra el “no hay alternativa”. La solución es arribar a mercados más perfectos, en los cuales el Estado intervenga lo menos posible, muy por fuera de la idea de una política colectiva de la existencia.

Movimientos plebeyos, Populismo, y libertad.

Bove lee a Spinoza y recorre la siguiente pregunta: ¿Por qué luchan los hombres por su servidumbre como si se tratara de su salvación, como si ella fuera la salvación? Pregunta de dolorosa vigencia hoy.
La servidumbre ha sido y es objeto paradójico del deseo.
¿De qué maneras el deseo de vida se transforma en el deseo de opresión? ¿Por qué los hombres aceptan tan bien los prejuicios, por qué pueden desear lo que los destruye? A veces hasta luchar y morir por ellos. ¿De qué modo se puede desear la servidumbre, en qué condiciones la servidumbre puede volverse el modo de afirmar la vida? ¿De qué maneras la servidumbre puede ser significada como liberación? Su perversión es la construcción de esa ficción. Sabemos que en ocasiones los hombres prefieren el orden a la confusión, al precio de la ceguera. Pseudo libertad, hecha de pasividad y dependencia, y la promesa (también economicista) de distribución y reparto de premios y castigos, de cielo e infierno, según los grados de sumisión y sacrificio.

Silvia Bleichmar, psicoanalista argentina, ha mostrado que auto conservación y auto preservación son tareas que pueden coincidir o no para el sujeto, a veces incluso entran en confrontación, en determinadas condiciones una puede poner en peligro a la otra, planteando exigencias y renuncias desmesuradas. Por su parte, Piera Aulagnier sostiene que la Causalidad es una necesidad indispensable para el funcionamiento y la vida psíquica, lo ubica como un “principio básico” para el psiquismo. ¿En qué condiciones, podemos preservar esa exigencia de sentido? ¿Nuestras creencias se sostienen en un orden de causalidad demostrada, o interpretada?
La Ética (no una esencia, ni una trascendencia, de la Ética podemos decir: camino, mapa, horizonte. Es un trabajo y un recorrido) para Spinoza es el camino que permite desmontar al sujeto de la obediencia (religiosa y política). La Ética, “es la capacidad de crear un mapa existencial en medio de una tormenta” (Diego Sztulwark). Ese camino, de democratización, es necesariamente colectivo: implica componerse en encuentros con otros, en multitud, revisar nuestras servidumbres, preguntarnos por las causas, pasar de la pasividad a la actividad: recuperar, desarrollar potencia de actuar y pensar. Es decir: democratizar tiene potencia libertaria sólo en la medida que sea capaz de revisar, visibilizar, iluminar, desmontar, lo más posible, las servidumbres o vasallajes.
El poder religioso y el poder político se encargarán de explotar a su servicio esa autosumisión y ese “auto envenenamiento” del deseo.

¿Cómo retorna lo expulsado-reprimido por la empresa neoliberal?  ¿De qué maneras retorna el sujeto político? Aún permanece en la relación del sujeto consigo mismo, y con les otres, cada vez que ensaya interrogaciones y problematizaciones, por fuera de la lógica costo-beneficio.

Retorna en sueño y síntoma, en las divergencias y disidencias, retorna en la calle y en los movimientos plebeyos que la agitan.

¿Qué es lo que pudo, es ese sentido, el Kirchnerismo?, ¿hasta dónde, y qué es lo que no? ¿Cuánto ha sido capaz de constituir y reconstituir una subjetividad política? Sin dudas lo ha hecho, post 2001, sin embargo, ¿en qué medida esas luchas pudieron y podrán avanzar e ir más allá, desprenderse de un único liderazgo político?

La Voluntad de Inclusión, sostiene Diego Sztulwark, fue un fenómeno ambivalente, de participación popular de inspiración compensatoria que pretendió reparar la exclusión y denunciar poderes corporativos, sobre la base de la extender la ampliación del consumo y de Derechos.

En este sentido, también, podemos revisar alcances, conquistas, pero también los límites de las políticas llamadas “populistas”, así como problematizar el sesgo peyorativo que ha tomado la deriva significante de esa palabra (que ha servido a lo largo de la historia para referirse a movimientos políticos diferentes y hasta antagónicos. Dice Ezequiel Adamovsky: “‘Populista’ se ha vuelto una especie de acusación banal que se lanza simplemente para desacreditar a cualquier cosa o adversario, buscando asociarlo así con algo ilegal, corrupto, autoritario, demagógico, vulgar o peligroso”… .”En otras palabras, “populismo” nos invita a cerrar filas alrededor de la democracia liberal (es decir, una democracia de alcances limitados tal como gusta a los liberales) para combatir a un solo monstruo compuesto por todo lo demás, en cuyo cuerpo indiscernible conviven neonazis, keynesianos, caudillos latinoamericanos, socialistas, charlatanes, anticapitalistas, corruptos, nacionalistas y cualquier otra cosa sospechosa”. En este sentido, el populismo como concepto para entender la realidad, se ha extinguido. Por lo menos, es un significante particularmente complejo. Más que visibilizar una opresión, diría yo, trabaja para componer con más fuerza al “enemigo”, y perpetuar el poder neoliberal. Es palabra capturada por y para dicho poder. En esos términos, los movimientos democratizadores y populares pierden potencia.

Lo plebeyo es potencia insumisa de lo colectivo, y de lo popular, retorna en sueño y síntoma: formaciones por empezar improductivas según lo que el orden rector del Mercado impone.  Es lo que resiste a ser incluido- capturado desde el Poder.

Es desde una externidad al poder que hay subjetividad política plebeya (divergente, no adaptada o normativizada, no moralizante), articulada a un deseo no neoliberal, a un deseo de lucha. El populismo, desde los planteos revolucionarios de Cooke, que Sztulwark retoma, no propone más que regulaciones de la lucha de clases en busca de cierta homeostasis, articulación de demandas antagónicas, no deja de ser liderazgo conservador, pasivizante, un modo particular de ejercicio de dominación. Para Cooke (Dirigente del peronismo revolucionario que instaló discusiones al interior del movimiento peronista) la política capaz de producir verdaderas transformaciones y desmontaje de dominación requería como condición la radicalización del movimiento obrero. “El cookismo es una manera de leer la lucha de clases en la Argentina aprendiendo a distinguir plebeyismo de populismo”. Sigue diciendo Diego Sztulwark:
“Desde el punto de vista histórico, los plebeyos son los esclavos libertos romanos, aquellos que estaban excluidos de los derechos públicos, privados de estatus político, carentes de títulos públicos de propiedad”. Lo plebeyo, entonces, es lo que ni la subjetividad neoliberal ni la subjetividad que los populismos construyen y capturan. Lo plebeyo, agrego yo, alude a la posibilidad de pasar de la exclusión a la rebelión. Un más allá de la inclusión. Subjetividad des-colonizada, creación de un afuera, un exterior a lo neoliberal, y un más allá de lo populista. Es la.potencia del pueblo que busca, no tanto ser incluido en la agenda del poder, sino rebelarse en función de su propia ”agenda”.

Lo plebeyo, hoy, se asocia -para mí- a esa palabra en la que vengo trabajando: Revuelta.

Leo a Bove, que lee a Spinoza. Y entonces agrego: recuperar potencia es posibilidad de pasar de la pasividad a la actividad.
Perseverar: no es reforzar el statu quo, sino ser capaz/capaces de revueltas. “Perseverar” no es conservador, convoca a más composiciones (en une misme y con les otres). Afirmación de la existencia: ser capaz de trazar estrategia y resistencia.

Subjetividad no neoliberal ni populista es ser, seguir siendo, capaces de revueltas: visibilizar y enfrentar la opresión.

Lo plebeyo hoy, para mí, vive fuertemente en los Feminismos: conflictivo, heterogéneo, pulsa, crece, y es pensamiento que pone el cuerpo, es cuerpo -singular y colectivo- que enhebra sensibilidad, pensamiento y lenguaje, libertad y sueño. Instala un horizonte político en las calles, en las prácticas, los vínculos, las instituciones. Instala las cuestiones de género como formas de discutir relaciones de poder, en las que las jerarquías definen derechos, enfrentando los disciplinamientos moralizantes, culturales, policiales, económicos y religiosos. Por eso hoy los Feminismos logran constituirse en prácticas y discursos disidentes a lo Neoliberal. La vanguardia la toma la calle, más que una agenda partidaria.

Narrativas. Temporalidad y proyecto político

La narrativa de los Feminismos enlaza deseo, proyecto e historia. Pasado, presente y futuro restablecen la condición temporal que lo colectivo porta, recupera y relanza. Es gracias a esa condición narrativa que hay proyecto político vivo, capaz de enfrentar la estructura vacía y destructiva de narrativas que constituye a lo neoliberal. Lo Neoliberal se caracteriza por ser discurso en el que la historia, el relato, la narración, lo poético, están ausentes. El homo económicus también es el sujeto vaciado de narración y de sueños, consumidos por el anhelo insatisfecho por definición, que el consumo reproduce y perpetúa, como un slogan, pura inmediatez. Dónde lo neoliberal es puro slogan e inmediatez, el sueño debe advenir, restituyendo al sujeto su potencia narrativa y temporal.

En este sentido, lo plebeyo también puede distinguirse por su capacidad colectiva de elaboración de proyecto e historia. Los Feminismos tejen sus propias narrativas, transforman el lenguaje, y crean un lugar donde lo heterogéneo construye, incluso ligando distintas generaciones, redefiniendo herencias, hermandades y filiaciones.

Lo Neoliberal barre con la historia, con lo colectivo y sus potencias soñantes. “Fin de la historia”, no es cualquier frase, Fukuyama le dio verdad y síntesis al logro máximo de la desposesión neoliberal, su máxima desposesión y verdadera desgracia, porque: ¿cuál es la esperanza de un sujeto desprovisto de su historia y su memoria?

La aventura psicoanalítica, en este sentido proyecto político del sujeto, devuelve, restituye el lugar central que las narraciones ocupan en la constitución psíquica y en la vida de un sujeto. En su lectura del síntoma, en su lectura del sueño, del juego en la clínica con niños, en el planteo de la transferencia como clave y sostén del encuentro analítico, la aventura psicoanalítica es propuesta de una particular lectura y narración.

Las aventuras políticas son potencia colectiva y plebeya también. ¿Y los denominados populismos? También tienen en ellos centralidad las narrativas (un libro sí que lo demuestra, y como, en estos mismos días). Sin embargo, un cuestionamiento posible pasa por el lugar protagónico que podrá encarnar o no allí lo colectivo, para que esa narrativa sea capaz de trascender a un líder, no nacer y morir en un liderazgo. Que un proyecto político anude historia y futuro no es magia, pero sí es sueño. Sueño de mayor alcance y proyección a futuro si su soporte es lo colectivo y lo plebeyo, más que la potencia de un único liderazgo, garante único de la salvación.

Un sujeto sueña (el sueño es la actividad psíquica primordial que construye una narración, y que le otorga a la narración un lugar central, condición de la vida psíquica. ¿Habrán sido los sueños el germen de la narración en la historia de cada sujeto singular, así como en la historia de la humanidad?). A través del sueño se arma la trama de una narrativa personal y en ella el revés, o la matriz afectiva y de lenguaje de una vida. El psicoanálisis, antes aún la literatura, la fiilosofía y otros saberes, afirma que allí hay un sitio de memoria, de deseo, y de verdad.

Los colectivos también sueñan, necesitan soñar si quieren construirse como proyectos políticos. “Empoderarse”, es también re-situarse como protagonistas de una propia narrativa. Cualquier proyecto de dominación sabe perfectamente que debe arrasar con ello. Y el neoliberalismo, lo he dicho ya en otro lugar, no pudo aún controlar y penetrar los sueños, bastión de la vida psíquica y de la vida política de los pueblos.

Tiempo de revueltas. Feminismos y libertad.

¿Qué es capaz de hacer el Feminismo, más allá de lo patriarcal, con la desigualdad? ¿Será capaz de extender e irradiar sensibilidad y deseo de lucha hacia otras zonas donde también prima la desigualdad, la desposesión y la ausencia de Derechos y libertades? Hay quienes participan y se incluyen en las luchas feministas y su sensibilidad crítica y desnaturalizadora, y sin embargo no llegan a cuestionar aún otros campos que nos comprometen e interpelan cuando participamos y/o consentimos con mundos que perpetúan y reproducen exclusión, disciplinamiento y desigualdad. ¿Pueden coexistir sin entrar en conflicto ambos aspectos en un mismo sujeto? Zonas de sensibilización junto a zonas de total insensibilidad…

Hay luchas y conflictos de hecho también al interior del complejo movimiento feminista, cuyo núcleo irrenunciable para muches de nosotres es la lucha contra las violencias, en favor de les más vulnerables, y la capacidad de poner en cuestión los fundamentos mismos del Estado, no sólo sus promesas. Destituir la desigualdad y la opresión, ampliar el campo de los Derechos, no viene dado, ni siquiera dentro de los Feminismos, pero es movimiento ya iniciado, inconcluso pero vivo e imparable. Es movimiento que viene logrando instalar problematizaciones que amplían y crean un mayor mundo de “posibles” en el territorio de la vida política (La lucha por la despenalización del aborto y todos los Derechos y libertades que ello propone; la separación Iglesia y Estado, y todos los Derechos y libertades que ello propone, son algunos ejemplos). Esa ampliación de posibles es sin dudas potencia de lo plebeyo, júbilo emancipatorio al decir de Diana Kordon, y empecinado, añado, no de lo “populista”, atado a los designios del Poder, y en clave paternalista, o materna, aún en nombre y en defensa de nuestro bien.

La imparable movilización afectiva que lo colectivo-plebeyo genera, ese júbilo emancipatorio de la marea verde, no lo encontramos hoy en ningún otro lugar. Y es, me parece, por el momento, el lugar de mayor enfrentamiento al aplanamiento afectivo, y la sumisión, que el consumo neoliberal activa y extiende.

Los sueños hacen del abismo medida humana.

Esa fue la afirmación princeps de “Sueño, medida de todas las cosas”. Hoy la retomo para intentar pensar una forma alternativa a la idea de “capital”, y cercana a la de “fuerza”. Los sueños colectivos, tejido subjetivante de la trama social, condición de resistencia y revuelta, darán la medida de presente y futuro, medida humana y subjetivante contra los abismos en los que lo humano también precipita y amenaza a consolidar mundos donde rija la desigualdad, la opresión y la indiferencia: una de las versiones de la crueldad (Ana Berezin).

Los sueños son en sí mismos bastión de vida no neoliberal, creación de nuevos modos de vida. Lugar no territorializado por el poder, según Paul Preciado. En ellos nadie ingresa a la fuerza, y resisten a cuanto método de control, medición y manipulación se enfrenten. No son objetos de consumo, ni sirven a ninguna propuesta de consumo. Territorio libertario por excelencia, reservorio interminable de libertad.

Sueño: usina de futuro, capital de lo no acumulable. «Inmaterial, nómade sustancia», digo en un poema, que toca y transforma nuestras vidas materiales.

Los sueños hacen del abismo medida humana… y son, o serán, en tanto trabajo con nuestras determinaciones y circunstancias- nuestra medida de libertad. Esa libertad que nadie nos otorga o nos concede, ni regala. Libertad siempre a crear, ampliar, defender, conquistar. Y soñar.

*Psicoanalista y escritora

Bibliografía general:

-Adamovsky, Ezequiel. “De qué hablamos cuando hablamos de populismo?” Revista Anfibia. Abril, 2019.

-Aulagnier, Piera: “Los destinos del placer. Alienación, amor, pasión”. Editorial Paidós. Bs.As; agosto de 1998.

-Berezin, Ana: “Sobre la crueldad. La oscuridad en los ojos”. Psicolibro Ediciones, Bs.As; 2010.

                 “La crueldad y la violencia en el gobierno neoliberal”. Publicado en Página 12. 23 de Julio de 2017.

-Bleichmar, Silvia: “La subjetividad en riesgo”. Editorial Topía. Bs.As; 2005.

-Bove, Laurent: “La estrategia del conatus. Afirmación y resistencia en Spinoza. Cruce Casa Editora. Bs.As; 2014..

-Butler, Judith: conferencia en la UNTREF. Abril, 2019.

-Brown, Wendy: “El pueblo sin atributos.

La secreta revolución del neoliberalismo”.

-Feldman, Lila María: “Sueño, medida de todas las cosas”. Editorial Topía. Bs.As; 2018.

             “El sueño es al futuro lo que el azogue al espejo”. Revista Topía. Nro. 84. Bs.As; noviembre 2018.

            “La lengua revuelta”. Publicado en Página 12 (17 de enero de 2019), Lobo Suelto, y Diario Digital Femenino.

            “El cuerpo revuelto”. Publicado en el blog Lobo Suelto (enero 2019).

            “La revuelta en la cultura”. Publicado en el blog Lobo Suelto. (marzo, 2019).

-Spinoza, Baruch: Ética demostrada según el orden geométrico. Alianza Editorial. Madrid, 2016.

-Sztulwark, Diego: “Resistencia”. “¿Es posible una vida no fascista?” Y “¿Quién necesita una revolución?”. Publicados en el blog Lobo Suelto.

Apuntes del curso sobre la Ética de Spinoza, y notas tomadas de su libro en preparación.

-Sztulwark, Diego y Lang, Silvio: “¿Como el macrismo organiza nuestros afectos?”. Publicado en el blog Lobo Suelto.

Sexos, géneros, sexualidades, arte y algo más // Silvia Di Segni

Se atribuye el nacimiento de la Sexología, como rama de la Psiquiatría, a la publicación del libro de Richard von Krafft Ebing Psychopathia sexualis, en 1886. Se trata de un texto basado en expedientes policiales dado que el autor no tenía mayor experiencia clínica en el tema y que muchas prácticas eran consideradas delictivas, y encuadrado en la que Weber describió como ética protestante. Tuvo, también, la suerte de haber sido censurado y permitida su venta sólo a médicos y abogados lo que lo convirtió en best seller con treinta ediciones, múltiples traducciones e influencia hasta nuestros días. La Sexología así concebida no estaría dirigida a aumentar el placer ni a promover la salud sexual sino, solamente, a disciplinar el/los deseos de manera de imponerle/s el Lecho de Procusto heteronormativo. Poca experiencia clínica y muchos prejuicios construirán un texto en el cual se traducirán a un lenguaje seudocientífico preceptos religiosos. Para dar un ejemplo: Juan Crisóstomo, un padre de la iglesia, establecía en el siglo IV la natural sumisión de la mujer al varón como castigo por el pecado de Eva y, a fines del siglo XIX, el sexólogo dirá que:

La sumisión voluntaria de la mujer al otro sexo es un fenómeno fisiológico. (Krafft Ebing, 1895: 573).

Era tanta la necesidad de encontrar fundamentos biológicos (¿científicos?) para el sometimiento de la mujer al Varón que no se reparaba en la contradicción involucrada, dado que lo fisiológico no es voluntario. Un detalle que no inquietó ni al autor ni a la Academia.

En el recorrido de la temática referida a sexos, géneros y sexualidades se encuentran producciones artísticas que consagran/naturalizan diversas prácticas patriarcales mientras que otras las interpelan o denuncian con una fuerza que no resulta fácil poner en palabras. Veamos un aguafuerte de Goya de la serie de los Desastres (de la guerra), realizada entre 1810 y 1814.

                 

  1. Goya, Francisco de, No quieren, c. 1810-1815

¿Qué registramos en primer lugar en esta imagen? ¿La violencia del soldado secuestrando a la mujer joven, seguramente para violarla? ¿la mano de la joven clavando sus uñas en la cara del soldado o la de la vieja con el cuchillo? Hace muy poco tiempo, Virginie Despentes puso en palabras en Teoría King Kong, las condiciones en que somos educadas las mujeres dentro de la cultura judeocristiana que nos hace incapaces de reaccionar y defendernos ante abusos y acosos masculinos. Por eso, cabe preguntarse qué veían sus contemporáneos y qué vemos hoy, en este grabado de Goya, titulado No quieren.  Los raptos, aquellos realizados por Varones guerreros de a caballo llevándose al galope a blandas e inermes mujeres constituyeron un tema frecuente del Renacimiento que inspiró a sus más grandes artistas. También ocurrió así con un acoso bíblico, el de Susana y los viejos. Un anónimo del s XVI mostrará a una Susana que no parece demasiado molesta por la mirada y el toqueteo de los viejos.

  1. Anónimo s XVI, Susana y los viejos

En cambio, Artemisia Gentileschi recreará el mismo tema luego de haber sufrido una violación, subrayando el rechazo y el asco hasta entonces invisibilzado.

  1. Gentileschi, Artemisia, Susanna e i vecchioni, 1610

¿Qué está en juego en la violencia de género? Dirá Paul B. Preciado:

Creo que el género mismo es la violencia, que las normas de masculinidad y feminidad, tal y como las conocemos, producen violencia. 

El origen de la violencia reside en la construcción rígida de dos sexos/géneros, uno sometido al otro. La cultura judeocristiana, el Derecho occidental y finalmente la Sexología naciente consagrarán la posibilidad de existencia de, solamente, dos sexos y dos géneros íntimamente soldados entre sí con el fin de concretar la única sexualidad posible, la heterosexual con fines reproductivos. Hoy sabemos que la naturaleza produce diversidad de formas genitales, un continuo que no define sólo dos sexos y que lo mismo ocurre con los géneros. Fue la Medicina la que consagró la existencia normal de sólo dos sexos castrando a toda criatura que no respondiera a sus normas. El hermafroditismo atentaría contra la representación del Varón guerrero, feminizándolo como aparecía representado en el Hermafrodita durmiente griego. Pero en otras culturas, como la prehispánica de Costa Rica, el tema fue visto desde otra perspectiva. El Guerrero hermafrodita muestra un Varón a quien la presencia de pechos no le quita virilidad sino que, aparentemente, aumenta su fertilidad. Otra mirada.

  1. Guerrero hermafrodita, Costa Rica, arte prehispánico.

Será la lucha de los colectivos LGBTIQ+ contra la Psiquiatría desde mediados del siglo XX la que logre cambios culturales que vuelvan a poner en escena la diversidad, no como otrxs diferentes sino como el todo en el que la heterosexualidad procreativa y las feminidades y masculinidades cis (en tensión con las trans) endosex (en tensión con las intersex) son otras manifestaciones y no la norma de hierro. Desde 1972, la American Psychiatric Association, poderosa institución de EEUU con fuerte influencia en toda América y parte de Europa a través de su DSM (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales),  comenzó un largo y errático proceso de despatologización de la homosexualidad que, siguiendo a Krafft Ebing, era considerada como la desviación más importante. Es importante subrayar que el DSM se publicó desde 1952 bajo la supervisión de la Marina de los EEUU preocupada por las nuevas manifestaciones de padecimientos mentales de los soldados que volvían de la guerra; la homosexualidad y el travestismo les preocuparían notablemente. Al mismo tiempo, en los EEUU, en Holanda y en Argentina surgían colectivos LG dispuestos a luchar por sus derechos. En 1969 ocurriero n sucesos violentos en el Stonewall Inn de Nueva York, un bar que alojaba y permitía beber alcohol a personas LGT, algo prohibido. Era gestionado por la mafia y pagaba coimas a la policía para evitar razzias. La noche del 28 de junio no lo hizo y hubo una redada. Por primera vez la concurrencia se defendió a pedradas, botellazos…durante tres días; fue imparable. De allí surgirían tanto el GLF (Frente Gay de Liberación) como el Día del Orgullo con sus manifestaciones públicas. Ese bar está frente a una placita, Cristopher Park que tiene un monumento al patriarcado en la figura del general P.H. Sheridan, de la Guerra Civil. En 1992 George Segal intervino el parque con dos parejas LG para crear el Stonewall memorial y convivir con Sheridan.

 

  1. Estatua del General P.H. Sheridan, Cristopher Park

  1. Sigal, G., Stonewall memorial, Cristopher Park, 1992

Mientras el Frente Gay de Liberación intervenía en los congresos de la APA para contar la vida normal de lxs homosexuales que no concurrían a consultorios psiquiátricos y que la Psiquiatría desconocía o no reconocía,  Ana Mendieta, cubana trasplantada en la adolescencia a Nueva York, realizaba intervenciones sobre su cuerpo que apuntaban contra lo que las representaciones de sexo y género le querían imponer.

  1. Ana Mendieta, Sín título, 1972

En esos años surgiría también el movimiento The Feminist Art Program  fundado por Judy Chicago y Rita Yokoi. Hoy el Feminist Art Project es internacional  y de él forma parte Luz Darriba, artista uruguaya residente en España quien realizó la instalación Cuestión de género, en la Plaza de Mayo de Buenos Aires en 2008 para representar, con 500 vestidos, a mujeres secuestradas por la trata.

  1. Luz Darriba, Cuestión de género, junio 2008

Hasta hoy el DSM considera anormales o patológicas prácticas sexuales que inquietaban a Krafft Ebing. En ese camino sostiene, de manera negligente, un mix de conductas delictivas de diferente gravedad como la pedofilia nunca consentida y el froteurismo, el exhibicionismo, el voyeurismo y el sadomasoquismo  cuando no son consentidos junto al fetichismo (que no sería más que una variante masturbatoria, no delictiva), las llamadas telefónicas obscenas (una antigüedad molesta, dado que casi no existen ya teléfonos fijos), la clismafilia (excitación a través de enemas, que podía ser un resultado del exceso que se cometía con ellos en el siglo XIX pero que hoy resulta francamente anacrónica) y… el travestismo.  La inclusión del travestismo resulta de gravedad para la población trans. El DSM V (2013), última versión muy cuestionada porque está claro que propone diagnósticos inventados para medicar a diferentes sectores de la población, incluye la Disforia de género y el Travestismo. Para los colectivos Trans, el diagnóstico de Disforia de género resulta necesario en países que, a diferencia del nuestro, no tienen leyes de identidad de género o no las tienen tan progresistas y deben recurrir a ese diagnóstico para conseguir documentos, hormonización y cirugías. Pero incluir al Travestismo como Trastorno parafílico subraya el objetivo de patologizar a las personas trans. Llamativamente nunca se ha patologizado a los varones que buscan a travestis como parejas sexuales. Se supone que se necesitan dos para bailar un tango…

 

Existen diversas manifestaciones de arte travesti, entre ellas el Museo Travesti del Perú, fundado por Giuseppe Campuzano que recrea la historia de ese país desde la mirada travesti y se propone como un museo sin un sitio preciso, posible de recrear en una plaza, en cualquier sitio de la calle tan transitada por las travestis.

 

  1. Giuseppe Campuzzano, Ex voto para Sarita Colonia, 2009

 

En relación a las prácticas sexuales debería quedar claro que el eje que las divide es la capacidad de consentir por parte de las personas involucradas. Sí ese consentimiento es posible la Psiquiatría nada puede decir al respecto, si no hay consentimiento habrá delito.

 

Para finalizar, hablemos de orquídeas haciendo mapa con avispas, tal como lo proponen Deleuze y Guattari. La orquídea Ophrys insectifera, fue evolucionando de tal manera que su flor se parece claramente a una avispa hembra al punto que el macho la busca para copular. La naturaleza emula al arte. Se producirá así un intento heterosexual reproductivo fallido para la avispa macho pero no para la reproducción asexual de la orquídea que logra enviar con el insecto su polen a otra planta.

  1. Ophrys insectifera,

Aquí el confundido macho, seudocopulando.

La orquídea se ha convertido en símbolo de grupos de personas intersex, en especial nacidas XY con insensibilidad a los andrógenos. “Orquídea” proviene de ὄρχις (órkhis), testículos, porque a diferencia de otras bulbosas no tiene un solo bulbo sino dos que fueron resignificados como testículos. La  orquidectomia es la extirpación quirúrgica de los testículos que se practica en personas XY con insensibilidad a los andrógenos, interviniendo agresivamente sus cuerpos. Activismo intersex toma la orquídea como símbolo para su organización.

  1. Carla Núñez, 2016.

 

Imágenes

 

  1. Goya, Francisco de, Madrid, c. 1810-1815, https://fundaciongoyaenaragon.es/obra/no-quieren/732
  2. Anónimo s XVI, Susana y los viejos, http://granadasingular.com/?p=3824
  3. Gentileschi, Artemisia, Susanna e i vecchioni, 1610, Italia, https://historia-arte.com/obras/susana-y-los-viejos-de-artemisia-gentileschi
  4. Guerrero hermafrodita, https://es.wikipedia.org/wiki/Escultura_de_Costa_Rica#/media/File:MNCR_51_-escultura_piedra.jpg
  5. Estatua del General P.H. Sheridan, Cristopher Park. Ph de la autora.
  6. Segal, George, Stonewall memorial, 1992. Ph de la autora.
  7. Mendieta Ana, Nueva York, 1972, Ana-Mendieta-Untitled-FacialHairTransplants_EDIIMA20150506_1020_5.jpg
  8. Darriba Luz, Cuestión de género, Bs. As., junio 2008, http://luzdarriba.es/macroproyectos-urbanos/cuestion-de-genero.html
  9. Campuzano, Giuseppe, Ex voto para Sarita Colonia, 2009, Bienal de Sao Paulo, 2014. Ph. Teresa Durmüller.
  10. Ophrys insectifera, https://es.wikipedia.org/wiki/Ophrys_insectifera; avispa seudocopulando: http://apolo.entomologica.es/cont/materiales/docu001.pdf
  11. Carla Núñez, grabado en papel de algodón, prueba de autor, 2016. En https://brujulaintersexual.org/2016/10/23/yo-intersexual-por-carla-nunez/

 

Bibliografía

 

APA,(2005), DSM, Washington, APA.

Butler, J. (2002),Cuerpos que importan, Paidós, Buenos Aires

Cabra, G., García Martín, C., Fükelman, M.C.,(2016) Artemisia Gentileschi, Una revisión desde el análisis historiográfico , Universidad Nacional de La Plata – Facultad de Bellas Artes. http://sedici.unlp.edu.ar/bitstream/handle/10915/56889/Documento_completo.pdf-PDFA.pdf?sequence=1

Deleuze, G., Guattari, F. (2008); Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia, Pre-textos, Valencia.

Despentes, V.; (2006), Teoría King Kong, Melusina, Barcelona.

Di Segni, S.;(2013) Sexualidades. Tensiones entre la psiquiatría y los colectivos militantes, Bs. As., FCE.

Fausto Sterling, A (2006).; Cuerpos sexuados, Melusina, Barcelona.

Foucault, M. (2000); Los anormales, Bs. As., FCE.

Krafft – Ebing, R. von. (1895), Psychopathia sexualis avec recherches spéciales sur l´inversion sexuelle, París, Georges Carré.

Preciado, P. B., La sexualidad es como las lenguas, todos podemos aprender varias. En: https://elpais.com/diario/2010/06/13/eps/1276410414_850215.htmlm, consultado el 15/3/2013.

Warrell, I.; (2012), Turner´s Secret Sketches, Tate, Londres.

Weidemann, Larass, Klier,(2008) 50 Women artists you should know, Munich  Prestel.

 

Juicio contra el médico que frenó un aborto legal // Cosecha Roja

El 2 de abril de 2017 Leandro Javier Rodríguez Lastra recibió en la guardia del hospital público de Cipoletti a una chica de 19 años, víctima de una violación, que había tomado pastillas para abortar. El tocoginécologo le dio un medicamento para frenar el aborto y la obligó a continuar con el embarazo. Está acusado de incumplimiento de los deberes de funcionario público.

 

El tocoginecólogo Leandro Javier Rodríguez Lastra, reconocido militante antiaborto, declaró en la primera audiencia del juicio en su contra. Está acusado de incumplimiento de los deberes de funcionario público: el 2 de abril de 2017 recibió en la guardia del hospital público de Cipoletti a una chica de 19 años que había tomado pastillas para abortar. Le dijo que había sido víctima de una violación y exigía una interrupción voluntaria del embarazo. Rodríguez Lastra le dio un medicamento para frenar el aborto y la obligó a continuar con el embarazo.

En la primera audiencia del juicio el médico contó que la chica “había tomado cuatro pastillas de misoprostol”. “Es una dosis tremenda”, dijo. Aunque la chica le repitió que no quería seguir con el embarazo, él la medicó contra su voluntad. “Ella no estaba bien, con 39 grados de fiebre no tenemos lucidez para entender lo que nos están diciendo. Le inhibí las contracciones para no agravar el estado de salud de la paciente”, declaró Rodríguez Lastra, según publicó el portal Mis Noticias.

“La joven fue sometida a torturas. Estuvo internada durante meses hasta que se le practicó la cesárea. El sufrimiento provocado ha sido muy alto”, explicó a Cosecha Roja Ruth Zurbriggen, integrante de la colectiva feminista La Revuelta. Desde el día del parto la chica estuvo bajo tratamiento psiquiátrico y tuvo varios intentos de suicidio. Hoy también declaró en el juicio. Lo hizo a puertas cerradas y sin público en la sala.

Rodríguez Lastra no está imputado por negarse a interrumpir el aborto legal sino “porque una vez iniciado el proceso y consciente de que el embarazo era producto de una violación, que la joven víctima había ingerido medicación para interrumpir el proceso de gestación y que cumplía con todos los requisitos para acceder al protocolo de interrupción legal del embarazo, administró la medicación necesaria para detener el proceso”, informó el equipo de fiscales a través de la página del Ministerio Público de Río Negro.

“Este juicio es muy importante. Hay prácticas muy instaladas en temas de salud sexual reproductiva y no reproductiva de las mujeres y otras personas con capacidades de gestar. No sólo en casos de interrupciones legales de embarazos. Son prácticas naturalizadas de ejercicio del poder sobre la decisión de otres”, dijo Zurbriggen. “Los preceptos morales no pueden ser utilizados como herramienta para incumplir derechos garantizados”.

“Todo proceso judicial es pedagogía”, explicó Zurbriggen. “Acá existe la posibilidad de una pedagogía de la justicia, que muestre que no todo va a tolerarse sin intervención: no todo vale en el sistema de salud”.

El juicio será breve. Después de tres audiencias, el tribunal unipersonal integrado por juez Álvaro Meynet dará el veredicto. El médico enfrenta una posible condena de un mes a dos años de prisión e inhabilitación especial.

Cosecha Roja

Nuestras luchas no caben en sus urnas // Redacción La tinta

Catorce listas participaron de las elecciones que se llevaron adelante este domingo en territorio cordobés. No hay muchas sorpresas en estos comicios. Con una chequera fuerte, la oposición dividida y la participación electoral que sigue en descenso y roza los niveles más bajos desde el regreso a la democracia, un nuevo período de mandato del peronismo provincial con Juan Schiaretti a la cabeza del gobierno viene a paso de sulky, pero avanza como topadora.

 

Nuestra lucha no es la partidaria. Nuestros discursos no hacen promesas electorales. El bombardeo de “Juan dice, Juan hace, Juan cumple” no nos empaña el vidrio por el que miramos la realidad. Vemos clarito que las decisiones del arriba nunca -o casi nunca- beneficiarán a quienes habitamos el abajo. Porque, gane quien gane de las fuerzas partidarias con más tendencia del voto popular, el modelo del buen cordobesismo que nos intentan imponer, que existe, se profundiza.

La Córdoba mediterránea que se cree isla y presume su ignorancia con un faro a la nada. La que construye rutas anchas para los camiones del agro y autovías de montaña para los turistas, mientras arrasa con un monte nativo que se desangra y se extingue. El cordobesismo que se quedó con las ganas de instalar la planta de Monsanto más grande del continente en Malvinas Argentinas. La provincia del boom sojero e inmobiliario, que desaloja vecinxs y construye guetos en las afueras de la ciudad, la que promueve el avance descontrolado de torres de cemento que tapan el sol, mientras, cínicamente, anuncia nuevas luminarias en barrios que se hunden en mierda por falta de cloacas.

La provincia de Juan, productora de toneladas de alimentos, donde la pobreza e indigencia se ubican por encima de la media nacional y entre las más altas de la región. La de los diputados que traicionan el mandato del pueblo y votan las leyes del ajuste macrista. Acá, donde cada 24 horas hay 300 nuevos pobres; donde las cárceles están cada vez más repletas de mujeres y humildes; y cada vez se extiende más la lista de trabajadorxs despedidxs.

El cordobesismo del narcoescándalo y el estado policial, donde los policías se enorgullecen de serlo y coleccionan casos de gatillo fácil; la de los azules que verduguean a lxs pibxs y lxs detienen para llenar planillas y justificar el presupuesto, mientras que periodistas y políticos desfilan por los medios pidiendo bajar la edad de imputabilidad.

«La Docta», tan universitaria y eclesiástica, donde todavía no se aplica el protocolo de aborto no punible y las políticas públicas siguen negando la posibilidad de decidir sobre nuestros cuerpos. Donde el gobierno provincial aprueba, con represión, leyes para financiar la educación privada y religiosa.

El cordobesismo que cogobierna con Cadena 3 y La Voz del Interior a través de un discrecional sistema de recompensas de propaganda política que deja afuera a los medios alternativos y populares.

Todo eso también es Schiaretti. Todo eso y un largo etcétera que nuestra agenda no dejará de abordar.

Juan dirá, hará y cumplirá a rajatabla el proyecto neoliberal, extractivista y patriarcal planificado para mantener el orden de dominación cordobés. Nos asfixian con la posibilidad de elegir -como diría Galeano- la salsa con la que queremos ser cocinados. Un sistema de partidos que frustra las posibilidades de transformación. Ellos hablan de democracia. Participan del juego de poder de élites. Ejercen la violencia estatal. Usurpan nuestras palabras y nuestras voluntades.

Nos pueden obligar a elegirlos, a participar de la falsa democracia de la representación. Pero sabemos que en las urnas no están nuestros sueños. Por eso, por todo esto, echamos a andar nuestro tejer comunitario, nuestros deseos políticos en la calle, nuestros proyectos en los barrios, en las plazas, en nuestras camas, en las resistencias de la economía popular. Por eso. Por todo esto, elegimos luchar.

Elegimos luchar.

La Tinta 

Mi política es la filosofía // Roque farrán

Un contrato social de ciudadanos responsables por su deseo

De la presentación del libro Sinceramente rescato, además de la impactante presencia de una multitud bajo la lluvia, la interpelación de Cristina a hacernos responsables por la necesidad de un nuevo contrato social junto al oportuno señalamiento de la posibilidad única para los argentinos de vivir en carne propia y confrontar en pocos años los dos modelos de país que nos han enfrentado históricamente. Atemperada en su discurso pero sin neutralidad alguna, la grieta aparece más expuesta que nunca y nos lleva a posicionarnos con todos los elementos en juego: económicos, políticos, ideológicos y éticos.

No obstante, siendo fiel al estilo enunciativo que practica y habilita Cristina, su decir veraz, voy a señalar cierta discordancia menor cuyo despeje puede ayudar a plantear en rigor el desde dónde renovar el contrato social, caso por caso, en función del deseo indestructible y no de identidades rígidas. Si vamos a seguir viviendo en común, ante todo, tenemos que hacernos cargo de nuestro deseo, saber escucharlo y darle lugar.

En ese sentido, hubo un punto en el discurso de Cristina que me hizo algo de ruido, porque tiene que ver con el malentendido habitual que genera el desencuentro de las prácticas, los practicantes y los deseos. Me refiero al momento en que medio en sorna, medio defendiéndose, se excusó que el suyo no era un libro filosófico porque se basaba en experiencias reales de vida. Dicotomía eterna entre el concepto y la existencia. Me hizo acordar el injusto comentario de Lacan sobre Derrida, cuando alguien quería acercar sus respectivos pensamientos y el psicoanalista dijo que sí pero no, porque el filósofo no atendía el padecimiento humano, etc. Entiendo que cada quien ve e interpreta la realidad desde donde puede: muchos lo hacen a través de las frases repetitivas y líneas editoriales que bajan desde los medios, otros se basan en su experiencia de vida, otros en los grupos de pertenencia, etc. Pero lo importante son las prácticas y el deseo; solo lo real puede orientarnos en medio de una realidad fantaseada y manipulada por todas partes.

Voy a contar mi experiencia personal. En este caso, lo personal también es político. Hace un tiempo me dispararon en un asalto, cuando mi hija estaba por nacer, y estuve un mes internado en un hospital, muy grave y con pronóstico reservado. Recuerdo que era un momento donde la grieta estaba muy presente y se afincaba sobre todo respecto al tema de la inseguridad, exacerbada por los medios. Recuerdo también, durante la convalecencia, haber soñado con Cristina dando sus discursos, explicando, etc. En el lamentable estado en que me encontraba, apenas podía respirar y no tenía voz, porque me habían hecho una traqueotomía; anestesiado y todo, con un sin fin de complicaciones físicas, sin embargo imaginaba, pensaba, teorizaba y hasta ensayaba unos garabatos ininteligibles, porque no tenía fuerza ni pulso ni coordinación para sostener la lapicera sobre el papel. Necesitaba hacerlo, era cuestión de vida o muerte, de deseo. La escritura, el pensamiento, el concepto me han sostenido en vida más de una vez. Finalmente, pude salir bien de ese trance, pude ver a mi hija nacer y crecer, escribí un par de libros más, etc.

Quiero decir: No soy neutral tampoco, el deseo de escritura, el deseo de filosofía, el deseo de pensar es lo que aun me motiva, en-cuerpo. Concepto y existencia se anudan irremediablemente para mí. Solo desde allí puedo conectar con otras dimensiones de lo real, otros deseos en juego, por eso jamás se me ocurriría desestimarlos o tomarlos a la ligera. Aun si sabemos que hay semblantes y protocolos, que hay que saber usarlos y demás, lo real es siempre lo que me decide de qué lado estar y qué hacer. Sinceramente, congresos o no, mi política es la filosofía. Por eso mi insistencia de no retroceder en -ni desestimar- ningún frente, atendiendo a la singularidad de las prácticas y su mutua intrincación, porque la grieta es insalvable. Un nuevo contrato social, refundacional en todos los aspectos, solo será efectivo si resulta de ello.

Escritora de la vagancia // Diego Valeriano

Termeo, devoción, ficciones y haters antiimperialistas. Dedos en V como grito de guerra, como posteo urgente, como provocación en el grupo de wasap de la familia. Abrazos con las que solo ves en las marchas, encuentros y selfie con los famosos que se van acercando. Tomar el tren con lo que ya cansa eso, y después un bondi y caminar bajo la lluvia para verla a ella, para estar bien cerca, para que sepa que nunca va a estar sola. Calor y olor a humedad, primera fila llena de figurones. Ser locales otra vez y saltar aunque las rodillas casi ni den, aunque el día fue una mierda, porque cada día falta menos. Saltar felices en el patio de la puta oligarquía, en su cara. Comentar encuestas, programas de radio, posteos. Enumerar traidores, olvidar lo que hay que olvidar, comerse sapos, indignarse con cada nueva medida del gobierno. Pedir que te sigan, contar likes, fijar tweet, machear entre kumpas como la mayor demostración de atracción y compromiso. Putear porque no hay señal, ni datos, porque no sube la foto. Comentar por lo bajo cuando pasa la notera de TN, no entrar en provocaciones, no darle de comer a la carroña mediática. Remera de Néstor, de la orga, pañuelo verde en la mochila, bandera de Venezuela y cartelito de amor incondicional. Paraguas, dirigentes sindicales, intendentes efimeros, panelistas y artista que opinan. Querer ser más negro de lo que se es, simular gedencia, flashear pasillo, soñar rebeliones. Agitar esos berretines setentistas. Penguin Random House, pantallas gigantes y aplauso fácil. Reivindicar los gritos, las risas y la incorrección. Ser festejante de uno mismo, de lo que fue y puede volver a ser. Festejar que fuimos felices. Cantar la marcha, rockearla, ser hincha de Perón, ofrecer la juventud. Millonarios VIP, populismo, caricias en el alma y que vuelva la fiesta. Cuotas, Coca chorra, el aire a 23, miles de motitos, fines de semana largos, altas llantas y una alianza indisoluble con los guachos. Saber que el consumo libera. Escucharla con la sonrisa en la cara, con amor ingenuo. Escucharla con la emoción, la manija y la esperanza de volver.

Hay que leer el libro del Indio // Diego Valeriano

Hay que leerlo por lo que nos dió y por lo que nos sigue dando. Para reivindicar Olavarría toda la vida, para cuidar el estado de ánimo, por la manija de vivir. Porque aún hoy suena donde menos lo esperamos. Porque nuestras hijas, como parte de eso que es aprender a vivir, se toman un bondi maltrecho en Morón, chapotean en el barro en Gualeguaychú y vuelven esa misma noche.

Hay que leerlo sin importar las trampas militantes que plantean algunas  preguntas, a pesar del resentimiento del que no merecemos saber nada, del que no queremos ser ni juez, ni parte, ni tomar partido. Leerlo aunque el libro sea una traición a eso que creímos que él creía. Leerlo a pesar de saber que nos quiere hacer conocer la máquina desde adentro, a pesar de saber que es un game over, sutil, necesario para él, mortal para nosotros.

Por nuestras intoxicaciones, nuestros enfrentamientos, nuestras lágrimas tatuadas, nuestras noches eternas. Por ser la música de fondo de nuestras luchas, de las verdaderas, de las que dimos en soledad en ciertas esquinas, a ciertas horas. Por seguir siendo un código común, un guiño, un salvoconducto. Porque sus canciones nos hicieron menos ortibas y nos recuerdan que envejecer no puede ser esto que nos está pasando ahora.

A pesar de esa necesidad de explicar, de volver visible lo que hasta hace poco era imperceptible, de asumir la derrota en la cancha de la opinión pública. A pesar de jugar el juego de la visibilidad donde todo se expone en su obviedad, donde todo es excesivamente visible: la psicodelia como tal, Skay como un maravilloso guitarrista, las metáforas como dráculas con tacones y los muertos, nuestros muertos, como todo llanto. La manija de la visibilidad es la que gana.

Hay que leerlo para volver a sentir la adrenalina del primer ácido, ese que nos cambió para siempre. Para arremeter por última vez contra un patrullero, para volver a abrazar a los amigos que ya no están. Hay que leerlo por las pibas, los gedes, la vagancia ilustrada que pudimos ser. Como gesto de agradecimiento. Hay que leerlo como acción rockera, militante, vital, amorosa. Para saber que las estrellas siguen estando ahí nomás, a tu alcance, frías.

 

Ausentarse: la crisis de la atención en las sociedades contemporáneas // Amador Fernández-Savater

Zapping, multitarea y scrolleo constante, intolerancia al silencio, incapacidad de recogimiento y concentración, distracción crónica e indiferencia permanente al entorno más inmediato…

Hoy en día nunca estamos en lo que estamos.

¿Es esta crisis generalizada de la atención otra manifestación más de la «crisis de presencia» de nuestra época? La crisis de la presencia nos habla de una dificultad de acceso a la experiencia del presente. Vamos a verlo más despacio.

El modelo dominante de ser es el «sujeto de rendimiento»: constantemente movilizado, disponible y conectado, siempre gestionando y actualizando un «capital humano» que somos nosotros mismos (capacidades, relaciones, marca personal), obligadamente autónomo, independiente y autosuficiente, flexible y sin «cargas».

Este sujeto de rendimiento nunca está en lo que está, sino más allá. Más allá de sí mismo, más allá de los lazos que le atan, más allá de las situaciones que habita: en constante autosuperación y competencia con los demás, forzando al mundo para que rinda más y más. El presente que vive sólo es un medio de otra cosa: algo mejor que nos aguarda después, luego, más tarde. Nos creemos muy ateos, pero vivimos religiosamente en diferido, sacrificando a chorros el presente en nombre de una salvación para mañana.

Este sujeto de rendimiento entra hoy en crisis por todas partes, tanto dentro como fuera de nosotros mismos: se multiplican los problemas sociales y ecológicos, las fisuras, las averías y los malestares íntimos (ataques de pánico y ansiedad, cansancio y depresión). Es decir, no somos capaces de ser según las formas de ser dominantes. ¿Qué se puede hacer con estas crisis?

Podemos simplemente buscar «prótesis» que nos permitan tapar los agujeros y seguir con el ritmo de la productividad incesante: terapias, pastillas, mindfulness, dopajes varios, intervalos de descanso y desconexión para quien pueda permitírselos, adicciones, afectividades compensatorias, consumo de identidades, de intensidades, de relaciones, chutes de autoestima (reconocimiento, likes), etc.

Podemos volver nuestro sufrimiento contra nosotros mismos o los demás: autoagresión, lesiones, rabia reactiva, resentimiento y búsqueda de un chivo expiatorio, de un «culpable» de lo que nos pasa.

Podemos buscar también formas de borrarnos del mapa. Frente al mandato de «siempre más» del sujeto de rendimiento, ensayar una retirada radical. «La vida no me interesa ya, hace demasiado daño, sin embargo no me quiero morir». David Le Breton llama «blancura» a ese estado y repasa las diferentes maneras que hay de mantenerse lejos del mundo para no ser afectados por él: no ser nadie, librarse de toda responsabilidad, no exponerse, hibernar, dormir tal vez soñar, pero en todo caso nunca estar…

Frente al yo como unidad productiva siempre movilizada, desaparecer.Desaparecer en tu cuarto propio conectado (el hikikomori), desaparecer en el exceso de alcohol y velocidad, desaparecer en una secta, desaparecer en la anorexia, desconectarse, desafiliarse, abdicar: no ser.

La «blancura», como fuga a un no lugar y huelga de identidades, es ambivalente: puede cronificarse, puede ser tan sólo una prótesis (tras un periodo de desaparición, volvemos con las pilas recargadas) o puede ser tal vez un principio de resistencia y bifurcación existencial.

La crisis de la presencia es pues circular. Hay ausencia en el modo de ser hegemónico: el sujeto de rendimiento que corre y corre distraído hacia algo más allá. Hay ausencia en los síntomas de nuestra inadecuación al modelo: el malestar expresado en los desórdenes de la atención. Hay ausencia en las respuestas que elaboramos al daño: las formas de anestesia e insensibilización radical.

No estamos en lo que estamos porque tampoco el mundo está donde está.Se organiza desde principios abstractos que lo fuerzan exteriormente: rendimiento, capitalización, acumulación. La recuperación de la atención es inseparable de un proceso más amplio de transformación social. De creación -entre el ser y el no ser, entre el sujeto productivo y la blancura- de otras formas de estar en el mundo. De estar-ahí, de estar presentes y en el presente, de estar atentos.

La atención como trabajo negativo

Estar presentes es estar atentos. Pero, ¿qué es la atención? Para pensarla, hay que salir antes que nada del modelo exclusivo de la lectura: actividad única, lineal, concentrada en una sola tarea, solitaria. La lectura es una forma de la atención, no el ejemplo de toda atención.

La atención es, en primer lugar, un trabajo negativo: vaciar, quitar cosas, de-saturar, suspender, abrir un intervalo, interrumpir… Es Simone Weil, la pensadora por excelencia de la atención, quien ha sabido ver y explicar mejor esto.

En un texto maravilloso, pensado como inspiración para los profesores y las alumnas de un colegio católico, Weil afirma que la formación de la atención es el verdadero objetivo del estudio y no las notas, los exámenes, la acumulación de saber o de resultados.

Weil distingue atención de concentración o «fuerza de voluntad»: apretar los dientes y soportar el sufrimiento no garantiza nada a quien estudia, porque el aprendizaje no puede ser movido más que por el deseo, el placer y la alegría. La atención es más bien una especie de «espera» y de «vaciamiento» que permite acoger lo desconocido.

Atender es en primer lugar dejar de atender a lo que supuestamente debemos atender: detener radicalmente la atención codificada, programada, automatizada y guionizada de la búsqueda de logros, objetivos o rendimiento.

«La atención consiste en suspender el pensamiento, en dejarlo disponible, vacío y penetrable al objeto, manteniendo próximos al pensamiento, pero en un nivel inferior y sin contacto con él, los diversos conocimientos adquiridos que deban ser usados».

Hay que vaciarse de a prioris para volvernos capaces así de atender (escuchar, recibir) lo que una situación particular nos propone y tiene para entregarnos. Vaciarse no significa olvidar o borrar lo aprendido, sino más bien ponerlo entre paréntesis para poder captar así la novedad y la singularidad de lo que viene.

¿Cómo vaciarse? Simone Weil anima por ejemplo a reconocer la propia estupidez, a volver una y otra vez sobre nuestros errores para bajarle los humos al orgullo: el orgullo es un obstáculo para el aprendizaje, sólo aprende quien se deja «humillar» por lo que desconoce.

«La mente debe estar vacía, a la espera, sin buscar nada, pero dispuesta a recibir en su verdad desnuda el objeto que va a penetrar en ella… El pensamiento que se precipita queda lleno de forma prematura y no se encuentra ya disponible para acoger la verdad. La causa es siempre la pretensión de ser activo, de querer buscar».

Atender es aprender a esperar, una cierta pasividad. Todo lo contrario de los impulsos que nos dominan hoy día: impaciencia, necesidad compulsiva de opinar, de mostrar y defender una identidad, falta de generosidad y apertura hacia la palabra del otro, intolerancia a la duda, googleo y respuesta automática, cliché…

El embotamiento actual de la atención está relacionado con estas formas de saturación. Una buena maestra empieza entonces por vaciar: bajar las defensas, abrir los corazones y los espíritus, ayudar a desamarrarse de las propias opiniones, a cogerle el gusto a explorar lo desconocido, sin miedo, ni ansiedad, en confianza. Esta atención no se «enseña», sino que se ejercita. Se enseña mediante el ejemplo y la práctica.

Atender a lo que pasa

En segundo lugar, la atención es la capacidad de entender lo que pasa. Pero, ¿qué es lo que pasa? Dos cosas al menos.

-Por un lado, lo que pasa no es lo que decimos que pasa: lo que declaramos, lo que significamos, las ideas que tenemos. Decimos una cosa y está pasando otra.

Lo que pasa es del orden de las energías, de las vibraciones, del deseo. El deseo se malentiende mucho hoy como capricho volátil o búsqueda de un objeto que falta, pero lo comprenderemos mejor si lo pensamos como una fuerza que nos pone en movimiento, que nos hace hacer, que da lugar. Deseo es lo que pasa. Atención por tanto es la capacidad de escuchar y seguir el deseo: de atenderlo, de inventarle formas para que pase.

Por ejemplo el deseo de pensar en una situación de aprendizaje. El deseo de dar y recibir amor en una situación amorosa. El deseo de transformación en una situación política.

Atender a lo que pasa es entender y encender las ganas, eso a lo que cada cual se anima en un aula, en una relación, en una revolución. Denise Najmanovich, investigadora argentina, me avisa de que la etimología de atención tiene que ver con la yesca, lo que necesitamos para encender una llama (y se trata de avivarla una y otra vez).

Atención al ritmo y no sólo al signo: lo que pasa no es lo que decimos, lo explícito, lo codificado. Atención a los detalles: lo que pasa es singular y no el caso de una serie previa. Atención al proceso: lo que pasa varía, tiene mareas altas y bajas, no es siempre igual.

-Por otro lado, lo que pasa pasa «entre» nosotros. La atención no es (sólo) concentración o recogimiento en uno mismo: estar concentrado en uno mismo puede ser de hecho a veces la mejor manera de no poner atención y salirse de una situación.

En un aula, en una relación, en una revolución, atención es atención a la energía que está pasando «entre» nosotras. Una sensibilidad transindividual.

Una atención «convergente» o «ecológica» dice el francés Yves Citton en un libro estupendo sobre el tema: la atención de uno interfiere con la de los otros, miramos y atendemos lo que los demás miran y atienden, cada situación es una trama compleja de vínculos y la atención es capacidad de percibir esa trama relacional, ese sistema de resonancias. Incluso la menor de las conversaciones requiere activar esta atención convergente si no queremos que sea sólo una sucesión de monólogos.

Enchufados

Estamos en lo que estamos cuando estamos atentos. Sin distancia e implicados, vibrando con la energía de la situación, «enchufados» como dicen los comentaristas de tesis sobre tal jugador o tal jugadora que están «muy metidos» en el partido.

Estamos implicados cuando estamos afectados por lo que pasa: algo nos toca, algo nos llama, algo nos conmueve. Lo que «nos mete» en una situación es del orden del afecto. No por nada decía Platón que el buen maestro no enseña el objeto de conocimiento, sino antes que nada el amor por el objeto de conocimiento. Es capaz de afectar.

Atención es la facultad necesaria para sostener situaciones de no saber, situaciones no organizadas por un modelo, un código previo o un algoritmo: situación de aprendizaje, situación amorosa o situación de lucha. Es la capacidad sensible que nos permite leer señales no codificadas: energías, vibraciones, deseo. Sin atención, es decir sin trabajo negativo y escucha de lo que pasa, la situación se estandariza rápidamente y repite una imagen previa: aula vertical, pareja convencional, política clásica.

No hay personas más inteligentes que otras dice el filósofo Jacques Rancière, sino que hay atención y distracción. Hay situaciones de atención y situaciones de distracción, situaciones que activan nuestra atención y situaciones que la apagan. Inteligencia es atención, estupidez es distracción. Nos volvemos inteligentes cuando estamos dentro de lo que vivimos y estúpidos cuando nos salimos.

Nuestro mundo está compuesto mayoritariamente de situaciones estupidizadoras que nos sacan del partido: situaciones de representación donde delegamos en otros (medios de comunicación, políticos) nuestras potencias de atención, situaciones de mercado regidas por principios abstractos y homogéneos (rendimiento, lógica de beneficio), situaciones codificadas donde algoritmos desconocidos organizan los comportamientos, las elecciones y los gustos.

En nuestra mano queda abrir situaciones singulares de pensamiento, lucha y creación donde volvernos juntos más inteligentes activando la atención a eso que pasa entre nosotros.

Este texto recoge mil conversaciones mantenidas al calor del proyecto «Poner atención: la batalla por entrar en nuestras cabezas», con Oier, Rafa, Lilian, Helena, José Ramón y Marino, Diego, Marta y Mari Luz, Miriam, Agustín, Francis y Lucía, Juan, Frauke y lxs amigxs del Grupo de Atención de Tabakalera (Donosti)…

Fuente: https://www.eldiario.es/

«Estamos inmersos en la democracia de la derrota» // Entrevista a Alejandro Horowicz

Por Javier Gatti

Varias veces hemos visitado el estudio y la biblioteca de Horowicz con motivaciones diversas, pero en este caso hay un libro reciente y un país al borde del estallido económico y social. Mientras prepara café para tres acordamos un reportaje en dos partes, clarito y sin mezclar: primero el Huracán Rojo y el derrotero de las revoluciones paradigmáticas de la era moderna y luego todo lo demás, es decir el neoliberalismo, la bancocracia, Macri, Lavagna, Cristina y la política del «reparto de achuras» que campea desde hace algunos años. El reporteado gesticula y prosea con fluidez y amplitud pero disfruta rematar yendo quirúrgicamente al hueso de los temas propuestos. Eso le aporta precisiones desafiantes a la nota y habilita las repreguntas y el trabajo paralelo de la fotógrafa, que se obsesionará con los adornos y objetos de la biblioteca, mientras gira alrededor de nosotros. Sobre revoluciones fallidas y democracias liberales sin épica ni proyecto, se bate El Huracán Horowicz.

Parte 1.

Cuando alguien te propone deshistorizar el tiempo, te propone hacer imposible su comprensión, y en definitiva esta es la otra manera de reírse…

Q&P / Como para introducir la nota sobre “El Huracán Rojo” te cuento que se me cruzaron dos recuerdos cuando venía para tu casa, la tesis con la que aprobé tu materia (Economía Política en la Facultad de Ciencias de la Educación de Paraná) y una nota que te hiciese cuando Obama reanuda relaciones con Cuba durante la gestión de Raúl Castro. En ambos casos las conclusiones tenían que ver con revoluciones fallidas, sin mengua de sus gestas luminosas, de sus momentos de esplendor. Compartíamos esas valoraciones, la de una larga lista de derrotas desde 1789 a 1989 y a la vez la renuencia a considerarlas piezas de museo, como parte de un bagaje del que uno no se ríe ni se mofa, no renuncia a ellos. Entiendo que esta es la línea de tu último libro.

AH / Es que la risa admite al menos dos posibilidades, no hay una sola manera de reírse. Un nostalgioso se ríe mal, con una risa congelada, se ríe como si no hubiera pasado nada y cuando uno alcanza semejante nivel de negación, cuando uno cree que porque el gobierno de los EEUU se sienta con el gobierno cubano está ante una victoria política, hay que decirle que eso sería una victoria política en 1962. La idea de que el socialismo se puede construir en una isla o en un solo país aunque tenga el tamaño de la sexta parte del mundo –como era la Rusia zarista- es una idea extraordinaria ingenua. Una cosa es que pueda vencer circunstancialmente en un país atrasado pero a la dirección de la Revolución Rusa no se le escapó jamás que su victoria dependía de que pudieran construir “los Estados Unidos Socialistas de Europa”. Si para Napoleón Europa podía ser un mosaico de repúblicas y la Unión Europea no es ni siquiera hoy exactamente eso, hoy alguien podría decir “mirá Horowicz, sos un exagerado, mirá qué progre es la reina de Holanda y qué piolas son las monarquías sueca o la danesa- un sistema político en que aún hoy no existe la igualdad ante la ley, y que tiene que bancarse que el generalísimo Franco no pueda ser desenterrado de donde está y que la hermana del rey cuyo marido es un ladrón convicto y confeso, para no ir presa la tienen que tratar como si fuera una menor de edad (que es la idea de lo que franquismo tiene de lo que es una mujer, una oligofrénica a cargo de su marido y aún hoy) una Europa que comparte estas situaciones sólo puede ser una unión que puede existir porque las revoluciones políticas no han concluido. Alguien puede decir que lo estoy contando es una “ausencia”, sin dudas, pero te puedo contar ahora una presencia fenomenal. Cuando uno mira la Revolución China y mira a China en la actualidad, nadie puede creer que este país que hoy ocupa el lugar de la fábrica del mundo, pueda pensarse sin la revolución maoísta y es imposible pensar la revolución maoísta sin la revolución rusa y así podemos continuar. Cuando alguien te propone deshistorizar el tiempo, te propone hacer imposible su comprensión, y en definitiva esta es la otra manera de reírse…

Q&P / Que también es ir un poco más allá de Benjamin, de aquella frase sobre la ausencia que dice que donde hay un fascismo imperante es el testimonio de una revolución fallida…pero que generó los derechos que luego incorpora el liberalismo capitalista.

AH / No sólo que no hubieran sido posibles. Porque lo que prueba este proceso de revoluciones es que hay una relación extrechísima entre la cuestión democrática y la cuestión socialista. Lenin tenía un forma que a mí me gusta repetir: “un demócrata consecuente es un socialdemócrata”. Es decir que alguien que es consecuentemente democrático y está a favor de la igualdad ante la ley, ¿como va a favor de las desigualdades extremas sin garantías para todos? ¿Cómo no va a estar a favor de que la ciudadanía tenga derechos reales y no teóricos? Y si está a favor de los derechos democráticos reales, ¿porqué va a estar a favor de que el capital gobierne nuestra vida y nosotros no seamos capaces de dictarle democráticamente nuestros términos? Cuando uno mira la UE y la crisis del Brexit lo que se ve es que la primera no es la unión de las repúblicas que aún no lo son, que ni siquiera pueden plantearse la unidad fiscal y que esto les impide tener los instrumentos para poder hacer la política de escala requerida. Y entonces aseguran el poder de la bancocracia organizada, un poder antidemocrático de nuevo cuño. Quién elige al presidente del Banco Central Europeo o al director del FMI? Pero estos presidentes están en condiciones de destituir al primer ministro griego y nombrar otro, de destituir al primer ministro italiano y nombra a quien mejor les convenga, entonces vemos perfectamente que sus capacidades destituyentes no tienen ninguna comparación con su capacidad constituyente, es una caja de herramientas construidas con piezas que sólo giran en una determinada dirección. La crisis inglesa muestra a las claras que votar no es lo mismo que decidir, y no se trata simplemente de votar el nombre del que decide para que decida lo mismo que todos sabemos. Lo acaba de decir hoy la directora del FMI, esto de que sería una tontería que el próximo vencedor en las elecciones argentinas intente hacer otra cosa, que debería seguir haciendo más de lo mismo.

Cuando yo digo que esto es la democracia de la derrota estoy hilvanando el piolín que no explica esto en la Argentina simplemente, sino que explica la democracia de la derrota en general. Que consiste en que hay un poder fáctico constituido que si no es reglado democráticamente por las fuerzas interesadas en una transformación revolucionaria, la política no tiene autonomía y por lo tanto no es otra cosa que un conjunto de recetas donde los poderes fácticos determinan absolutamente todo y el resto es un poder municipal. En el poder municipal no hay ciudadanos, hay vecinos que deciden sobre si hay que cortar las ramas de los árboles del parque, si hay que cambiar las aceras y no mucho más que eso.

Q&P / Está claramente reseñado en el epílogo del libro y no te voy a pedir una síntesis que releve a los lectores de esta nota de leerlo comprándolo, pero cuál creés que fueron las razones fundamentales por las que fracasan la Revolución Francesa (sin tomar a la Comuna como el punto más alto de ese fracaso) y la Revolución Rusa, si es que esos fracasos se pueden carear o cruzar.

AH / Uno puede entender –desde el punto de vista de Robespierre- porqué Napoleón es un fracaso o porqué Beethoven tacha el nombre de Napoleón cuando se transforma en Emperador. Pero uno también debe escuchar a “nuestro filósofo”, a Hegel por cierto, que cuando ve ingresar a Napoleón a Berlín escribe: “he visto el Emperador a caballo, he visto la razón a caballo”. Ni tanto ni tan poco, es evidente que Napoleón ya no es la República plebeya y jacobina pero también es evidente que Napoleón debe hacer un barrido brutal de todas las reminiscencias feudales en Europa y que –a su curioso modo- también lo hace. Esto no nos transforma en admiradores de Napoleón, pero conviene tener en cuenta que para fallido y derrota son peculiares. Y este fallido abre el curso de una guerra civil a escala europea que se reedita de otra manera con el triunfo de la Revolución Rusa. Cuando los bolcheviques se estabilizan en la URSS en 1921, el curso de la revolución sufre un viraje y la guerra civil europea arranca con una victoria popular importante; pero inmediatamente, en el año 1922, triunfa Mussolini en Italia. Se da una crisis fenomenal en la República del Weimar -que primero es la crisis del Kaiser y después aparecen los soviets en Alemania, luego el espartaquismo y el asesinato de Rosa Luxemburgo y Liebknecht- y un conjunto de peripecias que resuelven en 1933 con la victoria de Hitler. Uno puede pensar muchas cosas sobre esto pero no cabe ninguna duda de que es una victoria del mismo signo que la de Mussolini. Y por último tenemos la batalla en la España franquista que termina en 1939. No casualmente, hasta que no termina la guerra civil europea y los proyectos de revolución son enterrados salvajemente y los respectivos proletariados derrotados y la política general aplastada literalmente (en España hay 1.000.000 de muertos)…

Q&P / Que están bajo tierra y a uno le da la sensación que en cualquier lugar donde clave una pala salta una calavera…

AH / Y la calavera pega un aullido! Entonces cuando termina la guerra civil que se despliega entre 1917 y 1939 con este resultado atroz, recién entonces se lanza la disputa inter imperialista para ver cuál es la potencia que hegemoniza. La idea de que esto terminó y que no vale nada es una idea trivial y alberga una contradicción elemental, ¿porqué alguien va a escribir un libro de 600 páginas sobre un problema que no existe? ¿Y por qué alguien lo va a comprar y lo va a leer?

Q&P / Porque era indispensable para hacer esta nota…

AH / (Risas) Precisamente. Y por otro lado, si este fuera el nivel de la cuestión, estos serían temas que interesan a 14 especialistas en un oscuro Congreso. Yo me doy cuenta de que la crisis que hizo que Amón Ra no fuera el dios único de los egipcios, es una crisis muy interesante para un curso de Arqueología aplicada en Oxford pero no le quita el sueño a nadie. Es un episodio en la construcción del monoteísmo, está bien, forma parte de las alforjas del doctor Freud y no sólo de él. Pero se entiende, no vemos a multitudes gritando “Amón, Amón, qué grande sos”.

Ninguna revolución reproduce ninguna revolución, pero hay un elemento que actúa como hilo de continuidad y son los problemas no resueltos que cada revolución arrastra y que constituyen el acicate del presente para intentar resolverlo. ¿En qué medida se resuelven estos problemas? La resolución de este asunto marca el éxito de la revolución ¿En qué medida quedan pendientes o se posponen? Esa es la estructura de su reiterado fracaso.

Q&P / Si es cierto que hay un mercado o un ghetto académico o círculos muy concentrados de la izquierda radical argentina donde tu libro, estos temas pueden andar muy bien. Pero tu libro no está pensado para esos públicos acotados, cineclubistas, ni por el modo en que está escrito ni por la amplitud y la actualidad de sus conclusiones proyectadas.

AH / No, para nada. Yo tengo un concepto que comparto con Marx que es “nosotros partimos de un hecho político actual” y cuando te decía que no me río cínicamente no digo que el hecho político actual es la reproducción de las revoluciones francesa o rusa, para nada. Ninguna revolución reproduce ninguna revolución, pero hay un elemento que actúa como hilo de continuidad y son los problemas no resueltos que cada revolución arrastra y que constituyen el acicate del presente para intentar resolverlo. ¿En qué medida se resuelven estos problemas? La resolución de este asunto marca el éxito de la revolución ¿En qué medida quedan pendientes o se posponen? Esa es la estructura de su reiterado fracaso. Tanto este éxito como este fracaso deben ser relativizados a la luz del conflicto que tenemos que enfrentar. Hoy por primera vez no estamos en las condiciones de lo que Marx llamaba el mundo de la insatisfacción, hoy todos los hombres y mujeres y sexualidades distintas imaginables tienen la posibilidad de vivir en condiciones dignas; ya no se trata de que el proceso productivo no genera la suficiente riqueza para que todos puedan tener, en este momento todos pueden tener básicamente todo a un nivel que no tiene parangón con los niveles de consumo promedio norteamericanos de 1960. Y estamos diciendo que esta sociedad, muy rica, le prohíbe a la compacta mayoría de sus integrantes de cosas decisivas para su existencia y los priva como consecuencia de una decisión política. Que el 1% de la población del mundo disponga de más de la mitad de la renta del mundo es un absurdo que Marx -que entendía las tendencias generales del capitalismo y había augurado esto en 1865- no podría creer hoy en esos mismos términos. Cuando alguno cree que hay necesidad de semejante situación o duda de si las mujeres tienen o no derecho a decidir sobre su propio cuerpo, si alguien cree que los problemas de salud pública pueden ser resueltos en los términos fijados por una iglesia teológica que atrasa lo que atrasa y cuyas prácticas sistemáticas muestran un nivel de violencia que el cretino del Papa anterior atribuía al Mayo del 68 en París. Es un comportamiento histórico miserable de una Iglesia que se comporta así hace siglos. Entonces uno dice: miren, esto no tiene porqué ser así…de nosotros depende de que no lo sea. Y si es así no hay otro responsable que la estructura de la que formamos parte.

Q&P / Arriesgo, corregime si la pifio por mucho, pero me da la impresión de que este libro no está escrito para pulular con eficacia o éxito en círculos académicos restringidos, para se celebrado en cenáculos de intelectuales, ciertos lugares protegidos digamos o espacios de militancia vinculados a las izquierdas radicales. Tampoco creo que quieras solamente hacer justicia con el escaso, infeliz o malintencionado revisionismo existente sobre ambas revoluciones, me equivoco mucho?

AH / Yo te lo voy a decir así. Como entre otras cosas tengo que ganarme la vida, yo soy un editor profesional y por lo tanto estoy acostumbrado a una lectura poco habitual, que es la de los catálogos. Y los catálogos de las editoriales importantes son un mapeo rápido de cómo es la actividad intelectual y de cómo está organizada, no cómo se proclama. Este libro sale en una editorial prestigiosa y tradicional para libros de cierto nivel (Crítica) y si uno mira el catálogo de Crítica nota que tiene unos 1000 títulos en actividad (sin contar los descatalogados). La primer pregunta es: cuántos ¿latinoamericanos forman parte de ese catálogo?

Arriesgo por unos 50 sobre mil…

50 serían poquísimos efectivamente pero son aún menos. Son 6.

Estoy tentado de que nombres algunos de esos.

Tulio Halperín Donghi es uno de ellos, hay una mujer con uno sobre las cartas entre Perón y Franco, todos escriben sobre América Latina o sobre fenómenos situados en latinoamérica y nadie escribe sobre ninguna otra cosa que no sea su propio lugar de origen. Los temas sobre los que hacemos mención aquí pueden merecer un artículo, una conferencia, un paper o un comentario, pero están reservados para los integrantes de la academia central, léase EEUU, Gran Bretaña, Alemania, Francia y algún italiano. Puede ser que cuele algún europeo o latinoamericano que trabaje en estas instituciones. Pero el tema de «El Huracán…» no es un tema para sudamericanos, yo soy un colado en este tema y en el reparto conviene recordar qué es lo que Hobsbawm (el historiador estrella de la década del 70) le propuso a Ernesto Laclau. Este llega a Londres siendo un joven historiador argentino, brillante y quiere hacer el doctorado con Hobsbawm, que lo acepta a condición de acatar el tema que le propone: los lanares en la provincia de Buenos Aires entre 1860 y 1880. O hacía eso o no tenía doctorado con Hobsbawm, pues bien no tuvo doctorado con Hobsbawm y no tuvo doctorado. Es decir, no son muy amables en el reparto, yo tengo un camino muy raro, yo eludo el pelotón para abrirme por un costado y hago un centro largo sobre el arco. A veces hay un gol y el tipo de atrás de todo dice: «uuuuuuy mirá vos, miralo a Horowicz, la metió». Esto no forma parte del temario académico latinoamericano, no hay 50 que estudien esto. Si se ocupan de la Revolución Rusa, es sobre cómo impactó en la Argentina o Brasil, pero eso es otra cosa. Hay una división del trabajo académico que yo no respeto.

El segundo asunto es que yo hago las cosas para sentirme feliz o realizado, es a la inversa. No me pregunto primero qué tengo que hacer sino qué necesito yo particularmente. Entonces voy, lo hago y después veo. Y esto fue el punto en el momento de la edición y empecé a ver con gran temor de que me podían dejar afuera muy fácilmente. Quedé muy sorprendido de que tal cosa no sucediera y tal cosa no pasó porque mis amigos en el negocio editorial ocupan los cargos que hacen posible que sean ellos lo que decidan esto. Sino quedaba afuera.

Q&P / El editor del El Huracán Rojo es Martín Sivak…

AH / Efectivamente, es el editor de Crítica en Argentina y puso los dos huevos para que esto suceda, no es tan sencillo.

Q&P / Con muchas sugerencias correctivas o de organización del material?

AH / Martín es un lector muy inteligente y me dijo que le faltaba un remate y lo que podés leer en las últimas páginas son una recomendación de Martín. Conviene ser muy claro en que fue una sugerencia que yo podía rechazar, nunca una imposición pues es un encanto de señor y no se atrevería ni conmigo ni con nadie por ocupar ese lugar de poder, lo que por otra parte no me ha sucedido nunca en la industria editorial. Martín ha defendido esto porque para que pueda entrar en 512 páginas y costar lo que cuesta, el esfuerzo de la editorial es enorme. Un libro como éste no puede costar menos de 25 dólares, es decir un libro que no puede pagar nadie.

Q&P / Tomando el último párrafo del epílogo te pregunto si el destino de las revoluciones que pueden calificarse de tales es ineluctablemente así: el momento magmático de la revolución, luego se forma el partido de la revolución, que edita el libro de la revolución…y se acabó la revolución.

AH / Perón pensaba así, es una caracterización de los procesos revolucionarios. Trotsky, que es un pensador político muy importante y un empecinado de la revolución permanente, llega último a Petrogrado con un pequeño grupo y rápidamente se sitúa en la vanguardia, tiene una relación muy tensa con Lenin desde el famoso II Congreso (1903) por buenas y malas razones, pero que tiene la comprensión de que esa no puede ser la situación y tiene la suerte de que Lenin comprende que un hombre así de brillante y con una historia muy áspera con él, siga teniendo un lugar protagónico. Ahora bien, yo creo lo que creía Nikolái Bujarin: el primer analista político en Rusia era Lenin, el segundo era Trostky, pero que la distancia entre ambos, por más que fuera de primero a segundo no era tan pequeña. Lo comparto. Cuando uno ve cómo y cuánto estudió Lenin el problema campesino y cómo fue direccionando la política en ese sentido y la cantidad de veces que lo hizo Trotsky, uno entiende la diferencia. Trotsky tenía una percepción sintética de la política formidable y un conocimiento de la táctica militar inigualable. Lenin no tenía eso, lo sabia y le cedía ese lugar sin debate. Lenin tiene una idea muy real de su propia valía, de por qué tiene que estar en la revolución, pero no tiene ningún inconveniente en sumarlos a todos. Exuda optimismo sobre las personas y cuando se equivoca con las personas es por pensar bien, no por pensar mal. El tenía la convicción de que debía sumar a los mejores en todos los terrenos, su generosidad se ve en la incorporación de Martof al Partido Bolchevique, para disentir con él, pero adentro.

«Hoy impera una política que no discute ninguna política y la conversación esencial es alguna clase de reparto de achuras. En algunos casos el gobernador tampoco es mucho más que eso, por caso, el intendente de La Matanza es mucho más importante que el gobernador de Chubut o de Entre Ríos. El problema acá es entender que la escala de la política ya no puede ser la escala nacional».

Q&P / Y hablando de organizaciones de izquierda, actuales y situadas en esta época, de las izquierdas en todas sus líneas pero sobre todo las más radicales ¿Cómo ves ese espacio, cuál crees que sea su responsabilidad en este esquema? Incluyendo a intelectuales como Zizek, Negri, Baidou, Alemán, pero también militantes territoriales, funcionarios con alguna representación legislativa o gremial…

AH / A mí me parece muy auspicioso que un hombre que viene de un pensamiento tan conservador como Jacques Lacan, un conservador muy brillante pero conservador al fin, un hombre que cada vez que se produjo un hecho político decisivo como el mayo francés estuvo en la vereda del General De Gaulle, que arrastra una tradición de esa densidad tenga sensibilidad para otra clase de problemas y pueda entender un dato tan relevante como que la ley del padre ha caído y que por lo tanto se organizan otros términos. Si bien existen los individuos, las individualidades y los sujetos, toda esta estructura de la subjetividad tiene mucho más que ver con la naturaleza de la mercancía y viene a cuento entender que no se puede explicar la política desde la tronera sicoanalítica. Una cosa es tener una posición política que ignore la subjetividad, lo que es un verdadero disparate –mi maestro León Rozichtner lo tenía claro en 1965- y yo siempre entendí por qué un marxismo que no tenía en sus entrañas el pensamiento de Freud, era un marxismo manco.

Q&P / Los lacanianos de izquierda afirman que el capitalismo es una máquina de producir subjetividades, de acapararlas, pero separan claramente al sujeto, que en su estructura más íntima es el reducto de lo inapropiable por el capitalismo, lo que permite pensar en la posibilidad de “un afuera” de algo que no parece tener límites ni fecha de vencimiento.

AH / Sí, pero lo que yo valoro en estos muchachos es su voluntad de pensar. Y en ese sentido todos los que operan así aportan. Todos los que repiten un versito del tipo “Trotsky en 1937 explica esto hoy”, no me interesan. La teoría es como el yogurt, está fechada. Cuando vos tratás de usar un esquema teórico después de que ya no sirve, es evidente que pierde capacidad explicativa y operativa, claramente no funciona. Seguir hablando del “imperialismo” por todo concepto es un problema pues estás obviando ni más ni menos que al capital tecnológico; y cuando ves el nivel de productividad del trabajo actual, te tenés que replantear qué lugar tiene la plusvalía dentro de esa estructura, porque el hecho de que tan pocos, puedan producir tanto y para millones pone los problemas en otros términos. Lo que valía políticamente en ciertas condiciones (un sindicato por ejemplo) no vale ni tiene el mismo peso en otras. El sindicato de los portuarios en 1970 tenía una importancia, hoy sigue teniéndola porque la mercadería hay que transportarla y para eso el mar sigue siendo un elemento decisivo. No es exactamente lo mismo por cómo está integrada la fábrica mundial, donde China es el centro indudable, el papel de los sindicatos y de la lucha política no puede ser un papel de escala nacional. Los intendentes hacen política y creen que la hacen, a condición de no tener ninguna. Si vos mirás la historia de los intendentes de la provincia de Buenos Aires entendés perfectamente cómo funciona.

Q&P / Los senadores departamentales del PJ en Santa Fe son una orga en sí misma, transideológica por ejemplo, una liga de propioculistas…

AH / Por supuesto! Y ellos lo único que se proponen es sobrevivir. Ahora, creer que esto es una política es una ingenuidad o puro cinismo. Es una política que no discute ninguna política y la conversación esencial es alguna clase de reparto de achuras. En algunos casos el gobernador tampoco es mucho más que eso, por caso, el intendente de La Matanza es mucho más importante que el gobernador de Chubut o de Entre Ríos. El problema acá es entender que la escala de la política ya no puede ser la escala nacional. Cuando vos ves un conflicto como el del sindicato del neumático, bien pago en la media general, y lo comparás con el mismo sindicato pero en Brasil, te das cuenta que si no tenemos una política concertada entre trabajadores argentinos y brasileños sobre las condiciones laborales y salariales del sector, no se pueden negociar salarios razonablemente porque esta división permite fácilmente a los fabricantes cagar a unos contra los otros.

Q&P / Y qué dirigente gremial o sindical está pensando eso? Hagamos la ligazón con una de las tesis de tu libro, que la Revolución Rusa fracasa –entre otras cosas- por no haber continentalizado, internacionalizado la revolución socialista. Salgamos de la comarca, del país, construyamos a otra escala.

AH / Tenemos políticas muy provinciales y un abordaje muy pobre. Eso está claro en las formas de oposición política. Que Macri teniendo minoría parlamentaria, no haya tenido ninguna clase de problemas, muestra que la idea de oposición es meramente televisiva. Hay que entender que hay una relación entre el conflicto social y la política, pero aquí no se establece una relación entre los dos términos. Se corta esa relación y se cree que si juntás los votos ganaste, pero en realidad tuviste la mayoría, que no es lo mismo que ganar y mucho menos ganar para qué! Mirá lo que es la inconsistencia del orden político argentino: estamos a pocos meses de una elección nacional en medio de un país en completa crisis y hay un solo candidato.

Parte 2 .

«Lavagna no sólo es viejo por la edad que tiene sino por el punto de vista, por las ideas que posee».

Q&P / Y hay un solo candidato, ese mismo, que te dice lo que va a hacer: lo mismo y más rápido dijo Macri y si no lo dice él lo dice la que lo define: Lagarde. El resto está en lanzarse o no lanzarse o en mero el relato de los espantos de la gestión de CAMBIEMOS.

AH / Esta es la democracia de la derrota, votes a quien votes, todos hacen exactamente lo mismo y casi con los mismos funcionarios. Si Cavallo no tuviese una imputación judicial que le impidiese ser candidato rápidamente, sinó es número puesto. Estamos en estas locuras.

Q&P / En esta línea de indecisos y demudados, hablemos de Lavagna, que acaba de declarar que hubiese preferido que fuese alguien más joven pero si no hay asume la responsabilidad de candidatearse a presidente…increíble no?

AH / Lavagna no sólo es viejo por la edad que tiene sino por el punto de vista, por las ideas que posee.

Q&P / Contame algo sobre lo que se supone es principal capital y atractivo, por haber contribuido a estabilizar el país después del desmadre de 2001, entre otros.

AH / Conviene entender tres cosas. La primera es que Lavagna fue un técnico bajo conducción política de dos presidentes: el cabezón Duhalde y Néstor Kirchner. Los que decidieron los términos de los programas económicos en los que Lavagna ejecutó lo que se supone fue un acierto, fueron Duhalde primero y Kirchner después y esto supuso tensiones entre ellos. Algo menos con el cabezón por la simple razón de que cuando vos estás en el fondo del pozo, todo lo que sirva para ir en alguna dirección es avanzar. Pero creer que eso es un programa económico es un error que el kirchnerismo pagó y paga con sangre sudor y lágrimas propias y ajenas.

Y si la fama de Lavagna proviene de la negociación dura de la deuda, hay que decir que la profundidad y sostenimiento de esa jugada la decidió Néstor, si hubiese sido por Lavagna se bajaba mucho antes.

Q&P / Está suficientemente documentado el asunto de las reyertas que tenía Néstor con Lavagna y Guillermo Nielsen producto de los desacuerdos sobre cómo negociar la quita con los acreedores. Es esta locura de creer que el mérito es mayoritariamente del ministro, de Bossio en el ANSES o Barañao en Ciencia y Técnica. Basta verlos jugar en otra cancha y con otros jefes para enterarse de dónde estaba la clave.

AH / Y acá digamos lo último: Lavagna es un hombre que tiene cierta destreza técnica para elegir instrumentos acotados en ciertas condiciones, si él tiene que elegir el régimen político de esos instrumentos deja de ser inteligente. Y la prueba de que deja de ser inteligente es lo que dice cuando tiene que ser candidato: nadie le preguntó qué opinaba del aborto y el tipo le cargó de un solo saque a todas las mujeres movilizadas y lo que piensa la mitad del país por lo menos. Cualquiera con mínima destreza política –más allá de lo que personalmente piensa- sabe que tiene que callarse la boca. Si Lavagna no sabe cuándo callarse la boca, no hay que confundirse. No es un dirigente sino un candidato, no son la misma cosa y Lavagna ni siquiera es candidato al día de hoy. Como dirigente no me cabe duda que puede dirigir la política ajena y esa política ajena que existe en este momento es la del FMI. Lavagna lo que dice entre líneas es –ni más ni menos- que hay que avanzar en la línea de la flexibilización laboral.

En Argentina “liberales son todos”. Antes el chiste de Perón era que peronistas eran todos, ahora liberales. Y esto es que se hace política cada cuatro años para las presidenciales y luego cada dos para la renovación de las cámaras. Esta idea de la política es realmente nefasta.

Q&P / El operativo clamor que va desde Barrionuevo a Sarlo pasando por Tinelli, Lifschitz y el socialismo liberal santafesino, te genera alguna curiosidad?

AH / Todo bien, pero Lavagna mide el 9%, un clamorcito digamos. Lo importante es que no hay ninguna duda de que el bloque de clase dominante ha decidido que Macri concluyó su ciclo. Está cocinado y terminado, de modo que lo que está en discusión es quién sería su presunto heredero. No cabe la menor duda que Lavagna es a Macri lo que De la Rúa es a Menem, esto es un hombre que da una versión razonable de lo mismo pero en otras condiciones histórico-políticas. Pocas veces la repetición mecánica funciona tan bien como en este caso, si la cosa no explota antes de las elecciones, será los primeros meses después de las elecciones. En consecuencia, el próximo presidente lo que va a recibir es una explosión. La política argentina no está considerando este asunto, es como una carrera fallida detrás de los hechos, siempre tarde y siempre mal. En consecuencia es muy difícil entender estos candidatos y asumir que representan algo más que opiniones de gente que se miden y cuantifican. Lavagna elige condiciones para ser candidato que vuelven prácticamente imposible que sea candidato y Cristina no dice “esta boca es mía” y puede hacerlo pues el orden político del que forma parte se lo permite.

Q&P / Cuando hablamos con Jorge Alemán, que suele conversar con Cristina cada vez que viene al país, no le preguntamos si iba a ser candidata sino lo que le preocupaba. Él decía que lo que ella evaluaba eran las condiciones del país, de Latinoamérica y el mundo para realizar un gobierno como el que debería reponer el daño producido en estos años. Si finalmente decidiera lanzarse, ¿Cómo ves un nuevo ciclo peronista en su variante kirchnerista 2019, para decirlo con más propiedad?

AH / Yo creo que la política puede hacerse de dos maneras. La concepción liberal de la política que se practica en nuestro país, porque en Argentina “liberales son todos”. Antes el chiste de Perón era que peronistas eran todos, ahora liberales. Y esto es que se hace política cada cuatro años para las presidenciales y luego cada dos para la renovación de las cámaras. Esta idea de la política es realmente nefasta que se supone democrática. La idea democrática no es que la mayoría puede cambiar y –en tanto cambia- puede exigir que aquellos que “no cambian” y respetan a la nueva mayoría tengan que correrse, en función de que una nueva mayoría sea capaz de asumir su propio destino. Aquí se transforma la democracia en una institucionalidad vacía, en la cual se enciende la maquinaria unos días antes de las elecciones, se apaga en el momento en que se leen los resultados y entre una cosa y la otra se leen encuestas. Esto supone que la política es lo fácticamente dado, que no es una construcción ni se hace acumulación política para enfrentar una crisis, que uno no prepara su propia tropa para las condiciones de una crisis ni acumula orientando la política desde ese punto de vista. Esto no permite la construcción de cuadros, porque uno cuadro no es alguien que tiene una biblioteca leída…

Q&P / Y tampoco permite la construcción de un sujeto político que sustente ese proyecto, que sea su destinatario.

AH / Claro, porque no hay ninguno. Pero un cuadro es alguien que está formado respecto de una política que hay que aplicar y es ésa política la que tiene que estar bien leída, no la biblioteca. Si eso está bien leída vos tenés dirigentes y cuadros, sino no tenés ni una ni otra cosa, que es lo que pasa acá. Lo que sobran en realidad son lectores de encuestas que van mirando qué es lo que se puede hacer en esta correlación como si fuese lo único que puede suceder. Cuando todo lo que se puede decir es quién avanza o retrocede en las encuestas, la explosión no tiene cómo ser enfrentada pues pasa a ser “natural”. Y no hay tal cosa, hay una “explosión social, política e histórica”. Se evalúa entonces –esto es lo que hace una persona práctica que lee encuestas- que no conviene ganar las elecciones, que reviente Macri. Esto no es inteligencia política sino el abandono de toda política que se precie de tal.

Q&P / Daniel Santoro planteaba en un reportaje reciente del Blog que no era el momento de Cristina, que tenía que esperar al próximo mandato, erigirse en la que defina toda candidatura de cara al 2023 y preservarse en estas condiciones.

AH / Pero porqué Cristina no generó un proyecto para reasumir en estos cuatro años, tuvo todo este tiempo para dedicarse? Hagamos una cosa de contador, si uno toma los temas de los discursos de Cristina en el Senado y los tweets que publicó antes de asumir, vamos a ver que en un 80% habla de sí misma.

Q&P / Defendiéndose de las causas judiciales y operaciones de prensa que aparecían por todos lados, había y hay un acoso judicial muy concreto.

Indudablemente, pero tomemos algo que no sea esa ofensiva judicial. Tiene que votar sobre la ley del aborto en el Senado. Cambia de opinión y tiene derecho a hacerlo pero tiene que sacar alguna consecuencia de ese cambio, por ejemplo que ella no permitió en su gobierno que ese debate se librara y no venir a demostrara que uno levanta el dedo siendo la avanzada de algo, porque está muy claro que en el Senado no hay avanzada de nada, a lo sumo hay «arrastradas» por el movimiento exterior al Senado y que me parece muy bien. Cuando uno escucha los discursos de los senadores y los de los especialistas convocados uno se sonroja pues no pueden repetir ni copiar los pedacitos del machete que les ofrecieron en las intervenciones, no saben repetir una estratagema discursiva, todos esos discursos son mucho menos que el de la chica de 18 años del Pellegrini a favor del aborto. Que esa chica sea brillante es fantástico, que los senadores o legisladores en general no puedan ni copiarla, es patético.

Q&P / Los discursos de Cristina no cuadran en la media del Senado que criticás me parece…

AH / Es que yo no tengo dudas de que Cristina alguna vez fue inteligente.

Q&P / Ya no?

AH / No, la inteligencia no es un problema de discursos impactantes o un asunto de tests, la inteligencia es tomar recursos y posiciones inteligentes. No tengo ninguna duda de que la capacidad discursiva de Cristina comparada con la del resto de los senadores o de Macri, no es ninguna discusión, los aventaja claramente. Pero conviene entender porqué los candidatos de las elecciones de 2015 eran más parecidos a Macri que a otra cosa. Ninguno venía de la universidad pública, tampoco habían militado en la universidad o similar ni habían leído un libro que merezca el nombre de tal. Solamente pueden funcionar en el mundo de los CEOS.

Q&P / Hay un punto que merece observarse sobre las candidaturas de Cristina, la del 2017 y la que parece será para octubre. En ambos casos dijo cosas muy similares; «si no hay otro u otra que mida mejor y garantice una pelea competitiva con CAMBIEMOS, seré candidata. Lavagna acaba de decir algo parecido: «hubiese preferido alguien más joven pero si no queda otra». Sabe a poco hablando de convicciones o no?

AH / No sólo eso, que la política, que la voluntad de hacerla dependa de cómo resulten las encuestas me parece patético. Las encuestas en 1946 tenían que demostrar que Perón perdía porque del otro lado estaba todo, las fuerzas armadas, el campo, todo el sistema de partidos políticos, toda la universidad, las empresas, los diarios. Perón le gana a eso con el 17 de octubre, que no lo organiza él sino el movimiento obrero argentino. De abajo para arriba. Necesitamos -para recuperar iniciativa política- de la capacidad popular en torno a un eje organizativo. Da vergüenza que no haya un solo intendente que diga «acá a la luz no la paga nadie» y junte todas las boletas en una plaza y haga una gran fogata, para que el pueblo baile como comanches a su alrededor. Esto sería un acto de oposición que no existe. Si no son capaces de hacer esto, me podés explicar qué quieren cambiar?

Fuente: química y política

Las virtudes de la desobediencia // Rita Segato

Elizabeth Costello me salva siempre cuando me veo en una situación como ésta. Ya lo ha hecho otras veces eso de venir en mi auxilio, desde el cielo de la literatura donde seguramente se encuentra. La profesora Costello, de mi misma edad, es el Ángel de la Guarda femenino que protege a quienes, como yo, no se sienten felices con las formalidades y circunstancias a que debe curvarse quien sobrevive a costas de una profesión letrada. Lo que a mi me gusta y donde me amparo en el célebre personaje que circula por las novelas de Coetzee no es el tema del cual habla, sino el hecho de que habla de algo a lo cual no ha sido convidada a hablar, es decir, su indisciplina, su fineza indómita, su distracción con relación al protocolo académico que, al parecer, la habría llevado hasta el podio que hoy ocupa. Puede haber sido invitada a hablar, por ejemplo, de la literatura inglesa del siglo XVII, y discurre, ante el desconcierto y decepción del público y la reprobación de su hijo varón, sobre la Vida de los Animales. Lo de Costello conmigo es prácticamente un estado alternativo de consciencia, una posesión: me baja un santo, como se dice en el lenguaje del Candomblé, y ese santo es Costello, a la hora de tener que hablar en circunstancias como ésta. Su política, a mi ver, no es precisamente lo que dice, sino su permanente acto de desobedecer, su distracción de la norma. Esa es mi lectura del divino personaje. Y esa es mi lectura de lo más humano de lo humano: examinar los chips que nos programan, y elegir cuál apagamos, a cuál le damos baja, qué mandato extirpamos de nuestra matrix. A mis estudiantes de Antropología les he preguntado muchas y muchas veces, a lo largo de muchos años, ¿por qué estudiamos cómo la cultura nos hace ser de determinada manera, nos formatea, en lugar de estudiar cómo, a pesar de la cultura a la cual supuestamente “pertenecemos”, cada uno de nosotros puede ser único, irrepetible, diferente. La estrella guía de la humanidad es, precisamente, su capacidad de desvío, capacidad a la cual le debemos nada menos que la historia.

Primera desobediencia:

Es por eso que ando diciendo, entre otras cosas, que una politicidad femenina, por una serie de razones, no puede ser principista, sino pragmática y capaz de improvisar, dirigida a la vida aquí y ahora, a su continuidad y a su esplendor, a pesar de todo o, como decimos, contra viento y marea. Por lo tanto, y para esto,  siempre alimentada por lo que he llamado una “ética de la insatisfacción”, bastidor de toda buena política, pulsión opuesta a la de una ética de la conformidad. Una ética para la cual es más importante ser bueno que actuar bien. Se torna necesario, en ese camino, ser pluralista antes de ser feminista; tener un mundo radicalmente plural como meta histórica. Meta que no puede ser alcanzada ni por el patriarcado ni por el proyecto histórico de las cosas, que es el de la acumulación capitalista, siempre en tensión con el proyecto histórico de los vínculos, el del arraigo comunal. Tampoco podrán validarse ahí, en la meta de un mundo en plural, los monoteísmos dogmáticos, ninguno de ellos. Porque para el patriarcado, el capital y los monoteísmos fundamentalistas hay una única verdad, una única forma del bien, una único dios, una única forma de futuro, una única justicia. Son, de esta forma, monopólicos, regidos por una lógica exclusiva y excluyente. Nuestra lógica, la lógica que permitió sobrevivir a tantos siglos de masacre en nuestro continente, no es una lógica monológica, monopólica, regida por la neurosis de coherencia  y del control, la neurosis monoteísta y blanca de los europeos. Nuestra lógica es trágica, en el sentido de que puede convivir con la inconsistencia, con verdades incompatibles, con la ecuación a y no-a, opuestos y verdaderos ambos, y al mismo tiempo.  Y por lo tanto, siempre, siempre, dotada de la intensidad vital de la desobediencia. Una lógica para-consistente para conservar la vida y garantizarle continuidad y mayor bienestar para más gentes, para mantener el horizonte abierto de la historia sin destino pre-fijado, para mantener el tiempo en movimiento.

Segunda desobediencia:

Me remite a Europa, el continente de la neurosis monoteísta, como le llamo en mi libro Santos e Dáimones (sin traducción al castellano).  El continente de la neurosis de control y del juicio moral sobre el mundo. Y así llego a la otra evocación inevitable al preparar esta incómoda conferencia es el malestar que me causó, 36 años atrás, el discurso de García Marquez, al recibir el premio nobel  en 1982, llamado La soledad de América Latina. El recuerdo de ese vago e incomprensible malestar me acompaña desde entonces,  y solo ahora encuentro el espacio para hablar del mismo ante una audiencia. En aquel tiempo, la palabra eurocentrismo ni rondaba mi cabeza, inclusive porque en esos años yo vivía en Europa. Veamos: García Márquez me parecía decir que América Latina estaba sola porque Europa no la miraba, no la veía, no registraba su existencia y no la comprendía.  Definitivamente me desagradaba, como me sigue desagradando hasta hoy, que el subtexto de su discurso indicaba claramente la convicción del autor de que solo en el ojo de Europa era posible que nuestro continente alcanzara su existencia plena. ¿Será que un ser para otro es nuestro destino? Sería problemático, porque para ser para el otro eficazmente /con eficiencia es necesario que de ese otro aprendiéramos a ser. Con los años, y con los vocabularios a que fui teniendo acceso, ese malestar se fue transformando en consciencia. Una consciencia que me permite hoy hablarles, como gente del libro que son, de nuestro tema: la circulación de la palabra y la forma de la palabra.

Como afirmé hace unos veinte días en el Museo Pompidou de Paris, en una reunión con directores de museos de Europa en la que se me propuso responder una pregunta importante, inteligente, muy poco habitual: ¿Cómo incide en Europa el eurocentrismo?, es Europa la que esta sola. Se mira en el espejo narcísico de sus museos, pero carece del verdadero espejo, el que puede ejercer resistencia y mostrarle los defectos, pues esos objetos no pueden devolverle la mirada. Europa carece de ese potente utensilio femenino que es el “espejito, espejito” de la Reina Mala de los cuentos: no ve su defecto en el reflejo que podrían brindarle los ojos de los otros, porque al otro lo tiene solamente atesorado en la vitrina de su poder colonial. La visita al Museo Chirac en el Quai  de Branly me confirmó esa impresión, pues no vi otra cosa allí que “belleza encarcelada”, objetos retirados de su destino propio, de su lecho histórico, del paisaje en el que vivían arraigados. Desde allí hubieran podido seguir su camino e irradiar su influencia. Lo mismo pasa con los libros.

Nosotros, según García Márquez, necesitamos vernos en el ojo de Europa, en los libros de Europa, para no estar solos. Sin embargo, no registra que Europa siquiera percibe su soledad, soledad que la ha ido llevando lentamente hacia una decadencia de su imaginación creadora, la que en otro tiempo nos deslumbró, y a un tedio insoportable.

Tercera desobediencia:

Desesperaba a mis maestras, maestras de elite, en el Lenguas Vivas Juán Ramón Fernández de mi infancia, cuando nunca jamás, desde los seis años, en hipótesis alguna, acepté escribir mis redacciones en el modo del tú, y del háces en lugar del  hacés.  Así como continúo hasta hoy con la ardua tarea de modificar el corrector de lengua, todo el tiempo, a cada línea, para poner un acento en la i de decíme,  en la i de veníte,  en la y en la de si querés pasá por mi casa. A contracorriente de la conformidad, en desobediencia. Más tarde aparecería mi amado Arguedas, con su lengua quechua en español, con sus inflexiones del quechua en la lengua sobre-impuesta, su verdadero secuestro del castellano para decir lo que deseaba y era necesario decir:  que era el indio quien llevaba la bandera de la historia y de la soberanía en nuestro continente.

Así como Polanyi ha hablado de  la economía arraigada destruida por el capitalismo, necesitamos hablar de un arraigo de la palabra de su camino re-existente a pesar de la instituciones y en los gestos verbales de la gente.

Cuarta desobediencia:

El 7/08/2018, a las 19:12, Juan Pérez (nombre ficticio) de la muy prestigiosa editorial  española La Eterna (nombre ficticio) escribió:

Estimada Sra. Segato, 

Mi nombre es Juan Pérez y soy el editor de Ediciones La Eterna. Solo quería ponerme en contacto con usted para invitarla cordialmente a incorporarse de alguna forma a nuestro fondo editorial.

Su trabajo crítico me parece una joya intelectual que debería ser conocido y leído en todo el mundo. En España, por ejemplo, no llega con facilidad.

Por supuesto, sé que espacios editoriales para publicar no le faltan, muy concretamente Prometeo, con quien trabaja de forma continuada. 

Aun conociendo esta situación, me permito invitarla desde la admiración de su trabajo.

Un cordial saludo,  

Juan Pérez

Editor Senior

Madrid (España)

De: Rita Segato [mailto:ritalsegato@gmail.com] 

Enviado el: viernes, 10 de agosto de 2018 3:13

Para: Juan Pérez

Asunto: Re: Ediciones La Eterna

Estimado Juan, le agradezco mucho los términos de su mensaje. Es estimulante saber que el esfuerzo de uno es apreciado, y sobre todo por un editor de una editorial tan prestigiosa. Pero creo que me va a entender si le digo que, como sabe, escribo desde la perspectiva de la Colonialidad del Poder y también del Saber. Mi perspectiva es crítica con relación al eurocentrismo, que no es otra cosa que un racismo aplicado a los saberes y productos de quienes habitamos y trabajamos en estas costas, en este lado de acá del mar, en un paisaje marcado y demarcado por el proceso colonial, que perdura hasta el presente. Entonces, yo tengo un editor, que es el primero que me tendió la mano en 2003, cuando deseaba retornar a mi país y nadie me conocía en Argentina. Lo estimo y me ha ayudado en una serie de situaciones de vida que fueron difíciles. Publico con él en español, de la misma manera que publicaría con uds. Sin embargo, por el hecho de que La Eterna queda del lado de allá del mar, la distribución es más fácil en todo el universo de los lectores en lengua española, y aunque mucho me alegró su mensaje, no me es posible concordar con eso, curvarme a eso, reconciliarme con eso. Se puede entender, verdad? Soy terca como una mula, lo sé. Pero es que me duele saber que un editor de América Latina no tiene las mismas facilidades para circular que una editorial española. Lo único que se me ocurre, entonces, es sugerirle que establezca una colaboración de algún tipo con mi editorial, Prometeo, para que entre las dos en asociación editen próximamente algo mío…. Qué le parece esa idea? 

Sea cual sea su respuesta, le mando un abrazo y mi sincero agradecimiento por el aprecio hacia mi obra. 

Rita

De: Juan Pérez  

Asunto: RE: Ediciones La Eterna

Enviado el: viernes, 13 de agosto de 2018 12:22:11 GMT-3

Para: Rita Segato

Estimada amiga,

Lo entiendo perfectamente, por supuesto. Debo decir que me reconforta encontrar una intelectual que es consecuente con su discurso (eso no siempre pasa)…..

Juan Pérez

Editor Senior

Madrid (España)

Cito este intercambio con el editor Senior de una muy apreciada y por demás respetable editorial peninsular por su gran elegancia y el respeto mutuo, personal, que se revela entre el corresponsal que representa el interés de la empresa y yo, como su interlocutora. Se trata de una entre diversas invitaciones a publicar en editoriales globales que he recibido, todas declinadas por la razones que le expongo a Juan Pérez. Básicamente, como me decía en estos días mi querida Claudia Schwartz, que se crió entre los anaqueles de Fausto y ahora edita poesía con gran dificultad en Leviatán: ¿Por qué no puedo conseguir un libro de Chile, por qué no puedo conseguir un libro de Uruguay? ¿ Por qué no puedo acceder a autores de esos países desde Argentina, si no a través de España?

La verdad es que la dictadura persiguió a grandes libreros argentinos y destruyó el gran parque editorial que teníamos por medio de la persecución política, y Menem terminó el trabajo por la total desprotección en que dejó a la industria editorial argentina, que gozaba de gran prestigio en el mundo de habla castellana por su incontestable calidad. Honorables empresarios libreros persistieron y o surgieron para intentar resucitar lo perdido…  Otros murieron de tristeza, como el padre de Claudia, con el cierre final de sus librerías Fausto y de su editorial, Siglo XX, en una supuesta “democracia” que, apenas recuperada, sucumbió a la colonialidad del poder y del saber. Las editoriales españolas compraron las editoriales de textos y manuales escolares, beneficiándose con el know-how ya existente en el país, y amenazaron así la belleza y el valor del pluralismo de la lengua y los modos de decir del arraigo argentino. Lloro por eso: era hermosa la Argentina de Fausto. Como es insubstituible la Argentina del Centro Editor de América Latina. El valor y meta histórica de un mundo en plural quedó así en situación muy frágil, en un proceso no muy diferente a lo que se dio con los sellos globales de grabadoras musicales, que compraron la música del mundo y la “ecualizaron” en un “world music” pasteurizado y rápidamente obsolescente. Quiero rendir homenaje aquí a los editores que sobrevivieron aquel tiempo destrucción y a las que comenzaron después de la ruina: Corregidor, Coligue, de la Flor, Biblos, Manantial, Lugar editorial, Espacio Editorial, Homo Sapiens,  Pequeño Editor, Prometeo, Godot, Leviatán. Y discúlpenme si no he conseguido nombrar todas, o si alguna de las que nombré ya ha perecido.

Quiero que se entienda que no se trata del valor del patriotismo; se trata, sí, del valor del pluralismo.

Quinta desobediencia:

Nombremos nosotros. Demos los nombres. No le pasemos el mensaje a los jóvenes, como hacemos generalmente, de que vienen a la escuela, a la universidad, meramente para aprender. Porque ese aprender se refiere automáticamente a un aprender lo ya pensado, y por debajo de ese ya pensado contrabandeamos inevitablemente la idea de lo ya pensado en otro lugar. La faena del intelectual es la producción y donación de nombres. Lo aprendí de mi amado maestro Aníbal Quijano. Autoría viene de autorizar. Son dos términos profundamente emparentados. Pensemos desde acá, no deleguemos a que nos piensen el mundo en que vivimos desde afuera.

Nos pasa a nosotros, y le pasa a España también. Al igual que nuestro continente, se encuentra del lado del consumo y la aplicación de categorías teóricas, no a su formulación. No nos engañemos… Le pasa a ese país tan tristemente colonial y  criollo como nosotros que es España, una nación que se conquistó a sí misma y siguió por el lado de acá, sin solución de continuidad, en el mismo año, 1492. La lengua española es numerosa, pero no es hegemónica. No produce un pensamiento teórico destinado a atravesar la Gran Frontera Global desde el Sur hacia el Norte. Libros editados acá por grandes conglomerados de editoriales destinadas al lucro global no son catapultados a las lenguas en las que las ideas alcanzan circulación e influencia planetaria. La reserva de mercado del Norte sobre lo que bien podríamos llamar “patentes” en el campo de las Humanidades es cerrado, inexpugnable.  Porque, no nos equivoquemos: es el campo de las Humanidades, con su usina de palabras, su poiesis de conceptos, lo que da forma al futuro de la historia.  Es por eso que se encuentra en manos de pocos, pocos que no están por aquí, la llave del camino de las Humanidades que cierra la puerta de esa circulación planetaria a los conceptos teóricos acuñados en nuestra lengua, con soberanía y autonomía, desde acá mismo, desde el suelo en que nuestros pies se asientan.

Sexta desobediencia:

Junto a la valla que se erige para que nuestras palabras no atraviesen, también se levanta un cerco inexpugnable para impedir el atravesamiento del estilo de escribir. La tecnología del libro de la academia del Norte se nos impone en las universidades. No nos curvemos a esa tecnología del texto originaria de una época en que la información, por su escasez, era un problema, y era un problema que las universidades del Norte imperial no tenían. Un texto o un libro eran la forma de exhibir el acceso a la información, el poder que significaba acceder a esa información. Hoy la información es un problema también, pero de signo opuesto. Estamos asfixiados en información, por eso lo que importa es la capacidad de elegir una ruta autoral en el fardo informativo que nos aplasta. Lo importante es desarrollar la habilidad de identificar lo que existe a nuestro alrededor sin ser nombrado y no abdicar del ensayo, que es nuestra forma de argumentar. No abandonemos el ensayo: el “yo digo”. La voz del ensayista es inexorablemente una voz autoral, que no se esconde por detrás de la coartada del fichaje. Tengamos en cuenta que la verdad es un acuerdo entre interlocutores. Los nombres bien encontrados son como pergaminos en botellas arrojadas al mar que llegan a destino. Puedo afirmar que sencillamente me consta.

Séptima desobediencia:

Construyamos nuestra propia desobediencia. No confundamos el Ni una Menos con el Me Too, y no nos enredemos en su tensión con el Manifiesto de las intelectuales francesas. Cada movimiento y cada feminismo solo puede ser construido con los elementos de su propia historia. En la disputa entre el feminismo anglo y el francés, yo leo claves de dos historias de la conyugalidad, dos formas de la sexualidad y el amor instaladas por civilizaciones y líricas diferentes, como lo ha hecho notar hace tiempo ya Peter Gay y también Josefina Pimenta Lobato. Están en juego allí dos modelos del amor, el anglosajón y el francés.  

En lo que al Ni una Menos respecta, recordemos que existe sí una colonialidad al interior de los movimientos sociales. Esa colonialidad suele traicionarnos y desorientarnos. El Me Too, con su raíz en el  feminismo pilgrim norteamericano, se dirige y le hace señas a la paternidad del Estado, a un tercero como árbitro indispensable de las relaciones, a un abogado en la almohada, posiblemente como única herramienta en un mundo de individualismo a ultranza. Mientras el Me Too le habla al Estado, el Ni una Menos le habla a un nosotras y nosotros, le habla a una sociedad.

Nuestro feminismo pertenece a un mundo en el que aun en las metrópolis blanqueadas la vincularidad es vital y puede y debe ser conservada por el amparo que nos brinda y la felicidad que nos trae. Un mundo en el que se han preservado jirones de comunidad. Estoy convencida de que no debemos delegar el arbitraje de nuestra vida erótica a un tercero.

Todavía creo que la gestión del deseo debe ser posible en nuestro mundo cuerpo a cuerpo, cara a cara, y que debemos luchar por eso, creando las condiciones para que sea posible. Para eso habrá que trabajar arduamente sobre las relaciones de poder en el campo del trabajo y del estudio, en los cuales la jerarquía es decisiva y el patriarcado se manifiesta con más saña, y regenerar las estructuras comunales capaces de vigilar y cuidar la forma en que llevan la vida las personas. El resto corre por cuenta de desmontar el orden político patriarcal, e inaugurar una nueva era de la historia. Vamos claramente hacia allá.

Epílogo. La Octava

¡Abajo el mandato de masculinidad!

¡Por el derecho de los pueblos a sus territorios y a su estilo de vida en el arraigo comunal!

¡Sí al aborto legal, seguro y gratuito!

¡Ni una menos!

¡Justicia para Sabina Garnica, niña de 11 años habitante del barrio Virgen Desatanudos de La Rioja y entusiasmada militante de La Garganta Poderosa, violada y asesinada el 14 de abril!

¡Ni una trabajadora de prensa menos!

¡Reconocimiento para los bachilleratos populares!

¡Por un mundo radicalmente plural!

Rita Segato en la Feria del Libro. Anfibia 

Franco BIFO Berardi en la Facultad de Sociales

Conversatorio con el filósofo italiano en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, organizado por Tinta Limón Ediciones, Hekht Libros, Editorial Cactus, Caja Negra Editora y Lobo Suelto y coordinado por Diego Sztulwark.

Secretario de Extensión de la Facultad: Buenas noches a todas y todos. Es un verdadero placer estar acá. Bienvenido, compañero Bifo, es un orgullo tenerte acá para esta Facultad, espacio de las ciencias sociales, para esta universidad pública de Buenos Aires, para este espacio de pensamiento crítico. Te queremos dar la bienvenida, agradecerte la visita, en nombre de la Facultad y de nuestra decana Carolina Mera. Estamos seguros de que tu visita animará el debate, animará nuestra capacidad de imaginación teórica y política que tanta falta nos hace en este momento.

También quiero agradecer en especial a este conjunto de editoriales que, con mucho esfuerzo, nos hacen accesibles obras de gran valor. Les agradecemos profundamente, desde la Universidad, a Tinta Limón, a Cactus, a Caja Negra y a Hekht, este trabajo.

Natalia Ortiz Maldonado: Buenas noches. Tardes acaloradas. La parte del ritual que me toca a mí es recibir a Bifo y a Diego en nuestra Facultad, en el esquizofrénico lugar de trabajadora cognitiva de la Facultad y de editora, un lugar divertido por otro lado, que me gusta, y de lectora. No creo que sea necesario presentar ni a Bifo ni a Diego, porque como sabemos quienes son, estamos donde estamos, sí creo que en la parte del ritual que me corresponde le tenemos que agradecer a la Universidad, a la Facultad, a Luciano, a Julián, a Carolina, la prestancia y la manera cálida de gestionar los objetos, los afectos, los espacios, que no es frecuente.

Por otro lado, le tenemos que agradecer a la gente de Canal Abierto, a los de Emergente, a la gente del Laboratorio Audiovisual, el LAC, que se están ocupando de la cobertura que en este momento también se está pasando en vivo.

Como ustedes saben, esta fue una actividad trabajada por cuatro colectivos editoriales, que son los cuatro colectivos editoriales que ya desde hace mucho tiempo trabajan, editan –editar es trabajar–, la obra de Bifo. Tinta Limón editó La Fábrica de la Felicidad y Generación Post Alfa, dos textos que fueron los primeros con los que yo, por ejemplo, lo conocí a Bifo y lo pude incorporar a mi trabajo como docente en esta Universidad. Cactus editó un libro bellísimo de Bifo que se llama Felix, obviamente por Felix Guattari. Caja Negra acaba de editar un libro precioso que se llama Fenomenología del Fin y en Hekht ya hace muchos años que editamos, en 2014, La Sublevación. Por otro lado, está Lobo Suelto, que ahora cambió de dominio, lobosuelto.com, que es una página que desde hace muchísimos años viene trayendo, traduciendo, entrevistando, materiales sobre Bifo, pero no solo sobre él sino sobre disidencias en general, en especial latinoamericanas. Y es una página que si no la conocen les va a gustar (me dan envidia), les va a gustar conocer.

La metodología de trabajo que pensamos para este encuentro –solo tenemos dos horas y nos parece la más productiva– es que Diego realice una pequeña reposición de temas, problemas y disparadores para después sí dejarle la centralidad del espacio a Bifo. Y luego, la instancia de las preguntas. Como somos muchos, muchas, muches, nos parece que lo mejor es que se hagan en conjunto y que después Bifo las recupere para el cierre final. Y si no son preguntas, si son intervenciones, también van a ser bienvenidas.

Y ahora me voy a desplazar del protocolo. Yo quisiera agradecerles especialmente a Bifo y a Diego porque creemos en la editorial de la que formo parte, y en las otras supongo que también, que el mundo se hace de gestos y que la importancia está en los gestos.

Hace cinco años, Hekht era una editorial de dudosa legalidad, que tenía solamente dos libros muy flojos de papeles, y le escribimos a Bifo y le dijimos: «Hola, somos dos mujeres, no tenemos experiencia editorial, no conocemos mucho a nadie, se nos ríen generalmente cuando decimos que queremos hacer una editorial, y queremos editar un libro tuyo, cualquiera». Y Bifo se tomó 40 minutos y dijo «sí, claro». Y nos cedió los derechos de La Sublevación, aún en contra de los intereses de su editora al español. Así y todo nos mandó a través de los amigos erroristas, un libro que nosotros tipeamos, porque no teníamos otra manera, entre mucha gente, muchos de los cuales están allá.

A Diego, qua ya en ese momento era Diego Sztulwark, un referente, un filósofo, un activista, un agitador, que probablemente tampoco nos conocía, fui y le dije: «Hola, ¿qué tal? ¿Me escribís el prólogo? Y totalmente separándose de todas las competencias que existen, de todos los micromachismos que existen en el mundo editorial, y que existen en el mundo no editorial, en la Universidad y en la vida misma, lo escribió. Y escribió un prólogo hermoso y generoso.

Ahora que somos un poco más grandes, y que ya escribimos otros libros, en Hekht creemos que mucho de lo que somos se lo debemos a ese gesto de ambos. Y creemos que fue un acto de sororidad, porque creemos que la sororidad no es solamente entre algún tipo de cuerpos en particular. Creemos, feministamente, que la sororidad es un acto, el acto que cuida lo que brota, lo que es vulnerable, que apuesta a esa potencia vital, que apuesta a ese gesto, y ese gesto crece. Y esos dos gestos tuvieron muchísimo que ver con que Hekht sea Hekht. Creemos que con la sororidad que Bifo y Diego tuvieron y que se la seguiremos agradeciendo por mucho tiempo –creemos que la gratuidad y las gracias se expresan en público y no en privado–, nos enseñaron a que, como dice Calvino, “se trata de descubrir quién y qué dentro del infierno no es infierno, y hacer que dure y darle espacio”. Los dejo con Diego.

Diego Sztulwark: Bueno ¿qué tal? Para mí es un honor estar en esta Facultad en la que hacía mucho que no entraba, pero en la que estudié, milité, viví diez años entre las mesitas y los papeles que veo que todavía están ahí. Es muy lindo volver a Sociales, sobre todo cuando se tiene el recuerdo de un Sociales en donde la militancia, el estudio, las revistas eran de un impulso de gratuidad espectacular. Es imposible entrar acá y no acordarse de profesores como León Rozitchner, Rubén Dri, Horacio González, Eduardo Grüner, Alcira Argumedo. Era un clima espectacular. Ojalá que ese clima haya crecido y siga creciendo por acá. También es una emoción entrar a la Facultad y que el auditorio se llame Roberto Carri, ¿no? Eso también es espectacular, son esas cosas que esta Facultad tiene, mantiene y sigue creciendo. Esperemos que esto se sostenga. Y estar en un auditorio que se llama Roberto Carri nos pone un piso alto, una exigencia, que intentaremos honrar.

Preparé tres o cuatro preguntas para Bifo, para que esto no sea una conferencia y así no tenemos que hacer una presentación de la obra de Bifo. Haremos una especie de diálogo, le formularé preguntas sobre sus libros escritos en castellano y los textos que todos conocen, los que lo trajeron acá. Y en algún momento, cuando todos nos demos cuenta de que es el momento, recibiremos preguntas e intervenciones. Estas no se responderán una a una, sino que Franco nos contestará con un comentario. Así que, si están de acuerdo, largamos.

Se me ocurrió plantear los temas en tres partes. La primera de ellas tiene que ver con el diagnóstico. Bifo como diagnosticador del presente, de nuestra época. Para esta primera parte del diagnóstico, la primera pregunta.

En tu último libro Fenomenología del Fin, hacés una crítica total de lo que sería el período moderno de la política, de lo político: de Maquiavelo a Lenin realizás una crítica de la política en todo ese arco. El otro día en Radio La Tribu decías que esa idea de la política es hoy impotente porque tiene esa aspiración de transformación y organización de las cosas, impotente para controlar, para dominar. También hablabas de la democracia como un concepto que ya está totalmente en crisis y también te referías al carácter patriarcal de esa voluntad política. La primera pregunta sería entonces ¿podés explicarnos un poco más que es esta impotencia, este agotamiento de lo político?

Diagnóstico

Franco “Bifo” Berardi: La palabra impotencia, para mí, es una palabra crucial, fundamental, para entender lo que está pasando en el mundo en este momento. ¿Qué significa impotencia? Primero, cuando yo hablo de impotencia me refiero a la dimensión política de la impotencia y, segundo, me refiero a la dimensión sexual, corpórea, física, psíquica, de la impotencia. Se trata de dos niveles distintos, pero no podemos entender la impotencia política de nuestro tiempo si no entendemos el otro nivel de la misma.

Para definirlo mejor, me pregunto qué es la política moderna y qué es la potencia de la política moderna. Es, esencialmente, la capacidad de imponer a la infinita variedad y diferencia de los acontecimientos, de las formas de la naturaleza, de la comunicación humana, una voluntad. La capacidad de decidir e imponer esa decisión. Eso es el sentido de la potencia de la política moderna.

Noto que tenemos que votar: la palabra decisión significa justamente la capacidad, una posibilidad entre muchas –o sea que entonces política significa decidir–, elegir una posibilidad, cancelar todas las otras e imponer esta posibilidad como la sola. Esa fue la potencia de la política moderna.

En el libro que fue capital, El Príncipe de Maquiavelo, en el parágrafo 25 que cito muchas veces, dice que el príncipe es el hombre capaz de submitir fortuna. Fortuna, en latín, significa la variedad, la casualidad, la imprevisibilidad de los acontecimientos. El hombre capaz de submitir fortuna, que es fémina y que, como la fémina, es siempre caprichosa e imprevisible. Es la política en la modernidad, la capacidad de imponer una prospectiva, una posibilidad entre muchas e implícitamente imponer el carácter patriarcal de esta sumisión. Pero esta potencia se desvaneció en los últimos años, por lo que hemos estado obligados a reconocer que la decisión no decide nada, que la voluntad no puede nada, que la democracia no puede nada, porque cada vez más un conjunto de automatismos técnicos y lingüísticos se ha apropiado del proceso de reproducción social.

A este conjunto podemos llamarlo, por ejemplo, poder financiero. El poder financiero no es expresión de una voluntad, tal vez lo es, pero la voluntad no es el elemento central. El poder financiero o tecnofinanciero es la imposición de algo a lo que no se puede escapar porque pertenece a la máquina, al automa, y la vida social depende de esta máquina, de este automa. Tenemos muchísimos ejemplos: Grecia en 2015 ha sido el ejemplo más violento de esta imposición del automatismo tecnofinanciero a un pueblo que se había decidido –el 62 %– por una cierta forma de imposición de la deuda, etc.; la Argentina hoy está conociendo un proceso muy similar a este último, el automatismo tecnofinanciero en la figura de Cristina Lagarde, el automatismo tecnofinanciero que se impone y que no encuentra en el señor Macri una voluntad política, porque él no representa una voluntad política, sino la ejecución servil pero “inevitable” del automatismo tecnofinanciero.

Ese es el primer nivel de la impotencia: la voluntad humana no tiene ningún poder porque esta ha sido capturada por los automatismos. Pero hay otro nivel de la impotencia muy importante para entender el proceso de reacción, de neoreacción que tiene caracteres autoritarios, violentos, racistas, fascistas, nacionalsocialistas. Si queremos entender porqué Donald Trump o Bolsonaro ganan las elecciones, tenemos que pensar en la impotencia de la raza blanca, en el envejecimiento de la raza blanca, en el sentimiento de humillación del hombre de la raza dominadora. No existe la raza blanca, lo sabemos muy bien, es un mito, pero un mito infinitamente poderoso en el momento en el que los dominadores se encuentran cada vez más en una condición de declinación, de declinación demográfica, de declinación de todas las formas de potencia. La convergencia de humillación psíquica y humillación política está produciendo una reacción enorme que está caracterizando al planeta entero, desde las Filipinas de Rodrigo Duterte, a la Turquía de Erdogan, la Italia de Salvini, el Brasil de Bolsonaro, etc.

El fascismo está destruyendo todos los lugares. ¿Es verdaderamente fascismo? No lo sé. Me parece que sí, que lo llamamos fascismo porque es horrible, y el fascismo es horrible, pero hay algo que se está verificando en el mundo que no se puede reducir al fascismo. El fascismo del siglo XX, el fascismo italiano de Mussolini, era la expresión de un pueblo joven, eufórico, agresivo, ganador, conquistador de la gloria futura de la expansión. No es el mismo de hoy. Los horribles fascistas de Texas o Arkansas no son jóvenes, no tienen un buen futuro, no esperan nada. No son nada y nada serán. Esa es la razón por la cual se remontan sin una idea de futuro, simplemente con un deseo de venganza, venganza contra la transformación que los humilla. Esto es, para mí, el fundamento profundo de la reacción que estamos enfrentando.

D.S.: Para terminar con la caracterización que hacés, en otro momento anterior hablabas de un fascismo senil. Lo llamabas fascismo senil por ser un fascismo sin juventud y sin futurismo: lo que vemos hoy en Brasil, en Europa y en los Estados Unidos no sería posible sin una izquierda neoliberal. ¿Qué cosa es esa izquierda neoliberal y qué responsabilidad le adjudicás? Y, además, ¿cuál es tu crítica a lo que llamás izquierda soberanista que me parece que agrupa bastante bien a parte de lo que fueron los gobiernos progresistas de América Latina?

Diagnóstico / La izquierda neoliberal

F.B.B.: Tengo la sensación que cuando hablamos de izquierda, sobre todo en Europa, hablamos de un pasado, y de un pasado que no volverá. ¿Por qué no volverá? No volverá, primero, porque la potencia política de la izquierda desapareció con la potencia de la política misma. La política no tiene la fuerza, la potencia para imponer, para transformar a partir de una voluntad. La democracia es algo que desapareció no solo porque una derecha autoritaria impuso su fuerza, sino que desapareció sobre todo porque la potencia de la política no logra parar, subvertir la potencia automática de lo tecnofinanciero. Naturalmente, tenemos que explicar porqué la izquierda desde Europa, Latinoamérica, los Estados Unidos, no ha sido capaz de parar la reacción fascista, la nueva reacción. ¿Por qué no ha sido capaz? Naturalmente porque hay una mutación profunda de la relación entre política y tecnofinanciero, pero no solo por eso. Si miramos lo que ha pasado en los últimos 30 o 40 años en Europa, tenemos que decir que la izquierda de todos los países –a partir de la Inglaterra de Tony Blair, la Francia de François Hollande, la Italia de Massimo D`Alema y Matteo Renzi– se ha transformado muy rápidamente, después de 1989, en la punta de lanza del neoliberalismo a nivel cultural, a nivel político y a nivel económico.

Esta traición de la izquierda a lo largo de las décadas ha producido un efecto de humillación de un lado y del otro, de rabia profunda cuando los obreros, los jóvenes, la sociedad se han dado cuenta del hecho de que la izquierda se había transformado en la punta de lanza de los opresores, de los explotadores. En este punto algo cambió, y cambió for ever. Cambió de manera definitiva porque lo que logra, en una situación de impotencia y de traición, es el deseo de venganza, solo quedó el deseo de venganza.

No podemos explicarnos porqué los trabajadores americanos, los trabajadores italianos, votan a personas que con toda evidencia son no solo nacionalistas y racistas, sino que son también instrumentos de la acción financiera. Entonces ¿por qué votan a quien mañana seguramente va a bajar el salario, va a destrozar la vida de la sociedad? La primera cosa que ha hecho Donald Trump ha sido la reforma fiscal más destructiva de la vida social que se podía imaginar.

¿Por qué? ¿Podemos explicarlo con el pensamiento político, con las herramientas de la razón? Adorno y Horckheimer en la Dialéctica de la Ilustración explican muy bien cómo se termina la razón cuando la razón misma no tiene la capacidad de ver el lado oscuro de la razón. Ese es el problema: la venganza, la sola fuerza que moviliza la acción de la mayoría de la población. Y bueno, ¿qué es la venganza? La venganza no escucha razones, no significa que diga “quiero algo que me permita vivir mejor”, “ya lo sé, nunca viviré mejor”; el mundo se presenta de manera irrecuperable, el medio ambiente ya está totalmente destrozado. California recomienza a quemarse. Ese es el problema, la percepción mayoritaria es una percepción nihilista y cínica. Nada puede cambiar ni me interesa, nada puede cambiar de manera buena, volverse de manera útil a la sociedad. Entonces ¿qué puedo hacer? Una sola cosa, humillar a los humilladores. Humillar a los que nos han humillado.

Donald Trump es la figura perfecta para hacer eso, se conoció porque hacía un trabajo sucio en los Estados Unidos, un trabajo horrible, el trabajo del “despedidor”, del jubilador, “you are fired”. Esa es la manera como se presentó este individuo. Entonces lo votamos, pero no porque vaya a ayudarnos en un futuro. Hay encuestas entre los que han votado a Donald Trump que dicen: “No, yo no espero mucho de Donald Trump”. “¿Y por qué lo votas?” “Porque sí”. Hay otras encuestas en las que los votantes norteamericanos dicen saber que el global warming es real y que es un efecto de la acción humana, pero votan a alguien que no reconoce la existencia del global warming y que va a quemar California. ¿Por qué lo hacen? Porque no hay nada que se pueda hacer, entonces la sola cosa que yo quiero hacer es humillar a los humilladores, es destrozar todo para humillar a Hillary Clinton, etc.

Ese es el problema que estamos enfrentando, no es un problema político, es un problema psíquico, psicopático. Naturalmente, es un problema político, pero la política del tiempo que viene tiene que partir de este nihilismo y de su fundamento, porque cuando nos hablan del global warming ya sabemos que destrozará largamente el planeta, que es verdad, lo sabemos. ¿Cómo podemos relacionarnos con una situación en la cual lo irreversible marca? Lo irreversible es una palabra que la política no conoce, no hay nada que pueda ser irreversible al interior de la razón política, pero la mayoría se encuentra hoy en una situación que se puede definir como irreversible: cómo actuamos, cómo pensamos, cómo nos relacionamos con lo irreversible. Esa es la política del futuro, que antes que nada tiene que ser psicoterapia.

D.S.: Más adelante habrá otra pregunta para desarrollar mejor esta relación entre lo psíquico y lo histórico político, y la crítica a la izquierda soberanista y, en todo caso, la comprensión de lo que fueron los gobiernos progresistas en América Latina. Seguramente será una de las preguntas que vendrán después, así que no insisto con esto. Pero sí quiero preguntarte, como última parte del diagnóstico, sobre algo que desarrollás en tu trabajo, en Fenomenología del Fin, que es el pasaje de una sociedad de un paradigma conjuntivo a un paradigma conectivo, con la impresión de que si podés explicar este pasaje, podrás explicar mucho mejor la relación que hay entre lo psíquico, lo político y lo que llamás la estética de la red.

F.B.B.: En la modernidad hemos hablado esencialmente, hemos conocido esencialmente una relación de exterioridad entre lo político –el lugar de la potencia que se manifiesta como decisión y como reducción–, y lo psíquico –un lugar oscuro, un lugar ambiguo que conoce a una esfera de conocimiento y de acción psicoterapéutica separada desde la política–. Yo creo que no podemos recomenzar a actuar de manera positiva, de manera solidaria si no entendemos que la vieja separación entre freudismo y marxismo, por ejemplo, es superada, que hoy no tiene ninguna función. Entonces, lo que a mí me interesa en las últimas dos décadas es: ¿desde cuándo participo en la aventura extraordinaria de la creación de la red global, de Internet? A partir de ese momento, a partir de los años noventa, empecé a pensar las cosas desde un punto de vista, que es el punto de vista de una mutación cognitiva y psíquica. Cuando digo cognitiva entiendo el conjunto de las formas de la mente, cuando digo psíquica me refiero a una específica dimensión. Pero, por ejemplo, hoy no podemos pensar que se pueda hablar de trabajo cognitivo sin considerar los efectos psicopatológicos que el trabajo cognitivo incorpora e implica.

En mi pesquisa de las últimas décadas he intentado definir esta mutación, que considero que es central, la mutación en el proceso de significación, se puede decir así. Qué significa proceso de significación, de qué manera creamos y reconocemos el sentido de las palabras, de los gestos, de las acciones, de los productos. Y me parece que podemos decir que en los últimos diez mil años o más de la historia humana, el proceso de significación se caracterizó como conjunción comunicativa. La conjunción es la relación entre cuerpos redondos, cuerpos que se tocan, que son imprecisos, que emiten signos ambiguos, que puede significar más que una cosa sola. La conjunción es marcada por el primado de la pragmática sobre la sintaxis. Hay sintaxis, pero muta continuamente y no es el elemento decisivo. El elemento decisivo es esta relación entre cuerpos, la percepción de algo que no pertenece al orden simbólico, sino a la dimensión del deseo y del imaginario. Esa es mi comprensión de la conjunción.

En los últimos treinta años hemos conocido a nivel social, de manera cada vez más invasiva, permanente, una mutación desde lo conjuntivo hacia lo conectivo. ¿Qué es lo conectivo? Fácil de comprender. Hay dos máquinas –una tele y una videograbadora–, si quieres conectar la una con la otra necesitas que el formato sea el mismo. Si el formato es diferente, no pasa nada; algo puede suceder, pero no significa nada. Las formas de la uniformación del formato pertenecen esencialmente a la sintaxis de la máquina. Sintaxis, su etimología significa un orden que tiene juntas las cosas, pero de manera formateada, que tiene que ser previsible desde el comienzo. La comunicación digital es esencialmente comunicación conectiva. Lo conectivo no pertenece solo a la máquina. Si queremos interactuar con el conjunto de máquinas que constituyen el automa global, la red, tenemos que con-formar-nos a la sintaxis del formato conectivo.

Esta mutación no produce efectos solo en el proceso de significación, sino en todos los niveles de lo social, en los niveles del trabajo, de la comunicación, del erotismo, de las esperanzas de futuro, etc. Cuando decimos que cambia el proceso de significación, ¿qué queremos decir? Queremos decir que el significado, en una condición de ambigüedad conjuntiva, es un producto siempre modificable. Es como una relación de amor: en una relación de amor los signos significan muchísimo, pero no significan nada determinado porque el sentido de una palabra puede cambiar esencialmente de un día al otro, de una persona a la otra. Es algo que renegociamos cuerpo a cuerpo, en la redondez del proceso de significación. Cuando a los cuerpos redondos los sustituyen segmentos sintácticos, los signos significan una cosa y una cosa sola. Eso significa también que, en el exceso implícito en la ambigüedad, el signo significa eso, punto y aparte. Entonces, como la riqueza siempre muta, el proceso de comunicación a nivel social se empobrece totalmente porque tenemos que compartir un formato que determina lo que podemos y lo que no podemos decir. Eso es porque en el pasaje de la conjunción a la conexión hay algo muy profundo que se verifica a nivel del psiquismo humano y también a nivel social. El social se transforma en un conjunto de automatismos técnicos. Si voy al banco para hablar con el empleado y le digo: “Por favor, ¿podría cambiar la fecha de pago?”, el no me dice: “No, no quiero”; me dice: “Lo haría con mucho gusto, pero no puedo porque mi computadora me dice que no, que no acepta que cambie la fecha de pago”. Ese es el núcleo de la rigidez del automa tecno-financiero.

D.S.: Vos hablaste de impotencia, fascismo, una izquierda que desaparece, fin de la voluntad política, traición, efectos psicopáticos, reducción del sentido de la sintaxis, catástrofe del erotismo, la sensibilidad, y hablaste de una vida reducida a automatismos técnicos. No exagero si te cuento que mucha gente piensa que sos muy pesimista. Entonces podrías explicar un poco cómo vive en tu trabajo el impulso comunista, la historia del obrerismo italiano, tu interés por las artes, por la vitalidad, tu propia gestualidad, con un cuadro que ofrecés conteniendo tanta oscuridad. Cómo está trabajando la crítica en tu pensamiento. Y después seguimos trabajando con la parte menos oscura, si se puede.

F.B.B.: Mi amigo Pedro me dijo hace tres horas que pesimismo y optimismo son sentimientos, pero que no significan nada. Yo no soy optimista ni soy pesimista y, para ser sincero, siempre me pareció que la frase de Antonio Gramsci “el pesimismo de la razón y el optimismo de la voluntad” no significa nada. Yo soy un materialista, no pesimista. Creo que, como dice Marx en la introducción de los Manuscritos del 44: el materialismo nos obliga a razonar. Como Dante Alighieri: “amo tanto la duda como la certeza”. Aquí tenemos que abandonar todas las dudas, las sospechas. Toda cobardía tiene que ser dejada aquí, tenemos que mirar a la bestia, mirarla bien a sus ojos, y ser profetas. Es la única manera que podemos ser, como Marx. ¿Qué es la profecía en el sentido marxista? Es la comprensión del hecho de que el futuro está inscripto en el presente, y el futuro no viene del cielo. Claro que, en la relación entre el presente y el futuro, muchísimas cosas pueden acontecer y cambiar el cuadro. Pero nada que pertenezca al futuro no está inscripto en el presente, y no solo en el sentido de la economía o de las ciencias sociales.

Yo no soy una economía, soy mucho más un psicomante. La psicomancia no es una ciencia, pero es una manera para entender el “qué”. Para entender lo que pasa en el sentimiento, en la percepción, para entender qué pasará mañana, tienes que hacer dos cosas: 1. Entender cuál es hoy la relación ente trabajo y capital, la composición del capital y la composición del trabajo. 2. Mirar la cara de la gente en el subterráneo y contar cuántos sonríen. Puedo decirles que en Italia las personas que sonríen en la Metropolitana o en el bus bajaron de 82 en los años setenta, a 61 en los años ochenta, y a 2 en los años 2000.  Eso es la psicomancia, la capacidad de interpretar los signos del presente del psiquismo social y de la economía conflictiva capitalista. Esa es la profecía que tenemos que hacer, no ser pesimistas u optimistas.

Cuando miro lo que está inscripto en la realidad productiva, soy absolutamente optimista, si puedo utilizar esta palabra que no significa nada. Larry Page, el CEO de Google, en una entrevista publicada en octubre de 2014, dice que si Google pone en la producción todas las novedades, todas las creaciones de inteligencia artificial que ya tienen en su laboratorio, mañana por la mañana el 50% de los que llamamos empleos laborales desaparecen. Cuando leo eso me siento muy optimista, porque eso significa que gracias a la inteligencia colectiva, gracias a la ciencia conectada con la tecnología está la posibilidad de una liberación enorme de tiempo de trabajo. Y me interesa sobre todo la liberación del tiempo del trabajo, no porque yo sea un tipo perezoso, que lo soy, sino también porque sé que la sola manera de curar la depresión, la violencia y las masacres en las escuelas norteamericanas es con la reducción del tiempo de trabajo. ¿Por qué? Porque significa liberar tiempo para la enseñanza, la educación, la cura.

No pienso que el día después seremos todos pescadores y cazadores, como dice Marx en un momento seguramente irónico. No me gusta cazar ni pescar, pero sí me gusta enseñar matemáticas a los niños, curar de la depresión a mi hermana y que ella me cure a mí, eso es lo que nos gusta. Somos artistas, somos médicos, somos matemáticos, somos ingenieros, podemos crear cosas buenas y nuevas. Pero no, no podemos. ¿Por qué? Porque somos obligados a pensar que para vivir tenemos que ganarnos un salario, y para ganarnos un salario tenemos que trabajar en las condiciones decididas por los que tienen el dinero. Eso bloquea la potencia del pensamiento colectivo y lo transforma en una herramienta de violencia, en una herramienta de automutilación.

Entonces, soy muy optimista cuando leo lo que está inscripto en la realidad del conocimiento y la producción; me vuelvo pesimista cuando voy en la metropolitana y me doy cuenta de que nadie sonríe. Eso me hace entender que la fuerza de la superstición salarial es dominante, y nadie es capaz de conjuntarse, de juntarse con los otros, porque cada persona se comunica a través de su Smartphone, a través de un formato reductor y decidido por Facebook o por Snapchat, y es obligada a repetir lo que ya existe. Así es como no se cuenta con la posibilidad de liberar lo que podría existir porque está oprimido por el existente; el posible no puede desarrollarse porque el probable domina, y el probable es el conjunto de tecnología y lenguaje, ese es el problema. Así que no soy pesimista y, sobre todo, no estoy deprimido, porque antes que nada he vivido en la ola del año 1968, el año que fue el comienzo de la época nueva.  

Todos recordarán la película de Stanley Kubrick que fue producida en 1968, 2001: Odisea en el espacio. Me parece que Stanley Kubrick fue la persona que mejor nos ha contado el siglo XX a partir de La patrulla infernal (Paths of Glory) hasta Ojos bien cerrados (Eyes Wide Shut) sobre el cinismo posmoderno. Stanley Kubrick nos dice que 1968 es el comienzo de un siglo nuevo. Hoy, 2018, estamos a mitad de este siglo, el partido solo comenzó: hemos visto, hemos vivido la primera parte, y lo que ha pasado en esta primera parte. Ha pasado, y yo lo he vivido porque tenía 18 años en 1968. Hemos entrado en la ola de la potencia del trabajo cognitivo. El movimiento global de los estudiantes es muchísimas cosas: un movimiento antiimperialista, feminista, igualitario, etc., pero sobre todo es el primer momento de autorganización del trabajo cognitivo, es el comienzo. Después muchas cosas han pasado, muchas cosas buenas, muchas cosas malas, y hoy el año 1968 parece que hubiera desaparecido, pero no es así.

Te acuerdas de lo que pasa en un cierto punto en el interior de la stage, en el espacio, el astronauta se da cuenta que HAL (acrónimo de Heuristically Programmed Algorithmic Computer), el automatismo tecnofinanciero, está haciendo algo muy peligroso, está tomando todo el poder. Es un automatismo y quiere decidir en el lugar del hombre. En ese momento hay una tensión muy fuerte, porque renunciar al automatismo es muy peligroso: ¿qué le pasará a la astronave después? Pero el astronauta, David Bowman, decide hacerlo y desmantela el automatismo. Ese es el comienzo de la segunda parte del siglo iniciado en 1968 y que terminará en 2068, nos veremos en este punto y vamos a decir qué ha pasado. Te digo qué podría pasar, pero no estoy seguro: podría pasar que los trabajadores que han construido la máquina, es decir, los cien millones de trabajadores culturales que cada día producen y reproducen la máquina global del capitalismo, los que han construido todo eso bajo la dominación de HAL, mañana podrían recomenzar a sonreír y, en este punto, podrían empezar a desmantelar la máquina y reprogramarla de acuerdo con el interés social, con el placer de la sociedad. Eso es posible porque nosotros hemos producido esa máquina, no Bill Gates, no Mark Zuckerberg. Nosotros la hemos construido, nosotros podemos desmantelarla, nosotros podemos reprogramarla, tenemos 50 años para hacerlo.

Guattari y el Antiedipo: ¿qué clase de fuerza es el deseo?

D.S.: En “Depresión Felix”, un artículo que está en tu libro sobre Guattari, editado acá por Cactus (Felix), vos contás el final de Felix Guattari, hablas de su depresión y eso te lleva a hacer una reflexión sobre la categoría del deseo, cuestión tan importante para el psicoanálisis, tan importante para Deleuze y Guattari y el esquizoanálisis, y también tan importante para el budismo que asombrosamente entra en tus últimos textos. Entonces, si entendí bien, vos decís que tu generación leyó El Anti-Edipo como una comprensión, para decirlo con las palabras que rechazamos recién, muy optimista, muy lineal, muy activista del proceso social, político, de si el deseo nos mueve, el deseo como fuerza, como no contradictorio, como no complejo. En la Argentina hoy también los movimientos sociales dependen por supuesto de una política del deseo. Ahora, cuando vos trabajás sobre la depresión de Felix, te preguntás si esa comprensión del deseo era lo suficientemente compleja e interesante, y describís que hay un momento en que la comunidad militante, la comunidad deseante, la comunidad de compañeros, se dispersa, simplemente porque las formas son impermanentes, y el tiempo pasa y las conexiones entre las cosas no son eternas, son dinámicas, y es donde me parece que introducís el tema del budismo.

Mi pregunta es: ¿Qué comprensión del deseo nos sería más útil hoy, una comprensión que no sea tan inocente como decís que fue la lectura de El Anti-Edipo de tu generación? Y, además: ¿Cómo hacés esa articulación con el budismo?, ¿qué es lo que metés?, ¿qué es lo que sacás? ¿Qué presentación harías del deseo no pensando en los años setenta, sino pensando en los cincuenta años que según vos aún hoy tenemos para desarmar la máquina?

F.B.B.: He leído El Anti-Edipo junto con Cien años de Soledad, de García Márquez, en la cárcel de Bolonia. En el tiempo de la cárcel, García Márquez me ponía muy triste, un poco triste, no muy triste. El Anti-Edipo me daba una energía extraordinaria. No conocía a Guattari, había leído algunas revistas, pero no lo conocía, no lo había leído. Entonces mi relación con El Anti-Edipo fue muy emocional y muy energética al mismo tiempo, y en los años siguientes, a mediados de los años setenta, la lectura del Anti-Edipo por los movimientos de los estudiantes italianos, de la autonomía italiana –en particular en Bolonia que era una ciudad, lo sigue siendo, muy universitaria que en esa época estaba muy influida por el pensamiento francés–, provocó el efecto de Deleuze Guattari que fue el de identificar el deseo como fuerza revolucionaria: esa fue nuestra lectura, que continuó en los años siguientes, en la década de 1980.

Paralelamente he conocido y leído a otro pensador: Jean Baudrillard. Se ha perdido un poco en los últimos años y creo que es un error colosal. Tenemos que estudiar en particular un libro fantástico (así lo siento yo, si puedo decirlo, si no es un sacrilegio), el libro más importante, junto con El Anti-Edipo, que es El intercambio simbólico y la muerte. Baudrillard dice una cosa muy diferente: “cuidado, el deseo es la fuerza esencia de la publicidad”, y dice muchas otras cosas. Esencialmente Baudrillard dice que en el pasado de la modernidad, la historia, el proceso histórico, se mueve según finalidades, finalidades ideológicas, finalidades políticas, y que hoy las finalidades desaparecen y el modelo, la forma, la gestalt, la estructura, el comienzo, el gen, el meme, el beat, se hace generador de la historia que viene. He leído a Baudrillard en la misma época, pero Deleuze y Guattari me daban mucha más energía. Después vinieron los años ochenta, y sobre todo los años noventa y, en este punto, empecé a darme cuenta de que mi lectura filosófica de El Anti-Edipo no era buena, no funcionaba. Y que también en el pensamiento de Deleuze y Guattari, según mi comprensión, la concepción del deseo cambia. Si leemos su último libro ¿Qué es la filosofía?, que para mí es el gran libro de Deleuze y Guattari –el verdadero libro que abre la nueva época filosófica–, El Anti-Edipo es una piedra lanzada contra la tristeza. ¿Qué es la filosofía? es un libro del envejecimiento de los autores, pero también del envejecimiento de la sociedad europea y es cuando los viejecitos se preguntan: “¿Qué hacemos ahora que el mundo ha empezado a ir tan veloz, tan veloz, que mi cerebro no lo puede seguir?”. Es la percepción de un viejo, naturalmente. Es una sensación que los viejos viven cuando no logran captar los signos como podían hacerlo treinta años atrás. Pero hay una posibilidad: la de pensar la función del deseo, la función filosófica, el lugar preciso.

El deseo no es una fuerza, no es una subjetividad, es un campo. El gran descubrimiento de El Anti-Edipo no es decir que el deseo siempre ganará, sino que es decir: “Cuidado, la política es importante, el arte es importante, el psicoanálisis es importante, pero el campo en el cual se juega el juego, el campo en el cual se gana o se pierde, en el cual se descubre algo nuevo o no se descubre nada, es el campo del deseo, de la imaginación”. Pero hay un deseo nihilista, hay un deseo de venganza, hoy lo vemos. Si hablamos en términos políticos, no entendemos suficientemente lo que está pasando. Si leemos a Jonathan Franzen, que para mí es el autor que mejor explica lo que está pasando en el cerebro blanco, en el cerebro senescente de la raza dominadora, empezamos a entender que el problema político, económico, militar, se juega en relación con un campo que es un campo de atracciones y de repulsiones, de miedo y de placer de tocar al otro. Acá se juega el juego, pero necesitamos un sujeto; no es suficiente con decir “¡Ay! necesitamos el deseo”. Sí, pero el deseo puede devenir muy peligroso si no logramos entender cómo, en este campo que llamamos deseo, puede emerger un sujeto, una subjetividad, un proceso de subjetivación que permita la posibilidad inscrita en el presente y manifestarse a través del campo del deseo.

Baudrillard me ayudó mucho en esta dirección, porque representa la otra cara. En mi opinión, ha sido un error colosal de los pensadores franceses de los años sesenta y setenta dividir un campo y ubicar de un lado a Deleuze, Guattari, Foucault, y del otro al maldito Baudrillard. El maldito Baudrillard es el tipo más irónico, no pesimista. Jean Baudrillard era una persona maravillosa, la persona más maravillosa que yo he conocido en Francia, tengo que decir la verdad. Pero era sobre todo irónico, no le gustaba esta idea triunfalista del deseo, le gustaba pensar que el deseo es un campo y que en este campo hay un combate que tenemos que llevar a cabo.

Erotismo, sensitividad, ironía y barroco:

D.S.: Quedan pendientes algunos temas como la cuestión del budismo. Volvamos al tema del sujeto y veamos si lo podemos desarrollar un poco más. En tus textos aparece este tema y le das una importancia grande a la cuestión del erotismo, pero también de la sensibilidad o de la sensitividad, que es algo sobre lo que la antropóloga Rita Segato también insiste mucho entre nosotros, desde luego dentro de otro contexto de discusiones, pero que converge bastante. Me parece que el papel de la sensibilidad, de la sensitividad, del erotismo es central en los procesos de politización de los movimientos sociales actuales, pero en tus libros también te referís al papel de la ironía y al papel del barroco. ¿Podrías ordenar estas últimas palabras en este papel del sujeto, o esta posibilidad de ocupar el campo del deseo desde cierto lugar y no desde otro? Y, además, preguntarte si esta no es un poco tu impresión de cómo se reunifica la inteligencia colectiva o el general intellect con el cuerpo colectivo, ¿no? ¿No se podría sintetizar así un poco todo tu programa?

F.B.B.: Este es un poco el tema que intento elaborar en el libro Fenomenología del Fin (este es el título de la edición en castellano, pero en el original se llama de manera más irónica, AND: Fenomenology of The End. Pero no se puede traducir en castellano el “and” por “y”, no suena, no funciona. Lo hemos pensado un poco y al final decidimos con la traductora Alejandra López, que ha hecho un gran trabajo sobre este libro, llamarlo Fenomenología del Fin). En este libro intento definir el pasaje de la conjunción a la conexión, pero después me empiezo a preguntar cuál es el problema fundamental en esta transición, en esta mutación conectiva. Y contesto un poco diciendo que es el campo del erotismo, el tema del erotismo el que se encuentra en peligro en esta mutación, porque no hay erotismo sin comprensión abierta del cuerpo del otro. Es decir, sin abrirse al exceso que el cuerpo del otro lleva consigo nunca podremos saber todo del otro, y esa es la razón por la que el erotismo puede vivir.

El erotismo es en esencia la infinidad y la crueldad, al mismo tiempo, del cuerpo del otro. El cuerpo del otro que nos propone continuamente nuevas posibilidades de entendimiento y que, al mismo tiempo, continuamente se nos escapa. Nunca podremos gozar finitamente, nunca podremos terminar de gozar del cuerpo del otro. Esta infinidad de la relación de placer puede definirse como erotismo. Pero para vivir esta relación infinita tenemos que activar una sensibilidad que solo puede ser sensibilidad conjuntiva, porque si reducimos la relación al cuerpo del otro, a una relación finita y formateada, bajo esta reducción de formato sintáctico, este placer se nos escapa. No sabemos cómo manejar el cuerpo del otro, y al final el cuerpo del otro nos da miedo o nos molesta.

Recién he leído un texto de un joven de 19 años, un norteamericano, naturalmente. “Desde que he nacido, hace 19 años, siempre he tenido relaciones con androides, máquinas, con seres virtuales que se comunicaban muchísimo conmigo, pero que no se podían tocar, no pertenecían a la esfera física. Y ahora me dicen que tengo que hacer sexo con los seres humanos, ¿y por qué? Los seres humanos son mucho menos interesantes y sobre todo mucho más brutales que los seres virtuales que yo conozco.”

Ahí hay algo que está aconteciendo, y me he dicho: este tipo es un tipo inteligente. Ha entendido cuál es el problema central: Si nuestra relación comunicacional se vuelve cada vez más hacia seres virtuales, nuestra expertise conjuntiva, nuestra capacidad de detectar signos que no son finitos, que son signos ambiguos, esta capacidad desaparece. Y si esta capacidad desaparece, ¿qué pasa? Devenimos brutales, devenimos incapaces de percibir las diferencias mínimas, casi imperceptibles, en la mirada, en la palabra, en el susurro. Y solamente podrán ser detectados los signos finitos, digitales, numéricos, discretos. Entonces, el efecto es que, como hemos perdido esta expertise, vamos a frecuentar automas, seres virtuales. Y cuanto más frecuentamos seres virtuales tanto más perdemos la capacidad y así consecuentemente. Un mundo en el cual la relación con el otro se hace relación de miedo, de agresividad, de odio y, al final, de racismo. El racismo es la incapacidad de imaginar la riqueza del cuerpo del otro.

Y ¿qué significa ironía y cuál es el papel del barroco? En este libro he intentado reconstruir un poco la historia moderna de la imaginación global o la globalización imaginaria, y para eso mi punto de partida es la relación entre barroco y puritanismo en la historia moderna. Una relación que entendemos muy bien si miramos lo que ha sido la colonización del nuevo mundo por los europeos. Los puritanos nórdicos, británicos y los barrocos españoles. Es una relación muy diferente, cuando Bartolomé de las Casas, en la brevísima relación sobre los indígenas dirigida a la reina Isabel, dice: “Los nativos americanos, ¿son seres humanos? A mí me parece que sí, son tan buenos, tan gentiles. Sí, están desnudos, pero me parecen humanos. Y si son humanos, ¿por qué los maltratamos?, ¿por qué los matamos? Tenemos que conquistar sus almas”.

Toda la historia del barroco es un intento de conquistar el alma de los que no son cristianos. Esta pregunta barroca no pertenece a la mente puritana. Los puritanos que colonizan los territorios nórdicos no se preguntan si son humanos: “Los matamos a todos porque son diferentes y nos molestan”. Y los mataron a todos, porque el genocidio más perfecto fue el de los territorios del norte.

La riqueza del barroco es irreductible

F.B.B: El barroco tiene un elemento de riqueza que no puede reducirse a la digitalización. Pero, paradójicamente, en nuestra experiencia vemos que la digitalización técnica y lingüística está produciendo un efecto marginal cada vez más importante: una explosión del barroco en los márgenes. Hay un libro del antropólogo francés de origen polaco, Serge Gruzinski, titulado La guerra de las imágenes, de Cristóbal Colón a “Blade Runner” (1492-2019. Es un libro de la década de 1990, hoy podríamos decir “del barroco a Google”.

Google es una máquina de reducción puritana y binaria. El efecto que el bombardeo binario produce en el cerebro colectivo es un efecto de pérdida de todas las referencias que pertenecen a la modernidad. Es una especie de explosión, la explosión del cerebro posmoderno: es una explosión pánica, depresiva, mortífera. ¿Por qué? Porque la reducción binaria nos impide vivir el exceso como algo que no tiene que ser reducido. Claro que no puedo conocer todo lo que pasa en la red, claro que no puedo conocer todas las estrellas que están en el cielo, pero ¡qué me importa! No tengo que conocer todo, no tengo que reducir todo a un solo principio, tengo que ser irónico.

¿Qué es la ironía? La ironía es una actitud que comprende que no podemos comprender, que no podemos comprender todo. La ironía, a nivel lingüístico (yo creo que una definición lingüística es demasiado pobre; explicar, definir la ironía no es irónico), es una forma de decir una cosa para decir otra, de acuerdo. Yo creo que tenemos que decir algo más: ironía es el entendimiento del hecho de que todo lo que sabemos no es nada frente a lo que no sabemos. George Bataille dice: “El no saber busca el saber, lo que no conocemos es la fuerza que tenemos”. Ese es también el principio que nos permite, a nivel político, no desesperar nunca. Lo que no sabemos es más importante que lo que sabemos. John Maynard Keynes, que es un tipo simpático e irónico, ha dicho una cosa fantástica a este nivel: que los que nos parece inevitable nunca se verifica en el futuro, porque siempre lo que se verifica es lo impredecible. Este es el punto que nos permite esperar el futuro con muchísima desesperación, pero también con muchísima alegría.

Preguntas e intervenciones

Auditorio: Sin embargo, las encuestas muestran que esta generación no es la que más vota a Trump, ni la que más vota al Brexit, ni la que más vota a Macri. Entonces lo que se me ocurre, bueno cuando se mueran los viejos el futuro es nuestro, ¿no? Hay un futuro político posible. También se me ocurre que esta generación tampoco puede ser definida por las patologías de la aceleración de la infoesfera y que parecerían más generadores de enfermedad los medios de la modernidad, los que aceleraron la infoesfera hasta este nivel y no de manera absoluta. Y después se me viene a la mente la imagen de un meme, que es un edificio que se está por venir abajo sostenido por tres puntales y un auto muy pequeño lleno de gente pasando por abajo. El edificio dice Macri, la gente que está pasando por abajo somos nosotres, y los puntales son los memes, el porro y la faraona (que es un youtuber). Entonces vos cómo explicas que esta generación que es la más expuesta a las patologías de la aceleración de la infoesfera y la desensibilización, sin embargo no votan al fascismo senil, elijen otras posibilidades políticas.

Auditorio: El martes, en radio La Tribu, hablábamos de la temporalidad, de la duración en relación a tener tiempo para aburrirse, tener tiempo para encontrarse, que quizás responde más a un paradigma conjuntivo. Y hoy, hablando de nuevo del paradigma conjuntivo, vos decías que es un paradigma de cuerpos redondos que se tocan, se encuentran, que son imprecisos, que hay una percepción de algo que no es codificable, o binarizable y no es unívoca de ninguna manera, sino que es ambigua. Y a mí me sorprendió cuando llegué encontrar un montón de cuerpos que bailan, entre los que estoy, y decía que bueno, claramente, hay en tu pensamiento y sobre todo en Fenomenología del Fin, hay un interés para las personas que estamos investigando desde la estética, el arte, de otras políticas eróticas, y sin embargo ni el martes ni hoy te escuche comentar algo acerca del arte en general. Mi interés es por la danza en particular, entonces quería ver si tenías algún comentario por ahí.

Auditorio: Hola Bifo, yo solo te quería decir que me ayudaste a entender por qué mis viejos, siendo militantes en los setenta se volvieron tan fachos con el tiempo, que es algo que me preocupa, el devenir facho en la vejez y por qué votaron a Macri. Creo que llegué a entender un poco más eso, gracias, o no, no sé.

Auditorio: Bifo, yo te quería consultar, debido al control de imágenes e información que consumimos, cómo transgredir la comunicación masiva dominada por los grandes grupos capitalistas y a partir de ahí pongo la pregunta si es necesario desarticular todos los automatismos incorporados en nuestro cotidiano, o usarlos en nuestro beneficio apelando a la poca sensibilidad latente que tenemos. Lo pregunto desde mi rol periodístico, fotográfico y humano.

Auditorio: Yo quería preguntarte, vos haces toda una elaboración en la que el comunismo futuro en que la tecnología avanza, nos libera del trabajo, pero como no es nuestra no nos libera, nos esclaviza más todavía. Entonces, nosotros estamos hablando de llegar a un comunismo futuro que se daría por las condiciones materiales que por la voluntad de cambio que luchan por liberarse de esa esclavitud, pero a la vez, me parece que con esta mecanización de la formulación, uno diría no tengo que luchar ahora para llegar al comunismo futuro. Tengo que dejar que estos señores inteligentes fabriquen una máquina capaz de liberarme y que un día esta máquina piense, por qué trabajo para uno y no trabajo para todos. Entonces quisiera entender, si desde tu lugar, tendríamos que proponernos una política, porque de ahí tiene que salir una política, y así no sale ninguna política, eso es lo que yo siento. Yo veo que en general la política falta porque hay decepción del pasado, porque lo que hicieron en el 68 y el 70 si bien cambió, porque abrió una perspectiva, no cambió las condiciones materiales, no logramos derribar el poder estabilizado. Entonces quisiera saber si tu discurso es que vamos mecánicamente hacia un comunismo futuro y que lo podemos dejar o si realmente vamos a tener que salir a arriesgar la vida en la calle.

Auditorio: Lo que me gustaría es tener un análisis de él sobre los movimientos feministas, pensando en la lógica del campo del deseo, y la lucha política porque ese deseo se vuelva lo vivido.

F.B.B.: Intentaré ser ante todo sistemático. No conozco qué votaron los jóvenes y los viejos argentinos. No me parece que se pueda individualizar una tendencia generalizada de los jóvenes a votar contra los fascistas; sí, puede ser, pero no me parece que eso defina verdaderamente la tendencia general. Y más allá de la cuestión del voto, lo que me interesa es por qué no hay una insurrección en Argentina, en Italia, por qué no hay una insurrección en los Estados Unidos. Hay momentos de protesta, de sublevación, pero de lo que necesitamos saber, ¿por qué? Naturalmente, sería idiota defender a los viejos contra los jóvenes, a los jóvenes contra los viejos.

Lo que me interesa a mí es entender lo que está pasando en un nivel más profundo que el de lo político en la nueva generación. Por ejemplo, el fenómeno que los norteamericanos definen como snowflake generation para hablar de la precariedad psíquica, de la fragilidad de la nueva generación frente a acontecimientos que son imprevisibles, que son tan molestos. Me parece que la reacción prevalente más importante en este momento es de miedo y de precariedad política. Seguro que hay niveles de la actuación política en los cuales la tendencia prevalente de los jóvenes es rechazar algunas formas de la nueva reacción, algunas formas. Es decir, si hablamos del trabajo, de la precarización, de la competencia, a mí me parece que la nueva generación es más frágil a nivel político que las generaciones pasadas. ¿Por qué? No sólo por una cuestión cultural, sino sobre todo por una cuestión estructural: el trabajo precarizado ha destrozado largamente la solidaridad. La precarización del trabajo ha sido antes que nada una difusión de la competencia entre trabajadores, y eso se manifiesta más peligrosamente entre los jóvenes.

Si bien reconozco que hay otros niveles, los niveles de la libertad personal, en los cuales se presenta más fuerte la reacción de la nueva generación que la de los viejos. Viejos fachos, la fascistización de la senescencia es totalmente cierta. Sobre esto, son muy interesantes los libros de Jonathan Franzen. La generación que creció en los años ochenta y noventa, que creyó en los mitos neoliberales, la competencia, soy el ganador, que creyeron en el engaño neoliberal, hoy se encuentran totalmente desamparados, es demasiado tarde para creer en nuevas mitologías. La sola cosa que pueden hacer es humillar a los humilladores, como decía, es vengarse. Y la venganza hoy se manifiesta como venganza contra la razón, venganza fascista. La humillación más profunda es la de tipo sexual y racial; lo que explica la reacción racista de una mayoría de los viejos, creo que en todos los países occidentales, es la percepción de una caída de la energía, que antes que nada es energía sexual. La incapacidad masculina de elaborar la relación con la muerte, ese es un tema que el movimiento obrero no supo elaborar, no supo poner sobre la mesa, y que es absolutamente central: la historia como historia masculina es de negación de la muerte. Tenemos que pasar de lo que podríamos llamar his-tory a lo que podríamos llamar her-story, no en un sentido de género, no es un problema de género sexual. Es un problema de imaginación de la relación con el cuerpo, de relación con el erotismo, de relación con la muerte. Desde este punto de vista es femenino, no feminista, porque no es un problema de oposición de género, es un problema de reinvención del sentido de la historia.

Desde este punto de vista, la pregunta sobre lo vivido, sobre el tiempo como que es esencialmente, bergsonianamente, vida, duración. Esa es una manera para atacar en su fundamento la concepción acumulativa, adquisitiva que caracteriza al capitalismo. El problema es que los viejos tienen miedo a la muerte porque piensan que la vida es su propiedad privada, ese es el punto. La privatización de la vida produce una incapacidad de pensar la muerte, pero la incapacidad de pensar la muerte produce un miedo de la vida, produce una incapacidad de vivir la duración. Si el tiempo se vuelve en lo que el tiempo es para los capitalistas, es decir, acumulación de valor, de plusvalía, no podemos pensar que el tiempo es esencialmente goce. Ese es el cambio cultural, epistémico, antropológico, pero sobre todo perceptivo, erótico que necesitamos. El pasaje de la his-tory a la her-story es esencialmente la capacidad de pensar cómo somos mortales. El tiempo está para gozar.

Y, para terminar, hay dos preguntas sobre la articulación y la desarticulación de los automatismos y, la otra, sobre el arte, la performance, la danza. Yo creo que el problema del futuro, de los próximos cincuenta años, es activar la capacidad de desactivar y reprogramar la máquina global. Eso significa rearticular los automatismos. Yo no tengo miedo del automa, de los automatismos, el problema es qué intención, qué forma de vida, qué finalidad tiene el automatismo; ver si me permite liberarme del trabajo, si me permite ser en mi esfera un ser vibrátil. “El automatismo me permite eso, viva el automatismo”. Pero el automatismo no me permite liberarme del trabajo, me obliga a un trabajo inútil, idiota, porque es la sola manera que el capitalismo conoce para articular los automatismos.

Y ¿qué hacen los artistas? No lo sé, nunca lo he sabido y nunca lo sabré. Conozco a los artistas; no conozco el arte, se me escapa totalmente. Lo que conozco muy bien es qué hacen los artistas, qué esperan, qué pueden hacer, y la respuesta desde mi punto de vista es doble. Voy a utilizar la palabra poeta en lugar de artista, porque la palabra arte se ha mezclado demasiado con el mercado, con una forma de formalización reductiva del arte. Si decimos poesía puede parecer un poco romántico. No es mi intención, cuando digo poesía me refiero al exceso de la palabra. El exceso, lo que al interior del lenguaje no se reduce al lenguaje, lo que al interior del lenguaje no se reduce al automatismo, eso es la poesía. Y yo creo que si queremos empezar un proyecto político para el futuro, tenemos que empezar por proponer el matrimonio del poeta con el ingeniero, porque los ingenieros son tristes, depresivos, y los poetas son impotentes, incapaces de producir efectos. El problema es que tienen que conocerse, tienen que hablar el uno con el otro, porque el poeta puede decir “viva la ingeniería” si va más allá de los límites que el capitalismo le ha impuesto, y los ingenieros pueden decirle al poeta: “gracias a esta sinergia tu poesía puede devenir eficaz y no solitaria”.

Hay una experiencia a este nivel, que en mi opinión es el último gran movimiento que hemos conocido: el Movimiento Occupy Wall Street. El Movimiento Occupy que fue desde El Cairo a Londres, desde Sevilla a Nueva York, desde Oakland a Hong Kong, ha sido un fracaso total, pero ha sido el comienzo de una cosa nueva. No era un movimiento político, y sí es verdad que en los países árabes no se puede imaginar un fracaso más grande. Pero el Occupy Wall Street se ha vuelto en la victoria de Donald Trump. Entonces no ha sido una victoria, pero no era un movimiento político. Occupy era la autorganización del cuerpo del general intellect. El general intellect, que es la verdadera potencia de nuestro tiempo, vive en una condición que es una separación del cerebro del cuerpo, es un cerebro conectado que no tiene un cuerpo. Es un cerebro conectado que sufre de esta falta de erotismo, de cuerpo y de compañía. Es un cerebro solitario, triste y deprimido. Solo reactivando la corporalidad del cerebro podemos empezar un proceso político de transformación de la tecnología misma. Occupy ha sido esto, un intento de reactivar la energía erótica del cerebro colectivo. Al mismo tiempo, ha sido un intento de poner juntos a los poetas con los ingenieros en la calle. ¿Qué había en la calle? Nada. ¿Qué había en las casas? Nada. ¿Había algo que conquistar? ¿Era 1917 o 1968?  La calle había sido importante, había sido el lugar donde se encontraba el poder. Hoy no hay ningún poder en la realidad física de la ciudad. Porque el poder real está en el ciberespacio, está en un lugar que no se puede tocar, no se puede cambiar, no se puede aguantar. Pero es un ciberespacio que producimos nosotros, nuestro cerebro lo está produciendo. Si logramos “reconjuntivar” el cerebro colectivo con un cuerpo que se haga colectivo de nuevo, en este punto el poder es nuestro de nuevo, porque nosotros podemos desmantelar y reprogramar el ciberespacio y su potencia. Muchas gracias.

D.S.: Me parece que Bifo nos dejó una pregunta que es por qué no hay insurrección. Quizás podamos reunirnos el año que viene, cuando sea La Noche de la Filosofía –estas cosas que organiza el gobierno–, hacer Nuestra Noche de la Filosofía con la pregunta “¿Por qué no hacemos una insurrección?”. Y si buscamos una alianza entre poetas e ingenieros, nos dediquemos a buscar ingenieros desde luego más interesantes que los que tenemos en el gobierno. Muchas gracias por venir, gracias a Bifo. La seguimos el año que viene, en la Noche de la Filosofía. [Alusión al contraevento realizado en mayo de 2018, en la Agencia de Noticias TELAM, ocupada por sus trabajadores despedidos por la misma agencia de gobierno que realiza cada año el evento “La noche de la filosofía”.]     

Desgrabación y edición Juan Del Bene, psicólogo y escritor en construcción.

El que compra el libro de Cristina // Diego Valeriano

Opina de Venezuela, de las Lebacs, los chalecos amarillos, los atentados en Sri Lanka, la ley de medios y la interna en la AFI. En la guerra comercial entre China y Estados Unidos sin dudarlo está del lado de China. Cree que si esta cárcel sigue así todo preso es político y cualquier cosa que no coincida con sus ideas es neoliberalismo o le hace el juego a la derecha.

Admira a Putin y llamativamente repudia a Bolsonaro. Discute en el 15 de la sobrina con quien haya votado a Macri y cuando se pone en pedo canta la marcha a los gritos buscando aliados a los empujones. Me explica, con raros argumentos, que no es el mismo caso el de Santiago que el de Luciano y a pesar de viajar en el Sarmiento insiste que la masacre de Once fue culpa del maquinista.

Tiene fácil la palabra traidor, termea fuerte y cree que movilizar a plaza de Mayo es un estado superior de la lucha política. Putea a la CGT y a cualquier gremio que no haga un paro por tiempo indeterminado para derrocar a Macri, sueña con saqueos a los que no iría, porque no serían como sueña. Es un chabon de cuarenta que usa pañuelo verde en la mochila, es casi troska, casi ricotero, casi enfrento a la infanteria en una marcha, casi siempre es estatal o psicóloga.

Es industrialista, latinoamericanista, anti milicos, pro cubano y quiere que todo esté despenalizado. Es buena onda, solidario, amigo, pilla, aguante todo y jamás se para del lado de los ortibas. Banca fuerte a Madres y abuelas. El Diego antes que Messi, siempre.

No se hace cargo que el consumo libera, que lo mejor de Cristina fue esa alianza difusa con los guachos y la ausencia absoluta del Estado en extensos territorios hasta que se volvieron inaccesibles, ingobernables, vitales. Está dispuesto a dar la batalla cultural, bancar a la jefa, fiscalizar en donde sea y un montón de cosas más para que se vayan estos chetos arruina guacho, pero ni se imagina lo bravo que se va a poner todo una vez que gane ella.

Hay que ver a las Socorristas // Romina Pezzelato

Socorristas en Red es una organización que remonta sus orígenes como red nacional al año 2012. Desde ese momento hasta la actualidad se han sumado diversas grupas hoy organizadas por regiones en gran parte de nuestro territorio. Se trata de 320 socorristas en todo el país, que acompañan en la interrupción del embarazo de manera segura mediante el uso de medicación.

Acompañar abortos de manera segura y cuidada se enmarca en la opción de un feminismo “acuerpado”, presente. En una acción sorora y profundamente política en la que, como dice Rita Segato, “ese espacio que llamamos doméstico es otro lugar donde se piensa y se atraviesa el destino colectivo”. Acaso reescrito en el aborto acompañado por quien cada una elige, y por la socorrista que es una y es todas en ese acompañar.

Las mujeres y personas con capacidad de gestar, se comunican telefónicamente. En esa llamada reciben escucha, presencia, respuesta, contención y una estrategia a seguir ( ingenierías mujeriles!). Se abre la posibilidad. Juntas. Se concreta un encuentro en el que se brinda toda la información necesaria y se continúa con el acompañamiento telefónico del procedimiento.

Se trata de hacer de cada aborto “una bomba al patriarcado”, como dijo Malena (Socorro Rosa Tucumán) en una de las rondas.

Libre y feminista

En un país con una legislación que data de 1921, y que contempla la interrupción legal del embarazo por diversos causales (violación o riesgo de salud físico o psicológico para la persona gestante) pueden más la moral y la condena social.

Mediante la “objeción de conciencia” en muchos ámbitos se niega a las mujeres la posibilidad de acceder siquiera a la información. Si bien en determinadas instituciones las redes están tejidas y hoy contamos con la “Red de Profesionales por el Derecho a Decidir” que acompañan procurando la Interrupción Legal del Embarazo (ILE), en muchas situaciones de trata de alianzas que permean las imposibilidades institucionales y les dan un revés. El personal de la salud es el aliado necesario para avanzar en procedimientos que de otro modo terminarían en ámbitos clandestinos, con la especulación y el riesgo que implica para la salud mujeres.

Desde el nacimiento de la Red hasta la actualidad, ha cambiado la coyuntura política nacional y la lectura que las socorristas hacen de ella.

“Si en el 2014 nos pensamos como el “mientras tanto” como la estrategia para acompañar hasta que salga la ley, porque nos interesa intervenir en política, también asumimos que la legalidad no será la que pretendemos. Queremos que el aborto sea libre y feminista. Sabemos que las trabas y objeciones llevarán mucho tiempo más en ser saldadas, por lo que nos posicionamos en otro lugar. Somos un movimiento ineludible construyendo responsabilidad social en relación al aborto”, expresó Ruth Zurbriggen en una de las instancias plenarias del encuentro.

En relación a la legalización y despenalización del aborto en nuestro país Eugenia Ferrario, expresó a La Marea que “no se puede perder el fervor del año pasado. Y también se sabe que un año electoral en el Congreso plantea un escenario complejo. Sabemos que si se aprueba en la Cámara de Diputados, nos encontraremos con la misma composición en Senadores. La apuesta es sostener la disputa en la calle, que el proyecto siga vigente, y utilizar la campaña electoral para saber bien quién es quién. Hay mucha gente que se muestra menos abierta a plantear su postura este año”.

Feminismo latinoamericano

Las activistas de entre 19 y más de 50 años llegaron desde cada una de las regionales: Patagonia, NOA, Litoral, Centro – Cuyo y Buenos Aires. A encontrarse, abrazarse, “acuerparse” y seguir construyendo un mundo feminista. En esta ocasión con la presencia de compañeras que llegaron también desde otros países de nuestra América. Representantes de “Con las amigas y en la casa” de Chile; “Fondo María” de México; “Las Comadres” de Ecuador, y la Marcha mundial de las mujeres” y “Socorristas” de Brasil.

En el panel latinoamericano quedó planteado un escenario que resuena en cada coyuntura con la “marea verde” que llega desde Argentina, y se hizo manifiesta la profunda importancia del relacionamiento con las Socorristas en Red con quienes hay diversos niveles de articulación.

Socorrer en diferentes contextos, tramando las estrategias que sean necesarias.

En México, explica Sofía Garduño a La Marea, “donde el aborto sólo es legal en el DF (por cualquier causal hasta la semana doce, y por diversos causales en el resto del país), acompañar implica la gestión del transporte hasta el DF, el alojamiento y la comida, la presencia junto a la socorrida en el centro de salud, y su retorno”.

En Chile, los acompañamientos de “Con las amigas y en la casa” ascendieron a 4 mil el año pasado. El 90% de las situaciones que se acompañaron entran en los causales legales de interrupción del embarazo, pero en el sistema de salud prevalecen los y las objetores de conciencia, con la cual una de las acciones que la organización concretó es el Observatorio de la Ley de Aborto, para exigir atención en los hospitales

En Ecuador, el proceso ha sido más lento y a partir del 2015, año en que varias activistas participaron de la plenaria socorrista en Argentina. Madurando de ser la suma de individualidades a un espacio orgánico más fuerte, comenta Paula Castello en diálogo con La Marea.

En Brasil en tanto, la situación reviste la tensión que implica el actual gobierno nacional. La “derechización” del espacio público, la conformación del ministerio de la Mujer, la Familia y los Derechos Humanos, como dato gráfico de un gobierno que trae consigo la muerte, como plantearon las compañeras brasileras. Hoy en Brasil el movimiento de mujeres es que más gente moviliza en las calles, ninguna otra organización genera ese nivel de movilización, que se manifestó con más fuerza a partir de las marchas #Elenao en contra de Bolsonaro. “Hoy las necesitamos con nosotras, acuerpando la lucha en Brasil”, plantearon Carla y Ale en el panel.

Este sea acaso uno de los principales objetivos de la lucha feminista latinoamericana, pensarnos juntas, cerca, tejer y fortalecer esa cercanía para ser sostén en la crueldad manifiesta que transita el país hermano.

A la clandestinidad no volvemos más

Afirman las socorristas enredadas, abrazadas. Y lejos está de ser una expresión de deseo.

En un recorrido por la historia de conformación de la red, se pudo observar con claridad. La incorporación de nuevas grupas y activistas que suman más del 60% de los ingresos durante el 2018 y lo que va del 2019, fruto de la gran movilización sostenida en la pelea por la legalización y despenalización del aborto. La “marea verde” resonando en compromisos asumidos, en más cuerpas para sostener frente a un gobierno que todo impregna de cinismo y abandono. No olvidemos el anteproyecto de ley que presentó el Poder Ejecutivo este año, proponiendo un notable atraso en relación a las pocas garantías con que contamos.

El socorrismo es un hecho, un camino de cinco años cuyos datos son contundentes:

En el año 2018 las Socorristas en Red acompañaron a 7280 mujeres y personas con capacidad de gestar.

De ese total, 301 acompañamientos fueron dentro del sistema de salud, es decir propiciando el acceso a la Interrupción Legal del Embarazo

Se acompañó a 90 niñas menores de 14 años y a 1069 adolescentes de entre 15 y 19 años.

Lejos de los medios masivos, lejos del escándalo y de las puertas cerradas que condenan desde la moral más inhumana, un total de 1159 niñas y adolescentes pudo avanzar en su derecho a ser niña y no madre.

Si observamos los datos desde el inicio, en estos cinco años han sido 19.361 los acompañamientos en diferentes ciudades.

Marcela Lagarde planteaba ya en 1999 que “las mujeres asistimos a una conexión paradigmática, de sentido, de filosofía, de propuesta, de práctica de vida, de acciones concretas muy semejantes. Por primera vez estamos construyendo una semejanza a voluntad. Tenemos la voluntad de construir hilos de semejanza política y filosófica entre nosotras”. Esta profunda búsqueda subyace a la práctica de los acompañamientos. El encuentro con las mujeres que llaman a la línea telefónica muchas veces es grupal. Allí la semejanza toma rostro, se narra, y se hace espejo.

“En el taller me di cuenta que no era la única. Y que todas teníamos edades distintas. Sentí alivio. Y ya no me dio tanta vergüenza estar ahí. Mirta, 39 años”. 
(Sistematización de acompañamientos 2017)

Sistematizar: construir conocimiento y herramientas políticas

Frente a la falta de datos concretos, frente a un vacío que esconde, invisibiliza los abortos que acontecen, las Socorristas en Red han desarrollado sus propias herramientas. Para recolectar datos, para sistematizarlos y para socializar los acompañamientos que realizan. Se trata de estadísticas únicas en nuestro país que no encuentran registro formal en el sistema de salud.

Según los datos publicados del año 2017, sobre un total de 5781 mujeres entrevistadas:

Las mujeres decidimos abortar más allá de nuestra situación socio-económica: el 42,5% no tenía trabajo y el 55,8% de las que trabajaban percibían ingresos inferiores al salario mínimo, vital y móvil.

Más allá de nuestras creencias religiosas: el 58,2% se manifestó creyente de alguna religión.

Más allá de tener hijos con anterioridad: el 57,2% ya eran madres.

Más allá de la edad: el 46,3% tenía entre menos de 14, y 24 años. El 42% tenía entre 25 y 34 años. El 11,7% tenía entre 35 y más de 40 años.

Cuando una mujer decide abortar, el aborto sucede. Con o sin el Estado. Con o sin el dedo acusatorio del entorno cercano. Con condiciones o sin ellas. Por eso es que las Socorristas repiten: “El Estado abandona a las mujeres que abortan, nosotras no”.

Estamos a(r)mando un mundo feminista se dijo entre lágrimas y risas en la ronda enorme y apretada para cerrar la Plenaria Plurinacional de Socorristas en Red: “Cuando acompañamos a la compañera que está acompañando, cuando nuestras niñas piden el pañuelo verde y saben lo que significa, cuando una mujer aborta campo adentro acompañada por otra está haciendo queso de cabra, cuando tejemos nuevas hospitalidades, cuando nuestras familias están pendientes de un acompañamiento, cuando una niña puede continuar siéndolo, cuando construimos una cultura del amor y del cuerpo a cuerpo, porque estamos haciendo un mundo donde somos libres”

Habláme de amor.

 

Romina Pezzelato para La Marea Noticias 

(Imagen: Eloísa Molina para La tinta)

Mejor ser peligroso que estar en peligro // Diego Valeriano

Si los pibes no fueran peligrosos ¿por qué se reúne el gabinete psicopedagógico tres veces por semana? ¿Por qué alguien quiere ser profesora de historia y generar conciencia? ¿Por qué existe un organismo que se encarga de diseñar y ejecutar políticas de promoción? ¿Por qué hay talleres de embarazo adolescente, un régimen penal juvenil, reuniones de educadores, programas de Desarrollo Social, patios abiertos, planificaciones y becas?

Son peligrosos cuando rompen la noche por Rivadavia aunque ya sea de día, cuando el transa no les contesta y lo van a buscar al barrio. Cuando la locura no baja, cuando la manija es insoportable y le roban la garrafa a la vecina. Cuando no se quieren ir de la ranchada hasta que la ley no salga. Son bien peligrosos cuando descubren que el negocio puede ser de ellos y de nadie más que de ellos, y en los bloques estalla la guerra.

Cuando matan, cuando tiran, cuando se ponen bien pillos. Cuando riman las verdades que pasa en los pasillos. Cuando sueñan mover kilos, cuando hay billete de a montones, cuando la noche es toda de ellos y al volver sacan los parlantes a la vereda. Cuando la venganza es bien piba, bien silenciosa, bien pilla. Cuando corren en shores con el fierro en la cintura, cuando se clavan los shores bien arriba. Cuando entrás el auto y el miedo manija se apodera de vos. Cuando esos ojos negros te cruzan en el bondi.

¿Por qué hay psicólogas, trabajadores sociales, psicopedagogas, policía local, técnicos en recreación, gendarmes en los trenes, maestras, requisas en las plazas, educadores populares, doñas con miedo? ¿Por qué esa insistencia con promesas de futuros venturosos?

Negar la peligrosidad es negar su vitalidad, su manija, su capacidad de enfrentar lo que los mata, su runflerío, sus modos desquiciados de ser cada vez. La posibilidad permanente que tienen de fabular el mundo, de revelarse. Es otra manera de controlar, de contener, aunque sea un poco, eso que nos desborda y nos deja careta. Es otra forma del miedo.

Cuando no aceptan como opción ni estudiar, ni quedarse en el barrio, ni viajar dos horas, ni saltar del bondi al tren y de ahí a mulearla diez horas. Cuando se ríen de los que hacen dos cuadras de cola para conseguir un trabajo, una changa, una mierda. Cuando burlan a los que marchan por el plan y el bolsón.

Mejor maldita, atrevido, zorra, verdugo, desertora. Mejor ser alguien y aprender a caminar. Mejor ser peligroso que estar en peligro. Mejor ser transa, trapero, chorro, puta que esperar a terminar la escuela, que tener 15 días de vacaciones, que ir a aburrirse al centro comunitario. Vagar antes que Glover, preso antes que ortiba, caminar la colectora antes que limpiar por 100 mangos la hora en alguna casa del barrio.

El populismo es la filosofía de nuestro tiempo // Roque Farrán

I.

Al contrario de lo que afirma un infatuado asesor presidencial, pienso que el populismo es la filosofía de nuestro tiempo, y todo lo demás es teología. No hay rencor, solo deseo y goce articulados en un saber racional. La filosofía es saber práctico y racional, saber sobre las causas próximas y los afectos verdaderos; aquellos afectos que producen alegría, entusiasmo y potencian las composiciones. La teología en cambio promete ilusoriamente la salvación en un más allá, en función de una causa ideal y trascendente, exige sacrificio y produce culpa, induce la destrucción del presente y beneficios para muy pocos, etc. Nada que ver una cosa con la otra. El neoliberalismo se ha convertido en una religión y su ideología del coaching es pura teología. El pueblo no es un fundamento trascendente, el pueblo es justamente una invención popular y transversal basada en condiciones materiales y racionales bien concretas que implican el goce, la mística, la épica y lo que se desee ideológicamente con conocimiento de causa.

Ahora bien, entender el pueblo así, de manera inmanente y racional, sin postular teorías ad hoc ni recaer en la trascendencia, exige hacer el duelo por los fundamentos perdidos; exige esencialmente hacer el duelo por el Nombre del Padre.

Entiendo la declinación del Padre en la modernidad no necesariamente como un evento negativo ligado a la pérdida de autoridad simbólica (“muerte de Dios”, en términos nietzscheanos, o “disolución de los lazos sagrados”, en términos marxistas), sino como la posibilidad justa y necesaria de invenciones o declinaciones singulares-plurales a partir de su pérdida asumida y elaborada hasta la raíz, incluso de la lengua poetizante y profetizante que resta (como dice Badiou, hay que hacer el duelo también por la muerte del “Dios de los poetas”): múltiples técnicas y modos de hacerse un nombre propio a partir del vacío irreductible que nos constituye. Es decir, rescato el gesto crítico e igualitario que habilita el pensamiento racional en la historia al producir la destitución de sujetos eminentes cuyas palabras son privilegiadas por el solo hecho de ocupar un lugar social destacado desde el cual la profieren (sabios, sacerdotes, profetas o expertos). Por eso, no descalifico a priori a la ciencia ni a la técnica modernas, como tampoco a los saberes artesanales o ancestrales; cualquier modo material de hacerse un nombre para operar entre lo real, lo simbólico y lo imaginario es válido. Cualquier modo o procedimiento ante la idiocia neoliberal que solo se fía de las marcas, el mero prestigio y la cotización en un mercado de valores aplanado hasta la náusea. Porque lo ilimitado del capitalismo actual lo es solo en el plano simbólico-imaginario donde priman el pavor por el corte real y el vacío, allí donde el anudamiento de tres dimensiones resulta inconcebible. A lo ilimitado del capitalismo propongo excederlo entonces con tales componentes y operaciones: circunscribir el vacío, realizar un corte justo y producir el anudamiento de al menos tres dimensiones irreductibles que abran hacia el infinito actual de las composiciones por venir. Solo la pluralización infinita de los nombres del padre podrá salvarnos de la idiotez ilimitada que nos embarga (y endeuda).

 

II.

Hace tiempo que Jorge Alemán, siguiendo a Lacan, insiste en el carácter circular del discurso capitalista por el cual todo está conectado. No puedo estar más de acuerdo con tal diagnóstico. Solo que nunca está de más acentuar el carácter homogéneo de esas conexiones, basadas en la lógica del equivalente general que instaura el régimen capital, pese a las cualidades heterogéneas de las mercancías comprendidas por los objetos materiales e inmateriales que consumimos (desde alimentos y energía hasta informaciones y afecto). Por eso, considero que una operación subversiva clave sobre la lógica conectiva del capitalismo, no sería tanto la mera interrupción o desconexión, como la práctica efectiva de nuevas conexiones singulares entre lógicas radicalmente heterogéneas. Cultivar modos de alimentarnos, informarnos, escribirnos y afectarnos que no remitan a uniformidad alguna. De ahí que planteo también insistentemente una tópica del espacio social y sus múltiples temporalidades que comprenda la co-implicación entre ellas (la Sustancia spinozista y su causalidad inmanente que Althusser invocaba para pensar el espacio social y su lógica sobredeterminada). Pues no hay economía sin política, ni política sin ideología, ni ideología sin ética, ni ética sin erótica, ni erótica sin amor, ni amor sin arte, ni arte sin ciencia, ni ciencia sin tecnología, etc. ¿Por qué oponer unas a otras, por qué privilegiar o excluir algunas prácticas e instancias por sobre otras? Tenemos que pensarlas y practicarlas en simultaneidad (aunuqe no podamos desarrollar y profundizar todos en todas). Encontrar las implicaciones materiales caso por caso y remitiendo al conjunto genérico (el pueblo) que no puede ser totalizado ni homogeneizado por ningún equivalente general ni norma-patrón; eso define en rigor la práctica del pensamiento materialista que le puede dar fin a este régimen de verdad en decadencia.

 

III.

Por último, nuestra filosofía materialista y popular también ha de ser consecuentemente feminista. Pero, para aproximar posiciones con honestidad intelectual y no adicionar de manera oportunista, hay que despejar la función del saber en relación al sujeto. Lacan contaba una anécdota respecto a su hermana pequeña, quien, según parece, lo increpaba neciamente cuando eran niños diciendo que ella sabía. Algo de eso tiene que haber calado fuerte en sus elaboraciones posteriores (lo comenta por ahí), pivotes de la experiencia psicoanalítica: el “sujeto supuesto saber”, la “verdad hermana del goce”, etc. Puede decirse que la posición del analista es socrática por definición: interroga el supuesto saber del sujeto porque él mismo ocupa ese lugar del semblante en la transferencia; y, por supuesto, así es cómo la verdad se muestra hermana del goce, hasta que el analista es destituido y cae como objeto a. A mí, en cambio, cuando era niño lo que más me molestaba era que siempre había un punto en nuestras discusiones infantiles donde se apelaba a la incuestionable palabra paterna en términos que me parecían ridículos; quizás porque tuve una consciencia muy temprana de su humana inconsistencia, y por eso me resultaba risible (aun habiendo todavía amor e idealización por la figura paterna) que en nuestras muy serias discusiones infantiles se apelara a ella en “última instancia”. Mi inquietud o preocupación era cómo no hacer lo mismo. Creo que esta otra experiencia temprana con la verdad y el saber, en cuya hiancia el sujeto se interroga y constituye a sí mismo interpelando a los otros, da lugar a una práctica de la filosofía y el psicoanálisis más próxima a la política que a la ciencia (sin excluirla de ningún modo). No se interpela al sujeto en lo que cree saber para destituirlo socrácticamente, sino que se lo desplaza del amparo en la palabra paterna para que encuentre con otros mejores razones y ejemplos. Allí, creo, se vislumbra el punto de engarce con un feminismo popular y democrático que no haga primar la histérica identificación al Padre para su fracaso (cuyos fantaseados sustitutos son vapuleados por no estar jamás a la altura del ideal).

En un artículo reciente, Virginia Cano plantea: “La filosofía es uno más de los discursos que sostienen imaginarios y ficciones regulativas sobre lo que es ser una mujer, y un varón (entre otros múltiples modos de ser), así como sobre lo que es ser un sujeto pensante, y sobre lo que significa hacer (o no) filosofía. Reflexionar sobre la potencia productiva que la filosofía como discurso del saber posee, y cuestionar los ideales normativos respecto del sexo, el género, la clase, la raza –entre otros– que ella pone a rodar, se presenta como una tarea ineludible.” De esta tarea participa también el presente escrito; tarea filosófica que en otra parte he llamado “indisciplina sistemática”. Pero quisiera hacer una aclaración suplementaria al respecto. Mi exigencia respecto de lo que se escribe es triple: (i) que haya un saber bien articulado en juego (dimensión epistémica), (ii) que se toquen las relaciones de poder que lo atraviesan (dimensión política), y (iii) que el sujeto escribiente se exponga en ese humilde acto (dimensión ética). Esta triple condición puede ser más exigente que las simples denuncias de anacronismo, politicismo, subjetivismo o academicismo que se suelen cruzar quienes privilegian una dimensión por sobre otra, pero se trata de la rigurosidad e historicidad que habilitan un proceso de transformación en serio. Que esta práctica se inserte en un conjunto de prácticas más vasto y afecte al conjunto genérico, es otra historia.

No importa el género escritural, tampoco el asignado o construido. Hace poco leía por ejemplo los argumentos y objeciones esgrimidas por Simone Weil a la recién nacida física cuántica: son de un rigor y una lucidez que hoy se extrañan. Bárbara Cassin o Juditth Butler son dos filósofas contemporáneas también extraordinarias, con estilos muy distintos, que siempre leo. Sabemos de los olvidos recurrentes e injusticias de la historia de la filosofía, pero no hay que culpar al logos o a la razón per se, privilegiando ahora el afecto y las corporalidades; hay que disputar el modo de plantear la razón, o las razones, porque el problema es cómo se producen y transmiten los saberes desde la academia actual (cuestiones que estoy trabajando en un texto más extenso). Siempre ha habido grandes filosofes que han practicado la filosofía con extremo rigor y sensibilidad, haciendo nudo de la palabra, el cuerpo y el pensamiento en una forma de vida consecuente. En la actualidad hay muchas mujeres filósofas que admiro, incluso algunas han sido cruciales para mi formación y lo siguen siendo: Mariana Gainza y Natalia Romé, por nombrar solo a dos amigas y colegas que me son próximas. Creo que la violencia, hoy y siempre, ha pasado más bien por dónde y cómo se autorizan los saberes y las palabras. Recuerdo varias anécdotas en ese sentido: Derrida en una discusión mandando a leer Husserl a Cixous, Foucault avergonzado por un profesor porque no pronunciaba bien el alemán, otros tantos desautorizados a emprender tesis de autores extranjeros por no manejar el idioma, etc. Vicios de academia: el problema no es cuánto se sepa de la historia de la filosofía o de los idiomas y fuentes originales, sino cómo se puede plantear con rigor y sensibilidad una pregunta filosófica pertinente, es decir, existencial y conceptual al mismo tiempo (las otras herramientas ayudan pero no son lo esencial): epistémica, ética y políticamente relevante, interpelante, movilizante y pensante. No es porque escribamos con x o con e o con minúscula o invoquemos el cuerpo y los afectos conmocionantes que vamos a conmover realmente el pensamiento y la sensibilidad de una época, para pensarnos en conjunto y ser mejores; necesitamos pensar las prácticas con rigor, sensibilidad y audacia, para anudarlas y dar con la cifra del tiempo presente, no de manera mimética o imitativa, sino singular-plural. Cada quien con su estilo y modo. La filosofía es un práctica transgénero por definición; en ese sentido: populista.

 

Roque Farrán, 24 de abril de 2019.

Hegemonía: Gramsci, Togliatti, Laclau // Toni Negri

El discurso de Laclau representa para mí una variante neo-kantiana de lo que se podría definir como socialismo post-soviético. Ya en la época de la II Internacional el enfoque neo-kantiano funcionó como aproximación crítica en relación al marxismo: el marxismo no era considerado el enemigo, sino que la aproximación crítica, más bien, intentó sujetarlo y, en cierto modo, neutralizarlo. El ataque estaba dirigido contra el realismo político y la ontología de la lucha de clases. La mediación epistemológica consistía, entonces, en ese uso y abuso del trascendentalismo kantiano. Mutatis mutandis, esto es lo que me parece también, si nos situamos en época post-soviética, la línea de pensamiento de Laclau, considerada en su movimiento. Permítanme ser claro, aquí no se discute el revisionismo en general, a veces útil, a veces insoportable. Se discute el esfuerzo teórico y político de Laclau, en la época post-soviética, para confrontarlo con la contemporaneidad.

Partamos de un primer punto. La multitud caracteriza a las sociedades contemporáneas –nos dice Laclau–, pero la multitud no conoce determinaciones ontológicas y, mucho menos –hoy– reglas que puedan presidir su composición. Sólo desde el exterior (acorde con su naturaleza) será posible recomponer la multitud. Es la operación kantiana del intelecto que se enfrenta con la “cosa en sí”, irreconocible de otra manera que bajo el sello de la «forma». La operación es la de la síntesis trascendental.

¿Es posible y deseable que subjetividades sociales heterogéneas se organicen espontáneamente a sí mismas o deben, en cambio, ser organizadas? La pregunta es insistente y está en la base del criticismo. A esta cuestión Laclau responde que hoy no existe ningún actor social para sí, “clase universal” (como era definida marxianamente la clase obrera) y ningún sujeto producto de la espontaneidad social, de una self-organization, podría siquiera reclamar hegemonía. Entonces, el marxismo clásico había operado una simplificación de la lucha social de clase bajo el capitalismo y había construido un sujeto, un actor de la emancipación, en el que coincidían autonomía y centralidad. Pero en la actualidad es precisamente ese terreno el que se descompone. Se impone, en cambio, un terreno compuesto de heterogeneidad: solo una construcción política puede hoy moverse en este espacio de no homogeneidad social (cuando se entiende por «homogeneidad» tanto aquello que se debería presuponer como cuando se limita a la constatación de lo que existe: en ambos casos la homogeneidad desaparece). He aquí lo que la teoría laclauniana de la hegemonía se propone abordar. Ésta no niega que haya momentos de autonomía auto-organizada ni subjetividades fuertes que surjan del momento histórico: descubre entre estas figuras subjetivas una «tensión» – e incluso piensa que ellas deberían ser “puestas en tensión”. Laclau considera esta tensión «constitutiva».

Es la imaginación trascendental en acción. Laclau –me parece– considera que el contexto político se presenta como un Jano de dos caras y sitúa la tensión entre estas dos caras, como si se tratase de espacio y de lugar, como tejido y trama, que cada construcción de poder debe recorrer y trascender, resolver y determinar. Nace, así, la hegemonía/poder.

Segundo punto. Debe quedar claro que la inmanencia, la autonomía y la pluralidad constitutiva de la multitud no sólo son incapaces de construir poder, sino que representan verdaderos obstáculos para la constitución de cualquier escena política. Por este motivo, prosigue Laclau, si la sociedad fuese totalmente heterogénea, la acción política requeriría que las singularidades fuesen capaces de desarrollar, sobre un plano de inmanencia, un proceso de «articulación» con el fin de estructurar aquella tensión a la que referí brevemente y definir, entre las singularidades, las relaciones políticas. Pero ¿son éstas capaces?

La respuesta de Laclau es negativa. Y esta negación reenvía a un motor trascendental. La articulación es situada, así, sin alternativa posible, sobre un terreno formal, entendiendo bien que “forma” no significa en este caso “algo vacío”, sino más bien «envoltorio constitutivo». A fin de que sea posible una articulación de la multitud, Laclau insiste en el hecho de que debe surgir una instancia hegemónica por encima del simple plano de inmanencia –una instancia hegemónica que sea capaz de dirigir el proceso y que funcione como centro de identificación de todas las singularidades. “No existe hegemonía sin la construcción de una identidad popular a partir de la pluralidad de demandas democráticas”.

Si el contexto social se configura a partir de una multitud des-homogénea, es necesario establecer una fuerza de articulación entre las diferentes partes de esta deshomogeneidad para garantizar su propia integración. La insistencia en la auto-organización o la remisión a sujetos preconstituidos no deben eliminar ni olvidar la necesidad de crear temas comunes y lenguajes homogeneizantes que circulan a través de las diferentes organizaciones locales. Tal articulación/mediación no puede en ningún caso repetir los viejos modelos de las “fuertes” organizaciones tradicionales (partido, iglesia, corporaciones, etc.). Esta articulación/mediación debe ser abordada, sobre todo, a partir de la noción de “significante vacío”. Ya habíamos precisado que “significante vacío” no significa aquí formas vacías de unidad dogmáticamente ligadas a un significado preciso, significa  más bien “envoltorio constitutivo”. No estamos más sobre el terreno kantiano de la estética o de la analítica, sino sobre el de la imaginación trascendental.

Hay un momento en el que Laclau, desde un enfoque diferente, vuelve a proponer el tema del significante “flotante” y “vacío” frente a la heterogeneidad de lo social en términos muy potentes –yo diría, si no fuera un forzamiento, ontológicamente productivo. Cuando Laclau aborda el tema de la “articulación” de diversas luchas sociales, ese momento (ya caracterizado en Hegemonía y estrategia socialista, en 1985) es un modelo de “antagonismo constitutivo” –casi un  doble poder “débil” que, surgiendo del conflicto y la disgregación, sobre una  frontera “radical”, constituye de conjunto una síntesis entre los viejos derechos de la soberanía y los derechos democráticos de autogobierno. Lo subrayaron bien Mezzadra y Neilson en La frontera como método (Duke University Press, 2013). Acercándose a la idea de una dialéctica de contrapoderes en conflicto, Laclau interpretaba entonces un primer pasaje, mejor, una primera emergencia, de un sentir común de los militantes socialistas, implicados en la crisis de la izquierda, desde los años ‘70, que se negaban a ver su caída a un ritmo implacable. En esa condición, dada la insuficiencia de instrumentos dialécticos, se volvía necesario reconstruir “un pueblo”, producir la unidad: esto será reconocido por Laclau como acto político “por antonomasia”. En 1985 se pregunta, con fuerza y ​rebelándose contra un amplio consenso, si la apertura de lo social a lo político era más que una «estructura discursiva», una “práctica de articulaciones” que constituye y organiza las relaciones sociales. Pero este punto de vista será pronto invertido. Cito a Laclau: «En las sociedades industriales avanzadas se individualiza una asimetría fundamental entre la proliferación creciente de las diferencias –un excedente de significado de lo “social”– y las dificultades que enfrenta cualquier discurso que intenta fijar estas diferencias como momentos de una estructura estable de articulaciones”. Entonces, es necesario distanciarse de la noción misma de sociedad como una «totalidad autodefinida» en la que lo social se fija a sí mismo. Por lo general, se identifican “puntos nodales” que producen sentidos y direcciones parciales y le permitan cobrar forma a éstas o a aquellas formaciones de lo social. Se tratará cada vez más, por lo tanto, de rechazar toda solución dialéctica propuesta por conceptos como “mediación” o “determinación”. “La política emerge como problema de las condiciones trascendentales del juego entre articulaciones y equivalencias que se constituyen en lo social. La identidad de las fuerzas en lucha está sujeta a mutaciones constantes y exige un incesante proceso de redefinición”.

El equilibrio de esta articulación es, sin embargo, difícil de determinar. Se expone a dos peligros. Al primero lo llamaría “deriva de la demanda” o, mejor, deriva de la inconclusividad del encuentro de los equivalentes. Véase –veinte años después de Hegemonía–, La razón populista, de 2005. Allí el discurso comienza otra vez con una inmersión en lo social, construyéndose alrededor de estímulos, de conatus multitudinarios que impulsan hacia lo político. “Ahora –escribe Laclau– la unidad más pequeña de la que partiremos corresponde a la categoría de demanda social». Por supuesto, esta demanda, por un lado, empuja hacia la profundización de las lógicas de formación de la identidad; por el otro, abre al antagonismo. El problema ahora deviene el siguiente: ¿cómo transformar la competición, el antagonismo dislocado y en continua proliferación, en un antagonismo visible y dualista? La “cadena de equivalencias”, ¿no se agota en una proliferación de la que se desconoce el final? El mismo Laclau parece tomar conciencia de esto: “la especificidad de la equivalencia es la destrucción de significado a través de su misma proliferación”. Este indefinido de las potencias de la inmanencia pone en riesgo (y ciertamente  amenaza) la construcción trascendental del significante.

La segunda dificultad está directamente relacionada a la consolidación definitiva del equilibrio tal y cual se presenta en el concepto de «hegemonía».

Un pequeño paréntesis a propósito de esto. El concepto de hegemonía en Laclau se construye con referencia a Gramsci. Pero las cosas no son así de simples. Peter D. Thomas nota que Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, en Hegemonía y estrategia socialista, de 1985, sustituyen el dispositivo político de la hegemonía –tal como era definido por la tradición leninista— por un concepto discursivo, completamente formal. Estamos, según Thomas, en una fase de reflexión teórica del “eurocomunismo” que se desarrolla bajo la forma de un gramscismo “blando” y que señala el pasaje de una política radical a una democrática post-marxista. Más allá de si se está de acuerdo o no con el punto de vista de Peter Thomas, es necesario recordar aquí, en todo caso, que el pensamiento de Gramsci se organiza desde una posición marxista y leninista en la que la dictadura se presenta no como comando totalitario, sino precisamente como hegemonía; es decir, como la construcción orgánica de un poder constituyente revolucionario. No se puede negar que la referencia a Gramsci de Laclau es, en este sentido, más bien débil,  búsqueda retórica de una supuesta herencia más que verdadera filiación ontológica. El concepto de hegemonía en Gramsci (de la práctica turinesa de los Consejos a la teoría del nuevo Príncipe) se construye sobre la lucha de clases, mantiene una “solidez” materialista y produce un dispositivo de poder de los trabajadores en sentido comunista. El concepto gramsciano de hegemonía no puede, en ningún caso, reinterpretarse bajo la modalidad teorizada por Norberto Bobbio, es decir, como un producto superestructural de la “sociedad civil”, donde sociedad civil es un concepto reducido a la acepción hegeliana.

Además, lo que resulta extraño aquí es cómo en Laclau el concepto de hegemonía  –al que ya se le sustrajo la potencia gramsciana– puede ser referido a las políticas del Partido Comunista de Togliatti: en este punto, el equilibrio entre autonomía de base de los movimientos y Partido, como significante  por momentos “flotante” –pero ciertamente nunca “vacío”– podía aún orientarse hacia la izquierda, dado que el Partido se encontraba anclado a las políticas soviéticas. De esta manera, el eje de las abscisas hegemonía/sociedad y las coordenadas izquierda/derecha podían mantenerse en equilibrio debido a la imposibilidad del «significado» de volverse Estado –Yalta lo impedía. Repito: en Togliatti, en el comunismo italiano, lo “nacional-popular” pudo ser interpretado por izquierda (con los límites que, de todos modos, tenía toda acción opuesta a la lucha de clases) sólo porque el Partido Comunista no podía acceder al poder y hasta tanto y en cuanto, transformándose, accediera. Aquí, paradójicamente, el concepto de hegemonía se convierte en concepto de «centralidad» política.

En resumen: la figura y la función de la hegemonía de Laclau nos parece equivocadas: en lugar de analizar cómo funciona el capitalismo establecen cómo nos gustaría que funcionase una sociedad política que no conoce el capitalismo, o la confunden con una necesidad. Creo que se puede decir lo mismo para “pueblo”: brecha en el bloque hegemónico que Laclau llama «significante vacío», el pueblo representa la ocupación del Estado por parte de un grupo capaz de determinar una nueva universalidad, pero esto no es del todo claro. Parece más bien que, por un lado, el pueblo es una deriva causada por la lucha de distintas facciones y que, por  otro, termina por representarse como una nueva cristalización de identidades políticas.

Por ello es que, en la filosofía de Laclau, el significante vacío representa una abstracción estructuralista que pierde de vista un hecho sin duda central: que lo que considera vacío es producto de un “éxodo” y no de una modificación estructural (como bien lo analiza Bruno Cava, un activista brasileño que estudió bien a Laclau). «Si hay algo hoy del todo evidente cuando se consideran las actuales formas de la política, es el distanciamiento del “pueblo” de las funciones de participación que le fueron consignadas en el derecho público moderno. El significante vacío se vacía aún más en la situación actual; no  muerde la multitud, sino que es fagocitado por fuertes poderes que no tienen nada que ver con el pueblo, la nación y todas las bellas palabras de la política de la modernidad. En cuanto a los movimientos, viven en la consistencia de una «universalidad concreta» que tiene la función de suturar y articular los significantes: sin embargo, su potencia reside en la multitud, que es un concepto de clase».

Otra consecuencia. Es claro, entonces, que el pensamiento de Laclau se sitúa en una especie de era post-ideológica, donde la lucha de clases cede su lugar central a diversas y múltiples identidades (que se pueden investir según varias declinaciones). Pero me parece que este pensamiento no puede conducir a nada específico o, más bien, que conduce a un resultado nulo en el marco de las coordenadas a las que hicimos referencia anteriormente: el eje de abscisas hegemonía/sociedad y el eje de ordenadas derecha/izquierda. Esta mutación que des-ontologiza los sujetos, en este sistema de coordenadas, podría muy bien regirse sobre singularidades que colaboran de manera transversal y construir así, sobre un plano maquínico (para decirlo con Deleuze-Guattari), las variadas máquinas de guerra sociales diversas. «Máquinas de guerra» que no serían en ningún caso efecto de la urgencia de consolidar los contornos de una “hegemonía” o de una “nación”. La mutación puede representarse, entonces, como una ilusión. Nuevamente debemos preguntarnos si el «significante vacío», sometido a estas tensiones, además de ser reducido a una figura “centrista” de la organización del poder, no sufre otra deriva: la de inmovilizar el proceso político debido a que su dinamismo, desplazado hacia el centro, es ahora incapaz de producir potencia. La síntesis trascendental, en este caso, está totalmente privada de movimiento.

De este modo llegamos aquí a un último y crucial punto: la concretización históricamente determinada de la forma trascendental.

El significante vacío opera en el terreno nacional. Para Laclau, no se puede aceptar un discurso cosmopolítico, ni siquiera como horizonte. Luego de haber eliminado todo otro punto de apoyo, el poder tiene necesidad, para tener una consistencia real, de la identidad nacional. Incluso en la globalización, cuando el poder del Estado nación declina, el concepto de Estado-nación no puede ser, sin embargo, abandonado. Abandonarlo no significa solo situarse sobre un terreno poco realista, sino sobre todo, peligroso. Sin la unidad nacional, la expansión horizontal de la protesta social y la verticalidad de una relación con el sistema político serían imposibles. E insiste Laclau, la experiencia de América Latina en los años ‘90/00 demuestra ampliamente esta condición.

Por el contrario, nos parece que el movimiento progresista que sacudió a América Latina en el veinteno que cabalga sobre los dos últimos siglos estuvo fuertemente comprometido con la superación, «hacia afuera», de un ámbito nacional en el que, uno a uno, los Estados se doblegaron bajo el dominio norteamericano y sus valores imperialistas; y «hacia adentro” de América Latina, donde la horizontalidad de los movimientos se puso a prueba a gran escala, a veces anticipando y a veces siguiendo un nuevo espíritu continental que animó a los gobiernos populares y les permitió superar cualquier chovinismo –reaccionario tanto en la tradición latinoamericana como en la europea. Pero el nacionalismo de Laclau, es necesario reconocerlo, no puede soslayarse. Data del comienzo de su obra. En Política e ideología en la teoría marxista, de 1977, en contra de Althusser, ya sostiene que la clase obrera tiene una irreductible especificidad nacional. Y resalta la experiencia del peronismo que «tuvo un éxito innegable en la constitución de un lenguaje democrático-popular unificado a nivel nacional”.

Con esta opción nacionalista, según Stuart Hall, la posición discursiva de Laclau corre el riesgo nuevamente de perder toda referencia a la práctica el material y a las condiciones históricas de la lucha de clases: su potencia es neutralizada, por así decirlo, en referencia al contexto nacional. No se puede considerar a la sociedad como un campo discursivo completamente abierto y, sobre esto, fijar la hegemonía política en un horizonte nacional-popular: esta operación no puede producir un asalto a Fort Apache por parte de las otras fuerzas sociales en juego, como sucedió en Argentina. Consecuencia: el esquema laclauniano muestra también aquí que solo es capaz de disponerse como figura “centrista” de gobierno. No puede sino ofrecerse –tal como lo hace— como un positivismo de la soberanía ejercida por una autoridad centralmente eficaz. Es, de hecho, una trascendencia formal la que materialmente pone y justifica el poder.

Y aún hay que destacar que en el último Laclau la trascendencia del comando deja de representarse en términos estrictamente nacionales y en nombre de un centralismo estatal demasiado aparatoso. Se puede ver, incluso, cierto distanciamiento de la concepción original hobbesiana que veía el poder con capacidad de formar el pueblo. Y, no obstante, emerge de pronto una paradoja: si en efecto la trascendencia del comando, la tentación hobbesian se atenúa –porque siempre existirán, en la contemporaneidad, irregularidades crecientes del poder en las relaciones sociales–, incluso esta “imposibilidad trascendental” de nuevo se concretiza en la obra de Laclau, no buscada pero encontrada, no construida sino impuesta por la mecánica misma del trascendentalismo. En lugar de la síntesis de la multitud, el enfoque trascendental, para fundar lo político, verá compactarse cada vez más, en la emergencia del “pueblo”, un significante “pleno”. ¿Pasaje de criticismo a una concepción definitivamente entregada al idealismo objetivo?

Lo que podemos concluir es que, si Laclau demuestra de forma brillante que el pueblo no es una formación espontánea ni natural, sino que es constituido por mecanismos representativos que traducen la pluralidad y heterogeneidad de las singularidades en unidad; y si esta unidad, a través de la identificación con un líder, un grupo dominante y, en algunos casos, con un ideal, se convierte en realidad, esta visión parece aún tributaria, a pesar de todo, de una idea “aristocrática”, en lugar de democrática, que repite las declinaciones más profundas y continuas de la historia moderna del estado. Quizás aquí realmente hay una confirmación de un pasaje del criticismo al idealismo objetivo. La centralidad, para Laclau, de la función de los intelectuales y de la comunicación en la organización política es expresiva de esta desviación. Es completamente superado, de este modo, el concepto gramsciano de “intelectual orgánico”, dado que se asume una función autónoma del intelectual como una fuerza auxiliar en la construcción de hegemonía –¿o de leadership? Es exactamente eso lo que Laclau se negó a hacer durante toda su vida como militante democrático y socialista – démosle por ello un caluroso reconocimiento. Y, entonces, ¿por qué esta unidad de la  “autonomía de lo político” y delleadership intelectual?

Para concluir digamos que este cuerpo a cuerpo con el pensamiento de Laclau se fue repitiendo en los últimos veinte años. Lo digo con franqueza, como se lo dije a él directamente: creo que su pensamiento, la misma concepción de populismo, son el producto de una reflexión, más que sobre el poder, sobre el concepto de transición, y del poder en la transición en diferentes periodos de su organización. El populismo de Laclau es la invención de una forma móvil de mediación, de la y en la transición de los regímenes políticos –sobre todo, pero no sólo, de los sudamericanos. Una forma que yo aún considero débil, no conceptualmente sino por la realidad que registra, porque aquel “vacío” que él asume como problema, a menudo no es un vacío que llenar, sino un abismo en el que es probable que se caiga. Y esta debilidad se acentúa en Laclau por el hecho de que, al negarse a abrir una indagación ontológica y después de dar sentido a la emergencia de lo nuevo, incluso admitiendo que la governance de una transición no puede ser constituyente, esta constitución incierta acaba paradójicamente por repetir modelos de la modernidad. En particular, rechaza toda tensión emancipatoria. Al aceptar situarse en la tensión entre espontaneidad y organización, pero borrando las dimensiones materiales de la lucha de clases, Laclau termina regresando a algunos aspectos muy problemáticos del derecho público europeo. Por ejemplo: cuestionando el tema de los movimientos sociales, Carl Schmitt define su figura mediante el reconocimiento de que estos constituyen la trama de la composición popular del Estado –reconocimiento de arriba a abajoque politiza la sociedad a fin de construir una identidad nacional. O, por otro lado, la definición schmittiana del lugar de la representación política como “presencia de una ausencia”; ausencia a llenar si se quiere que el Estado exista, presencia a vaciar si se quiere que el Estado se sitúe por encima de las partes, super partes. ¿Hasta qué punto el «significante vacío» repite el modelo schmittiano de representación? Pero lo que estamos subrayando son interferencias impropias –seguramente, para Laclau, simples instrumentos recuperables de los archivos del derecho público europeo. Porque –y esto es lo que creo– la importancia o, más bien, la grandeza del pensamiento de Laclau no consiste tanto en resolver la cuestión del significante político vacío, o por el contrario (visto desde la derecha), en la negativa a confiar en la lucha de clases y el conflicto social para llenarlo. Consiste más bien en haber vivido dentro de ese problema. Esa cosa flotante que vislumbró delante de sí, aquel truc, aquella machin que no era el viejo modelo de Estado, el Estado moderno, sino una cosa nueva. Hay una tensión constituyente que se extiende sobre el terreno de la crisis del estado democrático de la modernidad. No se trata de descubrir que ese Estado que teníamos se agotó, sino de construir otro. Inventarse un nuevo para una transición radicalmente democrática. Que el criticismo se exalte en su significado originario, no como eje de construcción trascendental del Estado, sino como un investimento problemático de su crisis.

Si se me permite este pequeño apéndice, quisiera concluir señalando algunos trastornos brutales de la enseñanza de Laclau. Cuando, por ejemplo, se impone un techo a los movimientos reales, no como si el techo, sino como si la medida fuese el problema: es lo que sucede a menudo en el actual debate español. O cuando, en nombre de Laclau, se remite –para purificar la sucia vitalidad del movimiento– a la imagen del viejo Partido Comunista Italiano como modelo de escucha y dirección de la palabra del pueblo, como es cada vez más frecuente, un poco en todos lados, en la izquierda europea y latinoamericana. Y en miles de otros casos que, incluso con las distorsiones que sufre, evidencian la extraordinaria vitalidad del pensamiento de Ernesto.

Maison de l’Amerique Latine, París, 27 de Mayo de 2015

Traducción: Verónica Gago y Diego Picotto

CHALECOS AMARILLOS. Inventar la democracia directa, organizarse en contrapoderes // Francesco Brancaccio e Marta Camell i Galí

El martes 16 de abril, el presidente Macron habría tenido que presentar las “reformas” políticas y sociales con las que, tras la muy cuestionada consulta nacional del Grand Débat, pretende dar respuesta a un movimiento que sigue avanzando. No obstante, el incendio de Notre-Dame ha dado a Macron la excusa perfecta para retrasar unos días el anuncio de dichas medidas, en un intento de sortear el atolladero político en que se encuentra en este momento, a través de una contundente llamada a la unidad nacional y al redescubrimiento de la identidad del pueblo francés. En realidad, la reconstrucción de Notre-Dame y los homenajes televisivos a los magnates que han donado grandes sumas de dinero en un clima de conmoción han sido también objeto de un encendido debate político, en un país en el que las cuestiones sociales y democráticas planteadas por los gilets jaunes (chalecos amarillos) han dejado de poderse ignorar.

*

Desde el viernes 5 y hasta el domingo 7 de abril, a casi cinco meses del inicio de la sublevación de los gilets jaunes, más de doscientas delegaciones provenientes de toda Francia, compuestas siguiendo el principio de la paridad de género y el mandato imperativo, se reunieron en la Maison du Peuple de Saint-Nazaire para tomar parte en la segunda Asamblea de Asambleas (de ahora en adelante, AdA), tras la celebrada en Commercy los pasados 26 y 27 de enero.

ON A TOUS UN ROND-POINT EN COMMUN (TENEMOS TODOS UNA ROTONDA EN COMÚN)

La devaluación de la democracia directa reaparece persistentemente en el debate actual a través de una serie de clichés.

Por un lado, sus detractores nos dicen que la ‘democracia directa’ sería un mero suplemento de la máquina de la representación que entraría en juego como un potencial correctivo en fases de crisis. Aquí se incluyen las diversas declinaciones débiles del término ‘participación’. En el extremo opuesto se sitúan quienes utilizan el término en modo impropio o manipulador, asociándolo a la abusada y ambigua fórmula política del populismo. En este caso la ‘democracia directa’ asumiría las características del referéndum, para ser más tarde encerrada en la camisa de fuerza de la representación (más o menos) carismática por parte de un determinado líder.

A estas alturas resulta evidente que los gilets jaunes se niegan a transformarse en partido y, de hecho, han rechazado cualquier oferta electoral, prefiriendo la irrupción multitudinaria en los espacios urbanos

Tanto en el caso de los detractores como en el de los usurpadores, la democracia directa se considera siempre la fase adolescente de un movimiento, antes de su llegada a la edad adulta, la de la “gran política”.

En el caso de los gilets jaunes, es decir, de una “revuelta histórica” en lucha contra un “poder histérico”, las cosas son bien distintas. A estas alturas resulta evidente que los gilets jaunes se niegan a transformarse en partido y, de hecho, han rechazado cualquier oferta electoral, prefiriendo la irrupción multitudinaria en los espacios urbanos, el bloqueo de la economía y la experimentación colectiva. El rechazo a la democracia representativa se realiza en nombre de la propia democracia. Entre Commercy y Saint-Nazaire, empieza ahora a delinearse una forma precisa de expresión política del movimiento, que continúa en desarrollo.

Democracia directa asume aquí un triple valor:

  1. a) Antes que nada, se trata del nombre común alrededor del cual se han reunido un conjunto de grupos locales, asambleas ciudadanas, casas del pueblo, comités de barrio y asambleas de banlieu que constituyen el “cuerpo” de un movimiento policéntrico y muy distribuido a nivel territorial y en las redes sociales digitales. El punto de origen, junto con una petición online, es la ocupación de la “rotonda”, el primero de una serie de círculos concéntricos que configuran una organización de tipo horizontal, la cual se desarrolla siguiendo lógicas asociativas y la pragmática del encuentro.

 

  1. b) En segundo lugar, “democracia directa” es un modus operandi que la AdA ha hecho proprio, autodefiniéndose, en la inauguración de los tres días de asambleas, como una “plataforma de inteligencia colectiva”, con el objetivo de favorecer que se compartan experiencias, que se cree un mutualismo de ideas y de prácticas y que se mejore la coordinación entre grupos. El método del consenso, los grupos de trabajo y la continua descomposición y recomposición de los “círculos” de debate han permitido sustituir, en el arte de la decisión colectiva, el principio de la mayoría por el de la aglomeración de las diferencias en puntos de convergencia.

 

  1. c) Por último, la democracia directa es, en el contexto político actual de Francia y Europa, un terreno de lucha, podría decirse vertical, contra Macron y su mundo, contra el desastre social y ecológico del neoliberalismo en pleno Capitaloceno. Ese enfrentamiento vertical se define en términos de asimetría. Los “Actos” del sábado se mueven así al ritmo de la proliferación de instituciones autónomas del movimiento, lo que la AdA define como “contrapoderes populares y locales”.

 

Por tanto, no se trata simplemente de recuperar un viejo sentido perdido de democracia directa. La AdA quiere aventurarse en el sendero del descubrimiento y la invención. El llamamiento final dice: “Frente a la mascarada del Grand Débat, frente a un gobierno no representativo y al servicio de una minoría privilegiada, nosotras construimos las nuevas formas de la democracia directa”.

LA MAISON DU PEUPLE DE SAINT-NAZAIRE

La Maison du Peuple (Casa del Pueblo) de Saint-Nazaire, un edificio abandonado perteneciente al Pôle Emploi, fue ocupada el 24 de noviembre de 2018, justo una semana después del inicio de la rebelión. Algunos la definen como el “centro nervioso” de un tejido conectivo mucho más amplio que comprende tanto la ciudad de Saint-Nazaire como la banlieu que la rodea.

En los inicios del movimiento, la Maison du Peuple se convirtió rápidamente en punto de encuentro de las rotondas y párkings ocupados por los gilets jaunes de la región. Cada tarde tiene lugar una asamblea plenaria y solo el sábado se organizan conciertos, al final de cada Acto. Con el tiempo, la Maison se ha transformado en un taller de autoproducción que aloja: una serigrafía, una red de encuentro entre comedores y agricultores de la región (algunos de los cuales producen dentro de la Zone À Défendre, más conocida como ZAD) y una plataforma de comunicación digital independiente.

El llamamiento de la AdA se ha acompañado con una invitación a construir Maisons du Peuple por toda Francia: “nuestras Maisons du Peuple son lugares de vida, de solidaridad, donde el calor del colectivo nos hace dejar de sentirnos solos, donde aprendemos a escucharnos y a aceptar nuestras diferencias, y de la que no podríamos prescindir. Y no importa si estos espacios están bajo amenaza de desalojo, si éste llegara a consumarse encontraríamos otros lugares. La Maison du Peuple no es solo un edificio: se mueve al compás de nuestros propios movimientos.

En 1789 el pueblo insurrecto se reunía en los clubs y en los cafés, a principios del siglo XX, los obreros reforzaban su solidaridad en las Bourses du Travail, en 1936 y en 1968, las fábricas en huelga se convirtieron en el corazón de la lucha. Nuestras Maisons du Peuple se inscriben directamente en esa continuidad”.

Para alojar la AdA, los gilets jaunes de Saint-Nazaire realizaron inicialmente una petición al Ayuntamiento para obtener la cesión temporal de edificios públicos. Frente al rechazo del consistorio, reestructuraron por completo el espacio de la Maison du Peuple, echando abajo muros e instalando una carpa de circo en el terreno limítrofe.

La Maison du Peuple ha propuesto un método inspirado en cuatro principios:

 

  1. a) Confiar en la inteligencia colectiva.
  2. b) Recordar que ningún individuo tiene la solución perfecta, pero que en colectivo podemos encontrar una parte de la solución.
  3. c) Aceptar que tenemos derecho a equivocarnos.
  4. d) Saber que es necesario llegar a puntos de convergencia sin necesidad de ocultar las divergencias.

 

Los promotores han invitado a quince personas “facilitadoras”, cuya tarea ha sido moderar los debates y asegurar un clima “benévolo” en las asambleas plenarias. Una tarea necesaria, considerando la heterogeneidad de los puntos de vista y la diversidad de los modos de practicar la “toma de la palabra”; por no hablar de la diversidad de culturas políticas presentes. Tras una reflexión sobre la naturaleza y el funcionamiento de la próxima AdA, se ha llegado a un acuerdo general para que ésta se reúna una vez cada mes y medio, de forma que continúe y se consolide la relación de fuerzas en todo el país. La próxima AdA se celebrará antes del verano, y la siguiente, en septiembre.

 

GEOGRAFÍA SOCIAL DE LA ADA

Dentro de la sala donde se desarrollan las asambleas plenarias hay colgado un mapa de Francia, en el que cada comité ha colocado un símbolo distintivo. El número de delegaciones ha crecido respecto a la AdA de Commercy (de 70 a 230), así como su diversidad social y territorial. En relación a su proveniencia, cada delegación ha compartido sus modos de encuentro y organización. En las zonas rurales predominan las “rotondas”, mientras en las ciudades y las zonas periurbanas, lo hacen los comités de barrio y las asambleas de banlieu. También han participado delegaciones de zonas rurales agrícolas o turísticas (principalmente del Sureste de Francia, pero también de regiones del Centro), de zonas rurales obreras (Este y Norte), de zonas periurbanas (alrededor de grandes ciudades como París o Burdeos y de las regiones occidentales del país), de ciudades medianas como Estrasburgo, Montpellier, Grenoble o Nantes, de grandes ciudades como Burdeos, Toulouse o Lyon y también de la metrópoli parisina (región de la Île de France).

Las reivindicaciones de los gilets jaunes se sintetizan con la siguiente fórmula: “justicia social, justicia fiscal, justicia ecológica y más democracia”. Los cuatro niveles resultan indisociables

La AdA de Saint-Nazaire ha mostrado que la distribución territorial de los gilets jaunes es mucho más rica y articulada de lo que quieren hacernos creer algunas lecturas mainstream fundadas en las maniqueas dicotomías del urbano-rural, de la ciudad-campo o del centro-periferia.

Lejos de ser social o geográficamente “periféricos”, resulta ahora evidente que los gilets jaunes se sitúan en el centro de la lucha por la apropiación del excedente social (“partage des richesses”, “reparto de la riqueza”), de la lucha por la revalorización del trabajo (“nous voulons vivre des nos métiers”, “queremos vivir de nuestros oficios”), de la lucha por construir resistencias a la privatización de lo existente y por la desposesión del bien común (“Fin du monde, fin du mois, mêmes responsables, même combat!”, “¡Fin del mundo, fin de mes, mismos responsables, misma batalla!”). Se demuestra así que la lucha de los gilets jaunes es inseparable de la reescritura de las actuales geografías del poder político y económico (“Réapprenons à vivre ensemble où nous habitons”, “Reaprendamos a vivir allí donde habitamos”).

No es casualidad que el movimiento, durante los últimos meses, haya debatido cada vez más sobre la temática de la vivienda, acompañándola con la práctica de la apropiación del espacio urbano. Precisamente porque los habitantes de las grandes y medianas ciudades, junto con quienes viven en pueblos pequeños mal comunicados y sin servicios públicos, se ven cada vez más empujados a establecerse en las áreas periurbanas como consecuencia de la gentrificación y de la especulación inmobiliaria, los gilets jaunes han orientado sus acciones hacia los barrios ricos de las principales ciudades francesas, obstaculizando los circuitos del consumo y del turismo.

Ahora, junto con los Actos del sábado, empieza a prefigurarse una perspectiva constituyente definida como municipalista (o comunalista), propuesta inicialmente por los gilets jaunes de Commercy, y compartida en Saint-Nazaire por un gran número de grupos. Con esta expresión se critica la organización centralista que caracteriza al Estado francés, y se exige en primer lugar un poder de decisión sobre la gestión y la organización de los servicios públicos locales y sobre las políticas urbanas y territoriales. La propuesta de Commercy destaca, además, la necesidad de construir asambleas populares permanentes y, allí donde la relación de fuerzas lo consienta, presentar listas electorales locales e independientes vinculadas al mandato imperativo. Sobre este último aspecto, el debate está aún totalmente abierto, y en el llamamiento final se ha invitado únicamente a la creación de asambleas populares locales.

“GILETS JAUNES, QUEL EST VOTRE MÉTIER?”

Los tres días de asambleas se han desarrollado en un clima de gran entusiasmo y determinación colectiva. Y esto a pesar de que las cifras de la represión gubernamental (cuyos responsables se presentan ahora como candidatos a representar “la Europa que protege”) hayan alcanzado una dimensión inédita en el contexto de la historia francesa reciente. Pero el miedo o el victimismo no forman parte de las tonalidades emotivas de los gilets jaunes. Entre una plenaria y otra, han resonado cantos y gritos de batalla, tan alentadores como irónicos: “Gilets Jaunes, quel est le votre métier? Ahou! Ahou! Ahou!”. Este grito, que en Italia se hizo popular entre 2008 y 2010, durante la Ola [último gran movimiento estudiantil italiano, nacido bajo el cuarto gobierno de Silvio Berlusconi, N. del T.], es proferido en esta ocasión por un grupo cuya composición social es mucho más amplia e irregular: jubilados, obreros, profesores, trabajadores de plataformas digitales, parados, trabajadores del sector asociativo, funcionarios públicos, estudiantes, militantes de barrios obreros, pequeños agricultores y pequeños comerciantes.

Más que limitarnos a realizar la enésima descripción o a una clasificación de las categorías “socio-profesionales” que componen el movimiento (lo que a menudo se asocia a un abstracto “interclasismo” de los gilets jaunes), hemos preferido centrarnos en la subjetivación política, podría decirse de clase, que se ha producido en estos cinco meses de lucha. Desde ese punto de vista, se pueden extraer dos elementos claros del encuentro de Saint-Nazaire.

El primero es que los gilets jaunes entrelazan la revalorización del trabajo concreto y la revalorización de la vida en su conjunto. Así, no pierden de vista la lucha por un salario digno, pero al mismo tiempo presentan una serie de reivindicaciones que van más allá de la relación salarial: servicios públicos, pensiones, ayudas a la discapacidad, vivienda, ayudas al desempleo y a las personas sin hogar. La lucha de los gilets jaunes no se limita a denunciar el desmantelamiento del Estado social, sino que se interroga, aún solo de forma embrionaria, sobre la reinvención y la socialización de los elementos de aquél. Al mismo tiempo, el movimiento enfoca la cuestión fiscal en términos de “fin de privilegios”. “Ir a por el dinero allí donde se encuentra” significa, junto con el rechazo a los impuestos indirectos (como el llamado “impuesto sobre el carbono”), elaborar un conjunto de medidas dirigidas a buscar la igualdad fiscal siguiendo el principio de “les gros payent GROS et les petits payent PETIT” (“Que los grandes paguen MUCHO y los pequeños paguen POCO”).

También se ha debatido sobre la reintroducción del ISF (impuesto a las grandes fortunas), sobre la recuperación del fondo económico de 40.000 millones del CICE (crédito fiscal para el empleo), la tributación de las grandes empresas de Internet y de aquellas que más contaminan, la intervención contra los grandes evasores fiscales, etc. La insistencia sobre la vida y el trabajo, y la lucha por el fin de los privilegios (más que contra una genérica “casta”) dividen la abstracta homogeneidad del pueblo, demostrando que éste está compuesto por intereses fraccionados y divergentes.

El segundo elemento es que la transformación social, en el sentido de egalité, es inseparable de la transformación política. La crítica, por parte de los gilets jaunes, de la forma de gobierno de la Quinta República parte de la conciencia que el agotamiento de su constitución material es proporcional al giro autoritario de algunos de sus órganos y aparatos administrativos. En Saint-Nazaire, los gilets jaunes pretenden “funcionar”, en el plano social, como una multiplicidad de grupos que se opongan a la reorganización autoritaria de la máquina estatal (véase la ley “anti-casseurs” aprobada por el Parlamento francés). Al ponerse de manifiesto que existe una condición común de pobreza productiva, el movimiento ha empezado a dirigirse hacia una lucha por la existencia social, adquiriendo así un nuevo carácter de fuerza de choque que ataca los cimientos de la legitimidad del poder soberano.

Las reivindicaciones de los gilets jaunes se sintetizan con la siguiente fórmula: “justicia social, justicia fiscal, justicia ecológica y más democracia”. Los cuatro niveles resultan indisociables, a pesar de que los medios de comunicación sigan pidiendo continuamente al movimiento que “ponga prioridades en sus reivindicaciones”. Tal cosa no sucederá, porque no se encuentran en el marco de una negociación de tipo sectorial. El mismo Macron, por otro lado, ha hecho de la liquidación de los cuerpos intermedios una de las características de su proyecto de gobierno. Pero si los gilets jaunes no estructuran en orden jerárquico sus reivindicaciones es sobre todo porque éstas se están dirigiendo cada vez más hacia una crítica radical del sistema político y económico, haciendo de la misma “ecología” campo de una dura contienda.

 

LA MULTIPLICACIÓN DE LAS LUCHAS ACTUALES NOS INVITA A BUSCAR UNA UNIDAD DE ACCIÓN

Las propuestas presentadas por los comités locales han tenido como objetivo organizar el movimiento y consolidar sus estrategias, tanto a corto como a largo plazo. Durante el cierre de los tres días de asambleas, se han redactado, aprobado y publicado distintos llamamientos en formato texto y audiovisual.

En el marco de un llamamiento a movilizarse el 1 de mayo y a una “semana amarilla de acción”, así como a converger con el movimiento climático y las luchas por la vivienda, la perspectiva de un “movimiento social, ecologista y popular” parece reunir las distintas peticiones de justicia desde la perspectiva de una unidad de acción.

En el llamamiento dedicado a la “convergencia ecológica” se afirma que lo que está destruyendo la vida sobre la Tierra, incluida la vida humana, es la lógica de explotación infinita del capitalismo. La limitación de los recursos empuja al movimiento a preguntarse sobre la distribución de aquellos, así como sobre el control de la producción. La AdA afirma que el conocido como “impuesto sobre el carbono” es el ejemplo perfecto de un falso ecologismo punitivo que castiga a aquellos que no son responsables, o que lo son, como mucho, en una ínfima parte. Así, los gilets jaunes invitan a todas las personas que quieran acabar con el acaparamiento de lo viviente a actuar contra el sistema actual.

Se ha debatido sobre las elecciones europeas como una ocasión para denunciar el carácter antidemocrático de las instituciones de la UE y como un terreno de movilización a escala europea. Considerando el periodo electoral como un “Acto de reconquista democrática”, los gilets jaunes rechazan cualquier indicación sobre el voto, para generar una presencia en las calles durante todo el periodo electoral (se ha previsto una manifestación en Bruselas para finales de mayo o principios de junio).

Además, se ha dedicado un llamamiento a la anulación de las penas para los miles de personas encarceladas y condenadas en estos meses de vida del movimiento de los gilets jaunes, así como de otras luchas dedicas a la defensa del bien común, luchas de barrio, ecologistas o que intentan construir una democracia directa. Se insiste así en la construcción de una campaña en defensa de las libertades públicas y de los derechos fundamentales, configurándose una plataforma estatal para censar los casos de represión judicial, y apoyar su defensa en los tribunales.

A largo plazo, como ya se ha dicho, la perspectiva municipalista (o comunalista) fue propuesta por los gilets jaunes de Commercy. También ésta se ha presentado en forma de llamamiento compartido por la AdA: “Desde aquí invitamos a crear en cada comuna [unidad mínima territorial de tamaño muy variable en que se configura oficialmente el territorio francés, N. del T.], o donde sea posible, una o más asambleas ciudadanas y populares. Porque ese poder nos ha sido confiscado, como podemos constatar en diferentes ámbitos: ecologismo, privatizaciones, democracia, etc.”

El conjunto de propuestas, de instrumentos de trabajo y de llamamientos compartidos por la AdA deberá ser ahora debatido de nuevo por cada comité o asamblea local presente en Saint-Nazaire. La mención de la necesidad de «salir del capitalismo», incluida en el llamamiento final, ha provocado un encendido debate. Algunas personas han expresado su perplejidad, porque consideran que la salida del capitalismo no es una reivindicación que defender ante una contraparte, sino un objetivo de fondo que se conquista con la fuerza material de la lucha. Otras personas, aun declarándose explícitamente anticapitalistas, han señalado la exigencia de preservar la heterogeneidad del movimiento, expresando en su llamamiento solo las reivindicaciones más ampliamente consensuadas. Por último, otros grupos han afirmado que la salida del capitalismo es una consecuencia lógica de las reivindicaciones de los gilets jaunes. La propuesta ha sido aprobada y ahora deberá someterse a discusión en los comités locales, como todo lo demás.

Resulta también necesario subrayar que la “gruposidad” de los gilets jaunes va mucho más allá del conjunto de comités que se han reunido en Saint-Nazaire. La AdA se configura, por tanto, como una hipótesis de trabajo y como la expresión de una tendencia dentro del movimiento de los gilets jaunes, sin pretender representar toda su complejidad.

Esa complejidad se manifiesta en múltiples prácticas de lucha y formas de existencia política: en los “Actos” del sábado, en el uso político de las redes sociales, en la plataforma digital alternativa llamada Vrai Débat, en las asambleas ciudadanas, en los piquetes en peajes, en almacenes de la logística, sedes de Amazon y centros comerciales; en los encuentros públicos en la Bourse de Travail de París y en los Ayuntamientos de las pequeñas ciudades, en los puntos fijos de información en los barrios y en los mercados callejeros; y en la construcción de pequeños campamentos en rotondas y en plazas de las ciudades.

 

Inventare la democrazia diretta, organizzarsi in contropoteri.Publicado por Dinamo Press y traducido por Pedro Castrillo para El Salto.

El humor: ‘una forma amable de la desesperación’ // Cora Gamarnik

Los despidos de Clarín tuvieron una consecuencia inesperada. Lograron que se viralizara una foto tomada por Rubén Digilio, uno de los despedidos con más de 20 años de antigüedad en el diario y a quien le faltaban dos años para jubilarse.

En el 2014 cuando Macri ya estaba de campaña Rubén fue por cuarta vez a sacarle fotos al entonces candidato. Las veces anteriores Macri lo había tratado mal. No le había dado tiempo suficiente para que Rubén saque las fotos y en la última oportunidad además lo había sobrado, le había dicho ‘ya está pibe… ya hiciste muchas fotos’.

Ese día Pepe Mateos lo envió a realizar una nota que saldría en la sección política de Clarín: ‘Andá y hacé lo que vos sabés hacer’ – le dijo. Los dos se entendían.

Rubén planificó la foto. Llevó una luz puntual que proyectaba esa sombra y le daba un toque siniestro al personaje. Cuando llegó al lugar buscó un fondo blanco y encontró esa columna. Si lo ponía sobre un fondo oscuro se perdería la sombra. Para asegurarse le pidió al Jefe de Prensa de Macri que posase en el lugar y probó la luz. Vio que salía bárbaro. El jefe de prensa no se dio cuenta de nada.

Macri posó tranquilo, confiado, sonrió para la foto. Un fotógrafo de su diario amigo lo fotografiaba. El diario que lo llevaría a la presidencia, su principal sostén, con quien compartía planes, negocios y proyectos a largo plazo.

Pero Rubén es un trabajador, un fotógrafo profesional, un maestro del detalle y de la luz. Y además defiende su profesión y no le gusta que lo forreen.

Rubén hizo su trabajo, jugó con la luz y con la sombra. Usó la ironía, un arma poderosa contra el poder. La ironía que desnuda paradojas, resalta contradicciones y realiza críticas mordaces usando la sátira y el humor.

Freud definió la caricatura como un recurso que “puede volver cómica a una persona para hacerla despreciable, para restarle títulos de dignidad y autoridad” y René de Obladía, dramaturgo y poeta francés dijo una vez que “el humor es ‘una forma amable de la desesperación’. Las ‘estrategias del débil’ diría a su vez Michel De Certau.

Macri posó para la foto e hizo lo mismo de siempre, lo que ya le había hecho a Rubén las otras veces. Le dijo ‘dale que estoy apurado’. Pero esta vez Rubén no necesitó más que un minuto. Estaba todo planificado. La primera foto que le sacó fue la que proyectaba la sombra y le hacía esa nariz sobre el fondo blanco. Después lo llevó a una ventana para que no se le proyecte más la sombra y poder sacar la foto que si publicaría el diario.

La foto que acá vemos la guardó y recién la pudimos conocer cuando la expuso en la Muestra Anual de Fotoperiodismo Argentino del año 2015. Allí los y las fotógrafas hablan por sí mismos. Sin títulos ni artículos ni epígrafes puestos por otros. Sin el filtro editorial de los medios para los cuales trabajan.

Rubén jugó con el intertexto, con nuestra complicidad como observadores, con nuestra sabiduría popular de quien es Pinocho. Jugó haciéndonos un guiño visual, sabiendo que nosotros completaríamos el sentido.

En la foto Macri quedó desnudo. Desnudo de ‘pobreza 0’, de ‘controlaremos la inflación’, de ‘somos el mejor equipo’…

Rubén nos hizo un guiño y nosotros lo entendemos. Y el cuento infantil por un ratito se transforma en algo tangible. Y nos reímos, con la risa poderosa del que tiene al menos eso. La posibilidad de reírse del poderoso. Y festejamos la foto y la reproducimos en miles posteos y la levantamos como una imagen que denuncia los despidos de Clarín.

 

Foto de Rubén Digilio, Legislatura de la Ciudad de Bs As, año 2014.

No estamos frente al capitalismo, sino que vivimos en su mundo // Jacques Rancière

–El sistema liberal mundial cerró con candado todas las posibilidades de una transformación fría, es decir, sin violencia, mediante la concertación y la negociación. Usted, en su abundante obra, postula un modo de acción espacial y temporal casi como única legitimidad de  acción colectiva para confrontar al sistema. 

–He tratado de demostrar que ya no hay más un poder central concebido como una fortaleza y la posibilidad de un asalto contra esa fortaleza. El capitalismo está en todas partes de la vida social, no estamos frente a él sino que vivimos en su mundo. Sin embargo, el capitalismo es también frágil. Su ley choca en todas partes con resistencias locales y puntuales. En todas partes se han dado una serie de revueltas protagonizadas por comunidades específicas contra le extensión  del poder capitalista y el poder del Estado. Creo que en una situación como esta es importante que se desarrollen comunidades que tengan sus propias agendas políticas sin estar sometidas a las agendas parlamentarias porque estas se han vuelto de alguna manera agendas del Estado. En casi todos nuestros países los sistemas representativos han pasado a ser agentes del Estado, han dejado de ser una parte del poder popular. Una política efectiva o alternativa al sistema capitalista y al poder del Estado que está cada vez más integrado al poder capitalista puede existir únicamente de forma autónoma, es decir, con gente capaz de crear sus formas de organización, sus agendas y sus propios medios de acción. Se trata de desarrollar movimientos con una autonomía lo más amplia posible. Pueden ser formas de autonomía política separadas de las agendas parlamentarias, puede ser una autonomía económica a través de la creación de una red alternativa de producción, de consumo y de intercambios, o formas de autonomía ideológica o incluso militares, como en México por ejemplo. De todas maneras, esto no tiene nada que ver con las ideas que antes se tenían sobre la insurrección. Hemos dejado de estar en esa situación en la que se creía que el capitalismo produce su propia desaparición. La lógica marxista enunciaba que el capitalismo creaba un modelo de producción que lo haría explotar. Está claro que no es así. Incluso se pensó que el capitalismo se alimentaba a si mismo con el trabajo pero ya sabemos que el capitalismo lo que hace es destruir el trabajo para perpetuarse. No hay ninguna expectativa de que el capitalismo produzca el socialismo, ni tampoco de que el pueblo armado se rebele porque los obreros como las armas han desaparecido. No hay ni horizonte definido, ni fuerzas identificables. Lo que si vemos es la creación puntual de autonomías locales específicas en donde el sistema de dominación es frágil y se lo puede atacar y a partir de las cuales pueden constituirse fuerzas alternativas. Luego, esas zonas de autonomía extienden su poder tanto como pueden.

–En su filosofía la idea del tiempo y del papel que este juega tanto en los sistemas hegemónicos como en los intentos de trastornarlos es fundamental. Usted escribe al respecto que “una política de emancipación existe bajo la forma de una interrupción del tiempo”.  

–Se tiene siempre la idea según la cual están, por un lado, los movimientos efímeros y, por el otro, las estrategias a largo plazo. Pero la historia del mundo es bastante diferente. Cuando se crean alternativas al sistema de dominación siempre ocurren durante momentos singulares. Las revoluciones fueron momentos singulares que duraron días, semanas, meses o años. Esto equivale a decir que el orden normal de las cosas fue interrumpido, que, en ciertos momentos, las reglas normales desaparecen, que el tiempo queda suspendido y al mismo tiempo se acelera porque los movimientos generan altas velocidades. Un ejemplo de ello es lo que pasó en Francia en Mayo de 1968: el orden normal del gobierno y de la economía de pronto se detiene, el tiempo se para, se bloquea. Y cuando el tiempo se detiene la gente empieza a reflexionar sobre la sociedad y se lanzan iniciativas que tienen efectos muy rápidos. Estamos entonces en una situación que el sistema no previó.

–¿El movimiento de los chalecos amarillos en Francia responde acaso a esa lógica? 

–-Se trata de un movimiento interesante porque, al principio, fue protagonizado por una categoría de gente que nunca protesta. Y es interesante también porque es un movimiento de gente relativamente madura, de personas que no son oriundas de una tradición de la izquierda pero que terminan por adoptar formas pertenecientes a la izquierda internacional. Ocuparon las rotondas como los jóvenes indignados ocuparon las plazas en Madrid. Se pronunciaron a favor de una democracia horizontal, lo cual corresponde al anarquismo de la juventud intelectual. Creo que fue efectivamente un momento de suspensión que empezó como protesta contra un impuesto ecológico y acabó poniendo en tela de juicio todo el sistema. Después, los chalecos amarillos fueron un movimiento que se vio paralizado porque no sabía exactamente qué quería más allá de sus reclamos iniciales. No había un horizonte final, pero no es culpa de ellos sino porque es así: no hay horizonte final y nadie sabe hacia dónde mirar. Los chalecos amarillos reflejaron la situación global de los movimientos de protesta de los últimos años durante los cuales se vieron formas de interrupción del tiempo que al final se trabaron porque tuvieron un tiempo autónomo que no sabía hacia dónde se dirigía. Ocurre entonces que esos movimientos o se agotan o los gobiernos los transforman en enfrentamientos. Así se pierde la originalidad política de la situación.

–Esto equivale a pensar que resulta imposible constituir lo que usted llama “una comunidad de lucha contra el enemigo”. 

–Se han creado esas comunidades de lucha y muchas obtuvieron victorias. Han sido victorias puntuales, locales. Pero en realidad, en la historia de la emancipación siempre ha sido así: hay momentos de emancipación colectiva. Esos momentos pueden ser pensados como etapas dentro de una temporalidad extensa y, al mismo tiempo, como momentos en cuales la gente vivió con libertad y en igualdad. Serían como los momentos de los movimientos: vivir cierto tiempo en plena libertad colectiva. Se crean espacios, brechas, oasis, y se busca desarrollarlos, pero no es evidente. Por eso me gusta la idea de la ocupación de las plazas, de los espacios, porque indica que cuando se ocupan los espacios se crea otra forma de temporalidad.

–¿Cómo durar más allá de esos momentos?

–Ha habido intentos de crear movimientos que vayan más allá de la protesta para prolongarse en el tiempo hasta convertirse en movimientos capaces de organizar formas de vida alternativa. La historia nos demuestra sin embargo que fueron esos movimientos autónomos los que consigueron victorias, incluso parciales, contra el capital y el Estado. Hoy vemos claramente que ni los partidos revolucionarios ni los sindicalizados llegaron a ganar algo. No. Cuando hay medidas que van en contra del trabajo lo más eficaz no es la acción de los sindicatos sino la de los movimientos autónomos como los indignados, la noche de pie o los chalecos amarillos. Las estrategias de los partidos o los sindicatos ya no valen nada. Las fuerzas de la izquierda han sido integradas al Estado y llevan a cabo una política similar a la de las fuerzas de la derecha. Es paradójico porque al mismo tiempo que no sabemos hacia dónde se dirigen esos movimientos, son, de hecho, los únicos movimientos reales que impugnan al poder. En Francia, la izquierda tradicional no existe más. Queda por ahí ese presunto populismo de izquierda que intenta recuperar lo que hay y dotarse de una fuerza parlamentaria: Syriza en Grecia, Podemos en España o Francia Insumisa aquí. Pero esos partidos no organizaron ninguna lucha victoriosa contra el enemigo. En cambio, movimientos como los indignados sí lo hicieron. En Grecia, por ejemplo, Syriza cambió de bando. Al final, tenemos movimientos que nos sabemos hacia donde van pero son los únicos que existen.

–Esas tres izquierdas europeas, la de Grecia, Francia y España, al final no desembocaron en nada. Están en una situación de ocaso lento. 

–A mi me llamó mucho la atención el hecho de que en España, Podemos, cuando se constituyó, su primera acción consistió en presentar una lista para las elecciones europeas en vez de actuar allí donde su acción tenía un sentido. Creo no obstante que, como la izquierda adoptó en todas partes el perfil de la derecha, hay un lugar para la izquierda de la izquierda. Sin embargo, hasta ahora, esa izquierda de la izquierda no fue capaz de organizar ninguna acción autónoma.

–¿Qué deberíamos reformular? ¿Hacer un inventario de toda la herencia de la izquierda revolucionaria y la de transformación y, desde allí, pensar en otra cosa? 

–La única herencia real con lo que contamos hoy es la herencia que nos dejaron los movimientos momentáneos. No hay herencia de los partidos de izquierda, ni tampoco de los partidos revolucionarios que apenas consiguen escasos porcentajes en las elecciones. No estoy diciendo que se debe rechazar a los partidos de la izquierda. Se trata de constatar la verdad. En Francia, la resistencia al liberalismo ha sido tal vez más fuerte que en otros lados, pero sólo gracias  a la herencia de mayo del 68 y no a los partidos de la izquierda que, más bien, lo que hicieron fue confiscar esa herencia.

–Lo efímero es entonces lo trascendente. 

–Lo efímero es lo que rompe el curso del tiempo de la dominación y lo que deja una herencia. No es sólo una herencia sentimental sino que son hechos. En Francia, las victorias obtenidas contra la reforma de la jubilación (1995) y contra una ley de reforma laboral en 2006 se consiguieron por la herencia de mayo del 68 y no por la acción de los partidos de la izquierda.

–Las extremas derechas son la gran figura renacida del panorama mundial. Fueron creciendo proporcionalmente al ocaso de la socialdemocracia. Para usted, ¿ese retorno es un momento efímero o veremos un arraigo temporal más consistente? 

–El fenómeno mayor, para mi, no es el de una extrema derecha que regresa después de haber estado escondida. No, lo esencial es cómo la derecha tradicional se fue a los extremos. En la medida en que la izquierda implementa la misma política económica y social que la derecha, la derecha tuvo que buscarse una figura especifica para existir. Es por eso que la derecha necesita radicalizarse y apelar a toda una serie de instintos y pasiones que hace 30 años no necesitaba. Antes, la derecha se presentaba como una fuerza de centro, medio liberal, medio modernista. Ahora eso se acabó. Para existir en el parlamento deben radicalizarse. Por eso no pienso que la extrema derecha sea una expresión de las clases populares. Ese es el análisis oficial. El auge de la extrema derecha se debe a la radicalización de la derecha. Desconfío de la idea acerca de un supuesto arraigo popular de la extrema derecha. La idea de un pueblo francés racista que tiene enfrente a los inmigrados ha sido construida por todo un sistema de propaganda.

–Hago una escala en uno de sus libros más bellos: “Los tiempos modernos”. Por lo general se habla de “modernidad” y no de tiempos modernos. ¿Cuál es la diferencia entre la modernidad y los tiempos modernos? 

–-Para mi la idea de la modernidad es totalmente falsa, tanto como el enunciado según el cual la modernidad ha funcionado como una declaración de la autonomía del arte. Siempre traté de demostrar que era lo contrario, es decir, que si existía una modernidad artística ésta consistía en la voluntad de unir el arte con la vida y no de hacer que el arte fuera autónomo. Con este libro quise demostrar que no existe una temporalidad de la modernidad sino que hay varias maneras de construir la modernidad. Tiempos Modernos porque son varios y varias: está la modernidad económica y la modernidad industrial y ambas no se corresponden con la modernidad política o espiritual. No hay un sólo tiempo moderno. Una historia con una gran H y un tiempo homogéneo no existe. Hay, sí, temporalidades diferentes. También se ha acuñado la falsa idea de que la modernidad es un proceso continuo dentro de un tiempo único y similar. No, no hay tiempo sino tiempos. El arte y los artistas crean en cierto momento un tipo de tiempo moderno que no es en nada homogéneo. Es una suerte de paradigma de la modernidad, una manera de ligar el tiempo, el movimiento, la comunidad, el presente, el futuro.

–Hoy vivimos dentro de varios tiempos dictados por la tecnología y dentro de la noción de “pos”: pos modernidad, pos verdad. Se evoca así el fin de todo pero todo sigue…

–El término pos, en realidad, corresponde un poco al discurso del intelectual cansado que dice “todo está terminado”. Ya se empezó a decir que todo estaba terminado en los años 1820…En aquella época ya se hablaba de la literatura industrial y se afirmaba que la literatura y la cultura se habían terminado, que sólo importaba el mercado. Hace dos siglos que se afirma esto. Este discurso le conviene a todo el mundo: tanto a quienes se presentan como los últimos defensores de la civilización como a los que se creen innovadores de un nuevo tiempo y portavoces de ese tiempo. Son nociones sin interés porque después, bueno, todo sigue, continúa, no estamos ni en el pos ni en el fin de la civilización. Es una construcción falsa aunque sea intelectualmente tan útil para los filósofos crepusculares como para los se creen vanguardistas. Es un doble juego donde, en lo que atañe a la verdad, se decreta que la verdad se ha terminado, que los hechos carecen de importancia y que lo importante es el análisis y la interpretación porque estamos más allá de todo, en un pos infinito. Aquí vemos claramente que estamos ante a una forma de administrar la opinión en donde los hechos han dejado de ser necesarios y donde lo importante es integrarlos en un sistema de explicación preexistente y, por consiguiente, no hace falta que los hechos sean verdad.

Eduardo Febbro  para Pagina|12

El futuro prefiere lo inestable // Diego Sztulwark

I

La única novedad relevante de la coyuntura política argentina del último tiempo es el fracaso del gobierno en su intento de implementar a fondo su programa económico y en concitar adhesiones a tales fines. Ni la candidatura de Cristina ni la de Lavagna se explican fuera de ese contexto. El fracaso es de tal magnitud que no bastaría con un mero cambio de candidato para sostener el peso muerto de su programa inviable. Siendo esta la variable principal de la situación, sería útil intentar darle una explicación propiamente política, es decir, capaz de dar cuenta de las causas de este fenómeno y del juego de poder que este debilitamiento abre.   

Así como el gobierno de Cristina dejó de controlar las prinicipales variables políticas en 2013 (luego de las presidenciales de 2011, aquel célebre 54%, el kirchnerismo perdió todas las elecciones: 2013, 2015, 2017), el de Macri fue derrotado en 2017, meses después de haber sorteado sin dificultades las elecciones parlamentarias de medio término. Mientras aún se escrutaban los votos, el gobierno anunció un ciclo de “reformas permanentes” cuya marcha debió detenerse en unas pocas semanas. A partir de allí, todas fueron malas noticias para el gobierno: el incremento constante y efectivo de la movilización popular, con un radicalización máxima en diciembre de ese mismo año; la restricción del crédito externo por exceso de endeudamiento para financiar su política “gradualista”; su condición de minoría parlamentaria, que si bien se moderó algo con las elecciones de octubre, quedó agravada en la medida en que su propia debilidad política le meguó parte del apoyo incondicional que parte importante del peronismo le había concedido desde un inicio; las corridas cambiarias iniciadas en 2018; y el malestar que produjo en grupos empresarios su torpe manejo de la causa de los cuadernos.

Esta coyuntura condujo al gobierno a considerar, durante el transcurso de 2018, una serie de acuerdos económicos con el FMI de naturaleza eminentemente política. Visto desde el punto de vista del gobierno, los acuerdos son una fuente de poder y de legitimidad indispensables para sostener un gobierno que no encuentra apoyos suficientes dentro de las ofuscadas coordenadas de la política nacional. Se trata de una operación eminentemente política: un acuerdo con los EE.UU. (verdadera autoridad de control del FMI) con el fin de contener descontento al conjunto de las clases y de los grupos locales, con el objetivo de ganar tiempo para llegar a las próximas elecciones presidenciales.  

 

II

La lectura del diario La Nación no deja de ser un ejercicio fértil a la hora de hallar confesiones de clase. El mismo día en que el gobierno presentaba su plan de precios cuidados, Morales Solá advertía que “el dilema fundamental del Presidente sigue siendo el mismo: o hace lo que tiene que hacer o se dedica a ganar las elecciones». No es fácil encontrar frases tan transparentes para explicar lo que se quiere decir cuando se enuncia que democracia y ajuste son incompatibles. En ese mismo artículo, el columnista aclara que “obviamente, los anuncios fueron negociados con el Fondo Monetario Internacional. Es imposible suponer que se tomarán decisiones económicas, en el actual estado de la economía argentina, sin consultar antes con las autoridades del Fondo”. Por reconfortante que pueda ser verificar de modo tan nítido lo que los discursos críticos venían advirtiendo, el cuadro de conjunto es demasiado frustrante. Ni siquiera quienes defienden al gobierno de Cambiemos procuran disfrazar este humillante estado de cosas.

Ya sin pudor, el columnista emblema de la derecha argentina expresa sin tapujos las mortificaciones que hasta ahora se murmuraban en voz baja: «¿Qué sucedería con la economía si Cristina le ganara a Macri por unos pocos puntos en las primarias de agosto?”. Y es que es cierto: el fracaso del programa de Macri colocó a Cristina Fernández de Kirchner en un lugar expectante, al que tal vez no habría llegado por otros medios, sobre todo si se considera que ella resultó fuertemente debilitada después de la derrota electoral del FpV en 2015. Fue acusada de casos de corrupción; su fuerza nacional se dispersó de modo notable –buena parte de los legisladores que accedieron al parlamento por las listas del Frente para la Victoria votaron las peores leyes de Macri–, lo que quedó del kirchnerismo no jugó un papel estratégico de dirección de la resistencia al programa de Macri durante los años 2015-2017; y durante 2017 tampoco demostró una suficiente potencia electoral propia en casi ningún lugar del país.

Cristina Fernández de Kirchner queda instalada en una situación nueva a expensas del fracaso de Macri: ya no es la jefa de una poderosa fuerza nacional, pero en cambio se está convirtiendo de a poco en la candidata preferida por cuadros políticos no kirchneristas que han protagonizado luchas del último tiempo y, sobre todo, de segmentos mayoritarios del peronismo, de una parte considerable de la iglesia católica y de extensos sectores de la población perjudicados por el programa de Macri. Lo cierto es que, según todas las encuestas, el electorado está crecientemente dominado por corrientes de opinión securitistas, punitivistas y conservadoras, lo cual constituye un verdadero límite para una candidatura de CFK. Esta última esperanza lo lleva a Morales Solá a concluir que “el único estímulo que le queda a Macri es que es él quien controla el Estado”. ¿Para qué lo usará?

 

III

También Carlos Pagni ha confesado sus deseos. El analista estrella de La Nación escribió días atrás que “la relación con el Fondo es el gran trauma de la disputa electoral. También mortifica a Cristina Kirchner. Ella sabe que, en caso de regresar a la Casa de Gobierno, no podrá romper ese contrato. Aquí está el problema: mantenerlo la obligaría a encarar reformas, para sus seguidores, inconcebibles: laboral, previsional, tributaria. Recuerdos de su amigo el griego Alexis Tsipras, que en 2015 ganó un referéndum rechazando un acuerdo con la Unión Europea y el Fondo, pero debió resignarse a pactar un plan de ajuste peor que el repudiado por el pueblo”. Esta comparación entre Argentina y Grecia, que puede ser cuestionada desde varios ángulos, permite verificar, sin embargo, los principales datos del análisis político y aprender algo sobre el funcionamiento de los deseos de los más reflexivos analistas de la derecha.

Por un lado, Pagni reconoce implícitamente que la Argentina es, como Grecia, un país recorrido por luchas y resistencias que tiende a repudiar los planes de ajuste. Viniendo de donde viene, esta admisión resulta significativa: en nuestro país, las clases dominantes no alcanzan a contener con recursos nacional-democráticos los desbordes y resistencias de las demás clases y grupos sociales, y tienden a recurrir a instancias financieras trasnacionales para frenarlas. El acuerdo con el Fondo es un cerrojo político proyectado hacia el futuro y no solo un salvataje económico ante una crisis inminente. Por otro lado, añade al análisis sus propios deseos al señalar que el acuerdo con el Fondo es, ante todo y como sucedió con Grecia, un dispositivo de control irrecusable: “Grecia es una advertencia”, señala. La lección de Pagni es la siguiente: la derrota de Alexis Tsipras se debió a la falta de apoyo de las masas europeas, y no hay un liderazgo político antineoliberal que pueda quebrar el dispositivo político de las finanzas globales en el marco de la movilización del espacio nacional. Gobierne quien gobierne, sugiere, será el FMI quien imponga sus condiciones. 

Finalmente, el texto de Pagni describe una situación que anticipa escenarios desde ya dificiles de administrar. La evolución política que se deriva de su análisis conduce bien a una crisis del precario equilibro actual vía explosión de variables económicas, o bien al desastre social vía implosión, hipótesis utópica del conservadurismo de un disciplinamiento colectivo pocas veces visto, que legitime sin más el poder de mando del FMI.

 

IV

Hay quienes piensan que un gobierno de CFK podría ensayar una opción intermedia. En un reciente artículo, el economista Claudio Katz explica en qué consistiría la apuesta de algunos economistas kirchneristas frente a una renegociación con el FMI, y expone las razones por las que la considera inviable.

http://contrahegemoniaweb.com.ar/argentina-mas-grave-que-grecia-y-lejos-de-portugal/?fbclid=IwAR0QnOhfk_JPc6glLEk66NI19bSEl6MejCWcjLgFO8iY7WSRG8DFmR_ZHU0

Hace unos días, un amigo bien informado advertía, al igual que Katz, que el kirchnerismo no está pensando en una radicalización desde arriba para ganar autonomía política frente al Fondo, y proponía un escenario que considera tan dificil como deseable: «El esquema para mí más interesante es que, al mismo tiempo que Cristina hace su trabajo por arriba, emerja una nueva capacidad de movilización social que presione para modificar los términos del poder aquí adentro, en un sentido democratizador. Allí depende de nuevos sujetos, como el feminismo y otros, que no subordinen todo su potencial y su estrategia a investir a Cristina de legitimidad, sino que abran el horizonte de otra manera”.

Una plaza con esta composición es casi inimaginable, tanto por lo inédito (sería una plaza que no brinda apoyo, sino que exige; que no delega poderes, sino que los exhibe; ¿quiénes serían los convocantes?) como por lo incierto de sus consecuencias (¿Hay en el peronismo y/o en el kirchnerismo en el poder alguna disposición a recrear liderazgos de abajo hacia arriba? La falta de antecedentes no resulta auspiciosa.). El realismo político enseña a no hacerse ilusiones. Hace unos días, una amiga me envió una cita de Robert Musil que me viene a la mente cada vez que se habla de la proximidad de las elecciones de agosto: “En lo inestable tiene el futuro más posibilidades que en lo estable”.

 

La deuda es un pacto entre caballeros // Luci Cavallero y Verónica Gago

El ministro de Hacienda Nicolás Dujovne se refirió al acuerdo de precios supuestamente alcanzado entre empresas monopólicas de alimentos y el gobierno como “un pacto entre caballeros”, que consistiría en el congelamiento de 60 productos de la canasta básica por seis meses. Quiso explicar así que no necesita de un reaseguro institucional o un compromiso por escrito ya que confía en la cofradía masculina entre empresarios y funcionarios.

Esta fórmula del “pacto entre caballeros” habla de algo más amplio: una propuesta patriarcal de resolución de la crisis. ¿Qué quiere decir esto?

1) “solucionar” la crisis confiando en los monopolios.

La crisis que, como sabemos, afecta a la vida cotidiana de modo directo -¡estamos hablando de “alimentos básicos”!- quiere ser encapsulada en un acuerdo entre señores que son responsables (como clase política y empresaria) de la concentración vía despojos de productores familiares y del ahorcamiento de otras economías de menor escala y, por tanto, de la libre suba de precios. Esto tiene efectos exponenciales frente a la ya consolidada financierización de la provisión de alimentos (a través de la individualización bancaria compulsiva lograda hace una década por medio de las tarjetas alimentarias) y la expansión del agronegocio como modelo productivo (hoy llevado al extremo con la fumigación de escuelas recientemente aprobado por la gobernadora Vidal en la provincia de Buenos Aires).

2) “solucionar” la crisis con más endeudamiento.

Otro de los anuncios para el “alivio” de la crisis fue un nuevo shock de créditos que se otorgarán a través del ANSES, a jubilada/os y receptora/os de AUH y asignaciones familiares. El objetivo es profundizar la explotación financiera sobre los sectores de menores recursos, llevando la deuda como dispositivo de empobrecimiento a futuro a cada hogar. El endeudamiento de las economías familiares, domésticas y, especialmente, de las economías populares tiene un objetivo político, porque expandir la red capilar de obligación financiera “contiene” el descontento, privatiza la angustia de la crisis y responsabiliza moralmente a las “deudoras” por el descalabro gubernamental. Hoy la deuda se usa para pagar alimentos, medicamentos y servicios básicos y ¡aun así no alcanza! Lo que se busca es justamente una “economía de la obediencia” que sirve a los sectores más concentrados del capital y a la caridad como despolitización del acceso a recursos.

 

3) “solucionar” la crisis alambrando el problema financiero como un debate entre técnicos.

Esto no sólo es propuesto por el gobierno, sino también por algunos actores de la oposición. El lenguaje sobre la deuda externa y privada pretende dar por desalojadoel conflicto social. La especulación financiera es impensable sin la especulación política. Ambas son una maquinaria de la “espera”, del juego con nuestros futuros: recordemos la última corrida del dólar que los titulares de Clarín decían que el Banco Central “trata de controlarlo vendiendo futuros”. El problema financiero, cuando se narra como técnico, es delegado a una negociación entre caballeros. La despolitización es doble: no se puede intervenir “ahora” y se niegan las consecuencias cotidianas de las finanzas. Esto sintetiza un modus operandi que caracteriza no sólo al gobierno: esperar a octubre. La especulación política se acompasa al ritmo de la especulación financiera y la especulación financiera deriva en especulación política.

Desde el feminismo se vienen “aterrizando” las implicancias del endeudamiento en cada territorio en conflicto: doméstico, barrial, campesino, etcétera. Desde el feminismo se ha evidenciado la relación del endeudamiento con los despojos de infraestructura pública, se ha señalado su vínculo estrecho con las economías ilegales y, sobre todo, se ha marcado su nexo con las violencias machistas. De esta manera queda claro cómo la deuda externa tiene una implicación directa con el endeudamiento privado. No son circuitos autónomos. No hay especulación de los grandes actores sin que se utilicen los ahorros privados (¡hasta las cuentas-sueldo!) como malabares especulativos o bicicleta financiera de los bancos.

La desobediencia financiera, sin embargo, ya está sucediendo en cada lucha por despidos, por presupuestos públicos, por más salarios sociales, por todas las iniciativas que combaten el ajuste impuesto por el pacto de caballeros con el FMI. En los barrios, son las mujeres las que están inventando institucionalidad popular para enfrentar la inflación: desde el pasanaku (préstamo mutuo sin interés) hasta las ollas colectivas; desde nuevas formas de trueque y feria a organización de cuidados colectivos. Esto no puede ser reducido a minúsculos paliativos (en la lógica del “miserabilismo”) porque eso implica desconocer su fuerza política de insubordinación, su capacidad concreta de no acatamiento en el día a día a la dictadura de las finanzas. Es el desconocimiento y desvalorización de estas estrategias lo que permite abstraer en lenguaje técnico el supuesto “alivio” de la crisis y la mentada “negociación” de la deuda.

El problema financiero exige ser desafiado y discutido por todos los sectores sociales que, haciéndose cargo de la larga experiencia de movilización y desobediencia en este país a los ajustes, han abierto la temporalidad política, una y otra vez.

FUENTE: Revista Crisis

Las pibas // Redacción La Tinta

Hace unos cuantos años leí un título que hoy busco y encuentro: “Está embarazada, tiene 15 años y se dedica a secuestrar”. Triste resumen de Clarín sobre la vida de Silvina, protagonista de Pollita en Fuga crónicas de la periodista Josefina Licitra. En el 2003, plena fiebre de los “secuestros exprés”, Silvina fue para quien quería leer, el vivo relato de la vida marginal y de las condiciones de detención de las pibas adolescentes.

La vida de las mujeres jóvenes se trama en hilos particulares. Las condiciones actuales configuran una realidad que tiene un peso específico sobre sus cuerpos. “Para una piba no es gratuito estar a todo ritmo” dicen desde el Colectivo Juguetes Perdidos, “para una piba -por ser piba- es más difícil rajar de un modo de vida y moverse de rol”. Modo de vida ligado a la reproducción, el sostenimiento, a un cotidiano familiar que deja pocos y difíciles lugares de fuga de los mandatos morales, de los roles impuestos.

En contextos de precariedad de las existencias, son los cuerpos de las mujeres los que se hacen cargo de parchar y gestionar la vida, de resistir la muerte programada del sistema. De ellas y de todos los suyos y las suyas. Además de resistir todas las violencias.

Estas particularidades se trasladan a los contextos de encierro. Actualmente, tal vez por la baja cifra de detenidas en el sistema penal juvenil, pero también por la invisibilización histórica de las mujeres, las adolescentes no son una población que suele aparecer en los análisis. Del total de adolescentes privadxs de libertad, las mujeres alcanzan alrededor del 5%. Además, existe un modelo hegemónico de infracción adolescente en términos de varón y pobre.

En la ciudad de Córdoba la SENAF (Secretaría de Niñez Adolescencia y Familia) utiliza el eufemismo “centros socioeducativos” para referirse a los espacios de encierro de lxs menores, afectadxs por causas penales. En su página web éste organismo explica que su función, a contrapelo de todo lo conocido, es brindar “a los adolescentes alojados protección y asistencia integral y una serie de actividades educativas, deportivas, recreativas, y de formación laboral, con el objetivo de estimular actitudes de autocuidado y aquellas habilidades sociales que faciliten su integración social”. El de mujeres se llama Centro Socio Educativo para Mujeres Adolescentes (CESAM), situado en Nueva Córdoba.

El sociólogo Matías Bruno explica que el propósito de estos lugares es “corregir los desvíos de criaturas violentas que, expulsadas del sistema y una vez apresadas, deben pagar por sus culpas”. El castigo como supuesta reinserción, idea caduca desde hace décadas, pero que sigue funcionando en las sociedades adictas a la mano dura. A las pibas no se las priva de la libertad, se las encierra y aprisiona en instituciones de castigo y control, pensadas desde una concepción androcéntrica que no mira las particularidades de género, y por eso profundiza la desigualdad y las violencias. Además, estos centros se diferencian de las cárceles “comunes” en el agravante de encerrar personas en un período de desarrollo diferente al de los adultos, porque además las instituciones estatales son adultocéntricas.

Existen percepciones, prácticas y estereotipos discriminatorios sobre lxs pibxs, y una tendencia social a considerarlxs población “peligrosa” que debe ser “sujeta a control”. Es una población que se encuentra, por tanto, en mayor situación de vulnerabilidad. Los sentidos sociales construidos sobre lxs pibxs pobres son especialmente negativas y estigmatizadoras, y se les concibe como propensxs a la violencia y al delito, culpandoles de ser los responsables de la “inseguridad”. ¿Qué duda cabe cuando se está tratando la baja de edad de imputabilidad? De ahí los acosos y abusos policiales, las persecuciones y la cantidad creciente de casos de gatillo fácil.

Una piba percibida como autora de un delito es un incómodo eslabón salido de la cadena, es una provocación doble y un manotazo desarmando mandatos. Se rompe la normatividad penal y la de género. La corrección disciplinaria entonces es más pesada, los cuerpos de las mujeres se colocan como un elemento central, lugar de conflicto y sometimiento. La moralidad que sostiene las opresiones de género, clase y etárea, muestra sus garras: mujer, pobre y joven. Todo para perder.

Los “desvíos sexuales”, la “promiscuidad”, los embarazos y las maternidades tempranas son ejes que se combinan con los delitos penales cometidos. Mujeres que se atrevieron a transgredir el rol tradicional donde las tareas de reproducción y cuidado debiera ser central. Las condenas sobre las pibas caen con más fuerza, por ser pibas.

El género es una dimensión constituyente del sistema penal y un componente siempre presente en el tránsito de las mujeres por sus instituciones, que conlleva situaciones de desigualdad y violencia sobre sus cuerpos. Que las mujeres en situación de encierro sean menos no responde a la benevolencia de los funcionarios de turno.

Según un informe elaborado por el Observatorio Regional de Justicia Penal Juvenil en octubre de 2015, para los países del cono sur, “las adolescentes mujeres sufren altos niveles de violencia de parte de los funcionarios de las instituciones del Estado que intervienen en el sistema penal juvenil, así como específicamente por parte de la Policía”. En muchos casos las pibas sospechosas de alguna infracción no llegan a la Fiscalía o al Poder Judicial, sino que se resuelve en las comisarías y controles policiales a través de la exigencia de retribuciones sexuales a cambio de libertad. Sobran relatos, aunque no tantas denuncias, por miedos y amenazas, y porque denunciar es evidentemente un riesgo. Así el cuerpo y la sexualidad de las pibas es un lugar privilegiado para el ejercicio de control y abuso de poder, cubierta por las estructuras de impunidad del Estado y sus instituciones.

La baja de edad de imputabilidad significa someter legalmente aún más a las pibas a un sistema penal perverso. Ellas, siempre preparadas para la resistencia, tejen sus estrategias de cuidado y auto cuidado. Nosotras, ponemos también el cuidado en el centro y decimos #CórdobaNoBaja, #NoALaBaja.

 

La Tinta  

Imagen: Eloisa Molina para La tinta

Notas extremadamente subjetivas sobre el estado de la cuestión: goce, escritura, inflación e inclusión // Roque Farrán

I.El neoliberalismo avanza como un monstruo gigante y descerebrado, avanza y sigue destruyendo todo a su paso. No podemos pararlo porque estamos encerrados y le hacemos el juego a cada paso, cada quien en su pequeño círculo, comunidad, clan o tribu de pertenencia, implementado estrategias mínimas de supervivencia y desconfiando de los demás. ¿Qué nos falta para encontrarnos, para unirnos, para enfrentar al monstruo o dejarlo caer, en lugar de alimentarlo constantemente con miedos y prejuicios? ¿Mística, épica, un/a líder fuerte y decidido/a que interpele el sentido de lo no dicho aún? ¿Un cónclave de sabios y caciques, madres y abuelas que reagrupen las fuerzas? Puede ser, quizás haga falta todo eso y más, pero sobre todo hace falta, pienso, un nuevo concepto de lo político. Un concepto de lo político que piense la articulación desde la lógica del no-todo y el goce femenino. Un modo de articular las diferencias, sin excepciones ni totalizaciones, pero bien anudadas, bien tejidas las diferencias, para que el inveterado monstruo caiga por su propio peso. En consecuencia, estoy escribiendo un texto monstruoso, mutante, feminista y algo más, que desea producir ese otro concepto de lo político. Además me divierto mucho al escribirlo, indudablemente hay un goce ahí, por algún lado, deslocalizado, que me permite jugar entre instancias formales y circuitos de legitimación para hacerles trampa: hacer pasar de contrabando otra cosa, encriptar y desencriptar, jugar el juego de la lengua, los dispositivos y las prácticas. Solo la escritura podría habilitarme semejante cosa.

II Pero no solo son las condiciones de producción las que hay que cambiar, bajo los movimientos políticos en curso, sino los modos de circulación y recepción de los pensamientos y escrituras que se generan. Doy un ejemplo. Un amigo me manda un escrito muy bueno, sobre las condiciones subjetivas en el neoliberalismo, donde cita un trabajo que escribí hace tiempo; no sé si le aporto mucho en realidad pero le agradezco el gesto. Recuerdo también a otro amigo, hace varios años, atribuyéndome la autoría de una idea nodal ante su maestro de prestigio internacional (Laclau), en un Workshop, cuando yo era un absoluto desconocido. Más acá de la justeza o no de ciertas situaciones, es indudable que a todes nos gusta el reconocimiento. El yo, el narcisismo, la especularidad son irreductibles. No tiene sentido denostarlos o querer superarlos porque forman parte de nuestra naturaleza humana y social, tanto como el ser “seres hablantes, mortales y sexuados”. No es culpa de las nuevas tecnologías, la necesidad de reconocimiento es intrínseca y ancestral. El asunto es poner cada cosa en su lugar, encontrar el ajuste más económico a los registros de la experiencia: imaginario, simbólico, real. Reducir el daño y el sufrimiento en vano. Es cuestión de análisis y luego de escritura. Las escrituras se comunican desde su singularidad-plural, se entreveran los nombres propios como constelaciones; no vale la pena forzar las cosas, ni las palabras, ni las citas. Si bien muchas veces me suelo preguntar por qué tal o cual no me cita ni me nombra, si conoce mi trabajo, etc., lo sé por experiencia propia: a veces no es cuestión de relaciones de poder y mero prestigio, también prima el olvido, cuando la identificación o la proximidad son fuertes, o cuando la ambivalencia afectiva impide reconocer en el otro lo que se cree propio, etc. En cualquier caso, vale la pena decirlo, exponerlo con honestidad y apertura, sin cálculo ni estrategia, porque entre amigos o aliados no puede primar la lógica de destrucción del enemigo. Somos responsables por reponer las mallas de lo imaginario, lo simbólico y lo real en la escena pública que el neoliberalismo destruye y los pequeños circuitos de supervivencia deniegan obstinadamente.

III. A veces siento que nos empatanamos demasiado con ciertos conceptos, como “lucha de clases”, “poder” o “goce”; conceptos que parecen explicarlo todo en última instancia (o en primeras nupcias). Y sin embargo, al repetirlos y repetirlos, no hacemos más que aumentar el pantano en que nos encontramos metidos. Como si fuésemos el Barón de Münchhausen y quisiéramos sacarnos de allí por nuestros propios cabellos. Hace falta otra cosa que la explicación redundante; necesitamos prácticas efectivas y variables: éticas, políticas y epistémicas. Realizar otros movimientos, decursos y rodeos, inventar o forjar nuevos conceptos. Incluso practicar una escritura que nos saque de nosotros mismos, del pantano y del marco simbólico en que nos hundimos sin cesar, junto a él y sus inconsistencias. En definitiva, una escritura que nos constituya a nosotros mismos en otra escena. Hay algo del difícil concepto de lo genérico que trabaja Badiou que me resulta familiar en ese extraño sentido: lo absolutamente cualquiera. Pienso en esa suerte de coleccionismo desprolijo que practicaba mi viejo, tempranamenente objetado por mí según me contaron luego. Salíamos a dar vueltas por la plaza Colón o alguna otra plaza y mi viejo juntaba piñas en el cochecito, cuando se quería acordar yo las había tirado a todas. Si bien no llegó a ser tan grave como en los casos patológicos de amontonamiento descomunal, siempre hubo en su casa lugares donde se acumulaban objetos sin uso. También se acumulaban personas en reuniones interminables, o caían a toda hora de manera imprevista. Jamás fui demasiado afecto a los objetos y a las reuniones prologadas, creo que solo los libros han llegado a incrustarse en la materialidad del espacio que habito; o me han permitido crear ese espacio que llamo casa. Sí, recuerdo ahora con más agrado aquella vez que nos volvimos del primer viaje al mar con bolsas de arpillera repletas de caracoles, almejas y conchillas. ¿Dónde habrán quedado? Quizás algún resto de esos objetos perdidos -no toda reunión era mala, por lo visto- motiva el impulso de escritura y el amor por los libros que hacen que la gente se junte, cada tanto.

IV Se me podrá objetar que apele a cuestiones demasiado subjetivas para exponer conceptos que no las solicitarían en principio. Pero no es por casualidad ni capricho, el estilo de escritura que cultivo. Parte de un diagnóstico de los malestares de nuestra época, las imposibilidades de conexión y el aplanamiento discursivo que supone la división de esferas en la sociedad. Que no asume la división de y en el sujeto, su impureza ligada a la verdad. En el célebre caso de extorsión que involucra toda una trama de complicidades entre la Justicia, los medios y la política, parece que D’Alessio le habría dicho justamente a Etchebest: “la verdad es subjetiva”. Alto vuelo filosófico el del canalla. Supongamos que es cierto y hagamos el siguiente ejercicio teórico, en lugar de condenar el posmodernismo banal, el subjetivismo y el pensamiento francés in toto. Etchebest le podría haber respondido: “sí, la verdad es subjetiva y vos sos un hijo de yuta” (lo cual debe ser literalmente cierto). Pero si hubiese leído a Badiou, quizás podría haber sofisticado la respuesta. Le habría dicho entonces: “sí, la verdad es en parte subjetiva, pero hay distintos modos de ser sujeto y responder por la verdad; tipos como vos son operadores oscuros de la verdad, de cuyo acontecimiento ustedes no quieren saber nada, por eso los motiva el odio y la destrucción, la avaricia y la canallada sin límites; mientras que hay otros sujetos cómplices de la verdad que se hacen los boludos y miran para otro lado, porque deniegan el acontecimiento, le restan importancia, y solo piensan en contabilizar ganancias según una lógica meritocrática que nos conduce a la autodestrucción; por último, hay sujetos fieles a la verdad, de la cual no creen saber nada porque es genérica, no puede dar lugar a la estafa ni al cálculo de valores, no excluye a nadie y se activa en un acontecimiento cuyas consecuencias se trata de seguir rigurosamente. A elles me confío ahora”. Suponiendo que hubiese podido articular semejante respuesta teórica, la verdad es que muchos sujetos se sienten estafados y desamparados ante el macrismo porque no encontraron el acontecimiento político y los nombres propios en que esa verdad genérica se verifica y fortalece (aún en la extrema debilidad). Para muchos de nosotres el acontecimiento habrá sido el kirchnerismo y sus modos inevitablemente fallidos y parciales de dar lugar a la verdad genérica que somos. Si volvemos a gobernar tendremos que transmitir rigurosamente los conceptos necesarios y practicar la teoría de un modo que no dé lugar a especulaciones vanas. Materialismo a todo nivel, incluso y sobre todo en las subjetividades implicadas.

V Por último, la inflación presente afecta sin dudas a las subjetividades implicadas. La inflación económica y la inflación narcisista, ambas están hechas para las heridas. Por eso pienso que necesitamos, inlecutablemente, recuperar un pensamiento genérico del Estado que descomprima las cosas, las palabras y las diferencias. “La inflación es la demostración de la incapacidad para gobernar”, dijo Macri. Al contrario, “la inclusión es la muestra palmaria de la capacidad para gobernar”, decimos nosotros. La inclusión genérica es lo que hace un Estado popular, nacional, democrático y feminista que no consiente las distinciones entre clases, razas y géneros como operadores fundamentales del reparto, porque piensa en el conjunto y su trama. La lógica política no puede subordinarse a otras lógicas. Es lo que muchos que votaron no entendieron. Pero quizás ahora esa verdad genérica muestre su fuerza ineluctable, aunque sea un momento de extrema vulnerabilidad para todes -o justamente por eso.

 

Roque Farrán, Córdoba, 17 de abril de 2019.

Síndrome de Estocolmo // Diego Valeriano

Adriana empieza el día temprano, toma unos mates con Alejandro antes que él salga para el laburo y le cuenta que va a venir Mauricio. Adriana es una traidora y Alejandro, ay Alejandro. La única que zafa es la nenita, ella no traiciona, no es cómplice, no habla de transparencia, ni se come las giladas de la madre. La pibita mira con esos ojos enormes a Macri, lo mira como miran las nenas que saben todo  y por eso en mitad del video la sacan.

Adriana justifica, comprende, banca en esta etapa. Banca porque entiende, banca frente a todos, banca en soledad. Banca aunque en las torres más tarde los guachos le van a gritar cosas, aunque escriban su nombre y el de Macri en las puertas de los ascensores y le dibujen una pija, aunque casi nadie le diga de manera cómplice “te vi con el presi”. Aunque los memes sean demoledores y no pueda entrar al Face por unos días.

Muchos dicen que hace de extra, que le pagan, que le dan algo a cambio. Pero no, ella cree realmente, cree que el país necesita esto para salir adelante, cree con el corazón. Con ese corazón ortiba que desde chiquita hizo que sea buena alumna, que haga las cosas como corresponden, como deben ser. Que le hizo saber que nadie le va a regalar nada y que para todo hay que esforzarse.

Banca fuerte y le hace bajar la mirada a Alejandro que ya no banca, que ya no puede más y  que sabe la gastada que se va a comer en el laburo más tarde.

Pájaros de la cabeza. Elogio de la autonomía intelectual (A propósito de Amargura metódica. Vida y obra de Ezequiel Martínez Estrada, de Christian Ferrer) // Diego Sztulwark

Consistente en la comprensión del funcionamiento de las cosas, el proyecto crítico se relanza vía arañazos, sin su antigua pretensión de superación. Todo reciclaje destinado a embellecer la escena del pensar es mentiroso y tóxico; desviante, en último término, del único punto de partida saludable: la exigencia de decir rectamente la verdad de lo que somos.  El proyecto de la crítica es, por tanto, político; aun si el lenguaje de la política es refutado como mero vehículo de una voluntad de poder expresado por igual en el estado y en las universidades, en los modelos de consumo y de fascinación por los objetos técnicos o en las militancias y en el mundillo de los intelectuales. Esa voluntad de poder (que se llama “política”) se consuma en la máquina “progresista” del capital. Este saber es el que pulsa en Amargura metódica.

No es necesario haber leído Martínez Estrada para recibir de lleno la sacudida que su pensamiento produce a partir de la escritura, simple a fuerza de cuidada, de Christian Ferrer: “palabra y estilo parecían venir –en aquel notable ensayista– de un potente drama somático”. Inclasificable e incómodo, nunca fue valorado como propio por las tradiciones intelectuales consolidadas. Pájaros e intelectuales caben por igual en el registro desencantado e hilarante de Ferrer. Más próxima a la historia que a la filosofía, su comprensión de Martínez Estrada gira en torno al “amargor de las cosas”, regusto de una prematura madurez del escritor en su comprensión del país.

Quien fuera capaz de radiografiar la pampa, “no disponía de un sistema teórico general ni procuraba conseguírselo”. Pensaba, en cambio, “a partir de estímulos y obsesiones”. A diferencia del universitario (“servidor de una máquina que produce saber”), la autodidaxia de Martínez Estrada se fundaba, dice Ferrer, en “engañarse lo menos posible” respecto de la realidad presente y, sobre todo, en no “entregarse apasionadamente a ningún prejuicio de que el mundo sea distinto de lo que es”. Su mecanismo de pensamiento se cifra en la a amalgama entre la paradoja (“mueca mental […] unión de lo desemejante por la analogía única que pasa desapercibida”) y una incurable angustia personal por la fallida constitución de la Argentina.

Sí, una inadvertida pero evidente falla orgánica, una patología, encuentra Martínez Estrada en el origen patrio, una historia cruel e irresuelta fundada en el fratricidio y la guerra social (la pampa es hembra despreciada y la generalizada insatisfacción sexual es causa de revueltas políticas). Como en su hora Nietzsche, le diagnosticaba al país una incontrolable manía por la “administración técnica y el derroche de esfuerzos” sin “posibilidad de transmutar la psique dañada o el símbolo despotenciado en algún tipo de grandeza”.

Pero no eran pasiones tristes las que motivaban a Martínez Estrada. No hay recelo, ni envidia ni odio en sus expresiones. Tampoco resignación. Más bien, sufría de superabundancia de amor: mecanismo de la crítica para comprender a la Argentina, la amargura metódica consiste en detectar una invariante histórica por debajo de la novedad rutilante. Evita, así, el remanido recurso nacional al optimismo y la reducción del sentido a buena voluntad transformadora, disposiciones ambas igualmente debilitantes en la medida en que posponen y obliteran el enfrentamiento con lo trágico real del presente. Tal invariancia del destino se viene arrastrando desde los comienzos de lo que puede considerase como la historia argentina. Facundo, Rosas, Roca, Yrigoyen, Uriburu, Justo y Perón no son sino “reencarnaciones momentáneas de un estado de cosas irresuelto cuyas tres primeras vértebras siempre fueron el ejército, la iglesia y la burocracia pública”. No es revisionismo histórico lo de Martínez Estrada, sino otra cosa (algo más próximo, quizás, al mundo “en estado de coartada” del que habla Horacio González en Besar a la muerta). Su crítica  del “caudillaje institucionalizado” refiere a un mecanismo simple y siempre actual, que se repetirá una y otra vez a los largo del tiempo: hacer leña del árbol caído. “Todo el mundo se declara caído del catre” mientras “las segundas líneas se trasviste y las terceras se mimetizan con el entorno”.

El cuadro de lo que no cambió es el juego del odio y la frontera. El indio (“odioso obstáculo para los negocios”) es expropiado de sus tierras; el gaucho sabio y libre es reducido a peón de campo como corolario de una fulgurante modernización de la valorización agraria: “el fátum psíquico perdura”, se hace negocios para unos pocos en nombre de todos. Y si la frontera ha sido reabsorbida, no ha desaparecido, sino que ha transmigrado, junto al odio, “a la villa miseria, a los arrabales”, a los asentamientos y a otros bordes; y “a los acuerdos de mafias variopintas ni tímidas ni secretas, y a la pasión por la ilegalidad de políticos y respectivos electores, en fin, a las oficinas estatales, donde se practica el gatopardismo rotativo”.

Y lo peor de todo es que los escritores, de quienes se podría esperar la palabra salvadora, se han involucrado por migajas. Contra su defensa de la escritura como procedimiento de “autodestrucción”, los intelectuales suelen moverse por el “ansia de los hombres de ideas por brindar apoyo a gobiernos, no importa de qué signos, pues eso es cuestión de gustos, sin que redunde en ruptura del círculo infernal de los gobernados”, expresión de la “causa metrópoli contra la historia rural e indígena”.

La “lengua argentina” se le aparecía, como al gaucho, lengua de la ciudad, extranjera. A “la labia de las ciudades le faltaba la conexión con el habla emocional más intuida que hecha responsable ante un canon, y además estaba muerta antes de nacer y desarrollarse, tanto en los ámbitos cultos como después en la escolarización obligatoria”.  Y “así sigue sucediendo hoy”, agrega Ferrer. O bien: “de igual modo, hoy se nos articula al mercado mundial mediante variantes populistas de la instalación, la performance, la intervención callejera y las interfaces con máquinas de información. Un patriotismo de símbolos en épocas de vacas gordas, consignas de orden y menos precio del pobre”.   

Este “de igual modo” (como aquel “sigue sucediendo hoy”) indica bien la relación del ensayo sobre Martínez Estrada con el presente político en el (y al) que de un modo indirecto pero efectivo apunta Ferrer. En efecto, aunque el autor rechaza que su escrito dependa del tiempo veloz y en última instancia banal de lo “actual”, parece indudable que este elogio del intelectual autárquico, intuitivo y desbordado está signado por una admirable disposición polémica con los valores que el presente ha enarbolado en nombre de la batalla ideológica y otros slogans.

La incomodidad con lo efímero y la búsqueda de algo que permanezca es, quizás, el motor más efectivo de esta preocupación por la figura del biografiado. Menos con la voluntad explícita de destituir tal o cual aspecto de la actualidad que de impugnar el modo en que lo ilusorio y acomodaticio de la época devalúa sus posibilidades. Es este desencanto el que se deja atraer por las grandes sentencias de Don Ezequiel, curandero de la sociedad, que decía que había que “hablar del pueblo con el lenguaje de la purificación, no de la seducción”.

¿Saca partido Ferrer del aparente desencuentro “ontológico” entre el pensamiento de Martínez Estrada (“raíz de las cosas todo es oscuro, humilde y humillado”) y la política? Puesto que la terapia que ofrecía al país consistía en ver lo que realmente somos y en aquello que Foucault llamó parresía (tener el coraje de decir la verdad), lo político en juego se reviste de muy diferentes cualidades: el hecho de tener (o aparentar) razón en las discusiones pasa a ser del todo irrelevante y el juego de la clasificación amigo/enemigo queda impugnado dada su indisoluble ligazón con un horizonte de eliminación del adversario que le es propio. Asuntos importantes que se pierden de vista en tiempos de “optimismo” político ya que “todo entusiasta político” pretende en el fondo que el gobierno sea como una superficie sobre la cual se proyectar sus propios deseos en lugar de ver lo que efectivamente es: “el espejismo en política es siempre auto-retrato”.

Con todo, equivocado sería pensar que Martínez Estrada no tuvo ideas (federalistas, utópicas, tercermundistas, incluso ácratas, dirá  Ferrer) o que nunca se consagró a los entusiasmos políticos (como sí sucedió con Fidel Castro, el Che Guevara y la Revolución Cubana). Peros estos pensamientos no son –en el retrato que este libro construye– asuntos de transformación de la realidad, sino armas para demoler ídolos y funcionamientos sociales indignos. Martínez Estrada le permite a Christian Ferrer contar historias: la de la “sociología salvaje” de la Argentina y de la ciudad (previa a la sociología científica de Gino Germani); la de la una historiografía nacional irreductible a la polarización entre cosmovisiones liberales y revisionistas; la de una materialidad del peronismo incomprendida, incluso por el peronismo mismo; la de una crítica de la universidad y de la Reforma Universitaria perfectamente vigente y la de una valoración autónoma de la literatura escrita en el país.

Este capítulo dedicado a la literatura argentina (a la que le faltó “solidaridad con los desdichados” al decir de Martínez Estrada) tiene relatos cómicos de escritores (¡caso Gálvez!) y de la sociedad que los reunió durante años (la SADE); un fervoroso retrato del amor por Hudson y los pájaros, y otro de su  amistad con Victoria Ocampo y de la comunión espiritual con Héctor Murena (a quien se le dedican páginas importantes en el libro), así como de la ruptura con Borges y con los escritores liberales luego de la “fusiladora” y de la tensión con la revista Contorno.

Verdaderamente original e interesante es la historia del Caribe, de Cuba y del anarquismo español-cubano que precede a la parte final del libro. Después de recibir el premio Casa de las Américas, Martínez Estrada vivió un par de años finales y felices en La Habana, aunque murió en la Argentina. Ferrer le reprocha este capítulo de su vida. La ve como una claudicación parcial del viejo, un entusiasmo inconsecuente que lo llevó a desdecirse de muchos de sus escritos. Deslumbrado por los brillos de los comienzos siempre “solares” de un pueblo en movimiento, lo real, dice Ferrer es que “pronto correría sangre”. Y Martínez Estrada  “defendió los fusilamientos” ejecutados por el poder revolucionario.

Y aun así, Ferrer distingue a Martínez Estrada de una larga lista de personas “y figurones” imantados por un “inoxidable romanticismo político” cuyo combustible es la idealización que otorga “sentido a la propia vida más que a la de los demás”. Lo que le interesa de esta época no son sus escritos en favor de la Revolución, sino aquellos que exploran la profecía americanista de José Martí (un “anarquista filosófico”)  o las bellísimas páginas que dialogan con el poeta comunista Nicolás Guillen (que “habla de pueblo sin ser populista”, lanzando un desafío poético-somático a la literatura burguesa). Pero en el fondo y fundamentalmente, el reproche por su aventura cubana que le hace Ferrer a Martínez Estrada es el de un desvío y el de una incoherencia, porque “ponerse al servicio de la revolución cubana” supone “despedirse de la figura del intelectual autónomo”.   

La discusión política es conducida así menos hacia el adversario peronista y más frontalmente con la revolución socialista –cuyos nombres son sobre todo para Ferrer: Stalin, Mao y Fidel. Cada uno de estos líderes es examinado en última instancia bajo el prisma del no matarás en la estela de la polémica que hace unos años propuso el filósofo argentino Oscar del Barco. De trasfondo humanista, la pregunta última es: ¿importan los muertos asesinados?. León Rozitchner, que conoció muy de cerca la experiencia cubana durante aquellos primeros años de Revolución, participó de la discusión propuesta por Del Barco. Lo que Rozitchner propone es un razonamiento ético-político capaz de articular una condena muy firme de la violencia asesina, pero a partir de otros fundamentos e implicancias. En efecto, a partir de tomar en consideración el carácter agonístico de lo político (la cuestión de una “contra violencia” de naturaleza completamente diferente a la de la violencia asesina), Rozitchner plantea una crítica feroz no a la violencia en general –cosa en la que Ferrer tampoco cae, al menos cuando describe la violencia anarquista de comienzo del siglo XX- sino a la presencia de la violencia “de derecha” en los hombres “de izquierda”. De todos modos Ferrer no es del Barco y en este texto que se comenta apunta menos contra la violencia en nombre de las revoluciones que contra la indiferencia de quienes pueden pensar hoy sin hacerse cargo de esas muertes. La intensidad de esa preocupación redunda en una exigencia: no pensar ni vivir como si esas muertes, cada una de ellas, no importaran.

En síntesis, en más de 600 documentadísimas páginas y sin una sola nota al pie, Christian Ferrer construye el elogio del intelectual autárquico dedicado a forzar “las formas cristalizadas de la sociedad”, del escritor que transforma el “ensayo en género dramático” y moviliza una “energía autónoma” distante de las ofertas en pugna y para quien “los cambios sociales comienzan por la conducta recta”, porque quien “ama la política detesta la moral”  dado que el pathos político es menos asunto de ideas que de consistencia ética. Una conciencia así puede constituirse, enseña Ferrer con una palabra: No; y con esta otra: Basta.

¿Como se llora otra pibita muerta? // Diego Valeriano

¿Cómo se llora otra pibita muerta? ¿Cómo se apaga eso que tanto duele? ¿Cómo se sigue? ¿Cuánto escabio, cuántas pastillas, cuantas puteadas, cuánta falopa, cuánto odio y devastación? ¿Cómo se vive la ausencia infinita de una nena de 11?

¿Quién entiende el miedo de todas las pibas? Ese miedo que casi ni se dice, ese miedo que nace cuando cae el sol, cuando van al almacén, cuando el cuerpo es otro, cuando quedan solas con el novio de la mamá. Ese miedo que apenas se desvanece cuando sale el sol. Mataron a Sabina y el llanto se repite, lo inexplicable se hace diario y el terror, de manera absurda y manija,  es algo con lo que se aprende a convivir.

El barrio se hunde, las aulas se oscurecen, las amigas quedan mudas para casi siempre, las mamás abrazan fuerte escondiendo el llanto y ya nada va a ser lo mismo nunca más. ¿Y qué va a hacer el jefe de calle, la psicóloga, el educador que va tres veces por semana al barrio, la trabajadora social del juzgado, el gordo de la rotisería, todos los pajeros, el curita nuevo?

¿Qué candidato va a nombrar a Sabina? ¿Dónde va a ser bandera, pintada, posteo. consigna? ¿Quién se va a acordar en una semana? ¿Quién va a marchar cuando se cumpla un año?

La soledad de la mamá apenas acompañada por todas las mamás del barrio. El vacío que es para siempre. La gorra que nunca cree, la ausencia de todo a esta hora, a cualquier hora. Un escracho en la piel que duela para siempre. La desesperación por ser pibita que estruja la boca del estómago hasta hacerse grito.

 

Diego Valeriano para La Tinta

Las fuerzas ortibas. La cueva de los sueños // Andrés Fuentes

Uno de los berretines mas tradicionales de las fuerzas ortibas es la crítica al timbeo por empiojar la racionalidad de ustedes los jugadores en el manejo de sus presupuestos; se malgastan los ingresos en vez de cubrir necesidades de primer orden. ¿Pero qué es lo importante? ¿Quién lo define? Somos testigos de una distribución moral de las necesidades básicas. La producción de una escala de gustos como  ordenamiento del deseo en una tabla de mandamientos con sus jerarquías de importancia. Con lo que no puede quedar afuera –pagar un alquiler, comprar la comida– como con aquello que es una herejía -todavía retumba la sentencia de “la asignación universal se va por la canaleta del juego y la droga” (Iglesias dixit). Sea porque son mantenidos o ellos mismos se la ganan laburando, no se puede creer que los de abajo se la patinen timbeando. Un blindaje a los deseos populares y mucho más en tiempos de ajuste y bolsillos desplumados: si hay bolsillos secos, a gastar en lo importante.

Fuerza ortiba que apunta mucho a ustedes las mujeres: si históricamente son quienes de forma híper racional hacen rendir el sueldo del marido en la economía doméstica, estirándolo hasta donde se pueda y haciendo magia si es necesario, también tienen fama de que son más sensibles y proclives a gastar. Lo que ven, lo quieren y se lo compran. Más hoy en día que muchas laburan o manejan fondos de programas estatales, esta repulsión a la mujer gastadora irrumpe con fuerza en muchos discursos ortibas. El imaginario tan expandido de la mujer como un ser sensible, afectuosa, poco racional y pensante, habilita la noción de que es fácil de engatusar y caer bajo los cantos de sirena de la interpelación publicitarias. Las fuerzas ortibas no reconocen la yapa que se llevan muchos timberos al gastar su moneda en las salas. Este gasto se traduce en incorporar fuerzas anímicas. Es el rol terapéutico del juego. Es la carga energética de los nervios que ante las afecciones que nos provoca la precariedad urbana, repara los daños causados, desconectando a los cuerpos de esa rutina e inyectándole una buena dosis de combustible para amortiguar lo que se viene, o por lo menos, lo saca de circulación y le hace olvidar los golpes recibidos, lo cual no es poco. Terapéutica que da más fuerzas para encarar lo que se viene, multiplica la potencia de los cuerpos para que hagan más de lo que hacen, o al menos los equilibra, les permite no sucumbir y desarmarse ante la presión de la rutina. Un hacer más que puede torcer mandatos, conquistar una singularidad que rompa con la exigencia del laburo por ejemplo, como no; ser una intensidad que motoriza seguir con las obligaciones de siempre, todo aquello que hay que hacer. Sea lo primero o lo segundo, las fuerzas ortibas obturan esta terapéutica y le quitan toda importancia.

En la organización lineal de los deseos no entra la timba, dejando sin aliento a multitudes que necesitan  de este apoyo. Lo denuncia como un gasto inútil, una ilusión para bobos que no se dan cuenta de que nunca van a lograr lo que buscan, desconociendo la ganancia libidinal –en sus diferentes sentidos– que esta experiencia significa para muchos.

Otro frente que abre la fuerza ortiba es la crítica a la desintegración social: la timba empuja a los problemas laborales y a las peleas familiares. Faltazos, desconcentración, quilombos de guita con otros compañeros: apostar y trabajar no van de a mano. Pero el zoom de esta crítica recae sobre la sagrada familia y en la erosión de su integrante más sensible: las mujeres. Es casi inconcebible que una mujer no se ocupe de sus hijos, las actividades domésticas, o que después del laburo no vuelva a su casa porque se fue a jugar unos pesitos… Una postura que entiende que por fuera del modelo de la sagrada familia, hay caos. Si la mujer es concebida como el sostén del hogar, que esa columna se quiebre es condición de desastre.

Pero la timba conecta de distintas maneras con el mundillo familiar. En primer lugar, muchas mujeres utilizan parte de sus ingresos en asuntos personales sin dar cuanta a nadie, siendo esto aceptado. Mujeres solas que bancan a sus hijos y que no tienen obligaciones con nadie. Mujeres en pareja que van con sus maridos, donde comparten una salida que les resulta muy atractiva (“hacemos algo juntos pero cada uno por su lado”). Hay quienes lo hacen a escondidas (las varias veces mencionadas escapaditas) por gastar en lo que no hay que gastar o en una frecuencia excesiva. Ahí aparece un cortocircuito que más que ver con el juego, se relaciona con una jerarquía de roles donde las mujeres salen desfavorecidas. Se tensionan las asimetrías. El discurso ortiba es miope a estas experiencias. Por ejemplo: si una mujer sale del laburo y no va para la casa sino para el bingo, además de las chirolas que ponga en la sala, hay que ver cómo tensiona todo un abanico de expectativas familiares que la agobian. Más allá de que gane o pierda apostando, su gasto permite un ingreso que abre su autonomía como persona y le genera mucha ganancia en tanto fortalecimiento de sus estrategias vitales. Las tensiones familiares, la conquista de cierta libertad, la generación de fuerza de alguien que está en el fondo del mar y erupciona con todo… todo eso queda por fuera de estas miradas.

La crítica moral es otro clásico del sentido común antibingo: que las recaudaciones de las apuestas en las salas son parte de un financiamiento oscuro. Las salas bombean recursos que son irrigados por toda una serie de conductos clandestinos que habilitan negocios ilegales o iniciativas políticas de todo tipo. Un sistema comandando por una runfla de personajes oscuros, tirando de hilos muy complejos, allá lejos, en una zona inaccesible para la comprensión del resto de los mortales.

Muchos de ustedes los timberos comparten esta apreciación; flota en el aire una creencia del tipo “anda a saber lo que hay detrás de todo esto”. Pero todo esto es secundario: lo que más les importa es que las salas son lugares seguros y tranquilos. Ese es uno de sus valores fundamentales: un reducto que repele los trastornos que pululan a rabiar por otros espacios sociales. Es la tranquilidad que brinda el amontonamiento sin contacto, el ámbito poblado pero sin relación. La crítica moral fuerte de los jugadores a las salas es que no dejan ganar. Que esta todo preparado para que los premios no caigan nunca. Que cuando se gana está todo arreglado y se lo dan a quien quieren. Y si llegas a ganar un premio fuerte olvidate de que te lo paguen… más allá de lo verídico o no de estos enunciados, lo cierto es que forman parte de un sentido común timbero. Un manojo de creencias que reciben una crítica porque el bingo rompe la primera regla de todo juego: si se ganó, hay que ponerla.  Sea la crítica que sea, cualquier crítica moral pivotea siempre alrededor de la ley. Hay corrupción porque se viola una ley existente, o se aprovecha un hueco legal para mandarse alguna que esté en contra de lo santo, del bien común. El problema de estas posturas es que reducen lo turbio a un vínculo con la ley. Y no desglosan lo legal con lo normativo. La ley es una norma entre normas. Una regla con el peso de ser la más legítima, la más importante de todas por contar con el respaldo estatal, pero no deja de ser una norma más. Reglas que organizan estrategias. Dan cuerpo a deseos que circulan. La ley, entonces, es una dimensión de las normas que regulan estrategias. La ley es una norma  que regula otras normas que habilitan y modelan lo que sucede en las estrategias y la economía afectiva. Insistir en hablar desde la ley, si se cumple o no, es obnubilar todo el sistema de normas, y en especial, naturalizar un solo tipo de estrategia (el bien común que decía). Discutir dentro del escenario legal es marginar la trama normativa y la multiplicidad de estrategias siempre latentes que gravitan por lo social. Cuando hay una estrategia que está atascada, cuando no hay normas que la vigoricen, ahí hablamos de una cosa turbia. No necesariamente cuando se viola una ley. Lo turbio es el bloqueo de una estrategia. De ahí que el punto a observar son los desfasajes entre las acciones y la ley en tanto si potencian o no las diferentes estrategias que circulan. Y la crítica a lo turbio depende de qué estrategia está atascada. Ese es el problema.
Un caso son las empresas violando leyes y normas, quebrando cualquier relación más democrática con los laburantes, deshilachando búsquedas de mejores condiciones de vida. O podría ser al revés: la producción de estrategias de mayor involucramiento en el timbeo por los apostadores implica una organización de la experiencia que necesita corromper el control empresario. Ambos casos son experiencias turbias; pero con diferentes estrategias corrompidas. En la primera se abroquela una estrategia de muleo y explotación purgándola de iniciativas que la sacudan un poco, mientras que en la segunda la puja destartala un deseo de dominio para activar mutaciones y reorganizar el escenario timbero de otra manera. No hay corrupción en sí misma. Lo importante es diferenciar entre valoraciones de las estrategias: si congelan el deseo o lo complejizan. En el primer caso la producción moral corrompe la producción extramoral; en el segundo, la producción extramoral corrompe la moral.

 

LA CUEVA DE LOS SUEÑOS
Precariedad, bingos y política
Andrés Fuentes
Tinta Limón
Diciembre 2018

Ortiba como transar un paro el 1ero de Mayo // Diego Valeriano

Ortiba como transar un paro el 1ero de Mayo, como Peña en el Congreso, como prohibir que laburen los pibes en bici, como llamar a la gorra por una joda del vecino. Como insistir con que Santiago se ahogó solo. Ortiba como ser gato del Papa y andar opinando, como twitera sabelotodo, como varón antipatriarcal que postea sus giladas, como corrector del teclado.

Como los curas villeros, como las trabajadoras sociales del juzgado, como todo el gabinete psicopedagógico de la escuela del Cruce. Ortibas los que critican al Diego, la directora que se enoja con los guachos que no dan cabida al acto del 24, la doña que chusmea por las rendijas de la persiana con el wasap del comisario a mano.

Ortiba como estos chetos que nos piden un esfuerzo cuando esto ya no da para más, como las que creen en la educación, como hablar de límites. Ortiba, muy ortiba, como los que escabian solo los sábados, como las que andan con el vaso térmico y el paso apurado, como el chabón que postea contra una piba en tetas, como la señora que llama a la unidad del pañuelo celeste y verde.

Como la moral militante, como las que callan los casos de abusos en su orga, como los que se enteraron que la policía era brava el 10 de diciembre del 2015, como los que reivindican a la víctima según quien sea el victimario.

Ortiba los que no segundean, las que no bancan, los que andan en patrullero, el transa que no entiende. Ortibas los que no crean vida manija, ni alianzas insólitas, ni fabulan el mundo. Ni se ponen del lado piola de las cosas, aunque más no sea de vez en cuando.

¿Que busca Deleuze en el cine? // Diego Sztulwark

Cuanto más nos acercamos a la Tierra, más rebelde a la forma se hace la materia, más rebelde al modelo se hace la copia.

Gilles Deleuze, Cine III

¿Qué busca Deleuze en las imágenes cinematográficas? Un acceso directo a un tiempo no domesticado. Y, quizás, una política. ¿Qué encuentra? Un cristal que permite retener la potencia, verla en su carácter virtual, substraerla del mando productivista. Un vagabundeo. ¿Es poco?

 Acto de creación

La filosofía de Deleuze se refiere a las imágenes en numerosas ocasiones. Lo hace tanto en sus obras sobre cine, literatura y pintura como en aquellas dedicadas a la filosofía y al psicoanálisis. Pero a diferencia de otros pensadores, Deleuze no pretende reflexionar sobre las imágenes al modo de los críticos. Ya sea la imagen en cine, en literatura o en pintura, se trata siempre, para él, de escribir desde sus propias preocupaciones filosóficas. Esto implica establecer las posibilidades legítimas de conexión entre arte y filosofía, asunto al que se dedica junto a Félix Guattari en su libro ¿Qué es la filosofía? Allí se trazan distinciones precisas entre la filosofía como práctica inventiva de conceptos, y el arte como proceso de creación de sensaciones o bloques de afectos y perceptos. Filósofos y artistas se dedican por igual a actividades extractivas: el filósofo procura extraer el concepto del mundo de las opiniones establecidas, y el artista apuesta a extraer el afecto (devenir no humano) del mundo de los sentimientos (demasiado humano), y el percepto (paisaje anterior a lo humano) del mundo de las percepciones naturales.

Crear conceptos y sensaciones, afectos y perceptos, implica una disposición a la huida. Se inventa con vistas al desierto. En cada fabricación está en juego una nueva forma de vivir, de escapar del orden de las formas preestablecidas. El creador deleuziano –filósofo, artista– debe partir, ajustar cuentas con el mundo de los clichés, hacer fisurar el orden, emprender un éxodo mental a través del caos en busca de una Figura, una “nueva tierra”, un pueblo por venir (Paul Klee). Para decirlo en spinoziano: si los afectos son variaciones de la potencia de existir, los perceptos son las visiones que se desprenden con cada variación y los conceptos son las representaciones que formamos tomados en esos devenires.   

En una conferencia de fines de la década de 1980 a estudiantes de cine –“Acto de creación”–, Deleuze afirma que es en virtud de tratarse de procesos creativos que trabajan a partir de ideas que la filosofía y el cine tienen algo que decirse mutuamente. Las ideas son potenciales excepcionales que surcan el pensamiento, y que nacen ya desde el comienzo implicadas o comprometidas en determinado medio de expresión. De modo que no existen las “ideas generales”. Hay ideas en filosofía, o bien ideas en cine. Las ideas en filosofía son tratadas en virtud de una creación específica, que es la creación de conceptos. Mientras que en el cine las ideas están siempre ya implicadas en la creación de sensaciones, en bloques de movimiento y duración.  

La filosofía busca crear forma de vida a partir de su propia trinidad. Deleuze, en las clases publicadas bajo el título Cine III. Verdad y tiempo. Potencias de lo falso (Cactus, 2018), explica que todo concepto es “pulmonar y visionario”, es decir, inseparable del afecto y del percepto: “Un concepto es una inteligibilidad que solo adquiere su sentido por los afectos a los cuales está ligado en tanto que concepto y por los nuevos perceptos que da”. Un concepto es “una nueva manera de recortar el mundo”, los conceptos “inducen nuevas maneras de percibir, de hacer ver. Pero el concepto no es inocente: modifica una potencia de existir, puede disminuirla o aumentarla. Eso es un afecto”.

En busca del tiempo perdido

¿Qué busca Deleuze en su aproximación filosófica al cine? Su díptico Imagen-movimiento e Imagen-tiempo –a lo que hay que sumar los voluminosos tomos que editó editorial Cactus con sus cursos sobre cine– pone de relieve hasta qué punto se interesa por pensar (en particular a partir de su lectura de Bergson) el problema del tiempo de un nuevo modo. El tiempo estuvo siempre en el centro de interés de la filosofía de Deleuze. El eterno retorno nietzscheano y el aión de los antiguos griegos están en el corazón de su conceptualización más consistente sobre los acontecimientos, las diferencias y los devenires.  

¿Cómo es que se pasa, en la historia del cine, de una imagen indirecta del tiempo derivada del movimiento –técnicas de montaje–, a la imagen directa del tiempo? A grandes rasgos, Deleuze interpreta que el cine clásico, anterior a la Segunda Guerra Mundial, trabaja con imágenes-movimiento, es decir, con las imágenes propias del encadenamiento sensorio-motor de las situaciones en las que reaccionamos ante el mundo (imagen-percepción, imagen-afección e imagen-acción), mientras que el cine moderno, a partir de Ozu en Japón y del neorrealismo europeo, ve nacer las imágenes directas del tiempo durante la posguerra. Las imágenes-tiempo surgen, a partir de espacios vacíos o desconectados, de la ruptura de los encadenamientos sensorio-motores, de la aparición de situaciones ópticas y sonoras puras.

El derrape de los encadenamientos sensomotores está directamente vinculado a la aparición de la visión, del cine vidente. Si la imagen-movimiento muestra personajes que perciben-sienten-actúan, es decir, que reaccionan ante las situaciones, la imagen-tiempo nos muestra a personajes arruinados, incapaces de responder, perdidos. Algo excesivo ha ocurrido, algo demasiado importante ha interrumpido los canales habituales de reacción ante las situaciones. Solo pueden ver. Ver, oír. La crisis de la acción da paso a la visión pura, visión del tiempo en estado puro.

Esta bancarrota de la acción que da acceso al tiempo interesa tanto al cine como a la filosofía. La descripción de los personajes visionarios coincide con las que Deleuze suele introducir en sus textos sobre la contemplación. Deleuze está fascinado con la contemplación plotiniana. No deja de citarlo. En Cine III, Deleuze confiesa su envidia por un fragmento de Plotino que cita de modo libre: “Todo es contemplación. Una roca es una contemplación, un animal es una contemplación. Y me dirán que afirmar que todo es contemplación es una broma. Y yo respondo que sí. Pero quizás la broma es ella misma contemplación”. El “alma contemplativa” es muy próxima al visionario deleuziano. Ambos liberan al tiempo de su subordinación al movimiento. Ambos se encuentran en una posición óptica privilegiada. Es como si, para Deleuze, Plotino hubiera descubierto en su meditación sobre el alma el régimen de los cristales. En su clase del 10 de enero de 1984, Deleuze dice a sus alumnos que al poner entre paréntesis la prolongación motora, el ojo accede a “otra función distinta de la que consistía simplemente en ver”. Accede a otra función que propone llamar visionaria y que remite a un régimen cristalino. “¿Qué veo en el cristal? En el cristal veo la cosa misma, o al menos menudos fragmentos sin importancia de la cosa, caracteres extraídos de la cosa y que flotan en el espacio desconectado”.

¿Qué es lo que ve el visionario? Quizás podamos responder: lo virtual de su propia imagen virtual. Si Deleuze no cesa de repetir en sus textos la formula spinoziana “no se sabe nunca lo que puede un cuerpo”, es necesario distinguir allí dos términos inseparables –cuerpo y potencia–, actual y virtual. Todo cuerpo (imagen actual) se define por su potencia de existir (imagen virtual). En otras palabras, un cuerpo es siempre más que sí mismo. Un actual cargado de virtuales. Es el cuerpo y lo que puede, cuerpo y potencia. La contemplación es la posición en la cual el actual accede a su propio virtual sin ponerlo a trabajar. Disfruta de su virtualidad sin exigencia alguna de actualizarla. Shabat. Goce de su propia potencia virtual substraída de todo mando. Es el descubrimiento de su doblez y de sus posibilidades de autovaloración.

El visionario es un ser en estado receptivo. Substraído de los automatismos de la reacción al mundo. Deleuze dice de él: ha visto algo excesivo. Algo demasiado bello o demasiado injusto. Esa desmesura, ese desbarranque de los mecanismos de reacción, lo han dejado sin capacidad de respuesta ante lo intolerable. El estado contemplativo conecta, por fuera del régimen orgánico de la acción, una experiencia de lo intolerable (imposibilidad, vergüenza) con la visión de un nuevo posible.

Resulta tentador extraer de aquí un punto de vista político específicamente deleuziano. Él mismo sugiere esta posibilidad varias veces a lo largo de sus clases publicadas en Cine III. Dos ejemplos. El primero, cuando se refiere a lo que llama “cine del tercer mundo” determinado por el problema de “la construcción directa de una memoria”. Deleuze cree que no se trata para nada de reencontrar unas raíces populares, sino de algo mucho más “molesto” y “agresivo”: “servir de memoria al mundo”. Se trata de inscribir la miserabilidad en la memoria del mundo. “La memoria del mundo y el tiempo son lo mismo”, sería “otra manera de alcanzar la imagen-tiempo”, por medio de “imágenes-tiempo perturbadoras” de “valor político intenso”. Segundo ejemplo, cuando se refiere al neorrealismo y al “nuevo cine político” como un modo específico de “crítica social a través de la visión”. Se trata de un cine que parece decir “he visto lo insoportable”. La imagen-tiempo es una política en la medida en que interrumpe automatismos, conecta con un exceso, permite desprogramar dispositivos de percepción-acción, ver lo intolerable, inventar nuevos posibles. Una política que es una investigación sobre los posibles aún no inventados (los imposibles del presente). De allí que no haya para Deleuze acto de creación que no implique ya un acto de resistencia.

Imagen-Cristal

Bajo el título “Los cristales del tiempo”, Deleuze trata en Imagen-Tiempo el régimen cristalino de las imágenes. El punto de partida es considerar las imágenes a partir del mundo que las rodea. Cada imagen actual está siempre ya vinculada con otras imágenes a partir de circuitos más grandes. Aunque para que estos circuitos grandes existan, estos deben sostenerse en los circuitos más pequeños, aquellos formados por la intimidad que logra una imagen actual con una imagen virtual. La imagen-cristal es “la unión de una imagen actual con su doble inmediato” o su reflejo. La imagen actual se refleja en una imagen virtual que simultáneamente la envuelve. Entre ambas imágenes se produce un “doble movimiento de liberación y captura”. Una imagen actual, escribe Deleuze, “cristaliza” con “su” imagen virtual. En la imagen-cristal, ambas caras se distinguen al tiempo que advienen estrictamente indiscernibles. Cada una toma el papel de la otra. “No hay virtual que no se torne actual en relación con lo actual, mientras este se torna virtual por esta misma relación: son un revés y un derecho perfectamente reversibles”.

En Bergson, lo que es actual es siempre un presente. Solo que un presente nunca pasaría, no se convertiría en pasado, como tampoco un nuevo presente lo reemplazaría si no fuera él mismo ya pasado al mismo tiempo que presente. El pasado coexiste con el presente que él ha sido. Si el presente es la imagen actual, su pasado contemporáneo es la imagen virtual: la imagen en espejo. Lo que Bergson llama pasado es la imagen virtual en estado puro definida en su autonomía. En la formación cristalina sucede que una imagen actual entra en relación con una imagen virtual pura, que no es obligada a actualizarse en otra imagen actual. La imagen virtual permanece virtual a la vez que se torna correlativa de la imagen actual a la que espeja.

La imagen-cristal permite ver la operación fundamental del tiempo: su escindirse a cada instante en presente y pasado o, mejor, su continuo desdoblarse en dos direcciones heterogéneas, “una que se lanza hacia el futuro y otra que cae en el pasado”. Es necesario que el tiempo se escinda al mismo tiempo que se afirma o desenvuelve: se escinde “en dos chorros asimétricos”, uno que hace pasar todo el presente y otro que conserva todo el pasado. El tiempo consiste en esta escisión, y “es ella que se ve en el cristal”. El cristal muestra la perpetua fundación del tiempo no cronológico (tiempo del acontecimiento). Es lo que Deleuze llamará la “poderosa Vida no orgánica que encierra el mundo”. El vidente es aquel que ve en el cristal el “brotar del tiempo como desdoblamiento”.

Cine Capital

Lo que permite ver el régimen cristalino es la adherencia de un plus de potencia inherente a toda imagen actual. Esa potencia es la correspondencia que toda imagen actual tiene con respecto a su imagen virtual. El pasado permanece en su relación con el presente “tan bien adherido como un rol al actor”. Toda imagen actual y todo presente es siempre más que sí mismo. Jun Fujita Hirose, en su libro Cine Capital, parte de este “circuito mínimo compuesto por una imagen actual y una imagen virtual o, lo que es lo mismo, por un acto y su propia potencialidad”. La imagen-cristal es una “imagen empírico-trascendental en la cual se ‘ve’ ese circuito mínimo de acto-potencia”. En ella se afirma y se reconoce como tal la virtualidad.

En el régimen cristalino, las imágenes se liberan de la compulsión a actualizarse y devienen revolucionarias: “el devenir revolucionario de las imágenes”, es decir, su desviación con respecto al “régimen orgánico” y hacia el “régimen cristalino”, libera a las imágenes que reencuentran así su propia autonomía, su posibilidad de autovaloración. Cada imagen reencuentra su propio “más” virtual y se relaciona libre con su propio exceso: la imagen actual es desconectada de sus encadenamientos sensorio-motores y la imagen virtual es emancipada del mando que la obligaba a actualizarse en nuevas imágenes actuales. La imagen-cristal es el goce que la imagen hace de sí.

Fuyita encuentra un pensamiento inexplorado sobre la política, en estas páginas de la obra de Deleuze sobre cine. La imagen-movimiento resulta inseparable de un cine capital, dominado por un régimen orgánico, que somete a las imágenes a una permanente actualización, al tiempo que esconde el fondo dinerario de este encadenamiento: el sueño de Hollywood como ilusión de acceso al mundo, sin tratar con el reverso necesario. Mientras que la imagen-tiempo del cine moderno deviene revolucionaria, tras romper con el régimen orgánico desplazándose hacia un régimen cristalino.

El devenir revolucionario de las imágenes y de las personas consiste en un mismo pasaje del régimen orgánico de la acción, en el que el tiempo está sometido a los requerimientos del presente actual (movimiento), al régimen cristalino de la contemplación, en el que el tiempo se emancipa de la acción para descubrir lo intolerable del mundo y acceder a nuevos posibles impensables en el circulo del tiempo domesticado. Los devenires revolucionarios son aberrancias del movimiento que afectan la manera de captar el tiempo. Tomado en sus dos realidades distintas, una actual hecha de movimiento (actos y palabras), y otra virtual hecha de puros signos ópticos y sonoros (se ve, se oye), los devenires revolucionarios consisten en hacer prevalecer la dimensión virtual del tiempo sobre las exigencias actuales del movimiento. En esa prevalencia se ve lo “intolerable”, se hace posible crear lo que Fujita llama la “posibilidad de otra cosa”.  

A propósito de Visconti, Deleuze dice en Cine III: “Nunca concibió, durante su período comunista, un comunismo sensorio-motor, llamo comunismo sensorio-motor al comunismo oficial de los partidos comunistas”. Y le parece evidente que en La Tierra Tiembla lo que se da es una imagen-tiempo comunista, una “unidad sensible y sensual de la naturaleza y el hombre”, una unidad “puramente sensitiva” de la que “están excluidos los ricos”. El “comunismo de Visconti es un comunismo visionario. No digo utópico, para nada. Porque a mi parecer, este punto de vista de la visión, desprender lo intolerable, denunciar lo intolerable, es extremadamente profundo y muy, muy práctico”.

La ruptura con el régimen orgánico, escribe Fujita, se da al mismo tiempo en el cine y en la política. Es la gran afinidad entre la imagen-tiempo y el 68. En ambos casos se plantea una nueva relación entre personaje y situación. Dice Deleuze en Imagen-tiempo: “Por más que se mueva, corra, se agite, la situación en la cual está desborda por todas partes sus capacidades motrices, y le hace ver y oír lo que de derecho ya no es susceptible de una respuesta o una acción. Más que reaccionar registra. Antes que ser comprometido en una acción, está liberado a una visión, perseguido por ella o persiguiéndola”.

Se trate de Mayo del 68 o del cine moderno, lo revolucionario es descubierto –ya sea en la gente o en las imágenes– como un proceso cristalino en el cual la videncia prevalece sobre la acción, o lo virtual sobre lo actual o, aún más, el tiempo sobre el movimiento. Vagabundeos, agites, flotaciones en espacios desconectados son todas figuraciones deleuzianas en las que se describe el plebeyismo de unas imágenes que comienzan a abandonar toda consigna de sumisión a la producción para comenzar a disfrutar de sí –y a actuar– por su propia cuenta.

Te quedás sin laburo // Mayra Arena

Te quedás sin laburo y es como una piña en la frente. Se te vienen mil cosas a la cabeza y se te instalan ahí para no soltarte. Desde el momento en que te rajan arrancás a pensar cómo carajo vas a hacer para pagar las cuentas, intentás recordar dónde andaban buscando gente, le avisás a todos tus conocidos que buscás lo que sea, donde sea. Publicás en face. Después de unos días salís a tirar currículums, fotocopia por fotocopia tirás en las consultoras y negocios que pensás que pueden tomarte. Cualquier cosita te llamamos, escuchás.

Después de gastar en fotocopias, colectivos, trenes y pedaleadas se te cae la moral a pedazos. Sentís que es tirar plata al pedo. Mirás el diario todos los días, mirás los grupos de internet. Mirás el celu a cada rato, controlando que ande bien.

Nadie llama. Se acabó el frasco de café y se vació el freezer. Gustitos que no vas a volver a comprar hasta que no tengas laburo asegurado.

Después de un par de semanas empezás a mirar con atención a tu alrededor a ver qué carajo podés vender. No hay nada de valor. Pensás en vender la ropa que no usás, no vale nada pero en alguna feria capaz te dan unos pesos, para pagar el fiado o comprar algo de mercadería. Todo el día es pensar y pensar de dónde carajo vas a sacar guita. Mirás a tu alrededor: todo el barrio está vendiendo empanadas, sorrentinos y pizzas caseras. Todos están en la misma.

Nadie llama. Hace rato no hay azúcar, sale mate amargo como siempre y los chicos toman el té con unos sobrecitos de edulcorante que estaban en la alacena hace mil años.

Después del mes empezás a dejar de lado todo tipo de orgullo. Empezás a mirar la basura de los barrios chetos: alguna mochila rescatable, un par de zapatos, lo que sea. Nada sirve de un carajo, pero igual estás atento. Pensás en ir a la municipalidad pero no “parecés” tan pobre aunque lo seas. Desarmás una tele vieja para vender el cobre, abollás una olla que tenías en el patio para venderla por aluminio. Te enterás de un trueque y salís con lo poco que te queda, a buscar aceite, arroz y yerba.

Nadie llama. Hoy abriste el último paquete de fideos. Vas a comprar varios más ni bien consigas un peso.

Después de dos meses sin laburo ya dejaste todo lo que se puede dejar. Usás el champú más barato y lo estirás con agua si es necesario. Dejaste de cenar y te tomás un té caliente con pan, total ya te vas a la cama. Dejaste el queso rallado, el tuco, la carne y los lácteos. Dejaste de andar en bondi porque está carísimo, sólo te manejás en el barrio. Dejaste de buscar trabajo porque es una pérdida de tiempo: no hay nada. Dejaste de ser un laburante para ser uno más de los casi 13 millones de argentinos que por más que se rompan el lomo, se vuelven cada día un poco más pobres.

Mirás a tu alrededor. Llegó el aviso de corte de luz. No queda nada para vender. No queda nada para comer.

Nadie llama.

La Tinta

Algo (se perdió) en el camino. Un ensayo sobre Kurt Cobain // Mariano Pacheco

Pasaron 25 años desde la muerte de Kurt Cobain, el líder de de la banda punk norteamericana Nirvana, el “suicidado por la sociedad”.

Hay algo de la escena punk-rocker que va asociado con la juventud, y otro tanto, con el suicidio. De Sid Vicious de Sex Pistols a Ricky Espinosa de Flema, pasando –obviamente– por Kurt Cobain de Nirvana, la hipótesis puede argumentarse con datos empíricos. Pero en este texto no quisiéramos perdernos en los laberintos de ninguna sociología (psicologizada) de la cultura, sino más bien adentrarnos en una crítica política de la cultura burguesa, tan cuestionada por la invasión del 77, que tanto tuvo que decir una década más tarde, con esa nueva invasión ruidosa que se presentó en ese entre-mundos (el del fin de la bipolaridad y los Estados de Bienestar y el unicato del Nuevo Orden Mundial).

¿Qué pasa con los cuerpos cuando transcurre el tiempo? ¿Cuanto logran –o no– resistir los cuerpos a los imperativos categóricos de una sociedad que impone la seriedad para la adultez y hace de la madurez un linkeo directo con el ideal de éxito, como si se tratara de una especie de fatalidad natural? La edad de la razón –para decirlo sartreanamente– sería aquella en la que todas las rebeldías se dejan a un lado, las relaciones se estabilizan (se monogamizan), las pasiones se adormecen y los encuentros se encaminan más a reproducir que a producir.

En sus famosas “Tesis sobre el cuento”, el crítico argentino Ricardo Piglia sostiene –muy hegelianamente– que es el final lo que otorga sentido a una historia (narrativa). ¿Debe ser así, necesariamente, en el devenir de una existencia humana?

La cuestión del suicidio en Kurt Cobain –como en Ricky Espinosa– es recurrente, es cierto, y es un tema espinoso, desde su tratamiento por el filósofo Baruch Spinoza hasta las declaraciones de la Organización MUndial de la Salud, que en 2014 lo declaró epidemia mundial (una persona se suicida cada 40 segundos en el mundo, en la mayoría jóvenes). ¿Pero eso implica, necesariamente, que debamos tamizar toda la vida de Kurt Cobain desde ese episodio final? Está bien: la muerte, el suicidio, recorrían la vida del líder de NIrvana como un espectro que no dejaba de acecharlo (“el suicidio de su tío, los primos y otros amigos, fueron las imágenes con las que Cobain tuvo que lidiar desde muy temprano”, escribe Esteban Rodríguez Alzueta en su “Kurt Cobain suicidado por la sociedad”). Pero no es tanto en ese episodio final en donde quisiera concentrar la atención de este escrito, sino en lo que está en el medio, en su vida plena de creación artística.

El desamparo existencial

La primera vez que Kurt Cobain escuchó una canción suya en la radio no lo pudo creer. Era como si se cumpliera un sueño. “Ahora voy a poder pagar el alquiler”, pensó.

La música había sido su forma de crearse un mundo ante el desamparo social, económico y familiar que lo rodeaba, a él, y a la generación de jóvenes de Aberdeen.

“Tenía diecisiete años y estaba en tercero del bachillerato, aunque se saltaba la mayoría de las clases. Nunca había trabajado, no tenía dinero y todas sus pertenencias cabían en cuatro bolsas de basura. Tenía claro que se iba, pero no sabía adónde”, puede leerse en Heavier than heaven. Kurt Cobain: la biografía, el libro de Charles R. Cross (las resonancias Cobain/Espinosa son permanentes, y en este caso basta recordar la canción “Mucho mejor que en casa”, de Flema, en donde Ricky canta: “no importa donde estás, no importa donde vas si es lejos de tu casa…”).

Para entonces la vida familiar de Cobain se había convertido en una prisión, y llevaba ya una década. Según los relatos (propios, y de cercanos), no puede decirse que la vida de Kurt fuera infeliz desde su nacimiento. Más allá del autoritarismo de su padre (“el miedo permanente de que no esté todo perfecto”) las escenas infantiles recuperadas por Kurt con el paso del tiempo son las de su madre leyéndole y ayudándole con sus dibujos; las de su tía introduciéndolo en el mundo de la música (a los ocho años le regaló una guitarra con un parlante, y discos de Los Beatles), como puede verse en el film Montage of heck, de Brett Morgen. Pero luego, el divorcio de los padres, una madre extremadamente joven que empieza a beber, un padre que –según sus propias palabras– “se rindió” (respecto a él). “Pienso que mi generación fue la última generación inocente”, se escucha decir a Kurt en la entrevista radial que sostiene con Michael Azerrad, y que sirve de base para el film About a son.

El divorcio de sus padres a mediados de la década del 80 del siglo XX expresa algo más que un fracaso familiar de los Cobain. Es la expresión del fracaso de un modo de vida conservador, que en su reverso, se planteaba el ideal del progreso. “Mi historia es exactamente igual al 90 % de la gente de mi edad”, comenta Kurt.

Los dilemas en el joven Kurt siempre encontraban una vía de escape… y luego, la madriguera taponada nuevamente. Yirar por la ciudad, dormir en el banco de un hospital o en el sofá n algún garage. Volver a lo del padre, tocar la guitarra y encontrar un modo de tolerar la vida a través de la música. Pero las presiones no se hacen esperar: hay que estudiar o trabajar, y sino… hay tabla (la tercera opción siempre es la peor, en este caso, alistarse en el Ejército). La fuga religiosa y la posibilidad de un nuevo hogar. Un techo, amistades y una familia que lo pueda cobijar (los Reed). Pero enseguida llega el mandato productivista. Kurt ingresa como lavacopas a un restaurant, pero pronto se corta un dedo y deja el empleo. Las drogas y el alcohol, y un nuevo episodio desafortunado que lo lleva a las calles nuevamente.

A los diesiocho años, por tercera vez en dos años, otra vez sin hogar. Otra vez la opción de estudiar o trabajar (o servir a la patria imperialista, que contempla, y luego descarta). De nuevo a yirar, a dormir en el asiento trasero de un auto, o en cualquier lugar. El descontrol y el desacato a la autoridad. La falta de dinero, incluso la cárcel.

En ese contexto el punk no es mero pasatiempo, como cada quien se puede imaginar. Componer o dibujar, ensayar con la guitarra o leer una revista o fanzine son una forma de activar, de trazar nuevos rumbos.

Something in the way

“Algo se perdió por el camino”, anota Blake, el personaje que el actor MIchael Pitt interpreta en Last Days, el film de Gus Van Sant  inspirado en Kurt Cobain.

Podemos verlo allí, encorvado, sentado en una silla, sus pelos rubios sobre el rostro, pullover de franjas rojas y negras, como escribe en el cuaderno aquella frase que nos remite a “Something in the way”, la canción incluida en Nevermind (1991) que hace referencia a los tiempos en que Cobain yiraba por ahí, y terminaba durmiendo debajo de un puente. Pero entonces, con todas las adversidades y el desamparo encima, Kurt se encontraba en el camino, dejando cosas atrás, pero con un mundo por delante que conquistar (conquista en el sentido de imprimir formas).

A los veinte años Cobain por fin se va de su ciudad natal. Olympia, a unos 100 km de Aberdeen, ya es capital de Estado, ciudad universitaria donde feministas se cruzan con rebeldes con vocación de cambiar las cosas, y diversos artistas encuentran un ecosistema favorable para convidar sus creaciones. La moneda, esta vez, no cayó del lado de la soledad.

“En Olympia su vida interior artística se desarrollaría más que nunca”, redacta su biógrafo. Escribir diarios o componer canciones, dibujar o pasarse horas frente a la pantalla de TV en búsqueda de quién sabe qué, lo mismo da.

La relación con Tracy, su primer amor (con quien estuvo tres años), lo lleva a emprender la construcción de una heterodoxa (para el modelo patriarcal familiar) nueva dinámica familiar: ella trabaja, él cocina y se encarga de las tareas del hogar. Todo marcha sobre ruedas, pero la madriguera se vuelve a taponar. Kurt vuelve a trabajar. Pero esta vez, el dinero del trabajo asalariado tendrá una utilidad: contribuir a fomentar la experiencia musical.

En busca de la perfección

El dinero que Kurt juntó de su trabajo sirvió para financiar –en enero de 1988– el primer demo de NIrvana, que ya venía tocando en varios lugares desde 1987, pero no siempre con el mismo nombre. La grabación de las diez canciones sirvió en gran medida para reconfirmar la vocación de Kurt y edificar el mito de origen de Nirvana, la banda que lleva el nombre de esa búsqueda budista de la perfección, según lo entendía aquel joven rockero de veinte años.

Lo que sigue después es lo más conocido: Kurt se separa de Tracy y al tiempo conoce a Countrey, una joven como él, rockera, atravesada por desamparos afectivos, acostumbrada a andar de casa en casa (e incluso en reformatorios), con quien ráìdamente tiene una hija (Frances).

El proceso de ascenso de la banda es explosivo: Nirvana graba Bleach en 1989, Nervermaind en 1991 e In utero en 1993. Rápidamente comienzan las giras, atravesadas por los períodos de adicción de Kurt a la heroína; sus permanentes dolores de estómago; el aislamiento de la fama; el malestar de ciertas dinámicas sociales para quien entiende que el lujo es vulgaridad y cultiva cierta austeridad.

A la fama sobreviene el escándalo, la sobredosis y, finalmente, la muerte, cuando recién tiene 27 años.

Como Ricky Espinosa en Argentina, Kurt Cobain seguramente –por heterodoxo– fue el último punk de habla inglesa.

Sin crestas ni camperas de cuero, ni borceguíes, ni pelos parados, cultivando una escucha del género para más allá de él (incluyendo pop y heavy metal en su repertorio) Cobain rompió los códigos de la propia estética y estilo punk. Sus ropas viejas siempre envolviendo ese cuerpo flaco, sus ojos de mirada triste y su voz dulce acompañan la fortaleza de unas canciones que vienen a expresar un último grito de rebeldía en el momento en donde las desobediencias comienzas a ser aplastadas en todo el mundo.

El líder de NIrvana dijo alguna vez que con el punk (más realista que el simple rock) se había dado cuenta de quién era. “El punk puso mis valores en perspectivas”, expresó el Kurt Cobain que hoy, 25 años después de su muerte, sigue contribuyendo a poner en perspectiva los valores de quienes no nos resignamos a obedecer el orden que se nos impone, y seguimos apostando a que las desobediencias devengan rebelión y, por qué no, también insurrección.

Lágrimas de guachín // Diego Valeriano

El guachín llora, sus lágrimas caen. Llora por hambre y acusa con sus ojos negros, hermosos, enormes que se meten en la cámara. La tele feliz, los posteos urgentes, las panelistas corren cuando se enciende la cámara. El régimen de visibilización se activa. Todo se activa. Un guacho llorando, indefenso, angustiado, con hambre, con esos ojos negros,  que habla sin berretines y que denuncia con lágrimas, esas lágrimas de una potencia única.

El guachín sabe lo que él genera con esas lágrimas. Sigue, por pura intuición, un guión no escrito. Segundea a la madre, aliada de mil batallas. Ella, pilla, alza la voz, resalta las lágrimas, pide que lo escuchen. Ambos saben. Las hermanitas también saben. Miles de movilizaciones, cortes, cambios de banderas, listado de altas, discursos insípidos, hacer la cola con los tappers metidas en el barro, aplaudir a quien haga falta. Estrategias puras de sobrevivencia que enseñan, marcan, forjan.

Una tía que vive en Buenos Aires le manda un audio porque lo vio en la tele. Los de la radio se vienen a la puerta de la casa. La referente pasa a tomar mate. Tal vez por unos días tengan beneficios, tal vez los visite alguien, tal vez tengan la vacante en la guardería. En el barrio corre el rumor, la fama se viraliza, las doñas hablan, la ex mujer del papá de su hermanita la acusa de algo por Facebook.

Él, pillo, se mira en el celu: tiene su imagen hecha meme, hecha dolor de movilero, hecha consigna, posteo indignado. Captura la imagen y la pone como fondo. Le gusta que quede para siempre, que quede hasta que le roben el teléfono, hasta que no prenda más. Sonríe al verse. Sonríe de una manera amplia, grande, bastante luminosa, como sonríen los guachines cuando saben que les sale una bien.

Resistencia // Diego Sztulwark

A veces parece

que estamos en el centro

de la fiesta

sin embargo

en el centro de la fiesta

no hay nadie

En el centro de la fiesta

está el vacío

Pero en el centro del vacío

hay otra fiesta.

Juarroz

Emergencia! Es el grito atorado de una vida que se desmultiplica en zonas de adaptación y confort y zonas de padecimiento y rabia. ¿Se trata de aprender a gestionar nuestras pasiones? ¿no es justamente este poder de auto-regulación lo que nos ha sido despojado? ¿no este último capítulo, el de la desposesión subjetiva, individual y comunitaria, lo que llamamos, en el fondo, neoliberalismo? ¿hay política posible sin cuestionar esta desapropiación que nos vuelve gobernables, sin apropiarnos de una autonomía pasional colectiva?

En la escisión entre régimen de opinión y desposesión afectiva se juega el registro de lo político contemporáneo. Lo político mas como medio socialización anímica que como revisión de nuestras servidumbres maquínicas. Incluso allí dónde lo político entusiasma. Ni hablar cuando deprime.

Tomados en ese vaivén, en la Argentina -luego de un período de notable entusiasmo- se escucha hablar de “resistencia”. El primer recuerdo histórico que esa palabra evoca es la resistencia obrera, primero anarquista o irigoyenista, y luego mayormente peronista, durante los años sesentas. Aquella resistencia, sin embargo, se desarrollaba al interior de un paradigma represivo, mientras que los poderes actuales, aún cuando no han dejado nunca de acudir a la represión y perfecciones sus medios, operan de manera productiva –modulando positivamente los modos de vida- y movilizante. ¿Qué puede significar, en este contexto, la noción de resistencia?

La transacción neoliberal no se da sin ganancia subjetiva (en términos de consumo, de libertad, acceso a servicios e información). Esta ganancia es el principal obstáculo para una política de transformación fundada en la voluntad de cambio. ¿La resistencia a la normalización de la vida y de la política que experimentamos puede ser vital sin ser política: puede también ser política sin ser vital? ¿Y cómo podría la política, siendo lo que es, ligar con lo desafiante vital?

Lo primero entonces, es aclarar esta noción de lo vital. Que el neoliberalismo reivindica para sí en términos de goce y movilización.  Y que lo resistente no puede concebir sino como persistente no-adecuación. Lo neoliberal es el esfuerzo por difundir códigos de adaptación. Lo resistente por tomar distancia de ese esfuerzo, por resistir el llamado a amar las cadenas. Sin esa resistencia no se crea vitalidad. Sencillamente se la consume.

Han Fallada ha escrito en 1946 un libro sobre la resistencia: Sólo en Berlin[1]. Una pareja de obreros (los Quangel) adherida al modo de vida nazi predominante durante los años 40- 42. Una vida sencilla, sin preguntaba por el destino de quienes caían en desgracia.

Un día como tantos, los Quangel, reciben una carta que les comunica la muerto de su único hijo en el frente de batalla. Una espesa conmoción se apoderó de ambos. Luego, el silencio. Días de silencio. De trabajo, rutina y silencio.  Días que incuban una transformación de alcance inesperado. Otto, el marido, comienza a escribir una postal dirigida a la máquina asesina del Tercer Reich: “Madre: El Führer ha matado a mi hijo…”. Anna, la mujer, comprende que “con esa primera frase él ha declarado una guerra eterna”. Guerra que deberán librar “ellos dos, unos pobres, pequeños insignificantes trabajadores que con una palabra podían ser  borrados para siempre, y al otro lado el Führer, el Partido, con su enorme aparato de poder y su esplendor y tres cuartas partes, incluso cuatro quintas partes del pueblo alemán detrás”.

Un día tuvieron un hijo, el Führer lo ha asesinado y ahora escriben postales. Unas postales que dejarán semanalmente en escaleras de edificios en los que viven médicos y abogados, por las que circulan clientes y pacientes. “Inundaremos Berlin de postales”, dice Otto a Anna: “entorpeceremos el funcionamiento de las máquinas, derribaremos al Führer, pondremos fin a la guerra…”.

El viejo Quangel seguirá siendo el mismo jefe de taller de fábrica, ese hombre “viejo y estúpido”, “poseído por el trabajo y una sucia avaricia”. Nadie sabrá jamás que por su cabeza bullen ideas que no tienen sus jefes ni los trabajadores a quienes vigila. “Todos ellos morirían de miedo si los asaltaran semejantes pensamientos”. El viejo Quangel los tiene, y los engaña a todos.

Y cuanto más postales difunden más mutan sus modos de percibir lo que sucede en su entorno. Ya no aprueban tan dócilmente la persecución de los judíos que, “como la mayoría de los alemanes” los Quangel habían aprobado en “su fuero interno”. Ahora que se habían convertido en “enemigos del Führer” esas cosas adquirían para ellos un aspecto y una relevancia completamente diferentes.

¿Que harían los Quangel cuando ya no debieran ocuparse más de escribir sus postales? ¿ya encontrarían algo por lo que merezca la pena luchar, decía Anna, algo público y notorio, sin tanto peligro? “Peligro siempre hay”, respondía Otto: “de lo contrario no sería lucha”. El peligro acecha, lo huele.  “El peligro no acecha en la escalera, ni al escribir. El peligro está en un lugar diferente que no puedo precisar. De pronto nos despertaremos y sabremos que siempre ha estad ahí, pero no lo hemos visto. Y entonces será demasiado tarde”.

El peligro, escribe fallada, no estaba en los detalles operativos. Sino en el hecho que, como a todo el mundo los Quangel “creían en su esperanza”. No sabían que casi todas las postales iban siendo capturadas por la Geheine Staatspolizei (Gestapo). Cuando los interrogadores policiales le pregunten cómo fue posible que creyese que él sólo, junto a Anna, pudiera derrotar al aparato de Führer, Otto respondió: “usted no lo entenderá nunca”. “Da igual que sólo luche uno o diez mil; cuando alguien se da cuenta de que tiene luchar, lucha, sea sólo o acompañado. Yo tenía que luchar, y siempre volvería a hacerlo. Sólo que de un modo distinto, completamente diferente”.

La historia de los Quangel es tan real como ficcional. Fallada (su verdadero nombre era Rudolf Ditzen;1893-1947) accede a ella a partir de los archivos de la Gestapo. Sus amigos de la recién creada Liga Cultural para la Renovación Democrática de Alemania, fundad en 1945, le habían ofrecido el legajo y proponía que escribiera una novela sobre la historia del matrimonio Hampel (los Quangel). El encargo sólo surtió efecto cuando el escritor se convenció de la singularidad del caso: “no se trataba de una actuación derivada de un compromiso político consciente, sino de la voluntad individual de dos personas corrientes de vida retirada”. Tiempo después Primo Levi escribió que se trataba del libro “más importante jamás escrito sobre la resistencia alemana».

¿A qué podemos atribuir esta importancia? ¿al relato “micropolítico” de Fallada, que nunca sacrifica los tejidos efectivos entre vidas y hechos al juicio ideológico totalizante? ¿a la captación de una alteración molecular, una desviación afectiva respecto de la norma que hace que un matrimonio del todo ligado al orden se convierta en una autentica máquina de guerra? ¿en la enseñanza de la fuerza que adquieren las batallas movidas por un arraigo involuntario a la vida, por sobre la frágil solidez de los enfrentamientos fundados en motivos de conciencia teórica? ¿al modo para nada estetizante de concebir lo resistente, que no apela a la ostentación de lo “alternativo” sino que hace de las variaciones imperceptibles el arma más poderosa, la que transforma más radicalmente la existencia sin alterar en apariencia la vida cotidiana? ¿del modo en que convoca un desafío vital como exigencia interna de toda acción verdaderamente resistente, es decir, creadora de nuevos hábitos y perspectivas? Tal vez haya que buscar por otro lado: por la des-estereotipización de lo resistente que pone en juego al descubrir en la ruptura de los afectos que enemista con el orden, vivida sin ayuda alguna de fuerzas colectivas en que lo político pudiera reinventarse, no lo “antipolítico” y el refugio en lo individual, sino el punto en el cual lo político mismo comienza a faltar, empieza a estar en falta y por una vez debe inclinarse ante la vida sacudida y abandonar su altanera pedagogía.

La resistencia puede adquirir tal vez la forma de los “precursores oscuros”, aquellos elementos de los que se presume que forman parte del orden sin serlo, partículas que tantean cursos aún inexistentes buscando catalizar un potencial ignorado, ideando encuentros que actualizan nuevas fuerzas. Una ética de precursor supone actuar sin creer en el orden, en continua atención, aún en la oscuridad.

Diego Sztulwark para Internacional Errorista Mayo 2016

El Nietzsche de Deleuze // Mariano Pacheco

(@PachecoenMarcha)

La reciente publicación del pequeño libro Nietzsche, de Guilles Deleuze, permite a los lectores de lengua española acercarse de manera simultánea a la filosofía de los pensadores más importantes de los siglos XIX y XX.

En 1965 Gilles Deleuze tenía 40 años y hacía una década larga que era profesor de filosofía. Ese año, siguiendo las pistas de un Nietzsche que había escrito que su Así habló Zaratustra era un libro “alegre y demoledor”, Deleuze escribe su propio Nietzsche, en una clave alegre y demoledora también.

Si bien para entonces ya había escrito sobre Hume y estaba a unos años del umbral filosófico (en su vida, en Francia, en occidente) que implicó la publicación de sus libros Diferencia y repetición y Lógica del sentido (en 1968 y 1969) y, por la misma época, su cruce con Félix Guattari (que desembocará en la redacción de Antiedipo, primer tomo de Capitalismo y esquizofrenia publicado en 1972), este pequeño pero intenso libro sobre el autor de Genealogía de la moral es un verdadero golpe de martillo a la tradición filosófica vigente hasta entonces.

Resulta conveniente destacar que, así como Martin Heidegger fue el “filósofo oficial” del régimen nazi, Nietzsche fue algo así como el “alma espiritual” del Tercer Reich, y que la labor realizada por los comunistas italianos Giorgio Colli y Mazzino Montinari (que retrabajaron las traducciones) fue fundamental para entender la recepción que el “loco de Turín” tuvo en el ámbito de las izquierdas y el pensamiento crítico tras la finalización de la segunda guerra mundial.

La nueva edición de las obras de Nietzsche permitió, entre otras cuestiones, “despegar” al autor de Ecce Homo de las tergiversaciones operadas por su hermana Elisabeth, quien durante años monopolizó lo que se suponían era libros de Nietzsche y no eran más que “cortes/pegues” de fragmentos que quedaron consagrados en el Nietzsche-Archiv organizado por ella, quien se casó con Bernard Forster, un hombre particularmente antisemita, con quien marchó a fundar una colonia aria en Paraguay (episodio narrado magistralmente por Ricardo Piglia en su cuento “El fluir de la vida”). “Deleuze llega a calificar como “suprema traición” la operación de Elisabeth de intentar poner a Nietzsche al servicio del nacionalsocialismo, y encuadra esta “fatalidad” dentro del rasgo de “parientes abusivas” que figura en el cortejo de cada “pensador maldito”.

Momento de auge de luchas anticoloniales y anticapitalistas, pero también de ascenso de un profundo cuestionamiento a los “modos soviéticos” de construir el socialismo (crítica anti-estalinista), los años sesenta/setenta serán también los momentos en los que aparece fuertemente el cuestionamiento a Hegel y una búsqueda por ligar el pensamiento de izquierda con una genealogía que recuperaba algunos autores malditos como Nietzsche y Spinoza. Obviamente, el rescate de Nietzsche que hacen tanto Gilles Deleuze como Michel Foucault en la Francia de esos años será fundamental para entender el crecimiento exponencial del autor del Anticristo en el último medio siglo.

Si bien Deleuze ya había publicado tres años antes un libro (más extenso y profundo)  sobre este autor (Nietzsche y la filosofía), el Nietzsche cobra un relieve particular porque, entre otras cosas, logra una profunda concentración de ideas en un desarrollo extremadamente breve.

Con dos bellos y breves capítulos titulados “La vida” y “La filosofía”, Deleuze logra entrar en los núcleos centrales del pensamiento y el devenir biográfico nietzscheano: la cuestión de la locura, de las “comunidades de amigos”, el vínculo entre pensamiento y vida, la salud y la enfermedad, los conceptos de muerte de Dios, eterno retorno y transvaloración de todos los valores, la función crítico-creadora del filósofo (“médico” que diagnostica síntomas; “artista” que modela tipos; “legislador” que determina el rango, que opera como genealogista).

El libro cuenta además con un diccionario donde Deleuze describe los principales personajes de Nietzsche (de Ariadna a Zaratustra, pasando por Dionisio y Cristo), y una selección de 34 extractos de textos de sus principales libros.

La edición de este libro, que hace años no se conseguía en el mercado editorial argentino, resulta un verdadero convite a introducirse a las lecturas de Nietzsche y de Deleuze, a revisitar sus planteos intempestivos para seguir desarrollando el pensamiento crítico en este convulsionado siglo XXI.

CONFERENCIA DE PUTAS // Silvio Lang

Así como, en la década de 1970, las feministas del movimiento italiano “Salario para el trabajo doméstico” revolucionan la idea de trabajo, a partir de la valorización de las tareas de reproducción de la vida y de la fuerza de trabajo, en la familia nuclear capitalista (Silvia Federici), el movimiento de “les putas feministas” plantean hoy otro paradigma social que desafía al Capital. Feministas y putas abren un nuevo campo de batalla en el seno de la normalidad capitalista.

Si las amas de casa producen y preparan la fuerza de trabajo para el Capital les putas producen y modalizan la fuerza sexual y afectiva de la sociedad. Nuestra investigación Conferencia de putas planea implicarse y reivindicar desde el plano de composición escénico estas hipótesis sobre el trabajo y la formación sexual, así como aliarse a sus luchas y sujetos activistas. Se trata de reconocer en cada época las intensidades que nos son explotadas por el Capital. Queremos liberarlas para autonomizar los procesos vitales que deseamos. Cuando les putas feministas disidentes grafitean LAS PUTAS EN LA CALLE: GUERRA DE INFRAESTRUCTURA, entre otras cosas, están disputando la idea capitalista de trabajo asalariado tanto como derechos laborales. Pero, también, el modo de materialización y sensualización de los cuerpos en la sociedad.

¿Qué función han ejercido les putas y cuál ejercen hoy en la sociedad? El capitalismo usa a les putas al mismo tiempo que les desprecia y les reprime. Sin embargo, una nueva figura militante ha surgido: le puta feminista  -en Argentina encarnada, por primera vez, en la década de 1970, en la trabajadora sexual y activista Ruth Mary Kelly. ¡Qué existan les putas! Ya no la esclava del sexo, ya no “la prostituta respetuosa”, sino une militante del deseo en guerra contra la explotación capitalista de nuestra energía sexual. Une puta autónoma de sujeciones y tutelajes del Estado, del Mercado, de la Publicidad y de la Policía.

La prostitución no es la trata de personas. La trata es un dispositivo de control y tutelaje del Capital. Mientras que la prostitución es un trabajo sexual y afectivo en deriva, una máquina de guerra al Capital. El trabajo sexual es una práctica de subjetivación, de trazado de posibles sexuales y afectivos. Hacerse prostitute, por ejemplo, es también una manera de rehacer el propio cuerpo y volverse deseable para otres. El erotismo, la seducción, la sensibilidad, los goces, los sentimientos son trabajos, producen valor: fabricaciones sociales de escenas sexuales, dramaturgia de gestos, montaje de imágenes, compuestos de afectos que individualizan a cada cuerpo ya sea de manera homogénea, o bien, singular,  depende las prácticas y conceptos que se pongan en juego. Hay trabajo sexual no solamente por el hecho de que media una paga si no por la capacidad de formación sexual y afectiva de les partenaires en el juego pautado entre clientes y putas. La prostitución es una potencia de educación sexual y afectiva capturada por el Capital… Liberémosla!

*Conferencia de putas, es una investigación escénica argentina-croata desarrollada por les artistas Silvio Lang y Bruno Isakovic. En septiembre 2019 se prevé la presentación de una performance, creada y protagonizada por putas activistas feministas, en el marco de las residencias coreográficas “Danza al borde”, del Complejo Teatral de Buenos Aires, Centro Cultural San Martin y UNSAM.

Entrevista a María Pía López: “La fuerza del feminismo popular es seguir forjando un sujeto político autónomo” // Soledad Sgarella

—En el epílogo, hacés especial hincapié en que “Es un libro que no quiere ser libro, sino material de agitación, de circulación, de provocación”. ¿Nos ampliás esto?

—Me gustaba la idea de escribir un libro que funcione como material de agitación en el sentido de producir un texto que esté pensado desde la coyuntura y en la coyuntura… como una intervención.

Es decir, no es un libro de fondo, no es un libro teórico, sino es un libro donde las hipótesis más teóricas y las interpretaciones más generales se ponen al servicio de tratar de situar cuáles son los debates y los problemas que atraviesan -en este momento- los feminismos populares y también lo mucho que esos feminismos populares prometen con relación a la construcción de una alternativa antineoliberal.

Un poco tiene sentido como una intervención, te decía, urgente, porque se está discutiendo explícitamente durante 2019 -y eso tensiona mucho, todo, los activismos y las movilizaciones- la cuestión de cómo se forja una alternativa a la gobernabilidad que postula la Alianza Cambiemos y la continuidad de esa lógica de gobierno.

—¿Cuáles son los aportes principales en este momento tan particular del país?

—Me parece que, en muchos casos, muchas personas que participan, hablan y activan desde el campo opositor, sostienen que los feminismos vienen a poner la agenda que parte el campo nacional y popular, interrumpe las posiciones de unidad y que, entonces, habría que relegar alguna de esas posiciones para construir una fuerza común capaz de derrotar a la Alianza Cambiemos.

Entonces que, partir de ahí, no es un modo erróneo de poner en primer plano lo que se llamarían las contradicciones secundarias, sino de pensar cómo se constituyen, efectivamente, los modos de antagonizar contra las formas opresivas del neoliberalismo.

Y, por otro lado, tiene otros sentidos… acá te estaba narrando la intervención de urgencia en el sentido de la constitución de frentes antineoliberales, pero también está el otro plano -aún te diría tan o más fundamental- que tiene que ver con el intento que percibo permanentemente en las propias políticas del gobierno de traducir nuestra fuerza movilizada, nuestra capacidad de poner luces a la calle, la potencia que tenemos, en parte de la legitimación de su propia gobernabilidad, ¿no? Eso lo hicieron en la discusión sobre la legalización del aborto y lo van a seguir haciendo, me parece, incluso con el tema de la violencia de género y la acción del Instituto de la Mujer, o campañas de lavado rosa de sus propias políticas.

En este sentido, los aportes que espero tenga el libro es de tratar de abrir y situar las discusiones. Quiero decir: es un libro que tiene menos la idea de construir una doxa que de decir, bueno, en qué terrenos discutimos entre compañeras, con compañeres, en organizaciones mixtas. Cómo construimos los nudos problemáticos y apostamos a algo que nos parece que es central que es la idea de que los feminismos son imprescindibles y que van más a la raíz de toda la lógica de opresión -en este momento-, pero que, al mismo tiempo, decir feminismo sin pensar en su componente popular, en su intersección con otras cuestiones que no son cuestiones de género (y que tienen que ver con la clase, la raza, los distintos tipos de jerarquías y desigualdades) me parece que construye un feminismo por lo menos chueco o muy asimilable a la propia lógica del gobierno.

 

—Y en un año electoral, ¿qué papel debemos ocupar las militancias feministas?

—Podemos sumar tomando en serio la cuestión electoral y, al mismo tiempo, sabiendo que esa cuestión no debe interrumpir nuestra propia constitución de una fuerza autónoma, popular y capaz de seguir abriendo escenarios permanentemente, antes y después de las elecciones.

Es decir, es evidente que todas nosotras, militantes feministas, al mismo tiempo, estaremos tensionadas por nuestras pertenencias partidarias, nuestros activismos políticos y estaremos, de algún modo, participando con más o menos alegrías y angustias del proceso electoral, pero, al mismo tiempo, es imprescindible saber que nuestra fuerza, incluso dentro de los partidos, nuestra fuerza incluso dentro del momento electoral, surge de la capacidad que tengamos de seguir forjando un sujeto político que es autónomo, que es díscolo, que es capaz de poner en juego otra imagen de sociedad y una apuesta a formas de vida novedosas.

Me parece que nuestra fuerza, lo que podemos aportar al proceso electoral, es menos ponernos al servicio de ese proceso poniendo nombres y caras (que nos puede convertir en algo, digamos, que legitima otro tipo de lógicas, partidarias y electorales) que no está mal, pero no es la fuerza real que podemos poner en juego. La fuerza real me parece que es la capacidad de seguir poniendo una agenda desde una perspectiva autónoma y la capacidad de movilizar en la calle y de enlazar nuestras propias movilizaciones con todos los temas que hacen a la explotación y a la reposición de jerarquías que implica el neoliberalismo.

Por otro lado, creo que si algo nos caracteriza es la capacidad que hemos tenido de poner en escena una idea de vida y eso es fundamental en el combate anti neoliberal, que es una idea de vida que no es reducida a la biología. Y que es una idea de vida que se sostiene fundamentalmente sobre la afirmación de la autonomía y el deseo, y eso, poner en juego eso ante un régimen que todo el tiempo produce vidas desechables y políticas de muerte, es un acto fundamental e imprescindible y es lo que nosotras podemos estar poniendo a lo largo de todo el año y también durante el proceso electoral.

 

Soledad Sgarella para La tinta

 

¿Qué es lo real? La filosofía como arte de lucha y práctica de libertad // Roque Farrán.

I. Me gustaría abrir este breve escrito con algunas preguntas inquietantes que se desprenden de lecturas recientes en torno a la ciencia, lo real, el sujeto y las desapariciones: ¿Y si la ciencia contemporánea nos hubiera planteado la desaparición cómo única respuesta posible ante lo real? ¿Y si ese estado potencial de nuestro modo de ser, más que responder a la posibilidad efectiva de la bomba nuclear, obedeciera a la calculabilidad integral del sujeto? ¿Si la algoritmización de nuestras vidas, cantada como el último avatar del sujeto, no fuese más que el corolario empobrecido y reificado de aquello que se produjo hace ya mucho tiempo? Creo que algo de eso nos trata de transmitir Agamben, con su habitual jovialidad y elegancia, en el opúsculo: ¿Qué es real? Allí se detiene a analizar la misteriosa desaparición de un brillante físico italiano, Ettore Marjorana, quien habría advertido muy tempranamente que los experimentos en torno a la física cuántica iban “por mal camino”. La hipótesis que desliza Agamben, desmarcándose de un anterior estudio, es que el problema no residiría tanto en las consecuencias prácticas de la teoría cuántica, esto es: la fabricación de la bomba atómica, sino en lo que implicaba ontológicamente para el sujeto, en su misma historicidad arrojada al cálculo extendido de probabilidades (tanto en la física como en las ciencias sociales).

La hipótesis que intentamos proponer es que si la convención que rige la mecánica cuántica es qu la realidad debe eclipsarse en la probabilidad, entonces la desaparición es el único modo en el cual lo real puede afirmarse perentoriamente como tal, sustrayéndose a la sujeción del cálculo. Majorana hizo de su propia persona la clave ejemplar de la condición de lo real en el universo probabilístico de la física contemporánea y produjo de este modo un acontecimiento al mismo tiempo absolutamente real y absolutamente improbable. Con la decisión, esa tarde de marzo de 1938, de disolverse en la nada y de borrar toda huella experimentalmente comprobable de su desaparición, le planteó a la ciencia la pregunta que todavía aguarda una respuesta que no puede exigírsele y que, no obstante, es ineludible: ¿Qué es real? 1

Es interesante esta hipótesis agambeniana: la única posibilidad de responder ante la generalización del sujeto que opera la ciencia moderna, su sujeción al cálculo probabilístico, es la desaparición sin dejar huellas. Una reivindicación de lo real que no es nueva, si se recuerda a aquel sabio oriental que se incineró para mostrar un punto ante los insistentes argumentos pirronianos, o la misma Simone Weil que se dejó consumir como forma de protesta política, etc. (aunque sabemos que la “pasión por lo real”, como bien señaló Badiou en El siglo, fue un sino importante de las subjetividades del siglo XX). Lo importante es que la pregunta por lo real, sea lanzada en la cara de los incrédulos sin ningún pathos subjetivo, en un acto implacable.

Diría, aunque me adelanto a lo que vendrá, que la respuesta a lo real asume dos formas perentorias: anudar o desaparecer.

II. Retomo la pregunta por el lado político, entonces: ¿Qué es lo real? Durante la jornada del 24 de marzo anduve dándole vueltas todo el día a esa cosa. La “cosa misma”, podría decir. Pero no puedo. Entonces escribo. Entre idas y vueltas, paseos y la Gran Marcha. Escribí bien temprano: “Memoria, Verdad y Justicia hacen un nudo irreductible”. Es una forma de lo real, sin dudas. Y pensaba en el nombre del cuarto nudo, en el nombrar, en la implicación, en cómo seguir anudando, etc. ¿Es necesario acaso?, ¿o la cosa se sostiene así, y nada más? También pensé que escribir en serio sería desaparecer, no como un ejercicio de coquetería intelectual, sino desaparecer efectivamente, en lo real: tocando ese punto insoportable en torno al cual quienes sostienen y reproducen este mundo miserable ya no (te) soportarían más, ni un minuto más, y (te) desaparecerían. El nudo real se verifica por el corte: “violencia divina”, escribía Benjamin. Quizás algo de eso no ha cesado de escribirse. Devenir puro e insensato médium de los desaparecidos de la historia, por el lado de aquello que no la tiene ni nunca la ha tenido: lo no-sido, lo inexistente, lo real. Tocar lo real, escribir lo real, devenir real en acto, no debe ser fácilmente soportable por nadie. A lo mejor es una de las formas de la muerte; esa palabra que designa muchas cosas que ignoramos, en el límite de la imaginación. A lo mejor es un nombre del deseo, purificado, lo cual es siempre un peligro. Pero no lo sabemos. Escribimos a ciegas lo real, en torno a los otros dos (simbólico e imaginario), como podemos. Y recordamos. O anudamos, con otras palabras. Nada más. No lo sabremos hasta el corte final. Mientras tanto la vida va, y no es poca cosa. Cuestiones ontológicas que encarnan en su historicidad concreta.

III. No obstante, siempre he sostenido que lo real no se verifica sólo por el corte; también hay cicatriz, que recuerda. La escritura que sigue el deseo es una de las formas de esa cicatriz. Por eso no es bella, o no lo es al menos bajo el patrón de belleza actual. Quizás tiene algo de anacrónica. De a poco voy entendiendo la lógica retroactiva que permite cernir el deseo, en ese sentido escritural o cicatricial, no tan puro. Deseo de filosofía, escribí hace tiempo. Pero antes fue la tesis, el proceso institucional y su defensa; luego le siguieron otras, innumerables defensas en otros terrenos, ataques y entrenamientos coyunturales que resignificaron los anteriores. También la precipitación material del nombre de lo que hacía (Nodaléctica) y, finalmente, las tomas de posición y las definiciones más ajustadas al caso. Ahora puedo decir que arribo a una definición clara y consecuente de mi práctica, la filosofía, que me resulta bastante adecuada a lo real del objeto: el vacío atravesado en el anudamiento de las condiciones materiales. Y además, se sitúa de manera decidida entre las prácticas sostenidas por mis maestros, sin identificarme plenamente con ellos y sin alejarme tampoco apresuradamente de ellos. Tomando el tiempo necesario para la elaboración del modo singular. Acá estoy, escribiendo, y sí, qué importa quién habla, mientras tome posición y se haga cargo de responder por lo real en juego, donde le toque en suerte. Entonces la pregunta correcta sería: ¿anudar o desaparecer? La decisión insondable responde por lo real en juego. La decisión no es soberana ni excepcional, es absolutamente singular: un modo de ser irreductible. La existencia está sujeta a valores trascendentales, el ser no: hasta un cúmulo de cenizas desperdigado en el espacio, un múltiple cualquiera, da cuenta de ello.

La clarificación de esta tesis, que es también una apuesta por el pensamiento en vida, exige tomar posición no sólo respecto a la ontología sino al modo de practicar la filosofía. Vayan algunas definiciones en ese sentido, que interpelen a otres.

III. En principio, suscribo a la definición althusseriana de la filosofía como “lucha de clases en la teoría”, sólo que me gustaría complejizar ambas nociones: la de “lucha” y la de “clase”. Aquí tenemos que seguir el ejemplo de Althusser, sin imitarlo. Así como Althusser permitió complejizar la casualidad estructural entre los diversos niveles, instancias y prácticas de la formación social, con el concepto de “sobredeterminación”; y luego otros althusserianos han propuesto, siguiendo sus mismos pasos, hablar de “sobreinterpelación” para pensar la complejidad de los mandatos y discursos amos que constituyen a los sujetos; pues asimismo, creo que tenemos que pensar la “lucha de clases” en su complejidad inherente y no como un principio unívoco: no sabemos cuáles son las clases hasta que no entran en lucha, y no sabemos tampoco cómo se darán las luchas, es decir, el modo que asumirán en qué estructuras, niveles y prácticas. Entonces no podemos descartar a priori ningún modo, ningún espacio, ninguna táctica de intervención: instituciones, asambleas, redes sociales, medios, el estado mismo, etc. El dinero no define la pertenencia de clase; la clase no define el modo de inclusión del Estado; el Estado no se define solo por la reproducción de las clases; las clases no están definidas sino por las luchas concretas y reales que conducen a la transformación de las relaciones de producción, en cualquier nivel de pertenencia o inclusión; las relaciones de producción no son sólo económicas, se encuentran sobredeterminadas. Desajustando pertenencia e inclusión, anudando las luchas en simultaneidad, saliendo de los esquematismos de toda clase, podremos transformarnos efectivamente. Sino seguiremos en la repetición, por arriba o por abajo, por izquierda y por derecha, por afuera o por adentro. ¡No cedamos en ningún terreno, materialistas unidos en lucha!

IV. En consecuencia, concibo a la filosofía como una práctica de libertad, es decir, como producción de un espacio liberado de las coacciones y urgencias diarias que permite, no obstante, entrenarse y ejercitarse para responder a ellas de la manera más efectiva posible. La filosofía como práctica concreta y completa de formación: acotada en sus bordes o condiciones materiales, e infinita en sus mediaciones conceptuales o ejercicios espirituales; no mera teoría del conocimiento, ejercicio lógico-sofístico, historia del pensamiento o hermenéutica epocal del ser. Claro que se trata de ejercitarse para las luchas reales, en efecto, pero luchas que se practican en condiciones de cierta protección y cuidado, con una orientación basada en la experiencia y la tradición, como sucede por ejemplo en un Dojo. Es decir, no se trata en filosofía de la lucha diaria, del ajetreo cotidiano librado al azar de choques y repeticiones, en la calle o en las instituciones; como tampoco en las artes marciales luchamos siempre en torneos y competencias, o eventualmente en la calle misma. Antes –durante y siempre– hay que entrenar el cuerpo y el alma, prepararse para la lucha a todo nivel. Por eso es necesario sostener un espacio de entrenamiento diferenciado, lo más riguroso y protegido posible, donde se cultive la disciplina y el respeto, como también la posibilidad de juego e invención. No se trata de que todos hagan lo mismo, que reine la confusión o la indiferencia en los grados, destrezas y responsabilidades, tampoco de confundir los espacios y los roles, pero sí de habitarlos sabiendo de esas posibilidades de entrelazamiento y transferencia que hacen a la formación conjunta. Entender que una forma de vida nueva tiene que saber anudar, llegado el caso: conocimiento técnico y sabiduría, experiencia e invención, afectos y modos de transformación de sí en cada coyuntura. No me gustan las comparaciones externas ni las analogías apresuradas, hablo de lo que practico: inmanencia de las prácticas, incluida esta breve y condensada escritura. Desde allí –o aquí– deseo interpelar para que otros también lo hagan a su modo. Para eso, sostengo hace tiempo, necesitamos en concreto una teoría materialista del sujeto.

V. Sigamos el ejemplo de Marx, también sin imitarlo. Así como Marx, a diferencia de los socialistas utópicos, se alejó de una crítica moralizante al capitalismo por considerarla inefectiva, y elaboró en consecuencia una crítica rigurosa de la economía política; asimismo, nosotros, tenemos que alejarnos de una crítica moralizante al neoliberalismo y su cultivo del individualismo contemporáneo, para efectuar en consecuencia una crítica rigurosa de la constitución del sí mismo y el sujeto. No basta con escandalizarnos y clamar a viva voz por los viejos valores perdidos del colectivismo y el pacto social primigenio, tenemos que trabajar sobre el terreno del adversario, invirtiendo sus mecanismos y dando vueltas sus cañones. Necesitamos, repito, una teoría materialista del sujeto que nos encuentre implicados en cada punto de este entramado social que rápidamente se descompone. Nunca existió eso que idealmente creemos ver en el pasado, por eso la crítica materialista no repone “valores” sino que trabaja sobre lo que hay para hacerlo mucho mejor. Cultivar un ethos materialista, en consecuencia, resulta necesario para elaborar una teoría materialista del sujeto. Una teoría materialista del sujeto no puede ser solamente contemplativa, comprensiva o explicativa, sino que ha de implicar ejercicios concretos que formen y transformen al sujeto en cuestión: desde la escritura hasta la invención de conceptos, pasando por multiplicidad de prácticas (políticas, ideológicas, científicas, marciales, espirituales, etc.). Una teoría materialista del sujeto ha de implicar, ante todo, al sujeto que teoriza en su formación y por ella se transforma; cuestión que siempre sucede junto a otros, en distintos niveles, espacios, tiempos y prácticas.

VI. Por último, una breve mención a la lógica que podría orientarnos en este proceso de constitución ontológico-política. Ante la forma-mercancía y la lógica del valor, anteponer siempre la forma-nudo y la lógica del entrelazamiento. La sustitución del modo de producción capitalista que atraviesa y desorganiza todas nuestras actividades cotidianas, desde las prácticas económicas a las prácticas afectivas, puede comenzar en cualquier parte o lugar del tejido social. Las células del modo de producción y la forma de vida deseables que lo sustituyan (no importa ahora cómo se llame), pueden constituirse en cada ínfimo acto o gesto, en tanto no busquen la producción de algo que entre en una zona de intercambios valorizables, sino que procedan mediante el entrelazamiento riguroso y la producción de la forma-nudo. Imaginemos en cada instancia, nivel y práctica social cómo proceder, de tal modo que si uno de los términos del enlace no se sostiene el conjunto de la trama se desvanece. Máxima sustentabilidad, rigurosidad y solidaridad en los enlaces e intercambios que nos constituyen. Sólo eso, llevado a la enésima potencia, hará que el régimen de verdad que sostiene este modo de producción ya inviable caiga por su propio peso.

1 Giorgio Agamben, ¿Qué es real?, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2019.

Presa política del patriarcado // Cosecha Roja

Yanina Farías está detenida hace más de un año y medio por el “homicidio agravado por el vínculo” de su beba Xiomara. La acusan de “mala madre”: para el fiscal Yanina debió haber impedido que Alfredo Leguizamón, un amigo de su madre, matara a su beba a golpes. Hoy comienza el juicio en su contra a cargo del Tribunal Oral en lo Criminal 4 de Mercedes.

Desde que fue detenida organizaciones feministas exigen la libertad de Yanina y reclaman justicia por Xiomara. Convocan a una movilización el viernes 29 hacia los tribunales de Mercedes. “Esperamos que el desarrollo del juicio pueda poner en claro que esto se trata de un femicidio vinculado y que Yanina es sólo una víctima más”, dijo el abogado Alejandro Bois al diario Tiempo Argentino.

El 6 de agosto de 2017 Yanina Farías estaba cambiando el pañal de su beba de dos años cuando Leguizamón la agarró de atrás y la intentó violar. La mujer, que nació con retraso madurativo, trató de zafarse. Él la tiró al piso y le dio una paliza a ella y a sus dos hijos, Juan Gabriel de 4 años y Xiomara de 2 años. Cuando se recuperó de la paliza, Yanina vio que la beba se desvanecía y le costaba respirar. La llevó a una Unidad de Pronta Atención de Moreno y luego fue trasladada al hospital Garrahan por su estado de gravedad donde murió el 8 de agosto. La beba también tenía lesiones viejas y se comprobó que había sido violada.

Desde ese día Yanina Farías y Alfredo Leguizamón quedaron detenidos en la comisaría 4ta de Cuartel V en Moreno. Según el fiscal Yanina “debió velar por la integridad de su hija, y representándose que, con su inacción y por la violencia inusitada puesta de manifiesto a través de las lesiones que se ocasionaren, provocará el desenlace irremediable de la muerte de su propia hija”.

***

Yanina vivía en casa de su hermana Mayra en Merlo, en el oeste del conurbano bonaerense. En julio de 2017 la mamá de las chicas les avisó que se iba a trabajar a San Luis y le pidió a Yanina que le cuidara la casa en el barrio Cuartel V de Moreno.

Ella se instaló con dos de sus tres hijos: Xiomara, de dos años, y Juan, de cuatro. El más grande, de siete, vivía con el padre. Dos días después llegó Alfredo Leguizamón, el amigo de la madre. Se iba a quedar un tiempo en la casa para ayudarla en el cuidado de los chicos y construir en el fondo del terreno otra casa. Pero no fue así.

Yanina soportó durante 15 días violaciones, golpizas y maltratos psicológicos. Leguizamón la tenía secuestrada: había clausurado las ventanas con cadenas y candados y cerraba la puerta con llave cuando se iba. Él le decía a los vecinos del barrio Cuartel V que eran pareja.

La tarde del 6 de agosto Yanina intentó resistirse. Él la agarró de atrás para violarla y forcejearon. Le pegó y la tiró al piso. El nene de cuatro años intentó defender a su madre pero Leguizamón le pegó a él y su hermana.

Ocho meses pasó Yanina sin saber por qué estaba detenida y recién días después de que Xiomara fuera llevada al hospital, la familia le contó que su beba había muerto a causa de los golpes.

Para la justicia patriarcal Yanina no es una víctima. No importa su padecimientos, las violaciones y golpes que sufrió. Ella fue invisibilizada. Solo importa que no fue capaz de cuidar a su hija, que fue una “mala madre”.

 

 

Cosecha Roja 

Constitución y excedencia (prólogo al libro Marx y Foucault, de Toni Negri) // Diego Sztulwark

  1. Una escritura salvaje

 

La experiencia de Toni Negri se funda en una decisión biográfica, intelec- tual y política que afecta por completo su escritura: el ser es excedencia y constitución. Lo que es se da como apertura y producción. Si hay violencia en la ontología se debe a la ruptura que el ser opera respecto de toda medida impuesta. La vivencia de lo real es la del disfrute de la materia y del cuerpo, la alegría del fenómeno y el despliegue de la desmesura dentro de y contra los límites que supone toda síntesis dialéctica. Esta decisión inicial se despliega en una serie de oposiciones generativas: potencia contra poder, singularidad contra individualidad, dinámica constituyente contra fijación, expresión contra representación, antagonismo contra antítesis, anomalía contra normativización, común contra privado-público, his- toricidad contra teología, desborde contra adecuación. Siendo proceso abierto, el ser o lo común solo existe como aquello que debe ser construido y verificado en el plano de la historia efectiva, a lo largo de una vida, a través de unos textos, por medio de una praxis.

¿Cómo procesa la prisión, la frustración de los proyectos colectivos un comunista de esta índole? Según sus palabras, sosteniendo el deseo de “mantener más allá de la derrota una verdad que de lo contrario habría desaparecido, y una lectura del destino político de mi generación que de lo contrario habría sido falseada por la represión”. Había una línea fuerte que defender, una potencia producida por una pasión. Así comienza Historia de un comunista, su autobiografía. El problema que atañe a Negri es el siguiente: ¿es convincente el dispositivo existencial, intelectual y político que le permite investigar la productividad del ser –la irreversibilidad del tiempo y la determinación histórica– soportando el peso de una profunda derrota? Gombrowicz escribió en su Diario argentino que los comunistas le causaban una doble impresión: le fascinaba la lucidez crítica de su diagnóstico del presente y lo irritaba la puerilidad que se apoderaba de ellos cuando describían el tiempo de la emancipación por venir. Crítica y utopía como momento fuerte y débil. Este libro pretende romper ese tipo de teleología blanda, crítico-profética. Captar este esfuerzo es imprescindible para leer a Negri. Su creencia en el movimiento de la historia surge de una razonada conversión personal –realizada sobre la base de una temprana adhesión al inmanentismo bruneano– desde la militancia cristiana al materialismo comunista. Esa conversión fue intelectualmente intensa y dio como resultado una articulación origi- nal entre ontología e historia que intenta problematizar y resolver la relación entre necesidad y contingencia, crisis e innovación, decisión y estructura. En Marx y Foucault se retoma esta labor articulatoria a partir de la tensión específica que se plantea entre determinación y subjetivación: Marx es el nombre de la determinación real e histórica (el hoy); Foucault, el de la subjetivación, la creación de dispositivos de apropiación creativa y de apertura de nuevos horizontes (el mañana): Marx es el ahora, Foucault, el porvenir. La propia noción de horizonte es tratada de un modo anti-utópico: nada abajo, nada arriba. Solo es- pacio para el juego conflictivo de las fuerzas. El comunismo de Negri, despojado de trascendencia y nostalgia, se da como el conjunto de las percepciones y afecciones que se experimentan dentro y contra el poder. Excedencia y constitución son las categorías principales de la dia- léctica negriana en la que el Uno se divide en dos. Siendo la ambición de lo Uno desafiada por el movimiento de una diferenciación interna y antagonista. Lo Uno sueña que persiste igual a sí mismo (régimen de la representación) mientras resulta socavado-desbordado por un movimiento de constitución que rompe y va más allá de toda mistifica- ción (régimen de la expresión). ¿Qué mistificación? La que conduce el monismo hacia lo Uno. Porque el ser no es Uno, término substancial, homogéneo y permanente, sino relación, multiplicidad, dinamismo productivo. Excedencia y constitución son los rasgos fundamentales de una ontología materialista del devenir que se localiza en el nivel de los cuerpos, de los afectos y de los conocimientos, es decir, en el nivel de una vivencia común continuamente enriquecida de interacción de las singularidades. El carácter concreto de esta experiencia da su sentido particular al léxico negriano: historicidad, fundación, investigación, crisis, tendencia, común, composición y apertura.

2. El método de la autonomía

La obsesión central de Negri ha sido siempre el método: cómo aferrar lo real. ¿Qué nociones permiten agenciar, en el plano de la historia y de la acción política, esta manifestación de excedencia –que se impone como determinación efectiva– en términos de una nueva constitución, es decir, de apertura de nuevos horizontes subjetivos, ético-políticos? La primera resolución es spinozista: el método es insurreccional, determinista y abierto. La excedencia como generosidad de la diferencia se expresa como potencia que anima y explica la composición constituyente de las singularidades. La segunda será un historicismo absoluto, la exigencia de elaborar las categorías capaces de operar una comprensión y una transformación sobre la realidad. En Negri, esta exigencia historicista está dominada por la experiencia de su militancia en el autonomismo obrerista, corriente fundada en los años sesenta por Alquati, Panzieri y Tronti en torno a la subjetividad del trabajo vivo en la fábrica (rechazo a la explotación, autonomía de la lucha por el salario, reapropiación de la tecnología, coinvestigación obrera), núcleo central de lo que Negri llama “la diferencia italiana”. Este es el énfasis de Marx y Foucault. Se trata de aprehender sobre el terreno de la historia la dimensión ontológica y práctica del antagonismo a partir del surgimiento de deseos organizados en luchas concretas, en las que se forjan conocimientos, afectos, modos de vivir. El método es, en tercer lugar, entonces, investigación militante o coinvestigación en el plano de las luchas, atención analítica y creación de conceptos a la altura de este ensamble antagonista entre ontología e historia, excedencia y constitución, determinación y subjetivación. Lo que la investigación persigue es una completa recomposición de la razón bajo los efectos –aprendizajes– de los deseos comunes que emergen en las luchas (Negri las llama “mutaciones antropológicas”). El instrumental autonomista se vale aquí de dos nociones operativas: composición técnica y política del trabajo. El método es, en cuarto lugar, un composicionismo: deduce la determinación y la subjetivación obrera de las mutaciones de la composición orgánica del capital (trabajo vivo que produce valor sometido a trabajo objetivado que lo conserva y que es utilizado como dispositivo de explotación). Al investigar el proceso de producción de capital desde abajo, como una relación conflictiva cuyo dinamismo fuerza la mutación de la composición orgánica, se distinguen las figuras anticipatorias del trabajo según una dimensión técnica que remite a la determinación objetiva (la relación con las máquinas, las disposiciones laborales, las cualidades puestas en juego en el proceso de trabajo), y según una dimensión política (que refiere a la subjetivación, a los procesos de autonomización, de organización, de reapropiación).

El método entonces tiende a profundizar en la dinámica real y concre- ta de la lucha de clases. Lukács, Merleau-Ponty, Kosík. La insurrección adquiere rasgos concretos en la composición técnica y política de la clase obrera. En la época actual, definida por el pasaje del obrero masa al obrero social, cuando la subsunción del trabajo vivo en el capital es completa y la explotación se extiende al conjunto de la actividad social, la composición técnica se define por el hecho ultra-significativo de la aparición del sujeto maquínico, que apropiándose de cuotas de capital fijo, es decir, de medios de producción, adquiere una composición política que tiende a la autonomización de la cooperación productiva respecto del mando del capital. Composición técnica y composición política definen, en el pasaje del fordismo al posfordismo, un nuevo concepto de clase que Negri llama multitud. Este nuevo concepto de clase se caracteriza por su inclinación a valorizarse a través de conexio- nes cognitivas, lingüísticas y afectivas que escapan (excedencia y fuga) al consumo del capital. Esta valorización autónoma es creación de subjetividad. El antagonismo viene dado, entonces, por la resistencia que en este contexto oponen los modos de vida a la traducción del valor en valor capitalista. Cuando esta resistencia deviene bloqueo del proceso de la acumulación de capital, cuando el carácter excedentario del trabajo inmediatamente social ya no se deja capturar por el coman- do del capital, la crisis se convierte también en posibilidad de crear representaciones, traducciones e instituciones no capitalistas del valor socialmente producido.

El método deviene diagnóstico y política. El diagnóstico se revela dispositivo productivo. En la época de la subsunción real de la sociedad en el capital –predominio de la plusvalía relativa sobre la absoluta–, cuando el conocimiento deviene fuerza productiva tendencialmente dominante, el antagonismo se da sobre el inmediato plano de lo social (la vida, los modos de vida), de tal manera que ya no es posible dis- tinguir antagonismo social, lucha de clases y ciencia política. Cuando la productividad del trabajo es la actividad colectiva (virtuosismo del lenguaje, de los afectos, del conocimiento, de los cuidados, de la comunicación) capaz de reapropiarse de segmentos de los medios pro- ductivos y de profundizar en concreto su deseo de autonomía dentro de la fábrica social (por medio de las luchas del trabajo metropolitano en todos los planos de la existencia), la exigencia de renovación del método se agudiza y necesita corroborarse en el plano de la organiza- ción de lo que Negri llama lo “común” (y que hace corresponder con la “biopolítica” foucaultiana).

La importancia de la dimensión metodológica se corrobora no solo en la práctica de la co-investigación y en la experiencia de la política sino también en la polémica y en las enemistades filosóficas de Negri: su relación con la dialéctica hegeliana, a la que adhirió de joven (Negri fue traductor de Hegel y autor de Estado y derecho en el joven Hegel, nunca publicado en español) y a la que reprocha su racionalización idealista de los procesos reales y una solución reaccionaria de las oposiciones reales (de clase), por medio de una mediación sintética que reúne y limita; su ambigua reacción ante el diagnóstico de los pensadores de la Escuela de Frankfurt de una sociedad alienada, completamente reorganizada por el mando del capital, y una dialéctica en suspenso o negativa, que Negri reconstituye críticamente mediante la exaltación de la noción marxiana de la subsunción real de la sociedad en el capital y también de la distin- ción entre biopoder y biopolítica en Foucault, que le permite admitir la hegemonía del capital reabriendo al mismo tiempo la asunción de un espacio de antagonismos y crisis; su rechazo terminante del pesimismo ontológico heideggeriano, asociado a una ética impotente y a una des- activación de la praxis, que se vuelve contra las tecnologías bloqueando toda comprensión de los procesos de reapropiación de la máquina por el trabajo; su rechazo práctico de la llamada “autonomía de lo político” tal y como la formuló el pci a partir de Togliatti y que abrió paso a la política del “compromiso histórico” como apuesta a la participación en el control del aparato del estado, que reduce lo político como un ejercicio del poder soberano sin atender al problema de los valores, es decir, a la continuidad de la representación del valor trabajo como valor capital, cuestión medular que lleva a Negri a realizar una lectura izquierdista de Foucault, acentuando el dominio de las micropolíticas (el juego cualitativo que se da en el plano de las relaciones sociales), y nos lleva a nosotros, lectores sudamericanos, a reflexionar en la reducción de lo político sobre lo estatal realizada por los gobiernos llamados progresistas; por último, las refutaciones a los más importantes filósofos actuales tales como Bruno Latour (cuya antropología de la vida afirma una cosmo- política que anula, según Negri, la historicidad biopolítica del mundo), Rancière y Agamben (pensadores de lo político como sustracción, en los que se debilita la dimensión histórica y se disuelve el peso de las singularidades) y, sobre todo, Alain Badiou, cuyo platonismo sería una reacción contra la materialidad de la lucha de clases, el comunismo una idea y la noción de acontecimiento una formalización de la ruptura que rechaza toda inmanencia con la materialidad del antagonismo.

3. De la renta al fascismo

El método aspira a captar lo real, es decir, el modo en que la actividad humana crea valor, pero también el modo en que el capital se repre- senta ese valor (el modo en que se lo apropia), y el antagonismo que mediante la lucha del trabajo vivo anticipa las nuevas figuras subjetivas.

La secuencia podría formularse así: en primer lugar, dar con la exce- dencia; en segundo, comprender las formas de explotación (siempre conectadas con las formas de dominio); y finalmente, determinar el antagonismo hacia la autonomía. La investigación muestra hasta qué punto la actividad productiva se extiende al conjunto de la actividad humana (poniendo en el centro el conocimiento y el intelecto general del que habló Marx); verifica el pasaje por el cual la vieja clase obrera cede lugar a nuevas formas del trabajo y a la cooperación social, esparcida ahora al conjunto del territorio y la vida (biopolítica); se esfuerza por comprender los modos de explotación capitalista sobre las conexiones afectivas, intelectuales, lingüísticas; y elabora hipótesis antagonistas sobre las tendencias autonomistas de los modos de vida.

¿Qué resultados arroja hoy la investigación? En primer lugar, la nue- va figura del trabajo inmediatamente cooperativa (social, cognitiva), ligada a la máquina, extendida al territorio; en segundo lugar, el papel del capital financiero como representación del valor, que se despliega a partir de las funciones del dinero como medida, comando y control de la actividad social y de la renta como dispositivo privilegiado de apro- piación de plusvalor (y, por tanto, de creación de clase dominante); en tercer lugar, las luchas por el salario social, la reproducción y la creación de modos de vida que exceden los dispositivos financieros de captura y bloquean la acumulación generando crisis continuas.

Esta comprensión del capital financiero como modo específico de acumulación se enfrenta a la comprensión habitual de la crisis como oposición de una figura “mala” del capital (las finanzas como especu- lación parasitaria) frente a una “buena” (el capital como desarrollo, industria), y recupera la correlación entre lucha de clases y crisis. Según Negri, hay un tejido inmanente entre nuevas figuras productivas y he- gemonía de las finanzas. Pero se trata de un tejido complejo y opaco. A diferencia del patrón metido en la fábrica, el comando financiero no organiza la producción sino que explota la cooperación. La ganancia deviene renta.

La crisis de la acumulación de capital es explicada por Negri por la presencia, en su interior, de la actividad cooperativa cuya demanda de un salario social y defensa del welfare tiende a la autonomía por la vía de la reapropiación de las condiciones de su auto-organización y auto- valorización. El carácter biopolítico de las luchas impugna la relación de representación tanto en el nivel político, el nivel de la legitimación electoral del estado neoliberal, como en el nivel de la representación capitalista del valor-trabajo al interior de la relación de la subsunción real. Esta doble impugnación está en el corazón de la crisis del neoli- beralismo y le impide consolidarse sin acudir a elementos del fascismo que apuntan a destruir la excedencia y a interrumpir momentos cons- tituyentes por la vía represiva (racismo, sexismo, clasismo).

El fracaso del llamado populismo de izquierda en constituirse en alternativa fuerte de lo neoliberal se sitúa exactamente en este punto. Su incapacidad de cuestionar la doble representación en la que se basa la hegemonía del capital se evidencia en la pobreza de las hipótesis sobre los usos posibles de las finanzas en una perspectiva de lo común, y en imaginar formas constitucionales que devuelvan poder de decisión a las figuras de la cooperación. Sin embargo este fracaso puede convertirse en una buena noticia si redunda en un nuevo alineamiento de alianzas y estrategias en el enfrentamiento con las élites neoliberales, si redunda en una nueva comprensión de la hegemonía como protagonismo de las luchas biopolíticas, si –a diferencia de planteos como el de Ernesto Laclau– la producción de hegemonía queda a cargo de estas luchas: en torno a la reproducción, las formas de reapropiación de las tecnologías (para que no queden del lado de la soberanía y de la acumulación), la defensa del welfare, la lucha contra el racismo, el sexismo, el clasismo y la invención de la infraestructura y los derechos para disfrutar el común.

4. Foucault para leer a Marx más allá de Marx

En Historia de un comunista, Negri describe la evolución de la academia europea como el ámbito en el que madura una filosofía reaccionaria y contrarrevolucionaria que decanta en la filosofía de Heidegger. Marx y Foucault opone una contrahistoria: la de la fragua de un nuevo materialismo filosófico que corona en los intelectuales del obrerismo italiano, en ciertos pensadores del postestructuralismo francés, sobre todo Michel Foucault y, junto a él, Gilles Deleuze y Félix Guattari. Nuevo materialismo quiere decir aquí reinmersión del pensamiento que surge en contacto con las luchas, (68 francés; 68-77 italiano). Una mención especial le dedica Negri a Mario Tronti, fue él quien le enseñó a concebir el trabajo vivo como subjetividad, auténtica singularidad de la italian theory. El nexo a identificar es entonces aquel que liga a Tronti con Foucault. A propósito, Negri cuenta que leyó a Foucault mientras escribía su trabajo Marx más allá de Marx. Y agrega que su lectura de Foucault fue particularmente cuidadosa de ciertas categorías de Gramsci (en concreto, sugiere cierta relación posible entre biopoder y “revolución pasiva”). Foucault representa para Negri una renovación del método: actualización de la ontología y reconocimiento de las nue- vas determinaciones, pero sobre todo comprensión del nuevo espacio de subjetivación de las luchas dentro de y contra un biopoder. Es ese proceso de subjetivación el que se acentúa en Negri, en polémica con una lectura de Foucault (sobre todo anglosajona) que anula la diferencia entre biopoder y biopolítica. Contra la presentación de un Foucault fascinado con los biopoderes neoliberales, Negri insiste en identificar en los últimos años de la enseñanza de Foucault el momento metodológico decisivo, que funda una versión fuerte y productiva de lo posmoderno, que capta el antagonismo al interior del capitalismo contemporáneo. Es forzando esta distinción, creando la noción de biopolítica, que se abre el espacio para reconocer y participar de las dinámicas de subjetivación de las determinaciones materiales. Si el biopoder es el medio en el que se extienden y explotan las nuevas formas de cooperación (la subsunción real desde el punto de vista del control de la vida), la biopolítica es el dentro, contra y más allá que permite captar la riqueza de las resistencias en cuanto que plus (reapropiación-autonomía-invención de modos de vida): excedencia y constitución.

4. Un príncipe para las micropolíticas

Marx y Foucault ayuda a plantear un nuevo concepto de lo político. La inspiración maquiaveliana de la política como división del campo social, como pragmática del deseo y como distinción entre poder y potencia (que está por detrás de la diferencia biopoder/biopolítica), funciona como polémica con la teología política de Carl Schmitt (la “decisión soberana” y la “excepción”). La noción negriana de antagonismo provee criterios materialistas capaces de retomar el dinamismo de la relación amistad-enemistad fuera de toda mistificación.

En torno al príncipe se juega, entonces, un nuevo momento del método: el de la construcción de la decisión por parte de la multitud. Se trata del momento de la organización, de la creación de los disposi- tivos que crean subjetividad, del paso del “en sí” al “para sí”. Con una salvedad fundamental: que este pasaje es fuertemente inmanente y se da en el interior del antagonismo. Es el momento de mayor creatividad del pensamiento de Negri, donde mejor se resuelve la continuidad entre su propia experiencia militante y su encuentro con Foucault. El príncipe como multitud se constituye en un pasaje fuertemente micropolítico, que implica inventar prácticas de neutralización y reapropiación de cada una de las tecnologías de producción que operan al mismo tiempo como tecnologías de mando (tecnologías, moneda, medios de comunicación). Así como Panzieri, Alquati y sus compañeros de los Quaderni Rossi enseñaron a Negri, a comienzos de los años sesenta, la práctica de la autonomía obrera, de la coinvestigación con los trabajadores de la Fiat como un instrumento directo de organización, y donde se trataba de comprender cómo el poder del capital sobre la clase obrera pasaba por el uso de la máquina como dispositivo de mando, pero también cómo sabotear ese comando, Foucault le ofrece las claves para actualizar el método de la coinvestigación/organización en el nuevo espacio de los biopoderes. El príncipe como multitud emerge en el pensamiento de Negri como forma política de expresión de los deseos de no ser gober- nados, rechazo al trabajo, apertura de modos de vida contra el poder soberano subsumido en los biopoderes.

Solo resta comprender cómo este nuevo maquiavelismo funciona dentro de la crisis de la democracia y el estado de derecho liberal (y esto es particularmente claro en América del Sur en las últimas décadas), es decir, buscar las conexiones internas entre el papel de las luchas micro- políticas/biopolíticas y las dificultades de expansión del neoliberalismo. Y volver entonces (para precisar aún más el momento imaginativo en el esfuerzo de la organización) al encuentro impensado entre Maquiavelo y Foucault. Un encuentro que se da a nivel conceptual a través de la filosofía que Deleuze y Guattari ponen en marcha en El Anti-Edipo y Mil mesetas. Deseos, agenciamientos y máquinas abren una nueva vía para escapar del mando y abrir nuevos territorios.

También aquí se detecta una respetuosa conversación con Gramsci, para quien el príncipe no es una figura del realismo del poder soberano sino al contrario, el operador revolucionario que conecta excedencia con constitución, praxis de clase con conocimiento histórico, hegemonía con nueva institución. Negri retoma a Gramsci, sitúa al príncipe sobre la senda spinoziana de las nociones comunes tal y como se producen en la relación antagonista, y lee las nociones “fortuna” y “virtud” con el par determinación/subjetivación. Si para Maquiavelo el príncipe poseía un saber finito y debía una y otra vez abrirse a lo incalculable del azar y a las circunstancias cambiantes en función de una determinada tarea histórica (la unidad burguesa de Italia), en Gramsci el moderno príncipe se vuelve una instancia colectiva (partido comunista), que hace una filosofía (virtud) de la praxis (fortuna) para realizar la tarea histó- rica del comunismo. Negri recupera esta tradición para dar forma a su Príncipe-Multitud, modalidad organizativa que busca construir decisión política dentro de la trama de las luchas biopolíticas, dentro de y contra el mando del capital financiero y en función de un commonwealth, más allá de la relación convencional entre partido y Estado-nación.

4. ¿Una nueva constitución? (Brasil y Argentina)

El método reconoce un último momento en el que excedencia y cons- titución devienen derecho, institución, articulación entre una mate- rialidad concebida en mutación dinámica y formalización plástica y abierta. La coyuntura política es leída, entonces, a partir de un ángulo institucional. El derecho debe captar y dar curso al acontecimiento. No hay política de izquierda, en el sentido ya argumentado de una política que sustituya la representación capitalista del poder y del valor (es decir, más allá de la propiedad estatal y privada), sin un deseo de constitucionalización de la excedencia.

Marx y Foucault propone este tipo de cuestiones a la discusión política y leído desde la coyuntura sudamericana actual, tanto de la situación brasileña como de la argentina, permite pensar productivamente la crisis de legitimidad del programa neoliberal así como su último recurso a elementos neofascistas tendientes a reprimir, como en el caso de Brasil, los elementos de excedencia (negros, favelados, mujeres, comunistas) a fin de estabilizar el orden, pero también permite problematizar el horizonte de una posible derrota electoral del programa neoliberal, que sería completamente insuficiente sin un impulso constituyente ausente en los partidos políticos, pero presente en movimientos sociales de mujeres, de las diferencias sexuales, antirrepresivos, en defensa de los bienes comunes o de trabajadores precarios. Marx y Foucault ayuda a plantear el problema de la reforma de la constitución como una cuestión absolutamente central para refundar una idea de izquierda que no se disuelva en un populismo centrista ni en una izquierda impotente.

¿Qué nos dice Negri respecto de una reforma de la constitución? Primero, que las constituciones liberales que organizan la racionalidad del estado en nuestros países tienen un a priori sólido en la propiedad privada y no en la producción del común. Este es el primer bloqueo a la representación no capitalista de la actividad social que haría falta remover, por la sencilla razón de que la producción y la innovación, la expansión de la riqueza social depende del acceso a los bienes comunes (recursos naturales, conocimientos, información, infraestructuras). Lo que implica inventar un nuevo humanismo, el humanismo de la época poshumana, es decir, asumir las condiciones en que los humanos pro- ducimos humanos (welfare), un pensamiento radicalmente alternativo frente a aquel que sostiene las actuales condiciones fundadas en las exigencias de la renta financiera. Construir criterios para sustituir el fundamento liberal de tal representación por otro del común sería una primera tarea estratégica de los constituyentes.

En segundo lugar, y tomando en cuenta el papel del conocimiento en la producción social, resulta absolutamente estratégico desplegar políticas de autoformación y formación del común en torno al mundo laboral, las comunicaciones, las universidades y el mundo educativo y cultural como dinámicas de valorización e integración –construcción– de lo social mismo. Este punto adquiere una importancia coyuntural de primer orden, además, en la confrontación con los neofascismos y populismos de derechas, puesto que sin la expropiación de instrumentos de producción y comunicación capaces de elaborar verdades comunes, el entero mundo de la esfera pública queda soldado al poder de las finanzas.

Deducido de lo anterior, y esto es lo tercero, hace falta implementar –dice Negri– políticas de democratización de las finanzas, orientarlas a la producción de lo social como tal, rediseñando los bancos pero tam- bién los mecanismos de inversión: “se trata de inventar instrumentos democráticos de big governance, volviendo permanentes los instru- mentos utilizados en momentos agudos de la crisis”. Tomar la moneda como momento del común e imaginar inversiones no dominadas por la noción de ganancia.

En cuarto lugar, se trata de superar la política sustentada en prác- ticas de representación y profesionalización. La propia experiencia de movimientos de masas y la multiplicación de organizaciones sociales es la base desde la cual es posible esta superación. En quinto lugar, y correlativo a lo anterior, se trata de imaginar una descentralización federalista del poder lo más pegada posible a esa base.

Estas y otras propuestas para una reforma de la constitución tienen el valor de abrir el horizonte de la coyuntura política en lo que quizás sea la más delicada fase del método: el de la adecuación continua de los procesos formales y de gobierno a las modificaciones ocurridas en el sistema social (constitución material). En este punto resurge toda la problematicidad de la relación entre método y coyuntura, que no puede ser resuelta sin dar pasos efectivos en la reinvención de disposi- tivos de investigación militante capaces de crear en y desde las luchas los lenguajes, los diseños y las reformas, pero también la fuerza con la que atravesar cada vez el orden jurídico.

 

 

1-  Con historia rerum gestarum se hace referencia a la “historia sobre las cosas que ocurrie- ron”, es decir al relato, la narración de las cosas que ocurrieron; res gestae significa en cambio “las cosas que ocurrieron” en cuanto cosa de lo ocurrido”, la historia como materia. La primera se ofrece como descripción de los hechos; la segunda como ciencia orientada a la “re-composición” o análisis del proceso histórico –historicidad (Geschichlichkeit) en cuanto ciencia, destreza o aptitud–. [N. del T.]

2-Dilthey, “Concepción del mundo y análisis del hombre a partir del Renacimiento y la Reforma” (1911).

3- “Atrévete a saber”, también usado como “ten el valor de usar tu propio entendimiento”. [N. del T]

  • Merleau-Ponty, Las aventuras de la dialéctica, trad. L. Rozitchner, La Pléyade, Buenos Aires, 1974, pp. 37-38.
  • Ibidem, p.49

Necesitamos un traductor para entender lo que dicen // Luciano Debanne, Diego Valeriano

Un traductor wacho-gato, laburante-gato, vieja-gato, piba-gato, indio-gato, pobre-gato, contador que antes tenía veinte clientes buenos y ahora sale a asesorar monotributistas que quieren darse de baja-gato.

Un intérprete para picarle el boleto, para saber de qué carajo están hablando cuando dicen lo que dicen. A quién le hablan, de qué se ríen, por qué modulan así. Para saber por qué no hablan ni argentino, ni peruano, ni uruguayo. Por qué los excita tanto la nobleza.

Necesitamos un traductor para entender las razones de los que los siguen defendiendo, para interpretar a Tetaz, al gordo de la rotisería que está por cerrar pero insiste con que quiere un país en serio para sus nietos. Necesitamos un traductor que nos diga por qué festejan el asesinato de un pibe. La gendarmería, la persecución, las entrevistas obsecuentes en la radio y la televisión.

Un traductor para que sepamos cómo decirles que se vayan a la mierda, que los odiamos, que son la puta oligarquía, la gorra, el padrastro violador, el patrullero en la entrada del barrio, gendarmería en el sur y en las rutas y en las terminales de bondi, la vieja imbécil y porteña con su cartel y su cartera, el caretaje, el virrey escapándose a Córdoba para que no lo fusilen. Son Córdoba y los curas rosqueando una contrarrevolución.

Un intérprete que les transmita que queremos mandarlos al carajo, para que lo entiendan. Fuerte y claro. Un traductor que nos diga cómo se dicen las puteadas, mientras nos cagamos de risa, de su modo de hablar, y de su poder, y su incapacidad para ranchar rápido y bien.

Necesitamos un traductor cura villero-piba que muere por un aborto, jetón con pechera-doña que moviliza por el bolsón, feminista cheta-piba que baja del bondi picana en mano, posteador progre de capital y wifi-cagado de hambre del interior, militante consignero del partido-indio al que no recibe ningún gobernador, despolitizado anarco cool-enfermo pobre de VIH, sindicato-trava del parque.

Mina-vago, vieja-wacho, progre-pobre, militante-despolitizado, opinadores bien intencionados-cagados de odio porque ya estoy harto, todos me cagaron siempre, esto no da para más, que se vayan todos a la mierda, chabón

Necesitamos un intérprete que nos dé una mano, porque tampoco alcanza con compartir la lengua si no se comparte el sabor.

Reirse de estos chetos // Diego Valeriano

Hay que reírse de estos chetos que nos gobiernan, usar la risa como castigo popular, decirles cosas hasta que lloren, hasta que los invada la tristeza, esa tristeza que te come por dentro por saber que te tomaron de punto, esa tristeza que les re cabe.

Reírse fuerte, hacer miles de memes, escribir ordinarieces en las puertas de los baños de la Rosada, contar chistes en el furgón. Frenar el ajuste con ingenio popular o por lo menos hacer que la burla los persiga, que la vergüenza los despierte en el medio de la noche, que nuestra risa los atormente: usar el humor como arma principal.

Que duerman mal porque se les ríe el chofer, los granaderos, el mozo que al principio lo respetaba. Que a la hija no le dejen usar la tablet para que no vea cómo se burlan de su madre que hasta hace poco era canchera y linda. Que mueran de odio cuando vayan a comer y les llegue el murmullo burlón de las mesas de al lado. Que lloren de bronca por saberse unos giles, por saber que son el centro de todas las risas, porque son conscientes de la gastada que se están comiendo.

Frente al ajuste y la miseria planificada, la burla como antídoto, como lluvia de piedras, como saqueo, como fiesta. Hacer chistes pavos, gritarles cosas para que la banda delire, descansarlos con sabiduría. Tararear instintivamente Boluda Total cuando aparece Michetti, usar de meme la cara de Majul, hacer un sticker de Pato escabiando, cantar en los 15 de tu sobrina el hit del verano pasado.

Hay que poner la cara que puso el Papá Noel que llevaron a la Rosada, los dedos en V y la sonrisa pilla como hizo el de la UOCRA, y putearlos como putean las viejas. Hay que reírse a carcajadas como se les ríen las putas de la colectora. Hay que esperarlos en los timbreos y reírnos en sus caras, hacer rimas con sus nombres, verduguearlos mal.

Porque esa vergüenza, la vergüenza que les da ser verdugueados, no se quita ni con guita, ni con viajes, ni con pastillas.

Largar la carcajada bien desde adentro, como en un asado a las cuatro de la tarde, como las pibas previando, como cuando fumamos mirando Los Simpson, como se ríen los guachines cuando se cae un viejo.

Porque les duele más la burla que el fierrazo. Les duele ser unos panchos más que cualquier movilización. Le temen más al desprecio genuino de un chiste que a esos chabones con pechera que ni se ríen. Porque la risa no la reprimen, porque el ingenio popular nunca descansa, porque aunque se escondan, aunque blinden sus actos, la gastada se les filtra.

Ahora que en diciembre se van y vuelven a sus casas bien chetas, a sus barcos, a sus viajes por el mundo, ahora que por fin se van, tienen que saber que adonde vayan los van a perseguir nuestras risas despectivas, esos memes que no paran, todos los apodos que les pusimos, nuestro desprecio genuino, nuestra pequeña, manija y duradera venganza.

Diego Valeriano para La Tinta

Sólo un ethos materialista podrá salvarnos // Roque Farrán

Noté la otra vez conductas temerosas entre gente que antes no se comportaba así. Sin dudas no está muy claro cómo pero las libertades se ven restringidas de manera insospechada e incierta. Se nota en los cuerpos entumecidos que no encuentran el modo de distenderse y relajar, por más yoga o baile o piruetas performáticas que ensayen. Es el modo de producción, me dirán, y sí, pero la modulación que toma en esta coyuntura problemática muestra otras aristas e implicaciones. El peligro de perder el trabajo, la vida, las cuentas, el no llegar a fin de mes, sí, todo eso pero incluso algo mucho más banal: el temor de hablar en nombre propio, decir lo que se piensa, exponerse, reír, gritar. Se halla restringida la palabra, la lengua que inventa, el concepto que invierte, los dispositivos y prácticas que subvierten las cosas y transforman a los sujetos en verdad. La escena pública está comprimida al mínimo y viciada, ya casi no circula la palabra libre y responsable de sí. La palabra justa. Prácticas de libertad nos faltan, ¡pero si hasta Debray y los estalinistas parecen a lo lejos más provocadores y (re)sueltos que nosotres! Los cuerpos tiesos, temerosos o acalambrados prevalecen en la escena de la posthistoria.

Hace unos días tuve que ir a hacerme un par de sesiones de masaje porque hacía semanas que tenía la espalda contracturada y no daba más, somos muchos los que andamos así: cabeza inclinada por el celular o la tristeza. Y hay un mandato de felicidad, éxito e hiperactividad constantes, que contribuye a reproducir el círculo vicioso. Veo recién en las noticias a un tenista muy muy joven caer entumecido y acalambrado después de jugar apenas un par de sets, la empresa que lo patrocinaba esperaba mucho de él, dicen los periodistas asombrados. También leo en el diario que la popularísima actriz que interpreta a Daenerys de GoT tuvo tres aneurismas durante temporadas pasadas y relata la presión del éxito que sentía en el arduo proceso de recuperación. Estamos desquiciados, sin dudas. Y es por el modo de producción que nos atraviesa, no como una abstracción teórica o una base estructural imposible de cambiar, sino por nuestras propias conductas y hábitos cotidianos que lo reproducen sin cesar: por lo que hacemos a diario y cómo nos relacionamos con los otros, con nuestros cuerpos, con las palabras, la lengua y lo que aún no pensamos. ¿Cuándo vamos a empezar a ocuparnos de nosotros mismos en serio?

No es sólo cuestión de hacer terapia o psicoanálisis, se trata de una práctica ética generalizada que afecte todos los niveles posibles. Si hay un descubrimiento mayor del psicoanálisis, para mí no es en sí el inconsciente, sino ese mecanismo paradójico por el cual mientras más cedemos en nuestro deseo y condescendemos al goce más sufrimos (conocimiento que permite conciliar las sabidurías antiguas, más o menos ascéticas). Pues lo paradójico y tortuoso del superyó, es justamente que puede tanto prohibir como estimular la descarga -y se sobrecarga e inviste con esa lógica recursiva- porque tiene la forma esencial del mandato y del circuito pulsional cerrado y garantizado del goce; lo que no se soporta allí es la apertura y la indeterminación objetiva del deseo. Es lo que vivimos hoy a diario en todos los niveles sociales, con los mandatos de goce estimulados por el mercado y los sacrificios del gasto inducidos por el gobierno, más la deuda e(x)terna; cuestiones que podrían entenderse como contradictorias, funcionan perfectamente en conjunto en esta lógica desquiciante del superyó generalizado. Por eso una intervención materialista, sea a nivel individual o colectivo, tiene que apuntar a interrumpir los cortocircuitos pulsionales y abrir otros modos de composición y soporte vía el entrelazamiento de los circuitos libidinales; vía el anudamiento simultáneo que propicia el deseo de deseo sin garantías.

En definitiva, ¿cómo hacer para no insensibilizarse ante el horror de lo que sucede a diario, de lo que no ha dejado de suceder y “oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos”, y a la vez no dejarse aplastar por la gravedad de las cosas, esas fuerzas inerciales que parecieran ajustar el nudo de la coyuntura a la medida de nuestro propio pesquezo? A esa pregunta trata de responder singularmente un ethos materialista, para el cual no hay coartada utópica ni científica que suplante la eficacia de las prácticas, en su entrelazamiento solidario y en su juego serio; es decir, en su distensión y ajuste necesarios al caso: a lo que cae por su propio peso.

No hace falta usar el sintagma “lucha de clases” para plantear que la lucha es lo que orienta cualquier práctica materialista que busque subvertir el orden actual de dominación. No solo sostengo -y practico en consecuencia desde antes de forjar cualquier arma de legitimación institucional- que la filosofía materialista consiste en llevar la lucha de clases a la teoría, como quería el viejo Althusser, sino que he tratado de mostrar que la lucha no se reduce a plantear el “desacuerdo” o el “antagonismo” constitutivo de lo social en términos exclusivamente teórico-políticos; o sea, en lenguaje politológico.

La lucha de clases se amplía y diversifica en múltiples terrenos y lenguajes, cuando la práctica filosófica materialista avanza sin hacer concesiones a los idealistas de todos los sectores, sobre: la ontología, la lógica, las matemáticas, el psicoanálisis, los ejercicios espirituales, las prácticas de sí, la escritura, etc. Y no se trata simplemente de replicar saberes sino de situar los puntos donde ellos se dislocan y abren a las verdades singulares-genéricas. En cada terreno se puede dar lucha porque hay posiciones conservadoras y reproductivas del statu quo y posiciones que transforman las relaciones de poder-saber imperantes.

En consecuencia, asentada esta posición, quisiera señalar tres principios metodológicos que orientan el ethos materialista, es decir, como disposición o actitud antes que como saber de todo: 1. Como no hay fines ni principios fundamentales, y la contingencia es absoluta, entonces el pensamiento materialista empieza por cualquier parte (“toma el tren en marcha”); 2. Como nada vale más que nada, la lógica de valoración ha sido suspendida, cualquier práctica puede ser la clave de incidencia en la coyuntura; 3. Como todas las prácticas se encuentran entrelazadas, no hay jerarquías estructurales fijas, un corte efectivo en cualquiera de ellas puede acabar con el conjunto.

Claro que esto no supone desconocer las rígidas jerarquías y los circuitos cerrados que imponen el goce y la subordinación obsecuentes, pero si permite aflojar y distender los nudos que nos constituyen para abrir la posibilidad a otra cosa; si no, con nuestras valoraciones a priori, seguiremos reproduciendo el statu quo, aún con las mejores intenciones.

 

Roque Farrán, Córdoba, 23 de marzo de 2019.

La voz propia. Sobre Engendros, de Pedro Yagüe // Eva Tabakián

Engendros no es un libro más, su título lo delata y localiza a su autor en un espacio que implica varias elecciones. Desde ya, claramente, la de los autores –escritores, pensadores– que incluye en la lectura, y la posición que sustenta esta decisión. Traza un camino que transita con la fuerza y la potencia que sus convicciones le posibilitan.  

Primera y central convicción: el combate, eje de su construcción y escritura, que está en el fundamento de su propia altura. Yagüe lo propone desde la Introducción: un hombre llega al pueblo en la búsqueda de aquel con quien medirse, sabiendo que lo hará solo con él –el guapo entre los guapos–. Es decir, un hombre que sabe lo que quiere y lo que busca. Enfrentamiento.

Engendros nos ofrece un cuchilleo de las palabras, un desafío en un “mundo en el que nadie mata y nadie muere”. Sin embargo, este intento de falta de respeto, de contraponer la palabra pensante a la palabra poema (tradición que va de Spinoza a Heidegger y Lacan), permite ingresar en un texto que dará cuenta del modo en que cada escritor se enfrenta con su propia escritura, por supuesto, y en el que Yagüe se inscribe en primer plano.

Modalidades del combate que se manifiestan en la violencia, en el duelo, en el enfrentamiento con la academia, y también con los talleres de escritura, en cuanto proponen y producen un imaginario que conduce a una complicidad con la política: solo simulacro y complicidad. Entonces se entiende que cultura, en su más amplio sentido, es uno de los modos de la falta de combate.

La intensidad de la lectura de Yagüe recupera esta ausencia con los textos que convoca inscribiéndolos en el espacio de la literatura como resistencia. En esto consiste la falta de respeto que se permite y que sostiene ante cada uno de los autores que componen este libro, todos ellos desafiantes de la palabra.

Comienza con Rafael Barrett, cuyos textos han caído en el olvido y del cual rescata el gesto ético en el sentido spinozista, del respeto por el afecto, en su intento de sentir al semejante como parte de lo mismo.

O Mansilla, en su relación con el otro por y dentro del combate. Esa relación que se extiende desde los sentidos primeros –tacto, oído, sabor, olor– hasta los repliegues del corazón ajeno.

David Viñas se incluye en esta serie con la aguda mirada de Yagüe, quien rescata la venganza y el odio como proyecto teórico y político, y su posición de combate desde la negación que lo lleva no solo a la construcción de su propia obra sino también a la de la revista Contorno que instaurará un nuevo modo de lectura crítica en la Argentina. Sus posiciones ideológicas y políticas culminaron en el exilio y el silencio que acompañó a su escritura, hasta su retorno al país y el encuentro con el reconocimiento que varias generaciones pudieron revelar y aprovechar en muchas producciones.

Entre tanto hay un Fogwill pasional, que da cuenta de la eficacia de la palabra sobre los cuerpos, cuya escritura tiene un vínculo fundamental con un tipo de escucha profundamente relacionada con el canto. “Vivía en la música y escribía bajo su efecto”.

En esta batalla/combate con la escritura aparecen las diferentes formas de prácticas. En Gombrowicz, el rescate de la inmadurez frente al orden y la cultura; en Lamborghini, la cuestión de lo poético en cualquier género (prosa, ensayo, poesía) y en Asís, un materialismo chamuyero que no requiere ninguna justificación porque se constituye en y desde una derrota que se hereda y que se opone al triunfalismo de la “cultura”.

En este devenir entre lectura, escritura y cuerpo, el libro culmina con la inclusión de León Rozitchner en quien se resume la propuesta del propio Yagüe –leer y escribir es pensar contra–, y este es el único modo de acceder a una voz propia que se constituye en la refutación, la batalla y el enfrentamiento. Esto solo es posible si el pensar es “el resultado de un cuerpo que le exige a la razón estar a la altura de su pasión”.   

Tariquía: la contraofensiva patriarcal que violenta a las mujeres y a las comunidades // Marxa Chávez León y Claudia López Pardo

Fuente: https://www.paginasiete.bo/

La ya conocida lucha de la Reserva de Tariquía, situada al sur de Bolivia, se enfrenta a un escenario lleno de violencia y a una paradoja que vale la pena analizar. La paradoja se produce de la mano de acciones contra la lucha comunitaria que hasta hace poco sostuvo un bloqueo en el sector de Chiquiacá, al noreste de la reserva.

Varios mecanismos de represión forman parte de un conjunto de violencias contra las mujeres y las comunidades que recientemente han enfrentado la ocupación policial en su territorio. Cabe señalar que las comunidades se oponen a la entrada de petroleras desde que el Gobierno boliviano en 2015 legalizara actividades hidrocarburíferas en áreas protegidas consolidando la profundización de un régimen extractivista.

El pasado 14 de febrero en conferencia de prensa funcionarias del Ministerio de Hidrocarburos y principalmente  Edith Condori, amenazaron a tres dirigentes de Tariquía acusándolos de violencia e intimidación durante una visita realizada con el objetivo de socialización de proyectos que beneficiarían a las comunidades que estén de acuerdo con la presencia de petroleras en la reserva.

Las funcionarias terminaron la conferencia señalando que demandarán a los dirigentes por violencia de género, amparándose en la Ley 348. Por su parte, las comunidades y los dirigentes acusados -entre ellos dos mujeres y un hombre- niegan el hecho y afirman que se defenderán por medio de la justicia comunitaria.

En su último resolutivo, la subcentral campesina de Tariquía manifestó que respalda a sus dirigentes por ser gente de paz, desmintiendo las declaraciones de las funcionarias.

¿No es acaso violento que la paradoja se inscriba en la amenaza estatal que busca criminalizar a dos mujeres y a un hombre de la subcentral de Tariquía? Recordemos que el gobierno de Morales aprobó la Ley 348 en marzo de 2013, en medio del recrudecimiento de feminicidios.

Diferentes grupos y organizaciones de mujeres y feministas impulsaron la ley en medio de un sentimiento de indignación por la muerte de la periodista Hanalí Huaycho quien murió en manos de su esposo, el policía Jorge Clavijo. Las contradicciones estatales señalan las inconsistencias de dicha ley.

 

¿Qué significa que el violentador se victimice?

La paradoja se instala tras la amenaza de las funcionarias de gobierno y encubre varios hechos que hay detrás. Por un lado, la maniobra gubernamental en un ejercicio de mediación patriarcal intenta contraponer a mujeres contra mujeres utilizando la Ley 348 que en teoría garantiza a las mujeres una vida libre de violencias.

Por otro, visibiliza que el Estado hará uso de cualquier recurso legal o no para quebrar la defensa de la reserva, y principalmente, enviar mensajes disciplinadores a las mujeres de Tariquía, quienes en estos años han sostenido el veto que impide la ocupación petrolera en aquel territorio.

Hasta ahora, la historia de la lucha de las mujeres de Tariquía lleva consigo un denominador común que le asemeja a otras luchas socio ambientales. La defensa no sólo contiene la clave territorial, sino que ha significado enfrentar una serie de violencias múltiples a las que las comunidades y las mujeres se enfrentan cuando deciden oponerse a los propósitos estales-capitales que quieren despojarles de sus medios de existencia.

Esto quiere decir que el Estado se disputa con las organizaciones tariquiyeñas el control de la riqueza social, e incluso el control de la forma política comunitaria territorial.

En este análisis abordaremos algunas de las violencias que se han reproducido en los últimos tres años que cercan a las comunidades con el objetivo de hacerles desistir de la lucha. Queremos argumentar cómo el Estado agresor/disciplinador, desde un lugar de dominación y con el argumento de “razón de Estado”, construye un falso discurso victimizándose para criminalizar a las defensoras.

El ejercicio del poder estatal se ha reflejado en el uso de  políticas públicas, leyes o discursos así como en acciones que van desde la cooptación o la anulación de organizaciones sociales que se le oponen.

Desde que el Gobierno boliviano abriera las áreas protegidas para las actividades hidrocarburíferas por medio de los decretos 2298, 2366 y 2400, ha fijado nuevas reglas para procesos de consulta previa y ha modificado las normas ambientales que, en cierta medida, salvaguardaban a parques, reservas y otras áreas naturales.

Estas medidas implicaron un hito en la política hidrocarburífera que expandió la frontera petrolera de 2,5 millones de hectáreas a 29 millones del 2006 al 2017. La forma cómo el Gobierno impuso semejante política ha sido por la implementación de una guerra contra cualquier comunidad que se oponga a su régimen de acumulación.

Cabe destacar que en el caso de la Reserva Nacional de Flora y Fauna Tariquía, el 55% del territorio está concesionado a favor del capital transnacional como Shell a través de las empresas BG Bolivia, Chaco y Petrobras.

La guerra que produce el régimen extractivista contiene una lógica intrínseca de violencia estatal que se encadena muy bien con los otros tipos de violencia.

Contiene un tipo de pedagogía ejemplificadora  cuyo objetivo es disciplinar a las mujeres y a las comunidades.

Algunas formas concretas de ejercicio de violencia son: intimidación, amedrentamiento, insulto, persecución, chantaje, hostilidad, y soborno. Acciones llevadas a cabo por representantes, funcionarios estatales y por dirigentes del corporativismo sindical.

Hechos no menores que provocaron la división entre comunidades alterando las relaciones comunales y familiares desde el 2016.  Es así que desde los inicios de la lucha por la defensa de la Reserva de Tariquía, no han cesado las llamadas, el boicot y las amenazas a las mujeres -principalmente a las dirigentes- por ser quienes garantizan la lucha a través de su trabajo reproductivo.

Con el objetivo de generar desinformación, el recurrente ocultamiento de datos sobre los proyectos petroleros, la poca claridad sobre las operaciones de exploración en la reserva, o el ejercicio engañoso de “la consulta”, aunque explícitas, son formas silenciosas de violencia patriarcal que provocan incertidumbre y miedo.  Por ello, la sensación de inseguridad es persistente.

Así es como han vivido las familias en Tariquía hace más de tres años. Aunque las comunidades han enfrentado estos sentimientos con acciones de reapropiación territorial o con movilización, esta sensación continúa porque se la enfrenta casi a ciegas.

La guerra también trajo consigo violencia política en los espacios comunitarios que se despliega de manera sistemática con el propósito de anular la lucha a través de estrategias prebendales o de amenaza directa a la vida comunitaria y a la forma orgánica de ejercer la participación política de las comunidades de base.

Esto ha significado un ataque directo a mujeres quienes en la subcentral Tariquía, otorgan a la lucha frente a los proyectos hidrocarburíferos, una clave diferente y nueva de practicar la vida sindical.

Otra de las estrategias de división ha sido el ofrecimiento de planes y proyectos con el afán de fragmentar a las comunidades.

Por ejemplo, en abril de 2017 se inauguró el plan de viviendas en las comunidades de Acherales, San José y Puesto Rueda en fechas clave en la cronología de la lucha para hacer desistir a los marchistas que partían en protesta a la ciudad de Tarija.

Frente a esas medidas la dirigencia de la subcentral realizó una serie de gestiones y reclamos para garantizar que los proyectos lleguen a todas las comunidades de manera equitativa. Así la dirigencia de Pampa Grande ha logrado la construcción de 55 viviendas en su comunidad.

Otro ejemplo. En una reunión interinstitucional realizada en junio de 2018, las denuncias de la subcentral se centraban en los condicionamientos y chantajes de funcionarios estatales a mujeres que se oponen a la entrada de proyectos petroleros, excluyéndolas de la provisión de cocinas.

En el reciente bloqueo en Chiquiacá Norte,  el uso de fuerzas represivas policiales para garantizar la realización de obras de Petrobras señala el carácter represivo estatal cuyo objetivo es asegurarse legitimidad y concretar el régimen.

 

El escenario actual

En las próximas líneas queremos argumentar los hechos que alimentan a la paradoja caracterizando el último conflicto en Chiquiacá para ayudar a la comprensión de cómo se sigue reproduciendo violencias múltiples en este caso específico.

En abril de 2018 se promulgaron los decretos que establecen la firma de contrato del Gobierno boliviano y la empresa estatal YPFB, con la empresa Petrobras, para la exploración y explotación en los bloques San Telmo y Astillero en la Reserva Tariquía.

Las comunidades del sector Chiquiacá iniciaron a fines de 2018 otro frente de lucha ante el ingreso de Petrobras y unieron fuerzas con la Subcentral Tariquía. Con la consigna de defensa de la vida, comunidades de Chiquiacá, encabezadas por la subcentral Pampa Redonda, protagonizaron dos momentos importantes de movilización en octubre de 2018 y febrero de 2019. Todo, a pesar de los mecanismos de represión, cooptación y división que la empresa y el Estado dirigieron contra ellas.

Según habitantes de Chiquiacá, la empresa y funcionarios de Gobierno, visitan la zona desde hace por lo menos dos años, tratando de que la población acepte los proyectos hidrocarburíferos.

A fines de octubre de 2018, las comunidades de la zona protagonizaron el primer bloqueo de caminos para impedir que la empresa realice los últimos estudios que le permitirían obtener la Licencia Ambiental.

Aún en ese escenario, el Gobierno otorgó hasta el mes de noviembre, tres licencias que incluyen al bloque Churumas, en el área núcleo de la Reserva, donde viven especies en peligro de extinción.

En la consulta sólo se tomaría en cuenta a parte de las comunidades de Chiquiacá. Las autoridades la desarrollaron en el sector en noviembre de 2018. Como narra Jenny Mesa, vicepresidenta del Comité de Defensa en Chiquiacá: “solo en esa comunidad donde fueron consultadas solo las autoridades y algunas personas, pero no todo el cantón ni tampoco toda la comunidad (…) ellos no nos quieren tomar en cuenta, las empresas, ni el Ministerio de Hidrocarburos”.

La presencia de petroleras ha traído ya la división de las comunidades en Chiquiacá,  al introducir programas de “desarrollo” para las comunidades que acepten el ingreso de la empresa petrolera y no para las personas en lucha. Como afirma Paula Gareca, dirigente de la Subcentral Tariquía: “Ya habían hecho la reunión con la empresa  y les habían obligado ya que la próxima reunión, (…), y de afuerita solamente ellos tenían opción era presentar proyectos, para que se beneficien y como beneficiarios, e iba a entrar la empresa”.

Al parecer, la reunión realizada el 24 de enero de 2019 entre representantes de Petrobras y comunarios a favor de la empresa petrolera,  definiría el destino de Tariquía, pero  la sorpresiva presencia de las comunidades en defensa de la reserva en el lugar dio un nuevo giro a la ya larga historia de lucha comunitaria.

No obstante, Petrobras confirmó que iniciaría trabajos en 10 días a pesar de la oposición comunitaria en esa jornada. Desde el 7 de febrero de 2019, las comunidades protagonizaron un bloqueo que logró frenar el ingreso de Petrobras y la Policía.

Sin embargo, de manera inesperada, el 26 de febrero haciendo uso de engaños, la empresa ingresó al territorio custodiada por la Policía.

Mesa relata  la amenaza del personal de Petrobras  en el segundo intento de ingresar a la reserva ese mes: “vamos a ver quién se va primero, ustedes o nosotros.  Claro, como el Gobierno les paga un sueldo, ustedes tienen un sueldo, pero nosotros no tenemos un sueldo pero igual vamos a resistir y vamos a estar aquí hasta que ustedes se vayan; al día siguiente tratan de amenazarnos, que van a venir las fuerzas armadas a levantarnos”.

Tras el retiro del personal de Petrobras, las comunidades de Chiquiacá conformaron el comité de defensa que se encuentra en vigilancia permanente para evitar la ocupación petrolera.

 

Incertidumbre en el horizonte

El núcleo de la “razón de Estado” se sintetiza en hechos violentos que intentan desarmar lo tejido con gran esfuerzo por mujeres y comunidades en tanto tiempo de lucha y resistencia. Como vimos, el despojo pretende imponerse mediante dispositivos patriarcales, y de represión; mientras, las mujeres y los habitantes de Tariquía sostienen la lucha trasladada ahora al escenario de Chiquiacá Norte.

La lucha comunitaria que rechaza el ingreso petrolero un poco más de tres años insiste en mantener su veto, pero se sabe que el Gobierno y las empresas son también insistentes.

No hace falta explicar que el dilema sigue generando violencia. Se espera que la próxima reunión del lunes 25 de marzo entre Estado, empresa y comunidades, el Gobierno rompa el violento pacto de silencio y aclare el escenario sobre sus verdaderos planes y proyectos para el territorio tariquiyeño.

 

Reseña de Sueño, medida de todas las cosas, de Lila Feldman // Nicolás Vallejo

Desde hace varios años la revista Topia sostiene la apuesta por un psicoanálisis plural, crítico y volcado a la articulación entre la subjetividad, la sociedad y la cultura, y promueve no solamente un lector atento a ello sino también la posibilidad de ejercer la práctica escrituraria premiando, anualmente, a los mejores ensayos psicoanalíticos que respondan a esas inquietudes editoriales. El ensayo de Lila María Feldman Sueño, medida de todas las cosas, que intentaremos reseñar en esta oportunidad, fue el que obtuvo el primer premio del mencionado concurso, el año pasado.

En principio, nos gustaría recordar que, en el ensayo como género, o como forma, se reconocerá la presencia de aquello que Adorno denomina su carácter mestizo, que se aloja en el intervalo que existe entre la producción científica y la creación artística. Ni completamente del lado de la ciencia ni decididamente del lado del arte, la forma del ensayo evita toda reducción a un principio rector acentuando lo parcial y lo fragmentario en detrimento de lo total y lo definitivo. Otorga dignidad ontológica a lo mínimo y a lo fugaz y habilita la singularidad y lo extraño. Como el arte y como el sueño, crea imágenes y como la ciencia, produce conceptos. Al decir de Didi Huberman, el ensayo es ese género que le propone un “dulce desafío” al ideal de la percepción clara y distinta. Es ese género, realista y soñador que hace surgir la luz de la totalidad desde un rasgo parcial. Género, en definitiva, en el que coexisten, de manera fundamental, la imagen y el concepto. El ensayo reúne en sí mismo, y de ahí su mestizaje, el procedimiento poético de las intelecciones con el espíritu crítico de las imágenes.

El ensayo escrito por Lila Feldman no solo satisface cabalmente estas puntualizaciones de Adorno y Huberman, y produce un texto dónde el procedimiento poético se hace presente sin descuidar el pensamiento conceptual (siguiendo la huella de aquello que Pontalis denomina pensamiento soñante) sino que también establece al

propio sueño en esa zona intermedia, intersticial o transicional situada entre la imagen y el relato, entre el sentido y la experiencia o entre lo individual y lo colectivo. En el capítulo del libro titulado, justamente, Sueño y ensayo leemos: “Entre sueño y vigilia, entre proceso primario y proceso secundario. Entre lo que tiene medida y lo desmedido. Entre lo desahuciado y la ilusión creadora. Entre lo que aún no y tal vez sí. El sueño también ensaya y busca ser acontecimiento para el pensar”.

 

Entre la imagen y el relato

 

“¿En que consiste interpretar?” Se pregunta Feldman en el capitulo Sueño e interpretación. “El trabajo interpretativo desandará los caminos que tomó la construcción narrativa del sueño, en un lenguaje particular, hecho de imágenes y palabras”. Y más adelante precisa: “El sueño por otra parte ya es en sí mismo, una obra interpretante. Una obra que autointerpreta deseos y dolores. La interpretación en análisis tomará esa primera interpretación”. ¿Cuánto de ese dolor (o de ese deseo) admite la puesta en relato para volverse comunicable? ¿En qué medida el lenguaje (interpretante) estabiliza lo que la imagen disloca, es decir, dice locamente? Aquí también Lila recupera a Pontalis, quien recuerda que Bachelard reivindicaba, frente al terrorismo de las interpretaciones, el derecho a soñar. A la escucha de una narración que sustituye la visión de imágenes, la operación freudiana agregará dos movimientos sucesivos y complementarios: Remitir ese relato a un texto y, finalmente, descomponer, desatar y destejer las tramas de ese texto. Este movimiento que acabamos de señalar, denominado por Pontalis la operación freudiana, produce el desencantamiento del sueño, es decir, La interpretación de los sueños (Die Traumdeutung) “sustituyó la poesía, lo atractivo del sueño por una prosa con su gramática y su sintaxis. Sintaxis de nuestros deseos, a no ser de nuestras penas. Decididamente el sueño de los románticos es el objeto perdido del sueño de Freud”. Ahora bien, “¿de qué nos vamos a desprender, se pregunta inmediatamente Pontalis, de la imagen o de su culto? ¿De la infancia o de su nostalgia? ¿De la ilusión de una plena satisfacción?”.

Frente a lo que denomina imagen-fetiche, que cubre la ausencia, el historiador del arte Di-di-Huberman opondrá la imagen-jirón. Imagen que no es ilusión pura ni toda la verdad, que es destello y no sustancia, a veces máscara otras ve-ces hecho, vehículo de belleza y lugar de lo inson-dable, de la consolación y de lo inconsolable. No se trata de la imagen como un todo, con la capacidad de totalizar lo real al punto de sustituirlo, sino de la oportunidad de establecer un punto de contacto posible entre la imagen y lo real y de distinguir lo que hace velo de lo hace síntoma, lo que inmovi-liza y lo que la desborda hacia su excepcionalidad desgarradora.

Entre el sentido y la experiencia

“Cuando el sueño emigra a la interpretación, y de la puesta en imágenes pasa a una puesta en palabras, algo se pierde: toda conquista se paga con un exilio, y la posesión con una pérdida.” Jean Bertrand Pontalis, autor de la cita precedente y cuya presencia es indiscutible en el ensayo de Lila, ha señalado hace tiempo en un bellísimo escrito denominado Entre el sueño-objeto y el texto-sueño que Freud consagra el sueño al sentido y lo descuida en tanto experiencia del soñante. Lila prosigue en la senda señalada, siempre atenta a evitar toda tentación que la haga extraviarse hacia alguno de los polos mencionados. De todas maneras, tal como lo observara Juan Carlos Volnovich en la presentación del libro que se realizó en la Facultad de psicología de Rosario, en el marco del Segundo Congreso Internacional de Psicoanálisis, “Lila también le discute a Freud el énfasis puesto más en el contenido del sueño que en la experiencia del soñar. Ambos –contenido y experiencia— no son excluyentes, pero para Lila la experiencia del soñar tiene una potencia elaborativa insoslayable”.

A partir de su encuentro con Inés, y el trabajo analítico que emprendieron juntas, Lila se pregunta si los sueños expresan algo ya acontecido o bien, si el sueño mismo es acontecimiento, ingresando en un segmento del libro que va enlazando magistralmente, las preguntas acerca de la temporalidad del sueño en tanto acontecimiento decisivo a la hora de narrar las experiencias traumáticas. Los capítulos aludidos son: Sueño y acontecimiento; Sueño y tiempo; Sueño y trauma; Sueño y experiencia. Allí podemos leer “Los sueños son el modo de relanzar la actividad psíquica cuando ella se ve interrumpida frente a un traumatismo.” “Me gusta imaginar los sueños como ruinas vivas, ruinas abiertas al tiempo, ruina que reinscribe el tiempo.” “En mi propio recorrido, he tomado el soñar y su valor de experiencia subjetiva determinante”.

Sentido del sueño y experiencia del soñar, entonces, recordando con Oscar Sotolano la similitud que puede establecerse entre el sueño y el juego infantil, que solo conviene interpretar cuando se estanca, se traba o se estereotipa.

 

Entre lo singular y lo colectivo

En el último capitulo del libro, que se denomina Sueño, alteridad y cultura, Lila afirma que aún sin nombrarlo como tal ha trasmitido lo que considera un punto fundamental que “es la relación entre lo singular y lo colectivo, en su articulación y en su grieta”. Sueño, duelo y recuerdo, Sueño e historia y fragmentos del trabajo analítico con un paciente que comienza su relato a partir del exilio, son los capítulos que anteceden esa afirmación. Articulación y grieta, entre lo singular y lo colectivo.

Cada época sueña la siguiente. A Walter Benjamin le gustaba citar esta frase de Michelet que encabezaba un texto denominado “¡Porvenir! ¡Porvenir!”. Uno de los momentos en donde aparece es en el primer resumen del libro de los pasajes, llamado Paris, capital del siglo XIX, escrito en 1935. Luego de la cita de Michelet el texto prosigue:

“A la forma del nuevo medio de producción, que en un principio sigue estando dominada por la del viejo (Marx), corresponden en la conciencia colectiva las imágenes  en que lo nuevo se entremezcla con lo viejo. Estas imágenes son imágenes de deseo, y en estas el colectivo busca tanto superar como transfigurar lo inacabado del producto social así como las carencias del orden social de producción (…) En el sueno en que a cada época se le presenta ante los ojos la siguiente, aparece esta ultima enlazada con elementos de la protohistoria, es decir, de una sociedad sin clases. Sus experiencias generan al entremezclarse con lo nuevo la utopía, que ha dejado su huella en miles de configuraciones de la vida, desde las construcciones de larga duración hasta las modas pasaje-ras”.

No solo de noche, sino también de día se sueña. Ambas formas del sueño (el nocturno y el diurno) tienen en común, dirá el pensador alemán Ernst Bloch, el estar promovidas por el deseo y el ser un intento de realizarlo. Pero se diferencian, agrega, tanto por el hecho de que durante la ensoñación se mantiene constante la conciencia del yo, capaz de representar las imágenes y las circunstancias de una vida deseada, de una vida que se

le antoja mejor, y las proyecta hacia el futuro. Y se diferencia a su vez en cuanto a los contenidos, ya que la ensoñación diurna no es regrediente, como el sueño, que se vuelve sobre las experiencias reprimidas y sus representaciones, sino que emprende un viaje hacia adelante, de tal suerte que en lugar de renovar la conciencia de un “ya no”, mediante el ensueño pueden ser evocadas y proyectadas en el mundo las imágenes de un “todavía no”.

Entre experiencia y expectativa, entre re-cuerdo y esperanza, entre pasado y futuro, el ahora relampagueante de los sueños. Sueños que, como nos invita el recorrido emprendido por Lila Feldman en este imprescindible ensayo, se constituyen como aquel “misterioso punto de encuentro entre las generaciones pasadas y la nuestra”.

FUENTE: Revista Crítica [Año III N.º V, Diciembre de 2018, Rosario]

Hermanxs somos todos // Agustín Jeronimo Valle

“No son 30mil”, dice una pared acá en Paternal. Contradice, en realidad, porque está escrita manchando una pintada previa. La derecha se define por ser reactiva (pañuelo celeste contra el verde…). Orden-sobre los cuerpos que, por naturaleza, son previos a todo orden; incluso, sí, al orden que los produce: de ahí el temor eterno del orden hacia sus cuerpos hijos. Aunque gane, la reacción corre siempre de atrás a la vida. De ahí su saña: la crueldad y la tortura son y fueron de ellos. Quienes peleaban por la revolución mataban, y esa decisión es cuestionable, discutible, pero no torturaban ni violaban, porque mataban sujetos que eran obstáculo de un deseo de vida inclusivo e igualitarista. El sadismo es el goce triste del poder: goza por su dominio, odiando porque sabe de fondo que algo siempre se le escapa, que ese cuerpo -la vida que lo atraviesa- no termina nunca de ser suyo; el sadismo busca alcanzar lo que se le escapa. Por eso el orden domina y mata pero nunca deja de temer y odiar. Temernos y odiarnos. Es simple: la desigualdad radical, la brutal concentración de la riqueza, es contraria a la física natural. Requiere violencia y violencia y violencia.

No son treinta mil, dicen y hacen síntoma: obvio que no sabemos cuántos desaparecieron, justamente porque los desaparecieron. Treinta mil es una cifra sensible, en medio del imperio del número. Un número cuya verdad no es mercantil ni burocrática ni informática. Mensurado por el dolor, es un número cuyo grito compartido hace de la tristeza, rabia, y hasta alegría de ser tantos gritando: treinta mil compañeros desaparecidos, presentes. Alegría de ser multitud presente. Treinta mil, y treinta mil, y treinta mil, presentes. En el imposible de la cuantificación burocrática, hay un espacio afectivo abierto.

Del imposible hicieron las Madres su consigna, Aparición con vida. No busca producir lo que dice, la consigna. No: produce el espacio subjetivo de su enunciación. No se sabe con exactitud cuántos desaparecieron, precisamente por lo siniestro del mecanismo genocida; pero esas Madres, con un imposible de consigna, presentifican el deseo vital de sus hijas e hijos, deseo vital que el orden torturó, violó y desapareció hasta donde pudo. Son las Madres de todos y todas los que nos sentimos interpelados por el deseo de fraternidad que el Gran Padre quiso desaparecer. La saña del orden era contra algo que portaban esos cuerpos; cuantificar esa fuerza es imposible; las Madres, con una lucidez política impresionante, evitaron organizar su dolor como propiedad privada. Así pues nos encontramos: el orden quiso desaparecer algo que no puede circunscribirse a un número exacto de cuerpos individuales, las Madres hicieron del dolor un espacio abierto a la pulsión fraterna, donde entra cualquiera, sin más requisito que la implicación afectiva. Están las Abuelas, están las Madres, están los Hijos, y hermanas y hermanos somos todxs.

Hermanas y hermanos somos todos, todos lxs quen estemos, lxs presentes; al menos un rato, al menos hoy: que sea nuestra potencia fraterna la que mida el mundo. Son treinta mil -presentes- porque somos nosotrxs -presentes-.

UN OSCURO OBJETO DE DESEO // DIEGO SZTULWARK

La primera novedad de un año electoral que comienza a desperezarse es el derrumbe del gobierno nacional y de la Alianza Cambiemos, que no parece suscitar expectativas y por el momento sólo aspira a llegar a las elecciones en condiciones mínimamente aceptables. La segunda es el intento de aprovechar este derrumbe para reconstituir un escenario político despolarizado. En este esfuerzo convergen sectores muy diferentes que van del sindicalismo al empresariado, de radicales a peronistas, de Beatriz Sarlo a Marcelo Tinelli. En un artículo publicado esta semana, Pablo Seman se refiere a un “deseo Lavagna” apoyado “en las potencialidades del presente para superar su actualidad insatisfactoria”. Pero, acota, esas potencialidades requieren, para volverse efectivas, de “algo que no existe pero tiene buenas probabilidades de existir”. Ese algo que se intenta construir se llama “deseo de centro”.

La dificultad de este esfuerzo –cuyos antecedentes más nítidos son Raúl Alfonsín y Antonio Cafiero– consiste ante todo en la imposibilidad de verificar, en la actualidad sudamericana, las dos condiciones implícitas que el centrismo presupone. Por un lado,  la relativa unidad y disposición de las elites a negociar un plan político que, en cierta medida, contemple satisfacer algunas necesidades y deseos de aquellos movimientos populares que cuentan con capacidad de movilización. Por otro lado, la aptitud para crear una política con fuerza que pueda gobernar esa capacidad de movilización limitando su autonomía, subordinándola a una retórica de la sensatez y el justo medio.

El deseo de centro, de un pacto político que dé lugar a una mediación consistente, está desafiado en sus dos supuestos por la coyuntura sudamericana actual. Basta con leer contribuciones como las de Mónica Peralta Ramos –domingo a domingo en El Cohete a la Luna– para comprender con claridad el peso que tiene el avance de Estados Unidos en la región con la finalidad de recuperar espacio para sus empresas (origen del clima de invasión militar en Venezuela, del lava jato brasileño y de la operación de los cuadernos en la Argentina). Ni la capacidad de resistencia del chavismo a toda imposición violenta externa en Venezuela, ni el intento dialoguista ensayado por el PT a través de la aplicación de políticas neoliberales durante la presidencia de Dilma Rousseff estimulan el escenario de pacto que el centrismo imagina.

El desafío al segundo supuesto viene dado por la propia experiencia argentina: la ausencia de un liderazgo político de los movimientos populares no desactivó en ningún momento su capacidad de veto sobre las políticas que atacan sus ingresos. No es realista imaginar que cederían esta capacidad de movilización a cambio de una participación moderada en un gobierno de ajuste con consenso parlamentario.

La ilusión de las fuerzas de un eventual centro –“algo que no existe pero tiene buenas probabilidades”– no es más que el deseo de recuperar, en una maniobra electoral, lo que los dos grandes partidos políticos (aliados a grandes empresas) han perdido luego de una larga trayectoria histórica: el peronismo ya no contiene la fuerza obrera de los sindicatos y los movimientos sociales, el radicalismo no logra representar a los sectores medios. El fracaso de Mauricio Macri por conquistar a los primeros y garantizar ingresos de los segundos, es decir, la inviabilidad financiera y política de la Alianza Cambiemos, reactiva el viejo sueño perdido del centrismo antaño bipartidista: hacer de cuenta que volvemos a los años ’80, que el 2001 no existió.

 

2001 como coyuntura por venir

El 2001 sigue proyectando las condiciones de una resolución democrática de la crisis en la medida en que designa, en un lenguaje comprensible, la capacidad de los movimientos populares para poner límites a la violencia del poder sin disponer de una conducción política centralizada. Esta situación se repite tras la derrota del kirchnerismo en torno al año 2013. La convergencia de la elección de Bergoglio como Papa, el triunfo peronista de Sergio Massa en la provincia de Buenos Aires y la crisis del dólar determinaron un fin de ciclo que conviene analizar. Las sucesivas derrotas electorales del kirchnerismo mostraron cosas importantes desde entonces. A partir de la pérdida de iniciativa y de capacidad de gobierno de Cristina Kirchner sobre las principales variables del proceso político, se produjo una disgregación de las fuerzas que componían el Frente para la Victoria; emergió una coalición de fracciones políticas dispuestas a llevar adelante un programa neoliberal explícito con aptitud para ganar elecciones; las organizaciones populares desplegaron grandes movilizaciones de masas por fuera de toda jefatura política unificada.

Como resultado del nuevo cuadro de situación y luego del triunfo electoral de Cambiemos en las elecciones parlamentarias de 2017, una nueva combinación de organizaciones sociales, sindicales y políticas –izquierda, kirchnerismo, fracciones del peronismo– logró poner en crisis el plan de reformas que se proponía el gobierno. La lucha callejera de diciembre de ese año, si bien no consiguió frenar la reforma jubilatoria, confirmó dos cuestiones centrales: que el gobierno pagaría un altísimo costo si deseaba aplicar su programa en el tiempo comprometido, y que el sistema político no podrá gobernar sin el protagonismo popular en las calles. Algo que el movimiento de mujeres ya venía exponiendo de modo ejemplar.

La reacción de los dueños del dinero ante el bloqueo del programa de Macri fue la corrida cambiaria que no tumbó al gobierno, pero sí terminó de sacar a la luz lo que Jaime Durán Barba y Marcos Peña intentaron disimular: los mercados no desconfían del programa de Macri, sino de su habilidad para aplicarlo en condiciones de resistencia social activa. Esa desconfianza es lo que Macri intentó compensar ubicando al FMI en el centro de la toma de decisiones. El gobierno compró tiempo en el Fondo para llegar a las próximas elecciones y confió sus fichas al impacto que pudiera suscitar la fracasada causa de los cuadernos, que terminó confirmando la impresión de una pudrición general del Estado que compromete al Poder Judicial y a los servicios de inteligencia.

 

Dos plazas

Herido el proyecto oficial y expresado en su debilidad el proyecto de un centro, se esboza la posibilidad de un frente electoral que reúna fuerzas que se oponen a las políticas neoliberales, lo que supone preguntas inevitables sobre el programa y la metodología de la constitución de una dinámica efectivamente democrática y capaz de bloquear las políticas el programa del Fondo. Para imaginar una hipótesis de salida al angustiante bloqueo actual, vale la pena hacer el ejercicio lúdico de distinguir la plaza del 9 de diciembre de 2015 impresa en el corazón de quienes corean “vamos a volver” (Cristina jefa, multitud agradecida), de aquella otra movilización a la que podemos aspirar para diciembre de 2019, asumiendo plenamente el nuevo contexto. Esos millones de personas deseando juntos la liquidación de las políticas neoliberales en base al masivo protagonismo de la calle de estos años, esa ciudad tomada por quienes frenaron los planes de reforma laboral, manifestaron para conseguir un salario social complementario, organizaron los paros de mujeres de los últimos 8 de marzo, ganaron la discusión pública sobre el aborto y desarrollan iniciativas contra la cultura de la violación y femicida, organizaron la resistencia contra la economía neoextractiva, marcharon los 24 de marzo y quienes protagonizan la lucha contra la represión racista en los barrios y en las comunidades, toda esa composición de una deseable “nueva tierra” ya no se reduce a la recomposición de aquella fuerza del pasado. Requiere de una constitución más amplia y radical, más madura y mejor dispuesta a desactivar la reducción de lo político a mera maniobra electoral, a desbordar toda conducción cerrada y rechazar la carga de violencia económica implícita en una precaria estabilización centrista.

 

Diego Sztulward para El Cohete a la Luna 

 

Las ganas de ir a la plaza el 24 // Diego Valeriano

De lo que aprendió con Roly le quedaron las ganas de ir a la plaza el 24, de estar ahí, de perderse entre la multitud. Lo hace como ritual, homenaje, autodefensa. Lo hace para ver de cerca un poquito todo eso que le contó Roly en las noches de Floresta, para no olvidarlo a él. No importa donde lo agarra esa madrugada, si está amanecido, preso o enfermo: el 24 es en la plaza. Él, que ni sabe de días ni de calendarios. Él, que no llega a tiempo a ningún lado. Él, que se siente mejor caminando solo.

De guachines tenían un escondite en los techos de Floresta, una ranchada de ellos dos donde en las noches de primavera se pasaban las horas fumando, mirando las ventanas de los edificios, charlando de las cosas que iban a hacer cuando fueran más grandes. Nunca soñó demasiado, nunca se animó a tanto como en esas noches de primavera en Floresta. Soñaba y se reía despacito, como para que nadie se diera cuenta.

Tenían un techo que era de ellos. Un techo al revés que no paraba nada, ni la lluvia, ni el frío, ni las piedras. Roly a veces le leía algunas cosas y después se las explicaba. Leía y le brillaban los ojos. Le contaba de chorros importantes, de robos espectaculares, de blindados que saltaban por el aire, de revoluciones, de tipos grandes que sabían caminar, de pibes que dejaban todo por cambiar algo. Tenía dos tatuajes del Che que se había hecho en el Almafuerte. Uno, con una  una lágrima en la mejilla.

Mirando el cielo estrellado de Floresta, le explicaba también de lo injusto que era todo, que lo que no tenían ellos era porque lo tenían otros. Que los que tienen el corazón ortiba nunca cambian y que las cosas solo se recuperan de arrebato.

También le habló de los que lloran y de los que luchan, de la manija de unos guachos un poco más grandes que ellos que hace una banda de años dejaron todo y se le plantaron a los milicos. Que eran chamuyo pero también fierros. En los techos de Floresta, Roly le contó que casi se ganó, que las estrellas ahí nomás, que se estuvo así de cerca de la revolución y que tal vez ahora todo sería bien distinto para ellos.

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