¿Ya nadie sabe descansar? // Agustín Jerónimo Valle
¿Alguien sabe todavía descansar acaso, cómo se hace para descansar, en qué consiste descansar? El descanso ya no existe, o no es visible. En parte, justamente, por cuánto se hace visible el presunto descanso, cuánto se muestran imágenes de estar descansado con plenitud; y en el acto de visibilización se cuela, se filtra una necesidad determinando al sujeto. Una disposición que se parece más a la normalidad conectiva que a una forma de estar distinta, descansante. Al creciente deteriorio en la calidad y cantidad del sueño se sumó, en este último receso veraniego, la evidencia de una crisis general y aguda de las capacidades recreativas en el más serio sentido de la palabra. Empieza un año y cunde, ya, la gente que no da más. Que si les preguntas ¿Descansaste?, contestan Y, ¿te miento o te cuento? La soga del deber no deja nunca de sentirse -una soga cada vez más versátil, multiforme, con versiones policíacas, maquinales, friendly, desesperadas, autogestivas, enmascaradas de deseo, etcétera. Hay un modo del deber para cada sujetx, para cada grado de suerte en la sociedad; sogas de diversas texturas y presentaciones, manteniendo siempre una tensión. Deteriorando el sueño de las multitudes… Y hay que ver si incluso quienes viven gozando el privilegio, el enriquecimiento gracias a la calamidad social y ambiental, no tienen su soguita de lujo también -quizá no-.
¿Es acaso un año distinto, este, es realmente otro año, tuvo algo en algún momento de año nuevo, o es, 2021, el estadio superior de 2020? ¿Alguien puede decir que sí, la verdad, descansé un montón, fue una fiesta? Si los hay, ellxs son los verdaderos ricxs de nuestra sociedad, ricxs de abundancia vital, reservorio sanitario del alma colectiva; sepamos seguir su orientación, aprendamos algo de su arte existencial… La abrumadora mayoría, seguimos conectades. Aquella vieja imagen del “desenchufar” quedó obsoleta y somos todxs unidades productivas con una inercia conectiva provista de gran autonomía. Pueden pasar muchos días fuera de la base, o formalmente desconectados, y aun así manteniendo el tono activo propio del régimen del disponibilismo (el disponibilismo, que es el mismo régimen que dispone brutalmente de la naturaleza en general, no solo nuestros cuerpos). Cuerpos sostenidos por alto patrón inalámbrico.
Se termina el verano y me parece que descansar se ha convertido en: cortar con el celular.
Antes el descanso se asociaba a dos cosas: el no-trabajo, y el desplazamiento territorial. Vacaciones laborales y viajar a algún lado. Podía incluso ser sin viajar. Ahora puede haber vacaciones del trabajo, irse a la playa, y que el ritmo atencional, el estado de alerta por solicitudes y respuestas, se mantenga sin modificación sustancial. La publicación de pruebas de nuestro logrado descanso llena el espacio vacante de lo laboral…
Ahora, si descansar es abandonar el celular, y ver qué pasa, ¿sería abandonar qué, a través de abandonar el objeto? Ningún objeto tiene poder -en sí-. ¿Y cómo, para qué dejarlo, si con él buscamos campings, rutas, restoranes, pronósticos meteorológicos, amigxs con lxs que encontrarnos, etcéteras? Si algo opera, si de algo es técnica el celular, es de la unificación integral de las diversas relaciones, de la homogeneización gestual, temporal, conductual, atencional, de lo que podrían ser relaciones cualitativamente diversas. En esa integración, la eventual gestión de un territorio autónomo (físico, virtual, esporádico, como fuere) resulta inseparable de la atadura a la Actualidad. Y ahí es donde, hermanes, sonamos. Estemos donde estemos, hagamos lo que hagamos, estamos del mismo modo, parece imposible olvidar el ritmo temporal de la Actualidad (que no son “las noticias”, por supuesto, aunque las noticias constituyen una zona importante de lo actual).
¿Qué es descansar, o qué era? Jamás fue “no hacer nada”; no existe no hacer nada, hablando en rigor. El descanso siempre estuvo cerca de la recreación, y por tanto de lo lúdico, del juego. Porque requiere la instauración de un ambiente. Es por eso que siempre se lo asoció al viaje (bueno, “siempre”…), porque el viaje propende a la reambientación. Experimentar la elaboración de un (nuevo) ambiente, de un territorio. Viaje, descanso, campo de juego. Acaso descansar consista en experimentar, ejercer esa facultad: instaurar ambientes, diversos (facultad inherente a la condición humana en tanto animal desambientado, según Paolo Virno). Una divergencia ambiental, creación ambiental, di-versión ambiental. Ambientes como esferas donde se está de otro modo, es decir, con otra técnica. Otras reglas (pienso también en la potencia del homo ludens de J. Huizinga).
Desde aquí podemos entender la imposibilidad tendencial de descansar. No es solo que el capitalismo 24/7 nos pone en posición de conexión y productividad constante. Ese continuo, productivo, conectivo, la gigantesca cárcel virtual de la Actualidad, infiltra los vestigios de zonas pretendidas de descanso con su epicentro técnico, su patrón temporal; con su ventana -¿inclausurable?- a la imperial Realidad. El celular -lo que el celu tecnifica- resulta agente que desmiente todo ambiente nuevo. Todo ensayo de una técnica de otra cualidad. Así, en la quemazón general, en la inercia conectiva -acaso el más eficiente patrón jamás habido-, podemos ver un franco atentado contra la facultad, natural, distintiva de nuestra especie, de experimentar el armado de ambientes existenciales, la potencia de inventar modos de estar y hacer; la verdadera recreación, que sería un potencial riesgo para el realismo del capital.