Anarquía Coronada

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Héroe // María Moreno

La evocación, aún en un periódico, no debería estar regulada por el calendario con su retintín de recordatorios de nacimientos y muertes ilustres, atención a novedades que suelen oscilar bárbaramente entre el crimen masivo y el estreno de un monólogo teatral a la gorra. Debería mantener, en cambio, su fuente de azar y de destiempo: hace poco me topé con un reportaje que le hizo Pablo Gianera a Ricardo Piglia cuando aún contaba su enfermedad, esclerosis lateral amiotrófica, en términos pudorosos y bien criollos : “ahora ando embromado de salud” pero la frase que me hizo detener fue otra: “a mí me interesa mucho más la vergüenza que la culpa, que está muy de moda. Culpa no siento, te digo francamente. Pero la vergüenza es un sentimiento más puro”. Ahora que debería estar de moda la vergüenza como un sentimiento a analizar y no una palabra tan olvidada que parece no pertenecer al diccionario, me acordé de Piglia, de cuando le propuse que aprobara bautizar con su nombre al bar de la Biblioteca del Congreso, en el maro de un programa llamado Palabra viva, bajo la intervención de la diputada Teresa García. No le gustó la idea aunque no la desaprobó. Y yo, con esa euforia casi ofensiva con que a menudo solemos dirigirnos, por torpeza, a quienes están pasando por una experiencia límite, no debí ser explícita en el mail: sobre la fachada del bar estaban impresos los nombres de escritores cuyas obras cobija la biblioteca y todos estaban vivos. ¿Por qué no hacer un homenaje en vida o mejor cómo no llamar “Piglia” a un bar si en sus diarios va nombrando uno tras otro como los lugares donde sus libros fueron escritos hasta casi merecer que sus títulos fueran los nombres de esos bares? No se convenció. Entre bromas amables y frases corteses sobre diferentes temas, deslizaba “En cuanto al proyecto de la biblioteca a veces siento que me tratan como si ya estuviera muerto. Ojito con eso”. Desolada, acudí a mediación de Beba, su esposa, más para que me ayudara a explicarme que para insistir. Pero no dejé de pensar en ese “ojito”, una interjección de alerta, casi una amenaza cordial, pero también el nombre de aquello que conservaba vivo y con el que mediante un programa de software continuaba escribiendo.

Luego envió un mail –evidentemente la mediación fue eficaz– donde decía entender la intención del proyecto, y prometía mandar un texto. De paso se disculpaba con cierto humor negro: “La enfermedad me ha vuelto susceptible (nunca lo fui, no teníamos tiempo para ser sensibles)”.

 

En la inauguración él había muerto y yo seguía explicándome. Para Ricardo Piglia los bares de las ciudades en que vivió fueron también escritorio abierto –allí escribió los borradores de sus novelas, tomó apuntes para las colecciones de libros que dirigió, bosquejó ensayos destinados a las revistas literarias de las que participó–, sala de encuentro con otros conspiradores de la trama cultural y política –David Viñas, José Sazbón, Roberto Jacoby, Héctor Schmucler… –, biblioteca personal –para leer desde Dostoievsky a García Márquez o estudiar el fetichismo en El capital de Marx (confitería La Modelo de La Plata ) y refugio de activista como cuando, durante una manifestación de protesta contra la invasión de EEUU a Santo Domingo, ante el ataque de los cosacos, corrió desde Congreso hasta La Opera de Corrientes y Callao. Otro día de 1965, quedó en medio de un tiroteo entre miembros del grupo Tacuara y del Partido Comunista y las piernas lo llevaron a las puertas del Molino. La primera entrada de Los diarios de Emilio RenziNuestros años felices se titula En el bar y comienza con el protagonista acodado en la barra de El cervatillo.

Toda su obra parece el fruto de un deambular entre lugares como El rayo, La modelo, el Teutonia, Don Julio, La Paz, el Ramos, La Opera, el Florida y otros bares que no nombra pero que se cruzan en sus desplazamientos entre La Plata y Buenos Aires. Y él lo sabía. En el primer tomo de los diarios declara:

“Tengo una gran experiencia en la disposición de los cafés en los que he trabajado. Son para mí un anexo del lugar donde vivo, una mezcla de escritorio y de sala de recibo. Sé a qué hora los bares están vacíos y se pueden ocupar sin problemas, gozando de la tranquilidad de un lugar limpio y bien iluminado. Como siempre, en casos así, vengo con el libro que estoy leyendo y con un cuaderno de notas y eso me alcanza para pasar la tarde”.

La cita de Hemingwy de “un lugar limpio y bien iluminado” no es azarosa, evoca al bar como sociabilidad en el exilio de los escritores y artistas del París de principio de siglo, un lugar alternativo a las piezas de hotel y atelieres ni limpio no bien iluminados.

Escribir en el bar es también una tradición existencialistas. Simone de Beauvoir, Jean Paul Sartre escribían en bares como el Café de Flore y el Deux Magots y su actividad “marcaba” a estos bares y también mandaba un mensaje anti burgués: que la escritura se realizara en un espacio no doméstico, también común y democrático.

A los bares de la calle Corrientes llegaban por la noche Miguel Briante, Germán García y Dipi Di Paola pero no para escribir. Me pregunto chacotonamente si la vastedad y calidad de la obra de Ricardo Piglia no se debe en parte a ese ganarle de mano en el territorio de los bares a todos los demás.

Piglia alcanzó a mandar un texto para la inauguración del Piglia. Ahí rendía homenaje a la Biblioteca del Congreso como espacio de investigación y lectura –en sus salas estudió la vida de Enrique Lafuente, miembro del Salón Literario, personaje en quien se basaría para crear el Enrique Ossorio de Respiración Artificial– pero también como guarida nocturna para disidentes políticos, autodidactas apasionados pero sin tiempo, pobres en busca de los mates cocidos servidos a la madrugada por empleados amables y eficaces, cuando la dictadura militar parecía detenerse ante ese espacio que contenía para ellos la seguramente intimidante palabra ”congreso”. “No sé por qué pensaba que los militares no iban a irrumpir en el recinto. Quizás, creía yo ilusionado y sin ningún fundamento, que los iba a intimidar el nombre del lugar”, escribió. También contaba sobre la época en que desde la ventana de su departamento solía ver la entrada del Congreso: “Cada tanto los militares tiraban una alfombra en las escalinatas para recibir a los canallas que formaban la comisión consultiva integrada por sus aliados civiles. Pero nadie daba el menor signo de reconocimiento a esa ralea. La plaza seguía desierta y hasta los jubilados se retiraban del lugar. Esa ceremonia siniestra se realizaba en total soledad”.

Ahora, cuando las palabra suelen proliferar de manera que una termine por matar a la otra y ninguna se oiga o se lea, en ese vértigo de las pantallas encendidas día y noche, bajo la presión de millones de dedos frenéticos, pienso en ese “ojito” hacendoso que más allá del límite impuesto por el inevitable final, de la economía impuesta por la enfermedad, calibraba las palabras ética y meticulosamente, trabajando sin parar hasta inventar una falsamente inmóvil forma del heroísmo. 

Fuente: Página/12
Imagen: Guadalupe Lombardo
 

Ser transa // Diego Valeriano

Ser transa es caminar piola, ser respetado, vestir bonito, es que el barbero vaya a tu rancho los viernes a la tarde. Es tener billete, pagar sin hacer cuentas, darle todo a la vieja, mimarla bien cheto. Es ser alguien, tener un nombre, saber que la vida es una, que es un garrón y que al morir mejor hacerlo a todo ritmo, mejor de joven. Ser transa para no trabajar, para no tomarse el Sarmiento a las seis, para que no se te pinche la bici con la mochila urgente de pedidos, para no vestirse de empanada y repartir volantes. Para que las horas no se escurran haciendo caso. Mejor no ser gato de nadie, no atender toda la noche un kiosko en Liniers, no marchar por el bolsón. Mejor no ir a la escuela, ni cuidar a los hijos de Sandra que son insoportables, atrevidos y feos.

Nadie vende falopa porque no hay laburo, porque no salen changas, porque la señora le dijo que solamente la necesita dos días a la semana, porque ya no se corta ni el pasto. Se vende para ser alguien, para que pase algo, para que la vida no sea eso cruel, triste, monótono y largo que vive su vieja. Se es transa como forma de insumisión superior, para devenir fiesta, amanecido, gedencia. Porque el trabajo no dignifica nada, porque las promesas son mentiras que precarizan, porque el esfuerzo es inútil siempre. Se es transa porque no hay salario posible que de la guita suficiente para pagar toda esa intensidad con que viven los guachos. 

Deleuze, Marx y la política: un libro para sujetos acorralados // Diego Sztulwark

 “Félix como yo nos hemos mantenido fieles al marxismo. No creemos en una filosofía política no centrada en torno al análisis del capitalismo y sus desarrollos.”

(Gilles Deleuze en diálogo con Toni Negri, 1990)

Ni bien registré el título me apresuré a conseguir mi ejemplar de Deleuze, Marx y la política. Imposible no sentir ansiedad por conocer semejante sistematización de lecturas. De inmediato recordé que sabía de la existencia de este libro Nicholas Thoburn, publicado originalmente en 2003. Mi amiga Alejandra Lidman, estudiosa de Deleuze, lo había leído en ingles y comentado en el blog Lobo Suelto. La sola existencia de este libro, traducido por Juan Salzano para editorial Marat, resulta motivo alegría. 

Una política menor

Las tesis principales de la presentación de Deleuze junto a Marx me parecieron bellas por lo simples y verdaderas. Habría en la política de Deleuze (en sus textos, pero también en sus colaboraciones con Guattari) una política menor, substraída a la experiencia convencional de unos sujetos autónomos y plenamente constituidos, portadores de demandas legítimas y de un lenguaje suficiente para hacerse oír. La política menor se define, en cambio, por la imposibilidad de adquirir una identidad. Ni clases ni grupos: “menor” precisamente, una estrategia de constitución, y unos medios técnicos y lingüísticos de composición. La política menor está hecha de devenires que experimentan sujetos inadecuados a sus contextos. Grupos oprimidos, subalternizados, sometidos a explotación. La política menor ­–o política del síntoma, que apunta a crear forma de vida, agrego yo– concierne a sujetos acorralados, inmersos en un campo de fuerzas que los subyuga. Son estos sujetos acorralados quienes necesitan, como el aire, crear nuevas estrategias y lenguajes. 

Thoburn localiza el encuentro de Deleuze con Marx en esta concepción de una política menor. El proletariado, a diferencia de la más sociológica clase obrera, es el sujeto acorralado por las relaciones sociales capitalistas, y su política es menor consiste en deshacerse de la identidad obrera (mayoritaria) impuesta por el capital. Deshacer la subjetividad obrera implica deshacer su realidad como parte del capital. La política menor proletaria consiste en inventar nuevas composiciones más allá de la política de las clases. Proletario, por tanto, no equivale a trabajador. La clase trabajadora es un momento interno del propio capital, mientras que proletarios –o plebeyos– designan estrategias de composición que, partiendo de la adversidad, devienen capaces de crear subjetividad en contra y más allá del capital mismo.   

Una vez establecida la fidelidad de Deleuze con Marx en torno a la no identidad del proletariado, Thoburn formaliza de la triple condición de toda política menor: 1. Sujetos que viven acorralados en la inmanencia a las relaciones de explotación y control (son parte del capital);  2. y por lo incapaces, en sus inicios de convertirse en otra cosa sin un difícil desplazamiento (hacer algo desde su condición acorralada); 3. Sólo enfrentando este difícil desplazamiento -intentando nuevas composiciones- alcanzan una nueva potencia subjetiva. En esta conceptualización, alejada de la definición de la clase trabajadora y de todo horizonte gremial restringido, el proletariado supera su condición de clase para el capital y se abre a los movimientos sociales que rechazan en las formas del trabajo la subsunción de la vida al capital. 

Alcanzando su propósito inicial, dar la clave de lectura política de un Deleuze con Marx, aparece algo así como un segundo libro, tan necesario quizás como el primero. Se trata de un libro en el corazón de otro libro. Para filiar a Deleuze con Marx Thoburn prioriza dos referencias. La primera parte del libro está escrito en torno a las -a esta altura mitológicas- páginas de un libro que Deleuze habría comenzado a escribir al final de su vida llamado La grandeza de Marx. Un “Marx virtual”. La segunda referencia de Thoburn, en cambio, detona una discusión teórica y política que lo lleva a extenderse a lo que se intuye como el objetivo implícito del libro: polemizar con Toni Negri, quien por esos años acababa de publicar junto a Michel Hardt ese gran libro que es Imperio. Las razones de la polémica son de lo más interesantes. Thoburn observa que el antecedente más importante de la articulación Deleuze con Marx, en términos de una política de rechazo al trabajo, fue realizada por la corriente –plural– del marxismo italiano obrerista y postobrerista, al tiempo que le reprocha a Negri, uno de los referentes más destacados de esa corriente, el hecho de que tanto en su lectura de Deleuze como en la elaboración de una política de la “multitud”, haya entrado en ruptura con la elaboración de una política menor. 

¿Anti Negri?

Las críticas de Thoburn pueden resumirse del siguiente modo:

  1. La política de la multitud, en tanto exaltación de singularidades autónomas, desconoce las condiciones de una deleuziana política menor (comunes a la definición del proletariado en Marx, y de la lucha obrerista italiana). Según Thoburn, Negri reivindica un potencial emancipador en la afirmación directa de la pluralidad de singularidades cooperantes productivas de unbios, subestimando la persistente inmanencia de esos sujetos con respecto a las relaciones de poder: el capital tal como organiza las relaciones de producción (Marx); en la racionalidad que prima en el sistema de las máquinas (Panzieri), o en los “milagros” del “socius” capitalista (Deleuze y Guattari).
  2. El supuesto de la política de la multitud es una nítida tendencia a la autonomía de la producción con respecto al mando del capital. Thoburn celebra el gesto de Negri de situar el pensamiento político en la producción (junto con Deleuze, Marx y la autonomía obrera), en polémica con las tesis neogramscianas de la autonomía de lo político que derivan en las de la hegemonía en el populismo de Laclau. Pero encuentra problemática la tendencia a la autonomía de la producción. Le parece que es una simple inversión de las tesis neogramscianas. En lugar de autonomía de lo político, autonomía de la producción. Y con ello una misma disolución de las condiciones de la política menor basada en la condición de adversidad de los sujetos que la crean. La autonomía en la producción nos propone unos sujetos que ya no están acorralados, sino que han logrado la emancipación como por arte de magia.
  3. Esta tendencia a percibir la cooperación como un movimiento de autonomización de la fuerza de trabajo respecto del mando del capital, le permite a Negri teorizar sobre los dispositivos de apropiación de plusvalor desde fuera de la producción. Situación que Thoburn impugna porque impide comprender las formas propiamente capitalistas que subsistirían en la cooperación social. La autonomía de la producción tiende a anular el principal recurso subjetivo del obrerismo italiano (la consigna principal que Thoburn vincula con la política menor): el rechazo al trabajo. Por más que Negri lo reivindique una y otra vez, lo real en la política de la multitud no sería el rechazo, sino la apología del trabajo (vuelve la sociológica clase obrera) en tanto que trabajo biopolítico.
  4. En definitiva, y a pesar de sus esfuerzos por leer a Deleuze, Thoburn ve en Negri una ceguera voluntaria a toda condición de adversidad; una desestimación continua del peso de los dispositivos capitalistas sobre la fuerza de trabajo. Y encuentra la prueba más consistente de esta imposibilidad deleuziana de Negri nada menos que en el diálogo que ambos filósofos sostuvieron en 1990, publicado originalmente en la revistaFuturo anteriorbajo el título “Control y devenir”. Las preguntas que por entonces Negri le dirige a Deleuze se anticipan a lo que una década más tarde serían las líneas principales de Imperio: intentan conjugar su propia lectura de Marx –Negri es autor de un libro impresionante, Marx mas allá de Marx– con la lógica de las multiplicidades, de Mil mesetas. La diferencia entre ambos, que Thoburn capta con precisión, se hace presente cuando Negri le pregunta a Deleuze por Foucault. Esta es muy relevante. Quiere saber qué piensa Deleuze sobre el potencial de recuperar la capacidad del lenguaje cuando el diagrama de poder basado en el control llega a su hegemonía. Pegunta si los devenires minoritarios pueden socavar el dominio en el ámbito de la comunicación. ¿Cree Deleuze que es posible el comunismo? La respuesta de Deleuze consiste en afirmar que hoy el poder actúa mediante el control y la comunicación, tanto en el nivel de las relaciones sociales como en el de las máquinas que las concretan, y que no es en la capacidad minoritaria de recuperar la palabra en el espacio de la comunicación que se juega el comunismo, puesto que las palabras, en la comunicación-control, están “podridas”, completamente atravesadas por el dinero. Se hace necesario, por lo tanto, “apartarse de la palabra. Crear siempre ha sido distinto que comunicar”.

 

Determinación y subjetividad

Una década y media después de su aparición en inglés, la edición argentina de Deleuze, Marx y la política coincide con la publicación en castellano de dos textos importantes de Negri:  Historia de un comunista (Traficantes de Sueños, 2018), el primer tomo de su monumental autobiografía; y Marx y Foucault (Cactus, 2018). El primero es una pormenorizada historia de esa pluralidad de grupos que fue la autonomía obrera italiana. El segundo es un ensayo teórico-político sobre la relación que hay entre determinación y subjetividad. Es decir, entre el método de estudio de la inmanencia del trabajo al capital y la capacidad de reapropiación y autonomía del trabajo vivo. 

Negri argumenta del siguiente modo: 

  1. En la época de la “subsunción real” de la sociedad en el capital –predominio de la plusvalía relativa sobre la absoluta–, cuando el conocimiento deviene fuerza productiva con tendencia dominante, el antagonismo se da sobre el inmediato plano de lo social (la vida, los modos de vida), de tal manera que ya no es posible distinguir antagonismo social, lucha de clases y ciencia política.

 

  1. Cuando la productividad del trabajo es la actividad colectiva (virtuosismo del lenguaje, de los afectos, del conocimiento, de los cuidados, de la comunicación), capaz de reapropiarse de segmentos de los medios productivos y de profundizar en concreto su deseo de autonomía dentro de la fábrica social (por medio de las luchas del trabajo metropolitano en todos los planos de la existencia), la exigencia de renovación del método se agudiza y necesita corroborarse en el plano de la organización de lo que Negri llama lo “común” (y que hace corresponder con la “biopolítica” foucaultiana).

 

  1. La importancia de la dimensión metodológica se corrobora en la práctica de la coinvestigación y en la elaboración de políticas concretas. Se trata de elaborar dispositivos concretos de politización que permitan superar la influencia de la dialéctica hegeliana, en cuanto racionalización idealista de procesos reales y solución vía mediación reaccionaria a oposiciones reales sobre la política. Esto incluye el rechazo abierto del diagnóstico de los pensadores de la Escuela de Frankfurt de una sociedad alienada, completamente reorganizada por el mando del capital.
  2. Para ello es necesario recrear de modo crítico el problema de la subsunción real mediante cateogrías que, como la distinción entre biopoder y biopolítica en Foucault, permitan reabrir la asunción de un espacio de antagonismos y crisis. En el mismo sentido, se entiende su rechazo terminante del pesimismo ontológico heideggeriano, asociado a una ética impotente y a una desactivación de la praxis, que se vuelve contra las tecnologías bloqueando toda comprensión de los procesos de reapropiación de la máquina por el trabajo. Su lectura izquierdista de Foucault, acentuando el peso de las micropolíticas (el juego cualitativo que se da en el plano de las relaciones sociales), permite investigar los mecanismos para una analítica por fuera de la representación capitalista de la praxis.

Autovalorización

La argumentación de la política en Deleuze y en Marx converge en las prácticas que la autonomía obrera llamó de “autovalorización”. La capacidad obrera de crear valor contra o más allá de los dispositivos de valorización del capital. Thoburn necesita distinguir si la autovalorización es concebida como un momento menor dentro de uno mayor (Deleuze y Marx) o como uno definitivamente autónomo (Negri/Hardt). ¿Es realmente necesaria esta delimitación? ¿No surge la noción misma de “multitud” del fracaso de la política fundada en la delimitación precisa dentro/fuera propia de la soberanía estatal que el mismo Schmitt, su defensor más enfático, declaró caducas hace décadas? ¿Es tan incompatible una política en la que los sujetos viven el antagonismo a partir de su recursos de valorización autónoma fuera del trabajo capitalista, con una en la que la autonomía se conquista mediante la exigencia de aumento salarial fundado en necesidades y deseos, hasta convertirse en aumento del salario social o renta ciudadana? ¿No es esta hipotética incompatibilidad, en todo caso, la mayor derrota de una política anticapitalista que quiera ser efectivamente una política?

No me resulta convincente la oposición que realiza Thoburn entre un polo que estaría poblado por Deleuze, Marx y la autonomía italiana ante el polo Negri. Y no porque no sean claros y sutiles sus argumentos. Quizás mi propio modo de ser fiel a Negri sea inventarme uno útil a mis propios fines. Pero lo cierto es que no veo que el problema con Negri pase por una supuesta disolución en su pensamiento del momento del poder del capital sobre la subjetividad. Veo claramente expresado en Negri el momento de la determinación. Y la veo precisamente en su esfuerzo por liberar a toda política menor de su supuesta deuda con un insoportable pesimimo ontológico. Su desmesura y “optimismo” me parecen menos una alucinación fácilmente refutable (sus compañeros Paolo Virno y Franco Berardi lo han advertido con toda claridad), y más una lección filosófica contra el derrotismo. Es cierto que no estamos para optimismos bobos. Prefiero leer a Negri con (y no contra) Deleuze y Marx. Quizás porque el efecto de tres pensamientos imposibles de adecuar entre sí necesitan un cuarto participante –el lector–, que tiene que introducir su propia estimación de lo que aquí esta en juego. Y, a mi juicio, lo que está en juego es la capacidad de acentuar el gesto propiamente político que permite leer en simultáneo la determinación (el duro peso de las relaciones sociales dominantes, su carácter subjetivador) junto a la subjetivación minoritaria/antagonista, la articulación entre síntoma (saberse acorraladxs), forma de vida (política menor/autovalorización) y lucha de clases (antagonismo). Cuando Deleuze y Guattari se refieren a una nueva tierra, pretenden un nuevo involucramiento entre luchas y pensamiento, partiendo de la adversidad y el acorralamiento, pero también atreviéndose a pensar el milagro de una existencia no deducida de la axiomática del capital: dentro, contra y mas allá. Las resistencias, las filosofías y sus atrevimientos.

 

* Gilles Deleuze: Conversaciones 1972-1990, Capítulo V, “Control y devenir”, edición electrónica de www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía Universidad ARCIS.

 

La clínica psicoanalítica: un modo de leer y escribir (Por qué es importante la narración de la clínica psicoanalítica?) // Lila María Feldman

«Me sucede también que no me encuentro donde me busco, y me encuentro más por casualidad que por la indagación de mi juicio…»

Michel de Montaigne. 1595.

«El número de vidas que entran en la vida de uno es incalculable».

John Berger.

1.

Una paciente, Alejandra, con importantes problemas de fertilidad, trae un comentario que recibe respecto de un aborto que se practicó en la adolescencia. «Vos no tuviste a ese bebé porque no quisiste».

De esos comentarios-reproches se defiende, cada vez más. Sin embargo, agazapado, está su propio fantasma, ese aborto del pasado retorna como castigo en su impedimento actual. Ese trabajo prosigue, y llevará tiempo, pero le digo que, efectivamente, ella pudo decidir no tenerlo, y pudo elegir. Así como hoy elije intentar tener un hijo, como parte de un proyecto de pareja, en tan diferentes condiciones a las de aquel entonces. ¿Quién establece, por cuales motivos, tener un deseo, y querer realizarlo, implicaría necesariamente aceptar cualquier condición y circunstancia, someterse a cualquier sacrificio, aún en nombre del deseo? ¿Desear conlleva el precio de renunciar a la libertad?

En el comienzo de la sesión había hablado de su trabajo. Tuvo que aclarar repetidas veces que es su vocación, y que es lo que ama hacer, acallando culpablemente, también repetidas veces, la queja respecto del agotamiento de trabajar un total de 11 horas corridas. Pero es lo que ama hacer, y tiene trabajo…

¿En nombre de qué sumisiones e ideales, se establece que el deseo justifica cualquier sufrimiento? Ella suele recordar frases de su madre y su abuela: puta por coger y embarazarse. Y culpable por abortar. Por desear.

El psicoanálisis descubre esos fantasmas y violencias agazapadas, internalizadas, que se reproducen aún cuando se puede reaccionar ante violencias externas.

El deseo, ningún deseo, justifica, no debería justificar, ningún sacrificio o sumisión, ningún impedimento a querer elegir condiciones placenteras y felices (lo más posible), para poder sostenerlo.

Tener un trabajo que se ama, desear ser madre como y cuando se quiere. Elegir cómo vivir la sexualidad.

2.

En una familia llega el momento de poder hablar de una verdad largamente silenciada y desmentida. En un comienzo, se presentaba como la fantasía de una revelación, y algo de eso hubo, sin embargo me interesa más destacar un aspecto muy interesante: esa revelación es relevada por otra situación, la de un encuentro de múltiples revelaciones, retazos de vivencias. Entonces la verdad es más bien una composición o conjunción de verdades, y da lugar a un conmovedor encuentro. En parte algo se desenmascara. En parte algo se construye. La verdad más importante tal vez es que del dolor, finalmente, se puede hablar. La verdad de y en las palabras.

Había alguien que temía decir. Alguien que se negaba a escuchar, y alguien que no paraba de actuar aquello que carecía de palabras. Uno dijo: «siempre lo supe, de algún modo, pero ahora que vos me lo contás es diferente». Hubo un abrazo desgarrador, fueron juntando piezas, descubriendo juntos lo que ya sabían, lo que no sabían que sabían, y lo que no. Conocieron más de sus dolores y silencios. Aquella que debía revelar el secreto, supo mucho más de lo que ya sabía. «Yo también tengo algo que quiero contarte», escuchó.

Lo más interesante -en mi opinión- es que la construcción de la verdad, sobretodo de una verdad que pueda ser asumida, es colectiva. Lo más íntimo también es colectivo.

Construir una verdad no es «informar», ni «ser informado».

Hacer de la verdad un espacio habitable y aliviante es algo de lo que es capaz de posibilitar el análisis.

3.

Joaquín llega a sesión. Hace muy poco tiempo viene, aún está descubriendo de qué se trata esto.

Mientras subimos en el ascensor escribe en su celular. (¿Chatea? Pienso…).

Empieza a hablar de su padre, una vez más. Todo lo que no puede decirle, el enojo, la decepción, el desamparo. La imposibilidad de creer en que hablar tenga sentido, el temor a que solo le deje culpa y dolor. El clima de tensión que sobrevuela en su casa, cosas no dichas que se cuelan por otros lugares. La pregunta, suya propia, de lo que tiene o no sentido en su vida, las cosas que hace, que elige, lo que posterga. Todo aquello en lo que creyó alguna vez, y hoy está roto.

Pero insiste en señalar que no cree que sirva hablar, no con su padre. ¿Qué podría decirle? Le pregunto por las postergaciones en su vida, si no es algo que en general le ocurre. Dice alguna cosa y luego parece cambiar de tema. Me cuenta que siempre deja todo para último momento. Por ejemplo, la escritura. Ahí entiendo que lo que venía escribiendo en el celular era esa escritura pendiente para la facultad, la entrega es hoy. Escribió sobre su infancia. Me lo lee. Yo escucho y tiemblo, una emoción me recorre, de principio a fin. Allí, en ese texto, Joaquín despliega -en tercera persona y ficcionalizado- todo aquello que no sabe qué es, si tendría sentido decir. Lo escribe. Le señalo con emoción a cuestas cuan directo es el lazo entre lo que calla y lo que escribe. Se sorprende. «Está inconcluso», agrega. Y finaliza, en primera persona: «venir acá es como escribir. No sé bien porque empecé a venir, ni porqué vengo cada día, y menos lo que voy a decir. Y entonces hablo, y descubro algo que me toca el cuerpo. Venir acá es como escribir».

Esta vez yo me quedé sin palabras.

Mi trabajo me emociona, tantas veces, maravillosas veces.

Analizarse es como escribir. Enorme definición. Y podríamos agregar, que también es la experiencia que permite pasar -para Joaquín y tantos otros- de la tercera persona, a la primera.

Analizar, psicoanalizar, también lo es, pienso mientras escribo. Es como escribir. (Siempre en primera persona).

4.

Venía pensando en la presencia de los celulares en el trabajo clínico con pacientes, en los modos que adopta esa nueva presencia en el diván o en el escritorio (de acuerdo a dónde el paciente se ubique), y en su discurso, también aún en la distancia-proximidad respecto del cuerpo. Interlocutor, testigo, calmante, lugar de garante de la verdad de aquello que enuncia.

Cada vez más, el celular es el primer objeto que se acomoda, muchas hasta se lo enchufa. Y también me encuentro con la frase del paciente, mientras relata algo: «esperá que te lo leo textual».

Hoy, afortunadamente, me encuentro escuchando a Sol, quién me dice: «esperá que te leo textual»…y saca de su bolso un libro. Lo abre, y me lee un párrafo.

Hasta ahí, puedo decir que ello en sí mismo me conmovió. Me tocó.

No fue todo, por supuesto. Desde allí desplegó sus preguntas, los enigmas que la convocan, y el relato de un sueño (últimamente el trabajo analítico con Sol se pobló de sueños).

El trabajo analítico es también un trabajo de lecturas, pienso, lecturas que nos hacen soñar, o que nos quitan el sueño, lecturas del propio sueño, pero siempre, como toda lectura, en ausencia de textualidad.

Luego, llega Mariana.

Estuvo al borde de la muerte, recién sale del precipicio. Es ahora el momento de mayor tristeza y miedo. Hablamos largo rato de diversas cosas. Me pide que la ayude a vencer el miedo a la muerte. Le digo que eso es imposible. Que recién ahora, más lejos del precipicio, puede hablar de eso (la acompañé todo un largo tiempo de lucha, presencié su fortaleza y la decisión con la que peleó).

Le digo que el único antídoto para el miedo a la muerte, si es que algo así existe, es el deseo de vivir (que ella conserva y no ha perdido, más bien todo lo contrario) y la búsqueda de ampliar, sostener, disfrutar, el placer de vivir. No sin tristeza. No sin miedo. No sola.

Y yo me quedo pensando-sintiendo, es como un latido que no me abandona, que el trabajo analítico para mí es un modo de leer. Y también de escribir. En ausencia de textualidad.

5.

Hace algún tiempo un paciente, Lucas, juega, y escribe esto, con unos bloques de madera (parte de un juego, en verdad, pero que él suele utilizar para construir, y hoy para escribir), sobre el escritorio: S O S. Dice que no quiso decir eso. Pero allí está. El mensaje, sin botella, llega a buen puerto: algunas semanas después, puede narrar su historia. O aquello que de su historia, y en ella el trauma, era imposible contar.

6.

En un comienzo lejano venía traído por un síntoma extraño, pero decía que el no sufría por nada.

Hoy llega a sesión diciendo que se preocupa por mí, se pregunta por el trabajo del psicólogx. ¿Cómo hacemos para salir y entrar de las historias, para pasar de una a otra? Para recordar todo aunque lxs pacientes falten (el interrumpió y luego retomó el análisis, sabe cómo opera la memoria de lxs analistas). ¿Cómo hacemos para reponernos? Todo eso me dice, me pregunta. Luego vuelve a su historia de descuidos y pérdidas sufridas, y aún así la culpa, la necesidad de cuidar y sostener a otrxs. De pensar primero en lxs otrxs. Le digo que aquí, conmigo, no tiene que cuidar a nadie, tampoco a mí. Que yo lo escucho, que comparto con él ese trabajo, tan difícil e importante, de recordar, de hacer memoria, que veremos de qué maneras seguir desanudando esa culpa que lo lleva a cuidar, a sostener, a ceder, a regalar, a ofrecer de más. ¿De qué está hecha esa culpa y ese deber sacrificial? ¿Cómo pasar de esa historia, tan densa y costosa, a otras que sean nuevas? En eso estamos, con Martín. En que se apropie de sus enojos, dolores, y preguntas.

7.

Clara viene hace pocas semanas, pero el trabajo analítico avanza rápidamente. Hoy me regala una idea que me llevo, así como ella cuenta que se lleva cosas que pensamos en sesión o que se lleva de los libros que lee. Me descubro trabajando, yo también intervenida, con algo que le propuse pensar y que retorna, vía asociación libre, en un fragmento de un libro que Clara evoca. ¿Lo dije yo? ¿Lo dijo ella? La sesión arma un texto que no tiene «un» autor.

 

8.

Una paciente, Paula, me trae un libro sobre viajes, mapas y rutas que está elaborando. Se fascinó con el tema de las «antípodas» a partir de un viaje que hizo por amor, y de otros viajes que planea hacer. Es docente y artista.

Luego cuenta unos sueños que tuvo estos días, todos ligados a la muerte de su madre, se está por cumplir un año de eso. Retomó su análisis hace unos meses, traída por una angustia que no le permitía «arrancar», en diversos sentidos. Hoy recupera todo lo que le sucedió y vivió en este tiempo -todas cosas que su madre nunca sabrá- y que son parte de ella hoy.  Hablamos largamente de la historia de esa muerte, y del tiempo del duelo. Me doy cuenta mientras la escucho que ésta sesión es como un mapa o trazado personal, u hoja de ruta, de los trabajos del duelo, de este duelo, pero tal vez valga para el duelo, en general.  Todas las cosas que ya no disfrutará su madre. Todas las fechas que tocó vivir este primer año, sin ella. Todas las decisiones que tuvo que tomar en los tiempos de la enfermedad  y agonía. La decisión de que hacer con los restos. Y finalmente, o no, donde esparcir las cenizas. En una ciudad, donde empezó la vida de su madre (en el medio todos los recorridos que componen una vida) y en esa misma ciudad, en el río, su final.

Un duelo se narra, se historiza, se sueña, se llora, se comparte, se escribe, se pinta. Implica tantos trabajos y son tantas sus metamorfosis y destinos. Y vivirlo, permite arrancar.

En un momento se me llenaron los ojos de lágrimas. Nos miramos. Seguimos conversando. No lo disimulé.

         -La narración como acto político.

¿El psicoanálisis, entonces, cura? ¿crea?

El psicoanálisis es un lenguaje y una escritura. Es un modo de conversar, un modo de estar presente, el tono y el clima de esa conversación. Esa conversación suele tener lugar en un consultorio (otras veces en el pasillo de un hospital, o en algún otro lugar, pero también continúa fuera del consultorio. Nos volveremos a enterar en la sesión siguiente, todo lo que esa escritura siguió escribiendo a lo largo de los días, a veces sobretodo es el paciente quien lo hace, y muchas otras el analista. Me ocurre muchas veces que el pensamiento garabatea, y entro en un estado de ebullición que me obliga a llegar a la hoja. Necesito escribir.

El psicoanálisis también es una forma de la memoria. Una memoria particular, que permite que conserve vivo en mí, aunque no piense en ello durante un tiempo largo o pequeño, la historia de cada paciente y la historia del tratamiento. Nunca deja de asombrarme acordarme tanto: detalles, pequeñeces, gestos, relatos, que puedo olvidar incluso pero frente al paciente inmediatamente recupero.

Entonces sí. El psicoanálisis cura y crea.

No cura todo, ni cura siempre, pero cura cuando crea.

Crea. Por supuesto, hablo de crear. Pero también hablo de creer. ¿En qué cree un psicoanalista?

Lxs analistas necesitamos creer, en la medida en que recibir a un paciente y embarcarse en ese viaje, implica, lo sepamos o no, realizar una enorme apuesta. Lxs analistas nos desanimamos muchas veces, pero creemos. Creemos en lo que escuchamos. Y en lo que hacemos. El psicoanálisis no es una técnica, ni un procedimiento. No hay dos pacientes iguales. Ni dos analistas iguales. Con cada paciente nos reinventamos. Sí es un método. Sabemos desde dónde hacemos, mientras que no sabemos lo que hacemos, mientras toleramos no saberlo.

 

La posición del analista consiste, para mí, en recuperar lo que hicimos para pensarlo, lo que hicimos porque estuvimos disponibles. Asociación libre y atención flotante son brújulas invariables, también lo es la teoría. El resto se construye. Lxs analistas creemos porque sabemos que en algún momento arribaremos a tierra firme. Y es ese arribo lo que resignifica y sostiene todo lo anterior.

Lxs analistas creemos entonces en la escucha analítica. Y le creemos al paciente. Le creemos a sus dolores, a sus sueños, a sus errores, a sus inventos, y a sus delirios. Muchas, tantas veces, tenemos la impresión de no haber sido del todo escuchadxs por el paciente, o no saber con certeza cuánto unx (analista) escuchó. Hasta que ocurre alguna intervención que en el discurrir de asociaciones de alguna sesión, detiene las dudas e interrogantes, las vacilaciones, y confirma, sin lugar a dudas, y a veces de forma conmovedora, que allí hubo escucha.

Escuchar no es oír, es oir y leer. Es leer con la oreja y el cuerpo. Y ese leer hace escribir.

Si no escribimos, si no narramos lo que hicimos en el tiempo y en el espacio de ese encuentro, entonces el psicoanálisis sólo será una abstracción.

Escribimos para preservar la abstinencia. Para poder dar lugar a aquello que nos marcó fuertemente. O porque nos angustió, o porque nos emocionó, o porque nos modificó. Para que eso sea inolvidable. Para no poner a jugar esa afectación en la transferencia. Porque no somos neutrales, pero nos abstenernos. Por eso escribimos. En última instancia, lo necesitamos.

Lo ensayístico (el ensayo como método, no sólo como género literario) tiene mucho que ver con el psicoanálisis. Freud escribió la Interpretación de los sueños a partir del autoanálisis de los suyos propios. El psicoanálisis empezó siendo autobiográfico. Freud se situó como sujeto soñante y como psicoanalista. Contar la propia vida-experiencia fue entonces la manera de legitimar un camino de conocimiento. Así lo fue para Montaigne, también lo fue y lo sigue siendo para el psicoanálisis. No hay camino de conocimiento que no implique la necesidad de narrar algo propio. El coraje de narrar. Cada pensador, cada auténtico pensador, tiene que emprender «la invención de lo propio». Dar lugar a lo más propio requiere un acto de invención-ficción.

La escucha analítica es tributaria de ese particular juego: sostener-practicar-afirmar un juicio, suspendiendo el juicio, a la vez.

El par asociación libre-atencion flotante sigue la pista de ese camino filosófico.

¿Qué es ese relato que -a través de la invención-ficción va en busca del mayor apego posible a la verdad y autenticidad de una experiencia? Sabemos que la verdad es singular y cambiante, no absoluta ni definitiva. Tampoco es algo abstracto.

La narración de lo singular es la mejor manera de dar cuenta de una práctica.

Lo que posibilita afirmar juicios es la propia experiencia, no simplemente un razonamiento descarnado. Camino de conocimiento que se sostiene en la autoridad de la experiencia: decisivo para la filosofía moderna. Y para el psicoanálisis. El acceso al saber arraiga en la construcción de un método. No una técnica (acerca de esto hay mucho trabajado y escrito por Ana Berezin y Eduardo Müller, quienes sostienen que la técnica incluso puede volverse una resistencia al método). Puede ocuparse sobre cualquier asunto, no únicamente sobre lo solemne. No hay temas, ni tampoco caminos, privilegiados.

Sostenemos, y nos sostenemos, en la confianza en la palabra como operación subjetivante. En su capacidad de afectar y ser afectada, y de inaugurar o ampliar el campo de lo que puede el cuerpo en el lenguaje y lo que puede el lenguaje en el cuerpo (tomando a Meschonnic).

En Montaigne libro, o escritura, es metáfora de sujeto. Y vaya si lo es para nosotrxs. La clínica psicoanalítica no es la descripción semiológica de síntomas ni de un paciente en particular, ni la aplicación de una técnica o un protocolo, sino el relato de lo que un encuentro psicoanalítico puede. Y cómo ambos -paciente y analista- salimos de él modificadxs, afectadxs.

¿De qué se ocupa el ensayo?: de la posiblidad de narrar una transformación, un devenir, o un pasaje. «No pinto el ser, pinto el devenir» escribió Montaigne. Nosotrxs también hacemos eso: narramos un devenir. Narrando el trabajo clínico con pacientes también narramos el nuestro. Ese «devenir» es también «autobiográfico».

Retomo, para finalizar, un párrafo de «Sueño, medida de todas las cosas»:

«¿Por qué escribimos los psicoanalistas nuestra práctica? ¿Por qué elegimos narrarla, con todas las dificultades que ello presenta? Primero diré que para no quedarnos solos. Y luego, elijo responder con estas palabras de Pontalis: para el psicoanalista,

“[…] hacerse de un nombre debe entenderse también en un sentido literal, el de darse un nombre propio, porque, más que nadie, él se ve confiriendo, por el efecto de la transferencia, tantos nombres que no son el suyo; escribir, para él, sería un medio privilegiado para dejar de ser un ‘prestanombres’ […] Convertirse en autor también podría entenderse literalmente como aquel que quedó disponible, a lo largo del tiempo, para tantos personajes en busca de autor… En cuanto al propósito de comunicar su experiencia y sus hipótesis […] ¿Cómo podría el análisis arreglárselas sin esa prueba del tercero que viene como a asegurarle que él no es solamente la víctima de su propia fantasmática, que debe a la vez ‘divagar’ –sin lo cual no hay invención- y dar a sus pensamientos más extraños una forma bastante consistente para que el otro pueda percibir sus contornos y apreciar su validez?”.

Narrar la clínica psicoanalítica es un acto político. Narración implicada: contar qué de esa experiencia nos ha interpelado, contar cómo, de qué maneras, pusimos el cuerpo y la palabra, y como ello devino escritura-lectura nueva. Para lxs pacientes, y para nosotrxs, lxs analistas.

 

 

 

 

 

 

 

Ecuador en llamas: ¿Hacia donde va la región? // Videos desde Ecuador

La ola de gobiernos neoliberales sudamericana comienza a ser cuestionada por medios electorales sindicales y callejeros. Octubre es un mes clave: el tiempo dirá si lo que madura es un un nuevo protagonismo popular capaz de relanzar lo político sobre nuevas premisas.

Lobo Suelto

Estallido en Ecuador: el presidente declaró el estado de sitio y hay protestas en todo el país // Anred

Con una economía en crisis, el gobierno de Lenín Moreno anunció un paquete de medidas de ajuste en acuerdo con el FMI que incluye la quita de subsidio y aumentos en los combustibles. Ante las masivas protestas, cortes de calles y huelga indefinida de algunos sectores, el gobierno decidió declarar el estadio de sitio. Por ANRed


La dolarizada economía ecuatoriana se encuentra en crisis. Desde hace años padece un estancamiento que se ha expresado en un deficit y endeudamiento cada vez mas serio.

Con un manotazo desesperado el gobierno se ha endeudado, otra vez, el pasado 24 de septiembre, emitiendo bonos  por unos 2 mil millones de dolares incrementado así los bonos deuda en 10 mil millones. El pasivo del país se ha profundizado a un 47% del PBI. Mientras que para mantener el financiamiento externo y lograr el próximo desembolso de 4.209 millones de dolares del FMI, Lenín Moreno ha dispuesto un conjunto de medidas anti-populares; el martes por la noche en cadena nacional ha anunciado la quita del subsidio a los combustibles para recaudar unos 1.400 millones de dolares anuales.

CANADA WONDERFUL COUNTRY@OElenaFerreira1
 

Estado de sitio en Ecuador la prensa no informa

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La noticia provoco malestar ante el inminente aumento del costo de vida, la gasolina extra se incremento del 1,85 a 2,40 el galón mientras que el diesel trepó de 1,03 a 2,30. También se baraja llevar adelante una reforma laboral que precarice los contratos laborales y incrementar impuestos a la población.

Anibal Garzón@AnibalGarzon

El pueblo ecuatoriano dice BASTA al paquetazo neoliberal dictado por el FMI y que aplica el Presidente Lenin Moreno, el mismo que traicionó la Revolución Ciudadana.

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Las protestas se iniciaron con un paro por tiempo indefinido del sector de transportista a la cual se sumaron otros sectores, sindicatos y estudiantes, que en estos momentos se encuentran movilizados y en constantes choques con la policía en distintas ciudades. Quito ha sido el epicentro del conflicto y se registran, al menos, 9 detenidos y la llegada de contingentes militares a la ciudad capital. Los cortes de carretera están en diversos puntos del país, unos 149 sitios se registran protestas: 30 en Pichincha, 13 en Manabí, 10 en Loja, 10 en Azuay, 9 en Guayas, 18 en Tungurahua, 4 en Imbabura, 3 en Carchi, etc. En el sur de Guayaquil se han observado los primeros saqueos.

La diputada correísta, Gabriela Rivadeneira, declaró que la Asamblea tiene la facultad de revisar el estado de excepción decretado por el presidente Moreno, y establecer el incumplimiento de funciones del mandatario. Y que el bloque propondrá una sesión extraordinaria del Parlamento para destituir a Lenín Moreno y adelantar elecciones presidenciales.

“El movimiento feminista puede ser una fuerza hegemónica porque pone el foco en la reproducción de la vida” // Silvia Federici

Nació en Italia en medio de la ocupación nazi-fascista, pero vive en los Estados Unidos desde 1967. Es una de las feministas más leídas en todo el mundo y sus charlas públicas reúnen a miles de mujeres de los más diversos territorios, tradiciones y edades. Su libro Calibán y la bruja, traducido a numerosas lenguas, es venerado entre las jóvenes de la nueva marea verde en la región. En esta entrevista sin pelos en la lengua, nos comparte las claves para comprender por qué la lucha y el protagonismo de las mujeres en América Latina llegó para quedarse, y revela el secreto que le garantiza ser una bruja de casi 80 que nunca se cansa.

por Hernán Ouviña, en Gramsci en América Latina

¿En qué medida el movimiento feminista y las luchas de las mujeres han logrado erosionar la hegemonía patriarcal a nivel latinoamericano y a mundial?

El movimiento feminista tiene muchos años. A partir del proceso que se inicia en los años setenta, se dice que se abre una nueva fase. Pienso a este movimiento como un movimiento amplio, que ha puesto sobre la mesa toda una nueva problemática, que no fue la problemática del feminismo que se desarrolló en el siglo XVIII y XIX. Mirando a esta fase que empieza más o menos en los años 70 y llega hasta hoy, con este nuevo movimiento que involucra a muchísimas jóvenes, podemos ver que algo muy importante se ha cambiado, a pesar de que yo hablo siempre de una revolución feminista todavía inacabada. Algo se ha cambiado, en primer lugar, con respecto a la problemática del proceso revolucionario. Durante la mayoría del siglo XX, el enfoque de los movimientos revolucionarios estuvo sobre todo centrado en los trabajadores de fábrica y el proletariado industrial. En el imaginario colectivo y en la política de los movimientos sociales, el proletario industrial era el sujeto revolucionario, quien podía construir con su lucha y preparar las condiciones materiales para la nueva sociedad sin explotación, la nueva sociedad comunista. El movimiento feminista junto al movimiento anti-colonial y ecologista, ha cambiado este panorama. Hoy en realidad los movimientos sociales más importantes no se enfocan en la fábrica. No solamente a causa de la reestructuración de la economía global, con el desmantelamiento de las grandes concentraciones obreras, como la FIAT en Italia, o la Ford y las otras compañías de coches en los Estados Unidos, por ejemplo, en Detroit. También porque desde la segunda mitad del siglo XX y hasta hoy, nuevos sujetos políticos han asumido protagonismo. En primer lugar, el movimiento anti-colonial ha sido fundamental para cambiar el panorama político y portar a la lucha política la voz de los sin salario, de quienes han vivido y trabajado fuera del “contrato social” que el salario ha representado, en la relación trabajadores y capital, así como también más tarde el movimiento ecologista. Y el movimiento feminista es central en este proceso, ya que al igual que el movimiento anti-colonial, ha echado luz sobre todo un mundo de trabajo y explotación que nunca se había “visto”. Las mujeres por supuesto lo conocían, pero nunca se había politizado y jamás había sido parte de los movimientos revolucionarios. Toda el área de la reproducción y muchísimas de sus articulaciones, como el trabajo del hogar, la sexualidad, las relaciones familiares, el parir, la procreación, la denuncia de cómo ésta vida privada no es en realidad privada, el haber contestado a la separación entre lo público y lo privado afirmando que lo personal es político, porque ha sido completamente estructurado por el Estado y capturado para el capital, en la medida en que ambas son orientadas al funcionamiento del mercado laboral, a la acumulación capitalista y a la reproducción de la fuerza de trabajo. Creo que este ha sido un aporte fundamental, porque ha echado luz sobre la condición real de las mujeres, es decir, cómo gran parte de las mujeres, las mujeres proletarias, son en realidad productoras de capital, también cuando no trabajan fuera de la casa; ha echado luz sobre la explotación de la mujer, del significado de que este trabajo no sea pagado ni reconocido. En el funcionamiento del salario y en el ocultamiento, que no solamente es una cantidad de dinero, sino que el salario es una herramienta política para estructurar las divisiones sociales y jerarquías. Pero ha echado luz también sobre algo más importante: qué es el capitalismo y cómo ha sido capaz de perpetuarse. El capitalismo no se ha basado solo sobre el despojo y la privatización de los medios de producción, sino a la vez en el ocultamiento del trabajo no pagado y la recreación continua de divisiones sociales y jerarquías, de poblaciones que no tienen derechos y que son explotadas al límite de sus capacidades naturales. El feminismo, poniendo el foco y brindando luz sobre la explotación de las mujeres como reproductoras de la fuerza del trabajo, poniendo luz sobre esta área de vida del proletariado y de las relaciones entre proletariado y capital, ha cambiado también nuestra comprensión de lo que es el capitalismo como totalidad. Contrariamente a lo que se dice muchas veces, que “el feminismo se ocupa sólo de las mujeres y del género”, más bien el feminismo, en su extensión más importante, ha sido una redefinición de qué es la explotación del trabajo humano en la sociedad capitalista y de cuál es la esencia de la explotación capitalista. Esto me parece un aporte muy muy grande. Lo que el movimiento feminista no ha conseguido generar es una estrategia para cambiar concretamente la relación de poder entre mujeres, y entre hombres y capital, y desafortunadamente una parte del movimiento feminista ha sido capturada por las instituciones, que se han dado cuenta muy pronto de la posibilidad de capturar la búsqueda de las mujeres de mayor autonomía y ha sido capaz de manipularla y capturarla para integrar a las mujeres en la nueva fase de desarrollo que se ha inaugurado con la reestructuración la economía global. Que es una fase en la cual el trabajo asalariado se ha completamente desvalorizado, ya que ha perdido todos los beneficios que una vez podía dar a los trabajadores. Entonces las mujeres han sido la solución a la crisis del capitalismo, la solución al rechazo del capitalismo que ya el proletariado industrial estaba exprimiendo, porque los años setenta fueron años de grandes luchas de todo el proletariado: desde Torino hasta Detroit, se hablaba de un “hilo rojo” que pasaba también por Inglaterra, donde los trabajadores por la noche traían sus mochilas para dormir en las fábricas. Era el periodo en el cual, en Torino, en la FIAT se hacían asambleas y, en 1974, los trabajadores fueron capaces de conseguir las 150 horas, que eran horas de estudio en la fábrica pagadas, una cosa que hoy parece una utopía increíble. Esto como ejemplo, para subrayar la gran fuerza y el rechazo que los trabajadores habían sido capaces de organizar ya a partir de la mitad de los años ’70, cuando el capitalismo se vio obligado a declarar la crisis y adoptar el “no crecimiento” como estrategia. Desafortunadamente, el movimiento feminista, en gran parte, ha aceptado la idea de la emancipación a través del trabajo asalariado, lo cual ha sido una enorme solución para las instituciones. Es por eso que muy pronto, a partir de 1975, las Naciones Unidas intervienen en la política feminista con la primera Conferencia Global sobre las Mujeres, que hubo luego en la Ciudad de México. Es interesante que la primera conferencia global se haya hecho en el sur del continente americano, como lugar precursor. Aquí empieza la domesticación de la agenda feminista, que ha sido capturada, sometida, domesticada, subvertida y limitada.

Mencionaste dos ciclos. El más reciente implica un recambio generacional donde hay mujeres muy jóvenes, que irrumpen con un alto nivel de radicalidad, poniendo en cuestión las prácticas de la vieja izquierda, e incluso de ciertas organizaciones feministas tradicionales ¿Cómo ves esta dinámica donde nuevamente el Estado parece intentar domesticar estas luchas a través lógicas institucionalistas o electorales, de construir “caudillismos individuales”, en un movimiento que, si tuvo algo de potente -sobre todo en Argentina- es que no se ha destacado por figuras personalistas ni tampoco por haber puesto la centralidad en las elecciones?

Me parece muy importante que este nuevo movimiento, que surge de jóvenes mujeres, emerge en respuesta a un período en el cual muchísimas jóvenes no querían definirse como feministas. Yo recuerdo muy bien que, en los años ‘90 y también en el 2000, el feminismo parecía una corriente o un movimiento neoliberal, capturado, que no tenía capacidad subversiva. Lo que ha pasado es que las nuevas generaciones se han dado cuenta que, en realidad, la problemática de la sexualidad, de la identidad social, del trabajo, es una problemática todavía abierta, que hoy las jóvenes encuentran los mismos problemas que hemos enfrentado. También se enfrentan a algo nuevo que es el feminicidio, el incremento de la violencia contra las mujeres, que va directamente a penalizar el protagonismo de las mujeres en tantos lugares en su búsqueda de autonomía; penaliza el hecho que las mujeres son cada vez más protagonistas en el campo y en las ciudades. Este movimiento tiene una fuerza muy grande, ha sido un gran inspirador a nivel internacional, sobre todo saliendo de América Latina, donde las mujeres se han enfrentado con formas más fuertes de represión en todo el espacio rural y urbano, y conocen bien la experiencia de la dictadura. Hay en ellas una sabiduría, una conciencia política de qué son las relaciones sociales en la sociedad capitalista, hay una visión y mirada anticapitalista más profunda y más clara que en Europa y los Estados Unidos. Hoy en América Latina, sobre todo en Argentina, y también en Chile y parte en México, hay feminismos que se dicen “populares”, que salen del campo, de la lucha contra el extractivismo, de las luchas de las mujeres indígenas contra la minería y la extracción petrolera. Muchas veces las mujeres no se definen feministas, pero sus luchas   tienen contenidos muy feministas, centradas en la defensa del territorio, en la defensa de la reproducción, en la búsqueda de formas de reproducción completamente diferentes, y en rechazo de la mercantilización de la vida. Por eso el feminismo aquí es una guía y una inspiración para otras partes del mundo. Es claro que hay una orquestación ideológica y no ideológica para capturarlo. Espero que el movimiento sea bastante fuerte para poder rechazar todas estas diferentes medidas de captura. La primera empieza ya con los gobiernos que se dicen progresistas, con la captura a través de las bolsas familiares y los pequeños subsidios, como los que han otorgado el PT en Brasil y el gobierno mexicano en varios períodos, para la reproducción, pero que no resuelven de ninguna manera la situación de las mujeres, y al contrario extienden el control del Estado sobre una población de mujeres que estaba fuera de las relaciones monetarias. Me refiero también a estos programas feos del microcrédito, que es el caballo de batalla del Banco Mundial. También hoy está la tentación electoral. Mujeres que han militado en tantos movimientos sociales y frentes muy amplios, piensan que insertarse en el proceso electoral y trabajar en las instituciones puede dar un respaldo a sus luchas, pero lo que hemos visto es que en realidad se va poco a poco destruyendo la capacidad subversiva de los movimientos, que toda la energía del movimiento se enfoca en las elecciones y que al final se producen formas de caciquismo individual. El terreno electoral e institucional es un terreno lleno de minas; cuando tu empiezas a trabajar en este terreno, hay fuerzas de las que no puedes escapar, hay una lógica que te absorbe independientemente de cuáles sean tus intenciones originales. Esto lo hemos visto en Europa, sobre todo en España, pero también en Italia. Al principio del movimiento 5 Estrellas en Italia, se decía que era un movimiento completamente no institucional, gobernado desde abajo. Hoy 5 Estrellas es aliado de los fascistas y está traicionando lo que había prometido en un primer período. Vemos también que el municipalismo en España, después de varios años no ha producido un cambio real, al contrario, muchas energías se han consumido en promover esto. Por eso digo que ponerse en las instituciones es como despojarse. Hemos visto varias veces en los Estados Unidos que buscar la vía electoral como medida para empoderar al movimiento, no funciona. Lo que ocurre es que periódicamente el movimiento elige un “salvador”. Puede ser Obama, Bernie Sanders o actualmente Alexandria Ocasio-Cortez, que es una mujer valiosa, pero se encuentra con un partido que va a bloquear sus iniciativas. En realidad, lo que pasa es que a medida que estas personas se involucran en partidos que son definitivamente pro-capitalistas, no pueden escapar a esa lógica. Otro peligro es el de crear fuertes movimientos, pero que se enfocan solamente sobre una única reivindicación. Yo apoyo el movimiento por el aborto en Argentina, pero espero que tenga presente que no se puede armar un movimiento por el aborto, sin al mismo tiempo luchar para garantizar la posibilidad de las mujeres de ser madres, en condiciones de poder decidir cuándo y cómo van a hacerlo, y sin sacrificar sus vidas. El gran error del movimiento feminista en los Estados Unidos fue decir que “el aborto es control sobre nuestros cuerpos”. Es parte del control, pero control sobre nuestro cuerpo significa poder decidir si vamos a reproducirnos o no, qué vamos a hacer con nuestra capacidad reproductiva, si queremos tener o no niños. En los Estados Unidos, el enfoque exclusivo de muchas feministas en la lucha por el aborto, fue la causa de una disociación de muchísimas mujeres afrodescendientes, que se enfrentaban en este periodo también a la esterilización, y a condiciones de vida que no les permitía de ser madres. El discurso vale también por los movimientos trans y queer, que quieren cambiar la identidad de genero, o rechazar el género como distinción social. En este caso, es importante entender que no podemos cambiar la identidad si no ponemos sobre la mesa el cambio de las condiciones materiales de nuestra vida. Hoy se olvida que el movimiento feminista fue el primer movimiento que ha criticado la femineidad, ha criticado lo que significa ser mujer. Desde su principio ha reivindicado una forma múltiple y creativa de qué es ser mujer. No es que hoy se inventa la fluidez de la identidad. Ya el movimiento feminista ha criticado la femineidad. Pero, en la medida en que no hemos sido capaces de cambiar las condiciones materiales de la vida de las mujeres, no hemos conseguido un cambio real de identidades sociales. Tu puedes criticar la heteronormatividad, pero si tu continúas dependiendo de un hombre, tú vas a ser heteronormativa en la realidad. Lo importante es no perder de vista que, si bien la lucha puede ser contra el binarismo, no se la puede disociar de la lucha contra el capitalismo. No se puede desconectar el discurso contra lo binario del discurso contra la sociedad capitalista, que ha usado la diferencia de género para crear formas más intensivas de explotación. Entonces yo espero que las lecciones del pasado nos permitan no repetir los mismos errores, porque los capitalistas tienen una gran capacidad de manipulación y cooptación.

Federici (imagen de Alan Dufau)

Si el desafío es cómo garantizar el reconocimiento de las diferencias y diversidades, pero sin dejar de luchar por la supresión de todo tipo de desigualdad, y una de las posibles limitaciones, como señalas, ha sido el corporativismo y la tendencia al encapsulamiento, otra pregunta que nos hacemos es la siguiente: ¿puede el movimiento feminista ser una fuerza hegemónica, no “hegemonista” de pretender avasallar e imponer, pero sí hegemónica en la clave de un proyecto transversal y de articulación en común?

Para mi sin duda el movimiento feminista puede ser una fuerza hegemónica porque pone sobre la mesa la cuestión de la reproducción de la vida, la importancia de la reproducción. Pero he aprendido mucho de otros movimientos también. Reproducción significa cuidado del ambiente, cultivo de subsistencia, agricultura, comida, semillas. Poco a poco he visto que el discurso de la reproducción es muy amplio, es un discurso que finalmente puede enlazar todas las actividades más importantes por la vida. Entonces el movimiento feminista tiene esta capacidad de identificar cuáles son los terrenos estratégicos en la lucha contra el capitalismo. A partir del discurso de la reproducción, se puede pensar también cómo cambiar la producción. Se puede pensar de no pedir solo incrementos salariales, o más dinero y menos trabajo. Es importante poder decidir qué vamos a producir, que no vamos a envenenar el mundo, ni vamos a producir coches que nos van a matar. La temática de la reproducción lleva a responsabilizarnos en nuestras actividades también en el proceso de producción por el mercado. Nos compromete con la creación de una sociedad donde lo que vamos a hacer es algo que beneficia a todos, algo que hacemos cooperativamente, que permite a todos reproducirse, y que no construye nuestro bienestar sobre el sufrimiento de los otros. El fin de la sociedad, como dice Marx, debe ser el bienestar colectivo. Esta debe ser nuestra óptica. Como las mujeres han estado involucradas por generaciones en la reproducción de la vida, y conocen más que cualquier otro sujeto todas sus necesidades y vulnerabilidades, hoy son más capaces de construir formas de organización que sustentan nuestra vida. Por ejemplo, pueden armar grandes marchas de semanas, que necesitan toda una sabiduría sobre la reproducción: por el cuidado de los niños, por procurarse el agua, la comida, por desechar la basura. El discurso de la reproducción es importante para crear una infraestructura para garantizar la continuidad de la lucha. Y a partir de la reproducción podemos ver nuestros vínculos con otros movimientos: los de los maestros y maestras en la escuela, en la producción de conocimiento, los movimientos campesinos, ecológicos. Podemos repensar nuestra relación con los animales, la espiritualidad. Se habla del consumismo, yo creo que el consumismo es una respuesta al gran empobrecimiento espiritual, afectivo e intelectual, que estamos viviendo, porque nos han quitado la creatividad, entonces compramos la camiseta para sentirnos más creativos y mas poderosos.

Aludiste a la espiritualidad, un motor muy potente para la lucha. Hay sectores que la confunden con la religiosidad de la iglesia e incluso con el Vaticano. ¿Cómo interpretas esta tensión que a veces aparece entre reivindicar la espiritualidad y el recostarse en la iglesia como institución, ya sea católica o evangelista?

 Soy sospechosa de las personas que piensan que la gente se junta en la iglesia por la espiritualidad. Las iglesias, sea las iglesias católicas, el Vaticano, o los fundamentalistas pentecostales, en todos los casos son empresas. El Vaticano es una maquina económica. Tiene inversiones y muchísimas empresas comerciales, incluso empresas farmacéuticas en Suiza que producen anticonceptivos. Por eso la hipocresía no tiene fin. El Vaticano desde su principio hasta hoy siempre ha sido así. Es un estado con sus milicias. Papas tenían esclavos, y la iglesia ha justificado la servidumbre de los sarracenos y los “paganos”.  Nunca los papas han hecho una batalla contra la esclavitud. En el siglo XX el Vaticano ha apoyado al fascismo, ha firmado los famosos Pactos Lateranenses con el fascismo. Y la historia se puede continuar hasta ahora. Es claro que la Iglesia no ha sido simplemente cómplice del poder, como si estuviese por fuera: ha sido parte del poder, tanto la iglesia protestante, actualmente con el pentecostalismo, como la iglesia católica. Hoy la iglesia surge con una nueva fuerza, para contrastar la lucha contra el neoliberalismo, en un contexto social, político y económico, en el que el desarrollo capitalista debe empobrecer siempre más, desestabilizar y desplazar. En este contexto llegan los nuevos misioneros, los evangelistas, los pentecostales a decirte que “tú eres pobre, pero Jesucristo va a resolver todos tus problemas”. Y capturan a una parte de la gente que se siente desestabilizada, porque sus comunidades se están fragmentando. Entonces llegan estas sectas con sus camionetas, sus recursos, su promesa de apoyo, y tú te apoyas en ellos. Claro que está funcionando, porque la gente se siente tan insegura y precarizada en su vida, que acude a ella. Por eso es tan perverso. Las sectas están promoviendo una ideología que al final divide a la gente. Los pentecostales por ejemplo hablan de Satanás, y te incitan a ser sospechoso con los otros y otras de tu comunidad. En África, hoy, están impulsando una nueva caza de brujas. Por eso creo que hay que comprender que la gente se junta no en búsqueda de espiritualidad, sino en búsqueda de una respuesta a la fragmentación, a la inseguridad económica y social. El reto es ver si somos capaces de crear organizaciones e iniciativas que puedan tener la misma capacidad de atracción. Es importante ser claros y entender que esta nueva ola de expansión misionera, pentecostal, evangelista y católica, es parte integrante de la expansión de las relaciones capitalistas hoy, es parte integrante de la política de despojo, de la precarización de la vida, y sirve para “darte humo en el ojo” y dividir a las comunidades, porque a algunos le dan un pequeño apoyo si se conforman con lo que ellas proponen, y a los otros los van a demonizar, literalmente, si se oponen.

Gago-Gutierrez (foto Eloisa)

Por último, siempre afirmas que ese mundo que soñamos ya se está creando en el presente, una idea que a algunos/as nos gusta llamar prefiguración. ¿Qué puedes decirnos en términos esperanzadores al respecto?

A nivel pequeño y personal, yo llevo un mes atravesando México, Argentina y Chile, y puedo decir que he viajado a través de un mundo de compañeras y compañeros maravillosos, con tanta solidaridad, tanta creatividad y placer. Así que no me siento cansada a pesar de que tengo casi 80 años. ¡Lo puedo hacer porque me da tanta alegría! Y a nivel más general, creo que, en cualquier lugar hoy, si pudiéramos ver un mapa de todas las luchas, que se están dando en todos los lugares, podríamos comprender por qué hay un Bolsonaro y un Trump. Ellos son la respuesta de un sistema que se siente amenazado. Es claro que quieren imponer su hegemonía sobre toda la riqueza natural: los mares, los ríos, las aves y los territorios. Pero no pueden hacerlo, porque hay miles y miles de luchas, las luchas por conservar las aguas, la floresta, los mares. Para mí estas luchas son las más importantes que hay actualmente en el planeta. Quienes están luchando por el bosque y el agua, están luchando verdaderamente por todas nosotras y nosotros, porque la humanidad no sea reducida a esclavos, todos concentrados en las ciudades. Pensar que los Monsanto y los Cargill van a dominar el campo y los mares, y nosotros vamos a estar amontonados en la ciudad, es una pesadilla. Si no tenemos ningún control sobre la naturaleza no podemos controlar nada de nuestra vida. Entonces los que están luchando por tener acceso a la riqueza natural, para mí son el fundamento de todas luchas. Pero esto ya se está haciendo, y creo que las mujeres están dando un impulso muy grande, porque estas luchas las están librando con una gran creatividad, con la creación de nuevos entramados afectivos, que promueven la solidaridad. Y ésta es ya la nueva sociedad.

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NUEVO PERÚ SOBRE LA ACTUAL CRISIS POLÍTICA // Movimiento Nuevo Perú

Documento de contexto y posicionamiento internacional

Los hechos vinculados al caso Lava Jato revelaron el nivel de corrupción en el Perú, involucrando a todos los ex presidentes, ex candidatos residenciales, los tres poderes del Estado y grupos empresariales, desatando una profunda crisis, que puso en tensión la gobernabilidad neoliberal impuesta tras el auto golpe de Fujimori en 1992, legitimada por la Constitución de 1993 y continuada por los gobiernos de la fallida transición
democrática del 2001.
Las denuncias de corrupción contra el ex presidente Pedro Pablo Kucinzky llevaron a su renuncia en enero del 2018, a poco más de un año de haber asumido el gobierno, juramentando como presidente, el entonces vicepresidente Martín Vizcarra con el mandato de PPK en julio del 2021. No obstante, esta medida estuvo lejos de solucionar la crisis, pues de por sí era un presidente sin partido ni bancada, obligado a gobernar con una abrumadora mayoría parlamentaria fujimorista. Se fue configurando así un
escenario de entrampamiento entre un poder ejecutivo débil encabezado por Vizcarra y el aprofujimorismo atrincherado en el Congreso, golpeado por las investigaciones de Lavajato pero decidido a dar batalla. El bloqueo de algunas medidas de reforma política orientadas a combatir la corrupción en los partidos, así como la necesidad del fujimorismo por controlar el congreso para desde ahí defender a sus líderes como Keiko
Fujimori investigados por corrupción, fueron empantanando más el escenario. Todo ello ante el creciente malestar ciudadano y el rechazo generalizado a la clase política.

Frente a lo insostenible de la crisis política y el entrampamiento de poderes, el 28 de julio, Martín Vizcarra planteó la propuesta de adelantar las elecciones generales para abril del 2020. Dos meses después, la propuesta fue archivada por la mayoría parlamentaria apro fujimorista en una ofensiva que incluyó la decisión de nombrar un nuevo Tribunal Constitucional (TC), compuesto por magistrados subordinados a sus intereses que pudieran garantizar su impunidad. Ante la decisión de la mayoría fujimorista de capturar el TC, el lunes 30 de setiembre el ejecutivo apeló a la Cuestión de Confianza; fórmula constitucional que lo faculta a disolver el Parlamento si se le niega dos veces consecutivas la confianza por lo que el primer ministro Salvador del Solar presentó la cuestión de Confianza solicitando al Congreso detener la fraudulenta elección de magistrados. La mayoría parlamentaria no sólo desconoció la Confianza solicitada, sino que avanzó en nombrar los miembros del TC en un claro desacato.
Denegada la Confianza y apelando al artículo 134 de la Constitución que regula la disolución constitucional del Congreso, el mismo lunes 30 de setiembre Martín Vizcarra anunció la disolución constitucional del Parlamento, convocando elecciones congresales complementarias para enero del 2020. En reacción a la decisión de Vizcarra, la mayoría Fujimorista y sus aliados, con el respaldo del mayor gremio empresarial (CONFIEP) se auto convocaron y -pese a no tener los votos reglamentarios
y estar ya formalmente disueltos- suspendieron a Martín Vizcarra como presidente. En su reemplazo, nombraron como presidenta encargada a la Mercedes Araoz, ex ministra de economía de Alan García, amiga de PPK y mujer orgánica de la CONFIEP, como presidenta encargada. Asimismo, convocaron a la Organización de Estados Americanos (OEA) para que intervenga prontamente a mediar en la crisis. Sin duda, se trata de un acto de usurpación, que desconoce la Constitución y la voluntad de las mayorías hartas de su manejo político corrupto.
Si bien a la fecha, el orden constitucional, la ciudadanía y el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas están con el presidente Martín Vizcarra, es claro que la usurpación del fujimorismo y sus aliados enturbia el panorama y agrava la crisis. Estamos ante una acción desesperada de la coalición reaccionaria político empresarial encabezada por el fujimorismo y sus aliados como Meche Araoz y el APRA. Saben que está en juego la
continuidad del modelo económico y que su “república empresarial” puede colapsar acabando con su impunidad y privilegios. Vale aclarar que el gobierno de Martín Vizcarra, también optó por mantener la política neoliberal, confrontando directamente con los sectores populares, lo cual le impidió encabezar un amplio bloque social democrático, alineándose generalmente con los poderes económicos.
Desde el inicio de la crisis, el Nuevo Perú liderado por su presidenta Verónika Mendoza, alertamos sobre la magnitud de la crisis pues lo que estaba en juego era el destino histórico del país y no sólo un cambio de gobierno. Junto a fuerzas políticas de izquierda, progresistas y organizaciones sociales y populares nos movilizamos exigiendo nuevas elecciones con nuevas reglas y avanzar hacia una Nueva Constitución pues la constitución impuesta el 93 por el Fujimorismo está caduca. Hoy, la disolución del Congreso corrupto y la convocatoria a nuevas elecciones abre un curso democrático a la crisis, pero sólo con movilización y organización podremos derrotar definitivamente a la coalición reaccionaria. Para ello urge fortalecer espacios de articulación social que se plantee la necesidad de un nuevo pacto constituyente, avanzando en una unidad amplia, pues la lucha es una sola y los enemigos de los derechos de los trabajadores son los mismos que se oponen al enfoque de género y legalizan la sobre explotación de los jóvenes, los mismos que quieren privatizar bienes públicos como el agua; los mismos que criminalizan la lucha social y se granjean beneficios tributarios.
Desde el Movimiento Nuevo Perú, llamamos a la comunidad internacional a estar vigilantes respecto a lo que pasa en nuestro país y respaldar la movilización mayoritaria de la ciudanía por una salida democrática a la crisis, contra la prepotencia y usurpación del fujimorismo y sus aliados de turno. Es importante que las distintas fuerzas políticas de Latinoamérica y el mundo no reconozcan el gobierno de Mercedes Araoz y acompañen los esfuerzos por avanzar en la salida democrática con nuevas elecciones,
en el marco del irrestricto respeto a los derechos humanos. Seguiremos firmes y movilizados por la construcción de un Perú nuevo en un mundo nuevo tal y como nos lo demandara el Amauta José Carlos Mariategui.
Movimiento Nuevo Perú
Comisión de Relaciones Internacionales
Lima, 01 de octubre 2019

La visión en el oído (Jack Kerouac, Visiones de Cody) // Hugo Savino

Fuente: Cuarta Prosa

La visión en el oído

[Jack Kerouac, Visiones de Cody]

Primera Parte

Jack Kerouac : «Hay que estar loco para querer ser escritor en este país.»

Jack Kerouac: «Porque lo que hago es tomar a toda esa gente que realmente conocí, y darles diferentes nombres, y  cuando luego reaparecen en mi vida reaparecen en el próximo capítulo.»

 

Hay un viejo restaurante denver. Y Cody y su padre lo frecuentaban. Fecha: otoño de 1951, la estación en la que Jack Duluoz se pone a pensar en Cody. Es «el culo del mundo» del tiempo, donde se sueñan los poemas en prosa. Kerouac busca los sueños remotísimos del pequeño Cody. Viejos temas dados, que Kerouac destruirá.  Y sobre los que improvisará.

 

La visión escucha en la mismísima «garganta del Tiempo.» Un «diminuto SKULL de algo» que murmura, lo «asmático sin nombre». Los intervalos del viento que traen las voces de tipos con las gorras de viseras encajadas hasta las orejas.

Y está el evocar. Que atraviesa la cronología: dama del metro con manos enguantadas y anteojos franco-canadienses, como la tía de Jack Duluoz, Cody con traje de «imitación» literaria, ¿mejor que mi traje color café con leche heredado de mi primo Lalo? De Denver a Banfield. Ni el traje marrón y simple de Cody era para las cafeterías de New York ni el mío para lo florida y paraguay. Dos promesas incumplidas en el hilo del tiempo. Cody es mi resentimiento. Mi hostilidad.

Jack Duluoz: «Imposible evitar los enigmas.»

Y Jack Kerouac en 1952 a John Clelon Holmes: «Lo que ahora empiezo a descubrir está más allá de la novela y más allá de los límites arbitrarios del relato… para entrar en los reinos de la Imagen revelada, la FORMA SALVAJE viejo, la forma salvaje. La forma salvaje es la única forma que contiene lo que tengo que decir – mi mente explota para decir algo sobre cada imagen y cada recuerdo…»

Antes del errar: «un gran sentimiento inmortal y metropolitano de pertenencia a la ciudad que descubrí (como cada uno de nosotros) cuando era un chico… directamente en el corazón de los brillantes resplandores.»

 

En el comienzo están los colores, y el olor de los colores, y un «hace mucho tiempo». El marrón-naranja chillón o el marrón, a secas: «El lugar es tan marrón que cualquier luz allí parece marrón – Es adecuado para las tristezas  nocturnas del invierno y me recuerda sin palabras a las viejas ventiscas cuando mi padre tenía diez años, del «88» y a los viejos obreros escupiendo y al padre de Cody.» Los colores. Algún verde y un amarillo en un techo, diluidos hasta el olvido. Y «esos tipos dolorosamente pobres en sus vestimentas inconcebibles.»

«Veleta de un vago verde moco pálido.»

¿Sé leer lo inconcebible? Contra el lector inventado por la pastoral filosófica que reescribe la historia.

Hay una «letanía de la impostura» (Louis Chevalier) que expulsa al meteco Jack Kerouac.

Lo que va a molestar de manera permanente en Jack Duluoz y en Cody es la decisión de ponerse en huelga ante la sociedad. No se conoce una fecha precisa del inicio de esa huelga. La envidia social cree que así vinieron al mundo. En huelga. Un malentendido que no tiene arreglo, «ya que ambos le rendimos un culto al abandono». O a la perla rara.

Jack Kerouac: «En alguna parte en el camino sabía que habría chicas, visiones, todo, digamos ; en alguna parte en el camino me darían la perla rara.»

Siempre habrá un académico que querrá denigrar a Kerouac. Eso tampoco tiene arreglo. Para bien de Kerouac.

Siempre habrá un escritor idólatra de la ficción que intentará darle una identidad, positiva, a Jack Kerouac, para que se estrelle contra un espejo, pero no hay definir que pueda detener su ritmo. Los lectores incumplidos seguirán robando sus libros en las  librerías.

«Miklos Zsedely: ¿La molestia es que haya una trama en el relato?

Jack Kerouac: Para verificar todo esto, y yo sé que en general es verdad, bueno, uno debería escribir no-ficción, es decir, con notas al pie, con notas al pie.»

Un  escritor que se volvió libre se hace muchos enemigos, y va perdiendo poco a poco a sus amigos. Sobre todo a los que entran en el terreno de la prosa oficial. No tiene arreglo. Ni «matando a los hijos de Brutus.»

Jack Kerouac a Fernand Seguin, en la entrevista de Radio Canadá: «Con mi amigo irlandés, sí… ah… como sabe, la historia de On the road no es la historia de dos beatniks, es la historia de un ex jugador de futbol…»

Por las calles de Nueva York. Vagabundear. Un Proust bajo el brazo. Por las dudas. En defensa propia. Ese Proust es cita en el bolsillo. Hay también un subterráneo. Y está el alba de las ciudades. Infinitamente alba. Y los ruidos que se suman  hasta la cacofonía. Pero siempre algún chirrido, «el asma sin nombre de la garganta del Tiempo.»

Y una primera visión: para Cody fue esa fastuosa cafetería llamada Hector, en 1946. Techo color tabaco oscuro.

Visiones de Cody es una evocación de las promesas cumplidas e incumplidas. Y un viaje a lo incumplido.

Y Cody mirando por la vidriera de Hector, mutado a restaurante, «(con su zapatones gastados de Denver, su traje de “imitación” literaria que había querido usar para que lo aceptasen en las cafeterías de Nueva York que él pensó que serían marrones y simples como las cafeterías de Denver, con comidas ordinarias) –»

Y está la muerte y todos corren hacia ella. Cody evocado salido de Jack Duluoz evocado los dos bajándose de un tren que lleva a Evelyn.

Y están los viernes de curda. Señales de la recurrencia de la puntuación alcohólica.

La ciudad está dividida. Marmotísima a veces. Los que dominan y la plebe. Visiones de Cody es una novela que se hace en la plebe. Con la plebe. No la representa. No moraliza. Lejísimos de eso. Son dos en huelga ante la sociedad. Ante la plebe misma en caso de que esa plebe quiera algo más que vagabundear.

Allen Ginsberg: «Por eso Jack siempre me pareció extremadamente riguroso, como un maestro zen, y completamente solo en su originalidad, y a causa de eso siempre dudé en cuestionar sus juicios a posteriori.»

Kerouac plantó a sus dos personajes en «una escena humana».

Jack Duluoz : «hoy sé que la paranoia es la visión de la realidad, y que la psicosis es la visión alucinada de la realidad, que la paranoia es la realidad, el contenido de las cosas, que la paranoia es insaciable.»

Acá todos caminan en alguna dirección: viejas solitarias, irlandeses escatólicos (traducción de Brice Matthieussent), el mismo Duluoz, un tipo que terminó su trabajo y va en metro rumbo a su casa, o un cretino que pasa y se hace el importante. Distintas direcciones.

Kerouac escribe Visiones de Cody en forma de poemas en prosa. La invención Baudelaire sigue trabajando.

Pasa «un taxi amarillo que engendra un rasgo amarillo», en el oído.

Jack Kerouac era un católico que leía Finnegans Wake. Y sabía escribir una lámpara inglesa a la manera de Charles Dickens. No se encandiló con ningún realismo mágico.

Pasan «dos pobres viejas solitarias de Lowell criaturas del tiempo en los bosques de la noche de Nueva York que no encuentran el restaurante justo», perdidas, y pies cansados entran en un local griego pocilga que encuentran al paso, y «capitularán en Nueva York», y la tristeza infinita e incurable de esta humillación nunca podrá ser contada de regreso a Winchester o Fergus Fall. Hay un encallar de viejas de provincia que «surgen de los bosques de la noche para descubrir Nueva York resplandeciente» y encallan donde pueden, «son las criaturas en bruto del tiempo y de la tierra» destinadas a la aventura trunca del restaurante soñado. Perdidas en una cuadrícula.

Y pasa Lee Konitz. Jack Duluoz lo sigue. Lo escucha en su caminar. Toma notas. Duluoz siempre anota. Escribe con notas. Lee se encuentra con su amigo Arnold Fishkin el baterista de Tristano, «el bajista tristano» traduce Brice Matthieussent, y se van los dos juntos. Seguir a Lee Konitz es buscar una fuerza de soplo, no es una idolatría. Es un alimentar de notas en cuaderno. Son los sonidos de Lee Konitz transformados en líneas, los sonidos de Lee Konitz reunidos por Jack Duluoz. Leyenda repentina. O como el poema, Legendario cada día.

Dos «incurables pasajeros sentados como Cody y como yo.», que leen a Proust.

Thoreau : «La cabeza llena del pasado y de sus vestigios.»

La sombra del Dr. Sax trepa por el «edificio rojo antiguo – ladrillos rojos 1880 –  tres pisos» una vez que los empleados se fueron a cenar a «la mazmorra del Tiempo.»

Kerouac es un Rembrandt con cuaderno de notas. Camina y retrata. Retrata patios traseros silenciosos, edificios de ladrillos rojos,  a un hombre que lee el diario, a una vieja en el metro, a otras dos viejitas con cara de perdidas en Nueva York, los baños del metro aéreo, el caminar de los transeúntes, un edificio que le evoca la eternidad, a W.C. Fields, se hace un autorretrato pensando en Cody, pinta a una mujer que tiende la ropa, en un rincón del cuaderno anota la «irritación soñadora» de ella mientras cuelga las sábanas y a su marido que llega de esa injusticia llamada trabajo.

Kerouac no hace alegatos realistas, escribe no-ficción, en Visiones de Cody hace poema en prosa. Sabe que es «imposible evitar los enigmas». Y que están «las promesas incumplidas».

Está el jardín desierto, el de un otoño, fin de la tarde de un sábado, es casi una figura bíblica, y la pregunta es si alguien los rondará, un alguien preciso. Yo al menos sé que habrá una ausente para siempre, ausente del frío que empieza y ausente del desierto que nunca atravesará, ausente del cielo azul o del gris encapotado de Jack Kerouac.

También se ausentará del perro de Néstor Sánchez.

Y está lo que «desaparece del paisaje americano» y anotarlo para que no desparezca, para no olvidarlo, una casa de granjero o un tipo que se sube a un Essex para ir al pueblo.  La nota es acumulación de línea.

Jack Kerouac también escribe los fantasmas vacíos de las visiones que conserva de cada uno. Ese cada uno que desespera a sus celosos enemigos:  «Yo no invento nada.»

Gato escaldado, no tenía cátedra para vivir. Necesitaba vender. Algunos escritores norteamericanos post-modernos, intoxicados de realismo mágico latinoamericano e imágenes reconocibles, escritores que escriben para la humanidad en general, y cumplen muy bien con su deber, consideraron que Jack Kerouac no se «renovó» a post, lo tenían como un refractario a la modernización. Solo que lo que ellos entienden por moderno, que siempre es el mismo gesto del progreso en arte, no es lo que entiende Kerouac. Para Kerouac lo moderno es lo que está activo en el presente. Pero había que borrar a este católico conservador que lee el Finnegans Wake, a Balzac, y a Shakepeare y dice que Céline es su maestro.

Louis-Ferdinand Céline : «sé lo que digo… estoy en vísperas… les hablaba de la edición, ¡de la estafa que es!… ¡y del abominable gusto del público!… yo que sin embargo estoy acostumbrado a las disecciones y a temas muy avanzados, el corazón me flaquea cuando pienso en los libros y en las críticas… no hay peor ciempiés peludo, en el fondo de las Sargazos, que los lectores muy advertidos… devoradores de excrementos dialécticos.» (Norte)

A veces da la impresión de que no es Bird el que vive, sino Max Nordau.

Un recuerdo insiste y se filtra y la visión lo oye y empuja a la obsesión por la memoria.

«la soledad… la sensación (como dice Proust que Dios lo bendiga.)»

Inspiración absoluta es oído absoluto, cadena de cordones franciscanos del recuerdo.

En su guerra interior teológica prefiere “al pobre san José, terrón de arcilla en las manos de Dios […] viejo santo vagabundo de los pajares y las rutas del camello.»

Hay un escritorio marrón oscuro en el primer cuarto de estudio de Jack Duluoz, ventana a la izquierda, evocación de barrio canuco y de un domingo de los canadienses. Esta la catedral. Y «el vitral [que] se obscurece a fin de acompañar las conmociones exteriores, refractándolas en el interior de la catedral y para los fieles arrodillados que no soportan el resplandor ordinario de la vida, absorbidos en sus meditaciones rancias  y sus angustias culposas –» Los fieles de Kerouac  rezan en sordina la letanía de sus miedos, «mujeres discretas y casi invisibles de Lowell.»

Luz de la noche y luz del día, y una escena, una más, de las infinitas, que hay que anotar: «Estos vitrales también refractan la NOCHE, ya que ahora no distingo nada salvo los recuerdos oscuros de aquello que, pintado por Rembrandt en el crepúsculo, era un tonel de cerveza rubia en el fondo de un pub dublinés, en la juventud de Joyce, todos los contornos tan vagos que uno pensaría que es gente encerrada en una habitación oscura, que lleva armazones de anteojos fosforescentes, y que participa en un drama tan trágico que la luz del día no puede alcanzar – solo aquella, interior, de la noche –» Y están esos curas, como están esos filósofos, que le hablan al foro, a nadie, divulgadores de la fe marmota: “El cura habla: ahora cita la mierda de Viejo Soldado de McArtur – mezclando las verdades teológicas con los titulares de hoy, bla bla bla,  ahora me voy, cansado, a mis propios pensamientos y no tengo dónde ir salvo buscar mi camino.»

˝Todo me pertenece porque soy pobre.»

Kerouac puede anotar, «condenado como está a ese papel de vigía universal» desde la imagen de la soledad extrema de un tipo que come una hamburguesa o lee un diario hasta la cacofonía de los que dominan y sus pajes. No hace política, atraviesa lo político.

Allen Ginsberg: «De una forma divertida no tenía una posición, siempre era él mismo, era su propio carácter, reaccionando. De hecho, estaba contra la guerra, a la manera de un pueblerino. En una programa de televisión con el periodista conservador pro-guerra Willian F. Buckley, Jr., en 1968, dijo de los políticos del sur de Vietnam, “Todos esos tipos, lo único que intentan hacer es robarnos nuestros jeeps.” Es una declaración muy arquetípica pero realmente verdadera. Puso toda la cuestión de una manera muy inteligente como para que pudiera ser entendida por todos, muy diferente a la de una dialéctica newyorkina ambigua.»

 

En Visiones de Cody Kerouac radicaliza su politeísmo. Va sembrando el camino con sus dioses. Literarios.

 

En estas escenas de poemas en prosa una mujer come sola, «me rompe el corazón […] por eso no puedo frecuentar a las mujeres», es una mujer hooper que de repente le coquetea a un oficial de marina y se transforma en mujer dekoonning, ahí mismo, mientras come sentada en su mesa. La escena entra en el sugerir y está el peligro de que caigamos en el comentario. No hay más nada que decir.

 

La visión, el cruce de calles y sus semáforos, los peatones perdidos, perplejos y medio provincianos, los rincones perdidos del espacio norteamericano, todo eso exige una anotación rigurosa. Libreta en el bolsillo. No-ficción. «Tomo notas acerca de ellos, conozco esos secretos.»

 

La nota kerouac es una suerte de versículo bíblico, es una expansión de detalles en su manera de escribir, y no en estilo. Es una unidad rítmica. Sus enemigos no quieren  entender que Kerouac huele «el colectivismo sin colectividad» de Osip Mandelstam, sin haberlo leído. Es que los dos trabajan en el problema que plantea un poema. Que se escribe o se lee. Y se lee y se escribe. Les da urticaria porque dicen con toda claridad que la filosofía estética nunca escribió un poema. Max Nordau, el santo patrono de los estetas, vigila los desvíos.

 

Yves Buin: «El “Mississippi verbal” de Kerouac (la expresión es de Brice Matthieussent).»

 

Hugo Savino

Lengua bustriaza (Cuatro telegramas para J. C. Bustriazo Ortiz) [1] // Andrés Ajens

I

Es lo difícil no decir nada. Sobre la poesía, por demás incomparable, de Juan Carlos Bustriazo Ortiz. Sobre su lengua, lengua bustriaza. Y estaríamos tentados, y/o tentadas —porque no cabría soslayar las voces femeninas que (nos) hablan también aquí, comenzando tal vez por las de Violeta Parra y de Emma Villazón—, tentados y/o tentadas, decimos, de no decir nada de nada y solo demorarnos, solo solazarnos leyendo y releyendo, voceando, bocando y desbocando hasta el trance o encantamiento acaso, los poemas del poeta nochernícola de la Pampa (Libro del Ghenpín, 2004, p. 62, con nota y prólogo de Dora Battistón): rozándolos, saboreándolos aun allende y aquende sus efectos de significación, más allá del silabario, al decir de Emma Villazón[2] o, llanamente, desnudos en lo fonético, al decir de la “Cuadragésimo Tercera Palabra” del Libro del Ghenpín (p. 62).

 

Es lo difícil no decir nada, empero, sobre todo si hemos sido tan generosamente invitados a exponer y exponernos, a tomar fugazmente la palabra en esta conversación en el medio de la Pampa. Es lo difícil no decir nada fuera por demás verso o fraseo de Recorrer esta distancia, del paceño Jaime Saenz, poeta de La noche (La Paz, 1984) – y que solo en cuanto incomparable, sin simetría alguna, pudiera encontrarse, constelarse acaso, en cierto incierto punto suspensivo con la escritura de Bustriazo.[3] De Juan Carlos Bustriazo Ortiz, de cierta meridiana constelación meridional, a su modo incomparable, habrá tiempo de subrayar al paso, aquí, dos o tres destellos.

 

II 

¿Lengua bustriaza? Desde ya, la oímos, desnuda en lo fonético; con sones, sonerías y sonajuras, acentos, canciones y escansiones —“luz de labio” “nómade”— en la punta de la lengua a ratos:

Ay semoviente, austral humano mágico,

nómade Juan, desnudo en lo fonético? [sbs.]

concluye la “Cuadragésimo Tercera Palabra” del Libro del Ghenpín (p. 62).

“Luz de labio”, de su parte, viene en “Bordona / Pasa la Niebla con el pelo recogido” (Las yescas. Canciones del enterrado, in Herejía bermeja, Buenos Aires, 2008, edición de Cristian Aliaga, p. 35):

[…] la boca, luz de labio, juan, la mano ceniza cuando ras-

ga su rasguido de niebla, cuando

tona la tonada del hueso, enhechi-

zada, juan, qué yema, qué sonrisa, sonri-

sura […] [sbs.].

(Luz de labio habrá venido entretanto a nombrar el violáceo libro de “ensayos de habla poética” de la puntana Gabriela Milone, que en sus palabras preliminares atesta lozanamente que el título del libro es “un robo luminoso a Juan Carlos Bustriazo Ortiz, estela bajo la cual se ubican estas indagaciones sobre la voz y el lenguaje, la boca y su apertura hacia la palabra, los labios y el murmullo, el sonido y el grito, el habla poética y las múltiples formas de amar la lengua” [sbs.]; Luz de labio, Córdoba, 2015, p. 7).

“Habla lozana”, poema de Canción rupestre (1972), lleva esta desnudez —que tona su tonada y ras-/ ga su rasguido— a un punto de la alta propensión gloto-sísmica, de indecidibilidad extrema – desnudez entre lenguas, entre glosolalias (vocalizaciones de fonemas sin significación alguna) en una lengua y en otra, para el caso: entre la castellana pampa-migrante, lengua bustriaza, y la semoviente, nómade, aónikenk —alias tehuelche o patagona (chon). Pues “Habla lozana” reitera  (y acaso cita à la lettre) una vez en cada una de sus once líneas, esa desnudez: tal oióiém iém. Acaso cita, decimos, refrendando un paso de tayil tehuelche. El poema convoca de entrada a una figura de apelativo tehuelche o aónikenk, “la vieja Kamserr”, “bardodosa abualaira”, suerte de ñaña, machi y cantora tehuelche, o mapuche-tehuelche, acaso del País de las Manzanas. Parte “Habla lozana”:

 

y la vieja Kamserr de mata negra de varilla canela oióiém iém

la de mata nevada la bardosa abualaira del mapu oióiém iém

de sus ojos me vienen las tormentas las ovejas paridas oióiém iém

                                                               (in Herejía bermeja, p. 66; sbs.).

El croata-esloveno Juan Benigar (1883-1950), matrimoniado con la machi tehuelche-huilliche Sheypuquiñ, celebrada cantora de tayiles al oeste de Neuquén, apunta: “los conocedores dicen que los tayiles de nuestros araucanos pampas [esto es, descendientes de mapuches y/o de tehuelches ‘argentinos’] son de origen tehuelche”. Y agrega: “Compónese cada uno [cada tayil] de pocos grupos de sonidos articulados, repetidos a voluntad, sin fin, si se quiere”. Y, remarcando el carácter asémico de tales “sonidos”, añade: “Esos grupos de sonidos no son palabra de ninguna lengua humana” [sbs.]. Algo parecido dice el cacique Pascual Coña en las memorias de su paso por Argentina a fines del siglo XIX (Cf. A. Ajens, La flor del extérmino, Buenos Aires, 2011, p. 74-75). Oióiém iém, repetido a voluntad, oióiém iém, juego rítmico desnudo en lo fonético fuera tanto para la tehuelche sino mapudungun hablante, para el caso la abuela “Kamserr”, como para el habla lozana (bermeja, barda y semoviente) bustriaza, que, reiterándolo, lo relanza: oióiém iém.

 

Bustriazo Ortiz comparte tal acento (bardo nochernícola) no sólo con la bardosa abuelaira Kamserr sino también, expresamente, con Dylan Thomas, el poeta de Swansea, es decir, con ese Dylan Thomas bermejo que Bustriazo Ortiz creyó ver tal vez entre un grupo de gaiteros escoceses (o galeses) de paso por Santa Rosa, según consta en hoja que le hiciera llegar al editor de Herejía bermeja, Cristian Aliaga (cf. nota en p. 133).

La noche, lo nochernícola ondeante ondulante y aun lampagueante, se da a oír y a figurar de entrada en la “Cuadragésimo Sexta Palabra” del Libro del Ghenpín (p. 65), poema que evoca tanto “la pupila celta en llamas” como la “loca lengua” (y no poco quemante) del Dylan Thomas bermejo:

renacido pasaba con su gaita era él era él la noche ondeaba

ondulaba el gentío y él pasaba con su rostro rosillo lampagueaba […] [sbs.].

 

Y luego:

                                      […] regresaba dylan thomas bermejo con su gaita

dylan rojo gemido dylan odre de alcohol balido panza

loca lengua caliente bofe entraña de los clanes remotos se asomaba

me rozó su quemor porque él se alzaba del hervor de vivir soplo soplaba […] [id.].

 

El quemor de la loca lengua de Dylan Thomas, lengua (también) de la noche —era él la noche, acentúa la “Cuadragésimo Sexta Palabra”—, roza, pues, la lengua bustriaza. Roce que no deja de marcarla, co-marcarla, como la de la bardosa abualaira. “Loca lengua” que, como la “materia alucinada” de Gabriela Mistral fuera, meridianamente a ratos, otro nombre de la poesía (Mistral, en nota a Tala, Buenos Aires, Sur, 1938, mienta esa “materia alucinada que es la poesía”[4]). El quemor de la loca lengua del bardo bermejo en Santa Rosa no calcina sin más ni enloquece del todo la lengua del otro, la bustriaza ni —si tal hubiera— su gramática. Exagera entonces una pizca sino nonada María Negroni cuando, en un texto por demás airoso, afirma que en el caso de Bustriazo Ortiz la gramática enloquece del todo y norma gramatical alguna queda en pie a su paso:

 

No exagero —afirma (y a la vez desafirma, exagera diciendo que no exagera) María Negroni— si afirmo que, en Bustriazo, […] [e]n su caso, la gramática enloquece del todo. Ninguna normativa queda en pie”

               (La Nación, supl. ADN Cultura, Buenos Aires, 6 de abril de 2012, p. 14; sbs.).   

¿Ninguna norma queda en pie? Fuera lo que la retórica clásica denomina amplificatio, tomar la parte por el todo, generalizar, exagerar (de puro negrónico cariño acaso, como para acentuar una singularidad despampanante, la de Bustriazo). Indudablemente la lengua bustriaza, y su gramática si se quiere, con su sintaxis semoviente y a ratos inzanjable, conmociona y desestabiliza toda norma recibida, toda tradición normativa; pero ello ni es sistemático (hay zonas y/o acontecimientos de indecidibilidad y de suspensión normativa) ni ello conlleva la destrucción de la gramática de la lengua (aun plural) recibida.[5]

En Bustriazo Ortiz la lengua viene como tal, como “lengua” (es decir, indecidiblemente a ratos, entre lenguaje o habla y lengua junto al paladar, en la boca) “desbordada”, “ansiosa”, “enmohecida”, “de la tribu” (y de canto ahí entonces también contra-mallarmeana[6]) e incluso como destinataria, interlocutora: “Adiós, adiós. Hasta mañana, lengua” (Libro del Ghenpín, p. 33).[7]

 

En cualquier caso, la lengua en la boca, en Bustriazo, jamás habrá estado o venido completamente en seco. No sólo por la saliva y “la musa l’agua riente” (Libro del Ghenpín, p. 58); desde ya regada con vino, tinto mayormente, o ginebra o grapa. ¿Qué tiene que ver la lengua con el vino y el alcohol en general, qué entrevero se enlaza desde ya entre la lengua bustriaza y la parra, tal “otra parra”? (La última “Palabra” del Libro del Ghenpín, la “Quincuagésima Primera”, comienza:

 

MUJER MUJER TE DIGO HAST’ OTRA PARRA

HAST’ OTRO AMOR DE PARRA HAST’ OTROVINO).

III

Hablando en primera persona, en “Bustriazo Ortiz en primera persona”, conversación con Andrés Cursaro (in Herejía Bermeja, pp. 167-175), el bardo nochernícola precisa:

“Tomé vino desde muy joven […] Siempre el tinto tomé. Y ginebra […]. Pero, bueno, también he tomado grapa y otras bebidas blancas […]. Mirá, hubo una época que tomaba tanto, pero tanto, unos siete litros de alcohol al día; pero no me hacía mal nada, nada”.

Y, un poco más adelante, en un gesto aparentemente contradictorio, señala:

 

“La inspiración bajaba del cielo. Y el vino no tenía nada que ver con eso” (p. 174).

Para desentrañar esta aparente contradicción —tomar tantísimo alcohol y, a la vez, que sus poemas no fueran el producto de una simple borrachera— vale la pena dar un breve rodeo por una parrafada de Martín Heidegger, el pensador de la poesía de Hölderlin. Luego retomaremos, de un solo trago acaso, lo que el “alcol” templa en los poemas de Bustriazo.

Heidegger comenta el siguiente pasaje del poema Andenken (‘Recuerdo’), de Hölderlin:

 

Pero, ahora, que alguien

me alcance, rebosante de luz oscura

la copa fragante [den duftenden Becher][8]

 

El pensador de la Selva Negra recordará entonces, como es habitual en otros contextos, el valor o la instancia de reunión o congregación que suscita el vino [Sammlung; ‘reunión’ y a la vez ‘cosecha’, y aun, en Heidegger, ‘recolección’ como ‘lectura’], ya en la vendimia, ya en las fiestas en que el pueblo se reúne, pero también el don [Geschenk] a que da lugar el vino en el brindis y sobre todo en la escansión [Guss] a los celestes. Todos estos valores unificantes vienen a interrumpirse, sin embargo, cuando habla de borrachera [Rausch], diferenciándola en parte de la embriaguez [Trunkenheit]; hay más de una borrachera, subraya Heidegger: la borrachera no se deja sin más reunir en una (cosa, experiencia) única. Pero aun así, insistirá en no confundir curda o borrachera con embriaguez. En un estado de temperancia difícil de precisar, escribe el filósofo alemán:

 

“¿Es la embriaguez meramente borrachera [ist denn Trunkenheit nur Rausch]? En primer lugar, hay ”borracheras” y “borracheras”. La borrachera como mera curda o curadera [Betrunkenheit] es distinta de la «borrachera» del entusiasmo [Begeisterung]. Pero la embriaguez [Trunkenheit] sigue siendo diferente de cualquiera de estos [tipos de borrachera]. Significa un ser [o un estar] pleno [Erfülltsein], que no es un frenesí ciego ni un éxtasis sin sentido [Hingerissenheit]. La embriaguez significa un ser [estar] pleno, que incluye una adecuada recolección [Sammlung; reunión, cosecha, concentración] y preparación” [GA 52: 147, sbs.].

 

Ahora bien, la embriaguez del poeta de “Memoria” (Andenken), el de la “fragante copa”, no solo remite en Heidegger al estado de plenitud sino también a un elevado temple o estado de ánimo: resuelto, decidido a templarse, a con-templarse o consonar con (y a favor de) lo que él llama la alteridad más extrema [äußersten Anderen]:

 

“La embriaguez es esa sublimidad del estado de ánimo que ha decidido [se ha resuelto] a favor del otro más extremo; decidido no como resultado de un cálculo, pero, sino resuelto a dejarse portar por el temple de ánimo que determina [o templa] enteramente la embriaguez. [GA 52: 147, sbs.].

 

¿Qué es esto? ¿Qué es consonar (y no simplemente resonar) con el más extremo, el más lejano, el más otro otro, esto es, indecidiblemente también, la otra más otra [äußersten Anderen]? Dejemos estas cuestiones por ahora en vilo. Retomemos por ahora la copa, el “otrovino” del poeta de la Pampa.

 

Tal como la copa rebosante de luz oscura de Hölderlin, el otrovino de Bustriazo Ortiz no fuera simple curda o curadera, y el poeta le puede confidenciar entonces a Andrés Cursaro tanto que solía beber alcohol en abundancia como que la “inspiración”, la escritura de sus poemas, “bajaba del cielo. Y el vino no tenía nada que ver con eso”. (Borrachera y memoria: así se llama por demás un hermoso libro editado por el historiador Thierry Saignes en Bolivia en 1993, que atestigua cómo en las llamadas “borracheras andinas” la gente bebe en común para recordar, y no para olvidar. Lo expresa Bustriazo, a su modo, en una entrevista tardía: “Cuando tomo vino tinto, aunque esté solo, digo: ¡yapai peñi! que significa ¡salud hermano!, en mapuche”).[9]

 

Ya como “gema de [un] Dios”, “monstruo de la uva”, ya como “la-cepa-o-ya-la-borra-de-tu gente”, ya como “taller de horrípilas-ginebras”, o como “yo” como “racimo” —“Aquí estoy yo, racimo alabancioso” parte el Libro del Ghenpín (p. 17)—, la lengua bustriaza no deja de entreverarse, pues, con otro “don” como “otrovino”:

 

Quién me dirá qué-buscas-en-lo-huyente?-,

La-cepa-o-ya-la-borra-de-tu gente?

Aquí estoy yo, racimo alabancioso. (LG I: 17)

 

Y luego:

 

[…] Milenaria

gema de Dios, tu vino, don, me lava

el corazón, lo cunde, lo arrebata

de toda sed, de toda boca flaca. (LG, XXXII: 50)

 

Y también, un poco antes:

 

Renqueante voy bajo esta luz, confuso,

a tu fulgor, ay vino. Yo me acuso

de ir a robarte donde un dios te puso

en el mesón sabido. (LG XVII: 34)

 

Ya sea el fulgor del vino o la ginebra, ya el silbido del aire, ya el viento y el paisaje de la Pampa, ya el canto de la diuca en la mañana, ya la fibrura del caldén, ya la calandria, el trarilonco, la yesca, los zorzales o un poema, esto es, la experiencia misma de la apertura de un mundo cada vez singular y templante, da lugar a efectos embriagantes, conmocionantes, con los cuales el poeta, el bardo bermejo de la Pampa, consuena y restalla.

IV

Para ir ya interrumpiendo este saludo: otro tono, otro ritmo, levemente telegráfico. Otro tono bustriazo, pudiéramos decir también, recordando sus andanzas como radiotelegrafista en Santa Rosa, Santa Isabel, Guatraché, Colonia Santa Teresa, Rolón, Rancul y Bernasconi, como lo recuerda Sergio de Matteo en los datos biográficos incluidos en Herejía bermeja (pp. 177-186). Otro tono, entonces: en cuatro telegramas.

[Primer telegrama]

No es enteramente improbable, en ningún caso imposible, que Bustriazo Ortiz y Violeta Parra se hayan entreverado en una calle o en una peña de Santa Rosa en marzo o abril de 1962, cuando Violeta vivía temporalmente en General Pico (donde colaboró con la peña “El alero”) y se apersonó fugazmente por Santa Rosa (hay quien afirma que dio recitales en una peña de esta ciudad[10]). Por demás, dicho también telegráficamente: no es posible no escuchar (también) a Violeta Parra si leemos, si escuchamos la poesía de Bustriazo Ortiz. La lengua bustriaza no sólo está regada de parras, mostos y lagares de diversa índole, sino que la violeta, lo violeta, la palabra como el color (pero no sólo el color) violeta sobreviene como tal casi a cada vuelta de verso en sus poemas: “este vino violeta” (HB: 142), “ando en dolor violeta” (LG XVII: 34); “en la esquina violeta” (Canción rupestre; HB: 65); “ángel violeta” (Caja amarilla, HB: 98); “un ejército violeta” (HB: 151) e incluso el miembro del poeta, su sexo nochernícola, es dicho violeta: “sobre mi miembro de piel violeta” (Caja amarilla,  HB: 105). Violeta fuera por demás también el nombre de una hermana de Bustriazo Ortiz, la mayor, Yolanda Violeta.

 

[Segundo telegrama]

¿Un entrevero en Santa Rosa? ¿Entre Bustriazo Ortiz y Violeta Parra? Un entrevero, sí, pero, a la bustriaza.

A diferencia del sentido estabilizado de (la palabra) entrevero en la institución léxica por antonomasia de la lengua castellana, para el caso, el Diccionario de la Real Academia Española, que (luego de remarcar su carácter “coloquial” y sólo de uso en el “Cono sur”) enfatiza unilateralmente casi nomás su acepción de mero desorden, confusión o mezcla desordenada (“Entrevero. / 1. Mezcla desordenada de personas, animales o cosas”[11]), pero a diferencia también del sentido abierto, repartido en la tradición literaria (Borges, Mistral, Guimarães Rosa, Girondo, Hernández, entre tantxs[12]), que oscila entre ‘encuentro hostil’, a menudo armado (el Gaucho Martín Fierro desde ya, es decir: Hernández, Borges, Guimarães Rosa, etc.) y ‘encuentro amoroso’, mayormente sexual o sexualizado  (Borges, Mistral, Girondo, etc.), Bustriazo Ortiz, con su entre-/vero remarcado en Las Yescas. Canciones del enterrado (1970-1972), abre juego allende la monotonía (de la RAE) como de la polar duplicidad (encuentro / desencuentro), sin por ello simplemente contrariar y menos aniquilar tales acepciones. El “entre-vero” bustriazo, es decir, la cesura o escansión en el entrevero “mismo” (en la “materialidad” o cristalización del término), viene, pues, a con-mover y aun a embriagar la bipartición (por demás oscilante) literaria.[13] Es de noche en el poema: “la noche, juan, la copa”, dice “Pasa Niebla con el pelo suelto”, una de las Canciones del enterrado, justo antes de dar paso al entre-/ vero, entrevero fisurado:

 

[…] de palacio quemado son sus pájaros, de alma suelta se viene […] / va volando, suelta suelta, cortada

de la niebla, con su pelo de niebla bor-

doneando, juan, la noche, la copa, el entre-

vero recóndito […] (HB: 35).

 

¿Qué se habrán dicho en entre-vero tal — recóndito? ¿Violeta y Bustriazo? ¿Qué no se habrán dicho? De “improviso”, por caso o caída, Violeta Parra abre los fuegos:

 

[Tercer telegrama]

(Violeta Parra a Bustriazo Ortiz)

 

Toco vihuela, improviso,

compongo mis melodías,

las noches las hago días

pensando si lo preciso;

buscando el oro macizo

salgo volando al camino

y el versear “a lo divino”

es oro de gran quilate.

Si pa’ vos es disparate,

pa’ mi no, santarrosino.

 

Está, casi textual, en Décimas. Autobiografía en verso, Sudamericana, Santiago, 1998.[14]

 

 

[Cuarto telegrama]

(Bustriazo Ortiz a Violeta Parra)

 

en la esquina violeta te sabía te pensaba llegando consumido yo

venía del temple de la muerte de mi muerte más fresca bien parido

                                                                             […] en la esquina violeta y

desasido te encontré por pensarte y por pensada te di talvez

en un rasguido en un soplo […]

                                                                          (Canción rupestre, HB: 65).

(Y también):

 

MUJER MUJER TE DIGO HAST’ OTRA PARRA

HAST’ OTRO AMOR DE PARRA HAST’ OTROVINO

HAST’OTRA PIEDRA QUE CAMINA MÁGICA […] !

 

Está firmado un “22 de abril” — en Pampa.[15]

[1] Textil leído en una mesa redonda, junto a Edgar Morisoli y Cacho Arenas, en Santa Rosa de la Pampa, el 18 de septiembre de 2019, en el marco y desmarco del XX Congreso nacional de Literaturas de la Argentina.

[2] E. Villazón, en “El río y lo audible”, in Temporarias y otros poemas, Santiago / La Paz, pp. 39-40 y 40-41.

[3] Tal vez, en una suerte de diálogo no historicista, el verso de Saenz fuera respuesta al primer verso de la “Cuadragésimo Cuarta Palabra” del Libro del Ghenpín, donde leemos de entrada:  no digas nada.

[4] Se trata de una suerte de nota (de excusa) a las notas de Tala, suerte de nota a las notas: “Alfonso Reyes creó entre nosotros el precedente de las notas de autor sobre su propio libro. Cargue él, sabio y bueno, con la responsabilidad de las que siguen. / Es justa y útil la novedad. Entre el derecho del crítico capaz —llamémosle Monsieur Sage— y el que usa el eterno Don Palurdo, para tratar de la pieza que cae a sus manos, cabe una lonja de derecho para que el autor diga alguna cosa. En especial el autor que es poeta y no puede dar sus razones entre la materia alucinada que es la poesía. Monsieur Sage dirá que sí a la pretensión; Don Palurdo dirá, naturalmente que no” (G. M., “Excusa a unas notas”, in Tala, sbs.).

[5] En este sentido al menos, la poesía de Bustriazo Ortiz ya no se inscribiría sin más en la “tradición moderna” (Paz) ni menos en el filón dominante (cartesiano) de las vanguardias.

[6] El verso de S. Mallarmé en “Tombeau d’Edgar Poe”: Donner un sens plus pur aux mots de la tribu (in. S. M., Œuvres complètes, Pléiade, Gallimard, Paris, 1945,  p. 189). En otro poema, con todo, Bustriazo consuena explícitamente con el golpe de dados mallarmeano (cf. “Oh viñas del pasado!”, in HB: 166).

[7] Por caso: “Quid de la sien, la lengua” (Libro del Ghenpín, XXVII, p. 45); “lengua de la tribu” (Unca bermeja, HB: 88); “lengua ansiosa” (Unca bermeja, HB, p. 82); “lengua enmohecida” (Caja amarilla, HB: 97); “de-hojura-desbordada / la-lengua (Libro del Ghenpín,  XLII, p. 61) . Y de la lengua en tanto sólo idioma, el bermejo esta vez se alía con el oscuro: “este idioma rojo y negro” (Las yescas, HB: 47).

[8] Es reiche aber, / Des dunkeln Lichtes voll, /Mir einer den duftenden Becher. La traducción está tomada de M. Heidegger, Aclaración a la poesía de Hölderlin [1944], H. Cortés y A. Leyte, Alianza, Madrid, 2005, p. 131, ligeramente modificada. Para los párrafos que vienen enseguida, traducción (nuestra) de la traducción al inglés del seminario  dao por Heidegger en Friburgo en el semestre de invierno 1941-1942; M. Heidegger, Hölderlin’s Hymn / “Remembrance”, trad. W. McNeill y J. Ireland, Indiana U. P., 2018, §49, p. 125., el que remite a GA 52. Para un análisis de conjunto de la embraiguez en Heidegger: Andrew J. Mitchell, «What Is Called Drinking? Heidegger, Wine, and Loss», Emory University,  Washington, 2017.

[9] Entrevista con Viviana Abnur (enero 2010), en: http://www.revistalamasmedula.com.ar/nro2/nota5.htm

[10] Sobre Violeta Parra en General Pico y Santa Rosa, a comienzos de 1962, cf. La Arena, 31.12.2011, “Hace 50 años Violeta Parra se radicaba en General Pico” (http://archivo.laarena.com.ar/culturales-hace_50_anos_violeta_parra_se_radicaba_en_general_pico-69151-118.html); Radio Universidad de Chile, «Los días argentinos de Violeta Parra» (https://radio.uchile.cl/violeta/losdias.html) P.s. Edgar Morisoli, poeta y compañero de vueltas de Bustriazo Ortiz, confirmó, en la mesa redonda en que fue leído este textil, que Violeta efectivamente cantó en Santa Rosa, en el Club universitario pampeano.

[11] La RAE incluye también, en calidad de “coloquial Argentina” (lo que, teniendo a la vista los ejemplos de Gabriela Mistral como de João Guimarães Rosa es rigurosamente “falso”): “Relación sentimental o amorío”.

[12] J. L. Borges: Trinchera (1920), Hombres pelearon (1928), El muerto (El Aleph, 1949), La otra muerte (1949), El fin (Ficciones, 1956), Milonga de Jacinto Chiclana (1965); O. Girondo, En la másmédula (1954); G. Mistral: Hallazgo (Poema de Chile, 1967), Valle del Elqui (1967). J. Guimarães Rosa: Discurso de posse (1967).

[13] Cf. A. A., El entrevero, Cuarto Propio / Plural, Santiago / La Paz, 2009 (contratapa).

[14] El último verso ahí: “pa’ mi no, pues, Secundino” (op. cit., p. 38).

[15] “Quincuagésima Primera [y última] Palabra” del Libro del Ghenpín (p. 70).

Entrevista a Diego Sztulwark sobre La ofensiva sensible // Mariano Pacheco, Profanas palabras

 
 
Conversación de Mariano Pacheco con el autor de LA OFENSIVA SENSIBLE. Neoliberalismo, populismo y el reverso de lo político, libro publicado esta semana en Argentina por Caja Negra Editora.
 
 
Los grupos de estudio y la producción situada; del proceso que va de las desobediencias de 2001, la investigación militante y su participación en el Colectivo situaciones a la proliferación de intervenciones actuales en el campo de lo social; filosofía, plebeyismo y ¿política? “Estamos en una época de una profunda ambigüedad”, dice Diego Sztulwark, investigador, ensayista y coordinador de grupos de estudio de pensamiento político y filosófico. En la actualidad forma parte de la editorial Tinta limón y escribe en los portales El cohete a la luna y Lobo suelto!
 
Emisión del martes 1° de octubre de 2019.
MARIANO PACHECO (Conducción)
PABLO CERVIGNI (asistente de sonido)
 
PROFANAS PALABRAS. Pasado y Presente de la Argentina y El Mundo.
El programa se emite en vivo, todos los martes de 16 a 17 horas por Radio Eterogenia.
BLOG: www.profanaspalabras.blogspot.
 
 

Reírse de los datos del INDEC // Diego Valeriano

Reírse de la palabra ojete, de los datos del INDEC sin siquiera conocerlos, de los borrachos de la estación. Correr el camión de las gaseosas hasta bloquearle todos los caminos, plantarse, caretear unas Cocas, aprender a ser temidos. Salir a pedir, vagar, armar las fábulas necesarias, poner esa cara, esa mirada, sentir el pulso de la ciudad, saber hacer una moneda, cuidarse de los giles. 

Saber que son el motivo por el que existe el Estado, sacar astilla de eso. Desquiciar el tiempo, el orden, las distancias, las estadísticas caretas. Aprender a bailar, a perrear, a tirar rimas, a como se abre un candado, aprender solo lo que se necesita. Reírse del amor sincero de alguna maestra, desconfiar de los educadores que siempre son efímeros, que siempre van por temporadas, que después consiguen un trabajo mejor. Intuir que los centros comunitarios cada día se parecen más a una comisaría, a un negocio, a un posteo sensible en el Face. 

Negar mil veces la palabra padre, novio, hermano, tío, padrastro. Dormir con miedo pero amasando la venganza, soñar mil maneras distinta de matarlo. Saber que a ese gil le va a re caber; hoy o mañana, en algún momento le va a re caber. Clavarle dos tramontinas en la espalda. Saber de pura intuición que cualquiera que venga del juzgado es el enemigo y que charlar con la trabajadora social solo vale para obtener beneficios. Jugar con el psicólogo poniendo las reglas, los tiempos, las distancias. Evitar ser psicologiada, adormecido, educada, legajo.

Ni víctima, ni victimario, ni numero frío de las estadísticas, menos todavía foto de campaña, discusión de panelista, posteo indignado y conmovido. Mejor guachin, enemigo, desertor, piba para deshacer las ideas que batatean los especialistas, sus negocios, sus contratos, sus prestigios, sus congresos aburridos llenos de tipos y minas. Mejor flashearla desde el carro y descubrir que el mundo es inmenso, nuevo y  posible. Saber que para lo que le depara el futuro, mejor no tener ninguno. 

 

Imagen: «Guachines» (Corto, año 2014)

La ofensiva sensible: el síntoma entre el neoliberalismo, el populismo y lo plebeyo // Entrevista a Diego Sztulwark

La ofensiva sensible. Neoliberalismo, populismo y el reverso de lo político, de Diego Sztulwark, es el nuevo libro que nos excusa para esta conversación con el autor. El libro, publicado por Caja Negra editora, consiste en una reflexión sobre los últimos 20 años argentinos y latinoamericanos a través del síntoma, los pasajes y paisajes oscuros -no predecibles- de la vida social. Su audacia radica en tomarse en serio la coyuntura argentina, haciendo uso libre (piojoso, dice el autor) del pensamiento europeo. Muchas de las ideas del libro han sido vertidas aquí en Lobo Suelto, de alguna u otra manera. En resumidas cuentas, es una entrevista sobre el fondo de una amistad, es decir, en el espacio donde es posible correr un riesgo.

Entrevista realizada por: Silvio Lang, Lila Feldman,

León Lewkowicz, Erica Krebs y Facundo Abramovich

En tu libro caracterizás al neoliberalismo como un dispositivo de “maneras de hacer vivir” y como “contrasintomático”, ¿qué siginfica eso?

Sobre neoliberalismo hay mucho dicho. No es un tema original: hay mucha bibliografía. Sobre todo la que surge de los textos de Foucault sobre biopolítica, que renovaron bastante los términos de la discusión, partiendo de la premisa de que el neoliberalismo es una forma de dominación que se basa en la libertad.  Por útil que sea, el concepto de neoliberalismo es confuso. Mezcla varios significados. Rápidamente, del neoliberalismo podemos señalar tres características, simultáneamente: a) es un partido político que, en ciertas coyunturas, quiere aplicar un programa de privatización y ajuste, b) es una forma de capitalismo que surge de la reestructuración de las relaciones sociales en los años ’70, y c) es una micropolítica. Son las tres cosas a la vez. Eso se puede seguir explicando, porque no es obvio, no es fácil. En ese sentido, el libro puede tener una cierta función pedagógica. Pero me da la impresión de que no hacía falta este libro para que eso se sepa o circule. 

Lo que sí me parece una relativa novedad -no mía o del libro, sino que es algo que yo no encontré tan dicho- es qué pasa cuando el neoliberalismo muestra su cara de odio al síntoma. De odio a la vida, a lo que no cuaja en la vida. Ese elemento no lo veo tan claro en Foucault. Y sí lo veo muy claro en la coyuntura sudamericana, y me parece que hay que dar un paso ahí. No es sólo el hecho de que se te obligue a que tu vida transcurra en el mercado: en este sentido, el neoliberalismo es absolutamente totalitario; si querés existir, tenés que ensamblarte de algún modo al mercado. ¿Cómo? Como vos quieras. En este sentido, esa es la libertad. Ahora, esta obligación a pasar por el mercado implica que o te adecuás a ese mandato de mercado (creando en ese mundo algo) o tu vida empieza a mostrar algunos problemas. Cuando el neoliberalismo muestra su buena cara, son problemas a coachear, a maquillar, a entrenar: existe una pedagogía de la felicidad, te podemos ayudar. Ahora, cuando el deseo se autonomiza y no nos adecuamos a los modos de vida que el mercado ofrece, ahí empieza un problema. Cuando la cosa no cuaja y además podemos empezar a desear autónomamente, a organizar un criterio vital autónomo.

Es un problema que no es sólo psíquico, individual: es directamente político. Cuando el neoliberalismo pierde sus equilibrios -cuando pierde su optimismo, su utopismo (lo vimos en Argentina en 2017)- pierde su cara amable y viene la cara fascista: lo vemos clarísimo en Brasil. Eso es el odio al síntoma: la culpabilización a la vida por no adecuarse exactamente a los requerimientos de la realización de las mercancías. Ahí hay un punto muy importante para pensar, que es que si el neoliberalismo es creación de “modo” de vida y su gobierno, es también un odio a las “formas” de vida autonomizadas y una forma muy intolerante de convivir con el síntoma. Y es algo que estamos viendo ocurrir ahora.  

 

También, en otra de las tesis del libro, decís que «la filosofía deviene política cuando se aboca a su tarea más propia: diagnosticar devenires». ¿Cuál es la relación entre ‘escuchar’ al síntoma y diagnosticar devenires? ¿Cuál es la disposición filosófica que permite esta transformación a la política?

Me gusta mucho la definición que da Santiago López Petit de síntoma. Para él es un tipo de signo que aparece en el cuerpo, que nos enseña que algo no está cuajando al nivel de los modos de vivir. Cuando aparece un sufrimiento, un padecimiento, un impedimento, una señal de anomalía, se abre una lectura posible sobre eso. Pero hay más de una forma de leerlo. En primer lugar, el neoliberalismo lee el síntoma bajo estas formas que recién nombraba: coaching, ayudar a vivir, un llamado amigable a la adaptabilidad o, si eso no funciona, un tipo de intolerancia que recuerda mucho a la época previa a la Ilustración. Una forma de odio que viene de la historia de las clases dominantes de siempre. Y la genealogía ahí es oscurísima: son todas las asquerosidades del patriarcado, más todas las asquerosidades del clasismo, más todas las oscuridades del racismo; concentradas y puestas a funcionar de una manera que no se veía cuando el neoliberalismo aparecía como pura libertad de mercancía, pura diferencia, pura pluralidad en el mercado. Tiene ese fondo realmente fascista. 

Después está la lectura populista del síntoma, que en el libro aparece como la Voluntad de Inclusión. Como dice Slavoj Žižek en “Contra la tentación populista”, el populismo lee el síntoma como particularidad que designa lo que no funciona en una estructura. Por ejemplo, el populista de derecha dirá que el migrante es lo que arruina la situación; pero si es un populista de izquierda el problema es el capital financiero. Sin embargo siempre se trata de un elemento particular. Mientras que Žižek, desde Marx y Freud, piensa que el síntoma habla de la estructura como tal, no de una particularidad. Entonces, además de las dos formas más frecuentes de leer síntoma como adecuación) –neoliberal y populista (sea de derecha o de izquierda)-, tendríamos una tercera forma de lectura, la que nos lleva más  allá de la estructura.  

Asalto de la columna argentina a la columna argentina 2001/2018, de Silvia Lucero -óleo s/lienzo – 80 cm x 200 cm-.

¿Cuál es tu forma de leer el sintoma?

Leer el síntoma forjando una especie de alianza con él, que nos permita escucharlo, diagnosticar devenires. Sería un tipo de escucha de la razón que el síntoma tiene y aún no desplegó, y que permite, justamente, hacer la distinción entre modo de vida (lo que el capital nos ofrece constantemente como obvio) y la forma de vida, que no es nada obvia, sino a crear.  Me parece que la novedad que tenemos que asumir es que crear forma de vida hoy es adentrarse -de lleno- en la lucha de clases. Separar forma de vida y lucha de clases es un acto de despolitización o de desubjetivación muy violento. Porque no es una creación privada, no es una creación esteticista, no es un hacete-vos-mismo. Es decir, tratar de entender qué son los modos de vida que nos ofrecen, qué significa entrar en crisis con eso, qué significa atravesar el síntoma. Y lo que viene después: qué significa el hecho de que la vida sea parte de una transformación, subjetivación; un hacerse cargo de que las cosas no son exactamente como nos las piden. Vamos a decirlo con Spinoza: la vida no es un sistema de obediencias. Y ahí creo que lo que llamaríamos ‘diagnosticar devenires’ -que es una frase muy del tono en que Deleuze lee a Nietzsche, el filósofo como médico de la sociedad- lo pondría así: el modo de vida dentro del neoliberalismo es una gestión de posibles; mientras que crear forma de vida te pone a crear posibles, crear mundo, crear existencia.

Me parece que después del ciclo de las revoluciones socialistas eso es una zona ciega. Se sabe cómo crear posibles en el sentido empresarial; de cómo las empresas nos ofrecen posibles de mercado, posibles plurales para votar en las elecciones. Pero no tenemos tan claro, hoy por hoy, qué significa crear mundo de manera autónoma. Creo que si la filosofía tiene algún tipo de chance, una filosofía política, es abriendo las zonas en el reverso mismo de lo político, donde se puede volver a inventar forma de vida. Si eso se clausura, la filosofía queda tan sierva de la situación como las terapias new age.

¿Cómo describirías esa metodología de escucha de síntomas y producción de problematizaciones que no es la del psicoanálisis ni la del coaching ontológico?

En otra época no hubiera dudado y hubiera dicho que es la investigación militante. Es decir, la función de introducir una dimensión analítica-deseante dentro de toda lucha. Y, para eso, hace falta un tipo de disposición -que, en su momento, teorizamos mucho en el Colectivo Situaciones- que tiene que ver con una presencia en la que queda abolida la relación sujeto-investigador/objeto-investigado. Se trata no tanto de hacer el diagrama de poder, sino mostrar los puntos en que ese diagrama de poder es inconsistente, desde los puntos de creación, de construcción.

Para mí es una incógnita qué pasa hoy con la investigación militante. Por un lado, porque  en el período 2001 -momento en el que hice esa experiencia- el antagonismo era bastante más claro: movimientos sociales contra neoliberalismo, y una serie de mediaciones universitarias bastante caídas. Hoy veo que las luchas proliferan muchísimo. La capacidad de antagonismo, en un cierto sentido, es menor, pero la de proliferación es mucho mayor.  Entonces me parece que lo que habría que hacer es pensar que esa función cognitiva está viva y existente, difundida en el campo social. Lo pienso de la siguiente manera: si, como dice Guattari, a partir de un cierto momento, el capital no es producción de mercancías sin producir, al mismo tiempo, la subjetividad en que esas mercancías son necesarias (deseadas y realizables), eso quiere decir que la lucha de clases se vuelca enteramente sobre el momento en que se construye el lazo social o la subjetividad. Por tanto, todo pensamiento práctico, interno a la discusión sobre el lazo social, es ya investigación militante y de la lucha de clases. Y ahí veo una enorme gama que va del militante al terapeuta, al artista, al diseñador, al docente, al dirigente sindical, al activista de género… en la medida en que adopta un punto de vista antagonista.  Es decir, que acepte que al síntoma hay que verlo, simultáneamente, como un problema deseante y político. Y que asuma que sin desarrollar esa anomalía es imposible trastocar el campo político.

 

¿Qué pasa con nuestra potencia en el neoliberalismo? ¿Qué implica y cómo se puede construir un dispositivo o mediación a partir de un no-saber, un no-puedo, una incapacidad resolutiva?

Son los temas del Colectivo Situaciones. Si vamos a los textos del 2001-2005, nuestra idea de la potencia era quizás aún  un poco inocente, en el sentido de ser muy plena: la potencia contra la impotencia. Y creo que hoy ese tipo de comprensión de la potencia circula del lado de lo neoliberal. El neoliberalismo se refleja sobre ella con mucha más eficacia: la imagen del ‘podemos’, ‘vos podés’. Es la invocación más perfecta a producir-consumir en los términos que el capital lo dispone.  Cuando uno se pone a revisar, entonces, ya más tranquilo, la noción de potencia en la filosofía que a uno lo conmueve -en mi caso es Spinoza, Marx-, lo que encuentra es que la potencia siempre está acompañada de un tipo particular de impotencia. Supone que siempre, para poder algo, hay que hacer algo con lo que no podés.

La potencia es, entonces, procesual. Es con síntomas, con vulnerabilidades, con fragilidades. Es con todo lo que la idea de la potencia capitalista excluye. Entonces, ahí me parece fundamental distinguir dos vitalismos.  Por un lado, hay un vitalismo del capital que es muy luminoso, muy puro -en el sentido  de Nietzsche: todo lo puro es teológico, sacerdotal. Y, por el otro, un vitalismo aberrante, que es completamente impuro, que se va haciendo en zonas de inconsistencia, indecibilidad y de mezclas. Es no saber qué es la vida. Entrar en una zona de indecibilidad donde la existencia no sea deductiva del capital, y entonces ver qué hacemos. En ese sentido, es fundamental no saber de la constitución de la potencia. No podremos evitar que en el mundo hayan fuerzas exteriores que puedan más que nosotrxs. La impotencia es inerradicable. Sin embargo, hay potencia, hay creación, hay amores posibles, hay rebeliones. Ese milagro es lo que hace pensar, lo que nos hace seguir. Ese es el milagro de Spinoza. El hecho de que, entre nosotrxs, ocurran experiencias de potencia efectivas, verdaderas, que conmueven, hacen que sintamos, como dice Benjamin, que hay una señal de que somos esperados en esta tierra.

Si el antagonismo deja de ser una exclusividad del militante y pasa a terapeutas, docentes, artistas, activistas… ¿cómo empieza a pensarse lo político en nuestras vidas, en la gestión estatal, en las militancias?

En mi caso, hay una variante en cómo pensaba en la época del 2001 y cómo pienso hoy. Quizás en el 2001 la noción de autonomía ligaba a prácticas ejemplares: escraches, movimientos piqueteros… Gente que realmente estaba sugiriendo una manera nueva de hacer sociedad, de hacer justicia, de organizar los territorios; que permitía problematizar la estructura social de una forma contundente. Me parece que después de todo lo que hemos vivido estos años -el libro contiene un repaso de estos años, digamos, una reconstrucción de la reescritura del campo social después del 2001, la reescritura populista y la neoliberal- me parece más interesante pensar en términos de plebeyismo. El antagonismo subsiste y se desarrolla en el reverso de lo político. No se trata sólo de prácticas autónomas, que en sí mismas postulan modelos de acción y ofrecen un programa nítido de problematización, de la cual desprender hipótesis de cómo la sociedad podría ser. Sino, más bien, de una serie de gestos irreverentes que se elaboran en el reverso de toda política, que aparecen acá y allá, y que nos ofrecen imágenes revulsivas respecto a los fundamentos del orden. 

¿Cómo entendés lo plebeyo?

Mientras que el orden se deduce de la axiomática capitalista, con su polaridad neoliberal y populista, lo plebeyo es lo que no se puede deducir de ésta axiomática. Entonces, pertenece a una zona indecidible.

Eso nos pone en una  disociación. Por un lado está el orden político, y una gran mayoría votamos a Alberto Fernández, porque nos parece muy importante acabar con Macri y lo que significa. Y, por otro lado, está el problema de cómo nos conectamos con ese plebeyismo; cómo nos conectamos con ese saber –que ya tenemos- de que en la política siempre hay una especie de retraso, algo anacrónico y conservador; que la política no problematiza lo que necesitamos problematizar. No es capaz de hacerse cargo de lo que se piensa en los momentos en donde realmente hay un indecidible. Hay una vida en el reverso, que no se traduce fluidamente en lo político. En la época de la revolucion socialista quizás sí hubieramos supuesto esa traducción directa, pero  hoy es imposible. Ahí hay una zona de conflictos, que se resuelve con fugas, sustracciones, desbordes respecto a las formas de la regulación política. Ahí es donde hace falta mirar. O mejor: desde ahí hay que mirar. Yo no sé si ese plebeyismo puede volverse una política. La coyuntura es muy compleja. Creo que hoy no contamos con una política de ese tipo. Pero creo también que  el ritmo de las luchas, de los síntomas, del deseo autonomizado es el ritmo desde donde podemos pensar estas cosas.

«Loading» – óleo s/lienzo – 30 cm x 30 cm -, Silvia Lucero 2019.

En la introducción de tu libro hablás de Pensar sin Estado, de Ignacio Lewkowicz. Decís que en ese libro se anuncia el fin de la precedencia, es decir, que ya no hay saberes predeterminados que alcancen para resolver las situaciones. Y que ahí se detuvo un pensamiento generacional. Es decir, hay mucha dificultad para construir nuevos dispositivos o relacionarse de nuevo con los existentes.

Pensar sin Estado es una lectura del 2001 y dice que desde ese momento ya no estamos en la situación de Mayo del ’68 francés, en la que se puede hacer una política anti-estatal, porque la política anti-estatal todavía presupone que el Estado está en el centro. En cambio, a partir del 2001 argentino lo que tenemos que asumir es que el Estado no es una centralidad, no es (ya) una precedencia que organiza a las demás situaciones.

Creo que ese libro es muy importante, e inaugura una perspectiva original de los estudios neoliberales en la Argentina. Creo que hay dos textos muy importantes en esta línea: éste, de Ignacio Lewkowicz, y Gramática de la multitud, de Paolo Virno. Fueron muy importantes durante todos esos años; y creo que lo siguen siendo hoy, para todos los que no quieran comprar el discurso desarrollista como alternativa al neoliberalismo, para pensar de otra manera las relaciones entre mercado, Estado y neoliberalismo. La idea de Virno es que, como el Estado no es más -como decía Carl Schmitt- «esa joya racionalista del derecho europeo» que garantizaba orden hacia adentro y paz hacia afuera, lo que existe ahora es el estado de excepción permanente. No existe un dispositivo perfecto que distinga ‘adentro’ y ‘afuera’, ‘guerra’ y ‘paz’, ‘civil’ y ‘militar’. Es esa delimitación conceptual clara que durante 400 años organizó el derecho lo que ya no existe. Por lo tanto, estamos en zonas de ambigüedades y de reversiones: las cosas que parecen ser de una manera pueden ser, también, de otra. Es esa ambivalencia -que Virno asocia a la multitud- que genera que con las mismas tonalidades afectivas y las mismas categorías podemos hacer unas cosas u otras. Todo se revierte muy fácilmente. Es un poco el escenario nuevo.

Pienso que, si tenemos clara esa ambivalencia, tenemos menos probabilidad de vivir en un mundo esquemáticamente polarizado entre una especie de Estado que todo lo captura y una suerte de autonomía emancipada. Eso no funciona así. Hay una carga de ambivalencia muy fuerte y, en lo que llamamos Estado, hay una subsunción de la dinámica estatal en la dinámica de la economía neoliberal (que además penetra mucho en la sociedad). Eso hace que tengamos  un registro mucho más ambiguo y lleno de reversibilidades.

 

¿Qué función empiezan a tener los conceptos en la creación de dispositivos, prácticas o resoluciones? ¿Qué implica y cómo se puede construir un dispositivo o mediación a partir de un no-saber, un no-puedo, una incapacidad resolutiva?

¡Ahí los conceptos se vuelven fundamentales! Porque sin ellos no podemos dar curso a las ideas. Ideas que surgen de los cambios del capitalismo pero también -y sobre todo- de las luchas, de las crisis. Son realidades abstractas que concretamos elaborando afectos, percepciones y conceptos. Cuando nosotros decimos que el campo social, hoy, tiene una delimitación menos clara entre ‘adentro’ y ‘afuera’,  lo que estamos diciendo es que los conceptos de la filosofía política clásica no nos sirven. Las formas en que delimitamos el espacio, en que pensamos las luchas, en que pensamos las subjetividades, en que identificamos amigo/enemigo, cambian. Necesitamos conceptos nuevos: esto significa que necesitamos maneras de entender y maneras de pensar, desde nosotros y desde nuestros deseos, que sean capaces de darnos una comprensión de las relaciones de fuerza, de las posibilidades, de por dónde llevar adelante las cosas que queremos.

Desde ese punto de vista, me parece que hay que pensar que la política es todo lo contrario a la gestión de este orden, y que por tanto depende de conceptos que apuntan a cuestionar el sistema que regula el orden de los discursos. Pero no son sólo de conceptos: porque para quienes no somos cartesianos y cristianos -como decía León Rozitchner- concepto y afecto son lo mismo: si necesitamos nuevos conceptos es porque hay nuevos afectos que nos están carcomiendo; si no fuera así no los necesitaríamos. O sea, es acabar con la división afecto/percepción/concepto: necesitamos darle despliegue a nuestros afectos (no podemos seguir comiéndonos nuestros afectos como si no fueran justos, legítimos –es decir, necesitamos tener una nueva percepción de ellos), necesitamos hacerlos mundo; y eso, inevitablemente viene con conceptos nuevos. 

Me parece, también, que la traba que supone la autorización para que quien está metido en una práctica pueda conceptualizar es el núcleo último de lo que llamamos colonialidad. Viñas fue clarisimo al respecto. No conceptualizamos porque estamos sometidos a un imaginario colonial, donde los conceptos vienen de libros e industrias discursivas europeas, y admiramos la destreza de los universitarios que saben explicar qué dijo Derrida, qué dijo Deleuze, qué dijo Lacan; comparar y mostrar las relaciones. Pero a la hora de dar cuenta de nuestra experiencia -es decir: afectos, percepciones, conceptos- no tenemos tanta autorización nosotrxs para ponerle nombres, decir dónde empieza y dónde termina, dónde algo se abre y dónde se bloquea. Pienso que esa autorización, primero, tiene que surgir de una revalidación del derecho generacional. Animarnos a conceptualizar, a percibir, a poner nuestros afectos sobre la mesa. Autorizar eso, volverlo colectivo, volverlo inteligente, me parece fundamental.

 

¿Es el tipo de autorización que se da el feminismo actual?

Me parece que los feminismos están poniendo en juego unas prácticas de re-sensibilización de un campo social que fue sometido al terror por el terrorismo de Estado, por el neoliberalismo y por el patriarcado. Esa práctica de re-abrir afectos viene con una práctica conceptual, con investigación militante, con mapeo, con lenguaje, con discusión… Y eso ya había ocurrido antes: con el movimiento piquetero (de otra manera) y, antes, con el Movimiento de Derechos Humanos. Es decir, desde el ’77 para acá no creo que exista lucha social importante que no tenga como gesto fundamental la reapertura a la sensibilización del campo social. 

Ahí está nuestra escuela: los dos movimientos, piquetero y derechos humanos, son el gran legado plebeyo en el movimiento feminista. No era obvio que el movimiento feminista se diga popular. Que aparezca un feminismo que es capaz de hablar con el movimiento plebeyo de manera abierta y no patriarcal me parece un dato no siempre relevado de la reconstitución de lo plebeyo.

Todo lo demás varía, pero lo que persiste es lo que Benjamin llama «la tradición de los oprimidos»: cómo va apareciendo, todo el tiempo, una voluntad de no rendirse, que una y otra vez revitaliza el cuerpo social. Por eso el título del libro, La ofensiva sensible: saber que la sensibilidad es un campo de batalla, que lo irrupción neoliberal sobre la sensibilidad es algo muy violento -esto lo explicaron muy bien Rita Segato y Bifo-, y, sobre todo, la posibilidad de pensar desde el punto de vista de esta presencia plebeya. Eso es lo más importante, saber que nosotrxs siempre tuvimos un laboratorio vivo, del ’77 para acá, de continuo. Y me parece que es fundamental tomar conciencia de que ese es el zócalo epistemológico para pensar, esa historicidad. Y no es casualidad que eso sea lo que la derecha odia. El devenir-fascismo de lo neoliberal tiene todo que ver con esa presencia. En cada momento se puede ver cuál es la figura que concentra el odio: derechos humanos, piquetero, boliviano, puta, negro: es un lenguaje vaporoso e imaginario de lo real de la lucha de clases. Y donde se constituye la lucha por la forma de vida, al mismo tiempo.  

El problema de la percepción aparece una y otra vez en el libro: cómo percibimos la distribución del tiempo y el espacio. Desde la crítica de la economía política de  Marx hasta las variaciones entre los modos de pensar en relación a nuestros afectos. El plebeyismo sería, entonces, no sólo un poder disolvente, sino una crítica práctica a los modos en los que el neoliberalismo organiza el tiempo y el espacio. Aparecen varias imágenes en el libro: ir a fondo, acelerar, sacarse de encima, ironía.

Marx hizo la crítica de la economía política y descubrió que detrás de todas las categorías de la economía política, aparentemente consistentes, subyacía un antagonismo: ¿Cuál es ese antagonismo? La subsunción del trabajo al capital. Ese descubrimiento en el órden de las categorías hace juego con las luchas empíricas, vivas. Estas dos dimensiones despliegan las condiciones para pensar la autonomización del trabajo vivo. De ahí en más, se trata de dar con una política que tenga como premisa la experiencia o la subjetividad del trabajo vivo, que es el problema del tiempo que el capital substrae al trabajo vivo. El tiempo que se trata de autonmizar. Ya no como a mediados del siglo XX, sino en nuevas condiciones. La lucha de clases se da sobre el terreno de la vida y del tiempo.

Entonces eso abre al problema del tiempo y se abre al problema del espacio, porque las formas de existencia tienen que ver con crear territorio existencial y reinventar el tiempo. Lo cierto es que, como explica Foucault, a partir de los 60s, el capital pasa a ser un proyecto de “seguridad”. La explotación depende del control, no al revés. El control lo es todo, el control es la manera de subordinar cada gesto. Es el modo de disciplinar cada espacio, es el modo de preformar el tiempo. Por lo tanto, el llamado plebeyismo es sobre todo una disputa por eludir el control, de retomar el tiempo, de ocupar de otro modo el espacio. El libro es un intento de poner en juego a Spinoza sin recurrir a sus categorías. Básicamente, la idea de que el pensamiento y cuerpo es lo mismo.

Cuando empecé a escribir sobre plebeyismo me gustó mucho releer las cosas del colectivo  Juguetes Perdidos: ellos distinguen la vida mula y la vida silvestre en el mundo popular. No estetizan, piensan. Ahí ya hay un llamado de atención. Lo plebeyo no es una clase, es una actitud dentro de una clase. Las estrategias del realismo popular suponen distintas disposiciones con relación al tiempo y al espacio.

En tu libro puede leerse un ansia de nuevas formas de lucha, nuevas formas de militancia, nuevas formas de poblar la tierra ¿Te parece, entonces, que tus lectores evocados son lxs luchadores, lxs militantes, lxs pobladores?


Me gustaría que pudiera ser leído en términos de caída de los estereotipos de las militancias en todas sus variantes. Abrir la posibilidad de encontrar figuras activas con relación al sintoma y a forma de vida donde menos las buscaríamos. Todxs lxs que no sabemos vivir, o todxs lxs que sabemos que no sabemos vivir y queremos tener prácticas de cuestionamientos para tratar de crear una manera de vivir.  Porque hay una contradicción entre crear formas de vida y la obediencia a la somática capitalista. Hay una ética y un potencial cognitivo ligado las zonas de fragilidad de las que habla Suely Rolnik. Esa zona de fragilidad es totalmente cuestionadora de los modos políticos habituales, y creo que llamaremos militantes, genéricamente, a todxs lxs que sean capaces de dar pasos en esa fragilidad.

Este libro está escrito sobre la experiencia personal de leer y conversar con amigxs. No nace como parte de un dispositivo militante. Ignoro si puede conectar -y cómo- con esa diversidad de conversación a la que aspiro. En mi caso, ya no parto del grupo, sino de una diversificación imprecisa de lenguajes, imágenes, lecturas, compañías caminos, aspiraciones.

Asalto de la columna argentina a la columna argentina 2001/2018, de Silvia Lucero. Óleo completo


¿Las luchas actuales del pueblo mapuche de recuperación de territorios e identidades por una forma de vida no capitalista pueden considerarse un plebeyismo?

Elias Sanbar, intelectual palestino, planteaba que la situación de Israel y la situación de Estados Unidos no se explican como análogas meramente por un juego de intereses consciente de los Estados, sino por un inconsciente común: los dos creen estar constituyéndose sobre un desierto. Quizás suceda lo mismo aquí, en la Argentina. Pieles rojas, mapuches y palestinos son síntomas. Síntoma en Argentina de lo que es el estado roquista. Entiendo que ellos la planteen desde la ancestralidad legítima de su historia. Pero desde otras procedencias es posible ver también en su lucha algo que nos habla a todos: un cuestionamiento muy fuerte a la naturalización de una forma de Estado (con sustrato roquista) que puso una clase social y un color de piel como vencedor, a otro como derrotado y congeló la situación, -en el sentido de “los morochos son mucamos de los blancos”. Me parece que hay un potencial espectacular ahí para escuchar y politizar. Este tipo de conflicto muestra hasta qué punto los dispositivos de normalización no pueden con el tiempo de la rebelión. O sea, de repente podemos estar discutiendo en 1880, mapuches y blancos. No desaparecen estas guerras. Vuelven, nos chocan y en se choque somos habilitados y urgidos a crear nuevos conceptos. Para mí, lo más importante de lo que pasó estos últimos años con la lucha mapuche es cómo nos permite a todos tomar conciencia de qué cosa es este dispositivo roquista y hasta qué punto lo queremos hacer dinamitar; no por ser mapuches, sino por vivir en este dispositivo de mierda. Entonces la alianza con los mapuches la veo así: nos vienen a despertar, en cierta forma.

Me parece que la idea de devenir de Deleuze y Guattari funciona acá perfecto . Un movimiento indígena -en la medida que no es un término dócil y  empieza a cuestionar- hace entender que en ese cuestionamiento hay un cuestionamiento propio, hay un movimiento más general.  En síntesis, que moviéndose ellos nos podemos mover nosotrxs también. Los devenires no son fenómenos de comunicación, son movimientos de afectos: uno empieza a darse cuenta, a sentirse incómodo con la cuestión de piel, por ejemplo.

 

¿Por qué lo que llamamos “grieta” en este país no es un antagonismo y por qué lo plebeyo ayuda a salir de esa idea de la grieta que tiene al pensamiento político detenido hace diez años? ¿Cómo pervierte el plebeyismo esta concepción de la coyuntura?

La grieta no me parece que sea un concepto. Es una  imagen de la comunicación que sirve para congelar. Y el antagonismo es lo no congelado, es interior a una relación social que nos atraviesa a todos. No es sólo el enfrentamiento directo capital – trabajo. Para que la dinámica de la empresa capitalista pueda seguir siendo dominante es preciso constituir y gobernar un mercado del deseo (organizar el deseo como mercado). Todo eso depende de mercanismos de control generalizados, dispositivos de mediatización, de seguridad, de endeudamiento, de representación política y de represión. El antagonismo surge de repasar esos dispositivos. ¡Es mucho más facil terminar con la grieta que con el antagonismo! Porque la tensión antagónica que nos constituye a todxs.

El plebeyismo hace de reverso no a una parte de la grieta, sino a la grieta como tal. Es decir, no hubo menos reverso plebeyo ante el macrismo que ante el kirchnerismo. Solo que ubicado de maneras muy diferentes. El plebeyismo es un  trasfondo igualitario que está en condiciones de desbaratar por sustracción o por sobrepasamiento la manera de regular la existencia, la sexualidad, el consumo, la toma de decisiones, la manera de habitar los territorios. El populismo tiene una idea paternalista de reubicarlo. Es una Voluntad de incusión. El neoliberalismo, en cambio, intenta ver eso como fuerza productiva de mercado, lo quiere empresarizar, lo quiere volver emprendedor, y acaba agrediendolo. El plebeyismo es interesante cuando tiene una vida propia que no se deja subsumir plenamente en ninguna de los dos.

En el caso del populismo es muy complejo, porque la historia de la relación entre el plebeyismo y el populismo vía peronismo es muy íntima en la Argentina. Cooke supo plantear que dentro del peronismo hay una lucha de clases. Veía la necesidad de deslindar un proletariado plebeyo de lo populista. Mientras que el neoliberalismo se encargó de masacrar lo plebeyo, vía organización oligárquica de lo social. En el caso del neoliberalismo, textos como los de Valeriano son muy importantes porque muestran un plebeyismo como reverso del mercado neoliberal. Es el plebeyismo apropiándose del territorio de la fiesta y del goce en el mercado mismo.

Lo cierto es que hay imágenes literarias del plebeyismo, y gestos muy significativos, pero no hay hoy una forma política de eso. Es el límite del 2001. La potencia del 2001 fue destituyente. Puso a jugar una virtualidad de cosas nuevas, pero no aparece luego una forma política ni en Argentina ni prácticamente en ningún lado. Lo más avanzado fue el Zapatismo, y seguramente experiencias comunitarias en Venezuela, o en Bolivia. Los elementos del plebeyismo están, pero no tenemos aún un pensamiento político capaz de hacer de esos elementos una nueva tierra.

¿Cómo puede funcionar o leerse el libro en la nueva gestión gubernamental post macrismo?

El amplio espacio político antimacrista está en plena reconstitución. La ofensiva sensible sale justo con la consumación de la consigna “todos contra Macri”. Ahora viene una etapa muy diferente. ¿En qué consiste el nuevo realismo político? ¿En pagarle al fondo monetario internacional y postergar la cantidad de problemas fundamentales de la sociedad argentina? ¿O bien se abrirá una verdadera discusión sobre las bases sobre las que manejar esta crisis? Si en agosto votar a Alberto Fernández era echar a Macri, votarlo en octure es adentrarse en estas preguntas aún inciertas. Si algo quiere decir La ofensiva sensible es que lo interesante sucede en el reverso de lo político. Porque lo político convencional está en perpetuo retraso. Echar a Macri, que Alberto Fernandez haga lo menos malo posible. De acuerdo. Pero en el reverso suceden otras cosas, la búsqueda es otra. Otras imágenes, otros lenguajes. Nuevamente, pienso que ese reverso está vivo en América del Sur. Estamos obligados a tejer una y otra vez fenómenos de la macro y de la micropolítica. No son dos universos cerrados. La posibilidad de invocar una nueva tierra depende tanto del no aislamiento de las experiencias micropolíticas como de no depositar la fe en la exclusiva dimensión macropolítica convencional. En el último capítulo retomo la figura de El príncipe de Maquiavelo como lector de lo plebeyo. El maquiavelismo de izquierda es una tentativa de leer en la división social y en la contigencia política la presencia de quienes desean no ser dominados. Es recién allí, a partir de esa premisa, que lo político puede dejar de ser control. Para imaginar nuevas formas, una nueva tierra, nuevas instituciones, un pueblo por venir.

Por último: el último capítulo del libro, centrado en lo plebeyo, hace el recorrido tierra, cerebro e ideas. ¿Cómo hacen mella estos conceptos con la idea de lo plebeyo? ¿Son parte de estos ‘nuevos conceptos’ que necesitamos?

Es lo que más me costó, y aún no sé explicar con claridad por qué tuve que meterme por ahí. Cerebro y Tierra me parecen materialidades principales, sin las cuales se evapora la densidad de lo plebeyo mismo.

Sobre lo primero, el cerebro, trabajé sobre dos textos que refutan la imagen tradicional del cerebro tal y como surge de un análisis científico-biológico-clásico, órgano hecho que comanda y determina el cuerpo. Uno de ellos, “Del caos al cerebro”, uno de los úlitmos textos que escribieron juntos Deleuze y Guattari, publicado en el libro ¿Qué es la filosofía?. Allí plantean que, en realidad, llamamos cerebro a una vitalidad específica, una capacidad de atravesar el caos del pensamiento para extraer de él nuevas ideas. Atravesar el caos es una actividad riesgosa. Pero pensar es una actividad que parte de la necesidad. El cerebro es  la base de verdaderas cao-ideas. Y no un órgano estereotipado sobre el cual se estratifica el saber, las opiniones dominantes.  En ese sentido, el cerebro conecta con el pulmon, la creación deviene una actividad pulmonar. La frase de Deleuze “un posible, o me ahogo” lo dice todo.

El otro texto es de Catherine Malabou, ¿Qué hacer con nuestro cererbro? Ella muestra, sobre la base de numerosos estudios sobre el cerebro, la importancia del concepto de plasticidad. Su punto de partida es que el cerebro es un órgano nunca-ya-hecho, sino que se hace a sí mismo en su actividad, es igual a su propia historia. Esta plasticidad cerebral refuta la imagen del cerebro-comando. Pero para Malabou se trata ahora de refutar la idea del cerebro como un sistema de tipo management-neuronal, propio de la ideología con que se difunden los estudios sobre el cerebro. Para ello distingue plasticidad de flexibilidad. Mientras la plasticidad recibe y da forma, la flexibilidad es su falsa amiga neoliberal, que sólo recibe forma. Todo el lenguaje de la docilidad y la adapatibilidad neoliberal depende de este sofisma de la flexibilidad.

Al liberar el cerebro de sus capturas políticas se renuevan las direcciones del pensmaiento, se reencuentra la posibilidad de inventar formas. Se pueden encontrar nuevos vinculos entre fenómenos de desterritorialización y formas de pensar. Marx también buscó, a su modo, conectar una cierta idea del cerebro colectivo con el desprejuicio para encontrar formas políticas adecuadas al proletariado plebeyo: es el caso de su cambio de postura acerca de la Comuna de París.

¿Y la Tierra?

Me parece que el hecho que esta región del platena en que vivimos haya sido conmovida por la emergencia en los úlitmos años de los movimientos indígenas, feministas, piqueteros, de jóvenes que enfrentan a la represión (y un gran etcétera), es un buen motivo para volver a pensar desde la tierra. Más recientemente, León Rozitchner tuvo una gran intervención sobre la importancia de la tierra en función del conflicto con las patronales agropecuarias, el conflicto por la 125, hace una década. El rechazo del neoliberalismo y la creación de una tierra nueva vienen de la mano. El texto clave para mí es del Carl Schmitt, El nomos de la tierra. Allí señala que el modo en que un pueblo ocupa la tierra ya contiene todas las categorías ulteriores que van a regular su existencia. ¡Tomar la tierra y deducir de allí el estado! Es un gran pensador de la soberanía y el orden.  Siguiendo la misma línea, ¿qué sucede con el modo de habitar la tierra si ese mismo pueblo se ve de pronto atravesado por formas nómades de existencia, si irrumpen movimientos centrífugos? ¿Qué pasa si la tierra ya no tolera ser ocupada en términos de propiedad privada concetrada? Surgirían otras categorías, otros modos de concebir la existencia colectiva.

Plebeyismo, Cerebro, Tierra, son palabras que asupician nuevas posibilidades para eso que Spinoza concebía como los modos finitos, el cuerpo y el pensamiento. Son superficies de invitación a actuar y pensar de un modo diferente. Finalmente, quizás lo que quiere proponer  La ofensiva sensible sea simplemente un ejercicio: contemplar nuestra propia potencia, nuestros modos de hacer y pensar, descubrir que esa potencia puede ser desprogramada (lo que los autonomistas italianos llamaban “rechazo al trabajo”) y reprogramda en función de una imaginación nueva. Sólo eso. Me parece que ese ejercicio entre nosotros puede ser llamado plebeyismo. El plebeyismo como posibilidad de desprogramar y reprogramar la potencia. Es el pasaje inconcluso que va del síntoma a la forma de vida que si o si pasa por el cerebro y la tierra. Deleuze y Guattari al final de su vida pensaban que esta era la terea de la filosofia: invocar una nueva tierra o de un pueblo por venir.

¿Ves entonces una relación entre tierra y forma de vida?

¿Qué querrá decir formación de una “nueva tierra”? El capitalismo desde siempre introdujo movimientos en la tierra. Siempre fue innovador. No ha cesado de realizar sus revoluciones (tecnológicas, de modos de vida, etcétera). La única condición que impuso a tanta novedad fue la subordinación total de toda creación al aumento de la tasa de ganancia, a la ley del valor. Mientras que lo que estamos presenciando las últimas décadas, como luchas que tienen en su centro la forma de vida, es el deseo de ir más allá de eso. Por eso lo de una “nueva” tierra. Ese ‘más allá’ es lo nuevo. Contamos con un conjunto de elementos (luchas concretas) que podrían proponer un nuevo suelo, nuevo piso, nuevo espacio, nuevo sostén, nuevo cuerpo colectivo. Nueva naturaleza. Me parece que esa exigencia para la filosofía que dejaron planteada Deleuze y Guattari es muy fecunda. Hay que seguir pensándola, es muy profunda: quizás quiera decir que los elementos que se combinan para hacer de sostén (de base, de fundamento) pueden, si el pensamiento sigue las luchas y permite proyectarlas hacia una nueva tierra, sacarnos de este atolladero que es lo neoliberal. Ahí encuentro esa exigencia de los conceptos como vectores de transformación política, en la medida en que puedan fertilizar la tierra. Hacer de cada síntoma, de cada lucha, la fermentación de un posible.

Contra el consensualismo democrático. Sobre polémicas y disciplinas // el Ruso

Quienes hemos hecho nuestra experiencia política en los años 90 y 2000, supimos tempranamente que nuestro enemigo principal no era un objetivo determinado y específico –la burguesía, las corporaciones, los militares, etc.–, aunque siempre estuvieran en el horizonte del conflicto, sino uno mucho más sutil y poderoso: el terror como una existencia difusa pero muy concreta en nuestras vidas. Toda militancia y pensamiento político debía medirse con él, con la parálisis para la imaginación política y la insubordinación que imponía una forma política, la democracia resultante del terrorismo de estado, que luego de haber prometido el retorno a la libertad mostró su verdadero rostro: la consolidación de un sistema político de poder que inmovilizaba a la población mientras se operaba la transferencia de los recursos colectivos y el inmovilismo de las organizaciones populares. A la democracia como un conjunto de reglas y procedimientos formales le correspondía, en su reverso oculto y simultaneo, el miedo como soporte del control social y la subordinación. Nadie como León Rozitchner ha pensado tan radicalmente acerca de la “democracia castrada” como aquello que pervive de la derrota en nosotros y no puede ser elaborado. La idea de un “Nunca más” esconde aquello que no sabemos cómo enfrentar: la persistencia de esas formas de terror que no pueden situarse trazando un línea en el campo histórico, demarcando un antes y un después, que determine el cese de aquella fuerza monstruosa que nos convirtió en lo que somos. Fueron las Madres y Abuelas y luego los Hijos los que enfrentaron con determinación y dramatismo este dilema. Y los luchadores de distinta índole –estudiantes, piqueteros, campesinos, trabajadores, etc.– que no solo tomaron el coraje de resistir sino que, al hacerlo, tuvieron que enfrentar la condena no solo de una derecha cruel sino también  de un progresismo bien pensante que, también aterrorizado por azonadas militares, crisis económicas y los traumas del terror y el exilio, asumió la “paz armada” como única vía para la sobrevivencia. No decir nada ni hacer nada que violente el consenso democrático que ya había dejado de ser promesa y se transformó en calvario. Y quienes lo cuestionaban soportaban el peso de la condena y la estigmatización, cuando no de la gélida indiferencia y su reclusión en la insignificancia.

2001 desnudó los límites de la democracia, sus cerrojos políticos, ideológicos y económicos. Sus mecanismos de producción de una subjetividad adocenada y dispuesta a la obediencia. Pero, en esas desmesuras insurreccionales también se exhibió una fuerza colectiva que venció al miedo. Del kirchnerismo sabemos bastante, sus huellas son recientes. Su invención más radical fue la de leer y lidiar con aquello que, siendo ajeno a sí mismo, era la fuerza necesaria e indispensable para reconstruir un sistema institucional destrozado por la crisis. Y, en esa ambivalencia, la de reconocer lo que le es ajeno, abrir las instituciones y a la vez incluir esa presencia en los dispositivos de gobierno moldeando sus expectativas y sus posibilidades, logró articular una época en la que se combinaron neodesarrollismo con reconocimiento de las luchas sociales y políticas, derechos humanos con distribución de económica y una perspectiva geopolítica global y regional que situaba al país en una posición más digna que las anteriores. Sin embargo, su apelación permanente a la construcción de un país normal, a canalizar institucionalmente toda posición y tramitarla como demanda, a victimizar a los sujetos protagonistas de las historias recientes y restablecer el sistema representativo como único horizonte posible, desarmaron la imaginación radical que alimentó el bloque heterogéneo de elementos que componían su gobierno. Todos fuimos convidados a ser ciudadanos, nuevamente, y a deponer nuestros excesos en función de una nueva razón de estado o en el simple pero efectivo argumento de “no hacerle el juego a la derecha”. Pero, lo supimos más tarde, era precisamente ese el juego de la derecha que se alimentaba en los pliegues de esa disciplina y ese deseo de orden: el kirchnerismo nos dio, sin que nadie por entonces lo creyera, una vida y luego, en tanto tal, “elegimos” qué oferta política sería la mejor para administrarla y conservarla. EL eventual retorno del kirchnerismo, en su versión centrista, vuelve a disputar el sentido de la normalidad. Ni derecha ni progresismo discuten la normalidad. Solo se disputan cuál es la mejor hipótesis para gestionarla y prolongarla, excluyendo todo exceso o desvío. Hace un tiempo, el Ministro Dujovne decía que nadie hubiera imaginado que un ajuste de esta magnitud podría haberse llevado a cabo sin que explote el país (y el gobierno). Pero el macrismo debe su estabilidad a aquello que detesta: el kirchnerismo, los sindicatos y las organizaciones sociales que gestionaron el malestar y la protesta bajo la hipótesis de que cualquier desborde favorecía las chances del macrismo. Y de lo que se trataba era de esperar, pacientemente, que el calendario electoral determine el nuevo destino político para torcer el rumbo de las políticas neoliberales. Solo cuando el pueblo desobedeció, cuando desbordó los moldes de la protesta social y sus organizaciones, en la batalla de diciembre de 2017, el macrismo empezó a ver cómo, luego de su gozoso triunfo electoral, el poder se les escurría de las manos. Los inversores tomaron nota de que el ajuste prometido era irrealizable (fuga de capitales) y las dirigencias cómplices (pejotistas y colaboradores de distinto pelaje) de que había que tomar distancia del gobierno que entraba en su declive.   

Toda esta larga introducción viene a cuento de lo ocurrido a partir de las declaraciones de Horacio González en una entrevista reciente en la Agencia Paco Urondo. Como siempre me ha pasado, cada vez que me encontré con ella, lo más conmovedor de la palabra gonzaliana es su sentido de la ocasión: es una palabra a destiempo. Su resistencia a someterse a las reglas de la corrección política, a los parámetros del lenguaje tal y como dictan las distintas policías de turno rompe los moldes de lo aceptado en la esfera pública. Es una palabra que apunta directo al corazón del consensualismo democrático. Ni los sacerdotes de este tiempo, ni los dictaminadores de lo permitido. Ni los académicos, ni los mandamases del realismo político que, con escuadra y tiralíneas, esperan el triunfo electoral sin sobresaltos admiten los efectos de aquello que, al decirlo, amenaza las existencias de cada uno.

Cuando se opuso a que alguien basado en el desprecio al pueblo, como el respetado y talentoso Vargas Llosa, abriera la Feria del Libro; cuando se puso del lado de Mariano Ferreira y Félix Díaz, contradiciendo al propio gobierno que integraba; o cuando criticó al Papa Francisco o  César Milani, Horacio abría los márgenes de lo posible. Y en lugar de dejar que canallescamente sea la derecha la que se haga cargo a su modo de los temas, él proponía hacerlo con la libertad más radical y apelando a lenguajes que se escurrían de lo pensable y decible en la esfera pública y mediática.

¿Qué pensará Ricardo Roa, editor de Clarín que representa cabalmente la figura del converso, cuando Horacio propone hacer una valoración positiva de la guerrilla que salga del pantano del consensualismo y el arrepentimiento? ¿Qué sentirá ese viejo colaborador de la revista guevarista Nuevo Hombre cuando alguien le recuerda ese pasado, su propio pasado, diciendo que no hay que juzgarlo ni archivarlo con los parámetros de esta época? ¿Y los arrepentidos que se han ganado el cielo de los justos por abjurar de lo que hicieron? ¿Y los planificadores electorales que se encuentran con la idea de Horacio que dice que la política se hace en las calles y no en los gabinetes de especialistas? ¿Qué dirán los feligreses del peronismo frente al rescate de la figura de Cooke que González trae una y otra vez para impedir que ese nombre se cierre sobre la gestión de las penurias del presente? ¿Cómo callar a este hombre que pone en riesgo el triunfo electoral? ¿Cómo hacer para aguantar un pensamiento que denuncia la correlación entre éxito y terror?.

La palabra a destiempo incomoda. Y es digna de la historia más noble del pensamiento. Pensar es siempre hacerlo contra la época. Y para hacerlo, hace falta asumir el riesgo de la soledad, verdadero termómetro que mide la radicalidad de lo dicho. En lugar de gestionar cada palabra y cada gesto en el mercado de variedades y opiniones, para construir y proteger el propio nombre como si fuera una marca comercial, es necesario atravesar la frontera de la corrección para que el pensamiento pueda hacerse carne y empuje nuestras vidas a ser de otro modo, por fuera del cerrojo democrático y más allá del terror que todavía soportamos. Y allí, en medio de esa incomprensión, es necesario rodear estos gestos valientes de afecto y acompañamiento, construyendo amistades que nos den la fuerza para que cada vez que hablemos podamos enfrentar el miedo y decir lo que nos merecemos y es necesario que sea dicho, señalar las complicidades, nuestras propias complicidades, y proponer otra forma de la conversación y el pensamiento.     

29/09/2019

Política partisana contra política de partido // Entrevista al historiador Valerio Romitelli

Por Amador Fernández Savater

¿Podemos ir más allá del modelo de los partidos políticos? ¿Salir de las pretensiones de hegemonismo de las que toda organización con forma de partido está inevitablemente poseída? El historiador Valerio Romitelli encuentra en la lucha de las bandas partisanas italianas la historia inspiradora de una experimentación política alternativa. Es la tesis fundamental de su último libro, La felicidad de los partisanos y la nuestra. Organizarse en bandas(publicado en Italia por la editorial napolitana Cronopio).

Es un libro precioso, que se acerca a la historia partisana como si fuera un depósito de energía que se tratase de liberar para agitar con ella el presente. Por un lado, mediante un trabajo minucioso de desmontaje de todos los estereotipos que codifican la memoria y sepultan su energía. Por otro, enlazando la experiencia partisana con las búsquedas actuales de una política de emancipación que escape de las lógicas de centralización y representación de los partidos, que ya han mostrado suficientemente sus límites para transformar la realidad.

 
 
 

La felicidad de los partisanos es la felicidad de los pioneros, de los inventores, de quienes crean modos propios de reapropiarse de su destino, incluso en medio de las peores condiciones. Si queremos salir hoy de la tristeza política, es decir de la impotencia para cambiar la realidad y a nosotros mismos con herramientas obsoletas, necesitamos encontrar empuje, aliento e inspiración en otro imaginario de referencia. En una historia hecha de intensidades y no de puros signos. Aquí se inscribe la historia de los partisanos de Romitelli.

Valerio Romitelli (Bolonia, 1948) es profesor de historia de los movimientos sociales y los partidos políticos en la Universidad de Bolonia. Ha fundado el Grupo de Investigación de Etnografía del Pensamiento (GREP) que desarrolla trabajos de investigación en lugares cruciales de la sociedad como fábricas, escuelas o servicios sociales, recogiendo y dando valor a las propias palabras y pensamientos de quienes los habitan. Entre sus últimas publicaciones, señalamos Storie di politica e di potere (2004) y L’amore della politica. Pensieri, passioni e corpi nel disordine mondiale (2014). Sobre la experiencia de los partisanos italianos, ha publicado también L’odio per i partigiani. Come e perché contrastarlo, en 2008.

Memoria viva y memoria muerta

1- Lo que te pediría en primer lugar son algunas coordenadas generales de la experiencia partisana, para situar al lector español menos informado.

Valerio Romitelli. Cuando se habla de los partisanos italianos, estamos hablando de cerca de 200.000 jóvenes, en su momento de máxima expansión, que por iniciativa propia, durante unos 20 meses, entre septiembre de 1943 y abril de 1945, se constituyeron en bandas armadas (más o menos coordinadas pero también con fracturas entre ellas, o bien aisladas) con el objetivo de combatir al ocupante nazi y a los colaboracionistas de la República de Salò.

Fue un fenómeno que afectó sobre todo al norte y al centro-norte de Italia, en la medida en que a partir del verano del 43 los aliados angloamericanos, después de desembarcar en Sicilia, comenzaron a ascender por la península, si bien de una forma tan discontinua y dificultosa que Roma, por ejemplo, sólo fue liberada en la primavera del año siguiente. Todo terminará alrededor del 25 de abril de 1945, con la victoria política de los partisanos, que lograron salvar la imagen de Italia, antes fascista, ante los ojos del mundo.

Sin embargo, los partisanos serán derrotados en el proceso de reconstrucción del nuevo Estado republicano, que los excluirá de la vida pública. La construcción de la República, que sucedió a una monarquía que se había comprometido con el fascismo, será de hecho gestionada por los pactos entre los nuevos partidos y las superpotencias vencedoras, todos de acuerdo en asignar al Vaticano una importancia que nunca había tenido en la historia de nuestro país.

2- Lo primero que sorprende al leer tu libro es descubrir la cantidad de estereotipos que conforman nuestra imagen de la experiencia partisana: ni se autodenominaba “resistencia”, ni era un fenómeno puramente militar y ¡ni siquiera tenía como himno la famosa Bella Ciao! Te quería preguntar qué tipo de percepción fabrican estos estereotipos de la experiencia partisana, a qué relatos obedecen, de dónde vienen.

Valerio Romitelli.  Los partisanos italianos nacen en el vacío de poder abierto tras el 8 de septiembre de 1943, cuando se disuelve el gobierno Badoglio, que trataba de firmar un armisticio con los aliados, y se constituye el régimen colaboracionista de la República de Salò, con Mussolini al frente pero bajo el control absoluto de los nazis. Los partisanos no tenían, pues, nada que defender y lo tenían todo por reinventar.

Si se estudian las “fuentes de abajo” (periódicos, manifiestos, diarios, cartas, etc.), vemos muy claramente que no emplearon nunca la palabra “resistencia”, a no ser que fuera para aludir a una simple táctica bélica. Los partisanos se definían más bien como “rebeldes”, “revolucionarios” y, sí, también como “patriotas”, pero en un sentido totalmente nuevo, radicalmente antifascista, contra el resurgir de cualquier residuo del fascismo. Y el reclamo a la patria implicaba también no esperar a que fuera la invasión aliada la que decidiera los destinos de nuestro país. Razón por la cual se produjeron importantes desencuentros entre partisanos y aliados (cuyos bombardeos provocaron, en la Italia de entonces, ¡más muertos que los de la propia Wehrmacht!).

Para entender situaciones políticas tan singulares como la de los partisanos italianos, considero este aspecto metodológico de crucial importancia: hay que partir siempre de las palabras empleadas por los propios protagonistas. En caso contrario, se termina por anular la singularidad de estas situaciones de ruptura, decisivamente innovadoras, reduciéndolas a acontecimientos equivalentes e intercambiables. Y esto es lo que se ha querido hacer al homologar el fenómeno de los partisanos italianos a simples variantes de la resistencia europea al nazi-fascismo.

Es justo lo mismo que, con la guerra ya terminada, querían los aliados y los partidos renacientes bajo su vencedora ala protectora. Para ello se ocultó la gran diferencia que existía entre la Italia completamente renovada por la que habían luchado los partisanos y la Italia que efectivamente surgió del final de la guerra: una Italia que, si bien ya no era monárquica, reciclaba a muchos ex-fascistas en todas las instituciones del Estado, asumía un Vaticano más fuerte que nunca, mostraba una sumisión extrema a la influencia norteamericana, crecía económicamente pero al precio de una subordinación política completa, etc. La guerra partisana no fue simplemente militar, sino que también fue una guerra política para la renovación del país.

Hoy en día, todo esto queda cancelado cada vez que se entona la famosa “Bella ciao!”, que ningún partisano cantó ni siquiera en sueños, pues el tema se compuso después de que su experiencia hubiera terminado.

3- Otro de los clichés o “ideas recibidas” que tenemos sobre la experiencia partisana es que se trataba de un movimiento organizado y dirigido por los partidos políticos, en particular por el Partido Comunista Italiano.

Valerio Romitelli.  Allá por 1943 en Italia los partidos antifascistas, que habían sobrevivido a veinte años de fascismo, se demuestran políticamente incapaces tanto de destruir el régimen (que se deshace solo) como de emprender cualquier cosa en el vacío político que el 8 de septiembre trae consigo. Lo único que consiguen hacer es participar en parte en el gran movimiento de formación de bandas de partisanos, un movimiento que, cierto, es en un primer momento espontáneo, pero que inmediatamente se estructura y se organiza de un modo completamente singular y diverso. De hecho, muchas bandas son muy pronto del todo o en parte apartidistas -o lo serán después-, o bien incluyen a partisanos de distinta orientación política.

Este aspecto se borra en los homenajes a los partisanos que en realidad sólo pretenden celebrar a los partidos en tanto que verdaderos protagonistas del renacimiento republicano y post-fascista del país. Y de ese modo nace la fábula según la cual los partisanos no habrían sido otra cosa que el brazo armado de los partidos, mientras que estos últimos habrían sido siempre los mismos, antes, durante y después del fascismo, y también hoy: siempre los únicos custodios de los italianos buenos, celosos de la democracia. ¡Se comprende qué beneficio consensual sacan de esta fábula también los politicastros actuales!

Nada de esto es cierto: los partidos antes del fascismo eran algo completamente distinto a los partidos después del fascismo. Los primeros eran autóctonos, mientras que los segundos estaban condicionados del todo por los juegos diplomáticos de las superpotencias vencedoras, y se convirtieron luego, a partir de 1992 más o menos, en meras marionetas movidas por los medios de comunicación y los sondeos de opinión, completamente al servicio del “mercado”.

En cambio, si partimos de que los que cambiaron el destino de nuestro país durante la Segunda Guerra Mundial fueron las bandas partisanas, podremos repensar de manera distinta toda nuestra historia más reciente.

4- Rescatar la singularidad de la experiencia partisana es uno de los objetivos más valiosos y preciosos de tu trabajo. Tal y como explicas, esta singularidad corre el riesgo de verse anulada por dos tipos de miradas. En primer lugar, está la mirada que minusvalora la experiencia partisana calificándola de explosión espontánea, puramente emocional, necesariamente pasajera, pre-política o políticamente inmadura, etc. En segundo lugar, está la mirada “evolutivo-lineal” que encaja a los partisanos en una historia política (la del Partido Comunista Italiano) que nos impide captar la discontinuidad que introducen, la novedad que aportan. En los dos casos, la experiencia partisana resulta devaluada: sólo tiene valor en función de -o subordinada a- la experiencia de los partidos. Perdemos así el contacto con su potencial singular: lo que nos puede decir, lo que podemos aprender de ella, lo que puede aún inspirarnos.

Valerio Romitelli.  En un libro anterior (El amor de la política. Pensamiento, pasiones y cuerpos en el desorden mundial, 2014) propuse tratar de entender cuándo y cómo la política funciona de forma experimental, es decir, de manera completamente distinta al modo conservador y al modo reaccionario. Para ello, resulta esencial entender cuáles son los “cuerpos organizados” que se ponen a prueba haciendo política. Los partidos modernos (nacidos a partir del modelo socialdemócrata entre los siglos XIX y XX, primero, y del bolchevique vencedor del Octubre de 1917 en Rusia, después) aparecen entonces como grandes figuras de la época, alternativas a la Iglesia, a los ejércitos, a los Estados, a la empresas, a los bancos, etc. Para bien o para mal, los partidos son las figuras protagonistas del siglo pasado: los laboratorios políticos de masas.

Pero al igual que sucede con toda experimentación científica o artística, tampoco la política es constante, sino cíclica: funciona por secuencias. Las figuras que protagonizarán la secuencia política 1943-45 en Italia son las bandas partisanas y no los partidos. La experiencia que hicieron los partisanos no era pre-política con respecto a la de los partidos, sino la experiencia de otra política. Profundamente innovadora. Lo que yo propongo entonces es pensar la experiencia partisana en interioridad. ¿Qué significa esto? Trabajar por rescatar la materialidad de la experiencia (lo que dijeron e hicieron los partisanos, cómo se organizaron y combatieron), en lugar de considerarla simplemente como un espíritu a homenajear. Es decir, construir un recuerdo materialista, no retórico ni mitológico, de la lucha partisana. Sólo de ese modo podemos tener una memoria vivo en el presente.

La célebre partisana Rosy Romelly, entre compañeros, verano del 44

La célebre partisana Rosy Romelly, entre compañeros, verano del 44

La felicidad de los partisanos

5- Para ti, la experiencia partisana no es una “reacción automática” a la situación de guerra, ni los partisanos eran simplemente mártires de una causa que se sacrificaron por un deber moral. Por el contrario, describes la experiencia partisana como una experiencia de felicidad colectiva. Ni obligación ni necesidad, sino deseo y felicidad. Se trata de algo muy sorprendente, dadas las circunstancias en las que actuaron. ¿En qué consiste esa felicidad del partisano, de dónde viene?

Valerio Romitelli. Para celebrar a los partisanos como figuras sin un legado singular siempre se los ha presentado como muertos heroicos, como víctimas, como personajes tristes de una historia trágica y cerrada para siempre. Y es cierto que los partisanos, como guerrilleros que fueron, sufrieron de un modo hoy impensable. Actualmente, gozamos todavía (aunque cada vez menos) del bienestar que nos trajeron los “treinta años gloriosos” de la larga posguerra. Durante la Segunda Guerra Mundial, un bienestar semejante no era ni tan siquiera imaginable. Sin embargo, hoy en día somos políticamente infelices: no logramos, en tanto que gente común, decidir nada de cuanto condiciona nuestros destinos. En cambio, los partisanos, aun sufriendo todas las penalidades, aun inmolándose a menudo en acciones al límite del suicidio, eran políticamente del todo felices. Su dicha consistía en decidir el propio destino, y con él el de todo el país. No es ninguna fantasía mía. Lo dicen sus memorias. Lo dicen los grandes escritores que fueron partisanos, tales como Meneghello o Fenoglio. Lo decían sus escritos en los muros, sus pasquines, sus documentos.

Eran felices y llevaron a cabo una experimentación política feliz, es decir, lograda. Sus modos de organizarse y de combatir fueron un éxito completo, si tenemos en cuenta lo que por encima de todo se proponían: echar a los nazis, vencer a los colaboracionistas de Salò, dejar un ejemplo difícilmente igualable sobre cómo se puede renovar políticamente un país entero, aun siendo una minoría, aun siendo sólo un puñado de jóvenes.

El que lo que siguiera a su experiencia no haya sido una historia tan feliz no quita nada al hecho de que al releer hoy su gesta como se debe, en interioridad, podamos vernos empujados a intentar análogas experiencias.

6- Le das mucha importancia en el libro a una frase muy bella de Ada Gobetti, periodista y partisana ella misma: “la amistad era la clave de la batalla partisana”. ¿Puedes explicarnos la razón?

Valerio Romitelli. Existe toda una tradición de pensamiento, a la que los mismos marxistas le hacen a veces demasiadas concesiones, que sitúa el odio y el conflicto como prioridad de la política. Yo cuestiono ese primado. Lo que sostengo al contrario es, por decirlo brevemente, que para hacer cualquier guerra, primero se necesita dotarse de un ejército: es decir, que antes de entrar en cualquier tipo de conflicto, si no se quiere sucumbir inmediatamente, hay que prepararse y, por tanto, hacer amigos, unirse y organizarse en un cuerpo colectivo, capaz también de hacer frente a las derrotas. El caso de los partisanos italianos es particularmente instructivo. El que pretendía combatir a los nazis aisladamente o mal organizado estaba abocado a desaparecer rápidamente y sin dejar rastro. De donde se deduce que la amistad, el amor estrechamente compartido por la misma causa, es la condición prioritaria de cualquier experiencia política (que implica también, por supuesto, el odio y el conflicto).

La bicicleta, el vehículo en el cual las "staffette" partisanas transportaban armas de la montaña a la ciudad.

La bicicleta, el vehículo en el cual las «staffette» partisanas transportaban armas de la montaña a la ciudad.

Política partisana y política de partido

7- Afirmas que los microcuerpos de las bandas partisanas hicieron una experimentación alternativa a la del partido. ¿En qué consiste esta distinción entre la “política de partido” y la “política partisana”?

Valerio Romitelli. La “política partisana” fue una política experimental: excluía la discusión en términos ideológicos (regímenes, sistemas o modelos buenos o malos) para pensar exclusivamente en cómo organizarse en el presente, en las condiciones existentes en la situación presente.

Se trataba pues de una política completamente interna a la situación, al territorio y a la población. Es decir, no derivaba su acción de los cálculos politiqueros o de los juegos diplomáticos, ni tampoco estaba subordinada a las potencias extranjeras (como era el caso del PCI con respecto a la URSS), sino que desarrollaba una estrategia autodeterminada, que se fundaba solamente sobre las propias fuerzas, y se pensaba y decidía sobre el terreno.

Diversidad, adecuación a circunstancias cambiantes, movilidad espacial y cultural, flexibilidad y adecuación a objetivos, apoyo de la población local, coraje para inventar un modo propio de estar… son otras claves fundamentales de la política partisana, heterogéneas a la política de partido.

Al acabar la guerra, se construyeron partidos a partir de las bandas partisanas. El PCI no sólo instrumentalizó la experiencia partisana, sino que lo hizo sin acoger casi ninguna de las expectativas de renovación radical de Italia que habían motivado a los propios partisanos. En la posguerra, el PCI será el mayor partido comunista dentro de un país capitalista, pero su acción, casi siempre burocrática, equívoca y a fin de cuentas dimisionaria, no se recuperará ya de este pecado original de haberse apropiado indebidamente de la herencia partisana.

8- Según explicas en el libro, los partidos han cambiado radicalmente, pero la experiencia partisana podría tener hoy una actualidad para vivificar nuestra idea y práctica de la política. Es decir, para salir de la infelicidad presente. ¿En qué sentido, cómo lo piensas?

Valerio Romitelli.  Dada la complejidad de la pregunta, responderé en estilo telegráfico. Tanto los gobiernos como los partidos mayoritarios o de oposición, a día de hoy, no experimentan ya nada que no sea aquello que les impone el “mercado”, es decir, los bancos y los lobbys que los sostienen. Derecha e izquierda convergen cada vez más hacia aquel centro cuyo corazón late al ritmo de las reformas prescritas por el neoliberalismo. Más a la derecha y más a la izquierda queda muy poco, aparte de los sentimientos anacrónicos, el oscuro y ancestral odio racial o el mucho más respetable, pero en todo caso ineficaz, llanto por los viejos temas de los partidos de los tiempos del Estado del bienestar. Por lo tanto, vivimos en una situación en la que la política ya no tiene organizaciones propias.

El problema de cómo reorganizarse políticamente para dar cuerpo a políticas universalistas —las únicas dignas de ser calificadas, precisamente, como políticas— está, por lo tanto, abierto. ¿Cómo afrontarlo? Cada solución posible hay que buscarla, pienso yo, a distancia del Estado. El Estado de bienestar ha sido suplantado hoy casi en todas partes por el “Estado securitario” (que es el único que les gusta a los “mercados”, siempre al acecho de lugares donde hacer inversiones “seguras”): implicarse con los poderes de semejantes Estados con la idea de que así mejoramos sus políticas sólo puede llevar al perfeccionamiento de las medidas de seguridad. Medidas que son siempre exactamente lo contrario de aquello que habían sido las medidas universalistas del Estado del bienestar.

Tratar de hacer política a distancia del Estado significa intentar hacer política sin partido, prescindir de los ritos electorales, pero también de la idea de corregir las injusticias a través del derecho y sus tribunales, etc. Una vez que el horizonte político ha sido despejado de Estado y de los partidos no queda ya nada más que lo social, siempre ambivalente, impuro, sucio, incierto, bastardo. Pero es aquí donde debemos sumergirnos para tratar de construir alternativas a las actuales políticas neoliberales. Y, sobre todo, debemos sumergirnos en el nuevo entorno social que se está formando en Europa pero también en otros lugares: allí donde los ciudadanos son sólo un componente al lado de aquellas poblaciones de extranjeros que, aunque siempre minoritarias, están destinadas a cambiar radicalmente el rostro de muchos países.

Por esta razón, una experiencia como la de los partisanos italianos puede tener todavía algo que enseñarnos. Porque sus bandas se constituyeron, duraron e hicieron una política capaz de transformar los destinos de nuestro país, una política distinta de la de los partidos y experimentada en completa ausencia de cualquier Estado al que hacer referencia.

"La felicidad de los partisanos y la nuestra", editorial Cronopio

«La felicidad de los partisanos y la nuestra», editorial Cronopio

La experiencia partisana y el presente

9- ¿Persiste como recuerdo vivo, inspirador, la experiencia partisana en Italia? ¿Podrías darnos ejemplos de “reactualizaciones” de su memoria y ejemplo que te parezcan interesantes?

Valerio Romitelli.  A partir de la posguerra y en adelante, los grupos que en Italia más se han inspirado de forma declarada en la experiencia partisana han sido las Brigadas Rojas, cuyo terrorismo entre los años 70 y 80 fue políticamente desastroso. Aquello que más les gustaba a los brigadistas de los partisanos era el hecho de que la suya era una lucha armada. El gran error de los brigadistas fue no entender la profunda diferencia que hay entre hacer política en tiempo de guerra, como era el caso entre el 43 y el 45, y hacer política en tiempo de paz, como entre los años 70 y los 80, o como hoy en Europa, por lo menos. Todavía hoy, muchos militantes “antagonistas”, lectores de Michel Foucault, en particular de su seminario de 1976, insisten en considerar esta distinción paz/guerra como ficticia, pero para mí sigue siendo fundamental.

Aquello que a mí me interesa de la experiencia de los partisanos es que estos, sin tener ningún apoyo institucional o mediático, no siendo más que una minoría ínfima, padeciendo condiciones tremendas, lograban ganarse la simpatía y el apoyo activo de las poblaciones allí donde operaban. Por mucho que este sea un dato siempre disputado por la literatura de derechas, me parece evidente que sin estos apoyos la experiencia de los partisanos no habría nunca podido crecer, durar ni extenderse de la forma en que lo hizo.

10- En este sentido de entrar en contacto con las poblaciones, y no de representarlas como pretende cualquier vanguardia, dices que la experiencia partisana podría inspirar “nuevos cuerpos colectivos” capaces de “pensar un pensamiento”. ¿Podrías desarrollar esto?

Valerio Romitelli.  Hoy en día, para tratar de organizar nuevas políticas alternativas, sostengo que es imprescindible hacer investigaciones entre las poblaciones que más sufren las políticas capitalistas. Sólo así se puede saber cuáles podrían ser los objetivos, las reivindicaciones más adecuadas para unir a estas poblaciones, que actualmente se encuentran muy divididas y dispersas, también por culpa del colapso de la credibilidad sufrida por las organizaciones tradicionales comunistas o, más en general, “de clase”.

Es decir, se trata de “pensar el pensamiento” de las poblaciones explotadas y oprimidas. Sin presuponer ningún “sujeto político” ni “antagonismo esencial” alguno (como ocurre en las teoría de las “multitudes” de Toni Negri y los post-obreristas), sino sólo el hecho de que tales poblaciones piensan una realidad, la suya, que le resulta extraña también a quien hace la investigación, al menos hasta el momento de hacerla. Por lo tanto, se trata de entender, con los métodos adecuados, sus palabras y de usar las fuentes indispensables para la elaboración de cualquier política alternativa. Hoy en día, entre los movimientos alternativos y antagonistas en Italia no faltan tentativas de este tipo investigación: existen grupos de jóvenes antropólogos comprometidos que hacen investigaciones muy interesantes, por ejemplo.

Por mucho que los partisanos no hubieran estudiado para adquirir esta capacidad etnográfica, por así decirlo, está claro que fueron las singulares circunstancias de aquel momento las que los instruyeron rápidamente. Por este motivo he sostenido que los partisanos fueron capaces de “pensar un pensamiento” -que es una fórmula que surge del trabajo que llevo a cabo con el Grupo de Investigaciones Etnografía del Pensamiento, GREP.

11- Fuerzas oscuras del presente (narco, mafia, redes terroristas como Al-Qaeda) se organizan de alguna manera hoy también “en bandas” (de forma autónoma, descentralizada, flexible, móvil, sin referencia a partidos o Estados). ¿Cuál sería ahí el valor específico que podría tener la inspiración de la experiencia partisana?

Valerio Romitelli. Ciertamente, hablar bien hoy en día del concepto de bandas puede resultar escandaloso. Pero incluso dejando a un lado los casos del Daesh o de Al-Quaeda, a cuya existencia parece que ya no hay duda de que han contribuido más o menos directamente los servicios secretos occidentales, se puede decir que muchas de las bandas criminales que hay dispersas por el mundo se ven favorecidas, más que obstaculizadas, por la conversión del Estado de bienestar en “Estado securitario”. De hecho, tal conversión ha creado en el interior de lo social “tierras de nadie” donde la lucha por la supervivencia es siempre dura y violenta. No creo, sin embargo, que para hacer frente a este fenómeno tenga sentido reivindicar intervenciones por parte de Estados que funcionan más como parte del problema que como solución.

Por lo demás, cada política tiene sus propios riesgos. Algunas bandas criminales, como por ejemplo en Centroamérica, pero también en África y en otros lugares, no son sino la degeneración de bandas que en su día fueron políticas, como lo fueron en su día los partisanos italianos. El peligro de que estas últimas, una vez alcanzada la paz, degenerasen en simple bandidismo (cosa que sucedió en algunos casos muy esporádicos) fue una de las razones por las cuales los partidos, con el comunista a la cabeza, consideraron imprescindible su disolución después de la primavera del 45.

Por lo tanto, organizarse en bandas puede tener las consecuencias más diversas. Lo que más me interesa a mí de esta categoría es que nos permite pensar en una multiplicidad de micro-cuerpos políticos, alejados de las pretensiones de hegemonismo de las que toda organización con forma de partido está inevitablemente poseída. Y dado el nivel de corrupción que afecta hoy a casi cualquier partido y Estado en el mundo entero, se puede decir que el peligro de degenerar en la criminalidad debería obsesionar también al que considera posible hacer políticas alternativas dentro de marcos totalmente legales.

Traducción del italiano: Álvaro García-Ormaechea. Y la ayuda de Steven Forti. ¡Gracias a los dos!

 

Una nueva Gendarmería del discurso // Mariano Pacheco

Los intelectuales Diego Sztulwark, María Pía López, Diego Tatián y Carlos Del Frade reflexionan sobre el uso político y la reacción en cadena disparada a partir de definiciones de Horacio González y Juan Grabois. Policía del pensamiento y la palabra en el fango electoral.

Por Mariano Pacheco/ Revista Zoom/Lobo suelto

A comienzos de septiembre el dirigente de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), Juan Grabois, manifestó la necesidad de que se desarrolle en el país una reforma agraria; y se desató el escándalo. Esta semana el diario La Nación levantó unos dichos sobre los años setenta, que Horacio González manifestó de una entrevista realizada por la Agencia Paco Urondo, y otra vez se desató el escándalo. ¿Qué puede y no decirse en la Argentina actual? ¿Qué pasa con los “sentidos de la oportunidad” para expresar ideas críticas al estado actual de la situación que vive el país. Revista Zoom retoma estas declaraciones y las figuras de este intelectual y este dirigente social para ampliar el debate en danza en estos días en los medios de comunicación. Las voces de los ensayistas Diego Sztulwark y María Pía López, desde Buenos Aires; del filósofo Diego Tatián, desde Córdoba y del periodista y dirigente político Carlos Del Frade, desde la provincia de Santa Fe.

 

¿Una policía de la lengua?

Diego Sztulwark es ensayista y coordinador de grupos de estudio sobre filosofía. Es autor de Vida de Perro. Balance político de un país intenso, del 55 a macri, en  conversación con Horacio Verbitski (Siglo XXI editora) y actualmente Caja negra editorial tiene en imprenta su libro Ofensiva sensible. Neoliberalismo, populismo y el reverso de lo político. Integró la Cátedra Abierta Che Guevara en los años noventa, el Colectivo Situaciones en las álgidas coyunturas anteriores y posteriores a 2001, participó de la fundación de la editorial Tinta limón y actualmente forma parte del colectivo editorial de Lobo suelto, el blog que recientemente publicó una editorial colectiva en la que dicen admirar la maestría de Horacio González. “Mientras la más rancia derecha -aquella herida por la contundencia de la votación del 11 de agosto- dispara contra las ideas de este viejo profesor, llamamos la atención sobre lo que muchos llaman ´el campo propio´, personas de todas las edades que temen que se digan verdades en tiempos de campaña electoral, sin advertir que silenciar estas ideas es condenarse a un futuro miserable. Una miserabilidad cultivada en el campo propio”, expresan. A propósito de esta publicación, consultamos a Sztulwark sobre el tema. En simultáneo, publicaba reflexiones al respecto en redes sociales virtuales, así que al conversar nos convidó a retomar su palabra escrita, que reproducimos en parte a continuación, no sin antes agregar que  comparte con González esa “simpatía metodológica” respecto de las “rebeldías del pasado”, ya que entiende que allí están las claves para comprender el período político que se avecina en la Argentina.

“¿Cómo funciona este tipo de canallada mediática?”, se pregunta Sztulwark, a propósito de la “operación de prensa” montada contra el ex director de la Biblioteca Nacional y miembro del espacio de intelectuales kirchneristas Carta Abierta. Y se responde: “Simple: todo lo que se piensa públicamente, desde Facebook a los medios alternativos, es patrullado día y noche por la gendarmería de la lengua, que se ocupa de controlar los acuerdos dentro del mundo de los discursos”. Y acontinuación agrega: “se trata de un ´consenso´ que filtra lo que se puede decir y lo que no. Hay un poder que prescribe aquello que es adecuado o admisible, y aquello que es objeto de sanción”. Para finalizar sus reflexiones, Sztulwark agrega que en su habitual “patrullaje”, la “gendarmería mediática” encuentra a un pensador (y aclara que para él, es uno de los más importantes profesores de nuestro país) y enciende las alarmas. Ante eso –argumenta– se encienden dos tipos de reacciones: el escándalo y la sanción (o bien el silencio en el campo propio), lo que considera dos modos de adecuarse al consenso de los discursos. “Sin advertir quién y para qué se imponen los límites de lo decible –remata–; sin intuir siquiera que lo que se está haciendo es limitar toda creatividad, porosidad y capacidad de novedad del proceso político en curso”.

Pensar con osadía

María Pía López fue directora del Museo del Libro y de la Lengua durante la “gestión González” de la Biblioteca Nacional. Es autora de numerosos libros, entre los que se destacan Mutantes. Trazos sobre los cuerpos (editorial Colihue) y su reciente Apuntes para las militancias. Feminismos: promesas y combates, publicado en la colección “Plan de operaciones” de la editorial independiente platense Eme.

Consultada por este cronistas sobre el tema en cuestión, Pía López argumenta:

“La coyuntura que se abrirá el 27 de octubre, en función de los resultados de las PASO del 11 de agosto, seguramente tendrá que ver con hacer eje en un tipo de gobernabilidad centrada en las dificultades, en la urgencia, en la cuestión de lidiar con la escacez y con las deudas que contrajo el país, los datos durísimos de desempleo y hambre que ya llevaron a decretar la emergencia alimentaria, que son las situaciones con las que se va a en contra el gobierno de Fernández/Fernández cuando asuma. Pero al mismo tiempo, por las mismas complejidades y dificultades que presenta ese escenario, tendríamos a favor, de todos modos, la posibilidad de mantener una apertura hacia la imaginación política. Lo peor que podemos hacer en ese escenario es pensar que hay que cerrarse cobre algún tipo de conservadurismo, porque eso nos llevaría a una pura administración de la escasez. Por el contrario, desde los movimientos sociales –y hablo en particular de los feminismos– se fue enunciando en estos años una profusa imaginación política, en el sentido de producir otras imágenes de la sociedad, formas cooperativas y solidarias, modos no individuales de resolver los problemas de cada quien; es decir, que se pudo abordar las necesidades desde su causa social y con iniciativas colectivas que van desde comedores y merenderos hasta grupos de socorro a personas en situaciones de violencia o de acompañamiento de abortos. Por eso creo que es desde ahí, desde esas tramas, que se puede configurar una alternativa muy poderosa contra la idea de individuo-liberal-meritocrático. Desde esas prácticas, y desde la teoría crítica, es posible evitar el encierro de pensar que el próximo gobierno tiene que resolver las situaciones desde escasos recursos y nada más. Porque eso sería negar que el mundo popular, las experiencias plebeyas no tienen otras posibilidades que ofrecer. Entonces: cuando Grabois dice ´reforma agraria´, o cuando una joven sueca denuncia que el mundo se está hundiendo por la lógica de acumulación capitalista o González plantea una discusión al interior de la historiografía, lo que están haciendo es abrir preguntas que no entran en ese corset en el que se nos quiere encerrar. Y digo nos quieren incluyendo ahí, también, al futuro gobierno, a quienes militamos en su apoyo y a las experiencias populares en su conjunto. ¿Cual es el argumento? Que esas palabras no fueron oportunas. Yo creo, la verdad, que tenemos que poder discutir muy ampliamente e inteligencia para poder reconstruir los hilos conceptuales y narrativos de lo que se produce en la vida social para confrontar lo que se viene. Es esta coyuntura, la más compleja y más exigente en la que estuvimos embarcados, la que requiere pensar con osadía, y con mucha decisión de no dejar de lado la pregunta por la emancipación, para que Alberto Fernández no termine siendo construido como el candidato de las derechas sino en el nuestro, y que eso nos permita sostener el horizonte abierto”.

 

 

No dejar morir el anhelo de justicia

Diego Tatián fue decano de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba, pero prefiere presentarse como ensayista y profesor de filosofía. Es un estudioso y difusor de la obra de Baruch Spinoza. Este año la editorial Tinta limón le publicó un libro titulado Spinoza disidente, y en la actualidad se encuentra esperando que la editorial Cuarenta ríos saque de imprenta su próximo título: Lo que no cae. Bitácora de la resistencia. En diálogo con este cronista, arriesga que “un pensamiento de Horacio González referido a la historia y la cultura es capaz de conmover y poner a discutir a la Argentina”. Y agrega: “No cualquiera puede hacerlo”. Y enseguida reflexiona:

“Algún curioso de la historia (echemos mano a un giro borgiano: pongamos la ciudad de Buenos Aires, pongamos el año 2057) va a recorrer los diarios de años tenebrosos como estos últimos cuatro y la de este no menos oscuro y abrupto final de ciclo, y encontrará, divertido, que uno de los más altos exponentes del pensamiento libre y de la tradición intelectual argentina fue burdamente atacado por una canalla mediática con la más ensañada vulgaridad, y se tropezará con oscuros nombres que duermen en las amarillas páginas de viejos diarios, reducidos apenas a eso: los que atacaron al escritor cuyos libros, en 2057 y después -como lo son ahora pero seguramente más-, serán objeto de trabajo de muchísimos estudiosos y de agradecidos lectores futuros. En tanto, la gran entrevista de que publicó la Agencia Paco Urondo, establece una plataforma de discusiones imprescindibles para el tiempo por venir. Pero es necesario saber leer, y leerla. Contra la violencia y el saqueo que el macrismo extiende en todas direcciones, Horacio González dice -en la frase del escándalo, pero también en la entrevista completa y en todo lo que escribe- algo simple: es necesario no dejar morir el anhelo de justicia, e insta a quienes trabajan con las palabras a encontrar las que estén a la altura de ese anhelo”.

 

Reactualizar un sueño colectivo inconcluso

Carlos Del Frade es actualmente diputado provincial por el Frente Social y Popular de Santa Fe, una experiencia electoral provincial que reúne a las organizaciones Patria Grande, el Partido de los Trabajadores y del Pueblo (PTP), Unidad Popular y la Liga de los Pueblos Libres. Este año se presentó a las elecciones locales en una alianza junto a Ciudad Futura, obteniendo tres concejales en Rosario y dos bancas en la legislatura provincial. Del Frade es además un reconocido periodista y ha sido una figura de unidad de militancias diversas.

Consultado por este cronista sobre el tema en debate, Del Frade reflexiona:

“Tomando conocimiento de lo que significa la profunda, extraordinaria, dura y difícil historia argentina, con sus pesadillas impuestas por minorías desde hace tanto tiempo y el sueño colectivo inconcluso de ver en el trono de la vida cotidiana la noble igualdad, no creo que hayan sido impertinentes las declaraciones de este mes, tanto de Juan Grabois sobre la reforma agraria como de Horacio González sobre la valoración positiva de quienes en los años setenta integraron las guerrillas, incluso dispuestos a dar la propia vida en beneficio construir posibilidades de igualdad sobre las grandes mayorías. Siempre dije que la de los setenta fue una década de amor, que es el insumo básico de cualquier revolución, y que por eso el sistema tuvo un miedo tal que lo llevó a gestar el terrorismo de Estado; es decir, que fue ese terror que sintieron ante un proceso revolucionario encabezado por jóvenes trabajadores y estudiantes que mostraba la posibilidad real de socializarlo todo en la Argentina, entre otras cosas, la propiedad de la tierra (lo que aparece como discusión de fondo en el tema de la reforma agraria), lo que llevó a la despiadada represión. Pero lo que quisiera destacar ahora, es que ambas discusiones (la planteada por Gabois, y la esbozada por González), son fundamentales en la Argentina contemporánea, y de cara a un futuro en donde la justicia tendrá que formar parte de las necesidades sociales. De allí mi reivindicación profunda de ambas intervenciones, audaces, valientes: porque no se puede soslayar la necesidad de volver a discutir la historia profunda del país y quienes han sido siempre los que han ganado, para abordar los imprescindibles debates que la época reclama”.

 

Hablemos de prostitución y de algo más… // Entrevista a Pichón Reyna (Profesor de filosofía y prostituto )

Pichon Reyna habla del cuerpo, el deseo y fundamentalmente de las opciones laborales que tiene hoy por hoy la pobreza. Está en Buenos Aires para dar dos cursos teóricos y prácticos sobre un «Uso reflexivo de los placeres y donde se cuestiona la monogamia y le heterosexualidad. Conversa con SOY sobre qué significa politizar la sexualidad, los afectos, la vida. 

Pichon Reyna cuenta que ya antes de recibirse en Ciencias de la Educación, en San Juan, sus compañeres solían decirle que explicaba muy bien a Michel Foucault. Acto seguido cuenta que una vez un cliente le pagó por una clase de filosofía, sobre Foucault. Ahí se dio cuenta que había otra manera más divertida de hacer filosofía: desnudos, culiando, jugando. Desde entonces, asume la filosofía y la sexualidad como una suerte de crear imaginarios políticos, de jugar con los conceptos y la promiscuidad. Radicado en Córdoba, de paso por Buenos Aires estará realizando esta semana y la próxima, sus talleres de pro-sexo y de ética afectiva.

¿Quién sos, Pichon Reyna?

Una no es de una vez y para siempre. Por un lado me prostituyo, por otro, hago talleres y hago filosofía. Soy una marica prostituta que hace filosofía.

¿Cómo empezaste a prostituirte?
La primera vez tenía 16 años. Por marica mi vieja me echaba de la casa, o me encerraba y yo me escapaba. En ese momento me juntaba con Pame, la torta del barrio, mucho más grande que yo. Esta torta me llevó a un grupo de travas que fueron como mi casa durante mucho tiempo. Las pibas todas laburaban. Ahí fué que dije: “bueno… voy a probar”. Y empecé casi como un juego.

Pero no es un juego

Recién a los 23 años lo politizo, lo sistematizo, lo convierto en mi laburo. Cuando empiezo la facultad, típico de toda marica, estaba trabajando en una peluquería, hacía comida pero la plata de verdad entraba de las changas de sexo. Cuando lo empiezo a registrar como mi trabajo me acuerdo de un encuentro a los 13 años. La Pame me lleva a un cyber. Lo primero que hace es mostrarme una porno, un trío, y preguntarme en qué lugar quería estar. Le dije en el medio. Y ahí me muestra varias redes, en ese momento existía MANHUNT y el MIRC que era un chat de San Juan. Pame, muy zarpada, me deja ahí. La amo. En el chat conecto con un tipo de 40-50 años. Le digo que me pase a buscar. Vamos a un telo. Miedo, adrenalina, todo ese mambo, pero yo estaba re feliz que estaba pudiendo tener sexo. Cuando salimos el tipo me da la mano con un gesto muy lindo: me pone un billete en la palma de la mano. Lo pensé como un regalo en ese momento. Recién cuando empiezo a politizar mi trabajo me doy cuenta que empezó ahí. Porque yo después con él me seguí viendo y me seguía dando guita. No sé si en calidad de trabajo sexual o para que le esconda el secreto. Imaginate, San Juan, yo 13 años, él 40-50, casado. Se dió que fué mi primer cliente. De hecho, varies amigues lo hemos tenido pero nunca nombrado como cliente.

¿Cómo aparece la necesidad de politizar el trabajo sexual?
Venía politizándome en otros temas. Siempre he sido muy promiscua. Y lllega un momento en que empezás a ser la puta del pueblo. Te estoy hablando del año 2010 -plena Ley de Matrimonio Igualitario, que funcionó como soporte para que muchos putos se politizaran. Yo estaba del lado de les más politizades, más pro ley. Militaba en La Glorieta. Fueron los inicios del activismo LGBT en San Juan. Sin embargo, yo me preguntaba qué pasa con las promiscuas. Y ese tipo de preguntas me llevaron hacia el feminismo. Y el feminismo me llevó a darme cuenta de que esta changa que yo estaba haciendo era un hecho político. Politizarlo primero conmigo misma. Es decir, entender cómo viven unes, cómo vivimos otres, de qué viven unes, de qué viven otres, qué derechos y qué opciones tienen, qué privilegios, qué estigmas. Me voy yendo de los espacios LGBT y comienzo a transitar espacios feministas y me encuentro con AMMAR-San Juan. Nos conocemos con Mónica (Lencina) y nos hacemos amigas. Antes para mí, simplemente, era un estilo de vida. Como muchas compañeras que se sentían feministas antes que el feminismo les venga a decir que eso era feminismo. No escuché la categoría “trabajo sexual” hasta que conocí a AMMAR.

¿Qué es lo politizable del trabajo sexual?

Politizar no es necesariamente enmarcar en la política clásica de izquierda y derecha. Para mi politizar es evidenciar las relaciones de poder que hacen que las cosas funcionen como funcionan. Tengo el corazoncito foucaultiano. Politizar es sacar el lugar de estigma y culpa que todo un dispositivo hace que lo ocultes. Como cuando militaba en La Glorieta por el Matrimonio Igualitario mientras me estaba haciendo otras preguntas. Politizás cuando te das cuenta de qué discursos son los que se dicen y cuáles no y en qué espacios. Hay que salir de la política clásica para politizarse. Entonces, politizar mi prosmiscuidad desde el trabajo sexual: los guiones sexuales en los que estamos ¿Cómo funcionan los vínculos? ¿Por qué algunos vínculos son pagos, por qué otros no, por qué esta persona es mi novia y en otro grupo no lo es o deja de serlo? ¿Qué lugar de visibilidad y de escucha tiene acá mi cuerpo? Estas preguntas me fueron llevando el trabajo sexual. Y lo hago en la calle, yirando, encontrándome con otras compañeras y organizándonos para convivir.
 

¿Cuáles son los núcleos duros del estigma en el trabajo sexual?

El estigma del sexo, en primer lugar. Lo que se estigmatiza, principalmente, es la promiscuidad, el deseo sexual desenfrenado, “la libidinosa”, si “sos rapidita”, “fácil”, “culisuelta”, “solterona”, “trola”… Se estigmatiza eso porque la monogamia impera. Y por otro lado, porque ese sexo y afecto tendrían que darse gratis. Si encima lo cobramos nos convertimos en mercenarias, insensibles, capitalistas. Todos en el mundo están capitalizando sus saberes pero las putas no pueden hacerlo. ¿Por qué?
 

 

Impera una sacralización del sexo…

Del sexo y del sexo gratis. Hay un sexo hegemónico, un cierto guión sexual que ves en todos lados. Prendés la tele, abrís un libro, una revista y ves ese sexo. Primero, está sacralizado el sexo y luego el sexo comercial.

 

¿Cómo funciona el “negocio del deseo”? 
Hay una mirada progre que no sacraliza el sexo, pero sí al sexo comercial. Es muy común que en Grindr me digan: “no, no me pinta el sexo pago pero los respeto”. El negocio del deseo para mi tiene que ver con eso: cuál es el circuito por el cual el deseo se vende o no. El trabajo sexual es el negocio del deseo donde lo que capitalizas son: placeres, fantasías, prácticas sexuales, la conformación de un momento o de una performance sexual.

¿Y qué pasa con los afectos?

Junto a eso está lo que llamo el mercado de los afectos. Por un lado, los encuentros furtivos de la promiscuidad y en simultáneo la temporalidad de los afectos que delimita quiénes son las personas queribles o no. El mercado matrimonial, por ejemplo, es un tipo de temporalidad ordenadora de quiénes son las mujeres para casarse, quiénes son las amables, quiénes son las que puedo presentar a mis amigues. En mi caso, me va bien en el negocio del deseo. Pero en el mercado de los afectos no soy la persona que querés presentarle a tus amigos, porque soy la que va a ir a petearlos al baño por unos mangos. Por ejemplo, yo que no tengo familia ¿qué hago cuando estoy enferma? ¿cómo hago si no entro en el mercado de los afectos? Otro ejemplo: ¿por qué en la militancia de la disidencia sexual no estamos pensando en otras formas de vincularnos en lugar de pelearnos todo el tiempo?

Hay dos figuras dentro del trabajo sexual, sobre las que se dice poco: el proxeneta y el cliente. ¿Cómo las pensás? 
Hay un estigma igual de grande para les clientes y para les putas. Obvio que elles tienen más privilegios, protecciones e inclusiones sociales y estatales que nosotres no. Sería piola que les clientes nos acompañen en la lucha y se hagan visibles. Pero pesa el estigma de pagar por sexo. Como puta vendo servicios de acompañamiento afectivo y con muches de mis clientes tenemos un vínculo de “transferencia”, como se dice en el psicoanalisis y en la docencia. Tenemos un intercambio de intensidades, de sensaciones y vamos pensándonos cómo crecer mutuamente, cómo apoyarnos. 

¿Por qué decís que hay un estigma?

Hay un estigama porque se paga por algo que deberíamos poder acceder gratis y por amor. Significa que en el mercado de los afectos no sos querible, o sos incogible. Dos lugares a los que a nadie le gustaría estar aunque muches estemos ahí con grados de mayor o menor conciencia. Creo que por eso es que les clientes no son visibles aún. Y por otro lado, porque muches también de nuestres clientes son les infieles, los que quieren fugar del imperio de la monogamia y de la heterosexualidad obligatoria. Dan manotazos hacia afuera y nosotres por las fugas de esa maquinaria sostenemos nuestras vidas precarias. En mi caso, los vínculos con mis clienteas han sido muy piolas. He tenido peores experiencias en el noviazgo gratis. Muches clientes me llenaron la heladera y muches amigues que pasan por casa, se comen todo y no dejan ni medio limón. Uso esta imagen para decir que les clientes han sido personas que de alguna manera han invertido en mí, en términos materiales y subjetivos. Tengo mucho aprecio por mis clientes. Muches clientes se han abierto de manera increíble. El último intercambio que hice -a veces hago intercambios, también- fué una sesión BDSM. La piba en un momento empezó a llorar y yo conteniéndola con una fusta. Esos lugares de sensibilidad me parecen hermosos.
 

 

¿Y la figura del proxeneta?

 No entiendo por qué a una explotadora como Juliana Awada no le decimos proxeneta ¿Sólo por qué hace trabajar manos de niños? Ahí hay una cosa moral con la sexualidad y los órganos genitales que todo el estado moderno construyó para que sea así. Por otro lado, la mayoría de los casos judicializados no son explotadores. La mayoría de las veces son otres compañeres que están mas viejes o en situaciones díficiles y cumplen servicios complementarios. Por último, hay un montón de lógicas y de formas en las que se organiza el trabajo sexual en la clandestinidad y la invisibilización.  Los mayores cómplices de la explotación sexual han sido siempre el estado y su policía que son los mismos que vienen a rescatarte. En todo caso tendríamos que pensar la figura del patrón o la del explotador.

¿Qué produce el trabajo sexual en la realidad del trabajo en general?

Por un lado, hace pensar qué es mercantilizable o qué no en este sistema social. El trabajo sexual evidencia cuáles son las prácticas sociales o las funciones que los cuerpos realizan para que un trabajo llegue a ser lo que es. Por ejemplo, vos tenés una persona cheta que tiene una mucama que supuestamente limpia. Pero además de limpiar trabaja cuidando a los niños. Visibilizar la construcción que hay del capitalismo totalmente taylorizada. La idea de que cada uno cumple una función específica y determinada es algo que muchxs putas venimos a poner en jaque. Visibilizamos una multifocalidad o una forma más abierta de mirar otras prácticas de sensibilización que se dan en torno a lo que es trabajo. Yo, por ejemplo, considero trabajo el “onda novie” que es como le digo a mis servicios. Es una práctica sensible de mercantilización. Después esa idea de los filósofos de que el amor no puede ser un negocio con lo que se encubre la explotación doméstica y sentimental. Les putas visibilizamos esos saberes sociales que tienen que ver con la eduación, la transmisión, los afectos, saberes siempre feminizados y que, en realidad, sostienen la maquinaria del capitalismo.

 

Es interesante esa idea del trabajo multifocal…
Claro, el trabajo sexual, por ejemplo, es una posible educación sexo-afectiva, incluso, para nosotres mismes. Hay prácticas y tipos de vínculos que no sabíamos que podíamos desarrollar antes de ser trabajadoras sexuales.
 

 

¿Cómo te relacionás con la realidad de las putas no visibles?

Para mí básicamente son trabajadoras precarizadas, no veo ahí otra cosa.

 

Desde una postura abolicionista se diría que no es un trabajo, no es un trabajo elegido, que son  “víctimas del patriarcado”…
Para mí que soy pobre mis elecciones laborales fueron tres: tranza, policía o puta. Mi familia es policía, mis cuatro hermanos son policías que se novian con otros policías. Y me molesta cuando dicen: “¡Ay no, los pobres no tienen opción, por eso son policías”. ¡No, yo fuí puta! Sigo siendo precaria pero estoy menos pobre que cuando era mantenida por mis hermanos policías. Las opciones de las travas también son esas. Están decidiendo ser putas frente a otras decisiones que son horribles como ser cartonera, como ser tranza, como chorear. Porque también los pienso como trabajo a todos estos lugares. Es un problema de estructura de clase. Pero un poder de decisión mínimo en toda la maquinaria siempre hay. Hay un montón de travas trabajando en los talleres de Awada y no veo que estemos debatiendo sobre las travas que están siendo explotadas en la industria textil. También, podrían ser chorras como las travestis de Stonewall. ¿De qué te pensás que vivían las que inician la revolución queer?. O sea, eran inmigrantes que se prostituían y vendían drogas. Ahí hay decisión.
 

 

¿Y qué hacés en los talleres que organizás?

Los talleres los hacemos con Lixxo, mi marido de este momento. Armamos dos talleres con dos deseos: cuestionar la monogamia y la heterosexualidad. En “Etica afectiva. ¿Cómo construímos comunidad?” nos encontrarnos con ciertas preguntas desde el caos, desde la confusión y desde el desorden, intentando no caer en lo políticamente correcto y poder pensar colectivamente lo que nos pasa singularmente cuando nos vinculamos. Me interesa que podamos dejar de considerar como un valor extremo la exclusividad sexual y la exclusividad emocional. Pero tampoco me cabe ponerme yuta ni que nadie en los talleres se ponga yuta. No es burlarnos del paki porque se comporta como tal. No es un espacio que no está abierto a pakis. Si, a poder pensar colectivamente qué de ese estilo de vida es conciente y qué tengo naturalizado. Es un laboratorio colectivo abierto que se va armando en el momento a partir de los cuerpos presentes ahí. Hay momentos de escritura y momentos de terapia sexual. No tenemos certezas pero sí algunos presupuestos: el amor es un imperativo como nuestra felicidad, la monogamia es un régimen político donde vos depositás demandas, expectativas. Pero tampoco les monogámiques ni les heterosexuales son les enemigos. Hay que entender que no son identidades esenciales sino la producción de una régimen político que tiene prácticas, discursos. Y a partir de ahí pensar que prácticas sociales o que tipos de cosas como herramientas me pueden servir para construir otro tipo de comunidades, de vínculos, para imaginar otras formas de relacionarnos posibles.

 

Y el taller “Usos reflexivos de los placeres o ¿qué hacemos con nuestros cuerpos?”

Para mí ese taller se trata de los pasos para hacer una orgía. En este estamos buscando cómo liberar y hacer una orgía. Tiene que ver con poder construir espacios de deseo sexual, frente al punitivismo actual donde todo se convierte en escrache o “irresponsabilidad afectiva”. Nos preguntamos cómo cojemos. Si hay normas que nos hacen cojer de una manera no demonizarlarlas inmediatamente. No caer en esos lugares de que si cojés como paki ya está mal, si lo único que haces es chupar pija y ponerte en cuatro está mal. Posibilitamos juegos con juguetes, dinámicas que tienen vestimentas, producción de fotos, videos. Y en algunos lugares cuesta más porque el problema no es sólo la monogamia sino que también es la endogamia. Esta cosa de los grupitos de amigos pegajosos, que de repente no se puede coger. Y en este taller buscarnos manera de culiarnos más entretenidas.

 

Info talleres Hoy y mañana y también la semana que viene: pichonreyna@gmail.com

 
 

 

 
 

Novedad de Caja Negra Editora: La ofensiva sensible // Diego Sztulwark

LA OFENSIVA SENSIBLE

Neoliberalismo, populismo y el reverso de lo político
Colección: Futuros Próximos
ISBN: 978-987-1622-81-8
Páginas: 192
 
 

«Durante el siglo XX creíamos que los actores de la historia tardo-moderna eran esencialmente tres: el capitalismo liberal-demócrata, el fascismo en sus diferentes formas, y el comunismo como proceso de redistribución igualitaria de la riqueza y de emancipación social del trabajo asalariado. Esta creencia era errónea: solo hay dos alternativas, que se juegan entre la posibilidad del comunismo y la realidad del capitalismo neoliberal respecto del cual el fascismo es su evolución necesaria. El neoliberalismo, dice Sztulwark, no es contrarrevolucionario porque se enfrente a una revolución, sino en la medida en que su odio es por naturaleza contrainsurgente, un rencor preventivo ante toda potencial insolvencia. Insolvencia significa autonomía respecto de la explotación del tiempo de la vida y de la naturaleza.» Franco “Bifo” Berardi

«Este libro es representativo de una búsqueda que se despliega más allá de las oposiciones que nos atrapan hace tiempo y que es mi búsqueda también. Indagar fuera de las polaridades acostumbradas, por el lado de atrás, en el reverso de las opciones que nos presenta la política de Estado, que son alternativas bajo el rayo del sol. Pero la luz del día no solo muestra sino que también oculta cosas: esas vidas que se desarrollan en los pliegues de la tierra como la única forma de sobrevivir en un mundo totalizado por el proyecto histórico del capital y del desarrollo. Lo que sabemos, por lo que nos han ensañado los pueblos, es que los afectos y las sensibilidades se desarrollan mucho mejor en esos pliegues.» Rita Segato

La historia latinoamericana reciente plantea un difícil interrogante: ¿cómo es posible oscilar de manera tan vertiginosa entre gobiernos neoliberales cada vez más totalitarios y proyectos progresistas de raigambre popular? Diego Sztulwark propone abordar esta coyuntura de manera micropolítica, prestando atención a las formas de vida ligadas a determinado orden político y remitiéndolas a una trama sensible de consumos, lazos sociales, usos del tiempo, modos de habitar los territorios o de concebir la amistad. Desde esta perspectiva, el neoliberalismo ya no puede ser visto simplemente como un partido a derrotar en las urnas sino como un dispositivo de subjetivación que apunta, más allá de los ciclos históricos, a adecuar la intimidad de nuestros afectos y deseos a la valorización mercantil. La pregunta por la capacidad de inventar una vida no-neoliberal se juega entonces en el potencial que emana de todo aquello que se resiste a tal adecuación, es decir, del malestar. Se hace necesario pensar la inclusión –en términos de consumos y derechos– como método y premisa, pero no como modelo y finalidad: una apelación a fuerzas capaces de poner en crisis los dispositivos de mercado y de favorecer una perversión generalizada de la racionalidad neoliberal.

Colección: 

Sin permiso // Diego Tatián

 

La reciente entrevista a Horacio González en el sitio de la Agencia Paco Urondo es un gran documento sobre todos los temas relevantes por pensar, en un momento tenebroso del que la Argentina afortunadamente ha comenzado a salir. El estilo de conversación que propone González es discutible, en el más alto sentido de la palabra. Motiva discusiones, las eleva, las encuentra donde no se las advertía, no sucumbe a la sordidez del griterío. Un estilo intelectual que nunca pierde la gentileza, el argumento del interlocutor, el arte de escuchar. Un punto de partida para orientarse hacia el país en el que nos gustaría vivir.

El odio al pensamiento es tan antiguo como el pensamiento. Lo acompaña como su sombra. Lo acecha. Un devaluado candidato a vicepresidente reacciona (en el sentido reaccionario del término) con una ironía que oculta mal la entraña inquisitorial que nos tiene reservada, si llegara a encontrar las condiciones -que el pueblo argentino le denegó el 11 de agosto- para hacer prosperar su tristeza. La oculta mal, en efecto, porque no basta ser sordo para ser Beethoven, ni ser tartamudo para ser Demóstenes, como escribió alguna vez un gran intelectual reformista que conocía bien el odio contra las ideas y no hizo otra cosa que pensar contra Córdoba –donde la admonición hacia quienes se atreven a decir algo por fuera de lo establecido campea con particular intensidad.

Una palabra de Horacio González referida a la historia y la cultura es capaz de conmover a la Argentina. Desperezarla, cuidarla en su tradición más entrañable bajo amenaza, renovarla en su vitalidad, reponerla de una asfixia, sin sucumbir a los mecanismos de intimidación (¡tantos!) con los que se procura inhibir el pensamiento libre. El pensamiento libre al modo gonzaliano es potencia que, precisamente por la sobreactuación de escándalo que reacciona contra él, no se logra conjurar sino más bien al contrario: le es así proporcionado un marco de violencia que resalta aún más la nobleza que aloja. Que esa violencia irrumpa con tanta nitidez evidencia la necesidad de que las palabras sean dichas con la libertad y lucidez que la entrevista en la APU se permite.

No hay permiso para pensar. Un correctismo insoportable se extiende en todas direcciones (no solo en los medios) y se complementa con el “discurso competente” que se arroga la pretensión de  marcar el límite de lo que puede ser dicho, y por quién. Más precisamente se lee en un viejo ensayo de la gran filósofa brasileña Marilena Chaui: “El discurso competente es el discurso instituido. Es aquel en el cual el lenguaje sufre una restricción que podría ser resumida así: no cualquiera puede decir a cualquier otro cualquier cosa en cualquier lugar y en cualquier circunstancia. El discurso competente se confunde con el lenguaje institucionalmente permitido o autorizado, esto es, con un discurso en el cual los interlocutores ya fueron previamente reconocidos como poseedores del derecho de hablar y escuchar, en el cual los lugares y las circunstancias ya fueron predeterminados para que esté permitido hablar y escuchar y, en fin, en el cual el contenido y la forma ya fueron autorizados según los cánones de la esfera de su propia competencia”.

La tenaza censora que forman la chabacanería mediática y la indignación a la que suele ser afecta parte de la academia (“sobre esto nosotros ya lo hemos dicho todo, y quien quiera decir algo deberá pedirnos permiso…”), no logran su propósito. El tiempo que viene deberá sin embargo afrontar esto –proteger lo que favorezca el retorno de las ideas políticas y la discusión libre- con urgencia y con seriedad. El neoliberalismo produce, además de una insoportabilidad social, una asfixia cultural, un régimen de afectos tanáticos y finalmente una sociedad inhabitable (entre otras cosas porque destruye las mejores tradiciones liberales), para salir de la cual será preciso mucho más que reactivar la economía.

En tanto, hay quienes como Horacio González hablan, escriben y piensan sin pedir permiso. Y miles tan agradecidos de que ello ocurra.

 

Córdoba, 26 de septiembre de 2019

Fuente: Tecla Eñe

Por qué no me cabe la Bresh: arte y política // Iván Horowicz

 

Pop para divertirse” Micky Vainilla.

 

El arte no es un espejo para

reflejar la realidad, sino un

martillo para darle forma

Bertol Brecht

 

Nunca fui, ni quise ir, ni me llamó la atención el mambo de la Bresh. En primer lugar porque no tenía plata para una entrada de $200. Bah, $200 valía en el 2015, $445 la que se hizo el sábado por el día de la primavera. En segundo lugar porque tal vez si escarbo y me ordeno consigo la plata, pero estoy políticamente en contra de gastar $445 en una entrada a una fiesta, a menos que toque algún DJ o artista que valga la pena, y entonces no estoy pagando la entrada a una fiesta, sino que estoy pagando un show y el trabajo creativo. En tercer lugar, y por sobre todo lo anterior, porque me molestan los productos de consumo para la clase media progresista.

Es claro que la Bresh a pesar de su fachada progre, sus celebridades invitadas y su publico de jóvenes egresados de los secundarios preuniversitarios de la UBA, se define abiertamente como un negocio, como un emprendimiento capitalista que busca lucrar. Y ojo, esto no es chicana, es reconocer la honestidad de los que intervienen en la oferta y la demanda del mercado cultural.

La Bresh no vende pescado podrido, y no nos mete la palabra arte donde va la palabra mercancia. Es verdad que en algún punto todo deviene mercancía en el capitalismo, y la obra del artista no escapa a la afirmación. Hasta las pinturas que se autodestruyen de Banksy devienen mercancías una vez igualadas con las demás a través del dinero. El problema reside en cuál dimensión de la mercancia/arte predomina, si la de valor de uso o la de valor de cambio. O mejor dicho, si el “valor de uso” del arte es el de vislumbrar lo que no vemos. Muchas veces (o todas) es las dos cosas a la vez, y bienvenido sea. Personalmente las fiestas electrónicas me gustan mucho, y ese estado de éxtasis colectivo y creación artística en primera plana del DJ encastra a la perfección con los patovas, los boliches, un circuito internacional de DJ’s multimillonario y el narcotráfico. El consumo de MD es a la vez esa resistencia a la rutina y la complementación de la rutina. Es a su vez la pregunta sobre por qué debería parar la fiesta alguna vez cuando se puede bailar hasta el infinito, y el hecho de pegársela los findes para ir de lunes a viernes a la oficina en microcentro.[1] La cuestión reside en qué tan asumida tenemos esta contradicción, y principalmente, qué tanta disruptividad genera lo que estamos realizando. Me propongo atender en estas lineas a la actualidad de la “militancia cultural/artística”. La militancia cultural/artística se suele dar, como muestra de los problemas de la militancia y de la fragmentación en la siguiente disyuntiva: con una fuerte distancia de otras formas y campos específicos de la militancia o como maqullaje duranbarbista de las demases.

Cuando hablamos de “arte político” nos enfrentamos ante la siguiente paradoja: si definimos que político es todo, no hay arte que no lo sea. Todo es, para los sociólogos, construcción social. Todo es, para los antropólogos, cultura. Deberíamos entonces decir que lo nuestro es “arte político” porque se pretende político, porque se hace con una vocación política, porque tiene la intencionalidad de serlo.  Dentro de esa intencionalidad, por motivos que no vamos a desarrollar en estas líneas, prima en la actualidad y en el sentido común militante, una idea de arte político como “instrumento” del mensaje.

Cuando militaba en secundarios y hacíamos las manifestaciones, el rol de los colegios artísticos era hacer “más linda” la movilización, casi en términos estéticos. Pintar pibes, pancartas, meter batucadas, muñecos de Macri, etc. El arte era la manera de estetizar la marcha. Durante mis experiencias de militancia orgánica, los compañeros de organización definíamos que lo que hacía el frente de artistas era “hacer atractiva” a la misma. Es que en esta concepción de arte político, el arte en sí es herramienta. Y no es que pretenda faltarle el respeto al potente martillo transformador de Brecht, pero del arte herramienta a la política del flyer, si uno lo piensa, no hay tanta distancia.

A mis 19 años tuve la suerte de participar del último tramo de la toma de la Sala Alberdi. Más bien, mis amigos/compañeros estaban activando el espacio hace rato, y en ese proceso de sumarme al colectivo participé con timidez del último tramo del conflicto. Ante los detractores de la Sala Alberdi, la toma tuvo en su último tramo una gran cantidad de problemas evidentes que las organizaciones de izquierda se han ocupado de criticar macartistamente en su momento y no es a ellos a los que quiero hacer referencia, todo lo contrario. Me interesa más bien rescatar sus aciertos. En la toma de la sala Alberdi, el arte no era la herramienta del mensaje. El arte era el mensaje en sí. Cientos de artistas callejeros de la ciudad se habían congregado en un lugar para tomar y defender una sala de arte de un centro cultural del gobierno de la ciudad que el macrismo pretendía cerrar.  En su existencia como proceso colectivo, la toma inciada en el 2010 mostraba: El desmantelamiento del estado de bienestar por parte del neoliberalismo; El arte custodiado y encerrado por les burgueses para aquelles que pudieran acceder a el, o sea, elles mismos; El carácter represivo fascistoide/autoritario del macrismo; la aplicación de un método de lucha efectivo, en conjunto a las tomas de secundarios del mismo año para enfrentar al macrismo en la ciudad. La toma duró aproximadamente 3 años, y tuvo la participación de grandes del teatro callejero como el payaso Chacovachi[2]. También contó con el apoyo de reconocidas celebridades, como Enrique Pinti, Natalia Oreiro y Sofia Gala entre otros. “El teatro de los que no tienen teatro” funcionaba de manera asamblearia, llenándose de variettes, dándole vida a formas colectivas de intercambio artístico entre sus pasillos de carpas. La primera vez que escuché la canción de los partisanos, antes del ensamblaje netflixeano y la casa de papel, fue a través de la Sala. La canción, hecha con la melodía partisana profesaba que cuando quisieran desalojarnos, tomaríamos el Colón.

No es siempre necesario ocupar por la fuerza propiedades del estado para que el arte sea disruptividad, y no mero maquillaje. Me consta cada vez que procedo a acercarme a alguna de las múltiples expresiones en sus distintos formatos que llevan adelante mis amigues artistas. Me propongo mostrar la distancia abismal entre una y otra concepción. En el medio de los dos ejemplos chapotea el progresismo cuando hace arte prefabricado. Una obra sobre la dictadura en la que los militares son malos y los militantes son buenos, para un público que marcha los 24 de marzo, nos reafirma lo que ya sabíamos antes de entrar y busca que sintamos lo que ya habíamos sentido respecto a un mismo hecho. Una obra de teatro sobre las disidencias LGTB en la que se gritan consignas en clave memotécnica que pretenden ser emocionantes mientras los personajes, próceres próceres de la comunidad LGTB nos relatan su vida en clave obra escolar de Belgrano. No quiero que se mal interprete, no es que crea que el arte político ya no pueda tocar ciertas temáticas, o que las mismas se encuentren agotadas. Más bien quiero marcar la distancia entre lo político y lo políticamente correcto. Lo político es lo que se pasa de rosca, me dijo una vez un amigo. La obviedad superficial, lo que ya imaginábamos, de irreverente tiene poco.

En definitiva, ¿Cuál es la diferencia entre lo que llamo “productos de consumo progres” y arte político?

Para decirlo a grandes rasgos lo primero está hecho para reafirmarnos mientras que lo segundo está hecho para incomodarnos. Si los productos de consumo progres nos dicen lo que queríamos escuchar de antemano, el arte nos muestra lo que no tenemos tan claro, lo que existía en nosotros y no sabíamos, lo que existe como parte de la sociedad y no habíamos podido vislumbrarlo. El producto de consumo progre está hecho para ser consumido y desechado.

La política de una juventud artística y disruptiva, la de nuestra generación, debería estar lejos de las fiestas bresh y el duranbarbismo audiovisual de instagram, pero cerca de las viejas ideas de vanguardia artística. La comedia más cerca de Capusotto, y más lejos de Pedro Rosemblat. La propuesta más cerca de Tucumán Arde[3], y más lejos de los hashtag pegadizos. 

[1]    Para saber más sobre la relación entre las fiestas electrónicas y nuevas formas de resistencia leer “Rayos Solares Barrocos” de Mark Fisher.

[2]    https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/teatro/chacovachi-el-payaso-punk-de-parques-y-circos-diversos-nid1650443

[3]    https://contrahegemoniaweb.com.ar/tucuman-arde-politica-y-arte-en-llamas

Luche y Goce (Afectos extraviados en John William Cooke) // Ignacio Veliz

                      

                                                           A Ezequiel Fanego, Sofía Aguirre y Franco Castignani.

Por el amor que sentimos aquella noche.

Escenas perdidas

(I)            Años sesenta. El Gordo Cooke estaba en París parando en una pensión con una bañera enorme (sólo para él). Un día, entra en contacto con una persona que le comparte unos manuscritos originales de Sartre, los guarda en el bolsillo y se dirige a un cine cercano a concretar unas de sus pasiones: las películas de Cowboys. Ya en el cine, se topa con una publicidad, de esas que pasan antes de las películas, que lo inquieta a tal punto que hace que se levante y abandone rápidamente la butaca. Se trataba de una publicidad de un shampoo especial (francés, obvio) para hacer baños de espuma. Cooke llega a la tienda, compra un frasco, y regresa rápido a la pensión. Cuando llega, entra al baño y dada la torpeza que lo caracterizaba vierte el frasco entero en la bañera. El agua, como era de esperar, empieza a rebalsar y a inundar todo el baño. El Gordo, desesperado, busca en el bolsillo y toma el primer papel que encuentra para impedir que el agua avance.

Adiós a los manuscritos de Jean Paul

(II) El hijo de Alicia, Pedro, llega por la tarde a la casa de Montevideo en la que vivía junto a su madre y John, durante el exilio. Al entrar en la habitación, encuentra al Bebe dormido en una silla con varios frascos abiertos de anfetaminas, cientos de hojas desparramadas y muchas de ellas prendidas fuego. Se había quedado dormido con un cigarrillo prendido, se despertó por el humo, apagó el módico incendio, siguió escribiendo y se volvió a dormir. En la silla.

(III)           La noche previa a su última operación, Cooke, estaba en su departamento acostado por el dolor que le provocaba el cáncer de pulmón. Al parecer todos, incluso él, sabían que era muy poco probable que sobreviva a aquella intervención. Pero en un momento se levantó, se calzó su bata roja de seda, se sirvió un vaso de whisky, colocó un disco de fox trot y bailó sólo toda la noche. Alicia lo espiaba por detrás de una ventana                                                              

           Escenas perdidas que retornan en anécdotas, contadas de pasillo, hace años, como quien cuenta una trasgresión, son la materia viva desde la cual partimos. Empiezo por aquí porque las anécdotas son lo mejor que tenemos para pensar a un amigo; “materia ensoñada” (León Rozitchner) de la que se compone toda amistad y, en especial, las amistades políticas. Diego Sztulwark, dijo alguna vez, que los amigos políticos no son aquellos con los cuales tenemos afinidades de ideas, consumos o compartimos secretos, sino que son aquellos que nos ayudan a desafiar juntos una época. También podría decirse que una amistad política supone cohabitar (sin saber muy bien porqué) un territorio inconsciente que se extiende más allá de toda época. Y que nos hace familia, aún sin necesidad de conocernos, sólo por el hecho de descubrirse en gestos, escritos o en una buena fiesta bailando. Cooke, puede pensarse así, como un gran amigo político. Una vida abierta, suspendida en el tiempo, en el que el afecto que nos produce leer sus escritos, escuchar sus anécdotas, se prolonga como una respiración distinta ante las encerronas en las que estamos metidos.

¿Por qué estas anécdotas son escenas calladas, contadas en off, no incluidas en ninguna biografía “política”? ¿Qué se juega en ese recorte? Me animo a decir que en la mirada de un autor que excluye tramos de la vida de una figura hay a su vez una mirada tácita de época que requiere de ajustes para confirmarse a sí misma como plena: para que todo cierre, sin protuberancias, ni restos incómodos. Escribir es pensar. Y pensar es ir en busca de esas protuberancias y restos turbios que como los primeros judíos que sobrevivieron a la destrucción del Templo, están desde el principio impidiendo todo cierre, haciéndonos recordar que una época nunca cierra plenamente. Siempre hay un resto que desmorona en silencio el suelo en el que estamos parados, liberando nuevos posibles cuando la cosa se pone heavy. Restos que habría que aprender a escuchar. Por eso, recuperar lo no recuperado de Cooke es homenajear una vida que insiste como resto incómodo, un pliegue confuso, deforme: su anti catolicismo en pleno concilio vaticano II y auge de la teología de la liberación, su clasismo y anti capitalismo dentro del peronismo, el consumo de drogas y su pasión por la noche y el tango, el romance abierto (no monogámico) con Alicia en medio de viajes, exilios y cárceles, son rastros de una anatomía corporal en estado de exceso. Un cuerpo gordo y gozoso que quizá sea la metáfora encarnada de un desborde que siempre nos espera. Casi como un susurro, en secreto, el Gordo vive diciéndonos…. “la van a pasar bien” si nos animamos a hibridizarnos, a no jugar al achique y soltar, aunque sea un poco, el confort de las doctrinas.  

 

 

Fragilidad y potencia

            Las escenas de disfrute en Cooke son huellas que nos permiten abrir un plano desconocido para las técnicas de politización habituales. Un plano en el que el deseo, la sensualidad y el disfrute de las “intimidades breves” (Ezequiel Fanego) no constituyen una materia a excluir en nombre de una lucha liberadora sino que, por el contrario, son sus insumos básicos. ¿Qué le pasa a nuestra generación con el disfrute? ¿Sólo es posible ahondar en una crítica radical conectados desde el dolor? ¿Heredamos, quizá, La Culpa de haber quedado con vida?

 Si asumimos lo que ya muchos compañeres[1] vienen planteando de que la lucha política contra el neoliberalismo a nivel de la disputa electoral expresa una lucha silenciosa en y por los modos de vida, ¿Qué modo de vida estamos produciendo como alternativa al ajuste anímico, la depresión y la gorra macrista?  ¿Tomamos nota de que la derecha asesina de este país nos supo ganar tomando como suyos los enunciados de cambio, alegría y felicidad? ¿Es posible, como dijo Judith Butler, “llevar una buena vida en una mala vida”? La imposibilidad del disfrute en tiempos de ajuste, ¿cuánto hay de “que no cierran las cuentas” y cuánto hay de auto castigo inconsciente?

 

                       El Gordo y Judy bailan y se acarician, suavemente, toda la noche.

 

            Si bien sentimos en el día a día los efectos tóxicos del revanchismo gorila, anti pobre y misógino del macrismo como el estar atravesando un valle de lágrimas, donde La Culpa es nuestra “por haber vivido por encima de nuestras posibilidades”, muchas veces la disyuntiva en el registro simbólico de los activos militantes se presenta de tal modo que pareciera que los sacerdotes fuéramos nosotros. Como si hubiera un hiato entre lo que nos pasa de verdad y lo que nos representamos. Allí, la fórmula ideológica del catolicismo social muy influida por la Teología del Pueblo (hoy hegemónica con aval Vaticano) emerge de las napas arcaicas de los legados militantes, traduciendo el conflicto en términos de una lucha entre un comunitarismo altruista contra el individualismo hedonista del neoliberalismo. Estamos maniatados. En una dicotomía que diseca, que no tiene nada que ver con lo que nos pasa y que en los hechos bloquea la posibilidad de encontrarle la vuelta a cómo derrotarlos.

 

¿Por qué nos cuesta tanto dejarnos llevar y conectar con el disfrute “banal” y “egoísta”?

 

“Tengo el deseo de verla caminar y moverse cerca de mí, mientras su cara conejil se anima y profiere impertinencias y los lugares van quedando contaminados con su coquetería insoportable. Ya ve, que humildes son mis deseos. Venga a verme. La llamo apelando a los lazos indestructibles que unen a los conspiradores y a una relación de la cual lo menos que podrá decirse (en el peor de los casos) es aquella otra frase «questa é una piccola aventura; patética, milagrosa e quasi ď amore”.

                                                                               John.

(Carta a Alicia, desde la cárcel de Las Heras. 1956)

 

Arriesgo. Disfrutar es un modo de fragilizarse. Y la fragilidad, como la precariedad (Butler) o la incompetencia (Cus Cus Castignani) son constitutivas de aquellas experiencias humanas negadas por una concepción dominante de poder, fundada en imágenes de control y omnipotencia. Imágenes que no sólo sostienen el ejercicio personificado del capital a costa de las vidas de los otros (y sobre todo, de las otras), sino que a su vez la negación (inconsciente) de la propia fragilidad suele ser el imaginario que sostienen las estrategias de lucha y supervivencia de las clases subordinadas. Los liderazgos, las organizaciones populares, suelen estar moldeados por este fantasma, en el que se exacerba una idea de poder-macho, heroico, omnisciente, que controla, que todo lo puede en los peores momentos y que todo pasa por Él. Si “la organización vence al tiempo” ¿Será porque “el macho nunca muere”? ¿O porque es incapaz de advertir su propia muerte? ¿De qué tipo de organización hablamos? ¿Qué modelo de conducción es la que todavía no quiere perecer? Si el disfrute es una experiencia humana conectada con la fragilidad, la precariedad y la incompetencia qué decir de la muerte y de aquella que asoma en primera persona. 

 

«Si usted no ha hecho un pacto con el Diablo y como me temo, sigue siendo mortal, cuando usted desaparezca también desaparecerá el movimiento peronista, porque no se ha dado ni la estructura ni la ideología capaces de cumplir las tareas en la nueva era que ya estamos viviendo. Somos peronistas porque está Perón. Cuando Perón no esté, ¿que significará ser peronista?”

               

                                                                                                           (Carta de Cooke a Perón. Correspondencias.1963)

 

 

Agujerear la masculinidad de Perón. Mariconearlo radicalmente, sin medias tintas. O, mejor dicho, mostrarle sus agujeros, puede pensarse no sólo como una irreverencia al Jefe sino como una búsqueda política que asume que dar lugar a la propia fragilidad es la condición de toda potencia.

Ya lo dijimos, El Gordo y Judy bailan y se acarician, suavemente, toda la noche.

 Aprender a fragilizarse no es otra cosa que desandar en el propio sujeto aquellos yugos omnipotentes que quizá fueron, en alguna situación pasada (propia o heredada), lo único a lo que pudimos apelar para sobrevivir. Por eso, no es casual que un cuerpo que disfruta, como el cuerpo de Cooke, sea aquel que pudo elaborar una crítica aguda a las categorías de poder de la derecha, que tenemos encarnadas y que nos juegan mal cuando la cosa se pone heavy

“Lo burocrático es un estilo en el ejercicio de las funciones o de la influencia. Presupone, por lo pronto, operar con los mismos valores que el enemigo (…) Pero no es exclusivamente una determinante ideológica, puesto que hay burócratas con buen nivel de capacidad teórica, pero que la disocian de su práctica, y en todo caso les sirve para justificar con razonamientos de “izquierda” el oportunismo con que actúan.”  (Cooke. Peronismo y Revolución. 1966)

Hibridez y Singularidad

Un cuerpo que se distiende abre otra forma de concebir el poder, quizá más útil para lo que estamos buscando. Ya que al gozar, agudiza un mapa de percepciones sobre aquello que le hace bien y aquello que le hace mal. En otras palabras, un cuerpo que aprende a disfrutar se singulariza, dado que se desplaza del terreno de la Moral y entra en el terreno propio de la Ética. Se desprende del “Bien y el Mal” como valores absolutos, trascendentes y deshistorizados a los cuales hay que obedecer y toma una posición de acuerdo a lo “bueno y lo malo” (Deleuze), es decir, aquello que anula o incrementa la capacidad de obrar. Por ello, se trata de un cuerpo situado, que asume su extensión en lxs otrxs, dando lugar a que retumben todos aquellos otros (y fundamentalmente Otras) de los cuales está hecho. Por eso un cuerpo ético es en un cuerpo que no obedece a imperativos sino que intenta algo más difícil y sutil: pensar. El cuerpo/Cooke, en este sentido, es un cuerpo ético que piensa y arriesga, y al hacerlo, se hibridiza ya que conecta con los claroscuros de la vida en esa situación. 

 

Sigue bailando, se aleja de Judy y se cruza con Mark; se miran la boca, se tientan.

 

“Intelectual sin ser académico, popular sin ser populista” (Fisher) puede ser una fórmula útil para pensar la ilustración plebeya de Cooke. Una apuesta por la teoría crítica en un contexto hostil como lo era (y lo es) la militancia peronista para todo aquello que suene a “intelectual”; una apuesta que a su vez, en un mismo gesto, toma distancia de los distintos purismos dogmáticos de la época: por izquierda, la tendencia a juzgar desde valores preconcebidos la experiencia de la clase trabajadora peronista, o por dentro del movimiento, cierta mirada folk a la que ciertos intelectuales apelaban para presentar al justicialismo como la encarnación de una esencia nacional. Ambas posturas intelectuales, ya sea en su tarea de deslegitimación o de legitimación, son vínculos planteados en exterioridad. En Cooke, en cambio la tarea intelectual no supone pararse por fuera del código para explicarlo sino ingresar al código y astillarlo. Y no salir indemne. Salir con astillas cruzadas en todo el cuerpo y sostenerse desde allí, habitando la tensión y el límite: peronismo/anticapitalismo, autonomía obrera/institución burguesa. ¿No nos dice nada que aquel que sostuvo la necesidad de una política autónoma de la clase trabajadora dentro del peronismo sea el mismo que accedió a la real politik de la mano de una “rosca” que dejó afuera al noble Partido Laborista[2]? La des-identidad en Cooke, lo inclasificable ¿Un modo de recoger el desafío político que arroja el capitalismo? “Capitalismo: ese extraño hibrido de lo ultra moderno y lo arcaico” (Fisher). Mark y el Bebe se rozan y lo saben, jugando en un mismo suelo de batalla ambivalente, impuro llamado Capital, donde nada es per se conservador o revolucionario, donde no hay un sujeto colectivo dado de antemano, portador de una esencia liberadora.  

«Los enamorados del peronismo y del gobierno no advirtieron nunca que todavía había etapas más adelantadas que cumplir. El programa del 45´era un programa…Bien. Pero había que ir renovándolo. El concepto de justicia social en una economía en etapa ascendente no es el mismo que en una economía en receso. Durante un tiempo, el país pudo darle a todos sin quitarle a nadie, pero llegó un momento en que había que quitarle a los que tenían para continuar la obra de desarrollo (…) Un movimiento de masas o profundiza o cae.» (Cooke, entrevista en la revista En Marcha. 1965)

No es casual que un cuerpo híbrido y desbordante sea aquel que cuestione, con la misma radicalidad, los fundamentos absolutos de la izquierda gorila y del peronismo folk. Un cuerpo que atraviesa intensamente los matices, los pliegues y los interrogantes de una coyuntura requiere de-sujetarse de abstracciones deshistorizadas. Por eso, en la huella de Cooke late la promesa de una política sin dioses, en el que los grandes valores absolutos (el Pueblo, la Clase, el Líder, La Orga) no ocupan más lugar del que ya tienen, sin tapar los vacíos que nos dejan los fracasos. “Sólo nos tenemos a nosotros mismos” cae como un relámpago de memoria de luchas, donde la resistencia peronista nos cita en secreto cada vez que la cosa se pone heavy. Por lo tanto, hablar de singularidad no es fácil, no es sólo una palabra cool para escribir en un paper, singularizar es una tarea colectiva y personal, en soledad y con otrxs, un esfuerzo creativo de aceptación de lo precario que es vivir. Aceptar, y alegremente, que la única materia con la que contamos para inventar una alternativa son nuestras propias vidas, con sus cuerpos y sus historias. Cooke, algo de esto sabía.

 

Un dialogo difícil, pero posible: Cooke y Les Pibes Orgas

 

Alejado del derrotismo frígido de la izquierda y el exitismo omnipotente de un peronismo mal digerido, Cooke ensayó hipótesis políticas que quizás sean útiles para conspirar juntos una salida. 

Su regreso al país, luego de Cuba (y del fallido intento de que Perón gire su posición y deje la España de Franco por la Habana de Fidel) estará marcado por la gestación de la ARP[3] y una dedicada tarea de orfebre en la cualificación política de los cuadros de base peronistas. Una apuesta por la singularidad y su potencia expansiva, un trabajo invisible, de catacumbas. ¿Romantizar “lo simple y lo pequeño”? Para nada. Se trata de plantear que lo estratégico no es sólo un problema de programa, de aquellas medidas que se tomaran una vez que se acceda a la dirección del Estado. En Cooke lo estratégico pasa por el perfil subjetivo que una organización promueve, ya que allí se debate la posibilidad de abrir otra forma de vida deseable, en el mismo momento en el que se combate.

“Las atracciones libidinales del capitalismo de consumo deben ser enfrentadas por una especie de contralibido y no simplemente por deslibidinización depresiva” (Fisher).

La rigidez, la guardia en alto permanente, la falta de ternura, la solemnidad, son efectos comprensibles de tanto recibir violencias y terror, todo el tiempo. Pero si no hacemos el esfuerzo por distender, desbloquear y habilitar otros afectos en el momento mismo de la pelea, si ante el agobio y el “purismo garrón” (Lucas Ortiz) que propone el neoliberalismo ofrecemos en nuestros espacios más agobio y purismo garrón (pero revestido de retórica combativa), la suerte estará echada.

 

            Sabemos que las mayorías humanas temen, y en ese temor suelen optar por el padecimiento conocido antes que por la incertidumbre.

 

Sabemos que una acción colectiva que confronte con el poder implica exponer límites horribles que muy pocos quieren ver.

Si sabemos todo eso, y el proyecto que construimos no produce desde el vamos una forma de vivir distinta que respire libertad, que sea atractiva y sexy para todxs (incluso para aquellxs que a priori no nos acompañarían).

Nos quedaremos solxs, fríos y llenos de miedo una vez más.

                                              

                                                                      

[1] El colectivo Juguetes Perdidos, Diego Sztulwark y compas de Lobo Suelto.

[2] El Partido Laborista fue la primera y única experiencia moderna en el que una experiencia de base y sindical logra articular un instrumento político- electoral competitivo. Los principales dirigentes que habían gestado el 17 de octubre de 1945, inspirados en el laborismo inglés, fundan esta herramienta para ponerla al servicio de la candidatura del entonces Coronel Juan Perón, recientemente liberado. No obstante, éste último si bien acepta la candidatura, convoca a un puñado de radicales para ampliar su base y no quedar condicionado por el laborismo. El armado de listas reflejó dicha astucia y los laboristas quedaron afuera de la vice-presidencia y de lugares significativos en las listas.

[3] Acción Revolucionaria Peronista. En dicha agrupación se formarían varios cuadros militantes que posteriormente integrarían las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas) y el PB (Peronismo de Base).

El fracaso del psicoanálisis. Hipótesis para un manifiesto // Cátedra Felix Guattari + Psicoanálisis y Marxismo. ¿Fracaso del psicoanálisis? // Lila María Feldman

Psicoanálisis y Marxismo. ¿Fracaso del psicoanálisis? // Lila María Feldman

Marie Langer, psicoanalista pionera del psicoanálisis en la Argentina, decía: «Freud y Marx han descubierto por igual, detrás de una realidad aparente, las fuerzas verdaderas que nos gobiernan: Freud, el inconsciente; Marx la lucha de clases». Puede el psicoanálisis resolver lo segundo? Debe hacerlo, es su propósito? Si no lo hace, entonces postulamos que fracasa? Está en crisis? Sería posible pedirle al Marxismo que se ocupe del inconsciente? En todo caso, el psicoanálisis puede y debe interrogarse por su ética y su política, en su praxis, en su teoría y en sus instituciones, en su época, en cada época (hoy en particular, en estos tiempos de primacía neoliberal, pero también de avances y luchas feministas y antipatriarcales).
En el marco de debates y luchas políticas al interior, primero, y en contra después, de la más vieja, monopólica y conservadora institución psicoanalítica (la APA), que concentraba todo el poder regulando opresivamente el ejercicio profesional, (años 60-70) se dieron los desarrollos que cruzaban psicoanálisis y marxismo, así mismo enfrentando al poder y la práctica manicomnial.
Centralmente era una crítica al Poder, privilegiando en la profesión no la búsqueda de prestigio, status y logros económicos, sino desde el compromiso con la realidad social. Pensar a los psicoanalistas además, antes que nada, como trabajadores del campo de la salud mental.
Luego, es infaltable la referencia a León Rozitchner, también citado en el Manifiesto. León, releyendo «El malestar en la cultura» junto con la lectura de Marx, plantea que el capitalismo produce la negación de la propia agresión, que se vuelve contra uno mismo, en beneficio del sistema. Incluso propuso pensar al sentimiento de culpa, su génesis y su funcionalidad, como método de dominación social más potente. Señalaba que tanto a Freud como a Marx les interesaba poner de relieve la presencia de la cultura, en su dimensión histórica, en el seno del propio sujeto.
Langer, Rozitchner, como tantísimxs otrxs en la Argentina, en distintos momentos y circunstancias, se han ocupado de pensar sus puntos de encuentro, los debates y preocupaciones que acercaron Psicoanálisis y Marxismo. Este artículo se inscribe en esa historia, y coincidimos con los autores de este Manifiesto en señalar los efectos de silenciamiento y sepultamiento de tantos desarrollos del campo psicoanalítico como efectos de la última dictadura cívico- militar.
Somos muchxs lxs psicoanalistas que nos venimos ocupando del vínculo psicoanálisis y política, incluso de la política del psicoanálisis, y que sostenemos, y en este medio lo venimos haciendo, que el psicoanálisis es, también, una política. Eso no necesariamente coincide, muchos pensamos que no, con proponer una «clínica o práctica militante». Una clínica libertaria, que interrogue los vínculos del sujeto con determinadas servidumbres y vasallajes (internos y externos, el capital es uno de ellos) no es sinónimo de militar en la clínica. Nuestra posición no es la neutralidad pero sí lo es la abstinencia.
Por último, pensamos que el psicoanálisis se opone (en su mejor versión) a alienación, sumisión y opresión (en ese sentido se opone al mando neoliberal). En sus orígenes, el psicoanálisis fue una práctica que subvirtió un orden dado, se enfrentó a la doble moral burguesa, a los modos de concebir salud-enfermedad, fue un nuevo modo de pensar y tratar el padecimiento psíquico. El psicoanálisis, como toda praxis y campo de conocimiento, es un producto histórico social, y como tal se va recreando en el tiempo, con sus luchas, problemas, conflictos, etc. Pero por fuera de una idea de perfeccionamiento, adaptación y «progreso».
No acordamos en plantear al psicoanálisis, los psicoanálisis habría que decir, desde un esencialismo, respecto de lo que «es» o lo que «debería ser» en términos absolutos. Ni atribuir su denominada «condición burguesa» a una particular orientación teórica. Desde cualquiera de sus orientaciones teóricas puede quedar subsumido a algún poder, o propuesta de dominación, dentro y fuera del propio campo psicoanalítico.
Muchxs pensamos que el psicoanálisis, hoy, sigue siendo resistencia y revuelta, frente a los poderes establecidos.¿Fracasó, entonces, el psicoanálisis? ¿Está en crisis? Este texto realizado por la Cátedra Abierta Félix Guattari de la Universidad de los trabajadores, así lo plantea.

 

El fracaso del psicoanálisis. Hipótesis para un manifiesto

Cátedra Abierta Félix Guattari de la Universidad de los Trabajadores

“El psicoanálisis hoy parece estar condenado a empezar por el final. Se trata en esencia de transmitir una teoría; en el mejor de los casos de formalizar una teoría sobre cuyos fundamentos y alcances ya nadie se pregunta. No es necesario, puesto que si ella existe en la cabeza de nuestros “gigantes del sillón”, es porque el Poder fundamentará al Saber. Yo no hago metáforas: hasta tal punto creo que lo reprimido es Marx, que entiendo que solo es posible leer algunos libros escritos por psicoanalistas mirándolos del revés” Oscar Masotta en Leer a Freud.[i]

1.

No hay múltiples intereses del psicoanálisis. En la medida en que aún no hay ni siquiera uno de orientación marxista en el poder, tanto solo hay y no podría sino haber Un psicoanálisis: el de orientación burguesa. Un único interés del psicoanálisis: el de la clase de los capitalistas en tanto personificación del capital.

2.

Lucha de clases, también en la praxis psicoanalítica. O el psicoanálisis como un campo de batallas. “Sacarle el psicoanálisis a la burguesía” (objetivo político-táctico) se presenta como momento inescindible del proyecto de una reconstrucción intergeneracional de la teoría crítica de la sociedad capitalista (objetivo teórico-estratégico). La revolución socialista (objetivo político-estratégico) exige la elaboración de un psicoanálisis marxista (objetivo teórico-táctico) como momento de la reconstitución de la crítica radical de todo lo existente. Frente a la burguesía psicoanalítica, el interés antagónico de una orientación marxista del psicoanálisis no podría ser otro que el de la clase proletaria. En virtud de la “transformación subjetiva” que se impone como momento necesario de la “transformación objetiva” implicada en la revolución socialista, su elaboración se presenta como tarea urgente. Los tres problemas de grupos delimitados por Gilles Deleuze respecto a los desarrollos de Félix Guattari en Psicoanálisis y transversalidad conservan plena vigencia: “¿De qué forma introducir la lucha de clases en la práctica y la teórica psicoanalíticas, una vez que se ha asegurado que, de cualquier modo, el capital está en el inconsciente mismo?; 2) ¿Conviene introducir, y cómo, el psicoanálisis en los grupos militantes revolucionarios?; 3) ¿ Cómo concebir y formar grupos terapéuticos específicos, cuya influencia se extienda a los grupos políticos, y también a las estructuras psiquiátricas y psicoanalíticas?” (énfasis añadido por intervención textual).

3.

La orientación lacaniana del psicoanálisis (en sus diferentes tendencias públicas) es la forma concreta que asume, en las actuales condiciones históricas del capitalismo argentino, la orientación burguesa del psicoanálisis.

4.

La necesidad histórica del lacanismo como tendencia hegemónica del psicoanálisis burgués en la Argentina, no se explica sin la eficacia genocida de la última dictadura cívico-militar

5.

La caracterización burguesa del psicoanálisis hegemónico no refiere a una denuncia moral, una descripción sociológica, o sólo una delimitación ideológica. Responde, en lo fundamental, a un problema teórico y político. En términos decididamente teóricos, la orientación burguesa del psicoanálisis encuentra condición histórica necesaria en el fetichismo que caracteriza la conciencia enajenada. De allí la forclusión teórico-política de la “dialéctica de la modernidad” y la “inversión originaria” que la misma involucra. Se define entonces como una orientación producida a partir de la imposibilidad de introducir en su esquema que lo fundado en la moderna sociedad burguesa, es decir el capital, deviene fundamento de las prácticas sociales que asimismo lo producen, al auto-ponerse en inmanencia a las mismas como sujeto tendencialmente totalista del metabolismo social. En la escotomización de una tal inversión que hace al devenir social capitalista, estriba, por ejemplo: la necesidad teórica de postular un irreductible transhistórico desde el cual inscribir los resortes teóricos de la terapéutica. En lugar de delimitar y establecer un tal irreductible (pretender apoyar el resorte de la terapéutica en algo que no hay), un psicoanálisis marxista no podría sino orientarse en función de realizar la negación determinada de las mismas condiciones históricas involucradas en la producción de la experiencia del sufrimiento. En inmanencia a las condiciones objetivas que determinan la dominación, anidan las posibilidades de la emancipación. En inmanencia a las determinaciones objetivas que producen un sufrimiento determinado anidan las posibilidades materiales de su transformación (el sufrimiento no es “beneficio secundario” de alguien que goza, pues algo -la lógica del capital- goza en el síntoma; el sufrimiento es objetividad contradictoria del capital que se elabora conflictivamente en las personas).  

6.

Psicoanálisis de orientación burguesa: manifestación teórica y/o práctica que se pretenda deudora del descubrimiento freudiano, y asimismo se sirva de la absolutización fetichizante de cualesquiera porción de la materialidad social, la cual, en tanto que objetivamente determinada por la relación social capitalista, es y no podría sino ser históricamente específica; o en su defecto, realizarse bajo la dominancia de la auto-valorización del valor (por caso, las temporalidades simbólico-imaginarias de larga duración propias del patriarcado, el monoteísmo y el lenguaje re-funcionalizadas conforme a las necesidades reales de la acumulación de capital). Aquella comporta una orientación signada por la extrapolación regresiva-prospectiva del logos del Capital (D-M-D´) en tanto que invariante transhistórica, concomitante a la inversión en el orden de las determinaciones históricas (lo que está antes, se confunde como necesariamente más determinante que lo que está después; confusión de la génesis histórica de las categorías con su dominancia lógica en la moderna sociedad de la mercancía).

7.

El revés del psicoanálisis…burgués.           

Hay psicoanálisis de orientación burguesa porque hubo fetichización capitalogocéntrica. Es decir, compulsión involuntaria a invertir el orden de determinaciones históricas y, con ello, absolutizar las categorías transitorias, suprimibles y superables del capitalismo.

(Retomando la delimitación que introduce Omar Acha en Encrucijadas de psicoanálisis y marxismo sobre el problema de la abstracción social, intelectual y simbólica, señalamos que: a) toda abstracción intelectual con pretensiones de transhistoricidad encuentra sus condiciones de realización en la “hipóstasis y/o escencialización absolutizada” de una determinada abstracción social del mundo burgués; c) toda abstracción intelectual con pretensiones de singularidad irreductible encuentra sus condiciones de realización en la “particularización absolutizada” de una determinada abstracción social de la modernidad. Las abstracciones sociales son las formas límites de dominación de las relaciones sociales inherentes a las categorías reales del capital: mercancía, trabajo abstracto, valor, etc.; fetichizarlas conduce a absolutizar la dominación capitalista).

Sin ánimos de exhaustividad, entre las múltiples fetichizaciones capitalogocéntricas en las que incurre el psicoanálisis de orientación burguesa, en orden a su pregnancia en nuestros contemporáneos y a los obstáculos que introducen para la construcción de una orientación marxista del mismo, destacamos solamente las siguientes:

1) Fetichización lenguajera (o denegación formalista). Esto es, la absolutización fetichista de la experiencia objetiva del lenguaje históricamente específica de la modernidad capitalista, postulada como determinada por la estructura transhistórica a priori y universal del lenguaje. Puesta entonces como condición de la experiencia y, en última instancia, fundamento omnicomprensivo de la experiencia humana toda (particularidad disciplinaria que hace al punto de vista de la lingüística, o si se prefiere, de la teoría del significante, que se presenta como teoría de la totalidad). Para un psicoanálisis marxista, no hay inconsciente psicoanalítico porque hay barradura entre S1 y S2 en tanto invariante transhistórico de la estructura del lenguaje. Hay una tal barradura, siguiendo a Foucault: escisión entre las palabras y las cosas, porque hay capitalismo; porque hay forma-mercancía universalizada como sujeto fractal de lo social. En ese sentido, hay lo inconsciente freudiano (orden impersonal de determinaciones objetivas que opera, comandando las vidas, de espalda a la voluntad concreta de los particulares que asimismo lo re-producen) porque hay capitalismo. 

2) Fetichización individualista (o denegación punitivista). Esto es, la absolutización fetichista de la premisa vivida correlativa a la objetividad del sistema de distancias que involucra la individualidad capitalista (absoluto-relativo): el hecho de no poder sino experimentar-ser sujetos de la acción/pasión, en el mismo tiempo y espacio, que somos objetos y agentes de la auto-valorización del valor. Lo cual conlleva el ejercicio de hipostasiar la grieta “constitutiva e irreductible” del “individuo” y lo “social”, en tanto que realidad transhistórica (absoluto-absoluto), redundando en una fetichización de las distancias constitutivas del individuo burgués (objeto/sujeto; verdad/saber, etc.) y entre este y lo “social” (subjetivo/objetivo). Para un psicoanálisis de orientación marxista, en cambio: a) hay grieta constitutiva del “sujeto” en tanto que hay capitalismo. Hay sujeto dividido entre la imposibilidad de no poder dejar de experimentarnos como sujeto de la acción/pasión y ser asimismo objeto-agente del capital; esto encuentra condición en que la mutación del nexo social en la modernidad, es decir el retroceso de la matriz de relaciones tradicionales signadas por formas de dependencia personal, es correlativo al nacimiento de lo inconsciente capitalista y de la conciencia libre enajenada al capital como peculiaridad del productor independiente de mercancías asimismo dependiente del lazo anónimo de la relación social capitalista; b) en rigor, para un psicoanálisis marxistamente orientado, siempre hay un Sujeto: el Capital (el valor-que-se-valoriza es el sujeto de lo inconsciente en la sociedad moderna.) Y personas, las cuales personalmente personifican dramáticamente una determinada mercancía y clase social (en lo que hace al dispositivo, personas, al menos dos: un analista y un analizante; clases sociales personalmente personificadas, siempre dos: burguesía y proletariado)[ii]; c) el psicoanálisis orientado en la senda inaugurada por la crítica de la economía política de Marx no podría sino asumir en términos ético-políticos el siguiente dictum: “Mi punto de vista (…) menos que ningún otro podría responsabilizar al individuo por relaciones de las cuales él sigue siendo socialmente una criatura” (Marx, 1867: 8). En ese sentido, en tanto que marxistamente orientado, no podría sino poner en cuestión la concepción burguesa de la responsabilidad como resorte terapéutico. Quién dice sufrir, no goza. Sufre. No hay beneficio secundario de la persona en el sufrir. Un psicoanálisis marxista no responsabiliza al individuo como sujeto de la acción/padecer (concepción burguesa de la responsabilidad). Dado que tal cosa le resulta realmente imposible (límite material históricamente específico). Tampoco prescinde de la responsabilidad como resorte. Interviene, en cambio, en inmanencia a su consideración burguesa, para confrontar contra la “infértil unilateralización del pensamiento” que involucra (del o la analista) y la “sobre-culpabilización” del que sufre a la que conlleva (del lado analista hacia el/la analizante). En la moderna sociedad burguesa, para las personas es realmente imposible responsabilizarse unilateralmente como sujeto. Y esto, en la medida en que la individualidad capitalista es una relación social contradictoria, la cual se funda en el no poder sino experimentar ser sujeto de la acción/pasión, en la misma porción de la materialidad social, en que se es objeto-agente de auto-valorización del valor. Tan solo de esa contradicción que se debate conflictivamente en nosotros, en las actuales condiciones de producción y reproducción social, es que podemos realmente responsabilizarnos. Solo de Eso somos y no podemos sino ser garantes. (Responsabilizar unilateralmente como  “sujeto”: psicoanálisis en tanto engranaje del terror represivo del Estado burgués; responsabilizar unilateralmente como objeto-agente: psicoanálisis como representante del cínico-drama capitalista).

8.

Freud sobre todo, pero Lacan también a su manera… ambos hacen culto de la fetichización capitalogocéntrica.   

9.

Estamos y no dejaremos de estar en la función psicoanalítica de la reproducción social de la moderna sociedad; en el campo de lo orientado burguesamente sin mediación crítica alguna, y en última instancia, “haciendo sistema con el sistema productor de enfermedad” (Rozitchner) en tanto que, en nombre del psicoanálisis (y no sólo, puesto que también podría hacerse lo propio en nombre del marxismo), se redunde en el ejercicio de hipostasiar una realidad relativa a la sociedad burguesa (absoluto-relativa) en tanto que realidad individualizada (“singular irreductible”) o transhistórica (absoluto-absoluto).

10.

Escribe Marie Langer en Cuestionamos: “Cuestionamos las omisiones que comete el pensamiento psicoanalítico corriente. Escotomiza el modo en que la estructura de nuestra sociedad capitalista entra, a través de la familia, como cómplice en la causación de las neurosis, y en que se introduce, a través de nuestra pertenencia de clase en nuestra práctica clínica, invade nuestro encuadre y distorsiona nuestros criterios de curación.  (…) cuestionamos al Freud ideólogo que toma la sociedad como dada y al hombre como fundamentalmente incambiable. Cuestionamos, además, la institucionalización actual del psicoanálisis y su pacto con la clase dominante (…) Cuestionamos el aislamiento de las instituciones psicoanalíticas, sus estructuras verticales de poder y el liberalismo aparente de su ideología”.

11.

Un psicoanálisis marxista prescinde deliberadamente de postular y/o adscribir a todo horizonte político-normativo de neutralidad. No por resultarle una ascesis harto difícil, o por una especie de politicismo deudor de un inclaudicable compromiso militante, sino, lisa y llanamente, por resultarle realmente imposible en condiciones de producción capitalista. Entiéndase, nuestra problematización en torno al fracaso del psicoanálisis en el siglo XXI, al tiempo que categorial, no esconde asimismo un posicionamiento teórico-político comunista asumido; y consecuentemente, no escatima de explicitar razones eminentemente políticas. A saber: establecer una confrontación frontal con el psicoanálisis de orientación burguesa en todos sus planos de existencia, sin miramientos ni distinción de fondo respecto a sus tendencias internas (freudianxs de Freud y lacanianxs de Lacan: neoliberales, o, en el mejor de los casos, progresistas; freudianos y lacanianos de Perón: populismo psíquico). Y esto en virtud de la urgente tarea de “sacarle el psicoanálisis a la clase burguesa en general”.  

12.

Comprender para combatir…

En el marco de la hegemonía lacaniana post-dictatorial que determina la actualidad burguesa del psicoanálisis en la Argentina, problematizar el fracaso del psicoanálisis presupone cierto rodeo a los efectos de concertar una puesta en consideración crítica respecto a la univocidad que suscita el término “psicoanálisis” entre nosotrxs. Entiéndase, no podemos referirnos a dicho fracaso sin antes delimitar, al menos someramente, que entendemos por psicoanálisis. A tales fines, nos servimos de una distinción analítica sui generis elaborada para la ocasión (precaria, rudimentaria, pero que nos servirá provisoriamente) a los efectos de dar cuenta de la realidad que involucra en el siglo XXI eso que habitualmente denominamos “El PSICOANÁLISIS” (orden de realidad habitualmente escotomizado en su complejidad histórica, y reducido a los estrechos márgenes de tan solo uno de sus planos de existencia: “La Clínica”, como destino que le asigna el psicoanálisis de orientación lacaniana). “El Psicoanálisis”, el único hegemónico por el momento, el orientado burguesamente, no es como puede leerse en boca de encumbrados psicoanalistas (incluso en el mejor de los orientados de manera burguesa): “una bolsa de gatos”. ¿Qué es “El Psicoanálisis”?, es en cierto sentido la pregunta en cuestión. En virtud de su escrutinio crítico, y de esbozar algún tipo de respuesta, conviene entonces comenzar por destacar tres planos de existencia, cada uno de los cuales involucra una determinada práctica y relación social, un micro-mundo de agentes, una ubicación geo-política y un criterio de auto-reflexividad específico (validación/legitimación). Si una tal distinción analítica contribuye a producir la necesidad de re-preguntar, ¿en qué sentido?, cuando se enuncie “El Psicoanálisis”: ya habrá sabido brindarnos su aporte. A continuación entonces los planos de existencia de psicoanálisis burguesamente orientado. A saber:

1) Psicoanálisis en tanto Movimiento político-institucional (“La Causa freudiana”, “La Internacional”, o la “Multinacional del psicoanálisis”): a) práctica paradigmática: acción político-frentista (o si se prefiere: rosca, lobby y presión corporativa en defensa de los intereses del Psicoanálisis); b) micro-mundo de agentes: políticxs del psicoanálisis; c) ubicación geo-política: centros neurálgicos de la producción de saber (Francia) con filiales instaladas en los países de la periferia que responden a las ordenanzas de la casa matriz; d) criterios de auto-reflexividad: a nivel del enunciado, defensa de la singularidad y del sujeto ante el aplastamiento que ejerce el discurso capitalista (eso es lo que dicen, ¿pero qué se dice en lo dicho?); e) a nivel de la enunciación: intereses corporativos frente al avance global de la industria farmacéutica y las terapéuticas con las que ésta establece alianza de manera deliberada; perpetuación de la relación neo-colonial con sus filiales de la periferia y concomitantemente con lxs consumidorxs de sus productos (lxs practicantes). Es decir, garantizar la circulación del flujo de capitales en el sentido periferia-centro y la sumisión en términos de saber-poder en la misma orientación. 

Otras observaciones: a) las diferencias entre instituciones no es obstáculo para la conformación de alianzas por la Causa Freudiana en defensa de los intereses corporativos; b) las diferencias entre las instituciones no responden a diferencias estrictamente teóricas (daremos cuenta de eso a continuación); c) la dirigencia política establece como política para sus filiales en los países periférico avanzar sin cuartel en la toma de todos y cada uno de los lugares de poder-saber que sea posible (por caso, Universidades del Sistema Público de Educación; Hospitales del Sistema Público de Salud).

2) Psicoanálisis en tanto corpus teórico de la praxis: a) práctica paradigmática: práctica teórica; b) micro-mundo de agentes: teóricos del psicoanálisis; c) ubicación geo-política: Francia (con excepciones); d) criterios de auto-reflexividad: problemas de legitimación estrictamente teóricos suscitados por sectores de la intelectualidad crítica (por caso, crítica de la teoría feminista y la teoría queer, respecto al carácter evidentemente patriarcal y heterocisnormativo del corpus teórico psicoanalítico; crítica de Deleuze y Guattari en El Anti-Edipo); problemas de legitimación suscitados por determinadas coyunturas sociales y políticas (por caso, Mayo del 68); problemas de legitimación de la teoría suscitados por cambios en las preferencias de sus consumidorxs, es decir de lxs practicantes (por caso, dado que Argentina resulta una filial cardinal para las finanzas de la Multi-nacional psicoanalítica, el cambio de signo político, y la persistencia de la episteme progresista-populista entre lxs practicantes, conlleva asimismo una concesión por parte de la dirección-política. La relativamente reciente polémica Aleman-Miller en torno a la “peronización” de la filial Argentina patentiza con claridad el punto aludido); e) por último, respecto a los criterios de auto-reflexividad, cabe destacar la política editorial del movimiento relativa a lxs teóricos de El Psicoanálisis emprendida en virtud de la auto-financiación científica (oda a la propiedad privada de los medios de producción, circulación, distribución y consumo sin mediación crítica alguna).

Otras observaciones: a) cuando decimos psicoanálisis en tanto corpus teórico de la praxis, nos referimos a desarrollos teóricos que necesariamente y de manera coherente articulen la elaboración de fundamentos estrictamente teóricos (¿qué?) y cuestiones relativas al dispositivo y al método (¿cómo?); b) cuando nos referimos al micro-mundo de lxs teóricos del Psicoanálisis geo-políticamente ubicados en Francia, queremos poner de relieve que lxs prácticamente de la periferia (de los países del centro tampoco) no hacen teoría en sentido estricto. Más bien, consumen el producto teórico (y en tal caso, “acomodan”, “retocan”, “aplican”), los esquemas de inteligibilidad elaborados por lxs teóricos (volveremos sobre esto a continuación); c) ponemos el foco en lxs practicantes de la periferia (nos referimos de hecho al campo psi argentino) puesto que a nivel global el psicoanálisis en tanto práctica clínica no porta un peso significativo, sino que solo importa en virtud de los fundamentos teóricos que podría aportar. Por caso, en eso estriban los usos que del psicoanálisis hace generalmente el marxismo teórico cuando lo extiende a su campo de problemas. Busca elementos de utilidad en los fundamentos estrictamente teóricos del psicoanálisis, haciendo a un lado, sin interesarle, los desarrollos en torno al dispositivo y las cuestiones de método[iii]; d) así como cuando decimos “periferia” incurrimos en cierto desatino, puesto que nos referimos en gran medida al mundo de lxs practicantes del psicoanálisis en la Argentina, también al decir lxs teóricos “en plural” incurrimos en cierta forma en lo mismo. Luego de la muerte de Lacan, el plural se justifica sólo para hacer mención a dos teóricos: Jean Laplanche, en lo que hace a los desarrollos del denominado “psicoanálisis postlacaniano”, y Jaques Alain Miller, albacea de la Obra de Jaques Lacan, en lo que hace al psicoanálisis de orientación lacaniana. Sobre ésta segunda orientación, cabe destacar que lxs directores y directrices teóricos/as (cuando no también políticos/as) de las instituciones francesas que no participan de la Asociación Mundial del Psicoanálisis, en lo fundamental, tributan en términos teóricos al esquema establecido por Miller. Por caso, Colette Soler y Jean Allouch. No amerita mención el lugar de las direcciones teóricas (cuando no, también políticas) de las filiales de la periferia, ni de lxs psicoanalistas que ocupan lugares de poder en las Universidades locales. Es evidente que éstxs en sentido estricto no elaboran teoría, sino que inscriben su práctica teórica al mundo de la aplicación, los ajustes de adecuación y a producir literatura de divulgación[iv]. Para que se entienda el punto, algunas preguntas a modo de corolario: Lxs Profesorexs del Psicoanálisis (esxs que Masotta denominaba los “gigantes del sillón”): ¿Qué teoría del deseo de propia cosecha sostienen? ¿Postulan acaso una teoría de lo inconsciente significativamente diferencial a la postulada por Jacques Lacan y/o Sigmund Freud? ¿Elucubran y se orientan en función de otra categoría de lo real? ¿Sostienen la necesidad de otra orientación y la desarrollan consecuentemente? ¿Plantean acaso una teoría del signo en psicoanálisis? Es menester poner de relieve que la práctica académica, ser un profesional de aquello, no necesariamente involucra hacer teoría en sentido estricto. Escribir papers, por ejemplo, no es hacer teoría (en otras disciplinas científicas, por caso, la física teórica y la matemática, esa aclaración es una verdad de Perogrullo. En el psicoanálisis, no. Porta incluso aires de subversión. La medicina incluso es menos oscurantista a este respecto).   

3) Psicoanálisis en tanto práctica clínico-terapéutica  (“La Clínica”): a) práctica paradigmática: práctica clínico-terapéutica de orientación psicoanalítica; b) micro-mundo de agentes: lxs practicantes del psicoanálisis; c) ubicación geo-política: en términos significativos, en algunos países de la periferia, en centros urbanos de la Argentina por caso; no teniendo relevancia cuantitativa en términos globales; d) criterios de auto-reflexividad: eficacia terapéutica/exigencias jurídico normativas; e) coyunturas políticas locales/internacionales que insten una adecuación y/o aggiornamiento a nivel del enunciado (acomodación a lo políticamente correcto).

Otras observaciones: a) cuando decimos practicantes en tanto que agente del micro-mundo, nos referimos a quienes ejercen, aplican, adecuan y/o divulgan los esquemas de inteligibilidad (mercancía) producidos por lxs teóricos del psicoanálisis (en el caso de la orientación lacaniana, el establecido por Jaques Alain Miller); b) es conveniente distinguir la reflexión teorética a partir de la experiencia “clínica”, es decir en torno a lo que se hace en la clínica, o la divulgación de conceptos del psicoanálisis (lo que bien pueden realizar lxs practicantes), con la elaboración decididamente categorial de los fundamentos teóricos que se presentan como condición, esto es: que fundan el campo de lo experimentable en la experiencia, es decir el conjunto de los fenómenos pasible de hacerse presente y los que será imposible que así lo hagan, como así también el cómo del abordaje de los mismos, al igual que la orientación-dirección de la intervención. Esto segundo no es lo que hacen lxs practicantes, sino lxs teóricos. O en el caso de la orientación lacaniana, el teórico; c) es menester destacar la red de saber-poder en la que se inscriben necesariamente lxs practicantes del psicoanálisis en tanto que tales. Tomemos como referencia para esto el denominado “campo psi” en las grandes urbanizaciones en Argentina, haciendo foco nada más en los efectos de la hegemonía lacaniana a nivel de la formación académica formalmente establecida. A saber: magra posibilidad de conocer la historia conceptual de la disciplina, como tampoco los avatares político-coyunturales globales y locales que determinan la configuración actual de la misma; magra posibilidad de disponer de elementos para escrutar críticamente los fundamentos estrictamente teóricos de la propia praxis; magra posibilidad de vender la fuerza de trabajo en tanto que proletario de la psicología sin subsumirse a los imperativos de la Internacional psicoanalítica, es decir: la no adaptación conlleva riesgos de ver mermadas las posibilidades de hacerse de relación social; magra posibilidad de formarse como practicante sin subsumirse en la maquinaria formativa-recaudadora de la multinacional psicoanalítica, incluso, desde el acceso más elemental a su producción bibliográfica; magra posibilidad de vender la fuerza de trabajo en tanto que proletario de la investigación (divulgación de la doctrina) en las Universidades del Sistema Público de Educación, sin subsumirse a la línea teórica que baja la internacional a través de “los gigantes del Sillón” (cuadros medios) a los que se refería Masotta; en todo, imposibilidad de no orientarse sino burguesamente en el ejercicio de la praxis psicoanalítica (aplicación, adecuación y/o divulgación de la doctrina establecida por Jaques Alain Miller), a riesgo de estar imposibilitado para ejercerla.   

13.

Fracaso del psicoanálisis… burgués.

Establecimos un mínimo de distinción analítica respecto al orden complejo de realidad que, desde una orientación marxista, se introduce a contrapelo de la univocidad fetichista que suele suscitar el término “psicoanálisis” (objetivo: -“psicoanálisis…” –“un momento: ¿en qué sentido?, ¿respecto a cuál de sus planos de existencia?”). Hecho eso, podemos adentrarnos ahora en la problematización que nos convoca: el fracaso del psicoanálisis. Hemos dicho que nos interesa problematizar un tal fracaso como momento de una confrontación abierta con el psicoanálisis de orientación burguesa en todos sus planos de existencia. Elegimos ese y no otro momento, en virtud de presentársenos como una posibilidad de intervenir en la disputa del sentido y concomitantemente de las respuestas que, el psicoanálisis, por el momento el único que hay (en sentido dominante), el de orientación burguesa, elabora ante la crisis que lo atraviesa. Hay una relación consustancial entre lo que diagnosticamos como fracaso del psicoanálisis y su crisis (la pregunta en torno a la crisis del psicoanálisis ha sido percibida incluso por la “progresía psi”, siendo objeto de múltiples publicaciones, debates y encuentros de reflexión en el medio tanto local como internacional).

¿Qué entendemos por “crisis del psicoanálisis? Apoyándonos en uno de los insumos críticos que delimita Santiago Roggerone en ¿Alguien dijo crisis del marxismo? (2018) al momento de abordar el problema de las crisis del marxismo: problema-imposibilidad-exigencia de renovación-imposibilidad-crisis, sostenemos que el psicoanálisis atraviesa una crisis objetiva, históricamente determinada por la fase actual del capital, en tanto que la misma le presenta un conjunto de problemas relativos a la producción histórica del sufrimiento (social) y de naturaleza estrictamente corporativa (política) que exige como condición sine qua non para la resolución de los mismos una renovación que alcance la totalidad de sus planos de existencia; viéndose asimismo impedido de realizar una tal reformulación radical. La crisis del psicoanálisis es resultante del encuentro conflictivo entre tal exigencia de renovación radical y la imposibilidad objetiva de realizarla. A modo de corolario, es decir en virtud de poder explanar la efectuación de la crisis, nos remitimos a uno de los planos de existencia establecidos anteriormente: el psicoanálisis en tanto que práctica clínico-terapéutica (“La Clínica”), cerniéndonos a su realidad en el denominado “campo psi porteño”. ¿Cómo sería posible captar una tal crisis del psicoanálisis en el plano de “La Clínica”? A saber:

1) Problema: a) particularidad del sufrimiento objetivamente determinado por la fase actual del capital; b) aceleración y expansión de la dinámica semoviente de la auto-valorización del valor que incrementa la posibilidad de experimentar sufrimiento por parte de los actores particulares y agentes colectivos;

2) Imposibilidad: en lo que respecta al psicoanálisis de orientación burguesa, imposibilidad para hacer frente y asistir al sufrimiento objetivamente determinado que le presenta la fase actual del capital.

  1. a) En lo que hace al quehacer clínico-terapéutico del psicoanálisis implícitamente mediado por el Estado, es decir cuando la presencia del mismo no se torna inmediata (aunque, claro está, es imposible que deje de estar presente), señalamos lo más obvio: regulación de la práctica profesional y regulación del valor de la fuerza de trabajo, podría suceder que no se torne evidente para lxs practicante su imposibilidad de asistir el sufrimiento (practicante psi como cuentapropista y/o precariado de prepagas, obras sociales, etc.). Cabe destacar en este punto que ciertas cuestiones de dispositivo podrían contribuir a falsear la experiencia (de hecho son cuestiones estrictamente teóricas). Produciendo la experiencia en lxs practicantes de que el psicoanálisis no tendría inconvenientes para asistir al sufrimiento que le presenta el capitalismo. Esto es: a partir de que se logra asistir uno, dos, tres sufrimientos particulares, experimentado por una, dos, tres personas particulares (sufrimientos y personas que presentan ciertos privilegios que le permite recurrir a una tal terapéutica y ser pasible de su influjo); el problema es que se extrapola una ley general. A partir de lo cual se infiere la eficacia “actual” del psicoanálisis. La falsedad de una tal extrapolación se patentiza al asumir un punto de vista de la totalidad. Por caso, y no hace falta ir hasta la determinación en última instancia, a nivel del capitalismo global: ¿Cuáles son los problemas-sufrimientos que se le presentan al psicoanálisis? ¿Está a la altura de hacer frente al sufrimiento producido por la migración forzosa, los padecimientos que involucra la pauperización y precarización de las condiciones materiales de vida de sectores cada vez más vastos de la población que “estructuralmente” están impedidos de vender su fuerza de trabajo, los dramas y desgarramientos que involucra el devenir apocalíptico del capital en su huida desenfrenada de la desvalorización, los sufrimientos que involucra la violencia machista, heteronormativa y cis-sexista? El psicoanálisis de orientación burguesa, en lo que hace a esta vertiente de la imposibilidad, justifica el estar en crisis por el simple hecho de ver impedida la venta de su fuerza de trabajo como cuentapropista (“las personan no van a terapia”). Palabras más o menos, a eso queda reducido el problema. Es evidente, no todxs lxs practicantes pueden ser psicoanalistas de psicoanalistas, abocarse a lo que se abocan en gran medida los “gigantes del sillón” (cuadros-medios de la multinacional). Y asimismo, si lxs practicantes no venden su fuerza de trabajo, no disponen de dinero para adentrarse en Un psicoanálisis con los susodichos “gigantes”. He de allí que la crisis deviene un problema del Movimiento que justifica su abordaje, aunque claro está, sea un abordaje en inmanencia a los límites burgueses de su orientación.
  2. b) Esta imposibilidad para hacer frente y asistir al sufrimiento objetivamente determinado que le presenta la fase actual del capital, se torna mucho más evidente para lxs practicantes cuando se trata de su intervención en lo que increíblemente se dice “problemáticas sociales”, en la mayoría de las cuales el psicoanálisis interviene en el marco explícito de los quehaceres del Estado (practicantes psi como obrero y/o precariado del Estado); o bien, hacia el interior de los denominados “Movimientos sociales” (practicantes psi como precariado mediado por el aparato político o el Estado). Cabe destacar asimismo el sufrimiento que involucra y la impotencia que conlleva dicha imposibilidad para lxs practicantes. Acá la pregunta podría ser la siguiente: en el que-hacer clínico-terapéutico de lxs practicantes psi, ¿qué tiene que ver el psicoanálisis, en su existencia burguesa, respecto a lo que se denuncia como una imposibilidad de hacer frente al sufrimiento que se presenta en “La Clínica”?

3) Exigencia de renovación: los problemas-sufrimientos que la fase actual del capital le presenta a “La Clínica” no son pasibles de elaboración si la cuestión se reduce al micro-mundo de lxs practicantes (eso no niega que, como hemos dicho, sea posible asistir un sufrimiento determinado en una persona particular). Es menester que se parta desde allí, desde los obstáculos-prácticos, en virtud de extenderse a todos planos de existencia del psicoanálisis. Ahora bien, no basta replegarse a partir de tales obstáculos a una reflexión crítica respecto a cierto déficit del dispositivo (¿cómo?). Es necesario poder ir más allá: dirigirse a los fundamentos estrictamente categoriales del corpus teórico de la praxis (¿qué?). El psicoanálisis de orientación burguesa a nivel de “La Clínica”, desde ésta y por parte de lxs mismxs practicantes, pretende tramitar la crisis que lo atraviesa mayoritariamente reflexionando en torno al “dispositivo de transmisión” (el problema no es el qué ni el cómo, sino cómo se trasmite/divulga lo que se hace y el cómo se lo hace). Ni siquiera se avizora la posibilidad de poner en cuestión el “dispositivo clínico-terapéutico”. Por caso: a) escrutando críticamente las razones que lo justifican a nivel del cómo (¿por qué hacer “La Clínica”, la de Verdad, exigiría el dispositivo “individual”, “privado”, heredado de la clínica médica?); b) escrutando críticamente los criterios a partir de los cuáles se justifica y verifica la eficacia de la terapéutica (¿cómo saber que lo que hace llega a lograr los objetivos que se propone terapéuticamente?). El hecho de que las reflexiones en torno a la crisis, en inmanencia al psicoanálisis burgués, no llegue siquiera a poner en cuestión el “dispositivo clínico-terapéutico” estriba en lo siguiente. A saber: en tanto que praxis, como hemos señalado, la pregunta por el cómo se subtiende, indisolublemente, desde la pregunta por el qué. No es posible escindir la relación entre los fundamentos estrictamente teóricos y los postulados teoréticos del dispositivo. Indagarse por uno, conllevaría necesariamente a poner en cuestión el otro. Poner en cuestión los fundamentos, haría lo propio con el dispositivo.

(Paréntesis: hacer lo propio con el dispositivo clínico-terapéutico, conlleva por ejemplo a un problema isomórfico al que sucede en el marxismo respecto a la práctica política: cuando frente a los problemas prácticos (“no lograr hacer la revolución”), en lugar de indagar el dispositivo (problemas de organización), cierta vertiente del mismo se dirige a realizar una renovación teórica radical del archivo-Marx (por caso, lo que hace la “teoría crítica del valor”). ¿Cuál es el problema que surge? ¿En qué se resiste a ese movimiento radical? Por el supuesto de que si se asumen los obstáculos prácticos (método), si se ponen en cuestión los modos de organización (dispositivo clínico-terapéutico), se fundan nuevos presupuestos teóricos respecto de los cuales el método y la organización de antaño se demuestran ineficaces respecto a los objetivos que se persiguen (¿qué?). Entonces… “nos quedamos sin política revolucionaria. No hay política”. ¿Cómo se transcribe esto en el psicoanálisis (siempre nos referimos al burgués)? “Nos quedamos sin clínica”. Para un psicoanálisis marxista eso es falso, así como es falso el hecho de quedarse sin política revolucionaria si se intentan renovar los fundamentos decididamente teóricos del archivo-Marx.)

No sé niega, lo hemos dicho, que el psicoanálisis, hacia el interior de sus límites burgueses, pueda y logre asistir terapéuticamente el “sufrir de más” (Lacan) de una persona y/o de un agente colectivo. El problema es que la “burguesía psi” parte de la necesidad de ligar esa capacidad con una gesta subversiva o contestataria, cuando de hecho redunda en contribuir a la adaptación individual a las determinaciones objetivas del capital de una manera “menos mortífera”: sin ese “sufrir de más”. Lo cual no resta valor, ni menosprecia la labor del/la analista, respecto a la importancia que puede tener ese no “sufrir de más” para alguien en particular. Hacia el interior de la orientación burguesa del psicoanálisis, no se puede hacer sino reformismo-terapéutico: a partir de un sufrir de mas, reformar tal afecto en un “infortunio y/o infelicidad ordinaria” (palabras más o menos, eso señala Freud en Estudios sobre la histeria). Nada indica que sea posible establecer racionalmente (el psicoanálisis es ciencia conjetural, no mística) radicalidad alguna a una tal reforma afectiva. Es decir, establecer una relación necesaria entre el proceso terapéutico que tal reforma involucra y la negación/abolición de las condiciones históricas (determinaciones objetivas) que producen el sufrimiento (determinaciones subjetivas).   

4) Imposibilidad: el psicoanálisis de orientación burguesa se encuentra impedido de tramitar los problemas que le presenta la fase actual del capital (en “La Clínica”: imposibilidad de asistir la particularidad que el sufrimiento le presenta), en tanto que una tal tramitación exige una renovación radical en todos sus planos de existencia. Viéndose impedido, hacia el interior de sus límites burgueses, para realizarla. Para elaborar la crisis que lo atraviesa, el psicoanálisis debería dejar de ser. Dejar de ser, tal y como lo conocemos: burgués. El psicoanálisis de orientación burguesa es necesariamente condición de posibilidad de su absolución e inhibición de la misma; condición de una refundación inmanente orientada marxistamente, e inhibición (por todos los medios) de una tal posibilidad. Impedir la refundación del psicoanálisis desde otra orientación es el objeto de desvelo de los políticos del Movimiento (dirigencia europea, cuadros-medios locales). Lxs practicantes “lo hacen, pero no lo saben”. No hay “mala fe” (la multinacional se encarga de que, a excepción de algún “desvío”, no dispongan de los más mínimos y rudimentarios insumos para el ejercicio de la crítica de los propios presupuestos teóricos; ni de su función en la reproducción de la sociedad que produce el sufrimiento).

El problema del psicoanálisis burgués no es el de su distribución, intercambio, circulación y/o consumo, sino el de su producción en el seno de la sociedad moderna. Las crisis del capital y de la reproducción social, en inmanencia a las coyunturas de la lucha de clases que las acompañan, subtienden los problemas del psicoanálisis. Es necesario, para hacer frente a eso, un psicoanálisis de la clase proletaria (en su intersección de clase, raza y género). Independencia de clase, también en la praxis psicoanalítica. La construcción decidida y el establecimiento (en todos los planos de existencia del psicoanálisis) de una orientación marxista se avizora como la única capaz de hacer frente a los desafíos que la fase actual de la acumulación capitalista le presenta al psicoanálisis. Por caso, y a modo de corolario: a) es la única orientación capaz de establecer una relación de determinación entre el capital, lo inconsciente, el deseo, el goce y el sufrimiento, habida cuenta que las categorías del capital (valor, mercancía, trabajo abstracto, etc.) son las categorías de lo inconsciente capitalista; b) es la única que podría otorgarle al psicoanálisis una crítica radical sobre el Estado capitalista y su relación con la producción del sufrimiento, derivada asimismo de las determinaciones objetivas de la unidad de la relación social capitalista; c) es la única capaz de “salvar” al psicoanálisis de la falsa extra-territorialidad que redunda en una participación involuntaria en la reproducción de las mismas condiciones objetivas que producen el sufrimiento; d) ante los “bizarrismo capusotescos” que priman respecto a “la función del dinero en psicoanálisis”, es la única capaz de introducir un mínimo de verosimilitud fundando un corpus teórico psicoanalítico que señale una única y tan solo una función del dinero: “la función de la relación social del equivalente general en el capitalismo”; e) al interseccionarse con los feminismos, la teoría queer, los estudios decoloniales, la crítica capacitista, etc., la orientación marxista es la única capaz de presentarle al psicoanálisis los mecanismos de producción desigual y combinada del sufrimiento, en virtud de contemplar no solo el consumo o la distribución desigual del mismo (en función de determinaciones de clase, género, raza, etc.), sino la forma de producción y reproducción de una tal desigualdad ulteriormente distribuida f) en última instancia, la orientación marxista es la única capaz de criticar radicalmente “el horizonte de su época” (Lacan). Esto es: “la época de la burguesía” (Marx). Por lo tanto, es la única capaz de elaborar una terapéutica que necesariamente contenga en sus presupuestos mismos la transformación, supresión y superación de las condiciones históricas que producen el “sufrir de más” como necesidad. Es decir: abolir la moderna sociedad capitalista.         

5) Crisis: el psicoanálisis burguesamente orientado está en crisis. No hay psicoanalistas en crisis. Y eso es un problema.

6) Fracaso. Habiendo establecido algunas coordenadas mínimas respecto a la crisis del psicoanálisis, ahora sí: el fracaso del psicoanálisis. EL FRACASO DEL PSICOANÁLISIS remite al fracaso que se patentiza en su orientación burguesa respecto a elaborar, tramitar y ulteriormente lograr superar la crisis que lo atraviesa de cabo a rabo en todos sus planos de existencia. En última instancia, un fracaso correlativo a su imposibilidad de hacer frente a los problemas que le presenta la fase actual del capital hacia el interior de sus límites burgueses; asimismo asociado a su imposibilidad de dejar de orientarse burguesamente, lo cual es condición necesaria para la superación de la crisis.

 

14.

Es menester para el marxismo, sobre todo para aquel que se pretende por necesidad “psicoanalíticamente informado”, reponer la sospecha cuando no la imputación, foucaultiana, deleuziana-guattariana, feminista, por mencionar algunas, respecto al estatuto del psicoanálisis como engranaje histórico de la reproducción de la dominación burguesa. No es conveniente abonar al sobreentendido… Entiéndase, para un psicoanálisis marxista no se trata de desechar al psicoanálisis por mera “ciencia burguesa”. Sino más bien escrutar, poner de manifiesto, calibrar en qué sentido, en qué medida y hasta qué punto, conviene a los comunistas denegar (perder de vista) la eficacia de una tal filiación (psicoanálisis=reproducción del mundo burgués). Es tarea primordial de un psicoanálisis de orientación marxista salir al cruce de los elementos teórico-políticos burgueses (múltiples fetichizaciones capitalogocéntricas) que, bajo la forma de la solución de compromiso, se introducen en tanto obstáculo en el marxismo cuando éste extiende al psicoanálisis hacia su campo de problemas. (Por caso, se creyó encontrar en el psicoanálisis la posibilidad de elaborar los obstáculos de una “izquierda sin sujeto” (Rozitchner). ¿Estamos segurxs que como contrapartida no hemos incorporado “un sujeto sin izquierda”?)

15.

Hasta nuevo aviso, el psicoanálisis, en el mejor de los casos, es progre-reformista. Pero por eso no deja de ser, en última instancia y fundamentalmente, burgués. He de allí la presunción de partida que conviene a lxs comunistas… El psicoanálisis: primero burgués, engranaje de la reproducción del capital. Luego vemos.

16.

Tenemos una rica tradición en torno a la encrucijada de psicoanálisis y marxismo. Esa herencia nos es imprescindible. He allí una memoria fundamental. A partir de la cual hacer un legado animado desde las propias preguntas, experiencias y problemas. Un archivo que será tan nuestro como queramos que sea. La construcción colectiva de un psicoanálisis marxista es una intervención generacional en el marco de un diálogo intergeneracional. Necesitamos aliadxs estratégicxs y alianzas tácticas para elaborar un frente único contra la burguesía psicoanalítica.

[i] El texto fue intervenido performaticamente en el punto dónde la derrota política de los setenta conlleva para el intelectual argentino abandonar el marxismo como esquema de inteligibilidad general y el problema estratégico de la revolución como horizonte político.   

[ii] A la luz de este segundo punto, se patentiza la fetichización cientificista del psicoanálisis de orientación burguesa. Sin demorarnos en su descripción y consecuencias iatrogénicas, basta señalar que la misma se funda en sostener al “Sujeto de la ciencia” (Lacan), reverso del cogito cartesiano, como el sujeto del psicoanálisis. Lo cual redunda en la imposibilidad de determinación en última instancia del Sujeto-Capital respecto a la ciencia moderna. Denegando asimismo la relación del sujeto del cogito con el sujeto burgués propietario y el ciudadano del Estado capitalista. Forclusión teórico-política entonces: a) de la determinaciones objetivas del Sujeto-Capital respecto al sujeto del psicoanálisis en particular y el psicoanálisis en general; b) de la determinación objetiva del sujeto burgués propietario en particular y del ciudadano del Estado capitalista en general respecto al psicoanálisis y el sujeto de lo inconsciente.  

 

[iii] Sin intensión de demorarnos en este punto, interesa sí destacar algunas breves precisiones respecto a la extensión en lo que hace a la historia del diálogo entre marxismo y psicoanálisis. Es conveniente distinguir analíticamente, por un lado, la extensión del psicoanálisis por parte del marxismo hacia su campo de problemas. En ese sentido, los criterios de auto-reflexividad de la extensión (en que se justifica que el marxismo haga uso del psicoanálisis) son estrictamente teóricos (desatiende a los desarrollos teoréticos del psicoanálisis) y se funda en ciertos aportes que el archivo-Freud podría dispensar al campo de problemas marxistas. En lo que hace a la historia de una tal extensión en el sentido anteriormente señalado, cabe destacar los siguientes elementos que, a grandes rasgos, el marxismo consideró poder encontrar en el psicoanálisis: a) una teoría del “sujeto” que le permitiese considerar la dominación capitalista en su eficacia inconsciente, saliendo al relevo de los esquemas eminentemente conciencialistas del marxismo tradicional; b) una teoría del lenguaje que le permitiese al marxismo incorporar en sus esquemas la plurificación de la experiencia social que introduce la significancia, saliendo al relevo de cierta homogeneización de la experiencia a nivel de las personas, tal como se patentiza en ciertos análisis sociológicos (lo que se describe como siendo no es siempre lo que los particulares experimentan siendo); c) aun escasamente explorada, una teoría de la historia a través del problema de la eficacia retroactiva y multi-dimensional de las temporalidades de mediana y larga duración dilucidadas por la teoría freudiana (Acha), en virtud de elaborar el problema de la “no contemporaneidad de lo contemporáneo”; calibración teórica de la relación entre las dinámicas abstractivas de dominación impersonal producidas tanto por la especificidad histórica de la temporalidad capitalista como también por las temporalidades de longue duree del lenguaje, la dominación masculina, el patriarcado, o el monoteísmo; d) agregamos nosotros, el RSI lacaniano, en función del cual organizar el campo de fenómenos de la crítica de la economía-política, atendiendo a los planos de efectuación derivados aunque diferenciales que involucran las relaciones sociales modernas (por caso, real: valor que-se-auto-valoriza; simbólico: forma-mercancía; imaginario: eficacia especular-fetichista). Ahora bien, el sentido de extensión recientemente señalado, no debe confundirse entonces con el que destaca Freud, por ejemplo en Múltiples intereses del psicoanálisis. La extensión por Freud señalada refiere a los aportes del psicoanálisis mismo, no los que realiza otro archivo (para el caso que nos convoca: el marxismo) sirviéndose del psicoanálisis. Lo que ha hecho el marxismo con el psicoanálisis, por ejemplo encontrar “la crítica más dramática al individualismo burgués” (Rozitchner), tiene muy poco que ver con Freud, sino más bien con la mediación crítica que lxs marxistas hacen a través de él. Freud “silvestre” en extensión es ¿Por qué la guerra? (lo inconsistente de su planteo y lo inconducente de sus observaciones no ameritan escrutinio alguno). Por último, nos interesa destacar que no conviene confundir el psicoanálisis en extensión, cualquiera de los dos sentidos sea al que se aluda, a lo que podríamos establecer como psicoanálisis en inmixión marxista; o en su defecto: paradigma esquizoanalitico. Sirviéndonos de un esquema similar como el que utilizamos para examinar el psicoanálisis de orientación burguesa, respecto a éste plano de existencia del psicoanálisis marxista durante el siglo XX, único no burguesamente orientado, es posible establecer lo siguiente: a) práctica paradigmática: inmixión entre la praxis psicoanalítica y la praxis revolucionara; b) micro-mundo: militantes comunistas involucrados en la praxis del psicoanálisis; c) ubicación geo-política: no la hay en la actualidad (salvo excepciones en lo que hace a la recomposición de las fuerzas teórico-políticas y la conservación generacional del archivo, por ejemplo por parte de la revista y editorial Topia en Argentina); d) criterios de auto-reflexividad: elaboración de una teoría crítica de la servidumbre involuntaria y la dominación inconsciente en el capitalismo en la inmixión del archivo-Freud y el archivo-Marx; e) conformación de un dispositivo y un método terapéutico coherente con una tal teoría; f) posibilidad de establecer una terapéutica-política específica que se prolongue en su eficacia en los grupos de militancia revolucionaria; g) antecedentes históricos: izquierda freudiana, Reich (sexpol), Guattari-Deleuze (esquizoanálisis). Y otrxs. Este plano de existencia del psicoanálisis resulta una referencia elemental y el antecedente ineludible para elaborar un psicoanálisis marxista en el siglo XXI. 

 

[iv] A nivel nacional, mención aparte ameritarían: 1) los desarrollos del Dr. Alfredo Eidelsztein, en su deliberado y por demás encomiable intento de refundar teóricamente, desde la Argentina, los fundamentos del psicoanálisis lacaniano. No obstante ya se dejan avizorar, al menos para una orientación marxista del psicoanálisis, los siguientes límites en el desarrollo de su “programa de investigación”. Por mencionar solamente cuatro: a) el psicoanalista confunde los planos de existencia de El Psicoanálisis, cuestión que lo lleva a incurrir en ciertos desatinos argumentativos. Por caso, confunde la apropiación que lxs practicantes hacen de la teoría psicoanalítica establecida por Jaques Alain Miller (en la mayoría de los casos tendientes a una repetición terminológica pre-categorial), con los postulados y razones estrictamente teóricas en las que éste último funda los esquemas del psicoanálisis. Esto conlleva en cierto sentido a inducir déficits categoriales severos en sus planteos (arma lo que se dice en la jerga teórica “un espantapájaros” para discutir. Miller podrá ser del todo cuestionable, pero su entendimiento no es pasible de reducirse al grado de vulgaridad al que pretende reducirlo Eidelsztein. Miller es alguien lucido); b) el Dr. Eidelsztein adolece de una pre-comprensión teórica del archivo marxista en particular y del campo de problemas de la teoría crítica en general, lo cual parecería necesariamente hacer encallar su programa de investigación; c) nada parece avizorar que la pretensión crítica de refundar el psicoanálisis lacaniano redunde en una problematización respecto a la elaboración de organizaciones de nuevo tipo; en virtud de las cuales sortear los desatinos institucionales que signan los derroteros del psicoanálisis en tanto Movimiento político-institucional; d) no se perciben, hasta el momento, desarrollos teoréticos propios en torno al dispositivo y al método, por lo cual según nuestra delimitación no podría definirse en sentido estricto como teórico del psicoanálisis. No obstante lo anteriormente mencionado, el programa de investigación de Eidelsztein, sin dejar de inscribirse en el psicoanálisis de orientación burguesa, es sin lugar a dudas lo más progresivo hacia el interior de dicho campo. 2) Mención aparte ameritan los desarrollos que nos lega Silvia Bleichmar en el decurso de su trabajo como teórica de la praxis psicoanalítica. Es de esperar que sus aportes se presenten como una referencia insoslayable para la elaboración de cualquier psicoanálisis que se pretenda marxistamente orientado; 3) por último, cabe destacar a nivel nacional que el rechazo por la elaboración de un psicoanálisis “en nombre propio” como estado de ánimo generalizado en lxs psicoanalistas, y la concomitante subsunción a los esquemas importados a través de las diferentes Escuelas-filiales, es una particularidad del campo psi argentino post-dictatorial. Resaltamos en este punto la prepotencia y arbitrariedad, la actitud desafiante y la inclaudicable búsqueda de una voz propia, sino marxista, al menos sí crítico-radical, presente en las elaboraciones de Enrique Pichón Rivieré, Marie Langer y José Bleger, entre otrxs.  

Mamá // Natalia Caprini

Mamá decía que le encantaba sentarse en la ventanas de los bares y quedarse mirando la gente que pasa por la vereda, los que están sentados en la barra, los mozos, y pensar cómo es la historia de cada uno; descubrir en el dibujo que forman las arrugas a los costados de los ojos, cuál fue el camino, cuáles los amores y los golpes que lo fueron tallando, que encorvaron esa espalda, que pulieron ese brillo en la mirada. Esta tarde mientras hacía tiempo para ver a mi editora, me senté en una mesa en la ventana del bar que está en la esquina de Canning cerca de Santa Fe, sin pensarlo pedí una lágrima -mamá siempre pedía lágrima- y me puse a revisar fotos y dibujos buscando la imagen para la tapa del libro. Estaba pensando en muchas cosas y me costaba concentrarme; toda la mañana había estado inquieta y de algún modo conectada con mamá, reconociendo su herencia en mínimos gestos, en mi labio superior fruncido a modo de desaprobación, en la manera un poco lunática de caminar con tacos. Intentaba trabajar cuando en un momento me vi observando a un tipo gordito de traje gris y bigotitos de otro tiempo que estaba sentado en una mesa del fondo. Yo siempre intento sentarme en las ventanas, y no puedo comprender a los que se sientan atrás, en las mesas de los rincones más oscuros. El gordito tenía algo que me daba un poco de bronca. Me hacía acordar a mi abuelo David, o más bien, me hizo imaginarme a mi abuelo cuando era joven, con su formalismo y su humor de contador, un poco chabacano y al mismo tiempo distante, como si habitara algún olimpo al que el resto de los mortales no accedemos. Miré sus manitos un poco regordetas, blandas, con algo femenino, y pensé que debía tener un pene chico, una pijita pequeña y orgullosa y que no tendría complejos por su tamaño; lo imaginé después de ducharse, con el baño lleno de vapor, mirándose contento su pilín en el espejo. Comía las medialunas mojándolas en el café con leche mientras leía el diario y cada tanto sonreía y movía la cabeza, como hablando consigo mismo. Al principio pensé que era un tipo triste, pero había un brillo en él que le daba un aura de seguridad en sí mismo; supuse que gozaba de cierta formación o inteligencia que le daba jerarquía en los lugares en los que se movía. Pensé también que para él las minas éramos un poco inferiores. Seguramente cojía con putas que en otros tiempos sacaba de los anuncios del diario y que atendían en un departamentito en la zona de monserrat, y alguna que otra vez, se echaba unos polvos breves y asépticos con mujeres con las que se conectaba a través de internet. No parecía estar casado pero sí tener una novia, formal como él con la que iba a veranear  a la costa argentina. A Gesell seguro que no. Tal vez Pinamar, pero más probablemente a San Bernardo donde Eduardo (parecía llamarse Eduardo, o Guillermo) asesoraría  contablemente algún restoran.

Después me colgué mirando a una mina flaca y enérgica que tenía un vestido verde con un entramado de un verde más oscuro y sin mangas. La primera impresión fue apabullante. Habia algo en ella que me inquietaba, algo amenazante y demoledor; luego, al observarla más detenidamente me dio la sensación de que sus continuos movimientos hiperkinéticos que la hacían parecer como un ave –tal vez un loro- dejaban traslucir, en un fondo lejano, una tristeza tan profunda que parecía venir arrastrada desde hacía tres generaciones. Percibí algo muy efímero, una opacidad en los ojos o más específicamente en la mirada, un abismo insondable, desesperado y temible, una oscuridad que duraba una nada y que daba lugar otra vez a un brillo feroz. Me pareció hermosa, tenía algo de Pina Bauch o esas mujeres embellecidas por la constancia de una fuerza, de una intención a lo largo de su vida. Parecía una maestra y también una monja; había algo ascético en su gesto, como si no tuviera sexo en mucho tiempo por una determinación tomada en algún pliegue profundo de su ser. Daba la sensación de que sólo era posible relacionarse con ella desde un lugar subordinado.

Y mientras estudiaba a todos los que pasaban por la vereda y me sentía como una gata mirando el mundo desde lo alto de un tejado, me preguntaba si sería cierto, si realmente mamá se sentaba en un bar y miraba, o si sólo era una de las formas en las que le gustaba verse, un rasgo que en un impulso romántico elegía para pensarse a sí misma. Recordé que una vez que a la salida del colegio fuimos a un bar en una avenida empedrada y un poco caótica. El sol entraba por las ventanas y una luz amarilla inundaba el lugar y todo parecía perfecto: los autos y colectivos que pasaban largando un humo que en estas épocas ya no se ve, el murmullo del bar, los ruidos de la cocina, todo parecía ser parte de una trama única, que nos incluía a mamá y a mí en uno de esos momentos en que una puede sentir  la gravedad y la belleza del tiempo que pasa. Fue allí, entre submarinos, tostados de jamón y queso y un aire de intimidad y confesión que pocas veces sentí con mamá, que me relató por primera vez su gusto por  observar a las personas en los bares, y juntas fuimos escudriñando uno a uno a los transeúntes, a los vecinos de mesa, incluso a los perros que pasaban, deduciendo de sus mínimos gestos, de un rictus, de las rarezas en el peinado, sus profesiones, rasgos de personalidad, vicios y grandezas. Se generó entre nosotras una complicidad exquisita y un poco malévola mientras nos reíamos a carcajadas como si estuviéramos borrachas, y yo sentía una dicha tan grande como si una divinidad arisca me hubiera elegido entre todos los mortales para acompañarla al paraíso. Mamá estaba siempre ocupada con sus cursos de psicodrama, guestalt y todo el carnaval que los años 70 y 80 generaron para intentar destronar la fijeza del psicoanálisis freudiano y de la APA, y si bien ejercitaba un histrionismo que a mi hermana y a mí nos dejaba la sensación de que mamá siempre estaba, lo cierto es ella hacía la suya y nosotras pasábamos la mayor parte del tiempo en un tedio infinito bajo el cuidado de la empleada.

La memoria de aquella tarde, esos recuerdos tan lejanos que parecían surgir de las profundidades de un lago con un sonido grave y lento y movimientos de monstruo antediluviano, me fue atravesando de a poco, me fue anegando como una inundación, me sacó de a una las fuerzas que me sostienen como una persona adulta, me desbarató la personalidad dejándome con la piel erizada y una sensibilidad tan abrumadora que si hubiera caído una gota de rocío sobre mi mano, me habría partido en dos.

Un recuerdo acarreaba a otro: mamá con un vestidito al talle de flores anaranjadas y violetas que moriría por tener y con unos anteojos de sol desmesurados de carey en la ventana del bar de maderas oscuras, los sonidos de las conversaciones un poco apagadas de las otras mesas, una radio que sonaba a lo lejos y esos sonidos del Buenos Aires de los 70 que ya no están y que cuando aparecen tangencialmente en algún documental o en los discos de Roberto Carlos en español me llevan a un lugar de nostalgia que me podría matar. Tanto me abstraje que podía ver a mamá como si la viera por primera vez, como si pudiera en ese mágico hechizo observarla minuciosamente, desmenuzarla como lo había hecho antes con el gordito y la mujer-loro. Pude ver su cutis terso y sus ojos hermosos, vivaces y un poco tramposos, como si ella siempre supiera algo que los demás no sabían ni sabrían nunca. Pude ver su cuerpo firme y contorneado y recordé su aroma de mujer, que me embriagaba como si fuera un elixir divino. Mamá tendría unos 30 años, era más joven que lo que yo soy ahora, y pude verla por fin: excitada, ansiosa y pulsante, como si todo estímulo que recibiera, desde el roce de la brisa en la vereda, un bocinazo lejano o la mirada de un hombre en la parada del colectivo tuviese en ella unas resonancias eróticas que la hicieran sacudir por dentro como si se llenara de pequeñas e infinitas explosiones hormonales. La recordé en las fiestas con toda la familia, siempre cerca del tío Tato y del tío Adolfo que tocaban en piano y acordeón todas las canciones de la saga familiar, que iban de Serrat al trío Los Panchos, pasando siempre por las tarantelas y las canciones de protesta. Mamá, ahora lo veo, siempre un poco borracha, gesticulando, exagerando los gestos al cantar y derramando seducción al punto que mis tíos se sentían incómodos y buscaban la manera de desembarazarse  un poco de sus dardos eróticos. La vi gigante, expandida, y al mismo tiempo frágil, como si necesitara a cada paso dejar constancia de su existencia, como si estuviera tan consciente de la cercanía de la muerte que precisara sobreactuar el apego a la vida; por un instante pequeño, insignificante, la vi vacía, absolutamente vacía, como si en alguna vuelta del camino se le hubiera perdido el sentido que la conectaba con todas las cosas.

El hechizo del recuerdo se fue apagando pero durante el resto del día, por debajo de mis acciones, de la charla con Marita mi editora, mientras respondía mails, cuando caminaba por las calles, seguía pulsando por mi sangre el impacto del encuentro con mamá, que aún siendo  imaginario, tenía más realidad que todo el mundo a mi alrededor.

Llegué a casa y encontré a Toro sentado en su compu, traduciendo un texto del francés; parecía un texto duro, un poco técnico, como si fuera algo de estadísticas, con cuadros y fórmulas. Me paré a su lado y abracé su cabeza con fuerza, como una náufraga que se aferra a una madera para seguir a flote y olvidarse por un rato de las olas frías que la llevan de aquí para allá. Toro quiso zafarse y seguir laburando pero yo no lo solté, no podía soltarlo. De a poco pude doblegarlo y bajé su cabeza hasta mi pelvis. Toro entendió -seguramente más mi desesperación que mis argumentos- y me bajó la bombacha hasta la mitad del muslo, escabulló su cabeza por debajo de mi solerito de colores, agarró mis nalgas con sus dos manotas,  y me chupó la concha de un modo absoluto, con fuerza animal, como si su lengua fuese al mismo tiempo una espada vengadora que me redimiera del dolor y también una especie de pulpo gigante que se dispusiera a sorber toda mi escencia hasta dejarme vacía y trémula y llena de olvido. Acabé gritando al cielo un grito de hiena herida y me doblé sobre su cabeza llorando como cuando era una nena. Toro me abrazaba sabiendo que si me soltaba me iba a desvanecer como el rocío, me iba a deshacer para siempre. Finalmente pude de a poco rescatarme y separarme de Toro pero de un modo tan lento que si alguien lo hubiera visto desde afuera le hubiera costado descubrir movimiento alguno. Toro me miró con los ojos húmedos, preguntándome con la mirada si estaba bien. Hice un gesto de que sí, que iba a sobrevivir, que siguiera con su traducción, que después nos encontraríamos y, sin hablar, veríamos alguna peli. Subí a la cama y abrazada a un almohadón empecé a susurrarme una nana, la vieja nana con que me dormía mi mamá; mi mente estaba como diluída, me sentía llena de melancolía pero sabía que ya no me iba a disolver como una lágrima en el mar. Fuí cayendo por una especie de tobogán de agua que bajaba en espirales hasta que sin darme cuenta, como si flotara en unos brazos de nube, me quedé dormida, hasta el otro día.

 

 

 

Madres y abuelas travas de pañuelo blanco // Susy Shock

Hay madres y abuelas travas de pañuelo blanco
giran en el conurbano alrededor de la pirámide de un bicentenario
a donde desaparecidas todavía vamos
sin estado de derecho
ni estado de gracia
solo la ronda de esperar el auto que frene y que tire
esos pesos mugrientos para pagar la pensión
rodar
rodar
siempre rodar mas
trava de huellas
lejos de la binaria calma de la tele en casa
y esa santita idea de mesitas floreadas

a este desfile vamos sudacas
armadas de la nueva idea
con carteles con la foto del chico con nombre de nena
o al revés
esa bandera que no siempre la cargan los militantes
que tan a la izquierda les da vergüencita de derecha llevarla
tan padrecitos de familia que son a la final
con hijos como dios quiere y manda a la final
eso si, todos con nombres de varones de la revolución
pero lejos de semejantes mariposonas andanzas
“¡que las ideas no entran por el culo mi niño!”
“¡maricona nunca Marx!”
“¡eso es burguesa debilidad compadre!”
si supieran…

que al final siempre al final
hasta seguro que se animan al roce trava
al salivoso tacto trava
al devenir húmedo trava
bajo el mantel
a oscuras
subte
no vaya a ser que los cumpa se enteren de esta ganga de eros equivocada

por eso a esas banderas las llevamos solas
con las madres y las abuelas de la deshonra
que todavía es constitucional
aunque nosotras si les hagamos numero en sus tantitas marchas
de la por cierto… gloriosa libertad

Sentido de oportunidad: a propósito de Horacio González // Lobo Suelto!

Lobo Suelto! admira la maestría de Horacio González. Mientras la más rancia derecha -aquella herida por la contundencia de la votación del 11 de agosto- dispara contra las ideas de este viejo profesor, llamamos la atención sobre lo que muchos llaman “el campo propio”, personas de todas las edades que temen que se digan verdades en tiempos de campaña electoral, sin advertir que silenciar estas ideas es condenarse a un futuro miserable. Una miserabilidad cultivada en el campo propio. ¿Qué dijo González? 

-«Abandonar las ideas de Cooke sería abandonar el peronismo».

-«Veo así a la Cosmópolis argentina. Hay que reescribir la historia argentina pero no en esa especie de neoliberalismo inspirado en las academias norteamericanas de los estudios culturales, donde hay una multiplicidad graciosa y finita. Sino que tiene que ser una historia dura y dramática, que incorpore una valoración te diría positiva de la guerrilla de los años 70 y que escape un poco de los estudios sociales que hoy la ven como una elección desviada, peligrosa e inaceptable.

-«La política como estudio y no como estudio en gabinete cerrado sino en medio de las grandes movilizaciones. Yo creo en la calle. El gobierno es una forma de comprimir en leyes, dictámenes, en discusiones reservadas todo lo que se expresa en la calle. Considero que el próximo gobierno debe ser un gobierno de acción inmediata y urgente pero también de mucha meditación en caliente».

-«Para ejercer el poder tenés que tener algo de anarquista. Cristina tiene algo de eso. Alberto Fernández continuamente dice “soy hijo de un juez, soy profesor universitario”. Tiene la vestimenta del viejo porteño, pero debería dejarse invadir por ese rasgo de anarquismo que tienen todas las formas del poder».


 

Los años del kirchnerismo

Agencia Paco Urondo: ¿Qué recuerda del llamado de Néstor Kirchner, cuando lo convocó a dirigir la Biblioteca Nacional?

Horacio González: Creo que habían pasado varios meses, casi un año, de modo que estaba con una expectativa de carácter alto. Yo estaba bien dispuesto hacia el gobierno. No recuerdo qué había sucedido ya, pero creo que ya había bajado el cuadro de Videla, recuerdo el estilo informal, algunos signos de la indumentaria. En relación con las primeras medidas sobre la deuda externa, la disposición para reformular la estructura injusta que tenía todo el sistema económico argentino. Rasgos de atrevimiento que no eran habituales. Una especie de desprolijidad creativa, en fin, todo eso me generó simpatía.

Y por supuesto, cuando recibí ese llamado no se me ocurrió decir que no. Es difícil que te llame un presidente y uno le diga que no a algo, a no ser que uno sea otro político y se crea con facultades medibles con las de un presidente y le empiece a pedir cosas, pero no era mi caso. Y así estuve durante 10 años al frente de la Biblioteca. En medio de grandes dificultades, pero también llevando a cabo grandes acciones que se han hecho con todo el personal de la Biblioteca y eso me genera un recuerdo agradable. Y después todo lo que significó acompañar al kirchnerismo en esos años difíciles, que también los recuerdo con mucha simpatía, sabiendo que la historia no tiene la facultad dadivosa de repetirse. Pero no creo que ese periodo esté destinado al olvido.

APU: Dice que hubo momentos difíciles en ese período, ¿cuáles fueron?

HG: Hay un lugar específico, el gobierno tenía definiciones que estaban sometidas a una dura prueba de la realidad, pero definiciones en general atrevidas, si es que podían sustentarse en hechos y en creación de nuevas instituciones, y de nuevos lenguajes políticos con la intrínseca debilidad que tenía el gobierno con sus cuadros políticos, tal como habían sido convocados. De alguna manera como fui llamado yo, en forma espontánea y vertiginosa. De modo que se originaba la pregunta si en el vértigo de los acontecimientos y con los recursos políticos que se tenían, era posible cumplir con el trazado de un horizonte más bien ambicioso. Porque los objetivos políticos siempre eran auspiciosos y al mismo tiempo los recursos políticos con los que se contaba no siempre fueron los suficientes. En gran parte también era por la heterogeneidad del gobierno. Se nutrió de los diversos afluentes del peronismo y otras fuerzas políticas que provenían de distintos campos y que en el pasado habían tenido actitudes menos frentistas.

Yo lo viví como una experiencia nueva e innovadora, con aire fresco y de nuevos personajes que no reproducían necesariamente la lógica rutinaria de la política argentina, y eso es siempre motivo de discusión. Como ahora, que surge un período nuevo, con características imprevisibles, pero que tienen la gran promesa de superar una época oscura que duró poco, tres años y medio o cuatro, pero que es una época tenebrosa de la historia nacional, la pregunta es la misma: ¿Habrá fuerza política para dejar de lado e interceptar todo lo que deja potencialmente instalado este gobierno? Un estilo neoliberal que cuajó en buena parte de la población. Porque pertenecía o pertenece a un terreno propicio que diseña esta época histórica en el mundo, por eso no es cualquier cosa el macrismo. Ya estaba inserto en forma latente en la sociedad argentina y sigue vigente en la política mundial, de modo que si se produce la victoria que todos esperamos de Alberto Fernández y Cristina Fernández, si realmente ocurre este formidable episodio de la derrota electoral del macrismo, a la Argentina le cabrá luchar en condiciones muy desfavorables para establecer una posición original, soberana y de corte humanístico que tenga en cuenta el sufrimiento de las grandes poblaciones, no sólo de la Argentina sino del mundo. Es decir, hay un proyecto que puede reformularse de la Argentina en su intervención de la política mundial que herede las mejores tradiciones del modo en que Argentina ha opinado sobre el mundo en toda su historia.

 

 

Explicar el peronismo

APU: En su libro Historia y pasión, escrito con José Pablo Feinmann, encontré muchos momentos que intentan explicar el peronismo. ¿Cómo podemos entender el peronismo, que de tan heterogéneo que es a veces parece diluirse?

HG: En principio te diría que la acción de comprender es necesaria. Pero es cierto que el peronismo tiene características que son la conjunción de elementos heterogéneos y una perdurabilidad sobre la base de hacer aún más extrema esa heterogeneidad. Las artes de la comprensión política existen de modo tal que sin ellas la política no sería una actividad humana con sentido. La comprensión nunca hay que dejarla de lado. Es cierto que, en el caso del peronismo, hay mayores desafíos que si estuviera ante una fuerza lineal que cumple su tarea en la historia, demora el tiempo necesario para cumplirla y después se desvanece. No es el caso del peronismo, que tiene muchos rostros, ha atravesado muchas etapas, con cierta capacidad de adaptarse a ellas y al mismo tiempo ha producido algo que supera la capacidad adaptativa de esas etapas que se van sucediendo.

De modo que cuando se escriba la historia integral del peronismo, con los recursos críticos correspondientes a la historia argentina, cierta faceta del peronismo, el menemismo y lo que después se llamó macrismo coinciden en ciertas preposiciones económicas, de una ciudadanía totalmente débil, su definición como entes consumidores de los símbolos que rehacen al sujeto y festeja como una forma de felicidad la pérdida de su autonomía. Eso es el liberalismo y a eso se llama mérito. El peronismo de Menem anticipó esto. Y hubo peronistas en el seno del macrismo, el jefe de la bancada peronista en el Senado por ejemplo, Pichetto, que ahora revela su verdadera forma como vicepresidente de Macri. O también el jefe de la bancada macrista en Diputados, Monzó. ¿Era peronista, se decía peronista, qué tipo de fantasmagoría es el peronismo?

La ontología del misterio peronista es sobrevivir bajo distintas facetas y vestiduras. La permanencia del peronismo tiene que ver con su capacidad de iniciativa política. De todos modos, no me parece que en nombre de una realización estética de la política se deba festejar el enorme ramillete de contradicciones que tiene el peronismo. Porque esto explica por qué es tan fácil de deshacer y puede ocurrir esto, en las circunstancias del triunfo electoral de Alberto Fernández. Ahora, si este ramillete fuera una fuerza más unívoca, que tenga en cuenta la etapa que vive la humanidad de deterioro de las fuentes creativas, tanto en el arte como en la naturaleza, se corren fuertes riesgos de estar festejando esa multiplicidad que “es” y no se convoca a entenderla al precio altísimo que después cuando se deshaga fácilmente, no sabríamos qué balbucear para hacernos perdonar que no la quisimos entender.

Por eso me parece que hay comprenderla, entenderla, refinarla, fortificarla y aún con el mismo nombre, darle los recursos necesarios para que tome iniciativas históricas de gran significación, y frente a las potencias del mundo también. Y eso supone planes sociales, planes económicos, proyectos artísticos.

APU: Mientras charlábamos antes de entrevistarlo, nombró a John W. Cooke, y pareciera que la idea del peronismo de Cooke desapareció.

HG: En mí no. No desapareció y no debe desaparecer. No para que haya alguien que cumpla con el mismo itinerario biográfico de Cooke, que forma parte siempre de lo irrepetible. Pero veo  que muchos creen que no mencionando el nombre de Cooke se tranquilizan las aguas. Y no es así. Es una figura que, al salir de lo común, tenía el factor carismático que excedía a lo natural y esperable. No era alguien que se había acomodado del marxismo al peronismo. Era alguien que estaba en el interior mismo de las tantas fisuras que había producido el peronismo. Cooke habita la casa del peronismo en tanto marxista y es un marxista en tanto peronista. Esa conjunción habilita naturalmente al peronismo lo que es. Entonces, esa figura de Cooke responde un poco la explicación de qué es el peronismo, que es el arte de hacer entrechocar distintas ideas que ha producido la humanidad.

Abandonar las ideas de Cooke sería abandonar el peronismo. Sería cegar, cortar e inhabilitar el peronismo mismo. Quienes lo hacen, porque temen ciertas palabras o porque dicen que la época ya pasó o este no es el momento, desconocen que siempre hay un momento que atraviesa todos los momentos. Siempre hay un tiempo genérico que atraviesa todos los tiempos. Quien no lo entienda así no está en condiciones de hacer una política más profunda, llamándose como se llame.

 

 

El debate sobre los medios, la cultura y el lenguaje inclusivo

APU: ¿Y frente a los medios de comunicación cómo hacemos? Con la televisión, por ejemplo.

HG: Frente a la televisión hay una razón muy específica ya que nació el 17 de octubre de 1952. Su primera imagen fue la de Evita, entonces, el aniversario de la televisión argentina tiene el mismo día del aniversario del peronismo. Son dos grandes hechos míticos, el 17 de octubre de 1945 y el 17 de octubre de 1952. Ocurre que el peronismo tuvo su momento de esplendor con la radio. La voz de Evita es una voz radial. Y la de Perón, que es una voz de mando, también está muy pasada por la radio. La radio tiene voz, pero no tiene cuerpo. En la televisión hay imágenes que se reiteran, pero no siempre es más importante que la radio. Dicho esto, le cabe a este nuevo ciclo argentino que se va a inaugurar con el desplazamiento del macrismo, repensar los medios de comunicación. Alberto Fernández está pensando en los medios y yo considero digna su actuación frente a los medios. Es parte de un debate necesario, que en algún momento deberá tomarse con seriedad, y esa seriedad incluye el antecedente de la Ley de Medios.

Esto no quiere decir que no haya que tomar en cuenta todo lo acontecido. Primero, la reacción de la ley por medio de los movimientos sociales; después, la aprobación por el Parlamento. Luego, la anulación por parte del macrismo. Y una nueva consideración al respecto tiene que tener en cuenta toda esta secuencia: cómo se avanzó, cómo se retrocedió y cuál es el nuevo punto de acuerdo respecto a lo que es un avance sensato sobre la regulación de los medios de comunicación. Quizás «regulación» no sea la mejor palabra, pero sí el modo en que los medios de comunicación construyen cotidianamente estilos de reflexión y uso de la lengua. Estilos ideológicos. Construyen y a la vez retoman, en un ciclo de realimentación, el modo en que proceden las millones de conversaciones públicas que hay durante un día en la ciudad: toda esa gran masa hablada, refinada por la televisión, ésta la devuelve de una forma intervenida en la construcción de la lengua. Y siempre apunta a ponerle un horizonte más bien chato. La televisión dice: hay que trazar una línea de inteligibilidad única, que es muy baja. Como dice Alejandro Fantino: “Profesor, hable claro que lo escuchan cinco millones de personas”, ahí se te viene encima una especie de aplanadora que te deja mudo y el único que puede hablar es Fantino, que sabe lo que piensan cinco millones de personas.

Todo esto, la ley anterior no lo trató. Trató la distribución de las audiencias, fue democratizadora, pero esto, de algún modo, tiene que volver a ser tratado. De algún modo, digo, porque entiendo las dificultades y la correlación de fuerzas que se van a establecer ahora en adelante. Otra cosa importante que debe ser tratada es cómo la televisión tiene que respetar los distintos planos de la lengua. La televisión no puede ser un dictaminador que forje la lengua única y diga, “profesor lo están escuchando en Calamuchita, tiene que hablar con un diccionario de 20 palabras”. Porque esto implica un desprecio hacia lo popular muy grande. Justo el medio que se dice habilitador de lo masivo, finalmente lo empobrece. Y esto no lo hace ninguna ley, sino que lo hace la discusión pública. Esa es la lucidez de la soberanía lingüística de un país. El gobierno de Fernández y Cristina va a tener que elevar su condición de relación entre dos personas, a un plano superior, porque si no, corren el riesgo de debates muy previsibles que pueden debilitar esa alianza. Además, esta alianza se presenta como un rasgo de amistad, entonces tiene que predominar esto último y no una mera alianza política.

Y en este seno, hay una discusión sobre la cultura, la lengua, en la que hasta el momento Fernández no ha entrado y pienso que debe hacerlo. Por supuesto que tratar el tema de la deuda es prioridad inevitable, pero las cuestiones culturales también lo son; y en esto, Fernández está un poco por debajo. También es un diálogo necesario y urgente redefinir qué es cultura pública, cultura creativa y cultura popular, que al mismo tiempo den lugar a vanguardias y experimentaciones, obras individuales y que no sea sólo temas de subsidios. Y que ni siquiera sea sólo discusión de creación del Ministerio de Cultura, que creo que hay que crearlo por supuesto, sino que sea el horizonte que establezca el poder público en su propia forma de comportamiento cultural, porque hay una cultura política que forma parte de la cultura genérica de un pueblo.

Entonces los gobernantes tienen que hablar de cierta manera, usar los distintos planos del lenguaje, incluso el vulgar, en el sentido de que se tiene que notar que están experimentando sobre la cultura crítica de un país. Esto es lo que considero yo un gobierno democrático y espero que este próximo gobierno que asuma lo sea.

APU: En el universo de lo cultural, claro, las decisiones políticas son las que tienen que aspirar a más y no a menos.

HG: Sí. Esa aspiración a más no la veo como un campo específico. Primero está la economía, después la política y después la salud pública y las políticas energéticas. Veo un macizo de cosas integradas. No veo que la cultura sea un pedacito que hay que atender después de negociar la deuda externa o después de establecer la emergencia alimentaria. Todo esto hay que resolverlo con absoluta urgencia y empuje del gobierno, pero esto no implica que la cultura sea la que deba esperar. La cultura es lo que nos baña, nos identifica, lo que nos hace hablar como hablamos y discutir como discutimos. Por lo tanto, yo diría que no es lo último. La cultura es la estructura secreta de todo lo que se hace, incluso en materia de economía.

APU: ¿Qué nos puede decir del lenguaje inclusivo? Del uso de la E, la X, la arroba.

HG: Todo movimiento social importante tiende a reformar el lenguaje. Como ejemplo el peronismo, que no intervino en la gramática, en la sintaxis, en la declinación de los verbos y en la homologación de las figuras sexuales o sexualización de la lengua, en términos de lo que consideraremos igualitario. La sintaxis de lo femenino en la lengua tendría una ausencia que no se correspondería con el movimiento feminista en el plano de la realidad de lo social. Este es un gran debate. Para mí, por un lado, me parece que hay un derecho a reformar el idioma y a crear las palabras propias. El peronismo lo hizo a su medida creando muchísimas palabras como, por ejemplo, la palabra “conducción”, pero no modificó la estructura gramatical y no asimiló su sujeto social que era el trabajador, al impacto que se produciría sobre la estructura de la lengua.

Con el feminismo es diferente porque propone un impacto en el centro de la estructura idiomática al colocar su sujeto específico, que son los derechos femeninos, la legalización del aborto, etc. Es una gran discusión, porque yo me tengo que preguntar por qué no hablo lenguaje inclusivo siendo que acepto y acompaño todas las medidas y reivindicaciones del movimiento feminista. Entonces la expresión inclusivo ahí provoca un dilema, porque, por un lado, cumple el rol de incluirnos a todos, pero yo no estoy incluido. Al mismo tiempo que me gusta, le veo dificultades, porque tarde o temprano puede chocar con la lengua popular y eso sería un riesgo para el movimiento feminista.

Es una experiencia única en la historia de los movimientos sociales, intervenir en la norma idiomática y convertirse en la real academia del movimiento social, y disputar con la real academia el dominio del idioma, es algo que no suele suceder. Quiero decir, los grandes movimientos revolucionarios de la humanidad han disputado el calendario, por ejemplo. Pero el feminismo es uno de los movimientos sociales de mayor atrevimiento en la historia contemporánea, al intervenir feministicamente la recreación de un idioma que se postula como neutral. Esto es realmente atrevido, cruza una frontera muy difícil donde se llama inclusiva, pero de hecho, genera una discusión donde no muchos quieren incluirse, y entre esos muchos hay personas que apoyan totalmente al movimiento.

Estamos en esta situación donde la comunicabilidad del movimiento descubre que tiene que tener un idioma nuevo, donde la figura de la mujer emancipada tiene que estar dentro de un idioma que a su vez se emancipe. Esto provoca una cantidad innumerable de problemas con el habla común. De hecho la televisión no lo ha adoptado. O las series y películas con actrices feministas tampoco lo adoptaron. Y esto termina siendo una clave de reconocimiento en las asambleas y en los artículos de diario (Página/12 contiene esta novedad), pero es una búsqueda. La prueba es que primero se usaba la arroba para desincorporar al masculino del idioma, pero se incorporaba lo informático. Era sacar un mal para poner otro aún peor. Un conjunto idiomático al servicio de Sillicon Valley que reúsa la arroba, viejo signo del comercio medieval, utilizado por la informática en el lenguaje inclusivo. Surje la X, también con dificultades y luego la E, que la usan naturalmente otros idiomas como el gallego, por ejemplo.

Es una búsqueda importantísima. A mí me parece tan importante como difícil. O, mejor dicho: porque es difícil, es importante; caracteriza la originalidad del movimiento feminista, que debe tener en cuenta la dificultad. Escucho muchas chicas que hablan de corrido lenguaje inclusivo y es admirable, no por tener esa facilidad de hablarlo, sino por la cantidad de problemas grandiosos que eso propone. Es un movimiento social que interviene drásticamente en un juicio idiomático que no pertenece al habla común mayoritaria e interpela a todos.

 

 

Por una reescritura de la historia

APU: ¿Cómo piensa la historia argentina?

HG: Pienso que va a ser rehecha y reescrita. A superar las divisiones, no para que se haga más cómoda sino al contrario, tiene que hacerse más difícil. Pero hay que reescribirla, ni siquiera te diría que buscando nuevos documentos. Ver de otra manera a Moreno, a Rosas, al Combate de Obligado, la Campaña del Desierto. Esto tiene que incorporar hoy una visión que reponga la presencia de la veta indigenista en la política y cultura argentina de otra manera. Y que llegue en su extremo último de debate a colocar al país como un país plurinacional. Que conserve todas las características de su apertura como dice la Constitución Nacional, a todas las corrientes del mundo que quieran habitarlo. Definirlo argentino por la capacidad que tiene esta tierra de convertirse en propicia para la habitabilidad de todos aquellos que quieran habitarla, el caso de hoy son los senegaleses. En 20 años esto va a generar una mixtura interesante con aquellas personas provenientes de África.

Veo así a la Cosmópolis argentina. Hay que reescribir la historia argentina pero no en esa especie de neoliberalismo inspirado en las academias norteamericanas de los estudios culturales, donde hay una multiplicidad graciosa y finita. Sino que tiene que ser una historia dura y dramática, que incorpore una valoración te diría positiva de la guerrilla de los años 70 y que escape un poco de los estudios sociales que hoy la ven como una elección desviada, peligrosa e inaceptable.

APU: Como si eso no formara parte de nuestra historia.

HG: Claro, pero al mismo tiempo tiene que ser una historia comprometida con la creación de un sujeto social nuevo en la Argentina, de carácter productivo y popular, como también capaz de tomar partido en determinada coyuntura histórica y generar un tiempo diferente. No puede ser un tiempo lineal, se tiene que escribir la historia de Mariano Moreno como si ocurriera hoy y la historia de John William Cooke como si hubiera ocurrido en 1810. Superponer las capas del tiempo, eso es lo que veo que la historiografía argentina no ha hecho.

APU: Pareciera que para nuestro universo cultural en estos últimos 10 ó 15 años, tuvimos un acercamiento a una nueva lectura de Moreno, San Martín, Belgrano. Pero no pudimos ir un poco más atrás y mirar a los pueblos indigenistas u originarios. ¿Por qué piensa que estamos tan alejados de ellos?

HG: Argentina es el país más alejado respecto a eso de toda Latinoamérica. Hubo una actitud de exterminio de las poblaciones indígenas. No es el caso de los países andinos donde había grandes culturas menos nómades que la cultura indígena argentina, la palabra argentina acá está de más, pero para referenciar este lugar que llamaríamos las pampas. Persistía una idea alberdiana de “gobernar es poblar” y de que todo era un desierto y renegaba de la presencia indígena en la vida nacional. El reconocimiento de derechos incluye también el respeto a la naturaleza, incluye postergar o no realizar excavaciones petrolíferas en territorios que pertenecen a las etnias que han sido relegadas o exterminadas. Ahora, esa pertenencia, ¿qué juridicidad debe tener? Este es un gran debate, porque ya pasó en la historia nacional. Es lo que le pasó a Mansilla cuando firmo el pacto con Marianito Rosas. Sarmiento expone en el Senado que el país no puede firmar un pacto con otra parte del país. Esto significaba reconocerle soberanía a los Ranqueles.

Esto puede cambiar con este gobierno nuevo y pueda rehacer el mapa etnocultural de la argentina. Y esto sería tan importante como pagar la deuda externa, la legítima o la ilegitima. Y cuando digo Argentina no pienso en potencia sino en un centro de las nuevas humanidades. Por eso resalto que articular cultura y economía son formas indispensables de la política hoy. Por eso insisto en esta idea que debe ocurrir el día uno del nuevo gobierno: el planteo de lo económico y también lo cultural.

APU: El nuevo gobierno debe irrumpir desde lo simbólico, cultural, económico para dejar de acercarnos como sociedad a los gobiernos de derecha. ¿Por qué cree que la derecha está tan presente hoy?

HG: Hay una derecha salvaje. Lo podemos ver en los editoriales del diario La Nación, no en todo el diario, sino en sus editoriales. O en programas de televisión, algunos que parecen de entretenimiento o de almuerzos, son la derecha argentina fuerte. Esto supone una tarea cultural importante, es decir lo que no es derecha tampoco es definible necesariamente de izquierda, sino como una nueva cultura de lo humano, como autogeneración de un campo de novedades. Por comodidad podríamos llamarlo “izquierda social y cultural”, y tiene que tener una gran capacidad de tomar herencia, no de la derecha económica a la que hay que desplazar.

Esto significa la política como estudio y no como estudio en gabinete cerrado sino en medio de las grandes movilizaciones. Yo creo en la calle. El gobierno es una forma de comprimir en leyes, dictámenes, en discusiones reservadas todo lo que se expresa en la calle. Considero que el próximo gobierno debe ser un gobierno de acción inmediata y urgente pero también de mucha meditación en caliente. Por más programa que hagan los equipos técnicos, lo que sucede en la calle va mucho más allá de lo técnico. Para ejercer el poder tenés que tener algo de anarquista. Cristina tiene algo de eso. Alberto Fernández continuamente dice “soy hijo de un juez, soy profesor universitario”. Tiene la vestimenta del viejo porteño, pero debería dejarse invadir por ese rasgo de anarquismo que tienen todas las formas del poder.

APU: ¿Igualmente es optimista en relación al nuevo gobierno?

HG: Sí, por supuesto. Con respecto al nuevo gobierno soy lo más optimista que puedo ser. Primero porque nos saca de esta salvajada que hicieron en lo económico y en lo espiritual. Gente que hace retiros espirituales, pero no sabe qué es eso del espíritu. Gente que pregona la religión de la meritocracia sin contemplar el daño que hacen a millones de personas.

APU: Pero no aprendimos de la historia reciente. Venimos de la experiencia del menemismo, del delarruísmo y accedimos a Macri, ¿por qué?

HG: Un momento de debilidad del pueblo argentino y de estupidez también, que todavía persiste un poco en los que lo apoyan siendo dañados por eso. Es que el alma humana es difícil y a veces apoya a quien te hace daños. El macrismo cultivó ese gusto masoquista y lo convirtió en política. Igual está decreciendo en las discusiones que escuchás en la ciudad. En un taxi, por ejemplo, esas pequeñas cárceles, se puede hablar un poco más tranquilo, si le decís algo al taxista y por ahí no salió todavía de su encierro masoquista, por lo menos se queda callado pensando.

 

 

APU: ¿Por qué cree que perdió Daniel Scioli?

HG: Hay razones políticas inmediatas. Quien aceptó que sea candidato no lo apoyó literalmente. Eso es una evidencia. Después, él no era un gran candidato. Su relación con la prensa era mala, si lo comparás con Fernández, este es un gran polemista y un político tiene que ser un gran polemista. Scioli no lo era. Y después compartía en gran medida el mundo de Macri. Se puede decir que establecía una diferencia clara: que Scioli venia del peronismo, que sé yo. Pero podríamos decir que había una trama de peronismo silencioso dentro del macrismo y un macrismo silencioso dentro del peronismo.

Ahora hay que desanudar esa trama. Y Fernández creo que está en condiciones de hacerla. Sobre todo, porque está Cristina Fernández incluida en este proyecto de desanudar esa trama argentina. En este sentido, ella no puede ser una mera vicepresidenta y tampoco puede tomar decisiones que debe tomar el presidente. Entonces ese campo está por ser diseñado. Ella no puede ser una mera vicepresidenta porque fue ella quien abrió paso a esta nueva etapa. Esto no lo puede ignorar ningún político, sobre todo no lo puede ignorar Alberto Fernández. Hay un primer lugar que le corresponde a Alberto Fernández, pero antes hay un primer lugar que le corresponde a ella por abrir esta posibilidad.

Ella ocupa como dos lugares: el primero es simbólico y el segundo táctico-político. Cualquier cosa que haga es mucho más que lo que podría hacer una vicepresidenta. La figura de Cristina es un suplemento y debe ser complementario a la figura de Alberto Fernández, pensando cosas nuevas respecto a lo que él es: profesor de derecho penal, moderado, un personaje de gabinete, un conservador progresista. Todo esto va a tener que ser repensado en función del equipo que formaron, porque si no, no va a funcionar eso. Lo primero que hay que evitar en esta alianza es el universo de las conspiraciones internas.

APU: Esto es inédito en la política argentina.

HG: Sí, es inédito y puede salir mal. Por eso hay que cuidarlo a Alberto Fernández. Pero el cuidarlo es un tema, porque no puede ser que la gente no hable o no esté en la calle. Pero es cierto también que hacer una mala manifestación hoy, a pocos días de la decisión fundamental, sería muy irresponsable. Por eso hay que trabajar con todas las fuerzas sociales, que en la Argentina son muchísimas, y también las fuerzas empresariales, para desalojar este fallido humano que fue el macrismo.

Fuente: http://www.agenciapacourondo.com.ar/cultura/horacio-gonzalez

Eduqué a mi hija para una invación zombie // Diego Valeriano

1.- Me cabio el apocalipsis

Me recabio siempre, casi siempre, desde el primer momento. Me cabieron sus fábulas rebuscadas y complejas, su desdén, sus ganas de más, lo que nunca me dijo, lo que me contó rogandome el más absoluto secreto, haciéndome flashear complicidad. Me cabio que mientras yo le acercaba libros y pelis, ella me respondía con series, celu y plazas. Mientras yo le explicaba, ella ya lo había hecho; mientras hablaba de cuidados, ella ya sabía lo que era un despojo. Mientras yo le charlo de libertad, ella la ejerce sin tanta bandera. Me cabio ese día que bailabamos muertos de risa, ellas de pepa, yo de papá garrón ignorante de su locura. Sus 15 hasta las tetas de apocalipsis, la piba que vino a pudrirla desde tan lejos, el cobani queriendo irse que me miraba con esos ojos de cansado y descubrir que las 4.20 es la hora mundial. Sus viajes a Puerto, su gedencia, su vitalidad, su placer por el margen, La Renga en Huracán, su vagar, su temeridad, su festejo de no cuajar, algunos enojos que recién ahora entiendo, sus lágrimas aún inexplicables y el Bajo como todo llanto. 

 

Me cabio su posibilidad de explicarme todo, de pelear por todo, de saberla capaz de casi todo. Sus escapadas, sus ubicaciones falsas, esa fiesta por Udaondo y la primera vez que tuvo miedo posta. Me cabio tener que ir a la escuela a rescatarla, a la 1era de Morón, a escuchar a la madre, a escucharla a ella. Que me clave el visto, estar alerta,  esperar que amanezca para saber que sobrevivió otra noche, a mirar para otro lado un montón de veces cuando las cosas eran más complejas de lo que había esperado. Me re cabieron sus cicatrices, sus miedos, sus planteos radicales que me dejaron careta, su politización extrema, su abandono nihilista, su inteligencia política. Me cabio como bajaba mi frasco de flores, como me tomaba por gil, como se daba cuenta de todo, como guardaba sus descubrimientos como armas para utilizar oportunamente. Me re cabieron mis explicaciones, mis consejos sobre la vida cuando ya lo habia vivido, esa caminata eterna llena de palabras que tuvimos una tarde de invierno, lo pancho que suelo ser. Y las horas muertas, ayudarla a estudiar, segundearla cuando se ratea y un café frente a la estación con el viejo de una piba que entendía aún menos que yo. 

 

Me re cabio creer que la entrenaba para un apocalipsis, mientras ella era el apocalipsis mismo: zombie, sobreviviente, saqueo, fiesta, mutación, aulas, ranchada y vagancia. Saber que no la educaba porque ya no había nada que transmitir, ni decir, ni explicar. Que lo posible, lo palpable, lo necesario, estaba ahí, con las pibas, en los trenes, en sus deserciones, fiestas y encuentros. Educar siempre unido a una épica finalista. La paternidad garrón, la docencia y la militancia luchona siempre estuvieron atravesadas por una gesta civilizatoria, emancipatoria, transformadora, de futuro. La realidad te re cabe, las pibas si son pillas, también.

 

Educar para una invasión zombie no da cuenta de futuros felices, no mira hacia adelante, no proyecta metas. Es pura indefensión y nos re cabe porque ya no controlamos el destino final de las cosas. En este apocalipsis no hay proyectos, sino momentos; no hay expectativas sino cuidados y segundeos; no hay jerarquías, salvo la que generan los cuerpos bien plantados. Este es su mundo y no se trata tanto de cambiarlo, mejorarlo, de proyectar sino de redefinir las formas en que se presentan las cosas, crear nuevas palabras que digan otras cosas, construir estrategias, hacer mundo y sobrevivir cada nuevo día sin ser mordidos de manera definitiva.

 

Eduqué a mi hija para una invasión zombie

 

La filosofía en cuestión: nudo contra sutura // Roque Farrán

I
¿Qué es la filosofía hoy? O qué habrá sido, en todo caso, porque si hay una práctica que se interroga a sí misma a través del mundo y de los otros, así se historiza, esa es la práctica filosófica. Hace un tiempo, Foucault escribía: “Pero, ¿qué es la filosofía hoy –quiero decir la actividad filosófica– si no el trabajo crítico del pensamiento sobre sí mismo? ¿Y si no consiste, en vez de legitimar lo que ya se sabe, en emprender el saber cómo y hasta dónde sería posible pensar de otro modo? Siempre hay algo de irrisorio en el discurso filosófico cuando, desde el exterior, quiere ordenar a los demás, decirles dónde está su verdad y cómo encontrarla, o cuando se siente con fuerzas para instruirle proceso con positividad ingenua; pero es su derecho explorar lo que, en su propio pensamiento, puede ser cambiado mediante el ejercicio que hace de un saber que le es extraño. El ‘ensayo’ –que hay que entender como prueba modificadora de sí mismo en el juego de la verdad y no como apropiación simplificadora del otro con fines de comunicación– es el cuerpo vivo de la filosofía, si por lo menos ésta es todavía hoy lo que fue, es decir una ‘ascesis’, un ejercicio de sí, para el pensamiento.” (Michel Foucault, Historia de la sexualidad 2: El uso de los placeres.)


II
Pensar de otro modo, mediante un ejercicio que toma la forma escritural del ensayo, no con fines meramente comunicativos sino como ascesis y transformación de sí; esa es la tarea del pensamiento materialista, ahora y siempre. Aunque veces me pregunto si lo que escribo, en efecto, pertenece a algún género: divulgación, ensayo, opinión, investigación académica o militante, etc. Y la verdad es que no me siento cómodo ni identificado plenamente con ninguno de ellos. Me he dado cuenta con el tiempo que lo que hago, sea cual sea el medio, es sencillamente filosofía. Porque pienso que a pesar de lo que se diga, de acuerdo al discurso dominante, que siempre dispone los géneros en cuestión (mayores y menores, oficiales y alternativos), la filosofía es el discurso y la práctica concreta que los trastorna un poco a todos. Eso es lo que hago: trastornar los géneros discursivos desde el deseo puntual que me moviliza a decir en nombre propio lo que pienso. Si hay en verdad un ensayo materialista, no es un género discursivo, sino una escritura en que se juega una vida.


III
También me pregunto por qué no hay en la tradición argentina filósofos o filósofas que sean –o hayan sido– citados y traducidos en otras lenguas y culturas, que sean tomados como referentes ineludibles para pensar la época o la coyuntura, como sí ha ocurrido con los literatos y otros científicos prominentes en sus respectivos campos. Como si la filosofía, a la cual somos bastante aficionados los argentinos, hubiese quedado atrapada entre un aparato académico –demasiado pesado– y una difusión periodística-cultural –demasiado liviana– que no tienen incidencia en el pensamiento crítico actual. Seguimos consumiendo pasivamente las novedades filosófico-culturales exportadas, pero nuestra inmensa capacidad de escritura crítica continúa entrampada en las falsas dicotomías de los modos de producción históricos (academia, divulgación, periodismo, militancia, etc.). Al contrario de esta tendencia despotenciadora, habría que elevar el pensamiento de la coyuntura al plano de lo universal y forjar conceptos adecuados a ello. Ya hace un tiempo decía acertadamente Lewkowicz, en Pensar sin Estado: “El pensamiento italiano, el pensamiento francés no gozan de los privilegios de los que gozan sólo por disponer de un buen aparato publicitario o un afinado sistema académico o un mercado consolidado o una masa crítica de talento. Diego Sztulwark observó que los intelectuales franceses e italianos ejercen el hábito soberano de considerar sus coyunturas como grandes temas de pensamiento. Cada coyuntura así tomada resulta objeto de múltiples análisis, que le proporcionan densidad y realidad de pensamiento. Constituyen también ocasiones para forjar de nuevo los modos de pensar. Nada limita los temas a tratar o formular -por insignificante que pueda ser la coyuntura-. Las coyunturas así tomadas adquieren valor universal en un sentido muy preciso: forjan el universo según esa coyuntura.”

IV
Asimismo, cada cambio en la coyuntura política me ha llevado a reencontrar un filósofo singular que me convence de ser, muchas veces a contrapelo de las lecturas dominantes, quien posee la clave conceptual para entender el clima de época y actuar en consecuencia. Esto es así porque los conceptos a forjar no surgen de la nada. Durante el kirchenrismo era Badiou, sin dudas, el filósofo que permitía entender la “subjetividad militante” que interpelaba mejor la coyuntura a todo nivel; por su sistematicidad y ética de la convicción también a toda prueba (incluso al interior del Estado, desplazamiento que me encargué de acentuar en nombre propio). Desde el triunfo del macrismo, en cambio, me di cuenta que esa perspectiva no resultaba suficiente, que frente al neoliberalismo gubernamental era clave atender a los modos de “constitución de sí” que se tramaban de manera más próxima a la lógica neoliberal, para combatirla en inmanencia; ejemplarmente a través de las “prácticas de sí” estudiadas por Foucault (la constitución de un sujeto que sustituyera con rigor la lógica del empresario de sí y el coucheo mediático). Por último, con el triunfo inminente del Frente de Todos, se me aparece en toda su potencia la relevancia del pensamiento de Spinoza; en el cual la razón se monta sobre procesos afectivos ineludibles, donde se piensa desde una “causalidad inmanente” que no excluye nada ni a nadie, que permite entender y contemplar mejor todos los niveles en juego.


V
Se podría creer que ello conduce a etificar u ontologizar la política, y sin embargo nada más ajeno al pensamiento materialista que volver a reintroducir especializaciones y compartimentaciones; el concepto siempre problematiza las divisiones esquemáticas. El pensamiento materialista anuda ontología, ética, episteme y política en un solo gesto de problematización. Entonces, si bien hay cierto acuerdo en nominar lo que estamos viviendo en estos tiempos difíciles como “la vuelta de la política” (algo similar a lo que fue la “vuelta de la democracia”), con todos sus bemoles, entusiasmos y prudencias, lo que no quiero dejar pasar es hacer notar una vez más que esa vuelta implica, como se ha dicho ya innumerables veces, un “volver mejores”. Esa mejora no ha de ser en función de un ideal abstracto sino de cuestiones prácticas efectivas y afectivas concretas; cuestiones que van desde el modo de militar, de comunicar, de enseñar, de producir, de analizar, de investigar y de constituirnos a nosotros mismos en tanto sujetos morales de nuestras acciones. En fin, una ética materialista ligada a la práctica política que continuamente reflexione acerca de los modos en cuestión (otra vez: ontológico, epistémicos, comunicativos, etc.). Todo se juega, en esta vuelta a redoble de la escena política, en poder producir una pequeña diferencia ética. Y en la producción de esa diferencia la práctica filosófica resulta clave: una forma de vida.


VI
Cuando decimos en consecuencia que la filosofía es una “forma de vida” que consiste en realizar ejercicios espirituales (para transformarse a sí mismo), o ejercicios de imaginación materialista (para inducir la transformación de otros), y que no se reduce a meros discursos o sistemas acabados de pensamiento, lo que queremos afirmar –pues entramos al ámbito discursivo para excederlo– es que se trata ante todo de un ethos, una actitud límite o modo de conducirse que confronta e interroga, ante cada situación y práctica concreta, por el sujeto que allí se constituye. No es una cosmovisión acabada del mundo ni un preguntar a tontas y a locas, sino un preguntar definido por el sujeto del deseo que se esboza en cada práctica; por eso también se puede decir que la filosofía en tanto práctica materialista es un psicoanálisis extendido al campo de la cultura. En cada pensamiento, en acto, se pone en juego así un modo de vida.
El psicoanálisis y la filosofía materialista, como formas de vida, no son por tanto del orden del ser profesional o del oficio instrumental, sino que definen ante todo un ethos y una práctica concreta que se despliega en una serie dispar de ejercicios entrelazados: escucha, lectura, escritura, abstención, anticipación, acto. No importa el medio, el marco o el dispositivo escogidos; eso es secundario respecto al modo de ser eminentemente práctico que orienta cada gesto en relación a los otros, los discursos y las cosas. Prácticas de transformación del sujeto, antes que disciplinas u oficios; prácticas de libertad, antes que profesiones; prácticas que recrean la espacialidad y el tiempo a su modo, antes que confinarse a hospicios o auspicios. Cualquiera puede advenir a la posición del analista o filósofo materialista en tanto atraviese los fantasmas inconscientes y acceda al pensamiento material que nos constituye, caso por caso. Por eso se podría afirmar que el psicoanalista ha de ser al menos tres (para que su práctica sea efectiva y consecuente): un militante del deseo, un filósofo de la potencia, un artista del lenguaje. Lacan con Spinoza.


VII
Tenemos que dejar de pensar en términos dicotómicos y situarnos en la heterogeneidad radical que nos constituye, nada de oponer individuos a colectivos, prácticas políticas a prácticas éticas, teoría a práctica, filosofía a psicoanálisis, procesos afectivos a procesos significantes, etc. Pues en la base de la sociedad, y de cómo nos constituimos en tanto sujetos, están ineludiblemente los afectos. Las prácticas y relaciones sociales son modos de incrementar o disminuir nuestra potencia de actuar y de pensar. Cuando esta disminuye, el afecto que prima –sea de manera consciente o no– es la tristeza; cuando la potencia aumenta, el afecto es la alegría. Lo enredado de la naturaleza humana –lo que se llama el “malestar en la cultura” – reside en que hay compensaciones secundarias; si no podemos incrementar de manera directa nuestra potencia de actuar, la tristeza concomitante puede atenuarse con un goce parasitario: la minusvalía o impotencia del otro. Esto es, en breve, el “resentimiento” o la “alegría del odio”. La mayoría nos movemos entre esos vaivenes pasionales, movimientos de incremento o disminución en la potencia de actuar y de pensar, desconociendo las causas y razones de todo ello, entre compensaciones secundarias y resentimientos varios. Solo el alcanzar la propia potencia y activar los afectos alegres de un modo singular, por conocimiento de lo que nos causa en verdad, nos permite exceder el régimen de las pasiones. Eso es lo que Spinoza denomina “tercer género de conocimiento”, “beatitud” o “eternidad”.


VIII

El deseo o “esfuerzo de perseverar en el ser”, es la base de todo. A partir de ahí se puede componer y aumentar la potencia de obrar, lo que genera afectos alegres, o bien descomponer y disminuir esa potencia, lo que genera tristeza. En el medio de esas orientaciones existenciales básicas, hay soluciones de compromiso y afectos combinados que resultan de ello. De todos modos, si una vida es muy miserable, si no encuentra salidas viables o modos de composición acordes a su deseo, es lógico que piense en darse muerte. No hay contradicción alguna. El darse muerte puede ser gradual o repentino. Los modos de intervención, por ende, no tienen que apelar a moralismos y abstracciones vacuas; tienen que estimular la imaginación con otras composiciones posibles, con el uso de la razón para captarlas simbólicamente; o, en el mejor de los casos, vía el ejemplo: con la transmisión directa de la potencia del pensar en acto y la alegría concomitante. Lo cual tampoco garantiza nada porque, a veces, el grado de alienación es tal que se imagina que toda la potencia del Otro ha sido un robo, un menoscabo a la propia potencia; cuando en verdad no hay propio ni Otro, sino modos singulares de una potencia impersonal que nos constituye a todos por igual. La acumulación originaria y el esfuerzo de apropiación de medios son un mito del capitalismo que se sigue reproduciendo a toda escala para la impotencia y destrucción generalizadas. Solo el disponer seriamente y alegremente de nuestras vidas singulares, nos da el poder efectivo de sustraernos a la reproducción incesante de la estupidez mítica y atisbar la composición de otra cosa. Hablemos de componernos mejores, antes que insistir en destrucciones, y la tristeza caerá por su propio peso.


IX
Lo que digo, en definitiva, es: hay una razón de todo lo que nos pasa; ser determinista no es ser fatalista, porque esa razón es un nudo, un nudo que nos implica inexorablemente, nudo del cual somos parte y al cual a su vez hacemos. Entender el nudo, aceptar el nudo, hacer el nudo que somos nos salva del fatalismo deprimente y de la locura del libre albedrío.

Vayan una serie de puntos suplementarios para impedir que el nudo devenga sutura.

1. El único modo de evitar la sutura de la filosofía a una de sus condiciones históricas, identificación paralizante, es pensarlas anudadas borromeanamente; así, cada una de ellas resulta indispensable en su irreductibilidad, pero ninguna impone sus razones y procedimientos a las otras; hay, más bien, transferencia y cruce productivo entre ellas, en el mejor de los casos.


2. La práctica de composibilidad filosófica no es pues una síntesis totalizante, ni condesciende a la dispersión epocal; su sistema móvil de conceptos enlaza las operaciones dispares que permiten captar tanto el ser en tanto ser como el acontecer en el arte, la política, el amor y la ciencia.


3. Sostengo que la filosofía resulta crucial, sobre todo, para sostener en su irreductiblidad dos prácticas nodales de nuestro tiempo: la práctica política y la práctica psicoanalítica. De la política lo clave es pensar los modos de organización y movilización colectiva que puedan subvertir las relaciones de poder imperantes y abrir a nuevas formas más incluyentes e igualitarias. Del psicoanálisis importa sobre todo el despeje de un decir singular que asuma la distancia con los fantasmas y goces superyoicos que atan el deseo a pulsiones mortíferas.


4. Lo singular y lo colectivo, pensados como niveles distintos de integración en un campo inmanente y no como pares dicotómicos, pueden ser anudados a través de conceptos filosóficos forjados y reformulados para la ocasión: sujeto, acontecimiento, intervención, verdad, etc.

5. Los actos más simples: ver, escuchar, leer, escribir, pensar, encuentran su verdadera materialidad en el cruce de prácticas dispares, en desplazamientos y torsiones del campo de inmanencia que no admiten el cierre sobre las especializaciones, sorderas y miopías propias de los lenguajes instituidos.

6. Nodaléctica es el nombre dado a la reinvención incesante de esos cruces, producidos en distintos niveles: ontológicos, epistémicos, ideológicos y éticos. Una invitación de pensamiento conjunto abierta a cualquiera.

La Fernandización de Cristina // Agustín J. Valle

León Rozitchner decía algo así como que la potencia movilizada de la clase trabajadora argentina había encontrado en Perón un vehículo, y también un límite: un Padre Militar, en cuyo cuerpo “oficial” se aglutinaba la fuerza transformadora, fuerza que así se fetichizaba cuando, en rigor, es multitudinal. Las ganancias sobre todo en el plano de la distribución del ingreso, por parte de la clase trabajadora, implicaba una entrega de las capacidades más hondamente políticas, es decir de creación de posibles y modos de organización del lazo y la producción social en torno a refundaciones del deseo y los valores…

Pero ese vínculo masa-líder, que también fue problemático en tanto la sacralización del nombre sirvió para que bajo su rótulo se llevaran adelante diversas políticas,  incluso contrarias a los intereses materiales de los laburantes, era superado, decía Rozitchner en 2010, había quedado superado por el dúo Kirchner.

Pareja civil de hombre y mujer en igualdad profesional, la pareja sureña vino a decirle al gran Fierro del Estado “no les tenemos miedo”. Vino a decirle a la multitud argentina “somos los hijos de las Madres de Plaza de Mayo”, abriendo, así, una clave de fraternidad, en torno ya no de la obediencia al General militar, sino en torno al origen amoroso de nuestra vida, las madres. Este nuevo liderazgo abría la capacidad de vehiculizar deseos emancipadores sin castrar al sujeto popular colectivo.

Después, acaso en proceso comenzado con la muerte de Néstor, y acicateado por la artillería de los sectores más rancios de la sociedad, el liderazgo de Cristina devino en jefatura idolatrada. Los militantes se transformaron en soldados (“militar es militar…”); incluso los trabajadores que osaban enfrentar las políticas gubernamentales eran nuevamente reprimidos -tras años de sostener la decisión política de no zanjar la protesta social por vía represiva- y, lo que acaso sea peor, descalificados como “energúmenos” (Berni); y la movilización social espontánea, que había abierto el espacio de impugnación anti-neoliberal derribando al gobierno de la Alianza, fue condenada (“no necesitamos más patrullas perdidas de 2001”). Fueron años donde el kirchnerismo, fustigando los agites desautorizados, hiperideologizando la propia tropa, y crispando discursivamente a los sectores más rancios, le hizo juego a la derecha.

Y lo que pasa ahora es interesantísimo y abierto: la decisión de Cristina de correrse, pero no demasiado, habilita un pluriliderazgo. O una suerte de espacio de liderazgo flotante, donde Alberto Fernández no se presenta como un mero monigote. Por decisión de Cristina, Cristina no concentra sola el mando. En la decisión está sin dudas su inteligencia estratégica, pero, quizá, esté también su condición femenina: hay que ver si un hijo del patriarcado rechazaría la tentación de llevar el bastón de mando.

No es un renunciamiento histórico porque no hay un macho por encima de ella; absurdo es también comparar la escena con el esquema de Cámpora y Perón, ya que el general ni siquiera estaba en el país: la presidencia del médico expresaba una ausencia del Jefe, mientras que Cristina eligió un modo de presencia.

Lo cierto es que el espectro social que se encolumna detrás de ella, ahora puede prescindir -al menos en parte- de su figura consagrada. La energía multitudinal que tanto cristalizaba en la jefa muestra capacidad de fluir. Quizá esto se gestaba ya desde el 9 de diciembre de 2015 cuando nació el cantito “vamos a volver”, que, a diferencia del “luche y vuelve”, se enuncia desde una primera persona plural y abierta, como me señaló entonces Rubén Mira. Los deseos de frenar el ajuste, los deseos de que la cosa pública se piense con al menos alguna dosis de criterio local (y no solo desde lo que el gato vil llama “el Mundo”, es decir la razón financiera global), no requieran una figura totémica cristalizada, que el liderazgo pueda eventualmente recaer en alguien o alguien más de modo variable, es una novedad no menor de la hora. Los efectos son incluso de renominación de la propia Cristina: tan llamada ka ka ka, ahora con Alberto vuelve a ser Fernández.

La falta de mística de Alberto está por eso entre los motivos de su elección primera, la dedocrática y preelectoral. No se apasiona demasiado, no se enoja tanto ni parece tan enamorado de algo trascendente; es un hombre razonable que puede poner orden y volver a la normalidad -justo esas dos palabritas compartidas por los campos semánticos tanto del kirchnerismo como del macrismo. Nada de mística: calma, diálogo, política como palabra y tejido. Un hombre de leyes; el viejo lenguaje de lo jurídico que viene a salvar al Estado del descalabro de la pura razón de los negocios. Más que un líder emplazado como causa, es un líder puesto como cauce -para que vehiculice una fuerza que lo precede. No trae, Alberto, una convicción legitimada por su épica; trae señalamientos de realidad objetiva. “Los hechos”.

Es el opuesto de Elisa Carrió que,  en cierto sentido, circense como es, funge de corazón de la acotada vitalidad de Cambiemos. Con su ridiculez y arbitrariedad, pone donde está un deseo fundado en su propia convicción, más allá del bien y del mal, certidumbre por pura presencia. Dosis de fe posmoderna en el gélido reino de los gerentes. Para los de afuera es entre hilarante e indignante, pero se ha visto que su estilo intentó ser copiado por el Presidente, en las inyecciones de euforia con que cerró discursos y alimentó memes. Alberto en cambio parecería incapaz de salirse de la raya, de exceder la razón. Distinto en eso también a Menem, quien con su canalla picaresca de “no se sabe lo que mi cuerpo puede” cosechó tracción aspiracional.

 

Ordenar y normalizar: Alberto no viene a alterar, a trastocar, a terminar, ni siquiera a reformar. No debe asustarse nadie. ¿Es posible que no tengan miedo ni las clases trabajadoras ni las elites? Tal es la línea de la moderación. Bordes humanos para el neoliberalismo. Alberto llegará al sillón porque el gobierno de Cambiemos fracasó. Un estado de movilización social que resistió sus políticas es insoslayable causa de ese fracaso. Por ejemplo, no pudieron implementar la reforma laboral. Tampoco trasladar a las facturas de gas la totalidad de lo que las empresas “perdían en dólares por la devaluación”, aunque sí se los pagó el Estado; también fracasó su proyecto en AFA de convertir a los clubes de fútbol en sociedades anónimas; fracasó el intento de beneficiar con el 2×1 a los genocidas; fracasó el intento de detener a Hebe de Bonafini… Movilizaciones sociales que incluso parecían derrotadas, como la lucha docente, desgastaron el ethos gobernante. Muchas y muchos pagaron la resistencia con ojos perdidos por las balas de goma, con cárcel.

El Gobierno acudió al FMI por un motivo doble: para buscar salvavidas financiero para su desmadre económico, y para buscar apoyo político en los patrones del norte. Así es el modelo de liderazgo cambiemita: líderes relativamente “suaves” en la medida en que asumen Patrones Mayores -el Realismo del Capital como patrón básico- a los que no solo ellos sino todos debemos obedecer. Patrones que Macri llama con el eufemismo de “el mundo”. Por eso, aunque la implementación de sus políticas es mucho más autoritaria que las del gobierno anterior, no dejan de criticar a los líderes “populistas” en tanto “autoritarios”.

La fórmula electoralmente ganadora capitaliza el deterioro del gobierno que fue producido por un estado oscilante pero intenso de movilización social. (Insisto: también la “crisis económica” del macrismo hay que entenderla como crisis de su gubernamentalidad política). Movilización social: el movimiento feminista, los movimientos sociales (los trabajadores de la economía informal), los movimientos de derechos humanos, corrientes de ánimo multitudinal expresados en el cantito MMLPQTP, los ríos de memes y grafitis…

El Frente de Todos resulta vehículo electoral de un espectro social mucho más amplio, de cuyas movilizaciones no fue un protagonista central. Hay un hiato entre movilización y herramienta electoral. Se verá si Alberto es más influenciable por el orden cuyas reglas son incuestionables (ya dijo que no se revisa ni la anulación de la Ley de Medios ni la fusión Fibertel Telecom…), o por los movimientos sociales que plantaron la intolerancia triunfante contra el macrismo. Al fin y al cabo, como dice Deleuze, no hay gobiernos de izquierda, sino gobiernos más o menos permeables a las demandas democratizantes. Allí es donde el gesto de CFK, de correrse, es una puerta oxigenante y abierta: está claro que Alberto no es más que aquello que lo vota. Está claro que CFK es insuficiente. Fue significativa la presencia de Máximo en el acto de festejo de las PASO: fue el primero en hablar; ante todo, un Kirchner. Su cuerpo asegura presencia del linaje apellidista y de su mística -aunque el principal movimiento multitudinal del presente, el feminista, no necesita apellidos fetichizados para sacudir al mundo (como tampoco los necesitó la revuelta del 2001 para impugnar al neoliberalismo por quince años).

¿Podrá existir un espacio -más que una organización- capaz de rotar liderazgos instrumentales para una movilización social que delega pero no enajena su fuerza? Liderazgos cuya figura no afirme implícitamente que nosotros no podemos sino solo Él o Ella. Liderazgos que asuman que los líderes son los empoderados por la multitud, más que lo contrario.

Fuente: https://socompa.info/politica/la-fernandizacion-de-cristina/

NEOLIBERALISMO Y FORMAS DE VIDA. UN REPASO POR LA COYUNTURA ARGENTINA // Diego Sztulwark

Como adelanto de La ofensiva sensible, de pronta aparición en Futuros Próximos, compartimos la desgrabación de una conferencia que dio su autor, Diego Sztulwark, en 2017 en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), Argentina.

DEL NEOLIBERALISMO. La idea de neoliberalismo que tenemos fue impuesta por la dictadura mediante el terrorismo de Estado y luego mediante los votos, durante el menemismo. Esa idea fue derrotada en las calles en 2001. Durante el kirchnerismo tuvimos un período sin retórica neoliberal. Sin embargo, el neoliberalismo está hoy entre nosotros; es más que aquella coyuntura de los años noventa. Una reevaluación crítica de la última década puede ayudarnos a entender mejor en qué consiste su eficacia.
Foucault describe al neoliberalismo como un gobierno de las conductas, de las almas, cuya premisa es que la potencia individual y colectiva se maximiza adoptando la forma empresa y que todo aquello que obstaculice esta diáfana forma empresarial del ser es patológica. El discurso actual del oficialismo considera peligroso –corrupción, mafia, terrorismo– todo lo que opaque mínimamente estas formas de hacer sociedad a partir de la forma empresa asociada a la libertad y al progreso.
El neoliberalismo, según Foucault, es la aplicación del cálculo económico a todo lo extraeconómico. Es decir, la ampliación del modelo de la racionalidad de la economía política hacia todos los aspectos no económicos de la vida. Ser neoliberal es calcular todos los aspectos de la existencia como si estuviésemos en el mercado. A la larga esta forma de cálculo nos condena a la obediencia de la coacción de la valorización neoliberal. Y la comprensión del mundo se moraliza.
El neoliberalismo es diferente del liberalismo del siglo XVIII, en el cual el Estado se abstenía de actuar para dejar actuar a los mercados. Lo neoliberal no tiene esa concepción naturalista de los mercados. Al contrario: el neoliberalismo es un fenómeno fuertemente estatal. Se trata de producir y sostener el medio como mercado y la vida como empresa. La concepción que opone Estado a mercado es demasiado simple y caricatural. Lo que vemos hoy es un Estado neoliberal presente y ultra activo.

“Ser neoliberal es calcular todos los aspectos de la existencia como si estuviésemos en el mercado. A la larga esta forma de cálculo nos condena a la obediencia de la coacción de la valorización neoliberal. Y la comprensión del mundo se moraliza.”

Como forma de gobierno, el neoliberalismo pone en el centro a la libertad: se trata de una experiencia ambigua de la libertad que proviene de la libertad de mercado. Es una libertad (“nadie me dice lo que tengo que hacer, yo me valorizo a mí mismo”) que a cada paso se revierte como obediencia. La crítica meramente ideológica del neoliberalismo cae en la impotencia cuando se moraliza y pierde su carácter estratégico. Antes que un sistema de ideas, el neoliberalismo es un diagrama de poder sin afuera. Necesitamos pensarnos dentro y contra el neoliberalismo. El afuera del neoliberalismo se construye en luchas concretas, no preexiste. Más que demostrar su falsedad quizás haya que ver si somos capaces de desplazar sus reglas con base en otras estrategias.
Autores contemporáneos, como Franco Berardi, Rita Seagato, señalan que el neoliberalismo (semiocapitalismo, patriarcal) es un régimen de “desensibilización”. La desensibilización es la incapacidad general de comprender lo no dicho, de ir más allá de lo codificado, de tener empatía con los otros más allá de la norma, es la inaptitud para introducir la ironía en un código explícito estructurado. La desensibilización surge tanto de las exigencias de actualización empresarial de la vida (desposesión subjetiva) como del terror y la violencia que subyacen al régimen de la propiedad privada concentrada (desposesión objetiva).

DE LAS MICROPOLÍTICAS. Para indagar sobre estas cuestiones es importante pensar el espacio de las micropolíticas que el neoliberalismo coloniza. Félix Guattari sostiene la tesis de que el capitalismo es micropolítico (macro y micro, ambas cosas a la vez) en la medida en que como régimen de producción no se ocupa de las mercancías sin apuntar más profundamente a la producción de subjetividad. Cada vez más, producción económica y producción de subjetividad se equivalen. ¿Qué implica esto para nosotros?
Simplemente que nosotros –docentes, terapeutas, trabajadores sociales, artistas, periodistas, intelectuales– en la medida en que trabajamos con el lazo social estamos de lleno plantados en el terreno de la producción de subjetividad. Subjetividad es decir producción de modo de ser, modo de vida. Estamos en el centro del campo de batalla. En otras palabras, la creación de subjetividad se da en un campo polarizado. El polo propiamente neoliberal trabaja estandarizando la vida. El polo disidente singulariza, abre a nuevas experiencias y sentidos. Guattari fue sobre todo un inventor de cartografías, un investigador de los vectores de singularización.

“La creación de subjetividad se da en un campo polarizado. El polo propiamente neoliberal trabaja estandarizando la vida. El polo disidente singulariza, abre a nuevas experiencias y sentidos.”

Las micropolíticas designan una dimensión de la existencia en la que podemos experimentar –cartografiar y descubrir– procesos y líneas de singularización. Suely Rolnik afirma que la micropolítica es el espacio donde se producen nuevas percepciones y sensibilidades. Un campo de experiencias donde –es lo que propongo– podemos aprender a inventar nuevas estrategias. Si la micropolítica ha sido colonizada por el neoliberalismo, estamos, a nivel de modos de vida, ante una colonización de las estrategias de existencia en términos de obediencia: cuanto más libres somos más obedecemos. Se trata de la constitución de una obediencia voluntaria.

DEL NEOLIBERALISMO Y LAS FORMAS DE VIDA. Consideremos la idea de forma de vida. Hay un filósofo llamado Pierre Hadot, a quien cita Foucault, que habla de la filosofía como forma de vida. Tomo de él la siguiente historia. En un momento de su vida Hadot rompe con la Iglesia católica francesa, a la que estuvo muy ligado, ya que no toleraba el modo en que procesaba los casos de pedofilia. Observa que en esos casos la Iglesia estaba menos preocupada por el daño comunitario que por la crisis de fe de los sacerdotes. Dado que el problema principal de la Iglesia se revela como una desconfianza en los recursos naturales de la vida humana, la salvación solo es concebible como una experiencia sobrenaturalista. Solo el más allá orienta una vida digna. Hadot no acepta esta idea e investiga en la tradición para descubrir modos de vida que traten la vida sin recurrir a una mistificación trascendente. Y descubre que eso está en los filósofos griegos. Ellos (sus diferentes escuelas) no estaban interesados en armar sistemas conceptuales coherentes, meramente intelectuales, sino que sus ideas se orientaban a guiar “ejercicios espirituales”, es decir, a articular enunciados teóricos con disposiciones vitales no discursivas (cómo tratar con el miedo o la muerte). Se trata del problema del conocerse y cuidarse a sí mismo.
La filosofía puede ser entendida entonces como fuente de una articulación entre instancias discursivas y no discursivas que pretende modificar la vida, o aprender a vivir. De lo que se desprende que no merecemos ninguna verdad si no tenemos prácticas de transformación. Esta es la idea de forma de vida. Y es justo lo contrario de lo que nos propone el capitalismo. Lo neoliberal dice: la vida es difícil, mejor obedecer, todo puede ser comprado, consumido. Estandarización pura. Es la redundancia de la forma empresa. No merecemos ninguna otra verdad. Toda pretensión de otra verdad nos condena al terrorismo.
El psicoanalista Jean Allouch vio bien todo esto y plantea una pregunta al psicoanálisis: ¿no son estos “ejercicios espirituales” la genealogía más potente del freudismo? Se trataría de desmarcar toda idea terapéutica y analítica de un mandato de adaptación. Al contrario: la teoría de la subjetividad se resuelve como teoría de la transformación. Es interesante que Hadot ironice sobre la idea de Foucault según la cual lo griego enseñaría a transformar la propia vida, como si se tratase de una obra de arte. El cuidado y el conocimiento de sí, advierte Hadot, no eran separables para los griegos de un cuidado y un conocimiento del cosmos y la comunidad. El problema de la forma de vida viene ligado entonces a la relación entre nuevas verdades y prácticas de transformación.

DE LA COYUNTURA. Intentemos introducir todo esto en la coyuntura regional y argentina. El año 2001 marca una deslegitimación de las políticas neoliberales (y siempre que diga “Argentina” voy a estar hablando de una buena parte de América Latina); visibiliza unas “subjetividades de la crisis”, nuevos modos de hacer que son producidos en, para y por la crisis. Se trata de un tipo de protagonismo social que liga un momento comunitario desde abajo con la destitución de la salida neoliberal. Y por tanto de experiencias fuertemente estratégicas. Del corte de ruta a la apropiación del plan, a las formas colectivas de hacerse cargo de la salud, del territorio, de la condena social en el caso de los piqueteros, o en el de los escraches, o el modo de hacerse cargo de las fábricas, reconstruir mercados. Se trata de figuras cuya potencia surge de saberes populares, de estrategias en y para la crisis, de una potencia popular.

“El año 2001 marca una deslegitimación de las políticas neoliberales; visibiliza unas “subjetividades de la crisis”, nuevos modos de hacer que son producidos en, para y por la crisis. Se trata de un tipo de protagonismo social que liga un momento comunitario desde abajo con la destitución de la salida neoliberal.”

Las estrategias puestas en juego en 2001 podrían ser pensadas como parte de un “ejercicio espiritual” plebeyo. Toda la dimensión comunitaria y de lucha –de la reorganización de una fábrica al corte de ruta, de la condena social a la invención de una moneda de trueque– implica transformaciones subjetivas significativas. Todas esas subjetivaciones fueron muy importantes y pueden marcarse en continuación con una línea roja que comienza en el 77 con las Madres de Plaza de Mayo, con la invención de figuras que a la larga van resensibilizando el campo social. Que van respondiendo una y otra vez a los efectos desensibilizantes de los poderes (que del terrorismo de Estado al neoliberalismo se nos proponen continuamente). Son figuras de la crisis, no son figuras de obediencia. No piden ser gobernadas sino que ponen límites, ensayan mecanismos diferentes de la decisión colectiva, crean estrategias.
El segundo momento al que me gustaría aludir es al kirchnerismo, al ciclo de los gobiernos llamados progresistas en buena parte de la región y que pusieron en juego una voluntad de inclusión. Es decir, movilizaron una vocación de reparación, con una idea muy fuerte de incluir a los excluidos en el consumo y en los derechos. Muy importante es, en el caso argentino, la conexión con los derechos humanos y con los movimientos sociales, que son dos creaciones de ese período sobre las cuales nos merecemos un balance desde la izquierda, porque lo que no podemos hacer es tener complicidad con los balances miserables que la derecha hace de estos procesos, destinados a aniquilar toda relación positiva futura entre Estado y derechos humanos; Estado y movimientos sociales. La derecha habla de corrupción y moraliza con el objetivo de destruir la historicidad de los movimientos sociales y los derechos humanos.
La conciencia colectiva de las aporías de la llamada “inclusión” por parte de estos gobiernos llegó tal vez demasiado tarde. Los gobiernos “progresistas” que incluyen a la gente en el consumo –algo que desde el punto de vista cuantitativo es enteramente reivindicable– no cuestionaron la calidad de los procesos de consumo. Quiero decir: un consumo es neoliberal por el modo en que subjetiva, en que se articula con determinadas micropolíticas neoliberales. De ahí la amarga reflexión de Álvaro García Linera: ¿cómo puede ser que sectores sociales plebeyos beneficiados con los procesos de inclusión social voten propuestas neoliberales? García Linera se preguntaba hace un par de años: ¿en qué nos equivocamos los gobiernos progresistas que cuando distribuimos riquezas lo que nos surge es un tipo de respuesta que no se puede gobernar en el marco de nuestras ideas y nuestros esquemas?
Arriesgaría que la misma cartografía de incluidos y excluidos implicaba ya un saber y una potencia en los sujetos estratégicos de la fase anterior. Que la idea de excluidos, aun si era verdadera desde el punto de vista del consumo y los derechos, no leía en todas sus posibilidades una cierta potencia popular. Ahí hay algo a revisar: ¿por qué esos sujetos que fueron tan centrales en destituir el neoliberalismo anterior no estuvieron en el centro de la toma de decisiones, en el centro de la nueva imaginación, y sobre todo en el centro de la determinación de lo que se llamó consumo? Porque seamos claros en que aumentos de consumo en países como el nuestro son fundamentales pero también es imprescindible pensar qué tipo de consumo, quién produce, qué empresas, qué modelos de felicidad, qué estrategias, quién toma las decisiones. No son cosas que estén separadas. La idea misma de “inclusión” es limitada cuando no se está dispuesto a plantear críticamente ese espacio en el cual se pretende incluir a los excluidos.
El kirchnerismo supo tratar con la crisis pero lo cierto es que lo hizo negativizándola. Es decir, restando valor a las potencias de la crisis, estimulando cierta idea de orden. La tesis de que recién con el kirchnerismo vuelve la política es errada. ¿Nadie recuerda cómo eran los piquetes del año 2001? ¿No había jóvenes ahí resistiendo y luchando? Hay un racismo interno que es preciso problematizar. Porque hubo protagonismo popular y ese protagonismo tiene que ser reconocido. Finalmente, el kirchnerismo no se conectó ni escuchó a los intelectuales y los movimientos que estaban criticando al neoextractivismo. Ningunear a quienes luchan contra el modo de acumulación es un límite estructural para cualquier proyecto popular democrático.

“El kirchnerismo supo tratar con la crisis pero lo cierto es que lo hizo negativizándola. Es decir, restando valor a las potencias de la crisis, estimulando cierta idea de orden.”

Finalmente llegamos al macrismo, que plantea la ambigüedad que hay en la instauración de un orden completamente banal. Decir que el macrismo es una banalidad no quiere decir que sea un fenómeno trivial, sino que es un fenómeno de extrema redundancia (¡empresa y policía como receta para todos los problemas!). El macrismo es un problema serio con discurso banal. Es una reforma óptica que conduce todo a la transparencia empresarial. Toda opacidad, todo lo que va por fuera de su régimen óptico, es terrorismo. El caso de Santiago Maldonado fue la lección definitiva de lo que es el macrismo: una calificación del movimiento social desobediente como terrorista.
El macrismo es un fenómeno que supone un cierto fin de lo político, y de toda comprensión crítica de lo humano. Relacionado con el tema Maldonado está también el despliegue de una estética de la crueldad. Rita Segato habla de una pedagogía de la crueldad, que es el tipo de crueldad que se aplica no tanto por fines estratégicos sino sobre todo en términos pedagógicos.

“El macrismo es un problema serio con discurso banal. Es una reforma óptica que conduce todo a la transparencia empresarial. Toda opacidad, todo lo que va por fuera de su régimen óptico, es terrorismo.”

En los femicidios se ve con claridad: mostrar la capacidad de crueldad no solamente en lo que va a sufrir la víctima sino en lo que van a percibir todos los que están mirando esa escena. Es un espectáculo que comunica un lenguaje, un espectáculo que comunica quién tiene el poder. La estética de la crueldad que puso en juego el macrismo es también para pensar. Recuerden en marzo de este año el intento de los maestros de armar una carpa y haber sufrido una terrible represión; el encuentro de mujeres, la marcha de Ni Una Menos, la represión en el conflicto de los trabajadores de Pepsico. Son todas represiones a la luz del día. O en la 9 de Julio, mientras un movimiento piquetero está negociando con el gobierno, la policía reprime frente a las cámaras, y en ninguno de esos casos la represión es una necesidad. Es un gobierno que decidió poner en circulación la crueldad como forma de consumo. Me parece bastante difícil de entender lo que pasó con el caso Maldonado si no pensamos que lo que está ocurriendo no es sólo una política represiva sino una pedagogía gigantesca de la crueldad.

DEL REPLIEGUE SIN DESARME. Cuatro ideas de las que podemos partir para evitar que el repliegue devenga desbande.
– La unidad del análisis de lo micro y lo macropolítico. Es decir, en 2001 la discusión con muchos compañeros y compañeras era qué importaba, si lo macropolítico o lo micropolítico. Me gustaría ver si podemos pensar que macro y micropolítico son aspectos inescindibles de una misma realidad. Que son dos maneras de mirar que demandan articulación. Se trata de dimensiones distintas, no de ideologías diferentes. No es posible elegir entre una estrategia macropolítica o una estrategia micropolítica. Si queremos pensar el macrismo veremos hasta qué punto su triunfo se debe a la influencia de micropolíticas neoliberales.
– ¿Cuál es la imagen de potencia que podemos oponer a la imagen de potencia que el neoliberalismo moviliza, que es una imagen contundente, productivista? Es la idea de podemos más, podemos todo. Tenemos que estar todo el tiempo presentándonos como sujetos productivos, plenos, creativos, valorizantes. La potencia es todo lo que podemos y podemos siempre y podemos más. Esto niega que la potencia real de la existencia, la capacidad de hacer y pensar de la que habla Spinoza, es siempre una potencia que está atravesada por lo frágil, atravesada por la angustia, por patologías, por no saber. Es una potencia sin imagen previa. No es el “sí podemos”, es el “qué difícil que es todo”. Los que estamos en experiencias colectivas, en militancias, trabajando con los lazos sociales, sabemos que no se puede. Sabemos lo que cuesta todo. No estamos como los idiotas cantando “sí se puede”, estamos todo el tiempo frustrándonos con todo lo que no se puede. Ese punto de la potencia creo que es un punto fundamental para restituir. Porque si no el tipo de potencia que está emergiendo es una potencia de compra de mercancía, que simplemente lo que va a hacer es liquidar todo el capital que tenemos para recuperar.
– La capacidad cartográfica desde abajo. Lo que enseñaron estos años los trabajadores de la economía popular o el movimiento de mujeres. Cartografiar procesos de singularización en la economía, a nivel de los afectos, cartografiar la sociedad, cartografiar las formas de poder, entendiendo que el problema del patriarcado no es un problema de género en sentido literal sino limitado. Que no es un problema de especificidad de una minoría de personas que son llamadas mujeres y que son maltratadas por un problema de formación de algunos hombres, sino que el patriarcado es estructurante de las relaciones, estructurante de las formas de castigo, estructurante de las formas de productividad, estructurante de la idea de premio y castigo. Esta capacidad de mapear desde sensibilidades desplazadas retoma el problema de la crisis, no como negativa sino como escenario fundamental para armar estrategias, para atacar todos los puntos de desensibilización que el patriarcado va produciendo en nuestra sociedad.

“Esta capacidad de mapear desde sensibilidades desplazadas retoma el problema de la crisis, no como negativa sino como escenario fundamental para armar estrategias, para atacar todos los puntos de desensibilización que el patriarcado va produciendo en nuestra sociedad.”

– La historicidad. El movimiento de derechos humanos se juega algunas disputas fundamentales en este momento. Es muy necesario ir más allá del papel tradicional de los organismos de derechos humanos, porque cambia la naturaleza de la violencia que tenemos que desactivar: la violencia actual es el racismo contra los pibes en los barrios, la violencia actual es el femicidio, son los trabajos precarios. Pero más allá de esta crítica posible, hay que retener que en la coyuntura actual está jugando muy centralmente el cuestionamiento que la derecha hace del rol que los organismos de derechos humanos han desempeñado estos años en términos de sostener la historicidad de las luchas en Argentina. Henry Meschonnic opone “historicidad” a “historicismo”. El historicismo es la capacidad de inscribir cualquier cosa en su fecha de origen; la historicidad es la capacidad de entender cualquier creación como manera de escapar a una época. La historicidad se liga siempre con una desobediencia. Traduce desobediencias pasadas en desobediencias actuales. Pero también crea espacios de sensibilidad para traducir luchas diferentes sin un lenguaje común. Ese es su peligro.

Caja Negra Editora

La reacción Derecha e incorrección política en Uruguay // Colectivo Entre

En tiempos en los que se busca que las fronteras entre derecha e izquierda sean puestas en jaque o desaparezcan, el título de la segunda publicación del grupo Entre es elocuente: estas categorías están más vigentes que nunca. Las páginas de este libro son el resultado de un proceso de pensamiento colectivo que desde 2017 viene indagando acerca de las nuevas expresiones de la derecha uruguaya, a la luz de la coyuntura política actual.
Y este ejercicio, en un escenario de parálisis política, es fundamental, mucho más cuando la invitación es a no dejarse llevar por pronósticos tan desalentadores. Como aperitivo, a continuación, reproducimos, con la autorización de los autores, el prólogo de La reacción.

Cuando empezamos este libro, a fines de 2017, no íbamos a estudiar la derecha, al menos no directamente. Notábamos que se discutía constantemente sobre la corrección política y su contrario, la incorrección, y que en estas discusiones se formaban alianzas y complicidades insólitas. Roqueros ochentosos se unían a la Iglesia católica, periodistas de izquierda se aliaban con una renaciente ultraderecha, sin que esas afinidades le hicieran ruido a ninguno. Lo importante para ellos, autodeclarados políticamente incorrectos, era combatir lo que llamaban corrección política, marxismo cultural o ideología de género.

Los debates, más que sobre cuestiones sustantivas, se articulaban en torno a quienes ofenden y a quienes se sienten ofendidos, a la transgresión, a las acusaciones de censura y a la exagerada atención dada a las palabras utilizadas. Mientras tanto, la izquierda progresista, siempre afín a los eufemismos y al lenguaje técnico, colaboraba para que los debates se dieran en esos términos, en un momento de estancamiento político. Queríamos entender estas disputas. Nos incomodaba la corrección política que no decía las cosas por su nombre, pero, sobre todo, nos asustaba la forma en que una reacción derechista cada vez más radical se manifestaba a través de la incorrección, con la complicidad de actores que estábamos acostumbrades a escuchar como voces de la izquierda disidente. La investigación avanzaba y comenzábamos a crear argumentos sobre la disputa discursiva que mantenían la corrección y la incorrección política, aunque señalando con claridad cómo este marco era utilizado tácticamente por la derecha machista, homofóbica, racista, nacionalista y empresarial, para deslegitimar los avances en derechos.

Entendimos que era necesario replantear esta discusión de una manera que nos permitiera salir del agujero negro en el que siempre terminan las polémicas en torno a la corrección y la incorrección política. Les seguimos el rastro a la historia y los usos de la expresión “corrección política” y llegamos a las disputas entre evangélicos y liberales en Estados Unidos, a la transgresión como clave de la cultura uruguaya a partir de los ochenta, a las discusiones sobre la negación del holocausto en Europa, al anticomunismo obstinado en asociar cualquier forma de izquierda con el autoritarismo, a las disputas en torno al lenguaje no sexista. Y, últimamente, a la forma como Trump y Bolsonaro llegaron al poder: prometiendo combatir la corrección política, mientras los nazis del mundo se reúnen en foros como Politically Incorrect de 4chan.1

En pleno proceso de investigación el panorama político comenzó a aclararse, por lo menos en un punto: estamos ante el avance de una fuerte corriente reaccionaria, que combate a los movimientos y los gobiernos de izquierda surgidos en América Latina en la década del 2000, simultánea y articulada con la reacción xenófoba y racista que se expandió en todo el mundo a partir de la crisis de 2008.

En Uruguay, esto se hizo manifiesto en enero de 2018, cuando un movimiento de propietarios de tierras rurales se autoconvocó para crear la agrupación Un Solo Uruguay y comenzó una serie de movilizaciones que reclamaban devaluación, desregulación laboral y ajuste, con el apoyo de todas las cámaras empresariales del país. El 8 de marzo de 2018, en la marcha por el Día Internacional de la Mujer, un grupo de evangélicos denominado A mis Hijos no los Tocan se paró en el recorrido de la marcha, con pancartas antifeministas, para intentar generar incidentes. En las redes sociales abundan los ataques –muchas veces llevados a cabo por usuarios anónimos o bots– a simpatizantes, militantes y dirigentes de izquierda o feministas, al tiempo en que ya comenzó la campaña para unas elecciones en las que se plebiscitará la propuesta de un sector del Partido Nacional para “Vivir sin miedo”, que implicaría habilitar los allanamientos nocturnos, la cadena perpetua y el uso de militares para tareas policiales, mientras aparecen nuevos partidos de ultraderecha, en torno a figuras como Edgardo Novick2 y Guido Manini Ríos3.

¿Cuál es la naturaleza de esta reacción? ¿En qué fuerzas se basa? ¿Qué tácticas discursivas despliega? ¿Cuáles son sus objetivos? Estas son las preguntas que terminaron guiando la escritura de este libro.

La reacción es el segundo libro publicado por Entre.4 Al igual que el primero, fue escrito en colectivo. Esto quiere decir que el libro contiene estilos y registros expresivos distintos, rasgos y manías personales en la escritura, los cuales pertenecen a cada integrante del colectivo y resisten todo trabajo de uniformización estilística. Hay momentos para la narración histórica, que destacan episodios, personajes e instituciones; otros para el análisis, que desentrañan los argumentos y las estrategias de la reacción; otros propiamente políticos e incluso performáticos, que imitan el tono violento de la reacción.

El libro recorre un amplio abanico temporal y temático. Parte de la fundación del Uruguay moderno, llega hasta la era progresista y se detiene en las principales corrientes e instituciones conservadoras, los medios de comunicación y los temas que preocupan a la derecha, como la pérdida de los valores, el ataque a la familia, el humor tradicional, el combate a la inseguridad y el debate entre la corrección y la incorrección política. Esta heterogeneidad produce un texto algo fragmentario, pero que busca entradas y enfoques diferentes de un tema que por su propia naturaleza es polifacético.

Este libro es, entonces, el fruto de una investigación de meses, que implicó discusiones entre nosotres y con otres sobre lo que estaba pasando, pero también lecturas, recabar materiales de los medios y las redes, observar actos políticos, y analizar discursos y debates cotidianos. La escritura fue alimentándose de reflexiones colectivas, de muchos puntos compartidos, pero también de desacuerdos internos, en el entendido de que zambullirnos en nuestras propias incoherencias, contradicciones y dudas era importante para entender el campo de confusiones y ambigüedades en las que crece la reacción.

Durante este proceso de investigación fuimos condensando algunas reflexiones y conclusiones preliminares que tuvimos oportunidad de compartir en un ciclo de charlas en Entre,5 un seminario sobre el tema, del que participaron investigadores y militantes, y una ronda de conversación abierta al público para discutir el tema.6 También publicamos textos en los que se adelantaban ideas que terminamos de redondear en este libro. Agradecemos también a Laura Amaya y Cecilia Seré, por sus lecturas críticas y sus comentarios. Y especialmente a Valeria España, quien participó en la concepción y el comienzo del proyecto. Si bien quienes redactamos el libro y concebimos su gráfica fuimos Diego León Pérez, Gabriel Delacoste, Gabriela Sánchez, Laura Outeda, Lucía Naser, Ignacio de Boni y Santiago Pérez Castillo, el trabajo colectivo involucró a mucha más gente.

Tras una decena de borradores, fines de semana de encierro, centenas de porros y cigarros, containers de galletas y maníes, cadenas interminables de Whatsapp e intercambios con amigues y colegas, terminamos La reacción, aunque quizás esta recién comienza. Por este motivo, es un libro para usar a favor de la reenergización de la lucha, y no para entregarnos a la desesperanza y la depresión. Esperamos que nos ayude a entender qué está pasando y que a la vez abra caminos para que veamos todo lo que podemos lograr que pase de ahora en más.

El propósito central de este libro es mostrar que en Uruguay sí existe la derecha y que es necesario estudiarla, lo que implica despejar las capas de ideología, eufemismos y cinismo detrás de las que se esconde. Y también que es necesario meterse en el tema con profundidad, corriendo el riesgo de indagar en sus canales y sus resortes, para conocerlo desde dentro.

Como se verá, este libro está escrito en lenguaje inclusivo. Respecto del criterio utilizado, usamos mayormente la letra e como género neutro, salvo cuando nos referimos a la derecha como sujeto y a quienes la integran, casos en los que usamos el universal masculino. Esto se debe a que entendemos que la derecha es un sujeto eminentemente patriarcal, mientras que otros sujetos son heterogéneos y plurales.

Por último, hojeando, van a ver escenas protagonizadas por un hombrecito de traje, que ilustra los capítulos. Lo elegimos como arquetipo para retratar a la reacción. Quizás un oficinista, quizás un empresario, quizás un presentador de televisión. Frustrado, indignado, malcriado pero humano y vulnerable, nos va a acompañar mientras recorremos las distintas caras de la reacción.

1.   4chan es un sitio web en el que se alojan varios foros de discusión anónimos. El foro Politically Incorrect se caracteriza por ser un espacio de encuentro entre libertarians, ultraderechistas y racistas de Estados Unidos y el mundo. Para más información, ver el trabajo de Angela Nagle Kill All Normies: Online Culture Wars from 4chan and Tumblr to Trump, Washington: Zero Books, 2017.

2.   Empresario exitoso que reivindica su origen popular, de self-made man que se hizo de abajo, hoy propietario de varios locales comerciales y el Nuevocentro Shopping, y líder del Partido de la Gente, orientado al populismo punitivo, la derecha empresarial y la recuperación de los “buenos valores” perdidos.

3.   Excomandante en jefe de las Fuerzas Armadas, destituido por Vázquez en marzo de 2019 por sus intervenciones públicas contra los juicios a militares acusados de delitos de lesa humanidad.

4.   Entre: Ensayos sobre lo que empieza y lo que termina, Montevideo, Estuario, 2017.

5.   La reacción, 20 de agosto‑15 de octubre de 2018; 6‑19 de setiembre de 2017.

6.            Entre: La reacción. Derecha e incorrección política en Uruguay, Estuario, 2019, 275 págs.

 

Colectivo Entre (redactado en esta ocasión por Gabriel Delacoste, Ignacio de Boni, Lucía Naser, Gabriela Sánchez, Laura Outeda, Santiago Pérez Castillo, Diego León Pérez)

Un partido golpista // Bruno Nápoli

 

Una de las acusaciones más comunes al peronismo, y que intenta bajarle el precio a la historia cultural de ese amplio movimiento político, es la capacidad de sus dirigentes para “la rosca”: esa inveterada negociación de trastienda con los candidatos de turno, a cual una promesa distinta, para luego terminar en el lugar y momento correctos, y todos unidos (triunfaremos) detrás del ganador.

Una de las aseveraciones más comunes sobre radicalismo, y que intenta subirle el precio a la historia política de ese amplio partido, es su republicanismo y su defensa de las instituciones democráticas; defensa dilatada y confirmada en el tiempo por las formas más ordenadas de su discusión interna, los desenlaces de su propia armonía, y su verborragia al respecto.

Es sintomático que tanto la acusación a unos, como la aseveración sobre los otros confirmen tan claramente una ordenadora idea de la psicología: cuando hablamos del otro hablamos de nosotros.

Pero más acá de los misticismos, la historia argentina dice otra cosa: los peronistas jamás asumieron las riendas del Estado producto de fraudes electorales o golpes militares, ni tejieron alianzas con “la vaca ganadora de la rural” para asegurarse un lugar en algún gobierno de turno. Ajustaron sus deseos de ubicuidad –no les va mal a esos gorditos, diría el mas peronista de los radicales- a la voluntad democrática y al voto. Y si no terminaron algún mandato, fue por un golpe militar, mas allá o acá de la propia impericia (que siempre se dejó ver en sus partenaires de boina blanca).

En cambio los hijos de Alem (y sus nietos, bisnietos y choznos) son prácticos partidarios de las componendas, de la anulación de voluntades populares por gobiernos de facto y de alianzas conservadoras. Apoyaron Golpes de Estado de toda calaña: los radicales antipersonalistas contra Hirigoyen (1930); el partido entero contra Perón (1955); el partido al medio contra frondizi (1962); otro tanto contra Isabel Perón (1976). Se aliaron a lo mas rancio del conservadurismo local para gobernar sin culpa durante la década infame, ganando las elecciones de 1938 por fraude electoral. Y ganaron otras dos elecciones con su principal rival proscripto.

Sin embargo las alianzas que tejieron, las prohibiciones usufructuaron y los golpes que apoyaron, terminaron siendo un lastre para sus gestiones y se les volvieron en contra. Ajustaron sus deseos de gobierno a democracias restringidas desde 1930, o por fraude o por proscripción. Su historia entre 1930 y 1983 es la de un partido golpista y del contubernio. Fue tal el peso de sus propios acuerdos (restrictivos para la democracia) que los muchachos del comité no terminan un mandato constitucional de voluntad popular desde 1928 a la fecha. H. Yrigoyen fue depuesto por un Golpe de Estado en 1930. El gobierno radical elegido por fraude electoral en 1938 terminó depuesto por otro Golpe de Estado en 1943. Frondizi, que ganó con el Peronismo prohibido, depuesto en 1962. Arturo Illia, electo también con el Peronismo prohibido, depuesto por Golpe de Estado en 1966. Alfonsín, sin dudas legítimo ganador de 1983 con todas las de la ley, adelanta su final y termina 6 meses antes su mandato por impericia económica agravada. Y Fernando De la Rua, luego del asesinato de 39 personas en las calles del país durante las manifestaciones en su contra, renuncia al cumplir dos años de mandato. En la breve meritocracia de las estadísticas, los peronistas han logrado al menos ganar y terminar más mandatos constitucionales sin esas componendas ni restricciones: Perón 1946-1952; Menen dos mandatos seguidos y terminados 1989-95/95-99; Néstor Kirchner 2003-07; y Cristina Fernández con dos mandatos seguidos y terminados entre 2007-11/2011-2015. Si los radicales no terminan sus mandatos desde 1928, no ha sido por los peronistas, como vimos aquí, sino por sus propios socios, sus aliados y sobre todo por las democracias restringidas que generaron, pues siempre esas restricciones se vuelven en contra del que gobierna. Y esas restricciones pueden ser políticas o económicas o ambas a la vez. Pero siempre es un perro que se muerde la cola.

Al presente, los radicales junto a un grupo de comisionistas del mundo de los negocios y de la evasión fiscal internacional, realizaron una alianza política conservadora (otra vez) para acceder al gobierno luego de 14 años, y luego del tendal de asesinados y endeudados que dejaron en 2001 con el gobierno radical de De la Rua. Hecho el contubernio con los formadores de activos en el exterior (lo que se conoce como “fuga de capitales”) los radicales volvieron al gobierno en diciembre de 2015.

En el momento de escribir esto y rumbo al 27 de octubre, llevan casi 4 años de gobierno y están a 3 meses de terminar un mandato completo luego de 91 años (aunque nunca se sabe…). Este gobierno PRO-UCR ya se inmortalizó (desde el comienzo) en medidas económicas absolutamente inviables, desfinanciando el Estado y generando otra vez una deuda al erario público sin precedentes en la historia argentina. Casi 4 años y mucha ayuda de empresarios, políticos y sindicalistas, que han recibido su parte, como una Compañía que reparte dividendos y no reinvierte. Ahora La Compañía llamó a concurso de acreedores, anunció la quiebra y está por irse; pero no se desarma. Pesó, como pocas veces entre los socios de la Compañía, el fantasma del coitus interruptus de los radicales cada vez que gobiernan, y esta vez quieren, al menos, terminar. Algunos socios de la Compañía agitaron el fantasma como un signo estigmatizante para con los primos peronistas: “los peronistas nunca dejan terminar un mandato a los radicales”. Como hemos visto con un simplísimo recorrido de datos históricos, los golpistas, fraudulentos y transeros, no fueron exactamente los peronistas en la historia política argentina. Y si los radicales no terminan un mandato hace 91 años, no es por los muchachos de la unidad básica. Parece que cuidar las formas y no las personas, agitando el fantasma, funcionó, incluso entre los peronistas, que no hicieron nada para parar esta sangría. Este fantasma cuidó  casi hasta el final la imagen de La Compañía, que seguirá facturando con cambio de firma pero los mismos socios, a pesar del hambre, la deuda y los muertos que dejan; y se van hechos y satisfechos, “en honor de las instituciones”. Por otro 17 de octubre mas 10.

BLITZKRIEG: la Resistencia, la Compañía, los 17 Millones y el perro salchicha // Bruno Nápoli

La Resistencia/. Los alemanes tienen un chiste sarcástico entre ellos: uno pregunta “¿qué hiciste durante la guerra? Y otro responde “estuve en la resistencia!”. En estos días, el desfile de figurones políticos y económicos que pasan por medios de toda laya hablando pestes del traficante de autopartes de autos y evasor (hablamos del presidente de la nación, el Gran Evashore) es un chiste alemán. Personajes que lo acompañaron en viajes, actos, decisiones parlamentarias, acuerdos fiscales….hoy le pegan por todos lados y se presentan como la resistencia. También aparecen los actores de reparto (por izquierda y derecha, oráculos de profecías auto-cumplidas) que coinciden en “esto lo dijimos desde el comienzo…..”. Parece mentira, “todos” lo dijeron y “nadie” los escuchó (aquí  la lógica dice: si todos hablan ENTONCES nadie escucha) y el Gran Evashore gobernó 4 añitos haciendo añicos todo, aplicando su propia Blitzkrieg (guerra relámpago, como nombraba la Wehrmacht a esa acción rápida “como un relámpago”, para destruir todo). En 15 días dio vuelta cada logro del liberalismo inclusivo del gobierno anterior, y no encontró ningún dique de la “nueva-vieja resistencia”. El turco Asís tiene una imagen más criolla que el humor alemán para estos casos: “cuando la carne esta baja, hasta el perro salchicha se le anima….” No debería sorprendernos que en breve, y cuando la ignominia termine, se presenten como “la resistencia” al Gran Evashore, y se den premios por sus actos heroicos (que nunca pasaron de la web indignada con fuegos artificiales…). 

La Compañía/. Si todos avisaron ¿cómo aplicó su Blitzkrieg el Gran Evashore? ¿Solito? Los que estaban, rajaron al primer “Pyp” (sonido aterrador desde el Retiro). Los autoinmaculados de la organización “El Secretario Fiel”, ante la primera carta documento no cacarearon mas y desaparecieron de los medios. Otros, ante las hojas de una carpeta, usaron hasta los palos de escoba como garrocha (salto cortito y al pie) y solo los viejos carrozas (y algún indefendible que demostró más valor que  “los pibes para la revolución”) se bancaron la celda y “el ruido loco de los paloteros”. Mientras tanto, otros socios de la Compañía, los gorditos vitalicios, luego de hacer campaña para el Gran Evashore, y apoyarlo durante 4 años, lograron un record en la historia mundial del sindicalismo: hacer paro un feriado, y 1° de mayo!, dejando sin bondi, tren ni subte a quienes querían movilizar. Completaron la saga con 4 paros y una gran consigna en todos: “paro sin movilización”. Los socios restantes de la Compañía, empresarios de todo tamaño, con cada peso que agarraron (vía Obligaciones Negociables o ganancias por dolarización) dolarizaron carteras, invirtieron en Fondos Comunes o simplemente cambiaron de moneda y formaron activos en el exterior, además de repartir los beneficios estatales en “dividendos” y no en inversiones, con la vieja excusa del trabajo caro y los impuestos altos…..no más preguntas señor juez.

17 Millones/.Mientras tanto, y camino al lejano 27/10, el Estado y quienes lo componemos, empobrecemos a otros ciudadanos y los olvidamos. Burócratas y estadocentristas –a eso llegamos- miramos el dólar y hablamos como economistas de la hoya, mientras 17 MILLONES de personas fueron empobrecidas en Argentina, y de estas, más de 3 MILLONES son “indigentes”, es decir que no comen todos los días. Estos empobrecidos no aparecen en los Medios, ni en nosotros (no sabemos cómo hablan los que no comen todos los días, ni la más remota idea). Solo aparecen cuando hay un robo,  un choque, o violencia familiar…. Porque esas son cosas….de pobres (los ricos no roban, ni matan a sus parejas, ni chocan borrachos). Todos los estereotipos del empobrecido, al que además adjetivamos: “ES” pobre, en un presente perpetuo, entonces seguirá, pues siempre fue, y siempre será pobre…. Y no somos capaces de verbalizar lo que hicimos con estas personas, que es “empobrecerlas”; no son pobres, sino ciudadanos “empobrecidos”. Y en silencio funcionan mejor, pues solo los otros pueden hablar de los “pobres”: para tener lástima, o para decir que votan mal cuando eligen al gato, o para decir que “piensan a pesar de ser pobres” cuando no lo votan, o para decir que no quieren trabajar, o para decir que hay que educarlos…..y así de violentos y linchadores mediáticos y comunpensantes nos comportamos. Completamos el cuadro de adjetivaciones con la mas perversa de todos: a los mas empobrecidos, los definimos como “más pobres que antes” o como “el sector donde se endureció la pobreza” (como un deseo y un camino de sus cuerpos a serlo) y los llamamos “indigentes”, en el extremo de la negación: “que les faltan cosas…”. Son personas que no comen todos los días, y punto. Y así deberían aparecer en las estadísticas y en los libros de historia y economía.

Pero nos entretenemos indignados mirando al dólar, los mercados, los medios, al gato, a  la psiquiátrica, a los Fernández, a las redes sociales indignadas, a lo que dijo fulano y retrucó mengano….humanos patéticos que queremos saber cómo sigue la novela del chico rico y caprichoso que no acepta un no, y de la banda de delincuentes y talibanes que lo siguen en la gestión, despilfarrando el erario público en la formación sistemática de activos en el exterior… negando el empobrecimiento del que tenemos al lado. Y encima leemos que algunos integrantes de La Compañía quieren declarar la “emergencia alimentaria” (que es como declarar la emergencia petrolera en Arabia Saudita!). En un país donde sobra comida no hay emergencia alimentaria, hay mala distribución de lo que produce la tierra y el trabajo del país. Hacia el 27/10 y con ciudadanos que no comen todos los días y viven en las calles, hablar de Democracia….”te la debo”. El Gran Evashore no inventó nada, vino a copiarnos y habló por nosotros…

¿Qué vamos a escribir después del 27? // Diego Valeriano

Hablamos, pensamos, escribimos sobre otros, sobre cosas, sobre lo que pasa, sobre cómo se dicen las cosas. Posteamos que todo es político como si fuera verdad. Cambiamos la foto de perfil según la coyuntura, wasapeamos a nuestra radio comunitaria, boicoteamos a Coto en Facebook, mostramos a la gorra infiltrada en la marcha a la que ni vamos. No le erramos ni una efeméride de lucha y memoria. Todo entra en el régimen de la opinión, de la urgencia posteadora, de lo explicable, de lo que vale porque tiene likes combativos, porque resistimos estos cuatro años.

¿Pero qué vamos a decir, twittear, escribir, llorar después del 27? ¿Cómo vamos a nombrar las cosas? Esas cosas que van a seguir siendo una mierda, esta vida garrón que vamos a seguir teniendo, estos trabajos precarizados que son para siempre, este odio en la boca del estómago que llegó para quedarse, esos rochos que cuando tienen que tirar, tiran. ¿Qué vamos a hacer con nuestra necesidad manija de opinar, postear, termear, flashear que somos parte del ágora público? ¿Qué vamos a hacer con esa astilla de visibilidad política que supimos construir?

Todo se expuso en su obviedad, porque el régimen de la visibilidad política fue el que garpaba: los putos como putos, las intelectuales como tales, los del CONICET recordándonos quiénes son, los jetones con pecheras al frente de la columna, las víctimas según el victimario y el rock como todo llanto.

¿Cada pibe asesinado por la policía, será por la policía de Kicillok o ahora va a ser la vieja policía de Vidal y la dictadura? ¿El Estado va a seguir siendo responsable de las cosas o ahora decir eso va a ser hacerle el juego a la derecha? Las fumigaciones, las muertes, el remisero acosador, las mineras, Mercado Libre, el jefe de mierda, las peleas entre vecinos y el transa de la esquina. ¿Qué vamos a decir cuando la sagrada inclusión no alcance ni a incluir a los guachos como excluidos, cuando las salitas no abran, cuando el Misoprostol no llegue, cuando el viaje cada vez dure más, cuando los gendarmes no se vayan, cuando el jefe de calle siga siendo el mismo, cuando las pibas no vuelvan?

¿Vamos a tener un silencio parecido al de la masacre de Once, al de la desaparición de Luciano? ¿Vamos a dejar en el olvido los nombres de las muertes del Indoamericano, la sangre negociada y sucia? ¿Qué vamos a escribir después del 27?

27 de Octubre. Revista Electoral Efímera 

 

No paniquees // Franco «Bifo» Berardi

Viendo ΚΛΕΙΣΑΜΕ (encerrado, en griego) de Sol Prado y escuchando las voces y el silencio.

Franco “Bifo” Berardi.

 

ΚΛΕΙΣΑΜΕ se proyectará dentro de la 10ma Edición del Festival de Cine Migrante (http://cinemigrante.org/)

-Sábado 14 de Septiembre a las 16 hs en el Centro Cultural General San Martín, Sala 2

-Domingo 15 de Septiembre a las 16 hs en el Centro Cultural General San Martín, previa a la proyección de la película “Extinçao” de Salomé Lamas.

-Sábado 21 de Septiembre a las 14 hs en el Centro Cultural General San Martín, Sala 2

 

 

Un suave voz femenina murmura una sesión de yoga y nos invita a inhalar y, luego, a exhalar.

 

Una voz maternal y la visión del agua del mar: inhala… exhala…

 

¿No escuchas una voz repitiendo desde el fondo: no entres en pánico? No entres en pánico.

 

La cámara del drone planea finalmente sobre la isla.

Sol Prado ha filmado el silencio, la luz y la tristeza en la isla de Leros.

 

La primera vez que escuché sobre esta isla fue en el año 1977, cuando un amigo mío, el esquizo-analista Félix Guattari visitó el asilo psiquiátrico más increíble: un viejo edificio convertido en refugio para la gente sin recursos que habían perdido la cabeza, su familia, su hogar.

 

En los ’60, durante los años de dictadura, se recluyeron aquí a presos políticos. 

 

Durante décadas, este lugar ha dado asistencia a personas con problemas psiquiátricos. ¿Asistencia? ¿Cómo puede ser protegid_ el desamparad_ de los monstruos que nacen del interior, del pasado, del futuro?

 

Esto es, en efecto, la locura: estar sumergid_s en flujos de tiempo disociados.

 

Para sincronizar la vida social, la civilización moderna expulsó la locura de la ciudad de la Razón y restringió a aquell_s que no podían integrarse en la máquina de interacción social racional.

 

La cámara deambula por el interior de espacios vacíos del asilo abandonado: marcos de camas rotos, escombros, basura en el suelo: kipple.

“Kipple son los objetos inútiles, el correo basura, las cajas de cerillas después de que se ha gastado la última, el envoltorio del periódico del día anterior. Cuando no hay gente alrededor, el kipple se reproduce. Por ejemplo, si se va usted a la cama y deja un poco de kipple en la casa, cuando se despierta a la mañana siguiente hay dos veces más.» (Philip Dick)

 

Ahora el campo visual serpentea de una habitación a otra, un vuelo de puertas abiertas, una pared, una mano recoge un blíster de medicamentos que alguna vez contuvo productos farmacéuticos: pastillas para personas que sufrían  de kipple mental, ahora se han convertido, ellas mismas, en kipple.

 

Tarde o temprano todo y tod_s nos convertiremos en kipple. Tú lo harás, yo lo haré.

 

No entres en pánico.

 

Toma pastillas. Toma estas pastillas y escucha la suave voz de la entrenadora de yoga que aún resuena a la distancia, desapareciendo por momentos, luego volviendo.

 

Inhala… Exhala…

 

Luego, vemos los interiores del antiguo asilo: personas sin recursos fueron amontonadas en este edificio en ruinas sin asistencia médica. Alguien venía cada día traer comida; y pastillas, supongo. ¿Cómo podrías sobrevivir sin pastillas en medio del kipple cósmico que rompe la frontera entre el caos y el orden, entre el exterior y el interior, entre el espacio civilizado y el marasmo en ebullición?

 

Imágenes en blanco y negro de cómo lucía el lugar hace cuarenta años, Kodak TX 5063. Aquí se encarcelaron a pres_s polític_s durante los años de la dictadura del coronel.

 

Isla griega, agua azul resplandeciente, turistas a la luz del día.

 

No te olvides de la Primera Ley: “Existe la Primera Ley de Kipple…” Kipple expulsa aquello que no es kipple. Kipple parece ser una combinación de entropía y capitalismo.

 

Este lugar no se parece en absoluto a un hospital; no hay psiquiatras, no hay terapeutas, ni enfermer_s. No hay sentimientos humanos.

 

Solo la muerte como único futuro.

 

¿Qué otra cosa puede ser el futuro sino la muerte? ¿Qué es lo que oculta el futuro sino la muerte?

 

Luego saltamos al ahora, a nuestra época, la era de la gran migración, de campos de concentración diseminados por todas partes y, en particular, por toda la costa mediterránea.

 

Detrás del edificio decrépito que alguna vez albergó a personas rechazadas debido a sus problemas mentales, la Agencia de Refugiados de las Naciones Unidas ha creado ahora un campo de refugiados  para aquell_s que desembarcan en las islas griegas que se hallan frente a la costa de Turquía.

 

En la película no se ven seres humanos. No hay seremos humanos por aquí. Podemos percibir su presencia, la presencia de mujeres y hombres que vivieron aquí en el pasado y la presencia de mujeres y niños que viven aquí actualmente, como habitantes precari_s.

 

Frágiles módulos prefabricados dispuestos por l_s profesionales de la UNHCR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados), intentan dar cobijo a l_s que huyen de la ira de la historia

 

Un mapa de Siria dibujado en una pared delgada.

 

Durante los 21 minutos 38 segundos de la película de Sol Prado ΚΛΕΙΣΑΜΕ (cuyo significado es “encerrado”), nunca se ven las caras de las personas que están viviendo allí.

 

La película (pura contemplación del pánico) no muestra caras, ni personas, tan solo pabellones blancos vacíos hecho de tela y madera. Tan solo ropa en un saco de dormir, tan solo desechos,  desolación.

 

Solo al final, el deambular de la cámara captura, allí en la distancia detrás de la malla de alambre, a dos niños  que aparecen repentinamente y  luego se pierden de vista.

 

Ahora vuelve la voz murmurante y nos sugiere que inhalemos y exhalemos.

 

¿Existe alguna vía de escape política al exterminio? ¿Existe alguna alternativa? Europa es una entidad moribunda, la clase financiera y los gobiernos neoliberales se apropiaron del proyecto europeo, y ahora l_s europe_s se sienten enajenad_s, enfurecid_s y se han vuelto agresiv_s, porque la agresividad es la única terapia contra la depresión que se pueden permitir.

 

En este punto, convergen el espectro político de la izquierda y de la derecha: rechazo de los inmigrantes, protección de las fronteras, esta la agenda de los actores políticos que se alternan el poder. L_s ciudadan_s europe_s están asustad_s por esta repentina irrupción de aquell_s que, durante tanto tiempo, habían apartado de su vista.

 

La gente que huye de la guerra, del terror, de la miseria son rechazados por l_s europe_s porque l_s perciben como portador_s del caos, como el preludio del diluvio.

 

Los buenos sentimientos de apertura y caridad no harán mucho, porque el diluvio viene para quedarse, no se trata tan solo de un efecto de la propaganda racista. No nos engañemos: la ola de migración es un efecto de la globalización (comunicación en red, smartphones, transportes), y del cambio climático. Por lo tanto, la ola de migración está abocada a expandirse, mientras la miseria, la guerra, la devastación medioambiental, pero también, el deseo, la curiosidad y la sed por la osada aventura induzcan al proceso de desterritorialización. Y nadie puede parar esta ola.

 

Est_s inmigrantes, que l_s europe_s rechazan, son l_s herald_s de algo que hemos estado anticipando durante años, durante décadas: ell_s son la imparable némesis de quinientos años de expansión y colonización europea. Nosotr_s, l_s colonizador_s, la raza blanca, l_s modernizador_s, nos hemos otorgado la autoridad de distinguir entre el orden y el caos, de convertir la barbarie en civilización. Ahora estamos experimentando el fin de la supremacía blanca basada en el control exclusivo de la técnica. 

 

Ahora las tecnologías están en manos de tod_s, seis billones de smartphones, tres billones de personas con acceso a Internet, dos billones de cuentas de Facebook, un billón de cuentas Instagram; e incontables pastillas.

 

En las islas griegas han desembarcado multitudes de fugitiv_s de Siria.

 

No tod_s pueden intentar hacer el viaje, pero cada vez más personas lo hacen: millones de jóvenes african_s, empujad_s por la catástrofe medioambiental, la agresión islámica y los efectos de la expoliación colonial, recorren los territorios subsaharianos y atraviesan el desierto del Sahara en camiones inseguros. Much_s de ell_s llegan a Agadez: un traficante de personas de Agadez hace el viaje una vez por semana junto a 30 pasajeros en su camioneta. La ruta cambia constantemente debido a las regulares tormentas de viento que cambian la forma del desierto. Si no conoces el desierto, te perderás. Y a much_s, una vez perdidos, se les acaba la gasolina – y luego el agua. “Y si no hay agua, no sobrevivirás más de 3 días.” Much_s de ell_s mueren de sed e insolación.

 

Así, son 3 los bandidos: los traficantes rivales, los yihadistas o los simples oportunistas que intentan robar coches, dejando a sus previos conductores en el desierto.

 

Luego, las milicias armadas libanesas, apoyadas y financiadas por el gobierno italiano, intentan evitar que estas personas lleguen al mar mediterráneo.  Las milicias libanesas están deteniendo, esclavizando, torturando y violando a much_s de l_s jóvenes african_s que han tenido la suerte de sobrevivir al desierto.

 

Finalmente, much_s llegan al mar y una nueva aventura comienza: pagando a traficantes, desafiando las olas, evadiendo la guardia costera libanesa y, por último, enfrentando el racismo de las autoridades italianas.

 

El racismo está creciendo en el hemisferio norte porque aquell_s que se piensan como la raza blanca están sintiendo el fragor de la gran migración.

 

Y entran en pánico.

 

¿Es posible una salida pacífica a cinco siglos de colonialismo, expoliación sistemática, empobrecimiento y humillación? Se ha desatado una guerra contra los inmigrantes porque l_s europe_s están entrando en pánico y porque no es posible convencer a l_s jóvenes nigerian_s, siri_s, iraquíes, afgan_s que se queden donde están. ¿Por qué deberían hacerlo?

 

Por lo tanto, solo las pastillas pueden ayudar a calmar y a hacernos olvidar el ineludible caos que atormenta nuestras mentes y nuestras expectativas.

Inhala… Exhala…

 

Toma pastillas,

sé un buen padre,

sé un buen hij_,

sé una buena madre.

Ve a la isla de Leros

a pasar tus vacaciones.

Haz yoga.

Vota al partido democrático,

ell_s te protegerán de la tormenta.

Vota a los nazis,

ell_s te protegerán de la tormenta.

Vota a la gente buena,

ell_s te protegerán del caos.

Vota a los asesinos,

ell_s te protegerán del caos.

 

 

Franco « Bifo » Berardi es filósofo, escritor y agitador cultural. Graduado en estética y formado con Félix Guattari, actualmente es profesor de historia social de los medios de comunicación en la Academia de Bellas Artes de Brera (Milán). Fue un destacado activista de la llamada autonomia operaria italiana durante la década de los setenta y, desde entonces, ha desarrollado una prolífica obra crítica en la que ha estudiado las transformaciones del trabajo y de la sociedad producidas por la globalización, especialmente en cuanto al rol de los medios de comunicación en las sociedades postindustriales. Su producción teórica ha ido acompañada deun activismo por los medios de comunicación alternativos, tarea que inició con la fundación de la revista A/Traverso, fanzine del movimiento de 1977 en Italia, y que prosiguió con la creación de la Radio Alice —la primera emisora pirata del país— y la TV Orfeu, cuna de la televisión comunitaria en Italia. En el terreno ensayístico, debutó con Contro il lavoro (Feltrinelli, 1970) y, desde entonces, ha publicado medio centenar de títulos, algunos de ellos traducidos al castellano, como La fábrica de la infelicidad (Traficantes de Sueños, 2003), La sublevación (Artefakte, 2013) o, recientemente, Fenomenología del fin (Caja Negra Editora, 2017).

Traducción del texto al español por Alejandra López Gabrieldis

https://kleizamemovie.com/

 

 

 

 

 

 

 

1° Asamblea de Trabajadores Afectades por el Arte Contemporáneo

MANIFIESTO-CONVOCATORIA

¿Cansad* de transitar ese paisaje institucional cada vez más distópico y asfixiante llamado sistema del arte contemporáneo ?

¿De estar expuest* en soledad a un dispositivo que hace de la arbitrariedad, del clasismo, del sexismo, de la aporofobia, del capacitismo y del felicismo dócil sus herramientas de sociabilidad, sus barreras de entrada, sus instrumentos de producción, distribución y consumo de mercancías y de constante generación de malestar?

¿De tener que soportar situaciones de maltrato, de abuso, de vampireo, de rapacidad y de competitividad exacerbada con tal de no «quedarte afuera del sistema»(sic)?

¿Hart* de tener que devenir «empresario de vos mismo», empobrecido y expropiado bajo la promesa de un futuro venturoso que nunca llega, mientras algun*s privilegiados se forran a costa de los contenidos y del trabajo que producís?

¿Cansad* de esa sociabilidad falsamente amistosa, transformada en nueva estética de la precarización?

¿De «tener que pasarla bien* ATR 24/7, cuando afuera y adentro todo se descompone?

¿Del ocio zombie que se viste de «fiesta» para intentar esconder y /o compensar lo que son situaciones cotidianas de injusticia, de violencia y crueldad?

¿ De no poder decir ni decirnos nada de todo esto para no quedar como «ortivas»? ¿De la buena onda obligatoria?
¿De que este paisaje desolador se haya transformado en el único posible?

¿De tener que internalizar esa corrosión y ese dolor? ¿De tratarlo en forma individual y de que no haya espacios para poder socializar y politizar el malestar que nos produce trabajar en estas condiciones?

¿De que sea casi imposible hablar de trabajo, de dinero, de apropiación, de reconocimiento y de redistribución en estos espacios?

¿De tener que bancar todo esto en soledad y de no tener a mano mayores recursos para defendernos que la queja, la denuncia o directamente apartamiento y el ostracismo? ¿De que el padecimiento no nos permita pensar?

¿Hart* del «es así», del «adaptate o correte (que me incomodás)»?

¿Sirven para algo más que para el lamento o el descargo personal estas preguntas?

Con algun*s compañer*s trabajador*s del arte decidimos abrir, compartir e implicarnos en estos interrogantes, de testear sus interpelaciones, resonancias y derivas sin ánimo de agotar nada.

Proponemos asimismo un primer espacio asambleario de encuentros, de escuchas, de discusión y de conversación sobre estas cuestiones.

Un intento de recomposición existencial y colectiva que nos permita pensar, imaginar e intercambiar estrategias de desprivatización, de visibilización y de organización en común, con miras a la modificación esas situaciones de abuso y de expropiación..


Domingo 22 de septiembre –  17:00 a 19:00 – Paz Soldán 4950 (CABA)
**SE SUSPENDE POR LLUVIA**

*Créditos: Liliana Porter – Forced Labour (2008)

Contra la poesía // Witold Gombrowicz

Conferencia pronunciada el 28
de agosto de 1947 en el centro cultural Fray Mocho de Buenos Aires.
Publicada en la revista Ciclón de La
Habana en 1955.

Sería más razonable de mi parte no meterme en temas drásticos porque me encuentro en desventaja. Soy un forastero totalmente desconocido, carezco de autoridad y mi castellano es un niño de pocos años que apenas sabe hablar. No puedo hacer frases potentes, ni ágiles, ni distinguidas, ni finas, pero ¿quién sabe si esta dieta obligatoria no resultará buena para la salud? A veces me gustaría mandar a todos los escritores del mundo al extranjero, fuera de su propio idioma y fuera de todo ornamento y filigranas verbales, para comprobar qué quedará de ellos entonces. Cuando uno carece de medios para realizar un estudio sutil, bien enlazado verbalmente, sobre, por ejemplo, las rutas de la poesía moderna, empieza a meditar acerca de esas cosas de modo más sencillo, casi elemental y, a lo mejor, demasiado elemental.

No cabe duda de que la tesis de esta nota: que los versos no gustan a casi nadie y que el mundo de la poesía versificada es un mundo ficticio y falsificado, parecerá desesperadamente infantil; y, sin embargo, confieso que los versos no me gustan y hasta me aburren un poco. Lo interesante es que no soy un ignorante absoluto en cuestiones artísticas ni tampoco me falta la sensibilidad poética; y cuando la poesía aparece mezclada con otros elementos, más crudos y prosaicos, por ejemplo en los dramas de Shakespeare, en las obras de Dostoievski, de Pascal, o, sencillamente en el crepúsculo cotidiano, tiemblo como cualquier mortal. Lo que difícilmente aguanta mi naturaleza es el extracto farmacéutico y depurado de la poesía que se llama “poesía pura” y, sobre todo, cuando aparece versificada. Me cansa el canto monótono de esos versos, siempre elevado, me adormecen el ritmo y la rima, me extraña dentro del vocabulario poético cierta “pobreza dentro de la nobleza” (rosas, amor, noche, lirios), y a veces sospecho que todo ese modo de expresión y todo el grupo social que a él se dedica padecen de algún defecto básico.

Yo mismo creía al principio que esto se debía a una particular deficiencia de mi “sensibilidad poética” pero cada vez tomo menos en serio los slogans que abusan de nuestra credulidad. No hay cosa más instructiva que la experiencia y por eso empecé a realizar algunas muy curiosas: leía cualquier poema alterando intencionalmente su orden de tal suerte que se convertía en un absurdo y ninguno de mis oyentes (finos y cultos, por cierto, y fervientes admiradores de aquel poeta) advertía la treta; o, analizando en forma detallada el texto de un poema más extenso, comprobaba con asombro que los “admiradores” ni siquiera lo habían leído completo. ¿Cómo puede ser esto entonces? ¿Admirarlo tanto y no leerlo? ¿Gozar tanto de la “precisión matemática” de las palabras y no percibir una fundamental alteración en el orden de la expresión? Pero lo que pasa es que todo este cúmulo de ficticios goces, admiraciones y deleites está basado sobre un convenio de mutua discreción: cuando alguien declara que le encanta la poesía de Valéry es mejor no acosarlo demasiado con indiscretas investigaciones, porque entonces se pondría en evidencia una realidad tan distinta de todo lo que nos imaginamos, y tan sarcástica, que nos sentiríamos sumamente molestos. El que deja por un momento las conversaciones del juego artístico, enseguida tropieza con un enorme montón de ficciones y falsificaciones, cual un escolástico escapado de los principios aristotélicos.

Me encontré, pues, cara a cara con el siguiente dilema: miles de hombres hacen versos; otros miles les demuestran gran admiración; grandes genios se expresan por medio del verso; desde tiempos inmemoriales el poeta y los versos son venerados; y frente a esa montaña de gloria: yo, con mi convicción de que la misa poética se efectúa en el vacío casi completo.

¡Valor, señores! En vez de huir de ese hecho expresamente, tratemos de buscar sus causas como si fuese un hecho como cualquier otro.

¿Por qué no me gusta la poesía pura? Por las mismas razones por las cuales no me gusta el azúcar “puro”. El azúcar encanta cuando lo tomamos junto con el café, pero nadie se comería un plato de azúcar: sería ya demasiado. Es el exceso lo que cansa en la poesía: exceso de la poesía, exceso de palabras poéticas, exceso de metáforas, exceso de nobleza, exceso de depuración y de condensación que asemejan los versos a un producto químico.

¿Cómo hemos llegado a este grado de exceso? Cuando un hombre se expresa en forma natural, es decir en prosa, su habla abarca una gama infinita de elementos que reflejan su naturaleza entera; pero he aquí que vienen los poetas y proceden a eliminar gradualmente del habla humana todo elemento apoético, en vez de hablar empiezan a cantar y de hombres se convierten en bardos y vates, consagrándose única y exclusivamente al canto. Cuando un trabajo semejante de depuración y eliminación se mantiene durante siglos llégase a una síntesis tan perfecta que no quedan más que unas pocas notas y la monotonía tiene que invadir forzosamente el campo del mejor poeta. El estilo se deshumaniza; el poeta no toma como punto de partida la sensibilidad del hombre común sino la de otro poeta, una sensibilidad “profesional” y, entre los profesionales, se crea un lenguaje tan inaccesible como los otros dialectos técnicos; y, subiendo unos sobre los hombros de otros, forman una pirámide cuya punta ya se pierde en el cielo, mientras nosotros nos quedamos abajo algo confundidos. Pero lo más importante es que todos ellos se vuelven esclavos de su instrumento porque esa forma es ya tan rígida y precisa, sagrada y consagrada que deja de ser un medio de expresión: y podemos definir al poeta profesional como un ser que no se puede expresar a sí mismo porque tiene que expresar los versos.

Por más que se diga que el arte es una especie de clave, que el arte de la poesía consiste precisamente en lograr una infinidad de matices con pocos elementos, tales y parecidos argumentos no ocultarán el primordial fenómeno de que con la máquina del verbo poético ha ocurrido lo mismo que con todas las demás máquinas, pues en vez de servir a su dueño se ha convertido en un fin en sí; y, francamente, una reacción contra ese estado de cosas parece aún más justificada aquí que en otros campos porque aquí estamos en el terreno del humanismo par excellence. Existen dos formas de humanismo básicas y diametralmente opuestas: una que podríamos llamar “religiosa” que coloca al hombre de rodillas ante la obra cultural de la humanidad y otra, laica, que trata de recuperar la soberanía del hombre frente a sus dioses y sus musas. El abuso de cualquiera de estas formas tiene que provocar una reacción y es cierto que una reacción así contra la poesía sería hoy totalmente justificada porque, de vez en cuando, hay que parar por un momento la producción cultural para ver si lo que producimos tiene todavía alguna vinculación con nosotros. Posiblemente los que han tenido la oportunidad de leer algún texto artístico mío se sentirán extrañados por lo que digo, ya que soy en apariencia un autor típicamente moderno, difícil, complicado y aun a veces −quien sabe− aburrido. Pero, téngase en cuenta que yo no aconsejo a nadie prescindir de la perfección ya alcanzada, sino que considero que esta perfección, este aristocrático hermetismo del arte debe ser compensado de algún modo y que, por ejemplo, cuanto más el artista es refinado, tanto más debe tomar en cuenta a los hombres menos refinados y cuanto más es idealista tanto más debe ser realista. Este equilibrio a base de compensaciones y antinomias es el fundamento de todo buen estilo, más, en los poemas no lo encontraremos, y tampoco se puede notar en la prosa moderna influenciada por el espíritu de la poesía. Libros como La muerte de Virgilio, de Hermann Broch o aun el celebrado Ulises de Joyce resultan imposibles de leer por ser demasiado “artísticos”. Todo allí es perfecto, profundo, grandioso, elevado y, al mismo tiempo, nada nos interesa porque sus autores no lo han escrito para nosotros sino para el Dios del Arte.

Pero la poesía pura además de constituir un estilo hermético y unilateral, constituye también un mundo hermético. Y sus debilidades aparecen con más crudeza aún, cuando se contempla el mundo de los poetas en su aspecto social. Los poetas escriben para los poetas. Los poetas son los que rinden homenaje a su propio trabajo y todo este mundo se parece mucho a cualquier otro de los tantos y tantos mundos especializados y herméticos que dividen la sociedad contemporánea. Los ajedrecistas consideran el ajedrez como la cumbre de la creación humana, tienen sus jerarquías, hablan de Capablanca como los poetas hablan de Mallarmé y, mutuamente, se rinden todos los honores. Pero el ajedrez es un juego mientras que la poesía es algo más serio y lo que resulta simpático en los ajedrecistas, en los poetas es signo de una mezquindad imperdonable. La primera consecuencia del aislamiento social de los poetas es que en el mundo poético todo se hincha, y aún los creadores mediocres llegan a adquirir dimensiones apocalípticas y, por el mismo motivo, los problemas de poca monta cobran una trascendencia que asusta. Hace tiempo hubo entre los poetas una gran polémica sobre la famosa cuestión de las asonancias y parecía que la suerte del universo dependía del hecho de si es posible rimar “espesura” y “susurran”. Es lo que sucede cuando el espíritu gremial domina al universal.

La segunda consecuencia es aún más desagradable: el poeta no sabe defenderse de sus enemigos. Y así vemos cómo en el terreno personal y social se pone en evidencia la misma estrechez de estilo que hemos mencionado más arriba. El estilo no es otra cosa sino una actitud espiritual frente al mundo, pero hay varios y el mundo de un zapatero o de un militar tiene poco que ver con el mundo de los versos: como los poetas viven entre ellos y entre ellos forman su estilo, eludiendo todo contacto con ambientes distintos, quedan dolorosamente indefensos frente a los que no comparten sus credos. Lo único que son capaces de hacer, cuando se ven atacados es afirmar que la poesía es un don de los dioses, indignarse contra el profano o lamentarse por la barbarie de nuestros tiempos lo que, por cierto, resulta bastante gratuito. El poeta se dirige sólo a aquel que ya está compenetrado con la poesía, es decir a uno que ya es poeta, pero esto es como si un cura endilgara su sermón a otro cura. ¡Cuánta más importancia tiene, sin embargo, para nuestra formación el enemigo que el amigo! Sólo frente al enemigo podemos verificar plenamente nuestra razón de ser y sólo él nos procura la clave de nuestros puntos débiles y nos pone el sello de la universalidad. ¿Por qué, entonces, los poetas huyen ante el choque salvador? Ah, porque carecen de medios, de actitud, de estilo para afrontarlo. ¿Y por qué les faltan estos medios? Ah, porque eluden el choque…

La más seria dificultad de orden personal y social que debe afrontar el poeta proviene de que él, considerándose superior como sacerdote de la poesía, se dirige a sus oyentes desde más arriba; pero los oyentes no siempre reconocen su derecho a la superioridad y no quieren oírlo desde abajo. Cuanto más aumenta el número de personas que ponen en duda el valor de los poemas y faltan el respeto al culto, tanto más delicada y cercana al ridículo se vuelve la actitud del vate. Mas, por otra parte, crece también el número de los poetas, y a todos los excesos de la poesía ya enumerados hay que añadir el exceso de bardos y el exceso de versos.

Estas ultrademocráticas cifras minan desde el interior la aristocrática y orgullosa actitud del mundo de los poetas y nada más comprometedor, en ese sentido, que cuando se los ve a todos reunidos, por ejemplo, en un congreso: una muchedumbre de seres excepcionales. Un artista que en verdad se preocupe por la forma buscaría alguna salida a este callejón, porque sin duda estos problemas en apariencia sólo personales están estrechamente vinculados con el arte y la voz del poeta no suena bien, ni puede ser seria y convincente mientras él mismo quede ridiculizado por tales contrastes.

Un artista creador y vital no vacilaría en cambiar totalmente de actitud y, por ejemplo, él desde abajo se dirigiría a la gente: como el que pide el favor de ser reconocido y aceptado o como el que canta pero al mismo tiempo sabe que aburre. Podría también proclamar públicamente esas antinomias y escribir sus versos sin estar satisfecho de ellos y anhelando ser cambiado y renovado por el choque regenerador con los demás hombres. Pero no es posible exigir tanto a los que dedican toda su energía a la “depuración” de su rima. Los poetas siguen agarrándose febrilmente a una autoridad que no tienen y embriagándose a sí mismos con la ilusión del poder. ¡Qué ilusos! De cada diez poemas uno por lo menos cantará el poder del Verbo y la elevada misión del Poeta lo que, justamente, demuestra que el Verbo y la Misión están en peligro… y los estudios o reseñas sobre poesía nos procuran una rara impresión: porque su inteligencia, sutileza y finura están en contraste con el tono que es a la vez ingenuo y pretencioso. Todavía no han comprendido los poetas que de la poesía no se puede hablar en tono poético y por eso sus revistas están llenas de poetizaciones sobre la poesía muy a menudo horripilantes por su estéril malabarismo verbal. A esos pecados mortales contra el estilo los lleva el temor que sienten ante la realidad y la necesidad de encontrar a toda costa una afirmación de su quebrantado prestigio.

La ceguera voluntaria se nota también en ese simplismo tremendo en que caen hombres, por otra parte muy inteligentes, cuando se trata de su suerte. Muchos poetas pretenden salvarse de las dificultades expuestas más arriba declarando que ellos escriben sólo para sí mismos, para su propio goce estético aunque al mismo tiempo hacen lo posible por publicar sus obras. Otros buscan la salvación en el marxismo y afirman con toda seriedad que el pueblo es capaz de asimilar sus refinadísimos y difíciles poemas, productos de siglos de cultura. Ahora la mayoría de los poetas cree firmemente en la repercusión social de los versos y nos dirán extrañados: “Pero cómo puede usted dudar… Vea las muchedumbres que asisten a cada recital poético. ¡Cuántas ediciones se publican! Cuánto se escribe sobre la poesía y cuán admirados son los que conducen a los pueblos por el camino de la Belleza.”

No se les ocurre pensar que en un recital poético es casi imposible asimilar un verso (porque no basta escuchar un verso moderno una sola vez para entenderlo), que miles de libros se compran para no ser leídos nunca, que los que escriben en los periódicos sobre poesía son poetas y que los pueblos admiran sus poetas porque necesitan mitos. No se dan cuenta que si las escuelas no enseñasen a los niños el culto de los poetas en sus tristes y tan formales clases de idioma nacional y si este culto no se mantuviera todavía por inercia entre los adultos nadie, fuera de unos pocos aficionados, se interesaría en ellos. No quieren ver que esa supuesta admiración por el canto versificado es en realidad el resultado de muchos factores como la tradición, la imitación y, aún otros, como el sentimiento religioso o la afición deportiva (porque asistimos a un recital poético del mismo modo que a una misa −sin comprenderlo− y sólo cumpliendo un acto de presencia frente a un rito; y porque nos interesa la carrera de los poetas hacia la gloria así como nos interesan las carreras de caballos); no, ese complicado proceso de la reacción de las multitudes se reduce para ellos a la fórmula: “el verso encanta porque es bello…”

Que me disculpen los poetas. Yo no los ataco para molestarlos y gustoso tributaré homenaje a los altos valores personales de muchos de ellos; sin embargo ya se ha colmado el cáliz de sus pecados. Hay que abrir las ventanas de esta hermética casa y sacar sus habitantes al aire fresco, hay que sacudir la pesada, majestuosa y rígida forma que los abruma. Poco me importa que digáis pestes de mí y de mi nota. ¿Acaso puedo esperar que aceptéis un juicio que os quita la razón de ser? Y, además, mis palabras están destinadas a la nueva generación. El mundo se vería en situación desesperada si cada año no entrase un nuevo contingente de seres humanos, frescos, libres del pasado, no comprometidos con nadie ni con nada, no paralizados por puestos, glorias, obligaciones y responsabilidades, seres, en fin, no definidos por lo que ya han hecho y, por lo tanto, libres para elegir.

Seamos ingobernables // Colectivo Centelha

 

Nadie necesita autorización para realizar una acción revolucionaria

Carlos Marighella

 

Seamos ingobernables

 

El mundo dejó de ser gobernable. Por todos lados explota la revuelta silenciosa contra el empobrecimiento y la impotencia de la soberanía popular para hacerse oír por aquellos que nos despojan, que ahogan nuestros cuerpos en un lodo tóxico mientras vuelven a sus hogares con los bolsillos llenos y la certeza de continuar preservando los lucros criminales de sus accionistas. Esta revuelta apenas comienza. Todos los gobiernos que se levantan pueden caer con la rapidez de la frustración y de la rabia. Los únicos que se sostienen son aquellos que ya no fingen gobernar nada, pero que usan el poder simplemente para proporcionar a sectores de la población el sabor narcotizado de la autorización de la violencia contra los más vulnerables.

Desde 2011, cuando el primer cuerpo de un trabajador fue auto inmolado en Túnez, explotando la secuencia de revueltas conocida como la “primavera árabe” contra esa combinación insoportable de miseria y de impotencia, el mundo nunca más volvió a sus ilusiones de seguir un cauce tranquilo. Ya no volverá. El mundo en el que crecimos, en el que aprendimos a desear, a caminar y circular, ese mundo se acabó. Lo que queda de él es apenas una fantasmagoría. No hay camino de retorno, no hay derechos para preservar o democracia para defender. Nuestra democracia no está en el pasado, ella no puede estar donde nunca existió. Ella está delante de nosotros, como invención radicalmente colectiva que surgirá cuando derrotemos la apatía que el poder quiere imponernos y a la cual nos vinculamos con placer inconfesado.

Sepan que, contra ese deseo de hacer colapsar el mundo, veremos cómo todas las fuerzas se levantan. El fascismo siempre fue una reacción desesperada contra la fuerza de una revolución inminente en el horizonte. Si justamente volvió ahora es porque el piso tiembla, porque las grietas están por todos lados. Oigan cómo tiembla el suelo, cómo hay algo que quiere atravesarlo. No nos dejemos engañar de nuevo, vivimos una contrarrevolución preventiva que no teme usar todo tipo de violencia para acallarnos, que echará mano de todos los disfraces para actuar con más libertad. En este momento podemos estar perdiendo, pero es tan solo porque estamos sin armas. Perdimos el coraje de levantar nuestras armas, de rechazar pactos y conciliaciones que apenas sirven para preservar la violencia contra nosotros mismos. Como animales acostumbrados a un paisaje invariable, preferimos creer que la tempestad va a pasar. Pero la tempestad solo terminará cuando rasguemos las nubes negras que fueron clavadas sobre nuestras cabezas. Y necesitamos de todo tipo de armas para esto. Ahora todo es necesario, desde que tengamos la consciencia del no retorno, desde que tengamos el deseo de ser ingobernables.

El momento es mucho más decisivo de lo que algunos quieren creer. Solo los gobiernos débiles son violentos. Ellos tienen que vigilar cada poro, pues bien saben que su fin puede venir de cualquier parte. Los gobiernos fuertes son magnánimos, porque tranquilamente vislumbran su perpetuación. Lo que se contrapone a nosotros en este momento es débil y desesperado. Caerá. Es hora de hacerlo caer.

 

La insubordinación de la naturaleza

 

Para algunos puede parecer extraño que uno de los flancos privilegiados del nuevo fascismo sea la naturaleza, pues todo nos llevaba a creer que el capitalismo estaba ensayando nuevos colores, intentando presentarse ahora como “capitalismo verde”, aliado a las exigencias de “consumo responsable” y “desarrollo sustentable”. Sin embargo, lo que hemos observado y, literalmente, sentido en la piel es radicalmente lo opuesto. La asociación entre el neoliberalismo y las formas primitivas de acumulación del capital alimentó la mercantilización de la naturaleza, desde los materiales genéticos de la flora y la fauna hasta las reservas ecológicas.

En Brasil, la instigación al ataque de la naturaleza puede verse en la liberación de 239 sustancias agrotóxicas durante los primeros seis meses del gobierno de Bolsonaro. La deforestación de la Amazonía sigue avanzando. Datos del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales muestran que la deforestación en la región aumentó 36% durante el periodo electoral. Los que defienden apasionadamente “a los que producen” no dudaron en arrasar de una vez a los pueblos de la selva. Esa postura, evidentemente, no es de ahora. Basta recordar las lamentables posturas de sectores de izquierda, bien resumidas en la infame carta sobre la Farsa Ambiental, del entonces relator del proyecto de ley del nuevo Código Forestal, Aldo Rebelo. En esa ocasión, el diputado se ubicaba al lado de figuras como la ruralista Kátia Abreu, denunciando el hecho de que “el llamado movimiento ambientalista internacional no es –en su esencia geopolítica– más que la cabeza de lanza del imperialismo.” En nombre de los mismos intereses vemos hoy a Bolsonaro decir que nuestro país es blanco de una “psicosis ambientalista”.

En la actual crisis del capital, que se desdobló en una nueva fase autoritaria, las fuerzas económicas y políticas autorizan la explotación predatoria de aquello que sobró. En términos de imaginarios, tenemos la reactualización del western hollywoodense. El Brasil del bang-bang solo podría ser el país de la “selva-virgen”, inhabitada, lista para ser explotada. En las películas, la hostilidad de la naturaleza (rocosa, árida, monumental) es un elemento necesario para que el héroe pueda mostrar su plena fuerza de superación, representada, invariablemente, en escenas de brutalización sanguinaria. En el momento actual, en el que el individuo está más quebrantado de lo que nunca estuvo, las armas y las sierras eléctricas adquieren, lado a lado, el estatuto de objetos de fetiche.

Sin embargo, hay algo en la relación no exploratoria con la naturaleza que libera. Es esa fuerza de libertad que espanta la que necesita ser destruida. Ciertamente no se trata de un llamado al “retorno a los orígenes”, que nos proporcionaría territorialidad y ancestralidad, como un pretendido contrapunto a los movimientos del capital. Después de décadas coqueteando con los más absurdos ajustes productivistas del capitalismo monopolista, una consciencia ecológica de enfrentamiento y ruptura está emergiendo. Pero, una vez más de forma preventiva, el fascismo se vuelca contra ella.

En un país como Brasil, donde el pretendido desarrollo fue impulsado por el fantasma de la tabula rasa, del espacio vacío que debe ser conquistado, los indígenas son borrados del mapa y la naturaleza es rediseñada por los nuevos ajustes de los monopolios. Esos axiomas imperan incluso en sectores de izquierda, que seden a los delirios productivistas. Lo que no debería asombrar a nadie. Para quien cree que la “autonomía” es ser el legislador de sí mismo, “administrarse” a sí mismo o a aquello que, al final, se acomodará a los límites del campo de nuestra actuación, todo lo que no se somete a las formas del “sí mismo”, todo lo que guarda una heteronomía radical, será visto solo como lo que merece sentir las ruedas del tractor y de la trilladora sobre sus espaldas. Quebrar la solidaridad entre razón y dominación es más difícil de lo que parece.

Hay varias maneras de dominar la naturaleza, y todas ellas son una historia que conoce solo un fin, a saber, lo que me era extraño ahora es de mi posesión. O del grupo del cual formo parte o del cuerpo colectivo que también me pertenece. Propiedad privada, propiedad comunal, propiedad colectiva, propiedad estatal. Al final, son las mismas formas de relación. Como si el destino de la naturaleza fuese ser “mía”, independientemente de las formas que ese “mía” pueda tomar. Como si su destino fuese ser una “cosa” lista para ser usada, y no un proceso libre que recuerda, a la vida social, cómo ella constituye aún el espacio de la servidumbre.

Una sociedad emancipada es una sociedad donde no solo los “sujetos” son libres, sino también donde las “cosas” son libres, porque ya no hay “cosas”, ya no corre ese dogma metafísico que separa “personas” (seres dotados de agencia libre) y “cosas” (que son solo la ocasión para el ejercicio del dominio de las personas). Porque las “cosas” actúan, ellas son inapropiables. Porque el dogma teológico de la voluntad como garantía de la diferencia entre la libertad humana y el mundo natural se terminó.

En este sentido, la batalla fascista contra la naturaleza no es solo una parte explícita del deseo de expandir los procesos de acumulación primitiva hacia horizontes que la mano humana aun no ha tocado. Hay algo más aquí. Pues Brasil es uno de los pocos lugares en el mundo donde todavía podemos relacionarnos con vastas áreas inapropiadas y que, por lo tanto, harían efectiva, en parte, esa libertad radical que posee la naturaleza de producir perenenmente sus propias normas. Esto no podría dejar de resonar en la experiencia social de quien vive aquí.

La batalla fascista por la abolición de esa necesidad de relacionarse con lo que no se deja poseer, con lo que promete a la vida social la posibilidad de nuevas formas, con lo que la libra de esa ilusión disciplinar de autonomía que solo esconde el deseo inconfeso de una mayor dominación y distinción entre lo humano y lo animal, entre la construcción del espacio social y la potencia biológica de la vida.

En este sentido, nada peor que equivocarnos de flanco y creer que nuestra respuesta pasa por nuevas formas de apropiación. Nuestra respuesta pasa por extender la noción de “sujetos” hacia aquello que parecía ser apenas el obstáculo a vencer, el “vacío” a ser llenado o transpuesto. Como ya se ha dicho, se trata de una batalla de formas de vida. La naturaleza no es ni idilio ni depósito listo para ser usado. Si ella es uno de los principales flancos del fascismo, es porque nuevas formas de relaciones con la naturaleza implican cambios económicos y políticos profundos. Pues ella produce metabolismos que pueden deponer las formas de la dominación. La dominación de los humanos es indisociable del deseo de dominación de las cosas. No querer dominar las cosas, descubrir la humanidad de las “cosas”, es el paso fundamental para librarnos de la dominación de los humanos. Por eso, emancipados eran los indios bororos, que decían: “Yo soy una guacamaya [arara]”. Nunca fue tan evidente la incompatibilidad radical entre el capitalismo y la vida.

 

Es solo arte…

 

Nadie conoce mejor nuestra verdadera fuerza que aquellos que luchan contra nosotros. Alguien podría extrañarse por la inusitada importancia que han ganado las cuestiones culturales y artísticas en los últimos años. No solo las representaciones teatrales, las performances y las exposiciones han sido duramente atacadas, perseguidas y censuradas, sino que también ha vuelto a escena un debate latente desde que Goebbels gritaba consignas de orden contra los artistas y contra el “marxismo cultural”.

A simple vista, puede parecer que se trata de cierto entretenimiento, la vieja táctica de desviar el foco de las brutalidades evidentes, desplazándolo hacia otros terrenos en disputa, como las políticas de identidad, las costumbres, la sexualidad, la religión, es decir, estimulando una supuesta guerra cultural. En este sentido, uno podría creer lo que dijo el estratega de extrema derecha Steve Bannon: “Mientras más hablen [las izquierdas] de políticas identitarias, más me favorecen”. Si hemos perdido tanto en los últimos años no es porque la fuerza de los ejes de la dominación que pasan por la raza, el género y la sexualidad hayan pasado a primer plano. Ha sido porque la falsa creencia en que tales luchas eran identitarias tiende a confundir a algunos. Si solo es posible una vida libre fuera de las amarras del poder del Estado, entonces hacer colapsar al Estado exigirá alianzas inesperadas e inauditas, requerirá sujetos que asuman múltiples formas y hagan que sus voces tengan eco a través de múltiples voces. Es el capitalismo el que denomina tales luchas como “identitarias”, pues quiere reducirlas al enfrentamiento de una identidad con otra, no a una humanidad libre contra una vida mutilada.

Por lo tanto, esta línea de combate no es un desvío. Es el centro. Se trata de destruir toda emergencia de otras sensibilidades, de formas de relaciones imposibles, de percepciones no colonizadas, de visibilidades de lo que hasta ahora ha sido invisible. De esto también se trata el arte. Por eso, el poder necesita silenciarlo.

Y él ya ha sido silenciado de muchas maneras. La inteligencia fascista actual consiste en luchar preventivamente contra lo que emergerá. Una forma de silenciar el arte ha sido mediante su captura por fundaciones privadas mantenidas por corporaciones financieras. La polémica en relación a la muestra del Queer Museum está relacionada con la Fundación Santander, que financió el evento mediante la exención de impuestos. Antes del episodio de Porto Alegre, San Pablo había vivido otra polémica cultural, la utilización de blackface en un montaje teatral. En ese momento el debate fue capturado por el brazo cultural de otro poderosos banco (Itaú), que apareció desprevenido como un auténtico, legítimo y valiente defensor de la causa negra. El debate organizado en la sede de Itaú Cultural en la Avenida Paulista fue un paso más hacia la consolidación del embuste de la democracia racial, reforzando la visión de que los posibles deslizamientos no tienen nada que ver con un supuesto racismo estructural y crónico, que es lo que nos caracteriza como nación, resultado de tres siglos y medio de esclavitud oficial.

Incluso la ley Rouanet, tan debatida como poco conocida, ocupó el centro de esta nueva arena de conflictos. Este mecanismo representa un hallazgo genial de los sectores dominantes de Brasil (la expresión aquí designa tanto al poeta José Arney como al intelectual y especialista de la Secretaría de Cultura –el MinC se había extinguido–, que dio nombre a la ley durante la administración Collor) y es el ejemplo perfecto de la vanguardia del atraso que ha caracterizado a buena parte de las políticas públicas culturales en el país. Pues bien, la ley no fue criticada por la escandalosa promoción de la transferencia de recursos (a través de la exención de impuestos) y las competencias (planificación estratégica y poder decisivo en la toma de decisiones, por ejemplo) de la esfera pública a la esfera privada, preferencialmente a la del gran capital. Tampoco ha sido criticada por la larga lista de distorsiones que la acompañaron desde el inicio: concentración regional en el Sudeste, desvíos de los fondos, crecimiento exponencial de intermediarios, etc. En lugar de este debate, ¿qué quedaba? La charlatanería circunscrita a los clichés, tales como “artistas mamando de las tetas del estado”. Sobre el poder de los departamentos de marketing para definir una parte crucial de la cultura nacional, se ha escuchado muy poco.

Esto solo muestra que la lucha del arte contra el fascismo no puede hacerse recuperando algo de los procesos de producción y autocomprensión que hasta ahora han estado vigentes. Esta lucha exige un arte revolucionario. La pregunta ya no puede ocultarse: ¿qué es hoy un arte revolucionario? A muchos hacer esta pregunta les parece un despropósito, lo que muestra hasta dónde hemos llegado. Pero es este el despropósito que nos espera.

Que ella sea enunciada entonces en Brasil. Pues, en Brasil, el colonialismo hiper violento es reactualizado día tras días sin escatimar ninguna dimensión de la vida social. El teatro jesuita en el siglo XVI estableció el patrón que articula violencia real y simbólica. Nuestro primer teatro de matriz europea fue claramente politizado, cruel, violento, falsificado y… seductor, incluyendo, como carnada, elementos de la cultura indígena en los textos y en las escenificaciones, con fines de proselitismo y aniquilación de la alteridad.

Es una obviedad –una obviedad que vale la pena repetir siempre– el que las clases dominantes se esfuerzan por transformar sus intereses particulares en universales. No solo sus intereses, sino también sus formas. No solo los contenidos expresados ​​en las producciones culturales y artísticas reflejan la ideología hegemónica, sino también la forma y las relaciones sociales de producción consolidan sus formas de vida. La figura del héroe es emblemática a este respecto, especialmente en un país en el que los sectores progresistas han retrocedido al populismo, en el que experimentamos una regresión peronista de la política. No importa si el héroe es de izquierda o de derecha, lo que importa es que sigue siendo un héroe, y la existencia del “sistema de héroes” permite la transferencia simbólica (aunque con consecuencias reales) de responsabilidades desde el plano colectivo hacia el plano individual. Va de lo común (simple) a lo excepcional, de lo común (compartido) a lo particular. Entonces, la idea poderosa e inspiradora de la emancipación pierde fuerza con este “sistema de héroes” que entabla el régimen burgués (recuperándolo de tradiciones anteriores), ya que la posibilidad de cambio, impulsada por una acción conjunta y organizada, es confiscada y anulada al ser transferida fuera de la esfera colectiva. El héroe es el avatar perfecto de la visión metafísica que supone un creador o protector apartado de la vida cotidiana y de la historia.

Según la leyenda, el rey Midas transformaba en oro todo lo que tocaba y ello le impidió alimentarse. La generalización de la mercantilización actualiza este viejo mito. Como regla general, en la última década las acciones culturales –del Ministerio de Cultura y sus socios en el sector privado– fueron sometidas a las reglas de la economía creativa, de la creación de renta, del emprendimiento cultural, del pragmatismo y de las artimañas publicitarias. El resultado fue la proliferación de subproductos oriundos de los nuevos modelos de negocio, tan apreciados por los negocios culturales en tiempos de entretenimiento globalizado. La tímida democratización de la producción cultural a través de los fondos concursables se esterilizó gracias a la mantención de la estructura comercial de circulación de los productos artísticos. Por lo tanto, lo que se ha visto en los últimos años es la explotación continua e intensa de los trabajadores de la cultura, la mayoría de los cuales se enfrentan a una verdadera “guerra por la supervivencia”, que se especializan en diseñar proyectos para adaptarse mejor a las condiciones de la nueva economía creativa.

La política cultural petista/lulista nunca excedió los límites del tibio consenso del proyecto más amplio que la originó. La simpatía del ministro Gilberto Gil no logró ocultar la gelatina general que reunía una especie de tropicalismo redivivo –siempre tan rebelde como integrado al mercado–, y el viejo “modo petista de gobernar”, en abierta degeneración burocrática y acomodación al establishment. El discurso fue parcialmente renovado, pero el ideario liberal se mantuvo presente, con su universalismo de pacotilla, la aceptación tácita de la competencia y de la meritocracia y una convivencia pacífica con las reglas del mercado. Si los gobiernos de Lula y Dilma no produjeron cartillas que declararan que “la cultura es un buen negocio”, como lo hizo en 1995 Francisco Weffort, fundador de PT y Ministro de Cultura de Fernando Henrique Cardoso, fueron ellos los que allanaron el camino para nuevos modelos de negocios culturales, para el soft power y la falsa panacea de la economía creativa. De hecho, el cabildero João Doria innovó en 2019 al agregar precisamente la expresión “economía creativa” al nombre de la Secretaría de Cultura del Estado de San Pablo.

Una de las razones de esta relativa estabilidad del modelo cultural dominante en Brasil, e incluso su profundización, fue la aproximación de las concepciones de arte y cultura asumidas por los principales actores políticos de las últimas décadas. La cuasi anulación de las diferencias (una vez que la idea de ruptura se convirtió en anatema) ocurrió en la esfera política general, centrándose a su vez en la cultura y sus políticas específicas.

En todo este horizonte, queda claro la rendición de la zona de conflicto entre el arte y la lógica económica de la mercancía con sus dimensiones fascinantes. No por azar, incluso la idea de la crítica de la cultura salió del radar de los gestores de la integración y de la producción mercantil de “nuevos espacios de afirmación cultural”. Esto está a punto de confundir más espacios de la industria cultural con la emancipación. Esta miseria que pasa por crítica puede llevarnos a creer que los productos de la industria cultural son la forma exitosa de la emancipación. Como si las luchas por la emancipación negra y femenina tuvieran lugar naturalmente en el nuevo video de Beyoncé y Anitta, en una celebración macabra de la fuerza integradora del capitalismo en su punto más fascinante.

El arte siempre será necesariamente antisistémico. Se trata de lo que sacude las formas. Se trata de la creación y del disfrute de bienes simbólicos inapropiables y no de la producción industrial y el consumo de bienes culturales. Por eso, la lucha no puede limitarse solamente a lo que llamamos contenido o temas, sino que debe incluir necesariamente el pasaje de la lógica del objeto/mercancía a la lógica de la relación/proceso. Esta visión del arte crítico y creativo –antiburocrático y anticapitalista–, es la antítesis perfecta de las concepciones y prácticas gestadas, nacidas y sostenidas por la forma mercancía. Sin embargo, en las últimas décadas, el escenario se ha complicado por la aparición de discursos y acciones que utilizan vocabulario y ciertas prácticas de las izquierdas, como la creación compartida y los modelos en red. Así, surge un movimiento aparentemente horizontal y democrático, pos-resentimiento (sic) –en general relacionado con pautas identitarias legítimas y a temas apreciados por la juventud–, todo mezclado con una agenda económicamente conservadora y falsamente libertaria que obviamente no dice su nombre. La hábil manipulación del jesuita José de Anchieta renace en terra brasilis. Aparentemente fuera de eje, los negocios culturales prosperan. En el arte/cultura, pero también en la comunicación, ya no hay vergüenza en el uso de términos como emprendimiento, economía creativa, soft power, monetización, creación de renta.

Evidentemente, es posible tener una perspectiva anticapitalista consecuente y vivir del arte en un mundo hegemonizado por la forma mercancía. Lo que está en juego aquí es la necesidad de revelar la contradicción radical entre arte y cultura plena y capitalismo. En los días que corren, la contradicción es aún más visible, porque no es una novedad que el fascismo odie la cultura. Nuestro desafío, entonces, es mostrar la incompatibilidad de la plena creación artística y la plena expresión cultural en el entorno utilitario, vulgar y cercenador del capital. El desafío radica en la invención que une la audacia política y la investigación de nuevas formas. También radica en denunciar la cultura oportunista que se integra al capitalismo supuestamente separado, rápido, cool, superconectado e hipercontemporáneo, vendido como una alternativa a la vida dañada.

Ahora más que nunca, la imaginación política depende de y necesita estimular la imaginación poética. Y viceversa. La ausencia de una de ellas mutila gravemente a la otra.

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*Ediciones Mimesis y el Grupo de estudios brasileños se une al urgente llamado a la acción que desde Brasil realiza n-1 ediciones y el Colectivo Centelha. Su libro Ruptura (São Paulo: n-1 edições, agosto 2019) se publicará por entregas en el blog de Mimesis. He aquí la primera.

Imagen: fragmento de la fotografía que acompaña cada acápite de Ruptura.

Macrismo y servidumbre voluntaria // Juan Del Bene

I

Étienne de la Boétie escribió el “Discurso sobre la servidumbre voluntaria” en 1548, se publicó casi veinte años después por su contenido excesivamente provocador para la época. Es decir que lo escribió hace 471 años, y leerlo es un placer por los puentes que tiende con nuestras vidas actuales. Ensaya escenarios que explican porque es que los pueblos, las naciones, asumen una posición de servidumbre, cuando de tan sólo desearla, según su pensamiento, conseguirían la libertad. (…) “podríais libraros, ni siquiera intentando libraros, sino tan sólo deseándolo”.
Un texto repleto de afirmaciones que muerden carne siempre “Es una desgracia extrema estar sujeto a un amo del cual no se puede asegurar jamás que sea bueno”. Es una desgracia estar a merced de un amo, simplemente porque siempre podrá hacernos mal. Amo, en tanto dueño, de una vida, de un territorio, de una mujer, de una selva. Al tiempo que el autor asume, posiciones que hay que rechazar de plano, en los únicos momentos en que alude a lo femenino o afeminado lo hace alineándolo con lo cobarde y aquello que es servil a los objetivos del tirano.

II
En este lado del tiempo en el mes pasado, agosto del 2019, el resultado de las PASO es un gesto de no consentimiento de la servidumbre. De rechazo al adueñamiento de nuestras condiciones de vida. “No deseo que lo obliguéis o lo quebrantéis, sino solamente que no lo sostengáis más, y lo veréis, como a un gran coloso al que se le ha quitado la base, venirse abajo por su propio peso y romperse”.
Sería un desatino leer el resultado de las primarias únicamente como un voto antimacrista centrado en el desastre económico, en la pérdida relativa del peso. Muchos analistas políticos de renombre se ensalzan estableciendo esta regla de tres simple, a mayor estabilidad y paridad cambiaria mayor gobernabilidad y continuidad. El antimacrismo de las PASO, no tiene sólo un componente económico, o mejor dicho cambiario, sino que trae consigo el rechazo a la economía de las relaciones sociales que nos propusieron y quisieron imponer con un sinfín de alternativas infernales, de callejones con una única salida.
El rechazo eleccionario de las PASO no puede no ir de la mano de un repudio a las formas de vida que quisieron imponernos, a una ministra diciendo del policía que mató a una persona de una patada «El funcionario policial no ejerció una violencia desmesurada. No intento matarlo ni agredirlo. Tuvo mala suerte». Un reposicionamiento ético, en tanto disputa por los modos de vida compartida, una recomposición de lazos de solidaridad expresados mediante el voto. El voto antimacrista afirma una ética donde prima el cuidado de la vida, donde el económico es un elemento central pero no el único.
Así, “sobre las cartas la mesa”, las PASO fueron la cristalización de cuán perforado está el suelo que le daba sustento al macrismo, ahora vemos como se cae y se rompe, chetos de porcelana.
III
Los dueños, no conciben la pérdida de las propiedades, la quita del sostén del que habla La Boétie . Por eso Macri reaccionó el lunes después de las elecciones, reaccionó como dueño, de propiedades y de vidas que se le retobaron. Quizás pocas veces más claro se vió en un político el “régimen de dueñidad” del que habla Segato. Por eso retomó en ésta última semana, él y parte de su gabinete, el intento de inculpar a la oposición y de responsabilizar a las/os votantes.
Un tirano desencantado, enfadado con sus súbditos porque quedó en bancarrota ante sus propios dueños, él también tiene los suyos. Eso que llama “el mundo”, nube difusa e impersonal del capital financiero transnacional. Ellos son quienes le quitan el sueño. Mauricio no sufre por desamor, sufre por temor. Parafraseando a La Boétie , los tiranos haciendo mal a todos, están en una dificultad, la de temer -también- a todos.
El macrismo, como proyecto político de escala nacional, alineado con el (re) avance del neoliberalismo en la región, se estampa contra el suelo y salta en pedacitos. Lo saben ellos y también nosotros/as. En buena hora pasa, el problema, el único, es que arrastra a más de medio país en su precipitación.
IV
La explicación central que La Boétie da a esta voluntad de servir, de ubicarnos voluntariamente en la posición del esclavo, sería la costumbre. La libertad nos sería connatural, innata, “puesto que todas las cosas que tienen sentimiento, desde el momento en el que lo tienen, sienten el mal de la sujeción y corren tras la libertad”, y la costumbre sería aquella que tiene la fuerza suficiente para torcer la naturaleza hacia la servidumbre.
Más allá de los acuerdos, o no, con el posicionamiento innatista que asume La Boétie , es claro que el macrismo apostó, con Duran Barba, Marquitos Peña y todo su elenco, a acostumbrarnos al ajuste de nuestras condiciones de vida, no sólo económico sino existencial. Pero calculó mal. Si la educación tiene tal influjo para el consentimiento de la servidumbre, no consideró la sedimentación de un conjunto plural y extenso de luchas, ligadas a los derechos humanos y los feminismos, históricas y reactualizadas en el presente. Un conjunto de luchas que constituyen el suelo de una educación emocional, conceptual y fundamentalmente vital.

Juan Del Bene

Ocho tesis sobre la revolución feminista // Verónica Gago

En este adelanto del libro “La potencia feminista. O el deseo de cambiarlo todo” (recién publicado por Editorial Tinta Limón), la académica y activista Verónica Gago plantea ocho tesis sobre la revolución feminista.

 

Por Cosecha Roja

¿En qué sentido el movimiento feminista actual –desde la multiplicidad de luchas que hoy protagoniza– expresa una dinámica antineoliberal desde abajo? ¿Cómo inaugura formas políticas novedosas a la vez inscriptas en genealogías de temporalidades discontinuas? En este texto, incluido en el libro “La potencia feminista. O el deseo de cambiarlo todo” (recién publicado por Editorial Tinta Limón), la académica y activista Verónica Gago plantea ocho tesis sobre la revolución feminista.

Foto: Pandilla Feminista
Por Verónica Gago*

“Tiemblan los Chicago Boys.

Aguanta el movimiento feminista”

(grafitti en el frontis de la Universidad

Católica de Chile, 2018)

1.

Con la herramienta de la huelga feminista se mapean nuevas formas de explotación de los cuerpos y los territorios desde una perspectiva simultánea de visibilización e insubordinación. La huelga revela la composición heterogénea del trabajo en clave feminista, reconociendo labores históricamente despreciadas, mostrando su actual engranaje con la precarización general y apropiándose de una tradicional herramienta de lucha para desbordarla y reinventarla.

El paro internacional abrió una perspectiva feminista sobre el trabajo. Porque la perspectiva feminista reconoce el trabajo territorial, doméstico, reproductivo y migrante, ampliando desde abajo la noción misma de clase trabajadora. Porque parte de asumir que el 40% de lxs trabajadorxs de nuestro país están en diversas modalidades de la economía llamada informal y reivindicada como popular. Porque vuelve visible y valora el trabajo históricamente desconocido y desvalorizado, por eso logramos afirmar que #TrabajadorasSomosTodas.

Pero aun de modo más radical: la huelga feminista nos pone en estado de investigación práctica. ¿A qué le llamamos trabajo desde la experiencia vital y laboral de mujeres, lesbianas, trans y travestis? Al ritmo de qué significa parar, vamos mapeando de modo práctico la multiplicidad de tareas y jornadas intensivas y extensivas que no son pagadas, que son mal pagadas, o que son remuneradas bajo una estricta jerarquía. Algunas de esas tareas casi ni eran nombradas, otras, dichas con nombres que las menospreciaban.

La huelga feminista además se hace fuerte desde la imposibilidad: las que no pueden parar pero desean hacerlo; las que no pueden dejar de trabajar ni un día y quieren rebelarse a ese agotamiento; las que creían que sin la autorización de la jerarquía del sindicato no había manera y llamaron al paro; las que se imaginaron que la huelga podía hacerse contra los agrotóxicos y las finanzas. Todas y cada una empujamos las fronteras de la huelga. De la conjunción entre imposibilidad y deseo, surge una imaginación radical sobre la forma múltiple de parar feminista que lleva la huelga a lugares insospechados, que la desplaza en su capacidad de inclusión de experiencias vitales, que la reinventa desde los cuerpos desobedientes a lo que es reconocido como trabajo.

Con la huelga construimos una economía de la visibilidad para el diferencial de explotación que caracteriza al trabajo feminizado: es decir, para la subordinación específica que implica el trabajo comunitario, barrial, migrante, reproductivo, y entendimos en el día a día cómo se relaciona su subordinación con todas las formas de trabajo. También señalamos que hay un lugar concreto de inicio de ese diferencial: la reproducción de la vida, desde su organización minuciosa y permanente que es explotada por el capital a costa de su obligatoriedad, gratuidad o mal pago. Pero fuimos más allá: desde la reproducción –históricamente negada, subordinada y ligada a procesos de domestificación y colonización–, construimos las categorías para repensar los trabajos asalariados, sindicalizados o no, atravesados por niveles cada vez mayores de precarización.

Con esta forma de entrelazar todos los modos de producción de valor (y de su explotación y extracción), mapeamos también la imbricación concreta entre las violencias patriarcales, coloniales y capitalistas. Con esto se evidencia, una vez más, que el movimiento feminista no es exterior a la cuestión de clase, aun si muchas veces se lo intenta presentar así. Tampoco a la cuestión de raza. No hay posibilidad de “aislar” el feminismo de esas tramas donde se sitúa el combate a las formas renovadas de explotación, extracción, opresión y dominio. El feminismo como movimiento exhibe a la clase en su carácter histórico marcado por las exclusiones sistemáticas de todxs aquellxs no considerados trabajadores asalariados blancos. Y por tanto no hay clase sin pensar su racialización inscripta en una división internacional y sexual del trabajo. De esta manera se evidencia hasta qué punto su narrativa y sus fórmulas organizativas fueron modos de subordinación sistemático del trabajo feminizado y migrante y, como tal, piedra angular de la división del trabajo capitalista, patriarcal y colonial.

2.

Con la huelga produjimos una nueva comprensión de la violencia: salimos del gueto de la violencia doméstica para conectarla con la violencia económica, laboral, institucional, policial, racista y colonial. De este modo queda en evidencia la relación orgánica de la violencia machista y femicida con la actual forma de acumulación de capital. De establecer y difundir esta comprensión de manera práctica proviene el carácter anticapitalista, anticolonial y antipatriarcal del movimiento feminista en su momento de masificación.

Con la huelga se produce un punto de vista simultáneo de la resistencia a la expropiación, de la insubordinación al trabajo y de la desobediencia financiera.

Esto nos permite investigar el vínculo entre los conflictos en los territorios frente a las iniciativas neoextractivistas y la violencia sexual; el nexo entre acoso y relaciones de poder en los ámbitos laborales; también el modo en que se combina la explotación del trabajo migrante y feminizado con la extracción de valor a cargo de las finanzas; el despojo de infraestructura pública en los barrios y la especulación inmobiliaria (formal e informal); la clandestinidad del aborto y la criminalización de las comunidades indígenas y negras. Todas estas formas de violencia toman al cuerpo de las mujeres y los cuerpos feminizados como botín de guerra. Esta conexión entre las violencias de los despojos y de los abusos no es sólo analítica: se practica como elaboración colectiva para entender las relaciones de poder en las que los femicidios se hacen inteligibles y para diagramar una estrategia de organización y autodefensa. En este sentido, el movimiento feminista practica una pedagogía popular con este diagnóstico que intersecta violencias y opresiones y lo hace desde la iniciativa de su desacato.

En este punto, el corrimiento de la victimización como narrativa totalizadora permite que el diagnóstico sobre las violencias no se traduzca en un lenguaje de pacificación ni de puro duelo y lamento. También repele las respuestas institucionales que refuerzan el gueto y que pretenden aislar y resolver el problema con una secretaría o un programa. Estos instrumentos no dejan de ser importantes, siempre y cuando no sean parte de un tutelaje que codifica la victimización y encierra a la violencia como únicamente doméstica. El diagnóstico de interseccionalidad de las violencias se ha hecho posible a través de la huelga, que es desde donde se construye y amplifica otro lugar de enunciación y otro horizonte organizativo de movimiento. El mapeo amplio que esto nos ha permitido ensancha nuestra mirada y va a las raíces de la conexión entre patriarcado, capitalismo y colonialismo, traduciéndola como construcción de un sentido común compartido.

tapa vero gago

3.

El movimiento feminista actual se caracteriza por dos dinámicas singulares: la conjunción de masividad y radicalidad. Esto lo logra porque construye proximidad entre luchas muy diferentes. De esta manera inventa y cultiva un modo de transversalidad política. El feminismo actual explicita algo que no parece obvio: que nadie carece de un territorio y desmiente así la ilusión metafísica del individuo aislado. Todxs estamos situadxs y, en ese sentido también, el cuerpo empieza a percibirse como un cuerpo-territorio. El feminismo, en tanto movimiento, dejó de ser una exterioridad que se relaciona con “otrxs”, para ser tomado como clave para leer el conflicto en cada territorio (doméstico, afectivo, laboral, migrante, artístico, campesino, urbano, feriante, comunitario, etc.). Esto hace que se despliegue un feminismo de masas e intergeneracional, porque es apropiado desde los más diversos espacios y experiencias.

¿Cómo se produce esta composición que se caracteriza por ser transversal? A partir de la conexión entre luchas. Pero la trama construida entre luchas diversas no es espontánea ni natural. Más bien con relación al feminismo lo contrario fue cierto durante mucho tiempo: era entendido en su variante institucional y/o académica pero históricamente disociado de procesos de confluencia popular. Hay líneas genealógicas fundamentales que han hecho posible esta expansión actual. Hemos marcado cuatro en Argentina: la historia de lucha de los derechos humanos desde los años 70 protagonizada por Madres y Abuelas de Plaza de Mayo; las más de tres décadas del Encuentro Nacional de Mujeres (ahora plurinacional de mujeres, lesbianas, trans y travestis); la irrupción del movimiento piquetero, de un protagonismo también feminizado a la hora de enfrentar la crisis social de comienzo de siglo; y una larga historia del movimiento de disidencias sexuales que va de la herencia del FLH (Frente de Liberación Homosexual) de los 70 a la militancia lésbica por el acceso autónomo al aborto y el activismo trans, travesti, intersexual y transgénero que revolucionó los cuerpos y las subjetividades del feminismo contra los límites biologicistas.

La transversalidad lograda a partir de la organización de la huelga actualiza esas líneas históricas y las proyecta en un feminismo de masas, arraigado en las luchas concretas de las trabajadoras de la economía popular, en las migrantes, en las cooperativistas, en las defensoras de territorio, en las precarizadas, en las nuevas generaciones de disidencias sexuales, en las amas de casa que reniegan del encierro, en la lucha por el derecho al aborto que es la lucha ampliada por la autonomía del cuerpo, en las estudiantes movilizadas, en las que denuncian los agrotóxicos, en las trabajadoras sexuales. Pone un horizonte en común en términos organizativos que funciona como catalizador práctico.

Lo poderoso es que al integrar esta multiplicidad de conflictos se redefine la dimensión de masas desde prácticas y luchas que han sido históricamente definidas como “minoritarias”. Con esto, la oposición entre minoritario y mayoritario se desplaza: lo minoritario toma escala de masas como vector de radicalización al interior de una composición que no para de expandirse. Se desafía así la maquinaria neoliberal de reconocimiento de minorías y de pacificación dela diferencia.

Esta transversalidad política se nutre desde los diversos territorios en conflicto y construye una afectación común para problemas que tienden a vivirse como individuales y un diagnóstico político para las violencias que tienden a ser encapsuladas como domésticas. Esto complejiza cierta idea de solidaridad que supone un grado de exterioridad que ratifica la distancia respecto de otrxs. La transversalidad prioriza una política de construcción de proximidad y alianzas sin desconocer las diferencias de intensidad en los conflictos.

4.

El movimiento feminista despliega una nueva crítica a la economía política. Incluye una denuncia radical a las condiciones contemporáneas de valorización del capital y, por tanto, actualiza la noción de explotación. Pero lo hace ampliando lo que se entiende usualmente por economía.

En Argentina, en particular, hay un cruce que da cauce a una nueva crítica de la economía política. Y esto se debe al encuentro práctico entre economías populares y economía feminista. Las economías populares como tramas reproductivas y productivas expresan un acumulado de luchas que abrió la imaginación de la huelga feminista.

Por eso es que en Argentina la huelga feminista logra desplegar, problematizar y valorizar una multiplicidad de labores desde un mapeo del trabajo en clave feminista en la medida que se vincula con la genealogía piquetera y su problematización del trabajo asalariado y sus formas de “inclusión”. Son estas experiencias las que están en el origen de las economías populares y las que persisten como elemento insurrecto que es nuevamente convocado desde los feminismos populares.

Con la dinámica de organización de las huelgas feministas, en las economías populares suceden dos procesos. Por un lado, la politización de los ámbitos reproductivos más allá de los hogares funciona como espacio concreto para elaborar la ampliación de los trabajos que la huelga valoriza. Por otro, la perspectiva feminista sobre estas tareas permite evidenciar el conjunto de mandatos patriarcales y coloniales que las naturalizan y, por tanto, que habilitan las lógicas de explotación y extracción sobre ellas.

La huelga feminista, al poner en marcha una lectura desde el desacato a la inscripción de las labores reproductivas en términos familiaristas, desafía el suplemento moral permanente que imprimen los subsidios sociales y provee un cruce entre economía feminista y economía popular que radicaliza ambas experiencias.

A partir de la huelga, además, el movimiento feminista está produciendo figuras de subjetivación (trayectorias, formas de cooperación, modos de vida) que escapan del binarismo neoliberal que opone víctimas y empresarias de sí (incluso en el pseudolenguaje de género del “empoderamiento” emprendedor). En este sentido, los feminismos son antineoliberales porque se hacen cargo del problema de la organización colectiva contra el sufrimiento individual y denuncian la política sistemática de despojos.

El movimiento feminista actual empuja a una caracterización precisa del neoliberalismo y, por tanto, abre el horizonte de a qué le llamamos política antineoliberal. Por el tipo de conflictividad que mapea, visibiliza y moviliza, se despliega una noción compleja de neoliberalismo que no se reduce al binomio de Estado vs. Mercado. 

Por el contrario, se señala desde las luchas la conexión entre la lógica extractiva del capital y su imbricación con las políticas estatales, determinando por qué se explota y extrae valor de determinados cuerpos-territorios. La perspectiva de economía feminista que surge de aquí es entonces anticapitalista.

5.

El movimiento feminista toma las calles y construye en asambleas, teje poder en los  territorios y elabora diagnósticos de coyuntura: produce un contrapoder que articula una dinámica de conquista de derechos con un horizonte de radicalidad. Desarma el binarismo entre reforma o revolución.

Dijimos que con la huelga el movimiento feminista construye una fuerza común contra la precarización, el ajuste y los despidos, y las violencias que implican, remarcando su sentido antineoliberal (es decir, que impugna la racionalidad empresarial como orden del mundo), afirmando su naturaleza clasista (es decir, que no naturaliza ni minimiza la cuestión de la explotación) y anticolonial y antipatriarcal (porque denuncia y desacata la explotación específica del capitalismo contra las mujeres y cuerpos feminizados y racializados).

Esta dinámica es clave: produce un cruce práctico entre género, raza y clase y genera otra racionalidad para leer la coyuntura. Tanto en los debates parlamentarios (afirmando que no hay derecho ni fuerza de ley que no se formule primero en la protesta social) como en la radicalización de la organización popular, los feminismos resisten ser reducidos a un “cupo” o a una “tematización”.

Esta dinámica del movimiento es doble: construye institucionalidad propia (redes autónomas) y al mismo tiempo interpela a la institucionalidad existente. Crea a su vez una temporalidad estratégica que actúa simultáneamente en el presente con lo que existe y con lo que existe también en el presente pero aun como virtualidad, como posibilidad todavía abierta y no realizada. El movimiento feminista no agota sus demandas ni sus luchas en un horizonte estatal, aun si no desconoce ese marco de acción, pero decididamente no proyecta al Estado como instancia de resolución de las violencias. La dimensión utópica tiene sin embargo una eficacia en el presente y no en la postergación de un objetivo final futuro y lejano. Por eso también la dimensión utópica logra trabajar en las contradicciones existentes sin esperar a la aparición de sujetxs absolutamente liberadxs ni en condiciones ideales de las luchas ni confiando en un único espacio que totalice la transformación social. En ese sentido, apela a la potencia de ruptura de cada acción y no limita la ruptura a un momento final espectacular de una acumulación estrictamente evolutiva.

Esto, de nuevo, se conecta con la potencia de la transversalidad, que crece por el hecho de que el activismo feminista se ha convertido en una fuerza disponible que se pone en juego en diferentes espacios de lucha y de vida. Esta es una manera que va contra la “sectorización” de la llamada agenda de género y contra la infantilización de sus prácticas políticas. O sea, la transversalidad no es sólo una forma de coordinación, sino también una capacidad de hacer del feminismo una fuerza propia en cada lugar y de no limitarse a una lógica de demandas puntuales. Sostenerla no es fácil porque implica un trabajo cotidiano de tejido, de conversación, de traducciones y ampliación de discusiones, de ensayos y de errores. Pero lo más potente es que hoy esa transversalidad se siente como necesidad y como deseo para abrir una temporalidad aquí y ahora de la revolución.

6.

El feminismo actual teje un nuevo internacionalismo. No se trata de una estructura que abstraiga y vuelva homogéneas las luchas para llevarlas a un plano “superior”. Se lo percibe, por el contrario, como fuerza concreta en cada lugar. Impulsa una dinámica que se hace transnacional desde cuerpos y las trayectorias situadas. Por eso el movimiento feminista se expresa como fuerza coordinada de desestabilización global cuya potencia está arraigada y emerge de manera notable desde el Sur.

Se trata de un internacionalismo desde los territorios en lucha. Por eso se hace más complejo y polifónico en su construcción: incluye cada vez más territorios y lenguas. No tiene el marco del Estado-nación por eso el nombre internacionalismo ya queda desbordado. El internacionalismo es más bien transnacional y plurinacional. Porque reconoce otras geografías y traza otros mapas de alianza, encuentro y convergencia. Porque incluye una crítica radical al encierro nacional con el que se quiere delimitar a las luchas, porque se conecta a partir de las trayectorias migrantes y porque acerca paisajes que recombinan lo urbano, lo suburbano, lo campesino, lo indígena, lo villero, lo comunitario y, por tanto, se hojaldra con temporalidades múltiples.

El transnacionalismo feminista envuelve una crítica a las avanzadas neocoloniales contra los cuerpos-territorios. Denuncia los extractivismos y exhibe su conexión con el aumento de las violencias machistas y las formas de explotación laboral que tienen en la maquila una escena fundante en nuestro continente.

La huelga feminista construye una trama transnacional imparable porque mapea a contrapelo el mercado mundial que organiza la acumulación de capital. Y, sin embargo, este enlace transnacional no se organiza siguiendo el calendario de los encuentros de los grandes organismos al servicio del capital. A partir de la huelga feminista, el movimiento adopta forma de coordinadora en un lado, de comisión en otra, de encuentro de luchas más acá: son todas iniciativas que rompen fronteras. Se trata de un transnacionalismo que empujó la consigna global de la huelga y así forjó una coordinación de nuevo tipo: “si nosotras paramos, se para el mundo”.

La fuerza de desestabilización es global entonces porque primero existe en cada casa, en cada relación, en cada territorio, en cada asamblea, en cada universidad, en cada fábrica, en cada feria. En este sentido es inverso a una larga tradición internacionalista que organiza desde arriba unificando y dando “coherencia” a las luchas a partir de su adscripción a un programa.

La dimensión transnacional compone lo colectivo como investigación: se presenta a la vez como autoformación y como deseo de articulación con experiencias que en principio no están próximas.

Esto es bien diferente a tomar la coordinación colectiva como un a priori moral o una exigencia abstracta. El feminismo en los barrios, en las camas y en las casas no es menos internacionalista que el feminismo en las calles o en los encuentros regionales y esa es su potente política de lugar. Su no disyunción, su manera de hacer transnacionalismo como política de arraigo y como apertura de los territorios a sus conexiones inesperadas, mundialmente extensas.

7.

La respuesta global a la fuerza transnacional feminista se organiza como triple contraofensiva: militar, económica y religiosa. Esto explica por qué hoy el neoliberalismo necesita de políticas conservadoras para estabilizar su modo de gobierno.

El fascismo en ensamble con el neoliberalismo que estamos viendo como escenario regional y global es una lectura reaccionaria: una respuesta a la fuerza desplegada por el movimiento feminista transnacional. Los feminismos que tomaron las calles en los últimos años y que se capilarizaron como fuerza concreta en todos los ámbitos y relaciones sociales pusieron en cuestión la subordinación del trabajo reproductivo y feminizado, la persecución de las economías migrantes, la naturalización de los abusos sexuales como disciplinamiento de la fuerza de trabajo precarizada, la heteronorma familiar como refugio ante esa misma precariedad, el confinamiento doméstico como lugar de sumisión e invisibilidad, la criminalización del aborto y de las prácticas de soberanía sobre los cuerpos, el envenenamiento y despojo de comunidades a manos de corporaciones empresariales en connivencia con los Estados. Cada una de estas prácticas hizo temblar la normalidad de la obediencia, su reproducción cotidiana y rutinizada.

La huelga feminista tejida como proceso político abrió una temporalidad de revuelta. Se expandió como deseo revolucionario. No dejó lugar intocado por la marea de insubordinación y cuestionamiento al devenir movilización de larga duración.

El neoliberalismo necesita ahora aliarse con fuerzas conservadoras retrógradas porque la desestabilización de las autoridades patriarcales pone en riesgo la propia acumulación de capital. Diríamos así: el capital es extremadamente conciente de su articulación orgánica con el colonialismo y el patriarcado para reproducirse como relación de obediencia. Una vez que la fábrica y la familia heteropatriarcal no logran sostener disciplinas y una vez que el control securitario es desafiado por formas feministas de gestionar la interdependencia en épocas de precariedad existencial, la contraofensiva se redobla. Y vemos muy claramente por qué neoliberalismo y conservadurismo comparten objetivos estratégicos de normalización.

Porque el movimiento feminista politiza de manera nueva y radical la crisis de la reproducción social como crisis a la vez civilizatoria y de la estructura patriarcal de la sociedad, el impulso fascista que se pone en marcha para contrarrestarlo propone economías de la obediencia para canalizar la crisis. Sea por el lado de los fundamentalismos religiosos o por el lado de la construcción paranoica de un nuevo enemigo interno, lo que constatamos es el intento de aterrorizar a las fuerzas de desestabilización arraigadas en un feminismo que ha traspasado las fronteras y es capaz de producir código común entre luchas diversas.

8.

El movimiento feminista hoy enfrenta la imagen más abstracta del capital: el capital financiero, justamente esa forma de dominio que parece hacer imposible el antagonismo. El movimiento feminista al confrontar la financierización de la vida, eso que sucede cuando el hecho mismo de vivir “produce” deuda, despliega una disputa con las nuevas formas de explotación y extracción de valor.

En el endeudamiento aparece una imagen “invertida” de la productividad misma de nuestra fuerza de trabajo, de nuestra potencia vital y de la politización (valorización) de las tareas reproductivas. La huelga feminista que grita ¡libres, vivas y desendeudadas nos queremos! logra visibilizar las finanzas en términos de conflictividad y, por tanto, de autodefensa de nuestras autonomías. Es necesario comprender el endeudamiento masivo aterrizado en las economías populares feminizadas y en las economías domésticas como una “contrarrevolución” cotidiana. Como una operación en el terreno mismo en que los feminismos han conmocionado todo.

El movimiento feminista, tomando a las finanzas como un terreno de lucha contra el empobrecimiento generalizado, practica una contrapedagogía respecto de su violencia y sus fórmulas abstractas de explotación de los cuerpos y los territorios.

Agregar la dimensión financiera a nuestras luchas nos permite mapear los flujos de deuda y completar el mapa de la explotación en sus formas más dinámicas, versátiles y aparentemente “invisibles”.

Entender cómo la deuda extrae valor de las economías domésticas, de las economías no asalariadas, de las economías consideradas históricamente no productivas, permite captar los dispositivos financieros como verdaderos mecanismos de colonización de la reproducción de la vida. Y un punto más: entender la deuda como dispositivo privilegiado de blanqueamiento de flujos ilícitos y, por tanto, de conexión entre economías legales e ilegales como una manera de aumentar la violencia directa contra los territorios. Lo que se busca es justamente una “economía de la obediencia” que sirve a los sectores más concentrados del capital y a la caridad como despolitización del acceso a recursos.

Todo esto nos da, otra vez, una posibilidad más amplia y compleja de entender lo que diagnosticamos como las violencias que toman a los cuerpos feminizados como nuevos territorios de conquista. Por eso es necesario un gesto feminista sobre la maquinaria de la deuda, porque es también contra la maquinaria de la culpabilización, sostenida por la moral heteropatriarcal y por la explotación de nuestras fuerzas vitales.

*Verónica Gago estudió Ciencia Política y se doctoró en Ciencias Sociales, en la Universidad de Buenos Aires. Formó parte del Colectivo Situaciones, milita en la editorial Tinta Limón y en el Colectivo Ni Una Menos.

“La potencia feminista. O el deseo de cambiarlo todo” (Tinta Limón, 2019), se consigue en los siguientes puntos de venta.

 

ENTREVISTA con Franco Berardi, Bifo. ¨Volver a aburrirnos es la última aventura posible¨

¿Cómo es posible volver a pensar, a crear y a luchar en condiciones de transformación radical de la percepción? ¿En qué tipo de ser humano nos estamos convirtiendo?¨

A comienzos de los años 70, Pier Paolo Pasolini hablaba de “mutación antropológica” para referirse a los efectos que estaba teniendo la penetración de la cultura del consumo en Italia. El consumo alcanzaba y alteraba capas del ser que ni siquiera el fascismo había tocado. Todas las respuestas -de la política, de la cultura, de la filosofía- debían ser repensadas a la luz de los acontecimientos, según el poeta-cineasta.

En su último libro Fenomenología del fin, un trabajo de más de 15 años, Franco Berardi (Bifo), filósofo y participante activo de los movimientos autónomos italianos desde los años 70, describe la “mutación antropológica” de nuestros días: el impacto de las tecnologías digitales sobre nuestra percepción y nuestra sensibilidad. ¿Qué es la sensibilidad? Es la capacidad de interpretar señales no discursivas, no-codificadas. Pues bien, esa capacidad se está atrofiando por nuestra exposición a las tecnologías digitales que funcionan según una lógica muy formateada, una lógica del código.

Todo debe ser repensado, afirma también Bifo, el alcance de la mutación digital es igualmente muy profundo. La atrofia de la sensibilidad implica una atrofia de la empatía, que es la capacidad de sentir-con, de sentir al otro como prolongación de mi existencia y de mi cuerpo. La base sensible de la solidaridad. ¿Qué monstruos habitan en esa insensibilización radical? ¿Cómo es posible volver a pensar, a crear y a luchar en condiciones de transformación radical de la percepción? ¿En qué tipo de ser humano nos estamos convirtiendo?

Una epidemia de descortesía

Amador: A diferencia de otros libros tuyos, diría que este es un libro sobre estética, más que un libro político. Un libro donde la estética está en primer plano y, en todo caso, la política se redefine como un asunto estético, como algo que tiene que ver con nuestra percepción y que afecta a la sensibilidad. ¿Estás de acuerdo?

Bifo: Sí, el sentido de la palabra “estética” es muy amplio: es la ciencia de la percepción, etc. Pero me parece que la estética tiene que ser también una erótica: la comprensión de la relación entre los cuerpos. Me parece que esta dialéctica entre estética y erótica es central para entender la mutación contemporánea. ¿Cómo modifica la mutación digital la percepción estética y la percepción erótica? Ese es el objeto de mi libro.

Hoy vivimos un desplazamiento de una percepción erótica del cuerpo del otro a una percepción cada vez más informática: el cuerpo del otro nos aparece como signo, como información. Esa mutación tiene un fuerte componente patógeno. Es una mutación que produce mucho sufrimiento, efectos de pánico y depresión por la apertura del organismo sensible que somos a una hiper-saturación de estímulos, llegando finalmente una parálisis del cuerpo erótico.

Amador: En el centro de tu libro está una pareja de conceptos: la “lógica conjuntiva” y la “lógica conectiva”. Dices que la mutación actual se explica por el paso de la primera a la segunda. Explícate.

Bifo: La conjunción es una dimensión interpretativa vibratoria y ambigua. Quizá el mejor ejemplo puede ser un cortejo amoroso: las palabras que decimos entonces se prestan a una interpretación no codificada. Es una interpretación de signos ambiguos y el sentido se desplaza constantemente durante la relación misma. Eso es la conjunción, una conjunción entre los cuerpos fundamentalmente.

Por el contrario, la lógica conectiva es una relación en la cual la interpretación del sentido está formateada, está reducida a un formato. Es la relación entre una máquina y otra máquina -o entre un ser humano y una máquina- donde el signo significa una sola cosa. Si dos máquinas están formateadas de manera diferente no pueden entenderse: necesitamos una reducción del formato que permita la interpretación exacta de los signos.

En la relación conjuntiva la exactitud no existe. No hay exactitud porque la relación humana conjuntiva es esencialmente una relación de ambigüedad. Naturalmente, es un tipo de relación en la cual puede nacer la violencia si no hay una educación a la conjunción, lo que en la modernidad se llamó “cortesía”. Lo que estamos viviendo en el mundo en este momento me parece que es esencialmente una epidemia de descortesía, es decir, de incapacidad de descifrar los signos según el deseo.

Donald Trump, la oscura victoria del barroco

Amador: En culturas muy diferentes encuentras un mismo rechazo de la lógica conjuntiva: el miedo al cuerpo, sobre todo al cuerpo de la mujer, a la mezcla y a la confusión, a la ambigüedad del sentido, etc. Y una defensa y un elogio del ideal, del modelo, de la pureza. ¿Has encontrado algún humus cultural alternativo donde haya elementos de otra socialidad posible, de otra relación entre cuerpo y signo?

Bifo: Para describir la transición a la hegemonía de lo conectivo, me parecía necesario hacer una especie de cartografía de las formas culturales que se han desarrollado en la historia humana. Naturalmente, he escogido sólo algunos momentos y he reducido esta investigación antropológica a una alternativa esencial: entre el puritanismo y el barroco.

El puritanismo es, culturalmente, más allá su definición propiamente religiosa, una cancelación de la ambigüedad en la relación interhumana. Por tanto, una cancelación de la historia misma. Pensemos en la creación de los Estados Unidos de América. Un historiador ha dicho que Estados Unidos es la primera nación en el mundo que nace como expresión de la palabra: primero está la Constitución, luego viene la comunidad. Pero claro, antes de la palabra está la destrucción de la historia precedente: la historia de los pueblos indígenas que vivían allí.

Y no sólo eso: también la destrucción, la cancelación y el olvido de todo lo que ha pasado antes en la Vieja Europa. Los puritanos, los padres fundadores, huyen de Europa para olvidar la sucia historia del catolicismo y el protestantismo europeo. Olvidando la impureza europea y suprimiendo la impureza indígena, se dicen, fundaremos la pureza, la ciudad sobre las colinas, la Nueva Jerusalén. No nos puede extrañar que sea en esta misma tierra, que nace de la pureza de la palabra, donde haya nacido luego la pureza de la comunicación digital.

Amador: Por otro lado está el barroco. ¿Cómo interpretas el barroco?

Bifo: Es un fenómeno que acompaña la historia del puritanismo, como una corriente cultural, estética, perceptual y política minoritaria, pero siempre presente durante los siglos de la modernidad. El barroco es esencialmente la proliferación de los signos, el espectáculo de esa proliferación. No es casualidad que el barroco fuese la herramienta política de la Iglesia católica de la Contrarreforma que desplegó, no un discurso de persuasión, sino un espectáculo de seducción. La proliferación de los signos en la época del barroco católico es una historia de espectacularización y de multiplicación de las ambigüedades.

El barroco desaparece en cierto momento de la historia moderna, cuando la burguesía puritana, nórdica, construye un mundo donde la ambigüedad se considera peligrosa. Pero en determinado momento explota de nuevo en la escena del mundo. Yo diría que este momento son los años ochenta del siglo XX. Paradójicamente, el barroco vuelve como forma dominante, mayoritaria, gracias a la proliferación de signos que la comunicación puritana y digital ha producido. La máquina digital ha producido tal exceso y proliferación de signos que la recepción estética es incapaz de producir una interpretación adaptada, adecuada. Y el barroco explota en los años ochenta, noventa y hoy de manera dominante. Yo creo que la victoria electoral de Donald Trump es esencialmente la victoria del barroco, como indescifrabilidad de signos totalmente contradictorios.

Amador: ¿Puedes explicarnos más esta relación entre un fenómeno como Trump y el barroco?

Bifo: Sugiero la lectura de una feminista americana que se llama Angela Nagle. Nagle ha escrito un libro muy interesante -y muy ambiguo también- que no comparto esencialmente, pero que contiene muchísimos elementos para entender la victoria de Donald Trump. El título del libro es Kill All Normies y es un libro sobre la alt-right culture, sobre la relación de la cultura libertaria, transgresora, y la cultura de la derecha extrema, que es una derecha paradójicamente irónica o, más bien, cínica.

¿Qué es la ironía, qué es el cinismo? Es justamente el problema que el barroco propone. La ironía es la conciencia de la ambigüedad. Esta conciencia de la ambigüedad tiene dos caras posibles. La cara cortés, es decir, cuando los signos son ambiguos y descifro esta ambigüedad según el deseo, para incrementar mi placer y tu placer.

Pero también hay una cara cínica del ironismo. ¿Y el cinismo qué es? Es una pregunta muy difícil. Yo diría que el cinismo es una conciencia de la ambigüedad, pero que acepta sólo como interpretación posible la interpretación del poder. El más fuerte es el que interpreta. Los signos son ambiguos, entonces los interpreto según mi voluntad, porque yo soy el más fuerte.

¿Dónde nos encontramos hoy? Estamos en el territorio del triunfo total del puritanismo digital, pero, paradójicamente, ese triunfo ha producido en la dimensión erótica y social un efecto híper-barroco, donde continuamente perdemos la orientación.“No es no”: cuando la ambigüedad se vuelve peligrosa

Amador: Dices en el libro que, aunque pueda sonar paradójico, el porno es el punto de llegada de una transformación puritana del mundo.

Bifo: Como digo, creo que la relación entre los cuerpos se empobrece a causa del desplazamiento de la comunicación desde la relación empática hacia el terreno de la comunicación conectiva. Hace poco leía un mensaje de un chico de 19 años que decía: “Desde que nací mi relación principal ha sido siempre con autómatas inteligentes que he encontrado en la red, ¿por qué tengo que tener relaciones sexuales con humanos? Los humanos son más brutales, menos inteligentes y menos interesantes que los autómatas”. Me parece que está claro: los seres humanos están hablando con autómatas y perdiendo la capacidad de hablar con otros seres humanos. La relación entre seres humanos se ha vuelto una relación sin cortesía, sin este tipo de sabiduría especial que es el desciframiento de la ambigüedad en condiciones de empatía. El porno es justamente la sexualidad sin ambigüedad, donde la ambigüedad queda cancelada desde el comienzo. Se sabe siempre lo que va a pasar.

Amador: Los movimientos de mujeres son quizá ahora mismo los movimientos que demuestran más vitalidad en España y no sólo. Ayer salimos a la calle contra la sentencia a los miembros de La Manada que no considera violación los hechos probados, Bifo también estaba allí. ¿Qué potencialidad piensas que pueden tener estos movimientos para repensar y rehacer los códigos afectivos y de comunicación interhumana?

Bifo: No sé si Camille Paglia es conocida en España… ¿Qué dice Camille Paglia? Antes que nada dice: yo soy barroca, soy católica y latina. Segundo: mi figura de referencia es Madonna. Y su trabajo es un trabajo de crítica al feminismo puritano, que tiene un papel fundamental, probablemente mayoritario, en la experiencia del feminismo americano. La lectura de Camille Paglia, para mí y hablando en general para las mujeres de mi generación, fue una experiencia enriquecedora. Pero en cierto momento las cosas cambiaron y la actitud de Camille Paglia se hizo cada vez más minoritaria y hoy está, me parece, completamente desaparecida, al menos en EEUU.

¿Por qué? ¿Es que las mujeres feministas se han vuelto acaso demasiado puritanas y moralistas? No, es que el mundo ha cambiado, el mundo ha cambiado de una manera que hace cada vez más difícil interactuar de manera ambigua y cortés. La ambigüedad se ha vuelto peligrosa porque la cortesía ha desaparecido y entonces estamos obligados a decir “sí es sí, no es no”. A mí no me gusta esta binarización de la comunicación, pero a día de hoy me parece inevitable. Porque fuera de la reducción “sí-sí, no-no” se haya constantemente el peligro de la violencia.

Si no hay ambigüedad no hay erotismo, porque el erotismo es esencialmente el fenómeno de la detección de la intención implícita en una comunicación ambigua. Pero si caen los contextos donde es posible interpretar la ambigüedad desde el placer de la relación y la empatía, entonces la única manera de entenderse es “sí-sí” y “no-no”. La mutación actual no es sólo tecnológica, sino comunicativa: la mutación de las posibilidades de interpretación ha producido un efecto de “pornografización” del panorama erótico contemporáneo.

Política crítica, política memética

Amador: ¿Cómo interpretas el ascenso de la ultraderecha que vemos por todas partes?

Bifo: Creo que este regreso del fascismo al que estamos asistiendo a nivel planetario tiene que ser interpretado de una manera nueva. Hay ciertamente muchos signos de fascismo clásico: el nacionalismo, la agresividad, la difusión de la guerra, el racismo… Pero la génesis del fenómeno actual es diferente, y tenemos que interpretarlo en su diferencia.

¿Qué está pasando? Yo creo que estamos saliendo -o hemos salido ya- de la dimensión que ha hecho posible la política de la modernidad, es decir, el pensamiento crítico. ¿Qué es el pensamiento crítico? ¿Qué es la crítica? La crítica es la capacidad de distinción de lo verdadero o de lo falso, de lo bueno o de lo malo, en una enunciación, en una información, en un acontecimiento. Pero para discriminar críticamente necesitamos tiempo.

La crítica se hizo posible cuando la escritura y la prensa permitieron una re-lectura, una reversibilidad y sobre todo un tiempo para la discriminación crítica. La burguesía ilustrada hizo de la crítica la facultad esencial de la decisión política. Los acontecimientos ocurren, las informaciones nos los narran, pero nosotros tenemos que decidir si esto es verdadero o falso, bueno o malo. Y a partir de esta discriminación se hace posible una decisión políticamente crítica.

Pero eso ya no existe más. La situación en la cual nos encontramos hoy no permite la decisión política de tipo crítico. De hecho ya no hablamos más de “gobierno”, sino de “gobernanza”. ¿Qué es la gobernanza? Es una automatización de la decisión. Si pensamos lo que pasa en el territorio de las finanzas, por ejemplo, donde hay billones y billones de información que circulan continuamente en el mundo a la velocidad de la luz, ¿cómo podemos decidir si invertir en una dirección u otra? ¡No podemos! Entonces automatizamos la decisión.

¿Y qué pasa en el territorio de la política? La decisión racional y secuencial se sustituye por una forma de comunicación que llamamos “memética”. Es el meme lo que produce los efectos de la política contemporánea. ¿Qué es un meme? Un meme es una unidad mínima hiperintensa e hipersugerente, pero no racional, de comunicación política. La Rana Pepe, el símbolo usado por los supremacistas norteamericanos favorables a Trump, parece que ha tenido un efecto enorme en la decisión de voto de millones de jóvenes americanos. El libro de Angela Nagel tiene muchísima información sobre esta forma de comunicación.

Marshall McLuhan, en su libro de 1964 Understanding Media, que es probablemente uno de los libros fundamentales para entender lo que está pasando hoy, dice: cuando el universo de la técnica de comunicación pasa de la secuencialidad alfabética impresa a la dimensión de la simultaneidad electrónica, el pensamiento cesa de ser crítico y se transforma en pensamiento mitológico. ¿Qué es la mitología? La mitología es un pensamiento, no es una locura, es un pensamiento, pero es un pensamiento en el cual, como en el inconsciente freudiano, no funciona el principio de la contradicción. Apolo, el dios, puede estar muerto y vivo: hoy está muerto y mañana vive de nuevo. Puede ser blanco y puede ser negro al mismo tiempo. Eso es la mitología: la convivencia de una posibilidad contradictoria. Justo lo contrario de la crítica. Según McLuhan, la transición desde la secuencialidad alfabética a la simultaneidad electrónica produce un efecto de aniquilación de la posibilidad misma de la crítica. Pero eso quiere decir que aniquila al mismo tiempo la política.

Amador: ¿Piensas que la izquierda debe retomar la tradición del pensamiento crítico o aprender a moverse en estas “nuevas” condiciones mitológicas?

Bifo: En un artículo reciente, Geert Lovink se pregunta: “¿Sabe la izquierda ‘memar’?” Es decir, ¿podemos utilizar el meme como forma de comunicación? Es un problema serio. Mi respuesta inmediata es que sí. En mi historia personal, las experiencias políticas de movimiento en los años setenta italianos han sido más un fenómeno de comunicación mitológico-memética que un fenómeno de comunicación crítica. Y toda la cultura rock, particularmente en la época en los años ochenta, ha sido una experimentación en la mitología del pensamiento colectivo. Pero al mismo tiempo la pregunta es: ¿podemos renunciar a la decisión crítica? ¿Podemos renunciar al entendimiento crítico que funda la decisión? No tengo una respuesta a esta pregunta. Tengo el sentimiento de que si no se puede decidir políticamente sin discriminación crítica eso significa que el fascismo está aquí para quedarse y la verdad es que eso no me hace mucha gracia.

La revolución del aburrimiento

Amador: Se han celebrado recientemente los aniversarios de la Revolución Rusa, de la muerte del Che, del Mayo del 68… Quería pedirte una última palabra sobre la necesidad de reimaginar el cambio social, la revolución. Si como explicas la emancipación ya no puede ser este proyecto racional, articulado por una estrategia de medios y fines, porque todo eso pertenecería más bien al paradigma de la crítica, ¿cómo podemos repensarla, reimaginarla?

Bifo: Me invitan mucho a hablar del 68: yo tenía entonces 18 años, estaba inscrito en la facultad de filosofía de Bolonia. En fin, soy un tipo con suerte: todo me pareció perfecto, el mundo era exactamente lo que yo estaba imaginando, deseando y pensando.

Pero, ¿podemos pensar hoy en replicar algo similar? No digo que no, pero problematizo la cosa diciendo lo siguiente: el 68 nace del aburrimiento. Los años sesenta son años aburridos, en un buen sentido. El aburrimiento no es algo malo, es pasar una tarde imaginando cosas, no sabiendo exactamente qué hacer. La intensidad era muy grande en los años sesenta, son años de gran vitalidad cultural, artística, musical. Hay un mundo entero que se abre. Pero yo estoy aquí, en mi casita con la abuela, y me aburro muchísimo. Entonces deseo la aventura, tengo deseo de aventura.

Hoy vivimos en la condición totalmente contraria: una condición de angustia, de exceso de aventuras, demasiadas aventuras que además no vivo. No vivo la aventura, pero la aventura me rodea, me obligan a vivir algo que no estoy viviendo. Esa parece ser la condición presente.

Acabo de ver la segunda película de Zvyagintsev, un director ruso muy triste, muy glaciar, que se llama Loveless. Loveless es la historia de la relación entre una madre y un niño de 8 años que se llama Alyosha y que en cierto momento desaparece. ¿Por qué? ¿Por qué es “loveless”, “sin amor”? Porque la madre, por razones sociales, relacionales, de pareja, de trabajo, de precariedad, del smartphone que suena constantemente, no es capaz de amar. Y lo dice: “he tenido un hijo pero ha sido un error porque no soy capaz de amar, no sé cómo se puede amar a este niño”.

El niño desaparece. Lo buscan en todos los lugares pero no lo encuentran. Está muerto o escondido o ha sido asesinado, no lo sabemos. La película termina así, no lo sabemos. Ese es el problema hoy, que no lo sabemos. No sabemos si en el interior de una situación angustiosa, de aceleración, de hipersaturación del espacio de atención, se puede reactivar el placer de la relación entre cuerpos que hablan.

La palabra ha sido despegada del cuerpo. Hablamos mucho, pero los cuerpos no se encuentran. Y cuando los cuerpos se encuentran no saben hablar. Ese es el problema de la relación erótica, pero también el problema de la relación política y de la relación social.

Amador: ¿Una política de emancipación empezaría entonces por el encuentro entre las cuerpos?

Bifo: Tenemos que empezar, no solo un discurso, sino un práctica de relajación de las expectativas, en primer lugar en la dimensión de la existencia cotidiana pero no solo. Hay que decir: “sí, la aceleración y el deseo de tener muchas cosas han ganado, pero ¿y a mí que me importa?” Lo importante, repitiendo a Carlos Castaneda, no es ganar o perder, sino permanecer impecables. ¿Y qué significa permanecer impecable? Impecable significa que no hay reglas, que yo decido las reglas con mis amigos. Y la única regla que vale es la regla que nosotros decidimos. Se puede fundar una política sobre la idea de que no hay reglas, sólo las reglas que decidimos de manera afectiva, erótica, siempre tentativa, siempre redefinible.

Esa es también la manera de enfrentar el miedo. ¿A qué tenemos miedo? Tenemos miedo a la percepción de que la vida se nos está escapando y no la vivimos. Pero, ¿por qué tenemos que pensar que la vida ha de ser ser la aventura que hemos leído o visto en la pantalla? ¿Quién lo ha dicho? ¿Quién ha dicho que la vida tiene que ser como Mayo del 68? La buena vida puede ser volver al aburrimiento. Volver al aburrimiento como terapia de la angustia me parece que es una manera posible de enfrentar el problema.

La verdad es que no tengo muchas respuestas. Nuestro problema actual es que todas las respuestas del pasado no funcionan porque el contexto relacional ha cambiado totalmente. Pero al mismo tiempo insistimos en poner preguntas que implican una respuesta del pasado. Un movimiento de relajación de las expectativas de aventura podría ser un comienzo para una nueva aventura.

Quieren expulsarla del país y separarla de sus hijos Quieren expulsarla del país y separarla de sus hijos // Cosecha Roja

La dominicana Liz Moreta recuerda el día que cayó presa como una imagen borrosa, parte de un tiempo lejano. Ya pasaron once años desde que cumplió una condena por intentar traficar cápsulas de cocaína a España. Ahora vive con su esposo y sus tres hijos argentinos en José C. Paz, en el noroeste del conurbano. Pero no está tranquila: ya agotó todos los trámites administrativos y judiciales y no logró revertir la orden para expulsarla del país. “Se que uno de estos días viene Migraciones y me tengo que ir”, cuenta a Cosecha Roja.

Liz nació hace 39 años en Santo Domingo, República Dominicana, una ciudad en la que siempre es verano y donde los chicos juegan en las calles. No recuerda exactamente a qué edad abandonó su ciudad natal para mudarse con su familia a España. Ahí vivió los primeros años de su juventud y trabajó limpiando casas por hora. Ahí, también, comenzó a consumir drogas.

En poco tiempo, Liz acumuló una deuda de 4 mil euros imposible de pagar. La personas a las que les debía le hicieron una propuesta que no pudo rechazar: debía viajar a Buenos Aires, recoger un paquete de cocaína y volver a España. Si todo salía bien, la deuda quedaba saldada. Liz llegó a Buenos Aires en marzo de 2005. Se alojó en un hotel en la zona de Congreso y esperó que la contactaran. El 4 de abril, un día antes del regreso, se encontró en una esquina a unas pocas cuadras del hotel con una rubia alta y elegante, con aspecto de “cheta de Palermo”. La acompañaba un hombre. Le entregaron una bolsa y se fueron. Ella sabía lo que tenía que hacer: tragarse las pastillas y subirse un avión rumbo a España.

No era la primera vez que Liz tenía cocaína en sus manos, pero nunca la había transportado en su estómago. “Al no tener experiencia no pude tragar las capsulas”, cuenta. Entonces pensó otra estrategia. Las pegó en el lado de adentro de sus botas de cuero. En el aeropuerto de Ezeiza los agentes de la Policía de Seguridad Aeroportuaria la notaron nerviosa. La revisaron y le encontraron las capsulas. Dos años y medio después la condenaron a cuatro años y seis meses de prisión.

En 2007 la Dirección Nacional de Migraciones ordenó su expulsión del país. Ella interpuso un recurso: había decidido quedarse en Argentina y armar una nueva vida.

Cuando quedó libre Liz se puso de novia con Fabián Ribero, un operario de una fábrica de cerámicos. Ella abrió una peluquería en su casa y se anotó en una escuela nocturna para terminar la primaria. Hoy ya no tiene la peluquería; cursa el último año de la secundaria y vive en José C. Paz con Fabián y sus tres hijos: un varón de 13, una nena de 8 y el más chico de 5.

La condena por tráfico de drogas parecía haber quedado en el olvido. Hasta que en 2016, la Dirección Nacional de Migraciones (DNM) rechazó el pedido que había hecho diez años antes Liz y reactivó el proceso para expulsarla y separarla de su esposo y sus tres hijos. Un año después el gobierno sancionó el decreto 70 que habilita los trámites exprés para la expulsión de extranjeros que hayan cometido un delito.

“Hace más de 10 años que Liz cumplió su condena. Después de eso, se reinsertó integralmente en la sociedad, y constituyó su familia. Aún así, el gobierno busca expulsarla y separarla bruscamente de su esposo y sus hijos, en violación al derecho a la unidad familiar y el interés superior del niño protegidos por tratados internacionales firmados por Argentina”, dijo Mariela Belski, directora ejecutiva de Amnistía Internacional Argentina.

Liz agotó la vía administrativa y judicial. El 22 de agosto la Cámara en lo Contencioso Administrativo Federal le denegó un recurso extraordinario a la Corte Suprema de Justicia de la Nación. “En el escrito dijeron que los niños no necesitaban a su madre para crecer”, se queja Liz.

Si ella es expulsada, su marido no puede hacerse cargo de la crianza de los chicos. Él trabaja jornadas de entre ocho y doce horas en horarios rotativos y está a cargo de dos hermanos discapacitados. Cada día, Liz se levanta a las seis, le sirve el desayuno a su hijo mayor y lo lleva al colegio. Después vuelve para atender a sus otros dos hijos, hacer las compras, lavar la ropa y preparar el almuerzo. Después lleva a los dos más chicos a la escuela y va a buscar al mayor. La tarde se reparte entre tareas domésticas y las actividades extra escolares de los hijos. Los chicos no tienen abuelos ni abuelas ni tíos o tías que puedan apoyar a Fabían en caso de que su esposa sea expulsada.

Liz sabe que en poco tiempo un funcionario golpeará la puerta para avisarle que la van a expulsar del país. Lo que más le preocupa son sus tres hijos. “Yo pido que si me van a llevar me lleven con ellos”, dice.

Lo que vuelve con Alberto // Diego Valeriano

Vuelven los chetos a sus barrios caretas, a sus viajes, a sus empresas familiares que casi siempre funden, a sus problemas que no son problemas, a sus pastillas para dormir. Vuelven a estar en silencio por un tiempo y a no querer hablar de política, a no intentarlo por un buen rato. Vuelven a decir que el bueno era el padre. Vuelven el murmullo donde antes era aplauso, la abulia donde antes era pasión, el vacío donde todo era pleno. 

Vuelven los amigos al Estado. Vuelven los llamados, las visitas, unos mates en el nuevo despacho, alguna astilla. Un contrato, aunque más no sea para los aportes. Vuelven los que te dicen que le hacés el juego a la derecha. Vuelven el silencio, las justificaciones, los olvidos, las absoluciones. Volvemos a entender que cierto ajuste es necesario.

Vuelve cierto modo de alegría. Un tipo de paz por la mañana a la hora de los mates, al despertar a los pibes, al tomarte el bondi sin esa manija de escuchar la radio para amargarte. Vuelve la seguridad de saber que no te echan porque sí. Vuelven los posteos de vacaciones, las fiestas escolares y los cumpleaños. Vuelve la barra libre en el 15 de tu sobrina, las cuotas como forma de vida, y la Coca chorra para el Branca. Volvemos a ser todos hegemónicamente peronistas. 

Vuelven los guachos a mirar con arrogante desdén a la gorra, a agitarla sabiendo que ahora pueden hacer un gesto más. Vuelven a caminar tranquilos, a ranchar en paz aunque tengan un veinti, a fumar sin tanta carpa en la puerta de la escuela, a confiar sin confiarse. Vuelve a inclinarse la balanza para este lado aunque sea un poquito nada más. Vuelven las trabajadoras sociales, las becas, los infinitos talleres ahora deconstruidos, ahora diversos, ahora plurinacionales. Vuelven los pibes a dejar de ser victimarios, a ser comprendidos por gente que no comprende a sus hijas, ni sus vidas, ni la calle. Vuelve la sagrada inclusión a incluirlos como excluidos.

 

Diego Valeriano para La Tinta

¡Les rompimos el orto! Disidencias y feminismos en la cancha // Santiago Santana

El mundial de fútbol femenino, los grupos deportivos lgtbi y la salida del closet de jugadorxs famoses abrieron una serie de interrogantes sobre el espacio que fue caldo de cultivo para la discriminación por orientación sexual e identidad de género. ¿Cómo pasamos de ser expulsades de los espacios deportivos a desear habitarlos reclamando reconocimiento?

Junio fue una oportunidad única para observar el entretejido del ejercicio del deseo y el deporte. En el mes del orgullo lgbtiq+ las ciudades de Santa Fe y Rosario fueron sede del Campeonato Mundial de Rugby Juvenil mientras el equipo nacional de fútbol femenino disputaba la Copa Mundial en territorio francés.

La experiencia del ejercicio feminista de identificar los espacios de poder al que acceden mujeres, lesbianas, travas, trans resulta clave para analizar qué sucede en el mundo del deporte, tanto dentro como fuera de la cancha.

De las veintiún fechas del Mundial Sub 20 de Rugby, trece se dieron en Rosario donde equipos como “Lobitos de Río”, desde 2017, y “Quimeras”, desde 2018, plantean una experiencia deportiva inclusiva de identidades y disidencias expulsadas de espacios institucionales recreativos. Consecuencia de la necesidad de construir espacios seguros en el deporte, donde el cuerpo es la primera frontera y la condición de juego colectivo exige constituir vínculos y, por ende, compartir códigos de convivencia.

“El aguante, “la pasión”, muchas veces han servido para justificar cantos homoodiantes, misóginos, machistas, xenófobos contra el adversario. En la cancha, putos, mujeres, travas y migrantes también constituyen “el Otro” que hay que someter y dominar, en una dinámica de goce sadomasoquista bastante particular. Sólo hay que esperar a que alguien diga “les rompimos el orto” como expresión de victoria para escuchar a la represión hablar por sí misma.

En la ciudad de unos de los mayores clásicos del fútbol profesional, una arraigada cultura de clubes de barrio que aún subsiste, polideportivos municipales, canchitas, parques y plazas no resulta llamativo ver equipos de mujeres y mixtos. Así como la participación de dos rosarinas en el Mundial Femenino -en el que al menos 30% de las jugadoras se reconocen lesbianas-. Los grandes clubes de fútbol también se convirtieron en los últimos años en instituciones desde donde disputar la toma de decisiones.

Mujeres y disidencias sexuales lograron ocupar cargos en las comisiones y direcciones, estratégicos para definir la gestión, pero también generaron sus propios espacios desde donde pensar su participación al mismo tiempo que garantizar el acceso a otres, como jugadorxs, hinchas y socies.

El viernes 21 de junio, La Tetera se acercó a la primera actividad organizada por la Subcomisión de Diversidad de Rosario Central junto con la Secretaría de Género del club donde se discutió el rol de las feminidades y disidencias en el disfrute del deporte pero también de la vida social construida alrededor de la participación del club, en muchos casos desde las infancias y juventudes. La actividad tuvo como disertantes a la vocal de Rosario Central, Geraldina Platero; el secretario de Deportes de la Federación Argentina LGBT, Ariel Velázquez y Leonardo Campos, representante de la Subcomisión de Diversidad.

Es allí donde el movimiento feminista irrumpe con su cuestionamiento a la masculinidad obligatoria. Y es que el puto que es hincha o jugador vive una doble expulsión, primero desde la heteronorma que supone que toda persona con pene que goce del deporte debe ser el “varón más macho” pero también desde la homonorma que te hace levantar la ceja y sospechar cuando tu amigue marica te dice que va a jugar “un picadito con les pibxs”.

El deporte es una instancia de formación, educación y transmisión de valores, tal vez sea donde más se evidencian las interseccionalidades en la construcción de una masculinidad cis, hetero, blanca y exitosa generando un conjunto de normas implícitas, de códigos culturales no escritos que se comparten sin mucho cuestionamiento. Una paradoja del deporte es el proceso de masculinización al que se expone a las feminidades imponiéndose la identidad lesbiana para justificar la participación de mujeres.

Uno de los debates pendientes tiene que ver con la constitución del sistema binario que divide en “masculino” y “femenino” a los equipos y campeonatos deportivos cerrando las posibilidades de acceso a las personas trans y no binarias. En este sentido, resulta clave pensar el entrecruzamiento de la Educación Sexual Integral con la puesta en práctica de la perspectiva de género en la Educación Física, primer instancia institucional donde se separa a los varones de las mujeres en base a diferencias biológicas, evitando así compartir experiencias colectivas de construcción de códigos comunes en torno a los límites y permisos del cuerpo, y de su goce.

Santiago Santana para La Tetera

Cuaderno en obra negra // Malatesta

MALATESTA en Obranegra

El nombre del lúcido, y empecinado, anarquista capuano expresa la tentativa de continuar la antigua resistencia frente a los poderes de quienes, con sólo las armas y herramientas de un pensamiento libre —no sujeto a ningún Dios ni Amo— enarbolan todavía su labor como obranegra  de las utopías, trabajo de excavación y proliferación subterránea de inacabables revueltas y laberintos. Malatesta como acción y carácter que no podría dejar de vincularse, a través de su nombre, con proyectos proletarios como el Ensayo sobre un proletariado sin cabeza de José Revueltas, o proyectos gnósticos y materialistas como Acéphale, de Georges Bataille y Pierre Klossowski. Más allá de ese otro Malatesta, poeta-mecenas de Ezra Pound, “canonizado en el infierno”, nuestro emblema es el hombre sin cabeza, o con Malacabeza.

Malatesta en obra negra no querría ser un proyecto sino un trayecto surgido de la anomalía, del no-querer resignarse a respetar, cultivar y fijar introspectivamente, como una forma de interiorizar el orden —o las órdenes— de los modelos de escritura e investigación emanados de la razón capitalista, las barreras levantadas por una voluntad de uniformidad y una creencia fiel y entusiasta en el espíritu de competencia y auto-inversión, de evaluación, vigilancia y control generalizados, por parte de muchos de nuestros colegas. Un trayecto, y un espacio de libertad, donde puedan “soltarse las amarras”, sin límites prestablecidos, sin coacciones de forma o contenido que reducen la escritura y la investigación como lo hacían las reducciones de indios durante la conquista y la colonización, sin compulsiones absurdas instigadas por hábitos y formalismos académicos —trayecto, lo que es decir espacio en acto de emancipación tentativa, no absoluta, utópica; búsqueda investigativa de fondo, poética y del pensamiento, abocada a derivar libremente en aguas superficiales; proceso permanente o interrumpido, errante, de ideas fijas o en flujo perpetuo: work in progress, en obranegra.

Nuestro número inicial está marcado por esas intenciones, con la participación de dos miembros de nuestro colectivo y un amigo de la Estación Alógena, radicada en Buenos Aires. José Manuel Mateo, investigador, ensayista, poeta y editor de Malatesta, ofrece el trabajo: “Espectro social de una escritura: entre Las flores del mal y Los errores”, en el que continúa su rigurosa, renovadora y polémica relectura de la obra revueltiana, iniciada en el libro En el umbral de Antígona. Notas sobre la poética y la narrativa de José Revueltas y los cuatro volúmenes de Tiempo de Revueltas. Alquimista, ensayista y poeta, denaKmar naKhabra envía un atractivo trabajo, imantador, asociado al transbarroco americano y a la fulgurante conexión Artaud – Lezama Lima: “El desconocido ondulante”. Isaac Magaña G Cantón, por fin, crítico y ensayista, especialista en narrativa contemporánea, propone unas “Notas sueltas en torno a Mi libro enterrado, de Mauro Libertella”. A lo que hay que añadir las imágenes que acompañarán cada número, bajo la curaduría de Martín Molina Gola, y en este caso derivadas de la experiencia libertaria del “poeta y etólogo” Fernand Deligny, el autor de Lo arácnido.

Tres textos que esbozan algunas de las “líneas de errancia” por las que transitará Malatesta: la acción poética, las escrituras contemporáneas (Artaud, Baudelaire, Benjamin, Deligny, Lezama, Libertella, Perlongher, Revueltas), la experimentación ensayística y de investigación, la intervención política espectral como aventura del pensamiento. Errancia y error. Riesgo de fracaso y rebelión, pues, como dice Jorge Cuesta en sus “Apuntes sobre André Breton”, aludiendo al sueño y a la muerte:

 

En cada tropiezo hay voluntad de tropezar. Bienaventurados los que fracasan porque su fracaso es el triunfo de la voluntad que se rebela.

 

https://malatestaenobranegra.net/uno/

 

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dos

 

Vulgar lengua tituló Pasolini la última conferencia que ofreció en la ciudad meridional de Lecce, hace casi medio siglo, antes de ser asesinado en un lugar llamado Ostia. Allá en la Apulia el poeta formuló sus pensamientos más provocadores, inspirados por su amor a las lenguas campesinas y subproletarias, irresistiblemente diseminados en los devenires de la vida a través de ensayos radicales y profundos, dialécticos o paradójicos. Sin temor de ser tachado de tradicionalista, de conservador o reaccionario por los “clérigos” progresistas.

Pasolini el que abjuró. No es mal momento para abjurar del presente, contrario a la vida y al deseo, como el “suicidio” del poeta. Las búsquedas de ese deseo desembocan, a juicio de Malatesta, en obras máximas escritas en  “lenguas vulgares”, fruto de misturas nativas como la Nueva corónica del quechua-aymara Guamán Poma de Ayala, o La chute du ciel del intérprete y chamán yanomami Davi Kopenawa, o como El pez de oro, la obra delirante y lúcida, herética y hermética, atlántide y barroca, del gran Gamaliel Churata.

La lengua tiene que ser curada, dice la sabia de los hongos. Y hay que dejar que actúen los descomponedores, los “hongos del lenguaje”, y sumar en libertad a poetas y a etnólogos, ensayistas e intérpretes, teólogos o psicólogos. Y descomponer sus escrituras, restándolas. Otras lenguas surgirán en los meandros de esos ríos. Los sordos escuchan.

Así esta Malatesta comienza con “El amasijo primordial”, indagación manierista que mezcla en precipitación alquímica las fluentes percepciones y regresiones, a partir de El origen del mundo de Gustave Courbet, del poeta, ensayista, traductor, experimentador y editor de tsé-tsé, Reynaldo Jiménez, cuya versión de Catatau de Paulo Leminski con su Descartes insuflado en marihuana y joyceanamente vegetando y transmutando en la selva amazónica, en lúcida alucinación. Sigue “Pedra branca” de Roberto Bernal, fragmento narrativo pulido como los cantos de otro río fijo, nos fuerza a abandonar la idea de abrir los cuadernos de Malatesta únicamente a investigaciones de carácter ensayístico o teórico, para incurrir en “creaciones” que son asimismo investigaciones, materiales sujetos al flujo de una poética real que irá depositando aluviones en el futuro. Esta es otra “novela que comienza”, como la de Macedonio Fernández, y en el filón inextinguible de Rulfo, Gardea y Bernal Díaz. El mundo guaranítico es otro universo aparte, a la vez poético y anárquico. Los anarquistas que incursionaron ahí, como en Paraguay lo hicieron el español Rafael Barret y el suizo Moisés Bertoni, configuran territorios sin fronteras, de terribles servidumbres y violencia ilimitada, grandes espacios selváticos y claustrofóbicos que el poeta entrerriano Miguel Ángel Federick recorre en “Patria de las neblinas vivificantes (o un viaje hacia el recuerdo del guaraní y su palabra)”, siguiendo sus pasos y escuchando la música y el tono de dos poetas afines a ese imaginario guaranítico: Juan L. Ortiz y Francisco Madariaga. Y en los márgenes, o como entre paréntesis, añadimos una traducción del último capítulo del libro de Daniel Colson (autor de un Pequeño léxico filosófico del anarquismo) sobre el anarquista capuano: “Lo que puede un organismo: las fuentes y las condiciones de la anarquía”. Errico Malatesta muestra ahí la potencia filosófica del anarquismo, desplegada en folletos como La anarquía y Entre campesinos, en el ámbito local–universal y con el poder de las lenguas vulgares.

Al final del número incluimos un montaje de imágenes de la cineasta occitana Raymonde Carasco, a partir de fotogramas extraídos de sus filmes tarahumaras por Régis Hébraud, su amoroso colaborador, y reensambladas a doble página por el cineasta Martín Molina, en homenaje al montaje eisensteiniano de la revista Documents. Raymonde: impulsada por una vidente gitana de Toulouse y a la búsqueda de la “Gradiva tarahumara” —las huellas de Artaud, el “trabajo del Sueño”, el “poema etnográfico”.

dos

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colectivo

 

enrique flores, isaac magaña gcantón, martín molina, josé manuel mateo, edith negrín, andrés mario ramírez cuevas | diseño e intervención editorial: cran-obranegra

 

Dios y Canabis // Ariel Sicorsky

Aquel fue un largo encuentro que comenzó a la mañana y terminó cuando el sol se ponía detrás de los restos del refugio Warnes. Recuerdo los sillones raídos de la terraza y las nubes que pasaban sobre nuestras cabezas como si fueran barcos o dioses; recuerdo el humo del canabis y una especie de mareo y una sensación de fragilidad, de andar recorriendo los suburbios de algo.

Recuerdo también las palabras que Úru fue diciendo y que a lo largo del día fueron completando su idea asombrosa y terrible. Recuerdo que dejé  su casa sumido en una turbación desconocida y que caminé por las calles de villa Crespo hasta perderme.

Era una mañana calurosa tal vez de noviembre o diciembre; Úru era más grande que yo y tenía alguna relación con mi familia. Hacía poco que lo conocía y sentía que mi presencia en esa terraza tenía algo de profanación, y que de algún modo estaba usurpando un lugar que pertenecía a mis primos mayores; tal vez por eso sobreactuaba una adultez que apenas se insinuaba y exageraba mis conocimientos sobre cualquier cosa. En las charlas con mis primos y mis tíos siempre se colaban comentarios y recuerdos sobre Úru: a veces lo representaban como una especie de sabio oriental y otras como a un sujeto un poco excéntrico y volado, y yo no podía terminar de comprender quién era realmente Úru.

Las nubes pasaban y nos daban un poco de alivio del sol de la mañana; Úru hurgaba entre las plantas de canabis para, según me explicó, determinar si las flores incipientes que asomaban eran machos o hembras. Encontré que Úru estaba inquieto y un poco ido, como si algo se estuviera gestando en su cerebro, algo que aún no tenía forma y mucho menos palabras sobre la cuales montarse para esparcir su sentido. Se sentó en los viejos sillones y me explicó que si las flores de la hembra son polinizadas por el macho, la planta usa toda su energía -la que nosotros fumamos para viajar- dijo, en crear semillas, que darán nuevas plantas, que darán nuevas semillas. Por eso, en caso de detectar algún macho, el deber de todo cultivador es matarlo, quitarlo de circulación, sacrificarlo -en ese momento me miró a los ojos e hizo una pausa larga e intensa, en la que se escucharon los ruidos lejanos de la ciudad- sacrificarlos, repitió en voz baja, como para sí mismo.

Desbarató uno cogollos con una parsimonia oriental, armó un porro grueso y perfecto, con forma de cucurucho, como los que arman en Europa. Lo prendió lentamente y el humo que subía en espirales parecía querer fundirse con las nubes; miró al cielo y cuando me pasó el porro sonrió con los ojos brillantes y me dijo -pensar que ahora vamos a viajar en la energía que estaba destinada a crear generaciones y generaciones de plantas… !bosques!- y se rió con ganas y emoción mientras asentía con la cabeza como si estuviese siguiendo el ritmo de una música que sonaba sólo para él.

Más tarde comimos unas frutas y luego tomamos mate; Úru parecía estar montado en un tiempo divergente, distinto del mío, un tiempo que no precisaba horarios ni almuerzos y que tenía una correlación menos lineal entre las cosas-.

Debajo de un techito de chapas que estaba al costado de las plantas ayudé a Úru a lijar unas maderas oscuras para hacer una cuna. De pronto Úru se detuvo, dejó de lijar y se quedó estático, mirando la nada que estaba justo delante de sus ojos; respiraba lentamente y se sentía cómo algo se gestaba en su interior, igual que un rompecabezas que hubiera estado dormido por mucho tiempo y ahora despertaba buscando completarse. ¿Qué pasa?- pregunté por fin. Úru habló, con voz queda, como si las palabras que decía se estuvieran creando y diciendo ahora por primera vez: -Moisés… estaba pensando en Moisés- dijo para mi asombro.  Mirándome con los ojos un poco desorientados, continuó- mataron a todos los pibes… había una profecía hebrea sobre un salvador, uno que liberaría a los hebreos del yugo egipcio-; yo lo miraba sin saber hacia donde iba, sin saber si efectivamente iba a algún lado. Úru siguió hablando de cómo el faraón mando matar a todos los primogénitos entre los hebreos y, toda la consabida historia de Moisés, puesto en una canastita sobre las aguas del río Nilo, y salvado por la esposa del faraón, y luego la epopeya de la liberación, el desierto y la llegada a la tierra prometida.

Úru dejó las herramientas y un poco apoyado en la gran mesa de maderas pesadas retomó sus ideas graficándolas y afirmándolas con grandes movimientos de las manos: -fijate que más de mil años después la historia se repite entre los herederos de Moisés e involucra otro mito redentor: el del Mesias … Desde oriente llegan tres reyes a felicitar al rey Herodes por el nacimiento del nuevo rey, y como nadie había nacido en el palacio y los tres reyes eran magos y astrónomos, Herodes se preocupó: había nacido alguien que le disputaría el trono. Herodes manda a su guardia personal con la orden de matar a todos los recién nacidos en Belén. Matar a todos, otra vez, para que muera uno. Me imagino -dijo Úru dejándose llevar por una especie de indignada emoción- las madres de Egipto y las de Belén, separadas por diez siglos, pero de algún modo unidas, llorando el mismo llanto desgarrado, los padres rompiendo sus ropas de desesperación, y todos lo pibes muertos por la espada… todos… menos dos.

Seguimos toda la tarde en la terraza, arreglando cosas, corriendo macetas, fumando y tomando mate. Úru me escucho con aprobación cuando, siguiendo su relato, le propuse que si no fuera por los tres reyes magos, todos esos pibes no habrían muerto y que con la huevada de poner los zapatitos y el pastito y los regalitos queda desdibujado su papel central en la tragedia; recuerdo que me escuchaba con una sonrisa que no terminaba de formarse y entrecerrando un poco los ojos; yo me sentía en la gloria: había logrado la aprobación  del maestro (un maestro  incomprensible y barrial, pero maestro al fin). Después Úru me contó que cuando estuvo en la India, descubrió que para los hindúes la planta de canabis era un dios, una expresión del dios Shiva, una de las formas en que se esa divinidad se expresa en el mundo. Me gustó pensar que fumar era una manera de acercare a dios.

Cuando el sol comenzó a caer sobre las casas bajas del barrio Úru prendió un fuego dando a todo ese día un corolario extraño, como si la ciudad infinita hubiera vuelto a ser un pueblo. Mirábamos tranquilos el fuego cuando Úru sobresaltado se montó sobre el borde del sillón al tiempo que me agarró con fuerza del brazo. -¿y si Dios necesitara lo mismo? ¿Si en la economía divina, esos dos hombres increíbles hubieran necesitado una energía sobrehumana para llevar a cabo su tarea?- yo lo seguía conmocionado, sin saber a dónde iba pero intuyendo la cercanía de un golpe demoledor. Digo -continuó Úru- que un hombre común no podría haber liberado a un pueblo de su tiránico opresor sin haber tirado una sola piedra, ni tampoco es tarea de un simple humando reformular las premisas del monoteísmo hebreo de un modo universal, con la simpleza y claridad para que el mundo entero las adopte. Tal vez no haya error, ni siquiera maldad; tal vez todos, herodes, el faraón, los reyes magos, incluso los soldados que efectuaron la masacre, todos seguían sin saberlo, un guión escrito en el cielo. Yo estaba al borde del colapso como si estuviera viendo una película de suspenso cuya tensión estuviera a punto de matarme. ¿Y? ¿y entonces? balbucee con voz de cordero de sacrificio; entonces, como ocurre con las plantas de canabis -dijo Úru- Moisés y Jesús necesitaban, para llevar adelante su misión, la energía que estaba destinada a dar vida a todos los niños muertos, y a sus hijos y a los hijos de sus hijos.

Nos despedimos al rato, hablando de cualquier otra cosa. Caminé sin rumbo por las calles del barrio. Esa noche dormí profundo, como si llevara sobre mis hombros un cansancio de siglos.

Maquiavelo dividual. Un regalo para la política (Notas sobre Las palabras en las cosas de Pablo Manolo Rodríguez) // Diego Sztulwark

La contundencia de las elecciones primarias del último domingo echa tierra sobre las prístinas lentes con las que la ciencia política convencional aspira a medir y controlar las variaciones sociales en curso. La superficialidad con que se han empleado nociones como “algoritmos” y “Big Data” desnuda la inconsistencia del proyecto de liquidar lo incalculable, corazón mismo de lo político. Libros celebrados como La política en el siglo XXI, de Jaime Durán Barba y Santiago Nieto, que explican cómo funciona el método científico aplicado a la política (matemáticas y estadísticas, paradigma positivista), constituyen la expectativa una y otra vez frustrada de volver previsible el comportamiento de los muchos. Es obvio que necesitamos afrontar la mutación epistémica en curso desde una perspectiva diferente. A esta necesidad responde el libro de Pablo Manolo Rodríguez, Las palabras en las cosas (Cactus, 2019) –lectura insoslayable–, que admite ser una pluralidad de recorridos posibles. Más una biblioteca que un libro. Una novela fabulosa.

Un libro en el que caben muchos libros. Por momentos parece más un compilado de relatos fantásticos sobre seres fantásticos imaginarios –máquinas y moléculas–, aunque nunca se pierde el rigor profundo del ensayo analítico sobre el nuevo rol de la información y la comunicación como lógica última de los dispositivos de saber-poder-subjetividad que determinan nuestro presente. Entre los relatos ofrecidos, se puede escoger una historia de la cibernética y las teorías de sistemas; una introducción a la epistemología de lo postmoderno; una medulosa reflexión sobre los meandros del “fin del humanismo”; un ejercicio de correlación configurante entre vida molecular y tecnologías digitales. Otra opción es sumergirse en la meditación filosófica sobre la noción de episteme en Foucault a partir de la lectura de Deleuze (este es a su vez otro libro sobre la llamada “sociedad de control”).

Su título completo, Las palabras en las cosas. Saber, poder y subjetivación entre algoritmos y biomoléculas, comunica lo esencial de un diagnóstico: no disponemos de una solución satisfactoria para el problema de la relación entre lenguaje y mundo material; las relaciones entre lo discursivo y lo no discursivo no se resuelve en el ámbito del saber sino que implica una reflexión sobre la trama de los poderes; no resulta consistente partir del supuesto de un sujeto soberano o constituyente conformado al margen del complejo juego de los saberes y los poderes; la dinámica de constitución de lo real está sujeta a lógicas complejas que el autor resume en la consigna “algoritmos y las biomoléculas”.

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A partir de fines del siglo XVII se disparan dos tendencias de valor epistémico equivalentes, pero de sentido opuesto. Si la explosión de la técnica activó un proceso de autonomización y posterior formalización semiótica, que terminó por otorgar un estatuto propio a los signos diferenciado del existente humano, la otra tendencia, la fundación de las ciencias humanas, pugnó por erigir una figura del hombre, por fundamentar un humanismo. Pablo Manolo Rodríguez cuenta cómo una episteme postmoderna consagra en los conocimientos de la información y la comunicación la victoria de las ciencias poshumanas. Por episteme postmoderna hay que entender un borramiento de las fronteras nítidas entre lo natural y lo artificial, y entre lo colectivo y lo individual, lo público y lo privado en torno a lo que alguna vez se pretendió representar la figura humana. Lo que se desdibuja no es tanto el rostro humano como su calidad de sujeto constituyente. Términos como vida, cuerpo, lenguaje o individuo ya no funcionan como premisas evidentes, sino como fenómenos inestables en proceso de incesante diseminación y reagrupamiento. Esta carencia de estabilidad positiva produce un efecto de desfundamentación de las referencias ontológicas sobre las que descansa nuestro sentido común.    

En resumidas cuentas, la dispersión de la vida en moléculas y de la comunicación en signos autónomos se resuelve en una dinámica de ensambles infra humana, en la que unidades informacionales traducen y gobiernan la actividad biomolecular mediante la creación de algoritmos (instrucciones específicas). El desplazamiento de lo humano por lo maquínico indica la conformación de una nueva composición ontológica, un mundo donde lo humano ya no funciona como dato previo –deja de ser la medida de todas las cosas–, sino como resultante de combinaciones biomoleculares/algorítmico-informacionales, efecto de un proceso de subjetivación.

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Cada nueva narración de lo posthumano nos devuelve a una atmósfera mortífera, distópica. No es el caso de Las palabras en las cosas, sumamente original a este respecto: el descentramiento de lo humano no remite para Rodríguez a un determinismo tecnológico ni a una naturalización de los poderes que rigen la sociedad postmoderna. Si bien los dispositivos de saber-poder emergentes del mix episteme postmodernidad/sociedad de control suscita modos de vida específicos, la estructura narrativa no cierra los caminos ni suprime la apertura propia de la crítica y la política. Si se tratase de una serie, habría historias simultáneas: por un lado, la del avance incontenible de la acumulación originaria de capital informacional que arrasa con las formas establecidas de producción, circulación y consumo; y, por otro, la de las nuevas posibilidades de reapropiación de la riqueza y el tiempo. En la disputa por el gobierno de estos procesos, los personajes serán dotados de una dramática específica a condición –de hierro– de renunciar a la nostalgia de las antiguas consistencias.

La trama avanza por polaridades: efecto distópico y coexistencia de temporalidades; descripción del modo de funcionamiento del capital postmoderno y planteamiento, sobre esa base, de las posibilidades de su crítica política. Avanza siempre con el mismo propósito: mirar de frente y sin melancolía la nueva máquina ontológica. Esta estructura narrativa nos recuerda el libro Imperio, de Toni Negri y Michael Hardt. La misma lectura “izquierdista” de Foucault –la expresión “izquierdista” pertenece a Deleuze–. El mismo “Marx lampiño” (también Deleuze). Marx con Foucault para atisbar el funcionamiento de un biocapital que extrae plusvalor de la actividad molecular de la vida (y del trabajo info-afectivo en el semio-capitalismo, tema central de Bifo) y que organiza la infraestructura de la explotación por la vía de la entera maquinaria informacional y financiera (tema central de Christian Marazzi).

Estos nombres (Negri, Hardt, Marazzi, Bifo) integran la fecunda formación del autonomismo postoperario italiano, artífice del método Marx-Foucault. En palabras de Negri: Marx son las determinaciones, Foucault la subjetivación. Esa identidad permite decir a uno los mejores pensadores de esa tradición, Paolo Virno, que el capital fue siempre biopolítico (ya que por biopolítica hay que entender la relación íntima entre vida y fuerza de trabajo). Que es como decir que Marx ya era foucaultiano cuando estudiaba la mutación en el proceso de valorización del capital a partir del papel saber-poder, del conocimiento y de la técnica (el General Intellect). También Maurizio Lazzarato está presente en Las palabras en las cosas, extrayendo la novedad propia de una nueva economía política[1] y una nueva concepción del trabajo: ya no se trata de reprimir el acontecimiento sino de medirlo, modularlo, incluirlo como premisa para la expansión de la acumulación. 

 

Al mismo tiempo que Foucault cuando trabajaba sobre el neoliberalismo, Gilles Deleuze y Felix Guattari también lo hacían, aunque de otro modo. Los autores de Mil mesetas ensayaron una teoría axiomática del capital, cuya efectuación en los estados nacionales se organizaba en torno a polos (el polo socialdemócrata actúa por adjunción de axiomas, fortaleciendo el mercado interno, aumentando la porosidad ante demandas populares; mientras que el polo neoliberal o totalitario opera por substracción, priorizando el banco central y orientándose al mercado externo). Los autores intentaron comunicar el pluralismo ontológico foucaultiano con la renovación de un marxismo activista, capaz de actualizarse siguiendo los procesos vivos de la lucha de clases. En este punto se produce la conexión con la tradición italiana de la investigación militante –dispositivo activo de subjetividad antagonista–, y las nociones de micropolítica y biopolítica que adquieren un matiz específico a la luz de la lucha política de los años setenta europeos. El Foucault autonomista sirve para pensar la tecnificación de la fábrica y la administración de la moneda como dispositivos de control del saber y del deseo obrero, y para realizar la crítica de la política del Partido Comunista Italiano basada en “la autonomía de la política”, es decir, en una aceptación de la representación política que no problematice la representación capitalista del trabajo.

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En los inicios de Las palabras en las cosas se recuerda una cita de Foucault, según la cual en la relación entre biopolítica y gobernabilidad hay un regalo para la ciencia política contemporánea. Más allá de la renovación de la reflexión sobre el neoliberalismo a partir de los conocidos cursos de Foucault, hay al menos tres regalos más que Rodríguez obsequia a los lectores de la lengua castellana, para quienes el libro se volverá una referencia inevitable. El primero es la desfachatez para manotear el archivo europeo según los propios propósitos. El segundo es el ya mencionado replanteo de los saberes sobre la mutación epistémica en clave de un tiempo histórico abierto (contra la teología política de la técnica). El tercero se refiere a la misteriosa noción de dividual, que Deleuze emplea en varias ocasiones para describir aquello que se divide operando un cambio en su naturaleza. Cuando Rodríguez postula lo dividual como la lógica misma de la dispersión-recomposición de las unidades-flujo que reorganizan la vida y los signos siguiendo instrucciones algorítmicas, deja abierto un programa de investigación sobre los modos de recomposición autónoma –o antagonista– mediante usos y mediaciones por fuera de los protocolos del saber-poder del capital.  Los ejemplos que toma (conflictos en los call-centers, uso de las redes en las movilizaciones callejeras) suponen una fenomenología de la politización en torno al síntoma: el caso de la investigación del Colectivo Situaciones con trabajadores y trabajadoras de call-centers citado en el libro Quien habla[2], comienza con el llamado de un trabajador de un call-center diciendo “esto es un agujero negro” que desemboca en formas de lucha (la propia investigación convergió con la toma del call-center Atento) y en una problematización sobre las formas de vida.

Los tres regalos que Las palabras en las cosas ofrece a la ciencia política contemporánea –la libre apropiación de los saberes según exigencias de la propia situación; la identificación de un casillero vacío o en disputa que abre la historia y recusa su cierre sobre un dispositivo de saber-poder-subjetivación; y el descubrimiento de una dinámica de dispersión-reagrupamiento–, remiten a las operaciones fundamentales de un momento maquiaveliano que la coyuntura sudamericana reclama como nunca antes. 

[1] El economista argentino Pablo Levin, en El capital tecnológico, se refiere a una nueva forma de mercancía, propia del capital diferenciado y de una nueva forma de plusvalía que el capital tecnológico se asegura vía control de los procesos de innovación.

[2] https://lobosuelto.com/quien-habla-lucha-contra-la-esclavitud-del-alma-en-los-call-centers-colectivo-situaciones/

 

Deleuze y lo que nos fuerza a pensar: postulados contra la identidad // Silvana Vignale [1]

La filosofía no es contemplación, no es reflexión, no es comunicación, es creación. Es el arte de inventar o de crear conceptos, conceptos que nos fuercen a pensar de una manera distinta a como pensamos. Porque como dice Deleuze, “hay dos tipos de cosas: las que dejan al pensamiento tranquilo” y “las que fuerzan a pensar” (Deleuze, Diferencia y repetición, 214). Las primeras, son objetos del reconocimiento o de la legitimidad: aquellas que se dirigen a ofrecer cierta seguridad ontológica y que se identifican con una moral: una voluntad de verdad que quiere lo verdadero, que quiere lo indubitable, que quiere la certeza, que quiere lo universal –por sobre la ficción y la creación, por sobre la incertidumbre, por sobre la multiplicidad–. Las cosas que dejan al pensamiento tranquilo y persiguen la voluntad de verdad entienden ésta última como “buena voluntad”. Pero, si de lo que se trata es de hacer frente a la incertidumbre, al azar, al error, a la discontinuidad, la filosofía debe encontrarse “más allá del bien y del mal”. Las cosas que dejan tranquilo al pensamiento quieren la verdad y no la vida. Dejar al pensamiento tranquilo, es dejarlo en reposo. Además de estas cosas, para Deleuze también “hay algo en el mundo que fuerza a pensar. Ese algo es el objeto de un encuentro fundamental, y no de un reconocimiento” (Deleuze, Diferencia y repetición, 215). Un encuentro afectivo, algo que puede ser sentido, y que nos interpela, que nos fuerza a plantearlo como problema. Ya no se trata entonces de cómo aplicar metódicamente un pensamiento, sino de “hacer nacer lo que no existe todavía”.

 

Lo que nos fuerza a pensar Deleuze, es del orden de un acontecimiento en el pensamiento y en la historia del pensamiento. Si la tarea de la filosofía es hacer un diagnóstico de lo que somos, un diagnóstico del presente, Deleuze supo mostrar que hay conceptos que ya no nos permiten pensarnos, que no nos permiten el diagnóstico: “hombre”, “persona”, “individuo”, “sujeto”. Todas esas nociones –que no sólo son las que circulan en la anquilosada academia y en esa teoría rancia que pretende olvidarse del cuerpo, de la vida, de la experiencia-  son las que todavía nos determinan en la vida práctica: en nuestras relaciones, en el paso por las instituciones. La medicina, la pedagogía, la psicología, el derecho, nos tratan como “personas”, como “individuos”, como “hombres”: como sustancias abstractas, como rescoldos del espíritu absoluto, como res cogitans (eso que Descartes denominaba como la cosa pensante). Frente a ello, Deleuze no sólo nos fuerza a pensar lo impensado: en cuanto la filosofía no es legitimar lo que ya sabemos, como decía Foucault, sino en emprender el trabajo de cómo y si es posible pensar de otro modo, Deleuze nos fuerza a pensarnos por fuera de la identidad de un yo, y todavía más, por fuera de la identidad de un cuerpo. Porque no sólo tenemos la ilusión de la identidad de una interioridad, de una conciencia o de un alma. De eso que denominamos “yo”, en cada una de nuestras afirmaciones o interrogaciones. También tenemos la ilusión de “tener un cuerpo”. Pero un cuerpo no se tiene, un cuerpo no es “un” cuerpo. No podemos tampoco predicar una identidad permanente a la res extensa (a la cosa material, que es el cuerpo): es trasladar la ilusoria idea de la identidad de quienes somos, al cuerpo. Es realizar la misma operación metafísica y a la vez liberal de considerar el cuerpo como una cosa que nos pertenece, del orden de la propiedad privada. No se trata entonces de dicotomías, no es el alma o el cuerpo. Es la posibilidad de pensar en otras formas de individuación que no son las de la identidad y la permanencia. Somos muchos, hay una multiplicidad, hay un conjunto de infinitamente pequeños que nos pueblan. No somos, ni tenemos un cuerpo. La piel no es nuestro límite, sino una frontera afectiva, el lugar propio de los intercambios, de los flujos. El lugar desde donde comenzamos a ser con otros, y a configurarnos y reconfigurarnos con aquello que puede dominarse un afuera, o una exterioridad. Aunque no hay afuera y adentro.

 

Deleuze entonces, nos obliga a una ontología del presente, a un diagnóstico de lo que somos mismos a partir de otros conceptos, que buscan escapar a  los dualismos y las dicotomías. Conceptos como los de “rizoma”, “pliegue”, “inmanencia”, “haecceidad”, “cuerpo sin órganos”. De ellos he tomado algunos postulados, postulados que nos fuerzan a pensar lo impensado, que nos interpelan a percibir entre las cosas y no desde la ilusión de este “yo” que creo ser, postulados que he llamado, postulados contra la identidad.

 

Un rizoma tiene múltiples entradas. No le busquemos el principio, por donde empieza, no busquemos dónde termina. Se opone a toda lógica que estructura a partir de un centro o de una jerarquía absoluta. El pensamiento no tiene un tronco, conecta desde un punto cualquier otro punto. Primer postulado contra la identidad: “No tiene ni principio ni fin, siempre tiene un medio por el que crece y desborda. Constituye multiplicidades lineales de n dimensiones, sin sujeto ni objeto”. Sin sujeto ni objeto: contra toda ilusión del control del sujeto sobre lo que conoce. Deleuze avanza: de lo que se trata es de percibir por el medio, no desde el sujeto, sino entre las cosas, el medio como el sitio por el que las cosas adquieren velocidad. “Entre las cosas –dice Deleuze– no designa una relación localizable que va de la una a la otra y recíprocamente, sino una dirección perpendicular, un movimiento transversal que arrastra a la una y a  la otra, arroyo sin principio ni fin que socava las orillas y adquiere velocidad por el medio” (Deleuze y Guattari, Mil Mesetas, 29).

 

Socavar las orillas de la una y la otra: en cuanto no hay una grieta que efectivamente deje de un lado al sujeto y del otro al objeto. En cuanto no hay tampoco una interioridad a la cual podamos atribuirle la permanencia en el tiempo. O si la hay, es que se ha constituido y formado por ese movimiento que socavas las orillas, un pliegue de la exterioridad. Segundo postulado contra la identidad: “El afuera no es un límite petrificado, sino una materia cambiante animada de movimientos peristálticos, de pliegues y plegamientos que constituyen un adentro: no otra cosa que el afuera, sino exactamente el adentro del afuera” (Deleuze, “Foucault”, 128). El afuera de los discursos y las relaciones de fuerza que se pliegan para constituir un adentro: adentro al que denominamos “yo”, y al que concebimos, propiamente, como interioridad. Plegar el afuera es relacionar la fuerza consigo misma: pero nada de identidad, nada de sujeto. Se trata de los devenires de un movimiento, y en todo caso, al sujeto hay que continuamente crearlo como núcleo de resistencia: llegar a ser el que se es. “Lo más lejano deviene interior al transformarse en lo más próximo: la vida en los pliegues” (Deleuze, “Foucault”, 158).

 

Vida que no puede pensarse como “la” vida de cada quien, sino como “una vida”. Tercer postulado contra la identidad: “Una vida está en todos lados, en cada uno de los momentos que atraviesa tal o cual sujeto viviente y que miden tal o cual objeto vivido: vida inmanente portadora de  los acontecimientos o singularidades que no hacen más que actualizarse en sujetos y objetos” (Deleuze, La inmanencia: una vida…, 38). Entre la vida y la muerte hay un momento que sólo cuenta como el de una vida, y no como la vida de un individuo concreto. La vida del individuo cede ante una vida impersonal, pero no por eso deja de ser singular. Deleuze describe ese momento entre la vida y la muerte a partir del relato de Dickens, “Nuestro amigo común”, para referir ese instante en el que no cuenta el individuo sino una vida, que es puro acontecimiento, liberado de los accidentes de la vida interior, es decir, de toda subjetividad y objetividad. No es otra cosa que una haecceidad.

 

Una haecceidad es una forma diferente de individuación: un modo de individuación, una singularización, que no es el de una sustancia o sujeto determinados. Postulado cuarto contra la identidad: “Existe un modo de individuación muy diferente del de una persona, un sujeto, una cosa o una sustancia. El clima, el viento, la estación, la hora, no son de otra naturaleza que las cosas, los animales o las personas que los pueblan, los siguen, duermen o se despiertan en ellos” (Deleuze y Guattari, Mil mesetas 266). Entonces, la individuación de una vida no coincide con la de un sujeto individual, ni tampoco con un cuerpo, el mío propio.

 

La noción de Deleuze de “cuerpo sin órganos” debe entenderse en sentido crítico respecto de la idea de una persona propietaria de su cuerpo y de sus propios órganos. Quinto y último postulado contra la identidad: “Un cuerpo sin órganos no es un cuerpo vacío y desprovisto de órganos (…) el cuerpo sin órganos se opone, pues, no tanto a los órganos como a la organización de los órganos, en la medida en que ésta compondría un organismo. No es un cuerpo muerto, es un cuerpo vivo tanto más vivo, tanto más bullicioso cuanto que ha hecho desaparecer el organismo y su organización. Unas pulgas de mar saltando en la playa. Las colonias de la piel. El cuerpo lleno sin órganos es un cuerpo poblado de multiplicidades” (Deleuze y Guattari, Mil mesetas, 37). El cuerpo sin órganos no se define por la materia, o no exclusivamente: sino por zonas de intensidad, y por su desorganización. Su vitalidad no es orgánica: de allí que nadie sabe lo que un cuerpo puede. La pregunta de Spinoza ¿qué puede un cuerpo? ¿de qué es capaz? Interroga por los afectos y por los devenires: unas veces nos debilitan, en la medida en que disminuyen nuestra potencia de obrar y otras nos hacen fuertes, en la medida en que aumenta nuestra potencia. Spinoza no se asombra de tener un cuerpo, sino de lo que puede el cuerpo. Porque los cuerpos no se definen por sus órganos o funciones, como tampoco por su identidad respecto de sí mismos. Por eso no es el cuerpo contra el alma, sino superar todo dualismo y percepción que empieza en un sujeto y acaba en un objeto. Por eso, y termino aquí, con unas palabras de Deleuze, y unas de Foucault. Dice Deleuze: “Experimentad, pero no dejéis de tener en cuenta que para experimentar hace falta mucha prudencia. Vivimos en un mundo más bien desagradable, en el que no sólo las personas sino también los poderes establecidos, tienen interés en comunicarnos afectos tristes. La tristeza, los afectos tristes son todos aquellos que disminuyen nuestra potencia de obrar. Y los poderes establecidos necesitan de ellos para convertirnos en esclavos”. En “Una introducción a la vida no fascista”, prefacio que Foucault realiza a El Antiedipo de Deleuze y Guattari, Foucault dice: “¿Cómo hacer para no convertirse en  fascista incluso cuando (sobre todo cuando)  se cree  ser un militante revolucionario? ¿Cómo hacer desaparecer de nuestro discurso y de nuestros actos, de nuestros corazones y placeres, ese  mismo?  ¿Cómo arrancar ese  fascismo  incrustado en nuestro comportamiento? Los moralistas cristianos buscaban las trazas de la carne que se habían introducido en los repliegues del alma. Deleuze y Guattari,  en cambio, acechan las más ínfimas partículas del fascismo en el cuerpo. (…) No imaginéis que haya que ser  triste para ser militante, incluso si lo que  se combate es abominable. Es el vínculo del deseo a la realidad (y no su fuga en las formas de la representación)  el que posee una fuerza revolucionaria”.

 

 

DELEUZE, Gilles (2006). Conversaciones. Valencia, Pre-textos. Trad. José Luis Pardo Torío.

DELEUZE, Gilles (2002). Diferencia y repetición. Buenos Aires, Amorrortu. Trad. María Silvia Delpy y Hugo Beccacece.

DELEUZE, Gilles (2008). Foucault. Buenos Aires, Paidós. Trad. José Vázquez Pérez.

DELEUZE, Gilles (2009).  “La inmanencia: una vida…”. En: GIORGi, Gabriel y Fermín Rodríguez. Ensayos sobre biopolítica; excesos de vida: Gilles Deleuze, Michel Foucault, Antonio Negri, Slavoj Žižek, Giorgio Agamben. Buenos Aires, Paidós. Trad. Fermín Rodríguez, Flavia Costa, Edgardo Castro, Javier Ferreira, Gabriel Giorgi y Ángel Gabilondo.

DELEUZE, Gilles y Félix  Guattari (2006). Mil Mesetas; capitalismo y esquizofrenia. Valencia, Pre-textos. Trad. José Vázquez Pérez.

FOUCAULT, Michel (2011): “Una introducción a la vida no fascista”, en Revista Transversales, nº 1, Buenos Aires, 2011, trad. Federico Yamamoto, pp. 32-36.

[1] Doctora en Filosofía, Investigadora Adjunta en CONICET. Contacto: svignale@mendoza-conicet.gob.ar

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